1 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea Segundo Semestre Año 2007 - Nº 496 Fundada en 1924 ISSN 0716-1840 versión papel ISSN 0718-0462 versión on-line Publicación semestral editada por la Universidad de Concepción Incluida en Hispanic American Periodicals Index (HAPI) Scientific Electronic Library Online (SciELO) The Thomsom Corporation Red ALyC, Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal, Ciencias Sociales y Humanidades Esta publicación cuenta con el subsidio CONICYT para revistas científicas RECTOR Sergio Lavanchy Merino DIRECTOR Mario Rodríguez Fernández CONSEJO EDITORIAL Cedomil Goic Universidad Católica de Chile Ramón Latorre Centro de Estudios Científicos, Chile Leonardo Mazzei de Grazia Universidad de Concepción, Chile Sergio Carrasco Delgado Universidad de Concepción, Chile Mario Silva Osorio Universidad de Concepción, Chile Mario Suwalsky Weinsumer Universidad de Concepción, Chile Mario Toral Universidad Finis Terrae, Chile Gilberto Triviños Araneda Universidad de Concepción, Chile Editorial Universidad de Concepción Administración, suscripción y ventas Libe Garavilla Díaz Biblioteca Central, Of. 11, Campus Universitario Fono (56-41)2204590 - Fax (56-41)2228262 Casilla 160-C, Correo 3 - Concepción - Chile E-mail: [email protected] Edición y diseño de Oscar Lermanda Corrección de pruebas Gabriel Obreque M. José Uribe M. Atenea 496 II Sem. 2007 2 Ilustración portada: M. Chagall: “Doble retrato de vaso de vino” (detalle) Tiraje: 8.300 ejemplares “El pintor en una fiesta tumultuosa” (detalle), de P.A. Renoir. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE ISSN 0716-1840 Atenea 496 Universidad de ConcepciOn Chile 3 Atenea 496 II Sem. 2007 CONTENIDO Presentación / 6 ARTICULOS “Habremos de reír, nos alegraremos, habrá deleite”. Reflexiones sobre la risa (Primera parte) María Nieves Alonso, Paulina Barrenechea, Juan Cid, David Avalos, Paulina Daza, Edson Faúndez, Dieter Oelker y Gilberto Triviños / 11 496 Deleites y sinsabores de la comida y el comer: Situando el tema Marisela Hernández H. / 41 Atenea Entre guerras: Las lides de Neruda con Ocampo y revista Sur (1930-1940) Luis E. Cárcamo-Huechante / 55 “Las dos Américas”: Re-descubrimiento del Nuevo Mundo René Ceballos / 67 Representación social mapuche e imaginario social no mapuche de la discriminación percibida Daniel Quilaqueo R., María Eugenia Merino D. y José Luis Saiz V. / 81 Conciencia y dinero. Un aporte a una economía evolutiva Niklas Bornhauser y Stefan Brunnhuber / 105 Campus universitarios en Chile. Nuevas formas análogas a la ciudad tradicional Pablo Fuentes Hernández / 117 Luces en la ciudad: Dictadura y simulacro en Tomás Harris Magda Sepúlveda Eriz / 145 NOTAS Etnografía persistente: Pedro Lemebel o el poder cognitivo de la metáfora Yanko González Cangas / 161 RESEÑAS Jaime Etchepare Jensen. Surgimiento y evolución de los partidos políticos en Chile, 1857-2003 Eduardo Téllez Lúgaro / 169 Atenea 496 II Sem. 2007 4 Pieter Bruegel, el Viejo, “La cosecha de trigo” (1565) 5 Atenea 496 II Sem. 2007 P R E S E N TA C I Ó N O FRECEMOS a los lectores de ATENEA este volumen del segundo semestre del año 2007, que se inicia con el artículo sobre la risa, práctica corporal de libertad y de vida tan infrecuente en la época (pos) moderna que vivimos. M. Rodríguez Aunque Atenea fue una diosa severa que pareció siempre desdeñar la risa, esta revista que se adorna con su nombre nunca expulsó de sus páginas la posibilidad del reír. Ahora la acoge abiertamente al incluir el texto de María Nieves Alonso y otros, que reflexiona sobre las concepciones y proyecciones de la risa en la cultura europea y en la náhuatl. El perturbador encuentro de dos culturas diferentes permite mostrar que, tanto en el terreno de la oralidad como en el de la letra, la risa es capaz de fabular hermosamente la libertad del hombre, especialmente de su corporeidad. La irreverencia producida por el encuentro desarma la gravedad, la seriedad, la tristeza y pone en jaque mate las fuerzas del poder. El siguiente artículo incursiona en un territorio análogo al explorar los deleites y sinsabores de la comida y el comer. Nuevamente el cuerpo y sus deseos se expresa en la trinidad que conjura un plato de comida: alimento, cocinero y comensal. Luis Cárcamo-Huechante abre con su artículo otra línea del número: la revisitación de un pasado polémico, en este caso, las lides de Pablo Neruda con la escritora y editora argentina Victoria Ocampo. El ensayo se compone de dos partes: la primera, que publicamos aquí, se centra en las difíciles relaciones que guardaron ambos escritores en las décadas de los treinta y los cuarenta. Durante varios años, especialmente por parte de Neruda, hubo un agrio distanciamiento enfocado sobre todo en la labor de Ocampo como directora de la hoy en día casi mítica revista Sur. Los separaban irreconciliables puntos de vista estéticos, ideológicos y literarios sobre los agitados acontecimientos que les tocó vivir, entre ellos la oleada nacista que recorrió el mundo. Sin embargo, a fines del período estudiado se produce un reencuentro durante las estadías de ambos en Lima. Varios testimonios fotográficos, tomados durante 1950, lo certifican. La revisitación del pasado continúa con el artículo de René Ceballos acerca de la novela El naranjo de Carlos Fuentes, cuyo capítulo “Las dos Américas” analiza el ensayista. Centrada esta parte en comentarios de un marinero genovés, que apócrifamente remite a Cristóbal Colón, se despliega “otra imagen” de Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 6-8 6 América, contrapuesta al mito del paraíso terrenal elaborado en el Diario de a bordo de Colón. Fuentes desarrolla una metaficción que cuestiona tanto su propio relato como el conocimiento tradicional que tenemos del llamado “Descubrimiento de América”. Un punto inesperado, propio de lo real maravilloso, es la explicación que da Fuentes de la razón que lleva al Colón apócrifo a imaginarse que la tierra no es redonda, sino que tiene la forma de una pera. Es el resultado de su amamantamiento por parte de opulentas nodrizas, lo que figura la forma de los senos en la imaginación de Colón como la representación tangible de la dicha paradisíaca. Si América en el Diario de a bordo era el lugar del paraíso, no podría estar situada sino en el pezón de la pera terrestre. El artículo siguiente de Daniel Quilaqueo, María Eugenia Merino y José Luis Saiz, se refiere a un tema que la sociedad chilena ya no puede seguir soslayando como imperativo histórico, ético y político: la situación del pueblo mapuche. El ensayo analiza las percepciones discriminatorias que los mapuches enfrentan diariamente en sus relaciones con los no mapuches. Utilizando un método de codificación abierta, axial y selectiva, se concluye que los no mapuches desvalorizan el trabajo del indio, su aspecto físico y su capacidad mental. Ello se ve enfatizado por el desconocimiento de la cultura mapuche en la educación formal y una intolerancia a priori sobre sus hábitos de vida. El artículo “Conciencia y dinero”, de los autores Niklas Bornhauser y Stefan Brunhuber, estudia el desarrollo histórico de los sistemas económicos, especialmente de la economía monetaria. El análisis permite hacer visible el estado actual de los modelos económicos, señalando, al mismo tiempo, una posible evolución hacia una “economía del saber”. Así, por ejemplo, el nivel “post-convencional” (desde el punto de vista económico) por el que atravesamos hoy en día corresponde a un sistema post-industrial, a una sociedad del saber y de la información que tiende hacia sistemas monetarios complementarios, electrónicos y a una percepción temporal simultaneísta. Pablo Fuentes Hernández al analizar el diseño de los campus universitarios en Chile originados durante la segunda mitad del siglo XX, demuestra que su organización respondió a las necesidades de participación social en el espacio público, aspiraciones colectivas que buscaban lugares de encuentro abiertos pero jerarquizados, acordes a las demandas universitarias del siglo XX. 7 Atenea 496 II Sem. 2007 Magda Sepúlveda estudia la metáfora del baldío creada por el poeta Tomás Harris para designar la ciudad bajo la dictadura militar. La crítica literaria demuestra que en dicho espacio autoritario persisten las huellas de las ciudades coloniales construidas sobre la erradicación del otro, de su pluralidad y heterogeneidad consustanciales. Finalmente, analiza en la poesía de Harris, específicamente en Zonas de peligro y Diario de navegación, la imagen de la ciudad dominada por el simulacro posmoderno. Finalmente, dos reseñas de libros completan el número 496 de ATENEA, que el año 2009 llegará a 500 números sin interrupción. MARIO RODRÍGUEZ F. DIRECTOR Atenea 496 II Sem. 2007 8 Artículos 9 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea 496 II Sem. 2007 10 ISSN 0716-1840 “HABREMOS DE REÍR, NOS ALEGRAREMOS, HABRÁ DELEITE”. REFLEXIONES SOBRE LA RISA (PRIMERA PARTE) MARÍA NIEVES ALONSO, PAULINA BARRENECHEA, JUAN CID, DAVID AVALOS, PAULINA DAZA, EDSON FAÚNDEZ, DIETER OELKER Y GILBERTO TRIVIÑOS1 RESUMEN Reír con el otro es una práctica corporal de libertad y, por lo mismo, de resistencia a las potencias hostiles a la vida. Pero también es una invitación a visitar el pasado, examinar el presente y pensar en un porvenir distinto. Por ello el irreverente encuentro suscitado por la letra y la risa permite fabular la crisis de los poderes de la seriedad y la tristeza, que intensifican, por ejemplo, la violencia, el terror y el odio a la diferencia. Palabras claves: Risa, resistencia, liberación, poder, cuerpo, literaturas europea, latinoamericana y náhuatl. ABSTRACT To laugh with another is a corporal practice of liberation as well as of resistance to powers hostile towards life. But it is also an invitation to revisit the past, examine the present and think of a different future. And so, an irreverent encounter brought about by writing and laughter allows us to hold off the powers of seriousness and sadness, which only intensify, for example, violence, terror and hatred of difference. Keywords: Laughter, resistance, liberation, power, body, European, Latin American and Náhuatl literatures. Recibido: 02.09.2007. Aprobado: 29.11.2007. 1 Investigación realizada dentro del marco del Proyecto MECESUP UCO 0203, “Fortalecimiento de la calidad y la innovación en la formación de doctores en literatura latinoamericana”. Los autores de este artículo integran el Grupo de Investigación “Nuevas lecturas de los textos clásicos latinoamericanos” del Proyecto MECESUP UCO 0203 y el Grupo de Investigación 03.F2.06 de la Dirección de Investigación de la Universidad de Concepción. La coordinadora general de dichos grupos es la Dra. María Nieves Alonso ([email protected]). 11 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 11-40 INTRODUCCION C OMPONEN esta primera parte de “‘Habremos de reír, nos alegrare- mos, habrá deleite’. Reflexiones sobre la risa” dos aproximaciones teóricas en las que los sentidos y poderes de la risa son examinados a partir de su conexión con la literatura. En primer lugar, se exponen las concepciones y proyecciones de la risa en la cultura europea y en la cultura náhuatl. El aporte de estas páginas pareciera ser que surge del encuentro perturbador de dos culturas diferentes. El análisis de la concepción de la risa en la cultura náhuatl, en efecto, revela no sólo una zona frecuentemente excluida de la reflexión sobre la risa, sino que permite, además, que se hagan visibles pasajes que comunican pueblos y épocas, particularmente aquellas que permiten advertir que la risa en estos pueblos y épocas es “La fuerza débil” que hace posible resistir momentáneamente la violencia, la injusticia, la intolerancia, el odio y el terror a la muerte. Por ello, los poderes hegemónicos han intentado vigilar y muchas veces sancionar la irrupción de los cuerpos que ríen. La vinculación entre la risa, el cuerpo y el poder, en segundo lugar, ilumina las estrategias que las sociedades de soberanía, de disciplina y de control han desplegado para domesticar los efectos de una de las mayores “manifestaciones de la libertad humana”. El cuerpo y la risa, sin embargo, encuentran en el espacio literario una de sus posibilidades de expresión. Nuestra reflexión sobre la risa debe por ello completarse con un estudio de obras literarias específicas. Los estudios sobre el erotismo y la risa en Canto de las mujeres de Chalco (en León-Portilla 1978), sobre la risa como estrategia mediante la cual el esclavo se hace cimarrón y sobre la risa silenciosa en Los siete locos de Roberto Arlt responden a esta necesidad2. A. LA RISA EN LA CULTURA EUROPEA Y EN LA CULTURA NAHUATL “Risa del primer día, risa salvaje.., acuerdo con el mundo, diálogo sin palabras, placer... La risa es una de las manifestaciones de la libertad humana” (Octavio Paz, 1987). CONCEPTO Y CONCEPCIONES DE LA RISA3 La risa aparece en situaciones y circunstancias tan variadas, diferentes y heterogéneas, que resulta difícil encontrar para ella un denominador común. 2 Estos estudios integran la segunda parte de la monografía, la cual se publicará en el próximo número de esta misma revista. 3 En la redacción de esta primera parte, referida al estado de la cuestión, se tuvo a la vista el Atenea 496 II Sem. 2007 12 Efectivamente, ella puede ser sumisa, forzada, cómplice, rebelde, complaciente, liberadora, provocativa, indulgente, aliviada, incriminatoria,… –y, por cierto, auténtica y falsa. Una manera para avanzar hacia la comprensión de la risa consiste en preguntarse por su causa, función y efecto. Las respuestas a cada una de estas interrogantes han dado origen a diversas propuestas teóricas de orientación ético-social, psicológica e intelectual. – La orientación ético-social se pregunta por el efecto de la risa con la consiguiente constatación de su carácter perturbador del orden institucional y la por eso imperiosa necesidad de propender a su domesticación. Platón y Aristóteles inauguran esta postura ante la risa, el primero, cuando escribe en el Filebo (48c) que “la risa es, en suma, un vicio”, y el segundo, cuando señala en la Poética (1449a) que “lo risible es un defecto y una fealdad”, por cuanto se aparta de la norma vigente. Es por eso que resulta necesario controlarla, meta que se alcanza cuando se la convierte en guardiana del orden moral y social. Expresión de este propósito son las reflexiones de Bergson, para quien “la risa debe ser algo así como una especie de gesto social. El temor que inspira reprime las excentricidades”, es decir, todo aquello que se aparta del “centro común, en torno al cual gravita la sociedad entera” (Bergson 1943: 23). – La concepción psicológica se pregunta por la función de la risa, destacando en sus respuestas que ella surge de una repentina experiencia de superioridad, y que, en consecuencia, puede constituirse en una expresión de desprecio. Sin embargo, también se la ha considerado como una manifestación del placer que responde a una inesperada sensación de libertad. Es en este sentido que Freud define como fuente de la risa “la remoción de una coerción interna” (Freud 1967: I, 910), con lo cual sitúa a la risa en el campo tensional conformado por los opuestos represión y liberación. – La concepción intelectual se pregunta por la causa, esto es, por la conformación de la materia risible conjuntamente con el modo y las consecuencias de su percepción. Al respecto parece existir consenso sobre la incongruencia que debe existir entre las partes constitutivas del objeto, que la advertencia de esta incoherencia debe ser repentina, súbita e inesperada y que como resultado de todo aquello se vislumbre un mundo diferente a la realidad en torno, en palabras de Kundera, una realidad, en que “las cosas pierden su significado aparente, el hombre que está frente a nosotros no es lo que cree ser” (Kundera 2005: 134). Las variantes que ofrece esta concepción de la risa resultan de las diversas maneras de definir los componentes Platón Aristóteles estudio de Marcel Gurwirth, “Réflexions sur le comique”, Révue d’Esthétique, 8 (1964), pp. 7-39 y el libro de Fietz et al. Semiotik, Rhetorik und Soziologie des Lachens. Tübingen: Max Niemeyer Verlag, 1996. 13 Atenea 496 II Sem. 2007 de la oposición que conforman la estructura binaria del objeto risible. Así, por ejemplo, nos reímos según Hegel, “ante todo contraste entre el fondo y la forma, el fin y los medios”, contradicción por la cual “la acción se destruye ella misma, y el fin se realiza aniquilándose” (1908: II, 514) y según el escritor Arthur Koestler, ante “la percepción de una situación o idea en dos marcos de referencia o contextos asociativos coherentes en sí mismos, pero recíprocamente incompatibles”4. Al revisar lo expuesto nos llama la atención el flujo de vitalidad desbordante propio de la risa, que se explicita en cada una de las aproximaciones enunciadas, en la social, porque las estructuras de poder evidencian en sus esfuerzos por desvalorizarla éticamente, por someter la risa o ponerla a su servicio, el temor que sienten ante el impacto de su fuerza desestabilizadora, pues ella mide a la institucionalidad vigente en su firmeza y robustez, la psicológica, porque busca comprender y explicar la risa en su especificidad liberadora y la intelectual, porque la define como respuesta ante una estructura paradojal, de manera que termina instalada en los intersticios y grietas abiertos entre los componentes del objeto risible. Igualmente debe destacarse el hecho de que acaso siempre nos reímos desde o contra el poder establecido (véase Fietz 1995: 7ss.), en el primer caso, como expresión de autoridad, en el segundo, como manifestación de independencia. No cabe duda que desde aquí surge la risa rebelde y libertaria, mientras que desde los imperativos del poder emanan la risa tanto indulgente como incriminatoria, y ante ellos, la risa sumisa, forzada, cómplice. En tercer lugar hay que señalar la permanente desconfianza que ha despertado la risa en todo sistema de poder, aprensión y recelo que se explican por su indomable independencia, de donde esos continuados esfuerzos de las estructuras de autoridad para reprimirla o funcionalizarla conforme a sus intereses. Sin embargo, a pesar del empeño puesto en este propósito, la risa ha logrado imponerse siempre y, aunque asediada, abrirse nuevos espacios en las estructuras de poder vigentes. ANTECEDENTES Y PROYECCIONES DE LA PERCEPCIÓN DE LA RISA EN LA CULTURA EUROPEA Aunque el hombre sea según Aristóteles (2000b: 7) “el único animal que ríe” –propiedad a la cual Voltaire le agrega como segundo rasgo específico su capacidad de llorar5 y Bergson su aptitud para hacer reír (Bergson 1943: 13)– es necesario tener presente que la risa es un fenómeno cultural que se 4 Se cita siguiendo a Berger, Peter L. 1998. Erlösendes Lachen. Das Komische in der menschlichen Erfahrung. Berlin - New York, Walter de Gruyter Verlag, p. 74. 5 Voltaire afirma que “el hombre es el único animal que llora y ríe”. Véase en Voltaire 1994: s.v. ‘Rire’. Atenea 496 II Sem. 2007 14 transforma en el devenir histórico y que varía de una comunidad a otra. Igualmente cambia el valor que se le asigna en una sociedad determinada y el lugar que ocupa en ella. En relación a esto último parece imponerse como cierta la impresión según la cual el discurso de poder y la gravedad han buscado imponerse y reprimir una y otra vez el discurso de la libertad y la risa. Valiéndonos de los términos de Guillaume (Baudrillard y Guillaume 2000: 15s), se trata de diversas formas de administración, de gestión social de la risa, pero en la cual siempre queda un residuo, de tal manera que la ingobernable explosividad de la risa, aunque sometida, marginada o expulsada, puede estallar en cualquier momento, retornar y reinstalarse en los espacios que le han sido vedados. En la tradición bíblica judía y cristiana llama la atención la progresiva desvalorización de la risa en la medida que es percibida como expresión de independencia ante Dios, y en los hebreos, el temor que sienten ante la risa de Yahvé. El Antiguo Testamento distingue entre la risa alegre o festiva, sahak, permitida como expresión de regocijo y esperanza, y la risa despreciativa, la’ag, prohibida en cuanto expresión de soberbia. Al respecto recordemos de paso la risa burlona de Sara, nonagenaria, cuando Yahvé le anuncia su próximo embarazo (“¿Ahora que estoy pasada, sentiré placer, y además con mi marido viejo?”, Génesis 18:12), por cierto que muy diferente a la risa gozosa –“metáfora del placer” (Paz 1994: 114)– que se menciona en Génesis 26: 8 cuando “Isaac se ríe [sakhaq, ‘retozar’, ‘entregarse a juegos amorosos’] con su mujer Rebeca”. Pero la tendencia dominante es adversa a la risa, propensión explícita en el versículo “más vale llorar que reír” del Eclesiastés 7: 3. Y este rechazo se intensifica aun más en el Nuevo Testamento debido a las burlas de que es objeto Jesús6 y por su advertencia: “Bien aventurados los que lloráis ahora, porque reiréis” (Lucas 6: 21). Consecuentemente, en atención al llamado de Jesús, “Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mateo 5: 12), sólo se acepta la risa como anticipación jubilosa del Reino de Dios. No cabe duda que la risa se censura en los libros de la Biblia porque denota una cierta autonomía ante Dios, independencia que surge del conocimiento de las posibilidades y limitaciones de la condición humana y terrenal. En otras palabras, los redactores de los textos bíblicos buscan imponer a través de sus escritos la gravedad de la fe como un poder espiritual y trascendente por sobre la risa escéptica liberadora de esa autoridad. La risa de Yahvé en el Antiguo Testamento no es sino la máxima expresión de ese afán por desvalorizar la existencia corporal y material de los seres humanos y su realización en proyectos que se consideran presuntuosos a la vez que inúti6 Recuérdese específicamente el versículo 53 del capítulo 8 del Evangelio de Lucas referente a la resurrección de la hija de Jairo y en el mismo Evangelio 23: 36 que menciona las mofas de las que es objeto Jesús crucificado: “También los soldados se burlaban de él”. 15 Atenea 496 II Sem. 2007 Afrodita y Ares les. “¿Por qué se agitan las naciones / y los pueblos mascullan planes vanos? / … / El que se sienta en los cielos ríe, / Yahvé se burla de ellos” (Salmo 2: 1 y 4)7. En Atenas, por su parte, la risa también es vista con desconfianza, y Platón y Aristóteles la impugnan, aun cuando este último reconoce en su Etica Nicomáquea “que en la vida hay también momentos de descanso, en los que es posible la distracción con bromas”. Sin embargo, igualmente señala, primero, que “son mejores las cosas serias que las que provocan risa y son divertidas” y, segundo, que sólo es feliz una vida vivida “conforme a la virtud, y [que] ésta tiene lugar en el esfuerzo, no en la diversión”. Es por eso que recomienda proceder con tacto y decoro al provocar hilaridad, es decir, respetar el modo de ser intermedio, porque “en ello radica, precisamente, la virtud” (Aristóteles 2000a: Etica Nicomáquea 1127b, 1177a y 1106b, respectivamente). Sin embargo, a pesar de esta advertencia sobre el necesario control de la risa, ella siempre ha estado presente en la cultura clásica. Es así como la encontramos en la Odisea (VIII: 326), cuando los dioses estallan en una “interminable risa”, por cierto que burlona y escarnecedora, ante el espectáculo que dan Afrodita y Ares atrapados en las redes de Hefesto. Igualmente la hallamos en la Ilíada (III: 424), personificada en Afrodita “la diosa que ama la risa”, acaso porque, como observa Jaeger en la Paideia, “en el sentir de los griegos, en todos los hombres y en todos los seres de forma humana reside, al lado de la fuerza que conduce al pathos heroico y a la grave dignidad” que se manifiesta en la epopeya y la tragedia, “la aptitud y la necesidad de la risa” que se actualiza y satisface en la comedia (Jaeger 1962: 326). Según Cornford8, la tragedia y la comedia provienen ambas de los ritos de fertilidad que se celebraban durante la primavera para expulsar la muerte, lo viejo, estéril y gastado, y recibir a la vida, lo nuevo y fecundo. En consecuencia, mientras que la tragedia se origina en aquella parte de esos ritos que evocan en el presente la agonía de un pasado obsoleto, la comedia celebra en este mismo presente el renacimiento del porvenir. Al respecto recordemos tan sólo que el nombre comedia bien puede remitir al dios Komus, divinidad de rango menor en el Olimpo –como también lo resulta ser la comedia en el ámbito del arte dramático– patrono de las fiestas, los goces, amoríos y de los excesos, o puede derivar de komos, término que denota una turba de hombres danzantes, desenfrenados y desenvueltos. Es por eso –y en ello radica la importancia de la tesis de Cornford– que la comedia busca 7 Véase también Libro de Job 5: 22-23: “Pero todo da igual, y por eso digo: / El extermina al intachable y al malvado. / Sí: un azote acarrea la muerte de improviso, / él se ríe de la angustia de los inocentes”. 8 Seguimos en nuestra exposición de la tesis de Cornford el desarrollo de ella en el libro de Díaz Bild (2000: 52 ss.). Atenea 496 II Sem. 2007 16 dar cuenta de esa vitalidad exuberante, que “confirma el poder regenerador y liberador de la risa” y que refiere, atendiendo a su origen, “la victoria simbólica de la vida sobre la muerte” (Díaz 2000: 54). Pensamos que esto último se evidencia en el desarrollo de Lisístrata (411 a.C.) de Aristófanes (1947). Se trata de poner fin a la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), entre Atenas y Esparta, para lo cual las mujeres se conjuran para no tener trato con sus maridos hasta que se haya acordado la paz. Las mujeres se valen, pues, del “dulce Eros y Afrodita”, que simbolizan el carácter imperativo de los impulsos vitales para triunfar sobre los hombres que representan el poder y la violencia, la destrucción y la muerte, ya que, como se afirma en la obra, la guerra “es cosa de hombres”. La risa maliciosa y regocijada surge en el público ante el medio empleado por las mujeres y ante sus consecuencias: la dignidad de los guerreros sucumbe ante su desesperación sexual –triunfo del cuerpo sobre los ideales heroicos–, efecto del cual se valen las esposas, no obstante sus propias urgencias, para obligar a los hombres hacer la paz. La sociedad que emerge de esta conclusión es –en términos de Frye– “la que el público ha reconocido, desde el principio, como conveniente y deseable”, de tal manera que su “respuesta normal (...) ante tal desenlace es un ‘así es como debe ser’” (Frye 1973: 164 y 167, respectivamente). Según Ritter nos reímos cuando percibimos que a través de un orden convencional excluyente se trasluce la realidad excluida (véase Ritter 1974: 62ss.). Pensamos que es esto lo que ocurre en Lisístrata, obra en la cual los marginados del poder desplazan a quienes ostentan el “poder omnipotente de la brutalidad carente de espíritu” (Jaeger 1962: 333). A través del texto resuena, por eso, una risa que ante la torpeza y tosquedad, tiesura y rigidez del poder, deviene subversiva y libertaria: la gravedad se disuelve en risa, y tras la violencia y la represión, se asoma la libertad, el respeto y la simpatía por el otro, y se divisa la vida que es flexibilidad, movimiento y levedad. La Edad Media se presenta como un mundo rígidamente ordenado en una pirámide de valores y de estamentos, consagrada por la Iglesia, garantizada por el Estado y comprendida en esta conformación como obra de Dios. Obviamente hallaremos en dicha época las diversas manifestaciones de la risa, pero a condición de que surjan y se mantengan en el interior de cada uno de los estratos del orden establecido. Consecuentemente, no habrá lugar previsto para que aquella otra risa, la perturbadora y díscola, pueda reírse de la realidad toda, de su orden estratificado, jerárquico, y transformarse en una risa universal. Por el contrario, “desde el momento en que se asienta a él dogmáticamente o se le presta una adhesión consustancial, este orden no puede ser puesto en duda, y el primer modo de creer es no mofarse de él” (Eco 1988: 148). El Medioevo sospecha, pues, de la risa universal, teme su poder subversivo y desestabilizador, lo cual explica todos los esfuerzos por reprimirla o Aristófanes 17 Atenea 496 II Sem. 2007 Bacchantenpaar (1908), de Louis Corinth (1858-1925). Fuente: Ostarhild, Heike. Wenn Meisterwerke Zähne zeigen Über das Lachen in der Kunst. Germany, LegatVerlag Erhard Gab, Tübingen, 2002. Figura sonriente con los brazos en alto. Escultura en barro. Cultura del centro de Veracruz. Atenea 496 II Sem. 2007 18 Knabe mit einer Zeichnung (undatiert), de Giovanni Francesco Caroto (1480-1546). Fuente: Idem. Viejo sedente con cabeza movible. Escultura en barro. Cultura teotihuacana. someterla a una reglamentación estricta y rigurosa (Le Goff 1999: 1341). Expresión del primer propósito es, por ejemplo, la celebración de una secuencia de fiestas oficiales, todas ellas destinadas, como señala Bajtín, a “consagrar el orden social presente”, esto es, “la estabilidad, la inmutabilidad y la perennidad de las reglas que regían el mundo: jerarquías, valores, normas y tabúes religiosos, políticos y morales corrientes”. Sin embargo, en clara oposición a esos eventos que representan una confirmación del poder establecido y la victoria del discurso de la gravedad, surgen las fiestas carnavalescas que significan “el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes” (Bajtín 1998: 15 y 112, respectivamente). El principio rector de estas fiestas es la risa que surge como respuesta ante la transferencia de lo espiritual y elevado al plano de lo material y corporal, lo cual hace comprensible que se la perciba desde el poder como una amenaza y que se tema su fuerza trasgresora. Sin embargo, la risa carnavalesca es también creación, por cuanto “no excluye lo serio”, sino que “lo purifica de dogmatismo (...), de esclerosis, de fanatismo, (...), del miedo y la intimidación, (...) y del agotamiento”. El discurso de la risa es, pues, una expresión de vitalidad y vida que retorna a través de formas carnavalescas y se instala en la sociedad medieval. Representan un triunfo sobre las diversas manifestaciones del discurso de la gravedad, de la vida sobre la muerte, del futuro germinante sobre un pasado que consagra y legitima las estructuras del poder establecido. Ante la risa “la situación mide su fuerza: lo que sale indemne de la risa es válido; lo que se derrumba, debe morir” (Eco 1988: 149). Notemos, además, que esta risa liberadora se impondrá con cada vez más fuerza en el Renacimiento, en su cultura y literatura, desde la Utopía de Tomás Moro y el Elogio de la Locura de Erasmo hasta el Gargantúa de Rabelais. LA CONCEPCIÓN DE LA RISA EN LA CULTURA NÁHUATL Los pueblos nahuas, a pesar de que valoran la capacidad de los hombres y mujeres para reír, buscan reglamentar sus manifestaciones en la sociedad. En cuanto a lo primero, a la alta estimación de la risa, leemos en uno de los huethuetlatolli –esos textos “que abarcan la serie de instrucciones orales que hacían los jefes de las instituciones de educación” (Garibay 2000: 402)– que el padre le explica a su hija que “para que no siempre andemos gimiendo, para que no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos y nuestra robustez y, finalmente, el acto sexual, por el cual se hace siembra de gentes. Todo esto embriaga la vida en la tierra, de modo que no se ande siempre gimiendo”9. 9 Citamos siguiendo a León-Portilla (1978: 291). 19 Atenea 496 II Sem. 2007 No cabe, pues, duda alguna de la importancia dada a la risa en el mundo náhuatl en atención al efecto liberador de la existencia y vida en sociedad. Sin embargo, es también en esta capacidad donde hay que buscar la razón por qué se busca disciplinarla, reprimirla o someter a un riguroso control. No olvidemos que en otro texto recogido por Sahagún, la embriaguez, aunque aquí provocada por la bebida del octli, especie de vino, es infamada como “destrucción de la paz de la república” (Sahagún 1985: 332). Se trata, pues, de reprimir la embriaguez, pensamos que en todas sus manifestaciones, y de encauzar la risa –de encauzarla porque no se la puede expulsar de la sociedad–, sea a través de la educación cuyos preceptos conocemos gracias a los huethuetlatolli, sea mediante la celebración de fiestas privadas u otras previstas y calendadas en el año litúrgico nahua. La educación náhuatl fue en sus diversos aspectos morales, físicos e intelectuales, extremadamente severa y exigente, hecho que también se observa en relación con la risa, particularmente la risa burlona, despreciativa, y, por eso, disolvente de los lazos y vínculos en que se fundamenta la estructura social. “Y no te rías”, leemos en otro huethuetlatolli, “no te burles (...) de aquél en quien la enfermedad está, o de aquel que sufre con los errores, o de quien frente a ti incurrió en faltas (...). Sólo así, con ello, serás discreto” (León-Portilla y Silva Galeana 1993: 59). Obviamente, esta risa zumbona que se censura es una expresión aunque cruel de la vitalidad que surge como respuesta a un impedimento o limitación. Ella se prohíbe en nombre de la discreción que en el mismo texto se identifica con un comportamiento propiamente humano. “Si te burlas de la gente, así, no saldrás humano”, dice el padre, por lo cual pide al hijo llegar a ser humano humanizándose mediante los ideales de mesura, moderación, sensatez, respeto, compostura y consideración. La represión de la risa se extiende también significativamente al ámbito del deleite sexual y erótico, muchas veces referido en términos de hilaridad. Así, por ejemplo, la joven de un poema náhuatl le dice a su amado: “Habremos de reír, nos alegraremos, / habrá deleite” (León-Portilla 1978: 186), donde reír puede significar literalmente lo que dice pero también referirse al acto sexual (véase Plachard Liecea 2000: 42). Consecuentemente, se caracteriza a la ahuiani o cortesana como “la alegradora [que] con su cuerpo da placer (...) vuelve los ojos arqueando, se ríe, ándase riendo”, conductas que todas se prohíben a las jóvenes de condición mientras se las educa. Por eso la madre instruye a su hija que en la calle “no irás riéndote (...) no irás siguiendo con la mirada a la gente”, y ante las bromas e insinuaciones de un extraño le aconseja: “No le rías (...)”, y si te fuera siguiendo, “no irás viendo de reojo” (León-Portilla y Silva Galeana 1993: 92 y 95, respectivamente), porque correrás el riesgo de ser confundida con una mujer de placer. El mundo nahua reprime, controla a la risa, y la desplaza, por ejemplo en las ahuinamine, hacia los márgenes de la sociedad. No obstante, estas mujeres “que se ríen, que se andan riendo”, retornan para ocupar un espacio en los cuicacalli, la Atenea 496 II Sem. 2007 20 casa de los cantos, donde entretienen y alegran durante el día y hasta la puesta del sol a los tequihua o guerreros que se habían distinguido ante el enemigo. Otro espacio social al que vuelve la risa desde su marginación es el universo de los cantos y bailes, íntimamente asociados a las fiestas que se celebran durante el año náhuatl. Al respecto se pueden distinguir, según Fray Toribio de Benavente (Motolinía), dos formas principales de danzas, el macuhualiztli de carácter grave y lento y el netotiliztli, que “quiere decir propiamente baile de regocijo, con que se solazaban y tomaban placer los indios en sus propias fiestas, así como los señores y los principales en sus casas y en sus casamientos”10. Fray Diego Durán, por su parte, nombra y describe estas últimas en su Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, y menciona, entre las danzas de placer, el cococuicatl que se acompaña con “cantos de amores y requiebros” y el cuechcuechcuicatl, “agudillo y deshonesto”, de carácter erótico y lascivo, la danza que “se bailaba con máscaras de viejos corcovados (...) que no es poco gracioso y donoso y de mucha risa” (Durán 1951, II, 231), que se ejecutaba a pesar de aquel huethuetlatolli que instruye no reírse, burlarse, ni hacer bromas del anciano, de la anciana (véase León-Portilla y Silva Galeana 1993: 59) y un baile alegre en el que los hombres y las mujeres se fingen ebrios, acaso en celebración y homenaje de los dioses del octli, no obstante la antes recordada severa prevención sobre el consumo del alcohol. En cuanto a los cococuicatl y los cuechcuechcuicatl destacamos que acompañan las fiestas que se celebran en los meses de verano y que están dedicadas al erotismo, el amor y a la sexualidad. Los valores dominantes en el mundo nahua, transmitidos por el huethuetlatolli en cuanto “depositario y transmisor de la sabiduría tradicional, expresión sofisticada del estándar de comportamiento social”, son en síntesis hostiles a la risa. Sin embargo, el interdicto no impide que ella se permita “durante ciertos regocijos, ciertas piezas ligeras que hablan del amor y la galantería, danzadas por hombres y mujeres, galantes y concubinas, guerreros y ahuianime” (Raby 1999: 204 y 213, respectivamente). En otras palabras, a pesar de su represión y riguroso control, la risa retorna y se instala como celebración de la vida en los espacios privados y públicos del mundo nahua que sabemos dominados por el discurso del poder y la gravedad. F. Toribio de Benavente (Motolinía) M. León-Portilla RETORNO Y APERTURA La cultura europea tanto como la cultura náhuatl se esfuerzan por reprimir o, por lo menos, por domesticar la risa, por recluirla –junto al placer y la 10 Citamos el texto según se transcribe en Garibay (2000: II, XIV). 21 Atenea 496 II Sem. 2007 Quetzalcoatl embriaguez– en el ámbito de la privacidad. Antecedente lejano de esta propensión lo constituye, en literatura clásica griega, el episodio de la Ilíada (V, 428 ss), en el cual Zeus le recuerda a Afrodita, “la diosa sonriente”, que “a ti no te han sido asignadas las acciones bélicas, antes por el contrario, ocúpate de los gozosos afanes del matrimonio, pues de aquellas otras ya se encargan el impetuoso Marte y Atenea”. Igual precedente aporta la cultura náhuatl con respecto a la embriaguez y el placer. Al respecto evocamos el relato de la caída de Quetzalcoatl, el héroe cultural del México Antiguo, quien por causa de la ebriedad pierde el juicio, yace con su hermana, pues “estando ya alegre Quetzalcoatl dijo: // Id a tomar a mi hermana mayor, Quetzalpécatl, // ¡que juntos los dos nos embriaguemos!”, y descuida sus deberes sacerdotales. “Me he embriagado; he delinquido; nada podrá quitar ya la mancha que he echado en mí”. Apesadumbrado decide irse de la ciudad con lo cual provoca la decadencia y final destrucción de Tula11. Este hecho que aun resuena en la advertencia de los huethuetlatolli contra la ebriedad en cualquiera de sus manifestaciones, porque se la teme como causante de la “destrucción de la paz de la república”. La historia europea y la cultural náhuatl se presentan regidas desde sus orígenes por el permanente aunque infructuoso esfuerzo por marginar la embriaguez, la risa loca y la pasión erótica del mundo oficial regido por la violencia y la razón. En las sociedades de Europa y nahuas se impone, en consecuencia, el discurso del poder y de la gravedad por sobre el placer y la risa. Sin embargo, ésta siempre retorna al espacio cultural y social del cual fue expulsada o marginada, de manera que su potencial explosivo e ingobernable puede despertar en cualquier momento. En este sentido es notorio el temor que inspira su fuerza trasgresora en las estructuras de poder establecidas, legitimadas y consagradas por los discursos de poder. Pero nada garantiza que la risa siempre sea recibida como una forma de protesta o solidaridad ante el orden vigente. Ello depende, según Jauss, “de los horizontes sociales de experiencia y, por ello si están en el proceso de recepción histórica, especialmente expuesto a los cambios de los horizontes de comprensión” (Jauss 1986: 303). El tan temido poder de la risa está sujeto, pues, a la disposición de los receptores que bien pueden limitarse en acogerla como expresión estética, lúdica y placentera, sin advertir o estar decididos a hacerse cargo de su fuerza desestabilizadora y regeneradora de la realidad. 11 Atenea 496 II Sem. 2007 22 Consúltese las diversas versiones del relato en León-Portilla (1978: 31 ss.). B. RISA, CUERPO Y ESCRITURA: DESDE LAS SOCIEDADES DE SOBERANIA A LAS SOCIEDADES DE CONTROL “¡Reíd, reíd, hasta que el mundo, vencido por nuestra risa, caiga ante vuestros pies desnudos!” (Aimé Cesaire). EL CUERPO, LA RISA Y LAS SOCIEDADES DE SOBERANÍA H.R. Jauss sugiere que, según la actitud estética del espectador o lector, existen dos posibilidades de comprensión de la risa, las que identifica como reírse-de o reírse-con (Jauss 1986: 295-303). En el reírse-con la distancia entre la producción y la recepción de lo cómico tiende a desaparecer; a diferencia de lo que sucede en el reírse-de, donde la distancia es evidente. Parece ser que en la medida en que la distancia entre el sujeto risible y el sujeto que ríe aumenta, lo cómico genera menos efectos revulsivos. En el reírse-con el otro los efectos de la risa se amplifican y, creemos, hacen tolerable el enfrentamiento con las potencias hostiles a la vida que afectan a los sujetos en la red social. Desde este acceso, son significativos los estudios sobre el carnaval medieval desarrollados por Mijail Bajtín. En estas festividades, que representan a la compleja, contradictoria y mutante vida sobre la base de los elementos característicos del juego12, hombres y mujeres se incorporan al ilimitado universo del carnaval, experimentándolo como un verdadero acontecimiento renovador. Por lo mismo, no existe distancia entre la producción y la recepción, entre el sujeto risible y el sujeto que ríe. El cuerpo de los individuos, entonces, se convierte en objeto y sujeto de la risa carnavalesca13. 12 Bajtín escribe: “De hecho, el carnaval ignora toda distinción entre actores y espectadores. También ignora la escena, incluso en su forma embrionaria. Ya que una escena destruiría el carnaval (e inversamente, la destrucción del escenario destruiría el espectáculo teatral). Los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el pueblo. Durante el carnaval no hay otra vida que la del carnaval. Es imposible escapar, porque el carnaval no tiene ninguna frontera espacial. En el curso de la fiesta sólo puede vivirse de acuerdo a las leyes, es decir, de acuerdo a las leyes de la libertad. El carnaval posee un carácter universal, es un estado peculiar del mundo: su renacimiento y su renovación en los que cada individuo participa. Esta es la esencia misma del carnaval, y los que intervienen en el regocijo lo experimentan vivamente (...) el carnaval no era una forma artística de espectáculo teatral, sino más bien una forma concreta de la vida misma, que no era simplemente representada sobre un escenario, sino vivida en la duración del carnaval” (1998: 12-13). 13 Conrad Hyers establece tres niveles de humor: la niñez (la risa del paraíso), la adolescencia (la risa del paraíso perdido) y la adultez (la risa del paraíso reconquistado). Hyers señala que en este último nivel quien ríe no sólo se ríe de los otros, sino que también de sí mismo. Esta capacidad de reírse de uno mismo trae como efecto una relación distinta del sujeto consigo mismo y con los otros, así como el surgimiento de la esperanza. En la risa del paraíso recuperado de Hyers, en el reírse-con, exaltado por Jauss, y en la risa carnavalesca, estudiada por Bajtín, encontramos que la distancia entre la producción y la recepción se hace mínima o se anula. Para una síntesis de las ideas de Hyers, véase: Díaz, A. 2000: 29-45. 23 Atenea 496 II Sem. 2007 Bajtín, en su análisis del contexto de Gargantúa y Pantagruel, plantea que el principio material y corporal cifra uno de los signos distintivos del realismo grotesco de François Rabelais. En el mismo cuerpo de los sujetos el carnaval produce una escritura inconclusa, siempre festiva y utópica14, que traspone el cuerpo individual, desplegándose y cristalizando en el cuerpo de los otros. Todo movimiento del sujeto que ríe implica una variación similar en los cuerpos de los otros y en el cuerpo telúrico de la tierra, porque “El principio material y corporal es percibido como universal y popular, y como tal, se opone a toda separación de las raíces materiales y corporales del mundo, a todo aislamiento y confinamiento en sí mismo, a todo carácter ideal abstracto o intento de expresión separado e independiente de la tierra y el cuerpo. El cuerpo y la vida corporal adquieren a la vez un carácter cósmico y universal” (Bajtín 1998: 24). El cuerpo que ríe “flanquea sus propios límites” (Bajtín 1998: 30) crece en múltiples direcciones y establece alianzas con cuerpos heterogéneos. La insistencia del realismo grotesco en aludir, por ejemplo, a las zonas corporales del bajo vientre, a la serie de entradas y salidas que los procesos fisiológicos hacen evidente, al nacimiento y la agonía de la muerte, tiene que ver, precisamente, con el deseo de mostrar los pasajes por los cuales el cuerpo abandona simbólicamente la rigidez y gravidez de la identidad impuesta en la red social15, para devenir en un cuerpo colectivo, múltiple y heterogéneo. 14 Arthur Danto deshace uno de los binarismos básicos de Occidente: cuerpo y mente. El cuerpo es más que un “complejo sistema electro-químico-mecánico”, al cual intentamos conocer a partir de una serie de metáforas que se extraen de las tecnologías de última generación. Se abre una zona en la que el cuerpo y el alma o la mente resultan imposibles de diferenciar en términos absolutos. Danto comprende por alma humana “un sistema de representación, o de creencias, sentimientos y actitudes, una especie de texto” (2003: 250)23. Desde esta perspectiva, “El cuerpo es en último término el texto (el alma) hecho carne” (Danto 2003: 251). Esta apreciación instala un bloque intenso entre el cuerpo y el alma, una síntesis particular entre los eternos contrarios, por lo que en la materia que se desgasta, haciendo evidente con mayor elocuencia la finitud del ser, se encuentra cifrado un texto, una escritura que puede enseñarnos, si es que tenemos las herramientas para decodificar, comprender y producir sentidos, algo acerca del sujeto: el cuerpo puede percibirse como un lugar visible, pero también puede devenir en un lugar legible. El poeta chileno Gonzalo Rojas también deshace el dualismo cuerpo-alma y se piensa a sí mismo como escritura: “El poeta sabe aunque dice que no, sabe que él es palabra. Uno es palabra. Uno es nada más que palabra” (2007: 6). Michel Foucault en La hermenéutica del sujeto (1994) plantea que el alma es un sujeto de acción, el sujeto del acto, el que, cuando logra desprenderse de la camisa disciplinaria que condiciona los movimientos y deseos del cuerpo, permite que el hombre y la mujer se hagan cargo de sí mismos y no dependan de las fuerzas sobrecodificantes que surgen de los dispositivos de poder. Indudablemente al filósofo francés le interesa, en este momento, mostrar las estrategias y poderes que residen en el sujeto, mediante los cuales es factible resistir los efectos de las tecnologías de poder que en las sociedades normalizadoras se actualizan. 