Nº 231/2004 Rosario, 15 de diciembre de 2004.Y VISTOS: Reunidos los integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Rosario, integrado por los doctores Laura Inés COSIDOY, Santiago Miguel HARTE y Otmar Osvaldo PAULUCCI, asistidos por el señor Secretario, doctor Osvaldo A. FACCIANO, a fin de dictar sentencia en la siguiente causa N° 159 / 2003 del registro de este tribunal, caratulada “PARODI, Oscar Alberto y Otros s/ Homicidio, Lesiones e Incumplimiento de los Deberes de Funcionario Público”, incoados contra Oscar Alberto PARODI, argentino, casado, de 51 años de edad, nacido el 2 de enero de 1953 en Villa Constitución, Pcia. de Santa Fe, empleado policial, hijo de Angel Rafael y Claudia Manuela Martínez, domiciliado en Solano Rubio 4293 de Villa Constitución, Pcia. de Santa Fe, DNI N° 10.247.562; contra Ramón Ignacio LEYVA, argentino, casado, de 40 años de edad, nacido el 4 de octubre de 1964, en Olibicui, Pcia. de Entre Ríos, empleado policial, hijo de Cleto y Dora Inés Videla, domiciliado en Pje. Buenos Aires 2363 de Zárate, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 16.983.011; ambos como coautores del delito de homicidio simple (arts. 45 y 79 del C.P.); contra Carlos Ariel ARAVENA, argentino, casado, de 33 años de edad, nacido el 7 de julio de 1971 en Neuquén, empleado policial, hijo de Carlos Alberto y Belia del Carmen Mendez, domiciliado en Méndez 2085 de Lanús, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 22.287.218; contra Martín Héctor SAN MIGUEL, argentino, casado, de 43 años de edad, nacido el 12 de mayo de 1961 en La Falda, Pcia. de Córdoba, empleado policial, hijo de Martín y Emilia Linguitano, domiciliado en Calle 304 N° 1734 de La Plata, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 14.636.222; contra Sergio Guillermo Gabriel SUSPERREGUY, argentino, casado, de 37 años de edad, nacido el 8 de agosto de 1967 en Mar del Plata, Pcia. de Buenos Aires, empleado policial, hijo de Lilia Susana Susperreguy, domiciliado en Avda. Rivadavia 2774, 5° Piso, Dpto. “L” de Capital Federal, DNI N° 18.652.693; contra Ramón Darío SANCHEZ, argentino, casado, de 32 años de edad, nacido el 1° de agosto de 1972 en Zárate, Pcia. de Buenos Aires, empleado policial, hijo de Pedro Hernán y María Eva Fernández, domiciliado en Miracca 1783 de Campana, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 22.739.404; contra Sergio Daniel GAREA, argentino, casado, de 32 años de edad, nacido el 27 de noviembre de 1972 en Ramallo, Pcia. de Buenos Aires, empleado policial, hijo de Luis Domingo y Angélica A. Vecchiarelli, domiciliado en Salta 648 de Ramallo, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 22.939.013, todos ellos por el delito de homicidio simple en grado de tentativa (art. 79 en función del art. 42, ambos del C.P.); y contra Omar Rubén ISAIAS, argentino,casado, de 50 años de edad, nacido el 22 de noviembre de 1954 en San Nicolás, Pcia. de Buenos Aires, empleado policial, hijo de Reynaldo Ovidio y Adelina Ramona Velázquez, domiciliado en Malvinas Argentinas 855 de Villa Ramallo, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 11.547.077, como autor del delito de violación de los deberes de funcionario público (arts. 45 y 248 del C.P.); dejando constancia de la actuación del señor Fiscal General, doctor Eric F. WARR, las doctoras Liliana Mabel ALDA y Graciela Rosa JUAN apoderadas de la querellante, Sra. Liliana María PERRET; el doctor Eduardo R. MAFFIA, apoderado de la querellante, Sra. Flora Beatriz LACAVE; y de la defensa de los procesados a cargo de los Dres. Hugo LIMA y Jorge LIMA en representación de Oscar A. PARODI; los Dres. Eduardo OCARIZ, Darío CABRERA, Walter GIACOMELLI y Mario MAC DOUGALL en representación de Martín H. SAN MIGUEL, Sergio SUSPERREGUY, Sergio D. GAREA y Ramón D. SANCHEZ; y el señor Defensor Público Oficial, Dr. Mario BELFER y la Defensora Pública Oficial “ad-hoc”, Dra. Alicia PRIETO, en representación de Ramón I. LEYVA, Carlos A. ARAVENA y Omar R. ISAIAS. Después del Acuerdo celebrado en sesión secreta conforme a lo dispuesto en los artículos 396 y sgtes. del Código Procesal Penal de la Nación, en forma definitiva y por mayoría el Tribunal, Acuerda. Y CONSIDERANDO: Que corresponde al Tribunal pronunciarse, sobre todas las cuestiones que han quedado planteadas en el contradictorio, de conformidad a lo que prescriben los arts. 398 y 399 del Código Procesal Penal de la Nación. I.- TRATAMIENTO DE NULIDADES. 1) Los representantes de los acusados en la presente causa, Dres. Eduardo L. Ocariz, Darío R. Cabrera y los Dres. Hugo y Jorge Lima plantearon una serie de nulidades que el tribunal tratará a continuación. A) Los letrados mencionados en primer término formularon su articulación durante el término de citación a juicio, requiriendo que se declare nula la pericia nro. 18.505 practicada por la Dirección de Pericias de Gendarmería Nacional. El pedido fue canalizado mediante incidente nro. 26/04 y su tratamiento se difirió para la sentencia –v. resolución nro. 35 del 4/3/2004- por lo que corresponde 2 que sea tratada a continuación. De acuerdo al criterio de los profesionales indicados, el elemento convictivo reseñado adolece de las siguientes irregularidades: a) Designación del juez de peritos de parte: el magistrado instructor interviniente dispuso que cada fuerza policial a la que pertenecían los agentes intervinientes en los sucesos, tenga un representante en el medio probatorio reseñado en calidad de perito de parte. El letrado expresa que de esta forma se suplió la voluntad y el sagrado derecho de cada imputado de designar un perito de su confianza para que controle la prueba. b) Ausencia de notificación a las partes: la pericia fue realizada sin notificar a las partes que eventualmente luego resultarían imputadas ya que estaban perfectamente identificadas pues resultaron ser el personal policial interviniente al que se le secuestraron armas. Por lo expuesto, sostiene que no resulta válido pretender que la existencia del art. 258 del CPPN contribuya a subsanar la falencia de la notificación. Expresa además que las dos ampliaciones periciales se efectuaron cuando ya había personas detenidas por el hecho y que tampoco fueron notificadas. c) Lesión material producida por omisión de la notificación: Las omisiones incurridas produjeron daños insusceptibles de ser reparados, citando a título de ejemplo: Pericias químicas practicadas para establecer la existencia de residuos provocados por la deflagración de pólvora de cada disparo, sin la presencia de peritos químicos, lo que la inhabilita para provocar un resultado idóneo en ese sentido. Limpieza de proyectiles sin específicar de qué se los ha limpiado, es decir si estaban sucios con tejido hemático, si tenían restos óseos o de pavimento, o tejido vegetal. De acuerdo a la concepción de los requirentes se ha privado al acto de una serie de elementos que resultan vitales para ejercer una defensa acorde con las imputaciones realizadas a sus defendidos. d) Recolección de efectos y muestras del Volkswagen Polo. De dicho automotor fueron recogidos distintos elementos –proyectiles, esquirlas de plomo, papeles, sustancias hemáticas, fragmentos de tejidos de apariencia ósea, fragmentos de vidrios, etc.- que a criterio de los peticionantes constituye un secuestro que debe ser necesariamente realizado 3 mediante actas con concurrencia de testigos, por lo que su deficiencia acarrea una nulidad absoluta en consonancia con lo dispuesto en los arts. 138 y 139 CPPN. B) En el transcurso de la audiencia de debate, los representantes de Oscar R. Parodi, Dres. Hugo y Jorge Lima, introdujeron diversos planteos nulificantes. La mayoría de ellos, encuadradas en forma preliminar, aunque por tratarse de cuestiones susceptibles de ser demostradas durante el debate, solicitaron que se las resuelva en la sentencia. Otras fueron introducidas durante sus alegatos, no obstante, parte de ellas, se trató de una renovación del requerimiento originario. Liminarmente el Dr. Hugo Lima cuestiona la regularidad: a) del acta de fs. 35/45 por cuanto se alteró el escenario de los hechos. Sostuvo que esa alteración importa la comisión de delitos y que incluso hay funcionarios que están cuestionados por ese tema. Continúa sosteniendo que se insertaron cosas falsas y que se incorporaron elementos, como lo hace el Comisario Reynoso que no firma el acta, llegando a la conclusión que se está frente a un acto procesal nulo. Se privó a su cliente de una valiosa defensa ya que se podrían haber encontrado cápsulas que le correspondían. De esta forma, el acta no cumplió con la finalidad que tenía. b) de la resolución de fs. 70 que dispuso el secuestro de armas sólo de los grupos tácticos de Policía Federal, Provincial y personal de seguridad de la Departamental de San Nicolás. Sugiere parcialidad por parte de la DDI a cargo de la investigación prevencional ya que ninguno de ellos entregó su arma, utilizando como argumento que todos se encontraban dentro de la escuela. Esta conducta importa de acuerdo al impugnante el delito de encubrimiento, ya que contrariamente a lo informado al Juez Federal, según consta a fs. 209, intervinieron o al menos estuvieron fuera de la escuela diversos efectivos de dicha repartición –cita fs. 3835, 3867, 3899, 4238 y 5921-. c) del acta de secuestro de armamento de fs. 71 por haber sido realizada por personal que no fue parte en la instrucción, además de carecer dicho instrumento de testigos fedatarios de las diligencias practicadas. d) del acta se secuestro de fs. 73/74 por aparecer formalizada por el Comisario Inspector Biardo, ayudado por el Sub comisario Hugo Malizia, quienes no firmaron el acta. Expresa que a simple vista se pueden contar 57 participantes y aparecen 49 firmas. El Subcomisario Malizia sostuvo incluso que no participó en dicha medida, que además, se realizó en presencia de un solo testigo que era parte del 4 organismo del foro de seguridad. e) del acta de autopsia de fs. 135, únicamente respecto de la parte en que se da cuenta de la entrega de proyectiles extraídos a Chávez, porque no se deja constancia a quién se hizo tal entrega y los oficiales que aparecen en el acta no estaban autorizados para realizar la diligencia. Además, la entrega no está certificada por la instrucción y no firmaron los sobres los intervinientes. Alega que las fotografías extraídas en el momento no sirven para la identificación del proyectil, de acuerdo a lo indicado por Gendarmería Nacional en la pericia nro. 31.885. f) del acta de fs. 178/179 en la que se entregaron proyectiles entre los que se encontraban los atribuídos a Parodi. Concretamente la impugna por falta de testigos fedatarios y el recepcionante (personal de Prefectura Naval) no constata lo que se le entregó. Finaliza su concepto expresando que el plomo que fue tomado por la DDI pasó al juzgado sin identificar y luego a prefectura, sin preservar la indemnidad probatoria ya que en cada sobre se expresa “que dice contener”. La Fiscalía General se opuso a todos los planteos nulificantes, tanto en oportunidad de contestar la vista que le fuere corrida en el incidente de nulidad citado –v. fs. 7/8- como durante el curso de la audiencia de debate, respecto de los cuestionamientos efectuados por el Dr. Lima. 2) Para entrar en un correcto análisis de la nulidad de la pericia que se intenta no pueden dejar de mencionarse los antecedentes que rodearon la decisión que aquí se cuestiona. Como consecuencia del robo con toma de rehenes y la balacera que sobre ellos se desencadenó, se ordenó el inmediato secuestro de la totalidad de las armas utilizadas por la gran cantidad de personal policial interviniente. También se ordenó el levantamiento de diversos rastros, como por ejemplo huellas, vainas y esquirlas de proyectiles. Con tales elementos de convicción se dispuso un estudio balístico y de trayectoria de proyectiles, tendiente a esclarecer una cantidad de puntos periciales. Cabe recordar que hasta ese momento el hecho delictivo sólo fue investigado en el marco de la causa 1078 del registro del juzgado instructor. Una vez conocidas las conclusiones periciales e individualizados los supuestos autores de los disparos, se formó la causa 1080 tendiente a deslindar las responsabilidades del personal policial interviniente en el suceso. Queda claro entonces que el personal 5 policial que posteriormente fue indagado pudo ser correctamente individualizado sólo a partir de las conclusiones periciales. La defensa cuestiona en el punto a) la decisión del magistrado de efectuar el estudio con peritos de parte. Si bien la denominación elegida para designar tal intervención –peritos de partepuede no ser la correcta, cabe aclarar que la decisión tiene su origen en la preocupación del instructor por la mejor tutela de los derechos de quienes pudieren resultar imputados. Debe ponerse de manifiesto que de todas formas, tal designación no constituyó obstáculo alguno para la proposición ulterior de peritos de parte como efectivamente ejercieron los que a la postre resultaron imputados (v. proposición inicial del Profesor Alfredo Garasini efectuada por el Dr. Lima en su ofrecimiento de prueba de fs. 7338 y ss. –particularmente fs. 7346- y que aceptó el cargo a fs. 7400; v. idéntica proposición efectuada por el Dr. Ocariz a fs. 7446 y la ulterior propuesta efectuada por los abogados mencionados a fs. 7462 y 7493, para que intervenga el Ing. Mauricio Vecchi, atento las circunstancias documentadas en el acta de fs. 7460). Por dicha razón, corresponde rechazar el primer planteo nulificante del Dr. Ocariz. El letrado manifiesta además que si bien las armas peritadas pertenecían a diversas fuerzas, cierto es también que ya se había establecido quiénes las portaban. Es decir, se había identificado con nombres y apellidos a las personas vinculadas a esta investigación, a quienes interesaría el control de la prueba a tenor de lo establecido en el art. 72 CPPN. Señala refiriéndose a la norma precedente, que los derechos que este código acuerda al imputado, podrá hacerlos valer hasta la terminación del proceso cualquier persona detenida “o indicada de cualquier forma como partícipe de un hecho delictuoso” (el subrayado le pertenece). Cabe recordar que nuestro ordenamiento procesal, como tantos otros provinciales, no conceptualiza la figura del imputado sino que le atribuye una caracterización legal; sin definir quién es imputado, se preocupa por establecer a partir de cuándo una persona tiene los derechos del imputado, independientemente de que lo sea. La preocupación obedece de acuerdo a Cafferata Nores a la necesidad de asegurar desde el comienzo mismo del procedimiento penal, la garantía de la defensa en juicio (“El imputado” -Córdoba, Septiembre 1982- Marcos Lerner. Editora Córdoba, pág. 16). La norma requiere indicación, que puede provenir de un señalamiento expreso o 6 de un acto objetivo que implique sospecha inicial o determine una coerción investigadora. La indicación a la que refiere la ley sólo será idónea para conferir la calidad de imputado cuando se realice en un acto inicial del procedimiento dirigido en su contra, restringiendo el concepto al área de los actos cumplidos por los órganos del estado predispuestos para llevar a cabo un procedimiento tendiente a la investigación de un delito (ibídem, pag. 17 y ss.). Queda claro entonces que la individualización se produjo a partir de la conclusión pericial que logró determinar el arma de la que provinieron cada uno de los disparos efectuados sobre el VW Polo. Este ha sido en el presente caso el acto oficial indicativo de responsabilidad penal que derivó en el llamado a indagatoria posterior del juez. Por tanto, es el momento a partir del cual los individualizados en el acto pericial debían comenzar a gozar de los derechos acordados por el ordenamiento procesal. Y no puede dejar de subrayarse que en las declaraciones indagatorias prestadas por cada uno de los aquí condenados, no sólo se les ha imputado el hecho correspondiente a su conducta, sino que también se consignaron las pruebas existentes en su contra; entre ellas, las conclusiones del dictamen pericial elaborado por Gendarmería Nacional –v. indagatoria de Parodi de fs. 4552 y ss., de Aravena de fs. 4556 y ss., de Leyva de fs. 4569, de Susperreguy de fs. 5472, de San Miguel de fs. 5478 y ss., de Garea de fs. 5754 y ss. y de Sánchez de fs. 5773 y ss.) por lo que mal puede invocarse una situación de indefensión basada en el desconocimiento de la pericia. El letrado expresa también que no se daba la situación de urgencia que autoriza al magistrado a obviar la notificación a las partes, en consonancia con lo dispuesto en el segundo párrafo del art. 258 CPPN. El tribunal entiende que en el contexto reseñado, la situación contemplada en la norma no le era exigible al instructor por no existir precisamente al momento de ordenarse la prueba pericial, ningún imputado con derecho a que se le notifique su realización. Por tales motivos debe descartarse el segundo agravio invocado por la defensa, de falta de notificación oportuna del estudio pericial. El tercer agravio invocado –realización de pericias químicas sin personal idóneo y limpieza de proyectiles- no se trata específicamente de una causal de nulidad, sino una mera discrepancia relativa a la forma en cómo se ha desarrollado el acto pericial. Su cuestionamiento sólo puede ser tenido en cuenta para 7 valorar dicho elemento probatorio con mayor o menor grado de convicción pero de ninguna manera resulta habilitante para declarar su invalidez como acto pericial. El cuarto argumento del que se agravia el impugnante, relativo a la falta de testigos en la recolección de efectos y muestras del VW Polo será tratado junto a los cuestionamientos efectuados por el Dr. Lima, por basarse en fundamentos similares. Importa destacar para finalizar este tópico que la pericia que aquí se cuestiona fue reproducida ulterioriormente en gran parte de su desarrollo –la mayoría de los puntos periciales ofrecidos tiene naturaleza reproducible-. Por tanto, los defensores –que elogiaron durante la audiencia la libertad probatoria con la que se manejo el tribunal- tuvieron oportunidad de ofrecer gran cantidad de estudios nuevos y otros reiterativos de los originariamente efectuados. En ellos, se arribó a conclusiones similares, pero interesa remarcar que los oferentes no sólo tuvieron oportunidad de proposición y directa intervención en los estudios balísticos, sino que además se les dio la oportunidad de nombrar peritos de parte y de control, derecho que ejercieron en dicho acto pericial. 3) Corresponde advertir también que cada uno de los expertos intervinientes en los estudios realizados, fueron citados a la audiencia de debate, prestando testimonios donde las partes pudieron ejercer de manera amplia su derecho de controlar la prueba producida, respetándose de ésta forma el derecho de defensa en juicio consagrado en el artículo 18 de la Constitución Nacional. Declarada la regularidad de todas las instancias periciales, que le acuerdan al acto pleno valor convictivo, no puede dejar de señalarse -ya en el ámbito de su valoración- las criticas que los defensores formularon a la tarea pericial basados en las conclusiones distintas a las que arribara uno de los peritos ofrecidos por las partes, el Ingeniero Mauricio Vecchi –v. fs. 7632/7634- quien en oportunidad de realizarse la audiencia de debate explicó que los peritos oficiales no le habían dado adecuada participación, lo que lo llevó a formular sus conclusiones por separado. Además manifestó que difería con la forma de trabajo de Gendarmería porque no llevaban protocolo de las tareas diarias. Las objeciones puestas de manifiestas por Vecchi fueron disipadas durante la sustanciación del careo que se realizó con el Primer Comandante Romero. Allí además el perito puso en evidencia las dificultades de capacitación de Vecchi para el manejo de los aparatos 8 de precisión (microscopio balístico comparador) utilizados por el grupo interdisciplinario a los fines periciales. Esas dificultades fueron reconocidas por el Ingeniero Vecchi durante el curso del careo. La tarea del grupo de peritos de Gendarmería Nacional fue respaldada en todas sus partes por el Licenciado en Criminalística Walter Gorbak, que puntualizó que el procedimiento seguido fue netamente científico, idóneo y correcto “no hay otro método de comparación en el país ni a nivel mundial”, expresó el compareciente. Aclaró además en referencia a una pregunta sobre la experiencia del gabinete cuestionado por alguna de las defensas, que a nivel referencial es lo máximo a lo que se puede aspirar en el país. Este funcionario designado por el tribunal para el control de las actividades periciales también manifestó que el perito de parte tuvo oportunidad de expresar eventuales disidencias con las tareas, pero no manifestó nada al respecto. Es verdad que los peritos sólo pueden determinar con cierto grado de certeza las afirmaciones con que apoyan sus conclusiones, y también lo es que la prueba pericial carece de fuerza vinculante. Sin embargo, la facultad del magistrado para apartarse de las conclusiones no es discrecional y sólo podrá hacerlo en la medida que demuestre el inadecuado uso de los elementos científicos y técnicas utilizadas. En este sentido, nada fue aportado en esta audiencia para restarle valor al acto pericial y sus ampliaciones, caracterizadas por su fundamentación y rigor científico. Frente a una pieza de ese tenor, mal podría el Tribunal hacer gala de un empirismo caprichoso o antojadizo sin tener motivos para desacreditar la opinión calificada de los expertos. 4) El Dr. Hugo Lima a cargo de la defensa de Oscar Parodi, fue el encargado de plantear una serie de nulidades que pueden clasificarse en: a) nulidad de las actas de fs. 35/45 por haberse alterado el escenario de los hechos lo que importa un acto delictual y porque se insertan cosas falsas; b) nulidad de las actas de secuestro de armamento de fs. 70, 71 y 73/74 porque se secuestraron armas provenientes sólo de los grupos tácticos y de personal de seguridad de San Nicolás –fs. 70-, por haber intervenido en el secuestro personal que no fue parte de la instrucción y por carecer las diligencias de la presencia de testigos fedatarios –fs. 71- y por aparecer formalizada por el Comisario Inspector Biardo, ayudado por el Subcomisario Malizia, sin haber firmado el acta ni participado –el último- de la medida, además de estar firmada 9 por un solo testigo; c) nulidad del acta de autopsia de fs. 135, únicamente respecto de la parte en que se da cuenta de la entrega de proyectiles extraídos a Chaves, porque no se deja constancia a quién se lo entregan, por falta de certificación y carencia de firmas de los sobres y acta de entrega a Prefectura Naval Argentina por padecer de las mismas deficiencias que la anterior; d) nulidad de la intervención de lo actuado por el Crio. Inspector Víctor H. Cecchini por haberse violado el art. 36 del CPPN. A pesar que los impugnantes no hacen referencia a citas jurisprudenciales que apoyen sus conclusiones, la Cámara Nacional de Casación Penal se pronunció en numerosísimos fallos en el sentido de cómo debe ser interpretado el sistema de nulidades de nuestro ordenamiento procesal. Así, se ha establecido que “...para declarar la nulidad de un acto procesal es necesario cumplir con ciertas exigencias, entre las que hay que subrayar la demostración -por parte de quien la alega- del perjuicio real y concreto que le produce el acto viciado (limitación de un derecho vinculado al buen orden del proceso), y del interés o provecho que le acarrearía tal declaración. Generalmente se analizan indistintamente estos dos aspectos bajo el rótulo del "principio de interés". Ahora bien, estas exigencias o requisitos adquieren especial importancia en dos casos: con relación a las nulidades absolutas y respecto de las nulidades enunciadas taxativamente por la ley; y en este sentido debemos memorar que son numerosos los precedentes de esta Cámara de los cuales se desprende que las nulidades, aún aquellas declarables de oficio, no pueden invocarse en el sólo beneficio de la ley, sin consideración a sus efectos en la causa. No basta con verificar la existencia de una nulidad, aunque esté especialmente prevista por la ley, pues si no existe perjuicio concreto se decretaría la nulidad de un acto por una cuestión absolutamente formal...” –puede consultarse entre otros las causas N° 3861, “Alto Palermo Shopping s/recurso de casación”, Reg. N° 408/02, del 12/08/02 y N° 4638, “Espinoza Ocampo, Simeón s/recurso de casación”, Reg. N° 589/03, del 07/10/03 y sus citas; y en análogo sentido, Causa N° 261, “Barbieri, Claudio H. s/ recurso de queja”, Reg. N° 344 del 10/11/94 de la Sala I; Causa N° 1785, “Trovato, Francisco M. A. s/ recurso de casación”, Reg. N° 2614, del 31/5/2000, y Causa N° 2244, “Cubilla, Hugo Eduardo s/ recurso de casación”, Reg. N° 3134, del 19/2/2001, ambas de la Sala IV). 10 Los agravios a los que refiere el Dr. Lima, en las actas de fs. 35/45 y resolución de fs. 70 no dejan de ser meras exigencias formales que en ningún modo afectan el derecho de defensa de Parodi, es decir, no se verifica ningún perjuicio real y concreto que afecte o limite el ejercicio del derecho de defensa de ninguno de los acusados. Como ha sido señalado por la Fiscalía General, en el acta de fs. 35/45 no fueron encontradas cápsulas vinculadas a Parodi; tampoco afecta los intereses del referido acusado la afirmación defensista -en relación al acta de fs. 70- de que determinado personal policial no habría entregado su arma. Cuestiona también el Sr. defensor la carencia de firmas en el acta de fs. 73/74 del Subcomisario Malizia y del Comisario Inspector Biardo, además de sostener que fue firmada sólo por un testigo inhábil para ese cargo. Extiende el pedido de nulidad al acta de fs. 71 por carencia de testigos y por no ser parte de la instrucción el personal policial que la ha labrado. En relación a la confección del primer acta, si bien el Subcomisario Malizia que aparece allí consignado, reconoció durante la audiencia que no participó de la diligencia, no existen razones que lleven a pensar que el Comisario Inspector Biardo tampoco lo hizo pues, no existe en el expediente ninguna constancia que abone tal afirmación. Por otro lado, debe destacarse que se trata de actas que han sido firmadas por una gran cantidad de funcionarios policiales por lo que resulta difícil poder individualizar la rúbrica de cada uno de ellos. Sin embargo, en lo tocante a las supuestas irregularidades señaladas, pueden indicarse numerosos pronunciamientos de la Cámara Nacional de Casación Penal relativos a los requisitos que deben concurrir para la declaración de invalidez de tales instrumentos. Así, la Sala I sostuvo en autos caratulados “López, Nélida y otros s/ recurso de casación” –reg. 3592- que “los requisitos establecidos para la confección de las actas por los arts. 138 y 139 del C.P.P.N. hacen a las formalidades de las que debe estar revestido el instrumento, y su nulidad -en principio de carácter relativo- es declarable en el caso de que se hubiesen omitido los recaudos que taxativamente enuncia el art. 140 del mismo ordenamiento. Es por ello que si el acta no es declarada nula por los defectos señalados en esta última norma, hace plena fe, hasta que sea redargüida de falsa por acción civil o criminal, de la existencia material de los hechos que el tribunal o juez o funcionario de que emana exprese como cumplidos por él mismo o como pasados en su presencia (Código Civil, art. 993) sin perjuicio de la libre valoración 11 que le corresponde al tribunal o juez de la causa respecto de la fuerza de convicción de los hechos afirmados y de las declaraciones receptadas en el acta”. En igual sentido se han pronunciado en las causas N° 920, reg. N° 1328, “Suárez, Luis Adrián s/recurso de casación”, rta. el 26/12/96 y N° 2323, reg. N° 2765, “Longo, José s/recurso de queja”, rta. el 13-5-99, todos de la misma sala; recientemente ha renovado idéntico temperamento la misma sala en autos caratulados “Zapata, Esteban Eduardo s/ recurso de casación” –reg. 6593-. Siguiendo esta inteligencia corresponde distinguir previamente con relación a la validez de las actas, aquellos casos en que las mismas son confeccionadas con todos los requisitos “esenciales” que hacen a su validez y fuerza probatoria, de otros en donde la ausencia de alguno de esos requisitos produce sólo una merma en su fuerza probatoria. El art. 138 del C.P.P.N. establece las circunstancias en que debe labrase un acta, quiénes deben confeccionarlas y en presencia de qué personas, y que el art. 140 del mismo cuerpo legal sanciona con la nulidad el incumplimiento de esos requisitos formales. En definitiva, para declarar la nulidad de un acto, debe tratarse del incumplimiento de una forma esencial, no meramente accesoria, debido a que no toda inobservancia de las formas ocasiona la nulidad del acto. El acta no es un elemento de carácter sacramental sino una prueba más que los jueces deben apreciar, en consonancia con las restantes pruebas, tratándose en definitiva de una cuestión de aptitud probatoria. En este aspecto debe señalarse que la mayoría de los intervinientes de las actas que se cuestionan, tanto testigos civiles como funcionarios policiales, han sido examinados por las partes y el tribunal. Ninguno de ellos ha realizado cuestionamientos ni establecido diferencias entre lo ocurrido y lo consignado en el acta por lo que tampoco puede prosperar desde este punto de vista el planteamiento defensista. Por los argumentos reseñados, a idénticas conclusiones corresponde arribar respecto del último cuestionamiento efectuado por el Dr. Ocariz, que tacha de nulidad la recolección de efectos y muestras del Volkswagen Polo. Los señores defensores de Parodi, cuestionan también el acta de autopsia de fs. 135, únicamente respecto a lo que refiere a la entrega de proyectiles extraídos a Cháves porque no se deja 12 constancia a quién se hizo tal entrega. De las distintas circunstancias que surgen del acta mencionada se vislumbra que no sólo participaron en calidad de peritos diversos médicos sino que también lo hicieron dos testigos hábiles (Luis y Patricia Centurión). En ese contexto se procedió al secuestro de las pertenencias de Carlos Chaves y los dos proyectiles que le fueron extraídos, objetos que fueron ensobrados, lacrados y firmados por todos los intervinientes y los dos testigos que participaron del estudio en calidad de fedatarios, de conformidad con las prescripciones del art. 138 del CPPN. El Comandante Principal Vincet durante su testimonio y ante una pregunta de la defensa, destacó que recibieron todo de acuerdo a como venía con la cadena de seguridad antes descripta y a partir de allí comenzaron a trabajar. No puede dejar de reseñarse además que el proyectil al que refiere la defensa, contenía tejido hemático de acuerdo a lo manifestado en la audiencia por el compareciente (respondió que si bien tenía restos anatómicos no pudo hacerse un estudio de ADN por su escasa cantidad) por lo que cabe concluir que fue extraído de un cuerpo humano. Teniendo en cuenta los términos del testimonio y las conclusiones periciales relativas al disparo identificado en la pericia como número 25, cabe concluir que se trató del mismo proyectil extraído de la autopsia del Gerente de la Sucursal Villa Ramallo del BNA, Carlos Chaves. Corresponde agregar además que, tal como resultara de las comprobaciones de la pericial balística efectuada sobre el orificio producido en el rodado por el impacto del proyectil – identificado como impacto nro. 25- éste ha sido producido por uno de calibre 7,62. Siendo ése el que por su trayectoria conduce al lugar que ocupaba el conductor del rodado (esto es el fallecido Señor Carlos Chaves) causando las lesiones mortales que se describen en la autopsia como provocadas por un “proyectil deformado” que se extrae del cadáver según consta a fs. 7 y vta. –Es justamente de ese mismo calibre el proyectil que reciben los peritos y que se identifica como “nº 5” designándolo como “proyectil-Chaves, encamisado de proyectil (latón militar), cal. 7,62 mm. estado deformado, apto para el cotejo balístico”, graficado mediante fotografía nro. 718 obrante a fs. 284 del cuerpo V. Por tanto debe desecharse dicho planteo, toda vez que ha quedado debidamente establecida la identidad entre ambos elementos. 