Cien años de soledad - Distribuidora Internacional de Revistas, SA

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2014 Mayo
Debió ser terrácueo
Nexos
Al pecho del crítico
Nexos
El mal gusto hacia 1990
Nexos
El Crepúsculo Industrial, S.A.
Nexos
Sólo lo hablé con el gobernador
Nexos
Adivinar adivinando
Ángeles Mastretta
Juicio a los juicios orales
Roberto Hernández
Intelectuales, no exorcistas
~1~
José Woldenberg
En la marea de la baja calidad del Estado
Luis Carlos Ugalde
Contra la corriente: Escuelas ejemplares
Rubén Álvarez Mendiola
Anarquistas posmodernos
Carlos Illades
José Revueltas. Notas de un viaje a la URSS
Antonio Saborit
Viaje a la URSS
José Revueltas
Cavilación de Mazatlán
Rafael Pérez Gay
Paz y Alvarado en tres actos
Roberto Diego Ortega
Las quince letras
Delia Juárez G.
~2~
Gabinete de lectura
Nexos
Besos. En la radiante oscuridad del cine
Javier Tello
La Casita de Insurgentes
José Ignacio Lanzagorta García
El monje y la joven esclava cantante
Marco Zuccato
Fantasmas
Guillermo Arreola
El Gran Cine
David Miklos
Música
La dama de San Vicente
Hugo García Michel
Entrega inmediata
La interioridad de la nínfula
Ana Clavel
~3~
Mis respetos
Guillermo Fadanelli
The Twitter's Digest
The Twitter’s Digest
Selección: Ricardo Bada
Fronteras
Cómo Twitter moldea la opinión pública
Luis González de Alba
Numeralia
Numeralia
Rodrigo Centeno y Rafael Ch
Dosier
Dosier. Gabriel García Márquez
Nexos
García Márquez: Una vida digna de su
imaginación
Héctor Aguilar Camín
Para contar historias
Gabriel García Márquez
~4~
Literatura y realidad
Juan Luis Cebrián
“Cuando escribo no pienso en nada más”
Silvia Lemus
Biografía compartida
Carlos Fuentes
Deme. Yo sé escribir
José Donoso
El parto del general
Álvaro Mutis
Dos palabras sobre Gabo
Jorge Amado
El día que se detuvieron los relojes
María Luisa Mendoza
Ángel Gabriel
Salman Rushdie
Cien años de soledad: Un cuarto de siglo
~5~
Juan Gustavo Cobo Borda
La historia general de Macondo llega a Macondo
Álvaro Medina
Una historia oculta de Cien años de soledad
Álvaro Santana Acuña
Cinco maneras de abordar lo inabordable de El
otoño del patriarca
Régis Debray
Conversaciones con Gabriel García Márquez
Curt Meyer Clason
Nos hicimos cómplices
José Salgar
La semilla de GGM
Ricardo Bada
~6~
Debió ser terrácueo
El sabio español José de Zaragoza
(1627-1679), jesuita, publicó el libro de astronomía Esphera en
común, celeste y terráquea (Madrid, 1675). [En nota al pie:] Se me
ocurre una observación muy marginal: terráqueoes un neologismo
culto, hecho de dos elementos, terr-, “tierra” y áqueo, de aqua,
“agua” (que se pronuncia acua); la pronunciación y la escritura
debieran serterrácueo, tal como en cierto momento comenzó a
escribirse cuestión y ya no questión. Pero, justamente por ser
cultismo, terráqueo quedó trabado con la escritura. Es demasiado
tarde para cambiar aterrácueo.
Fuente: Antonio Alatorre, El heliocentrismo en el mundo de habla
española, FCE, México, 2011.
~7~
Al pecho del crítico
Grigory Pozhenyan (1922-2005), poeta ucraniano nacido
en Járkov trabajó para la inteligencia naval de la URSS durante
la Segunda Guerra Mundial y fue uno de los que llevó agua a la
sitiada ciudad de Odessa. Por un error se le creyó muerto y su
nombre hasta fue inscrito en un memorial. Una famosa historia
relata cómo Fyodor Gladkov, el director del Instituto Literario
Gorki, le gritó mientras lo corría del instituto: “Tus pies no deben
pisar este sitio nunca más”. Pozhenyan se paró de manos y salió
así de la oficina. (Luego lo reinstalaron.) Su poesía, en general,
echa mano de sus experiencias personales durante la guerra o se
ocupa de su querido Mar Negro; con frecuencia sondea asuntos
morales. Fue enjuiciado en 1947 porque abiertamente cargaba
una pistola, y cuando le hacían críticas a sus poemas sacaba su
arma y apuntaba al pecho de su crítico. Durante el juicio,
Pozhenyan presentó documentos de que el mariscal Azarov le
había dado el arma por muestras de valentía, y luego se defendió
con éxito con un poema romántico que leyó en la corte
melodramáticamente.
Fuente: Evgueni Evtushenko, Silver and Steel. 20th Century Russian
Poetry, Doubleday, NY, 1993.
~8~
El mal gusto hacia 1990
En 1990 Jane y Michael Stern compilaron The
Encyclopaedia of Bad Taste. Eran de mal gusto (va parte del
catálogo): la música de acordeón, el queso en aerosol, las
“vencidas” (“arm wrestling”), el césped artificial, la mezclilla
decorada, los yins de diseñador, los ceniceros ingeniosos, las
muñecas Barbie, la cerveza y todos los rituales que la cercan; los
motociclistas disfrazados de “ángeles del infierno”, los
fisiculturistas y forzudos, los peinados en chongo, el boliche, los
Cadillacs (“son a los automóviles lo que Jayne Mansfield fue para
las mujeres”), las velas decoradas, los perros chihuahueños, los
letreritos de “I love…”, los árboles navideños, la crema Chantilly,
las discotecas y la música disco, la escultura en árboles muertos,
los zapatos de elevador, lo que en México se llama quién sabe
por qué “tacón cubano”; toda la cultura de estatuillas y souvenirs
relacionados con Elvis Presley, los epigramas como “Hoy es el
primer día del resto de tu vida”, las caritas sonrientes (no las
totonacas), las camisas hawaianas, el Heavy Metal, los hot pants,
las figurillas Hummel (los muñequitos alemanes de niños cantores
y felices), los trajes de jogging, la ciudad de Las Vegas, los
ornamentos para el jardín, las pieles de leopardo, las limosinas,
las corbatas decoradas, el macramé, los centros comerciales, las
cerezas, los golfitos, las casas rodantes, los “muscle cars”,
automóviles normales dotados de motores más potentes; la
Muzak, la antimúsica ambiental que se destina a ser oída pero no
~9~
escuchada; los trajes Mao que en inglés se llaman “Nehru
jackets”, el nudismo, la comida polinesia, los poodles, las fotos
eróticas, los sillones reclinables, la lucha libre, las esferitas con
fingida nieve, el Spam, los platos combinados de filete y langosta,
los tatuajes, la taxidermia, los animadores de televisión, el
tupperware, los twinkies, los TV dinners, el pan Wonder, los
unicornios con arcoiris, las vagonetas decoradas, las fuentes
danzantes, las camas de agua, los museos de cera…
Fuente: José Emilio Pacheco, “Inventario”, revista Proceso, mayo
13, 1991.
El Crepúsculo Industrial,
S.A.
En una vieja ciudad castellana se encuentra un rótulo en el local
de una modesta industria: “LA INTIMIDAD–FÁBRICA DE HIELO”.
Me he acordado de este título y de lo que sugiere al pensar en el
de una sociedad recientemente establecida en los Estados
Unidos, en New England, que ha iniciado sus primeros talleres en
Havervill, una pequeña ciudad de ese estado de Massachusetts
que algún tiempo ha sido mi mundo: Sunset Industries, Incorporated,
que se podría traducir algo libremente El Crepúsculo Industrial, S.
A. o más literalmente, Industrias de la Puesta del Sol. La
originalidad de esta industria consiste simplemente en
que sólo recluta su personal entre hombres y mujeres de 60 años
en adelante. Las mujeres que constituyen el primer taller tienen
60 y 78 años; una de ellas es bisabuela.
~ 10 ~
Fuente: Julián Marías, Los Estados Unidos en escorzo (artículos
escritos entre 1951 y 1955), Emecé Editores, Buenos Aires, 1964.
Sólo lo hablé con el
gobernador
Apenas había recorrido unas tres millas, cuando veo venir tres
hombres bien montados con apariencia de caballeros. Les
pregunté si no habían visto a mi criado, y antes de poder siquiera
asombrarme, se echaron sobre mí, sin dejarme siquiera coger mi
fusil: dos me agarraron por los lados y el tercero me coge del
cuello con su lazo y me tira al suelo; me quitan mi espada, mis
pistolas; así estaba yo sin espada, con una cuerda al cuello y
escoltado por sus armas y amenazas.
La primera pregunta que me dirigieron fue sobre mi carga, y en
este instante es necesario que detenga por un momento mi relato
para explicaros dónde estaban las prendas de su ambición.
Desde México envié todas mis piedras a Alvarado y no me
quedaban más que dos cajas que recolecté después y que
cargué en una mula con mi pequeño equipo de viaje. Los
ladrones las habían visto indudablemente en Tlaxcala, donde los
extranjeros excitan la curiosidad de todo el mundo: las tomaron
como dinero y me vinieron a esperar a la carretera.
Aunque me sentía agitado por mil sentimientos violentos y sobre
todo por la vergüenza de encontrarme como un idiota entre sus
~ 11 ~
manos, tuve la presencia de espíritu necesaria para contestarles
que venían atrás. —“¿Por qué?” —“Porque el gobernador las hizo
escoltar”. —“¿Por qué tarda tanto en venir?” —“Los soldados
fueron a buscar pienso para los animales y yo me adelanté para
poder gozar mejor del paisaje”. —“¿Cuántos soldados son?” —
“Lo ignoro, dejé eso a la discreción del señor gobernador”. —
“Danos tu reloj”. Se los di. —“Danos tu dinero”. Les entregué tres o
cuatro pesos que llevaba en las bolsas de mi chaleco; pero en
vista de que fueron tan honestos que no me esculcaron, creí
oportuno darles algunos doblones que llevaba en una bolsita de
mis pantalones; y les dejé pensar que iban a encontrar una
magnífica presa después. Aquí empieza lo tragicómico de la
situación.
Me ordenaron que los siguiese. En vano traté de demostrarles la
inutilidad de las amarras que me habían puesto en el cuello; les
repetía que podría caminar perfectamente sin sostén… “—
Camina, pícaro”. “—Bien, caballero”, respondí, respetuosamente. Me
condujeron a una profunda barranca y dos de los caballeros
quisieron atarme las manos y los pies con la misma cuerda que
colgaba de mi cuello. De sólo pensar en la situación en que iba a
quedar si cumplían su propósito… me puse furioso y empecé a
debatirme con violencia… Vi que se detenían un momento como
sorprendidos. Aproveché ese momento para protestar contra sus
actos, y les dije que podían matarme pero que no permitiría que
nuevos judíos me tratasen como los antiguos habían tratado a
Cristo. En este punto surgió una discusión para saber cuál de
todos era el más cristiano, ya que me creían inglés, y todos los
mexicanos consideran que los ingleses son, sin excepción,
impíos. Logré convencerles de que no era cristiano ser
bandido…, me dejaron allí, bajo palabra de honor de que no me
movería, y que de hacerlo así, me dispararían con mi propio
fusil… Mil reflexiones se presentaron a mi mente… “Si me quedo,
~ 12 ~
pensé, y ellos advierten que no llega mi carga se van a poner
furiosos y quién sabe lo que harán”; “y si huyo, continué, me
alcanzarán fácilmente con sus buenos caballos y me acribillarán a
tiros”. Sin embargo, me resolví por esto último. Corté la cuerda de
mi caballo atado a un árbol y me lancé a galope. El pobre
Rocinante, fatigado por un largo viaje, hubiese sido atrapado
pero, afortunadamente, unos viajeros cruzaron en ese instante y
mis ladrones se fueron…
Quizá os preguntéis ¿cómo pudo mi carga escapar a la ambición
de los bandidos, que seguramente la esperaban desde la mañana
muy temprano? Lo más natural era que me reconociesen… y que
en vista de que mi carga venía acompañada de un caballero del
país, pensasen que no era la presa que ambicionaban. Pero
¿cómo pudieron informarse que había decidido no tomar el
camino de Huamantla? …Eso no os lo podría explicar y es
importante repetir que ¡Loquuntur parietes! (las paredes hablan)
puesto que sólo lo hablé con el gobernador.
Me detuve en el Molino de Topoyanco, para pedir a sus
habitantes que persiguiesen a los ladrones. Casi se me rieron en
la cara; quizá pertenecían a su gente. Continué mi camino hacia
Puebla, donde encontré mi carga sana y salva.
Fuente: J. C. Beltrami, Le Mexique, Paris, Crevot, 1830. En: Margo
Glantz, Viajes en México. Crónicas extranjeras, SEP 80/FCE,
México, 1982.
~ 13 ~
Adivinar adivinando
Ángeles Mastretta
Adivinar cuánto durará este año que ya está casi a la mitad.
Parece como si hubiéramos llegado a mayo sin pasar por febrero.
Adivinar si el tiempo ha empezado a encogerse, si los días se
harán horas y el cambio climático consiga desaparecer las noches
que cada vez son más cortas. Adivinar. Uso este infinitivo así, en
vez de quién sabe, desde que tuve palabras. Dice mi compadre y
vecino, un poeta sabio, que semejante disposición del verbo es
juego mío. Adivinar. Yo creo que así se usaba en mi familia, pero
a la mejor era en mi ciudad. No sé. Igual y de veras lo inventé.
¿Será que crecí en un mundo en permanente reconciliación con
el azar? ¿O que nuestra curiosidad era tan frecuente que
vivíamos dentro de una adivinanza? Lo cierto es que yo nunca he
creído que sea posible adivinar el futuro, pero siempre me han
impresionado quienes sí lo creen. Y cerca de mí no han faltado
estos personajes que pueden pasar de la lógica matemática a la
~ 14 ~
imaginería y de las dificultades económicas a la bonanza, gracias
a la pasión por adivinar y creer en las adivinaciones propias y las
ajenas.
Tuve una tía guapa y alegre, pertinaz y fantasiosa. Enamoradiza y
valiente. Se casó con un hombre muchos años mayor que ella. En
contra, por supuesto, de sus papás. Debió ser guapo, yo no lo
~ 15 ~
recuerdo, pero varios encantos habrá tenido, porque la tía Catita
procreó con él seis hijos. Quizá hubiera alcanzado a tener más,
pero el tío murió de un infarto a los ocho días de nacidos los
últimos dos.
Al indeciso azar quedó entregada la tía y dispuesta a todo para
salvar de la pobreza a sus criaturas. Era ingeniosa y trabajadora.
Así que puso una casa de huéspedes, y en el patio de atrás
criaba patos y gallinas. Su casa era un jolgorio de gente que
entraba y salía mientras ella, así la recuerdo, lavaba ropa en un
fregadero que estaba en alto, como volando. Creo que para evitar
que los patos tuvieran algo que ver con las sábanas, lo había
hecho subir sobre tres escalones. Era como verla en un faro. En
el centro del patio, pudiendo escudriñar de a una esquina a otra lo
que pasara en su casa. Tenía el pelo oscuro y largo. Siempre
suelto. Y la lengua encantada. Para todos había. Al faro de su
fregadero se acercaban los huéspedes, luego alguna vecina,
después la amiga de una amiga. Y ella siempre tenía una historia
que contar, siempre disposición para oír a cualquiera y sin duda
algo que discernir o prever. De su capacidad para esto último,
más la elocuencia tenaz de sus consejos, salió un don. Y la
noticia corrió por la ciudad pequeña y ávida: Catita podía adivinar
cosas. Y sus palabras consolaban porque decían lo que a su
consultante le urgía escuchar. Cada mañana le llegaba una nueva
recomendación. El patio empezó a llenarse de visitas y la gente
quiso privacidad. Al principio los consejos eran públicos, aunque
fueran en voz baja, pero luego hubo que usar uno de los cuartos
de huéspedes para volverlo consultorio. En ese momento la fama
ya era tal que había subido a los cerros de los importantes y
desde ahí bajó una mujer insólita a pedir ayuda para su incurable
mal de amores. No sé si ella fue la primera en pagar por el
oráculo, pero sí que fue por esos días en que hubo que empezar
a hacer cita para ver a la tía. Y que por esas fechas su decir fue
~ 16 ~
volviéndose inapelable. Como las entrañas de las palomas
romanas, las palabras de la tía eran temidas y adorables. Porque
uno le dijo a otra, y otras a unos, que de su boca salía siempre la
pura verdad.
A mi madre, que en materia de adivinanzas era escéptica como
una cartesiana, el asunto le parecía poco confiable. Una cosa era
creer en verdades duras como la beatitud de Sebastián de
Aparicio o la magnificencia del Señor de las Maravillas, y otra
aceptar que su cuñada podía decirle a la gente lo que iba a ser su
destino. Más complicado aún: lo que había sido y lo que estaba
siendo su destino. Sin embargo, se iba quedando sola en su
incredulidad. La fama de tía Cata voló incluso a otras ciudades.
Era una bruja blanca, decían, un hada envuelta en celofán de
verdades incontestables. Si a una la dejaba el marido, otra quería
saber si a ella le sucedería algo del estilo. Si el marido volvía, otra
quería pedir que el suyo no volviera jamás. Pedir, digo, porque su
buen nombre cobró tal auge que de adivina pasó a intercesora.
Yo no sé bien con quién hablaría, nunca se lo pregunté, ni la
entonces obligada prudencia de mi cuna me lo hubiera permitido.
Habría sido como dar por hecho que la candidez popular podía
prender en un nuestro ánimo. Y mi mamá, que tanto quería a su
cuñada, que mientras tuvo problemas la visitó con asiduidad y
cariño, a la hora en que empezaron las videncias se alejó sin
escándalo, ni ironías. No se sintió capaz de entender esa música.
Además ya no hacía falta, la casa de su cuñada iba en vuelo, con
todo y faro, sin necesidad de ayuda alguna. La tía se bastaba y
sobraba. Ella sola, con su lengua y sus manos, hizo y dijo
ensalmos tales que no faltaron dueños del más alto entendimiento
capaces de rendirse ante la verosimilitud de sus acertijos. Porque
no hay nada más cierto que lo increíble. Y eso ella lo sabía de
cerca. Así que empezaron a salir sapos de los huevos y a
enamorarse de nuevo los malos maridos, mientras la tía y sus
~ 17 ~
hijos salían adelante con todo y casa, patos y pan para “sus”
pobres. Así los llamaba, suyos, porque ya la misericordia de las
adivinanzas le daba hasta para hacer suyas las penas ajenas.
En los últimos veinte años de su vida la vi dos veces. La primera
fue un día en que quiso leerme la mano y yo se la entregué
descreída. Tenía yo un novio. “No te vas a casar con éste”, dijo.
“Tú te vas a casar con un alto, de anteojos”. La segunda fue la
última y me alegró abrazarla. Entre gitanos, me dije, no se lee uno
la mano. Sí que había sido cierto lo del alto de anteojos, pero
igual hubiera podido no ser cierto. Y eso lo sabíamos las dos.
Contar historias fue lo suyo y se volvió lo mío. Escribir es un modo
de jugar a las adivinanzas. Adivinar adivinando.
Ángeles Mastretta
Escritora. Autora de La emoción de las cosas, Maridos, Mal de
amores, Mujeres de ojos grandes y Arráncame la vida, entre otros
títulos.
Juicio a los juicios orales
1 MAYO, 2014
Roberto Hernández
Hace algunos años, junto con Layda Negrete, tuve la oportunidad
de hacer el documentalPresunto culpable. En él se cuenta la
historia de Toño Zúñiga, un joven de Iztapalapa, injustamente
preso en el Reclusorio Oriente de la ciudad de México. A Toño
Zúñiga lo acusaron únicamente con un testigo ocular: un joven
llamado Víctor Daniel Reyes Bravo, que después de pasar una
noche en un Ministerio Público cambió sus primeras
~ 18 ~
declaraciones para decir que vio a Zúñiga en el lugar del
homicidio. Pero desde el principio le dijo a la policía que él no vio
quién disparó el arma de fuego. Y su palabra era la única prueba
que la Procuraduría tenía en contra de Zúñiga. Un testigo ocular
que no vio, y que había cambiado su declaración para acusarlo. A
pesar de esa acusación tan carente, el juez 26 penal del Tribunal
Superior de Justicia del Distrito Federal, Héctor Palomares
Medina —ausente en el juicio—, condenó a Zúñiga a pasar 20
años en prisión.
Eventualmente, la historia de ese homicidio cometido en la
Delegación Iztapalapa —que el día en que ocurrió no fue cubierto
por ningún periódico o medio informativo— se convertiría en la
película más vista en la historia de México. Y es que su historia no
era única. Antes de conocernos, Toño Zúñiga fue una de miles
personas acusadas con pruebas poco confiables, arrestadas sin
orden de aprehensión; y juzgadas en un juicio sin un juez
~ 19 ~
presente. Zúñiga fue, sin duda, uno de muchos inocentes. Pero
¿cuántos inocentes presos hay?
Una forma de averiguar esto es preguntarle directamente a los
presos. Según una encuesta que Layda Negrete y yo hicimos en
cárceles de dos entidades federativas —Estado de México y
Distrito Federal— eran inocentes 67% de los hombres y mujeres
sentenciados en la ciudad de México en el año 2012.
Habrá quien piense que todos los presos dicen que son inocentes
y que por lo tanto no hay que creer los resultados de nuestra
encuesta. Pero lo cierto es que no todos los presos dicen ser
inocentes. Si así fuera, 100% de las respuestas de la encuesta
diría “soy inocente”. Si todos los reos respondieran
estratégicamente ¿cómo explicar que de las personas presas y
sentenciadas en el año 2008 sólo 55% dijeron que los
condenaron siendo inocentes?
¿Cómo explicar que en el Distrito Federal, de 2008 a 2012,
pasamos de 55% a 67% de presos que contestaron “soy
inocente”? Estos datos, por lo tanto, sugieren que sin duda la
justicia penal en el Distrito Federal está empeorando. Con
independencia del innegable sesgo de los datos lo que los
números indican es que en el Distrito Federal hay cada vez más
inocentes en la cárcel. Exactamente cuántos es imposible
saberlo. Pero sí es indudable que el número ha aumentado.
Más interesante aún es lo que responden los presos ante la
misma pregunta en uno de los estados que ya implementó los
juicios orales. En el Estado de México —que transitó a los juicios
orales durante la gubernatura de Enrique Peña Nieto—, en 2008,
66% de los presos decían estar recluidos a pesar de ser
inocentes. Pero en el año 2012, luego de que se instalaron los
juicios orales, la cifra se redujo a 43%. Esto significa que en el
~ 20 ~
Estado de México hay menos inocentes presos. Y puesto que la
única diferencia entre los reos encuestados en 2008 y los
encuestados en 2012 es el tipo de juicio que enfrentaron (en 2008
tuvieron un juicio tradicional, escrito, sin juez, y en 2012, un juicio
oral, público, con juez presente) esto implica que los juicios
nuevos detectan mejor la señal de inocencia que los juicios
escritos que anteriormente había en el Estado de México y que
todavía hoy tenemos en la mayoría de los estados del país.
¿Qué tan eficaces son los juicios orales para prevenir el
encarcelamiento de inocentes? Si restamos 66% (juicio escrito)
menos 43% (juicio oral), vemos que los juicios orales garantizan
un valioso 20% de menos inocentes encarcelados en el Estado
de México. Los juicios orales son un 20% más sensibles que los
juicios escritos ante la señal de inocencia. Son, por tanto, una
buena política pública (ver gráfica 1).
Empero, si le creemos a los presos, tenemos un problema grave:
persiste en el Estado de México un 43% de inocentes restante
~ 21 ~
cuya inocencia no fue detectada por los juicios orales recién
implementados. Un sistema penal que se equivoca 43% de las
veces es todavía muy deficiente y encarcela a miles de personas
por error.
Y ése es el tema de este artículo: lo que los juicios orales no
arreglan. Lo que nos falta de reforma institucional para que la
autoridad pueda detectar mejor la señal de inocencia en la mayor
cantidad de casos. Lo que podemos hacer para subirle el
volumen a esa señal de inocencia. ¿Concretamente qué, además
de los juicios orales, podríamos hacer para evitar el
encarcelamiento de inocentes?
Un principio de respuesta podría encontrarse examinando con
cuidado lo que vimos en el documental Presunto culpable. La cinta
nos reveló debilidades obvias en la investigación del delito. Vimos
a un testigo ocular que acusó falsa o erróneamente a Zúñiga.
Vimos que después de su detención, Zúñiga sufrió un
interrogatorio violento en el cual un policía judicial le exigía que
confesara el delito. Vimos que la policía no aportó evidencias
físicas de que Zúñiga hubiera cometido el delito. Esto plantea tres
hipótesis interesantes: cuando investiga, la policía en México
busca obtener confesiones. También busca investigar delitos a
partir de las declaraciones de testigos. Tanto las entrevistas a
testigos como a sospechosos pueden adquirir un tono coercitivo o
intimidante. Y es probable que, en general, la policía no busca
cifrar las investigaciones en la obtención de evidencia física.
Si esto es así, lo que nos falta por estudiar, entender y cambiar en
México es la investigación de delitos. Pero la investigación de
delitos, un asunto que antecede al juicio, no ha sido tocada por un
programa de intervención tan coherente como lo son los juicios
orales. Por ejemplo, sabemos que los nuevos juicios implican
~ 22 ~
jueces en los juicios, mayor transparencia, celeridad y
continuidad en las audiencias, y un incremento en el nivel de
acceso del público a ellos. En resumen, es fácil caracterizar esta
reforma. ¿Qué significa mejorar la investigación de delitos? ¿Cuál
es el conjunto de retos que hay en ese segmento? Creo que los
reformadores no lo tienen claro.
Estas son algunas de las historias que he escuchado a
numerosos reformadores contar sobre su definición del problema:
El problema —dicen— es que hay que “desburocratizar la
investigación del delito” —un diagnóstico que sugiere que hay un
exceso de personal que interviene en las investigaciones. O que,
como lo burocrático es rutinario y poco imaginativo, tal vez
también se sugiere que hay que incrementar la creatividad de la
autoridad en la investigación del delito. Otros hablan de
“desregular la prueba” —un diagnóstico que sugiere que hay
demasiadas reglas que pesan sobre la investigación. Parecería
que hay tantas reglas que cumplirlas estorba a la investigación en
lugar de contenerla y formarla. A pesar de que no hay datos
estadísticos serios que las sostengan, cada una de estas historias
le sirve a los reformadores como esquema mental de cómo
reformar. Y con base en estas historias se toman decisiones
legislativas y políticas que nos afectan.
Y estas historias merecen ser examinadas porque a pesar de
que no son necesariamente ciertas, con base en ellas en México
estamos transformando el sistema de justicia de forma drástica.
En los últimos dos meses se reformó la Constitución para
abandonar el sistema de códigos estatales de procedimientos
penales que nos regía. Estamos abandonando el federalismo en
las leyes de enjuiciamiento e investigación penal y contemplando
un Código Nacional de Procedimientos Penales que, para cuando
este texto sea público, habrá sido aprobado por el Senado, el
~ 23 ~
Congreso y promulgado por el presidente de la República. Y ese
cambio representa (o representaba) una gran oportunidad para
eliminar (o, desafortunadamente, para mantener) muchas de las
prácticas que condujeron al encarcelamiento injusto de muchos
que, como Toño Zúñiga, fueron señalados por un testigo ocular
falso o enfrentaron interrogatorios ilegales a cargo de policías
judiciales.
La experiencia de Zúñiga durante el interrogatorio que le hizo el
policía judicial José Manuel Ortega Saavedra es ilustrativa de lo
que viven todos los demás. Según la encuesta reciente que
hicimos —aun después de la reforma de los juicios orales— en el
Estado de México, 50% de las personas acusadas son
desvestidas por la autoridad sin justificación alguna. Aun después
de la reforma de los juicios orales, 70% de las personas
detenidas reciben insultos severos cuando son interrogadas en
una agencia de Ministerio Público. Aun después de la reforma,
68% son incomunicados; 64% son golpeados con los puños; 60%
son manoteados; a 43% les privan de agua o alimento; a 36% les
muestran un arma durante el interrogatorio y a 33% le apuntan
con ella; a 32% los interrogan mientras les niegan permiso de ir al
baño; a 27% les impiden dormir; a 22% los amenazan con
lastimar a un familiar o amigo.
Independientemente de que los niveles de maltrato son
alarmantes, lo preocupante es que estas cifras son similares para
el Distrito Federal, que no cuenta con juicios orales. Por lo tanto,
esto significa que los juicios orales no corrigen por sí mismos los
vicios policiales más comunes, de los cuales se quejan los
usuarios del sistema de justicia penal. Cualquiera de nosotros
podría sufrir esta experiencia (ver tabla 1).
~ 24 ~
¿Qué le dicen las autoridades a las mujeres que son interrogadas
en el Ministerio Público del Estado de México, donde ya hay
juicios orales? Esto nos contestaron las mujeres presas y
sentenciadas en la encuesta: “Chinga tu madre”, “Basura”, “De
esta chingadera no te salvas”, “Abre el hocico, si no te vamos a
dar una cogida”, “Prostituta, golfa”, “Hija de tu pinche madre, ellos
ya confesaron”, “Para qué te haces pendeja si sí cometiste el
delito”, “Pinche ratera pendeja, te vamos a violar”, “Ratera puta”.
A pesar de que esta es una realidad conocida, a pesar de que es
bien sabido que en los ministerios públicos y en las patrullas los
ciudadanos son sometidos a abusos como éstos, quienes le
dieron forma al Nuevo Código Nacional de Procedimientos
Penales pusieron todos los huevos en la canasta de la
transparencia judicial, pero pocos huevos en la canasta de regular
la investigación policial del delito. Los reformadores nuevamente
se contaron y se creyeron la historia equivocada de que tenemos
una investigación “sobrerregulada”.
¿Realmente es esto así? No en un análisis comparativo muy
crudo, pero ilustrativo: ¿cuántas palabras dedican los
reformadores en el Código Nacional de Procedimientos Penales a
regular la entrevista policial al imputado?: 69 palabras, nada más.
En cambio, ¿cuántas palabras dedica la ley inglesa para regular
la entrevista policial del sospechoso? Muchas más. La ley inglesa
titulada The Police and Criminal Evidence Act (Ley de policía y
evidencia criminal) dedica nada más ni nada menos que tres de
sus nueve tomos a regular la entrevista policial. Tan sólo el tomo
“F” que regula la videograbación de entrevistas a personas
sospechosas consta de 14 páginas y de cuatro mil 783 palabras.
¿Qué cosas contiene la ley inglesa que no contiene la ley
mexicana? La inglesa estipula cuánto tiempo deben durar las
~ 25 ~
entrevistas policiales. Establece que el investigado debe tener
derecho a comida y alimentos. Indica cuánto tiempo deben dejarlo
descansar antes del interrogatorio. Prohíbe algunas tácticas para
interrogar. Indica cuál es la consecuencia que tiene el silencio del
interrogado. Dice cuáles son las advertencias que debe el
investigador hacerle al investigado. Provee reglas para que los
agentes investigadores decidan cuándo el interrogatorio debe ser
videograbado.
En cambio ¿qué dice al respecto el Código Nacional de
Procedimientos Penales?:
”Artículo 114. Declaración del imputado. El Ministerio Público
podrá entrevistar al imputado, con pleno respeto a los derechos
que lo amparan y en presencia de su Defensor. Sin embargo, en
caso que el imputado manifieste a la Policía su deseo de declarar
sobre los hechos que se investigan, ésta deberá comunicar dicha
situación al Ministerio Público para que se reciban sus
manifestaciones con las formalidades previstas en este Código”.
Así como el Código Nacional ordena el pleno respeto a los
derechos humanos del sujeto investigado, al mismo tiempo ignora
mandatar la principal herramienta que los protege. Queda omitida
la principal protección que en naciones como Inglaterra, Australia
y Estados Unidos ha logrado mitigar confesiones falsas y
maltratos a personas detenidas: la videograbación de esos
encuentros. Los legisladores prefieren no regular este encuentro
a pesar de que los datos muestran que la policía mexicana
entrevista al sospechoso de forma rutinaria y que lo hace en
ausencia de reglas. Los legisladores omiten regular la entrevista
policial, desautorizando a la policía para hacerla, pero
extrañamente ¡le permiten al imputado autorizar a la policía para
que lo interrogue! (o “entreviste” —como eufemísticamente dice la
~ 26 ~
ley). Como si el imputado supiera mejor que un senador de la
República qué está en su interés.
Tan prevaleciente fue la noción de que la investigación criminal
no debía ser regulada que en el Anteproyecto del Código
Nacional de Procedimientos Penales la palabra policía aparece
mencionada tan sólo 25 veces en el texto de una ley de 300
páginas.
El Código, al igual que todos los códigos estatales que le
precedieron, tampoco regula adecuadamente las otras principales
formas de evidencia incriminatoria, las que más resultan en el
encarcelamiento de inocentes.
Y ¿cuáles son las pruebas que con mayor frecuencia resultan en
el encarcelamiento de inocentes?
Testigos oculares equivocados presentes en 75% de los casos de
in-ocentes encarcelados. Ciencia forense inválida presente en
52% de los casos de inocentes encarcelados. Confesiones falsas
por parte del imputado presente en 25% de los casos de
inocentes encarcelados. Testigos pagados o informantes presos
presentes en 18% de los casos de inocentes encarcelados.
Lo que la gráfica 2 muestra son los factores que las autoridades
acusadoras ofrecieron como prueba en los juicios de más de 300
personas que erróneamente fueron condenadas por tribunales en
Estados Unidos. Son datos extraídos de los expedientes de las
más de 300 personas que fueron declaradas inocentes —gracias
a pruebas de ADN— después de ser condenadas por tribunales
en juicios orales, con jurado, en ese país.
~ 27 ~
Lo que esos datos sugieren es que las protecciones que existen
aún en sistemas penales como el estadunidense son insuficientes
cuando las cortes enfrentan el tipo de evidencia que aparece en
la lista. Esto indica que instalar juicios orales en México, en Egipto
o en Ecuador tendría vulnerabilidades similares a las que se
observan en Estados Unidos cuando los fiscales ofrecen en juicio
estas pruebas: confesiones, señalamientos de testigos, ciencia
forense inválida, testigos protegidos.
Como se puede ver, el tipo de evidencia que con mayor facilidad
y frecuencia conduce al encarcelamiento de inocentes es el
testigo ocular. Es decir, lo que le pasó a Toño Zúñiga —ser
señalado por un testigo ocular equivocado— es demasiado
común. Y además sabemos que es una evidencia que los jueces
difícilmente se atreven a descartar.
¿Qué tan frecuente es el uso de esta prueba en México? Según
la encuesta que realizamos en cárceles en el Estado de México y
el DF, entre 60% y 90% de las acusaciones penales están
basadas en un testigo ocular. Y, lamentablemente, el Código
Nacional de Procedimientos Penales no regula adecuadamente
~ 28 ~
esa prueba tampoco. El Código Nacional, en su artículo 278, le
dedica tan sólo 287 palabras al asunto. Menos que todas las
leyes nacionales que el CNPP viene a suplantar. Menos que la
cantidad de palabras que al tema le dedica la ley inglesa (ver
gráfica 3).
Una prueba que tendría que tener prioridad en el Código
porque —según se ha identificado en países con sistemas
judiciales superiores al nuestro— es la principal fuente del error
judicial, está subregulada. El artículo 278 del Código Nacional
toca este tema pero lo aborda de forma muy similar a como lo
hacían leyes preexistentes en México. Por intervención del autor
de este artículo algunos elementos modernos se han insertado en
el artículo referido, pero no los suficientes como para colocar a
México a la par de Inglaterra o Estados Unidos.
La PGR, por instrucciones del presidente de la República, hoy
controla en gran parte la reforma penal —a pesar de ser una de
las principales instituciones que debe ser regulada por éste—. Y
~ 29 ~
la PGR, léase el procurador Jesús Murillo Karam, prefiere poner
temas de investigación tales como los que he venido discutiendo
en protocolos y manuales. Murillo Karam, como muchos
abogados mexicanos, prefiere que temas rutinarios de
investigación del delito tales como recibir denuncias o entrevistar
testigos y sospechosos se vean regulados por normas
administrativas. Es decir, normas de una talla y clase que no son
emitidas por el Poder Legislativo, sino por las propias
procuradurías y otros órganos dispersos. Normas que no se
beneficiarán de un proceso de deliberación pública, sino que
tradicionalmente formulan asistentes de los procuradores
estatales. Los resultados que podemos esperar de ese proceso
de producción normativa serán poco públicos, débiles y
desarticulados. Pues ¿dónde, por ejemplo, pueden leerse los
protocolos y acuerdos de las procuradurías estatales de México?
Por eso la preferencia de la PGR de dejar estos temas fuera de la
ley es peligrosa. Y por eso los argumentos que esgrime son poco
convincentes.
No he recibido, a pesar de múltiples solicitudes y correos
electrónicos, una argumentación sólida que me explique las
razones por las cuales los reformadores persisten en la creencia
de que no se pueden formular leyes detalladas y sofisticadas
sobre la investigación de delitos. No conozco las razones por las
cuales hay una resistencia a regular adecuadamente el
señalamiento de personas sospechosas por parte de testigos
oculares. O las razones por las cuales el Código omite regular la
entrevista policial: el encuentro con la autoridad que los
mexicanos más temen. Desconozco los argumentos por los
cuales la PGR se resiste a tener reglas de denuncia más
modernas y flexibles.
~ 30 ~
Los argumentos que he recibido son de oídas. Me dispongo pues
a presentar esos argumentos aunque sin citar una fuente pues
nadie ha dado la cara por ellos o los ha formulado o defendido
públicamente:
Miedo al amparo y a la impunidad. Se trata del miedo de los
reformadores a que la investigación del delito se vea minada y
trabada por múltiples amparos presentados por —asumen— un
ejército de relucientes abogados defensores que entorpecerán
cada paso que la autoridad dé para investigar un delito. Dicen que
con su intervención (no bienvenida) el Poder Judicial Federal
generaría impunidad por la vía de los amparos que podrían
suscitarse durante la etapa de la investigación. Esto refleja un
menosprecio del amparo como mecanismo para supervisar la
investigación de delitos.
Miedo al estancamiento. Los reformadores creen que regular la
investigación en la ley estancaría la innovación en la investigación
de delitos. La ausencia de regulación es la fórmula, plantean,
para incentivar la creatividad en cómo las autoridades investigan.
Queremos, dicen, creatividad en la forma en que las autoridades
interrogan a sospechosos, testigos y funcionarios.
Específicamente, sé por parte del propio Murillo Karam que
considera que videograbar entrevistas policiales a personas
sospechosas no eliminaría el maltrato que reveló la encuesta que
aplicamos Layda Negrete y yo. El procurador piensa que el
maltrato será simplemente desplazado del cuarto de interrogatorio
al pasillo o a la patrulla. Tal vez el procurador cree que basta con
que la evidencia obtenida bajo tortura sea descartada por los
jueces como tal.
Y lo peor es que estos argumentos no sobreviven un análisis
lógico. ¿Por qué se dice que habrá impunidad por crear reglas?
~ 31 ~
Cuando lo cierto es que el ambiente en el que los delitos (no) se
investigan en México ya es uno en donde las reglas y las leyes
brillan por su ausencia. ¿Por qué se dice que no habrá
creatividad? Cuando la policía inglesa tiene más reglas y
despliega, por cierto, más creatividad que la policía mexicana
para investigar delitos.
Me parece extraño que los reformadores prefieren no crear reglas
para la policía y entonces dejar a tus hijas y a mis hijas expuestas
a ser desvestidas e insultadas en una agencia de Ministerio
Público. O expuestos todos a ser señalados por un testigo falso.
El Código Nacional de Procedimientos Penales que se elaboró
supuestamente busca transformar el sistema de seguridad
pública y de justicia penal en el país. Este esfuerzo nos
compromete a todos a plantear problemas y encontrar soluciones,
y nos obliga a tomar decisiones. Llevamos años dialogando, y en
este diálogo hay una conciencia de que las víctimas del delito y
los acusados son, al final del día, usuarios de un mismo sistema y
el sistema no funciona para ninguno de estos dos grupos.
El diálogo que ha habido hasta ahora sí funciona. Hemos dado
grandes pasos. Apenas hace unos meses se hablaba de aprobar
un Código Federal, en lugar de un Código Nacional. Pero un
Código Federal habría atendido sólo 5% de los delitos a nivel
nacional. En cambio, un Código Nacional incidirá en 100% de los
casos. Esto es un indicador de que los reformadores nos
escuchan y ojalá lo hagan en el caso de los temas pendientes —y
urgentes— que planteo en este articulo.
Estamos frente a una gran oportunidad. Sabemos hoy, por los
datos de la encuesta que hicimos, que de poco sirve abrir la
ventana de la transparencia. De poco sirve tener juicios en que
nuestros policías van a protagonizar un ridículo porque nosotros
~ 32 ~
no les hemos entregado reglas de cómo investigar un crimen, de
cómo entrevistar detenidos, de cómo entrevistar testigos. Es hora
de incorporar a la policía a la reforma del sistema de justicia. La
policía está ausente en la mayor parte de la ley que hoy se
contempla para México. Llegó el momento de incorporarla para
que se vea obligada a actuar como debería y no como lo hizo en
el caso de Toño Zúñiga y de tantos Toños más.
Roberto Hernández
Candidato a doctor en políticas públicas por la Universidad de
California en Berkeley. Maestro en derecho comparado por la
Universidad de McGill. Abogado por el ITAM.
Twitter: @presuntoc
Intelectuales, no
exorcistas
1 MAYO, 2014
José Woldenberg
Las relaciones entre los intelectuales y el poder político dependen
del contexto en el que se desarrollen. No son ahistóricas. Por ello
las siguientes notas hacen referencia a dos momentos distintos
en la historia de México: bajo un régimen autoritario y en una
germinal democracia.
Quiero iniciar con algunos datos sobre el mundo de la
representación política en nuestro país que me ayudarán a
desarrollar mis ideas.
~ 33 ~
En 1985 el presidente de la República, los 31 gobernadores, los
64 Senadores, el 73% de los diputados federales, eran del mismo
partido, el PRI. De más de dos mil 400 municipios sólo 10 eran
gobernados por otros partidos.
Hoy el presidente es del PRI, pero ese partido no tiene mayoría
absoluta (más del 50% de los escaños) ni en la Cámara de
Diputados ni en la de Senadores. Tenemos gobernadores del
PRI, el PAN y el PRD, y otros propuestos por coaliciones. Y en los
municipios se multiplican gobiernos de siete partidos distintos.
En una palabra: el mundo de la representación política pasó de
ser monocolor (o casi) a abigarradamente pluralista, de tal suerte
que en el Congreso federal desde 1997 ninguna fuerza política
tiene los votos suficientes como para hacer su simple voluntad.
Todos y cada uno de los partidos y sus grupos parlamentarios, si
quieren hacer avanzar alguna de sus iniciativas, tienen que
negociar y acordar con algún otro. Hemos pasado de un régimen
de partido hegemónico a otro que expresa un pluralismo
equilibrado.
~ 34 ~
Fueron necesarias amplias movilizaciones, denuncias, propuestas
y también operaciones reformadoras de normas e instituciones
para que el tránsito democratizador fuera posible.
Ese mundo de la representación política presentado de manera
esquemática, me permitirá decir algunas palabras sobre la
relación de esa constelación diversa y compleja a la que
llamamos intelectuales con el poder público en por lo menos dos
momentos, claramente diferenciados: a) los intelectuales bajo un
régimen autoritario y b) los intelectuales en una germinal
democracia.
Ya en El laberinto de la soledad (1950), Octavio Paz apuntaba que
luego del período armado, “muchos jóvenes intelectuales…
empezaron a colaborar con los gobiernos revolucionarios. El
intelectual se convirtió en el consejero, secreto o público, del
general analfabeto, del líder campesino o sindical, del caudillo en
el poder. La tarea era inmensa y había que improvisarlo todo…
la intelligentsia fue utilizada para fines concretos e inmediatos;
proyectos de leyes, planes de gobierno, misiones confidenciales,
tareas educativas, fundación de escuelas y bancos de refacción
agraria, etcétera. La diplomacia, el comercio exterior, la
administración pública abrieron sus puertas a
una intelligentsia que venía de la clase media”.
Luego de una cruenta guerra civil que logró liquidar un Estado,
era necesario construir un nuevo aparato estatal. Y para ello el
auxilio de los intelectuales fue necesario, imprescindible. En
buena hora.
No obstante, y después de una primera ola centrífuga que
emergió de la Revolución y que generó rebeliones armadas
sucesivas para definir quién ocuparía la presidencia de la
República, se inaugura en 1929 con la fundación del Partido
~ 35 ~
Nacional Revolucionario, una contra ola centralista que acabaría
por edificar un sistema de partido hegemónico pragmático (como
lo definió Sartori) y una presidencia sexenal casi omnipotente. Y
es entonces cuando Paz observa que el papel creativo,
constructivo, del intelectual, empieza a mutar. Pierde
independencia, capacidad crítica, aparece un “espíritu cortesano”,
y al final, “el culto mágico al secreto de Estado. No se discuten los
asuntos públicos: se cuchichean”.
En aquel escrito Paz reconocía que esa intelligentsia había servido
al país, en muchos casos de manera “honrada y eficaz”, pero que
la pérdida de independencia había impedido que se convirtiera en
“una conciencia crítica” del poder.
Unos años después, en un artículo —“La letra y el cetro”
(Plural no 13, octubre de 1972)—, subraya esa capacidad que el
escritor moderno ejerce: la crítica a la sociedad. Paz sabe que la
política tiene múltiples rostros, pero que hay que aprender a vivir
con ella, y el intelectual no puede ni debe darle la espalda. “En la
política —escribe— se alían el amor por el poder y la fascinación
por la teoría, la aspiración hacia la justicia y la envidia, la
nostalgia por la comunión fraternal y el furor del inquisidor, el
apetito por la dominación y el gusto (muy de escritor) por la
autoacusación y el desgarrarse las vestiduras en la plaza”. A no
pocos intelectuales, dice, los ha destrozado, “llenándoles de
humo el cerebro”, no obstante, concluye, “no podemos renegar de
la política; sería peor que escupir contra el cielo: escupir contra
nosotros mismos”.
Vuelvo al inicio. Digamos que de 1968 a 1996-97 el eje que
ordenó la política fue democracia contra autoritarismo. La
paranoica represión al movimiento estudiantil, pacífico y cuyas
~ 36 ~
demandas eran públicas, puso en evidencia que los resortes
autoritarios no sólo del gobierno sino del Estado se habían
fortalecido y que era incapaz de reconocer como legítimos los
reclamos y anhelos de los hijos de la modernización que se había
prohijado desde el poder.
A partir de ahí los reclamos no hicieron sino crecer. Conflictos
universitarios, invasiones de tierras, movilizaciones sindicales por
la democracia en sus organizaciones, movimientos populares,
publicaciones y nuevas agrupaciones políticas, e incluso un
archipiélago de grupos armados, hicieron patente que una
sociedad masiva, modernizada, desigual, no cabía ni quería
hacerlo bajo el manto de un Estado monopartidista y vertical.
Son años tensos, sordos, cargados de incertidumbre y malestar,
que genera un desigual pero extenso movimiento pro
democratizador. Izquierdas y derechas, agrupamientos laborales
y empresariales, estudiantes y campesinos, cada uno a su
manera y por sus propios conductos reclama ser reconocido
como sujeto de la política, con sus reivindicaciones y propuestas
propias, y ya no se identifican en los rituales, el discurso y las
estructuras forjadas por una revolución que está en el pasado,
muy en el pasado.
Y el mundo intelectual acompaña esos esfuerzos. Paz escribió en
1972 que “la crisis del sistema y la crítica de los escritores se
iniciaron casi al mismo tiempo” (“El escritor y el poder”,Plural núm.
13, octubre de 1972). De 1977 a 1996 el país vive una auténtica
transición democrática. Seis grandes operaciones reformadoras
sucesivas construyen nuevas normas e instituciones que permiten
primero la incorporación al mundo institucional electoral de
corrientes políticas hasta entonces marginadas, luego la
edificación de órganos imparciales para la gestión de las
~ 37 ~
elecciones y al final condiciones equitativas para la competencia.
Una vez que esa ruta se cursa, la germinal democracia mexicana
empieza a dar sus frutos: fenómenos de alternancia en los
diferentes niveles de gobiernos, equilibrio de poderes, ejercicio
expansivo de las libertades, Congresos auténticos portadores de
una pluralidad inédita, resurgimiento —en el terreno de la
política— de la centralidad de la Suprema Corte, etcétera.
Desde las revistas especializadas y culturales, desde la academia
y la literatura, desde las artes y las organizaciones civiles, se
acompañó ese movimiento. Se dispara y expande una ola
intelectual que reclama libertades, pluralismo, división de
poderes, rendición de cuentas, en una palabra, democracia.
Hoy vivimos en democracia. Una democracia, germinal,
contrahecha, acechada por las profundas desigualdades que
cruzan al país y los déficits en el Estado de derecho y en el
ejercicio de derechos. Esos déficits nos modelan y modelan a
nuestra democracia.
Y las coordenadas ya no son tan claras ni rotundas. En buena
hora. Ya no hay un eje ordenador tan nítido e incontrovertible
como el de autoritarismo o democracia. Porque en esta última lo
que emergen son agendas no sólo distintas sino enfrentadas,
diagnósticos y propuestas de diferente signo, e identidades e
intereses duros como el mármol que tienen que convivir con sus
similares y conexos. No hay una brújula sino brújulas en plural, no
existe un solo mapa sino mapas diversos.
Y por ello el trabajo intelectual es hoy más relevante —creo—,
más necesario, incluso imprescindible. Se terminó, para bien, la
voz que mandaba y ordenaba; se acabó la pirámide del poder en
cuya cúspide disponía el presidente y se acabó también el
~ 38 ~
verticalismo irradiador de disciplina y contrario al ejercicio de las
libertades.
Hoy existen constelaciones de poderes, fuerzas, movimientos,
corporaciones, además de partidos políticos con agendas,
intereses y horizontes diversos. Los poderes constitucionales son
realmente independientes unos de otros, lo que sucede en el
Congreso sólo puede explicarse si se toma en serio que es
habitando por una pluralidad de partidos, los medios ejercen la
libertad y reproducen diagnósticos y propuestas de diverso signo,
eso que llamamos sociedad civil es un coro potente, todavía
epidérmico, desigual, pero desafinado que procura causas
distintas en ocasiones enfrentadas, las grandes corporaciones y
los poderes fácticos hacen sentir su presencia y juegan y retan a
los poderes constitucionales. En una palabra, México puso fin al
autoritarismo y vive en los marcos de una germinal democracia.
Es en ese marco —creo— donde la actividad intelectual se vuelve
necesaria para hacer inteligible lo que sucede, dejando atrás los
viejos lentes que filtraban todo en términos de autoritarismo vs.
democracia; para describir y desentrañar el sentido de las cosas,
porque no son evidentes, y por supuesto para intentar ofrecer un
horizonte que garantice nuestra convivencia dentro de la
diversidad construyendo lo que la CEPAL llama cohesión social:
una sociedad menos desigual y polarizada, capaz de generar un
nosotros inclusivo.
En la actualidad, la actividad intelectual requiere (no quiero
parecer pontífice) por lo menos tres condiciones: a) trascender los
alineamientos acríticos, b) oponer a la verdad del poder el poder
de la verdad, como quería José Revueltas y c) hacerse cargo de
la complejidad de las sociedades que viven en democracia.
~ 39 ~
A) Subsiste y mucho en el mundo intelectual una especie de
alineamiento en torno al gobierno y las oposiciones. Es natural: se
trata de las grandes coordenadas que ordenan la vida política.
Con o contra el gobierno o con o contra las oposiciones. Es quizá
la brújula más común y sencilla en el espacio de la política. La
más tradicional y la que heredamos de nuestras largas décadas
de régimen autoritario.
Pero bien vistas las cosas, hoy el gobierno y las oposiciones
coexisten en el mundo de la representación y ninguna tiene
mayoría absoluta de votos en el Congreso federal, incluso son
intercambiables gracias a los fenómenos de alternancia, y sólo
desde un maniqueísmo extremo se puede avalar o condenar todo
lo que emerge del gobierno o repudiar o apoyar lo que surge de
las oposiciones. Por ello, es necesario que desde el espacio
intelectual se genere un auténtico contexto de exigencia hacia la
actividad política, lo cual supone la inexistencia de cheques en
blanco para alguna de las constelaciones políticas que habitan en
el espacio de la representación. La palabra clave es
independencia, como lo quería Paz.
Pero lo más importante quizá: a diferencia de los códigos
autoritarios en los cuales una clase, un grupo, un partido, un
gobierno, son portadores de todos los valores y sus opositores no
resultan más que las encarnaciones del mal, en democracia
hemos aprendido que la diversidad de opciones son parte de
nuestra riqueza, y que preservarla, ofrecerle conductos para su
expresión y recreación resulta pertinente, porque no existe un
sujeto social que en sí mismo exprese “la verdad”, la justicia, la
democracia. Es quizá su coexistencia/competencia la que
debemos saber apreciar.
~ 40 ~
B) Hace unos días terminé una relectura de Los errores de José
Revueltas (1964). Él vio con absoluta claridad el drama de los
comunistas de la década de los treinta del siglo pasado. Fueron
incapaces de hacer frente a la verdad del poder con el poder de la
verdad. Y en esa confrontación, Revueltas encuentra el germen
de la catástrofe de aquel proyecto de transformación. Hay mucho
más que decir al respecto, pero me auxilio de esa formulación
para avanzar una idea sobre las relaciones deseables entre
intelectuales y poder político en democracia.
Los gobiernos, los partidos y también las grandes corporaciones
privadas tienen sus propias narrativas sobre las cosas. Es natural.
Los gobiernos tienen que preservar y expandir su legitimidad. Los
partidos deben presentarse a los ojos de los ciudadanos como
portadores de proyectos deseables. Y las grandes corporaciones
hacen intentos recurrentes por presentar a sus intereses como si
fueran los del conjunto de la sociedad. Es parte de la labor
intelectual, entonces, intentar que el poder de la verdad se abra
paso entre esa maraña de intereses, proyectos, apuestas,
chantajes, y por qué no decirlo, legítimas aspiraciones e
intenciones.
Asumo incluso que es posible que no exista algo así como “la
verdad”, pero su búsqueda es y sigue siendo la gran brújula del
trabajo intelectual en contraposición con el poder y los intereses
de las instituciones estatales y privadas. Es en esa constelación
de fuerzas cruzadas donde se requiere hacer inteligible lo que
sucede. Y me gustaría pensar con Paz que “la palabra del escritor
tiene fuerza porque brota (precisamente) de una situación de no
fuerza”.
C) En buena hora el pluralismo se abrió paso entre nosotros. Se
acabó el mundo en blanco y negro y hoy habitamos un espacio de
~ 41 ~
grises. La complejidad de la vida social, política y cultural es
incremental. Y otra vez, desde los poderes públicos y privados
aparecen discursos reduccionistas, simplificadores, tendientes a
construir una dicotomía sencilla: con nosotros o contra nosotros.
El trabajo intelectual entonces debe intentar rescatar la
complejidad de la vida en sociedad, sus tensiones, sus dilemas,
sus valores encontrados. No aparecer como exorcistas que
quisieran o tuvieran la posibilidad de ordenar el mundo a su
imagen y semejanza. No. Hacer discernible que la complejidad
llegó para quedarse y que se requieren brújulas y mapas
mentales igualmente complejos para poder orientarse ante una
convivencia que aparece como caótica, tensa, inentendible. Esas
construcciones por supuesto deben tener un marco valorativo que
las sustente, que las vuelva apreciables y que a fin de cuentas
intente otorgar un sentido a eso que llamamos vida en común.
José Woldenberg
Escritor y ensayista. Es autor de Nobleza obliga, Política y delito y
delirio. La historia de tres secuestros y El desencanto, entre otros
libros.
Texto leído el 28 de marzo en el homenaje a Octavio Paz, en la
mesa “La letra y el cetro”.
~ 42 ~
En la marea de la baja
calidad del Estado
1 MAYO, 2014
Luis Carlos Ugalde
Dos tendencias aparentemente contradictorias están moldeando
una nueva fisonomía del Estado mexicano en este siglo XXI. Por
una parte, la creación de órganos autónomos para regular
diversos aspectos de la vida política y económica del país. Por
otra, la centralización de algunas funciones en el ámbito federal o
el poder de atracción de ciertas funciones anteriormente
delegadas a los poderes estatales y municipales, pero que hoy
son asumidas por la Federación.
El primer caso —el de la creación de nuevas autonomías— se
asemeja a una partición o incluso fragmentación horizontal del
Estado mexicano. Si en el siglo XIX se plasmó en las
constituciones liberales una forma de gobierno republicana y
federal con tres poderes públicos —Ejecutivo, Legislativo y
Judicial—, en el siglo XXI la nueva Constitución se asemeja más
a tres poderes y medio: los tradicionales más una suma de
autonomías que en conjunto son una fuerza significativa que
puede contrapesar ciertas áreas del funcionamiento de los tres
poderes de gobierno, notablemente el Ejecutivo.
~ 43 ~
El segundo caso —el de la recentralización de algunas funciones
ejecutadas anteriormente desde las localidades— se asemeja a
un proceso de succión que lleva a cabo la Federación
presuntamente para limitar el abuso del poder o la ineficacia con
la cual funcionan muchos gobiernos estatales y municipales.
Aunque la magnitud de la llamada centralización es muy modesta,
se trata de una tendencia que resuelve algunos problemas de
forma parcial y temporal, pero que no ataca las causas de la falta
de rendición de cuentas de muchos gobiernos locales.
La fragmentación y la centralización son procesos que buscan
resolver un problema común: la baja calidad de la gobernanza de
muchas áreas del Estado mexicano para cumplir sus funciones
esenciales. El problema es que no atacan sus causas sino sólo
algunas manifestaciones.
Los organismos autónomos son creados directamente en la
Constitución e independientes de los poderes públicos
tradicionales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), esto es, existen
por fuera de la jerarquía política y jurídica de los tres poderes de
gobierno, aunque están sujetos a ciertos mecanismos de
rendición de cuentas frente al Legislativo. Con frecuencia tienen
~ 44 ~
atribuciones exclusivas para desempeñar funciones cruciales del
Estado (autonomía técnica); están facultados para expedir las
normas que los rigen (autonomía normativa); y pueden definir su
presupuesto y administrarlo (autonomía presupuestal).1
Entre 1994 —año de la autonomía del Banco de México— y 2014
el número de órganos con autonomía constitucional pasó de dos
a 12. Tan sólo durante los primeros 14 meses del gobierno de
Enrique Peña Nieto —gracias al Pacto por México— el número de
órganos autónomos se duplicó: pasó de seis a 12, aunque
muchos argumentarían que el incremento fue aún mayor. Si se
excluye a la UNAM y al Tribunal Superior de Justicia, cuya
autonomía es de diferente naturaleza, el salto es aún más
dramático: las autonomías crecieron de cuatro a 10 en poco más
de un año.
Se trata de una mutación muy amplia y rápida de la conformación
del Estado mexicano y de la organización interna de la
administración pública federal. La creación de autonomías está
desplazando al Poder Ejecutivo de la rectoría de ciertas
regulaciones o sectores como la competencia económica, la
procuración de justicia o la generación de información geográfica
de interés nacional. Al momento de escribir este artículo en marzo
de 2014 ya se había aprobado en el Senado la creación de una
Comisión Nacional Anticorrupción como órgano con autonomía
constitucional. Una vez completado el proceso legislativo, serán
13 los órganos autónomos (ver tabla 1).
~ 45 ~
Hay diversas razones, pero la más importante es despolitizar el
funcionamiento de ciertas instituciones que realizan tareas
esenciales que requieren imparcialidad e independencia para
alcanzar mejor sus fines. Por ejemplo, los bancos centrales que
regulan la emisión de dinero a fin de mantener la estabilidad
económica, con frecuencia son sometidos a enorme presión
política para relajar las tasas y estimular el crecimiento, con la
conocida consecuencia de mayor inflación. Para que ello no
ocurra, la mayoría de los países del mundo, incluido México, han
adoptado la práctica de dotar de autonomía al banco central para
que cumpla su función correctamente y cercenar así la tentación
de los políticos de usarlo como su caja chica.
~ 46 ~
Lo mismo ha ocurrido en el caso de las elecciones. Debido a la
tentación de los gobiernos para usar recursos públicos y
manipular el aparato estatal para beneficiar a ciertos candidatos,
muchos países han optado por crear órganos electorales
autónomos capaces de resistir la presión política y propiciar
condiciones de equidad en las campañas. México es el clásico
ejemplo de un país donde por décadas la organización electoral
fue controlada por el gobierno a través de la Secretaría de
Gobernación. Ese control fue usado para beneficiar en ocasiones
a los candidatos oficiales, lo que restringió el pluralismo. El
surgimiento del IFE en 1990 y su autonomía constitucional a partir
de 1996 han permitido nivelar las condiciones de competencia y
facilitar así la alternancia política.
Una segunda razón en favor de la autonomía constitucional es de
eficacia y especialización gerencial y operativa. Una institución
con autonomía operativa y sin interferencia política puede
construir con mayor facilidad un sistema civil de carrera y
especializarse en las funciones que le encomienda la
Constitución, aunque hay órganos que sin ella pueden hacerlo.
Tal fue el caso del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI), que aun como órgano desconcentrado de la
Secretaría de Hacienda logró en los últimos 30 años una enorme
eficacia en su misión y un servicio de carrera muy notable.
Debido al éxito que tuvieron los primeros experimentos de
autonomía constitucional —Banco de México e IFE— se ha vuelto
un cliché exigir autonomía cada vez que se detecta un problema
de desempeño o simplemente por moda. Por ejemplo, en el
contexto de la reforma política promulgada en febrero de 2014 se
le dio autonomía constitucional al Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Este
organismo creado en 2006 ha realizado una labor profesional e
~ 47 ~
independiente para llevar a cabo su tarea de medir la pobreza y
evaluar los programas de desarrollo social. Que haya sido un
órgano desconcentrado de la Secretaría de Desarrollo Social en
sus primeros años no impidió que llevara a cabo su papel con
eficacia y sin la interferencia de actores políticos.
En la motivación de la iniciativa presentada por diversos
legisladores del PAN se señala que con la autonomía
constitucional “se evitará que las evaluaciones hechas por el
Coneval, así como las decisiones asumidas por el titular del
Ejecutivo carezcan de unilateralidad y discrecionalidad (sic). En
consecuencia se generarán mejores políticas, que sean
coherentes y responsables ante el problema de la pobreza que
aqueja a México”.2 Asimismo, argumentaron que ésta es una
pieza sustancial para fortalecer la objetividad de este organismo.
El problema de esta justificación es que parte de supuestos
falsos, desconoce la naturaleza y la misión de la institución y por
lo tanto su nueva autonomía puede ser incluso contraproducente.
La medida que realmente fortalecería al Coneval es vincular los
resultados de las evaluaciones de los programas sociales a la
discusión anual del presupuesto de egresos que hace anualmente
la Cámara de Diputados.
Entre los 12 órganos con autonomía constitucional que hay en
México se cubren múltiples funciones del Estado mexicano.
Algunos son reguladores (por ejemplo, el Instituto Federal de
Telecomunicaciones); otros garantes de derechos (por ejemplo, la
Comisión Nacional de Derechos Humanos); algunos cumplen
funciones técnicas (por ejemplo, el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía); y, finalmente, en el caso de la futura
Fiscalía General de la República, ésta cumplirá funciones
punitivas y de investigación3 (ver tabla 2).
~ 48 ~
Con 12, México es uno de los países de América Latina con
mayor número de órganos autónomos. Solamente Perú lo supera
con 18 entidades autónomas que se encargan de diversas
funciones del Estado —como la de banco central, el registro civil,
el fuero militar o la investigación judicial—. En el polo opuesto se
encuentra Brasil que sólo ha dado autonomía a su Ministerio
~ 49 ~
Público. En medio hay múltiples países con más o menos
organismos autónomos. Sin embargo, todos tienen un rasgo en
común: han dotado de autonomía al sistema de impartición de
justicia. Por un lado, Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia,
Colombia y Perú han creado una defensoría del pueblo con
autonomía constitucional encargada de proteger los derechos
humanos. Por otro lado, todos los países, salvo Ecuador, han
dado autonomía a su Ministerio Público (en algunos países es
una Fiscalía o una Procuraduría de Justicia) y por tanto han
despolitizado una parte central de la impartición de justicia. 4
El segundo fenómeno que puede cambiar el rostro y
funcionamiento del Estado mexicano y eventualmente afectar el
pacto federal del siglo XIX es una tendencia reciente para
centralizar algunas funciones que anteriormente desempeñaban
autoridades locales: por ejemplo, en materia electoral.
A partir de 1982 inició un proceso gradual de descentralización en
México. En 1983 se reformó el artículo 115 constitucional para
transferir a los ayuntamientos mayores instrumentos de gestión y
potestades reglamentarias. En adelante se hicieron cargo de
diversos servicios: agua potable y alcantarillado, alumbrado
público, limpia, mercados y centrales de abasto, panteones,
rastros, seguridad pública y tránsito.
En 1992 se firmó el Acuerdo Nacional para la Modernización de la
Educación Básica mediante el cual el gobierno federal traspasó a
los estatales los establecimientos escolares que hasta entonces
administraba la Secretaría de Educación Pública, así como los
recursos financieros utilizados en su operación. No obstante, el
gobierno federal conservó funciones reguladoras, normativas y de
asignación de recursos. Esto es, se transfirió el dinero para pagar
~ 50 ~
la nómina, pero no la autoridad para establecer contenidos y
políticas educativas.
En 1996 se firmó un acuerdo semejante, en este caso para
descentralizar los servicios de salud. Hubo transferencia de
recursos humanos, materiales y presupuestales hacia los
estados, pero igual que en educación, el gobierno federal quedó a
cargo de la facultad normativa y control de la política de salud. Así
también, inició la descentralización de diversos programas de
combate a la pobreza y, en 1998, se creó el ramo 33 del
presupuesto de egresos para transferir recursos para
infraestructura social básica: urbanización, alcantarillado, drenaje,
agua potable, infraestructura educativa básica, así como los
fondos para la descentralización de educación y salud.
Asimismo, en esa década ocurren varias reformas electorales que
otorgan la autoridad para organizar elecciones federales al IFE y
las locales a institutos estatales, independientes del IFE y cuyas
autoridades serían nombradas por los Congresos de cada estado.
