EL CUARTO MILITAR. DESDE D. FRANCISCO DE ASÍS HASTA D. ALFONSO XIII VICENTE ALONSO JUANOLA EL CUARTO MILITAR. DESDE D. FRANCISCO DE ASÍS HASTA D. ALFONSO XIII CASA DE S. M. EL REY CUARTO MILITAR MINISTERIO DE DEFENSA CATÁLOGO GENERAL DE PUBLICACIONES OFICIALES http://publicacionesoficiales.boe.es/ Edita: © Autor y editor NIPO: 083-12-077-2 ISBN: 978-84-9781-735-6 Depósito Legal: M-19545-2012 Imprime: Imprenta del Ministerio de Defensa Tirada: 800 ejemplares Fecha de edición: junio 2012 Las opiniones emitidas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor. Los derechos de explotación de esta obra están amparados por la Ley de Propiedad Intelectual. Ninguna de las partes de la misma puede ser reproducida, almacenada ni transmitida en ninguna forma ni por medio alguno, electrónico, mecánico o de grabación, incluido fotocopias, o por cualquier otra forma, sin permiso previo, expreso y por escrito de los titulares del © Copyright. En esta edición se ha utilizado papel libre de cloro obtenido a partir de bosques gestionados de forma sostenible certificada. ÍNDICE PRÓLOGO ........................................................................................................................ 9 AGRADECIMIENTOS ...................................................................................................... 11 INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES ............................................................................ 13 EL CUARTO MILITAR ...................................................................................................... 17 CAPÍTULO I - EL CUARTO MILITAR DE D. FRANCISCO DE ASÍS ................................... 21 – – – – – – Aclaración a las tablas de componentes del Cuarto Militar .............................. Composición por años del Cuarto Militar de D. Francisco de Asís .................. Componentes del Cuarto Militar según las fechas de nombramiento y de cese . La educación militar del príncipe de Asturias .................................................... Un grave incidente en la antecámara de la Reina ............................................. Retratos de algunos componentes del Cuarto Militar ........................................ 33 34 38 40 41 43 CAPÍTULO II - EL CUARTO MILITAR DE D. AMADEO I DE SABOYA ............................ 57 – Composición por años del Cuarto Militar de D. Amadeo I .............................. 66 – Componentes del Cuarto Militar según las fechas de nombramiento y de cese . 68 – Retratos de algunos componentes del Cuarto Militar ........................................ 71 CAPÍTULO III - EL CUARTO MILITAR DE D. ALFONSO XII ............................................ 75 – Composición por años del Cuarto Militar de D. Alfonso XII ............................ 81 – Componentes del Cuarto Militar según las fechas de nombramiento y cese .. 87 – Retratos de algunos componentes del Cuarto Militar ........................................ 91 CAPÍTULO IV - EL CUARTO MILITAR DE LA REINA REGENTE Dª MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO LORENA ............................................................................. 133 – Composición por años del Cuarto Militar de Dª María Cristina ........................ 138 – Componentes del Cuarto Militar según las fechas de nombramiento y cese .. 145 – Retratos de algunos componentes del Cuarto Militar ........................................ 149 CAPÍTULO V - EL CUARTO MILITAR DE D. ALFONSO XIII ............................................ 153 – – – – – Composición por años del Cuarto Militar de D. Alfonso XIII ........................... Componentes del Cuarto Militar según las fechas de nombramiento y de cese Los ayudantes honorarios ................................................................................... Los ayudantes de campo de los generales destinados en el Cuarto Militar ..... Retratos de algunos componentes del Cuarto Militar ........................................ 7 158 170 175 179 183 CAPÍTULO VI - LOS UNIFORMES Y DISTINTIVOS DE LOS AYUDANTES ...................... 