23.Textos Literarios I - Universidad del Conde

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RESUMEN DE TEXTOS LITERARIOS I
UNIDAD I. LOS GÉNEROS LITERARIOS.
MÓDULO 1. ¿QUÉ ES LA LITERATURA?
En su más amplia acepción, por literatura se entiende todo lo relacionado con las letras,
particularmente las escritas, y podría definirse como el conjunto de la producción escrita.
La enorme profusión de obras escritas puede clasificarse en dos grandes grupos:
a) Las obras cuyo propósito concreto es la consignación de hechos, ideas, teorías, verdades,
compromisos; donde la palabra se emplea de acuerdo a su significación intelectual, se estructura
en orden a la claridad y a la objetividad de lo expresado, y el autor se proyecta como científico,
filósofo, historiador, técnico o educador, y se vale de la escritura como medio de comunicación,
sin imponerle su sello personal, sino que busca, por el contrario, palabras y estructuras propias de
la temática sobre la que escribe.
b) Las obras donde el autor reelabora un asunto, transforma la realidad, la organiza para producir
ambientes, situaciones, emociones, personajes, hechos, ideas, para presentar su mundo o su
propia visión del mundo, de manera fragmentaria o total. La palabra y las relaciones de las
palabras entre sí, se organizan de manera consciente o inconsciente para producir un determinado
efecto: la inmersión del lector en la temática de la obra, con el propósito de divertir; sacar al lector
de su realidad cotidiana y enfrentarlo a otra realidad diversa: la de la obra. No se trata de una
diversión rudimentaria, sino estética, el hombre debe disfrutar la obra.
De este segundo grupo de obras escritas se ocupa la Literatura, toda obra literaria deberá reunir
las siguientes características:
a) Creación (ficción). El autor transforma la realidad, la organiza, para producir ambientes,
situaciones, personajes, emociones, sentimientos, de acuerdo a sus propósitos: presentar su
mundo o su propia visión del mundo, de manera fragmentaria o total.
b) Técnica (forma). Tanto el orden en la exposición, como el manejo de las palabras y de la
estructura del idioma, están organizados para producir un determinado efecto: la inmersión del
lector en la temática planteada.
c) Recreación. El propósito del autor es el de divertir: sacar al lector de su realidad cotidiana y
enfrentarlo a otra realidad diversa: la de la obra. No se trata de una diversión rudimentaria, sino
estética, el hombre completo debe disfrutar la obra.
Alfonso Reyes, el gran polígrafo mexicano, nos dice en Apolo o de la literatura que:
“La literatura posee un valor semántico o de significado, y un valor formal o de
expresiones lingüísticas. El común denominador de ambos valores está en la intención. La
intención semántica se refiere al suceder ficticio; la intención formal se refiere a la expresión
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estética. Sólo hay literatura cuando ambas intenciones se juntan. Las llamaremos, para abreviar, la
ficción y la forma.”
“La literatura es la actividad del espíritu que mejor aprovecha los tres valores del lenguaje:
1º. De sintaxis en la construcción, y de sentido en los vocablos: gramática.
2º. De ritmo en las frases y períodos, y de sonido en las sílabas: fonética.
3º. De emoción, de humedad espiritual que la lógica no logra absorber: estilística.”
LOS GÉNEROS LITERARIOS.
LO ÉPICO.
En la literatura épica predomina la narración. El autor se coloca entre el lector y el pasado y trata
de revivir el ayer por la memoria. Su actitud es como la del viejo, evocadora de hechos y de
hombres, y objetiva, sin que sus sentimientos personales se dejen ver en forma directa.
Las formas épicas más comunes son: la épica heroica, el cuento y la novela.
La épica heroica o epopeya es una narración en verso, generalmente dividida en cantos, que
relatan hechos bélicos que pertenecen por lo común a un remoto pasado semi mitológico, de
marcado carácter nacional, es decir, de interés común para todos los miembros de la comunidad
donde el poema ha sido compuesto. El protagonista es un héroe, alguien que realiza acciones, en
este caso de guerra, que van más allá de las que cualquier hombre puede hacer. El clima de la
epopeya es grandioso, intervienen hombres y dioses.
Las siguientes palabras del profesor argentino Enrique Anderson Imbert, tomadas de El cuento
español, nos servirá para diferenciar y caracterizar al cuento y la novela:
“Entre los muchos géneros literarios hay uno que agrupa todos los escritos en prosa que
narran, lo bastante brevemente para que puedan leerse de una sola sentada, una acción
cualquiera, verdadera o fingida. A este género, en español, suele llamárselo cuento.”
“El novelista sigue el paulatino cambio en las relaciones entre un grupo de personajes; el
cuentista, abruptamente, pone fin a un momento decisivo. Las diferencias de extensión en el
espacio -la novela, larga; el cuento, corto- son, pues, sólo vistas exteriores de algo más profundo:
la duración del aliento creador de quien relata; su campo visual; las posibilidades que se le
ofrecen, limitadas en el tiempo; las soluciones que da a los problemas y dificultades de la
composición; las preferencias por el desarrollo de una psicología o por la crisis de un asunto.”
LO LÍRICO.
En la literatura épica o narrativa, el pasado pertenece a la memoria; el escritor épico acerca el
pasado al presente, resucita hechos y personajes. En la lírica, el poeta no mira al pasado para
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contar lo sucedido, ni siquiera lo revive; lo vive en un momento como puede vivir el presente o el
futuro. Un poema lírico es, ante todo, la comunicación de un estado anímico, el intento de apresar
un momento de la existencia, de ahí que la poesía lírica suela ser calificada de subjetiva, de íntima,
en el sentido de que lo que se nos comunica no es una experiencia sino una vivencia, se nos
comunica la hondura interior del hombre, sus más íntimas vivencias. El objetivo de un poema de
amor es llegar hondo al lector y hacerlo vibrar, convertirlo en uno con el poeta y juntos vivir no el
hecho sino el estado anímico que propició el poema, porque en la lírica, más que el significado
intelectual, es la música, su relación con las otras palabras dentro de una frase que es al mismo
tiempo ritmo y melodía, las sugerencias no concretadas, lo que une al lector en un solo sentir con
el poeta.
LO DRAMÁTICO.
Drama, en griego, es acción y toda obra dramática es eso: acción. Una acción que va encaminada a
resolver un problema. Los personajes dentro del drama viven su existencia como proyecto, se
preocupan. Los personajes viven una tensión originada entre la situación del presente, el conflicto
que se avecina y la forma de solucionarlo. Todo drama, pues, enfoca la existencia como problema,
los personajes tratan de solucionarlo por medio de la acción. Estas dos características de lo
dramático: acción y tensión, motivan que la forma expresiva del drama sea la teatral. Los dramas
no suelen escribirse para ser leídos sino para ser vistos en una representación en vivo donde un
hombre, el actor, asume la problemática de otro, el personaje, y trata de comunicarla al
espectador.