En 2002 se promulga la Ley Federal de Transparencia y en los
años subsecuentes los estados promulgan sus leyes respectivas
y cada uno crea un organismo garante de acceso a la
información. De esa forma, conforme a los principios del
federalismo, cada entidad es soberana para construir los
instrumentos y normas, así como nombrar a las autoridades para
dar cumplimiento a diversos derechos y garantías
constitucionales.
Tres décadas después del inicio del ciclo descentralizador hay
una tendencia opuesta para ahora centralizar algunas funciones
anteriormente delegadas a los gobiernos de los estados y los
municipios. El argumento detrás es que el federalismo mexicano
está fracasando porque las autoridades subnacionales han
~ 51 ~
incumplido con sus responsabilidades. Se acusa a los
gobernadores, por ejemplo, de intervenir en los procesos
electorales de sus entidades para apoyar a sus candidatos.
También, se señala que muchos gobiernos locales gastan mal los
recursos que reciben para educación y salud: efectivamente, la
Auditoría Superior de la Federación ha detectado por varios años
reasignaciones a otras partidas, falta de comprobación, desvío de
recursos, entre otros.
Hay tres tipos de medidas centralizadoras: homologación
normativa, facultad de atracción y centralización. La
homologación busca compensar malas regulaciones a nivel local
con estándares que establezcan un piso parejo entre entidades
del país para que todos los gobiernos garanticen derechos (por
ejemplo, transparencia) y den mejores servicios (por ejemplo,
justicia).
Bajo ese paraguas se promulgó en marzo de 2014 el Código
Nacional de Procedimientos Penales para homologar el sistema
penal mediante normas generales de investigación,
procesamiento y sanción de los delitos que tendrán que ser
observados por los órganos jurisdiccionales locales y federales.
Asimismo, la reforma electoral promulgada en febrero de 2014
busca estandarizar normas a lo largo de todo el país para regular
a los partidos políticos nacionales y locales; para normar la
organización de elecciones y para tipificar los delitos electorales.
Así también, la Ley General de Contabilidad Gubernamental,
promulgada en diciembre de 2008, obliga a las entidades a
armonizar su información contable con base en los
criterios establecidos en ella. Por su parte, la reforma al artículo 3
constitucional faculta al Instituto Nacional de Evaluación
Educativa para expedir los lineamientos a los que se sujetarán las
~ 52 ~
autoridades educativas federales y locales para llevar a cabo las
funciones de evaluación de los maestros.
Respecto a las medidas de atracción de funciones locales hacia
la órbita federal, la principal se refiere al tema electoral. El nuevo
Instituto Nacional Electoral (INE) podrá atraer la organización de
elecciones locales cuando su trascendencia lo amerite. Bajo ese
supuesto, el INE podrá delegar a las autoridades estatales
diversas atribuciones (por ejemplo, la capacitación electoral o la
ubicación de las casillas), pero podrá reclamarlas de regreso
cuando así lo decida. Esta medida de atracción fue resultado de
la negativa del PRI para acceder a la petición original del PAN
que consistía en desaparecer todos los institutos estatales
electorales y que el INE fuera la única autoridad en todo el
territorio nacional.
Por su parte, la reforma en materia de transparencia también
publicada a principios de 2014, faculta al Instituto Federal de
Acceso a la Información (IFAI) para atraer los recursos de revisión
que interpongan los particulares en contra de las resoluciones de
los órganos locales de transparencia que determinen la
confidencialidad o negativa de cierta información. De modo que el
instituto tendrá la facultad de revertir las decisiones de los
órganos locales cuando éstos decidan sobre la privacidad de
cierta información.
La minuta para crear la Comisión Nacional Anticorrupción la
faculta para atraer investigaciones e imponer sanciones
administrativas a servidores públicos de estados y municipios por
hechos de corrupción.5 Esta iniciativa estaba pendiente en las
comisiones de la Cámara de Diputados en marzo de 2014.
Finalmente, están las medidas realmente centralizadoras,
entendidas como trasladar atribuciones y autoridad de los
~ 53 ~
gobiernos estatales y municipales a la Federación. Son muy
pocas las medidas en esta categoría. En el marco de la reforma
hacendaria de 2013 se trasladó el pago de la nómina magisterial
—que desde 1992 era una prerrogativa de los gobiernos
estatales— para que a partir de 2015 se realice por la Secretaría
de Hacienda y la de Educación Pública mediante el Fondo de
Aportaciones para la Nómina Educativa y Gasto Operativo
(FONE).
Asimismo, en 2013 se centralizaron las compras de
medicamentos que llevan a cabo los gobiernos estatales
mediante el pago directo desde la Secretaría de Hacienda a los
proveedores del sector salud, en lugar de enviar estos recursos a
los estados para que ellos liciten y paguen.
En materia electoral, se centralizan diversas funciones, entre ellas
la designación de todos los consejeros de los institutos estatales
electorales por parte del Consejo General del INE —
anteriormente eran nombrados por los Congresos locales—; el
instituto también regulará la organización y funcionamiento del
Servicio Profesional Electoral Nacional; y finalmente, el PAN
presentó en marzo de 2014 una iniciativa para expedir la Ley
General de Instituciones y Procedimientos Electorales, en la cual
se propone que el Consejo General del INE sea responsable de la
fiscalización de todas las elecciones del país.
Aunque las tres modalidades centralizadoras disminuyen la
libertad de las entidades para dotarse de sus normas y
autoridades, se trata de tres caminos diferentes. La homologación
de leyes, por ejemplo, establece parámetros básicos para la
operación nacional de determinados sectores, lo que lleva a los
estados a operar a partir de un piso común en temas que son de
interés nacional. La facultad de atracción se traduce en la
~ 54 ~
posibilidad de que un organismo federal intervenga o asuma una
función que originalmente correspondía a un organismo local.
Mientras que la centralización significa que una atribución,
responsabilidad o prerrogativa se traslada de los estados a la
Federación. Esta última modalidad representa una centralización
mucho más agresiva, pues excluye a los gobiernos estatales de
su participación en determinados temas.
La multiplicación de las islas autónomas puede constituir un
obstáculo para el funcionamiento eficaz del Estado mexicano,
sobre todo en aquellos órganos cuya misión no requiere
autonomía, o bien, cuando la autonomía puede justamente
politizar su funcionamiento. Así como se justifica que haya un
banco central autónomo o una autoridad electoral independiente,
es debatible si el organismo que genera información estadística o
el que mide la pobreza, deban serlo. Tampoco queda claro que
deba haber un instituto autónomo que mida la calidad de la
educación cuando dicha responsabilidad debería quedar en la
órbita de la Secretaría de Educación Pública.
Como ya se mencionó, la reciente autonomía del Coneval es un
mal presagio. Este Consejo requiere de tres factores para realizar
adecuadamente su labor: independencia de sus evaluaciones,
profesionalismo de sus mediciones y obligatoriedad para que sus
observaciones sean vinculantes para asignar recursos
presupuestales. Hasta ahora el Coneval ha gozado de autonomía
de gestión y la existencia de un consejo consultivo lo ha blindado
de la tentación del gobierno de presionar a su cuerpo directivo. El
gran obstáculo que enfrentó antes como ahora es que sus
evaluaciones no son vinculantes, lo que limita su impacto. En
cambio, existe el riesgo de que su funcionamiento se politice
debido a que ahora los comisionados serán nombrados por los
partidos políticos.
~ 55 ~
Otro riesgo de la fragmentación autonómica es la creación de
nuevas burocracias con intereses políticos. Bajo la bandera de la
independencia o de la presunta ciudadanización de sus cuerpos
directivos, algunos órganos autónomos pueden navegar en las
aguas de la política mexicana haciendo política, sujetándose
a directrices de partidos pero justificando su actuación en nombre
de los ciudadanos. Que un órgano sea autónomo facilita su
independencia pero no la garantiza. Pero si esos órganos se
multiplican y se burocratizan, la tentación de politizarse aumenta
significativamente.
La idea original de contar con órganos autónomos dirigidos
por los llamados “ciudadanos”, era recurrir a profesionistas sin
intereses políticos para que temporalmente asumieran cargos de
dirección. Sin embargo, con la multiplicación de las autonomías y
su crecimiento burocrático, esos cargos se han convertido ya no
en ocupaciones temporales, sino en puestos políticos de tiempo
completo que además estimulan vivir del presupuesto. Cada vez
más consejeros o comisionados saltan de una burocracia
autonómica a otra como lo hace un político que salta de aquí para
allá. Las burocracias generan adicciones a vivir del presupuesto y
los órganos autónomos no son la excepción.
Pero acaso el mayor riesgo de la fragmentación del Estado
mexicano y de la centralización de funciones es que se puede
posponer la reparación de las deficiencias de muchos gobiernos
en México. Si la centralización se ha hecho para aminorar
problemas de desempeño o de poca rendición de cuentas de los
gobiernos estatales, quitarles esa función no mitigará ese déficit
de mala gobernanza: simplemente se esconde bajo el mantra
federal. Dicho de otra forma: hay una mala pedagogía detrás de
la visión centralizadora: quitarle la pelota a los niños mal portados
en lugar de obligarlos a jugar en buena lid.
~ 56 ~
Centralizar funciones no estimula el desarrollo político local ni
ayuda a construir los pesos y contrapesos democráticos, única
medida de fondo para combatir el abuso del poder o la poca
eficacia de muchos gobiernos locales. Quitarle la pelota a los
gobernadores no los hará más responsables políticamente y
puede sobrecargar a los órganos centrales como el INE de tantas
funciones que hagan mal lo que antes hacían bien.
El reto central de la democracia mexicana en el siglo XXI es
construir una mejor gobernanza: rendición de cuentas y calidad
de gobierno. Fragmentar más al Estado mexicano o centralizar
funciones es una ruta que sólo ataca las manifestaciones de la
baja gobernanza, pero no las causas de esos problemas.
Luis Carlos Ugalde
Director general de Integralia Consultores.
Agradezco el apoyo de Ludwig Van Bedolla en la investigación
realizada para la elaboración de este artículo.
Filiberto Valentín Ugalde Calderón, “Órganos Constitucionales
Autónomos”, Revista del Instituto de la Judicatura Federal, núm. 29,
2010, pp. 253-264.
1
Iniciativa en materia política y electoral presentada por
senadores integrantes de los grupos parlamentarios de los
partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática.
2
Esta clasificación de funciones la tomé de Pedro Salazar, “Las
demasiadas autonomías”,nexos, febrero de 2014.
3
John Ackerman, “Organismos autónomos y la nueva división de
poderes en México y América Latina”, en Jorge Carpizo y Carole
4
~ 57 ~
Arriaga, Estudios en homenaje a Emilio Rabasa, UNAM, México,
2010, pp. 3-21.
Dictamen de las comisiones unidas de Puntos Constitucionales,
Gobernación, Anticorrupción y Participación Ciudadana y
Estudios Legislativos Primera, con proyecto de decreto que
reforma y adiciona diversas disposiciones de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de combate
a la corrupción.
5
Contra la
corriente: Escuelas
ejemplares
1 MAYO, 2014
Rubén Álvarez Mendiola
He aquí un informe insólito de cinco escuelas de educación
básica que sobresalen por su organización interna, sus métodos
de enseñanza y la colaboración con los padres de familia. Son
centros educativos sin privilegios que figuran en los primeros
lugares de la prueba ENLACE.
~ 58 ~
Uno no espera ser recibido así. Un montaje, esto tiene que ser un
montaje. Eso pensé poco después de llegar a la escuela
secundaria pública número 200 Profesor Roberto Ruiz Llanos de
Ecatepec de Morelos, Estado de México, cuando una formación
de muchachos, integrantes de la banda escolar, inició a manera
de bienvenida una serie de números musicales que mostraba la
sincronía, el orden y la disciplina con la que se trabaja en ese
colegio ubicado en el corazón del municipio más poblado del país.
Nos aguardaba la escuela en pleno y una especie de angustia
comenzó a correrme por la venas, pues la desconfianza me hizo
suponer que lo que estaba a punto de presenciar las siguientes
~ 59 ~
seis horas sería una especie de exhibición inmisericorde de obra
municipal cumplida y entregada.
Lo que vi, sin embargo, fue la organización de una escuela que
no es muy diferente en instalaciones a las del resto de la entidad
—acaso lo único diferente sea el amplio espacio al aire libre y las
áreas verdes con que cuenta— y el trabajo de hormiga pertinaz
que se lleva a cabo y que la ha colocado, en cuanto al logro
académico, en una de las más destacadas a nivel nacional.
Y aunque los buenos resultados son producto del trabajo
colectivo, la figura del director del colegio, Jesús Arturo Varela
Ramos —de baja estatura, fácil palabra e impecable aliño—, es
determinante para comprender el buen desempeño de maestros,
alumnos, autoridades y padres de familia.
Con su liderazgo, este director ha impuesto, en los 17 años que
lleva al frente del colegio, una disciplina y orden cotidianos que
tienen menos que ver con las de un monasterio o una
correccional y más con la voluntad de entregar buenos
resultados. La organización de la escuela lo dice todo. Está limpia
y cuidada, y son los alumnos y sus maestros quienes se empeñan
en que así siga para siempre.
Varela ha contado con la colaboración de una planta de maestras
y maestros contentos con su trabajo —que acuden a jornadas
voluntarias los sábados—, y madres de familia (más que padres)
dispuestos a dar de su tiempo para acompañar a sus hijos en el
proceso de aprendizaje y, sobre todo, de lectura. Han establecido
las “frutas literarias” (en un símil de los “cafés literarios”), donde
los alumnos, con un vasito repleto de fruta o de jícamas en
rebanadas, se dedican por una hora a leer en voz alta, para luego
compartir y comentar los contenidos de lo leído.
~ 60 ~
Hay también un comité de madres encargadas de leer a los niños.
La maestra Esther Rocha, responsable del proyecto de lectura,
explica que muchas actividades que se programan desde el inicio
de clases incluyen la lectura en voz alta para el mejor
aprovechamiento de los alumnos. “Queremos desarrollar el gusto
por la lectura con las madres de familia. Este comité realiza
muchas actividades, pero la principal es la lectura en voz alta en
las aulas”, dice.
Y cuando hay alumnos conflictivos, los canalizan hacia el
desarrollo de actividades culturales de impacto, por ejemplo, la
puesta en escena de un museo de cera cuyos personajes —
Hitler, Marilyn Monroe, Che Guevara, Diego y Frida, Janis Joplin,
sor Juana Inés de la Cruz o Carla Morrison— se explican a sí
mismos pero en un inglés fluido.
En la lógica del descreimiento —que dicta que no puede ser cierto
lo que uno ve—, cuesta trabajo reconocer que la escuela Profesor
Roberto Ruiz Llanos, en sus dos turnos, no desperdicia ningún
minuto del día en tiempos libres, pase de listas, recreos
adicionales o alumnos a la espera del maestro que no llegó. Y no
es poca cosa si se considera que, al menos en el Distrito Federal,
del tiempo total de clase —en un horario de las 8:00 a las 12:30
horas, que es el de la mayoría de los planteles—, se ocupa
apenas el 56%, en promedio, en actividades propiamente
académicas y de aprendizaje; es decir, poco menos de tres horas
al día. El tiempo útil es un desperdicio.
Aquí, en esta escuela pública de Ecatepec que tiene 13 grupos en
cada uno de sus turnos y un total de mil 282 alumnos, el cuidado
de las instalaciones —baños limpísimos y con papel higiénico a
disposición— y la disciplina no tienen que ver con maestros
regañones y directores que mandan llamar a los alumnos —
~ 61 ~
desde luego ocurre, pero no es el rasgo distintivo— sino con algo
más simple: el seguimiento puntual —hasta rayar en lo
obsesivo— de todas las actividades que desempeñan maestros y
alumnos a lo largo del día. Una tropicalización bastante simple
pero meticulosa, de una buena práctica de transparencia y
rendición de cuentas en un colegio. El Departamento de
Evaluación y Seguimiento Institucional —una rara avis en el
concierto de los colegios y escuelas públicas a nivel nacional— se
encarga de medir y recabar diariamente información de las
actividades de aprendizaje de los maestros y la evaluación que de
ésta hacen los alumnos. Toda la información se procesa semanal,
mensual y semestralmente, para determinar los indicadores del
logro académico de los alumnos. Un trabajo de abeja en panal
que está a disposición de quien quiera, especialmente de padres
de familia y maestros.
Me reta el director: “Di cualquier fecha, la que quieras, del año
que quieras”. Digo cualquier día y mes de hace tres años sin
pensarlo demasiado y la encargada del departamento busca de
inmediato una gruesa carpeta del año señalado, con el separador
del mes y del día. Lo que veo es un conjunto de reportes
(observación en clase; informes de acciones de “alumnos con
alerta de reprobación”; reportes de “áreas de oportunidad en el
desempeño del alumno”; escalas estimativas de aprovechamiento
y otros tantos) que constituyen una radiografía de lo que ese día
ocurrió en cuanto al aprovechamiento académico en el plantel.
“Tenemos un registro y control hasta de la seguridad de los
alumnos. Cuando un niño o una niña van al baño estando en
clase, queda anotada la hora en que lo hizo y la de regreso al
salón. Somos responsables de la seguridad de los chicos en cada
minuto que están en el plantel y eso los padres lo aprecian
demasiado”, dice el director.
~ 62 ~
Pero los padres de familia aprecian mucho más que eso. En una
reunión del Consejo de Participación Social —convocada
especialmente para esta visita—, alumnos, maestros y padres de
familia hicieron el relato pormenorizado de las actividades del
colegio.
La alumna Daniela, actriz de Tengo hambre, una pequeña ficción
en video que aborda el acoso escolar (bullying) y que fue
patrocinada por la ONU, dice: “Los maestros hacen muy bien su
trabajo. No vienen a cuidar niños”, y el alumno Saúl: “Coexistimos
de una manera recíproca y respetuosa. En esta escuela somos
muy afortunados. Admiro a mis maestros [aun cuando] tenemos
grupos de 60 alumnos”. Beatriz, madre de dos niñas en segundo
y tercer grados, lo dice sin ambages: “Aquí hay una buena
cabeza; aquí se ven resultados escolares”. Invitado de manera
extraordinaria, el supervisor regional, José Isabel Maya, reconoce
la gestión y la autogestión escolar y afirma que en las 17 escuelas
de la zona “hay cierto celo por la escuela 200 de Ecatepec”.
Por eso es difícil suponer que todo esto era un montaje. Ni el más
plantado de los directores de escena sería capaz de coordinar el
discurso de maestros, alumnos y padres de familia para hacerlo
coincidir, casi milimétricamente, con el de su director.
Muy discreto, con la expresión relajada de quien sabe que ha
hecho bien las cosas, observa y escucha la sesión del Consejo el
profesor Roberto Ruiz Llanos, fundador de esta escuela
secundaria, que lleva su nombre, y de lo que en su tiempo se
llamó Unidad Pedagógica de Ecatepec: preescolar, primaria,
secundaria y normal. Ni siquiera le pregunto la edad, pues son
muchos los años que lleva encima. “El cerebro es un milagro —
dice—, hace que los alumnos y maestros aprendan a pensar de
manera dialógica. Con la empatía y el pensamiento logramos
~ 63 ~
eliminar la separación autoritaria de profesores y estudiantes.
Tengo una idea muy clara de que se deben quitar los regaños y el
autoritarismo. Uno tiene la capacidad de autoformarse. Decidimos
centrarnos en los alumnos y en su aprovechamiento, nada más”.
“Doy fe de que todo lo que viste en esa escuela es verdad, no
tiene maquillaje. Todo eso es resultado del trabajo y el esfuerzo
de la escuela, sus maestros y directivos a lo largo de los últimos
15 o 20 años”, me dice al teléfono Margarita Zorrilla Fierro,
integrante de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación.
En 2012, como directora general del INEE, acudió a atestiguar la
“experiencia exitosa” de la escuela Profesor Roberto Ruiz Llanos. En
algún momento de la conversación a Margarita se le quiebra la
voz, en el recuerdo vivo de una escuela ejemplar. “El director es
una gente con una visión pragmática y eficaz. Es una persona
que le importa que la escuela funcione como debe ser para
obtener resultados. Esta escuela tiene un director con liderazgo y
equipo de trabajo, con un sentido común pedagógico
impresionante y el principio de buscar conseguir siempre lo mejor
del otro. No es una escuela que hace innovación en los márgenes
del sistema, y esto me parece increíble. Hace
innovación dentro del sistema. En general, las experiencias
innovadoras trabajan en el margen del sistema. Suele suceder
que por eso son innovadores, porque nadie les hace caso pero
tienen alguien con espíritu emprendedor”.
~ 64 ~
“Un padre de familia llegó a verme. Aunque es mejor que diga: lo
cité para hablar de su hijo que mostraba conductas violentas y
sobre el que ya se habían quejado otros niños y sus madres. El
papá no entendía razones. Le explicaba: señor, su hijo ha
golpeado a algunos de sus compañeros, su hijo esto y aquello,
pero no me escuchaba, sólo me miraba. De pronto se levantó y
comenzó a gritarme, a insultarme, a decir que yo no era un buen
director, que su hijo no se comportaba como yo decía y que, en
todo caso, era responsabilidad de la escuela educarlo, que para
eso lo traían todos los días. Cuando me retó a golpes yo le dije:
‘está bien, señor, no pasa nada, quédese tranquilo, ya veremos
qué hacemos con el niño’. Esperé a que se fuera, a que se
calmaran las cosas. Luego arreglé mi escritorio, tomé mis papeles
y mi portafolio y salí de la escuela. Así son los padres de familia
ahora…”.
Esto no es un lamento, sino un fragmento del relato sobre la
forma en cómo algunos padres de familia acostumbraban a tratar
a maestros y directores en la escuela primaria públicaRepública
Española, en Iztacalco, Distrito Federal. El colegio está inscrito
ahora en el programa Escuelas de Calidad de la SEP y desde
hace cuatro años es dirigida, en su turno matutino, por el profesor
Alfredo Gómez Bastida, un maestro normalista con más de dos
décadas de servicio docente y terco como el que más para hacer
de la escuela un centro de estudios ordenado, donde el trabajo de
sus maestras y maestros sea respetado y en el que sus alumnos
puedan avanzar, tanto en su aprendizaje como en el
establecimiento de buenas relaciones entre sus compañeros y
con los maestros y la sociedad.
Lo hace, como el resto de las escuelas de las que aquí damos
cuenta, con los mismos recursos con los que en promedio
cuentan los colegios del Sistema Educativo Nacional. No es una
~ 65 ~
escuela privilegiada ni tiene trato preferencial de alguna
autoridad, ni de la SEP ni del gobierno del Distrito Federal. “Qué
más quisiéramos”, dice el profesor Alfredo, pero aquí “con lo que
tenemos nos debe alcanzar para atender a los niños”.
Quizá lo más destacado no es que la República Española ocupe los
primeros lugares en ENLACE (se encuentra en un respetable
puesto número cien de esta prueba que ha sido abandonada ya
por la SEP), ni que tenga un número importante de alumnos (26)
atendidos por alguna invalidez, sino la capacidad que ha tenido
para reorganizar su vida diaria y establecer un ambiente de
respeto y cordialidad entre maestros y directores y de éstos con
los padres de familia. En una escuela de 738 alumnos por turno
es fácil imaginar que el número de padres rijosos no era bajo.
Y ésa era la piedra con la que tropezó el profesor Gómez Bastida
cuando llegó: padres de familia que ingresaban a la escuela sin
pedir cita ni esperar autorización, a reclamar a los maestros y al
director en turno por cosas que no les parecían respecto del
comportamiento de sus hijos. Si los niños se portaban mal en
casa o no hacían los deberes, entonces la culpa era de la escuela
y había que reclamar. En la República Española, una escuela
construida en un terreno de hortalizas y árboles frutales donado a
principios de los años sesenta del siglo pasado por integrantes
del refugio español, no había forma de contener a los padres
iracundos.
El profesor Alfredo resolvió, con la firmeza que sólo la paciencia y
la experiencia pueden dar, organizar las cosas. Puso como norma
inquebrantable que los padres entregaran a las criaturas a las
puertas del colegio sin traspasar el portón. Protestas y gritos.
Estableció como regla de oro que si los padres querían hablar con
los maestros de sus hijos, debían hacer cita
~ 66 ~
previamente. Protestas y gritos. Sin tiempo que perder, determinó
construir los cimientos de la armonía perdida entre el propio
personal docente, con quien convino que dejaran los chismes de
pasillo y se pusieran a trabajar. Protestas y gritos. Impuso,
finalmente, con la determinación de quien quiere evitar el
naufragio, la idea del trabajo colaborativo entre maestros, padres
de familia y directivos. Una idea simple y a la vista de todos, pero
que nadie, en medio de tanta violencia, podía distinguir. Las
protestas y los gritos comenzaron a disminuir.
Esta escuela comenzó a repuntar cuando las cosas tomaron su
cauce. La figura que emplea el director es la de “una cadenita”
con la que arrancó para entrelazar a padres de familia, maestros,
alumnos y comunidad. “Así se logra el respeto, de manera activa;
no detrás de un escritorio, sentado todo el tiempo. El director
debe estar en todas partes, en todos los rincones de la escuela y
en todos los momentos que los padres de familia, compañeros y
alumnos nos requieran”, dice el profesor Gómez Bastida.
Hay en la escuela tres mujeres que caminan de arriba para abajo.
Platican con el director, salen de la oficina, van a un salón,
conversan con otros maestros, regresan con las manos cargadas
de material escolar, ayudan a que la escuela esté limpia —y no lo
está tanto pues al final del recreo quedan regadas decenas de
papelitos, envolturas y servilletas de sándwich que los niños
dejaron—, preparan actividades de lectura con los alumnos,
vuelven a caminar de arriba para abajo. Son integrantes de la
Asociación de Padres de Familia de la escuela.
La señora Verónica Galicia Hidalgo, presidenta de esa
asociación, cuenta que ahora las cosas son muy diferentes. El
mejoramiento de la calidad de la escuela no pasó por las nuevas
tecnologías sino por algo más sencillo: que los padres se
~ 67 ~
involucraran en la enseñanza de sus hijos. Y que los mismos
padres respetaran la escuela.
Dice el director de la República Española: “Uno de los éxitos que
hemos tenido hasta ahora en nuestra escuela es el trabajo en
equipo. Hemos logrado trabajar en forma colaborativa y esto nos
ha fortalecido para que los acuerdos que tomamos los llevemos a
cabo siempre [y subraya siempre] en beneficio de los niños”.
Alineadas a un costado del salón de clases, seis alcancías con
diferentes formas (cochinitos o gallos) aguardan el ritual: cada
uno de los alumnos de la escuela se acerca para depositar una
moneda que su maestro les da. Al día siguiente hacen lo mismo y
un día después también. Los animalitos de cerámica se quedan
quietos, nadie se les acerca, nadie les toca. Ahí permanecen
durante la noche. Amanecen las seis alcancías cargadas de una
enorme riqueza, aunque tengan sólo una moneda. Comienza
~ 68 ~
entonces un nuevo día en esta comunidad que hace apenas 17
años estaba alejada de la mano de Dios.
“Dice el maestro que no es bueno que nos gastemos todo el
dinero, que aprendamos a guardar, que lo usemos cuando
realmente tengamos una necesidad, porque ¿qué tal si llega un
día en donde no haya dinero?”, explica Elizabeth Pérez Ramírez,
una alumna de sexto grado que, como todos aquí, es tzeltal.
Es la escuela primaria multigrado Mariano Escobedo, a cargo de
profesor Bartolomé Vázquez López y una de las pocas que en
Chiapas confirman que aun en condiciones de marginación la
superación de la comunidad y de su escuela no obedece a un
milagro, sino a la lógica llana del trabajo y el esfuerzo de quienes
la habitan.
Bartolomé no es tzeltal sino tzotzil. Habla, por tanto, tres lenguas:
la original, el español y el tzeltal. Hasta un poco de chol. Tiene 15
años trabajando en esta comunidad que pertenece al municipio
de Venustiano Carranza. Es, al mismo tiempo, maestro, gestor y
director de la escuela. Da clases a los alumnos de los seis
grados, organiza papeles, compra los alimentos, acude a las citas
en Teopisca o en Tuxtla Gutiérrez, busca apoyos, habla con los
padres de familia. Pero, sobre todo, es respetado por la
comunidad y es referente obligado para quien se detiene, si
acaso, en estas tierras evangélicas.
Hace poco más de 17 años que esta comunidad se fundó. El 24
de noviembre de 1996 un conflicto violento entre católicos
tradicionalistas y evangélicos de Aguacatenango, a unos cuantos
kilómetros de distancia, arrojó un saldo de un muerto y varias
personas heridas. La convivencia entre habitantes con diferentes
credos religiosos era imposible. Unos meses antes, dos familias
evangélicas de Aguacatenango decidieron fundar la nueva
~ 69 ~
comunidad de Monte de los Olivos, con el visto bueno del
entonces gobernador Julio César Ruiz Ferro, mucho más
dispuesto a resolver de ese modo terrenal un conflicto que tenía
alcances bíblicos.
La escuela de la localidad inició sus labores en 1997. Bartolomé
explica que comenzó a dar clases en barracas apenas techadas y
con sillas improvisadas con bloques de construcción y tablones
atravesados. La escuela de hoy es el resultado del trabajo de la
comunidad y su maestro Bartolomé. Es una escuela que se
beneficia de los programas Escuela de Tiempo Completo y
Escuelas de Calidad —cuya inscripción fue gestionada por el
propio maestro Bartolomé—, que cuenta ahora con cancha de
cemento para honores a la bandera y basquetbol o futbol;
televisor, refrigerador, horno de microondas, fotocopiadora,
máquina de escribir, instrumentos musicales (un teclado,
panderos, maracas y guitarras), una bocina, y lo mejor, lo que es
la joya de esta corona: 10 computadoras que usan de día y de
noche los 48 alumnos de la primaria.
Son niños tzeltales que miran de frente, que no esconden la cara,
que se arremolinan en torno a la cámara y piden ver lo que se
está grabando, que echan porras a los visitantes, que confiesan la
felicidad que les da ganar premios y que sus papás les dejen
terminar la primaria. Ésta no es la normalidad chiapaneca.
El maestro Bartolomé egresó hace 24 años de la Universidad
Pedagógica Nacional (UPN) y obtuvo de inmediato una plaza
como promotor bicultural, las más modestas de todas. Las
escuelas multigrado son poco apreciadas en el gremio, a pesar
de lo muy difundidas que están a nivel nacional, porque suponen
más trabajo y poca paga.
~ 70 ~
Padre de tres hijos —la mayor estudió Derecho en un escuela
particular—, este profesor de mirada segura y trato afable gana
cerca de 15 mil pesos mensuales, lo que en estos lugares es un
ingreso más que decente. Un dinero que, por lo demás, lo
desquita centavo a centavo.
En 2005 obtuvo una beca CASS, financiada por el gobierno de
Estados Unidos, para estudios de Perfeccionamiento Docente en
la Universidad Estatal de Arizona. Compartió experiencias y
durante ese año fue asistente de maestros titulares de escuelas
bilingües de Phoenix. “Iba con el afán de comparar más que de
buscar la respuesta o las recetas. Iba convencido de que no
existe una receta para administrar una escuela multigrado y
cumplir con todas las funciones administrativas, pero me hacía
falta verificar, confirmar cómo es el país que se pinta de primera
potencia en todo. Muchos de los maestros allá saben que si no
rinden, en el mes de mayo están recibiendo la carta de
despedida. Y si funcionan, en el mes de mayo los están
felicitando porque en el próximo periodo están contratados”, dice.
Hace tres años visité por primera vez a Bartolomé. No había
reforma educativa —¡qué esperanza!—, ni consultas nacionales
sobre modelos educativos. Hoy me confirma que la escuela
continúa su progreso. Y la comunidad cree en Bartolomé como
figura principal. Para hacer algo que tenga que ver con el destino
de la comunidad, llaman al maestro. Cualquier decisión de
envergadura le es consultada. “Es complicado en muchas
ocasiones —dice—, pero por otra parte es muy divertido. Se
compromete uno, ¿a quién no le va a gustar ver cómo progresa
su comunidad?”.
Eder Giovanni Téllez Álvarez tiene 14 años y cursa el tercer año
en la telesecundaria Tetsijtsilin en San Miguel Tzinacapan,
~ 71 ~
Puebla. Quiere trabajar para ayudar a su gente pero, sobre todo,
quiere manejar o construir autos o, mejor, ser piloto de aviones de
guerra. Todo eso le encanta. Es ésa la motivación que tiene para
seguir estudiando. Quiere ser alguien en la vida o eso es lo que
siempre le dicen.
Su madre, María Antonia Téllez, pertenece a una comunidad
indígena náhuatl. Se reían de ella cuando no podía pronunciar
una palabra correctamente en español. En Cuetzalan estudió el
bachillerato pero justamente ahí fue donde sufrió la discriminación
por ser indígena y donde, en sus palabras, sufrió bastante:
“Compañeros de la escuela que decían que porque yo era
indígena no tenía derecho a la educación de allá [la de
Cuetzalan]”. Quiere que su hijo realice sus sueños: arreglar
carros, tener un auto deportivo. “A veces pienso que soñando se
puede llegar… llegar a donde él quiere. Y soy muy exigente con
él. Mi mayor orgullo es cuando fue escogido como el mejor
alumno en ENLACE a nivel estatal”. Eder fue premiado con una
laptop.
Los testimonios de Eder y María Antonia fueron presentados en
Clase 2012, Cumbre de Líderes en Acción por la Educación. La
telesecundaria Tetsijtsilin, además de obtener buenos resultados
académicos, ha logrado reivindicar el valor de la educación
intercultural y la vinculación con la comunidad.
“Yo creo que una buena educación o una educación de calidad
tiene como premisa fundamental la pertinencia, un elemento
fundamental en contextos como éste, en donde la mayoría de
población beneficiaria de la educación es indígena y
mayoritariamente los docentes somos mestizos o no indígenas. Si
no tomamos en cuenta este factor, entonces la educación termina
siendo un acto de imposición de los saberes desde nuestra óptica
~ 72 ~
occidental. El acto educativo tiene que ser un acto de intercambio
de saberes. De saberes formales a través de la curricula
educativa, pero de saberes locales, de la comunidad… Somos
escuela de primera clase que aspiramos a lo mismo que aspiran
las escuelas en la ciudad. Nos hace falta una verdadera política
educativa intercultural. Que en este país no sigamos siendo la
minoría que recibe el programa compensatorio; que seamos esta
minoría, sí, pero no en desventaja”, dice María del Coral Morales
Espinosa, directora de la telesecundaria Tetsijtsilin.
En esta localidad poblana los jóvenes aprenden algo que está
relacionado con su medio. “La visión que se puede tener, por
ejemplo, a través de las mariposas… Cuetzalan es un lugar muy
turístico, entonces, si aprendemos bien las artesanías con los
niños, tenemos vida por delante”, dice Miguel Álvarez Soto, ex
alumno de la telesecundaria.
La Escuela Secundaria Anexa a la Normal Superior de México
(ESANS) es, para decirlo en pocas palabras, la mejor escuela
pública de ese nivel en el Distrito Federal y una de las 30 más
destacadas a nivel nacional de acuerdo con los estándares
establecidos por la prueba ENLACE. Tiene 556 alumnos en el
turno vespertino y 552 en el matutino; es la escuela con mayor
demanda en el DF; enseña dos lenguas extranjeras (francés e
inglés, en horas de clase que suman seis a la semana); todos los
laboratorios están equipados con computadoras y pizarrones
digitales conectados a internet; la Asociación de Padres de
Familia trabaja bien con 30 vocales (uno por grupo) y atiende a
tiempo necesidades puntuales de sus hijos; desde 1990 las
clases de computación son obligatorias; 99% de sus alumnos
egresan en el tiempo reglamentario de tres años, ni un día más;
tiene bajos índices de reprobación; no registra deserciones y
atiende poquísimas solicitudes de cambio de plantel, y desde
~ 73 ~
hace varias décadas han organizado tan bien su actividad
académica y de aprovechamiento del tiempo —mediante la
elaboración de horarios académicos y de talleres que requieren la
paciencia de un orfebre—, que los alumnos de la mañana siguen
trabajando académicamente por las tardes y los de la tarde pasan
sus mañanas en la escuela: son los llamados contraturnos,
durante los cuales desarrollan actividades cocurriculares como
talleres de primeros auxilios, astronomía, guitarra, mandolinas y
alientos, museografía, periodismo (donde publican su revista
mensual El Águila) o fotografía digital. Total, que casi ahí viven. Lo
que es seguro, es que pasan mucho más tiempo en la escuela
que en sus casas. Y nada que reclamar. Una alumna lo dijo sin
asomo de duda: “En mi casa hay problemas y en la calle más.
Para mí es mejor quedarme en la escuela, en talleres o clubes,
con mis amigos y compañeros, que en casa. Es mucho más lo
que obtengo por quedarme en la tarde y no me importa que
amigos de mi calle se burlen de mí por ser una ñoña”.
Voy de asombro en asombro. El discurso de los maestros de
la Anexa bien podría ser el de maestros de países avanzados con
los que nos comparamos (PISA dixit) pero quedamos muy lejos
(“queremos que sean los niños los que tomen en sus manos el
proceso educativo”; “los maestros somos más facilitadores y
acompañantes que profesores con desplantes autoritarios frente
al grupo”; “nosotros no castigamos el error, sino que estimulamos
al alumno a que, una vez cometida la falla, aprenda de ésta y
vuelva a hacer sus ejercicios”, dirán en una sucesión de
entrevistas).
¿Qué modelo educativo quiere la SEP que se discuta? El de
la Anexa podría ser imitado sin demasiado esfuerzo: rebasan por
mucho el número efectivo de horas que emplean las escuelas de
tiempo completo en el resto del país (al final del sexenio se quiere
~ 74 ~
alcanzar un número de 40 mil en el plano nacional); la escuela no
pide cuotas extraordinarias (es la Asociación de Padres la que
solicita la colaboración económica pero entrega semestralmente
un reporte pormenorizado de lo que se hizo con el dinero, que se
utiliza para actividades extracurriculares o para la compra de un
microbús o el equipamiento del laboratorio computarizado de
física, y muy pocas veces para adquirir más cloro para los baños
o pintura para arreglar un pizarrón —hace mucho que los
pizarrones verdes de gis se descolgaron de las paredes para dar
lugar a los pizarrones blancos e interactivos que trabajan con
internet y marcadores de agua); los alumnos forman parte de
quienes obtienen los mejores resultados académicos en todo el
país; los maestros hacen con gusto su trabajo (el 50% de ellos lo
son de tiempo completo y la mayoría son egresados con altas
calificaciones de la Escuela Normal Superior), y la mayor parte de
los egresados se colocan fácilmente en los primeros lugares de
los exámenes de admisión para las preparatorias 6 o 9 de la
UNAM o de escuelas particulares, incluyendo la preparatoria del
TEC y el Liceo Franco Mexicano que ofrecen becas a alumnos de
excelencia de la Anexa. ¿Entonces? Es verdad que esta
secundaria, que depende de los servicios educativos de la SEP
en el DF, cuenta con la particularidad de estar vinculada a la
Normal Superior —lo que no ocurre con ninguna otra—, y que su
directora rinde cuentas al director de la Normal, pero aun así sus
logros académicos son producto más de la organización, el uso
eficaz del tiempo, la participación y apoyo económico de los
padres de familia y el espíritu de experimentación pedagógica con
la que nació en 1955, que de recursos adicionales —“no tenemos
recursos extras, a veces ni se acuerdan de nosotros”, dice la
subdirectora del turno matutino Gabriela de la Hoz Arévalo.
Hay en la secundaria Anexa, como en casi todas las escuelas de
ese nivel educativo en el país, problemas de violencia y acoso
~ 75 ~
escolar. La maestra Verónica Rodríguez Colín, directora del
plantel —35 años de servicio y 32 de ellos laborando en
la Anexa—, informa que se ha puesto a un asesor (tutor) por grupo
que funciona como orientador y cuya misión es integrar al grupo y
evitar el bullying. Cada año levantan una encuesta para que los
niños puedan detectar tanto a quienes sufren de acoso como a
quien agrede. “Hay que ser muy persistentes y en esto cuenta
mucho el trabajo en equipo”, dice la maestra Rodríguez Colín,
orgullosa de que en su escuela casi no haya agresiones, riñas o
drogas.
Ese muchacho que toca la batería, Camilo, era una lata, me dice
la maestra De la Hoz Arévalo. A todos golpeaba y con todos se
peleaba. Hijo de burócratas, agredía y hacíabullying a los niños de
primero de secundaria. Desde que está en el ensamble de
alientos ha podido canalizar su energía. El auditorio Rafael
Ramírez, de 600 butacas, lo tuvimos sólo para nosotros. Una
actividad masiva de escuelas de la zona fue suspendida la misma
mañana de nuestra visita y el ensamble de alientos, el coro y el
grupo de cuerdas ofrecieron una muestra de su coordinación y
desempeño musical. Los instrumentos los pone la escuela y
algunos son adquiridos por los alumnos. En total, más de cien
alumnos de la escuela participan en las actividades de canto y
música. “A Camilo le cuesta trabajo la batería, pero le fascina.
Esperamos que en tercero ya no tenga la actitud agresiva”, confía
la subdirectora.
Pero son los padres de familia los que dan una singularidad a
este modelo educativo. “Mucha gente piensa que somos los
consentidos de la SEP, pero a veces ni nos hacen caso. Tenemos
mucha participación de padres de familia”, dice la directora. Por
cada peso que los padres consiguen para la escuela, con un tope
máximo de 50 mil, la institución pone otro tanto. El activismo de
~ 76 ~
los padres —que integran también el Consejo de Participación
Social— ha hecho posible una parte sustancial del equipamiento
de aulas y laboratorios. La ESANS tiene conectividad permanente
a internet y un aula de medios. El laboratorio de matemáticas
funciona con calculadoras individuales conectadas a la
computadora de la maestra, que es capaz de observar los
ejercicios de cada uno de sus alumnos en el momento en que lo
están haciendo.
La maestra Rodríguez Colín lo dice sin rubor: La experiencia de
la Escuela Secundaria Anexaa la Normal Superior se puede replicar
sin problemas en el país. “Por supuesto. El modelo educativo de
la Anexa se puede imitar. Con disposición se puede repetir, a lo
mejor fortaleciendo los recursos humanos. Estoy convencida de
ello. Profesores en ambos turnos para que puedan cubrir todos
los grupos en horario matutino y vespertino. Es muy fácil la
aplicación del modelo”, sonríe e invita: la mesa de la dirección ha
sido puesta para comer.
Rubén Álvarez Mendiola
Periodista. Director de Educación Futura, primer portal
periodístico en educación de México.
~ 77 ~
Anarquistas posmodernos
1 MAYO, 2014
Carlos Illades
Los grupos de choque debutaron en las manifestaciones
callejeras en el siglo XX. En un principio participaron en protestas
ordenadas y con demandas específicas, cuyo saldo eran cristales
rotos y máquinas destruidas; ahora son núcleos violentos
organizados que operan bajo el anonimato, provocan
enfrentamientos con la policía y destrozan mobiliario urbano y
comercios. Aquí, la explicación sociológica del black bloc.
~ 78 ~
Wilhelm Weitling, el sastre fundador del comunismo alemán,
pensaba que los pobres deberían formar grupos de choque entre
los sectores más depauperados de la sociedad (parias y
criminales) quienes, al no tener nada que perder y con muchos
agravios por cobrar, lucharían intensamente contra la clase
propietaria responsable de su condición infrahumana. Estas
huestes de marginales serían la punta de lanza de la revolución
social. El fenómeno actual de losblack bloc nos hace volver la
atención sobre una estrategia que los teóricos socialistas
consideraron descabellada.1
Contra las tesis de Gustave Le Bon, que superaron la prueba del
tiempo entre los analistas y no digamos entre los mass media,
George Rudé mostró magistralmente que la acción de la multitud
moderna obedecía a propósitos racionales y tenía objetivos
específicos: habitualmente restablecer el pacto social roto por los
gobiernos o las clases dominantes. Cristales rotos, máquinas
destruidas, graneros quemados constituían el saldo mayor de la
ira popular. La clase obrera industrial hizo de la manifestación
callejera espacio de su expresión pública, en parte porque en casi
todo el siglo XIX careció de derechos políticos y, también, porque
la esfera pública quedó en manos de las clases
propietarias.2 Aunque hubo episodios violentos propiciados por la
represión estatal, las masacres de Peterloo (Manchester, 1819),
Lyon (1831) y Chicago (1886), por mencionar tres conocidos
ejemplos históricos, la protesta colectiva de una clase disciplinada
en la fábrica fue generalmente ordenada y con demandas
expresas, además de que pudo contener posibles respuestas
violentas de los subalternos.
Si bien desde finales de la década del cincuenta del siglo pasado
comenzaron a sumarse otros grupos a las movilizaciones sociales
(pacifistas, estudiantes, mujeres, minorías), el referente continuó
~ 79 ~
siendo el movimiento obrero. Incluso, después de la rebelión
estudiantil de 1968, algunos jóvenes querían lavar el pecado
original de no haber nacido operarios y contribuir a la
emancipación del trabajo. Mermados y a la defensiva con la
reestructuración económica y el fin del Estado de bienestar, los
obreros fabriles perdieron centralidad en el renacimiento de la
multitud verificado en los últimos 15 años lo que, entre otras
consecuencias, aflojó las amarras que ataban a los sectores
radicalizados del movimiento popular. Esta multitud —dicen Hardt
y Negri— “es un sujeto social intermitente, diferente y múltiple,
cuya constitución y cuya acción no se funden en la identidad ni en
la unidad (ni mucho menos en la indiferenciación) sino en lo que
hay en común”.3
Aunque suele haber núcleos violentos dentro de la multitud,
normalmente minoritarios, en los disturbios públicos recientes se
hicieron más visibles. El black bloc, desplegado en Italia, Grecia,
Ucrania, Brasil, México, es una táctica de lucha empleada
fundamental pero no exclusivamente por grupos neoanarquistas.
El anonimato —uno de los rasgos de la protesta preindustrial,
pensemos en el Capitan Swing o los luditas—, distintivos como las
playeras negras —para reconocerse fácilmente y dispositivo
identitario al mismo tiempo— y la organización en bloques
compactos de tamaño variable conocidos como “grupos de
afinidad” son tres de sus características destacables. Emplazados
éstos en posiciones estratégicas, que avanzan y retroceden
coordinadamente, cada quien realiza una tarea particular con las
herramientas pertinentes (pinzas, sopletes) en las acometidas
contra la policía. Por su origen como autodefensa social, la forma
de desplegarse, y particularmente por su integración como grupo
de choque, en ocasiones se ha definido a los bloques negros
como una guerrilla urbana. De considerarse así, habría que llamar
la atención sobre la diferencia básica con respecto de la guerrilla
~ 80 ~
urbana de la segunda mitad del siglo XX, esto es, el alejamiento
de las masas con que esta última operó, pues la nueva guerrilla
actúa dentro y no fuera del movimiento popular.4
El bloque negro surgió en la República Federal Alemana en
respuesta al despliegue policial más amplio de la posguerra que
desalojó el plantón antinuclear de 1980. Hasta la fecha, hay que
decir, año con año se realiza la misma parada en la que los
granjeros locales y los pacifistas intentan bloquear al
tren Castor que traslada los desechos nucleares de la planta de
La Hague (Francia) a Gorleben. Como ocurre en todo conflicto,
los métodos de quienes se enfrentan se van adaptando a la
acción y reacción del bando contrario. Ante la ola de arrestos que
se sucedieron en diversas partes de Alemania, sumado al
desalojo de viviendas ocupadas ilegalmente, algunos activistas
utilizaron ropa negra como distintivo en las manifestaciones y
máscaras, para no ser identificados por la policía, destruyendo en
elviernes negro de diciembre de 1980 un área comercial en Berlín.
La música anarcopunk, los grupos antirracistas y las imágenes de
los medios de comunicación permitieron que la estrategia se
propagara en otros países occidentales.5
También la táctica del bloque negro se empleó en Holanda,
debutando en Washington en una protesta frente al Pentágono en
1989. 10 años después, en la cumbre de la OMC en Seattle, un
segmento de los manifestantes atacó los locales de GAP,
Starbucks y Old Navy. Posteriormente vendrían Davos, Praga,
Melbourne, Niza y Zúrich. En Génova, con motivo de la reunión
del G-8 de 2001, un contingente numeroso causó daños en
bancos y tiendas, además de destrozar automóviles. Durante la
Tercera Cumbre de las Américas (Quebec) del mismo año, el
bloque negro se encargó de derribar la barrera protectora que
impedía el paso de los manifestantes al centro de la ciudad: la
~ 81 ~
policía atacó no sólo al bloque sino al conjunto de la protesta.
Occupy Oakland, la primavera árabe, las movilizaciones griegas e
italianas —en rechazo a las políticas de austeridad— y las
protestas brasileñas recientes contaron también con la presencia
de estos grupos de choque. En julio de 2011 jóvenes
encapuchados lanzaron objetos contra los establecimientos de
varias cadenas de comida rápida y una sucursal del Wells Fargo
Bank en la ciudad californiana. Una manifestación de 25 mil
personas en febrero de 2012 convirtió a la plaza Syntagma, de
Atenas, en el campo de batalla entre la policía y el bloque negro.
Éste, pertrechado con máscaras antigás, arrojó bombas molotov
contra el Parlamento donde se votarían los draconianos recortes
al gasto impuestos por la Unión Europea a una economía sumida
en la peor recesión de los últimos 60 años.6
Portando antifaces y pasamontañas, en enero de 2013 jóvenes
vestidos de negro marcharon en El Cairo con banderas
nacionales y emblemas anarquistas, gritaron consignas contra los
Hermanos Musulmanes e intentaron retirar la alambrada que
resguardaba el palacio presidencial habitado entonces por
Mohamed Mursi. El momento de mayor tensión en una
manifestación en Roma, que congregó a aproximadamente 70 mil
personas, ocurrió cuando unos 200 individuos con el rostro
cubierto se separaron de una columna lanzando piedras y
botellas en las inmediaciones del Ministerio de Economía y
prendiendo fuego a varios coches para después enfrentarse con
la policía en una batalla campal. Precedidas por el mayor número
de huelgas registradas desde 1996, las más numerosas
concentraciones populares de la historia brasileña, verificadas en
Río de Janeiro y São Paulo en junio de 2013, denunciaron el
derroche de dinero público en los magnos eventos deportivos por
venir y la venalidad de la clase política, demandaron también
mejores servicios públicos para la población, aumentos salariales
~ 82 ~
para los maestros, y extender los derechos universales. Estas
movilizaciones derivaron en cruentos choques entre una policía
militar —herencia de la dictadura— conocida por su brutalidad y
los jóvenes anarquistas (muchos apenas adolescentes) armados
con hondas. Pese al rechazo inicial que provocaron estos
violentos y aguerridos aliados, en las movilizaciones de octubre
generaron cierta simpatía entre los mentores al colocarse como
escudos entre las fuerzas del orden y los manifestantes. 7
Uno de los múltiples elementos de confusión en la manifestación
de protesta contra la toma de posesión de Enrique Peña Nieto fue
el despliegue del bloque negro en la ciudad de México, el cual ya
había arremetido contra la policía en la marcha multitudinaria del
7 de julio en repudio de la elección. De acuerdo con el patrón
antes descrito, según una nota periodística “se trató de una
campaña de rebelión estructurada y organizada, contó con
coordinación entre facciones, inteligencia, capacidad operativa,
propaganda y recursos humanos”. Pocas semanas antes del
relevo presidencial, entre 40 y 60 personas se sumaron a la
“acampada” que desde junio habían instalado en el Monumento a
la Revolución varios grupos de estudiantes pertenecientes al
movimiento #YoSoy132. En la madrugada del 1 de diciembre,
~ 83 ~
algunos de aquellos jóvenes “traían unos carritos de
supermercado cargados de botellas, materiales inflamables
(termita, entre ellos), huacales, palos de beisbol y mochilas
también ‘cargadas’”. Estos materiales serían empleados pocas
horas después por un contingente de muchachos con los rostros
cubiertos, algunos con playeras con manchas rojas, quienes
abrieron la imponente valla metálica —primero, derribando un
panel; después, chocando un camión de basura contra la
alambrada— que la Policía Federal desplegó para impedir el
acceso a San Lázaro. Entre tanto, otros bloques, también de
encapuchados, destrozaban el mobiliario urbano adyacente.
Hacia el mediodía, la operación se repitió en la avenida Juárez
tomando como objetivo franquicias de empresas transnacionales.8
Mientras el Estado suele achacar las protestas sociales a fuerzas
oscuras y externas, la Izquierda invierte la explicación y
acostumbra atribuir la violencia emanada del movimiento social 9 a
provocaciones montadas desde el poder. Pero esta presunción no
siempre es certera. Ya en la huelga estudiantil de 1999 en la
UNAM, detonada por la impertinente decisión del rector de
modificar el Reglamento General de Pagos (una de las causas del
movimiento del Consejo Estudiantil Universitario de 1987), las
acciones de fuerza en la toma de las facultades y de los institutos,
el antiintelectualismo extendido entre los jóvenes rebeldes (que
los aisló del resto de la comunidad universitaria) y tácticas de
choque que revelaban algún adiestramiento en el combate
callejero, hacían ver un cambio de ánimo del estudiantado y un
quiebre con respecto de los movimientos precedentes. La
experiencia del Consejo General de Huelga, incluida la derrota y
dispersión, fue el referente de donde surgirían algunas posturas
más rígidas e intransigentes entre los unamitas para
posteriormente extenderse a otras universidades públicas de la
ciudad de México. Los neoanarquistas reivindican como propias
~ 84 ~
algunas acciones de aquel movimiento: “alteración de murales,
pintas, auditorios y aulas okupadas [sic], enfrentamientos contra
granaderos, porros y estudiantes conservadores”. Cuando menos
al 2000 se remontan las referencias a la violencia en el CCH
Naucalpan, responsabilizándose primero a los porros y más
adelante a narcomenudistas. De este colegio salieron parte de los
encapuchados que se apoderaron de rectoría de la UNAM en
abril de 2013 (a otros tantos se les vinculó con los paristas de la
UACM). En el mismo mes, jóvenes embozados tomaron por unas
horas la rectoría de la UAM Iztapalapa y, en noviembre, unos más
ocuparon la rectoría de la UAM Xochimilco.10
Resulta difícil identificar plenamente a las organizaciones que
confluyen en los actos de protesta. De acuerdo con algunas
fuentes, participan el Frente Popular Revolucionario —un
remanente de la insurrección oaxaqueña de 2006—, el Frente
Oriente —con presencia en la ciudad de México y la zona
conurbada del Estado de México, y que formó la Asamblea
Popular de los Pueblos de Oriente—, además de otros pequeños
grupos de distintas escuelas universitarias. El todavía jefe de
gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, responsabilizó de
los daños del 1 de diciembre al “Bloque Negro”, la “Cruz Negra” y
la “Coordinadora Estudiantil Anarquista”. Y la fuerza pública
golpeó y capturó indiscriminadamente a quienes estaban en el
perímetro. Un activista quedó herido de muerte en la acción
policiaca. Bloque Negro México, a la vez que se deslindó de “la
violencia sin sentido”, admitió “que los ‘destrozos’ de ayer los hizo
el pueblo, en una respuesta natural a la violencia provocada por el
Estado durante tantos años”.11
En lo que respecta a los grupos mexicanos que se asumen
anarquistas, algunos pertenecen a la Federación Anarquista
Informal (FAI), formada en 2003 por varios núcleos libertarios
~ 85 ~
italianos, a la que en 2011 se incorporó la Conspiración de
Células del Fuego (CCF), de procedencia griega. Una y otra se
planearon internacionalizar la lucha ácrata. Aquélla es
posiblemente un membrete que aglutina y pretende dar
coherencia a la actividad de distintos núcleos y permite a sus
integrantes (individuos o colectivos) usar sus siglas añadiendo la
denominación particular de cada organización. De las acciones
reivindicadas por grupos libertarios mexicanos en 2011, tales
como enfrentamientos con la policía y el ataque a las firmas
emblemáticas de la empresa privada (sucursales bancarias,
hoteles de lujo, cafeterías transnacionales, agencias de autos,
etcétera), las más se atribuyen a Células Autónomas de
Inmediata Revolución Práxedis G. Guerrero y a las CCF/FAIMéxico. Otro de los objetivos de estas organizaciones es asediar
el “sistema tecnoindustrial”, acaso por eso los paquetes
explosivos enviados a investigadores en nanotecnología de varias
instituciones y el atentado fatal en contra de un biotecnólogo de la
UNAM en noviembre de 2011 en la de por sí violenta ciudad de
Cuernavaca.12
~ 86 ~
El segundo despliegue significativo de la táctica del bloque negro
ocurrió en la manifestación del 2 de octubre que, desde hace 45
años, conmemora la masacre de la Plaza de las Tres Culturas. A
eso de las 16:30 horas, muchachos de entre 15 y 20 años en su
mayoría, irrumpieron en la movilización desde el Eje Central
esquina con avenida Juárez, destruyeron el mobiliario urbano,
sustrajeron mercancías de establecimientos comerciales y
arrojaron petardos, bombas molotov, trozos de concreto, tubos y
palos contra los uniformados. En una ciudad ya bastante
resentida a causa del plantón magisterial, por tercera vez en
menos de un año aquella avenida fue la arena del enfrentamiento
entre los neoanarquistas y la policía, con un saldo de 32 agentes
heridos y 102 personas consignadas, entre ellas José Luis
Ramírez Alcántara (El Chómpiras), uno de los responsables de la
toma del CCH Naucalpan y de otros actos de fuerza ya relatados.
Una vez más la policía aprehendió indistintamente a quienes
pasaban por el lugar de los hechos, mientras el subcomandante
Marcos bendijo a los neoanarquistas con un ¿acaso existía “otra
opción”?, burlándose de pasada de la resistencia civil pacífica de
Andrés Manuel López Obrador, su verdadero competidor en la
franja del inconformismo: “¿lo de apagar la luz es para no ver a
los anarquistas?”.13
Las implicaciones de lo que el anarquismo histórico llamaba
“acción directa” son múltiples. La más inmediata es que niega la
política: primero, porque la considera intrínsecamente espuria;
segundo, dado que las formaciones partidarias contemporáneas
más poderosas buscan un hipotético centro, con lo que diluyen
las diferencias y, en consecuencia, la elección entre A o B partido
carece de sentido. En cualquier caso, el poder no pertenece a la
gente sino al capital. Por otra parte, la acción misma clausura por
principio toda negociación con la autoridad, no sólo de parte del
bloque negro, también con respecto del conjunto de los
~ 87 ~
manifestantes. La postura radical, incluso siendo claramente
minoritaria, se afirma en el acto de fuerza e impone al conjunto
del movimiento social su propia lógica. Carece de fines ulteriores,
pues, aunque sus enemigos declarados son el Estado y el capital
(“atacar la propiedad privada, y a sus guardianes serviles, es
reivindicar la superioridad de la vida sobre la dictadura de los
objetos”, comunicó la Coordinadora de las Sombras poco
después de los acontecimientos del 2 de octubre), se consuma al
momento de realizarse: cada cosa destruida o policía inhabilitado
son más que simples medios en una lucha de largo plazo —como
habría pensado el anarquismo clásico al imaginar todavía un
futuro— ya que constituyen el objeto mismo de la acción, son
para los rebeldes posmodernos —nihilistas en la medida en que
no conciben una sociedad mejor— el propósito final en un
presente carente de horizonte: “no nos dejaron soñar, ahora no
los dejaremos dormir”, advierten. En tanto sea así, sin embargo,
lamentaremos con Žižek “que la oposición al sistema no pueda
articularse en forma de una alternativa realista, o al menos de un
proyecto utópico con sentido, sino solamente adoptar la forma de
una explosión sin sentido”, mostrando “un grave retrato de
nuestra situación”.14
Carlos Illades
Historiador. Profesor del Departamento de Filosofía de la UAMIztapalapa. Su libro más reciente es De La Social a Morena. Breve
historia de la izquierda en México.
Agradezco al profesor Marcelo Badaró y a Guillén Torres la
información proporcionada para este texto.
Cuando Weitling y Marx se reunieron en Bruselas, en 1846, éste
le pidió a Weitling que expusiera sus ideas con respecto a la
1
~ 88 ~
organización de la clase trabajadora. Ante el desprecio que aquél
mostró por la reflexión crítica en favor de una total empatía con
los desposeídos, cuentan que Marx dio un puñetazo en la mesa y
sentenció: “nunca la ignorancia ha ayudado a nadie”. Cit. Isaiah
Berlin, Karl Marx, pp. 107-108.
George Rudé, La multitud en la historia. Los disturbios populares en
Francia e Inglaterra 1730-1848, 4a ed., Siglo Veintiuno, Madrid,
1989, pp. 11 y ss.
2
Robert Linhart, De cadenas y de hombres, Siglo Veintiuno,
México, 1979, pp. 16, 68, 89; Michael Hardt y Antonio
Negri, Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio, Debate,
Barcelona, 2004, p. 128.
3
Conspiración de Células del Fuego, La nueva guerrilla urbana
anarquista, Atenas, Internacional Negra, 2013, p. 6. A esta
estrategia de lucha algunos la llamaron “violencia aventurera”.
Carlos Pereyra, Política y violencia, FCE, México, 1974, p. 38.
4
“Black blocs sao politizados e expressam revolta contra
injustiças sociais, diz pesquisador”, entrevista de Tadeu Breda a
Francis DupuisDéri, Rede Brasil Atual, 28 de octubre de 2013.
5
“Black bloc and Occupy Oakland”, Corrente, 11 de junio de
2011; “Grecia: piazza Syntagma si svuota: arrivano i black
bloc”, Blitz Quotidiano, 12 de febrero de 2012.
6
“’Bloque negro’ hace presencia en Egipto”, 24 Horas, 26 de
enero de 2013; “Roma si ferma per il corteo in centro Sos infiltrati,
espulsi 5 black bloc”, http://roma.repubblica.it Fecha de consulta
4/11/2013; Marcelo Badaró, “Sobre toupeiras e bumerangues: as
jornadas de junho e as lutas socias em curso no Brasil”, Rubra
Colectivo, 18 de octubre de 2013.
7
~ 89 ~
“Bloque Negro y EPM-LN”, Reporte Índigo, 3 de diciembre de
2012; Adolfo Gilly, “La provocación del primer día”, La Jornada, 17
de diciembre de 2012; “¿Quiénes protestaron el 1 de diciembre y
por qué?”, Animal Político, 25 de noviembre de 2013.
8
Subjetiva la denominan por su visibilidad, distinta de la violencia
sis- témica constitutiva de la dominación. Slavoj Žižek, Sobre la
violencia. Seis reflexiones marginales, Paidós, Barcelona, 2009, p.
22. “Contraviolencia” llaman a estas respuestas beligerantes al
poder. Étienne Balibar,Violencias, identidades y civilidad, Gedisa,
Barcelona, 2005, p. 107.
9
Rabia y Acción, núm. 9, enero de 2012, s.p.; “¿Más violencia de
los ‘porros’ en el CCH Naucalpan?”, El Universal en línea, 10 de
marzo de 2000; “Exigen poner fin a la violencia porril en el CCH
Naucalpan”, La Jornada, 28 de octubre de 2006; “Encapuchados
toman rectoría de la UNAM”, El Universal en línea, 20 de abril de
2013; “Encapuchados toman la rectoría de la UAM
Iztapalapa”, Excélsior en línea, 24 de abril de 2013; “Toman
‘encapuchados’ rectoría de UAM Xochimilco”, Milenio en línea, 6
de noviembre de 2013. Se cita el primero.
10
“¿Quiénes protestaron el 1 de diciembre y por qué?”, Animal
Político, 25 de noviembre de 2013; Arturo Rodríguez García, “El
Estado es el violento”, Proceso, 19 de mayo de 2013; “Bloque
Negro y EPM-LN”, Reporte Índigo, 3 de diciembre de 2012;
“Comunicado de Bloque Negro México sobre los acontecimientos
del 1 de diciembre”, Webguerrillero. Periódico digital de las
izquierdas del siglo XXI, 2 de diciembre de 2012. Énfasis añadido.
De acuerdo con una nota periodística, la Cruz Negra Anarquista
se formó en 2006, y la Coordinadora Estudiantil Anarquis- ta en
2010. “Grupos anarquistas, la mano que creo el caos en la ciudad
de México”, El País en línea, 2 de diciembre de 2012.
11
~ 90 ~
Agencia de Prensa Asociativa (APA), “Chronologie de la
FAI”, http:// apa.online.free.fr/article.php3?id_article=236. Fecha de
consulta 6/1/2014; Insurrectionary Anarquism in Mexico 2011
(s.p.i.), pp. 4-11; Marco Appel, “Alarma por los anarquistas
mexicanos”, Proceso, 21 de abril de 2013; Marco Appel,
“Anarquistas: lo del 1 de diciembre fue ‘autodefensa’”, Proceso, 16
de diciembre de 2012.
12
“Violencia en marcha del 2 de octubre; encapuchados atacan
con bombas molotov”,Imagen Radio, 2 de octubre de 2013; “El
Bloque Negro (¿anarquista?) en los medios mexicanos”, Radio
Nederland Internacional, 2 de noviembre de 2013; “Líder del Bloque
Negro, uno de los detenidos del 2 Oct Mx”, El Universal en línea, 3
de octubre de 2013; Cit. “Censura el subcomandante Marcos
ataques a anarquistas y las ‘reformas estructurales’”, La Jornada,
5 de noviembre de 2013.
13
“Los encapuchados responden… ¡Con la revuelta no
podrán!”, www.proceso.com. Fecha de consulta 8/11/2013.;
Žižek, Sobre la violencia, p. 95.
14
~ 91 ~
José Revueltas. Notas de
un viaje a la URSS
1 MAYO, 2014
Antonio Saborit
José Revueltas vivió en Moscú de julio a noviembre
de 1935. Tenía 21 años de edad, poco más de cinco de militar en
el Partido Comunista y como uno y medio de tiempo en diversas
prisiones del país, cuando los suyos lo nombraron delegado al VI
Congreso Mundial de la Internacional Juvenil Comunista y al VII
Congreso de la Comintern.
Revueltas no había hecho público su interés en la escritura ni
mucho menos en la narrativa. Se dirá que poco antes de
emprender este viaje a la capital de la Unión Soviética dio a la
~ 92 ~
imprenta el folleto Joven trabajador: ¡Acá está el camino! y que en
marzo de 1936 publicó una crónica sobre la reunión de la
Internacional Juvenil Comunista en El Activista, pero lo cierto es
que a él se le conocía únicamente por su activismo, no obstante
que las convicciones políticas rara vez obstaculizaron las
inclinaciones artísticas de sus hermanos Silvestre y Fermín —por
cierto, Fermín murió cuando José estaba en la Unión Soviética—.
Por otra parte, al parecer Revueltas se olvidó por completo de las
páginas que escribió sobre esta visita, o bien ni se molestó en
integrarlas a alguno de sus libros —si alguna vez llegó a tener
tiempo y ánimo para imaginar un volumen con estas y otras
crónicas— tan sólo de pensar en la dificultad de consultar la
publicación en la que aparecieron originalmente.
