El EvangElio En los EvangElios

Anuncio
El evangelio
en los evangelios
Luis Sánchez Navarro
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S U B S I D I A
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cuando fue despreciado, que es la que ya ha tenido lugar, y la segunda
gloriosa, en poder regio, que aún ha de suceder92.
Asumida esta perspectiva, que es incompatible con cualquier
sombra de exclusivismo, queda legitimada la eventual preferencia por
el relato de Lucas o de Mateo, de Marcos o de Juan. Porque los cuatro
se reconducen a la unidad en la que subsisten, y formando un mismo
canon se iluminan necesariamente unos a otros. Por ello cualquiera de
los cuatro –leído uno Spiritu– nos habla del único Jesús.
III. Cuatro testimonios del único Evangelio
El Evangelio es un acontecimiento histórico y personal; como
tal, la forma que tiene de perpetuarse es la del testimonio. El testimonio evangélico, que comenzara el día de Pascua, fue transmitiéndose
desde el principio en la Iglesia y adquiriendo una forma cada vez más
consistente. Así comenzó la tradición apostólica, primero oral, luego
por escrito93. El comienzo del capítulo 15 de 1 Corintios refleja este
proceso: Pablo les recuerda por escrito el kerigma que les transmitió
de palabra, un anuncio sintético del misterio de Cristo; algo que los
evangelios retomarán de forma narrativa. A continuación abordamos
algunas cuestiones que caracterizan el múltiple testimonio escrito del
único evangelio.
92 Et ideo, licet varia sin­gulis evangeliorum libris principia doceantur, nihil
tamen differt creden­tium fidei, cum uno ac principali spiritu de­clarata sint in omnibus
omnia de nativitate, de passione, de resurrectione, de conversatione cum discipulis suis
ac de gemino eius adventu, primo in humilitate despecto, quod fu­it, secundo in potestate
regali prae­claro, quod futurum est: EB 2. Sobre la datación de este escrito cf. Hengel,
Four Gospels, 216-217; Stanton, Jesús y el evangelio, 114-119; J. M. Sánchez Caro,
“Sobre la fecha del canon muratoriano”, en: J. J. Fernández Sangrador – S. Guijarro Oporto (eds.), Plenitudo temporis. Miscelánea Homenaje al Prof. Dr. Ramón
Trevijano Etcheverría (Salamanca 2002) 296-314.
93 Cf. L. Sánchez Navarro, Testimonios del Reino. Evangelios sinópticos y
Hechos de los Apóstoles (Madrid 2010) 77-100: “Génesis de las tradiciones evangélicas”.
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1.Testimonios biográficos
El componente biográfico de los evangelios es esencial; en ello se
diferencian de los demás escritos del Nuevo Testamento, que aportan
muy escasos datos sobre la vida de Jesús94. Podemos ver por tanto en
ellos cuatro biografías de Jesús, semejantes a otros relatos biográficos
de la antigüedad95; en el mundo greco-romano, “una biografía narra
el significado de la vida de una persona famosa (i.e., su carácter y
sus logros), opcionalmente enmarcada por una narrativa de orígenes
y juventud, por un lado, y la muerte y su profundo significado, por
otro”96. Pero hay que notar que el interés biográfico de los evangelistas
obedece a, y depende de, su finalidad kerigmática o testimonial; la
narración de los dichos y hechos de Jesús pretende ante todo desvelar
la verdadera identidad de su protagonista y la naturaleza de su misión,
para conducir a la fe en él97. Las biografías antiguas no pretenden algo
semejante: la identidad del protagonista es su punto de partida, y su
objetivo, ensalzar la personalidad y acciones del personaje en cuestión,
es laudatorio o ejemplarizante. La peculiaridad de los evangelios se
explicita en unas palabras conclusivas de Juan; tras reconocer que hay
mucho material sobre Jesús que no ha incluido en su narración (Jn
20,30), afirma: “Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios” (20,31). Juan no escribe para informar sobre la vida de Jesús, ni para ensalzarlo, tampoco simplemente
para ponerlo como ejemplo, sino para suscitar la fe en él como Logos
eterno, Hijo de Dios. Algo semejante verificamos en Lucas: el evangelista historiador da cuenta de su trabajo de recopilación de material,
94 De hecho, la única presentación narrativa de la vida de Jesús que nos
ofrece el NT fuera de los evangelios es la que hace Pedro en casa del centurión Cornelio (He 10,36-43); el mismo Pedro, más adelante, se refiere a esta predicación como
“la palabra del Evangelio” (o`` lo,goj tou/ euvaggeli,ou: He 15,7).
95 Cf. C. H. Talbert, What is a Gospel? The Genre of the Canonical Gospels
(Philadelphia, PA 1977); D. E. Aune, El Nuevo Testamento en su entorno literario
(Bilbao 1993), 82-88: “Los evangelios como biografía greco-romana”; G. N. Stanton, The Gospels and Jesus (Oxford 22002), 14-18: “The gospels as biographies”;
Guijarro, Los cuatro evangelios, 57-60: “Los evangelios y las biografías helenísticas”.
96 Aune, Entorno literario, 36.
97 Cf. Sánchez Navarro, Testimonios del Reino, 78-79.
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que –a diferencia de Juan– ha intentado que sea exhaustivo (“Decidí
también yo, tras investigar con precisión todo desde el principio, escribírtelo por orden, ilustre Teófilo”: Lc 1,3); pero, una vez más, su objetivo no es ilustrar al lector sino fortalecer su fe: “Para que reconozcas la
solidez de las palabras acerca de las que has sido instruido” (1,4).
