No. 172 - Academia de La Historia de Cartagena de Indias

Anuncio
EDICIONES TECNAR
Cartagena de Indias
BOLETÍN HISTORIAL
ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA
DE INDIAS
Coatures:
León Trujillo Vélez
Carlos Villalba Bustillo
Rodolfo Nieves Gómez
Jorge Pérez Villa
Haroldo Calvo Stevenson
María Teresa Ripoll
Álvaro Angulo Bossa
Carlos Gustavo Méndez Rodríguez
Director del Boletín
Álvaro Angulo Bossa
Corrección de Estilo
Mireya Gómez Paz
TABLA DE CONTENIDO
1. Editorial: Un Estado de Derecho.
Por: Álvaro Angulo Bossa
5
2. Junta Directiva de la Academia
7
3. Antecedentes históricos de la Independencia de Cartagena
de Indias. Por León Trujillo Vélez
9
4. El nombre de Cartagena.
Por Carlos Villalba Bustillo
18
5. El Argos Americano.
Por María Teresa Ripoll
21
6. A propósito del bicentenario de la Independencia de Cartagena.
Haroldo Calvo Stevenson.
28
7. La injusta detención de Santander en Bocachica.
Por Jorge Pérez Villa
32
8. Simón Bolívar y Manuela Sáenz Aispuru.
Por Rodolfo Nieves Gómez
38
9. Foto del Recuerdo
45
10. Nuevos Miembros de la Academia Colombiana de Historia:
Carlos Gustavo Méndez Rodríguez y Álvaro Angulo Bossa.
46
11. Decreto N° 1643 de 2011, Condecoración Bicentenario de la
Independencia de Cartagena 1811 - 2011, otorgado a la
Academia por la alcaldesa Judith Pinedo Flórez.
56
12. Condecoración a la Academia de la Historia de Cartagena
de Indias, otorgada por la Academia Colombiana de Historia
57
13. Medallas Otorgadas por la Academia Colombiana de
Historia y el Distrito de Cartagena, a la Academia de la
Historia de Cartagena.
57
14. Homenaje a la memoria de Don Blas de Lezo
58
15. Lanzamiento de libros por parte de la Fundación Tecnológica
Antonio de Arévalo - TECNAR.
60
16. La Colombiana. Francisco Muñoz Atuesta.
62
EDITORIAL
UN ESTADO DE DERECHO
En esta nueva oportunidad, gracias a la colaboración desinteresada
de la Fundación Tecnológica Antonio de Arévalo - TECNAR,
dirigida por Dionisio Vélez White, la Academia de la Historia de
Cartagena de Indias publica un nuevo número del Boletín Historial
cuya existencia data de 1915.
Hoy, nuestro Boletín sale a la luz pública en un año en el que se
conmemora el Bicentenario de la Constitución de 1812, que como
sabemos fue la primera Carta que proclamó la Independencia
Absoluta de España. Como sabemos, fueron una serie de hechos que
se iniciaron el 22 de mayo de 1810 y culminaron el 14 de junio de
aquel mismo año.
José María García de Toledo y otros líderes cartageneros, siguiendo
la ruta trazada por los liberales en España, crearon en Cartagena una
Junta Suprema de Gobierno para que cogobernara con Francisco de
Montes, compuesta por el criollo Antonio de Narváez y el español
Tomás Andrés Torres.
Como el Gobernador no quiso aceptar la limitación de sus funciones
por parte de estos dos particulares, unos días después, concretamente
el 14 de junio, fue destituido del cargo de gobernador, seguidamente
detenido y expulsado de la ciudad por los Lanceros de Getsemaní
dirigidos por Pedro Romero. Al año siguiente, el 11 de noviembre de
1811, el pueblo de Cartagena declaró su independencia absoluta de
España, y en el Palacio de Gobierno se firmó el acta en medio de los
gritos y del frenesí amenazante del pueblo raso respaldado por los
Lanceros de Getsemaní con Pedro Romero y los hermanos Gutiérrez
de Piñeres a la cabeza. Allí empezó nuestra independencia, la cual
coronó el 15 de junio de 1812 cuando Manuel Rodríguez Torices
sancionó la Constitución Política de aquel año, la cual había sido
firmada por los Constituyentes el día anterior. Aquella Carta creó un
Estado republicano regido por el derecho, en el que se establecieron
derechos y garantías individuales, y además, una organización jurídica
que bien examinada a la luz de nuestro derecho constitucional, ha sido
el primer aporte, junto con las constituciones de Tunja, de Antioquia
y de Cundinamarca a nuestro Estado de Derecho.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
5
Así, pues, este año debemos rendir un sentido homenaje a los padres
de la patria quienes firmaron con valor aquella Constitución que
tan sólo duró tres años, pero allí está como ejemplo del carácter
de un pueblo que luchó por su libertad. Muchos de sus firmantes
murieron en el holocausto posterior impuesto por España, pero
algunos vivieron para lograr ver unos años después la Independencia
absoluta de nuestra patria.
6
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
JUNTA DIRECTIVA DE LA ACADEMIA
PRESIDENTE:
LEÓN TRUJILLO VÉLEZ
PRIMER VICEPRESIDENTE
CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ
SEGUNDO VICEPRESIDENTE
DARÍO MORÓN DÍAZ
TESORERO:
JORGE DÁVILA-PESTANA
DIRECTOR DEL BOLETÍN:
ÁLVARO ANGULO BOSSA
BIBLIOTECARIO:
RODOLFO NIEVES GÓMEZ
SECRETARIO:
JORGE PÉREZ VILLA
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
7
8
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA
INDEPENDENCIA DE CARTAGENA DE INDIAS
Por: Ing. León Trujillo Vélez MsCE
Presidente de la Academia de la Historia
De Cartagena de Indias
20 de julio de 2011
El siglo XVIII, fue el de la restauración política, económica y militar
del imperio español.
Su motor fue la Dinastía Borbón, escogida por el último de los
Austrias, Carlos II “El Hechizado”, para su sucesión, de conformidad
con la recomendación del Cardenal Fernández de Portocarrero
primado de España. La Dinastía desarrollaba una política “regista”
o “regalista”, centralizadora del estado español en la corona, de baja
aceptación de la jerarquía católica, poseedora de un despotismo
ilustrado de carácter reformista y progresista.
1
Al primero de estos reyes Borbones, Felipe V, Felipe de Anjou,
nieto de Luis XIV, nacido en Francia, tocó librar una “Guerra de
Sucesión” por haber contraído matrimonio con María Gabriela, hija
del Duque de Saboya y no haber cumplido con el pacto de contraer
matrimonio con la hija de Leopoldo Emperador de Austria. Dicha
guerra de sucesión, puso en riesgo el trono de España para Felipe,
quien en repetidas ocasiones se vio obligado a dejar el reino bajo
la responsabilidad de dos grandes mujeres María Gabriela, la
Reina, y su asesora Ana María de la Tramoille, princesa de Orsini,
agente de Luis XIV, mientras lograba victorias militares como la de
Almansa 1707 y Villaviciosa 1710, campaña que termina en 1713,
con un acuerdo de paz con Inglaterra y con la confirmación de la
Paz de Utrecht.
En dicho Tratado se incluían cláusulas como la del “Privilegio de
Asiento” que permitía a Inglaterra la trata de esclavos con las Indias
y, la concesión del “Navío de Permiso”, con la autorización para
comerciar con el Imperio en América. El incumplimiento por exceso
de esto último daría origen a la guerra de “La oreja de Jenkins”. De
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
9
dicha guerra salió victoriosa España, y a ello contribuyó la derrota
del vicealmirante Eduard Vernon, contralmirante Charloner Ogle y
el general Thomas Wentworth, a manos de Don Blas de Lezo en
Cartagena de Indias en 1741.
A la muerte de la primera esposa de Felipe V, María Luisa de Saboya,
en 1714 y como resultado de un segundo matrimonio con la tenaz
Isabel de Farnesio, quien se dedicaría a lograr coronas para sus hijos,
España pondría mucho más interés y empeño en la política exterior
europea, que a la América imperial.
Felipe V es considerado el primer rey unificador de España y el
gran reformador del estado, reformas que abarcaron diferentes
“Aspectos” sociales, administrativos y económicos incluyendo la
imposición de una Ley Semisálica, por cuanto las mujeres estaban
impedidas a acceder al trono a excepción que no hubiera un hombre
en la línea de sucesión. Con la ayuda de ministros excepcionalmente
dotados como José de Patiño (1666-1736), educado por los jesuitas,
quien llegó a ocupar los más altos cargos del gobierno, expidió en
1716 los decretos de “La Nueva Planta”, con la cual se eliminaban
los reinos soberanos dentro de España.
En adición, logró Patiño financiar la búsqueda de la corona para los
hijos del rey y su segunda esposa Isabel de Farnesio, Carlos y Felipe,
lo que se lograría, finalmente. Construye astilleros y navíos, funda
el Colegio Naval de donde saldrían titulados Jorge Juan y Antonio
de Ulloa exploradores de la Nueva Granada; organiza el comercio
de Indias desde Cádiz; crea la empresa Guipuzcoana y termina por
organizar el ejército que pasa de Tercios a las Compañías del sistema
Francés. Patiño, con Fray Benito Jerónimo Feijóo, son considerados
como los iniciadores del pensamiento ilustrado de España.
Felipe V interrumpió por algún tiempo su gobierno para cedérselo
a su hijo Luis, lo que constituyó el periodo de reinado más
breve de la historia de España. A su muerte en 1746, lo sucede
su hijo segundo, Fernando VI, quien dedica sus primeros años
acompañado de dotados ministros como Zenón de Somevilla,
Marqués de Ensenada, y luego con otros, a la búsqueda de la paz
y la consolidación del imperio. Lo logra en 1748 con la paz de
10
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
Aquisgrán, cuando España gana trono de Parma y Plasencia para el
infante Don Felipe, segundo hijo de Isabel de Farnesio. El reinado
de Fernando que se caracterizó por quitarle poder a la Inquisición
y a la Iglesia, dura hasta su muerte en 1759, un año después de su
amadísima esposa Bárbara de Braganza.
2
Al no dejar descendencia directa, la corona cae en su medio hermano
Carlos, hijo mayor de Felipe V e Isabel de Farnesio, quien por su
propia inteligencia y competencia militar, había sido Duque de
Parma y Plasencia (1731-1735), Rey de Nápoles y Sicilia (17341759) y luego lo sería de España como Carlos III (1759- 1788). Llega
Carlos a España en compañía de sus ministros italianos, Grimaldi y
Squilache para los españoles, este último ocasionaría la rebelión de
Madrid conocida como la de “La capa corta y el sombrero de tres
picos”. Bajo la influencia de su mentor italiano, Bernardo Tanucci,
ilustrado radical, regalista absoluto y enemigo acérrimo de los
jesuitas se presta a dirigir el imperio Español.
Designa para altos cargos, universitarios de clase media, los cuales
compiten con los “colegiales” de sangre noble. Logra por la paz de
París en 1763 recuperar la Habana y Manila, las que habían sido
tomadas por los ingleses. A partir de entonces, entra a transformar
los reinos de América, y para ello envía en 1764 a José de Gálvez
a México en donde multiplica Presidios y las Misiones jesuitas
con ayuda de los franciscanos liderados por Fray Junípero Serra,
los cuales son extendidos hasta California, en donde se fundan
los Ángeles y San Francisco. Por su éxito José de Gálvez sería
nombrado Marqués de Sonora y ascendido a Ministro Universal de
Indias (1775-1787).
Carlos III concreta su poder a la corona, debilita a la nobleza y a la
iglesia; expulsa a los jesuitas influyentes educadores del reino en
1767 bajo la acusación de “regicidas”. Ello influirá negativamente
en las colonias de América, en donde José de Gálvez emprende
una política de reformas fiscales y administrativas que trasforma
estructuralmente a los virreinatos, especialmente al de la Nueva
Granada, que fundado en 1717, suspendido en 1723 y reinstaurado
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
11
en 1739 por iniciativa del entonces Ministro de Indias, discípulo de
Patiño, José del Campillo, es “creado” como uno nuevo.
Funda en adición el de la Plata en 1773, adicionándole el Alto Perú.
Tales reformas generarían los movimientos de Tupac Amarú en el Perú
en 1780-81 y la rebelión de los comuneros en Nueva Granada en 1781.
3
La victoria de España aliada con Francia contra Inglaterra permite
en 1783 la paz de Versalles y el reconocimiento de la Independencia
Estadunidense, y al Rey Carlos III la estabilidad en el gobierno y en
las colonias, lo que permitió antes de su muerte dedicarse con sus
ministros a la elaboración del estatuto la “Instrucción Reservada”,
el cual abría de servir de base y guía para su sucesor en la Corona.
Sin embargo, su sucesor e hijo Carlos IV, aun cuando heredó los
ministros, los Condes de Aranda y Florida Blanca, desde que asumió
el poder, un año antes de la revolución francesa en 1788, mostró su
mediocridad y un equivocado manejo del concepto del despotismo
ilustrado. Niega la participación de los criollos en los altos cargos
administrativos de América, impone una jerarquía católica española,
agobia con impuestos al comercio y la industria; todo ello, en medio
de la expansión de las ciencias, artes y comercio por parte de ibéricos,
lo que venía del gobierno anterior, al decir del Historiador Inglés,
John Lynch: “deconstruye la Burguesía Colonial”.
Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma, terminan por caer en
manos del siniestro ministro Manuel Godoy, quien recomienda la
unión de España con otras potencias europeas contra Francia; lo que
termina en la invasión de los ejércitos republicanos franceses al
territorio español hasta Bilbao, lo que obliga a la firma de la paz de
Basilea en 1795 y convierte a España en aliado de Francia y enemigo
de Inglaterra, mediante el tratado de San Idelfonso. Como resultado
de ello, la marina inglesa derrota a la española en 1787 en el cabo de
San Vicente bajo el mando del Almirante Horacio Nelson.
Francia en 1801 obliga a España a declarar la guerra a Portugal
aliada de Inglaterra y Godoy, ordena la invasión en lo que se
12
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
llamó: “La Guerra de las Naranjas”, la cual ridiculiza al gobierno
español. Posteriormente en 1802, Francia firma la paz de Amiens
con Inglaterra, lo que permite reconocer la extensión de Francia en
Europa, hecho que se extenderá hasta 1803.
