Acis and Galatea en Venecia Foto: Michele Crosera canto con diversos colores, desde un timbre áspero hasta uno dulce y pulido. Las riendas del espectáculo estuvieron en las manos del hábil concertador argentino Leonardo García Alarcón, al frente de la Orchestra del Teatro La Fenice, quien instó a la acción con tiempos justos, virtuosismo y capacidad de mantener un ritmo ágil en la acción. por Francesco Bertini El ángel de fuego en Turín La afinidad del maestro ruso Valery Gergiev con El ángel de fuego (y toda la obra en general) de Prokofiev es más que conocida, pero lo interesante fue escucharlo con una orquesta de un teatro de ópera italiano, que es buena, pero a la que no se suele unir con las habituales que tiene bajo su dirección. Y el resultado fue abrumador en dinámica, ritmo, dramaticidad, detalle, pasión e ironía. La producción (compartida con Londres y el Marinski) de David Freeman quedó rezagada ante el aspecto orquestal (¡qué interludios!), aunque no fue mala y tuvo su mejor acierto en las acrobacias de los diablos ideadas por Andrei Bugaev; por el resto pecó de unidimensional salvo en el último acto (difícil hacerlo mal). Ópera en Italia Acis and Galatea en Venecia Destacó entre los principales el veterano Nicolai Putilin, aún un excelente Ruprecht. No puede decirse lo mismo de la bella y joven Olga Sergeeva, de material tan importante como de manejo desordenado e irregular. Sorprendentes, en partes episódicas, dos tenores como Evgeni Akimov (Mefistófeles) y Vasily Gorshkov (Agrippa) y prometedor el bajo Alexei Tanovizky como Inquisidor. Dentro del extenso reparto destacaron las prestaciones de Alexandr Morozov (Faust) y Olga Savova (adivina y superiora). Excelente la labor del coro preparado por Claudio Fenoglio. Sobresaliente cum laude. por Jorge Binaghi El penúltimo título lírico de la temporada 2011 del Teatro La Fenice de Venecia hizo un homenaje a la gran tradición barroca con Acis and Galatea, composición juvenil de Georg Friedrich Händel que se viene presentando en una producción del Festival d’Aix-enProvence y la European Network of Opera Academies. El director de escena, escenógrafo, vestuarista y diseñador de iluminación Saburo Teshigawara impregna al espectáculo con danzas que infunden a los cantantes un nuevo espíritu que los lleva a revisar los propios cánones tradicionales de la interpretación lírica. Esta obra händeliana es un espectáculo formado por la combinación de música, danza, mímica, diálogos hablados y la generosa puesta en escena del regista. La protagonista femenina, Joélle Harvey, interpreta el rol de Galatea con convicción y emotividad. Su prestación es valiosa, tanto por su línea de canto brillante como por su agraciado fraseo y grata presencia escénica. La americana, sobria y esencial en la emisión, posee un timbre elocuente y sensual. Menos exitoso vocalmente fue el Acis del tenor canadiense Pascal Charbonneau, quien mostró dificultades en la zona aguda, donde la emisión es menos agraciada, pero a pesar de ello nos regaló momentos intensos de correcto fraseo y apropiada acción escénica. Grigory Solovivov, el bajo ruso que interpretó el rol de Polifemo, está dotado de un instrumento precioso: su voz es oscura pero elástica, capaz de afrontar los difíciles adornos, infundiendo a su mayo-junio 2012 El ángel de fuego en Turín Foto: Ramella & Giannese Anna Bolena en Florencia Una insólita versión de Anna Bolena sin orquesta, a causa de la huelga de la orquesta del Maggio, se representó en Florencia. La orquesta protestó por los cortes que la dirección del teatro hizo para balancear su situación. De todas maneras, el teatro decidió llevar a cabo el espectáculo, y así el maestro Andrea Severi, pianista del teatro, ha ejecutado la entera reducción al piano, dirigido por el maestro Antonino Fogliani (y no Roberto Abbado, pro ópera Alessandro Galoppini, conocedor del repertorio, después de realizar una obertura de sabor íntimo, mantuvo la elegancia en el gesto, y encendió el brío con los buenos músicos en el foso y los intérpretes sobre el escenario. Don Basilio fue el afirmado Nicola Ulivieri, quien delineó al personaje con su conocida presencia escénica y sólida técnica vocal. Con profesional comicidad, Roberto de Candia dio voz a un convincente Figaro de movimientos astutos, quien no ahorró en la emisión de poderosas y significativas coloraturas. Don Bartolo con vestido y peluca fue el siempre brillante Paolo Bordogna, quien con naturaleza innata se movió como aquéllos que sufren del “reumatismo de la vejez” en una silla de ruedas, ofreciendo una prestación rica en timbre y con una agilidad poco común para un bajo. Antonino Siragusa, que es hoy en día uno de los Almavivas de referencia en el panorama italiano, entre gags y arias difíciles creó un personaje agradable y de segura emisión. Anna Bolena en Florencia