Nº 231/2004 Rosario, 15 de diciembre de 2004.

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Nº 231/2004
Rosario, 15 de diciembre de 2004.Y VISTOS:
Reunidos los integrantes del Tribunal Oral en lo
Criminal Federal N° 1 de Rosario, integrado por los doctores Laura Inés
COSIDOY, Santiago Miguel HARTE y Otmar Osvaldo PAULUCCI, asistidos
por el señor Secretario, doctor Osvaldo A. FACCIANO, a fin de dictar
sentencia en la siguiente causa N° 159 / 2003 del registro de este tribunal,
caratulada “PARODI, Oscar Alberto y Otros s/ Homicidio, Lesiones e
Incumplimiento de los Deberes de Funcionario Público”, incoados contra
Oscar Alberto PARODI, argentino, casado, de 51 años de edad, nacido el
2 de enero de 1953 en Villa Constitución, Pcia. de Santa Fe, empleado
policial, hijo de Angel Rafael y Claudia Manuela Martínez, domiciliado en
Solano Rubio 4293 de Villa Constitución, Pcia. de Santa Fe, DNI N°
10.247.562; contra Ramón Ignacio LEYVA, argentino, casado, de 40 años
de edad, nacido el 4 de octubre de 1964, en Olibicui, Pcia. de Entre Ríos,
empleado policial, hijo de Cleto y Dora Inés Videla, domiciliado en Pje.
Buenos Aires 2363 de Zárate, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 16.983.011;
ambos como coautores del delito de homicidio simple (arts. 45 y 79 del
C.P.); contra Carlos Ariel ARAVENA, argentino, casado, de 33 años de
edad, nacido el 7 de julio de 1971 en Neuquén, empleado policial, hijo
de Carlos Alberto y Belia del Carmen Mendez, domiciliado en Méndez
2085 de Lanús, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 22.287.218; contra Martín
Héctor SAN MIGUEL, argentino, casado, de 43 años de edad, nacido el 12
de mayo de 1961 en La Falda, Pcia. de Córdoba, empleado policial, hijo
de Martín y Emilia Linguitano, domiciliado en Calle 304 N° 1734 de La
Plata, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 14.636.222; contra Sergio Guillermo
Gabriel SUSPERREGUY, argentino, casado, de 37 años de edad, nacido el
8 de agosto de 1967 en Mar del Plata, Pcia. de Buenos Aires, empleado
policial, hijo de Lilia Susana Susperreguy, domiciliado en Avda. Rivadavia
2774, 5° Piso, Dpto. “L” de Capital Federal, DNI N° 18.652.693; contra
Ramón Darío SANCHEZ, argentino, casado, de 32 años de edad, nacido
el 1° de agosto de 1972 en Zárate, Pcia. de Buenos Aires, empleado
policial, hijo de Pedro Hernán y María Eva Fernández, domiciliado en
Miracca 1783 de Campana, Pcia. de Buenos Aires, DNI N° 22.739.404;
contra Sergio Daniel GAREA, argentino, casado, de 32 años de edad,
nacido el 27 de noviembre de 1972 en Ramallo, Pcia. de Buenos Aires,
empleado policial, hijo de Luis Domingo y Angélica A. Vecchiarelli,
domiciliado en Salta 648 de Ramallo, Pcia. de Buenos Aires, DNI N°
22.939.013, todos ellos por el delito de homicidio simple en grado de
tentativa (art. 79 en función del art. 42, ambos del C.P.); y contra Omar
Rubén ISAIAS, argentino,casado, de 50 años de edad, nacido el 22 de
noviembre de 1954 en San Nicolás, Pcia. de Buenos Aires, empleado
policial, hijo de Reynaldo Ovidio y Adelina Ramona Velázquez,
domiciliado en Malvinas Argentinas 855 de Villa Ramallo, Pcia. de Buenos
Aires, DNI N° 11.547.077, como autor del delito de violación de los
deberes de funcionario público (arts. 45 y 248 del C.P.); dejando
constancia de la actuación del señor Fiscal General, doctor Eric F. WARR,
las doctoras Liliana Mabel ALDA y Graciela Rosa JUAN apoderadas de la
querellante, Sra. Liliana María PERRET; el doctor Eduardo R. MAFFIA,
apoderado de la querellante, Sra. Flora Beatriz LACAVE; y de la defensa
de los procesados a cargo de los Dres. Hugo LIMA y Jorge LIMA en
representación de Oscar A. PARODI; los Dres. Eduardo OCARIZ, Darío
CABRERA, Walter GIACOMELLI y Mario MAC DOUGALL en representación
de Martín H. SAN MIGUEL, Sergio
SUSPERREGUY, Sergio D. GAREA y
Ramón D. SANCHEZ; y el señor Defensor Público Oficial, Dr. Mario BELFER y
la
Defensora
Pública
Oficial
“ad-hoc”,
Dra.
Alicia
PRIETO,
en
representación de Ramón I. LEYVA, Carlos A. ARAVENA y Omar R. ISAIAS.
Después del Acuerdo celebrado en sesión secreta conforme a lo
dispuesto en los artículos 396 y sgtes. del Código Procesal Penal de la
Nación, en forma definitiva y por mayoría el Tribunal, Acuerda.
Y CONSIDERANDO:
Que corresponde al Tribunal pronunciarse, sobre
todas las cuestiones que han quedado planteadas en el contradictorio,
de conformidad a lo que prescriben los arts. 398 y 399 del Código
Procesal Penal de la Nación.
I.- TRATAMIENTO DE NULIDADES.
1) Los representantes de los acusados en la
presente causa, Dres. Eduardo L. Ocariz, Darío R. Cabrera y los Dres. Hugo
y Jorge Lima plantearon una serie de nulidades que el tribunal tratará a
continuación.
A) Los letrados mencionados en primer término
formularon su articulación durante el término de citación a juicio,
requiriendo que se declare nula la pericia nro. 18.505 practicada por la
Dirección de Pericias de Gendarmería Nacional. El pedido fue
canalizado mediante incidente nro. 26/04 y su tratamiento se difirió para
la sentencia –v. resolución nro. 35 del 4/3/2004- por lo que corresponde
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que sea tratada a continuación. De acuerdo al criterio de los
profesionales indicados, el elemento convictivo reseñado adolece de las
siguientes irregularidades:
a) Designación del juez de peritos de parte: el
magistrado instructor interviniente dispuso que cada fuerza policial a la
que pertenecían los agentes intervinientes en los sucesos, tenga un
representante en el medio probatorio reseñado en calidad de perito de
parte. El letrado expresa que de esta forma se suplió la voluntad y el
sagrado derecho de cada imputado de designar un perito de su
confianza para que controle la prueba.
b) Ausencia de notificación a las partes: la
pericia fue realizada sin notificar a las partes que eventualmente luego
resultarían imputadas ya que estaban perfectamente identificadas pues
resultaron ser el personal policial interviniente al que se le secuestraron
armas. Por lo expuesto, sostiene que no resulta válido pretender que la
existencia del art. 258 del CPPN contribuya a subsanar la falencia de la
notificación. Expresa además que las dos ampliaciones periciales se
efectuaron cuando ya había personas detenidas por el hecho y que
tampoco fueron notificadas.
c) Lesión material producida por omisión de la
notificación: Las omisiones incurridas produjeron daños insusceptibles de
ser reparados, citando a título de ejemplo: Pericias químicas practicadas
para establecer la existencia de residuos provocados por la deflagración
de pólvora de cada disparo, sin la presencia de peritos químicos, lo que
la inhabilita para provocar un resultado idóneo en ese sentido. Limpieza
de proyectiles sin específicar de qué se los ha limpiado, es decir si
estaban sucios con tejido hemático, si tenían restos óseos o de
pavimento, o tejido vegetal. De acuerdo a la concepción de los
requirentes se ha privado al acto de una serie de elementos que resultan
vitales para ejercer una defensa acorde con las imputaciones realizadas
a sus defendidos.
d) Recolección de efectos y muestras del
Volkswagen Polo. De dicho automotor fueron recogidos distintos
elementos
–proyectiles,
esquirlas
de
plomo,
papeles,
sustancias
hemáticas, fragmentos de tejidos de apariencia ósea, fragmentos de
vidrios, etc.- que a criterio de los peticionantes constituye un secuestro
que
debe
ser
necesariamente
realizado
3
mediante
actas
con
concurrencia de testigos, por lo que su deficiencia acarrea una nulidad
absoluta en consonancia con lo dispuesto en los arts. 138 y 139 CPPN.
B) En el transcurso de la audiencia de debate,
los representantes de Oscar R. Parodi, Dres. Hugo y Jorge Lima,
introdujeron
diversos
planteos
nulificantes.
La
mayoría
de
ellos,
encuadradas en forma preliminar, aunque por tratarse de cuestiones
susceptibles de ser demostradas durante el debate, solicitaron que se las
resuelva en la sentencia. Otras fueron introducidas durante sus alegatos,
no obstante, parte de ellas, se trató de una renovación del requerimiento
originario.
Liminarmente el Dr. Hugo Lima cuestiona la
regularidad: a) del acta de fs. 35/45 por cuanto se alteró el escenario de
los hechos. Sostuvo que esa alteración importa la comisión de delitos y
que incluso hay funcionarios que están cuestionados por ese tema.
Continúa
sosteniendo que
se
insertaron
cosas
falsas y
que
se
incorporaron elementos, como lo hace el Comisario Reynoso que no
firma el acta, llegando a la conclusión que se está frente a un acto
procesal nulo. Se privó a su cliente de una valiosa defensa ya que se
podrían haber encontrado cápsulas que le correspondían. De esta
forma, el acta no cumplió con la finalidad que tenía. b) de la resolución
de fs. 70 que dispuso el secuestro de armas sólo de los grupos tácticos de
Policía Federal, Provincial y personal de seguridad de la Departamental
de San Nicolás. Sugiere parcialidad por parte de la DDI a cargo de la
investigación prevencional ya que ninguno de ellos entregó su arma,
utilizando como argumento que todos se encontraban dentro de la
escuela. Esta conducta importa de acuerdo al impugnante el delito de
encubrimiento, ya que contrariamente a lo informado al Juez Federal,
según consta a fs. 209, intervinieron o al menos estuvieron fuera de la
escuela diversos efectivos de dicha repartición –cita fs. 3835, 3867, 3899,
4238 y 5921-. c) del acta de secuestro de armamento de fs. 71 por haber
sido realizada por personal que no fue parte en la instrucción, además de
carecer dicho instrumento de testigos fedatarios de las diligencias
practicadas. d) del acta se secuestro de fs. 73/74 por aparecer
formalizada por el Comisario Inspector Biardo, ayudado por el Sub
comisario Hugo Malizia, quienes no firmaron el acta. Expresa que a simple
vista se pueden contar 57 participantes y aparecen 49 firmas. El
Subcomisario Malizia sostuvo incluso que no participó en dicha medida,
que además, se realizó en presencia de un solo testigo que era parte del
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organismo del foro de seguridad. e) del acta de autopsia de fs. 135,
únicamente respecto de la parte en que se da cuenta de la entrega de
proyectiles extraídos a Chávez, porque no se deja constancia a quién se
hizo tal entrega y los oficiales que aparecen en el acta no estaban
autorizados para realizar la diligencia. Además, la entrega no está
certificada por la instrucción y no firmaron los sobres los intervinientes.
Alega que las fotografías extraídas en el momento no sirven para la
identificación del proyectil, de acuerdo a lo indicado por Gendarmería
Nacional en la pericia nro. 31.885. f) del acta de fs. 178/179 en la que se
entregaron proyectiles entre los que se encontraban los atribuídos a
Parodi. Concretamente la impugna por falta de testigos fedatarios y el
recepcionante (personal de Prefectura Naval) no constata lo que se le
entregó. Finaliza su concepto expresando que el plomo que fue tomado
por la DDI pasó al juzgado sin identificar y luego a prefectura, sin
preservar la indemnidad probatoria ya que en cada sobre se expresa
“que dice contener”.
La Fiscalía General se opuso a todos los planteos
nulificantes, tanto en oportunidad de contestar la vista que le fuere
corrida en el incidente de nulidad citado –v. fs. 7/8- como durante el
curso de la audiencia de debate, respecto de los cuestionamientos
efectuados por el Dr. Lima.
2) Para entrar en un correcto análisis de la
nulidad de la pericia que se intenta no pueden dejar de mencionarse los
antecedentes que rodearon la decisión que aquí se cuestiona. Como
consecuencia del robo con toma de rehenes y la balacera que sobre
ellos se desencadenó, se ordenó el inmediato secuestro de la totalidad
de las armas utilizadas por la gran cantidad de personal policial
interviniente. También se ordenó el levantamiento de diversos rastros,
como por ejemplo huellas, vainas y esquirlas de proyectiles. Con tales
elementos de convicción se dispuso un estudio balístico y de trayectoria
de proyectiles, tendiente a esclarecer una cantidad de puntos periciales.
Cabe recordar que hasta ese momento el
hecho delictivo sólo fue investigado en el marco de la causa 1078 del
registro del juzgado instructor. Una vez conocidas las conclusiones
periciales e individualizados los supuestos autores de los disparos, se formó
la causa 1080 tendiente a deslindar las responsabilidades del personal
policial interviniente en el suceso. Queda claro entonces que el personal
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policial que posteriormente fue indagado pudo ser correctamente
individualizado sólo a partir de las conclusiones periciales.
La defensa cuestiona en el punto a) la decisión
del magistrado de efectuar el estudio con peritos de parte. Si bien la
denominación elegida para designar tal intervención –peritos de partepuede no ser la correcta, cabe aclarar que la decisión tiene su origen en
la preocupación del instructor por la mejor tutela de los derechos de
quienes pudieren resultar imputados. Debe ponerse de manifiesto que de
todas formas, tal designación no constituyó obstáculo alguno para la
proposición ulterior de peritos de parte como efectivamente ejercieron
los que a la postre resultaron imputados (v. proposición inicial del Profesor
Alfredo Garasini efectuada por el Dr. Lima en su ofrecimiento de prueba
de fs. 7338 y ss. –particularmente fs. 7346- y que aceptó el cargo a fs.
7400; v. idéntica proposición efectuada por el Dr. Ocariz a fs. 7446 y la
ulterior propuesta efectuada por los abogados mencionados a fs. 7462 y
7493, para que intervenga el Ing. Mauricio Vecchi, atento las
circunstancias documentadas en el acta de fs. 7460). Por dicha razón,
corresponde rechazar el primer planteo nulificante del Dr. Ocariz.
El letrado manifiesta además que si bien las
armas peritadas pertenecían a diversas fuerzas, cierto es también que ya
se había establecido quiénes las portaban. Es decir, se había identificado
con nombres y apellidos a las personas vinculadas a esta investigación, a
quienes interesaría el control de la prueba a tenor de lo establecido en el
art. 72 CPPN. Señala refiriéndose a la norma precedente, que los
derechos que este código acuerda al imputado, podrá hacerlos valer
hasta la terminación del proceso cualquier persona detenida “o
indicada de cualquier forma como partícipe de un hecho delictuoso” (el
subrayado le pertenece).
Cabe
recordar
que
nuestro
ordenamiento
procesal, como tantos otros provinciales, no conceptualiza la figura del
imputado sino que le atribuye una caracterización legal; sin definir quién
es imputado, se preocupa por establecer a partir de cuándo una
persona tiene los derechos del imputado, independientemente de que lo
sea. La preocupación obedece de acuerdo a Cafferata Nores a la
necesidad de asegurar desde el comienzo mismo del procedimiento
penal, la garantía de la defensa en juicio (“El imputado” -Córdoba,
Septiembre 1982- Marcos Lerner. Editora Córdoba, pág. 16). La norma
requiere indicación, que puede provenir de un señalamiento expreso o
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de un acto objetivo que implique sospecha inicial o determine una
coerción investigadora. La indicación a la que refiere la ley sólo será
idónea para conferir la calidad de imputado cuando se realice en un
acto inicial del procedimiento dirigido en su contra, restringiendo el
concepto al área de los actos cumplidos por los órganos del estado
predispuestos para llevar a cabo un procedimiento tendiente a la
investigación de un delito (ibídem, pag. 17 y ss.).
Queda claro entonces que la individualización
se produjo a partir de la conclusión pericial que logró determinar el arma
de la que provinieron cada uno de los disparos efectuados sobre el VW
Polo. Este ha sido en el presente caso el acto oficial indicativo de
responsabilidad penal que derivó en el llamado a indagatoria posterior
del juez. Por tanto, es el momento a partir del cual los individualizados en
el acto pericial debían comenzar a gozar de los derechos acordados por
el ordenamiento procesal. Y no puede dejar de subrayarse que en las
declaraciones indagatorias prestadas por cada uno de los aquí
condenados, no sólo se les ha imputado el hecho correspondiente a su
conducta, sino que también se consignaron las pruebas existentes en su
contra; entre ellas, las conclusiones del dictamen pericial elaborado por
Gendarmería Nacional –v. indagatoria de Parodi de fs. 4552 y ss., de
Aravena de fs. 4556 y ss., de Leyva de fs. 4569, de Susperreguy de fs. 5472,
de San Miguel de fs. 5478 y ss., de Garea de fs. 5754 y ss. y de Sánchez de
fs. 5773 y ss.) por lo que mal puede invocarse una situación de
indefensión basada en el desconocimiento de la pericia.
El letrado expresa también que no se daba la
situación de urgencia que autoriza al magistrado a obviar la notificación
a las partes, en consonancia con lo dispuesto en el segundo párrafo del
art. 258 CPPN. El tribunal entiende que en el contexto reseñado, la
situación contemplada en la norma no le era exigible al instructor por no
existir precisamente al momento de ordenarse la prueba pericial, ningún
imputado con derecho a que se le notifique su realización. Por tales
motivos debe descartarse el segundo agravio invocado por la defensa,
de falta de notificación oportuna del estudio pericial.
El tercer agravio invocado –realización de
pericias químicas sin personal idóneo y limpieza de proyectiles- no se
trata específicamente de una causal de nulidad, sino una mera
discrepancia relativa a la forma en cómo se ha desarrollado el acto
pericial. Su cuestionamiento sólo puede ser tenido en cuenta para
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valorar dicho elemento probatorio con mayor o menor grado de
convicción pero de ninguna manera resulta habilitante para declarar su
invalidez como acto pericial.
El cuarto argumento del que se agravia el
impugnante, relativo a la falta de testigos en la recolección de efectos y
muestras del VW Polo será tratado junto a los cuestionamientos
efectuados por el Dr. Lima, por basarse en fundamentos similares. Importa
destacar para finalizar este tópico que la pericia que aquí se cuestiona
fue reproducida ulterioriormente en gran parte de su desarrollo –la
mayoría de los puntos periciales ofrecidos tiene naturaleza reproducible-.
Por tanto, los defensores –que elogiaron durante la audiencia la libertad
probatoria con la que se manejo el tribunal- tuvieron oportunidad de
ofrecer gran cantidad de estudios nuevos y otros reiterativos de los
originariamente efectuados. En ellos, se arribó a conclusiones similares,
pero interesa remarcar que los oferentes no sólo tuvieron oportunidad de
proposición y directa intervención en los estudios balísticos, sino que
además se les dio la oportunidad de nombrar peritos de parte y de
control, derecho que ejercieron en dicho acto pericial.
3) Corresponde advertir también que cada uno
de los expertos intervinientes en los estudios realizados, fueron citados a la
audiencia de debate, prestando testimonios donde las partes pudieron
ejercer de manera amplia su derecho de controlar la prueba producida,
respetándose de ésta forma el derecho de defensa en juicio consagrado
en el artículo 18 de la Constitución Nacional.
Declarada la regularidad de todas las instancias
periciales, que le acuerdan al acto pleno valor convictivo, no puede
dejar de señalarse -ya en el ámbito de su valoración- las criticas que los
defensores formularon a la tarea pericial basados en las conclusiones
distintas a las que arribara uno de los peritos ofrecidos por las partes, el
Ingeniero Mauricio Vecchi –v. fs. 7632/7634- quien en oportunidad de
realizarse la audiencia de debate explicó que los peritos oficiales no le
habían dado adecuada participación, lo que lo llevó a formular sus
conclusiones por separado. Además manifestó que difería con la forma
de trabajo de Gendarmería porque no llevaban protocolo de las tareas
diarias. Las objeciones puestas de manifiestas por Vecchi fueron
disipadas durante la sustanciación del careo que se realizó con el Primer
Comandante Romero. Allí además el perito puso en evidencia las
dificultades de capacitación de Vecchi para el manejo de los aparatos
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de precisión (microscopio balístico comparador) utilizados por el grupo
interdisciplinario a los fines periciales. Esas dificultades fueron reconocidas
por el Ingeniero Vecchi durante el curso del careo.
La tarea del grupo de peritos de Gendarmería
Nacional fue respaldada en todas sus partes por el Licenciado en
Criminalística Walter Gorbak, que puntualizó que el procedimiento
seguido fue netamente científico, idóneo y correcto “no hay otro
método de comparación en el país ni a nivel mundial”, expresó el
compareciente. Aclaró además en referencia a una pregunta sobre la
experiencia del gabinete cuestionado por alguna de las defensas, que a
nivel referencial es lo máximo a lo que se puede aspirar en el país. Este
funcionario designado por el tribunal para el control de las actividades
periciales también manifestó que el perito de parte tuvo oportunidad de
expresar eventuales disidencias con las tareas, pero no manifestó nada al
respecto.
Es verdad que los peritos sólo pueden determinar
con cierto grado de certeza las afirmaciones con que apoyan sus
conclusiones, y también lo es que la prueba pericial carece de fuerza
vinculante. Sin embargo, la facultad del magistrado para apartarse de
las conclusiones no es discrecional y sólo podrá hacerlo en la medida
que demuestre el inadecuado uso de los elementos científicos y técnicas
utilizadas. En este sentido, nada fue aportado en esta audiencia para
restarle valor al acto pericial y sus ampliaciones, caracterizadas por su
fundamentación y rigor científico. Frente a una pieza de ese tenor, mal
podría el Tribunal hacer gala de un empirismo caprichoso o antojadizo sin
tener motivos para desacreditar la opinión calificada de los expertos.
4) El Dr. Hugo Lima a cargo de la defensa de
Oscar Parodi, fue el encargado de plantear una serie de nulidades que
pueden clasificarse en: a) nulidad de las actas de fs. 35/45 por haberse
alterado el escenario de los hechos lo que importa un acto delictual y
porque se insertan cosas falsas; b) nulidad de las actas de secuestro de
armamento de fs. 70, 71 y 73/74 porque se secuestraron armas
provenientes sólo de los grupos tácticos y de personal de seguridad de
San Nicolás –fs. 70-, por haber intervenido en el secuestro personal que no
fue parte de la instrucción y por carecer las diligencias de la presencia
de testigos fedatarios –fs. 71- y por aparecer formalizada por el Comisario
Inspector Biardo, ayudado por el Subcomisario Malizia, sin haber firmado
el acta ni participado –el último- de la medida, además de estar firmada
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por un solo testigo; c) nulidad del acta de autopsia de fs. 135,
únicamente respecto de la parte en que se da cuenta de la entrega de
proyectiles extraídos a Chaves, porque no se deja constancia a quién se
lo entregan, por falta de certificación y carencia de firmas de los sobres y
acta de entrega a Prefectura Naval Argentina por padecer de las
mismas deficiencias que la anterior; d) nulidad de la intervención de lo
actuado por el Crio. Inspector Víctor H. Cecchini por haberse violado el
art. 36 del CPPN.
A
pesar
que
los
impugnantes
no
hacen
referencia a citas jurisprudenciales que apoyen sus conclusiones, la
Cámara Nacional de Casación Penal se pronunció en numerosísimos
fallos en el sentido de cómo debe ser interpretado el sistema de
nulidades de nuestro ordenamiento procesal. Así, se ha establecido que
“...para declarar la nulidad de un acto procesal es necesario cumplir con
ciertas exigencias, entre las que hay que subrayar la demostración -por
parte de quien la alega- del perjuicio real y concreto que le produce el
acto viciado (limitación de un derecho vinculado al buen orden del
proceso), y del interés o provecho que le acarrearía tal declaración.
Generalmente se analizan indistintamente estos dos aspectos bajo el
rótulo del "principio de interés". Ahora bien, estas exigencias o requisitos
adquieren especial importancia en dos casos: con relación a las
nulidades
absolutas
y
respecto
de
las
nulidades
enunciadas
taxativamente por la ley; y en este sentido debemos memorar que son
numerosos los precedentes de esta Cámara de los cuales se desprende
que las nulidades, aún aquellas declarables de oficio, no pueden
invocarse en el sólo beneficio de la ley, sin consideración a sus efectos en
la causa. No basta con verificar la existencia de una nulidad, aunque
esté especialmente prevista por la ley, pues si no existe perjuicio concreto
se decretaría la nulidad de un acto por una cuestión absolutamente
formal...” –puede consultarse entre otros las causas N° 3861, “Alto
Palermo Shopping s/recurso de casación”, Reg. N° 408/02, del 12/08/02 y
N° 4638, “Espinoza Ocampo, Simeón s/recurso de casación”, Reg. N°
589/03, del 07/10/03 y sus citas; y en análogo sentido, Causa N° 261,
“Barbieri, Claudio H. s/ recurso de queja”, Reg. N° 344 del 10/11/94 de la
Sala I; Causa N° 1785, “Trovato, Francisco M. A. s/ recurso de casación”,
Reg. N° 2614, del 31/5/2000, y Causa N° 2244, “Cubilla, Hugo Eduardo s/
recurso de casación”, Reg. N° 3134, del 19/2/2001, ambas de la Sala IV).
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Los agravios a los que refiere el Dr. Lima, en las
actas de fs. 35/45 y resolución de fs. 70 no dejan de ser meras exigencias
formales que en ningún modo afectan el derecho de defensa de Parodi,
es decir, no se verifica ningún perjuicio real y concreto que afecte o limite
el ejercicio del derecho de defensa de ninguno de los acusados. Como
ha sido señalado por la Fiscalía General, en el acta de fs. 35/45 no fueron
encontradas cápsulas vinculadas a Parodi; tampoco afecta los intereses
del referido acusado la afirmación defensista -en relación al acta de fs.
70- de que determinado personal policial no habría entregado su arma.
Cuestiona también el Sr. defensor la carencia de
firmas en el acta de fs. 73/74 del Subcomisario Malizia y del Comisario
Inspector Biardo, además de sostener que fue firmada sólo por un testigo
inhábil para ese cargo. Extiende el pedido de nulidad al acta de fs. 71
por carencia de testigos y por no ser parte de la instrucción el personal
policial que la ha labrado. En relación a la confección del primer acta, si
bien el Subcomisario Malizia que aparece allí consignado, reconoció
durante la audiencia que no participó de la diligencia, no existen razones
que lleven a pensar que el Comisario Inspector Biardo tampoco lo hizo
pues, no existe en el expediente ninguna constancia que abone tal
afirmación. Por otro lado, debe destacarse que se trata de actas que
han sido firmadas por una gran cantidad de funcionarios policiales por lo
que resulta difícil poder individualizar la rúbrica de cada uno de ellos.
Sin embargo, en lo tocante a las supuestas
irregularidades
señaladas,
pueden
indicarse
numerosos
pronunciamientos de la Cámara Nacional de Casación Penal relativos a
los requisitos que deben concurrir para la declaración de invalidez de
tales instrumentos. Así, la Sala I sostuvo en autos caratulados “López,
Nélida y otros s/ recurso de casación” –reg. 3592- que “los requisitos
establecidos para la confección de las actas por los arts. 138 y 139 del
C.P.P.N. hacen a las formalidades de las que debe estar revestido el
instrumento, y su nulidad -en principio de carácter relativo- es declarable
en el caso de que se hubiesen omitido los recaudos que taxativamente
enuncia el art. 140 del mismo ordenamiento. Es por ello que si el acta no
es declarada nula por los defectos señalados en esta última norma, hace
plena fe, hasta que sea redargüida de falsa por acción civil o criminal,
de la existencia material de los hechos que el tribunal o juez o funcionario
de que emana exprese como cumplidos por él mismo o como pasados
en su presencia (Código Civil, art. 993) sin perjuicio de la libre valoración
11
que le corresponde al tribunal o juez de la causa respecto de la fuerza
de convicción de los hechos afirmados y de las declaraciones
receptadas en el acta”. En igual sentido se han pronunciado en las
causas N° 920, reg. N° 1328, “Suárez, Luis Adrián s/recurso de casación”,
rta. el 26/12/96 y N° 2323, reg. N° 2765, “Longo, José s/recurso de queja”,
rta. el 13-5-99, todos de la misma sala; recientemente ha renovado
idéntico temperamento la misma sala en autos caratulados “Zapata,
Esteban Eduardo s/ recurso de casación” –reg. 6593-.
Siguiendo
esta
inteligencia
corresponde
distinguir previamente con relación a la validez de las actas, aquellos
casos en que las mismas son confeccionadas con todos los requisitos
“esenciales” que hacen a su validez y fuerza probatoria, de otros en
donde la ausencia de alguno de esos requisitos produce sólo una merma
en su fuerza probatoria. El art. 138 del C.P.P.N. establece las
circunstancias
en
que
debe
labrase
un
acta,
quiénes
deben
confeccionarlas y en presencia de qué personas, y que el art. 140 del
mismo cuerpo legal sanciona con la nulidad el incumplimiento de esos
requisitos formales. En definitiva, para declarar la nulidad de un acto,
debe tratarse del incumplimiento de una forma esencial, no meramente
accesoria, debido a que no toda inobservancia de las formas ocasiona
la nulidad del acto.
El
acta
no
es
un
elemento
de
carácter
sacramental sino una prueba más que los jueces deben apreciar, en
consonancia con las restantes pruebas, tratándose en definitiva de una
cuestión de aptitud probatoria. En este aspecto debe señalarse que la
mayoría de los intervinientes de las actas que se cuestionan, tanto
testigos civiles como funcionarios policiales, han sido examinados por las
partes y el tribunal. Ninguno de ellos ha realizado cuestionamientos ni
establecido diferencias entre lo ocurrido y lo consignado en el acta por
lo que tampoco puede prosperar desde este punto de vista el
planteamiento defensista.
Por los argumentos reseñados, a idénticas
conclusiones corresponde arribar respecto del último cuestionamiento
efectuado por el Dr. Ocariz, que tacha de nulidad la recolección de
efectos y muestras del Volkswagen Polo.
Los señores defensores de Parodi, cuestionan
también el acta de autopsia de fs. 135, únicamente respecto a lo que
refiere a la entrega de proyectiles extraídos a Cháves porque no se deja
12
constancia a quién se hizo tal entrega. De las distintas circunstancias que
surgen del acta mencionada se vislumbra que no sólo participaron en
calidad de peritos diversos médicos sino que también lo hicieron dos
testigos hábiles (Luis y Patricia Centurión). En ese contexto se procedió al
secuestro de las pertenencias de Carlos Chaves y los dos proyectiles que
le fueron extraídos, objetos que fueron ensobrados, lacrados y firmados
por todos los intervinientes y los dos testigos que participaron del estudio
en calidad de fedatarios, de conformidad con las prescripciones del art.
138 del CPPN. El Comandante Principal Vincet durante su testimonio y
ante una pregunta de la defensa, destacó que recibieron todo de
acuerdo a como venía con la cadena de seguridad antes descripta y a
partir de allí comenzaron a trabajar. No puede dejar de reseñarse
además que el proyectil al que refiere la defensa, contenía tejido
hemático de acuerdo a lo manifestado en la audiencia por el
compareciente (respondió que si bien tenía restos anatómicos no pudo
hacerse un estudio de ADN por su escasa cantidad) por lo que cabe
concluir que fue extraído de un cuerpo humano. Teniendo en cuenta los
términos del testimonio y las conclusiones periciales relativas al disparo
identificado en la pericia como número 25, cabe concluir que se trató
del mismo proyectil extraído de la autopsia del Gerente de la Sucursal
Villa Ramallo del BNA, Carlos Chaves.
Corresponde agregar además que, tal como
resultara de las comprobaciones de la pericial balística efectuada sobre
el orificio producido en el rodado por el impacto del proyectil –
identificado como impacto nro. 25- éste ha sido producido por uno de
calibre 7,62. Siendo ése el que por su trayectoria conduce al lugar que
ocupaba el conductor del rodado (esto es el fallecido Señor Carlos
Chaves) causando las lesiones mortales que se describen en la autopsia
como provocadas por un “proyectil deformado” que se extrae del
cadáver según consta a fs. 7 y vta. –Es justamente de ese mismo calibre
el proyectil que reciben los peritos y que se identifica como “nº 5”
designándolo como “proyectil-Chaves, encamisado de proyectil (latón
militar), cal. 7,62 mm. estado deformado, apto para el cotejo balístico”,
graficado mediante fotografía nro. 718 obrante a fs. 284 del cuerpo V.
