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otra reseña de
CRISTOBAL
NONATO
Evodio Escalante:
¡
".
"La pura finta. Lo que empezaba a enunciarse es borrado con velocidad logofágica.
La logofagia, marea de palabras que todo
lo devora, devora incluso la novela a la que
ella le da su contenido y su forma"
la cultura en
CRONICAS DESDE ADENTRO
// A
,
/1 SI
I e· entralTlos... 11
Los
cecehacheros
r:~~~~g
Su emento
.m r,
Núm. 1312
México, D.F.
28 de Mayo de 1987
(fragmento de una novela
"Los·
que viene)
. en el CEU
MUCHACHOS
LOCOS DE
- - . - - - - - - AQUEL
lDONDE
VERANO"
ESTA LA 1
MARCHA •
AuserJcias .- y..
desencuentros
e/1 0 deMayo
Gerardo de la Torre
_~~~ <~i .,~__•
~
--- .
Héctor R, de la Vega / Alberto Dogart
35
cinco dias del lo. de mayo. la reunión
del sábado 26 de abril de la Mesa de Con·
certaeión Sindical no auguraba nada
bueno. Los sindicatos concertados no lograbaD
ponerse de acuerdo en los objetivos de la marcha
ni, mucho menos. en los puntos de salida y el re.
corrido. Del SME se hablaba en casi todas las
propuestas. pero el SME no estaba presente en la
reunión y toda proposición acerca de su partici.
PaCión era improcedente.
Pablo Sandoval. del Suntu. argumentaba por
el contenido antiimperialista de la marcha y
propolÚa la salida del metro Insurgentes al Mo.
numento a la Revolución (a pie. no en metro), los
de la Casina (Coordinadora Sindical Nacional)
apelaban al contenido profundamente revolucionario (?) de-la marcha y defendían la propuesta de Benas Artes al Zócalo (si se puede cllP'o
está). El SME debe abrir espacio para marchar al
Z6calo -decían los mismos de Cosina y añadían- la Mesa debe avalar esta propuesta y lle.
varIa como acuerdo a la asamblea de los electricistas. Pero la Mesa (integrada por cerca de 100
sindicatos tanto del Congreso del Trabajo como
independientes) acuerda por consenso y no por
mayoría, ¡mucho menos en ausencia!; y al oponerse algunos sindicatos recibieron de inmediato
las furias de la Cosina: tienen mIedo. as( no ,e hacen ltu revoluclone8 (resuenan 21 salvas de caiíón), y 11 para hacerla, es necesario Ir a que nos
rompan la madre. pues vatn08 todoaltu veces que
se necmte. Pero hay sindicatos a los que no les
atrae mucho la idea de convocar a una marcha
sólo para que les rompan la madre. Cosina no se
había enterado que se trataba de unificar esfuerzos para convocar una marcha de los independientes y no un llamado-a-la-insurrección-nacio.
nal.
A
SME: les debemos una explicación
Dos días más dura el debate. El lunes se acuerdan los puntos de salida y llegada, de la Normal
Superior al Monumento a la Revolución, pero
Cosina insistía ""si hay condiciones nos vamos al
Zócalo". No cabe duda. en nuestra izquierda
también -hay rompe-corazones. El martes los
diarios pubUcaron la decisión del SME de no
marchar. SQbre su participación se especuló
mucho. Hernández Juárez les ofreció encabezar
el desfile (al final sería él quien fuera en la prim«>
ra fila); Rodríguez Alcaine, del Suterm, declaro
la virtual desaparición del SME, en este tono no
se Podían olvidar las advertencias del gabinete
económico de declarar la desaparición de la
Compaiíía de Luz y Fuerza del Centro, con ella
la del sindicato; y, finalmente, la posibilidad que
provocadores se sumaran al contingente del
SME.
Las amenazas contra este sindicato son reales
-dijeron los del SME- y hay que defender a la
organización sindical. A ustedes les debemos una
explicación -continuaron- la menor provocación será utilizada y, además, ¿quién inventó que
sólo marchando se puede protestar? Para el SME
no fue así y su repudio a la política antiobrera la
mostró no marchando.
,
Costureras: marchamos las primeras
Para "Umpiar" el escenario del desfile oficial,
q-es camiones de granaderas y dos patrullas de
mujeres poUcías además de tres automóvil~ de
Góbernación que coordinan la acción (aqui sí to.
dos hombres porque la igualdad no llega a tanto,
qué caray) apuran a las costureras para que levanten el plantón instalado desde días antes en el
atrio de la catedral metropolitana. Sin solución,
por supuesto, porque ¿qué es eso de resolver demandas obreras precisamente en el día del obre...
ro?
Los cerca de 200 "levantlldos", entre costure.
ras y colonos, rechazaron el ofrecimiento de los
camiones ael DDF y empezaron a caminar rumbo al.local de las costureras. A Evangelina se le
ilumina el rostro al pasar frente al palacio y, con
36
Estampas del
l° de mayo
¿... YDONDE
ESTALA
MARCHA?
Héctor R. de la Vega
Alberto Dogart
su eterna sonrisa, lanza una mirada cómplice a
sado. Hay un cordón policiaco plantado en las
sus compafieras y les dice "¿ya se dieron cuenta?,
bocacalles de acceso a la Plaza de la Constitu¡estamos marchando en el-Zócalo!" y eso basta
ción. Otro más está formado en el perímetro de la
para que la pequeiía marcha se anime y le suba el
explanada central. Son polis azulados con guantes y palos blancos en ""posición de firmes, "¡Yaa!"
volumer.a susconsignas. No le aunque quesean las
dos de la mañana, es el mismo Zócalo, por el que,
Un botijón de insignias y lentes oscuros corrige la
técnica y el estilo: "Levante la cabeza... meta la
horas después, marcharían los contingentes oficiales; pero, como dijeron las costureras, este lo. ... barriga... no pare las nalgas... no sea payaso y
de mayo marchamos las primeras.
:' póngase bien la gorra... el bastón (alusión
eufemistica al garrote de pino) debe cogerlo con
Zócalo: la clase obrera va al paraíso
la mano derecha y con el índice hacia arriba, a
Es viernes y la mañana comienza a calentarse.
dos dedos de su nariz... no se muevan... no se me
Los bocfuazos desaparecen del primer cuadro de
muevan.....
la ciudad. Una masa silenciosa acude al Zócalo,
A estas horas hay poca gente merodeando Callenándolo poco a poco por 20 de Noviembre, el
tedral y Palacio Nacional, son tiras o periodistas.
Eje Central, Pino Suárez...;las calles de Tacuba,
Los ~gentes uniformados y de paisano tienen otra
5 de Mayo y Madero, a la altura del eje Lázaro
mirada clas!ficadora: ¿Eres guerrillero, terrorisCárdenas, están enrejadas. Detrás de las mallas
ta o sólo un simple gUey? Están por todos lados,
azules hay apostados 20 impávidos granaderos
siseando su wallde-tallde ("Jaque mate rey dos,
con chalecos antibalas. Por un hueco la gente paaquí torre blanca... cambio"): están en las azo.
sa para que dos soldados la registren con minuteas, o mirando de hito en hito lo que apuntas no
ciosa curiosidad. sobre todo de la cintura hacia
sea que en lugar de grafito por punta aparezca la
abajo; una mujer policía repasa a las madaros
boca de un caiíón corto, y entonces... que entran al escenario. La moda del registro
Un costeiío medio calvo, serio y de barba afilada, se acerca a Catedral graciosamente; lleva en
cachondo tiene apenas dos afios de inventada: '"A
una mano dos bolsas viejas de mandado, y en la
ver su morral". "Abra la bolsa", ""Levante los
otra carga una aparatosa grabadora, camina co.
brazos", ""Separe un poco la piernas". La gente
loO si marcara el paso corto de 40. afio de primasonríe estúpidamente, es la bienvenida a un ritual, que se inicia en la fábrica y termina en el
ria. En medio del siseo de los wallde-tallde se esZócalo.
cucha lI(La Tremenda Corte"JlI Miradas de
Nadie pregunta nada (¿para qué?). En corriburla y de bá-ja-le-tan-ti-to-hi-jo caen en Lucas,
llos avanzan hacia dentro, los rostros son imperpero le vale; acomoda sus bolsas y sintoniza me.
sonales, las viseras y cachuchas funcionan como
jor la estación ... Devuelve la mirada con una esorejeras... Buscan su lugar de reunión, aquella
pecie de gallardía de capitán retiradQ. Los del
esquina marcada con una ""X" en los volantes recordón discretamente paran la oreja.
-. partidos por los charros: "Cita 8:30 A.M. No olNananina: "Señor Juez, e'te indlvlduo e'tá
vides combinar tu camiseta con cualquier pantae'taJando a la gente vendlendo botelltu de aguas
lón azul marino"... Es el desfile de la cruda meximinerales... ¿.abe lo que encontré?. ¡una alparcana: tecates, bacardís, 8.Icohol del 96 (de 1987),
gata!
y alguno que otro ciudadano todavía beodo, co.
Tres patines: "'Yeso qué... ¿e'tá prohibido?.
lOO el petrolero que pasa cabizbajo a nuestro labueno la alpargata es un mineral:"
do. caminando por pura vocación (""lo que pasa
El Juez: "'¿Cómo fue a parar ah{?"
es que su vieja lo mandó asolear al desfile de puro
"10-20-25-30·35..... se está probando el sonicastigo").
do;en el centro de la explanada está la banda militar engalo; "lda en trajes caqui; y soldados en ver. Las mantas están dormidas, los cuerpos en forde oliva hato n los preparativos para izar la enormol.. . Sólo el ronroneo de algunas matracas
me bandera. La noche anterior se cumplió la in(tttrrrr.-rrarrrrr-thrrrggggggg) y el repique de
tambores de bandas aguadas (tam-tam-tam--somne misión de fijar 18 mantas de 15 x 20 (Sr.
tam-tam-tam---tamh), despabilan a la multitud
Presidente: 18 alianza Estado.trabajadores es
soiíolienta que espera tumo para entrar al centro
un pacto social para cumplir los propósitos de lidel ritual.
.
bertad, justicia y democracia de la Revolución
Son las 9~OO. En el Zócalo el silencio es más pe_Mexicana" Telefonistas: ""La política económica
no debe sacrificar al pueblo. Exigimos control de
precios y salarios justos" (¿Para quién?). COR...)
en los edificios del DDF, de los arcos, y del Monte de Piedad. En los costados de Catedral' hay
ambulancias (sin enfermeros), carros de bomberos (sin bomberos) y de roescate (con puros gandallas). En &ente de Palacio se improvisó un~
valla de arbustos, detrás de la cual un equipo de
granaderos espera, espera y espera.
A las 9:30 se escucha un toque de corneta. El
calor se hace gomoso. Por Madero se escuchan algunos chiflidos, hay cierta impaciencia. Para
quemar tiempo la mayoría espera sentada o acostada en el pavimento, buscando la sombrita;
otros sencillamente siguen conservando su estado
etílico dispuestos a quedar en la doble ••A", pero
la de Alcohólicos Aferrados ("juntos, hasta que la.
cirrosis nos separe")... En Palma y 16 de Septiembre los jóvenes obreros de MABE, esperan
tumo a su modo. Con la "Bola de la Fortuna"
pueden aguardar con gusto algunas horas el desfile. Forman una rueda y alguien indistintamente arroja unas monedas al centro. Varios grupos
de tres a seis muchachos se animan; se fintan simultáneamente y uno o dos salen disparados en
pos de las monedas. Paliza que se llevan por cien
o doscientos pesos; se forma de nuevo la Bola y
continúa la diversión. Uno de ellos lleva el bolsillo repleto, es el más madreado... M6s allá hay
un mitote: Palma es la calle del refrígerio y las
listas. Grupos obreros siguen atentos al tipo de la
carpeta que palomea los Martínez, los Sánchez y
los Pérez. Los desayunitos empiezan a circular:
bolsas de polietileno con boing-torta-naranja...
Silenciosos los engullen.
Por cierto que no sería la mejor manera de perder un día que se antoja dominguero, ni mucho
menos se podria decir que las ocurrencias de estos
bárbaros sean una forma de protesta... pero, entonces; ¿por .qué están aqui, quién los trajo al
"baile"? ¡¡¡En MéDc:o no pasa naclalll
Con el toque de cometa, el costeño apaga la
grabadora, se para en posición de firmes, la
quijada parece colgarle... de un movimiento seco
se lleva la mano derecha al pecho, mientras la
otra le queda perfectamente extendida en su
pierna izquierda. La vista la clava hacia un punto fijo: se nota que es un entendido en la cosa del
1
desfile. (IAblili, la patrla bonital)
Tres Patines: "M. pre'tiglada empre.a se llama: Agua M.nera1 Mam.ta, húlratada, Mdfatado, bofetada y m.-hado"
El Juez: ¿De dónde la 1tJCGP"
Tres Patines: "En la halntaci6n dema",...lta hay
un manatúd".
Nananina: "¡Je8Ú8, e.o e3 una gotera/"
Ya viene... El Presidente, trajeado en corte
gris, muy a tono con sus sienes pla~ y el asfalto que pisa, ~vanza del brazo con ell!der de los
telefonistas, la momia regordeta de gafas oscuras
y el gabinete en pleno. Llevan las caras apropiadas para ac-tos-so-lem-nes.
Antes de entrar a Palacio, un confeti verdeblanco-rojo desciende lentamente por el aire. Parecen mariposas de color angustiadas por elevar
el vuelo antes de tocar semejantes cabezotas...
Las mariposas rojas mueren antes porque de seguro al confitero lo impacientan los rayos de sol
en la azotea.
El Primer Obrero de la República saluda desde
el balcón presidencial. Comienza la fiesta obrera.
El Juez: "Señor ,ecreta1io, anote la sentencia:
30 dúu de pririón, por andar de m.rón yaln soher
......"' ...
por.,--
¿••• Y d60de está la Mesa?
Si se lo hubiera propuesto difícilmente habrían
logrado algo tan parecido al caos. La convocatoria a la marcha de la Mesa no decía nada del recorrido, así que algunos contingentes se dieron
cita en lugares cercanos a la ruta por la que,
supoman, pasaría la marcha. Esperaban que se
repitiera la experíencia de la marcha electricista
que llenó el Zócalo. Decenas y cientos de miles de
manifestantes pasarían en algún momento por
una de las esquinas de San Cosme y mientras pasaba el tiempo se hacían una sola pregunta:
¿dónde está la marcha?