Napoleón Bonaparte, coronado emperador de Francia de Francia
en 1804 y rey de Italia en 1805, conforma una gran marina, la
cual en alianza con España y bajo el inepto mando del Almirante
Villaneuve, es destrozada por Horacio Nelson en el Cabo de
Trafalgar en 1805 en donde perece. Tal derrota naval no impidió
que el Emperador siguiera victorioso en Europa y venciera a los
ejércitos enemigos en Austerlitz, Jena, Wagram y Friedland, de
1805 a 1807, lo que permite mediante el tratado de Fonteneblau, la
ocupación de Portugal.
Los ejércitos napoleónicos al mando del general Junot, entran a España de
paso a Portugal en 1807 desde donde la familia reinante de los Braganza
huye hacia el Brasil en barcos ingleses, en donde sus descendientes
Pedro I y Pedro II, terminarían creando un imperio, dejando en esta
forma una importante fuerza militar en la península ibérica.
El pueblo español, inconforme con el gobierno de Carlos IV, la reina
María Luisa y su favorito, el ministro Godoy, pide la sucesión para
su hijo Fernando “El deseado”. Éste, el 18 de mayo de 1808 instiga
un motín desde Aranjuez en contra de su padre, lo que termina con la
destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV, en la persona de
Fernando, lo que moviliza hacia Madrid al mariscal francés Murat
con 36.000 hombres.
Napoleón invita a Bayona, Francia, al renunciado Carlos IV, a su
esposa y a su exministro, desde allí convida también al nuevo rey
Fernando, quien parte el 1 de mayo de 1808, dejando a cargo del
reino a su tío el infante Don Antonio. El pueblo ante la noticia se
levanta y en forma sangrienta es aplastado y fusilado por el ejército
francés entre el 2 y el 3 de mayo. Este acontecimiento marcaría el
inicio de la “Guerra de Independencia” en España contra el invasor,
que para la época, bajo el mando de Murat, tenían 110.000 hombres,
a los cuales se añadirían 50.000 más.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
13
En Bayona, Fernando abdica a favor de su padre Carlos y éste
en Napoleón, quien en Junio de 1808 nombra a su hermano José
Bonaparte, quien había sido Rey de Nápoles desde 1806,y se
posesiona como José I de España. Para su gobierno con el concurso
de juristas liberales franceses, se elaboró lo que se denominó “La
Constitución de Bayona”, la cual serviría de marco legal para el
reinado e influiría posteriormente en la Constitución Española de
1812, “La Pepa”.
Un mes después de la insurrección de Madrid, se habían constituido
en las provincias bajo el lema “Dios, Patria y Rey”, más de 20
Juntas Provinciales Autónomas, las cuales pretendían conservar los
derechos de Fernando VII y otras “Corregintales”, que actuarían
como núcleo de resistencia al invasor. De todas las Juntas, la de
Sevilla, trató de ser reconocida por los reinos de América y mandó
emisarios como los que llegaron a la Nueva Granada: Antonio
Vacaro y Juan Pando, el primero para Cartagena y el segundo para
Santa Fe. El 23 de agosto de 1808 se reconoció la autoridad del
Rey mas no la de la Junta. A Vacaro le debe la ciudad la instalación
de su primera imprenta, gestión que lideró José Ignacio de Pombo,
del Consulado de Comercio.
La necesidad de unificar esfuerzos acogió la propuesta del Conde de
Florida Blanca y se constituyó una junta central en Aranjuez el 25 de
septiembre de 1808, la que pasaría a Sevilla donde funcionó desde
diciembre de 1808 hasta 1810. Dicha junta central para legitimar
su autoridad concedió a los reinos de ultramar la representación de
un miembro por cada Virreinato y Gobernación; serian 9 en total, lo
que generó el descontento general y en América: “el Memorial de
Agravios” de Camilo Torres. Personajes que posteriormente harían
parte de la historia de Cartagena de Indias, fueron escogidos como
delegados, y por ello, coincidieron en mayo de 1810 en Cartagena,
José María García de Toledo, delegado por Cartagena, Antonio
Narváez y de la Torre, por Santa Marta y Tomás de Andrés Torres
por Mariquita.
La junta central de naturaleza Borbónica, designó el 27 de
septiembre de 1809 una junta de legislación presidida por
Gaspar de Jovellanos y el 30 de septiembre una junta militar
14
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
presidida por el General Francisco Castaños. Los ejércitos de
la junta central triunfaron en Rioseco y Bailén en julio de ese
año, ello provocó la llegada de Napoleón a España con 150.000
veteranos, quienes al decir de historiadores: “derrotaron a todos
los ejércitos que les pusieron en frente”, fue “la peor pesadilla
de las desgracias” para España.
La cuestionada y criticada Junta Central sin opción para continuar,
recibe su derrota final por parte del mariscal Jean de Sault en
la batalla de Ocaña el 19 de noviembre de 1809, cuando las
pérdidas militares son catastróficas mueren 25.000 hombres. De
allí se inicia la etapa de “La Guerra de Guerrillas” como la mejor
opción para España.
La Junta Central pasa entonces el poder a un “Concejo de Regencia”,
conformado por 5 miembros, quienes desde Cádiz, Isla de León, en
donde se repliegan del asedio del ejército francés, bajo el mando
del general “Victor”, que tenía tomada la casi totalidad de España y
Portugal, y bajo el influjo de los liberales, convoca el 14 de febrero
de 1810, la constitución de unas” Cortes”, que serian encargadas
de redactar una nueva constitución para el imperio.
El Consejo de Regencia decide enviar en 1810, Comisionados
Regios a la América para contrarrestar la acción y la propaganda del
gobierno Napoleónico en las colonias y para informar la convocatoria
de “Las Cortes”.
Escoge a Antonio de Villavicencio, nacido en Quito, de madre
santafereña, quien había vivido en Cartagena y Caracas, para la audiencia
de Santa Fe y a Carlos de Montufar para la Presidencia de Quito.
Los enviados regios llegan primero a Caracas y allí participan en
forma activa en el primer movimiento autonomista de América
española, que se inicia el 19 de abril de 1810, cuando los Criollos
Mantuanos reunidos en cabildo abierto, depusieron a su capitán
general Vicente Emparán e instalan una Junta Suprema. De caracas
llegan los enviados Regios a Cartagena a donde traen las noticias de
España y Venezuela, lo que provoca la convocatoria de una sesión
abierta del cabildo el 22 de mayo de 1810 liderado por José María
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
15
García de Toledo, durante la cual se decide crear, fundamentándose
en una vieja legislación de los Austrias, una Junta gobernadora
conformada por el Gobernador Francisco de Montes, el granadino
Antonio Narváez y de la Torre y el español Tomás de Andrés Torres,
todos estos personajes a excepción del gobernador, escogidos para
las Cortes de Cádiz.
Ante la oposición del gobernador Montes a compartir el poder, García
de Toledo en compañía de otros dirigentes de la ciudad como Antonio
José de Ayos, Juan de Dios Amador, y otros, más tarde “Mártires de
la Patria”; y con el respaldo invaluable de los líderes del barrio de
Getsemaní, Pedro Romero y Joaquín Solano, deponen al Gobernador
y a su secretario el 14 de junio de 1810 y los expulsan a Bocachica
y de allí al exterior. Seguidamente se constituye mediante el primer
acto de autonomía en la Nueva Granada, “La Junta Suprema de la
Ciudad y Provincia de Cartagena”, compuesta por el propio Cabildo,
6 diputados de elección y delegados “sufragáneos” de Mompox,
Tolú, San Benito Abad y Simití.
Se inicia un período autonómico para la Provincia de Cartagena de
Indias que será replicado en Cali, Pamplona, Socorro y continuará en
Santa Fe, con la revolución del 20 de julio de 1810 y con la pretendida
separación de la Villa de Mompox de la ciudad de Cartagena de
Indias, el 6 de agosto del mismo año.
El proceso que se inició el 22 de mayo y concluyó el 14 de junio
de 1810, debe ser considerado como el primero y pionero de la
Independencia de Colombia.
16
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
BIBLIOGRAFÍA
ALCÁZAR MOLINA, Cayetano. Los Virreinatos en el siglo XVIII. Salvat Editores,
S.A. 2ª edición, Madrid, España, 1959.
ARDILA GUTIÉRREZ, Daniel. Un Nuevo reino. Universidad Externado de
Colombia. Bogotá, 2010.
DE LA CUEVA, Ricardo. Historia Total de España. Editorial Fénix. Decimocuarta
Edición. Madrid, España, 2010.
DE LORZA, Antonio. Despierta España. Revista Aventura de la Historia. Año 8 Nº
86. Madrid, España.
ELLIOT, John H. Imperios del Mundo Atlántico. Taurus Historia, Santillana, España
2006. Empires of Atlantic World. Britain and Spain in América 1492-1830.
HUGLES HARTMANN, Cyril. The angry admiral. William Hernemann Ltd.
London Eng. 1953.
LAINES MARTÍNEZ, Fernando. Los Guerrilleros. Revista Aventura de la Historia
Nº 114, abril 2009. Madrid, España.
LAROUSSE DICCIONARIO ILUSTRADO. Ediciones Larousse. México, 2009.
LA PARRA, Emilio. Manuel Godoy. La Aventura del Poder. Barcelona, España,
Tusquets 2002.
LEMAITRE ROMÁN, Eduardo. Historia General de Cartagena. Tomo III.
Ediciones Banco de la República, Bogotá, Colombia 1983.
LOZADA, Juan Carlos. El Dos de Mayo. Revista Historia y Vida, Nº 478, año
XXXIX, Madrid, España.
MORENO, Alfonso. La Junta Suprema de Sevilla. Alfar. Sevilla, España, 2001.
OCAMPO LÓPEZ, Javier. El Proceso Ideológico de la Emancipación. Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia. La Carreta Editores. Medellín, 2010.
PÉREZ BUSTAMANTE, C. Compendio de la Historia de España. Quinta Edición.
Ediciones Allon. Madrid, España, 1952.
QUERALT DEL HIERRO, Ma. del Pilar. España, un trono accidentado. Revista Historia y
Vida, Nº 450, año XXXVII, Madrid, España.
VIVES, Pedro A. Los Virreinatos Americanos. Dastin Export. S.I. Madrid, España 2004.
TRUJILLO VÉLEZ, León. Antecedentes Bélicos de la Independencia Americana. Boletín
Historial, Academia de la Historia de Cartagena, Nº 171, vol. 75, pág. 11, abril 2011.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
17
EL NOMBRE DE CARTAGENA
Por Carlos Villalba Bustillo
Sobrados de razón, muchísimos colombianos se extrañan de que,
a estas alturas de la vida, 200 años después de la Independencia
de Colombia y 478 después de fundada la Cartagena de las Indias,
no se sepa, a ciencia cierta, quién fue el chapetón que le dio
nombre a la “ínclita ciudad”. Los historiadores vacilan y repiten
las suposiciones que sus colegas de la alborada hispanoamericana
ensayaron en su momento, pero no revivieron el debate a propósito
de la conmemoración del Bicentenario.
Busquemos los antecedentes y una conclusión.
Con Cartagena una cosa fue la bahía y otra el poblado, porque
Rodrigo de Bastidas creía que era mejor bautizar las aguas que
la tierra. Viniendo de Riohacha y Santa Marta, él sólo bautizó las
aguas: les puso nombre al Río Grande de la Magdalena y al Golfo de
Barú, y tuvo el buen juicio de aplazar la fundación de Santa Marta
para navegar dichoso hasta nuestras playas en plan de explorador.
Bastidas formalizó, con aquel viajecito, la primera promoción
turística de las dos capitales.
No apareció solo el antiguo escribano de Sevilla. Se trajo al cartógrafo
vizcaíno Juan de la Cosa, que había viajado dos veces con Colón, e
hicieron un buen dúo para que la aventura de ambos no cojeara ni
por falta de mapas ni de documentos.
Hasta ese momento un río y un golfo tuvieron una etiqueta que
no fuera la que tenían en boca de los indios. Tal vez por eso los
cronistas se enredaron, andando el tiempo, con la persona que
escogió el nombre de Cartagena. Castellanos, Oviedo, Las Casas,
Fray Pedro Simón, Aguado y los demás pendolistas discreparon
en eso. Que Cristóbal Guerra, que Juan de la Cosa, que el mismo
Bastidas, que los remeros que le vieron semejanza con la de
Levante. Todo porque nunca apareció un papel, uno solo, suscrito
por alguno de los tantos sospechosos de haber sugerido la palabra
«Cartagena», que despejara la situación. Era preciso apelar a la
18
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
lógica y a los movimientos de los personajes activos entre 1492 y
1503, que fue el año clave.
Por eso yo apuesto a la mano de Juan de la Cosa. Fue él quien
habló con la reina Isabel, largo y tendido, pocos días antes de que
la soberana expidiera la Provisión Real que oficializó el nombre
del pueblo y sus puertos. Todo el mandado en su solo acto, con
abundantes explicaciones sobre mapas y apuntes de D. Juan y de
Bastidas que convencieran a la number one, con cochinillo y vino
sobre la mesa en un patio de Segovia, de la necesidad de darle una
tocaya a la Cartagena de ellos.
El vagabundo de Cristóbal Guerra, al contrario, había sacado de
sus casillas a la reina por tratar a los pobres indios como objetos
de carne y hueso, a tal punto que lo obligó a repatriar a los muchos
que esclavizó con la complicidad del Presidente del Consejo de
Indias, don Álvaro de Portugal, quien siempre iba bien con los
peajes que don Cristóbal pagaba por lo que el padre Las Casas
llamaba “sus escándalos”.
Según Fray Pedro de Aguado —que no lo era tanto como lo insinuaba
su apellido— Heredia, el fundador, se rebeló contra la autoridad real
al rebautizar la plaza como Calamar, una voz Caribe derivada de
Calamari o Caramarí, usada por los indios mocanáes para referirse
a su asiento.
A don Pedro le fascinaba lo autóctono. ¿Qué importancia tenía —se
preguntaba— el parecido entre la bahía de aquí y la de Levante? ¿No
era más conmovedor un homenaje al cangrejo (calamari), que es un
artrópodo típico del poblacho? De vivir ahora, Heredia hubiera sido,
sin asomo de duda, el gestor de la Región Caribe.
Pero a don Pedro se le frustró la ocurrencia. La futura ciudad de
las murallas recuperó su nombre y los cangrejos se quedaron sin
consagración histórica. De todos modos, la reina, que ya era doña
Juana la Loca, no se dio por enterada de la rebeldía de Heredia, pues
no la incluyeron entre las granujadas con que fundamentaron su
primer juicio de residencia.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
19
¡Ay! San Pedro, pero la tapa de las extravagancias con el autor del
nombre de Cartagena, la menos pensada y la más chirriante, corrió
por cuenta de Pedro Mártir de Anglería, el de las Opus Espistolarum
y la Decadae de Orbe Novo, quien se atrevió a decir en una de sus
páginas que el ocurrente calcador del nombre había sido el almirante
Colón, D. Cristóbal.
