Jueves de Corpus - Jus Libreros y Editores

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Orlando Ortiz
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Ortiz López, Jorge Orlando
Jueves de Corpus/Jorge Orlando Ortiz López —
México: Jus, Libreros y Editores, 2014.
274 p.; 23cm
ISBN:978-607-9409-00-5
1. Política y Literatura 2. Literatura
Jueves de Corpus / Orlando Ortiz
Primera edición en editorial Diógenes: 1971
Primera edición en Jus, Libreros y Editores: 2014
D.R.©2014, J us, Libreros y Editores, S. A. de C. V.
Donceles 66, Centro Histórico
C.P. 06010, México, D.F.
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ISBN: 978-607-9409-00-5, Jus, Libreros y Editores, S. A. de C.V.
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Impreso en México - Printed in Mexico
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Para empezar
En México existe negra tradición de que los asesinatos,
individuales o múltiples, de luchadores sociales, queden en
la sombra y los asesinos impunes.
Heberto Castillo
Es posible que algunas personas de 45 años en adelante
recuerden lo ocurrido la tarde del 10 de junio de 1971, en San
Cosme. También es posible que hayan olvidado las circunstancias, lo que había en torno a y detrás de esos hechos. En las pocas
líneas que siguen intentaré resumir aquellos momentos previos
al 10 de junio. A los jóvenes, creo, les será útil para convencerse de que no existe la generación espontánea y verificar que
la historia es un proceso, una sucesión dinámica de hechos
entrelazados y no súbitas apariciones o hechos aislados, mucho
menos ocurrencias de hombres o grupos sociales.
En principio, procede preguntarse qué fue del movimiento
estudiantil después del 2 de octubre de 1968. La respuesta es la
siguiente: esa misma tarde, en Tlatelolco, detuvieron a muchos
de los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga (cnh). No
obstante, el movimiento continuó, aunque en menor escala,
tratando de definir el camino que debería seguir la lucha. La
huelga se levantó antes de que concluyera el año, y el cnh
como tal se disolvió en diciembre; de inmediato los estudiantes del Poli, de la Normal de Maestros, de los comités de lucha
de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), de
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Chapingo y de la Universidad Iberoamericana constituyeron la
Comisión Coordinadora de Comités de Lucha (coco).
El propósito de la comisión era mantener al estudiantado en actividad política e impedir que el movimiento
quedara acéfalo y se estancara. La coco logró mantener vivo el movimiento, tanto en el Distrito Federal como en otras
entidades, por ejemplo, Michoacán, Puebla, Nuevo León.
Los estudiantes de este último estado libraron una lucha que
los llevó a lo que puede calificarse como el mayor triunfo
en ese lapso: conseguir la autonomía de la universidad, en
1969; en el mismo decreto, firmado por el entonces gobernador,
se le daba mayor participación a los estudiantes en el gobierno
de esa institución.
Esta conquista estudiantil reavivó el entusiasmo del
movimiento; y también, en gran medida, acicateó que Luis
Echeverría fuera lanzado por el pri como candidato a la
presidencia de la República, y que se propusiera visitar planteles
universitarios en su campaña. Mayor cinismo no podía haber.
El candidato había sido hombre de todas las confianzas de Díaz
Ordaz, y seguramente con él —y otros conspicuos hombres
de la administración— tramó lo ocurrido el 2 de octubre; sin
embargo, Echeverría, ya en campaña proselitista, comenzó
a dar muestras de que, aparentemente, no continuaría con
la línea de Díaz Ordaz. Durante todo ese tiempo, aprovechó
cuanta oportunidad tuvo para, como dirían en mi pueblo,
darle de patadas al pesebre. Todos los indicios apuntaban a
que en su gobierno las cosas cambiarían, a que ya no sería un
incondicional de los norteamericanos, a que cuidaría de que
los ricos no abusaran de los pobres, a que acabaría con los
líderes charros para que se estableciera la democracia sindical,
y cosas por el estilo. Incluso llegó al grado de que, en un mitin
en Morelia, pidió guardar un minuto de silencio por los caídos
el 2 de octubre.
Los dirigentes del movimiento estudiantil y popular del 68
que estaban en la cárcel, enfrentaban procesos por delitos
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federales y del orden común (poco faltó para que también
los acusaran de asesinar al Mar Muerto). Antes de concluir el
gobierno de Díaz Ordaz se dictó sentencia a varios de ellos.
Luis Echeverría asumió la presidencia el 1o. de diciembre de
1970, y de inmediato quedó planteada la gran (y sospechosa)
contradicción: su política exterior se inclinaba hacia los
gobiernos latinoamericanos (sin ver pelo ni tamaño, pues
lo mismo se acercaba al dictador Anastasio Somoza que al
presidente socialista Salvador Allende) y a otras regiones miserables del mundo; es decir, enfatizaba su interés por los países del
entonces llamado Tercer Mundo; hablaba y no dejaba de hablar
sobre la apertura democrática, sin embargo, su equipo de trabajo
más próximo anunciaba una continuidad de la política —autoritaria y represiva— de Díaz Ordaz. De ahí que le urgiera encontrar
una manera de convencer a todos los mexicanos —sobre todo a
los intelectuales de izquierda— de que él era demócrata, de que
estaba abierto al diálogo, de que era solidario con las mejores causas nacionales e internacionales (y demás palabrería).
Necesitaba un golpe de timón efectivo y convincente. El excarcelamiento de los líderes del 68 facilitaría el asunto, pero… (nunca
falta un pero en la sopa) pero… la posibilidad de que al quedar
en libertad le alborotaran la gallera estaba muy presente. Las
autoridades recurrieron a la figura de “libertad bajo palabra” y
se la ofrecieron a los presos políticos del 68, pero condicionada
a que aceptaran salir del país. El gobierno chileno se ofreció a
recibirlos y esa fue la opción para muchos. De esta manera salió
de Lecumberri1 un buen número de presos políticos, pero otros —
entre ellos el ingeniero Heberto Castillo— permanecieron tras las
rejas porque no aceptaban firmar la libertad bajo palabra y mucho
menos irse del país. A la postre poco importó su resistencia, pues
de todos modos los sacaron de chirona.
Los desplantes del nuevo mandatario eran tan convincentes
que los intelectuales, entre ellos Fernando Benítez, Carlos
1 Oficialmente llamada Cárcel Preventiva del Distrito Federal, la
prisión de Lecumberri fue construida en 1900 y clausurada en 1976.
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Fuentes y Octavio Paz, aseveraban que en México la disyuntiva era “Echeverría o el fascismo”.
Para los de la ultraderecha poblana, el nuevo mandatario
era evidentemente izquierdista. Sostenían que con Fidel Castro Ruz y Salvador Allende ya había formado el Eje Chile-CubaMéxico (rememorando el Eje Berlín-Roma-Tokio, protagonista
de la Segunda Guerra Mundial) que implantaría el comunismo totalitario en América Latina. El flamante presidente de
la República, en cuanto podía y por un ‘quítame allá estas
pajas’ arremetía en sus discursos contra los empresarios,
los banqueros, los líderes sindicales charros, los funcionarios corruptos, en fin, contra todo aquello que, por desgracia,
parece estar ligado estrechamente a la sociedad mexicana.
