Untitled - Foro Jovellanos

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ISBN: 978-84-933191-6-8
D.L.: AS-2.861-2007
© de la presente edición: Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias
© de los textos: Marta Friera Álvarez
© de las fotografías: Instituciones, museos y particulares que se indican en cada una de
ellas
Imprime: Gráficas Covadonga
Índice
Prólogo.........................................................................................................
Saluda ..........................................................................................................
9
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1. INTRODUCCIÓN...............................................................................
1. 1. Estado de la cuestión y objeto del trabajo ...............................
1. 2. Las fuentes documentales ...........................................................
13
13
20
2. LA PROPUESTA..................................................................................
2. 1. El reformismo ilustrado...............................................................
2. 2. La reforma agraria........................................................................
2. 2. 1. Los expedientes sobre la ley de amortización
y la ley agraria ...................................................................
2. 2. 2. Una alternativa a la doctrina campomanista:
La propiedad libre ..............................................................
2. 3. La reforma fiscal y la crisis hacendística ..................................
2. 3. 1. Las rentas y bienes de la Iglesia.........................................
2. 3. 2. Los fondos para la amortización de la deuda pública ........
2. 3. 3. La propuesta de Bernabé Portillo........................................
2. 3. 4. El impulso de Godoy
y el trabajo de Sempere y Guarinos...................................
2. 3. 5. Los ministros Saavedra y Jovellanos .................................
27
29
35
37
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52
54
65
71
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84
3. LA NORMATIVA ................................................................................ 97
3. 1. La normativa desamortizadora (1798, 1805 y 1807)................ 97
3. 1. 1. La real cédula de 25 de septiembre de 1798....................... 97
3. 1. 2. Las reales cédulas de 15 de octubre de 1805
y 21 de febrero de 1807 ...................................................... 105
6
3. 1. 3. La extensión de la normativa
desamortizadora a las Indias .............................................
3. 2. La normativa de desarrollo.........................................................
3. 2. 1. Las subastas de los bienes de las fundaciones ...................
3. 2. 2. Las subastas de los bienes eclesiásticos..............................
3. 3. La redención de censos y la normativa desvinculadora ........
115
117
118
129
134
4. LA EJECUCIÓN...................................................................................
4. 1. Los órganos de dirección y ejecución........................................
4. 1. 1. La Administración central.................................................
4. 1. 2. La Administración provincial y local ................................
4. 2. Apuntes sobre las ventas.............................................................
4. 2. 1. Las dificultades ..................................................................
4. 2. 2. La oposición .......................................................................
4. 2. 3. Algunas conclusiones ........................................................
141
141
141
155
165
165
173
182
5. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO..................................
5. 1. El “fracaso”: Bancarrota, oposición y suspensión
de la desamortización ..................................................................
5. 1. 1. De la desamortización a la caída de Carlos IV..................
5. 1. 2. La suspensión de la desamortización
por la Junta Central...........................................................
5. 2. El “triunfo”: El difícil camino hacia la desamortización
eclesiástica liberal .........................................................................
5. 2. 1. El primer Liberalismo (1808-1814)...................................
5. 2. 2. La oposición a la desamortización liberal ..........................
5. 2. 3. El segundo reinado de Fernando VII (1814-1820):
La derogación de la desamortización liberal
y el mantenimiento de la
desamortización de Carlos IV............................................
5. 2. 4. El paréntesis del Trienio Liberal (1820-1823)...................
5. 2. 5. El tercer reinado de Fernando VII (1823-1833)
y la nueva suspensión de la desamortización
de Carlos IV .......................................................................
5. 2. 6. De Mendizábal a Madoz:
La desamortización definitiva............................................
189
189
189
201
214
214
226
233
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249
253
7
Abreviaturas............................................................................................... 263
FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS .......................
1. Fuentes documentales .........................................................................
2. Normativa..............................................................................................
3. Doctrina .................................................................................................
4. Bibliografía ............................................................................................
265
265
265
267
271
APÉNDICES DOCUMENTALES .......................................................... 285
1. LA PROPUESTA..................................................................................
1.1. Informe de Pedro Varela y Ulloa (27 de marzo de 1797) .......
1.2. Memoria de Bernabé Portillo (4 de agosto de 1794) ...............
1.3. Proyecto sobre patronatos y obras pías
de Juan Sempere y Guarinos (noviembre de 1797).................
1.4. Cartas de Gaspar Melchor de Jovellanos
a Francisco Saavedra (noviembre de 1797) ..............................
1.5. Informe de Miguel Cayetano Soler (1798)................................
285
285
298
309
325
328
2. LA NORMATIVA ................................................................................ 335
2. 1. Real Cédula de 25 de septiembre de 1798 ................................ 335
2. 2. Formulario de escritura de imposición
(Instrucción de 16 de enero de 1800) ......................................... 337
3. LA EJECUCIÓN................................................................................... 338
3. 1. Lista de los comisionados de la Comisión Gubernativa
de Consolidación en las capitales de provincia (1803) ........... 338
3. 2. Representación de Pedro Canel Acevedo sobre
la oposición de las ventas en Asturias
(Coaña, Asturias, 29 de junio de 1800)...................................... 340
4. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO.................................. 341
4. 1. Real Cédula de 18 de noviembre de 1808 por la que se
suspende la venta de bienes de capellanías, obras pías
y comunidades religiosas y otras de esta especie
en virtud de bulas y providencias del anterior Gobierno...... 341
8
4. 2. Memoria presentada al Consejo Supremo de Regencia
sobre las bases del Crédito Público, de José Canga
Argüelles (Cádiz, 6 de marzo de 1811) ..................................... 343
ICONOGRAFÍA
1. Carlos III, Antón Rafael Mengs,
C. 1761, Museo del Prado, Madrid
2. Retrato de Pedro Rodríguez de Campomanes, Francisco Bayeu,
1777, Real Academia de la Historia, Madrid
3. Pablo de Olavide, colección particular Pablo Olavide, Madrid
4. El motín de Esquilache, Francisco de Goya, C. 1766-1767,
colección privada, París
5. Carlos IV, Francisco de Goya, 1789,
Museo de Zaragoza
6. Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco de Goya, 1798,
Museo del Prado, Madrid
7. Retrato del conde de Floridablanca, Francisco de Goya,
1783, Banco de España, Madrid
8. Manuel de Godoy, duque de Alcudia, príncipe de la paz, Francisco
de Goya, 1801, Real Academia de San Fernando, Madrid
9. Portrait of Don Francisco de Saavedra, Francisco de Goya,
Courtauld Institute of Art Gallery, Londres
10. Don Antonio Noriega, Francisco de Goya, 1801,
The National Gallery of Art, Washington
11. El motín de Aranjuez, Patrimonio Nacional, Madrid
12. Fernando VII con manto real, Francisco de Goya, 1814,
Museo del Prado, Madrid
13. José Canga Argüelles, Vicente Arbiol, Real Instituto
de Estudios Asturianos, Oviedo
14. Retrato de Juan Álvarez Mendizábal, Antonio María Esquivel,
1842, Casón del Buen Retiro, Museo del Prado, Madrid
15. Pascual Madoz Ibáñez, José Nin y Tudó, 1873,
Congreso de los Diputados, Madrid
16. Retrato de Álvaro Flórez Estrada, Álvaro Flórez Estrada Cornejo,
1823, Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo
Prólogo
L
a Fundación Foro Jovellanos publica un nuevo trabajo de
investigación para dar a conocer la vida y la obra de Jovellanos y su entorno. Se trata de un estudio que en su día obtuviera el Premio de Investigación que nuestra Fundación viene convocando anualmente, con ya ocho ediciones, bajo los auspicios primero de Esmena y en la actualidad de Ideas en Metal. El acta del
jurado dice así:
En Gijón a 4 de julio de 2006 se reúne el Jurado que ha de conceder el VI Premio Internacional de Investigación de la Fundación Foro
Jovellanos, promovido por la empresa Ideas en Metal. Dicho jurado está
formado por
PRESIDENTE: Jesús Menéndez Peláez
VOCALES:
D. Mariano Abad Fernández
D. Rafael Anes Álvarez de Castrillón
D. Ramón Alvargonzález
Dña. Teresa Caso Machicado
D. José Mª Martínez Cachero
SECRETARIO: D. Moisés Llordén Millambres
Después de las oportunas deliberaciones acuerda por unanimidad
el jurado otorgar dicho premio al trabajo titulado «LA PRIMERA DES-
10
AMORTIZACIÓN DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA EN EL
TRÁNSITO DEL ANTIGUO RÉGIMEN AL LIBERALISMO (17981855)», firmado bajo el seudónimo de ‘Bernabé Portillo’ [abierta la plica
correspondiente ante los medios de comunicación se conoció la
identidad de su autora: Doña Marta Friera, profesota de la Universidad de Oviedo].
El jurado considera que este trabajo es una valiosa aportación para
conocer la génesis de uno de los acontecimientos más importantes de la
España moderna como lo fue la desamortización eclesiástica, que si bien
tiene en Mendizábal la expresión más genuina, sus orígenes inmediatos se
gestan a lo largo del siglo XVIII y de manera particular en la política de Carlos IV. Es un tema íntimamente relacionado con Jovellanos teniendo en
cuenta que Jovellanos trató este problema de manera muy directa y exhaustiva en su Ley Agraria, publicada en 1795, y la normativa de desamortización es de 1798. Por tanto, se considera a Jovellanos como el autor intelectual y el apoyo ideológico de la primera desamortización eclesiástica. La
autora analiza asimismo las vicisitudes que tuvo esta disposición desde 1798
hasta 1855, fecha en que culmina este proceso. Con este trabajo conocemos
mejor el entorno en el que se movió Jovellanos y en el que se enmarca alguna de sus obras como el Informe sobre la Ley Agraria.
La publicación de esta obra ha sido debida a Caja Rural de
Asturias y de manera muy especial al entusiasmo de su presidente Román Suárez Blanco. Con ello la Fundación Foro Jovellanos
añade un nuevo patrocinador a una ya larga lista de entidades que
pretenden dar a conocer la vida, la obra y el entorno en que vivió
uno de los referentes más importantes no solo de la historia de
Asturias sino también en la historia de España. Nuestra Fundación
continuará siendo fiel a los objetivos con que la conformaron sus
fundadores.
Jesús Menéndez Peláez
Presidente de la Fundación Foro Jovellanos
Saluda
S
e publica este libro cuando, recién celebradas unas elecciones
municipales, con la atención suspensa por un anuncio de reanudación de hostilidades que acaba de hacer ETA, cualquier español
medio, de estos que se ha dado en llamar de a pie, entre los que me
cuento y considero, advierte que dos siglos después de las Cortes
de Cádiz, sigue este país empecinado en el absolutismo que aún
resulta más desconcertante cuando se advierte que es un territorio
con una sociedad siempre partida por gala en dos, cualesquiera
que sean las siglas bajo que se cobijen sus miembros: los que han
llegado ya a la conclusión de que estamos ante la imperiosa necesidad de hacer bocetos de una nueva sociedad capaz de asumir las
responsabilidades dimanantes de la libertad y los empeñados en
mantener esquemas artificiales que dispensen a los individuos de
responsabilizarse de unas decisiones que les conciernen y han de
adoptar sin la falsilla de directrices ajenas.
Casi dos siglos después, Jovellanos continúa siendo una de
las personalidades más notables de la modernidad nacional. Mentira parece que en su época haya sido capaz de ver la nuestra con
claridad tan notable y de prepararla en los esquemas político económico y político social que se deducen de los diferentes estudios,
ensayos, informes y discursos. Tal vez sea esa una de las razones
que justifican que todavía hoy mismo resulte tan interesante continuar ahondando en la personalidad de Jovellanos a través del estudio y el comentario de cada una de las huellas escritas que nos dejó
de su extraordinaria clarividencia.
12
Es por ello para mí un verdadero privilegio que se haya posibilitado a la entidad crediticia que presido, a la CAJA RURAL DE ASTURIAS,
participar en el homenaje a tan insigne estudioso de una realidad
social en que además intervino personalmente, con efectivo riesgo de
su seguridad y de su libertad personal que constituye la publicación
de sus obras y de los comentarios que merecen de los estudiosos, deslumbrados por la cantidad y la calidad de las conclusiones que todavía pueden obtenerse de quien hace tanto tiempo ya advertía muchas
de las patologías sociales de un grupo como el nuestro, tan propicio a
la vez al entusiasmo como a la radicalización y la equivocada convicción de que enemigos o contradictores pueden y hasta deben ser
anunlados o incluso exterminados so pretexto de que son los malos.
Mantener vivo el espíritu de las convicciones de Jovellanos,
su modo de exponerlas y defenderlas sabiendo que al mismo tiempo propiciarían soluciones para el común de las gentes de su tiempo, pero a la vez la necesidad de irlas renovando para mantener
viva la modernidad y en constante evolución el progreso cultural
hacia un tiempo inagotablemente nuevo, es todavía hoy cuestión
pendiente y permanente valor, que deriva su vigencia del hecho de
que Jovellanos mantenía, en época de verdades y autoridades
absolutas la relatividad liberal de que todo será siempre mejorable
hasta el fin de los tiempos.
Por eso es Jovellanos una de las personalidades históricas que
además de mantener su nombre en nuestra historia común, lo consigue con la singular frescura de un ideario útil para cualquier tiempo.
No se detengan más, sin embargo, en unas palabras que no
merecen más atención que las del agradecimiento que quieren
expresar a don Jesús Menéndez Peláez, su presidente y a la FUNDACIÓN FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS, por habernos
dado ocasión de colaborar en la publicación del interesante libro
que tienen en sus manos, con que la ilustre profesora de la Universidad de Oviedo Dra. doña Marta Friera Álvarez mereció y obtuvo
el VIII Premio Internacional de Investigación convocado por dicha
Fundación en el año 2005.
Román Suárez Blanco
1. INTRODUCCIÓN
1.1. Estado de la cuestión y objeto del trabajo
Desde que Richard Herr diera a conocer la importancia de la
desamortización eclesiástica llevada a cabo durante el reinado de
Carlos IV,1 los estudios sobre el proceso desamortizador tuvieron
que ampliar su ámbito temporal.2 De esta forma se tomó un nuevo
punto de partida para adelantar el fin del Antiguo Régimen o, si se
prefiere, el tránsito entre dicho período histórico, que culmina con
la Ilustración, y la nueva Edad Contemporánea y liberal.
Bajo esta denominación general, evitamos las disputas sobre la conveniencia de sustituir la tradicional «desamortización de Godoy» por la «desamortización de Soler».
2
HERR, Richard, España y la revolución del siglo XVIII, Aguilar, Madrid,
1975; «Hacia el derrumbe del Antiguo Régimen: crisis fiscal y desamortización
bajo Carlos IV», en Moneda y Crédito, 118, 1971, pp. 37-100; «El significado de la
desamortización en España», en Moneda y Crédito, 131, diciembre, 1974, pp. 55-94;
«La vente des propriétés de mainmorte en Espagne, 1798-1808», en Annales. Économies. Sociétés. Civilisations, 1, janvier-fébrier, 1974, pp. 215-228; «El experimento
de los vales reales (1780 a 1808)», en Dinero y crédito (siglos XVI al XIX), Actas del
primer coloquio internacional de Historia económica (Madrid-Villalba-Segovia,
21, 22 y 23 de marzo de 1977), Madrid, 1978, pp. 115-124; «Fincas dispersas, cotos
redondos y cambio económico en España», en Revista de Historia económica, año 1,
primavera-verano, 1983, 1, pp. 59-77; «Hidalguía y desamortización bajo Carlos
IV», en Desamortización y Hacienda Pública, 2, Secretaría General Técnica del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación e Instituto de Estudios Fiscales del
Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1986, pp. 463-478; La Hacienda real y
los cambios rurales en la España del Antiguo Régimen, Instituto de Estudios Fiscales,
Madrid, 1991.
1
14
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Dentro de la llamada Historia total podemos enmarcar las
distintas líneas de investigación seguidas desde la Historia general, política, jurídica, económica y social. Sin duda, han sido los
historiadores de la economía los que han abordado el tema en
mayor profundidad. La Historia cuantitativa, aunque abrumadora por la cantidad de datos aportados, se ha convertido en fundamental para la comprensión de la realidad desamortizadora, a
través de sus respuestas a las preguntas de qué, cuánto, por quién
y a quién se vendieron las propiedades eclesiásticas desamortizadas, tarea muy a propósito para estudios de ámbito local, provincial y regional, que deben compararse para llegar a su evaluación
global.
Tampoco debe olvidarse, para el tema concreto que nos
ocupa, la labor más específica llevada a cabo por los historiadores
que se han especializado en la beneficencia, porque la venta aprobada en 1798 de los bienes de «hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos, cofradías, obras pías y patronatos de legos» aceleró los primeros pasos hacia la conversión de
la materia en un asunto público, hasta entonces de carácter fundamentalmente privado y eclesiástico.3
Así pues, los estudios sobre la desamortización eclesiástica toman como origen de dicho proceso histórico la normativa de
1798 (desamortización de los bienes raíces de fundaciones benéficas y piadosas) y de 1805 y 1807 (desamortización de parte de
los bienes raíces puramente eclesiásticos). No obstante, buena
parte de los trabajos no profundizan en su estudio y, aunque
3
Vid.: De la beneficencia al bienestar social: cuatro siglos de acción social, Seminario de Historia de la Acción Social, Consejo General de Colegios Oficiales de
Diplomados del Trabajo y Asistentes Sociales, Siglo XXI, Madrid, 1986; MAZA
ZORRILLA, Elena, Pobreza y asistencia social en España, siglos XVI al XX. Aproximación histórica, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1987; CARASA SOTO, Pedro,
Pauperismo y revolución burguesa. Burgos (1750-1900), Universidad de Valladolid,
Valladolid, 1987; Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, Junta de Castilla y León, Valladolid 1988; Historia de la beneficencia en Castilla y León. Poder y
pobreza en la sociedad castellana, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1991.
1. Introducción
15
admiten su importancia, repiten las conclusiones de Herr.4 Algunos ni siquiera la tratan como tal origen, sino que la incluyen en
los precedentes de desamortizaciones eclesiásticas llevadas a
cabo durante el Antiguo Régimen, fundamentalmente en el reina-
4
Entre la casi inabarcable bibliografía existente sobre la desamortización,
incluida la llevada a cabo en época de Carlos IV, aunque no se trate ni en profundidad, ni siquiera como parte del proceso desamortizador, hemos seleccionado la
siguiente: ANTEQUERA, José María, La desamortización eclesiástica considerada en
sus diferentes aspectos y relaciones, reimpr. facsímil (Imprenta de A. Pérez Dubrull,
Madrid, 1885), Analecta editorial, Pamplona, 2003; PORRES MARTÍN-CLETO,
Julio, La desamortización del siglo XIX en Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, Diputación Provincial, Toledo, 1966; SIMÓN SEGURA,
Francisco, «La desamortización de Mendizábal en la provincia de Barcelona», en
Moneda y Crédito, 98, septiembre de 1966, pp. 121-141; Contribución al estudio de la
desamortización en España. La desamortización de Mendizábal en la provincia de Madrid,
Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1969; Contribución al estudio de la desamortización en España. La desamortización de Mendizábal en la provincia de Gerona, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1969; y La desamortización española del siglo XIX,
Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1973; MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra, Universidad de Navarra, Pamplona, 1972, y
Desamortización, fueros y pronunciamientos en Álava en el siglo XIX, Diputación foral
de Álava, Vitoria, 1975; MERINO NAVARRO, José P., La desamortización en Extremadura, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1976; OJEDA QUINTANA,
José Juan, La desamortización en Canarias (1836 y 1855), Centro de Investigación
Económica y Social de la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, Las Palmas de
Gran Canaria, 1977; BRINES BLASCO, Joan, La desamortización eclesiástica en el país
valenciano durante el Trienio Constitucional, Universidad de Valencia, Valencia, 1978;
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Vicente, La desamortización de Mendizábal en La Sagra,
Toledo, 1981; HERNÁNDEZ MARCO, José Luis, Propiedad de la tierra y cambio
social en un municipio fronterizo: Villena (1750-1888), Caja de Ahorros Provincial,
Alicante, 1983; RUEDA HERNANZ, Germán, La desamortización de Mendizábal y
Espartero en España, Cátedra, Madrid, 1986, y La desamortización en España: un
balance (1766-1924), Cuadernos de Historia, 38, Arco Libros, Madrid, 1997; GAY
ARMENTEROS, Juan C., GONZÁLEZ DE MOLINA NAVARRO, Manuel, y
GÓMEZ OLIVER, Miguel, «Aspectos sobre la desamortización en Andalucía
oriental», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 207-235; VILLARES,
Ramón, Desamortización y réxime de propiedade, A nostra terra, Vigo, 1994; BELLO,
Josefina, Frailes, intendentes y política. Los bienes nacionales, 1835-1850, Taurus,
Madrid, 1997; MARTÍ GILABERT, Francisco, La desamortización española, Rialp,
Madrid, 2003.
16
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
do de Felipe II.5 La excluyen, así, del concepto de desamortización como transformación no solo de la titularidad de la propiedad de la tierra, sino también de su régimen jurídico, definición
propuesta de forma clara por Tomás y Valiente, que estudia un
«proceso unitario, diverso y discontinuo».6
Contamos con obras que analizan, en general, el proceso desamortizador, de forma parcial o completa.7 Y también con monogra-
Sobre tales desamortizaciones vid. MOXÓ, Salvador de, «La desamortización eclesiástica del siglo XVI», en A.H.D.E., 31, 1961, pp. 327-361.
6
TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político de la desamortización en España», en Obras completas, 1, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, pp. 547-634; «Gobierno e Instituciones en la España del Antiguo Régimen (Campomanes y los preliminares de la desamortización eclesiástica)», en Obras completas, 2, op. cit., pp. 1.801-1.823; «Recientes investigaciones
sobre la desamortización: intento de síntesis», en Obras completas, 4, op. cit., pp.
3.187-3.238; «Problemas metodológicos en el estudio de la desamortización en
España: el empleo de las fuentes jurídicas», en Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.2553.261; «El proceso desamortizador de las tierras de España», en Obras completas, 4,
op. cit., pp. 3.381-3.396; «La obra legislativa y el desmantelamiento del Antiguo
Régimen», en Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.539-3.588; «Desamortización y
Hacienda Pública. Reflexiones: entre el balance, la crítica y las sugerencias», en
Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.875-3.895.
7
Los siguientes trabajos estudian con cierta profundidad la desamortización de Carlos IV dentro del proceso desamortizador del siglo XIX: CRUZ VILLALÓN, Josefina, Propiedad y uso de la tierra en la Baja Andalucía. Carmona, siglos XVIIIXX, Servicio de Publicaciones Agrarias del Ministerio de Agricultura, Madrid,
1980; FONTANA, Josep, «La desamortización de Mendizábal y sus antecedentes»,
en Historia agraria de la España contemporánea. I. Cambio social y nuevas formas de propiedad (1800-1850), Crítica (Grijalbo), Barcelona, 1985, pp. 219-244; CORDERO
TORRÓN, Xosé, «La redención foral en la provincia de La Coruña ante el proceso desamortizador», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 191-206;
LÓPEZ GARCÍA, José Miguel, «Patrimonios y rentas del clero regular vallisoletano a la luz de los informes de desamortización (1835-1842). El caso de la Real Cartuja de Nuestra Señora de Amiago», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op.
cit., pp. 403-425; NIEVES CARRASCOSA, Juan E., La desvinculación de la propiedad
de la comarca de Jaén durante la primera mitad del siglo XIX, 1798-1845, Ayuntamiento de Jaén, Jaén, 1991; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón. El
clero regular entre la expansión y la crisis (1709-1835), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1993; SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, La desamortización en
5
1. Introducción
17
fías sobre su primera formulación, entre las que destacan los fundamentales y generales trabajos de Herr y las líneas de investigación
emprendidas por Merino Navarro, Hera, Martínez de Codes y Lecuona Prats.8 El resto de autores se han centrado en ámbitos locales, provinciales o regionales, con el ejemplo dado, de nuevo, por Herr para
Salamanca y Jaén.9 Así, Campoy para Toledo,10 Carasa Soto para Burgos,11 Cuartas Rivero también para Burgos y Asturias,12 Marcos Mar-
Cantabria durante el siglo XIX (1800-1889), Torrelavega, 1994; MARTÍNEZ DE
CODES, Rosa María, «Transformaciones del Derecho de propiedad a través de la
legislación desamortizadora. Los casos de España y México», en Derecho y Administración pública en las Indias hispánicas, II, Actas del XII Congreso Internacional de
Historia del Derecho Indiano (Toledo, 19 a 21 de octubre de 1998), Universidad de
Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002, pp. 1.065 y ss.
8
Fundamentalmente, HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., y
La Hacienda real…, op. cit.; MERINO NAVARRO, José P., «Hacienda, deuda pública y desamortización con Carlos IV», en Desamortización y Hacienda Pública, 2, op.
cit., pp. 725-737; HERA, Alberto de la, y MARTÍNEZ DE CODES, Rosa María,
«Las políticas desamortizadoras en el tránsito del siglo XVIII al XIX. Un proyecto
en marcha», en XI Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, 1, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, 1997, pp.
319-338; HERA, Alberto de la, «Precedentes ilustrados del proceso desvinculador
y desamortizador de bienes de manos muertas», en El proceso desvinculador y desamortizador de bienes eclesiásticos y comunales en la América española. Siglos XVIII y
XIX, coords. Hans-Jürger Prien y Rosa María Martínez de Codes, Cuadernos de
Historia latinoamericana, 7, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas
Europeos, 1999, pp. 77-96; LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad a finales del antiguo régimen. Centro y periferia del proceso desamortizador y redentor de censos perpetuos en tiempos de Carlos IV, Universidad de Málaga, Málaga,
2004, pp. 9-73.
9
HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., y La Hacienda real…, op. cit.
10
CAMPOY, Emilio, Política fiscal y desamortizaciones de Carlos IV en Toledo
(1793-1808), Caja de Ahorros Provincial de Toledo (tesis doctoral leída en 1979).
11
CARASA SOTO, Pedro, Pauperismo y revolución burguesa…, op. cit., pp.
419-442.
12
CUARTAS RIVERO, Margarita, «La desamortización de Carlos IV en la
ciudad de Burgos», en La ciudad de Burgos, Actas del Congreso de Historia de Burgos, Junta de Castilla y León, Burgos, 1985, pp. 509-525; «La desamortización de
Carlos IV en Asturias: el ejemplo de Avilés, Gijón y Oviedo», en Boletín del
R.I.D.E.A., 138, julio-diciembre, 1991, pp. 413-430.
18
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
tín para Palencia,13 Gamero Rojas y Schmidt para Sevilla,14 Moya Ulldemolins, Gómez Oliver y González de Molina para Córdoba y, en
general, estos dos últimos para Andalucía,15 Azagra y Pardo Tomás
para Valencia,16 Ramos Vidal y Hernández Marco para Alicante,17
Mutiloa Poza para Navarra,18 Peiró y Atienza para Aragón,19 Sánchez
MARCOS MARTÍN, Alberto, «La desamortización de Godoy en la ciudad de Palencia, 1798-1808», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp.
339-354.
14
GAMERO ROJAS, Mercedes, «La desamortización de Godoy y su repercusión en el mercado de la tierra sevillana», en La España de Carlos IV, Tabapress,
Madrid, 1991, pp. 63-73; SCHMIDT, Peer, «Los vales reales y la desamortización de
Carlos IV en España (1798-1808). Una perspectiva desde Cádiz, Sevilla y el Reino de
Sevilla», en Memorias del Segundo Congreso de Historia Económica. Entre la Economía y la
Historia, Asociación Mexicana de Historia Económica, Universidad Autónoma de
México, México, 2004, que es un resumen de su libro Die Privatisierung des Besitzes der
Toten Hand. Die Säkularisation unter Karl IV in Andalusien (1798-1808), Stuttgart, 1990.
15
MOYA ULLDEMOLINS, Joaquín María, «La desamortización de Godoy
en Córdoba y su término (1807)», en Actas del I Congreso de Historia de Andalucía.
Andalucía contemporánea (siglos XIX y XX), 1, Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba,
1979, pp. 171-183; y «Desamortización de bienes eclesiásticos en el municipio de
Córdoba», en Boletín de la Real Academia de la Historia, 183, enero-abril, 1986, pp. 1541; GÓMEZ OLIVER, Miguel, y GONZÁLEZ DE MOLINA, Manuel, «La desamortización de Godoy en la provincia de Córdoba (1798-1808). Primeros resultados», en
III Coloquio de Historia de Andalucía. Andalucía contemporánea, 1, Monte de Piedad y
Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1985, pp. 15-22; y «Crisis fiscal y mercado de
tierras. A propósito de la desamortización de Godoy en Andalucía», en Antiguo
Régimen y Liberalismo. Homenaje a Miguel Artola. 2. Economía y sociedad, Javier M.
Donezar y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Alianza, Madrid, 1995, pp. 199-221.
16
AZAGRA, Joaquín, La desamortización de Godoy en Valencia (1799-1807),
Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, València, 1986; PARDO TOMÁS,
José, «La desamortización de Carlos IV en el País Valenciano», en Desamortización
y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 355-368.
17
RAMOS VIDAL, Juan A., Demografía, economía (Desamortización bajo el
reinado de Carlos IV) y sociedad en la comarca del Bajo Segura durante el siglo XVIII,
Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, Orihuela, 1980; HERNÁNDEZ MARCO,
José Luis, Propiedad de la tierra…, op. cit.
18
MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra,
op. cit., pp. 227-267.
19
PEIRÓ, Antonio, Regadío, transformaciones económicas y capitalismo (la tierra en Zaragoza, 1766-1849), Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1988, pp.
13
1. Introducción
19
Gómez para el territorio cántabro,20 además de Lecuona Prats para
Canarias.21
A pesar de la gran obra de Herr, se echan de menos visiones generales que respondan a las preguntas concretas de por qué
y cómo se llevó a cabo la primera desamortización, precisamente a
fines del Antiguo Régimen. Es decir, que analicen el ámbito político, jurídico, económico y social en el que se enmarca dicha desamortización, su planteamiento teórico y su plasmación normativa
y práctica a través del correspondiente aparato jurídico –político,
administrativo y judicial– puesto en funcionamiento para su ejecución. Con el ejemplo del maestro Tomás y Valiente, que estudió el
marco político del conjunto del proceso desamortizador,22 lo que,
modestamente, se pretende con este trabajo es contribuir, con un
marco doctrinal y normativo, al conocimiento de los orígenes de la
desamortización eclesiástica, como un elemento más y fundamental de la desintegración del sistema propio del Antiguo Régimen,
ya se considere dicha desamortización consecuencia de una primera revolución liberal o esta consecuencia de aquélla.23 Una aportación más, pues, que complete los estudios realizados hasta el
momento, cuyas conclusiones hemos tenido muy presentes, y que
los enmarque en la realidad jurídica que comprende la política,
económica y social del hombre. Contra las tradicionales críticas a la
Historia del Derecho, por su «legalismo», están las palabras de
Valiente: «Una revolución es precisamente la sustitución de un
orden jurídico por otro radicalmente distinto, es decir, diferente en
193-202; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp.
145-155.
20
SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, «La desamortización de Godoy:
una reinterpretación», en Antiguo Régimen y Liberalismo. Homenaje a Miguel Artola.
2. Economía y sociedad, Javier M. Donezar y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Alianza,
Madrid, 1995, pp. 317-332.
21
LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad..., op. cit.
22
Vid. supra, nota 6.
23
Cf. Francisco Tomás y Valiente y Richard Herr (vid. bibliografía en las
notas 2 y 6).
20
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
su raíz última. Con leyes no se hacen las revoluciones, pero en
leyes cristalizan y esas normas jurídicas no crean por sí solas una
nueva forma de sociedad, pero la hacen posible y en alguna medida la encauzan y orientan. Es esta, en circunstancias de cambio
social profundo, la función del Derecho, que no es pequeña».24
1.2. Las fuentes documentales
El presente estudio histórico-jurídico se apoya en las fuentes
documentales doctrinales y normativas sobre la primera desamortización eclesiástica. Entre las primeras se encuentran diferentes
obras, memoriales, representaciones, informes, dictámenes y, en
general, escritos, de los ilustrados ministros de Carlos III y Carlos IV
y otras autoridades y particulares que propusieron, de una forma u
otra, la enajenación de parte de la propiedad eclesiástica como
medio indispensable para el desarrollo global del nuevo todopoderoso Estado. Entre ellos destacan, por un lado, Carrasco, Campomanes y Olavide, y, por otro, Floridablanca y Jovellanos, con dos propuestas muy distintas sobre el alcance de dicha enajenación, propias
de dos concepciones del derecho de propiedad, una señorial, aunque ilustrada, que distinguía y respetaba los dominios directo y útil,
y otra ilustrada y preliberal, basada en una propiedad plena y liberalizada.25
24
TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «La obra legislativa…», op. cit., p.
3.588.
25
CARRASCO, Francisco, Representación hecha al Rey nuestro señor por Don
Francisco Carrasco, de su Consejo supremo de Castilla y fiscal en el de Hacienda sobre
amortización (1764) y Dictamen en el Consejo de Castilla (1765), en Biblioteca de la
R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212); RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro (conde de Campomanes), Tratado de la regalía de amortización (1765),
estudio preliminar de Francisco Tomás y Valiente, Revista del Trabajo, Madrid,
1975; Dictamen fiscal de expulsión de los jesuitas de España (1766-1767), edición, introducción y notas de Jorge Cejudo y Teófanes Egido, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1977; Escritos regalistas. I. Tratado de la regalía de España, II. Juicio
imparcial sobre el Monitorio de Roma publicado contra las regalías de Parma, Estudio
1. Introducción
21
Dichas propuestas doctrinales darán lugar a las correspondientes respuestas normativas, que matizan aquellas, una vez que
del reformismo agrario se pase a vincular la desamortización de la
propiedad de la tierra a la extinción de la deuda pública, en el
marco de la grave crisis hacendística sucedida en el reinado de
Carlos IV. Así, los proyectos de hombres como Sempere y Guarinos
y los menos conocidos de Bernabé Portillo y Juan Bautista Virio26
preliminar de Santos M. Coronas González, Clásicos Asturianos del Pensamiento
Político, Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, 1993; OLAVIDE, Pablo
de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria (1768), en Informes en el Expediente de Ley
Agraria, Edición y estudio preliminar de Gonzalo Anes, Instituto de Cooperación
Iberoamericana/Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1990; MOÑINO, José
(conde de Floridablanca), Alegación fiscal contra la carta del obispo de Cuenca, Isidro
de Carvajal y Lancaster, al confesor del Rey, fray Joaquín Eleto; Instrucción reservada de
la Junta de Estado creada el 8 de julio de 1787; Memorial presentado al Rey Carlos III y
repetido a Carlos IV por el Conde de Floridablanca renunciando al Ministerio, en B.A.E.,
Obras originales del Conde de Floridablanca y escritos referentes a su persona, colección
hecha e ilustrada por D. Antonio Ferrer del Río, Madrid, 1867; JOVELLANOS,
Gaspar Melchor de, Carta sexta a Antonio Ponz; Informe dado por la Junta municipal
de temporalidades de Sevilla, sobre la pretensión hecha por el marqués de Montefuerte,
conde de Lebrijo, al patrono de las escuelas fundadas por la señora Garayo a cargo de los
jesuitas (10 de julio de 1775); Carta al ilustrísimo Señor don Pedro Rodríguez de Campomanes remitiendo el proyecto de erarios públicos (5 de agosto de 1777, según Ceán
Bermúdez); Discurso acerca de la situación y división interior de los Hospicios con respecto a su salubridad, leído en la Sociedad de Sevilla en 1778; Informe dado acerca de la
venta de varias casas de los reales hospitales de Madrid, siendo el autor individuo de la
Junta de Gobierno de estos establecimientos (17 de marzo de 1787); Informe de la Sociedad Económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el Expediente de Ley
Agraria, extendido por el autor en nombre de la Junta encargada de su formación
(Madrid, 1795, reimp. en 1820); Carta de Jovellanos al Señor Don Juan Francisco
Menéndez Solís, presbítero de Candás (Gijón, 29 de julio de 1799), en B.A.E., 50, Obras
de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 2, colección hecha e ilustrada por Don C. Nocedal, Atlas, Madrid, 1952; Diarios (1790-1797 y 1797-1810), en B.A.E., 85 y 86, Obras
de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 3 y 4, edición y estudio preliminar de M. Artola, Atlas, Madrid, 1956.
26
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Policía de España, acerca de los pobres,
vagos y malentretenidos, Memoria sobre la renta de población del Reyno de Granada y Proyecto sobre patronatos y obras pías, en Biblioteca española económico-política, Imprenta
de Sancha, Madrid, 4 tomos, 1801, 1804 y 1821; Historia de los vínculos y mayoraz-
22
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
fueron asumidos por los secretarios de Estado y del Despacho de
Estado (Godoy), Gracia y Justicia (Jovellanos) y Hacienda (Gardoqui, Varela, Saavedra y, finalmente, Soler),27 y dieron lugar, finalmente, a la aprobación de las primeras disposiciones desamortizadoras que, con dificultades, supusieron el primer paso hacia la
liberalización de buena parte de la propiedad eclesiástica amortizada. Para el estudio detallado de dicha normativa –básica, de
desarrollo y ejecución– hemos acudido a diversas recopilaciones,
oficiales y privadas, y colecciones, generales o específicas, sobre el
tema.28
gos (1805), estudio preliminar de Juan Rico Jiménez, Instituto de Cultura Juan GilAlbert, Diputación de Alicante, Alicante, 1990; PORTILLO, Bernabé, Memoria sobre
la elección de los recursos menos gravosos para las urgencias de la guerra y sobre proporcionar los fondos necesarios para hacerla con vigor (14 de agosto de 1794) y Memorial
sobre los perjuicios del agio o quebranto de los vales reales en su reducción a efectivo y
sobre los medios naturales de moderarlos (20 de octubre de 1796), en A.H.N., Estado,
legajo 3.212 (2); VIRIO, Juan Bautista, Dictamen de la Dirección de Fomento General
(4 de septiembre de 1797), en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española
económico-política, 4, op. cit., pp. 271-277.
27
GODOY, Manuel (príncipe de la paz), Memorias críticas y apologéticas
para la Historia del reinado del Señor Don Carlos IV de Borbón (1836; impresión 1908),
en B.A.E., 2 tomos (88 y 89), Estudio preliminar de Carlos Seco Serrano, Atlas,
Madrid, 1965; JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Cartas a Don Francisco Saavedra (noviembre de 1797), en B.A.E., 86, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 4,
op. cit., pp. 12-14; GARDOQUI, Diego, Consultas al Consejo de Estado (19 de septiembre de 1792, 1794 y 27 de mayo de 1796), en A.H.N., Estado, legajo 2.863 (caja
1) y libro 11, y Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212),
pp. 189-200; VARELA, Pedro, Informe al Consejo de Estado (27 de marzo de 1797),
en A.H.N., Estado, libro 11; SAAVEDRA, Francisco, Oficios de Godoy a Saavedra y
de Saavedra a Jovellanos (23 y 28 de noviembre de 1797), en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 266-270; SOLER,
Miguel Cayetano, Estado de la Real Hacienda en el año de 1798 por el Sr. D. Miguel
Cayetano Soler y Consulta del Señor Soler en 1799, en Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 201-241.
28
R. (Felipe II, 1567), tomos I, II y III (A. A., 1772); Nov. Rec. (Carlos IV,
1805), tomos I, II, III, IV, V y VI (índices generales y suplemento correspondiente
a los años de 1805 y 1806), Madrid, 1805 y 1807; Gazeta de Madrid; Colección de pragmáticas, cédulas, provisiones, autos acordados y otras providencias generales expedidas
1. Introducción
23
Aparte de estas fuentes doctrinales y normativas, hemos consultado parte de la variada documentación procedente de las instipor el Consejo Real en el reynado del señor Don Carlos III cuya observancia corresponde
a los tribunales y jueces ordinarios del Reyno, y a todos los vasallos en general, por Santos Sánchez, Imprenta de la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1803; Colección de todas
las pragmáticas, cédulas, provisiones, circulares, autos acordados, vandos y otras providencias publicadas en el actual reynado del señor Don Carlos IV con varias notas instructivas y curiosas (1788-1793), por Santos Sánchez, Imprenta de la viuda e hijo de
Marín, Madrid, 1794; y Suplemento a la Colección de pragmáticas, cédulas, provisiones,
circulares y otras providencias publicadas en el actual reynado del señor Don Carlos IV, I
(1794-1796), II (1797-1800) y III (1801-1804), por Santos Sánchez, Imprenta de la
viuda e hijo de Marín, Madrid, 1795-1805; Reales Órdenes, 1779-1821 (Biblioteca de
la R.A.H., 4/175); Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, años
de 1801 a 1805 (Biblioteca de la Universidad de Oviedo, E34H5A-158); REGUERA
VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales
reales expedidas desde 1780, Imprenta de la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1802
(A.H.N., Consejos, legajo 50.728); LÓPEZ FANDO, Juan, Demostración práctica del
modo de hacer las liquidaciones para redimir censos perpetuos enfitéuticos con arreglo a la
Real Cédula de 17 de enero de 1805 y deducir lo correspondiente a ellos en las ventas de
fincas que los tengan, Cano, Madrid, 1805; GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco,
Origen, progreso y estado de las rentas de la Corona de España, su gobierno y administración, 6 tomos (1805-1808), Reimpreso en la Imprenta Real, Madrid, 1817; Prontuario de las Leyes y Decretos del Rey Nuestro Señor Don José Napoleón I, 3 tomos, Imprenta Real, Madrid, 1810 y 1812; Colección de los Decretos y Órdenes que han expedido las
Cortes, 10 tomos (1810-1813 y 1820-1823), Imprenta Nacional, Madrid, 1820-1823;
Diario de sesiones de las Cortes (1810 en adelante), Madrid; SEÑÁN Y VELÁZQUEZ, José, Guía o estado general de la Real Hacienda de España, año de 1819. Parte
legislativa, Imprenta de Vega y Compañía, Madrid (A.H.N., Consejos, legajo
50.728); Decretos del Rey Don Fernando VII, 18 tomos, por Fermín Martín de Balmaseda (tomos 1 a 7, 1819-1823) y por Josef Martín de Nieva (tomos 8 a 18, 18241834), Imprenta Real, Madrid, 1819-1834; Decretos de la Reina Doña Isabel II, tomos
19 a 21 (1834-1836), por Josef María de Nieva, Imprenta Real, Madrid, 1835-1837;
Colección de las leyes, decretos y declaraciones de las Cortes, y de los reales decretos, órdenes, resoluciones y reglamentos generales expedidos por los Secretarios del Despacho,
tomos 22 y ss., Imprenta Nacional, Madrid, 1837 en adelante; Colección legislativa
de la deuda pública de España, 11 volúmenes, Dirección General de la Deuda Pública, Imprenta Nacional, Madrid, 1859-1864; Biblioteca de la R.A.H., 4/175 (Reales
Órdenes, 1779-1821); A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libros 6.012 y 6.013 (Reales Órdenes del crédito público, 1749-1812), 8.017, 8.028,
8.036, 8.045, 8.046, 8.050 (Órdenes generales de rentas, 1749, 1771-1773, 1785, 1793,
1794 y 1798). También hemos consultado las obras de MATILLA TASCÓN, Anto-
24
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
tuciones, organismos y autoridades que, de alguna forma, se ocuparon de la ejecución de la normativa desamortizadora.29 El núcleo
se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, en sus secciones de
Consejos,30 Hacienda,31 Estado32 y Clero.33 No hemos podido reconsnio, Catálogo de la colección de órdenes generales de rentas (aportación para la Historia de los
tributos y del comercio españoles), 2 tomos, Madrid, 1950 (comprende los libros 8.0098.101, años 1228-1841), y MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de reales cédulas
del A.H.N., Diversos-Reales Cédulas, 2 tomos (1366-1801 y 1802-1871), Dirección General
del Patrimonio Artístico y Cultural, Madrid, 1977. Es útil la base de datos sostenida por
la Real Academia de la Historia, llamada Legislación histórica de España, que puede consultarse en la página web http://www.mcu.es/ archivos/lhe.
29
Una obra útil como guía de las fuentes documentales para el estudio de
la desamortización es Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit. (apartado 1:
Metodología, fuentes y precedentes, y apartado 2: Visiones generales). Sus autores
nos orientan sobre la documentación conservada para Soria (Carlos Álvarez García), Cantabria (Félix E. Pecharromán del Cura), Zamora (José Luis Rodríguez de
Diego), La Rioja (Juan Carlos Bilbao Díez) y Andalucía (Juan C. Gay Armenteros).
30
A.H.N., Consejos, libros 1.502-E (Índice de reales cédulas, órdenes y
providencias de los Consejos Real, de Guerra, Indias y Hacienda, 1804), 2.683,
2.686, 2.688, 2.689, 2.691 (Expedientes de la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla, 1782-1784, 1798, 1803-1809 y 1816), 2.700 y 2.700 bis (Índices de expedientes
generales, 1717-1834), 2.705 E (Expedientes del Consejo, 1808), 2.720-E (Inventario
de expedientes y pleitos de la Junta Suprema de Reintegros de Bienes Nacionales,
1814-1820), 2.882 (Inventario de papeles de la Secretaría de la Intendencia de la
provincia de Madrid, 1812) y 3.456 (Obra pía de Lope de Mendieta, siglos XVIII y
XIX), y legajos 1.897 (Acuses de recibo de la Real Cédula que crea la Caja de
Amortización, 1798), 1.900 y 1.901 (Caja de Amortización, siglo XVIII), 2.064
(Comisión General de Consolidación, siglo XVIII), 2.196, 2.197, 2.198 y 2.199
(Expedientes de la Secretaría de Gobierno del Consejo de Castilla, siglo XVIII),
2.980 (Expedientes de la Comisión Gubernativa de Consolidación, siglos XVIII y
XIX), 3.609 (Traslado de los expedientes sobre desamortización al Consejo Real,
1834-1835) y 50.728 (Impresos y colecciones normativas sobre rentas).
31
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 5.838
(Registro de expedientes sobre desamortización de la Caja de Consolidación, 18031807), 6.012 y 6.013 (Reales Órdenes del Crédito Público, 1749-1812), 8.017, 8.028, 8.036,
8.045, 8.046 y 8.050 (Órdenes generales de rentas, 1749, 1771-1773, 1785, 1793, 1794 y
1798) y 16.491 bis (Compradores de bienes nacionales, 1809-1811), y legajos 205 (Incorporación de señoríos, 1805-1807), 480 (Tesorería, siglo XIX), 2.587 (Crédito Público,
siglo XIX), 3.472 (Tesorería, siglos XVIII y XIX), 3.705 (Desamortización y desvinculación, siglo XIX), 3.927 (Caja de Amortización, siglo XIX), 4.051 (Desamortización y desvinculación, siglo XIX), 5.845 y 5.848 (Tesorería, siglos XVIII y XIX).
1. Introducción
25
truir la serie documental que debieron generar los órganos que
sucesivamente se encargaron de dirigir la amortización de la
deuda pública: la Caja de Amortización (1798), la Junta Suprema
de Amortización (1799), la Tesorería General (junio de 1799) y la
Comisión Gubernativa de Consolidación de Vales y Cajas de Extinción y Descuento (agosto de 1800 a 1808).34 En el Archivo General
de la Administración de Alcalá de Henares se custodian, por lo
menos, los libros elaborados por dicha Comisión de Consolidación
para el registro de las escrituras de imposición del capital obtenido
en las enajenaciones, que se emitían a favor de los antiguos poseedores de bienes afectados por la desamortización. Han sido consultadas, en parte, por Cuartas Rivero,35 mientras que, por su lado,
A.H.N., Estado, libro 11 (Actas del Consejo de Estado, 1796-1808), y
legajos 54 (desamortización en América, siglo XIX), 70 (Junta de Sevilla, siglo
XIX), 80 (Junta de Málaga, siglo XIX), 100 (Consulta del Consejo de Estado sobre
ventas de bienes secularizados, 1820), 226 y 233 (Crédito público, siglo XIX), 2.863
(Consejo de Estado, siglo XVIII), 2.874 (Ministros de Hacienda, siglo XVIII), 2.932
(Escritos sobre el fomento de la agricultura, industria y comercio, siglos XVIII y
XIX), 3.111 (Crédito Público durante el gobierno francés, 1809-1814), 3.210, 3.211 y
3.212 (Propuestas de arbitrios para la Real Hacienda, siglos XVIII y XIX), 3.219
(Banco de San Carlos), 3.442-1 (Expediente de Francisco de Saavedra) y 6.394
(Varios expedientes sobre censos de mayorazgos, siglo XVIII).
33
A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5 (Desamortización
en La Coruña, siglos XVIII y XIX). Los fondos de esta sección para el estudio de
la desamortización del siglo XIX son analizados por DIEGO RODRÍGUEZ, Natividad de, «La desamortización y la sección de clero del Archivo Histórico Nacional. Culto y clero», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 45-55.
34
En los inventarios de la Secretaría de Gobierno del Consejo de Castilla
se enumeran distintos expedientes dentro de uno general de Consolidación que
debería hallarse en el legajo antiguo 1.270 (nuevo 2.979), pero ya se dice que falta.
En 1835 se remitieron algunos de dichos expedientes al Consejo Real de España e
Indias, pero se devolvieron el 20 de mayo de 1858. Efectivamente, dicha remisión
se encuentra documentada en el legajo 3.609 de la sección de Consejos del A.H.N.
De dicho expediente hablan los procuradores de Cortes en la sesión de 15 de abril
de 1835. Diario de sesiones de Cortes, Legislatura de 1834 a 1835, 3, Madrid, 1867.
35
CUARTAS RIVERO, Margarita, «Documentos sobre la desamortización del
siglo XIX en los fondos antiguos del Archivo de la Dirección General del Tesoro. Deuda
pública y clases pasivas», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 33-43.
32
26
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Herr ha utilizado la documentación que se conserva en el Archivo
Histórico de Protocolos de Madrid, en concreto, en las escribanías
de Juan Manuel López Fando y Feliciano del Corral, encargados
del otorgamiento de dichas centralizadas escrituras de imposición.36
La tarea debería completarse con la consulta de los fondos de
los archivos históricos provinciales, opción preferida para los estudios locales, provinciales o regionales. En los protocolos notariales
y en las contadurías de hipotecas deberían encontrarse las correspondientes escrituras de ventas realizadas durante los años 1798 y
1808 y también variada documentación emitida por los intendentes y comisionados encargados de la ejecución de dichas enajenaciones en las provincias. Lo mismo puede decirse de otros archivos, como los municipales, propios de las justicias locales, autoridades también competentes en la materia, y los eclesiásticos, con
rica documentación sobre los bienes enajenables y enajenados.
36
HERR, Richard, «Hacia el derrumbe...», op. cit.; La Hacienda real..., op. cit.;
2. LA PROPUESTA
«¡Qué gloria para nuestro Augusto Monarca y para sus benéficos Ministros si, en circunstancias tan desgraciadas y difíciles
lograban, por la adopción de estos principios, sacar bienes de estos
males, estableciendo los primeros fundamentos de una sólida prosperidad venidera que dé al Estado tanto vigor y fuerza que nada
tenga que temer de sus enemigos! La posteridad, aún más llena
quizá que la generación presente de gratitud y reconocimiento,
pues ella disfrutará en toda su plenitud de los beneficios, no podrá
menos de admirar, quando la Historia trasmita estos subcesos, la
sabiduría del Govierno actual en la elección de los recursos.» Bernabé Portillo, Memoria sobre la elección de los recursos menos gravosos
para las urgencias de la guerra y sobre proporcionar los fondos necesarios
para hacerla con vigor (4 de agosto de 1794). A.H.N., Estado, legajo
3.212 (2).
Los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798 constituyen un hito fundamental en el tránsito entre el Antiguo Régimen
y el Liberalismo. De ellos, el que más impacto tuvo en la transformación no solo de la titularidad de la propiedad de la tierra, sino
también de su régimen jurídico,37 fue, sin duda, el que ordenaba la
«Solo la desamortización implicó necesaria y simultáneamente transformación y transferencia de la propiedad. Es decir, cambio del régimen jurídico (de
propiedad amortizada y dividida a propiedad libre y plena) y cambio de titularidad (de la Iglesia u otra ‘mano muerta’ al comprador individual). De ahí que
fuera necesaria para que pudiera cumplirse la revolución burguesa.» TOMÁS Y
VALIENTE, Francisco, «Recientes investigaciones...», op. cit., p. 3.222. Vid. también
«La obra legislativa...», op. cit.
37
28
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
enajenación de «todos los bienes raíces pertenecientes a hospitales,
hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos», instituciones que
fueron consideradas «establecimientos públicos».38 Los capitales
que produjesen dichas ventas en pública subasta y las redenciones
de sus censos debían imponerse, al interés anual legal del tres por
ciento, en la Real Hacienda, en un fondo creado para la amortización de la deuda pública que asolaba el reinado de Carlos IV.
Las enajenaciones de otros bienes ordenadas en los mismos
reales decretos no tenían la trascendencia de las anteriores. Así, el
Estado ya era propietario de los propios de los jesuitas y de los
colegios mayores de San Bartolomé, Cuenca, Oviedo y el Arzobispo de la ciudad de Salamanca, Santa Cruz de Valladolid y San Ildefonso de Alcalá. En cuanto a la enajenación de los bienes de mayorazgos, vínculos y fundaciones puramente eclesiásticas, considerados y respetados como propiedad privada, de momento, fue solo
una concesión a sus poseedores.
La primera normativa desamortizadora aprobada en pleno
Antiguo Régimen no se limitó, sin embargo, a los bienes de dichas
instituciones seudoeclesiásticas, fundaciones benéficas y piadosas
con propiedades a camino entre la vinculación y la amortización,
38
Los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798, contenidos en las
reales cédulas de 24 y 25 de dicho mes, aplicaban a la recién creada Caja de Amortización (real cédula de 9 de marzo con real decreto de 26 de febrero) los siguientes fondos: el capital procedente de la venta voluntaria de bienes de mayorazgos
(impuesto al rédito del tres por ciento, con una rebaja de la octava parte, que se
reservaba el «vendedor»), la contribución de legados y herencias, los bienes de los
seis colegios mayores, los capitales de las enajenaciones forzosas de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas, y de la redención de sus censos, y de
las voluntarias de los patronatos de sangre, capellanías colativas y demás fundaciones eclesiásticas (impuestos al rédito del tres por ciento), los bienes de los jesuitas expulsados, los caudales procedentes de concursos de acreedores y quiebras
de comerciantes, y los fondos custodiados en depósitos judiciales. A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Se publicaron en la Gaceta
de Madrid los días 2, 5, 9 y 12 de octubre de 1798. Los acuses de recibo de distintas autoridades provinciales y locales pueden consultarse en el A.H.N., Consejos,
legajos 1.900 y 1.901.
2. La propuesta
29
pues pronto llegó el turno de buena parte de los bienes eclesiásticos propiamente dichos. Así, por real cédula de 15 de octubre de
1805 se ordenó la secularización y enajenación en pública subasta
de los bienes raíces de todo cuerpo o persona eclesiástica hasta la
cantidad anual de doscientos mil ducados de oro de cámara, medida que fue sustituida, por real cédula de 21 de febrero de 1807, por
la venta de todos los bienes inmuebles de las capellanías y de la
séptima parte del resto de fincas eclesiásticas. Solo que estas últimas disposiciones contaron con poco tiempo de vigencia, debido a
la invasión francesa, sublevación nacional y posterior revolución
liberal, acontecimientos que aceleraron el fin del Antiguo Régimen
y el comienzo de la Edad Contemporánea y liberal.
La propiedad de la tierra fue uno de los temas cruciales de la
Ilustración y luego del Liberalismo. Las bases doctrinales y normativas necesarias para el cambio de un sistema de propiedad vinculada, amortizada y dividida en los dominios directo y útil, es decir,
señorial, a una propiedad libre y, con el tiempo, capitalista, se sientan en los reinados de Carlos III y Carlos IV. La desamortización
eclesiástica ordenada en 1798, 1805 y 1807 fue el primer paso, el
único que era posible llevarse a efecto dentro, aún, de las bases
políticas, sociales y económicas del Antiguo Régimen.
2.1. El reformismo ilustrado
Las nuevas luces que iluminaban Europa llegaron a España a
lo largo del siglo XVIII, de manera lenta pero efectiva. Durante el
reinado de Carlos III (1759-1788) se idearon y pusieron en práctica
decisivas reformas políticas, económicas y sociales, obra de sus
ilustrados ministros. Progresivamente, y en mayor o menor medida, comenzaron a acogerse algunas de las propuestas del pensamiento iusracionalista, que había evolucionado hacia el ilustrado y
liberal, germánico, inglés y francés.39 La mezcla de las modernas
Vid. SARRAILH, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo
XVIII, Fondo de Cultura Económica, México-Madrid-Buenos Aires, 1957; ARTO39
30
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
corrientes europeas y la tradición española ilustrada, fiel a los principios del absolutismo monárquico –aun con matices–, el catolicismo y el escolasticismo, dará lugar a una particular y lenta revolución liberal.
La ansiada unificación y centralización político-administrativa de los diferentes reinos, principados y provincias de las coronas de Castilla y Aragón era factible tras los decretos de nueva
planta dictados por el primer borbón, Felipe V (1700-1746). La
modernización del nuevo todopoderoso Estado era el objetivo a
lograr, y para ello eran necesarias, entre otras, las siguientes reformas:
a) Reforma jurídica, centrada en el interés por el Derecho
patrio –identificado entonces el Derecho del rey con el del reino–,
que debía ser estudiado en las universidades, hasta entonces
monopolizadas por el Derecho romano-canónico, y que debía ser
compilado en recopilaciones o, mejor, códigos que integrasen la
variada y dispersa normativa, para su conocimiento y aplicación
eficaz.40
b) Reforma política, con la defensa, en una época calificada
de despotismo ilustrado, de un sistema pactista entre el rey y el reino,
cuya representación máxima eran las Cortes, basado en la existencia de unas leyes fundamentales que limitaban el poder real. Esta
LA, Miguel, Los orígenes de la España contemporánea (1.ª ed. 1959), 2 tomos, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1975; HERR, Richard, España y la Revolución del
siglo XVIII, op. cit.; ELORZA, Antonio, La ideología liberal en la Ilustración española,
Tecnos, Madrid, 1970; DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado en el siglo
XVIII español, Ariel, Barcelona, 1981; TARELLO, Giovanni, Storia della cultura giuridica moderna. I. Absolutismo e codificazione del diritto, Il Mulino, Bolonia, 1976;
VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín, La Teoría del Estado en los orígenes del
constitucionalismo hispánico (Las Cortes de Cádiz), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983.
40
Vid. PESET REIG, Mariano, «Derecho romano y Derecho real en las Universidades del siglo XVIII», en A.H.D.E., 45, 1975, pp. 273-339; CLAVERO, Bartolomé, «La disputa del método en las postrimerías de una sociedad, 1798-1808», en
A.H.D.E., 48, 1978, pp. 307-334; y «La idea de código en la ilustración jurídica», en
H.I.D., 6, 1979, pp. 49-88.
2. La propuesta
31
idea está estrechamente ligada a la anterior, porque del conocimiento del Derecho nacional se derivaba una tradición jurídica
propia, que pronto, conforme a los nuevos tiempos, comenzó a llamarse Constitución histórica.41 Y de dicho Derecho histórico, identificado con el patrio, se derivaron las ansiadas reformas, entre ellas
las que propugnaban la limitación de la propiedad amortizada:
«La novedad en España se mira con mucho horror, hasta para
remediar los abusos más envegecidos y destructivos de la Nación.
Esta es la razón porque se hace preciso recordar las leyes primitivas del Estado».42
El Estado así constituido no debía verse amenazado por ningún otro poder, y de ahí la política de incorporación de señoríos,
jurisdicciones, derechos, rentas, oficios y bienes de la corona, y el
llamado regalismo borbónico, que combatía el poder temporal de la
Iglesia, a través de la defensa de las regalías o derechos del rey y
del reino: patronato o presentación para la provisión de beneficios
eclesiásticos, pase regio o exequátur a las disposiciones pontificias,
limitación de la jurisdicción eclesiástica y, sobre todo, de la acumulación de bienes raíces.43
c) Reforma administrativa, encaminada a organizar un aparato estatal eficaz para la elaboración y aplicación del Derecho,
mediante la progresiva sustitución del sistema polisinodial de consejos por el de los secretarios de Estado, la implantación de uniformes delegados reales en las provincias con amplias competencias
(intendentes) y la limitación de los poderes locales (incorporación
a la corona de oficios enajenados y establecimiento de nuevos car-
41
Vid. CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., «Las Leyes Fundamentales
del Antiguo Régimen (Notas sobre la Constitución histórica española)», en
A.H.D.E., 65, 1995, pp. 121-218; y «En torno al concepto de Constitución histórica
española», en Notitia Vasconiae, Instituto de Derecho Histórico de Vasconia, San
Sebastián, 2, 2003, pp. 481-499; «España: Nación y Constitución», en A.H.D.E., 75,
2005, pp. 181-212.
42
RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Tratado de la regalía de amortización, op. cit., p. 186.
43
RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Escritos regalistas…, op. cit.
32
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
gos municipales de elección popular: diputados y síndicos personeros del común).44
d) Reforma fiscal, para simplificar, centralizar y uniformar el
entramado tributario, y establecer unas contribuciones más justas,
administradas directamente por el Estado. Este ideal se plasmó en
el fracasado proyecto de Única Contribución –que, como contribución directa y territorial, pretendía sustituir las variadas rentas reales o provinciales–, en las nuevas Contribución Única (Aragón),
Catastro (Cataluña), Equivalente (Valencia) y Talla (Mallorca) de la
corona de Aragón, y, en parte, en nuevos tributos que tendían a
superar las exenciones de las clases privilegiadas, como el de frutos civiles.45
e) Reforma industrial y comercial –todavía desde planteamientos que transitaban entre el mercantilismo y la fisiocracia y el
liberalismo económico, pero que derivaban de la nueva ciencia de
la economía política– que se manifiesta en las primeras medidas
liberalizadoras de la industria, con la consiguiente superación de la
Vid. ESCUDERO, José Antonio, Los Secretarios de Estado y del Despacho,
3 tomos, Instituto de Estudios Administrativos, Madrid, 1969; ABBAD, Fabrice,
y OZANAM, Didier, «Para una historia de los intendentes españoles en el siglo
XVIII», en Actas del IV Symposium de Historia de la Administración, Instituto
Nacional de Administración Pública, Madrid, 1983, pp. 579-612, y Les intendants
espagnols du XVIIIe siècle, Casa de Velázquez, Madrid, 1992; GUILLAMÓN,
Javier, Las reformas de la Administración local durante el reinado de Carlos III (Un
estudio sobre dos reformas administrativas de Carlos III), Colección Estudios de
Administración Local, Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid,
1980; GARCÍA MARÍN, José María, La reconstrucción de la Administración territorial y local, en conmemoración del segundo centenario de Carlos III: Carlos III y
la Ilustración (1788-1988), Instituto Nacional de Administración Pública, Alcalá
de Henares, 1987; ESTRADA SÁNCHEZ, Manuel, «Auge y decadencia de los
intendentes: una aproximación a los (fracasados) proyectos reformistas borbónicos en materia de organización territorial», en Edades. Revista de Historia, 11, 1.º
y 2.º semestres, Asociación de Jóvenes Historiadores de Cantabria, Santander,
2003, pp. 211-227.