15 En “Las ranas” de Aristófanes, Dionisio se defeca, producto del terror, ante el asombro de Xantias, su esclavo. Esta escena, en la que resalta “el mundo al revés”, deshace el carácter sagrado del dios, le arrebata el aura y su poderío; del mismo modo, el fluido de excremento posibilita una mirada desmitificada del mundo y, por lo mismo, renovadora. En la obra de Rabelais, pero también en las pinturas de El Bosco, la escena del acto desmitificador por excelencia ocupa también un Atenea 496 II Sem. 2007 24 El Libro de Buen Amor, compuesto en pleno siglo XIV, se encuentra contagiado, sin duda, por “una profunda corriente de popularismo” (Reyes 1926: X), lo que incide en el despliegue de la sátira y el humor. Las graciosas y mordaces críticas a las propiedades del dinero o el singular elogio a las mujeres pequeñas son suficientes para apreciar el valor que el Arcipreste de Hita le asigna al principio material, a la risa y al lenguaje popular: Son frías como la nieve, e arden como el fuego. Son frías de fuera, con el amor ardientes, En la cama solaz, trebejo, placenteras, rientes, En casa cuerdas, donosas, sosegadas, bien facientes, Mucho ál y fallaredes a do bien paredes mientes. En pequeña girgonza yace grand resplandor, En azúcar muy poco yace mucho dulzor, En la dueña pequeña yace muy grand amor, Pocas palabras cumplen al buen entendedor (1926: 223-224). La vinculación entre risa y erotismo nos recuerda el lenguaje y tono que el pueblo suele utilizar para referirse a los asuntos de Eros: “En la cama solaz, trebejo, placenteras, rientes”. Retomemos y amplifiquemos este problema, citando dos sonetos del Siglo de Oro español. El primer soneto, recogido del corpus textual de El jardín de Venus, evoca una relación homosexual que involucra a dos risueñas damas. Entre las potenciales significaciones del poema destacamos la disolución del orden que imponen las rela- Arcipreste de Hita lugar de privilegio. Esta escena reaparece de modo notable, aunque atenuada, en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Nos referimos a la graciosa aventura de los batanes (Primera parte: Capítulo XX): “–¿Qué rumor es ése, Sancho? –No sé, señor –respondió él–, alguna cosa nueva debe de ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco. Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien, que sin más ruido ni alboroto que el pasado se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Mas como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo excusar de que algunos no llegasen a sus narices; y apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dedos, y con tono algo gangoso dijo: –Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo. –Sí tengo –respondió Sancho–; ¿mas en qué lo hecha de ver vuestra merced más que nunca? –En que ahora más que nunca hueles, y no a ambar –respondió don Quijote. –Bien podrá ser –dijo Sancho–; mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos. –Retírate tres o cuatro allá, amigo, dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos de las narices), y desde aquí en adelante ten más cuenta con tu persona y con lo que debes a la mía, que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio. –Apostaré –replicó Sancho– que piensa vuestra mercede que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba. –Peor es meneallo, amigo Sancho –respondió don Quijote” (Cervantes 1963: 234-235). 25 Atenea 496 II Sem. 2007 ciones heterosexuales y la apertura del cuerpo al goce que genera una síntesis proscrita. El segundo soneto, escrito por Diego Hurtado de Mendoza, fabula el encuentro entre un devoto cristiano y una vieja lasciva y procaz, quien cumple la función de instalar la temporalidad y la finitud en un espacio dominado por el respeto a la moral cristiana y la posibilidad de la trascendencia. El poema, sin embargo, convoca a la muerte, mediante la certeza de que “todo es tierra”, para conseguir aquello que no ha podido lograr el poder eclesiástico, a saber, expulsar el horror a la muerte: Hallándose dos damas en faldeta tratando del amor con mucha risa, se quitaron faldetas y camisa por haber más gustado la burleta. La una con la otra recio aprieta, mas dale pena ver la carne lisa. Entonces llegó amor, con mucha prisa, y puso entre las dos una saeta. La una se apartó muy consolada por haber ya labrado su provecho, la otra se quedó con la agujeta. Y como se miró, viéndose armada, por el daño que el domine había hecho le puso por prisión una bragueta. (1984: 46). A UN DEVOTO Dentro de un santo templo un hombre honrado con grave devoción rezando estaba; sus ojos hechos fuentes enviaba mil suspiros del pecho apasionado. Después que por gran rato hubo besado las religiosas cuentas que llevaba, con ella el buen hombre se tocaba los ojos, boca, sienes y costado. Creció la devoción, y pretendiendo besar el suelo al fin, porque creía que mayor humildad en esto encierra, Atenea 496 II Sem. 2007 26 lugar pide a una vieja; ella volviendo, el “salvo honor” le muestra, y le decía: “Besar aquí, señor, que todo es tierra”16. El cuerpo experimenta su apertura sobre la base de la risa y el erotismo liberados. Expresiones sociales y literarias, desde la antigüedad hasta el renacimiento, dan cuenta de un cuerpo que deshace las fronteras de su propia materialidad. Quevedo comprende que la risa, además de hacer visibles los vicios y errores recurrentes de la sociedad, se encuentra asociada a diversas modalidades de apertura corporal. Recuérdese sólo uno de los sueños quevedianos, “El sueño de las calaveras”, en el que los resucitados desean huir de sus propios cuerpos el día del Juicio Final: “por no llevar al tribunal testigos contra sí (…); los ladrones y matadores gastaban los pies en huir de sus mismas manos” (1945: 21). La risa, sostiene Claude Lévi-Strauss, “es apertura, es causa de apertura o la apertura misma aparece como variante combinatoria de la risa” (1978: 128). Las mezclas y metamorfosis suscitadas por la risa revelan que la resistencia al poder exige una rearticulación a nivel corporal. El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, El lazarillo de Tormes, El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha de Cervantes, los sonetos de Diego Hurtado de Mendoza, Los sueños o La vida del Buscón de Francisco de Quevedo cifran en la literatura española, entre los siglos XIV y XVII, escrituras que mediante la sátira o la parodia erosionan una imagen de mundo seria, grávida, dolorosa e intolerante. Los cuerpos que ríen en el espacio literario integran un gran cuerpo popular y universal, cuyos movimientos no pueden ser controlados por los dispositivos y las estrategias del poder de soberanía. Empero, los efectos positivos de la risa pueden percibirse también en acontecimientos escandalosos de la historia occidental. Los africanos en cautiverio, por ejemplo, utilizan la danza, el canto y la risa como un verdadero lenguaje de la resistencia al poder del soberano17. En suma, la risa con el otro hace posible la resistencia al poder sobre la base de una reunión de cuerpos abiertos en una dimensión no dicotómica, libre, abierta y flexible. 16 Este soneto de Diego Hurtado de Mendoza lo hemos tomado de Hurtado de Mendoza, Diego. s/f. Sonetos. García González, Ramón (Edit.). Disponible en: http://www.cervantesvirtual. com/servlet/SirveObras/24672752212034053754491/index.htm 17 Véase, Salinas (2000) “La comicidad como herencia espiritual de las culturas populares de Iberoamérica”, op. cit. Maximiliano Salinas señala que la risa, y el buen humor, por su parte, fue un lenguaje corporal –como la danza– de la identidad libertaria de los africanos. 27 Atenea 496 II Sem. 2007 EL CUERPO, LA RISA Y LAS DISCIPLINAS El carnaval comienza a perder injerencia social desde la segunda mitad del siglo XVII. Su declinación coincide con los albores de la sociedad disciplinaria (véase Foucault 2000b) y, por lo mismo, con una variación en el ejercicio del poder. La iglesia y el estado feudal intentaron, infructuosamente, controlar y anular las profanas y antiautoritarias celebraciones del cuerpo. Aquello que siempre fue huidizo para el poder de soberanía va a constituirse en la preocupación fundamental de la sociedad disciplinaria. Por lo mismo, uno de los propósitos de las disciplinas es la clausura de las zonas de ruptura y fuga que dificultan el desarrollo de sus programaciones moral, política, económica, social. El cuerpo de los sujetos constituye, precisamente, una de esas zonas conflictivas. Para controlar y dirigir las energías de los sujetos, las disciplinas dividen a las comunidades en cuerpos individuales, porque sólo aislada de los otros, doblada sobre su propio cuerpo, la singularidad del sujeto puede ser vigilada, adiestrada, utilizada y, en ocasiones, castigada. Foucault señala: “De manera que muchas cosas escapaban a la vieja mecánica del poder de soberanía, tanto por arriba como por abajo, en el nivel del detalle y en el nivel de la masa. Para recuperar el detalle se produjo una primera adaptación: adaptación de los mecanismos de poder al cuerpo individual, con vigilancia y adiestramiento; eso fue la disciplina” (2000a: 226). El poder disciplinario, en efecto, opera sobre el cuerpo de los sujetos, con la intención de producir las señas de un individuo. Este, ejercido por las instituciones, tiene como finalidad “(aumentar) las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y (disminuir) esas mismas fuerzas (en términos políticos de desobediencia)” (Foucault 2000b: 142). Mediante el poder disciplinario, el territorio social consigue una estabilidad a partir de la creación de un sujeto disciplinado, apto para las labores de producción. Los efectos más significativos en la dimensión corporal se elucidan en la clausura de la serie de entradas y salidas que posibilitaban, por ejemplo, la apertura corporal y el estallido de la risa y el erotismo. Los cuerpos abiertos y colectivos son comprendidos como peligrosos, por lo que son excluidos o puestos en interdicto por los dispositivos y las tecnologías del poder disciplinario. El cuerpo abierto, inacabado, colectivo, popular, en devenir, característico del sujeto entregado a la renovación inmanente al carnaval, es reemplazado por un cuerpo cerrado, sobrecodificado, limitado, individualizado; en efecto, “(En la modernidad) el cuerpo individual es presentado como una entidad aislada del cuerpo popular que lo ha producido” (Bajtín 1998: 33). El cuerpo se convierte en un dispositivo cerrado, similar a otros cuerpos-dispositivos, que privilegiará la sociedad disciplinaria, como la familia, la escuela, la prisión, etc. El poder ha fragmentado y separado los cuerpos colectivos, generando Atenea 496 II Sem. 2007 28 cuerpos habitados por individuos solitarios, muchas veces, incapaces de relacionarse consigo mismo y con los otros; del mismo modo, ha deslizado un saber y una especial relación con el futuro: La disciplina y el esfuerzo sistemático constituyen el único camino para acceder a un porvenir distinto. Por otro lado, el pensamiento crítico establecerá que es imposible reflexionar y reír, sólo se puede arribar a la verdad mediante la gravidez y la seriedad. Montaigne en sus Essays expondrá aquello y, de paso, convertirá al discurso ensayístico en uno de los más adecuados a los intereses del individualismo moderno18. El discurso crítico se cierra, como los cuerpos, a la risa. Asistimos, por lo tanto, a la derrota simbólica de la comedia. El humor, que permite lidiar con la seriedad, la norma y el miedo19, es desplazado fuera de las experiencias intelectuales que buscan descubrir las claves de la justicia, la sabiduría y la felicidad. Esta es una de las razones de la escasez de estudios críticos que estudien lo cómico, por ejemplo, en obras fundamentales de la literatura latinoamericana. Mario Vargas Llosa, para quien “el humor es una fuente muy rica, un elemento fundamental de la vida, y por lo tanto de la literatura” (Setti 1989: 84), en García Márquez. Historia de un deicidio examina las relaciones que se establecen entre los mundos imaginarios de Gargantúa y Pantagruel de Rabelais y Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. El autor de Pantaleón y las visitadoras, novela en la que lo cómico es significativo, no excluye de su análisis la reflexión sobre los sentidos del humor en la escritura de García Márquez: la ‘exageración’ es usada con más moderación en Cien años de soledad que en Rabelais, y, de otro lado, la magnificación de los apetitos sexuales y sensuales es, en el mundo de Gargantúa y Pantagruel, un rasgo principal y constante, en tanto que en Macondo es una nota muy llamativa pero esporádica y menos significativa que otras. Lo mismo ocurre con el humor, otra característica distintiva de ambos mundos ficticios, en los que adopta, generalmente, las formas de la truculencia, la ferocidad sarcástica y el puro delirio, pero en Rabelais es más directo y crudo, incluso más sano que en Cien años de soledad, donde está contrapesado por experiencias como la soledad y la frustración, y por un sentido corrosivo de fatalidad (1971: 174-175). Una de las características de la comedia se elucida en la armónica coexistencia de los contrarios, situación que es impensable en la dimensión social dominada por el rechazo de la diferencia. La desaparición de la comedia y la risa, provoca que la sociedad carezca del poder de aceptar las diferencias del 18 La novela será el discurso literario por antonomasia. El psicólogo Harvey Mindess destaca el carácter positivo de la risa. Véase una síntesis de sus ideas en Díaz (2000: 65-68). 19 29 Atenea 496 II Sem. 2007 L. Alas B. Shaw otro, así como del poder de fracturar el absolutismo de las ideologías, las verdades y los valores absolutos, para promover una visión de mundo más plural, tolerante y flexible20. ¿Será una de las razones de la guerra sistemática –externa e interna– que ha predominado en los últimos siglos, la exclusión de la risa?21. Es factible que el predominio del discurso de la seriedad haya intensificado en Occidente los dominios de la tristeza. Una de las formas de la tristeza, sin duda, se encuentra cifrada en la negación de la alteridad, la cual, como lo ha sugerido Baudrillard, queda condenada a una aceptación regulada o a su violenta destrucción (véase Baudrillard y Guillaume 2000). Esta violencia hacia el otro resulta inimaginable en el escenario donde los cuerpos danzan y ríen celebrando el encuentro con la alteridad. Nicolás Guillén reactualiza los poderes del canto, de la danza y de la risa, con los cuales conjuraron los esclavos africanos los horrores del cautiverio. El lenguaje de la fuga y la resistencia del esclavo negro se convierte en la escritura del poeta cubano en un medio que promueve la utopía del encuentro entre todos los hombres de la tierra: “¡Ay del que separa niños, / porque a los hombres separa! / El sol sale cada día, / va tocando en cada casa, / da un golpe con su bastón, / y suelta una carcajada... La vida vida saltando, / la vida suelta y sin vallas, / vida de la carne negra, / vida de la carne blanca, / y de la carne amarilla, / con sus sangres desplegadas...” (Guillén 1995: 227). Bajtín advierte que en la modernidad la risa que impera es, fundamentalmente, destructiva. Bergson, por otra parte, nos sugiere que en el siglo XIX la risa funciona como un verdadero regulador que señala y sanciona a quien no es capaz de adecuarse a la movilidad social22. La risa regeneradora, la risa positiva que se manifiesta en las escrituras de Aristófanes, Rabelais, Cervantes, sin embargo, persiste en las voces del pueblo afectado por el poder y en los textos literarios que posibilitan que esas voces se desplieguen. Desde allí tapona las profundidades de sentido, para instalar una superficie en la que la esperanza edifica su precaria morada. Es posible examinar los sentidos de la risa en obras de importantes escritores, tales como: Leopoldo Alas, Mark Twain, Bernard Shaw y Oscar Wilde; no obstante, miremos en otra dirección. Maximiliano Salinas ha demostrado que el lenguaje humo- 20 Considérense en este momento los postulados de Conrad Hyers. Véase una síntesis de sus ideas en Díaz (2000: 29-45). Por otro lado, es importante la tesis de Gilles Deleuze, quien, en Lógica del sentido, escribe: “El humor es este arte de la superficie, contra la vieja ironía, arte de las profundidades o las alturas” (1971: 19). 21 No olvidemos que “estamos entonces en guerra los unos contra los otros: un frente de batalla atraviesa toda la sociedad, continua y permanentemente, poniendo a cada uno de nosotros en un campo o en otro. No existe un sujeto neutral. Somos necesariamente el adversario de alguien” (Foucault 1992: 59). 22 Esta figuración de la risa es la que examina Bergson en su ineludible estudio sobre el tema. La risa puede funcionar, entonces, como un verdadero regulador que señala y sanciona a quien no es capaz de adecuarse a la movilidad social. Atenea 496 II Sem. 2007 30 rístico y popular de algunos periódicos satíricos se convierte en un arma para combatir al Chile oligárquico de fines del siglo XIX23. Salinas, siguiendo los planteamientos de Bajtín, nos muestra que el lenguaje popular y la risa24 desestabilizan en Chile “el orden republicano burgués del siglo XIX (que instaló de manera) la seriedad de la muerte” (2007: 26). La literatura en la que cristalizan el cuerpo grotesco y la risa popular de Aristófanes, Rabelais, Cervantes, Hurtado de Mendoza o Nicolás Guillén es la que produce un pueblo afectado por el poder. Es una literatura que, si utilizamos una noción de Deleuze y Guattari (1988), deviene en menor al entrar en relación con las formas literarias política y estéticamente dominantes. Por lo mismo, destacamos su carácter revolucionario, colectivo y político; además, de su capacidad para producir una terapéutica, una salud: “Otros lloran, yo me río, / porque la risa es salud: / lanza de mi poderío, / coraza de mi virtud. / Otros lloran, yo me río, / porque la risa es salud” (Guillén 1995: 200). La antipoesía de Nicanor Parra nos permite apreciar los vínculos entre el cuerpo, la risa y el poder, pues en ella se producen cuerpos grotescos que, en tanto reactivan la risa carnavalesca, introducen la discontinuidad en el discurso poético de la seriedad y en los discursos ideológicos hegemónicos. En “El poeta y la muerte”25, poema de Hojas de Parra rigurosamente analizado por Gilberto Triviños (2007: 35-52), el “viejo cabrón” es visitado por la “vieja lacha”. La cópula entre el moribundo y la muerte hace evidente el carácter regenerador de la risa, pues es capaz no sólo de vencer el terror a la muerte y de llenar el inmenso vacío que abre la presencia de la escandalosa muerte, sino que además provoca, mediante la apertura corporal, la síntesis de los eternos opuestos –la muerte y la vida–. Los flujos de la risa y el erotismo se 23 Maximiliano Salinas, en “Los rotos, el humor y la Guerra Civil de 1891: Una mirada satírica y popular a la Historia de Chile”, escribe: “Justamente el Partido Democrático –más allá de los precisos intereses electorales de la élite- fue una de las particulares opciones que tuvieron los rotos, el pueblo común, para relativizar el orden político burgués establecido a fines de siglo. Ese orden era un mundo injusto y desigual que negaba de raíz los derechos ciudadanos a los trabajadores urbanos. A través de diversos periódicos satíricos, como El Ají, que se publicó en Santiago durante los gobiernos de Balmaceda y Jorge Montt –y los diversos editados por Juan Rafael Allende como El Padre Padilla, Don Cristóbal o el Pedro Urdemales– los miembros o simpatizantes de dicho Partido utilizaron un lenguaje humorístico y popular para combatir al Chile oligárquico. Estos periódicos tuvieron un gran tiraje, quizás mayor al de los diarios serios de la élite” (2005:18-19). 24 Según Salinas, son tres las vertientes de las cuales bebe la cultura popular en Latinoamérica: el componente hispano-musulmán, el componente indígena (americano) y el componente africano (Véase, Salinas 2000: 337-355). 25 “A la casa del poeta / llega la muerte borracha / ábreme viejo que ando / buscando una oveja guacha // Estoy enfermo –después / perdóname vieja lacha // Abreme viejo cabrón / ¿o vai a mohtrar l’hilacha? / por muy enfermo quehtí / teníh quiafilame l’hacha // Déjama morir transquilo te digo vieja vizcacha / Mira viejo dehgraciao bigoteh e cucaracha / anteh de morir tenih quechame tu güena cacha // La puerta se abrió de golpe: / Ya -pasa vieja cutufa / ella que se le empelota / y el viejo que se lo enchufa” (Parra 1985: 116). F. Rabelais M. de Cervantes 31 Atenea 496 II Sem. 2007 D. Hurtado de Mendoza mezclan para ficcionalizar las bodas entre Eros y Thanatos; nupcias creadoras insinuadas, como lo hemos sugerido, en “A un devoto” de Diego Hurtado de Mendoza. La risa, como apreciamos en el poema de Parra, ilumina una zona que Occidente ha dejado en la oscuridad: la muerte. Desde fines del siglo XVIII, el poder ha tenido una preocupación distinta, a saber, regular la vida social en su conjunto. Para subsanar esta necesidad se requirió, según Michel Foucault, desplegar una serie de tecnologías y estrategias que tuvieran como objetivo regular la vida masivamente. Nos referimos al biopoder26. Este funciona sobre la base de la inversión de la antigua fórmula del poder de soberanía: “Hacer morir o dejar vivir”. Ahora el poder –menos visible y espectacular que el poder del soberano– se preocupa de “Hacer vivir y dejar morir”. Por ello, los rituales de la muerte son desplazados a un lugar excéntrico. La muerte habita desde entonces “en el límite, en el extremo del poder. Está fuera con respecto a éste: al margen de su influencia, y sobre ella, el poder sólo tendrá un ascendiente general, global, estadístico” (Foucault 2000a: 224). La obsesión de escritores y artistas de los siglos XIX y XX por textualizar los signos de la muerte conlleva a la transgresión de los límites que el bío-poder instala y, por lo mismo, provoca un acercamiento a aquello que el mismo poder ha signado como la otredad por excelencia. EL CUERPO, LA RISA Y LAS SOCIEDADES DE CONTROL Después de la Segunda Guerra Mundial, el poder disciplinario experimenta una crisis. El debilitamiento de los dispositivos de disciplinamiento, que operaron con éxito durante el siglo XIX y principios del XX, trae como correlato, por un lado, un intento de renovación de las instituciones y, por otro, el surgimiento de un ejercicio del poder distinto al desplegado por las disciplinas. El repliegue de las disciplinas y el panoptismo coincide con la irrupción del sinóptico, lo que ha dado lugar a que existan intentos por definir la cultura contemporánea a partir del influjo de los medios masivos de comunicación. Eva Gil Rodríguez advierte que “el sinóptico sirve, como sirvió el panóptico en su momento, de dispositivo de control que permite interiorizar las relaciones de poder y hacerlas nuestras, hacerlas propias... 26 Otra fuerza en conexión con el poder disciplinario completa el mapa de las relaciones entre el sujeto y la sociedad normalizadora; una fuerza que fluye desde el Estado y afecta a la vida misma mediante el establecimiento de regulaciones a niveles masivos: “La biopolítica va a extraer su saber y definir el campo de intervención de su poder en la natalidad, la morbilidad, las diversas incapacidades biológicas, los efectos del medio” (Foucault 2000a: 222). El biopoder de regulación social comienza a irrumpir a fines del siglo XVIII y se consolida como ejercicio de poder que afecta a la población en su conjunto en el siglo XIX. Al parecer su influencia se intensifica en las sociedades de control, mientras que el poder disciplinario (de origen anterior al biopoder) comienza a debilitarse (Véase, Foucault 2000a y 2000b). Atenea 496 II Sem. 2007 32 haciendo del poder una experiencia incluso individual y privada”. Esto revela, en términos simbólicos, una variación en las estrategias empleadas por los poderes hegemónicos para hacer ver y actuar a los sujetos27. También nos sugiere el advenimiento de un tipo completamente nuevo de sociedad, “cuyo nombre más famoso es el de ‘sociedad posindustrial’ (Daniel Bell), pero en la que a menudo se designa bien con los títulos de sociedad de consumo, sociedad de los medios masivos, sociedad de la informática, sociedad electrónica o de la ‘tecnología sofisticada’, etc.” (Jameson 1991: 17). Gilles Deleuze, en “Posdata sobre las sociedades de control”, señala: son las sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades disciplinarias. Control es el nombre que Burroughs propone para designar al nuevo monstruo, y que Foucault reconocía como nuestro futuro próximo (…) El marketing es ahora el instrumento de control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos. El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también continuo e ilimitado, mientras que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no es el hombre encerrado, sino el hombre endeudado28. N. Guillén Examinemos uno de los aspectos de las sociedades de control, a saber, la movilidad de los sujetos. Esta constituyó un problema básico para los dispositivos disciplinarios. El ansia de ruptura, nomadismo y desterritorialización, que caracterizó a los movimientos artísticos de vanguardia que irrumpieron en la segunda década del siglo XX29, por ejemplo, puede explicarse como reacción a la rigidez impulsada y defendida por el poder disciplinario. Actualmente, el nomadismo ha dejado de ser un problema; por el contrario, funciona como una de las características fundamentales de la sociedad con- 27 En el panóptico unos pocos observan a muchos: invisibilidad del poder y visibilidad de las fuerzas productivas. En el sinóptico ocurre lo contrario: muchos observan a unos pocos. Indudablemente los medios de comunicación de masas contribuyen al desarrollo del sinóptico, el que incide, mediante la seducción, en la producción de flujos de deseo. Las sociedades de control satisfacen los deseos de los sujetos en periodos cortos e intensos de placentera concreción. Véase, “El simulacro en las sociedades de control: transformaciones de la relación entre poder y subjetividad en la era del conocimiento” de Eva Patricia Gil Rodríguez. En: http://www.observaciones filosoficas.net/simulacrosubjetividad.html 28 Tomamos la cita de Deleuze (1991) “Posdata sobre las sociedades de control”. En: Christian Ferrer (Comp.). El lenguaje literario. Montevideo: Nordan. Trabajamos con la versión electrónica, por lo que no incluimos el número de página. Esta se encuentra disponible en: http://www. ipside.org/documentos/003posdata.pdf 29 Los movimientos vanguardistas que se manifiestan, con gran intensidad, en las primeras dos décadas del siglo XX son representativos de esta resistencia al carácter gregario de las sociedades disciplinarias. La presencia del humor en las escrituras de vanguardia evidencia el poder revulsivo de la risa. En Latinoamérica podemos mencionar la escritura poética de Oliverio Girondo y un texto en clave narrativa del chileno Braulio Arenas: La promesa en blanco. 33 Atenea 496 II Sem. 2007 temporánea30. Las puertas de los lugares de encierro paradigmáticos de los siglos XIX y XX se abren. Esto trae como correlato una nueva forma de encierro, definida por Paul Virilio del siguiente modo: Estamos encerrados “en la rapidez y la vacuidad de todo desplazamiento” (1997: 56). En el siglo XXI, el cuerpo, por un lado, se aprecia reducido a su utilización como estrategia para incrementar el consumo, ya sea como instancia seductora o superficie potencialmente transformable. Pero también el cuerpo viviente se ha convertido en un territorio que está siendo colonizado “mediante biotecnologías, y, en esa medida, sólo puede utilizarse la palabra ‘drama’” (Virilio 1997: 53). El cuerpo, por otro lado, ha devenido en flujos de datos que pueden entrar en conexión ilimitada con otros cuerpos descorporizados en el universo virtual. Se trata de incorporar o capturar al sujeto, su singularidad, en una base de datos, codificarlo, transfigurándolo en una superficie de ensamblaje, lo que aumenta las posibilidades de conexión con una serie cada vez mayor de dispositivos virtuales. El password clarifica la problemática de la conectividad y los accesos que redefinen de modo indirecto las identidades sociales en el hiperespacio posmoderno. La contraseña es relevante en el nuevo orden social, ya que permite que el sujeto realice ciertos movimientos, acceda a cierta información y, de paso, contribuya a su control31. En las sociedades de control, según señala Gilles Deleuze en “Posdata sobre las sociedades de control”, las masas se convierten en muestras, datos, mercados o bancos. Sloterdijk advierte que “las sociedades postmodernas han dejado de orientarse a sí mismas de manera inmediata por experiencias corporales: sólo se perciben a sí mismas a través de símbolos mediáticos de masas, discursos, modas, programas y personalidades famosas” (Sloterdijk 2002: 17)32. En este escenario, destaca la emergencia de un cuerpo descarnado, de un cuerpo virtual, que modifica las posibilidades de ruptura, fuga y devenir de los cuerpos individuales. N. Rose prefiere pensar al cuerpo como 30 Esto se encuentra en directa relación con el sistema capitalista, el cual, siguiendo a Guattari, encuentra en la desterritorialización y el multicentraje del poder sus signos distintivos (Véase, Guattari 1989). 31 “Lo más interesante del control reside en que no pretende crear sujetos, sólo modularlos. No hay individuación respecto a la masa ni marca estigmatizante, sólo se cifra para determinar ciertas posibilidades de acceso a la información y, por tanto, de movimiento. Se establece trayectoria antes que sujeción. No es ficción científica pensar en un dispositivo de control capaz de proporcionar en cada instante la posición de un elemento en un medio simulado. En este punto, las bases de datos son tan relevantes como el password puesto que señalan la posición, lícita o ilícita, y determinan la modulación”. “El poder como prehensión. Superficies de ensamblaje y producción de dividuos” de Francisco Javier Tirado y Ana María Gálvez Mozo ([email protected]). En: http:/ /www.monografias.com/trabajos32/poder-prehension-ensamblaje-produccion-dividuos/poderprehension-ensamblaje-produccion-dividuos.shtml 32 Tomamos la cita de Eva Gil Rodríguez. “El simulacro en las sociedades de control: transformaciones de la relación entre poder y subjetividad en la era del conocimiento”. En: http:// www.observacionesfilosoficas.net/simulacrosubjetividad.html Atenea 496 II Sem. 2007 34 un régimen particular de corporidad o como una máquina de ensamblaje. Consideramos que el cuerpo en todo momento histórico-cultural puede ser comprendido como una máquina que se conecta a otras máquinas; sin embargo, la constatación, a la que arriba N. Rose sobre el carácter ingrávido y abierto que puede asumir el cuerpo es de máximo interés. Sólo incomoda un “extraño”, pero iluminador, distanciamiento de la “carnalidad”. Debemos abandonar de una vez por todas esta “carnalidad” del cuerpo. “El cuerpo” está menos unificado, es menos material de lo que habitualmente pensamos. Quizás no existe tal cosa denominada –el cuerpo–: un recipiente limitado que contiene en sus profundidades un conjunto de leyes y operaciones. No tratamos, al menos en el tipo de investigaciones expuestas aquí, con cuerpos sino con conexiones establecidas entre superficies particulares, fuerzas y energías. Más que hablar del “cuerpo”, necesitamos analizar cómo un régimen particular de corporidad se produce, la canalización de sus procesos, órganos, flujos, conexiones, la relación de un aspecto con otro. En lugar del “cuerpo”, por tanto, tenemos series de posibles máquinas, ensamblajes, con varias dimensiones, de humanos con otros elementos y materiales...33. Pareciera ser que estamos en presencia de un cuerpo que se abre a múltiples y heterogéneas conexiones –en una cultura donde son marcas relevantes “el vértigo de la aceleración de la realidad” (Virilio 1999: 13), consecuencia de la desmesura de la tecnociencia, y un ejercicio del poder que entrega, en apariencia, mayor movilidad a los individuos–. Empero el principio material y corporal tiende a desaparecer. Fredric Jameson señala que existe un “alarmante punto de disyunción entre el cuerpo y su ambiente construido” (1991: 71). Esta violencia espacial se ve incrementada por un dilema “más agudo que consiste en la incapacidad de nuestras mentes, al menos por el momento, para trazar el mapa de la gran red global multinacional y de las comunicaciones descentralizadas en que nos encontramos atrapados como sujetos individuales” (Jameson 1991: 71). El sujeto descentrado y fragmentado se desliza por una superficie ilimitada. Su cuerpo y su mente al parecer no han evolucionado lo suficiente para soportar las nuevas velocidades e intensidades del hiperespacio. ¿Cuál es el lugar del cuerpo y de la risa en la cultura contemporánea? ¿Es pertinente plantear que la literatura y la risa pueden instalar la defensa de la vida? Sabemos que la risa requiere para su actualización del cuerpo, pues ella es, entre otros aspectos, un estremecimiento corporal que libera, exorciza, 33 Rose (1996). La cita la hemos tomado de “El poder como prehensión. Superficies de ensamblaje y producción de dividuos” de Francisco Javier Tirado y Ana María Gálvez Mozo. En: http:// www.monografias.com/trabajos32/poder-prehension-ensamblaje-produccion-dividuos/poderpehension-ensamblaje-produccion-dividuos.shtml 35 Atenea 496 II Sem. 2007 hace surgir la esperanza, produce una terapéutica, abre una dimensión utópica, transforma en pura levedad los ejercicios de la tristeza. Por otro lado, consideramos que el cuerpo y la risa encuentran una dimensión propicia en el espacio literario. Juan Antonio Ramírez sostiene que el cuerpo en el arte contemporáneo puede pensarse como “campo de batalla, laberinto o arma peligrosa” (2003: 16). El artista contemporáneo opera sobre el cuerpo, lo percibe como “un lugar de convergencia o disputa de complejas pulsiones morales, biológicas y políticas” (Ramírez 2003: 15); así mismo, imagina en su cuerpo el laberinto, pero también el hilo y la ruta que le harán posible aspirar a otros niveles de subjetivación; finalmente, en tanto el artista reconfigura su propio cuerpo, éste se convierte en un arma para enfrentarse a la inminente sustracción, transformación o colonización del cuerpo. El poeta chileno Gonzalo Rojas expresa: “No hay que ser un Rilke para afirmar que la palabra existe con la urgencia fisiológica de lo necesario” (2007: 6). El autor de La miseria del hombre y Materia de testamento percibe los subterráneos ríos que van desde la letra al cuerpo, ese cuerpo que duele, se desgasta y ama; del mismo modo, fractura el dualismo, al igual que Arthur Danto34, cuerpo-alma. Intensifica nuestra apreciación el que uno de sus últimos poemas publicado se titule “Empréstame a tu hermana”, donde, claramente, el humor se inscribe. En la escritura literaria, en el arte, pareciera ser que el cuerpo y la risa aún encuentran su morada. La única explicación razonable se elucida en que el cuerpo y la risa devienen en instancias inseparables –e insuperables– del sujeto. Su irrupción implica una recuperación del principio material-corporal inmanente al carnaval y, por consiguiente, de un poder regenerador y liberador. ¿Es pura ilusión el relato que ficcionaliza una sociedad más justa y tolerante sobre la base de la risa? ¿Estas páginas constituyen uno más de los ejercicios actuales dominados por la nostalgia? Sin embargo, cuando descubrimos escrituras como la de Nicanor Parra, Alfredo Bryce Echenique, Hernán Rivera Letelier, entre otras, que revelan la presencia escandalosa de los poderes revulsivos del cuerpo y de la risa, creemos que el legado de Aristófanes, Rabelais y Cervantes resiste el paso de los diversos ejercicios de poder y los diferentes tipos de sociedad, los cuales perviven conflictivamente en Latinoamérica. Comprendemos que la risa porta, como lo advierte Nicolás Guillén, la posibilidad de una salud, que puede generar la recuperación del sujeto extraviado y fragmentado en la espacialidad posmoderna. En Ese maldito yo Cioran escribe: “Todo el mundo me exaspera. Pero me gusta reír. Y no puedo reír solo” (Cioran 2004: 134). La risa, en efecto, exige la presencia del otro, por lo que las barreras que impiden el reconocimiento de la alteridad se derrumban. Por lo mismo, uno de los poderes de mayor significación actual asociados a la risa se eluci34 Atenea 496 II Sem. 2007 36 Véase nota Nº 3. da no sólo en la activación de la relación de uno consigo mismo, sino que también en el establecimiento de secretos pasajes que nos aproximan a la mirada y la sonrisa de aquel que parece ser en todo diferente a nosotros. Entonces fracasa el poder que promueve la destrucción del imaginario adversario –el otro– que atenta contra la continuidad y supremacía de un grupo; desaparecen, momentáneamente, los seductores simulacros que nos obligan a un eterno presente y a los ejercicios de la angustia y la soledad; el “mundo en el que la telepresencia obligada difumina la presencia obligada de uno y otro” (Virilio 1999: 24) es reemplazado por un territorio hospitalario en el que dominan el gesto, la mirada, el diálogo, la proximidad con el otro. En la risa, a pesar de los trayectos virtuales y los cuerpos descarnados del siglo XXI, se encuentra cifrado uno de los más relevantes acontecimientos de la otredad. Para que esto ocurra el cuerpo ocupa un lugar de vital importancia. Esta certidumbre nos permite expresar con Derrida que hoy día “la singularidad está expuesta a lo que viene como otro y como incalculable” y esto es de máximo valor, pues “allí donde lo otro puede llegar hay ‘por venir’ o un porvenir” (Derrida y Roudinescu 2003: 61 y 63 respectivamente). Una fracción importante de nuestro destino descansa en un cuerpo que es una posibilidad, un cuerpo abierto que se confunde con otros cuerpos en el estallido de una carcajada. REFERENCIAS Aquiauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli. 1978. Canto de las mujeres de Chalco [o La enemiga o Canto guerrero de las soldaderas chalcas]. En: León-Portilla, M. Literatura del México antiguo. (Edición, estudios introductorios y versiones de textos de Miguel León-Portilla). 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Atenea 496 II Sem. 2007 40 ISSN 0716-1840 DELEITES Y SINSABORES DE LA COMIDA Y EL COMER: SITUANDO EL TEMA MARISELA HERNÁNDEZ H.* RESUMEN Se plantean intereses y perspectivas de reflexión relativos a la comida como mundo simbólico, es decir, como conjunto de formas y significados. Un plato de comida es concebido como una Trinidad en la cual alimento, cocinero y comensal son indispensables. El abordaje se propone desde una psicología social estética, ocupada en los complejos lazos entre los sujetos y entre éstos y los objetos, gracias al concurso de la sensación, la emoción y el sentimiento, y sus vínculos con el pensamiento y la palabra. Tal perspectiva es desdisciplinada y supone la participación del arte, la literatura y la historia, ya que el comer es un asunto narrado desde hace mucho tiempo y de variadas maneras, entre las cuales las cotidianas nos interesan particularmente. Palabras claves: Comida y comer, gusto, psicología social estética, símbolo. ABSTRACT We propose interests and reflective perspectives in relation to food as a symbolic world, that is to say, as a set of forms and meanings. A plate of food is conceptualized as a Trinity in which food item, cook and diner are indispensable. We propose a social aesthetic psychology treatment of this topic, which is concerned with the complex relationships between subjects and between subjects and objects, thanks to the combination of sensation, emotion, and feeling and the links with thought and the word. Such a perspective is desdisciplined and presupposes the participation of art, literature and history since eating is a topic that has been narrated for a long time and in different ways, among which the everyday is what particularly interests us. Keywords: Food and eating, taste, social aesthetic psychology, symbol. Recibido: 05.06.2007. Aprobado: 27.09.2007. Bruegel * Profesora Departamento de Ciencia y Tecnología del Comportamiento, Sección de Psicología Social, Universidad Simón Bolívar. Caracas, Venezuela. E-mail: [email protected] 41 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 41-54 INTRODUCCION Q UISIERAMOS situar como tema de reflexión “los deleites y sinsabo- res de la comida y el comer” en un campo desdisciplinado como la psicología social estética (Maffesoli, 1989; Fernández-Ch., 2000; Hernández-H., 2003) cuyas características impregnan las próximas páginas, girando en torno a los complejos vínculos que construyen las personas entre sí y con los objetos (vínculos que a su vez construyen a esas personas y objetos) a punta de afectos que se entrelazan con el pensamiento y la palabra. Advertimos que vamos a dar vueltas alrededor de una temática que interesa, y que esas vueltas no son concéntricas sino sinuosas, interrumpidas; a veces extraviadas. Informamos que a este escrito han venido varios invitados, todos importantes pues todos tienen algo significativo que decir: libros, conversaciones, ideas sueltas, imágenes, escritos breves, entre otros. Si apelamos a una metáfora culinaria podría decirse que ofrecemos al lector un abre-boca, una especie de plato de entrada que intenta juntar, para efectos de saber y sabor, pequeñas cantidades de cosas varias, como lo hacen los antipastos. Comencemos. Actualmente nos relacionamos con la comida de manera dilemática: escuelas de gastronomía, restaurantes, cafés, revistas y programas de TV se han dedicado a ensalzar sus sabores, presentaciones y diversidades; simultáneamente, dietas y enfermedades del comer (gastro-intestinales y trastornos alimentarios, como se diría técnicamente) salen al encuentro por doquier, al tiempo que la comida rápida y las paradojas entre la superabundancia y la escasez, la obesidad y el hambre, siguen haciendo de las suyas. Comer es un acto de evidente necesidad biológica y a la vez núcleo de múltiples formas y significados culturales, gracias a los cuales el alimento se transforma en comida al recorrer caminos que lo llevan desde el productor y comerciante hasta las manos que lo transmutan: esas manos (y lo que con ellas viene) lo almacenan, cortan, colocan al calor, combinan, imaginan, esperan, prueban, sirven, saborean, comparten y siga usted contando. Gracias a esa alquimia un cadáver de pollo, por ejemplo, pasa a constituirse en dorada pechuga horneada o en pálido muslo sancochado. Quizás la forma “milanesa de pollo” nos aleja aún más del cadáver pues, en comparación con la pechuga y el muslo, mantiene menores resonancias orgánicas y lingüísticas con el cuerpo muerto. ALIMENTO Y COMIDA Para transformarse en comida, los alimentos requieren entrar en diálogo entre sí y con sus cocineros y comensales: dice Lezama Lima que “si no es Atenea 496 II Sem. 2007 42 P. Bruegel, “Banquete nupcial” (1568) por el diálogo, nos invade la sensación de la fragmentaria vulgaridad de las cosas que comemos (...) tendríamos la tediosa y fría sensación del fragmento de vegetal que incorporamos, y el alón de perdiz rosada sería una ilustración de zootecnia anatómica” (1968: 40). Y las caraotas (frijoles) negras son meros granos oscuros si no se juntan, en una olla paciente, con ají dulce, comino, cilantro y sal, entre otros, y si una mano atenta no los combina en las proporciones e inspiraciones convenientes. Esas caraotas no están completas como plato de comida hasta que un comensal las lleva a su boca, las saborea y comenta lo rico, saladas o duras que están. Cocinero y comensal, a su vez, mantienen complejas relaciones: pueden ser madre e hija(o), mujer y marido; y entonces las inocentes caraotas se complican aún más: quizás sepan frías e insípidas a un marido que tiene dificultades con su mujer; o le sepan riquísimas a una madre cuya hija(o) las cocina por primera vez. Para Matta “el alimento se refiere al lado nutritivo y biológico (…) resultando algo neutro, mientras que la comida es un alimento que se torna familiar, definidor de carácter, de identidad social, constructor de colectividad (…) Lo universal (el alimento) se transforma en particular (la comida) (…) el paso del alimento a la comida es un acto de amor” (c.p. Cartay, 2003: 102 a 105. Paréntesis en el original). 