La singularidad de la música del compositor mexicano Mario Lavista Con el apoyo y encargo de la Fundación Guggenheim, el maestro Lavista comienza en 1986 la que es, hasta este momento, su obra más extensa y ambiciosa: su ópera Aura. Basada en el relato homónimo de Carlos Fuentes, se estrenó en 1988 en el Teatro del Palacio de Bellas Artes de México, y se grabó en un disco compacto con el mismo elenco del estreno bajo el sello del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Comenzamos estas palabras de reconocimiento a nuestro galardonado atendiendo esta magna obra, dado que en ella hay un importante punto de inflexión en el pensamiento del compositor, que muestra todos sus hallazgos de la música de cámara a disposición de la orquesta1. Pues si hay algo que caracteriza la música del maestro Mario Lavista es su implicación en el desarrollo de la música de cámara. La ópera de Lavista no solo interesa por los logros en la instrumentación, sino porque en ella conjuga las características que han formado parte de su evolución: la ampliación de su sistema armónico basado en el enlace de intervalos; su relación con las formas circulares; el mundo conceptual delicadamente debussyano presente en su relación con la simbología sobre las recurrencias naturales y culturales, expresada a través de la exploración formal y de color armónico e instrumental, y, por último, su vínculo permanente con la literatura simbólica y mitológica que nutre la magia y el poder de sugestión que caracterizan su música. Desde sus inicios, el maestro Mario Lavista se inclinó hacia la literatura, que ha influido su creación en distintos niveles, como la musicalización de textos o la utilización de epígrafes provenientes de diversas fuentes poéticas. Estos 1 A. Aguilar, «La circularidad en Aura, la ópera de Mario Lavista» en Cuaderno de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, Bogotá, D.C. (Colombia), 2 (1), octubre 2005-marzo 2006. epígrafes no solo descubren el buen gusto del compositor, sino que nos acercan a sus reflexiones estéticas. En su música encontramos referencias literarias de Octavio Paz, Samuel Beckett, Rubén Bonifaz Nuño, Álvaro Mutis, Allan Poe, Lewis Carroll, Luis Cernuda, Borges y Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros. Los epígrafes que Lavista incluye en sus obras no se conciben como descripciones, ni tampoco pretenden ser considerados elementos programáticos; simplemente, el maestro procura buscar los campos interpretativos de un poema, no para convertirlo en un agente pasivo de la creación, sino como aquel que busca activamente ampliar los ángulos de determinadas lecturas. De esta manera, Lavista se sitúa dentro de una tradición de compositores que fomenta esta relación interdisciplinar. Sus afinidades poéticas, ya sean buscadas o encontradas casi por coincidencia o conscientemente, ofrecen grandes aportaciones a la interpretación a sus obras musicales y, en el caso de Lavista, constituyen elementos de carga significativa que revelan sus inclinaciones literarias. En la ponencia titulada Diálogos entre música y poesía, ofrecida junto al escritor Pedro Ángel Palou en 2001 en México, el compositor confirmaba su pensamiento: «A lo largo de la Historia, la alianza entre música y poesía ha sido siempre la regla, y nunca la excepción. Me refiero, desde luego, a la música vocal, pero también a la no vocal, aunque con alguna diferencia literaria. Creo que esta relación tan intensa, muy parecida a la que existe entre hermanos gemelos, ilustra la manera en la que dos disciplinas artísticas descubren y exploran sus propios misterios» 2. En el solemne acto de hoy, además de contar con la presencia de nuestro ilustre premiado, tendremos la oportunidad de escuchar y gozar dos de sus obras más significativas en su 2 M. Lavista, «Diálogo entre música y poesía», en Memorias del Colegio Nacional 2002, México, El Colegio Nacional, 2002, pág. 87. repertorio camerístico y que contienen la esencia que acabamos de narrar: Marsias, para oboe y 8 copas de cristal, y Reflejos de la noche, para cuarteto de cuerda. En ambas obras, el Maestro pretende reflexionar sobre cómo las distintas voces informan o apoyan el discurso sonoro dentro de un espacio de colaboración. De Marsias, para oboe y 8 copas de cristal, el compositor nos ofrece una de sus principales premisas en la concepción de su lenguaje expresivo: el nuevo renacimiento musical. Su manera de pensar la música partiendo de innovadoras técnicas expresivas producidas por instrumentos tradicionales