En enero de 1938 Revueltas publicó el cuento “Foreign Club” en
un diario de la ciudad de México, El Nacional. Luego le entregó
al Diario del Sureste las cinco crónicas en las que resolvió su visita
a la Unión Soviética, escritas con toda probabilidad en la
temporada que vivió en Mérida, Yucatán, comisionado por la
Secretaría de Educación Pública así como por el Consejo
Ejecutivo Nacional de las Juventudes Socialistas y por el Comité
Central del Partido Comunista. Dicho de otro modo, Revueltas se
tomó tres años para escribir sobre su estancia en la Unión
Soviética, y cuando así lo hizo fue enmedio de un temporal retiro
de la ciudad de México y de su novísimo matrimonio con Olivia
Peralta. Las crónicas se publicaron entre el 23 de junio y el 29 de
julio de 1938 —el mismo año en que Revueltas concluyó el
manuscrito de una novela que desapareció en circunstancias
harto misteriosas, “El quebranto”— y casi 50 años después se
incluyeron, incompletas en realidad, en el vigésimo quinto tomo
de sus Obras completas.
~ 93 ~
Moscú, a los ojos de Edmund Wilson, es moderna y vigorosa.
Ante los de Revueltas, inesperada, inédita. Y añade en la crónica
titulada “Nuevos corazones”:
Acaso algunas alusiones al pasado en una ciudad que es el
porvenir mismo; por ejemplo, estas cúpulas bizantinas,
indiscutiblemente feas, como esas cebollas solteronas y
ventrudas en los mercados. O las casas de madera. De una
madera sin la menor alegría a pesar de los colores. Porque hay
color, en efecto: amarillos agónicos, rosas expirantes, azules
indeterminados, muy próximos al llanto. Viendo estas casas se
piensa en Karamazov padre, en el i, en la bota, en la pesada y
enorme Rusia de Nicolás el hemofílico y en la emperatriz
supersticiosa.
En el río de gente que recorre sus calles, Revueltas consigna
encuentros personales, inmediatos, con jóvenes estudiantes,
miembros del Komsomol, que participaron en la construcción del
metro de Moscú. En el Comisariado de las Nacionalidades discute
con los discípulos del filólogo Nicolai Marr, y en la Plaza Roja
visita (como todos) la tumba de Lenin. “Esta es la idea hecha
vida”, escribe en “Corazones del mundo” refiriéndose a la Unión
Soviética, asiste al VII Congreso de la Comintern, en compañía
de Hernán Laborde y Miguel Ángel Velasco, y ahí alcanza a
distinguir la tambaleante figura del director de Monde, Henri
Barbusse, entrevistado por Marta Vergara para Crisol. Revista de
Crítica en enero de 1930. Desde Moscú sigue el recorrido del
piloto Sigismund Levanevsky, el llamado Lindbergh ruso, visita la
antigua propiedad de Kuzminki (“Aquello parece una dulce,
melancólica prosa de Turgueniev”, escribe, “cuando habla de
esos amores que la tarde llenan de perfume”) y en el lago del
mismo parque, las amigas de Revueltas se desnudan, sin
cuidarse de él, “descubriendo sus cuerpos helénicos, de
~ 94 ~
cazadoras”. El pudor, y sobre todo la naturalidad de la desnudez
entre los rusos, llevaron a Bertram D. Wolfe y a Edmund Wilson a
producir largos párrafos; Revueltas, en cambio, sólo apuntó: “Yo,
con mi cuerpo de fauno desmedrado, me desposeo de todos los
prejuicios, de toda nuestra pobre educación y, desnudo también,
me arrojo al agua fría”.
La experiencia de la masa llega a Revueltas al acudir al “esbelto
stadium moscovita”, el Dínamo, en donde ve el encuentro entre
los equipos de Praga y Moscú. En el Parque de Cultura y
Descanso le enseña a una joven a deletrear la palabra amor. A la
manera de lo que escribe Wilson en Travels in Two Democracies,
Revueltas apunta que es factible que en la Unión Soviética
existan “muchas cosas que no entendamos”, pero hay que
atribuirlas, apunta, “a diferencias de educación, sensibilidad y
psicología —de ese pueblo que realiza una transformación tan
colosal—, en relación con nosotros, pueblos totalmente diversos”.
Visita Bolshevo, un experimento de rehabilitación que se empleó
con fines propagandísticos para contrarrestar las críticas al
crecimiento acelerado de los campos de trabajo. “Acostumbrado
como estoy a sufrir encarcelamientos en mi país por cuestiones
políticas”, escribe Revueltas, “tengo gran interés humano por
conocer las cárceles de aquí. En efecto, me parece que el mejor
termómetro para conocer el desarrollo de no importa cuál país es
conocer el sistema penitenciario con que cuenta. ¡Y se dicen
tantas cosas de la URSS! ¡El trabajo forzado, los golpes, las
torturas, la GPU!”. De aquí surgió la excursión al Bolshevo, “lugar
cercano a Moscú, donde se encuentra un sitio de relegación”.
Revueltas recupera su soledad minutos antes de abandonar el
hotel que lo hospedó e iniciar el regreso a casa, punteado por
breves estancias en otros países (Alemania, Francia). Es una
~ 95 ~
mañana gris y sombría. Así la describe en la última crónica,
“Descenso sobre el mundo”:
Me he levantado demasiado temprano y pienso más en el puerto
de Veracruz que en la naturaleza especialmente dramática que
tienen hoy las cosas. ¡Partir! ¡Volver! Me late dentro del pecho
una curiosa ansiedad que me lleva de golpe hasta el maravilloso
altiplano de México: hacia sus calles, su aire, sus montañas.
Sobreexcitado por esta ansiedad no tengo más pensamientos que
para México, ni más miradas para el reloj, las manecillas parecen
haberse detenido, sí, detenido en Moscú. Esta hora, este minuto,
son de Moscú. Precisamente este minuto, hoy. Hoy: no existe
nada más sustantivo, más singular, más lleno de personalidad
que hoy. Es este día. Y más que este día, estos minutos, estos
instantes. No se trata de lo que será mañana. Se trata de lo que
será dentro de muy poco tiempo —sólo una parte de la hora, que
tiene sesenta pobres minutos— en que ya estaré lejos de Moscú.
Revueltas volvió a la Unión Soviética 22 años después, en 1957.
No obstante que acababa de reingresar al Partido Comunista,
este último viaje fue a cuento de la productora de películas para la
que entonces trabajaba y con el fin de establecer un intercambio
cinematográfico con la Unión Soviética. En dos meses que estuvo
en Berlín, Moscú y Budapest, aparte de una visita relámpago a
Trieste y el norte de Italia, perdió la mayor parte de las libretas
con sus anotaciones y no llegaron a ningún lado sus gestiones
comerciales en Moscú. Allá escribió más de 100 cuartillas sobre la
insurrección de Budapest en octubre-noviembre de 1956
(“Testimonio de Hungría”), un texto sobre el artículo de un tal A.
Burov acerca de la estética marxista (“Belleza y estética”), notas
para escribir más adelante una serie de artículos sobre Moscú
para la prensa mexicana y un cuento que llamó “Un relato de
Moscú”. Este cuento y su testimonio permanecen inéditos, pero
~ 96 ~
quizá algo de las mencionadas notas halló acomodo cuando al
comienzo de los novecientos sesenta trabajó en Los errores, la
novela en la que consignó la vida y tiempos de su camarada
Evelio Vadillo, no sólo uno de los pocos mexicanos que
estuvieron en Moscú en 1935 sino el único que fue detenido en
1937 y fue víctima del Directorio Central de Campos (Glavnoe
Upravlenie Lagerei), mejor conocido por su acrónimo: Gulag.
Antonio Saborit
Historiador, traductor, ensayista. Su más reciente libro es Diario
de las cigarras.
Viaje a la URSS
1 MAYO, 2014
José Revueltas
I. Nuevos corazones
Las novelas y la fotografía. Esas novelas lacerantes, terribles.
Esas fotografías difusas y misteriosas. Pero no. Este junio de los
poetas, de los jóvenes no pueden permitirlo. Se cargó de todas
sus armas: las mejores nubes, esas blancas y redondas que
parecen pastorelas; los azules más tranquilos e iluminados; las
más delicadas y aromáticas transparencias.
Y ahí tenemos que Moscú nos resulta inesperado; realmente
inédito. Acaso algunas alusiones al pasado en una ciudad que es
el porvenir mismo; por ejemplo, estas cúpulas bizantinas,
indiscutiblemente feas, como esas cebollas solteronas y
~ 97 ~
ventrudas en los mercados. O las casas de madera. De una
madera sin la menor alegría a pesar de los colores. Porque hay
color, en efecto: amarillos agónicos, rosas expirantes, azules
indeterminados, muy próximos al llanto. Viendo estas casas se
piensa en Karamazov padre, en el Knut,1 en la bota, en la pesada
y enorme Rusia de Nicolás el hemofílico y en la emperatriz
supersticiosa.2
Por las calles, ríos de gente. Una gente que transcurre sin cesar,
activa o pesadamente nutrida y llena de blancura. Pañuelos rojos
y azules en las cabezas de las muchachas; brazos requemados
por el sol; ligerísimos vestidos de verano, en exceso ligeros para
nuestro proverbial temperamento latino. Un maravilloso descuido
en el vestir (a esto no sé cómo le llamó Gide, deshaciéndose en
lamentaciones convencionales).3 Encantadora arbitrariedad que
todo lo permite sin el menor asombro: desde un sombrero a lo
d’Artagnan hasta un inefable y graciosísimo gorro de Ucrania. La
moda, ese intolerable y tiranizador cretinismo de nuestro mundo
occidental, no puede existir en un país libre. Ése no es índice de
miseria, como pretende Gide, simplemente es un síntoma de
libertad, de superioridad de espíritu.
~ 98 ~
Extraños y sorprendentes “policías” (se trata de milicianos
uniformados) que dirigen el tránsito con no menos extraños
movimientos. El río de gente se detiene; el río de gente camina; el
río de gente discute.
Ciertamente hay algo que habla mejor que las cifras. Las cifras
son, en fin de cuentas, entidades muertas; atroces y aburridos
símbolos. Lo que habla un lenguaje mejor que ellas es la
condición humana. El hombre. Pero no toda condición humana.
Una condición humana en particular: la de los jóvenes. El propio
Gide lo reconoce. Sus momentos de convivialidad con la juventud
soviética son narrados por él inmejorablemente. Sí. Se trata de lo
crucial. Lo perdurable. Y en la URSS la juventud es un signo
inequívoco.
He aquí unas conversaciones y escenas soviéticas. Las transcribo
sin agregarles nada, tal cual hoy, a mucha distancia y mucho
amor, me vienen a la mente.
Esta es Alia, acaso muy severa para ser tan joven. Ojos nórdicos,
claros, de un azul transparente; pecas a ambos lados de su
afilada y frágil nariz. Conversa pensando quizás en sí misma,
reflexionando en sus propios pensamientos. No espera respuesta
del interlocutor; el problema se lo plantea para resolverlo sola. He
aquí que tiende sus brazos enérgicos, auténticos brazos
polémicos, de estudiante soviética.
—Piensa bien esto —dice—, se duerme mucho. Ocho horas por
día cuando menos. Suma todas tus noches: la mitad de la vida
duerme uno. —Ahora ella suspira—. ¡Si se inventara alguna
composición química para hacer innecesario el sueño! Se ganaría
bastante. Estudiaríamos más, investigaríamos…
~ 99 ~
Ella estudia ahora la filosofía de Mach,4 prepara una tesis, quiere
hablar italiano. Cuando el Komsomol5 dio la consigna de aprender
alemán, ella fue la primera en su radio que casi lo dominó por
completo. Hoy sabe francés, alemán, ucraniano, español. No
sabe inglés y lo lamenta profundamente.
No discutimos las ideas que tiene Alia sobre el dormir. El impulso
y la vehemencia que denota en su actitud, son los que nos
interesan. Esa sed viva de trabajar, de educarse, de abarcar todo
el inmenso conocimiento humano.
Y Alia no es más que una joven soviética. Una joven conocida al
azar, en alguna reunión, en algún baile.
Encuentro a Zina, la maravillosa muchacha, alegre como
castañuelas, estupenda bailadora, junto con Alina, Nina y Shura.
Permanecen en su cuarto, sentadas al borde de las camas unas,
y las otras en sendos taburetes. Shura tiene rostro de culpable;
enrojece y recobra su color indistintamente. Su redonda cara
campesina se confunde y avergüenza. Cuando entro al cuarto,
Nina me indica con un delicioso gesto que guarde silencio. Se
trata, pienso, de alguna reunión.
Cuando aquello termina Nina me explica:
—Tenemos que ayudar a Shura. No estudia; no hace nada. No le
preocupa conocer nada. ¿A dónde va a parar nuestro país
soviético si hay gentes como Shura que no quieren estudiar,
trabajar por la verdad?
Todo esto lo dice dulce, como es ella, con pequeños gestos de
contrariedad bondadosa y femenina.
~ 100 ~
Paseo con Tamara por los jardines exteriores del Kremlin. Nos
desviamos un tanto hacia la calle Frunze y luego hacia la
Biblioteca Lenin y la estación del metro que tiene el mismo
nombre.6 Aquí se detiene Tamara y me hace un gesto
prosopopéyico, señalando la estación. Yo sé que este gesto
perfectamente intencionado es nada más para ocultar su orgullo.
Exclama radiante:
—Aquí hemos trabajado nosotras, yo, con mis manos. Vine un día
y dije: ¿pues qué yo no soy Komsomol? Yo también quiero que
Moscú tenga el mejor metro de la tierra.
Me mira a los ojos. Después inquiere con vivísima curiosidad:
–¿Cómo está el metro de tu país? ¿No tiene metro? Este es el
mejor del mundo; construido por el Komsomol. Merecimos la
felicitación de Kaganovich.7
Entonces recuerdo la información leída en el Journal de Moscou. La
Juventud Comunista Leninista organizó el trabajo espontáneo de
los jóvenes soviéticos que quisieran construir el metro. Fueron
miles de muchachos y muchachas. Entre estas últimas, Tamara,
mi amiga. Esta Tamara de vivos ojillos y ademanes juveniles.
El Comisariado de las Nacionalidades a cargo de Stalin organizó
este instituto, cuyo nombre ahora no recuerdo, que se ocupa de
investigar todos los problemas relacionados con la cuestión
nacional. Aquí se elaboran los alfabetos, gramáticas, etcétera, de
cada una de las múltiples nacionalidades que forman la gran
Unión Soviética. Dirigen esas labores los discípulos de Nicolai
Marr, célebre filólogo.8
En fervorosa plática, a través del impecable traductor, nos expone
las teorías de Marr. La igualdad de las lenguas; que no hay
~ 101 ~
lenguas superiores y otras inferiores; y mentira de una lengua
madre; al trabajo como fuente del idioma, etcétera.
El director —casi un anciano, pero lleno de vigor y entusiasmo—
nos suplica que difundamos esos principios: que en nuestro país
debemos conocer las teorías de Nicolai Marr y busquemos
informaciones para el instituto.
Sergio A. Vivó toma notas febrilmente. Es de todos nosotros
quien aprovechará mejor las enseñanzas de esa visita inolvidable.
El instituto da la impresión de auténtico apostolado. Y sus
directores son gente con verdadera dedicación, fervientes;
parecen iluminados.
No me cansaré de contar esto toda la vida, como es la impresión
más enaltecedora que guardo de la existencia.
El mármol brilla como si fuera de cristal. Es un mármol severo,
majestuoso, negro. Refleja nuestras figuras asombradas que
descienden silenciosamente por los peldaños.
Ahí dentro, un soldado rojo como tallado en piedra permanece
inmóvil, haciendo esta guardia permanente, la más honrosa de la
tierra. No parpadea. Junto al soldado rojo está Vladimir Ílich, en
su urna de cristal.9
Parece como si fuera a respirar, con su labio superior un tanto
levantado, con su gran frente, enorme; con su bigote y su barba
rojos. Sólo las manos dan la idea de muerte. Son manos
transparentes, ligeramente contraídas sobre la bandera.
Nosotros sabemos que no ha muerto, y de puntillas, conteniendo
la respiración, caminando lo más lento que nos es posible,
miramos a nuestro maestro, a nuestro guía, al que “vive más que
~ 102 ~
todos los vivientes que andan por el mundo”, como dijera
Mayakovski.10
Y somos todo el mundo, toda la inmensa tierra, todo el inmenso
dolor y la esperanza: escandinavos, franceses, mexicanos,
españoles, chinos, negros conmovidos; de aquí y de allá, ante el
camarada, ante nuestro hermano, ante Lenin.
Publicado el 23 de junio de 1938, Diario del Sureste, Mérida,
Yucatán.
II. Corazones del mundo
Hay que hablar de la impresión subjetiva. No sé lo que puedan
sentir otras personas. Pero uno piensa siempre en su lejano país:
el mío cubierto de indígenas dolorosos, de ignorancia, de miseria
humana. ¡Mi querido país! Luego se piensa en los principios. Esto
es la idea hecha vida. ¡Hay que darse cuenta de la emoción
profunda y enaltecedora que tal cosa significa! ¡La idea! ¡Lo que
sólo era un libro, discursos, manifiestos, cárceles, hoy vida,
jóvenes, un país!
Por eso observamos todo, todo lo vemos trascendental, aludiendo
a la transformación definitiva. Quizá nos equivoquemos en
algunas cosas, pero en todas partes hay errores. Pero no es una
equivocación substancial: esta equivocación no afecta la inmensa
luz que sale del corazón soviético, de cualquier corazón soviético
joven que se tome.
~ 103 ~
En este congreso11 donde nos reunimos gente de todos los
países, de pronto aparece una figura nobilísima y tremenda. Ya
está muy viejo, muy terrible, permítaseme decir: grandes
mechones grises de cabello caen en su frente, parece un cuerpo
sólo alimentado por quién sabe qué extraña, sobrehumana llama
vital. Sus movimientos indican un gran esfuerzo y una gran vida,
porque este hombre ya está sobreviviéndose a sí mismo, ya es un
árbol sacudido por las grandes tempestades, que sigue
señalando al cielo, nervudo, anguloso, prometéico. Levanta el
puño, con el saludo del Frente Popular. Entonces esta gran Babel
que somos todos nosotros, que no podríamos entendernos nunca
sino a condición de aprender quién sabe cuántas lenguas, se
estremece con un nombre que se pronuncia igual en todos los
idiomas, que nos hermana indisolublemente, que nos hace
darnos las manos por encima de todas las fronteras:
—¡Barbusse! Este es un nombre. Un mundo.12
En las calles han colocado grandes mapas, frente a los cuales se
agrupan la gente haciendo ademanes extraños e
incomprensibles. Se trata de la ruta del Polo Norte que
Levanevsky13recorrerá por primera vez hoy.
~ 104 ~
Se discute, se habla mucho, se recogen en los periódicos con
verdadero interés.
Viven después las horas de angustia. Cuando menos —si el
mundo no quiere ocuparse del viaje de Levanevsky— hay 170
millones de seres humanos que lo acompañan. Por encima de los
hielos van con él, lo alientan, están en todas las esquinas frente a
los mapas, en todos los radios, en todos los magnavoces, en
Kamchatka y en Odesa, en Stalingrado y en Moscú. ¡Aquí! ¡Sí
parecen verdaderos mítines!
Hay un momento de suspensión. Levanevsky empieza a informar
de fallas en el motor. Los rostros de la gente se vuelven duros, de
piedra.
Otro mensaje de “nuestro héroe” como le llaman los jóvenes
soviéticos a Levanevsky: ¿debe regresar o seguir su ruta? Si el
gobierno soviético lo ordena, él sabrá seguir a pesar de las fallas
del motor.
En las esquinas se aplaude, se arrojan las gorras al aire. Un viejo
obrero se da un puñetazo en la cabeza:
—¡Diablo! Esto es verdadera disciplina —y agrega un honorable
término ruso: maladietz, que quiere decir muchas cosas: bueno,
joven, amable, excelente.14
Vamos a Kuzminki,15 que es una antigua propiedad de grandes
señores en las proximidades de Moscú. Es toda una mansión con
un bosque encantador, donde hay cerezas, unos pinos que
cantan, un lago quieto, tranquilo, transparente. Aquello parece
una dulce, melancólica prosa de Turgueniev, cuando habla de
esos amores que la tarde llenan de perfume. De Kuzminki no
puedo hablar en otra forma. Se trata de esa naturaleza delicada,
~ 105 ~
desconocida por nosotros, gente del trópico. Es una naturaleza
llena de matices suaves, de finuras musicales. Se imagina uno
siempre aquellos cuadros novocentistas de Diana Cazadora, o de
la joven —toda gasas, toda aire— que recoge en su cesta las
cerezas.
Los viejos señores rusos, amantes de la monumentalidad, ponían
estos tremendos, colosales y horribles pegasos. Lo único que los
embellece es el ser tan viejos. Pasa igual con las columnas. Esos
trozos de columnas caídos en el bosque no pueden ser más
bellos. Se incorporan de pronto al paisaje, con sus mármoles, y
súbitamente ya son una frase de Paul Valéry.
Hoy, primavera y sol, el bosque está luminoso. El lago es un lago
de oro, un lago donde seguramente estas tres amigas mías
mojaron sus cabellos. En ellas también hay cielo y agua; y son un
juego equilibrado de azules y dorados, de ágiles cuerpos
deportivos y rostros finos, que se dibujan en el bosque.
Aquello es tan penetrante, atraviesa tanto la luz nuestra carne
que ellas gritan:
—Al baño, al baño…
Se desnudan rápidamente, sin cuidarse de mí, descubriendo sus
cuerpos helénicos, de cazadoras.
Yo, con mi cuerpo de fauno desmedrado, me desposeo de todos
los prejuicios, de toda nuestra pobre educación y, desnudo
también, me arrojo al agua fría.
Todavía salen del baño y platican desde la orilla conmigo. Aquello
parece el principio del mundo.
~ 106 ~
Viajo en el ómnibus que está pletórico, cargado espantosamente
de pasajeros. El cobrador está en el extremo, sin moverse.
Entonces veo algo muy interesante. Una persona, junto a mí,
saca un billete de cinco rublos y me lo tiende. Quedo sorprendido
a más no poder.
¿Qué es esto?
Me arrebatan los cinco rublos por mi izquierda. Es el pasajero que
tengo al otro lado. Luego van pasando de mano a mano.
Consternado dirijo mis miradas al dueño, quien imperturbable lee
su periódico. Los cinco rublos han llegado ya hasta el cobrador,
quien regresa el cambio por el mismo conducto, de mano en
mano, acompañado de un boleto. Pasa por mí nuevamente todo
aquello y entonces comprendo. Reintegro a su dueño las
monedas y el boleto. Él me da las gracias y sigue leyendo su
periódico.
Es también en el ómnibus. Casi todo mundo lee el periódico.
Inclinándome un poco logro ver lo que este joven lee con tanto
interés en primera plana. Ahí un gran retrato de Pavlov16y, a
continuación, en letra menuda, seguramente las crónicas del
Congreso de Fisiología que en esos días se celebra. Decido
hacer un pequeño experimento: camino a lo largo del ómnibus,
como si buscara mejor acomodo, mirando de reojo los periódicos
y los lectores. Son diez, en esta fila. De los diez, ocho están
leyendo la crónica del Congreso de Fisiología.
Pero he llegado a Triunfálnaya Ploshad,17 el lugar donde debo ir.
Desciendo del ómnibus pensando en Pavlov, la fisiología y el gran
pueblo ruso.
Publicado el 3 de julio de 1938, Diario del Sureste, Mérida,
Yucatán.
~ 107 ~
III. Unión general de corazones
Parece como si en Moscú se trasladara en masa. Me vienen a la
mente, aunque la ocasión es distinta, aquellos versos de
Mayakovski: “Y parece como si Rusia se hubiera vuelto nómada”,
o algo por el estilo.18 ¡Qué gran masa hay en este país
extraordinario! Todo es masa, cantidad de gente. En las calles, en
el trabajo, en las fiestas. Aquí es donde realmente se da uno
cuenta de lo que significa para un país el tener 170 millones de
habitantes. Hoy los autobuses están a reventar; por las calles que
van al Dínamo transcurre un río de gente que da la impresión de
una gran e interminable manifestación: lo hacen con lentitud y
paciencia, sin la menor prisa, algo al parecer, cuando menos en la
calle, muy ruso. Se explica uno: hoy tendrá lugar un encuentro
formidable entre un equipo extranjero de futbol y un equipo ruso:
Praga y Moscú. Se trata de dirimir las fuerzas del país soviético,
y, otra cosa más importante aún: de ver las condiciones en que se
encuentra otro país que no es socialista, pero que es el país más
deportivo de toda la tierra: Checoslovaquia.19
A nosotros, los delegados internacionales, se nos han dado
billetes para ir al encuentro. Animadamente tomamos el taxi, y
enmedio de agudos toques de bocina, ruidos, gritos y multitud,
llegamos hasta el esbelto stadium moscovita, Dínamo.
A pesar de la enorme multitud se nota orden. Abunda el público
juvenil. Muchachas con gorras españolas: deliciosamente alegres,
sonrientes, redondas y rojas como manzanas. Jóvenes
de rubashka20 bordada, fornidos. Pioneros con sus pañoletas en el
cuello.
~ 108 ~
Cuando aparecen los equipos se escucha respectivamente la
Internacional y el himno checoslovaco. En ambos casos el público
permanece respetuosamente parado.
El juego es limpio, matemático. Los rusos lo hacen
calculadamente, combinando con maestría. Los checos con
tenacidad, con atención y mucho ojo. De pronto ya tenemos un
gol del Praga. El público aplaude estrepitosamente. Sigue
después ese silencio sostenido por la atención y el anhelo, común
a todos los juegos donde intervienen multitudes como
espectadoras. Ahora es Moscú. Ya los checos tienen en su score
el gol que su portero no tuvo la capacidad de impedir. El público
aplaude muy tibia y cortésmente, lo cual me extraña tratándose
de una victoria del equipo soviético. Observo, entonces, los
rostros de la gente. Miran el juego como si estuvieran ante un
libro o escuchando alguna clase: con conocimiento, tratando de
ver los defectos, las fallas, criticando a los suyos con más
severidad aún que a los extranjeros.
Por fin el juego se decide por un empate. El público aplaude.
Todavía renueva sus aplausos para el equipo checo. Los dos
capitanes se abrazan a medio campo.
Me quedo meditando. Pienso que es natural, en el tratado que
existe entre Checoslovaquia y la Unión Soviética. ¿No será esta
cortesía del público que ocurre al futbol una afirmación hacia el
pueblo checo? Más aún, ¿no indicará esto la gran comprensión
existente entre el pueblo soviético de sus deberes internacionales
y la identificación plena que existe entre él y sus gobernantes,
sobre los problemas de la política? Me gustaría dilucidarlo.
En este Parque Cultura21 que es un paraíso le enseño a
pronunciar en castellano la palabra amor. Pero antes hablemos
un poco sobre el Parque Cultura. Es un inmenso jardín a orillas
~ 109 ~
del río Moscú. Dentro se tiene cinematógrafo, circo y mil
diversiones más. Es un parque para la imaginación. Aquí puede
uno hacer realidad los cuentos de Andersen, de Selma Lagerloff y
de Grimm. Parque para jóvenes y poetas. Puede uno volar,
volverse caballero de la Edad Media, cantar a grito abierto y hacer
ronda con las jóvenes en danzas maravillosamente puras y
espontáneas. Por unos cuantos kopeks se permite subir a un
dirigible que, amarrado de un alto mástil del cual penden unos
cables, vuela por todo el parque y sobre el río; luego tenemos
unos caballos mecánicos, en los cuales debe subirse con una
lanza, para luchar, en singular pelea, con otro caballero que se
encuentra en las mismas condiciones: don Quijote se hubiera
vuelto loco con estos molinos de viento hechos realidad; más
tarde es la torre de paracaídas, desde la cual se arroja uno
envuelto en las gasas de colores; y el bosque, después, cubierto
de pinos, de rumores, de música; enmedio, el Teatro Verde o
Teatro de Verdura, como es la traducción literal, donde se canta y
baila al aire libre, como en la antigua Grecia. Mil cosas más. Un
sueño. Parque de poetas, de niños, de jóvenes, de imaginación.
Pero hablábamos de cómo enseño a pronunciar en castellano la
palabra amor.
De alguna manera tenemos que comunicarnos, a pesar de que no
sé ruso, a pesar de que no sabe español. La tomo por la cintura y
entramos en el bosque. Este bosque, como todos los bosques del
mundo, es un bosque asimismo para el amor. Sabemos ambos
una frase en francés. Qu’est-ce que c’est?, la cual, a falta de otra,
repetimos en todas circunstancias. Oye cómo en mi exótica
lengua, un tanto abismado y suspirando, digo: “Amor”. Me mira
con sus ojos francos y abiertos, levemente sonriendo:
—Qu’est-ce que c’est amor?
~ 110 ~
Sonrío, impotente para contestar, oprimiéndole suavemente el
talle juvenil. Ella frunce el ceño y repite, peligrosamente ignorante,
como preocupada: “amor, amor”. Creo que sí lo sabe. Lo ha de
haber oído en alguna de las óperas italianas que tanto se cantan
en la Unión Soviética, pero como todas las mujeres, inclusive las
indescriptibles mujeres soviéticas, les gusta un poco la
coquetería.
Vuelvo el rostro y veo una pareja, sumida en las noches sin
límites de un beso.
—Voilá. Qu’est-ce que c’est amor? Tac (así o esto) —le digo
señalando hacia la pareja.
Se escabulle entonces, como una colegiala.
Después, ya sólo repetirá, cada vez que encontramos una pareja,
con un gesto encantador: “Qu’est-ce que c’est amor”. Sólo que en
sentido afirmativo.
Al decir amor se ríe por el descubrimiento. Es una risa de intensa
alegría un tanto pícara y un tanto asustada.
Publicado el 15 de julio de 1938, Diario del Sureste, Mérida,
Yucatán.
IV. Corazones de la GPU
En la URSS es el único lugar del mundo donde tengo fe absoluta
en las noticias, afirmaciones y actitudes oficiales. Pero esto,
naturalmente, sólo es una convicción personal que, ¡oh libertad
de pensamiento!, no pretendo se comparta conmigo. Desde el
bueno de Santo Tomás ya no es posible otra cosa que la duda y
~ 111 ~
concedo alegremente que este derecho se ejerza sin taxativas.
De aquí que en estas breves notas yo diga lo que allá se dice y
nos dicen —cosas en las cuales, por otra parte, confiadamente
creo— sino lo que yo mismo vi, observé y experimenté junto al
pueblo ruso. Pueden haber en la URSS muchas cosas que no
entendamos. Pero hay que atribuirlas, mejor que a signos fatales
y sombríos como lo hace Gide, a diferencias de educación,
sensibilidad y psicología —de ese pueblo que realiza una
transformación tan colosal—, en relación con nosotros, pueblos
totalmente diversos.
Acostumbrado como estoy a sufrir encarcelamientos en mi país
por cuestiones políticas, tengo gran interés humano por conocer
las cárceles de aquí. En efecto, me parece que el mejor
termómetro para conocer el desarrollo de no importa cuál país es
conocer el sistema penitenciario con que cuenta. ¡Y se dicen
tantas cosas de la URSS! ¡El trabajo forzado, los golpes, las
torturas, la GPU!22 Así lo manifiesto y se organiza ex profeso una
excursión al Bolshevo, lugar cercano a Moscú, donde se
encuentra un sitio de relegación.23
En esta mañana que retumba el sol —¡yo que quería conocer la
nieve!— partimos muy temprano de Moscú. Muy poco tiempo
viajando en el cómodo ferrocarril eléctrico y ya estamos:
Bolshevo, una “prisión modelo” de la GPU. Entramos —
¿entramos?—, no se trata realmente de entrar. Esta prisión es un
pueblo, un conjunto de alegres casitas en las cuales juguetean
niños, estudian jóvenes y hacen sus quehaceres las mujeres. “¿Y
dónde queda la prisión?”, se nos ocurre preguntar. El traductorguía hace un gesto con la mano. “Todo esto”, señala y se pone a
reír estruendosamente.
~ 112 ~
Aquello nos resulta demasiado insólito. “¿Cómo es posible?”. Se
nos explica con mucha atención: este es una especie de centro
experimental, a donde se envían reclusos de toda la Unión
Soviética —determinados reclusos cuyo comportamiento ha sido
conveniente— para que acaben de cumplir su condena. Aquí
trabajan, estudian, ganan salario, tienen derecho para ir a Moscú
de vez en cuando hasta que obtienen su libertad. No hay la
menor coacción. Dentro del pueblo se es absolutamente libre; no
hay vigilancia; no hay carceleros, sólo el estricto personal
administrativo; el preso lo está sólo bajo su palabra de honor.
Aquello es extraordinario para nosotros. Yo todavía no salgo de
mi sorpresa. Mientras nuestro grupo acosa a preguntas al guía,
rodeándolo y quizás importunándolo, yo prefiero irme a caminar
por ahí. Veo un estupendo campo de futbol, un teatro, una cancha
de tenis, y en ellos grupos de robustos muchachos rubios,
jugando. Me aproximo a una casa en cuya puerta una mujer
parece cocer algo.
~ 113 ~
—¿Se puede? —pregunto.
La mujer sonríe. Parecen ofrecer la menor resistencia a que se
observe el interior de su casa (séame perdonada esta falta de
cortesía en atención a mi curiosidad y asombro). Es una casita
modesta, alegre, como pueden tenerla los pequeño burgueses —
burgueses de nuestra patria—. Me atrevo a preguntarle, haciendo
señas, usando las pocas palabras que he logrado aprender en
ruso:
—¿Usted está aquí…? —y para completar la frase coloco los
dedos imitando [una] reja con lo cual quiero decir: “¿presa?”
Ella estalla en una elocuente carcajada. Quiere decir que sí y
quiere decir que no. Al fin, para indicarme todo lo que siente, echa
mano de la única palabra que podré entender en estas
circunstancias:
—Eto joroshó (esto está muy bien)24—y señaló todas las casas,
todo el pueblo, con sus manos rojizas, pecosas, trabajadoras.
Esto fue en 1935. Sin embargo, hará muy poco tiempo se pudo
leer una noticia en los periódicos, noticia que a los que conocimos
Bolshevo no pudo menos que indignarnos.
En relación con el proceso de Bujarin, Tomski —que con Rikov y
el primero formaban el triunviro derechista— fue detenido en
Bolshevo. Algunos días después de detenido se suicidó.25 La
prensa internacional lo atribuyó inmediatamente a las torturas de
la sombría, tenebrosa prisión de Bolshevo, fabricando
inmediatamente una serie de reportajes escandalosos sobre las
condiciones de la “cárcel” en cuestión. Para todos los que
estuvimos en Bolshevo, el suicidio de Tomski no pudo haber sido
~ 114 ~
ocasionado por otra cosa que por razones subjetivas, entre las
cuales deberá haberse contado, sin duda alguna, la de su propia
culpa ante el país soviético.
Dejamos Bolshevo. Todavía traigo en mi mente la impresión
imborrable. Por contraste no dejo de pensar al mismo tiempo en
las prisiones del callismo en mi país. Sombras, miseria,
aplastamiento humano.26 ¿No se podría ser más humano, un
poco más humano con todos los presos del mundo? ¿Solamente
el castigo, la venganza siempre, sin pretender nunca salvar al
hombre?
Recuerdo la nobilísima figura de Dzerzhinskii, primer jefe de la
Cheka,27 que se convirtió más tarde en GPU y hoy en
Comisariado del Interior.28 Al respecto una anécdota —me parece
que de Máximo Gorkii— que lo pinta de cuerpo entero; sufriendo,
casi sollozando de tener que ejecutar, durante la Revolución —
que forzosamente tiene que ser despiadada— a una partida de
contrarrevolucionarios. Este era un hombre. Él fue quien puso y
logró fundar, todavía en las épocas de mayor miseria en la urss,
esta ciudad de Bolshevo, donde una serie de abnegados
combatientes lucha por reconstruir a los hombres. Se puede leer
esto en Dzerzhinskii, en Máximo Gorkii o en John Reed, aquel
intrépido periodista norteamericano de la Revolución; en estos
momentos no recuerdo exactamente…
A propósito encuentro en mi escritorio un artículo traducido
del Pravda29 sobre “Un hombre de la GPU” muerto recientemente.
Ahí sabe uno cómo luchaba este hombre de la GPU. No lo
imaginen ustedes con un cuchillo entre los dientes, como los pinta
la prensa “seria”. Es un simple hombre. Simple hombre quiere
decir mucho: porque nuestros carceleros y los carceleros del
mundo capitalista nunca han sido simples hombres, sino simples
~ 115 ~
bestias. Y este es un hombre humano. He aquí que realiza un
experimento que le hace sufrir más angustias y dolores que a
otras personas problemas de menor importancia. Jefe de una
prisión, bajo su responsabilidad logra sacar un criminal de los que
nuestra docta ciencia capitalista calificaría de natos. Lo lleva a su
casa. Ahí le ofrece de comer, de vestir y le dice:
—Podrás ver a tu madre, yo te espero aquí…
Se fija una hora para el regreso. El hombre de la GPU se espera
con el corazón angustiado, contando los minutos como un
condenado a muerte. Esta espera es terrible, llena de dolor y
sobresalto. No se trata simplemente de que el hombre no vuelva.
Sino de lo que esto significa. Acaso será preciso modificar
concepciones sobre la corrección de delincuentes, o acaso la
burguesía tenga en el fondo razón en sus aplastantes sistemas
penitenciarios. Parece como si a las manecillas del reloj se le
hubiese dado orden de caminar más aprisa, y furiosamente se
estuvieran comiendo los minutos, ávidas de que llegara el fin.
Aquello poco a poco se va haciendo insoportable. Ya que está
cumpliendo el plazo. Ya suena la hora y el hombre no viene; de
aquel turbio criminal sin conciencia no se sabe nada y es posible
que en estos momentos ya esté muy lejos, imposible de hacer
localizar nuevamente…
El hombre de la GPU, a pesar de que se intranquiliza, no quiere
demostrarlo. Espera aún mucho tiempo, y después, lentamente,
con una heroica calma, se dirige a casa de la madre del criminal.
En la casa no encuentra nada. La anciana madre no puede darle
noticias:
—¿Con que mi Lev me visitaría? Él es hombre bueno, se llegará
por su casa, no lo dude…
~ 116 ~
El hombre de la GPU está destrozado. Vuelve a su casa y se
sume en la desesperación. Ya está a punto de telefonear a la
oficina de la GPU cuando alguien llama a la puerta. ¿Será
posible? El hombre de la GPU compone su rostro, afecta calma.
Al abrir la puerta distingue solamente el casco blanco de un
miliciano. ¿Qué habrá pasado? ¡Y trae consigo a Lev, al muy pillo!
El miliciano y Lev explican: Lev, separado de la ciudad por tantos
años, había olvidado las calles, hoy transformadas. Se perdió en
el laberinto de la ciudad, y cansado de no encontrar la casa de su
madre, suplicó a un miliciano lo llevara con el hombre de la GPU.
—¡Hombre! Tendré que llevarte yo mismo con tu madre…
Y así lo hacen, en efecto. El hombre de la GPU deja a Lev en
casa de su madre y regresa. Espera… Hoy con más confianza.
Ya cerca del anochecer, aparece Lev sudoroso, jadeante, que
viene corriendo por temor a retrasarse.
Esto no es una novela. Es algo que sucedió al hombre de la GPU;
uno de tantos que está luchando en este frente de combate, por
igual heroico, por igual noble, por igual grande en la lucha por un
nuevo mundo.
Publicado el 20 de julio de 1938, Diario del Sureste, Mérida,
Yucatán.
V. Descenso sobre el mundo
La mañana es hoy gris, sombría. Todavía no me he dado cuenta
de ello. Quiero decir, ya percibía desde la ventana del
Internatzionálnaya Gostínitza (Hotel Internacional)30 que el color
del cielo es plomizo, lleno de nubes bajas y tristes, y que hay una
~ 117 ~
especie de niebla que todo lo envuelve, pero todavía no logro
concebir lo que esto significa para mí hoy, día de partida. Me he
levantado demasiado temprano y pienso más en el puerto de
Veracruz que en la naturaleza especialmente dramática que
tienen hoy las cosas. ¡Partir! ¡Volver! Me late dentro del pecho
una curiosa ansiedad que me lleva de golpe hasta el maravilloso
altiplano de México: hacia sus calles, su aire, sus montañas.
Sobreexcitado por esta ansiedad no tengo más pensamientos que
para México, ni más miradas para el reloj, las manecillas parecen
haberse detenido, sí, detenido en Moscú. Esta hora, este minuto,
son de Moscú. Precisamente este minuto, hoy. Hoy: no existe
nada más sustantivo, más singular, más lleno de personalidad
que hoy. Es este día. Y más que este día, estos minutos, estos
instantes. No se trata de lo que será mañana. Se trata de lo que
será dentro de muy poco tiempo —sólo una parte de la hora, que
tiene sesenta pobres minutos— en que ya estaré lejos de Moscú.
Sólo hasta que este pensamiento atraviese mi mente, al tender la
vista por la ventana, hacia la calle, me doy cuenta que las nubes,
el cielo, la luz, la niebla, me parecen horrorosamente tristes,
tristes y amados como todo lo que se abandona. Sucede a
continuación algo enormemente cinematográfico como un sueño:
en el marco de la ventana, como si se tratara de una pantalla,
aparece allá abajo el automóvil; enfrena —no se oye ningún ruido
a través de los cristales del Internatzionálnaya— y un hombre, el
compañero que viene por mí, desciende. Todo se ve irreal, lejano.
No ha hecho ruido, como si el suelo fuera de goma. Además la
mañana está gris. Y éste es Moscú, y los últimos minutos de
Moscú.
Olvido México por estos instantes. Siento, ya en el automóvil, al
ver partir las calles a mis lados, que algo mío se queda.
~ 118 ~
Antes de las últimas calles, antes de las últimas casas, tenemos
de frente a nosotros el aeropuerto Kósarev y una estatua de Lenin
cuya silueta se destaca en la niebla, en lo gris, en lo triste de
nuestros corazones.
–Irá contigo un compañero alemán comunista. Será conveniente
que no hablen entre sí, sería peligroso para él que gentes
extrañas se den cuenta de que es comunista…
Despegamos. Pronto el aeropuerto de Kósarev se empequeñece.
Luego ya no es más que un juguete.
Transponemos la niebla, las nubes. Hay una encantadora
sensación de cielos dobles: un cielo bajo, en las nubes, y otro
arriba, en las otras nubes (¿sí será cierto lo del séptimo cielo?).
De pronto todo se ha esclarecido y salimos ya de la niebla hacia
regiones transparentes y soleadas. Campiñas sembradas,
riachuelos, cabañas. Campesinos que agitan los brazos.
Estos siete pasajeros cobramos súbitamente una intensa
sensación de unidad. Somos, pese a todo, una existencia
separada, una existencia de siete hombres, perfectamente
delimitada en relación con el resto del mundo. Como si se tratara
de un país. Somos siete y vamos aquí, unidos en el espacio.
Tenemos nuestras fronteras; y estas fronteras están constituidas
por el avión mismo, por su cubierta de aluminio, lámina, madera,
manta.
El alemán —que ya me dirigió la mirada escudriñadora— es un
muchacho rubio, sonriente, de ojos azules, plenos de vivacidad.
Ahora mira, como todos nosotros, por su ventanilla: bosques,
breñas, inmensidad.
~ 119 ~
Tengo un pensamiento que es ya, como la tierra misma, carrera
de nostalgia al vuelo raudo del avión: “Esto todavía es la URSS;
todavía. Dentro de poco habré dejado la URSS”.
Sucede. He aquí el último Soldado Rojo que veremos. Parece un
viejo amigo nuestro. Entiende, seguramente entiende, cuando
descendemos que somos luchadores, miembros de un mismo
partido internacional, porque de pronto, sin que podamos
explicarnos, ya estamos dándonos un abrazo fuerte, que es todo
un abrazo.
Frontera con Lituania. Subir nuevamente.
Violentamente, como una visión, vemos algo que nos estremece,
desde la altura: una inmensa estrella roja, hecha con piedras, en
el suelo, signo último que veremos de tierra soviética.
El alemán no se contiene; vuelve el rostro hacia mí. Los ojos se le
quiebran y, silenciosamente, para él y para mí solamente, levanta
la mano a la altura de su hombro y empuñándola exclama:
—Rothe Front.
Repito:
—Frente Rojo.
Es nuestro lenguaje internacional. El que no podrán abolir todos
los Hitler de la tierra.
París. Un café danzante de Montparnasse, visitado por los rusos
exiliados, al cual nos lleva un amigo nuestro de la embajada
mexicana.
Viejas damas. En extremo viejas. Se pintan horrorosamente.
~ 120 ~
Distingo claramente palabras en ruso, y veo ademanes lánguidos,
estudiados, pobres.
Una cantante, con la clásica rubashka, entona una canción, una
antigua canción rusa, hoy olvidada por la juventud. Es un lamento
triste, donde se agradece al corazón todas las lágrimas que ha
vertido.
Las viejas damas sollozan, repiten los gestos artificiales, las
miradas acariciantes y corrompidas. Esto es el pasado.
Pienso en las muchachas alegres, de grandes pañoletas en la
cabeza. En las jóvenes ingenieros, en las médicos, en las
estudiantes de biología, que están allá, en la URSS.
~ 121 ~
Aquí la voz de la cantante se arrastra en notas de nostalgia
acabada y negativa:
—¡Gracias corazón, cómo estoy enamorado…!
Publicado el 29 de julio de 1938, Diario del Sureste, Mérida,
Yucatán.
VI. Gente, hasta los veinte
En el corazón de la URSS, en el corazón del mundo, en Moscú,
se ha reunido el VI Congreso Mundial de la Internacional Juvenil
Comunista. Allí la juventud del mundo se ha podido estrechar la
mano en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos.
Sí, en esa Casa Histórica, que admira uno con la respiración en
suspenso pensando en todas las grandes cosas que han pasado
en ella: Comunista y de los Soviets, hasta la dolorosa tragedia
que estremecía el corazón de todos los oprimidos y explotados
de la tierra en 1924, la muerte de Lenin, cuyo cadáver fue velado
ahí.
¡Lenin vive! Mirando la exposición gráfica que se estableció en los
corredores de la Dom Soyus (Casa de los Sindicatos) sobre el
movimiento juvenil del mundo todo: las fotografías de los heroicos
jóvenes comunistas chinos asesinados: las gráficas sobre el
avance del Ejército Rojo Chino, sobre el trabajo y la venta del
órgano de la Juventud Comunista Argentina, los dibujos sobre el
trabajo ilegal en la Alemania fachista, se daba uno cuenta de que
el espíritu de Lenin vive y vibra en la juventud, que el maestro
guía nuestros pasos, que la juventud ha recogido con calor y
ternura sus enseñanzas, y en Indochina o América, en Japón o
Alemania, sobre las cárceles y las horcas, lucha con todo su
~ 122 ~
nervio y su sangre por el Internacionalismo proletario, contra el
mundo viejo, por una vida mejor.
Camaradas. Estamos llenos de impaciencia esperando el toque
del timbre para acomodarnos en las butacas de la Sala de las
Columnas. Los pasillos estaban atestados de gente que hablaba
diferentes idiomas. Alemanes, árabes, suecos, americanos,
españoles, búlgaros, rusos, todos enormemente alegres y
optimistas. El idioma no era una barrera. Nos mirábamos llenos
de una gran comprensión y cariño. Sí, verdad que unos
hablábamos español, otros francés, alemán o chino. Pero nos
unía el hecho de que todos luchábamos: que en nuestros
respectivos países queremos que lleguen a reinar las mismas
ideas. Sin hablarnos, entendíamos mejor que si poseyéramos la
misma lengua, nos abrazábamos y nos poníamos a bailar. No se
qué bailábamos, eran alegres brincos que en aquel momento
habíamos inventado, plenos de un gran alegre espíritu de
fraternalización con nuestros hermanos extranjeros. Cierto, nos
unía un canto que todos sabíamos: La Internacional. Y cantamos,
cantamos eso y nuestras respectivas canciones nacionales. “La
Cucaracha” revolucionaria de la División del Norte también se
asomó a la Sala de las Columnas.
El Congreso. Por fin el timbre del Congreso, intermitente,
nervioso. Nos apresuramos a entrar en la sala. Sobre los pupitres,
cuadernos y lápices para las notas de los delegados. Todo
Latinoamérica y España juntos, en un mismo sitio. En todos los
idiomas carteles en letras blancas sobre fondo rojo. Al frente la
gran figura de Stalin; junto a él, el timonel de la Internacional
Comunista que dijera Manuilski, Dimitroff, al centro un busto de
Lenin. Las tres figuras de cuyas enseñanzas deberíamos
impregnar todo nuestro trabajo revolucionario, de lucha por la
unidad de las fuerzas de la juventud.
~ 123 ~
Enmedio de la mesa destinada al Presidente, vacía aún, el
camarada Raymond Gayot, secretario general de la Juventud
Comunista Francesa, y ahora secretario general de la
Internacional Juvenil Comunista. Habla emocionado. Su figura
fina, reposada, pero llena de fuego, se destaca sobre el fondo
rojo. ¡Se declara abierto el Congreso de la Internacional Juvenil
Comunista! Hay una gran solemnidad conmovedora en todo
aquello. La orquesta hace temblar la sala con la música de la
Internacional, que todos nosotros, los puños en alto, coreamos
con todas nuestras fuerzas.
Allí en el Congreso están los líderes de la Internacional
Comunista. Ellos entienden la importancia del papel de la
juventud. Por eso van al Congreso y nos miran a todos con
miradas de gran cariño. Thorez, del Comité Central del Partido
Francés y del Ejecutivo de la Internacional Comunista, con su
cabeza rapada y su continente de atleta, grita con toda su alma
“hurra” por la juventud. Van Min, diminuto, pequeñito, tan
inteligente. Kusinen, nervioso, con su movimiento de hombros tan
característico. Ercoli, delgado, con su portafolio bajo el brazo.
Una tempestad de aplausos, una verdadera tormenta de
entusiasmo saluda la radiante figura de Dimitroff cuando aparece
en el Congreso. Su cabellera descuidada y revuelta, sus ojos
penetrantes e inquisitivos, son el centro de atención de todo el
Congreso. Allí tenemos al jefe de la Internacional Comunista. Allí
está el luchador antifachista. El hombre que en Leipzig se
enfrentó a la sangrienta dictadura hitleriana.
“Somos la generación de la victoria”. En medio de los “hurras”, los
“triquitritri”, los “bansai”, se da lectura a un saludo del Congreso
para la memoria de Stalin:
~ 124 ~
…en nosotros se encuentra el valor y el heroísmo que surgen sin
cesar, de nuevo, en nuestras filas cuando vemos cómo los
bárbaros de los tiempo presentes destruyen las organizaciones
obreras, condenadas al pueblo al hambre y a la miseria,
estrangulan la ciencia y la cultura, y tratan de hacer girar hacia
atrás la rueda de la historia…
Y más adelante:
…somos tu generación, la generación de Lenin y Stalin, la
generación de la victoria…
“El internacionalismo, idea fundamental de nuestro trabajo”.
Después sube a la tribuna Dimitroff. A nombre del Estado mayor
de la Revolución mundial, a nombre de la Internacional
Comunista saluda el Congreso de los jóvenes:
Las interesantes palabras del gran jefe y maestro de la clase
obrera y de los pueblos oprimidos del mundo entero, de Stalin,
diciendo que el internacionalismo es la idea fundamental del
trabajo de la juventud comunista, está encarnada en vosotros.
Los cordones policíacos y fachistas; los peligros os acechan
sobre el largo y penoso camino, no han impedido que os reunáis
aquí para discutir, en una comunidad internacional, sobre el
reagrupamiento de la fuerzas de la joven generación…
Todos estamos impresionados. Oprimidos los audífonos sobre los
oídos para no perder palabra. Y aún hoy sobre nuestras cabezas
jóvenes sigue vibrando, histórica, la voz del camarada Dimitroff.
Publicado en El Activista. Boletín de la Organización de la Federación
Juvenil Comunista, número 6, 1 de marzo de 1936, México D. F.,
pp. 10-12, ubicado en el Fondo 533, serie 10, expediente 2094
del Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica, en Moscú.
~ 125 ~
José Revueltas
Escritor y guionista. Entre sus obras: Los muros de agua, Los
errores y El apando.
Recopilación de las notas: Iván Franco Vallado y Rina Ortiz
Peralta.
Knut: látigo. Tal era el nombre que recibía una forma de castigo
por delitos graves, por extensión del instrumento utilizado para
aplicarlo: un látigo pesado de correas trenzadas al que se ataba
un ancho cinturón con el extremo curvado y duro. Si el castigo
tenía el respaldo de una sentencia judicial, el reo lo recibía atado
a un un potro de madera con el torso desnudo. Pocos sobrevivían
y el castigo fue sustituido (ca. 1845) por azotes con un látigo
terminado en dos o tres cabos. En el siglo XiX se hablaba de una
política de “knut y prianiki” (unos panes elaborados con miel,
cubiertos con azúcar escarchada, de forma cuadrada o
rectangular, a los que se les estampaban diversas figuras o
personajes) para referirse a aquella basada en la alternancia de
castigos y estímulos. (Palabras y significados semiolvidados.
Diccionario de la cultura rusa de los siglos XVIII y XIX, San
Petersburgo, Moscú, 2004.)
1
Nicolás II (1868-1917). Hijo mayor de Alejandro III y de María
Fiodorovna, y último zar de Rusia. En 1894 casó con una
princesa alemana, nieta de la reina Victoria de Inglaterra,
Alejandra (1872-1918), y sucedió a su padre en el poder. Nicolás
y Alejandra tuvieron cinco hijos: Olga, Tatiana, María, Anastasia y
Alexei. Este último, y no su padre, era el hemofílico; y de hecho,
Alejandra fue la transmisora de la hemofilia. Alexei nació en el
clímax de la guerra ruso-japonesa (1904-1905), a cuyo desenlace
2
~ 126 ~
estallaron numerosas revueltas internas (la más grave de las
cuales fue la llamada Revolución de 1905), que si bien cesaron
temporalmente tras el inicio de la Gran Guerra, a la postre
precipitaron el fin de los Romanov. José Revueltas llama
“emperatriz supersticiosa” a Alejandra pues en busca de alivio
para el mal de Alexei se rodeó de diversos santones, el más
famoso de los cuales fue Grigori Rasputin.
José Revueltas menciona en estas notas varias veces a André
Gide (1869-1951), quien luego de manifestar en 1932 su interés y
simpatía por el comunismo y por Stalin, e incluso luego de
organizar el Primer Congreso en Defensa de la Cultura (1935) y
ser invitado por el gobierno soviético a la URSS —en cuya
estancia tomó la palabra en los funerales de Gorki—, escribió y
dio a la imprenta los
dos libros que dan cuenta de su desencanto: Retour de
l’U.R.S.S. (1936) y Retouches à mon Retour de l’U.R.S.S. (1937). Sin
duda, Revueltas alude a estas páginas de Gide.
3
Ernst Mach (1838-1916). Nació en la República Checa pero se
formó en la Universidad de Viena, en donde realizó estudios de
física, matemáticas y filosofía. Su filosofía de la ciencia influyó en
algunos marxistas y Lenin discutió a los seguidores de Mach en el
libroMaterialismo y empirocriticismo.
3
Organización política de las juventudes comunistas, cuyos
antecedentes se remontan a octubre de 1918. VLKSM (Velikii
Leninskii Soyuz Molodiozhi: Gran Unión Leninista de la Juventud) o
Komsomol (Kommunisticheskii Soyuz Molodiozhi: Unión Comunista
de la Juventud) a partir de 1926. Organización independiente,
considerada la reserva del Partido Comunista de la Unión
Soviética, entre sus tareas estaban difundir las ideas comunistas
e involucrar a los jóvenes obreros y campesinos en la
5
~ 127 ~
construcción de la UrSS. Además, era tarea del Komsomol la
formación teórica y práctica de sus miembros. Era una
organización mucho más popular que el propio partido, aunque se
esperaba de sus integrantes una mínima preparación política.
El nombre completo de la citada Biblioteca Lenin era el de
Biblioteca Estatal de la UrSS V. I. Lenin. Su nombre original fue
Biblioteca del Museo Público de Moscú y fue fundada en 1862. El
nombre de Lenin lo llevó de 1925 a 1991. En la actualidad es la
Biblioteca Estatal de Rusia.
6
Lazar Kaganovich (1893-1991). Nació en las inmediaciones de
Kiev en el seno de una familia judía. De oficio zapatero, se unió al
Partido Comunista en 1911 y en 1924 llegó a ser parte de su
Comité Central. En el decenio de 1930, ya como parte del
Politburó, se encargó de la construcción del metro moscovita
(cuya primera línea empezó a funcionar el 15 de abril de 1935 y
llevó su nombre hasta 1955) y de la supervisión de los feroces
planes de colectivización del campo y de la acelerada
industrialización de la URSS, por lo que se le conoce también
como uno de los verdugos de Stalin. Fue mentor y protector de
Nikita Jruschov, a quien intentó derrocar en 1957, por lo que se le
forzó a retirarse del Presidium y del Comité Central. En 1964 fue
expulsado del PC.
7
Nicolai Yakovlevich Marr (1864-1934). Arqueólogo y lingüista,
gran autoridad en las lenguas del Cáucaso, hijo de un octogenario
jardinero escocés y de una georgiana. Su vida profesional, a
diferencia de la de muchos otros académicos, floreció bajo el
régimen soviético. Marr formuló la naturaleza de clase del
lenguaje en 1892 y más adelante planetó una génesis del
lenguaje en paralelo con las etapas del desarrollo de la
productividad humana, vinculando al lenguaje con la evolución
8
~ 128 ~
social. Esta fue la doctrina lingüística aprobada por el régimen
soviético hasta 1950, el año en que Stalin la canceló en un escrito
titulado El marxismo y los problemas de la lingüística general. El
instituto cuyo nombre olvidó José Revueltas es el Instituto
Jafético, dirigido por Marr desde 1921 hasta su muerte. Marr
también fue director de la Biblioteca Nacional Rusa, sita en
Leningrado, de 1926 a 1930.
Lenin murió a la edad de 53 años, en enero
de 1924. En su funeral, sus restos mortales fueron envueltos en
una bandera roja de la Comuna de París. Su cuerpo fue
embalsamado y depositado en su mausoleo en la Plaza Roja una
semana después de su muerte.
9
Vladímir Mayakovski (1893-1930). Suscribió en diciembre de
1912 el “Bofetón al gusto público”, junto con David Burliuk,
Velemir Jlebnikov y Alexei Kruchenyj, que señala la aparición del
futurismo en Rusia. Celebró la revolución rusa en su poesía y
puso su talento al servicio de la propaganda. Visitó México a
mediados del decenio de 1920. Stalin vio en él al poeta más
grande de su época y a su muerte el Estado soviético se encargó
de fomentar su culto. La cita proviene de su largo poema épico
histórico Vladimir Ilich Lenin (1924).
10
Se refiere al VII Congreso de la Internacional Comunista,
realizado en agosto de 1935. La delegación mexicana arribó a
Moscú el 16 de julio de 1935 y la integraban Hernán Laborde,
Miguel Ángel Velasco y el propio José Revueltas. Revueltas
regresó de Moscú en el mes de noviembre. En esta misma
estancia, Revueltas asimismo asistió al VI Congreso de la
Internacional de las Juventudes Comunistas. En Moscú se
incorporaró a esta delegación Ambrosio González, quien se
11
~ 129 ~
encontraban allá —junto con Evelio Vadillo— como alumnos de la
escuela leninista.
Henri Barbusse (1873-1935). Junto con André Gide, Romain
Rolland, Langevin y Jourdain, ocupó la presidencia de honor del
Congreso Mundial de la Juventud contra la Guerra y el Fascismo,
celebrado en París del 22 al 24 de septiembre de 1933. Dirigió el
semanario Monde. De hecho, murió en Moscú en el mes de
agosto.
12
Sigismund Levanevsky (1902-1937). Piloto aviador. Recibió la
estrella de Héroe de la Unión Soviética tras participar en abril de
1934 en el rescate de las víctimas del naufragio del acorazado
Cheliuskin en el Ártico. Se le conoció como el “Lindbergh ruso”.
En su último viaje trató de volar de Moscú a Nueva York, pasando
por el Polo Norte, y haciendo sólo dos escalas: una en Fairbanks,
Alaska, y la siguiente en Chicago. Él y los otros tripulantes
murieron al desplomarse su nave en la bahía de Camden,
Anchorage, el 13 de agosto de 1937.
13
Maladietz: José Revueltas escribió esta palabra como le sonó.
Se escribe molodiets.
14
José Revueltas escribió “Kusminsk”, pero
su descripción remite sin duda Kuzminki. Pedro el Grande
obsequió Kuzminki a su favorito Grigory Stroganov (1770-1857).
El siguiente propietario de esta finca, ubicada al suroeste de
Moscú, fue el duque y mariscal de campo Mijail Golitsin, quien
invitó a los arquitectos Mijail Kazakov y Domenico Gilardi para
que levantaran un gran palacio y un amplio parque con estanques
en estilos ingleses y franceses. Es una de las pocas propiedades
construidas por la aristocracia rusa después de las guerras
napoleónicas. Los escultores Peter Klodt e Iván Vitali fueron
contratados para decorar su parque. La casa principal ardió en
15
~ 130 ~
1915 y los demás edificios fueron destruidos en la época soviética
o simplemente se arruinaron.
Iván Pavlov (1849-1936). Su tesis doctoral
fue sobre los nervios centrífugos del corazón (1883) y en adelante
destacó como fisiólogo, realizando una larga y brillante carrera en
esta área en el Instituto de Medicina Experimental. El campo de
estudio en el que realizó sus mayores aportaciones fue en la
fisiología de la digestión, reunidas en el libro Lektsii o rabote glavnyj
pishchevaritelnyj zhelez (Lecturas sobre las principales glándulas
digestivas, 1897). De aquí pasó al estudio de lo que llamó los
reflejos condicionados. Gracias a la obra de Pavlov, la URSS se
convirtió en un centro importante para el estudio de la fisiología,
de ahí que en la primera quincena de agosto de 1935 Moscú y
Leningrado fueran la sedes del XV Congreso Internacional de
Fisiología.
16
Plaza del Triunfo: su nombre se debe a los arcos, construidos
en el siglo XViii, por los que los zares entraban a la ciudad. En la
Rusia soviética cambió de nombre por Plaza Mayakovski, y en la
actualidad lleva su nombre anterior: Triunfálnaya Ploshad.
17
La idea contenida en el verso que José Revueltas cita de
memoria, mas no el verso, está en el extenso y famoso poema de
Mayakovski 150,000,000 (1919-1920).
18
El estadio Dínamo, construido a finales del decenio de 1920 en
el Parque Petrovsky y con capacidad de 36 mil espectadores, es
la casa del Dínamo de Moscú (al que se refiere aquí José
Revueltas) y tal vez el atractivo de este encuentro radicó en que
el equipo saltó a la cancha con estrellas como Aleksey Lapshin,
Sergey Ilyn, Vasily Pavlov, Vasily Smirnov, Alksandr Remin, Mijail
Yakushin, Víktor Teterin y Leo Korchebokov, miembros de la
selección de la UrSS. Por lo demás, como el Dínamo de Moscú
19
~ 131 ~
surgió en 1923 como un club asociado al Ministerio de Asuntos
Interiores (MVD) y a su titular en ese momento, Félix Dzerzhinsky,
el apodo del equipo es Musora, voz que en los bajos fondos se
usa para referirse a los “policías” pero cuyo significado es
“basura”.
20
Rubashka: camisa.
José Revueltas tradujo Park Kultury por “Parque Cultura”. Su
nombre original era Parque de Cultura y Descanso. Se inauguró
el 12 de agosto de 1928 y recibió el nombre de Gorki cuatro años
después. Sus terrenos, a un lado del río Moscú, comprendían los
jardines del Hospital Golitsin y del Palacio Nezkuchny. El parque
fue proyectado por el famoso arquitecto constructivista Konstantin
Melnikov. En el territorio de este parque se organizó el primer
carnaval, el primer teatro al aire libre, una gigantesca sala de cine
y el primer trampolín para salto de esquí. La estación de metro
conserva el nombre de Park Kultury.
21
La GPU (Gosudarstevennoye Politicheskoye Upravlenie, es decir:
Dirección Política del Estado) era uno de los órganos de
seguridad del Estado soviético, y sucedió a la Comisión
Extraordinaria (conocida por sus iniciales en ruso Ch-K) creada
por Lenin a finales de 1917 para combatir a la contrarrevolución y
al sabotaje. En 1922 fue suprimida y surgió en su lugar la GPU
como órgano del NKVD (Narodnii Komisariat Vnutrenij Del:
Comisariado del Pueblo para Asuntos Interiores), sus funciones
eran la lucha contra el espionaje, la contrarrevolución y la
delincuencia. Una vez creada la URSS, con el propósito de
unificar las acciones en el ámbito de la seguridad de todas sus
repúblicas, el 2 de noviembre de 1923 se creó la OGPU
(Dirección Política Unificada del Estado), dependiente del Soviet
de Comisarios del Pueblo de la URSS. Más tarde, en 1934
22
~ 132 ~
cuando se consideró que la lucha central era contra los enemigos
externos, y básicamente en contra del espionaje extranjero, la
OGPU cambió su nombre por GUGB (Glavnoye Upravlenie
Gosudarstvennoi Besopasnosti: Dirección General de Seguridad
Nacional), que es, efectivamente, el antecedente de la KGB. Era
dependiente del NKVD, que en ese año se convirtió en NKVD de
la URSS. En 1941 el NKVD de la URSS se dividió en NKVD y
NKGB, este último encargado de los asuntos de seguridad
política.
Bolshevo no era propiamente un campo de trabajo, sino un
experimento de rehabilitación que se usó con fines
propagandísticos en aras de contrarrestar las críticas al
crecimiento acelerado de los campos de trabajo en la Unión
Soviética. Tiene más que ver con las ideas de Makarenko que
con los campos que administraba el Directorio Central de Campos
(Glavnoe Upravlenie Lagerei, mejor conocido por su acrónimo:
Gulag). Por inciativa de Félix Dzerzhinskii, se fundó en 1925 la
comuna de trabajo de Bolshevo OGPU1 en el poblado de Kostina,
sito en las inmediaciones de Moscú, con el fin de reeducar a
delincuentes a quienes se conmutaba la cárcel por el trabajo en la
comuna. Estos “comuneros” construyeron en el pueblo una
fábrica de calzado y artículos deportivos, además de un un
estadio. Un gran número de visitantes extranjeros fueron
sometidos a la misma experiencia de José Revueltas, entre ellos
Maxim Gorkii, Natalia Krupskaya, Alexei Tolstoi, Bernard Shaw,
Henri Barbusse y el socialista polaco Jerzy Gliksman. Gorkii
regaló a la comuna una biblioteca con tres mil ejemplares. Por
recomendación de Gorkii, el joven pianista A. G. Dveyrin se fue a
vivir allí e impulsó la actividad artística. En unos años esa parte
del pueblo adquirió la fisonomía de barriada obrera, con
edificaciones de ladrillo, la fábrica con su cocina comunitaria,
hospital, escuela. Mientras que la otra parte de Kostina conservó
23
~ 133 ~
las características de una población rural. A finales de 1938, el
patriarca de la industria aérea soviética, Andrei Tupolev, y sus
diseñadores fueron encerrados en Bolshevo con la tarea de crear
los aviones bombarderos que requería Stalin.