Aquí es necesario puntualizar que los “Halcones” andaban por ahí, como Cri-Cri, dentro de lo que ahora llaman
un bajo perfil (y antes era simplemente discreción), porque
ese grupo no se formó el 10 de junio ni días antes. Eduardo
Valle Espinosa, en su libro El año de la rebelión por la democracia, nos entrega el testimonio que publicara el general de brigada Luis Gutiérrez Oropeza. El militar asegura que en 1968, poco
después de las Olimpiadas y el Movimiento Estudiantil, fue
inaugurado el Metro; la gente, tal vez para protestar de alguna
manera por el 2 de octubre, utilizaba este medio de transporte
pero al mismo tiempo rompía sus asientos, lo rayoneaba y
cometía destrozos en los vagones (actos vandálicos, en la
jerga policial). Como el Campeonato Mundial de Futbol se
aproximaba, temieron que esas tropelías se transformaran
en actos terroristas que generarían una imagen pésima del
país en el extranjero, lo cual repercutiría negativamente en
el desarrollo del Mundial, convirtiendo en fracaso absoluto
algo que prometía traer miles de turistas y, por lo tanto,
divisas. Y como se aproximaba el año de Hidalgo —le cae
al que deje algo— para la administración diazordacista, era
necesario evitar dicha imagen. Es decir, había que impedir
los posibles actos terroristas. Por eso, y para prevenir tales
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atentados, el general Gutiérrez Oropeza le propuso al señor
presidente Gustavo Díaz Ordaz que:
Se creara un cuerpo paramilitar que respondiera a los
problemas por presentarse.
Que se creara con conocimiento de: a) el secretario de la
Defensa Nacional y el general Benjamín Reyes, comandante de
la primera zona militar, quien proporcionaría jefes, oficiales y
clases del Ejército para capacitar al personal. b) el secretario de
Gobernación, por su función de política interna, representado
por el director de la Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez
Barrios. c) el Departamento del df por ser dentro del área de su
administración el campo de los problemas, por el coronel Díaz
Escobar (sic).
Su función, entre otras, o mejor dicho, la pantalla, era vigilar
los vagones e instalaciones del Metro. Eso ocurrió durante
la administración de Díaz Ordaz, de ahí que si Echeverría
hubiera sido consecuente con su discurso, tendría que haber
disuelto ese grupo paramilitar, sin embargo, no lo hizo. Los
“Halcones” fueron entrenados de manera minuciosa, y
desempeñaron tareas de vigilancia en el Metro, pero también
otras, como golpeadores en escuelas y contra huelguistas,
mismas que se confundían con las actividades de los porros y
de los rompehuelgas. Su desempeño conservaba un perfil bajo,
pero efectivo.
Los “Halcones” era un grupo socialmente variopinto, en
que había desde ex militares —dados de baja, expulsados o
desertores— hasta pandilleros de la peor calaña, lúmpenes,
ex porros, etcétera; pero sus mandos, como ya se dijo, eran
militares de carrera. La cabeza de los “Halcones” era el coronel
Manuel Díaz Escobar Figueroa.
Pero es mejor que no adelantemos vísperas. Regresemos a
los días previos al 10 de junio y vayamos a Nuevo León, porque
en esa entidad, al comenzar 1971, el gobernador les cambió la
jugada a los estudiantes y el decreto de la autonomía universitaria se modificó para mal, pues se promulgó una Ley Orgánica
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retrógrada. La nueva ley establecía que el órgano máximo de
gobierno de la universidad era una asamblea integrada por
37 personas, de las cuales sólo seis eran universitarios; las
otras 31 eran empresarios, líderes charros, diputados locales,
propietarios de medios de comunicación y, en general, miembros de la iniciativa privada. En otras palabras, les arrancaba
a los estudiantes la capacidad de decidir sobre los planes y el
destino de la universidad, y se la entregaba a grupos que por
antonomasia han sido enemigos de las universidades públicas.
Se encendió de nuevo la lucha estudiantil en esa entidad,
pero respaldados por la coco lograron el apoyo de otras
universidades del país. La presión estudiantil fue tanta, que en
los primeros días de junio cayó el gobernador y se le dio paso
a una nueva Ley Orgánica. Al parecer, Víctor Bravo Ahúja, a la
sazón secretario de Educación, fue el ejecutor de las órdenes
de Echeverría. Eso ocurrió pocos días antes del fatídico 10 de
junio. Para muchos, ésta fue una señal más de que Echeverría
era sincero, de que sí se estaba comprometiendo con el cambio,
y abría caminos para conseguir el arribo de la democracia.
Desplantes de ese tipo, aunados a la demagogia echeverriesca, dividieron al movimiento estudiantil. Las dos grandes
vertientes eran: por un lado los que descalificaban totalmente
la veracidad del discurso y los ofrecimientos de Echeverría,
y por el otro, la de los que le daban el beneficio de la duda y
se pronunciaban por aprovechar la coyuntura para conseguir
una organización política de izquierda sólida, no dogmática
y estrechamente ligada a los movimientos sociales. A esto se
le llamaba “aperturos”, “heberturos” (su líder era el ingeniero Heberto Castillo) o reformistas o revisionistas. Lo que no
se puede negar es que antes de que se resolviera el conflicto de la Universidad de Nuevo León, en el Distrito Federal se
había convocado a una marcha de apoyo que por una u otra
razón estuvo posponiendo la fecha de su realización.
Mientras, los “Halcones” seguían desempeñándose con
un perfil bajo, pero eficaz. Por ejemplo, en la represión a
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huelguistas de Ayotla Textil, ya se les detectaba como cuerpo
paramilitar, lo mismo en otras represiones a estudiantes o
colonos, que oficialmente se decía habían sido luchas entre
grupos estudiantiles de ideologías encontradas, etcétera.
Como los ex presos políticos andaban de “indiscretos” en el
exilio, diciendo que su libertad había sido condicionada a que
salieran del país, Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación, declaró a los periodistas que eso era falso, que habían
salido por su gusto y podían regresar cuando quisieran. Le
tomaron la palabra y la mayoría de los exiliados regresaron
de Chile el 3 de junio. En ese momento, los estudiantes sentían
y hasta pensaban que se iba ganando terreno en la lucha por la
democracia, arrancándole logros al régimen. En las asambleas
se propuso realizar la manifestación de apoyo a la Universidad
de Nuevo León (uanl) el día 10, y eso dividió las opiniones,
porque ya para entonces habían quitado al gobernador y estaba
en proceso de aprobarse la nueva Ley Orgánica. La réplica fue
que eso no era excluyente, la marcha podría ratificar el apoyo
a la universidad de esa entidad, y de alguna manera celebraría
el triunfo obtenido. Además, se tenían otras demandas:
la aprobación del proyecto de Ley Orgánica —todavía estaba
“a punto de”—, presentado por estudiantes y profesores de
la uanl; la democratización de la enseñanza superior y la
libertad de los presos políticos. A pesar de las diferencias,
el consenso fue determinante y se fijó que la marcha iría del
Casco de Santo Tomás al Monumento a la Revolución.
