Lea aquí el mensaje completo de Monseñor Celli

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Saludo del Excmo. Mons. Claudio María Celli, Presidente del Pontificio
Consejo para las Comunicaciones Sociales
a la Asamblea de Delegados Nacionales de la OCCLAC
(1 – 3 Agosto 2013)
Queridos comunicadores de la OCCLAC,
Me alegra este encuentro con ustedes, queridos comunicadores reunidos en la
Asamblea de asociados nacionales de la Organización Católica de Comunicadores
de América Latina y el Caribe (OCCLAC) en la que elegirán a sus nuevos
directivos para el periodo 2013-2017. A través de ustedes dirijo mi mensaje a
todos los comunicadores católicos del Continente de la Esperanza.
Actualmente, los medios de comunicación se han hecho imprescindibles.
Estamos siendo testigos de grandes cambios, no sólo a nivel tecnológico y
cultural, sino también en la historia de la Iglesia. Por la Providencia ha sido
elegido un Papa del sur del mundo, y concretamente de un continente que está
unido por los sufrimientos y esperanzas de sus pueblos, por sus grandes
desafíos; y estigmatizado por las grandes desigualdades que se encarnan sobre
todo en los pobres y en los que más sufren.
Recientemente, mi hermano el Cardenal Ouellet [1] se dirigió a los obispos de
América Latina con motivo de la elección del Papa Francisco, planteando algunas
preguntas que vuelvo a proponer en esta ocasión a los comunicadores católicos.
Son preguntas que pueden ayudarnos a reflexionar sobre el significado de un
Papa latinoamericano para nuestra misión de comunicadores católicos:
¿Qué significa para la “misión continental”, que el Papa Francisco lleva ciertamente
en su corazón? ¿Qué significa para el discipulado en vuestras comunidades
cristianas? ¿Qué significa para el bien de vuestros pueblos y naciones? ¿Qué
significa para la solicitud apostólica universal de la Iglesia latinoamericana y su
colaboración con el ministerio universal del Sucesor de Pedro, para irradiar el
Evangelio hacia todos los confines de la tierra?
Desde la reflexión que puede emerger de estas preguntas válidas para los
comunicadores católicos del continente, deseo subrayar en estas dos
características que pueden ayudarnos a impulsar la Misión Permanente a la que
hemos sido convocados en la Asamblea de Aparecida.
a) Comunicadores promotores de la Cultura del Encuentro
“Vivimos una cultura del desencuentro, de la fragmentación, una cultura en
la que lo que no me sirve lo tiro, la cultura del descarte […] Pero nosotros
debemos ir al encuentro y debemos crear con nuestra fe una “cultura del
encuentro”, una cultura de la amistad, una cultura donde hallamos
hermanos, donde podemos hablar también con quienes no piensan como
nosotros, también con quienes tienen otra fe,[…]. Todos tienen algo en común
con nosotros: son imágenes de Dios, son hijos de Dios. Ir al encuentro con
todos, sin negociar nuestra pertenencia”.
(Papa Francisco, 18 de mayo, discurso a los movimientos eclesiales)
Hoy en día, la barrera digital no es la única causa de incomunicación; en
una sociedad siempre conectada, el ser humano, en tantas circunstancias,
vive más aislado que nunca y encuentra gran dificultad en iniciar una
verdadera comunicación interpersonal.
El Papa Francisco nos propone instaurar y promover una cultura del
encuentro con los demás, a partir de la fe que nace del encuentro personal
con Jesús. Nuestros países en América Latina sufren la división económica
y política que tantas veces separan a los hermanos y hermanas de este
gran continente.
En muchos contextos geográficos, la vocación comunicadora se encuentra
con grandes dificultades debido a que en ocasiones se aprueban normas
que atentan contra la libertad de expresión, de opinión, y de prensa.
Nuestra postura cristiana será la de buscar todas las vías lícitas para
denunciar estas situaciones de injusticia y promover la difusión de la
verdad. Decir la verdad sobre el hombre a la luz de la Palabra es una de las
misiones del comunicador católico en América Latina.
b) Llamados a comunicar a Cristo en las periferias existenciales
Para comunicar a Cristo estamos llamados a “no encerrarnos en la soledad,
en el desaliento, en el sentimiento de impotencia ante los problemas”. El
Papa nos indica que encerrarnos es un peligro: “Nos encerramos en la
parroquia, con los amigos, en el movimiento, con quienes pensamos las
mismas cosas… pero ¿saben qué ocurre? Cuando la Iglesia se cierra, se
enferma. Piensen en una habitación cerrada durante un año; cuando se
entra huele a humedad, muchas cosas no marchan. Una Iglesia cerrada es lo
mismo: es una Iglesia enferma. La Iglesia debe salir de sí misma. ¿Adónde?
Hacia las periferias existenciales, cualesquiera que sean. Pero salir. Jesús
nos dice: “Id por todo el mundo. Id. Predicad, Dad testimonio del Evangelio”
(cf. Mc 16, 15)”.
