Convivencia y Juego.. - Universidad Católica Argentina

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La Experiencia de Servicio en la Formación de Futuros Profesionales. El
Taller de Convivencia y Juegos de la Villa 1-11-14.
Hernán Fernández Cid
Correo Electrónico: [email protected]
Dpto. de Compromiso Social, Pontificia Universidad Católica Argentina.
Fac. de Psicología y Psicopedagogía, Depto. de Psicología, Pontificia Universidad Católica Argentina.
Resumen
Este trabajo presenta la experiencia del Taller de Convivencia y Juegos que se
desarrolla en la Villa 1-11-14 del barrio de Bajo Flores en la Ciudad de Buenos Aires.
Se detallan diferentes elementos de la implementación del proyecto, la sistematización
de la intervención y de la acción en el lugar y se analiza el impacto que la actividad
posee en la formación de los futuros profesionales universitarios que concurren a la
Universidad Católica Argentina.
Tomando como instrumento la “Ficha de observación” diseñada ad-hoc para la
narración y la reflexión de la experiencia y utilizando como referencia la Psicología
Social se retoman algunos conceptos para comprender las posibilidades que los
estudiantes universitarios poseen para apropiarse de la experiencia como parte de su
formación universitaria y las opciones que pueden generar en función de la
planificación comunitaria de nuevos proyectos. Finalmente y en función de estos
análisis se discuten nuevos aportes y desafíos que la actividad puede generar a futuro.
Palabras Clave: Formación Universitaria – Psicología Social – Aprendizaje-Servicio –
Experiencia Comunitaria
Introducción
Estamos viviendo en un tiempo donde se observa cada vez con mayor virulencia la exclusión
y la miseria a la que grandes sectores de nuestra sociedad están destinados. En diferentes
espacios se observa la proliferación de viviendas precarias, donde no están garantizados los
servicios básicos. De la misma forma, el estado, a través de sus instituciones, ofrece
respuestas insuficientes a aquellos que más les debe: los más desprotegidos.
En este marco, desde hace un año se gesta la propuesta desde la Universidad Católica
Argentina para la integración y la promoción de los más vulnerados. Teniendo como objetivo
“la plena integración” de los habitantes de las “villas” de la ciudad, reconociendo su
participación en el tejido social y con los múltiples aportes que a él pueden hacerle
(Fernández, 2010), busca generar un vínculo fluido entre la comunidad universitaria y los
habitantes de las villas. Los primeros proyectos, durante el año 2010, se proponen una
presencia y cercanía para tomar contacto con la realidad del lugar y, en continua colaboración
con los curas que viven en esos espacios, poder ir ampliando el campo de acción en función
de lo trabajado. Se busca que la Universidad pueda tomar una vocación al servicio de los
pobres, pudiendo enriquecerse en el contacto con ellos y viviendo su promoción como una de
las principales metas de su obrar (Fernández, 2010).
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En este marco se implementa el “Taller de Convivencia y Juegos” en la Parroquia “Santa
María Madre del Pueblo” en la villa 1-11-14 del Bajo Flores. Junto a un grupo de estudiantes,
principalmente de la Carrera de Psicología y también de otras unidades académicas, se busca
fortalecer los vínculos con la comunidad, generar un espacio de juego “protegido” para los
más pequeños y desarrollar habilidades cognitivas y sociales que permitan mejores
posibilidades para estos niños en el futuro.
Para hacer un recorrido por la experiencia de este año de trabajo y los aprendizajes que se
fueron acumulando tanto en los alumnos de la Universidad Católica Argentina como en la
coordinación de la práctica se tomará cuenta de las fichas de observación que se propusieron
como actividad para recuperar la experiencia de la práctica desplegada en la villa.
Breve descripción de las actividades.
El trabajo en el Taller de Convivencia y Juegos se cristaliza en el contacto semanal con los
chicos que concurren al “Patio de la Virgen”. En su mayoría tienen entre 4 y 12 años,
concurriendo solos o acompañados de sus padres a fin de encontrar un espacio donde jugar de
modo “protegido”. Es importante remarcar el ambiente que los sacerdotes a cargo de la
parroquia generan. El respeto que tienen entre la gente de la villa y la “garantía” que su
presencia ofrece es un elemento indispensable para poder llevar a cabo la actividad.