Foto: Francesca Zardini como se había anunciado en el programa). Por un lado fue una prueba de paciencia y de buena voluntad por parte del elenco y de la dirección, y por otro, un inevitable empobrecimiento del espectáculo, ya que es muy difícil cantar una ópera entera sin el verdadero apoyo de la orquesta. ¡Qué buena fue la Rosina! de Marina Comparato, que ofreció una prueba muy madura y apreciable bajo cualquier punto de vista, diseñando un personaje con correctos movimientos de traviesa y con agilidad y coloraturas. Claudio Fenoglio dirigió al coro y Luisa Spinatelli firmó los coloridos y tradicionales vestuarios, mientras que la iluminación fue diseñada por Luca Anfossi. por Renzo Bellardone Además, el bajo Roberto Scandiuzzi, Enrico VIII, estando enfermo cantó igualmente. El espectáculo de Graham Vick fue repuesto por Stefano Trespidi, en nueva producción proveniente de los teatros de Verona y Trieste, que mostró escenografias y vestuarios hermosos, y fue esencial y funcional con invenciones como las pares del castillo real transparentes, casi simbolizando la imposibilidad de cualquier conspiración dentro de la corte de Enrico, donde observaba todo. Superlativa e inoxidable fue la Anna de Mariella Devia, de quien maravilla cada día que pasa su longevidad vocal y su pertinencia estilística. Al final, ¡muchas ovaciones para la reina! La Giovanna Seymour de Sonia Ganassi tuvo éxito con un papel que ha rodado y asegurado. Espléndida como siempre estuvo José María Lo Monaco en el personaje del paje Smeton, con sobresaliente e impecable voz. Shalva Mukeria como Percy, con centro y graves un poco inseguros, exhibió grato registro agudo, y Konstantin Gorny como Rochefort, con sólida voz de bajo. Un poco perdido estuvo el coro, quizás por la falta de orquesta. El pianista Severi, que del foso tuvo la responsabilidad de mantener la escena con su teclado, recibió su dosis de aplausos. Es una lástima un espectáculo a la mitad, sobre todo sabiendo que será una de las últimas ocasiones en que se escuchará a Devia en Florencia con este papel. por Massimo Crispi Il barbiere di Siviglia en Turín El éxito de esta conocida ópera de repertorio se confirmó con el caluroso y prolongado aplauso de un público que cortó antiguas supersticiones teatrales de producciones pasadas como la de color violeta, que en la reinauguración del teatro en 1973 tanto inquietó a Maria Callas en la dirección escénica, con Giuseppe Di Stefano, y otras más en años siguientes. En la del 2012, el maestro pro ópera Marina Comparato (Rosina) y Roberto di Candia (Figaro) en Turín Foto: Ramella&Giannese La battaglia di Legnano en Trieste La locura de la libertad agitaba al pueblo del siglo XIX, y la locura pura movía a los hombres del poder a destruir las riquezas culturales del propio país. Esto es lo que quiso decir el director Ruggero Cappuccio ambientando La battaglia di Legnano, ópera del resurgimiento de Verdi, en un depósito de objetos de arte abandonados. La única esperanza son los restauradores capaces de retocar los bellos cuadros (escenografías y vestuarios de Carlo Savi y luces de Nino Napoletano). En el plano vocal, Dimitra Theodossiu, debutando el papel, delineó una Lida apesadumbrada y resignada, con una línea de canto muy pura y melodiosa, inundada de sensibles pianissimi mayo-junio 2012 Candide en Roma Enero 18, 2012. El fantasioso regista Lorenzo Mariani recrea las numerosas peripecias de Candide, mostrándolo dentro de un estudio televisivo de los años 50, e introduciendo elementos caracterizantes en cada escena. El vestuario, muy colorido, brillante, es de Nicola Rubertelli y Giusi Giustino, y apropiadas, las luces de Franco Ferrari y la coreografía de Seàn Curran. Leonardo López Linares (Rolando), Andrew Richard (Arrigo) y Dimitra Theodossiu (Lida) en La battaglia di Legnano Foto: F. Parenzan y penetrantes filados en las páginas de dolor y lirismo (sublime en la plegaria, de gran impacto dramático cantada en el filo y con voz también en las notas agudas). Diseñó también una Lida apasionada y ardiente con voz segura y rica de armónicos siempre hacia el fiato, sonidos densos y rotundos en el centro y en los graves, agudos fulminantes y agilidad de fuerza en las páginas más virtuosas. ¡Una verdadera heroína del melodrama dramático! Andrew Richards, con fiero portamento y tono seguro, debutó con fuerza el valeroso y audaz papel de Arrigo. La voz robusta y de buena pasta, radiosa en el squillo, salió hacia los agudos extremos en la explosión de desdeño y de ardor y se suavizó en los fascinantes abandonos melódicos. El tenor pronunció claramente la palabra escénica con acento heroico y vigoroso, y con clara dicción. Estuvo elegiaco y conmovedor en la escena final de muerte. Leonardo López Linares (Rolando, marido de Lida y amigo de Arrigo) mostró un bueno modo de ofrecer