atendiendo a nuevas digitalizaciones es parte de la idiosincrasia no solo de esta obra en concreto, sino de una amplia parte de su repertorio creativo. Él mismo lo señala cuando afirma: «Gracias a nuevas técnicas interpretativas, especialmente en los instrumentos denominados monofónicos, estos pueden producir dos o más sonidos que se logran con digitalizaciones no tradicionales; a esto llamo el nuevo renacimiento instrumental, porque permite trabajar con los instrumentos tradicionales de manera diferente». Y continúa señalando el compositor: «A veces me da la impresión de que los instrumentos tradicionales son seres que tienen un alma enorme y una cantidad de voces. Me sorprende, por ejemplo, que la flauta o el oboe, con siglos de existencia, todavía ofrezcan nuevos sonidos a los compositores de hoy». El maestro Mario Lavista, XII Premio SGAE de la Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria, nació en la Ciudad de México en 1943. Estudió composición con Carlos Chávez y Héctor Quintanar, y análisis musical con el compositor español Rodolfo Halffter en el Conservatorio Nacional de Música. De 1967 a 1969, disfrutó de una beca del gobierno francés para estudiar con Jean Etienne Marie en la Schola Cantorum. Asistió a seminarios sobre «música nueva» impartidos por Henri Pousseur. En 1969 fue alumno del Curso de Música Nueva, impartido por Karlheinz Stockhausen en Colonia, y participó en los Cursos Internacionales en Darmstadt, Alemania. En 1970 fundó el grupo de improvisación Quanta, interesado en la creación e interpretación simultánea y en las relaciones entre la música en vivo y la electroacústica. Ha realizado trabajos gráfico-musicales con el pintor Arnaldo Coen y ha compuesto la música para las películas Judea, María Sabina, mujer espíritu, El niño Fidencio y Cabeza de Vaca, del realizador mexicano Nicolás Echevarría. A partir de 1975 se involucró en la creación y dirección de varias revistas de estudios musicales, como Talea, aunque fue unos años después, una vez vinculado al consejo editorial de Ediciones Mexicanas de Música, cuando fundó la revista Pauta, una publicación sólida que expone textos sobre y alrededor de la música. En ella pueden encontrarse análisis de obras, artículos sobre técnicas instrumentales, reseñas de discos y libros, apuntes biográficos de compositores de cualquier época, anécdotas y cartas, todo con una marcada tendencia hacia la literatura y la poesía y con la intención de abrir un campo para que los músicos y otros lectores puedan conocer lo que los escritores y poetas tienen que decir respecto a la música. La implicación en la dirección de estas revistas demuestra, una vez más, la pasión del compositor tanto por el género musical como por el literario. Ambos han influido no solo en su forma de ser y de pensar, sino también en la manera de acercarse a su expresión artística. Durante la década de los años ochenta, Mario Lavista trabajó muy de cerca con importantes músicos de reconocido prestigio internacional, y de esa colaboración surgieron sus obras más importantes para solistas o música de cámara, entre las que destacamos: Duck, para contrabajo solo; Canto del alba, para flauta, en colaboración con Marielena Arizpe; Cuaderno de viaje, para viola, en colaboración con Maurizio Barbetti, y las ya citadas Marsias, para oboe y copas de cristal, en colaboración con Leonora Saavedra, y Reflejos de la noche, para cuarteto de cuerda, en colaboración con el Cuarteto Latinoamericano. El propio compositor siempre ha señalado su pasión por la formación instrumental del cuarteto de cuerda; según sus palabras, «pocos géneros instrumentales han despertado la imaginación más íntima y refinada de los compositores como el cuarteto de cuerda»3. Precisamente, es esta obra de 1982, Reflejos de la noche, para cuarteto de cuerda, que escucharemos hoy, la primera de un proceso compositivo de colaboración con el reconocido Cuarteto Latinoamericano, y que resultó ser una de las contribuciones artísticas más fructíferas en la historia del cuarteto de cuerda en México. Cinco de los seis cuartetos de cuerda compuestos por el maestro Lavista dan testimonio de esa amistad y cooperación. Volviendo a la capacidad poética de la música de nuestro premiado y homenajeado compositor, en el cuarteto de cuerda Reflejos de la noche encontramos el epígrafe poético que encabeza dicha partitura y que corresponde a un breve poema del poeta mexicano Xavier Villaurrutia titulado Eco 4. Dice así: La noche juega con los ruidos copiándolos en sus espejos de sonidos. Según la musicóloga mexicana Dra. Alonso Minutti, en su estudio sobre los cuartetos de cuerda de Lavista 5, este epígrafepoema, que da razón al título de la obra, provoca una rica dimensión de significado. El propio compositor lo definía así: «Todo lo que escuchamos en la noche es, probablemente, un eco de todos los ruidos producidos durante el día; y la noche, de alguna manera, convierte esos ruidos en sonidos nocturnos». 