13 A idéntica conclusión de rechazo debe arribarse en relación a la objeción planteada por los letrados, referida a las condiciones de entrega a Prefectura de los proyectiles antes descriptos, que se materializara a fs. 178/179, concluyendo que hubo una deficiente preservación de la identidad de los secuestros hasta que se hizo la pericia. Lleva razón en este sentido la réplica formulada por la Fiscalía General, que resalta circunstancias producidas en el debate que abonan una conclusión distinta. En efecto, de los testimonios del Comisario Inspector José Guillermo Conti y la Oficial Subinspector Viviana Desimone surge que todos los elementos tuvieron resguardos precisos, fueron ensobrados, contenidos en frascos, precintados y firmados. Los testigos de estos movimientos, Sres. Martino y Piri, manifestaron de manera categórica que firmaron sobres y envoltorios y se expresaron además sobre la prolijidad en la recolección y rotulación de cada secuestro. Dijo el testigo Juan Bautista Martino en la audiencia al referirse a la labor de los peritos que fue un trabajo “minucioso, nos pidieron que prestáramos atención a lo que ellos hacían, para evitar que alguien plantara algún arma o alguna prueba... yo tengo una noción de cómo se trabaja por haber sido bombero voluntario, pero la verdad que destaco la labor de esos peritos y el sistema que emplearon, fue muy serio su trabajo, se levantaron esquirlas, cabellos, huellas digitales de las armas y otras pruebas; lo ponían en bolsitas y se sellaban; yo firmé los sobres de cada una de las pruebas colectadas”. En similares términos se manifestó el otro testigo –Leopoldo Piri- “Ellos mostraban todo, yo veía cómo trabajaban los peritos, se trataba en conjunto, mostraban lo que era, el calibre y apuntaban y anotaban. Después ensobraban... los sobres se lacraron en mi presencia”. Con relación al otro cuestionamiento, referido por los defensores respecto de la alocución que surge del acta de PNA “sobre que dice contener”, se trata de una terminología habitual utilizada para los casos que como en esta situación, utiliza el personal que no participó en el secuestro originario y que por lo tanto, no se encuentra en condiciones de afirmar otra cosa. Por ende corresponde adoptar con relación a este tópico idéntico temperamento de rechazo. La inteligencia que precede comprende también la situación relativa a la actuación del Comisario Inspector Víctor H. Cecchini, que el Dr. Lima intenta nulificar. El profesional utiliza como argumento de su reproche la normativa del art. 36 del CPPN, que 14 regula la nulidad por incompetencia. Sin embargo, si analizamos la naturaleza de la norma podremos observar a simple vista que se trata de situaciones de actuación de un magistrado que no sólo resulta incompetente sino también carente de jurisdicción. La mera incompetencia no genera nulidad como puede observarse de la letra del artículo 40 del código de rito. De todas formas la prescripción invocada por el Dr. Lima refiere exclusivamente a la actuación de jueces puesto que la del personal policial está regida por otros principios que pueden consultarse en los arts. 183 y 184 del CPPN. Por lo tanto corresponde desechar el planteo formulado. No extemporaneidad de los puede dejar cuestionamientos de subrayarse efectuados por la los representantes de Parodi. Ninguno de ellos fue realizado en la forma y condiciones que lo exige el artículo 170 inc. 1º del código de rito. Tratándose de nulidades relativas, como de manera expresa ha sido reconocido por nuestro más alto tribunal en materia penal, las irregularidades que concibe la defensa debieron ser advertidas en tiempo oportuno –las actas fueron labradas hace más de cinco años-. Al no haberlo hecho, corresponde determinar que las han convalidado en los términos señalados en el art. 171 inc. 2º del CPPN. Nuevamente debe traerse a colación lo resuelto por la Cámara Nacional de Casación Penal en un precedente similar. “siendo el acta de detención y secuestro un elemento que consiste en una probanza más y no un elemento de carácter sacramental, los jueces deben apreciarla en consonancia con los restantes medios adquisitivos, lo que determina el carácter relativo de su nulidad, y posibilita su subsanación durante la sustanciación del juicio mediante la incorporación de nuevas probanzas, tratándose en definitiva, como ya lo puso de relieve esta Cámara Nacional de Casación Penal, en reiterados fallos citados por el recurrente, de una cuestión de aptitud probatoria…”. “Ni el imputado ni su defensa técnica hicieron objeción alguna durante todo el trámite del proceso respecto de esta circunstancia, que constituye una nulidad de carácter relativo producida durante la instrucción, siendo el momento para ser interpuesta el término del plazo para la elevación a juicio (art. 354 del C.P.P.N., conforme lo dispone el art 170, inc. l°), del mismo) (causa Nro. 334 “Guillén Brizuela, Gregorio Antonio s/recurso de casación”, Reg. Nro. 33/95, rta. el 15/3/95; 15 causa Nro. 302 “Ausili, Gustavo Martín y otro s/recurso de casación”, Reg. Nro. 128/95, rta. el 22/6/95; causa Nro. 779 “Pérez, Oscar Angel y otros s/ recurso de casación”, Reg. Nro. 103/96, rta. el 9/4/96, todos de la Sala III de esta Cámara Nacional de Casación Penal)”. “Es decir, que la oportunidad para requerir lo peticionado a fs. 170/171 con fecha 9 de septiembre de 1998 había vencido, conforme surge de fs. 133, el 5 de agosto de 1998, y no podía presentarse en la oportunidad en que se hizo cuando el tribunal ya había proveído la prueba ofrecida y señalado audiencia de debate (“Pereyra, José Nicomedes s/recurso de casación, registro 1927, Sala IV). II- MATERIALIDAD: Ha resultado acreditado con la prueba colectada a lo largo de la audiencia de debate celebrada y aquella que sirviera de fundamento al anterior pronunciamiento de este Tribunal Oral, dictada en los autos “Martinez, Carlos Sebastián y otros”, registrados por ante esta magistratura bajo el nº 3/2002 (conf. C.F.S.M., S.I. c. 339/98, TINEO, J. F., 21/4/98 – J.P.B.A. T. 104 – F. 412); que el día 16 de septiembre del año 1999 en horas de la mañana -entre las 7.55 y 8.10-, irrumpió en la Sucursal Villa Ramallo del Banco de la Nación Argentina, contando con apoyo externo, un grupo de tres personas, con fines de robo, valiéndose del uso de armas de fuego y explosivos, mediante la toma inicial de seis personas, en calidad de rehenes, quienes luego resultaran identificados como Diego José Serra –empleado del canal de cable ubicado frente al banco-, Fernando Raúl Vilchez –empleado de la empresa OCA-, Ricardo Alberto Pasquali, Carlos Antonio Chaves y Carlos Alberto Santillán – empleado, gerente y contador de la sucursal Ramallo del Banco de la Nación Argentina respectivamente- y Flora Lacave –esposa del gerente-. Los hechos fueron puestos en conocimiento de las autoridades de prevención, mediante una comunicación telefónica librada a la sala de guardia de la Policía de Investigación Coordinadora de Villa Ramallo, en primer término, por Verónica Magrini y luego por Viviana García (ambas empleadas de la empresa Cable Visión de Villa Ramallo), quienes daban cuenta de movimientos extraños en la entidad bancaria ubicada enfrente, así como de la existencia de un automóvil Renault 19 blanco dominio CIO-013 estacionado en sentido inverso a la dirección vehicular que posee la calle Sarmiento. Como consecuencia de aquella denuncia, se remiten efectivos policiales para que se constituyan en el lugar y se libran comunicaciones a otras reparticiones 16 prevencionales, solicitando apoyo a traves de medios y personal, a fin de reprimir cualquier maniobra delictiva (fs. 1). Los asaltantes que ingresaron a la sucursal bancaria resultaron ser Carlos Sebastián Martínez, Martín René Saldaña y Javier Ernesto Hernández. La toma de la institución bancaria se prolongó por un espacio aproximado de veinte horas, a lo largo de las cuales, y con la intervención de personal técnico destacado como mediador, se logró la liberación de tres de las personas privadas de su libertad en el interior del banco, en el marco de las negociaciones entabladas entre los captores y aquella autoridad de prevención (concretamente las conversaciones entabladas vía telefónica entre el negociador -actividad que estuvo a cargo del subcomisario Pablo Bressi perteneciente a la División Especial de Seguridad Halcón, quien estaba apostado en la Escuela de Educación nº 1, lindante con la edificación del banco- y los ocupantes del banco (que fueran transcriptas y agregadas al bibliorato obtenido como prueba para la causa “Martínez, Carlos Sebastián y otros”, precedentemente citada). El día viernes 17 de aquél mes, en horas de la madrugada -alrededor de las 4-, los delincuentes, junto al resto de los rehenes -el gerente, el contador y la esposa del primero de ellos-, emprendieron la fuga en el vehículo propiedad del señor Chaves (marca VW Polo, color verde oscuro, dominio BEW-260) que se hallaba en la vivienda habitada por éste y su familia, lindera al banco y a la cual tuvieron acceso desde el interior de aquella institución. La maniobra de fuga de los delincuentes y el resto de los rehenes, acaecida en la madrugada de aquél día 17, provocó que algunos de los efectivos de las fuerzas de seguridad apostados en las inmediaciones de la institución bancaria dispararan sobre el vehículo, generando una verdadera balacera. Estas circunstancias, tuvieron una innegable repercusión en los medios de difusión, lo que otorgó la posibilidad, al estar filmado el recorrido que efectúa el vehículo y el impacto de las balas sobre el mismo, de realizar estudios como la digitalización de imágenes, que fuera reiteradamente citada a lo largo del debate (Informes Técnicos de Digitalización de Imágenes practicado por Prefectura Naval Argentina que obran reservados en Secretaría). 17 Luego de que el automóvil transitara unos metros –un tramo aproximado de 120- y como consecuencia de ese tiroteo producido durante la fuga, se produjo el fatal desenlace de los hechos; aquél enfrentamiento culminó con el trágico resultado de tres personas fallecidas, habiendo resultado la muerte de dos de los rehenes –Carlos Chaves y Carlos Alberto Santillán- y uno de los captores, Javier Ernesto Hernández (copias de las partidas de defunción correspondiente a cada uno de ellos se agregaron a los autos “Martínez, Carlos Sebastián y otros”, ya individualizados, a fs. 6602, 6601 y 6797 respectivamente). Entre el resto de los ocupantes, resultaron heridos la esposa del gerente, Flora Lacave de Chaves y el imputado Carlos Sebastián Martínez (conf. informes de fs. 53vta y 57).Cabe destacar, que conforme surge de la declaración testimonial prestada por Flora Lacave en la audiencia de debate, los ocupantes del rodado estaban posicionados de la siguiente forma: en el asiento del conductor Carlos Chaves, en el asiento del acompañante, Carlos Sebastián Martínez, sentada sobre éste, la señora Flora Lacave y en el asiento trasero, sentado detrás del conductor, Martín Rene Saldaña, en el medio Carlos Alberto Santillán y a la derecha de éste, Ernesto Javier Hernández Una vez detenido el vehículo VW Polo, en la intersección de las calles Sarmiento y Ginocchio, y rodeado de inmediato por las fuerzas policiales, éstas procedieron a retirar un collar con explosivos, que pendía del cuello del gerente, Carlos Chaves, y había sido utilizado para amedrentar a los rehenes en el interior del banco; también se procedió al retiro de la señora Flora Lacave del interior del auto y a la aprehensión de Carlos Sebastián Martínez y Martín René Saldaña. Este último, en horas de la tarde de ese mismo ida, fue encontrado sin vida en sede de la Comisaria Segunda de Villa Ramallo, por lo que se iniciaron actuaciones que fueron registradas como “Saldaña, Martín Rene –su muerte- Ramallo Segunda”, bajo el nro. 8188 de tramite por ante la Unidad Funcional de Instrucción nro. 3 del Departamento Judicial de San Nicolás.Las distintas alternativas vinculadas con la salida del automóvil VW Polo, el desenvolvimiento de las fuerzas policiales en ese momento, los elementos incautados del rodado y los efectos secuestrados a los detenidos, fueron documentados mediante acta de procedimiento que obra glosada a fs. 35/45. 18 En este cuadro de situación surge, conforme las constancias agregadas a la causa, la intervención de diversas autoridades y efectivos de las fuerzas de seguridad pertenecientes a diferentes reparticiones. Entre las fuerzas de seguridad se encontraban apostados en el lugar, efectivos de las divisiones HALCON, GEO Departamental San Nicolás y de Zarate-Campana, del Cuerpo de Infantería, Bomberos y personal del Comando Radioeléctrico de San Nicolás, todos ellos de la Policía de la provincia de Buenos Aires, y la División GEOF de la Policía Federal Argentina. Los efectivos cumplían distintas tareas por cuanto no se impartieron órdenes para una efectiva conducción operativa dentro del contexto global de los hechos acaecidos. No se compatibilizaron jerarquías y disposiciones de mando concernientes a la faz operativa del accionar policial, aún cuando – conforme quedara acreditado- concurrieron al lugar un gran número de efectivos, sin ninguna función específica, al solo efecto de prestar colaboración. Concretamente, no se tomaron los recaudos que resultaban necesarios para impedir la posible fuga de los delincuentes, ni se coordinaron las fuerzas para que el personal actuara en el hipotético caso de que esto sucediera, previendo que podía tratarse de la salida de los delincuentes solamente, como la de éstos junto con los rehenes. Ello contradice lo normado en el Libro II, Capítulo I, de la Ley 12155 (Organización de la Policía de la provincia de Buenos Aires). Las propias fuerzas de seguridad, que con su accionar debieron garantizar la integridad física y la vida de los ciudadanos, no adoptaron los recaudos mínimos que aquella situación exigía.La comisión investigadora de la Prefectura Naval Argentina, que llevara adelante la investigación de los hechos aquí analizados, practicó los informes técnicos que obran agregados a la presente causa. Mediante el informe de digitalización de imágenes de los videos obtenidos por los canales América TV y Canal 13, se permitió establecer que transcurrieron 73 segundos desde la puesta en marcha del automóvil VW Polo hasta el desenlace final de los hechos. La inspección ocular practicada sobre dicho vehículo, que se realizara en los estudios periciales que practicara Gendarmería Nacional, determinó que el rodado presentaba cuarenta y ocho impactos directos de bala, producidos por proyectiles de armas de fuego, describiéndose las ubicaciones y sus respectivas direcciones, ángulo de incidencia y trayectorias. Surge del mismo, que de los 19 cuarenta y ocho impactos directos, doce corresponden al calibre 5,56 mm.; once al calibre 9 mm. y diecinueve al calibre 7,62, no habiéndose podido corroborar la procedencia del calibre de ocho de los impactos. El rodado presentaba también dos impactos directos de dentro hacia fuera (atribuídos a las armas que poseían los delincuentes).Las conclusiones del dictamen pericial registrado bajo nº 18505, practicado por la Dirección de Policía Científica de Gendarmería Nacional –con la intervención conjunta de peritos (oficiales), de la Policía Bonaerense, de la Policía Federal Argentina y de la Prefectura Naval Argentina- (obrantes a fs. 4499/4515), efectuado en base a la determinación de la identidad de proyectiles dubitados “aptos para cotejo”, mediante estudios comparativos con los proyectiles y vainas indubitadas, indican cuáles fueron las armas de fuego, cortas y largas, utilizadas y percutadas en los hechos aquí investigados, que impactaron en los cuerpos de las víctimas y en el rodado.Como consecuencia de la información recogida de las actas de entrega del armamento utilizado por el personal actuante, de fecha 17 de setiembre de 1999, obrantes a fs. 71/72, 73/74, 75/76, 77, 78 y 79/80, de los listados de personal policial interviniente en los sucesos de los días 16 y 17 de setiembre del año 1999, obrante a fs. 898/899 –Jefatura Departamental III San Nicolás-, 900 –grupo G.E.O-, 902 – División Halcón-, 906/907 –grupo GEOF- y del informe técnico nº 02/2000 elaborado por la P.N.A. suministrando la posición del personal policial, cuyas copias obran agregadas a fs. 4443/4488 y en virtud de los cuales se practicara aquel informe pericial –nº 18505-, se dispuso la detención, en primer término, de los efectivos policiales Oscar Alberto Parodi, Ramón Ignacio Leyva y Carlos Ariel Aravena. Se procedió también a la detención de Martín Héctor San Miguel, Sergio Guillermo G. Susperreguy, Sergio Daniel Garea y Ramón Darío Sánchez, habiéndoseles eximidos de prisión; se iniciaron actuaciones para dirimir también la responsabilidad del Comisario Inspector Omar Rubén Isaías. La recepción de esas armas entregadas por el personal policial actuante –que quedara asentada en las actas precedentemente citadas-, se trató de un trámite ordenado, que se realizó con la intervención de los testigos civiles Roberto Ignacio Comoli – acta de fs. 73/4-, Miguel Angel Pérez y Jorge Horacio Cortagerena –actas de fs. 75/80- que en las declaraciones prestadas a lo largo del debate fueron ratificadas), en las cuales se tomaron los datos de identidad de la 20 persona que realizó la entrega y se practicó la identificación del arma, con la numeración estampada en cada una de ellas, sea en el cañón o en la estructura de la misma, siendo ello precisamente lo que llevó a que toda la manipulación pericial posterior se hiciera con la tranquilidad de que se trataba de las mismas armas oportunamente entregadas, más allá de cualquier otra medida que pudo haberse adoptado, como la colocación de precintos y seguros. En los informes de autopsias cuyas copias obran agregadas a fs. 418/423 –Santillán- y 424/428 –Chaves- y las fotografías y radiografías obtenidas al momento de esos exámenes médicos, que obran reservados en Secretaría, hay una descripción acabada de la trayectoria de los proyectiles que incidieron en los cuerpos de las víctimas, lo que posteriormente permitió realizar un desarrollo de las trayectorias y determinación de las bocas de fuego de esos proyectiles. Concretamente en sus conclusiones establecen, en el caso de Chaves: un encadenamiento causal de la siguiente forma: causa final: inhibición cardiorespiratoria; causa desencadenante: hemorragia masiva intrapericárdica e intratoráxica; causa determinante: destrucción de aurícula derecha y lóbulos pulmonares; causa básica: heridas perforantes por proyectiles y en el caso de Santillán: un encadenamiento causal de la siguiente forma: causa final: inhibición nerviosa central; causa desencadenante: destrucción masiva encefálica; causa determinante: estallido de cráneo; causa básica: heridas por proyectiles de armas de fuego; otros factores coadyuvantes: destrucción de aurícula derecha y pulmón izquierdo lóbulo superior, correspondientes al proyectil referido; esquirlas y proyectiles. A los informes reseñados precedentemente deben sumarse las declaraciones testimoniales prestadas en sede instructoria y los croquis ilustrativos efectuados por los facultativos que practicaron las mismas Hugo Ricardo Zunino (perito médico oficial del departamento judicial San Nicolás) a fs. 942/951 y 4668/4669; Carlos Alberto Milesi (médico auxiliar superior de la delegación San Nicolás de la Policía Federal) a fs. 952/960; Manuel Armando Caro (médico de policía de San Nicolás) a fs. 977/985 y Roberto Antonio Silicani (perito médico oficial del departamento judicial San Nicolás) a fs. 1023/1030; quienes brindaron explicaciones desde el punto de vista médico legal. Los doctores Silicani y Caro ratificaron además aquellos informes en el desarrollo del debate celebrado en esta sede. En el caso de las víctimas 21 Chaves y Santillán, surge acabadamente la existencia, en cada caso, de dos heridas distintas y las causas de la muerte producida por cada una de esas heridas. Ambos recibieron dos impactos que no corresponden al mismo autor, en cada uno de ellos se pudo identificar al autor de uno de los impactos y no pudo determinarse al autor del otro. Se estableció que en ambos casos, las heridas provocadas por los impactos identificados, resultaron mortales. Estos informes han sido objeto además, de una prueba propuesta por las partes, en virtud de la cual depusieran a lo largo del debate los doctores Ricardo Fracchia, Héctor Oscar Espinoza y Roberto Fernández Viña (médicos legista), quienes brindaran una exhaustiva información acerca de las lesiones en los órganos vitales que produjeron aquellas muertes y ratificaron los dictámenes médicos de las autopsias.El valor fundamental de esas autopsias recae en el hallazgo de los proyectiles en los cuerpos de las víctimas. Esto le confiere a esos proyectiles una base de certeza incuestionable, al ser producto de una tarea pericial realizada de acuerdo a las pautas previstas en el artículo 263 del C.P.P.N. Esos mismos proyectiles, recibidos desde un cuerpo pericial médico, por otro cuerpo pericial –el encargado de la pericial balística- (garantizando su preservación como fue explicado en el tratamiento de las nulidades interpuestas), resultaron una base incontrastable para la posterior identificación de las armas empleadas para su disparo. La pericia balística -registrada bajo nº 18505- fue realizada por un equipo pericial interdisciplinario que incluyó peritos oficiales, de Gendarmería Nacional y de otras fuerzas, se realizó con un gran despliegue de medios técnicos, empleando minuciosas técnicas de identificación y consistió concretamente en contrastar los proyectiles hallados en el lugar de los hechos y en los cuerpos de aquellas víctimas, con las armas entregadas ese día por el personal policial interviniente, arrojan resultados ciertos de absoluta aprovechabilidad. Parte de aquella prueba ha sido reiterada a través de otra pericia –ampliación registrada bajo nº 31885-, habiéndose realizado además ampliaciones de la pericia original. En todos los casos el informe se practicó respecto a cada una de las armas, destacándose su numeración y características, acompañándose además el material gráfico correspondiente a microfotografías con las cuales se compara y se establece la identidad de los proyectiles respecto a determinadas 22 armas. Lo mismo ocurre con la determinación de las trayectorias, que se ven acompañadas por un profuso material fotográfico y se establece su coincidencia con estudios posteriores, respecto del posible hallazgo de bocas de fuego. Ese informe pericial consta de seis cuerpos y sus ampliaciones de tres cuerpos. Las conclusiones de todos estos informes técnicos arrojan como resultado el marco de compatibilidad existente, en algunos casos, entre ciertos proyectiles con determinadas armas y, en otros supuestos, indican un margen de compatibilidad en cuanto a la supuesta ubicación del personal con la trayectoria de ciertos disparos. Esto significa que se ha logrado determinar la identidad de proyectiles dubitados “aptos para cotejo” mediante estudios comparativos con los proyectiles y vainas indubitadas, y la correspondencia de aquellos con los orificios localizados en el automóvil VW Polo y con armas de diversos calibres que fueran utilizadas y entregadas por el personal policial actuante. En algunos casos esos proyectiles tienen una incuestionable certeza por su hallazgo dentro del cadáver de algunas de las víctimas, teniendo en cuenta además el brevísimo tiempo que ocuparon los disparos, la inmediata recepción de las armas por parte del personal policial y la inmediata recolección de las huellas a través del personal de la División Rastros y Huellas (así lo sostuvieron Comisario Inspector José Guillermo Conti y Oficial subinspector Viviana Desimone al prestar declaración en la audiencia de debate. La última lo hizo además en sede instructoria a 4079/4081). De lo precedentemente expuesto surge que, el informe de autopsia que fuera evaluado en la Gendarmería Nacional (a través de otros facultativos) y relacionado con aquellas interpretaciones balísticas, arrojan como resultado que el proyectil disparado por el suboficial del Comando Radioeléctrico de San Nicolás, Oscar Alberto Parodi, junto con otro disparo de distinto calibre cuyo autor no pudo ser identificado, provocó la muerte de Chaves y que el proyectil disparado por el Sargento del GEO Zárate Campana, Ramón Ignacio Leyva, junto con otro disparo de distinto calibre en cuyo caso tampoco pudo determinarse la autoría, provocó la muerte de Santillán y que el proyectil disparado por el arma que portaba el Cabo Carlos Ariel Aravena (perteneciente a la misma fuerza que Leyva) provocó en su trayecto lesiones en la persona de Santillán (indican el ingreso del proyectil y la 23 herida que provoca en la víctima), determinándose en este caso que son otras las causas que ocasionan su muerte. Debe destacarse que las circunstancias reseñadas, reflejan además, la intervención de otros funcionarios policiales involucrados en la concreción de los hechos delictivos sometidos a estudio, debiendo distinguirse las conductas de aquellos que dispararon contra el vehículo en movimiento, de aquellas conductas omisivas en la que incurriera el personal policial encargado de asegurar el lugar. Corresponde en esta instancia hacer una primera referencia de cada uno de ellos para luego, en cada caso particular, fundar la participación que les cupo con la prueba colectada a lo largo del debate.Oscar Alberto Parodi prestaba servicios como suboficial del Comando Radioeléctrico de San Nicolás. Resultó acreditado que efectuó disparos con un fusil FAL (fusil automático liviano) calibre 7,62 mm., número de serie 7.129.034 que retirara de las dependencias del Comando antes de trasladarse a la ciudad de Ramallo, conforme reconociera en oportunidad de prestar declaración indagatoria a fs 4552/4555, provocando lesiones en la persona de Carlos Chaves, que devinieron en el resultado muerte. El disparo efectuado por éste, impactó en la cara posterior del hombro izquierdo de Chaves, con una dirección de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo y de atrás hacia delante, causando lesiones en el pulmón izquierdo, mediastino y pulmón derecho, resultando tales heridas, junto a las producidas por otro disparo compatible con un arma calibre 5.56 mm. –cuyo autor no pudo determinarse-, la causa de la muerte del señor Chaves.El citado informe técnico pericial nº 18505, describe que el encamisado de latón militar extraído del lóbulo inferior del pulmón derecho de Chaves –conforme autopsia referida y que corresponde a una de las heridas mortales recibidas por aquelpertenece a un proyectil calibre 7,62 mm. disparado por un FAL cuya portación y entrega se imputan a Oscar Parodi, conforme surge del acta de entrega de armamento obrante a fs. 73/74. Ese disparo resulta compatible con el cotejo realizado entre los datos obtenidos de las trayectorias internas de los impactos realizados sobre el vehículo; con la trayectoria balística nº 25 de aquel informe técnico.- 24 Ramón Ignacio Leyva se desempeñaba como sargento del GEO Zárate-Campana. Resultó acreditado que efectuó disparos con un fusil FAL (fusil automático liviano) calibre 7,62 mm., número de serie 13.767.073 provocando lesiones en la persona de Carlos Alberto Santillán, que devinieron en el resultado muerte. Conforme el mismo reconociera al prestar declaración indagatoria a fs. 4569/4572, al intentar sacar el seguro de su F.A.L., sosteniendo el fusil en dirección al Polo, “se le escapan dos disparos de su arma”. Con la prueba colectada -citado informe pericial (nº 18505)- quedó acreditado que Leyva disparó, al menos en ocho oportunidades, contra el automóvil en movimiento, impactando uno de dichos disparos (efectuado luego de que el rodado traspasara su posición varios metros) en la persona de Carlos Alberto Santillán. Dicho impacto provocó una herida que se inició hacia abajo, de atrás hacia delante y de izquierda a derecha; la misma perforó pulmón izquierdo provocando el estallido del lóbulo superior izquierdo, hemotorax masivo, perforó corazón destruyendo la aurícula derecha, perforó diafragma, alojándose finalmente en tejido celular subcutáneo abdominal anterior, supraumbilical. El proyectil alojado finalmente en el tejido celular subcutáneo abdominal anterior, supraumbilical, de donde fue extraído, pertenece a un calibre 7,62 mm. disparado por el FAL portado y entregado por Ramón Ignacio Leyva (conf. acta de entrega de armamento obrante a fs. 79/80, el arma es la numerada con el nº 93) resultando compatible aquel disparo, con la trayectoria balística nº 19 de aquel informe pericial. Además, a lo largo de la tarea de levantamiento de rastros, referida en párrafos anteriores, se descubren una serie de vainas que se corresponden con el arma que tenía en su poder el señor Leyva. Se trata de cuatro vainas halladas en distintos puntos de calle Sarmiento, de modo tal que aquél efectuó no menos de cuatro disparos, uno de los cuales fue mortal para Santillán Carlos Ariel Aravena prestaba servicios como Cabo del GEO Zárate-Campana. Resultó acreditado que efectuó disparos con su pistola brasilera marca Taurus calibre 9 mm. identificada con las letras TRD nº 97841, contra el vehículo en movimiento, uno de los cuales impactó sobre Santillán, que aún se encontraba con vida, causándole una herida no mortal. El proyectil encamisado extraído de entre la espalda y la camiseta de aquel, fue el que produjo tal herida, determinándose que el mismo correspondía al arma utilizada por 25 Aravena (ello surge del informe pericial nº 18505 y del acta de entrega de armamento de fs. 79/80). Ese disparo de arma de fuego provocó una lesión que ingresó por el hemitorax derecho, pared anterior, realizó trayecto circungirante subaxilar y salió por hemitorax posterior derecho, quedando alojado en el espacio formado entre la espalda y la camiseta de la víctima (proyectil encontrado en la autopsia de Santillán) y corresponde a un proyectil encamisado calibre 9 mm., determinándose además que dicha herida no es mortal, en virtud de que no ha lesionado órganos nobles ni ha provocado un derrame de sangre masivo. (Al no determinarse en el estudio pericial una trayectoria balística entre arma y víctima, permite inferir que ingresó al habitáculo del automóvil por alguno de los vidrios –del costado o trasero- del mismo). Martín Héctor San Miguel y Sergio Guillermo Gabriel Susperreguy revestían como miembros de la División Halcón de la policía de la provincia de Buenos Aires y en aquella oportunidad efectuaban tareas de observador desde la terraza del inmueble sito en San Martín nº 204 de Villa Ramallo portando, el primero de ellos un fusil automático calibre 5,56 mm., marca Heckler & Koch, modelo HK – 33 E nº 3.025.806 con mira telescópica, y Susperreguy un arma fusil calibre 5,56 mm., marca Heckler & Koch, modelo HK – 33 E nº 3.025.807 El relato de los mismos es coincidente en cuanto reconocen haber efectuado disparos luego de escuchar por la banda policial de su equipo de radio la orden de “disparen sobre los neumáticos”. Dentro del relevamiento de impactos sufridos por el automóvil VW Polo surge que éste presentó doce balazos provenientes de armas calibre 5,56 mm., recibidos en general en la parte frontal del vehículo, conforme surge de la ampliación de pericia nº 31885 donde se hace un expreso desarrollo de las trayectorias posibles; diez de los cuales sólo pudieron ser producidos por el tipo de arma que portaban estos Susperreguy y San Miguel- (tres impactos sobre el capot del auto, uno sobre el paragolpe trasero y los seis restantes sobre el parabrisas delantero. Esos disparos fueron identificados por el informe técnico pericial nº 18.505 como impactos 1, 2, 3, 13, 38, 41, 43, 44, 45 y 47 respectivamente. Como consecuencia de dichos disparos pudo haber resultado la muerte o lesión de alguno de los ocupantes del vehículo, (en el caso concreto de Santillán en cuanto al disparo que produjo “estallido 26 de cráneo con fracturas plurifracmentarias de hueso frontal, macizo facial, órbitas, parietales, temporales y occipital”), no obstante ello, deben distinguirse las conductas de ambos imputados, como se establecerá en los párrafos que siguen. Sergio Daniel Garea prestaba servicios como Cabo 1º del Destacamento Cuerpo de Infantería de San Nicolás, desempeñó tareas de policía de seguridad. La posición de este imputado era distinta a la de todos los demás, estaba detrás del escenario, en la intersección de calles Rivadavia y Sarmiento, a una cuadra de la entidad bancaria. Se