Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe www.virgendeguadalupe.org.mx Versión estenográfica de la Homilía pronunciada por S.E. Mons. José de Jesús O.F.M. González Hernández, Obispo Prelado de El Nayar, en la peregrinación de dicha prelatura a la Basílica de Guadalupe. 19 de noviembre de 2015 Hermano Alberto Campos, Obispo Emérito del Amazonas en Perú, mi hermano franciscano; hermanos sacerdotes de la Prelatura del Nayar; hermanos religiosos; hermanos laicos de nuestra iglesia particular del Nayar y queridos peregrinos venidos de México y de otras partes del continente y hasta de Europa y otros lugares. ¡Paz y Bien! Estamos ya en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, estamos en su santuario, un lugar santo, estamos en su casa, la casa que Ella mandó construir, la que a través de esta casa, de este santuario, de este templo. Ella nos acoja con su manto, nos proteja y nos dé ese cariño, esa ternura de madre. Ella desde aquí, como lo prometió, derrama su protección, su amor sobre todo el pueblo mexicano y de todo el continente y de todo el mundo porque es la madre de Dios, la madre nuestra. Hemos venido de muy lejos siguiendo su ejemplo. Nosotros como sus hijos, como ya lo sabemos, seguimos a nuestras madres. A mí me han dicho: usted ya sé a quién salió, salió a su madre. Porque hacemos cosas que aprendemos de nuestras madres: cómo hablamos, cómo reímos, cómo rezamos, cómo nos comportamos, porque nuestra madre pues es a la vez maestra. Entonces llevamos la huella de nuestras madres. Llevamos, verdad, el cuño de nuestra madre, llevamos su imagen, los hijos que fuimos enseñados y vimos tantas cosas en nuestras madres que nosotros también hacemos. Entonces también en la fe seguimos a nuestra madre María Santísima. Si ella salió de Nazaret, su casita de Nazaret, salió a visitar a su parienta Isabel a las montañas de la Judea, a las montañas de Jerusalén. Dicen que más de 140, 150 kilómetros recorrió en burrito o a pie, desde Nazaret hasta las montañas de Jerusalén. Salió presurosa. Entonces también nosotros seguimos su ejemplo, presurosos hemos dejado también nuestra Sierra del Nayar y nos hemos venido a su casa, aquí en el Tepeyac. Y también muchos peregrinos han dejado su casa y se han venido de diferentes maneras. Quien en avión, quien en autobús, quien a pie o en bicicleta. Se vienen siguiendo el ejemplo de nuestra madre María Santísima. Seguimos a nuestra madre con alegría para agradecerle los favores recibidos y suplicarle todavía su protección. Hemos recibido muchos favores, venimos a pagar nuestras mandas y venimos a pedir por los que nos encomendaron que rezáramos por ellos aquí. Traemos intenciones, verdad, sabemos que viene el Papa a México. Va a África, nos pide el Papa oraciones por Francia, nos pide por la paz en Siria, en Israel, en el Líbano, en el Medio Oriente. Aquí en México, nos dice Monseñor. Entonces venimos también aparte de darle gracias por los favores recibidos, todavía a implorar su protección. Que cambie los corazones de aquellos que se olvidan que somos hermanos. Entre nosotros nos olvidamos que somos hermanos y cometemos errores contra nosotros mismos. ¿Y quién conoce el corazón? El corazón es traicionero, por eso pedimos a Dios que por intercesión de la Santísima Virgen María, la que vino a prodigar paz aquí en México, entre dos continentes, ¿verdad?, que nos diéramos la paz y se hiciera un pueblo mexicano. Por eso le pedimos, para que los hermanos nuestros de otros países y continentes se den la paz. Todos somos hijos de Dios y ella es nuestra madre y madre de todos. Por eso venimos a implorar su protección. Ojalá así como aprendemos de nuestras madres a portarnos bien y nos parecemos a nuestras madres, imagínense que también nos comportemos como nuestra madre María Santísima y ojalá nos digan: ustedes se