NECROLÓGICAS Necrológicas El sosiego de Leonardo JUAN ANTONIO BECERRIL Y BUSTAMANTE Colegiado nº 2.072 (Discurso leído en el homenaje a Leonardo Torres-Quevedo y Torres-Quevedo celebrado en la Asociación de Ingenieros de Caminos el 10 de enero de 2012) El amigo Lo he contado muchas veces: en aquel año de 1946, las clases en el Colegio de Areneros, de los Jesuitas de Madrid, como era usual por entonces, comenzaron el 2 de octubre. En uno de los pupitres de dos asientos en que nos íbamos a pasar siete años sentaron a dos niños: Leonardo y yo nos enfrentábamos juntos a primero de Bachillerato según el plan de estudios vigente. A mediodía, a las preguntas impacientes de mis padres sobre quién era mi compañero, la satisfacción en sus rostros era manifiesta: un cercano parentesco montañés y una vieja y entrañable relación entre las dos familias avalaba lo que iban a ser los primeros pasos de una inmensa amistad que hace unos días, tras sesenta y cinco años de intensificación, se ha roto de manera brusca, y dolorosa. Juntos, siempre en la misma clase, completamos aquel Bachillerato; juntos hicimos la preparación en Caminos bajo la batuta de Enrique Balaguer y Benito Díaz; él ingresó antes que yo, pero coincidimos durante tres años en la Escuela del Retiro; juntos vivimos nuestra juventud, con muchas aficiones comunes, con aventuras inolvidables; juntos coincidimos en los primeros afanes ingenieriles en el mundo de la empresa; estuvimos en los años iniciales de Caja Caminos; participamos en muchas actividades del Colegio o en la Revista de Obras Públicas, y en muchas otras facetas de los años recientes, tanto en nuestra actividad profesional como fuera de ella. Todo, intensificado además por la relación familiar con Cristina, su esposa, hija de aquel otro catedrático ilustre y presidente del Colegio, Rafael López Bosch. Por todo eso, por ser mi mejor amigo, por mi afecto, por mi gratitud y por mi admiración estoy hoy aquí, atendiendo agradecido la invitación de Roque Gistau, nuestro reciente presidente de la Asociación y sucesor de Leonardo al frente de ella. El ingeniero de Caminos Suelo citar con cierta frecuencia la frase de un ilustre pensador norteamericano que señalaba que la educación de un niño comienza cien años antes de su nacimiento. Y viene esto al caso al recordar la preocupación que el ilustre D. Leonardo Torres Quevedo, honra de la profesión y abuelo de nuestro Leonardo, tenía por la formación de los nuevos ingenieros. En una importante conferencia pronunciada en el Instituto de Ingenieros Civiles en 1913, exponía sus ideas brillantes estableciendo allí sus propuestas para la mejor formación de los futuros profesionales.Yo estoy seguro que esas tesis se trasmitieron a sus hijos y a sus nietos e influyeron en que Leonardo fuese un profundo enamorado de su Carrera que ejercería primero en el mundo privado, más tarde en la Administración del Estado o en la empresa pública, finalmente en las instituciones corporativas, siempre preocupado por el futuro de la misma. Leonardo miraba hacia su pasado familiar, pero fueron muy importantes las responsabilidades por él desarrolladas en el mundo de la técnica ingenieril. Además de su larga y exitosa Enero 2012 | La Voz del COLEGIADO nº 353 53 NECROLÓGICAS presencia en el mundo directivo de la empresa dentro y fuera de España, en su paso por la Administración fue capaz de actualizar los enlaces ferroviarios de Guipúzcoa, de dirigir como Director General de Construcción del GIF la construcción del AVE a Zaragoza incluido su túnel del Guadarrama o el precioso Puente sobre el Ebro proyectado por Javier Manterola, de velar por la ortodoxia en el Consejo de Obras Públicas, ser el primer Presidente de la Fundación Torres-Quevedo, regir la Asociación, representar los intereses de los depositantes de Banco Caminos o montar junto con sus hijos empresas basadas en las nuevas fuentes de energía. Hasta el último momento, desde esta Asociación que hoy nos cobija, Leonardo ha dedicado mucho de su tiempo a debatir, convocar y celebrar reuniones y actos en los que se discutía con serenidad y profundidad sobre los caminos a emprender para mantener el espíritu de la profesión. Baste citar como ejemplo las jornadas celebradas con motivo de la presentación en España de la “Cumbre sobre el futuro de la Ingeniería Civil (la denominada Visión 2025)” o las cuatro mesas redondas tituladas “Retos y Oportunidades sobre el Futuro de la Ingeniería Civil en España”. Yo animaría a Roque Gistau y a su brillante equipo de colaboradores que conforman la nueva Junta Directiva que, como recuerdo a Leonardo, prosigan en esta línea por él desarrollada, potenciando el papel de que la Asociación sea un Órgano de Reflexión, un Think Tank, sobre el futuro de una Carrera que, en los últimos años está siendo vapuleada, como si alguien quisiese tomar revancha del carácter de “excelencia” que siempre fue constante en la misma. En esa culpa, muy probablemente, todos tenemos parte: uno de nuestros defectos generalmente reconocidos ha sido dedicar preocupación y atención al afán de cada día, olvidándonos de preparar y defender nuestro futuro. Ojalá hubiésemos dispuesto de más compañeros que dedicasen más tiempo a las labores directivas de la sociedad; ojalá hubiésemos tenido muchos Leonardos. 54 La Voz del COLEGIADO nº 353 | Enero 2012 Recordando otros aspectos de su vida y su carácter quiero recordar cómo supo encarar con enorme dignidad los momentos difíciles en que una torpe maniobra le puso (junto con otro compañero) en la diana de algún medio de comunicación. Puedo contar ahora, porque lo viví muy directamente, que el problema extrañó tanto en todos los ambientes responsables de la sociedad que fue llamado a las altas instancias del Gobierno para ser preguntado por los hechos acaecidos. La explicación fue tan serena, tan lógica, tan rotunda, tan verdad, que nadie ha vuelto a hablar de tamaña falsedad. Aunque, como siempre en España, años después, nos sigue faltando quien dé las aclaraciones pertinentes y reconozca el sufrimiento personal de Leonardo, llevado con ejemplar dignidad. El sosiego de Leonardo El río Besaya forma, junto con el Saja, la estructura hidráulica del Occidente montañés. Desde el Campoo de Enmedio, se precipita violento por las denominadas Hoces hasta el mar, cuando, unidos ya ambos cauces en Ganzo se aprestan a desembocar en la ría de San Martín, en las proximidades de Suanzes. En ese camino, salvando un desnivel de 1.200 m, el río forma un remanso intermedio, en una preciosa llanada plena de sosiego, en la que se asientan localidades tan características como Molledo-Portolín, Santa Cruz de Iguña, Las Fraguas… Allí, en Santa Cruz de donde eran oriundos los Quevedo, hace ya bastantes años que el Gobierno de Cantabria erigió una estatua del abuelo Don Leonardo, al lado de la vieja casona siempre habitada por la familia. Y apenas hace tres años, Leonardo, siempre con su Cristina, había conseguido finalizar lo que era su vieja aspiración, la rehabilitación de la casa dejándola espectacularmente acondicionada para el futuro, para que a ella sigan vinculados sus descendientes. Sólo ha podido disfrutar de esta victoria unos pocos años, aunque NECROLÓGICAS bien es verdad que su relación con la casa ha sido continua, y hacia ella se dirigía en la mañana del pasado día 15. Ese sosiego del Besaya en Iguña lo había asumido Leonardo. Su paso por todos los aspectos de su vida, que acabo de citar, son una demostración de ese talante: por todas partes impuso la lógica y la paz, el sentido común y la tranquilidad, la objetividad y la inteligencia. Con esas armas se ha enfrentado a una vida cuyo resultado final se resume en la satisfacción del deber cumplido, y que mereció hace unos años que el Colegio le otorgase la Medalla al Mérito Profesional, que él ostentaba con orgullo y una bien declarada satisfacción. La historia de los pueblos no es sino la integral de los hechos de sus ciudadanos. Yo creo que Leonardo ha contribuido muy especialmente a hacer más España a lo largo de toda su vida. Esa vida que va a quedar como ejemplo para nosotros y que está presidida por el sosiego y la bondad. ¡Qué maravillosa palabra, “sosiego”, que debería impregnar nuestras vidas…! Es lo que reclamamos en esta época difícil por la que pasa nuestro país en donde vamos a echarle de menos en las labores de cada día, en el ejemplo de su actitud, en el consejo del amigo. A la hora de mirar hacia atrás y hacer balance, recuerdo la parábola siempre actual de los talentos. Leonardo devuelve con creces cuantos