45
Vid. MATILLA TASCÓN, Antonio, La Única contribución y el Catastro de
la Ensenada, Impr. sucesores de Sánchez Ocaña, Madrid, 1947; ANES, Gonzalo,
«La contribución de frutos civiles entre los proyectos de reforma tributaria en la
España del siglo XVIII», en Hacienda Pública Española, 27, 1974, pp. 21-45.
44
2. La propuesta
33
organización gremial, y del comercio, fundamentalmente de granos y, progresivamente, con Indias.46
f) Reforma social, tan compleja, que precisaba una superación de la rígida separación estamental, con la consecuente pérdida de privilegios de nobles y eclesiásticos, la culturización y educación de las clases populares, y la secularización de dicha sociedad para hacer posible la del Estado.47
g) Y, en fin, lo que más nos interesa, reforma agraria, para
lograr la extensión del cultivo y su producción, lo cual precisaba la
puesta en circulación de la tierra vinculada y amortizada en manos
de nobles mayorazgos, municipios y, sobre todo, eclesiásticos, o,
por lo menos, limitar dicha acumulación.48
El reformismo del gobierno de Carlos III se vio continuado y,
a su vez, frenado, durante el reinado de su hijo, Carlos IV, de tal
forma que las bases que sustentaban el sistema del Antiguo Régimen entraron en crisis hasta llegar a desmontarse. Entonces llegará el tiempo de la revolución liberal. Un año después de su llegada
al trono (1788), esta estalló en la vecina Francia, con el antecedente
de la independencia americana (1776), y el peligro de contagio
llevó a los ministros ilustrados a tomar medidas para que sus reformas no derivasen en la destrucción del sistema político, económico y social vigente. La última década del siglo fue especialmente
conflictiva. El cambio generacional de ministros trajo a nuevos protagonistas de los cambios. Su política se vio enmarcada, irremediablemente, en una continua crisis, sobre todo económica, pero que
derivará en social y, finalmente, en política. Las guerras se sucedieron, primero contra Francia (1793-1795) y luego contra Portugal
Vid. IZARD, M., «Comercio libre, guerras coloniales y mercado americano», en Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, Actas del Primer Coloquio de Historia Económica de España (Barcelona,
11-12 de mayo de 1972), Ariel, Barcelona, 1974, pp. 295-321; CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., «Espíritu ilustrado y liberación del tráfico comercial con Indias»,
en A.H.D.E., 62, 1992, pp. 67-116.
47
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit.
48
Vid. infra, nota 51.
46
34
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
(1801) y Gran Bretaña (1796-1802 y 1805-1808), y dejaron a la corona sumida en una profunda crisis fiscal que no conseguirá superar.49 Las reformas ilustradas tomaron entonces cuerpo en una serie
de medidas que pudieron entenderse como un ataque a la sociedad
estamental, que afectaron principalmente a los eclesiásticos y, que,
además, fueron muy impopulares.
En fin, dentro de la obra reformista de los ministros de Carlos III
y Carlos IV se enmarca la primera desamortización eclesiástica, cuyo
proceso de gestación doctrinal y normativo puede explicarse claramente en el marco de la evolución histórica general que hemos resumido. El punto de partida para el cambio del sistema de propiedad de la
tierra fue el reformismo agrario y fiscal de los ilustrados Carrasco, fiscal del Consejo de Hacienda (1760-1791); Campomanes, fiscal (1755) y
luego gobernador del Consejo de Castilla (interino en 1783 y propietario en 1789); Floridablanca, primero fiscal del Consejo de Castilla (1766)
y luego secretario de Estado (1777-1792); Olavide, intendente en Andalucía (1767-1778); y Jovellanos, con Carlos III alcalde del crimen en
Sevilla (1767), alcalde de casa y Corte (1778) y consejero de Órdenes
(1780), y secretario de Gracia y Justicia (1797-1798) con Carlos IV. Por
su parte, con esas bases doctrinales –muy diferentes, como veremos,
unas de otras–, Godoy, secretario de Estado de 1792 a 1798 y de 1800 a
1808, el propio Jovellanos, como ministro de Justicia, y los secretarios
de Hacienda Gardoqui (1792-1796), Saavedra (1797-1798) y Soler (17981808) gestaron y llevaron a efecto dicha primera desamortización eclesiástica en un último intento de salvar la Real Hacienda y, con ella, el
Estado. Se pasaba así, como iremos viendo, de la reforma ilustrada al
asentamiento de las bases de la revolución liberal.50
Vid. ARTOLA, Miguel, La Hacienda del Antiguo Régimen, Alianza/Banco
de España, Madrid, 1982; La Hacienda del siglo XIX. Progresistas y Moderados, Alianza/Banco de España, Madrid, 1986; «Hacienda y Revolución Liberal», en Hacienda Pública Española, 113, 1988, pp. 223-229.
50
«Si la desamortización fue necesaria para realizar la transformación del
régimen jurídico de la propiedad agraria, para dotar a la burguesía de una riqueza agraria, y para que esta clase –tan poco homogénea, insisto– adquiriera o mantuviera –como acertadamente apuntó hace años el profesor Tierno Galván– ‘el
49
2. La propuesta
35
2.2. La reforma agraria
No entraremos a analizar las causas que llevaron al planteamiento de una general reforma agraria en la segunda mitad del
siglo XVIII.51 El aumento demográfico, la escasez de tierras cultivables, la subida de los precios de los productos agrícolas y de las
rentas de los arrendamientos llevaron a la firme propuesta ilustrada de limitar la propiedad vinculada y amortizada (mayorazgos,
fundaciones, «manos muertas», órdenes militares, propios, comunes y baldíos, etcétera) para la puesta en circulación de la tierra, en
beneficio tanto de la agricultura –que, según la teoría fisiocrática,
traería un desarrollo económico general, incluido el industrial y el
comercial– como de la Real Hacienda, que aumentaría sus rentas.52
Nos interesan, en concreto, las críticas a la acumulación de tierra
por la Iglesia en su régimen de inalienabilidad (amortización). Y
dentro de su propiedad prestaremos especial atención a la propia
de «hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de
sentimiento de vinculación a la tierra’, también lo fue desde una perspectiva distinta: la de la Hacienda pública»; «Si la solución no tuvo el éxito que de ella esperaban algunos se debió probablemente a que el caos que trataban de resolver no
era tan solo de carácter fiscal; era todo un régimen político, toda una forma de
sociedad lo que se hundía, y para tal problema no había remedio.» TOMÁS Y
VALIENTE, Francisco, «Recientes investigaciones…», op. cit., pp. 3.223 y 3.224.
Vid. también «El proceso desamortizador...», op. cit.
51
Vid. VIÑAS MEY, Carmelo, La reforma agraria en la España del siglo XIX,
Santiago, 1933; HERR, Richard, España y la Revolución del siglo XVIII, op. cit.;
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…, op. cit.; ANES, Gonzalo, Las
crisis agrarias en la España moderna (1.ª ed. 1970), Taurus, Madrid, 1974; ORTEGA
LÓPEZ, Margarita, La lucha por la tierra en la Corona de Castilla al final del Antiguo
Régimen. El expediente de Ley Agraria, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 1986.
52
«La población es mayor y más permanente donde los bienes raíces
circulan mejor entre los vasallos seculares, sin salir de ellos, como fondo necesario para su prosperidad general.» «No cabe duda en que la enagenación de
los bienes raíces y derechos incorporales, que recaen en las esentas, disminuye
notablemente el Real Patrimonio.» RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Tratado de la regalía de amortización, op. cit., pp. 2-3 y 5-6.
36
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos»,
a las que afectó la primera desamortización. En general, llamaremos a dichas instituciones fundaciones benéficas y piadosas, a través de las cuales se vinculaban tierras, para la aplicación de sus
rentas a un fin benéfico o piadoso, de modo que solían pasar a
manos de la Iglesia, que las poseía y administraba, y, por tanto, en
este caso, quedaban amortizadas. El amplio concepto de la beneficencia incluía otros como la sanidad y la instrucción. También nos
detendremos en otras fundaciones para la dotación de eclesiásticos, como las capellanías colativas, cuyos bienes eran propiamente
de la Iglesia, por lo que, en 1798, solo se invitó a su enajenación,
pero a las que se hará especial mención en la desamortización
aprobada en 1807. Aunque todo forma parte de una misma realidad, dejamos a un lado, por no ser el tema objeto del trabajo, la
propiedad municipal (propios, comunes y baldíos)53 y la particular
vinculada, en manos de nobles y mayorazgos.54 De todos modos,
respecto a la primera, debe destacarse que en el mismo año de 1798
se ordenó la enajenación forzosa de las casas de los propios y arbitrios municipales.55 En cuanto a los mayorazgos, los contemplaremos para analizar el distinto tratamiento que en la doctrina y nor-
53
VASSBERG, David E., La venta de tierras baldías. El comunitarismo agrario
y la corona de Castilla durante el siglo XVI, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 1983; SÁNCHEZ SALAZAR, Felipa, «Los repartos de tierras
concejiles en la España del Antiguo Régimen», en La economía española al final del
Antiguo Régimen, I. Agricultura, edición e introducción de Gonzalo Anes, Alianza/
Banco de España, Madrid, 1982, pp. 188-258; RODRÍGUEZ SILVA, Antonio,
«Venta de baldíos en el siglo XVIII. Una aproximación a su estudio. La Comisión
de Baldíos de las Cuatro Villas de la Costa del Mar de Cantabria», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 137-153.
54
La disolución del régimen señorial en España, Centro Superior de Investigaciones Científicas, 1965; CLAVERO, Bartolomé, Mayorazgo, propiedad feudal en Castilla (1396-1836), Siglo XXI, Madrid, 1974; NIEVES CARRASCOSA, Juan E., La desvinculación de la propiedad…, op. cit.
55
Real cédula de 21 de febrero de 1798. Suplemento a la Colección…, II, op.
cit., pp. 63-65. Vid. INFANTE MIGUEL-MOTTA, Javier, «La desamortización de
las casas de propios a finales del siglo XVIII en la ciudad de Salamanca», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 317-338.
2. La propuesta
37
mativa recibieron desde un principio, en comparación con los
bienes eclesiásticos.
2.2.1. Los expedientes sobre la ley de amortización y la ley agraria
La plasmación escrita de las críticas al sistema de propiedad
de la tierra y su serio planteamiento en el seno de los órganos centrales de la monarquía comenzó, precisamente, con la apertura de
un expediente sobre la conveniencia de limitar la acumulación de
bienes raíces en manos de la Iglesia. La iniciativa se debe a Carrasco y a Campomanes, fiscales del Consejo de Hacienda y de Castilla, respectivamente. El primero se pronunció a través de la representación que en 1764 abrió el expediente y de sus alegaciones y
dictámenes en el mismo a lo largo de 1765.56 El segundo, además de
participar activamente en tal expediente, ese último año sacó a la
luz pública su influyente Tratado de la regalía de amortización.57
En resumen, diremos que Carrasco proponía limitar, o incluso prohibir, la adquisición de más tierra por la Iglesia. Campomanes, para legitimar tal medida, entendía que lo que debía prohibirse no era tanto dicha adquisición como la enajenación de bienes a
los eclesiásticos. En dicha prohibición se incluiría especialmente la
frecuente cesión de fincas para la dotación de fundaciones benéficas y piadosas, y capellanías, instituciones estas últimas destacadas
en las críticas de ambos autores, no solo por la amortización de los
bienes de dichas dotaciones, sino también como causantes del crecido número de eclesiásticos y de su pobreza material y espiritual,
en una época de seria reforma espiritual del clero: «No ay hombre
que muera sin hijos (con ser tantos) que, en hallándose con dos
maravedís, no dexe en su testamento una memoria».58
56
Biblioteca de la R.A.H., colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212). Pueden consultarse también sus Cuadernos sobre el Estado y la Hacienda, en el A.H.N.,
Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1).
57
RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Tratado de la regalía de amortización, op. cit.
58
Ibídem, p. 257.
38
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Pero hay algo más importante que diferencia las posturas de
Carrasco y Campomanes, y es que, mientras que el primero llega a
admitir la posibilidad de ordenar la venta de los bienes raíces eclesiásticos, con la correspondiente autorización pontificia, el segundo, en
respeto al derecho de propiedad vigente, prefiere la cesión de tan solo
el dominio útil de la tierra a través de censos enfitéuticos y arrendamientos perpetuos a favor de colonos cultivadores, con lo cual, de
paso, cesaría la aplicación de los eclesiásticos a tareas impropias de su
estado y se reduciría el número de jornaleros para aumentar el de propietarios (del dominio útil): «Otra cosa sería si dixesen que el legislador no debe revocar los contratos ya hechos por los particulares, en
que tengan derecho adquirido por ellos, aunque sean manos muertas;
puesto que tal revocación produciría el inconveniente de alterar la
propiedad de los bienes».59 Con lo cual, Campomanes no prevé la
necesidad de solicitar licencia papal: «El presente se dirige a limitar,
no a despojar los bienes adquiridos por las Iglesias. Para eso, por ventura, como que se trata de derechos incorporados en ellas, sería necesario y conveniente el concurso por lo menos del mismo clero».60
En cuanto a los mayorazgos, ambos ministros también los
critican duramente, pero solo proponen medidas para su limitación, nunca para su prohibición: «No se censuran los mayorazgos
en común: deséase regla que ataje los abusos en su fundación con
asenso regio».61 Por su parte, Campomanes era partidario, de
nuevo, de la cesión de su dominio útil a arrendatarios protegidos
por el Gobierno, mediante la fijación de las rentas y duración de
los contratos, doctrina aplicada en la normativa de 1785 sobre
arrendamientos perpetuos.62
Ibídem, .
Ibídem, p. 265.
61
Ibídem, p. 280.
62
Real Cédula de 6 de diciembre de 1785. Colección de pragmáticas…, op.
cit., pp. 562-563. Vid. FRIERA ÁLVAREZ, Marta, «La Junta General del Principado
de Asturias contra la normativa sobre arrendamientos de 1785», en A.H.D.E., 70,
2000, pp. 379-403.
59
60
2. La propuesta
39
Sin embargo, por el momento, los partidarios de no tocar, ni
siquiera para reformar, las bases políticas, económicas y sociales
del Antiguo Régimen ganarán esta primera batalla. Tomás y
Valiente ha puesto de relieve la coincidencia del trascendente
motín de Esquilache, ministro que había apoyado la propuesta de
Carrasco y Campomanes, con la votación de la ley de amortización
en el Consejo de Castilla. De todos modos, la resolución contraria
a la misma, pronunciada en junio de 1766, que acogía la postura
del fiscal Sierra, abría una puerta que más tarde será traspasada: la
prohibición de la amortización solo cabría en caso de «estado crítico de extrema necesidad a que estuviese reducido el cuerpo social
de los seglares como consecuencia del exceso de bienes eclesiásticos amortizados», con el correspondiente consentimiento pontificio. Además, la consecuencia directa de los motines fue la expulsión de los jesuitas, por pragmática de 2 de abril de 1767, y la ocupación por el Estado de todos sus bienes.63 Al final, el primer paso
había sido dado. Solo unos días después, el obispo de Cuenca, Isidro de Carvajal y Lancaster, escribía al confesor del rey, Joaquín
Eleto, para relacionar el malestar general del reino con lo que él
consideraba ataques del Gobierno a la jurisdicción y bienes del
63
Vid. RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Dictamen fiscal de expulsión de
los jesuitas…, op. cit. De sus bienes se ocupó, primero, una oficina bajo la dirección
de un Consejo extraordinario. El 14 de noviembre de 1793 se creó una Dirección
para su administración y gobierno en España, mientras que los de Indias quedaron bajo la Secretaría de dicho territorio. El 10 de noviembre de 1797 se estableció
la Superintendencia General de Temporalidades de España e Indias en el seno de
la Secretaría de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia (real cédula de 17 de
diciembre). Tras los decretos de 19 de septiembre de 1798, que ordenaron la enajenación de los bienes de los jesuitas, dicha superintendencia pasó a manos del secretario de Hacienda. La real orden de 15 de octubre de este último año extendió dicha
venta a las fincas de la casa profesa de la corte. La real pragmática de 30 de agosto
de 1800 incluyó en la Caja de Amortización el sobrante de las temporalidades.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, caja 3. Vid.
YUN CASALILLA, Bartolomé, «La venta de los bienes de las temporalidades de la
Compañía de Jesús. Una visión general y el caso de Valladolid (1767-1808)», en
Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 293-316.
40
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
clero. Nuevas alegaciones fiscales de Campomanes, a las que se
unieron las del conde de Floridablanca, insistieron en la legalidad
de la limitación de la amortización y vinculación de la propiedad
de la tierra. Este último ministro, que ya había mostrado su apoyo
a la propuesta de Campomanes en una carta apologética a su Tratado,64 introdujo entonces la propuesta de transferir la plena propiedad de los bienes raíces «a manos más ricas que los restauren».65
Al mismo tiempo que se cerraba el expediente sobre la ley de
amortización se abría en el Consejo de Castilla otro sobre la ley
agraria, a cuya cabeza encontramos de nuevo a Campomanes, que
insiste en el mismo tema por otras vías.66 La orden de 7 de abril de
1766 había solicitado informes a los intendentes de las provincias y
otras autoridades del reino sobre la decadencia de la agricultura y
los medios para superarla. Entre los escritos que se elevaron con tal
motivo destaca el de Olavide, en la misma línea que Campomanes.67 Para lo que nos interesa, vuelve a criticar la acumulación de
tierra por la Iglesia, y, como para el resto de las tierras vinculadas
y amortizadas –salvo los baldíos, parte de los cuales admite que se
enajenen en plena propiedad–, propone el mantenimiento de su
dominio directo en manos de sus legítimos poseedores a cambio de
la cesión del útil a los cultivadores, de modo que estos viesen aseBajo el pseudónimo de Antonio José Dorre, según Antonio Ferrer del Río
en su introducción a la B.A.E., Obras originales del Conde de Floridablanca…, op. cit.
65
MOÑINO, José, Alegación fiscal contra la carta del obispo de Cuenca…
(1767), op. cit., pp. 3-41. La alegación fiscal de Campomanes, de 16 de julio, puede
consultarse en las pp. 41-65, y la consulta final del Consejo y la resolución real, de
22 de octubre, en las pp. 65-68.
66
Por su parte, Carrasco se centrará en conseguir la incorporación de los
derechos y bienes de la corona. Vid. MOXÓ, Salvador de, «Un medievalista en el
Consejo de Hacienda: Don Francisco Carrasco, Marqués de la Corona (17151791)», en A.H.D.E., 29, 1959, pp. 609-668.
67
OLAVIDE, Pablo de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria (1768), op. cit.
Los informes elevados al Consejo de Castilla, incluido el de Olavide, pueden consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria en el siglo
XVIII», en Revista del Derecho del Trabajo, 17, 1967, pp. 135-409; y en ANES, Gonzalo, Informes en el Expediente de Ley Agraria, op. cit. Vid. también DEFOURNEAUX,
Marcelin, Pablo de Olavide, el afrancesado, Padilla libros, Sevilla, 1990.
64
2. La propuesta
41
gurada esa clase de propiedad, su permanencia en la tierra, una
renta máxima moderada y el aprovechamiento de las mejoras que
realizasen: «Todo el secreto está en darles por medio de un arriendo muy largo, o de una enajenación, la propiedad de un pequeño
terreno en que habiten con su ganado y familia. Estos serán entonces propietarios felices, y su gran número formará la abundancia,
la prosperidad y riqueza del Estado […]. Considérese qué extensión de tierra ocupan las capellanías, las obras pías, las de las órdenes, las de propios y arbitrios, las de los regulares expulsos, agréguese a estas las que procurarán repartir, en arriendos largos y en
pequeñas suertes, los propietarios, mayorazgos y manos muertas.»68
Debe destacarse, por su interés para la doctrina desamortizadora que se estaba formulando, su especial atención a determinadas propiedades que aseguraba que el Gobierno «tiene en su
mano». Entre ellas incluye los bienes raíces de los propios y arbitrios de los pueblos, de las órdenes militares, de los regulares de la
expulsada Compañía de Jesús, y, lo que más nos interesa, de las
capellanías y obras pías.69 Estas últimas fundaciones debían prohibirse, y sus bienes, muy distintos a los propios de la Iglesia, en vez
de administrarse por la misma, debían repartirse en arriendos o
censos enfitéuticos de larga duración, de modo que la renta de
estos cubriese sus fines: «Que todas las tierras de capellanías y
obras pías no puedan administrarse, sino que se dividan en suertes de cincuenta fanegas cada una, se arrienden por más de cien
años y se les pague la octava parte de frutos […]. Si el Estado gana
mucho [con su prohibición y la cesión de su dominio útil], los poseedores ganarán también».70
Para terminar, de nuevo, la reforma propuesta era muy distinta para los mayorazgos: «No sería prudente deshacerlos; yo no
aspiro a tanto». Debían limitarse, e incluso prohibirse, los futuros.
68
69
70
OLAVIDE, Pablo de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, op. cit., p. 53.
Ibídem, pp. 32-33.
Ibídem, pp. 38-40.
42
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Para los existentes, otra vez, cesión en arrendamiento perpetuo o
enfiteusis. Pero es interesante su idea de convertir, por lo menos en
el segundo caso, la propiedad inmueble en mueble, ya que, a través de dicha cesión, se enajenaría la propiedad (útil), pero se conservaría el derecho al canon, que sustituiría al mayorazgo. En el
caso de los arrendamientos, más claramente, se trasmitiría el dominio útil, pero se conservaría el directo.
Otras autoridades y personajes escribieron en este tiempo
para insistir en la misma idea de limitar la amortización y vinculación de la tierra, y ceder su dominio útil para la prosperidad
económica compaginada con el respeto al derecho de propiedad,
identificado con el dominio directo y la renta agraria. Algunos,
no obstante, manifestaron su preferencia por los arrendamientos, mejor que la enfiteusis, pues, aunque ninguno de ambos
contratos perjudicaba dicho derecho de propiedad, el segundo
lo obstaculizaba en mayor medida, sobre todo con el paso del
tiempo.71 Entre las varias autoridades y particulares que informaron en el expediente de ley agraria, podemos citar a José Cicilia y Coello, que repetía las tesis de Olavide en una memoria
leída en 1777 en el seno de la Sociedad Económica de Amigos del
País de Madrid: «Asegurado un labrador en la propiedad o dilatado arriendo de una pequeña suerte de estas tierras, con la cierta creencia de que siendo aplicado no se le ha de remover, duplicará el cultivo de los frutos, debiéndose esperar que las capellanías y obras pías aumenten el valor de sus posesiones y la cuota
proporcional en la renta o canon».72 En parecido sentido se pronunciaba Manuel Sisternes y Feliú, fiscal del Consejo de Castilla,
en su Idea de la ley agraria española, publicada en 1786: «Las tierras de comunidades eclesiásticas y obras pías no se administrarán por sus dueños o administradores sino que precisamente se
Sobre los muchos escritos de esta época sobra la materia, vid. ELORZA,
Antonio, La ideología liberal…, op. cit.
72
Puede consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma
agraria…», op. cit., pp. 311-348.
71
2. La propuesta
43
arrendarán a partes de frutos o en dinero».73 En ambos casos, las
críticas se extendían a todo tipo de propiedad eclesiástica:
«fábricas de iglesias, capellanías, órdenes militares, comunidades religiosas y obras pías».
2.2.2. Una alternativa a la doctrina campomanista: La propiedad libre
Pero junto a estas, fueron surgiendo otras propuestas para
reformar el sistema de propiedad de la tierra propio del Antiguo
Régimen. En 1777 el expediente de ley agraria pasó a la Sociedad
Matritense, y, aunque no fue hasta 1783 cuando se formó una Junta
particular encargada del estudio del asunto, en su seno participaron entonces firmes partidarios de nuevos cambios, como Jovellanos, nombrado un año después director de la Sociedad, y Sempere
y Guarinos, cuyas doctrinas analizaremos más adelante.74 En 1784
el Consejo de Castilla publicaba su Memorial ajustado, con parte de
la documentación acumulada sobre la reforma agraria. Y tres años
más tarde, la Sociedad Económica encargaba a Jovellanos la redacción de su informe. De nuevo, transcurso de tiempo, pero no en
vano. A su publicación, en 1795, seguirá la aprobación de la primera normativa desamortizadora de 1798.
Como adelantamos, Floridablanca ya había apuntado la
posibilidad de vender en plena propiedad parte de la tierra amortizada. En 1783 la Sociedad de Madrid convocó un nuevo premio
para estudios que viesen en la compra de las tierras de «vínculos
y mayorazgos, patronatos, aniversarios y capellanías» por «personas de caudal» el comienzo del desarrollo de la agricultura y, en
73
SISTERNES Y FELIÚ, Manuel, Idea de la ley agraria española, Oficina de
Benito Monfort, Valencia, 1786. También puede consultarse en ELORZA, Antonio,
«El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 369-383.
74
Los miembros de la Junta de ley agraria los enumera ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit.: Guevara Vascancelas, Sarmiento, Pasamonte, Jovellanos, Cordero, Alfonso de Higueras, San Martín, Pérez Villamil, Almorza, Sempere y Guarinos, Ribero, De la Cana, Antoine y Miguel de
Manuel.
44
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
general, de la economía.75 Por su parte, el abogado Luis Marcelino
Pereyra, miembro de la misma sociedad y secretario de la de Santiago, escribió unas Reflexiones sobre la ley agraria que se está tratando en el Consejo, publicadas en 1788, en las que criticaba la normativa que se venía proponiendo, e incluso aprobando, para perpetuar la duración y renta de los arrendamientos, por considerarla
un serio límite al derecho de propiedad y a la libre contratación.
Con un nuevo concepto de dicho derecho, manifestaba su preferencia porque la tierra desamortizada fuese a parar a manos de
propietarios plenos, aunque sobre todo se refería a la concejil:
«Qualquiera disminución en la propiedad es el estorbo más terrible que puede oponerse a los progresos de la agricultura como a
los de todo género de industria [...]. Aunque el contrato enfitéutico tiene sin disputa todas las utilidades, [...] el de compra y venta
me parece todavía preferible. [...] El cultivador goza de un derecho
más pleno sobre las tierras que tiene en enfiteusis que sobre las
que lleva en arrendamiento; claro es que un contrato por el qual
logra un dominio, el más completo que puede darse, debe ser
todavía más favorable a la labranza».76 Y el también abogado
Ramón de Pisón, en su Memoria sobre arreglar la legislación para conseguir el libre precio de los granos sin perjudicar la libertad de los propietarios,77 se desmarcaba ya claramente de las doctrinas mayoritarias
expuestas hasta el momento, sobre todo ante el Consejo de Castilla, para proponer, por un lado, la facultad de los poseedores de
mayorazgos de liberar sus bienes raíces, e incluso la potestad del
De ello nos da cuenta SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos y mayorazgos, op. cit. Se detiene en lo mismo ANES, Gonzalo, Informes en el
expediente de ley agraria, op. cit., pp. XXXVIII-XXXIX.
76
PEREYRA, Luis Marcelino, Reflexiones sobre la ley agraria de que está tratando en el Consejo. Carta escrita al Sr. D. Manuel Sisternes y Feliú, fiscal que fue del
mismo Consejo y de la Real Cámara, Imprenta real, Madrid, 1788. También puede
consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit.,
pp. 384-386.
77
De ella nos da cuenta ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma
agraria…», op. cit., pp. 391-406. Se presentó en la Sociedad Matritense en 1790 y se
publicó en 1795.
75
2. La propuesta
45
Gobierno para desvincularlos tras su muerte. En cuanto a las tierras amortizadas en manos muertas, no se conformaba con su prohibición, sino que abogaba por una radical solución, su desamortización a cambio del sostenimiento del clero por el Estado: «Dejen
todas sus posesiones y rentas, y señáleseles a sus individuos una
cuota muy suficiente para su manutención». Por fin, como venía
siendo costumbre, se mostraba especialmente crítico con las fundaciones piadosas y las capellanías, para las que pedía absoluta
prohibición: «Cuantas heredades se encuentran baldías o eriales,
que son muchas, regularmente corresponden a capellanías porque
lo mira con el mayor abandono un capellán que no espera sucesor
suyo, de que proviene lastimoso vacío en la agricultura y una visible disminución en las cosechas».
Como hiciera Campomanes, Floridablanca va a insistir en
que el Gobierno afronte el problema a través de nuevos cauces. Así,
en 1787 se creó una Junta de Estado, en cuya Instrucción reservada
se le encomendaba, entre otros asuntos, promover la limitación de
la amortización y vinculación de la tierra, a través de la exigencia
de la correspondiente licencia real.78 Pero el ministro da un paso
más allá, y sus propuestas son fundamentales como bases doctrinales para la desamortización aprobada en 1798. Respecto de los
mayorazgos, promueve la enajenación de, por lo menos, algunos
de sus bienes raíces, para «poner en libertad y circulación aquellas
fincas aprisionadas». Es decir, venta en plena propiedad. Pero además, considera que la vinculación solo debía subsistir mientras
perdurasen las líneas descendientes, ascendientes y colaterales del
fundador. Este extremo nos interesa, ya que propone que, en el
caso de que se hubiesen hecho fundaciones perpetuas, a favor de
personas o establecimientos, sobre los bienes raíces del mayorazgo,
estos debían venderse para subrogarse en «réditos civiles de censos, juros o acciones de compañía o banco».79 De nuevo, conversión
78
MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., pp.
215-272.
79
Ibídem, p. 222.
46
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
de la propiedad inmueble vinculada en propiedad mobiliaria, pero
de forma mucho más clara que Olavide, que hablaba de rentas
enfitéuticas. Las mismas ideas repite cuando se refiere específicamente a los bienes raíces de las manos muertas, especialmente de
regulares y fundaciones, ya que para estas últimas vuelve a proponer su liberalización y subrogación en «censos, juros, acciones de
banco, efectos de villa, derechos o rentas enajenadas de la Corona
y otros réditos semejantes», que asegurarían su subsistencia. Para
adoptar tal medida considera oportuno, aunque no necesario, solicitar concesión papal, «cuando se recele alguna contradicción
tenaz, aunque en el día no es de temer».80 Por fin, vuelve a criticar
duramente las capellanías, para las que también proponía su venta
en plena propiedad: «Carecen de reparos las casas, no se mejoran
las haciendas, dejan de repararse las viñas y arbolados, no se reedifican molinos y otros artefactos; y así perece la industria, sin
poder salir de prisión perpetua aquellos bienes, y transferir a
manos más ricas, que los restauren».81
Por la inmediatez entre la publicación del Informe sobre la
ley agraria, en 1795, y la normativa de 1798, Jovellanos viene siendo considerado como autor, por lo menos intelectual, de la primera desamortización eclesiástica. Lo cierto es que en su obra
sistematiza y desarrolla las doctrinas elaboradas hasta el
momento, de modo que es la síntesis del proceso doctrinal y, por
ello, el apoyo ideológico más inmediato de dicha normativa desamortizadora.82 Parte de las teorías de su maestro Campomanes
MOÑINO, José, Ibídem, p. 215.
MOÑINO, José, Alegación fiscal contra la carta del obispo de Cuenca…, op.
cit., p. 28. En el mismo sentido se pronuncia en la Instrucción reservada de la Junta
de Estado…, op. cit., p. 214: «No hay tierras, casas ni bienes raíces más abandonados y destruidos que los de capellanías y otras fundaciones perpetuas con perjuicio imponderable del Estado».
82
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe de la Sociedad Económica de
Madrid… (1795), op. cit., pp. 79-138. Vid. ANES, Gonzalo, «El informe sobre la Ley
Agraria y la Real Sociedad Económica matritense de Amigos del País», en Economía e Ilustración en la España del siglo XVIII, Ariel, Barcelona, 1972, pp. 97-138. En
80
81
2. La propuesta
47
sobre la urgente necesidad de limitar la amortización y vinculación de la propiedad de la tierra para el desarrollo económico,
social y político del reino. Para los baldíos y concejiles (propios
y comunes) acepta su repartimiento a través de contratos enfitéuticos, en consonancia con las tesis de Olavide, pero parece
decantarse por su venta en plena propiedad, bien directamente
(baldíos), bien a través de la progresiva redención de dichos censos enfitéuticos (concejiles): «El interés de los adquirentes establecerá, al cabo, en estas tierras, aquella división, aquel cultivo,
que, según sus fondos y sus fuerzas, y según las circunstancias
del clima y suelo en que estuvieren, sean más convenientes». Fiel
defensor del nuevo derecho de propiedad preliberal, debe acudir
a argumentos de «interés público» para admitir esta especie de
desamortización: «Si, por una parte, esta propiedad [la concejil]
es tan sagrada y digna de protección como la de los particulares,
y si es tanto más recomendable, cuanto su renta esté destinada a
la conservación del estado civil y establecimientos municipales
de los concejos, por otra, es difícil de concebir cómo no se haya
tratado hasta ahora de reunir el interés de los mismos pueblos
con el de sus individuos, y de sacar de ellos un manantial de subsistencias y de riqueza pública».
En parecido sentido, critica la acumulación de la propiedad
territorial por parte de las manos muertas y familias nobles (amortización y vinculación): abuso de tal facultad, encarecimiento de la
tierra por su escasez, aumento de las rentas de los arrendamientos
y, sobre todo, atraso de su cultivo y producción.83 La Iglesia, fundamentalmente los eclesiásticos regulares, a pesar de su riqueza,
sus Diarios, Jovellanos da cuenta de la finalización, repaso, aprobación, publicación e impacto del informe durante los años 1794 (22, 24, 25 y 27 de febrero, 1, 2,
4, 10, 11, 13, 14, 15, 19, 20, 24 y 30 de marzo, 8, 10, 14, 15, 16, 17, 20, 22 y 30 de abril,
24 de julio, 8 de agosto, 9 de septiembre, 11, 12, 13, 15 y 22 de octubre, 17, 21 y 22
de noviembre y 30 de diciembre), 1795 (7 de agosto y 6 de diciembre) y 1796 (11
de enero, 23 de mayo y 3 de julio). Diarios (1790-1797), op. cit.
83
Las mismas ideas las expone en su Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit., pp.
290-294.
48
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
necesaria para su sustento, seguía acumulando grandes propiedades de tierras laicas, que «pertenecían al Estado». La solución más
inmediata, de nuevo, la prohibición de las fundaciones que vinculaban la tierra para dejarla amortizada: «¡Qué de capellanías,
patronatos, aniversarios, memorias y obras pías no se fundaron
desde que las leyes de Toro, autorizando las vinculaciones indefinidas, presentaron a los testadores la amortización de la propiedad
como un sacrificio de expiación! […] Fundaciones de conventos,
colegios, hospitales, cofradías, patronatos, capellanías, memorias y
aniversarios, que son los desahogos de la riqueza agonizante, […]
títulos inventados para mantener en la Iglesia algunos ministros
sin oficio ni funciones ciertas». Y, para salvar, otra vez, el derecho
de propiedad y la libertad testamentaria y fundacional, vuelve a la
propuesta de Floridablanca para que los bienes raíces con que se
dotasen dichas fundaciones se enajenasen y subrogasen en «juros,
censos, acciones en fondos públicos y otros efectos semejantes», es
decir, conversión de la propiedad inmobiliaria en mobiliaria. Con
una postura mucho menos regalista que la que mostrará poco
tiempo después, no olvida Jovellanos advertir que el trascendente
asunto requería la concurrencia de la autoridad real y eclesiástica,
e incluso espera una «abdicación decorosa» por parte de la propia
Iglesia. Se trataba de instituciones que poseían bienes, por una
parte laicos y por otra eclesiásticos, doblemente vinculados y
amortizados. Y en cuanto a las capellanías, sus bienes raíces eran
puramente eclesiásticos. Respeto, en fin, a la propiedad particular
de la Iglesia, a pesar de que Jovellanos manifiesta que «cualquier
reforma en materia de vinculaciones deberá empezar por aquí».84
Mucho más explícito se mostraba años antes, cuando proponía medidas semejantes específicas para los hospitales, es decir, la
venta de las fincas con que estuviesen dotados, aun de las vinculadas, con el fin de imponerlas o subrogarlas en el capital que se
obtendría, «en beneficio del mismo instituto, sin gastarse ni distraerse a otros objetos, antes bien mejorando su suerte y condición,
84
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit.
2. La propuesta
49
aumentando sus rentas, disminuyendo los gastos de su percepción, y estableciendo mayor facilidad, orden y economía en su
administración».85 Y, para ello, defendía que tal enajenación no
suponía ninguna limitación ni al derecho de propiedad ni a la
libertad contractual, testamentaria y fundacional. No se trataba de
una desposesión, sino que, también por interés general del reino y
particular de las instituciones benéficas, las fincas se sustituirían
por capitales: «Que no tratándose de enajenar, sino de subrogar la
renta de estas fincas, la cuestión del día no es de derogación, sino
de conmutación de la voluntad». Y, en último caso, el poder público, que era quien permitía la vinculación, podía autorizar tales
ventas «concurriendo causa justa de necesidad o utilidad». Ese
poder público era el real para las propiedades de fundaciones y
establecimientos sujetos a su potestad, lo mismo que el pontífice
ejercía la suprema autoridad sobre los bienes eclesiásticos, incluidos los de las fundaciones de dicha naturaleza. Para Jovellanos, la
vinculación derivaba, sin duda, de la ley civil,86 pero la amortización ya no tan claramente como mantuviera Campomanes. Por
ello, en 1775, en la Junta sevillana de temporalidades de los jesuitas, había propuesto que el patronato de sus fundaciones se dejase
en manos de «personas públicas y empleadas de Su Majestad»,87 y,
ya en 1799, vigente, por tanto, la desamortización de 1798, Jovellanos aconseja a Juan Francisco Menéndez Solís, presbítero de Candás (Asturias), la fundación de una escuela bajo protección del
Ayuntamiento, para que fuese laical, siquiera para evitar la contribución del quince por ciento impuesta en 1795, como veremos,
sobre los bienes adquiridos por las manos muertas.88
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe dado acerca de la venta de
varias casas de los reales hospitales de Madrid… (1787), op. cit., pp. 61-63.
86
Lo mismo afirmará Sempere y Guarinos, en su Historia de los vínculos…,
op. cit. Vid. CLAVERO, Bartolomé, Mayorazgo…, op. cit., p. 324.
87
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe dado por la Junta municipal de
temporalidades de Sevilla… (1775), op. cit., pp. 427-429.
88
JOVELLANOS, Melchor Gaspar de, Carta de Jovellanos al Señor Don Juan
Francisco Menéndez Solís… (1799), op. cit., pp. 200-201.
85
50
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
De forma mucho más rotunda, Jovellanos mostrará todo su
ideario regalista cuando, a fines de 1797, ya como ministro de Gracia y Justicia, informe sobre la firme propuesta de ordenar la enajenación de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas.
Entonces, no duda en calificar a dichos establecimientos de públicos
y a su propiedad territorial, en parte amortizada, de vinculada y, por
tanto, civil, con el correspondiente derecho del rey a disponer de la
misma, máxime, de nuevo, cuando no se trataba de una desposesión, sino de la subrogación de dicha propiedad inmobiliaria en
mobiliaria. Incluso se atreve a extender tal posibilidad de disposición a las propiedades puramente eclesiásticas –aunque no por el
momento– sin necesidad de acudir a la autoridad papal: «Sin desconocer o perder de vista la suprema potestad económica de Su Majestad, nadie podrá poner en duda la autoridad soberana en esta materia. Por virtud de ella puede Su Majestad regular la propiedad de
todos los establecimientos piadosos y aun eclesiásticos [...] porque
todo derecho de poseer tiene su origen y apoyo en la potestad civil,
y de ella se deriva también toda propiedad eclesiástica. Su Majestad,
por tanto, puede moderar este derecho y regularle en cualquiera
tiempo y caso, según lo exigiere el bien general de la sociedad. Esta
potestad es más cierta y extendida respecto de aquellos establecimientos que, aunque piadosos, tienen el principal carácter de políticos, y más descubiertas relaciones con el Estado que con la Iglesia.
[...] Añádase que no se trata ahora de arrancarles su propiedad y
menos de abandonar los fines de su institución. Trátase solo de
moderar esta propiedad, reduciéndola de territorial a mobiliaria, en
beneficio del público y de ellos mismos [...]. Otro diría vuestra merced que se ocurriese por una bula, pero ya es tiempo de pasar sin
ellas. ¿Y por qué sería mayor la autoridad del Papa que la del Rey?
¿Y por qué no podrá este hacer lo que aquel pudiera dispensar?
Adviértase que no se trata por ahora de bienes eclesiásticos sino laicales, pues no son de otra naturaleza los de hospitales, hospicios,
cofradías, patronatos, memorias y capellanías laicales».89
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit., pp. 1214. También se refiere a este informe de Jovellanos SARRAILH, Jean, La España
89
2. La propuesta
51
Por fin, como venía siendo la doctrina general, los mayorazgos, a pesar de las críticas, son los mejor parados. Jovellanos vuelve a repetir la legitimidad de la prohibición de nuevas vinculaciones sin licencia real: «Por contrato inter vivos y por testamento, por
vía de mejora, fideicomiso, legado u otra forma». En cuanto a las
subsistentes, llega a admitir la propuesta de Campomanes y Olavide para permitir, e incluso promover, la cesión de su dominio útil
a través de contratos enfitéuticos o arrendamientos de larga duración –aunque Jovellanos criticó duramente la regulación de la renta
y duración de estos por el Gobierno–, pero, en todo caso, prefiere
que se concedan «facultades para vender fincas vinculadas».90 El
primer paso para el salto cualitativo hacia la propiedad liberal ya
estaba dado, aun con precauciones: «Entonces diré por qué no propuse la completa abolición de todo vínculo y especie de amortización, que creo necesaria […], y otras cosas que pedían los presentes tiempos».91
El impacto del Informe de Jovellanos es indudable –«corre
con gran fortuna en Madrid«–, y mucho tuvo que ver con su regreso a la corte tras su primer «destierro» a Asturias. Él se mostraba
cauteloso: «En la Corte, se cambia todo de un día a otro», pero afirmaba que «tendría gran placer en que se adoptasen mis proposiciones por el bien que pueden producir».92 El cambio de Gobierno
de fines de 1797, favorable a los ministros más reformistas, le dio
entrada en el mismo como secretario de Estado y del Despacho de
Gracia y Justicia. Como veremos, a su rápida caída, en agosto del
año siguiente, sucederá la primera normativa desamortizadora,
aprobada en septiembre.
ilustrada..., op. cit., p. 595. Reproduzco dos cartas de Jovellanos a Saavedra sobre
este asunto en el apéndice documental 1. 4.
90
La misma idea en Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit.
91
Diario de 7 de agosto de 1795. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., p. 317.
92
Diarios de 30 de diciembre de 1794 y 6 de diciembre de 1795. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., pp. 224 y 340.
52
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
2.3. La reforma fiscal y la crisis hacendística
La persistencia de los ilustrados en sus críticas contra la
amortización y vinculación de la tierra no fue en vano. La doctrina campomanista logró la aprobación de normativa para el repartimiento de tierras concejiles,93 la regulación de contratos de arrendamientos casi perpetuos94 y, sobre todo, la limitación de los
mayorazgos y vinculaciones, para cuya fundación se exigió autorización real y determinados requisitos.95 Pero el primer paso
hacia la desamortización y desvinculación vendrá de mano no
tanto de la reforma agraria como de la fiscal y, de forma decisiva,
La Real provisión de 2 de mayo de 1766 ordenó el repartimiento en
arrendamiento de las tierras concejiles labrantías, incluidas las baldías, de la provincia de Extremadura, disposición que se extendió al resto del reino el 18 de
marzo de 1768. Estas y otras disposiciones complementarias fueron derogadas
por real provisión de 26 de mayo de 1770, que establecía un nuevo método de
reparto que beneficiaba a los labradores más acomodados. Nov. Rec., 7, 25, 17. Vid.
TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op. cit., pp. 564-566.
94
Aunque la real provisión de 20 de diciembre de 1768 ya había prohibido el desahucio de los arrendatarios, extendiendo a todo el reino una norma prevista para Salamanca, la real cédula de 26 de mayo de 1770 volvió a declarar la
libertad en la contratación de los arrendamientos. El 6 de diciembre de 1785 se
publicó una nueva real cédula, consecuencia de la nueva contribución de frutos
civiles, que llevaba a la práctica el ideal de Campomanes y Olavide de asegurar a
los arrendatarios cultivadores una renta moderada y una permanencia casi perpetua en el disfrute de la propiedad útil. Así, se prohibía a los propietarios modificar las condiciones de los arrendamientos o realizar nuevos pactos que aumentasen la renta, lo mismo que el desahucio del arrendatario, salvo en tres casos: cultivo de la tierra por el propietario, que, además, debía ser labrador, tener ganado
y residir en el lugar donde aquella se hallase, incumplimiento del contrato y mal
uso de la misma. Dichas causas coincidían con las propuestas por Olavide en su
informe sobre la reforma agraria: cultivo por el propietario, impago de la renta
durante dos años y cese del cultivo de la mitad de la tierra durante un año. La disposición de 1785 volvió a recogerse en la real cédula de 8 de septiembre de 1794
que establecía una nueva contribución extraordinaria de frutos civiles. Colección de
pragmáticas…, op. cit., pp. 562-563; Nov. Rec., 10, 10, 4.
95
Real cédula de 14 de mayo de 1789. Colección de todas las pragmáticas…,
op. cit., pp. 29-30. Vid. CLAVERO, Bartolomé, Mayorazgo…, op. cit., pp. 291-311.
93
2. La propuesta
53
de la crisis hacendística vivida durante el reinado de Carlos IV. En
palabras de Sempere y Guarinos, la guerra paralizó las reformas
emprendidas por los ministros de Carlos III, pero, al final, «ha
dado ocasión a la práctica de otras medidas acaso mucho más eficaces para el fomento de la industria».96 Y todavía más claramente, Canga Argüelles afirmaba que «aunque algunos de nuestros
antiguos políticos habían manifestado en sus obras los daños que
sufría el Estado con la desmedida amortización de los bienes raíces, no se trató decididamente de su venta hasta que las urgencias
del año de 1795 obligaron a pensar en ello».97
El siglo XVIII fue un siglo de reformas, especialmente significativas las hacendísticas. A pesar del fracaso del proyecto de
Única Contribución,98 lo cierto es que durante la segunda mitad del
setecientos se tomaron diversas medidas para la centralización y
unificación del sistema tributario, a través de una más eficaz administración y del establecimiento de nuevas contribuciones proporcionales a la riqueza y que superasen las múltiples exenciones fiscales.99 Entre ellas, las que nos interesan son las que incidieron
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Policía de España…, 1, op. cit., p. 147.
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda para el uso de los
encargados de la Suprema Dirección de ella, 5, Imprenta española de M. Calero, Londres, 1826, pp. 233-243.
98
El proyecto comenzó su andadura por real decreto de 10 de octubre de
1749 y se abandonó definitivamente en 1776. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 8.017. Vid. MATILLA TASCÓN, Antonio, La Única
contribución..., op. cit.
99
Vid. ARTOLA, Miguel, La Hacienda del Antiguo Régimen, op. cit.; ANES,
Gonzalo, «La contribución de frutos civiles...», op. cit. Debe destacarse la normativa aprobada a lo largo de 1749, que estableció un nuevo sistema de administración directa de las rentas reales o provinciales (11 de octubre y 15 de noviembre)
y generales (3 de diciembre), y unos nuevos delegados hacendísticos en las provincias: los intendentes (13 de octubre). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 8.017. En 1760 se dictan nuevas reglas y se crean nuevos
órganos para el control de las haciendas provinciales y locales: contaduría general en el seno del Consejo de Castilla, contadurías provinciales dirigidas por los
intendentes y juntas locales de propios y arbitrios (30 de julio). A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 8.021. En 1785 se procede a una
96
97
54
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
sobre la propiedad de la tierra vinculada y amortizada, para gravarla, y las que afectaron a la tributación eclesiástica, que también
derivarán en la política desamortizadora. Todas estas reformas se
enmarcarán pronto en una crisis fiscal sin precedentes derivada del
endeudamiento público a que dieron lugar los empréstitos extranjeros y las emisiones de vales reales, instrumentos que se consideraron necesarios para hacer frente a los gastos extraordinarios provocados por las guerras, primero contra Francia (1793-1795) y
luego contra Inglaterra (1796-1802 y 1805-1808). Como afirmaba
Godoy, «la reforma del sistema de tributos en España, entendidos
por tales no solo los que componen la renta del Estado sino también los eclesiásticos, los señoriales, los municipales, los curiales y
tantos otros producidos por los diversos privilegios y los varios
monopolios que las leyes del país autorizan o consienten, no era ni
podía ser sino la reforma entera del Estado, la de todas las clases,
desde las más altas hasta las más ínfimas, reforma necesaria, mas
reforma imposible mientras los ánimos no estén maduros y dispuestos para que llegue a hacerse sin reacciones ni alborotos».100
2.3.1. Las rentas y bienes de la Iglesia
Dichas ansiadas reformas eran en esta época especialmente
necesarias, pero también peligrosas. Por ello, se insistió no en crear
nuevas contribuciones, sino en arbitrar otros recursos, que gravasen especialmente a los estamentos privilegiados: «Debe recordar a
Vuestra Majestad que la pusilanimidad de Luis XVI en no exigir
oportunamente del clero, de la nobleza, de los acreedores del estado y de las clases pudientes el sacrificio que reclamaba el apuro de
revisión general de los encabezamientos de los pueblos para el pago de las rentas
provinciales y, además, se crea la nueva contribución de frutos civiles, que gravaba las rentas que percibían los hacendados por los arrendamientos de sus propiedades (29 de junio). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libro 8.036. A algunas de estas reformas hacendísticas se refiere el conde de Floridablanca en varios escritos: MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., pp. 243-256, y Memorial presentado al rey… (1789), op. cit., pp. 333 y ss.
100
GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 369-372.
2. La propuesta
55
su Real Erario, le precipitó en la espantosa rebolución que acabó
con su Corona, con su vida y con las mismas clases que había querido contemplar».101
A pesar de ello, la clase noble fue la menos perjudicada. Se
vio privada de algunas exenciones fiscales propias de su estado,
con nuevas contribuciones como la extraordinaria de frutos civiles,
la de herencias y legados en las sucesiones transversales, la llamada valimiento de oficios enajenados y la impuesta sobre determinados artículos de lujo.102 Además, hizo frente a diversos préstamos
y donativos voluntarios y forzosos, aunque los primeros con intereses, premios y loterías.103
Son palabras pronunciadas por una Junta nombrada en 1798 para proponer arbitrios para salvar la Real Hacienda, cuya representación final firmaron
el marqués de Iranda, el conde de Cabarrús, Felipe Ignacio de Canga Argüelles,
Manuel Sixto Espinosa y Martín Antonio de Huici. British Library, Manuscripts,
Egerton, 369. Vid. infra, nota 198.
102
Reales cédulas de 8 de septiembre de 1794 (contribución extraordinaria
de frutos civiles), 25 de septiembre de 1798, 24 de diciembre de 1799 y reglamento
de 24 de noviembre de 1800 (contribución sobre legados y herencias), 9 de noviembre de 1799 (valimiento de oficios enajenados) y 10 del mismo mes y año, desarrollada por real orden de 20 de marzo de 1800 y reglamento de 17 de diciembre de
1802 («servicio anual sobre criados y criadas, mulas y caballos de regalo, coches,
berlinas y sillas, fondas, tiendas de géneros ultramarinos, hosterías, botillerías, confiterías, tabernas, tiendas de vinos generosos, licores y perfumes, casas de juego
establecidas con permiso del Gobierno, tiendas de abacería, de lienzos blancos o
pintados de lino o algodón, de seda, paños y de quincalla, lonjas cerradas y posadas públicas y secretas, excluyendo solo los criados de la labranza, de los artistas y
de los de tragino o arriería». Afectaba al estamento eclesiástico según la real orden
de 2 de enero de 1800). Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 75-84, II, pp. 111116, 233-242, 266-267, 293-295, 437-445, y III, pp. 210-219.
103
Reales cédulas de 13 de agosto de 1795 y 7 de julio de 1796 (préstamo
de doscientos cuarenta millones de reales), 15 de julio y 29 de noviembre de 1797
(préstamo de cien millones, ampliado a ciento sesenta), 19 de junio de 1798 (donativo voluntario y préstamo patriótico) y reales cédulas de 17 y 25 de octubre del
mismo año (préstamo de cuatrocientos millones) y 29 de junio de 1805 (préstamo
de cien millones). Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 144-149 y 203-205, y II,
pp. 48-50, 83-88 y 124-132; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.013.
101
56
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Pero lo que más nos interesa es el proceso de adaptación normativa del ideal ilustrado contrario a la vinculación de la tierra.
Como hemos adelantado, en 1789 se prohibió la constitución de
nuevos mayorazgos y vínculos sin la correspondiente licencia real
y se les exigió una renta mínima de trescientos ducados y su pertenencia a familias distinguidas por su carrera militar o política.
Pero, además, esta nueva disposición acogió las propuestas ilustradas que, para moderar la vinculación de bienes raíces, preferían las
dotaciones perpetuas hechas principalmente sobre «rédito fijo,
como censos, juros, efectos de villa, acciones de Banco u otras
semejantes, de modo que quede libre la circulación de bienes estables».104 Como complemento se promulgaron reglas para promover
el cultivo de las tierras vinculadas.105 No se logró, por el momento,
una facultad general para imponer censos sobre sus bienes ni para
enajenar su dominio útil.106 Pero, en julio de 1798, una real orden
llegó a permitir la cesión de sus fincas en arrendamientos de larga
duración, enfiteusis, foros «u otra especie de contrato perpetuo».107
Por su parte, en 1795 se aprobó un nuevo impuesto que gravaba,
con el quince por ciento de su valor, la fundación de nuevos mayorazgos y vínculos.108 Y, por fin, en septiembre de 1798, todas estas
medidas desembocaron en la facultad otorgada para la enajenación
El cumplimiento de la real cédula de 14 de mayo de 1789 se recuerda
por otra de 3 de julio de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op. cit., pp. 141-142.
105
Real decreto de 28 de abril de 1789. MORENO GARBAYO, Natividad,
Colección de Reales Cédulas del A.H.N., op. cit.
106
Vid. varias peticiones de imposición de censos e incluso de enajenación
de bienes de mayorazgos en el A.H.N., Estado, legajo 6.394. Por real decreto de 11
de julio de 1761 se facultó a los poseedores de casas de mayorazgos y obras pías
de Madrid para gravarlos con censos, con el fin de costear su limpieza. Nov. Rec.,
10, 15, 11.
107
Así se aprobó por real orden de 4 de julio de 1798, dictada a consecuencia de una representación de Francisco Hurtado de Corcuera, miembro de la
Sociedad Económica Vascongada de Amigos del País. A.H.N., Consejos, libro
2.689.
108
Real cédula de 24 de agosto de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op.
cit., pp. 149-155.
104
2. La propuesta
57
de sus bienes raíces en plena propiedad, a cambio de su subrogación
en títulos de deuda contra la Real Hacienda, medida complementada con la liberalización de los censos, a través de las facilidades otorgadas para su redención, y, años después, de los contratos de arrendamiento.109 De este modo, se abandonaba definitivamente la doctrina campomanista de cesión de su dominio útil, para adoptar la jovellanista de enajenación bajo un nuevo sistema de propiedad.
Esta disposición pudo contrariar a parte de la nobleza, pero
el hecho es que las medidas establecidas le beneficiaban: imposición del caudal de la venta en la Real Hacienda al interés del tres
por ciento, con la reducción de una octava parte que se reservaba
el poseedor del mayorazgo; facultad para vender bienes raíces con
el fin de redimir censos y cargas afectas a otros del mismo mayorazgo; facilidades para adquirir con el capital de dichas ventas
bienes raíces desamortizados; libertad en los arrendamientos de
dichas fincas; y posibilidad de comprar los mismos bienes inmuebles pertenecientes a los mayorazgos de los que eran poseedores
para adquirirlos en plena propiedad.110
109
Reales cédulas de 24 de septiembre de 1798, 17 de abril de 1801, 15 de
septiembre de 1803 y 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
110
Reales cédulas de 24 de septiembre de 1798 (facultad a los poseedores
de mayorazgos, vínculos y patronatos de legos para enajenar los bienes de sus
dotaciones) y 13 de enero de 1799 (premio de la octava parte a los poseedores de
bienes vinculados que vendan sus fincas), real orden de 18 de diciembre de 1798
y reales cédulas de 17 de abril de 1801 y 17 de enero de 1805 (redención de censos
de los bienes enajenables y facultad para vender bienes de mayorazgos y vínculos para redimir todo tipo de censos y cargas con el fin de invertir en la compra
de bienes amortizados y vinculados), reales cédulas de 3 de febrero de 1803, completada por real circular de 29 de julio (facultad a los poseedores de mayorazgos
y vínculos para enajenar fincas de sus dotaciones en pueblos distantes a sus domicilios con el fin de adquirir bienes raíces de fundaciones benéficas y piadosas), 15
de septiembre de 1803 (libertad en la contratación de arrendamientos para los
compradores de fincas de establecimientos píos) y 10 de junio de 1805 (facultad a
los poseedores de vínculos para comprar fincas de sus mayorazgos en plena propiedad). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y
6.013; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
58
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Por su parte, las clases populares, a pesar de la insistencia del
rey en no crear nuevas contribuciones generales, verán aumentadas sus cargas económicas. A la reciente revisión de los encabezamientos por rentas provinciales o reales, se unen nuevos servicios
extraordinarios.111 A ello debe añadirse el aumento del precio de
productos como los agrarios, la sal, el tabaco, el papel sellado, el
aguardiente, el vino, etcétera. Y los gravámenes sobre los sueldos
de los empleados públicos.112 También se vieron perjudicados los
fondos municipales más importantes, como eran los propios y
arbitrios, y los pósitos.113 El pueblo, que, a pesar de apoyar medidas
Real decreto de 29 de junio de 1785, con el nuevo reglamento de rentas
provinciales, y real cédula de 12 de noviembre de 1799, con un subsidio extraordinario de trescientos millones de reales. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 8.036.
112
Vid. la real pragmática de 30 de agosto de 1800. El 2 de julio de 1805 se
estableció un arbitrio temporal de cuatro maravedís en cuartillo de vino que fue
muy impopular. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros
6.012 y 6.013; y Consejos, libro 2.688.
113
Real cédula de 29 de mayo de 1792 (aplicación de los sobrantes de propios y arbitrios para la amortización de vales), real decreto de 12 de enero de 1794
que deroga lo anterior (aplicación del diez por ciento de todos los propios y arbitrios del reino al nuevo fondo de amortización), real cédula de 21 de febrero de
1798 (enajenación en pública subasta de las casas de propios y arbitrios), real
decreto de 26 de febrero de 1798 (incluye el susodicho diez por ciento en la nueva
Caja de Amortización), real cédula de 15 de marzo de 1798 (aplicación a la misma
Caja de la mitad de los sobrantes de propios y arbitrios) y pragmática de 30 de
agosto de 1800 (incorpora dichos arbitrios –el diez por ciento y la mitad de los
sobrantes– al nuevo sistema de consolidación de la deuda pública). Por real decreto de 17 de marzo de 1799, completado por real orden de 7 de octubre, se ordenó
que, extraordinariamente, pasase a la Caja de Amortización el veinte por ciento o
quinta parte de los fondos de granos y dinero de los pósitos según las cuentas que
resultasen hasta el año de 1798. La circular de 26 de septiembre de 1800 contenía
una instrucción para la extracción anual de un cuartillo de real de cada fanega de
granos y peso fuerte que tuviesen los fondos de los pósitos reales y los de fundación particular. Por su parte, la real cédula de 6 de octubre de 1800 y la real orden
de 8 de marzo de 1801 establecieron una nueva organización de los pósitos (sustitución de la Dirección General de pósitos y sus subdelegados por la Dirección
General de provisiones). Por real orden de 13 de marzo de 1801 se aprobó una
nueva instrucción para la extracción de los fondos de dichos pósi111
2. La propuesta
59
contrarias al poder territorial, económico y político de los estamentos privilegiados, no había permanecido sumiso frente a algunas
de las reformas ilustradas fiscales y agrarias, como puso de manifiesto el motín de Esquilache (1766),114 se manifestará en épocas de
crisis agrarias115 y se mostrará desde un primer momento contrario
a medidas, ya liberales, como la que derogaba la normativa de protección de los arrendatarios en beneficio de los compradores de tierras desamortizadas, nuevos propietarios que adelantan la revolución burguesa.116 En efecto, dichas crisis agrarias y el aumento de
los precios y rentas agrarias, tan perjudiciales para las clases populares, serán circunstancias aprovechadas por las más acomodadas
para hacerse con la ansiada propiedad de la tierra que permanecía
amortizada y vinculada. En 1798 dieron su primer paso.117
Por fin, el clero, ya en alerta contra los ilustrados por los intentos de limitar su poder político, social y económico, sufrió de forma
muy acusada gravámenes sobre sus rentas, derechos y bienes (beneficios eclesiásticos vacantes, diezmos, señoríos, bienes enajenados y
tos. Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 251-258, y Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 1-5, II, pp. 63-65, 72-73, 328-350 y 354-361, y III, pp. 45-49. Vid.
ANES, Gonzalo, «Los pósitos en la España del siglo XVIII», en Economía e Ilustración..., op. cit., pp. 73-94.
114
Vid. CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., «El motín de 1766 y la Constitución del Estado», en A.H.D.E., 67, 1, 1997, pp. 707-719.
115
Una de las más acusadas se produjo precisamente en 1798. Vid. HERR,
Richard, España y la Revolución del siglo XVIII, op. cit., pp. 314-333; BARREIRO
MALLÓN, Baudilio, «La conflictividad social durante el reinado de Carlos IV», en
La España de Carlos IV, Actas de la I Reunión Científica de la Asociación de Historia Moderna, Tabapress, Madrid, 1991, pp. 75-90.
116
Vid. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op. cit., pp.
547-634.
117
HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 109-110 y 827-871, que no
considera esta primera desamortización consecuencia de una revolución burguesa, sino, en todo caso, al revés, pone de relieve la coincidencia entre las crisis agrarias y el aumento de los precios agrícolas y la normativa desamortizadora de 1798,
1837 y 1855. Sobre la oposición de los labradores más acomodados a sus señores
jurisdiccionales y territoriales, vid. ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío
en Aragón..., op. cit., 1993, pp. 289-365.