José Revueltas escribió originalmente a Eto jarasho, casi como
le sonó pues se pronuncia “eta jarashó”.
24
M. Tomski se suicidó el 23 de agosto de 1936. Unas semanas
después, el 10 de septiembre, se cerró oficialmente la
investigación en contra de Bujarin y Rikov por falta de “bases
legales” para arraigarlos; sin embargo, en marzo de 1938 ellos
dos fueron juzgados y ejecutados junto con otros 19 presos,
acusados no sólo de sabotaje y traición, sino hasta de haber
complotado en contra de Lenin y Stalin, por un lado, y, por otro,
de haber asesinado a Kirov, Kuybishev y Gorkii.
25
Para 1935 José Revueltas ya tenía una seria historia carcelaria.
Seis meses en una correccional en 1929, acusado de rebelión,
sedición y motín; cinco meses en las Islas Marías en 1932, en
compañía de varios comunistas; y, por último, otros 10 meses en
las Islas Marías entre mayo de 1934 y febrero de 1935.
26
Félix Edmundóvich Dzerzhinskii (1877-1926) pasó la mayor
parte de su juventud en la cárcel debido a sus actividades
revolucionarias: en 1897 y 1900 fue enviado a Siberia, de donde
escapó las dos veces; su participación en el fracasado
levantamiento de 1905 lo tuvo encerrado hasta 1917. Una vez
libre su sumó a los bolcheviques y Lenin le encomendó la
organización de la Comisión extraordinaria para el combate de la
contrarrevolución y el sabotaje (Ch-K). En 1922, al fin de la guerra
civil, la Vechecka se transformó en GPU. Entre 1921 y 1924,
Dzerzhinskii fue ministro de Asuntos Interiores, jefe de los
órganos de seguridad del Estado soviético, ministro de
27
~ 134 ~
Comunicaciones y titular del Veshenka (Supremo Consejo de
Economía Nacional). Murió de un infarto. Ya en bronce ocupó el
centro de la Plaza Lubianka, muy cerca de las oficinas de la KGB.
José Revueltas se refiere al Comisariado del Pueblo para
Asuntos Interiores, mejor conocido como NKVD.
28
Pravda (“verdad”, en ruso) fue el órgano del Comité Central del
Partido Comunista entre 1918 y 1991, así como el periódico más
importante de toda la URSS. El Pravda original, de tendencia
socialdemócrata y dirigido a los obreros rusos, empezó a circular
en Viena en octubre de 1908 y su fundador fue Trotsky.
29
Es posible que se trate de la residencia de la Internacional,
situada en la calle Vozdvizhenka. José Revueltas, con el
seudónimo de Rodríguez, se alojó en la habitación 56 de ese
hotel —junto con Hernán Laborde, alias Serrano, y Miguel Ángel
Velasco, alias Marenco.
30
Cavilación de Mazatlán
1 MAYO, 2014
Rafael Pérez Gay
Rafael Pérez Gay recibió el Premio Mazatlán de Literatura 2014
evocando los versos de Gorostiza: “A veces me dan ganas de
llorar, pero las suple el mar”. Aquí hace un mínimo recuento de su
travesía literaria.
~ 135 ~
El Premio Mazatlán ha puesto a lo largo de los años en su lista de
ganadores a escritores mexicanos extraordinarios. No puedo sino
sentirme orgulloso de agregarme, silencioso, a ese grupo.
Venimos a Mazatlán bajo la línea admonitoria de Gorostiza: “a
veces me dan ganas de llorar, pero las suple el mar”. Nunca uso
la primera persona del plural, Dios me libre, pero la ocasión me
obliga. Vengo y viene una parte de la memoria de mi hermano, el
escritor José María Pérez Gay, a recibir el Premio Mazatlán de
Literatura 2014. De eso trata El cerebro de mi hermano, de la
hermandad, de la familia, de la enfermedad, de la muerte
inevitable, pero también de la continuidad de la vida.
Cuando me llamó Juan José Rodríguez para darme la noticia del
premio, no pude sino pensar en lo que un día dijo aquí Monsiváis:
~ 136 ~
“No voy a decir que todo se lo debo a mis maestros pues no
faltará quien diga que no les debo nada”.
Permítanme dedicar unas palabras a este asunto: llevo 35 años
poniendo un artículo a la semana en la prensa. Vengo de la
prensa. En mi historia no existe el dilema entre periodismo y
literatura. Y no sólo vengo de la prensa actual en la que llevo
escribiendo todos estos años, vengo también de otras prensas:
del azoro y el asombro que significa tener en las manos un
periódico del siglo XIX y ver cómo otros escritores enfrentaban el
misterio del trabajo diario con artículos escritos para mañana. En
esa prensa escribieron Manuel Gutiérrez Nájera, Francisco Zarco,
Ignacio Manuel Altamirano, José Juan Tablada, Amado Nervo,
Ángel de Campo y muchos otros a los que no oscurezco con la
enumeración.
He leído no sé dónde que la admiración es una forma del
agradecimiento inteligente. José María Pérez Gay, Héctor Aguilar
Camín, Carlos Monsiváis y José Joaquín Blanco han sido mis
maestros. La responsabilidad de lo que he escrito es sólo mía,
pero vengo de ellos, es con ellos con quienes hice mi vida; los
cuatro, escritores completísimos.
Trabajo con Héctor Aguilar desde hace 30 años. Hemos
compartido una redacción, una familia, una vida y todo lo que ello
significa: lo poco o mucho que yo sepa de periodismo y narrativa
se lo debo a él. Entré a trabajar en nexos en 1984 y aprendí a
hacer una revista, a producirla, a venderla. En cuanto a su trabajo
como escritor, declaro que me gusta la transparencia de la prosa
de Aguilar Camín, una transparencia cargada de emoción y que
admiro su vocación de grandeza. Edité La guerra de Galio y Morir
en el Golfo en sus primeras ediciones en Cal y arena. Estoy
~ 137 ~
convencido que se trata de dos de las más grandes novelas
mexicanas.
Aunque tengo y tendré un enredo emocional con Monsiváis
(terminamos por no ser amigos, en alguna página he explicado
por qué), trabajé ocho años a su lado haciendo un suplemento, La
Cultura en México de la revista Siempre! No es posible estar cerca
de una de las mentes privilegiadas del siglo XX sin aprender algo
de esa luz. Monsiváis era un espectáculo: su inteligencia
vertiginosa, la codicia intelectual que lo llevaba a estar siempre al
día, su capacidad para leerlo todo, su maldad, en fin, no me voy a
alargar en este asunto.
José Joaquín Blanco: sigo pensando que es el crítico por
excelencia de nuestra generación y de varias. Blanco es un
escritor maldito por sus dones. Tiene demasiado: gran poeta,
buen cuentista, ensayista brillante, cronista luminoso, novelista de
fuste. En verdad no exagero, su obra se encuentra entre las más
importantes del siglo XX mexicano. Siempre ha sido generoso,
con un ojo impresionante para saber dónde había un escritor y
qué tipo de escritor. Fue el primero que se interesó en mis
trabajos periodísticos.
Regreso a lo esencial: el otro maestro de toda la vida fue mi
hermano Pepe. Regresó de Alemania cuando yo tenía 18 años.
Algo muy loco, irrepetible como la locura misma: toda la casa
empezó a girar alrededor de los textos que estaba traduciendo y
presentando Pepe. A él le encantaba leer en voz alta, así que
había que joderse: lecturas en voz alta todo el día. En ellas
participábamos todos, mi mamá, mi papá, mis hermanas; yo le
ayudaba a corregir. Amanecía una cordillera de papeles en la
mesa bajo el sol de un foco de 100 watts. Él había fumado toda la
noche traduciendo a Celan, a Musil, a Joseph Roth, a Canetti. Y
~ 138 ~
en la noche, otra vez a leer en voz alta: a partir de las 10 y hasta
las cuatro de la mañana ocurría el prodigio de la traducción y la
literatura en un departamento de la colonia Condesa donde había
ratones (como nos daban miedo, nos sentábamos en los
respaldos de las sillas fumando y leyendo). Salía mi padre al baño
en la madrugada a aflojar su próstata sesentona y nos decía: “se
van a volver locos”. Y Pepe le contestaba: “ya estamos locos”. Y
sí: estuvimos locos por los libros.
Cuando él volvió a Alemania, aquel taller literario continuó por
carta. Conocí a Beckett, a Cioran, a Stendhal, la correspondencia
de Flaubert. Fue un taller invaluable, pero uno no sabe, hasta que
pasan los años, que está ocurriendo esa maravilla en nuestra
vida.
Terminé de formarme en un taller literario que ya para entonces
existía fuera de casa y que fue un taller también ficticio, pero
central en mi vida: lo formaban Luis Miguel Aguilar, Antonio
Saborit, Alberto Román, Roberto Diego Ortega, Sergio González
Rodríguez, amigos con los que hice un suplemento, una editorial,
una carrera, una vida. Ese mismo taller tuvo una de sus versiones
cuando Luis Miguel Aguilar dirigió nexos y yo fui subdirector: nueve
años, se dice rápido. El poeta Aguilar sabe, tal y como lo propone
su adaptación del poeta ruso Osip Mandelstam: que yo soy el
más pobre de los dos.
De ese tiempo traigo también la lectura de la obra central en
nuestras letras de José Emilio Pacheco. Aunque nos vimos
menos de lo que yo hubiera querido, los libros de Pacheco me
acompañaron todo ese tiempo. Cuando pienso en el tercio del
siglo que se me ha escapado como agua entre las manos y en
todos estos nombres, me digo, no sin emoción: tengo un secreto,
ellos cerca de mí.
~ 139 ~
Quiero compartir aquí con ustedes una pequeña historia, óiganla
pues hay en ella algo ejemplar. Desde hace dos años voy y vengo
por la fronda tuitera, uso y abuso en ocasiones del Twitter: la
servidumbre de los seguidores, los retuits, los favoritos. No soy un
crítico de Twitter; al contrario, si se toman las decisiones
correctas, en la cronología puede formarse un conjunto de
opiniones de valor que difícilmente podría reunir un lector de
golpe y porrazo. Cierto, Twitter acumula también toda la estulticia
del mundo, pero la vida real no es muy distinta. Me había hablado
Juan José Rodríguez de Mazatlán para decirme que me
otorgaban el premio literario. Mi Twitter timbró como caja
registradora, unos tras otros, los amigos, los seguidores, los
retuits. Mejor, imposible. Hubo una dosis de envanecimiento a la
cual atribuyo el castigo. Me fui a la cama mientras las
notificaciones crecían como mis emociones. Oscuridad, reposo en
la ciudad, al fondo sonaban las sirenas, las patrullas. Todo me
importaba un comino.
Un buen tuitero despierta y, apenas se quita las legañas, pulsa
las teclas del Twitter. Aunque no soy un tuitero veloz, entro
temprano a la pantalla. No contaré aquí la grave crisis conyugal
que el Twitter ha traído a la casa de usted, ésa es otra historia. Vi
mis notificaciones. Para el tamaño de mi cuenta, crecieron
notablemente. Me envanecí, decía, desde muy temprano y
empecé mis actividades. Me perdí durante horas sin asomarme a
la cuenta.
La noche de ese día, ¿o fue el día de esa noche? No lo sé,
regresé a la pantalla. Voy a cimbrar mis rumbos tuiteros con un
comentario de los buenos, le mintió mi alma a mi cerebro. La
vanidad siempre lleva a la tontería. Y descubrí el castigo divino.
En algún momento del tuiterío (si hay griterío, habrá tuiterío), mi
nombre mutó en el Twitter, como si fuera un accidente genético.
~ 140 ~
De Pérez Gay, como se oye y se escribe, pasó a Pérez Guey (no
güey sino guey). La hecatombe, como decía mi padre. Es decir,
en no sé qué esquina de la red social mi nombre cayó en la red
del tuiterío de los gays. Desgracia.
Desde ese momento han caído, por llamar así a las
notificaciones, cantidades estrafalarias de tuits que contienen
escandalosas imágenes de pornografía gay. Tuve un ataque de
melancolía. A mí no me asusta la pornografía, faltaba más, pero
que mi celular se replete de imágenes que no puedo describir
aquí porque estamos en horario familiar, no hay derecho.
Si me roban mi celular, le dije a Delia Juárez, los ladrones estarán
convencidos de que soy gay y esa percepción será muy injusta
porque les aseguro que soy uno de los últimos terodáctilos
heterosexuales de la ciudad de México, sin mácula. Entre mis
mejores amigos hay gays y ellos mismos saben que no soy gay,
se los juro.
No se qué hacer. He pensado pedir ayuda a la CIA, al CISEN de
perdida, a mis hijos, en fin. Mientras esto ocurre caen en las
notificaciones más escenas de la vida sexual gay. Caracho, como
decíamos en la secundaria: ¿quema más el sol, o quema más la
luna en la noche? Alguien va a trapear su cocina con mi
reputación. Pienso que un día estos personajes de la fiesta gay
pueden olvidarme y dejar de retuitear mi nombre en sus
invitaciones a la pachanga. Esto no ha terminado, estoy alerta y
mientras, escribo la máxima original: no hay bien que por mal no
venga.
Vuelvo y termino: quiero agradecer al jurado, a Juan José
Rodríguez, a Braulio Peralta, a Ignacio Trejo Fuentes que de
entre sus lecturas hayan elegido El cerebro de mi hermano para el
Premio Mazatlán. Dicho lo cual termino con la frase de Gorostiza
~ 141 ~
que ahora más que nunca es mía esta tarde en Mazatlán: “a
veces me dan ganas de llorar, pero las suple el mar”.
Rafael Pérez Gay
Escritor. Entre sus libros: El corazón es un gitano, Nos acompañan los
muertos y No estamos para nadie. Escenas de la ciudad y sus delirios.
Las quince letras
1 MAYO, 2014
Delia Juárez G.
rgasmo. El crítico Emmanuel Carballo decidió
reunir una miscelánea de textos escritos entre 1958 y
2011: Párrafos para un libro que no publicaré nunca. Abriendo las
páginas al azar se encuentran apuntes como este: “Para el joven
escritor la literatura es un laberinto: una vez dentro ignora la
salida. Recorre a tientas sus innumerables aposentos. Una vaga
intuición, sin embargo, lo sostiene: descifrar su hechizo. El
lenguaje es femenino. Ve las palabras como doncellas, como
putas, nunca como mujeres normales. El lenguaje es insaciable,
lujurioso. Nos agota y él aún no comienza a agotarse: la obra es
un orgasmo simultáneo entre poeta y palabra. El lenguaje es una
mujer frígida; el poeta, un azorado adolescente. Para vencerlo
~ 142 ~
necesitamos de celestinas: las normas, las reglas. Carecemos del
arrojo necesario, nos contentamos con hacerles a las palabras
inocentes guiños. Hay que emular a Lawrence, hablar con el sexo
en la mano. Debemos convertir nuestras vergüenzas en alegrías,
hacer el elogio de nuestro ombligo, de nuestro corazón. El
intelecto es una serpiente y no poseemos el secreto para
hipnotizarla, para erguirla: nacimos en Occidente. La única
retórica digna de ser puesta en práctica es la de la fecundación:
“hazlas poeta —dice Octavio Paz—, haz que se traguen todas
sus palabras”. (Conaculta, 2013.)
Life. “Hace dos meses, Life en Español me buscó para hacerme
una entrevista. Recordando todo lo decidido en la Casa, y
resuelto más que nunca a no tener con los Estados Unidos otro
contacto que el que se puede tener con los amigos escritores, mi
primera reacción fue una negativa rotunda, pero inmediatamente
comprendí las posibilidades que se abrían para intentar una
violenta incursión en el terreno enemigo. […] Mi pedido de
garantías totales sobre la textualidad hasta la última coma fue
recibido con profunda cólera por Life. Me mandaron un cable
diciéndome que ni Churchill ni John F. Kennedy habían
pretendido jamás revisar sus entrevistas respectivas; les contesté
que sin querer compararme a tan eminentes personajes, mis
condiciones eran las de recibir pruebas, sin lo cual no autorizaba
la publicación, y que ellos debían confirmarme por escrito que
aceptaban esas condiciones. Lo hicieron, mi texto fue enviado
antes de mi viaje a Cuba, y ayer supe que se publicará dentro de
muy poco”. La gran celebración internacional por el centenario del
nacimiento de Julio Cortázar llegó de manos de su ex mujer
Aurora Bernárdez quien, junto con Carles Álvarez Garriga y el
diseñador Sergio Kern, hizo un libro que nos permite, en palabras
~ 143 ~
del Gran Cronopio: “abrir las puertas para salir a jugar”. (Cortázar
de la A a la Z. Un álbum biográfico, Alfaguara, 2014.)
uitamanchas. “Señora ama de casa:
¿está harta/ de tallar día y noche/ coágulos de sangre imposibles
de limpiar/ en la ropa de toda su familia?/ ¿Las vísceras
embarradas en las paredes de su casa/ no le permiten dormir?/
¿Se ha descubierto a sí misma/ exclamando sonámbula: “¡Fuera,
fuera mancha/ maldita!”?/ Compre ahora/ el Limpiador
Quitamanchas Lady Macbeth/ y póngales fin a esas viscosas
pesadillas./ El Limpiador Quitamanchas Lady Macbeth/ está
compuesto a base de microorganismos carroñeros/ que harán por
usted el trabajo sucio/ eliminando/ los restos cadavéricos/ sin
dañar las superficies en las que se encuentran/ adheridos:
¡científicamente comprobado!/ Señora, usted lo sabe: matar/ es
fácil, lo difícil viene después./ Pero ahora/ el Limpiador
Quitamanchas Lady Macbeth le ofrece/ una increíble solución que
revolucionará la higiene doméstica:/ ¡Diga adiós al rastro de sesos
en su sillón favorito!/ ¡Diga adiós a esas alfombras
ensangrentadas!/ Marque ahora el número que aparece en su
pantalla/ o llame al 01800666/ y obtenga junto con su compra/ el
~ 144 ~
aplicador multifuncional y un paquete de bolsas/ para cadáveres/
¡totalmente gratis!/ Con el Limpiador Quitamanchas Lady
Macbeth/ usted volverá a dormir/ como una verdadera reina”.
(Luis Felipe Fabre, “Informercial (para los tiempos que
corren)”, Poemas de terror y de misterio, Almadía, 2013.)
umo. En 2003 la revista Nickel Odeon le preguntó
al escritor español Javier Marías: ¿Cuáles son los cinco cigarros
(podría en ciertos casos ser un habano o una pipa) de actrices, y
en qué películas, que recuerdas con especial intensidad? Y
Marías recordó a estas actrices fumando: Audrey Hepburn
en Desayuno con diamantes, de Blake Edwards; Michel Pfeiffer
en La edad de la inocencia, de Martin Scorsese; Marlene Dietrich
en Testigo de cargo, de Alfred Hitchcock: Lee Remick en Anatomía
de un asesinato, de Otto Preminger; Elsa Martinelli
en Hatari! (Donde todo ha sucedido. Al salir del cine, Galaxia
Gutemberg, 2005.)
eladuras. “Pinto como si hiciera telones, para hacer
un símil con el teatro, como si hiciera escenografías planas. Y me
~ 145 ~
doy cuenta de que ese juego de telones está en la música: en una
sinfonía hay un primer plano de violines, un segundo de metales,
un corno al fondo y más allá un timbal. Pinto con esto en mente:
que las transparencias son un telón detrás del cual hay otro, que
son las veladuras. Guardo una gran cercanía con la música, tan
grande como la quisiera guardar con la poesía. La música ha sido
particularmente importante en mi formación, es la única referencia
de eficacia estética que puedo tener mientras pinto. Y me refiero
a toda, como digo: desde la de Pérez Prado hasta de Brahms, sin
establecer categorías”. (Vicente Rojo, Diario Abierto, Ediciones
Era, El Colegio Nacional/UANL, 2013.)
efinición. Abecegrama es el texto cuyas palabras
están dispuestas en orden alfabético de acuerdo con la letra con
que empiezan: “Anoche brillaron cerca, chispeantes, dos estrellas
fugaces; gravitaban hermosas iluminando juntas kilométricos
lugares; llevaban mágicos negros ñublos; originaban planetas que
relucían surcando tenues universos… vertiendo wolframio, xenón
y zafiros”. (Cristina García Tornel, Compendio general e innecesario
de cosas que nunca pensó que le fueran a importar, Debate, 2013.)
Primos. Pop Porn se llama el libro de microrrelatos de la escritora
colombiana María Paz Ruiz Gil. El que sigue es un fragmento de
“Prohibiciones”: “Ahora, vestidos, oliendo a polilla y a prohibición
empiezan a amarse sobre la mecedora de la abuela que ambos
comparten. Ella gime enamorada, él pregunta si no terminarán
~ 146 ~
manchando de sangre el vestido de su madre con el ritmo de su
cuerpo. Suena la puerta, saben que han despertado a la abuela, y
que no descansará hasta que los encuentre. Pero la abuela sabe
más que ellos de amores furtivos, y riéndose por el pasillo,
mientras los deja a solas, piensa que eso de desear a un primo es
más antiguo que amamantar a los humanos”. (Ilustraciones de
Darío Meléndez, Cariátide/Ediciones del Lirio, 2013.)
Asilo. “Celebro la idea franca del derecho de asilo. La idea de que
hubiera en el espacio zonas intermedias libres de la dominación
humana. Lugares donde se interrumpiera la venganza privada y
en donde la venganza del Estado fuera prohibida. Lugares de la
naturaleza donde no solamente la humanidad fuera proscrita, sino
también donde la dominación de los dioses acabara. Los francos
ignoraban que los lugares libres fueran las ermitas, el caballo
guardado en el establo, la cocina, las páginas taciturnas”. (Pascal
Quignard, Las sombras errantes, traducción de Dulce Ramos, La
Cifra Editorial, 2007.)
olstoiano. El especialista en literatura rusa, Jorge
Bustamante García, editó, seleccionó y tradujo los textos de Lev
Tolstói. Conversaciones y entrevistas. Encuentros en Yásnaia Poliana.
El libro, ilustrado con fotografías del escritor ruso, incluye “Paseo
con Tolstói”, un artículo escrito por el periodista Nikolái Nikolski en
1900. En algún momento de la conversación, Tolstói le comenta a
~ 147 ~
Nikolski: “Dicen que se han conformado colonias y sociedades
completas de ‘tostoianos’. Sin embargo, tienen poco en común
con mis puntos de vista, y erróneamente los han llamado
tolstoianos. Voy a poner un ejemplo: imaginémonos el anillo de un
llavero. Metemos una llave a través de la abertura del anillo y
luego le damos toda una vuelta en círculo hasta que pase de
nuevo sobre la abertura por la que entran las llaves. Cada nueva
llave que se quiera introducir por la abertura se encontrará
aparentemente muy cerca de la primera, como si estuviera a su
lado, pero la distancia que las separa realmente es mucho mayor:
la primera llave ha dado una vuelta entera alrededor de todo el
círculo, mientras que la segunda apenas ha encajado. Con esto
sólo quiero decir que la cercanía de los tolstoianos y yo, en este
caso, sólo es aparente”. (Fórcola Ediciones, 2012.)
scribir. El más reciente libro de Rubem
Fonseca, Amalgama, incluye relatos, poemas y textos breves
como “Escribir”: “El diccionario dice que escribir es representar o
expresar, relatar, transmitir por medio de la lengua escrita,
componer, redactar, desarrollar la obra literaria: cuento, novela,
libro, etcétera. Eso es lo que dice el diccionario. Sin embargo,
escribir es algo más que eso, es urdir, tejer, zurcir palabras, no
importa si es una receta médica o una pieza de ficción. La
diferencia es que la ficción consume cuerpo y alma. La poesía
también podría incluirse aquí, si los poetas no tuvieran pacto con
el diablo. El narrador mientras mejor es, peor le va, sufre más,
después de algún tiempo no soporta el ahogo. Los más sensatos,
si es que podemos llamar sensato a un individuo como ése —ya
~ 148 ~
dije antes que todos los escritores están locos—, los que
conservan algún juicio, que son pocos, desisten en el auge de su
carrera, dicen BASTA, para desesperación de sus admiradores.
Los demás, cada vez más desesperados por esa insana
actividad, se tiran a las drogas o se suicidan. ¿Y yo qué voy a
hacer? Este debería ser el tema de un poema, pero no tengo
pacto con el diablo”. (Amalgama, traducción Delia Juárez G., de
próxima aparición en Ediciones Cal y Arena.)
eñorita. No había leído nunca a Mariana FrankWestheim y ahora gracias a Aforismos, cuentos y otras
aventuras descubro a una escritora inteligente, profunda, con un
gran sentido del humor, que se burlaba siempre de la edad (murió
a los 106 años y lo que sigue lo escribió a los 79): “Al fin se ha
descubierto mi esqueleto. El mundo entero se conmueve.
Encabezados enormes en los periódicos: ‘¡Hallazgo sensacional!
¡Esqueleto femenino de cincuenta y cinco mil años de edad!’.
Conste que sólo tengo cincuenta y cuatro mil, e incluso me faltan
algunos meses para cumplirlos. ¿Qué les parece? ¡Para una
señorita, figurar ante los ojos del mundo con mil años más de los
que tiene no es cualquier cosa! Además, francamente, no creo
que ya me vea tan vieja. Claro, no como quinceañera, pero
tampoco… Se imaginan mi estado de ánimo. ¿Creen que podrá
ayudarme un psicoanalista? De todos modos, ya hice cita para
~ 149 ~
mañana. (Edición y textos introductorios Margit Frenk y Esther
Janowitz, FCE, 2013.)
oca. En Cero, cero, cero. Cómo la cocaína gobierna
el mundo, Roberto Saviano conversa con un “camello” (dealer, para
nosotros) quien describe lo que hace como “un trabajo de
mierda”. Saviano comenta: “Un trabajo de mierda que él sabe
hacer. Habla de él como si en su cabeza hubiera sopesado ya los
pros y los contras de la profesión y hubiera decidido guardarse
para sí los contras. Como la paranoia. Hay camellos que cambian
de móvil y de tarjeta SIM una vez a la semana. Basta un descuido
de un cliente y estás jodido. Hay camellos que viven como
monjas: contacto con el exterior sólo cuando es necesario, y
drástica reducción de la vida privada. Las novias son
peligrosísimas, intuyen fácilmente tu cotidianidad y pueden
vengarse fácilmente desvelándola o hablando de ella con alguien.
Los hay que están aún más angustiados, que pasan el tiempo
libre borrando sus huellas: ni carnés de identidad ni cuentas
corrientes, prohibido el cajero automático, y cuidado con firmar
cualquier trozo de papel. Angustia y paranoia. […] Lo miro y le
pregunto si puede confirmarme lo que he percibido escuchando
sus historias, o sea, que desprecia a sus clientes”. “Sí. Al principio
me gustaban porque me daban lo que necesitaba. Con el tiempo
comprendes que tú podrías ser ellos. Te ves desde fuera y eso te
da asco. No me gustan mis clientes porque se parecen
~ 150 ~
demasiado a mí, o a aquello en lo que me convertiría si decidiera
pasármelo en grande más de la cuenta. Y eso además de asco
me da miedo”. (Traducción de Mario Costa García, Anagrama,
2014.)
Memoria. La poeta y traductora de Cesare Pavese al español Elvia
de Angelis publicó recientemente su libro de
aforismos, Reverberaciones. “Oscilo entre una memoria muy
precisa y detallada, y una franca amnesia. Lo que no me atrapó,
no existe. Y, lo que recuerdo, podría dibujarlo”. (Floricanto, 2013.)
atalidad. “Hay quienes pensarían que presenciar cómo
esposan a tus padres, se les llama a la cara atracadores de
bancos y se les lleva a la cárcel, y ver cómo tú y tu hermana se
quedan solos, podría hacerte perder la cabeza. Podría ponerte
frenético y hacerte correr por las habitaciones de la casa y gemir y
abandonarte a la desesperación, porque las cosas ya nunca
volverían a ser como antes. Y seguro que para algunos sería así.
Pero uno nunca sabe cómo reaccionará en una situación
semejante hasta que ésta acontece. Puedo afirmar que la mayor
parte de lo que acabo de decir no sucedió en este caso, aunque
por supuesto nuestra vida cambió para siempre”. Es Dell, un
adolescente de quince años con una hermana gemela, quien
narra esta historia en Canadá, el cautivador libro de Richard Ford
en el que nos habla de la fatalidad, la fraternidad, la desolación, y,
allá a lo lejos, la esperanza. (Anagrama, 2013.)
~ 151 ~
Goethe. “El talento se educa en la calma, y el carácter, en la
tempestad”.
Delia Juárez G.
Autora del libro Gajes del oficio. La pasión de escribir y coordinadora
de las antologías colectivas Y sin embargo yo te amaba. 12 autores
interpretan a José José, Mudanzas yAnuncios clasificados.
Gabinete de lectura
1 MAYO, 2014
Jessie Conrad
Joseph Conrad y su mundo,
Sexto Piso, México, 2013, 433 pp.
Jessie Conrad conoció a quien sería su esposo a finales de 1893.
Era una muchacha típica, con algo de ingenio y un laborioso
~ 152 ~
sentido práctico. Los lectores de habla española reconocemos
ahora en ella a una gran escritora. Basta asomarse a este libro,
no tanto una biografía como un retrato de Joseph Conrad en el
ámbito familiar. Ante nosotros despunta no el gran aventurero a
las órdenes del mejor postor sino el hombre recluido en su
estudio, glotón y propenso a los cambios de carácter. Conrad
exigía toda la atención, sobre todo cuando sufría ataques de gota.
Era, sin embargo, desprendido con sus amigos y austero en el
vestir. Sus novelas, sus relatos, el mismo proceso creativo, brillan
aquí por su ausencia. No hay, por supuesto, una sola
indiscreción. La visión de Jessie Conrad ayuda a desmitificar a su
personaje aunque agrega muy pocos detalles al retrato del
escritor. (Roberto Pliego)
Guillermo Arreola
Traición a domicilio,
Joaquín Mortiz, México, 2013, 208 pp.
Una voz acertadamente oral conduce los quince relatos de este
volumen que cierra con “La venganza de los pájaros”, la noveleta
con la cual Guillermo Arreola debutó en 2006. Es directa en sus
propósitos, unas veces brutal, otras veces rondando el lirismo. Ya
que se mueve en los mundos cerrados de la pasión amorosa y las
~ 153 ~
relaciones entre padres e hijos, crea ambientes asfixiantes en los
que no parece haber escapatoria. Golpea con una extensa
variedad de armas psicológicas: el sarcasmo, la indiferencia, el
desprecio, el unánime desencanto… De este modo consigue
poner al descubierto muchos de los mecanismos bajo los cuales
opera ese tipo de violencia que no produce sangre sino un
sentimiento de indefensión. Quien conozca la obra plástica de
Guillermo Arreola tendrá el privilegio de poder acercarse
“visualmente” a sus relatos, hechos de pinceladas agónicas. (R.
P.)
Carlos Sánchez
Matar,
Nitro Pres/UANL, México, 2013, 109 pp.
Hay en estas crónicas un tono violento en varias direcciones. No
hay víctimas ni victimarios, cada personaje es su propio verdugo y
la vida fluye igual entre rejas que afuera. La nota roja raspa las
cuerdas más vulnerables de la noche: delincuencia de todo orden,
vidas al borde del abismo, expedientes en los que el crimen
emerge del fondo y elige un oficio en el que la muerte es el
inquilino más próximo: sicario, narcomenudista, asesino. Los hijos
pródigos del crimen. El autor corta cartucho cada que una historia
~ 154 ~
se impone desde la otra orilla: el norte sonorense sumergido en
vivencias en las que lo menos que sucede es que un mal
hermano encajuele al de su propia sangre y vaya por los caminos
de la vida como si vida y muerte siguieran la misma
ruta. (Margarito Cuéllar)
Evodio Escalante
Crápula,
Praxis/La Otra, México, 2013, 80 pp.
Del latín crapula, lo que alude a la vida licenciosa, el libertinaje y la
embriaguez. Salvo Quevedo, Renato Leduc, versos puntillosos de
Novo, Huerta y Lizalde, nuestra poesía frecuenta poco esta ruta.
Por lo que es gratificante que los poemas de Crápula, de Evodio
Escalante, lo elijan a uno como lector. Estos versos reconcilian
con la ironía, la crítica certera (no en vano Escalante es uno de
los críticos más agudos de nuestro país) y con una forma de
hacer y de leer una poética que, sin caer en el cultismo
ceremonioso, nos habla del compromiso del autor con el lenguaje,
los libros y la cultura, pero también con la vida cotidiana. En este
libro uno se puede encontrar elogios a las tetas, recados al poeta
sublime, retratos de poetisas y versos atribuidos a sor Juana. (M.
C.)
~ 155 ~
Simon Garfield
En el mapa,
Taurus, México, 2013, 480 pp.
Los descubrimientos, la curiosidad científica, las guerras y las
conquistas serían impensables sin la existencia de los mapas. En
este libro el autor ofrece una historia de estos instrumentos
cartográficos, desde los trazados por los filósofos y exploradores
de la antigüedad como Anaximandro en el siglo VI, hasta los que
consultamos a diario en los dispositivos móviles, sin dejar de
hacer referencias a otras geografías, más imaginadas que
ancladas en la realidad. Este volumen es también un compendio
de datos curiosos como la inclusión del mapa de Waldseemüller,
donde figura por primera vez la palabra América. Sin embargo,
Garfield deja asentado que “un buen atlas mundial” sigue siendo
la obra cartográfica “más útil” en nuestros días. (Noé Cárdenas)
~ 156 ~
Frans de Waal
El bonobo y los diez mandamientos,
Tusquets, 285 pp.
El primatólogo Frans de Waal ofrece en este libro ejemplos
sorprendentes acerca de la capacidad que tienen los primates de
mostrar espontáneamente comportamientos que los humanos
aprobamos moralmente, como el altruismo, el afecto y la
compasión. Este evolucionista postula que los humanos no
requerimos de religión alguna que nos indique qué es bueno o
qué es malo, sino que se trata de capacidades que los humanos
hemos desarrollado evolutivamente. Estableciendo un
contrapunto entre el modo como el Bosco concibió en “El jardín
de las delicias” la esencia de nuestros apetitos y creencias, y la
inteligencia social de los primates, De Waal nos lleva a reflexionar
acerca de sus asertos sobre el sentimiento de los animales. (N.
C.)
~ 157 ~
Besos. En la radiante
oscuridad del cine
1 MAYO, 2014
Javier Tello
A través de una nutrida selección personal, Javier Tello reúne los
besos estelares producidos en Hollywood. Los primeros besos en
el cine, los que han establecido un récord, los que tienen una
coreografía impecable o que anuncian el inicio de un esperado
romance. Besos dados por los labios de Marlene Dietrich, Gary
Cooper, Greta Garbo, John Gilbert, Grace Kelly, Ingrid Bergman,
Cary Grant…
Dulce Helena, hazme inmortal con un beso.
—Christopher Marlowe
Es difícil pensar en una película de Hollywood sin besos. En las
historias menos esperadas, en momentos poco propicios, algún
personaje se las arregla para darle un beso a otro. La acción se
interrumpe, el tiempo se detiene, la música cambia, la iluminación
se suaviza y la cámara se cierra para que el espectador presencie
este gesto entre dos actores. Incluso hay películas cuyo único
propósito parecería ser el que los personajes principales se
besuqueen y su historia avance de beso en beso.
Los significados de este simple gesto pueden ser muchos, pero
en Hollywood predomina el beso que expresa amor sensual,
intimidad física y deseo carnal. Si bien encontramos besos de
~ 158 ~
otros tipos, como el famoso “beso de la muerte” que le da Michael
Corleone a su hermano Fredo en El Padrino II, lo que más vemos
en las películas emanadas de este condado de Los Ángeles son
los sensuales, los carnales.
El poder del beso
La importancia que tiene este ritual en el cine de Hollywood no
nos debe sorprender dado que este tipo de beso es único al ser
humano. Su cualidad “humanizante” la podemos ver claramente
reflejada en dos películas. La primera es Blade Runner de 1982,
cinta que precisamente trata de establecer lo que hace humano al
ser humano, analizando lo que lo distingue de los llamados
“replicantes”, androides fabricados a través de la ingeniería
genética. El beso en cuestión es el que se dan el policía o “blade
runner” Deckard (Harrison Ford) y la replicante Rachael (Sean
Young). Ella se aparece en el departamento de él mientras
duerme y lo despierta al empezar a tocar el piano. Rachael se
acaba de enterar que es una replicante y, al verlo despertar, trata
de huir, confundida por lo que siente por él y por saber que en el
fondo sus sentimientos no le pertenecen, ya que son el resultado
de las memorias de alguien más que le fueron implantadas por
~ 159 ~
algún científico en una fábrica. Pero Deckard la corretea,
arrincona y tranquiliza con un primer beso. “Ahora bésame tú”, le
dice el policía a Rachael, mirándola fijamente. Ella protesta, no
porque no quiera besarlo, sino por la inseguridad que siente
respecto a su capacidad romántica como androide. Sin embargo,
el policía insiste y con firmeza y ansia le ordena: “Di ‘bésame’”.
Ella lo obedece, le dice “bésame” y se dan un beso pasional que
no deja duda alguna: Rachael es tan humana como Deckard.
La segunda película que muestra la singularidad humana del
beso que expresa amor sensual es Greystoke: la leyenda de
Tarzán (Greystoke: The Legend of Tarzan, Lord of the Apes, 1984).
Recién desempacado de la selva e instalado en la gran casa de
sus ancestros en la campiña inglesa, Tarzán (Christopher
Lambert) conoce a Jane (Andie MacDowell) en una cena que el
abuelo del hombre mono, Lord Greystoke, organiza en su honor.
Ambos han tenido vidas totalmente distintas. Jane la vida de una
joven mujer rica y aristocrática, llena de lujo, confort y
sofisticación. Tarzán una vida aislada, criado por changos en la
selva, sin contacto alguno con otro ser humano. Al mismo tiempo,
ambos son profundamente inocentes. Ella, por ser una mujer rica
en épocas victorianas, ha vivido en una burbuja. Él, por haber
crecido en la selva más profunda, es el prototipo del noble
salvaje. Pero una diferencia clave es que ella sabe de la
existencia del beso, mientras que él, por haberse criado entre
animales, no tiene ni idea de lo que le espera. Su primer beso en
sí mismo es tímido, pero la reacción de Tarzán es eufórica; la que
tendría cualquiera de nosotros al descubrir el beso si no
supiéramos de su existencia. De plano se pone a dar de maromas
y vueltas alrededor de Jane haciendo todo tipo de ruidos que, uno
supone, son los que hace un chango cuando está muy, pero muy
contento. Jane lo ve feliz y nosotros la vemos a ella feliz, sin duda
pensando que en Tarzán encontró a un hombre lleno de pasión
~ 160 ~
animal, pero a diferencia de cualquier otro animal, capaz de
besar.
Además de ser único al ser humano, la importancia del beso en
las películas de Hollywood también tiene que ver con lo poderoso
que es este ritual en sí, no sólo dentro de la gran pantalla, sino
también fuera de ella, en la vida real. Una película que explica
con toda claridad lo que está detrás de este poderío es Beso
francés (French Kiss, 1995). Al inicio de la cinta, Kate (Meg Ryan) y
Luc (Kevin Kline), dos perfectos desconocidos que vuelan de
Nueva York a París, platican de cómo perdieron su virginidad y lo
hacen con la soltura que lo harían dos personas que jamás
piensan volverse a ver. En el caso de Luc, un típico francés, fue
con una prostituta que no lo dejó besarla. Los besos, le explica
Luc a Kate, cuestan extra y no tuvo dinero suficiente para gozar
de este acto. Ella dice entender perfectamente dicha norma ya
que “un beso es algo muy íntimo. Uno probablemente se podría
abstraer o desconectar de todo lo demás, pero no de un beso…
Los labios de dos personas, su aliento, un pedazo de su alma. Lo
que quiero decir”, nos explica Kate, “es que en el beso se
concentra todo el romance…”. Y sí.
La evolución del beso
El beso en las películas de Hollywood ha ido evolucionando,
rompiendo récords y explorando las múltiples facetas de este
ritual. El primero que vemos en la gran pantalla es el de un corto
que data de 1896 conocido como El beso o El beso May Irwin. En
esta cinta de aproximadamente 47 segundos, los actores May
Irwin y John Rice reprodujeron para las cámaras de Thomas
Edison el besuqueo que se daban en su exitosa obra de
Broadway La viuda Jones.
~ 161 ~
El honor de uno de los primeros, si no es que el primer beso
abiertamente lujurioso y sensual lo tienen Greta Garbo y John
Gilbert en la película El demonio y la carne (Flesh and the Devil) de
1926. Los protagonistas se encuentran en un jardín, sentados en
una pequeña banca en plena noche, iluminados por la luz de un
solo cerillo que ella sopla y apaga antes de que él pueda prender
el cigarro que estaban a punto de compartir. Él entiende esta
señal como una invitación a besarla y se dan uno de los primeros
besos pasionales en la historia de Hollywood. El primer beso en
posición horizontal también es entre Garbo y Gilbert en esta
misma película, pero lo hacen sobre un chaise-longue, ya que
dárselo en una cama hubiera sido un exceso. Cabe señalar que
los dos encuentros en esta cinta son adúlteros, lo que sin duda
añadió a la emoción que sintió el público al ver a estos
~ 162 ~
glamorosos personajes que, además, en la vida real tuvieron un
tórrido romance mientras filmaban la película.
La primera cinta en ganar el Oscar de Mejor Película, Alas (Wings)
de 1927, es también la primera en mostrar un beso entre dos
hombres. El beso se lo da un joven piloto en la Primera Guerra
Mundial, Jack (Charles Rogers), a su amigo de infancia y
compañero de vuelo, David (Richard Arlen), quien yace
moribundo después de haber sido derribado su avión. Si bien no
se trata de un beso explícitamente sexual, la forma en que el uno
acaricia al otro, deslizan sus dedos por su cabellera y se ven a los
ojos, hace al espectador dudar si estos dos jóvenes no son algo
más que buenos amigos y camaradas en armas.
El primer beso entre dos mujeres involucra a Marlene Dietrich,
vestida de esmoquin y con sombrero de copa, en la
película Marruecos (Morocco) de 1930. Dietrich, quien interpreta a
una cantante de cabaret, está en pleno acto cuando ve entre el
público a una joven y bella mujer con una flor en el pelo. Después
de pedirle permiso, toma la flor, la huele y le planta un besote de
agradecimiento en la boca, para después aventársela a un joven
y apuesto soldado de la Legión Extranjera, interpretado por Gary
Cooper, que le aplaude con gran entusiasmo.
El primer beso interracial entre un hombre blanco y una mujer
negra lo vemos en Una isla al sol (Island Under the Sun) de 1957,
mientras que el primer beso entre un hombre negro y una mujer
blanca se da una década después en la película Adivina quién
viene a cenar(Guess Who’s Comming to Dinner) de 1967. Si bien el
romance interracial es el tema central de la película, sólo hay un
beso y lo vemos muy brevemente por el retrovisor de un taxi en el
que viaja la joven pareja. Es interesante que Hollywood retrató
besos entre hombres y entre mujeres muy temprano en su
~ 163 ~
historia, pero no fue sino hasta la segunda mitad del siglo XX que
vemos el primer beso interracial, si bien hoy son cada vez más
comunes.
El récord del beso más largo siempre lo tuvo la película You’re in
the Army Now de 1941, en la que Regis Toomey le da un beso a
Jane Wyman que dura poco más de tres minutos. Sin embargo,
en la cinta Revuelo en las aulas (Kids in America) de 2005, ya en los
créditos finales, de manera planeada por el director para
precisamente romper el récord de la película anterior, Gregory
Smith besa a Stephanie Sherrin por poco más de seis minutos.
En cuanto al mayor número de besos en una sola película, todo
parece indicar que el récord lo tiene Don Juan de 1926. La historia
narra la vida de Don Juan de Marana, interpretado por el gran
John Barrymore, quien le da 127 besos a las dos actrices
principales, Estelle Taylor y Mary Astor, y 64 besos adicionales a
distintas actrices secundarias para un gran total de 191, si bien es
poco probable que en todos y cada uno de ellos se concentre,
como diría Meg Ryan, “todo el romance”.
~ 164 ~
El beso como instrumento narrativo
Pero más allá de besos específicos que rompieron récords, los
grandes directores de Hollywood, conscientes del poder que tiene
este gesto, lo han aprovechado como instrumento narrativo.
Quien probablemente mejor explota este ritual en sus películas es
el inglés Alfred Hitchcock: lo utiliza para crear una atmósfera,
generar tensión y desarrollar su trama, deleitando siempre a los
espectadores con sus besos maravillosamente coreografiados.
Todas sus películas están plagadas de grandes besos; los vemos
en Tuyo es mi corazón (Notorious), La ventana indiscreta (Rear
Window), Vértigo (Vertigo) e Intriga internacional (North by North
West). Pero la cinta que probablemente sobresale en este sentido
es Para atrapar al ladrón (To Catch a Thief, 1955).
Son tres los besos que destacan en esta película. El primero
ocurre al inicio de la historia. Grace Kelly y Cary Grant se acaban
de conocer en Mónaco. Ella viaja por Europa con su madre, una
estadunidense archimillonaria. Él es un famoso ladrón de
diamantes ya retirado. Los tres cenan juntos y toda la noche él
platica con la madre, sin hacerle el menor caso a la hija, quien no
parece estar ni interesada en su atención, ni preocupada por su
falta de interés. Al terminar de cenar, Cary Grant acompaña a
cada una de las damas a su cuarto de hotel, primero a la madre y
después a la hija. Al llegar a su habitación, Grace Kelly, antes de
entrar al cuarto, sin haber intercambiado una sola palabra con
Cary Grant toda la noche, se da la media vuelta, camina hacia él,
coloca uno de sus largos brazos alrededor de su cuello y le planta
un beso bien dado. Al terminar, lo ve fijamente a los ojos unos
segundos y, sin decir nada, entra a su cuarto y cierra la puerta,
dejándolo afuera. Grant voltea a la cámara y sonríe. Es la sonrisa
de alguien a quien le pasan este tipo de cosas todo el tiempo,
pero no por ello lo deja de apreciar y es blazé al respecto. Al
~ 165 ~
contrario, ni lo presume ni lo vuelve arrogante; simple y
sencillamente lo divierte y despierta su curiosidad.
El segundo beso clave en Para atrapar al ladrón ocurre al día
siguiente de su primer encuentro en la cena. Grace Kelly invita a
Cary Grant a un picnic y se lo lleva a las afueras de Mónaco en
un pequeño coche deportivo que ella conduce a toda velocidad.
En el camino le dice: “He estado esperando todo el día que
menciones el beso que te di ayer en la noche”. Él le contesta: “No
sólo lo disfruté, sino que quedé maravillado por tu eficacia y
eficiencia al dármelo”. Ella replica: “Bueno, soy una persona que
no le gusta andarse con rodeos”. Llegan al lugar del picnic, Kelly
saca la canasta con la comida, ve fijamente a Grant y le pregunta
si prefiere muslo o pechuga (“Would you like a leg or a breast?”). Él
la ve de arriba abajo tratando de decidir y le contesta: “Tu
escoge”. Cuando ella mete la mano a la canasta, Grant la toma
del brazo, la jala hacia él, se besan y empieza el “picnic”.
El tercer gran beso de Para atrapar al ladrón tiene lugar la misma
noche del picnic en la suite en la que se está quedando el
personaje de Grace Kelly. Con el pretexto de ver los juegos
artificiales sobre la bahía de Mónaco planeados para esa noche,
ella lo invita a su cuarto con la intención de hacerle confesar que
él es el famoso ladrón de joyas. Para tentarlo, se pone un
precioso vestido strapless blanco y un espectacular collar de
diamantes. Sentada en un sofá en la penumbra, su cara invisible
en la oscuridad pero su decolletage iluminado por la luz de la luna,
Kelly le dice a Grant: “Aun en esta luz sé qué es lo que tus ojos
no pueden dejar de ver”. Y sin duda Grant tiene la mirada fija en
lo que, con precisión y buen gusto, ilumina la luna. Grant se
sienta en el sofá y Grace Kelly le dice: “Míralos… Tócalos…
Diamantes… Lo único en el mundo que no puedes resistir”. Toma
la mano de quien ella supone es el famoso ladrón de diamantes,
~ 166 ~
besa cada uno de sus dedos y pone el collar en la palma de sus
manos. “¿Alguna vez te han hecho una mejor oferta?”, le
pregunta. “Nunca me han hecho una oferta más loca”, le contesta.
“Sólo busco satisfacerte”, ella responde. “Pero tú sabes tan bien
como yo que este collar es falso”, él le revira. “Pero yo no”, le dice
ella de inmediato, se besan, hay un corte y vemos por la ventana
unos fuegos artificiales espectaculares sobre la bahía que se
quedan cortos frente a los que sin verlos sabemos explotan
dentro de la habitación.
La importancia del beso en Hollywood llega a un nivel tal que en
algunas películas este ritual es, en cierto sentido, el motor de la
historia. Una película que claramente muestra esta dinámica
es Lo que el viento se llevó (Gone With the Wind, 1939). La historia
avanza de beso en beso y el romance entre el terrible capitán
Rhett Butler (Clark Gable) y la tremenda debutante Scarlett
O’Hara (Vivien Leigh), se puede contar a través de sus muchos y
diferentes besos. Todo empieza cuando se ven por primera vez
en Tara, la plantación de la familia de Scarlett. No se conocen,
pero Rhett se queda viendo a Scarlett mientras sube las
escaleras con una amiga. Ella le pregunta a su compañera,
supuestamente escandalizada pero en realidad halagada,
intrigada y emocionada: “¿Quién es ese tipo?… Me ve como si
supiera cómo me veo desnuda”. Después de esta observación,
que ocurre en los primeros minutos de la película, el espectador
sabe que tarde o temprano estos dos se darán un buen beso. Y
así sucede y la locación de este primer encuentro es perfecta.
Están en la cima de una colina, con la puesta del sol a sus
espaldas. Rhett, a punto de irse a pelear a la guerra, se echa un
discurso más cursi que un pastel de boda: “Tienes frente a ti”, le
dice, “a un soldado sureño que te ama, que quiere sentir tus
brazos alrededor de él, que quiere enfrentar al enemigo armado
con la memoria de tus besos. No importa que no estés
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enamorada de mí Scarlett. Eres una mujer parada frente a un
soldado que parte rumbo a su muerte; ármalo con la bella
memoria de uno de tus besos. Bésame Scarlett, bésame una sola
vez”. Rhett la besa y Scarlett lo cachetea.
Este primer beso arranca una larga historia de todo tipo de besos
(y cachetadas) entre estos dos personajes, ya que a lo largo de la
película nuestra heroína insiste en casarse sin estar enamorada y
en estar enamorada de la persona equivocada. Uno de estos
besos ocurre tras la muerte y velorio del segundo esposo de
Scarlett. Rhett la agarra y le dice: “Te casaste primero con un niño
y luego con un viejo. ¿Por qué no lo intentas ahora con alguien de
tu edad que sabe complacer a las mujeres?”. Scarlett, si bien le
brillan los ojitos, le dice que está loco y que además sabe que ella
siempre estará enamorada de alguien más. Pero Rhett la toma en
sus brazos y le da un beso pasional. Ella protesta y dice que se
desmayará, pero él contesta: “Eso es lo que quiero. Quiero que te
desmayes. Estás hecha para ser besada y ninguno de los tantos
tontos que has conocido te han besado de esta forma, ¿no es
así?”. Y Scarlett, una vez más, lo cachetea, pero queda claro que
habrá más intentos de seducción a lo largo de la película.
Diálogos sobre besos
En las películas de Hollywood encontramos no sólo todo tipo de
besos que le dan un cierto ritmo a las cintas de este barrio de la
ciudad de Los Ángeles, sino también grandes diálogos al respecto
entre personajes que se besan, están pensando en besarse o se
acaban de besar. Está, por ejemplo, la maravillosa escena en Lo
que el viento se llevó en la que Scarlett O’Hara ya por fin decide
darle un beso voluntariamente al capitán Butler y, conforme a
protocolo, cierra los ojos, se para de puntitas, se pone flojita y
pone los labios de piquito. Pero Rhett, justo antes de besarla, se
~ 168 ~
detiene y le dice: “Abre los ojos y mírame. No, creo que no te daré
un beso, aunque desesperadamente necesitas que te bese. Ése
es tu problema. Eres una mujer que necesita ser besada y
mucho, y por un hombre que sabe cómo”. La suelta, toma su
sombrero y se va, dejando a Scarlett frustrada y resentida por
haberse perdido lo que hubiera sido, no obstante sus dos
matrimonios, su primer beso de verdad.
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Otro gran diálogo ocurre en La emperatriz escarlata (The Scarlet
Empress, 1934), película en la que Marlene Dietrich interpreta a
Catalina la Grande de Rusia. La joven emperatriz se encuentra en
un granero junto con el conde Alexei que se convertirá en uno de
sus amantes. Con un bonche de paja que sostiene frente a sus
labios como protección, Catalina lo medio amenaza y medio incita
diciendo: “Si te acercas, gritaré”. El joven conde le va quitando
cada una de las pajas de entre sus labios, una por una, con
enorme delicadeza, como si fueran palillos chinos y, al final, antes
de besarla, le dice: “Te será más fácil gritar sin paja entre tus
labios”.
Finalmente, uno de los más famosos diálogos sobre besos es el
de la comedia romántica La bella y el campeón (Bull Durham, 1988).
El diálogo es entre Kevin Costner, un veterano cátcher del equipo
de beisbol de los Toros de Durham, y Susan Sarandon,
una groupie que se autoimpone como misión seducir a cada joven
estrella que llega al equipo. Estos dos personajes debaten
acaloradamente sobre sus distintas y contrastantes filosofías de
vida. Costner, después de enlistar todas las cosas en las que cree
en un largo y mojigato sermón, remata con la famosa frase: “Y
creo también en besos largos, lentos, profundos, suaves y
mojados que duran tres días”. Y con esa frase se despide
educadamente de mano de Sarandon, dejándola más que curiosa
sobre estos besos en los que tanto cree Costner.
Variables que explican un gran beso
Si bien no hay duda de la importancia que tiene el beso en
Hollywood y no hay película que salga de ahí que no los presuma,
hay de besos a besos y no todos los que vemos son buenos o
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igual de bien logrados. Por ello, vale la pena preguntar, ¿qué es
lo que hace de un beso en la pantalla grande un gran beso? Hay
varios elementos que son importantes y que se pueden clasificar
bajo dos rubros. Primero, variables directamente relacionadas con
el beso en sí, lo que se podría denominar su infraestructura.
Estén en la película que estén, los vea quien los vea, estos besos
funcionan. Segundo, variables que tienen que ver con la película
en general que crean un contexto que afecta y potencia los besos
que vemos y los transforma en algo mucho más poderoso de lo
que uno esperaría sin tan sólo se fijara en el acto en sí. Se trata
de lo que rodea este ritual y que se podría designar como la
superestructura del beso.
Infraestructura del beso. Por lo que toca a la infraestructura, hay tres
elementos que son clave. El primero está relacionado con la
mecánica del beso, es decir, con cómo se llega al encuentro y
cómo se ejecuta este acto. Se trata, en pocas palabras, de lo que
se podría llamar la coreografía del beso. Si bien no hay una
fórmula preestablecida que siempre funciona, y tanto besos
tímidos y torpes, como agresivos y diestros pueden ser igual de
exitosos, como espectadores nos fijamos y reaccionamos ante
varios aspectos de la maniobra como la expresión de los actores
antes, durante y después del beso; dónde colocan las manos; el
tono de su voz si es que hay diálogo; la postura de los personajes
involucrados, si están parados, sentados, contra la pared, o
acostados; su respiración y pulso; y sobre todo su mirada y labios.
También importa quién le da el beso a quién, él a ella, ella a él, o
el uno al otro. Son precisamente estos distintos aspectos de la
mecánica de un beso que nos permiten calificarlo como
espontáneo, pasional, sensual, profundo, arrebatado, tímido,
entusiasta, exploratorio, largo, lento, suave, mojado, etcétera.
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Un ejemplo de un beso con una coreografía impecable es el que
ocurre entre Ingrid Bergman y Cary Grant en Notorious, película
de 1946 dirigida por Alfred Hitchcock. El beso en cuestión es una
maravillosa secuencia de aproximadamente tres minutos en la
que Bergman y Grant se dan por lo menos 14 besitos. La escena
inicia cuando ambos entran al cuarto de hotel de él a media tarde
y Bergman no puede dejar de tocarlo, abrazarlo y olerlo. Después
de un primer beso en el balcón, Grant hace una llamada
telefónica, pero aunque se encuentra colgado del teléfono y se
mueve por toda la habitación mientras habla, ella no se le
despega y sus rostros siempre están a milímetros el uno del otro.
La cámara, y por tanto el espectador, también está a milímetros
de sus caras, participando en este lento baile, besando primero a
uno y luego al otro y finalmente a los dos. Es un verdadero ménage
à trois que le dio al público, dijo alguna vez Hitchcock, el enorme
privilegio de besar a Ingrid Bergman y a Cary Grant.
Un segundo elemento de gran importancia relacionado con la
infraestructura del beso tiene que ver con la química entre los
personajes o actores que se besan. Hay parejas que sacan tantas
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chispas en la pantalla que es necesario verlos con máscara de
soldador. La mayoría de las veces es el resultado de una buena
actuación, pero en ocasiones se da una verdadera química en la
vida real entre los actores que el director reconoce y aprovecha.
Está el caso, por ejemplo, de Humphrey Bogart y Lauren Bacall y,
más recientemente, el de Angelina Jolie y Brad Pitt. Pero el más
famoso ejemplo de este tipo de química en la vida real que se ve
reflejado en la pantalla es el de Greta Garbo y John Gilbert en la
película El demonio y la carne. Al final de una escena
particularmente pasional entre los dos actores, el director
Clarence Brown, impresionado por la intensidad de lo que vio, no
gritó “corte”, sino que discretamente le hizo señales a su equipo
para que dejaran de filmar, se retiraran del estudio y le dieran
algo de privacidad a los actores. Después de un buen rato, Brown
le mandó a la joven pareja algo de beber y comer, ya que
llevaban encerrados dentro del set más de dos horas.
Al mismo tiempo, una gran actuación nos puede engañar por
completo en este sentido y producir lo que parece ser química
cuando en realidad no hubo ni la más mínima atracción. Un buen
ejemplo de ello son todos los besos que se dan Vivien Leigh y
Clark Gable en Lo que el viento se llevó. Estos dos actores se caían
muy mal, Leigh se quejaba del mal aliento de su coestrella y
Gable habló siempre pestes tanto de su colega como de lo que
consideraba una vulgar e inconsecuente chick-flick. Sin embargo,
su actuación es tan buena que uno incluso llega a pensar que
seguro estos dos tuvieron un apasionado romance durante la
filmación de la película.
Un tercer elemento relacionado con la infraestructura del beso es
el contexto inmediato en el que se da esta maniobra. La narrativa
del beso, lo que ocurre antes y después, así como el momento en
la historia en que se realiza el acto, son clave para imprimirles
~ 174 ~
significado y por ello el cine es un medio ideal para explorar este
gesto. Aquí, por ejemplo, encontramos el típico “primer beso”
entre una pareja y el igual de típico “último beso”. Otro momento
narrativo clásico para un gran beso es el “reencuentro” y un buen
ejemplo es el que se dan Humphrey Bogart e Ingrid Bergman ya
en la ciudad de Casablanca después de que Ilsa había dejado a
Rick, un año antes, plantado en la estación de tren de París sin
explicación alguna. Se trata de un beso profundamente
melodramático en el que el contexto es fundamental. Al llegar a
Casablanca y reencontrarse con Rick, Ilse se debate entre su
amor por él y la lealtad y cariño que siente por su esposo, Víctor
Lazlo y la noble causa que éste defiende. Ilse está dispuesta a
hacer lo que tenga que hacer para conseguir los documentos que
su esposo necesita para escapar de Casablanca rumbo a Lisboa
y de ahí a Estados Unidos, donde podrá seguir, ya en libertad, su
lucha contra los nazis. Una noche, mientras Lazlo se reúne en
secreto con miembros de la resistencia, ella va en busca de Rick
con el propósito de obtener, a como dé lugar, los valiosos
documentos. Primero apela a su amistad y patriotismo, luego le
ruega que por favor le entregue las visas que necesitan para
poder salir de la ciudad. Pero al fracasar esta estrategia, pistola
en mano y con una lágrima solitaria que resbala por su mejilla
izquierda, lo amenaza de muerte a menos de que le entregue los
documentos, papel o plomo. Segundos después, la vemos
exhausta, en brazos de Rick, besándolo apasionadamente y
jurándole amor eterno.
Cabe señalar que el contexto incluye no sólo el momento en la
historia en el que se da el beso, sino también el diálogo alrededor
de este gesto, como por ejemplo los maravillosos soliloquios de
Rhett Butler antes de cada uno de sus besos en Lo que el viento se
llevó. Asimismo, la fotografía es de gran relevancia para generar
un ambiente propicio para este ritual. Un buen ejemplo es el beso
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en silueta que se dan Annette Bening y Warren Beatty enBugsy de
1991. Son los años 1940, la época dorada de Hollywood, y Bugsy
Siegel (Warren Beatty), un joven y guapo gángster, llega a la
ciudad de Los Ángeles donde conoce a Virginia Hill (Annette
Bening), una actriz de medio pelo que, sin embargo, es
mortalmente sexy. Se encuentran en un set totalmente vacío y los
vemos sólo en silueta. Sus sombras se van acercando poco a
poco y él, algo nervioso, no deja de hablar. “¿Sueles hablar tanto
antes de hacerlo?”, le pregunta ella. “Sólo hablo tanto antes de
matar a alguien”, le contesta y se dan un beso que sella el destino
de ambos.
Besos bajo la lluvia. Un contexto que Hollywood utiliza con
frecuencia para este ritual y que merece un trato aparte es el
beso bajo la lluvia. Hay varias razones que explican por qué los
directores y guionistas recurren una y otra vez a la lluvia para
enmarcar este acto. En primer lugar, el agua en sí es algo
sensual y el ver correr agua por la cara y cuerpo de alguien lo es
más. Además, la ropa mojada pegada al cuerpo, y más a los
cuerpos a los que nos tiene acostumbrado Hollywood, es algo
erótico. Y claro, hay que quitarse la ropa mojada para no
resfriarse. Y esperar desnudo hasta que se seque. Y hacer algo
para calentarse mientras la ropa se seca.
Sin embargo, la principal razón de por qué el beso bajo la lluvia
se ha convertido en un clásico tiene que ver con otra cosa que se
vuelve evidente si nos preguntamos: ¿qué hace la gente cuando
empieza a llover? La respuesta es obvia, sale corriendo en busca
de un techito para refugiarse mientras la lluvia pasa. Uno debe
tener una excelente razón para quedarse parado en pleno
aguacero, sin moverse, empapándose. Y qué mejor razón que un
beso. La idea básica que transmite el beso bajo la lluvia es que la
pareja está tan enamorada o apasionada, disfrutando tanto lo que
~ 176 ~
está haciendo, que ni se da cuenta o no le importa que esté
lloviendo. Y por ello Hollywood utiliza una y otra vez la lluvia como
contexto para este acto en sus películas.
Un buen ejemplo es el beso entre Charlie (Hugh Grant) y Carrie
(Andie MacDowell) enCuatro bodas y un funeral (Four Weddings and
a Funeral, 1994). Al final de la película, después de las cuatro
bodas y el funeral, Charlie sigue soltero (y vivo). Tiene un
encuentro más con quien claramente es el amor de su vida,
Carrie, y esta vez no la deja escapar. Sale corriendo tras ella, la
alcanza y los dos parados bajo la lluvia se besan mientras Grant
le declara su amor eterno. “Crees que una vez que pasemos algo
de tiempo juntos, ¿aceptarías no casarte conmigo? ¿Y crees que
no estar casada conmigo podría ser algo que considerarías hacer
el resto de tu vida?”, le pregunta Charlie a Carrie. La respuesta de
ella es inmediata: “Sí”, se vuelven a besar y vemos relámpagos y
escuchamos truenos. Después del beso Charlie observa que está
lloviendo y ella contesta “¿Está lloviendo? No me había fijado…”.
Otro maravilloso ejemplo es el beso de “reencuentro” que se dan
el joven Salvatore y la bella Elena en un cine al aire libre
en Cinema Paradiso de 1998. Mientras los habitantes del pequeño
pueblo ven la película en una plaza junto a la bahía, Salvatore
recostado con los ojos cerrados, harto ya del verano, el calor y su
soledad, se pregunta: “¿Cuándo terminará? En una película ya
hubiera terminado. Habría un fade-out y un corte a una tormenta.
Sería maravilloso”. Y en ese momento se escuchan truenos, el
cielo se nubla, caen unas gotas, se aparece mágicamente Elena
quien le devuelve la vida y la esperanza con un beso, empieza
una tormenta y la gente corre mientras ellos permanecen
recostados a la orilla del mar besándose bajo la lluvia.
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Dentro de la categoría de besos bajo la lluvia encontramos un
subgrupo que vale la pena distinguir: el beso en plena tormenta.
Comparte muchos de los elementos del beso bajo la lluvia, pero
añade un elemento adicional: el beso como una fuerza de la
naturaleza, algo incontrolable que asombra y también asusta.
Aquí la idea es la de una pasión imposible de contener, una
fuerza primordial que arrastra a la pareja, ante la cual no pueden
más que rendirse. Un beso lleno de peligro ya que sin duda
puede ser algo destructivo, pero es algo inevitable. Un buen
ejemplo es el que se dan John Wayne y Maureen O’Hara en El
hombre quieto (The Quiet Man, 1952). Este beso tiene lugar en un
antiguo cementerio en el remoto pueblito irlandés de Innisfree. La
pareja se encuentra bajo un árbol y el cielo amenaza con una
tremenda tormenta. Ella le explica a él que falta mucho para que
se puedan dar un beso, primero él tendrá que cortejarla, después
ya podrán andar en público pero con chaperón y manteniendo
cierta distancia, luego vendrán reuniones y fiestas a las que
podrán acudir juntos y así un largo etcétera. Pero él dice que no
puede esperar y ella sin el menor titubeo concuerda. Se abrazan
y se besan y simultáneamente estalla una tormenta con truenos y
relámpagos. En pleno cementerio se dan un beso lleno de vida,
empapados e indefensos ante la furia de su pasión que, como la
tormenta, los rodea y atrapa.
