¿RESPONDE LA ATENCIÓN ESPECÍFICA AL ALUMNADO DE ALTAS CAPACIDADES A UNA ACTITUD ELITISTA? Teresa Gómez* Debemos contribuir, esgrimiendo todos nuestros argumentos, a desterrar el extendido prejuicio de que ofrecer ayuda al que ya ha sido destinado en principio por el azar genético como un elegido, al ser dotado de una inteligencia superior a la media, es perpetuar el elitismo. Bien al contrario, y desde la perspectiva de los más elementales principios de justicia social, se trataría de una clara conducta de negación de auxilio, pues estaríamos privándole de la oportunidad de desarrollar el potencial que se le ha entregado, condenándole a la mediocridad y quizá, en el peor de los casos, abocándole al fracaso escolar y social, a una convivencia desde la incomprensión y la soledad. No podemos seguir ignorando la existencia de este curioso tipo de discriminación social que se viene produciendo en nuestras escuelas. Una discriminación basada por una parte, en creencias falsas (son “semigenios” que no necesitan ayuda, saldrán adelante solos…) y por otra, en el desconocimiento y/o la desatención que hasta hace muy poco ha manifestado el sistema educativo hacia ellos (dificultades metodológicas en cuanto a detección, diagnóstico, tratamiento…), que han obstaculizado el desarrollo de programas o medidas que permitan abordar la necesaria consideración de las necesidades educativas especiales que exige este alumnado. Y es que la inteligencia, aún hoy desde determinados sectores, sigue considerándose un bien de las élites. Sin embargo, no hay argumentos que puedan sustentar esta consideración. Es verdad que las élites suelen contar con medios y motivaciones para desarrollar el potencial de inteligencia con que cuentan. Qué curioso que conforme se avanza en la pirámide escolar, disminuya el número de alumnos superdotados entre los que pertenecen a las clases social y culturalmente menos privilegiadas (Jiménez Fernández y col., 2002). ¿No corrobora este dato, precisamente, la afirmación de que nuestro sistema educativo ha dejado la promoción de la excelencia fuera de su ámbito? En consecuencia, sólo aquellos contextos familiares y sociales con medios y motivación podrán desarrollarla, manteniendo así la permanencia de las condiciones de privilegio. Si estamos de acuerdo hasta aquí, tenemos necesariamente que estar de acuerdo en que una vocación de justicia social debería motivar la preocupación y la toma de decisiones de los responsables de la política educativa, llevándole a defender la necesidad de dotar a las clases menos pudientes de esos instrumentos que les permitan desarrollar el potencial de inteligencia que les ha sido dado, pues de otro modo, sólo aquellos talentos procedentes de las capas sociales más adineradas de la sociedad, podrán gozar de las oportunidades que precisan para desarrollar plenamente sus altas capacidades. Desde esta perspectiva, el desarrollo de la capacidad de los menos favorecidos dependerá, en gran medida, de la calidad de la escuela, de la capacidad que ésta tenga para ofrecer a cada uno de sus alumnos una atención adaptada a sus peculiaridades. Así pues, no podemos permitir que en el marco de nuestras escuelas, cada día más pretendidamente equitativas, integradoras, o inclusivas –como diríamos ahora- se siga ignorando la existencia de alumnado con altas capacidades que presenta unas necesidades educativas específicas a las que es necesario dar respuesta. La escuela, y más aún la escuela pública, sostenida con fondos públicos, tiene que ofrecer a todo su alumnado las oportunidades y las condiciones para optimizar sus recursos de modo que la capacidad no se marchite por falta de atención, privándole sin duda de una gran satisfación personal, pero también privando a la sociedad, a la cultura, al arte, a la ciencia… de posibles talentos privilegiados que contribuyan a su avance. O lo que es peor, que estas capacidades extraordinarias, contrariadas y sometidas sistemática y cruelmente a la media, deriven en conductas antisociales. La singularidad y heterogeneidad que presenta este alumnado –junto a la despreocupación que por sus necesidades hemos manifestado hasta ahora- dificultan enormemente proponer un modelo de emplazamiento escolar y un método de enseñanza ideal; pero desdeluego éste ha de pasar por la superación del currículo ordinario como único recurso, por la oferta de diversas formas de agrupamiento y metodologías flexibles que ofrezcan los desafíos adecuados para desarrollar tanto sus recursos cognitivos como sus habilidades sociales. A nuestro sistema educativo le cuesta desprenderse de las viejas intenciones instruccionales, cuyo objetivo primordial sería la acumulación y reproducción de datos, para adentrarse en un proceso de enseñanza-aprendizaje más acorde con la nueva sociedad de la información y de la tecnología, centrado en la organización y gestión de los propios recursos cognitivos, metacognitivos, psicosociales, afectivos, creativos… Si el recorrido de este camino sería una ventaja para todo tipo de alumnado, en el caso del alumnado de altas capacidades, se convierte en una necesidad imperiosa, pues su estilo de aprendizaje, autónomo, crítico, motivado, persistente y creativo estaría mucho más acorde con un modelo de profesorado que no pretende ofrecerle todos los datos sino guiarle en la búsqueda de ellos. Ofrecerle los recursos que le permitan gestionar su inteligencia ayudándoles a desarrollarla a través del manejo de habilidades y estrategias básicas de pensamiento. Por eso es urgente abordar de manera rigurosa los planes de formación del profesorado, pues hoy, la respuesta del profesorado frente a las diversas problemáticas que pueda presentar el alumnado de altas capacidades van desde la falta de respuesta específica (incluyendo a menudo la negación de la existencia), hasta el compromiso y la implicación en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno y su adaptación al sistema educativo. Pero en todo caso, estas respuestas se derivan de motivaciones profesionales y personales individuales, ya que no está contemplado con rigor en los planes de formación del profesorado el abordaje de las Necesidades Educativas Especiales que puedan derivarse de la condición de superdotación. Esperemos que se arbitren medidas y recursos (de hecho ya la Delegación de Educación de Granada, a través de su Equipo Técnico de Orientación Educativa y Profesional ha ejercido de pionera con la creación de una plaza de apoyo a la superdotación) , pues de la verdadera asunción –tanto por parte de la sociedad, como de la escuela misma- del tan bello aunque manoseado concepto de inclusión dependerá en gran medida la consecución del sueño de una escuela pública de calidad que quizá deba pasar por la consecución de un modelo estable sobre finalidades educativas y prioridades en la formación de los ciudadanos españoles. * Teresa Gómez Gómez Atención Educativa de alumnado con altas capacidades intelectuales Delegación Provincial de Granada