60
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
donados de la corona, etcétera), y nuevos impuestos, como los subsidios extraordinarios eclesiásticos, préstamos y donativos.118 En
cuanto a sus preciados y criticados bienes raíces amortizados, si
bien no llegaron a prohibirse, en general, nuevas adquisiciones, sí
las fundaciones de capellanías y otras fundaciones eclesiásticas perpetuas sin licencia real, a semejanza de lo aprobado para los mayorazgos y vínculos en 1789.119 Del mismo modo, se impuso la contribución del quince por ciento del valor de todos los bienes que, en
sentido amplio, adquiriesen las manos muertas, «debiendo esta
imposición considerarse como un corto resarcimiento de la pérdida
de los reales derechos en las ventas o permutas que dexan de hacer-
Real decreto de 25 de febrero de 1795 (aplicación de las rentas, frutos y
emolumentos de las vacantes de dignidades, prebendas y beneficios eclesiásticos
de patronato real para la extinción de los vales reales), reales cédulas de 8 de junio
y 19 de agosto de 1796, 22 de mayo y 27 de octubre de 1797, y 27 de diciembre de
1802, circular de 24 de septiembre de 1804, real cédula de 26 de junio de 1805 y
real orden de 10 de septiembre del mismo año (revocación de las exenciones de
diezmos), real decreto de 29 de agosto de 1794 (subsidio eclesiástico de siete millones de reales anuales), real decreto de 23 de marzo de 1795 (subsidio extraordinario de treinta y seis millones para la península y treinta para América), real pragmática de 30 de agosto de 1800 y reales cédulas de 17 de diciembre de 1802 y 15
de agosto de 1805 (media anualidad de los productos de bienes de la corona donados a los cuerpos eclesiásticos, sustituida luego por la satisfacción anual de una
decimoquinta parte, reducida posteriormente a un dos por ciento), real cédula de
26 de enero de 1801 (noveno extraordinario de diezmos), real cédula de 24 de abril
de 1801, reglamento de 26 de febrero de 1802 y real cédula de 10 de febrero de
1805 (anualidad de las dignidades, oficios y beneficios vacantes de cualquier
patronato), real cédula de 8 de septiembre de 1803 y real orden de 19 de enero de
1804 (exigencia de una quinta parte de los diezmos de encomiendas y maestrazgos de las órdenes militares) y reales cédulas de 25 de febrero de 1805 y 12 de
diciembre de 1806 (incorporación a la corona de los señoríos temporales, jurisdicciones, rentas, derechos, fincas y demás efectos enajenados poseídos por mitras y
otras dignidades eclesiásticas, y por monasterios y demás comunidades regulares). Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 126-136, 188-194 y 211-212, II, pp. 2021, 45-47 y 328-350, y III, pp. 11-19, 60-65, 135-144, 208-210, 219-221 y 480-481; Nov.
Rec., 4, 1, 14, y Suplemento, 4, 1, 1; Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia
de Asturias, op. cit.
119
Real resolución de 20 de febrero de 1796. Nov. Rec., 1, 12, 6.
118
2. La propuesta
61
se por tales adquisiciones, y como una pequeña recompensa del
perjuicio que padece el público en la cesación del comercio de los
bienes que paran en este destino».120 Pero, sobre todo, la crisis fiscal
va a dar lugar a la primera normativa desamortizadora eclesiástica.
Todas esta medidas se tomaron en una situación de extraordinaria necesidad del Estado, en crisis económica, pero son consecuencia de una doctrina elaborada a lo largo del siglo. La acumulación de riqueza por la Iglesia, tan criticada, se había puesto claramente de manifiesto en las averiguaciones que se llevaron a cabo
con el objeto de reformar el sistema financiero, que, desde el proyecto de la Única Contribución, dieron lugar a la elaboración de
censos de población y distribución de riqueza.121 La tributación
eclesiástica comenzó a extenderse en sus rentas y bienes en una
época de regalismo, reforma del clero y secularización.122 Y al final
del siglo se iniciará el proceso de aplicación de su propiedad a la
Real cédula de 24 de agosto de 1795, repetida por otra de 17 de diciembre de 1798. Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 149-155, y II, pp. 138-139.
121
En concreto, catastro de La Ensenada (1756) y censos de Floridablanca
(1787) y Godoy (1797). En 1802 Soler inició la elaboración de un nuevo censo, pues
debía renovarse cada cinco años, con los siguientes interrogatorios dirigidos a los
intendentes de las provincias: «Interrogatorio sobre la cantidad, calidad, destino
y cultivo de las tierras para formar la división agrícola de España», «Interrogatorio político», «Interrogatorio sobre las fábricas, artes y oficios, a cuyas preguntas
deben contestar con la mayor individualidad todas las ciudades, villas y lugares
del Reyno» e «Interrogatorio sobre las producciones naturales» (A.H.N., Consejos, legajo 2.980). Censo de población de la Corona de Castilla «Marqués de la Ensenada», 1752, Instituto Nacional de Estadística, Madrid, 1994; Censo español executado
de orden del Rey comunicada por el Excmo. Sr. Conde de Floridablanca, primer Secretario
de Estado y del Despacho, Imprenta Real, Madrid, 1787; Censo de la población de España de el año de 1797 executado de orden del Rey en el de 1801, Instituto Nacional de
Estadística, Madrid, 1994. Vid. MATILLA TASCÓN, Antonio, La Única contribución…, op. cit.; DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…, op. cit., pp. 359382. Sobre la riqueza de la Iglesia española, vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 1, op. cit., pp. 90-96.
122
Vid. supra, nota 118. FONTANA, Joseph, La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820). La crisis del Antiguo Régimen en España, Ariel, Barcelona, 1971, pp.
151-167; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón..., op. cit., pp.
115-121 y 139-155.
120
62
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
amortización de la deuda pública. A las rentas, sobre todo, y bienes de la Iglesia ya habían acudido los reyes en situaciones de crisis
en múltiples ocasiones, de lo que son buena prueba los concordatos de 1737 y 1753 y diversas bulas y breves pontificios obtenidos
a lo largo del setecientos.123 Pero el Estado nunca se había apoderado de los bienes raíces eclesiásticos para entregarlos a nuevos propietarios bajo un nuevo régimen jurídico de propiedad desamortizada, desvinculada y, en fin, liberalizada.124
También debe destacarse que, desde hacía tiempo, venía abogándose por la aplicación de determinadas rentas y bienes eclesiásticos a fines benéficos, piadosos y sanitarios asumidos por el nuevo
Estado, proceso que describe claramente Sempere y Guarinos en su
Policía de España, acerca de los pobres, vagos y malentretenidos: «No mejorando la educación popular, no aumentando la agricultura, fábricas y
comercio, y no dando más prudente dirección a la beneficencia, todas
las leyes contra los mendigos y holgazanes serán ineficaces e insuficientes para curar estos vicios detestables».125 El Concordato de 1753
abrió la puerta a esta posibilidad, y en 1777 el conde de Floridablanca promovió la creación de un fondo pío beneficial dotado con las
123
El concordato de 1737 dispuso, en general, la tributación de los bienes
eclesiásticos. Vid. instrucción de 24 de octubre de 1745 y reales cédulas de 29 de
junio de 1760 y 10 de agosto de 1793. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección
de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit.
124
HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 130, afirma que «Carlos IV
no hacía sino seguir la tradición del Antiguo Régimen cuando optó por los bienes de las obras pías para asistirle en este caso. Pero el tomar propiedades en lugar
de rentas era algo nuevo, producto del cambio de circunstancias y de la filosofía».
125
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, en Biblioteca española económico-política,
1, op. cit. Vid. SARRAILH, Jean, La España ilustrada..., op. cit. Se detiene este autor
en diferentes escritos muy críticos con la beneficencia y sanidad privadas, de
Ward (pp. 528-530) –Obra pía: modo de remediar la miseria de la gente pobre de España
(1750), que puede consultarse en Proyecto económico, en que se proponen varias providencias dirigidas a promover los intereses de España, con los medios y fondos necesarios
para su plantificación, 2.ª impresión, Joaquín Ibarra, Madrid, 1779, pp. 321-400–,
Cabarrús (pp. 533-534), Jovellanos (pp. 595 y 644-647), Sempere y Guarinos (p.
267) y Meléndez Valdés (pp. 190-191 y 531-532).
2. La propuesta
63
rentas de los beneficios eclesiásticos vacantes, cuya gestión se encomendó a juntas centrales, provinciales y locales de caridad. Su fin, el
sustento de hospicios, hospitales, casas de expósitos, de misericordia,
etcétera, es decir, los tradicionales establecimientos de beneficencia y
piedad privados que debían convertirse en públicos para su mejora:
«¿Quién no ve la diferencia que hay entre el bien que puede hacer un
particular y el que puede resultar de la reunión de fondos por medio
de la Administración Pública? […] Puede un particular hacer una
fundación y auxiliarla, pero no podrá conseguir que se hagan todas
las necesarias para el bien del Estado y mejoría de las costumbres, ni
disminuir generalmente las necesidades».126
Por su parte, Jovellanos se pronunció en varias ocasiones
sobre la conveniencia de que los hospicios y hospitales estuviesen
dirigidos y administrados por el Estado, o, si se prefiere, por el rey,
a través de juntas integradas por autoridades públicas o reales
(regentes, oidores, síndicos personeros del común, etcétera), aunque admitía y promovía la participación de eclesiásticos: «Apenas
se conoce un patrono, ya sea laical o eclesiástico, puesto a cargo de
personas particulares, que hayan durado un siglo en su integridad.
Lo común es que vayan siempre a menos y, por consiguiente, que
se reduzcan o no cumplan sus obligaciones. Los tribunales están
llenos de quejas y recursos que mueven diariamente los interesados en estas fundaciones, y, en fin, en todas partes se hallan pruebas de esta verdad demasiado notorias y funestas. Ora nazca esto
de que los patronos particulares suelen confundir con su propia
utilidad los objetos de las fundaciones puestas a su cargo, ora del
descuido con que suelen administrar unas fincas cuyos réditos
deben convertirse en utilidad de personas extrañas, ello es que el
riesgo es visible y está confirmado por la experiencia».127 De nuevo,
126
MOÑINO, José, Memorial presentado al rey…, op. cit., pp. 307-350 (el
párrafo citado, en p. 324). También se ocupa del tema en su Instrucción reservada de
la Junta de Estado…, op. cit., pp. 221 y 223.
127
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe dado acerca de la venta de
varias casas…, op. cit. Vid. también Discurso acerca de la situación y división interior de
los Hospicios…, op. cit., pp. 431-433.
64
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
crítica a las fundaciones benéficas y piadosas no solo desde el
punto de vista de la vinculación y amortización de sus bienes raíces, sino también como perjudiciales para el desarrollo de los propios establecimientos. Como ya adelantamos, Jovellanos propone
entonces la venta y subrogación de dichos bienes en capitales. En
parecido sentido, piensa en los depósitos judiciales, tanto civiles
como eclesiásticos –sobre todo los destinados, de nuevo, a la fundación de capellanías y memorias pías–, para la dotación de montepíos públicos, con garantías de seguridad de sus capitales para
no vulnerar el derecho de sus propietarios.128
En 1778 se creó la Junta General de Caridad de Madrid y se
ordenó el establecimiento de otras parroquiales, a las que se aplicarían fondos de capellanías y obras pías, con respeto al derecho de
patronato, pero limitándolo cuando no se cumpliesen los fines propios de las fundaciones, por lo menos laicales, «pues esta autoridad siempre ha residido en los magistrados seculares respecto a las
laicales para compeler a los patronos omisos o que abusan de sus
facultades, pues ningún particular en sus fundaciones o testamentos puede privar al magistrado de esta autoridad o dexar ilusorias
las leyes, aun quando expresamente lo disponga así en las cláusulas de la fundación».129 Y, efectivamente, el fondo pío beneficial se
logra en 1780, a través de la correspondiente bula papal que permitía la aplicación al mismo de una parte, que no excediese de la tercera, de las rentas de los beneficios eclesiásticos vacantes.130
Por otro lado, tres años más tarde se suprimían buena parte
de las cofradías (salvo las aprobadas por la jurisdicción real y ecleJOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Carta al ilustrísimo Señor don Pedro
Rodríguez de Campomanes…, op. cit.
129
Reales órdenes de 14 de febrero y 4 de septiembre de 1778. La real cédula de 3 de febrero de 1785 extendió la medida al resto de provincias. Colección de
pragmáticas…, op. cit., pp. 342-347, 368-370 y 553-554.
130
Real cédula de 27 de noviembre de 1783, que contiene la bula de 14 de
marzo de 1780. Por real cédula de 30 de noviembre de 1792 se limitó la exigencia
de la tercera parte de las rentas eclesiásticas a la décima. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 342-347, 368-370, 492-493 y 553-554, y Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 318-319.
128
2. La propuesta
65
siástica con fines espirituales o piadosos, y las sacramentales), otra
modalidad de instituciones benéficas, para aplicar sus fondos, precisamente, a fines piadosos. Del mismo modo que se hará con los
mayorazgos y luego con las capellanías y fundaciones eclesiásticas,
solo se permitía la fundación de nuevas cofradías con autorización
real, a la que debía añadirse, en este caso, la eclesiástica.131 Sus propiedades se incluirán en la desamortización eclesiástica de 1798.
2.3.2. Los fondos para la amortización de la deuda pública
Ante la grave crisis fiscal vivida en la última década del siglo,
los ministros de Carlos IV idearon múltiples «arbitrios extraordinarios» –siempre evitando acudir a nuevas contribuciones sobre el
gravado pueblo pechero– para hacer frente a los «gastos extraordinarios» de guerra. A los préstamos extranjeros y nacionales132 se
añadían los vales reales, títulos de deuda pública al rédito general
del cuatro por ciento, que podían utilizarse como papel moneda,
recurso que se consideró «el más fácil, más barato y más efectivo
para hallar dinero, hacer los gastos de la guerra con ventaja y pagar
sin atrasos la tropa, ministerio, casa real y demás empleados por
servicio de la Corona».133 Sus sucesivas emisiones, durante los reinados de Carlos III (tres creaciones) y Carlos IV (cuatro creaciones),
produjeron la acumulación de los mismos y, con ella, su depreciación y el aumento de la deuda del Estado.134 Entonces fueron nece-
Resolución de 25 de junio de 1783. Nov. Rec., 1, 2, 6. Vid. DOMÍNGUEZ
ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit., p. 379.
132
Vid. supra, nota 103, para los préstamos nacionales. Vid. CANGA
ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 375-401; ARTOLA, Miguel, La
Hacienda del Antiguo Régimen, op. cit.; HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit.
133
MOÑINO, José, Memorial presentado al rey…, op. cit., p. 334.
134
Reales cédulas de 20 de septiembre de 1780, 20 de marzo de 1781, 20 de
junio de 1782, 7 de julio de 1785 y 30 de diciembre de 1788 (para la acequia imperial de Aragón y canal de Tauste), 3 de marzo de 1791 (Real Compañía de Filipinas), 16 de enero de 1794, 8 de septiembre de 1794, 4 de marzo de 1795 y 8 de abril
de 1799. Sobre reducciones, renovaciones y consolidaciones, vid. reales cédulas de
9 de abril de 1784, 2 de julio de 1785, 3 de junio de 1801 y 21 de febrero de 1802.
Vid. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias
131
66
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
sarios nuevos arbitrios extraordinarios para el pago de sus intereses y su amortización. De ellos nos interesan las primeras propuestas concretas para la desamortización de parte de los bienes raíces
en manos de la Iglesia, arropadas por el precedente reformismo
agrario.
Ya en 1787, puesto en funcionamiento en Banco Nacional de
San Carlos, «caja general de pagos y reducciones», obra de Cabarrús,135 el conde de Floridablanca había propuesto, en las instrucciones dadas a la recién establecida Junta de Estado, la creación de
un «fondo de amortización de la deuda pública» para su disminución a través del pago de sus intereses y progresiva extinción de
capitales. Desde este momento se consideró que dicho fondo debía
separarse de la Tesorería General porque «si no se pone y guarda
aparte este fondo, se invertirá fácilmente en urgencias diarias, y no
se logrará su fin». Por el momento, para dotarlo, solo se acudía al
producto del tabaco de América y a un tanto por ciento alzado
sobre todas las rentas reales.136
La situación no hizo más que agravarse durante el reinado de
Carlos IV. En 1792 accede a la propiedad de la Secretaría de
Hacienda Diego Gardoqui.137 Dos años después se establecía el primer fondo de amortización en el que se incluirá, entre otros caudales, el producto del nuevo impuesto que gravaba, en un quince por
respectivas a vales reales…, op. cit.; GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen,
progreso y estado de las rentas…, op. cit.; Colección legislativa de la deuda pública…, 1,
op. cit.; CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 227-231. Vid.
HAMILTON, Earl J., «Guerra e inflación en España (1780-1800)», en El florecimiento del capitalismo, Alianza, Madrid, 1984; y Guerra y precios en España, 1641-1800,
Alianza, Madrid, 1988; ARTOLA, Miguel, La Hacienda del Antiguo Régimen, op. cit.;
HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit. Este último incluye un apéndice con las
emisiones y amortizaciones de vales de 1780 a 1799 (p. 133).
135
Real cédula de 2 de junio de 1782. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp.
431-444. Vid. A.H.N., Estado, legajo 3.219; y Fondos contemporáneos, Ministerio
de Hacienda, legajo 2.587.
136
MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., p.
243.
137
21 de marzo de 1792. A.H.N., Estado, legajo 2.863 (caja 2).
2. La propuesta
67
ciento de su valor, la adquisición de bienes para vínculos, mayorazgos y manos muertas.138 Desde ese momento comenzaron a proliferar firmes propuestas para aplicar parte de la propiedad vinculada y amortizada a la extinción de la deuda pública. José Canga
Argüelles afirma que Gardoqui ya proyectó entonces «la venta de
todos los bienes destinados a fundaciones piadosas», aunque limitada a aquellas «cuyos objetos hubiesen cesado», idea apoyada por
«sugetos dotados de luces y de celo, pero que no pasó adelante».139
Durante esos años, el ministro presentó al Consejo de Estado
varios informes sobre la reforma hacendística –fundamentalmente
de las rentas provinciales–, entre los que destacan uno de 1792 y
otro de 1794, pero en ellos no hemos encontrado ninguna referencia concreta a tal proyecto.140 Tampoco en la exposición que presen-
Reales cédulas de 16 de enero de 1794 y 24 de agosto de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op. cit., pp. 2-5 y 149-155. Para su dotación inicial se aplicó el
diez por ciento de los propios y arbitrios de los pueblos del reino y los derechos
de indulto de extracción de la plata concedido al Banco de San Carlos durante dieciséis años. A ellos se añadieron la contribución extraordinaria de frutos civiles
(real decreto de 29 de agosto de 1794), el aumento extraordinario del subsidio
eclesiástico en siete millones de reales anuales (real decreto de 29 de agosto de
1794), el producto de las rentas, frutos y emolumentos de las vacantes de dignidades, prebendas y beneficios de las iglesias de patronato y presentación real (real
decreto de 25 de febrero de 1795), el quince por ciento sobre las adquisiciones de
bienes raíces y derechos reales por las manos muertas y sobre las fundaciones de
mayorazgos (real cédula de 24 de agosto de 1795), cuatro millones sobre la renta
anual de salinas (real decreto de 23 de enero de 1796) y el producto del indulto
cuadragesimal en Indias (real orden de 12 de julio de 1796). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
139
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, op. cit., 1, pp. 168-172, y 5,
pp. 233-243. También da cuenta de la celebración, ese mismo año de 1794, de una
Junta de medios, con la participación del marqués de Hormazas, José Díez
Rodríguez, el conde de Cañada y el marqués de Iranda, en la que se propuso la
venta de los bienes raíces de las memorias y fundaciones establecidas para
redención de cautivos y socorro de peregrinos, de las fincas de la corona no usadas por el rey y de parte de los maestrazgos y encomiendas de las órdenes militares (4, pp. 46-47).
140
A.H.N., Estado, legajos 2.863 (caja 1), 3.211 (2) y 3.212 (2); Biblioteca de
la R.A.E., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 189-200.
138
68
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
tó ante el Consejo celebrado el 27 de mayo de 1796 sobre los «arbitrios efectivos para cubrir tan considerables dispendios». Por fin,
en la memoria elevada a Carlos IV el 12 de octubre de ese último
año, efectivamente, propuso «la venta de los bienes de las fundaciones y obras pías», pero solo «de peregrinos y otras semejantes
que ya no tienen uso». Propuesta, pues, de lo más limitado.141
Lo cierto es que el Consejo de Estado iba recibiendo escritos
de distintas autoridades y particulares –calificados, en ocasiones,
de arbitristas– con diferentes ideas para salvar la crítica situación
de la Real Hacienda, promovidos desde la corte y dirigidos, en su
mayoría, al príncipe de la paz, secretario de Estado desde 1792.142
Aunque son las menos, algunas de dichas propuestas coinciden
141
La exposición de 27 de mayo de 1796 puede consultarse en el A.H.N.,
Estado, libro 11. La memoria de 12 de octubre, en CANGA ARGÜELLES, José,
Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, Imprenta de Don Marcelino Calero y Portocarrero, Madrid (Memorias de Hacienda), pp. 156-159. En esta misma
obra (pp. 150-156) se reproducen otras memorias de Gardoqui con la propuesta de
distintos arbitrios, en concreto, fechadas el 3 de agosto de 1793, el 19 de mayo y el
28 de noviembre de 1794.
142
Los hemos hallado en el A.H.N., Estado, legajos 3.210 (2), 3.211 (1 y 2) y
3.212 (1 y 2). Citaremos los nombres de los autores de los proyectos, aunque ni
todos se conservan ni todos nos interesan para este trabajo: Mariano Cerdá y Juan
Antonio Loche (marzo de 1793), Juan López de Flor (mayo de 1793), Josef de
Manegat Pastors y de Foix y Pablo de Font y Planas (septiembre de 1793), Francisco Mora y Brito (1793), Juan López Grande (enero de 1794), Manuel Solís (agosto de 1794), Bernabé Portillo (agosto de 1794 y octubre de 1796), Domingo del
Campo y Manzaneda (septiembre de 1794), Gerónimo Jacinto Aranda (noviembre
de 1794), Juan de Escoiquiz (noviembre de 1794), Juan Francisco Álvarez (diciembre de 1794), Feliz Mozota (diciembre de 1794), Josef Antonio de Harrola (diciembre de 1794), Miguel de Maurueza Barreda y Méndez (1794), Pedro María Cano
(enero de 1795), Carlos Vargas (enero de 1795), Bartolomé Benítez Gálmez (enero
de 1795), Ángel de Abril y Pedro Pérez Muñoz (marzo de 1795), Pedro Caballero
Tamarid (abril de 1795), Ignacio Eugenio García de Orgaz (mayo de 1795), Luis de
Laporta (junio de 1795), Francisco de Mayendia Pico (junio de 1795), Juan José
Cáñamo y Pardo (1795), Aguirre (mayo de 1796), Diego Carrere (julio de 1796),
Rafael de Urquinaona y Juan de Yzaguirre (agosto de 1796), Joaquín Solís (septiembre de 1796), Juan Gutiérrez de Páramo (noviembre de 1796), Tomás Antonio
de Marien y Arroyide (enero de 1797), Eugenio Ahumada (enero de 1797), Juan
Ignacio de Gardoqui (abril de 1797), Francisco Aguilar y Anchiaz (julio de 1797),
2. La propuesta
69
con la normativa que se va aprobando. Así, las que promueven
contribuciones sobre artículos de lujo,143 sobre las herencias144 y la
de frutos civiles sobre las rentas de los arrendamientos.145 Muchas
son los que se fijan en la riqueza eclesiástica, sobre todo en sus rentas, aunque algunas también en sus bienes, que son las que más
nos interesan. Como tesis común, la obligación de la Iglesia de ayu-
Pablo de Guzmán (1797), Salvador Ximénez Coronado. Otras proyectos son posteriores a la normativa de 1798, y a alguno de ellos nos referiremos más adelante:
Juan Pascual y Rico (diciembre de 1798), Francisco Antonio Rojo (febrero de 1799),
Pedro Garrido y Durán (mayo de 1799), Francisco de Izaguirre (junio de 1799),
Juan Álvarez Posadilla (agosto de 1799), Miguel de Archeverroa (septiembre de
1799), Vicente Endaya (septiembre de 1799), Alonso Ruiz y Rando (septiembre de
1799), Mariano Escolano (noviembre de 1799), José de Cáceres (diciembre de
1799), Pedro Aguilar Ayala (diciembre de 1799), Pedro José Aznar y Fanlo (enero
de 1800), José María Lozano Peralta (febrero de 1800), Francisco Julián Astorga
(marzo de 1800), Rafael Covo (abril de 1800), Joaquín de Torres (mayo de 1800),
Gaspar Rafael (junio de 1800), Antonio Rodríguez de Hita (agosto de 1800),
Abdón Serre (septiembre de 1800), fray Vicente Peres y de Camps (septiembre de
1804). También se hallan escritos en este mismo sentido en el archivo de Francisco Saavedra, que se encuentra actualmente en la Facultad de Teología de Granada, procedente del archivo histórico de los jesuitas, cuyo inventario conocemos
gracias a LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, Universidad de
Granada, Granada, 1995. Solo algunos aparecen con el nombre de su autor (cajas
20, 21 24, 26 y 73): Miguel Basterra (abril de 1796), Ricardo White (enero de 1798),
José Maldonado (enero de 1798), Antonio Álvarez Castañón (enero de 1798),
Pedro Joaquín de Ayeste (febrero de 1798), José Damián de Cuenca y Bocanegra
(marzo de 1798), Juan Ordóñez Manrique (mayo de 1798), Jacinto María Delgado
(mayo de 1798), Narciso Boer (junio de 1798), Andrés Miñano (julio de 1798),
Manuel Navarro (diciembre de 1798), Simón de Echeverría (diciembre de 1798),
Cipriano Villafuerte (enero de 1799), otra vez Juan Álvarez Posadilla (enero de
1799) y José de Ezquiaga (febrero de 1799).
143
Diego Carrere (julio de 1796). A.H.N., Estado, legajos 3.210 (2) y 3.211
(1). Vid. real cédula de 10 de noviembre de 1799. Suplemento a la Colección…, II, op.
cit., pp. 236-242.
144
Juan Ignacio de Gardoqui (abril de 1797). A.H.N., Estado, legajos 3.210
(2) y 3.211 (1). Vid. real cédula de 25 de septiembre de 1798. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 111-116.
145
Juan José Cáñamo y Pardo (1795). A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y
3.212 (1). Vid. real cédula de 8 de septiembre de 1794. Nov. Rec., 10, 10, 4.
70
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
dar al Estado en sus necesidades. La mayoría la compaginaban con
la propia del Estado de defensa de la religión, ante una guerra
(contra la Francia revolucionaria) que «es de la clase que trae consigo la ruina de todos los grandes propietarios, pero principalmente la de los poseedores de bienes eclesiásticos. Por consiguiente,
estos son los más interesados».146 Por su parte, los regalistas dan un
paso más allá y alegan, en todo caso, el derecho del Estado a disponer de las rentas y también de los bienes eclesiásticos. Dentro de
ellos, los propios de las fundaciones benéficas y pías, y también los
de las capellanías, serán los preferidos, como venía siendo habitual
en la doctrina ilustrada.
De este modo, las primeras propuestas se limitaron a tomar
los caudales que existían en depósito, ya fuese de fundaciones que
no habían podido llevarse a cabo,147 ya de otras instituciones,
incluidas las fundaciones eclesiásticas, especialmente las «capellanías, casas de difunto o de dudosa pertenencia».148 Como ya había
propuesto Jovellanos años antes,149 dichos capitales debían imponerse en la Real Hacienda con el doble objeto de dar cumplimiento a dichas fundaciones y obtener cuantiosas sumas para atender a
las necesidades del Estado. Esta idea le pareció entonces al conde
de Cañada,150 en palabras dirigidas a Godoy, propia de «cabezas
déviles y flacas que buscaban arbitrios para reparar su necesidad»,
y de llevarse a efecto preveía que «se inundaría España de pleytos
146
Son palabras de Juan de Escoiquiz, que, en noviembre de 1794, proponía a Gardoqui tomar las vacantes de las prebendas eclesiásticas no necesarias.
A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Vid. real decreto de 25 de febrero de 1795. A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
147
Así lo proyectan Josef de Manegat Pastors y de Foix y Pablo de Font y
Planas, en septiembre de 1793. A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2).
148
Son palabras de Gerónimo Jacinto de Aranda, pronunciadas en su
memoria de noviembre de 1794. A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2).
149
Vid. supra, notas 127 y 128.
150
El conde de Cañada fue encargado, por real cédula de 30 de marzo de
1792, de la dirección de las temporalidades de los jesuitas. En 1793 presentó al
Consejo de Estado un tratado o capítulos dedicados a las rentas reales. A.H.N.,
Estado, legajos 3211 (2) y 3212 (1).
2. La propuesta
71
y recursos y crecería el daño a un extremo de turbación reprobada
por las leyes. Si se difundía la voz de que se entraba la mano real
en memorias piadosas crecería el escándalo y sería incomparablemente mayor el daño que el producto».151 Pero lo cierto es que, de
forma inmediata, en octubre de 1793, se ordenó la imposición en la
Real Hacienda, mediante censos redimibles al rédito del tres por
ciento, bajo la hipoteca de la renta del tabaco, de todos los capitales existentes en depósitos públicos destinados a mayorazgos, vínculos, patronatos, memorias y obras pías,152 con los antecedentes de
1780, cuando se ordenó esa misma imposición,153 y de 1783, cuando
los caudales de mayorazgos, cofradías, hospitales y obras pías se
mandaron imponer en acciones del nuevo Banco de San Carlos.154
Por su parte, la normativa aprobada en septiembre de 1798 no solo
tomó efectivamente dichos depósitos –en general todos los judiciales–, sino también los bienes raíces de las instituciones de beneficencia y piedad.
2.3.3. La propuesta de Bernabé Portillo
De las rentas y capitales se pasó a los bienes, y para ello fueron fundamentales dos memorias firmadas por Bernabé Portillo y
fechadas en agosto de 1794 y octubre de 1796. El trabajo se lo encargó el propio Gardoqui, el mismo mes de agosto de 1794. Pasó a sus
sucesores en la Secretaría de Hacienda, primero Pedro Varela
(diciembre de 1796 a junio de 1797),155 y luego Francisco Saavedra,
151
Carta de 21 de septiembre de 1793, en la que remitía el proyecto de
Manegat y Font. A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2).
152
Real cédula de 9 de octubre de 1793, vigente hasta otra de 15 de septiembre de 1804. Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 396-402, y Suplemento a la Colección…, III, op. cit., pp. 476-478.
153
Reales cédulas de 19 de marzo de 1780 y 8 de marzo de 1781, suspendidas por otra de 9 de noviembre de 1786. Nov. Rec., 10, 15, 25 y 26. Vid. A.H.N.,
Consejos, libro 2.683.
154
Real cédula de 3 de febrero de 1783. Colección de pragmáticas…, op. cit., p.
452. Vid. A.H.N., Consejos, libro 2.683.
155
Desde el 18 de diciembre de 1796 (A.H.N., Estado, legajo 2.874). Vid.
reales decretos de 21 de octubre del mismo año (A.H.N., Estado, libro 11).
72
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
quien se lo remitió a Godoy en enero de 1797. Justo un año después, en enero de 1798, Godoy se lo elevó al rey. Vemos así, muy
claramente, el proceso de gestación de la primera normativa desamortizadora a través de las memorias de Portillo y su tratamiento por los sucesivos ministros de Hacienda, antes de que Miguel
Cayetano Soler las llevara, en parte, a efecto.
Bernabé Portillo era un empleado de Hacienda que, en enero
de 1797, ocupaba plaza en «una contaduría» que él mismo califica
como «una de las mejores de las provincias». En diciembre ya era
director segundo de la Dirección de Fomento General ideada por
Godoy.156 Tras la presentación al rey de las memorias que comentamos, en enero de 1798, se le concedió, por fin, plaza en la Secretaría de Hacienda como oficial segundo, a propuesta del propio
ministro Saavedra, que alababa su «particular inteligencia en materias económicas, su constancia en el trabajo, su facilidad para digerir los asuntos más complicados y la claridad de su exposición».157
Más tarde se hará con una intendencia en Granada.158
156
La Dirección de Fomento General fue creada en 1797 y suprimida solo
un año después. En 1802 se recuperó, unida a la Balanza de Comercio, que había
nacido en 1795. Ambas dependían de la Secretaría de Hacienda y participaban
activamente en la elaboración de los censos de población, en concreto, el de 1797
y el proyectado en 1802. A.H.N., Consejos, legajo 2.980. En la creación de dicha
Dirección habría participado el propio Portillo, que, en ese sentido, en 1794, escribió un Discurso político sobre la agricultura, la industria y el comercio, custodiado en
el A.H.N., Estado, legajo 3.208-344, según informan ASTIGARRAGA, Jesús, y
ZABALZA, Juan, La economía en los diccionarios y las enciclopedias del siglo XVIII en
España, Asociación Española de Historia Económica, Documentos de trabajo, n.º
0607, Madrid, 2006.
157
A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). En el Archivo de Saavedra, caja 20, aparece un oficio de Godoy a Saavedra, de 30 de enero de 1797, en el que trata de
colocar a Portillo en el Despacho de Hacienda, y otro de Saavedra a Godoy, de 4
de enero de 1798, en el que le propone como oficial segundo. LASERNA GAITÁN,
Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit.
158
En 1806 se publicó en la imprenta de Francisco Gómez Espinosa de los
Monteros, en Granada, una Memoria presentada a la Sociedad Económica de Amigos
del País de la ciudad de Motril, escrita por Bernabé Portillo como censor de tal sociedad e intendente de la provincia, junto con una Instrucción para las juntas clásicas,
2. La propuesta
73
De la influencia de sus propuestas da cuenta Sempere y Guarinos, aunque sin nombrarle, cuando destaca una memoria de 1794
y se refiere a otra de 1796, que denomina «papel de la Dirección de
fomento general», elevada junto a su propia representación un año
después, todo a través de Godoy.159 Hemos hallado dichas memorias entre los escritos enviados al Consejo de Estado durante esos
años, custodiados hoy en el Archivo Histórico Nacional.160 La de
1794 se titula Memoria sobre la elección de los recursos menos gravosos
para las urgencias de la guerra y sobre proporcionar los fondos necesarios
para hacerla con vigor, y está firmada en San Ildefonso, el 14 de agosto;161 la de 1796, que resume la anterior, Memorial sobre los perjuicios
del agio o quebranto de los vales reales en su reducción a efectivo y sobre
los medios naturales de moderarlos, está fechada en Cádiz, el 20 de
octubre.
Portillo propone de forma clara la enajenación de parte de los
bienes raíces eclesiásticos y la imposición del capital de su venta en
la Real Hacienda al rédito del tres por ciento: «La trasmutación de
propiedades o el sistema de indemnizaciones equivalentes». En
concreto, se refiere a los bienes raíces de hermandades, obras pías,
hospitales, patronatos y capellanías, aunque no duda en extender
formada por él mismo, en comisión con los señores Don Fernando Fonseca y Don Francisco Xavier de Burgos. No he podido consultar tales escritos, que cita ARENILLA
SAÉZ, Manuel, La teoría de la Administración de Javier de Burgos desde sus escritos
periodísticos, Instituto Andaluz de Administración Pública, Sevilla, 1997.
159
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos…, op. cit.
REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones sobre el reparo de agravios causados en el fatal reinado de Carlos IV dirigidos a la nación española reunida y representada
en Cortes generales, Oficina de Collado, Madrid, 1810 (Biblioteca del R.I.D.E.A.,
Fondo Canella, 119), pp. 143-149, acusa a Sempere de apropiarse de la autoría de
la memoria presentada en 1794, pero tampoco cita a su verdadero redactor. Dicho
autor reproduce buena parte de dicha memoria.
160
A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Ambas memorias, además de otra sobre
la renta del tabaco, firmada en Cádiz, el 18 de abril de 1796, se custodian también
en el Archivo de Saavedra, caja 21. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo
Saavedra, op. cit.
161
La incluyo como apéndice documental 1. 2.
74
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
su propuesta a los bienes propios de las comunidades religiosas,
catedrales «y demás que se comprende bajo el nombre genérico de
manos muertas». Es decir, piensa en toda la propiedad inmueble
eclesiástica, aunque prefiere que primero se proceda a la enajenación de la propia de las fundaciones benéficas y piadosas.
La oportunidad que daba la crisis hacendística del Estado
para adoptar esta medida era única y fundamental para el desarrollo del mismo. Así, para la Real Hacienda, tanto para salvar su
deuda como para aumentar sus ingresos. En efecto, la enajenación
de estos bienes produciría la extinción de muchos vales, admitidos
en las compras, y, al mismo tiempo, la progresiva amortización de
la deuda, ya que los cuantiosos productos de las ventas que se
obtendrían a corto plazo se emplearían en el pago de intereses, más
bajos que los abonados por préstamos (cinco y seis por ciento) y
vales (cuatro por ciento), y en la progresiva redención de los capitales. Además, la puesta en circulación de dichos bienes raíces
implicaría un aumento considerable de las rentas reales, que las
propiedades amortizadas y vinculadas no pagaban. Incluso se
aumentarían las rentas eclesiásticas, en concreto, los diezmos, con
el consiguiente beneficio para la propia Iglesia, aunque sin olvidar
el del Estado, que se nutría de parte de ellos.
Como buen ilustrado, el autor considera que la enajenación
beneficiaría también a las propias instituciones afectadas. A las
fundaciones benéficas y piadosas, ya que la imposición del capital
en el que se subrogaban los bienes raíces a favor de la Hacienda
determinaría una renta fija, con la consiguiente disminución de los
gastos de administración y de las posibles malversaciones. Al
mismo tiempo, se lograba que el Estado, a través del puntual pago
de los intereses correspondientes, contribuyese de manera determinante al cumplimiento de los fines de dichas fundaciones, por
no decir que se haría con ellas: «A las mismas hermandades y fundaciones interesa mucho la venta de estos bienes, cuya siempre
descuidada y a vezes fraudulenta administración ha hecho declamar a varios escritores económicos». En el mismo sentido se pronuncia respecto de las capellanías, causantes, en buena medida, de
la decadencia del clero: «Liquidadas las verdaderas rentas de las
2. La propuesta
75
capellanías, no se supondrá con falsas informaciones la congrua
necesaria para ordenarse». Y las ventajas se extienden incluso a
otros establecimientos eclesiásticos: «Las casas de relijiosos pobres,
cuyos fondos ha disipado una mala administración y no pueden
mantener con la devida decencia el culto y la disciplina, se reunirán entonces a otras donde se conserven con la pureza y edificación conveniente».
En fin, en consonancia con los reformadores agrarios, Portillo insiste en que el beneficio para el Estado no sería solo inmediato, sino futuro: «Nadie ignora ya que la causa eficiente del atraso
de la Nación, comparado con sus inmensas proporciones y recursos naturales, tiene por primer principio el exterminio de los antiguos propietarios, ocasionado con las inmoderadas vinculaciones
y con las excesivas adquisiciones de manos muertas, porque sin
multitud de propietarios no puede haver agricultura pujante, y sin
esta es de toda imposibilidad que se radique y prospere sólidamente la industria y el comercio».
Todas estas consecuencias se derivarían de la «traslación de
las fincas de manos muertas a manos vivas». Y, para terminar, como
buen regalista, legitima esta disposición de los bienes eclesiásticos,
práctica usual de las naciones en caso de necesidad, como derecho
del rey, identificado ya con el Estado, e incluso obligación, como
defensor de la Iglesia y su religión: «Dios no permita que yo sea
capaz de sugerir ni aun de pensar idea alguna contra la propiedad,
sea cual fuese su origen […]. Ahora que sus enemigos procuran
hacerla odiosa y aun destruirla [la religión], la política debe acudir
a su socorro, para hacerla más amable, y el único medio de conseguirlo es hacerla en lo temporal más útil y favorable que hasta aquí
a los pueblos que por la divina misericordia la profesan».
Debe citarse también, en esta misma línea, otro proyecto, anónimo y sin fecha, elevado al mismo Consejo de Estado, en el que se
proponía la venta generalizada de la propiedad eclesiástica, aunque,
de nuevo, muy especialmente la propia de las capellanías. La iniciativa es interesante porque, en cierto modo, continúa las primeras tesis
ilustradas agrarias, que ya estaban siendo abandonadas, al idear un
método de enajenación en pública subasta que priorizaría a los veci-
76
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
nos sin tierras, braceros labradores y extranjeros que quisieran residir
en el pueblo, de modo que solo después de ellos podrían beneficiarse los poderosos sin tierras y demás labradores vecinos según sus
facultades, y, finalmente, los poderosos de las capitales y pueblos
limítrofes, y demás vecinos que quisiesen adquirir las propiedades.162
2.3.4. El impulso de Godoy y el trabajo de Sempere y Guarinos
La desamortización de 1798 se denomina tradicionalmente
desamortización de Godoy. A fines de 1797 se había producido un
cambio de ministros favorable a los ilustrados partidarios de reformas inmediatas, entre los que destaca Jovellanos, nuevo secretario
de Gracia y Justicia.163 En Hacienda, Francisco Saavedra –que, más
tarde, accederá a la Secretaría de Estado tras la marcha de
Godoy–164 sustituyó a Pedro Varela,165 al que Jovellanos no dudó en
calificar de «hombre sin ciencia ni celo; carácter duro, pero de
fondo honrado; nada hizo de malo ni de bueno»,166 y a quien,
durante los meses de junio a noviembre de 1797, había sustituido
el marqués de Hormazas.167
En marzo de 1798 se estableció la llamada Caja de Amortización, separada de la Tesorería Real.168 Y en septiembre se publicó la
A.H.N., Estado, legajo 3.211 (2) y 3.212 (1).
Desde el 10 de noviembre de 1797 hasta el 15 de agosto de 1798. Vid.
CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., Jovellanos. Justicia, Estado y Constitución en la
España del Antiguo Régimen, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Asturias, 2000.
164
Primero, en marzo, interino y luego, en septiembre, propietario. Decretos de 28 de marzo y 6 de septiembre de 1798. Gaceta de Madrid de 30 de marzo y
suplemento de 11 de septiembre. A.H.N., Estado, legajo 3.442-1.
165
Interino el 21 de noviembre de 1797, propietario desde el 10 de noviembre de 1798 hasta el 6 de septiembre de 1798, cuando se le exonera. Suplemento
de la Gaceta de Madrid de 11 de septiembre de 1798.
166
Diarios de 19, 20 y 23 de noviembre de 1795, 11 y 19 de junio de 1797. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., pp. 336, 337, 430 y 431.
167
A.H.N., Estado, legajo 2.874.
168
Real cédula de 9 de marzo de 1798. Suplemento a la Colección…, II, op. cit.,
pp. 65-71. Se le asignaron los fondos destinados hasta el momento a la amortización de vales. Además, se estableció que ingresase anualmente la cantidad a
162
163
2. La propuesta
77
normativa que aplicaba a la misma los capitales obtenidos en las
enajenaciones forzosas de los bienes raíces de los jesuitas, colegios
mayores, establecimientos benéficos y piadosos, y en las voluntarias de los propios de mayorazgos, vínculos, patronatos de sangre,
capellanías y otras fundaciones eclesiásticas, además de los caudales procedentes de depósitos judiciales, concursos de acreedores y
quiebras de comerciantes, y de la nueva contribución sobre legados y herencias. Poco antes habían cesado en sus funciones Godoy,
en marzo, Jovellanos, en agosto, y el propio Saavedra, que se decía
enfermo, en el mismo mes de septiembre.169 ¿Habrían pretendido ir
más allá de la desamortización de los bienes seudoeclesiásticos
acordada? En 1795 Jovellanos había publicado su Informe sobre la
ley agraria, cuyas doctrinas fueron consideradas contrarias a los
que ascendiesen los intereses de los vales en circulación, cuyo dinero efectivo se
obtendría de la masa de valores de las rentas de la corona, la parte del producto
del derecho de aduanas de Indias consignado a la devolución del préstamo de
doscientos cuarenta millones de reales aprobado en agosto de 1795 (reales cédulas de 13 de agosto de 1795 y 7 de julio de 1796) y la renta del papel sellado para
los préstamos de 1797, que ascendían a ciento sesenta millones de reales (reales
cédulas de 15 de julio y 29 de noviembre de 1797). Por su lado, los siete reales
decretos de 19 de septiembre de 1798, contenidos en reales cédulas de 24 y 25 del
mismo mes, destinaron a la Caja los productos que derivasen de las ventas forzosas de los bienes de las fundaciones benéficas y piadosas y de las voluntarias de
los mayorazgos y fundaciones puramente eclesiásticas, los caudales y rentas de
los seis colegios mayores, los bienes de los jesuitas, la contribución de legados y
herencias, los caudales de los concursos de acreedores y quiebras de comerciantes
y los depósitos judiciales. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
169
En septiembre de 1798 se le nombró propietario de la Secretaría de
Estado y se le exoneró de la de Hacienda, pero en la primera ya había sido sustituido por Urquijo y en la segunda por Soler. Suplemento de la Gaceta de
Madrid de 11 de septiembre de 1798. El 8 de marzo de 1799 se le dio permiso
para acudir a Sevilla para el restablecimiento de su salud (A.H.N., Estado,
legajo 3.442-1). Vid. HERMOSILLA MOLINA, Antonio, La enfermedad de un
sevillano de la Ilustración: Francisco Saavedra, 1746-1819, Real Academia de
Medicina de Sevilla, Sevilla, 1975; LÓPEZ CANTOS, Ángel, Don Francisco de
Saavedra, segundo Intendente de Caracas, Centro Superior de Investigaciones
Científicas, Sevilla, 1973.
78
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
derechos de la Iglesia.170 Por su parte, las memorias de Portillo, que
también extendían la propuesta desamortizadora a la generalidad
de la propiedad eclesiástica, habían sido promovidas y apoyadas
de forma clara por Saavedra y Godoy.
Otra vez es Sempere y Guarinos el que afirma que Godoy
había impulsado la enajenación de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas, y la imposición de los capitales subrogados a favor de la Real Hacienda: «Forman una masa extraordinaria
de bienes raíces sustraída a la circulación, cuya administración y
cultivo está, por lo general, en el mayor abandono, en manos de
administradores que la miran como posesión agena, y, no haciéndola producir lo que corresponde, privan al hospital y obra pía de sus
intereses, y a la nación de gran cantidad de frutos que aumentarían
su riqueza».171 Ya hemos dicho que al príncipe de la paz se dirigieron la mayor parte de las propuestas de arbitrios extraordinarios
para salvar la Hacienda, incluidas las de Portillo. En la sesión del
Consejo de Estado celebrada el 27 de mayo de 1796 dio cuenta de
algunos de ellos, «pero, aunque Su Excelencia los sacó del bolsillo y
leyó el epígrafe o título de cada uno, reducidos a varios montespíos, loterías y otros, que no eran desconocidos y, en parte, estaban
adoptados según expuso el Señor Gardoqui, resolbió finalmente Su
Majestad, con uniforme dictamen del Consejo, aprobar los expresados arvitrios propuestos por el Señor Ministro de Hacienda [Gardoqui] en los términos que resultaban de su exposición».172 En la sesión
del Consejo celebrada el 31 de marzo de 1797, tras una nueva propuesta de Varela, a la que luego nos referiremos, volvió a hablar
Godoy, en general, de los medios «para mejorar de raíz nuestra
Cf. SARRAILH, Jean, La España ilustrada…, op. cit., p. 288, que considera la normativa de septiembre de 1798 una «magnífica victoria para el ministro
que se marcha». HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 856, afirma, sin
embargo, que Jovellanos no estuvo directamente implicado en los decretos desamortizadores de 1798.
171
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos…, op. cit.
172
A.H.N., Estado, libro 11.
170
2. La propuesta
79
constitución». Pero, de nuevo, nada sobre el asunto, aunque sí habla
del «abuso y exceso del clero» y de la necesidad de adoptar «reformas conducentes al bien de la Yglesia y felicidad del Reyno», y afirma que «la reforma en general es la llave y con ella se havre la puerta a la felicidad».173 Él mismo no es totalmente claro cuando en sus
Memorias dice que propuso al Consejo de Estado tomar «fondos
comunales y realengos, en la parte menos necesaria del dominio de
la Corona» y «predios rústicos y urbanos», «sin violar ningún derecho y, antes sí, con gran ventaja de sus dueños, otro tanto que de la
nación entera».174
Godoy coincidía con las críticas a la vinculación y amortización de la propiedad de la tierra: «La propiedad estaba en pocas
manos, la mejor de ella en manos muertas […]. Había riquezas y
había fortunas colosales, pero las más de ellas sin ningún empleo,
atesoradas en los cofres, temerosas del fisco, sin espíritu de vida,
salvo a fundar sus dueños, con alguna parte de ella, vínculos,
mayorazgos, patronatos y memorias pías, que era aumentar la
mano muerta».175 E incluso afirma que, cuando se fue de la Secretaría de Estado, en marzo de 1798, ya estaba maduro el plan de «enajenar toda suerte de bienes raíces pertenecientes a memorias, cofradías, fundaciones de obras pías, patronatos laicales y cualesquiera
otras instituciones semejantes».176 De todos modos, su propuesta se
limitaba a dichos bienes seudoeclesiásticos y excluía expresamente
los propios de hospitales, con el objeto de evitar cualquier violación del derecho de propiedad eclesiástica y civil, de forma que
incluso se oponía a facultar la enajenación de sus bienes raíces
amortizados y vinculados: «[…] los que enajenan arriesgan su subsistencia a los azares de la deuda pública».177 Solo años más tarde
se atreverá a hablar, como había hecho Jovellanos,178 de la imposi-
173
174
175
176
177
178
A.H.N., Estado, libro 11.
GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 187-188.
Ibídem, 1, op. cit., p. 19.
Ibídem, 1, op. cit., p. 268.
Ibídem, 1, op. cit., pp. 268-269.
Vid. supra, nota 91.
80
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
bilidad de llevar a efecto entonces reformas más radicales en el sistema de propiedad de la tierra, para extender la desamortización a
la generalidad de bienes eclesiásticos, «lo primero, por la total falta
de preparación de los ánimos, lo segundo por la influencia peligrosa que podrían haber tenido los ejemplares y los violentos medios
de la Revolución Francesa».179
Volvamos un momento atrás. Canga Argüelles relata cómo,
después de Gardoqui, en marzo de 1797, Varela propuso ante el
Consejo de Estado la enajenación de «las fincas, bienes y derechos
propios de las encomiendas de las cuatro órdenes militares». En el
Consejo de Estado de 31 de dicho mes y año se lee efectivamente
un informe de Varela, que ya hemos adelantado, sobre los gastos
realizados y los arbitrios adoptados hasta el momento para subvenirlos, con la propuesta de nuevos medios para cubrir la deuda
pública.180 Efectivamente, entre los numerosos arbitrios que enumera –entre ellos una contribución sobre herencias y otra sobre
artículos de lujo, que efectivamente se aprueban,181 y la más sorprendente admisión de la comunidad judía en España, para el
aumento de su comercio e incluso para que asumiese la extinción
de los vales reales–182 se encuentra la enajenación de las encomiendas de las órdenes militares y, además, de las casas y sitios reales
no utilizados por el rey y su familia. Respecto a «depósitos, obras
pías, fundaciones, vinculaciones, manos muertas y propios de las
ciudades» solo propone la recogida por la Real Hacienda de los
179
GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., p. 236. Más adelante (p. 268)
atribuye, en cierto modo, el fracaso de las reformas hacendísticas de los ministros
a la «falta de experiencia» o a la «falta de atención a las ideas, a las costumbres y
a los hábitos de la España, imposibles de cambiarse en un instante».
180
A.H.N., Estado, libro 11. Vid. apéndice documental 1. 1. Lo reproduce
también CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 159-166.
181
Reales cédulas de 25 de septiembre de 1798 y 10 de noviembre de 1799.
Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 111-116 y 236-242.
182
De esta propuesta también da cuenta DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio,
Sociedad y Estado…, op. cit., p. 502. En el mismo sentido se pronunció Godoy, en
sus Memorias…, 1, op. cit., pp. 187-188.
2. La propuesta
81
vales reales de su propiedad y su subrogación en títulos de obligación de pago de intereses. Sabemos que Varela había recibido la
memoria de Portillo, entre las muchas que llegaron a sus manos, a
algunos de cuyos autores no duda en calificar de «alquimistas políticos que pretenden vender sus miserables producciones como preciosidades capaces de restaurar el Estado». Pero, a pesar de lo limitado de su propuesta desamortizadora, nadie dudó, incluso entonces, de que este fue un primer paso. Así, José Mauricio de Chone y
Acha afirmaba, en 1802, que la normativa de 1798 «no es más que
una extensión de la providencia acordada por Vuestra Majestad en
el Consejo de Estado a representación de Don Pedro Varela para
hacerlo con las de encomiendas».183
Por su parte, con los antecedentes citados, Sempere y Guarinos atribuye a la memoria que él mismo presentó en noviembre de
1797, otra vez por medio de Godoy, la consecución de la normativa de 1798. Lo cierto es que este fiscal de la Chancillería de Granada, elevado luego a honorífico del Consejo de Hacienda,184 venía
trabajando en la desamortización y desvinculación de la propiedad
de la tierra desde que participara en la Junta formada en el seno de
la Sociedad Matritense de Amigos del País para la reforma agraria
(1783), donde coincidió con Jovellanos, a quien sigue en la defensa
de la propiedad libre.185 En 1797 el mismo Godoy le encargó un
informe sobre la contribución llamada renta de población de Granada, que pagaban los cultivadores de las fincas repartidas en enfiteusis tras la expulsión de los moriscos. En él proponía la redención de dichos «censos de población», lo que se aprobó por real
183
Manifiesto de los arbitrios empleados desde 1792 hasta 1800 para cubrir el déficit de la tesorería general y Apéndice a la representación de la Junta formada para la liquidación de la deuda nacional (23 de julio de 1802). A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, caja 3.
184
Desde 1798. FRANCISCO OLMOS, José María de, Los miembros del Consejo de Hacienda (1722-1838) y organismos económico-monetarios, Castellum, Facultad
de Geografía e Historia, Universidad Complutense, Madrid, 1997, pp. 139, 142,
146, 150, 154, 158, 162, 166, 171, 175 y 180.
185
Vid. supra, nota 74.
82
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
decreto de 6 de diciembre de ese año, que, de paso, facultó a «los
poseedores particulares, pueblos, comunidades eclesiásticas,
patronos, poseedores de capellanías u obras pías y a los poseedores de mayorazgos» para la enajenación de parte de sus bienes raíces vinculados y amortizados con el fin de proceder a dichas
redenciones, adelantándose así a la normativa desamortizadora de
septiembre de 1798.186 Pero además, Sempere afirma que en ese
momento «me adelanté a proponerle un proyecto sobre la venta de
los bienes de los patronatos y obras pías, y mejor administración de
los productos de sus valores impuestos a censo sobre la Real
Hacienda» y que «lo tenía ya formado algún tiempo antes, mas no
me había atrevido a presentarlo, por la escrupulosidad con que se
miraban entonces tales materias».
En su Proyecto sobre patronatos y obras pías187 proyecta, efectivamente, la enajenación en plena propiedad de los bienes raíces y
censos de dichas fundaciones, por el momento los existentes en
Granada, y su imposición en la Real Hacienda, en concreto, en la
renta del tabaco, al rédito del tres y medio por ciento. Además de
repetir los beneficios para los propios establecimientos, la Real
Hacienda y el Estado en general, se centra en el problema fundamental de legitimar la disposición de tales bienes. Para ello alega
su carácter público, limitado, en principio, a las fundaciones laicas,
que estaban sometidas a la jurisdicción real, ya que el rey era «pro-
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Memoria sobre la renta de población del
Reyno de Granada, en Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 105-226.
Reproduce el real decreto de 6 de diciembre de 1797 e instrucción de 17 de enero
de 1798. Vid. también reales cédulas de 25 de septiembre de 1798, 10 de noviembre de 1799 y 17 de abril de 1801, y reglamento de 17 de enero de 1805, sobre
redención de censos. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libro 6.012. La memoria de Sempere se custodia también en el Archivo de Saavedra, caja 22. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit.
187
Puede consultarse en Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp.
227-277. Aparece también en el Archivo de Saavedra, caja 73. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. Lo reproduzco como apéndice
documental 1. 3. También lo cita y reproduce, en parte, REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., pp. 157-158.
186
2. La propuesta
83
tector universal de las últimas voluntades de sus vasallos». Pero,
además, extiende dicha regalía a las fundaciones puramente eclesiásticas: «Acaso escrupulizarán algunos sobre la egecución de este
proyecto, dudando y disputando temerariamente a Vuestra Majestad su suprema autoridad, exigiendo dictámenes de teólogos y
concurrencia del brazo eclesiástico, como se ha practicado en otros
tiempos en causas meramente profanas y temporales, con gran
daño a la causa pública. Si se tratara de extender a los patronatos,
beneficios y capellanías del Reyno, aunque fueran colativas y espiritualizadas, podrían tal vez tener lugar semejantes dudas y escrúpulos, aunque tampoco faltarían, en este caso, razones muy sólidas
para demostrar que el soberano puede, por sí mismo, y con independencia de la jurisdicción eclesiástica, reducirlos, conmutarlos,
suprimirlos e imponerles las cargas que estime convenientes al
Estado. Mas, el proyecto propuesto no se extiende, por ahora, a los
beneficios y patronatos colativos, sino a los laycales, sujetos ya, en
todo su conocimiento, a la jurisdicción real». También es interesante el proyecto de Sempere para la organización de una «Administración general» que se encargaría de la enajenación de los bienes
de los patronatos y obras pías y del pago de los intereses de sus
capitales para el cumplimiento de sus fines, lo que suponía un
nuevo paso en la secularización de la beneficencia.
Parecidas ideas expondrá Sempere cuando, en 1805, publique su Historia de los vínculos y mayorazgos.188 En ella, a pesar de lo
revolucionario de sus teorías desamortizadoras y desvinculadoras,
no duda en calificar de antecedentes las enajenaciones de bienes
eclesiásticos llevadas a cabo por Felipe II. Y entiende que la normativa aprobada en época de Carlos IV era consecuencia de la evolución de las doctrinas contrarias a la amortización y vinculación
formuladas por los ministros de Carlos III: «Corregidas las opiniones que embarazaban la promulgación de leyes saludables contra
la amortización eclesiástica y civil, se hacía ya más fácil la expedición de otras no menos importantes para la regeneración y mayor
188
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos…, op. cit.
84
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
valor de los bienes anteriormente vinculados». En esta ocasión,
acepta que la autorización pontificia pueda ser oportuna, aunque
vuelve a negar su necesidad: «Como conveniente para remover los
obstáculos que oponían a su ejecución las opiniones de la jurisprudencia ultramontana».
2.3.5. Los ministros Saavedra y Jovellanos
El impulso a la realización práctica de las propuestas que
hemos relatado, en búsqueda de bienes vinculados o amortizados
para su aplicación a la creciente deuda pública, lo dieron, pues,
Godoy y los nuevos secretarios de Estado y del Despacho de
Hacienda y Gracia y Justicia, Saavedra y Jovellanos, respectivamente. En efecto, Godoy comunicó a Saavedra y este a Jovellanos
la propuesta de Sempere, en el mismo mes de noviembre de 1797.189
Entonces, seguramente, Jovellanos ordenó la reunión de una Junta
de ministros encargada precisamente del debate sobre la enajenación de propiedades amortizadas, compuesta, según José Canga
Argüelles, por consejeros de Castilla, Indias, Órdenes e Inquisición,190 y en la que sabemos participó de forma protagonista Felipe
Ignacio Canga Argüelles, que venía ocupándose del asunto y que
conocía perfectamente el informe sobre la reforma agraria de Jove-
Vid. el correspondiente oficio de Godoy a Saavedra, con la memoria
de Sempere y el dictamen de la Dirección de Fomento General, firmado el 23 de
noviembre de 1797. SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 266-267. Por su parte, Saavedra escribe a Jovellanos,
para comunicarle su conformidad con la propuesta de Sempere, el 28 del
mismo mes y año. Y Jovellanos responde a Saavedra. JOVELLANOS, Gaspar
Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit., pp. 12-14. Vid. apéndices documentales
1. 3 y 1. 4.
190
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 233-243. También se habla de esta Junta en la posteriormente celebrada, en mayo de 1798, a la
que luego nos referiremos: «Añadirían la ventaja de ofrecer un ilustre exemplo
para facilitar la enagenación de los bienes de comunidades, asunto encargado al
examen de una Junta de que ha sido individuo Don Felipe Ignacio de Canga
Argüelles, quien ha instruido a esta de que ella tiene dado ya su dictamen por el
Ministro de Gracia y Justicia». British Library, Manuscripts, Egerton, 369.
189
2. La propuesta
85
llanos.191 En concreto, la Junta examinó tres propuestas: las de Sempere
y Guarinos, Juan Bautista Virio y Severo Aguirre.192 A la primera acabamos de referirnos. La segunda es la elevada por la Dirección de Fomento General, a la que también hemos hecho mención, firmada en septiembre de 1797 por Virio, en sentido muy parecido a la propuesta de
Bernabé Portillo, que acababa de ser nombrado director segundo de
dicho órgano, con la inclusión de los bienes de los hospitales a los que
no se refería Sempere.193 Esa misma Dirección informó, además, en
noviembre, sobre la propuesta de Sempere, con la que se conformó,
con la corrección de reducir el interés de la imposición de los capitales
producto de las enajenaciones al tres por ciento, que era el legal.194 Respecto de la tercera memoria, nada sabemos.195
A fines de 1794, Jovellanos había enviado a Canga Argüelles su Informe
sobre la ley agraria con la siguiente nota: «La formación y conclusión del expediente se debe a un asturiano; este informe contiene un completo examen de la materia y la reduce a sus verdaderos principios, nunca establecidos hasta ahora, a otro
asturiano; haga vuestra merced que se deba a otro el establecimiento de las leyes
que deben canonizarlos. El objeto es grande: trátase no menos que de la prosperidad y la gloria de España». Diario de 11 de octubre de 1794. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., p. 210. Felipe Ignacio Canga Argüelles
había participado también, junto al conde de Cañada, en una Junta sobre rentas
reunida en 1793. A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1).
192
Las tres memorias son citadas por CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 233-243. Por su parte, Saavedra, en una memoria firmada el
4 de mayo de 1798, se refiere solo a los proyectos de Sempere y Aguirre, y añade
una representación posterior elevada por el cabildo de jurados de Sevilla. Puede
consultarse en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a
España, 2, op. cit., pp. 166-168
193
El Dictamen de la Dirección de Fomento General, firmado por Juan Bautista Virio, en 4 de septiembre de 1797, puede consultarse en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 271-277. También en
REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., pp. 150-154. Lo reproduzco en el apéndice documental 1. 3.
194
Dicha censura de la Dirección de Fomento General, fechada el 12 de
noviembre de 1797, puede consultarse en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca
española económico-política, 4, op. cit., pp. 262-266. Vid. apéndice documental 1. 3.
195
Entre los escritos elevados al Consejo de Estado con medios para salvar
la Real Hacienda, aparece citado uno firmado por Aguirre en mayo de 1796.
A.H.N., Estado, legajos 3.210 (2) y 3.211 (1).
191
86
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Pues bien, según el mismo Canga, la Junta se mostró reticente a la enajenación de las propiedades de las fundaciones benéficas
y pías, tanto por su falta de conveniencia como por las dudas que
planteaba la legitimidad de tal disposición. Admitió tan solo la
venta de parte de dichos bienes: aquellos que sus poseedores considerasen necesario enajenar para atender a sus fines, los propios
de establecimientos con objetos cesados o impíos (los fundados
«para fomentar la superstición o piedad mal entendida«) y los pertenecientes a la Casa Santa de Jerusalén. Se opuso, pues, a la enajenación generalizada de los bienes de los establecimientos piadosos,
por «perjudicial al Estado», y, en todo caso, a la de los propios de
hospitales y hospicios, extremo este último en que coincidía con
Godoy.196
El asunto volvió a Jovellanos, que emitió un informe sobre el
trabajo de la Junta. En él, como ya hemos adelantado, Jovellanos se
esfuerza, como hiciera Sempere, en legitimar el asunto más conflictivo: la potestad real para disponer de los bienes vinculados y
amortizados. En el caso de las fundaciones benéficas y piadosas,
esa potestad se legitimaba al calificarlas de «establecimientos
públicos», tanto estuviesen en poder de laicos como de eclesiásticos. Por el momento –«por ahora»– se trataba solo de enajenar la
propiedad inmueble de los «hospitales, hospicios, patronatos,
cofradías y capellanías laicales», para convertirla en mobiliaria.