El desafío que se propone desde esta práctica es poder generar una relación que cobre
significado desde la propia vida de los niños que concurren al “Patio de la Virgen”, de modo
de poder generar un marco amplio para las relaciones que se dan entre ellos, donde la
colaboración y la solidaridad tomen lugar frente a la exclusión a la que son sometidos a
diario. El poder acercarse a través del juego, compartiendo con ellos el espacio y el tiempo y
proponiendo nuevas actividades que impliquen su creatividad, va adquiriendo relevancia en
el contacto cotidiano que se establece. De la misma forma –y en la medida en que se ayuda a
los niños- los propios esquemas de los alumnos de la Universidad y su forma de vincularse
con esta realidad social –en muchos casos conocida únicamente a través de los medios de
comunicación masiva- se ve modificada de forma sustancial.
Como forma de abordar la experiencia y reflexionar sobre la propia práctica desde lo personal
y desde lo teórico, se les propone a los alumnos de la Universidad completar una ficha
elaborada ad-hoc para la actividad. En ella vuelcan todas las impresiones, preguntas,
reflexiones y vínculos con las teorías conocidas que surgen de su acción en el Taller. Se trata
de una forma de registro cualitativa (Guber, 2011) que permite abordar la experiencia con
mayor riqueza y profundidad.
La ruptura de determinados prejuicios. Exclusión y marginalidad.
Como mencionan los “curas villeros” (Equipo de Sacerdotes para la Villa de Emergencia,
2010) uno de los principales modos de violencia que se ejerce sobre este sector social es la
intolerancia ante su cultura, siendo “muy frecuente en los intelectuales que sólo destacan los
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aspectos débiles de la cultura popular”, lo que llega a ser tan atroz como la violencia de las
armas o de la explotación económica.
Con estos prejuicios a los que se está expuesto como sociedad en general, los alumnos se
hallan, a su vez, expuestos a las expresiones de temor, de “falta de necesidad de ir” que
provienen desde sus familias o de sus grupos sociales más íntimos. Hasta que no poseen la
experiencia en el lugar donde se despliega la actividad concreta es difícil liberarse de la
experiencia de “lo otro”, lo “desconocido”, lo “diferente”. Ese es quizá el primer obstáculo a
trabajar y la primera barrera que es necesario franquear. Una alumna de la Universidad
describe así su primera impresión:
“Sinceramente, si bien ya había tenido la oportunidad de ir antes de las vacaciones para conocer
el lugar, fui con muchas ansiedades y, quizás, miedos. Esto se transformó en cuanto hablé el
primer día con uno de los chiquitos que estaba ahí en la parroquia y me hizo encariñarme “de
una” con el lugar y la gente. La segunda vez que fuimos, me encariñé muchísimo con los chiquitos
y sentí mucho la necesidad que tienen de cariño y atención” (F., ficha del 17/08/2010).
El abandono propio que se muestra en las viviendas de la villa es el mismo que se percibe en
cada una de las historias en las que uno se va adentrando: Se observa una ausencia de
representaciones que den sentido a una existencia desprotegida y que permita narrar la vida
de modo diferente. El contacto con los estudiantes puede colaborar en ello, dado que los
alumnos pueden ser capaces de favorecer las historias brindándole un sentido a la experiencia
de los niños para complementar su propia percepción. Es la posibilidad de complementarse
mutuamente, mientras el alumno de la Universidad puede encontrar sentido en la tarea que
realiza, el niño con el que trabaja puede encontrar un sentido posible en la consideración de
su historia y en la configuración que los voluntarios le ayudan a llevar a cabo. Es una
superación de la marginalidad a la que se encuentran expuestos, tomando como referencia sus
propias capacidades y potencialidades, colaborando en el desarrollo de habilidades para
compartir su mundo con otros. En este sentido se comparten las reflexiones de otro de los
estudiantes con respecto a las posibilidades que abre generar vínculos que sean diferentes a
los que los habitantes de la villa cotidianamente vivencian:
“Es mi primera experiencia de este tipo, y me gustó mucho sentir que estamos ayudando aunque
más no sea desde un aporte tan chico como jugar con los chicos y escucharlos. Me parece muy
valioso la contención emocional que se les puede dar a estos chicos mostrándoles interés,