parecen a María de Guadalupe, ustedes se parecen a nuestra Señora de Guadalupe. Porque es el modelo de todos los cristianos. Ella es el modelo de todos nosotros. Entonces, todos seguimos el modelo de la Santísima Virgen María, para ser cristianos, buenos hijos de Dios, porque Ella lo fue primero. Ella después de que recibió la anunciación, es nuestro modelo de fe, es nuestro modelo de obediencia, es nuestro modelo de prudencia, es nuestro modelo de generosidad. Después de la anunciación viene la Visitación, o sea, que lo primero que hace ella es ir a ver a su prima Isabel que el ángel le ha anunciado que está encinta de hace ya seis meses. De modo que lo primero que podemos notar en ella, como nuestro modelo, es realmente la prudencia y veamos por qué hay que ser prudentes como ella. Ella ya está segura. El ángel le dejó clarísimo que ella es ya Madre de Dios, puesto que en ese instante de la anunciación, cuando ella dice su sí, el Verbo se hace carne en sus entrañas. Ella sabe perfectamente lo que eso significa, que es la máxima creatura del universo, más grande que ella no se puede concebir nada. Ella está convencida en absoluto, no puede dudarlo, pero tiene la prudencia de sí dudar, prudencia. No ciertamente dudar de Dios, no, no duda de Dios, de la obra que Dios ha realizado en ella. No duda de Dios, duda de sí misma. El ángel le ha advertido: para que compruebes que esto que te digo es cierto, que no es ilusión tuya, mira, hay un dato, un hecho concreto que puedes comprobar. Tu parienta Isabel que todo el mundo daba por estéril y que ya es vieja, va en el sexto mes de su preñez. Nada hay imposible para Dios. El ángel no le ordenó ve a verla, no, para nada insinuó que María no tuviese fe, para nada. Simplemente el ángel se lo puso como ejemplo del poder de Dios, que también se ejercía en ella, dejándole a su criterio, a su libertad y a su responsabilidad lo que considerara mejor hacer. Y ella nos da un gran ejemplo al tener la prudencia de desconfiar de sí misma. Dios no iba jamás a engañarla. Pero ella sabía que podría haberse engañado, haber soñado, que pudiera haber sido vanidad suya el creer que Dios le pedía eso que le estaba pidiendo y por ello con plena prudencia y caridad, cumple tanto con ir a comprobar si es cierto eso que el ángel le dio como garantía, como con ir a atender a quien requiere de su ayuda. Es muy importante esto. Miren un hermano protestante en un restaurante cuando descubrió que yo era religioso, luego luego me cuestionó si yo creía en las apariciones de la Virgen María. Y hay que dar argumentos, hay que dar razones de por qué yo sí creo. Claro le dije, yo creo en las apariciones de la virgen. Dice: porque andan diciendo que se aparece en un árbol y que se aparece en el Metro, que se aparece en un peñasco, que se aparece en una piedra, verdad, que se aparece en las nubes. Andan dice y dice que se aparece. ¿Tú crees en eso? Dije: yo sí creo. Dije: mira, nada pierdo con creer, porque mi creencia no me quita nada. Venir en procesión, una desveladita no es mucho, una malpasidita no es mucho, pero gozo del ambiente, gozo del paisaje, salgo de mi monotonía, me hace bien a mi salud. Casi no gasto mucho porque entre muchos “no pesa el muerto”, verdad. Las ofrendas que doy pues no soy muy generoso. Total, no pierdo mucho. Si no creyera, si no fuera cierto. Ah, pero si es cierto que se apareció y yo no creo, pierdo mucho, imagínate cuando nos muramos, allá en el cielo, imagínate que la Virgen María te diga: ¿Por qué no creíste? Yo bajé al Tepeyac, pisé aquellas tierras benditas. Me le aparecí a Juan Diego, les pedí que me hicieran un templo. He caminado con ustedes toda la vida. Soy la estrella de la Evangelización de América y también de otras islas, Filipinas y demás, en todo el mundo. ¿Por qué no creíste en mí, testarudo? Verdad. Perdemos