10. leon gomez

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LEÓN GÓMEZ RIVAS
EL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN ESPAÑA Y HOLANDA EN EL...
EL PENSAMIENTO ECONÓMICO
EN ESPAÑA Y HOLANDA
EN EL SIGLO XVII;
LA GUERRA DE LOS TREINTA
AÑOS Y LA DIFUSIÓN DE
IDEAS: HUGO GROTIUS
León Gómez Rivas*
RESUMEN
Entre los autores anteriores a Adam Smith y que se considera ejercieron una
cierta influencia en el panorama cultural escocés del siglo XVIII cabe destacar nombres
como Grotius o Pufendorf. Sus escritos sobre Derecho y Filosofía Moral tuvieron una
importante difusión en Gran Bretaña durante los siglos XVII y XVIII, y aparecen
repetidamente citados en los textos de filósofos y economistas ingleses. Por otra parte,
es también bastante aceptada la tesis (originada en Schumpeter y Grice-Hutchinson)
de una transmisión del pensamiento escolástico español (Escuela de Salamanca) a
estos filósofos europeos del Derecho Natural. Sin embargo, las guerras centroeuropeas
entre cristianos católicos y reformados, junto al largo conflicto que mantenían las
Provincias Unidas de Holanda con la Corona Española, van a actuar de freno en la
difusión de esas ideas por la ‘universitas ’ Europea.
PALABRAS CLAVE: difusión de ideas, escolástica, Escuela de Salamanca,
iusnaturalismo.
ABSTRACT
It is wellknown the thesis on an influence of Scholastic philosophers in the origin
of Economic Thought. In fact, the School of Salamanca it is important not only by its
pioneers analysis on economic matters, but also by the subsequent diffusion of these
ideas. On the other hand, the great Dutch jurist Hugo Grotius (1583-1645) adopted
much of Scholastic ideas. Grotian doctrine was brought to Scotland by the early 18th
century professor of moral philosophy at Glasgow G. Carmichael (1672-1729), who
transmited all those ideas to his successor, Francis Hutcheson (1694-1746), the teacher
of Adam Smith. However, the destructive Thirty Years’ War between catholic and
protestant Christians, together with the long conflict maintained in the Spanish Low
Countries, act as a brake in the diffusion of all those economic ideas by the European
‘ universitas’.
KEY WORDS: Spread of ideas, Scholastics, School of Salamanca, natural law, Scottish
Enlightenment.
(*) Doctor en Historia Moderna por la Universidad Complutense de Madrid, Profesor de Historia Económica de la
Universidad Europea de Madrid (CEES).
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“La revuelta holandesa desempeñó un papel, en la política y el pensamiento de principios del siglo XVII, semejante al de la guerra civil
española de 1936, aunque por un tiempo más largo”
Christopher Hill (1958), Puritanism and Revolution, London: 127 [en
G. Parker, 1986, España y los Países Bajos, Madrid: 84].
Este trabajo pretende recordar algunas ideas menos conocidas sobre los orígenes del
pensamiento económico: en un primer epígrafe, la interesante producción intelectual de los
escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII (la Escuela de Salamanca); y su transmisión
por Europa a través de los juristas centroeuropeos del derecho natural (Grotius o Pufendorf).
En ambos casos, existe ya una abundante bibliografía que nos permite sintetizar brevemente
las principales ideas sobre esta materia, como se verá en el primer epígrafe.
A partir de aquí, trataremos de abordar la figura de Grotius desde una perspectiva del
mercado y difusión de ideas. No es posible desarrollar en este breve estudio todo el contenido
teórico de los textos del jurista holandés: pero sí vamos a intentar situarlo en una perspectiva
histórica que nos permita adoptar un enfoque “realista”1 sobre el marco político, ideológico
e institucional en el que se desarrollan las últimas producciones de la escolástica junto a las
nuevas aportaciones del derecho natural y la filosofía moral de la ‘Scottish Enlightenment’. Me
ceñiré en concreto a los acontecimientos que se desarrollaron en Holanda desde su rebelión
contra la Corona española hasta el final de la guerra de los Treinta Años, con la paz de
Westfalia, que marcó sin duda un hito en la historia europea.
A este segundo propósito dedicaremos tres epígrafes: una presentación del modelo
expuesto por Llombart (1995) sobre la difusión de ideas; una referencia a la figura de Grotius;
y finalmente un marco histórico general que nos situe correctamente en las precisas coordenadas político-religiosas de la Europa del siglo XVII.
1. SOBRE EL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN LA ESCUELA DE SALAMANCA
Hoy en día podemos considerar ya bastante asentada, en el ámbito de la Historia del
Pensamiento Económico, la tesis sobre una influencia de la filosofía moral en los orígenes de
la Economía. No sólo porque Adam Smith enseñaba precisamente esa materia en la Universidad de Glasgow; sino también porque en bastantes textos de filosofía o teología anteriores
al siglo XVIII ya se esbozaron algunos conceptos económicos que posteriormente fueron
desarrollados por los autores “clásicos” en esta materia.
Así, se ha presentado a la Escuela de Salamanca como uno de los principales antecedentes del análisis económico. Se trata de los doctores universitarios que enseñaron en la
(1) Llombart se refiere a “The convenience of adopting more realistic approaches to the study and evaluation of the
spread of ideas, which should start from the explicit consideration of the historical setting in which the phenomenon
occurs” (1995: 30).
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España de los siglos XVI y XVII, dentro de la corriente de pensamiento conocida como
‘escolástica tardía’ o ‘segunda escolástica’. Estos Maestros escribieron pensando en una referencia moral ó ética, ante una serie de problemas teóricos y prácticos que se suscitaron entre
sus contemporáneos (el incremento de los precios debido a la llegada de metales preciosos
del Nuevo Mundo; los cambios entre monedas de distintos países; el interés cobrable por los
préstamos; la justificación de los impuestos; los justos precios y tasas en bienes de primera
necesidad; los monopolios y estancos controlados por el Estado; etc.). De esta manera, a partir
de unos casos de conciencia sobre asuntos de negocios, y siguiendo una pauta discursiva
basada en la Summa Theologica de santo Tomás de Aquino (en la que se enlazan aquellos
asuntos con unas reflexiones sobre la Justicia o la Ley Natural), se llegó a diversos enunciados de gran interés por su contenido teórico sobre nociones de Economía.
Pero explicar estos contenidos2 podría ocupar toda la extensión de este trabajo, de
manera que podemos sintetizarlo así:
“The School original contribution to monetary theory consists, in my opinion,
in its formulation of a psychological theory of value applied to booth goods
and money, of the quantity theory, and of a theory of foreign exchange that
closely resembles the modern purchasing power parity theory” (Grice
Hutchinson 1952, pp. 47-48).
Con lo que podemos concluir que alguna parte de lo que hoy es la Ciencia Económica
tiene sus raíces en los trabajos españoles del Siglo de Oro sobre filosofía moral, como aparece
en un conocido manual:
“En los sistemas de teología moral de estos escolásticos tardíos la economía
conquistó definitivamente si no su existencia autónoma, si al menos una existencia bien determinada; estos son los autores de los que con menos incongruencia se puede decir que han sido los ‘fundadores’ de la economía científica”. (Schumpeter 1971, p.136)
Y aunque estas líneas de Schumpeter habían sido escritas con anterioridad a la fecha
de publicación (1954), sin embargo fue la obra de Grice-Hutchinson (1952) la pionera en
difundir esa idea sobre la importancia de la Escuela de Salamanca en la historia del pensamiento económico. Años más tarde nuestra autora escribió el siguiente comentario reforzando
la hipótesis expuesta:
“Schumpeter se dio cuenta de que las raíces del análisis económico descansan en la filosofía moral más que en el mercantilismo, como la mayoría de los
historiadores anteriores habían sostenido. La principal corriente, en opinión de
Schumpeter, se originó con Aristóteles y la escolástica medieval, incluídos los
doctores de los siglos XVI y XVII” (Grice-Hutchinson 1983, p. 173).