Por tanto debe desecharse dicho planteo, toda
vez que ha quedado debidamente establecida la identidad entre
ambos elementos.
13
A idéntica conclusión de rechazo debe arribarse
en relación a la objeción planteada por los letrados, referida a las
condiciones de entrega a Prefectura de los proyectiles antes descriptos,
que se materializara a fs. 178/179, concluyendo que hubo una deficiente
preservación de la identidad de los secuestros hasta que se hizo la
pericia. Lleva razón en este sentido la réplica formulada por la Fiscalía
General, que resalta circunstancias producidas en el debate que
abonan una conclusión distinta. En efecto, de los testimonios del
Comisario Inspector José Guillermo Conti y la Oficial Subinspector Viviana
Desimone surge que todos los elementos tuvieron resguardos precisos,
fueron ensobrados, contenidos en frascos, precintados y firmados. Los
testigos de estos movimientos, Sres. Martino y Piri, manifestaron de
manera categórica que firmaron sobres y envoltorios y se expresaron
además sobre la prolijidad en la recolección y rotulación de cada
secuestro. Dijo el testigo Juan Bautista Martino en la audiencia al referirse
a la labor de los peritos que fue un trabajo “minucioso, nos pidieron que
prestáramos atención a lo que ellos hacían, para evitar que alguien
plantara algún arma o alguna prueba... yo tengo una noción de cómo
se trabaja por haber sido bombero voluntario, pero la verdad que
destaco la labor de esos peritos y el sistema que emplearon, fue muy
serio su trabajo, se levantaron esquirlas, cabellos, huellas digitales de las
armas y otras pruebas; lo ponían en bolsitas y se sellaban; yo firmé los
sobres de cada una de las pruebas colectadas”. En similares términos se
manifestó el otro testigo –Leopoldo Piri- “Ellos mostraban todo, yo veía
cómo trabajaban los peritos, se trataba en conjunto, mostraban lo que
era, el calibre y apuntaban y anotaban. Después ensobraban... los sobres
se lacraron en mi presencia”.
Con relación al otro cuestionamiento, referido
por los defensores respecto de la alocución que surge del acta de PNA
“sobre que dice contener”, se trata de una terminología habitual
utilizada para los casos que como en esta situación, utiliza el personal
que no participó en el secuestro originario y que por lo tanto, no se
encuentra en condiciones de afirmar otra cosa. Por ende corresponde
adoptar con relación a este tópico idéntico temperamento de rechazo.
La
inteligencia
que
precede
comprende
también la situación relativa a la actuación del Comisario Inspector
Víctor H. Cecchini, que el Dr. Lima intenta nulificar. El profesional utiliza
como argumento de su reproche la normativa del art. 36 del CPPN, que
14
regula la nulidad por incompetencia. Sin embargo, si analizamos la
naturaleza de la norma podremos observar a simple vista que se trata de
situaciones de actuación de un magistrado que no sólo resulta
incompetente
sino
también
carente
de
jurisdicción.
La
mera
incompetencia no genera nulidad como puede observarse de la letra
del artículo 40 del código de rito. De todas formas la prescripción
invocada por el Dr. Lima refiere exclusivamente a la actuación de jueces
puesto que la del personal policial está regida por otros principios que
pueden consultarse en los arts. 183 y 184 del CPPN. Por lo tanto
corresponde desechar el planteo formulado.
No
extemporaneidad
de
los
puede
dejar
cuestionamientos
de
subrayarse
efectuados
por
la
los
representantes de Parodi. Ninguno de ellos fue realizado en la forma y
condiciones que lo exige el artículo 170 inc. 1º del código de rito.
Tratándose de nulidades relativas, como de manera expresa ha sido
reconocido por nuestro más alto tribunal en materia penal, las
irregularidades que concibe la defensa debieron ser advertidas en
tiempo oportuno –las actas fueron labradas hace más de cinco años-. Al
no haberlo hecho, corresponde determinar que las han convalidado en
los términos señalados en el art. 171 inc. 2º del CPPN.
Nuevamente debe traerse a colación lo resuelto
por la Cámara Nacional de Casación Penal en un precedente similar.
“siendo el acta de detención y secuestro un elemento que consiste en
una probanza más y no un elemento de carácter sacramental, los jueces
deben apreciarla en consonancia con los restantes medios adquisitivos,
lo que determina el carácter relativo de su nulidad, y posibilita su
subsanación
durante
la
sustanciación
del
juicio
mediante
la
incorporación de nuevas probanzas, tratándose en definitiva, como ya lo
puso de relieve esta Cámara Nacional de Casación Penal, en reiterados
fallos citados por el recurrente, de una cuestión de aptitud probatoria…”.
“Ni el imputado ni su defensa técnica hicieron
objeción alguna durante todo el trámite del proceso respecto de esta
circunstancia, que constituye una nulidad de carácter relativo producida
durante la instrucción, siendo el momento para ser interpuesta el término
del plazo para la elevación a juicio (art. 354 del C.P.P.N., conforme lo
dispone el art 170, inc. l°), del mismo) (causa Nro. 334 “Guillén Brizuela,
Gregorio Antonio s/recurso de casación”, Reg. Nro. 33/95, rta. el 15/3/95;
15
causa Nro. 302 “Ausili, Gustavo Martín y otro s/recurso de casación”, Reg.
Nro. 128/95, rta. el 22/6/95; causa Nro. 779 “Pérez, Oscar Angel y otros s/
recurso de casación”, Reg. Nro. 103/96, rta. el 9/4/96, todos de la Sala III
de esta Cámara Nacional de Casación Penal)”.
“Es decir, que la oportunidad para requerir lo
peticionado a fs. 170/171 con fecha 9 de septiembre de 1998 había
vencido, conforme surge de fs. 133, el 5 de agosto de 1998, y no podía
presentarse en la oportunidad en que se hizo cuando el tribunal ya había
proveído la prueba ofrecida y señalado audiencia de debate (“Pereyra,
José Nicomedes s/recurso de casación, registro 1927, Sala IV).
II- MATERIALIDAD:
Ha
resultado
acreditado
con
la
prueba
colectada a lo largo de la audiencia de debate celebrada y aquella
que sirviera de fundamento al anterior pronunciamiento de este Tribunal
Oral, dictada en los autos “Martinez, Carlos Sebastián y otros”, registrados
por ante esta magistratura bajo el nº 3/2002 (conf. C.F.S.M., S.I. c. 339/98,
TINEO, J. F., 21/4/98 – J.P.B.A. T. 104 – F. 412); que el día 16 de septiembre
del año 1999 en horas de la mañana -entre las 7.55 y 8.10-, irrumpió en la
Sucursal Villa Ramallo del Banco de la Nación Argentina, contando con
apoyo externo, un grupo de tres personas, con fines de robo, valiéndose
del uso de armas de fuego y explosivos, mediante la toma inicial de seis
personas, en calidad de rehenes, quienes luego resultaran identificados
como Diego José Serra –empleado del canal de cable ubicado frente al
banco-, Fernando Raúl Vilchez –empleado de la empresa OCA-, Ricardo
Alberto Pasquali, Carlos Antonio Chaves y Carlos Alberto Santillán –
empleado, gerente y contador de la sucursal Ramallo del Banco de la
Nación Argentina respectivamente- y Flora Lacave –esposa del gerente-.
Los hechos fueron puestos en conocimiento de
las autoridades de prevención, mediante una comunicación telefónica
librada a la sala de guardia de la Policía de Investigación Coordinadora
de Villa Ramallo, en primer término, por Verónica Magrini y luego por
Viviana García (ambas empleadas de la empresa Cable Visión de Villa
Ramallo), quienes daban cuenta de movimientos extraños en la entidad
bancaria ubicada enfrente, así como de la existencia de un automóvil
Renault 19 blanco dominio CIO-013 estacionado en sentido inverso a la
dirección vehicular que posee la calle Sarmiento. Como consecuencia
de aquella denuncia, se remiten efectivos policiales para que se
constituyan en el lugar y se libran comunicaciones a otras reparticiones
16
prevencionales, solicitando apoyo a traves de medios y personal, a fin de
reprimir cualquier maniobra delictiva (fs. 1).
Los asaltantes que ingresaron a la sucursal
bancaria resultaron ser Carlos Sebastián Martínez, Martín René Saldaña y
Javier Ernesto Hernández.
La toma de la institución bancaria se prolongó
por un espacio aproximado de veinte horas, a lo largo de las cuales, y
con la intervención de personal técnico destacado como mediador, se
logró la liberación de tres de las personas privadas de su libertad en el
interior del banco, en el marco de las negociaciones entabladas entre los
captores y aquella autoridad de prevención (concretamente las
conversaciones entabladas vía telefónica entre el negociador -actividad
que estuvo a cargo del subcomisario Pablo Bressi perteneciente a la
División Especial de Seguridad Halcón, quien estaba apostado en la
Escuela de Educación nº 1, lindante con la edificación del banco- y los
ocupantes del banco (que fueran transcriptas y agregadas al bibliorato
obtenido como prueba para la causa “Martínez, Carlos Sebastián y
otros”, precedentemente citada).
El día viernes 17 de aquél mes, en horas de la
madrugada -alrededor de las 4-, los delincuentes, junto al resto de los
rehenes -el gerente, el contador y la esposa del primero de ellos-,
emprendieron la fuga en el vehículo propiedad del señor Chaves (marca
VW Polo, color verde oscuro, dominio BEW-260) que se hallaba en la
vivienda habitada por éste y su familia, lindera al banco y a la cual
tuvieron acceso desde el interior de aquella institución.
La maniobra de fuga de los delincuentes y el
resto de los rehenes, acaecida en la madrugada de aquél día 17,
provocó que algunos de los efectivos de las fuerzas de seguridad
apostados en las inmediaciones de la institución bancaria dispararan
sobre
el
vehículo,
generando
una
verdadera
balacera.
Estas
circunstancias, tuvieron una innegable repercusión en los medios de
difusión, lo que otorgó la posibilidad, al estar filmado el recorrido que
efectúa el vehículo y el impacto de las balas sobre el mismo, de realizar
estudios como la digitalización de imágenes, que fuera reiteradamente
citada a lo largo del debate (Informes Técnicos de Digitalización de
Imágenes practicado por Prefectura Naval Argentina que obran
reservados en Secretaría).
17
Luego de que el automóvil transitara unos metros
–un tramo aproximado de 120- y como consecuencia de ese tiroteo
producido durante la fuga, se produjo el fatal desenlace de los hechos;
aquél enfrentamiento culminó con el trágico resultado de tres personas
fallecidas, habiendo resultado la muerte de dos de los rehenes –Carlos
Chaves y Carlos Alberto Santillán- y uno de los captores, Javier Ernesto
Hernández (copias de las partidas de defunción correspondiente a cada
uno de ellos se agregaron a los autos “Martínez, Carlos Sebastián y otros”,
ya individualizados, a fs. 6602, 6601 y 6797 respectivamente). Entre el resto
de los ocupantes, resultaron heridos la esposa del gerente, Flora Lacave
de Chaves y el imputado Carlos Sebastián Martínez (conf. informes de fs.
53vta y 57).Cabe destacar, que conforme surge de la
declaración testimonial prestada por Flora Lacave en la audiencia de
debate, los ocupantes del rodado estaban posicionados de la siguiente
forma: en el asiento del conductor Carlos Chaves, en el asiento del
acompañante, Carlos Sebastián Martínez, sentada sobre éste, la señora
Flora Lacave y en el asiento trasero, sentado detrás del conductor, Martín
Rene Saldaña, en el medio Carlos Alberto Santillán y a la derecha de
éste, Ernesto Javier Hernández
Una vez detenido el vehículo VW Polo, en la
intersección de las calles Sarmiento y Ginocchio, y rodeado de inmediato
por las fuerzas policiales, éstas procedieron a retirar un collar con
explosivos, que pendía del cuello del gerente, Carlos Chaves, y había
sido utilizado para amedrentar a los rehenes en el interior del banco;
también se procedió al retiro de la señora Flora Lacave del interior del
auto y a la aprehensión de Carlos Sebastián Martínez y Martín René
Saldaña. Este último, en horas de la tarde de ese mismo ida, fue
encontrado sin vida en sede de la Comisaria Segunda de Villa Ramallo,
por lo que se iniciaron actuaciones que fueron registradas como
“Saldaña, Martín Rene –su muerte- Ramallo Segunda”, bajo el nro. 8188
de tramite por ante la Unidad Funcional de Instrucción nro. 3 del
Departamento Judicial de San Nicolás.Las distintas alternativas vinculadas con la salida
del automóvil VW Polo, el desenvolvimiento de las fuerzas policiales en
ese momento, los elementos incautados del rodado y los efectos
secuestrados a los detenidos, fueron documentados mediante acta de
procedimiento que obra glosada a fs. 35/45.
18
En este cuadro de situación surge, conforme las
constancias agregadas a la causa, la intervención de diversas
autoridades y efectivos de las fuerzas de seguridad pertenecientes a
diferentes reparticiones. Entre las fuerzas de seguridad se encontraban
apostados en el lugar, efectivos de las divisiones HALCON, GEO
Departamental San Nicolás y de Zarate-Campana, del Cuerpo de
Infantería, Bomberos y personal del Comando Radioeléctrico de San
Nicolás, todos ellos de la Policía de la provincia de Buenos Aires, y la
División GEOF de la Policía Federal Argentina. Los efectivos cumplían
distintas tareas por cuanto no se impartieron órdenes para una efectiva
conducción operativa dentro del contexto global de los hechos
acaecidos. No se compatibilizaron jerarquías y disposiciones de mando
concernientes a la faz operativa del accionar policial, aún cuando –
conforme quedara acreditado- concurrieron al lugar un gran número de
efectivos, sin ninguna función específica, al solo efecto de prestar
colaboración. Concretamente, no se tomaron los recaudos que
resultaban necesarios para impedir la posible fuga de los delincuentes, ni
se coordinaron las fuerzas para que el personal actuara en el hipotético
caso de que esto sucediera, previendo que podía tratarse de la salida de
los delincuentes solamente, como la de éstos junto con los rehenes. Ello
contradice lo normado en el Libro II, Capítulo I, de la Ley 12155
(Organización de la Policía de la provincia de Buenos Aires). Las propias
fuerzas de seguridad, que con su accionar debieron garantizar la
integridad física y la vida de los ciudadanos, no adoptaron los recaudos
mínimos que aquella situación exigía.La comisión investigadora de la Prefectura Naval
Argentina, que llevara adelante la investigación de los hechos aquí
analizados, practicó los informes técnicos que obran agregados a la
presente causa. Mediante el informe de digitalización de imágenes de
los videos obtenidos por los canales América TV y Canal 13, se permitió
establecer que transcurrieron 73 segundos desde la puesta en marcha
del automóvil VW Polo hasta el desenlace final de los hechos.
La inspección ocular practicada sobre dicho
vehículo, que se realizara en los estudios periciales que practicara
Gendarmería Nacional, determinó que el rodado presentaba cuarenta y
ocho impactos directos de bala, producidos por proyectiles de armas de
fuego, describiéndose las ubicaciones y sus respectivas direcciones,
ángulo de incidencia y trayectorias. Surge del mismo, que de los
19
cuarenta y ocho impactos directos, doce corresponden al calibre 5,56
mm.; once al calibre 9 mm. y diecinueve al calibre 7,62, no habiéndose
podido corroborar la procedencia del calibre de ocho de los impactos.
El rodado presentaba también dos impactos directos de dentro hacia
fuera (atribuídos a las armas que poseían los delincuentes).Las conclusiones del dictamen pericial registrado
bajo nº 18505, practicado por la Dirección de Policía Científica de
Gendarmería Nacional –con la intervención conjunta de peritos
(oficiales), de la Policía Bonaerense, de la Policía Federal Argentina y de
la Prefectura Naval Argentina- (obrantes a fs. 4499/4515), efectuado en
base a la determinación de la identidad de proyectiles dubitados “aptos
para cotejo”, mediante estudios comparativos con los proyectiles y
vainas indubitadas, indican cuáles fueron las armas de fuego, cortas y
largas, utilizadas y percutadas en los hechos aquí investigados, que
impactaron en los cuerpos de las víctimas y en el rodado.Como consecuencia de la información recogida
de las actas de entrega del armamento utilizado por el personal
actuante, de fecha 17 de setiembre de 1999, obrantes a fs. 71/72, 73/74,
75/76, 77, 78 y 79/80, de los listados de personal policial interviniente en los
sucesos de los días 16 y 17 de setiembre del año 1999, obrante a fs.
898/899 –Jefatura Departamental III San Nicolás-, 900 –grupo G.E.O-, 902 –
División Halcón-, 906/907 –grupo GEOF- y del informe técnico nº 02/2000
elaborado por la P.N.A. suministrando la posición del personal policial,
cuyas copias obran agregadas a fs. 4443/4488 y en virtud de los cuales se
practicara aquel informe pericial –nº 18505-, se dispuso la detención, en
primer término, de los efectivos policiales Oscar Alberto Parodi, Ramón
Ignacio Leyva y Carlos Ariel Aravena. Se procedió también a la
detención de Martín Héctor San Miguel, Sergio Guillermo G. Susperreguy,
Sergio Daniel Garea y Ramón Darío Sánchez, habiéndoseles eximidos de
prisión; se iniciaron actuaciones para dirimir también la responsabilidad
del Comisario Inspector Omar Rubén Isaías.
La recepción de esas armas entregadas por el
personal policial actuante –que quedara asentada en las actas
precedentemente citadas-, se trató de un trámite ordenado, que se
realizó con la intervención de los testigos civiles Roberto Ignacio Comoli –
acta de fs. 73/4-, Miguel Angel Pérez y Jorge Horacio Cortagerena –actas
de fs. 75/80- que en las declaraciones prestadas a lo largo del debate
fueron ratificadas), en las cuales se tomaron los datos de identidad de la
20
persona que realizó la entrega y se practicó la identificación del arma,
con la numeración estampada en cada una de ellas, sea en el cañón o
en la estructura de la misma, siendo ello precisamente lo que llevó a que
toda la manipulación pericial posterior se hiciera con la tranquilidad de
que se trataba de las mismas armas oportunamente entregadas, más
allá de cualquier otra medida que pudo haberse adoptado, como la
colocación de precintos y seguros.
En los informes de autopsias cuyas copias obran
agregadas a fs. 418/423 –Santillán- y 424/428 –Chaves- y las fotografías y
radiografías obtenidas al momento de esos exámenes médicos, que
obran reservados en Secretaría, hay una descripción acabada de la
trayectoria de los proyectiles que incidieron en los cuerpos de las
víctimas, lo que posteriormente permitió realizar un desarrollo de las
trayectorias y determinación de las bocas de fuego de esos proyectiles.
Concretamente en sus conclusiones establecen, en el caso de Chaves:
un encadenamiento causal de la siguiente forma: causa final: inhibición
cardiorespiratoria;
causa
desencadenante:
hemorragia
masiva
intrapericárdica e intratoráxica; causa determinante: destrucción de
aurícula derecha y lóbulos pulmonares; causa básica: heridas perforantes
por proyectiles y en el caso de Santillán: un encadenamiento causal de
la siguiente forma: causa final: inhibición nerviosa central; causa
desencadenante: destrucción masiva encefálica; causa determinante:
estallido de cráneo; causa básica: heridas por proyectiles de armas de
fuego; otros factores coadyuvantes: destrucción de aurícula derecha y
pulmón izquierdo lóbulo superior, correspondientes al proyectil referido;
esquirlas y proyectiles.
A
los
informes
reseñados
precedentemente
deben sumarse las declaraciones testimoniales prestadas en sede
instructoria y los croquis ilustrativos efectuados por los facultativos que
practicaron las mismas Hugo Ricardo Zunino (perito médico oficial del
departamento judicial San Nicolás) a fs. 942/951 y 4668/4669; Carlos
Alberto Milesi (médico auxiliar superior de la delegación San Nicolás de la
Policía Federal) a fs. 952/960; Manuel Armando Caro (médico de policía
de San Nicolás) a fs. 977/985 y Roberto Antonio Silicani (perito médico
oficial del departamento judicial San Nicolás) a fs. 1023/1030; quienes
brindaron explicaciones desde el punto de vista médico legal. Los
doctores Silicani y Caro ratificaron además aquellos informes en el
desarrollo del debate celebrado en esta sede. En el caso de las víctimas
21
Chaves y Santillán, surge acabadamente la existencia, en cada caso, de
dos heridas distintas y las causas de la muerte producida por cada una
de esas heridas. Ambos recibieron dos impactos que no corresponden al
mismo autor, en cada uno de ellos se pudo identificar al autor de uno de
los impactos y no pudo determinarse al autor del otro. Se estableció que
en ambos casos, las heridas provocadas por los impactos identificados,
resultaron mortales. Estos informes han sido objeto además, de una
prueba propuesta por las partes, en virtud de la cual depusieran a lo
largo del debate los doctores Ricardo Fracchia, Héctor Oscar Espinoza y
Roberto Fernández Viña (médicos legista), quienes brindaran una
exhaustiva información acerca de las lesiones en los órganos vitales que
produjeron aquellas muertes y ratificaron los dictámenes médicos de las
autopsias.El valor fundamental de esas autopsias recae en
el hallazgo de los proyectiles en los cuerpos de las víctimas. Esto le
confiere a esos proyectiles una base de certeza incuestionable, al ser
producto de una tarea pericial realizada de acuerdo a las pautas
previstas en el artículo 263 del C.P.P.N. Esos mismos proyectiles, recibidos
desde un cuerpo pericial médico, por otro cuerpo pericial –el encargado
de la pericial balística- (garantizando su preservación como fue
explicado en el tratamiento de las nulidades interpuestas), resultaron una
base incontrastable para la posterior identificación de las armas
empleadas para su disparo.
La pericia balística -registrada bajo nº 18505- fue
realizada por un equipo pericial interdisciplinario que incluyó peritos
oficiales, de Gendarmería Nacional y de otras fuerzas, se realizó con un
gran despliegue de medios técnicos, empleando minuciosas técnicas de
identificación y consistió concretamente en contrastar los proyectiles
hallados en el lugar de los hechos y en los cuerpos de aquellas víctimas,
con las armas entregadas ese día por el personal policial interviniente,
arrojan resultados ciertos de absoluta aprovechabilidad.
Parte de aquella prueba ha sido reiterada a
través de otra pericia –ampliación registrada bajo nº 31885-, habiéndose
realizado además ampliaciones de la pericia original. En todos los casos
el informe se practicó respecto a cada una de las armas, destacándose
su numeración y características, acompañándose además el material
gráfico correspondiente a microfotografías con las cuales se compara y
se establece la identidad de los proyectiles respecto a determinadas
22
armas. Lo mismo ocurre con la determinación de las trayectorias, que se
ven acompañadas por un profuso material fotográfico y se establece su
coincidencia con estudios posteriores, respecto del posible hallazgo de
bocas de fuego. Ese informe pericial consta de seis cuerpos y sus
ampliaciones de tres cuerpos.
Las conclusiones de todos estos informes técnicos
arrojan como resultado el marco de compatibilidad existente, en algunos
casos, entre ciertos proyectiles con determinadas armas y, en otros
supuestos, indican un margen de compatibilidad en cuanto a la
supuesta ubicación del personal con la trayectoria de ciertos disparos.
Esto significa que se ha logrado determinar la identidad de proyectiles
dubitados “aptos para cotejo” mediante estudios comparativos con los
proyectiles y vainas indubitadas, y la correspondencia de aquellos con
los orificios localizados en el automóvil VW Polo y con armas de diversos
calibres que fueran utilizadas y entregadas por el personal policial
actuante. En algunos casos esos proyectiles tienen una incuestionable
certeza por su hallazgo dentro del cadáver de algunas de las víctimas,
teniendo en cuenta además el brevísimo tiempo que ocuparon los
disparos, la inmediata recepción de las armas por parte del personal
policial y la inmediata recolección de las huellas a través del personal de
la División Rastros y Huellas (así lo sostuvieron Comisario Inspector José
Guillermo Conti y Oficial subinspector Viviana Desimone al prestar
declaración en la audiencia de debate. La última lo hizo además en
sede instructoria a 4079/4081).
De lo precedentemente expuesto surge que, el
informe de autopsia que fuera evaluado en la Gendarmería Nacional (a
través de otros facultativos) y relacionado con aquellas interpretaciones
balísticas, arrojan como resultado que el proyectil disparado por el
suboficial del Comando Radioeléctrico de San Nicolás, Oscar Alberto
Parodi, junto con otro disparo de distinto calibre cuyo autor no pudo ser
identificado, provocó la muerte de Chaves y que el proyectil disparado
por el Sargento del GEO Zárate Campana, Ramón Ignacio Leyva, junto
con otro disparo de distinto calibre en cuyo caso tampoco pudo
determinarse la autoría, provocó la muerte de Santillán y que el proyectil
disparado por el arma que portaba el Cabo Carlos Ariel Aravena
(perteneciente a la misma fuerza que Leyva) provocó en su trayecto
lesiones en la persona de Santillán (indican el ingreso del proyectil y la
23
herida que provoca en la víctima), determinándose en este caso que son
otras las causas que ocasionan su muerte.
Debe
destacarse
que
las
circunstancias
reseñadas, reflejan además, la intervención de otros funcionarios
policiales involucrados en la concreción de los hechos delictivos
sometidos a estudio, debiendo distinguirse las conductas de aquellos que
dispararon contra el vehículo en movimiento, de aquellas conductas
omisivas en la que incurriera el personal policial encargado de asegurar
el lugar.
Corresponde
en
esta
instancia
hacer
una
primera referencia de cada uno de ellos para luego, en cada caso
particular, fundar la participación que les cupo con la prueba colectada
a lo largo del debate.Oscar Alberto Parodi prestaba servicios como
suboficial
del
Comando
Radioeléctrico
de
San
Nicolás.
Resultó
acreditado que efectuó disparos con un fusil FAL (fusil automático liviano)
calibre 7,62 mm., número de serie 7.129.034 que retirara de las
dependencias del Comando antes de trasladarse a la ciudad de
Ramallo, conforme reconociera en oportunidad de prestar declaración
indagatoria a fs 4552/4555, provocando lesiones en la persona de Carlos
Chaves, que devinieron en el resultado muerte. El disparo efectuado por
éste, impactó en la cara posterior del hombro izquierdo de Chaves, con
una dirección de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo y de atrás
hacia delante, causando lesiones en el pulmón izquierdo, mediastino y
pulmón derecho, resultando tales heridas, junto a las producidas por otro
disparo compatible con un arma calibre 5.56 mm. –cuyo autor no pudo
determinarse-, la causa de la muerte del señor Chaves.El citado informe técnico pericial nº 18505,
describe que el encamisado de latón militar extraído del lóbulo inferior
del pulmón derecho de Chaves –conforme autopsia referida y que
corresponde a una de las heridas mortales recibidas por aquelpertenece a un proyectil calibre 7,62 mm. disparado por un FAL cuya
portación y entrega se imputan a Oscar Parodi, conforme surge del acta
de entrega de armamento obrante a fs. 73/74. Ese disparo resulta
compatible con el cotejo realizado entre los datos obtenidos de las
trayectorias internas de los impactos realizados sobre el vehículo; con la
trayectoria balística nº 25 de aquel informe técnico.-
24
Ramón Ignacio Leyva se desempeñaba como
sargento del GEO Zárate-Campana. Resultó acreditado que efectuó
disparos con un fusil FAL (fusil automático liviano) calibre 7,62 mm.,
número de serie 13.767.073 provocando lesiones en la persona de Carlos
Alberto Santillán, que devinieron en el resultado muerte. Conforme el
mismo reconociera al prestar declaración indagatoria a fs. 4569/4572, al
intentar sacar el seguro de su F.A.L., sosteniendo el fusil en dirección al
Polo, “se le escapan dos disparos de su arma”. Con la prueba colectada
-citado informe pericial (nº 18505)- quedó acreditado que Leyva disparó,
al menos en ocho oportunidades, contra el automóvil en movimiento,
impactando uno de dichos disparos (efectuado luego de que el rodado
traspasara su posición varios metros) en la persona de Carlos Alberto
Santillán. Dicho impacto provocó una herida que se inició hacia abajo,
de atrás hacia delante y de izquierda a derecha; la misma perforó
pulmón izquierdo provocando el estallido del lóbulo superior izquierdo,
hemotorax masivo, perforó corazón destruyendo la aurícula derecha,
perforó diafragma, alojándose finalmente en tejido celular subcutáneo
abdominal anterior, supraumbilical. El proyectil alojado finalmente en el
tejido celular subcutáneo abdominal anterior, supraumbilical, de donde
fue extraído, pertenece a un calibre 7,62 mm. disparado por el FAL
portado y entregado por Ramón Ignacio Leyva (conf. acta de entrega
de armamento obrante a fs. 79/80, el arma es la numerada con el nº 93)
resultando compatible aquel disparo, con la trayectoria balística nº 19 de
aquel informe pericial.
Además, a lo largo de la tarea de levantamiento
de rastros, referida en párrafos anteriores, se descubren una serie de
vainas que se corresponden con el arma que tenía en su poder el señor
Leyva. Se trata de cuatro vainas halladas en distintos puntos de calle
Sarmiento, de modo tal que aquél efectuó no menos de cuatro disparos,
uno de los cuales fue mortal para Santillán
Carlos Ariel Aravena prestaba servicios como
Cabo del GEO Zárate-Campana. Resultó acreditado que efectuó
disparos con su pistola brasilera marca Taurus calibre 9 mm. identificada
con las letras TRD nº 97841, contra el vehículo en movimiento, uno de los
cuales impactó sobre Santillán, que aún se encontraba con vida,
causándole una herida no mortal. El proyectil encamisado extraído de
entre la espalda y la camiseta de aquel, fue el que produjo tal herida,
determinándose que el mismo correspondía al arma utilizada por
25
Aravena (ello surge del informe pericial nº 18505 y del acta de entrega
de armamento de fs. 79/80).
Ese disparo de arma de fuego provocó una
lesión que ingresó por el hemitorax derecho, pared anterior, realizó
trayecto circungirante subaxilar y salió por hemitorax posterior derecho,
quedando alojado en el espacio formado entre la espalda y la camiseta
de la víctima (proyectil encontrado en la autopsia de Santillán) y
corresponde a un proyectil encamisado calibre 9 mm., determinándose
además que dicha herida no es mortal, en virtud de que no ha lesionado
órganos nobles ni ha provocado un derrame de sangre masivo. (Al no
determinarse en el estudio pericial una trayectoria balística entre arma y
víctima, permite inferir que ingresó al habitáculo del automóvil por alguno
de los vidrios –del costado o trasero- del mismo).
Martín Héctor San Miguel y Sergio Guillermo
Gabriel Susperreguy revestían como miembros de la División Halcón de la
policía de la provincia de Buenos Aires y en aquella oportunidad
efectuaban tareas de observador desde la terraza del inmueble sito en
San Martín nº 204 de Villa Ramallo portando, el primero de ellos un fusil
automático calibre 5,56 mm., marca Heckler & Koch, modelo HK – 33 E nº
3.025.806 con mira telescópica, y Susperreguy un arma fusil calibre 5,56
mm., marca Heckler & Koch, modelo HK – 33 E nº 3.025.807
El relato de los mismos es coincidente en cuanto
reconocen haber efectuado disparos luego de escuchar por la banda
policial de su equipo de radio la orden de “disparen sobre los
neumáticos”.
Dentro del relevamiento de impactos sufridos por
el automóvil VW Polo surge que éste presentó doce balazos provenientes
de armas calibre 5,56 mm., recibidos en general en la parte frontal del
vehículo, conforme surge de la ampliación de pericia nº 31885 donde se
hace un expreso desarrollo de las trayectorias posibles; diez de los cuales
sólo pudieron ser producidos por el tipo de arma que portaban estos Susperreguy y San Miguel- (tres impactos sobre el capot del auto, uno
sobre el paragolpe trasero y los seis restantes sobre el parabrisas
delantero. Esos disparos fueron identificados por el informe técnico
pericial nº 18.505 como impactos 1, 2, 3, 13, 38, 41, 43, 44, 45 y 47
respectivamente. Como consecuencia de dichos disparos pudo haber
resultado la muerte o lesión de alguno de los ocupantes del vehículo, (en
el caso concreto de Santillán en cuanto al disparo que produjo “estallido
26
de cráneo con fracturas plurifracmentarias de hueso frontal, macizo
facial, órbitas, parietales, temporales y occipital”), no obstante ello,
deben distinguirse las conductas de ambos imputados, como se
establecerá en los párrafos que siguen.
