HOMILÍA en la Profesión Solemne de las Hermanas Carmelitas

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HOMILÍA en la Profesión Solemne de las Hermanas Carmelitas Descalzas de
Úbeda. Monasterio de la Purísima Concepción
(26 de junio de 2015)
Hermanos Sacerdotes, Religiosos Carmelitas Descalzos, Madre superioras y hermanas Descalzas de
otros conventos, querida Madre y hermanas de esta comunidad de Úbeda Muy queridas hermanas
Judith y Meribet.
Me vais a permitir un saludo especial a los padres, amigos y familiares de nuestras
hermanas, quienes han venido desde Colombia, desde Cúcuta y Pasto, para vivir esta consagración
como un acto generoso de entrega y de donación a Dios.
Me alegra mucho poder celebrar con gran solemnidad la profesión perpetua de nuestras
hermanas Judith de la Sagrada Familia y Yolanda Meribet de San Juan de la Cruz, quienes
generosamente se ofrecen a Dios para vivir por siempre la perfección evangélica, en la oración, la
contemplación y la clausura como esposas de Jesucristo.
Esta celebración, por tanto, nos llena de alegría a todos, pues toda ella es un signo de que
Dios sigue haciéndose presente en medio de su Iglesia, eligiendo para sí, mujeres que desean dar
su respuesta teologal de fe, esperanza y amor a la revelación y a la comunión del Dios vivo por
Cristo en el Espíritu Santo.
Os invito a todos, a la luz del Evangelio que hemos escuchado, a dejar las preocupaciones y
a introducirnos con estas hermanas en esta liturgia solemne de su profesión religiosa. Es verdad
que han sido muchas las preocupaciones y los trabajos durante estos días previos, pero el Señor
en este momento nos invita a dejar de ser Marta y a no seguir con las preocupaciones del viaje, de
los preparativos etc., sino que, como hemos escuchado en el Evangelio, nos invita sentarnos como
María a los pies del Señor para vivir esta liturgia con intensidad.
Esposas de Cristo
Uno de los signos visibles de esta consagración será la oración de consagración, en la que
pediremos a Dios que derrame el Espíritu Paráclito y alimente la llama del propósito que Él mismo
suscitó en los corazones de nuestras hermanas. Hecha la oración en la que se pone de manifiesto
que la llamada es de Dios, se les cambiará el velo blanco por el negro para significar la pertenencia
a Dios y la total dedicación al Esposo Jesucristo y a su Cuerpo Místico que es la Iglesia,
cumpliéndose así en ellas, las palabras del Evangelio: “No sois vosotros los que me habéis elegido,
soy yo quien os he elegido y os he destinado para que deis fruto y vuestro fruto permanezca, de
modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre” (Jn 15)
Ese velo negro nos mostrará, por un lado, que el Señor os ha conducido hasta este
momento. Todo es obra del Espíritu Santo. El mismo Espíritu “que cubrió con su sombra y fecundó
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con su poder las entrañas de la Virgen Madre” (Or. sobre las ofrendas, dom. II Adv.), descenderá
también sobre ti para consagrarte de manera semejante a como lo hizo ya en tu bautismo, en tu
confirmación y en cada celebración eucarística en la que has participado devotamente.