recibió y nosotros reconocemos el privilegio del que hemos disfrutado al contarnos entre sus parientes y amigos compartiendo con él una vida. El ejemplo de Leonardo, el sosiego de Leonardo, no son posibles de olvidar. Porque su paso entre nosotros ha dejado una profunda huella. Semblanza de Antonio Carbonell Romero ÁLVARO RODRÍGUEZ DAPENA. Colegiado nº 9.553 JOSÉ MARÍA PÉREZ REVENGA. Colegiado nº 3.859 Todos los que conocimos Antonio Carbonell a lo largo de su vida, tanto profesional como personal, nos acordamos que rápidamente brotaba entre él y nosotros una cálida y sincera corriente de mutua simpatía, tanto para los que estaban en el entorno de su edad como para aquellos cuya diferencia de edad era mayor. Con la inexplicable química que forjan esas relaciones fraternales, todos colaboramos profesionalmente en varios trabajos y no muchos como agradecidos aprendices; y lo que es mejor, algunos como nuestro compañero Álvaro Rodríguez Dapena coincidieron en sus facetas artísticas con premios incluidos, y otros en ese otro arte que es la caza. Cuántas veces al salir de las reuniones del Consejo Superior de Transportes Terrestres le preguntaba yo: qué, Antonio: ¿otra vez de caza? Hablar de Antonio es volver a reconciliarse con valores como la coherencia, el esfuerzo y la perseverancia. En su última autobiografía el propio Antonio resumió tales valores en uno solo: tesón. Así se reconocía Antonio en ese otro espejo que nos devuelve nuestro interior y al que nos asomamos tan poco a lo largo de nuestra vida. Su tesón le mantuvo incólume a lo largo de una excelente carrera profesional, tan envidiablemente unidireccional, y a la vez le permitió formar una familia numerosa de las de antes, nada menos que siete hijos. La trayectoria de Antonio fue sencillamente impecable. Del Bachillerato en Valencia a la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos, donde tras superar un difícil ingreso, se recibía la preparación necesaria para ingresar en el Cuerpo de Ingenieros del Ministerio de Obras Públicas. Título, doctorado e Enero 2012 | La Voz del COLEGIADO nº 353 55 NECROLÓGICAS ingreso exactamente en la mitad de un año y en la mitad de un siglo: el 30 de junio de 1950. La decisión de enrolarse en la aventura ferroviaria fue motivada por el consejo que, otro ingeniero de Caminos, gran ferroviario y profesor de la Escuela, José María García-Lomas y Cossío, le dio. Su carrera profesional, que comienza en su Valencia natal (Antonio era de Utiel), empieza en la RENFE cuando ésta solo contaba 9 años; y es la única empresa de su vida profesional, comenzando desde la base y tocando con sus dedos ese suelo real plagado de imperfecciones. Como factor en estaciones y como personal de los trenes de mercancías. Antonio siempre contaba lo orgulloso que estaba de haberse formado así, vendiendo billetes a los viajeros y distribuyendo paquetes a sus destinatarios. Así, peldaño a peldaño, fue ascendiendo en el escalafón. En Valencia se quedó hasta el año 1965. Aquellas páginas de movimiento de personal de “Ferroviarios” nos han dejado huella de cada uno de sus ascensos. Ingeniero principal, ingeniero jefe de servicio de explotación y comercial, y finalmente ingeniero director de la zona. En esos años de desarrollismo y bajo el impulso del Banco Mundial, se aprobaba en España el ambicioso Plan Decenal de Modernización con el objetivo de llegar a una velocidad comercial de 140 km/h y a la modernización del parque de locomotoras. En medio de toda esa revolución tecnológica, Antonio asciende a subdirector de la sección Sur en la Dirección de Explotación de la RENFE. Corría el año 1965 y aquel salto le ligó definitivamente a Madrid. Se hizo cargo del control de la explotación de la Zona Sur, que abarcaba ya la mitad de la red ferroviaria española de entonces. Desde la frontera con Francia hasta la frontera con Portugal, y cubría toda la franja Mediterránea junto con Madrid. Eran ya palabras mayores. Un año después pasó a ser director de Explotación, y solamente dos años 56 La Voz del COLEGIADO nº 353 | Enero 2012 más tarde era director general adjunto. En ese periodo tuvo que encargarse de llevar a la práctica la revisión del primer Plan Decenal hasta que, con la entrada de la década de los 70, llega un nuevo Plan conocido