ORQUESTA Y CORO DE LA COMUNIDAD DE MADRID 23 DE FEBRERO DE 2015 AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA, SALA SINFÓNICA, 19:30 HORAS JosephHaydn Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz Haydn y España Sin Joseph Haydn(1732-1809) no se puede entender la música instrumental de finales del siglo XVIII. Ni tampoco la música española, pese a que, como sabemos, el compositor austriaco nunca visitó nuestro país. Los potentes canales de distribución musical que entonces, quizá por primera vez en la historia, se establecieron en toda Europa permitió que su música se difundieraa todos los rincones del viejo y también del nuevo continente. De tal modo que la presencia de su música acabó siendo ubicua desde fechas tempranas. A mediados de la década de 1770, cuando su música no gozaba aún de la inmensa fama que tendría poco tiempo después, surgen los primeros contactos entre Haydn y España vinculados con su música instrumental. En 1775 la prensa madrileña anunció la venta de los Cuartetos Op. 20pocos meses después de haber visto la luz en la imprenta en París. En el espacio de unos años, su música comienza a copiarse en el Palacio Real para entretenimiento y disfrute del Príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, y en la Casa de Alba por mandato de Fernando de Silva Álvarez de Toledo, XII Duque de Alba. Ambos eran grandes aficionados a la música y ellos mismos hábiles intérpretesdel violín. En estos años, la música instrumental de Haydn sólo estaba al alcance de unos pocos privilegiados: los intérpretes y aficionados que se movían en los restringidos círculos de la realeza y la aristocracia.El prestigio asociado a la música de Haydn entre los aristócratas madrileños tuvo su punto culminante en el caso de la Condesa-Duquesa de Benavente, quienlogró el hecho insólito de conseguir sus servicios desde la distancia. Gracias al contrato que arrancó al compositor en la década de 1780,Haydn remitió algunas de sus obras desde Austria. Aunque no llegó a cumplir todas las cláusulas estipuladas, las obras nuevas que llegó a enviar a Madrid fueron suficientes para otorgar a las academias musicales de la Condesa un envidiable halo de exclusividad y distinción en la Villa y Corte. Con los años, las bibliotecas de la realeza y la aristocracia madrileñaalbergaron literalmente centenares de composiciones de géneros distintos (incluyendo la práctica totalidad de sus sinfonías y sus cuartetos, además de sonatas, música religiosa y obras teatrales), un insólito corpus haydniano que hemos tenido la desventura de no conservar.Así, en pocos años la demanda creciente de aficionados y profesionales acabó por extender el acceso a las deseadas obras de Haydn, cuya música se extendió rápidamente por toda la península. Pero la vinculación de Haydn con España ha sido tradicionalmente asociada al encargo que el compositor recibió de la Cofradía de la Santa Cueva de Cádiz para componer Las siete últimas palabras de nuestro Salvador en la Cruz (en su título original, Die siebenletzten Worteunseres Erlösers am KreuzeHob. XX:1).La obra se compuso en 1786 y se estrenó en abril del año siguiente en el Oratorio de la Santa Cueva, ubicado en una gruta bajo la Iglesia del Rosario (y no en la Catedral, como se ha repetido constantemente). En su misma concepción tuvo Haydn presente el particular contexto litúrgico en el que la obra iba a serinterpretada: la ceremonia de las Tres Horas celebrada cada Viernes Santo, una devoción originada en Lima a finales del siglo XVII consistente en reunir ese día tan señalado a los devotos entre el mediodía y las tres de la tarde para meditar sobre las últimas siete palabras pronunciadas por Cristo en la cruz. Fue el jesuita de origen peruano Alonso MesíaBedoya quien, a comienzos del siglo XVIII, comenzó a intercalar música en la devoción, propagando esta costumbre mediante un libro impreso ampliamente difundido en España desde mediados de la centuria. El encargo a Haydn fue financiado por José Sáenz de Santamaría, Marqués de Valde-Íñigo, un sacerdote de origen mexicano y residente en Cádiz a través de la intermediación de Francisco de Paula María de Micón, Marqués de Méritos. Las siete palabras: guía para la escucha Este contexto devocional concreto explica la peculiar organización de esta composición sin analogías posibles en la historia de la música: una sucesión de siete movimientos lentos, precedidos por una introducción y culminados por el único movimiento rápido de toda la obra, construidos a partir del principio de la forma