Sergio Daniel Garea
prestaba servicios como
Cabo 1º del Destacamento Cuerpo de Infantería de San Nicolás,
desempeñó tareas de policía de seguridad. La posición de este
imputado era distinta a la de todos los demás, estaba detrás del
escenario, en la intersección de calles Rivadavia y Sarmiento, a una
cuadra de la entidad bancaria. Se encuentra acreditado que efectuó, al
menos, un disparo contra el automóvil VW Polo en movimiento con su
arma FAL modelo “para”, culata reversible, calibre 7,62 mm. nº 7.128.868,
pudiendo de ello haber resultado las muertes o lesiones (conf. acta de
secuestro de armas de fs. 79/80 y informe técnico pericial balístico nº
18505).
De las diligencias técnicas practicadas por
Gendarmería Nacional surge que el material secuestrado en el lugar de
los hechos y detallado como Elemento: proyectil, Lugar: Bolsa de plástico
PY 7,62, según lo certifica la pericia 18505 fue disparado por el arma
perteneciente a Sergio Daniel Garea. El proyectil que se corresponde
con este arma es uno encontrado a lo largo de calle Sarmiento
(registrado como nº 13)
Ramón Darío Sánchez se desempeñaba como
miembro del Grupo GEO Zárate – Campana, revistiendo tareas de policía
de seguridad, ubicado (según sus dichos) sobre el terraplén del garaje de
una casa ubicada sobre calle Sarmiento. Se encuentra acreditado que
Sánchez efectuó, al menos, cuatro disparos, contra el automóvil VW Polo
en movimiento, con su pistola automática UZI, calibre 9 mm. nº 611237,
de los cuales pudieron haber resultado las muertes o lesiones acreditadas
en autos (conf. acta de secuestro de armas de fs. 79/80 (con testimonio
de los testigos Pérez y Cortagerena) e informe técnico pericial balístico nº
18505). Hay una profusión de proyectiles y de impactos que se
corresponden con las características del arma de Sánchez (pistola
automática con capacidad de disparar una ráfaga). En cuanto a las
diligencias técnicas practicadas por Gendarmería Nacional surge que el
material secuestrado en el lugar de los hechos: a) Elemento: proyectil /
vainas, Lugar: “Inspección ocular GN – Dubitado nº 3”; b) Inspección
ocular: GN – dubitado nº 1 ; c) bolsa de plástico nº 23; d) sobre papel
27
madera asiento trasero; e) sobre papel madera: esquina Sarmiento y San
Martín (prov. Nº 2)”, f) sobre nº 15 – precinto 001462 y g) sobre papel
madera esquina Sarmiento y San Martín, según lo certifica la pericia nº
18505 a fs. 348 y 349 de sus conclusiones, fueron disparados por el arma
perteneciente a Ramón Darío Sánchez
Omar Rubén Isaías, en el desarrollo de los hechos
aludidos
el
Comisario
Inspector
Isaías
se
desempeñaba
como
Coordinador de Zona de la DDI San Nicolás, dependiente de la Dirección
General de Investigaciones Judiciales, departamental local, en calidad
de instructor y, conforme resulta de la prueba rendida, violó los deberes
que le correspondían en su carácter de funcionario público, conforme la
exigencia establecida en el artículo 248 del Código Penal; en virtud de la
no ejecución de normas y disposiciones legales inherente al cargo que
desempeñaba (Ley 12155 y artículo 184 del código de rito)
De
expediente
–informe
la
obrante
información
a
fs.
que
3627/3632-
obra
glosada
respecto
de
al
la
conformación de la DDI III de San Nicolás, éste funcionario ejercía la
superioridad sobre un total de casi treinta efectivos que participaron de
la zona de crisis y, a su requerimiento, pudieron asistirlo en aquella
ocasión, contribuyendo a la efectividad de su labor, teniendo en cuenta
la gravedad del ilícito perpetrado. Debe adjudicársele al nombrado una
conducta omisiva atento que; poseyendo todas las obligaciones y
responsabilidades que su función conlleva (observación y cumplimiento
de las funciones esenciales, en los términos del artículo 26 de la citada
ley) en este caso no cumplió con lo establecido en el punto o): “cuidar
que los rastros materiales del delito sean conservados y que el estado de
las cosas no se modifique, hasta que intervenga directamente el MP o la
Policía Judicial, de conformidad a lo establecido en el C.P.P.” ; en tanto
no contribuyó a realizar un cierre efectivo de toda la zona, habiendo
permitido que terceras personas entraran en ella, produciéndose como
consecuencia de ello la sustracción de un handy, cuya presencia en
poder
de
los
captores
resulta
incuestionable
a
partir
de
las
comunicaciones establecidas (en frecuencia policial) desde el interior
del banco con el Comité de Crisis, y de un arma, presumiblemente una
ametralladora tipo UZI, cuya presencia pudo corroborarse en la
audiencia a través de las filmaciones y los trabajos de digitalización de
imágenes, advirtiéndose que se efectúan disparos en ráfaga desde el
interior del vehículo hacia fuera. De esta manera, este funcionario
28
impidió que se garantizara la intangibilidad de la prueba en el escenario
donde transcurrieron los hechos, atento que se dificultó la búsqueda de
rastros y dio lugar al ocultamiento de aquellos importantes elementos de
prueba.
Circunstancias que se consideran relevantes
para el examen de los hechos investigados:
I-
Presencia
de
numerosos
funcionarios
gubernamentales, judiciales y de la jefatura de los diversos grupos (v.
acta de fs. 33 y 187) y una importante cantidad de efectivos policiales y
“grupos tácticos” de diversas fuerzas, sin que se haya concretado
fehacientemente
responsables,
la
para
preparación
enfrentar
de
un
un
plan
común, entre
acontecimiento
como
el
sus
aquí
examinado, de fuga de asaltantes que utilizaban un automóvil y se
sirvieron de rehenes para cubrir su escape. Ello, a pesar del tiempo
transcurrido desde que se tuvo noticia de la ocupación de la sede
bancaria por los asaltantes; la toma de rehenes concretada desde el
inicio; la peligrosidad demostrada por los delincuentes a través de sus
amenazantes comunicados telefónicos, el uso de armas de fuego y
explosivos, según el relato de los rehenes liberados, como así el oportuno
anoticiamiento de la existencia de un automóvil en ese lugar, que sería
empleado en la fuga.
II-
El
numeroso
contingente
policial
(aproximadamente unos doscientos efectivos) estaba provisto de
armamento que incluía armas largas de grueso calibre y de precisión. Los
grupos tácticos “Halcón” de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y el
“G.E.O.F.” de la Policía Federal, contaban con personal especializado
que fue emplazado en lugares estratégicos en calidad de observadores
y francotiradores. El grupo G.E.O., el personal de Infantería y los
integrantes del Comando Radioeléctrico de la ciudad de San Nicolás,
contaban también con armas largas –F.A.L. 7,62 mm- además de pistolas
automáticas y ametralladoras (v. actas de secuestro de armas glosadas
a fs.75/80).
Los informes obrantes a fs. 3643/3674 son
explicativos del flujo de comunicaciones entre los distintos grupos
apostados en el lugar, como así también de las frecuencias, canales y
bandas. Pudo acreditarse que no existieron comunicaciones radiales
bajo un código común, a fin de que las fuerzas intervinientes estuvieran
permanentemente informados de las órdenes impartidas.
29
III- Existencia de abundante información sobre el
desarrollo de los acontecimientos que se estaban desarrollando en la
localidad de Villa Ramallo los días 16 y 17 de septiembre de 1999,
alrededor de la violenta ocupación de la sede del Banco de la Nación
Argentina de ese lugar, (esto incluía la existencia de rehenes en poder de
los delincuentes y el uso de armas y explosivos por parte de aquellos –v.
las comunicaciones del propio gerente, señor Chaves, desde el interior
(Ayala, Martínez y Turi v. fs. 2091). Ello era transmitido permanentemente a
través de los canales de televisión, medios periodísticos y radiales que allí
se habían hecho presentes. Además de ello, los distintos grupos policiales
contaban con equipos portátiles de comunicación –handies y los móviles
del Comando tenían además radio- que les permitía a sus integrantes
estar informados de las órdenes que les impartían sus respectivos
superiores y de lo que ocurría en la sede del banco asaltado.
Según resultara del testimonio brindado por
quien estaba a cargo del grupo G.E.O.F., el Sub comisario Claudio M.
Pereyra, él había entregado a un oficial del grupo Halcón un aparato
portátil de comunicación del grupo G.E.O.F. para poder comunicarse
con ellos. Un integrante del G.E.O.F., el cabo Ariel Loyola, había sido
cedido en calidad de observador francotirador del grupo Halcón para
transmitirles, mediante un “H.T.” de este grupo, la información obtenida
desde su puesto de observación; esa información la recibía el oficial
Halcón, Ángel Angulo. Los integrantes del grupo G.E.O. estaban también
intercomunicados por equipos portátiles, según resulta de lo declarado
por el testigo Edgardo Crocce y los oficiales Fontana y Fernández.
El personal del Comando Radioeléctrico de San
Nicolás, también contaba con medios portátiles de comunicación, según
lo declarado por quien estaba a cargo de ese grupo, el sub comisario
Rául Martínez y lo que pudo apreciarse en el video exhibido en la
audiencia, donde se puede apreciar a ese oficial en reiteradas
secuencias utilizando ese medio de comunicación, y sobre lo que
depuso en la audiencia el perito, sub prefecto Javier Darío Rodríguez, al
examinar las diversas escenas fotográficas incorporadas a los informes
técnicos periciales Nro.05/00 y 06/00 de Prefectura Naval Argentina y sus
anexos, que fueran remitidos por el Juzgado Federal de San Nicolás
(Causa Nro.1263/00) e incorporadas como prueba.
Interesa recordar la existencia de un “handy” en
frecuencia policial de ese mismo Comando Radioeléctrico, cuya entrega
30
a los asaltantes del Banco de Villa Ramallo efectuara Aldo Cabral, por
entonces integrante de ese cuerpo policial, que resultara condenado
por este Tribunal Oral, al considerarlo miembro de esa banda y
responsable de los hechos que dieron lugar al pronunciamiento
registrado bajo el número 174/02 de fecha 25 de setiembre del año 2002.
Fue justamente a través de un “handy” con frecuencia policial del
comando, que inicialmente se comunicaron los delincuentes desde el
interior del banco con funcionarios de ese cuerpo, el oficial Jorge Ayala y
el sub comisario Raúl Martínez, tal como lo recordara en el debate éste
último en su declaración testimonial; inexplicablemente se produjo la
desaparición de un “handy” marca Yaetzu con batería “de los que
usaba la policía”, que un uniformado con “grado de Cabo Primero” que
se identificó como perito del Comando Radioeléctrico de San Nicolás,
había extraído de un bolso que se encontraba dentro del baúl del
accidentado auto Volkswagen Polo Classic que había salido desde el
garaje de la casa del gerente, inmediata a la sede bancaria,
aproximadamente a las 4 hs. del día 17 de septiembre de 1999, según lo
declarado por el testigo Espíndola.
IV- Sobre la circunstancia en que se produce la
salida del vehículo, resultó ilustrativo el testimonio brindado por la señora
Flora Lacave, quien se encontraba dentro del automóvil Polo en
condición de rehén, ubicada en el asiento delantero del lado del
acompañante, utilizada como escudo por el asaltante Martínez, quien la
había hecho sentar a tal efecto sobre sus rodillas. En igual sentido se
valora el testimonio del cabo primero Ariel Loyola, quien dijo que tenía
visión directa sobre el punto de salida del garaje por estar instalado
como observador francotirador en la planta alta de una vivienda
ubicada en la vereda de enfrente a ese lugar. Aquellas circunstancias
quedaron en gran parte registradas en el video proporcionado por
América TV que fuera reiteradamente exhibido en la audiencia. Todo
ello se complementa con lo que, sobre los instantes previos a esa salida,
declararon los integrantes del grupo Halcón, identificados como “topos”
que se habían ubicado en el entretecho de los ambientes del banco
donde se encontraban los asaltantes y rehenes, esto es Roberto
Franceschetti, Vicente Romero, Cristian Siri, Sergio Gobernatori, teniendo
visión directa sobre aquéllos a través de orificios del entretecho.
Es a partir de ese plexo probatorio que se pudo
conocer que los asaltantes, luego de interrumpir intempestivamente las
31
tratativas que venían manteniendo con el negociador “Pablo” instalado
donde funcionaba el llamado “Comité de Crisis” en la escuela aledaña
al banco, condujeron, por la parte interior, a los rehenes Chávez, Santillán
y a la señora Lacave, junto con los bolsos en los que habían introducido
previamente armas, efectos sustraídos, el “handy” utilizado para
comunicarse inicialmente con las fuerzas policiales, ropas y otros
elementos, hacia el garaje de la vivienda contigua, donde residía el
gerente Chaves, y donde se encontraba estacionado el automóvil
marca Volkswagen Polo Classic de su propiedad. Después de cargar los
bolsos dentro del baúl del rodado y de ubicar al señor Chaves al volante
del mismo y al contador en el medio del asiento trasero, obligaron a la
señora Lacave a que procediera a abrir el portón del garaje. La señora
Lacave tuvo dificultad para proceder a tal apertura por lo que fue
ayudada por uno de los asaltantes, y fue entonces que teniendo medio
cuerpo afuera de la línea del portón gritó que no dispararan “que ella
era la esposa del gerente; en ese momento afuera reinaba un silencio
total y todo oscuro”; luego fue empujada para que subiera al rodado,
saliendo el vehículo marcha atrás, empujando una camioneta marca
Saveiro que había sido estacionada con su parte delantera hacia la
puerta del garaje, lo que dificultaba la maniobra, esto se hizo muy
lentamente y, una vez apartada la camioneta, el Polo quedó detenido
unos breves instantes antes de marchar, también lentamente hacia
adelante girando a la derecha para dirigirse por la vereda de ese lado
del banco, correspondiente a calle Sarmiento, en dirección a la Av. San
Martín. Fue en la parte inicial de esa maniobra “cuando está girando
para tomar la vereda” que la señora Lacave recuerda que el asaltante
“Cristian” que venía ubicado en el asiento trasero de su mismo lado
derecho le dice “señora, baje el vidrio de su ventanilla para que vean los
rehenes”, a lo que ella accede y comienza a gritar por la ventanilla “no
tiren, no tiren”, siendo que en ese momento reciben numerosos disparos
por ese sector, motivo por el que intenta subir nuevamente el vidrio y
entonces recibe un balazo en el dedo de la mano; recuerda la testigo
que también se comienzan a escuchar disparos por el lado donde se
encontraba su marido, quien también gritaba “no disparen”; ante el
peligro de que los disparos hicieran estallar el explosivo que los asaltantes
le habían colgado en el cuello a su esposo, la señora Lacave se inclina
sobre el mismo para cubrirlo y poco después, antes de que el auto
llegara a la bocacalle (cruce de Av. San Martín) escucha que su marido
32
le dice “me dieron” y cuando le toca la cara para secarle la sangre “a la
mitad de la bocacalle” siente como una explosión y un fogonazo “y ahí
me di cuenta de todo, cerré los ojos hasta que paró el coche”.
Según pudo apreciarse en la proyección del
video antes citado, al momento de producirse aquella trabajosa y lenta
salida del rodado antes descripta, en sus inmediaciones se pudo observar
la presencia de varias personas que se desplazaban muy cerca del
mismo,
algunas
iluminando
con
linternas.
En
tales
condiciones,
imperando un “silencio total”, cabe concluir necesariamente que, los
efectivos policiales allí apostados debieron escuchar los gritos de la
señora Lacave cuando reclamaba que no efectuaran disparos, que
pondrían en peligro la vida de los rehenes. Que ello fue así, surge del
testimonio del cabo Ariel Loyola, quien se encontraba ubicado como
francotirador dentro de la vivienda de la familia de Rosa Natalia
Cardinale –quien también depusiera como testigo en la audiencia-,
ubicada en la vereda de enfrente al lugar donde saliera el auto y quien
pudo escuchar y ver a la señora Lacave, concretamente dijo: “Cuando
(el automóvil Polo) sale del portón, yo estaba ubicado casi enfrente del
portón, en un primer piso, en una habitación ubicado desde la tarde.
Había un vehículo que se interponía, entonces el Polo lo empuja, luego
dobla y queda en sentido de circulación. Mi función era estar al servicio
del grupo Halcón como “snipper”, que diga todo lo que pueda ver
informando en ese lugar...Yo tenía un HT que me dieron los del grupo
Halcón. Se escuchan voces en el interior del garaje, luego se prende la
luz, se enciende un vehículo, luego se abre la puerta, (alguien) sale
diciendo en alta voz “no me tiren, no me maten”. Ella (Lacave) miraba
hacia delante, el campo de visión era limitado con binoculares. Luego se
abre el portón, la ingresan al vehículo a la mujer, yo voy informando todo
lo que veo, esa era mi misión, y por el otro lado (el lado del conductor)
ingresa otra persona, un masculino;... sí (recibía comprobación de que
era recibido), se dice QSL cuando lo reciben, es un código...Cuando el
auto dobla hacia la derecha, escucho una voz abajo mío, era gente de
civil, uniformados de azul, mucha gente, alguien dice “tírenle a las
gomas”, eso es textual. “Escucho una detonación primera, se escucha
sola, y luego en diferentes lugares, a mi izquierda y debajo...El auto
cuando sale tenía los cristales cerrados, yo modulo eso también. Al no
tener blanco fijo, los vidrios altos, mi función se limitaba a informar.
Nosotros sabemos que cualquier cristal desvía el proyectil, por eso no
33
podía disparar.... A la izquierda, era gente del grupo Halcón, yo estaba
ahí nomás, 15 o 20 metros... (cerca del portón) había gente del Grupo
Halcón. Son los únicos que veo porque estaban enfrente, los que estaban
debajo mío no los pude ver....Se mueve el portón y delante de esa
puerta se veía personal al costado, una formación, que estaba desde
antes, no sé el tiempo, pero ya estaban ahí. Eran del grupo con el que
tuve comunicación....Si bien yo estaba por seguridad, ellos estaban muy
cerca...Cuando modulo (la columna o estaca) queda más cerca, bien a
la puerta del portón, antes estaban unos metros más atrás....estaba a
unos quince o veinte metros. Yo escuché bien lo que dijo ella
(Lacave)....(El disparo primero) del auto no venía, vino de abajo mío a la
izquierda…” (primera declaración prestada el día 2/11).
También tomó noticia de ese reclamo el testigo
Claudio Orellano, integrante del Comando Radioeléctrico de San
Nicolás, quien se encontraba apostado “en la vereda enfrente del
banco” junto con Parodi, Mosto, el subcomisario Martínez, Miras, quien
recordó que pudo observar que “sale una persona que abre el portón y
una voz femenina grita: “no tiren”, agregando que “Parodi estaba detrás
de mí”. El testigo Oscar Montero, de ese mismo comando sobre este
punto expresó que, cuando ve salir el rodado “escuchó una voz que
decía “cuidado con los rehenes”, cuando estaba empujando la
camioneta, para mi eso significaba tener cuidado, tener todos los
recaudos, si van rehenes entiendo que no se puede tirar al auto” y afirmó
además que los primeros disparos fueron los del grupo Halcón.
Lo precedentemente expuesto y de modo
particular la reiterada observación de las secuencias registradas
fílmicamente ya citadas, ponen en evidencia la impericia con que
actuaron los funcionarios policiales apostados en el lugar, quienes tenían
la responsabilidad, por decisión del magistrado allí presente, de proteger
la vida de los rehenes y evitar que lo que se ha llamado en el curso del
debate como “el foco de crisis”, se traslade cruentamente del lugar
donde debió haber sido contenido. No puede comprenderse que un
numeroso y capacitado grupo táctico, que contaba con fuerte
armamento, no haya podido detener en su momento inicial la marcha
del rodado Polo cuando estaba maniobrando lentamente y aún
permaneció por instantes detenido frente a la puerta del garaje; ni aún
cumplir la tan mentada orden dada por el oficial Ascacibar de “disparar
a las gomas”. Debe repararse sobre este particular, la cantidad de
34
disparos que reconocen haber efectuado “a las gomas” los distintos
efectivos policiales que depusieron en el debate, sin que hayan logrado
tal objetivo, que perseguía detener la marcha del vehículo. Así vemos
que, varios efectivos del grupo Halcón, reconocieron haber efectuado
disparos con esa finalidad: el oficial principal Carlos Calderón, dijo haber
efectuado “cuatro disparos a la rueda trasera derecha” cuando el auto
rodaba por la vereda; el sargento Vicente Romero dijo: “efectué tres o
cuatro disparos hacia las ruedas laterales izquierdas” desde la cornisa del
banco “cuando el auto está saliendo” aclarando que cuando el mismo
ya avanzaba, consideró que no estaba en condiciones de disparar y
cesó y que “observé una cantidad inmensa de disparos en forma
indiscriminada y que el auto se iba”; el oficial inspector Cristian Siri
sostuvo, “emprendo una carrera hacia la esquina del banco, estaba por
cruzar la misma y podía disparar al neumático, hago seis disparos y dejé
de hacerlo cuando pierdo el ángulo de tiro”; el imputado San Miguel,
observador del grupo Halcón, declaró en la audiencia, teniendo a la
vista el video grabado por América TV cuya exhibición solicitó, haber
efectuado “cuatro disparos a las ruedas” cuando el automóvil había
dejado de retroceder empujando la camioneta que lo obstaculizaba a
la salida del garaje; el otro imputado, Susperreguy, también observador
del grupo, afirmó haber efectuado disparos a las ruedas cuando el
vehículo avanzaba después de descender de la vereda cruzando la Av.
San Martín; el sargento primero Sergio Gobernatori, afirmó que cuando
escuchó la orden de “disparar a las gomas”, desde unos quince metros
desde arriba del techo del banco, cuando el auto estaba empujando la
camioneta “disparé dos veces a la rueda del sector del acompañante y
estimo que dí en el blanco”. Respecto de estos disparos el oficial
Franceschetti, dijo haber escuchado los disparos de Gobernatori quien
tenía un subfusil y que cree que fue el primero en disparar; el oficial Sergio
Andrada efectuó “cinco disparos con el subfusil de asalto que portaba”,
que los disparos los realizó a la carrera “viendo que los disparos
impactaron en la vereda” (v. fs. 556, declaración testimonial prestada en
sede instructoria); los testigos Daniel Zabala –sargento ayudante del
grupo- y Javier Anderson, afirmaron haber visto a Sergio Andrada y a
Calderón efectuar disparos que “no resultaron efectivos”.
Pese a lo afirmado por el personal policial
referido precedentemente, surge de la pericial balística Nro.18.505 de
Gendarmería Nacional, que ninguno de los neumáticos del rodado
35
Volkswagen Polo resultó afectado por disparos; solamente se constató un
impacto de proyectil cal. 9 mm “sobre la llanta de la rueda trasera
derecha”, identificándoselo como impacto nro. 50 (fs.74, Tomo I,
fotografías de fs.274/276 del Cuerpo V, gráficos Nro.710/713), pero sin
afectar el neumático (como puede observarse en la fotografía “gráfico
710” de fs.274). El mencionado impacto se encuentra señalado además
en el gráfico del Anexo III, fs. 278 Cuerpo V de la pericia citada. En el
mismo sentido, el daño que presenta la rueda delantera derecha, según
se describe a fs. 51/vta Cuerpo I, no ha sido debido a impacto de
munición alguna (v. fotografías del rodado glosadas a fs.226 del Cuerpo
IV).
V- Con relación camioneta Saveiro dominio GL,
año 1994, SHQ 984, que estaba estacionada frente a la puerta del garaje
que era vigilada por personal policial: No consta que se haya dispuesto
ninguna medida destinada a comprobar cuál era la situación de
aquélla, esto es, si la misma tenía la llave de encendido colocada, si
estaba frenada o engranada y, más aún, si había armas o explosivos en
su interior; todo ello en el sentido de que, en ese caso, se les cerraba a los
delincuentes la posibilidad de escape por aquél lugar.
De la existencia de la misma en el lugar informó
la señora Lacave a los captores, en oportunidad en que éstos la
mandaran a abrir el portón del garaje de su casa; así lo manifestó al
prestar declaración testimonial en la audiencia de debate celebrada en
la causa “Martínez, Carlos Sebastián y otros” registrada bajo nº 3/2002 por
ante esta magistratura,
“Cuando salimos.....me dijeron que tenía que
abrir la puerta, me falta un poco de fuerza, me dicen que diga que no
tiren, que soy la esposa del gerente, veo una camioneta, me cierro la
puerta, digo que no se puede pasar porque hay una camioneta parada,
me dicen que vuelva, que abra la puerta que van a salir lo mismo de
cualquier forma, que Carlos lo haga para atrás, vuelvo a abrir la puerta,
me ayuda Cristian,... arrancamos y salimos poco a poco (por) la
camioneta...seguimos por la vereda, empezamos a andar por la
vereda...”.La empleada de la empresa Cable Visión de
Ramallo, Viviana Karina García, en oportunidad de prestar declaración
en aquella causa, refirió que cuando llegó al trabajo ya estaba
estacionada la camioneta Saveiro y que le llamó la atención la
ubicación de la camioneta y la hora (v. declaración de fs. 701/702 de la
36
causa referida). En el mismo sentido, el propio testigo Fernando Vilchez,
en oportunidad de declarar en aquella audiencia, dijo: “Ese día llegué al
banco entre las 7:50 o 7:55, ese día estacioné sobre el garaje del banco
porque entré en contramano y estacioné en un garaje de punta, la
trompa de la camioneta contra la puerta del garaje. Normalmente yo
hacía la entrega sin entrar en contramano, pero el acceso al banco era
tocando el timbre, salía cualquier empleado del banco y me lo
recibía....”. De lo declarado por este testigo también se estableció que,
ese día fue el gerente Chaves el que le abrió la puerta de la entidad
bancaria, luego de que él tocara el timbre, en razón de que era una
persona conocida, y esa oportunidad fue aprovechada por los
delincuentes para ingresar al lugar.
Estas circunstancias llevan a sospechar que los
captores sabían de la existencia de la camioneta en ese lugar y no la
consideraron un obstáculo para la salida, existiendo la posibilidad de que
aquélla hubiera sido colocada ex – profeso en la puerta del garaje y
fuera uno de los vehículos preparados para la huída de alguno de ellos
con el producto del robo.VI- Sobre la posibilidad de que los asaltantes
utilizaran el auto del gerente para salir junto con los rehenes, ello surgió
de lo declarado por el oficial Ascacibar cuando hizo referencia a lo que
le informaban desde el entretecho del banco el personal allí apostado –
“topos”- por medio del oficial Franceschetti: “me es informado que
estaban tomando el auto del gerente y que se iban a dar a la fuga por el
garaje del banco; en ese instante mientras uno de los que hablaba con
el negociador y decía que se iban a entregar, otro cargaba a los
rehenes en el auto, le informo eso al Juez Villafuerte Ruzo, me aproximo a
la puerta de la escuela y le digo a Andrada que iba a salir el auto, que lo
rodee y que no salga del cordón de seguridad, dí la directiva de que
dispararan a las gomas en caso de que sea necesario”. Esa directiva la
comunica personalmente al oficial Andrada (se trata de Sergio Andrada,
según lo declarado por éste a fs.554/557 en sede instructoria ya citada)
“y luego por radio a los de la división Halcón que estaban en esa
frecuencia... yo estaba en las inmediaciones de la escuela (donde
estaba instalado el denominado “Comité de Crisis”) y veo que sale el
auto, ahí el grupo sale de la escuela para rodear el auto, se
desencadenan los disparos, corro al lugar y digo que dejen de disparar
antes de que el auto baje a la calle (Av. San Martín), mientras se iba por
37
la vereda...no vi disparos desde el auto”. Al ser preguntado si alguien
podía estar en la misma frecuencia (del handy) cuando dió la orden de
dejar de disparar, respondió: “sí”, aun cuando luego aclaró que “dije a
viva voz que cese el fuego, el handy lo tenía pero no sé si lo utilicé en ese
momento”. Interesa destacar en cuanto a lo declarado por Ascacibar
respecto de no haber visto disparos desde el interior del vehículo que,
efectivamente, según resulta del informe técnico 01/00 de Prefectura
Naval Argentina sobre “Digitalización de Imágenes” de los videos
obtenidos de América TV y Canal 13, ratificado en la Audiencia por el
Sub Prefecto Javier Rodríguez, el primer disparo desde el interior del auto
Volskwagen Polo se registra recién cuando el mismo acaba de baja a la
vereda y comienza el cruce de la Av. San Martín –“desde el lateral
derecho”- (v. fotograma Nro.1 del Anexo 13 y plano ilustrativo agregado
en noveno lugar, descripto en fs.10 de dicho informe). Según ese mismo
informe, desde el interior del automóvil Volkswagen Polo se efectuaron
“como mínimo nueve disparos del lateral derecho con salida hacia el
exterior, y un posible último disparo al momento del ascenso a la acera
izquierda del observador, situado entre Av. San Martín y calle Ginocchio,
el que provendría del asiento trasero sector medio izquierdo del mismo”.
El lapso existente entre el primer disparo desde el interior del vehículo y el
último observado comprende aproximadamente cinco segundos (v.
fs.12/13 del citado informe). Cabe destacar que, en esta pericia se
determina además que, el rodado en cuestión, recibió cuarenta y ocho
impactos comprobables, además de los que produjeron las roturas de los
vidrios de la luneta trasera y de la casi totalidad de los laterales.
El
oficial
del
Grupo
Halcón,
Roberto
Franceschetti, describió las observaciones que desde el entretecho
fueron cumplidas por su personal, los que le permitieron conocer la
cantidad y situación de los asaltantes y rehenes, la presencia de un
“handy” que ellos utilizaban, y que “un momento antes del desenlace
final planifican salir del banco en el auto Polo, por lo que consulto con los
que están afuera si existe el vehículo en el lugar, me dijeron que estaba
en al garaje”. Dijo el testigo, que él comunicaba, por un “handy”, la
información
obtenida
con
los
integrantes
del
grupo
Halcón
“alternativamente con Angulo, Sergio Andrada y Ascacibar”. Ello se ve
confirmado por lo declarado en sede instructoria por Sergio Andrada en
su recordada declaración de fs. 554/557, oportunidad en la que hizo
referencia además a entrevistas mantenidas con uno de los prisioneros
38
liberados –Pasquali- quien informó que a uno de los rehenes (el gerente
Chávez) le habían colocado al cuello un explosivo TNT. Recordar sobre
este punto lo expresado coincidentemente por el Sargento Vicente
Romero al prestar su testimonio.
VIl- La participación de otros efectivos, además
de los del grupo Halcón, en la producción de disparos de armas de
fuego –cuya intensidad quedó registrada visualmente y así como el
volumen de su estruendo, en los diversos videos exhibidos- quedó
descripta por los testigos: Oscar Rubén Marchi, quien se desempeñó
como Defensor de la Seguridad de Villa Ramallo, “cuando yo salí de la
escuela vi a los grupos especiales salir detrás del auto, prácticamente era
una banda que iba corriendo atrás del auto...esa gente efectuaba
disparos...parecía una película cómo le tiraban al auto”. El sargento del
grupo Halcón, Roberto Riva, dijo que cuando salen de la escuela pudo
observar que “se efectuaban disparos en la parte derecha de la vereda
de enfrente, era gente de civil con chalecos antibalas, veía disparos a la
altura de mi hombro y por eso me tiré cuerpo a tierra”. El sub comisario
del G.E.O.F., Claudio Pereyra, recordó que al salir su grupo percibió los
silbidos propios de disparos de armas de fuego “por Sarmiento antes de
doblar por San Martín, no puedo identificarlos pero puedo garantizar que
fue una verdadera balacera, cantidad exorbitante no atribuible solo a un
grupo policial...Nosotros tenemos doctrina de no abrir fuego si no hay un
blanco seguro y no hay agresividad de personas a quien se le dispara”. El
oficial del grupo Halcón, Carlos Andrada, declaró que cuando sale de la
escuela, estando a la altura del garaje había “gente que disparaba del
lado de enfrente, hacia mi derecha y hacia atrás, tirando con escopeta
y otra arma grande automática, puede ser un F.A.L. pero no estoy
seguro, vestidos de civil, alto y delgado el primero, ropa de color clara; el
otro más bajo, canoso, bigotes, jean con chaleco azul antibalas, y les
presto atención porque me miraban”. Al ser preguntado por el Tribunal si
entre los imputados presentes reconoce a alguna de esas personas,
luego de observar a los mismos puesto de pie, dijo que no respondían a
su descripción, aclarando que “solo por la contextura al señor de la
punta”, indicando al imputado Parodi. Agregó que esas personas
disparaban hacia el vehículo, “apuntando” no a las gomas sino a su
altura.