encuentra acreditado que efectuó, al menos, un disparo contra el automóvil VW Polo en movimiento con su arma FAL modelo “para”, culata reversible, calibre 7,62 mm. nº 7.128.868, pudiendo de ello haber resultado las muertes o lesiones (conf. acta de secuestro de armas de fs. 79/80 y informe técnico pericial balístico nº 18505). De las diligencias técnicas practicadas por Gendarmería Nacional surge que el material secuestrado en el lugar de los hechos y detallado como Elemento: proyectil, Lugar: Bolsa de plástico PY 7,62, según lo certifica la pericia 18505 fue disparado por el arma perteneciente a Sergio Daniel Garea. El proyectil que se corresponde con este arma es uno encontrado a lo largo de calle Sarmiento (registrado como nº 13) Ramón Darío Sánchez se desempeñaba como miembro del Grupo GEO Zárate – Campana, revistiendo tareas de policía de seguridad, ubicado (según sus dichos) sobre el terraplén del garaje de una casa ubicada sobre calle Sarmiento. Se encuentra acreditado que Sánchez efectuó, al menos, cuatro disparos, contra el automóvil VW Polo en movimiento, con su pistola automática UZI, calibre 9 mm. nº 611237, de los cuales pudieron haber resultado las muertes o lesiones acreditadas en autos (conf. acta de secuestro de armas de fs. 79/80 (con testimonio de los testigos Pérez y Cortagerena) e informe técnico pericial balístico nº 18505). Hay una profusión de proyectiles y de impactos que se corresponden con las características del arma de Sánchez (pistola automática con capacidad de disparar una ráfaga). En cuanto a las diligencias técnicas practicadas por Gendarmería Nacional surge que el material secuestrado en el lugar de los hechos: a) Elemento: proyectil / vainas, Lugar: “Inspección ocular GN – Dubitado nº 3”; b) Inspección ocular: GN – dubitado nº 1 ; c) bolsa de plástico nº 23; d) sobre papel 27 madera asiento trasero; e) sobre papel madera: esquina Sarmiento y San Martín (prov. Nº 2)”, f) sobre nº 15 – precinto 001462 y g) sobre papel madera esquina Sarmiento y San Martín, según lo certifica la pericia nº 18505 a fs. 348 y 349 de sus conclusiones, fueron disparados por el arma perteneciente a Ramón Darío Sánchez Omar Rubén Isaías, en el desarrollo de los hechos aludidos el Comisario Inspector Isaías se desempeñaba como Coordinador de Zona de la DDI San Nicolás, dependiente de la Dirección General de Investigaciones Judiciales, departamental local, en calidad de instructor y, conforme resulta de la prueba rendida, violó los deberes que le correspondían en su carácter de funcionario público, conforme la exigencia establecida en el artículo 248 del Código Penal; en virtud de la no ejecución de normas y disposiciones legales inherente al cargo que desempeñaba (Ley 12155 y artículo 184 del código de rito) De expediente –informe la obrante información a fs. que 3627/3632- obra glosada respecto de al la conformación de la DDI III de San Nicolás, éste funcionario ejercía la superioridad sobre un total de casi treinta efectivos que participaron de la zona de crisis y, a su requerimiento, pudieron asistirlo en aquella ocasión, contribuyendo a la efectividad de su labor, teniendo en cuenta la gravedad del ilícito perpetrado. Debe adjudicársele al nombrado una conducta omisiva atento que; poseyendo todas las obligaciones y responsabilidades que su función conlleva (observación y cumplimiento de las funciones esenciales, en los términos del artículo 26 de la citada ley) en este caso no cumplió con lo establecido en el punto o): “cuidar que los rastros materiales del delito sean conservados y que el estado de las cosas no se modifique, hasta que intervenga directamente el MP o la Policía Judicial, de conformidad a lo establecido en el C.P.P.” ; en tanto no contribuyó a realizar un cierre efectivo de toda la zona, habiendo permitido que terceras personas entraran en ella, produciéndose como consecuencia de ello la sustracción de un handy, cuya presencia en poder de los captores resulta incuestionable a partir de las comunicaciones establecidas (en frecuencia policial) desde el interior del banco con el Comité de Crisis, y de un arma, presumiblemente una ametralladora tipo UZI, cuya presencia pudo corroborarse en la audiencia a través de las filmaciones y los trabajos de digitalización de imágenes, advirtiéndose que se efectúan disparos en ráfaga desde el interior del vehículo hacia fuera. De esta manera, este funcionario 28 impidió que se garantizara la intangibilidad de la prueba en el escenario donde transcurrieron los hechos, atento que se dificultó la búsqueda de rastros y dio lugar al ocultamiento de aquellos importantes elementos de prueba. Circunstancias que se consideran relevantes para el examen de los hechos investigados: I- Presencia de numerosos funcionarios gubernamentales, judiciales y de la jefatura de los diversos grupos (v. acta de fs. 33 y 187) y una importante cantidad de efectivos policiales y “grupos tácticos” de diversas fuerzas, sin que se haya concretado fehacientemente responsables, la para preparación enfrentar de un un plan común, entre acontecimiento como el sus aquí examinado, de fuga de asaltantes que utilizaban un automóvil y se sirvieron de rehenes para cubrir su escape. Ello, a pesar del tiempo transcurrido desde que se tuvo noticia de la ocupación de la sede bancaria por los asaltantes; la toma de rehenes concretada desde el inicio; la peligrosidad demostrada por los delincuentes a través de sus amenazantes comunicados telefónicos, el uso de armas de fuego y explosivos, según el relato de los rehenes liberados, como así el oportuno anoticiamiento de la existencia de un automóvil en ese lugar, que sería empleado en la fuga. II- El numeroso contingente policial (aproximadamente unos doscientos efectivos) estaba provisto de armamento que incluía armas largas de grueso calibre y de precisión. Los grupos tácticos “Halcón” de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y el “G.E.O.F.” de la Policía Federal, contaban con personal especializado que fue emplazado en lugares estratégicos en calidad de observadores y francotiradores. El grupo G.E.O., el personal de Infantería y los integrantes del Comando Radioeléctrico de la ciudad de San Nicolás, contaban también con armas largas –F.A.L. 7,62 mm- además de pistolas automáticas y ametralladoras (v. actas de secuestro de armas glosadas a fs.75/80). Los informes obrantes a fs. 3643/3674 son explicativos del flujo de comunicaciones entre los distintos grupos apostados en el lugar, como así también de las frecuencias, canales y bandas. Pudo acreditarse que no existieron comunicaciones radiales bajo un código común, a fin de que las fuerzas intervinientes estuvieran permanentemente informados de las órdenes impartidas. 29 III- Existencia de abundante información sobre el desarrollo de los acontecimientos que se estaban desarrollando en la localidad de Villa Ramallo los días 16 y 17 de septiembre de 1999, alrededor de la violenta ocupación de la sede del Banco de la Nación Argentina de ese lugar, (esto incluía la existencia de rehenes en poder de los delincuentes y el uso de armas y explosivos por parte de aquellos –v. las comunicaciones del propio gerente, señor Chaves, desde el interior (Ayala, Martínez y Turi v. fs. 2091). Ello era transmitido permanentemente a través de los canales de televisión, medios periodísticos y radiales que allí se habían hecho presentes. Además de ello, los distintos grupos policiales contaban con equipos portátiles de comunicación –handies y los móviles del Comando tenían además radio- que les permitía a sus integrantes estar informados de las órdenes que les impartían sus respectivos superiores y de lo que ocurría en la sede del banco asaltado. Según resultara del testimonio brindado por quien estaba a cargo del grupo G.E.O.F., el Sub comisario Claudio M. Pereyra, él había entregado a un oficial del grupo Halcón un aparato portátil de comunicación del grupo G.E.O.F. para poder comunicarse con ellos. Un integrante del G.E.O.F., el cabo Ariel Loyola, había sido cedido en calidad de observador francotirador del grupo Halcón para transmitirles, mediante un “H.T.” de este grupo, la información obtenida desde su puesto de observación; esa información la recibía el oficial Halcón, Ángel Angulo. Los integrantes del grupo G.E.O. estaban también intercomunicados por equipos portátiles, según resulta de lo declarado por el testigo Edgardo Crocce y los oficiales Fontana y Fernández. El personal del Comando Radioeléctrico de San Nicolás, también contaba con medios portátiles de comunicación, según lo declarado por quien estaba a cargo de ese grupo, el sub comisario Rául Martínez y lo que pudo apreciarse en el video exhibido en la audiencia, donde se puede apreciar a ese oficial en reiteradas secuencias utilizando ese medio de comunicación, y sobre lo que depuso en la audiencia el perito, sub prefecto Javier Darío Rodríguez, al examinar las diversas escenas fotográficas incorporadas a los informes técnicos periciales Nro.05/00 y 06/00 de Prefectura Naval Argentina y sus anexos, que fueran remitidos por el Juzgado Federal de San Nicolás (Causa Nro.1263/00) e incorporadas como prueba. Interesa recordar la existencia de un “handy” en frecuencia policial de ese mismo Comando Radioeléctrico, cuya entrega 30 a los asaltantes del Banco de Villa Ramallo efectuara Aldo Cabral, por entonces integrante de ese cuerpo policial, que resultara condenado por este Tribunal Oral, al considerarlo miembro de esa banda y responsable de los hechos que dieron lugar al pronunciamiento registrado bajo el número 174/02 de fecha 25 de setiembre del año 2002. Fue justamente a través de un “handy” con frecuencia policial del comando, que inicialmente se comunicaron los delincuentes desde el interior del banco con funcionarios de ese cuerpo, el oficial Jorge Ayala y el sub comisario Raúl Martínez, tal como lo recordara en el debate éste último en su declaración testimonial; inexplicablemente se produjo la desaparición de un “handy” marca Yaetzu con batería “de los que usaba la policía”, que un uniformado con “grado de Cabo Primero” que se identificó como perito del Comando Radioeléctrico de San Nicolás, había extraído de un bolso que se encontraba dentro del baúl del accidentado auto Volkswagen Polo Classic que había salido desde el garaje de la casa del gerente, inmediata a la sede bancaria, aproximadamente a las 4 hs. del día 17 de septiembre de 1999, según lo declarado por el testigo Espíndola. IV- Sobre la circunstancia en que se produce la salida del vehículo, resultó ilustrativo el testimonio brindado por la señora Flora Lacave, quien se encontraba dentro del automóvil Polo en condición de rehén, ubicada en el asiento delantero del lado del acompañante, utilizada como escudo por el asaltante Martínez, quien la había hecho sentar a tal efecto sobre sus rodillas. En igual sentido se valora el testimonio del cabo primero Ariel Loyola, quien dijo que tenía visión directa sobre el punto de salida del garaje por estar instalado como observador francotirador en la planta alta de una vivienda ubicada en la vereda de enfrente a ese lugar. Aquellas circunstancias quedaron en gran parte registradas en el video proporcionado por América TV que fuera reiteradamente exhibido en la audiencia. Todo ello se complementa con lo que, sobre los instantes previos a esa salida, declararon los integrantes del grupo Halcón, identificados como “topos” que se habían ubicado en el entretecho de los ambientes del banco donde se encontraban los asaltantes y rehenes, esto es Roberto Franceschetti, Vicente Romero, Cristian Siri, Sergio Gobernatori, teniendo visión directa sobre aquéllos a través de orificios del entretecho. Es a partir de ese plexo probatorio que se pudo conocer que los asaltantes, luego de interrumpir intempestivamente las 31 tratativas que venían manteniendo con el negociador “Pablo” instalado donde funcionaba el llamado “Comité de Crisis” en la escuela aledaña al banco, condujeron, por la parte interior, a los rehenes Chávez, Santillán y a la señora Lacave, junto con los bolsos en los que habían introducido previamente armas, efectos sustraídos, el “handy” utilizado para comunicarse inicialmente con las fuerzas policiales, ropas y otros elementos, hacia el garaje de la vivienda contigua, donde residía el gerente Chaves, y donde se encontraba estacionado el automóvil marca Volkswagen Polo Classic de su propiedad. Después de cargar los bolsos dentro del baúl del rodado y de ubicar al señor Chaves al volante del mismo y al contador en el medio del asiento trasero, obligaron a la señora Lacave a que procediera a abrir el portón del garaje. La señora Lacave tuvo dificultad para proceder a tal apertura por lo que fue ayudada por uno de los asaltantes, y fue entonces que teniendo medio cuerpo afuera de la línea del portón gritó que no dispararan “que ella era la esposa del gerente; en ese momento afuera reinaba un silencio total y todo oscuro”; luego fue empujada para que subiera al rodado, saliendo el vehículo marcha atrás, empujando una camioneta marca Saveiro que había sido estacionada con su parte delantera hacia la puerta del garaje, lo que dificultaba la maniobra, esto se hizo muy lentamente y, una vez apartada la camioneta, el Polo quedó detenido unos breves instantes antes de marchar, también lentamente hacia adelante girando a la derecha para dirigirse por la vereda de ese lado del banco, correspondiente a calle Sarmiento, en dirección a la Av. San Martín. Fue en la parte inicial de esa maniobra “cuando está girando para tomar la vereda” que la señora Lacave recuerda que el asaltante “Cristian” que venía ubicado en el asiento trasero de su mismo lado derecho le dice “señora, baje el vidrio de su ventanilla para que vean los rehenes”, a lo que ella accede y comienza a gritar por la ventanilla “no tiren, no tiren”, siendo que en ese momento reciben numerosos disparos por ese sector, motivo por el que intenta subir nuevamente el vidrio y entonces recibe un balazo en el dedo de la mano; recuerda la testigo que también se comienzan a escuchar disparos por el lado donde se encontraba su marido, quien también gritaba “no disparen”; ante el peligro de que los disparos hicieran estallar el explosivo que los asaltantes le habían colgado en el cuello a su esposo, la señora Lacave se inclina sobre el mismo para cubrirlo y poco después, antes de que el auto llegara a la bocacalle (cruce de Av. San Martín) escucha que su marido 32 le dice “me dieron” y cuando le toca la cara para secarle la sangre “a la mitad de la bocacalle” siente como una explosión y un fogonazo “y ahí me di cuenta de todo, cerré los ojos hasta que paró el coche”. Según pudo apreciarse en la proyección del video antes citado, al momento de producirse aquella trabajosa y lenta salida del rodado antes descripta, en sus inmediaciones se pudo observar la presencia de varias personas que se desplazaban muy cerca del mismo, algunas iluminando con linternas. En tales condiciones, imperando un “silencio total”, cabe concluir necesariamente que, los efectivos policiales allí apostados debieron escuchar los gritos de la señora Lacave cuando reclamaba que no efectuaran disparos, que pondrían en peligro la vida de los rehenes. Que ello fue así, surge del testimonio del cabo Ariel Loyola, quien se encontraba ubicado como francotirador dentro de la vivienda de la familia de Rosa Natalia Cardinale –quien también depusiera como testigo en la audiencia-, ubicada en la vereda de enfrente al lugar donde saliera el auto y quien pudo escuchar y ver a la señora Lacave, concretamente dijo: “Cuando (el automóvil Polo) sale del portón, yo estaba ubicado casi enfrente del portón, en un primer piso, en una habitación ubicado desde la tarde. Había un vehículo que se interponía, entonces el Polo lo empuja, luego dobla y queda en sentido de circulación. Mi función era estar al servicio del grupo Halcón como “snipper”, que diga todo lo que pueda ver informando en ese lugar...Yo tenía un HT que me dieron los del grupo Halcón. Se escuchan voces en el interior del garaje, luego se prende la luz, se enciende un vehículo, luego se abre la puerta, (alguien) sale diciendo en alta voz “no me tiren, no me maten”. Ella (Lacave) miraba hacia delante, el campo de visión era limitado con binoculares. Luego se abre el portón, la ingresan al vehículo a la mujer, yo voy informando todo lo que veo, esa era mi misión, y por el otro lado (el lado del conductor) ingresa otra persona, un masculino;... sí (recibía comprobación de que era recibido), se dice QSL cuando lo reciben, es un código...Cuando el auto dobla hacia la derecha, escucho una voz abajo mío, era gente de civil, uniformados de azul, mucha gente, alguien dice “tírenle a las gomas”, eso es textual. “Escucho una detonación primera, se escucha sola, y luego en diferentes lugares, a mi izquierda y debajo...El auto cuando sale tenía los cristales cerrados, yo modulo eso también. Al no tener blanco fijo, los vidrios altos, mi función se limitaba a informar. Nosotros sabemos que cualquier cristal desvía el proyectil, por eso no 33 podía disparar.... A la izquierda, era gente del grupo Halcón, yo estaba ahí nomás, 15 o 20 metros... (cerca del portón) había gente del Grupo Halcón. Son los únicos que veo porque estaban enfrente, los que estaban debajo mío no los pude ver....Se mueve el portón y delante de esa puerta se veía personal al costado, una formación, que estaba desde antes, no sé el tiempo, pero ya estaban ahí. Eran del grupo con el que tuve comunicación....Si bien yo estaba por seguridad, ellos estaban muy cerca...Cuando modulo (la columna o estaca) queda más cerca, bien a la puerta del portón, antes estaban unos metros más atrás....estaba a unos quince o veinte metros. Yo escuché bien lo que dijo ella (Lacave)....(El disparo primero) del auto no venía, vino de abajo mío a la izquierda…” (primera declaración prestada el día 2/11). También tomó noticia de ese reclamo el testigo Claudio Orellano, integrante del Comando Radioeléctrico de San Nicolás, quien se encontraba apostado “en la vereda enfrente del banco” junto con Parodi, Mosto, el subcomisario Martínez, Miras, quien recordó que pudo observar que “sale una persona que abre el portón y una voz femenina grita: “no tiren”, agregando que “Parodi estaba detrás de mí”. El testigo Oscar Montero, de ese mismo comando sobre este punto expresó que, cuando ve salir el rodado “escuchó una voz que decía “cuidado con los rehenes”, cuando estaba empujando la camioneta, para mi eso significaba tener cuidado, tener todos los recaudos, si van rehenes entiendo que no se puede tirar al auto” y afirmó además que los primeros disparos fueron los del grupo Halcón. Lo precedentemente expuesto y de modo particular la reiterada observación de las secuencias registradas fílmicamente ya citadas, ponen en evidencia la impericia con que actuaron los funcionarios policiales apostados en el lugar, quienes tenían la responsabilidad, por decisión del magistrado allí presente, de proteger la vida de los rehenes y evitar que lo que se ha llamado en el curso del debate como “el foco de crisis”, se traslade cruentamente del lugar donde debió haber sido contenido. No puede comprenderse que un numeroso y capacitado grupo táctico, que contaba con fuerte armamento, no haya podido detener en su momento inicial la marcha del rodado Polo cuando estaba maniobrando lentamente y aún permaneció por instantes detenido frente a la puerta del garaje; ni aún cumplir la tan mentada orden dada por el oficial Ascacibar de “disparar a las gomas”. Debe repararse sobre este particular, la cantidad de 34 disparos que reconocen haber efectuado “a las gomas” los distintos efectivos policiales que depusieron en el debate, sin que hayan logrado tal objetivo, que perseguía detener la marcha del vehículo. Así vemos que, varios efectivos del grupo Halcón, reconocieron haber efectuado disparos con esa finalidad: el oficial principal Carlos Calderón, dijo haber efectuado “cuatro disparos a la rueda trasera derecha” cuando el auto rodaba por la vereda; el sargento Vicente Romero dijo: “efectué tres o cuatro disparos hacia las ruedas laterales izquierdas” desde la cornisa del banco “cuando el auto está saliendo” aclarando que cuando el mismo ya avanzaba, consideró que no estaba en condiciones de disparar y cesó y que “observé una cantidad inmensa de disparos en forma indiscriminada y que el auto se iba”; el oficial inspector Cristian Siri sostuvo, “emprendo una carrera hacia la esquina del banco, estaba por cruzar la misma y podía disparar al neumático, hago seis disparos y dejé de hacerlo cuando pierdo el ángulo de tiro”; el imputado San Miguel, observador del grupo Halcón, declaró en la audiencia, teniendo a la vista el video grabado por América TV cuya exhibición solicitó, haber efectuado “cuatro disparos a las ruedas” cuando el automóvil había dejado de retroceder empujando la camioneta que lo obstaculizaba a la salida del garaje; el otro imputado, Susperreguy, también observador del grupo, afirmó haber efectuado disparos a las ruedas cuando el vehículo avanzaba después de descender de la vereda cruzando la Av. San Martín; el sargento primero Sergio Gobernatori, afirmó que cuando escuchó la orden de “disparar a las gomas”, desde unos quince metros desde arriba del techo del banco, cuando el auto estaba empujando la camioneta “disparé dos veces a la rueda del sector del acompañante y estimo que dí en el blanco”. Respecto de estos disparos el oficial Franceschetti, dijo haber escuchado los disparos de Gobernatori quien tenía un subfusil y que cree que fue el primero en disparar; el oficial Sergio Andrada efectuó “cinco disparos con el subfusil de asalto que portaba”, que los disparos los realizó a la carrera “viendo que los disparos impactaron en la vereda” (v. fs. 556, declaración testimonial prestada en sede instructoria); los testigos Daniel Zabala –sargento ayudante del grupo- y Javier Anderson, afirmaron haber visto a Sergio Andrada y a Calderón efectuar disparos que “no resultaron efectivos”. Pese a lo afirmado por el personal policial referido precedentemente, surge de la pericial balística Nro.18.505 de Gendarmería Nacional, que ninguno de los neumáticos del rodado 35 Volkswagen Polo resultó afectado por disparos; solamente se constató un impacto de proyectil cal. 9 mm “sobre la llanta de la rueda trasera derecha”, identificándoselo como impacto nro. 50 (fs.74, Tomo I, fotografías de fs.274/276 del Cuerpo V, gráficos Nro.710/713), pero sin afectar el neumático (como puede observarse en la fotografía “gráfico 710” de fs.274). El mencionado impacto se encuentra señalado además en el gráfico del Anexo III, fs. 278 Cuerpo V de la pericia citada. En el mismo sentido, el daño que presenta la rueda delantera derecha, según se describe a fs. 51/vta Cuerpo I, no ha sido debido a impacto de munición alguna (v. fotografías del rodado glosadas a fs.226 del Cuerpo IV). V- Con relación camioneta Saveiro dominio GL, año 1994, SHQ 984, que estaba estacionada frente a la puerta del garaje que era vigilada por personal policial: No consta que se haya dispuesto ninguna medida destinada a comprobar cuál era la situación de aquélla, esto es, si la misma tenía la llave de encendido colocada, si estaba frenada o engranada y, más aún, si había armas o explosivos en su interior; todo ello en el sentido de que, en ese caso, se les cerraba a los delincuentes la posibilidad de escape por aquél lugar. De la existencia de la misma en el lugar informó la señora Lacave a los captores, en oportunidad en que éstos la mandaran a abrir el portón del garaje de su casa; así lo manifestó al prestar declaración testimonial en la audiencia de debate celebrada en la causa “Martínez, Carlos Sebastián y otros” registrada bajo nº 3/2002 por ante esta magistratura, “Cuando salimos.....me dijeron que tenía que abrir la puerta, me falta un poco de fuerza, me dicen que diga que no tiren, que soy la esposa del gerente, veo una camioneta, me cierro la puerta, digo que no se puede pasar porque hay una camioneta parada, me dicen que vuelva, que abra la puerta que van a salir lo mismo de cualquier forma, que Carlos lo haga para atrás, vuelvo a abrir la puerta, me ayuda Cristian,... arrancamos y salimos poco a poco (por) la camioneta...seguimos por la vereda, empezamos a andar por la vereda...”.La empleada de la empresa Cable Visión de Ramallo, Viviana Karina García, en oportunidad de prestar declaración en aquella causa, refirió que cuando llegó al trabajo ya estaba estacionada la camioneta Saveiro y que le llamó la atención la ubicación de la camioneta y la hora (v. declaración de fs. 701/702 de la 36 causa referida). En el mismo sentido, el propio testigo Fernando Vilchez, en oportunidad de declarar en aquella audiencia, dijo: “Ese día llegué al banco entre las 7:50 o 7:55, ese día estacioné sobre el garaje del banco porque entré en contramano y estacioné en un garaje de punta, la trompa de la camioneta contra la puerta del garaje. Normalmente yo hacía la entrega sin entrar en contramano, pero el acceso al banco era tocando el timbre, salía cualquier empleado del banco y me lo recibía....”. De lo declarado por este testigo también se estableció que, ese día fue el gerente Chaves el que le abrió la puerta de la entidad bancaria, luego de que él tocara el timbre, en razón de que era una persona conocida, y esa oportunidad fue aprovechada por los delincuentes para ingresar al lugar. Estas circunstancias llevan a sospechar que los captores sabían de la existencia de la camioneta en ese lugar y no la consideraron un obstáculo para la salida, existiendo la posibilidad de que aquélla hubiera sido colocada ex – profeso en la puerta del garaje y fuera uno de los vehículos preparados para la huída de alguno de ellos con el producto del robo.VI- Sobre la posibilidad de que los asaltantes utilizaran el auto del gerente para salir junto con los rehenes, ello surgió de lo declarado por el oficial Ascacibar cuando hizo referencia a lo que le informaban desde el entretecho del banco el personal allí apostado – “topos”- por medio del oficial Franceschetti: “me es informado que estaban tomando el auto del gerente y que se iban a dar a la fuga por el garaje del banco; en ese instante mientras uno de los que hablaba con el negociador y decía que se iban a entregar, otro cargaba a los rehenes en el auto, le informo eso al Juez Villafuerte Ruzo, me aproximo a la puerta de la escuela y le digo a Andrada que iba a salir el auto, que lo rodee y que no salga del cordón de seguridad, dí la directiva de que dispararan a las gomas en caso de que sea necesario”. Esa directiva la comunica personalmente al oficial Andrada (se trata de Sergio Andrada, según lo declarado por éste a fs.554/557 en sede instructoria ya citada) “y luego por radio a los de la división Halcón que estaban en esa frecuencia... yo estaba en las inmediaciones de la escuela (donde estaba instalado el denominado “Comité de Crisis”) y veo que sale el auto, ahí el grupo sale de la escuela para rodear el auto, se desencadenan los disparos, corro al lugar y digo que dejen de disparar antes de que el auto baje a la calle (Av. San Martín), mientras se iba por 37 la vereda...no vi disparos desde el auto”. Al ser preguntado si alguien podía estar en la misma frecuencia (del handy) cuando dió la orden de dejar de disparar, respondió: “sí”, aun cuando luego aclaró que “dije a viva voz que cese el fuego, el handy lo tenía pero no sé si lo utilicé en ese momento”. Interesa destacar en cuanto a lo declarado por Ascacibar respecto de no haber visto disparos desde el interior del vehículo que, efectivamente, según resulta del informe técnico 01/00 de Prefectura Naval Argentina sobre “Digitalización de Imágenes” de los videos obtenidos de América TV y Canal 13, ratificado en la Audiencia por el Sub Prefecto Javier Rodríguez, el primer disparo desde el interior del auto Volskwagen Polo se registra recién cuando el mismo acaba de baja a la vereda y comienza el cruce de la Av. San Martín –“desde el lateral derecho”- (v. fotograma Nro.1 del Anexo 13 y plano ilustrativo agregado en noveno lugar, descripto en fs.10 de dicho informe). Según ese mismo informe, desde el interior del automóvil Volkswagen Polo se efectuaron “como mínimo nueve disparos del lateral derecho con salida hacia el exterior, y un posible último disparo al momento del ascenso a la acera izquierda del observador, situado entre Av. San Martín y calle Ginocchio, el que provendría del asiento trasero sector medio izquierdo del mismo”. El lapso existente entre el primer disparo desde el interior del vehículo y el último observado comprende aproximadamente cinco segundos (v. fs.12/13 del citado informe). Cabe destacar que, en esta pericia se determina además que, el rodado en cuestión, recibió cuarenta y ocho impactos comprobables, además de los que produjeron las roturas de los vidrios de la luneta trasera y de la casi totalidad de los laterales. El oficial del Grupo Halcón, Roberto Franceschetti, describió las observaciones que desde el entretecho fueron cumplidas por su personal, los que le permitieron conocer la cantidad y situación de los asaltantes y rehenes, la presencia de un “handy” que ellos utilizaban, y que “un momento antes del desenlace final planifican salir del banco en el auto Polo, por lo que consulto con los que están afuera si existe el vehículo en el lugar, me dijeron que estaba en al garaje”. Dijo el testigo, que él comunicaba, por un “handy”, la información obtenida con los integrantes del grupo Halcón “alternativamente con Angulo, Sergio Andrada y Ascacibar”. Ello se ve confirmado por lo declarado en sede instructoria por Sergio Andrada en su recordada declaración de fs. 554/557, oportunidad en la que hizo referencia además a entrevistas mantenidas con uno de los prisioneros 38 liberados –Pasquali- quien informó que a uno de los rehenes (el gerente Chávez) le habían colocado al cuello un explosivo TNT. Recordar sobre este punto lo expresado coincidentemente por el Sargento Vicente Romero al prestar su testimonio. VIl- La participación de otros efectivos, además de los del grupo Halcón, en la producción de disparos de armas de fuego –cuya intensidad quedó registrada visualmente y así como el volumen de su estruendo, en los diversos videos exhibidos- quedó descripta por los testigos: Oscar Rubén Marchi, quien se desempeñó como Defensor de la Seguridad de Villa Ramallo, “cuando yo salí de la escuela vi a los grupos especiales salir detrás del auto, prácticamente era una banda que iba corriendo atrás del auto...esa gente efectuaba disparos...parecía una película cómo le tiraban al auto”. El sargento del grupo Halcón, Roberto Riva, dijo que cuando salen de la escuela pudo observar que “se efectuaban disparos en la parte derecha de la vereda de enfrente, era gente de civil con chalecos antibalas, veía disparos a la altura de mi hombro y por eso me tiré cuerpo a tierra”. El sub comisario del G.E.O.F., Claudio Pereyra, recordó que al salir su grupo percibió los silbidos propios de disparos de armas de fuego “por Sarmiento antes de doblar por San Martín, no puedo identificarlos pero puedo garantizar que fue una verdadera balacera, cantidad exorbitante no atribuible solo a un grupo policial...Nosotros tenemos doctrina de no abrir fuego si no hay un blanco seguro y no hay agresividad de personas a quien se le dispara”. El oficial del grupo Halcón, Carlos Andrada, declaró que cuando sale de la escuela, estando a la altura del garaje había “gente que disparaba del lado de enfrente, hacia mi derecha y hacia atrás, tirando con escopeta y otra arma grande automática, puede ser un F.A.L. pero no estoy seguro, vestidos de civil, alto y delgado el primero, ropa de color clara; el otro más bajo, canoso, bigotes, jean con chaleco azul antibalas, y les presto atención porque me miraban”. Al ser preguntado por el Tribunal si entre los imputados presentes reconoce a alguna de esas personas, luego de observar a los mismos puesto de pie, dijo que no respondían a su descripción, aclarando que “solo por la contextura al señor de la punta”, indicando al imputado Parodi. Agregó que esas personas disparaban hacia el vehículo, “apuntando” no a las gomas sino a su altura. El sargento Vicente Romero, del grupo Halcón, dijo que después de haber efectuado los disparos a las gomas del 39 rodado, dejó de disparar cuando el auto ya avanzaba sobre la vereda y “observé la cantidad inmensa de disparos en forma indiscriminada y que el auto se iba. Vi fogonazos hacia arriba, como policías que tiraban al aire sin conciencia...me llamaron la atención los fogonazos desde calle San Martín e Iribas a través de los árboles”. Por su parte, el cabo Ariel Loyola, cuya ubicación en la escena de los hechos ya ha sido descripta, luego de describir lo que había observado agregó que “cuando el auto gira hacia la derecha para tomar por la vereda, escucho una voz abajo mío, donde había gente de civil, uniformados de azul, mucha gente, que dice: tírenle a las gomas; escucho una detonación, primero sola y luego en distintos lugares, a mi izquierda y debajo”. VIIl- Existencia de un segundo cerco de seguridad. Interesa destacar que, según ha resultado de los testimonios brindados en la audiencia, se había formado un cerco perimetral de seguridad en las cuatro bocacalles, cien metros alrededor del banco, esto es, Sarmiento y Rivadavia, Sarmiento y Ginoccchio, San Martín y Ing. Panno y San Martín e Iribas. Frente a la escuela se habían estacionado numerosos vehículos que impedían el tránsito en dirección hacia la calle Rivadavia, donde además se habían apostado efectivos policiales con armas largas –entre ellos, el imputado Garea armado con un F.A.L.