CAPÍTULO 1. Evolución del concepto de glaucoma CAPÍTULO 1.2 Evolución del concepto de glaucoma y su tratamiento Julián García Sánchez, Francisco M. Honrubia López No es posible definir de forma clara el Glaucoma, fundamentalmente porque en el fondo no se trata de una entidad única, sin embargo parece que en los últimos años si se ha llegado al consenso en el sentido de que la presión intraocular que en el pasado se consideraba prácticamente como la causa única, ha pasado a ser considerada como un simple factor de riesgo, aunque no podemos negar que, al menos por el momento a la hora del tratamiento, tenemos que admitir que únicamente se han logrado resultados eficaces indudables cuando logramos reducir la cifra de la presión hasta los límites tolerados por el nervio óptico, lo que se ha venido a llamar presión diana. Una definición tan buena como otra cualquiera podría ser: Neuropatía óptica de causas multifactoriales que, de algún modo, parece estar relacionada con la presión intraocular que es el principal factor de riesgo. Partiendo de esta definición, o de cualquier otra similar, lo cierto es que la prevalencia del glaucoma se estima muy similar en todo el mundo, según el metaanálisis publicado por Quigley en 1997, la prevalencia sería de 1,55% en población de mas de 40 años y la incidencia estimada a partir de este metaanálisis sería de 0,06% pacientes/año a la edad de 55 años y 0,2% pacientes/año a los 75 años. Entre nosotros Antón en Segovia encuentra una prevalencia de 2,1%. Estos números dan idea de la envergadura del problema como causa líder de ceguera irreversible en el mundo. El próximo año (1914) celebraremos el centenario del descubrimiento de la Gonioscopia por Salzmann, que posiblemente pasará tan desapercibido como el propio descubrimiento que apenas despertó el interés de los Oftalmólogos y, me atrevería afirmar que un siglo después, todavía son muy numerosos los especialistas que son capaces de iniciar un tratamiento sin haber realizado esta exploración básica para, al menos intentar determinar si nos encontramos ante un auténtico Glaucoma crónico de ángulo abierto o por el contrario estamos ante cualquier otra forma de Glaucoma que, aun siendo de ángulo abierto, ocasionalmente podría hacernos modificar nuestra indicación terapéutica inicial, por el simple hecho de detectar, una recesión angular, neovascularización, sinequias o cualquier otro indicio de anomalía angular que nos puede hacer pensar, o bien en algún tipo de Glaucoma secundario, una forma tardía de un Glaucoma congénito o infantil, o lo que sería peor que fuese realmente un Glaucoma por cierre angular crónico erróneamente diagnosticado. Otro tanto sucede con la separación entre la normalidad y el Glaucoma, tanto en lo que podríamos denominar el límite inferior, es decir en donde está la línea divisoria entre el GPAA y el Glaucoma de baja tensión o normotensional, y el límite superior que lo separa del hipertenso ocular. En muchos casos, etiquetamos erróneamente de Glaucoma, procesos vasculares que afectan al nervio óptico, en el pasado, numerosas neuropatías isquémicas e incluso tumores hipofisarios fueron falsamente diagnosticadas de Glaucoma, actualmente cuando creemos que nuestros sofisticados instrumentos son capaces de diagnosticar, confundimos a menudo megalopapilas con Glaucoma normotensional, olvidando que el instrumento carece de cerebro y al no pensar, es incapaz de valorar esos matices, que con un poco de sentido común y algo 19 Diagnóstico y tratamiento del glaucoma de ángulo abierto de conocimiento, nosotros, incluso sin su ayuda, deberíamos de ser capaces de diferenciar. El difícil reto de separar Hipertensos de Glaucomatosos ha permitido desarrollar extraordinariamente nuestra capacidad de diagnóstico precoz, pero una vez más nos encontramos con muchos pacientes no Glaucomatosos que llevan años sometidos a un tratamiento que, en ocasiones ni siquiera toleran bien y que en muchos su justificación y utilidad es más que dudosa. Aunque el Glaucoma se conoce desde antiguo, la primera vez que se le asocia al incremento de la presión ocular es en el «Traité des maladies des yeux» de Antoine-Pierre Demours publicado en París en 1818, en donde señala que «le globe devient dur au toucher». El descubrimiento del Oftalmoscopio, permitió a Jacobson en 1853 describir la excavación glaucomatosa, que en aquella época supuso quizá, el ser capaces de separar definitivamente la ceguera por glaucoma de cualquier otra causa, que von Graefe define en 1857 como «amaurosis con excavación del nervio óptico» y Donders en 1862 completa la descripción denominando Glaucoma simple al proceso incapacitante que cursa con incremento de la presión ocular, sin ningún signo inflamatorio. Aún tienen que transcurrir algunos años hasta que se pueda diferenciar entre ángulo abierto y cerrado pues hasta que