Ciertamente, en el canon del NT los evangelios son los relatos
biográficos sobre Jesús; pero comparten con todos los demás escritos
neotestamentarios su carácter kerigmático. O, podríamos decir de otra
manera: son aproximaciones biográficas a un hombre, Jesús de Nazaret, destinadas a mostrar que era el Hijo de Dios encarnado y a suscitar
la fe en él98. Se trata por tanto de un género literario distinto; “acontecimientos nuevos crean formas literarias nuevas” 99. Esta novedad
distingue los evangelios de la biografía antigua y en cierto sentido los
acerca a las biografías “modernas”. En efecto, el mundo antiguo definía
a las personas por los grupos sociales a los que pertenecían; “la personalidad humana era considerada fija e inamovible como los grupos sociales y de parentesco, fuentes primarias de identidad”100. Algo distinto
sucede con Jesús, ya que su personalidad no le viene de la descendencia
de Abraham o de la tribu de David, sino de su filiación divina. Además, “los antiguos aprobaban al «individuo» que representaba normas
y valores de grupo”101, mientras que Jesús aparece como un hombre
absolutamente singular que da origen a una nueva forma de vivir y de
actuar. Su enseñanza era con autoridad, a diferencia de la de sus escribas (Mt 7,29; Mc 1,22); y también su obrar era radicalmente nuevo:
tal y como dicen los testigos de sus acciones, “nunca se ha visto nada
igual en Israel” (Mt 9,33; cf. Mc 2,12). De modo que, tanto por su
98 “The major reason biography-like accounts of Jesus appeared is that the
early Christian message from the first was focused on Jesus as the personal vehicle of
revelation and redemption”: L. W. Hurtado, “Gospels (Genre)”, en: J. B. Green –
S. McKnight – I. H. Marshall (eds.), Dictionary of Jesus and the Gospels (Downers
Grove, IL 1992) 276-282, p. 278.
99 Segalla, Evangelo e Vangeli, 18.
100 Aune, Entorno literario, 37.
101 Aune, Entorno literario, 38.
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énfasis como por su objetivo, los evangelios presentan rasgos distintivos que los diferencian de los géneros literarios greco‑romanos102.
La excepcionalidad de su protagonista marca la singularidad del
(nuevo) género literario103, que se podría denominar “biografía testimonial” (subgrupo del género biográfico antiguo)104. Preferimos sin
embargo hablar de “testimonio biográfico” (modalidad específica del
kerigma)105. Esto no obedece a una minusvaloración del elemento biográfico, esencial en los evangelios –ya lo hemos indicado– pues muestran cómo ha acontecido la revelación en la historia del hombre Jesús;
pero al hacerlo valoramos singularmente la finalidad de su composición. Los evangelios no son biografías al estilo de las obras que buscan
ilustrar sobre un personaje relevante o ensalzar sus méritos profundizando en las circunstancias de su vida: son ante todo testimonios de
la verdadera identidad y misión de Jesús de Nazaret, el Mesías e Hijo
de Dios, que buscan suscitar la fe en él106. Nacen de la necesidad de la
predicación y están orientados a ella107.
Su carácter testimonial explica que, pese a ser relatos biográficos
acerca de una misma persona, presenten diferencias entre sí.
102 Hurtado, “Gospels”, 279. “Il vangelo come buona notizia narrata e
scritta non aveva altri modelli letterari cui riferirsi”: Segalla, Evangelo e Vangeli, 18.
103 “Lo si può chiamare «genere letterario» perché si realizza in quattro opere
diverse ed ha come sua finalità quella di conservare le memorie degli apostoli”:
Segalla, Evangelo e Vangeli, 18. “Un genere storico‑cherigmatico”: ibíd., 20.
104 “On the one hand, the Gospels share various characteristics of one or
more types or Greco-Roman literature and in light of this can be likened to certain
literary genres of that period. […] Yet the NT Gospels also exhibit a certain uniqueness and thus form at least a partially distinctive category or subgenre. That is, the
Evangelists, though influenced by their literary environment, seem to have produced
works whose origin and characteristics are to be understood most directly in terms
of the early Christian groups for which the Gospels were written”: Hurtado, “Gospels”, 276.
105 “Testigos en forma narrativa”: Stanton, Jesús y el evangelio, 145.
106 “Forman parte del amplio género de los bi,oi («vidas»), pero no son bi,oi
tout court; son cuatro testigos de un solo Evangelio”: Stanton, Jesús y el evangelio,
145.
107 Cf. H. Köster, “One Jesus and Four Primitive Gospels”: Harvard Theological Revue 61 (1968) 203-247, p. 207.
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2. Diferencias entre los evangelios
La diversidad entre las narraciones evangélicas, notada desde
los primeros siglos, es llamativa108. Pues no se limitan a dar versiones
distintas de un mismo acontecimiento o de una enseñanza de Jesús,
justificables por las técnicas propias de la transmisión oral o por el
ambiente cultural del autor o de sus destinatarios; sino que plantean
complejas cuestiones sobre la cronología y las circunstancias históricas de la vida de Jesús, cuestiones que a veces aparecen difícilmente
resolubles y suscitan por lo tanto hipótesis explicativas que no pueden
alcanzar un elevado grado de certeza. Los ejemplos son muchos. La
expulsión de los mercaderes del templo, ¿tiene lugar al principio del
ministerio público de Jesús (Juan), o al final (sinópticos)? ¿Cuándo se
produjo la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret: en la inauguración de su ministerio público (Lucas) o avanzada ya su actividad
galilea (Mateo, Marcos)? ¿Cuántos años duró el ministerio de Jesús:
tres (Juan) o sólo uno (sinópticos)? ¿Dónde lo desarrolló fundamentalmente: en Galilea (Mateo y Marcos), camino de Jerusalén (Lucas) o
en la ciudad santa (Juan)? ¿Cuándo tuvo lugar la última cena: la noche
de pascua (sinópticos) o la tarde anterior (Juan)? ¿Quién carga con la
cruz camino del Calvario: Simón de Cirene (sinópticos) o Jesús (Juan)?