-. En el cruce de Sarmiento y Ginocchio, donde finalmente quedó detenido el automóvil Polo, se habían cruzado camionetas del grupo G.E.O. que cortaban totalmente el paso vehicular. En los dos cruces de la Av. San Martín también se habían apostado efectivos y vehículos. Eso respondía a un plan de seguridad en el que se había comprometido el oficial Miguel Fontana, a cargo del grupo G.E.O. Zárate-Campana, según lo manifestado por Sergio Omar Andrada en su declaración de fs. 557, al responder a la pregunta que le hiciera el magistrado instructor sobre la distribución dispuesta respecto del personal de seguridad dependiente de la Departamental San Nicolás, diciendo: “simplemente le indico a un oficial principal perteneciente al grupo G.E.O., creo que de apellido Fontana, que estableciera un cerco perimetral de cien metros a la redonda del lugar de crisis, esto con el fin de preservar ingreso de curiosos y periodistas, como así también servir de contención ante la perspectiva de fuga de los malvivientes”; esto pudo apreciarse en la exhibición de los videos incorporados al debate y surgió de las declaraciones indagatorias prestadas por los imputados Leyva y 40 Aravena. El oficial Fontana confirma aquellos dichos y hace referencia a la constitución de un “segundo anillo”, aclarando que “nos toca cubrir calle Sarmiento por donde sale el auto. El primer anillo estaba a cargo de los grupos Halcón y G.E.O.F. con visión directa del lugar”. Expresó también Fontana que él colocó sobre esa calle, cumpliendo órdenes del Jefe Departamental, a Leyva y Aravena, y que luego él se ubicó con Sánchez en la vereda de enfrente a ellos dos. En ese momento Leyva estaba provisto de un F.A.L. y pistola calibre 9 mm y Aravena de una pistola calibre 9 mm; por su parte Sánchez tenía en su poder una ametralladora UZI y una pistola calibre 9 mm, mientras que el oficial Fontana estaba provisto de una pistola calibre 9 mm (v. acta de entrega de armas de fs.79/80). La existencia de esa barrera era conocida por los integrantes del grupo Halcón, tal como lo expresara en su declaración el comisario Carlos Alberto Andrada: “se le había dado la misión al G.E.O. de bloquear las calles y evitar el desplazamiento de personas que no fueran policías, y al estar esa barricada era también a los fines de evitar cualquier fuga; la que yo vi estaba en la esquina de Ginocchio y Sarmiento. Sí sabía que había ordenado un bloqueo de la zona, pero no vi más que éso”. Agregó que Ascacibar sabía de la existencia de dicha barricada, “lo sabíamos todos”. En igual sentido, Javier Anderson manifestó: “sabíamos que a una cuadra había móviles cortando la calle”. IX- En cuanto a la existencia de una orden de “dejar de disparar” emitida por el oficial Ascacibar en las circunstancias precedentemente mencionadas (cuando el rodado aún circulaba por la vereda del banco) fue recordada por el testigo Anderson: “escuché la orden de dejar de disparar cuando estaba a mitad de cuadra; la orden la dió Ascacibar”; agregando después que cuando escuchó dicha orden “estaba a mitad de cuadra del banco, antes de llegar a la bocacalle”. Por su parte, el testigo Daniel Zabala, si bien dijo no haber escuchado la orden mencionada de Ascacibar, afirmó “yo mismo dije que dejaran de hacerlo”. X- La significativa presencia de efectivos del Comando Radioeléctrico de San Nicolás en el lugar de los hechos –entre ellos el imputado Oscar Alberto Parodi, portando un fusil F.A.L.- algunos vistiendo ropas civiles, como el caso de Juan Bautista Mosto, Parodi y el propio jefe del grupo, el subcomisario Raúl Oscar Martínez. Sobre este 41 particular, debe recordarse que se había dado, por parte del comisario inspector de la Policía Federal, Osvaldo Candido, la orden de que “dejaran actuar a los grupos tácticos” y que, por lo tanto, los otros efectivos no debían estar interviniendo cuando salió el vehículo Volkswagen Polo; así lo recordó aquel funcionario policial al prestar su testimonio; “en el momento en que salió el coche los comandos tenían que salir, recuerdo que lo primero que vi, aparte de que salían los grupos, que había mucho personal, no mío, de la policía de la provincia (de Buenos Aires). Dije que despejaran la zona y que dejaran trabajar a los grupos especiales, para que no entorpecieran su trabajo. Algunos hicieron caso, otros no...me llamaba la atención la gente que estaba entorpeciendo, tenía que estar el área despejada...cuando yo le dije a esa gente que no estuviera allí y que despejaran, era porque no tenía que estar ahí”. Esa orden de “despejar la zona” fue recordada por los testigos que depusieron en el debate, entre ellos, por el comisario de la policía Departamental de San Nicolás, Roberto Oscar Silva, quien agregó que entre los destinatarios de la misma se encontraba Parodi a quien dice haberlo visto moverse en dirección a la escuela “pero sin llegar a ella” mientras portaba un fusil F.A.L. Durante la exhibición del video pudo apreciarse efectivamente el desplazamiento de algunos integrantes de ese comando policial, entre ellos, los que fueron identificados como Oscar Adrián Petit, portando un fusil F.A.L.; Juan B. Mosto, sargento ayudante de la policía de la provincia de Buenos Aires –quien si bien no revistaba en ese comando y lo hacía en la Comisaría 1era. de San Nicolás, manifestó en su declaración testimonial que actuó en esa oportunidad siguiendo las instrucciones que le impartiera el jefe de la agrupación subcomisario Raúl O. Martínez. Este último funcionario, identificado en la pericia Nro. 05/00 realizada por Prefectura Naval Argentina, anteriormente citada, aparece, con vestimenta de civil, de espaldas portando un arma larga y luego avanzando, ya sin ella, y con un “handy” en su poder, acompañado por Mosto, detrás de los efectivos del grupo Halcón que perseguían al rodado. También se lo observa a dicho subcomisario, utilizando el “handy” mientras se encontraba, aparentemente, dando instrucciones alrededor del automóvil Volkswagen Polo que había quedado detenido en la intersección de las calles Ginocchio y Sarmiento; además se lo identifica, en ese informe pericial, como la persona que, en ese mismo lugar, utilizando guantes de 42 látex, está chequeando a la señora Flora Lacave que aparece recostada y desvanecida, sobre la calle junto al rodado en cuestión. LEGÍTIMA DEFENSA Por tratarse de una cuestión que ha sido invocada por cada uno de los señores Defensores en sus respectivos alegatos, se estima conveniente efectuar una consideración general sobre el tema, sin perjuicio de examinar su aplicación en cada caso concreto, al tratar la autoría y la responsabilidad de cada imputado. Podemos definirla, en términos generales, como “la reacción necesaria para evitar la lesión ilegítima y no provocada, de un bien jurídico, actual o inminentemente amenazado por la acción de un ser humano” (Fontán Balestra, Tratado, t.IV, pág.590, citado por Omar Breglia Arias, “Código Penal, comentado, anotado y concordado”, pág.319, Ed. Atrea, 4ta ed., Buenos Aires, 2000). Es por esta razón, que dichas conductas, penalmente típicas pero legalmente autorizadas “deben producirse dentro de los estrictos límites que fija la ley, para defensa o salvaguarda de determinados intereses de notoria importancia ético-social” (Cám. Nac. Corr., Sala I, 18/08/92, L.L. 1993-E612, voto del Dr. Tozzini). Entrando en el análisis planteado por el señor Defensor, quién razonó que tanto Leyva como Aravena, y también en el caso de Sánchez, habían obrando en legítima defensa, podemos decir que si bien es cierto que el proceder de los imputados, debe valorarse en la “atmósfera” en que se desarrolló el suceso, ex ante y no ex post, es decir, desde el punto de vista del sujeto en el momento en que se defendió (conf. Cam. Nac. Corr, Sala II, 30/08/02), ello no es óbice para que corresponda descalificar conductas como la de estos imputados, toda vez que obraron sin la más mínima consideración por el respeto al valor vida, de prioritario y reconocido alcance constitucional. No cualquier reacción ha de merecer justificación: la opinión justa, mensurada y circunstanciada del juez, dará en definitiva la respuesta a si la reacción, en el caso concreto, operó llevada por una racional necesidad, con adecuado medio empleado, entendida esta última expresión en concepto de continente de toda clase de acciones y omisiones de defensa y no sólo del instrumento utilizado (conf. Agustín Washington Rodríguez, “Código Penal parte general”, pág.166, Ed. Juris, 1999) 43 Quizás, y a los fines de un ordenado tratamiento de este tema, convenga referirnos a lo que a consideración de este Tribunal constituye el requisito legal más cuestionado para quienes invocan en los casos de Leyva, Aravena y Sánchez, la legítima defensa: la necesidad racional del medio empleado para impedir o repeler la acción ilegítima. Es doctrina pacíficamente aceptada, que no se trata de una necesidad absoluta, sino “racional”, pero también es preciso recordar que no surge “de la comparación entre los instrumentos utilizados por el agresor y el agredido, y victimario después, la que concluye el problema de racionalidad de la conducta” (Omar Breglia Arias, ob. cit., pág.327). La fundamental consideración que ha de hacerse es si el que repelió la agresión utilizó el medio menos dañino disponible que tuvo a mano para responder con eficiencia al ataque soportado. Y esto último no puede sostenerse en la especie, si tenemos presente el doble anillo de contención (tanto humano como vehicular) que había sido apostado en las diferentes esquinas del teatro de los hechos, lo que imposibilitaba la escapatoria del vehículo en cuestión y las demás consideraciones que ya han sido expuestas en los presentes, y a las que nos remitimos para evitar reiteraciones. En lo referido al argumento sobre la legítima defensa putativa, también invocado, es dable decir que la misma se configura cuando el error versa, de modo inculpable, acerca de la existencia de un peligro producido por algo que, erradamente también, se cree una agresión injusta. Ello no se cumple en estos casos, ya que “a los efectos de invocar la defensa putativa como excluyente de responsabilidad, la creencia de que hay una agresión ilegítima, no es razonada, cuando es determinada por un error culpable, esencial y vencible, de que el autor será atacado” (Cam. Crim. Corr., Sala VI, 5/06/81, ED-95-471). Más allá de que en el particular, Leyva, Aravena y Sánchez no pudieron incurrir en tal error, por los motivos antes expresados, “el hecho de ser putativa la legítima defensa, no deroga los requisitos o exigencias propias de la eximente legal de la legítima defensa verdadera...lo contrario, significaría colocar en situación jurídica privilegiada lo putativo, es decir, lo aparente, sobre lo real o lo verdadero” (Cam. Apel. Mar del Plata, septiembre 10-955, L.L.-80-568). Es decir, que aun con faltar tal agresión auténtica y sólo haber mediado una apariencia de agresión que haga procedente la legítima defensa 44 putativa, ésta debe reunir el elementos indispensables de racionalidad y proporcionalidad; lo único que las diferencia “es el error del agente, consistente en creer, racionalmente, que es objeto de una agresión ilegítima” (Cam. Apel. San Nicolás, mayo 9-957, L.L. 91-42). Por último, es preciso hacer una breve mención a la posibilidad, descartada totalmente por este Tribunal, de que los imputados pudieron haber actuado con exceso dentro de la legítima defensa. El Código Penal requiere, y así ha sido receptado por la jurisprudencia, la existencia de una situación objetiva del cumplimiento de un deber, en el cual el agente obra intensificando su acción más allá de los límites que la ley o la necesidad le imponen, siendo entonces fundamental determinar cuál es el proceder que la ley o los reglamentos prescriben en la respectiva situación (conf. TS Córdoba, 19/03/57 citado por Jorge Leonardo Frank “Legítima Defensa con armas de fuego”, pág.175, Vol II, Ed. Ad Hoc, 1993); y en este orden de ideas, Leyva, Sánchez y Aravena no observaron en absoluto las prescripciones de la ley 12.155 tantas veces citada, obrando de forma irracional y con un dolo de homicidio debidamente acreditado en esta audiencia. Además, “para que haya exceso en la legítima defensa, es necesario que exista legítima defensa, ya que es la intensificación de la acción inicialmente justificada” (C.S.J.N. 21/06/48, Fallos 211:371), y ello ha sido descartado como se expuso ut supra. Es decir, para exceder los límites de algún ámbito es necesario haber estado antes dentro de ese ámbito. Descartada entonces, la eximente de legítima defensa, la figura delictiva de exceso de la misma queda también descartada, atento a que esta figura presupone la concurrencia en la iniciación del hecho de las condiciones legales que autorizan la defensa propia. III - AUTORÍA: 1) Oscar Alberto Parodi En la necesidad de determinar la participación que le cupo a Oscar Alberto Parodi en los hechos descriptos y probados, debe inicialmente tenerse presente la imputación endilgada. Así, el núcleo de los hechos anoticiados en la misma consistió en “haber provocado lesiones que causaron la muerte de Carlos Chaves, con motivo de los disparos efectuados -al momento de prestar servicios- con un arma FAL calibre 7,62 mm. número de serie 7.129.034, hecho acontecido en las adyacencias del Banco de la Nación Argentina, 45 sucursal Villa Ramallo, en la madrugada del día viernes 17 de setiembre de 1999, en oportunidad de encontrarse, la víctima, dentro de un vehículo VW Polo Classic, junto a otras personas en calidad de rehenes y los delincuentes que perpetraron el ilícito de asalto a la entidad bancaria”. Esta imputación es la que mantuvieron en la acusación tanto los querellantes como el señor Fiscal General. Superada en esta instancia las impugnaciones de las que fueron objeto -entre otras- el acta de entrega de armas y las tareas periciales llevadas a cabo, es preciso señalar los argumentos invocados por el acusado en su descargo. Así, la defensa se articula principalmente en torno a la negativa absoluta de Parodi respecto al hecho de haber efectuado disparo alguno contra el vehículo en el que viajaban rehenes y delincuentes. En apoyo de esa afirmación, refirió que el cargador del arma que portaba contaba con veinte (20) municiones que entregó en su totalidad, asegurando haber tenido en todo momento el fusil bajo su ámbito de disponibilidad. Agregó que parte del personal que estuvo en el lugar no acató la orden de entregar las armas y que inclusive, hubo tiempo para que otros las limpiaran, negando haber efectuado esa tarea sobre la propia, toda vez que al no haber disparado carecía de motivos para ello. Otro de los pilares sobre los que se construyó su Defensa radica en la posición en el teatro de los hechos, específicamente al momento de la salida del automóvil Polo. En efecto, relata que alrededor de las cuatro o cuatro y cinco de la mañana, mientras estaba apostado frente a la escuela lindera, advirtió a viva voz a los que se encontraban en el lugar que estaban abriendo el portón de la casa adyacente a la entidad bancaria, percibiendo que una mujer Flora Lacave- pedía que no tiraran. Instantes después, cuando el auto empieza a desplazarse por la vereda y luego de escuchar varios disparos, lo pierde de vista pues una camioneta obstaculizaba su visual. En esa inteligencia, luego de reiterar, tal como lo hicieran todos los procesados, que desconocían absolutamente la presencia de rehenes en aquel vehículo, intentó demostrar que su función era exclusivamente de seguridad y fuera de la faz operativa, que había quedado en poder de los grupos especiales convocados al efecto. Finalmente, sobre las pericias médicas la Defensa adujo que los profesionales que declararon en la audiencia -al igual que las conclusiones a las que pudo arribar fruto 46 de la lectura de libros de medicina- no pudieron establecer cual de los dos disparos mortales que recibió el por entonces gerente del Banco había sido efectuado con anterioridad, de modo tal que si el disparo primero fue el del calibre 5,56 mm. con aptitud para provocar la muerte a los tres o cuatro segundos, el disparo atribuido a Parodi fue inidóneo en orden a resultado final pues el señor Chaves había ya fallecido. Ahora bien, más allá de la relatividad que atribuyeron las partes a las pruebas de uso llevadas a cabo sobre las armas -desde que no pudo establecerse en forma categórica el tiempo transcurrido desde el último disparo como así se consigna- surge de la pericia nro. 18.505 (fs. 81, Tomo I, arma de infantería nro. 168) que la determinación de residuos de deflagración de pólvora en el arma atribuida a Parodi arrojó resultado positivo. Y ello debe ser tenido en cuenta como un elemento más que ha de relacionarse con el resto de la prueba producida en el debate. Además, esta circunstancia debe necesariamente vincularse con la entrega del armamento cuestionado; y es que la carga del mismo se hallaba completa, esto es, con veinte cartuchos, evidenciando una actitud posterior del imputado de completar el cargador luego del disparo que le diera muerte al funcionario, surgiendo entonces el primer elemento cargoso que difiere radicalmente con la defensa ensayada respecto a la realidad de los hechos acaecidos. En autos, ha quedado asimismo debidamente probado que la posición que aduce Parodi que le hubiera impedido disparar no era tal. Adquieren relevancia en la cuestión las declaraciones testimoniales prestadas en la etapa instructoria por el oficial Juan Bautista Mosto (fs. 2456/2458, 4430/4431 y 4837, incorporadas por lectura al debate) y por el cabo Raúl Rubén Fernández (fs. 3621/3623, reconocida en esta sede por el declarante). El primero -que reconoció haber estado prácticamente en la puerta del Banco al salir el rodado- expuso que cerca suyo se encontraban “dos policías, uno uniformado y otro de civil portando fusiles FAL, que el uniformado tenía un FAL con mira infrarroja”, y el otro a quien en un primer momento creyó identificar -por referenciascomo el cabo Gómez de la DDI, le dijo “flaco, dejame a mí adelante, que tengo un fal”. Posteriormente, al informarse por medios periodísticos que el autor del disparo que había causado la muerte del gerente había sido trasladado a la Comisaría 2da. de San Nicolás, concurrió a la misma, identificando a Parodi como el que aquella noche le había pedido que 47 se apartara pues poseía un FAL. Esto concuerda, a su vez, con el relato del cabo Fernández quien señaló que observó “gente de civil frente a la puerta del garaje, con FAL, detrás de unos árboles que también disparaban al automóvil”. De ello es válido concluir, en contra de lo aseverado por la Defensa, que Parodi no sólo se encontraba en una posición de indiscutible precisión para el disparo –por la cercanía- sino que su actitud lejos estaba de la mera observación y seguridad en que se lo intenta colocar. Por el contrario, a la luz de lo que la lógica y experiencia indican, subyace la clara voluntad de Parodi de actuar contra el vehículo ante el inminente hecho del escape. En ese orden de ideas, y concretamente respecto a la ubicación en el lugar del acusado, influye también el testimonio de la señora Flora Lacave quien manifestó ante este Tribunal que al abrir el portón había un silencio total y que fue en ese momento cuando pronunció la frase oída por Parodi de que no tiraran, que era “la señora del Gerente”, aunque sin saber si la habían escuchado por su bajo tono de voz. Esto evidencia que Parodi debía encontrarse muy cerca del portón pues oyó exactamente el pedido de la esposa del gerente. Otra circunstancia largamente debatida en el juicio estuvo dada por el intento de identificación de la silueta que aparece en el video aportado por América TV que intenta cruzar calle Sarmiento, desde el lado derecho al izquierdo, es decir, desde frente de la escuela hacia la misma. Al respecto, ya se había expedido el subprefecto Javier Darío Rodríguez (perito de Prefectura Naval Argentina) quien había realizado un informe técnico de digitalización de imágenes (nro. 06/00 en “Sumario Investigación delitos de acción pública- Villa Ramallo”, nro. 1263/00, Juzgado Federal nro. 2 de San Nicolás) e individualizado a esa persona como el subcomisario del Comando Radioeléctrico de San Nicolás Raúl Oscar Martínez (v. anexo 12, fotogramas superior e inferior). Fue por ello que a petición de las defensas se lo convocó a la audiencia para que aportara mayores precisiones sobre aquel informe. Así, explicó en forma concreta y contundente cómo había arribado a la conclusión sobre la identidad de la persona –a quien reconoció como el subcomisario Raúl Oscar Martínez-, excluyendo la posibilidad de que se tratara de Parodi. En ese contexto, dio amplias referencias acerca de los motivos por los cuales aquella sombra que aparecía sobre la cabeza del individuo no 48 correspondía a la invocada boina que usualmente vestía el imputado – incluso en el comienzo de la audiencia de debate-, apreciándose ello claramente en el video aportado por la Defensa precisamente en el instante en que se ilumina la escena a causa de un flash, que pone al descubierto aquella ausencia. Por lo demás, tanto el informe pericial como las aseveraciones del experto no pudieron ser refutadas por argumentos científicos válidos. Mención aparte merecen el intenso y llamativo esfuerzo de la Defensa en aportar testimonios que afirmaran reconocer en aquella imagen al procesado, incluso algunas de ellas, que permiten inferir que no se trataron de lisas y llanas confusiones sino que fueron enderezadas directamente a confundir al Tribunal; al respecto, cabe recordar que el propio Martínez no sólo no se reconoció en el video exhibido sino que vinculó esa figura con Parodi. Sin perjuicio de lo expuesto, como acertadamente lo indicara el titular de la acción pública, aún en el hipotético caso que hubiese estado en la ubicación que lo intenta colocar su Defensa, quedaría inmerso dentro de la trayectoria nro. 25 que corresponde a una de las heridas mortales recibidas por Chaves (v. pericia ampliatoria 31.885, anexo 1, croquis de posición de boca de fuego, impacto 25 GNA). Y esto es importante porque quedó demostrado durante el debate que ninguno de los policías mantenía un posición fija sino que se desplazaban permanentemente, especialmente luego de la salida del automóvil como pudo apreciarse en las filmaciones expuestas en el juicio. No obstante, basta con indicar que el F.A.L. tiene una capacidad de disparo de aproximadamente 800 metros de alcance con efectividad como declararon los expertos, siendo ello compatible con el lugar donde según la pericia de Gendarmería se habría producido posiblemente el impacto contra el conductor, es decir, en el momento en que el rodado transitaba el segundo y tercer tramo de la trayectoria establecida (informe pericial balística nro. 31.885). En orden a las autopsias, ratificaron los informes los médicos forenses Manuel Armando Caro y Roberto Antonio Silicani quienes luego de afirmar que no podía establecerse cuál de las dos heridas de arma de fuego mortales recibidas por Chaves había sido producida con antelación, aseguraron que ambas fueron vitales, que el tiempo de sobrevida correspondía a segundos, y que los impactos los recibió la víctima mientras aún se encontraba con vida. Con idéntica 49 convicción se explayaron los médicos ofrecidos por la Defensa Ricardo Fracchia y Héctor Oscar Espinosa. Tampoco estas pericias pudieron ser desvirtuadas científicamente, por lo cual deben tenerse por suficientemente acreditadas las conclusiones a las que arribaron. En este contexto, se descarta la posibilidad de que Carlos A. Chaves haya recibido uno de los impactos cuando ya había perecido. No obstante, al respecto, se han pronunciado tanto el Fiscal General como el defensor del acusado. El Fiscal encuadra la situación como uno de los supuestos de lo que doctrinariamente se ha concebido como desviaciones esenciales del curso causal, concretamente el dolus generalis (Puede consultarse el tema en Zaffaroni, Eugenio R.-Alagia, Alejandro-Slokar Alejandro “Derecho Penal. Parte General” –Capital Federal, Junio 2002- Ed. Ediar, págs. 537 y ss; tb. Bacigalupo, Enrique “Lineamientos de la Teoría del Delito”. 3era. Ed. renovada y ampliada –Buenos Aires, 1994- Ed. Hammurabi, págs. 89 y ss.). El Sr. Defensor por su parte, considera que existe duda respecto a cuál de los dos disparos que impactaron en Chaves le causó la muerte. Ante la duda entiende que el disparo del calibre 7,62 no fue mortal ya que se ha planteado un supuesto de delito imposible por haberse disparado sobre una persona que ya había fallecido. Al margen de que el tribunal tuvo por acreditado –de acuerdo a los testimonios de los médicos- que ambos disparos ingresaron al cuerpo de Chaves cuando éste se encontraba con vida, corresponde establecer que el caso no encuadra en uno de los supuestos de desviación del nexo causal atendido por la Fiscalía General. Este tipo de error, entre los que se encuentra el de “dolus generalis” sólo puede ser considerado en circunstancias distintas a las acreditadas, esto es, si se hubiere tenido por demostrado que ambos disparos fueron efectuados por Parodi y no se supiese cuál de los dos causó la muerte de Chaves. Por tanto el supuesto debe ser descartado. A idénticas conclusiones corresponde arribar respecto de la reflexión del Dr. Lima. puesto que toma como decisiva para la consideración del concepto de ilícito, sólo la producción del resultado y no lo que el sujeto quiso realizar. La consideración típica bajo el concepto personal de lo ilícito requiere no sólo la ponderación de un disvalor del resultado, sino además junto a él, la consideración de un disvalor de la acción (Bacigalupo, cit. págs. 51 y ss.). Por tanto, el argumento de la defensa en su caso no podría prosperar. 50 De lo que se viene sosteniendo entonces, es válido concluir en el contexto de circunstancias que resultaran acreditadas, que el día 17 de septiembre de 1999, Oscar Alberto Parodi portaba el fusil automático liviano (FAL), modelo PARA, culata rebatible, calibre 7,62 mm. con inscripción sobre el lateral izquierdo detrás de la corredera “F.A.L. cal. 7,62 nro. 7.129.034”, y sobre el lateral derecho “Licencia F.N. Herstal”, descripta como arma nro. 66 (pericia 18.505: fs. 40 vta., ilustrada en gráficos nos. 256 y 257 y en primera ampliación de dicha pericia a fs. 35vta), cuya prueba de uso arrojó resultado positivo (fs. 81, cuerpo I, pericia 18.505), siendo la vaina de latón militar recuperada en la autopsia de Chaves (gráfico nro. 718, fs. 284, cuerpo V, pericia 18.505) la que luego de ser sometida a un trabajo posterior para su peritación autorizado por el Juzgado-, permitió la comparación con proyectiles indubitados obtenidos a través de aquella pericia según los gráficos nos. 774/779 (fs. 299 y ss, cuerpo VI, pericia 18.505) y que corresponde asimismo con el cotejo realizado entre los datos obtenidos de la trayectoria nro. 25, gráfico 643/648 (fs. 257/258, cuerpo V, pericia 18.505). A efectos de despejar cualquier duda al respecto, no puede dejar de mencionarse el planteo de la Defensa respecto a que la pericia ampliatoria 31.885 omitió contestar lo requerido en el punto i) del oficio 752/04. En ese sentido y teniendo a la vista la misma, surge a fs. 5vta. que se ha cumplimentado debidamente lo peticionado por este Tribunal, ratificándose la primer pericia nro. 18.505, la cual, además sobre ese aspecto –como lo refiriera el perito Marcelo Romero-, no fue cuestionada a pesar de haber intervenido peritos de parte. Ello así, se encuentra debidamente acreditado que Parodi provocó la muerte del señor Carlos Alberto Chaves con el disparo del arma que portaba aquella jornada, debiendo responder penalmente por ese hecho. 