DIE WALKÜRE (LA WALKIRIA)

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DIE WALKÜRE (LA WALKIRIA)
Drama musical en tres actos. Texto y música de: Richard Wagner.
Primera jornada del ciclo: EL ANILLO DE LOS NIBELUNGOS.
Antecedentes
Luego de los hechos transcurridos en EL ORO DEL RIN, en el que ya presentimos la caída del sistema
déico encabezado por Wotan, asistimos en esta primera jornada al romance ilícito de los hermanos
Siegmund y Sieglinde, hijos del dios y de la diosa Erda, y al conflicto interior y últimamente la
autodestrucción de la deidad, que sucumbe por las propias leyes que él mismo ha creado. Wagner bebió
principalmente para esta obra de las fuentes nórdicas, particularmente de las Eddas y de la Saga de los
Wälsungen. El título de la obra alude a Brünnhilde, la hija predilecta de Wotan, que con sus otras ocho
hermanas constituye el grupo de vírgenes guerreras o Walkirias que defienden el Olimpo nórdico o
Walhall, y transportan allí a las almas de los héroes muertos en batalla.
Aunque LA WALKIRIA es el segundo drama musical de EL ANILLO, fue el tercero en el orden de
concepción. Como dijéramos anteriormente, Wagner trabajó en forma inversa, planeando la obra a
partir de la muerte de Siegfried, luego decidiendo que necesitaba otra instancia para narrar la juventud
del héroe, y luego decidió que necesitaba contar la historia de la concepción del mismo y de los intentos
de Brunilda de salvar a los padres de él, finalmente comprendiendo que también hacía falta un preludio
que contara el robo original del oro del Rin y la creación del anillo.
Aunque el poema ya se hallaba pronto en 1852, Wagner no trabajó en la música hasta el siguiente año,
acabando la partitura completa en marzo de 1856, cuando su salud se hallaba en estado frágil. LA
WALKIRIA es quizás la más lírica, si aplica el término, de las cuatro partes de la Tetralogía. Aunque
Wagner había ya renunciado al concepto de la ópera tradicional dividida en números ya desde
LOHENGRIN, igualmente nos hallamos aquí también lejos del tortuoso cromatismo y de la Melodía
infinita que caracteriza a su TRISTAN E ISOLDA, si bien hallamos una clara influencia beethoveniana y de
Franz Schubert en el primer acto, así como también pasajes con estructura de ariosos independientes,
particularmente los dos pertenecientes a Sieglinde en el primer acto y el célebre Winterstürme wichen
dem Wonnemond (Las tormentas de inverno ceden paso a la luna de primavera), a cargo de Siegmund
en el mismo acto.
De la misma manera, el acto segundo presenta un increíble paso adelante en la declamación dramáticomusical con el gran monólogo introspectivo de Wotan, que no tiene precedentes en la literatura lírica de
la época. El tercer acto ofrece la famosa Cabalgata de las Walkirias y la monumental escena entre
Wotan y Brunhilda, su súplica, y finalmente la obra concluye con la famosa Despedida de Wotan y la
invocación al fuego mágico protector, en la tierna tonalidad de MI mayor.
También LA WALKIRIA recibió un estreno prematuro en el Teatro de la Corte de Munich, contrariando la
voluntad del compositor, el 26 de junio de 1870. El ciclo completo no vio su estreno mundial hasta el
mes de agosto de 1876, como gran inauguración del Festival de Bayreuth.
Nuestra versión de esta joya músico-teatral, que suele representarse aisladamente del ciclo a menudo,
cuenta con la presencia de la soprano norteamericana Jeannine Altmeyer, debutando aquí en su primer
Brunhilda. La acompañan la excelente Jessye Norman como Sieglinde y el veterano bajo-barítono
alemán Theo Adam retomando el rol de Wotan, que interpretara en el Festival de Bayreuth en los años
1960. Siegfried Jerusalem realiza también su exploración wagneriana con el primero de los roles de este
compositor que cantara en Bayreuth en 1983.
Argumento
ACTO PRIMERO
La introducción orquestal, una preparación al ambiente y no una obertura, sugiere la fuga de un hombre
perseguido. Amaina la tempestad, se levanta el telón y estamos en el interior de una rústica casa
edificada a la manera de los antiguos germanos alrededor de un árbol que sostiene el techo. Entra un
hombre y cae exhausto junto al fuego. Es Sigmundo, fugitivo de sus enemigos. Siglinda lo oye y acude,
creyendo que es su marido, Hunding. Sorprendida lo interroga, pero Sigmundo, inerte, pide agua. Ella se
la proporciona y, mientras él bebe ansioso, lo contempla extrañada y conmovida.
