Emergencia de los nuevos movimientos sociales en América Latina: El caso de los zapatistas Prof. y Lic. Patricia Yori Abril de 2009 RESUMEN En este trabajo se analiza la problemática de los Nuevos Movimientos Sociales que surgen en América Latina en la etapa neoliberal de la década de los ‟90. El objetivo consiste en presentar el contexto de su emergencia y reflexionar sobre la constitución y trayectoria del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional como caso emblemático de un ciclo de conflictivo en el que se instituyen nuevos sujetos sociales contrahegemónicos. Contexto de emergencia de los Nuevos Movimientos Sociales A partir del decenio de los `80 y `90 la “nueva derecha” resurge con un programa neoliberal que impacta profundamente en América Latina. En el Tercer Mundo, las políticas de los organismos financieros internacionales (FMI y BM), traducidas en las recetas del “Consenso de Washington”1, son aplicadas por los gobiernos nacionales con las consecuencias de una mayor concentración monopólica de capitales transnacionales y una trágica pauperización de las masas2. En esta coyuntura, emergen diversas demandas, resistencias y prácticas emancipatorias en la región que se fueron intensificando a partir de los `90. Sus protagonistas son los denominados “nuevos movimientos sociales” (NMSs). Estos movimientos instituyen formas de acción colectiva de sujetos que comparten una identidad, que explicitan un conflicto social y cuestionan una forma de dominación social. A diferencia de las modalidades de lucha precedentes, sus luchas son más fragmentadas, localizadas sectorial y territorialmente, y expresan un desplazamiento de los antagonismos de clase a hacia conflictos de tipo político y cultural. (Tourraine, 1999). Desde la posguerra hasta la década de los ‟80, uno de los ejes de conflictividad en la región lo constituye el conflicto asalariado keynesiano-fordista, asociado a la forma acotada de la relación capital-trabajo. Este pacto tuvo, entre otros, dos objetivos principales: en plano económico fue una tentativa de dar respuesta a las 1 transformaciones técnico-productivas que crearon las condiciones para la producción en masa; además fue una respuesta de las clases dominantes a la creciente agitación política y social que protagonizaron las clases obreras en el mundo. La participación de organizaciones sindicales y partidos obreros de izquierda, impulsó a las élites a encontrar mecanismos que garantizara la estabilidad política del sistema democrático liberal. En este contexto, el “pacto keynesiano”, que en América Latina tuvo expresión en los regímenes “nacional-populistas”, modeló durante décadas el comportamiento de las organizaciones sindicales, tanto en su vínculo con el Estado como en las formas y estructuras organizativas de las mismas. La conflictividad y protestas protagonizadas por los NMSs desde los `90, presentan rasgos distintivos de aquellos de los años „60 y ‟70. Las luchas contra las políticas neoliberales de desmantelamiento y privatización, impulsó procesos de convergencia que exceden a la dinámica sindical asalariada, y en ellos juega un papel importante otras organizaciones (movimientos campesinos, indígenas, desocupados, estudiantes, movimientos urbanos, entre otros). La mayoría de las organizaciones sociales de las dos últimas décadas surgen como “coaliciones sociales amplias”. La consolidación de movimientos de origen rural, indígenas y campesinos alcanzaron influencia nacional y regional desarrollando gran capacidad de interpelación y articulación con sectores sociales urbanos. En muchos casos lograron vincular con éxito la dinámica de la lucha contra el neoliberalismo (política agraria, privatizaciones, ajuste fiscal), al cuestionamiento más amplio de las bases de legitimidad de los sistemas políticos en la región. (Algranati, et al., 2006) En un inicio, las acciones de los NMSs, resultaron incapaces de obstaculizar los procesos estructurales de reconversión capitalista. Sin embargo, hacia mediados de los `90, cuando se hacen más evidentes los efectos estructurales regresivos, la conflictividad social se incrementa significativamente y entran con activa presencia y despliegue estos nuevos actores sociales3. Expresiones de estas formas de agenciamientos colectivos4 son los Zapatistas en México, el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) de Brasil, los Piqueteros o movimientos de trabajadores desocupados en Argentina, las movilizaciones campesinas en Paraguay, los Frentes Cívicos Regionales en el Perú, los movimientos indígenas del altiplano boliviano y el movimiento de cocaleros del Chapare (Aymaras y Yungas), la acción de los Mapuches en el sur de Chile, la emergencia indígena del Ecuador, las movilizaciones indígenas, campesinas y negras en 2 Colombia, los movimientos de sectores afectados por los ajustes económicos y sociales, los movimientos construidos en referencia a su carencia (sin techo, sin…), entre un sinnúmero de expresiones que denotan nuevas formas de organización social. Simultáneamente, se genera un espacio de convergencia internacional en oposición a la mundialización neoliberal, bajo el signo del denominado movimiento “antiglobalización”. Zibeschi, identifica tres matrices de pensamiento y prácticas que han nutrido e hibridado los movimientos en América Latina: las comunidades eclesiales de base vinculadas a la teología de la liberación; la insurgencia indígena portadora de una cosmovisión distinta de la occidental y el guevarismo inspirador de la militancia revolucionaria (Zibechi, 2003). La radicalidad de estos NMSs se sustenta en la identificación de