La Avalancha : revista ilustrada. Año 54, n. 1292 [i.e. 1288] (8

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Año Lili
8,de
de 1948
Núm. 1.202
ÓRGANO DE LA «BIBLIOTECA CATÓLICO PROPAGANDISTA»^
DIRECGlONr^AVAS DE TOLOSA. 21. ??
MJNISTRAC1ON: ESTAFETA. 31
La Fe viva en los goces del Cielo
'A*'•'*< '
Se gozará vuestro corazón, y aquel vuestro
gozo nadie os lo podrá quitar. —fio. XIV. 22.)
UÁNTO le perjudica al hombre
circunscribir sus pensamientos
dentro siempre de los límites
angostos de su presente vida, y
no vivir con ese poderoso espiritu de Fe que mira como realísima la existencia *de la más
noble parte de su ser más allá de la tumba, y la
considera muy cercana, como en hecho de verdad
lo es, y la toca ya casi con las manos, y en consecuencia engendra ese goce incomparable que
causa la esperanza, cuando se ve casi casi en posesión del bien tan anhelado! De ahí a poco, me
veréis, dije a mis discípulos, prediciéndoles mi resurrección para después de mis dolores; y de ahí
a poco me veréis, os repito a vosotros, refiriéndome al día en que os habéis de ver conmigo y con
los vuestros en mi Cielo. Ese poco, mod.icu.rn,
que la imaginación os pinta ahora tan largo y como si no se hubiera de acabar, cuando se haya
terminado ya y lo miréis desde la atalaya de la
eternidad, os parecerá un instante. Si te acostumbras, pues, a vivir con espíritu de Fe y a hacerte
habitual el pensamiento de la otra vida, yo te aseguro que no se mudará tu rostro en contrario y
que no contristará ninguna adversidad que venga
sobre ti. ¿Qué son y qué montan respecto de la
eternidad esos pocos años que te restan de vida
(que aún no sabes si ni siquiera llegarán a años) y
que se te pasarán volando, como se te han pasado
los que has vivido y todavía más? Mírate ya en el
Cielo, adonde te llevarán tus buenas obras informadas por la gracia; y no haciendo caso de la dolorosa separación que sientes por la reciente partida del que tanto amabas, trasládate en espíritu al
día venturoso y seguramente cercano en que, después de haber pasado por el inevitable trance de
la muerte y purificada tu alma de la escoria de
sus Faltas, entrarás en los palacios de la Gloria, y
verás salir a recibirte, ¡oh vista alegrfsima!, a los
que te precedieron en el camino de la inmortalidad, y en un momento de inefable ventura se os
olvidarán y borrarán, por el exceso del gozo,
cuantos dolores os costó en el mundo la .mutua
separación.
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¡Qué deleites tan puros, intensos y sóbennos
no disfrutaréis allí, juntos ya para siempre! I.a
memoria se deleitará con el recuerdo de lo más
alegre y placentero: de vuestros mejores ratos y
A
días, de vuestras buenas obras y méritos, de vues"
tras luchas y peleas por conquistar el reino de
Dios, de las semillas de bien que esparcisteis y
dejasteis en la tierra, del trabajo que pusisteis en
ayudar a vuestros prójimos; y no menos se complacerá con el recuerdo de las cosas amargas y trabajosas, desengaños, tribulaciones, cruces y tentaciones, todo lo cual os sirvió de escalones para
levantaros sobre las cosas terrenas y mundanas y
de crisol donde se purificó vuestra virtud; y finalmente, sentirá placer en recordar lo poco que Dios
os exigió para daros un tan inmenso peso de gloria. Breve es todo lo que pasa con el tiempo. El
entendimiento ¡qué goces no experimentará viéndose en posesión de la verdad pura, sin velo, dueño de repente y sin esfuerzo ni estudio ni trabajo,
de los secretos y maravillas de la ciencia y de lanaturaleza; conocedor, con la luz que Dios le comunicará, de los arcanos de la historia del mundo,
y del hombre; capacitado para satisfacer todas esas
curiosidades que en el mundo asaltan ai hombre; pero, sobre todo, cercado de luz divinal para
ahondar en los conocimientos de orden sobrenatural, para, entender la Providencia de Dios, tan
suave como eficaz, con que gobernó a los hombres, a las naciones, a la Iglesia, a él en particular, enderezándolo todo por tan secretos y amorosos caminos para la salvación de los escogidos!
Pues los goces de la voluntad ¿quién los podrá
medir? Allí se abismará en el piélago del Bien infinito, del infinito Amor. Ni le faltarán los goces
sociales, acrecentados por la calidad de los compañeros, lo mejor y más selecto del mundo, y los
que en vida más amó; y por la calidad del trato,
sin ficción ni interés ni temor de entibiamiento.