(2) Un buen resumen aparece en el texto de Chafuen (1994): propiedad privada, finanzas públicas, teoría monetaria,
actividad bancaria e interés, comercio, valor y precio, salarios, monopolios, etc.
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No parece que esta tesis tuviera una gran aceptación en su momento, pero suscitó
algunos interesantes trabajos en esa línea3, que últimamente han sido continuados con gran
altura científica4, y en especial por autores de la llamada escuela Austríaca5.Sería demasiado
extenso presentar aquí una retrospectiva bibliográfica sobre los principales textos acerca de
esta materia6 , pero sí estimo oportuno recordar al menos en forma de comentario bibliográfico
unas veinte o treinta obras que representan las aportaciones esenciales sobre ello (y que
aparece al final).
Existen también opiniones distintas que, aún reconociendo la originalidad de este pensamiento escolástico, no aceptan una mayor trascendencia en su difusión y han generado un
debate abierto que sin duda estimula la investigación:
“Algunos comentaristas han insistido en que la prehistoria de la ciencia económica se inicia en el siglo XIII con los pioneros escolásticos del análisis del
mercado y no con los mercantilistas del siglo XVII. Schumpeter llega a sostener que el esquema de La riqueza de las naciones proviene de los filósofos
del derecho natural y no de los fisiócratas y los autores británicos del siglo
XVIII... ... Por lo tanto, podemos dudar de que los trabajos recientes sobre la
economía escolástica requieran una revisión de la historia del pensamiento
económico anterior a Adam Smith. Es posible que los escolásticos hayan
aportado algunas ideas transmitidas por Grotius, Locke y Pufendorf a Francis
Hutcheson y Adam Smith, pero eso no justifica la reducción que hace
Schumpeter del mercantilismo a una mera corriente secundaria en la marcha
ascendente del análisis económico” (Blaug 1985, p. 57-59).
Natural Law
Pero conviene notar que estamos asignando a los doctores de Salamanca un papel no sólo
creador de ideas económicas, sino también difusor. Es decir, se trataría de averiguar por qué
razón y bajo qué área de conocimiento estos conceptos fueron traspasando las fronteras europeas. Y continuando con este discurso tan sintético, podemos decir que fue a partir de los
estudios sobre el Derecho Natural por lo que especialmente se hicieron famosos esos Maestros.
Fueron aquellos referidos trabajos sobre la Justicia o el Iusnaturalismo7 los que consiguieron elaborar un armazón lógico bastante consistente y exportable a otros países8, a pesar
(3) Roover (1955) y (1958); Viner (1978).
(4) Langholm (1982) y (1998); Lowry (1986).
(5) Rothbard (1976) y (1996). Para España ver Huerta de Soto (1996) y (1998).
(6) En relación con el caso español ver el artículo “Business Ethics and the history of economics in Spain. The School
of Salamanca: a bibliography” que he presentado para el Journal of Business Ethics , que ya ha sido admitido y se
publicará próximamente.
(7) Así están las obras de fr.L.León (1571): De Legibus; Lugo (1642): De Iustitia et Iure; Molina (1593): De Iustitia
et Iure ; Soto (1553): De Iustitia et Iure; Suárez (1612): De Legibus , y un largo etcétera.
(8) “A section on contracts was included by Grotius in his most important work on the Law of Nations, which owes
much to the writtings of the Spanish jurists” (Grice-Hutchinson, 1952: 65). O bien: “Muchas de las ideas que hicieron
famosos a Thomas Hobbes, John Locke y la mayoría de las de Grotius y Pufendorf las encontramos en Domingo de
Soto y Francisco de Vitoria” (Martín, 1997: 137).
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de las difíciles circunstancias político-religiosas de la Europa del seiscientos. Los textos
españoles llegaron a dos importantes juristas centroeuropeos del siglo XVII: Grotius y
Pufendorf9; y estos a su vez los transmitieron a pensamiento anglosajón a través de las
universidades escocesas donde se enseñó durante años con sus textos10 . Es en relación con
este punto del Natural Law donde parece que los historiadores del pensamiento económico
encuentran más puntos de acuerdo:
“No hay duda de que Adam Smith conoció las doctrinas escolásticas a través
de los filósofos del derecho natural del siglo XVII: Hugo Grotius y Samuel von
Pufendorf” (Blaug 1985, p.57).
Como resumen podemos ofrecer las siguientes conclusiones: la Escuela de Salamanca
supo anticipar algunas reflexiones de contenido económico trascendental (en un nivel más
práctico, como la teoría cuantitativa, el análisis de la usura11 o la paridad en los tipos de
cambios; y en un nivel más teórico, como la teoría subjetiva del valor). Estos textos fueron
bien conocidos en la Europa contemporánea, a juzgar por las numerosas ediciones y traducciones que conservamos. Rebasando el ámbito español-católico, aparecen citados en las obras
clásicas de los filósofos centroeuropeos del Derecho Natural (Grotius y Pufendorf)12 . Los
cuales a su vez se considera que tuvieron una importante influencia en los pensadores de la
‘ilustración escocesa’ y a partir de aquí en todo el resto del pensamiento inglés del siglo XVIII.
Holanda y Gran Bretaña
Recapitulando lo escrito hasta aquí, hemos hablado de una transmisión del pensamiento
escolástico español al mundo centroeuropeo, y de allí a las universidades inglesas. Vamos a
terminar insistiendo en esta segunda ruta ya que, desde un análisis económico de la difusión
de las ideas -como se verá en su momento-, es llamativo el interés que mostraban los ingleses
acerca de la prosperidad comercial de la pequeña y recién creada república de Holanda13.
Pero además de una lógica admiración por el éxito económico, hay que tener en cuenta
la ruptura cultural e ideológica que supuso la Reforma protestante y la consecuente
Contrarreforma católica. Durante decenas de años las universidades de una y otra fe cristiana
permanecieron cerradas a posibles influencias y colaboración. De manera que, en el caso
(9) “El influjo directo de los escolásticos sobre los economistas clásicos fue probablemente insignificante. Pero sí
afectaron directamente a la concepción fisiocrática de la ley natural, como veremos, y a través de adaptaciones
sucesivas de su sistema, realizadas por los teóricos protestantes del derecho natural, en especial Grocio, Pufendorf
y Hutcheson, ejercitaron un impacto indirecto sobre Adam Smith” (O’Brien, 1989: 44-45).
(10) Grice Hutchinson (1952: 66-67) enfatiza la permanencia de la obra de Pufendorf (1672): De iure naturae et
gentium , como libro de texto en las universidades europeas hasta el siglo XVIII. Una confirmación para el caso de
Locke podemos verla en Vaughn (1983: 170).
(11) “... ahora leo estos estudios como un esfuerzo intelectual honrado para conservar separado lo que la teoría clásica
ha mezclado de modo inextricablemente confuso, a saber la tasa de interés y la eficiencia marginal del capital; porque
ahora se ve que las disquisiciones de los eruditos escolásticos tenían por objeto dilucidar una fórmula que permitiera
a la curva de la eficiencia marginal del capital ser elevada, mientras aplicaban los reglamentos, las costumbres y la
ley natural para conservar baja la tasa de interés” (Keynes, 1995: 311).
(12) “La economía nació en los sistemas de derecho natural y durante mucho tiempo fue tratada como parte de una
ciencia social omnicomprensiva, la filosofía moral” (O’Brien, 1989: 47).
(13) Ver las referencias a T. Mun y a W. Temple en Perdices (1996), pág. 23.
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concreto de Gran Bretaña, las ideas que llegaban del continente provenían con mayor frecuencia del entorno calvinista (Holanda) o luterano (Alemania); y era mucho menor el alcance de
los pensadores católicos de España, Francia o Italia.