una voz importante, extensa y de gran volumen. El fraseo fue apropiado, el acento estuvo bien marcado, y el canto en máscara, por demás audaz, y en ocasiones furioso, pero el barítono sabe cantar y usó la voz con suavidad en las páginas cargadas de pathos. El bajo Enrico Giuseppe Iori delineó un imponente Barbarossa con un medio vocal impresionante y con acento seguro y vigoroso. Insinuante estuvo el Marcovaldo del barítono Giovanni Guagliardo. Sharon Pierfederici (Imelda) mostró una voz insegura y tremulante; y débil estuvo el Araldo del tenor Alessandro De Angelis. Timbrados los bajos Francesco Musinu y Federico Benetti (Cónsul de Milán), Nicola Pascoli (Escudero) y Gabriela Sagona (gobernador de Como). Buena fue la prueba del coro dirigido por Paolo Vero, y la Orquesta del Teatro Verdi, guiada por Boris Brott, alternó momentos vigorosos en momentos absortos y otros de puro acompañamiento de las voces. Muy bella y bien ejecutada estuvo la obertura. Formas y épocas diversas para los vestuarios: impermeables y abrigos para el pueblo, vestidos largos para Lida, antiguos para los hombres, excepto para Arrigo, quien vistió pantalones negros, botas con tacones y una fulgurante camisa blanca manchada de sangre al final. por Giosetta Guerra mayo-junio 2012 La música, brillante, no desdeña el tango argentino ni el vals straussiano, con una escritura vocal basada en la prevalencia de la tesitura central de las voces, al estilo del musical de Broadway. El intrincado laberinto de temas que toca el libreto hacen que la ópera sea difícil de seguir. Candide fue el baritenor Michael Spyres, que cantó bien en todo su registro con una vocalidad consistente y sonido sostenido pero aligerado. Jessica Pratt (una Cunegonde rubia, ora bamboleante, ora en pose de femme fatale), afrontó con voz luminosa y agilidades virtuosísticas los pasajes de coloratura y los agudos estratosféricos. Bravo intérprete con bien dotada voz de barítono fue Bruno Taddia (como Maximiliano, el Capitán y el zar Iván), buen volumen del barítono Derek Welton (Pangloss, Martin, Cacambo), y consistentes los sonidos de la mezzosoprano Jane Henschel (The Old Lady), buenos los agudos del tenor John Graham Hall (Gobernador, Vanderdendur, Ragotski). El espléndido Coro del Teatro dell’Opera di Roma fue preparado por Roberto Gabbiani, cuya vivacidad en la escena era una constante presencia. El versátil Wayne Marshall dirige a la Orchestra del Teatro dell’Opera, transmitiendo el dinamismo de la partitura y cambiando de tinta el color del nuevo espacio. Muy monótona estuvo Adriana Asti que encarna el rol de Voltaire y es la voz narradora que sustituye los diálogos. por Giosetta Guerra Escena de Candide en Roma Foto: Corrado Maria Falsini Les contes d’Hoffmann en Milán Una vez más, Robert Carsen, después de su Don Giovanni inaugural en la Scala, y otra vez un gran éxito, vino la reposición del espectáculo montado en escena hace una docena de años en París, que fue muy apreciada por el público scaligero por la habilidad del director canadiense para describir emotivamente el proceso creativo del protagonista, el escritor alemán E.T.A. Hoffmann, para captar su inspiración artística y sus desilusiones amorosas. Los “cuentos” que constituyen la trama de esta obra pro ópera maestra de Offenbach se convirtieron así en una ocasión para adentrarse en la perspectiva del “teatro en el teatro” desde diferentes ángulos (como por ejemplo en el segundo acto, ambientado en un “foso” orquestal revestido como escenario en el que el Dr. Miracle dirigía con ironía las notas de la muerte de Antonia, o la Barcarola que fue entonada desde una platea reconstruida sobre la escena en la que unas sillas se movían rítmicamente y alternativamente se cambiaban hacia la derecha o hacia la izquierda). Fue aquí donde Carsen mostró de nueva cuenta su infalible olfato, en un espectáculo muy bien logrado, también por el mérito del elenco que estuvo muy equilibrado y dominado por la carismática presencia de Ramón Vargas en el difícil papel del protagonista. El tenor mexicano supo tocar las cuerdas más apasionadas con un fraseo elegante, una emisión homogénea y un timbre convincente. ¡Estuvo verdaderamente muy bien! Daniela Sindram, en el doble papel de Niclausse/Musa, cantó con naturaleza y entusiasmo siempre en la búsqueda de la línea más musical. Laurent Naouri interpretó los cuatro papeles de los “malos” —Lindorf, Coppelius, Doctor Miracle y Dapertutto— con penetrante vocalidad y explosiva presencia escénica. Llegando a las tres mujeres amadas de Hoffmann, la Olimpia de Rachele Gilmore se mostró cómoda en la temeraria coloratura sorprendiendo además al público al ir más alto del clásico mi bemol agudo. Genia Kühmeier prestó a Antonia una voz cándida y pura como lirio, aunque no siempre fue incisiva; mientras que la Giulietta de Veronica