Allí amará y se verá amado de todos con sinceridad y puridad y orden e intensidad. Todos felices,
sin ninguna pena. Y lo que excede toda ponderación y sobrepuja toda comprensión humana; lo
que ni ojo vio, ni oído oyó, ni cupo jamás en
entendimiento humano, allí todos y cada uno vivirán con felicidad sempiterna, viendo y gozando
a Dios!
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O Í - L i - j r ; s h i / i 3 & _ M > I Í T . : - ' • > • _ * H 1 -'
Rásguense ya, alma'fiel, tas nubes q'tfé todavía
rodean tu corazón, con ese rayo de claridad que
desciende de lo alto; y con el pensamiento' de la
vida que os espera en inseparable y dichosísima
compañía a los que ahora vivís separados por esa
barrera fragilísima del tiempo, cobra nuevos alientos, ensancha e! corazón, respira sin congoja, y
alégrate y esfuérzate a padecer con aquellas palabras con que una madre, heroica cristiana, la madre del iovencito Sinforiano, alentaba a su hijo
cuando le llevaban los gentiles a ser martirizado
LA
AVALANCHA
por Cristo: "Hijo, hijo:-acuérdate de la vida eterna, levanta los ojos al Cielo, mira al que reina allí;
no te quitan ta vida, sino que te la truecan en
mejor.,,
ARTURO CAYUELA, S. I.
APOLOGÉTICAS
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la ignorancia en materias de Religión
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Pero ya que ch esta parte han cambiado tanto las costumbres, no debía tenerse por cosa indigna de varones
eruditos e ilustrados acercarse a menudo a oír la PafaBra de Dios¡ que así se llama la predicación que se hace
con autoridad y en nombre de la Iglesia; para que entendamos que en ella no hemos de atender sola ni principal»
mente a la sabiduría del predicador, sino at efecto de la
divina gracia, que alurfibra y calienta la mente y el corazón de los que humildemente acuden a los sermones.
,:Ahora creen muchos que, no tratándose de conferett'
cías de corte más o menos científico, ya no es para ellos
la predicación de ía PafaBra de Dios. ¡Error palmario y
pernicioso! que mereció ta atención de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, la cual, en una Carta
•encíclica sobre la predicación, desaprobó la demasiada
frecuencia de tales discursos, precisamente por eso, porque quitan el gusto de los sermones y hacen que algunos
los consideren como género destinado sólo para gente
sencilla y de cortos alcances; siendo la verdad que en •
ellos se dicen infinitas cosas de gran trascendencia y harto ignoradas de los mismos que afectan menospreciar di-"
cho género antiguo de predicación. '
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¡No! No sintieron así de la Pala6r*a de Dios nuestros
mayores; y permitidme que os ponga con frecuencia su
ejemplo delante de los ojos; porque ellos fueron de veras
Ilustrados en materia de religión y'merecíeron el nombre
de Nación Teóloga; porque entonces era vulgar en E s paña, no sólo el conocimiento de los misierios de la Fe y
de los textos más principales de las Sagradas Escrituras,'
sino aun de las cuestiones disputadas .que los teólogos
agitaban en fas escuelas.
No esperéis de mí que os traiga para prueba el número increíble de nuestros teólogos y escritores. Sólo quiero
presentaros como demostración un género tomado de
nuestro teatro popular: ¡os Autos Sacramentales, Menos
de profundo sabor teológico y cuajados de alusiones que
no pudieran ser comprendidas de! público si no fuera vulgarísimo'en él el cortocirhiénto de la Escritura y de la
Teología. '
Lí.hi.'j.
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Se ha dicho con razón que la Literatura popular es el
espejo del alma de un pueblo y el más exacto termómetro para apreciar su nivel intelectual. Pues bien; comparad los Autos con que se regocijaba el pueblo español
contemporáneo de Calderón y Lope de Vega con el
teatro moderno que divierte a nuestros coetáneos, y por
ahí apreciaréis la decadencia de nuestra cultura desde
que la causa de la cultura se ha querido separar de la
causa de la Religión.
El teatro antiguó estaba lleno desentencias y alusiones
sagrarlas^ el moderno está plagado de sandeces y de obscenidades. Al primero se iba para gozar el puro deleite
de la belleza literaria. Al segundo sólo pueden asistir lo.
que buscan las excitaciones más bajas de la sensualidad
Y una de las causas de esta enorme decadencia es la falta de instrucción religiosa en los grandes y en los pequeños; porque si para los primeros el conocimienlo de la,
religión es indispensable, para lo» segundos es la única
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d ^ a a ilustración verdadera.
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naz s eslinvjRAMóN Ruiz
AMADO,S.Í^)ÜJ
/Guerra a/e/nef
ues/ro querido colega local *El Pensamien*
WJ to Navarro», cumpliendo con el deder que
oBliga a la Prensa católica, da la voz de
alerta a los lectores publicando un razonado juicio
crítico de los estrenos de tres películas en los cines
de esta ciudad, en día religioso tan señalado como el
de la festividad de Todos los S/intny
«No disponemos de espacio para dedicar más aten*
ción a los estrenos de ayer e/i nuestras pantallas- Pe*
ro, sin emBargo, Bemos de destacar, pata aoiso de
incautos, que las tres películas estrenadas en el Día
de Todos los Santos—¡vaya sarcasmo!—eran suBi*
damente inmorales, clasificadas todas en el número 4,
o sea peligrosas y no aptas para toda persona que se
precie de católica.