191 CAPÍTULO VII - REGLAMENTO PARA EL SERVICIO DEL CUARTO MILITAR ................. 219 APÉNDICE I - ESQUEMA DE ORGANIZACIÓN DE LAS TROPAS DE CASA REAL ......... 229 APÉNDICE II - EL CUARTO MILITAR DE LA SEGUNDA REPÚBLICA .............................. 237 BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES ............................................................. 245 ÍNDICE DE LÁMINAS Y RETRATOS ............................................................................... 247 8 PRÓLOGO Monarquía y Milicia han mantenido siempre una vinculación muy estrecha. En algunos momentos de nuestra historia, el rey guerrero se rodeaba de magníficos combatientes que lo amparaban. Incluso solían y podían pasar, sin solución de continuidad, de la lucha armada a resolver asuntos de estado o de gobierno. Esa relación entre el rey y los militares más allegados, ha tenido diferentes motivaciones, en los más de mil quinientos años de monarquía en España. En muchos casos, era la vocación militar del monarca, el espíritu de servicio o la lealtad de los cortesanos; y en muchos otros, se trataba de atemperar la incertidumbre, de reducir el miedo, o de soslayar las tribulaciones de un país convulso. El Cuarto Militar, la Casa Militar del Rey, no hay duda de que se refiere al conjunto de personas al servicio inmediato del rey, en los asuntos que fuere menester, sin tener en cuenta las Guardias, ya sean personales o de la Corona. Este libro, rinde homenaje a esos hombres que hicieron gala de una entrega total a la milicia y a la monarquía, con fidelidad a su propio destino. La necesidad de esta referencia histórica palía una laguna palpable y representa un deber de justicia para con esos ilustres militares. El autor, don Vicente Alonso Juanola, ha tenido una larga y fecunda trayectoria en la investigación de la historia militar en relación con la monarquía, y concretamente con la Casa de Borbón. Basándonos en eso y en su absoluta disponibilidad, se ha podido reflejar el Cuarto Militar, en un excelente libro, durante un periodo que echábamos en falta, y que abarca desde que se perfila su identidad, hasta el momento en el que tenemos una clara referencia de la Institución. Asimismo, el autor, realizó un esmerado trabajo en el que puedo asegurar que puso rigor y cariño. Si a estos ingredientes añadimos una gran dedicación y una admirable perseverancia, podemos afirmar que el libro que tengo el honor de prologar, será un referente indispensable para entender y valorar a los miembros de los Ejércitos de España, que han pertenecido a una Institución de no lejana creación, pero sí de raíces muy profundas. Estoy convencido de que la obra, por su singularidad en el tema tratado y la minuciosidad en el trabajo realizado, ha de captar el interés de los lectores. Después de haber escrito este prólogo, me he enterado del fallecimiento del autor de este libro. Me resulta difícil aceptar que Vicente no pueda ver su aparición pública. Vicente, no se dio nunca por vencido y este estupendo trabajo, será un homenaje póstumo. Un homenaje, a un trabajador infatigable, disciplinado, correoso y apasionado por todo lo que hacía. Vicente era leal con las personas y fiel a las instituciones que quería, y lo hacía con ilusión, porque la afición y la entrega le inspiraban. 9 Siempre se apuntó al trabajo concienzudo y bien hecho y sé perfectamente, que va a seguir empujando desde ese lugar privilegiado del que ahora disfruta. Te aseguro que para todos nosotros, tu recuerdo será permanente. Con la admiración y el cariño del Cuarto Militar de la Casa de S.M. el Rey recibe nuestro más efusivo reconocimiento. Madrid, mayo de 2012. ANTONIO DE LA CORTE GARCÍA Teniente general jefe del Cuarto Militar de la Casa de S. M. El Rey 10 AGRADECIMIENTOS Es obligado hacer mención de aquellas personas que me han ayudado en mis trabajos de investigación y búsqueda de nombres y fechas, de tantos ayudantes de campo y de órdenes, como ha sido necesario hallar para poder confeccionar las correspondientes relaciones por años y por fechas, de todos aquellos que han servido en los cuartos militares de los monarcas correspondientes al