Los contingentes que acudieron a la convocatoria, según los
boletines de la coco, se agruparon de la siguiente manera:
1. Descubierta o cabeza de la columna, 2. Escuela Nacional de Economía, unam, 3. Escuela Nacional de Ciencia
Biológicas, ipn, 4. Escuela Superior de Físico-Matemáticas,
ipn 5. Escuela Superior de Ingeniería Química, ipn, 6. Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, ipn, 7. Escuela
Superior de Ingeniería y Arquitectura, ipn, 8. Escuela
Superior de Economía, ipn, 9. Escuela Superior de Comercio
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y Administración, ipn, 10. Vocacional 3, ipn, 11. Vocacional
5, ipn 12. Vocacional 6, ipn , 13. Vocacional 2, ipn, 14.
Prevocacional 6, ipn, 15. Secundaria núm. 14, 16. Facultad de
Derecho, unam, 17. Facultad de Química, unam, 18. Facultad
de Psicología unam, 19. Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales, unam, 20. Facultad de Ciencias, unam, 21. Facultad
de Medicina, unam, 22. Facultad de Ingeniería, unam, 23.
Facultad de Filosofía y Letras, unam, 24 Facultad de Comercio,
unam, 25. Preparatoria Popular, unam, 26. Preparatoria 2,
unam, 27. Preparatoria 4, unam, 28. Preparatoria 6, unam,
29. Preparatoria 7, unam, 30. Preparatoria 8, unam, 31.
Colegios de Ciencias y Humanidades, unam, 32. Universidad
Iberoamericana, 33. Escuela Nacional de Maestros, 34. Escuela
Nacional de Antropología e Historia, 35. Escuela Nacional de
Agricultura, 36. Frente Sindical Independiente.
Llegó el 10 de junio y por la mañana hubo movimiento en
varias oficinas de gobierno, pero eso lo veremos después. Por
ahora, vayamos a lo ocurrido en la tarde.2
2 Los textos que se leerán a continuación son extractos o fragmentos
de notas periodísticas que se publicaron a partir de un día después de
los hechos del 10 de junio de 1971. El lector podrá ir corroborando el
medio y la fecha en las referencias a pie de página respectivas.
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Los hechos
El origen
La manifestación del día 10 se había organizado en medio
de una confusión original, dentro de la cual trabajaban, con
los luchadores sanos de los estudiantes, algunos factores
de provocación que aspiraban a poner la mesa para romper
los platos y los cráneos. Se hablaba de división estudiantil y
sobre la conveniencia o no de organizar la manifestación. A la
llegada de los dirigentes estudiantiles que estaban en Chile,
se habló de un nuevo Comité Coordinador de los Comités de
Lucha. Había desaparecido, en sus aspectos más áridos, el
conflicto de Nuevo León. Aunque poco se propagaron los
objetivos de la reunión estudiantil, sus demandas eran: 1)
Derogación de la nueva Ley Orgánica de la uanl y promulgación del proyecto original elaborado por maestros y estudiantes; 2) Democratización de la enseñanza; 3) Desaparición de
todas las Juntas de Gobierno de las Universidades del país y
de todas sus actuales leyes orgánicas; 4) Derogación del
reglamento del ipn; 5) Representación paritaria de maestros
y alumnos en los consejos técnicos de la unam; 6) Desaparición de las fatídicas porras y del llamado grupo “Francisco
Villa” de la unam; 7) Libertad a todos los presos políticos; 8)
Destino de 12% del Producto Nacional Bruto a la educación;
y 9) Poner bajo el control de los estudiantes y maestros los
presupuestos destinados a las universidades.3
3 “Un diálogo interrumpido”, en Vida Pública, Siempre! No. 939, 23 de
junio de 1971.
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Sangriento zafarrancho
En sangriento zafarrancho degeneró la manifestación
organizada a las 17:00 horas por estudiantes del Instituto
Politécnico Nacional (ipn) y la unam. La Cruz Roja y la Cruz
Verde reportaron un total de seis muertos y 66 heridos. Los
hechos ocurrieron así:
Desde las 15:00 horas comenzaron a concentrarse grupos
estudiantiles en los diferentes edificios del unam, del Casco
de Santo Tomás. Esto, a pesar de que, desde las 9:00 de la
mañana, se instalaron en su periferia grupos de agentes
de tránsito, granaderos, que impedían el acceso a núcleos
estudiantiles. No hubo ningún incidente importante.
A las 17:05 horas, o sea más de una hora después de lo programado, los manifestantes tomaron sus pancartas, cerraron filas
y entonaron cánticos-lemas. En la avanzada se encontraban fotógrafos de casi todos los diarios, camarógrafos de
televisión y de las agencias internacionales (un camarógrafo
de la cbs resultó herido).
Enfilaron por la avenida de los Maestros. Los manifestantes
no llegaban a 10 000.
En las pancartas los estudiantes hacían diferentes peticiones,
que eran el motivo de la manifestación.
Gritaban y leíamos: “¡Democratización de la enseñanza!”,
“¡Apoyo absoluto a la Ley Orgánica estudiantil de Nuevo
León!”, “¡Estamos contra la Reforma Educativa Burguesa!”
A coro, todos pedían “¡Democracia sindical y libertad a todos
los presos políticos!”
Los estudiantes politécnicos gritaban “¡No olvidamos
Tlatelolco!” La gente de las vecindades y edificios miraba con
cierto temor el acercarse del contingente estudiantil. Varias
tiendas cerraron, y mujeres, hombres y niños, apostados en
las azoteas de casas y edificios circunvecinos, en ratos aplaudían y en ratos permanecían en silencio.
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La marcha continuó por las calles de Salvador Díaz Mirón. Fue
allí donde les salió al paso un grupo de granaderos. Un individuo
con uniforme de comandante tomó un megáfono y gritó: “¡Jóvenes! Disuelvan esta manifestación, porque no está autorizada”.
Varios empezaron a sentir miedo, pero ante los gritos de
aliento de estudiantes de la avanzada, todos siguieron.
Los cánticos, el ondear de las pancartas y los gritos continuaron: en Sor Juana Inés de la Cruz los manifestantes se
encontraron con que la calle estaba bloqueada por policías
antimotines. Éstos estaban armados y tenían todo tipo de
cubiertas protectoras antibalas.
Los manifestantes entonaron el Himno Nacional y, curiosamente, al terminar, los policías se apartaron.
Al dar la vuelta hacia la calzada México-Tacuba, los
estudiantes fueron nuevamente copados por un grupo de
energúmenos que, al grito de “¡Viva el Che Guevara!” se
lanzaron contra la columna de politécnicos y universitarios.