Dos motivos poderosos tenía ya Juan de la Cosa para inscribirse en
la historia: el nombre de Cartagena y el mapa del Nuevo Mundo,
con el cual mandó de vacaciones definitivas a la quimera de las
Indias Orientales. Su quinto viaje quedó de un cacho y lo hizo como
compañero de Alonso de Ojeda, también repitente. Aspiraba Ojeda
a arraigarse como mandamás de la Nueva Andalucía, a punto de
guerra, como dijera Oviedo, y quemando Las ollas, el primer pueblo
que arrasó. Y encontró en el avezado cartógrafo al acompañante
ideal, con ciencia, realizaciones y coraje a cuestas. Pero esta vez sí
hubo quinto malo, porque los bravos indios yurbacos le practicaron
a Juan de la Cosa, de los pies a la cabeza, una acupuntura mortal con
sus flechas envenenadas.
El ambicioso Ojeda, por su infamia con Las ollas, sin De la Cosa
y con una píla de difuntos en sus filas, desplegó velas para fundar
San Sebastián de Urabá y regresar, poco después, a Santo Domingo,
donde subrogó todos sus poderes a don Francisco Pizarro. Allá
murió, más limpio que talón de lavandera, y olvidado del mundo y
del mando que pretendió sin fortuna.
20
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
El Argos Americano.
Papel político, económico y literario
de Cartagena de Indias,
María Teresa Ripoll
Entre 1808 y 1810 una cadena de acontecimientos asombrosos se
sucedieron a uno y otro lado del Atlántico manteniendo en vilo a
los súbditos de la corona española: el Rey fue hecho prisionero y
suplantado por José Bonaparte mientras tropas francesas invadían la
Península; los españoles reaccionaron formando gobiernos interinos
sucesivos en representación del pueblo soberano. Un decreto de
la Junta Suprema de Aranjuez reconoció por primera vez en 300
años que los dominios ultramarinos no eran colonias sino reinos,
parte integral de la monarquía, y por tanto tenían iguales derechos
de representación que los otros reinos peninsulares. En las colonias
americanas se formaron Juntas de Gobierno más o menos autónomas,
a imitación de las españolas, que asumieron el control político en las
ciudades principales.
Estas noticias circularon con gran celeridad en las colonias americanas
que tenían, desde hacía un tiempo, mayor acceso a publicaciones
impresas de distinta naturaleza y procedencia, lo que era una novedad
en una sociedad tan represiva y cerrada como la colonial. Se sabe
que la mayor circulación de papeles y textos impresos, desde finales
del siglo XVIII, fue el nutriente de una revaloración de la realidad
americana y de la adopción de nuevas nociones políticas entre
los ilustrados neogranadinos, quienes además pudieron producir,
publicar y circular sus propias elaboraciones científicas, políticas
y literarias. Esto tuvo un efecto acumulativo en la comunidad de
ilustrados que se tradujo en los años siguientes en la formación de
una cultura política1.
Desde 1790 circulaban en la capital del virreinato de la Nueva
Granada el Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá, el Semanario
El papel de la prensa periódica y de la mayor circulación de impresos en el proceso
independentista ha sido estudiado por historiadores como François Xavier Guerra, Renán
Silva, Margarita Garrido, Jaime Andrés Peralta y otros que se me escapan.
1
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
21
del Nuevo Reino de Granada, y unos años más tarde, La Bagatela
y el Diario Político. El Argos Americano comenzó a publicarse en
Cartagena a partir de septiembre de 1810; su contenido se distinguió
por las intenciones abiertamente políticas de sus editores, producto
de la coyuntura interna y externa que se experimentaba en esos
momentos. El Argos Americano desde sus inicios fue el vehículo de
expresión del que fuera el grupo políticamente dominante en esos
primeros años de manifestación de la crisis.
De este Semanario, editado en la imprenta del Consulado de
Comercio, se conserva una secuencia continua de los primeros 50
números publicados entre septiembre de 1810 y agosto de 1811, es
decir, los meses que precedieron a la declaración de independencia
de Cartagena, por lo que su contenido resulta del mayor interés para
detectar la evolución del pensamiento de los editores en ese momento
clave de definiciones políticas. Para entonces habían transcurrido
dos años desde el inicio de la crisis suscitada por la ausencia del
rey; Napoleón tenía acorralados a los españoles que se refugiaron
en Cádiz y la isla de León, únicos sitios libres de la ocupación
francesa. El Consejo de Regencia que había reemplazado a la Junta
Suprema propuso convocar a las Cortes generales y promulgar
una constitución. En Caracas, Santa Fe y Cartagena se hablaba de
redactar sus propias constituciones. Es pues una decisión aplomada
la de publicar un periódico en Cartagena, principal plaza fuerte en
el Caribe sur y segunda ciudad en importancia del Virreinato. Se
considera un imperativo estar alertas, como El Argos de la fábula,
con cien ojos vigilantes del rumbo de los acontecimientos. Así lo
amerita el momento lleno de expectativas, que no tardarán en ser
defraudadas, sobre la posibilidad de una nueva forma de relacionarse
con la Metrópoli,
“(...) lisonjeados como estábamos con la justicia que se nos debía
y con esperanzas halagüeñas siempre burladas”, como afirmaría
Simón Bolívar un año después en su Carta de Jamaica.
Son varias las lecturas que sugiere este Semanario que comenzó
a circular en momentos de tanta tensión e incertidumbre política.
En este artículo solo queremos llamar la atención sobre las cartas
enviadas a la redacción por un colaborador anónimo que firma
22
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
con una P, y que escribe motivado por las preocupaciones que le
suscitaba el momento que vivían. Estas misivas resultan de interés
porque muestran, una vez más, la importancia que tuvo el debate
de la justa representación política en la legitimación de la causa
independentista.
Antes debo recordar que los gestores y redactores de El Argos
Americano fueron José Fernández de Madrid y Manuel Rodríguez
Torices, recién graduados del Colegio Mayor del Rosario, quienes en
ese momento tenían 21 y 22 años respectivamente. Ambos redactores
hacían parte del Cabildo en el momento de iniciar esta publicación.
El Semanario aparecía todos los lunes. Tenía cuatro páginas
escritas en doble columna. Reproducía constantemente, en una o
más entregas, artículos tomados de otros impresos procedentes
de Jamaica, Caracas, México, Quito, España, Londres, Filadelfia,
Boston y Norfolk; el objetivo principal era
“(...) fixar la opinión pública mediante una veraz información que
compense el desconocimiento de nuestros intereses y derechos en
que nos mantenía el antiguo gobierno”.
Las cartas del señor P.
Por el respeto que le merece a los editores y por la erudición de
su argumentación es posible que se tratase de uno de los muchos
abogados ilustrados que habitaban la ciudad en el año de 1811.
En mayo de 1811 apareció la primera carta del señor P en la que
examina y enjuicia la naturaleza de los gobiernos interinos que se
suceden en la Península desde la cautividad del rey. En ella aporta
argumentos que deslegitiman el carácter representativo de las
Cortes de Cádiz, por haber sido elegidos sus diputados en un país
en guerra subyugado por el enemigo, y en segundo lugar porque la
representación otorgada a América no solo es ilegal sino “(…) un
verdadero insulto hecho a estos pueblos libres (...) “. Se refería P a
la decisión de las Cortes sobre el número de delegados americanos
admitidos, desproporcionada a las cifras de población:
“(...) Veinte y nueve diputados [americanos],
muchos de ellos desconocidos y sin carácter alguno
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
23
público, sin misión, sin título y sin consentimiento
ni conocimiento previo de los pueblos que se dicen
representar, y por consiguiente sin su confianza,
nombrados por disposición de la Regencia que
había sido desconocida en Santa Fe, en Caracas,
en Buenos Aires, en Chile y en otras provincias,
para representar diez y seis millones de hombres
libres, que según la base adoptada en España
debían tener tres cientos veinte a lo menos, y
cuando una sola ciudad de ésta, como Cádiz, cuyo
vecindario no llega a cien mil habitantes, tiene
nada menos que cuatro diputados en las Cortes,
es lo más ilegal, lo más injusto, lo más degradante
y ofensivo que puede darse (...)”.
En una siguiente carta a la redacción el señor P toma distancia del
pensamiento de El Argos al mostrar su prevención ante la idea de
formar una constitución propia, por no ser de la incumbencia de la
Junta, anticipándose a recomendar al gobierno mantener la posición
moderada que le había distinguido hasta ahora. La descalificación
que hizo antes de las Cortes de Cádiz, por no ser representativas de
la soberanía popular, le sirve esta vez para intentar poner límite a las
aspiraciones de la Junta de gobierno:
“(...) Este [gobierno] me parece no debe variar el
sistema conciliador, prudente y moderado que ha
seguido hasta aquí, y que tanto 1 ha distinguido. La
injusticia de otros [se refiere a las Cortes] no nos
autoriza para ello; ni el honor es menos apreciable
que otra cualquiera ventaja de la sociedad pues
la moral pública es una. Aunque todo lo bueno
es útil, no todo lo útil es bueno, como observa
Cicerón (...)
Por otra parte, una constitución, según el Abate
Sieyés y todos los publicistas, supone precisamente
un poder antecedente para constituir, el cual no
lo han recibido hasta ahora de los pueblos los
representantes de esta provincia que componen la
actual Junta de Gobierno (...)”.
24
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
Al no haber recibido la Junta el mandato legislativo que requiere para
hacer la constitución carecía de la autoridad para redactarla, por lo
que aconseja adoptar una provisional, basada en la de Norteamérica
y no en la de Cádiz:
“(...) sería lo más acertado el que nos limitásemos
a imitar a nuestros hermanos de Norte América
tomando a su tiempo el inmortal código o
colección de las constituciones particulares de sus
estados, la que fuese más análoga y conveniente a
la situación y la circunstancia de cada provincia:
y adoptar sin limitación y adicción alguna la
general de su confederación. Si los de Santa Fe
en la particular que acaban de formar, publicar
y quebrantar a un tiempo, hubieran seguido esta
regla y elegido hombres para el gobierno con
menos ambición y más amor a la justicia, ni
hubieran cometido los absurdos, contradicciones
y errores pueriles que se notan en aquella, dado
desde luego los segundos los pasos y propuestos
los escandalosos proyectos que los deshonran y
que van a poner en combustión a todo el Reyno”.
La respuesta de los editores no se hace esperar; al tiempo que le
reclaman a P por deslegitimar el gobierno de las Juntas, El Argos
Americano reafirma el convencimiento sobre la absoluta necesidad
de formar cuanto antes una carta constitucional que permitiese
la consolidación de su autonomía, la que al parecer estaba ya en
proceso de elaboración:
“(...) la perfección de un estado y su aptitud para
llenar los fines propuestos por la sociedad debe
depender de la constitución, ninguna cosa hay
de mayor importancia para una nación que elegir
aquella que sea mejor y más acomodada a sus
circunstancias; (...) La constitución es la única que
puede refrenar las pasiones humanas, es la égida
de la libertad individual, y el más firme apoyo de
los estados. Constitución necesitamos si queremos
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
25
afianzar nuestra libertad: Constitución esperamos
de un gobierno ilustrado a quien el pueblo ha
conferido todas las facultades necesarias para
cimentar su felicidad sobre las bases más duraderas.
Y si la Suprema Junta por un exceso de delicadeza
no se considera, a pesar de lo dicho, con poder para
hacerla, debe convocar para el efecto una asamblea
constituyente pues así lo exige el bien público”.
Vemos como en la preocupación por tener constituciones
tempranas hemos sido notables los colombianos. Mientras
México y las naciones del cono sur harían las suyas años después
de extenuantes procesos de liberación en Colombia tuvimos las
primeras constituciones mucho antes de tener una República. Las
voces que hacían eco al redactor de El Argos Americano pidiendo
la formación de una constitución fueron en lo sucesivo cada vez
más frecuentes. Una representación firmada por los vecinos de la
ciudad, fechada el 19 de junio de 1811, pide al Síndico Procurador
General que incite al Cabildo y a la Junta para que, sin pérdida de
tiempo, forme una constitución provincial que separe los poderes
ejecutivo y judicial y admita al pueblo a sus sesiones a fin de que
se reanime el espíritu público y se aumente la confianza del pueblo
en sus representantes. También piden que cese el reconocimiento a
las Cortes de Cádiz por haber faltado a su promesa.
La posición política de El Argos Americano ya no es moderada sino
abiertamente pro-independentista. En uno de los últimos números que
se conserva de 1811, una columna titulada “Tibieza”, previene contra
quienes aún dudan de la causa justa que promueven, identificando la
existencia de dos clases de tibios, los anti-americanos, descritos como
los de la intentona golpista del 4 de febrero, y los tibios moderados,
que tal vez alude a quienes piensan como el señor P:
“(...) son aquellos que procuran desacreditar
nuestro gobierno: los que con afectada compasión
nos pronostican los mayores desastres (...) los
que debían su representación y preponderancia al
despotismo del gobierno antiguo y se han visto de
repente nivelados con el resto de sus conciudadanos;
26
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
los que habían recibido o esperaban títulos, cruces y
distinciones de la Corte de España”.
Y hay todavía otra especie de tibios moderados que aunque
disminuye día a día es aun bastante numerosa, y son los ignorantes
de la historia, quienes
“(...) sin conocimiento de sus derechos naturales no
alcanzaban [a entender] cómo los hombres pudiesen
existir en sociedad sin ser gobernados por virreyes…
así es que muchos permanecen todavía sorprendidos
y como estáticos, viendo una escena tan nueva y tan
extraña a sus ojos (...)”.
Tres meses más tarde, el 11 de noviembre de 1811, se firmará el acta
de Independencia absoluta.