las formas de opresión que sobrepasan las relaciones de producción y alcanza a grupos sociales transclasistas. Estas formas de opresión, que algunos autores denominan “colonialidad del poder” (Quijano, 2000)5 o Sistema de Dominación Múltiple (SDM), deben analizarse teniendo en cuenta sus dimensiones económica, política, social, educativa, cultural y simbólica. Algunas prácticas de dominación que se profundizan en la etapa neoliberal son: a) la explotación económica por parte de empresas transnacionales y la exclusión social; b) la opresión política en el marco de la democracia formal; c) la discriminación sociocultural (étnica, racial, de género, de edades, de opciones sexuales, por diferencias regionales, entre otras); d) la enajenación mediático-cultural (alta concentración de los medios como forma de dominio del capital sobre la sociedad) ; y c) la depredación ecológica (Valdés Gutiérrez, 2008) La novedad de los denominados NMSs, reside en que constituyen tanto una crítica de la regulación social capitalista, como una crítica de la emancipación social socialista tal como fue definida por el marxismo. (De Sousa Santos, 2001). Las tendencias comunes de los diversos movimientos son: a) el arraigo territorial y la creación de espacios físicos de resistencia, rurales o urbanos, fenómeno ligado a las luchas por recuperar territorios de los que fueron desalojados por la reestructuración capitalista; b) la búsqueda de autonomía, tanto de los Estados como de los partidos políticos, fundada sobre la creciente capacidad de los movimientos para asegurar la subsistencia de sus seguidores; c) la revalorización de la cultura y la afirmación de la identidad de sus pueblos y sectores sociales; d) la capacidad para formar sus propios 3 intelectuales; e) el creciente papel de las mujeres en el espacio social y político que evidencian las nuevas relaciones entre los géneros en las organizaciones; por último, f) la preocupación por una organización del trabajo más horizontal y la relación con la naturaleza. (Zibechi, 2003). En este trabajo analizamos algunas de las características señaladas el caso del Movimiento Zapatistas de Liberación. Desde su emergencia los zapatistas se han convertido en uno de los movimientos sociales que ha tenido mayor resonancia en una variedad de ámbitos y de luchas. Ha sido analizado como movimiento indígena, campesino y como movimiento gradualista que avanzó desde una postura revolucionaria a una democrática radical y reformista. Junto con otros, como el Movimento Sem Terra de Brasil, se ha convertido en punto de referencia de numerosos debates académicos sobre el desarrollo del capitalismo neoliberal, las alternativas socialistas y el análisis sociopolítico latinoamericano. Si bien la lucha contrahegemónica6 del zapatismo se desarrolla en diversos ámbitos, nos centramos en tres dimensiones de su proyecto político relacionados con la tendencia a la territorialización, la revalorización de la cultura y afirmación de la propia identidad, la construcción de un gobierno autónomo paralelo a la estructura del Estado y la participación en el movimiento altermundista. Emergencia y trayectoria del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional Pocas horas después de haber entrado en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) que consolida la era neoliberal en el hemisferio norte, en un pequeño estado del sureste de México llamado Chiapas, se levanta en armas un ejército indígena encabezado por el Subcomandante Insurgente Marcos. Se trataba de un grupo organizado en los `80 por revolucionarios nacionalistas-maoístas, derrotados en el norte del país, que se refugiaron en la selva chiapaneca y se unieron al trabajo organizativo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas y a la rebelión indígena latente en la zona de las Cañadas (Almeyda, 2008). El primer acto público del EZLN, fue el 1º de enero de 1994, con la declaración de guerra contra el ejército mexicano y la ocupación de las cabeceras municipales chiapanecas de San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Altamirano, las Margaritas y Comitán. En la primera Declaración de la Selva Lacandona los rebeldes enmascarados, en su mayoría indígenas, explican sus demandas: trabajo, tierra, techo, alimentación, 4 salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. La cabeza de la Comandancia General estaban compuesta por indígenas de la región y el subcomandante Marcos como su vocero mestizo. Se ha identificado como “zapatistas” no sólo a los integrantes del EZLN (la estructura militar) y a las bases civiles de apoyo que viven en Chiapas (la estructura civil); sino también a los denominados “neozapatistas” que incluye a los que apoyan o simpatizan con los zapatistas de Chiapas desde distintos lugares de México y el mundo7. La gran mayoría de los integrantes del movimiento militar y civil eran provenientes de las distintas etnias mayas presentes en Chiapas (tzotzil, tzeltal, tojolab‟al, ch‟ol) que habían pasado por diez años de preparación en la clandestinidad. El conflicto inicial se desarrolló como un enfrentamiento militar con el ejército mexicano que concluyó el 12 de enero, cuando el entonces presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari decretó un cese al fuego en respuesta a las movilizaciones nacionales e internacionales. Desde entonces, se ha desarrollado una guerra de „baja intensidad‟ con una fuerte ocupación militar y paramilitar en la „zona de conflicto‟. El primer intento de diálogo entre las partes se dio en la primavera de 1994 (Diálogo de la Catedral) sin éxito. En 1995, después de la formación de una