Pero luego, la medida podría extenderse a las fundaciones, e incluso a otras propiedades, puramente eclesiásticas. Repetimos, por
claras, sus palabras: «Puede Su Majestad regular la propiedad de
todos los establecimientos piadosos y aun eclesiásticos [...] porque
todo derecho de poseer tiene su origen y apoyo en la potestad
civil». Insiste, además, en los beneficios que conllevaría la medida:
«La utilidad pública enlazada con la de estos establecimientos, la
distribución de estas propiedades en manos útiles y activas, la conversión de muchos capitales de particulares a su mejora, la influencia que tendrán estas ventas en el precio general de la propiedad y
196
GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 269 y 272.
2. La propuesta
87
el fomento de la agricultura». Y, lo mismo que Sempere, prevé para
su ejecución una organización administrativa integrada por juntas
municipales, provinciales y central, ocupada esta última, en general, de todos los arbitrios destinados a la dotación de un fondo
capaz de asumir las necesidades del Estado, no solo en casos de
urgencia, como el que se vivía, sino, en general, «en tiempos de
paz». Fondo en el que Jovellanos incluye buena parte de la propiedad amortizada y vinculada: «tierras baldías y concejiles, propiedades de la Corona o de cuerpos y comunidades, todo aquello a
que se extiende la potestad suprema y en que puede conciliarse el
bien público con la suficiencia del Erario para los objetos de necesidad o mejora, o para el pago de su deuda, pudiera ser expedido
por estas manos que, sujetas a un plan sencillo y habilitadas por la
experiencia, pudieran ser un día los regeneradores de la nación».197
Así las cosas, y con la advertencia de Jovellanos de que «ya
estamos muy a las apuradas para proceder con timidez en estas
materias», por real orden de 14 de mayo de 1798, Saavedra procedió al nombramiento de una nueva Junta encargada del examen y
propuesta de los medios adecuados para salvar la Hacienda, que
debía tener en cuenta las previas memorias de los ministros de
Hacienda Gardoqui, Varela y el propio Saavedra.198 Se reunió en
197
Vid. supra, nota 89 y apéndice documental 1. 4. JOVELLANOS, Gaspar
Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit., pp. 12-14.
198
La Junta fue propuesta por el propio Saavedra en una memoria elevada
a Carlos IV el 4 de mayo de 1798 (puede consultarse en CANGA ARGÜELLES,
José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 166-168). También da cuenta de ella Soler, en una consulta firmada en San Lorenzo, el 29 de
octubre de 1799 (puede consultarse en Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 211-241, y en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 168-178). A la misma se refiere el citado CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 47-48. De los
trabajos de esta Junta nos informa MERINO NAVARRO, José P., «Hacienda,
deuda pública y desamortización con Carlos IV», en Desamortización y Hacienda
Pública, 2, op. cit., pp. 725-737, especialmente 732. Hemos consultado la representación final de la Junta al rey, firmada por Cabarrús el 23 de mayo de 1798, custodiada en British Library, Manuscripts, Egerton, 369.
88
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
casa del marqués de Iranda y en ella participaron el propio marqués, el conde de Cabarrús,199 Felipe Ignacio Canga Argüelles,
Miguel Cayetano Soler, Felipe González Vallejo, Ramón de Angulo –director de los Cinco Gremios–,200 Manuel Sixto Espinosa
–director general del Banco de San Carlos y recién nombrado director de la Caja de Amortización– y Martín Antonio de Huici –director de la Compañía de Filipinas–.
La Junta propuso, entre otros medios o arbitrios, un donativo
voluntario y un servicio extraordinario por dos años que gravase en
una décima parte toda clase de rentas, excluyendo a los labradores,
artesanos y jornaleros. Pero, además, se declaró partidaria de la enajenación de los bienes de la corona, de las encomiendas de las órdenes militares y, en general, «de las comunidades», con destino a la
Caja de Amortización: «Trasladados a manos de particulares y
fecundados con su caudal e industria serán muy productivos, servirán al aumento de la población, y, abriendo nuevos manantiales de
producciones y riquezas, engrandecerán los productos de la renta de
la Corona». El tiempo se agotaba: «El orden social, la moral y la religión que la consoliden, todo zozobra y perece en las combulsiones
de la anarquía, compañera inevitable de la disolución de los Estados.
Todavía es tiempo de preservar y conservar todo».
Recuérdese que, en enero de 1798, Godoy había elevado al
rey, justo un año después de recibirla de Saavedra, la memoria de
Bernabé Portillo, que proponía una amplia desamortización. En
marzo del mismo año, José Damián de Cuenca y Bocanegra firmó
una memoria «para reducir a dominio particular las tierras de propios y baldíos». Y en julio, Andrés Miñano presentó un nuevo plan
«para la desamortización de las fundaciones piadosas existentes
en España».201
CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., Jovellanos…, op. cit., pp. 118-122.
Miguel Cayetano Soler, Felipe González Vallejo y Ramón de Angulo fueron propuestos por Saavedra en la memoria citada en la nota 198. Sobre Soler, vid.
infra, nota 204. Sin embargo, ninguno aparece entre los vocales citados en la representación elevada al rey por la Junta. British Library, Manuscripts, Egerton, 369.
201
La memoria de Cuenca y Bocanegra está fechada en Aranjuez, el 22 de
marzo de 1798, y el plan de Miñano, en Madrid, el 12 de julio de 1798. Ambos
199
200
2. La propuesta
89
Y, efectivamente, tras el cese de Jovellanos y Saavedra, se
aprobaron los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798. Se
ordenó la enajenación forzosa de los bienes raíces de prácticamente la totalidad de las fundaciones laicas, benéficas y piadosas: hospitales, hospicios, casas de misericordia, reclusión y expósitos, y,
en general, memorias pías y patronatos de legos, y también las
cofradías. Por su lado, se invitó a la venta voluntaria de las propiedades de los mayorazgos y otros vínculos, los patronatos de sangre
(únicas fundaciones laicas excluidas de la desamortización) y las
fundaciones puramente eclesiásticas, entre las que destacaban las
capellanías colativas. De momento, era bastante; no tanto como
habían pretendido algunos, pero más de lo que aceptaban otros.
Los decretos iban dirigidos al nuevo secretario de Gracia y Justicia,
José Antonio Caballero, firme opositor de su antecesor Jovellanos
y también de Godoy.202 Su ejecución pasó a manos del nuevo secretario de Hacienda, Miguel Cayetano Soler. Para Albert Dérozier, a
partir de este momento, «las finanzas y la justicia son desmanteladas».203
Es el propio Soler el que, en una memoria firmada ese mismo
año, pero previa a los decretos de septiembre, afirma que llevaba
tiempo trabajando en el asunto, fundamentalmente desde su participación en la Junta de medios celebrada en mayo, mes en el que
fue nombrado superintendente general de Hacienda, a las órdenes
de Saavedra, quien le propuso luego para sustituirle en la Secretaría del ramo.204 Leyó y oyó propuestas de distintas autoridades y
escritos aparecen citados en el inventario de los fondos del Archivo de Saavedra,
cajas 26 y 73. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit.
202
Godoy califica a Caballero y a Juan Escoiquiz de «enemigos de las
luces». GODOY, Manuel, Memorias…, op. cit., 1, p. 259, y 2, p. 420.
203
DÉROZIER, Albert, Quintana y el nacimiento del Liberalismo en España,
Turner, Madrid, 1978, p. 222.
204
Soler fue primero alcalde de la Real Casa y Corte. En mayo de 1798
obtuvo plaza en el Consejo de Hacienda y fue nombrado superintendente general y director de la Secretaría del mismo ramo, a las órdenes del ministro Saavedra, que había pedido el puesto para él, como «persona condecorosa y de conocida probidad, celo e inteligencia». El 4 de agosto fue habilitado para firmar las
90
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
particulares, y apoyó «la providencia que tanto han deseado los
buenos políticos y que se halla ya adoptada por la opinión pública,
de vender los bienes fondos de patronatos, hermandades, obras
pías, hospitales y capellanías, como también las fincas territoriales
pertenecientes a las encomiendas de las órdenes militares, e imponer su producto al rédito de un 3 por 100 en la Caxa de amortización con destino a la extinción de vales reales y acciones de
empréstitos». Destaca, por su influencia, dos memorias fechadas
en 1794 y 1796, y aunque no cita a su autor, sin duda se trata de
Bernabé Portillo. La justificación de la medida, como siempre, el
beneficio del Estado en general y de la Hacienda en particular, en
aquel momento de crisis y en el futuro; a lo que se añadía, de
nuevo, el saneamiento de las propias instituciones afectadas: «Es
tan notoria la mala administración de dichas fincas que nadie dexa
de compadecerse de los males que produce al público su deterioro
y abandono por lo que le priva de sus rendimientos, que es la
mayor riqueza nacional, y por lo que perjudica a los fines piadosos
de los fundadores, de forma que, aun quando no fuese más que por
estas solas consideraciones, se miraría siempre como muy importante y sería muy aplaudida la enagenación de dichas fincas en
manos activas y contribuyentes». 205
Todavía, pues, en una época inmediata a la aprobación de la
primera normativa desamortizadora, Soler ampliaba la desamortización a las propiedades de las capellanías –aunque no precisa si
se trata de capellanías laicas, lo más probable, o también eclesiásticas (colativas)– y de las órdenes militares, además de a las casas y
sitios reales no utilizados por el rey o su familia. Las dos últimas ya
habían sido incluidas en la propuesta de Varela. Respecto de las
capellanías, conocemos su generalizada crítica y también los debates sobre la legitimidad de su enajenación forzosa. Soler obvia, sin
órdenes reales de Hacienda, en sustitución de Saavedra, y el 6 de septiembre ya
fue nombrado sustituto del mismo, para ganar en propiedad la Secretaría dos días
después. Gaceta de Madrid de 29 de mayo, 7 de agosto y 11 de noviembre de 1798.
205
Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp.
201-210. Vid. apéndice documental 1. 5.
2. La propuesta
91
embargo, ya claramente, la posibilidad de desamortizar otras propiedades eclesiásticas, «de las comunidades». Pero, en todo caso,
todos aquellos bienes se denominan desde entonces «nacionales y
de las manos muertas», a cuya desamortización queda vinculada la
deuda estatal. Un año después, Soler, en un nuevo informe, afirma
que tuvo «el honor de proponer y Vuestra Majestad se dignó mandar que se enagenasen todos los bienes pertenecientes a obras pías,
casa de misericordia y demás contenidas en el Real Decreto de 19
de septiembre de 1798».206
Con la aprobación de dicha normativa se cierra la primera
etapa del proceso doctrinal desamortizador y se abre el normativo. De las propuestas generales, no sin dificultades, se pasó a la
aprobación de la enajenación forzosa, en pública subasta y con
imposición del capital resultante de la venta en la Caja de Amortización al rédito anual del tres por ciento, de momento, de todos
los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas y otras
laicas.
Como hemos analizado, y a modo de recapitulación, dichas
instituciones habían sido objeto de las más claras críticas ilustradas. Por un lado, su fundación provocaba que la Iglesia siguiese
aumentando su propiedad inmueble amortizada, a costa de la
libre, cada vez más escasa.207 Como había pronosticado Gerónimo
de Cevallos, la acumulación de dichas fundaciones «podría ser
causa de obligar en algún tiempo a los reyes de valerse de sus
haciendas para la defensa de nuestra sagrada religión, lo qual
sería de mayor inconveniente. Así es mejor prevenir el daño que
curarle».208 Además, sus propiedades se consideraban especial-
Consulta del señor Soler en 1799. Biblioteca de la R.A.E., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 211-241.
207
Ya en el reinado de Carlos III se habían dictado disposiciones tendentes
a limitar la libertad fundacional y testamentaria, y, sobre todo, para evitar el beneficio que de ellas recibía la Iglesia. Vid. pragmática de 2 de febrero de 1766 y Real
cédula de 15 de noviembre de 1781. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 43-44.
208
Lo cita SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 3, op. cit., 1804, pp. 17-49.
206
92
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
mente mal administradas y cultivadas, directamente por el
clero,209 con el consiguiente aumento del número de jornaleros, o
a través de arrendatarios que, desde hacía tiempo, veían aumentar sus rentas.210 Este último extremo es un tanto conflictivo, porque el aumento de los precios y rentas agrarias ponía de manifiesto un progresivo desarrollo económico. Pero, en todo caso, la vinculación y amortización de dicha propiedad afectaba de manera
perjudicial a dicha economía, tanto agraria (productividad) como
industrial y comercial, sectores estos últimos obviados por la Iglesia, pero muy presentes en la sociedad moderna que tiende a burguesa.211 Y, en general, a la Hacienda y al Estado. A lo que se añadía que la decadencia de las instituciones piadosas era insostenible en un contexto de secularización que comenzaba a convertir
la beneficencia y sanidad, tradicionalmente privadas, en asuntos
de interés público. Campomanes y Olavide hubiesen preferido el
arrendamiento o cesión enfitéutica de sus tierras y el sosteni-
Durante el reinado de Carlos III se dictó abundante normativa para
limitar esta práctica abusiva , rechazada por los ilustrados. Vid. reales cédulas de
11 de septiembre y 25 de noviembre de 1764, 21 de diciembre de 1766, 4 de agosto de 1767 y 22 de octubre de 1772. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 36-37, 57,
81 y 233.
210
Así se afirmaba en el expediente promovido en 1752 –incluido en el
general de la ley agraria– por los procuradores síndicos generales de los partidos de Tierra del Pan, Vino y Sayago de Zamora, que señalaban entre los propietarios que aumentaban sobremanera las rentas de los arrendamientos a las
«comunidades, colegios, cofradías, hermandades, hospitales, fábricas, capellanías y otras personas». Puede consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de
reforma agraria…», op. cit., y ANES, Gonzalo, Informes en el expediente de ley agraria, op. cit. Sobre las críticas ilustradas al cultivo de las tierras por los propios
eclesiásticos, vid. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit., pp.
359-382.
211
Vid. FONTANA, Joseph, La quiebra de la monarquía..., op. cit.; DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit., pp. 383-401; HERR, Richard, La
Hacienda real..., op. cit., pp. 101-128; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío
en Aragón…, op. cit., pp. 139-155. CARASA SOTO, Pedro, Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, op. cit., ha estudiado la buena situación económica
de las instituciones benéficas.
209
2. La propuesta
93
miento de las instituciones a través de rentas controladas por el
Gobierno. Floridablanca y Jovellanos ya habían propuesto su
enajenación en plena propiedad, para su liberalización, y su
subrogación en capitales impuestos en la Real Hacienda, de
modo que el Estado se hiciese cargo de su sustento a través del
pago de los correspondientes intereses.
La propiedad que se consideró privada, laica y puramente
eclesiástica, por el momento, se respetó. Como hemos dicho,
excluidos de la enajenación forzosa quedaban los bienes de los
patronatos de sangre, capellanías colativas y demás fundaciones
puramente eclesiásticas, pues la normativa solo invitaba a su
venta, eso sí, en pública subasta y a cambio de la imposición del
capital producto de la misma en la Caja de Amortización al interés
anual del tres por ciento, lo mismo que se aprobó para las fincas de
mayorazgos y otros vínculos. Lo que sí se logró, como también
hemos adelantado, fue extender a dichas fundaciones eclesiásticas
la necesidad de licencia real, aprobada para los mayorazgos en
1789.212
El resto de bienes propios de las personas y cuerpos eclesiásticos, seculares o regulares, ni se nombraron. Pero el primer paso
estaba dado, y aunque su desamortización fue más dificultosa, en
la teoría y en la práctica, pocos años después, primero en 1805 y
luego en 1807, se logró ordenar la enajenación forzosa de buena
parte de los mismos, en concreto, la séptima parte. Entonces, además, se incluyeron expresamente los deseados bienes raíces de las
órdenes militares y la totalidad de las capellanías, fundaciones
eclesiásticas tan criticadas como las piadosas. Se llevaba así, por
fin, en buena medida, a efecto el clamor de tantas autoridades y
particulares ilustrados contra la propiedad amortizada. La única
excepción que se contempló fue la de los bienes necesarios para el
212
Real resolución de 20 de febrero de 1796, no circulada hasta el 20 de septiembre de 1799, que se dictó como interpretación explícita a la real cédula de 14
de mayo de 1789, que había prohibido la fundación de mayorazgos sin autorización real, lo mismo que «prohibir perpetuamente la enagenación de bienes raíces
o estables por medios directos o indirectos». Nov. Rec., 1, 12, 6.
94
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
mantenimiento de las iglesias en sentido amplio, fundamentalmente las parroquias destinadas a la cura de almas, tan apreciadas
por dichos ilustrados.
En fin, en el ocaso del Antiguo Régimen se llevó a la práctica
la propuesta doctrinal a través de una normativa que la matizaba.
En ella puede apreciarse el salto cualitativo del primer ideal ilustrado, representado por Campomanes y Olavide, que abogaban
por la limitación e incluso prohibición de la propiedad vinculada y
amortizada y la cesión de su dominio útil, al preliberal que defendía la liberalización y enajenación plena de los bienes inmuebles y
su subrogación en propiedad mobiliaria impuesta a favor de la
Real Hacienda, doctrina defendida por Floridablanca y Jovellanos.
De la reforma, sin deshacer las bases del Antiguo Régimen y de la
propiedad señorial, en sentido amplio, se daban los primeros pasos
hacia la transformación de la titularidad y del régimen jurídico de
la propiedad de la tierra, es decir, hacia la desamortización, que
abre el camino a un sistema capitalista. El proceso partió de la
reforma agraria y se convirtió en realidad para salvar la Real
Hacienda. La evolución se expresa claramente en un artículo publicado, ya en 1782, en El Censor: «La causa de la caída de España nace
principalmente de la manera en que están repartidas las tierras en
esta Península [...]. La prosperidad de un Estado está fundada
sobre la propiedad que los colonos tienen de los bienes, y que esta
prosperidad se aumenta o disminuye a proporción que el colono se
acerca o se alexa de la propiedad plena».213
Las instituciones afectadas desde un primer momento, aunque, como hemos visto, con un tratamiento muy distinto, fueron
las criticadas «obras pías, capellanías y mayorazgos» que «crecen
como la mala yerba y es de temer no quede un palmo de tierra libre
en el Reino», pues «a cualquiera le es permitido encadenar sus
Tomamos el dato de ELORZA, Antonio, La ideología liberal…, op. cit., pp.
353-369. El texto de la Carta de un inglés que ha viajado en España a otro de su Nación,
sobre la causa de la decadencia de la nación española aparece reproducido, como Discurso XXII, en El Censor. Periódico político y literario, I, Impr. del Censor, por León
Amarita, Madrid, 1820.
213
2. La propuesta
95
bienes y cargarlos para siempre jamás».214 Junto a la importantísima base doctrinal ilustrada, tampoco debe olvidarse la influencia
de medidas semejantes tomadas en Inglaterra, experiencia a la que
acuden los propios ilustrados, ya que a ella atribuían, en gran
medida, el desarrollo económico de dicha nación, y en Francia,
aunque, en este caso, el carácter revolucionario que adquirió la
venta de los bienes eclesiásticos para sufragar la deuda estatal
hacía que se evitase, por peligroso e indeseado, citar dicho ejemplo. No obstante estas prevenciones, a nadie se le ocultaba, como
manifiesta un escrito anónimo, fechado en Madrid en agosto de
1797, que «nacionalizar los bienes raíces de los hospitales a cambio
de su financiación y dirección pública» era una imitación de lo
hecho por Necker.215
La disposición por el Estado de la propiedad de las fundaciones piadosas se legitimaba al considerarlas «establecimientos
públicos», no solo porque se trataba de bienes vinculados antes
que amortizados, es decir, laicos antes que eclesiásticos, sino porque la beneficencia y la sanidad –conceptos amplísimos– eran
asuntos de interés público.216 En líneas generales, la doctrina había
mantenido la conveniencia –que no necesidad– de solicitar autorización pontificia para su enajenación, pero lo cierto es que no se
pidió. Sí, en cambio, en 1805 y 1807, cuando se acudió al resto de
bienes propiamente eclesiásticos. Formalmente se continuaba así la
práctica seguida en otras ocasiones para la aplicación de rentas a
las necesidades del Estado y para la incorporación a la corona y
214
Son palabras de León de Arroyal, Cartas económico-políticas, Cátedra Feijoo, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Oviedo, 1971, p. 12. Vid. ELORZA, Antonio, La ideología liberal…, op. cit., p. 245.
215
Aparece en el Archivo de Saavedra, caja 21. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit.
216
Como adelantamos, el propio Olavide consideraba que los bienes de
dichas fundaciones estaban en manos del Gobierno, aunque también incluía los
pertenecientes a las capellanías y a las órdenes militares y los propios de los
pueblos. OLAVIDE, Pablo de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, op. cit., pp.
32-33.
96
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
posterior enajenación de bienes de la Iglesia, sobre todo en época
de Felipe II.217 Pero la diferencia era notable, porque a fines del
Antiguo Régimen peligraba una de sus bases fundamentales: el
sistema de propiedad amortizada, vinculada y señorial, tan criticado por una doctrina ilustrada y preliberal que ansiaba la propiedad
libre.
Vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 234-236;
MOXÓ, Salvador de, «La desamortización eclesiástica del siglo XVI», op. cit. En el
Archivo de Saavedra se encuentra incluso una colección de «Bulas y breves pontificios por los cuales se concedió facultad al Emperador Carlos V y a Su Majestad
Felipe II para desmembrar y separar diferentes bienes inmuebles de las órdenes
militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, monasterios y órdenes cluniacense y
cisterciense, iglesias, arzobispos y obispos, y otras dignidades de los Reinos de
España, hasta en cantidad de ochenta mil ducados de renta» (anónimo y sin
fecha). Nos proporciona el dato LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo
Saavedra, op. cit.
217
3. LA NORMATIVA
«Correo: los seis decretos de imposición para sostener los
vales de nueva creación; lectura de ellos. Vendaval, lluvia.» Gaspar
Melchor de Jovellanos, diario de 24 de julio de 1794, Diarios (17901797), en B.A.E., 85, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 3,
Atlas, Madrid, 1956, p. 204.
Dentro del entramado normativo propio del reglamentarismo borbónico, muy acusado a fines del siglo XVIII, se encuentran
las múltiples disposiciones emitidas para hacer frente a la crisis
hacendística del reinado de Carlos IV. De ellas nos interesan las
que aumentaron la tributación de la Iglesia218 y, sobre todo, las que
afectaron a la propiedad vinculada y amortizada, que desembocaron en la normativa desamortizadora aprobada desde 1798. Como
el proceso doctrinal, el normativo fue complicado y progresivo.
3.1. La normativa desamortizadora (1798, 1805 y 1807)
3.1.1. La real cédula de 25 de septiembre de 1798
Como hemos visto al estudiar el marco doctrinal de la primera desamortización eclesiástica, las críticas ilustradas eran especialmente duras cuando se dirigían contra las fundaciones –en general, benéficas y piadosas– a través de las cuales se vinculaban fincas que, en su mayor parte, quedaban amortizadas en manos de la
De las más importantes hemos dado cuenta en el capítulo anterior. Vid.
supra, en concreto, apartado 2. 3. 1, nota 118.
218
98
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Iglesia. Primero, en 1793, con los antecedentes de 1780 y 1783, se
tomaron los capitales destinados a las mismas pendientes en depósitos públicos, que se ordenaron imponer en la Real Hacienda,
como censos redimibles al interés del tres por ciento, garantizados
su capital y réditos a través de la renta del tabaco. La misma medida se adoptó para los caudales existentes en depósitos públicos
pertenecientes a mayorazgos y otros vínculos.219 Pero el planteamiento cambiaba cuando se trataba de que el Estado dispusiese de
la propiedad inmueble y la enajenase para hacer frente a la deuda
pública. De este modo, la propiedad particular –laica y eclesiástica– solo se limitó y gravó. Así, en 1796 se prohibieron las fundaciones eclesiásticas perpetuas sin autorización real, lo mismo que se
había hecho en 1789 con los mayorazgos y vínculos.220 Un año antes
se había aprobado una contribución del quince por ciento del valor
de los bienes que se adquiriesen para manos muertas, mayorazgos
o vínculos, es decir, que se amortizasen o vinculasen.221 Los propios
de fundaciones laicas –en general, las benéficas y piadosas–, a
caballo entre una y otra figura, permitían otra posibilidad que inició la desamortización.
De este modo, uno de los siete reales decretos aprobados el
19 de septiembre de 1798 ordenó la enajenación en pública subasta de todos los bienes raíces pertenecientes a «hospitales, hospicios,
casas de misericordia, de reclusión y de expósitos, cofradías,
memorias, obras pías y patronatos de legos».222 En una época de
219
Reales cédulas de 19 de marzo de 1780, 8 de marzo de 1781, 9 de
noviembre de 1786, 3 de febrero de 1783 (imposición en acciones del Banco de San
Carlos), 9 de octubre de 1793 y 15 de septiembre de 1804. Nov. Rec., 10, 15, 25 y 26;
Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 393-398, 412, 452 y 582; Colección de todas las
pragmáticas…, op. cit., pp. 396-402, y Suplemento a la Colección…, III, op. cit., pp. 476478.
220
Real cédula de 14 de mayo de 1789 (Colección de todas las pragmáticas…,
op. cit., pp. 29-30) y real resolución de 20 de febrero de 1796, circulada el 20 de septiembre de 1799 (Nov. Rec., 1, 12, 6).
221
Reales cédulas de 24 de agosto de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op.
cit., pp. 149-155.
222
He reproducido la real cédula en el apéndice documental 2. 1.
3. La normativa
99
regalismo y secularización, dichas instituciones fueron consideradas «establecimientos públicos» de los cuales podía disponer el
Estado –«siendo indisputable mi autoridad soberana para dirigir a
estos y otros fines del Estado los establecimientos públicos»–, legitimidad que salía reforzada en una situación de necesidad económica extraordinaria y urgente –«urgencias presentes de la Corona»– debida a la acumulación de préstamos y, sobre todo, de vales
reales, que no hacían sino incrementar la deuda pública.
La enajenación produciría la subrogación de la propiedad
inmobiliaria en mobiliaria y los capitales obtenidos por las ventas
se impondrían en la Real Hacienda, en concreto, en la recién creada Caja de Amortización, al interés anual del tres por ciento, asegurados dichos capital e intereses a través de la hipoteca de, en
general, todos los arbitrios asignados a la Caja. De este modo, el
Estado obtendría un «fondo quantioso» para la amortización de la
deuda pública (pago de intereses y extinción de capitales), incluida la extinción de muchos vales reales, admitidos en las compras.
En fin, el motivo económico –o, mejor, hacendístico– fue el que
impulsó de manera definitiva la primera normativa desamortizadora. Y, de todos modos, no se olvida la clásica doctrina ilustrada
que veía en la enajenación de los bienes raíces de las fundaciones
benéficas y piadosas un beneficio incalculable para las mismas
–que cobrarían del Estado el capital necesario para su «subsistencia», quedando «libres de los daños que los administradores les
ocasionan por su omisión, insolvencia o confabulación con los
arrendatarios y subalternos inferiores, de que se sigue el aumento
de rentas en las fundaciones para los objetos de su instituto»– y, en
general, para el desarrollo económico de dicho Estado: «a que se
agrega el beneficio común que resultará al Reyno de ponerse en
circulación estos bienes estancados y los aumentos que es de esperar reciban sus producciones por el mejor cultivo que les darán sus
activos nuevos poseedores».223 Siete años después, puesta en práctica toda la normativa desamortizadora –con los problemas que
Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
223
100
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
veremos más adelante–, se insistiría en la misma idea: «A mi Real
Decreto inserto en ella [en la real cédula de 24 de septiembre que
facultaba a la enajenación de mayorazgos] y a la providencia acordada al propio tiempo para la enagenación de los bienes de establecimientos píos debe en efecto atribuirse la prodigiosa transformación que se ha visto de edificios ruinosos, en útiles y sólidos; la
de arbolados estériles, en fructíferos; y la de tierras abandonadas y
montuosas, en campos enriquecidos y mejorados con los grandes
plantíos, cerramientos y destinos a que las han aplicado sus nuevos dueños; de forma que estas felices resultas ofrecerán siempre el
testimonio más auténtico de mi infatigable zelo por el beneficio de
mis amados vasallos y por la felicidad de mi Reyno, a que en todos
tiempos he dirigido mis paternales desvelos».224
La primera normativa desamortizadora afectó, pues, únicamente a las fundaciones benéficas y piadosas, en su más amplio
sentido. A las mismas se asimilaron las llamadas «órdenes terceras,
ermitas y santuarios y otros establecimientos semejantes», con la
excepción temporal de las propiedades de hospitales anejos a las
primeras.225 La reticencia que habían mostrado algunos ideólogos
de la desamortización, como Godoy,226 a la enajenación de los hospitales se saldó con el establecimiento de un orden de prelación, de
modo que primero debía procederse a la venta de todos los bienes
raíces de las «cofradías, memorias, obras pías y patronatos de
legos» y solo después se ejecutaría la de los propios de «hospitales,
hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos»,
salvo que sus representantes pidiesen la venta. De esta suspensión
temporal se excluían los bienes de los establecimientos que no ejerciesen el instituto propio de su fundación y lo mismo las fincas con
las que se dotaban fundaciones piadosas aunque su administra-
224
Real cédula de 10 de junio de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
225
Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 y reglamento de 21 de
octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012.
226
Vid. supra, apartados 2. 3. 4., nota 177, y 2. 3. 5, nota 196.
3. La normativa
101
ción corriese al cuidado de los administradores de establecimientos hospitalarios. Y, en todo caso, si no era posible la venta de los
primeros, se pasaría inmediatamente a la de los segundos.227
Esta suspensión provisional pasó luego a definitiva, salvo
solicitud de sus representantes en caso de necesidad y con exclusión, de nuevo, de las instituciones hospitalarias que no ejerciesen
el instituto propio de su fundación.228 Pero, con el tiempo, las necesidades hacendísticas hicieron obviar estas prevenciones. En 1800,
cuando se refunde la normativa promulgada hasta el momento
sobre las ventas, se vuelve al orden aprobado un año antes, con la
precisión de que, para comenzar la enajenación de los bienes de
«hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y expósitos», debía consultarse a la Comisión Gubernativa del Consejo de
Castilla, órgano director de la amortización de la deuda pública en
esos momentos.229 Y, por fin, en 1805 –«habiendo producido ya su
efecto la enajenación de aquellas [cofradías, memorias, obras pías
y patronatos de legos] y obligando las urgencias de la Corona»– se
ordenó proceder inmediatamente a la venta forzosa de los establecimientos hospitalarios, con una nueva exclusión para los propios
de los conventos y hospitales de la Orden de San Juan de Dios.230
Desde entonces, multitud de solicitudes de exención se plantearán
227
Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
228
Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
229
Reglamento de 21 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
230
Real orden de 30 de septiembre de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. La Orden de San Juan de Dios había
conseguido la exclusión de la normativa desamortizadora por real orden de 28 de
octubre de 1798. Tras la nueva normativa de 1805, a representación de los interesados, por real orden de 19 de mayo de 1806, se declaró subsistente dicha exención para los bienes de los conventos de la Orden de San Juan de Dios destinados
a fines hospitalarios, «ya sea por haberlos adquirido los mismos conventos, ya
porque se hayan dexado a estos para intervenir sus productos en la manutención
de sus religiosos, o ya porque se los hayan dexado para destinarlos a los objetos
de su instituto hospitalario, aun quando estén afectos a alguna otra carga pia-
102
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
ante la Comisión Gubernativa, que negó algunas y reconoció
otras.231
También se tuvo especial consideración a las fundaciones
piadosas más productivas, al liberarse de la enajenación forzosa a
las fincas que produjesen «unas superiores y extraordinarias rentas
por efecto de la piedad de los fieles, con cuyas limosnas o trabajo
personal se labren y beneficien sus frutos a favor de la fundación,
o por otra razón especial», para cuya exención los establecimientos
debían presentar las cuentas aprobadas de los últimos cinco años.232
Como hemos dicho, la calificación de las fundaciones benéficas y piadosas como establecimientos públicos hizo posible llevar a
cabo la primera desamortización. De momento, se respetó la propiedad considerada privada, vinculada (mayorazgos y otros vínculos)
y amortizada (fundaciones puramente eclesiásticas y demás propiedad de personas y cuerpos eclesiásticos), aunque respecto de esta
última ya se advertía que solo «por ahora».233 Prevención, por tanto,
y límite a las enajenaciones propuestas por los ilustrados.
Así, la enajenación era voluntaria para los bienes propios de
«mayorazgos, vínculos o patronatos de legos y de qualesquiera
dosa que no destruya la calidad del dominio propio de la orden». A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
231
El 24 de octubre de 1806 se resuelve una representación presentada por
Santiago (Galicia) en solicitud de la exención de la enajenación de los bienes del
hospital principal de dicha ciudad, de patronato real, que, en su mayor parte, estaban cedidos en enfiteusis y foros, en manos de legos. Se alegaba, además, que los
réditos del tres por ciento del capital de la venta no serían suficientes para su
manutención. En este caso, la Comisión Gubernativa ordenó proceder a la venta
de las fincas cuyo dominio útil perteneciese al hospital y de las cedidas en foros
temporales, pero la suspendió para las que estuviesen gravadas con foros perpetuos. Además, se excluían las fincas de cuyos frutos se nutriese directamente el
hospital, para su consumo, limosnas y cargas de los propios frutos. A.H.N., Clero,
Clero secular y regular, legajo 1.940/5. Sobre más solicitudes de exención, vid.
capítulo 4, apartado 4. 2. 1, especialmente nota 408.
232
Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
233
Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
3. La normativa
103
otras fundaciones con qualquier título que se denominen y en
que se suceda por el orden que se observa en los mayorazgos».
Incluso se exceptuaban expresamente de la enajenación forzosa
los bienes de las fundaciones con «patronato activo o pasivo por
derecho de sangre», siempre que sus poseedores fuesen, además
de patronos, administradores y percibiesen sus productos.234 Por
su parte, también era voluntaria –aunque se incitaba a ella –la
enajenación de los bienes raíces de las «capellanías colativas u
otras fundaciones eclesiásticas», instituciones muy criticadas por
los ilustrados, pero cuyos bienes se consideraron propiedad particular de la Iglesia. Las únicas exigencias para estas ventas
voluntarias eran su celebración en subasta pública y la imposición del capital producto de las mismas en la Real Hacienda al
interés anual de tres por ciento. Además, la enajenación de la propiedad vinculada laica se privilegió sobremanera, como manifiesta la inmediata concesión del premio de la octava parte del precio, que se quedaban los poseedores.235 Por su parte, la propiedad
234
Real decreto de 19 de septiembre de 1798, instrucción de 29 de enero de
1799, instrucción adicional de 27 de diciembre del mismo año y reglamento de 21
de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012. Como aclara una circular del Consejo de 29 de noviembre de 1799, todo patronato de sangre era laical, aunque recayese en persona eclesiástica (Nov. Rec., 1, 5, 23).
La real orden de 18 de octubre de 1798 ordenaba la venta de los bienes pertenecientes a las memorias de las que fuese patrono o copatrono el decano del Consejo de
Castilla y volvía a exceptuar los propios de las memorias de sangre, cuya enajenación solo debía promoverse (REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de
todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit.). En general, el decano del
Consejo de Castilla estaba encargado de las obras pías de patronato real. Vid., en
este sentido, la administración de la obra pía de Lope de Mendieta, en el A.H.N.,
Consejos, libro 3.456. Por su parte, la instrucción adicional de 27 de diciembre de
1799 añadía nuevas exigencias para la exclusión de los patronatos de sangre, puesto que ordenaba la enajenación forzosa cuando dichos patronos no tuviesen «más
emolumentos que la décima de administración o un moderado salario anual» y sus
facultades se limitasen a «la administración de los bienes y cuidado del cumplimiento de las cargas». El reglamento de 21 de octubre de 1800 concretaba el susodicho salario en la «octava, décima u otra cuota».
235
Real cédula de 13 de enero de 1799 y real orden de 1 de septiembre de
1802. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
104
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
amortizada eclesiástica –limitada a las fundaciones– se dejó en
manos de la propia Iglesia.236
De todos modos, la distinción entre propiedad privada
eclesiástica, que se respetó, y la propia de las fundaciones consideradas públicas, que se desamortizó, no era clara, ya que buena
parte de los bienes de la Iglesia estaban destinados a fines benéficos y piadosos. En principio, dicha propiedad eclesiástica (de «iglesias catedrales, parroquias, colegiatas, cabildos y comunidades
religiosas»), aunque tuviese cargas piadosas, permanecía excluida
de la enajenación forzosa. Era el caso de las fundaciones que hubiesen sido creadas con caudales propios de la Iglesia o con el producto de rentas eclesiásticas, siempre que el patronato fuese también
eclesiástico. Ahora bien, en el caso de que los bienes perteneciesen
a fundaciones particulares, aun las procedentes de bienes propios
de los eclesiásticos, o cuando hubiesen sido adquiridos con capital
procedente de las mismas,237 debía evitarse cualquier confusión,
pues a estos la desamortización les afectaba plenamente, aunque el
patronato lo ocupasen eclesiásticos.238 Si las fundaciones hubiesen
sido establecidas con caudales de legos y de la Iglesia, la enajenación era forzosa, pero la jurisdicción mixta. En caso de duda sobre
Así lo concretaban las circulares de 28 de diciembre de 1798, con reales
órdenes de 17 y 18, y la circular del Consejo de 29 de noviembre de 1799, con reales órdenes del 18. Biblioteca de la R.A.H., 4/175; Nov. Rec., 1, 5, 23.
237
La instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 establecía que, en
caso de duda sobre el empleo de capitales conjuntos de fundaciones piadosas y
bienes propios de la Iglesia, debía suspenderse la enajenación para consultar al
comisionado real de Madrid. El reglamento de 21 de octubre de 1800 advertía que,
en todo caso, si dicho capital era mayoritariamente de dichas fundaciones, los
bienes raíces adquiridos entraban en la enajenación forzosa. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
238
En dicha confusión, provocada por los propios cuerpos y comunidades
eclesiásticas, incide la real orden de 21 de diciembre de 1805, que sometía a la
aprobación de la Comisión Gubernativa cualquier venta particular de cualquier
bien eclesiástico, para que, confundidos con los propios de sus dotaciones, no se
vendiesen de dicha forma bienes propios de fundaciones benéficas y piadosas.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
236
3. La normativa
105
la naturaleza del patronato, laico o eclesiástico, la jurisdicción competente era la real.239 Parecidos problemas planteó, años más tarde,
la diferenciación entre las capellanías laicales y eclesiásticas o colativas, cuya enajenación forzosa se aprobó en 1807.240 En todo caso,
una vez enajenados, los bienes de cualquier tipo de fundación quedaban secularizados, de modo que las posibles «cargas y pensiones
eclesiásticas» pasaban a los capitales en que quedaban subrogados.241
3.1.2. Las reales cédulas de 15 de octubre de 1805 y 21 de febrero de 1807
A pesar de la moderación de la normativa de 1798 respecto
de las primeras propuestas desamortizadoras, lo cierto es que no
será sino cuestión de tiempo o, mejor, de mayores necesidades económicas el esperar a la ampliación de la medida al resto de la propiedad eclesiástica, «cuya exención todavía subsiste por un efecto
de la piedad y justa consideración con que el Rey nuestro señor ha
mirado en todos tiempos al estado eclesiástico».242 El regalismo
había dado argumentos suficientes para la progresiva incorporación del patrimonio eclesiástico al real, pero se respetó la autoridad
pontificia, a quien se acudió en este caso para que autorizase la disposición de dichos bienes por el Estado. Ya el papa había adverti-
Circular de 29 de noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Suplemento
a la Colección…, II, op. cit., pp. 246-252.
240
Las reales órdenes de 3 de marzo y 6 de agosto de 1807 dieron instrucciones específicas para la venta de los bienes de las capellanías laicales y de las
eclesiásticas. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.013. Por real cédula de 10 de febrero de 1805 se ordenó que las personas que fuesen nombradas poseedoras de capellanías laicales pagasen media anualidad de su
producto para la extinción y amortización de vales reales. Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, op. cit.
241
Real orden de 26 de agosto de 1803. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
242
Circular de 27 de abril de 1801 contra la carta de un cura párroco que
impedía la venta de las fincas de la obra pía que administraba. A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
239
106
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
do al rey que «apartase de su lado a aquellos hombres que, engreídos de una falsa ciencia, pretendían hacer andar a la piadosa España los caminos de la perdición, donde nunca había entrado en los
siglos de la Iglesia, y que cerrase los oídos a los que, so calor de
defender las regalías de la Corona, no aspiraban sino a excitar
aquel espíritu de independencia, que empezando por resistir al
blando yugo de la Iglesia, acababa después por hacer beberse todo
freno de obediencia y sujeción a los Gobiernos temporales».243 Y así,
en la más firme tradición de socorro de la Iglesia a la Monarquía,
en «estado crítico», Carlos IV solicitó y obtuvo de Pío VII tal facultad, «sabiendo muy bien, en consecuencia de la singular piedad y
religión suya y de sus predecesores, que no le corresponde determinar o disponer esto, a no concurrir a ello la autoridad de que
gozamos, delegada de Dios».
Parece que se llegó a pedir la venta de la mitad de los bienes
de la Iglesia,244 pero lo que se aprobó en 1805 fue la enajenación, previa secularización, de tantos bienes eclesiásticos como los que
correspondiesen a la renta anual de doscientos mil ducados de oro
de cámara (seis millones cuatrocientos mil reales). El correspondiente breve, de 14 de junio, inserto en la real cédula de 15 de octubre,245
incluía expresamente los bienes de «arzobispos, obispos, prebostes,
dignidades, cabildos de catedrales o colegiatas, abades, abadesas,
monasterios y conventos de ambos sexos, mesas capitulares, fábricas
de Iglesias, parroquias y párrocos, cofradías, congregaciones, capítulos y corporaciones de clérigos, beneficios, oficios y capellanías colativas y cualesquiera otras fundaciones o establecimientos eclesiásticos». La única exclusión que se contemplaba era la de los bienes raíces destinados al mantenimiento de las «iglesias catedrales, colegiaGODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., p. 309.
Así lo afirman algunos procuradores de las Cortes de 1835, en la sesión
de 15 de abril, en concreto, Joaquín María Ferrer. Diario de las sesiones de Cortes,
Legislatura de 1834 a 1835, III, Madrid, 1867, pp. 2.268-2.269.
245
Nov. Rec. (Suplemento), 1, 5, 1. Pocos días antes, el 9 de octubre, una circular con una real orden de 30 de septiembre, recordaba el cumplimiento de los
decretos de 19 de septiembre de 1798. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
243
244
3. La normativa
107
tas, monasterios, conventos, iglesias parroquiales y párrocos», los
que les correspondiesen con «pleno, libre y alodial derecho» y los llamados «mansos canónicos, dextros o iglesiarios». Aparte, la enajenación forzosa se suspendía para los bienes vacantes, hasta su cubrimiento.
En este caso no se trataba ya de subrogar capital inmobiliario
en mobiliario, sino que, directamente, a cambio del capital obtenido en la enajenación forzosa, la Real Hacienda reconocía a los hasta
entonces poseedores una renta equivalente al rendimiento líquido
anual de los bienes vendidos regulada en el quinquenio de 1798 a
1802. Sostenimiento, pues, de la Iglesia por el Estado.
Poco antes, en febrero de 1805, se había ordenado la inmediata incorporación a la corona de todos los «señoríos temporales,
jurisdicciones, rentas, derechos y demás fincas y efectos» poseídos
por mitras y otras dignidades eclesiásticas, medida extendida en
diciembre de 1806 a monasterios y demás comunidades regulares.246 Su indemnización o «precio de egresión» se depositaría en la
Caja de Consolidación hasta su reintegro. En el caso de bienes afectados por la desamortización, dicho precio se impondría al rédito
del tres por ciento anual.247 Esta disposición es un nuevo triunfo de
la doctrina ilustrada, que ansiaba la incorporación de los señoríos,
tan necesaria para el cambio del sistema de propiedad, y, por tanto,
medida complementaria a la desamortizadora.248 De nuevo, en este
Reales cédulas de 25 de febrero de 1805 y 12 de diciembre de 1806. Nov.
Rec., 4, 1, 14 y Suplemento 4, 1, 1. Vid. también la real cédula de 11 de febrero de
1803 con la nueva planta y atribuciones del Consejo de Hacienda, entre las que se
incluye dicha incorporación. Nov. Rec., 6, 10, 16. MOXÓ, Salvador de, La disolución
del régimen señorial en España, Centro Superior de Investigaciones Científicas,
Madrid, 1965, considera de poca trascendencia tales disposiciones al afectar sólo
a los señoríos enajenados del Real Patrimonio por precio.
247
Ya el real decreto de 2 de febrero de 1803, que contenía la nueva planta
del Consejo de Hacienda, había concedido a dicha caja el disfrute de los efectos
pertenecientes a los señoríos incorporados hasta diez años después de la fecha de
su reintegro. Colección de pragmáticas…, III, op. cit., pp. 229-234.
248
Entre los expedientes incoados tras la nueva normativa de incorporación de señoríos enajenados por la corona destacan los siguientes: en 1804 se
acuerda proceder al estudio, encomendado al abogado Joaquín Bonet y Rabaza,
246
108
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
caso, el estamento perjudicado fue el eclesiástico, puesto que los
señoríos laicos no se mencionaban. La medida englobaba, además, a las órdenes militares, cuya propiedad habían previsto desamortizar algunos ilustrados junto con la propia de los establecimientos de beneficencia y piedad. Por su parte, una vez aprobada esta normativa de incorporación de señoríos, fue más fácil dictar la correspondiente real orden para que los propios de las fundaciones benéficas y piadosas, cuyas propiedades estaban afectadas por la desamortización, se incluyesen también en la enajenación forzosa.249
La Comisión Gubernativa ocupada entonces de la desamortización era especialmente partidaria de dicha incorporación. Incitó a la de los señoríos, jurisdicciones, fincas y efectos enajenados
por precio por la corona, los donados graciosamente que hubiesen
pasado a tercero mediante título oneroso e incluso los otorgados a
perpetuidad: «La utilidad de la incorporación es tan grande y trascendental a la prosperidad del Reyno como que podrá decirse que
hasta que se verifique no puede decirse que el Rey exerce en él
todos los sagrados derechos de la soberanía […]. Jamás se administrará rectamente xusticia en el Reyno entretanto que haya jurisdicciones en personas particulares, jamás habrá policía mientras que
haya jueces y magistrados que no dependan inmediatamente del
Rey, jamás habrá industria ni comercio en los pueblos donde haya
quien impunemente pueda causar bejaciones a los que se dicen
vasallos de un señor; ni jamás abrá rentas reales mientras entanto
que haya manos independientes de la inmediata autoridad del
de las posibilidades de incorporar las donaciones hechas en el reino de Valencia,
que databan de la época de la Reconquista y expulsión morisca; entre 1805 y 1806
se debate sobre la incorporación del señorío de la mitra de la diócesis de Osma;
en 1807 se incorporan las alcabalas de las villas de San Martín de Montalbán, Carpio y Menasalbas; y en agosto de ese mismo año el Consejo de Castilla ordenó la
incorporación de las cinco encomiendas de la Orden de Santiago (Almendralejo,
Fuente de Cantos, Medina de Torres, Calzadilla y Monasterio). A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 205.
249
Real orden de 15 de julio de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
3. La normativa
109
soberano y puedan apocarlas o distraerlas de sus verdaderos canales, por no mencionar la imposibilidad absoluta de que haya
hacienda donde, por un sistema constantemente violento y opresivo, se cierren los manantiales de la producción […]. En su virtud
principiaron los pueblos a recobrar la libertad que anteriormente
habían perdido por la sujeción a señores particulares […], pero la
mayor parte fue vencida por las cavilaciones y tretas de los poseedores, y otra no pequeña, gimiendo el pesado yugo que la oprime,
por no poder reunir el precio de su rescate o impedírselo los dueños con las intrigas que son harto notorias».250 En el mismo sentido,
con motivo de la contribución impuesta en 1800 sobre los bienes
donados por la corona a la Iglesia (media anualidad, sustituida
luego por la satisfacción anual de una decimoquinta parte, reducida posteriormente a un dos por ciento), Manuel Sixto Espinosa,
director de la Caja de Amortización, había trabajado en la reunión
de información sobre tales bienes.251
Como era de imaginar, y más tarde estudiaremos detenidamente, esta clara normativa abolicionista del régimen señorial y
desamortizadora disgustó a la Iglesia y a buena parte de una sociedad todavía no secularizada. Pero ya no había marcha atrás. La
desamortización aprobada en 1805, apenas aplicada,252 se sustituyó
250
La Comisión Gubernativa elevó un informe a la Cámara de Castilla el
12 de diciembre de 1806, cuando aquella volvía a estudiar el expediente para la
incorporación del señorío de la mitra de la diócesis de Osma, iniciado ya en 1769
y que contribuyó a la aprobación de la real cédula de 25 de febrero de 1805. Por
su parte, en general, también consultó al rey sobre la urgente necesidad de proceder a la incorporación de todas las fincas y efectos enajenados o donados por la
corona. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 205.
251
Real pragmática de 30 de agosto de 1800 y reales cédulas de 17 de
diciembre de 1802 y 15 de agosto de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 3, op. cit., pp. 46-88, afirma que Espinosa halló entonces el original de la
«Declaratoria de Toledo» con las donaciones enriqueñas anuladas.
252
La propia Real Cédula de 21 de febrero de 1807 afirmaba que «han sido
de corta entidad las enajenaciones de bienes de iglesias, cuerpos, comunidades,
monasterios y personas eclesiásticas». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
110
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
inmediatamente por un nuevo breve, de 12 de diciembre de 1806,
y una nueva real cédula, de 21 de febrero del año siguiente, que
ampliaba la concesión pontificia,253 ya que ordenaba la enajenación
en pública subasta de la séptima parte de los bienes raíces de toda
persona y cuerpo eclesiástico («iglesia, monasterios, conventos,
comunidades, fundaciones y otras personas eclesiásticas sea cual
sea su dignidad, orden, grado y condición, inclusos los bienes estables patrimoniales de la orden de San Juan de Jerusalén y de las
otras órdenes militares de estos Reinos, sin más excepción que la
de los predios asignados en patrimonio y por congrua de las iglesias parroquiales»). Ni siquiera los bienes vacantes se exceptuaban.
Especial referencia se hacía, por fin, a los bienes propios de las
órdenes militares, cuya séptima parte se incluía expresamente en
dicha enajenación. En cuanto a las propiedades de las criticadas
capellanías colativas y otras fundaciones eclesiásticas perpetuas
–«cuya erección haya sido hecha por autoridad eclesiástica o que
de cualquier otro modo corresponda su colación e institución canónica a los ordinarios y superiores eclesiásticos»–, la desamortización era íntegra.254 De nuevo, a cambio, la Real Hacienda reconocía
a sus poseedores una recompensa equivalente a la séptima parte de
la renta líquida anual de las fincas vendidas calculada en el último
quinquenio, y, para las capellanías, la imposición del capital de la
El nuevo breve afirmaba que «hemos sido informados de que esta concesión nuestra (la de junio de 1805), ni con motivo de las dificultades ocurridas
puede llevarse a efecto con la prontitud correspondiente a la urgencia de la necesidad y, antes bien, por las dilaciones, viene a hacerse casi inútil, ni tampoco es un
remedio y recurso suficiente». Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
254
La real cédula de 15 de octubre de 1805, que extendía la desamortización a todos los bienes eclesiásticos hasta determinada cantidad, ya había ordenado la venta forzosa de las fincas de las fundaciones piadosas que se hubiesen considerado laicas, en cuanto que no hubiesen logrado declaración judicial de su
constitución para dote de «beneficio, capellanía colativa u otro establecimiento
verdaderamente eclesiástico», pero cuyos expedientes hubiesen sido remitidos
por la Comisión Gubernativa a la jurisdicción eclesiástica (Nov. Rec., Suplemento,
1, 5, 1). Las reales órdenes de 3 de marzo y 6 de agosto de 1807 dieron instrucciones específicas para la venta de los bienes de las capellanías laicales y eclesiásticas. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
253
3. La normativa
111
venta al rédito del tres por ciento, «sin perjuicio de indemnizarles
por cualquier disminución que acrediten haber sufrido si no igualare este rédito a la renta líquida que las fincas hubiesen producido
en el quinquenio de 1798 a 1802».255
Así se llevaba a la práctica todo el ideario desamortizador
eclesiástico. Y es que, a pesar de las precauciones tomadas para no
derrumbar las bases políticas, económicas y sociales del Antiguo
Régimen –desamortización progresiva (primero bienes de fundaciones laicas, empezando por las piadosas y siguiendo con las hospitalarias, y, finalmente, buena parte de los eclesiásticos) y autorización pontificia para la propiedad puramente eclesiástica–, lo
cierto es que las enajenaciones forzosas y vinculadas a la amortización de la deuda pública ordenadas en 1798, 1805 y 1807 suponían
un cambio fundamental en el sistema de propiedad hasta entonces
vigente. Eran un primer y fundamental paso del régimen señorial
al capitalista, ya que de la propiedad vinculada y amortizada se
pasaba a la propiedad libre, con medidas adicionales como la
redención de censos y la liberalización de los arrendamientos, que
más adelante analizaremos. La desamortización implica cambio,
no solo de la titularidad, sino también del régimen jurídico de la
propiedad y por ello estas disposiciones normativas son las primeras manifestaciones del proceso desamortizador que desarrollará
el liberalismo español decimonónico.
Para asegurar el cambio, para convencer a una sociedad con
firmes creencias religiosas y para otorgar seguridad a los nuevos
propietarios capaces de llevarlo a cabo, se declaró de forma reiterada la inviolabilidad de los contratos de compraventa y de la propiedad que se adquiriese de los bienes seudo y puramente eclesiásticos. Incluso se elevó la normativa desamortizadora –como parte
de la deuda pública– a ley fundamental del reino, de la que el soberano no podía disponer ni, claro, derogar: «Como una de las causas que han impedido el que se verificasen en esta parte las soberanas intenciones de Su Majestad han sido las competencias que
han movido las justicias seculares a la jurisdicción eclesiástica y la
255
Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
112
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
incertidumbre que han intentado introducir algunos mal intencionados sobre la firmeza de estos contratos, quiere el Rey que el Consejo, al mismo tiempo que excite a las justicias el exacto desempeño de sus obligaciones en el particular, haciéndolas responsables
de qualquiera morosidad, las prevengan que eviten todo motivo
de competencia con la jurisdicción eclesiástica y que publiquen y
aseguren a todos que, a más de hallarse los referidos contratos sostenidos por leyes fundamentales del Reyno y sujetos enteramente
a la autoridad real, empeña Su Majestad su Real palabra de que en
ningún tiempo habrá lugar a rescisiones por las ventas».256 En general, la normativa relativa a la deuda pública, tan vinculada a la desamortización, fue considerada legislación fundamental, como afirmaba la pragmática –norma real de las más alta jerarquía– aprobada el 30 de agosto de 1800, «en que se han declarado leyes inviolables del nuevo sistema de consolidación y extinción de vales».257
256
Instrucción de 29 de enero de 1799, reales órdenes de 18 de noviembre
del mismo año, incluidas en la circular del día 29, instrucción adicional de 27 de
diciembre, reglamento de 21 de octubre de 1800, circular de 27 de abril de 1801 y
reales cédulas de 15 de octubre de 1805 y 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013.
257
Real orden de 5 de noviembre de 1804. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Una real orden de 10 de diciembre de 1806
declaró, por su parte, firmes las enajenaciones hechas a perpetuidad por los reyes.
MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit.
La nueva normativa sobre deuda pública organizó los fondos consignados a la
misma hasta el momento: el diez por ciento de los propios y arbitrios y la mitad
de sus sobrantes anuales (real decreto de 12 de enero de 1794 y real cédula de 15
de marzo de 1798); el papel sellado (reales cédulas de 23 de julio de 1794 y 20 de
enero de 1795); el subsidio extraordinario del clero (reales decretos de 29 de agosto de 1794 y 13 de marzo de 1795); la contribución extraordinaria de frutos civiles
(real cédula de 8 de septiembre de 1794); el producto anual del indulto cuadragesimal de Indias y de la extracción de plata (real cédula de 16 de enero de 1794 y
real orden de 12 de julio de 1796); el quince por ciento del valor de las fundaciones de mayorazgos y adquisiciones de manos muertas (reales cédulas de 24 de
agosto de 1795); los bienes y edificios de la corona no necesarios para el rey y su
familia; los fondos aprobados por los siete reales decretos de 19 de septiembre de
1798, es decir, la contribución de legados y herencias, los bienes de los seis colegios mayores y de los jesuitas expulsados, los caudales de concursos de
3. La normativa
113
En el mismo sentido, la Iglesia se comprometió, por los breves de 1805 y 1806, a no «perturbar, inquietar ni molestar a los
compradores y poseedores de los enunciados bienes, ni ocasionarles ningún, ni aun el más mínimo, perjuicio, con ningún colorido o
pretexto». Para ello se estableció un recurso particular ante un sujeto comisionado al efecto –José Eustaquio Moreno, consejero de
Estado y comisario general de Cruzada–,258 además de las correspondientes «censuras y penas eclesiásticas para hacer válida, firme
y permanente la adquisición de aquellas fincas». Ya se preveían las
reticencias que provocaría en la práctica la desamortización eclesiástica.
De este modo, los nuevos propietarios recibían los títulos de propiedad de los antiguos poseedores, una vez que realizasen el pago de
la venta en la Caja de Amortización o a los comisionados de la misma
acreedores y quiebras de comerciantes, los fondos custodiados en depósitos judiciales y los capitales procedentes de las ventas voluntarias de bienes de mayorazgos y fundaciones puramente eclesiásticas y de las enajenaciones forzosas de los
bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas, y de la redención de sus
censos; el valimiento de oficios enajenados (real cédula de 9 de noviembre de
1799); la contribución sobre criados y otros artículos de lujo (real cédula de 10 de
noviembre de 1799); los capitales de los censos perpetuos que se redimiesen (real
cédula de 10 de noviembre de 1799); una rifa de quinientos millones de reales
(reales cédulas de 1 de diciembre de 1799 y 6 de mayo de 1800); las deudas que
hubiese a favor de las cajas de descuento por repartimientos, suscripción de acciones, arbitrios y otros títulos; la asignación anual de cuatro millones sobre las rentas de salinas, los productos de la mesa maestral de las cuatro órdenes militares,
los productos de las loterías y veintidós millones de reales anuales sobre la renta
del tabaco de Indias (real cédula de 8 de abril de 1799). Además, creó nuevos arbitrios, de distintas clases: sobre los «fondos públicos, tierras concejiles y otros efectos», sobre «rentas eclesiásticas, frutos decimales y de las encomiendas de órdenes militares y otros productos que procedan de indultos apostólicos», sobre «frutos del Reino en su comercio interior y en su extracción a dominios extraños»,
sobre «frutos y efectos extrangeros a su internación en los puertos y provincias de
estos dominios» y sobre «metales y frutos de América en su importación por los
puertos habilitados para su libre comercio en la península y en su extracción del
Reino».
258
Real cédula de 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
114
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
en las provincias. Y en caso de que no los entregasen –por voluntad,
pérdida o inexistencia–, las propias escrituras de venta, otorgadas por
los escribanos ante las justicias, que podían reemplazar a los vendedores, sustituían a aquellos a todos los efectos.259 Incluso la última normativa de 1807 dispuso que dichas escrituras fuesen directamente el título que asegurase la «perpetua y libre propiedad», de modo que los de
pertenencia ni siquiera se entregarían, para pasar a custodiarse en el
archivo de la Comisión Gubernativa para cualquier reclamación.
En el mismo sentido, no se admitían acciones de nulidad
contra las ventas realizadas según la normativa vigente («de lesión,
invalidez, tanteo, retracto u otra preferencia»). En cuanto a las dirigidas contra la existencia de una fundación –por mejores derechos
de propiedad o posesión o para la exigencia de derechos reales
(«subsistencia de fundación o que combata el dominio o posesión
o por derecho de hipoteca, afección o gravamen»)–, la acción debía
dirigirse, no contra los compradores ni sus sucesores, sino bien
contra la propia fundación, que respondía con el capital subrogado
impuesto en la Real Hacienda, bien contra esta última en el caso de
bienes de personas y cuerpos eclesiásticos con derecho a percibir la
renta equivalente a la que les proporcionaban dichos bienes enajenados. Solo en el caso de declaración judicial de nulidad de la propia fundación o de pertenencia de la propiedad a tercero («juicios
de reivindicación, evicción y saneamiento»), el verdadero propietario podía elegir entre la finca o la escritura de imposición de su
capital, con devolución, en el primer caso, del precio pagado por el
comprador, además de las mejoras realizadas.260
259
Una circular de la Comisión Gubernativa, con real orden de 13 de abril de
1802, recordaba a los patronos y administradores de las fincas enajenadas la obligación
de presentar sus títulos de pertenencia en el momento en que se otorgasen las escrituras de venta en favor de los compradores, bajo la pena de dejar de percibir los intereses correspondientes a los capitales subrogados, quedando, además, responsables de
ello. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
260
La instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 disponía que si esta
clase de pleitos eran previos a la primera instrucción de 29 de enero, debía suspenderse la enajenación forzosa hasta que recayese sentencia judicial, con aviso a la Comisión
Gubernativa. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
3. La normativa
115
3.1.3. La extensión de la normativa desamortizadora a las Indias
La normativa desamortizadora se extendió a todos los
territorios de la corona española. En Indias y Filipinas, la enajenación forzosa de los bienes de las fundaciones benéficas y piadosas se decretó en 1804.261 En general, se ordenó la venta de los
bienes de todas las obras pías «de qualquiera clase y condición»,
con el objeto de «hacerlos participantes de iguales beneficios»,
«habiendo acreditado la experiencia en los [dominios] de España su utilidad y ventajosos efectos, tanto para las mismas obras
pías, que libres de las contingencias, dilaciones y riesgos de su
administración, han conseguido el más fácil cumplimiento de
sus fundaciones, como para el bien general de la Monarquía y
utilidad de mis vasallos, cuyo empeño en estas adquisiciones y
gastos que están haciendo para mejorarlos son la prueba más
segura de sus ventajas».
Los capitales obtenidos por dichas ventas y por las redenciones de censos debían imponerse en la Caja de Amortización, pero
al interés corriente en cada provincia, con un máximo de un cinco
por ciento. Para la seguridad de los mismos, a los fondos consignados en la Caja se añadían las rentas propias de las tesorerías de
América. Pero la especialidad mayor fue la obligatoriedad de la
redención de los censos con que estuviesen gravadas las fincas, lo
que provocó, si cabe, mayor oposición por parte de una Iglesia fundamentalmente prestamista.