Los editores de El Argos Americano, José Fernández de Madrid y
Manuel Rodríguez Torices tuvieron un importante protagonismo
en los sucesos políticos de los años siguientes. Fueron firmantes
del acta de Independencia en 1811. En septiembre de 1814, cuando
el Congreso de las Provincias Unidas encargó del ejecutivo a tres
ciudadanos, uno de los elegidos fue Manuel Rodríguez Torices,
para entonces Presidente del Estado de Cartagena. A la llegada
de las fuerzas de Morillo a Santa Fe, en 1816, José Fernández de
Madrid, quien había reemplazado a Camilo Torres en la presidencia,
se encaminó con Rodríguez Torices a Popayán con el objeto de
embarcarse hacia el exilio por Buenaventura. Antes de lograrlo
fueron tomados prisioneros, junto con Camilo Torres y Pedro Felipe
Valencia, y trasladados a Santa Fe en donde fueron condenados a la
horca y la decapitación. A Fernández de Madrid le fue conmutada la
pena por el destierro, emigrando a La Habana en 1816. Regresó a la
Nueva Granada en 1825. Cinco años más tarde murió de tuberculosis
en Londres, en donde ocupaba el cargo de ministro plenipotenciario
ante el gobierno británico. Rodríguez Torices no pudo escapar a su
destino: fue conducido al patíbulo en la plaza mayor de Santa Fe,
junto con Camilo Torres, el día cinco de octubre de 1816. Su cabeza
fue puesta en la picota pública como símbolo de escarmiento. Tenía
tan solo 28 años.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
27
A propósito del bicentenario de la independencia,
¿Celebramos o conmemoramos?
Haroldo Calvo Stevenson
En 1975, poco antes de cumplirse doscientos años de la Revolución
Francesa, un periodista le preguntó al Premier chino, Zhou Enlai,
cuál había sido el impacto de ese terremoto político y social del
siglo XVIII. Marxista-leninista de tuerca y tornillo que era, Zhou no
vaciló en responder: “Es muy pronto para saber”. Tal vez pensaba
que la Revolución Francesa era apenas el preludio de una muy larga
marcha hacia la inevitable dictadura del proletariado.
Hoy, después de la caída del Muro de Berlín y del fracaso del
comunismo, la frase de Zhou ha quedado como una simpática anécdota
de la Guerra Fría. Y, sin embargo, toca un tema que siempre tendrá
vigencia cuando se examina el pasado: el impacto de las grandes
revoluciones sobre la trayectoria a largo plazo de las sociedades.
En la historia de Colombia, la independencia de principios del siglo
XIX es el evento más trascendental desde la ocupación española.
El rompimiento con España fue el inicio de un completo viraje
en el rumbo del país. En concepto de muchos historiadores, sin
embargo, la sociedad colombiana “perdió” el siglo XIX porque, tras
la separación, se sumió en un largo período de inestabilidad política
y declive económico. En una dimensión comparativa, además, al
coincidir con la propagación de la Revolución Industrial en Europa
y Norteamérica, la larga crisis de la post independencia contribuyó a
rezagar al país frente al mundo industrializado. Según un cálculo, en
1800 el PIB por habitante de Colombia era 38 por ciento del de los
Estados Unidos; en 1913, era 13 por ciento. Solo muy al final del
siglo XIX y principios del XX iniciaría Colombia el arduo camino
de aproximarse a unas condiciones institucionales y económicas
favorables a la continua modernización. Las consecuencias de este
rezago aún están vivas hoy.
Al conmemorar el próximo 20 de julio el bicentenario de la
emancipación de España, en realidad estamos recordando el
comienzo de una ruptura sin que tuviéramos un proyecto de sociedad
28
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
para sustituir el restrictivo régimen colonial. Aquí, a diferencia de,
por ejemplo, los Estados Unidos – referencia obligada en estos
temas – la independencia no fue en sus inicios un acto de voluntad
colectiva para defender libertades arraigadas o para poner en
práctica un nuevo orden político. Por el contrario, la emancipación
en Colombia, precipitada por la invasión napoleónica de España, fue
un movimiento guiado por una dirigencia de miras regionales sin
preparación para gobernar.
España no nos legó una tradición de autogobierno. Aquí había un
régimen autoritario y jerárquico en manos de españoles. Al iniciarse
la ruptura no existían los mecanismos institucionales para buscar
consensos políticos y establecer ese nuevo modelo de país. El
estado colonial, dice el historiador David Bushnell, brindaba alguna
cohesión, pero era débil por la desarticulación económica y la pobreza
generalizada. Embarcados en la lucha por la emancipación, nos
unimos (casi todos) alrededor de Bolívar para ganar la guerra, pero,
desaparecido este, regresamos al fraccionamiento del poder político
en manos de unas élites cuyo sectarismo obstaculizó la construcción
de unas instituciones nacionales estables que promovieran el
desarrollo.
Síntoma y causa de ese desorden institucional y económico fueron
las nueve guerras civiles que tuvo Colombia a lo largo del siglo
XIX. Otro es que, según Salomón Kalmanovitz, entre 1810 y 1913
el país tuvo trece constituciones (nuevas o producto de sustanciales
reformas a las existentes). Pero también hubo manifestaciones más
pintorescas. Fueron recurrentes en los primeros años de la nueva
república las propuestas de importar gobernantes o anexarnos a
Gran Bretaña o los Estados Unidos, países vistos como paradigmas
de instituciones avanzadas. En tiempos de Bolívar se consideró la
idea de que este fuera reemplazado por un noble de alguna de las
casas reales de Europa. Y, en 1860, el gobierno de Mariano Ospina
Rodríguez propuso secretamente a los Estados Unidos la anexión de
Colombia, pero fue rechazado.
En un ensayo reciente, Adolfo Meisel, refiriéndose al siglo
XIX, sostiene que uno de los beneficios más importantes de la
independencia fue la libertad de hacer reformas esenciales al sistema
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
29
económico. Ese beneficio de largo plazo se extendió y amplió en el
siglo XX, que fue distinto al anterior en dos sentidos importantes.
El primero consistió en un cambio institucional trascendental: lenta
y penosamente, después de muchos experimentos y tropiezos,
el país fue cristalizándose como conglomerado nacional, con
propósitos colectivos plasmados en un contrato social consensual
entre el Estado y los gobernados. Ello permitió ir adaptando en el
tiempo las estructuras políticas y económicas a las exigencias de la
modernización. Algunos señalados logros han sido el desarrollo de
un sistema democrático, el manejo relativamente competente de la
política económica y el rechazo a los caudillismos populistas tan
comunes en otros países latinoamericanos.
El segundo cambio del siglo XX fue la lenta propagación en el
país de la Revolución Industrial y la consecuente globalización: los
cambios radicales que produjeron la expansión demográfica, el café,
la industrialización, la urbanización y, en el último cuarto del siglo,
el sector externo. Entre 1900 y 2000, la población colombiana
se multiplicó por diez; el PIB real por habitante se multiplicó por
cinco; la población urbana pasó de menos de 30 a 75 por ciento del
total, y, entre 1975 y 2000, las exportaciones reales por habitante se
multiplicaron por tres.
Colombia es hoy, no obstante, un país todavía en construcción, que
dista mucho de hacer coincidir los ideales democráticos que ha ido
precisando, con la realidad cotidiana de sus habitantes. La razón
principal es la vigencia de dos herencias coloniales. La primera
es la desigualdad de oportunidades. España les legó a sus colonias
americanas un rígido sistema de castas que descansaba sobre la
condición racial de la población y que engendró la tradición de
discriminación – racial, laboral, social – que es característica
distintiva de la sociedad colombiana.
Hemos avanzado más en
forjar una democracia política que en desarrollar una democracia
social y económica, con igualdad de oportunidades para todos. No
es un accidente que la distribución de ingresos en Colombia es de las
más desiguales del mundo.
El segundo elemento de rezago, que no es ajeno al anterior, es el
deficiente aparato educativo. El sistema heredado de la Colonia era
30
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
excluyente y atado a unos valores medievales que España preservó
mientras el resto de Europa se ocupaba del Renacimiento y de la
Revolución Científica. En Colombia, las reformas liberales de
mediados del siglo XIX fueron, en parte, un intento de modernizar
la educación. Pero Rafael Núñez, entendiendo que la religión era un
elemento cohesionador en una sociedad descuadernada, le entregó
la educación a la Iglesia Católica. Esto tuvo un costo enorme pues
entronizó un sistema educativo confesional y rígido que obstaculizó la
modernización del país. Solo en tiempos recientes hemos comenzado
a enderezar este estado de cosas. Pero todavía hoy, por ejemplo,
en las pruebas internacionales PISA, que miden las competencias
de estudiantes de 15 y 16 años en lectura, matemáticas y ciencias,
Colombia figura en los últimos puestos entre más de 60 países.
El 20 de julio de 1810 es la fecha simbólica de la largada de
nuestro accidentado tránsito hacia una mejor sociedad. Ojalá la
conmemoración de su bicentenario, más allá del fervor patriótico y
de los fuegos artificiales, sirva para que reafirmemos como nación
la voluntad de acometer en forma civilizada esas grandes tareas
pendientes y evitar los enormes costos en que hemos incurrido para
alcanzar los logros que hoy podemos mostrar.
Este ensayo es una versión ligeramente revisada de uno que, bajo el mismo
título, apareció en la revista "Contraste", de la Universidad Tecnológica de
Bolívar, anexa al diario El Universal, en junio de 2010.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
31
LA INJUSTA DETENCIÓN DE SANTANDER
EN BOCACHICA
Por Jorge Pérez Villa
Cuando se escribe sobre éste tema, asaltan varias preguntas a quien
lo trata inefablemente. Una es, ¿estuvo Santander preso detenido en
Bocachica?. Si lo estuvo. ¿Porqué lo estuvo? ¿De donde procede
éste episodio triste en la República de Colombia? Sobre todo, porque
ambos tanto Bolívar y Santander, juegan papel fundamental en la
independencia de Colombia.
A juicio de quien esto escribe, todo ésto arranca en gran forma y
manera, con la expedición de la Constitución de Bolivia de 1826, que
era una Constitución, que distaba mucho de ser una Ley Fundamental,
orientada por los principios republicanos de gobierno, que se habían
dejado claramente plasmados en la primera constitución de la Gran
Colombia de 1821(Convención de Cúcuta)
Miremos brevemente, las disposiciones que se sustanciaron en
dicha Constitución: a) los cuatro altos poderes, electoral, legislativo
ejecutivo y judicial estaban organizados así:
Así el primero, con la decima parte del total de los ciudadanos, pues cada
diez de éstos nombrarían un elector; los electores elegirán miembros
de las cámaras legislativas, proponían al ejecutivo candidatos para
los magistraturas principales de los primeros con la decima parte
del total de los ciudadanos, pues cada diez de éstos nombrarían un
elector; los electores elegían miembros de las cámaras legislativas,
proponían al ejecutivo candidatos para los magistraturas principales
de los departamentos provincias cantones y al Senado los miembros
de las cortes judiciales y de los tribunales. El poder legislativo, residía
en las cámaras de los tribunos, de los senadores y de los censores,
éstos eran vitalicios y la cámara que formaban decidía, como arbitro
los casos de discordia entre las otras dos. Vigilaba el cumplimiento
de la Constitución (Control Constitucional), y acusaban a los altos
funcionarios de la nación. Los tribunos votaban el presupuesto anual,
proponían las leyes sobre las rentas y contribuciones, fijaban el pie
32
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
de fuerza y eran elegidos por cuatro años, renovándose la cámara por
mitad cada dos años. Los senadores duraban ocho años, se renovaban
por mitad cada cuatro años, y dictaban leyes sobre asuntos judiciales,
eclesiásticos y comerciales1. Ejercía el poder ejecutivo un presidente
vitalicio e irresponsable ante el parlamento, un vicepresidente
propuesto por él a las cámaras y tres secretarios de estado; éstos y
el vicepresidente si tenían responsabilidad, el poder judicial era
independiente de los otros.
Bolívar juzgó caduca la Constitución de Cúcuta de 1821 y quiso
imponer la Constitución de Boliviana, e incluso hizo circular
y reimprimir la de Bolivia y además, envió una carta para el
Vicepresidente Santander, llamando su atención al estudio del
proyecto, cuando llegara el tiempo de reformar la Constitución.
Pues bien: visto el proyecto de Constitución por el Vicepresidente
Santander y los granadinos, objetivamente contrastaba con los
principios republicanos que en un principio el libertador defendía y
que ahora negaba. Llamó la atención a los granadinos, ésta antinomia
ideológica y política en que había caído el libertador.
Visto así las cosas, la opinión política y pública, estaba dividida en
dos bandos: uno sostenedor de la dictadura de Bolívar y otro bando
de las Instituciones, que se habían enardecido al ver en sus contrarios
sentimientos negativos, que no estaban de conformidad con las
esperanzas de la patria gloriosa.
Estos supuestos además de otras contradicciones, como lo
inconveniencia de que la capital de la Gran Colombia, estuviera en
Sobre este tema Histórico de la detención ilegal Santander en Bocachica, han estudiado
Henao y Arrubla en su Historia de Colombia. Pero es de anotar, que son muchos los
autores que lo han resaltado, como es el caso de H. Justo, Ramón en Historia de Colombia,
Frank. Aldo en Bolívar, Indalecio Lievano Aguirre en su obra “Los Grandes Conflictos
Económicos, Políticos y Sociales de nuestra Historia de Colombia. Sañudo José Rafael
en su obra: Estudio sobre la vida de Bolívar. Javier Gutiérrez V. en su obra: Cátedra
Bolivariana. Emil Ludwig en: Bolívar. También en Santander Publicado por la Academia
Colombiana de Historia y Enciclopedia de Historia de Colombia. En todas estas obras
históricas se ausculta y prueba, que la detención de Santander en Bocachica, fue unas de
las grandes equivocaciones cometidas por Bolívar, que empañaron su gesta heroica en
la historia y que develan que el ejercicio del juego político, puede entrañar perjuicios y
responsabilidades más serias de lo que pudiera pensarse y en la que el tiempo lo descubre
todo. Pérez Villa, Jorge. Apuntes de Historia de Colombia.
1
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
33
Santafé y lo referente al reparto de los recursos del poder central
hacia las provincias y los falsos regionalismos, propiciaron las
condiciones para la celebración de la Convención de Ocaña del 9 de
abril de 1828.
Muy a pesar de que Bolívar y sus simpatizantes maquillaron el
proyecto de Constitución con otras instituciones, Santander y los
suyos pusieron su nota de inconformidad sobre el proyecto de
Constitución, pues incluso al parecer de ellos, era más monárquica
que el de la Constitución de Bolivia, y no tenía otro cometido que el
de organizar al despotismo perpetuando a Bolívar en el poder. Ahora
bien: la Convención de Ocaña de 1828, se convirtió en un campo de
Batalla ideológica y política, entre los dos bandos, en el que quien
no obtenía el triunfo de su posición ideológica, frustraba el de su
contrario. Finalmente, los bolivianos, se convencieron del fracaso
de sus la intención despóticas y desistieron de su propósito.