Simeoni estuvo muy sensual. Se debe subrayar el desempeño de todos los comprimarios, sobre todo el bien cantado Franzt de Carlo Bosi. En óptima forma se presentó el Coro del Teatro alla Scala dirigido por Bruno Casoni, y la lectura del director esloveno Marko Letonja tuvo gran espesor y vivacidad dramática. por Massimo Viazzo Ramón Vargas en Les contes d’Hoffmann en la Scala Foto: Phillippe Giraudeau pro ópera Falstaff en Verona La temporada lírica 2011-2012 abrió en el Teatro Filarmonico di Verona con Falstaff de Giuseppe Verdi. La producción morisca confiada a Luca Guadagnino, ambientada presumiblemente en el norte de África o el sur de España, cuenta con una escenografía de Francesco di Mottola. El drama de Verdi sufre: el estilo cáustico británico no se acomoda bien a los países de clima templado y con frecuencia se subestima la importancia del texto. En este sentido, Guadagnino no destaca el papel crucial de la palabra escénica que en esta obra es un capítulo fundamental. Si la dirección del joven Daniele Rustioni se revela inmadura para comprender las sutilezas de la partitura, afrontando todo sin la determinante vis comica, no estuvo mejor el elenco de cantantes que, con algunas excepciones, aplanó esta obra maestra con interpretaciones torpes e insulsas, empezando con el protagonista del barítono Leonardo López Linares, del que no se discute la “cantidad de voz”, a veces aguda y deslumbrante, pero incapaz de frasear por un canto ruidoso decididamente inapropiado para esta ópera. Mejor estuvo su rival, Ford, interpretado por un Vittorio Vittelli en buena forma, capaz de encontrar el color justo y la vena humorística necesaria para interpretar la muerte del marido burlado. Francesco Demuro dio voz a un impreciso Fenton, carente de línea de canto y técnicamente poco seguro. El grupo femenino se benefició con la sustitución de la indispuesta Serena Gamberoni y la presentación de la joven soprano Anna Bordignon, de buena figura aunque con problemas de entonación en la zona aguda, en la parte de Nanneta. Junto a ella estuvo la experta Elisabetta Fiorillo, una incomparable Mrs. Quickly, plena de energía e iniciativa escénica. Menos éxito tuvo la Alice, confiada a Virginia Tola, y Meg Page en la interpretación no muy exuberante de Manuela Custer. Interesantes prestaciones las de Saverio Fiore como el doctor Cajus y Nicola Pamio como Bardolfo. por Francesco Bertini Escena de Falstaff en Verona Foto: Ennevi mayo-junio 2012 Madama Butterfly en Turín La reposición de la puesta en escena del Teatro Regio, de la temporada 2010-2011, con dirección de Damiano Michieletto, hoy dirigida por Roberto Pizzuto, puso al público de Turín en la condición de amar o de no tolerar esta lectura escénica. La definición de tragedia japonesa es estrecha en esta visión libre de condicionamientos y que tiene la intención de mostrar el horror de la Raffaella Angeletti en Madama Butterfly en Turín explotación de Cio-CioFoto: Ramella&Giannese San, de la diversidad del niño de ojos azules, y de la ambigüedad en el comportamiento de Sharpless. La imagen no es más que la de una despiadada realidad, al punto que se sustituyó el celebre hara kiri del final por un disparo de pistola que imprimió actualidad y universalidad al epilogo del sufrimiento causado por todas las traiciones del mundo. La escena casi fija constó de un cubo trasparente al centro, que fue el refugio y la jaula de Butterfly, y estuvo rodeado de carteles luminosos como en cualquier metrópoli del Oriente. La esperada nave de Pinkerton no arribó y en su lugar ingresó un moderno automóvil blanco. La orquesta del Regio fue dirigida con el elegante gesto de Daniele Rustioni, quien puso atención para delinear y enfatizar la poesía, en particular en el final de la obra. El coro mudo, los leitmotivs y las arias, nos llevaron a una palpable emoción como sólo lo sabe hacer la música de Puccini. Butterfly obtuvo y perdió la vida a través de la interpretación de la soprano Raffaella Angeletti, apreciada intérprete de la puesta anterior, que con un apropiado physique du role imprimió al personaje de Cio-Cio-San un marcado vigor emotivo, también durante los momentos de la buscada sobriedad. Cristalina en los agudos y ámbar en los tonos bajos mostró seguridad y dominio de la escena. La mezzosoprano Giovanna Lanza, dibujó con apreciable timbre una Suzuki participativamente sufrida a través del uso de un instrumento de evidente y sólida técnica unida a la emotividad con la que exaltó su rotundo y bronceado cuerpo vocal. Un Pinkerton, amable en apariencia, pero un villano listo para aprovecharse fue interpretado por un Massimiliano Pisapia que estuvo preciso en la interpretación que alcanzó las notas más tristes en el segundo acto. El barítono Domenico Balzani fue un convincente Sharpless que, con voz segura y agradable, delineó