En calzada México-Tacuba y avenida Instituto Técnico había
cuatro unidades antimotines. Los granaderos lanzaron gases
lacrimógenos sobre la muchedumbre.
Unos individuos vestidos de civiles y que traían un distintivo
con la faz del Che Guevara, disparaban pistolas, aparentemente
calibre 45, sobre los jóvenes manifestantes, que corrían.
Los atacantes llegaron por San Cosme, en camiones grises y
en camionetas panel.
Por todos lados se oían ráfagas de rifles automáticos y descargas de pistolas. Los gritos de dolor de señores, jóvenes y
aun mujeres y niños, que se habían sumado al contingente
manifestante, llenaban las calles aledañas a la Normal.
El ulular de las ambulancias tornó más dramática la situación.
Los periodistas tuvimos que subirnos a las azoteas, al igual que
los fotógrafos, para eludir un poco el peligro.
Decenas de jóvenes fueron subidos, en medio de golpes, a
patrullas y camiones. Se ignora a dónde fueron conducidos por
los policías.
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A pesar de las precauciones, el fotógrafo de Novedades Miguel Rodríguez resultó gravemente herido. Fue internado en el
Hospital Dalinde. Raúl Peraza, también de dicha casa editorial,
resultó lesionado. Un fotógrafo de nombre Félix Arciniegas, de
The News, resultó herido. Se ignora dónde fue hospitalizado.4
Batalla campal
Un vasto sector de la Ciudad de México se convirtió ayer en
campo de batalla cuando más de 10 000 estudiantes, de distintos planteles superiores, desobedecieron órdenes para disolver
una manifestación que iban a realizar sin permiso oficial, y a
balazos, garrotazos y pedradas fueron disueltos por nutridos
grupos de mozalbetes y adultos armados que forman la organización “Halcones”.
Los “Halcones”, armados con rifles M-1, M-2, pistolas, garrotes y piedras estuvieron disparando contra todo el que se
movía en esa zona. Francotiradores respondían el fuego.
Los hechos, desde su inicio, se desarrollaron en la forma
siguiente:
A las 16:30 horas cerca de 10 000 estudiantes —según cálculo
de las autoridades— iniciaron su marcha hacia el Monumento
a la Revolución.
Entre los que encabezaron la manifestación se encontraba uno
de los líderes aprehendidos durante los hechos de 1968 y que
posteriormente salió libre. Su nombre: Eduardo del Valle
Espinosa, “El Búho”, uno de los dirigentes que acaban de
regresar de Santiago de Chile.
Inicialmente salieron por la avenida de los Maestros,
lanzando porras, vivas a sus respectivos planteles y frases
de repudio hacia el ex presidente Díaz Ordaz y a las actuales autoridades del país.
4 “Sangriento zafarrancho”, por Francisco Luna Arimaya, Ángel
Madrid y Francisco Villa. Ovaciones, 11 de junio de 1971.
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Al llegar a la avenida Salvador Díaz Mirón, un pelotón de
granaderos les salió al paso. Iba al mando de los uniformados
el coronel Emmanuel Guevara Torres, quien con un magnavoz
portátil les hizo la siguiente advertencia:
“Recordamos a ustedes que no hay autorización para que
continúen su marcha por lo que, a la vez, les advertimos
que la policía tomará todas las medidas que sean necesarias
para reprimirla. Los invitamos a que regresen a sus planteles y
se disuelvan a la mayor brevedad”.
La advertencia fue opacada por un coro de silbidos y gritos. Y
los muchachos, sin hacer caso de ella, continuaron su marcha
por la misma calle.
Llegaron hasta la esquina con la calle Amado Nervo, donde
un contingente de granaderos, mayor que el anterior, les cerró
el camino nuevamente.
Hombro con hombro los uniformados, en dos hileras,
trataron de impedir que continuara la manifestación. El
comandante de este grupo ordenó a sus hombres que cargaran
el rifle especial que lanza granadas de gas lacrimógeno y fue
obvio que más que todo tenía la intención de intimidar a los
estudiantes.
Los muchachos empezaron a gritar: “México-Libertad”
varias veces y cuando amainó la tempestad de gritos,
nuevamente fueron advertidos de la ilegalidad de la manifestación y que de continuarla serían reprimidos y disueltos “a
como diera lugar”.
Los estudiantes comenzaron a cantar el Himno Nacional
Mexicano y, mientras, los granaderos comenzaron a retirarse
hacia las calles cercanas. Una vez libre el camino, prosiguió la
marcha.
El contingente desembocó en la avenida México-Tacuba, a
un costado de la Normal de Maestros, y cuando la avanzada
de los estudiantes caminaba por la mencionada avenida, se
escuchó un grito: “Halcones, Halcones”.
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En ese momento eran las 17:15 horas. Los “Halcones” —varios
miles de individuos armados con rifles, pistolas, machetes,
garrotes y piedras— se lanzaron corriendo hacia la vanguardia
estudiantil.
Al mismo tiempo, por la retaguardia, otros grupos de
“Halcones” realizaban una maniobra envolvente para copar al
núcleo de manifestantes. Los estudiantes se atrincheraron en
la Normal y de inmediato respondieron al fuego.
En forma simultánea sucedieron varias cosas:
Grupos de “Halcones” golpearon a hombres y mujeres por
igual. Comenzaron a escucharse disparos de armas de distintos calibres; desde la Normal se hicieron señales —por
personas desconocidas— utilizando linternas de color y
evidentemente en una especie de código.
Se inició la desbandada hacia todas las calles aledañas. Los
“Halcones” —sujetos de pésima catadura, vestidos de civil, la
mayoría de ellos menores de edad— comenzaron a disparar en
forma desordenada.
Los reporteros de El Universal se percataron de que, precisamente por la desorganización de esos grupos que estaban
disolviendo la manifestación, hubo ocasiones en que se
produjo un fuego cruzado que, es evidente, causó bajas en uno
y otro bando.
Las armas sonaban en forma intermitente.
La gente que pasaba por la calle buscaba abrigo en cualquier
puerta abierta. El cine Cosmos, donde se había iniciado la
función (por cierto pasaban la película 24 horas de fuego), se
vació en un momento.
Los distintos grupos la emprendieron contra reporteros y
fotógrafos, indistintamente.
Así fue como cayeron lesionados media docena de reporteros
gráficos y varios redactores. Entre ellos, de los más heridos,
se anotó al fotógrafo Miguel Rodríguez, del diario Novedades,
que fue golpeado bestialmente por varios manifestantes (se
refiere a los “Halcones”, no a los estudiantes. n. del e.). Es más,
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uno de ellos, con la bota derecha y cuando nuestro compañero
ya estaba caído e inconsciente, le dio varias patadas en la cara.
Posteriormente ayudaríamos a llevarlo hasta una ambulancia
de la Cruz Roja.
Todos, sin excepción, estaban “pecho” a tierra tratando de
evitar las balas que surcaban el espacio en número cada vez
mayor.
