138 - Reposital

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XII Encuentro Internacional Virtual Educa
20-24 de Junio, 2011
Tecnológico de Monterrey, Ciudad de México
La escritura y la huella
Dra. Cecilia Sheridan Prieto
MEH-Universidad Virtual del Sistema Tecnológico de Monterrey
La escritura de la historia es (…) una nostalgia de la realidad.
Michel de Certeau
En el mundo académico mexicano y, sin duda, latinoamericano, la “confianza” en torno a
las plataformas virtuales como espacios de socialización del conocimiento y formación de
recursos humanos suele ser muy pobre. Una de las preocupaciones que he constatado
al exponer las ventajas educativas de un sistema sustentado en plataformas avanzadas y
técnicamente factibles, es el del desconocimiento o dificultad de comunicación con los
alumnos. La otra, que no deja de ser importante pero que a la vez resulta en un lugar
común de cualquier forma de enseñanza (presencial o virtual) y que se deriva de la
preocupación anterior, es la de la certeza del proceso de aprendizaje en alumnos de los
cuales no se tiene control personal, es decir, la virtualidad puesta en un nombre y no en
una persona.
En esta ponencia me interesa poner sobre la mesa las experiencias derivadas de
dichas preocupaciones en mi calidad de profesora en la Maestría en Estudios
Humanísticos del ITESM a lo largo de siete años. Más allá de entrar en el ámbito de las
ventajas y desventajas de los posgrados virtuales en general, aclaro que mis ideas
provienen de un espacio de aprendizaje ampliamente controlado; esto, por dos por dos
razones fundamentalmente: por un lado la infraestructura técnica que acompaña la
plataforma de aprendizaje y, por otro, el número de alumnos que nunca ha sido mayor a
veinte o veinticinco a los que les acompaña en el “paquete” un profesor asistente
cuidadosamente elegido por el staff académico de la institución.
1
Michel de Certeau indaga en el papel que la escritura tiene en la construcción de
la historia y prologa uno de sus libros más representativo de sus preocupaciones iniciales
(o iniciáticas), precisamente La escritura de la historia (1978), con una deliciosa
interpretación de la llegada de Amerigo Vespucci:
Amerigo Vespucci el Descubridor llega del mar. De pie, y revestido con
coraza, como un cruzado, lleva las armas europeas del sentido y tiene
detrás de sí los navíos que traerán al Occidente los tesoros de un
paraíso. Frente a él, la india América, mujer acostada, desnuda,
presencia innominada de la diferencia, cuerpo que despierta en un
espacio de vegetaciones y animales exóticos. Escena inaugural.
Después de un momento de estupor en ese umbral flanqueado por una
columna de árboles, el conquistador va a escribir el cuerpo de la otra y
trazar en él su propia historia. Va a hacer de ella el cuerpo historiado –
el blasón – de sus trabajos y de sus fantasmas. Ella será América
“latina”. Esta imagen erótica y guerrera tiene un valor casi mítico, pues
representa el comienzo de un nuevo funcionamiento occidental de la
escritura (1993: 10).
La construcción de un relato1 texto correspondería a la escritura contemporánea
de la historia de acuerdo a las etapas cronológicas de la escritura de la historia que
discute de Certeau (1993: 12). Parafraseando a Michelet refiere al “trato con el mundo
muerto” (1993:15) como un mundo diferente al propio que en su definición define un
campo seguro: “nuestros queridos muertos entran en el texto porque no pueden ni
dañarnos ni hablarnos. Los fantasmas se meten en la escritura, sólo cuando callan para
siempre” (1993: 16). De esta reflexión parte su postulado de la interpretación construida
a partir de un presente y su objeto; solo “hace cuatro siglos en Occidente que “hacer
historia” nos lleva siempre a la escritura” (1993: 19).
1
Chartier (1998: 197) subraya que desde los textos pioneros de Michel de Certeau y Paul
Rioceur, los historiadores han reconocido que la historia pertenece al género del relato, pero
entendido éste en el sentido aristotélico: “poner en intriga acciones representadas”.
2
En un ambiente virtual de aprendizaje la interacción maestro-alumno se sustenta
fundamentalmente en la escritura. Desde la posición del profesor, la lectura de textos,
foros, y contactos personales es la puerta más accesible para el conocimiento de sus
alumnos: niveles de aprendizaje, de preparación previa, de interés formal por el
aprendizaje, etcétera. En un ambiente controlado técnicamente, se gesta desde esta
puerta un espacio virtual o “sociedad-red” (Coll y Martí, 2001) en el que las relaciones
personales se tornan indispensables para la comunicación, la información compartida y
la generación de conocimiento (investigar, producir, organizarse y administrar) ( Bustos y
Coll, 2010).2
El recurso tecnológico de interconexión y estructuración de redes de
conocimiento, considerado por algunos autores como un tipo de aplicación tecnológica o
TIC (Tecnologías de Información y Comunicación) que estimula la adquisición de
conocimiento y de información, así como la construcción conjunta de conocimiento a
través de “comunidades” de enseñanza-aprendizaje, funciona a partir del principio de
interacción activa entre los participantes del espacio virtual (grupos de discusión y de
intercambio entre iguales y con expertos) (Bustos y Cool, 2010: 169). Esta interacción se
puede facilitar tanto en un ambiente mixto (oral-escrito) como en un ambiente definido
por la escritura: entre ambos ambientes, me parece, media una enorme distancia en
cuanto a capacidades de intercomunicación y desarrollo de nuevas ideas.