Los días pasaron. Pero el resentimiento político, había quedado
marcado. Santander y sus simpatizantes, lo que hicieron fue defender
una idea republicana y muy particularmente, lo que hizo objetivamente
fue defender los principios del republicanismo. En Santander,
personalmente no hubo mayormente que una intención de defender
objetivamente una ideología, política y nada más! La verdad es que los
simpatizantes de ambos bandos se extremaron en sus resentimientos
y odios y lastimosamente, el 25 de Septiembre de 1828, se fraguó y
concretó lo que se denomino “la conspiración septembrina”, el cual fue
un atentado contra la vida del Libertador Simón Bolívar y presidente
de la Gran Colombia por opositores del gobierno.
Esta oposición a Bolívar se había desarrollado y crecido entre los
liberales neogranadinos, en forma especial, tras haber declarado
Bolívar la dictadura el 27 de agosto de 1828, quienes se habían
reunido en sociedades secretas, que llamaron sociedades de Salud
Publica. En su mayoría se reunieron estudiantes e intelectuales
para discutir temas políticos. De una de esas reuniones a
principios de Septiembre de ese año, emergió la idea de quitarle
la vida a Bolívar (no existe prueba de que Santander participará
en esas reuniones), para lograr tal cometido buscaron conseguir
adeptos en las fuerzas armadas, reclutando veteranos, reservistas
34
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
y sargentos, pero también expulsados o a punto de serlo, por mala
conducta.
Fue así, como en la medianoche del 25 Septiembre de 1828, unos
doce civiles y veinticinco soldados, comandados por Pedro Carujo,
forzaron la puerta del Palacio Presidencial y asesinaron a los guardias,
tras lo cual, no quedaba otra cosa, que perseguir la habitación de
Bolívar, quien se encontraba con Manuelita Sáenz, quien le despertó
abruptamente. Bolívar al enterarse, sobresaltado de las intenciones
enemigas, tomó de su mano pistolas y sable y trató de abrir la puerta,
pero Manuelita lo convenció de que escapara por la ventana.
Pues bien: en el decurso de los días siguientes, fueron arrestados los
supuestos culpables y se les siguió juicio a muchos de ellos, así como
a militares de alto rango, sobre los que se tuvieran sospecha alguna
de la participación en el atentado, sea planificando, colaborando con
sus ejecutores o simplemente callando.
Francisco de Paula Santander y José Prudencio Padilla fueron
acusados injustamente...
La verdad, a Bolívar en ejercicio de la dictadura, se le fueron las
luces. En efecto: Vicente Azuero y otros opositores no participaron,
pero existieron participantes directos de la conspiración como
Luis Vargas Tejada, Florentino González y Hasta Pedro Carujo, el
acérrimo enemigo de Bolívar, que fueron juzgados por el Consejo de
Ministros y hallados culpables, aunque algunos fueron indultados,
como Carujo. La verdad sea dicha, fue inaugurada una época de
terror algo parecido a la francesa. En cuanto a Francisco de Paula
Santander, se debe anotar que se le llevo juicio, en la cual se le violó
el debido proceso y Santander, fue hallado culpable, degradado y
expulsado deshonrosamente y condenado a morir fusilado por la
espalda, pero su pena fue cambiada por el exilio.
Es evidente que éstos hechos de la conspiración Septembrina y los
posteriores juicios por el Consejo de Ministros (en su gran mayoría
constituidos por militares venezolanos) fueron tierra fértil para ahondar
el odio entre sectarios venezolanos y neogranadinos, y ello fue una de
las causas, que abrió el sendero, para la disolución de la Gran Colombia.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
35
A Santander, se le vitupero e intrató de manera amarga. A guisa de
nuestra, se le vinculo con el asesinato de Antonio José de Sucre y
con la conspiración que pretendió la muerte de Bolívar.
Para cuando fue asesinado Sucre, Santander ya se encontraba
exiliado en Europa a donde partió desde los calabozos de Bocachica
en Cartagena en 1829. La verdad es que en el caso de la muerte
de Sucre, le convenía más al general Juan José Flores, en cuanto
le representaba una amenaza a sus ambiciones presidenciales
en Ecuador. Debe quedar claro, que en cuanto a la conspiración
septembrina, nunca se le demostró participación a Santander, pero
fue objeto de un juicio sumario, en el que como ya se ha anotado
se le violo su debido proceso, se le negó tanto la posibilidad de un
abogado de oficio, como la posibilidad de contratar un abogado
privado y para colmo de la desdicha, se nombró a su peor enemigo
político como juez “imparcial” (Rafael Urdaneta) Secretario del
Interior de la Época.
Únicamente hasta después de la muerte del Libertador Bolívar, se
pudo conocer en su totalidad, el proceso en el que se comprobaron
éstos y otras injusticias contra el hombre de las leyes.
A Santander se le conmutó la pena por la de destierro, pero previo
a la materialización de ésta fue enviado a Bocachica al cual llego el
4 de Diciembre de 1828 y salió el día 4 de Julio del año 1829 para
Europa.
Sobre su prisión en Bocachica, los sufrimientos fueron grandes.
La insalubridad y humedad de este castillo de Bocachica era la
constante. Se le desató una fuerte gastritis y la enfermedad de cólico
lo minaba sin remedio con fiebres permanentes.
Por fin pudo Santander partir a Europa. Donde dicho sea de paso
decirlo, fue recibido con respeto y admiración. Estuvo en Francia
e Inglaterra, donde vivió con gran dignidad y se dedicó a estudiar y
aprender el francés, inglés e italiano y quedó gratamente impresionado
de las instituciones inglesas y de su democracia parlamentaria. En
vida de Bolívar, jamás regreso Santander a Colombia. Pero fallecido
el Libertador en 1830, Santander regreso a Colombia, probando que
36
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
no existe realidad natural más sabia, que el tiempo, pues éste (el
tiempo) lo descubre todo, verificando que no existe mayor injusticia
que la que todos ven todos los días y callan, pero que llega el día en
que los hechos oscuros, se aclaran como la luz del día y el tiempo.
Habíase descubierto nítidamente la injusticia, que se había cometido
contra el considerado padre de las leyes de la República de Colombia.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
37
SIMÓN BOLÍVAR Y MANUELA SÁENZ AISPURU
Por Dr. Rodolfo Nieves Gómez
Manuela Sáenz era hija del español don Simón Sáenz Vergara y doña
María Joaquina de Aispuru y Mazo, una criolla de buena familia.
Nació en 1797 en la plaza Mayor de Quito y murió en Palta en
1856, víctima de la difteria En 1809 estalla en Quito un movimiento
revolucionario, y en medio del torbellino que destaca la revolución,
transcurre la niñez de Manuelita, que tiene que huir de Quito con su
madre para refugiarse en la finca Catahuango. Muy joven fue enviada
a estudiar a un convento donde aprendió a tocar el clavicordio, bordar
y leer en latín a sus historiadores favoritos, Plutarco y Salustio. A los
17 años se fugó del convento Cori el oficial Fausto D ‘Elhuuyar,
pero posteriormente regresó a su hogar. Contrajo matrimonio en
1817 con el médico inglés James Thorne, a la edad de 20 años, acto
que constituyó un verdadero acontecimiento social. Posteriormente
Manuela se traslada con su marido a Lima, ciudad en la que conoció
a Rosita Campuzano, futura amante del General San Martin, quien
condecora a Manuela en nombre del Perú con la orden del Sol, el 23
de enero de 1822. El historiador Alberto Miramón, en su obra “La
Vida ardiente de Manuelita Sáenz”, la describe así. “cabellos claros
que recogidos en moño sobre la nuca castiza, orna un gran peinetón
de carey; indecisa la mirada de los grandes ojos oscuros: la tez de un
tinte nacarado lechoso. En verdad, toda ella parecía creada expresa y
únicamente para el placer, como aquellas dispensadoras de amor que
soñaron los poetas, nacidas de los misterios del mar y los delirios
de la inteligencia”. (Alberto Marimón, ob. cit.pg. 29,’. De la ciudad
de Lima Manuelita con permiso de su marido se dirige a Quito a
visitar a su madre a mediados de abril de 1822. Este intranscendente
viaje iba a cambiar definitivamente el rumbo de la vida de Manuelita
Sáenz y a ejercer una decisiva influencia en la vida y suerte futura
del Libertador.
Después de la batalla de Pichincha, Bolívar sigue rumbo a Quito,
ciudad a la cual entra el 16 de Junio de 1822 En el lugar hay aplausos,
vítores, banderas, arcas de triunfo. En una de los balcones de la plaza
38
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
Manuela espera llena de ansiedad el paso del Libertador. Al pasar
éste debajo del balcón, le arroja una corona de laurel que obliga
al héroe a levantar la vista y sus ojos se encuentran de repente y
parece que en sus miradas centellantes se transmiten inexpresables
sensaciones del alma que en brevísimos instantes fundirá a estos
dos seres en una pasión abrazadora que señalará para siempre el
destino de sus existencias. En la noche, en el baile que se le ofrece a
Bolívar, Manuela del brazo de don Juan de Larrea es conducida por
éste a presencia del Libertador, quien henchido de satisfacción la
saluda con una gentil reverencia. Manuela sacudida por emociones
presentidas, baila loca, apasionadamente. En ambos domina una
irresistible y ofuscante atracción. Dice Alberto Abello: “Ha nacido
una pasión súbita a la manera que en esa tierra brotan los volcanes”.
Y agrega: “Bolívar encuentra en Manuelita un diamante que brilla
por si mismo sin necesidad de la talla artificial; es una fuerza de la
naturaleza que lo ciega para siempre”. (Alberto Abello, Bolívar y
Manuela, Una pasión histórica. Cap. 111).
Después de la entrevista de Bolívar con el General San Martin en
Guayaquil, en julio de 1822, pensó aquél en retornar al lado de
Manuela; pero como no le era posible, apeló a una familia amiga para
que invitara a Manuela a la finca “El Garcal” lugar donde pasaron
tiernos y apasionados momentos de exaltación amorosa cuyo grado
de intensidad se descubre en las frases de una carta escrita por
Bolívar a Manuela con posterioridad. Dice así; “Tu quieres verme
siquiera con los ojos. Yo también quiero verte y reverte, y tocarte
y sentirte y saborearte y unirme a ti por todos los contactos ¿A que
tú no me quieres tanto como yo? Púes bien esta es la más pura y
la más cordial verdad. Aprende a amar y no te vayas ni aun con
Dios mismo”. Bolívar viaja luego al Perú y estando allí (1823) antes
de su entrada en un pueblo, como asegura Ludwig, el Intendente
envió al alcalde la siguiente orden: “Para S.E el Libertador,
cómodo y decente alojamiento, con buena mesa, buena cama, etc.,
etc.. los ediles se reunieron en consejo: ¿Qué significan estas tres
etcéteras; Evidentemente el gran Moloch quiere todo por triplicado.
Y de acuerdo con dicho razonamiento se apoderaron de tres de las
muchachas más bonitas del lugar para entregárselas al extranjero. A
su llegada, Bolívar dejó en libertad a las muchachas y destituyó al
Alcalde”. (Emil Ludwig, ob. cit. pg. 267).
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
39
Para la campaña del Perú, Bolívar llamó a Manuela quien estuvo a su
lado durante la mayor parte de los dos años siguientes.
En abril de 1825 Bolívar le dirige una Carta a Manuela proponiéndole
el rompimiento de sus relaciones, argumentando que nada puede
unirlos bajo el amparo de la inocencia y el honor. La carta dice así:
“Mi buena y bella Manuelita:
Cada momento estoy pensando en ti y en la suerte que te ha tocado.
Yo creo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de
la inocencia y el honor. Lo veo bien y gimo de tan horrible situación,
por ti, porque tú debes reconciliar con quien no amabas, y yo
porque debo separarme de quien idolatro. Sí, te idolatro hoy más
que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se
me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma
y de tu corazón sin modelo. Cuando tú eras mía yo te amaba más
por tu genio encantador que por tus atractivos deliciosos. Pero
ahora ya me parece que una eternidad nos separa porque por mi
propia determinación me veo obligado a decirte que un destino
cruel pero justo nos separa de nosotros mismos. Sí, de nosotros
mismos, puesto que nos arrancamos el alma que nos da existencia,
dándonos el placer de vivir. En lo futuro tú estarás sola aunque
al lado de tu marido; yo estaré solo en medio del mundo. Sólo la
gloria de habernos vencido será nuestro consuelo”.
Por esa época Manuela recibe una carta de su marido requiriéndola
para que regrese al hogar. Manuela le contesta en estos términos:
“No, no, no más, hombre, de por Dios! ¿Qué adelanta usted, si no
hacerme pasar por el dolor decir a usted mil veces no? Señor: usted
es excelente, es inimitable: jamás diré otra cosa sino lo que es usted.
Pero, mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo; dejar a
otro marido sin las cualidades de usted seria nada. ¿Usted cree que
yo, después de ser la predilecta de este general por siete años y con
la seguridad de poseer su corazón, prefiera ser la mujer del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo, de la Santísima Trinidad? Si algo siento es
que no haya sido usted mejor para haberlo dejado.
Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios
de lo que usted llama honor. ¿Me cree menos honrada por ser él
40
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
mi amante y no mi esposo? Ay yo no vivo de las preocupaciones
sociales inventadas para atormentarse mutuamente. Déjeme usted,
mi querido inglés. Hagamos otra cosa: en el cielo nos volveremos a
casar, pero en la tierra no.”
¿Cree usted malo este convenio? Entonces diría yo a usted que era
muy descontento. En la patria celestial pasaremos una vida angelical
y toda espiritual (pues como hombre usted es pesado); allá todo será
a la inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación (en
amores digo, pues lo demás, ¿quiénes más hábiles para el comercio
y la marina?,) El amor les acomoda sin placeres; la conversación
sin gracia, y el caminar, despacio; el saludar, con reverencia; el
levantarse y sentarse con cuidado; la chanza sin risa; estas son
formalidades divinas, pero yo, miserable mortal que me rio de mí
misma, de usted y de otras seriedades inglesas, etcétera, ¡Qué tal
me iría en el cielo! Tanto malo como si fuera a vivir en Inglaterra o
Constantinopla, pues los ingleses me deben el concepto de tiranos
con las mujeres, aunque no lo fuese usted conmigo, pero si, mas
celoso que un portugués.
Eso no lo quiero yo ¿No tengo buen gusto? Basta de chanzas.
Formalmente y sin reírme, con toda la seriedad, verdad y pureza de
una inglesa, digo “que no me juntaré mas a usted’ Usted anglicano y
yo atea, es el más fuerte impedimento religioso; el que estoy amando
a otro, es el mayor y más fuerte. ¿No ve usted con qué formalidad
pienso? Su invariable amiga, Manuela”. En la copia de esta carta que
Manuela le envía a Bolívar, hay una posdata dirigida a éste que dice:
“Hay que advertir que mi marido es católico y yo jamás atea; solo el
deseo de estar separada de él me hacía hablar así”.