43 Atenea 496 II Sem. 2007 Un plato de comida es una especie de Trinidad: es a la vez quien lo come, quien lo cocina y por supuesto también el alimento. De allí que insistamos a partir de ahora y con variados pero vinculados términos, en que la comida es un símbolo, pues en ella convergen un texto-obra-alimento, un lectorcomensal y un autor-cocinero; en una relación que ocurre en contextos particulares de cocción y degustación. EL GUSTO Y SUS DISGUSTOS Del gustar no es sólo responsable el paladar sino todos los sentidos, pues también hay gustos visuales, auditivos, olfativos y táctiles. Por cierto todos ellos, comenzando por el olfato y el tacto, van al auxilio de las papilas para apreciar la comida: la degustación no ocurre sin el paladar y la lengua, pero ellos no son suficientes, necesitan de todos los demás sentidos para dar sentido (la redundancia vale) a lo que se está ingiriendo. No pueden dejarse fuera la imaginación y la memoria, actividades de un sujeto que se mantiene pegado a la vida de la sensación, como aquel personaje para quien “el almuerzo (con el caldo servido en boles de metal reluciente, como en los ya remotos veraneos de la niñez) fue otro goce tranquilo y agradecido” (Borges, 1998: 527. Paréntesis en original). El gusto no sólo porta sentidos estéticos; también éticos: un comportamiento de buen gusto es aquel que satisface tanto a quien lo emite como a quien se dirige: este último es tomado en cuenta y hasta se intenta complacerle. Se trata de un comportamiento decoroso: a sus formas o modales se presta igual atención que al bien del Otro. La hospitalidad, concebida por algunos como virtud moral (Telfer, 1996), se refiere a un genuino (no interesado) buen trato dispensado a aquel que está bajo nuestro techo y a merced de nuestra comida, lo cual nos hace “responsables de su felicidad” (BrillatSavarin, 1999: 12). Alrededor de la comida se ha señalado otra virtud: la moderación o templanza (Telfer, 1996), la cual se ejerce mientras se tiene el plato al frente y se le come con disfrute, en una especie de “mezcla entre el abandono y el control” (Fisher, 1989: 52) dictados por el corazón y el estómago más que por la razón o la culpa. El sentido del gusto (y del disgusto) ha sido maltratado por buena parte de la filosofía y en general por las esferas del pensamiento conceptual. Es curioso que la teoría estética se sirva tan a menudo de metáforas provenientes del sentido corporal del gusto para referirse a la apreciación y discriminación estéticas (incluidas en el llamado por Korsmeyer (2002) “Gusto con mayúscula”), mientras sigue apegada a las formulaciones que desde Platón se han venido haciendo en torno a la inferioridad o animalidad de los sentidos del gusto, el olfato y el tacto, a partir de su necesidad de acercarse y hasta de incorporar el objeto para poder percibirlo, con los consiguientes riesgos Atenea 496 II Sem. 2007 44 de desenfreno y por tanto de sospecha moral. Los sentidos considerados superiores por su actuación a distancia y su posibilidad de conducir a actividades reflexivas, objetivas y moralmente correctas, son la vista y el oído (en ese orden). A favor de sus posibilidades de discriminación sensorial, valoración estética y participación en el sentido de la vida, puede afirmarse que “la experiencia del gusto es vívida, rápida y sofisticada” (Korsmeyer, 2002: 120). Su rapidez no le resta aptitudes de apreciación ni de pensamiento y palabra. Quizás por vincularse a pensamiento y palabra apegados a la vida, a su movimiento constante y su carácter efímero, el gusto (el del paladar) no tiene cabida en el repertorio un tanto pacato de la racionalidad y el lenguaje de las formas dominantes de conocimiento científico y filosófico, a las cuales les cuesta decir sin tapujos que comemos “para nutrirnos bien, para ser dichosos, para tener fe y confianza en la vida” (Semprum, en Lovera, 1998: 356). La polisemia continúa si uno se dirige al asiento del gusto, la boca, pues ella es lugar de múltiples actividades y significados: con ella se saborean los alimentos y las experiencias; de ella sale la palabra y también el aliento, constancias de vida y de humanidad. En contraste con cierta filosofía (y en consonancia con Zambrano, 2001) la poesía se ha mantenido cercana al mundo sensorial; mundo de concreciones, imágenes y de un lenguaje adherido a lo vital, llámese angustia o alegría. Sin embargo, nos atreveríamos a sospechar que la jerarquía platónica (reforzada por figuras igualmente influyentes como Santo Tomás, Kant o Hegel; según Korsmeyer, 2002) se mantiene aquí aunque de soslayo: intuimos que la poesía “visual” es más frecuente que la “olfativa o la gustativa”. Es sólo una intuición. En poetas tan sensuales como Pessoa o Ponge, la vista parece resultar privilegiada. Dice el primero “creo en el mundo como en una margarita, porque lo veo” (1998: 179); y el segundo “vegetación (...) especie de tapicería en tres dimensiones” (1996: 131). Sin embargo, Ponge degusta así una naranja: “(…) un líquido de ámbar se ha expandido, acompañado de frescura y de perfume suaves (…) y obliga a la laringe a abrirse ampliamente” (1996: 37-39). Volviendo al gusto como sentido corporal (y para nosotros también espiritual), aquel que en tono de protesta llama Korsmeyer (2002) “gusto con minúsculas”, diremos que el tema de la comida está pleno de deleites: podemos detenernos en lo placentero que puede resultar comprarla, prepararla y comerla; en lo que reportan los sentidos mientras hacen de las suyas ante colores, texturas, aromas y sabores; ante el roce y el choque de ollas, platos y cubiertos y entre las voces de los compañeros (quienes comparten el pan). El tomate o el romero pueden convertirse en un “acontecimiento” (que podría ser desgraciado, por cierto) durante una comida, cuando llegan a impregnarla totalmente; otro “acontecimiento” puede ser el pastel de cum- 45 Atenea 496 II Sem. 2007 pleaños, gracias al cumpleaños y al pastel, ambos a la vez (La palabra acontecimiento la hemos tomado de Bachelard, 1986). Un trozo de fruta (¿sólo un trozo de fruta?) estremece así a Joel, uno de nuestros estudiantes, quien nos escribe: Se ve demasiado jugosa. Mi boca se hace agua y me desespero al no poder tenerla ya. Su color es fresco y me evoca serenidad y recuerdos. Su aroma silvestre me concentra en limpios parajes, cálidas lluvias y enternecedores ritmos. Mi estómago ahora tiene otra frecuencia, otras dimensiones; es más ovalado y ruge al compás de mi respiración. Prometo no atragantarme, sólo sentir sus fibras crujientes debajo de mis colmillos y pasar mi sedienta lengua por sus tejidos de manera que pueda contabilizar sus semillas. Sólo será un pedazo, lo juro. Se ve tan jugoso y estoy tan sediento que resulta vergonzoso. Su vivo color es tan rojo que mi sangre se acelera y siento frío, ¡tal como ella! La imagino en mis manos, goteando y chorreándome todo. Me la voy a comer con desespero y sin pausas. No me importa. Esa patilla, desde aquí, se ve demasiado buena. H. Matisse, “Bodegón con naranjas”, óleo sobre tela (1913). Los deleites están constantemente amenazados por los sinsabores: dietas, indigestiones o el más difundido, el hambre, en cuya experiencia puede introducirse un matiz perverso: el hambre manifiesta y el hambre oculta. La manifiesta es la que padece abiertamente la gente que está muriendo de inanición; aquella que pide comida en la calle, reconociendo públicamente su privación. La oculta (De Castro, 1950: 20) se disfraza de harina y azúcar, de una o dos comidas diarias, y con un “no me da hambre” o un “como poco”. Es el hambre de los pobres que sostienen su dignidad con gran esfuerzo y la de quienes no eran tan pobres y se han “venido a menos”. Otro matiz, no menos perverso, lo introduce el hambre forzada por dietas de distinta procedencia. Continuando con los matices, vale la pena también introducir los que existen entre hambre y apetito: el hambre es una expectativa biológica, inmediata y podría saciarse con cualquier cosa: “con hambre no hay mal pan”, dice la gente. Esta expectativa puede transformarse en derrota y tristeza si la comida no se avizora. El apetito en cambio es alegre, imagina lo que desea comer desde la certeza que comerá y con la posibilidad adicional de apreciarlo y emitir el veredicto de que le gusta o le disgusta. Hay apetitos voraces, que suelen llamarse gula y que implican la pérdida de moderación, de límite; hay gulas que se disfrutan, se celebran y otras que se lamentan más temprano (sensación de llenura, de pesadez) o más tarde (indigestión, aumento de peso). Daniel, otro estudiante, nos cuenta así sus sinsabores: Para nosotros, pobres desdichados que no tenemos la mamá-abuelapapá-empleada que nos prepare comida, la ‘cocinera-que-no-coci- Atenea 496 II Sem. 2007 46 H. Matisse, “El postre”, óleo sobre tela (1897). na-para-nosotros’ es fuente de la más profunda envidia (...) qué momento tan gratificante cuando somos invitados a la vida de aquellos más afortunados y se nos permite disfrutar de aquel platillo mezclado con tantos sabores y colores como horas de trabajo “la-cocineraque-no-cocina-para-ti” puso en él; en cada bocado se siente la dedicación y sabiduría que ese ser ha vertido agraciadamente sobre un plato de cerámica. Pero aquel momento tan brillante dura muy poco (...) y nosotros, seres de hambre eterna, regresamos a la vida de platos de cinco minutos, de colores opacos y asquerosa simplicidad. En torno a las posibilidades de apreciación de la comida, un muy difundido análisis sociológico concluye que en la “clase trabajadora” predomina “el gusto de la necesidad (que) prefiere una comida nutritiva, saciante, abun- 47 Atenea 496 II Sem. 2007 dante y que se pueda engullir más que saborear” (Bourdieu, c.p. Korsmeyer, 2002: 97); a este gusto se contrapone “el de la libertad o del lujo” atribuido a la “burguesía ociosa (que) aprecia la presentación de los platos y la disposición de la mesa (así como) la preparación minuciosa de platos delicados” (Korsmeyer, 2002: 97. Paréntesis nuestros). Se sugiere así que la “clase trabajadora” no valora estéticamente la comida y que dicha valoración es exclusiva de “clases privilegiadas”. Al respecto nos preguntamos si el preferir ciertas sazones y llenuras no es una apreciación estética tanto como la de detallar apariencias y optar por sazones “más refinadas”. E intuimos que las personas “trabajadoras” sí pueden detenerse a degustar su comida por sencilla que sea, que valoran ciertos platos en función de su presentación, aroma y sabor; y que prefieren unos menús sobre otros aunque no siempre puedan tenerlos sobre su mesa. LA COMIDA COMO MUNDO SIMBOLICO Lo que hemos venido diciendo y lo que diremos más adelante armoniza con la idea de la comida como símbolo, pues ella condensa los encuentros entre figuras (ollas, platos, alimentos, mesas, humos, temperaturas, recetas, cuerpos) y significados (cariño, cuidado, recuerdos, hogares, malestares, desencantos y soledades), entre un icono y lo que quiere decir; en su invitación al sentido. Ricoeur dice que el símbolo “da que pensar” y que la interpretación “ocurre ahí donde hay múltiple sentido” (c.p. Agís en Valdés y otros, 2000: 96 y 99). Un símbolo es polisémico, escurridizo, sólo permite que se le entrevea y se le entrediga (Cadenas, 1979), nunca que se le descifre. Desde la perspectiva simbólica, ocuparse de la comida supone interesarse por las formas que adopta y al mismo tiempo por sus significados o lo que ellas sugieren; es decir, supone interrogarse por los sentidos: ¿qué significan esas formas, cómo se elaboran y se contemplan con los sentidos, las manos, el sentimiento y el pensar; cómo da cuenta de ellas la palabra? La figura es la cara sensorialmente significativa del símbolo; concreta, tangible. Es la forma que aparece; figura y sensación se confunden, pues la sensación es figurativa, plástica y sorpresiva (Gurméndez, 1993). A su vez, el significado es lo que la figura quiere decirnos, nos sugiere (Santayana, 1955); es una “resonancia entre ella y nosotros, nosotros y ella” (Ricoeur, 2000: 146). Detenerse en la figura es reivindicar el mundo objetual, mas no objetivo; es, como dice Ponge (1996) ponerse “de parte de las cosas”. El mundo objetual es el mundo de los objetos a los que se presta atención, estableciéndose un vínculo con el sujeto que los contempla, cuya condición es a su vez subjetual más que subjetiva, porque evoca una relación constitutiva, no secundaria a Atenea 496 II Sem. 2007 48 esencias (objeto-sujeto) separadas, distintas entre sí. El objeto es porque se encuentra con un sujeto. El sujeto es porque se encuentra con un objeto (incluyendo a los Otros sujetos) (Zubiri, 1992). Sujetos y objetos se interpelan constantemente. La comida vista como símbolo trae aparejado el comer como acto simbólico cuya significación va paralela a su obvia relevancia biológica: quien no come, sencillamente se muere; nos comemos a otros seres biológicos (y recientemente también sintetizados) llámense plantas o animales, es decir, somos herbívoros y carnívoros (y hasta caníbales). Agarramos con las manos el alimento, abrimos la boca, lo masticamos, lo tragamos y si todo va bien, un rato después expulsamos parte de él: alguien dijo que la comida era mierda en potencia. El comer es también un acto claramente humano y por tanto cultural, en la medida en que es ejecutado no sólo por necesidad o instinto, sino también por apreciación estética, valoración de la convivencia, cuidado de Sí y del Otro, con los afectos que tengan a bien atravesarse. Nietzsche, desde su énfasis “demasiado humano”, dice del hambre de Zaratustra que “tiene extraños caprichos (pues) a menudo no viene sino después de la comida” (1956: 15. Paréntesis nuestro). Y por ser simbólico, comer es igualmente un acto que sirve para funcionar en sociedad: se come con arreglo a normas que se concretan en permisos y prohibiciones tales como horarios, lugares y modales; y se invita a la mesa para compartir, negociar, ostentar o dominar (entre otras posibilidades). Uno de los signos de “funcionamiento adecuado” de un hogar parece ser que haya comida preparada, servida a ciertas horas y con capacidad para convocar a todos sus miembros. Una señal de armonía hogareña es que provoque (o apetezca) ir a comer a casa; un indicio de cuido es que te pregunten si quieres comer o que te sirvan de una vez (en el servir también hay una otredad atendida, considerada). La comida resuena a hogar, a madre, a aromas cálidos de estabilidad. O por el contrario a conflicto, a indiferencia, a soledad. Los aromas hogareños no traen necesariamente aparejados la libertad de y el respeto a, quienes se congregan en la cocina y en la mesa. Puede ocurrir que la madre, quien suele ser el centro de la cocina y la casa, convierta el cocinar en una acción de despliegue de poder (usualmente no ejercido a conciencia) honestamente disfrazado de cariño y sacrificio. La pareja y los hijos han de comer lo que ha cocinado y no otra cosa, deben comérselo todo como señal de que sí les gustó y para mantener a raya la culpa por el-hambre-en-el-mundo; más tarde, cuando los hijos tengan esposa le dirán “mejor lo hace mi mamá”; hasta que esta esposa construya su propia “tiranía absorbente” (Zambrano, c.p. Palacios, 2000: 10). A partir de Bachelard (1986) y su idea del alma de los espacios, podría 49 Atenea 496 II Sem. 2007 pensarse que las cocinas dicen cosas sobre el alma de la casa: almas higiénicas e instrumentales mantienen cocinas asépticas y minimalistas; almas cargadas de apariencias atiborran la cocina de electrodomésticos, mejor si al último grito de la moda; las almas tristes las tornan grises y oscuras y nada parece cambiar en ellas; almas amistosas gustan de tenerlas llenas de comida y de gente, todos en actividad y charla; las almas de otra época las sostienen en esa época y puede que todo esté “pasado”: de moda, de cocción y de azúcar. Y otras cocinas están habitadas por almas que se mantienen discretamente entre lo cálido y lo utilitario con ciertos dejos de descuido. Si partimos de la convicción de la comida como símbolo y del comer como acto simbólico, entra en escena el lenguaje, visto que los símbolos son tales porque se comunican: de lo significativo se conversa, las formas que interesan se describen, se narran. Las narraciones son una rica manera de dar cuenta de nuestras interpretaciones de lo cotidiano-importante, de lo que nos afecta, de lo que tiene sentido (Bruner, 1990; Ricoeur, 2000). Sobre la comida se habla constantemente: la gente se cuenta qué comió, comerá o quisiera comer; lo que no le gusta o no puede comer; intercambia trucos y recetas. Se dice que la vida tiene sabor o trae sinsabores, que algo es la sal de la vida o que es insípido. Hablar de la comida es hablar de nosotros mismos, de lo que nos atrae o repele, de lo que nos sobra o nos falta, de nuestras fantasías y soledades, de nuestros compañeros y recuerdos. AL AMPARO DE UNA DESDISCIPLINA Nuestras reflexiones y curiosidades están amparadas por una psicología social que ha sido llamada desdisciplinada (Fernández-Ch., 1997) cuyo campo de estudio es la cultura, entendida como tejido simbólico que tejen y destejen todas y cada una de las personas, cada día y de muchas maneras. A su vez, esas personas son bordadas por esa misma cultura. A este tejido-bordado se le aproxima una visión que intenta ser respetuosa de lo que allí ocurre, entrando con cautela y paciencia a tratar de interpretarla en sus lenguajes propios. Implica la valoración del saber del hombre común, saber rico y poco ordenado. Supone encuentros y desencuentros entre los sujetos y entre ellos y los objetos, con el concurso del cuerpo y el espíritu, el sentir y el pensar; por ello es también una psicología social estética (Maffesoli, 1989; Hernández, 2003). Desde estas perspectivas adquiere valor un “simple” plato de comida, una olla que guisa, unas manos que mezclan, una mesa (no) decorada, un suspiro que saborea, una comida amarga en todos los sentidos. El plato, la olla, la mesa, las manos, el rostro, las palabras e historias dicen mucho a Atenea 496 II Sem. 2007 50 quien se detenga a escucharlos, a mirarlos, a probarlos. No es gratuito que saber y sabor tengan la misma etimología: conocimiento breve y luminoso (Palacios, 1987). Así las cosas, puede estarse de acuerdo en que las personas comunes, ejerciendo su “ánimo estético (...) añaden distinción a la utilidad y poesía a la acción”; buscando “infundir significado a los pequeños detalles de su existencia” (Mead, 1926: 384). En consecuencia, un plato de comida hierve de distinción y poesía. Como toda forma cultural, cocinar y comer están sometidos a fuerzas de tradición y de cambio, a modas, des y re-valorizaciones, a nuevos matices, prácticas no conscientes, reflexiones (la gastronomía), apariencias, usos y abusos. Uno de los abusos más frecuentes es la ideologización de la comida: desde el poder se ofrece luchar contra el hambre con espadas tan cínicas como salarios miserables y raquíticos mercados populares que homogeneízan y racionan el alimento. ¿Será que los gobernantes apuestan más bien al hambre, la cual “libera de tener que elegir (…) libera de la inquietud moral (…) deja una indiferencia protectora”? (Ginzburg, 2000: 93). Un ciudadano que se inquieta y quiere elegir es peligroso. Dedicarse al tema de la comida va resultando interesante, rico. Como todo tema de estudio, conlleva dificultades, algunas de las cuales han quedado implícitas en líneas anteriores. A esas que ya se han prefigurado, añadimos las siguientes: – Su importancia luce tan obvia, que no valdría la pena detenerse ni profundizar en él: se cocina, se ingiere, se expulsa y si se tiene suerte, se saborea y se comparte. ¿Qué tanto más? – Cuando se le asigna importancia, pueden ocurrir cosas como éstas: – Nos limitamos a medir los alimentos, transformándolos en carbohidratos, proteínas, calorías y colesterol, es decir, en asuntos sin color, aroma ni sabor. – Nos ocupamos sólo de sus patologías, ya sean fisiológicas y/o simbólicas, por lo que nos centramos en trastornos y enfermedades, llámense gastritis, colitis, bulimias o anorexias. – Caemos en cuenta que a pesar de, o quizás por, su simplicidad y automatismo biológico, el comer es un tema íntimo, donde la persona se las juega; en él va su dignidad (el hambre es indigna, triste, injusta), su religiosidad y su moral: una buena madre (a veces el padre se da también por aludido) debe dar de comer a sus hijos con abundancia y alegría. Abordar un asunto íntimo y comprometedor a la vez que aparentemente simple, no resulta fácil. 51 Atenea 496 II Sem. 2007 ENTRAN LA LITERATURA, LA HISTORIA Y EL ARTE Gargantúa Atenea 496 II Sem. 2007 52 Una aproximación desdisciplinada acude a múltiples perspectivas de interpretación de los asuntos que le interesan. Los sentidos de la comida han sido trabajados por cierta filosofía, por la literatura, la historia y el arte, algunas de cuyas versiones hemos colado en páginas anteriores. Añadimos otras, sólo para contribuir con la variedad de sabores-saberes anunciada en la primera página: Para Magritte, la “Fuerza de las cosas” (cuadro fechado en 1958) encarna en una baguette y una copa de agua inconfundibles, contundentes, colocadas por encima de todo. El expresionismo alemán se ocupó de pintar cuerpos hambrientos en protesta por los horrores de la guerra y Hundertwasser concentra las infinitas posibilidades culinarias en el mantel de una de sus obras, por lo que la silla y el plato que lo acompañan se encuentran vacíos esperando por el comensal y la comida que tengan a bien llegar. La dedicación de la Kahlo a su cocina dejó huellas en paredes, sandías, manteles y guisos. Gargantúa y Pantagruel enfrentados a la negación cristiana de la carne, se entregan “en cuerpo, alma, tripas e intestinos” a “tragar” unos alimentos grandes, muchos y feos (Rabelais, 1983: 262). El Quijote, caballero andante y sublime, recomienda a Sancho, ser terrenal, que no coma ajos ni cebollas para que los demás no saquen, por el olor, su condición humilde; y en cierto momento lo insulta diciéndole “Harto de ajos”, con lo cual nos damos idea de la larguísima historia de la desvalorización del ajo y la cebolla, los cuales, paradójicamente, son indispensables en nuestras cocinas. Mas acá, “Mamá Blanca” recuerda desde un tardío siglo XIX “un admirable queso de mano que enrollado en hojas de plátano (…) vino a ser (…) timbre y orgullo de Piedra Azul, cuando (mamá) entre sonrisas y pedir excusas por la rusticidad de la ofrenda, lo ponía en manos de cuanta visita llegase” (De la Parra, 1972: 631. Paréntesis nuestro). Pero no todo era tan sabroso en nuestras latitudes y nuestro pasado: “Panchito Mandefuá” apenas si lograba una “hartada de frutas en un día bueno” y lejanos estaban sus alimentos soñados; de allí que anota como especial el momento en que “rayó con el dedo y se lo chupó, un cristal de la India a través del cual (veía) pirámides de bombones (…) higos (...) ponqués y fragmentos de quesillo” (Pocaterra, 1989: 30. Paréntesis nuestro). Mandefuá finalmente logró su cena de Nochebuena junto al mismísimo Niño Jesús, después de haber sido atropellado por un automóvil. José la “O” tuvo más suerte ya que “la niña Cecé”, hija de sus patrones, lo sacó de su rutina de frijoles cuando “le dio a comer dulces negros envueltos en papel de plata” (Pocaterra, 1989: 287). Una historia de la alimentación en Venezuela nos habla de una comida propiamente venezolana o más técnicamente, de una “dieta criolla que se formó entre 1500 y 1750 (...) cuyos elementos constitutivos fueron el maíz, la carne de res, el azúcar y el cacao como elementos básicos; y la yuca, el plátano, los frijoles y el café, como alimentos complementarios” (Lovera, 1998: 33). Nuestra dieta es mestiza al igual que nuestros nombres y nuestros cabellos. Se nos dice también que el café llegó después, desplazando en buena medida al cacao como bebida, quizás por las ínfulas libertarias que traía, visto que solía acompañar las reuniones subversivas en los países árabes y en Europa, y porque gente más diversa se entusiasmó a tomarlo. El chocolate en taza quedó para los niños y las mujeres. Sobre el asunto, doña Inés, mantuana que gracias a su odio a los pardos vive unos cuatro siglos (Torres, 1989) se pregunta qué puede esperarse de un país que sólo produce cosas que sirven para merendar: cacao, café y azúcar. De manera que la comida también puede simbolizar rebelión, conservación, machismo, feminidad y un largo etcétera. ENTONCES Y YA PARA IRNOS Una psicología social estética y desdisciplinada nos permite aproximarnos al mundo de la comida y el comer como observadores-partícipes de esta esfera literalmente vital (quien no come, se muere) que adquiere formas admirables y efímeras, de múltiple significación, condensadas en la figura de la Trinidad: cocinero (a), comida, comensal. Esas formas, ya sea un plato de comida o un trajín en la cocina, como hemos dicho, “añaden dignidad a la utilidad y poesía a la acción” (Mead, 1926: 384) y por lo tanto tienen un sentido estético y también ético y reflexivo. Ellas pueden transformar un momento o día cualquiera en un momento o día especial, lleno de deleites y/o sinsabores, de los cuales dan cuenta desde la poesía hasta las expresiones plásticas o el pensamiento filosófico, y en conexión con ellos la vida cotidiana donde las personas comunes pasan buena parte de su vida cocinando y comiendo, si tienen suerte, lo que quieren y con menos suerte, lo que pueden. REFERENCIAS Bachelard, G. 1986. Poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica. Borges, J. L. 1998. “El Sur”. En Obras completas. Madrid: Emecé. Brillat-Savarin, A. [1825]1999. Fisiología del gusto. Barcelona: Iberia. Bruner, J. 1990. Actos de significado. Madrid: Alianza. Cadenas, R. 1979. Realidad y literatura. Caracas: Equinoccio. Cartay, R. 2003. La hallaca en Venezuela. Caracas: Fundación Bigott. De Castro, J. 1950. Geografía del hambre. Buenos Aires: Peuser. De la Parra, T. 1972. Memorias de Mamá Blanca. 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En este primer artículo analizo la manera en que Neruda, Ocampo y el círculo porteño de Sur se relacionaron en medio de la oleada fascista que recorría el mundo en las décadas de los treinta y de los cuarenta, considerando tanto los aspectos literarios y estéticos como las dimensiones políticas e ideológicas en juego. Palabras claves: Neruda, Ocampo, Sur, Ortega y Gasset, fascismo, compromisos. ABSTRACT The present investigation explores the relationships developed by the Chilean poet Pablo Neruda, the Argentine writer and editor Victoria Ocampo and the journal Sur. It is composed of two parts: this first essay, which examines the period of the 1930s and 1940s, and a second one that is focused on the scenario of the Cold War. In this first * Los archivos y los servicios de la Fundación Pablo Neruda, del Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires y la Houghton Library de la Universidad de Harvard fueron fundamentales para llevar a cabo la presente investigación. Asimismo, agradezco el diálogo con Marcela Croce, Ana María Díaz, María Inés Lagos, Hernán Loyola, Fernanda Macchi, Darío Oses y Diana Sorensen. Hago también extensivo mi agradecimiento al eficiente trabajo de mis ayudantes Loreto Camilo, Rafael Dávila Franco, Elizabeth González Caniulef y Nefer Muñoz. ** Doctorado por la Universidad de Cornell, el autor se especializa en literatura y cultura latinoamericana de los siglos veinte y veintiuno. Actualmente es profesor asociado en la Universidad de Harvard. E-mail: [email protected] 55 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 55-66 article, I analyze the way in which Neruda, Ocampo and the porteño circle of Sur related to each other in the midst of the wave of fascism that spread over the world during the 1930s and the 1940s, taking into account literary and aesthetic aspects as well as the political and ideological dimensions at stake. Keywords: Neruda, Ocampo, Sur, Ortega y Gasset, fascism, committments, compromises. Recibido: 10.08.2007. Aprobado: 19.12.2007. G V. Ocampo UERRAS MUNDIALES, guerras regionales; guerras ideológicas, guerras que unieron y guerras que separaron; en fin, guerras y desgarros: entre Santiago y Buenos Aires, entre Estados Unidos y América Latina, entre América y Europa. Entre guerras: también Pablo Neruda, revista Sur y su directora, Victoria Ocampo, libraron sus propias batallas en medio de los avatares de la Segunda Guerra Mundial y bajo los efectos del auge del fascismo en las décadas de 1930 y 19401. En este escenario, el presente artículo se propone poner en contexto y analizar los vaivenes de la relación de Neruda con Victoria Ocampo y la revista Sur, en un período en que el quehacer literario se entrecruzaría de modo constante con dilemas de ética e ideología2. Antes que nada se puede advertir en dicha relación la forma ambivalente en que funciona la categoría de compromiso en el quehacer literario e intelectual: por una parte, como una obligación contraída en concordancia con principios ideológicos y éticos y, por otra, como un asunto de conveniencia social y literaria. En un nivel, e influidos por la realidad política internacional del fascismo en la década de los treinta, Neruda, Ocampo y Sur adoptaron el compromiso ético, político e ideológico como engagement –en el sentido sartreano–, es decir, “el compromiso de los intelectuales en general, y especialmente los escritores, con aquellos grandes movimientos colectivos emergidos en el contexto de la guerra y la resistencia antifascista” y que conllevaban “una resonancia social inmediata, urgente y concentrada” (Williams 1989: 78). Sin embargo, en el caso del poeta chileno y el grupo de la revista porteña esta dimensión se entrecruzaría con esa esfera menos emblemática y acaso más frívola, cual es la de los compromisos de la sociabilidad literaria y cultural. Neruda y Ocampo se acercaron, se distanciaron o se confronta- 1 Pablo Neruda nació en el pueblo de Parral, en Chile, en 1904, y murió en Santiago en 1973.Victoria Ocampo nació en Buenos Aires en 1890 y falleció en la capital argentina en 1979. 2 Hacia 1929, Karl Manheim define la ideología como la adopción de una Weltanschauung o visión de mundo, en el orden de la realidad histórica o social o, más concretamente, dentro de una “situación de vida” (Mannheim 1985 [1929]: 55-108). En dicho sentido, hago uso de esta noción básica de ideología que subyace en las posturas políticas y éticas adoptadas por los intelectuales durante los treinta y los cuarenta, en “una situación de vida” marcada por la omnipresencia del fascismo y de la guerra. Atenea 496 II Sem. 2007 56 ron dentro de un complicado juego de intereses de signo ideológico, político, ético, estético y socioliterario. Dentro de este marco, este artículo se propone revisar la manera en que el poeta chileno estableció un cierto nivel de acercamiento al medio intelectual porteño en el curso de la década de los treinta y los cuarenta. El telón de fondo de esta relación fueron los estampidos bélicos y totalitarios que conmovieran el clima de la época, expresados en el auge ideológico del fascismo tanto en el viejo continente como en el propio contexto sudamericano3. RETICENCIAS Y COINCIDENCIAS Los años treinta constituyen un punto de referencia clave. La revista Sur había sido fundada en 19314. Y ya ese mismo año, en una carta del 5 de septiembre al escritor argentino Héctor Eandi, Neruda deja ver su distancia respecto de la revista y su directora: ¿Qué hay de la gran revista de la Sra. Ocampo? No sé qué piensa usted pero me parece cosa muy antipática. Le consulta a Ortega y Gasset hasta para arreglarse los refajos. Y, mientras tanto, esnobismo literario, Frank, más Frank y el inocente De Torre, que es tan, pero tan idiota. Les falta sólo Huidobro en la pandilla. Vergüenza. Ortega y Gasset es el enemigo, el vampiro escolástico. Todo lo que es raciocinio y esterilidad en España viene de su “florida prosa”. Y esa postura de “bacán” de la literatura y las artes, de Apolo y Atenea, señor protector, con oficina en el Olimpo. Ese horrible espíritu crítico, y esa astucia para oler los movimientos que han comenzado en Trans-Europa, y luego con voz “artística” predecirlos en España. Conversación telefónica: –Qué le parece, Don Joseph, le pondremos Sur? –Bien, señora, póngale. –Y le pusieron Sur, los desvergonzados. (Neruda Carta a Eandi 1931: 959-60)5. P. Neruda Esta nota, al igual que gran parte de la nutrida correspondencia que sostiene el poeta chileno con Héctor Eandi, se inserta en el período de escritura 3 En su biografía de Ocampo, Doris Meyer describe brevemente el desarrollo de la relación entre Ocampo y Neruda (Meyer 1979: 116-18). Dado el enfoque biográfico de su libro, Meyer no desmenuza las dimensiones literarias, ideológicas y político-culturales en juego. Algo similar ocurre con el estudio de John King sobre el rol cultural de Sur, el cual también ofrece una breve reseña de la polémica entre Neruda y la revista (King 1986: 139-40). Un detenido análisis de la trayectoria de esta interacción permite aclarar su complejo alcance dentro de la historia literaria e intelectual de América Latina y del panorama internacional. 4 Sur apareció por última vez en 1992. 5 Aparte de hacer referencia a la figura de José Ortega y Gasset, la nota de Neruda alude también al novelista y ensayista estadounidense Waldo Frank, al poeta y crítico español Guillermo de Torre y al poeta chileno Vicente Huidobro. 57 Atenea 496 II Sem. 2007 J. Ortega y Gasset de su Residencia en la Tierra6. La inmersión del sujeto lírico en el tráfago existencial y material del mundo moderno caracteriza esta fase nerudiana. El poeta chileno se halla empeñado en desarrollar una escritura que testifique las angustias del ciudadano contemporáneo. En la carta a Eandi se puede advertir un afán retórico por situar a Ocampo y sus interlocutores en las antípodas de su ontología residenciaria. El círculo de la revista porteña aparece sarcásticamente asociado con el “esnobismo literario”, con un Ortega y Gasset que expresaría “raciocinio y esterilidad”, con “oficina en el Olimpo”. Otro elemento evidente en esta nota de 1931 es la personalizada aversión de Neruda hacia Ocampo. Este sentimiento se profundizará en los dos años siguientes, como lo explicita en una misiva de enero de 1935, enviada desde Madrid al ya aludido Eandi. Allí hace referencia a un encuentro de Delia del Carril con la directora de Sur: “Yo la detesto a esta Sra. Ocampo, y en una entrevista que le mando con ésta le tiro algunos cortes bastante duros” (Neruda Carta a Eandi 1935: 972)7. Sin embargo, la historia se torna más compleja. La presencia del totalitarismo comenzaría a ensombrecer el mundo. Hacia la segunda mitad de la década del treinta, el fascismo se había vuelto ubicuo en el continente europeo, con Mussolini en Italia, el nazismo en Alemania y el bando católico franquista en una España ad portas de la guerra civil. Enfrentados a esta coyuntura, los intelectuales de América Latina adoptarían una actitud de solidaridad y defensa de la libertad. A pesar de las divergentes locaciones ideológicas y las reticencias personales previamente descritas, Neruda y Ocampo podrían, hasta cierto punto, leerse en un escenario común: ambos adoptaron posturas antifascistas. Para Ocampo y los miembros de Sur, la crítica a la realidad política del fascismo se situaba “en el registro de la ‘defensa de la cultura’, entendida como una actividad específica y propia de los intelectuales” (Gramuglio 1986: 37). Los predicamentos totalitarios y genocidas del fascismo perturbarían el sueño ilustrado de la modernidad. Ocampo y Sur se sentían parte del ideal “civilizatorio” que éste suponía. Como lo ha apuntado el crítico Nicolás Rosa, la revista expresaba “una reposición ahistórica de las tendencias iluministas en cuanto se valora la Cultura como medio de la ‘ilustración’ y se reconoce en el Espíritu la réplica de la Razón” (Rosa 1987: 124). La oleada fascista de los treinta emergida en el corazón mismo de dicha modernidad revelaría los límites de tal sueño ideológico. El espíritu de Sur se despertaría así en medio de los sacudones de una convulsa contingencia histórica y política. Ocampo 6 Para un recuento más amplio de dicha correspondencia, véase el volumen editado por Margarita Aguirre, Pablo Neruda Héctor Eandi: Correspondencia durante Residencia en la Tierra (Aguirre 1980). 7 Cercana a Ocampo, Delia del Carril –esposa de Neruda entre 1943 y 1955– compartía en Madrid la misma casa con el poeta y su esposa de entonces. Atenea 496 II Sem. 2007 58 se vería compelida entonces a participar activamente en los encuentros de la agrupación antifascista Acción Argentina. Hacia 1939, por ejemplo, ayudaría al traslado a Buenos Aires de la fotógrafa judía Gisèle Feund, con quien luego organiza el envío de alimentos para los escritores franceses. El continente europeo se hallaba sometido a los dramáticos efectos de la guerra y la expansión nazi. Según el historiador Tulio Halperín Donghi, la caída de Francia hacia junio de 1940, que colocaría a toda Europa continental bajo la hegemonía alemana, constituiría un golpe mayor para la intelectualidad porteña, en la medida que Argentina, tanto a nivel simbólico y cultural (por su relación con Francia) como en lo económico y en lo financiero (en sus lazos con Gran Bretaña), se hallaba fuertemente vinculada con el mundo europeo8. A su vez, en los treinta, en el propio suelo argentino había comenzado a emerger una derecha de raigambre nacionalista católica, hecho que, aunque no aludido en las páginas de la revista, sin duda inquietaba la conciencia humanista y liberal de la directora y del círculo de Sur9. El contacto de Neruda con el medio bonaerense se produciría a inicios de aquel período. Para comenzar, el poeta se desempeñó como cónsul del gobierno chileno en Argentina entre el 28 de agosto de 1933 e inicios de mayo de 1934. Allí, en medio de la intensa vida literaria e intelectual de Buenos Aires, desarrollaría sus primeros acercamientos al círculo de la revista porteña. Autores próximos al círculo de la revista, como Norah Lange y la chilena María Luisa Bombal, serían asiduos visitantes del departamento en calle Corrientes, en el que se había instalado el poeta chileno y su esposa de entonces, María Antonieta Hagenaar. En la capital argentina, aparte de haber coincidido e iniciado su amistad con Federico García Lorca, Neruda tendría un episódico pero cordial encuentro con uno de los más prominentes colaboradores de Sur y un siempre cercano interlocutor de Victoria Ocampo: Jorge Luis Borges. Con el aprendizaje cultural acumulado en la vida consular y con el respaldo de una innovadora producción poética, el poeta chileno lograría insertarse exitosamente en la compleja vida cultural del Buenos Aires de principios de los treinta (Schidlowsky 2003: 185-99)10. Por otra parte, y al igual que el círculo de los intelectuales porteños, Neruda comenzaría a experimentar el turbulento acontecer político de este 8 Véase Tulio Halperín Donghi, La Argentina y la tormenta del mundo: Ideas e ideologías entre 1930 y 1945 (Halperín Donghi 2003: 167-9). 9 Sobre el corpus de textos antifascistas publicados en Sur y la manera en que sus páginas registraron una postura enfocada estrictamente en el escenario internacional, eludiendo un pronunciamiento explícito sobre el acontecer político argentino, véase Gramuglio 1986: 32-39. Acerca de la solidaridad de Ocampo con Gisèle Feund y los escritores franceses, véase Vitagliano (2002: 320-23). 10 La información más específica sobre el paso de Neruda por Buenos Aires aparece en el libro Las vidas de Pablo Neruda de Margarita Aguirre, citado en Schidlowsky (2003: 186). J.L. Borges N. Lange M.L. Bombal 59 Atenea 496 II Sem. 2007 F. Franco período. Tras haberse trasladado a Madrid en 1935, Neruda sentirá de cerca los efectos de la Guerra Civil Española iniciada el 18 de julio de 1936. A fines de ese año, junto a la escritora y editora inglesa Nancy Cunard, organiza la revista Los Poetas del Mundo Defienden al Pueblo Español y emprende una serie de iniciativas en solidaridad con la causa republicana. En 1937, ya de regreso a Chile, el poeta se involucra activamente con la organización de la Alianza de Intelectuales de Chile en Defensa de la Cultura, promoviendo el alineamiento antifascista entre los círculos artísticos y culturales del período. Esta coyuntura histórica impactará profundamente en su producción poética y se plasmará en la escritura de su “España en el corazón”. Este poema, incluido más tarde en su Tercera residencia, marcaría el inicio de un significativo giro hacia una poesía de abierto compromiso social. A pesar de las coincidencias generales aludidas, este desplazamiento nerudiano hacia lo social y lo político fue acogido de un modo bastante ambiguo en las páginas de Sur. En 1947, la revista publicaría el poema “Epístola a Pablo” de Eduardo González Lanuza, el cual comienza con un epígrafe extraído de “España en el corazón” y, a continuación, emplaza al vate chileno a privilegiar la dimensión metafísica de la poesía –“cantar por el Misterio”– por sobre las contingencias sociales e históricas11. Sin embargo, en febrero de 1949, la misma revista publica fragmentos de “Coral de año nuevo para la patria en tinieblas”, un poema de fuertes connotaciones político-sociales, vinculado referencialmente a la situación de represión anticomunista emprendida por el gobierno de Gabriel González Videla en Chile y que llevaría al poeta a cruzar clandestinamente la Cordillera de los Andes, desde Chile hacia Argentina12. En este clima represivo, Neruda habría enviado el referido poema a Sur desde la clandestinidad. En una nota introductoria, la revista argentina consigna el hecho de que “se ignora, al menos públicamente, dónde se halla oculto Pablo Neruda, perseguido por la policía de su país desde que el gobierno puso fuera de la ley al Partido Comunista”. Los versos publicados se presentan como parte de “un largo poema de Neruda, impreso en mimeógrafo” y que se caracterizaría por ser “un canto al pueblo chileno y un apóstrofe al gobierno que le ha obligado a colocarse en situación de prófugo” (Neruda Calendario 1949: 11 En una de sus estrofas, los versos de González Lanuza consignan: “Y hay que cantar inútilmente, amigo, / inútilmente, no por el pan, inútilmente, no por el hierro, / inútilmente, no por los estimables sindicatos, / inútilmente, no por la sonrisa, inútilmente, no por el consuelo, / no por la comprensión, inútilmente, no por lo cierto, / no por la vida, no por la muerte, inútilmente, no por el hombre, inútilmente / inútilmente hay que cantar por el Misterio” (Gónzalez Lanuza 1947: 71). Aparte de este poema de González Lanuza referido a Neruda, también en 1947 la revista publica una reseña de Arturo Sánchez Riva sobre Viaje al corazón de Quevedo del vate chileno (Sánchez Riva 1947: 132-33). 12 Sobre el período gubernamental de González Videla en Chile, y sus costos para la izquierda y el movimiento popular de la época, véase Vitale (1998: 321-28). Atenea 496 II Sem. 2007 60 80). En efecto, desde sus primeros versos, el extracto del poema en cuestión testimonia la experiencia de una patria en crisis: Patria, el verano cubre tu cuerpo dulce y duro. Las aristas desde donde se ha marchado la nieve galopando al océano con labios turbulentos, se ven azules y altas como carbón de cielo. (Neruda Calendario 1949: 80) Estos versos reúnen, en una misma estrofa, los registros nerudianos vinculados a la lírica amorosa, a la veta existencialista y a la “poesía de compromiso”. El primer verso de la citada estrofa nos ofrece el tratamiento de la patria como una figura amada, para luego ofrecernos su representación mediante una retórica que se hace eco del lenguaje residenciario de fines de los veinte y de inicios de los treinta. Respecto a esto último, la imagen de “la nieve / galopando al océano con labios turbulentos” retoma aquellos giros expresivos de carácter surrealista y existencial que caracterizaran sus versos residenciarios; piénsese, por ejemplo, en un poema como “Galope muerto”, cuya turbulencia retórica y simbólica parece galopar en estos versos del cuarenta13. Aunque, por otro lado, ahora se trata de otro galope, el del poetaciudadano que, a través de un paso cordillerano, huye a caballo y en forma clandestina hacia territorio argentino. Estos versos son parte de un galope nerudiano a través de los escarpados senderos de la contingencia política y social. La impronta lírica de tipo amorosa y existencial es, en efecto, afecto por la patria y develamiento de su persona afectada: “Te abrazo, debo ahora / retornar a mi sitio escondido...” (Neruda Calendario 1949: 80). El poema “Coral de año nuevo para la patria en tinieblas” había sido publicado originalmente en calidad de folleto clandestino, bajo el sello de Ediciones Resistencia, en Santiago de Chile en 1948; con posterioridad, se convertirá en el poema inicial de la decimotercera parte del Canto general14. Se trata, entonces, de versos nerudianos inscritos en la veta de su poesía social y política, inmersa en la contingencia de su condición de militante comunista y luchador antifascista. El hecho de que el equipo editorial de la revista Sur haya decidido publicar parte de este poema, a pesar de sus reservas respecto al giro estético de Neruda hacia una poesía social y políticamente comprometida, testimonia P. Neruda 13 Recuérdese que Neruda desarrolla esta veta existencialista y surrealista de escritura aproximadamente entre 1925 y 1935, proceso que cobrara expresión en un primer volumen que reúne poemas escritos entre 1925 y 1931 y un segundo que va desde 1931 hasta 1935. El poema “Galope muerto” abre la primera Residencia. Véase Neruda Residencia 1933: s.f. 14 “Coral de año nuevo para la patria en tinieblas” es el título de la sección XIII del Canto general, compuesta por diecisiete poemas. Las estrofas publicadas en la revista Sur forman parte del primer poema de esta serie, bajo el título “Saludo (1949)”. Véase Neruda Canto 1950: 523-46. 61 Atenea 496 II Sem. 2007 un notable gesto solidario ante el acoso político de que era objeto el poeta en su país. Esta apertura de las páginas de Sur hacia el Neruda militante tiene estrecha relación con la postura más amplia que la revista había asumido para enfrentar el nazismo y el antisemitismo, el fascismo y el anticomunismo, cuyos efectos, en ese entonces, sumían al mundo occidental en una profunda crisis y que, de un modo evidente, ya comenzaban a sentirse en el clima político y cultural sudamericano. En estas circunstancias, se registraría un relativo nivel de coincidencia política y ética entre la revista y el Neruda de la época. A su vez, la opinión de Victoria Ocampo no se expresaría de un modo individual, canalizándose, en todo momento, a través de las impersonales notas editoriales firmadas por Sur. UNA BRECHA CULTURAL V. Ocampo Atenea 496 II Sem. 2007 62 El clima general de convergencia entre Neruda, Ocampo y la revista fue relativo, ya que en otro nivel las reticencias no se habían zanjado del todo. Volviendo un poco atrás, se puede constatar el hecho de que, hacia 1937, la relación entre Neruda y la revista porteña tuvo un impasse significativo en el terreno cultural. En noviembre de ese año, se publica en Sur un extenso artículo del filósofo español José Ortega y Gasset, en el cual denuncia la práctica de la piratería editorial –de la que eran víctimas sus propios libros– en América Latina y particularmente en Chile. A su juicio, esta práctica se llevaba a cabo con la complicidad de los mismos escritores, todo lo cual significaba un daño enorme a los derechos de propiedad intelectual. En virtud de la importancia que la dirección de Sur le asignaría a dicho artículo, y dadas las circunstancias en que se había recibido, estando ya impreso el número correspondiente, el equipo editorial decidiría agregarlo y publicarlo con una numeración especial, asunto que se explica en detalle en una nota al pie puesta al inicio de esta sección. En su ensayo, Ortega y Gasset comienza loando un artículo previo de Victoria Ocampo a favor de los derechos de autor: “Por fin, se ha dado en América la embestida generosa y brava contra esta gran bellaquería de las ediciones clandestinas” (Ortega y Gasset 1937: 401). Más allá del específico ámbito de la problemática editorial, las palabras de Ortega y Gasset, como era previsible, tomarán un rumbo abiertamente polémico: “Los araucanos foragidos que me han sustraído mi haber no han logrado ocasionarme un minuto de mal humor. Como auténtico hidalgo he vivido siempre sin blanca y estoy perfectamente adaptado a la ausencia de metales preciosos” (Ortega y Gasset 1937: 402-03). La oposición que establece el filósofo entre “los araucanos” y su propia persona, autofigurada como “auténtico hidalgo”, reinstala una retórica de carácter neocolonial. A partir de su perspectiva ibérica, Ortega y Gasset pone en una posición inferior tanto al sujeto criollo del país sudamericano (los chilenos) como a aquellos con quienes intencionalmente los (con)funde: “los araucanos”, es decir, los mapuche –el pueblo indígena de mayor presencia en Chile. En continuidad con esta retórica neocolonial, en párrafos siguientes Ortega y Gasset agrega: “Los pueblos de la América hispana arrastran en el seno profundo de sus almas colectivas un fondo de inmoralidad. [...] ... no pueden hacerse ilusiones de ascender al rango de pueblos preclaros, a pesar de que alguno, como la Argentina, posee no pocas de las dotes más raras para pretenderlo” (Ortega y Gasset 1937: 403). El itinerario etnocultural del artículo de Ortega y Gasset culmina apelando a la idea de que en ciertos pueblos “primitivos” existieron los “derechos de disposición exclusiva referentes a objetos inmateriales” y que, en esa perspectiva, “los chilenos se las han arreglado para retroceder no ya a la edad precolombina sino a una edad preindiana”, en que “no había más que ictiosauros y ediciones clandestinas” (Ortega y Gasset 1937: 407-08). Ante ello, con fecha 20 de enero de 1938, Neruda dirige una nota al “Director de Sur”, que decía lo siguiente: Distinguido señor: Adjuntamos a Ud. la contestación de la Alianza de Intelectuales de Chile a un artículo del señor Ortega y Gasset aparecido en la Revista Sur de Buenos Aires sobre editoriales clandestinas. Pablo Neruda, Presidente de la Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura. (Neruda Carta a Victoria Ocampo 1938). Esta misiva posee un tono distante y hosco. Nada podría hacer suponer que Neruda ignoraba que su envío no tenía al frente a un “señor” sino a una destinataria, Victoria Ocampo. La directora de Sur procedió a publicar la declaración de la agrupación de intelectuales chilenos en el número 41, de febrero de 1938, consignando que se hacía a petición del “señor Pablo Neruda”. En sus siete puntos, la declaración de la Alianza, aparte de hacer los descargos correspondientes ante las acusaciones, ataca a Ocampo y al filósofo español al unísono: P. Neruda Que hay en todo esto una cuestión de centavos y el deseo vehemente del señor Ortega y Gasset de comprometer la gratitud de determinada editorial y de su amiga la editora argentina Victoria Ocampo tan apasionada como él en estas cuestiones “editoriales” y como él tan neutral, tan indiferente cuando se trata de tomar posición frente a los verdaderos y graves problemas que amenazan la vida del escritor y el porvenir de la cultura (Alianza 1938: 80). 