Los tiradores disparaban hacia las azoteas y las casas
habitadas por pacíficas familias que nada tenían que ver en
el encuentro. Las ambulancias surcaban las avenidas con la
sirena abierta y el desconcierto era cada vez mayor.
Los “Halcones”, que evidentemente eran dirigidos por
comandantes del Servicio Secreto y otras corporaciones,
golpeaban a todo aquel que para ellos era desconocido. Fue así
como mucha gente que nada tenía que ver resultó lesionada.
A las 17:40 horas había focos de “batalla” en varios sectores
de la avenida México-Tacuba. Se concentró la balacera en la
Normal de Maestros, donde se afirmaba se habían parapetado cierto número de estudiantes. Los redactores de El Gran
Diario de México estuvieron a media cuadra de distancia
observando a tiradores pecho a tierra, hincados y de pie, que
hacían un nutrido fuego.
También la casa de departamentos ubicada en el número
32 de la avenida México-Tacuba, fue centro donde se ubicó el
fuego graneado.
Había momentos en que los “Halcones” corrían de un lado
para otro y, en ocasiones, entre ellos mismos se enfrentaban
hasta que había una mutua identificación y cesaban las
hostilidades.
Fue evidente para los periodistas presentes que no había
un plan definido por parte de esa gente. Más bien se trataba
de aterrorizar a cuanta persona se atravesara en su camino.
Además de golpearla, la desvalijaban de cuanto traían.
Hubo un momento en que, resguardados detrás de una
patrulla para evitar los tiros, vimos a uno de los “Halcones”
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enseñar el botín a sus compañeros: varios relojes de distintos
tipos.
La Jefatura de Policía tenía listo todo el equipo antimotines.
Además, estaba bien ubicado para intervenir. Pero jamás lo hizo.
Los tanques que lanzan gas vomitivo o lacrimógeno fueron
estacionados sobre la avenida Instituto Técnico, a unos metros
del foco de hostilidades. Estaban también policías expertos en
sofocar manifestaciones de este tipo y motines.
Todo ese personal está entrenado para actuar incapacitando
a las personas, pero sin causarles daño físico. Sin embargo,
nunca llegó la orden de que entraran en acción y mientras,
seguía la balacera.
Los granaderos pasaron varias veces por la zona a bordo
de sus vehículos y nunca bajaron para tratar de evitar las
hostilidades.
Todo lo antes relatado, tomó poco menos de una hora.
Para las 18:00 horas los estudiantes estaban totalmente
dispersos. Habían corrido hacia la Tlaxpana, la colonia Santa
Julia, el Casco de Santo Tomás, Santa María y la colonia San
Rafael.
Debido a lo anterior fue que se entablaron refriegas por
distintos rumbos. Seguían los tiros esporádicos en diversas
partes y mientras muchas familias se encerraban a piedra
y lodo dentro de sus hogares, había otras, imprudentes, que
salían a la calle a comentar los sucesos, exponiéndose a recibir
un tiro, lo que por cierto llegó a ocurrir en varias ocasiones.
Era tal el pánico que mucha gente se brincó las tapias del
Panteón Británico, en la esquina de Melchor Ocampo, para
guarecerse de los tiros.
Posteriormente, detrás de ellos se meterían varios empistolados, que la emprendieron a tiros contra los que se escudaban
en las lápidas.
En los servicios médicos de emergencia del Distrito Federal
y en la Cruz Roja se reportó, a las 21:00 horas, que había más
de 200 heridos.
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Varios de los lesionados estaban agonizando.
Había 35 personas con heridas de bala y el resto con golpes y
fracturas en distintas partes del cuerpo.
No había reporte de muertos.
Exactamente a las 20:30 horas aparecieron en la zona de
los principales disturbios, miembros del primer batallón
de fusileros paracaidistas.
Los militares llegaron en uniforme de campaña, en 10
transportes que se estacionaron a un costado de la avenida
Instituto Técnico.
Su presencia logró que se suspendiera, en forma definitiva, el disparo de armas de fuego. Divididos en pelotones
iniciaron un patrullaje continuo, que duraría toda la noche, y
llevaron tranquilidad a ese sector de la Ciudad de México.5
Choque de los grupos contendientes
A las cinco de la tarde, se supo que los estudiantes no venían
por Río Consulado sino por una de las paralelas para pasar por la Escuela Normal de Maestros. Los cinco camiones de
granaderos se movilizaron hacia las pequeñas calles que dan
acceso a la Normal.
Al mismo tiempo, por San Cosme llegó un camión gris
con cerca de 50 jóvenes que llevaban pancartas negras con
la imagen del Che Guevara en blanco y la leyenda “Hasta la
Victoria, Siempre”. Sin embargo, los granaderos y los tanques
antimotines no hicieron nada contra ellos.
Momentos después, llegué al crucero de San Cosme y
Río Consulado, eran pocos minutos después de las cinco.
Los grupos antagónicos, para entonces ya habían llegado otros
dos camiones, se enfrentaban a los estudiantes armados de
palos largos, pero pese a que momentáneamente se replega5 “Batalla campal en amplia zona urbana al disolver la manifestación estudiantil”, por Jorge Avilés Randolph y Elías Chávez Gorgía,
redactores, El Universal , 11 de junio de 1971.
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ron, los estudiantes avanzaban, por lo que una pick up gris
llegó a toda velocidad a la contra esquina del cine Cosmos, se
bajó un grupo y disparó al aire una ráfaga. Esa fue la primera
descarga que oí. Los granaderos, en formación, continuaban
sin intervenir, en tanto que los tanques antimotines se encontraban cercanos a San Cosme. Yo estaba detrás de uno de
ellos cuando se disparó la ráfaga.
La respuesta a los disparos no se hizo esperar y del poniente
de San Cosme, por donde venían los estudiantes, se escuchó
la respuesta; de inmediato vi cómo una ambulancia de la Cruz
Verde se llevaba dos heridos de bala, uno de ellos tenía una
mancha de sangre a la altura del plexus solar y parecía desmayado (o muerto).
Cerca de las seis, todavía era posible permanecer en el crucero, pero luego un grupo empezó a golpear gente, entre ellos
muchos fotógrafos. Dos carros, uno al parecer Dodge, gris, estaba dando vueltas y a macanazos metían a los fotógrafos en el
coche y les quitaban el equipo.
Cerca de las 18:30 me subí a un edificio en construcción
que está sobre San Cosme y frente al panteón, desde ahí pude
observar cómo los no uniformados dominaban el crucero y
alejaban, a pedradas y con ráfagas de balazos, a los estudiantes.
Cuando alcanzaban a alguno de ellos lo golpeaban con sus
varas y a patadas, sin importar si estaba en el suelo. Luego
los llevaban, casi a rastras, hasta uno de los camiones grises en
que habían llegado y los metían ahí.
A estas alturas, ya casi las 19:00 horas, los adversarios de
los estudiantes no distinguían a quiénes agredían. Numerosas señoras sufrieron golpes.