Es en este sentido por lo que hemos transcrito algunas citas que hablan de influencia
“indirecta”. No es posible acometer en este trabajo una búsqueda de las referencias escolásticas que puedan encontrarse ocultas en los autores ingleses, o bien manifiestas en los textos
de Grotius y Pufendorf. Además, convendría analizar las costumbres sobre las citas en los
libros: qué autores ‘clásicos’ no necesitaban referencias, por ser bien conocidos; o cuándo una
disidencia religiosa14 obligaba a censurar lecturas y libros de consulta. No es extraño comprobar que era peligroso salirse de los textos de las autoridades ‘políticamente correctas’: de esta
manera algunos escritores ocultaron sus fuentes de inspiración, para evitar sospechas. Incluso alteraciones políticas en un mismo país obligaban a extremar estas precauciones: así, son
bien conocidos el exilio de Locke -precisamente en Holanda-, debido al posicionamiento de
su protector Shaftesbury; o sus renuencias para citar la obra de Hobbes, en ocasiones mal
reconocida.
Estas consideraciones pueden servirnos para comprender la desaparición de las referencias directas a los escolásticos españoles; mientras que, por el contrario, se respetaba el
pensamiento de los juristas protestantes como se comprueba en Locke15 o en Mandeville 16,
autor este último -por cierto- nacido en Rotterdam y formado en la Universidad de Leiden,
donde también había estudiado Grotius.
Es solamente con el paso del tiempo y lejos del apasionamiento ideológico cuando se
pueden analizar los derroteros de la transmisión de ideas. Y comprobar que su difusión no
siempre obedece a causas ‘lógicas’, ni hay una “flauta de Hammelin” que privilegia a las ideas
más “verdaderas o sólidas” (Llombart 1995, p.33).
2. MODELOS DE DIFUSIÓN DE IDEAS.
Hemos visto hasta aquí algunos contenidos del pensamiento económico de la Escuela
de Salamanca, junto a unas hipótesis de transmisión en la Europa de los siglos XVII y XVIII;
ahora trataremos de encontrar un marco teórico que nos pueda justificar el por qué de esa
(14) “Pufendorf shows some knowledge of spanish literature, and often draws his illustrations of the conditions of
Natural Law from the writtings of the Spanish historians of the Indes. He occasionally mentions Suárez, but he does
not specifically refer to the other Spanish jurists. A precursor of the Enlightenment, Pufendorf, was hostile to the spirit
of Scholasticism. But in considering his aloof attitude towards his catholic predecessors, we should remember that his
work was published in Sweden, a strongly lutheran country with a strict censorship. Pufendorf was a man of vast
learning. It is unlikely that in taken over Grotius’s teaching he failed to consult the Spanish authorities to whom Grotius
repeatedly refers” (Grice-Hutchinson, 1952: 66-67).
(15) “He took advantage of Pufendorf’s arguments, he reproduced his positions, and he described his major work as
‘the best book of that kind’, better than the great Grotius War and Peace” (Locke, 1991: 75).
(16) “Tampoco hay que pasar por alto el probable efecto que sobre Mandeville debió ejercer el ambiente holandés en
que creció. Los holandeses estaban especialmente interesados en la libertad de comercio, puesto que eran, entonces,
el medio de comunicación entre los países de Europa y tenían -como se ve en los tratados de Grotius y Graswinckelsu interés puesto en la libertad de los mares” (Mandeville, 1997: lviii”.
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difusión. Pues bien: el modelo que hoy se encuentra mejor asentado es el propuesto por
Stigler (1982, 1983 y 1988) que sistematiza un acercamiento desde el lado de la demanda, que
incluye herramientas explicativas muy interesantes como las variables institucionales; y que se
complementaría con el estudio de los costes de transacción, o la consideración de las ideas
como bienes públicos.
Aunque existen algunos trabajos orientativos en este sentido17, el ya citado artículo de
Llombart (1995) me parece la mejor aproximación a esta materia, por cuanto sintetiza las
principales aportaciones al respecto. Como en nuestro trabajo no pretendemos ir más allá de
estos estudios analíticos, sino buscar una aplicación concreta e histórica, estimo suficiente
presentar aquí la esencia de este modelo.
Un aspecto que ya he enfatizado es el ‘realistic approach’ a las circunstancias históricopolíticas. En este sentido consideraremos las externalidades del proceso histórico como costes
de transacción que afectan al intercambio de ideas de un país a otro e incluso dentro de cada
nación. De esta manera, podemos releer los acontecimientos históricos desde unas nuevas
claves que nos hablan de interferencias, utilidad, costes o demanda. Buscaremos la aplicación
concreta para el entorno de nuestro personaje, Hugo Grotius, en la Europa del siglo XVII.
En resumen, lo que Llombart explica es lo siguiente: al estudiar el ‘mercado de ideas’
tradicionalmente se ha prestado más atención a la producción de éstas que a su difusión y
circulación. Y sin embargo, nada hay más inútil que una idea -aunque sea genial- no conocida. Lo que nos lleva a prestar una nueva atención al lector: él decide qué desea estudiar, o
cómo interpretarlo (aunque en esto se aparte incluso de la supuesta comprensión prevista en
la mente del autor). Así nos hemos situado en ese nuevo ‘lado de la demanda’ que indaga en
las razones del comportamiento del consumidor de ideas.
En su artículo, Llombart aplica estas herramientas al estudio de la difusión en España
de las ideas fisiocráticas. Nosotros vamos a proponer aquí un método muy similar para
acercarnos a la difusión del pensamiento escolástico español por Europa. Nótese aquí que
estamos hablando de un ‘producto’ nacido en las universidades españolas, por lo que nos
encontramos en una distinta perspectiva: no ya de receptores, sino de emisores. En este caso,
la demanda a analizar proviene de los filósofos protestantes del derecho natural y luego, a
través de ellos, de los primeros economistas clásicos de Gran Bretaña. Esto nos sitúa en esa
postura novedosa de considerar una España como productora de ideas, cosa no demasiado
frecuente en nuestra historia (y, seguramente, nunca así planteado en la historia del pensamiento económico) 18.
(17) Ver por ejemplo Almenar y Lluch (1992), que recoge a su vez la aportación de Coats and Collander (1989). En
este artículo nos interesará sobre todo sus referencias a algunos factores que influyen en la difusión de las ideas, como
los grados de libertad de expresión; las tradiciones idiomáticas, traducciones y contactos personales; etc.
(18) Ver también el texto de Perdices (1996: 156-160), que a su vez sumariza el trabajo de Llombart, referido a las
fuentes del pensamiento económico de los ‘proyectistas’ o ‘arbitristas’ españoles del siglo XVIII.
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Afortunadamente, por el lado de la ‘oferta’ sí existe abundante material para un acercamiento a esta doctrina: los estudios ya referidos sobre los escolásticos hispanos (‘Escuela de
Salamanca’), aunque poco conocidos, son abundantes. Y nos permiten acercarnos con gran
precisión al pensamiento de una larga lista de autores: Vitoria, Soto, Suárez, fray Luis de León,
Molina, Azpilcueta, Tomás de Mercado, Vázquez de Menchaca, Saravia de la Calle, Covarrubias,
Mariana o Melchor de Soria.
Grotius y la difusión del pensamiento de la Escuela de Salamanca por
Europa
A continuación presento una lista provisional de conclusiones que se pueden extraer de
la aplicación de las anteriores ideas:
1.- Consideramos como una posible demanda de ideas desde Holanda su interés por
justificar racionalmente la ruptura del monopolio comercial de España y Portugal (unidos
dinásticamente desde 1580) con Asia y América; así, el tratado Sobre la libertad de los mares19
de Grotius contiene entre sus fuentes de inspiración precisamente los textos de un autor
español: Francisco de Vitoria. Y ya fue demostrado hace tiempo que el pensamiento internacionalista de Vitoria y sus sucesores es básicamente el armazón intelectual que emplearía
Grotius en sus textos, a veces copiandolo casi literalmente20 sin hacer referencia a las fuentes.