Los que llegaron tarde a la cita y tenían alguna
idea del cambio de recorrido o que al preguntar
recibieron la vaga respuesta de "por allá"
mientras el informante extendía su mano y señalaba el rumbo del Circuito Interior, intentaron
localizarla por los interiores de la colonia Cuauhtémoc, si no es que se siguieron por todo el Cir-
cuito hasta Chapultepec, y, si tuvieron suerte se
encontraron y sumaron a la marcha del Movimiento Proletario Independi~nte (MPI) y terminaron su recorrido en el Hemiciclo preguntándose dónde quedaron sus contingentes y sin enterarse que habían participado en otra marcha; otros
se dirigieron al Monumento a esperar el arribo de
los marchistas perdidos y otros simplemente desistieron.
Los reporteros laborales de varios diarios y revistas nos hacíamos la misma pregunta: ¿dónde
está la marcha? y aventurábamos todo tipo de suposiciones; que se habían ido para el Metro, que
los habían detenid9 en algún punto, que se
habían sumado a la marcha del MPI, que todavía
no salían del punto de reunión o que se los había
tragado un nuevo y misterioso triángulo de las
Bermudas.
Se aclan el. misterio
Hasta para quienes decidieron cambiar el recorrido tradicional de toda marcha que salga de
la Normal Superior, la nueva ruta representaba
algunos problemas, aunque habían acordado la
,que parecía menos complicada -puras avenidas
grandes, por favor- e intentaron resolverlos con
unos cuantos mapas fotocopiados que se entrega:
ron a los coordinadores de cada contingente. La
marcha de la Mesa había salido casi puntualmente. Del sitio (los sitios serian más acertados) de
reunión enfilaron por el Circuito. Los del Sutin,
que sabían el recorrido, pero llegaron tarde allugar de partida, salieron a paso forzado, con banda y todo, a alcanzar a los puntuales.
En Reforma los marclústas se encontraron de
frente con el paso de la manifestación del MPI
que llevaba a los choferes de Ruta 100 organizados por módulos y acompañados por sus familias
y los de campamento 2 de octubre. ¿OO, 25 t 30
mil manifestantes del MPI? Hay que esperar que
éstos pasen y tardan mucho en hacerlo. Muchos
de los que van con la Mesa mejor se integran a la
otra marcha y cuando los recorridos se bifurcan
se siguen por Reforma hacia el Hemiciclo.
Cerca de tres horas después de su partida finalmente aparece la Mesa en el Monumento y son
muchísimos menos que los esperados: la cadena
de desorganizaciones cobró dividendos.. Son pocos los contingentes que aparecen con algún orden en sus filas, entre ellos los del FAT y las costureras, el resto es un amasijo que de inmediato
empieza a dispersarse. El sonido, que no sirve,
poco puede hacer para intentar cierto orden y los
oradores sólo son escuchados por los que están
más cerca del templete. En plena dispersión,
todavía hay quien intenta convocar al Zócalo y
realizan una ronda al Monumento; pocos los siguen y su intento culmina en las barreras metálicas cerca de Bellas Artes. En definitiva no son
muchos a los que les gusta que les peguen nomás
por qpe sí. Algunos se trasladan a la comida ofrecida en el local del FAT y, en la tarde, a ver el fin
del acuartelamiento en el Zócalo. Cerca de las 5
de la tarde las barreras sobre Lázaro Cárdenas
son retiradas mientras policías de civil se suben a
unos 20 camiones; cientos de uniformados pasan
revista en pleno Zócalo mientras otros cientos de
granaderos salen marchando de los estacionamientos del DDF y camiones del ejército esperan
pacientes a que todo termine. Una jomada.blenca con pocos incidentes seria el reporte de' la
Secretaria de Protección y Vialidad. Al final nos
queda una pregunta: ¿Cómo contamos esto?
En algún lugar teman que estar los cientos de
miles que llenaron el Zócalo en la marcha electricista. La mayoría, desorganizados y todo, ahí estaba, hasta los electricistas que impusieron su
. presencia no asistiendo; los telefonistas, los pascuales, los de Pesca y los de Agricultura fueron al
Zócalo y plantearon su protesta, junto a ellos los
textiles y muchos otros; los de la Mesa y los que se
perdieron, los del MPI y, ¿por qué no? también
otros muchos miles, que sencillamente no asistieron.
31
CRI8TOBAL
NONATO:
la pura finta
Evodio Escalante
•
( , Qué pasa con la literatura de Carlos
i"uentes? ¿Por qué las obras supuestamente maduras del autor al que leíamos con vehemencia.
arrebato y deslumbramiento durante la, década
de los sesenta. nos decepcionan. nos gustan a medias o simplemente nos dejan impávidos? ¿Qué
ha cambiado en nosotros como lectores. o qué ha
cambiado en Fuentes para que la antigua magia
dqe é:le producirse? ¿Somos ya menos crédulos?
¿Confiamos menos en las alucinaciones colectivas? ¿O acaso. a fuerza de zarandearlo. exhibido. pasearlo y prodigarlo. se le agotó el demonio de la escritura? Quiero decir. ¿se le ha vuelto
tan obediente que ha dejado de producir cosas interesantes? No pretendo contestar de antemano
este cúmulo de preguntas que me suscita la 1ect1,lra de la más reciente novela de Fuentes. Cri.st:&
bal Nonato. (1) Lo cierto es que no siempre
nuestros ídolos logran mantenerse a la altura en
que quisiéramos encontrarlos. Pese a su empuje
indomable. pese a la grandilocuencia de sus proyectos. pese a su-profesionalismo y sUs probados
talentos en el arte de la escritura. lo que Fuentes
ha venido publicando después no ha regtstrado el
asentimiento ni el aplauso que podrían esperarse.
De Una familia lejana aTerra Nostra. y de Agua
quemada a Gringo viejo (novela escrita esta ú1ti-"
ma para el público norteamericano). aceptando
que en este recorrido Fuentes ha merecido importantes reconocimientos en Estados Unidos y
en Europa. no puede decirse que sus lectores mexicanos lo hayan acogido con algo que se parezca
al entusiasmo y a la euforia de los años sesenta.
•
38
Una cierta sordera. una cierta nebulosidad se
interpone entre los textos y el lector. La magia se
ha perdido. El novelista meneano más importante no logra electrizar las mentes de sus coterráneos. Hay demasiada tierra. o demasiados falsos
contactos. o los tiempos son ya otros -y entonces
se pierde la sintonia-. o abruptamente sucede
que lo que el escritor tenía que decir ya lo dijo y
es como si se vaciara o se hubiese secado la fuente
que lo convertía en un notable emisor de signos
literarios.
¿Seca entonces la fuente de Fuentes? Seria
abusivo pretenderlo. Si algo en su obra anterior
daba señas de agotamiento. las casi 600 páginas
de su nueva novela demuestran que esta hipótesis
cuando menos. merece ser matizada. Con todo y
que me parece esencialmente fallida, debo decir
que Cristóbal Nonato tiene no sólo el empaque.
sino muchos de los ingredientes que podrían haberla convertido en una admirable pieza maestril. "
Pocas veces he visto a un Fuentes tan dominador. tan suelto. tan diestro (uso el término también en su sentido taurino), tan dueño de su lenguaje y de su situación como en el arranque de esta novela. Todo es chisporroteo. Todo es creatividad. Es cierto. después las cosas se descomponen,
pero se descomponen cuando empezamos .. arañar la friolera de las 400 páginas. y páginas bien
nutridas. Da la impresión de que para escribir esta novela, Fuentes quiso someterse a una extenuante prueba de atletismo. Una prueba tremenda que sólo podría plantearse un escritor de sus
tamaños. Durante las dos terceras part«!5 de la
su inventiva y sus recursos lingüísticos lo mantienen a flote. Uno siente que Cristóbal Nonato es la gran
novela que había estado esperando. Que Fuentes
ha encontrado por fin el tono y el tema adecuados a la naturaleza de su talento. un talento al
mismo tiempo imaginativo y paródico. Pero luego las cosas empiezan a fallar. Las situaciones se
toman inverosímiles. incluso. un tanto burdas.
Decae la inventiva en el lenguaje; la estructura
misma se vuelve poco convincente.
Pero no hay que adelantar vísperas. Mencionaré primero algunos de los componentes que alimentaron mi entusiasmo. Me limitaré -a tres que
son los principales:
a) El punto de vista. CriStóbal Nonato, el personaje, es un verdadero hallazgo. Sobre todo si se
apunta que el flujo discursivo de la novela no es
sino el monólogo omnisciente e interminable de
"un personaje literalmente nonato, que no ha nacido. pero que ya "razona"" -llamémosle asídesde el momento en que no es sino un espermatozoide alojado en los testículos de su padre. y
que continúa haciéndolo durante la fecundación,
la implantación y gradual crecimiento en el útero
de Angeles, la o:tadre. El de la voz, entonces. es
un personaje que no está entre nosotros, en nuestro espacio cotidiano, pero que todo lo escucha y
que lo_ que no escucha lo sabe por medio de la información que le proporciona su código genético.
¿Escoger como protagonista de un texto a un
"ser que no ha nacid~? Digamos que ya en nuesco~petencia. lo cual ya es mucho decir,
tras letras había un antecedente, y un antecedente notable, el de Crfspín, personaje de un cuento
primerizo de J~ Rulfo. (2) La diferencia, sin
embargo, es grande. El de RuIfo es un texto todavía ¡uoenO, uJfleXto inmaduro y falible. Su autor
nunca lo recogió en volumen seguramente por esta causa. Fuentes, por su parte, no sólo lo hace en
un momento de plena madurez, sino que le co~
fiere a dicho personaje un lugar esencial dentro
del relato, al grado de que sin él no podriamos
enterarnos de nada; sin él, simplemente, no habría novela. El recurso, insisto, me parece admirable.
b) El lenguaje. En una vieja entrevista con
Emmanuel Carballo, a propósito de lo que inteQ- .
taba en Cambio de piel, Fuentes había dicho que
la verdadera misión de la novela era doble: "El
encuentro con el lenguaje y la crítica del len- t
guaje". (3) En Cristóbal Nonato Fuentes intenta
recuperar este proyecto, y creo que, en efecto,
nunca había sido tan Ubérrimo, tan inventivo,
tan ingenioso como lo es aquí. Hay un notable
alarde UngUístico, todavía mejor, plurilingUístico en el chisporroteante juego de palabras
emple~do por Fuentes. El calambur, los juegos
paronolñ'Olcos, la impresionante mezcla de lenguas, sobre todo la del español con el inglés
-cuya fusión, eventualmente, daría nacimiento
al ónglotl- convierten al lenguaje de esta novela
en un nutritivo caldo UngUístico, heterogéneo y
gozoso a la vez. Como que el talento del autor se
despUega con peculiar reUeve en las posibilidades .
de la parodia. ¿Y qué son sus juegos de palabras
sino la expresión, a nivel del discurso, de su capacidad paródica? Aunque hay que leerla en su
contexto, doy una breve muestra: "No hables mi
- amor, déjame imaginar tus chers rassés, tu ché
arrasado, déjame vivir, Chere Sade, erl el calendario febril de tus opep Y one nights y tus ciento
veinte cornadas de sodoma y nadar en tu sudor
de colores, tu cromohidrosis, déjame habitar tu
maravillosa grupa de yegua árabe IX?r sólo treinta segundos sobre Tokio, toko yo mi Ángeles divina tus nalgas que son todas las nalgas que te parieron mi amor, las olas traen algas a tus nalgas,
bebo el vino de tus nalglass, oh tus nalgas mexicanas.." etcétera.
En un par de ocasiones, Fuentes se pone pesado: pretende -nada menos- que lo que hace
con el lenguaje tiene que ver con el principio de
indeterminación efe Heisenberg, relativismo mediante. "La lógica del símbolo -aquí surge un
Fuentes solemne, de voz engolada, muy al tanto
de los desarrollos más complejos de la ciencia
moderna- no expresa al experimento; 1!8 el experimento. El lenguaje es el fenómeno y la observación del fenómeno cambia la naturaleza del mismo. "La omnisciencia de CristobaUto, al que no
se le escapan ni los pensamientos ocultos de la
VirgendeGuadalupe,lo mismoque la feroz manipulación de los personajes por parte del narrador
(un narrador, por fo que se ve, excesivamente dominante), demuestran que esta pretensión de relativismo no es sino una hermosa ocurrencia. Su
seftorio verbal lo convierte, al revés, en un antiHeisenberg. Resulta más convincente, en cambio, cuando sin más preámbulo hace decir a su
personaje: "Esto me dicen, en primer lugar, mis
genes: eres lenguaje". Y no sólo CristobaUto: la
novela e31enguaje. No importa que sea poco relativista, basta con que la parodia pueda hacer de
las suyas. Uno no soUcita más.
c) La imaginación del desastre. Fuentes ha
escrito una novela de franca inspiración apocalíptica. Invirtiendo el orden normal o convencional, se diría que el autor no explora lo que somos
a partir de una indagación en el pasado; invierte
la óptica: a él lo que le interesa es el porvenir. Somos menos lo que fuimos que lo que seremos. Somos desde ahora lo que vendrá, y lo que vendrá
es la catástrofe. En 1992, en los quinientos años
del descubrimiento de América, la ciudad de Ma-
kesicko City tendrá 30 millones de habitantes, y
será la más poblada y la más contaminada del
planeta. Agobiado por la deuda impagable, agigantados los problemas económicos, México habrá sufrido varios desastres geopolíticos: los estados del norte se habrán separado para formar un
nuevo PIÚS: Mexamérica; los del sur habrían sido
hipotecados y dados en fideicomiso a compañías
extranjeras de4fcadas a la explotación de petr6leo; por el lado de Veracruz, los soldados norteamericanos se habrán empantanado en una nueva guerra de guerrillas al estilo Vietnam, sustrayéndose esta región, por añadidura, a la soberanía del PIÚS, mejor dicho, de lo que queda del
país.
México es para que lo suframos, así de simple.
La imaginación del desastre se vuelve tanto más
convincente en la medida en que está condenada
a ser superada por la realidad. En 1992, lo que
subsiste del país será gobernado por el primer
presidente del PAN, quien paradójicamente deberá ejercer el poder con los cuadros, las estructuras y organizaciones del PHI. Y quien, a fin de
cuentas, asumidas las riendas del poder, declarará para tranquilidad de tochos morochos su acendrado prifsmo de convicción.
Algo notable: en ninguno de sus Ubros la imaginación escatológica de Fuentes se había desbordado como aquí. El excremento pulverizado se
enseñorea sobre la ciudad de México. Hay algo
_más que una atmósfera asfixiante, irrespirable;
la ciudad está virtualmente rodeada por la mierda y hay que bombearla al exterior con un enorme dispendio de energía. Así es: "Si dejaran de
bombear dos minutos, la ciudad quedaría inundada de caca" .