El sargento Vicente Romero, del grupo Halcón,
dijo que después de haber efectuado los disparos a las gomas del
39
rodado, dejó de disparar cuando el auto ya avanzaba sobre la vereda y
“observé la cantidad inmensa de disparos en forma indiscriminada y que
el auto se iba. Vi fogonazos hacia arriba, como policías que tiraban al
aire sin conciencia...me llamaron la atención los fogonazos desde calle
San Martín e Iribas a través de los árboles”.
Por su parte, el cabo Ariel Loyola, cuya
ubicación en la escena de los hechos ya ha sido descripta, luego de
describir lo que había observado agregó que “cuando el auto gira hacia
la derecha para tomar por la vereda, escucho una voz abajo mío,
donde había gente de civil, uniformados de azul, mucha gente, que
dice: tírenle a las gomas; escucho una detonación, primero sola y luego
en distintos lugares, a mi izquierda y debajo”.
VIIl-
Existencia
de
un
segundo
cerco
de
seguridad. Interesa destacar que, según ha resultado de los testimonios
brindados en la audiencia, se había formado un cerco perimetral de
seguridad en las cuatro bocacalles, cien metros alrededor del banco,
esto es, Sarmiento y Rivadavia, Sarmiento y Ginoccchio, San Martín y Ing.
Panno y San Martín e Iribas. Frente a la escuela se habían estacionado
numerosos vehículos que impedían el tránsito en dirección hacia la calle
Rivadavia, donde además se habían apostado efectivos policiales con
armas largas –entre ellos, el imputado Garea armado con un F.A.L.-. En el
cruce de Sarmiento y Ginocchio, donde finalmente quedó detenido el
automóvil Polo, se habían cruzado camionetas del grupo G.E.O. que
cortaban totalmente el paso vehicular. En los dos cruces de la Av. San
Martín también se habían apostado efectivos y vehículos. Eso respondía
a un plan de seguridad en el que se había comprometido el oficial
Miguel Fontana, a cargo del grupo G.E.O. Zárate-Campana, según lo
manifestado por Sergio Omar Andrada en su declaración de fs. 557, al
responder a la pregunta que le hiciera el magistrado instructor sobre la
distribución dispuesta respecto del personal de seguridad dependiente
de la Departamental San Nicolás, diciendo: “simplemente le indico a un
oficial principal perteneciente al grupo G.E.O., creo que de apellido
Fontana, que estableciera un cerco perimetral de cien metros a la
redonda del lugar de crisis, esto con el fin de preservar ingreso de
curiosos y periodistas, como así también servir de contención ante la
perspectiva de fuga de los malvivientes”; esto pudo apreciarse en la
exhibición de los videos incorporados al debate y surgió de las
declaraciones indagatorias prestadas por los imputados Leyva y
40
Aravena. El oficial Fontana confirma aquellos dichos y hace referencia a
la constitución de un “segundo anillo”, aclarando que “nos toca cubrir
calle Sarmiento por donde sale el auto. El primer anillo estaba a cargo de
los grupos Halcón y G.E.O.F. con visión directa del lugar”. Expresó
también Fontana que él colocó sobre esa calle, cumpliendo órdenes del
Jefe Departamental, a Leyva y Aravena, y que luego él se ubicó con
Sánchez en la vereda de enfrente a ellos dos. En ese momento Leyva
estaba provisto de un F.A.L. y pistola calibre 9 mm y Aravena de una
pistola calibre 9 mm; por su parte Sánchez tenía en su poder una
ametralladora UZI y una pistola calibre 9 mm, mientras que el oficial
Fontana estaba provisto de una pistola calibre 9 mm (v. acta de entrega
de armas de fs.79/80).
La existencia de esa barrera era conocida por
los integrantes del grupo Halcón, tal como lo expresara en su declaración
el comisario Carlos Alberto Andrada: “se le había dado la misión al G.E.O.
de bloquear las calles y evitar el desplazamiento de personas que no
fueran policías, y al estar esa barricada era también a los fines de evitar
cualquier fuga; la que yo vi estaba en la esquina de Ginocchio y
Sarmiento. Sí sabía que había ordenado un bloqueo de la zona, pero no
vi más que éso”. Agregó que Ascacibar sabía de la existencia de dicha
barricada, “lo sabíamos todos”. En igual sentido, Javier Anderson
manifestó: “sabíamos que a una cuadra había móviles cortando la
calle”.
IX- En cuanto a la existencia de una orden de
“dejar de disparar” emitida por el oficial Ascacibar en las circunstancias
precedentemente mencionadas (cuando el rodado aún circulaba por la
vereda del banco) fue recordada por el testigo Anderson: “escuché la
orden de dejar de disparar cuando estaba a mitad de cuadra; la orden
la dió Ascacibar”; agregando después que cuando escuchó dicha
orden “estaba a mitad de cuadra del banco, antes de llegar a la
bocacalle”. Por su parte, el testigo Daniel Zabala, si bien dijo no haber
escuchado la orden mencionada de Ascacibar, afirmó “yo mismo dije
que dejaran de hacerlo”.
X- La significativa presencia de efectivos del
Comando Radioeléctrico de San Nicolás en el lugar de los hechos –entre
ellos el imputado Oscar Alberto Parodi, portando un fusil F.A.L.- algunos
vistiendo ropas civiles, como el caso de Juan Bautista Mosto, Parodi y el
propio jefe del grupo, el subcomisario Raúl Oscar Martínez. Sobre este
41
particular, debe recordarse que se había dado, por parte del comisario
inspector de la Policía Federal, Osvaldo Candido, la orden de que
“dejaran actuar a los grupos tácticos” y que, por lo tanto, los otros
efectivos no debían estar interviniendo cuando salió el vehículo
Volkswagen Polo; así lo recordó aquel funcionario policial al prestar su
testimonio; “en el momento en que salió el coche los comandos tenían
que salir, recuerdo que lo primero que vi, aparte de que salían los grupos,
que había mucho personal, no mío, de la policía de la provincia (de
Buenos Aires). Dije que despejaran la zona y que dejaran trabajar a los
grupos especiales, para que no entorpecieran su trabajo. Algunos
hicieron caso, otros no...me llamaba la atención la gente que estaba
entorpeciendo, tenía que estar el área despejada...cuando yo le dije a
esa gente que no estuviera allí y que despejaran, era porque no tenía
que estar ahí”. Esa orden de “despejar la zona” fue recordada por los
testigos que depusieron en el debate, entre ellos, por el comisario de la
policía Departamental de San Nicolás, Roberto Oscar Silva, quien agregó
que entre los destinatarios de la misma se encontraba Parodi a quien
dice haberlo visto moverse en dirección a la escuela “pero sin llegar a
ella” mientras portaba un fusil F.A.L. Durante la exhibición del video pudo
apreciarse efectivamente el desplazamiento de algunos integrantes de
ese comando policial, entre ellos, los que fueron identificados como
Oscar Adrián Petit, portando un fusil F.A.L.; Juan B. Mosto, sargento
ayudante de la policía de la provincia de Buenos Aires –quien si bien no
revistaba en ese comando y lo hacía en la Comisaría 1era. de San
Nicolás, manifestó en su declaración testimonial que actuó en esa
oportunidad siguiendo las instrucciones que le impartiera el jefe de la
agrupación subcomisario Raúl O. Martínez. Este último funcionario,
identificado en la pericia Nro. 05/00 realizada por Prefectura Naval
Argentina, anteriormente citada, aparece, con vestimenta de civil, de
espaldas portando un arma larga y luego avanzando, ya sin ella, y con
un “handy” en su poder, acompañado por Mosto, detrás de los efectivos
del grupo Halcón que perseguían al rodado. También se lo observa a
dicho subcomisario, utilizando el “handy” mientras se encontraba,
aparentemente,
dando
instrucciones
alrededor
del
automóvil
Volkswagen Polo que había quedado detenido en la intersección de las
calles Ginocchio y Sarmiento; además se lo identifica, en ese informe
pericial, como la persona que, en ese mismo lugar, utilizando guantes de
42
látex, está chequeando a la señora Flora Lacave que aparece
recostada y desvanecida, sobre la calle junto al rodado en cuestión.
LEGÍTIMA DEFENSA
Por tratarse de una cuestión que ha sido
invocada por cada uno de los señores Defensores en sus respectivos
alegatos, se estima conveniente efectuar una consideración general
sobre el tema, sin perjuicio de examinar su aplicación en cada caso
concreto, al tratar la autoría y la responsabilidad de cada imputado.
Podemos definirla, en términos generales, como
“la reacción necesaria para evitar la lesión ilegítima y no provocada, de
un bien jurídico, actual o inminentemente amenazado por la acción de
un ser humano” (Fontán Balestra, Tratado, t.IV, pág.590, citado por Omar
Breglia Arias, “Código Penal, comentado, anotado y concordado”,
pág.319, Ed. Atrea, 4ta ed., Buenos Aires, 2000). Es por esta razón, que
dichas conductas, penalmente típicas pero legalmente autorizadas
“deben producirse dentro de los estrictos límites que fija la ley, para
defensa
o
salvaguarda
de
determinados
intereses
de
notoria
importancia ético-social” (Cám. Nac. Corr., Sala I, 18/08/92, L.L. 1993-E612, voto del Dr. Tozzini).
Entrando en el análisis planteado por el señor
Defensor, quién razonó que tanto Leyva como Aravena, y también en el
caso de Sánchez, habían obrando en legítima defensa, podemos decir
que si bien es cierto que el proceder de los imputados, debe valorarse
en la “atmósfera” en que se desarrolló el suceso, ex ante y no ex post, es
decir, desde el punto de vista del sujeto en el momento en que se
defendió (conf. Cam. Nac. Corr, Sala II, 30/08/02), ello no es óbice para
que corresponda descalificar conductas como la de estos imputados,
toda vez que obraron sin la más mínima consideración por el respeto al
valor vida, de prioritario y reconocido alcance constitucional. No
cualquier reacción ha de merecer justificación: la opinión justa,
mensurada y circunstanciada del juez, dará en definitiva la respuesta a si
la reacción, en el caso concreto, operó llevada por una racional
necesidad, con adecuado medio empleado, entendida esta última
expresión en concepto de continente de toda clase de acciones y
omisiones de defensa y no sólo del instrumento utilizado (conf. Agustín
Washington Rodríguez, “Código Penal parte general”, pág.166, Ed. Juris,
1999)
43
Quizás, y a los fines de un ordenado tratamiento
de este tema, convenga referirnos a lo que a consideración de este
Tribunal constituye el requisito legal más cuestionado para quienes
invocan en los casos de Leyva, Aravena y Sánchez, la legítima defensa:
la necesidad racional del medio empleado para impedir o repeler la
acción ilegítima. Es doctrina pacíficamente aceptada, que no se trata
de una necesidad absoluta, sino “racional”, pero también es preciso
recordar que no surge “de la comparación entre los instrumentos
utilizados por el agresor y el agredido, y victimario después, la que
concluye el problema de racionalidad de la conducta” (Omar Breglia
Arias, ob. cit., pág.327). La fundamental consideración que ha de
hacerse es si el que repelió la agresión utilizó el medio menos dañino
disponible que tuvo a mano para responder con eficiencia al ataque
soportado. Y esto último no puede sostenerse en la especie, si tenemos
presente el doble anillo de contención (tanto humano como vehicular)
que había sido apostado en las diferentes esquinas del teatro de los
hechos, lo que imposibilitaba la escapatoria del vehículo en cuestión y
las demás consideraciones que ya han sido expuestas en los presentes, y
a las que nos remitimos para evitar reiteraciones.
En lo referido al argumento sobre la legítima
defensa putativa, también invocado, es dable decir que la misma se
configura cuando el error versa, de modo inculpable, acerca de la
existencia de un peligro producido por algo que, erradamente también,
se cree una agresión injusta. Ello no se cumple en estos casos, ya que “a
los efectos de invocar la defensa putativa como excluyente de
responsabilidad, la creencia de que hay una agresión ilegítima, no es
razonada, cuando es determinada por un error culpable, esencial y
vencible, de que el autor será atacado” (Cam. Crim. Corr., Sala VI,
5/06/81, ED-95-471).
Más allá de que en el particular, Leyva, Aravena
y Sánchez no pudieron incurrir en tal error, por los motivos antes
expresados, “el hecho de ser putativa la legítima defensa, no deroga los
requisitos o exigencias propias de la eximente legal de la legítima
defensa verdadera...lo contrario, significaría colocar en situación jurídica
privilegiada lo putativo, es decir, lo aparente, sobre lo real o lo
verdadero” (Cam. Apel. Mar del Plata, septiembre 10-955, L.L.-80-568). Es
decir, que aun con faltar tal agresión auténtica y sólo haber mediado
una apariencia de agresión que haga procedente la legítima defensa
44
putativa, ésta debe reunir el elementos indispensables de racionalidad y
proporcionalidad; lo único que las diferencia “es el error del agente,
consistente en creer, racionalmente, que es objeto de una agresión
ilegítima” (Cam. Apel. San Nicolás, mayo 9-957, L.L. 91-42).
Por último, es preciso hacer una breve mención a
la posibilidad, descartada totalmente por este Tribunal, de que los
imputados pudieron haber actuado con exceso dentro de la legítima
defensa. El Código Penal requiere, y así ha sido receptado por la
jurisprudencia, la existencia de una situación objetiva del cumplimiento
de un deber, en el cual el agente obra intensificando su acción más allá
de los límites que la ley o la necesidad le imponen, siendo entonces
fundamental determinar cuál es el proceder que la ley o los reglamentos
prescriben en la respectiva situación (conf. TS Córdoba, 19/03/57 citado
por Jorge Leonardo Frank “Legítima Defensa con armas de fuego”,
pág.175, Vol II, Ed. Ad Hoc, 1993); y en este orden de ideas, Leyva,
Sánchez y Aravena no observaron en absoluto las prescripciones de la
ley 12.155 tantas veces citada, obrando de forma irracional y con un
dolo de homicidio debidamente acreditado en esta audiencia.
Además, “para que haya exceso en la legítima
defensa, es necesario que exista legítima defensa, ya que es la
intensificación de la acción inicialmente justificada” (C.S.J.N. 21/06/48,
Fallos 211:371), y ello ha sido descartado como se expuso ut supra. Es
decir, para exceder los límites de algún ámbito es necesario haber
estado antes dentro de ese ámbito. Descartada entonces, la eximente
de legítima defensa, la figura delictiva de exceso de la misma queda
también
descartada,
atento
a
que
esta
figura
presupone
la
concurrencia en la iniciación del hecho de las condiciones legales que
autorizan la defensa propia.
III - AUTORÍA:
1) Oscar Alberto Parodi
En la necesidad de determinar la participación
que le cupo a Oscar Alberto Parodi en los hechos descriptos y probados,
debe inicialmente tenerse presente la imputación endilgada. Así, el
núcleo de los hechos anoticiados en la misma consistió en “haber
provocado lesiones que causaron la muerte de Carlos Chaves, con
motivo de los disparos efectuados -al momento de prestar servicios- con
un arma FAL calibre 7,62 mm. número de serie 7.129.034, hecho
acontecido en las adyacencias del Banco de la Nación Argentina,
45
sucursal Villa Ramallo, en la madrugada del día viernes 17 de setiembre
de 1999, en oportunidad de encontrarse, la víctima, dentro de un
vehículo VW Polo Classic, junto a otras personas en calidad de rehenes y
los delincuentes que perpetraron el ilícito de asalto a la entidad
bancaria”. Esta imputación es la que mantuvieron en la acusación tanto
los querellantes como el señor Fiscal General.
Superada en esta instancia las impugnaciones
de las que fueron objeto -entre otras- el acta de entrega de armas y las
tareas periciales llevadas a cabo, es preciso señalar los argumentos
invocados por el acusado en su descargo.
Así, la defensa se articula principalmente en
torno a la negativa absoluta de Parodi respecto al hecho de haber
efectuado disparo alguno contra el vehículo en el que viajaban rehenes
y delincuentes. En apoyo de esa afirmación, refirió que el cargador del
arma que portaba contaba con veinte (20) municiones que entregó en
su totalidad, asegurando haber tenido en todo momento el fusil bajo su
ámbito de disponibilidad. Agregó que parte del personal que estuvo en
el lugar no acató la orden de entregar las armas y que inclusive, hubo
tiempo para que otros las limpiaran, negando haber efectuado esa
tarea sobre la propia, toda vez que al no haber disparado carecía de
motivos para ello.
Otro de los pilares sobre los que se construyó su
Defensa
radica
en
la
posición
en
el
teatro
de
los
hechos,
específicamente al momento de la salida del automóvil Polo. En efecto,
relata que alrededor de las cuatro o cuatro y cinco de la mañana,
mientras estaba apostado frente a la escuela lindera, advirtió a viva voz
a los que se encontraban en el lugar que estaban abriendo el portón de
la casa adyacente a la entidad bancaria, percibiendo que una mujer Flora Lacave- pedía que no tiraran. Instantes después, cuando el auto
empieza a desplazarse por la vereda y luego de escuchar varios disparos,
lo pierde de vista pues una camioneta obstaculizaba su visual. En esa
inteligencia, luego de reiterar, tal como lo hicieran todos los procesados,
que desconocían absolutamente la presencia de rehenes en aquel
vehículo, intentó demostrar que su función era exclusivamente de
seguridad y fuera de la faz operativa, que había quedado en poder de
los grupos especiales convocados al efecto. Finalmente, sobre las
pericias médicas la Defensa adujo que los profesionales que declararon
en la audiencia -al igual que las conclusiones a las que pudo arribar fruto
46
de la lectura de libros de medicina- no pudieron establecer cual de los
dos disparos mortales que recibió el por entonces gerente del Banco
había sido efectuado con anterioridad, de modo tal que si el disparo
primero fue el del calibre 5,56 mm. con aptitud para provocar la muerte
a los tres o cuatro segundos, el disparo atribuido a Parodi fue inidóneo en
orden a resultado final pues el señor Chaves había ya fallecido.
Ahora bien, más allá de la relatividad que
atribuyeron las partes a las pruebas de uso llevadas a cabo sobre las
armas -desde que no pudo establecerse en forma categórica el tiempo
transcurrido desde el último disparo como así se consigna- surge de la
pericia nro. 18.505 (fs. 81, Tomo I, arma de infantería nro. 168) que la
determinación de residuos de deflagración de pólvora en el arma
atribuida a Parodi arrojó resultado positivo. Y ello debe ser tenido en
cuenta como un elemento más que ha de relacionarse con el resto de la
prueba producida en el debate. Además, esta circunstancia debe
necesariamente vincularse con la entrega del armamento cuestionado;
y es que la carga del mismo se hallaba completa, esto es, con veinte
cartuchos, evidenciando una actitud posterior del imputado de
completar el cargador luego del disparo que le diera muerte al
funcionario, surgiendo entonces el primer elemento cargoso que difiere
radicalmente con la defensa ensayada respecto a la realidad de los
hechos acaecidos.
En autos, ha quedado asimismo debidamente
probado que la posición que aduce Parodi que le hubiera impedido
disparar no era tal. Adquieren relevancia en la cuestión las declaraciones
testimoniales prestadas en la etapa instructoria por el oficial Juan Bautista
Mosto (fs. 2456/2458, 4430/4431 y 4837, incorporadas por lectura al
debate) y por el cabo Raúl Rubén Fernández (fs. 3621/3623, reconocida
en esta sede por el declarante). El primero -que reconoció haber estado
prácticamente en la puerta del Banco al salir el rodado- expuso que
cerca suyo se encontraban “dos policías, uno uniformado y otro de civil
portando fusiles FAL, que el uniformado tenía un FAL con mira infrarroja”,
y el otro a quien en un primer momento creyó identificar -por referenciascomo el cabo Gómez de la DDI, le dijo “flaco, dejame a mí adelante,
que tengo un fal”. Posteriormente, al informarse por medios periodísticos
que el autor del disparo que había causado la muerte del gerente había
sido trasladado a la Comisaría 2da. de San Nicolás, concurrió a la misma,
identificando a Parodi como el que aquella noche le había pedido que
47
se apartara pues poseía un FAL. Esto concuerda, a su vez, con el relato
del cabo Fernández quien señaló que observó “gente de civil frente a la
puerta del garaje, con FAL, detrás de unos árboles que también
disparaban al automóvil”. De ello es válido concluir, en contra de lo
aseverado por la Defensa, que Parodi no sólo se encontraba en una
posición de indiscutible precisión para el disparo –por la cercanía- sino
que su actitud lejos estaba de la mera observación y seguridad en que
se lo intenta colocar. Por el contrario, a la luz de lo que la lógica y
experiencia indican, subyace la clara voluntad de Parodi de actuar
contra el vehículo ante el inminente hecho del escape.
En ese orden de ideas, y concretamente
respecto a la ubicación en el lugar del acusado, influye también el
testimonio de la señora Flora Lacave quien manifestó ante este Tribunal
que al abrir el portón había un silencio total y que fue en ese momento
cuando pronunció la frase oída por Parodi de que no tiraran, que era “la
señora del Gerente”, aunque sin saber si la habían escuchado por su
bajo tono de voz. Esto evidencia que Parodi debía encontrarse muy
cerca del portón pues oyó exactamente el pedido de la esposa del
gerente.
Otra circunstancia largamente debatida en el
juicio estuvo dada por el intento de identificación de la silueta que
aparece en el video aportado por América TV que intenta cruzar calle
Sarmiento, desde el lado derecho al izquierdo, es decir, desde frente de
la escuela hacia la misma. Al respecto, ya se había expedido el
subprefecto
Javier
Darío
Rodríguez
(perito
de
Prefectura
Naval
Argentina) quien había realizado un informe técnico de digitalización de
imágenes
(nro. 06/00 en “Sumario Investigación delitos de acción
pública- Villa Ramallo”, nro. 1263/00, Juzgado Federal nro. 2 de San
Nicolás) e individualizado a esa persona como el subcomisario del
Comando Radioeléctrico de San Nicolás Raúl Oscar Martínez (v. anexo
12, fotogramas superior e inferior). Fue por ello que a petición de las
defensas se lo convocó a la audiencia para que aportara mayores
precisiones sobre aquel informe. Así, explicó en forma concreta y
contundente cómo había arribado a la conclusión sobre la identidad de
la persona –a quien reconoció como el subcomisario Raúl Oscar
Martínez-, excluyendo la posibilidad de que se tratara de Parodi. En ese
contexto, dio amplias referencias acerca de los motivos por los cuales
aquella sombra que aparecía sobre la cabeza del individuo no
48
correspondía a la invocada boina que usualmente vestía el imputado –
incluso en el comienzo de la audiencia de debate-, apreciándose ello
claramente en el video aportado por la Defensa precisamente en el
instante en que se ilumina la escena a causa de un flash, que pone al
descubierto aquella ausencia. Por lo demás, tanto el informe pericial
como
las aseveraciones del experto no pudieron ser refutadas por
argumentos científicos válidos. Mención aparte merecen el intenso y
llamativo esfuerzo de la Defensa en aportar testimonios que afirmaran
reconocer en aquella imagen al procesado, incluso algunas de ellas, que
permiten inferir que no se trataron de lisas y llanas confusiones sino que
fueron enderezadas directamente a confundir al Tribunal; al respecto,
cabe recordar que el propio Martínez no sólo no se reconoció en el
video exhibido sino que vinculó esa figura con Parodi.
Sin
perjuicio
de
lo
expuesto,
como
acertadamente lo indicara el titular de la acción pública, aún en el
hipotético caso que hubiese estado en la ubicación que lo intenta
colocar su Defensa, quedaría inmerso dentro de la trayectoria nro. 25
que corresponde a una de las heridas mortales recibidas por Chaves (v.
pericia ampliatoria 31.885, anexo 1, croquis de posición de boca de
fuego, impacto 25 GNA).
Y esto es importante porque quedó demostrado
durante el debate que ninguno de los policías mantenía un posición fija
sino que se desplazaban permanentemente, especialmente luego de la
salida del automóvil como pudo apreciarse en las filmaciones expuestas
en el juicio. No obstante, basta con indicar que el F.A.L. tiene una
capacidad de disparo de aproximadamente 800 metros de alcance con
efectividad como declararon los expertos, siendo ello compatible con el
lugar donde según la pericia de Gendarmería se habría producido
posiblemente el impacto contra el conductor, es decir, en el momento
en que el rodado transitaba el segundo y tercer tramo de la trayectoria
establecida (informe pericial balística nro. 31.885).
En orden a las autopsias, ratificaron los informes
los médicos forenses Manuel Armando Caro y Roberto Antonio Silicani
quienes luego de afirmar que no podía establecerse cuál de las dos
heridas de arma de fuego mortales recibidas por Chaves había sido
producida con antelación, aseguraron que ambas fueron vitales, que el
tiempo de sobrevida correspondía a segundos, y que los impactos los
recibió la víctima mientras aún se encontraba con vida. Con idéntica
49
convicción se explayaron los médicos ofrecidos por la Defensa Ricardo
Fracchia y Héctor Oscar Espinosa. Tampoco estas pericias pudieron ser
desvirtuadas
científicamente,
por
lo
cual
deben
tenerse
por
suficientemente acreditadas las conclusiones a las que arribaron. En este
contexto, se descarta la posibilidad de que Carlos A. Chaves haya
recibido uno de los impactos cuando ya había perecido.
No obstante, al respecto, se han pronunciado
tanto el Fiscal General como el defensor del acusado. El Fiscal encuadra
la situación como uno de los supuestos de lo que doctrinariamente se ha
concebido
como
desviaciones
esenciales
del
curso
causal,
concretamente el dolus generalis (Puede consultarse el tema en
Zaffaroni, Eugenio R.-Alagia, Alejandro-Slokar Alejandro “Derecho Penal.
Parte General” –Capital Federal, Junio 2002- Ed. Ediar, págs. 537 y ss; tb.
Bacigalupo, Enrique “Lineamientos de la Teoría del Delito”. 3era. Ed.
renovada y ampliada –Buenos Aires, 1994- Ed. Hammurabi, págs. 89 y ss.).
El Sr. Defensor por su parte, considera que existe duda respecto a cuál de
los dos disparos que impactaron en Chaves le causó la muerte. Ante la
duda entiende que el disparo del calibre 7,62 no fue mortal ya que se ha
planteado un supuesto de delito imposible por haberse disparado sobre
una persona que ya había fallecido.
Al
margen
de
que
el
tribunal
tuvo
por
acreditado –de acuerdo a los testimonios de los médicos- que ambos
disparos ingresaron al cuerpo de Chaves cuando éste se encontraba
con vida, corresponde establecer que el caso no encuadra en uno de
los supuestos de desviación del nexo causal atendido por la Fiscalía
General. Este tipo de error, entre los que se encuentra el de “dolus
generalis” sólo puede ser considerado en circunstancias distintas a las
acreditadas, esto es, si se hubiere tenido por demostrado que ambos
disparos fueron efectuados por Parodi y no se supiese cuál de los dos
causó la muerte de Chaves. Por tanto el supuesto debe ser descartado.
A idénticas conclusiones corresponde arribar
respecto de la reflexión del Dr. Lima. puesto que toma como decisiva
para la consideración del concepto de ilícito, sólo la producción del
resultado y no lo que el sujeto quiso realizar. La consideración típica bajo
el concepto personal de lo ilícito requiere no sólo la ponderación de un
disvalor del resultado, sino además junto a él, la consideración de un
disvalor de la acción (Bacigalupo, cit. págs. 51 y ss.). Por tanto, el
argumento de la defensa en su caso no podría prosperar.
50
De lo que se viene sosteniendo entonces, es
válido concluir en el contexto de circunstancias que resultaran
acreditadas, que el día 17 de septiembre de 1999, Oscar Alberto Parodi
portaba el fusil automático liviano (FAL), modelo PARA, culata rebatible,
calibre 7,62 mm. con inscripción sobre el lateral izquierdo detrás de la
corredera “F.A.L. cal. 7,62 nro. 7.129.034”, y sobre el lateral derecho
“Licencia F.N. Herstal”, descripta como arma nro. 66 (pericia 18.505: fs. 40
vta., ilustrada en gráficos nos. 256 y 257 y en primera ampliación de dicha
pericia a fs. 35vta), cuya prueba de uso arrojó resultado positivo (fs. 81,
cuerpo I, pericia 18.505), siendo la vaina de latón militar recuperada en la
autopsia de Chaves (gráfico nro. 718, fs. 284, cuerpo V, pericia 18.505) la
que luego de ser sometida a un trabajo posterior para su peritación autorizado por el Juzgado-, permitió la comparación con proyectiles
indubitados obtenidos a través de aquella pericia según los gráficos nos.
774/779 (fs. 299 y ss, cuerpo VI, pericia 18.505) y que corresponde
asimismo con el cotejo realizado entre los datos obtenidos de la
trayectoria nro. 25, gráfico 643/648 (fs. 257/258, cuerpo V, pericia 18.505).
A
efectos
de
despejar
cualquier
duda
al
respecto, no puede dejar de mencionarse el planteo de la Defensa
respecto a que la pericia ampliatoria 31.885 omitió contestar lo requerido
en el punto i) del oficio 752/04. En ese sentido y teniendo a la vista la
misma, surge a fs. 5vta. que se ha cumplimentado debidamente lo
peticionado por este Tribunal, ratificándose la primer pericia nro. 18.505,
la cual, además sobre ese aspecto –como lo refiriera el perito Marcelo
Romero-, no fue cuestionada a pesar de haber intervenido peritos de
parte.
Ello así, se encuentra debidamente acreditado
que Parodi provocó la muerte del señor Carlos Alberto Chaves con el
disparo del arma que portaba aquella jornada, debiendo responder
penalmente por ese hecho.
2) Ramón Ignacio Leyva:
Se encuadra la conducta del imputado Leyva,
al momento de ser elevada la presente causa a juicio, en la figura
prevista y penada en el art. 79 CP. Concretamente, se le endilga
responsabilidad penal por el hecho de haber provocado las lesiones que
causaron la muerte de Carlos Alberto Santillán, con motivo de los
disparos efectuados con un arma FAL cal. 7,62 numero de serie
13.767.073 en la madrugada del día 17 de septiembre de 1999, en las
51
inmediaciones de la Sucursal Banco Nación de Villa Ramallo (Prov. Bs.
As.), en momentos de encontrarse Leyva prestando servicios en el Grupo
Especial Operativo GEO de Zarate-Campana y específicamente cuando
se producía la salida del automóvil VW Polo Classic de la entidad
bancaria mencionada y posterior recorrido, encontrándose la víctima en
el interior de dicho automóvil.Al momento de formularse las conclusiones por
parte del Sr. Fiscal General y las querellas en la audiencia de debate, los
mismos mantienen la acusación formulada en el requerimiento de
elevación a juicio, acusando a Leyva como autor del delito de homicidio
simple con respecto a Carlos Alberto Santillán, previsto y penado en el
art. 79 CP.
Conforme surge del acta de entrega de
armamento obrante a fs. 78/80, Ramón Ignacio Leyva hizo entrega del
arma que portaba el día de los hechos, la que fue identificada como un
fusil FAL cal. 7,62 numero de serie 13.767.073. Se ha cuestionado en el
transcurso de la audiencia de debate, el acta que refleja la entrega por
lo que cabe remitirse al tratamiento de las nulidades planteadas por las
defensas en lo que a este punto se refiere. Acreditada la regularidad de
ese instrumento, debe el tribunal también asignarle pleno valor
convictivo, teniendo en consecuencia por acreditada por parte de
Leyva, la entrega e identidad del arma indicada que portaba y que
posteriormente entregara.
En este orden de ideas, conforme surge del
informe de la autopsia médico-legal realizada a Santillán (ver fs. 413/418)
su muerte se produce como consecuencia de dos heridas de bala,
ambas mortales y siendo su valor fundamental, la obtención de
proyectiles del cuerpo de la víctima. De la tarea pericial realizada, surge
que el proyectil obtenido en la autopsia del interior del cuerpo de la
víctima, es el que se encuentra bajo la designación nro. 1, detallado a fs.