comisión que representaba al gobierno federal, la COCOPA (Comisión por la Concordia y la Pacificación), se reanudó el dialogo a través de varias mesas en San Andrés Larrainzar. Estos diálogos terminaron con la firma de los Acuerdos de San Andrés, en Febrero de 1996, como pacto social entre el los pueblos indígenas, la sociedad y el Estado. Allí, se elaboran iniciativas de reforma a la Constitución en materia de reconocimiento de derechos y cultura indígena, derecho de autonomía de los pueblos indígenas y disfrute de recursos naturales y territorios que ocupan los indígenas. Sin embargo, cuando el gobierno mexicano se negó a aceptar una propuesta de reforma constitucional basada en los Acuerdos, el proceso de paz entró en crisis. Los años que siguieron estuvieron marcados por represión hacia los zapatistas y creciente actividad de grupos paramilitares, posiblemente apoyados por el ejército mexicano. Un segundo momento de esperanza surgió con la elección de Vicente Fox y su promesa de enviar la propuesta de reforma constitucional al congreso mexicano. Este episodio, también terminó en decepción cuando en el 2001 se aprobó una ley indígena que distaba mucho de lo pactado en San Andrés. El proceso de paz sigue en un impasse mientras el gobierno federal implementa una política de contención del conflicto y no ha podido reanudar el diálogo con el 5 EZLN. Los zapatistas por su parte desde 2001 se han concentrado en la construcción de la autonomía y el „buen gobierno‟ de las comunidades. Aunque no cuentan con la legitimidad del poder legislativo mexicano, constituyeron una autonomía 'de facto' entre las montañas de la selva Lacandona. A partir del 2003 se institucionalizan los cinco caracoles zapatistas: Oventic, Morelia, La Garrucha, La Realidad y Roberto Barrios. Cinco regiones que comprenden 38 Municipios Autónomos Zapatistas que acogen a miles de bases de apoyo. En quince años que han transcurrido desde su levantamiento, el enfoque y la estrategia de lucha del movimiento zapatista han cambiado sustancialmente. El EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) abandonó en los hechos la vía armada y se comprometió con impulsar los cambios sociales y políticos por vías pacíficas. Si bien nunca entregó formalmente las armas, sus modos de lucha han sido la construcción de un discurso ético y contrahegemónico, su capacidad de organización y poder de convocatoria. Procesos de territorialización del movimiento La dinámica de apropiación territorial que caracteriza a los NMSs es un rasgo central en el zapatismo. Esta tendencia a la reapropiación comunitaria del espacio de vida se refiere tanto a la expansión de las experiencias de autogestión productiva, de resolución colectiva de necesidades sociales (por ejemplo en el terreno de la educación y la salud) y de formas autónomas de gestión de los asuntos públicos (Algranati, et al., 2006). Desde enero de 1994 los zapatistas ocuparon una gran cantidad de predios privados, en su mayoría ranchos ganaderos o cafetaleros de propietarios „ladinos‟, ubicados en la zona de conflicto: los municipios de Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas. Se estima que en total los zapatistas ocuparon unas 60000 hectáreas. La mayoría de los zapatistas eran campesinos pobres, productores de maíz, café o ganado, pertenecientes a ejidos, comunidades creadas a raíz del reparto agrario. Estos campesinos que dependían de la tierra para su sobrevivencia, experimentaban escasez debido al crecimiento poblacional y el estancamiento de la redistribución de tierras. En esta situación, otro detonante fue las reformas del presidente Salinas de Gortari a la legislación agraria mexicana, a principios de los noventa. En 1991 el Ejecutivo Federal, dando cumplimiento a la política neoliberal acordada con el FMI, las 6 exigencias para el Tratado de Libre Comercio (TLC-NAFTA), y siguiendo los intereses de los grandes latifundistas y políticos, envío al Congreso un proyecto de reforma al Artículo 27 Constitucional. La modificación del Artículo 27 quitó la obligación al Estado mexicano de proveer de tierra a campesinos desprovistos de ella, lo que significó el fin de la reforma agraria (uno de logros centrales de la revolución mexicana de 19101917). También introdujo cambios en la legislación que gobernaba a las comunidades de beneficiarios del reparto agrario y promovía su privatización. (González Casanova, 1995) La necesidad campesina de tierras y las reformas salinistas constituyen la justificación central del EZLN para la toma, con la Ley Revolucionaria Agraria (1993): "La lucha de los campesinos pobres en México sigue reclamando la tierra para los que la trabajan. Después de Emiliano Zapata y en contra de las reformas al artículo 27 de la Constitución Mexicana, el EZLN retoma la justa lucha del campo mexicano por tierra y libertad. Con el fin de normar el nuevo reparto agrario que la revolución trae a las tierras mexicanas se expide la siguiente LEY AGRARIA REVOLUCIONARIA." Esta Ley Revolucionaria establece los tipos de propiedad afectables - aquellas propiedades privadas con una extensión mayor a las cincuenta hectáreas-, además establece que el uso de la tierra será en forma colectiva, que está destinada a la producción de alimentos y se reserva a los campesinos sin tierra. Con esta Ley el EZLN se presentaba como movimiento campesino revolucionario situándose, en un primer momento, en la de las organizaciones campesinas agraristas mexicanas. Pretendía llevar la revolución a todo el país mediante la progresiva creación de territorios liberados donde se aplicarían las leyes revolucionarias. Si bien el levantamiento se desarrolló de otra forma, las tierras ocupadas resultaron claves para el movimiento. La dinámica de reapropiación territorial puede ser interpretada como una respuesta estratégica a la desterritorialización impulsada por las reformas neoliberales. Estos procesos se instituyeron como prácticas de producción, intercambio de fuerza de trabajo y reproducción de la vida, tangenciales al mercado y el Estado. El argumento zapatistas basado en que los propietarios privados, „los ricos‟, necesitaban las tierras menos que los campesinos “pobres” se contrasta con el hecho de que la ocupación ejercida por el EZLN, no sólo afectó a propiedades de los “ladinos” latifundistas, sino también tierras de pequeños campesinos para los que significaba su medio de subsistencia. 