simplemente como 72-75. La aplicación de este Plan le pilló ya como director general, cargo que ocupó en 1973 en sustitución de Salvador Sánchez Terán. Sufríamos en España la primera crisis del petróleo y surgía la necesidad imperiosa de rematar el proceso de electrificación de la red ferroviaria. Tres años después pasa a formar parte de su Consejo de Administración y en 1978 ocupa el cargo de Consejero Delegado y le toca preparar el primer Contrato-Programa, firmado con el Estado en 1979. Por aquel entonces, en España se había dado un empujón definitivo a la seguridad de la circulación de los trenes, con la implantación del sistema ASFA. Fue uno de los temas preferidos de Antonio. En 1980 fue designado vicepresidente del Consejo de Administración y además Presidente de la Unión Internacional de Ferrocarriles (UIC). Era el primer español que ocupaba ese cargo. Y lo hizo con todo el mérito. El acto de toma de posesión se celebró en noviembre en La Haya, ante los delegados de 75 administraciones y empresas ferroviarias. Fue un año intenso. También se fijó —cómo no— en lo que ocurría en Francia. En ese mismo año 1981, se inauguraba la primera línea europea de alta velocidad entre París y Lyon, con gran éxito. Fue otra de sus obsesiones al final de su carrera: las oportunidades de la alta velocidad ferroviaria en España. Eran principios de los años 90 y en España nos esforzábamos por presentarnos al mundo con nuestras mejores galas, Olimpiadas y Expo.Y algo mucho más importante que todo eso: la alta velocidad ferroviaria. Una apuesta innovadora enorme. Nuevas líneas en un nuevo ancho, con nuevo material móvil, que daba un nuevo servicio ferroviario. Y muy al principio, en el origen de este NECROLÓGICAS renacer ferroviario, ya estaba Antonio Carbonell sembrando las bases de esta alta velocidad española, con su incansable trabajo en silencio. Ése que le hacía llegar tarde a casa un día sí y otro también Antonio vivió como nadie los cambios tecnológicos del ferrocarril. Mucho después escribió: “quizás de lo que me siento más orgulloso es de haber contribuido en mi etapa ferroviaria a modernizar y potenciar el ferrocarril, mejorando su productividad para avanzar técnicamente, pasando de los guardafrenos que en las garitas de los vagones de mercancías usando las manivelas de los frenos de husillo detenían los trenes con sus locomotoras de vapor a carbón, a sentar los cimientos de la alta velocidad”. Pese a que se le acumulaba el trabajo interno, no dejó de dedicarse con empeño a la UIC. Bajo su batuta, esta organización impulsó el Plan de infraestructuras europeo cuya finalidad era la dotación de una red ferroviaria continental para la agilización del transporte ferroviario entre los principales núcleos urbanos de Europa. Nada menos que la semilla de lo que ahora se conoce como la Red trans-europea de transporte ferroviario. Todavía no existía este concepto en el acervo comunitario construido desde el Tratado de Roma. Es más, ni siquiera teníamos Tratado de Adhesión con la Comunidad Económica Europa. Pero la visión de Antonio ya era expansionista y global. Precisamente como fruto de la misma, logró incorporar a la UIC hasta 10 nuevas administraciones ferroviarias latinoamericanas. Su mandato en la UIC terminó por todo lo alto con el XXIII Congreso de la AICCF-UIC celebrado en Torremolinos con 450 delegados de todos los países. Los hechos transcurrían rápido. En 1982 fue nombrado presidente de la RENFE en sustitución de Alejandro Rebollo. Por aquel entonces, la plantilla era nada menos que 72.000 personas. Desgraciadamente su mandato duró poco. Era un cargo político y él no era un político. Fue nada más y nada menos que un técnico al servicio del Estado y enamorado del ferrocarril. Al cambiar el Gobierno, tras las elecciones generales del año 1982, cesó en dicho cargo y pasó a ser de nuevo vicepresidente, hasta se le concede la jubilación, a partir del 1 de enero de 1985. Pero, como tantos otros compañeros, Antonio era incapaz de dejar el trabajo. Consejero del Consejo Nacional de Transportes Terrestres desde 1987, miembro de la Comisión de Transportes del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y presidente de la Asociación Española del Transporte, a la que estaba dedicado en cuerpo y alma y desde