Para estas horas, los granaderos, la policía y los bomberos
habían permanecido inactivos. Los agentes de tránsito que
antes impedían la circulación, se retiraron y los coches empezaron a avanzar, ocasionando un congestionamiento, ya
que al llegar a donde estaban los balazos, todos se regresaban.
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Un hombre como de 30 años, con casaca negra, se puso a dirigir
el tránsito con un silbato. A los automovilistas que no querían
desviarse les decía que atrás había orden de tirar a matar.
Para las 20:00 horas, los estudiantes ya se habían replegado
hasta el Mercado de San Cosme y cuando pasó por ahí un
camión “vitrina”, bajaron a todos los pasajeros y obligaron al
chofer a que se dirigiera, sin desviarse, hacia los del grupo que
provocó el desorden. Así lo hizo y no había llegado a la mitad
de la cuadra cuando se escuchó una ráfaga de ametralladora, el
vehículo disminuyó la velocidad y se paró a un lado de la calle.
Posteriormente los provocadores lo abordaron y se lo
llevaron.6
Cronología
Un completo panorama de los acontecimientos ocurridos
ayer durante la manifestación estudiantil fue captado cronológicamente por los reporteros de El Universal.
15:40 horas. —A bordo de seis autobuses de servicio urbano
llegan a la plaza del Carillón, en el ipn, estudiantes de la
Vocacional 6.
15:45 —Un auto placas ga-58, con fotógrafos y camarógrafos de la cadena estadounidense nbc, recorre algunas de
las calles laterales tomando diversas escenas.
15:58 —La afluencia estudiantil es considerable y los contingentes están llegando por las puertas ubicadas en Plan de San
Luis, Plan de Agua Prieta y por Carpio.
16:03 —Se bloquean las calles de San Cosme y avenida
México-Tacuba.
16:21 —En Camarones y Crisantema, colonia Nueva Santa
María, miembros de los Servicios Especiales detienen a 25
estudiantes y les quitan mantas y pancartas.
6 “Choque de grupos contendientes en Melchor Ocampo y Ribera de
San Cosme”, por José J. Castellanos, El Heraldo de México, 11 de junio
de 1971.
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16:25 —Dos dirigentes estudiantiles, de los que acaban de
regresar de Chile, llegan al ipn. Solamente se identifica a uno
apodado “El Búho”.
16:43 —Se calcula que ya hay de seis a ocho mil estudiantes
reunidos.
16:55 —Se forma la vanguardia con enormes mantas encabezando la manifestación. Se inicia la marcha por las calles de
Carpio y Plan de San Luis.
17:01 —En Salvador Díaz Mirón un grupo de granaderos
exhorta a los dirigentes de la manifestación para que la
suspendan. Les indican que no tienen permiso para realizarla.
17:04 —Rebasan los manifestantes a los granaderos y
caminan echando “porras”. Llegan a la esquina de Sor Juana
Inés de la Cruz.
17:06 —En Amado Nervo y Lauro Aguirre se concentra la
policía y se dirige hacia la avenida de los Maestros.
17:07 —Por segunda ocasión la policía trata de detener la
marcha y exhorta a suspender la manifestación.
Después de que los estudiantes cantan el Himno Nacional,
los granaderos se repliegan hacia la avenida México-Tacuba.
17:14 —Frente al cine Cosmos intervienen los grupos denominados “Halcones”, corren hacia los manifestantes y se inicia la
balacera.
17:19 —Los “Halcones” se adueñan del campo de batalla,
se establecen distintos focos de disturbios y se generaliza
la balacera dirigida hacia la Normal de Maestros y varios
edificios.
17:24 —Redactores y fotógrafos de prensa son agredidos y
golpeados. A los reporteros gráficos los despojaron de sus
cámaras y varios de ellos tuvieron que ser hospitalizados por
la golpiza recibida.
18:00 —Termina la balacera generalizada y únicamente se
escuchan disparos esporádicos.
18:30 —En este lapso han seguido los encuentros a balazos y
pedradas entre ambos bandos.
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18:46 —Cerca de tres mil estudiantes se dirigen hacia la
Alameda Central, por la avenida Puente de Alvarado.
18:48 —Cuatro transportes con “Halcones” se dirigen al
Hospital Rubén Leñero. Son recibidos a pedradas y se inicia
un nuevo tiroteo.
18:50 —Los “Halcones” emprenden la retirada de las
inmediaciones del Hospital de la Cruz Verde, ante la mayoría
evidente de contingentes estudiantiles. Nueve transportes
de granaderos van hacia el Monumento a la Revolución y la
Alameda Central.
19:00 —Hay versiones encontradas acerca de la existencia de francotiradores en edificios ubicados sobre Melchor
Ocampo.
19:40 —Se informa que el Ejército va a llegar a la Plaza de la
Constitución.
19:50 —Se detiene a un individuo, al que se señala como
francotirador, de apellido Hernández Lovera y estudiante de
la Vocacional 2. Se afirma que Marcué Pardiñas7 está dentro
de la Normal de Maestros.
20:08 —El Ejército llega al Zócalo: seis tanques blindados y
varios tanques ligeros. Pertenecen al 2o. Escuadrón blindado
de paracaidistas.
20:15 —Siguen llegando unidades del Ejército a la Plaza de la
Constitución.
20:30 —Quinientos miembros del primer regimiento del
Batallón de Paracaidistas rodean la Escuela Normal de
Maestros. Se retira el contingente militar de la Plaza de la
Constitución.
21:19 —Se informa que en la Normal de Maestros no hay
estudiantes. Se señala que los pocos que quedaban escapa-
7 Manuel Marcué Pardiñas, ingeniero agrónomo, egresado de
la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, especialista
en economía, ocupó diversos cargos públicos. Fundó la Liga de
Agrónomos Socialistas. Dirigió diversas publicaciones, entre ellas
la revista Política , muy importante en esos años. (n. del e.).
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ron saltando las tapias traseras y rompiendo las alambradas
que rodean la escuela.8
Arrastraron a estudiantes a trágica manifestación
Agitadores profesionales, muchos de ellos que participaron
en los sucesos de 1968, pertenecientes a partidos y grupos extremistas en pugna, provocaron ayer en la tarde un
trágico zafarrancho al arrastrar a unos tres mil estudiantes a
una manifestación que no había sido autorizada.
El letrero bajo el cual se agrupaban los estudiantes de Filosofía
llevaba escrito: “La revolución es la única salida”, “Estatización
de la industria básica”. Cuando los manifestantes llegaban a
la esquina de Salvador Díaz Mirón, desde una de las aceras, el
coronel Emmanuel Guevara Torres, de la Dirección de Policía
y Tránsito, a quien acompañaba un grupo de granaderos, les
conminó, utilizando un altavoz, a que desistieran de su intento.