81vta. Tomo I de la pericia nro. 18.505, y que se describe como un
proyectil encamisado, con un diámetro mayor de 22,2 mm y diámetro
menor de 8,9 mm. ilustrado en el gráfico 714 y apto para el cotejo. Dicho
proyectil, de acuerdo a lo que surge a fs. 76 de la pericia de mención,
corresponde a un proyectil calibre 7,62 mm disparado por un fusil FAL que
se identifica con el arma portada por Leyva. Se determinó asimismo que
ese disparo guardó relación y es compatible con la posición de la boca
de fuego que produjera el disparo 19 GNA y que responde a la posición
52
que tenia Leyva al momento de los hechos, conforme lo declarado por
el imputado al momento de prestar declaración indagatoria (ver fs.
4569/4572) y lo que surge del informe de fs. 4443/4488 respecto a la
descripción de la posición del personal policial.
Dicho disparo, conforme surge del informe
médico-legal indicado, provocó una herida en el cuerpo de la víctima
que se inicio en región escapular izquierda, con una dirección de arriba
hacia abajo, de atrás hacia delante y de izquierda a derecha. La misma
perforó pulmón izquierdo provocando el estallido del lóbulo superior
izquierdo, hemotorax masivo, perforó corazón destruyendo aurícula
derecha, perforó diafragma, alojándose finalmente en el tejido celular
subcutáneo
abdominal
anterior,
supraumbilical,
de
donde
fue
efectivamente extraído el correspondiente proyectil.
Continuando
con
el
informe
pericial,
encontramos que el fusil FAL nro. 13.767.073 numerado en la pericia nro.
18.505, a fs. 79vta. como nro. 93, en lo que se refiere a la prueba de uso,
dio “negativo”; punto este que fue remarcado por las defensas. En lo que
a esta circunstancia se refiere, es menester tener en cuenta lo declarado
en la audiencia de debate por el testigo Néstor Vincet –Perito balístico de
Gendarmería Nacional-, en donde destaca que a los efectos de llevar
adelante la prueba de uso, una vez limpiado el cañón del arma a peritar,
dicha pericia no podrá llevarse a cabo porque ya no conserva las
partículas originales; es decir, la prueba de uso da un resultado relativo
en el sentido de que sólo podrá arribarse a un resultado absoluto en la
medida de que el arma a peritar no hubiera sido limpiada, circunstancia
ésta que no puede determinarse. Es por ello, que dicha conclusión debe
tomarse en cuenta juntamente con el resto del plexo probatorio, y
valorarse en consecuencia al mismo. En tal sentido, encontramos que
Leyva al momento de prestar declaración indagatoria, reconoce haber
efectuado
dos
disparos,
los
que,
independientemente
de
las
circunstancias por él apuntadas respecto de su producción, indican que
el arma fue disparada. A su vez, de la tarea de levantamiento de rastros,
se secuestraron una serie de vainas que se corresponden con el arma
que tenia Leyva y que son las designadas con los nos. 52 gráfico 751
microfotografías
849/50,
la
designación
nro.
52
gráfico
752
microfotografías 851, designación 54 gráfico 753 microfotografías 852/3 y
la nro. 55, gráfico 754 microfotografías 854/5, por lo que Leyva efectuó no
menos de cuatro disparos con el arma que portaba.53
En lo que respecta a la producción del resultado
muerte, cabe destacar en este punto, que Santillán recibió dos disparos
mortales. Sin embargo, en la autopsia que se le efectuara pudo extraerse
únicamente un proyectil del total de dos que causaran heridas mortales;
que es aquél que se corresponde con el arma en poder de Leyva al
momento de los hechos. En tal sentido, de conformidad con lo
establecido a fs. 76vta. de la pericia 18.505 punto 2, la herida causada
por el proyectil calibre 7,62 mm. y que resulta compatible con la
trayectoria balística nro. 19 (la que responde al arma de Leyva) es mortal.
Conforme lo relatado durante el debate por el testigo Manuel Caro,
médico de la policía de la provincia de Buenos Aires, las heridas recibidas
por Santillán tanto en la región cefálica como en la aurícula derecha del
corazón y pulmones, son mortales, existiendo una sobrevida de segundos
con respecto a ambas. Asimismo, indica que Santillán se encontraba con
vida al recibir ambos impactos, no pudiéndose determinar cual de las
heridas se produce primero. En igual sentido se expide el testigo Roberto
Silicani, médico forense de la ciudad de San Nicolás, al declarar en la
audiencia. Por lo que, en consecuencia, el impacto recibido por la
víctima proveniente del arma fusil FAL en poder de Leyva, tuvo la
virtualidad necesaria para causar la muerte de Carlos Santillán.Lo
expuesto
hasta
acá,
demuestra
inequívocamente, que Leyva, al momento de disparar el arma que
llevaba consigo en oportunidad de producirse los hechos, causó la
muerte de Carlos Alberto Santillán.
Fue incorporada por lectura al debate la
declaración indagatoria prestada por Leyva a fs. 4569/4572, en la que
luego de relatar las circunstancias de arribo a Villa Ramallo el día 16 de
septiembre de 1999, manifiesta en lo que refiere a su ubicación y
desempeño al momento de desarrollarse los hechos, que se encontraba
en la esquina de calles Sarmiento y Ginocchio, lugar donde quedó
apostado
hasta
las
2
de
la
madrugada
aproximadamente,
trasladándose posteriormente hasta mitad de calle Sarmiento (en
dirección al banco) hasta un garaje, lugar donde se encontraba el resto
de su grupo y donde estaba su jefe, el Oficial Fontana. Que
posteriormente el grupo se separa, trasladándose hacia la vereda de
enfrente y él se ubica en el lateral derecho de la entrada del citado
garaje. Que mas tarde, de improviso, ve unas luces y las identifica como
pertenecientes a un auto que se dirigía al lugar donde se encontraba él,
54
que ahí comienza a escuchar detonaciones y ve fogonazos provenientes
del auto, sintiendo que esos balazos le pasaban cerca. Que en
consecuencia, se agacha e intenta sacar el seguro de su arma, y que en
esa actitud se le escapan dos disparos del fusil FAL que tenia en su poder.
Resultan desvirtuados sus dichos al evaluar los
distintos elementos de prueba colectados en la causa. En este aspecto
es relevante la cantidad de vainas encontradas en el lugar donde se
había ubicado Leyva. Efectivamente, al momento de efectuarse la tarea
de levantamiento de rastros (acta de fs. 35/47), se hallan cuatro vainas
correspondientes al arma que tenía en su poder. Si se tiene en cuenta
que Leyva pertenecía al grupo especial GEO, con la evidente
preparación lógica de todo agente de la fuerza, mal puede argumentar
que no tenia el manejo necesario y mínimo que se requiere a los efectos
de quitar el seguro de un arma que ostenta en virtud de su función
policial; así mismo, el hecho de que fueran al menos cuatro –y no dos- los
disparos efectivamente realizados con el arma que poseía, demuestran
necesariamente que el fusil FAL no se disparó por error, si no que por el
contrario, evidencian la intención de utilizar dicha arma con el fin de
disparar, como ocurrió en la realidad.
Otro dato relevante a tener en cuenta, resulta
de la altura a la que necesariamente debía estar apuntando el fusil al
momento de efectuarse los disparos. En tal sentido, la bala que impacta
en el cuerpo de Santillán y que corresponde a uno de los disparos
efectuados por Leyva, es indicado en la autopsia médico-legal como
una herida mortal porque –entre otras lesiones- destruye pulmones y la
aurícula del corazón. En consecuencia, teniendo en cuenta que Santillán
al momento de recibir el impacto se encontraba sobre el automóvil VW
Polo, la altura del cuerpo donde se recibe el impacto y que conforme
surge de la autopsia realizada, el proyectil tenia una trayectoria de
“arriba hacia abajo”, en contraposición a lo que Leyva manifiesta
encontrarse agachado, nos lleva a que la conclusión no puede ser otra
mas que la de que al momento de dispararse el fusil FAL, el mismo se
encontraba apuntando directamente hacia el vehículo, concretamente
a los ocupantes del mismo y en posición de tiro.No se ha probado en el debate que Leyva haya
recibido orden alguna para disparar ni por parte de Miguel Fontana, ni
de Raúl Fernández (que eran sus superiores y declararon como testigos
en el debate), sin embargo lo hizo y con resultado mortal.
55
La preparación necesaria que había recibido
Leyva en el manejo del fusil FAL con el que disparó –por ello integraba un
grupo especial de operaciones-, el extraordinario poder de fuego de
dicha arma, la escasa distancia al automóvil al que le disparó, las
condiciones de nocturnidad reinantes, la imposibilidad de tener un
objetivo claro –en relación a las personas que se hallaban en su interior-,
el vehículo en movimiento, el pleno conocimiento de que existían
rehenes en el interior del edifico del Banco de donde salió el automóvil,
la importante cantidad de tiros efectuados sobre el mismo y la ausencia
de la orden de disparar contra éste, demuestran en forma clara y precisa
que a Leyva no se le escaparon dos tiro como manifiesta en el ejercicio
de su defensa, sino que disparó su arma con el fin de dar muerte a los
ocupantes del vehículo Polo y en función del medio utilizado (fusil
automático FAL) la muerte ere y fue la necesaria consecuencia de ello.
El imputado quería directamente el resultado
(muerte) y de la naturaleza del medio elegido se desprende que esa era
la consecuencia necesaria inmediatamente querida. En este caso el
autor de los disparos se propuso dicho fin (acabar con la vida de los que
se trasladaban en el automóvil Polo) el que fue querido en forma
inmediata, utilizando para ello el medio apto para tal fin (fusil automático
FAL).
Mas allá de que el imputado, al momento de
prestar declaración indagatoria, no invoca ninguna causal de legítima
defensa, sí lo hace su defensor el doctor Bélfer –que invoca no solo la
misma sino también la legítima defensa putativa y, el exceso en la
legítima defensa- al momento de realizar la defensa del mismo cuando
refiere en tal sentido a los argumentos del doctor Mac Dougall. En este
aspecto corresponde remitirse a lo que se expuso al momento de tratarse
la situación de los imputados Ramón Darío Sánchez y Carlos Ariel
Aravena.
Por ello la conducta del imputado Leyva
corresponde encuadrarla en la figura prevista y penada en el art. 79 del
C.P., homicidio simple en la forma de dolo directo; conteniendo ambos
grados y que Zaffaroni describe como dolo inmediato en cuanto la
voluntad abarca el resultado típico como fin ”en si” y el dolo mediato en
que el resultado típico es una consecuencia necesaria de los medios
elegidos (ZAFFARONI, Eugenio R., “Tratado de Derecho Penal – Parte
General”, Tomo III, pág, 348, Ed. Ediar, 1987).
56
3) Carlos Ariel Aravena.
En la necesidad de exponer la participación que
le cupo al mencionado en los hechos ocurridos en Villa Ramallo, es dable
comenzar el análisis de su conducta a partir de los disparos que se le
atribuyen.
En este orden de ideas, es que él reconoce
haber utilizado su arma de puño en ocasión de los hechos, que era la
que le había sido proporcionada por la institución policial como arma
reglamentaria
(v.
declaración
indagatoria
fs.4556/59).
La
pericia
efectuada por Gendarmería Nacional Argentina Nro. 18.505 repecto a
este punto es muy explícita: el arma pistola TAURUS calibre 9 mm PARA,
con el número TRD-97841 (descripta a fs.24 Tomo I - 18.505) identificada a
los fines periciales con el nro.10 de las armas recibidas pertenecientes al
grupo G.E.O. Zárate-Campana de la policía de la provincia de Buenos
Aires y sus correspondientes fotografías (v. fotos nros.152/153 a fs.144/45
de la pericia Tomo II – 18.505) fue entregada por Aravena según consta
en el acta de entrega de armamento a fs.79 de los presentes obrados.
Esta circunstancia se ve corroborada a partir de
los estudios complementarios efectuados en la mencionada pericia,
donde consta que el arma en cuestión dio resultado positivo en la
determinación de residuos de la deflagración de pólvora en el arma
dubitada, la que figura descripta con el nro.88 a fs.79/vta Tomo I – 18.505;
y si bien es cierto que este estudio únicamente indica que dicha arma
fue efectivamente utilizada, sin poder aportar elementos de certeza
categórica acerca del tiempo transcurrido del último disparo, es preciso
traer a colación los propios dichos del condenado, que reconoce haber
efectuado disparos en su ya citada declaración indagatoria.
Además no puede dejar de señalarse que, en
oportunidad de la entrega del arma, según surge de autos, ésta poseía
en su cargador un total de trece cartuchos 9 mm, siendo que completo
el mismo goza de una capacidad de diecisiete, lo que nos lleva a
concluir que al menos se produjeron con dicha arma cuatro disparos; lo
que a su vez, tiene su correlato en lo declarado por el propio condenado
a fs.4556 de autos.
Cabe destacar, que se hizo además una
verificación de aptitud y funcionamiento de las armas y proyectiles
incriminados, llegando a la conclusión de que todas las armas (incluida la
de Aravena) eran aptas para producir disparos y gozaban de un
57
funcionamiento normal (fs.81/vta Tomo I – 18.505; ratificado en las
conclusiones fs.347/vta, Tomo VI – 18.505).
En lo que respecta a los proyectiles que fueran
extraídos en ocasión de practicarse la autopsia de las víctimas del hecho
ocurrido, podemos decir que el contador Carlos Santillán, tenía entre sus
ropas un proyectil encamisado, de un diámetro menor de 9,2 mm, un
diámetro mayor de 16,6 mm, con un peso de 10,1 gr., encontrado en
estado “parcialmente deformado” apto para cotejo, según consta
descripto a fs.82 de la pericia 18.505, Tomo I. El mismo a su vez, lo
podemos ver fotografiado mediante el gráfico nro.715 (a fs.283/vta,
Tomo V) de la pericia citada.
Este
proyectil,
fue
motivo
de
un
estudio
comparativo practicado por el equipo interdisciplinario de peritos, lo que
arrojó como resultado la identificación “categórica” de ese proyectil 9
mm extraído de la nombrada autopsia con la pistola TAURUS nro. TRD87841, perteneciente a Carlos Aravena (fs.90/vta, Tomo I – 18.505). Esta
identificación puede verse plasmada en las microfotografías nros.759/61
(fs.295, Tomo VI – 18.505).
Este disparo que recibió Santillán atribuido a
Aravena (descripto a fs. 76/vta, Tomo I – 18.505), ingresó, según el informe
médico practicado, por el hemitorax derecho pared anterior, realizando
un trayecto circungirante subaxilar y saliendo por el hemitorax posterior
derecho, quedando alojado en el espacio formado entre la espalda y la
camiseta de la víctima. Dicha herida no fue mortal, según el peritaje, ya
que no ha lesionado órganos nobles, y si bien ha producido un derrame
de sangre, este no fue masivo. Ello puede verse ratificado en las
conclusiones de la pericia de Gendarmería Nacional Argentina (fs.345,
Tomo VI – 18.505).
Asimismo,
le
son
adjudicados
otros
dos
proyectiles más, que son descriptos mediante la designación nro.12 y
nro.37 de la pericia 18.505.
El proyectil nro.12, fue encontrado en el teatro
de los hechos a lo largo de la calle Sarmiento, habiendo sido identificada
como una “esquirla encamisada”, de un diámetro mayor de 9,15 mm y
un diámetro menor de 8,6 mm, con un peso de 1,59 gr., calibre 9 mm, en
estado “parcialmente deformado” apto para el cotejo (esquirla de latón
militar), según obra a fs.83/vta, Tomo I – 18.505; que a su vez, lo podemos
encontrar graficado en la fotografía nro.728 (fs.286/vta, Tomo V), el cual
58
fue recibido para el peritaje mediante una bolsa de plástico identificada
con el nro.25, con las correspondientes medidas de seguridad.
La
correspondencia
de
esta
“esquirla
encamisada” con el arma de Aravena, surge de la pericia a fs.92, Tomo I
–
18.505
donde
se
halla
descripta,
en
concordancia
con
la
microfotografías comparativa nro.787 (fs.302/vta, Tomo VI), también
ratificado en las conclusiones periciales (fs.348, Tomo VI – 18.505).
Con relación al proyectil identificado con el
nro.37, podemos decir que fue encontrado en “el interior de la puerta
delantera izquierda” del Volskwagen Polo Classic, luego de la inspección
ocular llevada a cabo por GNA (Ins-Ocular GNA-dubitado nro.2),
presentándose como un “fragmento de plomo”, de un diámetro mayor
de 17,22 mm, un diámetro menor de 8,6 mm, un peso de 10 gr., de
calibre 9 mm, en estado “deformado” que era apto para el cotejo
balístico (fs.87, Tomo I – 18.505), que se corresponde con la fotografía
nro.737 (fs.289, Tomo V – 18.505). Asimismo, la correlación de éste con el
arma del imputado, surge de forma evidente de la pericia, fs.92, Tomo I,
donde se halla descripta, graficada en la microfotografía comparativa
nro.809/812 (fs.308, Tomo VI – 18.505), a su vez ratificado en las
conclusiones (fs.348 Tomo VI – 18.505).
En este sentido debe señalarse que, el disparo
que se encuentra descripto en la pericia 18.505 como “Impacto nro.6”
que se ubica en “la puerta delantera izquierda del vehículo incriminado”
(hay que tener presente lo expuesto en fs.56, Tomo I de la pericia
originaria, donde queda establecido que al momento de describir la
ubicación de los impactos, el punto de vista será el de un observador
ubicado frente al vehículo) y de cuyo interior se recuperó un proyectil
deformado calibre 9 mm apto para cotejo (designación nro.37- Dubitado
nro.2 Insp-Ocular GNA), surge una identidad categórica con la pistola
TAURUS, calibre 9 mm perteneciente al cabo primero Carlos Aravena
(conf. ampliación de la pericia 18.505 a fs.36/vta), y a su vez ratificada en
la audiencia de debate por todos los peritos intervinientes: el
comandante principal, Néstor Alberto Canaveri; el comandante principal
y jefe de la división balística, José Luis Manchini; el segundo comandante
de la división balística, Néstor Omar Vincet; el subalférez de la división
balística Cristian Calderón; el primer alférez de la división balística,
Marcelo Gustavo Romero, todos ellos de la Gendarmería Nacional
Argentina; el oficial principal, Adolfo Ramón Aranda; el sub prefecto
59
Nelson Castillo; el principal de la división balística, Fernando Sergio
Giovanetti, estos últimos de la Prefectura Naval Argentina y el comisario
jefe de balística de Buenos Aires, Héctor Oscar Marchi, quienes además
dieron fundadas respuestas a todos los interrogantes que les dirigieron las
partes y los jueces de este Tribunal.
Estas conclusiones expuestas, con relación a los
disparos efectuados por Aravena fueron ratificadas, en iguales términos,
en la ampliación de la pericia 18.505 que fuera oportunamente
realizada.
Es cierto que si tomamos en cuenta la zona en
donde se produjo el mencionado “Impacto nro.6” (puede verse
claramente en el Anexo I, de fs.276, Tomo V, donde se despliega una
vista aérea del rodado VW Polo, donde se grafican todos los impactos de
bala recibidos por éste, así como también en la vista frontal del rodado,
Anexo II, fs.277 Tomo V) y la comparamos con la posición que a prima
facie tendría el cabo Aravena según sus expresiones (en la vereda
paralela al banco) y del Informe 02/00 de Prefectura Naval Argentina,
cuyas copias se hallan agregadas a autos a fs.4443/88, surge que resulta
improbable que el disparo pueda ser atribuido al nombrado, ya que el
impacto se produce sobre el sector opuesto; sin embargo, es preciso
tener en cuenta que dicha posición no puede ser constatada
fehacientemente; es más, de la declaración de sus propios compañeros
surge que la posición de los miembros del grupo G.E.O. rotaba en el lugar
casi permanentemente, turnándose en diferentes posiciones, así fue
manifestado por el cabo Adolfo Gómez en sede instructoria (fs.3459/60
ratificada en la audiencia de debate); por el oficial principal Miguel
Fontana en sede instructoria (fs.356/59) y en la propia audiencia ante
este Tribunal; y lo expresado por el sargento Héctor De Olivera, que ha
ratificado lo expuesto en su anterior declaración cuando sostuvo que “el
oficial Fontana procede a apostar sobre calle Sarmiento entre Av. San
Martín y Ginocchio a media cuadra sobre la vereda derecha del banco
hacia los móviles y en un declive de un garaje a Fontana, Aravena y
Sánchez, mientras que en la vereda izquierda en el frente de una
vivienda a Leyva y Carbonel, mientras que Espíndola cruzaba a ambas
posiciones” (fs.3524/27).
Además, hay que tener en cuenta que el citado
Informe 02/00 incorporado a la causa, se construyó en base a las propias
declaraciones de los participantes en la escena de los hechos, y en
60
particular, respecto de la ubicación de Aravena (descripta en dicho
informe como la posición nro.66), a partir de la declaración de Fontana.
Siguiendo con esta línea argumental, basta
recordar
los
propios
dichos
de
Aravena
al
prestar
declaración
indagatoria (fs.4556/59), que adujo haber disparado porque vio que los
fogonazos (por disparos desde el interior del rodado) se dirigían hacia el
lugar donde él se encontraba apostado, y al respecto el informe 01/00
practicado por Prefectura Naval Argentina es contundente al sostener
que los disparos desde el automóvil hacia el exterior se produjeron del
lado derecho del mismo (Anexo 13, 14, 15, 16), razón por la cual, mal
podía encontrarse ubicado Aravena sobre la vereda opuesta como se
pretende.
En ocasión de ser preguntado Espíndola, en la
audiencia ante este Tribunal, sobre la posición de sus compañeros, dijo
que “cuando pasó el auto no sé si ellos estaban más adelante o mas
atrás que nosotros”, lo que demuestra que cambiaban de lugar con
frecuencia, no pudiendo precisarse en el momento en que pasó el
rodado VW Polo. Por lo tanto, el argumento esgrimido de manera muy
escueta por el señor Defensor acerca de la posición de Aravena para
negar la autoría por parte del designado como “Impacto nro.6”, carece
de total fundamentación y no se condice con el contundente informe
pericial,
las
declaraciones
testimoniales
y
los
demás
elementos
probatorios incorporados a este debate.
Además, y en orden a la posible posición del
autor del disparo que hirió al contador, la pericia fue muy clara: “atento
a que la trayectoria interna descripta (respecto del proyectil retirado de
la autopsia a Santillán) y la ubicación de la víctima en el rodado, solo
resulta factible expedirse respecto a la dirección del disparo, siendo en
este caso de izquierda a derecha y de afuera hacia adentro; sin
embargo no se puede expedir respecto a su trayectoria en razón de que
se desconoce el momento en que la víctima recibe el disparo, pero
fundamentalmente se desconoce la posición real en que se encontraba
Carlos Santillán al recibir el impacto, por tratarse de un evento dinámico;
imposibilitándose de esta forma expedirse respecto a la posible boca de
fuego” (fs.2/3 de la pericia 31.885).
Esto nos lleva a concluir que más allá de los
dichos de Aravena en su declaración, la autoría respecto de los tres
disparos que le son atribuidos es indiscutible.
61
Tampoco
conmueve
a
este
Tribunal
lo
expresado por el señor Defensor con relación a que su pupilo “no estaba
al tanto de la situación”, es decir, que no tuvo manera de prever que
podía eventualmente salir un rodado del garaje del banco y mucho
menos acerca de la identidad de los ocupantes de ese vehículo. A lo
largo de esta audiencia, ha quedado acabadamente demostrado que
el grupo G.E.O. tenía noticias de lo que estaba pasando dentro y en los
alrededores del banco debido a las permanentes comunicaciones que
mantenía su integrante Fernández por medio de un “handy” con
Fontana. Éste, le había encomendado la misión de que informara sobre
lo que se estaba discutiendo en la escuela, y ello queda acreditado por
la propias declaraciones del cabo primero Raúl Rubén Fernández en
sede instructoria (fs.3621/23), incorporadas al plenario, dijo “que cada
treinta minutos modulaba con su grupo (el G.E.O.) e informaba sobre los
acontecimientos que se llevaban a cabo en la escuela...que la
información que remití provenía de personas ligadas a los grupos tácticos
que estaban en la escuela...y que modulaba dicha información por
medio de un equipo de comunicaciones radial marca ALKATEL con
frecuencia Capa 5, que aclara tenían las once personas integrantes del
grupo G.E.O. Zárate-Campana”.
Y en ese relato, el cabo Miguel Fernández
declaró que moduló por el “handy” a los miembros del G.E.O. “veo que
se van, cuidado que van para allá” (fs.3621/23), motivo por el cual, no
resulta
admisible
que
Aravena
no
estuviera
al
tanto
de
los
acontecimientos. Asimismo, a una pregunta del Dr. Cabrera sobre lo que
le había modulado Fernández, el sargento Héctor De Olivera dijo “que
tenga cuidado y que me cubra que aparentemente iban saliendo”;
circunstancia que se ve ratificada también por los dichos del oficial
Miguel Fontana que afirmó en esta audiencia que “cuando recibe la
novedad de que venía el auto lo pone en conocimiento a su personal,
tanto el que estaba enfrente como el que tenía al lado”.
También merece ser descartado el argumento
del Dr. Bélfer con relación a que Aravena obró en legítima defensa; el
señor Defensor se refirió a ella, circunstancia en que a su entender
obraron tanto Leyva como Aravena. Se invoca que actuó en legítima
defensa tanto propia como respecto de terceros, entendiéndose por
tales, a sus propios compañeros. Esto no puede ser sostenido, toda vez
que quedó probado en este juicio que el cabo Aravena disparó sin
62
tomar ningún tipo de recaudo, lo que resulta fácilmente comprobable si
tenemos presente que sus propios compañeros estaban apostados en la
vereda opuesta, es decir, el peligro que provocó con tal actitud es
manifiesto. En este sentido, es interesante recordar lo expresado por
oficial principal Fontana en esta audiencia “no disparé porque tenía un
arma corta, que es de poca efectividad a distancia y menos porque era
de noche...mi miedo era cruzar el tiro, si no tengo un blanco certero con
un arma corta podría impactar sobre mi personal u otro”. Esto nos
demuestra, no sólo que Aravena debió abstenerse de producir disparo
alguno por las circunstancias apuntadas, sino también porque tenía un
arma que no era de precisión, las condiciones de luminosidad no eran las
apropiadas y además porque no recibió en ningún momento orden de
disparar, esto último se ve corroborado con lo expresado en su propia
declaración indagatoria a fs.4556/59. Esa conducta omisiva, observada
por el propio jefe de grupo de operaciones era la que se imponía, y así lo
hicieron: De Olivera, el cabo Diego Espíndola, el cabo primero Juan
Manuel Chiquetto, el sargento Aníbal Carbonel.
Es pacíficamente admitido por la doctrina que la
legítima defensa es un caso especial de estado de necesidad (conf.
Nuñez, Ricardo, “Tratado de Derecho Penal”, T. I, p. 343, Ed. Córdoba,
1987), que funciona en virtud del principio de salvaguardia del interés
preponderante (Jiménez de Asúa, T. IV, n° 1297, citado por “Nuñez,
Ricardo”, ob. cit. p. 346); el código establece que para que pueda ser
invocada como tal, la exigencia de “racionalidad del medio empleado”
para impedir o repeler una agresión que se considera ilegítima, debe
existir una “necesidad racional” de la defensa, y ello, desde el punto de
vista de su oportunidad, tanto temporal como circunstancial; el medio
empleado debe guardar relación de proporcionalidad. Para apreciar la
proporción entre el ataque y la reacción de quien se dice ofendido por
la agresión, deben tenerse en cuenta las circunstancias que éste
conocía con arreglo a su carácter y capacidad de comprensión.
Llevados aquellos principios al examen de la
conducta de Aravena, advertimos que no ha actuado el mismo, al
efectuar los disparos con su arma contra el rodado, en ejercicio racional
ni oportuno. En primer lugar, debe recordarse cuál era la situación previa
en que se encontraba en ese lugar: la de colaborar en el caso de
liberación de algún rehén y evitar el desplazamiento indebido de
personas –particularmente habló de periodistas-; no había recibido orden
63
alguna de efectuar disparos, más aun según lo manifestado por el mismo
Aravena a fs.4556 en su declaración indagatoria, y el jefe del grupo
G.E.O. que estaba apostado con ellos en ese mismo sector había dicho
que ellos no debían efectuar disparos “van a ver actuar a los mejores
grupos...”
sostuvo
en
la
audiencia
de
debate;
había
recibido
permanente información de lo que ocurría en el lugar asaltado, la toma
de rehenes, la situación desesperante en que se encontraban, los
explosivos
que
utilizaban
los
asaltantes
para
atemorizar;
los
desplazamientos que se estaban produciendo y finalmente el anuncio
anticipado de la salida del rodado, lo que él mismo reconoce haber
observado detalladamente; la presencia de numerosos efectivos
policiales que venían en persecución del rodado efectuando disparos de
armas de fuego (tal como pudo observarse claramente en los numerosos
videos que justamente han sido tomados en el sentido de la marcha del
rodado desde el mismo lado en que se encontraba Aravena); la posición
desde la que Aravena efectúa los disparos que impactaron, lo que
permite ubicarlo en una posición ligeramente frontal al vehículo; la
existencia de un anillo de contención formado por camionetas de su
mismo grupo colocadas a unos cincuenta metros más adelante, en la
esquina de Ginocchio, lo que impediría que el rodado pudiera superar
esa posición; todo ello debe naturalmente relacionarse con la
circunstancia de que el propio Fontana, en esa misma situación y
posición, manifestó en la audiencia que él no efectuó disparos con su
arma –una pistola calibre 9 mm, igual a la de Aravena- porque era de
poca efectividad a la distancia y porque podría “cruzar el tiro” y como
consecuencia de ello impactar sobre su propio
personal u otro que
estaba apostado en las inmediaciones.
Lo antes descripto deja sin fundamento la
pretensión de Aravena y su defensa por cuanto no ha existido de parte
de este imputado un ejercicio “racional” de la defensa, tanto desde el
punto de vista de su oportunidad, cuanto por las circunstancias en que
los disparos fueron efectuados. Debe recordarse necesariamente que
Aravena integraba un grupo especial, que había recibido instrucción
profesional y aprobado el curso de reentrenamiento tal como surge del
legajo, en fs.2863 y ss. y que fundamentalmente su accionar como
integrante de la policía de la provincia de Buenos Aires debía conducirse
conforme a lo que, en situaciones como la presente, lo obligaba según lo
64
normado en la ya citada ley orgánica de dicho cuerpo, la 12.155 su art.7
inc. i)
Por otra parte, ha quedado probado que tanto
él como los restantes integrantes del grupo al que pertenecía habían sido
ubicados en un lugar que les permitía cubrirse de eventuales agresiones,
tal lo declarado por Fontana en su testimonio tanto en sede instructoria
así como también lo expuesto ante este Tribunal; e inclusive del informe
nro. 2/00 efectuado por Prefectura Naval Argentina sobre la ubicación
de los efectivos policiales, incorporado a la presente causa.
Por
último,
párrafo
aparte
merecen
las
consideraciones del señor Defensor con relación a que Aravena formaba
parte de un grupo que carecía de preparación, que habían sido
“abandonados a su propia suerte” durante el procedimiento, sin haber
recibido indicación o información alguna. Más allá de lo ya expuesto,
sobre que tuvieron contacto sobre lo que estaba sucediendo por
intermedio de Miguel Fernández, es necesario apuntar que si bien puede
admitirse, que el grupo G.E.O. no estaba especialmente organizado para
intervenir en situaciones de rehenes y en un acontecimiento de tal
envergadura, ello no es óbice para que debieran haber observado una
conducta razonable como miembros de un cuerpo policial especial al
que pertenecen, acorde a su carácter de funcionarios públicos y
defensores de la seguridad interior, debiendo abstenerse de disparar,
dadas las circunstancias antes descriptas, y lo que le imponía la
disposición específica de la ley orgánica policial, privilegiando la
preservación del bien jurídico vida humana.
A ello debe agregarse, que la lenta y anunciada
aparición del rodado, de propiedad del señor gerente, por la puerta del
garaje, estaba indicando la posibilidad cierta que a bordo del mismo se
trasladaban
rehenes.