¿Dónde se manifiesta el Resucitado a sus discípulos: en Galilea (Mateo
y Marcos), en Jerusalén (Lucas) o en los dos lugares (Juan)?
La constitución Dei verbum, con su acertada síntesis de la actividad
redaccional de los hagiógrafos, nos ofrece un camino para responder:
“Los autores sagrados por su parte compusieron cuatro evangelios: seleccionando algunas cosas de las muchas que se habían transmitido oralmente o por escrito, redactando otras sintéticamente o explicándolas en
atención a la condición de las iglesias, y conservando en fin la forma de
proclamación”109. Los evangelistas no sólo han seleccionado un material
omitiendo otro (primera diferencia entre ellos110), sino que además:
108 Merkel, Widersprüche; Id., La pluralité des Évangiles. Cf. Sánchez NavaTestimonios del Reino, 58-63.
109 DV 19: EB 698.
110 El cuarto evangelista es explícito al respecto: “Muchos otros signos hizo
Jesús ante sus discípulos que no están escritos en este libro; pero éstos han sido escritos para que creáis…” (Jn 20,30-31a).
rro,
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a) Han sintetizado: es decir, han intervenido redaccionalmente
resumiendo un material tradicional más amplio. Por ejemplo,
pueden haber reducido un discurso a una sentencia o una
breve instrucción; o un episodio prolijo a una narración más
sobria, o incluso a una alusión sumaria111. También (¿por qué
no?) pueden haber concentrado una actividad prolongada
durante varios años en el esquema de un único año cronológico (en Lucas Jesús habla, con palabras de Isaías, del “año de
gracia del Señor”: Lc 4,19).
b) Han explicado: es la actividad opuesta. Los autores en ocasiones
amplían las enseñanzas de Jesús, ya por adición (uniéndolas a
otras palabras suyas también tradicionales), ya por extensión
(desarrollando potencialidades de significado implícitas en las
palabras de la tradición recibida). Según las hipótesis al uso, un
buen ejemplo de esta explicación por adición sería la parábola
lucana de las minas (Lucas 19) frente a la de los talentos (Mateo
25)112. Y la explicación por extensión se puede ejemplificar con
las Bienaventuranzas de Jesús según Mateo (8+1) frente a Lucas
(3+1); o bien, en los mismos evangelios, con las dos versiones del
Padre Nuestro (Mateo: 7 peticiones; Lucas: 5).
c) Han conservado la forma de proclamación. En todo momento
mantienen claro el objetivo de su actividad literaria: proclamar
el evangelio, dar testimonio de la salvación acontecida en Jesucristo. Esta dimensión fundamental afecta a las dos anteriores:
si han sintetizado y / o explicado, teniendo en cuenta a los destinatarios de su escrito, es porque buscan la forma más eficaz
de comunicarles la salvación que su escrito testimonia.
111 Es interesante a este respecto comparar los dos episodios de que consta
el capítulo 5 de Marcos (Mc 5,1-20; 21-43) con sus paralelos, llamativamente más
parcos, en Mateo (Mt 8,28-34; 9,18-26).
112 En Lucas hallamos entreverada en la parábola la doble mención de los
conciudadanos hostiles a ese “hombre noble” que no quieren que sea constituido rey
sobre ellos (Lc 19,14.27); este rasgo falta en la versión de Mateo.
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La actividad literaria de los evangelistas permite por tanto dar
cuenta de muchas diferencias entre sus obras; algunas, muy llamativas.
Nos sirve de ejemplo el evangelio según Juan frente a los tres primeros113. Un tema como el “reino de Dios”, central en la predicación
de Jesús según los sinópticos, aparece mencionado sólo dos veces en
Juan114. Las parábolas, ese género literario característico de la enseñanza
de Jesús en los sinópticos (donde aparecen varias decenas de ellas)115,
están ausentes del cuarto evangelio116. No hallamos en Juan discursos didácticos semejantes a la Enseñanza de la Montaña, el discurso
misional o la instrucción escatológica; sí tenemos grandes discursos
y diálogos, pero de otra naturaleza117. Por no hablar del característico
lenguaje de Jesús en Juan, tan semejante al de las cartas joánicas y tan
diferenciado a veces del hablar de Jesús en los tres primeros relatos118.
Un dato, bastante sorprendente según lo expuesto hasta ahora, nos sirve
como botón de muestra: no aparece en Juan el concepto de “evangelio”.
113 Cf. Guijarro, Los cuatro evangelios, 54.
114 Con gran probabilidad hemos de ver el equivalente joánico del “reino de
Dios” en la “vida (eterna)”, central en Juan; esto parece desprenderse del diálogo con
Nicodemo, la primera vez que se habla de la “vida” después del prólogo: “ver el reino
de Dios” (Jn 3,3) o “entrar” en él (3,5) aparece en estrecha relación, prácticamente
sinonímica, con “tener vida eterna” (3,15-16).