No vamos a entrar en detalles analizando las tres
cintas. Baste decir que la conducta de los protagonts*
tas es deploraBle por todos conceptos: Bay adulterios,
crímenes repugnantes, perversiones morBosas y esce*
ñas agrias que Bacen detestaBles los tres engendros,
mirándoles por el lado moral, que es por donde Bay
que ver principalmente el cine. Técnica y artística*
mente sólo dos—«Alma en suplicio» y «La senten*
cia»—tienen algún argumento, «El ángel gris» ni esto,
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"En 'Madrid, Sevilla, etc., circula entré los catÓlU
eos que detestan el cine malo, esta Bojita:
« Yo
deseando dignificar la Patria española con
la pureza de las costumbres, me comprometo solem*
nemente no asistir á ninguna película de cine califi*
cada de color grana por la actual Censura Nacional
Privada.
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Película grana, es la que se considera peligrosa fl»
el orden moral pora todo género de personas. Censura Nacional Privada es la ejercida por elSipe, el Se*
cretariado Central de Acción Católica Española y\
la Confederación de Padres de Tamilia,
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,. Además, quiero UBremente comprometerme a propa*
gar la eficacia de este compromiso, con el cual Basta*
ría para Borrar de España casi toda la inmoralidad
procedente de las películas def cine.»
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San Martín paríg síirfcipá córiuífpdlifé
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UÉ la época medieval fa de apogeo de los castillos,
primeramente sólo construidos por príncipes y altos dignatarios, merced a un especial privilegio
del Rey, y más tarde prodigados a los nobles por
autorización regía, para defenderse fortificando sus v i viendas. De ellos existen, en su mayor parte arruinados,
en el territorio de Aragón y de Navarra.
El castillo y villa de Javier están emplazados sobre un
otero marginado por el río Aragón, en el confín de las
provincias de Navarra y Zaragoza.
Y dice la Historia: «estaba en poder del rey de A r a gón el año 1223, cuando en la menor edad de Jaime I le
disputaban la corona sus dos hermanos Sancho y Fernando. Este último entregó la villa y castillo de Javier en
empeño al rey don Sancho el Fuerte de. Navarra por
9.000 sueldos de sanchetes, con la condición de devolver esta cantidad para carnestolendas siguientes, y que
no verificándolo, quedase radicado el dominio en el rey
de Navarra». (Cartulario 3, folio 20.)
Parece, pues, que a partir de esta época, el castillo y
villa de Javier formaron parte integrante del reino de N a varra, porque el año 1236, el rey Teobaldo I dio castillo y
M*J
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dose a la prestación con caballo y armas, segúu a mes
nadero correspoudía. <Cajón 30, núm. 65.)
."
En 1474 tenía el señorío de Javier Martín de Aiplfcueta, el cual lo ostentó por su mujer Juana Aznárez. De
este matrimonio nació María de Azpitcueta, que casó
con Juan de Jaso y heredó el señorío de Javier. Este matrimonio tuvo seis hijos; el último fue San Francisco Javier. Migue!, hermano mayor del Santo, heredó el caserío y ruvo por hija y heredera a Ana, que tuvo por hija a
Ana, que casó con Gerónimo deOarro, vizconde de Z,o<=
lina, de donde proceden los duques de Granada. <Anales
de Navarra, P- Moret.)
El castillo de Javier estuvo convertido en eí siglo X I X
en un descompuesto edificio destinado a pajares, grane»
ros y demás dependencias, como de una casa de labranza. Abarca el señorío de Javier campos y montes dilatados que se esparcen por términos municipales de Undués
de Lerda y Berdún (Zaragoza) y por los de Javier y
Sangüesa (Navarra). Posee también el señorío, eh las llanuras que bordea como argentada cinta el río Aragón,
frondosas viñas y polícromos huerrecifos, cuyas tierras
trabajan numerosos colonos que habitan en las casitas
que forman la villa de Javier, con su antigua iglesita parroquial, la que, contemplada en la actualidad, nos ofre-
vista del Castillo de Javier
villa a don Adán de Sáda, para que ios tuviese durante
su vida con la condición de hacer guerra y paz et de mió
cuerpo servicio (decía Sada al hacer el homenaje) por el
rey de Navarra y sus sucesores. (Cartu!arÍ03, folio 140).