y matizó su clara participación. Gregory Bonfatti se transformó en una figura ambigua y deshonesta en la interpretación de Goro. El resto del elenco estuvo bien en los diversos personajes. La música vence siempre. por Renzo Bellardone Nabucco en Fano Foto: Silvano Bacciardi mayo-junio 2012 pro ópera Nabucco en Fano Dicembre 10, 2011. Massimo Gasparon (dirección de escena, escenografía, vestuario e iluminación) emerge por su armonía y elegancia. Dominó el elenco el bajo Michele Pertusi (Zaccaria en túnica blanca), por su presencia escénica y calidad vocal de precioso legato, bello color, sonido amplio y maestoso y gestos de alta técnica de emisión. El tenor Luca Canonici (Ismaele) mostró un bello acento en una voz límpida y de bello timbre, alternando frases dulces con momentos vigorosos con agudos luminosos. El barítono Giovanni Meoni moduló bien su voz amplia, de bello timbre, pero hizo un Nabucco poco imperioso. Para la soprano Paoletta Marrocu, dotada de buena voz y presencia escénica, el rol de Abibaille —soprano drammatico di agilità— fue demasiado pesado para su línea de canto y poco homogénea, aunque estuvo muy bien en la escena de la muerte. El Coro Mezio Agostini, Le nozze di Figaro en Ancona preparado por Lorenzo Bizzarri, realizó con lirismo la difusa sonoridad requerida. Roberto Parmeggiani, sobre el podio de la Orchestra Sinfonica Rossini, capta la eficacia dramática de esta música Le nozze di Figaro en Milán vibrante con espíritu del risorgimento. La idea de confiar la reposición de la histórica producción por Giosetta Guerra escénica de Bodas de Fígaro, puesta en escena por primera vez por Giorgio Strehler hace 30 años (y en su novena edición), a un joven y emergente director no fue muy afortunada. De hecho, Le nozze di Figaro en Ancona Andrea Battistoni, de 24 años, no supo captar de la mejor Enero 29, 2012. Esta producción de Pier Luigi Pizzi, cuyo manera la burbujeante vitalidad de la partitura y se limitó a una objetivo es centrarse en una expresión emocionante del eros de los realización “genéricamente” vivaz pero no muy profundizada jóvenes protagonistas, contó con una espléndida iluminación de desde el punto de vista tímbrico y dinámico. Las fulgurantes Vincenzo Raponi que creó una atmósfera suspendida. Vocalmente, modulaciones armónicas mozarteanas, que son el núcleo esencial los artistas estuvieron bien preparados en el estilo mozartiano del proceso narrativo, fueron casi debilitadas en un “mezzo-forte” con la batuta de Guillaume Tourniaire al frente de la Orchestra omnipresente y un poco superficial, sin mencionar los problemas Filarmonica Marchigiana. que tuvo el director veneciano para mantener al escenario y a la orquesta con los resultantes desorientaciones en las partes corales y Destacó por su bravura el Figaro de Riccardo Novaro, un bajo de los concertati. voz bellísima, amplia, sonora y bien timbrada, con dominio de la técnica y con una dicción clara. Carmela Remigio (la Contessa) En un contexto tan precario, la Orquesta del Teatro alla Scala se exhibió una vocalidad bella, extensa y luminosa, un dulcísimo vio un poco apática. Es una lástima, ya que el elenco presentado canto a media voz con largos filados suspendidos y plenitud en el por el máximo teatro italiano fue homogéneo y bien equilibrado, sonido de las frases más vehementes. Alessandro Luongo hizo comenzando por el optimo Fígaro de Nicola Ulivieri, de grata un buen Conte, pese a que canta con una voz fibrosa y de mediano voz, sana y robusta y de desbordante carisma escénico. En el espesor. Adriana Kučerová, la Susanna, tiene una melodiosa línea elegante, ligero y aún muy vivo espectáculo de Strehler, repuesto de canto con buenos graves y agudos robustos. Elena Belfiore, en esta ocasión por Marina Bianchi, el “sirviente” Figaro estuvo Cherubino, aproximativa en la dicción, tiene una voz modesta más interesado en el lado privado y amoroso de la obra que en en los graves pero bien modulada conforme se aproxima a los la polémica política contenida en la pièce de Beaumarchais, la agudos. Giacinta Nicotra, la Marcellina, mostró agilidad en cual Lorenzo Da Ponte delineó magníficamente en su libreto. los trinos y en los agudos, y estuvo bien en los recitativos, pero Fue así como Ulivieri derrochó ininterrumpidamente simpatía y insegura en su aria. Luca Dall’Amico, Don Bartolo, es un buen humorismo. Alessandra Kurzak personificó una Susanna con bajo con voz amplia y registro extenso, pero tiene poco control vida, en carne y hueso, sin ser muy soubrette, pero vocalmente en la tesitura aguda. Luca Canonici, Don Basilio y Don Curzio, su realización no fue más que correcta. Cálida y emotivamente es un profesional con un buen medio vocal y con canto marcado. partícipe estuvo la experta Condesa de Dorothea Röschmann, Maria Abbate, la Barbarina, exhibió una vocalidad