63 Atenea 496 II Sem. 2007 Como vemos, la nota enviada a Sur impreca directamente a Ocampo, subrayando su extremo apego a los intereses de la elite letrada en desmedro de problemáticas ligadas al escritor, la cultura y la sociedad en su conjunto. El subtexto de esta declaración es un cuestionamiento al grado de compromiso antifascista de Ocampo, y obviamente al de Ortega y Gasset, en medio del escenario político y social reinante. De allí que la declaración culmina atacando al filósofo por no usar “la admirable valentía” que exhibe en su artículo contra el general Franco, “asesino de su colaborador de la Revista de Occidente y escritor ilustre Antonio Espina”. Ante esto, antepone la realidad de los escritores de Chile “que en su mayoría viven y trabajan en medio de una pobreza heroica y en su mayoría desde el 19 de julio de 1936 dedican todos sus esfuerzos a la defensa de la España leal sobre cuyo inmenso dolor el señor Ortega guarda, en su casa de París, un vergonzoso silencio” (Alianza 1938: 80). En contrapunto con esta declaración, en las páginas siguientes de la revista se da a conocer un pronunciamiento de diez puntos, fijando así la posición oficial de Sur. Básicamente, la redacción de la revista pone de manifiesto su apoyo incondicional a Ortega y Gasset y su defensa de la integridad moral de Victoria Ocampo y, además, expresa una actitud ética de principios ante la actividad de “los editores clandestinos”: “... un robo es siempre un robo, cualquiera que sea la realidad política y económica de un país, y que no hay ‘incomprensión del problema’ que valga” (Sur 1938: 81). Además, subraya el hecho de que el planteamiento de la Alianza de Intelectuales, al descalificar al pensador español, termina obliterando el grave problema de las ediciones clandestinas. Luego, dentro de un bien concebido efecto editorial, se adjuntan breves notas de connotados autores –todos europeos– en relación con la “defensa de derechos intelectuales”. Entre éstos, se cuentan André Gide, André Malraux, André Maurois, Stefan Zweig y Aldous Huxley. Uno de los aspectos llamativos en la declaración de Sur es la ausencia de pronunciamiento ante los degradantes términos antiamericanistas de Ortega y Gasset. En su estudio Victoria Ocampo y Sur: Entre Europa y América, Rosalie Sitman sostiene que el “redescubrimiento de América”, por parte de Ocampo y su equipo, se habría producido tras la crisis que trastocará al mundo europeo entre 1939 y 1945, período de la Segunda Guerra Mundial (Sitman 2003: 133-73). Hasta cierto punto, esto podría explicar el hecho de que en el contexto de la polémica con Neruda y la Alianza de Intelectuales de Chile, Sur no preste mayor atención al problema de “América”, no adopte una cierta distancia frente a los presupuestos etnocéntricos de Ortega y Gasset y, para enfrentar esta controversia cultural, acuda exclusivamente al apoyo de escritores europeos. Las reacciones divergentes ante los planteamientos de Ortega y Gasset, tanto por parte de la Alianza como de Sur, llevarán la impronta de los prinAtenea 496 II Sem. 2007 64 cipales actores individuales en juego: por un lado, Pablo Neruda, en su calidad de presidente de la primera, y, por otro, Victoria Ocampo, en su condición de directora de la revista. Según cuenta esta última, en una nota sobre André Malraux y que se publicara originalmente en francés en 1976, su reconciliación con el vate chileno se habría producido recién en 1943, mientras éste iba en viaje a Macchu Picchu (Ocampo Testimonios 1977: 138). Al revisar algunos registros fotográficos del paso de Neruda por Lima en el año referido, se confirma este hecho: en diferentes fotos aparecen ambos participando de una atmósfera de cordialidad (Archivo Tomo I-2 182)15. A partir de este encuentro, se habría superado aquella brecha de apreciaciones político-culturales abierta a causa de la polémica de fines de los treinta. Sin embargo, la relación de Neruda con Ocampo y la revista Sur ingresará a otro capítulo a partir de la década de 1950, en que el escenario de la Guerra Fría alinearía en bloques contrapuestos al poeta chileno y al círculo de la revista porteña. Esta etapa de nuevos encuentros y desencuentros, de beligerancias verbales e intentos de coexistencia pacífica, constituyen la materia de otro análisis: una tarea, por ahora, pendiente. REFERENCIAS Aguirre, M. 1980. Pablo Neruda Héctor Eandi: Correspondencia durante Residencia en la tierra. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura. 1938. “Una declaración de la ‘Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura’ y su respuesta”. En Sur #41, febrero, Buenos Aires, pp. 79-85. Archivo fotográfico. Fundación Pablo Neruda. Santiago de Chile: Fundación Pablo Neruda. Falcón, J. 1943. “Imagen y espíritu de Pablo Neruda”. En Hora del hombre, noviembre, Lima, pp. 18-20. 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Santiago: Lom Ediciones. Williams, R. 1989. Resource for Hope. Londres: Verso. Atenea 496 II Sem. 2007 66 ISSN 0716-1840 “LAS DOS AMÉRICAS”: RE-DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO RENÉ CEBALLOS* RESUMEN Una de las características principales en la narrativa de Carlos Fuentes es el manejo lúdico de la historia. Su concepción de historia no se limita únicamente a la reproducción de datos y acontecimientos. Por el contrario, la re-presentación que él hace de la historia es más que nada una recodificación cultural de la historia y la literatura hasta llegar a un estado híbrido en el que las dos disciplinas no pueden separarse una de la otra. Este es el caso que claramente se presenta en la novela El naranjo, cuyo capítulo “Las dos Américas” aquí se analiza. Palabras claves: Carlos Fuentes, ficción e historiografía, postcolonialidad, razón transversal, novela transversal histórica. ABSTRACT One of the main characteristics in the narrative of Carlos Fuentes is his playful treatment of history. His conception of history is not limited just to the reproduction of dates and events. On the contrary, his re-presentation of history is above all a cultural recodification of history and literature leading to a hybrid state in which the two disciplines cannot be separated from one another. This is clearly the case that is presented in the novel El naranjo, whose chapter “Las dos Américas” is analyzed here. Keywords: Carlos Fuentes, fiction and historiography, postcoloniality, transversal reason, transversal historical novel. Recibido: 02.04.2007. Aprobado: 27.09.2007. * Dr., Profesor del Centro de Investigación Ibero-Americana (CIIAL) Universidad Leipzig. Email: [email protected] 67 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 67-79 1. REDEFINICION DEL PENSAMIENTO HISTORICO A FINES DEL SIGLO XX E N LA SEGUNDA mitad del siglo XX, los campos de la cultura y la ciencia se pueden caracterizar por su tendencia a cuestionar y a abolir oposiciones que hasta entonces se creían definitivas, estáticas e inamovibles o a redefinir y aun disolver los límites que antes definían al objeto y sujeto, la literatura y la historiografía, la realidad y la ficción. Entre los conceptos que en los últimos años se han acuñado para analizar o clasificar distintos fenómenos artísticos (entre otros la novela), se puede constatar que el prefijo post- es predominante. Así pues, las expresiones artísticas contemporáneas son postmodernas, postestructuralistas, postfeministas, etc. Generalmente, estas clasificaciones señalan la disolución de las fronteras entre sujeto y objeto que, entendida como una nueva realidad, nos obliga a una relectura y reescritura de nuestro mundo. Para ello es indispensable crear e inaugurar nuevos espacios epistemológicos –en parte ya abiertos– que garanticen la existencia del pensamiento libre requerido. Dentro del conjunto de iniciadores de un nuevo pensamiento se cuentan filósofos del así llamado postestructuralismo francés como Jacques Derrida (1996; 1997), Gilles Deleuze y Félix Guattari (1992) y Roland Barthes (1976). Al mismo tiempo deben considerarse teóricos de la historia como Hayden White (1973/1994, 1978, 1987). La similitud que tienen estos autores en su pensamiento es la de señalar nuestra concepción de mundo como una decidida construcción y, como consecuencia de ello, la de reposicionarse en su propia recepción y concepción del mismo. Las explicaciones del mundo ya no pueden seguir modelos y conceptos estáticos e inflexibles de verdad, racionalidad y razón. Por ejemplo, ya también a principios del siglo veinte algunos historiadores buscaron una nueva forma de entender la historia. Su principal intención fue apartarse de las posiciones positivistas de las investigaciones históricas decimonónicas cuya característica esencial residía en mostrar o escribir la historia como realmente aconteció. Los esfuerzos de estos historiadores culminaron en lo que después se conocería como la “Escuela de los Annales” (cfr. Burke 1991; Braudel 1958/1977; Le Goff 1990). Esta nueva orientación en las investigaciones históricas facilitó la pesquisa en campos que hasta entonces no habían sido considerados y creó otras disciplinas de conocimiento como la historia de las mentalidades. La singularidad de los historiadores de los Annales se basa principalmente en la interacción de distintas disciplinas, constituyendo así una nueva perspectiva de investigación que se cristaliza en nuevos ámbitos de conocimiento como la etnopsiquiatría, sociobiología o etnología cultural (cfr. Burke 1991; Le Goff 1990). La interacción entre diferentes disciplinas puede entenderse al mismo tiempo como la interacción de distintas racionalidades, lo que nos lleva al concepto de razón transversal acuñado por el filósofo alemán Wolfgang Atenea 496 II Sem. 2007 68 Welsch (1996)1. Basándome en la idea de la transversalidad decidí llamar transversalhistóricas2 a las novelas hasta entonces conocidas como nuevas novelas históricas, ya que la forma de pensamiento expuesto en ellas corresponde al rompimiento de jerarquías racionales que exponen precisamente los filósofos arriba mencionados, es decir, tanto los filósofos postestructuralistas como los historiadores de la Escuela de los Anales y Hayden White proponen grosso modo que el discurso (en nuestro caso la historia) es una construcción (subjetiva). La novela transversalhistórica rompe con la práctica mimética tradicional del así llamado Realismo, ya que la imitación del mundo objetivo no es posible. Este tipo textual nuevo no se preocupa más por ofrecer una reproducción detallada de los acontecimientos históricos, sino que los transforma de forma abierta en literatura. El mundo objetivo no funge más como referencia del texto literario porque la literatura se ha apropiado de su lugar. La metadiscursividad y una referencialidad fluctuante cuestionan en la novela transversalhistórica la relación entre conceptos como ficción, verdad, facticidad, imaginación, etc., que antes se creían estables y desenmascaran al mismo tiempo la historia como una construcción en tanto que muestran cuáles son las dificultades a las que tanto historiadores como novelistas se enfrentan cuando intentan representar acontecimientos históricos3. La novela transversalhistórica concibe nuevas realidades y nuevos mundos posibles con la intención de contribuir así a crear una nueva conciencia histórica. Dentro de este marco epistemológico y en relación con la propia historia, poetas y novelistas asumen el papel de historiadores para poder recordar la historia reprimida y construir así un contra-discurso. En éste, narraciones orales, cuentos de hadas, leyendas, en fin, todas las expresiones culturales (racionalidades) que fueron clasificadas como “folklore” representan generalmente aquel pasado que nunca formó parte del discurso historiográfico colonial autorizado y forman junto con un discurso ficcional abierto una nueva forma de expresión histórica que intenta presentar una perspectiva amplia del pasado y del presente. 2. “LAS DOS AMERICAS”: COLON ACTUALIZADO El relato “Las dos Américas” inicia con los comentarios de un “marinero genovés” que muy bien podríamos llamar apócrifo ya que las descripciones 1 Cfr. también al respecto los trabajos de Alfonso de Toro (1999, 2000, 2004). Cfr. Ceballos (2002, 2005). 3 En forma contraria a la anterior, las novelas históricas tradicionales reproducen los hechos pasados en forma cronológica –como lo indicaba la investigación histórica decimonónica– y su estructura cerrada se refleja en todos los niveles de la misma (en el temporal, espacial, en las figuras). 2 69 Atenea 496 II Sem. 2007 Una versión del Colón histórico. que hace se parecen mucho a las que se encuentran en el Diario de a bordo de Colón. Por otro lado, no cabe duda de que Carlos Fuentes se refiere al histórico Cristóbal Colón, sobre todo porque ya en El espejo enterrado (1992) lo llamaba de forma parecida: “[...] un testarudo marinero de supuesto origen genovés [...]. Su nombre era Cristóforo Colombo: Cristóbal Colón” (ibíd.: 94). El tono laudatorio del narrador –dice que todo es bello– y visionario –pronostica que los Reyes Católicos nunca pisarán esta tierra– repiten de igual forma el tono tan característico del texto original, sin embargo, la diferencia con las descripciones del primer viaje de Colón radica en que este marinero llega solo, “desnudo y pobre” (ibíd.: 229) a la tierra que su tripulación nunca llegará a pisar porque se muere en el camino (algo que no le sucedió al Colón histórico, como ya sabemos). Pero, ¿a dónde ha llegado realmente este Colón ficcional? Al respecto, el relato no ofrece ningún dato exacto, únicamente algunas pistas débiles, que Atenea 496 II Sem. 2007 70 después de una atenta lectura, nos van dando una idea del posible lugar al que ha llegado este marinero apócrifo. Los comentarios que se hacen respecto del lugar y del comportamiento de Colón, como ya dije, son mínimos: Hoy desembarqué en la playa encantada. [...] la luz del agua era más brillante que la del cielo. [...] Y el fondo es de arenas blancas y lo cursan peces de todos los colores (Fuentes 1993: 229) [...] Las suaves brisas y el tiempo como abril en Andalucía. La pureza del aire, sin uno solo de los malos olores [...] del Mar Tirreno (ibíd.: 230). Y, sin embargo, no cabe duda de que se trata de una ficcionalización del Colón histórico, sobre todo si comparamos estos comentarios con los que se encuentran en el ya citado Diario de a bordo. En la anotación correspondiente al dieciséis de septiembre de 1492 leemos: “Y era el tiempo como por Abril en el Andalucía”; y en la del ocho de octubre del mismo año escribe: “Los aires muy dulces, como en Abril en Sevilla, qu’es plazer estar en ellos, tan olorosos son [...]” (C. Colón 21995: 101; 108. Itálicas R.C.). El narrador en “Las dos Américas”, hablando respecto de la forma de la Tierra, dice que él no la consideraba plana, sino que estaba convencido de que tenía la forma de una pera. A primera vista, este comentario puede parecer extraño y jocoso, sobre todo porque la forma de la Tierra no sólo se compara con una pera sino que también le adjudica los atributos de un seno femenino: C. Fuentes Desde la cuna, tuve una impresión carnal de la redondez de la tierra. Mi madre poseía dos gloriosas tetas que me acostumbré a mamar con una fruición tal que pronto la agoté. [...] [las] tetas [de sus nodrizas italianas] en deliciosas puntas que para mí llegaron a conformar, claro está, la visión misma del mundo. [...] Para siempre vi al mundo como una pera que fuese toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón (Fuentes 1993: 231). Si comparamos nuevamente este pasaje con las anotaciones del Colón histórico, encontraremos que éste ya hablaba de una pera y de un pezón. En la “Relación del tercer viaje” (carta a los Reyes Católicos del 18 de octubre de 1498) leemos: Yo siempre leí qu’el mundo, tierra y agua hera espérico [...] Agora vi tanta disformidad [...] y hallé que no hera redondo en la forma que escriven, salvo qu’es de la forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene más alto [...] como una teta 71 Atenea 496 II Sem. 2007 de muger [...] y qu’esta parte d’este pezón sea la más alta [...] (C. Colón 2 1995: 376-377)4. Como último ejemplo de que este Colón ficcional ha llegado a lo que después se conocerá por América sirve la referencia que hace al tabaco, es decir, a los habitantes que fuman: Eran hombres y mujeres sin mal de la guerra, desnudos, muy mansos y sin armas. Sus tierras eran fertilísimas y con grandes riberas de agua. [...] Atravesaban los pueblos con un tizón humeante en la mano, del cual chupaban con evidente satisfacción [...] (Fuentes 1993: 233). En los registros del Colón histórico aparece una descripción parecida: Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano [...] (C. Colón 2 1995: 133). Otras menciones que el marinero genovés de “Las dos Américas” hace respecto de los habitantes del lugar al que ha llegado o acerca del abandono de los hermanos Pinzón, se encuentran igualmente en sus anotaciones del primer viaje. Espero que con estos pocos ejemplos haya quedado clara la relación intertextual que existe entre este relato y el, por así llamarlo, original del Colón histórico. Como ya vimos, el narrador incluye comentarios de un texto histórico sin marcarlos tipográficamente de ninguna forma. Simultáneamente y prácticamente sin ser percibido, el narrador que se cuestiona a sí mismo (“¿Es esto lo que quería encontrar?”, Fuentes 1993: 230), y al hacerlo va cuestionando directamente e indirectamente la actitud que el Colón histórico tenía. Este cuestionamiento o crítica se lleva a cabo por medio de comentarios metaficcionales que no sólo se refieren al texto que estamos leyendo en el momento, sino que apuntan igualmente al conocimiento que tenemos (ya inscrito culturalmente) del así llamado tradicionalmente “Descubrimiento de América”. Esto se ve, por ejemplo, cuando el narrador dice que su propósito era llegar a China y Japón (ibíd.) e inmediatamente después agrega que 4 La alusión a un pezón se debe a que el Paraíso, según los teólogos, debía haberse encontrado en algún lugar alto que no hubiera sido cubierto durante el Diluvio divino. Por eso se creía que su lugar estaba en “la cima de un monte que llegaba cerca de la luna. Colón, siguiendo la misma idea, prefiere pensar que constituía una especie de excrecencia, a modo de pezón de mujer, que era por lo tanto la parte mejor del mundo, por ser la más próxima al Edén” (Consuelo Varela, ápud Colón 1995: 377, nota 32). Después de haber visto el Orinoco, Colón tiende más por la teoría que situaba el Paraíso cerca de la línea ecuatorial (cfr. ibíd.). Atenea 496 II Sem. 2007 72 Llegada de Colón según versión histórica. “sólo se descubre lo que primero se imagina” (ibíd.). Es decir, el marinero genovés de este relato está consciente de que “ha descubierto algo” y que este algo es indudablemente el producto de su imaginación. Lo que en realidad estamos leyendo en este pasaje es el comentario metaficcional que trata de corregir la idea que tenemos del Descubrimiento. Sabemos que Colón llega a América y que se muere sin saber que “ha descubierto” un nuevo continente. Precisamente en este punto radica la diferencia entre ambos “marineros”. El marinero genovés real busca en el Nuevo Mundo las referencias del mundo que sólo conocía a través de las descripciones de los libros de viajes (Marco Polo, Carta de Toscanelli, Séneca, etc.). El marinero ficcional, al contrario, sabe que ha descubierto un nuevo territorio y que para ello se ha dejado llevar por su imaginación, es decir, por sus lecturas y por su deseo (pasión, apetencia, anhelo). Así, por ejemplo, leemos que el conocimiento geográfico de este marinero es el resultado de su amamantamiento, es decir, por alusión a los senos de sus nodrizas que golosamente mamó, él se imagina que la Tierra tiene la forma de una pera, i.e., que el mundo no es plano, como generalmente se creía en el siglo XVI. Lo curioso es que estas descripciones –la cualidad extraordinaria del clima, la temperatura y la forma de pera de la Tierra– son declaraciones que el narrador prácticamente toma literalmente del ya mencionado Diario de a bordo de Cristóbal Colón. Con ello se demuestra no sólo una intertextualidad prácticamente inevitable, sino 73 Atenea 496 II Sem. 2007 sobre todo, que el texto “Las dos Américas”, ya desde el inicio, se descubre como un texto híbrido que lúdicamente incorpora información y conocimientos históricos en un texto ficcional5. Carlos Fuentes no pretende de ninguna forma escribir o reescribir la historia del descubrimiento; su intención es más que nada mostrar otros aspectos partiendo del conocimiento histórico inscrito culturalmente en Occidente. Fuentes no cuestiona la legitimidad del “Descubridor” ni de los datos que conocemos de él. Lo que el autor mexicano se propone no es mostrar “cómo fue descubierta América o encontrada o inventada, sino cómo fue y debe seguir siendo imaginada”, como dice en El espejo enterrado (Fuentes 1992: 386). Es decir, este relato es una respuesta a la exigencia intelectual que el cambio epistemológico en la transición del siglo XX al siglo XXI exige y que también él claramente reclama en y con su libro El espejo enterrado: Se necesitará imaginación para establecer una nueva agenda pública en Latinoamérica, una agenda que incluya problemas como las drogas, el crimen, las comunicaciones, la educación y el medio ambiente: problemas que compartimos con Europa y Norteamérica (Fuentes 1992: 386). Exactamente ésta es la receta que Fuentes mismo adopta en su relato. La imaginación dicta la interpretación que él hace de la situación actual de América. Si bien el marinero genovés afirma haber llegado al Paraíso, éste no es el mismo del Colón histórico y mucho menos el Edén bíblico. En forma típica de las novelas transversalhistóricas, el narrador cuestiona su situación de narrador y problematiza al mismo tiempo el acto de la escritura, sobre todo cuando él, por ejemplo, se dirige al lector explicándole las dificultades que tiene por ser genovés, ya que éstos tienen la fama de ser mentirosos. Como él ya sabe cómo se han comportado los descubridores (portugueses) de nuevas tierras (codicia, esclavitud, destrucción) decide no comunicarle a nadie directamente su hallazgo, para que su paraíso no sea destruido. Lo único que hace es escribir unas notas fantásticas y verdaderas sobre el lugar donde vive y las arroja al mar en una botella: Al mar arrojé la botella con las páginas fabulosas, todas las mentiras sobre sirenas y amazonas, oro y perlas, leviatanes y tiburones. Pero también conté la verdad sobre ríos y costas, montañas y bosques, tierras labrantías, frutos y peces, la belleza noble de la gente, la existencia del Paraíso. [...] Arrojé al mar la botella de la fábula, seguro de que nadie la encontraría jamás y, de hallarla, en ella leerían el diario de un loco (Fuentes 1993: 238). 5 Esta afirmación se puede entender más fácilmente si se toman en cuenta los otros relatos que constituyen El naranjo en conjunto. Atenea 496 II Sem. 2007 74 Así pues, el Colón ficcional no llega a la isla Guanahaní, llamada más tarde San Salvador. El nombre que el marinero le da al lugar es Antilia: El nombre era Antilia. [...] La isla de Antilia aparecía y desaparecía de la vista. [...] Flotaba un día, se hundía al siguiente. Tangible espejismo, fugaz realidad, entre el sueño y la vigilia, al cabo, para quien primero fuese capaz, como yo de niño, de imaginarla (Fuentes 1993: 238). Como vemos, el lugar en el que Colón se encuentra es un lugar mítico, una isla hipotética del Atlántico6 y, como tal, es legítimo que crea que ha llegado al Paraíso o por lo menos a la Edad de Oro de la que en los libros ha leído. Analizando el relato desde esta perspectiva, podemos afirmar que el mundo en el que se encuentra no sólo es producto de su imaginación, sino también producto de sus lecturas. Siguiendo esta perspectiva, también podríamos afirmar que Colón llega muy probablemente a un lugar en el temido, misterioso y mítico Triángulo de las Bermudas, un lugar en el que, como 6 La isla Antilia es conocida también como la Isla de las Siete Ciudades. Siete obispos, huyendo de la persecución mora en Portugal, salen de la península en 714 ó 734 en barcos; llegan a una isla en el Atlántico y construyen siete ciudades. Existen otras teorías que dicen que tal isla pudo haber existido pero que fue cubierta por el mar. 75 Atenea 496 II Sem. 2007 sabemos, aparecen y desaparecen barcos y aviones7 . Me atrevo a afirmar lo anterior porque el Colón ficcional se queda siempre en un mismo lugar en el siglo XVI, imprevistamente, el tiempo ha avanzado quinientos años y, repentinamente, se encuentra en el siglo XX, como se comprueba al leer que Colón tiene un déjà-vu (observa el paisaje y se da cuenta de que es exactamente el mismo que vio a su llegada) y que, además, ve un hidroplano posarse en el agua: Me doy cuenta de que estoy mirando una ocurrencia del pasado. Esto es lo que vi al llegar aquí. Hago un esfuerzo para disipar este espejismo y mirar lo que ocurre hoy. No sé, sin embargo, distinguir las dos ocurrencias. Otro pájaro se hace visible en el cielo. [...] De su panza salen dos patas inmensas como almadías y con un gruñir espantoso, [...] se asienta en el agua [...] el pájaro tiene puertas y ventanas. Es una casa del aire. Una mezcla del Arca de Noé y el mitológico Pegaso. La puerta se abre y aparece [...] un hombrecillo amarillo, como los describe Marco Polo [...] con una maletita negra en la mano y zapatos de piel de cocodrilo (Fuentes 1993: 245). Lo que probablemente ha ocurrido es que la isla Antilia desaparece de un continuo espacio-tiempo y aparece en otro continuo espacio-tiempo futuro. Es decir, siguiendo los planteamientos modernos del tiempo en el que éste no sólo se entiende como un sistema de relaciones de orden (simultaneidad, antes-después, continuidad) y de relaciones métricas (intervalos, momentos, duración) sino también –partiendo de la Teoría de la Relatividad– como la fusión de espacio y tiempo, en la que la materia y el movimiento son determinantes, el viaje de un lugar X en un espacio-tiempo determinado a un lugar Y (o al mismo lugar X) en otro-tiempo-espacio es posible, por lo tanto, el viaje a través de las dimensiones temporales (pasado, presente y futuro) también es probable. Gracias a sus avances tecnológicos, los japoneses han conseguido en este relato controlar el sistema espacio-tiempo y logran localizar el Paraíso perdido: Tuvimos que esperar mucho tiempo hasta perfeccionar la tecnología que fijara la presencia de lo que convenimos en llamar el Nuevo Mundo como una constante a pesar de los movimientos aleatorios y, al cabo, engañosos, de las apariciones y desapariciones. Hablo de radar, láser, ultrasonido... (Fuentes 1993: 246). 7 El famoso Triángulo se localiza entre Florida, Las Bermudas y Puerto Rico. Al parecer, en esta región se registra una extraña fuerza magnética que afecta el funcionamiento de brújulas y todo tipo de aparatos electrónicos. Atenea 496 II Sem. 2007 76 Además, el tiempo en “Las dos Américas” debe entenderse como una vivencia subjetiva culturalmente mediatizada y que metaficcionalmente se expresa a través de la figura de Colón. A éste se le han invertido el tiempo y el espacio. El sabe que no ha llegado a Japón, y reconoce: “Yo no había llegado a Japón. Japón había llegado a mí” (ibíd.: 246). En este momento cambia el tiempo y Colón se convierte en un personaje del siglo XXI, en un global player: cuyo nombre es ahora Cristóbal San o Colombo San o Columbus San. Debe comportarse con lealtad y su principal obligación es colaborar con la corporación internacional que ha creado el “Más exclusivo Lugar de Recreo del Planeta” (ibíd.: 248), el PARAISO INC. Con este cambio, Fuentes introduce una crítica cultural a la situación actual de Latinoamérica que, como vemos en muchos lugares, se ha convertido principalmente en zona turística para Europa y Norteamérica, es decir, con ello continúa la explotación del subcontinente. El Nuevo Mundo se redescubre así como ‘paraíso turístico’, como ‘centro comercial’ o como ‘parque de diversiones’ en el que el resto del mundo trata de olvidar su miseria. La fusión con el resto del mundo, o mejor dicho, la globalización es imparable e inevitable, como el señor Nomura le dice a Cristóbal San: Qué se creía, que iba a mantener su Paraíso apartado de las leyes del progreso para siempre? [...] No hay paraíso sin jacuzzi, champaña, Porsche y discoteca. No hay paraíso sin patatas fritas, hamburguesas, aguas gaseosas y pizzas napolitanas (ibíd.: 251). Se trata de una directa crítica a las tendencias de un neoliberalismo feroz que provoca una mcdonalización (Canclini) de la sociedad, al parecer tan ineludible como la internet (expresada en este relato como interjección de la siguiente forma “WaWaWa!”, pp. 246 y 251). La crítica que Fuentes expresa en este relato no es de ningún modo denunciatoria, sino más bien se trata de una crítica metafórica de la cultura contemporánea dirigida tanto a los conquistadores (i.e. opresores) externos e internos del subcontinente como a los subyugados mismos. Sobre la base de un cambio epistemológico actual, que permite un pensamiento transversal en el que los actores y los discursos del ayer y hoy están presentes y se consideran simultáneamente como la base del futuro, se nos muestra un Cristóbal Colón consciente de su descubrimiento y del peligro que éste presentaba para los habitantes del Nuevo Mundo. El, siendo víctima de una persecución religiosa, quiere ahorrarles este dolor a los otros, sin embargo, no logra su propósito porque el continuo desarrollo tecnológico nos alcanza aún en lo más recóndito del espacio(-tiempo), por ejemplo, Internet y Coca-Cola. 77 Atenea 496 II Sem. 2007 Fuentes hibridiza lúdicamente en “Las dos Américas” elementos antiguos y modernos y conocimientos de la historia, la filosofía, la literatura y la tecnología en un corto texto o, en algo aún más pequeño, en una semilla de naranjo, cuya dimensión, sin embargo, es enorme: la semilla del naranjo puede entenderse como la metáfora del nomadismo, como un ejemplo metonímico de la cultura contemporánea, ya que esta semilla ha viajado por todo el mundo y en todos los lugares ha podido dar frutos, con ella se ejemplifica el tránsito nómada de los pueblos y su cultura, “la emigración, la fuga, la esperanza, ayer y hoy” (Fuentes 1993: 253). REFERENCIAS Bhabha, H. 1994. The Location of Culture. 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El diseño utilizado es cualitativo, con el fin de intentar la comprensión global de la representación social que los mapuches poseen y, al mismo tiempo, conocer el imaginario social percibido por los no mapuches. La herramienta utilizada para facilitar el proceso de codificación se fundamenta en la codificación Abierta, Axial y Selectiva para el análisis de datos de Strauss & Corbin (2002). El análisis de contenido, en su versión cualitativa, considera los textos resultantes de entrevistas semiestructuradas a mapuches como un soporte dentro del cual existe una serie de datos. Se relevan tres categorías: Origen, Valoraciones y Evaluación. Estas categorías engloban los principales aspectos sobre la percepción de discriminación que los mapuches enfrentan diariamente en sus relaciones con los no mapuches. Palabras claves: Discriminación percibida, representación social, imaginario social. * Este artículo es parte de resultados del proyecto Fondecyt 1051047, “Discriminación percibida presente en el discurso de mapuches y sus efectos psicosociales: Análisis del discurso de mapuches residentes en Temuco y Santiago”. ** Doctor en Sociología, Facultad de Educación, Universidad Católica de Temuco. Temuco, Chile. E-mail: [email protected] *** Doctora en Ciencias Sociales, Facultad de Educación, Universidad Católica de Temuco. Temuco, Chile. E-mail: [email protected] **** Doctor en Psicología, Universidad de La Frontera. Temuco, Chile. E-mail: [email protected] 81 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 81-103 ABSTRACT The aim of this paper is the study of mapuches’ social representation and social imagery of non mapuches perceived by mapuches of Temuco and Santiago. Both representation and imagery refer to individuals as well as historical communities having a strong representation of their past, built upon stereotypes and prejudice that underlie interethnic relations inherited from colonial society. The method is qualitative in order to reveal mapuches’ social representation and non mapuches’ social imagery. The codification and data analysis are based on Glasser & Strauss (2002) who propose open, axial and selective forms of codification. Content analysis worked with texts derived from semistructured interviews applied to mapuches. Results reveal three main categories: origin, value and assessment which organize the main aspects of perceived discrimination that mapuches in their everyday relation with non mapuches. Keywords: Perceived discrimination, social representation, social imagery. Recibido: 21.03.2007. Aprobado: 12.08.2007. INTRODUCCION E N ESTE TRABAJO se analizan dos aspectos que asume la discriminación percibida por mapuches residentes en las ciudades de Temuco y Santiago. En el primer aspecto se indaga la representación de la discriminación que los mapuches identifican a partir de lo que los no mapuches piensan de ellos. El segundo aspecto se refiere al imaginario social que los no mapuches poseen con respecto de los individuos y comunidades mapuches. Imaginario percibido desde los estereotipos y prejuicios, en tanto personas y colectividades históricas con una fuerte representación del pasado (Schnapper, 1998). La hipótesis que sustenta este trabajo plantea que la discriminación percibida es un fenómeno asociado a la representación social que los mapuches manejan respecto del imaginario social que los no mapuches poseen de ese grupo indígena. Los estereotipos son heredados principalmente de la ideología racialista de la colonización española y los prejuicios que se han ido creando en las relaciones interétnicas e interculturales desde la época colonial (Todorov, 1991, 1993; Schnapper, 1998). Las relaciones interétnicas se han realizado entre mapuches con instituciones estatales y privadas. En tanto, las relaciones interculturales se han desarrollado básicamente entre individuos o familias mapuches y no mapuches (Merino & Quilaqueo, 2003). En el análisis de los datos se relevan las categorías Origen, Valoraciones y Evaluación. Estas categorías engloban los principales aspectos sobre la percepción de discriminación que los mapuches residentes en Temuco y Santiago enfrentan cotidianamente en sus relaciones con los no mapuches: individuos, organismos estatales y privados. Para el estudio de los datos se utiliza la teoría fundamentada de Strauss y Corbin (2002). Se hace uso de la Atenea 496 II Sem. 2007 82 Codificación Abierta, Axial y Selectiva para tener en cuenta los conceptos que llegan a ser categorías como abstracciones que representan la memoria de la discriminación expuesta por muchas personas. MARCO DE REFERENCIA Con respecto al estudio de las representaciones, éste no puede realizarse sin situar las personas que las expresan en su medio social y cultural. Aquí, se considera principalmente como un concepto sociológico. Aunque es difícil separar la imagen de la representación, como lo subrayan Des Rivières & Saint-Martin (1994, citando a Chombart de Lauwe), quien no traza límites precisos entre uno y otro. Sin embargo, por un lado, distingue la representación que es más racional, más desarrollada, más consciente y, por otro, la imagen, que posee una fuerte connotación afectiva señalando que “… la imagen toma progresivamente una fuerza activa y llega a ser una imagenguía que trae otros comportamientos” (Des Rivières y Saint-Martin, 1994: 1). Jodelet (1986: 472), al referirse al concepto y las imágenes que la resumen, expone que “... las representaciones sociales se presentan bajo formas variadas, más o menos complejas. Imágenes que condensan un conjunto de significados; sistemas de referencia que nos permiten interpretar lo que nos sucede, e incluso, dar sentido a lo inesperado…”. Según esta misma autora serían categorías para clasificar las circunstancias, los fenómenos y a los individuos con quienes tenemos algo que ver. Además, son teorías que permiten establecer hechos sobre ellos. Es decir, la realidad concreta de nuestra vida social. Por su parte, Farr (1986), al referirse a los medios de comunicación, plantea que en “… la aparición de las representaciones sociales en la comunicación humana, resulta evidente que éstas trascienden la esfera de las simples opiniones, imágenes y actitudes” (Farr, 1986: 496). Con respecto a la definición de imaginario social se tiene en cuenta el trabajo realizado por Barbier (1997), quien, apoyándose en las reflexiones de Castoriadis (1975) sobre la institución imaginaria de la sociedad, precisa que se denomina imaginario social a una mezcla de significaciones sociales con carácter imaginario cuya producción no se refiere a una o varias elaboraciones psíquicas individuales ni tampoco de grupos u organizaciones. Sino que son históricas, en consecuencia evolutivas y producen instituciones que pueden ser analizadas en función del contexto cultural de la época. Son imaginarias porque las significaciones no son reductibles a algo real o racional cualquiera. Y social porque se imponen a todos los miembros de la sociedad sin ser necesariamente conocidas como tales. Por su parte, Colombo (1993: 17) especifica el imaginario social como “… un descentramiento del pensamiento moderno que anula la dicotomía esencialista entre lo real y lo 83 Atenea 496 II Sem. 2007 imaginario para desplazar sus fronteras recíprocas al interior del espacio semántico de la realidad”. Ahora, con respecto al estudio de la discriminación percibida, según Plous (2003) se revelan tres ventajas. La primera ofrece una compresión más completa del rechazo grupal al incluir la perspectiva del grupo discriminado. La segunda proporciona información sobre las consecuencias que produce la exposición a la discriminación. En la tercera, este tipo de estudio puede sugerir modos efectivos para que las víctimas reduzcan el rechazo que habitualmente reciben en sus interacciones con miembros del grupo emisor. Un beneficio adicional que provee estudiar la discriminación desde la visión de las víctimas es conocer en qué medida esta percepción concuerda con la discriminación que efectivamente ejerce el otro grupo, indicando qué tan realista es la percepción. Desde una perspectiva sociológica e histórica, un estudio desarrollado por Cantoni (1978) sobre la percepción y experiencia de trato discriminatorio, a nivel nacional, reveló que el 82% de los adultos reportaba ser despreciado y tratado como inferior por los no indígenas por el hecho de ser mapuche. Según la percepción de los mapuches esta discriminación era más acentuada en la ciudad que en el campo, siendo más afectados aquellos mapuches que lograban mayor acceso educacional, una posición económica regular y ascendían en una posición de clase. Pero, además en una encuesta realizada a mapuches, por CERC-Participa en 1999, se revela que son objeto de discriminación. Se muestra que un 89% de la población mapuche, a nivel nacional, afirma ser discriminada principalmente en los ámbitos del trabajo, la justicia y la administración pública. Por su parte, López (2001) reveló el rechazo social percibido por mujeres mapuches pertenecientes a la organización Aukiñko Zomo de Temuco, develándose que las mujeres son objeto de distintas formas de discriminación por parte de empleadores y compañeras de trabajo no mapuches. En tanto, Rojas y Sepúlveda (2002) descubren que los profesores de origen mapuche de escuelas básicas de Temuco reconocen explícitamente sentirse discriminados por sus colegas y padres no mapuches. Quilaqueo (2005), en un estudio sobre el estigma de los estereotipos indio y flojo en el discurso de una muestra de mapuches de Temuco, releva la discriminación percibida a través de las categorías prejuicio verbal, conductual y como comunidad cultural. Mientras que Casner, Navarrete, Rifo y Zañartu (2004) relevaron las categorías práctica social, fenómeno que emerge de las relaciones interétnicas, evento generador de impacto, fenómeno en constante transformación, y forma de maltrato social. En 2005 Merino, Quilaqueo y Saiz iniciaron un estudio que investiga la percepción de discriminación que poseen los mapuches en Chile, la que es examinada a través del discurso espontáneo de los mapuches. Ante la ausencia en el campo lingüístico discursivo de una herramienta metodológica Atenea 496 II Sem. 2007 84 que sistematice la discriminación percibida en el discurso de los hablantes, estos autores diseñaron una taxonomía de la discriminación percibida por mapuches que organiza y codifica sus principales ejes en el discurso de una muestra de cien mapuches de las ciudades de Temuco y Santiago1. METODOLOGIA El diseño utilizado para esta investigación es cualitativo. Este enfoque permite un intento de comprensión global, como una primera explicación y conceptualización del estudio de la discriminación percibida. Además, analizar la representación social que ellos tienen y, al mismo tiempo, conocer el imaginario social percibido de los no mapuches. De acuerdo a lo que plantea Ruiz Olabuénaga (1996), se tienen en cuenta las dos características de este tipo de diseño. Primero, la que obliga tener una visión global del fenómeno a estudiar, donde cada objeto de investigación puede ser entendido como un texto en un contexto, debiendo ser abordados ambos en su totalidad. En tanto, la segunda característica es la que impulsa a no perder contacto con la realidad inmediata, puesto que la proximidad es un requisito indispensable. Para su desarrollo se parte del núcleo temático de la discriminación percibida por mapuches emigrados a los centros urbanos. Se tienen en cuenta pistas y claves iniciales entregadas por los resultados del proyecto Fondecyt N° 1010839 (2000-2003) sobre el prejuicio de los no mapuches de la ciudad de Temuco. Entre las pistas de partida se consideran los efectos del racialismo heredado del conquistador español y la inferiorización del mapuche (Merino & Quilaqueo, 2003). Se parte de la idea orientada a descubrir, captar y comprender una teoría, una explicación, un significado para reconstruir el proceso de formación de la representación de la discriminación percibida. Esta estrategia utilizada se basa en la Grounded Theory de Glaser & Strauss (1967). Para este estudio la teoría fundamentada se refiere a “… una teoría derivada de los datos recopilados de manera sistemática y analizados por medio de un proceso de investigación” (Strauss & Corbin, 2002: 13). La herramienta utilizada para facilitar el proceso de codificación se fundamenta en la propuesta de Strauss & Corbin (2002). Para el análisis de los datos se utiliza la Codificación Abierta, la Codificación Axial y la Codificación Selectiva. La primera, con el fin de descubrir los conceptos a partir de los datos relevados del estudio. La segunda, para relacionar las categorías a sus subcategorías, puesto que ésta ocurre alrededor del eje de una categoría con el fin de reagrupar los datos que se fragmentan durante la codificación abierta. Por último, en la codificación selectiva se trata de un proceso para 1 La taxonomía está construida sobre la base de un modelo teórico similar aplicado a indígenas e inmigrantes de Australia por Mellor (2003). 85 Atenea 496 II Sem. 2007 integrar y refinar la teoría. Es decir, en la integración los datos se vuelven teoría, se tienen en cuenta los conceptos que llegan a la posición de categoría como abstracciones que representan “no la historia de un individuo o grupo, sino la historia de muchas personas” (Strauss y Corbin, 2002: 159). La muestra está constituida por 50 hombres y mujeres mapuches residentes en Temuco y 50 residentes en Santiago, cuyas edades fluctúan entre 23 y 78 años. La mayoría de los participantes (87) son casados y cuarenta de ellos poseen cónyuge mapuche. El 84% de ellos habían completado al menos el primer año de Enseñanza Media, un 5% no tenía estudios o bien habían completado hasta el primer año básico, y un 11% tenían al menos un año de estudios universitarios. Casi la mitad de la muestra (42) eran o habían sido miembros de organizaciones mapuches y ocho de ellos habían desempeñado roles de liderazgo en ellas. Veinte participantes pertenecen a un estatus socioeconómico bajo, veinte a un estatus medio bajo, treinta a un estatus medio, dieciocho a un estatus medio alto y doce a un estatus alto. Para la recolección de los datos se aplicó una entrevista semiestructurada. La primera parte de la entrevista se focalizó en la percepción global del entrevistado, sobre la discriminación hacia los mapuches en Chile, la segunda parte relevó las experiencias personales de discriminación vividas por el entrevistado, solicitándoseles detallar etapa vital, perpetrador y contexto en que ocurrieron los eventos. La tercera parte relevó las representaciones sociales que el entrevistado maneja respecto a cómo son percibidos los mapuches por parte de los no mapuches. Las entrevistas fueron aplicadas por dos personas de origen mapuche entrenadas por los investigadores del Proyecto Fondecyt N° 1051047 (2005-2007) para tal efecto. Los participantes fueron contactados mediante organizaciones mapuches y a través de la técnica “bola de nieve” generada con los primeros entrevistados. La participación fue voluntaria y se aplicaron las entrevistas en los lugares de residencia de los entrevistados. Cada entrevista fue audiograbada y se realizó registro etnográfico de aspectos paralingüísticos, gestuales, proxémicos y de contexto relevantes para el problema en estudio. ANALISIS El análisis de los datos se realiza a partir de tres categorías: Origen, Valoraciones y Evaluación. Estas categorías engloban los principales aspectos sobre la percepción de discriminación que los mapuches residentes en Temuco y Santiago enfrentan diariamente en sus relaciones con los no mapuches: individuos, organismos estatales y privados. Para el estudio de los datos se utiliza la teoría fundamentada de Strauss y Corbin (2002). Se hace uso de la Codificación Abierta, Axial y Selectiva, para el análisis de contenido con el fin de tener en cuenta los conceptos que llegan a ser categorías como absAtenea 496 II Sem. 2007 86 tracciones que representan la memoria de la discriminación expuesta por muchas personas (entrevistadas). El análisis de contenido, en su versión cualitativa utilizado aquí, considera los textos resultantes de las entrevistas a mapuches de Temuco y Santiago como un soporte en el que, y dentro del cual, existe una serie de datos2. Datos que, de acuerdo a Ruiz Olabuénaga (1996), presentan los siguientes aspectos: tienen sentido simbólico, éste no siempre es manifiesto, el sentido o significado no es único, el sentido que el autor pretende dar al texto puede no coincidir con el sentido percibido por el lector del mismo, el sentido del texto puede ser diferente para lectores diferentes. Consecuentemente, la idea central del análisis de contenido es que el texto original debe ser entendido y tratado como un escenario de observación o como el interlocutor de una entrevista del que se extrae información para someterla a un ulterior análisis e interpretación. Es decir, que el texto es como un campo del que se extrae información a través de la lectura. Para la organización del análisis se considera el esquema presentado por Denzin (1994, citado por Strauss y Corbin, 2002), en el que el investigador avanza moviéndose desde el campo al texto al lector. El texto original es inicialmente el campo. Se recurre al campo sostenido por una convicción científica que define y describe la naturaleza de la realidad social sustentada en el paradigma constructivista. Además, se considera una epistemología para orientar la forma de captar y comprender la realidad social a través de la etnografía. Con respecto al texto, éste se refiere al texto de investigación y al texto interpretativo, puesto que el trabajo es el que el contenido central lo constituye su interpretación de lo que ha captado y cree haber aprendido de la realidad. ANALISIS DE CAMPO El análisis de campo se realiza con el fin de descubrir los conceptos a partir de los datos relevados del estudio, donde el texto original es inicialmente el campo. Se recurre al campo sostenido por una convicción científica que define y describe la naturaleza de la realidad social sustentada en el paradigma. En este caso se recurre al paradigma constructivista. Además, se considera una epistemología para orientar la forma de captar y comprender la realidad social a través de la etnografía. De acuerdo a los datos entregados por mapuches residentes en Temuco y Santiago, en el ámbito de sus representaciones, sobre la discriminación percibida prevalecen las valoraciones negativas. En efecto, es posible señalar que la idea que sustentan como son vistos por los no mapuches está asocia2 Para la codificación y categorización de los datos se hizo uso del software Altas ti 5. 