Blackapulco, Kaflcapulco, como también le
llama, no se queda atrás. Los desperdicios están
en todas partes y todo lo polucionan. No se puede
meter las manos al mar porque saldrán negras de
petróleo, y toda el agua de Neptuno no servirá
para limpiarlas. Todavía más: en un hermoso delirio destructivo ("La pasión de la destrucción es
una pasión creadora": Bakunin), uno de los pasajes realmente memorables de la novela, el narrador desata sobre el puerto la revancha de los desposeídos. Los más humildes de todos, los que han
sido despojados de sus casas y sus cerros, se apoderan de las bombas del drenaje y bombean las
aguas negras de regreso hacia los excusados, con
lo que la ciudad parece materialmente sepultada
en su propio excremento.
El sistema es eterno, digo yo
P~o no todo tiene esta dimensión deslumbrante.
Eq medio de un paroxismo fársico que se prolonga hasta el infinito, esbozos de una caracterología de lo mencano: "El único genio de este PIÚS
es el de la sobrevivencia". Para el narrador, México es una "vasta comedia de latrocinio y mediocridad perpetrada en nombre del progreso".
Nos domina una vocación para el fracaso. Un
vórtice de nihilismo, del que nadie escapa. Todo
está destinado a fallar, a corromperse, a degenerar, a descomponerse. Sólo dos construcciones
m(ticas permanecen incólumes: la presidencia de
la república y la Virgen de Guadalupe. El PHI y la
reUgión, el PHI y la religión, el PHI y la relig!óD;Por eso el ministro Federico Robles Chacón, como alumno de párvulos al que se ha castigado,
repite cien veces por él y por todos nosotros, los
lectores, para que sepamos bien cuál es la cosmohgfa de esta novela, cuáles son sus límites infranqueables, cuál es la horma de hierro bajo la cual
se ha suscitado este maremágnum escritural: No
se le puede ganar al sistema,' no se le puede ganar
al sistema, no se le puede ganar al sistema, no se
le puede ganar al sistema, no se le puede ganar al
sistema, no se le puede ganar al sistema, y así
hasta un infinito virtual en consonancia con las
necesidades de cada quien.
No se le puede ganar al sistema: el PHI es invencible. Por eso la rebelión-punlc de los camioneros será reprimida salvajemente para que
todo siga igual. Aquí no ha pasado nada ni podrá
pasar nada. EllÚtenia e3 eterno, éste es el fundamento que da origen al Crist6bal Nonato. Como
es eterna la Virgen de Guadalupe. Cuando el
avezado ministro Robles Chacón advierte signos
de languidez, cuando estima oportuno fortalecer
este cemento invisible de la mexicanidad, inventa
una nueva virgen que se superpone sin problemas
a la anterior: la Mamadoc, esto es, la Madre y
Doctora de todos los mencanos. Asf, la caracterología del provenir que nos endilga el narrador,
este .vertiginoso advenir de una futuridad que nos
revelaría el fatalismo de nuestro presente, con su
aparente empaque heideggeriano -la primacía
del futuro sobre el hoy-, no es sino un hern'loso
simulacro. Nada está por determinarse, todo está
determinado ya desde endenante3. Heisenberg:
vocaron tu nombre en vano. Esto expUca tamién que Angel Palomar y Fagoaga, el distinguido progenitor de ese huevo omnicomciente
llamado CristobaUto, no sea sino un reptVe, una
nueva versión ambientada en los años noventa,
de ese pesonaje estereotipado que representa mejor que nadie la esencia prístina de la mexicanidad. Sí, ¿quién lo duda? Ni más ni menos que
Ram6n L6pez Velarde. Tanto dar de vueltas en
el vientre mineral, en el vientre vegetal, en el
vientre escritural, para venir a salir al Edén Subvertidol No lo humano en busca de lo humano,
sino Lo Mismo en busca de Lo Mismo. ¿Para qué
tantos brincos si estaba el suelo tan parejo?, podría preguntar con razón el pequeño Cristóbal en
el momento de nacer.
Pero elf esta arqueología de las pasiones. en esta parafernalia de Lo Mismo, algo nos falta. Sí, .
39
t
eso es, la conciencia moral, el super-yo, un penonaje-testigo. El Axcaná Gonález de La sombra
del caudillo, de Martín Luis Guzmán. El Ixca
Cienfuegos de La regiÓD mú transparen~. En
Cristóbal Notanto, el papel de la conciencia moral está a cargo de un personaje llamado Fernando Benítez. Mejor que una conciencia moral, es
ella la de un justiciero cascarrabias, la de un vengador empedernido; un Super-Papá regañón que
ha de restablecer el equilibrio roto, la homeastasis que permite la supervivencia del sistema. Por
eso, además de damos constantes -y a veces,
molestas- lecciones de democracia; Fernando
Benítez habrá de acribillar, paternalmente, ca·mo corresponde a su estampa, en nombre de todos nosotros que no sabemos defendemos, los pobrecitos, al coronel de la baba verde, el matón
Nemesio Inclán, prototipo del mal y responsable
único de la espantosa represión que mantiene
funcionando el aparato del poder (la matazón
que acaba con la dizque rebelión de los camioneros).
A estas alturas de la novela, después del deSpliegue de la imaginación excrementicia, silenciada ya, empieza a parecer evidente que ella no
puede ofrecemos otra cosa que una escenograffa
de pacotilla, con personajes de pacotilla que viven en un país de pacotilla. Una novela que mucho prometía, por las vías del lenguaje y de la
imaginación, acaba trastabilleando: se convierte
en una aportación más a la faramalla, a la trivia
de nuestra cultura. El tono fársico, la velocidad
desaforada que este tono impone, termina devorando cualquier intención crítica, en el caso optimista de que dicha intención crítica, haya existido. Por mi Raza hablará la Farsa. Me temo'que
lo que el tío regañón, Fernando Benítez, le dice a
su sobrino Angel Palomar, acaba siendo aplicable a la novela en su conjunto: "El relajo no te
llevó a la alegría revolucionaria sino a la desesperación reaccionaria". Y es qúe para Carlos Fuentes, el narrador, no hay salida, están taponados
todos los conductos: No se le puede ganar al sistema. El devenir, por lo tanto, está obliterado.
Aquí no pasa nada, aquí no puede pasar nada
(aunque parezca que pasan miles y miles de casas). Esto explica que no haya novela sino remedo
de novela.
. .
I
Explicaciones de un fracaso
¿Por qué fracasa Fuentes en este libro ambicioso,
que pretende ser totalizador y que concluye en la
banalidad y el acartonamiento?
Intentaré una serie de razones más o menos relacionadas entre si. Empiezo: porque Fuentes no
tiene nada nuevo que decir. En sentido estricto,
sin novedad no hay novela. Me refiero a la novela
como·obra de arte y no como mero objeto de consumo, sujeto a las expectativas del mercado, camo ocurrió entre nosotros con las últimas novelas
de Spota (De La plaza a La costumbre del
poder). Pero además- de que no hay novedad,
tampoco aparece una palabra plena, una palabra comprometida a la que el narrador esté dispuesto a seguir hasta sus últimas consecuencias.
En su lugar: un faroleo arrogante. Al renunciar a
descubrir nuevas parcelas de la réalidad, la ficción acaba siendo entretenimiento, diversión,
trivia. Es un lenguaje hueco, moneda falsa. Moneda sin valor. De aquí que pierda coherencia interna, coherencia verbal: las situaciones se vuelven cada vez menos creíbles, menos convincentes. Imposible creerle. Imposible tomarlo en serío. De aquí que pierda también toda relación de
conocimiento, su peculiar aproximación al orden
de la verdad. Después de lIn arranque impresio-.
nante, conforme avanzamos en la lectura el cociente de reG1idad tiende a e«¡lro, y termina efectivamente en cero: Cristóbal, al nacer. habrá olvidado todo lo que sabía, quedándose"en blanco,
sin lenguaje. Su omnisciencia no era sino una
pompa de jabón.
40
Se disipan, pues, las modulaciones de la verdad. La compulsión escritural del Cristóbal N~
nato, la velofarso a la que se ha sometido (lo digo
por la velocidad que ello supone y por el velo que
tiende sobre la realidad) recuerda ese "despacho
que se despacha para no tener empacho" de que
habla Derrida en La tarjeta postal. (4) Sostener
un mismo tono fársico durante más de 500 páginas no sólo es una hombrada, un récord de atletismo. es también un síntoma de que algo anda
mal. No es posible mantenerse así. Cuenta no sólo la previsible fatiga del lector: también al
narrador se le cansa el caballo.
Se diría que Fuentes desconoce las posibilidades
de la composición musical. Su Crist6baI Nonato
es comparable a una novena sinfonía de Malher
que no constara sino del segundo y el tercer movimientos, eso sí, prolongados hasta el infinito,
hasta una sociedad que es sinónimo de insignificancia. Una sinfonía así, sin el primero y sin el
úl~o movimiento, no por casualidad, en este
caso específico, los Iqovimientos [(ricos, en los
que se expresa plenamente la intimidad más genuina del compositor, estaría no sólo trunca, incompleta, parecería' también deforme, aberrante, monstruosa y, en pocas palabras, anti-artística.
Para escribir, sostiene Hermann Broch, hace
falta primero intuir un mundo. No es lo desconocido lo que suscita la esc~tura, dice Broch: "Lo
que atrae es lo intuid..o: aquel que intuye una
nueva parcela de la realidad. tiene que darle expresión para que ésta devenga una realidad existente". (5) Esta intuición es lo que echo de menos
en el Cristóbal Nonato. El narrador no supera los
dominios de lo ya conocido, más exactamente. se
engolosina con lo que pudo revelar al principio, y
...
ya no pasa de ahí~ En laseansinas reiteraciones
de Lo Mismo, la pasmosa creatividad lingüística
de la primera mitad de la novela Se revela como
una especie de espantapájaros invertido: lo pusieron ahí para que no nos demos cuenta de que
en ese campo no hay ilac!a que pizcar.
Podría expresarse de. la siguiente forma: el
principio del placer (abreviado PP), que engendra la sabrosura del calambur y produce la heterogeneidad plurilingüística. gran acierto de la
novela, es dominado poco a poco por lo que llamaríamos el Principio de Realidad Institucional
(abreviémoslo PHI, para que recuerde la versión
mexicana del partido que nació como las pirámides de Egipto: para contemplar la eternidad).
Que Fuentes no pueda ver más allá, que no
pueda imaginar un país sin las instituciones mitológicas y mitologizantes, sólo se explica po.. su
pertenencia a la élite dominante que rehúsa alis-'
bar siquiera la pósibilidad de un otro real. No
hay una rasgadura posible en este horizonte monolítico, en este sofocante desastre del nihilismo.
Sin dudar, sin pensarlo, cuando al fin el bucle de
la utopía comenzaba a insinuarse, cuando
parecía que por fin un mundo alternativo podíahacerse viable, tangible, en las postreras páginas
de la novela, Angel Palomar rechaza en su
nombre y en el de los lectores (o sea, nosotros) la
invitación a embarcarse rumbo a Pacifica, quiero
decir, el Nuevo Mundo. un mundo Cluehabría re- _
nunciado a la gloria, a la fuerza, al Bominio, res- "
catando a Occidente de sí y enseñándole de
nuevo a rehUltlrle el poder al poder.
¿Oímos bien? ¿Leímos bien? Por fin un pensamiento otro, un pensamiento alternativo. Leemos: "En Pacífica.le dimos la mano a la vez al rápido avance tecnológico y a la conciencia trágiCa
de la vida, tomando en serio lo que dice una novela, un poema, una película, una sinfonía, una
escultura: decidimos que las obras de la cultura
eran tan reales en el mundo como una montaña y
un transistor, que no hay naturaleza viva sin_~
compensación en el arte, ni presente vivo con un
pasado muerto, ni futuro aceptable que no admita las excepciones al progreso, ni progreso técnico
que no integre las advertencias del arte".
Las advertencias del arte. Popo La pura finta.
Lo que empezaba a enunciarse es borrado con velocidad logofágica. La logofagia. marea de palabras que todo lo devor ,devora incluso la novela
a la que ella le da su contenido y su forma.
Guando Fuentes sostiene que el sistema es eterno, bien visto, no hace sino incurrir en una tautología: el sistema siempre se ha creído eterno. Esta
ilusión es parte misma de su estructura, es la vía
natural de su funcionamiento. Fuentes olvida
que el hecho de que algo se crea eterno no quiere
decir que efectivamente lo sea. Pero el hecho de
que esté obligado a "olvidarlo" es parte también
de su estructura de pensamiento. El lenguaje en
estado de fiesta, el lenguaje gozoso y heterogéneo, no es pues en Cristóbal Nonato sino una
mascarada para ocultar el pensamiento esencialmente cerrado, esencialmente monológico, para
emplear el término puesto en circulaci6n por Bajtin, en el que permanece p~ el narrador. Es esto lo que le ha impedido. hasta donde yo alcanzo
a ver, que su Cristóbal Nonato se convierta. camo merecería serlo, en una obra de u:t~tconvioeente y cabal.
-.
No"
(1) Carlos Fuentes, Cri8IóIHJl NOIIIIIo, FCE, México
1987 (Col. "Túm'a Firme'J. 569 pp.
(2) Me refiero a "La oída no 68 muy serlo en .tW coarJ8",
que pu«le comulume en /utm RulJo, 0bnII, FCE, MiDeo 1987, pp. 267-270.
(3) Emmonuel Carballo, Pro~ de IG literaIuni
mniccIna, SEP, México 1986, ('"Lectura Me:%ictnuu",
segunda aeríe, Núm. 48). p. 574.
(4) JacqtM!1I Derrldo, lA
De Freud • .r.....
, máI allá. Siglo XXI, México 1986, p. 246.
(5) Hermtmn Broch, P'" e . . .~ Barral Edl-
1DIjeIa""'"
kma,BG~.1974,pp.377~7~
P
CRONICA
DEL MAR
INTERIOR
Los cecehacheros en
elCEU
t
Leticia Santa María Gallegos
P~wEmilioAwaBmtampre
Enrique Dávalos López
ara llegar a Zaragoza toma un chimeco, un
autobús que circula por la avenida Chimalhuacán. De Zaragoza camina hasta el
CCH Oriente, porque el 38 tarda mucho en pasar, a eso de las dos de la tarde. Diariamente se
levanta a los ocho. Afortunadamente no tiene
que trabajar, aunque eventualmente le ayuda a
su tío en la venta de cachuchas en el mercado de
San Juan de Neza los fines de semana. Tiene dos
hermanos; él es el mayor. Como el cincuenta por
ciento de los estudiantes del CCH, vive en·la
Ciudad Nezahualcóyotl. Su padre es burócrata
en la SPP; su madre es enfermera y aca"a de conseguir su cambio al Hospital Central de Neza.