115 Es difícil a veces distinguirlas de una metáfora; un elenco “minimalista”
distingue 35 parábolas de Jesús, algunas comunes a tres o dos evangelios, otras exclusivas de alguno de ellos: V. Fusco, “Parábola/Parábolas”, en: P. Rossano – G. Ravasi
– A. Girlanda (eds.), Nuevo diccionario de teología bíblica (Madrid 1990) 13901409, pp. 1407-1408.
116 Sí que hallamos algunas “comparaciones” (paroimi,ai: Jn 10,6; 16,25.29).
Otros empleos del lenguaje figurado en Juan: las alegorías del buen pastor (Jn 10,118), de la vid (Jn 15,1-8) o de la parturienta (Jn 16,21-22).
117 “Sus discursos durante el ministerio público son revelatorios (Nicodemo,
Samaritana, Discurso sobre la Palabra de Vida y sobre el Pan de Vida, Alegoría-parábola
del Buen Pastor) o discusiones fuertes acerca de la identidad de Jesús (caps. 7-8 y 10,2238)”: D. Muñoz León, “Evangelio según san Juan”, en: A. J. Levoratti (ed.), Comentario Bíblico Latinoamericano ii (Nuevo Testamento; Estella 2003) 589-682, p. 589.
118 “La peculiaridad del lenguaje del evangelio de Juan es tan notable que
podemos decir que los vocablos de especial significación teológica que caracterizan
el mensaje de esta obra no suelen tener preeminencia alguna en las presentaciones
sinópticas”: J.-O. Tuñí – X. Alegre, Escritos joánicos y cartas católicas (Introducción
al estudio de la Biblia 8; Estella 1997) 21.
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La práctica ausencia de euvagge,lion en el AT (ver más arriba, p. 10)
no justifica que Juan ignore este concepto ya que tampoco emplea el
verbo euvaggeli,zomai, este sí de fuerte arraigo veterotestamen­tario119;
Lucas por ejemplo, que no emplea euvagge,lion, usa muy significativamente el verbo120. Hay que notar con todo que en el evangelio
y las cartas de Juan la noción está presente mediante el término
simple “anuncio / anunciar” (avggeli,a / avgge,llw). En el evangelio
el texto fundamental es el que narra el cumplimiento del mandato
del Resucitado por la discípula de Magdala: “Va María la Magdalena
anunciando (avgge,llousa) a los discípulos que «He visto al Señor», y
que le ha dicho esto” (Jn 20,18). Y en el prólogo de la primera carta
el autor insiste: “Os anunciamos”, con otro compuesto (avpagge,llw);
el término avggeli,a (“anuncio”), que en el NT sólo contiene este
escrito (1 Jn 1,5; 3,11121), evoca asimismo fuertemente el compuesto
con el preverbio eu-122. Por lo demás, Graham Stanton habla de h`
avggeli,a y to. martu,rion como “cuasi-sinónimos cristianos” de to.
euvagge,lion123.
Estos datos y otros semejantes, que atestiguan la elaboración realizada por los evangelistas de la tradición que han recibido, impiden
reducir a uno solo los relatos sobre Jesús; la Iglesia antigua, dejando
aparte iniciativas armonizadoras como la de Taciano, ya comentada,
no siguió esa senda. Y es que, aún percibiendo las discrepancias, atribuyó una importancia mucho mayor a los elementos comunes de estos
testimonios. Es interesante al respecto la analogía con la controversia
119 En el corpus Ioanneum sólo el Apocalipsis atestigua ambos vocablos: Ap
10,7 (verbo) y 14,6 (verbo y sustantivo).
120 VEuagge,lion sí aparece, dos veces, en Hechos.
121 13 veces en el AT.
122 “Prescindiendo del Apocalipsis, la palabra «evangelio» no aparece en los
escritos joánicos; angelia podría muy bien ser su equivalente. […] El anuncio (angelia) traduce la experiencia pascual de la comunidad que se convierte en «testigo».
Siempre con palabras encubiertas, pero con un lenguaje típicamente escolar para los
grupos joánicos, el autor remite al evangelio. El anuncio no es sino el del evangelio
recibido en la comunidad, es decir, el contenido del cuarto evangelio”: M. Morgen,
Las cartas de Juan (Cuadernos Bíblicos 62; Estella 1988) 11.
123 Stanton, Jesús y el evangelio, 90.
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pascual durante el siglo ii124. Siguiendo la cronología joánica (Jesús
murió en la “parasceve”, la víspera de la pascua: Jn 19,14), en Asia
Menor se conmemoraba la muerte del Señor coincidiendo con la pascua judía el día catorce de Nisán, fuera cual fuera el día de la semana;
mientras que en las otras iglesias se celebraba siempre en viernes, pues
la Resurrección había de conmemorarse en domingo. Esto provocó que
durante el siglo ii no hubiera una práctica común del ayuno entre las
iglesias cristianas. Pues bien, según el testimonio de Eusebio, Ireneo lo
plantea así: “El desacuerdo en el ayuno confirma nuestro acuerdo en la
fe”125. De forma semejante, la solución eclesial a las divergencias entre
los evangelios, una “no solución” (yuxtaposición de los cuatro en un
mismo canon, el “Tetraeuangelion”), manifiesta una actitud semejante;
las diferencias, que no se niegan, no afectan a lo esencial. “La unidad
del evangelio (euangelion) está basada en la diversidad de los cuatro
(tetra)”126. De modo que la imagen de Jesús que brota de ellos –de los
cuatro leídos en mutua interacción– resulta coherente, tal como señala
el papa Benedicto refiriéndose a su libro sobre Jesús:
He intentado presentar al Jesús de los Evangelios como el Jesús real,
como el “Jesús histórico” en sentido propio y verdadero. Estoy convencido, y confío en que el lector también pueda verlo, de que esta
figura resulta más lógica y, desde el punto de vista histórico, también
más comprensible que las reconstrucciones que hemos conocido en
las últimas décadas. Pienso que precisamente este Jesús –el de los
Evangelios– es una figura históricamente sensata y convincente. Sólo
si ocurrió algo realmente extraordinario, si la figura y las palabras de
Jesús superaban radicalmente todas las esperanzas y expectativas de la
época, se explica su crucifixión y su eficacia127.