El hombre, ya repuesto, le pregunte quién es, y Siglinda responde: “Esta es la casa y esta mujer son
propiedad de Hunding”. Y, mientras él le relata su lucha infortunada, ella le prepara el hidromiel de la
hospitalidad. El guerrero, que se designa “infortunado”, va a partir para que su desdicha no caiga sobre
quien lo socorrió. Pero Siglinda lo detiene con la mirada y Sigmundo: esperará a Hunding.
Entra Hunding, que regresa de una batalla, e interroga a su mujer sobre el forastero. Mienras Siglinda
prepara la cena, Hunding, receloso, observa el parecido del visitante con su mujer y simulando un afable
interés le pregunta su historia. Sigmundo cuenta lo que recuerda de su vida: su padre se llamaba Wolfe
(estirpe de lobos, uno de los sinónimos de Wotan en sus andanzas terrestres); tuvo una hermana
gemela; mientras estaba en el bosque con su padre, los “Neidinge” (“hijos de la envidia”, sus enemigos),
mataron a su madre, raptaron a su hermana e incendiaron la casa. Proscriptos, ambos vivían en una
salva hasta que fue separado de su padre en una terrible batalla y sólo halló de él una piel de lobo vacía.
La desgracia lo persiguió, y acababa de perder sus armas en defensa de una joven a quien querían casar
contra su voluntad. La lucha fue sangrienta, y su espada y su escudo fueron rotos. Y agrega, contestando
a Siglinda: “Ahora sabes, mujer, porque no puedo llamarme “Friedmund” (textualmente: el pacífico).
Hunding reconoce ahora al enemigo que persiguió aquel día. Como la hospitalidad es sagrada, lo
acogerá esa noche, pero se batirán a muerte al día siguiente.
Hunding envía al aposento contiguo a su mujer, y luego se retira.
La puerta se abre y aparece Siglinda. Ha dado un narcótico a Hunding y acude para salvar al
desconocido, y le cuenta su propia historia. Fue casada con un hombre al que no quería. El día de la
boda apareció un anciano con amplia capa y sombrero que le cubría un ojo, y cuya mirada terrible
paralizó a todos menos a ella. Clavó en el tronco una espada, destinándola al más fuerte y desapareció.
Desde entonces han tratado en vano de sacarla. El forastero la abraza seguro de que mujer y espada son
parte de él. Sigmundo canta “Las barracas ceden ante el mes de las delicias” y Siglinda responde: “Tu
eres la primavera que ansiaba”. Se abrazan extasiados, y finalmente se reconocen: son hermanos y
desde ahora los une el amor. Y Sigmundo toma la empuñadura de la espada, la llama Notung y la
arranca de un tirón. Afuera les aguarda el mundo, la libertad, el amor.
ACTO SEGUNDO
El acto segundo transcurre en una abrupta montaña.
Wotan instruye a Brunilda, su hija predilecta, para la lucha entre Sigmundo y Hunding, que persigue a la
pareja. La victoria debe ser de Sigmundo, su hijo, origen de una raza con la que piensa recuperar el oro y
el anillo perdidos.
Pero llega furiosa Fricka, diosa del matrimonio y esposa de Wotsn, y la valuqiria se va. Fricka reprocha a
Wotan la protección a Sigmundo y al adulterio incestuoso que comete. En nombre de sus propias leyes
le exige el castigo del velsungo. Wotan primero se niega, pero finalmente, acosado y vencido, promete
sacrificar a Sigmundo.
Vuelve Brunilda; Wotan ha quedado sombrío, y ante la insistencia de su hija empieza a hablar. El dios
comienza con el robo del oro por Alberico, narra su maldición al anillo, el incumplido pacto con los
gigantes. Luego confiesa su propio deseo de conocer de cerca los engranajes del destino y su encuentro
con la mujer más sabia del mundo, Erda, que le dio nueve hijas, las valquirias, entre ellas Brunilda, las
cuales recogen a los héroes muertos en combate y los llevan, para gozar de eternas delicias, al Walhalla,
la fortaleza de los dioses en las nubes. Termina con angustia porque Alberico logró engendrar un hijo
que podrá ser su vengador; a él quiso oponer Wotan una estirpe de héroes, pero ahora deberá
abandonar a Sigmundo. “¿Qué quieres que haga?”, pregunta Brunilda, a lo que responde Wotan: “Que
combatas por Fricka, que venzas a Sigmundo y le des la victoria a Hunding”.
Brunilda se rebela, pero Wotan la amenaza con terrible castigo si desobedece.