87 Atenea 496 II Sem. 2007 da a valoraciones o apreciaciones positivas y negativas. Con respecto a las representaciones positivas se percibe que los no mapuches valoran la cultura mapuche. Esto se observa como un cambio de las últimas generaciones, quienes manifiestan un interés por conocer las costumbres, lo que revela un indicio de acercamiento paulatino a una comprensión de aspectos socioculturales mapuches. En tanto, desde el plano de las valoraciones o percepciones negativas se demuestra que están basadas en los siguientes aspectos: juicios, hábitos y capacidades. En los juicios se sostiene que los no mapuches tienen una imagen de “pobreza y agresivos” en la sociedad, puesto que constantemente están envueltos en acciones de manifestaciones violentas. Se sostiene que el desconocimiento de las comunidades y su cultura lleva a los winkas (término utilizado para referirse a los no mapuches) a reproducir la imagen de los prejuicios provenientes del conquistador español. Se puede inducir que la percepción de los mapuches es que los no mapuches mantienen un imaginario social sustentado en estereotipos y prejuicios de miembros de la sociedad chilena no indígenas (ver Merino & Quilaqueo, 2003). Con respecto a la subcategoría hábitos se señala que los no mapuches han creído casi históricamente que los mapuches son “sucios, flojos, borrachos y anticuados”. Esto se explicita también como desconocimiento sociocultural. Con respecto a las subcategoría capacidades, esto se asocia al plano de las apreciaciones o valoraciones no mapuches. Son valoraciones negativas vinculadas a “incapacidades de los mapuches para desenvolverse en la sociedad chilena”. De esta forma se señala que los no mapuches creen que los mapuches son “inferiores”, que “no están a la altura o nivel que la sociedad occidental exige con respecto a habilidades y desempeño laboral eficiente”, que “no son capaces de desarrollar las mismas funciones que un no mapuche”. Además, manifiestan que éstos creen que tienen “falta de habilidades cognitivas o intelectuales”, lo que los sitúa en un plano de “atrasados”, indicando, asimismo, que el trabajo que pueden realizar “carece de valor”, aun cuando exista una igualdad en el desempeño laboral. En síntesis, en lo concerniente a las capacidades señalan un imaginario, del no mapuche, que revela que los mapuches sólo están “capacitados para trabajar la tierra”, por cuanto tendrían un conocimiento heredado de ésta. Las percepciones señaladas por los mapuches de la muestra afirman que el “mapuche tiene que demostrar constantemente que es capaz de realizar cualquier tarea que le sea encomendada”, lo que les exige estar en una constante superación y formación para competir con los no mapuches, señalándose “la educación como la principal herramienta para mejorar la calidad de vida, ser respetados y aceptados” por sus pares no mapuches, para refutar el imaginario social que pesa sobre ellos. En lo referente a la Categoría Origen de la discriminación, las representaciones de los mapuches contienen los siguientes aspectos: cultura, ascenAtenea 496 II Sem. 2007 88 dencia, falta de entendimiento y creencias. El origen cultural de la discriminación se debería a los conflictos y a la imposición del tipo de relaciones interétnicas e interculturales establecidas históricamente por el Estado. Con respecto a los conflictos se señala que ha sido constante el mal manejo de las relaciones interétnicas por parte de instituciones públicas y privadas desde la formación del Estado (República). De esta manera, las relaciones del mapuche con las instituciones estatales han estado acompañadas de conflictos y olvido. Entre las expresiones que se señalan se indica una “mala intención generalizada para reconocer el valor cultural mapuche”. Esto se califica como discriminación e imposición cultural. Imposición cultual desarrollada principalmente por medio de la “escolarización y evangelización” conservando las características de la colonización (Todorov, 1993). La imposición cultural señalada está fundamentada en una “arremetida de la cultura occidental” en las comunidades mapuches. Pero, igualmente, con un abandono a ellos mismos por parte del Estado, dando preferencia a la colonización de las tierras a colonos chilenos y extranjeros (Quilaqueo, 1994), lo que originaría las actitudes de “discriminación constante” hacia el mapuche. La actitud discriminatoria señalada se refiere a lo que los mapuches denominan base cultural: “la tierra”. Se reconoce, por la mayoría de los entrevistados, la tierra como la base de la cultura de las comunidades, que por situaciones históricas se conduelen los mapuches emigrados a los centros urbanos. La ascendencia mapuche es otro aspecto importante descrito sobre el Origen de la discriminación. Se denota que elementos de su ascendencia como “el apellido”, “el aspecto físico” y, en algunos casos, el tipo de “tenencia de tierras”3 provocan la discriminación de parte de los no mapuches. Sumado a esto, se reconoce como un aspecto muy importante, que origina la discriminación, la “falta de entendimiento no mapuche” de su cultura. Esto se asocia a un “desconocimiento de la historia mapuche-chilena” y “la falta de educación intercultural”, características que se fundarían en la herencia ideológica sustentada en un imaginario respecto de estereotipos y prejuicios del conquistador, lo que provocaría la intolerancia que afecta las relaciones en términos de comprensión de la cultura mapuche. Un último aspecto, de la categoría Origen, que remite al comienzo de la discriminación, está representado por “creencias” no mapuches respecto de las habilidades cognitivas e intelectuales de los mapuches. Esto determinaría acciones discriminatorias, puesto que se cree que los mapuches “no tienen capacidades intelectuales” o “no saben pensar”. 3 El tipo de tenencia de tierra se desprende del concepto de reducciones. La reducción fue una organización sociopolítica que el Estado chileno creó luego de conquistar el territorio ocupado por los mapuches. Actualmente, las familias descendientes de los asignatarios de las reducciones ocupan lotes de tierra adjudicados según la Ley Indígena N° 19.252 de 1993. 89 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea 496 II Sem. 2007 90 Ahora, con respecto a la categoría Evaluaciones se observan las siguientes subcategorías: conceptualización, clase y resultados. Las representaciones de los mapuches respecto de la conceptualización de la discriminación revelan que la discriminación percibida por los mapuches se asocia a un “dolor” y “permanente acoso”. Asimismo, se la califica como “algo interminable” y que “dura por la misma existencia del mapuche”. Se la considera como negativa puesto que es un impedimento para insertarse en la sociedad chilena con igualdad de oportunidades. Al mismo tiempo, la consideran como “difícil”, “injusta” y “violenta”, constituyendo un “rechazo e ignorancia del no mapuche”. Desde un punto de vista social, se evalúa la discriminación como un factor que favorece el “clasismo”. Es decir, se asocia a un concepto de clase de tipo ideológico conservado en la memoria social de las relaciones interétnicas mapuches-no mapuches (Quilaqueo, Quintriqueo y Cárdenas, 2005). Simultáneamente se asocia a un clasismo económico, puesto que se señala que “se discrimina al mapuche pobre, pero al que posee bienes y dinero no se le discrimina”. Otro elemento de discriminación que se asocia al clasismo es el aspecto físico, señalándose que “la discriminación es clasista y por el físico”, puesto que existe un fenotipo del mapuche que es parte de la discriminación. Finalmente, en la categoría Evaluación de la discriminación está presente un elemento de “resultado”, ya que se señala que la discriminación produce “impotencia” y “temor”. ANALISIS DE TEXTO El análisis de texto permite relacionar las categorías y a sus subcategorías, puesto que éste ocurre alrededor del eje de una categoría con el fin de reagrupar los datos que se fragmentan durante la codificación abierta en el análisis de campo. Según lo planteado, por los participantes de la muestra, respecto a la categoría Origen de la discriminación, es importante señalar que al estar formado por una “falta de entendimiento” no mapuche, indica que éstos no conozcan realmente la cultura. Por este motivo, los mapuches de ambas ciudades perciben que los no mapuches recurrirían principalmente a estereotipos acerca de sus hábitos de vida, capacidades de desarrollo laboral, académico y profesional. Además, se señala que se construyen juicios que tienden a generalizar a la persona mapuche, llegando a pensar o creer que “todos son agresivos” y atribuyéndoles la pobreza exclusivamente al mapuche. Asimismo, el origen de la discriminación descrito con respecto a aspectos de la “ascendencia” como tener un apellido mapuche, poseer rasgos físicos propios del mapuche y una forma típica de tenencia de tierras, crea incomprensiones en los no mapuches. Por esta forma típica de tenen- 91 Atenea 496 II Sem. 2007 cia de tierras y el aspecto físico se forman creencias erróneas respecto de las capacidades intelectuales, las que finalmente plasman valoraciones de tipo negativas (Quilaqueo, 2005). También, el apellido provoca el mismo efecto, incidiendo, además, en la limitación de posibilidades laborales al momento de optar a un trabajo. Cabe remarcar que el tipo de tenencia de la tierra es un aspecto relevante del estudio de la discriminación percibida por mapuches del medio urbano. Desde un punto de vista histórico se resalta que las “tierras son el principal elemento y precursor de la discriminación”, ya que la usurpación de tierras sería el “primer acto discriminatorio”. Este hecho ha sido decisivo como causa de la pobreza y las limitaciones vividas por las comunidades mapuches. Es lo que habría provocado las migraciones a los centros urbanos y las distintas formas de discriminación reveladas por los mapuches (Quilaqueo, 1994, 2005). Todo lo anterior ha sido el detonador que ha dado origen a las “valoraciones negativas” que forman las actuales representaciones mapuches, desde la percepción que se tiene del imaginario no mapuche. Es importante señalar que están formadas por aspectos negativos, constituidos por juicios y prejuicios respecto de sus capacidades, sus formas de vida y rol actual en la sociedad chilena. En términos de Allport (1954: 10), “el prejuicio étnico es una antipatía basada en una generalización errónea e inflexible. Puede sentirse o expresarse. Puede dirigirse hacia un grupo como totalidad o hacia un individuo en tanto miembro de ese grupo”. Entonces, lo que subyace como prejuicio es principalmente el aspecto negativo. Así, lo anterior configura y forma parte importante en la constitución de una evaluación mapuche concluyente acerca de la discriminación, la que está constituida por conceptos que responden directamente al trato y a las vivencias de los mapuches en la sociedad chilena, viendo la discriminación como “dolorosa” e “interminable”. Pues, esto se sustenta en un desconocimiento e intolerancia no mapuche de las costumbres socioculturales mapuches. Desde lo anterior, las conceptualizaciones de la discriminación adquieren rasgos reveladores de un sentimiento de sufrimiento construido debido al tipo de relaciones interétnicas. Por otro lado, la evaluación de la discriminación está cargada de clasismo y resultados y, demarcada por lo económico, ideológico y físico como elementos asociados al origen percibido de la discriminación. En tanto, las causas que develan y se asocian al origen de la discriminación están sustentadas en creencias que minimizan las capacidades intelectuales del hombre y la mujer mapuche. Aparte de los estereotipos, juicios y prejuicios, que van desde las capacidades del mapuche hasta sus costumbres y formas de vida. Estas causas se expresan en una impotencia arraigada en la persona mapuche y en un “temor a la discriminación”. Atenea 496 II Sem. 2007 92 ANALISIS TEORICO Para el análisis teórico se parte de la codificación selectiva, con el objetivo de realizar un proceso para integrar y refinar la teoría que apunta a las valoraciones negativas de la discriminación percibida por mapuches. Las valoraciones negativas están permeadas, en primer lugar, por estereotipos. Los que vienen, sin duda, de discursos de aspectos socioculturales mal atribuidos a los mapuches, puesto que “históricamente se ha presentado a la sociedad mapuche como una cultura inferior, mediante prejuicios y estereotipos negativos transmitidos a través del discurso” (Cantoni 1978, citado en Quilaqueo y Merino, 2003). El resultado ha sido la falta de entendimiento e inferiorización (Wieviorka, 1992). Esto se debería a una comodidad intelectual que no le permite conocer al no mapuche todos los aspectos socioculturales, simplificando en estereotipos la comprensión y conocimiento de su cultura. El estereotipo, según Teillet “…nos hace intelectualmente perezosos porque nos da resuelto el problema del otro, al ocultarnos la diversidad de matices que alberga esa realidad que configura eso que llamamos el otro” (2000: 70). Ahora, con respecto a los prejuicios, según Allport (1954), tienden a construir una generalización errónea y rígida. De esta manera se extiende el imaginario que los mapuches son “pobres”, “agresivos” e “inferiores”, con una marcada “falta de habilidades cognitivas”. Estos prejuicios se han generalizado formando parte del imaginario social de los chilenos no mapuches, revelándose, de acuerdo a Díaz (1998), como el efecto de una compleja red de relaciones entre discursos y prácticas sociales, donde el imaginario social interactúa con lo individual. Se constituiría a partir de las conciencias valorativas de las personas, pero también de las resistencias, lo que se hace evidente en lo simbólico (lenguaje y valores) y en las prácticas sociales entre las personas. Prejuicios que según Rupert Brown (1995), desde la psicología social, se manifiestan sin considerar los hechos que lo contradicen o como una actitud negativa injustificada. Este mismo autor plantea que, aun cuando puede parecer un inofensivo capricho que apenas puede constituir un problema social de importancia que reclame la atención a los científicos sociales, “el tipo de prejuicio que subyace en muchas sociedades del mundo de hoy y que requiere nuestra comprensión con urgencia es la variedad negativa: el trato receloso, temeroso, sospechoso, despectivo, hostil y, en última instancia, asesino de un grupo por parte de otro” (Brown, 1995: 25). Sumado a esto se releva una subcategoría denominada “capacidades”. Se refiere a prejuicios respecto al desempeño laboral, académico y un conocimiento exclusivo de la tierra, juicios que inferiorizan al mapuche y cuyo origen se encontraría en su pertenencia cultural. “En efecto, en las relaciones entre chilenos no mapuches y mapuches, el mapuche es comúnmente despreciado y tratado como inferior por su pertenencia étnica, como resul- 93 Atenea 496 II Sem. 2007 tado de las representaciones sociales construidas por los miembros de la sociedad dominante” (Quilaqueo y Merino, 2003). Lo que supone una carga de prejuicios fundados en estereotipos de que el mapuche es flojo, borracho, sucio y anticuado. Estereotipos que, a su vez, han contribuido a crear un ambiente de relaciones conflictivas entre mapuches y no mapuches, lo que fue descrito por Martín Alonqueo en los años 70, de la siguiente manera: “Los blancos chilenos, llenos de odios y prepotentes, preñaron de atmósfera malsana y pestilente el ambiente con epítetos como éstos: ‘el indio es flojo, borracho y ladrón’, que hizo imposibilitar la respiración comprensiva, generosa y humana...” (Alonqueo, 1985: 156). En lo concerniente al Origen de la discriminación, existen conflictos e imposiciones culturales que, a su vez, generan falta de entendimiento de los no mapuches. Esta falta de comprensión se debería a la información errónea que han entregado los textos escolares, puesto que “un conocimiento incompleto o ‘falta de información’ de la cultura mapuche limita el reconocimiento de la existencia de diversidad cultural… de modo que la percepción o lo que se logre conocer de ella va a depender del contenido que se transmite” (Quilaqueo y Merino, 2003: 121). Esta falta de información se debería a la “falta de educación intercultural” de la población no mapuche, lo que se traduce en este “desconocimiento cultural” que se señala. Con respecto a la educación intercultural se indica que existe el kimeltuwün, educación desde el saber mapuche, clave para una educación que posibilite el conocimiento respecto del mapuche4. Un aspecto importante reconocido como origen de la discriminación es la “ascendencia” representada en el apellido, aspecto físico y tenencia de tierras. Estos elementos se reconocen como creadores de prejuicios que se transforman en prácticas discriminatorias. En tanto, la forma de tenencia de tierra se percibe como el principal y primer elemento que da origen a la discriminación del mapuche. Aquí se observan dos perspectivas, la primera se refiere a la expoliación de tierras por parte de los colonizadores (Bengoa, 1985), y segundo, lo que se presenta actualmente develado como “competición entre mapuches para acceder a subsidios de tierras”. Es decir, que ya no es solamente el aspecto histórico de la ocupación de tierras, sino que lo que se reconoce, por parte del Estado, como discriminación positiva y como injusta por los campesinos pobres. Lo que en suma se traduce en una carga importante de imágenes estereotipadas y prejuiciadas. De esto, Alonqueo ha señalado que “los enemigos... no pierden ocasión de sembrar prejuicios malsanos y perniciosos, emitiendo opiniones falsas, tergiversadas e intere4 “El kimeltuwün y el ideal de vida mapuche son desconocidos por la cultura escolar. Entonces, el proyecto de sociedad se ve obstaculizado por los efectos del desconocimiento sociocultural, impidiendo una relación interétnica basada en el conocimiento de ambas sociedades”. Estudios Pedagógicos. p. 84, XXXII, Nº 2, 73-86, 2006. Atenea 496 II Sem. 2007 94 sadas para satisfacer sus bastardas ambiciones que nunca descansan para terminar de despojar, aun lo poco que le va quedando: su bendita tierra, su madre…” (Alonqueo, 1985: 157). Finalmente se señalan las “creencias” no mapuches que explican la génesis de la discriminación. Se refieren a las “habilidades cognitivas” y la “incapacidad del mapuche” para desempeñar un cargo ocupacional similar al del no mapuche. Creencias que repercuten en las valoraciones negativas de los no mapuches, que permanecen en la representación que el mapuche se ha hecho. La última categoría, resultante del estudio, son las Evaluaciones de los mapuches respecto de la discriminación. Es importante notar que emergieron tres subcategorías: conceptualizaciones, clasismo y resultados. Con respecto a los conceptos relevados es necesario ver la relación existente entre los estereotipos y prejuicios con las definiciones que existen en la representación social mapuche acerca de cómo ven la discriminación. En dicha relación es evidente que los estereotipos y prejuicios establecen las directrices en las características que asume la discriminación. Se le atribuyen las siguientes características: dolor, carácter de interminable, negativa, difícil, injusta, violenta, rechazo e ignorancia. De acuerdo con lo que expresan Neufeld & Thisted (1999), el carácter interminable de la discriminación altera con violencia moral el cuerpo del otro, se produce un valor que causa dolor por extrañamiento, que por reiterado es inevitable y se convierte en sufrimiento, llegando no pocas veces a aceptarlo como propio y adecuado. El carácter de dolor y el sufrimiento soportado también se explica desde la lógica mapuche, para referirse a la emigración, utilizando el concepto de kutran. Se denuncia como kutran, al referirse al dolor o forma de sufrimiento soportada al no poder seguir desarrollando su idiosincrasia mapuche cuando se explicita que el problema se observa al interior de las familias cuando los hijos emigran, dado que la cantidad de los lotes de tierra que poseen son muy pequeños (Quilaqueo, 2006). De esta manera se enuncia la expresión de dolor de carácter psicosocial que han producido históricamente las relaciones interétnicas. Por otro lado, existen definiciones de la discriminación que la consideran clasista en tanto ideologías, física y económica (Paillalef, 2003). En síntesis, la discriminación es asociada a efectos como impotencia y dolor. DISCUSION En el caso de Temuco es posible distinguir en la categoría Valoraciones, aspectos positivos respecto de la cultura mapuche. La valoración positiva está asociada a un acercamiento paulatino de los no mapuches a la cultura mapuche, lo que hace que la discriminación disminuya en alguna medida, ya que al existir una relación cultural emerge un conocimiento que da paso al 95 Atenea 496 II Sem. 2007 entendimiento del otro. Esto permite formular la pregunta si, a futuro, podría incidir en un cambio de las relaciones interétnicas e interculturales. Sin embargo, se observa que sólo un pequeño grupo de entrevistados aludió a esta situación. Por otra parte, respecto de las valoraciones negativas, desde la representación mapuche, es posible señalar que corresponden a los siguientes estereotipos: sucios, anticuados, borrachos y flojos. El estereotipo flojo es el que más frecuencia posee (30%). Los entrevistados, en una gran mayoría, concuerdan en que se piensa que el mapuche es portador de estas formas estereotipadas históricamente. Luego, otro estereotipo que se posiciona en un segundo lugar es el de borracho (16%). Mientras que en tercer lugar existe la percepción de que el mapuche es anticuado (6%), y por último, el estereotipo sucio (4%). Por otra parte, la categoría Valoraciones negativas se refiere a las capacidades del mapuche, las que están dadas muy fuertemente por la creencia que el mapuche es inferior al no mapuches (19%). Esto representa una percepción generalizada en los entrevistados. Otro aspecto importante de capacidades, pero menos frecuente, corresponde a la “desvalorización del trabajo mapuche” (4%) en el contexto de la sociedad chilena. Por último se cree que los mapuches tienen una falta de “habilidades intelectuales”, que viene a reforzar el prejuicio de inferioridad. También, en la categoría valoraciones negativas se presentan dos prejuicios en las representaciones mapuches, respecto de lo que piensan los no mapuches. El primero y más recurrente señala que el mapuche es “pobre” (10%), obviando que no es una condición exclusiva del mapuche. El otro prejuicio recurrente en las representaciones sociales es el de “agresivo” (3%). Esto hace referencia a los conflictos históricos y actuales que sufren las comunidades mapuches (Merino, Millamán, Quilaqueo y Pilleux, 2004). En tanto, la categoría Origen de la discriminación en las representaciones de la muestra de Temuco presenta aspectos culturales tales como “ascendencia” y “falta de entendimiento”, siendo esta última la más importante. Respecto de la primera, se atribuye el origen de la discriminación a una constante vivencia de imposición cultural de parte de la sociedad chilena, acompañada de conflictos con las comunidades. En tanto, en la subcategoría ascendencia se explica el origen de la discriminación sobre la base de tres componentes: apellido, aspecto físico y tierras. En el primero, cabe destacar la gran frecuencia que tiene en los datos (22%), en los que se adjudica el origen de la discriminación al apellido, por tanto difiere, y es una clave notoria que establece la “diferencia” entre la persona mapuche y el no mapuche. En tanto, el aspecto físico y la tenencia de tierras poseen la misma frecuencia aportada por los datos (14%). Sin embargo, el aspecto del tipo de tenencia de tierras, en Temuco, releva especial importancia, ya que es posible, de acuerdo a algunos autores (Stuchlik, 1974; Saavedra, 1971), entender la raíz de la discriminación en forma de tenencia de las tierras que el Estado les atribuyó a las comunidades mapuches. Este aspecto juega un rol imporAtenea 496 II Sem. 2007 96 tante como detonador de la discriminación y depende también de aspectos relacionados a la posición social de la persona (Cantoni, 1978). La subcategoría “falta de entendimiento”, desde un punto de vista de emprender acciones educativas para enfrentar la discriminación, es la más importante del estudio. Esto se condice con la frecuencia de uno de sus componentes muy citado por los entrevistados: el desconocimiento histórico de lo mapuche (23%), desconocimiento atribuido a los no mapuches con respecto a los procesos de integración al Estado sobrevividos por los mapuches. Por último, la categoría Evaluación comprende tres subcategorías: conceptualizaciones, clasista y resultado. La primera se presenta como la más importante, pues las definiciones arraigadas en las percepciones mapuches están situadas en el plano del “dolor interminable” (16%) que causa la discriminación, la que es vivida con mucha dificultad por las personas, repercutiendo negativamente en las relaciones con los no mapuches. Con respecto a la subcategoría clasista de la discriminación, se incluyen aspectos físicos, económicos e ideológicos, explicándose que la discriminación tiene su razón de ser en la apariencia física (10%) del discriminado, dependiendo también de la posición económica (10%) de éste y sustentada en pensamientos no mapuches. Para el caso de Santiago, en la categoría Valoraciones se señala que en las apreciaciones positivas de los no mapuches existe también un aspecto que se valora. Pues se fundamenta que las generaciones no mapuches actuales están más interesadas en conocer a la cultura de las comunidades, lo que se estima positivo para las relaciones interétnicas. En las valoraciones negativas se encuentran aspectos asociados a la subcategoría hábitos, estos aspectos al igual que en la ciudad de Temuco están compuestos por estereotipos tales como: flojos, borrachos, sucios y anticuados. Sin embargo, esto se presenta con menor frecuencia en las representaciones de los entrevistados. Otro aspecto de las valoraciones negativas es la representación social mapuche acerca de lo que piensan los no mapuches. Se señala que al mapuche se le percibe como agresivo, basado al igual que en Temuco en el pasado de batallas entre mapuches y el ejército durante la colonización de territorios ocupados por las colectividades mapuches históricas (Ver Bengoa, op. cit.). Además, los conflictos territoriales que sostienen hoy día tienen esencialmente su origen en la discriminación positiva al producirse una competición por subsidios de tierras entre mapuches. Una última subcategoría es capacidades, la cual contiene uno de los elementos importantes de esta categoría, tanto en el caso de Temuco como de Santiago, se refiere a la “inferioridad” de los mapuches en oposición a la “superioridad” del no mapuche. Este punto de vista representa la mayor frecuencia de los datos de esta categoría (40%), lo que lo hace muy significativo a la hora de caracterizar el imaginario del no mapuche. Unido a este elemento, de “inferioridad mapuche”, se encuentra en segundo lugar de importancia la “falta de habilidades cog- 97 Atenea 496 II Sem. 2007 nitivas” (19%) de los mapuches. Esto supone una marcada relación de discriminación en las capacidades generales del mapuche, respecto de su par no mapuche, en el ámbito laboral y académico. La categoría Origen de la discriminación está profundamente influida por cuatro subcategorías: cultura, ascendencia, falta de entendimiento y creencias. En la primera se perciben aspectos conflictivos e imposición cultural como trayectorias de la discriminación. Luego, aspectos de la ascendencia mapuche como aspecto físico (10%) y apellido (18%), donde este último se impone como el principal elemento generador de la discriminación a la hora del desempeño laboral y ejecución de trámites en instituciones públicas y privadas. En tanto, el aspecto físico es influyente también en el ámbito laboral y desempeño en instituciones públicas y privadas. Sin duda, la subcategoría falta de entendimiento es la que más se utiliza para explicar el origen de la discriminación, esta vez, a diferencia de Temuco, los entrevistados señalan que existe desconocimiento cultural mapuche (24%) de parte de la sociedad chilena, sustentado en la falta de información (10%) y falta de educación intercultural (9%). Por último, la subcategoría creencias está dada por la percepción mapuche que señala que el no mapuche cree que hay falta de habilidades cognitivas de los mapuches (11%). En la categoría Evaluación es importante señalar que se atribuye muy fuertemente el dolor (36%) interminable (4%) e injusto (16%) de ser víctima y vivir en medio de una sociedad discriminadora. Luego, la discriminación es evaluada desde los efectos que produce, distinguiéndose la “impotencia” (20%) y el “temor” (4%) que produce al ser discriminado. Se evidencia en los entrevistados la impotencia que suscita “vivir” la discriminación, donde se depende del discriminador en tanto fuente laboral y social de supervivencia. En el plano del temor se reconoce que este aspecto psicosocial pesa en la interacción social del mapuche fuera de su comunidad. En síntesis, en el análisis por caso, es importante señalar que en el plano de la categoría Valoraciones se dan subcategorías de valoraciones positivas y negativas de los aspectos socioculturales mapuches. Aquí aparece algo importante percibido como deseo, por parte de jóvenes no mapuches, de conocer aspectos socioculturales de las comunidades y familias mapuches, lo que origina una valoración y aceptación del otro y su cultura implicando mejoras en las relaciones interétnicas. En tanto, en la subcategoría valoraciones negativas se dan muy significativamente prejuicios y estereotipos. Los primeros representados en la atribución de pobreza y agresividad del mapuche. En tanto, los estereotipos se presentan como ejes transversales, muy influyentes en las categorías Origen y Evaluación de la discriminación. Estos estereotipos corresponden a flojos, borrachos, sucios y anticuados, siendo el más importante, de estos cuatro, “mapuche flojo”. En lo concerniente a la subcategoría capacidades es indispensable destacar la imagen de inferioridad que aloja el imaginario no mapuche. Con respecto a la creencia Atenea 496 II Sem. 2007 98 no mapuche, esta inferioridad guarda directa relación con otro elemento de capacidades denominado “falta de habilidades cognitivas”. Por otro lado, y como detonante de los estereotipos y prejuicios, en la categoría Origen de la discriminación se presentan elementos culturales referidos a la imposición y conflicto sociocultural sostenidos por los mapuches. Luego, la ascendencia se presenta como causa de la discriminación, a través del apellido, aspecto físico y tierras, destacando el aspecto tierras como elemento de la génesis discriminatoria, que ha causado diversos males como pobreza, migración y aculturación. En tanto, el apellido y aspecto físico funciona como elemento discriminatorio al momento de desenvolverse laboral y académicamente. Sin duda, la falta de entendimiento como precursor de la discriminación contiene elementos muy importantes arraigados en la sociedad no mapuche, como son la falta de información veraz y arbitraria, desconocimiento casi absoluto de la cultura e historia mapuche y falta de educación intercultural que aborde la discriminación desde la formación de las personas (Quilaqueo, Quintriqueo y Cárdenas, 2005). Un último aspecto, que coincide con las valoraciones negativas de los no mapuches, es el de creencias no mapuches, percibidas como falta de habilidades cognitivas por los mapuches, lo que sin duda, y de acuerdo al estudio, limita las posibilidades de desarrollo social de los mapuches, además de contener fuertes cargas de actitudes discriminatorias, reforzadas por los prejuicios y estereotipos antes mencionados. Finalmente, la categoría Evaluación de la discriminación se presenta con fuertes influencias del “dolor sostenido e interminable” que han soportado en el plano de las relaciones interétnicas. Entre los hallazgos por categorías se pueden enunciar los siguientes: 1) con respecto a la categoría Origen, el principal hallazgo tiene que ver, por una parte, con la forma de tenencia de tierras como causante original de la discriminación, ya que éstas han originado la extrema pobreza del mapuche, pues, al ser expoliados y reducidos, han limitado sus posibilidades de desarrollo en el medio rural, lo que ha desencadenado el éxodo a los medios urbanos (ver INE, Censo 2002). Así, se podría hipotetizar que los estereotipos como flojo, sucio, borracho y anticuado, conjuntamente con la ideología de la conquista y colonización de las tierras ocupadas por los mapuches, dan lugar al imaginario que actualmente perciben los mapuches de los miembros de la sociedad chilena no mapuche. Otro hallazgo es el consenso que existe entre los entrevistados en la “falta de entendimiento alojada en los no mapuches”, lo que constituye el principal obstáculo para dar paso a la comprensión del otro. Dicha falta de entendimiento está basada en la “falta de educación intercultural”, “falta de información veraz de los medios de comunicación masiva” y el “desconocimiento histórico y cultural mapuche” (Ver Merino, 2004; San Martín, 2002; Quilaqueo, 2005). 2) En la categoría Valoraciones, los elementos emergentes son los estereotipos y prejuicios manejados en la práctica en el discurso no mapuche, los que sorprenden 99 Atenea 496 II Sem. 2007 por su notable influencia en las categorías Origen y Evaluación. Esto daría paso a la falta de entendimiento e incidiendo en la evaluación de la discriminación correspondiente a la representación social mapuche. Sin embargo, es preciso señalar que los estereotipos encontrados son los mismos que se conocen desde las primeras relaciones entre mapuches y no mapuches, por ejemplo, flojos, borrachos, sucios y anticuados, siendo el primero el más mencionado por los entrevistados, existiendo mayoritariamente en el discurso de entrevistados de Temuco. 3) Para la categoría Evaluación, el hallazgo tiene relación con la visión que poseen los mapuches respecto de la discriminación, visión fuertemente constituida por el dolor interminable e injusto, que provoca impotencia y temor. Sin duda, éste es un aspecto psicológico importante que se incorpora a la representación de discriminación mapuche. CONCLUSIONES Para concluir este estudio se realiza una comparación entre los principales hallazgos de los casos de Temuco y Santiago. En Temuco es posible observar que en el ámbito de las valoraciones negativas se alude a que al mapuche se le desvaloriza el trabajo, es decir, que ante cualquier trabajo siempre va a “valer” más el de un no mapuche. Sumado a esto existe un prejuicio, correspondiente a valoraciones negativas que se destaca por sobre los existentes en Santiago. Este se relaciona con la creencia no mapuche que el mapuche es pobre como una característica exclusiva del mapuche. En tanto, en el origen de la discriminación, desde la subcategoría ascendencia se señala que las tierras son el principal generador de la discriminación hacia los mapuches. Además, se considera causante de muchos problemas desde el tipo de colonización y su integración como ciudadano chileno. Otro aspecto importante de la categoría Origen encontrado en Temuco y su subcategoría falta de entendimiento, tiene que ver con el desconocimiento histórico mapuche, herencia ideológica y desconocimiento histórico chileno. Esto explicaría que en Temuco exista una mayor falta de entendimiento de parte de los no mapuches hacia los mapuches. Finalmente, como otro hallazgo de la ciudad Temuco, en la subcategoría clasista que comprende aspectos físicos, económicos e ideológicos, depende de la situación económica del discriminado. Es decir, un mapuche con poder adquisitivo no sufrirá la discriminación como el que está inmerso en una situación de pobreza. Por otro lado, el aspecto físico define también la discriminación, cada vez que existen rasgos mapuches típicos surge como respuesta la imagen de discriminación en el no mapuche. En consecuencia se ve la discriminación como clasista y como ideología construida de imágenes sobre la base de estereotipos y prejuicios. Atenea 496 II Sem. 2007 100 En tanto, para el caso de Santiago los hallazgos tienen relación primeramente con la categoría Valoraciones y su subcategoría capacidades, donde existe un elemento que tiene que ver con el conocimiento de la tierra que poseen los mapuches. Es decir, las valoraciones no mapuches que pertenecen a la representación mapuche se refieren a que los mapuches sólo tienen un conocimiento del trabajo en la tierra, por lo tanto, no son capaces de desenvolverse satisfactoriamente en otros trabajos. En cuanto a la categoría Origen de la discriminación, en Santiago, se indica que en la falta de entendimiento no mapuche existe una falta de educación intercultural que se encargue de dar a conocer la cultura mapuche en la educación formal. Por otro lado, existe un desconocimiento cultural generalizado acerca de las costumbres y cosmovisión mapuche. Asimismo, los medios de comunicación no informan las problemáticas de las comunidades mapuches. Finalmente, estos aspectos de la discriminación percibida por los mapuches explican las formas de intolerancia con respecto a su cultura y a la existencia de comunidades mapuches. REFERENCIAS Alonqueo, M. 1985. Mapuche ayer-hoy. Padre Las Casas, Chile: Imprenta y Editorial San Francisco. Allport, G. W. 1954. The nature of prejudice. Reading, Massachusetts: AddisonWesley. Barbier, R. 1997. L’approche transversale. L’écoute sensible en sciences humaines. Paris, Francia: Anthropos. Bengoa, J. 1985. Historia del pueblo mapuche, siglos XIX y XX. Santiago de Chile: Ediciones Sur. Brown, R. 1995. Prejuicio. Su psicología social. Madrid, España: Alianza Editorial, S.A. Cantoni, W. 1978. “Relaciones del mapuche con la sociedad nacional chilena”. En Raza y clase en la sociedad postcolonial. Madrid: UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. 227-334. 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Al estudiar el desarrollo histórico de sistemas económicos, especialmente de la economía monetaria, no solamente deviene visible el estado actual de la formación de modelos económicos, sino que, al mismo tiempo, se puede señalar una posible evolución con miras a una economía del saber. Palabras claves: Economía, conciencia, desarrollo. ABSTRACT Changes in the development of consciousness frequently occur in clearly identificable sequences that can be described as pre-conventional, conventional and post-conventional levels. Each one of these levels is characterized by specific patterns of being, feeling and thinking, acting and communicating. When the historical evolution of economic systems, and especially their key organizing institution of money, are mapped on the same sequence, some interesting insights arise on today’s state of economic theory and on its likely future evolution towards a knowledge-based economy. Keywords: Economy, conscience, development. Recibido: 24.05.2007. Aprobado: 05.11.2007. * Psicólogo clínico Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak. Santiago de Chile. E-mail: [email protected] ** Kliniken Essen-Duisberg Mitte at the Department of Internal Medicine / Integrative Medicine University Essen-Duisberg. E-mail: [email protected] 105 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 105-116 1. UNA PSICOLOGIA EVOLUTIVA U NA RECOPILACION y revisión de la literatura etnosocial, antro- pológica y psicológica muestra que el desarrollo de la conciencia y del sí mismo está compuesto tanto filo como ontogenéticamente de diferentes escalones o etapas (Commoner et al., 1990; Lovejoy, 1936; Gruber & Voneche, 1977) y que cada una de ellas está caracterizada por propiedades psicológicas cualitativamente diferentes (Smith, 1989; Loevinger, 1977). De acuerdo a la corriente evolutiva en Ciencias Humanas y Sociales, las regularidades y singularidades distintivas y propias de un determinado nivel no se dejan traspasar sin más al nivel siguiente (Kohlberg, 1984; Sullivan, 1980), lo que significa que la visión-de-mundo y de sí-mismo y las formas interactivas relacionadas se organizan en torno a un centro de gravedad específico, distintivo, asociado a cada etapa o fase particular (Erikson, 1950). De lo anterior se sigue que nuestra percepción, nuestro “actuar comunicativo” (Habermas, 1981, 1995), nuestras valoraciones afectivas y conclusiones cognitivas están influenciadas en un grado considerable por el estado evolutivo correspondiente de nuestro desarrollo de la conciencia o del sí mismo. Si bien los diferentes autores escogen diversas expresiones y en su diferenciación a ratos establecen subniveles o divisiones inferiores, a grandes rasgos se pueden distinguir tres niveles universales, que se corresponden con un nivel preconvencional, convencional y postconvencional. En primer lugar, se debe distinguir un nivel preconvencional, que se caracteriza psicológicamente por la solidaridad o adhesión primaria de cuerpo y mente, naturaleza y comunidad. El marco comprensivo, por lo tanto, es del tipo mitológico-mágico y desconoce las regularidades propias de las ciencias naturales. De este modo, un niño, que evolutivamente se encuentra en un nivel preconvencional, aún no puede efectuar un cambio de roles concreto y todavía desconoce las reglas elementales de la lógica. Por ejemplo, una cantidad idéntica de líquido en dos recipientes de distinto tamaño será interpretada como volúmenes de líquido diferentes (Piaget, 1929, 1930). De la misma manera, aún se pueden confundir sujeto y objeto, pues se carece de distinciones lógico-gramaticales básicas. Como consecuencia de lo anterior, la realidad es percibida de manera concretista y literal. En ella “Moisés dividió el mar”, “el sol se acuesta” y “la madre está ausente”, aunque sólo haya ido a la pieza contigua. La relación hacia el colectivo o el grupo primario aún no permite el cambio universal de roles, ni una consideración y evaluación en perspectiva. El sometimiento a un conjunto articulado de reglas y prescripciones se logra principalmente mediante el castigo y la sanción. Atenea 496 II Sem. 2007 106 El nivel convencional puede ofrecer la respuesta adecuada justamente a aquellos pasos del desarrollo preconvencionales. Desde un punto de vista evolutivo, con el nivel convencional comienza la gestación de las funciones yoicas, como por ejemplo la capacidad de efectuar cambios de rol, una elevada capacidad de abstracción, la razón discursiva, la capacidad de distinguir el adentro del afuera, un cambio de perspectivas pasajero así como una conciencia crecientemente reflexiva y organizada simbólico-lingüísticamente. Los valores, las normas y leyes prescritas por la sociedad correspondiente son decisivas para la evolución de la conciencia. La conciencia yoica puede colocarse a sí misma en relación al todo complejo de la sociedad, acontece una diferenciación progresiva de cuerpo y conciencia yoica, de naturaleza y sociedad. Relaciones causales del tipo “si-entonces”, referencias lineares y un grado incrementado de comprensión de roles devienen cada vez más importantes. Weber (1988) y Habermas (1977, 1988) han hablado de una “diferenciación de las esferas valóricas”. Necesidades y motivos convencionales, tales como los describe Maslow (1954), son, por ejemplo, el reconocimiento social, la consolidación de la autoestima. En un nivel postconvencional nuevamente cambia el centro de gravedad de la conciencia y con ello también cambia el equipment afectivo y cognitivo dominante. Todos los estándares afectivo-cognitivos de racionalidad aquí generados han de legitimarse ante el fondo de los logros de un nivel convencional. Ante el trasfondo de las reflexiones generales acerca del concepto de evolución, los estados ulteriores con respecto a los anteriores no solamente deben evidenciar un incremento de diferenciación, sino que, al mismo tiempo, han de integrarlos y trascenderlos. Es decir, deben considerar alcances científicos propios de un estado de derecho, pero también económicos y sociológicos. Al mismo tiempo aparecen nuevas necesidades y motivos, por ejemplo, la autorrealización y trascendencia (Maslow, 1954, 1970). Trasladando lo anterior a un contexto social, en lugar de modalidades de consideración mítico-mágicas (preconvencional) y regional-perspectivistas (convencional) aparecen estándares de racionalidad más avanzados tales como tolerancia recíproca, justicia universal, relaciones de complementariedad o pluralismo universal. Las diferencias específicas cambian y, a pesar de que el marco de enjuiciamiento o valoración del nivel convencional es coherente en cuanto a la especificidad de la fase evolutiva, con el desarrollo progresivo se desplaza el punto de gravedad de la conciencia y con ello también nuestro sistema referencial para nuestro actuar, valorar, pensar y comunicar. La Tabla 1 muestra algunas características del desarrollo de la conciencia en síntesis: 107 Atenea 496 II Sem. 2007 Tabla 1. Algunas características del desarrollo de la conciencia. Niveles (centro de gravedad organizacional) Estándares de racionalidad afectivo-cognitivos Centro de gravedad de la conciencia Relación para con el colectivo / Estándares sociales Preconvencional (Concretismo) Sensomotriz, emocional, instintivo, aún no socialmente mediado, psicobiológicamente determinado, motivos primarios, afectos primarios. Autista, primarionarcisista, prepersonal, simbiótico, arcaico, colectivo-exclusivo, identidad de roles, concepto temporal cíclico. Pertenencia, seguridad, cohesión con la naturaleza, mitológicomágico, determinista, concretista, práctica ritualizada. Convencional (Causalidad) Concretooperacional, formal-operacional, lingüísticodiscursivo, racional-crítico, competitivo, consideraciones a corto plazo. Socio y etnocéntrico, egológico, individualista, causal-analítico, linear, concepto temporal irreversible, perspectivistahistórico, identidad yoica. Autorrealización, diferenciación de la esfera de los valores, ciencias naturales, estado nacional, desarrollo tecnológicocientífico, práctica experimentalintervencionista Postconvencional (Complementariedad) Tolerancia recíproca y reconocimiento, amplitud de perspectivas, cooperativoaltruista, solidario, duradero, persistente. Universalista, pluralista, sistémico, complementario, sincronicista, colectivo-inclusivo, transpersonal, cambio de roles recíproco. Autotrascendencia, valores humanos, sistema referencial global, apertura/ transfinitismo, práctica integral, justicia o fairness universal. 