7 Las tierras tomadas juegan un papel estratégico en el control del espacio. El EZLN promovió una política de población de los predios tomados, mediante la construcción de asentamientos conocidos como “nuevos centros”. En los nuevos centros, la lealtad a la causa zapatista es condición para la permanencia. De esta manera, en algunas partes dichas tierras se han vuelto una fuente de tensión entre los bases civiles zapatistas y los que salieron del movimiento, que en ocasiones ha llevado a confrontaciones8 . Por último, se puede observar que los objetivos de carácter nacional planteados por los zapatistas, en especial, la anulación de la reforma salinista del Artículo 27 de la constitución, no fueron alcanzados. En la región de conflicto, el EZLN inicialmente pudo resistir el avance la titulación de las ejidales por individuos y su posterior privatización (PROCEDE), sin embargo, recientemente estos procedimientos parecen encontrar mejor recepción entre los campesinos chiapanecos no-zapatistas. Construcción de la identidad indígena y lucha por sus derechos A medida que se desarrolló el conflicto, el discurso centrado inicialmente en la identidad campesina agrarista, se fue desplazando hacia el de la identidad y defensa de los derechos indígenas en el marco de los Diálogos de San Andrés: “Hoy estamos recordando a nuestros más grandes abuelos, aquellos que iniciaron la larga lucha de resistencia en contra de la soberbia del poder y la violencia del dinero. Ellos, nuestros antepasados, nos enseñaron que un pueblo con vergüenza es un pueblo que no se rinde, que resiste, que es digno. Ellos nos enseñaron a estar orgullosos de nuestro color de piel, de nuestra lengua, de nuestra cultura. Más de 500 años de explotación y persecución no han podido exterminarnos. Hemos resistido desde entonces porque sobre nuestra sangre se hace la historia. La noble nación mexicana descansa sobre nuestros huesos. Si nos destruyen, el país entero se vendría abajo y comenzaría a vagar sin rumbo y sin raíces. Prisionero de las sombras, México negaría su mañana negando su ayer” (EZLN, 1995). Retomando la noción de territorio indígena, las tomas aparecen como una recuperación de las tierras que habían perdido sus ancestros. El objetivo sociopolítico se transforma en garantizar la identidad indígena a través del reconocimiento, el respeto a su territorialidad y la autonomía jurídico- política. La Primera Declaración de la Selva Lacandona, El Despertador Mexicano y Leyes Revolucionarias (1993- 1994), contienen demandas agrarias y de justicia social, bajo concepciones colectivistas de influencia socialista. Recién en “El diálogo de la Catedral” (abril de 1994), el EZLN expresa demandas étnicas precisas y se declara a favor de la autonomía indígena. Estas demandas que tenían más de treinta años de lucha, fueron retomadas para darle legitimidad como movimiento. Además de los 8 derechos indígenas, se tratan los temas de democracia y justicia, bienestar y desarrollo, y los derechos de la mujer. El desplazamiento estratégico se asocia en parte, con las promesas zapatistas para lograr adhesión en la población indígena y en parte, con las expectativas del gobierno de limitar el tema a Chiapas, sin trastocar los intereses sustanciales con respecto a las reformas neoliberales. El Acuerdo de San Andrés (1996) entre el EZLN y la Comisión por la Concordia y Pacificación (COCOPA) por parte del gobierno, pretende establecer un nuevo marco para la relación entre el gobierno y los pueblos indígenas, basado en el respeto por la diversidad étnica y cultural. En él se reconoce una serie de derechos para la población indígena respecto a la organización política y social, a la elección de autoridades locales, la administración de justicia, la tenencia de la tierra, el manejo de recursos naturales y el desarrollo cultural. Asimismo, reconocen las comunidades indígenas como entidades de derecho público y permiten la re-municipalización en municipios con población indígena. A partir de estos pactos gana importancia el debate sobre la “autonomía”, entendida como cierto grado de autogobierno dentro de un marco nacional que implica facultades políticas, administrativas y jurídicas. Sin embargo, la forma en que se define la autonomía en los Acuerdos tiene ciertas limitaciones. Aunque constituyen un avance, no incluyen el reconocimiento territorial ni el pluralismo jurídico. Muchos aspectos de lo que implicaría la autonomía no se especificaron y quedaron para ser definidos en legislación estatal. Estas limitaciones han sido señaladas tanto por analistas como por los mismos zapatistas: “En los documentos de acuerdos y compromisos mínimos entre el EZLN y el gobierno federal no se reconocen tampoco las autonomías municipales y regionales. No basta que las comunidades indígenas se asocien en municipios y éstos lo hagan para coordinar sus