melodiosa, una mujer mas enamorada que vengadora. Vocalmente puntual y proyectada con delicadez y apropiada en el fraseo. William Corrò, con perfecta dicción estuvo un Conde no tan arrogante de Pietro Antonio, tiene una buena voz granada. Spagnoli. Bien proyectado y seguro pero no muy profundo fue el por Giosetta Guerra Cherubino de Katja Dragojevic, mientras que Maurizio Muraro pro ópera mayo-junio 2012 timbre. El bajo Abramo Rosalen (Frère Laurent) tiene una voz amplia y timbrada con buenos graves. La mezzosoprano Silvia Regazzo (Stéphano) gestiona bien una voz extensa de bello timbre. Carlo Di Cristoforo (le Duc de Vérone) es un bajo de bello color vocal. por Giosetta Guerra Requiem de Verdi en Parma Escena de Le nozze di Figaro en la producción milanesa de Giorgio Strehler Foto: Brescia/Amisano (Don Bartolo), Natalia Gavrilan (Marcellina), Carlo Bosi (Basilio) y la prometedora Pretty Yende (Barbarina) dieron su valiosa contribución. por Massimo Viazzo Roméo et Juliette en Cremona Noviembre 18, 2011. En el Teatro Ponchielli de Cremona la Juliette fue Serena Gamberoni, vestida de blanco. La artista unió a “le physique du rôle” un medio vocal límpido, luminoso, fresco, extenso, dúctil en los trinos, brillante en los agudos, con un sonido melodioso en la media voz y en el canto a fior di labbra (a flor de labio). Su Roméo fue Jean-François Borras que, naturalmente, tienen una buena dicción francesa. El tenor tiene una voz clara, extensa, con vibrato; una voz resistente que se despliega de manera luminosa en la tesitura aguda, aunque debe perfeccionar su línea de canto y su emisión. Octubre 8, 2011. El coro y la orquesta del Teatro Regio di Parma, dirigidos respectivamente por Martino Faggiani y Yuri Temirkanov, y cuatro solistas del calibre de Francesco Meli, Dimitra Theodossiou, Sonia Ganassi y Riccardo Zanellato han realizado una Messa da Requiem de Verdi en un teatro espléndido de Parma: el Teatro Farnese. La lectura del maestro Temirkanov, de San Petersburgo, cae en el calor y en las líneas suaves del teatro con tiempos musicales relajados y estrictos. En lo vocal, el tenor Meli tiene una voz que se expande con limpieza y brillo y sus suaves mezze voci son sonoros a pesar de que el teatro no cuenta con una acústica ideal. La voz del bajo Riccardo Zanellato es cálida, redonda, amplia, se mantuvo estable en el sonido y mórbida en la emisión, con notas graves de gran relieve, una óptima técnica de canto, pero un poco más de volumen hubiera sido idóneo. Sonia Ganassi es un músico refinado de excelente técnica de canto que le permite manejar bien sonidos brillantes en los agudos, sensible en los pianissimi y de óptima modulación, un poco cubierta en la zona media, pero segura en los graves. Dimitra Theodossiou es muy distinta por su melodioso sonido, sus larguísimos filados celestiales, delicados pianissimi y agudos potentes a plena voz. por Giosetta Guerra Park Taiwan (Capulet, padre de Juliette) tiene una voz hueca de bajo, poco firme y no muy agradable, sin graves ni grosor. Mihail Dogotari es un buen barítono con voz timbrada y sonora, y Saverio Fiore (Tybalt) es un tenor decidido con voz de bello Requiem en Parma Rigoletto en Jesi Noviembre 27, 2011. La bella escenografía de Massimo Gasparon y el brillante cromatismo de los magníficos vestuarios ideados por el regista se complementaron muy bien con la Orchestra Filarmonica Marchigiana dirigida por el maestro Giampaolo Maria Bisanti. Serena Gamberoni (Juliette) y Jean-François Borras (Roméo) en Cremona Foto: Umberto Favretto mayo-junio 2012 La revelación de la tarde fue el joven barítono Simone Piazzola, que con una bella voz luminosa, extensa y rica en colores, canta pro ópera Pasquale Amato (Monterone) y Simone Piazzola (Rigoletto) en Jesi Foto: Binci en la “máscara” y emplea la messa di voce, con lo que consigue un canto a fior di labbra manteniendo una línea de canto mórbida, especialmente en el dueto con Gilda. También fue buena la Gilda de la jovencísima Irina Dubroskaya, que lució una voz límpida y ágil, con agudos transparentes y luminosos y una fluida emisión y canto en la “máscara”. En el rol del Duque de Mantua, Shalva Mukeria generosamente otorga una voz clara, extensa y sólida, con un squillo seguro y sonidos estrechos en la zona media. El bajo Eugeniy Stanimirov Iossifov (Sparafucile) exhibió una bella voz oscura, mórbida, con graves consistentes, tenidos y largos. Pasquale Amato (Monterone) tiene un medio vocal oscuro, amplio y sonoro; y Saverio Pugliese (Matteo Borsa) es un tenor claro. Veronica Senserini (Giovanna) usa bien una voz de sonido oscuro y redondo; la mezzosoprano Alessandra Palomba (Maddalena) canta con una voz ofuscada, sin espesor ni volumen. Bien vocal y escénicamente el Coro Lirico Marchigiano “V. Bellini”, bien preparado y dirigido por David Crescenzi. por