Y por otro lado, pone de manifiesto que se trata de un amor esponsal o desposorio místico,
bien conocido de Santa Teresa de Jesús no solo en sentido genérico, referido a la vida espiritual,
sino aludiendo de manera concreta y precisa a la experiencia mística. Ella misma en el Libro de la
Vida (4,3), recordando su propia profesión religiosa -tenía 22 años- la interpreta como desposorio
con Cristo. Volverá sobre el significado de esta realidad cuando escribe, por ejemplo, en el
comentario al Cantar de los cantares: “Hijas mías, que tenemos gran estado, que no hay quien nos
quite decir esta palabra a nuestro esposo, pues le tomamos por tal cuando hicimos profesión”
(Conceptos, 2,5). Pero su idea, especialmente en Las Moradas, es aún más elevada, al referirse al
alma: “Siente ser herida sabrosísimamente… y jamás querría ser sana de aquella herida”
(Moradas, 6,2,2)
Por tanto, un arma importante para vuestra vida de religiosa será no olvidaros nunca de ha
sido Dios quien os ha elegido para Él, y que vosotras le habéis dicho que sí, que queréis vivir la
vocación y la entrega radical como religiosas carmelitas descalzas de clausura en pobreza, castidad
y obediencia. Y sobre todo no olvidaros de la recomendación de Santa Teresa: “Todo el daño nos
viene de no tener puestos los ojos en Vos, que si no mirásemos otra cosa que el camino, pronto
llegaríamos”. Por tanto, vuestro sí debe estar alimentado por lo que es peculiar en la vida de una
hija de Santa Teresa: la oración, el trato íntimo con el Señor, que será lo que os hará crecer cada
día más y entregaros cada día más plenamente a lo que el Señor os pida.
Llamadas a la misión
Ni que decir tiene que la llamada del Señor es siempre una llamada a la misión y es precisamente
la misión la que os fortalezca en los momentos de dificultad. La elección que Dios hace, es una
elección radical para unirnos más íntimamente a su pasión redentora mediante el amor. “Dios te
ha elegido por el amor que te tiene y para cumplir el juramento hecho a tus padres” (Dt 7, 8). Esto
quiere decir que al elegirnos, el Señor, nos une a su pasión, muerte y resurrección, a fin que el
anuncio de los discípulos continúe a través de los tiempos; que dicho anuncio reúna a los hombres
y reconozcan a Dios y a su Enviado, Jesucristo. Vuestra vida es por tanto un altavoz para que el
mundo pueda escuchar continuamente esa sabiduría de Santa Teresa recogida en sus versos Nada
te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios
tiene nada le falta: Sólo Dios basta.
Y es esa misión lo que le da sentido a los pilares en los que edifica toda vuestra vida de
consagradas. Así la virginidad ensancha el corazón en la medida del amor de Cristo y nos hace
capaces de amar como Él nos ha amado. La pobreza nos hace libres de la esclavitud de las cosas y
necesidades artificiales a las que empuja la sociedad de consumo, y nos hace descubrir a Cristo,
único tesoro por el que verdaderamente vale la pena vivir. La obediencia pone nuestra vida
enteramente en sus manos para que la realice según el diseño de Dios y haga una obra maestra.
Se necesita el valor de un seguimiento generoso y alegre. La clausura es un modo particular de
estar con el Señor, de compartir el anonadamiento de Cristo mediante una pobreza radical que se
manifiesta en la renuncia no sólo de las cosas, sino también del «espacio», de los contactos
externos, de tantos bienes de la creación, uniéndose al silencio fecundo del Verbo en la cruz. Se
comprende entonces que “el retirarse del mundo para dedicarse en la soledad a una vida más
intensa de oración no es otra cosa que una manera particular de vivir y expresar el misterio
pascual de Cristo, un verdadero encuentro con el Señor Resucitado, en un camino de continua
ascensión hacia la morada del Padre (cf. Instrucción sobre la clausura de las monjas Verbi Sponsa,
3).
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Por último, quiero dirigirme a los aquí presente y exhortarles a rezar por vosotras pues la oración y
el sacrificio de todos nosotros os sostendrán en el propósito de vuestra vida virginal y pobre. Al
mismo tiempo vosotros familiares sois también llamados por el Señor a participar en este misterio
de la consagración de vuestras hijas y hermanas. Vuestra renuncia y sacrificio también participa de
la obra salvífica de Dios.
Que los santos patronos fundadores Santa Teresa de Ávila y San Juan De la Cruz, intercedan cada
día por vosotras para que estando continuamente a los pies del amor de Dios y al trono de su
gracia, experimentéis en vuestras vidas la gracia del amor y con vuestra madre fundadora podáis
decir con fuerza: Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero. Que así
sea.
+ José Mazuelos Pérez
Obispo de Asidonia-Jerez
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