Este dibujo forma parte de una serie de países de abanico

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35| LA VEGA, Francisco
País de abanico con la arquitectura efímera para las fiestas que celebraron la entrada
en Nápoles del rey Carlos de Borbón (Entre 1734-1759)
Dib/13/ 4/ 13
Dibujo sobre papel amarillento verjurado : pluma, pincel, tinta parda, negra y aguadas
rojas y grises ; 296 x 538 mm.
Barcia n.º 1980.
Este dibujo forma parte de una serie de países de abanico destinados a conmemorar la entrada y coronación de don Carlos de Borbón como rey de
Nápoles y Sicilia. En total se conservan cinco dibujos, dos de ellos en la Biblioteca Nacional. Este con la imagen de las arquitecturas efímeras para las
festividades celebradas en Nápoles con motivo de la entronización del soberano, y otro (B 1979, Dib/13/4/14) con la representación de la batalla de
Bitonto, victoria decisiva que garantizaba a don Carlos la posesión del
reino. Dos dibujos más guarda el British Museum (Prints & Drawings 1891,
0713.606/7). Uno lleva la inscripción: «Valerosa revista de Trincheras del
Real Infante de España Don Carlos Borbon en el Sitio de Gaeta año 1734»,
y está firmado por: «Fco. La Vega. Hispas. Bilbilitanus Inbv. e Deliniavit
Roma», anotándose también haber sido «Miñado por Leonardo Egiarmon
Flamenco». El otro, posiblemente el principio o final de la serie, representa
un suntuoso cortejo triunfal que acompaña la carroza del soberano, con la
inscripción «El Real Infante de España Don Carlos Borbon Triunfante en
Italia. Ornado de diez y ocho Medallas de Reyes Coronados en Palermo»,
está firmado «Fro. La Vega Hisp. Let D», y se apunta que fue «Miñado por
Cayetano Pichini Romano». Por último la Hispanic Society de Nueva York
conserva no solo un quinto dibujo (Acc.n. A 761), sino también el abanico
original correspondiente, en el que se representa la «Coronación del Real
Infante de España Don Carlos Borbon en la Igla. Metropolitana de Palermo», llevando el dibujo la anotación del autor «Frco La Vega Hispa. Bilbilitanus» y de su miñador, «Miñado por Don Amador Sierra Español» (Banner 2005).
En su momento los dibujos se relacionaron con el pintor Francisco Preciado de la Vega (1712-1789), quien fuera responsable de los pensionados
españoles en Roma y que pudo conocer de primera mano los hechos narrados. Podemos decir en apoyo de esa primera atribución que la letra de
los dibujos coincide con los peculiares rasgos de la caligrafía del pintor.
Pero Preciado de la Vega nació en Écija y se bautizó en Sevilla, lo que contradice la afirmación de ser el autor natural de Bílbilis, la actual Calatayud.
Jean-François Méjanès, al analizar otro país de abanico, depósito del
Louvre en el Museo Bonnat de Bayona, atribuido a Gaetano Sardi, y que
muestra a Don Carlos recibiendo en 1732 los presentes de la ciudad de Florencia, señaló la presencia en el dibujo de una nota que lo vinculaba con el
coleccionista romano Pier Leone Ghezzi. Ghezzi conectaba este dibujo con
la serie de abanicos hecha en 1735 para el cardenal Troiano Acquaviva d’Aragona —desde el año anterior embajador de España ante la Santa Sede—,
por encargo de Isabel de Farnesio, madre de don Carlos y su principal valedora en la empresa italiana (Méjanès 1997). Es conocida la afición de la
reina hacia los abanicos y su gusto por enmarcarlos para decorar sus estancias personales. De hecho, en la testamentaría de Isabel de Farnesio, llevada
a cabo tras su fallecimiento en 1766, se llegan a contabilizar hasta 159 países en marcos, una colección verdaderamente impresionante (Ezquerra
1920).