Salzmann en 1914 desarrolla la Gonioscopia esa distinción no era posible, aunque si había descripciones basadas en la profundidad de la cámara anterior, en las que se hipotetizaba sobre el mecanismo. Aquí es preciso hacer un inciso, los conocimientos aportados por Knies (1876), Weber (1877) y Smith (1878), apuntaban a que era en esa zona del ángulo en donde se producía el bloqueo del humor acuoso, hasta el punto que de Vincentis en 1891, intenta abrir el conducto de Schlemm descrito en 1831, para comunicarlo a la cámara anterior; desafortunadamente, lo hacía totalmente a ciegas, sin conocer bien la anatomía angular y sin instrumentación adecuada (ni gonioscopio ni microscopio quirúrgico), si bien la Trabeculotomía, superados estos inconvenientes y contando con la instrumentación perfeccionada, tanto ab interno como ab externo, también fracasó 70 años después (1). Aunque pensemos que en pleno siglo XXI, es totalmente ridículo preocuparnos por el punto exacto de la resistencia a la salida del humor acuoso, por ser un tema suficientemente aclarado en el pasado, la realidad es que seguimos sabiendo muy poco al respecto. Si aceptamos que la EPNP controla la presión por el mecanismo que teóricamente se le atribuye, sería cierta la teoría de Krasnov que en 1953 preconizaba la «externalización del conducto de Schlemm» como técnica quirúrgica etiológica, al afirmar que la resistencia se situaba más allá de este conducto, entre su pared externa y las venas epiesclerales. Sin embargo, si suponemos que la resistencia se sitúa en la pared interna, o bien la no perforante no actúa como suponemos o lo que realmente soluciona es el colapso del conducto de Schlemm que impediría el tránsito normal del acuoso lo que confirmaría la hipótesis de Nesterov de 1969 que defiende que la resistencia aumenta simplemente porque la pared interna se hernia sobre la pared externa, adosándose a ella. En esta suposición se basan los procedimientos que buscan expandir el conducto, inyectando viscoelástico, colocando un implante intracanalicular, o introduciendo un hilo circular anudado para tensar la pared interna. Si bien este mecanismo es posible, como se ha comprobado experimentalmente, no parece ser aplicable al GPAA, pues la aposición de la pared interna sobre la externa se produce únicamente con elevaciones de presión ocular más allá de 50 mmHg. El fracaso de la Trabeculotomía en la década de los 60, no justifica por si misma que la resistencia no se produzca en la pared interna del conducto, pues a pesar de ser una cirugía muy traumática, el resultado era favorable inicialmente hasta que la cicatrización invalidaba a medio plazo la mejora del flujo obtenida. Como vemos, a la vista de los resultados de las distintas técnicas quirúrgicas que actualmente se consideran en vigor, siguen siendo igualmente válidas las teorías que suponen que la resistencia se sitúa en la pared interna como más allá del conducto y las que abogan por el simple colapso del mismo, quizá porque, salvo excepciones, el mecanismo real de los procedimientos quirúrgicos dista mucho de acercarse 20 1.2. Evolución del concepto de glaucoma y su tratamiento al hipotético pues, como hemos podido comprobar en muchos casos con ayuda de la BMU, en un mismo procedimiento pueden ser varios los mecanismos implicados y, ocasionalmente coexisten en el tiempo y/o varían en función de la propia evolución postoperatoria; en la mayoría de los casos con independencia de lo que el cirujano haya pretendido realizar durante el acto quirúrgico para intentar potenciar una vía concreta. La vía uveoescleral, ha sido muy poco considerada como solución en el pasado, pues aunque en 1905 Heine ideó la ciclodiálisis como medio de crear una vía de filtración interna hacia los espacios supracoroideos, no tuvo el éxito esperado, pues la realización de la técnica con los medios de la época, suponía un elevado índice de complicaciones, con riesgo de ptisis y graves hemorragias intraoculares. Esta vía fue reconsiderada en época reciente por Simón con la introducción de su primer modelo de Gold Shunt y la aparición en los últimos años de implantes que se aplican desde la cámara anterior a través de microincisiones, con bajo riesgo de complicaciones. El tratamiento médico tiene también una ya larga historia. La Pilocarpina que inicia su andadura con Adolf Weber en 1876, fue cediendo el paso a nuevos fármacos, aunque únicamente en las dos últimas décadas se han producido verdaderos avances en terapéutica médica, sin embargo, en el capítulo de los parasimpaticomiméticos, todos los intentos de sustituirla terminaron en fracaso y se mantiene como único superviviente pues a pesar de que el DFP, el Fosfoline y el Tonilén tenían la ventaja de permitir aplicaciones incluso cada 48 horas, los efectos adversos, tanto locales como generales los relegaron al olvido y creo que