acciones. Se necesitan instancias autónomas que, sin ser exclusivamente indígenas, formen parte de la estructura del Estado y rompan con el centralismo. (…) Esta autonomía debe incluir el reconocimiento del territorio de los pueblos indígenas y el establecimiento de gobiernos propios, para que los pueblos decidan sobre su economía, la administración de justicia y el control de su seguridad interna, definan su régimen agrario y solucionen sus conflictos en sus propios términos”. (El diálogo de San Andrés y los derechos y cultura indígenas, punto y seguida‟, de Febrero 1996) La adquisición del perfil como organización indígena fue un elemento problemático en sus relaciones con otros actores políticos y dentro del propio EZLN. Desde entonces, la tensión entre ser un movimiento indígena o uno de liberación nacional, no se ha resuelto. El EZLN ha fluctuado entre los dos perfiles. En los momentos de debilidad recurrió a la identidad indígena para fortalecer su presencia 9 nacional, en cambio, retornó el proyecto de liberación nacional cuando se propuso impulsar un proyecto de cambio nacional. (Pérez Ruiz, 2006) Utopía democrática zapatista: el “mandar obedeciendo”. Otra tendencia señalada de los NMSs es la revalorización de mecanismos democráticos de participación y decisión, inspirados en las referencias de la democracia directa o semidirecta. Las formas participativas más horizontales tratan de evitar la desconexión entre los diferentes niveles organizativos por la burocratización y manipulación que las formas representativas conllevan. De este modo, la confrontación con la hegemonía neoliberal se ha traducido en un creciente cuestionamiento al régimen político y al modelo de la democracia representativa que adoptó el Estado-nación en Latinoamérica. (Algranati, et al., 2006) Las experiencias de autoorganización, ya sea en forma asamblearia o gestión comunitaria, instituyeron modalidades críticas y alternativas respecto de formas delegativas de baja representatividad en la época neoliberal. Si bien no es la única, la experiencia organizativa del movimiento zapatista que se plasma en la fórmula del “mandar obedeciendo”, es la que ha adquirido mayor resonancia. Tal vez la nueva moral política se construya en un nuevo espacio que no sea la toma o la retención del poder, sino servirle de contrapeso y oposición que lo contenga y obligue a, por ejemplo, "mandar obedeciendo". Por supuesto que el "mandar obedeciendo" no está entre los conceptos de la "ciencia política", y es despreciado por la moral de la "eficacia" que rige el actuar político que padecemos. Pero al final, enfrentada al juicio de la historia, la "eficacia" de la moral del cinismo y del "éxito" queda desnuda frente a sí misma. Al enfrentarse a su imagen en el espejo de sus "logros", el temor que inspiró a sus enemigos (que serán siempre los más) se vuelve contra ella misma. (Subcomandante Insurgente Marcos, 2003) El sincretismo revolucionario del zapatismo, conjuntamente con el imaginario revolucionario mexicano, irrumpe con la novedad del giro democratizador, bajo la expresa vocación de hacer protagónica a la “sociedad civil” e insertarse en ella. En este giro se entrecruzan y coinciden dos corrientes: por una parte, la politización y la democracia directa de las comunidades y por otra, la organización que le brinda el EZLN. Las comunidades, construyen a largo plazo sus instituciones y su pensamiento con la influencia del EZLN pero no dependiendo de éste; mientras que el EZLN extrae de ellas militantes y fuerza política. (Almeyra, 2009) El principio rector del “mandar obedeciendo” apunta a sustentar una política participativa, a construir nuevas relaciones entre Estado y sociedad y a una 10 democratización social que contemple lo diverso con base al reconocimiento de la dignidad humana. No se busca cambiar un poder por otro sino establecer una sociedad distinta en la que el acto de gobernar recaiga en la comunidad como un todo. De este modo, el problema del poder se asume de manera distinta que para otros movimientos revolucionarios. No plantea la toma del poder, sino la abolición de las relaciones fuerza y la construcción del poder comunitario. La Revolución, se concibe como un proceso permanente de creación del mundo nuevo, practicando la democracia como cultura del respeto a la otredad. “. (Cenceña, 2001). El accionar de una autoridad debe ejercerse en conexión con la vida cotidiana de la comunidad y expresar el sentir general manifestado a través del control permanente del “nosotros comunitario”. La idea reguladora consiste en lograr un “mundo en que quepan muchos mundos”; cuyo significado es la demanda de una modernidad alternativa respetuosa de lo diverso. “El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La Patria que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas, que todos los pasos la caminen, que todos la rían, que la amanezcan todos.” (EZLN, 1º de enero de 1996). Por otra parte, el zapatismo asumiendo la experiencia histórica, toma nota del peligro que conlleva la “toma del poder”, ya que el aparato estatal conquistado por los revolucionarios tiende a reconstruir nuevas relaciones de dominación a la cabeza de las antiguas vanguardias insurgentes. Como un modo de superar el fatalismo histórico, postula la necesidad de transformar el mundo sin aspirar a tomar el poder. Después del fracaso de los intentos de crear un frente nacional con otras fuerzas políticas, el zapatismo chiapaneco, en estrecha unión con las comunidades, se abocó a la creación de las Juntas de Buen Gobierno (o Caracoles) apoyadas en asambleas, y se lanzó a la organización de estructuras