período que abarca este libro. Mi agradecimiento, pues, en primer lugar, al teniente general, jefe del Cuarto Militar, D. Antonio de la Corte y a su jefe de gabinete, el coronel D. Antonio Esponera que tan bien han acogido la idea, por mi expuesta, de llevar a cabo la labor que más adelante se muestra. Asimismo mi agradecimiento a los generales Ramos Oliver y Díaz Ripoll del Instituto de Historia y Cultura Militar por el empeño que han puesto en que este libro llegue a ver la luz; igual que agradezco a los coroneles Merlo y Taboada todo el apoyo que me han prestado, sin olvidar al subteniente Calle que siempre está dispuesto a prestar su ayuda. De Patrimonio Nacional recordar y agradecer la ayuda recibida del director del Archivo General de Palacio D. Juan José Alonso, así como de la subdirectora Dª Mar Mairal y, sobre todo mi inmenso agradecimiento al jefe de sala D. Antonio Alonso al que he tenido constantemente a mi lado con sus sabias indicaciones; y no puedo olvidar dar las gracias a Dª Reyes Utrera que, como siempre, ha contribuido a facilitarme al máximo el trabajo de buscar las fotografías adecuadas. Igualmente he de agradecer a la conservadora y buena amiga Dª Carmen Díaz su colaboración y a Dª Inmaculada Candil las facilidades que siempre ha dado para la obtención de la iconografía necesaria. Y por último mi más sincero agradecimiento a los coroneles Vázquez Montón, antes, y Montero Herrero en la actualidad, del Archivo General Militar de Segovia, en cuya sala de investigadores yo no podría trabajar ni hallar lo que necesito si no contara con las estimable colaboración del subteniente Puente, al que ruego me disculpe por todas las molestias que le suelo ocasionar. 11 INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES De siempre se ha tenido la necesidad de proteger físicamente las personas de los monarcas y jefes de Estado de todas las naciones, de los atentados a que inevitablemente se han visto expuestos por parte de parientes celosos de su poder, sobre todo en la antigüedad, o simplemente idealistas contrarios a la institución monárquica o a los ideales políticos del personaje en cuestión, en los tiempos mas modernos. De ahí que desde muy antiguo sea conocida la existencia de Cuerpos especialmente dedicados a prestar ese servicio de protección, que hoy denominaríamos de seguridad inmediata. Ejemplo de lo anterior es el atentado sufrido por el rey Fernando el Católico el 7 de diciembre de 1492, en Barcelona, a manos de Juan de Cañamares, a consecuencia del cual se pensó ya seriamente en formar una guardia personal para los monarcas y más tarde, en 1504, se ordenó que los mozos de espuela llevasen espada, lo que hasta el momento no se había considerado necesario, y en base a ellos y poniendo al mando a Gonzalo de Ayora, se formó una Guardia de Alabarderos para la protección del Rey Católico. Como ejemplos de los mencionados cuerpos que se dedicaron a la protección de los mandatarios, podemos recordar la Guardia Pretoriana en tiempos de los emperadores romanos, fundada por Publio Scipión el Africano y eliminada por Constantino, así como los Genízaros de los Sultanes de la Sublime Puerta, que tienen su origen en el siglo XIV y continuaron su existencia hasta la caída del Imperio otomano; las Guardias Viejas de Castilla de los Reyes Católicos, una de cuyas Compañías mandó Carlos I residiera continuamente en Palacio y a la que se denominó de los «Cien Continuos»; incluso, sin necesidad de irnos muy lejos, la propia Guardia Suiza del Papa. También en tiempos de los reyes godos, en la península ibérica, hubo conjuntos de individuos dedicados a la custodia del rey. Por ejemplo, los espatarios creados el siglo I. Y aquí es obligado hacer referencia al muy noble Cuerpo de los Monteros de Espinosa que fue, sin duda, la primera unidad que merece el nombre de Guardia Real de seguridad inmediata, puesto que se creó en el siglo XI con el concreto fin de custodiar la persona del tercer conde de Castilla, D. Sancho García mientras dormía. Dice la leyenda, poco contrastada documentalmente, que la condesa madre del conde de Castilla D. Sancho