Un buen punto de partida es la propuesta de Ong cuando afirma que: “Las
tecnologías no son sólo recursos externos, sino también transformaciones interiores de la
conciencia, y mucho más cuando afectan la palabra” (1997: 85). En entornos virtuales, la
relación con los contenidos del proceso de aprendizaje se evalúa desde enfoques “multimétodo” (bustos y Coll, 2010) orientados a analizar la participación e interacción desde la
2
Respecto a la interacción comunicativa recomiendo el trabajo de Constantino y Álvarez (2010)
quienes presentan los resultados de una investigación en ambientes virtuales en Iberoamérica,
centrada en los “conflictos” generados en los foros de discusión virtuales, los cuales reflejan una
intensa relación comunicativa tal como sucede en los entornos tradicionales de educación
formal.
3
cuantificación de la interacción activa de los alumnos a partir del número de mensajes
escritos, leídos e intercambiados; la calidad de las aportaciones individuales en las
actividades de aprendizaje, hasta la cantidad y calidad del conocimiento construido
conjuntamente. Otros enfoques proponen el análisis estructural de registros de actividad
(presencia en el entorno de aprendizaje), el cómo participan (contribuciones que escriben
y leen) y las relaciones de reciprocidad en el proceso comunitario del aprendizaje; así
mismo, se pondera hacer un análisis de contenido de las contribuciones de los
participantes con el fin de definir los significados y sentidos de las contribuciones que se
abordan conjuntamente (Bustos y Coll, 2010).
En este sentido, la palabra escrita adquiere sentido cuando juega un papel
protagónico en la comunicación. Pero, como afirma Barthes (2005) la escritura impone
un más allá del lenguaje que es a la vez Historia; y el estilo, entonces, es algo que aflora
de la biología y del pasado del escritor, es huella: “así, bajo el nombre de estilo, se forma
un lenguaje autárquico que se hunde en la mitología personal y secreta del autor”
(Barthes, 2005: 18). No pretendo entrar al análisis de la relación entre lengua y escritura,
pero considero que la intención del “estilo” explica en gran medida el acercamiento
individual a los participantes de un espacio de aprendizaje virtual. En mi experiencia
docente virtual he constado en diversas ocasiones que la expresión escrita define a los
individuos y permite acercarse a la posibilidad de tocar su pensamiento sin necesidad de
constatar su características físicas o el sonido de sus palabras.
El área de especialidad de la maestría en la que participo como docente es la de
Historia. No es casual entonces mi interés por la escritura como punto de partida para
comprender la individualidad de los alumnos a quienes me ha tocado conocer. La
palabra escrita pareciera marcar un territorio como espacio de identidad en el que el
individuo se asocia a una forma de ser y de ver que no le fue dado elegir, sino que se
inscribe en un territorio subsidiario de una determinada formación cultural.
4
Aprender el oficio de historiar involucra un post-aprendizaje de la escritura que
perfecciona la memoria primaria de los signos y las palabras. En las expresiones más
áridas del pensamiento, la escritura se instala como una marca indeleble que hace
historia para instalarse en el pensamiento de otros: somos lo que la escritura nos ha
hecho. En ocasiones “a través del ejercicio de la palabra, la memoria y la escritura”
(Colmeiro, 2005: 156), la escritura se asocia a una catarsis de la memoria o del trauma
histórico social y personal, una especie de exorcismo de los fantasmas del pasado, y es
así como la memoria se transforma en Historia. En otras, la escritura roba la esencia más
íntima del pensamiento creativo en el que la imaginación se transforma en la loca de la
casa y “renuncia a la esperanza de un modelo único de comprensión” (Jitrik, 1995:9)
para transformar la narración en Historia.