2) Ramón Ignacio Leyva: Se encuadra la conducta del imputado Leyva, al momento de ser elevada la presente causa a juicio, en la figura prevista y penada en el art. 79 CP. Concretamente, se le endilga responsabilidad penal por el hecho de haber provocado las lesiones que causaron la muerte de Carlos Alberto Santillán, con motivo de los disparos efectuados con un arma FAL cal. 7,62 numero de serie 13.767.073 en la madrugada del día 17 de septiembre de 1999, en las 51 inmediaciones de la Sucursal Banco Nación de Villa Ramallo (Prov. Bs. As.), en momentos de encontrarse Leyva prestando servicios en el Grupo Especial Operativo GEO de Zarate-Campana y específicamente cuando se producía la salida del automóvil VW Polo Classic de la entidad bancaria mencionada y posterior recorrido, encontrándose la víctima en el interior de dicho automóvil.Al momento de formularse las conclusiones por parte del Sr. Fiscal General y las querellas en la audiencia de debate, los mismos mantienen la acusación formulada en el requerimiento de elevación a juicio, acusando a Leyva como autor del delito de homicidio simple con respecto a Carlos Alberto Santillán, previsto y penado en el art. 79 CP. Conforme surge del acta de entrega de armamento obrante a fs. 78/80, Ramón Ignacio Leyva hizo entrega del arma que portaba el día de los hechos, la que fue identificada como un fusil FAL cal. 7,62 numero de serie 13.767.073. Se ha cuestionado en el transcurso de la audiencia de debate, el acta que refleja la entrega por lo que cabe remitirse al tratamiento de las nulidades planteadas por las defensas en lo que a este punto se refiere. Acreditada la regularidad de ese instrumento, debe el tribunal también asignarle pleno valor convictivo, teniendo en consecuencia por acreditada por parte de Leyva, la entrega e identidad del arma indicada que portaba y que posteriormente entregara. En este orden de ideas, conforme surge del informe de la autopsia médico-legal realizada a Santillán (ver fs. 413/418) su muerte se produce como consecuencia de dos heridas de bala, ambas mortales y siendo su valor fundamental, la obtención de proyectiles del cuerpo de la víctima. De la tarea pericial realizada, surge que el proyectil obtenido en la autopsia del interior del cuerpo de la víctima, es el que se encuentra bajo la designación nro. 1, detallado a fs. 81vta. Tomo I de la pericia nro. 18.505, y que se describe como un proyectil encamisado, con un diámetro mayor de 22,2 mm y diámetro menor de 8,9 mm. ilustrado en el gráfico 714 y apto para el cotejo. Dicho proyectil, de acuerdo a lo que surge a fs. 76 de la pericia de mención, corresponde a un proyectil calibre 7,62 mm disparado por un fusil FAL que se identifica con el arma portada por Leyva. Se determinó asimismo que ese disparo guardó relación y es compatible con la posición de la boca de fuego que produjera el disparo 19 GNA y que responde a la posición 52 que tenia Leyva al momento de los hechos, conforme lo declarado por el imputado al momento de prestar declaración indagatoria (ver fs. 4569/4572) y lo que surge del informe de fs. 4443/4488 respecto a la descripción de la posición del personal policial. Dicho disparo, conforme surge del informe médico-legal indicado, provocó una herida en el cuerpo de la víctima que se inicio en región escapular izquierda, con una dirección de arriba hacia abajo, de atrás hacia delante y de izquierda a derecha. La misma perforó pulmón izquierdo provocando el estallido del lóbulo superior izquierdo, hemotorax masivo, perforó corazón destruyendo aurícula derecha, perforó diafragma, alojándose finalmente en el tejido celular subcutáneo abdominal anterior, supraumbilical, de donde fue efectivamente extraído el correspondiente proyectil. Continuando con el informe pericial, encontramos que el fusil FAL nro. 13.767.073 numerado en la pericia nro. 18.505, a fs. 79vta. como nro. 93, en lo que se refiere a la prueba de uso, dio “negativo”; punto este que fue remarcado por las defensas. En lo que a esta circunstancia se refiere, es menester tener en cuenta lo declarado en la audiencia de debate por el testigo Néstor Vincet –Perito balístico de Gendarmería Nacional-, en donde destaca que a los efectos de llevar adelante la prueba de uso, una vez limpiado el cañón del arma a peritar, dicha pericia no podrá llevarse a cabo porque ya no conserva las partículas originales; es decir, la prueba de uso da un resultado relativo en el sentido de que sólo podrá arribarse a un resultado absoluto en la medida de que el arma a peritar no hubiera sido limpiada, circunstancia ésta que no puede determinarse. Es por ello, que dicha conclusión debe tomarse en cuenta juntamente con el resto del plexo probatorio, y valorarse en consecuencia al mismo. En tal sentido, encontramos que Leyva al momento de prestar declaración indagatoria, reconoce haber efectuado dos disparos, los que, independientemente de las circunstancias por él apuntadas respecto de su producción, indican que el arma fue disparada. A su vez, de la tarea de levantamiento de rastros, se secuestraron una serie de vainas que se corresponden con el arma que tenia Leyva y que son las designadas con los nos. 52 gráfico 751 microfotografías 849/50, la designación nro. 52 gráfico 752 microfotografías 851, designación 54 gráfico 753 microfotografías 852/3 y la nro. 55, gráfico 754 microfotografías 854/5, por lo que Leyva efectuó no menos de cuatro disparos con el arma que portaba.53 En lo que respecta a la producción del resultado muerte, cabe destacar en este punto, que Santillán recibió dos disparos mortales. Sin embargo, en la autopsia que se le efectuara pudo extraerse únicamente un proyectil del total de dos que causaran heridas mortales; que es aquél que se corresponde con el arma en poder de Leyva al momento de los hechos. En tal sentido, de conformidad con lo establecido a fs. 76vta. de la pericia 18.505 punto 2, la herida causada por el proyectil calibre 7,62 mm. y que resulta compatible con la trayectoria balística nro. 19 (la que responde al arma de Leyva) es mortal. Conforme lo relatado durante el debate por el testigo Manuel Caro, médico de la policía de la provincia de Buenos Aires, las heridas recibidas por Santillán tanto en la región cefálica como en la aurícula derecha del corazón y pulmones, son mortales, existiendo una sobrevida de segundos con respecto a ambas. Asimismo, indica que Santillán se encontraba con vida al recibir ambos impactos, no pudiéndose determinar cual de las heridas se produce primero. En igual sentido se expide el testigo Roberto Silicani, médico forense de la ciudad de San Nicolás, al declarar en la audiencia. Por lo que, en consecuencia, el impacto recibido por la víctima proveniente del arma fusil FAL en poder de Leyva, tuvo la virtualidad necesaria para causar la muerte de Carlos Santillán.Lo expuesto hasta acá, demuestra inequívocamente, que Leyva, al momento de disparar el arma que llevaba consigo en oportunidad de producirse los hechos, causó la muerte de Carlos Alberto Santillán. Fue incorporada por lectura al debate la declaración indagatoria prestada por Leyva a fs. 4569/4572, en la que luego de relatar las circunstancias de arribo a Villa Ramallo el día 16 de septiembre de 1999, manifiesta en lo que refiere a su ubicación y desempeño al momento de desarrollarse los hechos, que se encontraba en la esquina de calles Sarmiento y Ginocchio, lugar donde quedó apostado hasta las 2 de la madrugada aproximadamente, trasladándose posteriormente hasta mitad de calle Sarmiento (en dirección al banco) hasta un garaje, lugar donde se encontraba el resto de su grupo y donde estaba su jefe, el Oficial Fontana. Que posteriormente el grupo se separa, trasladándose hacia la vereda de enfrente y él se ubica en el lateral derecho de la entrada del citado garaje. Que mas tarde, de improviso, ve unas luces y las identifica como pertenecientes a un auto que se dirigía al lugar donde se encontraba él, 54 que ahí comienza a escuchar detonaciones y ve fogonazos provenientes del auto, sintiendo que esos balazos le pasaban cerca. Que en consecuencia, se agacha e intenta sacar el seguro de su arma, y que en esa actitud se le escapan dos disparos del fusil FAL que tenia en su poder. Resultan desvirtuados sus dichos al evaluar los distintos elementos de prueba colectados en la causa. En este aspecto es relevante la cantidad de vainas encontradas en el lugar donde se había ubicado Leyva. Efectivamente, al momento de efectuarse la tarea de levantamiento de rastros (acta de fs. 35/47), se hallan cuatro vainas correspondientes al arma que tenía en su poder. Si se tiene en cuenta que Leyva pertenecía al grupo especial GEO, con la evidente preparación lógica de todo agente de la fuerza, mal puede argumentar que no tenia el manejo necesario y mínimo que se requiere a los efectos de quitar el seguro de un arma que ostenta en virtud de su función policial; así mismo, el hecho de que fueran al menos cuatro –y no dos- los disparos efectivamente realizados con el arma que poseía, demuestran necesariamente que el fusil FAL no se disparó por error, si no que por el contrario, evidencian la intención de utilizar dicha arma con el fin de disparar, como ocurrió en la realidad. Otro dato relevante a tener en cuenta, resulta de la altura a la que necesariamente debía estar apuntando el fusil al momento de efectuarse los disparos. En tal sentido, la bala que impacta en el cuerpo de Santillán y que corresponde a uno de los disparos efectuados por Leyva, es indicado en la autopsia médico-legal como una herida mortal porque –entre otras lesiones- destruye pulmones y la aurícula del corazón. En consecuencia, teniendo en cuenta que Santillán al momento de recibir el impacto se encontraba sobre el automóvil VW Polo, la altura del cuerpo donde se recibe el impacto y que conforme surge de la autopsia realizada, el proyectil tenia una trayectoria de “arriba hacia abajo”, en contraposición a lo que Leyva manifiesta encontrarse agachado, nos lleva a que la conclusión no puede ser otra mas que la de que al momento de dispararse el fusil FAL, el mismo se encontraba apuntando directamente hacia el vehículo, concretamente a los ocupantes del mismo y en posición de tiro.No se ha probado en el debate que Leyva haya recibido orden alguna para disparar ni por parte de Miguel Fontana, ni de Raúl Fernández (que eran sus superiores y declararon como testigos en el debate), sin embargo lo hizo y con resultado mortal. 55 La preparación necesaria que había recibido Leyva en el manejo del fusil FAL con el que disparó –por ello integraba un grupo especial de operaciones-, el extraordinario poder de fuego de dicha arma, la escasa distancia al automóvil al que le disparó, las condiciones de nocturnidad reinantes, la imposibilidad de tener un objetivo claro –en relación a las personas que se hallaban en su interior-, el vehículo en movimiento, el pleno conocimiento de que existían rehenes en el interior del edifico del Banco de donde salió el automóvil, la importante cantidad de tiros efectuados sobre el mismo y la ausencia de la orden de disparar contra éste, demuestran en forma clara y precisa que a Leyva no se le escaparon dos tiro como manifiesta en el ejercicio de su defensa, sino que disparó su arma con el fin de dar muerte a los ocupantes del vehículo Polo y en función del medio utilizado (fusil automático FAL) la muerte ere y fue la necesaria consecuencia de ello. El imputado quería directamente el resultado (muerte) y de la naturaleza del medio elegido se desprende que esa era la consecuencia necesaria inmediatamente querida. En este caso el autor de los disparos se propuso dicho fin (acabar con la vida de los que se trasladaban en el automóvil Polo) el que fue querido en forma inmediata, utilizando para ello el medio apto para tal fin (fusil automático FAL). Mas allá de que el imputado, al momento de prestar declaración indagatoria, no invoca ninguna causal de legítima defensa, sí lo hace su defensor el doctor Bélfer –que invoca no solo la misma sino también la legítima defensa putativa y, el exceso en la legítima defensa- al momento de realizar la defensa del mismo cuando refiere en tal sentido a los argumentos del doctor Mac Dougall. En este aspecto corresponde remitirse a lo que se expuso al momento de tratarse la situación de los imputados Ramón Darío Sánchez y Carlos Ariel Aravena. Por ello la conducta del imputado Leyva corresponde encuadrarla en la figura prevista y penada en el art. 79 del C.P., homicidio simple en la forma de dolo directo; conteniendo ambos grados y que Zaffaroni describe como dolo inmediato en cuanto la voluntad abarca el resultado típico como fin ”en si” y el dolo mediato en que el resultado típico es una consecuencia necesaria de los medios elegidos (ZAFFARONI, Eugenio R., “Tratado de Derecho Penal – Parte General”, Tomo III, pág, 348, Ed. Ediar, 1987). 56 3) Carlos Ariel Aravena. En la necesidad de exponer la participación que le cupo al mencionado en los hechos ocurridos en Villa Ramallo, es dable comenzar el análisis de su conducta a partir de los disparos que se le atribuyen. En este orden de ideas, es que él reconoce haber utilizado su arma de puño en ocasión de los hechos, que era la que le había sido proporcionada por la institución policial como arma reglamentaria (v. declaración indagatoria fs.4556/59). La pericia efectuada por Gendarmería Nacional Argentina Nro. 18.505 repecto a este punto es muy explícita: el arma pistola TAURUS calibre 9 mm PARA, con el número TRD-97841 (descripta a fs.24 Tomo I - 18.505) identificada a los fines periciales con el nro.10 de las armas recibidas pertenecientes al grupo G.E.O. Zárate-Campana de la policía de la provincia de Buenos Aires y sus correspondientes fotografías (v. fotos nros.152/153 a fs.144/45 de la pericia Tomo II – 18.505) fue entregada por Aravena según consta en el acta de entrega de armamento a fs.79 de los presentes obrados. Esta circunstancia se ve corroborada a partir de los estudios complementarios efectuados en la mencionada pericia, donde consta que el arma en cuestión dio resultado positivo en la determinación de residuos de la deflagración de pólvora en el arma dubitada, la que figura descripta con el nro.88 a fs.79/vta Tomo I – 18.505; y si bien es cierto que este estudio únicamente indica que dicha arma fue efectivamente utilizada, sin poder aportar elementos de certeza categórica acerca del tiempo transcurrido del último disparo, es preciso traer a colación los propios dichos del condenado, que reconoce haber efectuado disparos en su ya citada declaración indagatoria. Además no puede dejar de señalarse que, en oportunidad de la entrega del arma, según surge de autos, ésta poseía en su cargador un total de trece cartuchos 9 mm, siendo que completo el mismo goza de una capacidad de diecisiete, lo que nos lleva a concluir que al menos se produjeron con dicha arma cuatro disparos; lo que a su vez, tiene su correlato en lo declarado por el propio condenado a fs.4556 de autos. Cabe destacar, que se hizo además una verificación de aptitud y funcionamiento de las armas y proyectiles incriminados, llegando a la conclusión de que todas las armas (incluida la de Aravena) eran aptas para producir disparos y gozaban de un 57 funcionamiento normal (fs.81/vta Tomo I – 18.505; ratificado en las conclusiones fs.347/vta, Tomo VI – 18.505). En lo que respecta a los proyectiles que fueran extraídos en ocasión de practicarse la autopsia de las víctimas del hecho ocurrido, podemos decir que el contador Carlos Santillán, tenía entre sus ropas un proyectil encamisado, de un diámetro menor de 9,2 mm, un diámetro mayor de 16,6 mm, con un peso de 10,1 gr., encontrado en estado “parcialmente deformado” apto para cotejo, según consta descripto a fs.82 de la pericia 18.505, Tomo I. El mismo a su vez, lo podemos ver fotografiado mediante el gráfico nro.715 (a fs.283/vta, Tomo V) de la pericia citada. Este proyectil, fue motivo de un estudio comparativo practicado por el equipo interdisciplinario de peritos, lo que arrojó como resultado la identificación “categórica” de ese proyectil 9 mm extraído de la nombrada autopsia con la pistola TAURUS nro. TRD87841, perteneciente a Carlos Aravena (fs.90/vta, Tomo I – 18.505). Esta identificación puede verse plasmada en las microfotografías nros.759/61 (fs.295, Tomo VI – 18.505). Este disparo que recibió Santillán atribuido a Aravena (descripto a fs. 76/vta, Tomo I – 18.505), ingresó, según el informe médico practicado, por el hemitorax derecho pared anterior, realizando un trayecto circungirante subaxilar y saliendo por el hemitorax posterior derecho, quedando alojado en el espacio formado entre la espalda y la camiseta de la víctima. Dicha herida no fue mortal, según el peritaje, ya que no ha lesionado órganos nobles, y si bien ha producido un derrame de sangre, este no fue masivo. Ello puede verse ratificado en las conclusiones de la pericia de Gendarmería Nacional Argentina (fs.345, Tomo VI – 18.505). Asimismo, le son adjudicados otros dos proyectiles más, que son descriptos mediante la designación nro.12 y nro.37 de la pericia 18.505. El proyectil nro.12, fue encontrado en el teatro de los hechos a lo largo de la calle Sarmiento, habiendo sido identificada como una “esquirla encamisada”, de un diámetro mayor de 9,15 mm y un diámetro menor de 8,6 mm, con un peso de 1,59 gr., calibre 9 mm, en estado “parcialmente deformado” apto para el cotejo (esquirla de latón militar), según obra a fs.83/vta, Tomo I – 18.505; que a su vez, lo podemos encontrar graficado en la fotografía nro.728 (fs.286/vta, Tomo V), el cual 58 fue recibido para el peritaje mediante una bolsa de plástico identificada con el nro.25, con las correspondientes medidas de seguridad. La correspondencia de esta “esquirla encamisada” con el arma de Aravena, surge de la pericia a fs.92, Tomo I – 18.505 donde se halla descripta, en concordancia con la microfotografías comparativa nro.787 (fs.302/vta, Tomo VI), también ratificado en las conclusiones periciales (fs.348, Tomo VI – 18.505). Con relación al proyectil identificado con el nro.37, podemos decir que fue encontrado en “el interior de la puerta delantera izquierda” del Volskwagen Polo Classic, luego de la inspección ocular llevada a cabo por GNA (Ins-Ocular GNA-dubitado nro.2), presentándose como un “fragmento de plomo”, de un diámetro mayor de 17,22 mm, un diámetro menor de 8,6 mm, un peso de 10 gr., de calibre 9 mm, en estado “deformado” que era apto para el cotejo balístico (fs.87, Tomo I – 18.505), que se corresponde con la fotografía nro.737 (fs.289, Tomo V – 18.505). Asimismo, la correlación de éste con el arma del imputado, surge de forma evidente de la pericia, fs.92, Tomo I, donde se halla descripta, graficada en la microfotografía comparativa nro.809/812 (fs.308, Tomo VI – 18.505), a su vez ratificado en las conclusiones (fs.348 Tomo VI – 18.505). En este sentido debe señalarse que, el disparo que se encuentra descripto en la pericia 18.505 como “Impacto nro.6” que se ubica en “la puerta delantera izquierda del vehículo incriminado” (hay que tener presente lo expuesto en fs.56, Tomo I de la pericia originaria, donde queda establecido que al momento de describir la ubicación de los impactos, el punto de vista será el de un observador ubicado frente al vehículo) y de cuyo interior se recuperó un proyectil deformado calibre 9 mm apto para cotejo (designación nro.37- Dubitado nro.2 Insp-Ocular GNA), surge una identidad categórica con la pistola TAURUS, calibre 9 mm perteneciente al cabo primero Carlos Aravena (conf. ampliación de la pericia 18.505 a fs.36/vta), y a su vez ratificada en la audiencia de debate por todos los peritos intervinientes: el comandante principal, Néstor Alberto Canaveri; el comandante principal y jefe de la división balística, José Luis Manchini; el segundo comandante de la división balística, Néstor Omar Vincet; el subalférez de la división balística Cristian Calderón; el primer alférez de la división balística, Marcelo Gustavo Romero, todos ellos de la Gendarmería Nacional Argentina; el oficial principal, Adolfo Ramón Aranda; el sub prefecto 59 Nelson Castillo; el principal de la división balística, Fernando Sergio Giovanetti, estos últimos de la Prefectura Naval Argentina y el comisario jefe de balística de Buenos Aires, Héctor Oscar Marchi, quienes además dieron fundadas respuestas a todos los interrogantes que les dirigieron las partes y los jueces de este Tribunal. Estas conclusiones expuestas, con relación a los disparos efectuados por Aravena fueron ratificadas, en iguales términos, en la ampliación de la pericia 18.505 que fuera oportunamente realizada. Es cierto que si tomamos en cuenta la zona en donde se produjo el mencionado “Impacto nro.6” (puede verse claramente en el Anexo I, de fs.276, Tomo V, donde se despliega una vista aérea del rodado VW Polo, donde se grafican todos los impactos de bala recibidos por éste, así como también en la vista frontal del rodado, Anexo II, fs.277 Tomo V) y la comparamos con la posición que a prima facie tendría el cabo Aravena según sus expresiones (en la vereda paralela al banco) y del Informe 02/00 de Prefectura Naval Argentina, cuyas copias se hallan agregadas a autos a fs.4443/88, surge que resulta improbable que el disparo pueda ser atribuido al nombrado, ya que el impacto se produce sobre el sector opuesto; sin embargo, es preciso tener en cuenta que dicha posición no puede ser constatada fehacientemente; es más, de la declaración de sus propios compañeros surge que la posición de los miembros del grupo G.E.O. rotaba en el lugar casi permanentemente, turnándose en diferentes posiciones, así fue manifestado por el cabo Adolfo Gómez en sede instructoria (fs.3459/60 ratificada en la audiencia de debate); por el oficial principal Miguel Fontana en sede instructoria (fs.356/59) y en la propia audiencia ante este Tribunal; y lo expresado por el sargento Héctor De Olivera, que ha ratificado lo expuesto en su anterior declaración cuando sostuvo que “el oficial Fontana procede a apostar sobre calle Sarmiento entre Av. San Martín y Ginocchio a media cuadra sobre la vereda derecha del banco hacia los móviles y en un declive de un garaje a Fontana, Aravena y Sánchez, mientras que en la vereda izquierda en el frente de una vivienda a Leyva y Carbonel, mientras que Espíndola cruzaba a ambas posiciones” (fs.3524/27). Además, hay que tener en cuenta que el citado Informe 02/00 incorporado a la causa, se construyó en base a las propias declaraciones de los participantes en la escena de los hechos, y en 60 particular, respecto de la ubicación de Aravena (descripta en dicho informe como la posición nro.66), a partir de la declaración de Fontana. Siguiendo con esta línea argumental, basta recordar los propios dichos de Aravena al prestar declaración indagatoria (fs.4556/59), que adujo haber disparado porque vio que los fogonazos (por disparos desde el interior del rodado) se dirigían hacia el lugar donde él se encontraba apostado, y al respecto el informe 01/00 practicado por Prefectura Naval Argentina es contundente al sostener que los disparos desde el automóvil hacia el exterior se produjeron del lado derecho del mismo (Anexo 13, 14, 15, 16), razón por la cual, mal podía encontrarse ubicado Aravena sobre la vereda opuesta como se pretende. En ocasión de ser preguntado Espíndola, en la audiencia ante este Tribunal, sobre la posición de sus compañeros, dijo que “cuando pasó el auto no sé si ellos estaban más adelante o mas atrás que nosotros”, lo que demuestra que cambiaban de lugar con frecuencia, no pudiendo precisarse en el momento en que pasó el rodado VW Polo. Por lo tanto, el argumento esgrimido de manera muy escueta por el señor Defensor acerca de la posición de Aravena para negar la autoría por parte del designado como “Impacto nro.6”, carece de total fundamentación y no se condice con el contundente informe pericial, las declaraciones testimoniales y los demás elementos probatorios incorporados a este debate. Además, y en orden a la posible posición del autor del disparo que hirió al contador, la pericia fue muy clara: “atento a que la trayectoria interna descripta (respecto del proyectil retirado de la autopsia a Santillán) y la ubicación de la víctima en el rodado, solo resulta factible expedirse respecto a la dirección del disparo, siendo en este caso de izquierda a derecha y de afuera hacia adentro; sin embargo no se puede expedir respecto a su trayectoria en razón de que se desconoce el momento en que la víctima recibe el disparo, pero fundamentalmente se desconoce la posición real en que se encontraba Carlos Santillán al recibir el impacto, por tratarse de un evento dinámico; imposibilitándose de esta forma expedirse respecto a la posible boca de fuego” (fs.2/3 de la pericia 31.885). Esto nos lleva a concluir que más allá de los dichos de Aravena en su declaración, la autoría respecto de los tres disparos que le son atribuidos es indiscutible. 61 Tampoco conmueve a este Tribunal lo expresado por el señor Defensor con relación a que su pupilo “no estaba al tanto de la situación”, es decir, que no tuvo manera de prever que podía eventualmente salir un rodado del garaje del banco y mucho menos acerca de la identidad de los ocupantes de ese vehículo. A lo largo de esta audiencia, ha quedado acabadamente demostrado que el grupo G.E.O. tenía noticias de lo que estaba pasando dentro y en los alrededores del banco debido a las permanentes comunicaciones que mantenía su integrante Fernández por medio de un “handy” con Fontana. Éste, le había encomendado la misión de que informara sobre lo que se estaba discutiendo en la escuela, y ello queda acreditado por la propias declaraciones del cabo primero Raúl Rubén Fernández en sede instructoria (fs.3621/23), incorporadas al plenario, dijo “que cada treinta minutos modulaba con su grupo (el G.E.O.) e informaba sobre los acontecimientos que se llevaban a cabo en la escuela...que la información que remití provenía de personas ligadas a los grupos tácticos que estaban en la escuela...y que modulaba dicha información por medio de un equipo de comunicaciones radial marca ALKATEL con frecuencia Capa 5, que aclara tenían las once personas integrantes del grupo G.E.O. Zárate-Campana”. Y en ese relato, el cabo Miguel Fernández declaró que moduló por el “handy” a los miembros del G.E.O. “veo que se van, cuidado que van para allá” (fs.3621/23), motivo por el cual, no resulta admisible que Aravena no estuviera al tanto de los acontecimientos. Asimismo, a una pregunta del Dr. Cabrera sobre lo que le había modulado Fernández, el sargento Héctor De Olivera dijo “que tenga cuidado y que me cubra que aparentemente iban saliendo”; circunstancia que se ve ratificada también por los dichos del oficial Miguel Fontana que afirmó en esta audiencia que “cuando recibe la novedad de que venía el auto lo pone en conocimiento a su personal, tanto el que estaba enfrente como el que tenía al lado”. También merece ser descartado el argumento del Dr. Bélfer con relación a que Aravena obró en legítima defensa; el señor Defensor se refirió a ella, circunstancia en que a su entender obraron tanto Leyva como Aravena. Se invoca que actuó en legítima defensa tanto propia como respecto de terceros, entendiéndose por tales, a sus propios compañeros. Esto no puede ser sostenido, toda vez que quedó probado en este juicio que el cabo Aravena disparó sin 62 tomar ningún tipo de recaudo, lo que resulta fácilmente comprobable si tenemos presente que sus propios compañeros estaban apostados en la vereda opuesta, es decir, el peligro que provocó con tal actitud es manifiesto. En este sentido, es interesante recordar lo expresado por oficial principal Fontana en esta audiencia “no disparé porque tenía un arma corta, que es de poca efectividad a distancia y menos porque era de noche...mi miedo era cruzar el tiro, si no tengo un blanco certero con un arma corta podría impactar sobre mi personal u otro”. Esto nos demuestra, no sólo que Aravena debió abstenerse de producir disparo alguno por las circunstancias apuntadas, sino también porque tenía un arma que no era de precisión, las condiciones de luminosidad no eran las apropiadas y además porque no recibió en ningún momento orden de disparar, esto último se ve corroborado con lo expresado en su propia declaración indagatoria a fs.4556/59. Esa conducta omisiva, observada por el propio jefe de grupo de operaciones era la que se imponía, y así lo hicieron: De Olivera, el cabo Diego Espíndola, el cabo primero Juan Manuel Chiquetto, el sargento Aníbal Carbonel. Es pacíficamente admitido por la doctrina que la legítima defensa es un caso especial de estado de necesidad (conf. Nuñez, Ricardo, “Tratado de Derecho Penal”, T. I, p. 343, Ed. Córdoba, 1987), que funciona en virtud del principio de salvaguardia del interés preponderante (Jiménez de Asúa, T. IV, n° 1297, citado por “Nuñez, Ricardo”, ob. cit. p. 346); el código establece que para que pueda ser invocada como tal, la exigencia de “racionalidad del medio empleado” para impedir o repeler una agresión que se considera ilegítima, debe existir una “necesidad racional” de la defensa, y ello, desde el punto de vista de su oportunidad, tanto temporal como circunstancial; el medio empleado debe guardar relación de proporcionalidad. Para apreciar la proporción entre el ataque y la reacción de quien se dice ofendido por la agresión, deben tenerse en cuenta las circunstancias que éste conocía con arreglo a su carácter y capacidad de comprensión. Llevados aquellos principios al examen de la conducta de Aravena, advertimos que no ha actuado el mismo, al efectuar los disparos con su arma contra el rodado, en ejercicio racional ni oportuno. En primer lugar, debe recordarse cuál era la situación previa en que se encontraba en ese lugar: la de colaborar en el caso de liberación de algún rehén y evitar el desplazamiento indebido de personas –particularmente habló de periodistas-; no había recibido orden 63 alguna de efectuar disparos, más aun según lo manifestado por el mismo Aravena a fs.4556 en su declaración indagatoria, y el jefe del grupo G.E.O. que estaba apostado con ellos en ese mismo sector había dicho que ellos no debían efectuar disparos “van a ver actuar a los mejores grupos...” sostuvo en la audiencia de debate; había recibido permanente información de lo que ocurría en el lugar asaltado, la toma de rehenes, la situación desesperante en que se encontraban, los explosivos que utilizaban los asaltantes para atemorizar; los desplazamientos que se estaban produciendo y finalmente el anuncio anticipado de la salida del rodado, lo que él mismo reconoce haber observado detalladamente; la presencia de numerosos efectivos policiales que venían en persecución del rodado efectuando disparos de armas de fuego (tal como pudo observarse claramente en los numerosos videos que justamente han sido tomados en el sentido de la marcha del rodado desde el mismo lado en que se encontraba Aravena); la posición desde la que Aravena efectúa los disparos que impactaron, lo que permite ubicarlo en una posición ligeramente frontal al vehículo; la existencia de un anillo de contención formado por camionetas de su mismo grupo colocadas a unos cincuenta metros más adelante, en la esquina de Ginocchio, lo que impediría que el rodado pudiera superar esa posición; todo ello debe naturalmente relacionarse con la circunstancia de que el propio Fontana, en esa misma situación y posición, manifestó en la audiencia que él no efectuó disparos con su arma –una pistola calibre 9 mm, igual a la de Aravena- porque era de poca efectividad a la distancia y porque podría “cruzar el tiro” y como consecuencia de ello impactar sobre su propio personal u otro que estaba apostado en las inmediaciones. Lo antes descripto deja sin fundamento la pretensión de Aravena y su defensa por cuanto no ha existido de parte de este imputado un ejercicio “racional” de la defensa, tanto desde el punto de vista de su oportunidad, cuanto por las circunstancias en que los disparos fueron efectuados. Debe recordarse necesariamente que Aravena integraba un grupo especial, que había recibido instrucción profesional y aprobado el curso de reentrenamiento tal como surge del legajo, en fs.2863 y ss. y que fundamentalmente su accionar como integrante de la policía de la provincia de Buenos Aires debía conducirse conforme a lo que, en situaciones como la presente, lo obligaba según lo 64 normado en la ya citada ley orgánica de dicho cuerpo, la 12.155 su art.7 inc. i) Por otra parte, ha quedado probado que tanto él como los restantes integrantes del grupo al que pertenecía habían sido ubicados en un lugar que les permitía cubrirse de eventuales agresiones, tal lo declarado por Fontana en su testimonio tanto en sede instructoria así como también lo expuesto ante este Tribunal; e inclusive del informe nro. 2/00 efectuado por Prefectura Naval Argentina sobre la ubicación de los efectivos policiales, incorporado a la presente causa. Por último, párrafo aparte merecen las consideraciones del señor Defensor con relación a que Aravena formaba parte de un grupo que carecía de preparación, que habían sido “abandonados a su propia suerte” durante el procedimiento, sin haber recibido indicación o información alguna. Más allá de lo ya expuesto, sobre que tuvieron contacto sobre lo que estaba sucediendo por intermedio de Miguel Fernández, es necesario apuntar que si bien puede admitirse, que el grupo G.E.O. no estaba especialmente organizado para intervenir en situaciones de rehenes y en un acontecimiento de tal envergadura, ello no es óbice para que debieran haber observado una conducta razonable como miembros de un cuerpo policial especial al que pertenecen, acorde a su carácter de funcionarios públicos y defensores de la seguridad interior, debiendo abstenerse de disparar, dadas las circunstancias antes descriptas, y lo que le imponía la disposición específica de la ley orgánica policial, privilegiando la preservación del bien jurídico vida humana. A ello debe agregarse, que la lenta y anunciada aparición del rodado, de propiedad del señor gerente, por la puerta del garaje, estaba indicando la posibilidad cierta que a bordo del mismo se trasladaban rehenes. Todos los grupos policiales apostados en observación y vigilancia –salvo el grupo táctico G.E.O.F. de la policía federal- pertenecían a la policía de la provincia de Buenos Aires y se encontraban próximos unos de otros, en un sector que comprendía unas pocas cuadras, teniendo natural y lógicamente oportunidad a lo largo de más de veinte horas, de intercambiar la información que cada uno de ellos recibía de aquellos a quienes habían asignado la función de obtenerla desde el lugar donde se llevaban a cabo las tratativas con los delincuentes. 