Cuando los personajes son enfrentados a un problema para el que el hombre no encuentra
solución, cuando el conflicto es provocado por un destino ineludible o por la pasión desenfrenada
que conduce a la destrucción física o moral del personaje, la obra recibe el nombre de tragedia.
Cuando el problema que viven los personajes se lleva por caminos cómicos, producto de la
confusión o el ridículo, los conflictos resultan de equívocos o juegos de palabras y se solucionan
felizmente, la obra se llama comedia.
UNIDAD II. ANTIGUA LITERATURA HEBREA.
INTRODUCCIÓN.
La influencia de la literatura hebrea antigua sobre la cultura de Occidente obliga a considerarla
como uno de los factores decisivos en la conformación de ésta. La antigua literatura hebrea está
esencialmente constituida por los libros que, como parte de la Biblia, son conocidos en la tradición
occidental como Antiguo Testamento.
Los libros del Antiguo Testamento resumen en su mayoría la historia, la cultura, la religión, las
costumbres, el arte y la poesía del pueblo de Israel, ubicándolo todo en un marco temporal que va
desde la supuesta datación hebrea de la Creación del Mundo hasta la dominación romana. Se
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divide el Antiguo Testamento en: El Pentateuco o La Ley, Libros Históricos, Libros Proféticos, Libros
Sapienciales y Poéticos. Cada grupo está formado por un número variable de libros.
El Pentateuco. Los cinco primeros libros de la Biblia son considerados por los hebreos como los
más importantes, los llaman “La Ley” o “Tora”. El Pentateuco presenta la particularidad de estar
constituido por una serie de textos legislativos encuadrados en una trama histórica. El tema
general puede expresarse en la proposición siguiente: existe un plan divino inmutable que se
realiza progresivamente a pesar de todos los obstáculos y cuyo término es la creación del pueblo
de Israel, como nación teocrática, con la Palestina como patria y la ley mosaica como constitución.
Libros Históricos. Los libros históricos, a excepción de cuatro de ellos, continúan, con
interrupciones y repeticiones más o menos largas, la historia del pueblo de Israel, desde sus luchas
por establecerse en el territorio de Palestina hasta aproximadamente el año 124 a.C. Todo ello
dominado por el mismo tema del Pentateuco: la alianza y su desarrollo en el tiempo, las
infidelidades del pueblo y sus penitentes reconciliaciones, los premios y los castigos de Yahvé.
Libros Proféticos. El signo distinto de los profetas bíblicos es la convicción de ser los intérpretes y
los instrumentos de Dios, de un Dios que se revela a ellos, que se revela por ellos, el Dios justo. A
decir de los profetas, lo que Dios pide es una actitud general del alma, que ellos caracterizan, en
términos generales, como de justicia, piedad o fe. La adopción de esa actitud es el deber supremo
y en el fondo, el deber único.
Cinco libros del Antiguo Testamento se agrupan bajo la denominación de sapienciales: Job, Los
Proverbios, El Eclesiástico, El Eclesiastés y La Sabiduría. Son la suma de la sabiduría hebrea, y en
algunos aspectos recogen el saber general del Medio Oriente; pueden, incluso, encontrase
influencias griegas. En términos generales es un saber de tipo humanista donde el hombre está
clasificado en tres categorías: el sabio, el simple y el necio. Con este último no hay nada que hacer,
está perdido por su propia y soberbia actitud. La sabiduría se entiende como un saber vivir y éste
consiste en el temor de Dios.
Los libros poéticos son dos: Los Salmos y El Cantar de los Cantares. Uno de los aspectos de las
estructura de Los Salmos que resulta imprescindible conocer para la interpretación y comprensión
poética de los mismos es: el paralelismo. Éste es el procedimiento poético que consiste en
enunciar en una estrofa de dos o más miembros equilibrados y simétricos, un mismo
pensamiento. Por ejemplo:
Oh, Dios, ven a librarme.
Yahvé corre en mi ayuda.
MODULO 2. DOS TEXTOS ÉPICOS.
La literatura narrativa de los hebreos se encuentra dentro de sus libros históricos; dos ejemplos de
ella son el Libro de Judit; y el Libro Primero de Samuel, del que está tomada la historia de David.
LIBRO DE JUDIT.
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La historia del Libro de Judit presenta dos muy interesantes focos de atención:
1. La visión histórica y el concepto que los hebreos tenían de sí mismos y de su destino y que
el autor del libro pone en boca de Ajior, general del ejército enemigo, y
2. La presentación, en toda su grandeza, de la heroína de la historia: Judit, quien derrota a
Holofernes por la astucia.
LIBRO PRIMERO DE SAMUEL.
El Libro Primero de Samuel forma parte de los cuatro Libros de los Reinos. Los cuatro constituyen
la historia de los reyes de Israel desde el primero, Saúl, hasta el destierro y la destrucción de
Jerusalén en 587 a.C. Los libros Primero y Segundo de Samuel narran solamente la época de Saúl y
de David. El Libro Primero de Samuel contiene la historia universalmente conocida de David y su
combate con el gigante Goliat.
En la lectura del texto es interesante observar: la orientación teocrática del gobierno israelí, y la
personalidad del héroe favorito del pueblo hebreo.
MÓDULO 3.
LITERATURA SAPIENCIAL Y POÉTICA.
Las obras sapienciales poseen las siguientes características en común:
a) Contienen una sabiduría existencial basada en datos de la experiencia más que en la
reflexión propiamente filosófica al estilo griego.
b) Plantean el destino del individuo en particular, no del hombre universal.
c) Desarrollan la antinomia sabiduría-necedad, que en los libros hebreos se complementa
con la otra de justicia-iniquidad.
EL ECLESIASTÉS.
Enmarcado en las tres características anteriores, El Eclesiastés se desenvuelve sin plan definido;
son variaciones sobre un tema único: la vanidad de las cosas humanas, que es afirmada al
principio y al final del libro.
EL LIBRO DE JOB.
El Libro de Job es un producto típico de la sabiduría oriental, de ese saber, hijo de la experiencia
que se fortalece con el sufrimiento y se expresa en poesía, porque Job es también el poema del
dolor.
EL CANTAR DE LOS CANTARES.
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Los poemas que constituyen el Cantar de los Cantares obligan a la reflexión amorosa y orientan
nuestra conducta a la postura sensual en la que el poeta oriental se ubica para describir con todo
el colorido de las figuras literarias, con todo el asombro del novel amante, con los cinco sentidos
contemplantes, las tres actitudes base del amor: la certidumbre del amor, la separación, el
encuentro.