2. SISTEMAS ECONOMICOS EVOLUTIVOS El marco evolutivo anteriormente esbozado se basa en una sólida estructura teórica, cuyos fundamentos empíricos y teóricos han sido aportados por la investigación psicológica. Lamentablemente, la hipótesis psicológica, asumida por las formaciones teóricas formuladas en el ámbito de la economía política, ha sido congelada en el punto evolutivo que resume el comportamiento humano como homo oeconomicus. Una definición clásica, basada en Atenea 496 II Sem. 2007 108 los desarrollos de Dahrendorf (1958) y Gray (1987, 1999), describe a dicho concepto de hombre como un hombre hipotético, que debe ser libre de sentimientos y motivos altruistas, que se ven perturbados por la aspiración netamente egoísta hacia la riqueza y su gozo. Esta noción, introducida en su momento por A. Smith, data de varios siglos de antigüedad y, aparte de los supuestos de la maximización racional de la utilidad esperable, la disposición de un exhaustivo estado de información y una función de utilidad estable, contiene implícitamente la condición de que decisiones subjetivas no deben estar distorsionadas por variables afectivas. En suma, una serie de presunciones fundamentales difícilmente sostenibles tras varios siglos de investigación psicológica. Consecuentemente, la pregunta que se nos plantea es la siguiente: ¿En qué consisten las repercusiones del proceso evolutivo psicológico (véase arriba) sobre el comportamiento económico? Puede ser demostrado que actividades económicas, especialmente la economía monetaria, presentan un pattern evolutivo, que se halla en relación directa con el grado de conciencia de los hombres afectados (Furham & Argyle, 1998). Cada sociedad, incluyendo la sociedad contemporánea, parte del supuesto de la naturalidad y comprensibilidad de suyo de su propio sistema monetario. Este hecho es altamente asombroso a la luz de la variedad extraordinaria de objetos empleados como monedas en las diferentes sociedades1. Desde un punto de vista psicológico, semejante “comprensibilidad de suyo” o “naturalidad espontánea” no es otra cosa que un indicio o signo de algo que aún no ha penetrado la conciencia (Belk & Wallendorf, 1990). Por ello, los sistemas monetarios son un campo ideal para investigar de manera ejemplar el grado promedio de la conciencia en una sociedad determinada. La respectiva investigación no apuntará necesariamente al establecimiento de relaciones causales del tipo causa-efecto para describir la relación entre grados de conciencia y sistemas monetarios. Más bien interesa establecer una correlación entre los valores fundamentales y las concepciones y valores al interior del sistema monetario. Los manuales económicos clásicos tienden a definir el dinero mediante lo que hace: es decir, sus funciones como medida valórica, medio de intercambio y medio de concentración o acumulación de valor. En este lugar interesa más bien preguntar por lo que el dinero es. Para nuestros propósitos podemos definir dinero como un acuerdo pactado al interior de una comunidad monetaria de usar algo como medio de pago (Lea et al., 1987). A. Smith 1 Sin mencionar las formas más recientes de dinero, una somera revisión de la historia de las respectivas monedas de pago entrega como resultado la siguiente lista de pequeños objetos, empleados como símbolos de valor: ámbar, perlas, caracoles, tambores, huevos, plumas, cabellos de ángel, azadas, marfil, jade, calderas, cuero, tapices, clavos, bueyes, cerdos, cuarzo, arroz, sal, dedales, kayacs, cadenas de concha, hilo y hachas decoradas (véase Glyn, 1994). 109 Atenea 496 II Sem. 2007 ¿Cuál es, entonces, el pattern evolutivo de nuestros acuerdos colectivos, la mayoría de las veces inconscientes, acerca de sistemas monetarios en el transcurso del tiempo? A un nivel preconvencional el sistema monetario está basado en lo fundamental en bienes económicos. La característica común de todos los sistemas monetarios preconvencionales es el uso o empleo de un objeto valioso como medio de pago. El método más antiguo es el trueque, el intercambio de mercancías o servicios sin que medie forma de moneda alguna. El trueque requiere como condición previa el que ambos partidos “dispongan de necesidades y medios adecuados”, lo cual significa una restricción considerable para la movilidad del comercio de cambio. Siguiendo a Aristóteles, estas limitaciones fueron la primera razón para la invención del dinero. El segundo paso histórico lo constituyen las llamadas mercancías monetarias, es decir, el empleo de un producto o de un bien económico como medio de pago y/o medida de valor, que al mismo tiempo posee un valor solidificado y útil. Muchas de las monedas llamadas “primitivas” pertenecían a este tipo, por ejemplo, las vacas, el arroz, los huevos o la sal. El paso siguiente está dado por la creación de una autoridad que ha de presidir el sistema –habitualmente el soberano o gobernante de la región correspondiente–, que prescribe determinados estándares, garantizando la pureza, el peso y otras cualidades del bien económico empleado como moneda. Una vez alcanzada esta etapa evolutiva, rápidamente siguió la amonedación o acuñación de monedas. Heródoto les atribuye este invento a los Lidios en el siglo VII a.C. y a partir de ahí se propagó “como un reguero de pólvora” sobre todo el mundo antiguo. Acuñaciones valiosas de metal, dependiendo de la región geográfica respectiva, durante mil a dos mil años siguieron siendo la forma de moneda más importante hasta que se produjera la primera revolución tecnológica relevante –la invención del papel de moneda. A un nivel convencional el sistema monetario está organizado por el papel. La primera moneda de papel apareció en China durante el reinado de Hien Tsung (806-821 d.C.) como sustituto pasajero de las tradicionales monedas de cobre (Davies, 1994). La primera vez que occidente –con total incredulidad– supo de una moneda de papel fue a través de Marco Polo, quien visitó China desde 1275 hasta 1292. No obstante, tuvimos que esperar hasta el comienzo de la Revolución Industrial para que fuera empleada en el mundo occidental por el ciudadano promedio. El estándar del oro fue el mecanismo de transición desde las monedas basadas en bienes económicos hasta las monedas de papel. Durante este tiempo el dinero de papel distribuido debía estar asegurado en un 100% por monedas de oro o barras de oro. En realidad, esto la mayor parte del tiempo no fue el caso, empero la idea de un aseguramiento de la moneda puesta en circulación por medio del oro se siguió considerando como “hoja de parra” importante2. Esto sólo Atenea 496 II Sem. 2007 110 cambiaría oficialmente en 1972, cuando el Presidente Nixon, incluso para los bancos centrales, suspendió la convertibilidad del dólar en oro y con ello dio fin al acuerdo de Bretton Woods. En el fondo, el dinero de papel siempre fue lo que se designó como moneda tipo “Fiat”, es decir, una moneda creada ex nihilo, para la cual una autoridad simplemente determinaba que a algo, que en sí no poseía un valor relevante (es decir, papel), se le atribuyera un valor determinado. Tal como ya se advirtió, este desplazamiento tecnológico permitió un desplazamiento gradual del poder de la producción de dinero de los soberanos de la era preconvencional hacia el sistema bancario de la fase convencional. Un monopolio legalmente asegurado de este tipo de dinero como medio de pago legal fortaleció aún más este privilegio de los bancos. Con el cambio hacia un nivel postconvencional también cambió la forma de organización del dinero. Surgen sistemas monetarios económicos. Mientras que se reconocen primeros indicios del comienzo de un pattern evolutivo orientado hacia una psicología postconvencional, ¿no sería posible también reconocer algunos signos tempranos de un sistema monetario postconvencional? Dado que en este caso se trata de proyecciones o predicciones hacia el futuro, todo lo que pueda decirse al respecto es de carácter especulativo y sin lugar a dudas resultará más controversial de todo lo que se haya afirmado mediante los procedimientos de investigación retrospectivos acerca de un pasado estudiado y conocido. Es un hecho positivo y asegurado que la mayor parte del dinero actual es de tipo electrónico. Solamente un 5% estimado del dinero puesto en circulación sigue siendo dinero de papel. Incluso el gobierno de Singapur aspira a convertir el 100% de su capital en dinero electrónico y para el 2008 tiene la intención de llevar a cabo todos sus negocios electrónicamente. Menos visible resulta el hecho de que –tal como sucedió cuando se introdujo el dinero de papel– el poder de la creación monetaria se vuelve a desplazar. En realidad el monopolio del dinero en depósitos en el transcurso de los últimos decenios ha sufrido un lento pero irreversible declive hasta su total extinción. Dado que se han determinado las características de las variables monetarias más relevantes de los tres niveles evolutivos anteriormente comentados –preconvencional, convencional y postconvencional–, podemos arriesgarnos a trasladar este análisis a la evolución de los sistemas económicos respectivos. Esta a su vez depende en un grado considerable de una comprensión específica del tiempo. La Tabla 2 muestra una visión panorámica acerca de lo que los tres niveles anteriormente discutidos significarían para el marco económico de una sociedad. Reunión de Bretton Woods 2 Por ejemplo, la relación entre las reservas de oro y la emisión de billetes del Banco de Inglaterra, que en 1794 consistía en un 70%, a comienzos del siglo XIX ya había bajado a un 50%, para reducirse a menos de un 10% en 1913 (Cannan, 1969; Gallarotti, 1995). 111 Atenea 496 II Sem. 2007 Tabla 2. Algunas características de sistemas económicos preconvencionales, convencionales y postconvencionales. Nivel evolutivo Sistema económico Sistema monetario Condiciones de encuadre Percepción temporal Tipo de hombre Preconvencional Trueque primitivo, sociedades agrarias Basado en mercancías, ninguna moneda, monedas de mercancías Religionesmitologías, tradiciones locales o regionales Cíclica, prioridades del aquí y ahora Homo ritualis Convencional Epoca industrial, mercados de competencia Basado en papel, “standard” del oro”, acuerdo de BrettonWoods Sistemas de derecho nacionales, sistemas de acuerdo internacionales Prioridades lineares, de corto plazo Homo oeconomicus Postconvencional Postindustrial, sociedad del saber/de la información Sistemas monetarios electrónicos complementarios Sistemas globales/ locales complementarios, condiciones y requisitos diferentes, elección consciente de consecuencias económicas Simultáneamente diferentes percepciones temporales, elección consciente de prioridades temporales Homo universalis 3. DISCUSION En primer lugar, es sumamente importante tener presente que los tres niveles de sistemas económicos en la actualidad son ejercidos simultáneamente en diferentes lugares del mundo. Antropólogos y etnólogos describen a muchas culturas agrarias y algunas culturas de cazadores y recolectores, que aún se siguen encontrando en un nivel preconvencional y que practican el “trueque primitivo” sin emplear moneda alguna como medio de intercambio. Mientras tanto muchas de estas culturas “primitivas” se han desarrollado hasta tal punto que emplean diferentes formas de monedas de mercancía (por ejemplo, sal o vacas). Diferentes razones de tipo religioso y mitolóAtenea 496 II Sem. 2007 112 gico justifican las tradiciones locales y regionales que determinan estos tipos de intercambio. En aquellas sociedades predomina una percepción temporal del tipo cíclico, marcada por eventos condicionados por el paso de las estaciones y determinadas fiestas periódicas, hacia las cuales los respectivos mercados están enfocados. El trueque es una parte subordinada de un conjunto articulado de procesos rituales y se ha desarrollado con el paso del tiempo para asegurar que se disponga de las cosas necesarias para la sobrevivencia y el bienestar de todos los participantes. El hombre que se encuentra en este nivel de la realidad se podría designar como homo ritualis. Dado que la mayor parte de la humanidad en la actualidad actúa en un nivel convencional de la evolución psicológica, deberíamos contar con que también la mayoría del intercambio económico opera a este nivel. Este es el mundo de la época industrial, en la cual dominan los mercados competitivos, en los cuales los monopolios de ciertas monedas nacionales fueron creados por leyes o acuerdos internacionales. La percepción temporal mayoritaria es aristotélica: un tiempo linear, granular, que se extiende desde un pasado indeterminado hacia un futuro igualmente incierto y que –en cuanto a lo económico– coloca un marcado énfasis en las consideraciones de corto plazo. Todas las características del sistema de valores convencional y del marco psicológico correspondiente se aplican al homo oeconomicus. Finalmente, existen algunos indicios que apuntan al pronto surgimiento de una realidad postconvencional. Estos nuevos procesos actualmente siguen encontrándose en un estado embrionario y apenas desarrollado. Con ello nos estamos refiriendo a la aparición de monedas complementarias (Lietaer, 2000): éstas evolucionan en paralelo a las monedas nacionales y han experimentado un crecimiento exponencial en los últimos 10 años. Hoy en día es un hecho mundialmente reconocido que economías políticas progresivas son transformadas en economías políticas postconvencionales, basadas en la administración del saber. El sistema monetario, no obstante, que es una variable retardada temporalmente, sigue siendo casi exclusivamente de tipo convencional. Los signos de cambio que indican hacia un cambio monetario postconvencional desde un nivel convencional suelen ser desechados con excesiva facilidad. Todo el sistema de las monedas complementarias hasta cierto punto puede ser comparado con el momento evolutivo crucial en el cual se encontraba el ámbito de la aviación cuando los hermanos Wright se suspendieron en el aire con su primer avión. El milagro ahí consistió en que su aparato siquiera voló. Su rendimiento real consistió en probar que efectivamente era posible volar. Al aparecer una innovación de este tipo, ésta suele ser embrollada, incompleta, confusa y de pequeño o limitado alcance, por lo cual habitualmente se encuentra con fuertes resistencias. Así, por ejemplo, muchas personas en su momento miraron con ojos críticos o escépticos el cambio del nivel preconvencional hacia el convencional marcado por la introducción de las monedas de papel. 113 Atenea 496 II Sem. 2007 Rublo ruso en 1998 Atenea 496 II Sem. 2007 114 Con tal de volver a las características psicológicas postconvencionales descritas en la Tabla 1, encontramos a la tolerancia recíproca y el reconocimiento del otro, la solidaridad y el apoyo a largo plazo como emociones predominantes. Prevalece el pluralismo en el cual las diferencias culturales son aceptadas y respetadas en un grado creciente y, al mismo tiempo, la capacidad de colocarse en el lugar del otro y la fairness universal devienen cada vez más importantes. Es este un mundo en el cual las antiguas polaridades entre el individuo y los colectivos y las oposiciones entre identidad local y global fueron integradas y devinieron trascendentes. Tal como se mostró en la Tabla 2, monedas complementarias favorecerían a semejante sistema de valores y facilitarían el establecimiento de un equilibrio económico entre prioridades locales y globales. Los hombres en esta sociedad serían conscientes de la falta de neutralidad de la elección monetaria y la práctica correspondiente indicaría que se debe elegir aquella moneda para sus transacciones que apoya los fines o el tipo de relaciones que ellos desean fomentar mediante esa transacción particular. Por ejemplo, de tratarse de relaciones distantes o comerciales, seguirían empleando sus monedas convencionales actuales. En cambio, de tratarse de negocios con el vecino o de comercios destinados a implementar una mejoría en el abastecimiento o la asistencia de personas de tercera edad o de una mayor variedad de la experiencia vital de niños, sería sensato emplear otro tipo de moneda complementaria, diferente a las escasas monedas nacionales. Tal como sucede en la psicología, existe el peligro de confundir las características de niveles económicos postconvencionales con algunos aspectos de niveles preconvencionales. Por consiguiente, aprovechando el ejemplo histórico de la psicología, se hace necesario mirar más allá de las apariencias superficiales antes de poder decidir de caso en caso con qué nivel se está tratando. Por ejemplo, economistas convencionales podrían rechazar las monedas de intercambio contemporáneas actuales como regresión hacia un “intercambio primitivo pre-monetario”. De hecho, existen casos de intercambio que representan un retroceso económico preconvencional: el intercambio aparece espontáneamente cuando se derrumba una moneda nacional, tal como sucedió con el rublo ruso en los años 90 tardíos o con el peso argentino a comienzos del siglo XXI. No obstante, también existen tipos de intercambio sofisticados, adecuados a la época de la información, que son absolutamente postconvencionales. Ellos se efectúan por ser menos costosos que las transacciones efectuadas con dólares normales. En pocas palabras, al igual que en el caso de las evoluciones psicológicas, en este ámbito al mismo tiempo se pueden constatar tanto retrocesos en la dirección de un nivel preconvencional como progresos hacia un nivel postconvencional. De confirmarse este esquema evolutivo podría significar un futuro positivo y optimista tanto para la sociedad humana como para la teoría econó- mica política. La humanidad es una especie reciente que no por primera vez experimenta un cambio de conciencia. La estrecha relación de reciprocidad entre los resultados de la investigación psicológica y el desarrollo de la economía monetaria puede hacer un aporte significativo al logro de dicho cambio. REFERENCIAS Belk, R.W. & Wallendorf, M. 1990. “The Sacred Meanings of Money”. Journal of Economic Psychology, Vol. 11, p. 35-67. Cannan, E. 1969. The Paper Pound of 1797-1821. 2a edición. New York: Augustus Kelley. Commoner, B., Richards, F. & Armon, C. 1990. Beyond Formal Operations. New York: Praeger. Dahrendorf, R. 1958. Homo Sociologicus: Ein Versuch zur Geschichte, Bedeutung und Kritik der Kategorie der sozialen Rolle. Opladen: Westdeutscher Verlag. Davies, G. 1994. A History of Money from Ancient Times to the Present Day. Cardiff: University of Wales Press. Erikson, E.H. 1950. Childhood and Society. New York: Norton. Furham, A. & Argyle, M. 1998. The Psychology of Money, London: New York. 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En Chile, su acondicionamiento espacial estuvo determinado por aspiraciones colectivistas que demandaban lugares abiertos, jerárquicos, de encuentro y reunión acordes a las demandas universitarias del momento. Palabras claves: Arquitectura moderna, urbanismo, campus universitarios. Campus Universidad de Concepción. Archivo Fotográfico Udec. ABSTRACT The design of University Campuses in Chile, originated during the second half of the twentieth century, included various principles of functional urbanism. Nevertheless, their layout also responded to necessities of social participation in the design of the public space, a key subject that the urbanism of post-war called “the heart of the city”, which was debated during the VIII CIAM, Hoddeston, 1951. In Chile, their spatial design was determined by collective aspirations that required relevant open spaces for * Trabajo que muestra resultados del Proyecto de Investigación DIUBB Nº 074602 1/R y es parte de la Tesis Doctoral que está siendo finalizada por el Prof. Pablo Fuentes H., denominada “El desarrollo de la Arquitectura Moderna en Chile”, para ser defendida en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid, España. ** Arquitecto, profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Bío-Bío, Concepción, Chile. Máster en Conservación y Restauración del Patrimonio, Universidad Politécnica de Madrid. E-mail: [email protected] 117 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 117-144 gathering and congregation and that represented an appropriate response to the University demands. Keywords: Modern architecture, urbanism, university campus. Recibido: 13.09.2007. Aprobado: 30.11.2007. (...) la región latinoamericana sabe que sin educación primaria universal no puede continuar hablando de democracia representativa, así como sin magníficas universidades o modernos politécnicos no podrá perfeccionar, ni vigorizar una sociedad que casi muere de sed junto a la fuente, que camina su pobreza por un medio físico exuberante y prodigioso y que no ha incorporado aún a la vida civilizada y culta a inmensas masas de analfabetos. Confiemos que los nuevos edificios universitarios sean la clarinada anunciando el cambio y que en sus aulas, laboratorios, talleres, bibliotecas y cubículos, maestros y estudiantes respondan al reto histórico de la región (Abad, 1966: 300). L A UNIVERSIDAD, una institución urbana por excelencia, ya no sólo por ubicarse en la ciudad, sino por el sentido cívico que alcanza en el siglo XX, ha sido durante la historia reflejo del desarrollo de la sociedad y, en consecuencia, de la propia ciudad. Por lo mismo, ha adaptado su forma a las nuevas concepciones urbanísticas que van revelando los ideales culturales de la sociedad. En el presente texto se desea mostrar que varios campus universitarios diseñados en la segunda mitad del siglo XX fueron en Chile expresiones y resultados propios de las concepciones sujetas a los postulados del urbanismo moderno. En este sentido, se puede afirmar también que los campus universitarios fueron otra manera de construir el ideal de ciudad moderna en Chile, un proceso que también abarcó a Latinoamérica. Los campus universitarios fueron la materialización de uno de los requerimientos que desprendieron el complejo proceso de crecimiento demográfico nacional y de las necesidades por emprender un proceso de profesionalización sobre su población acorde con las necesidades de un país en vías de desarrollo. Para el caso, se desea mostrar que la planificación de los campus universitarios estuvo sujeta a las concepciones del urbanismo moderno del siglo XX que de una u otra forma permearon sus posibilidades de ejecución. Estas ideas no sólo corresponden a la implementación de los conceptos emanados durante su período inicial, sino también a las reflexiones urbanísticas de mitad del siglo, a partir de la posguerra. Al respecto, no sólo caben las formulaciones hechas sobre la ciudad funcional en el IV CIAM, sino sobre Atenea 496 II Sem. 2007 118 todo en cuanto a la reivindicación y consideración de los centros urbanos hechas en los CIAM después de la Segunda Guerra Mundial. Concurren entonces, según se verá, especialmente aquellas reflexiones sobre el “corazón de la ciudad” hechas en el VIII CIAM (Hoddesdon, 1951)1. En ese marco, es menester señalar que la revisión de la ciudad realizada a partir de los problemas de la reconstrucción europea por los CIAM mostró con meridiana claridad que los centros urbanos donde se congregan masas que desarrollan una vida colectiva eran símbolos de la ciudad misma. Ellos dan vida propia a la ciudad, representan la cultura cívica. Por lo mismo, los CIAM pensaron que las ciudades modernas debían tener un corazón o núcleo. En consecuencia, estos congresos consideraron vincular su pensamiento humanista con la planificación moderna de sectores centrales donde la vida urbana creara lugares de reunión, espacios que facilitaran el intercambio de ideas en un marco urbano-arquitectónico que posibilitara la reunión y el encuentro. En el libro El corazón de la ciudad, Sert (Rogers, Sert y Tyrwhit, 1955: V y VI) propuso la creación de nuevos centros como elementos catalizadores de la vida en comunidad, dedicados y dimensionados fundamentalmente para el peatón y para sus actividades de comunicación, capaces de permitir el contacto y el intercambio. Estos conceptos aparentemente estaban en la mente de aquellos arquitectos chilenos a quienes les cupo la responsabilidad de diseñar los campus universitarios en Chile2. Al respecto se desea mostrar que los proyectos para los nuevos campus chilenos, aparte de adscribir a las ideas del urbanismo moderno estaban también afectados por estas últimas consideraciones de la urbanística de posguerra. También se desea mostrar que, como afirmaba E.N. Rogers (Rogers et al., 1955: 69), también en estos diseños se trató de hacer coincidir el centro geométrico con el sentido funcional de la comunidad que organizaban. Para este aspecto se hará notar que bajo distintas formas, generalmente hubo tendencia a superponer la geometría a la función. La idea de Centro contiene en sí dos principios: uno geométrico (respecto de un determinado diseño urbanístico) y el otro funcional (respecto del destino y al uso). Muchas veces ambos aspectos coinciden: el centro de gravedad de una ciudad puede, al propio tiempo, ser el Corazón de la misma3. 1 En el VIII CIAM se presentaron los planos de desarrollo urbano para Medellín, Bogotá (Colombia) y Chimbote (Perú), desarrollados por J.L. Sert y P.L. Wiener. Fueron las únicas ciudades latinoamericanas consideradas para el evento bajo las consideraciones del “corazón de la ciudad”. 2 E. Duhart, arquitecto involucrado en algunos de estos proyectos, incluía El corazón de la ciudad en su bibliografía básica para sus cursos en la Universidad Católica. Entrevista a Roberto Goycoolea, alumno y socio de Duhart, 14 de septiembre de 2006. 3 Rogers, E.N. “El corazón: Problema humano de las ciudades”. En Rogers et al., 1955: 69). 119 Atenea 496 II Sem. 2007 Se desea mostrar que las formas de esta urbanística estaban teñidas por la configuración espacial de centros públicos que respondían a las nuevas concepciones humanísticas que reconocían en las actividades grupales una tendencia social, cultural y política que centraba a la calidad de las relaciones humanas como fundamento de la acción social y urbana contemporánea. En este marco, se quiere, finalmente, mostrar que estas propuestas espaciales con acento en los núcleos de encuentro colectivo ejercieron una mirada retrospectiva sobre los espacios cívicos de la ciudad tradicional sobre la base de un lenguaje moderno. En consecuencia, se tratarán los campus universitarios chilenos como formas análogas de la ciudad funcional adaptadas al concepto urbano del corazón de la ciudad. Para el caso se expondrán las soluciones de tres campus cuyo desarrollo urbano fue relevante en Chile por las magnitud de sus soluciones y por su significado estratégico en el desarrollo nacional: el campus de la Universidad Técnica del Estado en Santiago, el campus de la Universidad de Concepción en esta ciudad, y el campus San Joaquín de la Universidad Católica –éste último no construido– también en la capital. Todos ellos resolvieron de modo similar la organización espacial de su programa, es decir, adaptaron el uso de un espacio central de modo que en él se congregaron funciones jerárquicas con interpretaciones simbólicas desde la perspectiva del uso público. Se han elegido estos tres ejemplos, además, porque sus instituciones operadoras tenían un origen distinto, ya sea estatal, laico y católico, cuestión que pretende mostrar que, independientemente del carácter de su origen institucional, las tres soluciones manejaron similar significado funcional y espacial. Así, se descubre que cada una instaló su concepción espacial a partir de un núcleo central que congregaba a las funciones jerárquicas y simbólicas de las casas de estudio. Del mismo modo, se agregarán brevemente otros cuatro campus de la Universidad de Chile de patrocinio estatal que respondieron a la ampliación de esta institución, dos de ellos en Santiago: el campus Beaucheff y el Santa Rosa y dos en provincias: el de Playa Ancha y el de Talca. Se trata de conjuntos de menor tamaño que, no obstante, repitieron el modelo de organización funcional y simbólica de las organizaciones antes mencionadas. Estos conjuntos sirven para reafirmar que responden a una tipología bastante clara en cuanto a significación espacial y uso funcional de las actividades universitarias dispuestas en torno a un espacio central abierto que hace de corazón de estas nuevas implantaciones urbanas. A fines del siglo XIX los edificios universitarios en Chile habían seguido invariablemente los esquemas apriorísticos impuestos por la arquitectura neoclásica. En este sentido la función universitaria se supeditó, como la mayoría de los edificios de la época, a composiciones axiales y simétricas referenciadas por los órdenes clásicos. Eran un sistema arquitectónico cerrado, rígido, sin posibilidades de modificación o crecimiento. Ello explica Atenea 496 II Sem. 2007 120 que las casas centrales de la Universidad de Chile (1871-74) de Lucien Henault y de la Católica de Chile (1895-1913) de Emilio Jéquier y Manuel Cifuentes se ubicaran en la Avenida Bdo. O’Higgins, la principal arteria vial de Santiago, formando conjunto armónico con otros edificios neoclásicos de esta vía, más por similitud estilística que por alguna voluntad funcional o espacial. Era una arquitectura de imagen palaciega cuyo aporte a la ciudad estaba en su ubicación jerárquica próxima a otros cuerpos similares. Desde el punto de vista urbano constituían cuerpos autónomos, aislados, sin voluntad de establecer relaciones con otros volúmenes. Con el tiempo, como dice M. Moreno (2001: 30), por el crecimiento natural de la institución o por la diversificación curricular de sus programas de enseñanza se desconcentraron varias de sus facultades de las sedes centrales. Sin embargo, a comienzos del siglo XX aparece en Chile el campus universitario, un conjunto de terrenos y edificios dependientes de la ciudad dedicados a la enseñanza superior. Inauguran esta tipología la construcción de la Universidad de Concepción (1921) y su respectivo Plan Regulador hecho por Karl Brunner en 1931 (Fig. 1). Al mismo tiempo en Valparaíso cuenta la Universidad Federico Santa María (1928-31) de Josué Smith Solar y José Smith Miller (Figs. 2 y 3) (Moreno, 2001: 30). Otro antecedente sobre campus universitarios modernos en Chile se debe al anteproyecto para la ciudad universitaria elaborado por la Dirección General de Obras Públicas de la Universidad de Chile. Se trata de un conjunto sobre un terreno de 27 ha, al oriente del Estadio Nacional que no se construyó (“Pensionado...”, 1945: 20-22). No obstante, con posterioridad a los años 50, el impulso desarrollista que impregnó el ambiente posbélico alcanzó al ambiente universitario. Siguiendo a H. Behm (1969: 1071), se puede constatar que hay un acento en la concentración de las instalaciones físicas. La aspiración consecuente con su planificación es la de conformar una “ciudad universitaria” que supere al mero conglomerado de edificios. En consecuencia, las corporaciones de educación superior tenderán, a partir de este momento, a la planificación de campus universitarios en concordancia con el desarrollo integral de sus actividades. En este sentido, agrega Behm, la universidad y el desarrollo imponen la necesidad de absorber demandas cuantitativas de gran magnitud y la revisión urgente de contenidos y acciones de la actividad universitaria. El revolucionario avance tecnológico, los efectos del crecimiento demográfico acelerado, el cambio de las estructuras económicas tradicionales; la configuración de nuevas actitudes sociales en la comunidad, la órbita universal de las comunicaciones y el carácter masivo de los problemas que se plantean en el dominio de todas las disciplinas, son factores que implican el enunciado de nuevos conceptos sobre la Universidad, destacando a la educación superior con una gravitación decisiva en la sociedad contemporánea (Behm Rosas, 1967: 66). 121 Atenea 496 II Sem. 2007 FIGURA 1. Plan Regulador del Campus (1931) de Karl Brunner. Fuente: García, J. (1995: 37). Atenea 496 II Sem. 2007 122 FIGURA 2. Universidad Técnica Federico Santa María (1928/31). Planta del conjunto. Arqtos. Josué Smith Solar y José Smith Millar. Fuente: “Dos formas de crecimiento. Universidad Técnica Federico Santa María”. (AUCA Nº 8, 1967: 38). 123 Atenea 496 II Sem. 2007 FIGURA 3. Universidad Técnica Federico Santa María (1928/31). Foto aérea del conjunto. Arqtos.: Josué Smith Solar y José Smith Millar. Fuente: “Dos formas de crecimiento. Universidad Técnica Federico Santa María”. (AUCA Nº 8 , 1967: 38). El proceso de industrialización general en el que se vio envuelta Latinoamérica requirió mejorar la formación técnica de una cantidad importante de profesionales técnicos y científicos. La demanda de especialización técnica fue consecuente con la ampliación sostenida de la matrícula universitaria en toda la región4. 4 “Un aumento progresivamente acelerado se aprecia, también, con respecto a la población universitaria, conforme a las informaciones referidas al último decenio. En efecto, para 414.061 alumnos matriculados en 1957 se verifica un total de 610.433 en 1962, que alcanza a 781.942 en 1965 (UNESCO. PP. para Extensión y Mejoramiento de la Educación Primaria en América Latina. Informe de la Comisión de Evaluación, febrero, 1966, cuadro U-1). La tasa de crecimiento en las matrículas del nivel superior es del 92,3% para el período 1956/65, en especial significativa si se toma en cuenta que este índice es de 57% para el primer nivel en el mismo período. Estas constataciones traducen el esfuerzo que han desplegado las universidades de la región para ampliar su disponibilidad de plazas. Con excepción de Argentina, Cuba, El Salvador y República Dominicana, todos los países sobrepasan el 100% de incremento, para el período mencionado” (Cfr. Behm Rosas, 1967: 66). Atenea 496 II Sem. 2007 124 En cuanto a los edificios de enseñanza superior, hemos sido testigos de un despertar abrupto de construcción de ciudades universitarias en México como en Caracas, en Buenos Aires como en Panamá, en las provincias chilenas como en los estados brasileños, en las principales ciudades ecuatorianas como en las provincias centroamericanas: aunque los servicios que ofrecen dichas ciudades universitarias y otras instituciones de enseñanza superior no alcanzan sino para una matrícula que en 1965 no llegaba ni a los 800.000 alumnos, cifra que debe incrementarse considerablemente hasta 1970, si anhelamos obtener metas señaladas por planes de desarrollo de la región (Abad, 1966: 298). El crecimiento demográfico y la movilidad social fueron factores agravantes de este proceso evolutivo. En este sentido la forma de vigorizar a una región con una sociedad endeble y menesterosa, aunque cuyo medio físico era abundante y portentoso, debía incorporar a la vida civilizada y culta a una inmensa cantidad de personas sin formación (Abad, 1966: 300). En Chile en 1965 la población en edad de formación superior entre 19 y 22 años FIGURA 4. Mapa de las cinco sedes universitarias en Santiago de la Universidad de Chile (1965). Comisión de Planeamiento de la Universidad de Chile. Fuente: Alegría, R. (1969: 1078). 125 Atenea 496 II Sem. 2007 FIGURA 5. Sedes de los centros universitarios en provincias de la Universidad de Chile. Fuente: Alegría, R. (1969: 1086). llegaba a 605.000 jóvenes, de ellos estudiaban en la educación superior 34.000, es decir, apenas un 5,6% (Abad, 1966: 299). Respuesta a la demanda de educación profesional fue el crecimiento de las universidades en Santiago. Por ejemplo, a partir de 1965 la Comisión de Planeamiento de la Universidad de Chile propuso la creación de 5 nuevos núcleos universitarios ubicados en los barrios de Independencia (destinado al área de la salud), Macul (ciencias básicas, sociales y humanidades), Avenida Beaucheff (estudios tecnológicos sobre energía, comunicaciones, industria, minería, obras civiles, etc.), Santa Rosa Sur (área agropecuaria) y una sede para servicios administrativos junto a la actual casa central (Fig. 4). Todos ellos, cual más cual menos, incorporó distribuciones fundadas en el urbanismo moderno ya sea a través de la ciudad funcional y a través del corazón de la ciudad (Alegría, 1969: 1080). En la Universidad Católica el mismo proceso se haría poco después. Por otra parte comenzó la expansión a las regiones (Fig. 5). Para el caso, la Universidad de Chile concentró durante los 60 actividades en sedes ubicadas en: Arica e Iquique que comenzaron a funcionar en 1965, Antofagasta que lo hizo a partir de 1964, La Serena a partir de 1962 (Arqto.: José Dvoredsky), Valparaíso y Talca desde 1965 (Arqtos. Ana María Barrenechea, Francisco Ehijo y Yolanda Schwartz), Chillán desde 1966, Temuco desde 1960 y Osorno desde 1965 (Arqtos.: A.M. Barrenechea, Y. Schwartz, F. e hijo, Osvaldo Cáceres y Alejandro Rodríguez)5. Por último, también ocurrió la fundación de nuevas instituciones de nivel superior. Entre éstas últimas cuenta la fundación en 1947 de la Universidad Técnica del Estado (UTE), institución de educación superior destinada a contribuir al desarrollo industrial de Chile y a la extensión del conocimiento científico y tecnológico. Tuvo por objetivo preparar técnicos de formación intermedia y superior. Esta universidad, que comenzó sus actividades académicas en 1952, tuvo sedes en varias ciudades del país como Concepción y Temuco e incorporó a su administración algunas escuelas industriales ya existentes. También fue ejemplo de estos intereses la creación en 1954 de la Universidad Austral en Valdivia, al sur del país. En este marco, se desarrollaron una serie de nuevos proyectos e intervenciones en terrenos universitarios en la capital y fuera de ella. Una expansión de este tipo debió manejar conceptos de planificación ideal de la institución universitaria que tuvo por consiguiente consecuencias urbanas interesantes de rastrear. 5 Entre las finalidades de estos centros se contaba: formar profesionales en carreras universitarias a nivel intermedio, de acuerdo con las necesidades de la región y del país; desarrollar programas de perfeccionamiento para profesionales de la zona por medio de conferencias, cursos, seminarios y otros; realizar estudios relacionados con los problemas y recursos naturales de la región en colaboración con organismos interesados de la zona o servicios especializados de la universidad (Cfr. Salas, 1966: 315). Atenea 496 II Sem. 2007 126 Para entonces, la dinámica universitaria alcanzaba un papel relevante en el debate internacional. Ello explica que en 1967 se realizara la IX Conferencia de Educación Superior de las Repúblicas Americanas en Viña del Mar. El evento revisó las vicisitudes de la universidad en el marco de las circunstancias sociales del momento. Entre sus puntos de debate incluyó expresamente “La universidad y los problemas de desarrollo urbano” (“Novena...”, 1967: 36). Para el caso, F. Herrera (1967: 36) definió la proyección sobre el medio urbano de la universidad en 5 perspectivas: 1° la universidad como función económica definida, 2° como centro cultural, 3° como sistema educacional urbano, 4° como agente de cambio y 5° como institución de servicio público. En el tercer punto reflexionó específicamente sobre la importancia de la educación universitaria para el interés nacional, sobre las formas regulares de educación, sobre la educación técnica y otras actividades interdisciplinarias, la investigación especializada y sus posibilidades de extensión universal e integradora. La universidad, vista de este modo, se definía como un “agente dinamizador de la movilidad social” en relación a la activación de los procesos culturales que incluían a grupos sociales hasta entonces marginados de este proceso. Precisamente, durante los años 60 la crisis cultural extendida sobre los ideales materiales y espirituales de la sociedad alcanzó también al mundo universitario por medio de la Reforma Universitaria acuñada por el mundo de izquierda, el marxista y el socialcristiano (Gómez, 1995: 20 y s.). La transformación de las ideas, de los símbolos y de las estructuras sociales tuvieron reflejo en las corporaciones universitarias de toda América Latina. Las profesiones liberales quedaron estancadas. En su reemplazo aparecieron las profesiones tecnológicas buscando posición en la educación superior. Su transformación se relacionó con la aparición de una amplia variedad de actividades. El crecimiento de la población universitaria aumentó con la consiguiente crisis de las infraestructuras universitarias. Los servicios que han incluido en la edificación de cada conjunto son un índice de la variedad de actividades que la nueva Universidad Latinoamericana mantiene en sus programas, un paso firme hacia el cambio de espíritu que ya comienza a vislumbrarse, pues, a la Universidad humanista, inquieta, rebelde y soñadora, poco a poco se va integrando el valor científico, el instrumento técnico y la serena objetividad y el sentido pragmático de la vida (Abad, 1966: 300). EL CAMPUS UNIVERSITARIO Para Behm (1969: 1072) el concepto de campus va necesariamente ligado a una interpretación espacial. En este sentido si el campus sustituye al concepto de edificio, ahora es parte de un proceso integral de planeamiento 127 Atenea 496 II Sem. 2007 académico, administrativo y físico. Los conjuntos de esta naturaleza, como una ciudad, llevan asociadas las posibilidades de flexibilidad y versatilidad ante demandas no siempre previsibles. Esta cuestión no sólo incide en las posibilidades de transformación física de sus inmuebles, se refiere también a sus aspectos constructivos, es decir, en la modulación de sus sistemas, en la economía de sus elementos y, por ende, en los aspectos formales de la composición, de forma de conseguir una unidad armónica del conjunto. (…) el campus surge como expresión física de la universidad, como instrumento de relación entre ésta y el medio urbano y como ámbito de toda la actividad universitaria (Behm Rosas, 1969: 1072). El campus, en este sentido, es el ámbito donde transcurre la vida universitaria, fuente de conocimiento, enseñanza y reflexión disciplinaria e interdisciplinaria y, por tanto, tiene un alcance cualitativo que supera un problema simplemente dimensional. Involucra necesariamente circunstancias de ubicación y determina rasgos espaciales distintivos de su concepción arquitectónica y urbanística. En este sentido, su significado cultural, la complejidad de sus funciones educacionales y la escala de la masa estudiantil que se reúne y desplaza en forma colectiva por su interior constituyen la medida determinante de sus espacios. Del mismo modo, dado la diversificada dotación de servicios que requiere su funcionamiento, la densidad de población que representa, sus necesidades habitacionales y de transporte, la planificación de este conjunto supone un problema urbanístico especial. En este sentido el campus, afirma Behm (1969: 1077), se define como un recinto aparte, alejado del centro de la ciudad, a menudo como un complejo autosuficiente. Sin embargo, en esta posición de que el campus se basta a sí mismo, Behm deja entrever una suerte de oposición a la ciudad que lo origina en tanto puede incentivar precisamente su aislamiento urbano, cuestión que G. Canella (1968a: CXXVII) ha definido como la “Anti-ciudad”. Este fenómeno se origina según Behm por varios factores: el recogimiento y la concentración propia de la actividad de estudios universitarios, la concentración de parte importante de las dependencias universitarias y la conquista de su autonomía académica y administrativa que resguarda su libertad de acción son factores que posibilitan la necesidad de una organización espacial en equilibrio interno. Este punto es el que determina una composición espacial más o menos común en la forma de centros de convergencia situados dentro de un área total6. Esta suerte de oposición a la ciudad, estima 6 Esta cuestión ya tenía ejemplos históricos como lo era la distribución en el de la Universidad Kaiser-Whilhelms (1878) de Daniele Donghi, en la Universidad de Virginia (1817-26) de Thomas Jefferson y contemporáneos como en la Universidad Libre de Berlín (1963) de Joedicke, Candillis, Josic, Woods y Krammer (Cfr. Canella, 1968b: 16-19). Atenea 496 II Sem. 2007 128 Behm, se da también por la concurrencia de factores contrapuestos: “apertura hacia el medio de la acción universitaria, y segregación física del campus en el enclave urbano” (Behm, 1969: 1077). Como sea, estos factores son los que determinarán la planificación universitaria y en consecuencia tendrán efectos sobre la sociología de la universidad que se desea promover. Al respecto, durante los años 60, el pensamiento político y cultural internacional tendrá gran impacto sobre la educación superior en Chile al redefinirse su papel cultural y su incidencia en las políticas sociales nacionales. La idea de una universidad autónoma con grandes pretensiones de autosuficiencia funcional impulsará la creación de varios campus. En el diseño de varios de sus ejemplos toma relevancia el reconocimiento de un centro jerárquico –salvando las diferencias– muy parecido al significado espacial de la plaza de armas en la ciudad latinoamericana, donde las gentes se reúnen y comparten resguardadas por las más altas funciones urbano-universitarias. Esta rememoración de los poderes públicos configurando el núcleo del asentamiento es la cuestión que también se puede identificar a través de las nuevas composiciones urbanas en boga que reconocen “el corazón de la ciudad”, una forma que será característica de estos recintos en Chile. Los planes reguladores universitarios se ordenaron en consecuencia por supuestos de jerarquía funcional y simbólica. La Universidad Técnica del Estado (1957-62), de origen estatal, cuya orientación académica estaba destinada a satisfacer la demanda de formación profesional para el desarrollo industrial y tecnológico del país, ocupó terrenos del parque Quinta Normal en Santiago (Fig. 6). Los arquitectos encargados de desarrollar el proyecto fueron Carlos Bresciani, Héctor Valdés, Fernando Castillo y Carlos García Huidobro, los mismos que entonces desarrollaban en paralelo la Unidad Vecinal Portales, un gran complejo habitacional aledaño al lugar. Entre los objetivos del proyecto contaba integrar las áreas verdes del parque maximizando su disfrute por los usuarios, disponer de un sistema de edificios que permitiera albergar con libertad el complejo programa funcional permitiendo la flexibilidad y el crecimiento y adoptar un lenguaje arquitectónico contemporáneo asociado al origen tecnológico de la institución, cuestión que se logró en parte por el uso generalizado de acero, hormigón y vidrio (Eliash, 1990: 52). El terreno destinado tiene forma de L. En su lado oriente-poniente se ubican las antiguas edificaciones de la Escuela de Artes y Oficios y el estadio. En su ala norte-sur, el resto de las nuevas dependencias universitarias entre las que destacan el Instituto Pedagógico Técnico y la Escuela de Ingenieros, salas de clases y laboratorios. En su vértice, el punto que articula las dos alas es el más importante del proyecto, allí se ubicaron las instalaciones jerárquicas de la universidad: la Casa Central, un bloque longitudinal jerárquico que hace de cabeza a las restantes edificaciones y es articulador con las edificaciones existentes, 129 Atenea 496 II Sem. 2007 FIGURA 6. Planta de conjunto UTE (1957/62). Arqtos.: Bresciani, Valdés, Castillo y Huidobro. Fuente: Pérez, F. (2006: 71). Imagen modificada. la biblioteca, la cafetería y la residencia universitaria y el aula magna. Todos estos edificios se organizaron en torno a un espacio mayor, un núcleo que además hace de acceso al campus. En él se pretendió congregar las actividades relevantes y simbólicas para docentes y alumnos del campus. A la postre, salvo la Casa Central, los edificios restantes que conformaban este espacio no se realizaron, cuestión que desvirtuó el proyecto original. Los volúmenes, cuerpos puros que combinan acero y hormigón, son aislados y conectados por una red de circulaciones que se disponen sobre amplias áreas verdes. La organización general separa las circulaciones vehiculares de las peatonales, referenciando los paradigmas formales de la ciudad funcional. A la postre no se construyeron todos los edificios proyectados y el Atenea 496 II Sem. 2007 130 centro educativo ha sufrido alteraciones importantes, aunque el núcleo sigue denotando su jerarquía funcional, simbólica y espacial. En el caso del campus de la Universidad de Concepción (1957-58), institución fundada por la masonería, la administración tuvo entre sus orientaciones a partir de 1957 mantener expresamente las características unitarias de la universidad existentes desde 1921. La filosofía académica de ese plan proponía el concepto de “universidad integrada” que R. Atcon, experto de la UNESCO contratado para estudiar sus programas, basaba en 4 puntos: 1°) la reorganización académica de la Universidad en institutos centrales de investigación, 2°) el desarrollo de carreras propias en esos institutos, 3°) la economía de recursos materiales y humanos a través de la integración y concentración de equipamientos y servicios, y 4°) a partir de esa concentración la creación de un ambiente propicio para el desarrollo de la investigación científica y búsqueda del conocimiento7. El plan de Atcon comprometía una nueva expresión de su planta física organizada esquemáticamente por una serie de círculos y arcos en torno a un centro (Fig. 7)8. Por su parte, en 1957 sus autoridades formularon el plan de desarrollo y reestructuración de la Universidad que se sumaba al postulado de Atcon. Entre sus postulados se contaba con que: La universidad debe ofrecer a la sociedad: Los medios para el libre desarrollo de la personalidad humana. Contactos estrechos y ampliación del conocimiento humano. La formación del espíritu cívico y de la conciencia social. La educación general al nivel no graduado y no especializado, destinada a la satisfacción de las necesidades de gran parte de la población. La ampliación de toda especie de extensión cultural y científica9. Una declaración de este tipo requería una respuesta arquitectónica que expresara precisamente las aspiraciones académicas y sociales a los que la 7 Se trató de una propuesta de R. Atcon, experto de la UNESCO, quien sostenía que la universidad debería estar organizada básicamente sobre unidades centradas en campos de conocimiento, más que en el de las profesiones e integrada de forma horizontal (García, 1995: 74). 