En 1252, el mismo Teobaldo dio el señorío de Javier a
Martín Aznárez de Sada y a María Pérez, su mujer, en
cambio de Ordoiz, cerca de Estella, con la condición
de hacer guerra y paz por el rey de Navarra cuando
fuese necesario. (Cajón 6, núm. 97.) En 1581 era señor
de Javier Gil Martínez, hijo de Aznar de Sada, el cual
hizo homenaje a la reina doña Juana de hacer guerra y
paz con el castillo de Javier siempre que fuere menester,
por 800 sueldos de aanchetes al año, que el rey debería
darle. (Cajón 4, núm. 39.) En 1303, Aznar Martínez de
Sada verificó homenaje idéntico al anterior en manos de
don Alfonso Robray, gobernador de Navarra, y el rey
don Luis el Hutin confirmó este convenio en 1307. En
1329, Rodrigo Aznárez, biznieto de Martín Aznárez, haciendo relación del cambio verificado en 1252, se obligó a
servir a los reyes don Felipe y doña Juana, por 40 libras
tornejas de mesnada al ano, por las cuales hizo homenaje,
y que no pagándoselas, sólo quedaría obligado a lo que
se pactó en la permuta. (Cámara de Comptos, cajón 6,
núm. 67.) En 1379, Rodtigo Aznárez de Sada repitió el
homenaje anterior por dos mesnadas de a zó libras de
carlines prietos que le dio el rey don Carlos I I , obliga ri-
ce un recio sabor histórico y arqueológico. E l castillo ha
sido restaurado desde finés del siglo X I X por la cuantiosa munificencia de la duquesa de Villahermosa, descendiente de aquella casa solariega, y las obras en la vilHta
de Javier han proseguido recientemente. En la restauración del castillo se respetó todo el plano de su traza primitiva, todo el recio empaque de sus murallas y torreones, conseivando el estilo medieval de la primitiva edifificación; y se le ha agregado una espléndida basílica con
espaciosa cripta,'un amplio edificio para residencia y celegio de los Padres Jesuítas y confortables casas para
hospedaje de los viajeros y visitantes en la villa de Javier.
El castillo despliega la magnificencia de su fábrica, vencedera de los siglos y de las injurias de los hembres; pasaron por él las vicisitudes de los tiempos y los azares de
Navarra y de Aragón. En su aspecto externo, 'tiene la
residencia mucho de fortaleza y de palacio señcrial. Es
un reflejo del alma gloriosa y legendaria de esta tierra,
que lleva en la áurea diadema de su historia los más bellos esplendores. Allí sé meció la cuna de San Francisco
Javier. Columbas blancas revolotearon sobre su cuna y
albas mariposas se posaron en las manos ungidas de piedad de la madre, y nevadas rosas florecieren bajo la caricia azul de los ojos de Francisco Javier. Allí despertáronse los primeros balbuceos de sus sentimientos, donde
pasó la plácida niñez, la juventud optimista, en aquella
majestad de! abolengo histórico, en muda armonía con las
cosas perdurables y sencillas. Su padre, Juan de Jaso, fue
presidente del Consejo de Navarra en el reinado de
Juan ni. Esta fortaleza ha tenido la fortuna de preservarse de la ruina de los liemqos; y desde el punto de vista
snntímental merece el respero, el cariño y la veneración
por todos los navarros... , .... .-, .,
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EL CRUCIFIJO DEL ORATORIO
la antigua esqalera, cuyas piedras estáp impregnadas de
añoránzá's, al oratorio del castillo. T i n mundo de evoca*
ciones surge al penetrar en este pequeño recinto, en cuya
vitrina del severo altar se percibe, en la opacidad del a m biente, el venerado Crucifijo, joya antigua de la mansión.
E l Crisro es de talla un poco mayor que la naiuraí> hecha la figura con pulcra maestría y con riqueza de e x presión. E l sentido patético se expone sin exageraciones
ni crudezas de detalle. Tiene los ojos y los labios entreabiertos, en gesto inefable de dolor resignado que hace'
evocar la magnitud del sacrificio. D e la cruel lanzada dada por el Centurión romano en pleno costado, mana sangre abundante. E n todo el cuerpo hay algo indefinible
que da al conjunto armónico una plenitud que refleja las
manos hábiles del artista que acertó a trasladar a la imagen la expresión de muerte y divinidad que Cristo p r e senta.
De los tres torreones que se elevan cíe recias murallas,
el del Homenaje se dedicó a San Miguel, Patrón del castillo; el de la parte oriental oiea las tierras de Aragón, y
el más rebajado contiene el oratorio de la familia de San
Francisco Javier,
En el silencio misterioso de la capillita, ante el hierático Crucifijo, un ritmo de eternidad se impone a nuestro
espíritu. En este oratorio, nido de plegarias y remanso de
Tradiciones miríficas discutidas dicen que el Cristo
penas, María de Azpilcueta
„ ,.,
, ,,, , ,. . r-.., i-,:
sudaba sangre los viernes del
año 1552, que fue el de la
lloraba ante la augusta imamuerte de San Francisco Jagen en los días azarosos,
vier. E l prodigio fue señalacuando los reyes de Navado por primera vez un vierrra salieron del reino y su
nes a las nueve de la noche y
esposo Juan de Jaso, y los
se reprodujo los viernes s i hermanos mayores de San
guientes a la misma hora,
Francisco, Miguel y Juan,
hasta el viernes 2 de diciemeran aprehendidos en la villa
bre de 1362 en que la imagen
de Maya. En esta época, el
dejó de sudar sangre. F r a n dolor y la ruina de sus hacisco Javier había muerto.