UNIDAD III. GRECIA, EL MUNDO DE LA RAZÓN, DE LA BELLEZA Y DE LA LIBERTAD.
INTRODUCCIÓN.
El universo de Grecia es tan rico y tan diverso como lo ha sido en pueblos y formas de vida. Se
gestó en el esplendor de la cultura micénica cuna de los rapsodas, poetas ambulantes que con el
eco de sus sonoros cantos poblaron los espacios con los héroes, los combates y los dioses de la
más grandiosa epopeya de la cultura occidental: La Ilíada, canto de guerra, de pasiones y de
muerte de los aqueos continentales (antecesores de los griegos).
Los poetas de las islas cantaron las cosas amables de la vida y entre ellas el amor. La reflexión se
dio también en los poemas: Parménides, Jenófanes y Empédocles filosofaron en hermosos
exámetros. Esquilo, Sófocles y Eurípides, en el más glorioso de los siglos de Grecia, el de Pericles,
hicieron del teatro la tribuna del hombre y sus problemas.
MÓDULOS 4 Y 5. LA ILÍADA.
Las dos obras que inician el mundo literario de la antigua Grecia son La Ilíada y La Odisea,
atribuidas a Homero por la tradición. Ambas fueron escritas en griego arcaico, en versos
exámetros, y se dividen en 24 rapsodias o cantos. Las dos fueron recopiladas hacia el siglo VIII a.C.,
por un poeta distinto cada una, pero que hicieron más o menos el mismo trabajo: reunieron
algunos de los antiguos cantos –de la guerra de Troya en el caso de La Ilíada, sobre el regreso de
los héroes en La Odisea– y con ello y algunos otros elementos estructurales escribieron los
poemas en forma semejante a la conservada hasta ahora.
Aun cuando el protagonista de La Odisea sea uno de los héroes de La Ilíada y la propia guerra de
Troya sirva en parte de asunto a las dos obras, tanto la intencionalidad de sus autores como el
trazo de los personajes atienden a muy distintos propósitos.
El grupo social al que el autor de La Ilíada se dirige, es aristocrático. El rapsoda entonaba sus
cantos frente a un público compuesto por los reyes y los grandes terratenientes cuya función
primordial era la guerra; debía pues exaltar con su canto los cuatro valores fundamentales de
estos orgullosos aristócratas guerreros: la aristocracia de la sangre, la belleza, la libertad y las
virtudes militares.
El autor de La Odisea tenía como público a los comerciantes enriquecidos fundamentalmente por
sus actividades. Ellos constituían la clase social más poderosa económicamente, la que hizo posible
la grandeza de las ciudades, pero les estaba vedado todo acceso al gobierno, función privativa de
los nobles. Exalta pues La Odisea los valores que hoy llamamos burgueses: la unidad familiar, la
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necesidad de la presencia del padre en el hogar, la fidelidad de la mujer, la lealtad de los criados y
amigos, la paz y la seguridad.
El fondo histórico de La Ilíada se remonta al siglo XIII a.C., y está constituido por una serie de
guerras entre los antiguos pobladores de la Grecia de Europa y la asiática por el predominio
comercial de las costas del Mar Muerto, del estrecho de los Dardanelos. Pero, aunque no hayan
sido más que una serie de guerras imperialistas, los poetas, al cantar las hazañas de éstas, las
fundieron en una, les dieron un pretexto mucho más poético; convirtieron un episodio económico
de la guerra de Troya, en la lucha de diez años por la posesión de la mujer más bella de la tierra,
Helena.
Propiamente, La Ilíada trata solamente lo acontecido en 51 días del décimo año de la guerra y
relata un episodio de ésta: Aquiles, que se había retirado a su tienda tras una disputa con
Agamenón, regresa al combate para vengar a su amigo Patroclo, muerto por Héctor. Tras vencer a
éste, arrastra su cadáver en torno a la tumba de Patroclo y lo entrega a Príamo, llegado para
reclamar el cuerpo de su hijo.
Tomada Troya finalmente por los aqueos (gracias a la introducción a la ciudad de un enorme
caballo de madera lleno de soldados) y habiendo recuperado a Helena, no queda más que el
regreso que para algunos de los héroes será verdaderamente problemático. De los diez años que
tardó Odiseo en regresar a su patria y de sus aventuras se encarga La Odisea.
MÓDULO 6.
PRIMERA PARTE. LA LÍRICA GRIEGA.
Entre los poetas de la antigua Grecia, padres del individualismo en Occidente, se encuentran:
Tirteo, Solón, Semónides y Safo. Cada uno de ellos nos dará una faceta distinta del sentir del
hombre: Tirteo, el heroísmo; Solón, el compromiso; Semónides, el hedonismo; y Safo, el amor en
todos sus registros.
Tirteo, un poeta espartano del siglo VII a.C., cantor de ideales viriles y patrióticos. La anécdota que
lo describe, cojo, al frente del ejército espartano, reanimando su moral y llevándolo a la victoria
con su canto, puede ser falsa pero lo caracteriza. Tirteo fue un soldado con la pluma y con las
armas.
Solón, el gobernante poeta. Lo interesante en él (modelo del gobernante y del legislador
ateniense) es que su poesía no es un escape a sus labores políticas sino parte integral de ellas.
Para él, la poesía es un medio de reflexión y de comunicación de sus vivencias, sentimientos y
convicciones, aunque no desdeña temas como el amor o los banquetes.
Semónides de Amorgos, un poeta burgués. A diferencia de Tirteo, el planteamiento vital de este
poeta del siglo VII a.C., originario de Samos, se encamina al hedonismo.
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Safo. Su poesía es intimista. Busca recrear en soledad un momento plenamente vivido, dulce o
amargo. Busca la comunicación directa, por medio de la palabra concisa y de la figura propia, de
toda la gama de sentimientos amorosos: ternura, delicadeza, amor, soledad, desesperación,
pasión, angustia.
SEGUNDA PARTE. LA TRAGEDIA ATENIENSE.
La tragedia ateniense difiere fundamentalmente de la mayor parte de los tipos de teatro
empleados en la actualidad y, por supuesto, de todos los guiones para cine o televisión. Ni el
público asistía para divertirse, ni el autor pensaba en divertir a los espectadores. La representación
de las tragedias era considerada como una liturgia, es decir, una ceremonia de carácter políticoreligioso donde se trataban a fondo los más serios problemas que afectaban a toda la comunidad
de la época, pero tan bien enfocados y magistralmente planteados, que a más de dos mil años de
distancia, conservan su actualidad y siguen interesando como problemas a filósofos, estadistas,
religiosos, psicólogos, etc.
Durante su período de oro, para montar una tragedia se requerían 2 ó 3 actores solistas, un
corifeo (director del coro), 12 ó 14 coreutas (miembros del coro que cantaban y bailaban), 2 ó 3
músicos, varios directores y por supuesto un patrocinador.