hoy ningún Oftalmólogo en activo los recuerda. Muchos de nosotros tendríamos que recordar que existe, pues además de seguir en vigor su indicación cuando estamos ante un ángulo estrecho o un cierre angular, recientemente ha sido reivindicada como solución para los picos tensionales nocturnos en el manejo del Glaucoma crónico de ángulo abierto. Aunque la acción hipotensora de los simpáticométicos se conoce desde Darier en 1894 y fue usada clínicamente por Hamburger en 1923, los escasos cocimientos de la Gonioscopia hizo que fuese temida por los oftalmólogos hasta que en 1954 Weekers, Prujot y Gustin reintroducen la Epinefrina a concentraciones del 0,5 al 2%. No tuvo éxito en esta ocasión por la frecuente aparición de reacciones de hipersensibilidad, maculopatía irreversible en los afáquicos, etc, problemas que se han ido solucionando, al menos en parte, con la aparición de los alfa-2 agonistas en estos últimos años. En 1954, Becker da un importante paso con la introducción de la acetazolamida, que como la Pilocarpina, aún sigue siendo utilizada de forma habitual en nuestra práctica diaria pues permite solucionar puntualmente picos tensionales, tanto en ataques de glaucoma agudo como en postoperatorios de diversos tipos de cirugía, aunque excepcionalmente la vamos a utilizar como tratamiento crónico en un GPAA. En 1995, se conocieron los primeros resultados de los inhibidores tópicos de la anhidrasa carbónica que si bien evitan los efectos adversos de la acetazolamida, no tiene el efecto hipotensor equivalente, aunque son útiles principalmente en asociación con otros principios activos. El otro hito importante fue la aparición de los betabloqueantes en 1978; en su momento supusieron una verdadera revolución, la perfecta tolerancia frente a los negativos efectos secundarios locales de los mióticos y la epinefrina que hacían casi imposible encontrar un paciente que fuese capaz de mantener el tratamiento de forma adecuada. Desafortunadamente fueron surgiendo efectos adversos generales, pero en términos generales, salvo esas excepciones, el resto de los pacientes, agradecieron extraordinariamente la aparición de estos nuevos agentes terapéuticos antiglaucomatosos. Sin duda la estrella del final del siglo XX en cuanto al tratamiento médico antiglaucomatoso fue la aparición de los prostanoides, hacia 1993 se conocieron los primeros resultados sobre la presión intraocular en ojo humano. El latanoprost supuso por una parte, minimizar los efectos adversos generales de los betabloqueantes y como valor añadido, lograr una dosificación mucho más cómoda lo que supuso una eviden21 Diagnóstico y tratamiento del glaucoma de ángulo abierto te mejoría en el cumplimiento por parte de los pacientes, aunque, tampoco están totalmente exentos de afectos secundarios si bien en la mayoría de los casos son casi exclusivamente locales y tienen lógicamente sus propias contraindicaciones. Completan el panorama del cambio de milenio los inhibidores tópicos de la anhidrasa carbónica (INTAC) y los Alfa-2 Agonistas, que unidos a los anteriormente citados abren un gran abanico de posibilidades terapéuticas que han supuesto en estas dos últimas décadas, la reducción de la cirugía en un 50%, según la mayoría de las publicaciones que se han venido ocupando del tema en el transcurso de los últimos años. Y, con todas estas armas «tan eficaces», ¿Cómo es posible que el glaucoma siga siendo la primera causa de ceguera REAL irreversible en el mundo? ¿Qué estamos haciendo mal? No tenemos la respuesta pero... ¿estamos dedicando suficiente tiempo y esfuerzo a la divulgación de la enfermedad? Orgullosos como estamos de nuestros «avances y logros», ¿no nos estaremos olvidando de aquello de …¡más vale prevenir!, si…, es cierto que cada vez somos capaces de diagnosticar más precozmente, incluso varios años antes de que exista una repercusión funcional detectable pero esas pruebas sofisticadas solamente se las podemos realizar a los que acuden a buscarnos. ¿No sería más útil que todo el gasto publicitario para convencer a la gente de que el tener que utilizar gafas, especialmente para leer, es una especie de maldición Bíblica de la que nos podemos librar con una simple operación con el fentosegundo, se destinase a convencer a esas mismas personas de la conveniencia de hacer revisiones anuales para evitar la «verdadera maldición Bíblica que es la CEGUERA con Mayúsculas», que no se cura con un objeto tan antiguo y obsoleto como unas simples gafas? (2,3). Cada cual con su conciencia. BIBLIOGRAFÍA 1. García Sánchez J. Tratamiento del Glaucoma. Madrid. Talleres Gráficos Vda. De Bermejo 1979. 2. Honrubia FM, García Sánchez J, Pastor JC. Diagnóstico precoz del Glaucoma. Zaragoza. Talleres gráficos Edelvives 1997. 3. García Sánchez J, Honrubia López F. Actualización en el Tratamiento del Glaucoma. Madrid. Mac Line 2003. 22