En las Tierras del Corazón Con el Obispo Pates Visitando a nuestros vecinos del Sur Cumpliendo con mi función de presidente del Comité para la Justicia y la Paz Internacional de la Conferencia Episcopal Católica de los Estados Unidos, viajé recientemente a América Central y los países de Honduras, Guatemala y El Salvador. Los noticieros han dado amplia cobertura respecto a la llegada a los Estados Unidos de niños procedentes de estos países. En el viaje me acompañó personal de la conferencia episcopal, Richard Coll y Cecilia Calvo. El enfoque principal de nuestro viaje, que se diseñó como una muestra de solidaridad de los obispos de los Estados Unidos con los obispos de los tres países, es el serio problema que tiene la minería y la extracción. Todos estos países gozan de ricos depósitos minerales, especialmente oro, plata, níquel y mineral de hierro. Nuestra visita consistió de conversaciones a fondo con los obispos, con representantes de Catholic Relief Services y de Cáritas (una organización de asistencia internacional de la Iglesia Católica) así como varias reuniones con civiles de esas comunidades que han sido afectadas negativamente por la minería. Nuestra experiencia se concentró en El Salvador. Por varios años, tanto bajo gobiernos conservadores y liberales, la propuestas mineras por partes de países trasnacionales han sido rechazadas categóricamente. La conclusión es que la forma en que se practica la minería en este país es incompatible con el costo humano. A fin de cuentas, esto parece contrario a la lógica. Después de todo, la economía de El Salvador necesita urgentemente estimulación e inversión extranjera. Obviamente, hay una abundancia de minerales. ¿Por qué no permitir la minería para responder a estas necesidades? El costo humano sale a relucir en esta pregunta, especialmente al enterarnos de que se utilizan químicos mortales – 1 cianuro y estricnina en el proceso minero. Esto trae consigo consecuencias perjudiciales y trágicas en los trabajadores a la vez que contaminan las fuentes acuíferas que tienen como consecuencia constantes amenazas a la salud que afectan a los niños y a la comunidad en general. Guiados por el prospecto de enormes ganancias (el precio del oro ha aumentado de $271 por onza a $1,332 por onza desde el 2001) las compañías trasnacionales sacrifican bienes humanos, la ética y prácticas morales en favor de la codicia. Las empresas prometen todo tipo de beneficios a las comunidades – educación, mejoras en la infraestructura, oportunidades de trabajo, pero esencialmente no las cumplen. Trágicamente, vecinos y familias se dividen y se enfrentan unos con otros. Las compañías siembran corrupción al sobornar a líderes comunitarios. Los ciudadanos que ven más allá de los beneficios inmediatos y que luchan en contra de las consecuencias trágicas, se convierten en blanco de actos violentos. Ha surgido un número significativo de mártires a consecuencia de esta violencia, cuando alzan su voz en favor de valores humanos y la sobrevivencia de comunidades sanas tanto física como espiritualmente. La Iglesia Católica por medio de sus obispos, sacerdotes, religiosos y fieles se ha plantado firmemente a favor de la vida y por suspender la minería en su estado actual de operación – cuyas consecuencias son mortales. El llamado de la Iglesia Católica Estadounidense es el de ser solidarios con los Católicos Latinoamericanos en promover objetivos éticos tanto en el gobierno de los Estados Unidos como en las compañías Estadounidenses. Otro problema que surgió durante la visita a estos tres países es el tráfico de drogas que tiene su ruta a través de América Central desde los campos de los países Sudamericanos con rumbo a los Estados Unidos y Canadá. Este tráfico genera violencia, corrupción y extorsión. Cuando se preguntó qué podían hacer los Estados Unidos al respecto, el Arzobispo Rubén Salazar Gómez, Arzobispo Cardenal de Bogotá Colombia dijo que es necesario el atender el apetito insaciable por drogas y narcóticos que tiene Norteamérica que promueve notoriamente su tráfico. En 2 conclusión, el consumo de drogas es una tragedia humana y la causa de una cultura de muerte que se extiende al sur de nosotros. Un tema candente durante nuestra visita fue la desafortunada migración de niños de estos tres países hacia los Estados Unidos. A las familias y a mucha gente se les proporcionó “información equivocada” de que los niños serían recibidos en los Estados Unidos, reunificados con sus familias y que recibirían la oportunidad de educación y una vida mejor. Los instigadores de esta falsa información y de la migración son conocidos como “coyotes.” Ellos divulgaron estos rumores sin fundamento y coordinaron las peligrosas jornadas que traen sufrimiento a los niños a consecuencia de frecuente violencia física y sexual. Desafortunadamente, las causas reales de la migración masiva hacia el norte recae en la falta de empleo, un deseo desesperado de ofrecer una vida digna a sus familias y las consecuencias de sistemas educativos que no han estado a la altura de las necesidades laborales en estos países. Podemos preguntarnos, ¿y esto en qué nos afecta a nosotros? Nosotros acogemos la regla básica de que, en términos de asistencia, ayuda y apoyo – nuestras familias y vecinos son prioridad. En este contexto, tenemos que recordar que América Central y Latinoamérica en general son nuestros vecinos del sur más cercanos. Por lo tanto, ¿no sería lógico el ayudarles cuando buscan nuestra asistencia como hermanos y hermanas en la familia humana? Al mismo tiempo, ellos tienen mucha inspiración que ofrecernos en términos de vida familiar, cultura de trabajo, un espíritu genuino de hospitalidad y valores de amistad. ¿No sería entonces oportuno que les brindemos nuestra ayuda para lograr ofrecer oportunidades de trabajo, involucrarnos en actualizaciones educativas y asistirles en desarrollar agua limpia y abundante? Una enorme mayoría de los latinos con quienes conversé en mi viaje quieren quedarse en su lugar de origen. Sus aspiraciones reflejan los deseos universales: casarse, formar una familia, disfrutar de una próspera relación con sus familias, amigos y vecinos en el contexto de una cultura que produce vida. Ellos esperan disfrutar de todo esto dentro la providencia de un Dios cariñoso y amoroso. 3 Debemos preguntarnos junto al Papa Francisco: ¿cuál es la inversión que podrá lograr y asegurar de la mejor manera la vida y la dignidad de cada miembro de la familia humana, particularmente la de nuestros cercanos vecinos del sur? 4