Los actores vestían túnicas de colores, calzaban con zapatos de tacón muy alto para indicar que
representaban seres superiores al común de los mortales y usaban máscaras de madera que en
parte los caracterizaba y en parte les servían de cajas de resonancia. A ellos era encomendado
principalmente el desarrollo de la acción a través de largos discursos o diálogos, que también
comunicaban ideas.
El vestuario de los coreutas era similar al de los actores. Las funciones del coro eran múltiples:
poner en antecedentes, narrar hechos sucedidos fuera de la escena, amonestar al público o a los
actores, emitir juicios de valor sobre la conducta de los personajes, comunicar el pensamiento del
autor, dar el clima psicológico de la obra, hacer una especie de entreacto para cortar la acción, etc.
ESTRUCTURA. Las tragedias atenienses están escritas en verso y organizadas en forma de diálogo;
su lengua original es el griego culto que se habló en Atenas entre los siglos V y IV a.C. Su estructura
consiste en una alternancia entre las intervenciones de los personajes (episodios) y las del coro
(estásimos). Si la obra comienza con el coro cantando, este inicio se llama párodo; si es con un
actor recitando frente al público, prólogo. Si termina con la salida procesional del coro, a esto se le
llama épodo; si es con el recitado de un actor solo en la escena, epílogo.
Características: a) Asunto de la antigüedad: el asunto abordado por la obra se encuentra alejado,
espacial y temporalmente, tanto del autor como del espectador. b) La actualidad del problema
planteado, que permanece por dos razones: 1) Los problemas expuestos son tan de nuestro
tiempo como entonces, 2) El método seguido para el análisis de las situaciones conflictivas no sólo
es actual sino ejemplar.
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La tragedia se origina de la tensión entre los oscuros poderes incontrolables a los que el hombre
está entregado, y la voluntad de éste para luchar y oponerse a ellos. Esta lucha es generalmente
infructuosa, e incluso lleva al héroe a un mayor sufrimiento y a menudo la muerte; pero luchar
contra el destino es el mandato de la existencia humana que no se rinde.
MÓDULO 7.
Tres son los grandes nombres de la tragedia ateniense: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Dominaron
con su obra el siglo V a.C. en Atenas (el siglo de Pericles) y representaron, sobre todo Esquilo y
Sófocles, el más auténtico pensar de los hombres de su tiempo. De las aproximadamente 300
tragedias que escribieron, sólo han llegado completas hasta nosotros 33: 7 de Esquilo, 7 de
Sófocles y 19 de Eurípides.
UNIDAD IV. CINCO POETAS DE LA ANTIGUA ROMA.
INTRODUCCIÓN.
En Lengua, Derecho, Costumbres, Instituciones Administrativas, nuestro tiempo guarda, con la
Antigua Roma, una relación estrecha. Fundada, según la tradición, en el año 753 a.C., su caída
podemos fecharla, según la historiografía, en el 476 d.C., la cual representa la caída del Imperio
Romano de Occidente.
Creadores del más fabuloso imperio de la historia, los romanos fueron los maestros, los
civilizadores y unificadores de Europa. Nos gobierna el derecho de Roma y hablamos, como los
franceses, italianos, portugueses, rumanos, etc., una lengua derivada del latín. A este pueblo
debemos de manera directa nuestra civilización y nuestra cultura.
Livio Andrónico (s. III a.C.), griego llevado a Roma como esclavo, inicia el desarrollo de la literatura
romana, primero con una traducción de La Odisea al latín y después con traducciones,
adaptaciones y creaciones propias de tragedias y comedias al modo griego. Cneo Nevio (265 a.C.),
latino nacido en Campania, continuó la labor de Livio Andrónico: escribió el Bellum Poenicum (La
guerra púnica), un poema épico sobre los triunfos de Roma, y también escribió comedias y
tragedias de gran popularidad. Quinto Ennio (239-169 a.C.) cultivó, como su contemporáneo
Nevio, la tragedia, la comedia y la poesía épica. El autor dramático por excelencia entre los
romanos fue Plauto (254-184 a.C.). Llegado al teatro por necesidad, muy pronto se hizo célebre
por la caracterización de sus personajes y la comicidad de las situaciones.
A estos cuatro autores correspondió, principalmente, el desarrollo del latín literario, cuyo periodo
de gloria se inicia con la poesía de Cátulo y Lucrecio, y termina, ya en la alborada de la Edad Media,
con los escritos cristianos de San Agustín.
MÓDULO 8. CINCO POETAS DE LA ANTIGUA ROMA.
Cátulo (77-50 a.C.) adaptó al latín las formas literarias de Safo y de algunos otros de los grandes
poetas griegos, pues aquí, como en todo, Roma siguió lo más fielmente posible la tradición helena.
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Asimismo, es el cantor del amor en su manifestación más apasionada, y de la más descarnada y
realista de las críticas. Es un poeta de contrastes, de extremos: junto a los poemas tiernos y
amorosos, se encuentra la sátira punzante contra Julio César, contra su amigo poeta, contra las
matronas y los caballeros, ni su protector se escapa. Por él sabemos vicios vergonzantes de
muchos de los héroes políticos y militares de su tiempo. Ternura y agresión. Pasión y desencanto.
Tito Lucrecio Caro (98-54 a.C.) siente en carne propia la ruina de los hombres de su tiempo: luchas
e intrigas se suceden unas a otras, sin más ideal que el ansia de poder y la ambición desmedida.
Dotado de una sólida formación filosófica y un gran poder de síntesis, escribe un largo poema De
Natura Rerum (Sobre la naturaleza de las cosas), en el que propone a sus conciudadanos un
camino de salvación. Para Lucrecio todos los males del hombre se originan en la ignorancia. El
camino de la felicidad es la observación de la naturaleza, pues en la ciencia se descubre la solución
al más grande de nuestros problemas: el sufrimiento.
Propercio (50-16 a.C.) es de los grandes poetas romanos, tal vez el más desconocido para el gran
público. Su obra no ha corrido la fortuna de la de Horacio, Ovidio o Virgilio, y si como poeta los
iguala, como autor de elegías supera con mucho las célebres de Ovidio. La elegía a la muerte de
Cornelia, uno de los más bellos ejemplos de la poesía del dolor es, al mismo tiempo, el más
acabado retrato del ideal de la matrona romana.
Horacio (65-8 a.C.). Sus sátiras, sermones, epístolas y odas proponen al hombre un plan de vida
llamado la “aurea mediocritas” (dorada mediocridad), que consiste en no aspirar a lo que no se
puede alcanzar, conformarse con poco, no por resignación sino por la convicción derivada de los
problemas creados por la mucha ciencia, dinero o poder. Su programa de vida se resume en la oda
Beatus Ille (Dichoso aquel).