Lisa A. Banner piensa que los dibujos pudieron efectuarse con posterioridad a los abanicos, fechándolos hacia 1759, doce años después de la
muerte del cardenal. La datación viene condicionada por la autoría, que no
puede considerarse del todo esclarecida, dada la dificultad de identificar al
responsable de los dibujos. Si se atribuyen al Francisco la Vega que llegó a
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ser director de las excavaciones de Pompeya y del Museo Herculanense,
este personaje vio la luz en Roma el 25 de junio de 1735, lo que se contradice con el origen bilbilitano que se reitera en tres de los dibujos conservados. A no ser que se refiriera al origen de su familia, que sabemos era española. Pero en cualquier caso obliga a considerar esta identificación con
cierta cautela. El Francisco la Vega que tanta fortuna haría después en la
corte partenopea estudió, en la misma Roma en que nació, matemáticas,
arquitectura y arqueología, pasando luego a Nápoles para trabajar en la villa de Portici como delineante del rey. Será, junto con Nicola Vanni y Camillo Paderni, responsable de los dibujos que figuran en el primer tomo de Le
pitture antiche d’Ercolano e contorni…, publicado bajo los auspicios del monarca en Nápoles en 1758, yendo veinte de las láminas firmadas con su
nombre, en muchos de los casos seguido del topónimo Ispanus o Spagnolo.
Para entonces era ya un dibujante destacado, y sabemos que el propio don
Carlos, estando ya en tierras españolas, siguió interesándose en el aprendizaje de ese «joven La Vega» que, tras el fallecimiento en 1764 de don Carlos
Weber, había pasado a desempeñar su cargo como director subalterno de
las excavaciones (Hernández Murga 1989). Se ha pensado que los dibujos
de los abanicos los habría llevado Carlos III como regalo a su madre
cuando marchó en 1759 a España, aunque resulta un obsequio algo sorprendente si la reina poseía ya los abanicos originales. La Vega tendría entonces 24 años y habría copiado los modelos conservados por los herederos del cardenal Acquaviva, fallecido cuando él solo contaba 11 años de
edad, atribuyéndose no solo el dibujo, sino también la invención, cosa que
solo podría explicarse en su deseo de hacer valer su persona antes de su
traslado a Nápoles. Por otro lado, aunque sea uno de los argumentos utilizados por Banner para apoyar su datación, habría que considerar por lo
menos extraño que uno de los abanicos lleve la inscripción CAROLUS III BORBONUS INFANS HISP., cuando hablamos de alguien que llega a España como
rey.
En cuanto al dibujo de la Biblioteca Nacional, representa la plaza artificial construida en el Largo de Palazzo para las fiestas que, en 1735, conmemoraron el retorno a la ciudad de don Carlos tras haber sido coronado rey
en Palermo. Se conserva una descripción impresa al año siguiente en la
que se describen pormenorizadamente los actos públicos que entonces se
celebraron, ilustrada con dos grabados de las arquitecturas efímeras realizadas bajo la dirección de Nicola Tagliacozzi Canale (1680-1764). Una de
estas estructuras era una calle artificial que desde el Lido, donde el monarca debía tomar tierra, conducía hasta la puerta de la escalera secreta
que llevaba a sus aposentos. La otra correspondía a lo levantado frente a
la fachada del palacio. El grabado muestra la tribuna central, a modo de
templete, con un zócalo de pilastras toscanas y un cuerpo alto con un orden compuesto coronado de trofeos. Todo muy barroco. Flanqueaba la
tribuna un anfiteatro con dos puertas, una hacia el palacio viejo y otra
junto a la iglesia del Santo Spirito, desplegándose entre ellas ocho palcos
para la nobleza. En medio de la plaza así formada se disponían dos grandes candeleros exentos, de forma piramidal, coronados por las alegorías
de la Paz y de la Victoria (Descrizione delle feste… 1735).
Comparar esta estampa con lo dibujado por Francisco la Vega refleja lo
poco que tiene que ver lo representado en el abanico con lo que en realidad
se hizo. Una arquitectura más fría, más distante, más severa, que tendríamos que atribuir no tanto a la distancia en el tiempo —pues aunque los dibujos se hubieran realizado casi veinticinco años después de que las fiestas
se celebraran, no olvidemos que vendrían a reproducir las escenas de los
abanicos originales—, sino seguramente a los aires de renovación que se
vivían en los ambientes romanos. [JMB]
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