Todos
los
grupos
policiales
apostados
en
observación y vigilancia –salvo el grupo táctico G.E.O.F. de la policía
federal- pertenecían a la policía de la provincia de Buenos Aires y se
encontraban próximos unos de otros, en un sector que comprendía unas
pocas cuadras, teniendo natural y lógicamente oportunidad a lo largo
de más de veinte horas, de intercambiar la información que cada uno
de ellos recibía de aquellos a quienes habían asignado la función de
obtenerla desde el lugar donde se llevaban a cabo las tratativas con los
delincuentes.
4) Ramón Darío Sánchez
65
Fue indagado por el hecho de “haber disparado
con su arma pistola automática UZI cal. 9 mm. Nº 61.1237 (en su calidad
de miembro del Grupo GEO Zárate-Campana, desempeñando tareas de
policía de seguridad), a consecuencia del cual pudieron haber resultado
o contribuido a las muertes de Carlos Alberto Santillán y Ernesto Javier
Hernández, como así también las lesiones de las características
anunciadas por los facultativos médicos respecto de Flora Lacave de
Chaves y Carlos Sebastián Martínez, con motivo de los hechos
acontecidos en las adyacencias de la Sucursal Villa Ramallo del Banco
de la Nación Argentina, en la madrugada del día viernes 17 de setiembre
de 1999, en oportunidad de encontrarse las víctimas dentro de un
vehículo VW Polo Classic, en el que se encontraban tanto rehenes como
los delincuentes que perpetraron el ilícito”. Finalmente, es requerido y
acusado tanto por las querellas como por el señor Fiscal General como
autor penalmente responsable del delito de homicidio simple en grado
de tentativa.
En oportunidad de producir su alegato, la
Defensa de Sánchez adujo que éste se encontró en forma imprevista con
un rodado que circulaba a alta velocidad –hipótesis de escape no
prevista por él-, reaccionando ante la sorpresa con un instinto lógico de
preservación propia y de sus compañeros, hecho que lo llevó a accionar
el arma de fuego automática que tenía en su poder, concurriendo
desde ese aspecto los requisitos de la legítima defensa, esto es, agresión
ilegítima, no provocada por él, siendo -siempre según su criterio- racional
el medio empleado. A su vez, en la faz subjetiva, habría actuado con
dolo de ímpetu, es decir, sin responder a una intención predeterminada,
sino producto de una “inmediatez reactiva”.
Si bien en un principio el andamiaje defensivo se
inscribe dentro de una aparentemente lógica actuación acorde al caso,
a poco que se examinan los hechos, este se desvirtúa. Pero previo a esa
evaluación,
cabe
hacer
referencia
a
cuatro
circunstancias
no
controvertidas y que sirven de base al análisis posterior.
La primera, su posición en la escena; reconoce
que se había apostado por orden de sus superiores en el terraplén de un
garaje de una casa ubicada sobre calle Sarmiento, sobre mano izquierda
mirando hacia el Banco, a escasos metros de la Avda. San Martín, y esto
es confirmado por sus colegas Diego Marcelo Espíndola, Héctor De
Olivera y Raúl Rubén Fernández y por el jefe de todos ellos Miguel
66
Fontana. La segunda, su función de contención de personas y
periodistas, también por él reconocido, agregando Espíndola que por
orden de su jefe –que admite esto- debían permanecer en el lugar sin
hacer nada, que estaban para aprender como actuaba el mejor grupo
del país y que debían dejar trabajar al grupo Halcón. La tercera, el arma
empleada que no fue cuestionada. Por último, los disparos; reconoce el
imputado haber disparado, más allá que la prueba de uso (v. fs. 79 vtaCuerpo I-arma nº 91 de la pericia nº 18.505) arrojara resultado negativo y
siempre ponderando la relatividad de esa determinación como quedara
expuesto precedentemente. En igual sentido, Fontana reconoció haber
escuchado disparos de alguien de su personal que estaba a su derecha,
detrás de él.
Establecido cuanto antecede y abordando
específicamente los argumentos defensivos, habla en contra de la
sorpresa de la que habría sido víctima lo declarado por Fontana en el
sentido que éste se encontraba comunicado con Fernández -ubicado
en las cercanías del ingreso de la entidad bancaria y con función
específica de informar lo que iba ocurriendo- a través del handy de
Sánchez, habiendo avisado aquél que algo estaba pasando y luego que
se aprestaban a salir del banco en auto. Agrega Fontana que cuando
recibe la novedad recuerda con precisión habérsela comunicado al
personal que estaba a su lado y que los que se hallaban enfrente –
Aravena y Leyva-, también habían recibido la noticia vía handy. En
abono de
esta afirmación, Fontana recuerda haber escuchado un
enfrentamiento antes de que se aproximara el vehículo al lugar donde se
encontraba parapetado, motivo por el cual enseguida se agachó y se
cubrió. Es decir, que aquellos fogonazos advirtieron indudablemente
tanto a Fontana como al resto que se encontraba con él que el auto se
aproximaba. En esa misma línea, declara el oficial De Olivera que
asegura haber recibido el mensaje de Fernández a las 4:05 hs. de que se
cubrieran
porque
aparentemente
los
delincuentes
estaban
por
abandonar el banco. Es del caso recordar, que en la esquina de
Sarmiento y Ginocchio, esto es, a menos de cien metros de donde
estaban apostados, la cuadra estaba cortada por un cordón policial que
hubiera
impedido
delincuentes.
De
físicamente
este
la
modo, no
continuación
del
se
la
enfrentamiento previo.
67
advierte
raid
de
los
necesidad
de
Resulta
también
elocuente
respecto
a
la
ubicación y a la posibilidad de resguardo de Sánchez, lo manifestado por
Fontana al referir que por el lugar donde estaba con su personal, el más
expuesto era él, que estaba delante de todos, sobre la línea municipal,
sin protección alguno hacia la calle, justificando su negativa a disparar
no sólo porque contaba con un arma corta, sino por la poca visibilidad
nocturna y su “gran miedo” de cruzar los tiros al personal que se
encontraba apostado enfrente suyo.
También relativo a esta aparente sorpresa, no
puede dejar de mencionarse que también Espíndola, que se encontraba
en la misma pendiente de la cochera que Sánchez, con acertado
criterio cuando observa que sale el auto y ante los disparos, se tira al piso
en resguardo de su integridad. La misma actitud defensiva adoptó De
Olivera, lo que implica, que aún suponiendo que la salida del vehículo
fuera inesperada, Sánchez tuvo cabal información de la aproximación
del automóvil –recordemos que salió en principio empujando lentamente
a la camioneta marca Saveiro y se dirigió cautelosamente hacia la
avenida San Martín, para luego si acelerar su marcha- por lo cual contó
con el tiempo suficiente –en atención a que tenía visión directa hacia el
rodado-
como
para
resguardarse
al
igual
que
lo
hicieron
sus
compañeros. Además y en ese orden de ideas, declaró el imputado que
“....el garaje donde se hallaba tenia un terraplén, que les servía de
protección y a su vez también les servía para ello la pared de la
vivienda...” (v. declaración indagatoria de fs. 5773/5776 incorporada por
lectura al debate).
La ley 12.155 de la provincia de Buenos Aires en
su artículo 7 inc. i) especifica que el personal policial debe recurrir al uso
de armas de fuego sólo en legítima defensa propia o de terceros y
cuando haya estado de necesidad en las que exista peligro grave,
inminente o actual para la vida de las personas o para evitar la comisión
de un delito, debiendo obrarse de modo tal de reducir los riesgos a
terceros ajenos a la situación y que cuando exista riesgo de afectar la
vida humana o la integridad el policía debe anteponer la preservación
de este bien jurídico al éxito de esta actuación o la preservación del bien
jurídico propiedad. En el caso, quedó establecido que tanto él como los
coprocesados conocían fehacientemente la existencia de rehenes
dentro de la entidad bancaria como así también que dentro del
habitáculo del VW Polo; al respecto cabe agregar que el mismo
68
Fernández refirió que no comunicó la situación de rehenes dentro del
banco por estimarlo sobreabundante dado era el “rumor que se corría
allí”.
Agrava aún más la conducta agresiva de
Sánchez, su calidad de experto en armas. Y ello porque contaba con
una pistola automática que accionó en ráfaga con la consecuente
mayor dificultad de control de la misma, a un vehículo que circulaba
frente a él y desconociendo el riesgo letal que podría haber provocado
tanto en los ocupantes del automotor como de sus compañeros situados
frente a él, en la vereda opuesta. Sobre esta capacitación especial del
acusado, declaró su consorte de causa Leyva, quien expresó que era
quien más sabía de armas del grupo (v. fs. 4569/4572).
Dicho esto, más allá de lo ya referido sobre los
principios genéricos que informan a la legítima defensa, quedó
plenamente
demostrado
que
en
el
caso,
Sánchez
actuó
con
conocimiento previo de la situación, descartándose así el dolo de ímpetu
invocado, y asimismo que su conducta estuvo enderezada al resultado
final buscado, motivo por el cual también debe desecharse el intento
defensista de encuadrar su accionar dentro de la legítima defensa.
Por
su
parte,
las
conclusiones
periciales
demostraron que Sánchez, que portaba un pistola automática UZI,
calibre 9 mm., con inscripción en la tapa del cajón del mecanismo,
lateral izquierdo, sector medio y posterior “Policía Provincia de Buenos
Aires - nro. 611237”, identificada como nro. 13 (fs. 24, cuerpo I, informe
18.505), ilustrada en los gráficos 158 y 159 (fs. 146 y vta., cuerpo II, informe
18.505), entregada según acta de fs. 79, con la presencia de los testigos
Jorge Cortagerena y Miguel Angel Pérez, cuya prueba de uso arrojó
resultado negativo, efectuó al menos cuatro disparos que incidieron en el
vehículo VW Polo en el que circulaban delincuentes y rehenes
(designación 17, gráfico 733, microfotografía 815/816 correspondiente al
asiento trasero del vehículo, designación 36 correspondiente a llanta
trasera derecha, gráfico 736, fotos nro. 807/808, designación 38, interior
puerta delantera, gráfico 738, microfotografía 813 y designación 39,
zócalo derecho, gráfico 739, foto de comparación nro. 814). Esta
profusión de proyectiles y de impactos se corresponden con las
características del arma del acusado en esa ocasión, y en orden a ello
debe responder penalmente.
5) Sergio Gabriel Susperreguy:
69
Se le imputa en el requerimiento de elevación a
juicio, el delito de homicidio en grado de tentativa, previsto y reprimido
en el art. 79 CP en función del art. 42 CP.Al momento de formular su alegato, tanto Sr.
Fiscal General como las querellas, mantienen en tal sentido la acusación
efectuada en el requerimiento de elevación a juicio, solicitando se
encuadre la conducta de Susperreguy en la figura de homicidio en
grado de tentativa, previsto en el art. 79 CP. en función del art. 42 CP.Al momento de los hechos, Sergio Susperreguy
portaba un arma fusil automática calibre 5,56 serie HK 33E nro. 3.025.807.
Sin embargo, al realizarse la correspondiente acta de entrega de
armamento, tanto Susperreguy como San Miguel hicieron entrega
únicamente del arma 9 mm que portaban, pero no así del fusil
automático que utilizaron al momento de los hechos, conforme surge del
acta de fs. 75/77. Llama la atención dicha circunstancia, ya que la orden
había sido clara, en el sentido de que debían entregar las armas que
tenían en su poder al desarrollarse los hechos en cuestión.A fs. 701, consta la remisión efectuada por el
Subcomisario Franceschetti de la División Especial de Seguridad Halcón,
del armamento que se hubiera omitido en su oportunidad
y que
correspondiera, entre otros, al Cabo Susperreguy; arma que se identifica
como el fusil automático calibre 5,56 serie HK 33E 3.025.807 y que se
indica en el punto 2 de dicho oficio como perteneciente al imputado.
Asimismo, dicho fusil se encuentra ilustrado en las fotografías nro. 125 y
127 de la pericia 18.505, Tomo II. Por lo que, se encuentra debidamente
acreditado que esa era el arma que le fuera oportunamente asignada a
Susperreguy.A fs. 79 de la pericia nro. 18.505 Tomo I, a los
efectos de la prueba de uso realizada, se identifica el fusil automático
correspondiente a Susperreguy con el nro. 75, el cual arroja resultado
“negativo”. Cabe ante esta circunstancia, remitirse a lo ya expresado al
tratar este punto en lo que se refería al imputado Leyva, haciendo
hincapié en la relatividad del resultado este tipo de pericias y
específicamente a que no se hizo entrega del arma en cuestión si no
hasta unos días después de producido el hecho. De la declaración
indagatoria prestada por el imputado durante la instrucción y obrante a
fs. 5472/5477 -la que fuera incorporada por lectura durante el debate-,
como de la declaración prestada posteriormente por el mismo durante el
70
transcurso de la audiencia, surge expresamente que Susperreguy efectuó
disparos con el fusil que tenia en su poder, y ello es así, por el propio
reconocimiento a tal efecto que efectúa el imputado en dichos actos.
En este orden de ideas, es menester señalar que
el numerario del Grupo Halcón, se encontraba el día de los hechos,
apostado en la terraza de la vivienda situada en Av. San Martín 204 de
Villa Ramallo, perteneciente a la familia García, ubicación que
corresponde a la intersección de calles San Martín y Sarmiento en forma
diagonal a la entrada principal del Banco Nación. Ello, queda
acreditado con lo declarado al prestar declaración indagatoria por el
propio Susperreguy en lo que respecta a la posición ocupada por el
mismo, así como también y en igual sentido por lo declarado por el
coimputado San Miguel en su declaración indagatoria de fs. 5478/5481 –
el que se encontraba en compañía de Susperreguy- y lo declarado por
los testigos Rodolfo y Susana García en la audiencia de debate.
A fs. 56vta./73 de la pericia 18.505, se detalla la
procedencia de los impactos de bala producidos la madrugada del 17
de septiembre de 1999, al momento de desencadenarse los hechos
materia de análisis. De la lectura de dicho informe, surge que los
impactos identificados con los números 1, 2, 3, 13, 38, 41, 43, 44, 45 y 47 se
corresponden al calibre 5,56 mm. Sin embargo, en la ampliación de la
pericia nro. 31.885, a fs. 13vta. punto n), la conclusión advierte que desde
la ubicación que tenia Susperreguy al momento de efectuar los disparos,
los únicos impactos posibles desde esa posición son los signados 1, 2 y 3,
con el rodado incriminado en la ochava ubicada frente a la entrada
principal del Banco Nación. Tal circunstancia se encuentra ilustrada en el
Anexo II de la pericia 31.885. En tal sentido, de los tres impactos indicados
como provenientes de la terraza del domicilio propiedad de la familia
García y que se corresponden al calibre 5,56 mm., sólo pudo constatarse
el orificio de entrada que los mismos produjeron, ya que no fue posible
encontrar los correspondientes proyectiles. Del trabajo pericial llevado
adelante sobre los mismos, pudo establecerse –como se indicara
precedentemente- el calibre correspondiente a dichos impactos, y que
presentan una trayectoria de incidencia que se direccional de arriba
hacia abajo, de adelante hacia atrás y de izquierda a derecha.
Asimismo, que dichos proyectiles impactaron sobre el capot del
automóvil VW Polo, correspondiéndose el sindicado como nro. 1 con el
impacto en la parte inferior derecha del mismo, el nro. 2 al impacto
71
recibido en la parte inferior media del capot y el nro. 3 como el que
impactara en la parte media central del mencionado capot (ver fs. 56/57
de la pericia 18.505 Tomo I).
Corresponde destacar que el hecho de no
haber encontrado los correspondientes proyectiles, hace que sólo resulte
posible determinar el calibre del arma que efectivamente realizo los
disparos. Esto, en virtud de que no hay elemento con el cual poder
efectuar el correspondiente cotejo, extrayéndose de tal circunstancia,
que
la
atribución
de
dichos
disparos,
queda
determinada
en
consecuencia por las conclusiones periciales ya mencionadas y que
indican el lugar de origen de los mismos -por corresponderse con la
trayectoria de éstos-, así como también, de la forma en que se
desarrollaron
los
hechos
y
de
la
posición
del
imputado
y
su
correspondiente accionar frente a los mismos.
Manifiesta el imputado, en coincidencia con lo
relatado por el coimputado San Miguel -que al momento de los hechos
se encontraba en compañía del mismo por haber sido ambos
encomendados a igual tarea-, que al apostarse en la terraza, éste se
ubica sobre el frente que da a calle Sarmiento, mientras que su
compañero –San Miguel- lo hace sobre el lateral que da a calle San
Martín. Que cerca de las cuatro de la mañana, sienten ruido metálico,
como si algo se corriera, que comunican dicha novedad y observan que
la camioneta que estaba en la mitad de cuadra se desplaza hacia atrás
empujada por otro automóvil; que luego el auto realiza otra maniobra y
reciben la orden de Ascacibar de “disparar a las ruedas”. En tal sentido,
indica que empieza a abrir fuego cuando el auto va por la vereda y está
por bajar a la calle, indicando en este aspecto la Av. San Martín.
Manifiesta que abre fuego en ese punto porque es cuando tuvo mejor
blanco, que el blanco eran las cubiertas y que realiza una segunda
ronda de disparos cuando el auto va pasando a la altura de los canteros
de la avenida señalada.
De los dichos del imputado y de la comparación
con el Anexo II de la pericia 31.885, resultan compatibles por la ubicación
y descripción de su accionar, los impactos recibidos en el capot del
vehículo como aquellos que fueran realizados por el imputado
Susperreguy. Asimismo, cabe destacar que conforme surge a fs. 13vta. de
la pericia mencionada, los impactos señalados como 1, 2 y 3, se
producen precisamente en momentos en que el rodado se encontraba
72
atravesando la ochava ubicada frente a la entrada principal del Banco,
por resultar el único momento factible para su producción, con lo que se
da una evidente correlación entre lo relatado por el imputado y lo
arrojado por las diversas pericias llevadas adelante al efecto.
En este aspecto, resulta relevante señalar, que al
momento de ser interrogado el imputado en la audiencia de debate con
relación a éstos tres impactos en particular, el mismo reconoció que
dichos disparos podrían ser de su autoría, teniendo en cuenta el lugar en
que se producen y el momento en que éste realiza los disparos.Su compañero y coimputado San Miguel, al
prestar declaración en el debate dijo haber visto que Susperreguy
efectuó disparos con su arma cuando se acercaba a su posición el
rodado VW Polo –concretamente cuando pasaba el cantero de (calle)
San Martín- y que al sentir disparos que se efectuaban desde el vehículo,
lo tomó a Susperreguy, arrastrándolo hacia atrás para protegerlo.
Resulta contundente el testimonio del testigo
Rodolfo García en lo que a esta circunstancia se refiere. En este sentido,
relata el testigo que escuchó que por medio del Handy que tenían para
comunicación los Halcones que se encontraban en su domicilio, se les
indico que debían “tirarle al que tenia pullover rojo”, así mismo, indico
que se les pasaba información respecto de los delincuentes y cuántos
eran los rehenes. Reviste especial interés dicha circunstancia, toda vez
que de la comparación del lugar donde se producen los impactos en el
vehículo y la orden aparentemente recibida (que seria la de tirar a las
ruedas del auto), surge una evidente contradicción: si se parte de la
base de que Susperreguy revestía el carácter de francotirador y
observador de la fuerza, con preparación especial en lo que hace
precisamente a tirar a un blanco determinado –a lo que se resume su
principal función-, no se explica como si su blanco eran las cubiertas del
automóvil, los impactos son recibidos en el capot del mismo, excepto
que efectivamente el blanco no fueran las cubiertas, si no el interior del
rodado.En este sentido, manifestó el imputado que al
momento de recibir la orden de “disparar a las ruedas”, procedió a
evaluar dicha orden y a verificar si la misma era de posible cumplimiento.
En este sentido, indica que en relación a los hechos materia de análisis,
dicha orden le resulto razonable y que se ajustaba a la doctrina aplicada
por su unidad, que refiere a evitar el desplazamiento de los focos de
73
crisis. En tal sentido, indica que su objetivo eran las gomas del auto y que
consideró que podía cumplir con la orden recibida. Sin embargo, cabe
destacar que de la inspección ocular realizada sobre el automóvil, surge
que no se produjeron impactos sobre las gomas del rodado. Y dicho dato
resulta por demás llamativo, ya que conforme lo manifestara el testigo
García y el mismo Susperreguy, los dos hombres del grupo Halcón se
encontraban comunicados con el resto de su unidad, tenían información
sobre la existencia de rehenes y preparación especial a efectos de
cumplir con la orden de disparar a las ruedas; sin embargo, los impactos
se producen en el capot del automóvil, lo que denota efectivamente,
que el blanco no eran las gomas del rodado, si no por el contrario, los
ocupantes del mismo. Refuerza esta conclusión, el hecho de que los
neumáticos no sufrieran daños, conforme surge de la inspección ocular
realizada sobre el vehículo, la que se encuentra en la pericia 18.505,
Tomo I, a fs. 51vta.Lo que omite decir Susperreguy, es que aquella
orden de disparar que atribuye a su jefe Ascacibar –a quien dice haber
escuchado por medio del handy que utilizaban- fue dada según lo
refiriera este último al prestar testimonio en la audiencia, en el primer
momento de producirse la salida del automóvil desde el garaje, pero
luego al advertir la situación desencadenada ordenó que cesaran de
disparar y que ello ocurrió mientras el vehículo aún se encontraba
transitando por la vereda del banco, antes de descender a la avenida
San Martín. Ya hemos destacado que también hubo otros integrantes
que dieron idéntica orden, tal es el caso del sargento ayudante del
Grupo Halcón, Daniel Zabala. Es decir, que cuando Susperreguy
reconoce haber efectuado los disparos con su arma y localiza la
ubicación del rodado, aquella orden primera ya había sido revocada
por el propio emisor. No podía ignorar el imputado que el propósito de
“tirar a las gomas” no era otro que el de detener el rodado en su lugar y
momento inicial, para así evitar que se extendiera la “situación de crisis”
a la que ya se ha hecho referencia. Ningún sentido tenía ya efectuar
disparos cuando aquella situación ya había rebasado su contención
inicial y, por otro lado, existía a pocos metros, en la esquina de calle
Ginocchio, una barrera de contención establecida ex profeso con
camionetas cruzadas del grupo GEO que impediría a todo evento la
fuga del vehículo.
74
A lo que se lleva dicho, debe necesariamente
agregarse, la obligación tantas veces recordada en este fallo que
pesaba sobre Susperreguy como integrante de un grupo policial
especializado, de “privilegiar la protección del bien jurídico vida humana
sobre el éxito de la actuación” (conf. art. 7 inc. I) ley 12.155 ya citada).
Continuando con el relato de García, el mismo
manifiesta que de los dos hombres apostados en la terraza de su casa,
más precisamente el que él describe como “el Polaco o el Alemán”
(descripción que se condice con la que reconoce Susperreguy), al bajar
de la misma luego de ocurridos los hechos, llevaba en la mano unas
cápsulas servidas. Indica así mismo que reconoce y sabe que se trataba
de cápsulas y no de municiones, por tener conocimiento de armas, y
haber disparado con municiones. Que la cantidad de cápsulas serian 7 u
8. Resulta relevante este dato, a los efectos de establecer no solo con la
mayor certeza posible que Susperreguy efectuó disparos, si no también la
intención del imputado de no dejar rastro de la actividad llevada a cabo
en la terraza, en lo que respecta cuanto menos, a los disparos por él
efectuados.Lo expuesto, nos lleva a concluir que los disparos
efectuados por Susperreguy, son aquellos identificados en las pericias
balísticas como los nro. 1, 2 y 3, y que fueran efectuados por el imputado
con la intención de producir la muerte de los ocupantes del rodado, por
lo que debe responder como autor penalmente responsable por dicha
conducta.6) Sergio Daniel Garea (por mayoría)
Tal y como lo afirma el Señor Fiscal General, la
seguridad que da la confrontación del proyectil de que se trata con el
limitado espacio – de lugar y tiempo – en relación del desarrollo de los
hechos, da certeza acerca de que – ese proyectil – fue disparado en ese
momento, por el arma que llevaba Garea ( fusil F.A.L. N°7128868 calibre
762 ) y que fuera hallado a lo largo de calle Sarmiento, receptado como
n° 13.
En la pericia n° 18.505 se describe el arma (fs. 39
vta. ítem n° 61) y se la fotografía (fs. 168 vta. fotografías n° 246-247). A su
vez, el proyectil es designado con el número 13 y descripto (fs. 83 vta.) en
relación con los gráficos n° 306 y 729 y su concordancia con las
microfotografías que se identifican con los números 688 a 695.
75
Las conclusiones (fs. 91), establecen que el
proyectil “dubitado”, “individualizado como Bolsa de Plástico Py 7,62”, es
“identificado
con
Fusil
inscripciones
detrás
de
Automático
la
corredera
Liviano,
F.A.L.
modelo
cal.
Para...con
7,62-7.128868...”,
presentando en la culata y en el cañón “la inscripción de los dígitos
“128868, perteneciente a la Policía Seguridad de San Nicolás”
Las dudas que intenta introducir el Doctor
Cabrera a través de los planteos de nulidad tanto del acta de ubicación
de elementos (fs. 35/47) sobre la mencionada calle Sarmiento como de
la pericia balística referenciada, caen obviamente ante los argumentos
que
fueran
expuestos
al
rechazar
aquellas.
En
cuanto
a
su
argumentación acerca de la relatividad de la llamada prueba de uso,
no puede menos que aceptarse su posición, que es la misma que la que
expusieran los expertos en la materia que depusieran en ese sentido
durante la audiencia de debate, no obstante lo cual, ello no deja de ser
un elemento más a tener en cuenta en la valoración de la prueba
colectada en contra de su pupilo. Tampoco puede dejar de advertirse
que cuando el letrado habla de los tres elementos que a su juicio –
pertenencia-boca de fuego-trayectoria -deben ser respondidos por toda
pericia balística, y enfatiza carecer de los dos últimos, está admitiendo,
como no puede ser de otra forma ante la evidencia, que la
“pertenencia” se encuentra efectivamente comprobada. Y en cuanto a
la boca de fuego y trayectoria (que como dice el Señor Defensor no
pudieron establecerse ante la falta del dato del lugar exacto de su
hallazgo ya que sólo se conoce que se encontraba en las adyacencias
de calle Sarmiento y avenida San Martín), no revisten en el caso de la
envergadura suficiente para enervar el hecho probado; esto es: que el
proyectil encontrado en lo que fuera el trayecto recorrido por el
automóvil baleado, pertenecía al arma que fuera utilizada por el
imputado y que éste entregara en la Comisaría de Ramallo al serle así
requerido (acta fs 78).
Carece de peso asimismo, la argumentación
relativa a la duda acerca de la identidad entre el elemento incautado y
el finalmente peritado; ello así, pues a diferencia del doctor Cabrera, se
entiende que el testimonio que brindara el Comisario Inspector Conti no
contribuye a dar peso al planteo, sino que por el contrario, lo despeja, ya
que este testigo deja perfectamente aclarado, que él sólo recogió los
elementos que se encuentran en sobre marrón y no en otro tipo de
76
envoltorio (como la bolsa en la que se encuentra depositado el
proyectil), los que fueron recogidos por otro grupo de Policía Científica.
Precisamente
el
director
de
ese
cuerpo,
Comisario Jorge Rodríguez, manifiesta durante la audiencia, que su tarea
consistió en recoger ensobrar, precintar y poner una numeración “para
integridad”; y la oficial Desimone, coincide con estas expresiones,
agregando que los testigos veían lo que se ensobraba, aunque ella, que
iba apuntando, no pudo constatar todo lo que le decían...Lo cierto es,
que a fojas cuarenta y cinco de la pericia n° 18.505 (ítem 112) se lee
textualmente “Bolsa PY 7,62 con un proyectil encamisado deformado
calibre 7,62. Hay dos sellos idénticos al párrafo precedente y una firma
ilegible, en
su reverso hay dos lacres y un sello de Policía de
Investigaciones. Gráfico n° 306”. Que a fojas ciento ochenta y cinco obra
la fotografía de ese gráfico, donde se puede apreciar claramente la
exactitud de la descripción transcripta. Y, por último, que todos esos
gráficos, son obtenidos con el contenido de los respectivos envoltorios –
sobres marrones o bolsas- expuestos por encima de los mismos, lo que
aventa la suspicacia del señor Defensor acerca de la falta de seguridad
(ante la falta de precintos en estas fotografías ), habida cuenta además,
lo declarado por el perito Vincet en el sentido que fueron recepcionados
los elementos traídos por personal de la Prefectura Naval con toda
minuciosidad, con control de cada uno de ellos y con el detalle de esta
operación volcada en un acta (que obra en autos y fuera reconocida en
la audiencia), procediéndose recién a su apertura individual, verificación
de identidad, fotografía y rotulado, al momento de dar inicio a cada
estudio pericial. Resulta obvio así, que lo señalado por la defensa como
un insuperable escollo para obtener certeza, no pasa de ser un error
material (por apuro, confusión o desorganización), que no alcanza para
conmover la seguridad que otorgan las medidas de preservación y
resguardo de identidad, adoptadas en ese sentido por quienes tuvieron
a su cargo esa etapa de la instrucción.
En cuanto a la imposibilidad de que un proyectil
de esas características (7,62) haya podido ser hallado en ese lugar (en
relación a la supuesta posición del tirador), simplemente deformado y no
fragmentado, la defensa de Garea hace decir en su alegato a los
testigos Calderón y Romero -peritos balísticos- lo que realmente no
habían expresado a través de sus testimonios al ser interrogados al
respecto durante el debate. Así, ambos manifiestan a su turno, que si
77
bien la norma sería que al impacto debería fragmentarse, “el contenido
de la bolsa Y7,62 no es atípico”; “la fragmentación es posible, ello no es
categórico”; “se puede o no fragmentar, puede haber tenido un roce”;
“es casuística, no se puede generalizar, hay que ver cada caso en
particular”. Y a preguntas sobre la hipótesis de que frenara a ciento
cincuenta metros sin impactar y tener ese aspecto…”no puedo
determinar, no puede generalizarse”; “a veces un simple roce puede
hacerlo”; “podría ser un roce con un árbol, hay que tener en cuenta que
la superficie de un árbol no es rígida sino semiblanda, a mi criterio no
ofrece resistencia para que un proyectil se fragmente”. Como puede
apreciarse, lejos se está de poder afirmar – como lo hace el señor
Defensor- que existe desconocimiento de parte de los peritos o de
hallarnos ante una situación inexplicable en la realidad; lo que sí existe, es
la imposibilidad de su parte, de admitir que efectivamente, el aludido
proyectil pudo ser hallado en ese lugar y en esas condiciones, luego de
ser disparada por el arma que utilizara su pupilo.
Tampoco encuentra apoyatura en la prueba
producida, la versión de los hechos que brinda Garea, tanto con relación
a haber arribado a Ramallo en su automóvil particular y haberse retirado
de allí (ya que su domicilio es en ese lugar) en ese mismo medio, como a
la circunstancia de no haberse movido de ese sitio durante la duración
del tiroteo.
En cuanto al primer argumento, basta recordar
para desecharlo que no hay un solo testimonio que lo corrobore; que su
propio jefe de grupo (suboficial Miguel Roblas) a quien el imputado le
atribuye haberle entregado su arma antes de retirarse para que fuera
llevada nuevamente al Destacamento en la ciudad de San Nicolás – y
quien debe haberla retirado de allí para que Garea (según sus dichos) la
sacara de un móvil y la entregara en la Comisaria de Ramallo no hace
una sola manifestación al respecto; se limita a dejar bien claramente
establecido, que él recibió un arma (Fusil F.A.L.) cuando llegó al lugar a
hacer el relevo, que la llevó al Destacamento cuando se retiró y que ésa
fue el arma que volvió a llevar para ser entregada posteriormente en la
Comisaría según las órdenes recibidas. Los integrantes de la comisión del
cuerpo de Infantería referido expresan (a través de sus declaraciones en
la audiencia o incorporadas por lectura al debate), diferentes versiones
de los hechos –ninguna incluye las circunstancias mencionadas por
Garea – que se contradicen entre si; la consigna evidentemente era
78
ubicar a su compañero en la esquina -Sarmiento y Rivadavia- desde
donde se dice no partió ningún disparo: García
dice que se
encontraban allí, Roblas, Chena, Gutiérrez, Salgado, Espelde y Garea;
reconoce en el video que se le exhibe (Premiun Glade T-120) su propia
voz, pidiendo calma y afirmando que ya todo había pasado…;Espelde,
que estaban Roblas, Chena, Gutiérrez, Torres… y reconoce en el mismo
video las voces de Roblas y Garea en lugar de la de García..; Roblas, que
se hallaban con él Chena, Espelde y Garea…; Chena, que afirma haber
tenido a la vista al imputado – resguardado – hasta que terminaron los
disparos, también ubica allí a Salgado, Gutiérrez y Torres que, según
constancias de autos, momentos antes habían partido con el comisario
Maldonado a formar parte de otro “cordón humano”…y se contradice
con el propio imputado que, mientras duraron los disparos “…estuvo
tratando de contener a los periodistas..”