124 Cf. Trobisch, The First Edition, 105-106.
125 ~H diafwni,a th/j nhstei,aj th.n o`mo,noian th/j pi,stewj suni,sthsin: Eusebio,
Hist. Eccl. v, 24, 13 (SC 41, 70).
126 Trobisch, The First Edition, 106. “The New Testament is spirit, not letter” (ibíd.).
127 Ratzinger/Benedicto xvi, Jesús de Nazaret, 18.
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Cuanto venimos diciendo nos permite comprobar, con todo, hasta
qué punto son “cuadriformes” los evangelios: del mismo modo que el
león no puede ser reconducido al águila, Marcos no puede ser uniformado con Juan, pero tampoco con un evangelio en muchos aspectos
más cercano como Mateo. Cada narración goza de una originalidad que
no sólo ha de ser respetada, sino que además promete una gran riqueza
interpretativa. No es un “mal menor”, sino un “bien mayor”128.
3. La riqueza del múltiple testimonio
“Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que ha
escrito esto” (Jn 21,24). Con estas palabras se cierra el cuarto evangelio, que su autor presenta como un testimonio escrito. Pero también
Lucas alude en su prólogo a esta realidad, cuando menciona a quienes
desde el principio fueron “testigos presenciales” (auvto,ptai) de la Palabra
(Lc 1,2), y que están en el origen de la tradición recibida. Algo que se
puede extender también a Mateo y a Marcos: los evangelios se presentan como una palabra testimonial escrita acerca de Jesús. Palabra: transmisión de acontecimientos y enseñanzas mediante el lenguaje humano,
que los hace accesibles a todo hombre. Testimonial: con pretensión de
verdad, en su doble dimensión histórica (realidad del acontecimiento)
y trascendente (significado salvador de ese acontecimiento). Escrita:
con forma estable y vocación de permanencia en el tiempo129. El testimonio evangélico afirma la verdad de los hechos que conforman la
historia de Jesús130; pero no se limita a ello, porque su finalidad última
estriba en mostrar el sentido salvífico y trascendente de esa historia:
128 “Esta variedad, lejos de ser un engorro, es para nosotros una gran ventaja:
en los cuatro evangelios tenemos cuatro caminos distintos para llegar a la fe en Jesús,
Hijo de Dios, o para mantenerla viva”: Herranz Marco, Los evangelios y la crítica
histórica, 70.
129 Cf. L. Sánchez Navarro, “Carácter testimonial de la Sagrada Escritura”:
Revista Agustiniana 43 (2002) 349-369.
130 Acerca del tema del testimonio en los evangelios como medio para subrayar la importancia de los fundamentos históricos de la fe cristiana ver A. A. Trites,
The New Testament Concept of Witness (Society for New Testament Studies Monograph Series 31; Cambridge 1977) 224-225. “In the light of the New Testament’s
repeated insistence on the role of eye-witnesses and the consequent stress on the his-
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“Para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios” (Jn 20,31). Y en
esta tarea, cada evangelista vuelca –movido por el Espíritu– sus capacidades literarias e históricas, su comprensión del misterio de Jesús,
siempre atendiendo a “la condición de las Iglesias” (DV 19). Testigos
diversos implican narraciones diversas.
No existe un escrito neotestamentario que no esté ligado a un testigo apostólico; esto se verifica también en los evangelios, que la tradición vincula con algunos de los Doce (Mateo, Juan, Pedro [Marcos]) y
con Pablo (Lucas). Pero a diferencia de los demás libros del NT, y debido
a su carácter peculiar (son de Mateo, Marcos, etc.; pero son sobre todo el
evangelio de Jesús Mesías e Hijo de Dios), tienden decididamente al anonimato131. Pese a ello, cada evangelio ha sido acogido en el canon como
un testimonio personal. El hecho de que la Iglesia haya conservado en su
integridad el evangelio según Marcos, pese a que casi todo su contenido
(en torno al 90%) está recogido en Mateo y / o Lucas132, nos habla de ese
plus que supone un escrito testimonial. El evangelio de Marcos tiene un
valor en sí mismo, porque es expresión de un testigo apostólico.
Cada evangelista hace una determinada presentación narrativa de
la vida y la enseñanza de Jesús; esta presentación deriva de una comprensión de su misterio133. No pocas veces se ha intentado contraponer
entre sí la teología de los diversos escritos: Juan con los sinópticos, y
también los sinópticos entre sí; en ocasiones se ha visto en esa actividad
teológica de los autores sagrados una distorsión de la realidad histórica
de Jesús134. Estos intentos contradicen la experiencia del lector objetorical nature of the events which the witnesses report, one must raise the question,
Has historical scholarship taken this factor sufficiently serious?”: ibíd., 225.