8 “El profesor Atcon la graficó muchas veces usando un esquema de círculos que expresaban al mismo tiempo organización estructural y posición física: trazaba con una línea gruesa una serie de círculos secantes agrupados en torno a un centro y los rodeaba con un anillo de círculos menores más pequeños trazados con líneas segmentadas, que quedaban inscritos en otros mayores dibujados con línea muy fina. Explicaba que en el centro estaba la dirección académica universitaria; que los círculos secantes mayores de línea gruesa eran los institutos reinvestigación; que los pequeños en el anillo eran las escuelas profesionales; y que los finos más grandes eran las áreas de conocimiento. Los institutos, de la misma manera que las áreas, eran actividades permanentes; en cambio las escuelas eran más variables, de acuerdo a la demanda del mercado” (García, 1995: 74 y 75). 9 Extraído de la “Carta de las Universidades de América. Posición de la Universidad de Concepción en la Tercera Asamblea General de las Universidades de América Latina”, 1959 (citado en “Foro Abierto”, 1968: 54-56). 131 Atenea 496 II Sem. 2007 FIGURA 7. Esquema estructural-espacial del R. P. Atcon. Fuente: García, J. (1995: 75). universidad se sentía llamada a responder. Para el caso, el Plan Regulador de las nuevas instalaciones fue encargado al arquitecto Emilio Duhart. La propuesta de Duhart desarrollada en 1957 era respetuosa con el Plan de Brunner de 1931 y de una u otra forma integraba esa antigua proposición con la nueva universidad. Se trató de un proyecto muy sensible conforme las nuevas concepciones académicas. Este plan arquitectónico, formulado en paralelo al plan académico de Atcon, coincidió con sus determinantes y, como afirma García, encontró un doble significado: por una parte, justificó la fundamentación conceptual de la “universidad integrada” y, por otra, comprometió su distribución funcional en torno a valores espaciales y simbólicos de la nueva universidad. En la memoria del proyecto Duhart señaló 10 propósitos de diseño esenciales: mantener el carácter de la planificación, promover el fácil contacto entre los edificios, el aprovechamiento de los terrenos, el aprovechamiento de los cerros, facilitar la creación de un nuevo conjunto deportivo, establecer la zonificación por grupos pedagógicos, determinar las circulaciones fundamentales, diseñar de acuerdo a un sistema de estructuras en acero, suministrar la arborización de la ciudad universitaria y propender a la comunicación con la ciudad (Fig. 8) (García, 1995: 77). Duhart organizó la nueva universidad consolidando aquellos sectores existentes y formulando otros nuevos. Para el caso se establecieron 13 sectoAtenea 496 II Sem. 2007 132 FIGURA 8. Plan Regulador de la Universidad de Concepción (1958). Arqto.: Emilio Duhart. Fuente: García, J. (1995: 76). 133 Atenea 496 II Sem. 2007 res funcionales: 1) sector médico, 2) foro cubierto, 3) aula magna, 4) sector ciencias económicas y sociales, 5) sector habitacional, 6) centro deportivo, 7) casa universitaria, 8) sector tecnológico, 9) foro abierto, 10) sector ciencias jurídicas, 11) edificio de administración central, 12) sector de escuelas experimentales y 13) sector de arquitectura, artes y diseño (Fig. 9) (García, 1995: 78). De estos sectores se destaca la organización de dos ejes en L que calzaban con naturalidad en la geografía del terreno rodeado en su lado oriental por el cerro Caracol. El noroeste-sureste, continuador del eje establecido por Brunner, prolongaba su tensión axial a través de un centro jerárquico de reuniones y un gran paño verde que remataba en la casa universitaria. Este eje, que corresponde a los sectores 7, 8, y 9, estaba flanqueado por una serie de edificios de carácter científico y tecnológico como: el instituto de química, la escuela de ingeniería, el tecnológico químico, el tecnológico mecánico, etc., que remataba en la casa universitaria. En el sentido noreste-suroeste el eje organizado por los sectores 3, 4 y 9 y que corresponde a una serie de dependencias de formación social como filosofía y educación, sociología, etnología y antropología, geografía e historia, economía, etc., remataba en el aula magna y el teatro. En la articulación de ambos ejes, el sector 9, que además conectaba con la parte antigua de la universidad, Duhart expresó con claridad la congruencia espacial de las nuevas funciones académicas con las aspiraciones sociales en torno a un espacio abierto, donde se produjese la integración entre la cultura y la comunidad universitaria y entre ésta y la comunidad de la ciudad. En consecuencia, creó una zona de servicios comunes constituida por locales comerciales, un foro, el monumento al fundador y la biblioteca, que permitían un área de convivencia social en torno a un espacio mayor convergente. El lugar está caracterizado por un conjunto formado por el campanil y el foro, un anfiteatro, donde se producen reuniones masivas, inserto en un amplio eje que hace de corazón de toda la universidad (Fig. 10). Una vez inaugurado el Foro en obra gruesa, en 1960, se sentaron allí codo a codo: profesores, estudiantes, madres de familia con sus niños, profesionales y obreros, jóvenes y ancianos, ricos y cesantes a presenciar los actos culturales que la Universidad organizaba todos los años en las tardes y en las noches de la Escuela de Verano. Nunca había existido en Concepción tal comunión y tal fraternidad en actos culturales de valor. En el Foro se dan películas educativas, recitales poéticos de alto nivel y conferencias de profesores de nombre internacional, conciertos y corales, piezas de teatro y mimos, fiestas y fuegos artificiales en Navidad, etc... presenciados en religioso silencio por más de 10.000 espectadores que asisten gratuita y libremente y que proceden de todas las capas sociales. La Universidad y la ciudad son entonces una sola cosa. Diariamente, en especial durante la buena estación o en los días asoleados en invierno, se ve concurrido por estudiantes y profesores que se reúnen en grupos de Atenea 496 II Sem. 2007 134 FIGURA 9. Plan Regulador de 1958, sectores funcionales. Arqto.: Emilio Duhart. Fuente: García, J. (1995: 78). Imagen modificada. FIGURA 10. Maqueta del foro abierto. Arqto.: Emilio Duhart. Fuente: García, J. (1995: 82). 135 Atenea 496 II Sem. 2007 estudio informales; familias del barrio, niños, visitantes y turistas, llegando a ser uno de los paseos favoritos de la ciudad (“Foro Abierto...”, 1968: 54-56). Del mismo modo, se zonificaron en otros sectores las áreas de recreación, deportes y habitación y se marginó especialmente hacia sus bordes las circulaciones vehiculares, dando preferencia al tráfico peatonal y al concepto de universidad-parque. Sus edificios se ubicaron sobre amplias áreas verdes, que aseguraban el asoleamiento y la ventilación de sus espacios así como el solaz y esparcimiento de sus parques. Todas estas cuestiones coincidían perfectamente con las formulaciones del urbanismo CIAM. Los edificios propuestos por Duhart fueron diseñados en acero proporcionado por la siderúrgica de Huachipato instalada a pocos kilómetros, abaratando considerablemente sus costos y abriendo un campo inusitado de diseño en arquitectura en acero, del mismo modo que los edificios de la UTE, una modalidad constructiva no desarrollada masivamente en Chile hasta entonces (García, 1995: 73). Aunque el proyecto de Duhart no llegó a construirse en su totalidad y aunque sufrió modificaciones (no se construyó el eje noreste-sureste, y la biblioteca central ocupó la ubicación de la casa universitaria, etc.), el foro abierto pasó a constituir el espacio articulador de todas las funciones cívicas universitarias y permite hasta hoy la reunión y el encuentro colectivo organizado e informal de la comunidad universitaria. Simboliza por su forma y ubicación el espacio de reunión por excelencia y el corazón del campus. Por su intermedio entregó a la comunidad un espacio de alto significado social y simbólico al permitir la reunión cívica, cultural, artística y política al entregar a la comunidad un escenario monumental que fomenta el encuentro cotidiano y el debate programado. El Foro abierto resolvió magistralmente la idea de un centro de gravedad o corazón para la Universidad, complementando la idea del Campanil con un espacio imponente enmarcado por edificios de una nueva arquitectura muy unitaria (García, 1995: 82 y 83). Por su parte, el Plan Regulador del Campus San Joaquín (1963) de la Universidad Católica, de origen precisamente católico, encargado al arquitecto y profesor Germán Brandes, se ordenaba conceptualmente de acuerdo a dos factores: la ciencia como conocimiento puro y la técnica como conocimiento aplicado. Sobre este principio se disponía en una sucesión de anillos desde la unidad central al perímetro (Fig. 11). Se trata de una suerte de macroedificio que garantizaba la imagen urbana de la universidad y que ponía en su centro aquellas funciones valóricas acorde al carácter de la institución. En consecuencia, el primer anillo, cuya volumetría daba la idea de Atenea 496 II Sem. 2007 136 FIGURA 11. Maqueta del proyecto del Campus San Joaquín (1963). Arqto.: Germán Brandes. Fuente: “Campus Universidad Católica de Chile en Santiago”. AUCA Nº 8, abril, 1967, p. 49. un edificio continuo de tres lados, se disponía en torno a una plaza-foro en cuyos bordes se ubicaban la iglesia, la biblioteca, la administración, el teatro y otros recintos de uso múltiple que garantizaban la vida universitaria y los actos solemnes de la institución. Le sigue a continuación el sector de la ciencia pura que alojaba los departamentos científicos de investigación disciplinar ordenados en una serie de unidades segregadas armónicamente y luego un anillo de circulaciones y aparcamientos (Dallaporta, 2001: 48)10. Del plan maestro de Brandes apenas se construyó un par de edificios: Ciencias Físicas y Químicas y las Aulas Hellen Lee Lassen. El diseño de estos lugares de gran escala tuvo reflejo en campus de menor tamaño que mantuvieron organizaciones similares. La ordenación jerárquica de las funciones y los espacios simbólicos universitarios en torno a 10 Posteriormente, en 1966, la Comisión de Planificación Física propuso varios puntos para completar el estudio, entre ellos que, con respecto a la ordenación de las actividades, se dispusieran recintos cuya parte más importante fuese ubicada en la plaza o constituyere parte de ella como una forma de reafirmación del significado jerárquico del centro. Del mismo modo, la construcción del conjunto debería ir desde el centro al perímetro, es decir, desde los espacios de uso común a aquéllos de carácter específico (Ver “Campus...”, 1967: 50). 137 Atenea 496 II Sem. 2007 un núcleo central se extendió a la mayoría de los nuevos conjuntos universitarios del país. Esta cuestión ocurrió tanto en establecimientos de educación superior de la capital como de regiones, como una suerte de espacio que respondía a una dinámica social perfectamente establecida. El proyecto de ampliación de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas originó el campus Beaucheff de la Universidad de Chile en Santiago. Su organización debió alternar edificios neoclásicos existentes con construcciones nuevas que en conjunto pretendían la configuración de un nuevo campus. Su planificación fue encargada a los arquitectos Guillermo Schenke, Ernesto Bodenhofer y Kurt Konrad, quienes reorganizaron el campus, distribuyendo ordenadamente volúmenes periféricos integrados en una placa continua, el elemento unificador de la composición (Fig. 12). Estaban conectados entre ellos y los existentes por una amplia red de circulaciones que FIGURA 12. Campus Beaucheff, Santa Rosa, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Isométrica. Arqtos.: Schenke, Bodenhofer y Konrad. Fuente: “Dos formas de crecimiento. Universidad de Chile”. AUCA, Nº 8, abril, 1967, p. 40. aseguraban la unidad funcional y la conectividad entre las diferentes unidades. Las circulaciones propuestas en el segundo nivel separaban las circulaciones peatonales y recuperaban áreas de tráfico vehícular en el primer nivel (Figs. 13 y 14). La distribución se extendía hasta la manzana siguiente con edificios similares que eran unidos por pasarelas peatonales según la conexión descrita. La proposición calzaba con la forma de la supermanzana, una unidad urbana propia del urbanismo moderno. El proyecto emplazaba un espacio Atenea 496 II Sem. 2007 138 FIGURA 13. Campus Beaucheff, Santa Rosa, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Planta piso zócalo. Arqtos.: Schenke, Bodenhofer y Konrad. Fuente: “Dos formas de crecimiento. Universidad de Chile”. AUCA, Nº 8, abril, 1967, p. 40. FIGURA 14. Campus Beaucheff, Santa Rosa, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Planta segundo nivel. Arqtos.: Schenke, Bodenhofer y Konrad. Fuente: “Dos formas de crecimiento. Universidad de Chile”. AUCA, Nº 8, abril, 1967, p. 40. 139 Atenea 496 II Sem. 2007 central adyacente a la biblioteca; se trataba de una plaza de encuentro para la comunidad universitaria. La articulación entre edificios neoclásicos y modernos también exigió una idea de orden, liberación de cuerpos, espacios, separación entre ellos, coincidencias de las líneas de composición, etc. El conjunto de la Facultad de Agronomía (1967-70) de la Universidad de Chile, ubicado en la Avda. Santa Rosa en la capital, fue un proyecto ganado por concurso por el grupo TAU (Taller de Arquitectura y Urbanismo) formado por Sergio González, Gonzalo Mardones, Julio Mardones, Jorge Poblete y Pedro Iribarne. Su organización quedó establecida por una plaza de acceso resguardada por el Edificio Central de la facultad que contenía las direcciones de las carreras de Agronomía, Ingeniería Forestal, el Aula Magna y otros servicios administrativos (Fig. 15). Tras este edificio se configuraba un foro abierto destinado al encuentro universitario rodeado por otras funciones jerárquicas del campus: el propio Edificio Central, la Biblioteca en una ubicación muy protagónica, el casino, las aulas, los laboratorios y la Escuela de Ingeniería Agropecuaria. Todos estos recintos originaban “espacios de recepción que facilitan el contacto con el medio humano en que está implantado el centro” (“Edificio...”, 1970: 84). Se trataba, en consecuencia, de edificios aislados que determinaban este espacio central como núcleo vital del campus. FIGURA 15. Facultad de Agronomía Universidad de Chile (1967-70). Planta de conjunto. Arqtos.: TAU: Sergio González, Gonzalo Mardones, Julio Mardones, Jorge Poblete y Pedro Iribarne. Fuente: “Edificio de la Facultad de Agronomía Universidad de Chile”. AUCA Nº 19, 1970, p. 83. Atenea 496 II Sem. 2007 140 El Centro Universitario de Playa Ancha, en Valparaíso, fue llamado a concurso en 1962, competición que ganaron los arquitectos Juan Cárdenas, José Covacevich, Raul Farrú y el grupo TAU. Su plan regulador organizaba tres terrenos separados por la Avda. Fco. González de Ontaneda y por la calle Nueva 2 (Fig. 16). La parcela más grande, de tensión longitudinal norte-sur, se constituía por una plaza y un foro abierto ortogonal en cuyos bordes este, sur y oeste se ubicaban respectivamente la Escuela de Odontología, la Biblioteca, el Casino y el Aula Magna, “concebidos de forma que la universidad sea parte del espacio urbano” (“Centro...”, 1967: 42). Este espacio corazón de carácter cívico repite el esquema de organización nuclear y establece la apariencia simbólica para el colectivo universitario. El Centro Universitario de la ciudad de Talca de la Universidad de Chile también fue diseñado por los arquitectos: A.M. Barrenechea; F. Ehijo y Y. Schwartz. Igual que los ejemplos mencionados se organizaba en torno a un espacio abierto jerárquico donde se ubicaron aquellas funciones significativas FIGURA 16. Centro Universitario de Playa Ancha - Valparaíso (1962). Planta de conjunto. Arqtos.: TAU: Sergio González, Gonzalo Mardones, Julio Mardones, Jorge Poblete y Pedro Iribarne. Fuente: “Centro Universitario de Playa Ancha - Valparaíso”. AUCA Nº 8, 1967, p. 42. 141 Atenea 496 II Sem. 2007 para la actividad universitaria (Fig. 17). Entre los propósitos arquitectónicos se determinó: (...) solucionar el problema que representara la necesidad de flexibilidad se optó por localizar las zonas de susceptible crecimiento futuro, aisladas y en torno una plaza central donde se encuentra el edificio de arte dramático (Barrenechea et al., 1966: 362). FIGURA 17. Centro Universitario de Talca. Planta de conjunto. Arqtos.: Ana María Barrenechea; Francisco e hijo y Yolanda Schwartz. Fuente: “Centro Universitario de Talca, Chile”, CONESCAL, Nº 4, agosto, 1966, p. 362. En general, se puede decir que los planes reguladores de los campus universitarios chilenos permitieron la formulación de fundamentos cuya profundidad teórica daba cuenta de la madurez a la que había llegado el trabajo profesional. Usualmente, fueron definiciones que revelaban un conocimiento profundo del funcionamiento de la actividad universitaria y de la sociología universitaria de la época, un ambiente cargado por el reconocimiento de las actividades de reunión, debate y encuentro colectivo, donde la actividad cultural y política era la forma de cambio de la sociedad. Del mismo modo, se puede constatar que en la mayoría de los diseños de campus desarrollados en Chile durante la década de los 60 se compartió el mismo criterio de distribución funcional, espacial y simbólica. Esto es, la disposición de cuerpos en grandes extensiones de terreno separados prolijamente según su función, y la ubicación de un espacio central de reunión Atenea 496 II Sem. 2007 142 colectiva como base de la vida universitaria. Esta última cuestión fue un esquema que resolvía la analogía entre la ciudad tradicional chilena y la ciudad universitaria en torno al uso y significación del espacio urbano como lugar central de encuentro colectivo. En conclusión, los campus universitarios fueron posibles porque sus gestiones fueron manejadas por un poder administrativo cohesionado y definido. Del mismo modo, porque sus arquitectos fueron jóvenes profesionales que tenían una completa convicción de los postulados del urbanismo moderno. Por otra parte, el fundamento de estos proyectos fue generado por intereses reivindicatorios de la cuestión social de posguerra, vale decir, la recuperación de la comunicación humana como hecho base de las relaciones sociales y urbanas. A la postre, se puede decir que la configuración de estos centros urbanos “centrados” geométricamente en la organización espacial de los campus rememoraban los antiguos centros urbanos de la ciudad latinoamericana. Interpretando a Ortega y Gasset (La rebelión de las masas, 1930) –citado por Sert en El corazón de la ciudad– estos lugares definen a estas “nuevas urbes”, urbe a la manera de las plazas de armas de las ciudades latinoamericanas y los paseos de las ciudades del siglo XVIII y XIX (Rogers et al., 1955: 3). En este sentido, estos vacíos públicos de encuentro cívico entraron en consonancia con la ciudad histórica, volvieron la mirada a la ciudad tradicional y plantearon la dualidad estructural que hasta hoy confronta lo moderno con lo tradicional. REFERENCIAS Abad, G. 1966. “La nueva universidad latinoamericana”, en CONESCAL, Nº 4, pp. 298-300. Alegría, R. 1969. “La Universidad de Chile, plan de desarrollo de su Planta Física”, en CONESCAL, Nº 12, pp. 1078-1086. 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ABSTRACT In Zonas de peligro and Diario de navegación, Tomás Harris creates the metaphor of the wasteland in order to name the Chilean dictatorial city. Nonetheless, the devastated territory is not just a consequence of the military government, but also of the eradication policies set into motion by the colonization process and whose effect has been the generation of this space inhabited by ghosts, murdered corpses and missing persons. This text shows the agreement worked by Harris between the modern light and the postmodern spotlight, in order to signal successively to the subject that it must be eradicated and to announce the forced transformation of every space into a wasteland. Keywords: Chilean poetry, city, dictatorship, Tomás Harris. Recibido: 18.09.2007. Aprobado: 29.11.2007. * Este texto forma parte del proyecto Fondecyt N· 10.50.321, “¿Neovanguardia, modernidad en disolución, posmodernidad? La poesía chilena entre 1973 y 1988”, dirigido por el doctor Naín Nómez y del cual quien suscribe es la coinvestigadora y fue presentado en el XIV Congreso Internacional de Estudios Literarios, Universidad de Tarapacá, agosto, 2006. ** Profesora de la Facultad de Letras de la P. Universidad Católica de Chile. E-mail: [email protected] 145 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 145-158 Atenea 496 II Sem. 2007 146 T. Harris L A CIUDAD es un espacio físico y un espacio simbólico. Como lugar físico se recorre, se marca, se convierte en ‘territorio’1; como espacio simbólico, la ciudad es representada iconográficamente (fotografías, postales e imágenes televisivas, entre otros) y verbalmente (periódicos, emisiones radiales, libros de historia y otros). La urbe es también una representación literaria: varios son los poetas que escribieron sobre las ciudades bajo la dictadura chilena, Enrique Lihn con Paseo Ahumada (1983), Eugenia Brito con Vía pública (1984), Carmen Berenguer con Huellas de siglo (1986), entre otros. La mayoría de estos poemarios trabajan sobre las simbolizaciones de Santiago, excepto la escritura de un autor, Tomás Harris, que poetiza Concepción en los libros Zonas de peligro, elaborado entre 1979 y 1982, pero publicado en 1985 en Concepción por Lar, y en Diario de navegación, publicado el mismo año en la misma ciudad, por Editorial Sur2. Este trabajo analiza las significaciones que adquiere la metáfora del baldío para designar a la ciudad dictatorial chilena en los dos poemarios señalados. 1. LA CIUDAD BALDIO Zonas de peligro elabora un discurso poético sobre la forma de habitar el espacio público en una “ciudad sudamericana al sur de las estrellas”, caracterizándola por el temor que convierte la urbe en un baldío espectral. El hablante en las múltiples posiciones que adquiere en este libro, según se sitúe en la calle Prat, Orompello o el Hotel King, ve los muros de la ciudad, repara en su ‘encalado’, escucha el grito de los asesinados: construye una ciudad aterradora. La repetición del enunciado “muro encalado” constituye una isotopía3 del poemario, la cual tiene por matriz “El gato negro” de Poe, donde el cadáver de una mujer es descubierto bajo la cal con que su asesino la emparedó. En ese cuento, los muertos emparedados comunican a través de los relieves o sonidos que emiten las murallas y este decir de los muros tortura al narrador de Poe quien, al explicar el objetivo de su relato, dice: “Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han disminuido” (Poe 1984: 61). Los mismos sentimientos de terror y de menoscabo del yo experimenta el sujeto poético. La 1 El concepto de ‘territorio’ fue desarrollado por los etólogos para describir de la conducta animal en relación a su hábitat (cfr. Silva 2000:47). 2 La Editorial Sur pertenecía a Juan Pablo Riveros, poeta, y la editorial Lar a Omar Lara, también poeta. Dado que estas dos editoriales se ubicaron en Concepción, se podría plantear que un fuerte movimiento intelectual operó en la zona, sin el financiamiento del Estado y a contrapelo de la dictadura. 3 Los conceptos de “isotopías” provienen de Rastier (Rastier, Francois. “Sistemática de las isotopías”. Ensayos de semiótica poética. Comp. A.J. Greimas. Barcelona: Planeta, 1976, pp.107-140) y el “matriz” de Riffaterre (Riffaterre, Michel. Semiotics of Poetry. London: Indiana University Press, 1978). 147 Atenea 496 II Sem. 2007 mirada que él crea de esta ciudad espectral está ligada a lo ominoso, es decir, según Freud (1967), se trataría de aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar o conocido desde hace largo tiempo. Siguiendo este concepto, puedo inferir que el inconsciente del hablante reconoce los crímenes que el consciente niega, planteándose este doble movimiento de aceptación/negación para el modo de habitar la ciudad de la dictadura. La ciudad espectral aparece tras una herida no cerrada, dicha en el poemario a través de la metáfora ‘faja’. Concepción se vuelve metonimia del país al ser descrito bajo la tópica de “faja”, a saber, “Chile, larga y angosta faja de tierra”, configuración simbólica que cambia de dirección en los versos de Harris, “así como largas y angostas fajas de barro / así como largas y angostas fajas de noche / Así como largas y angostas fajas de musgo rojo” (29). La resemantización de la palabra ‘faja’ adquiere ahora el sentido de ‘estar fajado’, vale decir estar envuelto o atado, herido y amordazado. Ya no es una faja ‘de tierra’ como nos diseña la tópica sino faja ‘de barro’, ‘de noche’ y ‘de musgo rojo’; cambios que diseñan el circuito semántico del terror. La transformación de la ciudad se materializa en la creación de un nuevo espacio, el baldío. El país entero y la ciudad de Concepción se tornan un baldío donde habitan los cuerpos tachados por un sistema omnipresente. El inicio del peladero está marcado por una separación visible, cerro o muro, a partir de la cual el sujeto y el espacio se integran, ambos son un baldío un lugar devastado. El hablante sitúa en una cadena sintagmática cuerpo, baldío y muro, “en los muros en los / cuerpos huecos rojos / huecos por donde se transparentaba este baldío” (50), incluso reproduce con los espacios en blanco el peladero gestado. El sujeto que habita el descampado es un cuerpo fantasmal y de hecho posee un orificio de bala o hueco rojo aunque camina. Ya T.S. Eliot había realizado esta asociación entre baldío, ciudad irreal y muertos en su poemario La tierra baldía (1922), especialmente en la primera parte, “El entierro de los muertos”, donde un marinero que vaga por Londres observa las calles pobladas de espectros: “Ciudad irreal, / bajo la niebla parda de un amanecer de invierno, / una multitud fluía por el Puente de Londres, tanta, / no creí que la muerte hubiera deshecho a tantos. / Se exhalaban suspiros, breves y poco frecuentes, / y cada cual llevaba los ojos fijos ante los pies” (Eliot 1989: 78). La situación del hablante de Harris es similar. Si Londres para Eliot ha sido aniquilada por el dinero, léase el capitalismo y su moral burguesa, para Harris, Concepción ha sido devastada desde el acto de fundación o bautismo verbal, de ahí que el asolamiento del territorio se dobla en el lenguaje del poema, donde los cortes intrapalabras remiten a las incisiones que experimenta el cuerpo al momento de ser maltratado. El baldío está habitado por mendigos, prostitutas y travestis, vale decir, cuerpos rechazados y a la vez producidos por el sistema que los arroja a ese lugar, y por ello es un espacio posible en todo el continente: “Esta es la luna, / Atenea 496 II Sem. 2007 148 viene desde Lima, / va hacia Nueva York; / brilló sobre un millón de mendigos en el Perú; / brillará sobre diez millones de mendigos en Nueva York, / brilla sobre miles de mendigos en Concepción” (48). El baldío es entonces una cárcel donde están recluidos los apestados, “el / baldío de Orompello te inventa una cárcel oculta al otro extremo de la Concep- / ción” (49). Una de las paredes de esta cárcel es Orompello, calle donde se ejercía la prostitución en Concepción y las otras murallas son el cerro La Cruz y el río Bío-Bío, límites que crean la ciudad como camino hacia la muerte. Tal como el encuentro amoroso, erótico, no existe en la ciudad espectral de T.S.E, en Harris tampoco se presenta el deseo amatorio. La serie de poemas denominados Hotel King I a III dan cuenta de esa relación que recuerda el vínculo de la mecanógrafa con el empleado en el canto III de La tierra baldía: “El momento es ahora propicio, según supone, / la cena ha terminado, ella está aburrida y cansada, / se esfuerza por hacerla entrar en caricias / que, si bien consentidas, no son deseadas” (Eliot 1989: 86). En esta ciudad sitiada, el amor es otro asedio. Oscar Hahn (1996) expresa este sentimiento caballeresco en el poema “Castillo dáteme, date”, donde la mujer es el espacio que el varón debe tomar. Por el contrario, en Harris no existe esa dinámica de dominar un espacio porque el hablante no tiene fuerzas para apoderarse de los lugares, porque ya no es un héroe caballeresco ni un héroe épico: el amor que ofrece está degradado. El poema parece afirmar que no se puede amar en una ciudad prisión, el doble asedio no funciona, el apoderamiento del espacio al unísono de la conquista de la mujer es un paradigma que se ha quebrado. Este poema se enfrenta a la Ilíada y lo niega, nadie viajará a rescatar a ninguna Helena, se da así un diálogo con la tradición que Naín Nómez caracteriza así: “Asistimos a la instauración de un sujeto que incorpora (todas) las tradiciones de la modernidad, pero absorbidas en un texto cuyos discursos disolutorios, corroen paso a paso la ilusión del sujeto moderno” (Nómez 1998: E10). En este caso, los mitos del héroe épico clásico son los que se muestran acabados en esta ciudad donde el habitante herido se mueve entre fantasmas. La devastación de la ciudad en este poemario no es un hecho del contexto de la publicación del libro, la dictadura, sino un suceso acontecido desde el origen de la fundación de ciudades; por eso el sujeto hablante se sitúa sin problemas de coherencia en diversos tiempos, el presente puede ser el siglo XVI, “hoy el año mil quinientos y veinte fue un / gran tirano” (49) o el pasado puede ser la fecha de inicio de la dictadura, “los muertos de mil novecientos setenta y tres / eran un teatro de sombras exhibidas” (50). El tiempo no avanza, no hay una secuencia histórica para los habitantes del sitio eriazo, pues éste remite tanto al espacio despojado de la conquista como a las políticas de erradicación de la dictadura. El baldío tiene esa densidad que lo vuelve una posibilidad de significación poética para representar(se) aquellos sujetos que tienen una memoria de ser expulsados de sus territorios. La ciudad fajada por la dictadura emplea los medios de comunicación como 149 Atenea 496 II Sem. 2007 envoltura que obliga a los habitantes a sentirse parte de una película. En Harris, la ciudad dictatorial es un falso escenario4, “los escasos letreros de neón ocultan su única / identidad: / CAMPOS DE EXTERMINIO” (29). Los medios, señalados por un punto de su corriente circulatoria, los letreros de neón, léase la publicidad y el consumo, regulan la circulación de las ideas y del cuerpo. La publicidad, en especial, brinda unidad y homogeneidad a la población, con la exaltación de modelos identitarios, lo que la constituye en un medio aliado del fascismo, pero también crea un simulacro de realidad donde el sujeto se confunde. Oscar Galindo plantea leer estos extravíos de los sentidos como un tópico barroco y “la vida como teatro” (otro tópico barroco) (91), entradas que comparto y a los cuales agrego el antecedente de la dictadura como provocadora de esta confusión realidad/irrealidad. Me apoyo en el poemario que observa a los ciudadanos según los códigos del cine y la televisión; por ello los compara con los prisioneros de otros campos de concentración, “Era Treblinka el lugar de la comedia y no / estábamos en Treblinka” (56). La mediatización del hablante corresponde a un programa de la dictadura, donde la tecnología de las comunicaciones fue un vehículo más de disciplinamiento para instalar el saber o el temor; la importancia dada por el gobierno de Pinochet a la TV fue expresada por el ministro del Trabajo, José Piñera, en 1980: “De cada siete chilenos, uno tendrá automóvil; de cada cinco, uno tendrá televisor, y de cada siete, uno tendrá teléfono” (El Mercurio, 28, agosto, 1980). El poemario se hace cargo de esta asociación entre dictadura y sociedad del espectáculo. El escenario que ilumina al amenazado es construido por un otro que no adquiere presencia en el montaje. Los habitantes de la ciudad viven en un panóptico5, donde “no sé si te miran, / pero te miran” (30) que disuelve al sujeto, impidiéndole hablar desde un yo. Este panoptismo lleva a que el sujeto se objetivice como un ‘tú’ permanentemente observado, acechado por la tecnología del régimen. El relato de los medios dispone lo verosímil y lo incorrecto que proviene de aparatos técnicos; específicamente los noticieros de televisión son los encargados de transmitir verdades creadas y de situar todo gesto de rebelión como incorrecto. Quisiera recordar un caso emblemático, el de Karen Eitel, la joven universitaria que fue filmada bajo presión y luego el video transmitido por cadena nacional. Sobre este hecho Pedro Lemebel indicó: “Esa sensación de estar frente a un rostro electrificado pudiera ser el argumento para 4 La urbe dictatorial como ciudad producida por los medios es un recurso que han trabajado varios narradores, Diamela Eltit en Lumpérica (1983) y Roberto Bolaño en Estrella distante (1996), entre otros. En este último libro la relación entre medios y dictadura se focaliza en un escritor que registraba en fotos sus ejercicios torturadores: “En algunas de las fotos reconoció a las hermanas Garmendia y a otros desaparecidos. La mayoría eran mujeres. El escenario de fotos casi no variaba de una a otra, por lo que se deduce que es el mismo lugar. Las mujeres parecen maniquíes desmembrados, destrozados” (97). 5 Tomo este concepto del capítulo “El panoptismo” de Vigilar y castigar (México: Siglo XXI, 1995) de Michel Foucault. Pp.199-230. Atenea 496 II Sem. 2007 150 recordar a Karen, para volver a ver, con el mismo escalofrío, su cara tiritando en la pantalla de canal 7, en el noticiario familiar para todo espectador. (Su) rostro elegido para el escarmiento” (90). El poemario asocia las imágenes producidas por esos aparatos a un régimen de terror del ojo: “proyectaban sobre la pared los / aquelarres de Goya” (58). La exhibición del régimen de ciertos cuerpos maltratados da cuenta de una manera de expandir el terror, sin necesariamente tocar una piel. En el baldío, los cuerpos vulnerables sufren el peso del simulacro. Harris vuelve sobre las meretrices de Orompello que poetizó Gonzalo Rojas, pero ya no son bellas y sensuales, sino un cuerpo espectacularizado, un travesti, Jacqueline: “como en Goldfinger la habían / pintado / de dorado, toda entera” (37). El cuerpo del travesti aparece asesinado, cambiado, decorado y maltratado, siguiendo los códigos de la película James Bond contra Goldfinger (1964). El hablante es un testigo cuyo relato se opone a la narración de los medios, “FEROZ ACTO DE SODOMIA –dirá en los medios” (37), mientras que él asegura que el cuerpo fue golpeado y pintado, “Yo creí que eran aros esos, pero eran / prolongaciones de / sus lóbulos” (37). Los poemas titulados “Orompello I”, “Orompello II”, hasta “Orompello V” tienen por función mostrar al lector la desaparición de los cuerpos más allá de la dictadura, como un suceso de todos los tiempos que queda registrado en los muros de la ciudad, “Orompello data del Paleolítico Superior de la / ciudad / El amor se ha sedimentado sobre cada geología de / muro” (35). La autoría se centra en los cuerpos de las prostitutas travestis porque la historia de sus cadáveres queda registrada en el muro, pero no en el discurso verbal, “Una de las putas muertas sedimentará en los / adoquines / ya no tendrá historia” (36). Nuevamente aquí, el hablante opone historia oficial a historia relatada por los muros de la ciudad. La historia contenida en los muros de la ciudad es insuficiente, ya que por medio de ella el hablante sólo obtiene retazos. De ahí el uso de las palabras ‘erosionados’ o ‘barrió’ en estos versos, “por estos mismos adoquines ero-/ sionados caminó Luciano Cruz por los 60 / esta misma lluvia y no otra barrió hasta los / desagües las cenizas de Sebastián el inmolado / (…) el poeta norteamericano Ginsberg leyó en este / miserable rincón sudamericano por los 60” (41). La ciudad penquista es elaborada desde un relato citadino que afectó y modeló la vida de sus habitantes en los años previos y durante la dictadura: Concepción, la ciudad revolucionaria. En ese relato se destacó a Luciano Cruz en su calidad de fundador del MIR (1965); lo acompaña en la sintaxis Sebastián Acevedo, quien se roció con bencina en 1983, en la Plaza de Armas de la ciudad, para pedir que se le informara sobre el paradero de sus dos hijos detenidos por la policía del régimen militar, muriendo a consecuencia de las quemaduras. A pesar de estos personajes claves para la historia de una ciudad, el relato no puede construirse y quedan estas escenas como trozos de un algo perdido. El hablante compara esta situación con lo que sucede en un bus, 151 Atenea 496 II Sem. 2007 “(…) el fragmento / el mito el par sin cara de tetas pegándose en / la espalda en el pasillo húmedo de la micro” (41). El nuevo ciudadano creado por la dictadura es comparable para Harris al pasajero que va en un bus, donde observa partes de los cuerpos, pero no ve el todo o mira los paisajes cortados por cada ventana, porque ese viajero ya no sabe el telos. Entonces, la posmodernidad y su retórica del fragmento llegaron con la dictadura que fabricó un simulacro de historia. No hay diferencia entre la situación vivencial del hablante lírico y una descripción de lo posmoderno, “una situación en la que imperan la incertidumbre, el escepticismo, la diseminación, las situaciones derivantes, la discontinuidad, la fragmentación, la crisis” (Urdanibia 1990: 69). La posmodernidad, tal como la dictadura, convierte la historia en un fantasma que se manifiesta por trazos, pero que ya no es total. 