En la nota 25 insistiremos algo más en las citas directas de autores españoles.
Aceptado este ascendiente intelectual, sin embargo lo que hoy nos llama la atención es
que, en nuestro país, no hubo un interés político -aunque sí académico- por aplicar esta
novedosa doctrina jurídica. Es posible que no fuera entendida; pero también es más probable
que no se quisiera escuchar (un gran jurista y catedrático de Salamanca como Diego de
Covarrubias21 fue Presidente del Consejo de Castilla con Felipe II, y estoy seguro de que
conocía bien y comprendía el pensamiento de Vitoria, Soto, etc. Pero esa no era la inspiración
de gobierno que le demandaba el Rey Prudente ...).
2.- Otros aspectos también demandados por la creciente república mercantil holandesa
serían las justificaciones del comercio; los cambios y la actividad financiera; intereses y usuras,
etc. Pues de nuevo en el pensamiento escolástico español aparece una consistente argumentación racional que explica todos aquellos pormenores desde una novedosa teoría del valor y los
precios, surgida precisamente a raíz de las inquietudes morales de los españoles del seiscientos.
Así, los escritos de un ferviente cristiano como Grotius también buscaban apaciguar conciencias
(19) Este opúsculo, publicado en 1609, es un capítulo de la obra mayor De Iure Praedae commentarius, escrita para
justificar el apresamiento de un buque portugués por parte de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, a la
vez que se razonaba la ilegalidad del pretendido monopolio lusitano en Asia. Pero con la circunstancia de ser editado
justamente el año en el que se iniciaba la Tregua de los Doce Años entre España y las Provincias Unidas, con el
problema del comercio ultramarino de telón de fondo.
(20) Por ejemplo, ver la obra de Luis A. Getino (1934), Relecciones teológicas del maestro fray Francisco de Vitoria,
t. III: xi-xxxvii. Además de algunas citas expresas de Vitoria y otros maestros de Salamanca, aparecen unos textos
comparados de Grotius y el teólogo español, en los que se aprecian enormes similitudes.
(21) Diego de Covarrubias y Leyva (1512-1577) fue un eminente catedrático de Cánones en Salamanca; delegado
español en el Concilio de Trento y obispo de Segovia antes de presidir el más importante Consejo de Felipe II. Veremos
que su obra Variarum ex iure resolutionum, Salamanca 1552, fue conocida y citada por Grotius: nota 25.
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preocupadas por compaginar unas lucrativas profesiones comerciales con el problema de la
salvación eterna22. Volvemos a recordar que el origen del Mare liberum estaba en:
“tratar de convencer a un fuerte grupo de accionistas [de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales] que, por ser menonitas, mantenían un irenismo
radical y se negaban a aceptar las ganancias obtenidas con el apresamiento de
la carraca portuguesa ‘Catalina’ en aguas malacas por el almirante bátavo
Heemskerk en 1602, juzgándolas ilícitas”23 .
3.- En cuanto al problema de los costes de transacción en el intercambio de las ideas,
visto como frenos a la transferencia de doctrinas de un país a otro, nos volvemos a situar
justamente en la posición opuesta a la que se refieren Almenar, Perdices o Llombart: aquí no
es la cuestión si las universidades españolas estaban cerradas o no al pensamiento europeo 24.
Sino cuál era la receptividad en los países protestantes hacia el pensamiento católico. Y ya
hemos visto alguna referencia que nos habla de los mismos síntomas de falta de comunicación y de cerrazón intelectual.
Por lo que surge la duda sobre el efectivo influjo de los escolásticos españoles más allá
de nuestras fronteras. Mi hipótesis aquí sostiene que hubo un enorme peso intelectual de esos
doctores, a pesar de todo. No podemos tampoco tratarlo en estas líneas, pero es un dato
sintomático el gran número de ediciones y traducciones que se hicieron de los textos sobre la
Justicia, las Leyes o los cambios. Sospecho también que en el caso que nos ocupa, los Países
Bajos, la ruptura con España no fue tan completa debido a esa unión dinástica que -al menos
para Holanda- se mantuvo a duras penas, con avances y retrocesos fronterizos, hasta 1648.
Pero sobre todo, desde una óptica de la difusión de las ideas, y el acceso a la producción
intelectual española, la situación de Grotius fue particularmente excepcional. Aunque formado en
una universidad -llamemosla así- nacionalista y protestante (Leiden), se doctoró y sobre todo
vivió exiliado en un ámbito católico: París. No es aventurado pensar que allí tuvo acceso a toda
la producción intelectual de la Escuela de Salamanca, toda vez que un insigne y muy respetado
profesor universitario en París -Francisco de Vitoria- había sido el fundador de tal escuela25 .
4.- Una hipótesis similar a la anterior se puede sostener respecto a otro bien conocido
coste de transacción: el problema de las censuras y tribunales inquisitoriales. Tampoco po-
(22) Este razonamiento nos llevaría, como ya se habrá observado, a la famosa tesis de Weber sobre la ética protestante
y los orígenes del capitalismo, que desde luego no vamos a tratar aquí.
(23) Grotius (1956): De la libertad de los mares. Estudio preliminar de Luis García Arias: 10.
(24) Me refiero a la Pragmática de Felipe II de 1559, prohibiendo el estudio de ‘nuestros súbditos’ en universidades
extranjeras. Sobre este particular hay una abundante bibliografía. Se puede consultar, por ejemplo, el reciente artículo
de Pérez Prendes (1998): “La ‘Recopilación’ de las leyes de los reinos castellano-leoneses”, en Felipe II y su época,
vol. II, San Lorenzo del Escorial, 127-215.
(25) En el ya citado De mare liberum, aparecen una decena de referencias a los españoles como fuentes de autoridad,
incluso con el adjetivo de ‘eruditísimos’ (Ver la edición española de Grotius, 1956, De la libertad de los mares: 75; y
también 76, 78, 83, 115, etc.). Pero esta idea debe ser retomada con alguna precisión más ya que, ciertamente, De
mare liberum (1609) es una obra de juventud de Grotius, en la que sólo aparecen algunos textos de Vitoria, Covarrubias
y Vázquez de Menchaca. Un buen estudio heurístico nos permitirá afirmar con precisión qué fuentes conocía Grotius
antes de su exilio (1621), y cuáles pudo añadir después de su estancia en París.
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demos asimilar aquí las aplicaciones referidas a la dificultad para entrar en nuestro país ideas
del exterior26, pues seguimos en el caso contrario de difusión de las ideas españolas en el
extranjero. Pero volvemos a repetir que el modelo teórico es el mismo, ya que hubo parecidas
-y a veces más rigurosas- censuras ideológicas en el mundo protestante. ¿Cómo logran
traspasar, entonces, esta barrera los textos españoles? Pues la propuesta continuaría
apoyandose en la peculiaridad de su vehículo transmisor: Grotius, un calvinista moderado27,
que sería aceptado tanto por los luteranos del imperio germánico como por los anglicanos de
Gran Bretaña o presbiterianos escoceses. Su vida en el exilio le dará una especie de ‘patente
de corso’ para convertirse en el mediador adecuado entre la producción escolástica española
y la nueva demanda de ideas iusnaturalistas o de filosofía moral que surge en la Europa de
fines del XVII.
5.- Por volver a comparar la difusión en España de ideas económicas del extranjero con
esta transmisión del pensamiento escolástico en Holanda, podemos concluir con algunas
reflexiones a modo de balance sobre las diferencias más llamativas.