131 Así sucede sobre todo con Mateo y Marcos. Tampoco Lucas y Juan contienen el nombre de su autor, pero la dedicatoria inicial (Lucas) y la mención final del
“discípulo amado” como autor (Juan) hacen que no se puedan considerar anónimos
en sentido estricto.
132 Sánchez Navarro, Testimonios del Reino, 59-60
133 Cf. Sánchez Navarro, Testimonios del Reino, 33-34.
134 Así sucedió con William Wrede, que en el llamado “secreto mesiánico”
impuesto por Jesús a diversas personas veía una originalidad de Marcos; de esta forma
el evangelista habría podido presentar como Mesías a quien históricamente –según
una visión sesgada de la historia de Jesús– nunca tuvo semejante pretensión.
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tivo: el Jesús que nos presentan los cuatro evangelios es sustancialmente
el mismo en su historia terrena, en su enseñanza, en su glorificación
pascual y en su identidad trascendente. Si hubiera diferencias de fondo
entre ellos nunca habría sido posible encuadernarlos en un mismo
códice, introducirlos en un mismo canon. Los cuatro evangelios contienen y expresan un único dogma de fe; la teología de cada evangelio
expresa esa única fe en la que los cuatro relatos convergen135.
Los escritos evangélicos presentan pues el misterio de Jesús desde
perspectivas teológicas propias y características; algo que, según hemos
visto, aparece en estado germinal ya desde la primera reflexión cristiana: la síntesis “un evangelio en cuatro formas” apunta en esta dirección. Las presentaciones de Jesús en Mateo, Marcos, Lucas y Juan no
son idénticas: tienen cada una sus rasgos propios; como dirá Agustín,
cada evangelista, llevado por el Espíritu, hizo una aportación significativa, “no superflua”136. Pero esto no permite oponerlas, ya que coinciden en su referente real: la historia de Jesús Mesías e Hijo de Dios; y se
iluminan y complementan mutuamente. Las comprensiones creyentes
que atestiguan las obras de Mateo, Marcos, Lucas y Juan –como la de
Pablo o la de Santiago– son expresiones y desarrollos diversos de una
misma fe, testimonios de una misma realidad. Esa realidad es el mensaje fundamental: la teología de cada evangelio está al servicio de la verdad de la fe, que transmiten mediante su comprensión característica.
135 Acerca de la teología del NT y las “teologías” de los escritos que lo componen, que no contradicen su unidad, ver H. Schlier, “Sentido y tarea de una teología del
Nuevo Testamento”, en: Id., Problemas exegéticos fundamentales en el Nuevo Testamento
(Actualidad bíblica 16; Madrid 1970) 11-33, p. 16. “Sólo se consigue llegar al fondo
de la tarea de esta teología [del Nuevo Testamento] cuando se logra hacer perceptible la
unidad de las diversas «teologías». Sólo entonces alcanza todo su contenido y sentido el
nombre y el concepto imperante en él […] Esta unidad es… una unidad real”: ibíd. 27.
Ver también F. J. Matera, New Testament Theology. Exploring Diversity and Unity (Louisville, KY 2007), que habla de la “unidad diversa” de la teología neotestamentaria.
136 Et quamuis singuli suum quendam narrandi ordinem tenuisse uideantur,
non tamen unusquisque eorum uelut alterius praecedentis ignarus uoluisse scribere repperitur uel ignorata praetermisisse, quae scripsisse alius inuenitur, sed sicut unicuique inspiratum est non superfluam cooperationem sui laboris adiunxit: Agustín, De consensu
evangelistarum i, 2, 4 (CSEL 43, 4).
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L u i s S á n c h e z N ava r r o
Por eso no se excluyen entre sí: lo que se afirma de Jesús según su
imagen lucana o joánica, también se verifica –con matices diversos, en
mayor o menor grado– en los otros evangelios, hasta el punto de que
se podría hablar de cada relato evangélico como una introducción a la
lectura de los otros tres. Quien pretenda descubrir en un evangelio un
rasgo de Jesús que no se pueda verificar en los otros, tendrá que cuestionar la cientificidad de su proceder. Pero si Lucas o Mateo, si Marcos
o Juan insisten en determinados rasgos de Jesús, es necesario valorarlos
en su justa medida; el Espíritu que ha inspirado la composición de los
escritos se manifiesta en esas comprensiones específicas de uno u otro
evangelista, y por ello el intérprete ha de estar atento a ellas. Porque
sólo así puede alcanzar una visión lo más amplia posible de una realidad –la persona y misión de Jesús– que, por su riqueza, desborda cada
testimonio individual.
4.Cuatro cristologías, un evangelio
Los cuatro evangelios presentan al mismo Jesús, Mesías e Hijo
de Dios, que vivió, murió y resucitó; si no, no podrían formar parte
de un mismo canon. Pero lo hacen con sus tintes propios, de modo
que podemos hablar de unitas multiformis. Se trata de presentaciones
armónicas, si entendemos la armonía como lo que realmente es: una
combinación de sonidos diferentes que conforman un único acorde137.
A continuación bosquejamos esta cuádruple imagen que confluye en la
figura única de Jesús.
