RESUMEN DE EL BURLADOR DE SEVILLA Don Juan Tenorio, huyendo de Nápoles donde deja burlada a la duquesa Isabela, naufraga en las playas de Tarragona. Recibido en la cabaña de la pescadora Tisbea, abusa de ésta y, luego de darle palabra de matrimonio, escapa a Sevilla, donde logra introducirse en casa de doña Ana de Ulloa, hija del comendador don Gonzalo, merced a una carta escrita por la propia joven, en la cual daba cita a su prometido, el marqués de La Mota, y que don Juan ha interceptado. Éste engaña a doña Ana y, cuando el comendador acude a los gritos de su hija, don Juan lo mata y logra fugarse. El marqués de La Mota, acusado del crimen, cae preso y don Juan, mientras tanto, asiste a una boda que se celebra entre campesinos y se encapricha por Aminta, la desposada, a quien seduce deslumbrándola con su fortuna. Satisfecho su propósito, deja burlada a la pobre campesina y de nuevo marcha a Sevilla. En una iglesia de Sevilla, donde ha ido a ocultarse de la justicia, don Juan descubre de pronto el sepulcro y estatua de piedra del comendador, a quien había dado muerte. El seductor de doña Ana se encara burlonamente con la escultura del difunto, y lo invita a cenar. Por la noche, la efigie pétrea del comendador acude puntual a la cita y, luego de cenar tranquilamente con don Juan, lo invita a su vez, citándolo en la capilla donde está su sepultura. El burlador se presenta. El menú que don Gonzalo le ofrece está compuesto de víboras y alacranes, guiso de uñas, y el vino es hiel y vinagre en una alusión simbólica de la conducta del seductor. Al despedirse, el comendador tiende la mano a don Juan y, cuando éste se la estrecha, siente que su cuerpo se abrasa en el fuego del infierno. Don Juan grita e intenta en vano matar con la daga al espectro. Luego, niega ser culpable y pide alguien que lo confiese y absuelva, pero ya es tarde, muere condenado. Entonces don Gonzalo sentencia "ésta es justicia de Dios: quien tal hace, que tal pague", y se hunde en el sepulcro junto con don Juan.