escuchándolos y siendo constantes en la asistencia a la villa. Es importante seguir yendo para
formar un vínculo con ellos y poder tratar temáticas más profundas y conflictos que puedan llegar
a tener. Además es muy importante el tener contacto con la realidad que ellos viven y conocerla
mejor” (S., ficha del 17/09/2010)
Lo que en este testimonio se expresa, la percepción del mensaje de exclusión y marginación,
puede ser superado al darle una nueva visión a la existencia. Se comienza a generar un
intercambio que provoca que se rompan las “fronteras” culturales que muchas veces creemos
existentes entre los habitantes de la ciudad. Hay una participación, desde ambos extremos,
desde la libertad individual, un encuentro significativo donde, tanto el niño de la villa como
el estudiante de la Universidad, se transforman y asumen nuevas actitudes y conductas que
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encuentran una respuesta positiva en el otro. El hecho de generar este encuentro y poder
identificarse y participar demuestra lo potente que termina siendo la experiencia como
vehículo del compromiso y de la actuación que el voluntario tiene en su práctica concreta. A
su vez, la recepción de parte de los habitantes de la villa es de un mensaje de valor, que les
transmite una experiencia distinta a la que están acostumbrados y realza el compromiso con
las posibilidades que les brinda su experiencia vital. Es una forma de alcanzar nuevos modos
de inclusión a través del vínculo que establecen con los estudiantes de la Universidad. Es en
el ambiente del juego y en el compartir con otros que las ideas y las actitudes de los niños
pueden modificarse y al mismo tiempo establecer relaciones sociales más gratificantes y
reparadoras. Es una experiencia que les permite desarrollar nuevos conceptos sobre sí
mismos. De esta forma, el Taller de Convivencia y Juegos puede, en la medida que se
estabiliza y ordena, brindar nuevos modos para afrontar las vivencias que los habitantes de la
villa generan sobre sí mismos, tanto desde el cambio que provoca en los voluntarios del
proyecto como del que se propone a los chicos en su propio espacio. El encontrarse con
algunas situaciones cotidianas de los habitantes de la villa, genera nuevas posibilidades de
reflexión sobre la práctica y sobre lo que de ella “cree” conocerse:
“Este día fue uno de los que más me impacto emocionalmente. Hubo varios episodios aislados
que me llamaron mucho la atención y me movilizaron bastante:
Mientras hablaba con una de las nenas, que tiene 3 años, me empezó a contar acerca de los
hermanos, sus nombres y sus edades, y cuando se refirió al padre, me dijo que “era alto hasta el
techo” y que cuando llegaba borracho “hacia así” (me lo mostraba tambaleándose y cayendo
sobre la pared, mientras se reía)
Otra de las nenas (más grande) mientras jugábamos a la” mamá y a las hijas”, me dice en un
momento “ahora jugamos a que vos nos pegabas… nosotras nos portamos mal y vos nos pegas”
En otro momento, dos de los chicos que estaban jugando comenzaron a pelear (tenían gestos
como de personas más grandes), era imposible separarlos, y uno le tiro a otro con una piedra
bastante grande.
Uno de los chicos que había peleado anteriormente, le tiro el pelo a otro de los chicos, y estaba al
lado una chica más grande, que suele ir a buscar comida al patio, cuando vio esto, comenzó a
amenazarlo y a decirle que “lo iba a hacer agarrar por otro en la calle, y que lo iba a cagar a
palos”, porque le estaba pegando al hijo de “x”.
Estaban también en el patio dos chicas, de 12 años, de contextura bastante grande, que se
mostraron muy afectuosas desde el principio y me abrazaban, pero a medida que pasaba el
tiempo comenzaron a abrazarme cada vez más fuerte, hasta subírseme encima tirándome al suelo,
esto lo repitieron varias veces, a pesar de que intentaba calmarlas y les pedía que no lo hagan
más, tenían mucha fuerza. Una de ellas además, intentaba arrancarme una cadena que tenía en el
cuello, porque decía que le gustaba.
Si bien son momentos aislados, y quizás bastante frecuentes en el patio y en chicos de esa edad,
me causaron un gran impacto y me sentí desbordada por momentos” (A., ficha del 19/10/2010)
La posibilidad de acompañar estas situaciones vitales complejas desde una escucha
comprensiva y a través de acciones que intenten responder de un modo distinto ya es de por
sí una respuesta diferente a lo que los participantes del Taller están acostumbrados.