donde celebró más de 40 jornadas divulgativas del transporte. A sus ochenta y tantos era como un roble, incansable y eficaz. Logró al final compaginar trabajo, familia y ocio. Ese equilibrio añorado. En cualquiera de los lugares que estuvo destacó sobre todos y cada uno de nosotros; trabajador infatigable, él preparaba sus notas para poder leerlas en el consejo, en la comisión o en la Asociación; todos le hacíamos caso pues daba gusto aprender lo que, sin parecer que se esforzaba, explicaba con una clarividencia sosegada. Cuando muy de tarde en tarde sacaba su genio al no encontrar las cosas como él pensaba, no era para regañarte y sí para enseñarte. Ése era Antonio trabajando y negociando con el resto de los actores que con él colaboramos. Era el alma del Consejo Nacional de Transportes: todo el mundo, carreteros o ferroviarios, le admiraba por su trabajo y bien hacer dentro de la amalgama de intereses que existe en dicho organismo; no discutía y sin embargo sí aplacaba determinadas actitudes. Desde la Asociación, que fundó junto con otro grupo de amigos, organizaba jornadas, llamaba a todos los socios y se preocupaba de que la misma no decayese, no se desanimaba nunca y eso era tesón. Pero fue algo que, como a tantos de nosotros, nos costó conciliar en activo. Él mismo escribió: “Realmente estos continuos avatares de mi vida me han dejado escaso tiempo para poder disfrutar de la infancia de mis siete hijos, siendo mi abnegada mujer, querida Ascensión, la que ha tenido que sacrificarse, Enero 2012 | La Voz del COLEGIADO nº 353 57 NECROLÓGICAS ocupándose de ellos en enfermedades y colegios; nunca se lo agradeceré bastante. Al llegar a su adolescencia ya he podido orientar sus estudios e impulsar su futuro. Igualmente me ha sucedido con mis aficiones, a la talla de esculturas, libros, caza y pesca, a los que sólo he podido dedicar festivos y vacaciones”. Había una consigna en el colegio de mi juventud que decía “tus hechos permanecen”. Ahí quedan para la posteridad los hechos de Antonio, todos ellos fruto de una vida plena. De todos los que te hemos conocido, Camineros o no, y especialmente de tus compañeros de la Comisión de Transportes del Colegio. Nota: el Foro de Infraestructuras y Servicios ha concedido a Antonio Carbonell el Premio Especial 2011, a título póstumo. El premio fue entregado el pasado 7 de noviembre. Juan Carlos Basterra Ocio Tuve el enorme placer de compartir con Juan Carlos muchos años de bachillerato en el colegio de los Jesuitas en Bilbao. La verdad es que en aquella época compar tíamos muchos de nuestros gustos, Juan Carlos no era gran deportista, yo tampoco, aunque hacíamos juntos nuestros pequeños pinitos en el esquí del fin de semana en las excursiones que se organizaban en el Colegio. No teníamos un gran afán por ser los mejores esquiadores. Juan Carlos y yo compartíamos los dos primeros puestos académicos en nuestra promoción en el bachillerato. A veces Juan Carlos era el primero, yo el segundo, o al revés. Juan Carlos era, desde luego, mucho más brillante que yo, pero yo siempre tuve la impresión de que se esforzaba menos. Pasados los años, Juan Carlos me achacaría a mí justamente lo contrario. Lo que no hay duda es que Juan Carlos, con su talante amistoso y relajado, era querido por todos sus compañeros sin excepción. Nunca se negaba a echar una mano a quien quisiera que le explicase algún tema de cualquier asignatura. Un extraordinario compañero. Casualmente, fuimos los dos únicos de la promoción del bachiller que hicimos Caminos, Juan Carlos en Madrid y 58 La Voz del COLEGIADO nº 353 | Enero 2012 yo en Santander. Creo que terminamos en el mismo año, pero él se dedicó, tras graduarse, a la Ingeniería, mientras que yo tomé derroteros hacia el mundo económico financiero desde que terminé la carrera. El destino hizo que nos reencontrásemos de nuevo en Philadelphia, Juan Carlos sabía que yo estaba finalizando mi doctorado en Finanzas en Wharton y él quería explorar la posibilidad de completar sus estudios con un postgrado en materias económicas. Fue un reencuentro estupendo y volví a compartir, esta vez en Philadelphia, aulas y buenos ratos con mi querido y admirado amigo. Ni que decir tiene que seguía con su habitual brillantez y humildad. Cuanto hay que aprender de su