Jorge hubiera preferido entrar a la preparatoria hace un año; la prepa tiene más prestigio, "se
estudia más" y, por si fuera poco, tiene unas instalaciones bien padres: hasta alberca. Pero en el
concurso de selección no solamente le tocó el
CCH, sino que ademáS tiene que tomar clases en
la tarde (tercer turno), él, qué siempre había estudiado en la mañana.
Sin embargo, al poco tiempo de estar en la ~­
cuela se dio cuenta de que también el CCH tiene
su chiste. Asumió su papel de universitario yempezó a tenerle cierto amor a la camiseta. Le bastó
ún semestre para acostumbrarse a que nadie más
que él mismo co:ltrolara su asistencia a clases, sus
calificaciones y su tiempo para estudiar. Es un estudiante regular.
Ese lunes Jorge no tuvo clases. Los maestros, le
dijeron sus compañeros, habían ido a una
reunión donde algunos funcionarios de rectoría .
"explicarían las bondades de las reformas. del rector Carpizo". Cuando llegó al salón de usos múltiples, la gente se estaba saliendo. Era tanta que
no cabía, así es que decidieron trasladar el evento
a la biblioteca, enorme nave con techos de lámina diseñada para la multitud de estudiantes que
pueblan el CCH. Es el espacio techado más grandes del plantel y, aún así, estaba a reventar.
Jorge vio cómo los tres sonrientes enviados de
la rectoría argumentaban que ni ~l examen de
41
za de ideas y sentimientos vagos lo que lo empuadmisión ni los .departamentales afectaban negativamente a los muchachos. Sin embargo, una injaba a definir su actitud.
terminable lista de profesores empezó a discutir
Adriana se pasaba todos los días, desde las 10 de
esa postura. Reconoció a su maestro de redacción
la
mañana hasta las 3 de la tarde, en la jardinera
y al de historia del semestre anterior. De pronto .
del
edificio M del CCH A.zcapotzalco, con un
se le empezaron a volver muy familiares palabras
grupo
de compañeros, organizando el Taller de
que antes, aunque hubiera escuchado, no tomala
mujer.
De vez en cuando, . entraba a clases;
ba en cuenta: universidad de masas, universidad
no
le
preocupaba
la asistencia regular porque pade élites, proyecto CCH, democracia, libertad de
ra
ella
y
para
sus
amigos
acreditar no era qingún
cátedra, proceso de enseñanza-aprendizaje.
problema:
siempre
se
reunían
en el último moNunca había participado en ninguna "grilla".
mento a redactar trabajos que, por lo general, esCuando los activistas pasaban a su salón de clase
taban lo suficientemente bien escritos e investigl!"a dar informaciones", se limitaba a soltar unas
dos
como para que casi ningún profesor los reprocuantas monedas, de 20 a 50 pesos. sólo había dabara.
Algunos de sus cuates, también preocupado más, 100 pesos, cuando hablar~n unas costudos por ir más allá de los contenidos de las matereras del temblor de 1985. Sin embargo, en generias, preferían el método de presentar extraordiral no escuchaba lo que los activistas decían; le
narios e irIos pasando en la m~da en que la priparecía "muy rollero". Tampoco leía el periodisa
o la presión famili~ lo exigía.
co; se enteró tangencialmente de que Carpizo
Vive en uno de los departamentos de la Unidad
promovía algunas reformas a la Universidad. InA.zcapotzalco junto con su mamá, divorciada,. y
genuamente, calculó que el aumento de cole~na hermana. Como· su mamá trabaja, Adriana
giaturas no lo afectarla seriamente, y que
tiene
bastante libertad para entrar o salir de su
alcanzaría el ocho de promedio,además de que escasa
sin
restricciones, hasta cierta hora de la
taba cursando su bachillerato regulartnente: sólo
noche.
Desde
que entr6 al CCH le llamó la atenhabía reprobado matemáticas, pero la pasó en el
ción
el
grupo
de La Rabia, una revista editada
extraordinario. La única vez que había comprapor
alumnos
del
plantel que ya tienen cierta exdo periódicos que no fueran deportivos lQ hizo
periencia
política
porque se la han vivido en el
pa!a la tarea de redacción. Por cierto, había adCCH
durante
más
de tres años. Este grupo le gusquirido El NacWnal porque es el más barato.
tó
más
que
el
del
PRT,
porque tiene una tendenEse lunes en la biblioteca vio cómo, poco a poque
cuestiona los valores tracia
antiautoritaria,
co, las sonrisas de los funcionarios se iban convirdi<:io.nales
de
la
escuela,
la familia, la pareja, la
tiendo en muecas de incomodidad y aburrimienreligión,
etcétera,
sin
que
sea necesario afiliarse a
to. Primero los maestros, luego los activistas,
una doctrina política establecida.
luego los compañeros comunes y corrientes, ·emAl regresar de las vacaciones Adriana estaba
pezaron a cu~onarlos a través de un alud intertratando
de organizár una fiesta en la casa de un
minable de preguntas: ¿ya se tomó en cuenta a
cuate
cerca
del nietro Tlatelolco, para celebrar
los estudiantes que trabajamos? Y finalmente el
que Juan, uno de los compañeros, acababa de
propio director del CCH calificó a las refo~as
entrar a trabajar en un periodico. En realidad
de "contrarias al espíritu y la práctica del CCH
ella no había leído el documento del rector Forpor Jñlh:Je 15 años".
tale~
y debilidad, pero desde que oyó que se
Salió un poco confundido. A partir de entonces
mOVla
el
agua con aquello de las refQrmas, intuyó
las discusiones sobre el tema en el salón de clases
que
se
trataba
de medidas "encaminadas a esfuer~n ocupando cada vez más tiempo e importablecer
un
control
más vertical, directo y autoritanCla. Una vez, el maestro de matemáticas se
la
práctica
académica".
tario
sobre
pronunció a favor de las reformas y prometió caDe
inmediato
el
grupo
se movilizó y empezó la
pacitar al grupo para contestar los exámenes deardua
tarea
de
salonear:
"Miren, compañer<J5;
partam~ntales. En esa ocasión Laura y Leticia,
detrás
de
las
argumentaciones
supuestamente
las gllentas del grupo, le dieron la razón al maacadémicas,
el
rector
quiere
dos
cosas:
expulsar a
estro y opinaron que las reformas servirían para
los
más
pobres
de
la
Universidad
y
controlar
dipresionar a los estudiantes y "acabarian con esa
bola de flojos y fósiles que nada más vienén a calentar el asiento". Eugenio, chavo banda las
increpó, las calificó de burguesas y les dijo ':hijitas ricas de papi". Menuda sorpresa se llevó
cuando las chavas le contestaron al vuelo que estudiaban, trabajaban de secretarías y además sacaban MB. Eugenio ya no supo que contestar.
En cambió, en la clase·de historia, el profesor
I~
1..... 111 I rl~ ~;""I 111 IU'"
explicó largamente la cantidad de efectos nocivos
para la composición de la Uníversidad y para la
Director Gmeml: José Pagés Llergo
libertad de cátedra que tendrían las reformas de
Director. Paco Ignacio Taibo II
Carpizo. Esa vez más de la mitad del grupo
Jefe de redocción: Gerardo de la Torre
hablóJ- incluso quienes normalmente permaneDUefJo: Beatriz Mira
cían cillados, y se vio que la mayoría empezaba a
se~tirse afectada por las reformas, aunque seguía
Redacción: Francisco Pérez Arce,
pnyando un escepticismo pesimista ante la proMauncio Ciechanower, Rogelio
puesta de oponerse a los cambios. Las disposiciones de la rectoría se tomaban como actos conVizcaino, Emiliano Pérez Cruz, Luis
sumados, como medidas que ya habían sido toHemández, Cosme Omelas, Jorge
mlldas y conera las que no había nada que hacer.
Belarmino Femández Tomás, Jesús
Como en la mayoría de las materias en histoAnaya Rosique, Andrés Ruiz, Orlando
ria se trabaja en equipo. Jorge resuelv~ los cuesOrtiz, Víctor Ronquillo, Juan Manuel
tio~arios junto con el Marino, Pepe y Sergio,·
Payán, Héctor R. de la Vega, Carlos
qUlen de inmediato se identificó con la posición
Puig, Angel Valtierra, PUar Vúquez~
del ?1aestro y los jal,ó a las movilizaciones que se
Armando
Castellanos.
realizarían. Jorge aun no lo sabía, pe~o de hecho
Inve,tigaci6n
Gráfica: Paloma Saiz.
se estaba convirtiendo ya en un elemento activo
contrario a las reformas de Carpizo. No estaba
claro si era su interés inmediato o una mezcolan-
la cultura en
MEXICO
en la cultura
.
I
42
•
rectamente el pensamiento de lOs que se queden.
La reforma de Carpizo es una respuesta al prooeso de reconversión industrial del país; en este caso, es una reconversión de las conciencias. Lo
más-'grave es que estas reformas son la puerta que
abre una transformación a gran escala del sistema educativo de la UNAM".
En un salón de clases los muchachos simplemente no los pelaron; se rieron del discurso concientizador de los activistas y Adriana tuvo que
hablarles mucho más duramente. Los puso en su
lugar ubicándolos en el bando de los "cachunes".
Sin embargo, el CCH no parecía reaccionar. Por
el momento no quedaba sino, como dijo Juan, ir
a echarse unas chelas mientras "las condiciones
objetivas maduraban".
"Se ve, se siente, Carpizo está demente". Diego
había dudado mucho entre ir o no ir a la marcha.
En el CCH Sur, sus cuates se habían organizado
desde temprano, pintando pancartas y discutiendo si después de la marcha de antorchas en CU,
tenía caso ir a ésta, que quién sabe si reunirla algún personal. Diego apenas se estaba enterando
de ~ue los estudiantes habian decidido oponerse
activamente a las reformas; pero un grupito muy
reducido de sus amigos estaba entrándole con fe
al movimiento y lo había convencido de ir "porque se hace un ambiente padrísimo". En realidad, lo que les interesaba era que les diera el
aventón hasta el parque de los Venados.
Durante todo el camino fue imaginándose los
peores desenlaces para su atrevimiento: era
rarisimo que su papá se dignara prestarle el
volcho y sería mortal si se enteraba de que no solamente se había "ido de pinta" -aunque dn el
CCH, con el pretexto de la marcha, todo el mundo había matado clases-, sino que, además se
había ido ':con esa bola de revoltosos que ~da
más andan armando alboroto", como decía su tío
Luis.
y no podía sacarse de la cabeza la posibilidad
de que la marcha fuera reprimida. Durante toda
su infancia había escuchado, en miles de reuniones familiares, discutir a sus mayores sobre la
ineptitud del gobierno, la amenaza del comunismo y la decadencia de la civilización. Solamente
su tío Juanjo parecía tener una opinión interesante soJ>re el curso de los acontecimientos políticos
del ~undo. Sin embargo, aun su tí~ Juanjo
habna reproba~o su participación en esta
marcha, porque estaba muy marcado por el movimiento estudiantil del 68. Era él quien le había
contado lo que ocurrió en Tlatelolco cuando
Diego ni siquiera había nacido. Tema grabadas
imágenes sangrientas y terribles de policías golpeando estudiantes, de soldados masacrando a
las multitudes, de tanques· circulando por las
calles de la ciudad, aunque nunca había presenciado tales escenas. Y no olvidaba la sentencia de
su propio padre que concluía las discusiones con
su tío Juanjo con un contundente "¡Se·lo merecían por revoltosost:'
Patricia tenía salmonelosis por comer las tortas
del güero a la salida del CCH Naucalpan. Se le
ordenó guardar cama y lo mejor que se le ocurrió
para pasar esa aburrida mañana fue encender el
radio del buró de la recámara de su mámá a
donde la habían trasladado ·para que estuvi~ra
más cómoda. Su mamá tenía la costumbre de oir
diariamente, a las 11:30 de la mañana, el programa de Tomás Mojarra, y por eso la radio estaba
sintonizada en Radio UNAM. Empezó a oir algQ
muy extraño: en lugar de música, comerciales o
noticieros, escuchó una voz juvenil que decía:
"Nosotros no queremos que baje el nivel académ~co de la Universidad, el CEU lo que exige es
que sea tomada en cuenta la opinión de los estu.diantes, profeso~ y trabajadores a la hora de to-
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Aunque hay un lapso en la paginación,
no falta ningún texto.
•
.
.
idLr las decisiones; nosotros quisiéramos una Universidad comprometida con un curso democrático y popular en nuestro país".
Todavía no entendía muy bien lo que estaba
ocurriendo, pero se sintió involucrada en una discusión que poco a poco iba subiendo de tono: se
discutía sobre los exámenes departamentales. Un
orador, de cuyo nombre desPués no se pudo acordar, dijo que los exámenes no podían ser un criterio válido de evaluación en absolutamente todos
los casos. Patricia recordó cómo odiaba los exámenes en la secundaria, porque siempre se ponía
horriblemente nerví0S8 y, además de que invariablemente le 'preguntaban lo que no había estu.diado, lo poco que sabia se le olvídaba automáticamente al ver el cue.«ionario.
Entonces supo que estaban hablando para ella.
Ni siquiera se había enterado de que se estaban
llevañdo a cabo reformas en la Universidad, y
mucho menos de que había un movimiento que
se oponia a ellas. Pero a partir de ese momento
empezó a creer que era importante participar.
Miranda estudiaba en el quinto semestre y fue
nombrado representante de su grupo en la materia de Estética. En las reuniones del Consejo Ceneral de Representantes fue inmediatamente notado por su facilidad de palabra, pese a que jamás había participado en' ningún movimiento y
tampoco pertenecía a ninguno de los numerosos
grupos políticos que había en el CCH. Al princi-'
pio trabajó en la organización de la huelga. Nadie sabía si iba a estallar. Las clases continuaban
normalmente; todo el clima era preparatorip, a
la vez, de continuar las clases, pero siempre oon
la duda de si el diálogo público fracasaría y entonces sí "nos vamos a la huelga". En los salones
Miranda comprobaba que la gente no quería irse
a la huelga. "Nos vamos a atrasar", "vamos a
perder el semestre", "no va a servír para nada".
Sin embargo era unánime la opinión de que, en
caso de que estallara la huelga, "pues ya ni qué":
había que entrarle.
Días después Miranda fue nombrado para la
comisión de enlace con el ~EU. Cuando llegó, el
auditorio Ché Guevara I Justo Sierra, estaba
abarrotado. El ambiente era pesado: mucho humo, mucha gente, mucho sudor. La huelga era
inminente. Los compañeros más lúcidos argumentaban que no había, por el momento, otra
salida que estallar la huelga. Como todas las
reuniones del CEU, ésta duró horas. Miranda se
cansó y salió a pesar .con una amiga por la
Ciudad Universitaria. Llegaron a la Facultad de
Economía, donde el auditorio Ho Chi Minh se
encontraba lleno de profesores que discutían su
apoyo al CEU. Más \tumo y sudor. Después pasa~
ron por el auditorio Miguel. Enríquez I Alfonso
Caso, pues unos amigos les platicaron que ahí se
estaba reuniendo Voz Universitaria. Miranda y
Estela, haciéndose los despistados, entraron al
auditorio. Aquí había mucha menos gente y el
ambiente olía más bien a perfum"e.