García, allá por el año 1008, estando ya viuda del conde Garcí-Fernández, asistió con su hijo a una entrevista concertada en San Esteban de Gormaz con el califa de Córdoba Mohamed II Al-Mahdi, dándose la circunstancia de que se enamoró apasionadamente de él. Apercibido Mohamed de los sentimientos de la señora, pensó en aprovechar la ocasión. Para ello comunicó a Dª Abba de Ribagorza, que así se llamaba la reina, y que era sobrina del emperador de Alemania, que accedería a sus requerimientos amorosos siempre y cuando ella matase al conde, su hijo, y le entregase el Condado de Castilla. La condesa decidió envenenar al conde y preparó una pócima a tal fin. Pero no contó con que una camarera conoció la conspiración y se lo contó a su 13 marido que se llamaba Sancho Peláez de Espinosa, por ser natural de ese pueblo, y que era ni más ni menos que el mayordomo y montero mayor del conde. Quedó el conde Sancho enterado por su montero de la cuestión que se le preparaba, y al volver de la caza en que ordinariamente se ejercitaba y ofrecerle su madre la copa con el veneno, rehusó tomarlo, obligando por el contrario a que fuese ella la que lo bebiese, con el consiguiente resultado del fallecimiento de la dama. Entristecido el conde por el parricidio cometido, y por aplacar los remordimientos de tal acción, fundó el Monasterio de Oña que ocupó con monjas de la Orden de San Benito. En cuanto al mayordomo y su mujer lógicamente recibieron el agradecimiento del conde por haberle salvado la vida y además, y como consecuencia del episodio, decidió que en adelante custodiasen su persona, y las de sus descendientes, Sancho de Espinosa y los nobles de su villa natal, así como sus parientes y los de su mujer que también era de allí. Empezaron siendo cinco, que Alfonso VIII aumentó hasta 35, el rey Fernando III incluyó tres más y Fernando el Católico otros 14, lo que hacía un total de 52. Finalmente se redujeron a 48 por orden de Carlos I en 1552, con cuyo número continuó el cuerpo durante el siglo XVIII. Fernando VII tras la guerra de la Independencia fijó en 12 el número de monteros; diez con residencia en la Corte y dos en la villa de Espinosa para su descanso, turnándose en el servicio al rey con los diez de la Corte. Con Alfonso XIII regían, para los monteros, las ordenanzas de 1854. Su número, en esa época, era de 24, de los cuales 4 debían de estar permanentemente en la Corte, y los demás alternarían la Corte y la Villa de Espinosa. Se mantuvieron así hasta el año 1931 en que se instauró la Segunda República, lo que les supuso abandonar sus funciones de Guardas del Rey. Su vestimenta primitiva parece que fue, según se ha podido ver en antiguos libros miniados en los que aparece el rey rodeado de su guardia: una túnica verde, en la mano derecha una espada y en la izquierda un escudo cortado de gules y plata. La cabeza descubierta. Aunque los incluyamos aquí, los monteros de Espinosa, en realidad, no constituyeron un Cuerpo de carácter militar propiamente dicho, ya que su misión, definida más claramente en las Partidas de Alfonso el Sabio era, concretamente, la de custodiar al rey mientras dormía. Más tarde se denominaron Monteros de Cámara y Guarda de SM y nunca dispusieron de estandarte ni de armamento, si se exceptúa el machete que colgaba de su cinturón. En 1744, viviendo aún Felipe V, el uniforme que se les dio fue: casaca y calzón de paño azul turquí; chupa y vueltas grana. Guarnecida la casaca con dos galones de oro y la chupa con uno y ojalado de oro hasta la cintura. Sombrero tricornio y medias de seda. Llevaban además para distinguirse de otros Cuerpos de Casa Real, una dragona de galones de oro en el hombro. 14 Los siguientes uniformes hasta el reinado de Alfonso XIII, en el cual siguieron realizando sus funciones, fueron simplemente adaptándose a la moda, de tal forma que el último ya era un frac azul con galón de oro al canto y en las bocamangas, y un pantalón recto con galón de oro en las costuras laterales, además de un sombrero bicornio. En el actual Museo de la Guardia Real se conserva un uniforme de montero de Espinosa de la época de D. Alfonso XIII. 15