Giosetta Guerra Rigoletto en Turín En esta reposición del Teatro Regio, el papel principal le fue confiado a Giovanni Meoni, quien moduló su cálida y melodiosa voz en una sucesión de sentimientos opuestos. Ya reconocido en otras producciones del papel por su interpretación sin protagonismos, ofreció al atento público arias y cabaletas con claro fraseo y mórbida rotundidad. Gilda fue Dèsirée Rancatore, pro ópera co protagonista con Meoni en la reciente edición en Macerata. La soprano mostró una voz que en el tiempo ha madurado en colores y acentos de cálidos tonos dorados, manteniendo una brillantez cristalina en los agudos y sobreagudos, en las virtuosas coloraturas y los suaves tonos afligidos en la profundidad del sentimiento participativo. Como intérprete de referencia del papel exhibió una sólida técnica con extremo cuidado en una interpretación nunca banal que la ha hecho ser muy apreciada por el público. El joven director Fabio Banfo jugó entre luces y oscuridades con la sombra de un balón que botaba y después rodaba por el suelo. Gilda no jugaba más porque había sido raptada. La producción ofrecida por el Regio resultó ser de lectura clara y de simbolismos. En un ambiente oscuro, como lo es la narración, el director hizo que los cantantes se movieran con respeto por el canto que emergía del foso del maestro Daniele Rustioni, quien con una dirección puntal y libre de lo tradicional buscó la fidelidad, la poesía y el sentimiento de los personajes y la narración. Claudio Fenoglio es el destacado director del consolidado coro, nunca en puesto secundario, sino que a tono con el resto del escenario. Pietro Pretti fue el Duque de Mantua que, seguro y afligido, tierno y sin escrúpulos se afirmó como un buen intérprete de timbre claro y seguro en ‘Ella mi fu rapita..’ ‘Bella figlia dell’amore..’ y la célebre ‘La Donna è mobile’. Alessandro Guerzoni delineó con buena voz un Sparafucile de contornos precisos e interesantes. por Renzo Bellardone Il trovatore en Venecia Ausente durante casi 30 años del Teatro La Fenice de Venecia, mayo-junio 2012 Il trovatore de Giuseppe Verdi volvió a pisar este escenario para la clausura de la temporada lírica 2011. En esta nueva edición el elenco fue heterogéneo. El intérprete del rol de Manrico fue el sólido Stuart Neill, con cierto refinamiento en la interpretación, y capaz de explotar su instrumento para afrontar este rol con suficiente desenvoltura. De pronto se escuchan algunos problemas de entonación, pero en general la voz es segura y corre en la sala, bruñida en el centro e indómita en la zona aguda. Su Leonora fue María José Siri, quien se encuentra incómoda en este rol, demasiado grande para sus medios. Percibimos una fatiga cada vez mayor durante la noche, en perjuicio de su emisión, sobre todo en la región aguda. Su interpretación escénica, por el contrario, fue más cuidadosa y comprensiva. El rol de Azucena en esta ópera es fundamental y Veronica Simeoni lo afrontó bien: es una artista sagaz, capaz de dar vida a un personaje controvertido a través de un fraseo cuidadoso, unida a una voz fluida, inteligentemente utilizada y siempre teniendo el cuenta los preceptos del bel canto. Franco Vassallo está dotado indudablemente para afrontar el Conte di Luna, tanto por su color como por le homogeneidad de su volumen, pero exagera en la agresividad canora perdiendo de vista tanto el fraseo como la entonación. Piero Pretti y Désirèe Rancatore en Rigoletto en Turín Foto: Ramella&Giannese En la dirección musical de Riccardo Frizza se requería una paleta de colores más cálidos y mayor capacidad par seguir a los cantantes, pero él optó por tiempos a veces incoherentes que afectaron negativamente el clima de la escritura romántica de Verdi. La dirección escénica de Lorenzo Mariani vacila en una intersección de elementos oníricos y surrealistas. Toda la historia se cuenta con un telón de fondo negro, con la forma de la Luna siempre presente, dando un ambiente sombrío a la puesta en escena. o por Francesco Bertini Escena de Il trovatore en Venecia Foto: Michele Crosera mayo-junio 2012 pro ópera Anna Caterina Antonacci: Un hada del tiempo perdido F lorencia, Marzo 12, 2012. Cuando uno asiste a un recital de Anna Caterina Antonacci se da cuenta, tarde o temprano, que forma parte de un evento. Algo ocurre ya que apenas entra en la escena la artista, el carisma, la clase, la extraordinaria belleza de Antonacci anuncia un rito especial está a punto de manifestarse: la sacerdotisa de la música, de la gestualidad, de la palabra está allí para la iniciación de un nuevo adepto y para suscitar sueños multicolores a quien ya la conoce. El programa de ese recital florentino se basó en dos temas muy amados por Antonacci. Uno de sus repertorios más frecuentados, por la riqueza de su tono y para sus posibilidades expresivas, es el