La escritura en el entorno virtual se torna diversa y absolutamente reconocible en
su origen cuasi biológico. Lo escrito se asienta y el intercambio provoca reflexión y, en el
mejor de los casos, la creación de conocimiento colectivo. Me imagino los riesgos sobre
tal identidad impuesta desde la escritura y coincido con Chartier en que saber leer y
escribir son “herramientas mentales” con historia cuya expresión más cierta es la de
reconocerse a la escritura como una tecnología particular que ha permitido tratar el
lenguaje (inmaterial) como significados simbólicos que proveen de herramientas para
construir y deconstruir la realidad. Los participantes leen a los otros, son leídos y se leen
a sí mismos: difícil acción ésta última. En el proceso de escribir, leerse, leer y ser leído se
desata un arduo proceso de construcción y deconstrucción del pensamiento, materia
fundamental del quehacer del historiador. Aprender el oficio se desvela como una ardua
tarea de transformación personal que rebasa toda intención originaria del querer ser
historiador, pensada como la reconstrucción de hechos del pasado para dar cuenta de
los errores y prevenir el futuro inmediato. El presente no existía en el origen de sus
preocupaciones más íntimas, solo el pasado como enseñanza y la verdad incuestionable
de lo “acontecido”. A la pregunta ¿para qué la historia”, el presente queda preso en la
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certeza de que el pasado no se repetirá; la historia como la ciencia de la “futurología” (Le
Goff, 2005: 10):
La utilidad de la Historia es dejarnos un registro de lo que se ha
realizado, acontecido o mal hecho durante la historia del ser humano,
que ha sido útil para comprendernos mejor y evitar ciertos errores. Nos
ayuda a contextualizarnos a través del tiempo. Es el legado escrito de
la sociedad al futuro (ALAG, HI-TEC 2004).
En otros casos, la historia fue equipara al progreso en la noción más inmediata
del presente o la oposición dialéctica entre pasado/presente y/o presente/pasado,
expresada en la atribución del valor del progreso característica del Siglo de las Luces
como “la visión optimista” de la historia (Le Goff, 2005 :9-10):
¿Qué hubiera pasado si el hombre primitivo no hubiera pasado a sus
descendientes “la fórmula mágica de cómo crear fuego”?, bueno pues
creo que probablemente el hombre seguiría existiendo sobre la faz de
la tierra, pero muy probablemente no sería un hombre (MECM. HI-TEC,
2004).
Le Goff anota una cuestión fundamental que no está fuera del pensamiento más
elaborado de algunas escrituras virtuales en el curso de historia e Interdisiciplinariedad:
“la idea de la historia como historia del hombre ha sido sustituida por la idea de historia
como historia de los hombres en sociedad” (Le Goff, 2005: 10):
Al final de cuentas tal vez no sea tan importante conocer el pasado “tal
como ocurrió” sino saber que la interpretación que otras personas han
hecho a “su pasado” les ha dado significado a su propio presente. Toda
historia es interpretación y en esta interpretación encontramos un
diálogo fecundo entre hoy y el ayer que nos permite reconocer nuestra
propia identidad en el “otro” (DLD, HI-TEC, 2004).
En el proceso se inicia la deconstrucción de las certezas y se batalla
intensamente en relación a la noción de verdad. Salir del túnel del “positivismo triunfante
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en la historiografía alemana (Ranke) o francesa (Langlois y Seignobos)” de finales del
siglo XIX y principios del siglo XX implica un importante esfuerzo de análisis de sí
mismo y de los otros: romper esa certeza es semejante a perder una infancia
estructurada y simple en la que no existe un pasado de problemas irreparables. Quienes
logran llegar a la salida del túnel se han inmerso en la historia-problema (Febvre) y han
descubierto, no sin asombro, el pensamiento de un largo siglo casi reciente (XX) en el
que “historiadores y filósofos se esforzaron por encontrar y definir las leyes de la
historia” (Le Goff, 2005: 12).
Antes de adentrarme en las lecturas de este curso, tenía una noción
bastante primitiva de todo lo involucrado con la Historia y su relación
con las demás ciencias sociales. Se trata de una disciplina compleja
(…) de una ciencia que se ve involucrada no sólo con ciencias como la
sociología y la antropología (…) /también/ la literatura (JRM, HI-TEC,
2004).
Igualmente
la
objetividad
mueve
conciencias
como
problema
de
la
interpretación, acusando “la toma de conciencia de la construcción del hecho histórico,
de la no inocencia del documento” y del riesgo de la manipulación consciente e
inconsciente (Le Goff, 2005:12). Entonces toma sentido el leerse, leer y ser leído en el
contexto de la discusión entre pares, el debate, la crítica para empezar a sentirse parte
de la “lenta marcha hacia la objetividad” (Le Goff, 2005:35) expresada por Paul Ricoeur
y Adam Schaff. Chartier (2005) insiste en que los enunciados del historiador (y el texto
en su conjunto) deben ser sometidos a la discusión: “La paradoja del historiador es la de
unir el discurso con eso que no es él: lo real”.
Bibliografía
7
Barthes, Roland
1981 El grado cero de la escritura, España: Siglo XXI Editores
Bustos Sánchez, Alfonso y César Coll Salvador
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1995 Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género, Buenos Aires:
Editorial Biblos.
Le Goff, Jacques
2005 Pensar la historia. Modernidad, presente y progreso, Barcelona: Paidós.
Ong, Walter J.
1997 Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, México: Fondo de Cultura
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