ciendas se cernieron sobre
Otra tradición dice que el
esta noble familia de N a Cristo se cubría de un s u varra.
dor de sangre cada vez que
Un silencio absoluto reina
Francisco Javier, en las I n en este pequeño recinto, en
dias, se hallaba en algún
cuya penumbra crepuscular
trabajo angustioso o sufría,
oye el espíritu la voz de
Esta versión aparece en una
Dios: voz de esperanza, voz
memoria del s¡glo X V I I I ,
que guía, voz que conforta,
voz que recrimina, voz que
Convergen en esta capilliasusta... Ante el venerado
ta las esencias de piedad y
Crucifijo, la oración santa
misticismo; la paz acogedora
salva la inmensidad entre el
y la calma recolera que de
mundo y el alcázar de Dios,
ella emanan, penetran en nosy llega hasta el trono del A l otros, transportándonos c o tísimo en el momento mismo
mo por arte de arrobamiento
que surge del fondo del esal reino del más allá, a lo
píritu atribulado. En esia caultraterreno. La euritmia de
pillita balbucieron las primela esbelta escultura pareras ple¿a.rias del. Santo, y
Crucifijo del Castillo de Javier
ce demostrar que el artista
mal tarde, cuando regresaba
:-,. .! r.
a su casa de fas poblaciones donde estudiaba. En sus
ruegos al Crucificado salían de sus labios oraciones anhelantes de protección en la.ruta de su vida, y en fervorosa súplica fluía el admirable soneto No me mueve mi
Dios para quererte... poesía que es una sutileza de amor
divino, es un sublime madrigal, es e! amor de amar.
Del aposento de la cabecera de la basílica, en el lado
Epístola, que cierra artístico enverjado, se accede por
7 t. •
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quiso condensar en el ins•) sitante del fallecimiento en la cruz, todo el trágico sentido
de la Pasión. L a obra del imaginero exterioriza el horror de la gran tragedia. E n la época de Teobaldo I I , fines del siglo X I I I o primera mirad del X I V , es de supo*
ner fuese llevado este Crucifijo al Castillo de Javier, sea
por descendientts de don Aznar de Sada o por algún
cruzado de Palestina.
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CorfiO víéñélá niueríe
L ruido de la cuchadla cen que ella revolvía el
caldo, el viejo Ontiveros abrió los ojos.
N o eran sus ojos de antes, pequeños, relucientes, agazapados como dos ratoncitos derrás del m a torral de las cejas canosas. Eran dos globos de luz mortecina, que giraban con dificultad en sus cuencas, que
parecían a punto de saltarse por el esfuerzo en el respirar.
E l l a le puso la mano hermosa y fresca en la frente s u dada.
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—¿Va a tomar una tacita de caldo?
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E l enfermo volvió la cara hacía la pared, como un.nlfió
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disgastado, y preguntó entré dientes:
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—¿Quiénes hablan en fa pieza de al lado?
—Es mamita que está rezando el rosario para que usted se cure.,. ¿No toma una tacita de caído.que acabo de
hacerle?
—¿Tú lo has hecho...? Para que no se pierda del todo
tu trabajo... ¡Ah, pero no puedo menearme!
La lengua era tarda, y hasta el mover la cabeza para
mirar a su sobrina fatigaba espantosamente al viejo. Se
quedaba un rato mudo, mientras ella le enjugaba la frente, donde se le pegaba un mechón de cabejfos.
Logró pasar dos iragos de líquido, hizo señas de que
no podía más, y se quedó inmóvil, hundida la cabeza en
el hueco de la almohada humedecida por el sudor de la
a g o n í a .
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—No, hija; es la muerte... inf-r,.y f,i-,tl s( ^h •: m i r.»^b
—¡No diga eso, no tiene razón!
—No discutamos... Tengo algo que decirte. Cierra la
puerta*. .. .iv,!-.'.::!,,.^; "ojíiv -i . i i- ..Uioa fnuliií!;
Marcela cerro U puerta, y quedó sola con él, una de
cuyas manos temblaba sobre Ja colcha, mientras la otra
yacía inerte al costado.
—Aquí, bajo la almohada, está la llave de mi mesa...
—Sí, tío...
— y en ella hay un papel, bien hecho... con todas las
de la ley... No me interrumpas. Le dejo a Midas el PJZO
de Ontíveros... ¡Lo que tardará en vender el monte! A lo
menos ya no oiré cuando lo estén hachando. A ti, el
Real de San Eloy, con todas las vacas... ¡Tú las salvaste
el invierno pasado!... Tengo ias1piero,as;.faivp1esadas. CQ*
mo dos troncos de algarrobo.,,.^ s a v , |a ' r^ntin*-.-»." --r obn«!