En relación a éstos, acierta la defensa cuando
afirma que de sus declaraciones se desprende que no vieron ni oyeron
disparos desde ese lugar sino de más adelante, pero no es menos cierto,
que ninguno de ellos puede afirmar -y de hecho no lo hacen- que entre
el personal policial que formaba la barrera (que en definitiva pareciera
que fueran nada más que cuatro) se encontraba el propio Garea. Por
otra parte el referido video -que ofrece la defensa- muestra al grupo de
Infantería en la esquina de Sarmiento y Rivadavia donde efectivamente
se encontraban apostados desde su llegada al lugar; los muestra en
actitud pasiva (inclusive el imputado está fumando), y no quedan dudas
que está tomado en circunstancias que distan de ser las analizadas para
este proceso, pero sobre todo, que no alcanza para dejar demostrado
que, al producirse los disparos, Garea se encontraba en ese lugar y no
utilizaba su arma. El tramo que muestra la escena luego de cesados los
disparos y en el que se escuchan voces, no es precisamente favorable a
lo alegado por la defensa, ya que no resulta siquiera lógico que quien
fuera que hable (ya que no hay acuerdo entre los testigos sobre ello),
pida “calma” e informe “que ya todo terminó”, a personal que sólo se
dedicó y se está dedicando a impedir que un grupo de periodistas
irrumpa al sitio por donde estaba prohibido pasar.
Es así que puede concluirse sin lugar a dudas, y
de conformidad al resultado que arroja el análisis de la prueba
producida, que Sergio Daniel Garea disparó el arma provista durante la
salida del automóvil que resultara acribillado.
79
7) Omar Rubén Isaías:
Conforme lo que se expresa en el requerimiento
fiscal de elevación a juicio, se le imputa haber “omitido las leyes cuyo
cumplimiento le incumbiere”, conforme lo dispuesto en el art.26, inciso o)
de la ley 12.155, de organización de las policías de la provincia de
Buenos Aires, “de manera tal que no impartió orden alguna ni cuidó que
los rastros materiales del delito sean conservados y que el estado de
cosas no se modificara, arribando al lugar de los hechos veinte minutos
después
del
desenlace”.
Sostuvo
la
Fiscalía
que
aquellas
responsabilidades le cabían en razón de que para la fecha de los hechos
se desempeñaba como Jefe de Zona de Coordinación de la Delegación
Departamental de Investigaciones en Función Judicial, y por tal cargo y
funciones fue designado, por el magistrado interviniente, como instructor
del sumario respecto de los hechos que estaban ocurriendo en la
sucursal Villa Ramallo del Banco de la Nación Argentina durante los días
16 y 17 de septiembre de 1999.
Tal como surge del acta glosada a fs.2/5 de
autos, firmada por el imputado, que fuera incorporada al debate, el
señor Juez Federal Dr. Carlos Villafuerte Ruzo, magistrado a cargo de las
investigaciones, dispone que el funcionario policial antes mencionado,
en su carácter de Jefe de Zona de Coordinación Departamental de la
policía de la provincia de Buenos Aires, junto con el oficial inspector
Pedro Edelmar Rivero “prosigan con las actuaciones respectivas, las
cuales serán desarrolladas mediante la instrumentación de actas
separadas”. Esta actuación está fechada el día 16 de septiembre de
1999, iniciada a las 8 horas.
A continuación de aquella designación se
suceden actuaciones en las que interviene efectivamente el comisario
inspector Omar Rubén Isaías, juntamente con el oficial inspector Pedro
Edelmar
Rivero,
instrumentando
la
recepción
de
declaraciones
testimoniales, en su condición de “actuantes” –v. fs.5, 6, 20 recepción de
elementos entregados por rehenes liberados –fs.7-; recepción de
antecedentes de sospechosos –fs.11-; solicitan reconocimiento médico
de uno de los rehenes liberados (Fernando Vilchez) –fs.21- a quien a
continuación se le recibe declaración testimonial –fs.25/26-; igualmente
se le recibe declaración testimonial a otro rehén liberado a fs.27/28
(Diego Serra), respecto de quien se solicita la intervención del médico
policial –fs.29-; a fs.30/31 se le recibe declaración testimonial al tercer
80
rehén liberado (Ricardo Pasquali) respecto de quien también se solicita
informe médico. Se deja constancia por parte de los “intervinientes”, de
todos los funcionarios que se han constituido en el lugar en que se
encuentran instalados, la sede de la Escuela Técnica y Media Nro.2, de la
localidad de Villa Ramallo, calle Sarmiento entre Rivadavia y San Martín –
fs.33-. A fs.34 los “actuarios” dejan constancia, “siendo las cuatro horas
del día diecisiete de los acontecimientos que se desarrollan en el lugar al
momento que siendo las 4,15 horas, los efectivos del grupo Halcón
persuaden a los allí presentes, entre los que se puede destacar la
presencia del sub comisario Martínez, jefe del comando Radioeléctrico
de San Nicolás, que se replieguen hacia el interior de la escuela, al
momento en que se escuchan voces provenientes de la calle que dan
alerta de que los autores del hecho se dan a la fuga a bordo del un
automóvil que salió de la cochera donde el gerente del banco
guardaba su vehículo. Que en esos momentos se escuchan disparos, y
una fuerte explosión, que luego del movimiento del ir y venir de personas,
se establece la calma, por lo que se deja constancia de ello” –firmas y
sellos aclaratorios de Omar Rubén Isaías y de Pedro Edelmar Rivero-.
Aquella actuación funcional es ratificada por el
comisario Pedro Edelmar Rivero al declarar como testigo en el debate,
cuando recordó que, a él, el juez le había dicho que debían labrar las
actuaciones, “documentar lo que estaba pasando; ellos ordenaban que
se dejara constancia de algo y nosotros lo hacíamos”. Al ser interrogado
este testigo sobre la tarea de Isaías, respondió “él era superior mío, yo
cumplo primero órdenes de Isaías y después de Cecchini. Isaías era el
Jefe de la D.D.I.”
De lo que se lleva relatado surge que el
comisario inspector Isaías omitió, a partir de aquella actuación de fs.34,
dar cumplimiento a aquellas obligaciones que la ley le imponía en razón
del cargo y de las funciones que le habían sido asignadas. Sobre este
particular debe recordarse, en primer lugar, que por imperio de lo
normado en el art.5 de la ley 12.155 –ley de organización de las policías
de la provincia de Buenos Aires (t.o. 1987)- como funcionario de aquella
fuerza policial provincial estaba obligado a actuar ante el requerimiento
que le efectuara el magistrado de la justicia federal, en un hecho
delictivo ocurrido en jurisdicción de aquel magistrado, al efecto, entre
otros que fija el párrafo segundo del artículo citado de “asegurar la
persona del supuesto autor o conservar las pruebas para ser remitidas a
81
la autoridad competente”, disposición que se reitera y amplía en el inciso
o) del art.26 de esa misma ley, cuando se refiere a los policías de
investigaciones en función judicial: “cuidar que los rastros materiales del
delito sean conservados y que el estado de las cosas no se modifique,
hasta que intervenga directamente el Ministerio Público o la Policía
Judicial, de conformidad a lo establecido en el Código Procesal Penal”.
Consecuentemente con lo prescripto por aquel
régimen normativo al que debía acatamiento este funcionario policial,
debió
haber
“proseguido
con
las
actuaciones
mediante
la
instrumentación de actas separadas”, como le había sido ordenado por
el magistrado, haciéndose presente de inmediato en el lugar donde el
delito había dejado los rastros de su comisión a efecto de su
conservación y para que el estado de las cosas no se modifique. Isaías,
por el contrario, permaneció dentro el ámbito cerrado de la escuela
aproximadamente durante unos quince minutos, invocando que habían
impartido una orden “de que nadie salga”, aclarando “yo quise salir
para saber qué había pasado pero no lo pude hacer”. Agrega luego
Isaías en el curso de su declaración en el debate, que después se dirigió
hasta el lugar donde había quedado detenido el auto del gerente en la
esquina de Ginocchio y Sarmiento, pudiendo entonces advertir lo que
había ocurrido, como así que otros funcionarios policiales, a los que
nombra, habían llegado antes que él, lo que habría ocurrido en razón de
que “habían salido por una puerta que da al profesorado de la escuela o
por la dirección”.
Aquellas explicaciones del imputado resultan
inaceptables como justificativos de su incumplimiento. En primer lugar
debe destacarse que ni siquiera identifica a quien le impidió hacerse
presente oportunamente en el lugar de los hechos, a lo que debe
agregarse que Isaías tenía autoridad suficiente en razón de su cargo
jerárquico, como así por la función actuarial de la que había sido
investido y que estaba desempeñando para haber resistido aquel
impedimento. En segundo lugar, su obligación de preservar los rastros
materiales del delito comprendía el ámbito físico a partir del lugar desde
el que se había producido la salida del vehículo en el que se
transportaban los asaltantes junto con los rehenes, el recorrido por calle
Sarmiento y finalmente donde quedara detenido. Ese es el ámbito físico
donde los hechos, habían ocurrido. A lo largo de todo ese tramo de calle
Sarmiento, comenzando en la esquina de calle Rivadavia hasta
82
Ginocchio y sus inmediaciones, debieron quedar, indudablemente,
rastros materiales para ser preservados: impactos, cápsulas, municiones,
vainas, presencia de personas y efectivos, daños producidos, para
finalmente
dar
cuenta
también,
mediante
la
instrumentación
correspondiente, de lo que ocurriera en todo el desarrollo de aquel
cruento episodio.
Fue así que, el acta de levantamiento de rastros
que posteriormente se instrumentara a fs.35/47, no da cuenta de que se
haya obtenido rastro alguno en el sector de la calla Sarmiento entre Av.
San Martín y Rivadavia, que es justamente donde comenzaron a
desarrollarse los hechos relacionados con el intento de fuga de los
asaltantes y el inicio de los disparos contra el rodado por parte del
personal policial allí apostado, según lo que ha resultado de los
testimonios antes examinados y de la pericial 01/00 de Prefectura Naval
Argentina sobre secuencia y digitalización de imágenes y de los disparos
registrados en los videos obtenidos en el lugar.
El no haber cumplido con aquella obligación
funcional, dio lugar a la desaparición comprobada de elementos valiosos
para el mejor conocimiento de los hechos investigados –tal el caso del
aparato de comunicación “Yaetsu” al que hizo referencia el testigo De
Olivera, y el arma tipo ametralladora cuya sustracción describiera el
testigo Espíndola; ambos elementos habían estado en poder de los
asaltantes
y
fueron
sustraídos
mientras
efectivos
policiales
se
encontraban alrededor del rodado Polo, rodeado por un “cordón de
seguridad” en la esquina de Sarmiento y Ginocchio. También se
perdieron los rastros de aquella enorme cantidad de disparos de armas
de fuego que fueron efectuados en la parte inicial del recorrido del
vehículo por calle Sarmiento ante de llegar al cruce de la Av. San Martín,
según lo que surgió del testimonio de la señora Flora Lacave y de
aquellos citados precedentemente –Mosto, Andrada, Marchi-. De haber
actuado en la forma en que la ley lo obligaba al comisario inspector
Isaías, se podría haber identificado a los autores de aquellos criminales
disparos. Sobre este particular recuérdese el relato del comisario
Andrada del grupo Halcón, cuando menciona a dos personas vestidas
de civil que le efectuaban disparos en dirección a su persona y a los
efectivos que se desplazaban en seguimiento del rodado –uno lo hacía
con una escopeta y el otro con un F.A.L.-. Finalmente debe hacerse
referencia al hecho de que no existe constancia alguna de que el
83
magistrado interviniente haya relevado a Isaías del cumplimiento de las
funciones que le había encomendado.
Sobre
aquella
circunstancia,
adquiere
muy
especial relevancia el testimonio prestado en la audiencia por Rodolfo
Mauricio García –quien se encontraba al momento de los hechos en la
casa de su hermana Susana García ubicada en la esquina de las calles
San Martín y Sarmiento enfrentada diagonalmente con la sede bancariay en cuya terraza se habían instalado los francotiradores del grupo
Halcón, Susperreguy y San Miguel-. Dijo este testigo, ratificando lo que
había declarado durante la instrucción a fs.5181, que una vez que
cesaron los disparos “abrió la puerta de entrada de su casa y pudo
observar el movimiento de policías que se dirigían hacia el lado donde
quedó el auto detenido, es decir, por calle Sarmiento, como así también
los policías que se dirigieron hacia el cajero de la entidad bancaria y lo
volaban. Que justo en ese momento en que la gente iba y venía, vio que
un uniformado, con voz de mando, les decía a sus subalternos en la
esquina de San Martín y Sarmiento: “tapen todo, que los medios no filmen
porque vamos todos en cana”. Que no recuerda la vestimenta de ese
uniformado, cree que tenía chaleco antibalas azul; que no se trataba del
grupo Halcón, por lo menos no llevaba la vestimenta característica que
pudo ver vestían los dos integrantes que estaban en su casa. Que
recuerda que ese uniformado tenía un arma larga en su mano; que la
manifestación aludida precedentemente fue efectuada a viva voz y
para que lo escuchen las personas que estaban alrededor de este
individuo, que eran como diez o quince y se desplazaban con él. Que las
demás personas que acompañaban a este uniformado también poseían
uniformes similares al de este individuo y se desplazaban corriendo”. Esta
acción el declarante la observa sobre el tramo que comprende la
ochava de Sarmiento y Av. San Martín, enfrente a la casa de su hermana
y frente al banco, hacia el lugar donde había quedado detenido el
vehículo Polo, “que luego se quedó dentro de su casa mirando televisión
junto a su hermana y los Halcones, y éstos últimos decían que “los que se
habrían mandado la macana eran los del grupo G.E.O”. A continuación,
en su relato, el testigo García recordó que los dos Halcones que habían
estado en su casa después del tiroteo “ascendieron nuevamente a la
terraza para ver qué había quedado, recordando el declarante haber
visto que uno de ellos –al que identifica como el que llamaban “alemán
o polaco” (Susperreguy)- llevaba en una de su manos un puñado de
84
cápsulas servidas, aclaró, “supone que de las armas que había
disparado”. Esta circunstancia se debe vincular necesariamente con
aquella orden, recordada por el testigo, de que “había que tapar todo”,
y pone además en evidencia, la gravedad del incumplimiento de Isaías,
quien estaba obligado por ley a evitar justamente este tipo de actuación
criminal que procuraba “tapar” haciendo desaparecer las pruebas del
delito.
Por
lo
antes
expuesto
cabe
concluir
considerando debidamente acreditado que Isaías debe ser considerado
responsable por la omisión imputada.
8) Martín Héctor San Miguel:
Se le imputa en el requerimiento de elevación a
juicio, el delito de homicidio en grado de tentativa, previsto y reprimido
en el art. 79 CP en función del art. 42 CP.Al momento de formularse los alegatos, tanto el
Sr. Fiscal General como las querellas, mantienen en tal sentido la
acusación efectuada en el requerimiento de elevación a juicio,
solicitando se encuadre la conducta de San Miguel en la figura de
homicidio en grado de tentativa, previsto en el art. 79 CP. en función del
art. 42 CP.San Miguel, conforme surge de la remisión de
armas efectuada por el Subcomisario Franceschetti a fs. 701 de autos,
portaba el día de los hechos un fusil calibre 5,56 serie HK 33E nro.
3.025.806. Asimismo, en igual sentido que el imputado Susperreguy, se
apostó en la terraza de la familia García, por disposición de sus
superiores, a efectos de realizar tareas de observación sobre la entidad
bancaria, debiendo informar sobre las novedades que se fueran
sucediendo, para lo cual contaba con equipo de comunicación al
efecto.Reconoce
el
imputado,
haber
efectuado
disparos al momento de producirse la salida del vehículo VW Polo; ello,
en virtud de la orden recibida por él y su compañero –Susperreguy- de
disparar a las ruedas del rodado.De la pericial balística realizada, surge que el
automóvil Polo recibió tres impactos de proyectil calibre 5,56 mm. en su
capot, sindicados con los nros. 1, 2 y 3 de la pericia 31.885 a fs. 13vta., los
cuales se corresponden con el calibre de arma que portaba San Miguel
al momento de los hechos, así como también, que dichos impactos,
85
provenían de la terraza donde se encontraba apostado junto a su
compañero. En tal sentido, corresponde remitirse a lo expuesto en este
punto, al desarrollo formulado al tratarse la autoría del Cabo
Susperreguy.En este orden de ideas, toda vez que de la tarea
de levantamiento de rastros oportunamente realizada (ver fs. 35/47 de
autos), no se obtuvieron proyectiles para efectuar el correspondiente
cotejo a los fines de poder determinar cual fue el arma que
efectivamente realizo dichos disparos, corresponde adentrarse, en igual
sentido que al tratarse la situación de Susperreguy, a analizar la
conducta de San Miguel y su participación en los hechos, de acuerdo a
las circunstancias que surgen de la prueba colectada en la presente
causa.San Miguel, una vez en la terraza de la casa de
García, se ubicó sobre el lateral de la misma que da sobre Av. San Martín.
Ello surge así, de la declaración de los testigos Rodolfo y Susana García,
así como también de los dichos del propio imputado y de su compañero
Susperreguy al momento de prestar declaración indagatoria.Manifestó el imputado durante el desarrollo de la
audiencia, que cerca de las cuatro de la mañana, escuchan un ruido
metálico y observan la salida de un vehículo de la entidad bancaria, el
cual empujaba una camioneta que obstruía el paso. Que es en ese
momento cuando reciben la orden de “disparar a las ruedas”, motivo
por el cual, cuando el auto que se encontraba avanzando marcha atrás
se detiene y retoma la marcha hacia delante, es cuando procede a
efectuar cuatro disparos a las cubiertas del mismo. Que luego ya no
efectúa mas disparos porque pierde el objetivo.La
descripción
dada
por
San
Miguel,
se
correspondería con el tramo 1 indicado a fs. 12 de la pericia nro. 31.885, y
que se encuentra graficado a fs. 12vta. Es en este trayecto y no otro
donde el mismo efectúa disparos, y en este sentido, coincide con los
dichos de Susperreguy. Corresponde destacar en este aspecto, que los
impactos nro. 1, 2 y 3 recibidos en el capot del automóvil, conforme
surge de la ampliación de la pericia 31.885 a fs. 13vta., fueron recibidos
cuando el auto se encontraba ubicado en la ochava frente a la entrada
principal del banco, es decir, de conformidad con el gráfico obrante a fs.
12vta., identificado como tramo 2; cuando el rodado ya había
descendido de la vereda del banco y se dirigía hacia calle San Martín.86
De la pericia 18.505, Tomo II, se extrae de la
observación de las fotografías a las armas incautadas, el siguiente dato:
con la identificación nro. 123 y 124, se encuentran las fotografías
correspondientes al fusil HK 33E nro. 3.025.806, el que conforme surge de
fs. 701 de autos, correspondía al imputado San Miguel. Con la
identificación
nro.
125
y
126,
se
encuentran
las
fotografías
correspondientes al fusil HK 33E nro. 3.025.807 perteneciente al Cabo
Susperreguy. Del cotejo de ambas armas, puede observarse que la que
pertenecía a San Miguel, ostentaba un grado mayor de equipamiento a
los efectos del acondicionamiento necesario para poder efectuar
disparos de noche o con escasa visibilidad. En la audiencia de debate,
ambos imputados se expidieron en el sentido de señalar que había
luminosidad suficiente para poder cumplir con la orden de disparar a las
ruedas del rodado. Sin embargo, el hecho de que el arma en poder de
San Miguel se encontrara en mejores condiciones al efecto, denota un
mayor grado de responsabilidad del accionante al momento de tomar la
decisión de proceder a abrir fuego contra el rodado con el objeto de
alcanzar el objetivo encomendado.La circunstancia de no haberse encontrado
proyectiles que acreditaran que los impactos producidos en el capot del
rodado se correspondieran a aquellos disparos efectuados por San
Miguel; la mayor preparación que el mismo tenia en relación a la tarea
para la cual fuera encomendado (ver informe de fs. 3011/3012 de autos)
lo que se tradujo en tomar la decisión de dejar de abrir fuego contra su
objetivo cuando consideró que el mismo ya no se encontraba en las
condiciones optimas para ser alcanzado, así como el dato objetivo de
que los impactos de bala producidos en el vehículo no se hicieran desde
la posición de ostentaba el vehículo al momento de realizarse los
disparos por parte de San Miguel, conforme lo que surge de las pericias
balísticas – y situación ésta en la que tanto Susperreguy como San Miguel
coinciden plenamente-, arrojan una duda razonable a los fines de
atribuirle responsabilidad penal por los hechos que oportunamente le
fueran imputados.Es en tal sentido, que la duda debe favorecer al
imputado en este estado del proceso, ya que no se puede arribar al
grado de certeza necesario a los fines de imponerle una condena. Por
ello, corresponde su absolución por el principio beneficiante de la duda,
contemplado en el art. 3 CPPN.
87
IV- CALIFICACIÓN LEGAL:
a) Oscar Alberto Parodi y Ramón Ignacio Leyva
(Homicidio simple).
El artículo 79 del Código Penal, define al
homicidio simple diciendo “ Se aplicará reclusión o prisión de ocho a
veinticinco años, al que matare a otro, siempre que en este código no se
estableciere otra pena”.
Esta
fórmula,
clara
y
precisa,
no
ofrece
dificultades de interpretación; es la figura dolosa con menos requisitos,
entre las que tienen como resultado la muerte de un ser humano. La
acción del sujeto activo consiste en matar – cualquiera sea el medio con
que se cause ésta – y el resultado materialmente tipificado es la muerte.
Es un delito instantáneo, que se consuma al momento de fallecimiento
de la víctima y admite la tentativa.
Para establecer la capacidad letal del medio
empleado, debe considerarse el modo en que fue usado, la persona que
lo utilizó y la que lo padeció, así como las circunstancias de su empleo,
respecto del estado de ánimos de su autor, y al tratarse de un delito de
resultado, obviamente la muerte debe haber sido causada por la acción
del autor.
Requiere
un
actuar
doloso,
debiendo
entenderse ello como “la determinación de la voluntad hacia el delito: la
intención de cometerlo”. Implica una resolución delictuosa que exige
que el agente comprenda la criminalidad del acto y dirija hacia ello sus
acciones, lo que supone por una parte: la comprensión material del
acto; esto es la materialidad estructurante del hecho y que la ley pone a
su cargo, desligada de su intención, y por otra: la comprensión de la
criminalidad del acto, lo que hace referencia a una significación ínsita en
el mismo y en relación a la calidad de hecho socialmente reprobable.
En el dolo directo, el autor dirige su acción hacia
el delito, cuando la ejecución de éste es el objeto directo de su
intención; en el indirecto, también se dirige de manera decidida hacia el
delito, cuando éste se le presenta como algo que, aunque no deseado,
está necesariamente ligado a lo realmente querido; en el eventual, no
tiene el propósito – directo o indirecto – de delinquir, sino que se limita a
tomar a su cargo lo que, por presentársele como probable, puede
(frente a su conciencia ocurrir)).
88
Toda vez que al examinar las conductas de los
imputados Parodi y Leyva surge claro de las mismas la presencia de los
elementos propios del tipo penal antes descripto, tanto en su aspecto
objetivo como subjetivo (dolo directo), corresponde calificar la conducta
de ambos en los términos de la figura penal acuñada el artículo 79 del
Código Penal.
b)
Carlos
Ariel
Aravena,
Sergio
Guillermo
Susperreguy y Ramón Darío Sánchez-Tentativa de homicidio:
La tentativa, por definición, es el intento de
cometer un delito que no llega a consumarse por causas ajenas a la
voluntad del autor. Sostiene Carrara que para apreciar el aspecto
subjetivo en la tentativa, debemos prescindir de lo acontecido, para
fijarnos tan sólo en lo que debió suceder, según los cálculos del agente
(citado por Carlos Fontán Balestra, tratado de derecho penal, parte
general, t. II, ed. Abeledo Perrot, año1990, pág. 272).Ello es recogido por nuestro código penal al
establecer en su art. 42 del C.P.: “El que con el fin de cometer un delito
determinado comienza su ejecución, pero no la consuma por causas
ajenas a su voluntad...”.
Es un concepto relativo, condicionado por la
figura del hecho final –en el caso de homicidio- de manera que el
examen de las circunstancias objetivas serán las que permitan inferir la
intención del agente (en el caso de matar a las personas que se
trasladaban en el auto VW Polo) (v. C.J. Salta “Aranibar” L.L. 1977-A-163).
Hay tentativa no sólo cuando se inicia la acción
típica, sino cuando se realizan actos idóneos enderezados a tal fin, pues
hay comienzo de ejecución del delito (T.S. Córdoba “Albarracin” L.L. 15025, 25/09/72).
En la tentativa, el elemento intencional volitivo es
esencial; el sujeto debe estar orientado teleológicamente y su actuar
determinado en consecuencia. La existencia de esa intención, si no es
por propia y espontánea confesión ha de ser inferida de los hechos
objetivos que la exterioricen (C.C. Salta 26/08/64 J.A.-1965-V-370).
Aquellos hechos deben poner en peligro real al
bien jurídico tutelado por la figura penal de aplicación (C.C. Gualeguay
11/05/84 Nº763 f.222).
Debe existir idoneidad de la acción para lograr
el resultado delictivo propuesto.
89
A la luz de los conceptos antes expuestos, deben
ser examinados, en cada caso particular, cuales han sido aquellos “actos
objetivos” llevados a cabo por los imputados, que el Tribunal ha
considerado incursos en el delito de homicidio simple en grado de
tentativa, es decir con respecto a Aravena, Sánchez y Susperreguy.
En los tres supuestos, los imputados han realizado
actos que, considerados objetivamente, resultaron idóneos para poner
en peligro el bien jurídico “vida humana” que es el protegido por la
disposición del art.79 del Código Penal.
Tanto Aravena como Sánchez y Susperreguy,
según ha resultado de la prueba que hemos venido examinando –
pericial balística, testimonial e instrumental- han efectuado disparos de
armas de fuego de gran poder ofensivo, impactando contra un
automóvil en movimiento, con pleno conocimiento de que en el mismo
se trasladaban personas, entre ellas rehenes que habían rogado que no
se disparara contra ellos.
Los tres nombrados habían recibido suficiente
información sobre la situación en que se había producido la salida del
rodado y de quiénes eran sus ocupantes, no obstante lo cual dispararon
e impactaron en el mismo.
La invocada intención de haber actuado en
situación de legítima defensa –en el caso de Sánchez y Aravena- ha
quedado totalmente desvirtuada. En el caso de Susperreguy, quién
pretendió haber actuado siguiendo una orden de su superior “de tirar a
las gomas” del vehículo, también ha quedado totalmente desmentida.
Todo ello ha sido materia de examen al analizar sus casos particulares.
Corresponde
pues,
habiendo
quedado
acreditado que todos ellos efectuaron disparos en las circunstancias que,
desde la lógica, la experiencia y el orden natural de las cosas, habría de
causar la muerte de los ocupantes del vehículo, debe concluirse en que
lo hicieron con la intención de matar a los mismos. Por lo tanto, su
conducta ha de ser calificada como HOMICIDIO EN GRADO DE
TENTATIVA (art.79 en función del art.42 del Código Penal).
Debe señalarse finalmente como adelanto a lo
que representa una pauta de individualización de la pena, que la forma
utilizada para la reducción de la escala penal en abstracto a tenor de lo
dispuesto por el art. 42 del Código Penal, seguirá las pautas de
interpretación obligatoria del plenario “Villarino” de la Cámara Nacional
90
de Casación Penal, de fecha 21 de abril de 1995 (Jurisprudencia Penal
de Buenos Aires, Tomo 90, Año 1993/95, pág.141 y ss.). Esto es, que la
reducción para la tentativa opera disminuyendo la pena para el delito
consumado, en un tercio del máximo y en la mitad del mínimo. Por ello,
la escala penal aplicable al presente cuadro legal es de 4 años de prisión
como mínimo y 16 años y ocho meses de prisión en lo que al máximo
respecta.
c) Sergio Daniel Garea
Discrepamos con la calificación legal que
proponen para este procesado las querellas y el señor Fiscal General. Su
conducta no queda atrapada en la descripción de la figura de
homicidio, aún en grado de tentativa, y sí se adecua sin dificultad, al tipo
penal que acuña el artículo 104 del Código Penal y que describe el delito
de “abuso de armas”.
Efectivamente, el mencionado artículo reprime
con pena de uno a tres años de prisión ( en su primer párrafo), a quien
“...disparare un arma contra una persona sin herirla”.
”La acción es pues, la de disparar un arma de
fuego , o sea hacer que ella despida el proyectil operando sus
mecanismos, utilizando el arma de fuego como tal.”
La tipicidad requiere también que el disparo se
realice contra “una persona”; que se dirija contra ella, de modo que el
arma tiene que estar intencionalmente orientada para que el disparo se
dirija hacia donde está la víctima (sin que sea necesario que se trate de
una persona determinada), pues ello se corresponde con la noción de
peligro concreto que debe correr la misma. Es decir que se debe
disparar, “ poniendo en peligro la integridad física de alguien”.
El delito se consuma cuando el disparo se ha
producido, o sea que el proyectil debe salir del arma, quedando librado
a la dirección que con aquella se le dio, por lo que no queda en grado
de tentativa cuando, habiéndose producido el disparo, el proyectil se
desvía de la dirección que voluntariamente se trató de imprimirle, por
diversas circunstancias como puede ser la de un obstáculo interpuesto.
Se trata de un delito doloso, que en este caso
presupone tanto el conocimiento del carácter del arma, como la
voluntad de dirigir el proyectil contra la persona de la víctima; no se
excluye esta culpabilidad típica porque el autor haya aceptado dañar a
la persona contra la cual dispara, o en los casos en que haya actuado
91
rechazando tal posibilidad, pero sí cuando directa y específicamente ha
pretendido un resultado de muerte o lesiones gravísimas, ya que
entonces la tentativa de estos delitos, desplaza la figura del primer
párrafo del artículo 104.
Aplicado todo ello a la conducta del imputado,
y teniendo por cierto y probado que el mismo efectuó el disparo con su
fusil FAL 7,62 mm. en el momento de la salida del automóvil, parece
innecesario afirmar que el mismo conocía que se trataba de un arma de
fuego, y si bien es cierto que no puede aseverarse del mismo modo que
su intención haya sido la de matar a sus ocupantes -habida cuenta que
no puede atribuírsele ningún impacto sobre el rodado que así lo
demuestre – sí resulta innegable que ése disparo se efectuó contra el
rodado en cuyo interior se encontraban personas cuya integridad física
puso en peligro con su accionar.
d) Omar Rubén Isaías:
Aquella conducta omisiva resulta atrapada por
la previsión legal contenida en el art.248 del Código Penal, en tanto se
acreditan en la especie todos los elementos del tipo penal allí acuñado.
Se trata de un funcionario público, entendiéndose como aquella persona
que ostenta el título de tal por nombramiento expedido por autoridad
competente (art.246 del Código Penal a contrario sensu), que ha
asumido el cargo de que se trata, oficio que lo hace participar de
manera permanente o accidentalmente del ejercicio de funciones
públicas (art.77 inc.4 Código Penal), (Justo Laje Anaya, “Legítima
Defensa”, pág.138, Ed. Córdoba, 1993) que actuando en esa calidad ha
dejado de ejecutar disposiciones legales cuyo cumplimiento le incumbía,
esto es, aquellas que le imponían la ley 12.155 antes citada, en sus arts.5,
segundo párrafo, y 26, inciso o), y el art.294 inc. 2) del Código Procesal
Penal de la provincia de Buenos Aires.
En este caso, es necesario recordar que se trata
de un delito que no exige la producción de daño alguno y que se
consuma con la simple omisión de la realización de una actividad que le
es impuesta (conf. Agustín Washington Rodríguez, “Código Penal –
Concordado y anotado – Parte especial”, pág.213, Ed. Juris, 2000).
La punibilidad proviene del hecho de no haber
actuado cuando la ley lo obliga a hacerlo, entendiendo por expresión
“ley” aquellas que delimitan la competencia de los funcionarios “es decir
determinan lo que el funcionario debe o puede hacer como tal” (conf.