sonata. La narración que Haydn contaría muchos años después a su primer biógrafo, Georg August Griesinger, nos da algunas de la claves sobre el reto que afrontaba el compositor con esta obra: El día prescrito se cubrían los muros, las ventanas y los pilares de la iglesia [de Cádiz] con telas negras, y solo una lámpara de gran tamaño que colgaba en el centro iluminaba la sagrada oscuridad. A una hora determinada se cerraban todas las puertas y comenzaba la música. Tras un preludio apropiado, el obispo subía al púlpito, decía una de las siete palabras y exponía una reflexión sobre ella. En cuanto concluía, descendía del púlpito y se arrodillaba delante del altar. La música llenaba esa pausa. El obispo entraba en el púlpito una segunda vez, una tercera, etc., y cada una de las veces volvía a entrar la orquesta después de que concluyeran sus palabras. Componer una sucesión de siete Adagios sin un texto al que acompañar, con la sola libre fantasía, que no fatiguen al oyente y despierten en él todos los sentimientosinherentes a cada una de las palabras pronunciadas por el Salvador, constituye ciertamente uno de los empeños más difíciles. Haydn declaró también a menudo que, de entre los suyos, tenía este trabajo por uno de los más conseguidos. (Extracto de George August Griesinger, Apuntes biográficos sobre Joseph Haydn, traducción de Luis Gago, Madrid, 2011, pp. 89-91). El carácter lúgubre de la obra en sintonía con el terrible momento que describe se evidencia por el marcado predominio de tonalidades oscuras, esto es, con bemoles (siete de los nueve movimientos).A diferencia del repertorio camerístico contemporáneo, Las siete últimas palabras no están en origen concebidas con el fin último de ser escuchadas para deleite del oído o del intelecto, sino, como supo ver el propio compositor, como vehículo para incitar la imaginación devota de los fieles. Pese a no ser una obra vocal, como cabría esperar,Las siete últimas palabras está basada en algunas de las frases que Jesús pronunció durante sus últimas horas en la Cruz, según narran los evangelistas San Mateo, San Lucas y San Juan. El comienzo de cada una de las sonatas imita con su ritmo la acentuación de la frase en latín, tal y como indica la primera edición que publicó Artaria por encargo de Haydn, en la que se añadió el texto debajo del comienzo de cada tema. Todo esto aconseja tener presente durante la escuchacada una de estas frases, resumidas en el cuadro que acompaña estas notas. Las metáforas sonoras, más o menos explícitas, se suceden de principio a fin de la obra, con el ánimo evidente del compositor de recrear mediante el sonido el estado de un Cristo moribundo. Por ejemplo, el pizzicato de la Sonata V simboliza las gotas de agua del sediento crucificado. Y el movimiento final subtitulado “Il Terremoto”, en italiano, recrea el estremecimiento de la naturaleza justo en el momento en que Cristo exhala su último aliento (San Mateo, 28:2). Esto se describe con el único pasaje fortissimoy rápido de la obra, que debe interpretarse “Presto con tutta la forza”. También aquí la orquesta despliega todo su potencial sonoro. En su conjunto, el sentido de la penitencia, la piedad y la paz de espíritu propio de las iglesias católicas de la Edad Moderna también resulta aparente. El hecho de que, además, haya una regular alternancia entre tonalidades en modo mayor y menor indica también una cuidadosa planificación. Estructura de Las siete última palabras de Cristo en la cruz de Jospeh Haydn Introducción Re menor, Maestoso ed Adagio Sonata I Si bemol Mayor, Largo Pater, dimitteillis, quianesciunt, quid faciunt (San Lucas 23:34) Padre, perdónales porque no saben lo que hacen Sonata II Do menor, Grave e cantábile Hodiemecumeris in Paradiso(San Lucas 23:43) En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso Sonata III Mi Mayor, Grave Mulier, eccefiliustuus (San Juan 26:27) Mujer, he ahí a tu hijo Sonata IV Fa menor, Largo Deus meus, Deus meus, ut quid dereliquisti me? (San Marcos 15:34; San Mateo 27:46) Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Sonata V La Mayor, Adagio Sitio (San Juan 19:28) Tengo sed Sonata VI Sol menor, Lento Consummatumest (San Juan 19:30) Todo está consumado Sonata VII Mi bemol Mayor, Largo In manustuas, Domine, commendo spiritum meum (San Lucas 23:46) Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu Il Terremoto Do menor [sin indicación] La estructura tan atípica de Las siete últimas palabras no impidió, sin embargo, que fuera pronto una obra muy conocida e interpretada en Europa. Nada