2. LA CIUDAD ESPECTACULARIZADA El segundo libro, titulado Diario de navegación, vuelve sobre el tema de la ciudad, creando variadas metáforas para Concepción: Tebas, Argel, Cathay, Tenochtitlán y Cipango, que son a la vez títulos de poemas que componen el libro. Concepción comparte con Tebas el apestamiento, en este caso el chancro, patología bacterial que causa úlceras en la piel de los genitales. La enfermedad se vuelve indicativa del mal gobierno autoritario, cuyas marcas en el poemario están referidas por “Estado de sitio” (112), “todas las noches oyeron / sirenas tanques detonaciones” (99). Para la mente alucinada del hablante, Concepción también es Argel, ciudad que mantiene preso a Cervantes, autor que Harris usa para una serie de epígrafes que trazan la idea del escritor cautivo. Se observa en el tema de los prisioneros una aliteración del sonido /p/ que funciona reproduciendo la situación de una multitud que cae y cae detenida en este segundo verso, “no puede haber ciudad feliz / repleta de prisioneros y putas por todas partes” (113). Concepción es Cathay (China) en tanto es una ciudad transformada por la imaginación del visitante, sólo que las maravillas atribuidas a Cathay se cambian por el horror atribuido a la urbe sureña, específicamente al desmembramiento de los cuerpos ocurrido en la urbe y referido a través de las muñecas de Bellmer, artista visual alemán que en la década de 1930 realizó una serie de fotografías sobre maniquíes articulados que él mismo construía, recreando con ello el entorno de sumisión y de docilidad de los cuerpos que fomentaba el nazismo. La mención de estos maniquíes en el poema “Cathay” vuelve sobre el gesto de Bellmer, es decir, a representar sobre el cuerpo femenino la violencia política, haciendo una igualdad entre nación y cuerpo femenino. Concepción es dicha también a través de Cipango (Japón) en tanto es la isla, prisión alucinada. El poema titulado “Cipango” tiene una mención explí- Atenea 496 II Sem. 2007 152 153 H. Bellmer, “La muñeca” (1936) Atenea 496 II Sem. 2007 H. Bellmer, “La muñeca” (1935-1949) cita a Poe desde su inicio: “Cipango (Poe) / Estábamos en un pozo / o en la representación silenciosa de un pozo”. El cuento “El pozo y el péndulo” de Poe relata la historia de un preso de la Inquisición, a quien le van estrechando los muros de su celda en cuyo centro hay un pozo, frente a lo cual él debe elegir si soportar el calor que emana de las paredes metálicas de la celda o arrojarse al pozo. La única decisión que puede tomar el afiebrado es la de cómo morir, elección que demora, en palabras del narrador: “Me hallaba agotado, mortalmente agotado por aquella agonía sin fin” (Poe 1984:151). El afiebramiento es también característico de este hablante, “pero estas ciudades del Sur acaloran y enferman / la imaginación” (72). El tema del sujeto que funde realidad e irrealidad se marca en el título de este poemario, Diario de navegación, que recuerda el Diario de Colón, otro alucinado, pero los guiños de la autoría no se detienen allí. El epígrafe que encabeza el poemario pertenece a la novela El arpa y la sombra de Alejo Carpentier, donde el protagonista es Cristóbal Colón. El crítico Mauricio Ostria lee esta referencia a Colón como un contratexto: “La pluralidad de imágenes se cifra como contratexto del Diario de Colón, por lo tanto, los posibles maravillosos son sustituidos por sus contrarios, la antimaravilla (la orfandad, la soledad, la intemperie, la tierra baldía, lo execrable, el artificio degradado, la muerte” (Ostria 1986: 133). La propuesta entonces aúna Colón y el sujeto poético, con lo que se consigue mostrar las similitudes: ambos hombres están dominados por una visualidad que deforma lo visto. Lo anterior no impide examinar las diferencias: mientras para Colón su impulso de viaje es el dinero obtenible de las especies o del oro, para Harris el viaje es un deambular en una prisión que sólo lleva a la muerte. La autoría habita la ciudad como si se tratara de un “juego de video” (113), un espacio donde se pierden o se ganan vidas o, sencillamente, “game over”. Si en la ciudad se debe vivir al modo de un teatro, entonces es necesario entender los códigos de las representaciones, por ello la autoría busca situarse en aquellos lugares donde el espectáculo es evidente, de ahí su interés por los prostíbulos, los travestis y sus comparaciones con películas como Goldfinger6 que ya había comenzado en el libro anterior. Esto explica que para Harris la ciudad adquiera otros centros, donde “las boites fulguraban como soles” (116) y la señal de ruta es el “farol rojo” (69), escenarios de diversión que ofrece la noche dictatorial. El hablante pretende que las experiencias en estos escenarios de representación lo faculten para entender que “las ciudades eran el teatro del / dolor” (74), por ello diseña la estrategia para comprender la ciudad militar, y ésa es examinarla según sus códigos de espectacularización. La confusión entre realidad e irrealidad proviene de la culpa. Ya hemos señalado que, según Freud, la culpa desdibuja las fronteras de la realidad, pues lo traumático vuelve a presentarse bajo la forma de lo ominoso, como el terror 6 Atenea 496 II Sem. 2007 154 Goldfinger (1964), película donde James Bond lucha contra Goldfinger y su bella cómplice. que experimenta el sujeto al reconocer en el inconsciente, pero desconocer en el consciente, la situación del shock. Los títulos de una serie de poemas hablan de la relación entre culpa y alucinación: “Mar de los reflejos”, “Mar de la culpa” y “Una indagación sobre esa pervertida manera de ver las cosas”. El shock sería la experiencia del sujeto frente a las “bolsas de polietileno” (71) que remiten a la forma en que se envolvían y desechaban los cuerpos fusilados por la dictadura. La culpa está enfatizada por el hecho que el sujeto poético sería un traidor, alguien que cambió de posición después de los atropellos sufridos: “Me pararon al frente, me dijeron / habla / y hablé / Me pararon al frente, me dijeron / desnúdate / y me desnudé / Me pararon al frente, me dijeron / órlate / y me incrusté oropel, rubí, esmeraldas, pedrerías / oro falso / en el cuero. (Aplausos) (83). Harris poetiza el capitalismo como una expansión de la escena de tortura y a la vez caracteriza el consumo como una actitud aplaudida, legitimada. El hablante trata de justificar su travestismo ideológico: “a mí me acusaron / porque me había travestido para sepultarte, / porque me había ornado, incrustado oropel, / pedrerías, oro falso / en el cuerpo” (107). La aliteración del fonema “o” produce una completitud en el hablante que vuelve reprochable su acción, no puede justificar su adopción por el oro con la necesidad de sepultar los cuerpos. La confusión realidad/irrealidad se materializa espacialmente en la dicotomía entre baldío/brillo. El baldío es anunciado por la voz en off de quien ve el peladero tras el espectáculo y advierte sobre el teatro de representaciones al visitante, “no toques lo que late porque desaparecerá al punto / del tacto / dijo una voz / cada cosa relumbra con el brillo / que sueña tu ojo” (67). El brillo está dado por la “música electrónica”, los “cines” (67) y otros medios que fabrican la realidad, pero que a la vez ahogan la ciudad, impidiéndole el movimiento de “sístoles / diástoles” (68), dificultándole respirar y alcanzar la vida fuera de la representación. Sin duda, este tópico de la ciudad moderna, caracterizado por lo artificial, tiene un antecedente en el Neruda de “Walking around” (1982), donde los “cines”, “las sastrerías”, “los jardines”, “los ascensores” y otra serie de espacios urbanos definen la manicure citadina y el ahogo del sujeto, pero también hay distancia entre Harris y Neruda, pues en Diario de navegación lo artificial alcanza un grado de espectralidad que no está presente en Neruda. Para la construcción del baldío habría que agregar además las políticas de erradicación. La nueva ciudad requiere de cambios, “el éxodo de las putas de Orompello / por edicto municipal / a Prat” (75), estas alteraciones son vigiladas por helicópteros y reflectores, donde los medios de la vigilancia se confunden con recursos de la espectacularización. Por ello, la entrada total de la sociedad del espectáculo y el brillo coincide con la dictadura en este libro. La violencia que elimina o segrega sujetos es presentada en este poemario como un modo transhistórico, puesto que el sujeto iguala su rol en la dictadura con su participación en los hechos de fuerza acaecidos en los tiempos de fun- H. Bellmer, “La muñeca” 155 Atenea 496 II Sem. 2007 dación de ciudades, el hablante es uno más de los viajeros colonizadores: “Nos abríamos camino machete en mano, / tajando culos, / destasando tetas / talando araucarias” (77). De esta manera, Harris iguala el sujeto dictatorial al sujeto colonizador, ambos convierten la ciudad en un baldío mediante sus políticas de exterminio de cuerpos y asolamiento del medio ambiente. Harris, al decir la urbe contemporánea con el lenguaje de los primeros descubridores, recupera la extrañeza que la ciudad precolombina causó en el español, piénsese, por ejemplo, en el deslumbramiento ante Technochtitlán, sólo que ahora no es asombro ante la magnificencia, sino ante el baldío. El peladero no son los barrios acomodados de la dictadura en la ciudad penquista: el barrio Universitario, el sector de Lonco o Villuco, sino los lugares populares: Orompello, el cerro La Cruz, la plaza Isabel La Católica y la población Libertad. Estos referentes muestran el deterioro de la ciudad latinoamericana, ya que, si antes la extrañeza se experimentó frente a la plenitud, ahora es ante la ausencia de vida, el paso del tiempo ha marcado la ruina en este lado del continente. En el poemario se asocia la utopía del oro a la producción de la condición de fantasma; los espacios quedan espectrales cuando han sido construidos bajo la utopía que propone el capitalismo. En el verso “fantasmas como pueblo minero de California” (73), la comparación realza el efecto del dinero sobre estas ciudades, son espacios creados a partir de sujetos que llegan buscando el oro de esas tierras. Varios actos se igualan en este gesto: los españoles del descubrimiento, los lavadores de oro del siglo XIX con la dictadura instauradora de un sistema económico neoliberal. Estas nuevas ciudades creadas por interés económico son “como faro / como fuego fatuo” (73), es decir, entregan una luz falsa, una iluminación sólo de escenario, ya no existe la luz ilustrada. Incluso la aliteración de “f ” reproduce ese fuego que no prende, el dinero sólo crea falsas ciudades. El fin de la ilustración es también el término de la participación pública, “Me cosieron la boca y los ojos / me inocularon Coca-Cola por las venas / todo transcurre en una película mexicana / what is your name me preguntó alguien” (85). Harris asocia la llegada del mundo globalizado y la caída de los grandes relatos a la dictadura: el imbunche chileno lo generó el autoritarismo. Los iniciales rasgos posmodernos de la escritura se observan también en la conciencia de la espectacularización bajo la cual Harris vive la ciudad, pues ve el lenguaje con que se crea lo artificial al establecer una diferencia entre lo percibido y lo que efectivamente acontece. Lo comunicado por los medios es el brillo del dinero, pero lo que acontece es el baldío; a nivel de matriz esto puede leerse como: mientras el discurso del gobierno se centraba en la estabilidad económica, lo que acontecía era la pobreza. De hecho, el libro se cierra mostrando esa diferencia: “esos resplandores que no son nada y nos deslumbran / los días de lluvia / en esta ciudad que brillaba como el mar, / pero que era un baldío” Atenea 496 II Sem. 2007 156 (117). La ciudad entendida como lugar de representación del espectáculo ya no se rige por la racionalidad del siglo de las luces, sino por las luces de los medios de comunicación, de ahí que Harris se permita esta ironía, “una lacerada procesión como esta en pleno Siglo de las Luces” (76). La designación “Siglo de las Luces” es empleada ahora para la era del espectáculo, u otra forma de leerlo sería afirmar que la máxima muestra de la razón técnica es el espectáculo y, por tanto, que fue la dictadura quien nos trajo el simulacro. 3. CONCLUSIONES: EL NUEVO SIGLO DE LAS LUCES Tomás Harris poetiza una ciudad dominada por el simulacro posmoderno, haciendo coincidir la dictadura militar con la nueva urbe de las luces, la ciudad espectáculo, y dejando lejos los territorios construidos según el paradigma de la letra, propio de la modernidad. Finalizada la ciudad ilustrada, el lugar del sujeto ha cambiado, ya no es fijo, sino móvil, posee una enrancia travesti, cuyo antecedente es explicado por G. Debord: “El espectáculo que es la eliminación de límites entre el yo y el mundo a través de la destrucción del yo asediado por la presencia-ausencia del mundo, es igualmente la eliminación de límites entre lo verdadero y lo falso, mediante el rechazo de toda experiencia vivida bajo la presencia real de la falsedad asegurada por la organización de la apariencia” (1995: 219). Justamente, es bajo la afirmación de la falsedad que se produce la destrucción del yo unitario en el poemario. La urbe transformada en un falso escenario ofrece como ciudadanía un teatro de representaciones ejecutado para un vigilante anónimo situado en un panóptico que está dispuesto a alumbrar, señalar y erradicar a cualquier sospechoso. Iluminado bajo el miedo, el hablante se convierte en la voz de los traidores, los que se llenaron de oropeles, aquellos que creyeron en el brillo de las nuevas cuentas de plástico. Sin embargo, su travestismo está lleno de culpa, producto de lo cual la ciudad se transforma en un espacio ominoso. La visión ominosa le impide al hablante distinguir entre el simulacro de ciudad y lo real, a saber, el baldío que corresponde al espacio habitado por fantasmas, cuerpos de detenidos desaparecidos, torturados y erradicados contados falsamente por la historia oficial. El baldío, en el libro, no es sólo un tema de la dictadura, sino una práctica que se inicia con la conquista española y sus políticas de erradicación. Por ello, el hablante que vive cautivo funde su habitar en Concepción, con Argel, Tebas, Cipango o Cathay, remitiendo a las ciudades imaginadas y apestadas de la literatura o mejor dicho, igualando el sujeto dictatorial al colonizador y al sujeto posmoderno, en tanto todos siguen produciendo ese baldío del cual nunca hemos salido. 157 Atenea 496 II Sem. 2007 REFERENCIAS Bolaño, R. 1996. Estrella distante. Barcelona: Anagrama. Debord, G. 1995. 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Atenea 496 II Sem. 2007 158 Notas 159 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea 496 II Sem. 2007 160 ISSN 0716-1840 ETNOGRAFÍA PERSISTENTE: PEDRO LEMEBEL O EL PODER COGNITIVO DE LA METÁFORA* YANKO GONZÁLEZ CANGAS* H ACE DIEZ años escribí lo que, hasta ese momento, era una de las escasas notas críticas en revistas universitarias sobre la obra de Pedro Lemebel. El artículo, titulado “Loco afán: Una bella etnografía sobre el dolor marica” (González, 1997), tenía la particularidad de imitar la escritura de Pedro, acercándose lo más posible a lo que me parecía un grueso aporte estético inscrito al interior de la crónica en Chile: la construcción de un nuevo alfabeto a partir de la adjetivación enrarecida, el hipérbaton, cientos de neologismos “emic” y una lucha frontal en contra de la economía del lenguaje. Aunque esta paráfrasis estética (o mimesis crítica) para hablar sobre el texto resultó un avance para conocer y reconocer la obra de este autor, la promesa del título de mi trabajo no se cumplió del todo. ¿Qué había de etnografía en la obra de Lemebel, particularmente en sus crónicas? O, lo que es lo mismo, ¿cuánto de observación participante con pretensiones cognitivas había en sus escritos y qué espesor tenían sus aportes sobre la descripción de exóticas (sub)culturas subalternas para el consumo metropolitano? Pues bien, esta nota pretende cumplir parte de los objetivos –no del todo resueltos– en mi anterior trabajo tomando como soporte la última obra de Lemebel (2005), Adiós mariquita linda. El hecho lo relata Rosaldo (1989), pero puede ficcionalizarse fácilmente: Claude Lévi-Strauss, ya cansino, se encuentra con un físico, Premio Nobel, * Una anterior versión de este texto fue leído en el lanzamiento del libro Adiós mariquita linda, en la Universidad ARCIS el 14 de septiembre de 2005. ** Doctor en Antropología Social y Cultural, profesor e investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile. Casilla 567, Valdivia-Chile. E-mail: [email protected] 161 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 161-165 entre una conferencia y otra. El físico le espeta a Claude: –¿qué han descubierto los antropólogos? El autor de “Lo crudo y lo cosido” –y del mejor epigrama de un antropólogo: “odio los viajes y los exploradores”– ganaba tiempo, mientras miraba de un lado a otro. –Tú sabes –le dijo el físico– las propiedades o las leyes sobre otras culturas. ¿Te refieres a algo como E=mc2?, le dijo Lévi-Strauss. Sí, contestó el Premio Nobel. –Bueno, no hemos descubierto leyes, pero existe algo que sabemos con seguridad: reconocemos una buena descripción cuando la vemos. Este aserto revela precisamente uno de los entuertos que ha enfrentado la antropología en estos últimos años. Primero, qué distingue y valida esa descripción –lo que en nuestro gremio llamamos representación– como científica, válida, y para qué será usada. Segundo, ¿qué autoridad y autoría se atribuye el “nosotros” para describir al otro: ¿quién es el nativo? El entuerto es de larga data y ha sido resuelto a contrapelo y con heridos graves: finalmente la descripción etnográfica es un género literario y, lo que es peor para nuestro gremio, es un género contrahecho, tributario de otros, especialmente de la crónica y, en América Latina, del muy castizo “costumbrismo”. La antropología chilena en particular ha problematizado desde hace al menos una década estos y otros temas (González, 1995; Richard, 2003), pero ha sido incapaz, más allá de contadas excepciones, de levantar un conjunto referencial de textos escritos o visuales con tradición investigativa sistemática, sobre “sus otros” –indígenas y rurales, sus decimonónicos “objetos” de estudio– que puedan tener la eficacia comunicativa y cognitiva de Biografía de un cimarrón de Miguel Barnet (1968) o El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971) de José María Arguedas. Entrampados en el discurso regulador remoto –típicamente la narración omnisciente en tercera persona– con acentuadas pretensiones cientificistas, no han hecho más que ahuyentar tanto al lector lego como al especializado. Una buena parte de las más potentes descripciones e interpretaciones sobre las distintas alteridades que se han articulado en nuestro país provienen de géneros anteriores al etnográfico, de voyeurs autodidactas con plumas sin el corsé cientificista. De ahí la importancia antropológica que adquiere la obra cronística de Lemebel. Las ciencias sociales típicamente llama a estas fuentes “secundarias o terciarias”, es decir, que sólo son capaces de testimoniar lo que se ha construido con el método científico y su retórica de representación positivista. Por tanto, pasan a ser un decorado de los hallazgos principales. Para una buena parte de la antropología sociocultural resulta claro que si se filtraran por esas monografías al menos dos párrafos de algún “costumbrista menor”, vislumbraríamos de inmediato las fricciones y topologías culturales que estaban en juego, por ejemplo, a mitad del siglo XIX entre el mundo rural y el urbano, narrados por Pedro Ruiz Aldea (2000 [1894]) en “Los provincianos”. En esta dirección –de ahí su especificidad– hay algo en la obra y la escritura de Lemebel que constituye una anomalía, tanto en la tradición literaria cos- Atenea 496 II Sem. 2007 162 tumbrista del siglo XIX, en la cronística del siglo XX, como en la escueta etnografía escrita en Chile: su condición de actor social gay, urbano-popular e ilustrado; “nativo” a la vez que observador. Todo ello convierte sus escritos en documentos excepcionales, no sólo como “fuentes” (datos secundarios), sino también como trabajos analíticos de primer orden. Adiós mariquita linda, con más soltura del yo y experimentalidad, sigue constituida por esa argamasa del voyeur nativo que ventila mundos próximos con la dosis de extrañamiento necesaria para convertirlo en una sólida estética de la descripción y, fundamentalmente, de la interpretación. A estas alturas sabemos de la ficción mediadora del método para objetivar la observación como verdadera, recayendo en la retórica y la persuasión argumental y estilística la función de construir ya no verdad, sino verosimilitud. Y Lemebel, en esta su última obra, cumple con esta premisa: el poder cognitivo de la metáfora. En la crónica “El abismo iletrado de unos sonidos”, por ejemplo, logra con eficacia situar la agonística entre oralidad y escritura. Diferencias que, como siempre, occidente y las clases dominantes transformaron en desigualdades. Al recorrer los pliegues del choque cultural entre conquistadores y originarios o entre elites ilustradas y bajo pueblo, ciertamente la oralidad aparece como una resistencia cultural que niega a domesticarse. Occidente, a través de su historiografía que ve el documento como “monumento” – base única “de lo que realmente ocurrió”– ha combatido la plasticidad de la oralidad, no sólo porque entraña el peligro de la subjetividad perpetua, lo evanescente e inestable, sino porque es incapaz de soportar verdad científica y mantiene una peligrosa alianza con la memoria, ese “Pepe Grillo de la historia”, respondón y subversivo, que democratiza el control y la fijación del recuerdo. ¿Se puede decir de otra manera? Sí, como Lemebel: “Nuestro logo egocéntrico que cree almacenar su memoria en bibliotecas mudas, donde lo único que resuena es la palabra silencio”. He ahí una metáfora trabajando. Quizás, la particularidad etnográfica de Lemebel en este libro es su desplazamiento hacia la síntesis: la descripción de la mano con un plan hermenéutico trazado. Varios corpus están teñidos de este sincretismo, no sólo en “El alfabeto iletrado…”, sino también y maravillosamente en “La momia del cerro El Plomo”. Esta pieza constituye, sin duda, un ejercicio metodológico para la arqueología, a cuya meta –“sacarle el habla” a las materialidades pasadas– mis colegas llegan con la misma dosis de imaginación, pero con sopor y escasa eficacia comunicativa. Si el autor no hubiera cifrado a pie de página que la crónica era una interpretación libre de los hechos –sino, una especulación esclava de los mismos– y le hubiese agregado una batería de referencias bibliográficas a modo de “joyas pedantes”, el texto es un artículo de divulgación científica a lo menos, singular. He ahí el poder cognitivo de la metáfora. En razón de la extensión, nos detendremos en algunos corpus que, en sus frecuencias, ayudan a resolver los vacíos de mi reseña crítica de 1997. Las tres 163 Atenea 496 II Sem. 2007 crónicas que componen “Pájaros que besan” (sumaría a ella “Ojeras de trasnochado mirar”), se constituyen como una observación espesa sobre un sujeto joven plural, invisibilizado por la saturación indagatoria de lo social, que ha construido un estereotipo de lo juvenil metropolitano y criminal (“joven-problema”) articulado en torno a su revés: el joven reality-emprendedor y optimista. La textualidad de Lemebel revela los dispositivos diferenciales en los que se asienta la condición juvenil en territorios y trayectorias biográficas diversas. Un inédito rapero de Llanquihue cesante –Wilson–; un joven rural vendedor de maní –José-; un chico obrero de la “contru”; otro militante y una horda de prostitutos púberes, complejizan la caricatura de las encuestas. Estos retazos de biografías juveniles en el Chile de hoy resultan democratizadoras por la operatoria: el autor no viaja de la estructura social a los sujetos para explicarlos, sino parte de la carne y sangre para otear espacios microscópicos de su vida cotidiana trenzados en el azar por la afectividad. A su vez, pone en circulación a actores omitidos, desvelando una legitimidad identitaria equiparable a la de género, la étnica, o la de clase –la generacional–, lo que incide en la deconstrucción de los estereotipos. La resolución etnográfica es desigual, pero tiene en “Eres mío, niña” una metáfora desenfadada para comprender algunas claves de las prácticas simbólicas hip-hoperas: no penetrando la tribu, sino dejándose penetrar, literalmente, por su informante y sus semas, quien le traduce los sticks grabados en el muro o le activa la genealogía rapera del jeans “a medio culo” o la zapatilla carcelaria sin cordones: “esos trailer de zapatillas que los chicos adoran como novias, sus queridas zapatillas que las cuidan como otro par de pies suplentes y son para ellos el andamio callejero que los transporta…” (Op. cit., 28). Al ritmo de un scratch oral, termina co-produciendo una fresca canción sentimental, que el autor transcribe. Similar potencia cognitiva revela “Ojeras de trasnochado mirar” que compone en sólo tres páginas casi una antropología diacrónica del comercio sexual adolescente santiaguino, a partir de los ejes de clase, género y nación. Allí revela las transformaciones del intercambio pagado de “fluidos y toques” en estos espacios geoculturales, bajo la retina-memoria del autor: los chicos de la plaza las saben todas, las conocen todas, las vivieron todas, subiendo y bajando de departamentos, donde el dejarse penetrar vale una chaqueta de mezclilla Levis. Total, ya pasó la época en que el activo montador, valía oro, cobraba en oro, se hacía pagar muy bien sus atributos erectos. Ahora, el cambalache neoliberal de los cuerpos prostitutos, relativizó el valor del falo diamante, por la plusvalía del orto masculino (Op. cit., 177). En medio de la obra aparecen una serie de piezas gráficas que, bajo el título de “Bésame otra vez forastero”, encuentran su lugar como la contracara de la descripción anárquica, dibujando a carboncillo –cual naturalista– el paisaje Atenea 496 II Sem. 2007 164 humano viajado por dentro. Sin embargo, antes, una suerte de pequeña nouvelle –“Chalaco amor”–, aparentemente más cerca del yo que de los otros –y de los objetivos cognitivos de la etnografía– deja entrever un replanteo crítico del catequismo patrio. El arranque de este texto es una intelección que augura un violento proyecto escritural: la búsqueda de “identidades extranjeras” – “metecas”– cribadas y sufridas por el imaginario etnocéntrico del prejuicio y la arbitrariedad del “lugar” como dador de legitimidad xenófoba. Por cierto, otros textos circulan en la obra –cuestión a parte son las tres noches (“quiltra”, “payasa” y “coyote”), cuyas pretensiones cognitivas son más débiles. En esta dirección, si bien el conjunto de Adiós mariquita linda, re-modula su afán etnográfico –clave, desde mi punto de vista, en la obra de Pedro–, con un repertorio heterodoxo de representaciones, lo hace con la reflexividad interpretativa propia del que necesita saturarse de estudiar y representar al otro cultural, hasta llegar oír esa voz “a la que suele dársele el nombre de silencio”. Situado en la historicidad, al autor se deberá recurrir como fuente primaria, cuya particularidad es la enorme capacidad de observación participante –tan cara para la antropología– y cuyo mérito mayor –tan codiciado por la ciudad letrada– es el de decir por medio del decirse. REFERENCIAS Arguedas, J.M. 1971. El zorro de arriba y el zorro de abajo. Buenos Aires: Losada. Barnet, M. 1968. Biografía de un cimarrón. Barcelona: Ariel. González, Y. 1995. “Nuevas prácticas etnográficas: El surgimiento de la antropología poética”. Alpha 11: 63-81. ————. 1997. “Loco afán: Una etnografía sobre el dolor marica”. Alpha 13: 155-168. Lemebel, P. 2005. Adiós mariquita linda. Santiago de Chile: Sudamericana. Richard, N. (Ed.). 2003. Movimiento de campo. En torno a cuatro fronteras de la antropología en Chile. Guatemala: ICAPI/ Centre d’ Etudes Interdisciplinaires Fait Religieux, CEIFR-EHESS. Rosaldo, R. 1989. Cultura y verdad. México: Grijalbo. Ruiz Aldea, P. 2000 [1894]. Tipos y costumbres chilenas. Concepción, Chile: Editorial Universidad de Concepción. 165 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea 496 II Sem. 2007 166 Reseñas 167 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea 496 II Sem. 2007 168 Jaime Etchepare Jensen. Surgimiento y evolución de los partidos políticos en Chile, 1857-2003. Concepción, Chile: Universidad Católica de la Santísima Concepción, 2006. EDUARDO TÉLLEZ LÚGARO* E NCICLOPEDIA –y en el mejor sentido que se le otorga usualmente a esta palabra (es decir, como obra culta, prolija y hábilmente condensada)– es este libro maduro y definitivo de Jaime Etchepare, historiador laborioso y prominente en el campo de la historia política chilena. El rasgo enciclopédico del libro dado a estampa apenas ahora, enuncia de entrada el método al que se apega religiosamente Etchepare: exposición erudita, privilegio del enfoque analítico y positivista, reino del dato y de las notas a pie de página, en este caso provistas de mucha sustancia. Tanto que algunas se destinan a hacer verdaderas reseñas biográficas de los actores y personalidades que van apareciendo en escena. Nada queda aparentemente sin ser atado o conectado de alguna manera, en este tratado de largo aliento. Su escritor obviamente está pensando (y esperando) que su no menos paciente y sistemático lector (y hay que serlo para sobrellevar medio millar de páginas de escritura pareja y apretada) quede redondamente al tanto de la trayectoria oscilante de los partidos y fuerzas políticas que actuaron en Chile desde mediados del siglo XIX a los días que vivimos, sin dejarse guiar por el Góngora de Ensayo histórico sobre la noción de estado ni el Edwards de La fronda aristocrática, que ponen el acento o en la autonomía del aparato del estado frente a la sociedad, o en la lucha de la elite aristocrática por recapturar su conducción frente a un presidencialismo fuerte. Por el contrario, para Etchepare la clave explicatoria del funcionamiento del sistema político chileno son los partidos y las luchas y entendimientos transitorios que los dividen y unifican a través del tiempo. Su enfoque queda enunciado desde el principio. El periodo que sustancialmente interesa a Etchepare es abordado a partir del lugar preferente que ocu- * Profesor Universidad de Concepción y Universidad de Chile. E-mail: [email protected] 169 Atenea 496 II Sem. 2007 pp. 169-175 pan las modalidades del régimen político, del sistema electoral y la normativa que regulaba a las organizaciones partidistas. De esta guisa, se configuran cinco subperiodos caracterizados por un puñado de rasgos definitorios. A saber: 1. 1857-1891. Régimen Presidencial, sistema de lista completa, desde 1874 voto acumulativo en las elecciones de diputados y lista incompleta en las municipales; ausencia de normativa partidista, participación electoral débil, notable influencia del Ejecutivo a través de una activa intervención electoral. 2. 1891-1925. Régimen “Parlamentarista a la chilena” , voto acumulativo; ausencia de normativa partidista; participación electoral débil; pluripartidismo moderado. 3. 1925-1958. Régimen Presidencial, sistema proporcional d´Hontd, con especiales características; normativa partidista incipiente; participación electoral restringida; pluripartidismo exacerbado. 4. 1958-1973. Régimen Presidencial, pero con creciente influencia de las directivas de los partidos políticos; normativa partidista de mayor desarrollo; participación electoral amplia; pluripartidismo moderado. 5. 1989-2003. Régimen Presidencialista; normativa partidista más acabada y de alcances de mayor amplitud; participación electoral amplia; pluripartidismo moderado. Por razones prácticas el estudio se aplica a seguir las vicisitudes de los colectivos políticos que gozaron de representación parlamentaria durante los cuatro subperiodos que van de 1857 a 1973, o que estuvieron legalmente inscritos en el registro electoral durante el último. Criterio que restringe considerablemente el espectro de fuerzas y actores que actuaron en esos 140 años por el mero expediente de dejar fuera del campo de estudio a quienes no tuvieron curules en el congreso. Pero es el criterio de autor, y aunque discrepemos de él, coherente con su concepción de reconstruir el existir y trayectorias partidarias a partir de un eje institucional necesariamente excluyente (el acceso a la rama legislativa del Estado). Por demás, con buena voluntad, el propio autor excede la norma que él mismo se impone, desde que tanto en el texto cuanto en el prolijo catálogo de partidos y movimientos que inserta como anexo, brindándonos información puntual o prolija, según la importancia del sujeto, de aquellas tiendas, alianzas y liderazgos que no necesariamente cumplían a cabalidad con el principio comentado. La pasión por la información bien hilvanada lleva al hacedor de este libro a brindar un resumen decoroso de lo que fue la política de partidos y facciones en la independencia y la “década anárquica” que la continuó (1810-1830), así como de los rasgos que definen a la clase dirigente y al régimen impuesto en la era de hegemonía absoluta de las administraciones conservadoras (1830-1857). Pero el punto de despegue real del libro es el quiebre institucional de 1857 detonado por la cuestión del sacristán. De allí en más, el libro asienta su método Atenea 496 II Sem. 2007 170 expositivo, fundado en una división clásica y reconocible, como se desprende del hecho que las cesuras están determinadas por hitos que se vinculan con magnos eventos que han afectado la vida del Estado. A modo de ejemplo: el que corre entre 1891 y 1925 está enmarcado por el estallido de la revolución de 1891 y la caída de Balmaceda, en su extremo inicial, y por la aprobación de la carta de 1925, por su esquina opuesta. El que va de 1925 a 1938 queda demarcado por la entrada en vigencia de la carta de citas y el término de la segunda administración de Arturo Alessandri, vista aquí como de restauración civil. Y así en lo venidero. Desde luego, cada periodo largo se analiza a través de las diversas presidencias y gobiernos que caen en la órbita del mismo. Así, la historia de los partidos se va desarrollando en estrecha cercanía con las fluctuaciones de los gobiernos de turno, particularmente con sus crisis y cambios ministeriales y, como no podía ser de otro modo, con las elecciones parlamentarias, municipales y presidenciales que son tratadas con competente prolijidad. Una forma tradicionalista que condiciona la progresión del texto a una disertación lineal y cronologista, coherente con el viejo principio de avanzar de lo más vetusto a lo más reciente sin autorizarse jamás para romper o saltarse por un breve momento el riguroso dispositivo secuencial que se ha adoptado, casi dogmáticamente. Semejante plan narrativo se consuma al precio de restarle agilidad y dinamismo pero con dividendos altos en la claridad, el orden y la competencia con que son vertidos y tratados los contenidos. Dentro de este cuadro de cadencias, el corto apartado en el que se aborda las características de las prácticas y régimen electoral aplicado en el contexto de la entrada en vigencia de la carta del 25 es notable. La nueva constitución dispuso que “en las elecciones de diputados y senadores se empleará un procedimiento que dé por resultado en la práctica una efectiva proporcionalidad en la representación de las opiniones y de los partidos políticos”. El sistema seguido fue el diseñado por el belga Víctor d´Hondt (o de “cifra repartidora”) pero sumamente reformulado. En todo caso, las modificaciones propendieron a incrementar el poder de las direcciones de los partidos sobre la masa sufragante. El sistema D´Hondt sustituyó al voto acumulativo que primó en las elecciones de diputados desde 1874 a 1891 y que se generalizó desde entonces. Inspirado en el régimen electoral belga, y dado el peso electoral y social que todavía mantenía el bloque de fuerzas conservadoras, fue diseñado pensando en otorgar a éstas una neta sobrerrepresentación parlamentaria. En lo sustantivo, en Chile “se le adicionaron modalidades encaminadas a robustecer la autoridad de los dirigentes de los partidos políticos sobre los elegidos y sus electores. Así ocurrió con las multiplicaciones, los votos de lista, las precedencias y los pactos electorales. Al mismo tiempo se conservaron rasgos del original tendientes a la misma finalidad como “las listas cerradas”. En términos operativos la legislación se expresaba en las siguientes peculiaridades: 171 Atenea 496 II Sem. 2007 Los partidos, uniones de partidos, entidades cívico-sociales o postulantes independientes agrupan a sus candidatos en listas, las que deben contener un número de nombres inferior o igual al de cargos que corresponda elegir. El elector puede marcar su preferencia por un individuo, voto personal, o por una lista, voto de lista; para determinar el número de elegidos asignados a las diversas listas: se suman las preferencias individuales y los votos de lista; lo que nos proporciona el total de sufragios de la lista. En seguida se calculaban los cargos que, en base a la proporción de apoyo popular recibido elegirían las distintas listas. Para ello se dividía el total de votos obtenidos por cada lista por uno, por dos, por tres y así sucesivamente hasta completar la misma cifra que representantes; senadores, diputados o regidores municipales, según el caso de que se trate, que deban ser elegidos en la agrupación electoral respectiva. Los coeficientes obtenidos se ordenaban en orden decreciente y aquel que coincidía con el número de cargos a elegir era la llamada “cifra repartidora”. A cada lista correspondían tantos electos como veces la cifra repartidora estuviese contenida en el total de votos recibidos por aquélla. Determinar a los vencedores dentro de cada lista era una operación más intrincada que sería excesivo describir aquí. En los hechos las normas impuestas privilegiaban ostensiblemente la posición de las direcciones partidistas que determinaban a voluntad el orden de precedencia de los candidatos en las listas respectivas. Así, sus elegidos quedaban en ubicación expectable y con mejores posibilidades de resultar electos. Como se ve, la chilena fue una democracia electoral distorsionada por cúpulas y transacciones en que podía ser sacrificada “transitoriamente” la integridad de los principios. Al efectuar dos o más partidos políticos pactos para afrontar los comicios – señala el autor– la constitución de las listas era objeto de verdaderas negociaciones comerciales, donde se transaban lugares a cambio de apoyos o posiciones destacadas en otras circunscripciones electorales; de tal manera que el partido “A” podía aliarse en la 2ª circunscripción con sus adversarios de la primera y así sucesivamente. Aún más: dentro de una misma zona electoral podían los partidos concertar pactos con fuerzas antagónicas en el mismo comicio a distintos cargos; ejemplo: los partidos “A”, “B” y “C” integran lista común en la elección senatorial de Tarapacá y Antofagasta contra el bloque formado por los conglomerados “X” e “Y” en Tarapacá y con “D” y “Z” en Antofagasta; mientras sus antagonistas pueden combinarse dentro de todo un abanico de posibilidades. Entre los años 1932 y 1957, estos hechos anómalos fueron la regla general y no la excepción. En la realización de los acuerdos electorales predominaban ampliamente las meras conveniencias políticas y las expectativas de obtener un mayor número de cargos de representación popular sobre los posibles programas comunes o afinidades ideológicas. Atenea 496 II Sem. 2007 172 De otra parte, en el marco de la legislación electoral vigente los partidos adquirían las siguientes y temibles prerrogativas: 1) Eran los patrocinantes de las candidaturas a Presidente de la República, senadores, diputados y regidores; 2) dirigían y regulaban el funcionamiento del Parlamento a través de los comités parlamentarios; 3) a través de los mismos comités parlamentarios tenían supremacía en la composición de las comisiones legislativas; 4) utilizando el mismo expediente intervienen en la elección de las mesas directivas del congreso y mediante éstas participan e influyen en la formación e integración del Tribunal Calificador de Elecciones; 5) los estatutos de los partidos imponían la concesión previa del “pase” de sus directivas para los militantes que aspiraran a ocupar cargos de ministros, en el servicio diplomático o como funcionarios de confianza del Presidente. Como se ve, con semejantes niveles de injerencia en la institucionalidad, el Chile anterior a 1973 (aunque también, y por virtud en parte de la nueva legislación electoral, del posterior a 1990), en teoría y si lo hubiese querido, habría podido estar en contra de los partidos pero no podría haber vivido sin ellos. Habría que añadir que con no menor rigor se resume la evolución del nuevo régimen de partidos en el marco del binominal, cubriendo casi todo el periodo de la transición con agudeza y lucidez. Un encomiable anexo, presentado bajo la forma de “síntesis histórica y bibliográfica” de cada uno de los partidos tratados en el libro, es en verdad un completo diccionario de los mismos, de evidente utilidad en un medio que carece ostensiblemente de este tipo alfabético de registro. En definitiva, Etchepare piensa, como lo avanza en las conclusiones (tal vez excesivamente extensas) que los políticos criollos mutan con demasiada y sospechosa frecuencia sus posiciones doctrinarias y su ubicación en el cuadro partidista (casos de Arturo Alessandri, Carlos Ibáñez del Campo y Gabriel González Videla), pragmatismo que entra francamente en el campo bizarro del oportunismo; o que el cuerpo de legisladores electos por voluntad popular no tienen vinculaciones sinceras con las regiones a las cuales constitucionalmente representan y a las que utilizan y explotan sólo como plataforma de lanzamiento y figuración personal. A esto se agregan ángulos tanto o más desdorosos: – un neto predominio de las dinastías locales y de los lazos de familia en senadurías y diputaciones; – la propensión compulsiva a gestar formaciones efímeras para hacerse de éxitos pasajeros en torneos electorales, inconsistencia agravada por una generalizada anemia de militancia activa, incluso entre los partidos históricos de mayor relevancia; – la instalación de alianzas partidistas con designios meramente electoreros y de corto plazo, desprovistas de propuesta programática. 173 Atenea 496 II Sem. 2007 – el monopolio asfixiante de los partidos que veda el desarrollo de candidaturas y fuerzas independientes; – la imposición de legislaciones electorales hechas a la conveniencia de las frondas partidistas; – una interminable guerrilla y conflictos de autoridad entre los mandatarios y los partidos que los llevaron al poder, poco dispuestos después a respetar las prerrogativas autónomas de los jefes de Estado; – el intervencionismo persistente de conglomerados y fuerzas mayores y menores que enfilan, sin consecuencia alguna, discursos hostiles contra la misma democracia liberal en la cual no dudan en participar. Probablemente, otros aspectos de igual o mayor connotación asumidos por este sólido libro pudieron entrar también en este puñado de conclusiones. Verbigracia, por mentar sólo cuatro: 1. La cuestión de los financiamientos de campaña, uno de los temas más debatidos e impactantes de nuestra existencia republicana. 2. El largo predominio que hasta 1958 tuvo el fraude y el cohecho como prácticas habituales y extendidas, incluso en los partidos que los condenaban, vicios que desfiguraron la democracia y su capacidad de representación del demos. 3. El papel gravitante de las fuerzas de centro en el espectro multipartidista del siglo XX chileno. 4. La peligrosidad que revestía para la estabilidad del Estado la gestión de presidentes que entre 1925 y 1973 rigieron gobiernos de doble minoría, vale decir que conquistaron al Poder Ejecutivo sin mayoría absoluta y se apoyaron para ejercerlo en fuerzas parlamentarias que no controlaban cuantitativamente el Parlamento. También hubiese sido deseable abordar aristas menos grises, a saber: 1. El incremento constante de la participación electoral 2. La sinergia aportada por las fuerzas partidistas a la sociedad civil en la tarea de ampliar la ciudadanía política y la igualdad de derechos cívicos. 3. La legitimidad indiscutible que los partidos tuvieron y siguen teniendo como instancia intermediaría pública frente al poder estatal dentro de una sociedad que, no obstante criticarles sin compasión, los prefiere en esa función a los sindicatos, gremios y a otros grupos corporativos y cuerpos intermedios. Pese a todo, en cada elección municipal o parlamentaria, el populus busca instintivamente apoyar la representación que pueda darle un candidato de filas y no la que le prometen personalidades antipartidos. Si bien ésa fue una época innegable de la política nacional (1952-1964), si se mira en perspec- Atenea 496 II Sem. 2007 174 tiva de larga duración, cabe concluir que fue francamente breve y no tuvo capacidad de reproducción social. Como que entre 1964 y 1973, la masa electoral se volcó decididamente a favor de los partidos ideológicos. Y en la transición esa línea se ha mantenido sustantivamente. Tanto que aquellos liderazgos independientes y fustigadores de los partidos históricos que lograron concentrar caudales respetables de sufragios, no pudieron sostenerse por la mera fuerza de su magnetismo personal y vieron disolverse su capital electoral al no contar tras de sí con una fuerza partidaria organizada que operara como catalizador de esa transitoria popularidad. Incluso, personalidades de corte populista que consiguieron algún arraigo electoral, a la larga debieron plegarse a la tendencia y fundar su propio partido caudillista con miras a consolidar su ascendiente de masas, cierto que con poco éxito. Al fin y al cabo, en los últimos 15 años, los partidos han seguido imperando como órganos predilectos (aunque fuertemente fustigados) de canalización de la soberanía popular. Un solo hecho lo confirma: En el Chile de hoy nadie podría seriamente aspirar a ascender a la Presidencia de la República sin una plataforma de partidos orgánicos. Y eso no ocurre por casualidad. Con independencia de estas omisiones, Jaime Etchepare Jensen ha escrito, con bella presentación y bibliografía acabada, probablemente el libro más completo e informado de cuantos se hayan escrito en Chile sobre la historia larga de sus partidos. 175 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea 496 II Sem. 2007 176 Atenea INFORMACION A LOS AUTORES Revista ATENEA es una publicación semestral editada por la Universidad de Concepción. Su objetivo es difundir la investigación y la reflexión crítica en el ámbito cultural chileno y latinoamericano. Comprende temas relevantes de distintas disciplinas (literarios, sociológicos, plásticos, históricos, científicos, etc.), surgidos de investigaciones y estudios provenientes del mundo universitario e intelectual de Chile y América Latina. Es una publicación dirigida a investigadores, pensadores, artistas y lectores en general interesados en el desarrollo de las ideas, el conocimiento y el diálogo intelectual crítico. ATENEA considera para su publicación artículos inéditos, los que serán sometidos a evaluación de acuerdo a lo indicado en el punto 2 de las normas de publicación. Se acogen trabajos posibles de ser incluidos en las siguientes secciones de la revista: Artículos, los que deben tener 20 páginas como máximo, incluyendo referencias bibliográficas y resúmenes en español e inglés. Notas, las que deben tener 10 páginas como máximo. Plástica, debe tener 12 páginas como máximo, incluyendo ilustraciones. Entrevistas, las que no deben superar las 10 páginas. Reseñas, que deben tener 4 páginas como máximo. NORMAS DE PUBLICACION 1. Originales. Las contribuciones a la revista deben ser escritas a doble espacio, en hoja tamaño carta, con márgenes a la derecha e izquierda y superior e inferior de 3 cm, en caracteres Times New Roman, tamaño 12. Debe consignarse: a) Título del trabajo b) Nombre de autor(es) c) Especialidad, institución a que pertenece y correo electrónico. d) Resumen y palabras claves. e) Abstract y keywords. 1.1. Los trabajos deben adjuntar un diskette de 3,5" (debidamente identificado) con el texto digitado en softwares Word para Windows (extensión RTF) y dos ejemplares impresos. 1.2. Ilustraciones. Revista ATENEA considera un aporte valioso la presencia de la imagen gráfica en sus páginas. Por ello se invita a los autores a complementar sus escritos con grabados, fotografías, ilustraciones o dibujos pertinentes y, en lo posible, de valor documental y artístico. En caso contrario, la dirección de la revista se reserva el derecho de ilustrar el texto sin previa consulta a sus 177 Atenea 496 II Sem. 2007 autores. El material fotográfico debe enviarse en papel brillante o en archivos “jpeg” o “tiff ”, con una resolución no inferior a 300 pixeles y tamaño no inferior a 12 cm de ancho, grabados (en modalidad ISO) en disco compacto. Para las fotografías en colores se debe remitir diapositivas de 6 x 6 ó 35 mm, debidamente identificadas e indicando el sentido u orientación del motivo. 1.3. Citas y referencias bibliográficas. Las citas de referencia en el texto y la lista final de referencias se deben presentar según formato de American Psychological Association (A.P.A.): a) Cuando el apellido del autor forma parte de la narrativa se incluye solamente el año de publicación del artículo entre paréntesis. Ejemplo: González (2001) estudió las relaciones entre... b) Cuando el apellido y la fecha de publicación no forman parte de la narrativa del texto, se incluyen entre paréntesis ambos elementos, separados por una coma. Ejemplo: El estudio de las relaciones entre política y lenguaje (González, 2001) abrió una nueva perspectiva... c) Cuando tanto la fecha como el apellido forman parte de la oración no se usa paréntesis. Ejemplo: En el 2001 González estudió de las relaciones entre política y lenguaje... d) Si hay más de una obra/artículo de un solo autor aparecido el mismo año, se citará con una letra en secuencia seguida al año. Ejemplo: (González, 2001a, González, 2001b, etc.) Las referencias bibliográficas en lista final deben disponerse en orden alfabético y año de publicación en caso de más de una obra del mismo autor. Revistas: Apellido de cada autor, nombre o nombres, año de publicación, título del trabajo (entre comillas), nombre de la revista (en itálicas o subrayado), el volumen, página inicial-página final del artículo. Ej.: González, Manuel. 2000. “Política y lenguaje”, en Atenea 485, pp. 21-26. Libro: Apellido de cada autor, nombre o nombres, año de publicación, título del libro (en itálicas o subrayado), edición, volumen, capítulo y/o páginas, ciudad y país donde fue publicado, y nombre de la editorial. Ej.: González, Manuel. 2001. Teoría del signo, 2da edic., vol. II, Concepción, Chile: Editorial Universidad de Concepción. Todas las citas en el trabajo deben aparecer en la lista final de referencias y todas éstas deben ser citadas en el texto. 2. Sistema de arbitraje y selección de artículos. Los artículos recibidos se someten a la consideración del Comité Editorial, repartidos, según su tema, entre los cinco especialistas que lo conforman. Si los artículos no corresponden exactamente a las disciplinas cultivadas por los miembros del Comité, son enviados a pares internos o externos a la Universidad. En casos conflictivos en que existan evaluaciones con- Atenea 496 II Sem. 2007 178 tradictorias, se recurre a los miembros del Comité Consultivo para dilucidar el problema. 3. Notificación a los autores. Se notificará la recepción del trabajo al autor principal y, posteriormente, si éste fue seleccionado por el Consejo Editorial para su publicación. 4. Derechos de publicación. Los autores conceden a ATENEA derechos de publicación y difusión de los artículos seleccionados para la revista, tanto en sus versiones papel, electrónica o cualquier otro soporte, así como su inclusión en catálogos, bibliotecas, servidores o sitios virtuales. 5. Orden de publicación de trabajos. El orden de publicación de los artículos quedará a criterio del Director. 6. Dirección de los envíos. Los interesados en publicar en esta revista enviarán sus trabajos, por correo certificado, a: Revista Atenea Universidad de Concepción Biblioteca Central, Of. 11, Campus Universitario Fono (56-41)2204590 - Fax (56-41)2228262 Casilla 160-C, Correo 3 - Concepción-Chile E-mail: [email protected] Para consultas y mayor información, remítase a la misma dirección. 179 Atenea 496 II Sem. 2007 Atenea 496, editada por la Universidad de Concepción, fue matrizada electrónicamente por Editorial Universidad de Concepción, e impresa, en el mes de diciembre de 2007, por Trama Impresores S.A. (que sólo actúa como impresora) Avda. Colón 7845, Hualpén Chile Atenea 496 II Sem. 2007 180