institucionales paralelas. En los municipios zapatistas, las autoridades y encargados de distintas áreas son elegidos y revocados en asambleas. Los municipios, a su vez, escogen representantes para las Juntas de Buen Gobierno, que coordinan las comunidades de las distintas regiones. Los indígenas ejercen los cargos en forma rotativa por un tiempo breve, con la ventaja de permitir que un número amplio de miembros de la comunidad aprenda funciones de gobierno, a discutir y a encarar los problemas técnicos y administrativos. (Almeyda, 2009) La lógica organizativa del poder con características comunitaristas está basada en un régimen de toma de decisiones y de gestión de lo social no estatal que se verifica 11 en el ámbito zonal y regional. Sin embargo, no se observa claramente cómo esta lógica puede irradiarse nacionalmente a otros sectores sociales cuyas condiciones de vida están subsumidas técnicamente en la lógica industrial y estatal. (García Linera, 2003) En definitiva, tanto el discurso como las prácticas zapatistas se orientan al logro de un sistema democrático sustancial que supone la democratización social del país, en contraposición con la “democracia capitalista”. En este sentido, Boron afirma que una concepción integral y sustantiva de la democracia, está asociada al socialismo como condición para la efectiva igualdad, libertad y ejercicio de la soberanía popular. (Boron, 2006). Tensiones entre la dimensión internacional de la lucha y el asilamiento Por último, la tendencia a un “nuevo internacionalismo” ha teñido de manera profunda la experimentación de los NMSs a nivel mundial en la lucha contrahegemónica al capitalismo global. La novedad de este internacionalismo la constituye el carácter social de los actores involucrados, su heterogeneidad y amplitud, la extensión de las convergencias y las formas organizativas que asumen (Seoane y Taddei, 2001). Se puede considerar como una de las primeras convocatorias internacionales desde Latinoamérica a la realización del I° Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo organizado por el zapatismo en 1996. Este encuentro tiene profunda importancia histórica ya que significó un hito en la resistencia contra la mundialización neoliberal y constituye un antecedente del movimiento altermundialista que arrancó en Seattle, en 1999. Se trata de la primera vez que un grupo armado rebelde es capaz de convocar a intelectuales, luchadores sociales, sindicalistas y ciudadanos de los cinco continentes y a cuarenta y tres delegaciones de países diferentes, a discutir un proyecto de construcción de un mundo distinto. La declaración del EZLN que cerró el encuentro, denominada "Segunda Declaración de La Realidad" denuncia de modo elocuente el sistema múltiple de dominación capitalista y llama articular una red intercontinental de luchas y resistencias particulares. “Hermanos y hermanas de África, Asia, América y Europa y Oceanía. Considerando que nosotros y nosotras estamos: *Contra la internacional de la muerte, contra la globalización de la guerra y el armamento. * Contra la dictadura, contra el autoritarismo, contra la represión. * Contra las políticas de liberalización económica, contra el hambre, contra la pobreza, contra el robo, contra la corrupción.* Contra el patriarcado, contra la xenofobia, contra lo discriminación, contra el racismo, 12 contra el crimen, contra la destrucción del medio ambiente, contra el militarismo. * Contra la estupidez, contra la mentira, contra la ignorancia. * Contra la esclavitud, contra la intolerancia, contra la injusticia, contra la marginación, contra el olvido. *Contra el neoliberalismo” (“Segunda Declaración de la Realidad", EZLN, 1996). Como continuación de esta convocatoria en 1997 se realizó en Barcelona, España el IIº Encuentro Intercontinental; y a fines de diciembre de 1999 tuvo lugar el IIIº Encuentro, en Brasil. Otro hito de resonancia intercontinental por su fuerza movilizadora fue la “Gran Caravana del Color de la Tierra” a fines de febrero del 2001, que lleva a la comandancia del EZLN al corazón del país. En ella toda la comandancia del EZLN desarmada, acompañada de un gran número de zapatistas bases de apoyo y sociedad civil, avanzó durante quince días desde de la selva Lacandona hasta la ciudad de México, a fin de solicitar la palabra en el Parlamento del país. La caravana pasó por los estados con mayor densidad de población indígena en resistencia, y participó en el III Congreso Nacional Indígena en Michoacán, con el resultado de la aprobación de una nueva ley indígena. Sin embargo esta nueva ley no respetó los puntos de la propuesta de ley de la COCOPA, cerrándose todas las posibilidades para la resolución del conflicto por una vía negociada. Además, en oposición a la política partidaria, el neozapatismo inició en el 2006 “La Otra Campaña” contra el voto al candidato de la oposición López Obrador. La estrategia consistía en repolitizar a los mexicanos y organizar un frente nacional de lucha. Buscaba una alianza con la izquierda y cambiar la sociedad desde abajo, desde la misma gente, con una política basada en el diálogo, el respeto y la creación de redes nacionales e internacionales con poder de convocatoria y presión. "Cuando se ve a la izquierda no hay que dirigir la mirada hacia arriba, sino hacia abajo. Lo de arriba es sólo una claudicación con curules y gobiernos, disfrazada de moderna sensatez. La geografía de la izquierda (ojo: hablo del México de principios del siglo XXI) se extiende abajo y suele estar lejos del frenesí de arriba. Y hablo entonces de la izquierda de abajo, la marginada por esa „izquierda‟ de arriba que tanto