Un grupo de veinte estudiantes bien vestidos y,
dada su enorme estatura, seguramente muy bien
alimentados, discutían cómo presentar un frente
coherente contra et CEU. Un tipo de pelo corto
les preguntó amablemente que qué querían. "Sólo ver", dijo Miranda. "Lo siento mucho, pero la
reunión ya terminó; sólo estamos las comiSiones
organizadoras, así es que por favor, píntense".
Como el tipo era mucho más alto y Miranda se
sentía de plano fuera de su ambiente, optaron
por la retirada y regresaron al auditorio de la Facultad de Economía.
Respirando el aire de las islas de la explanada
central, Miranda y Estela comentaban: "¡Tres
reuniones el mismo díal I No cabe duda de que en
19 Universidad algo está pasando'''.
El primer víernes de huelga Marta fue al CCH
AzcapotzalCO"'Wmo a las ocho de la noche a buscar a su amigo Led, al que tenía que entregarle
unos libros. Se bajó del camión y al atravesar la
avenida releyó una de las pintas más cercanas al
paso d~ ~ónes! . "~ucho ojo, Televisa idiotiza". sonitó cornorgtillo y continuó su camino. La
reja del plantel estaba cubierta ahora por una
gran manta rojinegra. Un grupo de compañeros.
se encontrab!l escuchando la música que unos altoparlantes difundían. Le pidieron una identific~ión y la dejaron pasar. Se acercó a otro grupo de compañeros que estaba en la explanada;
sentados alrededor de una mesa, jugaban conquián. Preguntó por Leo y le informaron que ~
siblemente estaba en la cocina. Al entrar a la cocina se dio cuenta de que las mujeres también
participaban en la guardia nocturna. 'Acababa
de preguntar por Leo cuando éste llegó con un
costal de bolillos para la cena y el desayuno de los
brigadistas. Le entregó los libros, conversó un rato con él y se sintió muy a gusto en ese ambiente.
Leo la invitó a que se quedara una noche a la
guardia. Ella contestó que no, que no le darían
permiso en su casa. Cuando puso un pie fuera del
CCH decidió que tenía muchas ganas de quedarse a una guardia y se dispuso a enfrentarse a su
mamá.
En su casa no había dicho nada todavía.
Cuando llegó su hermano el mayor sacó el tema y
empezó a satanizar el movimiento de los estudiantes. Marta presentó su posición, que fue totalmente repudiada. Para su 1?-ermano no se trataba más que de flojos. Cuando ya no pudo sostener sus argumentos ante los de Marta, habló de lo
que vivió como estudiante en el 68 y de las acciones tan viles que comete la poÍicía cuando es necesario callar un grito de protesta. Por supuesto,
después de tal discusión,. su madre intentó convencerla, de mil formas, para que desistiera de su
empeño en quedarse a la guardia nocturna.
Pero contra el chantaje sentimental, a pesar de
la preocupación que sabía que iba a causarle a su
madte y empecinada en una postura que sabía
que la estaba reafirmando personalmente, preparó sus cosas: unll cobija, jabón y una pequeña
toalla. Y se lanzó al CCH.
Víctor llegó a la escuela preocupado por la
marcha de los maestros de la CNTE que ese día se
realizaria en la tarde; Para él. la huelga no era
algo nuevo, ya había vivido varios movimientos e
incluso participado en la escisión de un grupo estudiantil. En la sala "Genaro Vázquez" daba comienzo una asamblea, en la mesa se encontraba
AtaúHo, conocido maestro del plantel.
Eran ya casi las cuatro, la marcha saldría a las
cinco y la asamblea parecía interminable. El profesor Ataúlfo seguía soltándose un rollo extensísimo, ya no recordaba bien si era sobre el 68 o
sObre quién sabe qué otra cosa. Víctor se puso
nervíoso, pidió insistentelllente la palabra y hasta
después de un buen rato, cuando pudo hablar,
propuso tajantemente que dado que era un movimiento estudiantil la asamblea debería nombrar
algunos.estudiantes para la mesa y que de inmediato una comisión Wiera al Módulo de la Ruta
100 par~ solicitar unos camiones que los llevaran
a la marcha. Ante tal intervención la asamblea se
quedó dudando; el maestro AtaúHo' parecía no
entender la cordial invitación a dejar a los estudiantes dirigir su movimiento. Fue entonces qúe
a Roberto le cayó el veinte, se aútopropuso para
la mesa y enseguida fue sec~ildado por otros
compañeros que lograron continuar la discusión
ya sin el tutelaje del maestro.
:
La asamblea concluyó minútos después y la
gente formó un contingente para irse a la terminal de los autobuses. Entonces la comisión llegó
con malas nuevas: no sólo se habían negado a facilitar los camiones sino que además habían retirado los que se encontraban en la terminal. Sin
saber muy bien qué hacer, el contingente se desvió a la calzada Zaragoza, donde Víctor y un
grupo de cuates intentaron d~tener el tráfico con
una enorme manta y abordar un autobús. Apenas lograron desdoblarla completamente sobre la
calzada cuando un chimer"J, esos autobuses
trompudos verdes que viajan al Estado de México, le metió al acelerador y se llevó la tela
completita dejando al contlDgente divirtido en los
dos extremos de la calle. Entonces la gente, francamente enervada, empezó a gritar consignas y
ya más animada se descollZÓ sobre los camiones
que venían atrás. Lograron tomar dos unidades
después de una escabrosa trayectoria para eludir
el tránsito. Llegaron a San Cosme, pero la
marcha ya había salido.
Víctor y Solim azuzaron al chofer para que siguiera. Entre los camiones de bomberos y patrullas de judiciales que estaban en la retaguardia de
la marcha los autobuses se abrieron paso hasta
Insurgentes. La gente se bajó, formó su contingente y coreando "Oriente, Oriente" se integró a
la cola de la manifestación ante los azorados ojos
de los obreros de la Moctezuma. Víctor recordaría tiempo después la cara de admiración y gusto
que Patricia le lanzó ese día, que le dio ánimos
para posteriormente convertirla en su chava.
47
Tinaco -alias El Anficristo- vestía de cuero
negro con estoperoles en la chamarra y en los
pantalones, reflejaba en sus ojos de salamandra a
aquellos chavos nacidos en colonias marginales
que no se dejaban de nadie, que preferían jugar
con fuego antes que "dejarse absorber por la idiotez colectiva de la televisión", que en sus distintivos afirmaban su personalidad y la de los chavos
~anda que se habían agrupado en el CCH. Sabía
de los desmadres, de los enfrentamientos con la
tira, de los chingadazos de la _vida. Desde joven
la había llevado cargada, había sido de todo: merolico, patiño, payaso; se la había rifado en las
carpas, tenía un. ~ gusto por la travesura,
por la risa fácil, por cotorrear al personal aplatanado; era banda y además--estudiante, una especie de anfibio compenetrado con su desmadre,
pero a la vez interesado por el momento que vivía
la Universidad.
'
El y tres más decidieron organizar a los punlceros y le entraron a las actividades más densas: el
apoyo a las preparatorias más débiles en laS cuales había que rifársela con los porros. Durante la
huelga esperaroQ su momento exacto. En las reuniones nocturnas que diariamente se realizaban
entre los brigadistas del plantel, levantaron lamano cuando se necesU6 asistir a la Prepa cuatro.
En esta escuela Voz Universitaria había amenazado a los estudianteS del CEU Con "romperles su
madre" si no se salían de la escuela. Los refuerzos
de Oriente llegaroQ y, realizaron un rondín alrededor de los edificios. En un salón al fondo encontraron a un grupo que le entraba al alcohol.
Se fueron sobre ellos. Una comisión salió con'iendo a preguntar a los de la Prepa si reconocían a
éstos comoporros.No fue así y los cecehacheroslos
dejaron ir. La banda se sin,tió frustrada, quería
enfrentar a los porros... A partir de ese día los
preparatorianos se sintieron seguros y los de Voz
Universitaria no volvieron ni a aparecerse.
Beatriz era una maestra ,muy joven, tenía ,poco
tiempo de haber ingresado a dar clases al plantel
cuando la huelga comenzó. Sin embargo durante
al misma se convirtió en un motQrcito que a todo
le entraba y que todo sostenía. Ya antes había mi" litado en una organización maoísta, era por tanto más bien radical y escéptica ante los dirigentes
del movimiento. Ese martes llegó al comedor a
las once de la noche -'en Oriente existía un local
para comedor ganado por los estudiantes en uno
de tantos movimientos. A pesar de la hora parecía de día. Decenas de estudiantes se encontraban, unos jugando, otros cantando y otros hasta
promoviendo nuevas conquistas amorosas por
ahí.
Tinaco, desde el fondo del comedor, vio cuan·
do Beatriz y Ernesto, otro maestro, entraban y de
inmediato los abordó, cotorréandolos como era
su costumbre. llegaron más gentes de la banda
del Anticristo y amigos de los profesores y se entabló una peculiar plática, que por lo divertido
llamaba poderosamente la atención. La banda
admitía baber aprendido mucho, es más, demasiado, sobre la cultura política de la izquierda y
aún así subsistían ciertas dudas, cierta desconfianza. La banda habia vivido amargos desengaños con "líderes políticos" que decían ser amigos
y que a la mera hora sólo buscaban utilizarlos.
Entonces llegó Moisés, uno de los representantes
de Oriente al CEU, famoso por su pedantería, a
pedir un cigarro y a medio quererse integrar a la
plática, lo cual no le resultó muy fácil. La banda
comenzó a cantar, como quién no quiere la cosa:
"¿Quién es el que anda ahf?, es Cri-Cri, es CriCn... ¿Y quién es ese señor?... El grillo cantor".
Beatriz y Ernesto salieron del comedor. Como
ya se habían asignado las brigadas que cuidaban
cada puerta del plantel, se integraron a un rondín, una especie de guardia ambulante que recorrfa toda la escuela. Se dieron cuenta de que cientos de estudiantes vigilaban celosamente sus posiciones; en las tres puertas de acceso enormes
campamentos en los que se platicaba, tocaba guitarra o simplemente, en silencio, .alrededor de
una fogata, se dejaba que las horas transcurrieran. La parte posterior del CCH termina en
UDrme llano del cual hIlO surgido las famosas
t
eras del Oriente. Ahí vieron todo un especo. La noche despejada; atrás, en los cerros,
las luces de Iztapalapa brillaban titilantes. Arriba las estrellas y abajo siete fogatas resguardaban
el Plantel impidiendo que absolutamente nada se
colara sin su permiso. Beatriz comentó: "Nunca
el CCH habia estado tan bien protegido y vigilado". Sintió nuevamente que una gran confianza
la invadía, olvidó las palabras del Anticristo, se
vivió como parte de una muchedumbre que armónica, sincrónicamente se activaba por una
misma idea o voluntad, cada quién en su lugar,
como parte de una buena maquinaria. Sinti6 ganas de hacer algo, entonces zangolote6 a Ernesto
que en silencio contempl~ba absmto el "murmullo" de las luces y se lo llevó a redactar un volante para el día siguiente.
Jorge ya sabía que el CCH Oriente había sido
nuevamente' nombrado para encabezar la marcha. Era la segunda vez que iban al Z6calo, ahora saliendo de la plaza de las Tres Culturas. El estaba en el contingente de orden. A las cuatro de
la tarde, sobre el eje Lázaro Cárdenas, el grueso
del CCH estaba ya formado y el problema era
ubicar dónde estaba el principio y el fin de la
marcha, puesto que decenas de miles de personas
;
/
/
..
/
/.
ya se congregaban en torno a la histórica plaza.
Después de decenas de llamados y varias discusiones, finalmente la marcha avanzó. Oriente
nuevamente, organizado en cinco m., avanzó
basta Reforma, llegó a la Alameda y sobre la
calle Tacuba ingrmó al primer plano, hasta D~
gar al Zócalo. Oriente tuvo que esperar más de
dos horas para que decenas de mUes de maDÜ~
tantes más llegasen. El mitín comenzó cuando los
últimos contingentes segufan llegando. Jorge le
pidió a Sergio que lo cargara para ver el Zócalo
desde una peispectiva más amplia. Ahora sí estaba prácticamente lleno.' Cuando los primeros
oradores tomaron la~abra, el recuerdo del 68
era sumamente vivo. Todo mundo sentado y ~
cuchando realmente al orador en tumo, que recordaba que al dia siguiente el'Consejo Universitario tendrfa que dar una respuesta a las dos peticiones búicas del movimiento: derogación y congreso resolutiVó.
Una novedad impregnaba esta marcha frente a
la anterior, que también había llegado al Zócalo.
Esta vez no eran sólo los estudiantes los que
marchaban, sino que también algunos padres de
familia se encontraban presentes: "Los padres de
familia apoyamos a nuestros hijos por una universidad popular", rezaba la manta del contingente de padres de familia del CCH. También
ahora iban miles de maestros gritando detrás de
una manta que decia: "Consejo Académico Universitario".
Jorge contempló el panorama de miles de cabezIIs yezperimentó una seDS8ción desoonocida
hasta entonces. "Ahora si somos como un
millón", pensó. La emoción era tan grande que
sintió ganas de llorar. No lloro porque, en ese
momento, Sergio le dijo: "Ora, ya bája~. Ahora
me toca a mí".
de la tarde cuando el ambiente se estaba calentando. Los asistentes se impacientaban con el largo preámbulo que Chávez Texeiro necesitaba para afinar sus instrumentos. Los de Botellita de J~
rez ya habían terminado-su actuación y estaban
cotorreando el punto con Los Nacos detrás del
entarimado. A lo largo de los corrredores de Arquitectura decenas de estudiantes chiflaban pidiendo música mientras que en la explanada se
escuchaban chistosas bravatas que se lanzaban
grupos de divenas escuelas. Había de todo en el .
escénario: viejos personajes del 68, flotas p~
ras, dbcfpulos del jipismo, aspiranteS a pirruris.
Destacaban los gritos del CCH Sur y los de Prepa
seiS que sostuvieron un duelo verbal durante algún rato. De lo más aguerrido que se vio en la
huelga estaba ahf presente. Javier miraba unas
ehavillas bien bonitas con ojos de "mírenme, ~
toy muy solo". En efecto, nadie de su flota había
llegado. Sin moverse escudriñó entre la multitud
J a~er llegó a la ,fiesta como a eso de las cinco
ansioso de poder cotorrear con alguien.