Al enterarse Bolívar del contenido de la misiva transcrita, le escribió
a Manuela devolviéndole su afecto, en cálidas frases que fortaleció
la unión entre estas dos almas enlazadas por un destino inexorable.
Y dominados por el amor prosiguieron su vida estos dos seres. Así
vemos a Manuelita viviendo abiertamente en 1826 con el Libertador
en la villa de la “Magdalena”, respirando el encanto y la belleza
de ese lugar, antigua mansión de los virreyes del Perú. Manuelita,
mientras estuvo al lado del libertador participó activamente en la
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
41
política y le tocó sufrir los odios y las pasiones desatadas en contra
del Libertador, pero su lealtad y fidelidad para con éste no desmayó
nunca. Le cabe la gloria de haberle salvado la vida en tres ocasiones
en que sus enemigos, exaltados bajo el efecto de las pasiones
políticas, urdieron planes y conjuras para segar la vida del Padre de
la Patria.
Con ocasión del Golpe de Cuartel originado por la Revolución
Bustamante -enero 27 de 1827- ocurrido en Lima, Manuela es
expulsada de esa ciudad, se traslada a Bogotá, y se establece en una
casa no muy distante del palacio de San Carlos. En septiembre del
mismo año llega Bolívar a la capital en donde permaneció hasta
marzo de 1828, cuando viajó a Bucaramanga a seguir de cerca
las labores de la Convención de Ocaña. El 15 de enero de 1830 el
Libertador entra por última vez a Bogotá El 8 de mayo del mismo
año sale definitivamente de la capital con el propósito de dirigirse a
Europa. En el curso del viaje Bolívar escribió a Manuela:
“Mi amor: Tengo el gusto de decirte que voy muy bien y lleno de
pena por tu aflicción y la mía, por nuestra separación”.
“Amor mío: Mucho te amo pero más te amaré si tienes ahora más
que nunca mucho juicio. Cuidado con lo que haces, pues si nó, nos
pierdes a ambos perdiéndote tú. Soy siempre tu más fiel amante,
Bolívar”. Durante el viaje a la Costa volvió a escribir a Manuela y
le dice con dolientes frases: “El hielo de mis años se reanima con
tus bondades y gracias. Tu amor da una vida que está expirando.
Yo no puedo estar sin tí, no puedo voluntariamente privarme de mi
Manuela. No tengo tanta fuerza como tú, ven, ven, ven, luego. Tuyo
del alma, Bolívar”. Palabras dolorosas que brotan como un grito
desesperado del pecho del Libertador que traducen los sufrimientos
de su alma que acrecentándose con los días, anuncian ya la próxima
extinción de la vida del héroe.
Bolívar llegó a Santa Marta el 1 de diciembre de 1830. El día 6 fue
trasladado a la hacienda de San Pedro Alejandrino y fallece el 17
del mismo mes en medio de la consternación de sus fieles amigos.
Manuela se preparaba para surcar el Magdalena y compartir los
últimos momentos de Bolívar, pero una carta de Perú de Lacroix
42
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
manifestándole la gravedad de Bolívar, la disuadió de su propósito.
En Bogotá se entera de la muerte de Bolívar. En enero de 1834 es
expulsada de Bogotá, se dirige a Cartagena, en donde es encarcelada
en el mismo calabozo que ocupó Santander, y luego sigue para
Jamaica. Viaja luego al Ecuador de donde es también expulsada, para
luego radicarse en la población de Paita, en el Perú. Allí se ganaba
la vida preparando conservas de frutas. Recogía perros vagabundos
y le daba el nombre de los enemigos del Libertador: Páez, Córdoba,
Santander, Lamar y los alimentaba con huesos y desperdicios. En
esa inmensa soledad y abandono que la rodeó en Paita, recibió la
visita de Garibaldi, Ricardo Palma, Simón Rodríguez, etc.
Murió el 23 de noviembre de 1856, en la población mencionada,
a consecuencia de la Difteria. Enterrada en el cementerio de Paita,
al cambiar éste de lugar, no quedó rastro alguno del lugar de
ubicación de sus restos. Las cartas de amor de Bolívar así como sus
objetos personales desaparecieron al ser incinerados para evitar la
propagación de la enfermedad.
Alberto Miramón en su obra “La Vida ardiente de Manuelita Sáenz”,
se expresó de ella así: “Todo en Manuelita fué contradictorio, dudoso,
apasionante; esta particularidad vital de su personalidad, caracterízala
también como figura histórica, tanto que no se ha encontrado ni la
partida de nacimiento, ni la de matrimonio, ni tampoco la de su
muerte. No parece sino que su historia -observa un autor- debiera
escribirse sobre datos emocionales, sobre tradiciones desenfocadas
de la exactitud por el labio murmurador de los cronistas”. (Alberto
Marimón, ob.cit, pg. 8).
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
43
BIBLIOGRAFÍA
H. JUSTO, Ramón. Historia de Colombia.
FRANK, Aldo. Bolívar.
LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio. Bolívar.
VON HAGEN, Víctor. La Amante inmortal.
RUMAZO GONZÁLEZ, Alfonso. La Libertadora del Libertador.
ABELLO, Alberto. Bolívar y Manuela. Una pasión histórica.
TORRES, Mauro. Bolívar: Genio, Constitución, Carácter.
TORRES, Mauro. Moderna Biografía de Simón Bolívar.
CACUA PRADA, Amonio. Los Hijos Secretos de Bolívar.
SAÑUDO. José Rafael. Estudios sobre la vida de Bolívar.
NOGUERA MENDOZA, Aníbal. El Río Grande de la Magdalena.
DE MADARRIAGA, Salvador. Bolívar. 2 tomos.
GUTIÉRREZ V., Javier. Cátedra Bolivariana.
CORDOVEZ MOURE, José María. Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá.
DUARTE FRENCH, Jaime. Las Ibáñez.
LUDWIG, Emile. Bolívar.
MIRAMÓN, Alberto. La Vida Ardiente de Manuelita Sáenz.
ROMERO, Denzil. La Esposa del doctor Thorne.
44
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
FOTO DEL RECUERDO
HOMENAJE DE EXCALDALDES DE CARTAGENA AL
RETIRO DE JUAN VÉLEZ HERRERA, SECRETARIO DE
LA ALCALDÍA DE CARTAGENA DURANTE DÉCADAS:
AÑO 1988
En la foto aparecen: arriba, Fidel Borge Escobar, Edgardo Martínez
Pareja, Carlos Barrios Angulo, Henrique Román Vélez, Augusto de
Pombo Pareja, Antonio Lequerica Vélez, Enrique Zurek Mesa.
Abajo: De izquierda a derecha: Augusto Martínez Martínez, Rafael
Ballestas Morales, León Trujillo Vélez, Juan Vélez Herrera (el
homenajeado), José E. Rizo Pombo, Hans Gerds Martínez, Antonio
Pretelt Emiliani, Álvaro de Zubiría Jiménez y Ciro Castillo Cabarcas.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
45
ÁLVARO ANGULO BOSSA Y CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ,
DOS NUEVOS MIEMBROS DE LA ACADEMIA
COLOMBIANA DE HISTORIA
En el auditorio Benjamín Herrera de la Universidad Libre
de Cartagena se realizó la ceremonia de ingreso a la Academia
Colombiana de Historia de los docentes investigadores Carlos
Gustavo Méndez y Álvaro Angulo Bossa. La ceremonia fue
presidida por el doctor Enrique Gaviria Liévano, Presidente de
la Academia Colombiana.
En la foto aparecen de izquierda a derecha, León Trujillo Vélez,
Presidente de la Academia de la Historia de Cartagena; Enrique
Gaviria Liévano, Presidente de la Academia Colombiana de Historia;
Rafael Ballestas Morales, Presidente Delegado de la Universidad
Libre de Cartagena; Carlos Gustavo Méndez, Vicerrector, y Álvaro
Angulo Bossa, docente de la misma Universidad.
46
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
DOCTOR CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ.
Señor Presidente de la Academia Colombiana de Historia Dr.
Enrique Gaviria Liévano, Señor Presidente Delegado Rector de la
Universidad Libre, Sede Cartagena, Dr. Rafael Ballestas Morales,
Señor Presidente de la Academia de la Historia de Cartagena,
Dr. León Trujillo Vélez, Dr. Álvaro Angulo Bossa, Miembro
correspondiente de la Academia Colombiana de Historia, Tulia,
Isa; Jorge, Marta, Germán, Carla, Lázaro y Rogelio, mi familia,
como diría Jorge Zalamea, mi más inmediata semejanza. Señores
miembros de la Academia de la Historia de Cartagena, Académicos,
Señores funcionarios de la Universidad Libre, Señores Profesores,
Señores estudiantes, amigos presentes .
Esta ceremonia de posesión como miembro correspondiente de la
Academia Colombiana de Historia, tiene para mí una importancia
muy especial, por la razón de los vínculos que ha tenido mi familia
con las actividades académicas, ya que hace casi 100 años, mi
abuelo fue miembro de la Academia de la Historia de Cartagena y en
el último tercio del siglo XX, mi padre, fue no solo miembro sino,
director del Boletín Historial y presidente de esta corporación, que
hoy dirige el Dr. León Trujillo. Un resumen del trabajo reglamentario
para ingreso denominado “Tramite de un proceso por hechicería y
sortilegios tramitado por el Tribunal de la Inquisición de Cartagena
de Indias” que presente a consideración de la Academia Colombiana
de Historia, trata sobre un episodio ocurrido en los albores del siglo
XVII, en Cartagena. Es verdad sabida que el periodo comprendido
entre el último tercio del siglo XVI y los primeros 50 años del
siglo XVII, fue una etapa de enorme crecimiento económico y
demográfico de Cartagena de Indias. Este vertiginoso desarrollo se
debió, en gran parte, a que la ciudad se convirtió para la Corona
española en un importante puerto terminal de Galeones1, ya que,
aunque el istmo de Panamá era el embudo por donde pasaba todo lo
que España llevaba y traía del antiguo Imperio Inca, en la ciudad de
Cartagena era el sitio en que los barcos permanecían varios meses,
donde se les reparaba y acondicionaba, con las resultas de que la
SEGOVIA SALAS, Rodolfo. Las fortificaciones de Cartagena de Indias. Estrategia e
historia. Editorial Carlos Valencia Editores. 1987. Pág. 12.
1
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
47
ciudad fungía como una especie de bodega y de arsenal2, además de
que como beneficio colateral su tripulación era alimentada por las
haciendas circunvecinas, todo lo cual produjo un auge económico.
Esta riqueza repentina indujo un poblamiento rápido y no se hicieron
esperar las conductas propias del enriquecimiento fulminante, tal
como lo describe Juan de Castellanos en su obra Elegías de Varones
Ilustres de Indias, quien en unos de sus versos consignó: “Jactándose
de noble parentela/Tal que ninguna padecía mancha/Arrastra cada
cual sérica tela/No cabe por la calle que es más ancha/Una se puso
doña Berenguela/Otra hizo llamarse doña Sancha/De manera que de
genealogía/Esa tomaba más que podía3.
Entre las razones que pesaron para este crecimiento en espiral,
parece ser que no obstante no estar la ciudad situada en una región
abundante en oro y plata, su privilegiada localización geográfica
y la amplitud y seguridad de su bahía, hicieron que se convirtiera
en el núcleo principal del intercambio comercial entre España, el
Virreinato del Perú y la Real Audiencia de la Nueva Granada. En
efecto, la plata de la región del Potosí y el oro de la Nueva Granada
eran exportados por Cartagena. Por otra parte, el lucrativo comercio
de esclavos por parte de ciudadanos portugueses se disparó por
nuestro puerto, lo que acrecentó, aún más, la riqueza de la ciudad, en
razón de que la trata de esclavos, era un pingüe negocio. Los negreros
portugueses poseían extensos territorios en las costas occidentales
de África que facilitaban su comercio infame, pero necesitaban un
puerto seguro para vendérselos a quienes explotaban la minería y
otros negocios en la colonias españolas. Para la Corona española,
el negocio de venta de esclavos representaba también una fuente
de ingresos importantes, ya que por vía de impuestos y licencias
recaudaba cuantiosos recursos que le servían para su extravagante
política exterior, que estaba signada por el belicismo.
Esta riqueza repentina fue un desencadenante para que Cartagena
se convirtiera en un imán para muchos extranjeros que, atraídos por
el auge comercial inusitado de la ciudad, llegaban a ella. Muchos
historiadores han hecho algunos cálculos demográficos que dan una
2
3
Ibíd. Pág. 12.
DE CASTELLANOS, Juan. Elegías de varones ilustres. Gerardo Rivas Moreno, Editor. Pág. 717.
48
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
idea de la afluencia de gente y sus orígenes a esta urbe. Entre fines
del siglo XVI y 1630 se calcula que había en Cartagena entre 1800
y 2000 inmigrantes europeos, 10% de ellos eran portugueses, 75%
de todas las regiones de España y un 15% adicional eran de otras
regiones de Europa. Por otra parte, en la última década del siglo XVI
entraron 18.445 esclavos a Cartagena, pero se desconoce cuántos se
quedaron en la ciudad.
Una prueba de la magnitud de este fenómeno demográfico es que en
la ciudad se realizaron por el Cabildo dos reformas urbanas, una en
1586 y otra en 1588.
Una de estas estableció que los solares vacíos que no fueran
construidos serían expropiados para dar cabida a los inmigrantes4.
En 1601 era tanta la afluencia de extranjeros, que la Corona expidió
una Cédula Real que intentaba erradicar inmigrantes, sobre todo a
los alemanes, portugueses, italianos y flamencos, por ser luteranos
o judaizantes; pero, esta norma no tuvo efecto, porque estos eran
los pilares de las actividades comerciales de la ciudad y de la Nueva
Granada. Esta expansión económica y poblacional también fue
registrada por el cronista Vásquez de Espinosa, quien, a comienzos
del siglo XVII, calculó en 6.000 habitantes5 la población citadina
(sin incluir a los comerciantes que estaban de paso, a la tripulación
de los buques que duraban en ocasiones hasta 5 meses y a los
esclavos). En este ambiente de auge económico, en 1585, llegó a la
ciudad Jerónimo de Acereto, un comerciante genovés, y su esposa,
María Pérez de Espinosa, natural de España. En enero de 1586, a la
pareja les nació una niña. La chiquilla fue bautizada con el nombre
de Lorenzana en la Iglesia Mayor de Cartagena y confirmada por el
Obispo, don Antonio de Erbias6.