agrada a la derecha. (Subcomandante Marcos. Abajo y a la izquierda. EZLN, 2005) En esta fase el movimiento se divide en tres grupos. Una parte, la mayoría, se encargará de defender a las comunidades zapatistas y apoyarlas en el fortalecimiento de la autonomía. Un segundo grupo, liderado por el Teniente Coronel Moisés, empezará a establecer relaciones a nivel mundial para crear "apoyos mutuos con personas y organizaciones que resisten y luchan contra el neoliberalismo". Y el tercer brazo, encabezado por el Subcomandante Marcos, será la comisión que se dedicará a visitar a "todos los explotados y desposeídos de México". La idea era crear una red nacional que 13 luche por una nueva constitución que tenga en cuenta las demandas del pueblo mexicano: techo, tierra, trabajo, alimento, salud, educación, información, cultura, independencia, democracia, justicia, libertad y paz. Esta estrategia no tuvo buenos resultados. Después del triunfo fraudulento de López Obrador, hubo un debilitamiento de la capacidad de movilización del EZLN y un mayor aislamiento de las comunidades indígenas. La actitud antielectoral y sectaria del EZLN separó a los integrantes de “La Otra Campaña” del gran movimiento social que apoyó a López Obrador, y los puso de espaldas al movimiento masivo de los pobladores de Oaxaca, quienes dieron origen a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). También a la parte democrática del movimiento sindical que organiza el Diálogo Nacional, detrás de un programa nacionalista-anticapitalista. El aislamiento en Chiapas y el silencio del EZLN dejó en libertad al gobierno fraudulento para provocar una “guerra entre indios”, desgastando paulatinamente a las comunidades zapatistas y dando nuevo impulso a las políticas de corte neoliberal. (Almeyda, 2008) Conclusiones- reflexiones La trayectoria del movimiento zapatista, como caso paradigmático de los NMSs en su lucha contra la hegemonía neoliberal de los 90, plantea nuevos horizontes y desafíos a la teoría y la acción sociopolítica latinoamericana. El zapatismo tuvo una gran fuerza de movilización a comienzos de 1994. En los años siguientes, cuando inician la lucha democrática, logró el apoyo de la población mexicana y del resto del mundo, al punto que se convierten en un ícono de las protestas contra el neoliberalismo. A esto sigue un período de relativo estancamiento que se interrumpe con el lanzamiento de la Gran Caravana que recorre el país y llega triunfalmente al Zócalo de la ciudad de México en marzo del 2001. Este fue un momento clave en la vida colectiva de México para articular una organización política que luche por el poder en el plano nacional. Aunque en esta época se introducen los Caracoles como nueva forma de gobierno en las comunidades, al aislarse en Chiapas, el zapatismo desaparece de la escena política y mediática. Un nuevo momento de emergencia en la escena política nacional fue con “La otra Campaña” (2006) que despertó simpatías de miles de activistas guiados por la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Como resultado de la actividad antielectoral 14 y el sectarismo, se pierde una oportunidad histórica para articularse con otros movimientos populares de tipo obrero o campesino. Un breve balance permite apreciar que en el plano discursivo y de concientización el zapatismo ha tenido indudables logros en la lucha contra los procesos de dominación. El cuestionamiento a la democracia capitalista, las alternativas de organización del poder y su revolución, la "revuelta de la dignidad", adquirió resonancia intercontinental. En el terreno económico, en cambio, su impacto fue mucho más modesto y en el político, a casi quince años de su aparición, su incidencia en el plano nacional es sumamente limitada. Si bien ha logrado un avance en el reconocimiento de los derechos indígenas, no ha logrado cambiar sustancialmente las condiciones de opresión y explotación que padecen los indígenas mexicanos, a excepción de las comunidades zapatistas. Esto no implica desmerecer los resultados alcanzados teniendo en cuenta que se trata de una larga lucha contra condiciones de opresión que tienen larga data en el nacional e internacional. Por otra parte, al no conseguir el apoyo de las organizaciones de la izquierda mexicana que no asumieron los desafíos que planteaba la emergencia del zapatismo, este movimiento no ha logrado articular una resistencia efectiva contra la estructura burocratizada del Estado. La lucha que se planteó inicialmente como revolucionaria, se transformó en un reformismo de baja intensidad contra colonialismo. En definitiva, el zapatismo no consiguió establecer un sistema de alianzas que posibilite la modificación de la política mexicana y la incidencia sostenida en el avance de las fuerzas populares y alternativas al capitalismo neoliberal. En comparación con otros NMSs latinoamericanos, el zapatismo tiene ciertos rasgos distintivos. Uno de ellos es el haber sostenido sus principios a costa de rechazar toda vinculación con las autoridades políticas del Estado. En oposición, el MST (Movimiento sin Tierra de Brasil) adoptó estrategias de presión y negociación con el Estado, sin abandonar los principios, que resultaron más exitosas en la construcción de nuevas relaciones de fuerza y de poder. Tanto el EZLN como el MST son organizaciones sociales y políticas, mientras “los piqueteros” argentinos son un conjunto de organizaciones que difieren entre sí en cuanto a ideología y estrategias políticas, lo que los hace más vulnerables a los mecanismos de control y cooptación del Estado. 