4) Ramón Darío Sánchez 65 Fue indagado por el hecho de “haber disparado con su arma pistola automática UZI cal. 9 mm. Nº 61.1237 (en su calidad de miembro del Grupo GEO Zárate-Campana, desempeñando tareas de policía de seguridad), a consecuencia del cual pudieron haber resultado o contribuido a las muertes de Carlos Alberto Santillán y Ernesto Javier Hernández, como así también las lesiones de las características anunciadas por los facultativos médicos respecto de Flora Lacave de Chaves y Carlos Sebastián Martínez, con motivo de los hechos acontecidos en las adyacencias de la Sucursal Villa Ramallo del Banco de la Nación Argentina, en la madrugada del día viernes 17 de setiembre de 1999, en oportunidad de encontrarse las víctimas dentro de un vehículo VW Polo Classic, en el que se encontraban tanto rehenes como los delincuentes que perpetraron el ilícito”. Finalmente, es requerido y acusado tanto por las querellas como por el señor Fiscal General como autor penalmente responsable del delito de homicidio simple en grado de tentativa. En oportunidad de producir su alegato, la Defensa de Sánchez adujo que éste se encontró en forma imprevista con un rodado que circulaba a alta velocidad –hipótesis de escape no prevista por él-, reaccionando ante la sorpresa con un instinto lógico de preservación propia y de sus compañeros, hecho que lo llevó a accionar el arma de fuego automática que tenía en su poder, concurriendo desde ese aspecto los requisitos de la legítima defensa, esto es, agresión ilegítima, no provocada por él, siendo -siempre según su criterio- racional el medio empleado. A su vez, en la faz subjetiva, habría actuado con dolo de ímpetu, es decir, sin responder a una intención predeterminada, sino producto de una “inmediatez reactiva”. Si bien en un principio el andamiaje defensivo se inscribe dentro de una aparentemente lógica actuación acorde al caso, a poco que se examinan los hechos, este se desvirtúa. Pero previo a esa evaluación, cabe hacer referencia a cuatro circunstancias no controvertidas y que sirven de base al análisis posterior. La primera, su posición en la escena; reconoce que se había apostado por orden de sus superiores en el terraplén de un garaje de una casa ubicada sobre calle Sarmiento, sobre mano izquierda mirando hacia el Banco, a escasos metros de la Avda. San Martín, y esto es confirmado por sus colegas Diego Marcelo Espíndola, Héctor De Olivera y Raúl Rubén Fernández y por el jefe de todos ellos Miguel 66 Fontana. La segunda, su función de contención de personas y periodistas, también por él reconocido, agregando Espíndola que por orden de su jefe –que admite esto- debían permanecer en el lugar sin hacer nada, que estaban para aprender como actuaba el mejor grupo del país y que debían dejar trabajar al grupo Halcón. La tercera, el arma empleada que no fue cuestionada. Por último, los disparos; reconoce el imputado haber disparado, más allá que la prueba de uso (v. fs. 79 vtaCuerpo I-arma nº 91 de la pericia nº 18.505) arrojara resultado negativo y siempre ponderando la relatividad de esa determinación como quedara expuesto precedentemente. En igual sentido, Fontana reconoció haber escuchado disparos de alguien de su personal que estaba a su derecha, detrás de él. Establecido cuanto antecede y abordando específicamente los argumentos defensivos, habla en contra de la sorpresa de la que habría sido víctima lo declarado por Fontana en el sentido que éste se encontraba comunicado con Fernández -ubicado en las cercanías del ingreso de la entidad bancaria y con función específica de informar lo que iba ocurriendo- a través del handy de Sánchez, habiendo avisado aquél que algo estaba pasando y luego que se aprestaban a salir del banco en auto. Agrega Fontana que cuando recibe la novedad recuerda con precisión habérsela comunicado al personal que estaba a su lado y que los que se hallaban enfrente – Aravena y Leyva-, también habían recibido la noticia vía handy. En abono de esta afirmación, Fontana recuerda haber escuchado un enfrentamiento antes de que se aproximara el vehículo al lugar donde se encontraba parapetado, motivo por el cual enseguida se agachó y se cubrió. Es decir, que aquellos fogonazos advirtieron indudablemente tanto a Fontana como al resto que se encontraba con él que el auto se aproximaba. En esa misma línea, declara el oficial De Olivera que asegura haber recibido el mensaje de Fernández a las 4:05 hs. de que se cubrieran porque aparentemente los delincuentes estaban por abandonar el banco. Es del caso recordar, que en la esquina de Sarmiento y Ginocchio, esto es, a menos de cien metros de donde estaban apostados, la cuadra estaba cortada por un cordón policial que hubiera impedido delincuentes. De físicamente este la modo, no continuación del se la enfrentamiento previo. 67 advierte raid de los necesidad de Resulta también elocuente respecto a la ubicación y a la posibilidad de resguardo de Sánchez, lo manifestado por Fontana al referir que por el lugar donde estaba con su personal, el más expuesto era él, que estaba delante de todos, sobre la línea municipal, sin protección alguno hacia la calle, justificando su negativa a disparar no sólo porque contaba con un arma corta, sino por la poca visibilidad nocturna y su “gran miedo” de cruzar los tiros al personal que se encontraba apostado enfrente suyo. También relativo a esta aparente sorpresa, no puede dejar de mencionarse que también Espíndola, que se encontraba en la misma pendiente de la cochera que Sánchez, con acertado criterio cuando observa que sale el auto y ante los disparos, se tira al piso en resguardo de su integridad. La misma actitud defensiva adoptó De Olivera, lo que implica, que aún suponiendo que la salida del vehículo fuera inesperada, Sánchez tuvo cabal información de la aproximación del automóvil –recordemos que salió en principio empujando lentamente a la camioneta marca Saveiro y se dirigió cautelosamente hacia la avenida San Martín, para luego si acelerar su marcha- por lo cual contó con el tiempo suficiente –en atención a que tenía visión directa hacia el rodado- como para resguardarse al igual que lo hicieron sus compañeros. Además y en ese orden de ideas, declaró el imputado que “....el garaje donde se hallaba tenia un terraplén, que les servía de protección y a su vez también les servía para ello la pared de la vivienda...” (v. declaración indagatoria de fs. 5773/5776 incorporada por lectura al debate). La ley 12.155 de la provincia de Buenos Aires en su artículo 7 inc. i) especifica que el personal policial debe recurrir al uso de armas de fuego sólo en legítima defensa propia o de terceros y cuando haya estado de necesidad en las que exista peligro grave, inminente o actual para la vida de las personas o para evitar la comisión de un delito, debiendo obrarse de modo tal de reducir los riesgos a terceros ajenos a la situación y que cuando exista riesgo de afectar la vida humana o la integridad el policía debe anteponer la preservación de este bien jurídico al éxito de esta actuación o la preservación del bien jurídico propiedad. En el caso, quedó establecido que tanto él como los coprocesados conocían fehacientemente la existencia de rehenes dentro de la entidad bancaria como así también que dentro del habitáculo del VW Polo; al respecto cabe agregar que el mismo 68 Fernández refirió que no comunicó la situación de rehenes dentro del banco por estimarlo sobreabundante dado era el “rumor que se corría allí”. Agrava aún más la conducta agresiva de Sánchez, su calidad de experto en armas. Y ello porque contaba con una pistola automática que accionó en ráfaga con la consecuente mayor dificultad de control de la misma, a un vehículo que circulaba frente a él y desconociendo el riesgo letal que podría haber provocado tanto en los ocupantes del automotor como de sus compañeros situados frente a él, en la vereda opuesta. Sobre esta capacitación especial del acusado, declaró su consorte de causa Leyva, quien expresó que era quien más sabía de armas del grupo (v. fs. 4569/4572). Dicho esto, más allá de lo ya referido sobre los principios genéricos que informan a la legítima defensa, quedó plenamente demostrado que en el caso, Sánchez actuó con conocimiento previo de la situación, descartándose así el dolo de ímpetu invocado, y asimismo que su conducta estuvo enderezada al resultado final buscado, motivo por el cual también debe desecharse el intento defensista de encuadrar su accionar dentro de la legítima defensa. Por su parte, las conclusiones periciales demostraron que Sánchez, que portaba un pistola automática UZI, calibre 9 mm., con inscripción en la tapa del cajón del mecanismo, lateral izquierdo, sector medio y posterior “Policía Provincia de Buenos Aires - nro. 611237”, identificada como nro. 13 (fs. 24, cuerpo I, informe 18.505), ilustrada en los gráficos 158 y 159 (fs. 146 y vta., cuerpo II, informe 18.505), entregada según acta de fs. 79, con la presencia de los testigos Jorge Cortagerena y Miguel Angel Pérez, cuya prueba de uso arrojó resultado negativo, efectuó al menos cuatro disparos que incidieron en el vehículo VW Polo en el que circulaban delincuentes y rehenes (designación 17, gráfico 733, microfotografía 815/816 correspondiente al asiento trasero del vehículo, designación 36 correspondiente a llanta trasera derecha, gráfico 736, fotos nro. 807/808, designación 38, interior puerta delantera, gráfico 738, microfotografía 813 y designación 39, zócalo derecho, gráfico 739, foto de comparación nro. 814). Esta profusión de proyectiles y de impactos se corresponden con las características del arma del acusado en esa ocasión, y en orden a ello debe responder penalmente. 5) Sergio Gabriel Susperreguy: 69 Se le imputa en el requerimiento de elevación a juicio, el delito de homicidio en grado de tentativa, previsto y reprimido en el art. 79 CP en función del art. 42 CP.Al momento de formular su alegato, tanto Sr. Fiscal General como las querellas, mantienen en tal sentido la acusación efectuada en el requerimiento de elevación a juicio, solicitando se encuadre la conducta de Susperreguy en la figura de homicidio en grado de tentativa, previsto en el art. 79 CP. en función del art. 42 CP.Al momento de los hechos, Sergio Susperreguy portaba un arma fusil automática calibre 5,56 serie HK 33E nro. 3.025.807. Sin embargo, al realizarse la correspondiente acta de entrega de armamento, tanto Susperreguy como San Miguel hicieron entrega únicamente del arma 9 mm que portaban, pero no así del fusil automático que utilizaron al momento de los hechos, conforme surge del acta de fs. 75/77. Llama la atención dicha circunstancia, ya que la orden había sido clara, en el sentido de que debían entregar las armas que tenían en su poder al desarrollarse los hechos en cuestión.A fs. 701, consta la remisión efectuada por el Subcomisario Franceschetti de la División Especial de Seguridad Halcón, del armamento que se hubiera omitido en su oportunidad y que correspondiera, entre otros, al Cabo Susperreguy; arma que se identifica como el fusil automático calibre 5,56 serie HK 33E 3.025.807 y que se indica en el punto 2 de dicho oficio como perteneciente al imputado. Asimismo, dicho fusil se encuentra ilustrado en las fotografías nro. 125 y 127 de la pericia 18.505, Tomo II. Por lo que, se encuentra debidamente acreditado que esa era el arma que le fuera oportunamente asignada a Susperreguy.A fs. 79 de la pericia nro. 18.505 Tomo I, a los efectos de la prueba de uso realizada, se identifica el fusil automático correspondiente a Susperreguy con el nro. 75, el cual arroja resultado “negativo”. Cabe ante esta circunstancia, remitirse a lo ya expresado al tratar este punto en lo que se refería al imputado Leyva, haciendo hincapié en la relatividad del resultado este tipo de pericias y específicamente a que no se hizo entrega del arma en cuestión si no hasta unos días después de producido el hecho. De la declaración indagatoria prestada por el imputado durante la instrucción y obrante a fs. 5472/5477 -la que fuera incorporada por lectura durante el debate-, como de la declaración prestada posteriormente por el mismo durante el 70 transcurso de la audiencia, surge expresamente que Susperreguy efectuó disparos con el fusil que tenia en su poder, y ello es así, por el propio reconocimiento a tal efecto que efectúa el imputado en dichos actos. En este orden de ideas, es menester señalar que el numerario del Grupo Halcón, se encontraba el día de los hechos, apostado en la terraza de la vivienda situada en Av. San Martín 204 de Villa Ramallo, perteneciente a la familia García, ubicación que corresponde a la intersección de calles San Martín y Sarmiento en forma diagonal a la entrada principal del Banco Nación. Ello, queda acreditado con lo declarado al prestar declaración indagatoria por el propio Susperreguy en lo que respecta a la posición ocupada por el mismo, así como también y en igual sentido por lo declarado por el coimputado San Miguel en su declaración indagatoria de fs. 5478/5481 – el que se encontraba en compañía de Susperreguy- y lo declarado por los testigos Rodolfo y Susana García en la audiencia de debate. A fs. 56vta./73 de la pericia 18.505, se detalla la procedencia de los impactos de bala producidos la madrugada del 17 de septiembre de 1999, al momento de desencadenarse los hechos materia de análisis. De la lectura de dicho informe, surge que los impactos identificados con los números 1, 2, 3, 13, 38, 41, 43, 44, 45 y 47 se corresponden al calibre 5,56 mm. Sin embargo, en la ampliación de la pericia nro. 31.885, a fs. 13vta. punto n), la conclusión advierte que desde la ubicación que tenia Susperreguy al momento de efectuar los disparos, los únicos impactos posibles desde esa posición son los signados 1, 2 y 3, con el rodado incriminado en la ochava ubicada frente a la entrada principal del Banco Nación. Tal circunstancia se encuentra ilustrada en el Anexo II de la pericia 31.885. En tal sentido, de los tres impactos indicados como provenientes de la terraza del domicilio propiedad de la familia García y que se corresponden al calibre 5,56 mm., sólo pudo constatarse el orificio de entrada que los mismos produjeron, ya que no fue posible encontrar los correspondientes proyectiles. Del trabajo pericial llevado adelante sobre los mismos, pudo establecerse –como se indicara precedentemente- el calibre correspondiente a dichos impactos, y que presentan una trayectoria de incidencia que se direccional de arriba hacia abajo, de adelante hacia atrás y de izquierda a derecha. Asimismo, que dichos proyectiles impactaron sobre el capot del automóvil VW Polo, correspondiéndose el sindicado como nro. 1 con el impacto en la parte inferior derecha del mismo, el nro. 2 al impacto 71 recibido en la parte inferior media del capot y el nro. 3 como el que impactara en la parte media central del mencionado capot (ver fs. 56/57 de la pericia 18.505 Tomo I). Corresponde destacar que el hecho de no haber encontrado los correspondientes proyectiles, hace que sólo resulte posible determinar el calibre del arma que efectivamente realizo los disparos. Esto, en virtud de que no hay elemento con el cual poder efectuar el correspondiente cotejo, extrayéndose de tal circunstancia, que la atribución de dichos disparos, queda determinada en consecuencia por las conclusiones periciales ya mencionadas y que indican el lugar de origen de los mismos -por corresponderse con la trayectoria de éstos-, así como también, de la forma en que se desarrollaron los hechos y de la posición del imputado y su correspondiente accionar frente a los mismos. Manifiesta el imputado, en coincidencia con lo relatado por el coimputado San Miguel -que al momento de los hechos se encontraba en compañía del mismo por haber sido ambos encomendados a igual tarea-, que al apostarse en la terraza, éste se ubica sobre el frente que da a calle Sarmiento, mientras que su compañero –San Miguel- lo hace sobre el lateral que da a calle San Martín. Que cerca de las cuatro de la mañana, sienten ruido metálico, como si algo se corriera, que comunican dicha novedad y observan que la camioneta que estaba en la mitad de cuadra se desplaza hacia atrás empujada por otro automóvil; que luego el auto realiza otra maniobra y reciben la orden de Ascacibar de “disparar a las ruedas”. En tal sentido, indica que empieza a abrir fuego cuando el auto va por la vereda y está por bajar a la calle, indicando en este aspecto la Av. San Martín. Manifiesta que abre fuego en ese punto porque es cuando tuvo mejor blanco, que el blanco eran las cubiertas y que realiza una segunda ronda de disparos cuando el auto va pasando a la altura de los canteros de la avenida señalada. De los dichos del imputado y de la comparación con el Anexo II de la pericia 31.885, resultan compatibles por la ubicación y descripción de su accionar, los impactos recibidos en el capot del vehículo como aquellos que fueran realizados por el imputado Susperreguy. Asimismo, cabe destacar que conforme surge a fs. 13vta. de la pericia mencionada, los impactos señalados como 1, 2 y 3, se producen precisamente en momentos en que el rodado se encontraba 72 atravesando la ochava ubicada frente a la entrada principal del Banco, por resultar el único momento factible para su producción, con lo que se da una evidente correlación entre lo relatado por el imputado y lo arrojado por las diversas pericias llevadas adelante al efecto. En este aspecto, resulta relevante señalar, que al momento de ser interrogado el imputado en la audiencia de debate con relación a éstos tres impactos en particular, el mismo reconoció que dichos disparos podrían ser de su autoría, teniendo en cuenta el lugar en que se producen y el momento en que éste realiza los disparos.Su compañero y coimputado San Miguel, al prestar declaración en el debate dijo haber visto que Susperreguy efectuó disparos con su arma cuando se acercaba a su posición el rodado VW Polo –concretamente cuando pasaba el cantero de (calle) San Martín- y que al sentir disparos que se efectuaban desde el vehículo, lo tomó a Susperreguy, arrastrándolo hacia atrás para protegerlo. Resulta contundente el testimonio del testigo Rodolfo García en lo que a esta circunstancia se refiere. En este sentido, relata el testigo que escuchó que por medio del Handy que tenían para comunicación los Halcones que se encontraban en su domicilio, se les indico que debían “tirarle al que tenia pullover rojo”, así mismo, indico que se les pasaba información respecto de los delincuentes y cuántos eran los rehenes. Reviste especial interés dicha circunstancia, toda vez que de la comparación del lugar donde se producen los impactos en el vehículo y la orden aparentemente recibida (que seria la de tirar a las ruedas del auto), surge una evidente contradicción: si se parte de la base de que Susperreguy revestía el carácter de francotirador y observador de la fuerza, con preparación especial en lo que hace precisamente a tirar a un blanco determinado –a lo que se resume su principal función-, no se explica como si su blanco eran las cubiertas del automóvil, los impactos son recibidos en el capot del mismo, excepto que efectivamente el blanco no fueran las cubiertas, si no el interior del rodado.En este sentido, manifestó el imputado que al momento de recibir la orden de “disparar a las ruedas”, procedió a evaluar dicha orden y a verificar si la misma era de posible cumplimiento. En este sentido, indica que en relación a los hechos materia de análisis, dicha orden le resulto razonable y que se ajustaba a la doctrina aplicada por su unidad, que refiere a evitar el desplazamiento de los focos de 73 crisis. En tal sentido, indica que su objetivo eran las gomas del auto y que consideró que podía cumplir con la orden recibida. Sin embargo, cabe destacar que de la inspección ocular realizada sobre el automóvil, surge que no se produjeron impactos sobre las gomas del rodado. Y dicho dato resulta por demás llamativo, ya que conforme lo manifestara el testigo García y el mismo Susperreguy, los dos hombres del grupo Halcón se encontraban comunicados con el resto de su unidad, tenían información sobre la existencia de rehenes y preparación especial a efectos de cumplir con la orden de disparar a las ruedas; sin embargo, los impactos se producen en el capot del automóvil, lo que denota efectivamente, que el blanco no eran las gomas del rodado, si no por el contrario, los ocupantes del mismo. Refuerza esta conclusión, el hecho de que los neumáticos no sufrieran daños, conforme surge de la inspección ocular realizada sobre el vehículo, la que se encuentra en la pericia 18.505, Tomo I, a fs. 51vta.Lo que omite decir Susperreguy, es que aquella orden de disparar que atribuye a su jefe Ascacibar –a quien dice haber escuchado por medio del handy que utilizaban- fue dada según lo refiriera este último al prestar testimonio en la audiencia, en el primer momento de producirse la salida del automóvil desde el garaje, pero luego al advertir la situación desencadenada ordenó que cesaran de disparar y que ello ocurrió mientras el vehículo aún se encontraba transitando por la vereda del banco, antes de descender a la avenida San Martín. Ya hemos destacado que también hubo otros integrantes que dieron idéntica orden, tal es el caso del sargento ayudante del Grupo Halcón, Daniel Zabala. Es decir, que cuando Susperreguy reconoce haber efectuado los disparos con su arma y localiza la ubicación del rodado, aquella orden primera ya había sido revocada por el propio emisor. No podía ignorar el imputado que el propósito de “tirar a las gomas” no era otro que el de detener el rodado en su lugar y momento inicial, para así evitar que se extendiera la “situación de crisis” a la que ya se ha hecho referencia. Ningún sentido tenía ya efectuar disparos cuando aquella situación ya había rebasado su contención inicial y, por otro lado, existía a pocos metros, en la esquina de calle Ginocchio, una barrera de contención establecida ex profeso con camionetas cruzadas del grupo GEO que impediría a todo evento la fuga del vehículo. 74 A lo que se lleva dicho, debe necesariamente agregarse, la obligación tantas veces recordada en este fallo que pesaba sobre Susperreguy como integrante de un grupo policial especializado, de “privilegiar la protección del bien jurídico vida humana sobre el éxito de la actuación” (conf. art. 7 inc. I) ley 12.155 ya citada). Continuando con el relato de García, el mismo manifiesta que de los dos hombres apostados en la terraza de su casa, más precisamente el que él describe como “el Polaco o el Alemán” (descripción que se condice con la que reconoce Susperreguy), al bajar de la misma luego de ocurridos los hechos, llevaba en la mano unas cápsulas servidas. Indica así mismo que reconoce y sabe que se trataba de cápsulas y no de municiones, por tener conocimiento de armas, y haber disparado con municiones. Que la cantidad de cápsulas serian 7 u 8. Resulta relevante este dato, a los efectos de establecer no solo con la mayor certeza posible que Susperreguy efectuó disparos, si no también la intención del imputado de no dejar rastro de la actividad llevada a cabo en la terraza, en lo que respecta cuanto menos, a los disparos por él efectuados.Lo expuesto, nos lleva a concluir que los disparos efectuados por Susperreguy, son aquellos identificados en las pericias balísticas como los nro. 1, 2 y 3, y que fueran efectuados por el imputado con la intención de producir la muerte de los ocupantes del rodado, por lo que debe responder como autor penalmente responsable por dicha conducta.6) Sergio Daniel Garea (por mayoría) Tal y como lo afirma el Señor Fiscal General, la seguridad que da la confrontación del proyectil de que se trata con el limitado espacio – de lugar y tiempo – en relación del desarrollo de los hechos, da certeza acerca de que – ese proyectil – fue disparado en ese momento, por el arma que llevaba Garea ( fusil F.A.L. N°7128868 calibre 762 ) y que fuera hallado a lo largo de calle Sarmiento, receptado como n° 13. En la pericia n° 18.505 se describe el arma (fs. 39 vta. ítem n° 61) y se la fotografía (fs. 168 vta. fotografías n° 246-247). A su vez, el proyectil es designado con el número 13 y descripto (fs. 83 vta.) en relación con los gráficos n° 306 y 729 y su concordancia con las microfotografías que se identifican con los números 688 a 695. 75 Las conclusiones (fs. 91), establecen que el proyectil “dubitado”, “individualizado como Bolsa de Plástico Py 7,62”, es “identificado con Fusil inscripciones detrás de Automático la corredera Liviano, F.A.L. modelo cal. Para...con 7,62-7.128868...”, presentando en la culata y en el cañón “la inscripción de los dígitos “128868, perteneciente a la Policía Seguridad de San Nicolás” Las dudas que intenta introducir el Doctor Cabrera a través de los planteos de nulidad tanto del acta de ubicación de elementos (fs. 35/47) sobre la mencionada calle Sarmiento como de la pericia balística referenciada, caen obviamente ante los argumentos que fueran expuestos al rechazar aquellas. En cuanto a su argumentación acerca de la relatividad de la llamada prueba de uso, no puede menos que aceptarse su posición, que es la misma que la que expusieran los expertos en la materia que depusieran en ese sentido durante la audiencia de debate, no obstante lo cual, ello no deja de ser un elemento más a tener en cuenta en la valoración de la prueba colectada en contra de su pupilo. Tampoco puede dejar de advertirse que cuando el letrado habla de los tres elementos que a su juicio – pertenencia-boca de fuego-trayectoria -deben ser respondidos por toda pericia balística, y enfatiza carecer de los dos últimos, está admitiendo, como no puede ser de otra forma ante la evidencia, que la “pertenencia” se encuentra efectivamente comprobada. Y en cuanto a la boca de fuego y trayectoria (que como dice el Señor Defensor no pudieron establecerse ante la falta del dato del lugar exacto de su hallazgo ya que sólo se conoce que se encontraba en las adyacencias de calle Sarmiento y avenida San Martín), no revisten en el caso de la envergadura suficiente para enervar el hecho probado; esto es: que el proyectil encontrado en lo que fuera el trayecto recorrido por el automóvil baleado, pertenecía al arma que fuera utilizada por el imputado y que éste entregara en la Comisaría de Ramallo al serle así requerido (acta fs 78). Carece de peso asimismo, la argumentación relativa a la duda acerca de la identidad entre el elemento incautado y el finalmente peritado; ello así, pues a diferencia del doctor Cabrera, se entiende que el testimonio que brindara el Comisario Inspector Conti no contribuye a dar peso al planteo, sino que por el contrario, lo despeja, ya que este testigo deja perfectamente aclarado, que él sólo recogió los elementos que se encuentran en sobre marrón y no en otro tipo de 76 envoltorio (como la bolsa en la que se encuentra depositado el proyectil), los que fueron recogidos por otro grupo de Policía Científica. Precisamente el director de ese cuerpo, Comisario Jorge Rodríguez, manifiesta durante la audiencia, que su tarea consistió en recoger ensobrar, precintar y poner una numeración “para integridad”; y la oficial Desimone, coincide con estas expresiones, agregando que los testigos veían lo que se ensobraba, aunque ella, que iba apuntando, no pudo constatar todo lo que le decían...Lo cierto es, que a fojas cuarenta y cinco de la pericia n° 18.505 (ítem 112) se lee textualmente “Bolsa PY 7,62 con un proyectil encamisado deformado calibre 7,62. Hay dos sellos idénticos al párrafo precedente y una firma ilegible, en su reverso hay dos lacres y un sello de Policía de Investigaciones. Gráfico n° 306”. Que a fojas ciento ochenta y cinco obra la fotografía de ese gráfico, donde se puede apreciar claramente la exactitud de la descripción transcripta. Y, por último, que todos esos gráficos, son obtenidos con el contenido de los respectivos envoltorios – sobres marrones o bolsas- expuestos por encima de los mismos, lo que aventa la suspicacia del señor Defensor acerca de la falta de seguridad (ante la falta de precintos en estas fotografías ), habida cuenta además, lo declarado por el perito Vincet en el sentido que fueron recepcionados los elementos traídos por personal de la Prefectura Naval con toda minuciosidad, con control de cada uno de ellos y con el detalle de esta operación volcada en un acta (que obra en autos y fuera reconocida en la audiencia), procediéndose recién a su apertura individual, verificación de identidad, fotografía y rotulado, al momento de dar inicio a cada estudio pericial. Resulta obvio así, que lo señalado por la defensa como un insuperable escollo para obtener certeza, no pasa de ser un error material (por apuro, confusión o desorganización), que no alcanza para conmover la seguridad que otorgan las medidas de preservación y resguardo de identidad, adoptadas en ese sentido por quienes tuvieron a su cargo esa etapa de la instrucción. En cuanto a la imposibilidad de que un proyectil de esas características (7,62) haya podido ser hallado en ese lugar (en relación a la supuesta posición del tirador), simplemente deformado y no fragmentado, la defensa de Garea hace decir en su alegato a los testigos Calderón y Romero -peritos balísticos- lo que realmente no habían expresado a través de sus testimonios al ser interrogados al respecto durante el debate. Así, ambos manifiestan a su turno, que si 77 bien la norma sería que al impacto debería fragmentarse, “el contenido de la bolsa Y7,62 no es atípico”; “la fragmentación es posible, ello no es categórico”; “se puede o no fragmentar, puede haber tenido un roce”; “es casuística, no se puede generalizar, hay que ver cada caso en particular”. Y a preguntas sobre la hipótesis de que frenara a ciento cincuenta metros sin impactar y tener ese aspecto…”no puedo determinar, no puede generalizarse”; “a veces un simple roce puede hacerlo”; “podría ser un roce con un árbol, hay que tener en cuenta que la superficie de un árbol no es rígida sino semiblanda, a mi criterio no ofrece resistencia para que un proyectil se fragmente”. Como puede apreciarse, lejos se está de poder afirmar – como lo hace el señor Defensor- que existe desconocimiento de parte de los peritos o de hallarnos ante una situación inexplicable en la realidad; lo que sí existe, es la imposibilidad de su parte, de admitir que efectivamente, el aludido proyectil pudo ser hallado en ese lugar y en esas condiciones, luego de ser disparada por el arma que utilizara su pupilo. Tampoco encuentra apoyatura en la prueba producida, la versión de los hechos que brinda Garea, tanto con relación a haber arribado a Ramallo en su automóvil particular y haberse retirado de allí (ya que su domicilio es en ese lugar) en ese mismo medio, como a la circunstancia de no haberse movido de ese sitio durante la duración del tiroteo. En cuanto al primer argumento, basta recordar para desecharlo que no hay un solo testimonio que lo corrobore; que su propio jefe de grupo (suboficial Miguel Roblas) a quien el imputado le atribuye haberle entregado su arma antes de retirarse para que fuera llevada nuevamente al Destacamento en la ciudad de San Nicolás – y quien debe haberla retirado de allí para que Garea (según sus dichos) la sacara de un móvil y la entregara en la Comisaria de Ramallo no hace una sola manifestación al respecto; se limita a dejar bien claramente establecido, que él recibió un arma (Fusil F.A.L.) cuando llegó al lugar a hacer el relevo, que la llevó al Destacamento cuando se retiró y que ésa fue el arma que volvió a llevar para ser entregada posteriormente en la Comisaría según las órdenes recibidas. Los integrantes de la comisión del cuerpo de Infantería referido expresan (a través de sus declaraciones en la audiencia o incorporadas por lectura al debate), diferentes versiones de los hechos –ninguna incluye las circunstancias mencionadas por Garea – que se contradicen entre si; la consigna evidentemente era 78 ubicar a su compañero en la esquina -Sarmiento y Rivadavia- desde donde se dice no partió ningún disparo: García dice que se encontraban allí, Roblas, Chena, Gutiérrez, Salgado, Espelde y Garea; reconoce en el video que se le exhibe (Premiun Glade T-120) su propia voz, pidiendo calma y afirmando que ya todo había pasado…;Espelde, que estaban Roblas, Chena, Gutiérrez, Torres… y reconoce en el mismo video las voces de Roblas y Garea en lugar de la de García..; Roblas, que se hallaban con él Chena, Espelde y Garea…; Chena, que afirma haber tenido a la vista al imputado – resguardado – hasta que terminaron los disparos, también ubica allí a Salgado, Gutiérrez y Torres que, según constancias de autos, momentos antes habían partido con el comisario Maldonado a formar parte de otro “cordón humano”…y se contradice con el propio imputado que, mientras duraron los disparos “…estuvo tratando de contener a los periodistas..” En relación a éstos, acierta la defensa cuando afirma que de sus declaraciones se desprende que no vieron ni oyeron disparos desde ese lugar sino de más adelante, pero no es menos cierto, que ninguno de ellos puede afirmar -y de hecho no lo hacen- que entre el personal policial que formaba la barrera (que en definitiva pareciera que fueran nada más que cuatro) se encontraba el propio Garea. Por otra parte el referido video -que ofrece la defensa- muestra al grupo de Infantería en la esquina de Sarmiento y Rivadavia donde efectivamente se encontraban apostados desde su llegada al lugar; los muestra en actitud pasiva (inclusive el imputado está fumando), y no quedan dudas que está tomado en circunstancias que distan de ser las analizadas para este proceso, pero sobre todo, que no alcanza para dejar demostrado que, al producirse los disparos, Garea se encontraba en ese lugar y no utilizaba su arma. El tramo que muestra la escena luego de cesados los disparos y en el que se escuchan voces, no es precisamente favorable a lo alegado por la defensa, ya que no resulta siquiera lógico que quien fuera que hable (ya que no hay acuerdo entre los testigos sobre ello), pida “calma” e informe “que ya todo terminó”, a personal que sólo se dedicó y se está dedicando a impedir que un grupo de periodistas irrumpa al sitio por donde estaba prohibido pasar. Es así que puede concluirse sin lugar a dudas, y de conformidad al resultado que arroja el análisis de la prueba producida, que Sergio Daniel Garea disparó el arma provista durante la salida del automóvil que resultara acribillado. 