Aparecen Sigmundo y Siglinda, y ésta, agitada y llena de temor quiere seguir huyendo, no sólo de
Hunding, si no de sí misma, pues se entregó a Sigmundo, quien la consuela hasta que ella, creyendo oir
la jauría de Hunding que despedaza a Sigmundo, se desmaya en sus brazos.
Aparece Brunilda y revela a Sigmundo que pronto deberá seguirla, que lo llevará al Walhalla junto a
Wotan. Sigmundo pregunta si lo seguirá Siglinda, y ante la respuesta negativa le manifiesta que no la
seguirá. Brunilda le responde que está obligado a seguirla quien ha visto a la Walquiria. Entonces
Sigmundo se dispone a matar a Siglinda con el hijo que ella ha concebido. Conmovida, Brunilda toma el
partido de Sigmundo: desafiará la ira de Wotan.
Una densa niebla impide la visión. Al llamado del cuerno de Hunding acude Sigmundo y se traba en
lucha, a ciegas. Un relámpago permite ver a la Valquiria al lado de Sigmundo, protegiéndolo. Pero en el
instante en que éste debe dar el golpe mortal, se disipa la niebla y aparece Wotan, que con su lanza le
hace pedazos la espada, y entonces Hunding lo mata. La Valquiria rápidamente recoge los pedazos de la
espada y se lleva a Siglinda, desmayada. Wotan, lleno de desprecio y amargura, ordena a Hunding que le
comunique a Fricka el cumplimiento de la promesa, y a su despectivo ademán, Hunding cae muerto.
Entonces estalla el furor del dios: anuncia el castigo de la rebelde Brunilda y, entre truenos y relámpagos
desaparece.
ACTO TERCERO
La introducción del tercer acto y principio de la escena describen musicalmente la cabalgata de las
valquirias. Ocho doncellas se han reunido en la “roca de las valquirias”. Brunilda llega última, en
desenfrenada carrera, conduciendo a una mujer, en lugar de un guerrero. Es Siglinda, y para ella pide
protección a sus hermanas, pero ninguna osa desobedecer a Wotan. Entonces, para salvar a Siglinda,
que quiere morir, le anuncia que lleva en su seno a un velsungo, le da como herencia los trozos de la
espada de Sigmundo, y la hace huir en su propio caballo al bosque de Fafner, donde estará protegida de
Wotan.
Llega Wotan, quien, sin acceder al ruego de sus hermanas, llama cobarde a Brunilda por esconderse
entre ellas para huir del castigo. Sale Brunilda y escucha la terrible sentencia: es expulsada del Walhalla,
privada de su condición divina y destinada al primer hombre que la despierte del sueño en que,
indefensa, la sumirá. Despedidas las demás valquirias, quedan solos padre e hija. Brunilda intenta
justificarse apelando a los deseos más íntimos de Wotan pero es en vano. De sobra sabe Wotan que su
hija más fiel interpretó su voluntad más auténtica, pero debe castigarla porque está preso en las leyes
que él mismo creó. Como última gracia le concede que alrededor de ella arda perpetuo fuego, para que
el hombre que la encuentre sea por lo menos valiente.
Viene luego la conmovedora despedida de Wotan a su hija, y al final levanta su augusta lanza y
pronuncia la frase: “Jamás atraviese el fuego quien tema la punta de mi lanza”, cantado sobre el
majestuoso tema de Sigfrido, héroe que no temerá su lanza, porque no temerá nada. Wotan,
presintiendo el fin que ahora anhela como única salvación, se aleja lentamente, a través de las llamas
que custodian a Brunilda.
Reparto
SIEGMUND ………………………………………………..Siegfried Jerusalem, Tenor
HUNDING…………………………………………………..Kurt Moll, Bajo
WOTAN………………………………………………………Theo Adam, Bajo-Barítono
SIEGLINDE………………………………………………….Jessye Norman, Soprano
BRÜNNHILDE……………………………………………..Jeannine Altmeyer, Soprano
FRICKA …………………………………………………….. Yvonne Minton, Mezzosoprano
GERHILDE…………………………………………………. Eva-Maria Bundschuh, Soprano
ORTLINDE…………………………………………………. Cheryl Studer, Soprano
WALTRAUTE……………………………………………... Ortrun Wenkel, Contralto
SCHWERTLEITE………………………………………….. Anne Gjevang, Mezzosoprano
HELMWIGE……………………………………………….. Ruth Falcon, Soprano
SIEGRUNE…………………………………………………..Christel Borchers, Mezzosoprano
GRIMGERDE……………………………………………… Kathleen Kuhlmann, Contralto
ROSSWEISSE ………………………………………………Uta Priew, Mezzosoprano
Orquesta Staatskapelle Dresden, bajo la dirección de MAREK JANOWSKI.
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