Para Mateo Jesús Mesías e Hijo de Dios (Mt 16,16) es el Emmanuel, Dios con nosotros. Toda su cristología queda enmarcada en esta
presentación original, interpretación del oráculo de Isaías (Is 7,14: Mt
1,22-23) que llega a su cumbre en las últimas palabras del evangelio,
promesa del Resucitado a los suyos: “Mirad, yo estoy con vosotros”
(28,20). Desde el principio de la narración, su nombre apunta a su
misión salvífica (“Jesús” significa “el Señor salva”: 1,21); pero Jesús salva
137 Armonía: “Unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes,
pero acordes” (Diccionario de la Lengua Española [Madrid 211992]). No es uniformidad, supone necesariamente la diferencia.
E l E va n g e l i o
e n l o s e va n g e l i o s 47
porque es Emmanuel. Para comprender la originalidad de Mateo hemos
de fijarnos en los dos miembros de la expresión “Dios con nosotros”.
Jesús es “Dios”: de modo que es un Mesías trascendente, en el que se
hace presente Dios de forma especialísima porque es Hijo de Dios en
sentido propio (16,16). Pero es Dios “con nosotros”: la cristología del
Siervo obediente, manso y humilde, tan importante en el primer evangelio, explicita esta realidad de quien se ha hecho “hermano” para sus
discípulos (25,40; 28,10)138. Porque el Resucitado está “con nosotros”,
es posible experimentar la salvación e introducir en ella, mediante el
bautismo, a “todas las naciones” (28,19). La proclamación universal del
evangelio permitirá que Jesús llegue a ser Emmanuel, “Dios con nosotros”, para todos los hombres de todos los tiempos.
Marcos proclama desde su primer versículo (Mc 1,1) que Jesús es
Mesías e Hijo de Dios; es tal la importancia que confiere a estos dos
títulos cristológicos, que todo su evangelio está estructurado en torno
a ellos. Sin embargo es necesario realizar un camino para poder reconocerlo como tal, igual que lo necesitaron sus discípulos. El segundo
evangelio presenta el discipulado, precisamente, como un camino no
carente de dificultades; la incomprensión de los discípulos, un fenómeno presente en los cuatro evangelios pero que en Marcos adquiere
especial relevancia, revela lo trascendente de la identidad de Jesús.
Los títulos cristológicos (Mesías, Hijo de Dios) son verdaderos, pero
es necesario emprender un camino con él para comprender todo su
alcance. Por eso nos dice el evangelista que Jesús estableció a los Doce
“para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (3,14): sólo se
conoce a Jesús acompañándolo, caminando con él. En Marcos la narración tiene especial importancia: es preciso recorrerla para poder hacer
propia la afirmación de esa dignidad trascendente de Jesús que leemos
en la obertura (1,1). De modo que el texto se hace camino: sólo después
de su actividad en Galilea podrá Jesús ser reconocido por Pedro como
Mesías (8,29); sólo después de su muerte en cruz será proclamado sobre
el Gólgota Hijo de Dios por el centurión romano que ha visto, asom138 Recordemos cuanto Ireneo decía acerca de la “humanidad” de Jesús según
Mateo (p. 15).
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L u i s S á n c h e z N ava r r o
brado, cómo ha expirado (15,39). El final “abierto” de Marcos (16,8)
reta al lector a ponerse él mismo en camino con los Once hacia Galilea
para encontrarse con el Resucitado.
Lucas realza la condición profética de Jesús; la inauguración de su
ministerio público en Nazaret, donde declara cumplida en sí mismo la
profecía de Isaías 61, así nos lo presenta (Lc 4,18-21). Como profeta,
conoce los corazones (cf. 7,39); como profeta, debe morir en Jerusalén
(13,33). De ahí se explica la relevancia que la ciudad santa tiene en el
tercer evangelio: todo él gira en torno a Jerusalén, donde la narración
comienza (c. 1) y acaba (c. 24). El largo camino hacia Jerusalén, que
ocupa más de un tercio del evangelio (9,51–19,28), y a lo largo del
cual sitúa el evangelista la inmensa mayoría de las “parábolas lucanas”,
expresa así la finalidad última de Jesús: culminar su existencia profética
en la ciudad de David. Pero lo hará conforme a su verdadera identidad,
radicalmente superior a la de todos los profetas que lo han precedido:
desde los relatos de la infancia Lucas ha dejado claro que Jesús es Hijo
de Dios en sentido propio. Por eso es un Mesías Salvador (cf. 2,11): en
Jesús se cumplirá de manera insospechada la misteriosa profecía de Is
52–53, que nos habla del profeta como Siervo justo que sufre y muere
por el pueblo y así expía sus pecados. Cuando narre en los Hechos el
prodigio de Pentecostés, Lucas mostrará cómo esta condición profética
de Jesús se ha comunicado ahora a los Apóstoles y a la Iglesia: “Profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas” (He 2,17, citando a Joel 3,1). De
esta manera los cristianos serán testigos de Jesús “hasta los confines de
la tierra” (He 1,8).
En Juan, finalmente, Jesús es el Logos del Padre; lo que afirma el
Prólogo –unos versículos de incalculable trascendencia en la teología
cristiana– lo desarrolla e ilustra la narración evangélica. Jesús, el Hijo,
es la Palabra del Padre. De modo que todo su ser es comunicación;
su personalidad consiste en revelar al Padre: “A Dios nadie lo ha visto
nunca: el Dios unigénito…, él lo explicó” (Jn 1,18). Por eso Jesús
podrá decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14,9). La
palabra de Jesús no es suya, sino del Padre: “Mi enseñanza no es mía,
E l E va n g e l i o
e n l o s e va n g e l i o s 49
sino del que me envió” (7,17)139. Y el obrar de Jesús procede también
del Padre: “Las obras que me ha dado el Padre para que las cumpla,
estas obras dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado” (5,36).