Finalmente encontró a sus cuates hasta atrás
de la explanada en un lugar más bien obscuro y
retirado, sumergidos en terrible alegata con unos
conocidos de otro CCH. Alcanzó a escuchar el final de la intervención de Aurelio:
- ... lo que pasa es que la gente ya estaba muy
cansada, las ~as habían bajado ~toriamen­
te, era evidente hasta para el más despistado que
la huelga no se podía prolongar.
-lEso no es cierto! -;-replicó enfáticamente
otro cuate-. Los que estábamos al principio
continuamos hasta el final. Lo que pasa es que
nunca se supo cómo hacerle para que toda la~­
te que participaba en las maDÜestaciones le eÍl-'
trara también en lás escuetas. ¿Y de qué te espantas? En ninguna huelga están todas las personas.
-Además -lo secundó uD chaparrito de lentescollt!Uade'chavOlScribe - verdaderamentenada se ha logrado aún. As{ como quedó la comisión organizadora no garantiza que Carpizo pierda su proyecto en el congreso. Pero eso no ~ nada, además... -El Oso lo interrumpió tranquilamente:
.
No te preocupes tanto, eso depende de nosotros, de que le sigamos a la movilización y le
echemos ganas a las discusiones y las ponencias.
-Pero -arremetió el chaparrito-, lrect~oría
ya tiene asegurado el derecho a vetar cualquier
resolución o propuesta que no le convenga! Con
eso garantiza que el con.peSo no resuelva nada
que realmente afecte sus intereses.
Aurelio levantó la voz y dijo: .¿Es que no
ce das cuenta de que todo ha cambiado en la Universidad? ¿De que toda la gente está involucrada
y no va a permitir una vacilada· o una tramp~? Te
confundes, según tú la h~ga tenía que lograr
más de lo que queríamos al p~ipio ¿No ves que
ya logró sus objetivos, deropción y ~ngreso resolutivo?'
1
-¡Suspensión, cuál derogación! ---!-eooficó el
chaparrlto.
., .
- Pues para el caso es lo mismo -al vuelo con- . _. .
testó Aurelio.
-Oaro que no -insistió aquél./
-¡Chale! Cómo eres necio.
-En fin... En todo caso la huelga debió haberse sostenido hasta que rectoría acordara respetar los espacios que ganamos.
.
-Es cierto -terció López Siete-, ya ves romo está la cosa. Están desalojando a la gente.
donde pueden, en Administración hasta soldaron
las puertas del local del CEU.
. Bueno, pensó Javier. Era evidente que no t~
do el mundo había llegado a las mismas conclu- siones. Lo cierto es que se estaba abriendo una
nueva etapa de la lucha, -se dijo mientras camina. ba a reencontrarse con la fiesta donde Son de M~
l
¡rengue amenizaba el baile.
49
'.
Eldridge Cleaver:
una historia
os ensayos de Eldridge Cleaver hacían estallar siempre la polémica porque su autor
era polémico por naturafeza. En Notas
re un hijo nativo habla del hombre blanco,
"nítidamente definido pero vulnerable". El estilo
de Eldridge saca ampollas. Comienza este ensayo
hábilmente con un caluroso "ctributo" a James
Baldwin, del mismo modo que Baldwin, en su
tiempo, comenzó polemizando con Richard
Wright, el otro gran escritor negro. Pero Cleaver
termina identificándose con el Norman Mailer de
El negro blanco (que trata igualmente de la identidad de los negros). Luego ataca a Baldwin (00mo era su propósito inicial) por su "total odio a
Ovidio
los negros, particularmente a sí mismo, y por su
fanático amor sicopático hacia los blancos, que
uno puede en~ntrar en los trabajos de cualquier
escritor negro americano de nota de nuestro
tiempo". El trabajo de Baldwin, para él, cCes el
fruto de un árbol de raíz envenenada. ¡Qué fruto
suculentol ¡Qué lastimoso árboll ¡Qué maligna
do Roland Dumas (que también lo era de Pablo
raízl" Al final del ensayo, Cleaver atribuye este
Picasso) y que con el tiempo sería ministro del goveneno a la homosexualidad:'ccyo no'creo que la
biemo socialista.de Georg~ Mitterrand. Le Monhomosexualidad sea el último adelanto sobre la
de, ~ ~ód1co mdependiente, se encargó de haheterosexualidad dentro de la escala de la evolucer público el caso. Un abogado y profesor de,deción humana. La homosexualidad es una enferrecho constitucional escribió un sesudo artículo
medad, como lo es la violación de un niño o e l _ que hablaba ?e CCgaran~ el asilo a cualquier
querer convertirse en presidente de la General
hombre o mUjer persegwdos por sus actos en fa- -
1
norteamericana
(IV Y última parte)
- --
Gondi
vor de la libertad". Cuando el famoso escritor
Jean Genet, apoyó la campaña en favor de Cleaver, éste dejó de hablar mal de los homosexuales.
El ex líder de los Panteras conoció en París lo
que significaba la soledad. El exilio, confesó, era
otra forma de prisión. Vivía con su fiel esposa
Kathleen y los d~pequeños, Maceo y Juju, en
una pequeña casitá de un barrio obrero de París.
Moto"".
J'-
Cleaver vivía de mala manera en París porque
el Departamento del Tesoro de Estados Unidos le
había bloqueado las regaifas de Alma encadenada y de dos libros posteriores. Así y todo la Viking
Press, que habría de publicar el libro siguiente, le
adelantó 40 mü dólares durante los tres-años anteriores a 1915, comprometiéndose él a devolver
el dinero si no cumplía el compromiso. Pero el dinero se le iba rápidamente
los dedos. En
Paris se sostenfa discretamente, con la permanente amenaza de expulsión en cualquier momento.
y eso podría explicar parcialmente por qué deseaba regresar a Estados Unidos. Admitía que se
le enjuiciara por el supuesto delito de asalto, pero
quería la seguridad de que no lo pondrían de
nuevo en prisión antes de que terminara el juicio.
Cleaver habia desaparecido de su refugio de
Argelia en febrero de 1972. Ahora trabajaba en
París en un nuevo libro y se preparaba para las
batallas legales que le acarreaba su presencia en
Francia. Pleiteaba con, el gobierno francés para
obtener asilo político. Y también preparaba una
reclamación contra Washington para que le descongelaran las regalías del libro Alma eoaId.ena(casi medio millón de dólares).
La vida de Cleaver en Francia era dificil y casi
clandestina. En la primavera de 1914 comenza- ron las gestiones para legalizar su sitUación. Tuvo
contactos con Valery Giscard, entonces ministro
de Hacienda. Estos contactos se hicieron a través
de una enigmática amiga comÚD llamada MarieLaure. A una primera entrevista en el domicilio
de la misteriosa Marle-Laure, siguió un almuerzo
con la sefiora Giscard, en el domicilio oficial de
la calle Rivoli. Fue un almuerzo familiar y según
Cleaver todo quedó resuelto. Efectivamente al
día siguiente un coche oficial enviado por el
nistro del Interior, JBeques Chirac, llevó a Cleaver a la prefectura de policía, donde sin más
preámbulos se le concedió el permiso de residencia. El abogado que llevó el asunto fue el conoci-
_.
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50
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ac.-*__fanth erS~
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1,. .
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01'
Las paredes estabaÍl empape1ad,as y el piso lleno
de recuerdos de sus días de Pantera: recortes de
periódicos, fotos de él mismo y su esposa con
negros notables, como Luther King y Malcom X;
un par de botas negrr.s de combate muy usadas,
libreros repletos de grabaciones y atados de papeles con notas para su nuevo libro, que tenía el
título provisional de Sobre mis espaldas. Su objeto más preciado era un aparato de radio de onda
corta para escuchar todos los días las noticias de
Estados Unidos. "Si tuviera que escoger entre
una mujer y un radio escogerla el radio, porque
me trae el mundo exterior".
En 1972, ICathleen viaj6 a Estados Unidos. Estuvo en Nueva York, Washington y la costa occidental, es decir, California. Los Cleaver empezaban a tantear el camino de regreso a la patria. Un
abogado de Washington dijo que Eldridge podría
aportar argumentos ~lidos en su pleito con la
justicia. ICathleen habl6 con la prensa en San
Francisco. "Su vida -dijo- está en peligro. Ha
recibido amenazas de muerte. La situaci6n es seria, grave". Se desprendía que las amenazas no
tenían su origen en los antiguos "enemigos" sino
en los viejos "&Uados". ICathleen buscaba apoyo
para una campaña que preparara el regreso,
siempre que se aceptaran ciertas condiciones. De
acuerdo con ICathleen, Eldridge estaba dispuesto
a aceptar las consecuencias del juicio por asesinato en relaci6n oon el tiroteo de Oakland, pero shlo si se le concedía libertad mientras se desarrollaba el juicio, como solía ocurrir en muchos de
estos casos.
El regreso
A comienzos de 1975, Cleaver se había afeitado
la barbita y abandonado la indumentaria de cuero... y muchas de sus ideas. Declar6 en una'entrevista de prensa que lo que había visto en los
países sociaUstas lo había defraudado. Apostill6:
"Sin llegar al punto de pasarme del marxismo-leninismo al fascismo". Pero todavía veía las cosas
en color blanco o negro, sin tonalidades intermedias. Decía que el punto de vista del mundo marxista era "estático", y que la obsesi6n de la Unión
Soviética era "la desaparici6n de Estados
Unidos". "He llegado a la conclusi6n de que son
capaces de desatar un ataque nuclear por sorpresa". Y confesó que estaba convencido de que Estados Unidos "necesitaba un sistema defensivo
fuerte".
El que fuera una vez el epítome de la "furia
negra", que esgrimía la idea del estupro de la
mujer blanca como un acto de insurrecci6n; el
vocero de los Panteras Negras que exhortaba a sus
compañeros a tomar laS armas para destruir el
"sistema", comenzaba a d~moronarse, para dar
paso a una figura angeUcal, pacífica, profundamente religiosa y dispuesta a emprender cualquier negocio que le permitiera ganarse la vida
sin mayores complicaciones. El fugitivo de los
tribunales de California comenzaba a cambiar
rápidamente. Después de seis años de exilio
parecía más blando, más suave. Con la perilla se
fue igualmente la fuerza y el fuego típicos de sus
ojos color avellana. Su cabellera era más corta y
había en ella tenues manchas de cabellos grises
que traicionaban la reaUdad juvenil de sus 39
años.
Durante sus viajes, Eldridge Cleaver se dio
cuenta que había inmensos espacios vacíos entre
sus puntos de vista y aquellos de los tercermundistas. Un "abismo cultural" lo separaba de los
argeUnos. "Me siento tan distante de Africa como
de los asiáticos(... ) Políticamente somos un mundo aparte". Creía ahora que el movimiento de
"regreso al Africa" no era práctico para los
negros americanos. Aunque seguía teniendo simpatía por la causa de los palestinos, "aprendí que
lo que los gobiernos árabes hacían era más
complicado de lo que creíamos". Ya no era tan
rabiosamente antiisraelí como ea los días de su
afiUaci6n con los Panteras Negras. Ahora sentía
respeto por el "cerdo" Nixon, aunque opinaba
que Watergate había sido la más grande contribuci6n democrática de Estados Unidos. Se mostraba optimista acerca de su país y las posibilidades de un cambio. Debido al escándalo de la
caída de Nixon, muchas de las ideas de la izquierda se habían abierto paso. Pero las reformas no
habían prosperado lo suficiente.
Todavía se agarraba Cleaver desesperadamente a su idealismo político: "Creo que debemos
concentrarnos en aplicar los principios universales del socialismo a nuestra historia, nuestra situaci6n y nuestras necesidades". Braceaba angustiosamente pero a cada brazada se acercaba más
y más a la otra orilla: el antipático pero sabroso
campo de la reacci6n. Y pareci6 atravesar la línea divisoria cuando dijo que estaba a favor del
estricto control de las fuerzas policiacas para garantizar la seguridad pública.
Dentro del ambiente creado por Watergate le
hubiera gustado investigar la represi6n policiaca
contra los Panteras Negras y denunciar' lo que
consideraba irregularidades. Pero el partido camo tal era, decía, "un capítulo cerrado". Cleaver
se oponía a la violencia por la violencia, aunque
estaba seguro de que otros seguirían empleándola. Su verdadera ambici6n era asentarse definitivamente en California, donde "la gente tiene
siempre un lugar para el ser humano", y convertirse en una especie de filósofo de butaca para la
izquierda. Eran pénsamientos premeditados de
transici6n. Su meta era la derecha conservadora.
El mismo día que sall6 de París hacia Nueva
York apareci6 un artículo suyo en el New York
Tltne8: "Una fabulosa era de progreso se abre al
mundo, y frente a los problemas planteados por
Watergate se ha ,abierto una época creativa para la democracia norteamericana, en la que cada
americano, no importa cuál sea su filiaci6n polítice, tiene como deber reexaminar algunas de sus
actitudes". "Con todas sus faltas, el sistema norteamericano es el más libre del mundo, aunque
necesita mejorar, extendiendo la democracia a
todos los ámbitos de la vida, particularmente al
econ6mico. Todos esos cambios deben conducirse
mediante nuestras instituciones, y la gente que
no esté del todo de acuerdo debe encontrar métodos políticos para corregirlas".
El día anterior a su sallda de París -17 de noviembre de 1975- Cleaver declaró que había tomado la decisión de regresar porque estaba cansado del exilio. Ahora se sentirla "como pez en el
agua", porque estaba seguro de que el país había
cambiado mucho y esperaba un juicio justo. Tres
agentes del FBI lo acompañaron durante el viaje.
Para el público neoyorquino el acontecimiento
era como si el mastodonte sallera del glaciar a la
superficie. Había pasado el tiempo y ningún Pantera Negra movi6 un dedo para ayudarlo o expresarle simpatía. David Dubois, portavoz del partido, dijo: "Cleaver fue exp~do del partido en
1971, y DO va a reingresar bajo ninguna clrcuntancia".
tuaci6n de los negros había mejorado notablemente". El verano de 1976 Cleaver fue puesto en .
libertad con una nueva fianza de 100 mil d6lares.
Desde la cároel habl6 por teléfono con el reportero Jack Slater, de Loa Angele3 Tltne8, a
quien dijo que "los negros tienen que darse cuenta que fundamentalmente eran ciudadanos iguales. Ya no podemos permitirnos permanecer
sobre la barda para decidir de qué lado estamos.
, No podemos permitirnos más tiempo y pregunw: ¿Vamos a establecemos en cinco estados separados, como proponían los musulmanes negras? ¿Vamos a constituir una nueva república
africana en alguna parte? Nosotros somos parte
de Estados Unidos como cualquier Rockefe1ler y
no podemos seguir haciéndonos tales preguntas".