En cuanto a la doctrina en sí misma, considero interesante resaltar la escasa política de
‘marketing’ que los doctores escolásticos aplicaron a sus teorías: no sólo no buscaban agradar
al poder político (sus reflexiones quedaban en el ámbito de los juicios morales), sino que en
muchas ocasiones fueron hostiles a la política económica imperante (por ejemplo, la condena
de las alteraciones monetarias28 o la crítica a los monopolios29 ). En este sentido, los arbitristas
fueron mucho más prácticos a la hora de “vender su producto”, ya que escribían sobre lo que
justamente era el interés buscado por los gobernantes. Los textos de la Escuela de Salamanca,
mucho más densos y elaborados, se despreocuparon casi siempre de la opinión que suscitara
su contenido. Lo que nos confirmaría esa especie de ‘desconexión’ ya referida entre la política
económica española y su producción intelectual. A partir de aquí surgen las dos últimas
propuestas sobre las que voy a escribir.
6.- ¿Cómo es posible, entonces, que esa producción analítica, mal comprendida en su
país de origen, traspase sus fronteras hacia otras naciones? (además, hostiles desde un plano
ideológico). La respuesta que se me antoja es doble: por una parte, gracias a la riqueza
conceptual que ya hemos visto se reconoce por algunos autores modernos al pensamiento
económico de la Escuela de Salamanca. Sus novedosas aportaciones a la teoría del valor,
precios, cambios, impuestos o hacienda pública hicieron que esta doctrina satisficiera plenamente la demanda de ideas económicas que se planteaba desde unas nuevas sociedades
mercantiles (los prolegómenos del ‘capitalismo’) como fueron Holanda o Gran Bretaña.
(26) Sobre esta materia hay abundantes estudios y referencias, como Almenar (1992: 140) o Perdices (1996: 159-163).
(27) Los sentimientos ‘pan cristianos’ de Grotius aparecen referidos con bastante frecuencia, por ejemplo: “To his
contemporaries he was best known as a theological author who was deeply religious and who nourished as his dearest
project the reunion of the sects of Christendom”, Bell (1974): 3.
(28) Juan de Mariana (1609): De mutatione monetae. Critica las técnicas de resellado y de envilecimiento en el metal
precioso.
(29) Domingo de Soto escribió: “...se ve claramente la injusticia de los monopolios, o sea, cuando uno compra al jefe
de Estado el privilegio de vender él solamente; o cuando dos o tres, adelantandose a los demás mercaderes, compran
toda la mercancía ...” (En Grice-Hutchinson, 1995: 233).
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Por otra parte, estimo también muy importante en este sentido la formidable herramienta
de análisis racional que supuso el método escolástico30. Los ya reiterados tratados sobre La
justicia y el derecho o Las leyes contienen una tan consistente argumentación lógica en sus
apreciaciones que difícilmente podían obviarse por parte de intelectuales verdaderamente
competentes (como lo fueron Grotius, Pufendorf, o los filósofos escoceses del derecho natural). Pero en España comenzaron a olvidarse a partir de mediados del siglo XVII. Y es que,
además, presentaban dificultades añadidas a la complicada lectura de su texto, casi siempre
en latín, como las abundantes referencias a citas de autoridades (que por conocidas en aquél
momento, no se explicitaban como gustaría a un lector menos familiarizado con los clásicos
griegos, romanos y cristianos). Mi impresión aquí vuelve a ser que Grotius fue un caso
excepcional de formación intelectual adecuada para acceder a unos textos que ya apenas casi
nadie era capaz de entender.
7.- Por último, y aunque no tenga que ver específicamente con el problema de la
difusión de las ideas escolásticas en Holanda, termino con una reflexión sobre la posible
decadencia española del siglo XVII. Si aceptamos el discurso argumentativo aquí expuesto,
que nos habla de la riqueza intelectual del pensamiento económico de la Escuela de Salamanca,
y de la escasa atención prestada por el gobierno español, puede inferirse una explicación
lógica de alguna causa de nuestra decadencia en lo económico: no se siguieron las políticas
adecuadas (mientras que sí se haría en Holanda o Inglaterra, a dónde llegó indirectamente esa
doctrina escolástica a través -entre otros- de Grotius) que demandaba un nuevo orden internacional mejor comprendido por la teoría liberal anglosajona que por un mercantilismo ya
decadente.
Esta es, desde luego, una conclusión algo atrevida. Y todavía se puede forzar más, como
proponen algunos autores de la Escuela Austríaca: no sólo es el pensamiento escolástico la
base conceptual del liberalismo económico; sino que la recepción incompleta que llega por
medio de Grotius, Pufendorf o Locke hizo que fallaran los pilares fundamentales del análisis
económico que llamamos ‘clásico’. Así, la teoría del valor emanada de Smith o Ricardo va a
llevar a un callejón sin salida, sólo superado por la revolución marginalista un siglo después.
Pues bien, algunos autores recientes -algo vehementes, eso sí- como Murray Rothbard, sostienen que los cien años de ‘travesía en el desierto de la teoría económica’ podrían haberse
evitado si se hubiera comenzando a construir a partir de los cimientos subjetivistas de la
Escuela de Salamanca31.
(30) Sobre este método lógico-discursivo, remito a la voz ‘escolástica’ en cualquier buen diccionario, como Ferrater
Mora (1958). Esta consistencia en su discurso racional es repetidamente recordada; así, la Enciclopedia Internacional
de las Ciencias Sociales (1973: 730) señala: “Al igual que la dialéctica marxista, el método escolástico sigue un patrón
inexorable ...”
(31) “Far from being cost-of-production moralists, the scholastics believed that the just price was whatever price was
established on the ‘common estimate’ of the free market. Not only that: far from being naive labour or cost-ofproduction value theorists, the scholastics may be considered ‘proto-Austrian’, with a sophisticated subjective utility
theory of value and price...
...Smith, far from being the founder of economics, was virtually the reverse. On the contrary, Smith actually took the
sound, and almost fully developed, proto-austrian subjective value tradition, and tragically shunted economics on to
a false path, a dead end from which the Austrians had to rescue economics a century later”
(Rothbard, 1996: x-xi).
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3. UBICACIÓN HISTÓRICA Y POLÍTICA DE GROTIUS (1583-1645)
Entramos así en un tercer y cuarto epígrafes más descriptivos, en los que esbozaremos una
aproximación histórica al contexto de la revuelta holandesa y las guerras de religión del siglo
XVII. En el caso concreto de Grotius, estudiaremos cómo pudieron influir en su vida y su obra.
Y ello enmarcado en su personal trayectoria de disidencia religiosa dentro de Holanda.
Hugo Grotius nació en Delft (1583), una ciudad medianamente importante cerca de
Rotterdam, en la provincia de Holanda. Allí residía el príncipe Guillermo de Orange, Estatúder
de las Provincias Unidas que desde 1581 estaban en abierta rebelión contra la autoridad de
Felipe II32 , y que sería asesinado por un mercenario en 158433. Veremos que Alejandro Farnesio,
príncipe de Parma, fue el Gobernador español en Bruselas desde 1578 a 1592. Y a pesar de
no contar con excesivos fondos, consiguió mantener para su monarca una relativamente buena
presencia militar en Flandes hasta finales de los años ochenta, cuando se suceden los acontecimientos de la Armada (1588), las guerras por el trono de Francia (1589), y las rebeliones
y motines de las tropas españolas que permitirán la contraofensiva de los Estados Generales
con Mauricio de Nassau (1590).
Durante estos años transcurre la infancia de Huig de Groot, más conocido por la versión
latinizada de su nombre: Grotius. Hijo de un burgomaestre intelectual, recibió una cuidadosa
educación y el característico orgullo cívico del patriciado holandés. En los comienzos de la
república holandesa, estas ciudades estaban controladas por una cerrada oligarquía que dominaba los consejos urbanos y provinciales, y que por tanto ejercía un control indirecto sobre
los Estados Generales.
Grotius destacaría muy pronto por sus conocimientos de las lenguas y literatura clásicas, sus estudios de filología, y tempranas composiciones poéticas, en la línea del completo
humanista del Renacimiento. De manera que ingresó con once años en la Universidad de
Leiden, pequeña ciudad al norte de La Haya que había conseguido su reconocimiento de sede
universitaria desde hacía bien poco, en 1574, cuando los ejércitos españoles fracasaron en su
asedio34.