Virgilio (70-19 a.C.). Entre los poetas de la antigua Roma, tal vez ninguno haya influido tanto en los
posteriores siglos como Virgilio. La Edad Media lo tituló el altísimo maestro y el Renacimiento lo
imitó en todos los idiomas. El más grande de sus méritos reside en la elegancia de la forma y del
planteamiento de situaciones. Tres fueron sus temas favoritos: el pastoril, expuesto en sus
églogas; el del campo y sus labores, tratado en la geórgicas; y la grandeza de Roma, expuesta en
un poema que por mucho tiempo sirvió de historia nacional a los romanos: La Eneida.
NOTA SOBRES LOS PROSISTAS.
Los romanos, como los griegos, gustaron de la prosa didáctica y en particular de la historia.
Abundan también los diálogos filosófico-morales, las gramáticas y preceptivas. Lugar especial
merece la oratoria, campo en el que Cicerón es el maestro indiscutible. De las novelas, las más
célebres son dos: El Satiricón, de Petronio, y El Asno de Oro, de Apuleyo. Los historiadores,
particularmente Julio César, descubren el mundo del ejército romano y sus campañas, al mismo
tiempo que el de los pueblos conquistados.
UNIDAD V. LAS LITERATURAS MEDIEVALES.
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La Edad Media comprende desde el saqueo de Roma por Alarico en 410, hasta la publicación de La
Divina Comedia de Dante Alighieri en 1313. Sin embargo, esta unidad no enfocará
cronológicamente el fenómeno literario de este periodo, sino que agrupará las obras de acuerdo a
los ideales que representan, así, se hablará de Literatura Eclesiástica, Feudal, Caballeresca,
Cortesana y Burguesa.
MÓDULO 9. LITERATURA ECLESIÁSTICA Y FEUDAL.
La sociedad medieval se divide en tres estratos: el burgués, el feudal y el eclesiástico. Una de las
características del pensamiento de dicha sociedad era el considerar la existencia como un
peregrinar hacia la vida verdadera en el cielo. No obstante que la literatura de cada estrato
obedece a los ideales del grupo, tratándose de una época eminentemente religiosa, toda la
producción literaria se verá matizada de conceptos cristianos.
LITERATURA ECLESIÁSTICA.
A mediados del siglo II, en el territorio imperial romano, surge un grupo de escritores religiosos
que da origen a la nueva literatura cristiana. A estos escritores se les llama Padres Apostólicos, por
su relación con alguno algunos de los discípulos de Cristo. La segunda generación de escritores
cristianos son los Apologistas, llamados así por defender la fe cristiana y a sus fieles de la
persecución romana. Con los Apologistas se inicia la serie de brillantes escritores y teólogos que
constituyen el grupo de los Padres de la Iglesia, como son San Jerónimo, San Ambrosio de Milán o
San Agustín de Hipona, defensores y consolidadores del cristianismo primitivo, cuya obra domina
el panorama de los siglos IV y V de nuestra era. Pero es, sin lugar a dudas, San Agustín (354-430),
obispo de Hipona, quien domina el panorama intelectual y literario de su tiempo; en su obra
plantea las bases de un mundo nuevo. Los veintidós libros de La ciudad de Dios, son el núcleo
intelectual de la Edad Media.
Las necesidades estéticas de la Iglesia Primitiva fueron muy limitadas, pero a medida que se
organizaba en administración y gobierno, fue ampliando sus necesidades de formas solemnes
donde el canto y la expresión literaria fueron elementos principales. De un pueblo a otro, clérigos
y juglares iban cantando milagros, vidas de santos o de Cristo y la Virgen. Como la mayor parte de
la gente no sabía leer, la Iglesia empleó todas las artes para la predicación; y tal vez la más tardía
creación de la literatura religiosa sea el teatro. Los clérigos aprovecharon este género y
empezaron a representar, primero dentro de las iglesias, después en los atrios y finalmente en las
plazas, uno o varios episodios de la historia, doctrina o leyendas cristianas. De ahí arranca nuestro
teatro. En el siglo XI aparecen dentro de los oficios litúrgicos de las grandes fiestas, breves escenas
que poco a poco se irán independizando para constituirse en un todo aparte de lo litúrgico y
culminarán en la España del siglo XVII con el esplendor barroco de los autos sacramentales de
Calderón de la Barca.
LITERATURA FEUDAL.
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El mundo de los bárbaros se fue extinguiendo poco a poco. Los cantos de los antiguos guerreros se
fueron perdiendo en el olvido. Uno solo de aquellos cantos ha llegado completo hasta nosotros tal
y como lo oyeron en sus agrestes castillos los sajones en la Inglaterra apenas cristianizada del siglo
VI: la historia de Beowulf, el matador de dragones. Independientemente de la existencia real de
los personajes que intervienen en el poema, tras el argumento fantástico se esconde la realidad de
la constitución de los Estados europeos: una tribu sigue a un líder señalado por un hecho
extraordinario, bajo su mando se agrupan y con el tiempo adquieren poder y riqueza para
terminar constituyéndose en una nación.
Unos siglos más tarde, en el otoño de 1095, Urbano II predica las cruzadas, cuyas consecuencias
históricas, sociales, económicas y religiosas que trajeron consigo fueron múltiples. El contacto con
los refinados imperios bizantino y musulmán transformaron el panorama de las cortes europeas.
Al mismo tiempo que en Oriente los nobles cruzados combatían por su fe, en Francia, la dulce
Francia medieval, un desconocido poeta escribía y cantaba la gesta de los francos: La Canción de
Roldán. Se trata de un poema de episodios milagrosos, cuyo asunto es una pequeña escaramuza
librada por Carlomagno contra los vascos, en el paso de Roncesvalles, después de una infructuosa
excursión armada contra los musulmanes establecidos en España.
Durante mucho tiempo la literatura dominante en las cortes feudales fue la épica. Beowulf y La
Canción de Roldán no son sino dos muestras de ella. Los señores, cuyo oficio era la guerra,
gustaban de oír en las largas veladas invernales o en los cortos periodos de paz, el elogio de
hechos y virtudes que para ellos constituía la razón de su existencia.
MÓDULO 10. LITERATURA CABALLERESCA Y DEL AMOR CORTÉS.
En el siglo XII los ideales de los señores feudales sufren una violenta transformación. A los cantares
de guerra se suman los amorosos. Los austeros castillos se transforman en cortes. Los juglares
dejan paso al trovador refinado. La mujer se convierte en la reina de la corte. El hombre pasa a un
segundo plano: es el servidor que nada espera a cambio de la total consagración a su dama, el
oficio de guerra lo muda en oficio de amor. Dos formas literarias predominan en este mundo
cortés: la poesía lírica amorosa y la novela. El más importante de los novelistas franceses del
medievo, Chretién de Troyes, nos ilustra con dos novelas la actitud dominante en las refinadas
cortes del apogeo de la Edad Media. En el Perceval expuso Chretién su teoría sobre la formación
del caballero; y en Tristán e Isolda, la romántica historia de amor y de muerte, desarrolla la teoría
del amor cortés.