Cleaver no perdía fiempo. Inmediatamente
después de sallr de la cároel, firm6 el contrato para dar una serie de conferencias por todo el país,
que inici6 en la Universidad de Tulane la primera semana de octubre de 1976. Tulane, la misma
universidad donde ocho años antes había llamado "cerdo" y "marica" al gobernador Ronald
Reagan. "Quiero compartir -dijo- mis experieocias de los últimos años, particularmente en
los recintos universitarios". Expresó su preocupaci6n por lo que él intuía como movimiento internacional comunista "que amenaza conquistar y
destruir" a Estados Unidos..
En una entrevista de dos horas en San Francisco, la suave voz de Cleaver, que acababa de
cumplir 41 años (1976), cont6 que había cambiado su carácter de iracundo y amargado revolucionario, fugitivo de la justicia yen el exilJo durante seis años, para ser ahora apóstol del cristianismo. "Mi vida ha cambiado 180 grados. Yo
la llamaría experiencia de conversi6n". Había
decidido hacer frente a todos los procedimientos
legales pendientes y establecerse definitivamente
en California. Estaba desilusionado, dijo, por la
falta de democracia en los países donde le habían
dado asilo: Cuba, Argelia y Francia.
El antiguo ministro de Informaci6n de los Panteras Negras, que destil6 su ret6rica revolucionaria en las páginas de Alma encadenada, describi6
la odisea espiritual de la fe bautista de su infancia
-a través de su violenta entrega a la ideologfa
marDsta-Ieninista- para llegar por último a la
cruzada de amor y reconciliaci6n.
.
Cien periodistas lo esperabaJl en el aeropuerto
John F. ICennedy. Cleaver y ICathleen sudaban
bajo las luces brillantes de docenas de cámaras de
TV. Los reporteros se apretujaban en torno del
ex líder negro y le disparaban decenas de preguntas. Y Cleaver resumi6 sus respuestas: "Es ridículo hacerme preguntas en estas circunstancias".
Cuando le preguntaron por qué había decidido
regresar constest6: "¿Por qué no?" Y a otro: "He
vuelto porque he querido venir". Alguno le preguntó si había cambiado su pemamiento desde
1968. "Cualquiera que no haya cambiado sus
opiniones desde 1968 -replicó- está en dificultades". Parecía que le dictaba el subconsciente.
Eldridge pasó los primeros nueve meses después del regreso en una prisi6n considerada la
más "lujosa" de Estados Unidos, un edificio de
arquitectura futurista en el coraz6n de San
Diego, al que los vecinos llamaban "el Holiday
Ino", lo que le llev6 a reflexionar qu~ "la si-
La conversión religiosa
C1eaver DO oculta nada, aunque lo que diga no le
proporcione muchos amigos, como no sea en la
extrema derecha. Igual a otros líderes de su estilo
-fen6meno mundi81- cuando le lleg6 el peso de
la desilusi6n no se inclin6 hacia una actitud liberal, democrática, o sencillamente socialista, sino
que revirtió su sentido de los colores, y lo que antes era blanco pasó ahora a ser negro. Son centc?
nares los casos de extremistas de la llamada "izquierda" que se pasan al campo contrario, la extrema derecha, algunos apoyándose en las muletas de la religi6n. Cleaver qued6 en libertad definitiva el 13 de agosto de 1976, y sus futuras empresas -místicas, políticas o comerciales- tendrían los cimientos en el préstamo o préstamos
que le proporcion6 un conservador millonario y
profundamente cristiano, Artbur DeMoss; de Filadelfia, quien para empesar arregl6la fianza de
100 mil d61ares y se hizo cargo de la mayor parte
51
~ seres humanos es amarse menos a si
mismo". Lógicamente, estos sutiles intérpretes de
la ideología de Cleaver trataban de salvar su propio prestigio, que pusieron en juego al apoyar al
Cleaver de los años iracundos.
Eldridge Cleaver era uno más de los cientos y
cientos de militantes del marxismo-leninismo que
se han pasado con armas y bagajes a las falanges
de Cristo Rey. La intransigencia y el sectarismo
conducen a tales extremos, tan fáciles de identificar, comprobar y documentar estos últimos 70
años.
de las cuentas legales. DeMoss también contribuyó ampliamente a cubrir los gastos personales y
familiares de Cleaver.
Oeaver pidió una vez destruir lo que él llamó
"la pesadilla ~ericana". Ahora expresaba su fe
sin limites "en las posibilidades ,de la tierra" que
lo vio nacer. Durante la guerra de Viet Nam, pidió a la Unión Soviética que interviniera y usara
armas nucleares contra los soldados norteamericanos. Ahora hablaba de "la amenaza rusa" y pedia'una CIA más efectiva. Manifestó como en vaporoso éxtasis: "Sostengo una relación amorosa
con los militares norteamericanos". Desde su exilio de Argelia, sólo cuatro o cinco años antes,
Cleaver sugirió la formación de un Frente de Liberación Americano. Ahora condenaba a sus antiguos anfitriones por ser "los peores racistas del
mundo", y ofrecia "total apoyo a Israel" en su
lucha contra la internacional del terrorismo.
También denunció "la dictadura de Fidel
Castro", que le dio asno en 1968, y criticó la intervención de Cuba en AngOl':- como "una maniobra racista para diezmar la minona negra cubana". Una vez condenó a los chinos, especialmente
al difunto Mao Tse-tung, por "traicionar la causa
revolucionaria al entablar amistad con el gobierno de Naon". Sin embargo ahora (1976) ponía de
relieve su propia simpatía y admiración por el ex
presidente, a quien una vez denunció llamándolo
"fascista criminal". "Como a mí, hay que declararlo inocente mientras no se compruebe su culpabilidad".
Lógicamente sus peores enemigos iban a ser sus
antiguos amigos y aliados, sobre todo entre los
grupos de negros militantes. Cleaver criticá públicamente los objetivos del partido de los-Panteras Negras e incluso se negó a prestar ayuda a los
antiguos correligionarios de Misisipi, que se encontraban en dificultades legales y económicas.
Elogió la política de Henry IGssinger hacia Suáfrica y atacó con saña a Elaine Brown, nueva
dirigente de los Panteras, por llamarlo "activo y
ansioso agente del FBI en los planes para destruir
las organizaciones negras". Un periódico negro lo
ridiculizó llamándolo el "Patty Hearst al revés".
Por otro lado, liberales como el senador Daniel
Patrick Moynihan, impresionado por las denuncias que Cleaver había hecho sobre el Tercer
Mundo, fue a California a conferenciar con él y
contribuyó con 500 dólares a su defensa legal.
Norman Podhoretz, director de la revista Commentary, dio una fiesta,para recaudar fondos en
favor del ex Pantera. Y lo mismo hicieron FeUcia
Montealegre y su esposo Leonard Bernstein. ~
decir, algunas de las mismas personas que lo ayudaron ~ando Cleaver, Pantera Negra de tiempo
completo, pasaba por dificultades aún mayores y
totalmente opuestas.
Algunos estudiosos del "caso Cleaver" aseguran que básicamente este escritor reafirma alguna de sus viejas convicciones. Muchos olvidan,
dicen, que Alma encadenada no fue un manifiesto o programa negro, sino una demanda de reconciliación entre las razas. En verdad, aseguran; mucho de lo que Cleaver escribió los años
60, incluso en su fase más radical, podria repetirio ahora, con ciertas alteraciones, ante auditorios conservadores y religiosos. En Alma eneade.nada Cleaver urgió a blancos y negros americanos a destruir "la linea Maginot racial que los dividia". Y su fam~ frase: "El p~o de odiar a
5?
El camino del Señor
Cleaver creció en el seno de una familia temerosa
de Dios. Sus dos abuelos fueron predicadores
bautistas. Recuerda Cleaver que cuando estaba
en el haU juvenil "se me obligó a escoger iglesia, y
. escogíla católica porque eran a donde iban los hijos'de los negros y de los chicanos". Se bautizó,
recibió la primera comunión y la confirmación
en un reformatorio. Pero su mente inquisitiva lo
empujaba a la investigación de otras iglesias y religiones. Recordaba haber ido durante una temporada a la iglesia metodista episcopal. Le gusta-,
ba porque los predicadores allí demostraban interés por "la religión y los derechOs civiles".
Durante su estancia en Francia, Cleaver habia
pasado mucho j:jempo .--solas entregado al estudio y la medi~ación. Alquiló un pequeño apartamento en el pueblo de Rocheville, cerca de Niza,
y allí pasó revista a los escritos y discursos de Mal·
~!m X, Martín Luther, King, Emerson, Thoreau
y Walter Rauschenbush (Principios sociales de
Jesús), que describe a Cristo como el más grande
revolucionario de todos los tiempos.
Pero los libros o las conversaciones no facilitaron el supremo momento de la verdad al deprimido Eldridge Cleaver, tan totalmente "aislado
y listo a suicidarse". Una noche estrellada se sentó en el. balcón del apartamento y observó el cielo. Pasó una cosa extraña, dijo, cuando observaba las sombras de ,la Luna. "Ví al hombre de la
Luna como si fuera una fotografía de mí mismo.
Era mi propia silueta". Tal como él lo relató no
parece dar a entender que hubiera tenido una visión o caído en trance. Cleaver lo describió como
"momento conmovedor... me sentí cerca de la
muerte". "Entonces la cara de la Luna cambió y
mis ídolos politicos -Engels, Marx, Lenin, Castro, Mao- desfilaron ante mis ojos, según se movían las sombras~·. Por último vio el rostro de
Cristo. "Sentí como ~ me despegara de la tierra",
dijo Cleaver muy serio; "Dudaba y temblaba y
entonces comencé a llorar. No podía dejar de hacerlo. Caí de rodillas y recité el Salmo 25 de las
Oraciones del Señor". Añade que después se fue a
la cama y "tuve el mejor de los sueños que jamás
haya tenido". A la mañana siguiente, dijo Cleaver, concebía con toda claridad el plan para regresar a Estados Unidos. Era la rendición.
Con el dinero de sus nuevos simpatizantes, Eldridge organizó una empresa comercial con el
poco revolucionario nombre de "Pantalones
Cleaver". La idea básica, según él, era que los
genitales masculinos deben modelarse en vez de
deprimirse. Hoy, pontificó, los pantalones de
hombre son tan deformantes yopresivos, y tan
poco prácticos, como lo fueron lOS zapatos para
" los pies de las mujeres chinas. Los "Pantalones
Cleaver" se cierran con cremallera a un costado o
a la espalda. Literato al fin, el ingenio de Eldridge se vertía en cuestiones insustanciales, aunque
con gracia: "La hoja de parra fue impuesta, en
realidad, para cubrir la desnudez, no la forma.
Con el tiempo, cubrir los genitales fue una manera de ocultar la sublimación (...) La alternativa,
en términos rebeldes, contra la represión, es dejar el falo al ~ libre". O por lo menos no oprimirlo.
Los fabricantes de pantalones estuvieron de
acuerdo con la idea de Cleaver. Uno de ellos 00mentó: "No he visto esos pantalones pero no me
extraña nada oir de su existencia. Suena como al-
go que reformaría el ego del hombre y nada hay
de malo en ello". ¿Habla en serio Cleaver de todo
esto? A sus antiguos admiradores, aunque fueran
,ahora sus enemigos"le5>disgustabaleer sus declaraciones y le reprochaban que perdiera el tiempo
en cosas tan frívolas. Pero éste era para él el caminoderSeñor"y no se le podían poner peros a su
estilo literario. "Yo suelo citarles la Biblia, que le
habla a uno con toda exactitud de la importancia
del vestido. Somos las únicas criaturas suficientemente flexibles para meterse debajo del agua, ir a
la Luna, a las montañas nevadas o al desierto.
Todo porque sabemos cuidar la epidermis, especie de legado santo. Sin vestido nos maMamos.
Nosotros no tejemos como las arañas tejen sus telas. Se trata de sobrevivir, de modo que la gente
debe tomarlo seriamente y pensar en su significado" .
Parecía evidente que el "renacimiento" de
Eldridge Cleaver iba a coincidir con un cambio
en la mentalidad de los Panteras Negras. Al año
siguiente (1977), sus lideres se aprestaban a "00laborar con el sistema". Cuando los dirigentes
políticos y comerciales de Oakland pensaron que
se necesitaba una autopista, vital para la rehabilitación de la parte baja de la ciudad, pidieron
ayuda a los Panteras Negras. Elaine Browp encabezó una delegación a Sacramento -capital de
California- para decirle al gobernador Jerry
Brown que la autopista era importante porque
proporcionaría trabajo a los negros. La visita al
gobernador no era una incógnita. El partido de
los Panteras Negras había hecho campaña en favor de Brown, de 34 años de edad, cuando éste
presentó su candidatura PQCO tiempo antes, decisión que pareció mUagrosa: los Panteras entraban de buena gana al "sistema".
La reunión entre los militantes de los Panteras
-sin alardes en su vestimenta- y el joven gobernador era tan simbólica como pragmática, indicación de cómo los Panteras alcanzaban la respetabilidad política y social. Diez años antes, un
grupo de jóvenes militantes encabezados por
Huey P. Newton y Bobby Seale, entraron en Sacramento armados hasta los dientes para hacer
ostensible sus principios de autodefensa yel derecho a portar armas.
Newton. que se había exiliado en Cuba, estaba
de regreso. Seguramente Eldridge Cleaver lo hubiera pensado dos veces antes de tomar la decisión cerca de Niza bajo la Luna llena. Pero estaba aislado y lleno de termores. De haber regresado sin la carga emocional del cambio religioso,
sin claudicar, seguramente hubiera estado al
frente de esa delegación que visitó a Jerry Brown
en Sacramento. (Fin).
tado en calzones de la cabiná de la camioneta Y
ahora, en el lado donde daba el sol, a su lado,
acuclillados compartfan una ·botella.
-Tenemos que ir a buscar hotel, Valerio. I
:-y a comprarnos camisas, playeras, y el que
quiera, traje de bafto.
I
-Tengo hambre.
-Con un trago se te quita, cabr6n. Pero no,
no tomes, tú nom" tienes la obligaci6n de manejar. Vmonos a un hotel y allí nos echamos Un
trago sabroso, con hielo, y José Luis si quiere que
desayune. V6monos.
Al ArchipUlago .
(fragmento de una
novela inédita)
Los muchachos.
locos de
aquel
verano
Geranio de la Torre
A
maneci6 temprano en la camioneta,
con la primera luz y el primer atisbo
de sed del Capi, que pedía un trago y
_ rebuscaba entre los cuerpos de sus
compafteros cafdos en ese campo de batalla
sindica1J
¿estamos claros, entonces, en
que cada uno tenia que bWlCar su propia manera
de sobrevivir?1
Es cierto, le dio mucha vergüenza a Valerto
decirnos que su mujer tenia que vender tacos.