79 7) Omar Rubén Isaías: Conforme lo que se expresa en el requerimiento fiscal de elevación a juicio, se le imputa haber “omitido las leyes cuyo cumplimiento le incumbiere”, conforme lo dispuesto en el art.26, inciso o) de la ley 12.155, de organización de las policías de la provincia de Buenos Aires, “de manera tal que no impartió orden alguna ni cuidó que los rastros materiales del delito sean conservados y que el estado de cosas no se modificara, arribando al lugar de los hechos veinte minutos después del desenlace”. Sostuvo la Fiscalía que aquellas responsabilidades le cabían en razón de que para la fecha de los hechos se desempeñaba como Jefe de Zona de Coordinación de la Delegación Departamental de Investigaciones en Función Judicial, y por tal cargo y funciones fue designado, por el magistrado interviniente, como instructor del sumario respecto de los hechos que estaban ocurriendo en la sucursal Villa Ramallo del Banco de la Nación Argentina durante los días 16 y 17 de septiembre de 1999. Tal como surge del acta glosada a fs.2/5 de autos, firmada por el imputado, que fuera incorporada al debate, el señor Juez Federal Dr. Carlos Villafuerte Ruzo, magistrado a cargo de las investigaciones, dispone que el funcionario policial antes mencionado, en su carácter de Jefe de Zona de Coordinación Departamental de la policía de la provincia de Buenos Aires, junto con el oficial inspector Pedro Edelmar Rivero “prosigan con las actuaciones respectivas, las cuales serán desarrolladas mediante la instrumentación de actas separadas”. Esta actuación está fechada el día 16 de septiembre de 1999, iniciada a las 8 horas. A continuación de aquella designación se suceden actuaciones en las que interviene efectivamente el comisario inspector Omar Rubén Isaías, juntamente con el oficial inspector Pedro Edelmar Rivero, instrumentando la recepción de declaraciones testimoniales, en su condición de “actuantes” –v. fs.5, 6, 20 recepción de elementos entregados por rehenes liberados –fs.7-; recepción de antecedentes de sospechosos –fs.11-; solicitan reconocimiento médico de uno de los rehenes liberados (Fernando Vilchez) –fs.21- a quien a continuación se le recibe declaración testimonial –fs.25/26-; igualmente se le recibe declaración testimonial a otro rehén liberado a fs.27/28 (Diego Serra), respecto de quien se solicita la intervención del médico policial –fs.29-; a fs.30/31 se le recibe declaración testimonial al tercer 80 rehén liberado (Ricardo Pasquali) respecto de quien también se solicita informe médico. Se deja constancia por parte de los “intervinientes”, de todos los funcionarios que se han constituido en el lugar en que se encuentran instalados, la sede de la Escuela Técnica y Media Nro.2, de la localidad de Villa Ramallo, calle Sarmiento entre Rivadavia y San Martín – fs.33-. A fs.34 los “actuarios” dejan constancia, “siendo las cuatro horas del día diecisiete de los acontecimientos que se desarrollan en el lugar al momento que siendo las 4,15 horas, los efectivos del grupo Halcón persuaden a los allí presentes, entre los que se puede destacar la presencia del sub comisario Martínez, jefe del comando Radioeléctrico de San Nicolás, que se replieguen hacia el interior de la escuela, al momento en que se escuchan voces provenientes de la calle que dan alerta de que los autores del hecho se dan a la fuga a bordo del un automóvil que salió de la cochera donde el gerente del banco guardaba su vehículo. Que en esos momentos se escuchan disparos, y una fuerte explosión, que luego del movimiento del ir y venir de personas, se establece la calma, por lo que se deja constancia de ello” –firmas y sellos aclaratorios de Omar Rubén Isaías y de Pedro Edelmar Rivero-. Aquella actuación funcional es ratificada por el comisario Pedro Edelmar Rivero al declarar como testigo en el debate, cuando recordó que, a él, el juez le había dicho que debían labrar las actuaciones, “documentar lo que estaba pasando; ellos ordenaban que se dejara constancia de algo y nosotros lo hacíamos”. Al ser interrogado este testigo sobre la tarea de Isaías, respondió “él era superior mío, yo cumplo primero órdenes de Isaías y después de Cecchini. Isaías era el Jefe de la D.D.I.” De lo que se lleva relatado surge que el comisario inspector Isaías omitió, a partir de aquella actuación de fs.34, dar cumplimiento a aquellas obligaciones que la ley le imponía en razón del cargo y de las funciones que le habían sido asignadas. Sobre este particular debe recordarse, en primer lugar, que por imperio de lo normado en el art.5 de la ley 12.155 –ley de organización de las policías de la provincia de Buenos Aires (t.o. 1987)- como funcionario de aquella fuerza policial provincial estaba obligado a actuar ante el requerimiento que le efectuara el magistrado de la justicia federal, en un hecho delictivo ocurrido en jurisdicción de aquel magistrado, al efecto, entre otros que fija el párrafo segundo del artículo citado de “asegurar la persona del supuesto autor o conservar las pruebas para ser remitidas a 81 la autoridad competente”, disposición que se reitera y amplía en el inciso o) del art.26 de esa misma ley, cuando se refiere a los policías de investigaciones en función judicial: “cuidar que los rastros materiales del delito sean conservados y que el estado de las cosas no se modifique, hasta que intervenga directamente el Ministerio Público o la Policía Judicial, de conformidad a lo establecido en el Código Procesal Penal”. Consecuentemente con lo prescripto por aquel régimen normativo al que debía acatamiento este funcionario policial, debió haber “proseguido con las actuaciones mediante la instrumentación de actas separadas”, como le había sido ordenado por el magistrado, haciéndose presente de inmediato en el lugar donde el delito había dejado los rastros de su comisión a efecto de su conservación y para que el estado de las cosas no se modifique. Isaías, por el contrario, permaneció dentro el ámbito cerrado de la escuela aproximadamente durante unos quince minutos, invocando que habían impartido una orden “de que nadie salga”, aclarando “yo quise salir para saber qué había pasado pero no lo pude hacer”. Agrega luego Isaías en el curso de su declaración en el debate, que después se dirigió hasta el lugar donde había quedado detenido el auto del gerente en la esquina de Ginocchio y Sarmiento, pudiendo entonces advertir lo que había ocurrido, como así que otros funcionarios policiales, a los que nombra, habían llegado antes que él, lo que habría ocurrido en razón de que “habían salido por una puerta que da al profesorado de la escuela o por la dirección”. Aquellas explicaciones del imputado resultan inaceptables como justificativos de su incumplimiento. En primer lugar debe destacarse que ni siquiera identifica a quien le impidió hacerse presente oportunamente en el lugar de los hechos, a lo que debe agregarse que Isaías tenía autoridad suficiente en razón de su cargo jerárquico, como así por la función actuarial de la que había sido investido y que estaba desempeñando para haber resistido aquel impedimento. En segundo lugar, su obligación de preservar los rastros materiales del delito comprendía el ámbito físico a partir del lugar desde el que se había producido la salida del vehículo en el que se transportaban los asaltantes junto con los rehenes, el recorrido por calle Sarmiento y finalmente donde quedara detenido. Ese es el ámbito físico donde los hechos, habían ocurrido. A lo largo de todo ese tramo de calle Sarmiento, comenzando en la esquina de calle Rivadavia hasta 82 Ginocchio y sus inmediaciones, debieron quedar, indudablemente, rastros materiales para ser preservados: impactos, cápsulas, municiones, vainas, presencia de personas y efectivos, daños producidos, para finalmente dar cuenta también, mediante la instrumentación correspondiente, de lo que ocurriera en todo el desarrollo de aquel cruento episodio. Fue así que, el acta de levantamiento de rastros que posteriormente se instrumentara a fs.35/47, no da cuenta de que se haya obtenido rastro alguno en el sector de la calla Sarmiento entre Av. San Martín y Rivadavia, que es justamente donde comenzaron a desarrollarse los hechos relacionados con el intento de fuga de los asaltantes y el inicio de los disparos contra el rodado por parte del personal policial allí apostado, según lo que ha resultado de los testimonios antes examinados y de la pericial 01/00 de Prefectura Naval Argentina sobre secuencia y digitalización de imágenes y de los disparos registrados en los videos obtenidos en el lugar. El no haber cumplido con aquella obligación funcional, dio lugar a la desaparición comprobada de elementos valiosos para el mejor conocimiento de los hechos investigados –tal el caso del aparato de comunicación “Yaetsu” al que hizo referencia el testigo De Olivera, y el arma tipo ametralladora cuya sustracción describiera el testigo Espíndola; ambos elementos habían estado en poder de los asaltantes y fueron sustraídos mientras efectivos policiales se encontraban alrededor del rodado Polo, rodeado por un “cordón de seguridad” en la esquina de Sarmiento y Ginocchio. También se perdieron los rastros de aquella enorme cantidad de disparos de armas de fuego que fueron efectuados en la parte inicial del recorrido del vehículo por calle Sarmiento ante de llegar al cruce de la Av. San Martín, según lo que surgió del testimonio de la señora Flora Lacave y de aquellos citados precedentemente –Mosto, Andrada, Marchi-. De haber actuado en la forma en que la ley lo obligaba al comisario inspector Isaías, se podría haber identificado a los autores de aquellos criminales disparos. Sobre este particular recuérdese el relato del comisario Andrada del grupo Halcón, cuando menciona a dos personas vestidas de civil que le efectuaban disparos en dirección a su persona y a los efectivos que se desplazaban en seguimiento del rodado –uno lo hacía con una escopeta y el otro con un F.A.L.-. Finalmente debe hacerse referencia al hecho de que no existe constancia alguna de que el 83 magistrado interviniente haya relevado a Isaías del cumplimiento de las funciones que le había encomendado. Sobre aquella circunstancia, adquiere muy especial relevancia el testimonio prestado en la audiencia por Rodolfo Mauricio García –quien se encontraba al momento de los hechos en la casa de su hermana Susana García ubicada en la esquina de las calles San Martín y Sarmiento enfrentada diagonalmente con la sede bancariay en cuya terraza se habían instalado los francotiradores del grupo Halcón, Susperreguy y San Miguel-. Dijo este testigo, ratificando lo que había declarado durante la instrucción a fs.5181, que una vez que cesaron los disparos “abrió la puerta de entrada de su casa y pudo observar el movimiento de policías que se dirigían hacia el lado donde quedó el auto detenido, es decir, por calle Sarmiento, como así también los policías que se dirigieron hacia el cajero de la entidad bancaria y lo volaban. Que justo en ese momento en que la gente iba y venía, vio que un uniformado, con voz de mando, les decía a sus subalternos en la esquina de San Martín y Sarmiento: “tapen todo, que los medios no filmen porque vamos todos en cana”. Que no recuerda la vestimenta de ese uniformado, cree que tenía chaleco antibalas azul; que no se trataba del grupo Halcón, por lo menos no llevaba la vestimenta característica que pudo ver vestían los dos integrantes que estaban en su casa. Que recuerda que ese uniformado tenía un arma larga en su mano; que la manifestación aludida precedentemente fue efectuada a viva voz y para que lo escuchen las personas que estaban alrededor de este individuo, que eran como diez o quince y se desplazaban con él. Que las demás personas que acompañaban a este uniformado también poseían uniformes similares al de este individuo y se desplazaban corriendo”. Esta acción el declarante la observa sobre el tramo que comprende la ochava de Sarmiento y Av. San Martín, enfrente a la casa de su hermana y frente al banco, hacia el lugar donde había quedado detenido el vehículo Polo, “que luego se quedó dentro de su casa mirando televisión junto a su hermana y los Halcones, y éstos últimos decían que “los que se habrían mandado la macana eran los del grupo G.E.O”. A continuación, en su relato, el testigo García recordó que los dos Halcones que habían estado en su casa después del tiroteo “ascendieron nuevamente a la terraza para ver qué había quedado, recordando el declarante haber visto que uno de ellos –al que identifica como el que llamaban “alemán o polaco” (Susperreguy)- llevaba en una de su manos un puñado de 84 cápsulas servidas, aclaró, “supone que de las armas que había disparado”. Esta circunstancia se debe vincular necesariamente con aquella orden, recordada por el testigo, de que “había que tapar todo”, y pone además en evidencia, la gravedad del incumplimiento de Isaías, quien estaba obligado por ley a evitar justamente este tipo de actuación criminal que procuraba “tapar” haciendo desaparecer las pruebas del delito. Por lo antes expuesto cabe concluir considerando debidamente acreditado que Isaías debe ser considerado responsable por la omisión imputada. 8) Martín Héctor San Miguel: Se le imputa en el requerimiento de elevación a juicio, el delito de homicidio en grado de tentativa, previsto y reprimido en el art. 79 CP en función del art. 42 CP.Al momento de formularse los alegatos, tanto el Sr. Fiscal General como las querellas, mantienen en tal sentido la acusación efectuada en el requerimiento de elevación a juicio, solicitando se encuadre la conducta de San Miguel en la figura de homicidio en grado de tentativa, previsto en el art. 79 CP. en función del art. 42 CP.San Miguel, conforme surge de la remisión de armas efectuada por el Subcomisario Franceschetti a fs. 701 de autos, portaba el día de los hechos un fusil calibre 5,56 serie HK 33E nro. 3.025.806. Asimismo, en igual sentido que el imputado Susperreguy, se apostó en la terraza de la familia García, por disposición de sus superiores, a efectos de realizar tareas de observación sobre la entidad bancaria, debiendo informar sobre las novedades que se fueran sucediendo, para lo cual contaba con equipo de comunicación al efecto.Reconoce el imputado, haber efectuado disparos al momento de producirse la salida del vehículo VW Polo; ello, en virtud de la orden recibida por él y su compañero –Susperreguy- de disparar a las ruedas del rodado.De la pericial balística realizada, surge que el automóvil Polo recibió tres impactos de proyectil calibre 5,56 mm. en su capot, sindicados con los nros. 1, 2 y 3 de la pericia 31.885 a fs. 13vta., los cuales se corresponden con el calibre de arma que portaba San Miguel al momento de los hechos, así como también, que dichos impactos, 85 provenían de la terraza donde se encontraba apostado junto a su compañero. En tal sentido, corresponde remitirse a lo expuesto en este punto, al desarrollo formulado al tratarse la autoría del Cabo Susperreguy.En este orden de ideas, toda vez que de la tarea de levantamiento de rastros oportunamente realizada (ver fs. 35/47 de autos), no se obtuvieron proyectiles para efectuar el correspondiente cotejo a los fines de poder determinar cual fue el arma que efectivamente realizo dichos disparos, corresponde adentrarse, en igual sentido que al tratarse la situación de Susperreguy, a analizar la conducta de San Miguel y su participación en los hechos, de acuerdo a las circunstancias que surgen de la prueba colectada en la presente causa.San Miguel, una vez en la terraza de la casa de García, se ubicó sobre el lateral de la misma que da sobre Av. San Martín. Ello surge así, de la declaración de los testigos Rodolfo y Susana García, así como también de los dichos del propio imputado y de su compañero Susperreguy al momento de prestar declaración indagatoria.Manifestó el imputado durante el desarrollo de la audiencia, que cerca de las cuatro de la mañana, escuchan un ruido metálico y observan la salida de un vehículo de la entidad bancaria, el cual empujaba una camioneta que obstruía el paso. Que es en ese momento cuando reciben la orden de “disparar a las ruedas”, motivo por el cual, cuando el auto que se encontraba avanzando marcha atrás se detiene y retoma la marcha hacia delante, es cuando procede a efectuar cuatro disparos a las cubiertas del mismo. Que luego ya no efectúa mas disparos porque pierde el objetivo.La descripción dada por San Miguel, se correspondería con el tramo 1 indicado a fs. 12 de la pericia nro. 31.885, y que se encuentra graficado a fs. 12vta. Es en este trayecto y no otro donde el mismo efectúa disparos, y en este sentido, coincide con los dichos de Susperreguy. Corresponde destacar en este aspecto, que los impactos nro. 1, 2 y 3 recibidos en el capot del automóvil, conforme surge de la ampliación de la pericia 31.885 a fs. 13vta., fueron recibidos cuando el auto se encontraba ubicado en la ochava frente a la entrada principal del banco, es decir, de conformidad con el gráfico obrante a fs. 12vta., identificado como tramo 2; cuando el rodado ya había descendido de la vereda del banco y se dirigía hacia calle San Martín.86 De la pericia 18.505, Tomo II, se extrae de la observación de las fotografías a las armas incautadas, el siguiente dato: con la identificación nro. 123 y 124, se encuentran las fotografías correspondientes al fusil HK 33E nro. 3.025.806, el que conforme surge de fs. 701 de autos, correspondía al imputado San Miguel. Con la identificación nro. 125 y 126, se encuentran las fotografías correspondientes al fusil HK 33E nro. 3.025.807 perteneciente al Cabo Susperreguy. Del cotejo de ambas armas, puede observarse que la que pertenecía a San Miguel, ostentaba un grado mayor de equipamiento a los efectos del acondicionamiento necesario para poder efectuar disparos de noche o con escasa visibilidad. En la audiencia de debate, ambos imputados se expidieron en el sentido de señalar que había luminosidad suficiente para poder cumplir con la orden de disparar a las ruedas del rodado. Sin embargo, el hecho de que el arma en poder de San Miguel se encontrara en mejores condiciones al efecto, denota un mayor grado de responsabilidad del accionante al momento de tomar la decisión de proceder a abrir fuego contra el rodado con el objeto de alcanzar el objetivo encomendado.La circunstancia de no haberse encontrado proyectiles que acreditaran que los impactos producidos en el capot del rodado se correspondieran a aquellos disparos efectuados por San Miguel; la mayor preparación que el mismo tenia en relación a la tarea para la cual fuera encomendado (ver informe de fs. 3011/3012 de autos) lo que se tradujo en tomar la decisión de dejar de abrir fuego contra su objetivo cuando consideró que el mismo ya no se encontraba en las condiciones optimas para ser alcanzado, así como el dato objetivo de que los impactos de bala producidos en el vehículo no se hicieran desde la posición de ostentaba el vehículo al momento de realizarse los disparos por parte de San Miguel, conforme lo que surge de las pericias balísticas – y situación ésta en la que tanto Susperreguy como San Miguel coinciden plenamente-, arrojan una duda razonable a los fines de atribuirle responsabilidad penal por los hechos que oportunamente le fueran imputados.Es en tal sentido, que la duda debe favorecer al imputado en este estado del proceso, ya que no se puede arribar al grado de certeza necesario a los fines de imponerle una condena. Por ello, corresponde su absolución por el principio beneficiante de la duda, contemplado en el art. 3 CPPN. 87 IV- CALIFICACIÓN LEGAL: a) Oscar Alberto Parodi y Ramón Ignacio Leyva (Homicidio simple). El artículo 79 del Código Penal, define al homicidio simple diciendo “ Se aplicará reclusión o prisión de ocho a veinticinco años, al que matare a otro, siempre que en este código no se estableciere otra pena”. Esta fórmula, clara y precisa, no ofrece dificultades de interpretación; es la figura dolosa con menos requisitos, entre las que tienen como resultado la muerte de un ser humano. La acción del sujeto activo consiste en matar – cualquiera sea el medio con que se cause ésta – y el resultado materialmente tipificado es la muerte. Es un delito instantáneo, que se consuma al momento de fallecimiento de la víctima y admite la tentativa. Para establecer la capacidad letal del medio empleado, debe considerarse el modo en que fue usado, la persona que lo utilizó y la que lo padeció, así como las circunstancias de su empleo, respecto del estado de ánimos de su autor, y al tratarse de un delito de resultado, obviamente la muerte debe haber sido causada por la acción del autor. Requiere un actuar doloso, debiendo entenderse ello como “la determinación de la voluntad hacia el delito: la intención de cometerlo”. Implica una resolución delictuosa que exige que el agente comprenda la criminalidad del acto y dirija hacia ello sus acciones, lo que supone por una parte: la comprensión material del acto; esto es la materialidad estructurante del hecho y que la ley pone a su cargo, desligada de su intención, y por otra: la comprensión de la criminalidad del acto, lo que hace referencia a una significación ínsita en el mismo y en relación a la calidad de hecho socialmente reprobable. En el dolo directo, el autor dirige su acción hacia el delito, cuando la ejecución de éste es el objeto directo de su intención; en el indirecto, también se dirige de manera decidida hacia el delito, cuando éste se le presenta como algo que, aunque no deseado, está necesariamente ligado a lo realmente querido; en el eventual, no tiene el propósito – directo o indirecto – de delinquir, sino que se limita a tomar a su cargo lo que, por presentársele como probable, puede (frente a su conciencia ocurrir)). 88 Toda vez que al examinar las conductas de los imputados Parodi y Leyva surge claro de las mismas la presencia de los elementos propios del tipo penal antes descripto, tanto en su aspecto objetivo como subjetivo (dolo directo), corresponde calificar la conducta de ambos en los términos de la figura penal acuñada el artículo 79 del Código Penal. b) Carlos Ariel Aravena, Sergio Guillermo Susperreguy y Ramón Darío Sánchez-Tentativa de homicidio: La tentativa, por definición, es el intento de cometer un delito que no llega a consumarse por causas ajenas a la voluntad del autor. Sostiene Carrara que para apreciar el aspecto subjetivo en la tentativa, debemos prescindir de lo acontecido, para fijarnos tan sólo en lo que debió suceder, según los cálculos del agente (citado por Carlos Fontán Balestra, tratado de derecho penal, parte general, t. II, ed. Abeledo Perrot, año1990, pág. 272).Ello es recogido por nuestro código penal al establecer en su art. 42 del C.P.: “El que con el fin de cometer un delito determinado comienza su ejecución, pero no la consuma por causas ajenas a su voluntad...”. Es un concepto relativo, condicionado por la figura del hecho final –en el caso de homicidio- de manera que el examen de las circunstancias objetivas serán las que permitan inferir la intención del agente (en el caso de matar a las personas que se trasladaban en el auto VW Polo) (v. C.J. Salta “Aranibar” L.L. 1977-A-163). Hay tentativa no sólo cuando se inicia la acción típica, sino cuando se realizan actos idóneos enderezados a tal fin, pues hay comienzo de ejecución del delito (T.S. Córdoba “Albarracin” L.L. 15025, 25/09/72). En la tentativa, el elemento intencional volitivo es esencial; el sujeto debe estar orientado teleológicamente y su actuar determinado en consecuencia. La existencia de esa intención, si no es por propia y espontánea confesión ha de ser inferida de los hechos objetivos que la exterioricen (C.C. Salta 26/08/64 J.A.-1965-V-370). Aquellos hechos deben poner en peligro real al bien jurídico tutelado por la figura penal de aplicación (C.C. Gualeguay 11/05/84 Nº763 f.222). Debe existir idoneidad de la acción para lograr el resultado delictivo propuesto. 89 A la luz de los conceptos antes expuestos, deben ser examinados, en cada caso particular, cuales han sido aquellos “actos objetivos” llevados a cabo por los imputados, que el Tribunal ha considerado incursos en el delito de homicidio simple en grado de tentativa, es decir con respecto a Aravena, Sánchez y Susperreguy. En los tres supuestos, los imputados han realizado actos que, considerados objetivamente, resultaron idóneos para poner en peligro el bien jurídico “vida humana” que es el protegido por la disposición del art.79 del Código Penal. Tanto Aravena como Sánchez y Susperreguy, según ha resultado de la prueba que hemos venido examinando – pericial balística, testimonial e instrumental- han efectuado disparos de armas de fuego de gran poder ofensivo, impactando contra un automóvil en movimiento, con pleno conocimiento de que en el mismo se trasladaban personas, entre ellas rehenes que habían rogado que no se disparara contra ellos. Los tres nombrados habían recibido suficiente información sobre la situación en que se había producido la salida del rodado y de quiénes eran sus ocupantes, no obstante lo cual dispararon e impactaron en el mismo. La invocada intención de haber actuado en situación de legítima defensa –en el caso de Sánchez y Aravena- ha quedado totalmente desvirtuada. En el caso de Susperreguy, quién pretendió haber actuado siguiendo una orden de su superior “de tirar a las gomas” del vehículo, también ha quedado totalmente desmentida. Todo ello ha sido materia de examen al analizar sus casos particulares. Corresponde pues, habiendo quedado acreditado que todos ellos efectuaron disparos en las circunstancias que, desde la lógica, la experiencia y el orden natural de las cosas, habría de causar la muerte de los ocupantes del vehículo, debe concluirse en que lo hicieron con la intención de matar a los mismos. Por lo tanto, su conducta ha de ser calificada como HOMICIDIO EN GRADO DE TENTATIVA (art.79 en función del art.42 del Código Penal). Debe señalarse finalmente como adelanto a lo que representa una pauta de individualización de la pena, que la forma utilizada para la reducción de la escala penal en abstracto a tenor de lo dispuesto por el art. 42 del Código Penal, seguirá las pautas de interpretación obligatoria del plenario “Villarino” de la Cámara Nacional 90 de Casación Penal, de fecha 21 de abril de 1995 (Jurisprudencia Penal de Buenos Aires, Tomo 90, Año 1993/95, pág.141 y ss.). Esto es, que la reducción para la tentativa opera disminuyendo la pena para el delito consumado, en un tercio del máximo y en la mitad del mínimo. Por ello, la escala penal aplicable al presente cuadro legal es de 4 años de prisión como mínimo y 16 años y ocho meses de prisión en lo que al máximo respecta. c) Sergio Daniel Garea Discrepamos con la calificación legal que proponen para este procesado las querellas y el señor Fiscal General. Su conducta no queda atrapada en la descripción de la figura de homicidio, aún en grado de tentativa, y sí se adecua sin dificultad, al tipo penal que acuña el artículo 104 del Código Penal y que describe el delito de “abuso de armas”. Efectivamente, el mencionado artículo reprime con pena de uno a tres años de prisión ( en su primer párrafo), a quien “...disparare un arma contra una persona sin herirla”. ”La acción es pues, la de disparar un arma de fuego , o sea hacer que ella despida el proyectil operando sus mecanismos, utilizando el arma de fuego como tal.” La tipicidad requiere también que el disparo se realice contra “una persona”; que se dirija contra ella, de modo que el arma tiene que estar intencionalmente orientada para que el disparo se dirija hacia donde está la víctima (sin que sea necesario que se trate de una persona determinada), pues ello se corresponde con la noción de peligro concreto que debe correr la misma. Es decir que se debe disparar, “ poniendo en peligro la integridad física de alguien”. El delito se consuma cuando el disparo se ha producido, o sea que el proyectil debe salir del arma, quedando librado a la dirección que con aquella se le dio, por lo que no queda en grado de tentativa cuando, habiéndose producido el disparo, el proyectil se desvía de la dirección que voluntariamente se trató de imprimirle, por diversas circunstancias como puede ser la de un obstáculo interpuesto. Se trata de un delito doloso, que en este caso presupone tanto el conocimiento del carácter del arma, como la voluntad de dirigir el proyectil contra la persona de la víctima; no se excluye esta culpabilidad típica porque el autor haya aceptado dañar a la persona contra la cual dispara, o en los casos en que haya actuado 91 rechazando tal posibilidad, pero sí cuando directa y específicamente ha pretendido un resultado de muerte o lesiones gravísimas, ya que entonces la tentativa de estos delitos, desplaza la figura del primer párrafo del artículo 104. Aplicado todo ello a la conducta del imputado, y teniendo por cierto y probado que el mismo efectuó el disparo con su fusil FAL 7,62 mm. en el momento de la salida del automóvil, parece innecesario afirmar que el mismo conocía que se trataba de un arma de fuego, y si bien es cierto que no puede aseverarse del mismo modo que su intención haya sido la de matar a sus ocupantes -habida cuenta que no puede atribuírsele ningún impacto sobre el rodado que así lo demuestre – sí resulta innegable que ése disparo se efectuó contra el rodado en cuyo interior se encontraban personas cuya integridad física puso en peligro con su accionar. d) Omar Rubén Isaías: Aquella conducta omisiva resulta atrapada por la previsión legal contenida en el art.248 del Código Penal, en tanto se acreditan en la especie todos los elementos del tipo penal allí acuñado. Se trata de un funcionario público, entendiéndose como aquella persona que ostenta el título de tal por nombramiento expedido por autoridad competente (art.246 del Código Penal a contrario sensu), que ha asumido el cargo de que se trata, oficio que lo hace participar de manera permanente o accidentalmente del ejercicio de funciones públicas (art.77 inc.4 Código Penal), (Justo Laje Anaya, “Legítima Defensa”, pág.138, Ed. Córdoba, 1993) que actuando en esa calidad ha dejado de ejecutar disposiciones legales cuyo cumplimiento le incumbía, esto es, aquellas que le imponían la ley 12.155 antes citada, en sus arts.5, segundo párrafo, y 26, inciso o), y el art.294 inc. 2) del Código Procesal Penal de la provincia de Buenos Aires. En este caso, es necesario recordar que se trata de un delito que no exige la producción de daño alguno y que se consuma con la simple omisión de la realización de una actividad que le es impuesta (conf. Agustín Washington Rodríguez, “Código Penal – Concordado y anotado – Parte especial”, pág.213, Ed. Juris, 2000). La punibilidad proviene del hecho de no haber actuado cuando la ley lo obliga a hacerlo, entendiendo por expresión “ley” aquellas que delimitan la competencia de los funcionarios “es decir determinan lo que el funcionario debe o puede hacer como tal” (conf. 92 Carlos Creus, “Derecho Penal”, parte especial, t.2, pág.257 y ss.; CF Capital, 16.11.65 citado por Rubianes “Código Penal, su interpretación jurisprudencial”, t.3. Actualización). El elemento doloso requerido por el tipo penal ha quedado acreditado, toda vez que Isaías tenía pleno conocimiento de cual era su obligación funcional, lo que quedó evidenciado en las actuaciones descriptas deliberadamente las mismas e precedentemente, incumpliendo invocando como justificativo de su posterior omisión una circunstancia no probada e inaceptable. Solo resta tener presente, en lo que se refiere al bien jurídico tutelado por la norma citada, que la misma, “más que el correcto desempeño en general de la función pública, tutela es respeto y acatamiento debido a las normas constitucionales y legales” (Cam. Fed. Capital, 6/12/57 L.L.