En respuesta a ese don total del Padre, la vida de Jesús consiste en hacer
su voluntad, manifestándola: “Mi alimento es hacer la voluntad del
que me envió y llevar a término su obra” (4,34). En ello encuentra su
máxima libertad: “Nadie me la quita [mi vida], sino que yo la entrego
por mí mismo. Tengo autoridad para entregarla y tengo autoridad para
recuperarla: este mandato recibí de mi Padre” (10,18). En la historia
de Jesús, que entregándose a la muerte atraerá a todos hacia sí (12,32),
se revela el amor del Padre: “Tanto amó Dios al mundo que entregó
a su unigénito, para que todo el que cree en él no perezca sino que
tenga vida eterna” (3,16). Con su muerte y resurrección “reunirá a los
hijos de Dios dispersos” (cf. 11,52), dando “vida eterna” a los que el
Padre le ha dado (17,2) y haciéndolos uno como el Padre y él son uno
solo (17,21). De este modo, el evangelio de Juan es el evangelio de la
vida: “Todo esto se ha escrito… para que, creyendo, tengáis vida en su
Nombre” (20,31).
Cuatro cristologías, cuatro presentaciones de Jesús, diversas y concordes. Pero un solo Jesús, que es Mesías e Hijo de Dios, concebido de
María por obra del Espíritu, nacido en Belén, crecido en Nazaret, que
predicó, hizo milagros, sufrió, murió y resucitó al tercer día. Un solo
Jesús cuyo secreto radica en su permanente comunión con el Padre140.
Un mismo Jesús que en su persona y su acción cumple, desbordándolas, las promesas de Dios a Israel. Un único Jesús, con toda la cercanía
de su humanidad, y con todo su misterio de Hijo.
*
*
*
Cuatro evangelios, un solo Jesús. Cada uno de los relatos canónicos es camino seguro para conocerlo en la verdad de su historia y de su
identidad trascendente. Pero es necesario para ello leerlos en la Iglesia y
139 Cf. Jn 3,34; 8,28; 12,50.
140 Ratzinger/Benedicto xvi, Jesús de Nazaret, 28-30.
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consecuentemente en el canon de las Escrituras, que nos los transmite
como testimonios complementarios del único evangelio; de otra forma
se cae en un exclusivismo que –paradójicamente– lleva a negar su letra
y su espíritu.
Por ello la lectura de los evangelios ha de ir acompañada de la
apertura interior a la acción del Padre: “Nadie conoce al Hijo sino
el Padre…” (Mt 11,27 || Lc 10,22); “Bienaventurado eres, Simón
Bariona, porque la carne y la sangre no te lo han revelado sino mi Padre
que está en los cielos” (Mt 16,17). Para descubrir el único evangelio
en los cuatro relatos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan (el “evangelio
tetramorfo”) es necesario el Espíritu Santo, que procede del Padre (Jn
15,26) e introduce al creyente en una relación viva con Jesús. De esta
manera los evangelios, libros que para los antiguos rabinos eran sinónimo de falsedad y causa de pecado, se manifiestan como testimonios
diversos y concordes de la “buena noticia”, caminos que con seguridad
conducen hasta ese único tesoro escondido por el que merece la pena
vender todo lo que se tiene (cf. Mt 13,44). Lo que Orígenes afirmara
acerca del evangelio de Juan, “cuyo sentido nadie puede captar si no ha
reposado sobre el pecho de Jesús y si no ha recibido de Jesús a María
convertida también en madre suya”141, es válido también, mutatis
mutandis, para los otros evangelios. El seguimiento del Señor, que nos
introduce en la comunión viva con el Padre, es requisito indispensable
para entrar en el corazón de cada evangelio y descubrir en él el único
evangelio de Jesús.
141 Tolmhte,on toi,nun eivpei/n avparch.n me.n pasw/n grafw/n ei=nai ta. euvagge,lia(
tw/n de. euvaggeli,wn avparch.n to. kata. VIwa,nnhn( ou- to.n nou/n ouvdei.j du,natai labei/n mh.
avnapesw.n evpi. to. sth/qoj VIhsou/ mhde. labw.n avpo. VIhsou/ th.n Mari,an ginome,nhn kai. auvtou/
mhte,ra: Orígenes, In Iohannem, i, 23 (SC 120, 70).
Índice
I.Evangelio y evangelios. ..................................................
9
1. Un evangelio.................................................................
a. El evangelio . ...........................................................
b. Un acontecimiento salvador.....................................
c. Un acontecimiento universal....................................
d. Un acontecimiento personal....................................
2. Cuatro evangelios..........................................................
9
10
11
13
14
16
II. El evangelio cuadriforme.................................................
18
1. Frente a la exclusión, integración....................................
2. Las cuatro formas del evangelio......................................
a. Cuatro y no más......................................................
b. Evangelio tetramorfo................................................
c. La forma de cada evangelio......................................
3. Un evangelio y un Espíritu............................................
19
22
23
25
27
33
III. Cuatro testimonios del único Evangelio......................
34
1. Testimonios biográficos...................................................
2. Diferencias entre los evangelios.......................................
3. La riqueza del múltiple testimonio.................................
4. Cuatro cristologías, un evangelio....................................
35
38
43
46
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