92
Carlos Creus, “Derecho Penal”, parte especial, t.2, pág.257 y ss.; CF
Capital, 16.11.65 citado por Rubianes “Código Penal, su interpretación
jurisprudencial”, t.3. Actualización).
El elemento doloso requerido por el tipo penal ha
quedado acreditado, toda vez que Isaías tenía pleno conocimiento de
cual era su obligación funcional, lo que quedó evidenciado en las
actuaciones
descriptas
deliberadamente las mismas e
precedentemente,
incumpliendo
invocando como justificativo de su
posterior omisión una circunstancia no probada e inaceptable. Solo resta
tener presente, en lo que se refiere al bien jurídico tutelado por la norma
citada, que la misma, “más que el correcto desempeño en general de la
función pública, tutela es respeto y acatamiento debido a las normas
constitucionales y legales” (Cam. Fed. Capital, 6/12/57 L.L.-89-408).
V - SANCIÓN:
1) Oscar Alberto Parodi
Son valoradas como circunstancias agravantes,
en relación con la naturaleza de la acción y de los medios empleados, su
carácter de funcionario policial -y su consiguiente tarea de protección
de la vida y bienes de los miembros de la sociedad, conforme lo
estipulado en el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155- que ha utilizado un
arma de alto poder ofensivo en desmedro justamente de aquella
función,
su
preparación
como
experto
tirador
–referido
consecuentemente por sus compañeros y en especial por su jefe,
subcomisario Martínez-, su desprecio absoluto por la integridad de los
rehenes ante la súplica de la señora Lacave de que preservaran sus
vidas, su innegable actitud ofensiva dirigida a producir el resultado al que
se llegó -recuérdese el pedido a Mosto de que se apartara del lugar-, la
desconsideración con respecto a los grupos especiales que eran los
encargados de controlar la situación, la autodeterminación de disparar
sin orden de un superior –siendo su cometido en el lugar la custodia de la
zona-, su decisión de ejecutar el disparo al habitáculo en lugar de tirar a
las cubiertas del rodado, el riesgo que generó disparando a pesar de que
detrás del auto corrían numerosos oficiales, su consecuente negativa a
aceptar su responsabilidad intentando desviar la decisión del Tribunal
probablemente en perjuicio de otros funcionarios, incluso consortes de
causa, el intento de ocultamiento de su accionar mediante la reposición
de los elementos faltantes en su cargador; la extensión del daño y del
peligro causados que ya fueran reiteradamente expuestos en esta
93
sentencia; su edad, 46 años que le permitió conocer y valorar
exactamente las consecuencias del hecho en que incurría; las
circunstancias de tiempo, modo y lugar de ejecución del hecho,
demostrativos de una actitud serena, fría y predeterminada. Como
circunstancia atenuante solamente debe ser valorada su falta de
antecedentes penales.
Sin perjuicio que el tribunal puede imponer una
pena superior a la requerida por el Fiscal de Cámara, cabe consignar
que esta posibilidad se encuentra autorizada por la interpretación que
corresponde acordar a lo resuelto por nuestra Corte Suprema de Justicia
de la Nación en autos “Santillán” (Fallos 321:2021) cuando junto al
Ministerio
Público
Fiscal
actúe
de
manera
conjunta
una
parte
querellante.
Por ello se estima justo imponerle las penas de
veinte años de prisión e inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la
condena (art. 12 CP).
2) Ramón Ignacio Leyva:
Se
tiene
en
cuenta
como
circunstancias
agravantes, la naturaleza de la acción y los medios empleados; se
trataba de un funcionario público cuya objeto es preservar la vida y
bienes de los demás miembros de la sociedad, conforme lo estipulado en
el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155, al que el Estado lo proveyó de un
arma para tales fines y lo capacitó para alcanzar dicho objetivo, cabe
destacar que el imputado integraba el GEO que era un grupo especial
para situaciones de crisis no comunes dotados de armamento de gran
poder de fuego superior al de cualquier personal policial de calle. Sin
embargo utilizó dicho armamento produciendo la muerte de uno de los
rehenes, el peligro de muerte de los demás ocupantes del vehículo que
sobrevivieron y los de sus compañeros que se hallaban cerca del
vehículo en condiciones que hacían imposible disparar sobre el vehículo
sin provocar la muerte de alguno de sus ocupantes (nocturnidad, sin
objetivo claro, con muchas personas alrededor). La extensión del daño; El
daño causado fue la muerte Carlos Santillán. La importancia de este bien
jurídico se comprende fácilmente, puesto que en él se sustentan todos los
demás bienes jurídicos y derechos de los que es titular o beneficiario el ser
humano, es el soporte y la condición necesaria que va a permitir a cada
individuo
ejercitar
y
desarrollar
sus
facultades
personales,
su
desenvolvimiento existencial, aspiraciones y metas, en suma, su destino
94
individual y social. Se trata de un bien jurídico de primer rango valorativo,
de allí la gravedad de las penas establecidas y a su proporcionalidad al
comparar unos delitos de otros, es a partir de los delitos contra la vida,
que se establecen los principios valorativos y rectores básicos de la Parte
Especial y, en consecuencia, la coherencia y fidelidad de los demás
delitos en relación con tales principios identificados en éstos. La extensión
del peligro causado; lo constituye el riesgo del restante rehén, Sra. Flora
Lacave, que fue herida sin poder determinarse quien disparó el proyectil
que le ocasionó la lesión pudiéndose haberse producido también su
muerte dado la circunstancias de tiempo, modo y lugar en que disparó
el imputado. Su edad (35 años), varios hijos a su cargo, son elementos
que se hallan relacionados directamente con los motivos más numerosos
e importantes de observar la ley, ya que es en función de dicha madurez
cuanto mayor es la capacidad para comprender el alcance de los
deberes violados. A la fecha de los hechos tenía varios años como
policía demostrativa de su experiencia que no concuerda con su
actuación. En cuanto a las circunstancias de tiempo, lugar y modo de
ejecución del hecho; demuestran la falta total de equilibrio, serenidad y
frialdad para la utilización de un arma ante situaciones de riesgo, ello
indica su falta de profesionalismo, resultando su actuación de sumo
riesgo para la seguridad de terceros; se tiene en cuenta como
circunstancias atenuantes: el reconocimiento de haber disparado,
aunque intenta justificar su accionar por habérsele disparado el arma sin
intención, su falta de antecedentes penales y la imagen de abatimiento
que surge del examen de visu, estimándose justo imponerle la pena de
dieciocho años de prisión, e inhabilitación absoluta por igual tiempo al
de la condena (art. 12 del C.P.).
3) Carlos Ariel Aravena
Teniendo en cuenta las pautas mensurativas
establecidas en los arts. 40 y 41 del Código Penal, al individualizar las
penas que corresponde aplicar a este imputado, lo prescripto en los arts.
42 y 44 del mismo cuerpo legal y las pautas de reducción establecidas en
el fallo plenario “Villarino” de la CNCP, se tiene en cuenta como
circunstancias atenuantes su falta de antecedentes penales (v. legajo de
personalidad agregado por cuerda a fs.15/16) y el concepto positivo que
resulta de su legajo personal (v. fs.2865). Como agravantes, se destaca su
edad y condición policial, con capacitación para actuar en hechos de
violencia y el uso de armas de fuego, que en situaciones como la
95
presente, en que existía riesgo de afectar la vida humana o su integridad,
efectuó por lo menos tres disparos a un automóvil en movimiento en
situación de crisis, esto es, en el que se conducían los asaltantes junto con
los rehenes, debiendo anteponer la preservación del bien jurídico “vida
humana” al éxito de la actuación o la preservación del bien jurídico
propiedad, conforme se lo imponía el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155
de organización policial que integraba. La peligrosidad de su accionar
ha quedado evidenciada teniendo en cuenta la gravedad de los
hechos que se estaban desarrollando, la cantidad de personas que se
encontraban circulando y apostados en el lugar de los disparos, el daño
causado en la persona del Contador Santillán y, particularmente, que
otros integrantes de su propio grupo ocupaban posiciones enfrentadas
sobre la misma calle; por todo ello se estima justo imponerle las penas de
diez años de prisión e inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la
condena (art.12 del Código Penal).
4) Sergio Guillermo G. Susperreguy:
De
acuerdo
a
la
reducción
descripta
precedentemente para la tentativa, se tienen en cuenta como
circunstancias agravantes, la naturaleza de la acción, los medios
empleados y la extensión del peligro causado. Se trata de un funcionario
público cuya objeto es proteger la vida y bienes de los miembros de la
sociedad, conforme lo estipulado en el inciso i) del art. 7 de la ley 12.155,
al que el Estado lo proveyó de un arma para tales fines y lo capacitó
para alcanzar dicho objetivo, cabe destacar que el imputado integraba
el Grupo Halcón (como francotirador), grupo especial para situaciones
de crisis como la aquí juzgada dotado de armamento de gran poder de
fuego (fusil cal. 5,56 mm) superior al de cualquier personal policial de
calle y al de otros grupos especiales. Sin embargo utilizó dicho
armamento colocando a los rehenes en peligro de muerte e impactando
en el vehículo varios proyectiles en condiciones que imponían no disparar
sobre el mismo (nocturnidad, sin objetivo claro, con muchas personas
alrededor). El imputado no disparó a las cubiertas sino que su objetivo fue
el automóvil y sus ocupantes, así lo certifica el lugar de los impactos.
La importancia del bien jurídico y la extensión del
riesgo causado, han sido ponderados en las pautas individualizadoras
referidas al resto de sus consortes procesales. Su edad de 32 años,
elemento que se halla relacionado directamente con los motivos más
numerosos e importantes de observar la ley, ya que es en función de
96
dicha madurez cuando mayor es la capacidad para comprender el
alcance de los deberes violados. A la fecha de los hechos tenía 6 años
como policía y 4 años en la brigada Halcón demostrativa de su
experiencia que no concuerda con su actuación. En cuanto a las
circunstancias de tiempo, lugar y modo de ejecución del hecho;
demuestran en este caso una falta total de profesionalismo ya que
reafirmó en la audiencia que disparó con un objetivo claro y que si
habría sabido que había rehenes igual hubiese disparado, pese a sus
dichos sobre que el tenía el objetivo claro –cubiertas- no se produjo
ningún impacto sobre dicho elemento. Las condiciones de nocturnidad,
la falta de mira especial en su arma para disparar de noche, las
circunstancias de que en el auto iban personas no identificables, y que se
trataba de un francotirador con capacitación especial son razones más
que suficientes para no disparar bajo ninguna circunstancia –aunque se
lo ordenaran-. Los propios jefes de grupo tácticos (Comisario Gerardo
Ascacibar (Grupo Halcón), Comisario Claudio Pereyra (GEOF); Fabián
Infante y Ariel Loyola, (ambos francotiradores del grupo GEOF)
declararon en la audiencia que el francotirador tiene siempre la última
decisión para disparar aunque su superior lo ordene; sino están dadas las
circunstancias apuntadas de seguridad para terceros; resultando la
actuación de Susperreguy en este caso de sumo riesgo para la seguridad
de
personas
inocentes,
tengo
en
cuenta
como
circunstancias
atenuantes: el reconocimiento de haber disparado, aunque intenta
justificar que sus disparos fueron efectuados a las cubiertas del automóvil
baleado y su falta de antecedentes penales. Estimo justo imponerle la
pena de seis años de prisión, e inhabilitación absoluta por igual tiempo al
de la condena (art. 12 del C.P.)
5) Ramón Darío Sánchez
De
acuerdo
a
la
reducción
descripta
precedentemente para la tentativa, se tiene en cuenta la naturaleza de
la acción y los medios empleados, que se trataba de un funcionario
policial perteneciente a un grupo especial de operaciones, altamente
capacitado en el uso de armas, que tenía cabal conocimiento de los
efectos de disparar una pistola automática, que no tuvo la mínima
consideración respecto al peligro que su ilógico accionar causaba –
recuérdese que sus compañeros se encontraba a escasos metros frente
a él y que detrás del vehículo iban corriendo numerosas personas de
distintos grupos policiales-; la extensión del daño y del peligro causado
97
largamente relatado en esta sentencia, su edad, 27 años, que le permitía
conocer en toda su extensión la relevancia de su función y los riesgos
ocasionados; las circunstancias de tiempo, modo y lugar de ejecución
del hecho demostrativos de una actitud fría y calculadora en contraste
con la invocada sorpresa ante la agresión armada de los delincuentes, la
innecesariedad de su accionar en la que debía anteponer la
preservación del bien jurídico “vida humana” al éxito de la actuación o
la preservación del bien jurídico propiedad, conforme se lo imponía el
inciso i) del art. 7 de la ley 12.155 de organización policial que integraba;
como circunstancias atenuantes, se pondera su falta de antecedentes
penales y el reconocimiento desde un comienzo de la investigación de
haber disparado contra el rodado; ello así, se estima justo y acorde a
derecho condenarlo a las penas de seis años de prisión e inhabilitación
absoluta por igual tiempo al de la condena (art. 12 del C.P.).
6) Sergio Daniel Garea
Se
han
evaluado
como
circunstancias
agravantes específicas en orden a la naturaleza de la acción y los
medios empleados, que se trataba de un funcionario –en los términos del
art. 7 inc. i de la ley 12.155- cuya única función en el lugar era contención
y seguridad de la zona, a pesar de que disparó con el altísimo riesgo que
ello implicaba, teniendo en cuenta no sólo la cantidad de gente que
había en los alrededores sino que detrás del vehículo corrían
innumerables agentes policiales; en relación con la extensión del daño y
peligro causado ya fue expuesto reiteradamente en esta sentencia;
asimismo, su edad en esa fecha -26 años- que le permitía valorar en toda
su extensión la gravedad de los deberes violados; en cuanto a las
circunstancias de tiempo, lugar y modo de ejecución de los hechos
demuestran una absoluta falta de profesionalismo y control de
situaciones
de
riesgo;
como
atenuantes,
corresponde
tener
en
consideración su falta de antecedentes penales. Ello así, resulta justo y
acorde a derecho imponerle las penas de dos años de prisión, cuyo
cumplimiento se deja en suspenso (artículo 26 del C.P.) en razón de darse
en el presente caso la situación prevista en el artículo citado, que
aconsejan la no efectivización del encierro, e inhabilitación especial por
igual tiempo al de la condena para desempeñar cargo o empleo
público (art. 20 bis, inc. 1º, del C.P.)
De conformidad a lo prescripto en el artículo 27
bis del Código Penal, se le impone por el término de dos años, las
98
siguientes reglas de conducta: fijar residencia y someterse al cuidado de
un Patronato.
7) Omar Rubén Isaías.
Al individualizar las penas que corresponde
aplicarle, conforme las pautas mensurativas establecidas en los arts. 40 y
41 del Código Penal. Se atiende como atenuante, la falta de
antecedentes (v. legajo de su personalidad fs. 11/12) y su concepto
positivo; como agravante se tiene en consideración su edad, jerarquía
funcional y nivel cultural que le permitían conocer la gravedad de los
hechos respecto de los cuales se le exigía una determinada conducta y
las consecuencias negativas que tal comportamiento omisivo habría de
generar a la investigación para la que había sido convocado. Por ello se
estima justo imponerle las penas de dos años de prisión cuyo
cumplimiento se deja en suspenso por darse los supuestos del art. 26 del
Código Penal, y la inhabilitación especial por doble tiempo con los
alcances prescriptos en el art. 20 del Código Penal. Durante el término de
dos años, conforme lo establecido por el art.27 bis del mismo código,
deberá cumplir las siguientes reglas de conducta: fijar residencia y
someterse al cuidado de un patronato.
VI.- CONDUCTAS QUE DEBEN SER INVESTIGADAS:
Las circunstancias que han sido reseñadas en los
presentes fundamentos están describiendo un marco referencial dentro
del cual han de ser consideradas las conductas de quienes han sido
traídos a juicio en calidad de imputados y, además, ponen de
manifiesto la existencia de otras conductas que deben ser investigadas
por resultar evidentemente relacionadas causalmente con los hechos
aquí tratados.
Ha quedado evidenciado un frustrante accionar
policial por parte de quienes tenían la responsabilidad de evitar que el
denominado “foco de crisis” generado por los asaltantes que habían
concretado su accionar delictivo en la sede el banco valiéndose de
rehenes para alcanzar su objetivo, se trasladara cruentamente al
exterior. Cabe asignar responsabilidad directa, en tal sentido, a quienes
se encontraban en el lugar de los hechos, al desencadenarse las
circunstancias antes examinadas, a cargo de los efectivos que
integraban el grupo Halcón esto es, el jefe táctico Gerardo Ascacibar y
los jefes de escalón o equipo de ese mismo grupo, el comisario Carlos
Alberto Andrada y el oficial principal Sergio Omar Andrada. Según ha
99
resultado del debate, a este grupo táctico le había sido asignada la
custodia del sector por donde se produjo la aparición del rodado VW
Polo con los asaltantes y rehenes en actitud de abandonar el lugar.
También
cabe
asignar
responsabilidad
al
comisario Miguel Fontana, quien se encontraba a cargo del grupo
G.E.O., que debía cubrir la seguridad en el denominado “segundo
anillo”, habiendo establecido una “barrera” de contención con
vehículos de esa fuerza en la bocacalle de calle Ginocchio y Sarmiento,
no obstante lo cual ubicó personal armado de su fuerza, enfrentados a
ambos lados de la calle Sarmiento, a media cuadra de aquella
“barrera”, con el previsible riesgo para dichos efectivos de que se
produjera un fuego cruzado entre los mismos, lo que en definitiva
ocurrió.
En cuanto al sub comisario Raúl Oscar Martínez,
a cargo del grupo de Comando de San Nicolás, ha surgido de los
testimonios antes examinados, que mantuvo injustificadamente a sus
efectivos, en oportunidad de desencadenarse los hechos, armados en
un sector donde solamente debían actuar los grupos especiales,
contribuyendo con ello a generar una situación de confusión y caos;
ese estado de desorden benefició indudablemente los planes de
quienes buscaban hacer desaparecer elementos comprometedores
para la ya comprobada participación del entonces integrante de ese
mismo comando policial, el condenado Aldo Cabral (fallo citado
precedentemente, dictado por este Tribunal Oral, en la causa
“Martínez, Carlos Sebastián y otros”) y sus cómplices, en la organización
y ejecución del asalto a dicho banco. Repárese sobre este particular,
en la ya destacada e inexplicable desaparición del handy de uso
policial y de una ametralladora, del lugar donde quedara finalmente
detenido el rodado VW Polo, siendo que allí se encontraba numeroso
personal policial y, entre ellos, el propio jefe del grupo, según pudo
apreciarse en el video exhibido y lo determinara la pericia de imágenes
nº 05/00 practicada por la Prefectura Naval Argentina.
El sargento Mosto, según lo expresara en la ya
citada declaración de fs. 2456/2459, ratificada en sede judicial a fs.
4430/4431 que fuera incorporada por lectura, el día 16, en horas de la
tarde, tomó la ubicación que le asignara el subcomisario Raúl O.
Martínez, esto es “vigilancia
casi frente al garaje del banco, de la
vereda opuesta, quedándose el dicente detrás de una camioneta
100
Chevrolet que estaba sobre la vereda”. Encontrándose en esa posición
en la madrugada del día siguiente, aproximadamente a las 03:55,
observa que había movimiento de los grupos operativos y que se
producían ruidos en el portón, el que luego fue abierto y pasados unos
minutos escucha la voz de una mujer que decía POR FAVOR NO
DISPAREN, seguido ello escucha que se pone en marcha el vehículo en
el interior del garaje y ante ello “a viva voz el dicente le da aviso a sus
compañeros de lo que había dicho la mujer que no tiraran a los
delincuentes, que estos policías se pasaban también a viva voz dicha
novedad para que tomara conocimiento el personal que se hallaba
dentro de la escuela”. Aclaró que en su interpretación de aquellos gritos
de la mujer era que “la mujer anunciaba que iban a salir en el auto
todos juntos –rehenes y delincuentes- para que la policía que estaba
afuera del banco no disparara a la gente que salía, puesto que iban
todos, incluidos la señora y los rehenes...Que en este instante también
recuerda que en virtud de lo manifestado el dicente le dijo a la gente
del comando radioeléctrico que estaba apostada en la puerta de la
escuela -junto a una camioneta patrullera- que avisaran que se iban del
banco”.
Debe recordarse, que según resultara de la
propia declaración prestada en la audiencia por el subcomisario
Martínez, fue el grupo que comandaba éste funcionario el que primero
tomó contacto con los delincuentes que habían tomado el banco,
habiendo empleado éstos, sorpresivamente, para ello, una frecuencia
policial de ese mismo comando, conociendo, de esta manera, la
situación en que se encontraban los rehenes (v. fs. 2129). También
Martínez había ubicado a sus efectivos en lugares cercanos a la sede
del banco, con la expresa misión de “observar posibles movimientos en
la puerta del garaje del banco y otra lindera” –tal lo que resulta de lo
declarado por el cabo Hugo Sequeira a fs. 2138/2140 y por el sargento
de ese mismo grupo, Antonio Irigoitía, a fs. 2108/2110. Recordó Sequeira
en aquella declaración testimonial que, estando en la posición
asignada de calle San Martín y Sarmiento, “siendo las 03 horas
aproximadamente, se hizo presente el subcomisario Martínez, a fin de
verificar cómo se encontraban y recalcando que estén atentos ante
una eventual salida de los delincuentes”, lo que en definitiva ocurrió
aproximadamente a las 04 horas de ese mismo día. No obstante
aquellas disposiciones ordenadas a su personal, no consta que haya
101
dispuesto ninguna medida destinada a bloquear aquella salida ni aún a
comprobar cuál era la situación de la camioneta Saveiro que estaba
estacionada frente a la puerta del garaje que sus subalternos debían
vigilar.
Las circunstancias que se llevan descriptas
permiten arribar a la conclusión que no era el entonces policía Aldo
Cabral el único cómplice que tenían los asaltantes del banco dentro de
las fuerzas policiales. Además de ello surge también que el subcomisario
Raúl O. Martínez debió contar con información que le adelantaba que
la salida de los asaltantes se produciría por la puerta del garaje donde
guardaba
su
automóvil
el
gerente
Chaves.
Ello
ha
quedado
evidenciado en las disposiciones adoptadas con antelación, entre su
personal para que concretamente vigilaran ese preciso lugar, según los
testimonios que hemos destacado precedentemente. Todas estas
cuestiones deberán ser investigadas por el magistrado instructor.
Debe además investigarse la comisión del delito
de falso testimonio por parte de este funcionario –subcomisario
Martínez- cuando en la audiencia afirmó que la silueta que observaba
en el video que le fuera exhibido correspondía al imputado Parodi,
cuando según resulta del informe pericial Nro. 05/00 y lo declarado por
el perito Javier Rodríguez, corresponde a su propia persona.
A su vez, deben también remitirse al señor Juez
que instruyó la presente causa, las actuaciones correspondientes a lo
declarado en la audiencia por los testigos Ariel Loyola, Rosa Natalia
Cardinali, el oficial G.E.O.F. Oscar Rubén Ruiz, y el subcomisario Claudio
Marcelo Pereyra del mismo grupo, como así los antecedentes
relacionados con el que fuera integrante de dicha repartición policial,
de apellido Silva, a efectos de determinar cuál fue la tarea que cumplió
éste último, el día de los hechos aquí examinados. En su caso, deberá
determinarse si ha existido por parte de aquellos dos jefes del grupo
G.E.O.F., ocultamiento o reticencia en sus respectivas declaraciones
testimoniales cuando declararan sobre ese punto.
Asimismo
se
dispone
la
remisión
de
los
antecedentes relacionados con la desaparición de una ametralladora
que habría sido utilizada por los asaltantes –conforme resulta de la
digitalización de imágenes de disparos efectuados desde el interior del
rodado- y lo declarado por el testigo De Olivera en el debate, a efectos
de determinar la responsabilidad que sobre ese hecho pueda serle
102
atribuida al personal policial identificado como Antonio Irigoitía en las
fotografías de fs. 53 –Anexo 14- del informe pericial nº 06/00 de
Prefectura Naval Argentina y en el video de televisión al que se hace
mención en ese informe donde se lo observa también al sargento
ayudante Juan Bautista Mosto, de la policía de la provincia de Buenos
Aires, y lo que consta en el acta de entrega de armas de ese personal.Corresponde remitir al Sr. Juez Federal en turno
de Rosario al mes de Noviembre del corriente año, las actuaciones
pertinentes tendientes a que se investigue la presunta comisión por
parte de Héctor Daniel López y Omar Rubén Fajardo, del delito
tipificado en el art. 243 del CP por su incomparecencia injustificada a la
audiencia de debate, a pesar de los términos de la intimación que les
fuere formulada, notificada en debida forma.
Finalmente deberá remitirse al señor Juez Federal
de San Nicolás, el cassette enviado por el canal TODO NOTICIAS, que
contiene manifestaciones efectuadas por el señor Defensor, Dr. Jorge
LIMA, en las que efectúa imputaciones sobre un posible autor de disparos
mortales de arma de fuego, a efectos de su efectiva individualización y
la determinación de su eventual responsabilidad en los hechos que
fueron aquí debatidos. Debiendo investigarse además, las expresiones de
dicho curial, recogidas por un medio periodístico de esta ciudad –Diario
La Capital- en su edición del día jueves 9 del corriente mes, en cuanto
hace responsable del disparo que diera muerte al señor Carlos Chaves a
“…otro de los condenados, pero no mi cliente” refiriéndose a su pupilo
Oscar Parodi (v. edición señalada pág.33). Todo ello en razón de que,
tales manifestaciones, no fueron vertidas en el curso de la audiencia de
debate ante este Tribunal Oral.
REFLEXIÓN FINAL
Frente a las opiniones críticas vertidas por el
señor Defensor Público Oficial, Dr. Mario Oscar Bélfer, respecto a la
actuación que le cupo al magistrado instructor, Dr. Carlos Villafuerte
Ruzo, corresponde aclarar que, el haberse constituido inicialmente dicho
magistrado en el lugar de los hechos, respondía a una exigencia
funcional que lo obligaba para ese entonces. En cuanto a su
intervención posterior en el sumario, ello mereció la aprobación de sus
superiores y fue materia resuelta en forma definitiva por el Consejo de la
Magistratura de la Nación.
103
Sin perjuicio de lo anterior, este Tribunal destaca
la valiosa decisión mantenida en todo momento y hasta el final del
luctuoso hecho por dicho magistrado en el sentido de privilegiar ante
todo el valor vida humana, en primer lugar, de las personas tomadas
como rehenes como así también de aquellas que participaron en el
trágico asalto, intentando durante todo el transcurso del mismo procurar
mantener abierta la vía de la negociación a través del personal
especializado. Debe también destacarse por su importancia para el éxito
de la investigación, la acertada medida de haber dado intervención
como autoridad prevencional a una fuerza de seguridad distinta de
aquellas que prima facie se habían visto comprometidas en los hechos
que aquí se han investigado, habiendo designado -a los efectos
periciales- a un calificado grupo de profesionales de distintas fuerzas de
seguridad como ha quedado evidenciado en el curso de este fallo.
Disidencia parcial del Dr. Santiago Miguel Harte
con relación al imputado Sergio Daniel Garea:
Coincido con mis colegas en lo relativo a la
autoría del disparo que se le atribuye a Garea, sin embargo disiento en
los fundamentos que expresaron por considerar que no alcanzan, a mi
entender, para arribar a la certeza de que su accionar reúna las
exigencias del tipo penal cuyo encuadramiento se propicia.
En este sentido, si bien es cierto que la pericia
18.505 ha sido contundente y no merece cuestionamiento alguno en
cuanto a sus categóricos resultados, ello no resulta suficiente para
fundamentar el reproche penal. En la mencionada pericia, se llegó a
establecer la identidad respecto del arma que entregó oportunamente
Garea (F.A.L. modelo PARA, nro.7.128868) con el proyectil encamisado
deformado, calibre 7,62 descripto a fs.45 del Tomo I – 18.505 y su
correspondiente gráfico nro.306 (fs.183 del Tomo II – 18.505). También ha
sido
ratificada
dicha
conclusión
en
la
ampliación
pericial
correspondiente (31.885 a fs.46/vta), a la que me remito, en cuanto a su
desarrollo, a lo ya explicado ut supra por el voto de la mayoría.
Asimismo, ya se ha pronunciado este Tribunal,
teniendo presente el propio informe de GNA, en cuanto a la relatividad
que arroja el resultado sobre el estudio de los residuos de deflagración de
pólvora en el arma dubitada, toda vez que no es posible determinar con
una certeza categórica el tiempo transcurrido del último disparo, sin
104
embargo ha sido un indicio importante a considerar, que el mismo haya
arrojado un resultado positivo (fs.81 del Tomo I – 18.505). Pese a ello, del
análisis de los elementos probatorios incorporados al debate, no surge
con claridad la responsabilidad que pretende ser atribuida a Garea.
En efecto, si bien es cierto que el proyectil
recolectado “a lo largo de calle Sarmiento”, según consta en el acta de
fs.35/47, y que fuera debidamente rotulado e identificado a los fines
periciales pertenecía al arma del imputado, no podemos decir que su
conducta encuadre acabadamente en lo descripto por el art.104 del
Código Penal, debido a que, la figura exige que el disparo con arma de
fuego será dirigido “contra una persona sin herirla”. En este sentido, no
está
debidamente
probado
que
el
disparo
haya
sido
dirigido
materialmente hacia una persona (o personas), y si bien es cierto que no
se requiere que la misma sea determinada, la figura del abuso de armas
requiere no sólo la intención del causante, sino además que el disparo se
dirija contra el sujeto pasivo, contra quien, aunque no se tome puntería,
se cree una situación concreta de peligro (conf. Cam. Nac. Crim. Sala IV
“Páez Federico”, 30/05/80). Y en el particular, ello no se encuentra
acreditado, esto es, el peligro efectivo para los ocupantes del
Volkswagen Polo. En este orden de ideas, la jurisprudencia también es
clara “si ninguno de los disparos fue efectuado contra una persona
determinada, debe descartarse la existencia del elemento doloso
requerido por las figuras de los art.90 y art.104 del Código Penal” (Cam.
Nac. Crim. de Capital, 23/09/66, J.A.-1966-VI-305).
La intención mencionada no debe deducirse del
disparo hecho por el autor, sino de las pruebas independientes y
contundentes colectadas en la causa y, en este caso, la aplicación del
beneficio de la duda a favor del reo, que goza de jerarquía
constitucional, conspira contra cualquier pronunciamiento condenatorio
al que se pretenda arribar.
Las exigencias corresponden a la noción de
peligro concreto que debe correr la persona, pero “no basta la creencia
del agente, ni siquiera la convicción de haber creado dicho peligro”
(Cam Nac. Corr., Sala III, 8/5/70, L.L.-140-762).
En síntesis, no podemos atribuir a Sergio Garea,
con el grado de certeza que exige la ley, la comisión del delito de
abuso de armas, toda vez que no se logró establecer la intención real
del imputado al disparar el arma, así como tampoco el momento en
105
que el disparo se produjo ni su trayectoria. Ello, según lo referido por el
informe 31.885 a fs.2, que sobre el particular concluye que “en virtud de
que no se especifica el lugar exacto de ubicación del proyectil sobre
dicha calle (Sarmiento) y las particularidades en que fue encontrado,
no resulta factible establecer una trayectoria del mismo, razón que
imposibilita la determinación de una boca de fuego”. Disparar un arma
de fuego, como es el caso de Garea, sin otro aditamento comprobado
fehacientemente, no constituye una acción delictiva (conf. Cám Crim.
Corr. Morón, Sala II, 27/09/94, BICCC, 1995-3-14, citado por Omar Breglia
Arias, “Código Penal comentado, anotado y concordado”, pág.816,
Ed. Astrea, 4ta edición, 2000).
En virtud de lo precedentemente expuesto, es
que considero que no hay fundamentos suficientes para tener como
autor penalmente responsable de la conducta ilícita a este imputado, lo
que me lleva necesariamente a resolver de conformidad a la previsión
del art.3 del Código Procesal Penal de la Nación, esto es, que debe
estarse “a lo que sea más favorable para el imputado”, correspondiendo
en consecuencia, pronunciarse por su absolución por el hecho por el
cual fuera acusado. Así voto.Con lo que quedó formulado el Acuerdo que
dio lugar a la presente, y fundada en lo pertinente la sentencia cuya
parte resolutiva lleva el N° 231 / 2004 de la Secretaría actuante.
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