Superestructura del beso. Además de los elementos relacionados a
la infraestructura del beso, están los vinculados a su
superestructura, es decir, elementos relacionados con la película
en su totalidad que influyen en cómo apreciamos los besos
específicos que vemos a lo largo de la cinta y que también
ayudan a explicar su calidad.
Un primer factor tiene que ver con la estructura de la película. Hay
historias que están diseñadas para culminar con un beso, lo que
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en automático lo convierte en un gran beso. Se trata de una
fórmula clásica en Hollywood: los protagonistas se conocen, se
enamoran, se pelean como resultado de un malentendido, se
reencuentran y sellan su amor eterno con este ritual al final de la
película.
Una cinta que sigue esta fórmula al pie de la letra es la comedia
romántica Jamás besada(Never Been Kissed, 1999). Josie (Drew
Barrymore) es una periodista encubierta que, haciéndose pasar
por una adolecente, se inscribe en una prepa para hacer un
reportaje sobre la vida de los estudiantes. Ya en la escuela, se
enamora de Sam (Michael Vartan), su profesor de inglés, quien
también se enamora de ella. Pero al tratarse de una alumna y
menor de edad, Sam se controla y no hace nada. Al final de la
película sale publicado el artículo en el que Josie, apenada por la
forma en que engañó a su profesor y torturada por lo que siente
por Sam, termina su relato con una promesa: antes de iniciar el
partido por el campeonato estatal de beisbol, se parará en el
montículo del pítcher, esperando que se aparezca su “maestro”
de inglés para pedirle perdón y si la perdona le dará un beso, su
“primer beso de verdad”. Sam, por supuesto, se aparece en el
estadio al último minuto, camina rumbo al montículo donde está
Josie y se dan un beso que detona una epidemia de besos
por todo el estadio, mientras escuchamos “Don’t Worry Baby” de
los Beach Boys por el altavoz.
Un segundo factor que influye en cómo reaccionamos a los besos
que vemos en una película tiene que ver con su género. Hay
historias tan románticas que transforman cualquier beso en un
gran beso. Son besos que deseamos y esperamos ansiosamente
como espectadores. Un ejemplo es el primer beso que se dan
Jerry (Tom Cruise) y Dorothy (Renée Zellweger) en Jerry
Maguire de 1996. La primera vez que salen a cenar juntos en un
~ 179 ~
date, Jerry pasa por Dorothy y ella se aparece en un vestidito
negro que le queda espectacular. Al verla Jerry, totalmente
cautivado por su belleza y elegancia, le dice: “Ese no es un
vestido… ¡Es una película de Audrey Hepburn enterita!”. Después
de esa maravillosa frase y un gran primerdate, el beso que se dan
en la puerta de la casa de Dorothy al regresar de su velada se
transforma en un gran beso, en parte porque lo vemos ya con
Audrey Hepburn y Gregory Peck revoloteando en nuestra cabeza.
Finalmente, un tercer factor relacionado con la película en su
totalidad que ayuda a elevar la calidad de cualquier beso tiene
que ver con el carisma y encanto de los actores. El que ellos y los
personajes que interpretan nos caigan bien, hacen de cualquier
beso un mejor beso. Un buen ejemplo son los que se dan Anna
Scott (Julia Roberts) y William Thacker (Hugh Grant) en Un lugar
llamado Notting Hill (Notting Hill, 1999). Se trata de una historia de
cenicienta inversa. Ella es una gran estrella de cine, guapa, rica y
famosa, que lo único que quiere es una vida normal. Él es dueño
de una pequeña librería en Londres y lo único que le puede
ofrecer es, precisamente, una vida normal. En la película hay dos
buenos besos. El primero es repentino e inesperado. William se
tropieza en la calle con la famosa actriz y como resultado del
choque le tira encima un jugo de naranja completito. Apenado, le
ofrece cambiarse en su casa que está en la zona. Ella acepta,
entra, se cambia (había ido de compras y tenía una bolsa con
ropa nueva) y antes de partir, mientras se despiden en la puerta,
ella le planta un beso rápido, espontáneo, repentino e impulsivo,
que lo deja maravillado y ella se ve también sorprendida por su
audacia y contenta con el resultado. El segundo beso se lo dan ya
en su primer date, en un pequeño jardín al que logran entrar
después de treparse con gran dificultad por una reja. Una vez
adentro William dice: “¿Qué diablos hay en este jardín que hace
que valga la pena el haber trepado esta barda?”. Anna se le
~ 180 ~
acerca y le da un beso y William de inmediato dice: “Qué bonito
jardín…”. Estos besos en sí no son ninguna maravilla, pero el
gran carisma de estos dos actores los convierte en grandes
besos.
Clasificación
Todas estas variables, tanto las que tienen que ver con el beso en
sí como las relacionadas con la película en general, las ha
aprovechado y combinado Hollywood a lo largo de los años para
crear un sinnúmero de grandes besos. Como resultado,
Hollywood nos ofrece el mejor catálogo de besos en el mundo.
Los tiene todos y tiene tantos que es necesario clasificarlos, ya
que si algo queda claro después de ver Casablanca (1942) es que
un beso no es sólo un beso. Hay por lo menos cuatro categorías
básicas: el pedagógico, el romántico, el cachondo y el pasional.
Además, existen subgrupos dentro de estas categorías que vale
la pena destacar.
Beso pedagógico. Si bien el beso que expresa amor sensual y
deseo carnal es único al ser humano, todos tenemos que
aprender esta maniobra y Hollywood, junto con su catálogo de
besos, incluye un manual de usuario para iniciar a cualquiera en
este rito. Al igual que muchos aprendieron a fumar observando
con detenimiento a Humphrey Bogart o Bette Davis, también
muchos descubrieron cómo besar viendo a Clark Gable o Rita
Hayworth. Por ello, no sorprende que una categoría común de
besos en las películas de Hollywood es la del “beso pedagógico”,
donde él le enseña a ella o ella a él y, más recientemente, él a él
o ella a ella.
El más famoso ejemplo dentro de esta categoría es el beso entre
los personajes centrales enPor quién doblan las campanas (For
Whom The Bell Tolls, 1943). Robert (Gary Cooper) es un joven
~ 181 ~
idealista que pelea de lado de los republicanos contra las fuerzas
de Franco durante la guerra civil en España. María (Ingrid
Bergman) es una inocente campesina a quien rescata el
personaje de Cooper. Ella, agradecida, con ojos llenos de
admiración y deseo, le dice: “No sé besar o te besaría. ¿Dónde
van las narices? Siempre me he preguntado dónde van las
narices”. Él le da un beso demostrativo, algo apresurado, para
que registre la posición de aquel órgano. Ella, satisfecha,
responde: “Veo que no estorban en lo absoluto. Siempre pensé
que estorbarían”. Y para verificarlo, ahora ella le da un beso a él y
orgullosa de haber adquirido esta nueva habilidad, le dice: “Mira,
ya aprendí”. Pero al percatarse que Gary Cooper parece estar
algo desconcertado, la joven e inexperta María duda de qué tan
bien aprendió la lección y le pregunta: “¿Lo hice mal?”. Para
demostrarle lo bien que lo hizo Robert la toma en sus brazos y le
da un besototote. Más que disgustado, Robert estaba perturbado
por la belleza e inocencia de María y preocupado por las
implicaciones de iniciar un romance en plena guerra civil.
Otro ejemplo de “beso pedagógico” es el que ocurre entre Sarah
Michelle Gellar y Selma Blair en Juegos sexuales (Cruel Intentions,
1999), una adaptación de la novela Les Liaisons Dangereuses de
Laclos ubicada en épocas modernas en la ciudad de Nueva York.
Katharyn Merteuil (Sarah Michelle Gellar) es una manipuladora y
amoral niña rica de la vida mundana neoyorkina, que decide
arruinar la reputación de la inocente Cecille (Selma Blair)
enseñándole cómo besar, si bien no queda nada claro por qué
esto destruirá la reputación de alguien. Se dan dos besos,
recostadas en el pasto en el Central Park de Nueva York en los
que Gellar le explica y muestra a Blair, paso a paso y con lujo de
detalle, qué hacer y cómo hacerlo, y ambas quedan, junto con
todos los espectadores, encantados con la clase.
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Beso romántico. Este es un beso con narrativa, cuenta una historia
y forma parte de un cuento. Por lo general, marca el principio o fin
de algo y suele ser el primer beso de muchos más o el último que
se podrá dar una pareja. Se trata muy seguido del típico “beso de
cenicienta” que lo transforma todo, que da vida a una nueva vida.
Si bien el beso en sí y el contexto inmediato importan, es sobre
todo la historia que rodea el encuentro que hace de este gesto
uno romántico.
Un ejemplo es el que se dan Richard Gere y Debra Winger al final
de Reto al destino (An Officer and a Gentleman, 1982). Los
personajes interpretados por estos dos actores se convierten en
amantes desde el inicio de la cinta y a lo largo de la película no
hacen más que besarse, pero son todos besos pasionales y
cachondos, ninguno de ellos es romántico. Sin embargo, después
de que truenan como pareja, vestido en su elegante uniforme
blanco de oficial de la Marina, Richard Gere va a la fábrica en
donde ella trabaja, la sorprende, abraza y carga, todo el tiempo
dándole besos y más besos —los primeros románticos que se
dan— y se la lleva en brazos mientras todas las trabajadores de
la fábrica aplauden y en el fondo escuchamos la canción “Up
Where You Belong” de Joe Cocker. Y nos queda claro que
vivieron felices el resto de sus días, sin duda gracias a que no
dejaron de darse besos (cachondos, pasionales y románticos).
Otro gran beso romántico es el que le da Grace Kelly a James
Stewart en La ventana indiscreta (Rear Window, 1954). Con la
pierna rota, el personaje de Stewart se encuentra dormido en su
silla de ruedas frente a la ventana en su pequeño departamento
de Nueva York. Vemos la sombra de una persona que se acerca
poco a poco y, al ser una película de Hitchcock, nos asustamos
un poco, para descubrir segundos después de que se trata de
Grace Kelly, quien se agacha y lo despierta con un beso. La
~ 183 ~
cámara enfoca ambas caras y centra el beso que, si bien es
breve, es profundo y sensual. Él despierta y ve a la mujer más
bella del mundo —que además es su novia— agachada sobre él,
viéndolo con unos ojos llenos de amor y deseo. Ella, con una
sonrisa algo traviesa, le hace una serie de preguntas que él
contesta: “¿Cómo está tu pierna?”. “Me duele un poco”. “¿Tu
estómago?”. “Vacío como una pelota de futbol”. “¿Y tu vida
amorosa…?”.
Un tercer beso romántico maravilloso es el que se dan Harrison
Ford y Melanie Griffith enSecretaria ejecutiva (Working Girl) de
1988. Tess McGill (Melanie Griffith) es una secretaria en un banco
de inversión que estudia finanzas por las noches, ya que aspira a
convertirse algún día en una exitosa financiera. Durante un viaje
~ 184 ~
de esquí, su jefa se rompe la pierna y queda varada en cama por
varias semanas lejos de Nueva York. Tess aprovecha su
ausencia para hacerse pasar por una ejecutiva del banco e inicia
el proceso de fusión de dos grandes empresas de medios con la
ayuda de Jack Trainer (Harrison Ford), otro banquero de
inversión. Para Jack, inicialmente se trata de un negocio más y ve
a Tess como colega, si bien reconoce que tiene, como ella misma
lo define, “una buena cabeza para los negocios y un cuerpo
hecho para el pecado”. El beso en cuestión ocurre al salir de una
exitosísima reunión con su cliente en la que cierran, para efectos
prácticos, la fusión. Tess y Jack van bajando unas elegantes
escaleras de mármol ya de salida, cargando sus portafolios, todo
tipo de documentos y sus gabardinas. Ambos están felices por los
resultados obtenidos en la junta. Ella camina unos dos pasos
delante de él, pero de repente se da cuenta que ha dejado de
bajar las escaleras. Tess voltea para ver por qué se ha detenido y
ve a Jack que la ve a ella. Es una mirada de gran intensidad. Jack
claramente está experimentando una epifanía: frente a él tiene no
sólo a una gran cabeza para los negocios, como claramente lo
demostró Tess en la junta de la que acaban de salir, ni un mero
cuerpo diseñado para el pecado, como lo revela el ajustado
trajecito sastre que trae puesto, sino sobre todo, a unos cuantos
escalones de distancia, está parada la mujer más maravillosa del
planeta, la mujer de su vida. Jack suelta portafolio, papeles y
gabardina, desciende medio mareado pero maravillado los tres
escalones que lo separan de Tess, la toma en sus brazos y le da
un beso que dura toda su vida.
Cabe mencionar un subgrupo, si no es que perversión, del beso
romántico que se le da a Hollywood con gran facilidad, el beso
cursi. Un claro ejemplo es el que se dan Kate Winslet y Leonardo
Di Caprio en la proa del Titanic en la película del mismo nombre
de 1997. Este beso lo tiene todo. La puesta del sol es de película;
~ 185 ~
los protagonistas son unos jóvenes tan guapos que bien podrían
ser estrellas de cine; hay gran química entre ellos; es un amor
prohibido no sólo porque ella está comprometida, sino también
por pertenecer a diferentes clases sociales; viajan en el Titanic,
por lo que su amor tiene las horas contadas; y se encuentran en
la proa del barco más grande del mundo que avanza con
autoridad y arrogancia en dirección del Nuevo Mundo en donde
todo es posible, incluso el amor entre personas de distintas clases
sociales. Sin duda se trata del beso más cursi en la historia de
Hollywood.
Beso cachondo. Este es juguetón, travieso, impulsivo y sensual. Se
trata de un beso espontáneo, de coyuntura, sin un largo
preámbulo, ni narrativa que lo explique o lo justifique, y del que
nadie espera nada; es puro antojo. Un beso que puede o no
resultar en una gran pasión o romance, pero que por lo pronto es
algo sabroso y, en ese sentido, irresistible. Se trata de una
especie de beso chatarra, delicioso pero no nutritivo.
En la película El amor llamó dos veces (The More the Merrier, 1943)
hay un buen ejemplo de este tipo de beso entre Jean Arthur y
Joel McCrea. Ambos viven en el mismo edificio y, supuestamente,
son amigos y sólo amigos, ya que ella está comprometida. Un día,
mientras caminan rumbo a casa, ella no deja de platicar de su
prometido, mientras él le ajusta su chal, la toma del brazo y pone
su mano sobre su hombro descubierto. Sin hacerle caso, pero sin
detenerlo, ella sigue hable y hable de su futuro esposo, cada vez
más nerviosa. Él no deja de tocarla y de darle pequeñas caricias.
Ella le enseña su anillo de compromiso y él acaricia su cuello. Ella
habla de la madurez y sensatez de su prometido y él responde
con un beso ya sentados en los escalones a la entrada de su
edificio. Ella se queda inicialmente paralizada, pero segundos
después voltea y lo agarra de la cabeza para darle un beso aún
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más feroz y hambriento. Al dejar de besarlo, un poco asustada, se
para y le dice muy formalmente: “Buenas noches, Sr. Carter”, y él
responde: “Buenas noches, Srta. Milligan”.
~ 187 ~
Un segundo buen ejemplo de un beso cachondo es el que se dan
Karen Allen y Harrison Ford en Los cazadores del arca
perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981). Él está todo golpeado en el
camarote en un barco después de uno de sus muchos encuentros
con algún maloso y ella lo está tratando de curar. El problema es
que lo toque donde lo toque, él dice que le duele. Desesperada
ella le dice: “Por Dios, Indy. ¿En dónde no te duele?”. Medio
enojado, él señala la única parte de su cuerpo que no le duele, su
codo izquierdo. Ella besa su codo izquierdo. Indy se da cuenta de
que este procedimiento puede funcionar a su favor si avanza con
precaución y, señalando su frente, le dice que tampoco le duele.
Ella le quita cuidadosamente el sobrero y le da un beso en la
frente. Entonces él señala su párpado derecho y dice que
tampoco le duele. Ella lo besa. Luego, algo titubeante, le dice que
tampoco le duelen sus labios y ella, una vez más, lo besa en el
lugar señalado. Los demás besos ya no los presenciamos; hay un
corte y vemos el barco alejarse por alta mar en lo que será una
larga y curativa travesía para Indiana Jones.
Otro gran beso cachondo, éste entre dos mujeres, es el que se
dan Laura Elena Harring y Naomi Watts en la película Mulholland
Drive de 1991. Rita (Laura Elena Harring) es un voluptuosa y
sensual femme fatale que sufre de amnesia. Betty (Naomi Watts)
es una güerita más inocente que el helado de vainilla, recién
llegada a Hollywood. Las dos comparten una cama y Rita, al
acostarse, inocentemente le da un beso a Betty en la frente y le
dice “Buenas noches dulce Betty”. Betty le contesta “Buenas
noches” y le da un beso, pero en la boca y empieza una sesión de
besos exploratorios. Rita de repente se detiene y le pregunta a
Betty si ha besado a una mujer antes. Algo apenada, pero ávida
de continuar con el experimento, le contesta que no y a su vez le
pregunta si ella lo ha hecho antes. Rita, quien tiene amnesia, lo
piensa y con una sonrisa traviesa le dice: “No sé…”.
~ 188 ~
Un último ejemplo de un beso cachondo es el que se dan Kirsten
Dunst y Tobey Maguire enEl hombre araña de 2002. Después de
rescatar heroicamente a Mary Jane Watson (Kirsten Dunst) de las
garras de su enemigo, el Hombre Araña (Tobey Maguire) la
deposita en un lugar seguro. Ella, emocionada tanto por el peligro
que vivió como por el rescate audaz, respira con rapidez. El
Hombre Araña cuelga bocabajo, suspendido por su telaraña, con
la cara a centímetros de la de ella. Al tratarse de un superhéroe
enmascarado, ella no tiene ni la más mínima idea de quién está
tras el disfraz, por lo que el beso será con un perfecto
desconocido. Él está cubierto de un material tan pegado al cuerpo
que bien podría estar desnudo. Ella, empapada por la lluvia, tiene
la ropa pegada al cuerpo y luce espectacular. Él, al estar
suspendido de su telaraña que agarra con ambas manos, se
encuentra indefenso e inmóvil, atado. Ella aprovecha esta
situación para deslizar levemente su máscara hasta descubrir sus
labios, lo cual, al tratarse de un superhéroe enmascarado,
equivale ni más ni menos, que a desvestirlo. Ya “desvestido”, ella
lo besa con abandono y alegría, convirtiendo a este superhéroe
en un simple mortal.
Beso de femme fatale. Un tipo de beso cachondo que vale la pena
destacar por separado es el de la femme fatale, una de las grandes
invenciones de Hollywood. Se trata del beso de una mujer, ya sea
mala o caída en desgracia, con la que no puede ni debe haber
futuro. Son mujeres misteriosas, seductoras, sin escrúpulos,
manipuladoras y vampiresas que van tras la sangre de su víctima,
armadas con grandes e irresistibles encantos físicos. Desde
Theda Bara en A Fool There Was de 1915 hasta Sharon Stone
en Bajos instintos de 1992, pasando por Mary Astor en El halcón
maltes de 1941, Lana Turner en El cartero siempre llama dos vecesde
1946 y Rita Hayworth en Gilda también de 1946, las femme
fatales nos han dado algunos de los mejores y más divertidos
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besos en la historia del cine. Por lo general son besos que ellas
les dan a ellos. Son besos egoístas, peligrosos e incluso en
ocasiones destructivos; desesperados o tramposos, cuya química
es corrosiva.
Uno de los primeros y más famosos de este tipo de besos en la
historia de Hollywood es el que le da la vedette Lulu, interpretada
por la inolvidable Louise Brooks, a su benefactor en la película La
caja de Pandora (Pandora’s Box) de 1929. La insaciable, caprichosa
y libertina Lulu está en su camerino con el Dr. Schon (Fritz
Kortner), un rico empresario, ya mayor y algo panzón, que está
obsesionado con la joven actriz. Ella hace un tremendo berrinche,
se pelean, Lulu lo golpea y muerde, pero pasan del pleito al beso,
justo cuando se abre la puerta y entra la prometida del Dr. Schon,
una jovencita inocente de buena familia, quien los ve
desconsolada. Lulu la voltea a ver con una sonrisa cruel que
muestra su intención de bajarle el novio, y no por estar
enamorada sino por aburrimiento, porque es lo que una hace si
una es una femme fatale.
Otro gran beso de femme fatale es el que le da Lauren Bacall a
Humphrey Bogart en Tener y no tener (To Have and Have Not, 1944).
Marie es una joven y bella cabaretera sin rumbo y sin
preocupación alguna en la vida. Steve es un viejo y cínico capitán
de barco que bebe de más. Marie se asoma al cuarto de Steve y
le pregunta si tiene un cerillo, pero se lo dice de tal forma y con
una mirada que queda claro que quiere mucho más que un simple
fósforo. Poco después se aparece con una botella, entra al cuarto
de Steve y le dice: “Sabes, no eres tan difícil de leer. Sólo a veces
me confundes, pero la mayor parte del tiempo sé exactamente lo
que vas a decir”. Se sienta en sus piernas y le da un beso.
Bogart, sin alterarse, le pregunta: “¿Por qué hiciste eso?”. Ella le
contesta: “Curiosidad, ganas de ver si me gustaba”. “¿Cuál es el
~ 190 ~
veredicto?”, pregunta Steve. “No sé”, le contesta Marie, le da otro
beso y al terminar le dice: “Es aún mejor cuando ayudas”.
Satisfecha su curiosidad, Marie se levanta y deja el cuarto del
capitán, pero antes de salir se voltea y desde la puerta le dice:
“Conmigo no tienes que actuar o pretender Steve. No tienes que
decir nada y no tienes que hacer nada. Absolutamente nada.
Bueno, tal vez chiflar. Sí sabes chiflar, ¿verdad, Steve? Tan sólo
juntas tus labios… y soplas”.
Un ejemplo más de un beso de femme fatale es el que ocurre entre
William Hurt y Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo (Body Heat,
1981). Ella es una mujer casada y él un joven abogado soltero.
Claramente hay una atracción y después de un encuentro
supuestamente accidental en un restaurante, con las peores
intenciones él le ofrece un aventón a ella. Al llegar, parados frente
a la puerta de entrada, ella le pide que por favor se vaya ya que
su marido no está y dice sentirse débil, incapaz de resistir sus
avances. Hurt parece hacerle caso, pero después de dar unos
cuantos pasos da media vuelta y regresa para toparse con la
puerta ya cerrada y ella parada tras una enorme ventana de vidrio
como en escaparate. Ella se rehúsa a abrir, pero se queda parada
a plena vista, humeante. Él empieza a caminar de arriba a abajo
frente a la ventana y de repente agarra una silla de jardín, la
avienta contra la enorme ventana que se rompe en mil pedazos,
entra y la devora a besos con el pleno consentimiento y la ayuda
de Kathleen Turner. El pobre de William Hurt piensa que él es el
depredador, que él es el que la besa, pero se trata de un beso
provocado y orquestado por Kathleen Turner y totalmente bajo el
control de esta tremenda femme fatale. Y así le va a Hurt en el
resto de la película.
Beso pasional. Este es un beso desesperado, sediento, resultado
de una total y absoluta pérdida de control, en el que pasado y
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futuro dejan de importar. Se trata del beso como una fuerza de la
naturaleza que, con el poderío de un huracán, arrasa con todo.
Un claro ejemplo es el que se dan Humphrey Bogart e Ingrid
Bergman en el restaurante La Belle Aurore el día en que entran
los alemanes a París en la película Casablanca. Hay un primer
beso justo cuando se escuchan a distancia los cañones
alemanes. Ilsa se sorprende y dice: “¿Fueron cañones o es mi
corazón que late?”. Está totalmente abrumada por la situación, ya
que para entonces sabe que su esposo, Víctor Lazlo, está vivo
por lo que tendrá que dejar a Rick, el gran amor de su vida.
Desesperada le dice: “Te quiero tanto. Y odio este mundo tanto.
Es un mundo loco. Cualquier cosa puede pasar. Si por alguna
razón no pudieras escapar, si algo nos mantuviera separados, en
donde quiera que estés y donde me encuentre yo, quiero que
sepas….”. Y lo empieza a besar totalmente intoxicada por sus
propios sentimientos que ya no puede controlar, al mismo tiempo
que le dice, le ruega: “Bésame, bésame como si fuera la última
vez”.
Un gran beso pasional es el que se dan Keira Knightley y James
McAvoy en Expiación, deseo y pecado (Atonement). Ella es una niña
bien, lo suficientemente echada a perder. Él es un niño
inteligente, obediente y bien portado, hijo del jardinero que,
gracias a los padres de ella, recibió la mejor educación posible.
Los dos han crecido juntos y queda claro que estamos a punto de
presenciar la explosión y consumación de un deseo que lleva
años alimentándose y creciendo. La casa está llena de invitados
debido a una elegante cena, pero la pareja se encuentra sola en
la biblioteca. Ella viste un espectacular vestido verde con la
espalda totalmente descubierta, que da la sensación de que si
uno le soplara se desintegraría como un diente de león. En la
penumbra, rodeados de libros cerrados, sin palabras de por
~ 192 ~
medio, pero con miradas que lo dicen todo, él la prensa contra un
librero con una brusquedad que muestra su incapacidad de
controlar la pasión que siente por ella y la besa. Parte de lo que
hace este encuentro un gran beso es el hecho de que ocurra en
una biblioteca, un espacio donde supuestamente reina la mente y
el cuerpo se olvida, y donde el silencio debe ser total; un contexto
ideal para un beso pasional, secreto, reprimido, muy inglés.
Un beso pasional entre dos hombres es el de Heath Ledger y
Jake Gyllenhaal en Secreto en la montaña (Brokeback Mountain,
2005). Dos jóvenes vaqueros, Jack y Ennis, se enamoran y tienen
una apasionada relación mientras cuidan el ganado en un lugar
remoto en las montañas de Wyoming. Cuatro años después de
ese primer encuentro, ambos vaqueros están ya casados, pero
Jack, al no poder olvidar aquel romance en las montañas, va en
busca de su viejo compañero. Llega a su casa, lo recibe Ennis en
la puerta y Jack lo agarra, se lo lleva a un rincón apartado, lo
empuja contra la pared y, pensando que están fuera de vista, se
besan apasionadamente, dando vuelo a sentimientos y deseos
embotellados durante años. La esposa de Ennis sin querer los ve
y, sorprendida por un nivel de pasión que desconoce en su
esposo y apenada por la intensidad del beso, se da la media
vuelta y desaparece dentro de la casa.
Otro gran beso pasional es el que se dan Rachel McAdams y
Ryan Gosling en Diario de una pasión (The Notebook, 2004). Se
trata del típico amor imposible que siempre es un buen punto de
partida para un beso pasional. Allie (Rachel McAdams) es una
chica de sociedad de 17 años que pasa el verano en la casa de
campo de la familia. Noah (Ryan Gosling) es un joven de 19 años
que trabaja en el aserradero del pueblo donde ella veranea.
Inician un romance, pero la familia de ella, preocupada por la
intensidad de su relación y la juventud de la pareja, pero sobre
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todo por la pobreza de Noah, los separa. Varios años después,
justo antes de la boda de Allie con un joven y apuesto muchacho,
hijo de una rica y distinguida familia sureña, los viejos amantes se
reencuentran. Ella se entera que Noah compró una casona
abandonada que a ella siempre le gustó y que la remodeló
exactamente como ella le había dicho aquel lejano verano que le
gustaría que quedara. Allie lo visita en esta casa donde Noah vive
solo. Él la invita a remar en una lanchita por el lago que está
frente a la casa y la lleva a un rincón que en esa época está lleno
de patos, todos blancos. Su conversación hasta ese momento ha
sido civilizada e inconsecuente, y si bien ha sido cariñosa,
ninguno ha tocado el tema que a ambos los consume: ¿qué
diablos pasó con su gran amor? Remando de regreso, se desata
una tremenda tormenta. Al llegar al pequeño muelle frente a la
casa, ella se baja y empieza a caminar rumbo a la casa en busca
de refugio, pero se detiene, da la media vuelta y furiosa le
pregunta a gritos por qué no la buscó, por qué no le escribió, por
qué no insistió. Él le contesta que sí le escribió, que le escribió
365 cartas, una diaria durante todo un año (nos enteramos
después que las cartas fueron interceptadas por la madre de
Allie). Noah, a su vez, le dice que su historia nunca terminó y que
aún no ha terminado. Ambos empapados, corren el uno hacia el
otro y se besan apasionadamente sobre el muelle y bajo la
tormenta.
Un subgrupo de beso pasional que merece un trato aparte es el
brusco o maltratado. Un gran ejemplo es el primer beso que se
dan Maureen O’Hara y John Wayne en El hombre quieto. En un
pequeño pueblo en Irlanda, Sean Thorton, un boxeador ya
retirado, llega a su casa y se topa con la joven y guapa
campesina, Mary Kate, quien de metiche husmeaba en su
cabaña. Ella sale corriendo, pero antes de lograr escapar, él la
toma del brazo, la jala, le da una vuelta de bailarina, le tuerce el
~ 194 ~
brazo tras su espalda, la dobla y le da un besote, mientras el
viento sopla alborotando la maravillosa melena pelirroja de
Maureen O’Hara. Al terminar de besarla, ella trata de darle una
cachetada, pero él esquiva el golpe. Ella sale furiosa, pero antes
de irse se voltea, lo agarra con ambas manos por la cabeza y
ahora sí no falla y le planta un besote que noquea al gran
boxeador. Se trata de un beso profundamente físico y dramático,
mitad ballet mitad lucha libre. Se trata de una fórmula
particularmente eficaz de organizar la mecánica del beso por una
sencilla razón: muchas mujeres quieren ser sorprendidas y
sometidas por una pasión incontrolable, una pasión que se
desborda, le gana a los buenos modales y protocolos, lo inunda
todo.
Traslapes. Cabe señalar que, obviamente, puede haber un cierto
traslape entre tipos de besos. Un beso puede ser
simultáneamente pedagógico, romántico, pasional y cachondo,
como lo es el primer beso que se dan Faith (Marisa Tomei) y
Peter (Robert Downey Jr.) enSólo tú (Only You). Al mismo tiempo,
sí es posible que una pareja se dé un beso pasional sin que éste
sea romántico ni cachondo, como por ejemplo el beso que le da
Mike (James Stewart) a Tracy Lord (Katharine Hepburn)
en Historias de Filadelfia (The Philadelphia Story, 1940). Todos
sabemos que Tracy, en el fondo, está enamorada de su ex
esposo C.K. Dexter Haven (Cary Grant), si bien cree que está
enamorada de George Kittredge (John Howard). Mike, por su
lado, está enamorado de su colega Miss Imbrie (Ruth Hussey) por
más que sienta una enorme atracción por la socialité Tracy Lord.
Sin embargo, con la guardia baja como resultado de tomarse
unas copas, Tracy y Mike aprovechan el momento y se dan un
beso sin duda con pasión, pero no es ni romántico —ambos están
enamorados de alguien más— ni cachondo —los dos están
demasiado borrachos.
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Asimismo, puede haber besos románticos que no son ni
cachondos ni pasionales, como el beso que se dan Meg Ryan y
Tom Hanks al final de la película Tienes un e-mail (You’ve got mail,
1998). Se trata de un beso entre dos grandes amigos que
descubren, poco a poco, que están enamorados. Después de una
larga y tortuosa historia, más que pasión hay un gran alivio al
descubrir que este sentimiento es recíproco. El beso que por fin
se dan es torpe y algo tímido, pero son precisamente estas
características, dada la historia, lo que lo hace aún más
romántico.
El beso tiene una larga historia en la gran pantalla a nivel
mundial, pero son las películas de Hollywood las que mejor
exploran y aprovechan este ritual. Se suele decir que este
condado de la ciudad de Los Ángeles es una “fábrica de sueños”
y su principal materia prima son los besos. Hollywood y el beso
van de la mano, hasta en Rocky hay besos. El beso es
Hollywood.
Precisamente, por su enorme importancia en la historia del cine,
el beso ha sido festejado de manera explícita por distintos
directores. Probablemente, el homenaje más famoso es el
deCinema Paradiso en la escena en la que Salvatore, ya grande y
convertido en un famoso director, ve el rollo de película que le
dejó al morir su viejo amigo y mentor, Alfredo. Se trata de un
collage de todos los besos que fueron censurados por el cura de
su pueblo natal a lo largo de los años y cuidadosamente
guardados, pegados y editados por Alfredo. Es un maravilloso
montaje de beso tras beso, que ilustra la importancia de este
ritual para el cine y en la vida real. El beso, según Guy de
Maupassant, “es inmortal. Va de boca en boca, de siglo en siglo,
de edad en edad”. Es justamente esta inmortalidad y su viaje a
través del tiempo que captura esta famosa escena de Cinema
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Paradiso. Y tiene el impacto que tiene sobre el espectador porque
todos atesoramos nuestro propio collage de besos de la gran
pantalla, además de que el lenguaje del beso es uno que todos
hablamos con fluidez, en parte gracias a las clases que hemos
recibido en el cine.
Alguna vez dijo Marilyn Monroe que “en Hollywood te pagan mil
dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma”. Se trata,
probablemente, de algo injusto, pero por los besos que uno puede
ver en la gran pantalla no sólo ha sido dinero bien gastado, sino
que además le han salido baratos sus besos a Hollywood.
Javier Tello
Analista político.
La Casita de Insurgentes
1 MAYO, 2014
José Ignacio Lanzagorta García
Mirábamos cómo la luz del día comenzaba a abrirse paso y
fumábamos. El silencio de la madrugada cedía ante el creciente
ruido de Insurgentes. “Me gusta que hagamos esto”. Mi mirada
inquisitiva fue suficiente para que añadiera una explicación: “esto,
platicar… es como exorcizar el lugar, ¿no?”. Nunca más cierto. La
luz y las palabras no pertenecen al reino de La Casita. Subir a la
azotea de ese edificio de tres pisos, techada por láminas y con
sus límites enrejados que aprisionan, a vislumbrar un amanecer
mientras se charla con una torpe intimidad, no sólo exorciza, sino
aniquila a La Casita. Es invocar a Apolo en el más suntuoso
templo que la ciudad de México le haya dedicado a Dionisio.
~ 197 ~
La Casita1 no es un spa. La Casita no es un sauna. La Casita ni
siquiera es, dicen, un cuarto oscuro. No. La Casita es un
sofisticado segmento del espacio, un área liminar que algunos
homosexuales de la capital crearon al estilo de un recinto sagrado
que logra, como pocos, el abandono total de la razón. La
categoría “club de encuentros” que es como se autodefine, o “sex
club”, con la que aparece en algunas guías de la ciudad, no
explica lo que ahí ocurre. Peor aún: poco a poco las llamadas de
atención la han ido convirtiendo en sólo eso.
Mi interlocutor acaba de tener sexo con seis cuerpos esa noche.
Los penetró a todos. Entre cada evento subía a la azotea a fumar
un cigarro, a estar solo, a recuperar energías, a respirar un aire
que no oliera a lo que huele realmente la humanidad… a
seleccionar su siguiente bulto. Ahí me miraba inquisitivamente. No
entendía cuál era mi juego, por qué no era como el de todos los
demás. No trataba de seducirme, sólo quería entender a quien
sólo observaba desde una esquina sigilosamente sentado… o
petrificado, diría yo.
“¿Eres de aquí?”, me preguntó al acercarse. Rompió la tácita
regla del silencio al tiempo que abría la estación del Metro
Insurgentes, cosa más efectiva que la salida del sol para anunciar
el fin de la noche y la imposición de las regularidades, las crudas
y las rutinas. El espacio de La Casita entonces se asfixia de
culpas, de hedores, de huidas cabizbajas. Sólo hay un taxi que
aguarda afuera, los demás huyen despavoridos adonde puedan.
Nació un tema de investigación.
Aún así, hoy, en esa fachada bien mantenida en Insurgentes,
disfrazada de la vieja y nueva colonia Roma, en la que sus
ventanas fueron tapiadas o los vidrios pintados con el mismo
color mamey de las paredes, se puede tocar un timbre con una
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cámara integrada. El visitante es evaluado no muy rigurosamente.
El requisito es que sea o parezca del sexo masculino. Sería
interesante saber qué pudiera experimentar una mujer ahí. Una
chicharra indica que se ha liberado el cerrojo y la puerta se
empuja hacia una pequeña recepción a desnivel. Tras subir los
escalones que conducen a ese cuartito, un hombre adormilado y
malhumorado, se levanta de una silla de plástico y finge catear a
cada visitante permitiendo el paso de lo que sea que traiga bajo
las ropas. Antes era más rústico, pero a medida que La Casita se
expone al imperio de la notoriedad, ahora hay letreros que
amenazan con “no ingresar armas y drogas”, con “no ejercer la
prostitución dentro del lugar”, que “La Casita no discrimina”, que
“no se puede fumar”. Un paso recientemente añadido es en el
que el vigilante echa un desinteresado vistazo de reojo a una
identificación que acredite mayoría de edad. Uno podría presentar
cualquier tarjeta.
Le sigue otra ficción: el ritual de ingreso. La Casita no podría
subsistir jurídicamente de otra forma si no fuera por estar
registrada como un club privado. De esta forma, los visitantes no
son clientes, sino miembros de una organización. El socio se
anota en una lista de membresía y le es entregada su mágica
credencial enmicada. Entre garabatos ininteligibles e ingenuos
nombres y apellidos, los más distinguidos miembros que se leen
en la selecta lista resaltan: “Pasiva entrona”, “Puto el que lo lea”,
“Chuy de la Buenos Aires”, “Hernán Cortés” y “Activo 20 cms”.
Hoy en día el socio paga una cuota de 90 pesos —alguna vez
fueron 50— a una tercia de dependientes serios y malencarados.
Un precio adicional hay para quien quiere servicio de guardarropa
que es siempre desaconsejado por los parroquianos, pues, dicen,
los dependientes se roban todo lo que encuentran. Listo. Las
formalidades terminan para dar paso a ¿las libertades?
~ 199 ~
La Casita ocupa lo de una casa o dos. Esa sensación tan
agradable de trasgresión que ocurre cuando uno entra a esas
casas porfirianas que han sido adaptadas como cafés y
restaurantes, en La Casita encuentra su radical contraparte. Ahí
están los tristes acabados centenarios en un espacio que
desconcierta. En un comedor se come, en una sala se conversa
con las visitas, en una recámara se duerme. En los restaurantes
que invaden estas reglas de lo privado no hay incertidumbre: en
esta casa se da servicio de alimentos en todos sus cuartos. Ahí
está la nada. El vértigo es insoportable.
Como un lienzo negro, se anda por lo que parecen corredores y
se entra a espacios cerrados donde a veces hay subdivisiones de
tabla roca que simulan pequeños cuartitos y a veces no, a veces
hay camastros o sillones y a veces no, a veces hay literas y a
veces no. Hay escaleras, hay balcones interiores. Pero no hay
ventanas que permitan el paso de la luz exterior, no hay puertas.
En los baños rara vez corre un hilo de agua por sus lavabos y no
suele haber papel sanitario. Hoy no son baños. Son reliquias.
Imaginarla como una casa funcional resulta difícil. Las
posibilidades creativas de quien ingresa son todas y ninguna.
Una estación de radio suena quedo por toda la casa. Un esfuerzo
por amoldarse a la exigencia de ser un “sex club” ha impuesto un
género de música electrónica tan relajante como perturbadora. No
hace tanto era una simple estación de música continua con éxitos
viejos y nuevos del pop local y en inglés. No se trata de bailar, ni
de escucharla. No sé si busca hacer tolerable el vacío o incitar al
silencio. Cada espacio tiene diferente grado de hedor
dependiendo el día, la hora y la afluencia. Subir a la azotea es
una obligación para los que tenemos estómago débil. Y es ahí
donde se descubre la ruta más macabra: en ese último piso
aparece un angosto tiro con una escalerilla metálica de caracol
~ 200 ~
que, al descender, te ingresa a la que parece una segunda casa,
o bien, toda una segunda sección aislada de la que uno ingresó
por la calle.
Lo mismo: cuartos con diferentes formas, tamaños y muebles,
pero generalmente sin nada. Oscuridad y más oscuridad. Sin
embargo, esa segunda casa es más angosta, dando una
sensación de verticalidad. No hay ventanas. No hay puertas al
exterior. Ahí hay una barra en la que de vez en cuando se cumple
con la función de vender cerveza, pero generalmente está vacía.
En realidad, en esa segunda casa se desciende hacia una
trampa. El sótano, donde entre la penumbra se adivina un
mingitorio sin agua, una cruz de tablones de madera con
cadenas, como lo que pudiera parecer la bodega del escenario de
una película sadomasoquista, es el clímax. La inexistencia de
ventilación, de luz y de desagüe genera una ilustrativa instalación
de una corporalidad humana desindividualizada, ciega y sorda.
Dentro de un cuartito anexo al sótano, siempre hay cuerpos ahí,
cambian de número y forma como un inestable líquido del que se
le desprenden y adhieren gotas. Lo que está ahí es un estado de
humanidad muy infrecuente. Leviatán.
Dicen que alguna vez en ese cuartito del sótano hallaron un
muerto. Es una leyenda urbana, quizá la más célebre de La
Casita. Nadie puede determinar el cuándo y, como buen relato de
tradición oral, hay versiones más aderezadas que otras. Que si lo
hallaron después de tres días, que si estaba mutilado, que si fue
suicidio, que si fue una sobredosis. Todas coinciden en que el
muerto estaba en el sótano. Todas concluyen en que éste fue
desechado sin identificación alguna. Tal vez en el libro de socios
era “Pánfilo de Narváez”. Para ir al sótano hay que dejar la razón
~ 201 ~
afuera, pero para salir de ahí existe el riesgo de dejar el cuerpo…
al alma quién sabe qué le pase. Dionisio en La Casita es rey.
Pongamos que, de pronto, se quiere escapar. La puerta de salida
está a años luz de ese sótano. Un cuerpo debe primero retomar
su individualidad, separarse de esa masa que lo absorbe y
emprender una complicada huida. Subir y subir, pasar por
corredores y cuartos donde sólo se escucha ese radio, algunos
suspiros y a veces gemidos, meterse al tiro de escalerillas que
llevan a la azotea, respirar en ese oasis a medias y recordar la
meta: la calle. Comienza el descenso por la parte frontal donde
señalar que es “más iluminada” es un decir. La individualidad se
va recuperando con la vergüenza o con la conciencia y el paso se
va apresurando. Quien camina rápido es porque descubrió que ya
se quiere ir de ahí. Necesita la calle. Necesita un semáforo, un
escalón que indique claramente la separación del paso entre los
coches y los peatones, una casa donde la recámara signifique
descanso. Es decir, necesita recuperar reglas y esencias, volver a
saber cómo ser uno, restaurar el equilibrio entre el cuerpo con sus
placeres y la razón que lo conduce.
Adrián2 llega sólo los viernes o los sábados. Muy rara vez entre
semana. Llega borracho, unas veces más que otras. Para él La
Casita sólo se trata de sexo. “¿Has tenido pareja?”, le pregunto
en un torpe tono de entrevista. “Tengo. Una mujer y dos hijos”.
Sonríe con malicia. “No te la esperabas, ¿verdá? Mira, yo no sé
qué sea, si joto, bisexual o qué y no me importa. Este es mi rollo,
¿no? Y no creas que le fallo a mi mujer, yo la amo y le doy lo que
ella necesita y a mis hijos también. Esto es para mí. Esto soy yo y
mis necesidades”.
El ritual de Adrián es el mismo cada noche que asiste a La Casita.
Se para contra alguno de los muros de lo que pudiéramos calificar
~ 202 ~
de lóbregos corredores de la casa. Espera. Fuma. Mira. En las
penumbras, cuerpos deambulan a paso lento por todo el
inmueble, examinándolo todo y a todos pero con suavidad. No
hay mucho que hacer ni qué señalizar: cuando un cuerpo se
detiene significa disponibilidad de contacto y si lo hace próximo a
otro lo plausible es que se fundan en una sola masa por un
tiempo, se separen y continúen su andar. Adrián aún conserva
reminiscencias de la norma de distribución espacial del sexo, así
que conduce a su carne en turno a una habitación oscura… esto
es, con la cantidad de luz de un hoyo negro. Como un ciego que
se conduce por andenes del Metro, Adrián sabe la ubicación
exacta de los camastros que hay en ese cuarto, pero él no se
recuesta, me dice, porque le da asco y tienen ladillas. Coloca ahí
a su contraparte en turno.
“Siempre uso condón, no vayas a creer”, me dice. Claro, si hemos
traído el sol, la palabra y las reglas, la no pedida mención a la
santa prudencia de salud sexual debe venir con la letanía.
“¿Siempre son diferentes?”, pregunto. “Pus trato, pero la verdad
es que a veces no me doy cuenta… una vez hubo uno que quería
que yo me quedara con él toda la noche, que nos fuéramos a un
lugar mejor, ya sabes, una jotita, y ahí, insistente el cabrón…
Amenacé con madreármelo, pero mejor ya me dio hueva y me fui
a mi casa temprano”.
Adrián es contador. Trabaja en un despacho como
empleado. Dijo que tenía 42 años. Lleva unos cinco años
visitando con frecuencia La Casita. Ha ido a otros sitios donde la
práctica de sexo entre hombres es el común denominador: fiestas
sexuales, cabinas de sexshops, baños de Sanborns, la Alameda
antes de su remodelación o clubes de encuentros, pero dice que
sólo le gusta esa, La Casita de Insurgentes, porque hay dos. “Es
que los otros lugares o son más peligrosos o son más fresas o no
~ 203 ~
sé, como que te dejan estar menos en tu rollo. Mira, yo sé que
esto es una pocilga, pero tal vez me gusta por eso”.
“Iba tanto”. Silencio. La mirada de Alejandro,3 un recién egresado
de la carrera de derecho de una universidad pública, se vuelve
hacia adentro, se le tuercen los labios y se le aguan los ojos. “¡Es
que iba muchísimo! ¡Y por imbécil! ¡Pude haberme contagiado de
lo que fuera! ¡Oye, dicen que ahí hasta mataron a alguien!”.
“No sé qué es lo que buscaba. O sea, sí, lo que todo el mundo.
Estás borracho, solo y morboso y ya, acabas ahí. Y lo peor es
que sales sintiéndote peor que como entraste. Ay, no sé. Había
veces que al salir de ahí me subía al coche y mejor me ponía a
cantar o a pensar en el trabajo o en otra cosa porque si pensaba
en que acababa de estar en ese lugar me ponía a llorar… De
todas formas al siguiente fin ahí estaba de nuevo de pendeja.
”Mira, la verdad es que no soy bueno para ligar. Vas
a Zona (refiriéndose en general a cualquier bar o antro de la Zona
Rosa) y pues ahí estás, vas tomando dizque para darte valor, vas
viendo quién te gusta y cuando ves que a ése ya le echaron el ojo
y se le acercó otro, o peor, que el que siempre te ha gustado ya
tiene novio, se te derrumba el mundo y te sientes que nunca
nadie te hará caso, porque eres horrible y aburrido, porque no
pasas mil horas en el gimnasio y no te vistes bien, porque lo que
tienes para ofrecer a nadie le importa… Y entonces empiezas a
pensar que lo único que quisieras es
estar cuchareando (acurrucado) viendo la tele y no ahí, con esa
música a todo volumen y con la gente juzgándote. Yo me ponía
muy mal. Yo soy de los que llevaba el vestido de novia en el
coche por si encontraba al amor de mi vida en el cuarto oscuro
del Toms (bar en Insurgentes).
~ 204 ~
”Lo que pasa en La Casita es que ahí ligas seguro. Ya. Ya sé que
si uno no encuentra al amor de su vida en el antro, menos lo va a
encontrar en La Casita. Pero pues así es una, tonta y calenturienta.
O sea, ahí de que encuentras quien se te arrime, lo encuentras,
aunque si te lo toparas en la calle una hora después no lo
reconocerías porque jamás le viste la cara. Eso era lo que me
pasaba en La Casita, yo sabía que no iba a encontrar ahí lo que
buscaba. Todos los días sabía que ahí no era. Todo el tiempo me
daba repulsión siquiera pensar en ese lugar. Pero en la noche,
después de cinco o seis cervezas y ver que el hombre más guapo
de México se fue con el segundo hombre más guapo de México,
simplemente quería ir a la estúpida Casita.
”Cuando no llevaba coche, caminaba por las calles de la Juárez y
de la Roma. Esperaba a que se me bajara la peda para ver si así
me arrepentía de ir, pero me salía peor, porque en la calle me
empezaba a calentar mucho más y entonces iba a ver a
los chichifos (prostitutos) que se ponen en Reforma o en
Hamburgo… Total, después de mucho paseo y morbo, terminaba
en La Casita.
”¡¿Pues qué te puedes imaginar que hacía ahí?! Bueno, no te
creas, yo era bien portado. O sea, no me metía jamás a las bolitas
que luego se hacen. De hecho nunca estuve con más de uno.
Bueno, una vez sí con dos, pero leve. Me daba pánico
enfermarme, así que cuando veía que la cosa iba subiendo de
nivel, mejor me quitaba y me ponía a dar vueltas, otra vez
pensando en encontrarme con el amor de mi vida. Y pues ahí de
idiota, ¿verdad? Otra vez, analizando quién me gustaba y a ver si
yo le gustaba. ¡Hazme el favor! ¡En La Casita! Y entonces una de
dos, o me iba para mi casa o me metía a alguna de las
habitaciones más oscuras. ¡Noooo! ¡Nunca en la de hasta abajo,
~ 205 ~
que es en la que dicen que mataron al chavo y además no se
puede ni respirar de la peste! Y pus ya, ahí no pasaba de algo
superleve y con eso me deprimía mucho y me iba. Al día siguiente
tenía el alma hecha mierda y, por supuesto, se me activaban todo
tipo de paranoias de ‘y si cuando me le acerqué… y me la puso…
y me agaché… ¿me habrá pasado algún bicho?’ Y es que una
vez sí me saqué mucho de onda, porque un pinche oso (hombre
corpulento y peludo) me pegó ladillas. Fue horrible, imagínate.
Yo ahí, con una comezón imparable y usando los champús, esos
que huelen superfuerte. Yo no quería que nadie se enterara.
”Qué te digo, jamás volvería. Además hasta tenía pesadillas.
Bueno, no son pesadillas, porque no me despertaba todo
asustado y agitado. Me asustaba por lo que soñaba: estaba en la
calle, de noche y de pronto me topaba con un lugar al que me
moría de ganas de entrar tanto como me daba miedo y me
excitaba mucho. No sé cómo decírtelo, cuando volteaba hacia
ese lugar era como una caverna o una construcción, amplia pero
muy oscura y aunque no los viera, yo sabía que estaba llena de
cuerpos, pero raros, como de zombis, ¿ya sabes? Todos
idénticos, flaquitos, como hechos de plastilina, apenas veía
cientos de siluetas y yo sólo quería entrar pero había una parte de
mí que sabía que no debía. Y en eso siempre me despertaba y
me asustaba mucho. Yo creo que sí me hacía daño como en el
alma, o sea, no volvería.
”Mira, ahora por fin tengo una relación estable y esa ansiedad
desapareció. En todos estos años que no he vuelto, jamás he
tenido siquiera la tentación. Vamos, que ni creas que ha sido un
esfuerzo. Je, ¡ya me curé! Claro, antes también me repetía a mí
mismo que no volvería y caía. Pero después no sé, si vuelvo a
estar soltero, no sé si La Casita siga existiendo. A lo mejor un día
otra vez me agarra el morbo y tal vez por nostalgia me doy una
~ 206 ~
vuelta. Pero creo que ese lugar no puede seguir durando o no así,
como estaba cuando yo iba. El mundo ya cambió. México ya
cambió. Ahora hay saunas como en Europa y los gays ya no
estamostan locas como antes… creo.
”No sé por qué no iba al Sodome (sauna dedicado al sexo entre
hombres ubicado en Polanco). O sea, fui una vez, con unos
amigos. Ya sabes, todas las jotitas ahí, con nuestra toalla,
riéndonos como tontas y criticando al que ya se perdió por ahí. Es
un lugar bien, nada que ver con La Casita. Y tal vez por eso no
iba, ¿qué tal que me encuentro a alguien conocido? Sí, en La
Casita me encontré a un conocido más de una vez, pero es como
si encontrarse ahí significara que ambos somos igual de
miserables. En cambio, si nos topamos en el Sodome, es como
cualquier antro, donde te sientes juzgado por todos. En La Casita
nadie te puede juzgar por el simple hecho de que los dos estamos
en el mismo cuchitril, ¿ves? Que si más gordito, que si más
chaparrito, que si más rico, que si más pobre, ¡qué más da! ¡Las
dos ahí en las puertas del mismo infierno!
”No sé si más libre o más qué cosa, pero sí te puedo decir que en
La Casita la onda es por lo menos más honesta. En los otros
lugares tienes que demostrar algo siempre, en La Casita le abren
la puerta a cualquier pendejo. No sé si por lo sórdido y decadente
o por qué, yo te puedo decir que es el único lugar de México que
conozco donde no importa dónde carajos naciste, creciste o
estudiaste, si trabajas aquí o si trabajas allá, si eres un viejito o un
chavito, si eres fresa o chacal, si eres gordo o flaco, dizque activo
o pasivo… No sé, es como si entrar ahí te rebajara al mismo
plano. Nadie puede presumir de nada si entró a La Casita.”
Para algunos no hay mejor forma de celebrar la vida que
celebrando la muerte.Mexbugchaser puso un anuncio clasificado
~ 207 ~
donde exponía su deseo de vivir su conversiónuna madrugada del
1 de enero de 2008 en La Casita de Insurgentes. Esto es,
mantendría el rol pasivo en un número suficiente de relaciones
sexuales sin protección como para garantizar que le fuera
inoculado el virus del VIH. El aviso se encontraba en el sitio web
llamado “Clandestino Gay”, que fue clausurado por las
autoridades acusado de servir de punto de contacto para
prostitución y pornografía infantil.4 Los foristas reaccionaron
incendiariamente frente a este anónimo cuestionándole su
deliberada intención de ser infectado. No faltó quien posteara
algún artículo informativo sobre esta práctica consciente de la
transmisión del virus donde incluso se celebran fiestas en las que
el que desea albergar el VIH recibe el nombre de “bugchaser”
(cazador del bicho) y los portadores —o uno solo cuya identidad
se mantiene en secreto— que se lo inocularán se llaman
“giftgivers” (donantes del regalo). El virus es retóricamente tratado
como un “don”, una “bendición”, el fin de una vida sexual
preocupada por el contagio al optar recibirlo como una liberación
plena.
Esa madrugada de fiesta todo concurre en La Casita. Grupos de
amigos, solitarios, jóvenes, adultos y hasta adultos mayores,
estudiantes, profesionistas, dependientes de tiendas que sólo
descansan el 1 de enero, albañiles, escritores, cargueros,
policías, funcionarios públicos, políticos de medio pelo y hasta
alguna personalidad de la televisión. La Casita, cuya auténtica
bacanal está disponible las 24 horas de los 365 días, es revestida
de mayor celebración al despunte de la primera alba del año. Tal
vez cualquier madrugada dominical tiene más gente, pero nunca
en una actitud tan arrebatada como la del 1 de enero.
Al entrar a uno de los cuartos se observa un semicírculo
silencioso de hombres amontonados contra una pared. Se
~ 208 ~
escuchan gemidos. Todos concentran su atención en la acción
que ocurre en el centro de esa masa. Ahí, un muchacho,
completamente desnudo, de espaldas al grupo, con las manos
apoyadas en la pared y con las piernas semiflexionadas es
penetrado por turnos por todos los demás, acaso 10 hombres.
¿Será el Mexbugchaser? Quién sabe. Escenas similares se repiten
en diferentes puntos de la casa. Tal vez más de uno recibirá el
regalo.
En otro rincón se observa a una tercia de cuerpos que frotan,
rozan y besan entre sí. Entre ellos resalta una cabeza que aspira
un pequeño frasquito de poppers. Dicen que los mismos
dependientes de La Casita la venden, junto con condones. En los
cuartos entran algunas personas que buscan orientarse u
observar con la luz que emiten sus teléfonos celulares.
Inmediatamente se escucha: “ssssh, ¡apaga eso!” y, en caso de
no obedecer, es factible que alguien suelte un manazo al aparato.
Por cada dos o tres voyeuristas hay por lo menos un
exhibicionista. El intercambio de roles no sería raro.
Otros sostienen una conversación a un volumen muy bajo en el
sillón de uno de los dos cuartos donde una vieja televisión
transmite, en una muy mala calidad y con el brillo altísimo, una
repetida película porno. La titilante pantalla sirve de fuente de luz
romántica para quienes acaban de acordar una relación sexual
dignificada en un hotel de paso, así que se despiden de los
amigos que los acompañaron y se retiran de La Casita.
En una noche como esas Alberto5 se infectó con el VIH. Él está
seguro que fue ahí porque es la única vez que recuerda que llegó
a tener sexo sin protección. Era una etapa de su vida en la que
tenía muchas relaciones sexuales con diferentes parejas y en una
gran variedad de lugares públicos. Se jactaba de conocerlos
~ 209 ~
todos: el caminito verde de la UNAM, los Viveros de Coyoacán, el
ligue en el cruce de División del Norte y Universidad, los baños de
la Central Camionera del Norte, el Hotel Mazatlán, el Cine Savoy
y tantos más. Sin embargo, él sabe que fue ahí, en Insurgentes a
la altura de la estación de Metrobús Durango. Confiesa un par de
años después que no sabe qué fue lo que se apoderó de él, pero
estaba muy alcoholizado. En uno de esos cuartos, sin saber quién
fue, consintió ser penetrado sin protección alguna. No quiere
hablar mucho del tema. Sólo repite que no sabe qué fue lo que
pasó y que no tiene caso darle más vueltas, que sí, siempre se
cuidó y que por una sola vez que no… Fue en La Casita, donde
sin las prisas y el estrés por ser descubierto un condón fue una
omisión casi natural. “Hay lugares peores que La Casita, hay
fiestas que harían verla como el lugar más fresa de la ciudad,
pero sí, algo tiene que la hace diferente. Es como si supieras que
estás en un lugar al que nadie le importa, a nadie le interesa y
nadie vigila”.
La sensación de anomia es la atracción que La Casita ofrece.
Adentro se llega a lograr a veces la inexistencia de las clases
sociales, los roles, las homofobias y los preceptos de cualquier
tipo. Todo se trata del cuerpo masculino. De un cuerpo genérico,
sin estética, sólo con sensaciones. En ese mundo al revés, tal vez
no es tanto la decisión de tomar un riesgo a contagiarse, sino que
en ese abandono hasta el riesgo es bienvenido en una entregada
celebración del cuerpo a la vida.
Hace no tantos años, cuando la ciudad y sus espacios de
consumo para clases medias y altas no contaban con tanta
promoción y reseña, La Casita era mencionada como un “club de
encuentros”. Hoy las franquicias mexicanas de guías urbanas
internacionales que no conocen de particularidades locales la
llaman “sex club”.6 Como si La Casita fuera una importación de un
~ 210 ~
concepto extranjero. Como si la única manera de presentarla o
entenderla sea en los términos de lo ya probado, creado y vivido
fuera de las fronteras. Como si la experiencia de ir a un sex club
sea la misma que la de La Casita cuando claramente sus
visitantes expresan reiteradamente que no es lo mismo. Como si
no pudiera ser… La Casita.
No he logrado averiguar desde cuándo existe. Cuando pregunté a
los dependientes sobre la fundación de La Casita me contestaron
refunfuñando que para qué quería saber eso y que ellos no
sabían. Las experiencias y relatos de diferentes homosexuales
capitalinos y algunos visitantes coinciden en que el sitio apareció
en algún momento de la década de 1990. La vida gay se
asentaba principalmente en la Zona Rosa y algunos bares
dispersos sobre la avenida Insurgentes, el Centro y en Ciudad
Nezahualcóyotl.
La Casita, junto con otros espacios conocidos como clubes de
encuentro, satisfacía la demanda homosexual de sitios para
prácticas sexuales sin la necesidad de mantener relaciones
personales posteriores al encuentro. La prostitución en el mundo
homosexual, aunque existe, nunca ha sido tan necesaria para
satisfacer esto, como en el mundo heterosexual, donde un lugar
como La Casita parece logísticamente impensable.
~ 211 ~
Esta dinámica se mantuvo por un tiempo hasta que, ciertamente,
llegaron nuevos tiempos. Mejores en algún sentido, peores en
otro. La muy lenta aceptación y normalización de cierto tipo de
vida gay se fue abriendo paso entre los mercados y así consiguió
que la ciudad contara con su primer antro con cadena ubicado en
una zona exclusiva y que discriminara abiertamente por
apariencias de aspecto, raza y clase social. La normalización de
la vida gay incluyó su adscripción a la violenta división de clases
sociales que anteriormente se vivía menos burdamente. Hoy,
desde la óptica acomodada tenemos antros discriminatorios en
Polanco y Lomas de Chapultepec y antros “alternativos” en la
calle República de Cuba. Los de la Zona Rosa ya ni siquiera se
mencionan en las reseñas que resumen la vida gay de la
ciudad.7 La Casita está cada vez más sola en un circuito gay en el
que lo que pasó de moda fue esa forma de vivir la
homosexualidad. Los primeros saunas destinados a los
encuentros sexuales, en vez de algunos baños públicos, han
abierto sus puertas. La distribución espacial y las normas de la
~ 212 ~
conducta homosexual se han transformado al sumarse a las
tendencias globales que la aceptan sólo en parte y le imponen
normas viejas para adaptarse a los mercados con patrones y
prácticas de consumo preestablecidos.
La Casita fue un agujero negro que surgió en una colonia Roma
que hoy está dejando de existir. En su entorno se encuentra un
nuevo ambiente del que ella es cada vez menos su apoteosis. La
antigua casa porfiriana en el perímetro cercano a la Glorieta de
Insurgentes es una ruina de una Roma que ya no es la colonia
abandonada por las opulentas familias que la fundaron, va
dejando de ser la colonia de los hospitales, de los hoteles de paso
y fiestas swingers, la ocupada por asociaciones de paracaidistas
y migraciones indígenas tras el sismo de 1985. Ya no es esa
colonia que hubiera ahuyentado, inclusive, a su célebre vampiro
de algunas décadas atrás. Esa perdición que caracterizaba a las
noches de la camaleónica Insurgentes en su parte central, hoy
resiste cada vez más débil. La Casita deja de ser representativa
de una forma de espacio que tal vez sólo es posible en las zonas
marginales donde se podía vivir con formas clandestinas una
asediada o ignorada homosexualidad sin reglas, sin mensajes, sin
consejos dedicados a ella. Tal vez La Casita existió siempre en la
ciudad de México y en otras urbes con otros nombres y en otras
sedes. Pero hoy estos espacios agonizan. Se sustituyen por otros
donde la democrática anomia se ha intercambiado por
performances, algunos más trasgresores que otros, pero todos
regulados por el mercado.
Renovarse o morir, La Casita aún no se decide por cuál de las
dos, pero coquetea con la primera opción: convertirse en ese
performance que es el “sex club” que le asignan las guías gay.
Dejarse de una buena vez de particularidades, de ser el espacio
donde ante la nada sólo queda la creatividad de un ser
~ 213 ~
abandonado a su desenfrenado deleite, y sumarse al tren de las
certezas y tranquilizantes monotonías del mercado internacional.
Meter un poco de Apolo al templo de Dionisio.
Ignacio Lanzagorta
Politólogo y antropólogo social.
Los datos de este texto se obtuvieron a través de entrevistas a
profundidad in situ y fuera de este lugar, además de algunas
visitas de campo realizadas entre 2006 y 2008. Varias entrevistas
se hicieron en años posteriores y hay visitas de actualización que
son de 2013.
Información sobre la dirección, declaraciones legales y
descargos de responsabilidad, horarios y sobre los otros clubes
que pertenecen al grupo, disponible en: www.lacasita.mx
1
2
Entrevista in situ en septiembre de 2007.
3
Entrevista a profundidad en enero de 2012.
Jiménez, Carlos, “Con sede en otro país, red de pederastia”, La
Razón, 30 de septiembre de 2010. Disponible
en: http://www.razon.com.mx/spip.php?article47513
4
5
Entrevista en julio de 2012.
Reseña de Time Out México, disponible
en: http://www.timeoutmexico.mx/df/vida- nocturna-alternativa/lacasita. La foto que se incluye es del cuartito anexo al sótano
ubicado en la parte trasera de la casa.
6
Albarrán, Viridiana, “Cuatro antros para salir del clóset”, El
Universal, 25 de agosto de 2013, disponible
7
~ 214 ~
en: http://www.domingoeluniversal.
mx/historias/detalle/Cuatro+antros+para+salir+ del+cl%C3%B3set-1746
El monje y la joven esclava
cantante
1 MAYO, 2014
Marco Zuccato
El mundo intelectual del medioevo frecuentemente nos evoca
imágenes grises de monjes inclinados sobre sus escritorios
dispuestos a copiar y glosar voluminosos manuscritos de los
grandes autores latinos del pasado, inmersos en la atmósfera fría
y densa del scriptoriummonástico, iluminada y calentada por la
frágil luz de una vela. En efecto, no es raro encontrarse en los
manuscritos medievales con notas marginales donde el escriba
expresaba su frustración y molestia: “Tengo mucho frío”, “Gracias
a Dios dentro de poco se hará de noche”, “¡Ay mi mano!”, “¡Por fin
he completado todo, por el amor del cielo, denme un trago!”.
Verba scripta, o las palabras escritas, ocupan sin duda un lugar
predominante en el panorama cultural e intelectual del mundo
latino medieval. Orden, disciplina y ética del sacrificio personal en
nombre del conocimiento son las consignas que forjaron la
rigurosa dimensión cultural del mundo latino en ese periodo. Los
escritos valiosos de autores griegos y latinos del mundo clásico se
heredaron a la posteridad gracias al asiduo trabajo de escribas y
copistas medievales.
~ 215 ~
Pero esta parte de la historia intelectual del medioevo, desde
luego, es ya bien conocida y está bien narrada, tanto en el mundo
académico como en otras obras de divulgación histórica. Por eso,
este artículo no trata de esa historia que ya conocemos bien, sino
de aquello que hasta ahora ha quedado en la oscuridad, en lo
desconocido, o lo escasamente estudiado. Aquí me gustaría guiar
al lector fuera de las celdas densas y frías de los monasterios
medievales para introducirlo en un mundo exótico, impregnado de
perfumes fragantes y colores vivaces; el mundo variopinto de la
España árabe de la corte del Emirato, primero, y el del Califato de
Córdoba poco después: un mundo que llegó a representar la
verdadera raíz de una nueva mentalidad científica en Europa.