15 En conclusión, la emergencia de los NMSs implica un logro en las luchas defensivas y de resistencia antineoliberal en los 90. Sin embargo, queda pendiente el desafío de articular un proyecto del conjunto fragmentado de demandas de las clases subalternas, capaz de construir alternativas políticas en esta etapa posneoliberal. Aunque aún no ha cobrado forma un nuevo modelo, los procesos impulsados por los NMSs constituyen un avance para los proyectos que hoy apuntan a refundar el Estado a través de mecanismos democratizadores, capaces de transformarlo en incluyente de sociedades pluriculturales, multiétnicas, más justas y solidarias. 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Fueron formuladas originalmente por John Williamson en un documento de noviembre de 1989 Las recetas del denominado Consenso de Washington: a) liberalización de los mercados financieros y del comercio exterior; c) desregulación de los mercados internos; d) reducción del Estado; e) privatización de la empresas públicas y de los servicios públicos, g) disciplina fiscal para lograr equilibrio, detener la inflación y pagar la deuda externa, h) disminuir el gasto público , i) adoptar un tipo determinado por el mercado, la desregulación y flexibilización para promover la competencia. (Véase Williamson, 2004) 2 Luego de casi dos décadas de políticas neoliberales, el hiato que separa a ricos de pobres se ha acrecentado. “En los países con la distribución del ingreso más concentrada”, observa la CEPAL, “el 10% más rico de los hogares percibe el 40% del total de la riqueza” ( CEPAL, 1994, p. 1). Se trató de la refundación de un nuevo tipo de capitalismo periférico signado por profundos clivajes sociales y por una exclusión social de carácter estructural. (Véase. Boron, 2006.) 3 Véase el relevamiento de la evolución de la conflictividad social en América Latina y el Caribe en 18 países latinoamericanos, elaborado por OSAL- CLACSO. (Ibídem) 4 Denominamos “agenciamientos colectivos de enunciación”, aquellos procesos en los que “la subjetividad está en circulación en grupos de diferentes tamaños: es esencialmente social, asumida, vivida por individuos en sus existencias particulares. El modo por el cual los individuos viven esa subjetividad oscila entre dos extremos: una relación de alienación y opresión, en el cual el individuo se 18 somete a la subjetividad tal como la recibe, o una relación de expresión y creación, en el cual el individuo se reapropia de los componentes de la subjetividad, produciendo un proceso de singularización” (Guattari, F Rolnik, 2006: 47) 5 Siguiendo al colectivo “Modenidad-colonialidad” entendemos que “la colonialidad es constitutiva de la modernidad, y no derivativa” (Mignolo, 2005, 61). El colonialismo está referido a un patrón de dominación y explotación donde “el control de la autoridad política, de los recursos de producción y del trabajo de una población determinada lo detenta otra de diferente identidad, y cuyas sedes centrales están, además, en otra jurisdicción territorial. Pero no siempre, ni necesariamente, implica relaciones racistas de poder. El Colonialismo es, obviamente, más antiguo, en tanto que la colonialidad ha probado ser, en los últimos 500 años, más profunda y duradera que el colonialismo. Pero sin duda fue engendrada dentro de éste, y, más aún, sin él no habría podido ser impuesta en la intersubjetividad de modo tan enraizado y prolongado” (Según Aníbal Quijano 2007, 93). Por su parte, Nelson Maldonado Torres, los ha diferenciado de este modo: “… la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en vez de estar limitado a una relación formal de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí a través del mercado capitalista mundial y de la idea de raza. Así, pues, aunque el colonialismo precede a la colonialidad, la colonialidad sobrevive al colonialismo. La misma se mantiene viva en manuales de aprendizaje, en el criterio para el buen trabajo académico, en la cultura, el sentido común, en la auto-imagen de los pueblos, en las aspiraciones de los sujetos, y en tantos otros aspectos de nuestra experiencia moderna. En un sentido, respiramos la colonialidad en la modernidad cotidianamente” (Maldonado, 2007, 131). 6 La hegemonía es una categoría fundamental en Gramsci que apunta a un fenómeno complejo, caracterizado centralmente por la capacidad de un grupo social para articularse, desde una posición de supremacía, con otros grupos sociales, y orientar la „visión del mundo‟ de un conjunto social mucho más amplio que las fronteras estrictas de la clase. La contrahegemonía puede ser entendida como la generación de una nueva visión del mundo, que genere „iniciativa política‟ de las clases subalternas, que „cambie la dirección‟ de las fuerzas que es preciso absorber para realizar un nuevo „bloque histórico‟ (Véase Gramsci, A. Cuadernos de la Cárcel) 7 El trabajo de Xóchitl Leyva Solana (1999), quien analiza un movimiento más amplio que denomina „neo-zapatista‟ y que incluye la esfera de los grupos de solidaridad en otras partes del mundo. En:http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/espiral/espiralpdf/Espiral17/141- 160.pdf 8 Desde 1998 hasta el 2003, el EZLN operaba a través de los municipios autónomos. Con la creación de las Juntas de Buen Gobierno los municipios autónomos se reagruparon regionalmente y la dirigencia se concentra en 5 sedes: La Garrucha, Oventic, Roberto Barrios, Morelia y La Realidad. Con esta nueva organización el EZLN daba su primera señal que anteponía el trabajo político que la acción bélica. Los llamados "Aguascalientes", se convirtieron en "caracoles"; centros donde la sociedad civil se expresa en lo cultural y en lo político. 19