mucho. Por eso, si la Virgen pisó estas tierras, imagínate, del cielo bajó y puso sus pies en estas tierras, toda la tierra tiene que estremecerse, toda la tierra tiene que tener la imagen de la Virgen y no me extraña que se aparezca en un peñasco, como el que tenemos allá en la sierra entre el Arroyo del Fraile y la localidad de San Gregorio. A todos los hermanos que están aquí, los del Nayar, cuando vamos subiendo a la mesa del Nayar, está una localidad que se llama San Gregorio y está un barranco y un arroyo que se llama El Fraile y en un peñascote, ahí tenemos la imagen de la Virgen de Guadalupe. Sola se pintó, sola. Y está resaltada de tal manera que hasta el sol cuando le pega, le hace sombra del otro lado, es decir, está resaltada, como está aquí. Aquí también está resaltadita, dicen los estudiosos, eh. Entonces nosotros, claro que te entendemos que ella se aparece dónde quiere y por el tiempo que ella quiera. Como también se apareció antes de entrar a Jesús María al Nayar, en el paredón, allí, hasta le hicieron una ermita. El tiempo que quiere y cuando ella quiere se aparece. No nos extrañe que la llevemos en nuestra alma. No nos extrañe las apariciones, le decía yo así. Entonces el protestante me escuchó, que son pocos los que escuchan, él me escuchó y me dijo: ¿Y por qué no enseñas eso a la gente que no sabe? Pues no me alcanza el tiempo, le dije. Ayúdame, a ver si se regresaba con nosotros verdad. Ayúdame para decir estas cosas tan bonitas a la gente. Pues también a eso venimos. Venimos a aprender de ella como nos dice el Evangelio, pero también venimos para hablar de ella. Lo que ha hecho con nosotros, lo que ha hecho con el pueblo, lo que ha hecho con este continente y lo que le pedimos que todavía siga haciendo. Pues bien, ella, al ver a su pariente, encuentra que en efecto lo que el ángel le anunció, es del todo cierto, ella está embarazada a pesar de ser anciana. Lo que el ángel le dijo, ella lo comprobó, ya Isabel está gordita y viejita, más aún, no solamente tiene esa comprobación objetiva, física de lo que le dijo el ángel, es la verdad, sino que también recibe un nuevo mensaje clarísimo, absolutamente claro de parte de Dios a través de esa prima Isabel, anciana, que según las categorías judías era una matrona; pues ella siendo tan grande como anciana se muestra la chiquilla, delante de María, porque le dice: De donde a mí que la madre de mi Señor venga a verme. Isabel siendo toda una anciana respetable, todavía se humilla delante de la Virgen. Le dice la Madre de mi Señor, o de donde a mí, ¿quién soy yo?, y también le dice: apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno y le confirma a María que su fe ha tenido y tendrá siempre éxito. Dichosa tú que has creído que se cumplirá cuanto te dijo el Señor. Por eso María nos enseña a ser prudentes para comprobar la fe que el Señor ha puesto en nosotros y que se comprueba la fe en esas señales que se nos presentan, de tal manera que hay un gozo inmenso. María ya va contenta y viene confirmada su fe al saber que es cierto lo que el ángel del Señor, que no estaba soñando, que no estaba ella delirando, que no estaba ella inventando. Todo es cierto, de manera que María queda perfectamente convencida de que no ha sido una ilusión propia, de que es algo completamente real esto que ella vive. Esa vida que ella lleva en su seno y entonces ya sin ninguna duda ni desconfianza confirma su fe improvisando un himno de gloria y gratitud a Dios: mi alma glorifica al Señor, mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador porque ha visto la humildad de su esclava. Y se presenta María humilde. Es grande porque es Madre de Dios, sin embargo es humilde, es una esclava del Señor. La humildad. Aprendemos también nosotros de nuestra madre la humildad y se pone a servir. El servicio, aprendemos de