MÓDULO 11. EL MÁS ILUSTRE BURGUÉS DE LA EDAD MEDIA.
El desplazamiento de reyes, nobles y soldados hacia el Oriente, durante las cruzadas, trajo consigo
un incremento en el comercio, del cual se fueron enriqueciendo los comerciantes, artesanos y
banqueros, habitantes de las pequeñas ciudades amuralladas (brugos), a quienes se les llamó
burgueses. Nueva clase social generadora también, con el tiempo, de una nueva época: el
Renacimiento. Despreciados por los señores feudales, repudiados por los soldados y campesinos,
recelosos de una Iglesia aliada al feudalismo, los burgueses para unir sus fuerzas fortificaron sus
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ciudades y desarrollaron su propia literatura, la cual exalta los valores de su grupo y resume, casi
siempre, un justo resentimiento social. Tal vez los dos más clásicos ejemplos sean Los Fabliaux y el
Roman de Renard. El objetivo de Los Fabliaux fue el provocar la risa, pero al describir las
situaciones injustas se convierten en una verdadera protesta disimulada contra la sociedad feudal.
Los autores del Roman de Renard satirizan las costumbres, la literatura y las personas de la alta
sociedad del siglo XII.
Pero no siempre jugaron los burgueses con la literatura de las cortes, muchos de ellos hicieron
evolucionar la poesía amorosa de los trovadores provenzales, castellanos y gallegos, para
convertirla en el dulce estilo nuevo (dolce still nuovo), cuyo principal seguidor fue el más ilustre
burgués de la Edad Media, Dante Alighieri, quien tenía como núcleos de su visión interna el amor,
el orden y la salvación, con los cuales estructura su universo fusionador de culturas y de tiempos,
con ellos escribe su obra límite de una era y principio de otra: La Divina Comedia, escrita entre
1302 y 1321, obra monumental en la que une tres culturas: la clásica, la cristiana y la europea, y
tres tiempos: el pasado, el presente y el porvenir.
UNIDAD VI. EL MUNDO CAMBIANTE DE LA EDAD MODERNA.
Mientras Dante, en los inicios del siglo XIV trabajaba en La Divina Comedia, los abogados de las
ciudades del norte de Italia se deleitaban leyendo en los antiguos manuscritos conservados en los
conventos, las obras de los poetas, oradores e historiadores romanos, iniciando ellos así, de una
manera totalmente accidental, el Renacimiento. Puesto que, con el tiempo, la Roma de los Césares
resucitó de entre sus ruinas para convertirse en la maestra de formas e ideas que imitaron los
italianos primero y toda Europa después. Francisco Petrarca y Juan Boccaccio, dos hombres
nacidos en la alborada del siglo XIV, son quienes marcan con su vida y con su obra, el principio del
nuevo orden existencial.
Francisco Petrarca (1304-1374). Si bien muchas de sus teorías pertenecen al mundo medieval y
algunos de sus libros, como El Secreto Conflicto de mis Cuitas, pertenecen a la más pura tradición
medieval, ya que continúan al estilo de Las Confesiones de San Agustín, o las Consolaciones de
Boecio, su postura frente a la antigüedad clásica, su actitud amorosa, su latín fluido y elegante y
muchas de sus rimas y canciones en toscano descubren una postura muy diversa a la medieval. En
su extensa obra latina tiende a imitar modelos clásicos y de su estilo puede decirse que es una
mezcla del de Cicerón y Virgilio; Cicerón fue su modelo para su colección de epístolas, Virgilio y
Tito Livio para África, poema que narra en estilo heroico y versos hexámetros la segunda guerra
púnica y que es en realidad una exaltación de lo romano, y con el cual obtuvo su coronación como
Poeta de Roma. Sin embargo, fueron sus canciones y sus rimas escritas en toscano las que le
produjeron una enorme popularidad y como consecuencia una innumerable serie de imitadores y
seguidores de su escuela, mediocres algunos, otros de la envergadura de Garcilaso o de Quevedo.
Petrarca tuvo dos grandes pasiones: la unificación de Italia y Laura. Su correspondencia con los
emperadores del Sacro Imperio dan testimonio de la primera, mientras que su Cancionero Italiano
es la más viva manifestación de su amor por la segunda. Los 366 poemas que lo componen están
dedicados a Laura y están ordenados a manera de un diario poético donde se comunica la
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evolución de una vivencia amorosa, resultado de una exploración íntima meticulosamente
meditada. El tono de los poemas oscila entre la pasión amorosa y la contemplación, entre la
esperanza de la plena realización y la imposibilidad de la posesión, entre la expectativa y la
desesperanza, entre la resignada espera y la rebeldía.
Juan Boccaccio (1313-1375). Este testimonio, expresado en una de las pocas cartas que se
conservan de él, permite situarlo dentro de los primeros humanistas del Renacimiento temprano
que se da en la Italia del siglo XIV: “Constituye mi orgullo y mi gloria haber sido el primer toscano
que se ha inspirado en la poesía griega… Y el primero que trajo a Etruria la obras de Homero y de
otros autores griegos, y en conseguir que se leyesen en público los poemas homéricos”. Inmerso
en plena masa popular, afrontando dificultades económicas, Boccaccio no se aísla como Dante en
su torre de erudición y de su amor platónico, ni se consagra por entero a la exaltación de la belleza
y de la antigüedad como Petrarca, sino que va del mundo mítico de la Ilíada al bullicioso ambiente
de la corte de Nápoles y en ambos vive. Una de sus obras, de 1355, ha llegado tan fresca y actual a
nuestros días como lo fue en su época, El Decamerón: la peste se ceba en Florencia, en la ciudad
reina la muerte; siete damas nobles y tres jovencitos deciden sustraerse a los influjos de la
epidemia, refugiándose en una casa de campo, donde pasan 14 alegres jornadas entre diversiones
y placeres y, en primer lugar, la narración de cuentos. Los relatos no tienen ninguna finalidad
didáctica, sólo aspiran a divertir e interesar, interrumpiendo así la larga tradición medieval de
enseñar deleitando.
MÓDULOS 13 Y 14. DE LA NARRATIVA ITALIANA A LA MUERTE DE LA CABALLERÍA.