(Francisco, discurso a los movimientos eclesiales, 18 de mayo 2013)
Podríamos afirmar que tantos hermanos y hermanas de este continente
latinoamericano y del Caribe se encuentran en la periferia; lo mismo sucede
con tantos comunicadores y medios de comunicación católicos que forman
parte de una periferia respecto al enorme mercado de los grandes medios
de comunicación comerciales.
Para todos los comunicadores católicos y, en especial, para aquellos que se
encuentran en las periferias, tendremos que asumir y promover la Nueva
Evangelización como un proceso integral del ser humano que ayuda a
recuperar la dignidad de los hijos de Dios; buscando nuevas formas de
comunicación para el desarrollo; y, como nos alienta el Papa Francisco, “sin
encerrarnos”. Él afirma: “Prefiero mil veces una Iglesia accidentada, que
haya tenido un accidente, que una Iglesia enferma por encerrarse”.
Tengamos siempre presente que nosotros debemos comunicar la Verdad, la
Bondad y la Belleza que es Cristo.
Dos tentaciones: el retroceder y el progresismo adolescente
Queridos comunicadores y comunicadoras del continente de la Esperanza, nadie
puede anunciar a Cristo o comunicar su Evangelio si primero no ha tenido un
encuentro personal con Él, que es el Camino, la Verdad y la Vida (cf. Juan 14,6).
Una comunicación cristiana nace sobre todo del corazón que cree y ama a Cristo,
y que hará que “las actividades y los gestos comunicacionales sean efectivos y
puedan suscitar fe, esperanza, entusiasmo y seguimiento del mismo Señor”[2].
Anunciemos a Cristo y comuniquemos su Evangelio con la libertad de los Hijos de
Dios; no tengamos miedo a la libertad que nos da el Espíritu Santo. En este
momento, la Iglesia debe estar atenta a dos tentaciones: la de ir hacia atrás y la
del progresismo adolescente [3].
Recientemente, el Papa Francisco se refirió al pasaje evangélico de Mateo (5, 1719) en el que Jesús dice: “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas;
no he venido a abolir, sino a cumplir, porque de cierto os digo que antes que pasen
el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya
cumplido”. Me parece importante hacer nuestra la reflexión del Santo Padre en su
homilía, en la que señala la existencia de dos tentaciones para la Iglesia en el
actual momento histórico: retroceder por temor a la libertad que viene de la ley
«realizada en el Espíritu Santo»; y ceder a un «progresismo adolescente», es decir,
propenso a seguir los valores de moda propuestos por la cultura dominante.
El Papa se pregunta: ¿Cuál es el papel del Espíritu Santo en la transmisión de
esta ley?. “San Pablo dice que esta ley del Espíritu la tenemos por medio de
Jesucristo, porque no somos capaces de pensar algo como procedente de nosotros;
nuestra capacidad viene de Dios. Y la ley que Dios nos da es una ley madura, la
ley del amor, porque hemos llegado a la última hora [...] Es la ley del Espíritu, la
que nos hace libres. Sin embargo, se trata de una libertad que, en cierto sentido,
nos da miedo. Porque se puede confundir con cualquier otra libertad humana. Y,
luego, la ley del Espíritu nos lleva por el camino del discernimiento continuo para
hacer la voluntad de Dios: también esto nos asusta un poco. Pero cuando nos
asalta este miedo, corremos el riesgo de sucumbir a dos tentaciones. La primera es
la de volver atrás porque no estamos seguros. Pero eso interrumpe el camino. Es la
tentación del miedo a la libertad, del miedo al Espíritu Santo”.
Y continúa el Papa Francisco en su reflexión: “La seguridad plena está en el
Espíritu Santo que nos conduce hacia adelante, nos da confianza y - como dice San
Pablo - es más exigente: en efecto, Jesús dice que antes «pasarán el cielo y la tierra
que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley»”.
La segunda tentación es la del «progresismo adolescente». Sin embargo, no se
trata de auténtico progreso: es una cultura cambiante de la que no logramos
desprendernos, y de la cual tomamos las leyes y los valores que más nos gustan,
como hacen precisamente los adolescentes. Al final, el riesgo que se corre es el de
resbalar, «así como el coche patina en el hielo y se sale de la carretera».
Se trata de una tentación recurrente en este momento histórico para la Iglesia.
«No podemos retroceder ni deslizarnos fuera del camino». El camino a seguir es
este: “La ley es plena, siempre en continuidad, sin cortes: como la semilla que
acaba en la flor y en el fruto. El camino es el de la libertad en el Espíritu Santo, que
nos hace libres, en el discernimiento continuo sobre la voluntad de Dios, para
seguir adelante por este camino, sin retroceder y sin resbalar”.
Termino esta reflexión que comparto con ustedes, precisamente pidiendo al
Espíritu Santo que nos lleve hacia adelante y a la madurez de la única ley que
nos hace libre.
Que los comunicadores católicos de América Latina y el Caribe seamos
verdaderos testigos del Resucitado.
Mons. Claudio María Celli
Presidente
[1] El Cardenal Marc Ouellet es el Prefecto de la Congregación para los Obispos y
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina – CAL
[2] Celam, encuentro de delegados de comunicación en Bogotá, mayo 2013
[3] Papa Francisco, Homilía del 12 de junio 2013
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