Como bien se sabe, el mundo árabe entra en la península ibérica
a partir del año 711. La riqueza, diversidad y originalidad de la
ciencia cultivada por los árabes en al-Ándalus (es decir, la parte
de la península ibérica que se mantuvo bajo el control árabe)
atraen desde muy pronto la curiosidad de los estudiosos latinos.
De hecho, es a partir de la primera mitad del siglo X que se
empiezan a filtrar importantes innovaciones matemáticas y
astronómicas desde al-Ándalus hacia el mundo latino. Entre estas
innovaciones resulta particularmente importante el astrolabio —un
instrumento astronómico de gran utilidad práctica para múltiples
funciones, que van desde el nivel de cálculo y predicción de la
posición de la luna, el sol, los planetas y las estrellas, hasta la
medición de la altura y cálculo de horóscopos—, que se filtra al
mundo latino desde la España árabe a partir del último cuarto del
siglo X.
Este nuevo conocimiento, totalmente ajeno y desconocido en el
mundo latino, se absorbe y explora en Europa gracias a un
curioso proceso de asimilación y digestión. Podemos echar mano
de una metáfora útil e imaginar a la Europa de este periodo como
~ 216 ~
un gran organismo, donde España cumple la función de la boca
mientras Francia la del estómago. Continuando con la metáfora,
podríamos afirmar que una enorme cantidad de alimentos
exóticos, “picantes” e indigeribles para la cultura latina medieval,
entraron por al-Ándalus, es decir, por la boca de nuestro
hipotético organismo, ya desde el siglo IX.
La Europa latina absorbió al menos una parte de estos alimentos,
pero solamente en virtud de un complejo proceso de “digestión” y
“neutralización” de aquellos aspectos que habrían resultado
indigestos, o incluso dañinos para la cultura latina de dicho
periodo. Fueron los importantes centros monásticos franceses de
Micy, Fleury y Chartres los que se encargaron del proceso de
digestión y transformación del nuevo conocimiento. Este proceso
~ 217 ~
consistió en intentar poner por escrito una práctica astronómica
que originalmente no existía en forma codificada. Así, se
eliminaba la novedad “indigesta” neutralizando el nuevo
conocimiento astronómico de origen árabe según el estándar
epistemológico de referencia en el mundo latino de la época: una
avanzada práctica astronómica se transformó de esta manera
en verba scripta.
Pero, ¿en qué consistía esta práctica astronómica “exótica” y
cómo es que sin un complejo trabajo de “digestión” habría
resultado nociva e indigerible para la cultura latina de este
periodo? La España islámica a partir del siglo IX no sólo recibió
una nueva forma de cultura y ciencia, sino también una nueva
modalidad de aprendizaje y un nuevo uso de dicha cultura. En
este mundo el conocimiento, lejos de invertirse en una profunda
dimensión ética y religiosa, como en el caso de la cultura
monástica latina, generalmente se percibía como un bien de lujo e
incluso una fuente de recreación.
Las fuentes árabes nos hablan de una corte del califa de Córdoba
cuya vida cultural era extremadamente enérgica y efervescente.
De hecho, la corte califal de Córdoba está poblada de qiyan, es
decir, muchachas esclavas cantantes que se adiestraban no sólo
en la música y el canto, sino también en medicina, filosofía,
astronomía, astrología y matemáticas —aquello que los árabes
llamaban “la ciencia de los antiguos”. Dichas qiyan no servían
exclusivamente de concubinas; sus funciones también incluían
entretener con cantos, discursos eruditos, cálculos astronómicos y
pronósticos astrológicos a los nobles y aristócratas que
frecuentaban la corte califal de Córdoba.
La ciencia y el conocimiento se utilizaban entonces como bienes
de lujo, entretenimiento y recreación, proporcionados por
~ 218 ~
muchachas jóvenes y encantadoras principalmente para uso y
consumo de la nobleza andaluza. Existen testimonios de la época
que afirman cómo los eruditos y estudiosos que orbitaban
alrededor de la corte de Córdoba incluso adiestraban a algunas
de estas esclavas en medicina, astronomía, astrología y
matemáticas para después ponerlas a la venta. Sabemos, por
ejemplo, que Ibn al-Katt-an, el médico del califa al-Hakam II,
acostumbraba adiestrar a sus jóvenes esclavas en astronomía,
medicina, lógica y astrología para después venderlas en una
suma en torno a los tres mil dinar. De hecho, la corte de Córdoba
se poblaba de los más variados personajes, uno de los cuales fue
el famoso erudito y polímata Abu l-Hasan ‘Ali IbnNafi’ (789-857),
conocido con el apodo de Ziryab (pájaro negro), quien fue el
primero en establecer una etiqueta de corte a Córdoba y en
transformar a esta ciudad en la capital de la moda en Europa.
Este conocimiento de origen árabe no estaba codificado ni
cristalizado en las páginas áridas de los manuscritos: estaba vivo,
y se usaba, se saboreaba, se vendía y se apreciaba como un bien
de lujo. Por ejemplo, la ciencia astronómica en al-Ándalus no
estaba representada por la antigua astronomía clásica romana,
muerta desde hacía siglos y momificada en las páginas de
Boecio, Marciano Capella, Macrobio o Calcidio. Tampoco se
cultivaba en la atmósfera mohosa del scriptorium medieval, sino
que se practicaba al aire libre, bajo la luz de las estrellas, y a
menudo con el apoyo de instrumentos astronómicos como el
astrolabio, que muchas veces se utilizaba para hacer horóscopos
y otras investigaciones astrológicas.
El mundo cultural de al-Ándalus a partir del siglo IX no se
construyó con base en las páginas marchitas de los manuscritos
medievales, en las cuales se intenta salvar el conocimiento ya
difunto de los griegos y romanos; sino que es un mundo hecho de
~ 219 ~
muchachas jóvenes que deleitan a su público con disquisiciones
astronómicas, de ingenieros creativos que construyen máquinas
admirables, de médicos y eruditos que llenan de vitalidad a su
propio conocimiento y lo vuelven activamente funcional para la
construcción del esplendor de la corte cordobesa.
Este elemento de conocimiento vivo, destinado a la recreación,
donde la dimensión ética y moral de la cultura medieval latina
está completamente ausente, era precisamente el elemento
indigerible que sería neutralizado en la laboriosa tarea de
transcripción y “neutralización” llevada a cabo por los monasterios
franceses a partir de mediados del siglo X. El germen de esta
nueva forma de cultura, sin embargo, se mantendrá de algún
modo presente incluso en el producto transformado y
“metabolizado” por los latinos a partir del siglo XI, y será la causa
de un lento proceso de cambio cultural que culminará, muchos
siglos más tarde, en aquello que comúnmente conocemos como
la revolución científica europea.
Marco Zuccato
Profesor-investigador de la División de Historia del CIDE. Se
especializa en la historia intelectual del mundo mediterráneo
durante la Edad Media.
Traducción del italiano de Sara Hidalgo.
~ 220 ~
Fantasmas
1 MAYO, 2014
Guillermo Arreola
Regresé a Tijuana, 20 años después de haber abandonado la
ciudad, porque allí había vivido una pintora francesa cuya obra
me obsedía. Se llamaba Danielle Gallois. Con ella había yo tenido
encuentros esporádicos durante mi juventud. El recuerdo de las
pinturas creadas por Danielle había dejado en mi memoria un
telar de asombros y de enigmas palpitante a lo largo de los años.
El hilo conductor de los recuerdos pendía de un hecho muy
concreto: en algún rincón de aquellos años pasados, había yo
comprado una obra de la pintora, una joya visual elaborada sobre
papel, misma que a los dos años de haberla adquirido di por
extraviada. Lo último que había sabido de Danielle era que mucho
tiempo había pasado también en Rosarito, a 32 kilómetros de
Tijuana; y que finalmente había fallecido en 2006. El tiempo va
borroneando la precisión de las informaciones, y redobla los
misterios. La figura de Danielle deambulaba entre mis memorias,
como una resonancia iluminando sus propias obras. Borracha,
altiva, generosa, sórdida, insondable, una barbarie de secretos
rodeaban sus creaciones y su existencia.
Creí que conseguiría aprehenderla, descifrarla, develarla;
indagando, preguntando, acudiendo a los sitios recorridos en
vida, hablando con personas con las que ella había tenido trato, o
tanteando entre desconocidos. ¿Quieres torear al azar, que se
reaccionara como una fiera al acecho?: cuéntale tus planes. En
mis pesquisas, en los encuentros que suscité, poco pude obtener
sobre la historia de Gallois y de su obra; en cambio, otras
~ 221 ~
historias me salieron al paso, como si a mi frustrada búsqueda se
le compensara con trozos escénicos del gran teatro que es y ha
sido Tijuana, ajenos a mi primer cometido y al gran barullo
biográfico en torno al fantasmagórico animal llamado arte.
En mi encuentro con B, en el bar Rubén Hood, mi interlocutor fue
contundente: yo no sé qué chingados andas preguntando por una
señora vagabunda con alma de artista, que además ya se murió.
Búscala entonces entre los que saben: entre otros artistas.
Ustedes los periodistas, porque eres un periodista, ¿no?, buscan
sólo en lo que ya se sabe; deberían ocuparse de lo realmente
público privado. Se detenía a ratos para darle otro trago a su
cuba; y enseguida continuar, con tono admonitorio: porque a mí
no me engañas con esa onda del arte, tú en realidad eres
periodista. A ver, aclaro: me refiero a esa señora como
vagabunda, porque así me la has descrito, no vayas a creer que
por falta de respeto. Yo no la conocí, me dijo, y mira que sé
~ 222 ~
identificar muy bien a algunas de las personas que han sido
realmente importantes en esta ciudad, de las personas que han
ayudado a formarle su sello, de las que para bien o para mal le
han dado un pedazo de cara a Tijuana. Pregúntame sobre
cualquier persona destacada de esta ciudad, me hago un
escaneo ahorita mismo en mi mente y te responderé. Me
preguntas por algo de lo que yo no sé. Y como no lo sé, no me da
confianza de que haya existido realmente esa mujer. Por lo tanto,
no te puedo responder. No sé nada de esa señora pintora
vagabunda, y mira que yo sé mucho de la gente de esta ciudad,
por su presencia pública.
—Busco también a alguien más —le dije.
—¿Narco?
—No. Nada de eso.
—Entonces no lo vas a encontrar. Ya te lo dije: yo de lo que te
puedo hablar más fidedignamente es de mí. Lo que realmente
conozco a fondo es a mí. Te puedo contar de cómo acabé siendo
policía; de los años que me tocó andar patrullando en Rosarito;
de cómo anduve de ilegal en el otro lado. También fui escolta —
me dijo.
—¿De quién? —le pregunté.
—De varias gentes —me respondió—. Pero eso fue muy en el
pasado, de varias gentes —al tiempo que alzaba una mano, como
para otorgar mayor vehemencia a lo dicho.
Un pedazo de mundo sobre papel, y sin embargo: un universo,
con árboles y mujeres y hombres soñando con sus cuerpos
acoplados a las copas; a cada cuerpo lo acompaña la figura de un
~ 223 ~
animal incrustado entre las hojas. De pie, en el suelo, dos figuras
a medio cuerpo: un monje vestido con toga roja y un semidiós de
torso desnudo y cabeza de venado. Se observan el uno al otro.
¿Se desean? ¿En esta pintura sueña el sueño con la vigilia o
sueña la realidad con una de sus lajas? Al margen izquierdo, casi
como queriendo disolverse: un grupo de seres amorfos, azorados
observan la escena. La tierra pétrea, con líneas de un dorado
deslavado y colores sienas. Los árboles del sueño son verdes
rayando en luminiscencias, y hacia sus troncos han caído en
picada pájaros que quedan atrapados entre la corteza. La
médium que trajo esta imagen desde el mundo de lo invisible
hacia la concretud de lo real se llama Danielle Gallois, una pintora
francesa, originaria de Bar-le-Duc, un pueblito de la región de
Lorena, y llegada a Tijuana a finales de la década de 1960 en
compañía de su consorte el pintor Benjamín Serrano.
A Bar-le-Duc lo divide el río Ornain, y el lugar es reconocido en
particular por dos motivos: algunos de sus edificios de
arquitectura renacentista, y el otro de índole gastronómica: fue allí
donde tuvo origen, en el siglo XIV, la elaboración de la
mermelada de grosella hecha “a la pluma de ganso”, un manjar
que en el siglo XVI hizo a María Estuardo compararlo con “un
rayo de sol en un bote”. ¿Alguna vez habría preparado Danielle
mermelada de grosella?
Existe una fotografía de la pintora, tomada en 1969 por Vidal
Pinto, donde se corroboran los rumores acerca de su belleza de
juventud. ¿A quién no le hubiera gustado?: rubia, espigada, de
rostro demarcado tiernamente por los brutales secretos que le
guardaba celosamente su futuro. En la fotografía aparece sentada
en una mesita, al lado de un ventanal, y dejando a un ave
posarse en uno de sus hombros, inclinado el animalito como si
fuera a picotearle la piel a la pintora. Me han dicho que, recién
~ 224 ~
llegada a Tijuana, Danielle convocó a muchos admiradores
varones en torno a su obra. ¿Admiración por una obra o la ilusión
de querer poseer su vagina?
¿A quién no le hubiera gustado la pintura de Danielle que yo
compré? La adquirí por 120 dólares en una galería en ciernes en
1990. Y la colgué, sobriamente enmarcada, en la pared de mi
dormitorio en la casa en la que viví, y que me prestaban unos
amigos. Acostumbraba yo contemplarla durante las noches, como
si fuera un ser quieto pero vibrante. Fue confidente de mis
pensamientos visuales durante varios años. Luego la extravié o
creí que un accidente ocurrido en aquella casa había arrasado
con ella. Cambié de domicilio, y de ciudad; pero ella, la pintura, no
me olvidó, no podría olvidarme, eso quise creer.
Regresé a Tijuana, 20 años después de haber abandonado la
ciudad, porque allí había vivido una pintora francesa cuya obra
me había provocado una forma de obnubilación que atravesó mis
años lejos de Tijuana. Pero regresé también porque la
persistencia de otros recuerdos me obsedían: los de la época
compartida con un amigo amante de 25 años atrás; pero en
particular, los recuerdos sobre el suceso que puso fin a su vida.
Marcos se llamaba.
Una mañana de aquellos años, en Tijuana, había abierto yo un
periódico y en la nota roja encontré la noticia del asesinato de mi
amigo. La descripción de los hechos, recabados por las primeras
declaraciones de los asesinos, y por un supuesto informe forense,
eran lo menos: indecibles. Mi conocimiento de aquel suceso se
introdujo en alguna parte de mi memoria, y poco a poco los años
lo fueron ubicando en alguna celda mental. Puerta cerrada: no
quise saber de los pormenores de aquel hecho ni del rumbo que
había seguido la justicia. ¿Hubo condena para los asesinos?
~ 225 ~
¿Fueron liberados? ¿Qué ocurrió en aquellas horas en que a
Marcos le había sido arrebatado el hálito? Según lo que
informaba aquella nota de periódico, lo habían asesinado a
golpes, y a golpes lo habían desbaratado por dentro. 25 años
transcurrieron para que el caballo del dolor volviera a despertar. Y
con él mi hambre por indagar en informaciones sobre lo que
había ocurrido aquella noche en que se cercenó la vida de mi
amigo. Regresé a Tijuana tras de los rastros de una posible forma
de verdad. ¿Qué es la verdad? ¿Qué verdad puede haber en
hechos y seres ya transformados en fantasmas por la memoria?
¿Y si los fantasmas me arrastraran en algún momento a
recordarme que carne fueron también?
Llegué muy de mañana a la ciudad y desde el primer momento la
ciudad entera volvió a acoplarse a mi memoria visual. ¿Qué había
cambiado? No mucho: la dimensión de lo habitable y un muy
notorio intento de planificación urbana, en un territorio reacio a los
parcelamientos del diseño topográfico. Aire caliente y polvo,
texturas vinílicas surcando la mirada. El progreso arquitectónico
convertido en un work in progress sin fin. Dentro de mí, un bullicio
suspendido por las historias extraviadas. Las mías. Tras
instalarme en un hotel en la calle Segunda del centro de la
ciudad, me aboqué a planear por dónde empezar, a procurarles
una documentación a mis recuerdos. Ya fuera por saciar mi
obsesión de ir tras de la vida de la pintora Danielle Gallois o tras
de los vestigios de la muerte de mi amigo, ¿por dónde empezar?
Y mi plan desembocó en la indecisión. Después de descansar el
resto del día y el siguiente, convoqué al azar, me propuse no
ceñirme a programa de indagación alguno. Sí a recorrer los
lugares donde alguna vez tuve encuentros esporádicos con
Danielle; buscar los lugares donde compartí una parte de mi vida
con Marcos. Algunos de los primeros encuentros dieron frutos no
convocados, informaciones no requeridas sobre intereses ajenos
~ 226 ~
a los que me habían llevado de nueva cuenta a Tijuana. Para
llegar a Danielle, me susurraba la intuición, hay que ir por el
camino de lo que la sustentaba vitalmente: la pintura, pero sobre
todo el alcohol. Visité bares y tugurios por ella visitados: La
Valentina, El Fracaso, La Gloria, El Turístico, La Charrita. Para
volver a Marcos había que deslizarse por calles donde ya nada
era igual. ¿Fue en el café Víctor’s de la calle Revolución donde
nos habíamos encontrado la última vez? ¿Fue en un bar llamado
Los Equipales, en la calle Cuarta, donde había aparecido una
noche de súbito para mostrar su estrenada imagen disfrazado de
mujer? ¿Era en la colonia Soler donde estuvo su casa familiar?
¿Era en la colonia Altamira donde habíamos compartido durante
algunos meses un cuarto donde recalábamos las noches en que
las ansiedades juveniles se prolongaban hasta muy entrada la
madrugada? ¿Y qué había sido de nuestros amigos y conocidos
en común? ¿A dónde los había expulsado esta ciudad? ¿Cuáles
de ellos habían muerto ya? ¿En dónde rastrear un tiempo de
antaño que se me aparecía asolado? Recuerdos sin rostros,
carne suplantada por el olvido.
Cuando leí la noticia aquella mañana de los años ochenta, así
imaginé tu cara: la mirada congelada en tránsito hacia lo
insondable, la boca estropeada, la nariz quebrada, la frente
aplastada con sabrá nadie qué instrumento. Ante la figuración de
tu cuerpo se clausuró mi imaginación. Tu cuerpo llevado en otro
tiempo y por ti mismo al punto de los dislocamientos, de las
transformaciones, de la carne superpuesta como si su artificio te
proveyera de una forma de respiración artificial. No pude imaginar
tu estado final; pero leí que te habían destruido por dentro, que te
habían deshecho las vísceras, que te habían quebrado el aliento.
El cuerpo labrado a puñetazos. Que te habían eliminado, leí. Y
casi enseguida me lo corroboraron amigos que tú y yo
compartíamos, amigos en la impaciencia; amigos a quienes
~ 227 ~
busqué con el deseo de que me desmintieran lo que había leído
aquella mañana de cuyo transcurso hoy vuelvo a acordarme. Me
pidieron que juntos fuéramos a tu entierro, y dije que no. Por lo
que leí deduje que te habían desplomado; por la traza que había
dejado el suplicio en ti, te habían desgarrado, deshebrado en
algunas de sus partes tu órgano más luminiscente: el de la piel, te
habían demolido. No pude imaginar tu cuerpo. Leerlo sí,
imaginarlo no. La cara sí, el cuerpo no. A solas me he dicho que
la memoria es el lugar donde se pulen los huesos del pasado, la
fábrica donde uno levanta sus mitos personales, el lugar donde la
voluntad negocia con los afectos y el olvido. Con el paso de los
años yo no consigo lavar las imágenes vistas o imaginadas donde
la piedad no fue escuchada —me digo, me digo, y al oírmelo decir
vuelve a bullir el recuerdo de la sangre contenida, el pavor de la
sangre derramada, el recuerdo imaginado de tu mirada helada en
tránsito hacia el fin.
Vine a buscarte a través de la reconstrucción de algo: una
evocación, un gesto, una amistad, una pintura, un amor joven.
Justo en el centro de tu territorio del que se alimentaban tu cuerpo
y tu mente. El sitio donde la palabra se hace barullo bilingüista, y
el silencio es la casa donde los sueños ya no podrán reposar.
Vine a reencontrarte a través de ellos. He imaginado una casa
donde debo registrarlos, los sueños: pagas tu entrada, te sientas,
y órale: a contar sueños. El mío lo hice nuestro y le puse un título:
“Tarde de lluvia rememorando sueños perdidos”; nuestro sueño.
He recorrido calles y he cruzado puentes, he abatido noches
enteras anegadas de alcohol y de enfiestamientos, he recorrido
canales que antes fueron ríos, cañones donde penden casas de
cerros desgajados; me puse a localizar el hilo conductor que
vincula lo mismo un suceso criminal en San Francisco, California,
con una riña de borrachos en el callejón Coahuila en la Zona
Norte, escondrijo para extraviados y exiliados por la piedra y la
~ 228 ~
pobreza, y recién llegados que esperan lo que la esperanza
misma ya no puede esperar; el hilo que, más que vincular —ah
palabra tan pendeja—, enhebra la carne superpuesta de todos los
días a una forma de resignación encochambrada de andar
viviendo-recordando sólo al azar. Con datos dislocados por mis
recuerdos, sin historia precisa, sin nada más que con mis
obsesiones y la terquedad —si algo queda— zumbante de dar
contigo como da el cuchillo en el blanco.
Éramos muy jóvenes Marcos y yo cuando nos conocimos, y aún
portábamos las resonancias de la adolescencia, que no
terminaban por apagarse. Forjamos amistad durante tres años.
Me empecé a distanciar de él cuando a sus tacos y sus shorts
para jugar futbol los cambió por zapatos de tacón y vestidos de
azul eléctrico, por inyecciones de hormonas con las que consiguió
que le salieran tetas y una voz disolviéndose en el afantasmado y
hermoso joven que ya no quiso ser. Antes, además del futbol la
pasión de Marcos era la noche, los encuentros casuales y a
cambio de ellos el dinero. Lo que hacíamos se llama prostitución,
ya lo sé, pero no lo vivíamos así, para nosotros no era eso, era
otra cosa: la sobrevivencia pero con diversión y peligro. Marcos
tenía una hermana parapléjica, a la que le recetaban unas
pastillas que a veces él también tomaba; en una ocasión me puso
una en la boca, me la tomé con un trago de cerveza y me puse
muy mal, pasé días enteros con vértigo y con vómitos constantes.
Los demás decían que Marcos y yo éramos novios, que
andábamos, y quizá sí, porque en cuanto se metía en un
problema a quien iban a buscar era a mí, le están dando en la
madre a tu novio, me decían. Y al revés, si yo me metía en una
bronca aparecía siempre Marcos, gritando con quien yo
estuviera, con quien estuviera teniendo alguna diferencia,
exigiendo que con su bato nadie se iba a meter, que a su bato
nadie se lo iba a chingar. Estábamos juntos, pero a la
~ 229 ~
sobrevivencia separados, quiero decir que nunca nos íbamos
juntos con la misma persona: solamente en una ocasión él, otro
amigo de nombre Tomás y yo nos fuimos con unos extranjeros.
Nos llevaron al hotel donde se hospedaban. Éramos seis
personas en un solo cuarto, cada quien intentando coger con
alguien y luego todos con todos y al final para terminar solos con
uno mismo. En fin. Antes de salir del hotel nos extendieron dos
billetes de 20 dólares a cada uno y nos regalaron unos perfumes
que traían con ellos. Después nos invitaron a cenar a un lugar
que ni Marcos ni Tomás ni yo hubiéramos podido pagar nunca por
nuestra cuenta. Creo que fue después de aquella ocasión cuando
Marcos empezó con sus tonterías, a decir a cada rato que sabía
que algún día vendría un extranjero por él, para llevárselo lejos,
lejos de aquella puta pinche ciudad que tanto detestaba. Y
empezó poco a poco a jugar con su plan de que quería ser mujer.
Cambió radicalmente su modo de caminar, de hablar, de mover la
cabeza, el cabello, de sonreír. A todos pidió y luego exigió que ya
no le llamaran Marcos, sino la Marquesa. Al final, puede ser que
algún extranjero o varios, vinieron por él pero no para llevárselo a
otro país e imaginarle su lado principesco, sino para desbaratarlo
a golpes; ni siquiera, pienso yo, con intención, sino bajo el yugo
de algún demonio en el que ellos cayeron en aquella noche de
alcohol y terrores propios, enfrentados con los demonios que a
Marcos lo adornaban desde toda la vida. Estábamos juntos
Marcos y yo en un tugurio tijuanense cuando conocimos a un
hombre de nombre Carlos Monsiváis, que andaba de visita por
Tijuana. A los días nos enteramos que era hombre de cierta fama.
En aquella ocasión el hombre llamado Carlos Monsiváis me pidió
verme una vez más —pero sin esa loca, me dijo en un susurro,
refiriéndose a Marcos—. Nos vimos, y cuando así ocurrió, me
tomó de los hombros y me dijo: “estuve aterrado de no volverte a
ver”. Cuando le platiqué a Marcos que había vuelto a ver al
~ 230 ~
hombre llamado Carlos Monsiváis y lo que me había dicho, se me
fue encima a querer golpearme, que porque le estaba ocultando
yo cosas. Tampoco le gustaba mi amigo Ricardo Lugo, quien un
día apareció asesinado a martillazos en su departamento.
Hablo con C, un amigo reciente, acerca de Danielle Gallois y le
cuento de lo infructíferas que han sido mis búsquedas tal como yo
las intuía. Se ríe, y me dice: es que aquí la gente es un poco
recelosa, pregúntales algo y creerán que ya se les está
investigando por asuntos del crimen organizado; nos pegó mucho
psíquicamente todo ese pedo. Pero, ¿sabes?, tengo algo para ti.
Me extiende un trozo de papel, con un nombre y un número de
teléfono. Se trata de una persona que tiene 180 obras de
Danielle. Dile que te deje verlas. Guardo el trozo de papel en mi
cartera. Le digo a C: pero sobre todo lo que yo quería era rescatar
el espíritu del tiempo de Danielle. Del tiempo en el que creó su
obra; quería toparme con los vestigios que dejó en otros, en su
vida cotidiana, sencilla, la verdadera. De todos modos, de algo te
servirá, dice C. Sí, de algo me servirá. ¿Y cuánto tiempo más vas
a estar por acá?, me pregunta C. No lo sé, respondo, sólo el
necesario.
Dentro del cuarto del pequeño hotel en el que me he estado
hospedando me ha parecido ver que surgía en el aire una neblina
rojiza, que poco a poco fue formando una especie de nube
acinabriada. Era de noche. Me decidí a salir. Crucé la puerta del
hotel, y me introduje en la calle. El aire era tímidamente
incendiario. Iba caminando cuando me salió al paso un perdido,
se me puso enfrente, se pasó una mano por la cara, como si
quisiera quitarse una máscara invisible, o una teleraña.
Dijo:
~ 231 ~
—Dame algo, bato. Compa, dame algo para mi piedra. Todo el
día he andado sin piedra.
—¿Cuál piedra? —pregunté, y no esperé respuesta. Seguí
caminando a paso apresurado. La luz del alumbrado público
chisporroteaba.
El tipo me alcanzó y me encaró con una ráfaga de violencia en el
rostro. Me detuve.
—Compita, batito, algo.
—No tengo nada —le respondí.
Su mirada charoleaba como si me estuviera escaneando.
—¡Mira cómo tengo la cara llena de años! —gritó—, tengo todos
los años en mis manos, bato.
Y empezó a reír desaforadamente.
—¡Todos los años están en mis manos! —y alzó una de sus
manos y la puso enfrente de mí.
De un empujón lo hice a un lado y seguí caminando.
—¡Te vas a acordar de mí, bato! —oí que gritó a mis espaldas,
enfurecido—. ¡Vas a ver, putote! ¡Te voy a encontrar en uno de
los años que traigo en mi cara! Tú no sabes quién soy. No sabes
quién soy realmente. Vas a encontrarte también con tus ojos que
perdiste, bato, y no te los van a devolver, no te los voy a devolver,
porque no vas a poder devolver los que traes puestos, ¡ojos
robados! Soy el señor de la piedra, puto, te vas a perder en tus
deseos, no vas a encontrar nada, te buscarán mis manos, bato
culero.
~ 232 ~
Llevo 10 días en Tijuana, rumiando el fracaso en mis búsquedas
que me trajeron de regreso a esta ciudad. ¿Qué he conseguido
hasta ahora? Un acercamiento a una parte de la obra de la
pintora que me ha obsedido durante años. Muy poco, comparado
con la profusión de todo lo creado por ella. Sobre mi amigo
Marcos, ningún alivio a mis obsesiones acerca de su muerte. Ni
siquiera he podido localizar la nota de periódico donde quedó
consignado su asesinato. Siento a momentos que a los recuerdos
empezará la nada a devorarlos.
Hoy por la mañana estuve muy tentado a marcharme. Pensaba
sobre ello, cuando recibí una llamada a mi teléfono celular. Era un
hombre, cuya voz no reconocí. Le pregunté quién era y no me
respondió; en cambio, dijo: “¿de veras quieres volver a Tijuana?,
¿qué, ya no te acuerdas de lo que te robaron?”. Volví a
preguntarle quién era. No me respondió. Dijo: “¿Hasta cuándo
vas a vivir así, güey? Si de veras quieres saber lo que quieres
saber, te espero en dos días, a las cuatro de la tarde, en el lobby
del hotel Holiday Inn. Te reconoceré”. Enseguida dio por
terminada la llamada.
Iré.
Guillermo Arreola
Pintor y escritor. Su más reciente libro es Traición a domicilio.
~ 233 ~
El Gran Cine
1 MAYO, 2014
David Miklos
Un turista japonés de desprende de su manada y, cámara en
mano, llega al borde de una terraza. A sus pies, se extiende
Roma, iluminada por un sol implacable. Escuchamos, de fondo,
un coro casi angelical. El turista japonés cae fulminado al suelo y
se suma a su propio retrato de la urbe eterna, acaso abatido por
su gran belleza. Lo que sigue es una larga y decadente fiesta,
que servirá para presentarnos al que será nuestro Virgilio durante
cerca de tres deslumbrantes horas: Jep Gambardella, escritor de
una novela única (El aparato humano), cuasiseptuagenario,
protagonista de La gran belleza, obra maestra, sin más, de Paolo
Sorrentino.
~ 234 ~
Más que compararla con o pensarla una prolongación de La dolce
vita, de Federico Fellini, con la que, sí, comparte escenario y
guiños, debemos pensar al film de Sorrentino como una pieza
única, irrepetible, creada a partir del impulso de hacer Gran Cine y
no mero espectáculo, empresa que, sin duda, Sorrentino lleva a
buen término.
Retrato de una época y suma de la condición humana occidental,
Jep Gambardella es un hombre sentimental, acaso sin atributos,
que se descubre prisionero de un recuerdo juvenil, aunque la
~ 235 ~
magdalena que detona su memoria se nos ofrezca al final y no al
principio de la narración, tal vez con el ánimo de hacernos
entender que en La gran belleza el tiempo es imposible de
recuperar y se encuentra perdido para siempre.
Más allá de contarnos o de mostrarnos la vida actual de Jep a
través de una serie de estampas o naturalezas muertas romanas,
Sorrentino nos exhibe a Roma en su carácter de mero contenedor
de personajes, la Ciudad abierta de Rossellini vaciada de su
carácter político, la historia entera de la ciudad presente apenas
en sus piedras, vestigios, palacios y fuentes.
Aquella ciudad filmada por Fellini en La dolce vita no es más: sus
cafés y bares están vacíos, ningún coche circula por las calles, el
bullicio ha sido todo acallado por el andar moroso de Jep, incapaz
de aprehender toda esa belleza presente y pasada, nunca futura,
sabedor de que no habrá nadie después de él en ese sitio en el
que los viejos sobreviven a los jóvenes, a los que ven morir, uno
tras otro.
Deslumbrante postal en movimiento, La gran belleza rebasa o
supera a todos y cada uno de los homenajes que le hace al cine
—en particular, sí, al cine italiano, alter ego del cine
hollywoodense y creador originario del Gran Cine al que
Sorrentino apela y encara—: lejos de recurrir a la nostalgia y de
ofrecernos un desfile de vetustas divas o escenas rehechas y
apropiadas, nuestro director consigue transformar lo que ya
conocemos en algo nuevo.
De todas las películas que parten de Fellini, su carnaval humano
y su persona como director en ese díptico genial que
conforman La dolce vita y 8½, ambas protagonizadas por el
irrepetible Marcello Mastroianni, ambas obras maestras, son dos
las que mejor han sabido convertirse en piezas únicas, luego
~ 236 ~
geniales: por un lado, la que aquí nos ocupa; por el otro,Stardust
memories, de Woody Allen, traslado de los estudios
cinematográficos de la Cinecittà romana al corazón de un Estados
Unidos luego onírico y en pleno descampado.
Tanto Allen como Sorrentino pervierten la realidad de sus
protagonistas —en el caso del primero, estamos ante Sandy
Bates, un aclamado director incapaz de superar a su gran amor,
insuflado de vida por Charlotte Rampling, siempre en pasado—,
para situarlos en un territorio entre chien loup, es decir, entre la
evidente luz de la realidad y la aparente tenebra de la sombra. Al
final, la fantasía vence de la mano del recuerdo y tanto Jep como
Sandy pierden su protagonismo para cedérselo a la posteridad, a
lo que realmente permanece: tanto el Gran Cine —del que
Sorrentino y Allen son ejecutores sin tacha— como de la Ciudad
mayúscula y vacía que terminará por sobrevivirnos.
Filmada en blanco y negro, Stardust memories se concentra en las
vicisitudes de la creación fílmica, así como en el entrecruzamiento
de la vida personal con la profesional, fantasía mediante, como
hiciera su piedra angular: 8½ de Fellini. La gran belleza, por su
parte, está filmada en un color espectacular y con recursos
cinematográfico-estéticos abrumadores (en un buen sentido),
concentrada no en la creación fílmica en sí, es decir, en esa gran
belleza que es, tal cual, el Gran Cine, y que, gracias a Paolo
Sorrentino, se encuentra lejos de su último estertor.
David Miklos
Profesor asociado de la División de Historia del CIDE y autor de
los libros El abrazo de Cthulhu y No tendrás rostro.
~ 237 ~
La dama de San Vicente
1 MAYO, 2014
Hugo García Michel
Annie Clark es el nombre de una mujer nacida en 1982, en Tulsa,
Oklahoma. Quizás a simple vista su apelativo diga poco o nada.
Sin embargo, cuando vemos lo que ha logrado hacer en apenas
siete años, no podemos más que asombrarnos y admirar el
talento de una de las artistas más dotadas que ha dado el rock de
este nuevo siglo.
Tal vez su nombre diga poco a la mayoría, pero si lo traducimos al
de su proyecto, St. Vincent, las cosas se vuelven más claras y
podemos entender lo que representa su propuesta, misma que a
lo largo de cinco discos nos ha otorgado un sonido tan propio, tan
singular, tan original, como es difícil encontrar desde hace mucho.
St. Vincent (es decir, Annie Clark) encontró algo nuevo al
combinar al rock pop con elementos avant-garde y guitarras que
se acercan tanto al progresivo como al heavy metal, en una
~ 238 ~
amalgama que parecería improbable y que ella ha vuelto posible
gracias a sus capacidades como compositora e intérprete.
Guitarrista desde los 12 años y más tarde estudiante de la
Berklee School of Music que dejaría en 2004, Clark formó parte
de ese proyecto musical multitudinario que es The Polyphonic
Spree, al que abandonó en 2006 para integrarse al grupo de
Sufjan Stevens. Ese mismo año, grabó un EP propio, en el que en
lugar de usar su nombre adoptó el singular seudónimo de St.
Vincent, en honor a una de sus abuelas y al hospital de Nueva
York en donde falleció el poeta Dylan Thomas.
En 2007 decidió convertirse en solista y firmó para la disquera
Beggars Banquet para producir su primer álbum, el
magnífico Marry Me. Su música era extraña e inasible y parecía
claro que su propuesta estaba destinada a permanecer dentro del
circuito del rock alternativo. Algo sucedió sin embargo dos años
después, cuando se mudó al legendario sello británico 4AD y
produjo su segundo opus, el sensacional Actor que le valió
múltiples críticas elogiosas y le permitió dar el salto
del underground a las grandes ligas. No era para menos,Actor es
un trabajo grandioso, quizá su mejor obra hasta el momento, con
esa fascinante mezcla que hace entre el rock pop más melodioso
y celestial y los acordes secos y distorsionados de su guitarra,
todo ello coronado con su hermosa voz, a la vez dulce y
maliciosa, tierna e irónica. Esta grandiosidad se veía replicada en
sus conciertos que comenzaron a tornarse en un culto para sus
cada vez más numerosos seguidores.
La súbita fama de St. Vincent, hizo que Annie Clark empezara a
ser invitada para participar en discos de otros. Fue el caso de
grupos como The New Pornographers y The Mountain Goats. Era
claro que debería haber un tercer disco y éste fue otra
~ 239 ~
maravilla: Strange Mercy(4AD, 2011). Este nuevo larga duración
profundizó el estilo de la artista al presentar canciones que en las
letras y la música hacían más claras sus contradicciones y
yuxtaposiciones. Las letras eran de pronto tan bondadosas como
crueles, tan celebratorias de la verdad como de la mentira, en
tanto la música volvía a ser impecablemente melódica pero
revestida con arreglos en los que los instrumentos de viento y de
cuerda construían atmósferas delicadas que eran destrozadas por
esa guitarra suya, tan salvaje como una sierra eléctrica o un
taladro asesino.
Una vuelta de tuerca en la carrera de Annie Clark se produjo al
año siguiente, cuando conoció al antiguo líder de los Talking
Heads, ese extraño y genial personaje que es David Byrne, y
juntos decidieron grabar un disco. La resultante fue Love This
Giant (4AD, 2012), una placa asombrosa, llena de ritmos
vertiginosos, metales de estruendo y las voces de los dos
talentosos personajes en una estrambótica conjunción.
La huella de esa experiencia quedaría marcada en Clark, quien
este año acaba de sacar el homónimo St. Vincent (4AD, 2014), en
el que su estilo característico está presente, pero con
reminiscencias claras, en varias piezas, de lo que aprendió con
Byrne. He aquí un trabajo impecable, esplendoroso, a la altura de
su discografía. Dicen algunos críticos que se trata de su álbum
más inclinado al pop. No lo sé de cierto, pero a mi modo de ver
esto sería lo de menos, ya que la calidad artística de Clark está
por encima de cualquier clasificación genérica.
Annie Clark, la dama de San Vicente. Una de las creadoras
musicales (y esto incluye a hombres y mujeres) más importantes
en lo que va del siglo.
~ 240 ~
Hugo García Michel
Músico, escritor y periodista. Director de La Mosca en la Red.
Columnista de Milenio Diario. Autor de la novela Matar por Ángela.
Mis respetos
1 MAYO, 2014
Guillermo Fadanelli
“Respeto” significa, según María Moliner: “Consideración —
acompañada a veces de sumisión—, con que se trata a alguien”.
En sus orígenes latinos “respetar” significa “volver a mirar” o
“mirar de nuevo.” Me parece justa la idea de reconsiderar la
primera mirada, dudar de ella, y volver a poner los ojos en el
objeto digno (o indigno) de nuestra atención. El amor a primera
vista existe, claro, ¿cómo no va a existir? Es una frase. Y pese a
la existencia de frases como amor a primera vista cuya función es
confundirnos, el respeto (es decir, el volver a mirar y apreciar)
resulta necesario para practicar la prudencia. Yo —y quien me
conozca correrá a confirmarlo— soy un hombre respetuoso. Al
menos así me considero. ¿Y cuáles son las personas o los actos
de tales personas que merecen mi respeto? Varias y muy
diversas. Pues no crean que me conformo solamente con volver a
mirar, yo miro todo el tiempo y a causa de este constante husmeo
puedo dejar de respetar a alguien a quien respeté en otro
momento. Me sucede a menudo, mas no por ello culpo a la
persona que antes respetaba como la culpable de mi actual
desazón, sino que me responsabilizo de mi cambio de juicio.
~ 241 ~
Las personas que leen cuando caminan merecen mi respeto. Hay
que saber concentrarse en la lectura y no tropezar con los
accidentes urbanos. Chocar de frente contra un árbol mientras se
lee a Gilbert Ryle sería un hecho ridículo. Uno debe saber elegir
la obra que leerá mientras camina, ya que existen autores y obras
que solicitan absolutamente toda nuestra atención. Leerlos
durante la marcha puede costarnos la vida. En un tiempo como el
nuestro, en que impera el hombre analfabeta, sería desastroso
caer en una coladera cuando se lee en la calle. Esto llevaría a un
juicio apresurado e injusto acerca de los lectores. El no lector
creería que todos los lectores son estúpidos y que la lectura es
una forma de tropezar. Caminar y leer al mismo tiempo un libro de
aforismos es recomendable para los principiantes. Se lee un
aforismo y se caminan varios metros (o varias cuadras) tratando
de descifrar el sentido de esas palabras. Obrando así uno tiene
tiempo suficiente para darse cuenta si se aproxima, por ejemplo,
una mujer empujando una carriola que contiene un niño. Estas
mujeres llegan a ser muy peligrosas para los lectores caminantes,
ya que no guardan ningún respeto por nada que no sea el
pequeño bulto viviente que contiene la carriola. Por otra parte, es
sencillo reconocer a los lectores caminantes más expertos:
esquivan obstáculos sin desviar los ojos de la página que
mantiene su atención, o leen biografías. Estas últimas suelen ser
~ 242 ~
muy peligrosas para un novato en el arte de leer y caminar al
mismo tiempo. Por estar husmeando en la vida de otro pueden
perder la suya. Ahora bien, si observan a alguien leer, en tanto
camina, un libro de álgebra lineal o de análisis vectorial es que,
seguramente, está alardeando y tratando de impresionar a otros
transeúntes.
Un respeto sin miramientos profeso también por quienes no están
interesados en divertirse. Son personas excepcionales y no
consideran que la diversión sea necesaria en sus vidas. Gozan
incluso de estar aburridos. Entre más aburridos se encuentran
más felices parecen estar. Los bostezos son para estas personas
lo que la risa es para otras. Y cuando se quedan dormidos de tan
aburridos que están sienten haber llegado a una cima o al
paroxismo. La tan citada María Moliner escribió que “divertir” es
“predisponer a la risa”, pero los orígenes latinos de la palabra
“divertir” nos dicen que quien se divierte se va, se aleja y da la
espalda a lo que realiza de manera ordinaria o todos los días. Se
aleja de su rutina, el que se divierte. Y, sin embargo, cuánto
aprecio yo la aburrición y nada me haría sentirme tan satisfecho
como llevar a cabo las mismas acciones todos los días. Entonces
podría compararme con un planeta que no trastorna su camino
alrededor del sol.
Quizás seré considerado arrogante o idealista, pero mi respeto
absoluto lo tienen aquellos que no han caído en las redes como
atunes o cangrejos en alta mar. Las redes sociales —si uno
renuncia a la seducción de su aura tecnológica, “novedosa”— son
verdaderos chinchorros, atarrayas, esparaveles o almadrabas en
donde uno puede quedar atrapado y poner en grave riesgo su
libertad. En ocasiones la almadraba es amplia y los atunes creen
que continúan en libertad y que, incluso, recorren nuevos
caminos, pero resulta que es todo lo contrario: han entrado a un
~ 243 ~
exhibidor donde pueden ser observados con cuidadosa minucia.
Si yo preguntara a cualquier persona si se halla dispuesta a
dejarse atrapar dentro de una red, probablemente me respondería
que no, pese a ya estar atrapada. Así que aquellos escasos
santos que logran permanecer fuera de las redes merecen mi
respeto, lo que, para ser honestos, es quizás muy poca cosa.
The Twitter’s Digest
1 MAYO, 2014
Selección: Ricardo Bada
• Hay veces que parece que me chupo el dedo, pero sólo estoy
pasando página. (@Oihannae)
• Soy de esas románticas que cuando le dicen “cuelga tú”,
inmediatamente cuelga. A la persona, en el techo, con una soga,
del cuello. (@dulcedesal)
• No tengo ideas para expresar mis palabras. (@AlmaDeliaMC)
• Si pisas una cucaracha eres un héroe, si pisas una mariposa
eres un criminal. La moral sigue parámetros de estética.
(@LassoMusica)
• Tienes cara de creer que los indios eran los malos y los
vaqueros los buenos. (@chiclett4u)
• No puedo ser cristiano porque me fracturé la rótula. Menos mal
el diablo acepta a todos sin discriminación. (@inversionista)
~ 244 ~
• Nunca compitas con un tonto; si lo derrotas es media victoria y
si pierdes es doble derrota. (@Tuiterodaactilo)
• Si hablo en inglés; el imperio. Si hablo en castellano; el opresor.
Si en náhuatl; el antiguo imperio. Mejor me callo en todos los
idiomas. (@El_eco_del_Tao)
• Penélope esperó a Ulises, fiel durante 20 años, porque estaba
en la guerra. Si el tipo hubiera estado en futbol no lo espera dos
días. (@SalcedoRamos)
• —¿Mamá, y tú qué querías, niño o niña?
—Yo sólo quería ver la película. (@todoalnatural)
• Un niño de cinco años en China abriendo un regalo y diciendo
“¡Mira mamá, este lo he hecho yo también!”. (@maciasangelillo)
• El truco para no llorar al cortar cebolla es no sentirse implicado
emocionalmente. (@lechuguinoboy)
• Lincoln, cuando le dijeron que Grant bebía mucho: “En tal caso,
voy a mandarle unos cajones de whiskey a mis otros generales”.
Laura García. (@LaZapaquilda)
• A esas personas que se empeñan en arruinarme la vida, tengo
que decirles algo: ¡Yo puedo solo! (@masssturbo)
• Uno se da cuenta que no es muy querido por su familia el día
en que te dicen: “Saca tú la foto que queremos salir
todos”. (@bertocardenas)
• Bebemos para convertir en certezas nuestras
conjeturas. (@perrohijueputa)
~ 245 ~
Cómo Twitter moldea la
opinión pública
1 MAYO, 2014
Luis González de Alba
El American Institute of Physics puso en línea una publicación del
journal Caos según la cual Twitter tiene 241 millones de usuarios
repartidos por el mundo entero, éstos cruzan entre sí más de 500
millones de tuits diarios. Los puntos de vista de la mayoría
emergen con rapidez en Twitter y, “una vez estabilizados, se
vuelven difíciles de cambiar”. Usuarios y no, sabemos que circula
todo tipo de contenido: desde páginas porno hasta mensajes del
Papa y de jefes de Estado. ¿De qué manera estos intercambios
moldean la opinión pública? Investigadores de China se
propusieron descubrirlo.
Ese equipo recogió unos seis millones de mensajes tuiteados
durante los primeros seis meses de 2011. Los clasificó por medio
~ 246 ~
de algoritmos para computadora según el dispositivo, por ejemplo
iPhone 4, Blackberry, y analizó la evolución de los sentimientos
allí expresados.
La investigación “revela algunas sorpresas acerca de cómo
Twitter moldea la opinión pública”, dice Fei Xiong, de la
Universidad Jiaotong, de Pekín (la capital de China se sigue
llamando Pekín en español, Pekino en italiano y Pekin en
francés), quien recogió y analizó los datos con Yun Liu. “Las
revelaciones podrían moldear la forma en que los políticos
trabajen sus candidaturas durante las campañas en los medios o
la forma en que las compañías lancen al mercado sus bienes y
servicios”.
Xiong y Liu descubrieron que “la opinión pública evoluciona con
rapidez en Twitter y pronto se ordena en niveles dentro de los que
una opinión persiste como dominante”. El apoyo de grupos más y
más grandes se convierte en consenso que tiende a alcanzar la
mayor influencia.
“El trabajo reveló también que cuando emergen opiniones
dominantes tienden, sin embargo, a no alcanzar consenso total.
De hecho, dice Xiong, cuando los usuarios de Twitter con puntos
de vista minoritarios se enfrentan a oposición abrumadora, sigue
siendo poco posible que cambien de opinión”.
Y luego sigue algo que hace pensar en el inicio del tiempo y el
espacio con el Big Bang: “Puesto que la opinión pública se nivela
y evoluciona hacia un estado ordenado en poco tiempo,
pequeñas ventajas de una opinión en las etapas iniciales pueden
transformarse en mayores ventajas durante la evolución de la
opinión pública”, dijo Xiong. Pero, una vez estabilizada una
opinión, es difícil que cambie, añade.
~ 247 ~
Comentario: en estudios de liderazgo que emplean grafos, cuyas
bases matemáticas fueron impulsadas por Claude Berge durante
el siglo pasado, también se observa que, una vez estabilizado un
proceso, ya no cambiará.
Una observación de los autores: el trabajo “también reveló que los
usuarios de Twitter, en promedio, son más dados a trabajar en
cambiar las opiniones de otros que en admitir cambios en la
suya”.
Ejemplos mexicanos
El actual presidente de la República, Enrique Peña, adquirió
~ 248 ~
súbita fama de ignorante en Twitter, Facebook, caricaturas en
prensa, comentarios en TV y radio, cuando no tuvo tablas para
responder una pregunta ya en sí misma tonta: cuáles son los tres
libros que le han cambiado la vida. Respuesta ágil: ninguno. No la
tuvo y ardió en la hoguera de Twitter. Ya nada cambia esa
opinión: aparece saludando a la bandera con saludo militar: mano
a la sien y no al pecho, y los idiotas se carcajean y lo llaman idiota
porque ignoran que es el comandante supremo de todas las
fuerzas armadas. El presidente de México, quien sea, es general
cinco estrellas, las traiga puestas o no. Está obligado a saludar la
bandera como militar. No es opcional, es orden. Pero los
ignorantes lo llaman ignorante. Y nada cambia esa opinión
estabilizada.
Felipe Calderón, durante su presidencia, mató 80 mil mexicanos.
Punto final. Discutir esa “evidencia” es evidencia de que alguien
paga. Ya lo dice hasta Fox, de tan escasas luces y enorme
mandil.
Octavio Paz era un pensador de derechas y López Obrador es de
izquierda, la única izquierda. Paz fue a la España republicana
durante la Guerra Civil. Paz renunció a la embajada de la India a
causa del 2 de octubre de 68. López Obrador se inscribió al PRI
después de ocurrido el 2 de octubre y allí compuso el Himno al
PRI; ha estado contra el aborto voluntario, contra el matrimonio
entre personas del mismo sexo, contra los manifestantes que
denuncian el alza en criminalidad y los llama “pirrurris”, contra la
transparencia en su obra pública, contra rendir cuentas de los
millones que ha costado levantar MoReNa, esaHouse of Cards con
todas sus puñaladas traperas entre sonrisas amistosas. Pero
“esta cabra es mi vaca” porque lo digo yo.
~ 249 ~
Play it again, Sam
Es la frase que nunca pronuncia Ingrid Bergman en Casablanca.
Pero se ha estabilizado como trivia. Ya también es trivia que no la
dice. Alguna vez leí que Humphrey Bogart no la dice nunca…
Pero nunca se ha atribuido a Bogart. Alguien, como decía mi
abuela, “oyó cantar el gallo y no supo por dónde”.
Que la música nos trae recuerdos no es novedad. Pero sí lo es
que para reconocer melodías esté involucrado el sistema motor.
Investigadores de la Universidad McGill, Canadá, han descubierto
que las redes motrices del cerebro, las que organizan las señales
para caminar, bailar, escribir en un teclado o a mano, facilitan las
memorias. Por eso quienes tocamos al piano el Preludio 15 de
Chopin lo reconocemos de inmediato y sin duda. Pero podemos,
por un largo rato, atribuir a Mozart el bellísimo adagio
del Concierto Emperador de Beethoven o creer parte de la Ofrenda
Musicaluna fuga que Bach compuso para el Libro II de El clave
bien temperado, que no tocamos. Los dedos que interpretan
música, las piernas y pies que bailan dejan conexiones neurales
más firmes que lo nada más oído, visto, leído.
Podemos olvidar, de pronto, la melodía de The man I love (yo
nunca), pero los dedos recuerdan las teclas. El estudio de McGill
demuestra en el journal Cerebral Cortex: “La memoria se beneficia
más de ejecutar una melodía que de sólo escucharla, más de
hablar en voz alta que de leer”. El trabajo muscular reafirma
recuerdos.
Se pidió a pianistas en Lyon, Francia, que aprendieran melodías
sencillas oyéndolas varias veces o ejecutándolas al piano también
varias veces. Fueron mejores en detectar cambios hechos en
melodías que hubieran ejecutado antes. Se observó el cerebro
con electroencefalografía (EEG) cuando una melodía incluyera
~ 250 ~
notas falsas. Eran mejores en descubrirlas si la habían ejecutado
que si nada más la conocían por haberla oído.
Parece irrebatible el aspecto motor de las memorias, pero no lo
es: Los científicos han debatido si la mejoría en memoria “se debe
a memorias motrices, como sería el sentir una secuencia
particular de movimiento en los dedos sobre las teclas de piano, o
simplemente a que se fortalecen las memorias auditivas, como
ocurre al recordar cómo van las notas de una melodía”.
El asunto tiene inmediatas repercusiones en los métodos de
enseñanza. El equipo de McGill provee nueva evidencia de que
las memorias motrices mejoran el reconocimiento de las notas
cuando se han ejecutado previamente, al comparar con la sola
audición.
Nunca he sido bueno solfeando (leyendo música escrita), así que
al ver las notas si, do, do#, re, no reconozco la canción. Pero si
tengo a mano un piano, enseguida me es claro: ¡Star Dust! Polvo
de Estrellas. Y una reacción vagal me recorre con unos versos
finales: “Adiós, dulces amantes invisibles,/ siento no haber
dormido en vuestros brazos./ Vine por esos besos solamente;/
guardad los labios por si vuelvo”. Cernuda a los muchachos del
futuro.
~ 251 ~
Numeralia
1 MAYO, 2014
Rodrigo Centeno y Rafael Ch
01. Australia es el país con más ciudades en la lista de los
mejores lugares para vivir: 3 (Melbourne, Sidney y Perth)
02. Lugar que ocupa la ciudad de México en la lista de los
mejores lugares del mundo para vivir: 74 de 95
03. Sitio que ocupa la mejor ciudad de América Latina: 61. Es
Buenos Aires y califica con mayor puntaje que la ciudad de
México en seguridad, salud, precios al consumidor y costo de
casa habitación.
04. Lugar en el que se ubica México dentro del rango de países
“moderadamente libres”: 55
~ 252 ~
05. Lugar que ocupa el país más libre de América Latina: 7
(Chile)
06. Mayor ingreso mensual de una ciudad después de
impuestos: 8,560 dólares, Friburgo, Suiza
07. Mayor ingreso mensual de una ciudad mexicana después de
impuestos: 1,402 dólares, Puerto Vallarta, seguida por Monterrey
(1,372 dólares) y ciudad de México (1,149 dólares). Se ubican en
los lugares 431, 435 y 462 de una lista de 807.
08. Ingreso de la ciudad latinoamericana con mejor posición en
esta lista: 1,580 dólares, San Juan de Puerto Rico, lugar 419.
09. Costo promedio de la renta de un departamento con una
habitación en la ciudad de México: 338 dólares, el 29% del
ingreso medio. Misma proporción que en Melbourne.
10. El metro cuadrado para casa habitación más caro del mundo
es en Hong-Kong: 29,100 dólares. En la ciudad de México cuesta
1,223 dólares.
11. Costo de los servicios básicos para el hogar (agua, luz, gas)
en la ciudad de México: 34% del ingreso medio. En Melbourne es
el 29% (-5%)
12. Puntos que el Índice de Costo de Vida establece para la
ciudad de México: 54.5 puntos, donde 100 es Nueva York.
Mientras que Melbourne registra 112.3
13. Índice de Caracas, la ciudad más cara en el continente
americano :130.5; su ingreso medio se sitúa en 623 dolares
~ 253 ~
14. Precio más caro en el mundo de un litro de leche: 4.08
dólares (53.37 pesos mexicanos), en X’ian, China. En la ciudad
de México es de 1.00 dólares (13.08 pesos)
15. Costo del litro y medio de agua más caro: 6.29 dólares (82.27
pesos mexicanos), se compra en Abbotsford, Canadá
16. Precio más elevado en el mundo de un litro de gasolina: 4.85
dólares, en Grenoble, Francia.
Los datos están actualizados a la última fecha disponible.
Dosier. Gabriel García
Márquez
1 MAYO, 2014
Nexos
Presentamos un conjunto de testimonios, anécdotas, vislumbres
sobre ese doble fenómeno de la literatura universal que fue
Gabriel García Márquez: el escritor aplaudido por sus pares y
simultáneamente el escritor leído (y querido) por millones de
personas. Salman Rushdie,José Donoso, Régis Debray, Carlos
Fuentes, Álvaro Mutis, Juan Gustavo Cobo Borda, José Salgar, Héctor
Aguilar Camín, Ricardo Bada, Álvaro Medina, entre otros autores, se
aproximan en estas páginas de lectura obligada al mundo insólito
de un autor que consiguió lo que sólo unos cuantos han logrado:
desatar con un puñado de títulos un delirio mundial. Acompañan a
este paquete un texto muy poco conocido del propio García
~ 254 ~
Márquez y dos entrevistas realizadas, respectivamente, por Silvia
Lemus y Juan Luis Cebrián.
García Márquez: Una vida
digna de su imaginación
1 MAYO, 2014
~ 255 ~
Héctor Aguilar Camín
Ha muerto el mayor autor y el más querido de las letras
españolas. Lo quisieron por igual los lectores y las musas. Y lo
quiso también la historia que le dio una vida digna de su
imaginación.
La vida de García Márquez se parece a una novela suya. Su
abuelo fue un coronel que perdió una guerra luego de pelearla,
entre otros, contra dos de sus hijos “ilegítimos”, nacidos fuera del
matrimonio.
El abuelo derrotado casó luego con su prima hermana y, andando
el tiempo, mató al hijo de una de sus amantes. Tuvo como oficio
familiar la orfebrería, crió a un nieto de padre ausente que sería
escritor de fama mundial, y murió a resultas de una caída cuando
trataba de bajar un loro prófugo de un árbol del patio de su casa.
El padre de García Márquez fue un Don Juan itinerante, dedicado
a embaucar pueblos y mujeres con pócimas homeopáticas de su
invención. Manes de la homeopatía: deploraba inconsolablemente
la proclividad de su hijo mayor a inventar y magnificar. Creía
saber con exactitud en qué parte del cerebro se alojaban las
facultades del alma y durante un tiempo consideró seriamente la
posibilidad de trepanarle el cráneo a su hijo para ajustarle el sitio
“donde se ubican conciencia y memoria”.
~ 256 ~
Todo esto puede leerse en la biografía de Gerald Martin, Gabriel
García Márquez. Una vida(Debate, 2009). El personaje central de
esa biografía nace en un pueblo perdido de la costa colombiana,
conoce a su madre hasta los siete años, aterroriza a sus
compañeros de internado con sus sueños y alaridos nocturnos.
Tiene el don de la lengua pero no el de la ortografía. Decide
casarse con la mujer de su vida el día que la ve, todavía niña, por
primera vez. Fuera de su país, pasa hambre y llega a pedir
limosna. Tiene la convicción de ser un escritor fracasado
justamente en los meses previos a la aparición en su cabeza de
~ 257 ~
una novela que diecisiete años después de publicada lo hace
Premio Nobel de Literatura, y cincuenta años después le otorga la
confirmación de sus pares como el escritor de lengua española
más celebrado y reconocido del siglo XX, comparable sólo a
Cervantes, aunque no sabe escribir diálogos.
Las historias de García Márquez han tomado carta de naturaleza
en la literatura mundial con la etiqueta de realismo mágico. Pero
no hay nada mágico en García Márquez, en el sentido de un
mundo paralelo de fantasía de juegos pirotécnicos; tampoco hay
realismo simple, en el sentido de la consignación verosímil de
historias y personajes de la vida real. Lo que hay es una mirada
que ve lo que otras no ven, una imaginación que une lo que otras
no unen, un idioma decantado hasta la transparencia, cuya
precisión linda con la taxonomía, cuyas reverberaciones tienen la
fuerza de la intuición poética y cuyo humor transmite una visión a
la vez trágica, límpida, sonora y desordenada de la vida.
“El Gabo no inventa nada”, dice Mercedes Barcha, su mujer:
“Todo está ahí”.
Antes de cumplir ochenta años García Márquez se puso a releer
sus libros. Regresó de ellos con la misma sorpresa adánica,
alucinada, de sus primeros lectores. Preguntaba a su mujer y a
sus hijos: “¿Cuando yo escribí esto, no estaba loco?”. La
respuesta era no. Él insistía: “¿Parecía loco?”. En absoluto.
“¿Tomaba mucho, fumaba mota?”. Nada, salvo café y cigarrillos,
y algún trago, pero nunca mucho y jamás para escribir, cosa que
hacía como director de escuela por la mañana, de nueve a tres,
con regularidad solar, mientras se lee y se consulta todo lo que
hay que leer y consultar sobre lo que se escribe.
Nada me impresionó tanto en el trato del Gabo como la
tranquilidad que fluía de su persona, su falta de prisa, la redonda
~ 258 ~
calma con que pasaba por la vida diciendo cosas inesperadas,
inconfundiblemente suyas. Por ejemplo: “Lo malo de la vida no es
que dure poco sino que siempre termina igual y, además, se va
muy rápido”.
Pensé mucho tiempo que aquella tranquilidad soberana era la
conclusión de una vida cumplida: la serenidad de un hombre que
nada más tenía que pedir a la vida. No es así, desde luego.
Siempre hay algo más que pedirle a la vida.
La parsimonia vital de García Márquez creo que era el fruto de un
don aparte, el don de la concentración y la paciencia propias del
artesano que alcanza la redondez de su vida en la redondez sin
prisa de su oficio. Dice un proverbio náhuatl: “El artista todo lo
saca de su corazón, obra con tiento, con cuidado”. Ese proverbio
está unido en mi cabeza al oficio de escribir de Gabriel García
Márquez. Y, desde que pude tratarlo, a su oficio de vivir.
El milagro de la escritura de García Márquez ha creado un
milagro mayor, más difícil, si cabe, de hallar en el mundo: el
milagro de un escritor tan admirado como querido, cuyos logros
celebran como propios millones de lectores y, más raro aún, miles
de colegas.
Un día García Márquez me preguntó mi edad. Cuarenta y cinco,
le dije y él me contestó: “Si yo tuviera cuarenta y cinco años, me
comía el mundo”. Tenía sesenta y cinco entonces. El día que
cumplió ochenta me preguntó de nuevo cuántos años tenía:
“Sesenta”, le dije. “Si yo tuviera sesenta años en este momento”,
me dijo, “me comería el mundo”.
La verdad es que se había comido el mundo a los cuarenta y
cinco años, se lo seguía comiendo a los sesenta y se lo sigue
comiendo ahora que se ha ido, mientras lo celebra
~ 259 ~
universalmente la lengua española con las primeras planas de su
inmortalidad.
Héctor Aguilar Camín
Escritor y periodista. Su más reciente libro es Pasado pendiente y
otras historias conversadas.
Para contar historias
1 MAYO, 2014
Gabriel García Márquez
Gabo.- Empiezo por decirles que esto de los talleres se me ha
convertido en un vicio. Yo lo único que he querido hacer en mi
vida —y lo único que he hecho más o menos bien— es contar
historias. Pero nunca imaginé que fuera tan divertido contarlas
colectivamente. Les confieso que para mí la estirpe de los griots,
de los cuenteros, de esos venerables ancianos que recitan
apólogos y dudosas aventuras de Las mil y una noches en los
zocos marroquíes, esa estirpe, es la única que no está
condenada a cien años de soledad ni a sufrir la maldición de
Babel. Era una lástima que nuestro esfuerzo quedara confinado a
estas cuatro paredes, a los contados participantes de uno u otro
taller. Bueno, les anuncio que muy pronto romperemos el
cascarón. Nuestras reflexiones y discusiones, que hemos tenido
el cuidado de grabar, se transcribirán y serán publicadas en libro,
el primero de los cuales se titulará Cómo se cuenta un cuento.
Muchos lectores podrán compartir entonces nuestras búsquedas
y además nosotros mismos, gracias a la letra impresa,
podremos seguir paso a paso el proceso creador con sus saltos
repentinos o sus minúsculos avances y retrocesos.
~ 260 ~
Hasta ahora me había parecido difícil, por no decir imposible,
observar en detalle los caprichosos vaivenes de la imaginación,
sorprender el momento exacto en que surge una idea, como el
cazador que descubre de pronto en la mirilla de su fusil el instante
preciso en que salta la liebre. Pero con el texto delante creo que
será fácil hacer eso. Uno podrá volver atrás y decir “Aquí mismo
fue”. Porque uno se dará cuenta de que a partir de ahí —de esa
pregunta, ese comentario esa inesperada sugerencia— fue
cuando la historia dio un vuelco, tomó forma y se encauzó
definitivamente.
Una de las confusiones más frecuentes, en cuanto al propósito
del taller, consiste en creer que venimos aquí a escribir guiones o
proyectos de guión. Es natural. Casi todos ustedes son o quieren
ser guionistas, escriben o aspiran a escribir para la televisión y el
cine, y como esto es una escuela de cine y televisión,
precisamente, es lógico que al llegar aquí mantengamos los
hábitos mentales del oficio. Siguen pensando en términos de
imagen, estructuras dramáticas, escenas y secuencias, ¿no es
así? Pues bien: olvídenlo. Estamos aquí para contar historias. Lo
que nos interesa aprender aquí es cómo se arma un relato, cómo
se cuenta un cuento. Me pregunto, sin embargo, hablando con
entera franqueza, si eso es algo que se pueda aprender. No
quisiera descorazonar a nadie, pero estoy convencido de que el
mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no,
así como, en un sentido más amplio, se divide entre los que
cagan bien y los que cagan mal, o si la expresión les parece
grosera, entre los que obran bien y los que obran mal, para usar
un piadoso eufemismo mexicano. Lo que quiero decir es que el
cuentero nace, no se hace. Claro que el don no basta. A quien
sólo tiene la aptitud, pero no el oficio, le falta mucho todavía:
cultura, técnica, experiencia… Eso sí: posee lo principal. Es algo
que recibió de la familia, probablemente, no sé si por la vía de los
~ 261 ~
genes o de las conversaciones de sobremesa. Esas personas
que tienen aptitudes innatas suelen contar hasta sin proponérselo,
tal vez porque no saben expresarse de otra manera. Yo mismo,
para no ir más lejos, soy incapaz de pensar en términos
abstractos. De pronto me preguntan en una entrevista cómo veo
el problema de la capa de ozono o qué factores, a mi juicio,
determinarán el curso de la política latinoamericana en los
próximos años, y lo único que se me ocurre es contarles un
cuento. Por suerte, ahora se me hace mucho más fácil, porque
además de la vocación tengo la experiencia y cada vez logro
condensarlos más y por tanto aburrir menos.