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Desde la experiencia de servicio y la práctica profesional de los alumnos de la Universidad,
este tipo de situaciones llevó a que se busquen alternativas para poder encontrar espacios
donde reunirse y compartir con los alumnos. Es así, que a partir de año 2011, se implementó
una reunión de coordinación y planificación en instancias previas al trabajo en el patio, lo que
posibilitó encontrar nuevas estrategias y actuar como grupo de mejor manera.
La organización de las actividades, si bien es necesaria, a veces se torna compleja debido a
los cambios que se producen semana a semana. Esto provoca reacciones distintas entre los
alumnos, que a la vez implican cuestionamientos que siempre apuntan a la búsqueda de
nuevas respuestas. Para los chicos de la villa, esta búsqueda es una forma de brindar mensajes
distintos que no partan desde la exclusión, sino en la posibilidad de “incluir” nuevos
significados y modos de ser valorados y tenidos en cuenta:
“Hay algunos chicos constantes que están siempre y que es muy raro que no vayan y otros que
van “cayendo”. Pero creo que si estamos relativamente preparados para cualquier cantidad va a
salir todo mucho mejor y quizás no va a ser tan frustrante como para algunos el tema de no poder
empezar a hacer algo más estructurado. Creo sinceramente que si esperamos a que haya un
grupo más consolidado y estable se nos va a hacer diciembre y vamos a seguir esperando ese
grupo porque es una realidad difícil con la que nos enfrentamos. Entonces quizás podemos
plantearnos objetivos y tratar de cumplirlos siempre teniendo en cuenta la población con la que
trabajamos pero también sin esperar que siempre sean los mismos ya que creo que es algo
bastante difícil de lograr” (F., ficha del 24/05/2011)
“Considero que constituye un logro importante la puesta en práctica de juegos grupales, que
permiten promover el trabajo en equipo, y las reglas y valores que éste conlleva. También fue un
logro positivo plantear actividades como dibujar o armar rompecabezas, que implican
concentración y resultan muy interesantes para los chicos. Fueron de gran utilidad las reuniones
de equipo previas” (A., ficha del 14/07/2011)
La identidad profesional y la “acción” en el “campo”
Ahora bien, ¿cómo pueden ir incorporándose estas apreciaciones y experiencias en la
identidad de los alumnos como parte de su formación de grado? Desde la ciencia psicológica,
han comenzando nuevos modos de abordar y teorizar sobre la identidad personal y social
(Rosa, 2000). La vinculación con el ambiente muestra importancia en la definición del sujeto
psicológico, que no solamente depende de sus aspectos biológicos o morfológicos, sino
también de los contenidos que “juega” dentro del espacio social, donde existen determinados
esquemas prefigurados y propósitos a través de los cuales la persona orienta y define sus
acciones (Blanco, 2001; Rosa, 2007; Valsiner, 2005).
La vinculación que los alumnos logran hacer de teoría-práctica resulta un elemento
imprescindible. En este punto se juegan dos modos de concebir la teoría:
o
Un modo que restringe: que es aquella que no permite ver la realidad por encontrarse
atado a una teoría específica, queriendo evaluar lo vivido desde un prisma particular.
o
Un modo que posibilita: en la medida la teoría funciona como herramienta de
comprensión, lo que da lugar a ampliar el campo de conocimiento y a sentirse
“excedido” y “asombrado” por la realidad con la que se está trabajando.
