Nuevas drogas Del “crack” al “oxi” y al Mundial de Fútbol 2014 Las

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Nuevas drogas
Del “crack” al “oxi” y al Mundial de Fútbol 2014
Las drogas derivadas de la cocaína son cada vez más fuertes. Los gobiernos de
Estados Unidos, Brasil y Bolivia sellaron una alianza para combatir el narcotráfico.
Hay analistas que aseguran que la potencia brasileña cumplirá el papel que hasta
hace poco desempeñaba la DEA en el combate contra el tráfico de estupefacientes.
Por: Carlos Rodríguez San Martín
La visión del Gobierno de Bolivia en relación a la lucha contra el narcotráfico está
cambiando radicalmente, o al menos cambia la actitud de algunas autoridades en
relación al alarmante crecimiento del tráfico de sustancias controladas. Felipe
Cáceres, el zar antidrogas del Gobierno de Evo Morales, después de un pasado
tumultuoso como dirigente cocalero de las federaciones del trópico de la región del
Chapare, dijo hace poco que el apoyo contra el delito del tráfico, producción y
distribución de la droga, además de ser una tarea conjunta entre los países
comprometidos de combatir el delito, no debe excluir a ningún Estado ni
organización para conseguir resultados que alivien la peligrosa expansión del
tráfico de cocaína. Cáceres está hablando fuerte y en serio.
Expulsada la DEA de Bolivia, Brasil se ha anotado sendos logros en su política de
limpieza de las bandas delincuenciales que operan en su territorio. Dos hechos
deben llamar la atención para la arremetida de la Policía Federal con apoyo de
unidades especializadas del Ejército en su objetivo de desmantelar el tráfico de
cocaína en las regiones metropolitanas que operan curiosamente desde las favelas
pobres de Rio de Janeiro, generando enormes ganancias y sepultando cada vez a
miles de jóvenes en la adicción de las drogas fuertes. El gigante latinoamericano
debe asumir la enorme tarea de mostrar al mundo que no sólo es capaz de luchar
contra la violencia que siembra el narcotráfico en las calles de sus principales
ciudades, sino que se está preparando para dos grandes desafíos. En 2014 en Brasil
se organizará el Mundial de Fútbol y dos años más tarde, es decir, en 2016 los
Juegos Olímpicos. Es la primera vez que un país Latinoamericano se pone al frente
de semejante cometido que puede hacer surgir la imagen del país o hundir las
contradicciones por la pobreza y los peligros que implica. A ambos eventos, además
de las representaciones de los países seleccionados, se espera una afluencia de
visitantes nunca antes vista en Brasil.
Pero estos dos grandes aspectos son apenas una parte de la decisión del Gobierno
de la presidenta Dilma Rousseuff de luchar contra uno de los flagelos sociales que
más preocupan a su administración: el enorme crecimiento de la drogadicción que
además de ser un problema de salud pública, implica una enorme carga social por
el avance de este problema en amplios extractos de la sociedad brasileña. Su
Gobierno está dispuesto a destinar todos los recursos a su alcance para combatir el
consumo de cocaína y sus derivados entre sus ciudadanos. Se están hablando de
cifras millonarias que el Estado brasileño está dispuesto a gastar en sus planes de
seguridad.
Con Bolivia está avanzando un ambicioso plan para la satelización del espacio
aéreo que permita controlar el ingreso de droga a su territorio. Las conversaciones
entre ambos gobiernos están adelantadas. Delegaciones de Brasil han estado en
Bolivia ya antes del traspaso de mando presidencial de Lula da Silva para
implementar el plan de seguridad. Se estima que el Gobierno brasileño además del
control de los pasos fronterizos; reforzando el personal policial en extensas zonas
de los más de 3.400 kilómetros de frontera que tiene con Bolivia, negocia espacios
de control satelital para combatir el crimen organizado. Brasil a través de sus
autoridades ha señalado que dispone de US $6.000 millones para evitar la
penetración de actividades delictivas por sus fronteras. Con este blindaje por tierra,
aire y en los ríos de la cuenca amazónica, que comparten ambos países, se pretende
combatir a las organizaciones delincuenciales que en los últimos años han estado
operando con mucha impunidad en el tráfico de armas, droga, contrabando y
prostitución.
“Calculamos que un 80% de la violencia que sufre Brasil proviene del tráfico de
drogas y armas que pasan por nuestras fronteras”, le dijo a DATOS un funcionario
diplomático en La Paz. Los planes de control y seguridad además de estar
adelantados son parte de una estrategia para frenar la penetración de la droga en
Brasil. Se sabe, por ejemplo, que el narcotráfico está desarrollando drogas más
baratas y por lo tanto de más fácil acceso entre grupos permeables de la sociedad,
situación que ha tornado un serio problema. Las bandas delincuenciales que
operan en las favelas de Rio de Janeiro en todo tipo de actividad criminal, heridas
de muerte por la incursión de la PF retrocedieron; lo que no quiere decir que estén
del todo desmanteladas porque cuentan con el apoyo de los millonarios ingresos
por la venta y distribución de droga y de otros delitos. Replegadas pero no
acabadas, están dispuestas a seguir dando pelea ingeniándose nuevas técnicas en el
comercio ilegal de la droga.