~ 262 ~
La mitad de los cuentos con que inicié mi formación se los
escuché a mi madre. Ella tiene ahora ochenta y siete años y
nunca oyó hablar de discursos literarios, ni de técnicas narrativas,
ni de nada de eso, pero sabía preparar un golpe de efecto,
guardarse un as en la manga mejor que los magos que sacan
pañuelitos y conejos del sombrero. Recuerdo cierta vez que
estaba contándonos algo, y después de mencionar a un tipo que
no tenía nada que ver con el asunto, prosiguió a su cuento tan
campante, sin volver a hablar de él, hasta que casi llegando al
~ 263 ~
final, ¡paff!, de nuevo el tipo —ahora en primer plano, por decirlo
así—, y todo el mundo boquiabierto, y yo preguntándome, ¿dónde
habrá aprendido mi madre esa técnica, que a uno le toma toda
una vida aprender? Para mí, las historias son como juguetes y
armarlas de una forma u otra es como un juego. Creo que si a un
niño lo pusieran ante un grupo de juguetes con características
distintas, empezaría jugando con todos pero al final se quedaría
con uno. Ese uno sería la expresión de sus aptitudes y su
vocación. Si se dieran las condiciones para que el talento se
desarrollara a lo largo de toda una vida, estaríamos descubriendo
uno de los secretos de la felicidad y la longevidad. El día que
descubrí que lo único que realmente me gustaba era contar
historias, me propuse hacer todo lo necesario para satisfacer ese
deseo. Me dije: esto es lo mío, nada ni nadie me obligará a
dedicarme a otra cosa. No se imaginan ustedes la cantidad de
trucos, marrullerías, trampas y mentiras que tuve que hacer
durante mis años de estudiante para llegar a ser escritor, para
poder seguir mi camino, porque lo que querían era meterme a la
fuerza por otro lado. Llegué inclusive a ser un gran estudiante
para que me dejaran tranquilo y poder seguir leyendo poesías y
novelas, que era lo que a mí me interesaba. Al final del cuarto año
de bachillerato —un poco tarde, por cierto— descubrí una cosa
importantísima, y es que si uno pone atención a la clase después
no tiene que estudiar ni estar con la angustia permanente de las
preguntas y los exámenes. A esa edad, cuando uno se concentra
lo absorbe todo como una esponja. Cuando me di cuenta de eso
hice dos años —el cuarto y el quinto— con calificaciones
máximas en todo. Me exhibían como un genio, el joven de 5 en
todo, y a nadie le pasaba por la cabeza que eso yo lo hacía para
no tener que estudiar y seguir metido en mis asuntos. Yo sabía
muy bien lo que me traía entre manos.
~ 264 ~
Modestamente, me considero el hombre más libre del mundo —
en la medida en que no estoy atado a nada ni tengo compromisos
con nadie— y eso se lo debo a haber hecho durante toda la vida
única y exclusivamente lo que he querido, que es contar historias.
Voy a visitar a unos amigos y seguramente les cuento una
historia; vuelvo a casa y cuento otra, tal vez la de los amigos que
oyeron la historia anterior; me meto en la ducha y, mientras me
enjabono, me cuento a mí mismo una idea que venía dándome
vueltas en la cabeza desde hacía varios días… Es decir, padezco
de la bendita manía de contar. Y me pregunto: esa manía, ¿se
puede transmitir? ¿Las obsesiones se enseñan? Lo que sí puede
hacer uno es compartir experiencias, mostrar problemas, hablar
de las soluciones que encontró y de las decisiones que tuvo que
tomar, por qué hizo esto y no aquello, por qué eliminó de la
historia una determinada situación o incluyó un nuevo
personaje… ¿no es eso lo que hacen también los escritores
cuando leen a otros escritores? Los novelistas no leemos novelas
sino para saber cómo están escritas. Uno las voltea, las
desatornilla, pone las piezas en orden, aísla un párrafo, lo
estudia, y llega un momento en que puede decir: “Ah, si lo que
hizo éste fue colocar al personaje aquí y trasladar esa situación
para allá, porque necesitaba que más allá…”. En otras palabras,
uno abre bien los ojos, no se deja hipnotizar, trata de descubrir
los trucos del mago. La técnica, el oficio, los trucos son cosas que
se pueden enseñar y de las que un estudiante puede sacar buen
provecho. Y eso es todo lo que quiero que hagamos en el taller:
intercambiar experiencias, jugar a inventar historias, y en el ínterin
ir elaborando las reglas del juego.
Éste es el sitio ideal para intentarlo. En una cátedra de literatura,
con un señor sentado allá arriba soltando imperturbable un rollo
teórico, no se aprenden los secretos del escritor. El único modo
de aprenderlos es leyendo y trabajando en taller. Es aquí donde
~ 265 ~
uno ve con sus propios ojos cómo crece una historia, cómo se va
descartando lo superfluo, cómo se abre de pronto un camino
donde sólo parecía haber un callejón sin salida… Por eso no
deben traerse aquí historias muy complejas o elaboradas, porque
la gracia del asunto consiste en partir de una simple propuesta,
no cuajada todavía, y ver si entre todos somos capaces de
convertirla en una historia que a su vez pueda servir de base a un
guión televisivo o cinematográfico. A las historias para
largometrajes hay que dedicarles un tiempo del que ahora no
disponemos. La experiencia nos dice que las historias sencillas,
para cortos o mediometrajes, son las que mejor funcionan en el
taller. Le dan al trabajo una dinámica especial. Ayudan a conjurar
uno de los mayores peligros que nos acechan, que es la fatiga y
el estancamiento. Tenemos que esforzarnos para que nuestras
sesiones de trabajo sean realmente productivas. A veces se habla
mucho pero se produce poco. Y nuestro tiempo es demasiado
escaso y por tanto demasiado valioso para malgastarlo en
charlatanerías. Eso no quiere decir que vayamos a sofocar la
imaginación, entre otras cosas porque aquí funciona también el
principio de brain-storming: hasta los disparates que se le ocurren
a uno deben tomarse en cuenta porque a veces, con un simple
giro, dan paso a soluciones muy imaginativas.
No se concibe al participante de un taller que no sea receptivo a
la crítica. Esto es una operación de toma y daca, y hay que estar
dispuesto a dar golpes y a recibirlos. ¿Dónde está la frontera
entre lo permisible y lo inaceptable? Nadie lo sabe. Uno mismo la
fija. Por lo pronto, uno tienen que tener muy claro cuál es la
historia que quiere contar. Partiendo de ahí tiene que estar
dispuesto a luchar por ella con uñas y dientes, o bien, llegado el
caso, ser suficientemente flexible y reconocer que, tal como uno
la imagina, la historia no tiene posibilidades de desarrollo, por lo
menos a través del lenguaje audiovisual. Esa mezcla de
~ 266 ~
intransigencia y flexibilidad suele manifestarse en todo lo que uno
hace, aunque a menudo adopte formas distintas. Yo, por ejemplo,
considero que los oficios de novelista y de guionista son
radicalmente diferentes. Cuando estoy escribiendo una novela me
atrinchero en mi mundo y no comparto nada con nadie. Soy de
una arrogancia, una prepotencia y una vanidad absolutas. ¿Por
qué? Porque creo que es la única manera que tengo de proteger
al feto, de garantizar que se desarrolle como lo concebí. Ahora
bien, cuando termino o considero casi terminada una primera
versión, siento la necesidad de oír algunas opiniones y les paso
los originales a unos pocos amigos. Son amigos de muchos años,
en cuyos criterios confío y a quienes pido, por tanto, que sean los
primeros lectores de mis obras. Confío en ellos no porque
acostumbren a celebrarlas diciendo qué bien, qué maravilla, sino
porque me dicen francamente qué encuentran mal, qué defectos
les ven, y sólo con eso me prestan un enorme servicio. Los
amigos que sólo ven virtudes en lo que escribo podrán leerme
con más calma cuando ya el libro esté editado; los que son
capaces de ver también defectos, y de señalármelos, ésos son
los lectores que necesito antes. Claro que siempre me reservo el
derecho de aceptar o no las críticas, pero lo cierto es que no
suelo prescindir de ellas.
Bueno, ése es el retrato del novelista ante sus críticos. El del
guionista es muy diferente. Para nada se necesita más humildad
en este mundo que para ejercer con dignidad el oficio del
guionista. Se trata de un trabajo creador que es también un trabajo
subalterno. Desde que uno empieza a escribir sabe que esa
historia, una vez terminada, y sobre todo, una vez filmada, ya no
será suya. Uno recibirá un crédito en pantalla, cierto —casi
siempre mezclado con solícitos colaboradores, incluido el propio
director—, pero el texto que uno escribió ya se habrá diluido en
un conjunto de sonidos e imágenes elaborado por otros, los
~ 267 ~
miembros del equipo. El gran caníbal es siempre el director, que
se apropia de la historia, se identifica con ella y le mete todo su
talento y su oficio y sus güevos para que se convierta finalmente
en la película que vamos a ver. Es él quien impone el punto de
vista definitivo, y en ese sentido es mucho más autoritario que los
guionistas y los narradores. Yo creo que quien lee una novela es
más libre que quien ve una película. El lector de novelas se
imagina las cosas como quiere —rostros, ambientes, paisajes…—
mientras que el espectador de cine o el televidente no tiene más
remedio que aceptar la imagen que le muestra la pantalla, en un
tipo de comunicación tan impositiva que no deja margen a las
opciones personales.
¿Saben ustedes por qué no permito que Cien años de soledad se
lleve al cine? Porque quiero respetar la inventiva del lector, su
soberano derecho a imaginar la cara de la tía Úrsula o del
Coronel como le venga en gana.
Pero, en fin, me he alejado bastante del tema, que no es ni
siquiera el trabajo del guionista, sino lo que podemos hacer para
seguir alimentando la manía de contar, que todos padecemos en
mayor o menor grado. Por lo pronto, tenemos que concentrar
nuestras energías en los debates del taller. Alguien me preguntó
si no sería posible matar dos pájaros de un tiro asistiendo por las
mañanas al taller de fotografía submarina que se está realizando
aquí mismo, y le contesté que no me parecía una buena idea. Si
uno quiere ser escritor tiene que estar dispuesto a serlo
veinticuatro horas al día, los trescientos sesenta y cinco días del
año. ¿Quién fue el que dijo aquello de que si me llega la
inspiración me encontrará escribiendo? Ése sabía lo que decía.
Los diletantes pueden darse el lujo de mariposear, de pasarse la
vida saltando de una cosa a otra sin ahondar en ninguna, pero
nosotros no. El nuestro es un oficio de galeotes, no de diletantes.
~ 268 ~
Gabriel García Márquez
Escritor y periodista. Entre sus obras: Memoria de mis putas
tristes, Cien años de soledad, La triste historia de la cándida
Eréndira, El coronel no tiene quien le escriba.
Tomado de Taller de guión de Gabriel García Márquez. La bendita
manía de contar, Ollero & Ramos Editores, Escuela Internacional
de Cine y Televisión, Madrid, 1998.
Literatura y realidad
1 MAYO, 2014
Juan Luis Cebrián
una entrevista realizada en 1989, por Juan Luis Cebrián, surgió
este monólogo que García Márquez corrigió de propia mano.
Lo del boom es la cosa peor explicada que ha habido. Tomó de
sorpresa a todo el mundo. Hablar del boom es más bien un
recurso periodístico para tratar de explicarse lo que estaba
pasando. Pero eso es imposible inventarlo, al menos en esa
forma. Empecemos, como punto de partida, por Cien años de
soledad. Yo había publicado antes otros libros: La hojarasca, El
coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la
mamá grande. Y salióCien años de soledad, en la primavera de 1967.
Con los libros anteriores, era de risa. Los funerales de la mamá
grande lo publicó la Universidad de Veracruz y había vendido
setenta ejemplares. Donde más público tenía yo, por supuesto,
era en Colombia: La mala hora ganó el concurso nacional de
novela. Debió venderse toda la edición, pero serían… no sé, tres
mil ejemplares o cosa así. Pero hay que tener en cuenta que yo
~ 269 ~
era muy conocido como periodista en Colombia. Había trabajado
muchísimo en eso, y sólo en las horas libres escribía novela.
Cien años de soledad se publicó en 1967 en Buenos Aires: ocho mil
ejemplares. Cuando supe que la editorial Sudamericana había
editado tantos les escribí diciendo que estaban locos, que se iban
a arruinar. La semana siguiente a publicarlo, la editorial decidió
lanzarlo con un gran reportaje en la revista Primera Plana, y fue un
periodista a México a hacerme una entrevista. Querían darme la
portada, pero estalló la guerra de los Seis Días y a última hora
pusieron una foto de Dayan. Sin embargo ya no se podía —como
hubieran querido— recoger la edición, que estaba en librerías,
para lanzarla después. Cuando salió la revista, a la semana
siguiente, ya no quedaban libros en la ciudad. Como en la
editorial no habían precedentes de esto, no tenían ningún
proyecto, ni cupo de imprenta, ni papel, y creo que ni dinero, para
reimprimir. Y durante varios meses, como unos seis, no había
libros. En ese momento habían salido ya La ciudad y los perros y La
casa verde de Vargas Llosa. TambiénRayuela, de Cortázar, y por
supuesto los libros de Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Onetti,
Rulfo (Pedro Páramo es del 55). Eso venía de diez años antes.
Quiero decir que todos los autores que luego fueron parte
del boom ya estaban establecidos y conocidos. A partir de ese
momento empezó a hablarse de la novela latinoamericana. Pero
si tú ves, los libros que se publicaron después de que empezó a
hablarse del boom, son los menos. Eso hizo equivocarse a los
editores. Cuando vieron lo que pasaba dijeron: “¡Ah! Ahora se
trata de la novela latinoamericana. Hay genios ocultos en América
Latina”. Empezaron a publicar todo lo que les mandaban, y se
hundieron. Yo tenía relación con Carlos Fuentes, en México. A
Vargas Llosa lo conocí en Caracas cuando ganó el Premio
Rómulo Gallegos con La casa verde. Ya había leído, por supuesto,
sus libros anteriores. Después conocí a Alejo Carpentier en París.
~ 270 ~
A Cortázar lo había tratado levemente también en París, pero no
hubo nada especial. Luego nos relacionamos todos. No hubo una
escuela previa ni nada de eso.
Se dice que el boom fue una maniobra editorial; yo creo más bien
que fue un error editorial. Los editores pensaron que todo se iba
a vender como Cien años de soledad o La ciudad y los perros y
resultó que no. Lo curioso es que antes del boom se consideraba
que la consagración para un escritor latinoamericano era ser
traducido. No importaba que los libros no se vendieran en
América Latina, sino lograr que aparecieran en Francia o en los
Estados Unidos. Y sin embargo lo que verdaderamente determinó
la explosión y lo que facilitó y aseguró la traducción inmediata fue
haber conquistado el mercado latinoamericano. Fue entonces
cuando de verdad empezamos a existir. El boom hizo eso,
conquistar el mercado interno. Y es lo que estamos tratando de
que se logre con el cine ahora.
De los que fueron mencionados como miembros del boom,
ninguno ha sido devaluado como novelista. Unos mejor, otros
peor, pero ahí están. Y siguen interesando a los editores, y sus
libros siguen vendiéndose.
Los novelistas no leemos para conocer los libros sino para saber
cómo están escritos. Para desarmarlos y poder hacer lo mismo si
son buenos. Yo no soy alguien que haya leído demasiado aunque
fui buen lector desde antes de comenzar a escribir. Lector de
poesía, primero. Me paseaba por la del siglo de oro español de
memoria y todavía recuerdo mucho, porque lo que se aprende a
esa edad no se olvida jamás. Cuando vivía en París era la época
del nouveau roman, que representa una exploración en el
subjetivismo que a mí personalmente no me interesa. Pero es que
nosotros en América estamos todavía en la edad épica. Lo que
~ 271 ~
sería absurdo es que los franceses trataran de ser épicos ahora,
o que los latinoamericanos tratáramos de hacer el nouveau roman.
Éste me llamó la atención, pero nada más. Yo ya tenía suficiente
edad para discernir que lo que estaba sucediendo ahí era una
cosa perfectamente legítima para los franceses, pero nosotros
estábamos en otra.
Ya que lo mencionas, El amante de Marguerite Duras es un libro
maravilloso que no me canso de leer. Yo había leído cosas
anteriores de ella y la había seguido en cine también, peroEl
amante verdaderamente me deslumbró. Lo peor de todo es que
salió en un momento en que yo estaba terminando El amor en los
tiempos del cólera. Por un momento me puse a pensar si no iba a
parecer que lo que estaba haciendo yo era una secuela de
aquello. Efectivamente no, salvo que al final hay una relación
entre un hombre mayor y una niña, pero ése es un tema que ya
había tratado yo en una película, hace muchos años, en México.
Kafka es el autor que más me impactó, el que despertó en mí la
conciencia de que quería ser escritor. Yo ya estaba interesado, y
mucho, en la literatura, pero no sabía exactamente cómo podría
expresar lo que quería. La lectura de Kafka me dio claramente el
camino. Era el poder atreverse a muchas cosas que otros no se
habían atrevido, y no se atrevían porque no lo habían visto antes.
Y dentro de Kafka, La metamorfosis. Y dentro de La metamorfosis, la
primera línea. Su lectura me tumbó de la cama. Kafka es el único
autor absolutamente indiscutido que hay en este siglo. Hay a
quien no le gusta, pero nadie te dice que es un mal escritor. Para
mí, el más grande de todos, por supuesto, es Tolstoi; la novela
más grande que se ha escrito en toda la historia de la literatura
es La guerra y la paz. Y los que no están de acuerdo conmigo
dicen que es Ana Karenina: no se salen de Tolstoi. Pero Kafka es
indiscutido, y además es el profeta de nuestro tiempo. Sin
~ 272 ~
embargo su influencia en mí termina por ser más bien técnica: de
cómo se cuenta el cuento.
He explicado muchas veces, en torno a Cien años de soledad, qué
papel juega esta última palabra. No sé si con razón o sin razón,
es la soledad de América Latina. El discurso de Estocolmo explica
todo eso. Y no es una salida fácil. Diría que es difícil. El título del
libro lo puse al final, no lo tenía hasta la penúltima línea. De
pronto creo que… las estirpes condenadas a cien años de
soledad… ¡paf! ¡Pero si éste es el título! Pegué un grito. El libro
salió como un torrente, como yo creía que era la vida real nuestra.
Y luego, al final, me di cuenta de que todo lo que estaba
sucediendo en él es que se trataba de una estirpe condenada a la
soledad… Soy uno de los seres más solitarios que conozco, y de
los más tristes, aunque resulte increíble. Fundamentalmente
solitario y triste. Pero no yo sólo, la gente del Caribe es muy así
aunque tienen fama de todo lo contrario, de gregarios, de
pachangueros, de parranderos, de fiesteros, pero tú los ves en
plena fiesta y están con unos ojos de melancolía… No sé si esa
soledad es también la desesperanza, como me preguntas.
Ustedes los europeos necesitan explicarse todo. No tengo la
menor idea.
Yo le tengo mucho terror a leer la crítica que se hace de mis libros
y los estudios que se hacen ahora sobre mí, por temor a que me
descubran, me pongan sobre la mesa todo el trabajo
subconsciente que hay en mi obra, me lo vuelvan consciente y
me jodan. Todo el mundo tiene un sentimiento de soledad. Todo
el mundo en el mundo entero. La comunicación es una facultad
muy limitada y a partir de un momento te jodiste, estás
completamente solo.
~ 273 ~
Mercedes y yo nos conocíamos desde niños. Vivíamos en un
mismo pueblo y nos veíamos en vacaciones. Yo le llevo casi diez
años, y ella tenía trece cuando le propuse que se casara
conmigo. Se pegó un susto al ver que un señor tan grande, con
bigote, de veintipico, la pretendía. Seguimos viéndonos durante
las vacaciones, después llevamos un noviazgo muy tranquilo,
pero no oficial, a escondidas. Lo sabían muy pocos amigos.
Entonces sucedió una anécdota. (Yo para explicar todo tengo que
contar anécdotas, porque la anécdota explica mucho más que los
planteamientos teóricos que les gusta hacer a los intelectuales, y
sobre todo a los europeos. Aunque en el fondo pienso en España,
que siempre ha sido un país hispanoamericano. Ahora, cuando
empieza a no serlo, inquieta mucho.) Entonces, la anécdota. Yo
trabajaba en el diario y estaba una noche escribiendo y se me
acerca el gerente y dice: “¿Tú qué vas a hacer la semana
entrante?”. “Estaré aquí, ¿por qué?”. “¿Tienes pasaporte?”. Le
dije que sí. “No, para que te fueras a Ginebra a una conferencia”.
Eso fue en junio o julio del 55. No tenía pasaporte, no tenía cómo
salir del país y además no había hecho el servicio militar.
Entonces yo le dije que sí, que tenía todo listo, y me llevaron
donde un tipo que era de aquellos que hacían todo… no falso,
~ 274 ~
pero al que iban dando propinas y hacían toda clase de fechorías
y sacaban las cosas. Le firmé no sé cuántas hojas de papel
sellado y salí con pasaporte, visa, tarjeta militar, cédula… Partí
para Europa y bueno, luego, ya se sabe. Estuve tres años.
Después regresé para buscar a Mercedes, que me estaba
esperando.
No sé por qué tú crees que yo no sea un feminista. Sí lo soy y
además me parece una injusticia, y me duele muchísimo que las
feministas consideren que mis libros son machistas. El machismo
es lo que más detesto en este mundo. Toda mi obra es una
condena larga y constante de esa actitud, porque el machismo es
la peor desgracia que tenemos en América Latina y
particularmente en el Caribe. Lo que pasa es que las feministas
han terminado por ser machistas ellas. El machismo es como la
usurpación del derecho ajeno; y ellas están usurpando derechos
de los hombres.
El otro día estaba yo pensando si no consideré que mi madre me
había abandonado de niño, porque cuando tenía un año me dejó
con mi abuela y se fue para otra ciudad. El caso es que yo quedé
en una casa llena de mujeres, mi abuela, mis tías, mis primas y
un solo hombre que era mi abuelo. Éste me entendía muy bien. Si
yo quería dibujar, me dejaba dibujar; si quería irme, me iba. Me
dejaba hacer todo, pero no por falta de autoridad, sino como
alguien que entendía perfectamente que a mi edad era necesario
ese estímulo.
Todo eso significó que conocí a mi madre ya muy grande, a mis
cinco años tal vez. Recuerdo perfectamente el día que entré en la
sala de la casa y la vi. Vestida con aquellas hombreras de
campana que usaban en los años treinta, como está descrito en
algún momento de El amor en los tiempos del cólera. Me pareció
~ 275 ~
una mujer muy bella pero totalmente extraña a mí. Con mi padre
he tenido una relación mejor, de buenos amigos. Tenía un sentido
de la autoridad distinto al del abuelo. No me orientaba en el
sentido de lo que yo pensaba que debía ser, sino que trataba que
fuera otra cosa; para empezar quería que me metiera a cura. Pero
más tarde, conversando con él, tuve muy buena relación y
hablamos mucho. Me contó todos sus amores con mi madre, que
es lo que origina El amor en los tiempos del cólera. Son sus
amores juveniles, que me narraba minuciosamente. Muchas
veces le reclamé cómo era posible que hubiera tratado de
cometer esa injusticia de meterme de cura, sin preguntarme
nada, en una edad en la que yo no podía tomar decisiones. “Mira,
me explicó, la verdad es que éramos muy pobres”. Él confiaba en
que si tenía vocación, era una buena salida. Y quizás hasta
hubiera llegado a ser Papa. ¡Imagínate! El primer Papa
latinoamericano, aunque no me hubiera gustado serlo por una
sola razón, y es que detesto el poder. Cosa que nadie me va a
creer.
Bueno, no fui cura pero fui sacristán, monaguillo varios años.
Ahora mi relación con la religión es muy mala. En el pueblo el
cura me contó el cuento mal, y ya después no me lo creí. Cuando
hice la primera comunión, a los siete años o así, el cura me
confesó. Tenía una especie de diccionario de pecados. Abrió el
libro y me iba preguntando pecado por pecado. Me preguntó si yo
había tenido relaciones con mujer; yo no entendí muy bien la
cosa. Luego me preguntó si las había tenido con animales. Le dije
que no, pero me quedó en la cabeza. Me enseñó cantidad de
cosas.
Por esa época a mí me contaron que había un curita en Ríohacha
que decían que era un santo, y que por la mañana, cuando hacía
la oración, se elevaba. Esta historia me dejó fascinado. Cuando
~ 276 ~
me pongo a escribir yo saco esas cosas y las cuento como me da
la gana; le pongo los adornos y le doy la trascendencia que
quiero. En Cien años de soledad me costó mucho trabajo que el
cura se elevara. Le puse toda clase de bebidas. Primero empecé
con vino. Entonces podía parecer que se emborrachaba. Después
seguí con café con leche, con té, y nada. Cuando llegué al
chocolate, parecía que debía ser lo contrario, el chocolate es tan
pesado que lo bajaría. Pero yo no dejo una cosa si yo mismo no
me lo creo, pues entonces no lo creerá nadie. O sea que cuando
lo puse con chocolate se elevó inmediatamente y sentí que era
creíble, y lo dejé así. Con ninguna otra bebida hubiera subido.
Mi trato con el cine es el de un matrimonio mal avenido. No puedo
vivir ni con el cine ni sin el cine. Siempre me sale mal. Al principio
quise ser director, y lo único que he estudiado seriamente es cine.
Marché al Centro de Cinematografía de Roma, antes de ir a París.
Estuve allí un año, y no. Lo que intenté luego es que otros
hicieran el cine bien. Creo que es el oficio más condenadamente
difícil. Porque además de la vocación, de las aptitudes, de la
inspiración, de todo lo que necesitas como creador, precisas de
una artillería técnica inmensa. La gran época fue el neorrealismo
italiano. Fue cuando yo descubrí verdaderamente el cine, y ahora
encuentro que es un símbolo. Hecho con una gran austeridad de
recursos, con mucho sentimiento, es el tipo de cine que
podríamos hacer en América Latina. Es decir, no el mismo, pero
se puede hacer un cine sin esas pretensiones de Hollywood.
Hacer un cine modesto pero bueno. Creo que he visto más cine
de lo que he leído. Ahora me cuesta mucho trabajo, porque llego
a la sala y termino firmando autógrafos a la puerta. Entonces veo
muchas películas pero siempre en sesiones privadas. En la
televisión, no. En video miro cine sólo hasta que me doy cuenta si
la película me interesa. Y si es así, la veo en 35 mm. Hay una
gran diferencia entre el cine y la televisión.
~ 277 ~
El periodismo es otra cosa. Se trata de una especie de maldición
para mí. No logro escapar de él. Entre el reportaje y la novela,
hay un momento en que no distingues mucho la frontera. Las
fuentes son las mismas, los métodos de elaboración, el material,
es el mismo. Y al final podrían ser lo mismo las dos cosas.
Cuando los reporteros no hacen las cosas tan bellas como las
novelas es porque no pueden; pero si pudieran lo harían. El
reportaje es un género literario, un gran género literario.
Y después de toda esta confesión, ¿qué quieres que añada sobre
mí? Soy un piscis, pero tengo un ascendente tauro que he
logrado imponer. ¿Qué sabes de los piscis? ¿Que son gente muy
torturada y muy jodida? Son tímidos, introvertidos, ultrasensibles,
desconfiados. Suelen tener una doble personalidad, aunque en
realidad todo el mundo la tiene. Y una característica suya es que
se creen todo lo que dicen. Yo cada vez menos. Aunque hubo
una época en que me creía todo lo que decía. Y de tanto
creérmelo, terminó siendo cierto.
Juan Luis Cebrián
Periodista y escritor español. Editor fundador de El País. Entre sus
libros: La agonía del dragóny El pianista en el burdel.
Tomado de Juan Luis Cebrián, Retrato de Gabriel García Márquez,
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 1997.
~ 278 ~
“Cuando escribo no pienso
en nada más”
1 MAYO, 2014
Silvia Lemus
–Gabriel —le dije por teléfono—, ¿me das una entrevista?
Me contestó que no. Hace muchos años que Gabriel García
Márquez no da entrevistas.
—Está bien —¡le dije— no me des la entrevista. Solamente
háblame de tu novela El amor en los tiempos del cólera. Y puesto
que vamos a estar en Cartagena, llévame a conocer los lugares
donde sucede la historia de Juvenal Urbino, Fermina Daza y
Florentino Ariza.
—Eso sí podemos hacerlo —me contestó.
En Cartagena, Gabriel me contó de viva voz la historia de amor
de sus padres, que fueron el modelo de esta extraordinaria novela
Y mientras paseábamos por los portales o la Plaza de los
Evangelios, entre las ruidosas calles y los perfumes tropicales, la
gente iba reconociendo a Gabo, Gabrié, sin l, a Gabriel. Él a
todos les saluda, con su sonrisa sabrosa, para todos tiene una
respuesta o un autógrafo, y posa feliz para las fotos de la
posteridad. Yo, que ya lo sabía, me doy mejor cuenta de que
García Márquez es el colombiano más conocido en Colombia.
~ 279 ~
Gabriel nació con la palabra en la punta de la lengua y la punta de
los dedos. Nació como Minerva, totalmente armado para la
literatura.
Estamos en Cartagena de Indias, la ciudad fortaleza del Caribe, pero
sobre todo la ciudad del amor, de la vida, y del recuerdo de ese trío
magnífico de personajes literarios: Juvenal Urbino, Fermina Daza y
Florentino Ariza, de la novela que todos conocen: El amor en los
tiempos del cólera. Y desde luego, estamos con Gabriel García Márquez,
el Premio Nobel de Literatura.
—Gabriel, ¿cómo se llama esta plaza en la que estamos? ¿Plaza de los
Evangelios?
—El nombre de Plaza de los Evangelios se lo puse yo en un
momento en que no sabía cuál plaza de Cartagena iba a ser la
plaza donde vivía Fermina Daza. Es curioso: en la novela, para
mí, era más la Plaza de los Evangelios que la Plaza de Santo
Toribio, que es el nombre que tuvo originalmente en la Colonia.
Durante la República se le cambió el nombre y ahora se llama la
Plaza Fernández Madrid, el héroe de la estatua. No aparece en El
amor en los tiempos del cólera porque es muy reciente. Aunque no
está especificado, se supone que la novela empieza entre 1870 y
1880.
—Pero tú buscaste esta plaza por alguna razón especial para situar la
casa de Fermina.
—Bueno, conociendo a Cartagena y sabiendo ya cómo era el
personaje de Fermina Daza, pienso que el lugar donde tenía que
vivir era aquí. No era creíble que viviera en otro lugar. Siempre
me pareció que esa casa, que ves ahí, era la casa verosímil para
que viviera Fermina Daza. Tuve incluso que adaptar la vida de
~ 280 ~
ellos a la casa, después de que la conocí. Por cierto, después
quise comprar esa casa y no fue posible. Se ha vuelto muy cara
porque es la casa donde vivía Fermina Daza.
—Tú mismo la encareciste y ahora no pudiste comprarla.
—Pues sí. Lo mismo me sucedió en México, en la casa donde
escribí Cien años de soledad, en la Calle de la Loma 19. Cuando
regresé, traté de comprarla y me dijeron: “¿Pero cómo? Esta casa
es carísima porque en esta casa se escribió Cien años de soledad”.
—¿Fermina Daza es un personaje totalmente imaginario o lo conociste
de alguna manera?
—No. Cómo decirlo. Fermina Daza, Florentino Ariza, Juvenal
Urbino son personajes totalmente imaginarios, pero parte de su
vida y muchos de sus actos son de personajes reales que yo he
conocido. Por ejemplo, los amores de Florentino Ariza y Fermina
Daza, tan desgraciados en los primeros años, es una copia
literal, minuto a minuto, de los amores de mis padres. Y yo escribí
esta novela aquí, en Cartagena. Escribía en la mañana y en la
tarde salía a recorrer lugares que quería poner en la novela. Me
iba con mis padres a que me contaran por separado la historia de
sus amores, porque juntos caían en contradicciones. Cada cual
tenía sus recuerdos elaborados de una manera diferente.
—¿No coincidían?
—O coincidían, pero veían las cosas tan distintas que era
imposible pensar que fueran los mismos recuerdos. Sin embargo
eran los mismos recuerdos, pero desde el punto de vista de cada
uno. Entonces yo hablaba con mi padre y hablaba aparte con mi
madre, y de eso hice toda la historia: todas las contrariedades
que tuvieron al conocerse, por la oposición de los padres de mi
~ 281 ~
madre. Mi padre era el telegrafista del pueblo y mi madre era la
chica bonita. Mis abuelos no eran ricos pero era gente
relativamente acomodada. Y sobre todo mi madre era la niña de
sus ojos, porque era la única hija. El viaje en que los primos
llevan en mula a Fermina Daza, y el modo en que ella recurre a
los telegrafistas para comunicarse con Florentino Ariza, es muy
exacto, y la región corresponde puntualmente al libro. Ahora, el
carácter de Florentino Ariza y el carácter de Fermina Daza están
adaptados por supuesto a la conveniencia del drama, pero de
todas maneras tienen mucho de mis padres. De mi padre,
Florentino Ariza tiene el haber sido telegrafista, tocar el violín,
escribir versos más o menos clandestinos y enamorarse
locamente. Y de mi madre, Fermina Daza tiene ese carácter
fuerte, sobre todo ese sentido casi inconsciente del poder que
tuvo siempre mi madre con sus doce hijos, y que siempre la hacía
el centro de la autoridad.
—Una matriarca.
—Es una matriarca, sí, y ahí está todavía: de ochenta y ocho
años ya.
—Sigue teniendo una influencia fuerte en ti.
—Sí. Yo digo que ella ha creado una especie de sistema
planetario: sus doce hijos andan por todas partes, pero de alguna
manera estamos en órbitas que giran alrededor de ella.
—¿Crees que la figura materna puede ser mucho más fuerte que la
paterna?
—Mira, ésos son análisis en los cuales yo nunca he penetrado.
Los novelistas escribimos más con la intuición que con la razón, y
son muchos los elementos de un carácter. Por ejemplo, a mí me
~ 282 ~
da mucho miedo empezar a razonarlo porque me parece que me
convierte en otra cosa, en un creador científico y no en un
escritor. Me voy por donde la intuición me dice y después me
divierte mucho ver que los lectores hacen análisis que no tienen
nada que ver con lo que yo me propuse, pero que probablemente
son válidos desde otro ángulo.
—En el caso de Juvenal y de Fermina, uno siente —y tú lo dices— que
Fermina es la que domina a los hijos. Juvenal participa, aun cuando son
niños, muy poco en su vida. Quizá ya se te olvidó. ¿Te olvidas?
—No. Pasa una cosa: cuando estoy escribiendo una novela no
pienso en nada más, estoy totalmente obsesionado por ella y
espero solamente a que llegue el próximo día para seguir
escribiendo. En ese momento tengo otra novela que les cuento a
los amigos, porque eso me ayuda a pensar. No es la misma que
estoy escribiendo: les suelto cosas para ver cómo reaccionan y
saber si me sirven o no me sirven. En realidad, no suelto prenda
de lo que estoy haciendo. Pero cuando considero que ya lo
terminé, es todo lo contrario: quiero ver cómo es para los demás.
Tengo una serie de amigos a los cuales les presto los originales,
y en ese momento es como en los juzgados cuando se dice:
“Diga ahora todo lo que tiene que decir o calle para siempre”. En
ese periodo, que no tiene una medida exacta, yo oigo todo y lo
oigo con una gran humildad y con una inmensa gratitud. Pero
cuando considero que ese periodo pasó, y que incorporé ya todas
las observaciones que me han hecho, no quiero oír
absolutamente nada del libro ni quiero volver a acordarme de él.
—Es un hijo que se fue.
—Es que me inquietan cosas que seguramente hubieran podido
ser de una manera o que son de otra. Cuando ya está el libro, no
vuelvo a leerlo jamás porque mi tendencia es agarrar el
~ 283 ~
estilógrafo y empezar a corregirlo. Eso no puede ser. El libro es
así y ya no le pertenece a uno.
—Tú eres el amo de las frases lapidarias. Uno las lee y parece que no te
costaron trabajo; parece que son tus frases de todos los días.
—Bueno, hay críticos que dicen que las frases de mis personajes
son lapidarias, más de profetas o de filósofos que de mortales
simples.
—Absolutas, diría yo.
—Lo que sucede es que tengo una gran influencia, la influencia
de mi abuela. Cuando me preguntas si la madre tiene una gran
autoridad, debo decir que en mi caso no es así, pero por una
razón muy especial: me criaron los abuelos. En el caso de
Fermina Daza no ocurrió lo mismo que en el de mi madre; sus
padres decidieron que se casara en un pueblo distante, casi a
escondidas, y la mandaron buscar cuando supieron que iba a
tener un hijo. Arrepentidos de toda la oposición que le habían
hecho, la llevaron de vuelta a la casa de ellos, donde yo nací. Ella
se fue después con su marido, que era telegrafista en Ríohacha,
y yo me quedé viviendo en casa de mis abuelos hasta los ocho
años. La verdadera influencia es la abuela, y ella sí que tenía
frases lapidarias que a mí me parecían estupendas. Me formé la
idea de que la gente hablaba así y mis personajes fatalmente
hablan así. No soy yo, son los personajes.
Ahora, no siempre las tengo que inventar: son desfiguraciones de
refranes, son frases que he oído y que voy coleccionando como
frases que se parecen a mis personajes. Pero hay ejemplos de
trabajo como el de un cuento que se llama “En este pueblo no hay
ladrones”. Recuerdo que en Caracas estaba yo una tarde
escribiendo a la hora de la siesta y Mercedes estaba durmiendo.
~ 284 ~
Estaba escribiendo el episodio de una mujer que despertaba de
pronto y, todavía en las nebulosas del sueño, decía una frase que
no tenía nada que ver con la situación. No la encontraba y de
pronto vi que Mercedes estaba durmiendo ahí y me fui junto a
ella. Ella se espantó: “íAy!, soñé que Nora estaba haciendo
muñecos de mantequilla”. La copié perfecto, la dejé exacta; ésa
era exactamente la frase que yo necesitaba.
—Una frase maravillosa.
—Entonces, eso te lleva a un punto inevitable: en mis libros es
imposible separar la realidad de la ficción. No sé en los de los
otros escritores, porque uno no puede hablar sino de sus
experiencias, las ajenas son siempre muy misteriosas para uno.
Pero es algo inseparable. Es inseparable aunque también es
inmezclable. Yo he dicho que es como el agua y el aceite. Tú
echas aceite en el agua y el agua en el aceite, y mientras
revuelves, hay allí un cuerpo nuevo, una personalidad
completamente distinta que se mantiene mientras se están
moviendo. Cuando se aquietan, vuelven a separarse. En la
novela, lo que hace uno es revolverlo y que siga moviéndose
durante toda la vida del libro.
—Finalmente, cada personaje del libro vive por sí mismo.
—Eso lo puede uno desear, pero más que todo debe vivir en el
corazón y en la memoria del lector. Si no se consigue, el libro no
funciona.
—Te decía que tus frases lapidarias nos sacuden cuando leemos tus
libros. Otra cosa que nos causa estupor es esa exactitud con la que tú
dices: “Florentino Ariza esperó a Fermina Daza cincuenta y un años,
nueve meses y cuatro días”. Hay una exactitud, hay una precisión
siempre en los tiempos.
~ 285 ~
—Mira, si tú dices que pasaron doscientos elefantes es difícil que
te lo crean. Si tú dices que pasaron 232, ya empiezan a dudarlo.
Si dices que pasaron 232 y siete elefantitos, y lo dices con una
gran seguridad, ya te creen la cifra. El gran problema de escribir
novelas es la credibilidad: un escritor tiene derecho a todo,
siempre que sea capaz de hacerlo creer, y ese tipo de precisiones
ayudan mucho. Si yo digo que Florentino Ariza esperó cincuenta
años, es como decir mil años: una mera convención aproximativa.
Si digo cincuenta años, ocho días y seis horas, ya empiezan a
creérselo. Pero no sólo por eso hago yo esas precisiones; las
hago también por motivos fonéticos. Yo decido que una frase o un
capítulo está listo después de oírlo, después de que yo mismo lo
leí en voz alta. Tengo la obsesión de que las palabras deben
resonar dentro del lector como resuenan dentro de mí. Entonces
lo leo en voz alta para saber si está bien fonéticamente. Si yo
encuentro que hay una cacofonía en la cifra cincuenta años, ocho
días, puedo cambiar el ocho por siete y el cinco por tres
solamente por razones fonéticas.
—Pero eso se inclina a la poesía.
—Mi formación original es poética.
—¿Hubieras sido poeta?
—No. Yo empecé leyendo mucha poesía. Empecé a leer novelas
ya en el bachillerato. Mi interés por la literatura, mi asombro y mi
fascinación por la literatura empezaron con la poesía, y soy un
gran lector de poesía. Creo que el argumento de la novela es
ficción, pero lo que es el recurso retórico para escribirla es un
elemento puramente poético; si no, uno no se preocuparía por las
palabras, por el significado de las palabras y por la belleza de las
palabras.
~ 286 ~
—¿A qué edad comenzó a obsesionarte la palabra?
—Desde antes de escribir me obsesionaron mucho las palabras
de mi abuela. Ella decía cosas extraordinarias y con un
vocabulario que ahora recuerdo como arcaico. Aun en ese
momento, hace sesenta años —yo tengo sesenta y cinco— ya
era arcaico. Tiempo después he explorado esas palabras y he
encontrado que significan algo distinto a lo que yo imaginaba
cuando las oí. En algunos casos he preferido dejar ese significado
falso que yo le daba cuando las decía mi abuela. Siempre hay
problemas con las academias y con los cazadores de gazapos,
porque dicen que esto no significa esto, pero para mí significa
esto otro porque así significaba para mi abuela.
—¿Qué tanta influencia tuvo tu abuela en tu formación?
—El esposo de mi abuela, mi abuelo, era un coronel de las
guerras civiles de fines del siglo pasado que, según me cuentan y
he podido averiguar, tuvo actuaciones verdaderamente notables
de valor, de arrojo, de determinación. Así lo recuerdo ahora. En
aquel momento no lo podía juzgar: él era el jefe, el coronel de la
casa. Yo vivía en el mundo de las mujeres, él era el único hombre
en una casa llena de mujeres. Cuando llegué yo era el segundo
hombre, pero estaba entre las mujeres y lo veía a él desde el
punto de vista de las mujeres, y me daba cuenta de que nadie le
hacía caso. El mundo aquel y el mundo entero giraban alrededor
del sol por la determinación de las mujeres. Y claro, el centro de
ese universo de mujeres era la abuela. La abuela, que se
llamaba Tranquilina y que era la persona más intranquila y más
móvil que yo recuerde. Desde entonces me formé la impresión de
que realmente el poder de las mujeres es el que mueve al mundo,
y parece que eso se nota en mis libros.
~ 287 ~
Yo no lo sabía, hasta que lo dijo un crítico en un análisis de mis
libros. Dijo que analizando mis personajes femeninos se llega a la
conclusión de que yo pienso que las mujeres son el centro del
mundo y que las mujeres mantienen la continuidad de la especie
mientras los hombres andan haciendo locuras históricas. Creo
que es cierto, pero yo no sabía que lo creía. Me dio mucha rabia
porque yo prefiero que esas cosas sean inconscientes en la
creación. Cuando son conscientes tienen una tendencia a
mecanizarse. Cuando analicé mis libros desde ese punto de vista,
me di cuenta de que yo pensaba eso. Ahora es al contrario: en
vez de hacerlo espontáneamente, me defiendo de eso y trato de
que no se note, porque siento que ya no es mío, sino un valor
agregado por un crítico.
Por eso le tengo mucho miedo al psicoanálisis. Si el psicoanálisis
es realmente como se pretende, todos los elementos
inconscientes de mi creación me los ponen sobre la mesa y ya no
me queda nada que explorar dentro de mí mismo. Al fin y al cabo,
las novelas son el psicoanálisis de los escritores. Si los escritores
son sinceros, si son reales, si están realmente trabajando con sus
tripas, esas novelas son parte de un psicoanálisis. Se pueden
descubrir cosas como ésta, que yo mismo no sabía.
—Las mujeres son el centro del universo, de los hombres cuando menos.
~ 288 ~
—No. La idea es que mientras todos los hombres andan haciendo
locuras para empujar la historia, las mujeres están garantizando la
continuidad de la especie. Eso, como relación, es estupendo.
Además creo que es real, válida y afortunada.
—Gabriel, oigo la música y más que nunca me siento en el Caribe. ¿Tú
te sientes un escritor que pertenece al Caribe, como Derek Walcott?
—Sí, pero eso no es sólo cultural, es ecológico. Yo lo he dicho de
esta forma: cuando llego al Caribe todo mi organismo empieza a
funcionar de otra manera y mejor, como si lo hubiera puesto otra
vez en su medio ecológico, del cual lo saco con frecuencia. Me
voy a Bogotá o a México, que están a dos mil y tantos metros de
altura, o me voy a Europa, que culturalmente es otra cosa por
completo. Y cuando vuelvo aquí todo empieza a funcionarme bien
y empiezo a pensar mejor. No he escrito un solo libro que no
tenga sus raíces, al menos, en el Caribe. ¿Por qué? Porque no sé
ver otro mundo. Dondequiera que estoy, cualquier cosa que veo,
cualquier experiencia que tengo, no la comprendo si no la
relaciono con el Caribe y con mis orígenes caribeños. Entonces,
procedo por comparación; en cambio, aquí no es por
comparación, aquí es el mundo que conozco, el mundo en el cual
me muevo, el único que entiendo.
—Tú pasaste muchos años en París, en Roma y en Suiza. ¿Qué aportó
Europa a tu vocación de escritor?
—Estoy convencido de que si no hubiera estado en Europa en el
momento en que estuve, mi concepción de América Latina y,
particularmente del Caribe, sería distinta. Europa me enseñó,
primero, que era latinoamericano, porque cuando fui sólo conocía
Colombia. Tenía veinticuatro, veinticinco años, y sólo conocía
Colombia. No había tenido posibilidades de viajar por el resto de
América Latina y por consiguiente no tenía una concepción
~ 289 ~
geográfica, ni emocional, ni cultural de la América Latina. Pero en
los cafés de París conocí a los argentinos, conocí a los
mexicanos, a los guatemaltecos, a los bolivianos, a los
brasileños, y me di cuenta de que yo pertenecía a ese mundo,
que no era solamente colombiano sino que era latinoamericano.
Y en relación con Colombia, me di cuenta de lo diferente que era
yo de los europeos, siendo colombiano. Y no que unos fueran
mejores o peores que otros, sino que éramos completamente
distintos. No sólo eso: creo que son culturas irreconciliables, en el
sentido de que no es posible integrarlas. Es posible integrar la
América Latina, pero no es posible integrar la América Latina con
Alemania. Eso me quedó muy claro. Yo asimilé esto con un
criterio muy sano, porque me sirvió para darme cuenta de que
formaba parte de ese mundo y no que era un elemento contra ese
mundo. Por eso yo le agradezco mucho a Europa todo lo que me
enseñó sobre América Latina, sobre Colombia y concretamente
sobre el Caribe.
—¿Qué te ha dado la fama, Gabriel? ¿Te gusta ser famoso?
—La fama es una cosa estupenda, no sólo por las satisfacciones
que da, la satisfacción personal de la victoria, la satisfacción
personal de la cantidad de amigos y la cantidad de oportunidades
que tiene uno siendo famoso. También por las posibilidades de
servir mejor a su país, a los amigos, a su continente, a todo. Se
sirve mejor con fama que sin fama. Pero tiene una infinita
desgracia que casi anula todas las demás ventajas, y es que la
fama dura las veinticuatro horas del día. Si la fama tuviera
botones que se pudieran apretar y decir: “Ahora sí, ahora no,
ahora un poco, ahora un poco más”; si con la fama se pudiera
subir y bajar el volumen, o apagarla, como hace uno con el radio,
~ 290 ~
sería una maravilla. Pero todas las ventajas se pagan duramente
con el hecho desgraciado de que no es controlable.
—En un momento dado, la fama desplaza todo y se te aparece como
fantasma.
—Sí, es un fantasma. Los amigos me dicen: “Ese es el precio de
la fama”. Y yo digo: “Pues no lo pago”. La verdad es que la fama,
como consecuencia de ser escritor, es muy difícil.
—Tú no tuviste que trabajar para obtener el Premio Nobel y lo merecías
desde hace mucho tiempo, desde El coronel no tiene quien le escriba.
¿Qué significó ese premio para ti?
—El Premio Nobel nació con una rara estrella: se ha convertido
prácticamente en un título nobiliario, valga el juego de las
palabras. Incluso cambia el protocolo en relación con uno. Los
gobiernos se vuelven cordiales, lo ponen a uno en un asiento
distinto. Pero, una vez que se disfruta de eso, la única ventaja
que yo le veo al Premio Nobel es que sirve para no hacer colas.
Ya no haces cola en ninguna parte. Te dejan pasar.
—Háblanos también de Juvenal Urbino.
—Necesitaba ser un médico típico de la época y, precisamente,
al que menos se parece desde el punto de vista del carácter es al
médico que más me ayudó a hacer el personaje, un médico de
Cartagena, muy mayor, graduado en Francia en una época
posterior a la de Florentino Ariza. El me enseñó cómo se
estudiaba en esa época la medicina en Francia, qué cosas de la
medicina se estudiaban, cómo se ejercía. Entre paréntesis: una
cosa que me dolió mucho es que él se entusiasmó tanto con el
trabajo que hacía conmigo, que quería ser el primer lector del
libro, y murió en el momento en que ya lo estaba terminando. Me
~ 291 ~
llamó de los Estados Unidos a México y me dijo: “¿Cuándo
tendrás el libro?”. | Le dije: “No sé, me faltan unos tres o cuatro
meses”. Y me dijo: “Es que acaban de diagnosticarme una
leucemia que no me va a dar tiempo para seis meses más”. Hice
lo posible por tenérselo listo, pero no pude. Nunca lo leyó, y a
mí me dolió mucho.
—Los nombres de tus personajes, parece que los escuchara uno por
primera vez en tus novelas. ¿Dónde los buscas? ¿Cómo los encuentras?
—Tengo un problema muy serio: si no encuentro el nombre
exacto, no veo el personaje. Necesito saber cómo se llama para
poder empezar a conocerle. Yo lo empiezo con cualquier nombre,
y se lo voy cambiando en el camino. En algún momento Fermina
Daza se llamaba Josefa Cárcamo. Ese nombre no pegó nunca.
¿Cómo saber cuál es el verdadero nombre? El personaje te lo
dice. No te estoy hablando de magia. En realidad, uno siente
cuando el personaje tiene su nombre. Eso lo aprendí yo leyendo
a Rulfo, después de tener ya varios libros. Es decir, encontraba
los nombres pero no sabía por qué. Leyendo a Rulfo encontré
que si el personaje no tiene su nombre no hay nada que hacer, no
camina.
—¿Qué hago? Aquí en Colombia yo tengo los directorios
telefónicos de todas las ciudades importantes del Caribe, y en
ellos voy buscando hasta que encuentro un nombre. Puede que
en algún momento haya demorado un libro porque no tenía el
nombre del personaje. Rulfo dice que él los buscaba en los
cementerios. Yo, un poco más moderno, los busco en los
directorios telefónicos, pero la razón es la misma. En el libro que
estoy escribiendo tengo un personaje, una hermosa esclava
negra, que cría a la niñita protagonista del libro. Y esa mujer no
andaba porque yo no encontraba el nombre. El día que lo
~ 292 ~
encontré ella creció y se volvió un personaje muy importante: se
llama Dominga de Adviento.
—Ah, es maravilloso: Dominga de Adviento.
—Es una esclava de la época mayor, del siglo XVII: Dominga de
Adviento.
—¿Cómo se te ocurrió el título de El amor en los tiempos del cólera?
—En mis libros, lo último siempre es el título. Hemingway decía
que él llegaba a tener hasta ochenta títulos posibles de un libro y
al final escogía el que debía ser. Con los títulos ocurre como con
los personajes. El personaje principal de un libro es el libro
mismo. Entonces, si no encuentras el título correcto se te
desgracia el libro, pero si empiezas a buscar ochenta títulos,
habrá entre ellos dos que te gustan lo mismo y no sabrás qué
hacer con ellos. Cien años de soledad no tenía título hasta la
penúltima línea, que dice: “…porque las estirpes condenadas a
cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre
la tierra”. Ahí pegué un salto y dije: “Este es el título”.
Con El amor en los tiempos del cólera yo sabía que necesitaba
un título que pareciera más de tratado médico que de novela, por
la conclusión a la que había llegado durante la escritura, de que
los síntomas del cólera son iguales a lo síntomas del amor.
Entonces había terminado y no tenía título. Solamente sabía eso:
que debía ser de tratado de medicina. Y un día, recuerdo
perfectamente que me estaba afeitando y se me vino El amor en
los tiempos del cólera, enterito, así. Pegué un salto y le dije a
Mercedes: “Ya tengo el título”. No es como si inventaras sino
como si lo descubrieras y, una vez descubierto, ya no hay nada
que hacer porque ese es el título. Aunque tú lo quieras cambiar
ya no puedes entender que se llame de otra manera.
~ 293 ~
—Los grandes amores siempre se han identificado con la juventud.
¿Eres tú el primero que trae la identificación del amor en una pareja de
más de setenta años?
—A mí me sorprende que siempre se haya tratado de atribuir el
amor a una cierta edad. El amor es de todas las edades y yo creo
que puede ser mucho más apasionado en el viejito de un pueblo.
Se ha inventado el calificativo de “viejos verdes” porque a partir
de cierta edad les gustan las muchachitas de diecisiete años y de
quince años y de doce años. Pero yo digo una cosa: ¿qué tiene
de reprochable que a mí a los sesenta, a los sesenta y cinco años
me guste una chica de diecisiete si a mis hijos, que tienen veinte
y veinticinco, también les gusta? Y a ellos no les dicen jóvenes
verdes.
No. Yo creo que el amor es en todo el tiempo. El problema del
amor imposible en los viejos es social, es cultural completamente,
porque se considera una vergüenza que a cierta edad se tengan
amores. Pero no te imaginas la cantidad de cartas de viejos
amantes tardíos que he recibido después de El amor en los tiempos
del cólera. Las coleccionamos. “Pero ésa es la historia de mi vida”,
me dicen, la cuentan y es exactamente la misma historia. Sucede
como sucedía con los homosexuales. Ahora parece que hubiera
más homosexuales que antes. Siempre los ha habido, pero
ahora la sanción social, la persecución, es menor. Ganaron un
territorio, conquistaron ese territorio y ahora parece que hubiera
muchos, pero siempre los ha habido. Y siempre ha habido
amores de los viejos, pero era una vergüenza que un viejo los
tuviera. No, señor. ¡Viva el amor!
—En un capítulo de la novela Florentino Ariza se dedica a tener una
amante tras otra mientras espera a Fermina. Háblame de este capítulo.
~ 294 ~
—Bueno, ¿qué hubiera hecho Florentino Ariza durante toda su
vida, esperando a Fermina Daza, sino amar?
—¿Amar por ella?
—Amar por ella o amar por él, pues también él cuenta en la
historia. El tenía una cantidad de amor que debía utilizar
constantemente, a medida que esperaba. Él sabía que tarde o
temprano ése era su destino y no había nada que hacer.
—¿Qué hubiera pasado si Fermina y Florentino se casan? Ese capítulo
de las amantes de Florentino, ¿habría sucedido a pesar de todo?
—Sí, seguramente sí. Eso no hubiera sido ningún obstáculo para
que fueran felices y para que siguieran hasta el final. Florentino
Ariza hubiera sido infiel pero no desleal, y mientras no sea desleal
no hay problema. Yo creo que el libro hubiera sido el mismo, pero
habría faltado un elemento que es casi un elemento técnico: la
expectativa de qué va a pasar con aquella espera. Si se casa al
principio nadie lo hubiera leído hasta el final, hasta el buque.
—Una de tus obsesiones son los barcos fluviales. ¿Te traen recuerdos?
¿Los viste?
—Sí. Lo que pasa es que esos barcos desaparecieron. Eran unos
barcos como los del Mississippi, que hacían el recorrido desde
Barranquilla hasta el interior. Todo mi bachillerato lo hice allá en
el interior, y venía todos los años de vacaciones. Desde mis
catorce hasta mis veinte años viajé por lo menos cuatro veces al
año en esos barcos. Me dejaron un gran recuerdo, un gran
recuerdo ahora sublimado, creo yo, por el hecho de que
desaparecieron y quedaron solamente en la memoria. Ya no
existen en la realidad. Por eso la culminación, el desenlace, el
final de El amor en los tiempos del cólera es un paraíso recobrado.
~ 295 ~
En ese barco estaba el paraíso del amor, subiendo y bajando
para toda la vida.
Silvia Lemus
Periodista. Su más reciente libro es Tratos y retratos.
Biografía compartida
1 MAYO, 2014
Carlos Fuentes
Por primera vez, supe de Gabriel por Álvaro Mutis, quien en los
años cincuenta me regaló un ejemplar de La hojarasca. “Esto es lo
mejor que ha salido”, me dijo, sin preciar, sabiamente, tiempo y
espacio.
Yo dirigía, entonces, con Emmanuel Carballo, la Revista Mexicana
de Literatura y en ella publiqué textos —grandes textos— del
admirado pero ausente García Márquez: “Los funerales de la
Mamá Grande”, “Monólogo de Isabel…”.
Regresé en 1963 de un viaje a Europa y Gabriel ya estaba en
México. Nos presentó Berta Maldonado y el flechazo fue
instantáneo. La simpatía, la gracia y la sabiduría inmediatas de la
presencia de Gabriel en el mundo se fueron multiplicando en el
descubrimiento de intereses comunes, filias y fobias, visiones y
versiones, lugares públicos y rostros privados, hasta cumplir
treinta años de amistad que, como lo ha dicho él, constituye
también una biografía compartida en la cual los capítulos suyos y
los míos casi pueden barajarse, intercambiarse y confundirse bajo
~ 296 ~
títulos tan sugerentes como Perdidos en Churubusco, La Primavera
de Praga, El extraño caso de las visas negadas, La balada de las damas
de los tiempos pasados, Mil domingos en San Ángel, Un corrido a dos
voces o A punto de morir en el sauna.
Se nos han extraviado, en este cambalache cordial, personajes y
textos. Un cierto coronel Gavilán que se me perdió en La muerte de
Artemio Cruz reapareció nuevecito en Cien años de soledad, y un
cálculo desteñido y atado con cintas tricolores de El general en su
laberintoaparece, escrito 1821, en La campaña.
~ 297 ~
Cuando en 1965 recibí y leí en París las primeras cuartillas
de Cien años de soledad me senté sin pensarlo dos veces a escribir
lo que sentí: acababa de leer la Biblia latinoamericana; saludaba,
además el genio conmovedor y cálido de uno de mis más
queridos amigos.
Y recordaba por si fuera poco, un célebre dicho de Gabriel un día
que rodábamos juntos de Cuernavaca a Acapulco: todos estamos
escribiendo la misma novelota latinoamericana con un capítulo
colombiano mío, un capítulo mexicano tuyo, el argentino de Julio
Cortázar, el chileno de Pepe Donoso, el cubano de Alejo
Carpentier…
Porque este es el punto: Gabriel ha sido acompañado a lo largo
de su vida por el cariño de sus cuates. Todos hemos celebrado
sus inmensos triunfos como éxitos propios; todos le hemos dado
aplausos públicos que, como él dice, “ojalá fueran votos”. “La vida
sería distinta”, y lo es. El aplauso privado que le tributamos es
más permanente, más hondo, más cariñoso, que cualquier
reconocimiento público.
Cien años más, otros cien encima de ésos, le deseo hoy. Y del
primero que se vaya, podremos decir como dijo Gabriel al
enterarse de la desaparición de otro amigo que los dos quisimos
entrañablemente, el gran cronopio Cortázar. “No es cierto, no se
ha muerto”. Porque existen complicidades amistosas que no se
acaban nunca.
México, D.F., 18 de febrero de 1992
Carlos Fuentes
Escritor y ensayista. En su obra figuran más de 50 títulos —
cuento, novela y ensayos—, entre los que se encuentran: Federico
en su balcón, La voluntad y la fortuna, Cuentos
~ 298 ~
sobrenaturales, Aura, La muerte de Artemio Cruz y La región más
transparente.
Tomado de Gabriel García Márquez. Testimonios sobre su vida.
Ensayos sobre su obra(selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo
Borda), Siglo del Hombre Editores Ltda, Colombia, 1992.
Deme. Yo sé escribir
1 MAYO, 2014
José Donoso
Los años que van pasando separan y unen a la vez. Hace dos
décadas que no veo a Gabriel García Márquez y a Mercedes, y
sin embargo puedo decir que el recuerdo de cómo y qué éramos
entonces —saliendo a comprar Le Monde en una esquina de
Sarriá por ejemplo, o acompañándome a efectuar mi difícil
transición del disco de música clásica al cassette de lo mismo—
es quizás mucho más vivo, mucho más intenso que los lazos
reales que entonces nos unían.
Con el propósito de celebrar el Año Nuevo con una cena en casa
de los García Márquez, mi mujer, mi hija y yo llegamos cargando
los frutos de nuestra tierra española, aceite de oliva
manufacturado en el pueblo donde entonces vivíamos, vinos
domésticos de altísima gradación, variados embutidos caseros.
Mercedes y Gabriel nos esperaban con Carlos Fuentes, Julio
Cortázar y Mario Vargas Llosa con sus mujeres e hijos, y
seguramente también con el clásico pavo. Celebrábamos la
Noche Vieja con esta reunión amistosa que entonces no era sólo
posible sino ejemplar, necesaria.
~ 299 ~
Los días que siguieron continuaron congregándonos: cenas en
casa de algunos escritores catalanes, paseos por un invierno
góticamente nevado en los barrios de Barcelona, fiestas en bares
y restaurantes.
Un día nos citamos para comer juntos en el restaurante catalán
Font Dels Oceillets, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Carlos
Franchi, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y este
escriba, junto con nuestras respectivas mujeres. Nos sentamos
alrededor de una de esas toscas mesas iguales a las que había
en el pueblo, fragante de peces en adobo, olivas en vinagre y ajo,
y quesos surtidos. Los que se sentían expertos pidieron el vino.
El dueño, un catalán fortachón y prepotente, con un colmillo
de oro y el alma comprometida con su caja recaudadora, sirvió el
~ 300 ~
vino y colocó ante nosotros unas hojitas de papel impreso donde
era necesario que cada uno de los comensales escribiera el
nombre del plato que quería. Con el vino, la conversación se hizo
bulliciosa porque en ese tiempo se discutía “el caso Padilla”, y
nos olvidamos de los papelitos del patrón. Pasaron los minutos y
no nos dimos cuenta de que él nos estaba rondando como fiera
hambrienta… los cuartos de hora… la media… hasta que por fin
no pudo más y acercándose a la mesa rodeada de escritores con
sus parejas, preguntó:
—¿Qué no hay nadie que sepa escribir…?
Fue como un tajo que cortó la conversación. Se produjo el
silencio. Las miradas perplejas de los escritores buscaron los ojos
de sus cónyuges para que ellas explicaran, remediaran, pusieran
las cosas en orden. Tímidamente, alguna mano se acercó a las
hojitas de papel. Entonces Mercedes García Márquez dijo:
—Yo sé escribir.
Recuerdo que la mirada de García Márquez se serenó después
del segundo de perplejidad y la conversación volvió a agolparse
después del tajo que la había cortado. Mercedes le fue
preguntando a cada uno qué iba a comer y fue anotándolo.
Cuando llegó a su marido le preguntó:
—¿Y tú, Gabito qué quieres comer…?
Enero, 1992
José Donoso
Narrador, ensayista y poeta chileno. Autor de El obsceno pájaro de
la noche entre muchos otros cuentos y novelas, así como de
varios textos reflexivos sobre el boom latinoamericano.
~ 301 ~
Tomado de Gabriel García Márquez. Testimonios sobre su vida.
Ensayos sobre su obra(selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo
Borda), Siglo del Hombre Editores Ltda, Colombia, 1992.
El parto del general
1 MAYO, 2014
Álvaro Mutis
En 1963 comencé a trabajar en una novela sobre los últimos días
de Bolívar, a quien le hacía encontrarse con un coronel imaginario
de los lanceros poloneses. Su diálogo me permitía mostrar la
decadencia física y política del Libertador, mediante el recuerdo
nostálgico de sus brillantes años europeos. En París él había sido
un dandy, y no tenía más que una idea: regresar a Francia. Creo
que bajando por el Magdalena hacia el puerto marítimo donde
debía embarcarse, pudo advertir el desastre que dejaba como
herencia y murió a causa de ello; murió de repugnancia y
desesperación.
Sin embargo, abandoné el proyecto al darme cuenta de la enorme
documentación que debía consultar. Uno puede inventar o
reinventar todo cuando escribe de Bizancio. No sobre el general
Bolívar, que dejó cuarenta y dos mil cartas y de quien no se
ignora nada. Yo no tenía ni la paciencia ni la formación y menos
aún la vocación para emprender largos años de búsqueda. Por
eso, para evitar la funesta maceración de los remordimientos,
quemé toda aquella obra negra con la excepción de unas quince
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páginas. Ellas forman un cuento que publiqué hace tiempo bajo el
título de El último rostro.
“La haré yo”
Un día hace tres años, Gabriel García Márquez viene a verme a la
casa. él y yo nos visitamos con frecuencia: en México vivimos a
tres minutos el uno del otro y nos une, desde hace cuarenta años,
una amistad sin sombras. Aquella mañana Gabo no se tomó ni el
tiempo de servirse algo. Simplemente venía a preguntarme:
“Álvaro, ¿te acuerdas de esa novela que escribías sobre el final
de Bolívar y de la cual publicaste un fragmento?”. Le contesté que
la había quemado. “Pero, ¿por qué?”. Le repuse que había
renunciado ante la abundancia del material. Con su talante
directo, muy cortante, me anunció entonces: “Pues bien, yo la voy
a hacer”. Le respondí que me parecía bien, que le cedía
voluntariamente la idea y con ella todos los libros que poseía
sobre el asunto en mi biblioteca.
Los tomó de inmediato. Todavía lo veo embutir los quince tomos
en la bodega de su BMW que no se había tomado la molestia,
contrariamente a su costumbre, de poner a la sombra en mi
garaje. Al momento de partir me dijo: “Ya sabrás de mí”. No se
había demorado más de un cuarto de hora.