más publicarse la versión orquestal original en 1787 en Viena, al poco seguida por París y Londres, comenzó su vertiginosa difusión. Y ello a pesar de que, en principio, su concepción inicial –piezas independientes que alternan con sermones sobre cada una de las últimas palabras– haría extraño, entonces como ahora, escuchar una sucesión de adagios sin interrupción, lo cual dice mucho sobre el reto que afrontó el compositor con esta obra, tal y como contó a Griesinger. La mejor señal del éxito inmediato es la variedad de arreglos a que dio lugar. La composición estrenada en Cádiz era para una orquesta de reducidas dimensiones. Pero ya el mismo año de su publicación aparecieron dos arreglos impresos en Viena: uno para cuarteto de cuerda realizado por el propio Haydn en el que transfirió a la cuerda las cuatro partes principales de la orquesta, y otro para piano realizado por un músico anónimo, aunque con la aprobación entusiasta del compositor. Dado el carácter cuasi narrativo de Las siete palabras, parece inevitable que se realizara una versión con texto. El propio Haydnla acometió en 1795 añadiendo un coro a la orquesta con unaletra en alemán, animado por el arreglo que escuchó en la ciudad de Passau en su camino de Londres a Viena.Otra multitud de arreglos no autorizados o supervisados por el compositor surgieron en distintos espacios. Pervivencia hispana La impronta de Las siete palabrasen la vida musical española sería duradera, estimulando la imaginación artística de algunos compositores españoles, como Francisco Javier García Fajer, quien compuso una pieza de características similares claramente inspirada en el modelo haydniano. Está por ver si la influencia de Haydn también está presente en otras obras destinadas al mismo contexto devocional, como es el caso de los siete adagios “Para las tres horas del Viernes Santo, hecho a propósito para la contemplación de las siete palabras” para guitarra, flauta, violín y violón de Fernando Ferrandiere o del motete “Para las siete palabras” que compuso Pedro de Castro para la Colegiata de Jerez. Sólo el Stabat Mater de Haydn, su obra más difundida en cualquier género, parece que alcanzó en España una circulación similar a la de Las siete últimas palabras, en este caso ayudado por el enorme éxito en el cultivo de este género, de origen napolitano, en tierras hispanas. Quizá debido a su origen local y devocional, la pervivencia de Las siete últimas palabras en España fue prodigiosa, alcanzando extremos difíciles de imaginar. Ya es destacable el número de fuentes conservadas en más de una treintena de archivos eclesiásticos españoles e hispanoamericanos. Manuscritas o impresas, las distintas versiones de la obra llegaron a lascatedrales de Salamanca, Santo Domingo, Murcia, Zaragoza y a los monasterios de Montserrat o de Santa Ana en Ávila, entre otras instituciones. Pero son, sobre todo, las fechas tardías de su utilización lo que resulta llamativo.Por ejemplo, unmanuscrito conservado en la catedral de Santiago de Compostela está fechado en 1904. Un caso paradigmático es el Palacio Real de Madrid, institución que mantuvo un vivo interés por la música de Haydn desde el mismo comienzo de su expansión internacional. De hecho, fue el fondo español más importante en preservar su obra. En esta institución, la práctica de interpretar Las siete palabrasparece que estuvo vigente ininterrumpidamente desde finales del XVIII hasta nada menos que el comienzo del siglo pasado. En su biblioteca se conservan fuentes de tres versiones distintas: para orquesta, para cuarteto y para coro, las dos últimas claramente copiadasen la segunda mitad del XIX. La portadilla de la fuente impresa es reveladora por la anotación que contiene: “Se ejecutan el Viernes Santo, con estos cuatro papeles impresos que fueron donados al Archivo Musical de la Real Capilla por el profesor D. Alejandro R. de Tejada. Abril 1919”. Si estas fechas reflejan, como es verosímil, la fecha de su interpretación, podría concluirse que Las siete últimas palabras de Haydn han permanecido hasta hace no muchas décadas como una tradición interpretativa viva en algunas instituciones españolas, como una obra permanentemente asociada al paisaje sonoro de cada Viernes Santo. Fue justamente esta pervivencia la que permitió a Manuel de Falla, siendo niño, poder escuchar la obra en su Cádiz natal, un primer contacto con la música de Haydn que le dejaría un recuerdo imborrable. El mismo que, más de dos siglos después de su composición, sigue dejando esta obra en los oyentes actuales.