Marcela se había hincado a la cabecera de !a cama,
para que él no tuviera que esforzarse al hablar.
•—¿Quién,
tío?
'
'
,••-..'..
—¡El cura! ¿No ha venido hoy? ¿Por qué no ha venido, cuando más falta hace?
.tu , hí -, [>iia O1J .,,._, „,
—Vino tsta mañana, tío Pablo..., . ' , ' t'.\\u n'tzih sid
—r¡Ah! ¿Es de noche?... ¿Qué hora és, Marcela? Mi,-/;,^
—Las ocho...
. ... .
—Todavía hay luz en los montes... Marcela... ¿tienes
a mano tu libro de misa? Ha de haber algo para mí en tu
libro de misa, allá por el fin... donde se reza por los que se
van... ¡No, no! ¡Cierra la puerta! ¡Qge no entre nadie!...
Qye ellos recen afuera... Léeme tú en tu libro, y yo repetiré bnjiio..ini<M y ^i»¡ .i>\ *UÍ ¿-JÚOI (, ^ > n h ' ^ ^ .. H..v-y
Marcela 'óbéétéiÓ, buscó' suifbró,' acercóla*rameara y
leyó con voz entera, dominando su oscura emoción:
—cCuando mis pies, perdiendo su movimiento, me adviertan que mi carrera en este mundo está ya para acabarse... ¡Jesús misericordioso, tened compasión de mí!»
—¡Tened compasión de mí!—repitió el viejo, cuya voz
silbaba en sus pulmones como el aire de un fuelle roto.
y Marcela prosiguió:
—«Cuando mis manos trémulas y torpes no puedan ya
estrechar el Crucifijo, y a pesar mío lo deje caer sobre el
lecho de mi dolor.-. ¡Jesús misericordioso, iC
tenetí compasión de mí!»
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Lfl 0DI5EH DE UN MflRflVEDÍ i
Novela histórica
POR ANDRÉS RUBIO POLO
35
frf. I I - 1
U i b í-,-n
«Contigo sfempfe1 traes los mortales pecados:
con la mueba cobdiefa los bornes engañados;
facerles cobdiciar u ser muy denodados,
parar /os mandamientos que de Dios fueron dados.»
t u l . w ,1 A.,,.-,:., <•- (A.deHita.-Ib.)
Paresciera mentira cómo venteara la caza o el periglo
nuestro cognoscido y avieso jerifalte, el rabí Samuel,
cuando al sonar la hora de rendir cuentas de sus servicios de avituallamiento de la tropa durante la campaña
con el Moro, fingióse enfermo—avizorando una celada
del conde, a quien temía—y comisionó a su aíter ego
L.eví, el mercader, que era sagaz, felino y osado para tamaña y peligrosa aventura, pues, sin duda, non las tenía
todas consigo. Mas el conde desentendióse asíraesmode
la enojosa entrevista, y mandóle, desabrido, al ajuste de
— ¡ C o m p a s i ó n
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d em í !
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Marcela vio que aquella mano cadavérica se agitaba
sobre la colcha.
Adivinó que buscaba el pequeño Crucifijo de bronce
que le diera el cura, y se lo alcanzó; la mano se crispó
«n él y quiso levantarse y comenzó a temblar con el v a no esfuerzo; y entonces la joven la ayudó y la mano se
levantó y don Pablo besó la Cruz con boca sedienta de
misericordia.
y siguieran rezando aquella oración pavorosa para los
sanos y consoladora para los moribundos, y él pareció
calmarse, y habló con menos ahogo;
—¿Oye hora e??
—Son las nueve... «Cuando mis oMos próximos a c e rrarle para siempre a las conversaciones de los hombres,
se abran para oír vuestra voz al pronunciar la irrevoca»
ble sentencia que fijará mi suerte por toda la eternidad...
¡Jesús misericordioso, tened compasión de mí!»
. • •'
—¡Compasión de mí!... ¿Qué hora dijiste?
¡^ ^
—Ahora serán las nueve y media.
—Estará saliendo la luna... Apaga la lámpara y abre
la ventana.
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Marcela apagó aquella luz de los hombres, que ofendían los ojos que estaban viendo a Dios, y abrió la ventana que daba hacia el Oliente, y apareció un trozo de •
cíelo azul, como un zafiro, limpio de nubes, y en ese cuadro, el disco de oro de la luna, que iba trasponiendo ef
dentellado perfil de los cerros.
Los ojos mortecinos de don Pablo se fijaron anhelosamente en aquella hermosura, y en un supremo esfuerzo. r
alcanzó a decir:
—¡Qué grandes y qué hermosas son las cosas que ha
hecho Dios! ¡ y qué mal lo comprendemos hasta que nos
llega la hora!... ¡Marcela, hijita!