Las excelentes cualidades oratorias de Grotius le pusieron en contacto con el Gran
Consejero Pensionado Johan van Oldenbarneveldt, portavoz (o abogado) de la provincia de
Holanda en los Estados Generales, y líder civil de la rebelión. Grotius pronto se convertiría en
su mano derecha; y así, durante una misión diplomática en la que viajó a Francia casi como
un ‘suitable ornament’(1598), se doctoró en derecho por la Universidad de Orleans.
(32) Para una mejor comprensión de los acontecimientos políticos relacionados con la ‘Rebelión de Flandes’ ver los
apéndices históricos que adjunto en el epígrafe 4.
(33) Es llamativo que, desde una visión global de su reinado, la política más criticable (aunque no era distinta de la
de otros monarcas contemporáneos) de Felipe II -en cuanto que recurrió al asesinato por supuestas ‘razones de
Estado’- esté relacionada precisamente con los sucesos de Flandes: Egmont y Horn (1568), Montigny (1570), Orange
(1584), ... Sobre este último, ver también el siguiente epígrafe.
(34) Además del amotinamiento de los soldados españoles por falta de pagas, los holandeses se defendieron mediante
la ruptura de diques, inundando a los sitiadores. Y al ofrecerles Guillermo de Orange un premio a su valor, las
autoridades locales pidieron esta sabia fundación de un centro de estudios superiores.
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En 1599 se incorpora a la actividad pública en La Haya, donde también ejerce como
jurista. En 1607 fue nombrado advocaat fiscaal para la provincia de Holanda, y en 1613 es
consejero pensionado de Rotterdam, cargo que le llevó como embajador holandés a la corte
inglesa, a la vez que era representante en los Estado Generales de las Provincia Unidas, siendo
considerado como el probable sucesor de Oldenbarneveldt.
Se casó en 1608 con María van Reigersberch, hija del burgomaestre de Veere, mujer
inteligente y de gran coraje que va a ser decisiva en varias circunstancias difíciles de su vida.
Tuvieron siete hijos.
Su carrera política se vio truncada a consecuencia de los conflictos religiosos entre
calvinistas ortodoxos y arminianos, que habían tratado de impedir tanto Oldenbarneveldt como
nuestro autor buscando un incremento de la autonomía entre el Estado y las iglesias reformadas. En 1619 el Gran Consejero decidió que sólo quedaba el recurso de un golpe de fuerza
político contra el stadtholder Mauricio de Orange, que fracasó, arrastrando en su intento a
Grotius. Ambos fueron procesados: Oldenbarneveldt fue condenado a muerte, y Grotius, que
al parecer llegó a declarar contra su amigo en el juicio, a cadena perpetua en el castillo de
Loevenstein.
Pero logró escapar de la prisión en 1621 gracias al ingenio de su esposa, y se refugió
en Francia, donde fue bien recibido. Luis XIII le pagaba una reducida pensión, que le permitió
residir durante diez años en París junto a su familia, con ciertas estrecheces económicas: no
podía enseñar en la Universidad por su credo protestante, y solamente se ganaba la vida como
escritor. Grotius esperaba ser rehabilitado en su país, por lo que regresó a Holanda en 1631
con la fallida intención de restablecerse allí: sin embargo, la Asamblea vetaría su entrada, a
pesar de la opinión del nuevo Príncipe Federico Enrique de Orange, sucesor de Mauricio
(muerto en 1625). Pasaría el resto de su vida en el exilio.
Tuvo que huir nuevamente de Holanda, y se refugió en Hamburgo. Allí conocería al
canciller sueco Oxenstiern, quien le recomendó ante la Reina Cristina para embajador de
Suecia en París. Tras una estancia en Estocolmo, regresa en 1635 a la corte francesa. Pero
Grotius, un erudito algo excéntrico de origen burgués, nunca se sintió a gusto entre diplomáticos profesionales con título de nobleza. Como además no podía esperar las demoras en el
pago de su salario, continuaba escribiendo, preocupado por un objetivo muy superior a la
rutina política: la restauración de la unidad cristiana.
En 1644 fue invitado a Suecia por la Reina, y allí viajó con la decisión de presentar su
dimisión, y regresar por fin a su tierra natal. Aunque Cristina le ofrecería un puesto en su
Consejo de Estado, Grotius rehusó también a vivir en Suecia (donde siempre fue tratado con
suma cortesía). Pero fatalmente, en el viaje de regreso su barco se desvió de ruta, y el 26 de
agosto de 1645 naufragó en la costa de Pomerania. Dos días después Grotius murió, agotado,
en Rostock camino de Lübech. Su cuerpo finalmente pudo ser trasladado a Delft.
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4. MARCO HISTÓRICO DE REFERENCIA.
A continuación se presentan diversos apéndices con los conocimientos básicos para
situarnos en la época y protagonistas en los que se desarrolla nuestra difusión de ideas
económicas. Se trata de los Países Bajos durante el siglo XVII, como veremos.
APÉNDICE I
Los orígenes de la revuelta de los Países Bajos (1566-1621)
Los territorios que hoy conforman Holanda, Bélgica y Luxemburgo, más una parte
sustancial del norte y este de Francia, pertenecían en el siglo XVI a la herencia borgoñona35
que recibió Carlos V de su abuela María. Entonces consistía en pequeños estados -y aún
ciudades- bastante independientes, y autónomos en lo que se refiere al gobierno local. Así la
transmitió a su hijo Felipe, algo aumentada por la anexión de unas regiones pantanosas en
el nordeste (Frisia, Groninga, Overijssel, Utrecht y Güeldres).
La frecuente presencia de Carlos (nacido en Gante) en estas provincias; su desvinculación del Imperio alemán en 1548; e incluso la circunstancia de que su abdicación solemne
tuvo lugar justamente en Bruselas entre 1554 y 1556, les fue confiriendo un mayor sentido
identitario. Felipe II también había residido allí entre 1549 y 1559, cuando regresó definitivamente a España, dejando como regente a su hermanastra Margarita de Parma.
Aunque las ideas protestantes llegaron pronto a estos territorios, y fueron perseguidas
con dureza por Carlos V (se considera que el primer ‘mártir’ protestante fue ejecutado en
Bruselas en 1523), lo cierto es que apenas tuvieron consistencia social; y además eran movimientos anárquicos y heterogéneos (anabaptistas, luteranos, espiritualistas, etc.). El calvinismo llegó más bien tarde (hacia 1560) y por el sur, a través de los hugonotes que escapaban
de Francia.
Durante esa década de 1560 se extendió con fuerza y rapidez un estado de malestar ante
la política de Felipe II. Existía un descontento por el ‘altivo’ gobierno españolista de Margarita
y su ministro el cardenal Granvela; por la nueva organización diocesana, con sus implicaciones
de tipo económico; o por el recrudecimiento de las medidas inquisitoriales. De manera que
la nobleza flamenca (Egmont, Orange, Nassau, Horn, Montigny, Brederode, etc.), un tiempo
muy cercana a la corte de Madrid, comenzó a distanciarse de la política española a la vez que
era relegada también por su heterodoxia religiosa.
En 1566 los acontecimientos se precipitaron tras una furia iconoclasta en el sur
(‘Beeldenstorm’), que originó la dura represión de Felipe II con el envío del duque de Alba a
los Países Bajos. Aquí se inicia un largo periodo (Guerra de los Ochenta Años: 1568-1648)
de conflictos bélicos, inestabilidad social y enormes gastos económicos, cerrado con la inde(35) Franco Condado, Malinas, Flandes, Namur, Hainaut, Holanda, Zelanda, Brabante, Limburgo y Luxemburgo (más
una cierta autoridad sobre el territorio independiente del obispado de Lieja).