Nos dio risa a todos y nos repiti6 que ya lo sabía,
éramos una bola dijos de la chingada y por eso no
lo queria confesar, pero allí lo detuvimos. RolcUn, Horaclo, un pedazo de carne grande y muy
sonriente le dijo, sin apartar la sollJ'isft, que era
ese justamente el problema, su vergüenza, y nos
mamos de esa vergüenza pórque no vamos a
refrnos del orgullo, o al menos uf lo había propuesto JuanJ- y, agregó Alonso, podrfamos ponerlo a votación: ¿de qué le rien, cabrones, del
hecho o de la vergüenza? Que no tenfamos
madre, dijo Valerto, y esa proposición mú que lo
demostraba. Juan J - era el que m" ma y sin
embargo estaba muy tranquilo, como lo demostró 'cuando Valerto le dirigi6 el índice, amenazante, y antes de que pudiera decir nada rompi6la carcajada y RqUrrÓ, de modo que todos tuvimos que arrimar las cabezas, acercando
nuestro mejor oído: eres un imb6cll, Valerto,
deberlas estar orgulloso de tu mujer!
era Cristina la 'orgull~
Juan José, Y esto tiene que ver con tu presente y
con tu futuro. Vamos a dejar el puado en paz, el
intachable púadoI
¿De cuándo d cambi6 J~ JOI6? Habfan sal-
Serian las siete y media de la maftana cuando
entraron a un hotel barato, de buen ver, que no
daba a la playa sino a la avenida costera y tenia
alberca, un jardín y en el centro del jardín una.
palmera. Les dijeron que el bar comenzaba a dar
servicio a la una de la tarde, pero el "Ievadorista
les proporcion6 una botella de ron. José Luis y el
Bobo se echaron a dormir. El Capi y Morales ~
bieron con Valerto en una pequeña terraza donde pegaba el sol.
-Ah, qué sabroso.
-y el pinche Juan José, pendejo, que no quiso
venir!
Juan José se fue a bWlCar trabajo, pero yo me sospecho que ya lo tema. Nos
veíamos cada fin de semana, empezábamos en
una cantina y teníamos que terminar, porque lo
proponía él, en casa de unos amigos artistas,
escritores, hacían fotonovelas, eran putos, no se,
y acababap poniéndose a oir música. Allí se sentaban, y que Beethoven y que no se quién.
Querfamos platicu, bebemos esos tragos a gusto,
echar carcajadas y gritos, y Juan José también
nos callaba. Muchachos, esta es música. Pues allí
estabamos oyendo música, encabronándonos con
la música, viéndonos y viendo a Juan José, que
tenía cara de estarse yendo al cielo. Nos~bamos a
servir un trago y temamos que ir de puntitas,
porque nom" hazIe tan.u~o ruido a los que están
oyendo esa música!
la mÚ5i\.;;;, decía Jacabo Trigos, hay que oirla abajito!
y te reclaman, como cuando
íbamos de chicos a la iglesia. Por allí cambi6
JuanJoséI
al principio divulgaron -esto
es, entre los 30 o 40 que te conocían, o vamos a
decir que te apreciaban- que de pronto te
habías dejado caer, que te vendias, que ya no
eras aquel Juan José bronco de los discursos rojos,
que una compañía gringa, uf, te pagaba buen
sueldo.
Bueno, no hay que aceptarlo todo, no hay que
negarlo todo. Estabas trabajando, vendiendo tus
habilldades~ tus oficios, tus imaginaciones. Para
un fin concreto,· _ programa educativo en la
televisi6n!
algo, no poco, tiene que ver
Juan Manuel con ese programa. Y adem" apareee Ana Maria, cuya militancia comunista en M6rida se fue al carajo con pU1tot y todo;·Y·el Grillo
Luis MacGregor, que parti6 al abismo con u~
par de balazos en la cabeza, para nada. Pero máS
adelante se hablará de estas partidasl
I
-¿Se acuerdan cuando nos lo llevamos a
pico?
Claro que recordaban aquel viaje inventa~t
una puntada de borracho de Valerto. Una n~
llam6 a Juan José y le dijo que tenían los bol~
de avión para salir en dos días a Tampico, donde
los recibirla don Joaquín y permitiria que Juan
José le hiciera una entrevista, dispuesto a hablar
de todo. Aceptó Juan José y puntualmente partieron al puerto petrolero.
-No les digo que nos alojamos en el mejor hotel, pero sí en uno de los mejores -relataba Valerio, mirando, con los ojos entrecerrados para defenderlos de la luz, hacia el mar centelleante
sobrevolado por gaviotas y navegado por escasos
veleros-. Mentira que tuviéramos los boletos.
Tuve que ir a conaeguirlos con el secretario general al día siguiente, ech'ndole la IIleIltira de que
Tj
53
don Joaquín quería que fuera Juan José. No
teníamos un centavo para gastos y mucho menos
aurorigciónparau~arnosen~ho~.U~ando
a Tampico me fui a ver a don Joaquín y le dije
que Juan José era un periodista importante y que
por eso me había atrevido a invitarlo. Para esto,
me había llevado dos libros de Juan José que
hablaban de los petroleros, y don Joaquín dijo
que sí, que cómo no y dio las órdenes para que
nos pagaran el ho~ y nos dieran algo para
gastos!
una noche en el bar del hotel,
después de uguna conversación con don Joaquín
y luego de muchos tragos, confesaste a tus amigos, Juan José, que estabas enamorado de aquella
muchacha hermosa, mujer de uno de tus amigos,
de los otros, los que se reunían a escuchar
música!
la impredecible!
-Pocamadre de Juan José aquel viaje. Nosotros que lo llevamos para quedar bien con el jefe, y él que se puso a hacer preguntas necias, afirmaciones irresponsables!
recuerdas, Juan José, que esa
tarde tus compafieros se habían puesto verdes
cuando disparaste aquella pregunta.
-Dígame, don Joaquín, ¿cómo es que puede
usted hablar de democracia cuando las secciones
1, 10 Y30 se reparten cada tres años el botín? Perdón, se pasan cada tres años la secretaría general
nacionU.
El viejo, imperturbable, pensaba su respuesta
mientras. miraba el desfile de gansos en ese patio
de la casa que los compafieros trabajadores le
habían ~alado para agradecerle sus servicios.
Sonrió don Joaquín.
-Mire usted, compafiero periodista, las sec.ciones 1, 10 Y30 somos las más fuertes del sistema. Si nos aliamos, podemos derrotar a todas las
demás juntas. Nuestro número de del~ados sobrepasa, y por mucho, u de las demás secciones
juntas. Pero no se trata de imponemos sino de
lograr el consenso. Por eso firmamos un pacto nacionU. Nuestras secciones, las fuertes, roman cada tres afios la secretaría general y las demás están representadas en otros puestos, dependiendo
de su fuerza, de su importancia. Eso es lo que llamamos democracia orientada, una democracia
que no excluye a nadie, pero a la que nosotros,
los dirigentes de las secciones poderosas, le vamos
dando forma.
Sonrieron aquellos cabrones, dejaron de contener la respiración y hasta se atrevieron a decir
que estaba muy claro, tienes que entenderlo,
Juan José, así es la cosa de sencilla!
después ~ viaje a Mérida,
definitivO, se le fueron complicando las cosas a
Ana María y Gabriel!
el pintor, auror de aquel dibujo de Babe Rutb que un día de su cumpleafiOS
~uaste, Juan José, a Pedro Armendárlz hijo,
después de que él, en tu previo cumpleafios, te
ofreciera la pelota que los peloteros del desaparecido Veracruz, pero qué tantos años antes,
autografiaran a su padre!
en la casa aquella con tanque
-ugo menos que una piscinA. o una ubt:rcadonde Ana, la Puos, la Mon, nadaban media hora todas las mañanas, amaneciendo, mientras
Gabriel, desde la orilla, con una taza de café, la
veía sumergirse, brotar y hundirse nuevamente
en aquellas aguas turbias que ni para la presunta
guerrillera -qué recuerdos, Juan José- ni para
el pinror que en aquella zona cuurosa, u margen
de su gana de elaborar fichas cinematográficas,
se aficionó a pintar desnudos, hacía (uta cambiar.
-Para nada -dlrfa Gabriel, quien no se lanzaba a nadar, presumía, porque era preferible
ahogarse en un charco de pintura siena o azul de
Prusia.
Ana María finalmente renovó el agua para el
pequeño lagarto -el lagarto en la casa, el
54
destructor- que creció, Erecuentó habitaciones y
u cabo tuvo que sufrir un mazazo fatídico en el
cráneo. La Mon lloraba!
pero no hay que culpar del todo a Rosa Pérez -cuyo nombre parece deliberadamente simplificado.
Fue esa mafiana en que abrieron los cajones
del escritorio de MacG~or, el Grillo; esa mafiana, un lunes, un martes, o tu vez un viernes después del sábado aquel de la noticia pasmosa, anonadante.
Comenzaban por entonces a escribir guiones
para la serie de televisión -por ahí se te apareció
la actriz, Juan José- y un día se presentó
MacGregor que ~ba, prisionero de inconcebibles deudas, de un viaje a París donde él y la
Rosa, cada cuántas noches, después de las
borracheras vomitaban en los puentes del Sena.
Uoraba Ana María!
'-Se fue haciendo chiquito y mandilón el
pinche Juan José -dijo Morues.
Valerio lo pensaba, fija la mirada en algún
punto de la costera, pero el Capi ya había doblado el pico. El sol iba hacia arriba y el cuor arreciaba.
-Hay que conseguir hielo -propuso Morues.
-Pues échues un telefonazo a la recepción y
que manden.
-Ojetes, hii.~ de su......
Morues ya iba camino del teléfono. Valerio,
qué tan borracho, qué tan devuelto u sentimentUismo por los ucoholes, seguía pensando en ese
pinche, pequeño y mandilón Juan José.
Hay quienes dicen que nunca exististe, Juan,
que eres mera invención. El maestro Pérez, aquel
viejo del taller eléctrico que pelaba los cables a
dentelladas, decía que eras un muchachito de
piernas largas y flacas, y que usabas, zancudo,
unos pantalones angostos que te hacían verte
chistoso. Decía que los iDgleses, allá en tiempo de
las compafiías, usaban pantuones semejantes,
pero hoy .el maestro Pérez, viejo desmemoriado,
olvidadizo, no recuerda ni a Juan José ni a los
ingleses. Ahí dicen que te invento, que le achaco
al Juan lo.que otro compañero hizo, pero yo te
recuerdo de ayudante allí en la bod~a de Seguridad. Siempre cargando libros nomás porque te
gustaba la lectura. Nacho, aquel oficinista 1000,
que los sábados se ponía guarapetas de llevarlo a
su casa, recuerda que uguna vez le dijiste que
para entender la vida no era necesario ir a la escuela, pero sí leer mucho. Yo no sé si lo hayas
dicho. Juan José, pero el Califa Candia, compañero de bod~a, bien que se acuerda de tus
libros. Le prestabas unos de versos, dice, y de allí
copiaba poemas que le llevaba a la novia, Enriqueta Marín!
había que sufrir a Juan Manuel en ese trabajo de guionistas. A MacGregor,
para que tuviera un aprendizaje intensivo -el
que nunca lograste, cuando menos en las cosas
sencillas de la vida, como el amor, pinche Juan
Manuel-le exigías trabajos lo más cercanos a la
perfección. y allí lo tenías. pegado a la máquina
de escribir, arrojando u oesro hoja tras hoja, y
llevándote a destiempo las escenas para las que
nunca te futaron peros. Y en esos días de joda,
rescritura, reproche, ambivuencia y chinga, Bosa se fue a Acapulco, por unos días, para uejarse
. de las tensiones hogareñas.
Ana María Puos lloraba!
Isidoro, el viejo de la cara camida por la viruela, te recuerda como alguien
que hablaba suaveciro, calmado, y coincide con
Pancho Pérez Sandi en que tú fuiste el ~ pleiro
con el ingeniero" y hasta sus buenos gritos le pegaste por la cuestión de los equipos. Otros afirman que ese pleito también es.invención, que no
hubo nada más que un regaño del ingeniero y se
acabó la cosa. Candia -y tengo que creerles a éstos, mandilón- .-.segura que bien que te metiste,
y yo no sé si le falle la memoria, pero sobre todo
cuando se echa sus pulques, menciona la ter-
quedad ~ ingeniero que anda6a con la idea de
mover el equipo para acá y para allá, nomás para
no verlos desocupados. Y de allí arrancó el pleito,
cabrón, cabeza de maceta. El Nacho dice que te
conoció en las luchas del 58, una vez que los
gasearon!
quién sabe qué tantas tensiones, Luis Grillo, pero volvió aquel jueves.
MacGregor había acomodado sus diccionarios,
afilado la docena de lápices de colores, y tenía al
lado el block para las notas, para las ocurrencias.
En la máquina de escribir la hoja en blanco resplandecía, lo invitaba a tirarse por la ventana de
ese tercer piso del pequeño edificio en Río de la
Loza. Allí estaba MacG~or con el pelo rubio
-la greña que según Ana Maria lo obligó a confundirse en un espejo de aquel bar en penumbra
con una rubia que obsesivamente le coqueteaba- cayéndole sobre los hombros, pensativo, pero ausente de los problemas de dos más dos son
cuatro, roles -así de gringo era este programa
educativo- sociues, flora y fauna, heroicas formas adverbiues. Pensativo pero pensando en lo
que estaría haciendo a esa hora su agreste y catastrófica Rosa, morena de verdes y vivos ojos
que u filo de las once de la mafiana se presentó.
-Necesito dinero, Luis.
Yen el puerto problemas que resolvió con préstamos que era inevitable, Luis, no hay que pasar
vergüenzas, liquidar inmediatamente. Te extrañé mucho, estoy tranquila, no sabes lo bien qW<.
sientan estas separaciQnes temporues, seguramente le darán nuevo impulso u cariño, u amor,
a la pasión que, tú sabes, Luis, nos hizo felices u
principio.
Luis, con esa docllidad que mostró siempre ante la vida Yante la muerte, preguntó cuánto. Saro la chequera. Firmó. ¿Es que uguien sabe
cuándo firma su sentencia :le muerte?!
estaba sentado en la banqueta, con la cabeza echa~ hacia atrás, pasándose un pañuelo por la nariz para limpiar la
sangre que poco a poco dejaba de escurrirle. Dice
Ignacio que llegó a pensar que Juan José era muy
débil, delicadito. Pero resultó de buena madera.
Yo lo vi ponerse los guantes y darse duro 80n Casiano, otro de los ayudantes de la bod~a. Y no
sangró ni nada, pero vayan a saber qué tienen
esos gases lacrimógenos.
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