barroco. La atormentadora passacaglia del ‘Lamento della Ninfa’ de Claudio Monteverdi abrió el recital y capturó al publico en su vórtice emotivo y funcionó muy bien también con el piano de Donald Sulzen: el madrigal casi se volvió un aria moderna, con libertad interpretativa y rítmica como el mismo autor anhelaba, y que llegó directo al corazón de los que las escuchaban. El barroco, decíamos, con sus epígonos, dio nombre a la primera parte del programa “In stile antico” (en estilo antiguo) porque parodias del estilo antiguo son las arias de Ottorino Respighi y de Stefano Donaudy, autor, este último, de una colección de arias sobre textos de los siglos XVI y XVII, con música de un estilo arcaico y que los demás cantan casi con distracción, sin darse cuenta de verdad de aquel idioma antiguo y refinado. Antonacci sacó de esas arias tanta poesía que nos quedamos hipnotizados. Como una Armida moderna, nos atrajo y nos perdió en su jardín encantado de la voz, para que saboreáramos cada sílaba, como si ella nos contara historias que nunca habíamos conocido, a pesar de que esos fragmentos los hemos escuchado varias veces en otras interpretaciones. Antonacci sí tiene el gran mérito de saber decir, contar los sonidos, las frases, los fonemas, vistiéndose integralmente del texto que quiere transmitir, inventando situaciones y tonos, pintando caracteres, también transmitió sensaciones, sentidos, escalofríos. La textura tan especial de Anna Caterina Antonacci, quien escapa (por suerte) a las clasificaciones, comprendiendo sin fracturas las texturas de soprano y mezzosoprano, llena de escalonados y colores, según el efecto que ella quiere expresar, es una de las riquezas más grandes de esta artista. El programa donde hubo vínculos internos entre Cesti y Respighi, Cilea y Pizzetti, Mascagni, Refice y Tosti, fue el fruto de una elección inteligente y tenía un evidente fin narrativo. Muchas fueron las sorpresas y los redescubrimientos, poniendo una cortina sobre los tantos programas banales que saben a rancio de vez en cuando porque siempre proponen los ciclos de Schubert o Schumann, que son magníficos, sin duda, pero parece que sólo estos fueran los únicos existentes. Las “Quattro canzoni d’Amaranta”, uno de los más considerables ciclos de Francesco Paolo Tosti, el dúo lo interpretó con mucho pathos, aunque con una elección dinámica muy rápida, cuyo vórtice emocional nos dejó sin aliento. Si el estilo antiguo y arcaico fue el carácter de la primera parte del recital, los reflejos acuáticos fueron el tema de la segunda. Así que los reflejos de la laguna en el ciclo “Venezia” de Reynaldo Hahn, que es quizás —él más que Proust— el guardián del temps perdu, eran lo que se necesitaba. La sabiduría de Antonacci y Sulzen, los dos divirtiéndose muchísimo en su recitación, cada uno con su propio instrumento, de los textos en idioma veneciano (aunque de vez en cuando hubieron algunas pequeñas faltas de pronunciación), entusiasmó además un público ya enamorado desde el inicio del recital. 10 pro ópera Anna Caterina Antonacci Foto: Pascal Victor Los reflejos en el agua continuaron con la celebre “L’invitation au voyage” de Henri Duparc, donde Antonacci acentuó de manera sublime la voluptuosidad del verso de Baudelaire, casi como si ella fuera una pintora de paisajes y de atmósferas líquidas. Después continuó con dos fragmentos de Gabriel Fauré: “Cygne sur l’eau” y “Au bord de l’eau”, éste último en una interpretación tan moderna que reveló toda la actualidad del lenguaje de ese autor, a menudo confinado en una dimensión de salón y poco más. Su ciclo “L’horizon chimérique”, con sus cuatro canciones, casi una simétrica conclusión en oposición/nexo con el ciclo de Tosti, terminó el recital con una fuerte emoción. Ese repertorio en lengua francesa que Antonacci domina perfectamente, quizás mejor que muchos cantantes de lengua materna cuya escuela actual está en mal estado, y que despertó memorias que creíamos sepultadas en un pasado remoto en interpretaciones como las históricas de Charles Panzéra, Régine Crespin o Camille Maurane, que unían la conciencia fonética con una vocalización digna de ese nombre. El papel del pianista Donald Sulzen fue tan importante como el de la soprano. Los dos artistas se daban y tomaban recíprocamente ideas, tiempos y colores sin parar. Sulzen creó un camino sonoro donde la huella ágil y aterciopelada de Antonacci podía avanzar sin obstáculos, planeando sin golpes, amalgamándose perfectamente y enseñando una gama de colores que es raro escuchar. A menudo se subestima la presencia de un pianista “acompañador” y se disminuye precisamente su papel de pianista. Él es al contrario el motor rítmico y armónico que apoya a la cantante y le permite expresar sus encantos vocales, como los que el hada Antonacci nos desveló. por Massimo Crispi mayo-junio 2012