Drogas cada vez más peligrosas.
Desde la década de 1980, distante de los grandes centros brasileños, el Estado del
Acre convive con la destrucción producida por el “oxi”, una mixtura de pasta-base
de cocaína, querosene y cal virgen más devastadora que el temible “crack”, una del
as drogas más consumidas en Brasil. La droga, vendida en formato de piedra, a un
valor promedio de 2 reales la unidad, popularizada en la región Norte; ha
comenzado ahora a expandir su llaga por ciudades del Centro-Oeste y Sudeste.
"Ella ya llegó a Piauí, Paraíba, Marañón, Brasilia, Sao Paulo y Rio de Janeiro", dijo
Álvaro Mendes, vice-presidente de la Asociación Brasileña de Reducción de Daños.
Una pequeña muestra de su penetración en las grandes ciudades brasileñas pudo
ser vista hace poco cuando la Policía Federal detuvo hace un par de semanas en Sao
Paulo un matrimonio que cargaba una piedra de medio kilo de “oxi” procedente de
Bolivia.
Al menos dos características de la droga ayudan a explicar por qué se está
expandiendo por el país. La primera tiene que ver con su efecto alucinógeno. Los
brasileños buscan cada vez un escenario más fuerte para el consumo de drogas.
Sucedió cuando penetró el “crack” que tiene más potencial que la cocaína y está
sucediendo con el “oxi” que viene a ser un alucinógeno más poderoso que ambos
juntos. Así como el “crack”, el “oxi” puede estimular en un usuario el doble de
euforia provocada por la cocaína. La segunda razón es el precio. "El crack no es una
droga cara, mas el oxi todavía es más barata", aseguró a la revista Veja el
especialista en dependencia química de la Universidad de Sao Paulo, Philip
Ribeiro. "Cuando surge una droga más poderosa, más barata y fácil de producir, la
tendencia es que se expanda". A eso se debe sumar que son pocos países en la
región que a pesar de tener cada vez un mayor número de narcodependientes no ha
desarrollado un sistema eficaz para el tratamiento de adictos.
Pero el lado más oscuro del problema es el desconocimiento de datos sobre la
penetración y alcance del “oxi”. Quien sabe el movimiento de las drogas, está en
condiciones de afirmar que ha penetrado en todas las clases sociales. "No hay un
perfil establecido del usuario: la droga es usada tanto en los estratos más pobres
como por los más ricos de la población", dice Ana Cecilia Marques, psiquiatra de la
Asociación Brasileña de Estudios de Alcohol y Otras Drogas (Abead).
También faltan estudios científicos sobre su acción en el ser humano. Por ahora, se
sabe que, por causa de la composición más "sucia", formada por elementos
químicos agresivos, afecta el organismo más rápidamente. La única investigación
seria sobre los usos de la droga ha sido elaborada por la Asociación Brasileña de
Reducción de Daños, en sociedad con el Ministerio de Salud que llegaron a la
terrible conclusión de que la droga mató a un tercio de usuarios (entre 100) en
apenas un año.
Por último, no menos importante es una particularidad del “oxi” que asusta a los
profesionales en salud. Ellos aseguran que la fórmula de la droga varía de acuerdo
con las recetas caseras del usuario. Es posible encontrar, por ejemplo, componentes
como cemento, acetona, ácido sulfúrico, amoniaco y soda cáustica; ítems que
pueden ser encontrados fácilmente en tiendas que venden materiales de
construcción. La variedad de estos elementos que combinan para aumentar el
efecto de la droga amplia los riesgos a la salud y dificulta el tratamiento.
Así las cosas, una de las prioridades de la potencia latinoamericana es conseguir
seguridad dentro de su territorio. Por eso, además de su planificación interna está
la necesidad de lograr acuerdos con el Gobierno de Bolivia que permitan un control
en la extensa frontera por donde de acuerdo a datos de inteligencia pasan grandes
cargamentos de droga. Ya han comenzado a firmarse acuerdos macro con el
Gobierno de Bolivia. Se sabe, por ejemplo, que está a punto de suscribirse un
convenio que permitirá mejorar los controles con la instalación de radares de
última generación. Hay empresas que están trabajando en ambos países para
conseguir resultados positivos en la cada vez más difícil tarea de combatir a las
organizaciones delincuenciales con ramificaciones en el mundo entero.
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