La organización de las enajenaciones, bajo la dirección de la
Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla, se jerarquizó en
juntas superiores –en las capitales de los virreinatos de México,
Lima, Santa Fe y Buenos Aires y de las capitanías generales de Fili-
Real decreto de 28 de noviembre de 1804. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Existe una importante bibliografía americanista sobre la desamortización de Carlos IV. Vid. VON WOBESER, Gisela, «El
origen y la finalidad que se perseguía con el Real Decreto sobre la enajenación de
bienes eclesiásticos (consolidación) en América. 1804», en El proceso desvinculador
y desamortizador de bienes eclesiásticos..., op. cit., pp. 189-214.
261
116
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
pinas, Chile, Guatemala, Isla de Cuba y Caracas–262 y juntas subalternas –en las capitales de cada obispado–.263
Como en la península, lo primero era acopiar información
sobre las propiedades de las obras pías, para formar estados particulares (juntas subalternas) y generales (juntas superiores). Solo
luego se separarían los bienes enajenables –no solo los de las obras
pías, sino también de las órdenes terceras, cofradías (excluidas las
de indios), ermitas, santuarios, hospitales y casas de misericordia,
aunque únicamente si no ejercían su instituto– y los propios de la
Iglesia, cuya venta era voluntaria y llevarían a cabo, en su caso, los
obispos. La enajenación de los primeros correspondía a los intendentes de las diócesis (o, en su caso, gobernadores o jefes principales) y a las justicias como subdelegados. De manera muy semejante a como veremos para la metrópoli, tras la correspondiente tasa
(acordada por los dos peritos nombrados por el representante de la
obra pía y el diputado de la Comisión Gubernativa, cuyas discordancias decidiría un tercero nombrado por la justicia) y aprobación
de la misma por el juez correspondiente, la subasta se anunciaría
durante un plazo máximo de sesenta días. A los ocho, se celebraría
dicho remate. Si no hubiese postores, se anunciaría de nuevo y si
también resultase infructuoso, se podría proceder a una nueva
tasación e incluso a la división de los bienes.
Los requisitos de las ventas eran en Indias estrictos. Las posturas debían cubrir las tres cuartas partes del valor de la tasación.
Y para el pago a plazos, debían alcanzar en todo caso dicho valor.
Estaban formadas por el virrey o presidente, arzobispo u obispo, regente, intendente y fiscal de la Audiencia, y por un diputado y un secretario nombrados por la Comisión Gubernativa.
263
Formadas por el presidente de la Audiencia, obispo, regente, intendente, fiscal, teniente de la Comisión Gubernativa, nombrado por el diputado de la
correspondiente junta superior, y secretario, escribano de gobierno. En los lugares
donde no hubiese Audiencia, la junta se integraría por el intendente o gobernador
de la capital de la diócesis, el prelado, el asesor del intendente o gobernador, el
teniente diputado y el escribano. En las capitales de los virreinatos y gobiernos
superiores ejercerían como juntas subalternas las superiores.
262
3. La normativa
117
Siempre se prefería la postura más alta, el contado a los plazos y,
dentro de estos últimos, los más cortos. Los remates se aprobaban
por los jueces en el plazo de un mes. Las únicas mejoras que se
admitían, en un plazo máximo de cuarenta días y veinte para una
segunda, eran las que llegasen o excediesen del cuarto del valor del
remate. Luego, el mismo juez publicaría la aprobación del nuevo
remate para proceder, en tres días, a la entrega del precio del
mismo y de la carta de pago y posterior escritura de venta, que
debían otorgar los representantes de las obras pías en treinta días,
sin que ello pudiera perjudicar al nuevo propietario.
Los capitales de las ventas y redenciones de censos pasarían
en primer lugar, por orden de los intendentes o comisionados, a las
cajas reales e inmediatamente a las tesorerías principales de las
capitales de las diócesis. Reunidos todos los caudales derivados de
las enajenaciones de una jurisdicción o gobierno superior en la caja
motriz o tesorería general, debían remitirse a la Caja de la Comisión Gubernativa, en Madrid, que pagaría los intereses derivados
de los capitales impuestos en la misma, exigibles a través de las
escrituras de imposición que otorgaban los presidentes de las juntas superiores. En la práctica, dichos fondos difícilmente pudieron
ser trasladados a la corte española.264
3.2. La normativa de desarrollo
Tres fueron las disposiciones generales que desarrollaron la
primera normativa desamortizadora: la instrucción de 29 de enero
264
HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 197, afirma que «el decreto causó considerable alarma en Indias, especialmente entre el clero y las clases
altas de México; y produjo algunos ingresos, pero los fondos no pudieron ser
transportados a España y sirvieron tan solo para liquidar los pagarés que el rey
había librado a sus banqueros extranjeros con el respaldo de sus tesorerías americanas. Al final resultó muy contraproducente, porque aumentó la creciente alienación de los súbditos americanos de su rey, sin reportarle grandes beneficios financieros».
118
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
de 1799, su adicional de 27 de diciembre y el reglamento que refunde la normativa aprobada hasta el momento, de 21 de octubre de
1800. Regulan de forma detallada la ejecución de la enajenación,
tanto forzosa como voluntaria, de la propiedad hasta entonces
amortizada y vinculada: el proceso de las ventas en subasta pública y las consecuencias de las mismas para los poseedores, los nuevos propietarios adquirentes y la Real Hacienda, que ingresaba los
fondos de las enajenaciones y asumía el pago de los intereses que
devengaban los capitales producto de las mismas. A su vez, dichas
disposiciones fueron completadas, desarrolladas e interpretadas
por variada y abundante normativa dictada para resolver situaciones dudosas o conflictivas.265
3.2.1. Las subastas de los bienes de las fundaciones
El primer y fundamental paso para proceder a la enajenación
de los bienes afectados por la desamortización era conocer la cantidad y calidad de los mismos. Pero además, de paso, con el fin de
distinguir los bienes enajenables de los no enajenables, se preten-
Antes de ellas, una circular de 28 de diciembre de 1798 (con reales órdenes del 17 y 18 del mismo mes) había dado unas reglas básicas para la celebración
de las subastas públicas. La instrucción de 29 de enero de 1799 regula el «modo
de executar las enagenaciones de los bienes raíces pertenecientes a hospitales,
hospicios, casas de misericordia, de reclusión y expósitos, cofradías, memorias,
obras pías y patronatos de legos». Insta a su cumplimiento una circular del Consejo aprobada en el mes de abril. La concreta y modifica parcialmente la instrucción de 27 de diciembre del mismo año, cuyo capítulo primero se dedica a la «enagenación de bienes raíces pertenecientes a cofradías, memorias y otras fundaciones piadosas». Por fin, refunde la normativa vigente y la acomoda a la nueva
pragmática de 30 de agosto de 1800 sobre amortización de la deuda pública el
reglamento de 21 de octubre de 1800, general para la «enagenación de los bienes
raíces pertenecientes a establecimientos piadosos, a las temporalidades de los exjesuitas, a los colegios mayores, a la Corona y a los vínculos y mayorazgos».
Recuerda su cumplimiento la circular de 8 de noviembre de 1802. Colección de
pragmáticas..., III, op. cit., pp. 151-162, 268-286 y 362-378; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; MORENO GARBAYO, Natividad,
Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit.
265
3. La normativa
119
día alcanzar el ansiado conocimiento de todas las propiedades
eclesiásticas. La investigación se encomendó a las justicias ordinarias, que debían elaborar las correspondientes relaciones, con la
información que recibiesen de sus poseedores, de los escribanos y
la que recopilasen de oficio. La mayor ayuda debían proporcionarla, por un lado, dichos poseedores de los bienes, es decir, los administradores, mayordomos, arrendatarios, curas párrocos, etcétera,
que, en la práctica, opusieron bastante resistencia,266 y, por otro,
dichos escribanos, con los datos que obrasen en sus oficios.267 En
general, «todo vasallo, cuerpo o comunidad» debía presentar a la
justicia, en un corto plazo de tiempo –tres días desde la publicación
de la Instrucción adicional de 1799 y treinta desde la del reglamento de 1800–, noticia de los bienes raíces bajo su cuidado o administración que perteneciesen a establecimientos benéficos o piadosos.
Además, se dotaba a las justicias de amplias competencias para el
examen de la documentación necesaria: la existente en las escriba-
Una de las reales órdenes de 18 de noviembre de 1799, incluida en la circular del Consejo del día 29 del mismo mes, ya habla de algunos «embarazos» en
el cumplimiento de este traspaso de información y ordena su cumplimiento «sin
dilación ni excusas». Por su parte, por real orden de 16 de noviembre de 1805, la
Comisión Gubernativa insistió en la obligación que tenían los mayordomos de
fábrica de presentar ante las justicias ordinarias las relaciones de todas las fincas
que administrasen, enajenables y no enajenables, «haciendo esto tanto más necesario quanto que para dexar de perseguir y exceptuar de la ley de enagenación
todas aquellas que les corresponden, ya por hallarse espiritualizadas con acta formal, como porque las poseen con pleno, libre y alodial derecho, que son las únicas que se consideran libres». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libros 6.012 y 6.013.
267
Por real cédula de 17 de diciembre de 1798 se ordenó a los escribanos
elevar a los intendentes, en enero de cada mes, una razón exacta de todas las fundaciones hechas desde 1795, año en que se estableció la contribución del quince
por ciento sobre las adquisiciones de mayorazgos y manos muertas. Dichas fundaciones debían constar en las contadurías de hipotecas. En el mismo sentido, una
circular de 24 del mismo mes y año, con una real orden del día 16, les ordenó, además, dar razón ante las justicias de los bienes raíces de las fundaciones benéficas
y piadosas afectadas por el real decreto de 19 de septiembre. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 138-140.
266
120
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
nías y archivos de los pueblos; la amplia y útil información recopilada con motivo de la proyectada Única Contribución, es decir, el
catastro de La Ensenada, y la propia para la imposición de la Contribución Única, Catastro, Equivalente y Talla en los territorios de
la corona de Aragón; y, en general, la que proporcionaban las tablas
y libros de memorias de los curas párrocos, visitadores eclesiásticos y mayordomos de fábrica, administradores y arrendatarios de
las fincas.
Con dichas relaciones locales,268 los intendentes debían redactar relaciones provinciales, actualizadas semanalmente, con manifestación de los bienes enajenables, los enajenados efectivamente y
los fondos conseguidos con dichas ventas. Para ello debían formar
libros en los que anotarían, por pueblos, los remates que hubiesen
aprobado y los desaprobados, y las enajenaciones llevadas a cabo,
con expresión de los antiguos poseedores de los bienes y el precio
de las ventas.269 Así se mantendría informado, quincenalmente, el
El 2 de diciembre de 1799 el conde de Fuenteblanca ordenó a las justicias de su intendencia de Sevilla enviar en el plazo de ocho días el estado individual de las fincas de los establecimientos ya tasados y las demás, y de las enajenaciones que se hubiesen llevado a cabo desde el 19 de septiembre de 1798, con el
día del remate, el precio de las tasas, los remates, la pertenencia de las fincas y la
fe negativa de no existir otras enajenables. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
269
La real orden de 18 de noviembre de 1799 (circular del Consejo del 29)
distribuye los datos en las siguientes casillas: nombre de los pueblos de las fincas;
paraje de la finca (calle, extramuros, arrabales, etcétera); número de fincas; naturaleza (casas, huertas, etcétera) con cabida en fanegas, celemines, etcétera; profano o espiritualizado; fundador de la obra pía, poseedores y domicilios de las mismas obras; objeto de fundación (misas, dotes, limosnas, etcétera); tasación de peritos; parte recibida en vales; parte en efectivo; total de vales y efectivo, aunque la
venta se efectúe a plazos; cantidad en que excedió la venta a la tasación de peritos; complemento o cantidad que faltó en la venta para llegar al valor de la tasa;
renta anual de las fincas cuyos administradores hubieran representado a la superioridad manifestando que producían más del valor del rédito del tres por ciento
(para conocerse, debe sacarse el estado de sus productos en el último quinquenio
poniéndose en la columna el rédito anual por año); y condiciones de las subastas
(plazos de pago, estado de expedientes, mejoras o cuartea, etcetera). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
268
3. La normativa
121
órgano central encargado de la amortización de la deuda pública
–primero la Caja de Amortización (1798), luego la Junta Suprema
(1799), la Tesorería General (junio de 1799) y, por fin, la Comisión
Gubernativa de Consolidación (1800)–, que, finalmente, formaría
los estados generales.270
Conocidos los bienes raíces enajenables, debía tasarse su valor,
tanto el de sus rentas como el que se fijaría para su venta en pública
subasta.271 Para ello debía calcularse su producto líquido anual regulado en el último quinquenio, derivado de las rentas de sus arrendamientos (con deducción de los gastos de administración y reparación), de las cuentas aprobadas u otro documento que acreditase
dicho producto, que debían presentar los administradores. Dicha
tasación se encomendaba a dos peritos, uno nombrado por el administrador de la fundación272 y otro por el comisionado de la Caja de
Amortización o, en su defecto, por el procurador síndico general del
pueblo en el que radicase aquella. Por su parte, la justicia local suplía
la elección del representante de la fundación que no ejerciese su derecho en un determinado período de tiempo273 y, además, nombraba a
un tercer perito en caso de disconformidad entre los dos primeros.
270
Reales órdenes de 18 de noviembre de 1799 y 18 de marzo de 1800. Esta
última aclara que había dos modelos para uniformar las relaciones. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
271
Una circular de abril de 1799 advirtió que no era necesario esperar a la
redacción de las relaciones de los bienes enajenables para que las justicias procediesen a su tasación y venta. Y el 7 de mayo de 1800 se ordenó pasar inmediatamente a dichas operaciones. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.012.
272
Por real orden de 17 de noviembre de 1806 se prohibió que los representantes de los establecimientos piadosos nombrasen presbíteros como peritos, tasadores o agrimensores de fincas, por ser dichas funciones ajenas a su carácter y
«por los inconvenientes que de ello pueden resultar». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
273
Así lo resuelve la Comisión Gubernativa en una consulta del juez de
Muxía (La Coruña), en abril de 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. En 1805 llega a dicha comisión un expediente abierto por un alcalde
ordinario de Jaén sobre si dicho nombramiento podía hacerlo el comisionado o el
corregidor. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
122
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Tasadas las fincas, debía anunciarse la subasta pública
mediante carteles colocados en los pueblos donde estuviesen situados los bienes, en los alrededores y en las capitales de partido.274 La
primera normativa recogió la doctrina ilustrada que proponía el
mayor número de propietarios posibles, mejor vecinos, para el
mejor desarrollo económico del reino. Por ello, el real decreto de 19
de septiembre de 1798 ordenó la subdivisión de las fincas enajenables, «en quanto sea posible, para facilitar la concurrencia de compradores y la multiplicación de propietarios», lo que repitió la instrucción de 29 de enero de 1799 –«para facilitar mayor número de
compradores y aumentar en el Reyno el de propietarios»–, que, sin
embargo, solo previó la subdivisión de las fincas mayores. Pronto
se estableció, además, la posibilidad de la enajenación conjunta de
varias, lo mismo que se favoreció la participación de forasteros
pudientes. Así, la instrucción adicional de 27 de diciembre permitió a los administradores de los establecimientos solicitar o consentir la venta conjunta de varias de sus fincas, «para su mejor salida»
o «más pronta enagenación de todas». Y es que la práctica iba a
contradecir las primeras propuestas ilustradas, primero en el concepto de compradores –más poderosos que cultivadores– y luego
en el objeto de venta –de pequeñas a grandes propiedades–.
Los anuncios de las subastas podían incluir varios de los bienes inmuebles de una o varias fundaciones benéficas o piadosas,
siempre que se tratase de fincas que no superasen dos mil reales,
con la previsión de que cada una tendría su propia tasación y remate. El anuncio se mantendría durante treinta días, transcurridos los
cuales se celebraría el remate (a los tres días) en las casas consistoriales, en las ciudades ante el juez (comisionado real o subdelegado), el obispo o provisor, el comisionado de la Caja de Amortización
274
En dichos anuncios figuraban los bienes enajenables con sus dimensiones, aunque solo a efectos informativos, a no ser que en las condiciones del
remate se estableciese expresamente que dicho remate, sus posturas y mejoras
debían ser hechos según la medida de la finca. Así se aclara por real orden de 15
de octubre de 1806. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libro 6.013.
3. La normativa
123
y el escribano; y en los pueblos ante el subdelegado y el oficial eclesiástico o párroco comisionado por el obispo.275 Cabía una segunda
subasta al cabo de otros quince días, con nuevo anuncio, si a la primera no acudían postores. Si tampoco concurrían compradores, los
intendentes debían dar cuenta de ello al comisionado de Madrid,
para que se tomasen las medidas oportunas.
Como hemos adelantado, se admitían posturas en metálico o
en vales reales. Si bien una de las ideas impulsoras de la normativa desamortizadora había sido la extinción de dichos vales, admitidos en las compras, lo cierto es que la creciente necesidad de
numerario de la Hacienda «para atender a las obligaciones continuas de la Corona, que no pueden cumplirse con el pago de
vales»276 hizo que pronto se prefiriese el dinero en metálico. Así, las
instrucciones de 1799 diferenciaron entre las posturas en vales, que
debían cubrir todo el precio de la tasa, salvo que el representante
del establecimiento piadoso consintiese menos o cuando el producto líquido de su renta no excediese del que percibiría con la
imposición del capital de la venta al rédito del tres por ciento en la
Real Hacienda,277 y en metálico, que bastaba con que llegasen a las
dos terceras partes, aunque no alcanzasen el valor de las rentas, en
cuyo caso, no obstante, la Real Hacienda cubriría tal desfalco en la
correspondiente escritura de imposición a favor del establecimiento hasta entonces poseedor.278 Y, aunque el reglamento de 1800,
Vid. circular del Consejo de 28 de diciembre de 1798, con reales órdenes
del 17 y 18. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del
A.H.N…, op. cit.; Biblioteca de la R.A.E., 4/175.
276
Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
277
Ibídem.
278
Instrucciones de 29 de enero y adicional de 27 de diciembre de 1799 y
circular de 10 de junio del mimo año. La real orden de 26 de octubre de 1799,
recogida en la circular de 18 de noviembre, advertía de la necesidad de aumentar las ventas en moneda metálica. Por real orden de 5 de octubre de 1801 la
Comisión ordenó al comisionado Fuenteblanca en Sevilla que no admitiese posturas que no fuesen en metálico en la venta de las fincas con precio menor de
ciento cincuenta pesos. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
275
124
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
para evitar la criticada práctica de las compras a bajos precios, pretendió igualar ambas posturas, que debían alcanzar las dos terceras partes del valor de las rentas de las fincas y, en todo caso, el
total de su tasa, tal extremo se derogó para el metálico en 1801,279
cuando, además, se eliminó la posibilidad admitida en 1800 de
pagar mediante libramientos de los intereses de los vales vencidos
en las renovaciones de ese mismo año, en un nuevo intento de
afianzar el crédito público.280 En fin, en 1806, se llegó a declarar la
preferencia de cualquier postura que ofreciese el todo o parte en
metálico.281 Por su lado, primero, en 1799, se consideró mejora el
ofrecimiento en dinero efectivo de la mitad de lo ofertado en el
remate en vales y se estableció que, en caso de que el metálico
alcanzase el valor tasado, no se admitirían más pujas,282 extremo
279
Real cédula de 16 de agosto de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Por carta de 12 de mayo de 1801 se elevó a la
Comisión Gubernativa una consulta sobre el remate de los bienes de una capellanía de la obra pía de Nuestra Señora Magdalena, de la parroquia de Santa María
de Salto (La Coruña), en cuya venta se habían presentado dos posturas, una de
Francisco Ramos en vales que sumaban ciento doce mil reales y otra de Andrés
Barrero y Andrade en moneda metálica por valor de ciento siete mil reales. La
Comisión, el 13 de junio, resolvió que frente a la postura en metálico no podía
admitirse puja en vales. En todo caso, si la finca se remataba en menos de la suma
mayor, ciento doce mil reales, la diferencia se incluiría en la escritura de imposición a favor de la obra pía. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5.
280
Real cédula de 16 de agosto de 1801. Concreta dicha facultad una real
orden de 29 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.012; y Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5.
281
Real orden de 29 de noviembre de 1806, que aplica a la venta de los
bienes de fundaciones benéficas y piadosas las reglas aprobadas por real cédula
de 15 de octubre de 1805 para la enajenación de bienes puramente eclesiásticos.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
282
Instrucciones de 29 de enero y 27 de diciembre de 1799. Vid. también circular de 10 de junio de 1799. Lo mismo repitió la real cédula de 16 de agosto de
1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Así,
por ejemplo, en julio de 1799, se quedó con los bienes de la dehesa de Armas de
la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción el convento de religiosas de
Nuestra Señora de Gracia, que mejoró con cincuenta y dos mil trescientos reales
en metálico la oferta de Andrés Pacheco Infante, cuya postura había sido de
noventa y tres mil quinientos reales en vales. A.H.N., Consejos, legajo 2.196.
3. La normativa
125
suspendido en 1802.283 En 1800, se rebajó dicha mejora en metálico
a la cuarta parte de lo ofrecido en vales.284 Finalmente, en 1806, se
declaró mejora el pago en metálico de cualquier parte del valor de
la postura en vales, y se impidió, frente a las ofertas en metálico
–que ya se preferían, en todo caso, a las hechas en vales–, cualquier
puja que no fuese de la misma especie.285
El expediente de subasta debía ser aprobado por la autoridad
provincial comisionada –el intendente–, en un plazo de quince
días, quien podía devolverlo para la subsanación de errores.286 Una
vez publicada dicha aprobación por las propias justicias, se abría
un plazo, desde la celebración del remate hasta la entrega del precio –noventa días para la instrucción de 1799 y el que determinase
el intendente, con un mínimo de treinta y un máximo de noventa,
para el reglamento de 1800–, para la presentación de posibles mejoras –inmediatamente al remate, dos días para la instrucción y tres
para el reglamento– en las que, como hemos dicho, en general,
también se prefería el metálico a los vales. En ese caso, debía celebrarse un nuevo y último remate en el plazo de nueve días.
El pago debía efectuarse al comisionado de amortización
más inmediato al lugar de celebración.287 De forma extraordinaria,
se admitía el pago a plazos, con estrictos requisitos: aprobación por
283
Real orden de 8 de noviembre de 1802. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
284
Reglamento de 21 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
285
Real orden de 29 de noviembre de 1806. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
286
La real orden de 21 de febrero de 1801 especificaba que los remates debían aprobarse por decretos de los intendentes. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
287
Por reales órdenes de 26 de octubre de 1799 y 17 de enero de 1800 se
insistió en la necesidad de evitar los excesos que se cometían cuando se pagaban
en vales posturas hechas en metálico. Como establecía una real orden aprobada
en septiembre de 1800, los comisionados debían tener a disposición de la Comisión Gubernativa los caudales que recibiesen. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
126
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
el intendente, período máximo de dos años, «personas abonadas»,
«proposiciones ventajosas», fianza suficiente en el concepto de las
justicias y comisionados, entrega de la cuarta parte del valor y
pago de intereses del tres por ciento.
Por estas ventas no se exigían rentas reales, como alcabalas y
cientos,288 ni tampoco posibles derechos derivados de relaciones señoriales, como el laudemio o la veintena, y quedaba invalidada la necesidad, en su caso, de cualquier tipo de licencia para la venta de los
bienes del propietario del dominio directo, «respecto a que, estando
fuera del comercio por el destino que tenían, no podían esperar la utilidad de esos derechos».289 De nuevo, hacia la plena y libre propiedad.
Por su parte, cabía la posibilidad de deducir del precio de la venta los
gravámenes con que contase la finca, o pagarlos, en cuyo caso el
inmueble quedaba libre de cargas, fundamentalmente las derivadas
de censos, que pasaban al capital e intereses subrogados.290
Dicho pago daba derecho a la posesión inmediata de los
bienes raíces adquiridos. Para ello el comisionado debía emitir un
recibo interino, que pasaría del juez al órgano central director de la
amortización de la deuda, encargado de otorgar la correspondiente carta de pago. Pero el primero ya posibilitaba que el escribano
procediese a extender la escritura de venta a favor del comprador,
que contendría el recibo interino del pago, la tasación, el remate, su
aprobación y liquidación, en su caso, de cargas, las cláusulas propias del contrato y un breve inventario de títulos.291 A dicho comAsí lo disponía el propio real decreto de 19 de septiembre de 1798. Por
su parte, la real orden de 18 de mayo de ese mismo año ya había eximido del
impuesto de alcabala a las ventas voluntarias que efectuasen de sus bienes las
comunidades eclesiásticas. GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen, progreso y estado de las rentas de la Corona de España…, II, op. cit., p. 373.
289
Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
290
La normativa desamortizadora permitió ampliamente la redención de
censos. Reales cédulas de 25 de septiembre de 1798, 10 de noviembre de 1799 y 17
de abril de 1801, y reglamento de 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Vid. infra, apartado 3. 3.
291
En la real orden de 18 de noviembre de 1798, una de las primeras dictadas para el desarrollo del real decreto de 19 de septiembre, ya se ordenaba a los
288
3. La normativa
127
prador debían entregársele, además, los títulos de dominio, aunque, como hemos adelantado, en caso de inexistencia o de no entrega, la escritura tenía el valor de tales títulos. De este documento
debía tomarse razón en las contadurías de hipotecas de los partidos, en un plazo de nueve días.292
escribanos que, antes de otorgar a los compradores la escritura de venta, diesen
razón de la misma a los administradores de rentas provinciales, que debían exigir
la correspondiente carta de pago emitida por los comisionados de la Caja, que aseguraba la entrega del dinero. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.012.
292
Tras varios intentos, en 1539, 1558 (registros) y 1713 (oficios de hipotecas), por pragmática de 31 de enero de 1768, Carlos III ordenó el establecimiento,
en todas las cabezas de partido o jurisdicción, de contadurías de hipotecas, oficinas ideadas para dar publicidad a las cargas que gravitaban sobre los bienes
inmuebles, para dar seguridad a las transacciones. De este modo, en sus libros de
registro, a cargo del escribano más antiguo del Ayuntamiento, se anotarían, de
manera separada para cada pueblo y por orden cronológico, «todos los instrumentos de imposiciones, ventas y redenciones de censos o tributos; ventas de
bienes raíces, o considerados por tales, que constare estar gravados con alguna
carga; fianzas en que se hipotecaren especialmente tales bienes; escrituras de
mayorazgos u obra pía; y, generalmente, todos los que tengan especial y expresa
hipoteca o gravamen, con expresión de ellos, o su liberación y redención». Para lo
que nos interesa, en 1778 (real cédula de 10 de marzo) se ordenó, específicamente, la toma de razón de todas las escrituras de donaciones piadosas de bienes
inmuebles con cargas, la cual debía hacerse en un plazo de tres años. La anotación
debía realizarse en seis días (un mes para los pueblos que no fuesen cabeza de
partido) tras el otorgamiento de la correspondiente escritura, que debía ver (original o copia autorizada por juez) el escribano de hipotecas para proceder, en
veinticuatro horas, a su inscripción (tres días en el caso de escrituras anteriores a
1713). Las escrituras anteriores a 1768 podían presentarse en cualquier momento
para hacerlas valer en juicio, por lo menos hasta 1774, cuando un auto del Consejo de Castilla ordenó la inscripción de todas en un plazo de sesenta días, ampliado poco después a un año, lo cual no se llevó a cabo de manera generalizada y de
ahí las continuas repeticiones de tal obligación. Los datos que constaban en los
libros de las contadurías eran los siguientes: fecha del instrumento, nombres de
los otorgantes, vecindad, calidad del contrato, obligación o fundación («imposición, venta, fianza, vínculo u otro gravamen de esta clase«) y bienes raíces gravados con su nombre, cabida, situación y linderos. Estos registros no eran registros
de propiedad (no se tenía en cuenta ni el dominio directo ni el útil), pero sí de gravámenes, de modo que la no inscripción suponía su nulidad en juicio y fuera de
128
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Por su parte, una vez otorgada la definitiva carta de pago,
los antiguos poseedores debían recibir un título de propiedad del
capital impuesto en la Real Hacienda en el que se subrogaban sus
bienes inmuebles, a través del cual podían reclamar el pago de los
correspondientes intereses, anual o semestralmente, según se
hubiese acordado, y siempre en moneda metálica,293 y, en su día, la
redención de dicho capital, en la misma especie.294 Su abono podía
exigirse a los comisionados de amortización ante los que se había
hecho el pago de la compra o a los responsables de las cajas, tesorerías, depositarías o administraciones de rentas reales que constasen en las cartas de pago correspondientes.
La primera instrucción de 1799 preveía que dichas escrituras
de imposición, emitidas por el director de la Caja de Amortización,
él. De este modo, debieron de ser muy útiles para las investigaciones llevadas a
cabo con motivo de la desamortización eclesiástica, sobre todo la primera de las
fundaciones benéficas y piadosas, cuyos bienes estaban gravados con cargas. R.,
5, 15, 3; A. A., 3, 9, 21; Nov. Rec., 10, 16, 1, 2, 3 y 4.
293
Así lo recuerda la real orden de 12 de mayo de 1800. Por real orden de
20 de octubre de 1804, la Comisión Gubernativa resolvió la duda de si los intereses que se pagaban a las obras pías estaban gravados con la contribución extraordinaria de frutos civiles, y los entendió libres de tal pago. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
294
Vid. el modelo de escritura de imposición previsto por la instrucción de
16 de enero de 1800 con las «reglas para la formación de las cuentas del fondo de
amortización, por el estilo que observa la Tesorería mayor» en el apéndice documental 2. 2. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
Sobre la supuesta futura redención de dichos capitales ya advertía Bernabé Portillo, en su memoria de 1794, que nunca se haría efectiva: «No debe jamás esperarse que el Govierno piense en ningún tiempo en redimir los capitales de las manos
muertas, aun quando por una continuada prosperidad sucesiva se halle con caudales sobrantes, mediante a que, con preferencia, debe atender a la repoblación de
los lugares desiertos y establecimiento de otros nuevos, a la construcción de canales y navegación de ríos y también a mejorar la constitución del Banco para que
deje de ser, como hasta aquí, un comerciante privilegiado, sostenido casi a expensas del Real Erario, y llene los fines que debía tener su institución de auxiliar con
empréstitos oportunos no solo al comercio sino también a la agricultura y a la
yndustria en las provincias y a las colonias de frutos en América». A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Vid. apéndice documental 1. 2.
3. La normativa
129
se entregasen a los representantes de las fundaciones en el plazo de
treinta días desde el pago de la venta. La instrucción adicional,
viendo las dificultades que se daban en la práctica, autorizó a las
autoridades provinciales y locales (intendentes y comisionados,
ante los escribanos de número) para el otorgamiento de dichos
documentos en nombre de la Real Hacienda, en un plazo de quince días desde la recepción de la correspondiente carta de pago del
órgano central.295 Por fin, el reglamento de 1800 volvió a la centralización, de modo que las escrituras serían emitidas por el nuevo
órgano directivo –la Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla–, en concreto, por el gobernador de dicho consejo y presidente
de dicha comisión.296 De las escrituras de imposición debía tomarse razón en las contadurías de valores y distribución de la Real
Hacienda y en la propia de la Caja de Amortización.297 Mientras se
hicieron en las provincias, también en las contadurías de hipotecas
y en las provinciales.
3.2.2. Las subastas de los bienes eclesiásticos
Estas reglas dictadas para la enajenación de la propiedad de
las fundaciones benéficas y piadosas son semejantes a las posterio295
El 4 de marzo de 1800 se comunicó a las justicias que debían otorgar las
escrituras de imposición de los capitales recibidos en la Caja de Amortización
desde el 1 de enero, con arreglo a las cartas de pago propias de la Tesorería Mayor.
Para ello, los escribanos que hubiesen autorizado las escrituras debían asegurarse de la pertenencia de los bienes a los establecimientos y de las cargas que existiesen sobre ellos. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6012.
296
Una circular de la propia Comisión Gubernativa, de 30 de enero de
1801, intentó resolver los conflictos ocasionados por el cambio de normativa. Las
escrituras de imposición pendientes al entrar en vigor el reglamento de 1800 debían otorgarse por el nuevo sistema centralizado en la escribanía madrileña de Juan
López Fando (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012). En ella consultó Richard Herr las escrituras de imposición («Hacia el
derrumbe…», op. cit., 3-478; y La Hacienda real…, op. cit.).
297
Real orden de 18 de diciembre de 1798. REGUERA VALDELOMAR,
Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit.
130
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
res destinadas a la puramente eclesiástica (1805 y 1807).298 Primero, los comisionados reales, llamados jueces ejecutores, propuestos por la Comisión Gubernativa para cada diócesis, debían
investigar la cantidad y calidad de los bienes eclesiásticos enajenables, para lo cual podían servirse de las noticias que les proporcionasen las autoridades eclesiásticas, a través de documentos
como los libros de visita, tablas de cargas o memorias, repartimiento de subsidios, documentación sobre la proyectada Única
Contribución y relaciones juradas de los poseedores de dichos
bienes. A su disposición debían ponerse todos los archivos, escribanías, oficinas y demás lugares de custodia de documentos eclesiásticos, lo mismo que harían otras autoridades, judiciales y ocupadas, en general, de la consolidación de vales. Con estos datos,
que se incluirían periódicamente en listas parciales, los jueces
comisionados elaborarían listas generales de todos los poseedores de bienes eclesiásticos incluidos en su jurisdicción.299 Y estas se
elevarían a la Comisión Gubernativa, con una frecuencia de
actualización de ocho días, lo mismo que los estados mensuales
del proceso desamortizador.300
Reales cédulas de 15 de octubre de 1805 y 21 de febrero de 1807. Nov.
Rec. (Suplemento) 1, 5, 1; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
299
La real orden de 3 de febrero de 1806 mencionaba los siguientes datos
que debían incluir las listas generales: nombre y títulos del poseedor, fincas y títulos de pertenencia, producto anual y calidades que las hagan más o menos apreciables. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
300
Por real orden de 27 de noviembre de 1807, la Comisión Gubernativa
remitió ejemplares impresos de los estados que debían remitir los jueces comisionados, con seis formularios, el primero, con las operaciones mensuales con el nombre de los departamentos de la diócesis (incluso cuando no se hubiesen realizado),
número de fincas tasadas, importe de la tasación, número de fincas rematadas,
etcétera; el segundo, con las operaciones realizadas en la diócesis desde el comienzo de la comisión hasta el último día del mes correspondiente; el tercero, con otros
datos de las subastas; el cuarto, con los testimonios que debían emitir los escribanos para proceder al otorgamiento de las escrituras de recompensa a favor de los
poseedores de las fincas secularizadas; el quinto, con la liquidación de la renta
quinquenal que correspondiese; y el sexto, con la liquidación de las séptimas partes. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
298
3. La normativa
131
La Comisión era, en principio, competente para designar
los bienes enajenables, los que debían efectivamente venderse, ya
secularizados. Y era a partir de entonces cuando debía calcularse
exactamente su rendimiento líquido anual, regulado por el quinquenio de 1798 a 1802. De todos modos, de nuevo, las prisas
hicieron que, en 1807, se encomendase a los propios jueces comisionados activar dicha elección y liquidación, para su inmediata
venta, tanto de las propiedades de las capellanías –que ya debían
de conocerse por las investigaciones llevadas a cabo desde 1798–
como del resto de bienes eclesiásticos que produjesen la séptima
parte líquida de todos los pertenecientes a un mismo poseedor.
En caso de duda, resolverían junto con las autoridades eclesiásticas.
En 1805 la regulación se encomendó al «arzobispo, obispo,
prelado o juez eclesiástico ordinario o extraordinario a cuya jurisdicción pertenezca», que podían delegar, pero luego, en 1807, se
confió en los mismos poseedores o administradores de los bienes
enajenables, aunque con la precaución de que las diferencias serían
resueltas, desde entonces, por la autoridad que designase el rey, lo
mismo que, en caso de negativa de dichos poseedores a efectuar
dicha liquidación y separación (para lo cual se les daba un plazo de
treinta días), el asunto pasaría a la jurisdicción real ordinaria.
Para dicha regulación de las rentas, se tendrían en cuenta las
escrituras de arrendamiento de los últimos cinco años, las cuentas
aprobadas de los administradores, las relaciones juradas de sus
poseedores, en el caso de que ellos mismos cultivasen e hiciesen
propios los productos de las fincas,301 y los recibos de los diezmos
pagados, «como preciso comprobante de la producción del predio». De los ingresos debían descontarse los gastos y cargas con
Para calcular los precios de los granos y frutos que producían los
bienes se dictó una real orden de 18 de abril de 1806, que dispuso que la jurisdicción eclesiástica nombrase peritos que tasasen dicho precio anual regulado
por el último quinquenio, de modo que su declaración sirviese para todo el
pueblo, partido, provincia o diócesis. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
301
132
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
que estuviesen gravados los bienes –reales, de administración, cultivo y recaudación de frutos, conservación y reparación, y piadosas
(aunque estas últimas se garantizaban con el capital subrogado)–,
justificados mediante el examen de documentos como títulos de
propiedad, de fundación, cuentas de administración aprobadas,
repartimientos de contribuciones eclesiásticas (aunque la carga del
subsidio no debía deducirse), relaciones juradas, etcétera.
Finalmente, la elección y liquidación se elevaría, así, a posteriori, a la Comisión Gubernativa, que debía controlar que las enajenaciones que se fuesen llevando a cabo no superasen el máximo
concedido, desde 1807 la séptima parte de la renta de los bienes
eclesiásticos. Cuando las fincas de algún cuerpo o persona eclesiástica no fueran susceptibles de división, se permitía que su poseedor pagase la cantidad equivalente a la renta de la séptima parte.
Además, se estableció que, en caso de que se hubiesen enajenado
propiedades eclesiásticas en ejecución de la normativa de 1805
(cuyo máximo era el equivalente a doscientos mil ducados de oro
de cámara), estas se tuviesen en cuenta para el cálculo de dicha
séptima parte, con el correspondiente reintegro del exceso a través
de bienes equivalentes.
El presidente de la Comisión era, de nuevo, el encargado de
otorgar las escrituras de «establecimiento, subrogación y recompensa» a favor de los antiguos poseedores, con las que poder
reclamar a la Real Hacienda el pago de la cantidad anual correspondiente a su renta líquida calculada por el último quinquenio.
Desde 1807, los poseedores de capellanías pudieron elegir entre la
recompensa, equivalente a la séptima parte de la renta, o un rédito anual del tres por ciento del capital de la venta. Del mismo
modo, en las correspondientes escrituras de reconocimiento se
incluía la obligación de pagar el importe destinado a fundaciones
piadosas con las que estaban gravadas algunas de dichas propiedades eclesiásticas. De todo ello se debía tomar razón en la Contaduría General de la Comisión, lo mismo que en las particulares de
las provincias.
Otorgadas tales escrituras, los bienes eclesiásticos quedaban
en poder del Estado a todos los efectos, es decir, segregados y secu-
3. La normativa
133
larizados, y, a partir de entonces, podía procederse a su enajenación en pública subasta, mediante un procedimiento semejante al
propio de los demás bienes desamortizados y desvinculados: nombramiento de peritos (por los jueces comisionados en 1805 y por los
comisionados de amortización en 1807); tasación del valor de las
fincas; anuncio de subasta no solo en los pueblos en que estuviesen
situados los bienes, sino también en los alrededores, cabezas de
partido y provincia, y en la corte si las fincas excedían de cincuenta mil reales; presentación de posturas durante treinta días ampliables a quince; y celebración del remate al tercer día una vez cumplido el plazo, aunque las dificultades que se dieron en la práctica
para encontrar compradores de bienes eclesiásticos hicieron que,
en 1807, se permitiesen hasta tres remates, con un período máximo
de noventa días, transcurridos los cuales debía procederse a la subsanación de posibles errores en la tasación (en caso contrario, continuaban las subastas por tiempo indefinido) y a la investigación
de «si se ha puesto algún impedimento oculto a la venta» o «alguna mala voz o impedimento o usado de otro medio o manejo cualquiera contra la enajenación». De nuevo, las posturas en vales
debían cubrir el total del valor tasado, mientras que las hechas en
metálico podían limitarse a las dos terceras partes. Del mismo
modo, las mejoras en dinero efectivo eran preferidas a las posturas
en vales. Como tal mejora, se admitió entonces la oferta del pago
de todo el importe sin deducción de las cargas con que estuviesen
gravados los bienes, en cuyo caso quedaban totalmente libres.
El mismo comisionado real enviaba, en el plazo de tres días,
el expediente de subasta directamente a la Comisión Gubernativa,
sin pasar por el intendente provincial, para su aprobación. Publicada la aprobación por el comisionado, el comprador debía efectuar
el pago ante el comisionado de la Caja de Consolidación más inmediato. Este le daría recibo interino, pero, en estos casos, solo cuando la Contaduría General de Consolidación otorgase el certificado
definitivo se le podría dar la posesión de la finca, con el otorgamiento de la correspondiente escritura de venta y títulos de propiedad que debían entregar los antiguos poseedores. De todo se tomaría razón en las contadurías de hipotecas.
134
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
En la práctica, desde un principio, fue difícil encontrar
compradores de estas propiedades puramente eclesiásticas.302 Y
tampoco hubo tiempo, de momento, para su plena puesta en
ejecución, ya que en 1808 ocurrió la invasión napoleónica, el
levantamiento y la guerra de la Independencia, acontecimientos
que aceleraron el paso definitivo del Antiguo Régimen al Liberalismo.
3.3. La redención de censos y la normativa desvinculadora
La propia normativa de septiembre de 1798 activó la redención de los censos redimibles con los que estuviesen gravados los
bienes desamortizables, cuyo capital se impondría también en la
Caja de Amortización al interés anual del tres por ciento. Su fin,
facilitar las ventas y que los bienes pasasen libres a sus compradores, aún bajo el ideal ilustrado de «la conservación de los pequeños
propietarios, facultándoles a exonerarse del perpetuo motivo de
una continua deuda o tributo, cuyos atrasos, muchas veces acumulados por qualquier calamidad o, tal vez, por la seducción de los
mismos censualistas, han venido, por último, a consumar la ruina
de tantas familias, como continuamente se ven desaparecer del cultivo y de la industria para entrar en las importunas e indigentes
clases del Estado».303 Un año antes se había iniciado este proceso de
redención de censos en Granada, al permitirse a los poseedores de
capellanías y obras pías, a las comunidades eclesiásticas y seculares, a los poseedores de mayorazgos y a los pueblos, vender parte
de sus bienes gravados con los llamados censos de población a
Vid. infra, capítulo 4, apartado 4. 2.
Vid. real cédula de 17 de abril de 1801. A.H.N., Consejos, legajo 2.197.
En la circular de 28 de diciembre de 1798 (reales órdenes de 17 y 18) se da cuenta
de las representaciones hechas por particulares, entre las que se destaca la de
Joseph Zoilo Fonseca, vecino de Almuñécar, sobre las dificultades de enajenar
bienes vinculados y amortizados gravados con censos. Suplemento a la Colección…,
II, op. cit., pp. 140-141; A.H.N., Consejos, legajos 1.900 y 1.901.
302
303
3. La normativa
135
cambio de la imposición del producto de dichas redenciones en el
fondo de amortización de la deuda pública.304
La necesidad de extinguir vales, de apurar la venta de los
bienes vinculados y amortizados y de liberar a los nuevos propietarios de cualquier tipo de cargas dio pie a que, en 1799 y 1801, se
declarase la facultad general de redimir, mediante la entrega de
vales que quedarían fuera de la circulación, censos perpetuos, al
quitar, enfitéuticos y otras variadas cargas que gravitaban sobre los
bienes inmuebles, entre ellas, aniversarios, capellanías, misas, festividades, limosnas, dotes y otras prestaciones anuas, y gravámenes a favor del Real Patrimonio, como el real hospedaje, limpieza y
alumbrado de la corte.305 Respecto de los contratos enfitéuticos, primero solo se permitió la redención de los propios de las casas urbanas, pero pronto se extendió a las rústicas.306 Sin embargo, se excluyeron de estas reglas, entre otros, los foros, que fueron considerados, de forma interesada, contratos temporales.307 Por su parte,
304
Real decreto de 6 de diciembre de 1797 e instrucción de 17 de enero de
1798. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias
respectivas a vales reales…, op. cit. Vid. SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Memoria
sobre la renta de población del Reyno de Granada, 4, op. cit., pp. 105-226.
305
Reales cédulas de 10 de noviembre de 1799 y 17 de abril de 1801.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. El Consejo
de Castilla resolvió durante 1799 diversos expedientes en los que se solicitaba la
redención, mediante vales, de censos con que se hallaban gravados bienes raíces
propios de establecimientos benéficos o piadosas, capellanías, etcétera. Así, Pedro
Serrano de Priego pedía la redención de un censo impuesto sobre las casas que
había comprado pertenecientes a una capellanía, y Juan Fernández de Castro lo
mismo respecto de dos censos impuestos a favor del hospital de Santiago de Toledo. Pocos años después, la ciudad de Toledo acudió al Consejo con una representación sobre la utilidad de redimir los censos perpetuos. En el mismo sentido,
Francisco y Cayetano González de Osuna pedían que se declarase la redención de
dos censos, a través de su pago en vales, impuestos sobre las fincas de una capellanía. A.H.N., Consejos, libros 2.686, 2.688 y 2.689.
306
Cf. real cédula de 17 de abril de 1801 y reglamento de 17 de enero de 1805.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013.
307
Vid. VALLEJO POUSADA, Rafael, «Redención y pervivencia del foro
durante la desamortización de Mendizábal (1836-1854)», en A.H.D.E., 62, 1992,
pp. 477-499.
136
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
para dichas redenciones se permitía, además, a los mayorazgos y
manos muertas la enajenación de parte de sus bienes raíces vinculados o amortizados, «habiendo tenido presente para ello no solo
el loable objeto de dejar expedito el entero uso de la propiedad vinculada, sino también el beneficiar a la Real Hacienda».308
Los capitales derivados de las redenciones, así como el
sobrante de dichas ventas, entrarían en la Caja de Amortización,
que pasaría a pagar los correspondientes cánones a los interesados,
a través de escrituras de imposición, o reimposición si se trataba de
bienes afectados por la normativa desamortizadora. En 1805 un
nuevo reglamento ordenó la imposición de todas las redenciones y,
para los poseedores de bienes no desamortizables, la entrega de
certificaciones por dicha caja con las que se podían percibir los
correspondientes intereses (del cuatro por ciento) hasta la entrega
del capital, o adquirir bienes desamortizables o desvinculables.309
A pesar de que debían respetarse «los derechos del dominio
directo y útil»,310 lo cierto es que estas medidas para la redención de
censos afectaban sobre todo, de nuevo, al estamento eclesiástico,
gran censualista y poseedor del dominio directo de muchos bienes
gravados, que pasaba a depender de los pagos que hiciese la Real
Hacienda por los capitales producto de las redenciones. Y, de
nuevo, beneficiaban al estamento noble, gravado con censos, de los
que se liberaba, y a la ya clase burguesa en ascenso, que contaba
con vales para redimirlos y adquiría así propiedades libres. En
Real cédula de 17 de abril de 1801 y reglamento de 17 de enero de 1805
(vid. sobre este A.H.N., Consejos, legajo 2.197). Vid. también dos reales órdenes de
20 de enero de 1804 sobre la venta de alhajas para redimir cargas afectas a bienes
vinculados. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros
6.012 y 6.013.
309
Reglamento de 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013. Vid. LÓPEZ FANDO, Juan, Demostración práctica del modo de hacer las liquidaciones para redimir censos perpetuos enfitéuticos con
arreglo a la Real Cédula de 17 de enero de 1805 y deducir lo correspondiente a ellos en las
ventas de fincas que los tengan, op. cit.
310
Pragmática de 30 de agosto de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
308
3. La normativa
137
cuanto a los campesinos, tradicionales poseedores del dominio útil,
acostumbrados a largos arriendos y enfiteusis y, con ellos, a rentas
moderadas, su situación se vio agravada con la ya mencionada
liberalización de los arrendamientos y con la redención de censos,
incluidos los enfitéuticos, piezas clave para la nueva clase propietaria. Ellos no tenían ni vales ni dinero para redimirlos.311 En el
mismo sentido, la exclusión de los foros de la normativa de redención de censos no hacía sino continuar la política de perpetuidad de
dichos contratos emprendida en la segunda mitad del siglo XVIII,
que perjudicaba a los eclesiásticos, propietarios del dominio directo, para beneficiar a los nobles, foreros que subforaban a los campesinos.312 De este modo, la exclusión de los foros de la redención permitía a la nobleza forera continuar en el disfute de su dominio útil.
La desamortización eclesiástica propició el traspaso del dominio
directo y, como los foros se consideraron temporales, respetado el
plazo del contrato, la propiedad podía liberarse, en perjuicio de los
subforeros campesinos. Así pues, lo que se protegió con dicha
exclusión fue el dominio noble, tanto directo, al que pudo acceder,
como útil, que mantuvo. Y, sobre todo, pudo unirlos para adquirir
la plena propiedad. Así se quejaba la Junta del Reino de Galicia,
valedora de los intereses de la nobleza gallega, cuando solicitó la
exclusión de los foros de la normativa de redención de censos de
1799: «Que se declare que los foros de este Reyno no están comprendidos en esta Real Orden […]. Todo el Reyno se encuentra,
Señor, agitado con la estensión que quiera darse a esta resolución
Reales cédulas de 15 de septiembre de 1803 y 15 de septiembre de 1804.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012 y A.H.N.,
Consejos, legajo 2.199. La primera derogaba la debatida normativa, llamada de
protección de colonos, aprobada por real cédula de 6 de diciembre de 1785, confirmada por otra de 8 de septiembre de 1794. Colección de pragmáticas..., op. cit., pp.
562-563; Nov. Rec., 10, 10, 4; Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia, op. cit.,
f. 65 r.-69 v.
312
Reales provisiones de 11 de mayo de 1763 y 28 de junio de 1768. JOVE
Y BRAVO, Ramón, Los Foros. Estudio histórico y doctrinal, bibliográfico y crítico de los
foros en Galicia y Asturias, Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1883.
311
138
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
[…]. La mayor parte de los propietarios de Galicia perderían sus
vienes y sus rentas, quedarían sugetos a vivir de unos intereses en
dinero que les pagase la Corona, y esta paga en dinero no equibale
ni puede equibaler a los derechos y utilidades que perciben en la
actualidad los dueños directos».313
Como venimos diciendo desde un principio, la normativa desamortizadora y desvinculadora pretendió compaginar el derecho de
propiedad vigente con el nuevo preliberal. Con la Iglesia no se dudó
en convertir su propiedad inmobiliaria en mobiliaria, ya con tendencias a su subsistencia por el Estado. Por el contrario, se privilegió
sobremanera a los mayorazgos que desvinculasen sus propiedades.314
Así, en 1798 se les facultó, no obligó, a la enajenación de las mismas
a cambio de su imposición en la Real Hacienda, con una reducción,
además, de la octava parte, con la que se quedaban a modo de premio, aunque la Real Hacienda debía pagar el rédito del tres por ciento correspondiente como si se hubiese impuesto el total del capital.315
La misma octava parte se concedió a los que vendiesen propiedades
puramente eclesiásticas de capellanías.316 En el concepto de enajena-
CORDERO TORRÓN, Xosé, «La redención foral en la provincia de La
Coruña…», op. cit., pp. 195-196.
314
Vid. supra, en el capítulo anterior, nota 110.
315
Reales cédulas de 24 de septiembre de 1798 y 13 de enero de 1799.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. CANGA
ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 172-173, afirma que la pragmática
de 30 de agosto de 1800 excluyó este arbitrio de los destinados a la consolidación
de la deuda pública porque «parecía ruinoso a los que solo calculaban el sacrificio de los réditos de lo que Hacienda no recibía sin tomar en cuenta lo mucho que
esta sacaba de la sucesiva venta y traspasos de las fincas una vez desamayorazgadas». Pero, la verdad, no encontramos en tal disposición tal exclusión.
316
Real orden de 16 de agosto de 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. Sin embargo, continuaron las solicitudes para la concesión de
dicha octava parte en la venta de las capellanías. Así, llegaron a la Comisión de
Consolidación las peticiones de Ana Caballero, de Cádiz, a quien no se le concedió el premio de la octava parte en la venta de la capellanía fundada por Juan
Antonio Ruiz Moreno; y de Manuel López, religioso carmelita calzado, por la enajenación de las fincas de una capellanía que poseía. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
313
3. La normativa
139
ción se incluían otros contratos de cesión del dominio útil, como la
enfiteusis, el foro, el arrendamiento a largo plazo o de por vida u otro
contrato perpetuo.317 Esta posibilidad de venta se extendió luego para
utilizar dicho capital en la redención de censos y cargas con que estuviesen gravados otros bienes del mismo mayorazgo,318 y también en
la compra de bienes desamortizados de fundaciones benéficas y piadosas,319 lo mismo que los capitales derivados de la redención de censos. Así, se creó en la Contaduría General de Consolidación una
cuenta particular llamada depósito por vinculaciones, en la que ingresaban los capitales procedentes de las enajenaciones de las fincas vinculadas hasta que se subrogasen en las de las fundaciones. Para este
supuesto se eliminó el premio de la octava parte. Y, por fin, además
de establecerse la libertad de arrendamientos en las fincas adquiridas
así –porque «entorpecen la enajenación de fincas pertenecientes a
establecimientos píos, pues retraen a muchos compradores que conceptúan no podrán usar de ellas a su arbitrios, o que habrán de sostener costosos litigios con arrendatarios»–,320 se posibilitó la compra
de dichos bienes vinculados por los propios mayorazgos en plena y
libre propiedad.321
El agravio comparativo fue aprovechado enormemente por
los opositores a la desamortización eclesiástica.322 La pretensión
Vid. real orden de 4 de julio de 1798, dictada a consecuencia de una instancia presentada por Francisco Hurtado de Corcuera, de la Sociedad Vascongada. A.H.N., Consejos, libro 2.689.
318
Real cédula de 17 de abril de 1801 y reglamento de 17 de enero de 1805.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013.
319
Real cédula de 3 de febrero de 1803 y circular de 29 de julio. Otra del 15
de noviembre de 1806 eximió a dichos vendedores del pago de derechos procesales en el caso de que los productos de sus fincas excediesen del valor de sus aprecios. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y
6.013; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
320
Real cédula de 15 de septiembre de 1803. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
321
Real orden de 10 de junio de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
322
Vid. infra, capítulos 4, apartado 4. 2. 2, y 5, apartados 5. 1. 1 y 5. 2. 2.
317
140
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
última del pensamiento liberal no pasó desapercibida para nadie.
Y tampoco sus mayores beneficiados, aun exagerando: «Es el caso
que de los vínculos y mayorazgos eran y son poseedores algunos
empleados en los Ministerios, Consejos y demás ramos del Gobierno; lo son todos los Grandes de España, Títulos de Castilla y otros
poderosos a quienes teme y contempla la tiranía, y así para con
estos solo podía obrar la fuerza de una seductora persuasión y de
un efectivo interés. Al contrario, en los establecimientos píos eran
poseedores e interesados los miserables huérfanos y pupilos, los
infelices pobres, sanos y enfermos, las Iglesias y el culto divino en
ellas, los ministros del altar y las ánimas de los difuntos, en quienes puede mui bien emplearse la fuerza sin temor de resistencia».323
323
REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., pp. 220-223.
4. LA EJECUCIÓN
«Se dice y aun promueve por las justicias mismas y personas
particulares adictas a sus fines y privados intereses, de que semejantes hórdenes fueron establecidas, no para vender en efecto, sino
para saber quién tenía dinero y no lo havía dado a Vuestra Majestad en empréstito o donativo, según estaba prevenido anteriormente. Que, al cabo de cierto número de años, los vienes vendidos han
de bolver a sus antiguos dueños, y los compradores, con el dinero
desembolsado, perdido.» Representación de Pedro Canel Acevedo sobre
la oposición a las ventas en Asturias (Coaña, 29 de junio de 1800).
A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1).
4.1. Los órganos de dirección y ejecución
Para el buen fin de la variedad de medidas tomadas para la
amortización de la cada vez más insoportable deuda pública –entre
ellas la desamortización de parte de la propiedad eclesiástica– se
ideó un aparato político, administrativo y judicial integrado por
órganos encargados de su dirección y ejecución. Dicha organización fue inestable y, para algunos, el motivo de la definitiva quiebra fiscal de la monarquía.
4.1.1. La Administración central
Ya Floridablanca, cuando, en 1787, propuso la creación de un
fondo de amortización de la deuda pública, había advertido que
debía separarse de la Tesorería General para que sus fondos solo se
142
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
destinasen a su fin: el pago de intereses y la amortización de capitales.324 En parecidos términos se había pronunciado Olavide, cuando, en su Informe al Consejo sobre la Ley Agraria (1768), propuso el
reparto de tierras amortizadas y vinculadas, y, para los baldíos, la
creación de un fondo destinado a las provincias. El único temor,
decía, sería «que algún ministro de Hacienda quisiera echar mano
de él. Pero este caudal debe estar bajo la inmediata y privativa
dirección del Consejo, quien sabrá defenderlo cuando se pida sin
necesidad; y, cuando la haya vigente, sabrá ofrecerlo al Rey. Porque
la primera deuda es salvar al Estado, y es otro beneficio de este
fondo».325
En 1794 Gardoqui ordenó el establecimiento efectivo de un
fondo para la extinción de los vales reales. Aunque se adscribió a
la Tesorería General, se separó de ella como depósito específico a
cargo del Consejo de Castilla, de modo que sus arbitrios entrarían,
incluso físicamente, en un arca de tres llaves a cargo del Ministro
de Hacienda, el gobernador de dicho Consejo de Castilla y el tesorero mayor.326
En sus propuestas para la desamortización de la propiedad
de las fundaciones benéficas y piadosas, Sempere y Guarinos y
Jovellanos habían previsto la organización de una administración
general que dirigiese y ejecutase las enajenaciones, a cuya cabeza
situaron al ministro de Hacienda. El primero confiaba a una administración provincial –ya que su proyecto se limitaba, en principio,
a Granada– todo lo relativo a dichas ventas, a las imposiciones de
los capitales en la Real Hacienda y al pago de los intereses e inversión en los fines de las fundaciones.327 Por su lado, Jovellanos optaba por la formación de juntas municipales, provinciales y central,
324
MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., p.
243.
OLAVIDE, Pablo de, Informe…, op. cit., p. 72.
Real cédula de 16 de enero de 1794, con real decreto del 12. Suplemento
a la Colección…, I, op. cit., pp. 2-5.
327
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Proyecto sobre patronatos y obras pías…
(noviembre de 1797), op. cit.
325
326
4. La ejecución
143
esta última encargada, en general, de todos los arbitrios destinados
a la amortización de la deuda pública.328
En 1798, Saavedra creó la llamada Caja de Amortización de
la Deuda Pública, separada de la Tesorería General,329 para el pago
de los intereses y capitales derivados de los vales reales, préstamos
nacionales y extranjeros y demás deuda.330 Sus oficinas se instalaron en el Banco Nacional de San Carlos. Contaba con su propio
director, de nombramiento real, cargo que recayó en Manuel Sixto
Espinosa, a partir de entonces figura principal de las finanzas españolas.331 Su contaduría principal sustituía a la oficina de la TesoreComo miembros de la Junta Central, Jovellanos propuso a Mon, CasaGarcía, Urquijo, Canga, Alarcón, Meléndez, Santiago como relator y Sevillano
como secretario. Y también dio nombres para la dirección de las ventas en las provincias: el regente Villamil para Asturias, el intendente Jacinto Roque Lorenzana
para León, el alcalde del crimen José de Navia Bolaños para Valladolid, el regente de Cáceres para Extremadura, Santiago del Barrio para La Rioja, el conde de
Castañedo para Burgos, Manuel Lardizábal para Guadalajara y Ciudad Real, el
intendente Palacios para Murcia, el escribano José Iglesias para Salamanca, y para
Toro, Zamora y Ciudad Rodrigo barajó los nombres de Seoane, Rafael Alcalde y
Mariano Lobera. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit.,
pp. 12-14.
329
No obstante la separación, algunas órdenes establecieron que todas las
rentas de la corona estuviesen a disposición de dicho tesorero. Vid. Reales órdenes
de 4 de abril y 17 de mayo de 1798. A.H.N., Diversos, libro 8.050.
330
Real cédula de 9 de marzo de 1798, con real decreto de 26 de febrero, e
Instrucción de 16 de enero de 1800. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 6571; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
331
Desde 1795 Espinosa aparece entre los miembros de la Junta de Gobierno del Banco de San Carlos, elevado de 1797 a 1799 a director general. A partir de
este último año ejerce como vocal perpetuo de dicho banco y pasa a formar parte
de la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla, como director de la Caja de Amortización. De 1804 a 1807 es ministro supernumerario sin ejercicio. Y en 1808 se
incorpora a la Sala de la Única Contribución del Consejo de Hacienda, como contador general de millones. FRANCISCO OLMOS, José María, de, Los miembros del
Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 140-181 y 326-335. En el Archivo de Saavedra
(caja 20) aparece una relación de los trece primeros empleados de la Caja de
Amortización. Asimismo, dos cartas de agradecimiento por el empleo de José
Manuel Aranalde y Francisco de Orbezua (director general de la Renta de la Real
Lotería y ministro honorario del Consejo de Hacienda desde 1792 hasta 1801). Y
dos solicitudes de empleo de José Antonio de Arana y Juan Naval Noroñas.
328
144
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
ría General encargada hasta entonces de los vales reales y pasaba a
ingresar todos los fondos destinados a la amortización de la deuda
pública. Ejercieron como contadores Pedro Vicente Galabert, desde
1799, y Salvador Rodríguez Palomeque, desde 1800.332 Sus cuentas
debían pasar anualmente al Tribunal de la Contaduría Mayor,
donde eran honorarios dichos contadores.
A la cabeza del sistema se situaba el secretario de Hacienda,
a través del cual se comunicaría el director de la Caja con el rey y
de quien recibía las reales órdenes y demás disposiciones normativas. Por su lado, el Consejo de Hacienda debía ser informado de
todas las cuentas. Y el de Castilla –que más tarde dirigirá la deuda
pública–, por el momento, debía conocer todas las operaciones y
promover el cumplimiento de las órdenes de la Secretaría de
Hacienda en materia de deuda pública, incluidas las enajenaciones
forzosas de propiedades.333
Poco tiempo después, en enero de 1799, el nuevo ministro de
Hacienda, Soler, ordenó la constitución temporal de una Junta, llamada Suprema, a la que se dotó de competencia exclusiva en la
dirección y ejecución de las enajenaciones de propiedades, forzosas
y voluntarias, aprobadas para la aplicación de sus productos a la
Caja de Amortización –«con absoluta inhibición de todos mis Consejos, Chancillerías, Audiencias y demás Tribunales de estos mis
Reynos para dirigir las enagenaciones expresadas y resolver de
plano y sin forma de juicio qualesquiera dudas respectivas a su
execución»–, competencia que un mes después se extendió a toda
la deuda pública, «considerando Yo que el objeto por su grande
extensión y relaciones complicadas merece particular atención y
LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit; FRANCISCO
OLMOS, José María, de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 119,
122, 125, 128, 131, 134, 138, 142 y 149.