—Aquí estoy, tío-..
El se quedó quieto y callado mirando la luna; y pasó
un largo rato. Había como una aureola de plata alrededor de su cabeza, y una sonrisa apacible en sus labios.
Marcela se acercó más, le habló, y como él no se mo-"
viera, comprendió y abrió la puerta.
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—¡Mamá, corra!. . Tío Pablo se ha muerro... '"'''"' '! l t i
Se arrodilló junto a la cama, pegó en ella la frente y
se puso a rezar sollozando.
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cuentas y dineros con su mayordomo, enemigo mortal
del judío y su ralea,
E non valieron a! mercader sus artimañas nín sus embustes para dar fe del costo de la empresa, que ascendiera, según sus cálculos mendaces, a diez mil doblas sobre la cuantía del préstamo.
Una por una fueron revisadas las partidas, y a todas
puso una tilde o un borrón maese Iñigo, el mayordomo.
¡Oye escena aquella de Leví, defendiéndose cerno gato
panza arriba, y don Iñigo acometiéndole como sabueso
encarnizado y rabioso ante la malignidad y truhanería
del hebreo!
—¡Dios de Abrahán y de las doce tribus!... ¡Señor, que
ves a tu siervo en las garras del león, temblando como la
hoja del árbol azotada del viento!... ¡Ten misericordia de
mí!.., ¿Esto es justicia?... ¿Es este el pago que se da a los
hornes leales que han arrebañado sus alcancías en servicio del Rey y de CasJilla?... ¡Oh, Dios mío!...
''?
—Más os valiera callar que no lamentaros hipóritamente de una pérdida fingida—replicó el mayordomo.—
Habéis cargado la mano en precios y cuantía—que ese es
el interés a que paresció renunciar el honrado Samuel.—y
la avaricia rompe el saco. Se os pagará lo que es de razón sobre los pechos del feudo, y a su hora. Nesún maravedí más. y ya que mentáis al Rey, nueso Señor, sabed e non se os olvide lo que voy a contaros para escarmiento de audaces y logreros.
Vos cognoscéis al poderoso don Zag de la Malea,(
vueso hermano de raza, y habréis oído cómo fue recau-^
dador real del tributo para la guerra y cómo a fui:o de
LA AVALANCHA
AHDM /
1ÓÓ
Su Alteza, entendióse con el ín irán te don Sancho, y tal
pararon las cosas en la denota del exército y la armada
cuando el sitio de Algeciras... Nunca podría olvidar don
Alonso ese revés; y he aquí que don Zag ha sido condenado a pena capital, y ejecutado, arrastrando su cuerpo
miserable por delante de la habitación del Príncipe fasta
el lugar del suplicio... En <¿sto paran las ambiciones y
cobdicias hidrópicas humanas.
'-' j: .y-'-/- ;' ~ .MJISÍ* \
Leví sintió el escafofiío de la muerte: castañeteáronle
los dientes, y un sudor copioso y un temblor inmerso bañaron y conmovieron su ánima y su cuerpo, sin ser quién
a articular palabra cuando oyera decir a don Iñigo como
una sentencia':—Por f,-se camino ¡redes \os... o habréis de
entrar en juicio para no fenescer en !a demanda de avaricia que os pierde sin remedio.
. Sabía el judío h historia del suceso, que andaba en
lenguas del vulgo, deifigarada; pero jamás cityera que
alguna vegada tuviese relación con el acaescer de sus
manejos usurarios en oca.sicn semejante; y quedóse mudo, fijos los ojos espantados en la faz amenazadora del
mayordomo.
Verdad es que la justicia del Rey Sabio anduvo de
bando mayor en aquel trance, y dellc ha escrito la crónica una mala partida entre las buenas de sus fechos alenrados y de su sabiduría y prudencia ejemplares, que brillan como soles en sus leyes, las primeras puestas en romance, pues antes se usaban en latín.
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Hubo un silencio angustioso para Leví, que non fue
quién a dominar sus temores, largo rato, nin a recupeiar
la fabla. Pero, al cabo, alzóse, como movido de un resorte, y echándose a los pies de don Iñigo, imploró con desgarrado acento:
—¡Señor!,.. ¡Por el bien de vuestra ánima!.,. ¡Por el
Cristo a que adoráis... habed piedad deste infeliz!
y luego, cambiando el tono es intrigante y zalamera
lisonja, insinuó:
—Vos, que sois home de pro, valido e justiciero, tanto
como el que más, habedes en buena ley de creer que por
nuesa parte renunciaremos de buen grado, si hubo error
en la cuenta, a lo que nos negáis, ya que non es de res*
cíbo el toma y daca de vituallas y dineros nin hay escrituras de fianza, sinon la fe del conde, señor en. quien fiamos, bajo su palabra. Más, ¿qué os acucia contra mí, que
nada pacté?... Y aún ansí... me tenéis a vueso mandado,
y pronto estoy, tan luego recojamos el caudal prestado, a
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—Fablad claro.