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En función ambas perspectivas, se presentan algunas apreciaciones que los alumnos hacen:
“Me parece que la práctica es muy enriquecedora desde lo personal, y no tanto desde lo teórico,
es por eso que me cuesta relacionarlo con algún concepto que haya estudiado en la carrera. Me
parece que lo teórico queda en un segundo plano. Quizás se podría destacar la importancia del
juego en la niñez como medio de expresión” (S., ficha del 17/09/2010)
“Respecto a lo teórico, en las clases habíamos visto las teorías del apego y del juego simbólico, lo
cual tendríamos que profundizar para ver qué podemos hacer para utilizar el juego como un
espacio para la descarga no solo física sino también afectiva. En función de lo que trabajamos en
las materias, se podría pensar en que la conducta agresiva de algunos es consecuencia de algún
trastorno mayor derivado de situaciones de abuso o de depresión en los padres” (F., ficha del
14/06/2011)
“Considero que mucho de lo que destaqué anteriormente, está muy relacionado con la cultura y
las experiencias que tienen los chicos en el contexto donde viven, el cual es distinto al mío y creo
que por eso provoca tal impacto. Estas actividades en el patio son muy enriquecedoras en lo que
se refiere a poder conocer, no sólo la manera en que se desenvuelven chicos de edades con las
cuales uno no está frecuentemente en contacto, sino también de que manera influye en ellos el
medio en el cuál viven” (A., ficha del 19/10/2010)
“Lo puedo relacionar con la teoría del apego de Mary Ainsworth, donde se postulan “trastornos
por falta de apego con sociabilidad indiscriminada”. La experiencia sirve mucho también para
aprender a tratar con niños tan chicos, y a jugar con ellos, ya que el juego es su manera de
comunicar lo que les pasa, ya que todavía no desarrollaron tanto el lenguaje verbal. Es muy
importante la observación durante la práctica para poder detectar problemáticas” (Al., ficha del
02/11/2011)
Si bien hay una búsqueda constante para vincular la práctica con la teoría, en los diferentes
relatos se observa como la primera rebasa a la segunda, provocando, en ocasiones, confusión
o la necesidad de nuevas búsquedas. La experiencia profesional que se propone con el Taller
es generadora de otras perspectivas, que permitan ahondar sobre lo vivido en función de
encontrar modos distintos para responder a exigencias impensadas.
La experiencia en sí misma pasa a convertirse en una posibilidad que amplía la identidad
personal, transformando el obrar y la manera de pensar la futura práctica. Aquel que atraviesa
esta práctica es modificado en su modo de percibir las situaciones, en la manera de
ponderarlas y, a su vez, descubre nuevas herramientas y posibilidades para responder a
situaciones desafiantes, tanto desde los modos de pensar como desde la forma de actuar en el
medio. Su “campo” (Rosa y Blanco, 2007) se amplía, logrando establecer nuevos modos en
los cuales sentirse identificado y representado. El desarrollo de nuevas formas de interpretar
la realidad a la que se acerca genera herramientas culturales que expanden su modo de
percibir su futura acción profesional.
La experiencia y la formación profesional
La presencia en el “Patio de la Virgen” se constituye como un primer contacto con una
realidad muchas veces “temida” y otras tantas “desconocida”. El espacio de relevancia que el
lugar adquiere para las personas que viven en la villa brinda una posibilidad para ir
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generando un trabajo continuo que pueda provocar nuevos campos de acción en pos de
promover e integrar a las personas que participan en él.
En este sentido, la práctica es un espacio para “vivir con”. Un ambiente donde conocer
mutuamente los marcos de referencia vitales para poder ayudar a ampliar las miradas y
promover un desarrollo integral humano.
Para los alumnos es una experiencia significativa en la posibilidad de tomar contacto con una
realidad “diferente” a solamente “unas pocas cuadras”. Al mismo tiempo, representar las
carencias y problemáticas de aquello que muchas veces fue caracterizado como “lo otro”, “lo
desconocido”, “lo peligroso”. Del mismo modo, los provee de herramientas que no pueden
ser asumidas desde el espacio del aula. Se observa como la experiencia de servicio propone el
desafío de desarrollar múltiples habilidades: ampliar la posibilidad de respuesta frente a lo
desconocido, planificar nuevos modos de acción frente a un desafío continuo, generar nuevas
categorías para evaluar y compartir lo vivenciado, promover la búsqueda de marcos de
referencia amplios para la comprensión de sí mismos y del espacio social en que habitan.
Como tal, la experiencia del “Taller de Convivencia y Juegos” es un paso que busca crear
posibilidades para futuras propuestas de acción. Para ello, en la medida que los alumnos van
tomando un contacto más fluido con la vivencia y experiencia que van desarrollando se les
pide que desarrollen una conciencia crítica de sus propias prácticas, procurándoles
herramientas concretas para la actuación profesional y dedicada en un contexto de alta
vulnerabilidad social.
Las herramientas cognitivas, culturales y representacionales que se pueden brindar tanto a las
familias como a los niños en el marco de este proyecto, buscan ser un aporte para la
promoción integral de estas personas hacia nuevas realidades posibles, buscando su
integración dentro del tejido social que nuestra ciudad y país necesita. Es la transformación
que se da en el encuentro entre dos personas que se valoran en sus múltiples aspectos y
necesidades, fortaleciéndose y enriqueciéndose una con la otra.
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