En 1590 murió María Pérez de Espinosa, y su esposo Jerónimo
descuidó la educación de su hija, se fue para Portobelo y dejó a
la niña al cuidado de su tío materno, Luis Gómez de Espinosa, un
SEGOVIA SALAS, Rodolfo. Credencial Historia, 2001.
GARRIDO, Margarita. Vida cotidiana en Cartagena de Indias en el siglo XVII. Haroldo
Calvo y Adolfo Meisel R. Banco de la República. Editores.
6
TEJADO FERNÁNDEZ, Manuel. Aspectos de la vida social en Cartagena de Indias durante
el seiscientos. Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1954. Pág. 46.
4
5
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
49
presbítero residente en Cartagena7, quien, apremiado y, al parecer
fastidiado con su sobrina, parece que tomó la decisión de precipitar
en 1598 el matrimonio de Lorenzana con Don Andrés del Campo,
escribano mayor de la ciudad, con el propósito de irse a vivir a
España. Esto fue un disparate, un enlace muy asimétrico, ya que
Del Campo contaba con 38 años y Lorenzana 12 años; es de anotar,
que la desigual pareja gozaba de una holgada posición económica y
social en la ciudad.
Sin embargo, al poco tiempo de casado, Andrés del Campo,
desarrolló una conducta sexual disoluta, al punto de que tenía tres
amantes, que eran: Leonor de Herrera, casada, aunque alejada de
su marido, quien era platero y vivía en Lima, Isabel de Aguilar y
Margarita, una mulata que era sirvienta de la casa de Del Campo.
Los desafueros amatorios de su marido le causaron a Lorenzana
muchas pesadumbres, problemas maritales y traumas emocionales
que, en mi concepto, militaron para que ella se refugiara en sus
esclavas y sirvientas, con las cuales mantuvo una perniciosa amistad,
que se tradujo en que, mal aconsejada, utilizó métodos exóticos para
bajarle la libido a su esposo y, de paso vengarse, entre otras, con las
siguientes actividades:
1) Confeccionar cocimientos de “Berenjena de Playa” (Berenjena
de Playa), cuyo nombre científico es Solanum percifolium dunal
(un vegetal que parece tener algunos efectos soporíferos), con lo
cual logró la “quietud” de Andrés del Campo.
2) Hacer conjuros, sortilegios y otras prácticas mágicas para
aquietar a su esposo como Practicar la Oración de la Estrella8 y la
del Señor de la Calle, ambas usadas para “aplacar a su marido”.
3) Enseñarle a doña Ana María de Olarriaga la oración en donde
se mencionan tres demonios para atraer cualquier hombre.
4)Practicar el Conjuro de las Naranjas9 y tener pacto con el demonio.
5) Recitar la oración del Cigarrón, que lograba que los hombres
se enamoraran intensamente.
6)Hacer conjuros en los cuales se invocaba al demonio y darle a
beber al marido agua conjurada.
TEJADO, Ibíd. Pág. 47
Ibid.
9
AHN, Ibídem.
7
8
50
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
7) Conseguir polvos provenientes de calaveras de asnos para
lograr la quietud de su marido.
8) Usar la oración del Anima Sola, mediante la cual, en una visión
se vio como viuda.
9) Practicar un conjuro extraño, que consistía en que ella se vestía
de varón y en la ropa añadía siete papeles rezados para que su
marido la amara mucho y ella, a su vez, pudiese hacer lo que le
diera la gana: tener trato deshonesto con un hombre (como fue
el caso de su amante Francisco de Santander) y enviar al mulato
Juan Lorenzo a Tolú a obtener hierbas para lograr que Santander
la quisiera.
10) Colocar productos vegetales debajo de la almohada de su marido
Andrés del Campo para aletargarlo y así poder tomar las llaves de
la casa e irse a encontrar de noche con su amante Santander.
11) Hacer la suerte de las avellanas, para lograr la paz entre
marido y mujer, y el hechizo de polvo de cabeza de gato prieto
para amansar a su marido.
12) Prestar su casa para qué en ella se prepararan pócimas,
menjunjes, y demás materiales necesarios para los conjuros,
oraciones, sortilegios y suertes para sus fines personales y para
los de sus amigas.
En paralelo procedió a refocilarse con varios amantes entre los
cuales se destacan, el sargento mayor, Francisco de Santander (un
homónimo del prócer) y el propio gobernador de Cartagena. Una
situación tan irregular escandalizó a la sociedad cartagenera y, por
supuesto, generó trifulcas entre los cónyuges. En el hogar, el ambiente
se enrareció tanto, que Andrés agredía físicamente a Lorenzana y,
como correlato, Lorenzana multiplicó sus prácticas mágicas.
En vista de esta situación tan disparatada, Lorenzana decidió
acabar definitivamente con la relación y fugarse de la casa con
su hijo menor, sus joyas y varias esclavas. Al ser descubierta, fue
obligada a regresar. Esta era la situación de Lorenzana de Acereto
en noviembre de 1611. Infortunadamente para Lorenzana, un año
antes la inquisición había hecho su arribo a la ciudad y esto tendría
implicaciones graves para ella, ya que ue condenada en 1613 por
el Tribunal de la Inquisición en Cartagena de Indias por supuestas
prácticas mágicas en uno de los primeros procesos que inicio este
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
51
tribunal en su andadura en esta ciudad que duro dos siglos. En
este proceso contra la señora Lorenzana, se conjugaron varios
asuntos, como sortilegios, conjuros y hechicerías, muchos de ellos
procedentes de los incipientes saberes medicinales y rituales de los
esclavos africanos, quienes, a través de su trato intimo con las mujeres
de ascendencia española, pero nacidas en Cartagena, lograron influir
en ellas, al punto de que, como fue el caso de Lorenzana, estas se
aficionaron a las practicas mágicas. Un ejemplo, Lorenza, mediante
el uso de hierbas (entre las cuales destaco la Berenjena de Playa ),
trato de idiotizar a su esposo Andrés del Campo, para poder mantener
relaciones intimas con su amante, el sargento mayor, Francisco de
Santander). Adicionalmente, el trabajo que sometí a consideración
de la Academia Colombiana de Historia te intenta retratar toda la
trama interna de intrigas, malquerencias y debilidades que afectaron
al entonces incipiente Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de
Cartagena de Indias. Para su elaboración me base en documentos del
ARCHIVO GENERAL DE HISTORIA DE ESPAÑA, entidad que
me colaboro mucho en este trabajo de investigación y también me
apoye en varios textos, cuya enumeración seria tediosa.
Para finalizar estas breves palabras doy gracias a usted Dr. Gaviria
Liévano y a los distinguidos miembros de la Academia Colombiana
de Historia, por la enorme distinción que me han deparado, al
admitirme en esta ilustre corporación, en la cual, como decía el poeta
Antonio Machado, tratare de estar a la altura de las circunstancias,
dado el compromiso que implica ser miembro de esta importante
Academia. No puedo terminar, sin resaltar las palabras de aliento
y la colaboración de dos caros amigos, Arturo Matson y Rafael
Ballestas, para ellos, mi perenne gratitud. Igualmente quiero
destacar y agradecer la ayuda del arquitecto e historiador Fidias
Álvarez quien me suministro las fotos de algunos sitios históricos,
que ilustran este trabajo de investigación. Al Dr. Gaviria Liévano le
reitero mi más grande agradecimiento por enaltecer con su presencia
este acto, a mis familiares, a mis amigos, a mis colegas de la
academia de Historia de Cartagena, a mis compañeros de trabajo de
la universidad, a los estudiantes y profesores de esta casa de estudios
igualmente les agradezco la cortesía de su asistencia en esta sobria
ceremonia académica. Muchas gracias.
CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ
52
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
DOCTOR ÁLVARO ANGULO BOSSA.
Señor
Doctor Enrique Gaviria Liévano
Presidente de la Academia Colombiana de Historia
Lo confieso, para mí es un inmenso honor recibir de Ud., este diploma
que me acredita como Miembro Correspondiente de la Academia
Colombiana de Historia, creada por el Ministerio de Educación Nacional
el 9 de mayo de 1902, porque es en esa centenaria institución donde se
ha escrito y conservado por más de un siglo la historia de nuestra patria.
Considero que pertenecer a esta ilustre academia, es un paso trascendental
en mi vida, que me obliga a continuar con la tarea que me impuse desde
hace unos 18 años, cuando el doctor Arturo Matson Figueroa, quien hoy me
acompaña de corazón desde su lecho de enfermo, en compañía de Rafael
Ballestas Morales y de otros miembros me presentaron como Miembro
Correspondiente de nuestra Academia, hasta finalmente convertirme en
Miembro de Número hace unos doce años. Hoy también le agradezco
al ilustre historiador Arturo Matson Figueroa, el hecho de haberme
apadrinado en mi ingreso a esta Academia colombiana de historia.
Considero que es del caso explicar ante todo el auditorio, que antes
de iniciarme en el campo de la historia, yo escribía sobre el género
costumbrista cartagenero como Cronista en el diario El Universal, donde
estuve aproximadamente unos diez años publicando las crónicas que
intitulé Añoranzas de El Cabrero, el barrio cartagenero donde habité
durante mi infancia, mi adolescencia y mis primeros años juveniles. La
dirección del mencionado diario, a cargo en aquel entonces de Gonzalo
Zúñiga Torres, daba cabida a aquellas crónicas, que trataban sobre la
pequeña historia de mi inolvidable barrio, todos los sábados en la página
editorial, hasta que finalmente logré publicarlas en Editorial Costa Norte
en un volumen en 1991. Y, desde entonces, guiado por el riquísimo
costumbrismo de Don Daniel Lemaitre en sus Corralitos de Piedra, y de
otros escritores cartageneros como Aníbal Esquivia Vásquez en sus Lienzos
Locales, y de Camilo S. Delgado, el doctor Arcos, me fui adentrando en la
historia humana y racial de Cartagena, por supuesto siempre a través de la
investigación, y apoyándome en el método inductivo.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
53
Así las cosas, al llegar a la Academia de Historia de Cartagena, siendo
Presidente el doctor Roberto Burgos Ojeda, aproveché de entrada
dos años completos de conferencias semanales y de las lecturas de
las importantes obras de Eduardo Lemaitre Román, Donaldo Bossa
Herazo, Nicolás del Castillo Mathieu, y de muchas otras como La
Nueva Historia de Colombia, de ocho volúmenes, publicada en 1978,
presentada por el académico Álvaro Tirado Mejía, y prologada por
Jaime Jaramillo Uribe para estudiar a fondo la historia inagotable
de Colombia, hasta dar los primeros pasos como aficionado a la
historiografía y atreverme a publicar los Aspectos Sociales y Políticos
de Cartagena en 2001, y a continuar en 2002 con el análisis de las
principales Novelas y Crónicas de Cartagena de Indias, y en el
siguiente con las Crónicas de Cartagena. Y, así, sucesivamente,
impulsado por una fiebre investigativa que me salía del alma, fueron
apareciendo en 2006 la Historia del Folclor Musical en la Provincia
de Cartagena, y en 2008 El Régimen del Terror en Cartagena 1816,
y finalmente en 2009, 2010 y 2011, El Corazón de Ricardo Gaitán
Obeso, y Piratas y Bucaneros de Cartagena. Hoy, gracias a Dios, aún
me siento con el mismo entusiasmo y presto a publicar un trabajo
histórico-jurídico sobre La Constitución Política de Cartagena de
Indias de 1812, cuyo bicentenario se cumple el 15 de junio de este año, y
que me sirvió de base para optar al título de Miembro Correspondiente
de la Academia colombiana de Historia que hoy recibo de manos de su
ilustre Presidente doctor Enrique Gaviria Liévano.
Realmente, para mí ha sido un gran honor haber sido elegido
Miembro Correspondiente de la Academia colombiana de Historia,
por lo cual me siento muy honrado de contar hoy con la presencia de
su Presidente y con la del Presidente de la Academia de la Historia
de Cartagena, doctor León Trujillo Vélez, con la de mi colega y viejo
amigo Rafael Ballestas Morales, y con mi familia empezando por mi
esposa Myrna y mis hijos César Gabriel, Julia Isabel y Débora María,
y de Álvaro, quien se encuentra ausente, con la de mis hermanas
Rebeca y Gloria, mi sobrina Muriel, hija de Jaime, mi inolvidable
hermano, y amigos académicos que hoy asisten a este acto.
Finalmente, considero que investigar y tratar de reconstruir los hechos
del pasado, es una labor que puede surgir de diferentes fuentes,
principalmente de los documentos y de las afirmaciones e hipótesis de
54
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
escritores del pasado. Lo anterior no obsta para que el historiador saque
sus propias conclusiones, y se llene de razones teniendo como fuente lo
dicho por quienes reconstruyen la historia, utilizando principalmente
el método inductivo puesto que la historia es una ciencia social.
Por ejemplo, nosotros en Cartagena tuvimos la suerte de contar con
el aporte del historiador Roberto Arrázola Caicedo, quien en forma
permanente se dedicó a desenterrar documentos del fondo de la
historia para que los pesquisidores del futuro pudieran servirse de
ellos, y reconstruir una verdadera historiografía surgida de fidedignas
fuentes documentales. Fue así como él descubrió el “proceso” que
se siguió contra los mártires de Cartagena, y trajo en copia completa
desde España, y publicó bajo el nombre de Los Mártires Responden.
Algunos consideran que en ese proceso quedó por los suelos el valor
personal de los nueve mártires, pero otros consideramos que las
afirmaciones de los reos en aquel “proceso” fueron el último grito
para lograr su libertad y la salvación de sus familias, cuando para
ellos ya todo había terminado por el éxodo casi completo de la ciudad
hacia las Antillas huyéndole a Morillo. Eran hombres jóvenes que
aún amaban la vida, y que, como dijo Eduardo Lemaitre Román, la
sangre por ellos “…regada en el patíbulo los rescató para la gloria”.
Pienso que en aquellos momentos, cuando esperaban la inevitable
sentencia de muerte, soñaban que sus declaraciones procesales serían un
hálito de esperanza para seguir viviendo. Lástima grande para ellos que no
alcanzaran a ver cumplidos sus deseos de libertad en aquel 10 de octubre
de 1821, cuando Cartagena fue liberada definitivamente de los españoles.
Hoy la obra de Roberto Arrázola Caidedo está siendo continuada por
su hijo Roberto Arrázola Juliao, quien poco a poco, y en distintos
volúmenes, sigue publicando con la ayuda de la Fundación Tecnológica
Antonio de Arévalo - TECNAR, la obra que su padre inició.