Unos minutos más tarde comenzó el zafarrancho. Grupos de
estudiantes se trenzaron en abierto combate con otros grupos de
civiles y la policía intervino lanzando gases lacrimógenos. Los
estudiantes y el público que poco numeroso se encontraba en
las aceras, comenzaron a correr en todas las direcciones. De repente en forma esporádica comenzaron a escucharse disparos.
A partir de ese momento —eran las 18:55 de la tarde— resultó
imposible seguir el curso de los acontecimientos. Por todas
las calles de la colonia Santa María, y en las que rodean al
ipn, la gente corría. Algunos grupos se estacionaron frente a
la Escuela Normal de Maestros y allí surgió un fuerte tiroteo,
disparándose también desde la torre de la Escuela.
Mientras tanto los estudiantes que permanecieron en el
interior del ipn fueron cercados por fuerzas de granaderos,
para impedir que surgieran nuevos choques. De los manifestantes, pequeños grupos corrieron hacia el centro de la ciudad,
pero fueron dispersados sin hacer uso de las armas.
8 “Cronología de los hechos”, El Universal, 11 de junio de 1971.
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En la Universidad se celebraron asambleas de información mientras se desarrollaban los sucesos. A las ocho de la
noche falló el servicio de energía eléctrica y los estudiantes
comenzaron a retirarse.
Fuerzas del Ejército se movilizaron hacia algunos puntos
del centro de la ciudad y de la Ciudad Universitaria (cu), pero
fueron retiradas poco después. A las nueve de la noche la calma
era completa en toda la ciudad y en la zona donde se registró el
zafarrancho sólo quedaban algunas patrullas que recorrían las
calles, sin observarse concentraciones de ninguna clase.
Comenzó entonces el dramático peregrinar de las familias
buscando a los que no habían llegado a su hogar. Grandes
cantidades de gente se agolparon ante las cruces y delegaciones en busca de informes sobre el paradero de los suyos.
Las ambulancias habían actuado con gran rapidez en medio
de los disturbios.
Hasta las nueve de la noche se habían facilitado, en forma
extraoficial, las siguientes relaciones de víctimas:
El personal de la Cruz Verde —en el Hospital Rubén Leñero—
recogió a dos muertos: uno de ellos Arturo Barrios Mendoza,
de 23 años, estudiante de la Facultad de Comercio con credencial número 6704998, el otro, un desconocido.
Los lesionados —32 en total— son: Eduardo Pérez Galván,
obrero de 22 años; Esteban Guerrero España, laboratorista de
35 años; Luis Pérez Ramírez, barrendero de 30 años; Serafín
Paz Estrada, pintor, 26 años; Marcelino Sánchez, panadero,
23 años; Héctor García Reynoso, policía placa 6785, 25 años;
Cándido Madrigal Cruz, empleado federal, 24 años; Trinidad
Arciniegas, chofer, 23 años; Ernesto Muciño, estudiante, 18
años; Félix Arciniegas Lara, fotógrafo —The News—, 52 años;
Antonio Mora Cárdenas, estudiante, 23 años; Ramón Zúñiga
Pérez, 16 años; Raúl García, estudiante, secundaria 14, 17 años;
Francisco García Camargo, pintor, 23 años; Javier Robles,
estudiante, 16 años; Jorge de la Peña, estudiante de Físico-Matemáticas, 21 años; Hesiquio Altamirano García, Vocacional 1,
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17 años; Héctor Arturo González, estudiante de Derecho, 25
años; J. Guadalupe Castro, obrero, 18 años; Clemente Tovar
Aguilar, licenciado en Economía, 25 años; Jesús Covarrubias,
estudiante de la Preparatoria número 5, 23 años; Pablo López
Bautista, estudiante de la esca, 19 años; Javier Mendoza,
estudiante de la Preparatoria Popular, 17 años; Fulgencio
Bustamante, pedagogía de la unam, 23 años; Josefina Lara de
Vega —atropellada— de 20 años; Antonio Martínez Ávila, de la
Preparatoria Popular de Tacuba; Roberto de la Peña, reportero
—Telesistema Mexicano— de 24 años; Javier Gámiz, estudiante de la esime de 22 años. Cuatro desconocidos, el primero de
sexo masculino, de 22 años, de camisa a cuadros y pantalón
amarillo, porta un reloj Courtie. Individuo desconocido, sexo
masculino, estudiante de la esime, 22 años, pantalón azul.
Individuo desconocido de 21 años, pantalón rayado en verde
y suéter color rojo. Individuo desconocido, sexo masculino,
de 20 años, pantalón azul claro, camisa azul.
En el Hospital Central de la Cruz Roja de la Ciudad de México
han sido atendidos 23 lesionados, 10 de los cuales se encuentran en tan grave estado que los médicos estiman que será
imposible salvarlos.
Hasta ahora, y a pesar de que el agente del Ministerio Público
adscrito a ese puesto de socorros, licenciado Rafael Montaño,
no quiso hacer declaraciones, “por la confusión que impera
en estos momentos”, dos son las personas muertas que fueron
llevadas a la benemérita institución.
Uno de ellos no ha sido identificado y el otro al parecer llevó
el nombre de José Reséndiz.
Lista de heridos en la Cruz Roja: Antonio Ramón García
Vega, Juan Antonio Cortés, Fernando del Valle, Eduardo
Palacios, Rafael López Mátiz, María de los Ángeles González,
Antonio González Tapia, María Elena Rojas, Guadalupe
González Hernández, Enrique Segovia, Isaías Castro, Eva
Sánchez de Nevero, Antonio Ángeles Tapia, Antonio Lozano
Mendoza, Luis Espinosa Martínez, Alfonso Peña Martínez,
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Efraín Márquez López, Raymundo Gamboa García, Carlos
Pérez Baltasar, Javier Germán García, Juan Martín Baltasar,
Rafael L. Márquez, Raymundo de Alba García, Rafael Nevero y
Guadalupe Rodríguez Salcedo.9
Marcha estudiantil frenada
Al llegar la columna a Amado Nervo y avenida de los Maestros,
un grupo de granaderos pidió que cesase la manifestación que
no estaba permitida. La marcha siguió.
De nueva cuenta, ahora en la esquina de Díaz Mirón y avenida
de los Maestros, un grupo más numeroso de granaderos reiteró
a los estudiantes que se retirasen. Los jóvenes empezaron a
cantar el Himno Nacional. La policía se retiró y los alumnos
siguieron hasta la calzada México-Tacuba. Aquí, de hecho,
fue cuando comenzó el zafarrancho: de unos camiones grises
de pasajeros (uno de ellos placas ab-821), bajaron alrededor de
mil hombres armados con palos, macanas, varas de membrillo
y se lanzaron contra los manifestantes. Hubo pedreas, luchas
cuerpo a cuerpo. Empezaron a oírse disparos de pistolas —
algunas de las cuales portaban los hombres que bajaron de los
camiones grises—, de metralletas. Hubo, al parecer, respuesta
con armas.