Gabo me dedicó El general en su laberinto. La edición en francés
lleva una dedicatoria “Para Álvaro Mutis”, que remite al prefacio
explicativo de Gabo. La edición original es más explícita. Ahí se
precisa: “Para Álvaro Mutis, que me regaló la idea de escribir este
libro”.
En realidad, de ninguna forma se trata de un regalo que yo le
haya hecho. Su misiva es muy generosa: yo no le regalé nada,
pues él tenía otra idea de Simón Bolívar, muy diferente a la mía.
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Él ve en el Libertador a un hombre sagaz, lo que
desgraciadamente no era; a un hombre capaz de cálculos
políticos cuando se comportó sobre todo como un niño
consentido: en fin, a un conductor de hombres dotado de una
madurez que jamás poseyó, en un continente donde la madurez
ha brillado siempre por su ausencia. En política resulta
fundamental escogerse bien los enemigos y mantenerlos, a toda
costa, en la adversidad, cosa que Bolívar no hizo jamás por un
constante deseo de grandeza poco sutil.
Niño consentido
En resumen, Bolívar pertenece al personaje de tipo romántico,
como Byron y Chateaubriand. Vuestro querido vizconde era un
pésimo político, y nuestro hidalgo de las colonias fracasó por las
mismas razones, es decir, debido a una equivocada elección del
entorno y a una especie de amarga lucidez, donde su soledad
pudo deleitarse, pero que le impidió realizar su gran diseño
de un continente jamás reunido. De hecho, como general, Bolívar
perdió todas las batallas en las que se hallaba comprometido: la
única que ganó, en Boyacá, ¡no dejó ni una sola víctima!
Tuve rápidamente la sensación, para no decir la certeza, de que
la novela de Gabo sería mal comprendida tanto en los países
bolivarianos como en los europeos. Al presentar un hombre de
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carne y hueso, roído por la fiebre y las dudas, él desmitificó al
intocable, al padre emblemático de América Latina.
Por otra parte, en Francia y en Europa, esta América no cuenta
para nada: la época del realismo mágico, tal como la han ilustrado
Borges, Carpentier, Asturias, el mismo Vargas Llosa, está muerta.
Hay que comprender que para nosotros Bolívar está presente
todavía en la guerrilla que libramos aquí y allá. ¿Cuándo será que
esos héroes de teatro aceptarán desencantarse?
Abuelo anarquista
La lectura del manuscrito de Gabo me reafirmó en mis
inquietudes, aun si El general en su laberinto ocupa un lugar en una
obra inmensa dentro de la cual, desde el punto de vista literario,
este libro no desmerece.
Pero yo heredé de mis ancestros el anarquismo antibolivariano
que me caracteriza. Mi bisabuelo tuvo el honor de recibir en su
casa a Bolívar. El general se dirigía a la Convención Política de
Ocaña y en el camino hizo un alto para pasar la noche de la
hacienda de Domingo Mutis. En la casa había un retrato del
Libertador que a éste se le ocurrió voltear. En el dorso había dos
versos escritos a mano por el dueño del lugar. “Pues, amigo
Mutis, yo no sabía que usted era poeta”, comentó Bolívar. Los
dos versos decían: “Este santo y Napoleón no son de mi
devoción”.
Álvaro Mutis
Poeta y novelista colombiano. Ganador del Premio Cervantes de
Literatura en 2001. La muerte del estratega y Los trabajos
perdidos son algunos de sus libros. Lecturas Dominicales. El
Tiempo (declaraciones recogidas por Jean-Louis Ezine en el
Nouvel Observateur y traducidas por Patricia Aguirre).
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Tomado de Gabriel García Márquez. Testimonios sobre su vida.
Ensayos sobre su obra(selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo
Borda), Siglo del Hombre Editores Ltda, Colombia, 1992.
El día que se detuvieron
los relojes
1 MAYO, 2014
María Luisa Mendoza
El día en que supimos que Gabriel García Márquez era Premio
Nobel se detuvieron los relojes. Mi primer Premio Nobel conocido
en la Edad de la Razón, cuando mi mundo labrábase joven y
solamente él matrimoniado. México existía unívoco en nosotros
sin admitir a nadie más. Aún no entendía adentro, en el alma, lo
que entrañaba el ser colombiano, porque todo estaba acoquinado
en mi mundo pequeño, familiar y literario: es decir que Gabo nos
lo reveló trayendo su trópico caribeño al leerlo. Yo luchaba por la
potestad de la letra escrita, y así Gabo significaba “el que
escribe”, sin que esto lo comprobara todavía en la incandescente
belleza que me estaba reservada. Cuando leí Cien años de
soledad el “tiempo en sí se expandió como un sol”, se
sacramentaron los árboles, volaron las catedrales y fueron
abriéndose con alborozo las alacenas cantarinas. Vivir con García
Márquez se trocó en admiración natural, el misterio común del
parentesco. Cada libro me encendía más, el fuego quema
igual que si es en la cuchara de alcohol o en la selva; la herida
macondiana se convirtió en mi segunda piel de por sí hoguera,
rumbo a la mañana en que recibí la noticia del Premio Nobel.
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“¡Gabo Premio Nobel!” me dijo contundente y seca, solitaria de un
coro griego que anuncia lo que siempre supo esa especia
implacable y observante en el atalaya que es mi hermana
Chaneca Maldonado. Serían las siete de los amaneceres, el reloj
se paró y empezó a iluminarse la alborada cegadoramente. Salí
pitando en mi auto al “Pedregal” para atestiguar lo insólito, lo
nunca visto, lo milagroso, la mitad final del eclipse, la aurora
boreal. El portón estaba abierto y tras las puertas acristaladas de
la sala pude distinguir en el jardín a Gabo hablando a micrófonos
y cámaras de la televisión británica que sigilosas eran arrastradas
hacia atrás por sus manejadores como amenazados por el
entrevistado. Me colé al salón blanquísimo a esa hora,
bergamiano, donde parecían petrificados Gaba la esposa, su hijo
Gonzalo el hermoso (Rodrigo filmaba una película en el
extranjero), María Luisa Ellio, a quien se le dedicó Cien años de
soledad, y Chane. La entrevista para la televisión inglesa tardó lo
suficiente para calmar mi corazón atolondrado y mis resuellos, y
entró la comitiva, reculando a donde nos encontrábamos. Dijo el
Nobel: “hasta aquí está la raya, en adelante es mi vida privada”,
señalándonos.
Me hubiera encantado aparecer en Londres en la tele, pero ni
modo.
De alguna manera, no sé cómo se diluyó la multitud y la casa
entera, cuarto por cuarto, se iba llenando incesantemente, lenta e
inexorable, de rosas amarillas, un enorme y fragante jardín de
rosas amarillas nos invadió. Gabo, que no vestía de overol como
lo hace en la intimidad, sino con el saco inglés de cuadros,
esfumóse a hablar con el presidente de la República quien lo
convocaba; no sé tampoco por qué me quedé yo sola con una
sirvienta en aquel huerto amarillo donde los teléfonos resonaban
implacables en la fiebre de lo sobrenatural. Como no había nadie
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más me vi investida de contestadora y durante horas enteras
respondí a las llamadas imperiosas de periodistas del mundo
entero. Hablaba el New York Times, el Times, de Londres. Le
Monde parisino, y estoy segura que el Combat de Camus; querían
entrevistar al escritor a fuerza desde Tokio y Pekín; oí la
canturreante voz de un colega del Journal do Brasil, las
indulgencias del Observatore Romano; respondí en mi inglés
lastimoso a Katty Jurado: “He is no here”; la insistencia
tormentosa no amainaba desde la Unión Soviética, Australia,
Canadá, Portugal, donde casi nadie se muere; y en el momento
en que se trataba de hablar en español las cosas se complicaban,
máxime si era colombiano el periodista, pues varonil indagaba no
sólo del Premio sino quién era yo, qué había escrito y si estaba
casada. Nunca he sido a tal grado protagonista del quehacer
peridístico que es el mío como en esa alada ocasión que me
conmocionó, y despeinada, desabotonada, enardecida traté de
aclarar la ausencia Gabiana y llenar de rosas amarillas las notas
de color de mis compañeros. Por supuesto que me cité en un bar
de Aracataca con un enamorado corresponsal de la amurallada
Cartagena de Indias.
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Dejé la casa con los teléfonos bloqueados, derrumbándose de
canastas floreadas, aquello volvióse una ionesquiana obra
abrumadora que se apoderó de inverosímiles espacios. En esos
momentos volaba de Colombia a México en un avión indiferente a
las sacudidas terráqueas, el gran pintor Alejandro Obregón
invitado por los García Márquez a pasar una temporada con ellos,
y cuando llegó a la casa ya anochecida, el zaguán absurdamente
de puertas sin cerrar, tuvo un aterrador golpe interno al
imaginarse que alguien había muerto.
Recuerdo que en la madrugada —así está en mi memoria—
hubo un fiestón enloquecedor: todos sentados a la mesa de la
casa de Álvaro Mutis donde apenas levantábamos la voz como si
estuviéramos en un sueño increíble; sobresalía sensual y
revivida La cándida Eréndirasin su desalmada abuela, y la pienso
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en apenas un camisoncillo; bebíamos en cámara lenta hasta que
todo comenzó de nuevo rompiéndose el embrujo al entrar
Obregón cargando en los brazos a Juan García Ponce y gritando
como Mutis a voz en cuello de felicidad que lo embargaba. Y
entonces, en ese instante, los relojes volvieron a caminar llenos
de campanas.
México D.F., enero de 1992
María Luisa Mendoza
Escritora y periodista. Algunos de sus libros: Con él, conmigo, con
nosotros tres, Ojos de papel volando y De amor y lujo.
Ángel Gabriel
1 MAYO, 2014
Salman Rushdie
Por largo tiempo sospechamos que el hombre Gabriel era capaz
de hacer milagros, porque por muchos años habló demasiado
para alguien que no tiene alas, acerca de los ángeles, de modo
que cuando ocurrió el milagro de la imprenta inclinamos nuestra
cabeza a sabiendas, pero por supuesto la presencia de este
embrujo no nos liberaba de su poder y bajo el deletreo de esta
nostálgica hechicería cuando nos levantábamos de nuestras
bancas de madera y columpios del jardín y corríamos sin respirar
una sola vez al lugar donde la diabólica imprenta estaba sacando
libros más rápido que moscas y los libros caían en nuestras
manos sin que tuviéramos siquiera que alargar los brazos, la
masa de libros inundaba la sala de imprenta y derribaba los
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primeros llegados a la imprenta que cedían en forma delirante a
ese terrible diluvio de narrativa que cubría las calles y los
andenes, y crecía hasta la altura de las piernas en las
habitaciones de los pisos principales de todas las casas por millas
a la redonda, de tal suerte que no hubo quien pudiera escapar a
esa historia. Si usted fuera ciego o cerrara sus ojos de nada
serviría, porque siempre habría voces que leían en alta voz
dentro de ese bullicio en el que habíamos sido embelesados
como vírgenes complacientes por esa historia que tenía la
cualidad de convencer a cada lector que ésa era su propia
autobiografía; luego el libro colmó nuestro país y se hizo a la mar
y entendimos, en la locura de nuestra posesión, que el fenómeno
no cesaría hasta que la superficie entera del globo estuviera
cubierta, hasta que los mares, montañas, trenes subterráneos y
desiertos fueran completamente colmados por el infinito número
de ejemplares que emergían de esta embrujada imprenta con
excepción, como nos dijo el gitano Melquíades, sólo de un país
norteño llamado Gran Bretaña cuyos habitantes desde hace
mucho tiempo fueron inmunes al morbo de los libros, sin importar
su virulento origen.
Hace ya 15 años desde que Gabriel García Márquez publicó por
primera vez Cien años de soledad. Durante este tiempo ha vendido
más de cuatro millones de ejemplares en español solamente y
no sé cuántos más en traducciones. Las noticias sobre un nuevo
libro de Márquez toman las primeras páginas de los diarios
hispanoamericanos. Multitudes de muchachos pregonan los
ejemplares en las calles. Los críticos cometen un suicidio por
carecer de nuevos superlativos. Su último libro, Crónica de una
muerte anunciada, tuvo una primera edición en español de una
cantidad considerablemente superior a un millón de ejemplares.
Éste no es el menos extraordinario aspecto del trabajo de “Ángel
Gabriel”. Es la habilidad de hacer real el comportamiento del
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mundo precisamente al modo de la hiperbólica improbabilidad de
las historias de García Márquez.
En Gran Bretaña nada tan fantástico ha tenido lugar hasta ahora.
Márquez recibe los aplausos, pero la gente del transporte público
del sur de Londres queda indiferente. Puede ser que los
británicos desconfían de las fantasías. Piénsese en Tolkien.
(Quizá precisamente ellos no gustan de las buenas fantasías.) Mi
propia teoría es que para la mayoría de los británicos,
Sudamérica acaba de ser descubierta. Un Grupo de Trabajo
puede tener éxito donde los críticos han fallado: esa gran
pequeña diferencia permite a un continente llegar a ser por fin
comercial, de esta manera se ofrece a Márquez y a todos los
miembros del boom la gran explosión de brillo en la literatura
contemporánea de Hispanoamérica. Finalmente enriquece a las
enormes audiencias de que ellos gozan. Recientemente John
Fowles en un ensayo en The Guardian usó la Crónica como un
GRAN prisma a través del cual se puede ver la batalla por las
Malvinas. The Sun informará a sus lectores para hacer lo mismo.
Sin duda Sandy Woodward es un hincha del cuento del coronel
Aureliano Buendía, quien organizó 32 motines armados y los
perdió todos. Sin duda la señora Tortura (como un político hindú
alguna vez se refirió inmortalmente a nuestro amado líder) queda
asombrada de que el enorme estudio crítico de Vargas Llosa
sobre Márquez nunca haya sido publicado aquí. Grandes fuerzas
están en juego.
Me parece que la más grande fuerza en el trabajo y la
imaginación de García Márquez es la memoria de su abuela.
Muchos, la mayoría de los antecedentes formales, han sido
sugeridos para su arte: él mismo admite la influencia de Faulkner,
y el mundo de su fabuloso Macondo es por lo menos en parte el
~ 312 ~
cuento Yoknapatawpha transportado a la selva colombiana. Luego
está Borges el “fons” y “origo” de todo eso, Machado de Assis
cuyas tres grandes novelas, Epitaph of a Small
Winner, Quincas y Dom Casmurro fueron de lejos a la cabeza en
su tiempo (1880, 1892 y 1900), con un toque ligero y con un
producto de una imaginación fantástica tan claro (véase por
ejemplo cómo Machado emplea un yeso antimelancólico en
“Epitaph”), para hacer un sospechoso de que había descendido a
la selva literaria de Sudamérica en la carroza de un Danikenian. Y
el genio de García Márquez para la inolvidable hipérbole visual —
por ejemplo, forzando los americanos a un dictador latino al
darles el mar en pago de sus deudas, en El otoño del patriarca—:
“ellos se llevaron el Caribe en abril, los ingenieros náuticos del
embajador Ewing lo trasladaron en piezas numeradas para
plantarlas lejos de los huracanes en los amaneceres rojos de
Arizona” —es posible que haya sido influenciado por los años que
escribió para el cine—. Pero la abuela es más importante que
todo eso. Es la voz de Gabriel García Márquez.
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En una entrevista con Luis Harss y Bárbara Dohmann, García
Márquez dice claramente que su lenguaje es el de su abuela. Ella
hablaba así. Era una gran contadora de historias. Anita Desai ha
dicho en hindú doméstico que las mujeres son las guardianas de
los cuentos y lo mismo parece ser en el caso de Sudamérica.
García Márquez fue criado por sus abuelos, conoció a su madre
por primera vez cuando tenía siete u ocho años de edad. Su
comentario de que nada interesante le ocurrió después de esa
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edad es, sin embargo, revelador. De sus padres Márquez dijo a
Harss y Dohmann:
Ellos tenían una enorme casa llena de fantasmas. Ellos eran muy
supersticiosos y gente impresionable. En cada rincón había
esqueletos y recuerdos y después de las seis de la tarde usted no
se atrevía a dejar su cuarto. Era un mundo de terrores fantásticos.
De los recuerdos de esa casa, y usando la voz narrativa de su
abuela como su propio imán lingüístico, García Márquez comenzó
a construir Macondo.
Pero por supuesto esto es más para él que su abuelita. Él dejó su
pueblo natal de Aracataca siendo muy joven y se instaló él mismo
en un mundo urbano cuyas definiciones de la realidad fueron muy
diferentes de las que prevalecen en la jungla, al punto de ser
virtualmente incompatible. En Cien años de soledad, la asunción al
cielo de Remedios la Bella, la más adorable niña del mundo, es
tratada como un acontecimiento completamente esperado, pero la
llegada del primer ferrocarril hace que una mujer grite por la calle
principal. “Ahí viene —alcanzó a explicar. Un asunto espantoso
como una cocina arrastrando un pueblo”. Inútil decir que la
reacción de los citadinos ante estos dos acontecimientos es
exactamente la contraria. García Márquez decidió que la realidad
en Sudamérica literalmente ha dejado de existir: ésta es la fuente
de su fabulismo.
El deterioro de la realidad fue —es— cuando menos en mucho,
político como cultural. En la experiencia de Márquez, la verdad ha
sido controlada por el punto en el cual ha dejado de ser posible
averiguar qué es. La única verdad es que se le está mintiendo a
usted todo el tiempo. García Márquez (cuyo apoyo al gobierno de
Castro en Cuba pudo impedirle obtener su Nobel) ha sido siempre
una criatura intensamente política: pero sus libros sólo
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sesgadamente tienen que ver en la política y trata los asuntos
públicos en términos de una gran metáfora, como la carrera militar
de Aureliano Buendía, o la colosal y ampulosa figura del
Patriarca, quien tiene uno de sus rivales servido como plato
principal en un banquete, y quien un día habiendo dormido
demasiado, decide que la tarde es en realidad la mañana, por lo
cual la gente debe abrir sus ventanas de noche y levantar sus
parasoles.
El “realismo mágico” es una evolución del surrealismo que
expresa conscientemente un genuino “Tercer Mundo”. Se trata de
lo que Naipaul ha llamado sociedades “medio hechas” en las
cuales es imposible luchar contra lo pasmosamente nuevo, en las
cuales la corrupción pública y las angustias privadas son más
extravagantes y extremas que lo que siempre hubo en el llamado
“Norte”, en donde siglos de bonanza y poder han formado
enormes capas sobre la superficie de lo que está sucediendo en
realidad. En la obra de García Márquez, así como en el mundo
que él describe, constantemente ocurren cosas imposibles y
enteramente plausibles afuera en la oscuridad o al sol del
mediodía. Es un error pensar que el universo literario de García
Márquez es un invento, que se refiere a sí mismo, un sistema
cerrado. Él no está escribiendo acerca de Medio Mundo, sino
acerca del único mundo que todos habitamos. Macondo existe.
Ahí reside su magia.
Algunas veces parece, sin embargo, que Márquez
conscientemente trata de fomentar el mito de “Garcialand”.
Compárese la primera frase de Cien años de soledad con la primera
frase deCrónica de una muerte anunciada: “Muchos años después,
frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a
conocer el hielo” (Cien años de soledad). Y: “El día en que lo iban a
~ 316 ~
matar, Santiago Nassar se levantó a las 5:30 de la mañana para
esperar el buque en que llegaba el obispo” (Crónica de una muerte
anunciada). Ambos libros comienzan ante todo invocando una
muerte violenta en el futuro y luego se retiraron a considerar un
temprano suceso anterior y extraordinario. El otoño del
patriarca también comienza con una muerte y luego retrocede en
círculos alrededor de una vida. Es a través de esto que García
Márquez nos cuestiona para articular los libros. Esta sugerencia
es subrayada por su uso de ciertos tipos de caracteres básicos: el
viejo soldado, la mujer perdida, el matriarcado, el sacerdote
comprometido, el médico angustiado. La comparación de La mala
hora, en la cual una ciudad permite que una persona se convierta
en el chivo expiatorio por lo que de hecho es un crimen que ha
sido cometido por muchas manos —la izada de pasquines
satíricos durante las noches— resuena en Crónica de una muerte
anunciada, en la cual los vecinos del pueblo cayeron atrapados en
las garras de una terrible e increíble inercia de la incredulidad,
una vez más no impide un asesinato aunque este haya sido
“anunciado” o “predicho” infinidad de veces. Estas asonancias en
la obra de García Márquez son tan pronunciadas que es fácil que
opaquen las considerables diferencias de intención y realización
de sus libros.
Gabriel García Márquez es no sólo superior a su abuela, también
es superior a Macondo. Si echamos una mirada retrospectiva, los
primeros escritos parecen una preparación para el gran vuelo
de Cien años de soledad, pero incluso en esos días García Márquez
escribió acerca de dos ciudades: Macondo y otra, otra anónima,
la cual es una especie de no-Macondo, pero es un lugar mucho
más mitológico, más “naturalístico” en la medida en que haya algo
naturalístico en García Márquez. Éste es el pueblo de Los
funerales de la Mamá Grande(titulada en inglés Big Mama’s Funeral,
que suena como algo escrito por Damon Runyon), y muchos de
~ 317 ~
los cuentos de esta colección, con excepción del título del cuento
principal en el cual el Papá viene al funeral, son más cercanos al
sentimiento inicial de Hemingway que al posterior García
Márquez. En sus grandes libros siempre hace un enorme
esfuerzo para mantenerlos lejos de su fascinante caserío de la
selva, para continuar.
En El otoño del patriarca él encontró un milagroso método para
tratar la noción de una dictadura tan opresiva que todo cambia,
toda la posibilidad de desarrollo queda sofocada: el poder del
patriarca detiene el tiempo y el texto es por eso capaz de dar
vueltas, de girar alrededor de las historias de su reino, creando
con su forma no lineal una exacta analogía de su infinito
sentimiento de éxtasis. Y en Crónica de una muerte anunciada, la
cual busca ante todo como una reversión a la manera de sus
primeros tiempos, él está de nuevo innovando. La Crónica tiene
como tema el honor y su opuesto, es decir, el deshonor y la
vergüenza. El matrimonio de Ángela Vicario y Bayardo San
Román termina con su noche de bodas cuando ella nombra al
joven árabe Santiago Nassar como su antiguo amante. Ella es
devuelta a la casa de sus padres y sus hermanos. Los gemelos
Pedro y Pablo Vicario, se enfrentan por lo tanto a la obligación de
matar a Santiago, para salvar el buen nombre de la familia. El
hecho de que el crimen realmente tuvo lugar no revela nada. Pero
lo extraño y la calidad de esta inolvidable fábula corta es que
miente en el disgusto de los gemelos por hacer lo que debe ser
hecho. Ellos se vanaglorian continuamente de su intención, de
modo que es una especie de milagro del que Santiago Nassar
nunca llega a enterarse, y el silencio del pueblo obliga a los
gemelos a ejecutar su horrible acto. Bayardo San Román, cuyo
honor le obliga a rechazar a la mujer por la cual él estuvo
embrutecido, entra en un terrible decaimiento después de hacer
eso: “honor es amor”, dice uno de los personajes, pero no es el
~ 318 ~
caso de Bayardo. La fuente de todo eso es que Ángela Vicario
parece revivir la tragedia con más calma de lo que debe.
La forma en que este cuento se revela es algo nuevo en García
Márquez, él usa el ingenio de un desconocido, un sombrío
narrador anónimo visitando la escena del crimen muchos años
más tarde y comienza una investigación, en el pasado. Este
narrador, el texto lo insinúa, es el mismo García Márquez, por eso
él tiene una tía con ese apellido. Y el pueblo tiene muchas
remembranzas con Macondo. Gerineldo Márquez aparece como
un huésped y para los admiradores del anterior libro, uno de los
personajes tiene el nombre de Cotes. Pero trátese o no de
Macondo, Márquez está escribiendo estas páginas y situándose a
una mayor distancia de su material que nunca antes.
El libro y su narrador examinan lenta y dolorosamente, a través de
la neblina de semirrecuerdos, equivocaciones, versiones
contradictorias, tratando de establecer qué pasó y por qué, y
termina sólo con respuestas provisorias. El efecto de este método
retrospectivo hace que la Crónica tenga un tono extrañamente
plañidero como si García Márquez sintiera que se ha alejado de
sus raíces, y puede sólo escribir acerca de ella a través del vuelo
de una formal dificultad. Mientras que todos sus libros anteriores
resumen un aire de absoluta autoridad sobre el material, éste
considera la duda. Y el éxito del libro es que esta nueva
vacilación, esta abdicación del Olimpo, se torna en una excelente
razón y se vuelve una fuente de solidez: Crónica de una muerte
anunciada, con sus incertidumbres, con su caso=historia formal,
es tan obsesionante y tan adorable y tan verídica como ninguna
otra escrita antes por García Márquez.
London Review of Books, septiembre-octubre de 1982
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Salman Rushdie
Escritor británico nacido en India. Entre sus libros: Harún y el mar
de historias, La encantadora de Florencia y Los versos satánicos.
Tomado de Gabriel García Márquez. Testimonios sobre su vida.
Ensayos sobre su obra(selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo
Borda), Siglo del Hombre Editores Ltda, Colombia, 1992.
Cien años de soledad: Un
cuarto de siglo
1 MAYO, 2014
Juan Gustavo Cobo Borda
Hace un cuarto de siglo los kiosqueros de Buenos Aires se
convirtieron en agudos críticos literarios: recomendaban una
novela publicada por la editorial Sudamericana llamada Cien años
de soledad. Terminada de imprimir el 30 de mayo de 1967, sus 350
páginas de texto desplegaban un universo caribe situado en las
antípodas de esa ciudad del Río de la Plata que se consideraba a
sí misma uno de los extremos de Europa.
La portada que luego nunca se repetiría era la silueta de un
galeón flotando entre árboles y el azul del fondo contrastaba con
tres flores geométricas de amarillo-oro sembradas en el borde
inferior. Su autor, Gabriel García Márquez, había nacido en 1927
en la remota Aracataca colombiana y sólo los jóvenes redactores
de Primera Plana, una revista dirigida por el periodista y novelista
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Tomás Eloy Martínez, tuvieron el olfato para desplazar a uno de
los suyos a México, donde vivía el escritor y poner la foto de un
contrabandista turco en la portada: el propio Gabo.
Fue entonces Buenos Aires la que lo aplaudió y consagró, y la
que agotó una tras otra sucesivas reediciones. Cien años de
soledad se puso de moda y el mundo pareció contagiarse de su
delirio.
El crítico uruguayo Ángel Rama analizó el fenómeno y mostró
cómo la edición inicial de 8,000 ejemplares se estabilizó luego en
reediciones anuales de 100,000, siendo, sin lugar a dudas, la
obra que amplió el circuito lector en América Latina, arrastrando,
en su euforia, las cuatro obras ya editadas del autor: La
hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1958), Los
funerales de la Mamá Grande (1962) y La mala hora (1962), en
edición luego desautorizada por García Márquez a causa de los
desaguisados idiomáticos que cometió un imprentero español.
García Márquez, como se ve, no era ni mucho menos un perfecto
desconocido. Allí no más, pasando la frontera, otro buen crítico, el
chileno Ricardo A. Latchman, había incluido y elogiado en
su Antología del cuento hispanoamericano (1958) su “Monólogo de
Isabel viendo llover en Macondo”, desprendido de La hojarasca,
mientras en Bogotá un alemán nacido en Amberes, don Ernesto
Volkening, y desde la revista Eco, detectaba en agosto de 1963
cómo el mundo de García Márquez se sustentaba en la
terquedad histórica de sus mujeres y no en el delirio alucinante de
sus hombres.
Si bien García Márquez reconocería el influjo sobre su tarea de
atisbos tan perspicaces como éstos, el turbión eufórico de su
triunfo sumergiría todo en una indiscriminada batahola:
entrevistas, viajes, premios, traducciones. La gloria, en fin.
~ 321 ~
Pero lo que sí conviene resaltar es cómo García Márquez
experimentaría un reconocimiento generalizado a partir de
Latinoamérica misma, sea a través de simples lectores o de sus
pares en el oficio literario.
La revista Mundo Nuevo de París, dirigida por Emir Rodríguez
Monegal, publicó en septiembre de 1967 un aviso de la novela,
que consistía apenas de tres párrafos.
El primero de Julio Cortázar: “Gabriel García Márquez aporta en
estos años otra prueba de cómo la imaginación en su potencia
creadora más alta ha irrumpido irreversiblemente en la novela
suramericana, rescatándola de su aburrida obstinación en
parafrasear la circunstancia y la crónica”.
El segundo de Carlos Fuentes: “Acabo de leer las primeras
setenta y cinco cuartillas de Cien años de soledad. Son
absolutamente magistrales… Toda la historia “ficticia” coexiste
con la historia ‘real’, lo soñado con lo documentado, y gracias a
las leyendas, las mentiras, las exageraciones, los mitos…
Macondo se convierte en un territorio universal”.
El tercero de Mario Vargas Llosa: “Una prosa nítida, una técnica
de hechicería infalible, una imaginación luciferina son las armas
que han hecho posible esta hazaña narrativa”.
~ 322 ~
América en el espejo de la poesía
Toda América vio así encarnados los avatares de su historia,
gracias al poder persuasivo de personajes únicos: el gitano
Melquíades, Úrsula, el coronel Aureliano Buendía, Remedios la
Bella, y las compactas anécdotas que los perfilan.
Arcadia que se deteriora y renace como espejismo, Macondo, de
la fundación al apocalipsis, del entorno familiar al trasfondo social,
de las guerras civiles a la compañía bananera, se convirtió en
clave y símbolo. A pesar de su desmesura enumerativa, era un
territorio donde resultaba factible vivir.
Gracias a él muchos latinoamericanos supieron por fin quiénes
eran y de dónde venían, mediante esa metáfora de sus vidas que
~ 323 ~
dejaba atrás el paraíso, soportaba plagas bíblicas y arribaba a los
riesgos de la modernidad, sea a través de la medieval alquimia, la
pianola del italiano Pietro Crespi, el tren de los gringos o el
aeroplano que no termina por llegar del belga Gastón. Los
inventos venían de fuera. El duro núcleo de soledad persistía allí
dentro.
Pero el gozoso disfrute que la obra suscitaba en América se fue
difundiendo por todo el mundo al ritmo de sus traducciones,
primero Italia y Francia en 1968, luego Alemania y Estados
Unidos en 1970, acompañado de una reflexión crítica como pocas
veces se había visto. Nunca antes se escribió tanto y tan bien
sobre un colombiano único. Simbiosis perfecta entre el escritor y
sus gentes, para explicar Cien años de soledad era necesario
conocer primero a Colombia. ¿Y qué mejor manera de
comprenderla que leyendo Cien años?
De todos modos, y desde Colombia, se habían ofrecido algunas
claves. Lo hizo el historiador Germán Colmenares en una de las
primeras reseñas (El Espectador, septiembre 3 de 1967) al decir:
“No es ningún descubrimiento comprobar una vez más que la
expresión poética posee un poder comunicativo mucho mayor
que la peripecia psicológica. La concepción entera de los
personajes es deliberadamente poética”.
Y fue ese viento de poesía el que retomó el novelista cubano
Reinaldo Arenas (1943) al reseñar el libro en junio de 1968 en la
revista Casa de las Américas. Hablo de la magia de sus imágenes
poéticas, trátese de la levitación de Remedios la Bella o el séquito
de mariposas amarillas que acompaña a Mauricio Babilonia.
Reconocimiento de la poesía que se propagó por todas partes,
hasta su célebre brindis en honor de ella. Cuando a García
Márquez se le otorgó el Premio Nobel en 1982: “La poesía, en fin,
~ 324 ~
esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos
en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los
espejos”.
De Quito a Nueva York, de Budapest a Berna, la bibliografía
sobre Cien años y García Márquez se incrementó con aportes en
todas las lenguas y bajo todos los ángulos. En 1983 había por lo
menos 30 libros sobre el libro por excelencia y el ritmo no ha
disminuido sin olvidar que uno de los hitos pioneros lo dio el
propio Mario Vargas Llosa en 1971 con sus 667 páginas, nunca
reeditadas, sobre García Márquez: historia de un deicidio.
Una comprensiva visión global que Ángel Rama consideró
idealista y romántica por su énfasis en lo que Vargas Llosa
denominó “demonios” del escritor.
En todo caso, vale la pena señalar cómo el debate intelectual
latinoamericano se vio obligado a superar, gracias a la
universalidad de la obra literaria, lo restrictivo de los enfoques
economicistas y sociológicos entonces imperantes, para indagar
por la totalidad de nuestra cultura.
Si podía existir, por fin, una unidad cultural latinoamericana ésta
la daba, antes que nada, la propia literatura. El conjunto de
escritores que en forma indiscriminada el llamado boompromovió y
que hallaron en Cien años su paradigma más exitoso. La terrible
posibilidad de convertirse en un clásico vivo, según la definición
de Borges: un libro “profundo como el cosmos y capaz de
interpretaciones sin término”.
Toda auténtica ficción desborda la interpretación
Las interpretaciones sin término sí que se han sucedido, desde la
mitología al marxismo, del estructuralismo al psicoanálisis, de la
~ 325 ~
teoría de la recepción al deconstruccionismo, pero el libro resiste
a pie firme tantos embates eruditos y tantas modas académicas.
Los 300 habitantes del Macondo original continúan allí. Son las
seis generaciones agrupadas en un solo siglo y los 69 personajes
básicos, con su complejo árbol genealógico, convertidos en
referencia cotidiana. Pintados por Sofía Urrutia, convertidos en
canción de mariposas liberadas, o puestos de rótulo a una
boutique, cualquier lector, de Ucrania o de Teherán, podía
continuar recreándolos en su mente.
El hervor multitudinario de tantos nombres que se repiten se fue
decantando y la saga familiar, con la incestuosa cola de cerdo
que la clausura, se hizo nítida en la evolución de una estirpe y de
una casa poblada de seres que la gente no olvida.
Santafé de Bogotá, marzo 15 de 1992
Juan Gustavo Cobo Borda
Poeta y periodista. Autor de Lecturas convergentes, Cuerpo
erótico y Todos los poetas son santos.
Tomado de Gabriel García Márquez. Testimonios sobre su vida.
Ensayos sobre su obra(selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo
Borda), Siglo del Hombre Editores Ltda, Colombia, 1992.
~ 326 ~
Conversaciones con
Gabriel García Márquez
1 MAYO, 2014
Curt Meyer Clason
Llegamos casi al mismo segundo al sitio de encuentro
combinado: el café del Boulevard Saint Michel. Lo reconocí
inmediatamente: su cabello denso, crespo, y su ojeada serena,
alerta, las fotos no dejaban dudas. Nos sentamos y cambiamos
impresiones sobre la vida de París. El escritor dijo que podríamos
habernos encontrado también en casa de Carlos Fuentes donde
estaba hospedado. En fin… Vacilante, algo tímido, inicié mi tema
que me había traído a París a pedido de su editor alemán de
Colonia, antes de iniciar mi viaje de conferencias a través del
continente latinoamericano —estábamos al comienzo de agosto
de 1968—: sugerí a García Márquez a desistir de su deseo para
que Cien años de soledad fuera publicado en la versión alemana
presentada por su agente de Barcelona, Carmen Balcells, pues
no correspondía a las exigencias literarias, estilísticas y
semánticas del original. El novelista arrugó la frente: “Ernesto
Volkening es el hombre que primero que todos en Bogotá llamó la
atención sobre mis libros. Un hombre que habla y escribe el
español como nosotros colombianos, por tanto, debe ser el
primero capaz de traducir, recrear mi literatura en su lengua
materna”. “En equivalencia idiomática”, añadí, “como hubiera
dicho Rilke, al traducir la poesía de su amigo Paul Valery”. Vacilé
antes de continuar. “Más infelizmente”, dije, “la versión del primer
capítulo revela que el traductor ha perdido el contacto vivencial,
~ 327 ~
existencial, íntimo con su idioma. Usted me dijo que su amigo
emigró de Alemania en los años treinta. Quiere decir: él vive hace
treinta años en Colombia, dejó su lengua atrás para incorporarse
al idioma de Colombia, se volvió colombiano, convive con los
colombianos”. García Márquez inclinó la cabeza. “Ernesto
Volkening”, proseguí, “por tanto, vino a Bogotá provisto de la
lengua alemana de los años veinte. Desde entonces pasaron
cuarenta años. En el primer encuentro del “Grupo 47” en 1947,
dijo Heinrich Böll: ‘Lo que necesitamos hoy es una lengua
habitable en un país habitable”. Ernesto Volkening es un hombre
tan inteligente, tan noble, tan dotado…”. García Márquez encogió
los hombros. “Es una pena”, dijo. “Es una lástima, de veras”,
asentí. “Usted, señor García Márquez, vive en Barcelona, pero
cercado por su lengua materna, paterna, convivencial”. “Sí, sí”,
dijo Gabriel García Márquez y encogió los hombros, de nuevo, por
simpatía con su amigo Ernesto Volkening.
Sentí también compasión. “Mire, señor García Márquez, yo viví
diecisiete años en Brasil, y un año en Argentina, en mi juventud
cogí mis “girias brasileiras” en la calle, me volví bilingüe, mas tuve
que regresar a mi país a fin de poder entregarme en carne y
hueso al estudio de mi lengua, a la literatura, a la escritura.
Equipado con una lección inolvidable: el conocimiento de Joao
Guimaraes Rosa y de sus libros. Y, además, con su frase que,
para mí vale más que quinientas teorías académicas de
traducción: “¡Traducir es convivir!”. (Aprendí con Gabriel García
Márquez el arte de exagerar, pues cuando le pregunté si yo, en
caso de dudas durante mi labor de traducción, podría consultarlo
por carta, respondió: “consulte la traducción italiana, dirigí
quinientas cartas explicativas a mi traductor italiano”.) Así,
después de haber convivido con el Sertão mineiro de Joao
Guimaraes Rosa, cuya traducción me enseñó a aprender mi
alemán personal, algo mestizo, me lancé a la aventura de convivir
~ 328 ~
con el Mundo Macondo Colombiano. Exploré este laberinto
transparente de tiempos y espacios, de gente, de olores, de
hábitos, de premoniciones, de pasiones y de temores. Y llegué a
sentirme en casa. Así comprendí que la madre de Gabriel García
Márquez le dijo al entrar en su cocina de Aracataca: “puedes
sentarte, la sopa está lista”. Pues sabía, presentía que su hijo que
quería sorprenderla, estaba llegando. En 1970 volví a ver a
García Márquez en Darmstadt, República Federal alemana, con
ocasión de un simposio entre escritores latinoamericanos y
alemanes. El protocolo era tieso, la atmósfera académica apática,
abstracta. En cierto momento, el presidente solicitó a García
Márquez interpretar su obra. Contestó el novelista de manera algo
airada, enojada: “Para qué discutir la pregunta: ¿Qué es
Latinoamérica? Por eso es que escribimos. Para el fin de ustedes
pueden servir los críticos”. Después Gabriel García Márquez se
retiro a la esquina de una sala, enmudecido y seguramente rumió,
por el resto del encuentro, la vida de su futuro “Patriarca” y su
nuevo tema novelístico, la ecuación: poder=soledad. Después del
encuentro malogrado, durante una cena, ofrecida por su editor
alemán en Colonia, en compañía de Mario Vargas Llosa y de
Heinrich Böll, Gabriel García Márquez dijo: “El ruido alemán
entorno al Tercer Mundo, evidentemente, sería una maniobra de
diversión, de distracción de una sociedad de consumo
supersaturada. Para quien deseara ayudar en nuestra revolución,
debería venir, un fusil en la mano, mas, ¡por favor!, no quedarse
con vida, al ejemplo de Régis Debray. En todo caso, él, Gabriel
García Márquez, no volvería a Alemania en los próximos diez
años. Cumplió su palabra, hasta hoy. Ni aceptó la invitación de
Walter Höllerer para tomar la palabra en el Coloquio Literario de
Berlín, ni contestó la carta personal del canciller de Austria, doctor
Bruno Kreisky, que le invitó a un encuentro en Viena. Entre tanto,
recibió en el curso de los años a uno que otro periodista de mi
~ 329 ~
país, y respondió a la pregunta “lugarcomunizante” —como diría
Guimaraes Rosa—: ¿Cómo escribe usted?, con la respuesta
nada menos “lugarcomunizante”: “Yo lucho con cada palabra…”.
Para el traductor que aprendió a convivir, a la manera rosaneana,
con el Mundo de Macondo, la falta de contacto con la presencia
viva del autor es menos grave. Pues él vive en contacto diario con
su obra, casi como hermano gemelo que está resuelto a recrear
una obra idéntica en su idioma. Pues no obstante que
incomparables, las lenguas están emparentadas como los
pueblos a través de sus fronteras. Basta la curiosidad amorosa
para conocerlos. No importa que Gabriel García Márquez no
pueda leer mis versiones de manera como él puede apreciar las
de Gregory Rabassa de Nueva York. El traductor, ligado por sus
cinco sentidos a la obra colombiana, vive de la satisfacción de
recitar el compás, el ritmo interior —como dijo Borges—, la
fraseología, los valores musicales, semánticos, sensuales de sus
libros.
~ 330 ~
¡Gracias a Colombia por haber procreado a su Hijo Electo,
Predilecto!
München, 16 de diciembre de 1991
Curt Meyer Clason
Escritor y traductor alemán. Miembro de la Academia Brasileña de
las Letras. Tradujo a Borges, a Neruda y a García Márquez al
alemán y fue merecedor del Premio de Traducción de la
Academia Alemana de Lengua y Literatura en 1975.
Tomado de Gabriel García Márquez. Testimonios sobre su vida.
Ensayos sobre su obra(selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo
Borda), Siglo del Hombre Editores Ltda, Colombia, 1992.
~ 331 ~
Nos hicimos cómplices
1 MAYO, 2014
José Salgar
Fui compañero de trabajo del joven periodista Gabriel García
Márquez, pero no he intentado competir con los gabólogos en el
relato de historias de aquella época.
Alguna vez Gabo me preguntó qué había pasado con las cartas
que me escribió cuando llegó por primera vez a Europa, en las
que me contaba su aventura como corresponsal del periódico que
en esos días fue cerrado por la dictadura. “Las boté, como pasa
con tanto papel que llega a un periódico y no se publica”, le
respondí.
Los recuerdos de ese tiempo los reservamos para las escasas
ocasiones en que hemos vuelto a encontrarnos. Surgen
espontáneamente y sin intención alguna de volverlos públicos.
Porque si hay un rasgo nítido en la personalidad de Gabo es que
frente a sus antiguos amigos es como si desaparecieran los años
intermedios y nada importante hubiera ocurrido en su vida,
distinto a esa amistad.
Cuando me preguntan sobre la forma como trabajamos con
Gabo, me limito a destacar dos cualidades que he admirado en él
desde que lo conocí, muchísimo antes de la fama: la pulcritud de
sus originales y su disciplina para el trabajo periodístico.
~ 332 ~
Por lo general los reporteros jóvenes trabajan con angustia,
hablan a la vez por dos teléfonos, sus escritorios tienen montones
de papeles revueltos y sus cuartillas pasan llenas de tachaduras.
Gabo fue la excepción. Investigaba a fondo y con calma,
~ 333 ~
ordenaba las ideas y las palabras y como un torero medía los
terrenos para ejecutar limpiamente la faena a la hora que le
correspondía, o sea que no demoraba la entrega del periódico a
los lectores.
Sin duda, el triunfo de García Márquez se debió en gran parte
a que aplicó a la novela su disciplina como periodista.
Hace ocho años, en la columna semanal que escribía para El
Espectador, Gabo contó algunos de esos cuentos de nuestra
juventud periodística, con ocasión de los homenajes que recibí al
completar 50 años en el oficio. “Aquel era tablero de las noticias”,
se titulaba la nota, porque el tema central era el tablero que se
colocaba en los balcones del periódico sobre la carrera 7ª. Y entre
mis funciones estaba la de dar avances de las noticias de última
hora, con tiza de escuela.
Decía García Márquez en la última parte de su columna:
“Cuando ingresé a la redacción de El Espectador —en 1953—,
José Salgar fue el jefe de la redacción desalmado que me ordenó
como regla de oro del periodismo: ‘Tuérzale el cuello al cisne’.
Para un novato de provincia que estaba dispuesto a hacerse
matar por la literatura, aquella orden era poco menos que un
insulto. Pero tal vez el mérito mayor de José Salgar ha sido el de
saber dar órdenes sin dolor, porque no las da con la cara de jefe
sino de subalterno. No sé si le hice caso o no, pero en vez de
sentirme ofendido le agradecí el consejo, y desde entonces —
hasta el sol de hoy—, nos hicimos cómplices.
”Tal vez lo que más nos agradecemos el uno al otro es que
mientras trabajamos juntos no dejábamos de hacerlo ni siquiera
en las horas de descanso. Recuerdo que no nos separamos ni
siquiera un minuto durante aquellas tres semanas históricas en
~ 334 ~
que el papa Pío XII le dio un hipo que no se le quitaba con nada,
y José Salgar y yo nos declaramos en guardia permanente
esperando que ocurriera cualquiera de los dos extremos de la
noticia: que al Papa se le quitara el hipo, o que se muriera. Los
domingos nos íbamos en carro por las carreteras de la sabana,
con el radio conectado para seguir sin pausa el ritmo del hipo del
Papa, pero sin alejarnos demasiado, para poder regresar a la
redacción tan pronto se conociera el desenlace.
”Me acordaba de esos tiempos la noche de la semana pasada en
que asistimos a la cena de su jubileo, y creo que hasta entonces
no había descubierto que tal vez aquel sentido insomne del oficio
le venía a José Salgar de la costumbre incurable del tablero de
las noticias”.
Bogotá, diciembre de 1991.
José Salgar
Periodista y director de El Espectador, donde fue editor de Gabriel
García Márquez.
La semilla de GGM
1 MAYO, 2014
Ricardo Bada
La jirafa de Barranquilla
Si se colocan el uno sobre el otro los cuatro tomos que recogen la
obra periodística de Gabriel García Márquez entre mayo de 1948
y mayo de 1960, el desnivel sobre la altura obtenida colocando
~ 335 ~
uno sobre el otro todos los tomos de su obra narrativa es algo que
salta de inmediato a la vista.
La tarea de hormiga llevada a cabo por el estudioso francés
Jacques Gilard, rastreando en las colecciones de diarios donde
GGM colaboró en sus años mozos, merece todos los respetos…
académicos: sólo resta preguntarse si esa tarea, que responde
aproximadamente a los presupuestos naturales de una edición
crítica, ha sido debidamente valorada por quienes —al parecer—
tan sólo ven la publicación de un nuevo libro de GGM como una
nueva ocasión de hacer dinero contante y sonante.
Que la obra de GGM, a nivel editorial español y latinoamericano,
es una evidentísima gallina de los huevos de oro, está fuera de
toda duda. Que el público, a la larga, llegará a un límite de su
capacidad de absorción, también. Y mucho más si lo que se le
ofrece, a una velocidad que afecta traumáticamente su precario
rubro para la adquisición de libros, está tan lejos de la calidad de
página que ofrece casi cada uno de sus cuentos, de sus novelas.
En este sentido, al menos, los públicos extranjeros están mejor
defendidos en sus intereses: como lectores y como compradores.
No habrá editorial estadunidense o francesa o alemana o de
cualquier lugar que sea, dispuesta a embarcarse en la aventura
de ofrecer la obra periodística completa de Gabo: 890+986+861
páginas son lisa y llanamente demasiado. Ya resulta difícil
interesar a un lector venezolano (es decir, casi vecino) en parte
de los artículos 100% locales del primer volumen
periodístico, Textos costeños, del autor de Cien años de soledad:
pretender que un lector de Ámsterdam se interese por lo que
GGM reseñó del estreno en Bogotá de Roman Holliday [sic], la peli
con Audrey Hepburn y Gregory Peck, sería desatino.
~ 336 ~
Dicho en otras palabras: También el público español y
latinoamericano hubiese estado mejor servido si los editores le
hubieran ofrecido una selección de lo más granado de los
artículos de GGM, y lo que es más importante, no se correría el
riesgo de infligir un daño irreparable al buen nombre periodístico
del autor.
El primer volumen de la obra periodística primera de GGM, un
libro de 890 páginas, se titulaTextos costeños. ¿Por qué
“costeños”? Porque en él se recoge la obra publicada por GGM
en diarios y revistas de la costa atlántica colombiana, una
región sui géneris cuya quintaesencia ha entrado en la historia de
la literatura universal con el nombre de Macondo.
Textos costeños abarca en su cronología desde mayo de 1948 a
diciembre de 1952. En esos años, GGM comienza a perfilarse
como un escritor urgido por las realidades inmediatas, pero al
mismo tiempo preocupado por trascenderlas, expresarlas
artísticamente.
No es en modo alguno casual que el primer artículo conocido de
GGM esté relacionado con el toque de queda. Ni nos parece
casual (pero aquí nos limitaremos a aventurar una hipótesis) el
hecho de que cuando GGM se hace cargo de una columna fija,
“La Jirafa”, en enero de 1950, en el diario El Heraldo, de
Barranquilla, elija como seudónimo el bien poco barranquillero,
bien poco colombiano, bien poco habitual, de Septimus.
¿Por qué Septimus, por el personaje homónimo de Virginia Woolf,
como siempre se ha conjeturado? Nosotros creemos ver más
bien, en la elección de ese nombre, un homenaje indirecto, sutil, a
la memoria del líder populista y liberal Jorge Eliécer Gaitán,
asesinado en pleno centro de Bogotá, en la Carrera Séptima, el 9
~ 337 ~
de abril de 1948. La muerte de Gaitán desencadenó aquella
insurrección popular conocida como “el bogotazo”, y puso en
marcha la irrefrenable maquinaria de “la violencia”, un periodo de
enfrentamiento civil marcado por el signo de una crueldad y una
implacabilidad sin parangón anterior en la historia de América
Latina; y un periodo —dicho sea de paso— que quizás no esté
todavía tan cancelado como pueda parecer.
Finalmente, una observación a lo mejor no tan obvia sobre el
título de la columna fija que GGM mantiene en El Heraldo de
Barranquilla durante tres años: la jirafa es, de entre todos los
animales terrestres, el que por razones morfológicas ve más lejos.
Muchos de los mejores artículos que GGM publica en esta época
son luego canibalizados —para emplear una expresión de
Raymond Chandler— en la saga de Macondo, y constituyen un
vivero de temas, de leitmotivs, que iremos viendo reaparecer
recurrentemente en El coronel no tiene quien le escriba, en La
increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela
~ 338 ~
desalmada, en La mala hora. Pero esto, con ser ya mucho, sería
muy poco y, en último término, tan sólo documentaría
unilateralmente el aspecto work in progress dentro de la obra de
GGM.
El periodista GGM, en esos años, tiene temas que se le vienen
insistentemente a la pluma o a la máquina: la bomba de
hidrógeno, los platillos voladores, las dizque extravagantes
camisas del presidente Truman, ciertos personajes de tiras
cómicas, el vegetarianismo. Su ritmo de publicación no llega sino
en muy contados momentos (marzo del 50, por ejemplo) a la
absoluta cotidianeidad, pero de todas maneras nunca baja de los
tres artículos por semana, con todo lo que ello implica. Así, no
resulta sorprendente que GGM se cuente en el infinito número de
los columnistas que también han hecho su artículo sobre la falta
de tema para escribir el artículo de ese día.
Evidente es también que Gabo ha dispuesto, casi desde el primer
momento de su actividad periodística, de un cheque en blanco
para la elección de los temas de su columna. Los únicos asuntos
que parecen (sólo parecen) no atraer su atención son los
relacionados con la vida política de su propio país. Pero aquí ya
está germinando el gran GGM de determinadas páginas de La
hojarasca y de La mala hora, que cuenta las cosas como si fuesen
cuento, pero son dura realidad. Aquí, por cierto, se produce un
momento decisivo, bien precisado cronológicamente por su
recopilador Jacques Gilard, el 15 de marzo de 1952, cuando
GGM publica su artículo “Algo que se parece a un milagro”; este
artículo, al mismo tiempo un bellísimo reportaje concentrado, es
bien directo, bien nítido y claro en su mensaje y denuncia, al
mismo tiempo que anuncia dos cosas: el gran reportero en
ciernes (del que muy poco después, ya afincado en Bogotá,
tendremos cumplidas pruebas), y todo un segmento narrativo
~ 339 ~
importantísimo de Cien años de soledad, el episodio de la masacre
en el pueblo bananero.
Temprana es la admiración de Gabo por William Faulkner, y no se
recata de decirlo cada vez que se le presenta la ocasión.
Curiosamente, en su artículo sobre la concesión del Premio Nobel
al maestro norteamericano, GGM aprovecha la oportunidad para
expresar su desagrado por el hecho de que Faulkner comparta
ese galardón con los “panecillos de sobremesa” que son Pearl S.
Buck, Hermann Hesse y Thomas Mann. Sería interesante saber
qué era lo que GGM había leído, en aquel entonces, del autor
de La muerte en Venecia. Pero volviendo a las admiraciones, en
estos artículos primerizos de GGM se aprecia una influencia muy
notable del mayor estilista y creador español del siglo XX, Ramón
Gómez de la Serna.
Una lectura cuidadosa, detenida, de las más de 800 páginas del
primer volumen de la obra periodística de GGM revela también la
necesidad de precaverse contra el prejuicio de que esa obra tiene
que ser, por fuerza, el humus en el cual germina su obra
posterior. Hasta llegar a ella, GGM ha debido recorrer un camino
más largo de lo que cabría pensar.
Y en un cierto sentido, iconoclasta para los adoradores de l’art
pour l’art, de la literatura pura, también podría decirse lo siguiente:
cuando hace años leíamos ávidamente la edición del miércoles
de El País, de Madrid, a la búsqueda del artículo semanal de
GGM, estábamos a veces tentados de pensar que toda la
poderosa saga narrativa del hombre de Aracataca no había sido
más que un largo aprendizaje, la conquista de una tribuna
imposible de desoír, desde la cual se pronunciaba, más sabia,
más intensamente, llamando la atención del mundo sobre las
urgencias y las carencias de la América Latina, sobre la difícil
~ 340 ~
construcción del socialismo, aquel periodista joven que un día se
presentó en la redacción de El Universal, de Cartagena de Indias,
y meses más tarde en la de El Heraldo, de Barranquilla, con varios
cuentos bajo el brazo y una irreprimible comezón de escribir en
las puntas de los dedos. Dicho en otras palabras: tal vez algún
día la historia de la literatura registre el nombre de GGM como el
del mayor periodista latinoamericano del siglo XX.
El espectador de Bogotá
Entre cachacos I y Entre cachacos II recogen la obra periodística de
GGM entre febrero de 1954 y julio de 1955. García Márquez vive
este lapso entre cachacos, es decir, en Bogotá. García Márquez
se halla, pues, fuera de su eje vital, del hinterland que se
trasparece en toda su obra narrativa, y que no es otro que la
costa atlántica de Colombia.
El Espectador, el diario liberal de Bogotá, incorpora a su plantilla al
joven hacedor de la columna “La Jirafa”, del diario
barranquillero El Heraldo, y apuesta plenamente por él. Hay
madera en ese periodista, y la confianza depositada en él por los
propietarios del periódico capitalino se ve confirmada de un modo
portentoso por el reportaje que aparece en sus páginas entre el 5
y el 22 de abril de 1955; ese reportaje que ha dado la vuelta al
mundo en quizás no ochenta, pero casi tantas
traducciones, Relato de un náufrago. Bastaría esta obra maestra del
periodismo para haber consagrado al posterior autor de Crónica de
una muerte anunciada.
En El Espectador Gabriel García Márquez se desempeña como
reportero de plantilla, crítico cinematográfico, columnista anónimo,
en fin, algo que va mucho más allá del mero contemplar: ello se
pone particularmente de manifiesto en sus críticas de cine.
~ 341 ~
I. El espectador García Márquez, o mejor dicho, G.G.M. —como
insiste en firmar—, es más que un simple espectador; GGM
observa, a caballo entre contemplar y considerar. Su tarea no es
relevante si la juzgamos sólo con los parámetros de la crítica
cinematográfica que se estaba haciendo entonces en Francia y
en Italia; y si comparamos la obra de crítica de cine cumplida por
GGM en El Espectador entre 1954 y 1955, con la llevada a cabo
por Graham Greene en The Spectator a partir de 1935, la verdad
es que Greene le gana a GGM por knock out. Retengamos sin
embargo —¡oh manes de Macondo!— la curiosa identidad de
títulos de las dos publicaciones en donde GGM y Greene se
ocupan del séptimo arte.
A propósito de estas críticas de cine del autor colombiano, el
meritorio recopilador de su obra periodística, Jacques Gilard,
confiesa paladinamente en la documentada introducción a los dos
volúmenes de Entre cachacos: “Es más bien injusto recopilar esas
crónicas junto con los reportajes que fueron firmados con nombre
y apellidos. Es una consecuencia lógica —si bien perfectamente
discutible— del criterio usado en la investigación documental, la
cual aspiraba a recoger cronológicamente todos los textos
inmediatamente identificables, llevaran la firma de García
Márquez o solamente la de GGM”.
¿Por qué injusto? Jacques Gilard no se explaya mucho al
respecto… y hace bien; porque, después de todo, las críticas de
cine de GGM hablan por sí mismas y están —todas— en los dos
tomos de Entre cachacos.
Así, la crítica de Umberto D., que puede pasar perfectamente
como sinopsis de El coronel no tiene quien le escriba. O cuando al
hablar medio ex cáthedra de una mediocre producción
alemana, Cristina, llega a la desoladora conclusión de que el cine
~ 342 ~
alemán jamás se universalizará a causa de la dificultad fonética
que entrañan los nombres de sus luminarias; cosa que hoy, con
los Fassbinder, Schygulla, Schlöndorff, y un largo etcétera,
enquistados en el firmamento cinematográfico, casi causa risa. O
cuando GGM pasa de largo, como quien no quiere la cosa, ante
una obra maestra de la categoría de Johnny Guitar.
II. Otra cosa es el reportero GGM. Aquí asoma la fibra del autor
del episodio de las bananeras en Cien años de soledad. Sus
reportajes son un fiel testimonio de lo visto, observado y
considerado por un hombre que se va definiendo ideológicamente
como abogado de causas, si bien perdidas, eventualmente a
ganar.
Cierto que, a veces, la presión de la actualidad le obliga a realizar
largas entrevistas donde se adivina su desapego: por ejemplo con
el torero Joselillo de Colombia. (Y aquí podría hacerse un inciso y
remarcar que, con excepción de un largo capítulo en una novela
peruana, Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce Echenique, el
mundo de la tauromaquia quedó exento de cualquier tratamiento
en la narrativa contemporánea de América Latina: ¿se
avergüenzan, quizás, los narradores latinoamericanos, de esa
herencia española?)
Cierto que, a veces, la presión de la editorial que le paga un
sueldo le obliga a realizar largas entrevistas en las que, a
despecho de su desapego, le va cobrando afecto al entrevistado y
consigue un resultado, aunque de tono menor, al menos digno;
por ejemplo con el entonces héroe nacional de Colombia, el
corredor ciclista Ramón Hoyos.
Pero cierto también que su acercamiento a las tragedias —
digámoslo así— sin importancia, si es que hablar de tragedias sin
importancia no constituye un peligroso pleonasmo (pienso en
~ 343 ~
Reagan), llevan al reportero García Márquez a una situación en la
que tiene que sacar lo mejor de sí: la constante, indomeñable,
segura aversión a todo lo que es injusto, pero sobre todo a
aquello que da lugar a que aparezca y adquiera carta
(burocrática) de naturaleza la injusticia. Determinados
comportamientos de autoridades colombianas asediadas por las
preguntas del reportero García Márquez recuerdan la banalidad
del terror que se refleja en el comportamiento del Eichmann
retratado magistralmente por Kipphardt: sencillamente cumplen
órdenes.
III. El tercer y último aspecto a considerar es el del columnista.
Aquí es donde, tal vez, y con la excepción del Relato de un
náufrago, se encuentran sus mayores aciertos literarios. Pero
aquí, también, es donde por primera y —quizás— última vez,
Gabriel García Márquez trabaja inter pares. El cuadro de
columnistas del diario El Espectador, de Bogotá, es de una
categoría excepcional. Pero lo cierto es que en esa columna
anónima de la glosa diaria, GGM tiene que mantener un nivel de
calidad que satisfaga dos exigencias: el lector debe saber que él
es quien escribe, pero al mismo tiempo su glosa no puede ni debe
ser ni mejor ni peor que la que hubiese escrito uno de los otros
compañeros que son redactores habituales de la sección. En
otras palabras: esa sección no la escribe Fulanito o Menganito;
esa sección la escribe toda una generación de grandes
periodistas colombianos. Y haber encontrado el punto de engarce
con ellos, haber engranado con el mecanismo, es una de las
grandes proezas periodísticas cumplidas por García Márquez.
Entre el Caribe y Moscú
En julio de 1955, el diario El Espectador, de Bogotá, destaca en
Ginebra a su reportero estrella, Gabriel García Márquez, para que
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cubra informativamente el encuentro de los entonces todavía
Cuatro Grandes.
A orillas del lago Leman, GGM carecerá de la infraestructura de
que siempre ha podido disponer hasta ahora, tanto en
Barranquilla como en la capital de su país, y además no puede
competir —ni tan siquiera pensar en intentarlo— con las agencias
noticiosas internacionales. Sólo algunas de las crónicas logra
pasarlas por cable, el resto irá por correo aéreo, y no es pequeño
milagro el hecho de que no se perdieran.
Repasándolas atentamente se ve que el reportero colombiano
apenas si desliza un par de escuálidas informaciones acerca de la
Conferencia en sí; para salvar el expediente tiene que echar
mano a su bien desarrollado sentido del humor y escribir la
pequeña crónica de los acontecimientos.
La necesidad convierte al reportero en glosador. “Para nosotros”,
concluirá significativamente su última crónica ginebrina, sin
especificar quién es ese nosotros enmascarado en plural
mayestático, “Ginebra seguirá siendo siempre esta casa de locos
de La Maison de la Presse” [sic].
Dos meses más tarde, en Venecia, en la Bienale, el caudal
informativo que recibe a través de las carpetas de prensa del
propio Festival es mucho mayor, y GGM le saca bastante partido.
Es el glosador vocacional quien interrumpe las crónicas
informativas sobre el festival para insertar una estampa de la
playa del Lido. Al margen de sus apuntes sobre las películas que
ve en el Palacio del Festival, unos apuntes que tanto le deben a
esas carpetas de prensa, GGM no deja escapar la ocasión de
mostrar, cuando puede, su humor corrosivo. Por ejemplo, cita (o
se inventa) el comentario de un colega italiano sobre la película
argentina La Tierra del Fuego se apaga: “El español es un idioma
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extraño; cuando un actor pide un vaso de agua, parece que
estuviera recitando a Corneille”.
Poco después de la Bienale estalla el escándalo Wilma Montesi
—hoy entretanto ya olvidado en la maraña de connivencias
político/mafiosas que parecen ser la característica diferencial de
la vida pública italiana tras la Segunda Guerra Mundial— y GGM
marcha a Roma para cubrir la información sobre aquel que fue
llamado en su día “el escándalo del siglo”, antes de que
Watergate, el escándalo de la Banca Ambrosiana y el
hundimiento del Rainbow Warrior de Greenpeace pusieran
sucesivos puntos finales a tanta ingenuidad.
En Roma, como en Ginebra, GGM se ve librado a sus propias
fuerzas… y a la prensa diaria italiana, en cuyas páginas entrará a
saco, esmaltando su prosa todavía un tanto insegura con refritos
que huelen claramente a traducción apresurada del idioma del
Dante. Lo mismo sucederá meses después en París, durante el
también por aquellos días célebre proceso por las infiltraciones en
el gobierno francés, si bien ahora los préstamos idiomáticos serán
de la lengua de Voltaire.
Y aquí, además, al glosador no le queda tiempo, o no tiene
ganas, de intercalar ninguna crónica de costumbres… a no ser
que se considere así algún comentario machista como éste,
cuando describe una sesión del Comité de Defensa Nacional de
Francia: “En torno a una mesa de doce metros de longitud había
veinte sillas que sólo podían ser ocupadas por las personas
capaces de guardar el secreto más secreto del mundo. En
ninguna de ellas se ha sentado jamás una mujer”.
Esta última serie de crónicas no aparece ya en El Espectador, que
ha debido cerrar a causa de la dictadura de Rojas Pinilla, sino
en El Independiente, que es un Espectador camuflado, y que a su
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vez se ve obligado a parar sus prensas a los dos meses de
ponerlas en movimiento. Con lo que GGM se queda sin un
ingreso fijo, y varado en Europa. Esa estancia en Europa, en
condiciones de verdadero apuro económico, fructifica en dos
relatos, La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, uno de los
cuales, el segundo, bien puede considerarse su obra maestra.
Por ese tiempo, y en compañía de su amigo Plinio Apuleyo
Mendoza, emprende dos viajes que le llevan a la Hungría de
después de la revuelta, y a la Unión Soviética, sólo que los
reportajes escritos a raíz de tales viajes han de aguardar un par
de años antes de ser publicados; en Colombia es imposible en
esos momentos, y en esos momentos GGM no dispone todavía
de un nuevo empleador de su talento periodístico.
La publicación del relato del viaje a Hungría tendrá lugar en
Venezuela y no en Colombia, poco antes del regreso de GGM a
América Latina, justamente a Venezuela y no a Colombia, porque
entretanto Plinio Apuleyo está dirigiendo una revista en Caracas y
le ofrece trabajo allí. Muy poco más tarde, una vez triunfante Fidel
Castro y fundada la agencia noticiosa cubana Prensa Latina, a
Plinio Apuleyo y GGM se les brinda la mayor chance profesional
que pudieron soñar nunca: montar la oficina de esa agencia en
Bogotá, donde ya ha caído Rojas Pinilla y se ha reinstaurado el
sistema de alternancia de los partidos políticos tradicionales en el
poder. Con la entrada de GGM en una agencia noticiosa se inicia
un nuevo periodo de su vida y que escapa al marco cronológico
abarcado por la cuidadosa recopilación de su obra periodística
por Jacques Gilard.
Ricardo Bada
Escritor y periodista, residente en Alemania desde 1963. Editor en
ese país de la obra periodística de García Márquez y los libros de
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viaje de Cela, y autor de Don Enrique, la única antología integral
en castellano de la obra de Heinrich Böll.
El texto está compuesto por fragmentos de los prólogos a los
libros Die Giraffe aus Barranquilla (La jirafa de Barranquilla), Der
Beobachter aus Bogotá (El espectador de Bogotá) y Zwischen Karibik
und Moskau (Entre el Caribe y Moscú), publicados en Alemania por
la editorial Kiepenheuer & Witsch en 1984, 1985 y 1986,
respectivamente. Los dos primeros volúmenes fueron editados
por el autor y José A. Moral Arroyo, con quien también pergeñó el
prólogo al primer volumen. Los otros dos prólogos y la edición del
tercer volumen fueron obra de Bada en solitario.
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