332
Guías de forasteros de 1799 a 1808, reproducidas por FRANCISCO
OLMOS, José María, de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 143,
147, 151, 155, 159, 163, 168, 172, 176, 177 y 181.
333
Reales órdenes de 18 de noviembre de 1799, recogidas en la circular del
día 29. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
4. La ejecución
145
cuidado, siendo asimismo necesario observar la más rígida uniformidad de principios y precaver qualesquiera dificultades capaces
de retardar el feliz éxito de unas operaciones de cuyo pronto logro
depende por varios respetos la felicidad de la Monarquía». Dicha
junta se comunicaría directamente con el secretario de Hacienda, y
el director de la subsistente Caja de Amortización, vocal de la
misma junta, debía someterse a sus acuerdos.
La Junta Suprema la formaron, como presidente, Antonio
Despuig, arzobispo de Sevilla y consejero de Estado; como vocales,
Gonzalo Josef de Vilches y Domingo Codina, consejeros de Castilla, Juan Gutiérrez Piñeres, consejero de Indias, y Manuel Sixto
Espinosa, consejero de Hacienda y director de la Caja de Amortización; y como secretarios sin voto, Rodríguez de Castro y Baltasar
Godínez de Paz, contadores de las temporalidades de la extinguida Compañía de Jesús.334 Además, contó con la participación de
varios prelados, entre ellos Antonio Lorente y Félix Amat.335
Pero el sistema tampoco convenció y, en junio de ese mismo
año de 1799, se volvió a la primitiva organización de 1794, de
modo que se disolvió la Junta Suprema y la Caja de Amortización
pasó a integrarse en la Tesorería General, aunque, de nuevo, sin
confusión de fondos.336 En 1800 se nombró para el cargo de tesorero a Antonio Noriega Bada.337 Volvió a encomendarse el examen de
las cuentas de la Caja al Tribunal de la Contaduría Mayor, en concreto a Manuel Hurtado, jefe de la oficina de renovación de vales
Reales cédulas de 12 de enero, con decreto del 11, y 18 de febrero de
1799, con decreto del 13 (su comunicación al concejo de Lena, en Asturias, se custodia en la Biblioteca de Asturias, Ast. RCI-18). Suplemento a la Colección…, II, op.
cit., pp. 144-146 y 167-170.
335
Catorce prelados según HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit.
336
Real cédula de 6 de julio de 1799, con real decreto de 29 de junio. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 188-192.
337
En 1799 ejercía como contador del real fondo vitalicio y como ministro
honorario del Tribunal de la Contaduría Mayor. Desde 1801 aparece, como tesorero general, en la Sala de Gobierno del Consejo de Hacienda. FRANCISCO
OLMOS, José María de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 143, 147,
148, 152, 156, 160, 164, 169, 174 y 178.
334
146
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
reales y ministro honorario del Tribunal de la Contaduría Mayor.338
Y al Consejo de Castilla su inspección general y también la consulta al rey por medio de su secretario de Hacienda. Por su parte, se
facultó a un ministro del Consejo de Hacienda para la resolución
de las dudas que planteasen las enajenaciones de bienes aplicadas
a la Caja.339
La gestión de la Junta Suprema había sido, en teoría, satisfactoria: «He visto con mucha satisfacción mía que nada ha quedado
que hacer a la Junta para corresponder a mi Real confianza, habiendo producido los mejores efectos así la Instrucción que me consultó y aprobé en treinta de enero fixando las reglas uniformes y justas que debían guiar todas las enagenaciones, como las demás providencias dirigidas al gobierno interior de la Caxa de Amortización
y a asegurar el acierto de todas sus operaciones».340 Pero lo cierto es
que la acumulación de vales reales había llevado a una insostenible depreciación de los mismos y la necesidad de dinero efectivo
era acuciante para una Real Hacienda cada vez más endeudada:
«llegó la necesidad a tal extremo que puso en peligro el Estado».341
La Junta Suprema no quedó exenta de responsabilidad: «La historia de esta corporación, en los seis meses de su existencia, acredita
que ha conspirado, si se quiere inocentemente, con su conducta a
destruir el crédito del papel».342 De la Caja se emplearon constantemente fondos para otras necesidades distintas a la amortización de
la deuda pública, precisamente lo que se había querido evitar con
El 16 de enero de 1800 se dictaron reglas para las cuentas de la Caja de
Amortización. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012. Manuel Hurtado fue jefe de la Oficina de Renovación de Vales Reales y
ministro honorario del Tribunal de la Contaduría Mayor de 1792 a 1805. FRANCISCO OLMOS, José María de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp.
120, 123, 126, 129, 132, 136, 138, 139, 143, 147, 150, 154, 158, 163 y 167.
339
Real orden de 15 de octubre de 1799. REGUERA VALDELOMAR, Juan
de la, Recopilación de todas las providencias relativas a vales reales…, op. cit.
340
Real cédula de 6 de julio de 1799. Suplemento a la Colección…, II, op. cit.,
pp. 188-192.
341
Consulta del señor Soler en 1799, op. cit.
342
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 19-20.
338
4. La ejecución
147
su establecimiento. En este sentido, tras la supresión de la Junta
Suprema y la adscripción de la Caja de Amortización a la Tesorería, continuaron las críticas a la gestión del director de la Caja, Espinosa, y al tesorero general, Noriega, uno porque dejaba tomar y
otro porque tomaba caudales de dicho fondo a causa de sus graves
necesidades, en una situación de amenaza constante de suspensión
de pagos.343 Los que habían reclamado siempre la separación entre
Caja y Tesorería –«en lo que estribaba el sostenimiento del crédito»– no dejaron de reprobar su unión.344 Años más tarde, en 1811,
Canga Argüelles recordará que «la primera vez que la tesorería real
libró sobre las cajas de consolidación a título de reintegro, se dio el
ataque más funesto al crédito y se abrió la puerta al exceso, que
llegó al extremo de suspenderse las extinciones y el pago de los
réditos y de aumentarse la deuda con el importe de los intereses
pertenecientes a los capitales de las fincas que se vendían».345
La medida que se tomó entonces por Soler fue la creación de
cajas de reducción o descuento en trece provincias, encargadas de
canjear vales por metálico –con una rebaja del seis por ciento sobre
su primitivo valor, para igualar ambas monedas– en los casos previstos por la normativa en vigor, que pretendía impulsar el comercio de los vales. No se admitía ni «la falta de crédito público» ni «la
desconfianza de la seguridad de este papel moneda», sino que la
crisis se achacaba a la abusiva negociación privada de los vales.346
343
Sobre la disposición de fondos de la Caja, vid. HERR, Richard, La
Hacienda real…, op. cit., pp. 139-141.
344
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 19-20.
345
Memoria presentada al Consejo Supremo de Regencia sobre las bases del crédito público (Cádiz, 6 de marzo de 1811), en D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 1, p.
787.
346
Vid. reales cédulas de 8 de abril, 17 de julio y 10 de noviembre de 1799,
y real orden de 20 de agosto del mismo año circulada al día siguiente, aclaradas
por circular de 7 de abril de 1800. Las cajas de reducción se ordenaron instalar en
Madrid, Cádiz, Barcelona, Sevilla, Málaga, Bilbao, Coruña, Alicante, Cartagena,
Valencia, Santander, Pamplona y Mallorca. Sus fondos se especifican en la real
cédula de 10 de noviembre de 1799: todos los que produzcan los arbitrios destinados a la amortización de los vales y una nueva contribución sobre artículos de
lujo. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 184-185, 192-210, 214, 236-242 y 310-
148
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Pero tampoco fue una solución adecuada e incluso empeoró sobremanera la situación. Las cajas-bancos no obtuvieron la totalidad de
los fondos consignados a las mismas, de modo que en algunos
lugares ni siquiera llegaron a establecerse de forma organizada.347
Muchos poseedores de vales querían cambiarlos por dinero efectivo, aun con la rebaja, y las cajas acumularon una gran masa de
papel-moneda. Por su parte, los criticados agiotistas348 no cesaron
en sus cambios. La situación perjudicaba, sobre todo, a los colonos,
que acudían a dichos especuladores para pagar sus rentas y deudas, ya que la nueva normativa ordenaba el pago en vales –con el
correspondiente descuento– de los haberes de los asalariados, artesanos, labradores, jornaleros, tenderos al por menor y criados, que
luego podrían cambiarlos por metálico en dichas cajas de reducción. Por el contrario, la Hacienda no admitía el pago de tributos y
derechos en vales.
En cuanto a la enajenación de propiedades desamortizadas, se
siguió intentando activar las ventas. Se ampliaron las posibilidades
314. En el A.H.N., Estado, legajos 3.210, 3.211 y 3.212, se conservan varias propuestas sobre dichas cajas de descuentos, de Juan López de Flor (mayo de 1793),
Juan Francisco Álvarez Posadilla (diciembre de 1794 y agosto de 1799), Miguel de
Archeverroa (septiembre de 1799) y Gaspar Rafael (junio de 1800).
347
En sus diarios, Jovellanos relata las dificultades económicas por las
que atravesaba al cobrar parte de su sueldo en vales que no le permitían cambiar por dinero en las cajas de reducción. La de Madrid, donde era residente y
percibía dicho sueldo, le castigaba porque no había contribuido a sus fondos;
la de Santander, en cuyo distrito residía temporalmente, no estaba organizada,
lo mismo que la subalterna del Principado de Asturias, donde ni siquiera se
había recibido instrucción alguna para su formación. Vid. diarios de 9 de julio,
14 y 21 de agosto de 1795 (Diarios, 1790-1797, op. cit.) y Cartas a M.ª Gertrudis del
Busto (10 de abril, 17 de mayo, 19 a 24 de septiembre y 6 de diciembre de 1799),
en B.A.E., 50, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 2, Madrid, 1952, pp. 334,
335, 337-338 y 341.
348
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 2, op. cit., p. 241, los define
como los que, sin corredor jurado de número de las plazas de comercio, se mezclan a negociadores de vales o a hacer su cambio en metálico. Contra ellos se pronuncia la real cédula de 8 de abril de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
4. La ejecución
149
de redimir censos con vales349 e incluso las cajas de reducción dieron
preferencia en el cambio de vales por dinero a los que deseaban
comprar fincas.350 Pero las ventas se resintieron. Godoy representa
gráficamente la situación cuando nos dice que el público llamaba a
las cajas «tonel sin fondo de las Danaides». Por su parte, Canga
Argüelles afirma que «es imposible describir exactamente el trastorno que ocasionó la publicación de tal injusta ley, que destruía las
bases de la confianza y de la moral pública».351 En este momento se
comienza a hablar ya de descrédito.352
En este contexto se intentó llevar a cabo un ambicioso y discutido proyecto, promovido por el propio Soler, que encomendaba
a la Iglesia el gobierno de la deuda pública, a cambio de que a su
amortización se aplicasen todos los bienes, rentas y propiedades
eclesiásticas.353 Dicho proyecto implicaba la cesión por la Hacienda
a la Iglesia de la administración de todos los arbitrios consignados
a dicha deuda pública, entre ellos las enajenaciones forzosas de las
propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas y las voluntarias de las fundaciones eclesiásticas y de los mayorazgos. Para llevarlo a efecto se formó una «Junta extraordinaria encargada de sostener el crédito de los vales reales». La presidía el comisario general de Cruzada y como diputado regio se nombró al intendente de
Guadalajara. Como vocales, estaban representados los cabildos
catedralicios de Toledo, Sevilla, Santiago, Granada, Burgos, Tarragona, Zaragoza, Valencia, Calahorra, Segovia, Cuenca, Murcia,
349
Real cédula de 10 de noviembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
350
Reales órdenes de 26 de octubre y 18 de noviembre de 1799. A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
351
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 329-331.
352
GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 165 y 277-280.
353
En el A.H.N., Estado, legajos 3.211, 2, y 3.212, 1, se conserva una propuesta firmada el 26 de enero de 1799 por Francisco Antonio Rojo para la creación
de un fondo de amortización garantizado por la Iglesia. Al margen de dicho documento se precisa lo que sigue: «Tiene el inconveniente bastante grande de dar al
clero una influencia desmedida activa en los negocios del Estado».
150
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Canarias, Barcelona y Mallorca.354 A dichos cabildos se les encomendaba la administración de los arbitrios destinados a la consolidación de la deuda pública, bajo la dirección de una Junta integrada solo por eclesiásticos (una dignidad para la presidencia y seis
canónigos o dignidades de las iglesias con plazas perpetuas dotadas con determinada renta, como vocales), cuyo primer nombramiento competía al rey, pero los subsiguientes a la propia Iglesia.
Esta solución agradaba a algunos ministros que no veían otro
modo de conseguir caudales para, sobre todo, garantizar el crédito
público. Según Godoy, «las rentas eclesiásticas, sin contar los dones
de los fieles, eran más que dobles o triples que las del Estado». Y a
la Iglesia le convenía, porque dirigiría las desamortizaciones acordadas: «El clero aplaudía este recurso, por amor a la patria o para
evitar subsidios y precaver la venta de los bienes superfluos de la
Iglesia, o por la influencia de la Iglesia en los negocios de Estado».355 Pero, finalmente, no se llegó a un acuerdo y el plan, que
«anduvo cerca de tener efecto»,356 se abandonó. No todos estaban
de acuerdo en dejar en manos de la Iglesia la deuda del Estado, con
sus correspondientes rentas, y, para evitarlo, insistieron en que los
rendimientos de dichos fondos eran suficientes para cubrir dicha
deuda: «Las bases bajo las cuales se allanaba el clero a cuidar del
pago y extinción de vales reales, lejos de traer desahogos al erario,
sin los cuales no es posible consolidar el crédito, debían aumentar
sus urgencias en razón directa del importe de los fondos que de él
se segregaban para pasar exclusivamente a manos del cuerpo eclesiástico».357 Pero, de hecho, el simple rumor de que la Iglesia garan354
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 24-28, proporciona sus nombres: José Eustaquio Moreno y Martín Santalla (Toledo), Francisco
Utrera (Sevilla), Evaristo Bejarano (Santiago), Pablo Andeiro (Granada), Manuel
Quintano (Burgos), Félix Amat (Tarragona), Antonio Arostegui (Zaragoza),
Ramón Urra (Valencia), Juan Llorente (Calahorra), Pedro Álvaro y Jimeno (Segovia), Juan Duro (Cuenca), Antonio de la Cuesta (Murcia), Juan Salazar y Porlier
(Canarias), Ramón Dou (Barcelona) y Pedro Mas (Mallorca).
355
GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 270 y 319-320.
356
Ibídem.
357
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 24-28.
4. La ejecución
151
tizaría con sus bienes, rentas y propiedades los intereses y capitales que formaban la deuda pública «hizo baxar algún tanto el
agio».358 Y, en general, el proyecto llamó «grandemente la atención
pública».359
Finalmente, en agosto de 1800, se separó, de nuevo, de la
Tesorería General la nueva Caja de Consolidación y Extinción,360
que pasó a depender de una Comisión Gubernativa de Consolidación de Vales y Cajas de Extinción y Descuento, integrada en el
Consejo de Castilla, que se convirtió, así, en la máxima autoridad
en materia de deuda pública: «Nadie mejor que este mismo Tribunal baxo mi inmediata Real autoridad podrá desempeñar la execución exacta de los diferentes puntos y objetos que comprehende y
deben jugar contemporáneamente baxo un impulso uniforme, qual
exige de suyo el establecimiento del nuevo sistema».361 De este
modo, el Consejo legislaría y resolvería en última instancia judicial,362 y la Comisión propondría normativa y la ejecutaría.
Por su parte, el Consejo de Hacienda recuperó, en 1803, sus
competencias en materia de incorporación de señoríos, jurisdicciones, oficios, derechos y bienes, para lo cual tendría que estar en
Consulta del señor Soler en 1799, op. cit.
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 24-28.
360
La estricta separación de los fondos de la Caja y de la Tesorería se
recuerda por circular de 13 de diciembre de 1804. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; Consejos, libro 2.688.
361
Pragmática de 30 de agosto de 1800. Suplemento a la Colección…, II, op.
cit., pp. 328-350. Vid. también las reales órdenes de 25 de marzo de 1800 y 4 de septiembre de 1801 (sometimiento al Consejo de los que gocen de fuero militar u otro
privilegio. Nov. Rec., 6, 4, 26), la circular de 16 de septiembre del mismo último año
(el Consejo es el órgano director de todos los arbitrios destinados a la consolidación de los vales reales, aun frente a fueros militares y otros privilegiados. Suplemento a la Colección…, III, op. cit., pp. 97-98; Nov. Rec. 6, 4, 26 y Suplemento, 4, 5, 1)
y la real cédula de 7 de noviembre de 1805 (recuerda las competencias del Consejo en todo lo relativo a consolidación de la deuda pública. Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, op. cit.).
362
La real cédula de 7 de noviembre de 1805 aclara que los recursos contra
las actuaciones judiciales en las enajenaciones se resolverían en la sala de Gobierno del Consejo, con inhibición de los demás tribunales del Reino. Reales Órdenes
comunicadas por la Audiencia de Asturias, op. cit.
358
359
152
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
íntima relación con la Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla, ya que a su Caja irían los pertenecientes a manos muertas desamortizables.363
La Comisión Gubernativa la presidía el gobernador del
mismo Consejo. Tenía su propia Contaduría, que sería la nueva
Caja de Consolidación, dirigida por Espinosa, y una Secretaría a
cargo de Orellana. Como vocales natos participaban el comisario
general de las tres gracias de Cruzada, Subsidio y Excusado y el
colector general de Expolios. El resto de vocales eran cinco ministros que venían trabajando en la nueva organización de la deuda
pública: Miguel de Mendinueta y Múzquiz, Gonzalo Joseph de
Vilches, Antonio Alarcón Lozano, Benito Fuente y Felipe Ignacio
Canga Argüelles. Y también los individuos elegidos para presidir
los sorteos de la rifa aprobada para surtir de fondos a las cajas de
reducción y para examinar las reglas aprobadas para tales cajas:364
Juan de Morales Guzmán y Tovar, consejero de Castilla, Bernardo
de Febrer y Manuel Sixto Espinosa, consejeros de Hacienda, Esteban Antonio de Orellana, alcalde de casa y corte, y Manuel Antonio García Herreros, procurador general de los Reinos. Además, se
nombró vocal a Joseph Pérez Caballero, consejero de Hacienda, a
quien se había encomendado la resolución de dudas sobre la ejecución de los reales decretos de 19 de septiembre de 1798.
Con esta nueva dirección, la crítica situación del crédito
público se estabilizó, pero ya era tarde.365 La crisis que asoló de
Real decreto de 2 de febrero de 1803 (Nov. Rec., 6, 10, 16). Vid. también
real cédula de 29 de abril con las reglas de reversión (Reales Órdenes comunicadas
por la Audiencia de Asturias, op. cit.).
364
Reales cédulas de 1 de diciembre de 1799 y 6 de mayo de 1800. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 252-266 y 320-322.
365
En 1802 José Mauricio de Chone y Acha proponía la creación de una
nueva Junta para la liquidación de la deuda nacional. En ella no participaría ningún miembro del Consejo de Castilla porque, decía, al mismo no correspondía el
gobierno de la deuda y solo intervenía indirectamente en la Caja de Consolidación a través de su Comisión de Gobierno. Vid. Apéndice a la representación de la
Junta formada para la liquidación de la deuda nacional (21 de julio de 1802). A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, 1.
363
4. La ejecución
153
hambre y enfermedad al país en 1804366 y la reanudación de la guerra contra Inglaterra en 1805, tras tres años de paz, hicieron necesario, de nuevo, la aplicación de los fondos de amortización a las
nuevas necesidades. Al año siguiente se formó una Junta de
Comerciantes, intervenida por la Caja de Amortización, encargada
de ejecutar un préstamo voluntario en vales a devolver en dinero
al interés del cinco por ciento. Los prestamistas recibían cuatro
pagarés a satisfacer en cuatro plazos, de seis, doce, dieciocho y
veinticuatro meses. Dichas obligaciones de comercio se admitirían
como cuarta parte del precio en la compra de propiedades de fundaciones benéficas y piadosas. Y la Caja debía entregar semanalmente a la Junta de Comerciantes la correspondiente cuarta parte
del producto de dichas ventas.367 No faltaron los críticos contra
estas medidas, que consideraban que daban «impulso a la quimera de convertir la caja de amortización y consolidación en un establecimiento mercantil, emprendiendo operaciones violentas, sin
cálculo ni conocimiento, y todo para alucinar al público para que
no viera más a las claras tanta dilapidación y desorden».368
La Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla asumirá
también la dirección de la desamortización de la propiedad eclesiástica aprobada en 1805 y 1807, pero en este caso compartirá sus
atribuciones con una Junta particular, creada por las circunstancias
de especial urgencia, formada por José Eustaquio Moreno, consejero de Estado y colector general de Expolios y Vacantes, Patricio
Martínez de Bustos, comisario general de la Santa Cruzada, Gonzalo José de Vilches, del Consejo y Cámara de Castilla, Manuel
Sixto Espinosa, como miembro del Consejo de Hacienda, y varios
ministros de la propia Comisión Gubernativa.369
Vid. A.H.N., Consejos suprimidos, libro 1.502 E.
GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., pp. 129-130.
368
Son palabras de un Informe sobre vales, anónimo, firmado en Sevilla, el
13 de julio de 1809. Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (95.212).
369
Real cédula de 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
366
367
154
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Como hemos adelantado, la asunción de la deuda pública
por el Consejo de Castilla mejoró la situación financiera, pero tampoco logró superarla. Y la ira se dirigirá desde entonces contra los
hombres más implicados en su administración, Godoy, Soler, Espinosa370 y Noriega: «El Rey engañado por su favorito y auxiliando
este a Espinosa y Soler».371
El argumento de oposición más común en esta época y posteriormente fue, de nuevo, sin duda, la utilización de los fondos
destinados a la amortización de la deuda para otros fines. El Consejo de Castilla dio continuas órdenes para evitar tal extremo,
pero la débil situación de la Hacienda pudo más que el buen
orden en la separación de los caudales.372 Años más tarde, se achacaba el descrédito de la Hacienda de Carlos IV a tal confusión de
fondos. Así decía un editorial del Eco del comercio, fechado el 3 de
marzo de 1836: «Entonces se convino en que el crédito público
debía ser independiente en un todo de la llamada Real Hacienda,
y al efecto se creó una Comisión Gubernativa, que por bastante
tiempo fue conservadora celosa del crédito nacional. Mas, apenas
entendió el público que el Ministro de Hacienda, con un oficio
reservadísimo, pedía cierta cantidad a la Caja bajo la protesta de
reintegro, empezó a desmoronarse el edificio. Es verdad que el
virtuoso patriota don Gregorio de la Cuesta, presidente de la
Comisión Gubernativa, tuvo la valentía de resistir la demanda
del Gobierno hasta por tercera vez, pero Godoy tenía ya demasiado valimiento y no le fue difícil deshacerse de los hombres íntegros, poniendo en su lugar la corrupción, de donde nos vino esa
En su defensa sale Godoy años después: «[…] mantuvo a flota tantos
años la nave de la hacienda, por entre cuyas manos corrieron largo tiempo todos
los fondos del Estado, y pidió después limosna». Memorias…, 2, op. cit., p. 60. También se pronuncia en defensa de Soler (p. 249).
371
Informe sobre vales, op. cit.
372
La circular de 13 de diciembre de 1804 prohibió expresamente hacer uso
de los caudales de la Caja de Consolidación y de la Real Hacienda sin expresa real
orden. Suplemento a la Colección…, III, op. cit., p. 487; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Vid. HERR, Richard, La Hacienda real…,
op. cit., pp. 185-191.
370
4. La ejecución
155
escuela inmoral e infidente que jamás borrará el justo odio de los
buenos españoles».373
4.1.2. La Administración provincial y local
Para la ejecución de las medidas tomadas para la amortización de la deuda pública, incluida la desamortización, la Administración central, es decir, el órgano de dirección, tuvo que servirse
de órganos provinciales y locales. No se creó una administración
específica sino que las funciones se encomendaron a las autoridades existentes –intendentes, justicias, síndicos personeros y escribanos–, aunque también se nombraron comisionados especiales de
dicha administración central.
Las dudas que habían surgido con las primeras propuestas
desamortizadoras relativas a la jurisdicción –real o eclesiástica– a
la que pertenecían las fundaciones benéficas y piadosas, se saldaron, como sabemos, con la calificación de estas como «establecimientos públicos» sometidos a la jurisdicción real ordinaria, tal
como habían defendido, entre otros, Sempere y Guarinos y Jovellanos.374 Pero, como había ocurrido en la teoría, en la práctica no fue
fácil distinguir claramente la jurisdicción competente, sobre todo
porque era difícil discernir entre las fundaciones benéficas y piadosas, cuya enajenación era forzosa, y las puramente eclesiásticas,
cuya venta era solo voluntaria y competía a la jurisdicción eclesiástica.375
Por su lado, algunas de dichas fundaciones benéficas y piadosas contaban con un fuero privilegiado que les permitía tener un
373
Dicho editorial lo reproduce Antonio ELORZA, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 163-167.
374
Vid. supra, capítulo 2, notas 89 y 186.
375
Vid. instrucción de 29 de enero de 1799, instrucción adicional de 27 de
diciembre y reglamento de 21 de octubre de 1800. Una de las reales órdenes de 18
de noviembre de 1799, incluida en la Circular del Consejo de 29, se dictó específicamente para resolver los posibles conflictos de jurisdicción, que suponían un
importante retraso en las ventas (Nov. Rec., 1, 5, 23). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
156
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
juez conservador o protector propio y, aunque en un primer
momento se pensó que estos podían sustituir a las justicias locales
ordinarias, con aviso al intendente, pronto se ordenó que no se
entrometiesen en las enajenaciones, aunque, como los patronos y
administradores, seguirían ejerciendo sus funciones respecto del
capital en que se subrogasen los bienes inmuebles vendidos.376
En cuanto a los patronatos de sangre, cuya enajenación no era
forzosa, se consideraron en general laicales, incluso aunque sus
poseedores fueran eclesiásticos, con lo que, en su caso, la competencia para su venta voluntaria era de la jurisdicción real ordinaria.
Por lo que se refiere a la propiedad puramente eclesiástica,
como hemos adelantado, la enajenación voluntaria de los bienes
propios de capellanías y otras fundaciones eclesiásticas se encomendó a la jurisdicción de la Iglesia, por lo menos hasta la aprobación del remate, ya que el otorgamiento de la escritura de compraventa era competencia de la jurisdicción real. Para resolver posibles conflictos de competencia, se dieron ciertas reglas. Así, si un
establecimiento había sido fundado con caudales propios de la
Iglesia o con el producto de rentas episcopales, siempre que el
patronato fuese también eclesiástico, su venta correspondía a dicha
jurisdicción. En caso contrario, si la fundación había sido fundada
con bienes laicos, aunque su patronato fuera eclesiástico, la competencia era de la jurisdicción real. Y, para prevenir y terminar con
dichos conflictos de jurisdicción que solían plantear los casos de
bienes de fuero mixto o de dudosa procedencia y naturaleza espiritual o profana, se estableció que las fundaciones dotadas con caudales laicos y eclesiásticos conjuntamente, fuesen de patronato laical o eclesiástico, eran mixtas y la competencia sobre la enajenación
de sus bienes correspondía a ambas jurisdicciones, aunque en caso
de duda sobre su naturaleza resolvería la jurisdicción real.
Los intendentes, como delegados de la Real Hacienda en las
provincias, fueron considerados comisionados reales especiales
La instrucción de 29 de enero de 1799 reconocía a dichos jueces conservadores o protectores competencia privativa en la enajenación de los bienes de sus
fundaciones. Su adicional, de 27 de diciembre, ya les excluye de las enajenaciones.
376
4. La ejecución
157
para la ejecución de las medidas dispuestas para la amortización
de la deuda pública, y, en concreto, las aprobadas por los reales
decretos de 19 de septiembre de 1798,377 nuevas funciones que
reforzaron su posición en el gobierno provincial.378 Eran los órganos intermedios entre las justicias locales, que ejecutaban las enajenaciones, y el órgano central que las dirigía, primero la Caja de
Amortización, luego la Junta Suprema, la Tesorería General y, por
fin, la Comisión Gubernativa. Y tenían relación directa con el
Ministerio de Hacienda.379
Como autoridades provinciales superiores debían cuidar de
la buena ejecución de las enajenaciones y demás normativa sobre
las mismas: «Debe evitar toda etiqueta, precaver competencias y
cortar dificultades, que más veces son suscitadas por el deseo de
ostentar autoridad que por su verdadero exercicio», «a fin de apartar los obstáculos que puedan oponerse a su logro, estrechando
particularmente a las justicias y dándoles a conocer que incurrirán
en real desagrado siempre que no procedan con la actividad y
pureza correspondiente».380
Los intendentes eran los competentes para aprobar los remates ejecutados por los jueces, en el plazo máximo de quince días
desde su recepción, y, en total, dieciocho desde su celebración, ya
377
Circulares del Consejo de 28 de diciembre de 1798 (reales órdenes de 17
y 18) y 29 de noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Suplemento a la Colección…,
II, op. cit., pp. 141-142 y 246-252; REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit.
378
Vid. JIMÉNEZ DE CISNEROS CID, Francisco Javier, «Desamortización
y jurisdicción de Hacienda», en A.H.D.E., 54, 1984, pp. 449-475. Por declaración de
16 de enero de 1804 el Consejo recuerda que las competencias de los intendentes
eran gubernativas y no contenciosas. GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen, progreso y estado de las rentas de la Corona de España…, 3, op. cit.
379
Circular de abril de 1799, que recuerda la instrucción de 29 de enero. El
10 de noviembre de 1800 la Comisión Gubernativa volvió a insistir, por otra circular, en que los intendentes debían enviar, extractados, los expedientes de subastas y remates. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del
A.H.N…, op. cit.; A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5.
380
Circular de 29 de noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Suplemento
a la Colección…, II, op. cit., pp. 246-252.
158
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
que dichos jueces debían elevárselos a los tres días. Los intendentes
podían devolver los expedientes a las justicias para la subsanación de
errores, medida destinada a evitar posibles recursos de nulidad. Además, en cualquier momento, dichas justicias podían consultarles toda
clase de dudas. Y, en general, los intendentes tenían un poder de inspección sobre los jueces, concretado en facultades como el examen de
las cuentas de gastos causados por las subastas –fundamentales para
fijar las retribuciones de las autoridades intervinientes–, la promoción y el apremio para el cumplimiento de la normativa,381 la posible
sustitución de los jueces por otros comisionados en casos de «omisión
o confabulación»,382 y la avocación del conocimiento de los expedientes de venta, previa consulta del órgano central de dirección, «en
algún caso de muy particulares circunstancias».383 Entre estos casos
destacaba la ejecución directa de las subastas de bienes declarados
exentos por los jueces «por fines particulares o por consideraciones y
respetos a cuerpos poderosos y personas a quienes no han querido
desagradar».384 En general, en marzo de 1800, se ordenó a los inten381
Circulares de 29 de noviembre y 10 de diciembre de 1799. Suplemento a
la Colección…, II, op. cit., pp. 246-252; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio
de Hacienda, libro 6.012. En diciembre de 1800, el comisionado real de Orense,
Fernando Rey, se quejaba de las resistencias que oponía la justicia de la villa de
Allariz para la formación de las escrituras de venta de las fundaciones piadosas,
ante lo cual la Comisión Gubernativa ordenó el correspondiente apremio contra
la misma. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5.
382
Así se recuerda por reales órdenes de 18 de noviembre de 1799, 26 de
marzo de 1800 y 18 de noviembre de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. El 15 de
noviembre de 1799 el intendente sevillano, el conde de Fuenteblanca, advirtió a las
justicias de que si no le enviaban en treinta días los expedientes de las subastas realizadas y la razón del estado de los demás bienes enajenables, nombraría comisionados sustitutos (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012). El 3 de octubre de 1799 se aprobó el nombramiento de los comisionados del
intendente de La Coruña (A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5).
383
El 4 de mayo de 1802 se recuerda que, en caso de demora en las ventas,
los intendentes podían avocar las subastas de las que se ocupaban los jueces.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
384
Real orden de 15 de marzo 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular,
legajo 1.940/5. Vid. infra, apartado 4. 2. 1, nota 409.
4. La ejecución
159
dentes el nombramiento de comisionados subalternos en las cabezas de partido de sus provincias para activar las enajenaciones.385
Si los intendentes eran los comisionados reales para la ejecución de los reales decretos de 19 de septiembre de 1798, los jueces
ordinarios locales eran los subdelegados natos. En las capitales de
provincia, donde la justicia la asumía el propio intendente por
adhesión del corregimiento, las funciones se delegaban en los
alcaldes mayores. Donde existiesen varios jueces ordinarios, cualquiera podía actuar de oficio, aunque la normativa prefería que
todos se pusiesen de acuerdo. Además, los poseedores de las fundaciones benéficas y piadosas tenían preferencia para la elección
de uno de esos jueces, en un plazo determinado, ocho días desde
la publicación de la primera instrucción de 20 de enero de 1799.
Los jueces ejecutaban todas las actuaciones destinadas a la
enajenación de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas: tomaban razón de los bienes susceptibles de venta forzosa
para formar los estados que debían remitir a los intendentes; ordenaban el nombramiento de peritos por parte de los representantes
de las fundaciones y de los comisionados de amortización de la
deuda pública para la tasación de los bienes, y, en caso de discordia, nombraban a un tercero; firmaban los carteles que anunciaban
las ventas; dirigían las subastas en las casas consistoriales; elevaban a los intendentes los remates y publicaban su aprobación; y
daban posesión a los nuevos propietarios una vez que hubiesen
pagado el precio de la venta. Por su parte, ejercían funciones judiciales, como jueces de primera instancia, en los pleitos admitidos
contra las enajenaciones, durante o tras el proceso de venta.386
Sin embargo, en la práctica, la actuación de algunas justicias
locales entorpeció, como veremos, la ejecución de la normativa
Real orden de 26 de marzo de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012. En el A.H.N., Consejos, libro 2.689, se da
cuenta de un expediente abierto por el abogado Pedro Antonio Sáenz, que solicitaba su nombramiento como comisionado para la enajenación de las fincas de
unas obras pías de Cuenca, tras haber fallecido Luis Pisano.
386
Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 2. 1.
385
160
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
desamortizadora. Y también fueron acusados los jueces de apoderarse de los fondos destinados a la amortización de la deuda pública.387
Como miembros de los ayuntamientos, desde 1766,388 los procuradores síndicos personeros del común fueron encargados, en general,
de vigilar el cumplimiento de los reales decretos de 19 de septiembre
de 1798: promover las enajenaciones, excitar a las justicias al cumplimiento de las tareas que derivasen en las mismas y recurrir ante la
autoridad provincial y central por cualquier tipo de irregularidad.
Como hemos adelantado, la enajenación voluntaria de la
propiedad puramente eclesiástica –capellanías y demás fundaciones eclesiásticas– se dejó en manos de la jurisdicción eclesiástica.
Sin embargo, la venta forzosa de buena parte de la propiedad de la
Iglesia aprobada en 1805 y 1807 se encomendó a jueces específicos,
llamados jueces ejecutores o comisionados reales, que nombraba el
rey a propuesta de la Comisión Gubernativa. Se les dotó de competencia exclusiva sobre otras justicias ordinarias, tribunales y,
sobre todo, intendentes, con lo que, en estos casos, se eliminaba la
autoridad provincial intermedia. Dichos jueces ejecutores se dividían por departamentos y, dentro de ellos, nombraban a subdelegados de distrito, preferiblemente entre las autoridades con jurisdicción ordinaria en los correspondientes territorios.
Las justicias locales se ayudaban de los escribanos en todas
las actuaciones requeridas por la normativa desamortizadora. En
primer lugar, y de manera fundamental para el buen fin de las ventas, debían facilitar todos los datos que constasen en sus oficios
para la confección de las relaciones de fincas enajenables, que no
debían ser pocos, puesto que diversas disposiciones habían ido
ordenándoles el registro de las vinculaciones y amortizaciones de
la propiedad.389 Las subastas se ejecutaban por las justicias ante los
387
En la Secretaría de Gobierno del Consejo de Castilla se siguió un expediente remitido por la Comisión Gubernativa sobre la utilización de fondos de
amortización por las justicias locales. A.H.N., Consejos, libro 2.689.
388
Real resolución de 5 de mayo de 1766. Nov. Rec., 7, 18, 1.
389
La pragmática de 31 de enero de 1768 ordenó el establecimiento de oficios de hipotecas en todas las cabezas de partido o jurisdicciones que señalasen
4. La ejecución
161
escribanos de número de los pueblos en cuyos oficios estuviesen
situadas las fundaciones cuyos bienes se enajenasen, aunque, si se
hallaban en un territorio distinto, el juez tenía libertad para nombrar al escribano más a propósito, en cuyo caso las actuaciones se
llevarían a cabo mediante despachos hasta el remate, que debía
celebrarse en el pueblo de las susodichas fundaciones. En cuanto a
las propiedades puramente eclesiásticas ordenadas enajenar en
1805 y 1807, los jueces ejecutores podían elegir a los escribanos,
preferentemente entre los notarios del reino, que debían participar
en la tasación del valor de los bienes, y, si no lo hacían, para la
subasta se nombraría escribano entre los de número del pueblo
donde se celebrase. Por fin, los escribanos otorgaban las correspondientes escrituras de venta, títulos de propiedad para los compradores, que quedaban registrados en las contadurías de hipotecas del
correspondiente partido en el plazo máximo de nueve días.390
las chancillerías y audiencias, que quedarían a cargo del escribano más antiguo del
Ayuntamiento. En ellos debían registrarse todos los gravámenes o hipotecas de los
inmuebles, entre los que se incluían las escrituras de mayorazgo y obras pías. Por
real cédula de 10 de marzo de 1778 el registro se extendió a las donaciones piadosas
de bienes inmuebles (Nov. Rec., 10, 16, 3 y 4). En 1780, cuando se ordenó la imposición en la renta del tabaco de todos los capitales existentes en depósitos públicos destinados a mayorazgos, vínculos, patronatos y obras pías, se ordenó la toma de razón
de las correspondientes escrituras de censo en las contadurías de hipotecas (Nov.
Rec., 10, 15, 25). En 1789 (real cédula de 14 de mayo) se prohibió la libre fundación de
mayorazgos y en 1796 (real resolución de 20 de febrero) de capellanías y otras fundaciones perpetuas (Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 29-30; Nov. Rec., 1,
12, 6). En esta línea de limitación y control de la propiedad vinculada y amortizada,
en 1795, cuando se estableció una contribución del quince por ciento sobre las fundaciones de mayorazgos y adquisiciones de manos muertas, se ordenó el registro de
dichas fundaciones y adquisiciones en las contadurías del ejército de las provincias
y en las cabezas de partido, al tiempo del pago, bajo pena de nulidad (reales cédulas
de 24 de agosto de 1795. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libro 6.012). Para fortalecer dicha obligación, por real cédula de 17 de diciembre de
1798, se mandó a los escribanos enviar a los intendentes copias de todas las escrituras de fundaciones hechas ante ellos, bajo pena de privación de oficio (Suplemento a
la Colección…, II, op. cit., pp. 138-139). Vid. supra, capítulo 3, nota 292. Vid. FIESTAS
LOZA, Alicia, «La protección registral de los compradores de bienes eclesiásticos
desamortizados (1863-1869)», en A.H.D.E., 53, 1983, pp. 333-363.
390
Vid. supra capítulo 3, apartado 3. 1. 2, nota 259.
162
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Aparte de las autoridades provinciales y locales, la Administración central de la deuda pública se valió de comisionados que
nombró en las ciudades y pueblos más importantes del reino.391 Su
encargo principal era la percepción de todas las cantidades que
derivasen de los arbitrios aplicados a la deuda pública, entre ellos,
los productos de las enajenaciones de los bienes raíces afectados
por la normativa desamortizadora. A la cabeza de estos comisarios
estaba el de Madrid, al que debía acudirse ante la inexistencia de
postores en las subastas, para que se adoptasen las medidas oportunas, y también cuando las posturas en metálico no alcanzasen el
valor de los bienes, para cubrir el desfalco en las escrituras de
imposición que debían entregarse a los antiguos poseedores.
A todas las autoridades intervinientes, en sentido amplio, en
la ejecución de la normativa desamortizadora (intendentes, justicias, escribanos, comisionados, oficiales de juzgado, tasadores,
administradores, otros empleados y representantes de los cuerpos
o personas propietarias de los bienes enajenables) se les prohibió,
desde 1800 expresamente, como respuesta a los abusos denunciados, concurrir, mediante posturas, a las subastas en las que interviniesen, bajo pena de nulidad.392 En 1807 dicha prohibición se extendió a sus ascendientes, descendientes y hermanos.393
Otro aspecto interesante y conflictivo fue el pago del trabajo
de dichas autoridades, a través del cual se pretendió activar las
Vid. un listado de los comisionados en 1803 en el apéndice documental
3. 1. Vid. instrucciones de 25 de diciembre de 1805 y 22 de octubre de 1807. A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. También debieron
establecerse juntas de consolidación de vales en las capitales de provincia, como
es el caso de Oviedo, cuya existencia conocemos por las relaciones que mantuvo
con la Diputación General del Principado de Asturias. Vid. sesión de 7 de abril de
1800. A.H.A., Junta General, libro 122.
392
Así se recuerda en la real orden de 8 de agosto de 1800. Por su parte, por
circular de 10 de diciembre de 1803 se prohibió el embargo de los bienes propios
de autoridades ocupadas de la deuda pública hasta que se separasen los propios
de su comisión. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012; Consejos, libro 2.688.
393
Real cédula de 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
391
4. La ejecución
163
enajenaciones. Por las diligencias efectuadas en las tasaciones y
subastas, los jueces y escribanos no cobraban derechos específicos,
porque se entendía que actuaban de oficio, a costa de su salario. No
obstante, a los jueces se les reconocieron distintas gratificaciones. Y
los escribanos cobraban la mitad de los derechos que los compradores debían pagar por los remates, fijados en aranceles, y los
correspondientes a las copias originales de las escrituras de venta.
A cuenta de la Caja de Amortización quedaron las retribuciones de los peritos intervinientes en las tasaciones de los bienes. No
obstante, la instrucción adicional aprobada en diciembre de 1799 y
luego el reglamento de octubre de 1800 ordenaron que cada perito
fuese pagado por la parte que le hubiese nombrado (comisionado
de la Caja de Amortización, representante de la fundación benéfica o piadosa o autoridad eclesiástica en el caso de las fundaciones
puramente eclesiásticas),394 de forma conjunta en caso de discordia
(para lo que estaba previsto que el juez nombrase a un tercer perito), siempre que la venta se ejecutase.395 La misma división, por
parte causante, se hacía respecto de otros gastos ocasionados por
pretensiones particulares.
En cuanto a los gastos de oficio se establecieron unas reglas
en las que el pago iba a depender, en general, del precio de la venta
ejecutada. Para su determinación debían seguirse los aranceles del
Consejo y, en su defecto, la práctica seguida por costumbre en los
A la Comisión de Consolidación llegó un expediente abierto por Antonio José Vigil de Quiñones sobre el pago de la tasa hecha por el marqués de Casapabón para la venta de una casa de su vínculo, en Sigüenza (1803). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
395
Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 y reglamento de 21 de
octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012. El 28 de mayo de 1800 la Comisión Gubernativa resolvió negativamente en
un conflicto planteado en La Coruña por el pago de los salarios de unos peritos,
Benito Figuerro y Joseph Antonio Varela, que habían actuado en una venta finalmente no ejecutada. Por su parte, el 18 de junio de ese mismo año se comunicó al
intendente con jurisdicción en dicha provincia que los salarios de los peritos nombrados para la tasación de unas fincas de varias capellanías de la iglesia colegiata
de la ciudad debían abonarse por el cabildo. A.H.N., Clero, legajo 1.490/5.
394
164
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
correspondientes pueblos. Así, los compradores abonarían los gastos
cuando la cantidad del remate fuese igual o menor al del valor tasado
y dichos gastos (en 1799 se preveía el abono por la Caja si las sumas
coincidían), y los vendedores cuando superase ambas cantidades. De
todos modos, se previó la aprobación de un tanto por ciento del capital de las ventas con el que compensar a los ejecutores de las mismas.
En marzo de 1801 se ordenó el pago del uno por ciento de los remates
aprobados a los intendentes o comisionados, aparte de lo que debían
abonar los compradores y vendedores. A sus asesores se les daría un
medio por ciento y a los jueces o subcomisionados otro medio. Esa
cantidad se reducía a la mitad si el remate se ejecutaba en vales.396
Las previsiones variaron con la desamortización de los bienes
puramente eclesiásticos aprobada en 1805 y reformada en 1807. De
nuevo, cada parte pagaría los gastos que causase. Las retribuciones
de los peritos serían también abonadas por la Caja, ahora con el
límite de la tercera parte de su importe mientras no se ejecutase plenamente la venta. Por su parte, los escribanos ya no se regirían en
el cobro de sus derechos por los aranceles, sino por las disposiciones dictadas por la Comisión Gubernativa.397 Los jueces, comisionados y otros delegados encargados de las enajenaciones ya tenían
asignados premios equivalentes a un tanto por ciento del producto
de la venta.398 Y se les prohibió, bajo pena de pérdida de su comisión, la percepción de otras cantidades.
Reales órdenes de 22 de marzo, 25 de agosto y 10 de septiembre de 1801.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; REGUERA
VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias relativas a vales reales…, op. cit.
397
En el mismo sentido, por real orden de 21 de febrero de 1801, se estableció una retribución máxima de dieciséis reales para los asesores que nombrasen
los intendentes para la aprobación de los remates. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
398
Según la normativa de 1807 (real cédula de 21 de febrero), los comisionados tenían dietas y ayudas de costa señaladas por la Comisión Gubernativa,
aparte del tanto por ciento sobre el importe de los remates. En cuanto a los jueces
subdelegados, ese premio era de un uno por ciento si las ventas de ejecutaban en
metálico y de un medio por ciento en caso de entrega de vales. A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
396
4. La ejecución
165
4.2. Apuntes sobre las ventas
Como hemos adelantado, en general, la sociedad no respondió como desde la corte se requería a las primeras medidas desamortizadoras. Los esfuerzos de los sucesivos órganos centrales
encargados de la deuda pública para activar las enajenaciones forzosas fueron continuos. Y la resistencia la encontraron no solo por
parte de los distintos estamentos sociales, sino también de las propias autoridades locales encargadas de llevarlas a cabo.
4.2.1. Las dificultades
La abundante normativa que se fue dictando y los expedientes abiertos en los órganos de dirección y ejecución399 permiten
conocer algunos de los problemas que, en la práctica, presentó la
aplicación de la primera desamortización.
Las disposiciones encaminadas a activar las ventas fueron
continuas, desde 1798 hasta 1808, dirigidas a las autoridades reales
y eclesiásticas que debían ejecutarlas.400 El objetivo era, sin duda,
conseguir la pronta enajenación de todas las propiedades de los
establecimientos piadosos. Luego, de los hospitalarios, ordenada
399
En el A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
5.838, se custodia un registro de expedientes abiertos en la Comisión de Consolidación sobre las enajenaciones llevadas a cabo de 1803 a 1807.
400
Las múltiples y continuas reales órdenes y circulares dirigidas a los
intendentes, comisionados, jueces, eclesiásticos, etcétera, para promover las enajenaciones, pueden consultarse en A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libros 6.012 y 6.013; Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5;
Biblioteca de la R.A.H., 4/175; REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit.; MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. Entre ellas destacaremos las circulares de 28 de diciembre de 1798 (reales órdenes de 17 y 18) y 29 de
noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Por su parte, la real cédula de 12 de
enero de 1799, que creaba la Junta Suprema, afirmaba que se estaba procediendo
a la enajenación en todas las provincias, pero que hacía falta «precaver qualesquiera dificultades capaces de retardar el feliz éxito de unas operaciones de cuyo
pronto logro depende, por varios respetos, la felicidad de la Monarquía».
166
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
en 1805.401 Y, por fin, de las puramente eclesiásticas. Las demoras y
resistencias se debieron a múltiples causas. Así, para empezar,
hubo muchos problemas en el acopio de información sobre las propiedades enajenables, ordenado por la normativa de 1799 y 1800,
no solo por las resistencias que mostraban los eclesiásticos que
debían facilitarlas,402 sino también por las achacables a las justicias
y demás autoridades locales.403 Los conflictos entre los empleados
Real orden de 30 de septiembre de 1805. Recuérdese que el reglamento
de 21 de octubre de 1800 había vuelto al orden de prelación de ventas establecido
en la instrucción de 29 de enero de 1799, después de la suspensión temporal recogida en la instrucción adicional de 27 de diciembre. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 1. 1.
HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 850, afirma que entonces ya quedaban pocas propiedades pertenecientes a obras piadosas, pero parece que la orden
de venta de las propias de los establecimientos hospitalarios se debió a las premuras económicas por las que atravesaba entonces la Real Hacienda.
402
Por ejemplo, ya a principios del siglo XIX, se denunció ante el Consejo,
por el propio obispo de Valladolid, la resistencia de los cofrades del hospital de
Santa María de Esgueva a dar razón de sus obras pías aplicadas al socorro de
enfermos (A.H.N., Consejos suprimidos, libro 2.688). En el mismo sentido,
Manuel de Albea y Juan Pedro Subielas denunciaron en 1803 que el mayordomo
de la fábrica de la iglesia parroquial de Montilla, en Córdoba, se resistía a entregar las relaciones de las fincas que administraba (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838).
403
La circular de 29 de noviembre de 1799, con las reales órdenes del día 18,
hablaba de «los obstáculos que puedan oponerse a su logro, estrechando particularmente a las justicias y dándoles a conocer que incurrirán en real desagrado siempre
que no procedan con la actividad y pureza correspondiente», y afirmaba que «una
de las causas que han impedido el que se verificasen, en esta parte, las soberanas
intenciones de Su Majestad han sido las competencias que han movido las justicias
seculares a la jurisdicción eclesiástica», por lo que mandaba «se excite a las justicias
el exacto desempeño de sus obligaciones, en particular, haciéndolas responsables de
qualquiera morosidad». El 14 de diciembre de 1799 el intendente de La Coruña
advirtió a las justicias locales que no informaban sobre los bienes enajenables que
nombraría comisionados que supliesen su trabajo, a costa de los mismos jueces. Por
real orden de 18 de diciembre de 1800 la Comisión Gubernativa incidió en los apremios que debían ordenarse contra las justicias que se resistiesen a la formación de
las correspondientes relaciones de propiedades desamortizables, como era el caso
del juez de Allariz, denunciado por el comisionado en Orense, Fernando Rey.
A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1940/5.
401
4. La ejecución
167
públicos encargados de la ejecución fueron constantes, sobre todo
entre las justicias locales y los intendentes provinciales, normalmente cuando los segundos ejercían sus funciones de control sobre
los primeros.404 También hubo intendentes, aunque menos, denunciados por no cumplir su cometido.405 Y fueron frecuentes los
enfrentamientos entre las autoridades reales y las eclesiásticas.406
De hecho, los recursos sobre el incumplimiento de la normativa
desamortizadora nunca cesaron.407
Por su parte, fueron muchas las solicitudes de suspensiones
y exenciones de ventas, sobre todo de hospitales,408 tanto que en
Así, el alcalde ordinario de Ciruelas de Guadalajara recurrió contra el
intendente por lo que consideraba un agravio en la subasta de los bienes de la
Hermandad de San Bartolomé (1803). El corregidor de Hita, también en Guadalajara, se quejó porque el intendente le había privado del conocimiento del expediente sobre la enajenación de las fincas de la memoria de Juan de Herrera Campuzano (1805). Por su lado, el alcalde mayor de Antequera, en Málaga, solicitó el
levantamiento de los apercibimientos que se le habían hecho por el modo de ejecutar las enajenaciones (1804). Y el alcalde mayor de Granada acusó al intendente de interrumpir los expedientes de subasta y al escribano de retenerlos en su oficio con «mañosidad» (1805-1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 5.838.
405
Los comisionados de Consolidación de Alicante denunciaron la suspensión de varios expedientes en la Intendencia (1805); y el comisionado de Consolidación de Almería achacó al intendente de Granada la desconfianza de los vecinos en la seguridad de las ventas de las fincas de las obras pías (1805). A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
406
Así, el Cabildo de Jaén insistió en que las justicias, intendentes, corregidores y comisionados regios se atuviesen a las relaciones de bienes dadas y en que
cada uno entendiese de las enajenaciones que les correspondían (1806). A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
407
En 1803 Manuel Ruiz Conejo denunció la inobservancia y lentitud de
las enajenaciones en Cabra, Córdoba, lo mismo que el abogado Manuel de Aliaga
acusó de tal incumplimiento al corregidor de Lérida. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
408
Así, en 1803, solicitaron suspensiones y exenciones de ventas a la Comisión de Consolidación los administradores de los hospitales de Santa Ana y San
Julián de Málaga, y de la capilla y colegio de San Severo de Barcelona, y Ciudad
Rodrigo respecto de las fincas correspondientes a las iglesias de su diócesis. En el
mismo sentido, en 1804, los patronos del Estudio de Gramática de Peñafiel, en Lan404
168
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
1802 la Comisión Gubernativa ordenó a los intendentes reclamar a
las justicias de su jurisdicción todos los expedientes de enajenación
en los que se hubiesen declarado exenciones sin su aprobación,
para que las revisasen y, en su caso, procediesen a las correspondientes ventas, todo para evitar la arbitrariedad con la que actuaban algunos jueces.409
Tuvieron que dictarse normas para evitar algunos fraudes
que se producían y se denunciaban en la ejecución de las ventas.
gayo, Valladolid; el abogado Andrés Ibarra respecto de las fincas de una obra pía
situada en Valencia; la Hermandad de la Caridad de Lucena para la casa de expósitos que administraba; y Juan Fernández Calienes, de Oviedo, respecto de las fincas
de José González Reconco. Por su parte, un alcalde mayor de Granada dudaba de si
debía enajenar las fincas del hospital de San Juan de Dios, que estaban exentos (vid.
supra, capítulo 3, nota 230). En 1805, solicitó tal exención el convento de San Francisco de Jaén para una finca vinculada por el cardenal Baltasar Moscoso; y José del
Camino Hevia, vecino de Siero (Asturias), para las fincas de la escuela fundada en la
parroquia de Valdesoto. Por su parte, Salamanca representó sobre los perjuicios que
suponía a la ciudad la venta de los bienes del hospital general de la Santísima Trinidad, pero se ordenó proseguir con dicha enajenación (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838). En 1806, el convento del Carmen de Barcelona pidió la suspensión de la venta de una finca rústica como obra pía (FONTANA, Josep., La quiebra de la Monarquía absoluta…, op. cit., p. 157). El mismo año, Santiago pidió la exención de los bienes del hospital principal de dicha ciudad (A.H.N.,
Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5). Por las mismas fechas, el intendente
de Murcia consultaba al Consejo de Castilla sobre la enajenación o exención de las
fincas propias de las capellanías del coro de la iglesia de San Bartolomé fundadas por
Domingo Ferro (A.H.N., Consejos, libro 2.689). Por su parte, los regidores de la casa
de huérfanos de Zaragoza pidieron que sus bienes se excluyesen de la enajenación
forzosa. El cabildo de la catedral de Oviedo solicitó la suspensión de la venta de los
hospitales de San Juan, Santiago y Convalecencia. Juan Barrán, presbítero de dicha
catedral, pidió la exención de las fincas del hospital de Santa Marina de Villallana, en
Lena. Y el presbítero Manuel Pérez Ruiz logró la suspensión de la enajenación de los
bienes vinculados por Teresa Poxo. Por su lado, Antonio Salcedo exigió la exención
de las fincas de una capellanía situada en Guadix. Y Salamanca pidió que el hospital
de la Santísima Trinidad siguiese percibiendo todas las rentas de sus bienes, que aún
no se habían enajenado. En 1807 Antonio Roca y Pertusa, administrador de un colegio de enseñanza de niñas en Valencia, reclamó la exención para sus fincas (A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838).
409
Real orden de 15 de marzo de 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1940/5.
4. La ejecución
169
Así, para que las autoridades competentes en la materia no participasen en las subastas.410 Por su parte, la extendida práctica de
pagar en vales las posturas hechas en metálico, que, como sabemos, eran preferidas a aquellas, tuvo que ser prohibida expresamente.411 En este sentido, también hubo denuncias por los bajos
precios a los que se vendían algunas fincas.412 E hizo falta que se
declarase expresamente la nulidad de las ventas privadas –bajo
pena de privación de oficio al escribano que otorgase la correspondiente escritura– que se hicieran de los bienes afectados por la
desamortización, al ser «repetidas las transgresiones que ocurren
de esta naturaleza, con grave perjuicio de los fondos de consolidación». Y es que la Iglesia, desde un principio, intentó vender sus
propiedades antes de que fuesen desamortizadas.413 Incluso la
Comisión Gubernativa se arrogó la competencia para autorizar
Real orden de 8 de agosto de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
411
Reales órdenes de 26 de octubre de 1799 y 17 de enero de 1800. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias relativas a vales
reales…, op. cit.; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
6.012. En 1807 se abrió en la Comisión de Consolidación un expediente promovido por el intendente de Jaén sobre la pretensión de Joaquín de Torres y Camacho
de pagar con vales una parte del precio en metálico ofrecido para la compra de
varias fincas. Parecidos problemas planteó el convento de religiosas franciscanas
de Santa Clara, de Guadalajara, al querer pagar con vales fincas adquiridas con
posturas en metálico. Por su lado, Antonio Andrade Enrique solicitó la admisión
de vales para el pago de las fincas de la obra pía del arcediano Rodrigo Pérez,
situadas en Casar, Cáceres (1803). Y varios vecinos de Almoradiel denunciaron a
Vicente Martínez, a cuyo favor se había rematado una casa, por querer pagar en
vales lo ofrecido en dinero (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 5.838.
412
Así lo denunció Antonio Martín respecto de una huerta perteneciente a
una capellanía, situada en Toledo, pagada en vales reales (1806). A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
413
Así, en 1805, la abadesa del monasterio de Las Dueñas de Sevilla solicitó licencia para enajenar algunas fincas que le pertenecían; y lo mismo hizo el convento de Santa Ana, en Montilla, y, en 1806, el monasterio de San Gerónimo, en
San Juan de Barrameda. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
410
170
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
cualquier venta que intentasen los establecimientos benéficos y
piadosos e incluso los cuerpos y personas eclesiásticas, porque
confundían los bienes afectados por la desamortización con los
propiamente eclesiásticos excluidos de la misma, para proceder a
su enajenación.414 La misma nulidad se declaró para las hipotecas
impuestas sobre dichas propiedades previas a las ventas forzosas,
porque dichas cargas se comprendían en el concepto de enajenaciones prohibidas.415 Al contrario, también abundaron las solicitudes particulares para que se ejecutasen las enajenaciones de las
propiedades seudo y eclesiásticas, incluidas las promovidas por
los poseedores de las mismas.416
Por su lado, hubo protestas por parte de los compradores
que se encontraron con que las fincas adquiridas medían menos de
lo que indicaban los anuncios de subasta, pero la Comisión Gubernativa precisó que tal extremo tenía solo carácter explicativo, por
ser la venta ad corpus et non ad mensuram, a no ser que se establecie-
Reales órdenes de 12 de mayo y 21 de diciembre de 1804. Reales Órdenes
comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, op. cit.; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
415
La real orden de 12 de noviembre de 1803 declaró, así, la nulidad de las
daciones a censo o tributo. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.012. A comienzos del siglo XIX se abrió en el Consejo de Castilla un expediente promovido por los hermanos mayores de una hermandad de
ánimas de la iglesia parroquial de la villa de Monda contra el alcalde mayor, que
impedía el arriendo de varias de sus fincas. A.H.N., Consejos, libro 2.688.
416
Antonio Cararas-Altas pedía que se le vendiese una porción del patio
que lindaba con su casa perteneciente al hospital de San Gerónimo, en Almargo
(1803); Antonio Orejudo que se sacasen a subasta las tierras de Nuestra Señora de
la Concepción, en Aravaca, Madrid (1803); Antonio García Acosta daba noticia de
que las fincas del hospital de Sigüenza, Medinaceli y Atienza, lo mismo que las
propias de las obras pías de la diócesis, estaban sin enajenar (1805); Alejandro
Ventura de Angulo, de Vallecas, pretendía se le prefiriese en el remate de las fincas que poseía del Patronato Real de Legos fundado por Gabriel Verdugo (1805);
Alonso Riarola, teniente de la villa de Utrera, en Sevilla, pedía la enajenación de
las fincas de la fundación de Francisco Javier de León, las demás «no espiritualizadas» y las del hospital del Amor de Dios (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
414
4. La ejecución
171
se otra cosa en las condiciones del remate.417 Algunos pretendieron
modificar el precio de la tasa.418 Y otros reclamaron la nulidad del
remate y la devolución del precio pagado, por distintas causas.419
También fueron frecuentes las solicitudes para aplazar el pago del
precio.420
Los compradores también protestaron por la falta de entrega
de los títulos de propiedad de los bienes adquiridos.421 Como
Real orden de 15 de octubre de 1806. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
418
Así, Antonio Cañedo representó sobre los perjuicios sufridos en las fincas compradas pertenecientes a la obra pía de Leandro Muñoz de la Vega como
consecuencia de la crecida del río Lena (Asturias), de modo que había cambiado
su valor de tasación (1804-1805). Andrés Merino, de Madrid, pidió un nuevo aprecio de las fincas de una capellanía rematadas a su favor, por considerar el precio
excesivo (1805). Y Juan Javier Castillo, de Alcalá de Henares, reclamó la nulidad
del remate de varias propiedades de memorias pías, después de que los patronos
y administradores se hubiesen quedado con las mejoras, lo que había reducido a
la mitad su precio. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libro 5.838.
419
Por ejemplo, «José Siclusa y Compañía» pidió la cantidad entregada por
la compra de una casa en La Trapería de la obra pía de José Antonio Salván que,
finalmente, no se había llevado a cabo (1803). José Antonio Mañas y Pedro González Soto, vecinos de Ejea, hicieron lo mismo (1805). Y Benito Alonso solicitó la
devolución del precio pagado por unas fincas de la cofradía de San Juan Bautista,
en Manzanas, León, y que se volviese a sacar a remate (1803). Por su parte, Antonio Garrido pidió que se le exonerase de la postura hecha para la compra de una
huerta del convento de religiosos trinitarios descalzos de Úbeda, Jaén (1804).
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
420
Así lo solicitaron Antonio Altozano, de Viso del Marqués, de La Mancha (1803); Alfonso de Guevara, de Lorca (1804); Antonio Berjano, de Mérida
(1804), José Fernández, de Casabermeja, en Málaga, y Engracia López y Manuel
del Olmo, de Ávila (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 5.838. La normativa permitía el pago aplazado, pero con unos
estrictos requisitos: aprobación del intendente, período máximo de dos años,
«personas abonadas», «proposiciones ventajosas», fianza suficiente en el concepto de las justicias y comisionados, entrega de la cuarta parte del valor y pago de
intereses del tres por ciento. Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 2. 1.