nuestra madre María Santísima el servicio. No olvidemos hermanos, que nuestra fe nos pide que pongamos en práctica el servicio al prójimo. Dios no quiere que le sirvamos a Él, sino que Él quiere servirnos a nosotros. Dios viene a servirnos, Él dijo: yo no vine a ser servido, yo vine a servirles. Dios quiere servirnos, entonces nosotros debemos servirnos unos a otros, empezando con el prójimo. ¿A quién debemos servir? Primero el prójimo. ¿Quién es nuestro prójimo? Pues si somos hijos, son nuestros padres, nuestros prójimos. Si somos padres casados, a nuestros hijos. Esos son el prójimo. Servicio, verdad. Ustedes saben que la familia recibe un sacramento de servicio. El sacramento del matrimonio es un sacramento de servicio. ¿Y cuál es el servicio de los casados? Amar, esa es la misión de los casados: amar, su servicio es amar. Ponerle amor al prójimo, por eso la familia es una escuela doméstica, es una Iglesia doméstica. Ahí aprendemos de nuestros papas. Entonces así aprendemos de María el servicio y la familia también aprende a servir. Juan Diego es otro ejemplo, otro modelo de ser cristiano. La Virgen le pide que sea él humilde, el que lo represente. Los humildes representan a Dios porque es Dios el que se va a dar a conocer, pero a través de la humildad y san Juan Diego hizo un servicio tan delicado, tan humilde, tan sencillo, tan prudente y tan lleno de caridad. Él entendió luego, luego, que estaba primero el mandamiento de la caridad, que el que le pedía la Virgen. Por eso dejó a la Virgen y se fue a hacer la caridad con su tío Bernardino. Fíjense, fue a hacer la caridad primero a su tío Bernardino y dejó el mensaje para después. Primero la caridad, después el mensaje. Y la Virgen le dice: muy bien, muy bien. Yo me encargo de la salud de tu tío, pero tú sigue mi mensaje. Pero Juan Diego entendió muy bien, verdad, que primero estaba la caridad y después su mensaje. Que interesante todo lo que aprendemos de San Juan Diego. Pues queridos hermanos, si no amamos al prójimo, simplemente no podemos amar a Dios, por mucho que digamos o sintamos que lo amamos de veras. En cambio, si le damos de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo y todo eso, aunque no supiéramos siquiera que estábamos haciendo por Dios, sería siempre a Él a quién estaríamos sirviendo, según nos lo aseguró Jesús: ¿Cuándo te vimos Señor, desnudo, hambriento o necesitado? Cuando lo hiciste con el que estaba junto a ti, ese era yo. Tenemos entonces maravillosos ejemplos que imitar. También tenemos una enorme responsabilidad a la que responder. Tenemos la honra y el compromiso de ser hijos de padres ejemplares. Dios nos dio la vida a través de ellos. Nuestros padres, de donde hayan venido, si venían de Europa, España o nuestros padres que ya estaban aquí, verdad, los mexicanos eran plenamente humanos pensando en San Juan Diego. Llenos también nuestros padres no eran perfectos, tenían errores, pero cumplieron, cumplieron como María, cumplieron como San Juan Diego la voluntad de Dios al máximo. ¿Qué espera la Virgen María de nosotros? Pues que seamos buenos hijos, buenos hijos de veras, que seamos buenos hijos, que no olvidemos a nuestra mamá, a nuestro papá, no olvidemos a nuestros hermanos, no olvidemos a nuestros prójimos. Que el marido no olvide a su esposa, que la esposa no olvide a su esposo. Los esposos no olviden a sus hijos, no los dejen, no los abandonen. Y los hijos no abandonemos a nuestros papás, no abandonemos a nadie. Démosle el corazón, démosle la vida. En el dar recibimos y entre más demos, más recibimos. Esta es nuestra fe. María dio y recibió. Nosotros igual, demos para poder recibir. San Juan Diego dio, recibió. Nuestros padres dan y recibieron, eso es lo que pide la Virgen María. Y pidamos todo esto, todas nuestras intenciones, en esta eucaristía que estamos celebrando.