Es en la corte de Lorenzo de Médicis donde el argumento de los antiguos poemas caballerescos se
renueva para dar paso a los nuevos ideales éticos y estéticos del Renacimiento. Pulci, Boyardo y
Ariosto marcan la evolución del caballero renacentista que terminará decepcionado de sus propios
ideales en las aventuras de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Cervantes.
Entre 1460 y 1470, Luigi Pulci escribió un poema, Morgante, de corte caballeresco donde funde
varios de los poemas épicos que todavía en su tiempo circulaban cantados por los juglares, cuyo
tema trata como una parodia burlesca.
Mateo María Boyardo (1434-1493) no llega tan lejos en el camino de la parodia al escribir su
Orlando enamorado, pero supera al anterior en fantasía y en su propósito de desvirtuar los mitos.
En Orlando enamorado, Roldán y Reinaldos se han enamorado de la misma hermosura pagana.
Ludovico Ariosto (1474-1533) trata en su Orlando furioso el mismo tema que Boyardo. De este
poema se ha dicho que así como La Divina Comedia de Dante constituye una síntesis del mundo
medieval, el Orlando furioso de Ariosto sintetiza plenamente el Renacimiento italiano.
La novela caballeresca se convierte pues, durante el Renacimiento, en una novela de aventuras
fantásticas, en muchos de los casos ridiculizadora de los ideales y de los personajes de los antiguos
poemas bélicos o de las novelas corteses. Esto no quiere decir que la novela caballeresca, absurda
ya en el Renacimiento, pierda escuchas o lectores. Conserva el favor popular y cruza los siglos XV,
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XVI, e incluso los primeros años del XVII. La fanática admiración popular hacia ella fue uno de los
motivos que impulsaron Miguel de Cervantes para que en 1605, editara la primera parte de su
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, novela de aventuras con las que se proponía, a
través de la ridiculización del protagonista, desprestigiar para siempre los libros de caballerías.
Escribió una segunda parte y la terminó con la muerte del protagonista. Esta obra es considerada
una de las obras cumbres de la literatura mundial y la novela por excelencia de la literatura
castellana.
UNIDAD VII. BAJO EL SIGNO DEL BARROCO.
INTRODUCCIÓN. CARACTERÍSTICAS.
Pérdida del equilibrio clásico. El equilibrio entre fondo y forma, entre la expresión y lo
expresado se rompe, se inclina la balanza en forma excesiva hacia uno de los polos.
La acumulación. Lo que en el renacimiento era estructural, el barroco lo convirtió en
decorativo y lo prodigó, dando el aspecto de recargamiento, ya en los adornos, ya en las ideas.
Espíritu antirreformista. Se ha llegado a decir que es el arte de la contrarreforma, por ser
una arte preocupado por problemas de orden sobrenatural, de orden religioso.
Nihilismo temático. La temática es mínima o inexistente, sólo la suficiente para lucir la
habilidad conceptual o retórica, como los grandes poemas de Góngora, obras de arte con tema
insignificante.
Abandono de la imitación clásica. Sin desconocer a los clásicos, ya no los van a tomar en
cuenta como modelos.
Espíritu de aristocracia. Las figuras y las licencias retóricas adquirieron carácter de
necesarias, y entre más raras, atrevidas y difíciles, tanto mejor. Con tal técnica, sus creadores
vivían en un mundo de hermosura, lejos de la ordinariez y la fealdad.
Conciencia de una etapa de decadencia. Agotada la alegría vital del Renacimiento, la
mirada del baroco trasciende lo efímero y se pierde en el infinito, en la melancolía, en el culto a la
soledad.
Culto al contraste. En lo formal, se busca la oposición entre luz y sombra. En lo ideológico,
se ama la confrontación violenta de temas opuestos: amor-dolor, muerte-vida, juventud-vejez.
Síntesis de todos los conocimientos de la época. Es una literatura de formas cultas, de
temas cultos, para gente culta. Es totalizadora: nada le sobra, todo lo aprovecha. Caso típico es el
de Sor Juana Inés de la Cruz, que estudió todo lo conocido en el México Virreinal, para poder
entender la teología de la Sagrada Escritura.
El Barroco no fue uno en toda Europa; sin embargo, el panorama literario europeo, salvo
excepciones notables, es en muchos casos superado por la literatura española, tanto en cantidad
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como en calidad. El Renacimiento y el Barroco constituyen sus dos grandes siglos de oro. Por la
excelencia de dicha literatura, se ejemplificará el Barroco sólo con lecturas en español.
MÓDULO 15. LA LÍRICA Y EL TEATRO EN LENGUA ESPAÑOLA.
LA LÍRICA.
El Barroco implica el predominio de los elementos decorativos y expresivos. Los elementos
decorativos pueden dirigirse a complicar la forma, y es lo que se denomina barroco en la palabra
(culteranismo); o se complica el fondo, el concepto, y entramos en el campo del barroco en la idea
(conceptismo). Al estudio de estos adornos, llamados figuras, está dedicado este módulo. Se
examinarán los más importantes.
A). ELEMENTOS DE COMPLICACIÓN EN LA FORMA (PALABRA).
Metáfora. Figura importantísima, sobre todo a partir del Barroco. Se presenta como una
comparación abreviada y elíptica (sin el verbo), en la que está tácito el término común y la palabra
“como”: “sus cabellos (son) de oro”, en lugar de: “cabellos como el oro” (“cabellos de color
dorado”).
Hipérbaton. Consiste en cambiar el orden de las palabras en la oración. El orden normal es colocar
primero el sujeto, luego el verbo y el predicado, y dentro de los complementos el directo, el
indirecto y los circunstanciales. Y el hipérbaton altera este orden lógico: “Tantas al Betis lágrimas
le fío” (Góngora).
Neologismo. Es la palabra nueva que se introduce en una lengua.
Alusiones al mundo clásico. Los autores barrocos las utilizaron, y en especial a la mitología griega
y latina. Todo un conjunto de dioses y diosas del Parnaso se introdujeron a la poesía, lo que dio a
ésta un toque especial de cultura y erudición.
Alusiones científicas e históricas. Fueron muy usadas como ornamentación, se hallan en multitud
de poemas, y en algunos casos los mismos hechos históricos fueron poetizados por los autores.
Se puede objetar que los dos tipos de alusiones mencionadas no complican el lenguaje, puesto
que sólo introducen nombres y hechos; pero, sí complican el sentido de lo escrito, según el grado
de conocimiento que se tenga de lo aludido.
B). ELEMENTOS DE COMPLICACIÓN EN EL CONTENIDO (CONCEPTO).
Antítesis. Contrapone unos pensamientos o ideas a otros, haciendo que resalte más la idea
principal: “Feliciano me adora y le aborrezco/Lizardo me aborrece y yo le adoro/por quien no me
apetece ingrato, lloro,/y al que me llora tierno, no apetezco” (Sor Juana Inés de la Cruz).