En fin, ya para concluir, considero que hoy la historia no es sólo
la historia de los gobernantes y de los hechos políticos, es también
la historia de las costumbres, de la literatura, de lo jurídico, de la
mujer, de la ciencia, de la música y del folclor y de todo cuanto haya
contribuido a formar nuestra nacionalidad.
ÁLVARO ANGULO BOSSA
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
55
DECRETO N° 1643 DE 2011,
CONDECORACIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
DE CARTAGENA 1811 - 2011, OTORGADO A LA ACADEMIA
POR LA ALCALDESA JUDITH PINEDO FLÓREZ.
56
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
CONDECORACIÓN A LA ACADEMIA DE LA HISTORIA
DE CARTAGENA
La Academia Colombiana
de Historia condecoró
a la de Cartagena el 10
de octubre de 2011, por
haber cumplido un siglo
de meritoria labor al frente
de la historia de la ciudad.
La condecoración fue
recibida por su Presidente
León Trujillo Vélez.
En la foto aparece el
diploma otorgado por
el Consejo de la Orden.
MEDALLAS OTORGADAS POR LA
ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA Y
EL DISTRITO DE CARTAGENA,
A LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
57
HOMENAJE A LA MEMORIA DE DON BLAS DE LEZO
En la foto de arriba aparece la placa que fue colocada por el
Presidente de la Academia de Cartagena, doctor León Trujillo
Vélez en la Torre del Reloj Público el 7 de septiembre de 2011,
con ocasión del 270 aniversario del fallecimiento de Don Blas
de Lezo, defensor del Castillo de San Felipe de Barajas, el 7 de
septiembre de 1741.
58
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
HOMENAJE A DON BLAS DE LEZO
Asistencia de los descendientes de Don Blas de Lezo en Cartagena.
Castillo de San Felipe, el 9 de Septiembre de 2012.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
59
LANZAMIENTO DE LIBROS POR PARTE DE LA
FUNDACIÓN TECNOLÓGICA ANTONIO DE ARÉVALO TECNAR.
Roberto Arrázola Caicedo (Documentos para la Historia de Cartagena).
Jorge Dávila-Pestana (Pasión en París).
Rircardo Zabaleta Puello (Parque del Centenario.
Cien años buscando su identidad 1911- 2011).
60
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
LA MESA PRINCIPAL CON ALGUNOS DE LOS AUTORES
La presiden el doctor Dionisio Vélez White y
Sra. Sandra Trujillo Vélez.
Club Naval de Cartagena - Salón Almirante Piedrahita
28 de Marzo de 2012
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
61
“LA COLOMBIANA”
POR: FRANCISCO MUÑOZ ATUESTA: Historiador
Dentro de las investigaciones adelantadas por varios años para mi
libro “Cartagena de Indias. Compilación Histórica.” tuve la fortuna
de encontrar en la Real Academia de Historia de España, este
fantástico documento consignado en mi obra, el cual con orgullo
les comparto a los lectores de este tradicional Boletín Historial de
nuestra Academia de la Historia de Cartagena de Indias.
El documento es el borrador de una Proclama que he denominado
por la firma de su autora: “La Colombiana” fechada el 13 de agosto
de 1815; Cartagena entonces, se preparaba para enfrentar el asedio
del general español Don Pablo Morillo, faltaban 9 días para que el
cerco se cerrara sobre la ciudad y agregara Cartagena de Indias para
siempre a su nombre el titulo de Heroica.
Este insólito escrito, es un llamado a las mujeres de Cartagena
animándolas a apoyar a sus hombres en la lucha.
Si bien surgen diversos interrogantes sobre el verdadero género
de su autor, es un excelente documento, para honra y orgullo de la
mujer cartagenera.
“PROCLAMA:
A las personas de mi sexo.
Ilustres Cartageneras: Enternecida hasta lo extremo por los
padecimientos que una falsa opinión os causa, yo me atrevo en lo más
profundo de mi dolor, a dirigiros mis voces fraternales y que muchas
veces regaré con mis lagrimas. Cuando la opinión general es que las
mayores enemigas de la más justa causa son las mujeres; cuando al
acercarse los opresores de la América, veo a las autoridades tomar
medidas de precaución contra este sexo débil, apercibiendo a unas,
desterrando a otras; y cuando en las más distinguidas sociedades
oigo declarar contra vosotras por desafección al gobierno, la
vergüenza cubre mi rostro y yo querría no haber nacido o a lo menos
no pertenecer a este sexo encantador.
62
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
Pero no pudiendo deshacer lo que una vez decretó el Ser Supremo,
yo os seguiré en vuestros extravíos, os haré sentir, diversamente que
lo han hecho los sabios papeles que se han dado a luz, la justicia
de nuestra causa y que lejos de disgustar al gobierno con nuestra
conducta debemos auxiliarlo con nuestro influjo. Si, con este imperio
que nos ha dado la naturaleza sobre los corazones más fieros. Y en
caso de que mis esfuerzos no consigan excitar en vuestros pechos
los sentimientos de patriotismo que os corresponden; a lo menos
tendré la satisfacción de que se oiga un desagravio del sexo, que
no son todas Argolleras; pues que también hay entre las mujeres de
Cartagena quien conozca los derechos de la América y quien desea
su independencia.
Poned compañeras, en movimiento esa dosis tan grande de
sensibilidad, que puso la naturaleza en vosotras, para que puedan
mis frías razones levantar vuestro espíritu y que libres de la ilusión
que os fascina, os dediquéis a haceros amables por vuestro amor a la
Patria y vuestra estimación a sus defensores.
No sé porque fatalidad queridas compañeras os habéis dejado seducir,
abrigando en vuestros pechos ideas contrarias a la libertad de la
América. ¿Yo no sé, pero podremos intentar imaginarlo, que vuestros
padres, vuestros hijos, vuestros esposos y vuestros tiernos amantes
valen tan poco, para que los sacrifiquéis como a fieros enemigos? ¡Ah!
¿Cómo puedo yo creerlo? A mí que solo el pensarlo me hace temblar
la mano y casi desfallecer; podrá caberme en el pensamiento que
vosotras impávidas veréis asesinar al vuestro caro objeto de vuestros
amores. Lejos sea de mí una idea tan opuesta a vuestra apacibilidad
y ternura. Solo la seducción puede corromper vuestros corazones
para que suponiendo injusta la causa de la América os apartéis de
vuestros deberes. Si, esta seducción infame que la vemos obrar de
diversos modos, pero más particularmente en la nobleza antigua y en
el abuso que se hace de la religión. Si, es en el Santuario mismo, donde
sacerdotes, indignos de serlo, en lugar de formar vuestras almas para
el cielo, las pierden, haciéndoos concebir que no se pueda servir a
Dios, sino bajo el duro yugo de un Rey. ¡Blasfemia horrorosa!
Más yo os desengañaré bien pronto, el ejemplo es el argumento más
convincente de todos.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
63
La antigua nobleza se cree degradada con la independencia
Americana. ¡Qué error!
La nobleza es el sello de la virtud y buenas acciones, no es una
clase particular de seres que Dios ha criado separadamente. ¿Y os
supondréis que la América no tenga hombres virtuosos ni capaces de
buenas acciones, sino que esto es solo reservado a la dura España?
¿Qué? ¿El que la América sea libre os obliga a que os caséis con
gente del color? El color es efecto del clima. Adán fue nuestro común
padre. ¿No sois seres libres para elegir los colores? ¿Qué queréis?
¿Qué gravite sobre vosotras el peso de la real pragmática por la que no
podríais disponer de vuestro corazón; sino que lo habríais de sujetar
a las miras orgullosas del gabinete español, obligándoos a tener
un esposo a quien no amáis y aunque muy noble muy prostituido,
cuantas veces no habríais querido adjurar vuestra nobleza para vivir
felices con un objeto que robó al primer golpe vuestro corazón?
Ahora sois libres, podéis escoger entre los ciudadanos del Estado
aquel, que siendo virtuoso, llene más vuestro corazón; ¿Que más
placer compañeras?
¿Qué bienes nos puede mandar la España que equivalgan al de estar
dueños de esta felicidad? Ay, yo no puedo contener las lagrimas cuando
contemplo este espacioso campo donde puede florecer mi corazón.
¡Tiempos felices! ¡Transformación asombrosa! Debéosla a vosotros,
¡Oh! Héroes que la promovísteis, algún día vuestros esfuerzos y
trabajos serán coronados por las manos de vuestras bellezas, de esas
mismas que ahora alegan no conocer el beneficio.
¿Mas adónde me distraigo?
Ya es hora que sin faltar al respeto que se merece nuestra religión
sacrosanta, os saque de ese laberinto con que el abuso, de cuatro
ignorantes, han embrollado vuestro entendimiento conduciéndolo
al más alto punto de fanatismo, cuantas veces no habéis oído en el
augusto sacrificio de la misa por la prosperidad de un Rey, que en su
triunfo degollará a vuestros propios hijos? cuantas no desearéis que
los enemigos aprovechen todos sus tiros en nuestros conciudadanos
[¡una Argollera se animó a expresarse de ese modo, así se les trastorna
64
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
la cabeza!] cuantas no desearéis acabar con vuestras propias manos a
todos los patriotas creyéndoos otra Judith? A tales yerros os arrastran
aquellos que abusan de vuestra candidez é inocencia.
¿Mas con que razones podré yo tranquilizar vuestras conciencias, y
haceros amantes de la causa más santa que jamás se ha defendido?
Yo no tengo ningunas que puedan ser más eficaces que presentaros
como corifeos de nuestra revolución a los Marimones, a los Revollos,
a los Echagarais, a los Sotomayores, a los Padillas y como a sus más
acérrimos defensores a los Torres, Barraganes, -ilegible-, Gómez,
Salgados, Romeros, y una infinidad de Ministros del Santuario sabios
y ejemplares, comparad a estos con esa caterva de sanguijuelas.
(Cobraba un protestante a un clérigo cierta cantidad de dinero que
le debía:
–Yo os la daré en misas– contestó el clérigo; –¿siendo yo protestante
en que me aprovecharán las misas?– le dice el acreedor,
–No le hace, – responde el clérigo,
– Siempre te servirán cuando te mueras–).
Tales son, como éste, los pregoneros de los siervos de Fernando,
guardaos de ellos compañeras.
Que a mi entender la religión que profesan solo se ocupa en
alucinaros; y decidme, ¿de qué lado queda la balanza? ¿Creéis que
estos hombres ilustrados obren contra el testimonio de su conciencia,
sosteniendo de mala fe, una causa que ataque a Dios y a sus preceptos?
No compañeras. Ellos saben mejor que nosotras en qué consiste la
verdadera religión, que cosa es un Rey y cuales los derechos de un
pueblo. Es verdad que una multitud ignorante supone en un Rey una
segunda divinidad, pero cerrad vuestros oídos a ésta porción seducida
y estad siempre atentas a la conducta de los más interesados. Uno de
estos sabe más que mil ignorantes, y vosotras siempre acertareis con
semejantes guías; ¡Oh! Y si yo tuviese la dicha de despreocuparos y
de que libres de las falsas ideas que vuestros enemigos han cuidado
de infundiros os dedicareis a favorecer las miras del gobierno con
vuestro influjo poderoso. ¡Cuál sería mi placer!
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
65
Si, ilustres Cartageneras, sexo adorable, y hasta ahora poco
considerado por vuestros extravíos, oíd ya voy de una compañeras:
Ya es tiempo de que volviendo en vosotras paguéis a la Patria
con usura los auxilios con que hasta ahora la habéis escaseado:
podamos nosotras decir: ‘La Patria nos debe también una parte de
sus triunfos’, que la educación de vuestros hijos sea toda para la
Patria; que vuestros esposos y vuestros amantes conozcan que solo
os agradan cuando sirven a esta Patria amada y vosotras calculáis
su merito por el número de sus patrióticas acciones. ¿Con que noble
entusiasmo no se arrojaría un joven al enemigo sabiendo que su
triunfo será inmediatamente celebrado por su beldad en las más
brillantes tertulias, dando celos a las demás compañeras? De que
consuelo no quedará llena una madre cuando pueda decir a sus hijos,
‘Vuestro padre murió en tal acción, en que se disputó la salud de la
República’, ¡Ah! Acordaos de aquella espartana que escribía a su hijo
que se había salvado de una batalla: ‘corren malos rumores acerca de
vuestra conducta, hacedlos cesar o cesad de vivir’ de la otra a quien
se le decía: ‘a vuestro hijo lo acaban de matar sin haberse separado
de su fila y al punto respondió: que lo entierren y que pongan a su
hermano en su lugar’ y de aquella finalmente que esperando en el
arrabal la noticia del combate, al llegar el correo le va a preguntar...
–¡Vuestros cinco hijos han perecido!–
–No, esto es lo que yo te pregunto: ¿mi Patria tiene algo que temer?–
–¡Ella triunfa!–
–¡Muy bien! yo me resigno gustosa en mi perdida.–
Yo bien conozco que vuestra educación no es la de una espartana y
que vuestra sensibilidad no podrá imitar ejemplos tan bizarros. Pero
a lo menos tomad de vuestra cuenta premiar a vuestros guerreros
y a los que por sus desvelos salvan la Republica; que en vuestras
sociedades sea más distinguido quien sea más benemérito a la Patria.
Que las victorias de nuestros Héroes sean celebradas por nosotras,
que el sepulcro de los bravos que mueran en el campo del honor sea
regado de nuestras lágrimas, y que la urna que encierre sus cenizas
sea coronada de guirnaldas que nosotras mismas habremos fabricado
con nuestras propias manos. ¡Ah! ¿Y qué no os deberá entonces la
América? ¿Qué nueva revolución no haréis en el espíritu de todo
americano? ¡Pueda yo tener este consuelo!
66
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
Pueda yo ver en las listas de las Angulos, de las Vegas, González,
Alcántares, Ayos, Navarros, Torices, Narváez, y demás Patriotas
a todas las de mi sexo, y que aniquilado, si es posible, el odioso
nombre de Argolleras, con que ahora se nos insulta, le remplace el de
Colombianas, título que equivale ya al de Patriotas o Cartageneras”.
La colombiana.
Agosto 13 de 1815, 5°”
“RAH: Sección: General: Número de control: RAH20090006331”
Transcripción del manuscrito realizada por Francisco Hernando
Muñoz Atuesta.
El calificativo “Argollera” presumiblemente señale a aquellas que
contraían compromiso por interés o posición social…”.
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
67
Esta obra se terminó de imprimir en
Alpha Editores, el día 22 de mayo de 2012.
68
Academia de la Historia de Cartagena de Indias
Descargar