La columna de manifestantes —al empezar sería de unas 10
mil personas— fue copada. Detrás de la misma aparecieron tanques antimotines. Los estudiantes en el primer encuentro con
las fuerzas de choque, no fueron totalmente dispersados. Los
grupos agresores pudieron avanzar debido a los gases lacrimógenos que lanzaron los granaderos sobre los perseguidos.
Después, se escuchó el tableteo de ametralladoras. Los tiros
eran constantes. No se dejaba llegar sino a vehículos de la Cruz
Roja y Verde. Los grupos de choque tenían rifles, pistolas,
cuchillos. Al lograr dispersar a los estudiantes, a muchos se
9 “Sangriento zafarrancho provocaron agitadores”, El Sol de México,
11 de junio de 1971.
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les detuvo y se les subió a coches particulares. Un reportero
de Excélsior logró entrar como camillero a la Normal, donde
muchos estudiantes se habían refugiado. Tres ambulancias
sacaron de allí a ocho heridos por tiros. Todos graves.
El comandante Alfonso Guarro, el comandante Rubén
Sesma, “Polo”, jefe del grupo cuatro de la Judicial, subían
en autos con las portezuelas a medio abrir. Con pistola en mano
avanzaban hacia Tacuba. Muchas personas se metieron en el
cine Cosmos. De allí fueron sacadas. Jóvenes que integraban
brigadas de ataque, ajenas a los estudiantes, según manifestaron algunos de ellos, golpeaban a cuantos pasaban cerca.
Cada vez que se escuchaban disparos la confusión aumentaba
y todo el mundo corría de un lado a otro.
Fue una lucha de varias horas. Se golpeaba a gente que
después era subida en camiones. Carros particulares, por otra
parte, recogían a heridos. Durante la persecución muchos
estudiantes se refugiaron en la Normal; otros en casas particulares, patios de vecindad y aun en el Hospital Rubén Leñero.
Hasta aquí fueron perseguidos y tiroteados, informaron ambulantes de la Cruz Verde.
En el Hospital Rubén Leñero quedaron alrededor de 25
heridos. Surgió la versión de que los detenidos y heridos
eran conducidos al Campo Militar Número Uno. Fue imposible confirmarlo.
Al iniciar su marcha los estudiantes (poco antes de las
cinco de la tarde de ayer) gritaban a coro: “México-Libertad”,
“México-Libertad”. Los jóvenes que bajaron de los camiones
grises, confundidos con ellos, gritaban “Viva Nuevo León”,
“Viva el Che Guevara”, “Viva la libertad de los presos políticos”.
La manifestación estudiantil era encabezada por Manuel
Marcué Pardiñas —recientemente salió de la cárcel—, quien
en el primer enfrentamiento con los granaderos (cuando éstos
pidieron a los estudiantes que cesaran la marcha) les pidió
a su vez que lo dejaran hablar con el jefe de la policía para
que diese permiso de efectuar la marcha hasta el Monumento
34
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de la Revolución. Marcué habló con el coronel Rodríguez, jefe del Estado Mayor de la Policía y Tránsito, al que señaló que las
autoridades actuaban anticonstitucionalmente. Rodríguez le
respondió que violaban las leyes por tratar de salir en manifestación por las calles sin contar con autorización para ello.
Se escuchaban reportes por la radio policíaca, al principio
de la manifestación: Todo está en calma. A las 17:10, empero,
se hablaba de heridos en las inmediaciones de la Normal. Se
pedían ambulancias. Se citaban acciones de grupos ajenos
a los estudiantes, de provocadores, que, a las 17:25, lograban
dispersar a los escolares. Se hablaba del apoderamiento de
autobuses por parte de estudiantes. Había referencias a lesionados por bala. Se hablaba de que una falsa ambulancia que
llevaba propaganda subversiva se mezclaba entre los grupos.
Los dos primeros francotiradores que pudieron ser sometidos
y capturados fueron José Manuel Marín Hernández o Enrique
Quintero Márquez (dio ambos nombres) y su compañero
Román Huerta, ambos estudiantes del Politécnico.
Otros francotiradores apresados fueron Eduardo Mondragón,
Joaquín Uribe, Florencio Hernández Lobera —trabajador de
vigilancia de la Secretaría de Obras Públicas, según una credencial que se le vio— y Horacio Chávez Flores, todos los cuales se
hallaban en distintas ventanas y azoteas de edificios cercanos a
la Normal.
Dentro de la Normal, los estudiantes allí refugiados
señalaban que lo único que habían querido hacer era una
manifestación pacífica. Cuando a la policía se le informó que
dos agentes del orden estaban secuestrados en esa escuela,
se pidió el refuerzo del Ejército, que llegó cinco minutos
después, pero se comprobó que la noticia era falsa.
En la Normal se entrevistó al profesor Lucio López Iriarte,
director de Educación Normal en todo el país. Dijo que no
se explicaba la presencia del Ejército. Que los muchachos que
entraron en el plantel habían salido por la parte de atrás de
la escuela. Otros estaban en clase. Dijo que sólo había un gru35
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po de pequeños de primaria, los cuales por seguridad fueron
acogidos en la escuela. Las madres, angustiadas, preguntaban por ellos. Eran las 21:20 horas.
En los edificios de la Normal se veían impactos de balas.
Frente al plantel había un charco de sangre y junto a él
veladoras en forma de cruz. Decían que allí había sido muerta
una jovencita.
Antes, durante la refriega, Enrique Ojeda, de la ambulancia
11, fue bajado del vehículo y golpeado. Todo mientras proseguían los disparos. Un francotirador fue herido. La policía
recibía, en tanto, otros avisos. Entre ellos, que un grupo
armado con pistolas estaba sacando a varios lesionados del
Hospital Rubén Leñero. Este grupo, al parecer, se llevó en
automóviles particulares a todos los lesionados que pudieron ponerse en pie. La policía interceptó un automóvil Renault placas hph-63, ocupado por Juan Pablo Miller Frías y
Héctor Rafael Oropeza Gómez, quienes, se afirmó, iban armados.
El escritor y periodista Juan Miguel de Mora relató a un
reportero de Excélsior algunos de los acontecimientos de que
fue testigo:
“… Me llamó la atención que venían corriendo codo con codo,
en una forma que me recordó las películas que he visto de cómo
actuaban las secciones de asalto de Hitler, también llamadas ‘camisas pardas’. No traían uniforme, pero su carrera rítmica
tenía mucho de militar… Les vi lanzarse con garrotes y palos contra los estudiantes que corrieron en todas direcciones.
A dos o tres que fueron alcanzados los golpearon salvajemente.
“… Hasta que llegué caminando a la esquina de Ribera de San
Cosme no dejaron de oírse disparos intermitentes; en mi opinión, la mayoría de ellos de pistola o de rifle de menor calibre…
“Había un camión gris, cerrado, sin letrero alguno y dos
de los llamados ‘pick up’, llenos de esos mismos jóvenes con
garrotes, vestidos de civil. Cuando yo seguía alejándome del
lugar, grupos de estos jóvenes corrían delante de los granaderos hacia el lugar de los sucesos.
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