-89-408). V - SANCIÓN: 1) Oscar Alberto Parodi Son valoradas como circunstancias agravantes, en relación con la naturaleza de la acción y de los medios empleados, su carácter de funcionario policial -y su consiguiente tarea de protección de la vida y bienes de los miembros de la sociedad, conforme lo estipulado en el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155- que ha utilizado un arma de alto poder ofensivo en desmedro justamente de aquella función, su preparación como experto tirador –referido consecuentemente por sus compañeros y en especial por su jefe, subcomisario Martínez-, su desprecio absoluto por la integridad de los rehenes ante la súplica de la señora Lacave de que preservaran sus vidas, su innegable actitud ofensiva dirigida a producir el resultado al que se llegó -recuérdese el pedido a Mosto de que se apartara del lugar-, la desconsideración con respecto a los grupos especiales que eran los encargados de controlar la situación, la autodeterminación de disparar sin orden de un superior –siendo su cometido en el lugar la custodia de la zona-, su decisión de ejecutar el disparo al habitáculo en lugar de tirar a las cubiertas del rodado, el riesgo que generó disparando a pesar de que detrás del auto corrían numerosos oficiales, su consecuente negativa a aceptar su responsabilidad intentando desviar la decisión del Tribunal probablemente en perjuicio de otros funcionarios, incluso consortes de causa, el intento de ocultamiento de su accionar mediante la reposición de los elementos faltantes en su cargador; la extensión del daño y del peligro causados que ya fueran reiteradamente expuestos en esta 93 sentencia; su edad, 46 años que le permitió conocer y valorar exactamente las consecuencias del hecho en que incurría; las circunstancias de tiempo, modo y lugar de ejecución del hecho, demostrativos de una actitud serena, fría y predeterminada. Como circunstancia atenuante solamente debe ser valorada su falta de antecedentes penales. Sin perjuicio que el tribunal puede imponer una pena superior a la requerida por el Fiscal de Cámara, cabe consignar que esta posibilidad se encuentra autorizada por la interpretación que corresponde acordar a lo resuelto por nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación en autos “Santillán” (Fallos 321:2021) cuando junto al Ministerio Público Fiscal actúe de manera conjunta una parte querellante. Por ello se estima justo imponerle las penas de veinte años de prisión e inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la condena (art. 12 CP). 2) Ramón Ignacio Leyva: Se tiene en cuenta como circunstancias agravantes, la naturaleza de la acción y los medios empleados; se trataba de un funcionario público cuya objeto es preservar la vida y bienes de los demás miembros de la sociedad, conforme lo estipulado en el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155, al que el Estado lo proveyó de un arma para tales fines y lo capacitó para alcanzar dicho objetivo, cabe destacar que el imputado integraba el GEO que era un grupo especial para situaciones de crisis no comunes dotados de armamento de gran poder de fuego superior al de cualquier personal policial de calle. Sin embargo utilizó dicho armamento produciendo la muerte de uno de los rehenes, el peligro de muerte de los demás ocupantes del vehículo que sobrevivieron y los de sus compañeros que se hallaban cerca del vehículo en condiciones que hacían imposible disparar sobre el vehículo sin provocar la muerte de alguno de sus ocupantes (nocturnidad, sin objetivo claro, con muchas personas alrededor). La extensión del daño; El daño causado fue la muerte Carlos Santillán. La importancia de este bien jurídico se comprende fácilmente, puesto que en él se sustentan todos los demás bienes jurídicos y derechos de los que es titular o beneficiario el ser humano, es el soporte y la condición necesaria que va a permitir a cada individuo ejercitar y desarrollar sus facultades personales, su desenvolvimiento existencial, aspiraciones y metas, en suma, su destino 94 individual y social. Se trata de un bien jurídico de primer rango valorativo, de allí la gravedad de las penas establecidas y a su proporcionalidad al comparar unos delitos de otros, es a partir de los delitos contra la vida, que se establecen los principios valorativos y rectores básicos de la Parte Especial y, en consecuencia, la coherencia y fidelidad de los demás delitos en relación con tales principios identificados en éstos. La extensión del peligro causado; lo constituye el riesgo del restante rehén, Sra. Flora Lacave, que fue herida sin poder determinarse quien disparó el proyectil que le ocasionó la lesión pudiéndose haberse producido también su muerte dado la circunstancias de tiempo, modo y lugar en que disparó el imputado. Su edad (35 años), varios hijos a su cargo, son elementos que se hallan relacionados directamente con los motivos más numerosos e importantes de observar la ley, ya que es en función de dicha madurez cuanto mayor es la capacidad para comprender el alcance de los deberes violados. A la fecha de los hechos tenía varios años como policía demostrativa de su experiencia que no concuerda con su actuación. En cuanto a las circunstancias de tiempo, lugar y modo de ejecución del hecho; demuestran la falta total de equilibrio, serenidad y frialdad para la utilización de un arma ante situaciones de riesgo, ello indica su falta de profesionalismo, resultando su actuación de sumo riesgo para la seguridad de terceros; se tiene en cuenta como circunstancias atenuantes: el reconocimiento de haber disparado, aunque intenta justificar su accionar por habérsele disparado el arma sin intención, su falta de antecedentes penales y la imagen de abatimiento que surge del examen de visu, estimándose justo imponerle la pena de dieciocho años de prisión, e inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la condena (art. 12 del C.P.). 3) Carlos Ariel Aravena Teniendo en cuenta las pautas mensurativas establecidas en los arts. 40 y 41 del Código Penal, al individualizar las penas que corresponde aplicar a este imputado, lo prescripto en los arts. 42 y 44 del mismo cuerpo legal y las pautas de reducción establecidas en el fallo plenario “Villarino” de la CNCP, se tiene en cuenta como circunstancias atenuantes su falta de antecedentes penales (v. legajo de personalidad agregado por cuerda a fs.15/16) y el concepto positivo que resulta de su legajo personal (v. fs.2865). Como agravantes, se destaca su edad y condición policial, con capacitación para actuar en hechos de violencia y el uso de armas de fuego, que en situaciones como la 95 presente, en que existía riesgo de afectar la vida humana o su integridad, efectuó por lo menos tres disparos a un automóvil en movimiento en situación de crisis, esto es, en el que se conducían los asaltantes junto con los rehenes, debiendo anteponer la preservación del bien jurídico “vida humana” al éxito de la actuación o la preservación del bien jurídico propiedad, conforme se lo imponía el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155 de organización policial que integraba. La peligrosidad de su accionar ha quedado evidenciada teniendo en cuenta la gravedad de los hechos que se estaban desarrollando, la cantidad de personas que se encontraban circulando y apostados en el lugar de los disparos, el daño causado en la persona del Contador Santillán y, particularmente, que otros integrantes de su propio grupo ocupaban posiciones enfrentadas sobre la misma calle; por todo ello se estima justo imponerle las penas de diez años de prisión e inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la condena (art.12 del Código Penal). 4) Sergio Guillermo G. Susperreguy: De acuerdo a la reducción descripta precedentemente para la tentativa, se tienen en cuenta como circunstancias agravantes, la naturaleza de la acción, los medios empleados y la extensión del peligro causado. Se trata de un funcionario público cuya objeto es proteger la vida y bienes de los miembros de la sociedad, conforme lo estipulado en el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155, al que el Estado lo proveyó de un arma para tales fines y lo capacitó para alcanzar dicho objetivo, cabe destacar que el imputado integraba el Grupo Halcón (como francotirador), grupo especial para situaciones de crisis como la aquí juzgada dotado de armamento de gran poder de fuego (fusil cal. 5,56 mm) superior al de cualquier personal policial de calle y al de otros grupos especiales. Sin embargo utilizó dicho armamento colocando a los rehenes en peligro de muerte e impactando en el vehículo varios proyectiles en condiciones que imponían no disparar sobre el mismo (nocturnidad, sin objetivo claro, con muchas personas alrededor). El imputado no disparó a las cubiertas sino que su objetivo fue el automóvil y sus ocupantes, así lo certifica el lugar de los impactos. La importancia del bien jurídico y la extensión del riesgo causado, han sido ponderados en las pautas individualizadoras referidas al resto de sus consortes procesales. Su edad de 32 años, elemento que se halla relacionado directamente con los motivos más numerosos e importantes de observar la ley, ya que es en función de 96 dicha madurez cuando mayor es la capacidad para comprender el alcance de los deberes violados. A la fecha de los hechos tenía 6 años como policía y 4 años en la brigada Halcón demostrativa de su experiencia que no concuerda con su actuación. En cuanto a las circunstancias de tiempo, lugar y modo de ejecución del hecho; demuestran en este caso una falta total de profesionalismo ya que reafirmó en la audiencia que disparó con un objetivo claro y que si habría sabido que había rehenes igual hubiese disparado, pese a sus dichos sobre que el tenía el objetivo claro –cubiertas- no se produjo ningún impacto sobre dicho elemento. Las condiciones de nocturnidad, la falta de mira especial en su arma para disparar de noche, las circunstancias de que en el auto iban personas no identificables, y que se trataba de un francotirador con capacitación especial son razones más que suficientes para no disparar bajo ninguna circunstancia –aunque se lo ordenaran-. Los propios jefes de grupo tácticos (Comisario Gerardo Ascacibar (Grupo Halcón), Comisario Claudio Pereyra (GEOF); Fabián Infante y Ariel Loyola, (ambos francotiradores del grupo GEOF) declararon en la audiencia que el francotirador tiene siempre la última decisión para disparar aunque su superior lo ordene; sino están dadas las circunstancias apuntadas de seguridad para terceros; resultando la actuación de Susperreguy en este caso de sumo riesgo para la seguridad de personas inocentes, tengo en cuenta como circunstancias atenuantes: el reconocimiento de haber disparado, aunque intenta justificar que sus disparos fueron efectuados a las cubiertas del automóvil baleado y su falta de antecedentes penales. Estimo justo imponerle la pena de seis años de prisión, e inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la condena (art. 12 del C.P.) 5) Ramón Darío Sánchez De acuerdo a la reducción descripta precedentemente para la tentativa, se tiene en cuenta la naturaleza de la acción y los medios empleados, que se trataba de un funcionario policial perteneciente a un grupo especial de operaciones, altamente capacitado en el uso de armas, que tenía cabal conocimiento de los efectos de disparar una pistola automática, que no tuvo la mínima consideración respecto al peligro que su ilógico accionar causaba – recuérdese que sus compañeros se encontraba a escasos metros frente a él y que detrás del vehículo iban corriendo numerosas personas de distintos grupos policiales-; la extensión del daño y del peligro causado 97 largamente relatado en esta sentencia, su edad, 27 años, que le permitía conocer en toda su extensión la relevancia de su función y los riesgos ocasionados; las circunstancias de tiempo, modo y lugar de ejecución del hecho demostrativos de una actitud fría y calculadora en contraste con la invocada sorpresa ante la agresión armada de los delincuentes, la innecesariedad de su accionar en la que debía anteponer la preservación del bien jurídico “vida humana” al éxito de la actuación o la preservación del bien jurídico propiedad, conforme se lo imponía el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155 de organización policial que integraba; como circunstancias atenuantes, se pondera su falta de antecedentes penales y el reconocimiento desde un comienzo de la investigación de haber disparado contra el rodado; ello así, se estima justo y acorde a derecho condenarlo a las penas de seis años de prisión e inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la condena (art. 12 del C.P.). 6) Sergio Daniel Garea Se han evaluado como circunstancias agravantes específicas en orden a la naturaleza de la acción y los medios empleados, que se trataba de un funcionario –en los términos del art. 7 inc. i de la ley 12.155- cuya única función en el lugar era contención y seguridad de la zona, a pesar de que disparó con el altísimo riesgo que ello implicaba, teniendo en cuenta no sólo la cantidad de gente que había en los alrededores sino que detrás del vehículo corrían innumerables agentes policiales; en relación con la extensión del daño y peligro causado ya fue expuesto reiteradamente en esta sentencia; asimismo, su edad en esa fecha -26 años- que le permitía valorar en toda su extensión la gravedad de los deberes violados; en cuanto a las circunstancias de tiempo, lugar y modo de ejecución de los hechos demuestran una absoluta falta de profesionalismo y control de situaciones de riesgo; como atenuantes, corresponde tener en consideración su falta de antecedentes penales. Ello así, resulta justo y acorde a derecho imponerle las penas de dos años de prisión, cuyo cumplimiento se deja en suspenso (artículo 26 del C.P.) en razón de darse en el presente caso la situación prevista en el artículo citado, que aconsejan la no efectivización del encierro, e inhabilitación especial por igual tiempo al de la condena para desempeñar cargo o empleo público (art. 20 bis, inc. 1º, del C.P.) De conformidad a lo prescripto en el artículo 27 bis del Código Penal, se le impone por el término de dos años, las 98 siguientes reglas de conducta: fijar residencia y someterse al cuidado de un Patronato. 7) Omar Rubén Isaías. Al individualizar las penas que corresponde aplicarle, conforme las pautas mensurativas establecidas en los arts. 40 y 41 del Código Penal. Se atiende como atenuante, la falta de antecedentes (v. legajo de su personalidad fs. 11/12) y su concepto positivo; como agravante se tiene en consideración su edad, jerarquía funcional y nivel cultural que le permitían conocer la gravedad de los hechos respecto de los cuales se le exigía una determinada conducta y las consecuencias negativas que tal comportamiento omisivo habría de generar a la investigación para la que había sido convocado. Por ello se estima justo imponerle las penas de dos años de prisión cuyo cumplimiento se deja en suspenso por darse los supuestos del art. 26 del Código Penal, y la inhabilitación especial por doble tiempo con los alcances prescriptos en el art. 20 del Código Penal. Durante el término de dos años, conforme lo establecido por el art.27 bis del mismo código, deberá cumplir las siguientes reglas de conducta: fijar residencia y someterse al cuidado de un patronato. VI.- CONDUCTAS QUE DEBEN SER INVESTIGADAS: Las circunstancias que han sido reseñadas en los presentes fundamentos están describiendo un marco referencial dentro del cual han de ser consideradas las conductas de quienes han sido traídos a juicio en calidad de imputados y, además, ponen de manifiesto la existencia de otras conductas que deben ser investigadas por resultar evidentemente relacionadas causalmente con los hechos aquí tratados. Ha quedado evidenciado un frustrante accionar policial por parte de quienes tenían la responsabilidad de evitar que el denominado “foco de crisis” generado por los asaltantes que habían concretado su accionar delictivo en la sede el banco valiéndose de rehenes para alcanzar su objetivo, se trasladara cruentamente al exterior. Cabe asignar responsabilidad directa, en tal sentido, a quienes se encontraban en el lugar de los hechos, al desencadenarse las circunstancias antes examinadas, a cargo de los efectivos que integraban el grupo Halcón esto es, el jefe táctico Gerardo Ascacibar y los jefes de escalón o equipo de ese mismo grupo, el comisario Carlos Alberto Andrada y el oficial principal Sergio Omar Andrada. Según ha 99 resultado del debate, a este grupo táctico le había sido asignada la custodia del sector por donde se produjo la aparición del rodado VW Polo con los asaltantes y rehenes en actitud de abandonar el lugar. También cabe asignar responsabilidad al comisario Miguel Fontana, quien se encontraba a cargo del grupo G.E.O., que debía cubrir la seguridad en el denominado “segundo anillo”, habiendo establecido una “barrera” de contención con vehículos de esa fuerza en la bocacalle de calle Ginocchio y Sarmiento, no obstante lo cual ubicó personal armado de su fuerza, enfrentados a ambos lados de la calle Sarmiento, a media cuadra de aquella “barrera”, con el previsible riesgo para dichos efectivos de que se produjera un fuego cruzado entre los mismos, lo que en definitiva ocurrió. En cuanto al sub comisario Raúl Oscar Martínez, a cargo del grupo de Comando de San Nicolás, ha surgido de los testimonios antes examinados, que mantuvo injustificadamente a sus efectivos, en oportunidad de desencadenarse los hechos, armados en un sector donde solamente debían actuar los grupos especiales, contribuyendo con ello a generar una situación de confusión y caos; ese estado de desorden benefició indudablemente los planes de quienes buscaban hacer desaparecer elementos comprometedores para la ya comprobada participación del entonces integrante de ese mismo comando policial, el condenado Aldo Cabral (fallo citado precedentemente, dictado por este Tribunal Oral, en la causa “Martínez, Carlos Sebastián y otros”) y sus cómplices, en la organización y ejecución del asalto a dicho banco. Repárese sobre este particular, en la ya destacada e inexplicable desaparición del handy de uso policial y de una ametralladora, del lugar donde quedara finalmente detenido el rodado VW Polo, siendo que allí se encontraba numeroso personal policial y, entre ellos, el propio jefe del grupo, según pudo apreciarse en el video exhibido y lo determinara la pericia de imágenes nº 05/00 practicada por la Prefectura Naval Argentina. El sargento Mosto, según lo expresara en la ya citada declaración de fs. 2456/2459, ratificada en sede judicial a fs. 4430/4431 que fuera incorporada por lectura, el día 16, en horas de la tarde, tomó la ubicación que le asignara el subcomisario Raúl O. Martínez, esto es “vigilancia casi frente al garaje del banco, de la vereda opuesta, quedándose el dicente detrás de una camioneta 100 Chevrolet que estaba sobre la vereda”. Encontrándose en esa posición en la madrugada del día siguiente, aproximadamente a las 03:55, observa que había movimiento de los grupos operativos y que se producían ruidos en el portón, el que luego fue abierto y pasados unos minutos escucha la voz de una mujer que decía POR FAVOR NO DISPAREN, seguido ello escucha que se pone en marcha el vehículo en el interior del garaje y ante ello “a viva voz el dicente le da aviso a sus compañeros de lo que había dicho la mujer que no tiraran a los delincuentes, que estos policías se pasaban también a viva voz dicha novedad para que tomara conocimiento el personal que se hallaba dentro de la escuela”. Aclaró que en su interpretación de aquellos gritos de la mujer era que “la mujer anunciaba que iban a salir en el auto todos juntos –rehenes y delincuentes- para que la policía que estaba afuera del banco no disparara a la gente que salía, puesto que iban todos, incluidos la señora y los rehenes...Que en este instante también recuerda que en virtud de lo manifestado el dicente le dijo a la gente del comando radioeléctrico que estaba apostada en la puerta de la escuela -junto a una camioneta patrullera- que avisaran que se iban del banco”. Debe recordarse, que según resultara de la propia declaración prestada en la audiencia por el subcomisario Martínez, fue el grupo que comandaba éste funcionario el que primero tomó contacto con los delincuentes que habían tomado el banco, habiendo empleado éstos, sorpresivamente, para ello, una frecuencia policial de ese mismo comando, conociendo, de esta manera, la situación en que se encontraban los rehenes (v. fs. 2129). También Martínez había ubicado a sus efectivos en lugares cercanos a la sede del banco, con la expresa misión de “observar posibles movimientos en la puerta del garaje del banco y otra lindera” –tal lo que resulta de lo declarado por el cabo Hugo Sequeira a fs. 2138/2140 y por el sargento de ese mismo grupo, Antonio Irigoitía, a fs. 2108/2110. Recordó Sequeira en aquella declaración testimonial que, estando en la posición asignada de calle San Martín y Sarmiento, “siendo las 03 horas aproximadamente, se hizo presente el subcomisario Martínez, a fin de verificar cómo se encontraban y recalcando que estén atentos ante una eventual salida de los delincuentes”, lo que en definitiva ocurrió aproximadamente a las 04 horas de ese mismo día. No obstante aquellas disposiciones ordenadas a su personal, no consta que haya 101 dispuesto ninguna medida destinada a bloquear aquella salida ni aún a comprobar cuál era la situación de la camioneta Saveiro que estaba estacionada frente a la puerta del garaje que sus subalternos debían vigilar. Las circunstancias que se llevan descriptas permiten arribar a la conclusión que no era el entonces policía Aldo Cabral el único cómplice que tenían los asaltantes del banco dentro de las fuerzas policiales. Además de ello surge también que el subcomisario Raúl O. Martínez debió contar con información que le adelantaba que la salida de los asaltantes se produciría por la puerta del garaje donde guardaba su automóvil el gerente Chaves. Ello ha quedado evidenciado en las disposiciones adoptadas con antelación, entre su personal para que concretamente vigilaran ese preciso lugar, según los testimonios que hemos destacado precedentemente. Todas estas cuestiones deberán ser investigadas por el magistrado instructor. Debe además investigarse la comisión del delito de falso testimonio por parte de este funcionario –subcomisario Martínez- cuando en la audiencia afirmó que la silueta que observaba en el video que le fuera exhibido correspondía al imputado Parodi, cuando según resulta del informe pericial Nro. 05/00 y lo declarado por el perito Javier Rodríguez, corresponde a su propia persona. A su vez, deben también remitirse al señor Juez que instruyó la presente causa, las actuaciones correspondientes a lo declarado en la audiencia por los testigos Ariel Loyola, Rosa Natalia Cardinali, el oficial G.E.O.F. Oscar Rubén Ruiz, y el subcomisario Claudio Marcelo Pereyra del mismo grupo, como así los antecedentes relacionados con el que fuera integrante de dicha repartición policial, de apellido Silva, a efectos de determinar cuál fue la tarea que cumplió éste último, el día de los hechos aquí examinados. En su caso, deberá determinarse si ha existido por parte de aquellos dos jefes del grupo G.E.O.F., ocultamiento o reticencia en sus respectivas declaraciones testimoniales cuando declararan sobre ese punto. Asimismo se dispone la remisión de los antecedentes relacionados con la desaparición de una ametralladora que habría sido utilizada por los asaltantes –conforme resulta de la digitalización de imágenes de disparos efectuados desde el interior del rodado- y lo declarado por el testigo De Olivera en el debate, a efectos de determinar la responsabilidad que sobre ese hecho pueda serle 102 atribuida al personal policial identificado como Antonio Irigoitía en las fotografías de fs. 53 –Anexo 14- del informe pericial nº 06/00 de Prefectura Naval Argentina y en el video de televisión al que se hace mención en ese informe donde se lo observa también al sargento ayudante Juan Bautista Mosto, de la policía de la provincia de Buenos Aires, y lo que consta en el acta de entrega de armas de ese personal.Corresponde remitir al Sr. Juez Federal en turno de Rosario al mes de Noviembre del corriente año, las actuaciones pertinentes tendientes a que se investigue la presunta comisión por parte de Héctor Daniel López y Omar Rubén Fajardo, del delito tipificado en el art. 243 del CP por su incomparecencia injustificada a la audiencia de debate, a pesar de los términos de la intimación que les fuere formulada, notificada en debida forma. Finalmente deberá remitirse al señor Juez Federal de San Nicolás, el cassette enviado por el canal TODO NOTICIAS, que contiene manifestaciones efectuadas por el señor Defensor, Dr. Jorge LIMA, en las que efectúa imputaciones sobre un posible autor de disparos mortales de arma de fuego, a efectos de su efectiva individualización y la determinación de su eventual responsabilidad en los hechos que fueron aquí debatidos. Debiendo investigarse además, las expresiones de dicho curial, recogidas por un medio periodístico de esta ciudad –Diario La Capital- en su edición del día jueves 9 del corriente mes, en cuanto hace responsable del disparo que diera muerte al señor Carlos Chaves a “…otro de los condenados, pero no mi cliente” refiriéndose a su pupilo Oscar Parodi (v. edición señalada pág.33). Todo ello en razón de que, tales manifestaciones, no fueron vertidas en el curso de la audiencia de debate ante este Tribunal Oral. REFLEXIÓN FINAL Frente a las opiniones críticas vertidas por el señor Defensor Público Oficial, Dr. Mario Oscar Bélfer, respecto a la actuación que le cupo al magistrado instructor, Dr. Carlos Villafuerte Ruzo, corresponde aclarar que, el haberse constituido inicialmente dicho magistrado en el lugar de los hechos, respondía a una exigencia funcional que lo obligaba para ese entonces. En cuanto a su intervención posterior en el sumario, ello mereció la aprobación de sus superiores y fue materia resuelta en forma definitiva por el Consejo de la Magistratura de la Nación. 103 Sin perjuicio de lo anterior, este Tribunal destaca la valiosa decisión mantenida en todo momento y hasta el final del luctuoso hecho por dicho magistrado en el sentido de privilegiar ante todo el valor vida humana, en primer lugar, de las personas tomadas como rehenes como así también de aquellas que participaron en el trágico asalto, intentando durante todo el transcurso del mismo procurar mantener abierta la vía de la negociación a través del personal especializado. Debe también destacarse por su importancia para el éxito de la investigación, la acertada medida de haber dado intervención como autoridad prevencional a una fuerza de seguridad distinta de aquellas que prima facie se habían visto comprometidas en los hechos que aquí se han investigado, habiendo designado -a los efectos periciales- a un calificado grupo de profesionales de distintas fuerzas de seguridad como ha quedado evidenciado en el curso de este fallo. Disidencia parcial del Dr. Santiago Miguel Harte con relación al imputado Sergio Daniel Garea: Coincido con mis colegas en lo relativo a la autoría del disparo que se le atribuye a Garea, sin embargo disiento en los fundamentos que expresaron por considerar que no alcanzan, a mi entender, para arribar a la certeza de que su accionar reúna las exigencias del tipo penal cuyo encuadramiento se propicia. En este sentido, si bien es cierto que la pericia 18.505 ha sido contundente y no merece cuestionamiento alguno en cuanto a sus categóricos resultados, ello no resulta suficiente para fundamentar el reproche penal. En la mencionada pericia, se llegó a establecer la identidad respecto del arma que entregó oportunamente Garea (F.A.L. modelo PARA, nro.7.128868) con el proyectil encamisado deformado, calibre 7,62 descripto a fs.45 del Tomo I – 18.505 y su correspondiente gráfico nro.306 (fs.183 del Tomo II – 18.505). También ha sido ratificada dicha conclusión en la ampliación pericial correspondiente (31.885 a fs.46/vta), a la que me remito, en cuanto a su desarrollo, a lo ya explicado ut supra por el voto de la mayoría. Asimismo, ya se ha pronunciado este Tribunal, teniendo presente el propio informe de GNA, en cuanto a la relatividad que arroja el resultado sobre el estudio de los residuos de deflagración de pólvora en el arma dubitada, toda vez que no es posible determinar con una certeza categórica el tiempo transcurrido del último disparo, sin 104 embargo ha sido un indicio importante a considerar, que el mismo haya arrojado un resultado positivo (fs.81 del Tomo I – 18.505). Pese a ello, del análisis de los elementos probatorios incorporados al debate, no surge con claridad la responsabilidad que pretende ser atribuida a Garea. En efecto, si bien es cierto que el proyectil recolectado “a lo largo de calle Sarmiento”, según consta en el acta de fs.35/47, y que fuera debidamente rotulado e identificado a los fines periciales pertenecía al arma del imputado, no podemos decir que su conducta encuadre acabadamente en lo descripto por el art.104 del Código Penal, debido a que, la figura exige que el disparo con arma de fuego será dirigido “contra una persona sin herirla”. En este sentido, no está debidamente probado que el disparo haya sido dirigido materialmente hacia una persona (o personas), y si bien es cierto que no se requiere que la misma sea determinada, la figura del abuso de armas requiere no sólo la intención del causante, sino además que el disparo se dirija contra el sujeto pasivo, contra quien, aunque no se tome puntería, se cree una situación concreta de peligro (conf. Cam. Nac. Crim. Sala IV “Páez Federico”, 30/05/80). Y en el particular, ello no se encuentra acreditado, esto es, el peligro efectivo para los ocupantes del Volkswagen Polo. En este orden de ideas, la jurisprudencia también es clara “si ninguno de los disparos fue efectuado contra una persona determinada, debe descartarse la existencia del elemento doloso requerido por las figuras de los art.90 y art.104 del Código Penal” (Cam. Nac. Crim. de Capital, 23/09/66, J.A.-1966-VI-305). La intención mencionada no debe deducirse del disparo hecho por el autor, sino de las pruebas independientes y contundentes colectadas en la causa y, en este caso, la aplicación del beneficio de la duda a favor del reo, que goza de jerarquía constitucional, conspira contra cualquier pronunciamiento condenatorio al que se pretenda arribar. Las exigencias corresponden a la noción de peligro concreto que debe correr la persona, pero “no basta la creencia del agente, ni siquiera la convicción de haber creado dicho peligro” (Cam Nac. Corr., Sala III, 8/5/70, L.L.-140-762). En síntesis, no podemos atribuir a Sergio Garea, con el grado de certeza que exige la ley, la comisión del delito de abuso de armas, toda vez que no se logró establecer la intención real del imputado al disparar el arma, así como tampoco el momento en 105 que el disparo se produjo ni su trayectoria. Ello, según lo referido por el informe 31.885 a fs.2, que sobre el particular concluye que “en virtud de que no se especifica el lugar exacto de ubicación del proyectil sobre dicha calle (Sarmiento) y las particularidades en que fue encontrado, no resulta factible establecer una trayectoria del mismo, razón que imposibilita la determinación de una boca de fuego”. Disparar un arma de fuego, como es el caso de Garea, sin otro aditamento comprobado fehacientemente, no constituye una acción delictiva (conf. Cám Crim. Corr. Morón, Sala II, 27/09/94, BICCC, 1995-3-14, citado por Omar Breglia Arias, “Código Penal comentado, anotado y concordado”, pág.816, Ed. Astrea, 4ta edición, 2000). En virtud de lo precedentemente expuesto, es que considero que no hay fundamentos suficientes para tener como autor penalmente responsable de la conducta ilícita a este imputado, lo que me lleva necesariamente a resolver de conformidad a la previsión del art.3 del Código Procesal Penal de la Nación, esto es, que debe estarse “a lo que sea más favorable para el imputado”, correspondiendo en consecuencia, pronunciarse por su absolución por el hecho por el cual fuera acusado. Así voto.Con lo que quedó formulado el Acuerdo que dio lugar a la presente, y fundada en lo pertinente la sentencia cuya parte resolutiva lleva el N° 231 / 2004 de la Secretaría actuante. 106