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pendencia de las Provincias Unidas del norte tras la paz de Münster, englobada en los tratados
de Westfalia que también sellaron la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
Como ha explicado brillantemente el prof. Geoffrey Parker (ver bibliografía), la rebelión
de Flandes es un extenso y complicado conjunto de problemas religiosos, sociales, y políticos; que además deben entenderse a la luz del orden económico internacional, con el creciente
peso de los intereses comerciales ultramarinos.
Entre 1568 y 1598 la política española en Flandes fue a remolque de los gobernadores
(casi siempre militares) enviados por Felipe II para imponer su autoridad y la ortodoxia
católica. Incluso había previsto trasladarse él mismo allí, una vez pacificado el territorio.
Política que, a la vez, dependía del panorama internacional y los diversos frentes que hubo de
mantener abiertos el rey Prudente: el Mediterráneo y los turcos; la pugna entre católicos y
hugonotes por la sucesión al trono de Francia; los estados italianos; la Inglaterra de Isabel I;
la anexión de Portugal; o la defensa de los territorios americanos. Así, en función de la
disponibilidad de recursos y soldados, avanzaba o retrocedía con enorme irregularidad la
frontera de la presencia española en los Países Bajos. Y, en muchas ocasiones, más por los
efectos indirectos de motines y revueltas de unos soldados muy mal pagados -¡los famosos
Tercios!-, que por una estrategia militar bien definida.
En torno a 1578-79 se materializaron las uniones de Utrecht (calvinistas del norte) y
Arras (católicos del sur), precisamente en uno de los momentos más bajos del control español. Con todo, hacia 1590 los territorios rebeldes apenas quedaron reducidos a las islas de
Zelanda y los estados de Holanda, Utrecht y Frisia. Pero a la muerte de Felipe II, la frontera
que dividía Flandes se acercaba mucho a la que hoy separa las actuales naciones de Bélgica
y Holanda.
En el testamento del rey español se decidió desgajar los Países Bajos del resto de la
Monarquía Católica, bajo el gobierno de los Archiduques (su hija Isabel Clara Eugenia y
Alberto de Austria: 1598-1621). Al morir sin hijos, la herencia revierte a Felipe III y sus
sucesores. Vuelven las campañas militares; los problemas económicos y la dimensión internacional de la contienda (toda la ofensiva holandesa en Brasil y las antiguas colonias portuguesas en Asia). Pero es también un periodo de cierta estabilidad, confirmada por la tregua
de los Doce Años (1609-1621) entre holandeses y españoles.
APÉNDICE II
El final de la Guerra de Flandes (1621-1648)
Precisamente con este mismo nombre se organizó en la Fundación Carlos de Amberes
(Madrid, septiembre-noviembre de 1998) una magnífica exposición para conmemorar la Paz
de Münster (1648). Nos detenemos en este corto periodo de tiempo para conocer los detalles
históricos de la Europa contemporánea a los años de madurez de Grotius. Precisamente en
1621 se establecía en Francia, huyendo de la persecución político-religiosa de Holanda. Y en
estos años publicará su más conocida obra: De Iure belli ac pacis (1625).
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En 1621 concluyó la tregua de los Doce Años (coincidiendo con la subida de Felipe IV
al trono de España), sin que existiera un deseo de continuidad pacifista por ambas partes. El
nuevo equipo de gobierno español (Zúñiga y, poco después, Olivares) alimentaba ciertas
expectativas de ‘reconquista’, animado por la hegemonía centroeuropea de los Habsburgo en
la guerra de los Treinta Años. Por su parte, Holanda arreciaba en la política expansionista
ultramarina: precisamente en 1621 se fundó la Compañía de la Indias Occidentales, para
emular los lucrativos resultados del comercio asiático, que ni siquiera durante los doce años
de paz había dejado de crecer (a expensas de Portugal y España).
En este periodo, como queda dicho, la revuelta de Flandes se inserta en el conflicto
mayor de la guerra de los Treinta Años, llamada también con acierto Primera Guerra Mundial,
por cuanto involucró a todas las potencias europeas, y vio desarrollar sus batallas en Europa,
Asia y América.
En lo que se refiere a este Nuevo Mundo, la primera ofensiva holandesa fue un fallido
ataque al puerto del Callao, en el Perú (1624), y la ocupación de Bahía, capital del Brasil,
durante casi un año (1625). Más duradera fue la conquista de Pernambuco (Recife) en 1630,
que no sería recuperada por los portugueses -separados ya de la Corona de Castilla- hasta
1649. Durante esos casi veinte años, Holanda desarrolló un provechoso comercio basado en
el azúcar brasileño y los esclavos de Angola (colonia también arrebatada a Portugal). Incluso
enviaron como gobernador del Brasil al conde Mauricio de Nassau, sobrino-nieto de Guillermo
de Orange. Sin embargo, el alto coste económico que suponía mantener una flota de guerra,
junto a la victoriosa resistencia militar de los portugueses sellaron el destino del Brasil holandés, que a su vez provocó la pérdida de Angola.
En Asia, este periodo coincide con el asentamiento de la Compañía de las Indias Orientales (activa ya desde 1602) en Ceilán, India, China, Indonesia y Japón.
De vuelta al escenario europeo, recordemos que entre 1625 y 1629 se desarrolla el
‘periodo danés’ de la guerra de los Treinta Años, en este caso favorable a los intereses de los
Habsburgo (la -muy poco eficaz- toma de Breda, por el general Spínola, ocurre en 1625). Y
en 1630 comienza la intervención de Suecia, con Gustavo Adolfo II (muerto en la batalla de
Lutzen en 1632): aquí recuperamos a nuestro personaje, Hugo Grotius, quien regresaba a
Holanda en 1631 con la esperanza de ser admitido en su país. No fue así, y tuvo que volver
a exiliarse, esta vez en Hamburgo, donde conoció al Canciller sueco Oxenstiern (gobernador
de su país durante la minoría de edad de Cristina, 1632-1654), quien le llevó de nuevo a París
como embajador de Suecia.
La estancia de Grotius en Francia, país aliado de su Embajada, coincide con el final de
la guerra y el comienzo de las negociaciones de paz. Estamos en pleno absolutismo de Luis
XIII (1610-1643) y su ministro Richelieu. Y en cuanto al desarrollo de los acontecimientos
bélicos, la victoria de los Habsburgo en Nördlingen (1634) detuvo el avance sueco por el norte
del imperio alemán; mientras que se desarrolló una última -y muy costosa en vidas humanasprolongación de los enfrentamientos por la intervención de Francia en las regiones de Alsacia,
Lorena y el Palatinado.
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Si regresamos ahora a la Holanda natal de Grotius, debemos considerar la oportunidad
que se les presentaba a los rebeldes de enfrentarse a un ejército español dividido en dos
frentes importantes: el norte de Francia y Centroeuropa. A pesar de las victorias por tierra del
Cardenal Infante don Fernando, la nueva estrategia de un ataque marítimo fue desbaratada por
el almirante holandés Tromp en la batalla de las Dunas (1639), y abandonada definitivamente
tras las derrotas en el Brasil (1640).
Esta década de los cuarenta sería enormemente complicada para España por las revueltas en Portugal y Cataluña, que para el pueblo lusitano supuso el retorno a la independencia.
Estas circunstancias fueron aprovechadas por los rebeldes holandeses: tras los desastres
militares del ejército español en Rocroi (1643) y Lens (1648) supieron acelerar el deseo de
paz a toda costa que se anhelaba en Madrid, alcanzando su reconocimiento como nación en
los referidos tratados de Westfalia. Emancipación de los Países Bajos (1648) que no llegaría
a ver uno de sus más conspicuos ciudadanos, Hugo Grotius que había fallecido unos pocos
años atrás (1645) como quedó señalado.