talante afable y sencillo. Sus estudios en EEUU fueron esenciales, como me ocurrió a mí, para cambiar su rumbo profesional. Yo había trabajado una temporada en el Banco Mundial en Washington y Juan Carlos quedó muy atraído por mi experiencia en dicho Banco, en donde se combinaban las finanzas con la ayuda a los países en vías de desarrollo. Por ello, al terminar sus estudios, entró el Banco Mundial y allí trabajó durante 28 años llegando a Fuente: Washington Post ÁNGEL CORCÓSTEGUI GURAYA. Colegiado 5.000 RICARDO MOLINA OLTRA. Colegiado 4.408 PEDRO RODRÍGUEZ INCIARTE. Colegiado 4.516 NECROLÓGICAS ser Head of the Commercial Credit Risk at the Corporate Finance Department, hasta su retiro en octubre de 2010, motivado por la cruel enfermedad que nos lo ha arrebatado. A mi regreso a España al Banco de Vizcaya, contacté en varias ocasiones con Juan Carlos para tratar de rescatarlo; y que volviese a nuestro Bilbao de origen, pero él estaba muy a gusto en Washington donde iba afianzando y echando raíces profundas en su vida familiar y profesional. Fue una pena que no pudieramos convencerle de que volviese, pues tener un amigo como Juan Carlos cerca hubiese sido un lujo en lo personal y algo extraordinario para nuestro país. Conocí a Juan Carlos Basterra Ocio, Carlos para nosotros, en octubre de 1969, en el Colegio Mayor Moncloa de Madrid.Yo comenzaba mi segundo curso de 2º de Caminos y él venía de Bilbao para comenzar los Estudios en la casi recién estrenada Escuela de la Ciudad Universitaria. Coincidió que a él le tocó ser compañero de habitación de Alfredo Sánchez-Bella Carswell, un gran amigo mío, y luego suyo, y que también tuvimos la desgracia de que se nos fuese prematuramente. Desde entonces, durante los cuatro años siguientes (pues Carlos pertenece a la selecta minoría de los que hicieron la carrera a curso por año), tuvimos una estrecha convivencia que cimentó una amistad de más de 40 años. Durante aquellos años compartimos estudios, exámenes, comidas, cenas, amigos y amigas, ilusiones, ideales, la vida en fin. Y no fueron unos años cor r ientes, España se transformaba delante nuestro, fuimos juntos testigos y protagonistas de una nueva época en lo cultural, lo tecnológico y lo político, y todo ello viviendo en el rico ambiente de los Colegios Mayores. En el 1973 acabamos ambos la carrera y yo comencé a trabajar, mientras Carlos aún tuvo que hacer las Prácticas de Milicias y terminó Económicas, que había estudiado en unos pocos ratos libres. Comenzó a trabajar en el MOPU, en la DG de Puertos en explotación y planificación portuaria con el pofesor Losada. Compaginó su trabajo con la preparación a la oposición al cuerpo de Ingenieros de Caminos del Estado, que ganó brillantemente en 1976. Solicitó plaza de subdirector del Puerto de Bilbao, que por mejor puntuación obtuvo nuestro compañero Lorenzo Sanz. Entró, como segunda opción en la Jefatura de Carreteras de Bilbao, dirigiendo varias obras en la mejora de la N-I. Al año y medio decidió marcharse a USA, donde después de hacer un postgrado se incorporaría al Banco Mundial. Ahí nuestras vidas se separaron, no nuestra amistad. Puedo decir que he tenido la inmensa suerte de haber vivido rodeado de gente lista y buena, tanto en los ámbitos profesionales como personales. Pero sin duda puedo decir que Carlos Basterra ocupa un puesto de las personas destacables por su inteligencia y bondad. Recuerdo perfectamente la extraordinaria economía de sus esfuerzos en la época de estudiante, (la verdad es que no dedicábamos mucho tiempo a estudiar, él notablemente menos que yo), y siempre obtenía unos resultados más que razonables. Y a esa inteligencia, que todos le reconocíamos, Carlos unía una colección de virtudes humanas que hacían que todos le quisiésemos y admirásemos. Si hubiese que destacar una cualidad, me gustaría hablar de su capacidad de escucharnos a todos los que estábamos a su alrededor, con infinita paciencia, con absoluta humildad. Se nos ha ido, pero nos queda su recuerdo y su familia, Charo y su hija Lucía, físicamente tan parecida a él, sus hermanos y demás familia de Bilbao. Los muchos amigos de España queremos dejar patente algo que ellos saben muy bien: la extraordinaria persona que hemos perdido todos. Enero 2012 | La Voz del COLEGIADO nº 353 59