421
Así, ante la Comisión Gubernativa, reclamaron los títulos de propiedad
o las escrituras de venta, entre otros, Antonio Vicente de Moncada, de Valladolid;
417
172
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
hemos adelantado, la normativa llegó a admitir que las escrituras
de venta sustituyesen a aquellos, y también se ordenó la suspensión del cobro de los correspondientes intereses procedentes del
capital impuesto hasta su efectiva entrega.422 La falta de títulos
planteaba, además, problemas derivados de la posible consideración de los bienes enajenables como mostrencos o vacantes, que
tenían su propia administración y aplicación de sus productos.423
Lo que ocurría en ocasiones es que, ejecutadas las ventas, algunas
personas interesadas –como eran los propios poseedores de los
bienes desamortizables o aquellos en quienes no hubiese recaído el
remate por mejores posturas– denunciaban la naturaleza mostrenca de los bienes, con lo que, además, recibían, como delatores, la
tercera parte de su valor. Como esta práctica se consideró abusiva,
el Consejo de Castilla resolvió no suspender, en ningún caso,
las enajenaciones de bienes desamortizables, y, en el supuesto de
que los bienes resultaren mostrencos, la Caja de Consolidación
pagaría los intereses procedentes de su capital a la administración
mostrenca, en castigo, de nuevo, a los representantes de los establecimientos benéficos o piadosos que no hubiesen justificado los títulos de propiedad. Y, en todo caso, se negaba cualquier recompensa
a los posibles delatores porque, como era obligada la presentación
de dichos títulos, la jurisdicción mostrenca podía actuar de oficio.424
Algunos tuvieron que reclamar la entrega efectiva de las propiedades compradas.425 También denunciaron otros compradores
el cura de Palomas, en León (1803); y Fernando Álvarez y Mon, de Oviedo (1806).
Por su parte, el intendente de Granada consideraba que debía admitirse cualquier
tipo de título de posesión (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 5.838.
422
Real orden de 13 de abril de 1802. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
423
Real cédula de 6 de diciembre de 1785 e instrucción de 26 de agosto de
1786. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 563-565; Nov. Rec., 10, 22, 6.
424
Vid. el expediente abierto por este motivo en la Secretaría de Gobierno
del Consejo de Castilla en septiembre de 1805. A.H.N., Consejos, libro 2.689 y
legajo 2.980.
425
Así, José de Vargas y Tello, de Córdoba, se quejaba de que, a pesar de
haber hecho postura para comprar las casas de la capellanía fundada por Miguel
4. La ejecución
173
las molestias que se les ocasionaban en la pacífica posesión de las
propiedades adquiridas, extremo contra el que se pronuncia constantemente la normativa real, que, además, recuerda el expreso
compromiso de la Iglesia de respetar a los nuevos propietarios.426
Del mismo modo que los compradores reclamaron sus títulos de propiedad, los «vendedores» –en realidad, antiguos poseedores– exigieron las escrituras de imposición con las que poder
reclamar el pago del producto de su nueva propiedad mobiliaria.
Y también el correspondiente pago.427
4.2.2. La oposición
Estas dificultades, y más que se dieron, no dejan de ser manifestaciones de un ambiente generalizado de rechazo y desconfian-
Maldonado, no se celebraba remate por la oposición del ecónomo general de las
capellanías vacantes (1805). Juan Apolinario Fernández, de Córdoba, pedía la desocupación de la casa que había comprado o la devolución del precio del remate
depositado en la Caja de Consolidación (1805). Y Gaspar José García, escribano
mayor de rentas de la Intendencia de Galicia, solicitaba a las autoridades la entrega de las llaves de la casa comprada en La Coruña (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
426
Vid. supra, capítulo 3, notas 256, 257 y 258. Se quejan por tales molestias,
en 1803, Antonio Payatos, de Granada, y Antonio García, de Córdoba; y, en 1806,
Ignacio Flórez Arango, de Grado (Asturias). Por su parte, Antonio González
Tebra, camarista de Castilla, denunció al cura de Almazcara, en El Bierzo, porque
excitaba a sus feligreses a que le pagasen las rentas de las fincas que aquel había
comprado (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
5.838.
427
En este sentido, reclamaron la correspondiente escritura de imposición,
entre otros, el administrador de los bienes del hospital de San Juan Bautista, de
Toledo, y Antonio Herraiz y Cuesta por los vínculos vendidos que poseía en
Extremadura, además de reclamar el premio de la octava parte (1804). Por su
parte, solicitaron el pago de los correspondientes capitales, entre otros, Ambrosio
Arias, capellán del Santo Ecce Homo, de Sanabria, Valladolid (1803), los administradores de las obras pías del marqués del Bosque, de Alicante (1803), el alcalde y
oficiales de una cofradía de ánimas de Trujillo (1804), y el cura párroco de Benatae, en Murcia (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libro 5.838.
174
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
za ante la novedosa normativa desamortizadora. La Iglesia fue,
obviamente, la primera en tomar medidas contra lo que consideraba una vulneración manifiesta de sus derechos como propietaria,
no solo porque disfrutase de buena parte de los bienes propios de
fundaciones benéficas y piadosas, sino porque, desde un principio,
temió la extensión de la desamortización a la propiedad puramente eclesiástica, finalmente aprobada en 1805 y 1807.428 Como afirmaba Godoy, «en el transcurso del reinado se han protegido más las
luces de lo que esta clase habría querido y amás de esto se ha tocado a sus riquezas para acudir a las urgencias del Estado y sostener
la carga de la deuda pública, y aunque esto no se ha hecho sino por
concesiones pontificias, el clero se ha temido que, levantada ya una
vez la tapa de sus tesoros, vayan biniendo a menos cada día. Del
clero pende mucha gente y su influencia es poderosa».429 Ya en
1801, ante la denuncia de un cura párroco, que consideraba que la
desamortización era un exceso de la potestad real que vulneraba la
voluntad del pontífice, que había condenado las enajenaciones
aprobadas desde la revolución francesa, se advirtió que la exención
de dicha propiedad eclesiástica subsistía solo «por un efecto de la
piedad y justa consideración con que el Rey nuestro señor ha mirado en todos tiempos al estado eclesiástico».430
En este contexto, los eclesiásticos tomaron todas las medidas
posibles para la protección de sus bienes, como hemos visto, a través de la resistencia a proporcionar información sobre los mismos,
las peticiones de suspensiones y exenciones de ventas, la ejecución
de enajenaciones privadas, etcétera. Una vez hechas las ventas,
Como afirma Herr, «no es difícil imaginar que fueron contados los prelados que aceptaron con presteza la real incitación de 1798 de proceder a la desamortización». HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 174. Vid. también FONTANA,
Josep, La quiebra de la Monarquía absoluta…, op. cit., pp. 151-158; MORGADO GARCÍA, Arturo, «La crisis de la Iglesia gaditana en el reinado de Carlos IV (1788-1808)»,
en La España de Carlos IV, Tabapress, Madrid, 1991, pp. 115-123.
429
GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 370.
430
Circular de 27 de abril de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012.
428
4. La ejecución
175
también hubo, claro, oposición y resistencia a las mismas.431 Algunos pretendieron quedarse con los capitales.432 Otros exigieron que
estos fuesen suficientes.433 Y también se opuso la Iglesia a la redención de censos.434 Todo esto en general, e independientemente de
que algunos cuerpos y personas eclesiásticas aprovecharan la ocasión para sanear las cuentas de sus propiedades, que, efectivamente, en algunos casos, eran más rentables convertidas en mobiliarias
e impuestas en la Real Hacienda.435 También compraron los ecleA comienzos del siglo XIX Francisco González denunció ante el Consejo de Castilla lo que él consideraba un exceso en las facultades de los regidores
pedáneos de Zorita en la enajenación de tres fincas de varias cofradías (A.H.N.,
Consejos suprimidos, libro 2.689).
432
Así, el convento de Santa Clara, en Oviedo, solicitó que se declarase que
no estaba obligado a imponer en la Caja de Amortización los capitales procedentes de la venta de sus hospitales. Y lo mismo el hospital general de Resurrección
de Valladolid (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
libro 5.838.
433
Así lo pide Alonso Ramírez respecto de las fincas de su capellanía,
situadas en Lucena, Córdoba: si no se exceptuaban de la enajenación, se vendiesen en lo suficiente para producir una renta de determinado valor (1806). A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
434
Así lo manifiestan la abadesa y religiosas del convento de la Concepción, de Córdoba, contra el intendente, al que pedían la suspensión de la redención de un censo ofrecida por Francisco Romero y Francisco Rafael Balbueno
(A.H.N., Consejos, libro 2.688). Y lo mismo el monasterio de Santa María de Guadalupe, en Extremadura, que representó sobre la redención de censos contra
varios «vecinos de puebla» (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 5.838).
435
En este sentido, MARCOS MARTÍN, Alberto, «La desamortización de
Godoy en la provincia de Palencia (1798-1808)», op. cit., pp. 345-346, llega a afirmar que la primera desamortización beneficiaba a la Iglesia, que por ello no se
opuso, ya que los establecimientos afectados habían comenzado a «autodesamortizarse» porque les era más rentable la imposición de sus capitales y la obtención
de intereses: «Con ello el antiguo propietario obtenía una renta neta en dinero
contante y sonante, sin que tuviera que detraer de ella una parte para gastos de
reproducción o administración. El procedimiento era, pues, muy semejante al
seguido en el caso de los censos, préstamos hipotecarios en los que las instituciones eclesiásticas venían colocando de forma preferente sus capitales […]. De este
modo la desamortización de Godoy no hacía más que generalizar unos comportamientos que venían ya practicando voluntariamente las instituciones afectadas.
431
176
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
siásticos bienes desamortizados para adquirirlos en plena propiedad.436
Dicha Iglesia influyó en la opinión del resto de estamentos
sociales, sobre todo en el pueblo llano y, en concreto, en los campesinos, para lo cual utilizó todo tipo de argumentos. Así, según relata
Godoy, durante la crisis de 1804, que trajo tanta hambre y enfermedad, algunos eclesiásticos difundieron la idea de que «todos aquellos
males eran obra de la cólera divina por la invasión que se había hecho
sobre los bienes de las obras pías y fundaciones eclesiásticas»,
de modo que «nadie quería comprar en aquellos tristes días los bienes de memorias: los unos por temores de conciencia, los otros por
temor de los puñales».437 Por su parte, Soler se quejaba de que «la
venta de las fincas de memorias y mayorazgos se entorpeció […] por
las cavilosidades de la mala fe y por los ardiles y maquinaciones del
Estas, por tanto, difícilmente podían oponerse a unas medidas que aseguraban la
percepción de una renta a través del crédito del Estado». Vid. en parecido sentido,
pero más acertado, HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit.: «La desamortización, sin embargo, fue un proyecto singular, pues dividió a la oposición. Aunque
causó malestar en gran parte del clero, resultó tentador para los seglares con capital acumulado, fuera cual fuera el tamaño de su peculio. Incluso los clérigos
pudientes fueron susceptibles a los atractivos de este plan».
436
En este sentido, hubo solicitudes de eclesiásticos para que se les aplicase la normativa de que se beneficiaban los mayorazgos, que tenían muchas facilidades para vender sus vínculos con el objeto de adquirir propiedades desamortizadas (vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 3). El abad y monjes del Colegio de Nuestra Señora de la Paz, de Córdoba, solicitaron al Consejo de Castilla que les permitiese enajenar varias fincas del mismo colegio para comprar otras pertenecientes
a obras pías (A.H.N., Consejos, libro 2.688). Por su parte, Manuel López, religioso
carmelita calzado, solicitaba la octava parte del precio de la venta de las fincas de
la capellanía que poseía (1803); lo mismo que hará Ana Caballero, de Cádiz, respecto de los bienes de su capellanía. Manuel José Orellana, contador mayor de la
iglesia patriarcal de Sevilla, pedía que se rematase a su favor la casa que habitaba
(1805). Andrés Martín quería ofrecer postura para la compra de las fincas que
administraba en el convento de trinitarios descalzos de Hervás, en Nava, Extremadura (1806) (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro
5.838).
437
GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 17.
4. La ejecución
177
fanatismo. Los males que causa la inesactitud de las ideas religiosas
y políticas y el apego a los usos y costumbres recividos son difíciles
de vencer quando se valen de los sagrados respetos de la antigüedad
o de la piedad para mantenerse».438 En la práctica, fueron muchas las
denuncias de las autoridades encargadas de la ejecución de la desamortización contra la actitud mostrada por la Iglesia.439
Pero lo cierto es que los campesinos tenían por sí mismos
motivos suficientes, aprovechados, eso sí, por la Iglesia, para oponerse a la desamortización. Por un lado, la enajenación de las propiedades de los establecimientos benéficos y piadosos pudo entenderse como una vulneración de las voluntades, la mayor parte últimas,
de sus fundadores.440 Y, sobre todo, el proceso desamortizador pronto puso de manifiesto que los cultivadores de las tierras serían los
más perjudicados, sobre todo por la liberalización del derecho de
propiedad y, consecuentemente, de los contratos mediante los cuales venían disfrutando del dominio útil de la tierra que trabajaban:
arrendamientos de larga duración, censos enfitéuticos y foros. Pocos
pudieron acceder a la propiedad, aunque algunos lo intentaron.441 Y
Consulta del señor Soler en 1799, op. cit. HERR, Richard, La Hacienda
real…, op. cit., p. 204, también afirma que «la desamortización había irritado a
muchos clérigos y estos habían manipulado los sentimientos religiosos de sus feligreses».
439
Así, los alcaldes ordinarios de Villafranca de los Caballeros, en La Mancha, representaron contra el entorpecimiento de las enajenaciones (1804); un alcalde de Jaén dio cuenta de «una mala voz que se ha divulgado» (1805); el comisionado de consolidación de Badajoz denunció «la poca actividad que se advierte en
la provincia», que achacaba a la actitud del obispo y su provisor (1805); el alcalde
de Saceruela, en Ciudad Real, pidió limitar las facultades del ordinario por la «utilidad que resultará a la caja» (1806); y el alcalde mayor de Valencia denunció a
Tomás Zúñiga por los «efugios» llevados a cabo para dejar sin efecto la enajenación de unas fincas pertenecientes a una fundación (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
440
En palabras de Ángela ATIENZA LÓPEZ, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., p. 52, «la desamortización, desde este punto de vista, ya no era solo
un ataque a los privilegios del clero, sino que pasaba a convertirse también en una
especie de fraude social».
441
Así, Andrés Barranco, labrador de Castro del Río, en Córdoba, solicitó
comprar todas las fincas del hospital de San Sebastián (1805). Joaquín Hidalgo
438
178
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
fueron muchas las solicitudes elevadas por los propios arrendatarios
para que no se les despojase por los nuevos compradores.442 El estamento noble, por su parte, tan beneficiado con la liberalización de los
arrendamientos y que no dudó en aumentar las rentas y desahuciar
a los antiguos arrendatarios,443 protestó, no obstante, cuando la
misma medida le perjudicaba, es decir, cuando los nobles eran los
arrendatarios de las propiedades eclesiásticas, normalmente a través
de foros.444 También abundan los recursos que hicieron los arrendadores eclesiásticos, de forma muy significativa, porque, para solicitar la
exención o suspensión de la enajenación forzosa de sus propiedades,
acudían al argumento de la desprotección en la que quedarían los
colonos que disfrutaban del dominio útil de dichas propiedades. Sin
embargo, la Administración se mantuvo firme, en este sentido, y solo
pidió que se le admitiese postura para la compra de una tierra de la capellanía de
Manuel Diz de Roxas, en Sevilla, en la que era colono (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
442
En este sentido, acudieron al Consejo de Castilla Francisco Rincón y
otros vecinos de Velles, Salamanca, para que no se les despojase de las tierras que
llevaban en arrendamiento propias del Colegio Mayor de Oviedo y de varias
capellanías y patronatos (A.H.N., Consejos, libro 2.689). En 1805 Adriano Lalagón
pidió la suspensión de la subasta de una huerta situada en Almedilla, en Priego,
Córdoba, que llevaba en arrendamiento desde varias generaciones. En 1806 el
corregidor de Toro se pronunció contra los procedimientos que utilizaba el intendente para el desahucio de los arrendatarios de las tierras pertenecientes a una
memoria pía. En 1807 Bernardo Lapastora, de Sigüenza, solicitó que se le mantuviese en el arrendamiento de unas tierras enajenadas con la misma renta que
pagaba (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838).
443
A la Comisión Gubernativa llegaron recursos para ejecutar desahucios,
como el de Manuel María Megía, respecto de una casa comprada en Sevilla (1803)
y el de Fernando Agustín Alonso y José García, respecto de una heredad perteneciente a la cofradía de pescadores de Villavendimio, en Toro (1804). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
444
En un recurso a la Comisión de Consolidación, Pedro Fernández Valledor pedía la suspensión de la subasta que intentaba el comisionado José Acevedo
de unas tierras aforadas en Castropol y Mondoñedo. En parecido sentido, en 1806,
Rodrigo García del Busto, de Oviedo, protestó contra la subasta de una casa del
hospicio de los Remedios, que tenía arrendada desde 1766. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
4. La ejecución
179
admitió la paralización de las ventas de las propiedades cedidas en
foros perpetuos, contratos excluidos expresamente de las redenciones censuales.445 Por su parte, particulares y autoridades locales y
provinciales no cesaron de plantear dudas sobre la vigencia o derogación de la normativa sobre protección de colonos de 1785, que,
efectivamente, había sido suprimida parcialmente por la que, en
1803, declaró la libertad de arrendamientos, aunque solo para las
propiedades desamortizadas.446 Tantos fueron los recursos contra
desahucios que el Consejo de Castilla tuvo que recordar que su resolución competía a los tribunales de justicia (chancillerías y audiencias) y no a los intendentes.447 Estos problemas hicieron que se volviese a apelar, entonces, a los primeros planteamientos ilustrados
centrados en el repartimiento de tierras entre sus cultivadores.448
Como también hemos adelantado, de este modo, el estamento noble fue el menos perjudicado porque se le facultó, y no obligó,
a enajenar sus mayorazgos, que pasaban a su plena propiedad, y,
además, se le facilitó sobremanera en la adquisición de propiedades seudoeclesiásticas y eclesiásticas, para lo cual se le permitió la
enajenación de sus vínculos y la redención de sus censos.449 AdeAsí se declara para los bienes propios del hospital de la ciudad de Santiago, el 24 de octubre de 1806. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo
1940/5. Vid. supra, capítulo 3, nota 231.
446
Reales cédulas de 6 de diciembre de 1785 y 8 de septiembre de 1794
(Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 562-563; Nov. Rec., 10, 10, 4); real cédula de
15 de septiembre de 1803 (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.012). Vid. los expedientes elevados al Consejo de Castilla por las
dudas planteadas en este sentido por el marqués de Íscar, de Sevilla, y por el
corregidor interino de la ciudad de Toro (A.H.N., Consejos, libro 2.689).
447
Circular de 16 de enero de 1804. Suplemento a la Colección…, III, op. cit.,
pp. 289-290.
448
Así, en 1804, Nicolás de Reguera, de Cáceres, en una representación
sobre la decadencia de la agricultura y de los labradores en Castilla (A.H.N., Consejos, legajo 2.980). Y, en septiembre del mismo año, fray Vicente Peres y de
Camps, religioso trinitario descalzo de Aragón, solicitó el reparto de tierras del
común de las que se habían ido apoderando los poderosos, como remedio para
salir de la crisis (A.H.N., Estado, legajos 3.211, 2 y 3.212, 1).
449
En 1807 el comerciante Diego de Soldevilla reclamaba la correspondiente escritura de redención de censo, con la que había comprado una casa pertene445
180
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
más, repetimos, se liberalizaron los arrendamientos, en beneficio
de los arrendadores, y, al contrario, los foros se excluyeron de la
normativa de redención de censos, favoreciendo, de nuevo, a los
nobles subforeros. Como excepciones, hubo quien vendió y apoyó
la compra por los arrendatarios de la tierra,450 aunque, en muchos
casos, esto no era sino manifestación del medio del que se valían
los que tenían capacidad económica para hacer préstamos que los
cultivadores no podrían devolver, con lo que volverían a perder la
propiedad, ya plena, de la tierra, que seguirían cultivando, con el
correspondiente aumento de la renta, bajo un régimen de libre contratación. Por su parte, fueron numerosas las peticiones de ventas
de mayorazgos para comprar bienes de fundaciones piadosas y
benéficas.451 Otros simplemente querían vender para hacer frente a
sus deudas,452 para redimir censos453 o para hacerse con la plena
propiedad de sus posesiones. Por el contrario, algunos sucesores
de mayorazgos protestaron contra su enajenación.454
Y, de todos modos, repetimos, el ambiente generalizado es de
rechazo. Así, por ejemplo, la Junta General de Galicia, muy repre-
ciente a una capellanía, en Córdoba. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio
de Hacienda, libro 5.838.
450
José Fernández, vecino de Casabermeja, en Málaga, en 1805, manifestó
que en el remate de varias fincas de su mayorazgo había hecho postura en nombre de más de trescientos colonos que las llevaban en arrendamiento. A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
451
Así, Agustín García del Corral, de Almoharín, Extremadura; Andrés de
Zamora, de Jerez de la Frontera, Cádiz; Ángel Martínez, de Campo Real. A.H.N.,
Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
452
Es el caso de Antonio María Adell, que pidió comprar cualquiera de las
fincas de sus vinculaciones para el pago de sus acreedores (1806). A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
453
Es el caso de Antonio Clariano, que pidió la redención del censo de una
heredad de Villafortuna (1803). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 5.838.
454
Así, Andrea Quirós, sucesora de unos vínculos, en Lorca, que su tía pretendía enajenar (1805). Por su parte, Alejandro Rosa, de Murcia, solicitó la suspensión de una subasta iniciada a su instancia. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
4. La ejecución
181
sentativa de la nobleza de dicho reino, solicitó directamente el fin
de la ejecución de la normativa desamortizadora.455 Y criticó sus
excesos: «Estas haciendas en Galicia no tienen muchos compradores, aunque no les faltan algunos, pero estos son aquellos que suspiran por hacerse ricos, o que tienen vales, y hallarán por este
medio un arbitrio propio de dar la estimación de ciento a lo que les
costó quarenta o cinquenta, de modo que la Corona, hasta ahora
con dificultad, halló el numerario que buscaba, y los tenedores de
vales se deshicieron de ellos con una duplicada ganancia».456
Como ya hemos adelantado, la oposición también se manifiesta en la actitud de las autoridades locales encargadas de la ejecución de las ventas. En este sentido, son expresivas las palabras de
Pedro Canel Acevedo sobre la situación que se vivía en Asturias:
«Se dice y aun promueve por las justicias mismas y personas particulares adictas a sus fines y privados intereses de que semejantes
hórdenes fueron establecidas, no para vender en efecto, sino para
saber quién tenía dinero y no lo havía dado a Vuestra Majestad en
empréstito o donativo, según estaba prevenido anteriormente.
Que, al cabo de cierto número de años, los vienes vendidos han de
bolver a sus antiguos dueños, y los compradores, con el dinero
desembolsado, perdido. Estas máximas, Señor, son muy atrozes, y
tanto más de notar que son esparcidas por gentes que tienen interés en ello. De aquí se orijina, tanto en dicho Principado de Asturias como en el inmediato reyno de Galicia y otras partes, el no
haver quien execute dichas ventas, porque las justicias a quienes
están cometidas son las que las retardan, como conexionadas, interesadas y que les parece van a destruir su propio país, aniquilando
la carrera de sus hijos, amigos, parientes y vecinos al sacerdocio».457
En este sentido, el propio Soler denunciaba que «los mismos que
debían ejecutar las resoluciones de Vuestra Majestad en la materia
A.H.N., Consejos, libro 2.689.
Sesión de 12 de diciembre de 1800. CORDERO TORRÓN, Xosé, «La
redención foral en la provincia de La Coruña…», op. cit., pp. 195-196.
457
Representación firmada en Coaña (Asturias) el 29 de junio de 1800.
A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1). Vid. apéndice documental 3. 2.
455
456
182
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
eran los que más se esmeraban en proponer duda y en detener el
curso de las providencias, sin que bastasen para activar su zelo las
circulares y exortaciones que les dirigí y la pronta resolución que
encontraban en todas sus consultas».458
A todo se añade una desconfianza, también generalizada, en
la firmeza de los contratos de venta, que, como ya hemos señalado,
desde el Gobierno se intentó superar, incluso a través de la elevación de la normativa sobre deuda pública a legislación fundamental del reino y de la exigencia a la Iglesia del compromiso formal de
reconocer a los nuevos propietarios.459
4.2.3. Algunas conclusiones
A pesar de todas estas dificultades, los estudios locales y
provinciales sobre la desamortización de Carlos IV coinciden, en
general, en destacar la importancia que tuvieron las enajenaciones llevadas a cabo de 1798 a 1808: Herr para Salamanca y Jaén,460
Campoy para Toledo,461 Carasa Soto para Burgos,462 Cuartas Rivero también para Burgos y Asturias,463 Marcos Martín para Palencia,464 Gamero Rojas para Sevilla,465 Moya Ulldemolins, Gómez
Consulta del señor Soler en 1799, op. cit.
Vid. supra, capítulo 3, notas 256, 257 y 258. En 1805, el comisionado de
Consolidación de Almería daba parte de «la desconfianza de aquellos vecinos en
quanto a la seguridad de las ventas de fincas de obras pías». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838.
460
HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit.; La Hacienda real…, op.
cit., afirma y demuestra que la desamortización de Carlos IV tuvo mayor incidencia en el sur de España.
461
CAMPOY, Emilio, Política fiscal y desamortizaciones de Carlos IV en Toledo…, op. cit.
462
CARASA SOTO, Pedro, Pauperismo y revolución burguesa…, op. cit., pp.
419-442; Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, op. cit., pp. 140-142.
463
CUARTAS RIVERO, Margarita, «La desamortización de Carlos IV en la
ciudad de Burgos», op. cit.; «La desamortización de Carlos IV en Asturias…», op. cit.
464
MARCOS MARTÍN, Alberto, «La desamortización de Godoy en la ciudad de Palencia…», op. cit.
465
GAMERO ROJAS, Mercedes, «La desamortización de Godoy y su
repercusión en el mercado de la tierra sevillana», op. cit.
458
459
4. La ejecución
183
Oliver y González de Molina para Córdoba y, en general, estos
dos últimos para Andalucía,466 Azagra para Valencia, territorio del
que también se ha ocupado Pardo Tomás,467 Ramos Vidal y Hernández Marco para Alicante,468 Mutiloa Poza para Navarra,469
Peiró y Atienza para Aragón,470 Sánchez Gómez para el territorio
cántabro471 y Lecuona Prats para Canarias.472 De todos modos,
algunos de los autores citados relativizan dicha relevancia, no
sólo por lo limitado de las ventas en algunos territorios, sino porque afirman que no supuso cambios en la estructura de la propiedad de la tierra vigente.473 Pero lo cierto es que, aunque el cambio
de titularidad de la propiedad no afectase, en principio, a dicha
estructura, lo relevante es la transformación del sistema de propiedad. La desamortización obligaba a la enajenación y a la imposición de los capitales resultantes de las ventas, y liberalizaba su
propiedad.
La desamortización de las propiedades de las fundaciones
benéficas y piadosas afectó, según datos de Herr, a, más o menos,
MOYA ULLDEMOLINS, Joaquín María, «La desamortización de
Godoy en Córdoba…», op. cit.; y «Desamortización de bienes eclesiásticos…», op.
cit.; GÓMEZ OLIVER, Miguel, y GONZÁLEZ DE MOLINA, Manuel, «La desamortización de Godoy en la provincia de Córdoba…», op. cit.; y «Crisis fiscal y
mercado de tierras…», op. cit.
467
AZAGRA, Joaquín, La desamortización de Godoy en Valencia…, op. cit.;
PARDO TOMÁS, José, «La desamortización de Carlos IV en el País Valenciano»,
op. cit.
468
RAMOS VIDAL, Juan A., Demografía…, op. cit.; HERNÁNDEZ
MARCO, José Luis, Propiedad de la tierra…, op. cit.
469
MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra,
op. cit., pp. 227-267.
470
PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202; ATIENZA LÓPEZ,
Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 145-155.
471
SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, «La desamortización de Godoy…»,
op. cit., aunque -lo que es una excepción en la doctrina- considera que la desamortización aprobada en 1798 no afectó al patrimonio de la Iglesia, entre otras cosas,
porque las fundaciones benéficas y piadosas eran ajenas a su propiedad.
472
LECUONA PRATS, E., La liberalización de la propiedad…, op. cit.
473
Vid. infra, nota 481.
466
184
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
el quince por ciento o una sexta parte de la propiedad eclesiástica,
de la cual la que más perdidas sufrió fue la secular.474
En cuanto a la desamortización del séptimo eclesiástico, apenas pudo ponerse en práctica por los acontecimientos sucedidos
un año después de su aprobación definitiva, en 1808, luego veremos en qué medida algunos relacionados con aquella. En claras
palabras de Canga Argüelles, «la insurrección sobrevenida el año
de 1808 impidió llevar a efecto este arbitrio pingüe, habiendo quedado casi en las primeras diligencias de su ejecución».475 Y, para
Godoy, «aquella operación, tan ventajosa al público, se ejecutó con
tal economía y con tales miramientos y atenciones a las clases
menos ricas y a las más interesantes de la Iglesia, que en 1808 faltaba mucho todavía para que hubiese dado fin a las ventas».476
En 1835, cuando las nuevas Cortes, ya definitivamente liberales, procuraban organizar la deuda pública, la confusión era
enorme: Argüelles dice desconocer las bulas papales; Ferrer afirma
la efectiva aplicación incluso de la normativa de 1805 («queda de
ellos muy poco«); y Barata llega a dar cifras sobre la enajenación
del séptimo eclesiástico.477 Lo cierto es que los autores que han descendido al detalle aportan datos que manifiestan que hubo efectivamente enajenaciones, sobre todo, si no exclusivamente, de capellanías, cuya desamortización, recuérdese, era total. Lo que ocurrió
es que, por falta de tiempo, el Estado fue el que se quedó con los
bienes secularizados, sin que saliesen a subasta.478 Moya Ulldemolins, para Córdoba, destaca que «no se cumple la venta del séptimo
HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., pp. 66-81; La Hacienda
real…, op. cit., pp. 159-177: «Se puede tener una seguridad razonable de que una
sexta parte de toda la propiedad eclesiástica fue desamortizada». Le siguen, entre
otros muchos, MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en
Navarra, op. cit.; y RAMOS VIDAL, Juan A., Demografía, economía…, op. cit.
475
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., p. 139.
476
Son palabras de Godoy, Memorias…, 2, op. cit., pp. 60-61.
477
D.S.C., Legislatura de 1834 a 1835, 3, pp. 2.265-2.274.
478
Vid. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 200. En la Colección
legislativa de la deuda pública…, 4, op. cit., se afirma que «fueron cuantiosos los
recursos que se obtuvieron».
474
4. La ejecución
185
eclesiástico en el sector de las fincas rústicas y censos, pero sí en el
de casas, lo cual avala el juicio de una desamortización urbana
total pero no rústica».479 Y Atienza López afirma que «muchas
comunidades religiosas no pudieron impedir la enajenación de
algunos de sus bienes», e insiste en que las fincas urbanas «conformaron la parte del patrimonio conventual más perjudicado por la
desamortización».480 Como cabía esperar, desde ese momento, la
oposición fue, si cabe, mayor, como tendremos ocasión de estudiar.
Los listados de compradores de bienes ponen de manifiesto
la importancia de la primera desamortización, repetimos, para el
cambio no solo de la titularidad, sino, sobre todo, del régimen
jurídico de la propiedad de la tierra, que pasa de amortizada y
vinculada, es decir, señorial, en manos de la Iglesia y la nobleza,
a libre en poder de propietarios absolutos que adelantan la revolución burguesa. Aunque muchos de esos compradores fuesen
nobles e incluso eclesiásticos, los que se repartieron la ansiada tierra fueron, en general, los medianos hacendados,481 junto a oficia-
479
MOYA ULLDEMOLINS, Joaquín María, «La desamortización de
Godoy en Córdoba...» , op. cit. También se refiere a las enajenaciones del séptimo
eclesiástico en «Desamortizaciones de bienes eclesiásticos...», op. cit.
480
ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., p.
148.
481
Cf. las posturas de HERR, Richard (La Hacienda real…, op. cit., pp. 617640 y 789-871) y TOMÁS Y VALIENTE, Francisco («El proceso…», op. cit.). El primero niega el adelanto de la revolución burguesa porque niega la redistribución
de la propiedad. Es decir, Herr considera que la revolución burguesa es, en todo
caso, consecuencia de la desamortización. Para Valiente la desamortización es
causa directa del comienzo de dicha revolución. RAMOS VIDAL, Juan A., para la
comarca del Bajo Segura, sigue a Herr y afirma que la desamortización de Godoy
reforzó la estructura agraria existente (Demografía, economía…, op. cit., pp. 319344). Lo mismo, SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, «La desamortiación de
Godoy...», op. cit. Por su lado, para ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío
en Aragón…, op. cit., pp. 139-155, la desamortización aprobada en el reinado de
Carlos IV sí que manifiesta la presión que la naciente burguesía ejercía desde
hacía tiempo contra la Iglesia, y, como dichos burgueses eran los que habían
adquirido vales reales, pudieron hacerse con buena parte de su tierra. En el
mismo sentido, PARDO TOMÁS, José, «La desamortización de Carlos IV en el
País Valenciano», op. cit., afirma la redistribución, aunque relativa, de la propie-
186
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
les públicos,482 profesionales liberales, militares, comerciantes,
industriales, etcétera. Ellos se hacen, en todo caso, con las mayores propiedades a los más bajos precios,483 «cuya adquisición por
algunos sectores de la sociedad […] pudo significar no sólo un
buen negocio en aquel momento, sino también un importante
paso en su propio proceso de acumulación de capital y ascenso
social».484 Otro rasgo que siempre se destaca, por significativo, es
que la mayor parte de los nuevos propietarios eran forasteros de
los pueblos en que se situaban las fincas, en general, vecinos de
las capitales de las provincias.485 De este modo, se obvió la norma-
dad. PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202, mantiene que los que mayoritariamente compraron fueron los burgueses, como poseedores de los vales reales. Y LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad..., op. cit., pp. 164179 y 185-189, insiste, con datos para Canarias, en que «la desamortización no
consolidó una estructura de la propiedad existente, sino que estableció los pilares
de un nuevo sistema». Por fin, MUTILOA POZA, José María, La desamortización
eclesiástica en Navarra, op. cit., pp. 35-44 y 227-267, precisa que «la desamortización
que se planteó en el siglo XVIII como una exigencia del reformismo ilustrado se
convirtió en el siglo XIX en bandera de una minoría revolucionaria (la burguesía)
que buscaba crear una legión de propietarios a su servicio».
482
Entre ellos destacan los más altos cargos públicos que promovieron la
desamortización, como es el caso de Soler, que compró tierras en Ledesma. Tomo
el dato de INFANTE MIGUEL-MOTTA, Javier, y ROBLEDO HERNÁNDEZ,
Ricardo, «Desamortización y Hacienda pública: la venta de bienes del clero secular en la provincia de Salamanca (1841-1845)», en A.H.D.E., 67, 2, 1997, p. 1.773; y
de HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 794-796.
483
Esto en líneas generales y como consecuencia del proceso desamortizador, porque, como afirma Herr, las propiedades de las fundaciones benéficas y
piadosas se vendieron, en principio, a buenos precios. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 168. En parecido sentido se pronuncian LECUONA PRATS,
Emilio, La liberalización de la propiedad…, op. cit., pp. 149-175; y SCHMIDT, Peer,
«Los vales reales y la desamortización de Carlos IV…», op. cit., que, además, señala que la desamortización, por lo menos en Andalucía, «distaba mucho de afectar
solo a una élite económica».
484
AZAGRA, J., La desamortización de Godoy en Valencia…, op. cit., pp. 77-78.
485
Son muchos los ejemplos en los que las posturas de los vecinos de los
pueblos eran vencidas por las más elevadas de los forasteros que habitaban en las
capitales. En este sentido, por citar algún caso, en el concejo de Sariego (Asturias)
se subastaron en 1806 dos obras pías de Lorenzo Solís y Juan García Arboleya a
4. La ejecución
187
tiva que, en un primer momento, siguiendo el ideal ilustrado,
prefería la división de tierras, para lograr un número mayor de
propietarios, y a los vecinos de las mismas.486
Como también hemos visto, el mayor perjuicio, de nuevo, lo
sufrió el campesinado, que vio agravada su situación con las medidas liberalizadoras del derecho de propiedad y de buena parte de
los contratos de cesión del dominio útil, necesarias para el desarrollo de la nueva clase propietaria. Solo una pequeña parte de los cultivadores pudo acceder a la propiedad de la tierra, con lo que, de
nuevo, vemos quebrada la primera doctrina ilustrada campomanista que no quería la trasformación del sistema de propiedad, sino
su mejor reparto, a través de la adquisición segura del dominio útil
por los colonos. La recuperación de dicho proyecto, que veremos
acogerán, con cambios, algunos liberales, a su cabeza Flórez Estrada, también se manifiesta en esta época. De ello da fe, por ejemplo,
la propuesta que surge en Villena (Alicante), en 1807, para proceder al reparto de tierras entre colonos mediante censos enfitéuticos,
como alternativa a la, de hecho, impracticada desamortización:
«Solo en esta ciudad hay capellanías sobre sesenta y seis, patronatos de legos cuatro, lo que, junto con la repentina parte de las iglesias y demás bienes concedidos por el Breve Apostólico de doce de
diciembre, dudo mucho que haya quienes compren una décima
favor de Pedro González Villamil, vecino de Oviedo, que superó todas las posturas ofertadas por distintas familias del concejo, como los Pandiello, y de fuera de
él, como los Ornia. Tomo el dato de FRIERA SUÁREZ, Florencio, «Contribución a
la historia de la escuela rural, desde un concejo asturiano», en Didáctica Geográfica, Segunda época, Madrid, 2005, pp. 176-181. Richard Herr, La Hacienda real…, op.
cit., analiza pormenorizadamente las ventas que se llevaron a cabo en siete pueblos de Salamanca (La Mata, Villaverde, Pedrollén y El Mirón) y Jaén (Baños,
Lopera y Las Navas de Santisteban del Puerto) y se fija especialmente en los compradores. Dicho estudio confirma que, pese a las excepciones, los forasteros se llevaron las mayores y mejores propiedades, y que solo los vecinos más adinerados
pudieron acceder a las tierras.
486
Cf. real decreto de 19 de septiembre de 1798 e instrucción de 29 de enero
de 1799 con instrucción de 27 de diciembre de 1799. Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 2. 1.
188
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
parte de las tierras preciosas de estas fundaciones, y ello, sin duda,
ha de ser la principal causa de no poderse enagenar por ahora las
tierras de la Real Laguna».487
Informe del corregidor, de 22 de mayo de 1807. Tomo el dato de HERNÁNDEZ MARCO, José Luis, Propiedad de la tierra…, op. cit., pp. 66 y 77-79.
487
5. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO
«Si fue feliz el día en que, reunidos en nuestras Cortes, digimos
al mundo entero que éramos libres, que teníamos patria y que la santa
humanidad, al ver derrocado entre nosotros el ídolo inmundo del
despotismo, enjuagó las lágrimas que le hacen derramar los proyectos insanos del usurpador, no será menos feliz el día en que digamos
a la Europa: hemos mantenido con nobleza la lucha de la libertad;
hemos derramado nuestra sangre y caudales para conseguirla, y
hemos reconocido al mismo tiempo las deudas de nuestros mayores,
libertando a nuestros hijos de los funestos efectos del despotismo y de
la arbitrariedad.» José Canga Argüelles (sesión de Cortes de 30 de
marzo de 1811). D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 1, pp. 781-782.
5.1.
El «fracaso»: Bancarrota, oposición y suspensión
de la desamortización
5.1.1. De la desamortización a la caída de Carlos IV
Los beneficios que los ideólogos de la primera desamortización eclesiástica preveían –reforma agraria y fiscal– no se correspondieron con la realidad.
España no se llenó de pequeños propietarios. En general, los
cultivadores no accedieron a la propiedad de la tierra,488 sino que
los nobles aumentaron sus haciendas y los incipientes burgueses
Como excepción, Herr destaca que en algunos lugares sí se incrementaron
las cosechas y que, allí donde los vecinos se hicieron con las propiedades, acabaron los
arrendamientos. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 268-287, para La Mata.
488
190
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
accedieron con libertad a la misma. En todo caso, cambiase o no la
titularidad de la tierra, lo fundamental es que sí se trasformó su
régimen jurídico, para pasar de señorial a liberal. El acceso de la
nueva clase social a la propiedad de la tierra venía siendo reclamado desde hacía tiempo. Y la liberalización de la propiedad era exigida por los ilustrados que, como Floridablanca y Jovellanos, pretendían impedir la frecuente conversión de los nuevos propietarios
en tradicionales propietarios de tierras vinculadas.489
El interés, en general, se centró, de nuevo, en la renta de la
tierra que, desde entonces, pudo aumentarse libremente, pero también en el incremento de la producción agrícola. A lo largo del siglo
XVIII, los propietarios nobles y eclesiásticos, de tierras vinculadas
y amortizadas, habían ido aumentando la productividad de las
mismas, para lo cual era preferible la explotación directa, a través
del trabajo de jornaleros, en vez de los contratos agrarios casi perpetuos. De este modo, la desvinculación y desamortización permitidas y ordenadas, respectivamente, desde 1798, atendieron a los
intereses de, aparte los burgueses, los propietarios nobles, a quienes se liberó de los vínculos y, además, se les dio la oportunidad de
hacerse con las propiedades eclesiásticas, cuya explotación por la
propia Iglesia había sido, al contrario, tan criticada.490 Como venimos repitiendo, se abandonó, así, el ideal ilustrado, representado
por Campomanes, que proponía el acceso de los cultivadores al
dominio útil de la tierra. Y, de todos modos, respecto a la doctrina
preliberal ideada, entre otros, por Jovellanos, a pesar de la efectiva
limitación de las vinculaciones y de las medidas desvinculadoras y,
489
El deseo de tierra por parte de los industriales y comerciantes lo ponen
de manifiesto Floridablanca, en su Instrucción reservada…, op. cit., y Jovellanos, en
su Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit.: «Casi todo el dinero efectivo de la ordinaria
circulación se destina a la compra de tierras». Por su parte, en el expediente de ley
agraria abierto en el Consejo de Castilla, el informe de Pedro Lynce de Verástegui,
síndico personero de Sevilla, se refería ya a las quejas de los colonos por «haberse metido a labradores los comerciantes». ANES, Gonzalo, Informes en el Expediente de Ley agraria…, op. cit.
490
Vid. ATIENZA LÓPEZ, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 59121.
5. De la Ilustración al Liberalismo
191
sobre todo, desamortizadoras, no se produjo inmediatamente la
deseada circulación de capitales e inversión de los mismos en el
desarrollo agrícola, industrial y comercial del Reino. Aun así, sin
duda, el cambio del régimen de la propiedad fue un hecho y la desamortización un paso fundamental para el adelanto de la revolución burguesa, tan lenta en España.491
Por su parte, si bien las medidas desamortizadoras se tomaron, en última instancia, con el fin de lograr fondos para la cada
vez más exhausta Real Hacienda –para disminuir la deuda y
aumentar el crédito–, lo cierto es que tampoco se logró frenar la crisis ni, al fin, el descrédito. La primera desamortización se aprobó
en septiembre de 1798. Un mes después se exigió un empréstito de
cuatrocientos millones de reales492 y al año siguiente se produjo una
séptima y última emisión de vales reales.493 Los propios ideólogos
de la medida no dudaron en relacionar dichas disposiciones.494
491
Ya nos hemos referido en varias ocasiones a las enfrentadas ideas, en este
sentido, de Herr (La Hacienda real…, op. cit.; y «El significado…», op. cit.) y Tomás y
Valiente («El proceso…», op. cit.; «El marco político…», op. cit.; «Recientes investigaciones…», op. cit.; y «La obra legislativa…», op. cit.). Vid. supra, capítulo 4, nota 481.
El primero niega que la desamortización de Carlos IV fuese causa de la revolución
burguesa española y afirma que no se produjo sino el refuerzo del sistema de propiedad vigente en el Antiguo Régimen. La crisis fiscal fue la oportunidad para llevar a cabo lo que venían exigiendo las circunstancias de crecimiento de la población,
aumento de precios y demanda de tierra para su comercialización: «Fue una revolución laica por la cual las personas cuyos ingresos venían directa o indirectamente
de la tierra se apoderaron de bienes que antes se les negaban». Por el contrario,
Valiente sostiene el efectivo cambio en el sistema de propiedad.
492
Reales cédulas de 17 y 25 de octubre de 1798. La primera creó ciento
sesenta mil acciones de dos mil quinientos reales cada una y ordenó el reembolso
del préstamo en los meses de mayo de 1799, 1800, 1801 y 1802, a razón de cuarenta mil acciones cada año. La segunda adelantó dichas fechas a diciembre de 1799,
1800 y 1801. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 124-132.
493
Real cédula de 8 de abril de 1799, que creó 53.109.300 pesos de 128 cuartos, en 44.257 vales de 600 pesos y 88.517 de 300. Suplemento a la Colección…, II, op.
cit., pp. 179-184.
494
Vid. GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., que afirma que el objetivo
era levantar el crédito público y «alentar ánimos» para el nuevo empréstito de
cuatrocientos millones.
192
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Bernabé Portillo, en su memoria de 1794, esperaba que de la enajenación de la propiedad de las fundaciones se obtuviesen doscientos millones de pesos y de la puramente eclesiástica, que ya adelantaba, trescientos.495 Por su parte, en 1798, Soler preveía que de la
puesta en práctica de la primera desamortización se derivarían
unos ingresos mínimos de también doscientos millones de pesos.496
Pero las previsiones no se cumplieron. En 1799, el mismo
Soler ya advertía que «todo ha rendido poco» y que, «aunque se
procura activar la enagenación de fincas […], no son recursos fixos
con que debamos contar», entre otras cosas, decía, «por las formalidades y trámites que acompañan a las ventas».497 Diez años después, en 1809, en un informe anónimo sobre los vales reales, se afirmaba que la desamortización se había ejecutado «sin tiempo» y
«sin cálculos» y que, en todo caso, no había logrado recuperar el
crédito público.498 Menos fondos logró la desamortización puramente eclesiástica aprobada en 1805, poco después de la exigencia
de un nuevo préstamo de cien millones de reales,499 y en 1807, que,
como hemos adelantado, apenas pudo ejecutarse.500
Es difícil calcular los fondos obtenidos efectivamente por la
Real Hacienda. En 1808, los franceses, a través de Cabarrús, calcularon el capital producto de la desamortización de Carlos IV en
1.653.376.402 reales y los intereses debidos en 50.131.056 reales. Se
consiguieron, pues, caudalosos fondos, solo superados por lo obte-
A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Vid. apéndice documental 1. 2.
Estado de la Real Hacienda en el año de 1798…, op. cit., pp. 201-210. Vid.
apéndice documental 1. 5.
497
Consulta del señor Soler en 1799, op. cit.
498
Informe sobre vales, op. cit.
499
Real cédula de 29 de junio de 1805, que creó cincuenta mil acciones de
dos mil reales a reintegrar en ocho años, a razón de doce millones y medio cada
año, al interés del cinco y medio por ciento. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
500
Sobre la difícil determinación de los fondos logrados con la desamortización, vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, op. cit., 2, pp. 293-319 y 5,
pp. 233-243; HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., y La Hacienda real…,
op. cit.
495
496
5. De la Ilustración al Liberalismo
193
nido mediante los vales reales. Pero, a la vez, se aumentó la deuda,
únicamente superada también por la derivada de dichos vales. De
las enajenaciones ejecutadas en América se habrían obtenido
252.623.480 reales de capital, ascendiendo los intereses a 12.631.174
reales. José Canga Argüelles, como ministro de Hacienda, presentó
a las Cortes reunidas en 1811 un estado de la deuda pública, en el
que rebajaba, de dicho capital de 1.653.376.402 reales, 413.344.100
reales, es decir, una cuarta parte, que calculaba como equivalente a
las enajenaciones realizadas por los franceses, que «han descargado todo su furor sobre los establecimientos piadosos». En la misma
proporción, también rebajaba los intereses de 50.131.056 reales a
37.598.292.501 Por su parte, la Dirección General del Crédito Público
creada por Fernando VII en 1814 utilizó parecidas cantidades:
1.671.035.218 reales el capital, y 50.131.056 reales los intereses.502
Como decimos, no solo no se extinguió la deuda pública
representada, fundamentalmente, por los vales reales, sino que se
incrementó con una nueva, la derivada de los capitales producto
de las enajenaciones, impuestos en la Real Hacienda. Algunos la
pretendían llevadera: «La misma deuda nacional, que por una
parte es una carga bien pesada del Estado, por otra, ha formado
una hipoteca tanto más segura quanto sean más los acreedores y
más cierta la paga de sus réditos».503 Pero otros ya advirtieron las
501
CANGA ARGÜELLES, José, Memoria presentada al Consejo…, op. cit., pp.
781-796. Vid. apéndice documental 4. 2.
502
CANGA ARGÜELLES, José, Memoria presentada al Consejo…, op. cit.; y Diccionario…, op. cit., 2, pp. 293-319, y 5, pp. 233-243. Afirma Canga, no obstante, que lo
obtenido por la venta de los bienes de las obras pías debió de ascender a mayor cantidad que la calculada. Vid. los cálculos de HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…»,
op. cit., pp. 55-65, y La Hacienda real…, op. cit., pp. 159-177, con datos de elaboración
propia, a partir de las escrituras de imposición custodiadas en el Archivo Histórico
de Protocolos de Madrid y de las cuentas francesas custodiadas en el Archivo Nacional de París. Por su parte, las Cortes del Trienio Liberal utilizaron parecidas cantidades para el cálculo del llamado capital antiguo de la deuda, con una pequeña variación:
1.671.035.232 reales. Los intereses no pagados, sin embargo, se rebajaron considerablemente. D.S.C., Legislatura de 1820, 3, p. 2.139; C.D.C., 6, pp. 392-393.
503
Son palabras de SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española…, 1,
op. cit., pp. 148-149.
194
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
dificultades que, en la práctica, se dieron para hacerle frente: «El
último día en que quedare amortizado el último vale, solo habría
mudado la deuda de aspecto […] a favor de otros nuevos acreedores de la Corona, quales son los poseedores de las obras pías»;504
«Para pagar la deuda del Estado se contrae otra espantosa más gravosa».505
Los intereses de los capitales en que se subrogaron las propiedades inmobiliarias vendidas fueron pagándose con dificultad
y cesaron, definitivamente, en 1808.506 Así se incumplía lo que se
había declarado una prioridad entre las obligaciones del Estado,
tanto que la normativa sobre la deuda pública se había elevado a
legislación fundamental del reino.507 Todo a pesar de que se reconociese que «nunca se trató con tanta sinceridad y buena fe de conocer la extinción de las deudas de la Corona y de su pago como en
el tiempo del señor Don Carlos IV».508
De este modo, tampoco se logró la deseada reforma de la
beneficencia, entendida en sentido amplio, que había sido tomada
como otro de los fundamentos de la desamortización de la propiedad de los establecimientos benéficos y piadosos. Al final, el Estado no pudo hacerse cargo del sustento ni de las fundaciones, ni,
504
Son palabras de CHONE Y ACHA, José Mauricio, Apéndice a la representación de la Junta formada para la liquidación de la deuda nacional, op. cit.
505
Informe sobre vales, op. cit.
506
La Real cédula de 8 de abril de 1799, que prohibió la libre negociación
de vales reales, recordaba todavía la «religiosa puntualidad con que se pagan sus
intereses, se amortiza parte del capital y se cumplen las demás condiciones prometidas» (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012).
En el primer tomo de la Colección legislativa de la deuda pública…, op. cit., p. 322,
publicada en 1859, se dice que los intereses se satisficieron hasta 1807 incluido.
Herr afirma que dejaron de pagarse a partir de 1806: «El rey había vendido esas
propiedades pero no cumplió después en el pago del subsidio correspondiente,
pese a sus solemnes promesas» (HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp.
201-203). PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202, afirma que los intereses
solo dejaron de pagarse a raíz de la guerra de la Independencia.
507
Vid. supra, capítulo 3, notas 256 y 257.
508
CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 2, op. cit., pp. 293-319.
5. De la Ilustración al Liberalismo
195
claro, de los eclesiásticos cuyas propiedades se vieron afectadas
por la desamortización aprobada en 1807.509
En este contexto de fracaso se explica la progresiva ampliación del ambiente de prevención y rechazo que, desde un principio, provocó la normativa desamortizadora. El malestar social,
producto de la grave crisis económica del reino, comenzó a proyectarse, en general, contra las reformas agrarias y fiscales que continuaban la labor ilustrada de los ministros de Carlos III, para generalizarse en un rechazo al Gobierno por parte de casi todos los sectores: la nobleza, por la pérdida de privilegios y el favorecimiento
de la ascendente burguesía; los ilustrados, por la paralización de
algunos avances y el apartamiento de hombres tan apreciados
como Jovellanos, Saavedra y Urquijo; la Iglesia, por los continuos
agravios contra sus derechos, jurisdicción y bienes; y el pueblo, tan
influenciado por aquella, y tan olvidado. El blanco de la ira de
todos fue el favorito de Carlos IV, Godoy, considerado un déspota,
509
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…, op. cit., p. 367, afirma que «cuando en el reinado siguiente [Carlos IV] se hizo una desamortización
parcial, lo fue en tales condiciones que resultó más dañosa que útil». Por su lado
CARASA SOTO, Pedro, Historia de la beneficencia…, op. cit., p. 38, ve en dicha desamortización el comienzo de la crisis que la beneficencia sufrió durante todo el
siglo XIX: «El impacto desamortizador fue muy profundo y constituyó un factor
decisivo que explica la profunda crisis institucional de la beneficencia desde este
momento. Y es que la desamortización de Godoy fue acompañada para las instituciones de beneficencia por otros dos factores que condicionaron sus resultados:
de una parte, la escasa revalorización que supusieron los remates de sus bienes,
pero, sobre todo, de otra parte, las dificultades financieras de la Hacienda que
comprometieron seriamente la percepción tanto de los intereses como de los capitales adeudados por el Estado a las instituciones enajenadas. Esta transformación
económica representó para muchos pequeños establecimientos el final de su existencia funcional y hasta física». Vid. también, del mismo autor, Crisis del Antiguo
Régimen y acción social en Castilla, op. cit., pp. 140-145. En las Cortes celebradas en
1820 (sesión extraordinaria de 8 de octubre) se quejaba, del siguiente modo, el
diputado Martel: «Este [el Crédito Público] no paga, muchos años há, los réditos
de estos capitales, y, en consecuencia, los establecimientos piadosos se hallan
arruinados con oprobio de la humanidad y los interesados particulares reducidos
a una absoluta indigencia». D.S.C., Legislatura de 1820, 2, p. 1.508. Tomo el dato de
FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., p. 369.
196
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
a quien se achacaban todos los males del reino, y la esperanza, el
príncipe Fernando.510 Es entonces cuando se generaliza la apelación
a la idea ilustrada de Constitución histórica española, considerada
rota por el absolutismo despótico. Y de ella se pretenden derivar
tradicionales principios que, en realidad, se transforman en nuevos
y revolucionarios: nación española, soberanía, Constitución, Cortes, monarquía moderada, separación de poderes, derechos naturales, etcétera.511
En un escrito titulado Congreso infernal reunido en la sala del infierno
(Madrid, 1808) se ponen en boca de Godoy, dirigiéndose a Napoleón, las siguientes
palabras: «Después que he destruido reynos y provincias; que he robado a los grandes y pequeños». Y, en el mismo sentido, en El Rey de España en Bayona. Escena en un
solo acto escrita por un buen español (Madrid, 1808) se finge un diálogo entre Napoleón y el ministro Cevallos. El primero afirma que España «necesita, pues, de un
genio criador que la proteja, la organice, la reanime, la levante y la sostenga. Que
administre con acierto su incalculable riqueza y que le exhiba un sabio código, una
legislación nueva análoga a su carácter». Y Cevallos le responde que «según su
constitución local, según su existencia política, y según el plan de su gobierno, no
dexa España de tener tropas, marina, riqueza inmensa, labranza, ingenios, cultura,
artes, talentos y ciencia. Si un yugo tiránico, si una penosa indolencia le aletargó
algunos años, feliz caminaba en esta época hacia su grandeza a pesar de la soberbia
de Godoy, que descuidaba los adelantos y fuerzas de unos pueblos inmolados a su
ambición y baxeza». Por su lado, en un Catecismo civil y breve compendio de las obligaciones del español, conocimiento práctico de su libertad y explicación de su enemigo, muy
útil en las actuales circunstancias, puesto en forma de diálogo, se dice lo que sigue: «-¿Y
quál es [la felicidad que debemos buscar]?; -La seguridad de nuestros derechos y
personas, el libre exercicio de nuestra sagrada religión y el establecimiento de un
gobierno arreglado a las costumbres actuales de la España y relaciones con la Europa; -¿Pues no le teníamos?; -Sí señor; pero desorganizado por la indolencia de las
autoridades supremas que nos han gobernado; -¿Y quién debe arreglarlo?; -La
España, a quien solo pertenece este derecho privativamente con absoluta inhibición
de todo extranjero; -¿Y quién hubiera autorizado este plan?; -Fernando el VII, que
quiera Dios restituirle al seno de nuestro amor por siglos eternos. Amén». Estos
impresos pueden consultarse en Miscelánea curiosa de papeles impresos, en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo (CGT-862).
511
En el mismo año de 1798 se firmó en Toro, el 24 de marzo, un impreso
atribuido a fray Miguel de Santander, titulado Carta de un religioso español, amante
de la patria, escrita a otro religioso amigo suyo sobre la Constitución del Reyno y abuso
del poder, en el que se manifiesta claramente que una de las causas de la oposición
510
5. De la Ilustración al Liberalismo
197
Ya hemos estudiado, en parte, la oposición mostrada a la desamortización durante todo el proceso de ejecución de la misma,
desde 1798 hasta 1808.512 Muy pocos son los que, a posteriori, siguieron defendiendo las virtudes de la medida, para la Hacienda, la
agricultura, la beneficencia y, en general, el desarrollo político, económico y social de España. Sí lo hizo Sempere y Guarinos, a pesar
de admitir los desórdenes que, en la práctica, se habían producido
en las enajenaciones.513
La sublevación del príncipe Fernando, con el apoyo de buena
parte de la nobleza, que dio lugar al llamado proceso de El Escorial, sucedido a fines de 1807, dio sus frutos poco después, con la
ayuda del pueblo. El motín de Aranjuez, producido el 17 de marzo
de 1808, trajo consigo la caída de Carlos IV, que abdicó en Fernando VII dos días después.514 La relación entre la desamortización
generalizada al gobierno de Godoy fue la crisis fiscal que asoló el reinado de Carlos
IV: «¿Se ha llamado a Cortes, se ha juntado la nación, ha dado su consentimiento para
tantas y tan enormes contribuciones? ¿Ha nombrado la nación colectores de estos tributos para saber quánto contribuye, para qué lo contribuye, cómo se gasta, en qué se
emplea, a fin de que le conste a la nación la inversión legítima de la sangre? ¿Se la ha
consultado, ha dado su consentimiento para declarar la guerra, hacer la paz y establecer sus condiciones públicas y secretas? ¿Se ha juntado la nación para hacer leyes, formar reglamentos y determinar en las cosas arduas, para alterar la moneda, para ceder
a otras naciones grandes troxos de su territorio, para arrancar los propios a los pueblos, para disminuir los pósitos, etcétera, etcétera, etcétera? No queramos mentir al
Espíritu Santo negando toda la verdad conocida. Todo esto y muchas otras cosas más
que están haciendo, ¿no son cosas diametralmente opuestas a nuestras leyes fundamentales, a nuestra constitución nacional y a nuestros derechos inalienables que los
príncipes han jurado mantener? ¿Qué dices? ¿Puedes concordar este arbitrario procedimiento y este abuso de poder con la libertad originaria, propia y esencial e imprescriptible de nuestra nación» (pp. 7-8). Puede consultarse en Miscelánea curiosa de papeles impresos, en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo (CGT-862). Vid. ELORZA,
Antonio, La ideología liberal…, op. cit., pp. 256 y 300-303, y Pan y toros y otros papeles sediciosos de fines del siglo XVIII, Ayuso, Madrid, 1971, pp. 97-110.
512
Vid. supra, capítulo 4, apartado 4. 2. 2.
513
SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española…, 4, op. cit., pp. VIIXI; Historia de los vínculos…, op. cit.
514
CORONA, Carlos, Revolución y reacción en el reinado de Carlos IV, Rialp.
Madrid, 1957; MARTÍ GILABERT, Francisco, El proceso de El Escorial, Universidad
198
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
eclesiástica (de manera fundamental la aprobada en 1805 y 1807) y
dichos acontecimientos fue directa. Así nos lo transmite claramente
Godoy: «Los enemigos del Gobierno no dejaron tiempo para ver el fin
de las nobles intenciones con que se caminaba, bajo las piadosas miras
y los deseos tan verdaderos que animaban a Carlos IV de emprender
la universal reforma del Estado sin la ruina de ninguna clase, y del
clero mucho menos».515 Por su parte, para Juan de la Reguera Valdelomar, «muchos y graves han sido los agravios hechos por el Privado y
Ministros de Carlos IV, baxo de su odioso nombre y de un poder tirano auxiliado, sostenido y fomentado por el Tribunal que pudo y debió
oponerles la virtud de la justicia propia de su instituto; pero ninguno
más general y digno de pronto remedio que el de la enagenación de
estos bienes tan útiles y vivos en las manos-muertas que las poseían»;
y, respecto del motín de Aranjuez, afirmaba que fue «uno de los días
en que Dios permitió al pueblo el justo castigo de tan infame idolatría
y amenazó en 19 de marzo de 808 a los usurpadores de dichos bienes
con el saqueo de las casas de sus dos principales gefes». Tras la abdicación del rey, «no tenía ídolo a quien sacrificar los bienes que restaban por vender, ni Ministro de Hacienda, Tesorero general ni Contador director de la Caxa de consolidación a quienes complacer».516
de Navarra, Pamplona, 1965; y El motín de Aranjuez, Universidad de Navarra,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Pamplona, 1972.
515
GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., pp. 60-61. HERR, Richard, La
Hacienda real…, op. cit., p. 204, afirma que «la desamortización había irritado a
muchos clérigos y estos habían manipulado los sentimientos religiosos de los feligreses».
516
REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, en sus Peticiones…, op. cit., pp. 136137 y 167-168, enuncia dicho párrafo al referirse a la oposición mostrada cuando, en
1805, se ordenó la enajenación de las propiedades de los establecimientos hospitalarios. Entonces clamaron muchas voces que solicitaron exclusiones de dichas enajenaciones, entre ellas, las de los hospitales de la corte de Antón Martín y de Granada.
Efectivamente, dichos hospitales lograron su exclusión, pero, a cambio, «en el altar
mayor de la iglesia de Granada, y a la derecha del glorioso cuerpo del Santo, se quitó
un lienzo de la virgen purísima nuestra Señora, para acomodar uno de los retratos del
hombre más impuro; y en la de la Corte se colocó otro igual» (p. 134). Reguera se refiere, sin duda, a Godoy: «quien promovió tan solemne festividad y preparó el sitio para
el retrato fue, como este, arrastrado por las calles de la Corte» (p. 36).