—Tal quisiera; pero enmudece mi lengua ante vos.
—Eso es descir que non pensáis con alteza de miras o
que la intención es ladina y vergonzante, con lo cual
añadiréis leña a! fuego.
—Sea como fuere, jamás tocará a vuesa dignidad ni
MESA REVUELTA
;
FRAGMENTOS
'•MENTIRAS CONVENCIONALES ' ">
LA MUERTE
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La muerre, tal y como hace siglos han dado en representárnosla los pintores y poetas, la muerte... no existe.
y o desafío a todo el mundo a que me presente a esa señora con su osamenta mal envuelta en su luenga mortaja,
con su indispensable reloj de arena y con su inevitable
guadaña.
Hemos convenido en que esa es la muerte; pero la
muerte no es eso...
Eso es una mentira, y fea, por añadidura, un espantajo que engendra terrores supersticios; por eso muchos
temen a esa muerte que no existe, y no temen a Dios,
q le real y verdaderamente nos espera para juzgarnos al
fin de esta vida.—Scj.
honradez... Es, solamente, ofreceros un regalo, si ponéis
en nuestras manos la cuantía toda antes déla Pascua, sin
descuento de la lícita ganancia. <?> ' m L' ?<> []l? c,,'
7
—¿Qué estimáis?...
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—En un cuarto del subsidio aportado. 1 "*"'
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—¡Bellaco sois!... ¡Hase visto osadía!—exclamó el ma- ;
yordomo, la faz enrojecida y turulato de indignación —
Esa ofensa va a costaros harto sentimiento.., ¡Hola, Rodrigo!—llamó asomándose a la fenestra ojiva, quedaba a
la terraza almenada de la muralla de castlilío. y a seguida, aparesció un guerrero, armado de escudo y tizona, a
quien don Iñigo ordenó secamente:—Lleva a esa alimaña
judía a la poterna baja de la torre del homenaje, y guárdale hasta que el conde, nueso amo, disponga dei. y vé
de asegurarle, que non se fuya, porque en ello te va su.
causa y a él su vida.
Lev! protestó, suplicó, fincóse de hinojos; y era un halarido y un sollozo su voz cascada y lamentosa, como de
ánima en pena.
Mas non valióle su queja nin su angustia para mover
a lástima, cuanto menos a perdón, A\ enfurescido tesorero del señor feudal.
A una sena snya asióle de! brazo el eácudero, y por
la escalera secreta, que en un ángulo de la estancia había, disimulada en el muro, arrastróle fasta el tenebroso
encierro de la torre del homenaje. Y a " í quedó el judío,
aherrojado en la sombra de su alma y de su vida miserable, bajo férreas cerraduras, con una argolla al cuello y
encadenados los pies.
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Cuando Samuel supo la malaventura de Leví, ciego de
coraje e invocando a iodos los profetas y patriarcas del
Antiguo Testamento, puso el griío en e! cielo y juró cru*
da venganza del agravio y desafuero.
Buscó un siervo, ambicioso y desleal, de la soldadesca
de! castillo, ganóle con alguna dádiva y la promesa de
mayor por qué, y esperó, agazapado en su morada, como
el ligre ante la víctima, el día y la hora de ejecutar el plan
de rescate de Leví y el castigo de sus crueles dañadores.
Una noche negra, de fiera tormenta, entre el aullido
remeroíO del viento, el reiumtar del irucro y la II?rrarada rojiza de los relámpagos, del alta torre almenada cayó
una escala por la sombra del contrafuerte, y al rato trepó
por ella, ágil como ardilla, una especie de alimaña gígao- ,
íesca de horrible catadura.
Rasgóse el cielo cen la luz cegadora de un relámpago
flamígero, y un trueno horrísono fizo temblar la tierra y
conmoverse el castillo en sus cimientos y derrumbarse
del lado de la prisión —donde yacía Leví—al cheque impetuoso de la chispa destructora, en el mesmo instante
que de lo alto del baluarte rasgó el aire el grito desgarrado del aralaya, ferido mortalmente por mano misteriosa,
(Continuará)
:._„
DÉCIMA
Esa seda que relaja
..^
•"*•' tus procederes cristianos, "'"" '" v
•
es obra de unos gusanos
que labraron tu mortaja.
" .
También en la región baja •
la tuya han de devorar:
¿De qué, pues, te has de jactar,
' '
'*' ni en qué tus glorías consisten,
'••'- • si unos gusanos te visten
y otros te han de desnudar?
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• c*-r^:'1 '
""¡'DESCANSEN EN PAZ!''"
Esta es la hermosa y tierna salutación de la Iglesia a
los difuntos y la que mejor expresa su respeto a la memoria de los que fueron y el cristiano deseo de que su maternal solicitud los acompañe más allá del sepulcro. Recémoslo con el mismo piadoso espíiítu que ella lo canta
para que sea provechoso a nuestros hermanos.
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