APÉNDICE III
Gobierno español en los Países Bajos (1556-1648)
Estancia de Felipe II en Flandes e Inglaterra (1556-1559)
FELIPE II
Margarita de Parma, regente (1559-1567)
(gobierno de Granvela: 1561-1564)
Duque de Alba, Gobernador General (1567-1573)
Luis de Requesens, Gobernador General (1573-1576)
Juan de Austria, Gobernador General (1576-1578)
Alejandro Farnesio, Gobernador General (1578-1592)
Peter-Ernest, conde de Mansfelt, interino (1592-1594)
Ernesto de Austria, interino (1594-1595)
Alberto de Austria, Gobernador General (1595-1598)
Archiduques Isabel y Alberto, cosoberanos (1598-1621)
FELIPE III
Isabel, regente (1621-1633)
FELIPE IV
Francisco de Moncada, interino (1633-1634)
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Cardenal-Infante don Fernando, Gobernador General (1634-1641)
Francisco de Melo, Gobernador General (1641-1644)
Manuel de Moura, Gobernador General (1644-1647)
Leopoldo-Guillermo de Austria, Gobernador General (1647-1656)
1648: Tratados de Westfalia. Independencia de las Provincias Unidas del Norte. Continúa el gobierno español en el sur con Juan José de Austria (1656-1660), etc.
APÉNDICE IV
Guillermo de Nassau, Príncipe de Orange y la Revuelta de Flandes
Merece la pena destinar al menos unas líneas para recordar la figura del príncipe de
Orange, íntimamente relacionada con el origen de la nación holandesa, pero también con
alguna repercusión en el vecino reino inglés.
Los condes de Nassau, con posesiones en los Países Bajos y Alemania y con su sede
patrimonial en Breda, eran una familia de la alta nobleza flamenca. El conde Guillermo I (14841559) estuvo al servicio del Carlos V, de manera que su hijo Guillermo ‘el Taciturno’ (15331584) perteneció a la Orden del Toisón de Oro, sirviendo también al Emperador y a su hijo
Felipe II (miembro del Consejo de Estado de los Países Bajos, ocupó un puesto destacado en
las ceremonias de abdicación en Bruselas de 1556; y había luchado con los españoles en las
guerras contra Francia de 1557 a 1559).
Ocurre que este Guillermo recibió por herencia indirecta el Principado francés de
Orange36 en 1544, pasando este título a la familia flamenca hasta el siglo XVIII. Su hermano
Luis de Nassau (muerto en la batalla de Mookerheide contra los españoles en 1574) heredó
el condado holandés, que pasaría a un tercer hermano, Juan, y a sus descendientes a partir
de los que se origina la Casa Real de los Países Bajos.
Volviendo a Guillermo, sus desencuentros con la corte de Madrid comenzaron a partir
de los años 1560 debido a suspicacias políticas y religiosas. Convertido al luteranismo y
casado con la hija del elector Mauricio de Sajonia, príncipe protestante muy hostil ante el
gobierno de los Austrias, vería perder su influencia en Bruselas durante la regencia de Margarita de Parma y el cardenal Granvela. Fueron años de conspiraciones (Spa, 1565); agitación
civil y disidencias en la fe (furia iconoclasta de 1566); y dura represión por los gobernantes
españoles (ejecuciones de Horn y Egmont en 1568). Todo esto fue causando mella en el
Estatúder Guillermo, quien tras la Unión de Utrecht (1579) y el Acta de Abjuración (1581)
contra el monarca español se convertiría en el caudillo militar de la Revuelta y, sobre todo,
principal ideólogo de las razones políticas de la independencia holandesa. El texto de su
(36) La ciudad de Orange, con importantes ruinas romanas, está situada en el sudeste de Francia; y su jurisdicción
señorial incluía varias regiones del Franco Condado y Luxemburgo.
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Apologie ou défense (Leiden, 1581) es un perfecto ejemplo de propaganda impresa (algo que
justamente no supo emplear su contrincante español). Pues bien; nos interesaba esta pequeña
disgresión para anotar que una de las primeras tareas institucionales de Grotius, joven abogado de la República, fue redactar una historia nacional en la que se justificase jurídica y
narrativamente la ilegítima dominación de los españoles en los Países Bajos (algo que preocupaba extraordinariamente a sus fundadores, y que se mantiene en el himno actual de aquel
país como curiosa reliquia histórica)37 .
Durante estos primeros años de la nación holandesa la biografía de Orange va asociada
al ya citado Oldenbarneveldt38 (1547-1619), otra formidable figura histórica bien poco conocida. Consejero de las Siete Provincias, actuaba como contrapeso civil frente al liderazgo
militar de los Nassau. Tuvo un importante protagonismo en las conversaciones de paz con el
gobierno español, que concluyeron con la Tregua de los Doce Años (1609-1621). Ya hemos
señalado que fue el protector de Grotius, introduciendolo en la vida política, y su trágico final
por tensiones religiosas entre diversas ramas del Calvinismo, algo que también afectó decisivamente al porvenir de Grotius.
Guillermo de Orange tuvo varios hijos con sus cuatro mujeres, que sucesivamente
desempeñaron el cargo de Estatúder de Holanda, jugando un papel cada vez más importante
en la política europea de su época. De hecho, su nieto y bisnieto emparentaron con la corona
inglesa, siendo este último (Guillermo III de Orange, 1688-1702, casado con María Estuardo)
rey de Inglaterra y Escocia, al ser coronado en la Revolución Gloriosa de 1688 frente al
legítimo heredero católico Jacobo II Estuardo39 .
Parece que en 1580 Felipe II puso precio a su cabeza, y ya escribimos que fue asesinado en su propia casa de Delft por un mercenario español en 1584.
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(37) El título de esta obra es Annales et historiae de rebus Belgicis (1657), editada tras su muerte pero escrita años
antes, como extensión de su De antiquitate reipublicae Batavicae (1610), redactada precisamente por el motivo indicado. Y para su estudio es preciso consultar J. Bell (1973), Hugo Grotius, historian, tesis doctoral inédita, Universidad
de Columbia.
(38) Para más detalles ver la excelente obra de Jan de Tex (1973): Oldenbarneveldt, 2 vols., Cambridge University
Press.
(39) Por simple curiosidad, recordemos que lord Shaftesbury fue un intrigante político whig anglicano, enemigo
acérrimo de los Estuardo, y protector de John Locke quien justamente escribió entre 1683 y 1688 -exiliado en Holandasus Two treatises of government , defendiendo la supremacía del Parlamento sobre la voluntad real.
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2.- Algunas referencias básicas de consulta sobre la Escuela de Salamanca.
Como señalaba en el epígrafe 1 (pág. 4), complemento esas ideas con una relación
de las principales obras que estimo pueden servirnos de aproximación para conocer el
influjo del pensamiento escolástico en la historia del análisis económico:
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3.- Bibliografía sobre los Países Bajos.
Terminamos este epígrafe con un breve comentario sobre los textos empleados para
la elaboración de los apéndices sobre la historia del siglo XVII. Además de los pertinentes
manuales, deseo señalar la interesante aportación del prof. Geoffrey Parker en sus cuatro
obras: El ejército de Flandes y el Camino Español (1567-1659), Alianza Universidad,
Madrid, 1985; España y los Países Bajos (1559-1659), Rialp, Madrid, 1986; La guerra de
los Treinta Años, Crítica, Barcelona, 1988; y España y la rebelión de Flandes, Nerea,
Madrid, 1989. Textos que se complementan con uno más reciente de Jonathan Israel
(1997): La república holandesa y el mundo hispánico, Nerea, Madrid.
Y por aproximación cronológica, conviene también tener en cuenta todos los trabajos
sobre Felipe II, entre los que destaco los últimos estudios editados con motivo del IV
Centenario de su muerte: M. Fernández Álvarez (1998): Felipe II y su tiempo, Espasa Calpe,
Madrid; H. Kamen (1997): Felipe de España, Alianza, Madrid; y G. Parker (1998): La gran
estrategia de Felipe II, Alianza, Madrid.
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