3 M. Lavista, «El cuarteto de cuerda», en Memorias del Colegio Nacional, México, El Colegio Nacional, 2004, pág. 231. 4 X. Villaurrutia, «Eco», en Obras, comp. Miguel Capistrán et al., México, Fondo de Cultura Económica, 1966, pág. 42. 5 Ana R. Alonso Minutti, «Contrapunto a cuatro: una mirada a la trayectoria de Mario Lavista desde sus cuartetos de cuerda», en Pauta, cuadernos de teoría y crítica musical, vol. XXX, núm. 121, México, Dirección General de Publicaciones, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2012. Al analizar la obra se pueden encontrar ciertos elementos en la textura y forma que señalan afinidades con el texto de Villaurrutia. Por ejemplo, el uso de armónicos, presente a lo largo de la pieza, podría asociarse de manera metafórica con los «reflejos» aludidos en el título del poema. En palabras del compositor, «usar armónicos es, en un cierto sentido, trabajar con los sonidos reflejados, ya que cada uno es producido por un generador o sonido fundamental que nunca escuchamos: solo percibimos sus armónicos, sus sonidos-reflejo»6. Y si se profundiza en su estructura formal, esta tiene un paralelismo con el poema de Villaurrutia, asumiendo la forma ternaria del texto con la estructura ternaria de la obra: la sección inicial presenta una oscilación constante del intervalo de la cuarta justa que crea una atmósfera estática. Los glissandi que aparecen en la sección sirven como punto de articulación y, a la vez, añaden color a la textura, sin romper la calma atmosférica. Estos deslizamientos se podrían consider rebotes de sonidos copiados del texto de Villaurrutia o, quizá por la falta de definición de tono, se podrían percibir como «ruidos musicales». La segunda sección presenta un movimiento melódico y rítmico más preciso. Existe un diálogo basado en intervalos de cuartas y quintas perfectas entre los dos violines, mientras que los otros dos instrumentos sostienen pedales armónicos. Esta sección se podría calificar como la más enérgica y también en la que las cuerdas cantan una melodía definida y destacadamente cantabile. Por último, la tercera sección, que es un espejo de la primera, presenta una inversión de las subsecciones internas, seguida por una coda. La amplia producción orquestal del compositor Mario Lavista ha sido, y sigue siendo, interpretada y grabada por los principales directores y orquestas de su país, así como por destacadas orquestas de Estados Unidos de América, como las de Dallas o Pittsburgh. Ha impartido conferencias y seminarios en importantes universidades mexicanas, estadounidenses o 6 Ibídem. canadienses, como las de Indiana, San Diego, California, México, Montreal, Florida, Chicago, San Francisco y Nueva York. En la actualidad, imparte las cátedras de Composición, Análisis y Lenguaje musical del siglo XX en el Conservatorio Nacional de Música de México. Por último, y como fruto de su intenso trabajo como compositor y docente, debemos señalar los distintos y múltiples reconocimientos obtenidos en su país de origen a lo largo de su trayectoria, entre los que destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes, la medalla Mozart, la distinción de Creador Emérito por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y su ingreso, en 1988, en el Colegio Nacional. A esta lista de condecoraciones deberemos añadir desde hoy la que en estos momentos le entrega la Fundación SGAE: el XII Premio SGAE de la Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria. Y lo hace, tal y como señala el acta del Jurado, «en atención a su relevante obra, profundamente arraigada en la identidad de su país y que contribuye a la creación de un lenguaje universal en la cultura iberoamericana, por su aportación y su extraordinaria labor como maestro de nuevas generaciones y difusor de la música actual»7. Nuestra más sincera felicitación por su trabajo y por su música. José Zárate Doctor con Mención Europea en Historia y Ciencias de la Música 7 Acta del Jurado de la XII Edición del Premio SGAE de la Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria, Madrid, 2013.