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Paradoja. Reúne dos ideas contradictorias, pero el razonamiento no implica una contradicción,
sino que se pone más en relieve la profundidad del pensamiento: “Vivo sin vivir en mí/y tal alta
vida espero/que muero porque no muero” (Santa Teresa).
Hipérbole. Es la exageración de una verdad para inculcarla con mayor fuerza, haciendo resaltar ya
bien un defecto o una virtud: “Érase un hombre a una nariz pegado/érase una nariz
superlativa,/érase una nariz sayón y escriba,/érase un peje espada muy barbado” (Fco. de
Quevedo).
Juegos de palabras. Consiste el artificio en transformar el objeto y convertirlo en algo contrario de
lo que parece: “La blanca y hermosa mano,/hermoso y blanco alguacil”.
ENTRE DOS TENDENCIAS: LOPE DE VEGA.
Lope de Vega se encuentra en una situación especial con respecto al barroco. Es tradicional y
renacentista en parte de su obra, pero es barroco en la otra. Su trabajo se puede dividir en obras
en prosa: novelas, prosa histórica, ascética y crítica; verso: poesía religiosa, profana, epístolas,
rimas, poemas narrativos, descriptivos, burlescos, pastoriles, históricos, caballerescos, mitológicos;
y teatro: autos, comedias, leyendas, crónicas novelescas, orientales, costumbristas, moralizadoras,
filosóficas.
GÓNGORA Y EL CULTERANISMO.
A Luis de Góngora se le ha mencionado siempre como el poeta culterano por excelencia. Sus obras
La fábula de Polifemo y Galatea, Las Soledades y el Panegírico al Duque de Lerma, son las cimas en
que descansa todo el ideal culterano en la poesía.
QUEVEDO Y EL CONCEPTISMO.
Francisco de Quevedo fue entre los de su época el hombre más culto. Filósofo y teólogo,
historiador, novelista, dramaturgo, poeta, escritor de costumbres y humanista. Es considerado una
de las personalidades más notables del Barroco y se le adscribe como uno de los más grandes
conceptistas de su tiempo.
EL BARROCO MEXICANO: SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ (1651-1695).
Entre los poetas del Barroco Hispanoamericano la figura más preclara e interesante es la de esta
poetisa, que conjugó en su obra tanto el culteranismo como el conceptismo. Su aptitud innata
para el estudio y la poesía dio sus frutos tempranamente, a los ochos años ya escribía poemas,
aprendió latín en 20 lecciones, en 1664 es sometida a examen por el Virrey y sale triunfante ante
el interrogatorio de 40 letrados de todas las disciplinas. Su obra abarca los géneros de la poesía
lírica, el teatro y la prosa. Su prosa en Carta Athenagórica y la Respuesta Sor Filotea de la Cruz es la
más importante. Entre sus obras de teatro se encuentran Los empeños de una casa y Amor es más
laberinto. El género que con mayor abundancia fue el lírico, su obra más importante es el Primero
Sueño, un poema filosófico que llega a los mil versos.
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EL TEATRO BARROCO.
Más que en el Renacimiento, el teatro, principalmente en España, alcanzó su mayor esplendor en
el siglo XVII, tanto por lo nutrido de sus cultivadores, la enorme cantidad de obras, como por la
calidad de ellas. Para su estudio se dividirá el tema en drama barroco y auto sacramental.
A). DRAMA BARROCO.
Se cultivaron todos los géneros: tragedia, drama, sainete, teatro filosófico, con todos los asuntos:
teatro de tesis y de enredo, caballeresco y mitológico, costumbrista y fantástico, histórico y
fabuloso.
Sentimientos que predominan en él:
a). Lo religioso, como expresión de un pueblo eminentemente creyente, pero ortodoxo; con los
vicios de antaño (rencor al judío y al protestante). Su fe, sus devociones, sus problemas teológicos
eran llevados a las tablas. Obras representativas de este sentir son El burlador de Sevilla y El
condenado por desconfiado de Tirso de Molina.
b). Lo monárquico. El sentimiento de la monarquía es muy fuerte en España, el poder del Rey
emana de Dios, su persona es sagrada, la vida y la hacienda de los súbditos está a su disposición. Él
resuelve acertadamente todos los problemas difíciles de justicia y derecho. Defiende al plebeyo
contra las arbitrariedades de sus nobles. Su intervención, aun momentánea, es frecuente en el
teatro.
c). El honor. Su importancia como motivador de obras y lances teatrales es enorme, mayor que en
ningún otro país. Sus características, tan españolas, pueden ser las siguientes:
-Es un atributo inherente a la naturaleza humana; por eso no es exclusivo de ninguna clase
social.
-Todo honor ultrajado exige venganza o reparación.
-El honor está por encima de todo lo terrenal, incluso la vida.
-El honor y la deshonra son transmisibles, la infamia puede pasar de una generación a otra.
d). Lo popular. Se escribía para la muchedumbre, que tenía en el teatro casi la única diversión
colectiva. Lo representado eran sus costumbres, sus personajes, su manera de concebir la vida y
sus problemas. Para ello se aprovechó todo lo popular: tradiciones, crónicas, leyendas, romances,
coplas.
B). EL AUTO SACRAMENTAL.
Es un subgénero típicamente español, expresión de su profunda fe, con hondas raíces
tradicionales, representado a propósito de las fiestas de Corpus. Es una composición dramática en
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verso, en una jornada, alegórica y relativa a la Eucaristía. Es un teatro de ideas, y como
consecuencia de ello, resulta un teatro abstracto, en donde los conflictos o pugnas no se dan entre
personas, sino entre ideas o conceptos religiosos.
La representación. Los autos se representaban en las plazas o en las calles, con gran pompa y
complicaciones de tramoya. A esto hay que añadir la música, ya que algunas partes eran pensadas
para cantarse.
Lo popular. Como todo el teatro barroco, era un espectáculo para toda clase de público, y cada
quien captaba según sus capacidades. A pesar de sus complejidades idiomáticas y conceptuales,
fue popular.
UNIDAD VIII. UN DRAMA DE TODOS LOS TIEMPOS.
La obra de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) señala el apogeo de un siglo hasta el punto que
no tiene en la literatura española un rival a su altura.
Si Lope de Vega es la España de todos los tiempos, Calderón representa la cima hasta donde el
mundo del barroco, expresión y cultura, fondo y forma, pudo llegar.
Al nacionalismo de Lope y al corte popular de sus comedias se opone el ecumenismo de Calderón
y la elegancia aristocrática de ideas y lenguaje en sus obras.
Calderón triunfa en el teatro de las ideas, de símbolos, de problemas eternos, de pasiones
atemporales.
Su drama, La vida es sueño, es la obra en la que el teatro español llega a su máxima expresividad.
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