5. De la Ilustración al Liberalismo
199
En efecto, la dura oposición a la desamortización se mostró
con todas sus consecuencias en marzo de 1808. Y sus ideólogos y
ejecutores fueron las primeras víctimas, «en quien debían vengar
los que triunfaban el atentado enorme de pretender volver a la
Corona los bienes de la Iglesia aun con la permisión del Papa»:517
Godoy, secretario de Estado, Soler, secretario de Hacienda, Espinosa, director de la Caja de Consolidación, y Noriega, tesorero general. Los cuatro fueron atacados, encarcelados y procesados. Y algunos pagaron con su sangre.518 El odiado Godoy fue inmediatamente privado de sus títulos.519 Soler fue, primero, destituido del Ministerio de Hacienda –sustituido por Azanza–520 y, luego, asesinado a
la salida de misa en Corral de Almaguer (Toledo) «por un bando
de hombres criminales que le buscaban después de haber asaltado
y destruido su casa en Madrid».521 Noriega corrió parecida suerte,
ya que fue cesado y, meses más tarde, en diciembre, resultó muerto por el «populacho» de Badajoz.522 A la causa abierta contra Nor-
GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 249.
QUEIPO DE LLANO, José María (conde de Toreno), Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (París, 1832, Madrid, 1835), B.A.E., 64, precedida de una biografía del autor escrita por Leopoldo Augusto Cueto, Atlas, Madrid,
1953, pp. 23-26, nos informa de que el día 23 de marzo Godoy fue trasladado desde
Aranjuez al castillo de Villaviciosa y allí se le procesó junto con otros (real orden
de 3 de abril. CORONA, C., Revolución y reacción…, op. cit., p. 374.): su hermano
Diego, Miguel Cayetano Soler (ministro de Hacienda), Luis Viguri (antiguo intendente de La Habana), José Marquina (corregidor de Madrid), Antonio Noriega
(tesorero general del Reino), Manuel Sixto Espinosa (director de la Caja de Consolidación), Simón de Viegas (fiscal del Consejo) y el canónigo Pedro Estela.
519
A.H.N., Consejos, legajo 2. 980.
520
QUEIPO DE LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op. cit., p.
25; CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 203-214.
521
GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 249. También se refiere a este
asesinato HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 827 y ss.
522
Tomo el dato del Índice de los papeles de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino y del Consejo de Regencia publicado por el Archivo Histórico Nacional,
Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904. Noriega, que
ejercía desde 1797 como diputado honorario del Principado de Asturias en la
Corte, comunicó su encarcelamiento a la Diputación General asturiana, por carta
de 30 de marzo de 1808. A.H.A., Junta General, libro 124.
517
518
200
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
iega en el Consejo de Castilla se unió la de Espinosa.523 Más
tarde, en esta ocasión con motivo del levantamiento popular
ocurrido en mayo del mismo año de 1808, le tocó el turno a Bernabé Portillo, asesinado en Granada, «con el achaque de afrancesado».524
Parece que el ya entonces deseado Fernando VII se había
comprometido a derogar, por lo menos, la desamortización de la
séptima parte de la propiedad de la Iglesia: «La primera cosa que
sería mandado, si por fortuna se lograra que ocupase el trono de su
padre, sería sobreseer enteramente en la enajenación de aquella
parte de los bienes de la Iglesia que el Papa había otorgado. Y no
fue solo aquella especie un simple anuncio incierto y vago sino una
gran promesa que se vio cumplida desde el instante de ocupar el
trono el rey Fernando, y promesa cumplida hasta su muerte».525 En
el mismo sentido, también suprimiría el impopular arbitrio sobre
el consumo de vino establecido en 1805.526
Pero lo único cierto es que Fernando varió, de nuevo, la
Administración de la deuda pública, de modo que cesó a la Comisión de Consolidación y así, el Consejo de Castilla, al que pertenecía, se hizo, en exclusiva, con el control de la Caja y, en general, de
todos los fondos consignados a la extinción de la deuda pública,
para cuya intervención se comisionó al marqués de Fuerte-Híjar y
a Antonio Ignacio de Cortabarría, llamados desde entonces comi-
523
En el A.H.N., Consejos, libro 2.705 E, se recoge noticia del expediente
formado por el nombramiento, en abril de 1808, de Andrés Lasauca como ministro del Consejo de Castilla para entender en las causas abiertas contra Antonio
Noriega y Manuel Sixto Espinosa.
524
Tomo el dato de ROSAL PAULI, Rafael de, y DERQUI DEL ROSAL, Fernando, Noticias históricas de la ciudad de Loja, Imp. Francisco Román Camacho, Granada, 1957.
525
GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., pp. 234 y 303. Vid. QUEIPO DE
LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op. cit., p. 26. Lo cita también
FONTANA, Josep, La quiebra..., op. cit., p. 158.
526
Vid. QUEIPO DE LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op.
cit., p. 26.
5. De la Ilustración al Liberalismo
201
sionados de Consolidación. A dicho consejo se consultaría, en su
caso, sobre la posibilidad de suspender las enajenaciones.527
Lo que ocurrió fue que, en la práctica, se creyó que el nuevo
monarca, efectivamente, había suspendido dichas ventas, y, como
consecuencia, se llegaron a interrumpir: «Lo hicieron por su propio
oficio, sin esperar nuevas circulares, los mismos intendentes, jueces y
comisionados de la consolidación en las provincias».528 Por ello, en
abril, se declaró expresamente que la desamortización seguía vigente
y que lo único que había cambiado era el sistema de Administración
central de la deuda pública: «Se haga entender al público que la venta
de bienes eclesiásticos secularizados y de los demás ramos y arbitrios
de consolidación continúan del mismo modo que antes y sin más diferencia que la de haberse reunido en el Consejo, por ahora, todas las
facultades que exercía la Comisión Gubernativa». No se derogó, pues,
la normativa desamortizadora de las propiedades de las fundaciones
benéficas y piadosas, ni de la séptima parte de las propiedades puramente eclesiásticas, por lo menos las ya secularizadas.529
5.1.2. La suspensión de la desamortización por la Junta Central
Pronto se iba a comprobar que la crisis de la monarquía absoluta no iba a solucionarse con el cambio de su titular. En este sentido, Fontana habla de «un clima de agitación prerrevolucionaria»;530 Domínguez Ortiz afirma que «no es posible desconocer la
honda significación de 1808, pero tampoco puede ignorarse que
por entonces el Antiguo Régimen estaba bastante quebrado como
para ser derribado por un accidente externo»;531 Herr dice que «el
Real orden de 20 de marzo de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
528
REGUERA VALDELOMAR, Juan de la , Peticiones…, op. cit., p. 138.
529
Real orden de 12 de abril de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, libro 6.013; MORENO GARBAYO, N., Colección de Reales
Cédulas del A.H.N…, op. cit.
530
FONTANA, Josep, La crisis del Antiguo Régimen, 1808-1833, Crítica (Grijalbo), Madrid, 1983, p. 59.
531
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…., op. cit., p. 495. En
el mismo sentido: «La monarquía absoluta había comenzado ya la desamortiza527
202
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
derrumbe del Antiguo Régimen español no empezó con la invasión bonapartista y las Cortes de Cádiz, sino por lo menos diez
años antes, porque la única medida que se presentó para salvarlo
del abismo de la bancarrota [la desamortización] le minó los
cimientos«;532 y Corona adelanta el momento de dicha crisis: «Dentro de la monarquía absoluta de Carlos III se está gestando la ruina
del Antiguo Régimen».533
Efectivamente, comenzaba una nueva época, que se ha llamado contemporánea.534 Fernando VII, por el momento, no tuvo
tiempo de gobernar. En abril de 1808 partió a Bayona, junto con los
demás miembros de la casa real, dejando en España una Junta
ción eclesiástica, aun a riesgo de perder el sostén tradicional de la Iglesia». Y, en
palabras de Fontana, «la monarquía absoluta actuaría, por necesidad, en el mismo
sentido que el régimen liberal lo haría por principios: la desamortización era un
hecho ineluctable y la Iglesia la gran perdedora en el tránsito de una edad a otra,
mientras otras clases privilegiadas consiguieron capear las consecuencias del
tránsito e incluso beneficiarse de él» (pp. 514-515).
532
HERR, Richard, «Hacia el derrumbe del Antiguo Régimen…», op. cit., p.
97. Destacamos también, por significativas, las siguientes palabras de dicho autor:
«La venta de propiedades eclesiásticas fue, después de los conflictos con Gran
Bretaña, el acontecimiento más trascendental del reinado de Carlos IV. Fue tanto
síntoma como causa de la decadencia de la Monarquía absoluta. Los reales consejeros la concibieron como medio para salvar el crédito de la Corona. Pero esto no
podía lograrlo la desamortización, pues, en la era de las guerras napoleónicas, los
gobernantes de España tuvieron que asir desesperadamente todo recurso posible
para intentar conservar el estatus de gran potencia, y con él, el imperio y el bienestar del pueblo. El capital reunido con las primeras propiedades de la Iglesia fue
absorbido por el torbellino […]. Quizá de efectos más duraderos fuera el golpe
que la desamortización asentó al derecho de vincular propiedades, medio tradicional de defensa de los estamentos privilegiados sobre los que descansaba la
Monarquía: la nobleza y el clero. Claro está que en sus decretos el Rey no cuestionó nunca el derecho a vincular […]. Pero la idea de la desamortización antecedió
a la crisis fiscal […]. Los reformadores de Carlos III la habían concebido como
medio para regenerar el campo español […]. La desamortización desempeñó,
pues, un papel decisivo en la caída de la Monarquía absoluta» (La Hacienda real…,
op. cit., pp. 208 y 295-296).
533
CORONA, Carlos, Las ideas políticas en el reinado de Carlos IV, Ateneo,
Madrid, 1954, p. 17.
534
ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes de la España contemporánea, op. cit.
5. De la Ilustración al Liberalismo
203
Suprema de Gobierno del Reino presidida por el infante Antonio.
En mayo se quebró la pretendida tranquilidad que desde las instituciones y órganos centrales y periféricos del reino, a su cabeza el
Consejo de Castilla, se intentaba mantener ante el avance de las
tropas francesas que ocupaban la península desde fines de 1807, en
pretendida ejecución del Tratado de Fontainebleau. Si, en un principio, los franceses se habían llegado a considerar aliados de Fernando, tras su acceso al trono, se desconfiaba de ellos. Los sucesos
del 2 de mayo acaecidos en Madrid, el nombramiento de Murat
como lugarteniente general del Reino y presidente de la Junta de
Gobierno (4 de mayo), la definitiva abdicación de Fernando VII en
Carlos IV y de este en Napoleón (6 de mayo) y la convocatoria de
la Asamblea de Bayona (19 de mayo) fueron agitando al pueblo
español. Y así, en los distintos territorios del reino comenzaron a
clamar las voces de alerta, a tomarse las primeras medidas defensivas y, al fin, se produjo un levantamiento generalizado ante un
Gobierno sin rey, bajo las órdenes de una potencia extranjera, y, por
tanto, ilegítimo. Las provincias fueron el marco propicio para acoger el poder político a través de juntas provinciales, revolucionarias en cuanto que se sublevaron contra las autoridades establecidas, pero que se constituyeron con el objeto de recuperar la legalidad fundamental rota definitivamente tras las abdicaciones de
Bayona. Entonces, la guerra y la revolución estallan. Y los acontecimientos aceleran el paso del Antiguo Régimen al Liberalismo.
La asunción del poder por las juntas provinciales posibilitó,
en mayor o menor medida, la organización de los distintos territorios y la lucha armada, pero pronto, casi inmediatamente, se sintió
la necesidad de volver a concentrar el poder político para vencer a
los franceses y reconstruir el Estado. Hasta agosto de 1808, el Consejo de Castilla no declaró nulas las abdicaciones de Bayona y
todas las actuaciones del Gobierno francés. Y fue entonces cuando
rescató la orden que le había encomendado Fernando VII, antes de
su abdicación, para convocar Cortes Generales del Reino. Pero,
finalmente, se optó por la formación de un Gobierno o Junta Central que, más adelante, nombraría una Regencia –lo que se consideraba más acorde con la legalidad vigente– y decidiría sobre la con-
204
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
vocatoria de Cortes, propuesta que partió fundamentalmente de la
Junta sevillana, a la que se fueron adhiriendo las demás. Y así, el 25
de septiembre de 1808, se instaló en Sevilla la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, formada por los representantes elegidos por las juntas provinciales.
En noviembre, dicha Junta Central suspendió íntegramente
la desamortización aprobada en el reinado de Carlos IV, tanto la
enajenación de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas como del séptimo eclesiástico.535 No obstante, se reconoció la
firmeza de las ventas realizadas hasta el momento: «declarándose
la validez de los contratos y declarando que en ningún tiempo
hubiese lugar a rescisión». Y se reconocieron también las imposiciones y recompensas, al rédito del tres por ciento, a favor de los
establecimientos, cuerpos y personas afectadas por la desamortización. Respeto de las enajenaciones en curso, se ordenó el otorgamiento de las correspondientes escrituras de venta a favor de los
que hubiesen entregado el precio en metálico. Se devolvería, al
contrario, el precio depositado en vales «u otro género de réditos».
Sin embargo, pronto, la imposibilidad práctica de devolver dichas
cantidades, «en su mayor parte empleadas en las urgencias de la
Monarquía», hizo que las ventas se considerasen ejecutadas siempre que se hubiese celebrado el correspondiente remate y entregado el precio, tanto en dinero como en vales.536 De paso, así, el nuevo
Gobierno reconocía los vales reales como deuda nacional y respetaba el compromiso adquirido sobre la inviolabilidad de las enaje-
Real decreto de 16 de noviembre de 1808, contenido en la real cédula y
en la real provisión del Consejo de 18 del mismo mes. Los miembros del Consejo
de Castilla que firmaron dicha Real Provisión fueron el duque de Infantado, José
Navarro, Tomás Moyano, Ignacio Martínez de Villela y Pascual Quílez y Talón.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. Parece que
se confirmó el 27 de enero de 1809, o, por lo menos, así se afirma en la real cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda…, 1, op. cit. Vid. apéndice documental 4. 1.
536
Real decreto de 27 de enero y real orden de 30 de enero de 1809, firmada por Francisco Saavedra. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
535
5. De la Ilustración al Liberalismo
205
naciones.537 Por su parte, en cuanto a las ventas firmes cuyo pago
todavía no se hubiese completado, se ordenó su ingreso en el plazo
de un mes, bajo pena de despojo.538 Pero tal extremo también quedó
sin efecto. Para los pagos que hubiesen vencido antes de la ocupación francesa, en caso de impago achacable a los compradores, se
estableció la inmediata rescisión de las ventas sin reintegro del precio. Las propiedades eclesiásticas secularizadas pasarían a la Real
Hacienda, y a sus propietarios las propias de las fundaciones benéficas y piadosas. No ocurriría lo mismo con los pagos aplazados
vencidos durante dicha dominación, en los que no se haría novedad, sino que se intentaría su efectivo cobro.539
La desamortización se suspendió, poco después, también
para América y Filipinas. Y se ordenó el inmediato envío a España
de los fondos aún no remitidos –casi nada–, procedentes de las
enajenaciones ejecutadas.540 Por su parte, en 1811, la Regencia que
sustituyó a la Junta Central suspendió la enajenación de vínculos y
mayorazgos permitida desde 1798 y las redenciones de censos perpetuos a través de vales reales.541
En sentido similar, parece que se suspendieron otros arbitrios
creados en su día para la consolidación de la deuda pública, como
la contribución de legados y herencias, por «incómoda y embarazosa», algunos gravámenes establecidos sobre los diezmos exentos
José Canga Argüelles, nombrado ministro interino de Hacienda, afirmaba que «está fuera de los límites de la justicia la orden que prohíbe admitir vales
en pago de contribuciones». Memoria presentada al Consejo…, op. cit. Vid. apéndice
documental 4. 2.
538
Resolución de la Regencia de 21 de noviembre de 1811, citada en la real
cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
539
Resolución de la Regencia de 8 de noviembre de 1811, citada en la real
cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
540
Real decreto de 14 de enero de 1809 y reales órdenes de 26 de enero de
1809 y 28 de febrero de 1810. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.013.
541
Así se afirma en la real cédula de 10 de marzo de 1817, que fecha las disposiciones de la Regencia el 13 de julio de 1811. Colección legislativa de la deuda
pública…, 1, op. cit.
537
206
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
y el impuesto sobre el vino, que «perjudica a los progresos de la
agricultura», que, en principio, repetimos, también habría derogado, antes, Fernando VII.542 Sin embargo, en 1813, el diputado de
Cortes López Pelegrín afirmaba que «solo el del vino no está derogado por Vuestra Majestad, pero lo está por el mismo pueblo en el
hecho de oponerse al tirano; este, que era uno de los arbitrios más
principales de la lista, ha desaparecido».543 Es decir, o derogación
legal o práctica. Y, en todo caso, confusión e imposibilidad de
recaudación en una época de guerra, desintegración y reestructuración política. Por su lado, para las «urgencias del Estado», se
ordenó la aplicación de los productos de las obras pías, con muchas
excepciones, en todo caso, las de los hospitales, hospicios, casas de
misericordia y establecimientos educativos. Y, con este motivo, se
aprovechó para investigar, de nuevo, sus cuentas.544 Para Granada,
se aprobó una deducción del ocho por ciento sobre el producto de
las ventas que efectuasen, de sus bienes, los eclesiásticos.545
Como protagonistas de los nuevos acontecimientos encontramos a ministros de Carlos IV, ilustrados que ya habían desarrollado algunas de las reformas que se consideraban necesarias para
el mantenimiento y, a la vez, modernización del sistema político de
la monarquía española, entre ellas, la propia desamortización. Así,
Reales órdenes de 22, 30 de noviembre de 1808 y 9 de febrero de 1809.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
543
Sesión extraordinaria de 8 de septiembre de 1813. D.S.C., Legislatura de
1810 a 1813, 8, p. 6.165. Vid. también CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5,
op. cit., pp. 233-243.
544
Real decreto de 6 de diciembre de 1809 (real cédula de 17) y reales órdenes de 28 de enero y 22 de marzo de 1811. El real decreto de 12 de mayo de 1811
aplicó dichos productos de obras pías a los hospitales militares. Vid. también real
orden de 8 de agosto del mismo año. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio
de Hacienda, libro 6.013; A.H.A., Junta General, libro 49, fol. 25. Vid. CANGA
ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., p. 288. Para América, la circular de 1
de diciembre de 1809 había ordenado la aplicación a la guerra de los productos de
las obras pías no aplicadas a hospitales, hospicios, establecimientos de enseñanza, etcétera. A.H.N., Estado, legajo 54.
545
Instrucción de 6 de julio de 1809. DÉROZIER, Albert, Quintana…, op.
cit., p. 510.
542
5. De la Ilustración al Liberalismo
207
Floridablanca y Jovellanos, presidente y vocal, respectivamente, de
la Junta Central, Saavedra y Sempere y Guarinos.546 Pero, a su lado,
pronto aparece el trabajo de otros hombres que se decantaron por
el liberalismo y las reformas revolucionarias que posibilitarían un
verdadero cambio en dicho sistema político. Entre ellos, Manuel
José Quintana,547 Antonio Ranz Romanillos,548 Agustín Argüelles y
José Canga Argüelles.549 Todos ellos habían participado, directa o
indirectamente, en la Administración hacendística de Carlos IV, y
de forma especial, en la consolidación de la deuda pública y, por
tanto, en la desamortización aprobada entonces.550
Saavedra fue nombrado, de nuevo, secretario de Hacienda y,
luego, pasó a secretario de Estado.551 Por su lado, Jovellanos, que
546
Fue vocal de la Junta provincial formada en Málaga. Vid. A.H.N., Estado, legajo 80, 1, F, docs. 62-129.
547
DÉROZIER, Albert, Quintana…, op. cit. En 1805 era subalterno del Tribunal de la Junta de Comercio, Moneda y Minas. FRANCISCO OLMOS, José
María, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., p. 306.
548
PÉREZ-RIOJA, José Antonio, El helenista Ranz Romanillos y la España de
su tiempo (1759-1830), Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Soria, 1962.
En 1803 era miembro de la Sala de Justicia del Consejo de Hacienda. FRANCISCO OLMOS, José María, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 157,
160 y 179.
549
En el Archivo de Saavedra se conserva correspondencia fechada en 1798
entre el propio Saavedra y José Canga Argüelles (caja 20). LASERNA GAITÁN,
Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. El 20 de junio de 1802 firmó una memoria sobre la necesaria nivelación entre ingresos y gastos de la Hacienda española
como oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda. Puede consultarse en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a
España, 2, op. cit., pp. 178-191.
550
En este sentido, seguían siendo consejeros de Castilla, Felipe Ignacio
Canga Argüelles, el marqués de Fuerte Híjar y José Gonzalo de Vilches, los tres
implicados directamente en la administración de la deuda pública. Vilches y
Canga como miembros de la Comisión Gubernativa; Fuerte-Híjar como comisionado de Consolidación nombrado tras la supresión de aquella por Fernando VII.
Consejo pleno celebrado el 11 de agosto de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
551
Fue miembro de la Junta provincial de Sevilla (A.H.N., Estado, legajo
70, H, docs. 146-167). Se le nombró secretario de Estado el 30 de octubre de 1809
208
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
consiguió dirigir durante un tiempo el proceso de convocatoria a Cortes, escribió una instrucción para la Junta especial de Hacienda nombrada por la Junta Central para auxiliar a la Comisión de Cortes. Una
de sus prioridades era «el pago de la deuda nacional», cuyos fondos se
le consignaban, para el pago de réditos y progresiva extinción de capitales, «puesto que, debiendo crecer la deuda a medida de las necesidades extraordinarias, que jamás faltarán, si por otra parte no se va disminuyendo y extinguiendo, el crédito público irá siempre a menos, y
la nación perecerá sin remedio». Ya entonces se establece el principio
de unidad de tesorería, que pasó a manos de Vicente Alcalá Galiano.552
En la Junta de Hacienda participó Ranz Romanillos, quien,
junto con Antonio Porcel, escribió una memoria, firmada el 30 de
octubre de 1809, en la que se insistía, de nuevo, en el derecho de
propiedad, ya como derecho natural e imprescriptible del nuevo
hombre y ciudadano: «Es el primero, si no en el orden, a lo menos
por su importancia, el goce seguro y libre de la propiedad».553
(A.H.N., Estado, legajo 3.442-1). Su representación para la exoneración de la
Secretaría de Hacienda se custodia en el Archivo Saavedra (caja 56). LASERNA
GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit.
552
Instrucción que dio a la Junta especial de Hacienda, siendo individuo de la Central en Sevilla y presidente de la Comisión de Cortes, en B.A.E., 50, op. cit., pp. 77-78. Los
miembros de la Junta de Hacienda eran Francisco Saavedra, ministro de Hacienda,
Vicente Alcalá Galiano, tesorero general, Melchor Jiménez, superintendente de la
Casa de la Moneda, José Espinosa, superintendente de la Real Fábrica de Tabacos,
Antonio Ranz Romanillos, Antonio Porcel, José Quintero, Francisco Javier Uriarte y
Juan Bautista Erro, secretario. Alcalá Galiano había ejercido, desde 1790, como oficial de la Secretaría de Hacienda. En 1797 pasó a ser director general de rentas y
ministro honorario del Consejo de Hacienda. En 1800 aparece en la Sala de la Única
Contribución y en 1801 en la Sala de Justicia. En 1805 ocupó plaza en el Tribunal de
la Contaduría Mayor, ejerciendo su presidencia en ausencia del gobernador. FRANCISCO OLMOS, José María, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 112,
114, 117, 120, 123, 126, 129, 135, 139, 142, 144, 149, 153, 157, 160, 165, 167, 170, 171,
175, 176, 179 y 180. Sobre el nombramiento de Vicente Alcalá Galiano como tesorero general tras el cese de Antonio Noriega, vid. A.H.N., Consejos, libro 2.705 E. Se
carteó, sobre temas de hacienda, con Soler y Saavedra (Fondo Saavedra, caja 26).
LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit.
553
ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 303 y ss., en
concreto, 311.
5. De la Ilustración al Liberalismo
209
Por su parte, Argüelles, que abanderará en las Cortes el
grupo liberal, había participado de manera muy directa en la administración de la deuda pública. En efecto, su viaje a Londres, en
1806, se debió precisamente, al proyecto ideado por dicha Administración para lograr la paz con Inglaterra, que se entendía ineludible para salvar el crédito público, además de los territorios americanos. Fue el propio Espinosa el que le instó a dicho viaje.554
Es difícil valorar la decisión de la Junta Central. Quintana
calificó el decreto de noviembre de «verdadero atentado a la confianza y crédito público».555 Sin duda, en la suspensión de la desamortización influyó la generalizada oposición a la puesta en prác-
QUEIPO DE LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op. cit., p. 3,
afirma que Argüelles acudió a Inglaterra a instancias de Manuel Sixto Espinosa,
director de la Caja de Consolidación, «con quien le unían motivos de amistad y de
reconocimiento». Reproduce una carta del propio Argüelles, fechada en Madrid, el
12 de abril de 1837, en la que relata que «hacia fines de septiembre de 1806, un día,
a cosa de las diez de la mañana, me llamó a su despacho en la Caja de Consolidación el señor Don Manuel Sixto Espinosa y, quedando a solas los dos, me dijo, en
sustancia, lo que sigue: Acabo de llegar de Aranjuez y es preciso que usted se disponga para ir a Londres, a una comisión importante y de la mayor reserva. A fin de
asegurar esta reserva, me he comprometido a que usted se encargue de la comisión,
por lo mismo que usted no llamará la atención con su salida de aquí ni con su permanencia en aquella capital. La pérdida de Buenos Aires no puede menos de acarrear una catástrofe en la América y, de resultas, la bancarrota del Estado, si no se
ataca prontamente el mal, reconciliándonos con los ingleses. Así lo he declarado
francamente en Aranjuez, añadiendo que yo no podía continuar al frente de la Caja
en medio de tantos riesgos como se iban a correr con la prolongación de la guerra
con Inglaterra. De resultas, se ha convenido en intentarlo del mejor modo que sea
posible». Argüelles afirma que conocía a Espinosa «por una casualidad». Vid. también CORONAS GONZÁLEZ, Juan Ramón, El Diputado Agustín Argüelles. Vida parlamentaria, Asociación Cultural Amigos de Ribadesella, Ribadesella, 1994, p. 6, que
le sitúa, de 1805 a 1809, como oficial agregado, en la Contaduría General de la Secretaría de Hacienda, categoría de la que asciende en 1808. A pesar de su directa participación en la Administración de la deuda pública, años después, en la sesión de
Cortes celebrada el 15 de abril de 1835, Argüelles afirma desconocer los breves que
autorizaron, en 1805 y en 1807, la venta de parte de los bienes eclesiásticos. D.S.C.,
Legislatura de 1834 a 1835, 3, p. 2.268.
555
DÉROZIER, Albert, Quintana…, op. cit., p. 381.
554
210
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
tica de la política fiscal de Carlos IV, que no había logrado salvar la
deuda pública, sino que había llevado a la bancarrota. Algunas de
las juntas provinciales alzadas contra los franceses, habían suspendido de forma inmediata las ventas de las propiedades vinculadas
y amortizadas.556 Lo mismo ocurrió en América, en concreto, en
Méjico, donde el virrey y la Junta Superior de Gobierno decretaron,
primero, dicha suspensión de las enajenaciones forzosas, y, luego,
extendieron la medida a las redenciones de censos, que declararon
libres.557
En la «consulta al país», emitida a fines de 1809, varias autoridades y particulares volvieron a poner de manifiesto su clara
oposición a la desamortización. Unos –los eclesiásticos–, fundamentalmente, por considerar que vulneraba el derecho de propiedad de la Iglesia, del que ni el propio papa podía disponer a favor
del rey. Así, el obispo de Teruel: «En Su Santidad no hay facultades
para prestar autoridad a ventas o enajenaciones de unos bienes en
que, por su calidad, no tiene el dominio que necesita«;558 El obispo
de Cuenca: «Los eclesiásticos están reducidos a la clase de unos
meros administradores de las rentas de la Iglesia«;559 Y el obispo de
Cartagena: «El Papa no tiene el señorío de estos bienes de las Iglesias, sino los prelados y las mismas Iglesias».560 Por su parte, el
cabildo de Tortosa tildaba a dichas bulas y breves pontificios de
«arrebatados casi a la fuerza o con falsas preces».561 Y, en parecido
556
Es el caso de la Junta formada en Galicia. HERR, Richard, La Hacienda
real…, op. cit., pp. 827 y ss. Por el contrario, durante la guerra de la Independencia se continuó, e incluso se amplió, la desamortización municipal. Vid. ALONSO
ROMERO, María Paz, «Venta de bienes municipales en la provincia de Salamanca durante la guerra de la Independencia», en Desamortización y Hacienda Pública,
1, op. cit., pp. 369-384
557
Gaceta de México, 26 de octubre de 1808. A.H.N., Estado, legajo 54.
558
ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 397-398;
LASARTE, Javier, «La consulta al país de 1809: Un alegato contra la Hacienda del
Antiguo Régimen», en Economía y Hacienda al final del Antiguo Régimen. Dos estudios, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1976, pp. 299-300.
559
LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., pp. 282 y ss.
560
Ibídem, pp. 292-294.
561
Ibídem, pp. 315-316.
5. De la Ilustración al Liberalismo
211
sentido, se pronunciaba el obispo de Calahorra: «No se halla en la
Silla Romana facultad para disponer a su arbitrio de las inversiones de los bienes eclesiásticos de España […]. Cuando los soberanos han echado mano de los bienes que los pobres fieles consagran
en la Iglesia al culto de Dios, conservación de los templos y manutención de sus ministros, el estado de la Corona ha venido a decadencia, infelicidad y miseria».562 Como apoyo a la oposición, fundamentada en la falta de legitimidad de la disposición de los bienes
eclesiásticos, estaba la realidad práctica, ya que la desamortización
no había disminuido, sino aumentado la deuda pública. Así lo
recordaba el obispo de Lérida: «¿Cuánto ha crecido el erario con la
venta de bienes eclesiásticos, irrupciones en los diezmos, en la
libertad de los censos, en los propios y arbitrios de los pueblos?
[…] La sangre del pobre clama y los bienes de la Iglesia no aprovechan».563 Por su parte, el cabildo de Ciudad Rodrigo afirmaba que
el Gobierno había agotado «los fondos comunes de pósitos, propios, obras pías y plata de las Iglesias».564
En fin, estos y otros escritos revelan que la oposición a la desamortización de Carlos IV se convirtió en bandera de los absolutistas contra los ilustrados. Pero también de algunos ilustrados contra sus consecuencias liberales. En efecto, la superviviente doctrina
campomanista admitía solo la limitación de la amortización y la
vinculación de la propiedad y, en único caso, la desamortización
concejil, mejor a través de la cesión de su dominio útil mediante
censos enfitéuticos, aunque también se aceptaba, en algún caso, la
enajenación de la plena propiedad, a través de ventas o redenciones de censos. Por estas ideas se decantaba Ramón Lázaro de Dou
y Bassols, que volvía a las primeras medidas tomadas sobre las
propiedades vinculadas y amortizadas, limitadas a la imposición a
censo de los capitales de las mismas que se hallasen en depósito, y
a la enajenación de las tierras comunes y baldías. Por su lado, recu-
562
563
564
Ibídem, pp. 297-299.
Ibídem, pp. 279-280.
Ibídem, pp. 281-282.
212
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
peraba, además, la idea de dejar en manos de la propia Iglesia el
pago de la deuda pública, como único cuerpo capaz de garantizarla.565 En parecidos términos se pronunciaba Manuel Agustín Jarrillo, que solo admitía la desamortización de la propiedad de las
capellanías, dejando, eso sí, la venta en manos de las autoridades
eclesiásticas «para evitar los abusos que se experimentaron en las
que practicaron los comisionados reales».566 La desamortización
concejil, en dichos términos, era la opción preferida, también, para
Rodrigo López Jurado («Enajénense en chica o grandes porciones
a dinero contante, a censo, a renta o plazos, siempre con facultad
de redimirlos para adquirir la posesión»),567 Alcántara Corrales
(«Repártanse entre los vecinos de cada pueblo las tierras baldías y
comunales con justa y equitativa distribución»)568 y el cura de
Higuera la Real («Se repartan en cortas porciones entre los vecinos,
enajenándolos a censo perpetuo con la condición de no poder vender jamás»).569 Por fin, al contrario, se desprende un cierto consenso respecto de la liberalización de los mayorazgos, como medio de
promover la circulación de la propiedad, lo que apoyaron también
los eclesiásticos, como los obispos de Urgel y Albarracín, el cabildo
de Lérida y, de nuevo, el cura de Higuera la Real.570
ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 399; LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., pp. 256-261 y 340-342, que comenta sus
Reflexiones sobre los puntos que contiene el capítulo III del Real Decreto de 22 de mayo
del corriente año de 1809.
566
LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., pp. 262-264, comenta
su Escrito sobre reunión de Cortes y otros particulares.
567
«Arréglese este ramo, sepúltense esas innumerables órdenes que oprimen
al industrioso, sea todo ciudadano un señor absoluto de lo que legalmente es suyo,
tenga sobre ello una propiedad legítima, déjese que corte, plante, siembre o queme
lo que con su sudor ha criado; compre, venda o trafique, nadie le oprima, nadie le
observe y, últimamente, nadie le asalte su casa, tras de aquello mismo que aun para
su alimento compra, y de este modo el Estado tomará el poder o riqueza que la naturaleza ofrece, los ciudadanos libres lograrán el colmo de sus felicidades y veremos
una patria rica, poblada y hermosa.» ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1,
op. cit., p. 405, y LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., p. 270.
568
ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 406.
569
Ibídem, p. 405.
570
Ibídem, p. 407.
565
5. De la Ilustración al Liberalismo
213
La misma Junta Central, al suspender la desamortización,
había afirmado que su fin era «conservar el resto de bienes de establecimientos piadosos y al clero», pero también «relevar al Estado
del gravamen de pagar los réditos de los capitales que se enajenaban».571 Los acontecimientos sucedidos en marzo de 1808, que alzaron a Fernando VII al trono, habían dejado clara la fuerza de la
oposición a la desamortización. El comienzo de la guerra acabó
definitivamente con los fondos destinados a la deuda pública. De
este modo, los autores de la suspensión de las enajenaciones forzosas no pudieron rechazar la teoría de la desamortización, porque
ellos mismos la habían propuesto, pero sí su ejecución práctica, sus
consecuencias. Ya nos hemos referido a las críticas a la mala administración llevada a cabo por sus máximos ejecutores: Soler, Espinosa y Noriega. Y también a cómo fueron tratados por el pueblo
amotinado. Así pues, la decisión de la Junta Central «calmó el descontento del estado eclesiástico [sobre todo] evitando una multitud
de monopolios, conciliando al mismo tiempo que cesase el grave
perjuicio que la Real Caja sufría por estas enagenaciones, y se señaló límites a la deuda, que si seguía aquellos pasos devía ascender a
una cantidad inmensa en su capital, produciendo sus intereses una
carga gravísima».572
Pero la ordenación de la deuda pública, para levantar el crédito, va a ser imposible en época de guerra y muy dificultosa después. Por el momento, la Junta Central mandó que continuase la
recaudación de los fondos de consolidación no suprimidos y su
aplicación a sus fines: el pago y consolidación de la deuda.573 Y soli-
Real orden de 30 de enero de 1809. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
572
Vid. Informe sobre vales, op. cit.
573
Una real orden del Consejo, de 23 de octubre de 1808, comunicaba a las
juntas provinciales que la voluntad de la Junta Central era que los caudales de
consolidación se aplicasen íntegramente a sus obligaciones. Y mandaba a los
comisionados de Consolidación continuar la recaudación de los arbitrios destinados a tal fin y que los caudales de la Caja pasasen a sus manos. Otra real orden de
31 del mismo mes reiteraba la intención de la Junta Central de averiguar todas las
571
214
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
citó a los establecimientos afectados por la desamortización la formación de cuentas, para conocer los intereses debidos por la Real
Hacienda que, como ya hemos dicho, habían dejado definitivamente de pagarse.574
5.2.
El «triunfo»: El difícil camino hacia la desamortización
eclesiástica liberal
5.2.1. El primer Liberalismo (1808-1814)
Mientras tanto, en el territorio ocupado por los franceses, la
normativa desamortizadora de Carlos IV se consideró, en principio, vigente.575 Se alabó la idea, pero se reiteraron las críticas a la
administración de los cuantiosos fondos obtenidos: «La venta y
enajenación de fincas de capellanías y obras pías para aplicar sus
productos al pago de réditos y extinción de capitales de la deuda
nacional, indicada en varias épocas por los estadistas más ilustrados de la nación, hubiera sido para ella un manantial de felicidades si el Gobierno que la mandó, siempre acosado de necesidades
por el desorden y prodigalidad de su administración, no hubiera
pospuesto todas las demás consideraciones a la de tener prontamente dinero». 576
deudas de consolidación y la orden para que se hiciesen efectivos los fondos destinados a la deuda pública. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.013.
574
Real Decreto de 16 de noviembre de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013.
575
Vid. GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 370. También sufrieron
reformas otros fondos destinados a la deuda pública. Así, los depósitos judiciales
pasaron de la Caja de Consolidación al Banco Nacional de San Carlos (decreto de
1 de marzo de 1809. Prontuario de Leyes y Decretos del Rey Nuestro Señor Don José
Napoleón I, 1, Imprenta Real, 1810, pp. 141-142). Los franceses suprimieron, además, de manera efectiva, el impopular impuesto sobre el vino, por decreto de 15
de septiembre de 1808 (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda,
legajo 2.587).
576
Decreto de 18 de agosto de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, legajo 2.587.
5. De la Ilustración al Liberalismo
215
Y así, el Gobierno francés partió de dicho primer ensayo para
iniciar en España la política desamortizadora, ya plenamente liberal, centrada en la propiedad eclesiástica: «Llamado Yo a restablecer el orden en todas las relaciones de esta gran Monarquía, he fixado mi primera atención sobre este interesante ramo, que no solo
abraza el crédito público, pero aun todos los elementos de la prosperidad nacional, la salubridad de las ciudades, la fecundidad de
los campos, en fin, la tranquilidad social y hasta la moral, por lo
que la propiedad conduce a mejorar a los hombres y a unirlos más
íntimamente con el Gobierno».577
En el mismo mes de mayo de 1808 se restableció la Comisión
Gubernativa de Consolidación de la Deuda Pública suprimida por
Fernando VII, en marzo, que pasó a llamarse Comisión Judicial de
Consolidación.578 Presidida por el gobernador del Consejo de Castilla,
se compondría de dos ministros del mismo Consejo, del comisario
general de espolios y vacantes, de un consejero de Indias y otro de
Hacienda. Contaría con su secretario y su contador o tesorero, llamado superintendente general de consolidación de vales, además de los
correspondientes comisionados provinciales. Para dichos cargos fueron nombrados algunos de los hombres directamente implicados en
la desamortización de Carlos IV. Así, como consejeros de Castilla, aparecen en la Comisión de Consolidación francesa Gonzalo José de Vilches y Felipe Ignacio Canga Argüelles, como secretario, el marqués de
Fuerte-Híjar, y, como superintendente general de Consolidación, el
conde de Cabarrús.579 Los tres primeros habían sido comisionados de
Consolidación, Vilches y Canga con Carlos IV y Fuerte-Híjar con Fernando VII. Formarán, luego, en agosto, parte del Consejo de Castilla
que, por fin, se apartará de las órdenes de los franceses.
Ibídem.
Decretos de 22 de mayo, 30 de julio, 18 de agosto y 4 de septiembre de
1808. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op.
cit; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587; Colección legislativa de la deuda pública…, 2, op. cit.
579
A este último se le nombró el 27 de mayo. Como consejero de Indias aparece García Gómez Xara y como consejero de Hacienda José Pérez Caballero. Vid.
decreto de 22 de mayo de 1808. Colección legislativa de la deuda pública…, 2, op. cit.
577
578
216
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
La Comisión de Consolidación contaba con la correspondiente Caja de Amortización para la extinción de la deuda. Pero,
además, se creó una Caja particular administrada por una Junta de
acreedores, presidida por un consejero de Estado, cuyos fondos se
destinaban exclusivamente al seguro de las nuevas cédulas hipotecarias. En efecto, el empeño de José Napoleón en conocer y reconocer la deuda pública, propició el establecimiento, en junio de 1809,
de una Comisión de Verificación y Liquidación de las Deudas del
Estado, a la que debían acudir los acreedores del Estado, que recibirían, a cambio de sus títulos de deuda, las llamadas cédulas hipotecarias, admitidas, claro, en la compra de los nuevos bienes nacionales. El intendente general de dichas cédulas era el marqués de
Múzquiz, consejero de Estado.580
En 1810 volvió a modificarse la Administración de la deuda
pública, que pasó a una Dirección General de Bienes Nacionales,
con su contaduría general y su secretaría. Una Junta formada por
el director –un consejero de Estado– y los administradores generales adjuntos a dicha dirección sustituyó a la Comisión de Consolidación. Y los comisionados de esta fueron reemplazados por los
nuevos administradores provinciales (prefecturas) y de partido
(subprefecturas) de bienes nacionales.581
Los franceses suprimieron las comunidades eclesiásticas de
regulares –«órdenes regulares, monacales, mendicantes y clericales» y «hermandades y congregaciones conocidas con el nombre de
tercera orden»– y las órdenes militares.582 Y todos sus bienes, junto
con los de los jesuitas, la Inquisición, los confiscados y los mostrencos y estatales no destinados al servicio público, pasaron a integrar
580
Decretos de 9 de junio de 1809. Colección legislativa de la deuda pública…,
2, op. cit.
Decretos de 20 de julio de 1810 y 16 de septiembre de 1811. Prontuario…,
op. cit., 2, pp. 189-190, y 3, pp. 158-159.
582
Decretos de 18 de agosto, 18 y 27 de septiembre de 1809. Prontuario…,
1, op. cit., pp. 303-305, 349-350 y 357-358. Vid. MERCADER RIBA, J., José Bonaparte, Rey de España, 1808-1813. Estructura del Estado Español Bonapartista, Centro
Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Historia Jerónimo Zurita,
Madrid, 1983.
581
5. De la Ilustración al Liberalismo
217
la masa de bienes nacionales desamortizados583. Entre sus compradores destacaron algunos de los implicados en la desamortización
de Carlos IV: Urquijo, ministro de Estado de José I, y, sobre todo,
Espinosa.584
Al contrario, la desamortización de las propiedades de las
fundaciones, por lo menos, benéficas, fue cesando. Así, inmediatamente, en 1808, se suspendieron las enajenaciones de los hospitales, exclusión que se confirmó un año después, extendida a las
casas de misericordia y expósitos. Los remates no consumados
quedaron sin efecto. Y a los hospitales cuyos bienes hubiesen sido
enajenados se les facultó e incitó a comprar nuevas fincas con el
capital procedente de aquellas ventas.585 La enajenación de sus
bienes había supuesto, en la práctica, su desaparición. Y lo que se
intentaba entonces era crear un «fondo general de socorros», es
decir, «estatalizar» la sanidad, como también se hará con la enseñanza. En este sentido, en 1810, se excluyó de la ya generalizada
desamortización eclesiástica a los establecimientos de instrucción
pública y educación, y, además, a los penitenciarios: cárceles y establecimientos de corrección.586 En fin, se había comprobado que la
desamortización no bastaba para la reforma benéfica, sanitaria,
educativa y penitenciaria. En cuanto a la desamortización del «séptimo eclesiástico», primero en 1808 y luego en 1810, se ordenó su
583
La instrucción dictada en 1810 puede consultarse en el A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, caja 2.
584
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 16.491
bis (libro de cuentas corrientes de los compradores de fincas de bienes nacionales,
1809-1811). Espinosa aparece como comprador en 1810 y 1811. Entre otros,
adquiere muebles y efectos del extinguido convento de mercenarias de Rivas y
cincuenta y seis fincas en Arganda. Pagó en metálico pero, sobre todo, en títulos
de deuda: hipotecas, cédulas de indemnización, certificaciones de liquidación y
libramientos de empréstito. Por su parte, Urquijo compró entre 1809 y 1810 varias
fincas urbanas.
585
Decretos de 18 de agosto de 1808 y 20 de julio de 1809. A.H.N., Fondos
contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587; Prontuario…, 1, op. cit., pp.
258-259.
586
Decreto de 22 de octubre de 1810. Prontuario…, 2, op. cit., pp. 233-234.
218
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
continuación conforme a la propia normativa de 1807. Pero entonces, para evitar los problemas que había supuesto su aplicación
práctica,587 se apeló, de nuevo, a la colaboración eclesiástica, y,
sobre todo, se permitió sustituir dicha enajenación por la reducción
a metálico de dicha séptima parte. Continuó también vigente la
desamortización de las capellanías.588
Los establecimientos benéficos y piadosos y los cuerpos y
personas eclesiásticas afectados por la desamortización fueron
reconocidos como acreedores del Estado. Sus intereses se consideraron deuda corriente y sus capitales deuda vitalicia, de modo que,
cuando desaparecieran sus administradores, se extinguirían, «a
menos que una determinación especial disponga continuar la renta
por convenir a la religión y al Estado, en cuyo caso pasará a deuda
perpetua».589 Las certificaciones de las imposiciones de sus capitales debían presentarse ante la Comisión de Liquidación. Y se les
incitó a la compra de otros bienes nacionales a través de dichas
escrituras de imposición, convertidas en cédulas hipotecarias.590
Por su parte, en enero de 1810, el reconstituido Estado español sustituyó, como estaba previsto, a la Junta Central por un Consejo de Regencia que, tras un largo y complicado proceso, dio paso
a las nuevas Cortes Generales y Extraordinarias, reunidas en
Cádiz, el 24 de septiembre. Su composición, en cámara única, formada por diputados elegidos por los nuevos ciudadanos y por las
juntas provinciales que, unidos, integraban un único cuerpo que
representaba a la nación soberana. Su función, constituyente. El
587
Así, se habla de «las reales órdenes e instrucciones expedidas para su
execución, las dudas, los recursos y dispendios de muchas comunidades y otros
miembros del clero secular y regular y lo doloroso que ha sido el modo con que
se ha procedido en la indagación». Vid. decreto de 15 de septiembre de 1808.
A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587.
588
Decretos de 15 de septiembre de 1808 y 20 de julio de 1810. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587; Prontuario…, 2, op. cit.,
pp. 189-190.
589
Decreto de 4 de septiembre de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, legajo 2.587.
590
Decreto de 2 de junio de 1810. Prontuario…, 2, op. cit., pp. 159-160.
5. De la Ilustración al Liberalismo
219
triunfo de los liberales, en principio minoría, hizo posible el tránsito, aunque no definitivo, del Antiguo Régimen al Liberalismo.591
Sus fuentes, la ilustración racionalista, la revolución francesa y los
principios de soberanía nacional, división de poderes y derechos
naturales individuales, entre los que destaca el de propiedad.
Las Cortes reconocieron la deuda pública heredada, lo que,
sin duda, era fundamental tras la guerra y el cambio de régimen
político:592 «El descrédito hace que los ciudadanos no se fíen en el
Gobierno; la desconfianza, nacida de la falta de cumplimiento de
las palabras, aísla los hombres, les hace olvidar sus relaciones con
la patria, y los engaños causados por los agentes del Erario introducen la indiferencia sobre la suerte del Estado, precursora de su
ruina. Acordémonos de lo que por nosotros pasaba en los últimos
años del reinado anterior: todos se desentendían de la voz del
Gobierno y miraban como una gracia el burlar sus providencias;
¡Ojalá que el 2 de mayo hubiera acabado esta conducta y los motivos de ella!».593 E intentaron, de nuevo, organizarla para su consolidación. Lo primero era recuperar y reordenar los arbitrios destinados a dicha deuda, aprobados durante el reinado de Carlos IV, y,
en su mayor parte, cesados. Y, entonces, en 1813, se vuelve a discutir sobre la justicia o injusticia de la aplicación de dichos fondos de
amortización, para volver a achacar a la Administración de Consolidación la situación de la deuda pública y la bancarrota de la
Hacienda.594
Como afirma FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., p. 40, «la revolución tuvo que derribar por la fuerza el Antiguo Régimen, porque este era incapaz
de transformarse desde dentro».
592
Decreto de 3 de septiembre de 1811. C.D.C., 1, pp. 226-227.
593
Son palabras de José Canga Argüelles, ministro interino de Hacienda,
pronunciadas en la Memoria presentada al Consejo…, op. cit. Vid. apéndice documental 4. 2. Canga Argüelles había sido, desde 1800, oficial de la Secretaría de
Hacienda, y en 1798 y 1799 aparece como miembro de la Junta de Gobierno del
Banco de San Carlos. FRANCISCO OLMOS, José María, Los miembros del Consejo
de Hacienda…, op. cit., pp. 144, 148, 151, 155, 159, 328 y 329.
594
Vid. el debate sobre la materia en la sesión extraordinaria de 8 de septiembre de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 6.163-6.170. El diputado
591
220
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
La nueva Administración quedó integrada por una Junta
Nacional del Crédito Público, separada, de nuevo, de la Tesorería,
que sustituye a la extinguida Consolidación. Sus oficinas se dividieron en una secretaría, una contaduría principal de recaudación,
una contaduría principal de reconocimiento y extinción, una caja
principal y una oficina de expedición y renovación de documentos.
Además, se previó la constitución temporal de una Contaduría de
Consolidación para liquidar las cuentas de la antigua Caja de Consolidación, que quedó en manos de José Pérez Quintero.595 Por su
lado, los comisionados provinciales se hicieron depender, de
nuevo, de los intendentes.596
La deuda nacional se dividió en deuda con interés y sin interés.597 En la deuda con interés se incluía el pago de los intereses procedentes de los capitales obtenidos con las enajenaciones forzosas
y voluntarias realizadas, suspendidas, impuestos en la Real
Hacienda al rédito del tres por ciento. La deuda sin interés se dividió en anterior y posterior al 18 de marzo de 1808, es decir, anterior
y posterior al reinado de Fernando VII. A la amortización de la
Ostolaza proponía, a pesar de todo, recuperar los antiguos fondos de consolidación: «A mí no me basta que Vuestra Majestad haya abolido esas cosas, porque
ciertamente es una cosa muy dura, porque veo asomada una discusión y yo no
puedo menos de tomar parte en este asunto, porque los arbitrios que se habían
tomado en algún tiempo en que aquel Gobierno, como se ha dicho, no tiraba más
que a destruir la nación, cuando pueda ser que las manos de Sixto Espinosa o sus
manejos nos hayan puesto en la disposición que estamos, ¿qué motivos puede
haber para suprimir estos grandes ingresos que producían ciento y tantos millones, para que nos veamos embarazados con nuevos arbitrios, que no sé si podremos salir de ellos?».
595
Firma, el 17 de diciembre de 1810, las cuentas presentadas por José
Canga Argüelles en su Memoria presentada al Consejo…, op. cit.
596
Decreto de 26 de septiembre de 1811 y reglamento de 29 de noviembre
de 1813. C.D.C., 2, pp. 2-3, y 5, pp. 50-84. A la Junta del Crédito Público pasaron
diversos títulos de deuda pública interceptados a los franceses en 1811. A.H.N.,
Estado, legajo 3.111.
597
Reglamento de 15 de agosto de 1813 y decreto de 13 de septiembre del
mismo año. C.D.C., 4, pp. 164-170 y 253-270. Vid. también decreto de 28 de abril
de 1814. C.D.C., 5, p. 198.
5. De la Ilustración al Liberalismo
221
deuda sin interés posterior se aplicarían los fondos a lograr con la
desamortización que se aprobaría, que, finalmente, quedó en proyecto.
En un primer momento, para el secretario de Hacienda, José
Canga Argüelles, en ella solo se incluiría la propiedad de las órdenes militares, los conventos destruidos, los baldíos no necesarios a
los pueblos y algunas fincas de la corona,598 las propias de Godoy y
de los enemigos franceses.599 En cuanto a la propiedad eclesiástica,
en concreto, su séptima parte, para cuya venta el Estado gozaba de
concesión papal, solo se preveía en caso extremo y «dejando a
cargo de los eclesiásticos la enajenación».600 De todos modos,
advertía que el capital perteneciente a las órdenes militares y obras
pías ascendía a 6.250 millones de reales y el séptimo eclesiástico a
892.857.142 reales, considerándose el «valor del capital de la península» en 50.000 millones. Su desamortización, pues, seguía en
mente. Además, Canga propuso en esos momentos la suspensión
del pago de los intereses debidos a los establecimientos piadosos a
los que se hubiesen vendido sus bienes, por lo menos, hasta que se
decidiese sobre «la subsistencia de los establecimientos a que pertenecen».
De hecho, de momento, los productos de las fundaciones piadosas fueron aplicados, de nuevo, a los hospitales militares, lo que
propició un nuevo debate sobre la legitimidad de, incluso, dicha
disposición, que, para algunos, seguía vulnerando la voluntad de
los fundadores y, en todo caso, se trataba de asuntos eclesiásticos
en los que el Estado no tenía jurisdicción.601
598
Su enajenación se dispuso por decretos de 1 de abril y 22 de marzo de
1811. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013;
C.D.C., 1, pp. 109-110.
599
Para la indagación y venta de las fincas de los «declarados partidarios
franceses» se creó, en marzo de 1811, una Junta Superior de Confiscos y las correspondientes comisiones ejecutivas en las provincias. Vid. decretos de 22 de marzo
de 1811 y 17 de junio de 1812. C.D.C., 1, pp. 107-109, y 3, pp. 28-34.
600
Memoria presentada al Consejo…, op. cit. Vid. apéndice documental 4. 2.
601
Reales órdenes de 28 de enero y 8 de agosto de 1811, decreto de 22 de
marzo, que recuerda el previo de la Junta Central, de 6 de diciembre, y real orden
222
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Pero, en 1813, el propio Canga Argüelles propuso ya la puesta en marcha del programa desamortizador liberal, vinculado, de
nuevo, a la amortización de la deuda pública. Las propiedades susceptibles de enajenación se denominan entonces, definitivamente,
bienes nacionales, concepto que amplía el previo de establecimientos públicos: «La venta de bienes que pueden llamarse nacionales,
porque no siendo propiamente de dominio particular pertenecen
generalmente a todos, y en el bien y salvación de todos se deben
consumir, es una medida que, sobre ser la única capaz en el día de
salvarnos, reúne […] la inesperada ventaja de pagar a un tiempo la
deuda nacional, poner en circulación una inmensa suma de bienes
estancados y aliviar la común miseria de tanto acreedor por vales,
por acciones, por empréstitos, por suministros, por viudedades,
por sueldos, que todos perecen ahora sin esperanza de remedio y
todos serán pagados y satisfechos entonces de una vez».602
La propiedad afectada se dividió en propiedad común y propiedad eclesiástica secular y regular. En la primera, además de la
concejil, se incluyeron los bienes de los jesuitas y de la suprimida
Inquisición,603 y, además, los de los establecimientos «de instrucción pública y de caridad». Pero, respecto a estos últimos, que eran
las mismas fundaciones benéficas y piadosas laicas (en las que se
incluían establecimientos sanitarios, penitenciarios y educativos),
se advertía que, antes de venderse, debían buscarse medios para su
subsistencia. De nuevo, la experiencia había demostrado que la
enajenación de sus propiedades llevaba a su ruina. En cuanto a la
propiedad eclesiástica, en la secular se incluyeron entonces los
bienes pertenecientes a «capellanías, a beneficios sin cura de almas
y a las obras pías», es decir, las antes llamadas fundaciones eclesiásticas. La enajenación del resto de la propiedad eclesiástica secu-
de 20 de mayo del mismo año. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de
Hacienda, libro 6.013; C.D.C., 1, pp. 110-111. Vid. el correspondiente debate en la
sesión de 2 de agosto de 1811. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 2, pp. 1.554-1.557.
602
Sesión de Cortes de 4 de julio de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813,
8, pp. 5.601-5.604.
603
Decreto de 22 de febrero de 1813. C.D.C., 3, pp. 220-224.
5. De la Ilustración al Liberalismo
223
lar, de nuevo voluntaria, se dejó en manos de la propia Iglesia:
«Los prelados eclesiásticos y los cabildos designarán las fincas que
se hayan de enajenar a beneficio de la nación». La que sí se consideró plena fue la desamortización de la propiedad de los regulares
suprimidos, incluidas las órdenes militares.
En el mismo sentido, por su parte, la Comisión de Hacienda
de las Cortes siguió trabajando en la búsqueda de arbitrios y bienes para aplicarlos a la amortización de la deuda pública. Y, de
nuevo, los preferidos fueron los bienes de los jesuitas, la Inquisición, las órdenes militares, los regulares suprimidos, los franceses
y afrancesados, las fincas de la corona y las tierras comunes.604
No faltaron los que se opusieron a la desamortización, concretamente, de los bienes de los regulares, de nuevo, bajo el argumento de que eran propiedad particular, derecho tan protegido por
los liberales: «La nación ni tiene dominio ni señorío sobre estos
fondos para trasferirlos a los acreedores de la Hacienda pública
[…]. ¿Qué dice la Constitución, que tanto se cita y tan poco se guarda? Que la nación está obligada a conservar a los españoles su propiedad».605 Para rebatir estas críticas, se volvió a destacar el interés
de las propias personas y cuerpos afectados: «Aquí no se trata de
quitar la propiedad a nadie. Lo digo francamente: la principal mira
que tenemos, a pretesto del crédito público, es el hacer un beneficio a los regulares». Y, por si acaso tal pretensión no legitimaba la
disposición, se rescatan las bulas papales de 1805 y 1807 que autorizaban las ventas.606
Lo cierto es que el debate sobre la desamortización y la desvinculación evolucionó claramente hacia la nueva configuración
de la propiedad liberal, aprovechando, además, la oportunidad
para la deseada reforma del clero. Algunos afirmaron entonces que
Vid. sesiones extraordinarias de 7 y 8 de septiembre de 1813. D.S.C.,
Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 6.140-6.156 y 6.163-6170.
605
Son palabras del diputado Simón López, en la sesión extraordinaria de
8 de septiembre de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 6.166-6.167.
606
Son palabras del diputado Mejía. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp.
6.167-6.168.
604
224
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
la propiedad eclesiástica –por lo menos la de los regulares– era susceptible de apropiación legítima por el Estado. De este modo, la
naturaleza pública que había legitimado la desamortización de la
propiedad de las fundaciones benéficas y piadosas se amplió a las
corporaciones eclesiásticas regulares. Los liberales, como José
María Queipo de Llano, conde de Toreno, asimilaron y llevaron a
sus máximas consecuencias la doctrina jovellanista preliberal. Primero, para las órdenes militares: «Como el objeto de toda institución humana es el bien y felicidad de la sociedad en que se establece, luego que cesa aquel, deberá cesar también la institución, que
con el transcurso de los tiempos y con la variación de las circunstancias habrá llegado a ser perjudicial en vez de útil y provechosa
como sería en un principio».607 Luego, para los regulares: «Las corporaciones todas han sido instituidas por beneficio de la sociedad;
y si ésta conceptúa que ya le son perjudiciales, o a lo menos que no
le son útiles, tiene derecho a destruirlas y, por consiguiente, apoderarse de sus bienes siempre que le convenga, puesto que dejan de
existir; no así con los de los particulares; a estos no puede destruirlos. La sociedad se compone de individuos y la destrucción de ellos
sería la de ella misma, por lo que solamente le es dado quitarles los
bienes cuando cometan algún delito».608
El decreto de 13 de septiembre de 1813 incluyó entre los bienes desamortizables, efectivamente, la mitad de los concejiles (baldíos y propios), los de la Inquisición, los de los jesuitas, los confiscados, los de la corona sin uso, los de las órdenes militares y conventos y monasterios destruidos o suprimidos.609 Nada se decía de
las fundaciones benéficas y piadosas, de las fundaciones eclesiásticas ni de la séptima parte del resto de la propiedad de la Iglesia,
sino la enajenación de los bienes que estuviesen en poder del Crédito Público, por no haberse enajenado.
607
Sesión de 11 de agosto de 1811. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 3, p.
1.618.
608
Sesión de Cortes de 18 de septiembre de 1812. D.S.C., Legislatura de 1810
a 1813, 5, p. 3.705. El debate entero, en pp. 3.703-3.717.
609
C.D.C., 4, pp. 253-270.
5. De la Ilustración al Liberalismo
225
Y, de todos modos, el programa liberal desamortizador y desvinculador no pudo aplicarse en su totalidad, por el momento.610 Sí la
desamortización concejil, con la que parecía volverse al primer ideal
ilustrado, ya que se ordenó la enajenación de la mitad de los propios
y baldíos, a cambio de rentas anuales, preferiblemente entre los vecinos de los pueblos, y la otra mitad debía repartirse, por suertes, entre
los soldados que hubiesen participado en la guerra y los vecinos sin
tierras propias a cambio de un canon.611 También se decretó, efectivamente, la desamortización de parte de la propiedad eclesiástica de las
comunidades regulares extinguidas.612 Y, por otro lado, se avanzó
hacia la propiedad privada plena. Así, se trabajó en la supresión de
los mayorazgos y vínculos.613 Y, en agosto de 1811, se incorporaron,
por fin, al Estado, todos los señoríos jurisdiccionales, de modo muy
beneficioso para la nobleza, que pudo hacerse con la propiedad plena
de la tierra.614 Para completar tales disposiciones, en 1813, se declaró,
en general, la libertad de arrendamientos –ya adelantada por la Junta
Central, que había suspendido la normativa de protección de colonos
de 1785– y de cerramientos. El único contrato agrario respetado, por
el momento, fue, otra vez, el foro.615
610
Vid. ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 514-520,
530-561, 579-614 y 683-694.
611
Decreto de 4 de enero de 1813 «sobre reducir los baldíos y otros terrenos comunes a dominio particular, suertes concedidas a los defensores de la patria
y a los ciudadanos no propietarios». C.D.C., 3, pp. 189-193. Ya el citado Informe
sobre vales, fechado en Sevilla, en 1809, proponía, como alternativa a la desamortización eclesiástica, la enajenación de los baldíos.
612
Decretos de 17 de junio de 1812 y 18 de febrero de 1813. C.D.C., 3, pp.
28-34 y 211-212.
613
ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 561, cita la
publicación de unos Documentos relativos al expediente de vinculaciones, impresos de
orden de las Cortes para su discusión, Madrid, 1814.
614
Decreto de 6 de agosto de 1811. C.D.C., 1, pp. 193-196.
615
Decreto de 8 de junio de 1813 sobre «varias medidas para el fomento de
la agricultura». C.D.C., 4, pp. 80-82. Ya el propio Consejo de Castilla, el 27 de agosto de 1808, había circulado una orden por la que se aceptaban las instancias de los
propietarios contra los colonos arrendatarios. MORENO GARBAYO, Natividad,
Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit.
226
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
5.2.2. La oposición a la desamortización liberal
Así pues, el debate sobre la legitimidad de la desamortización,
iniciado en el reinado de Carlos IV, continúa. Es entonces cuando se
achaca a aquellas primeras medidas el inicio de la nueva política, que
ya no tenía vuelta atrás. Y a los ilustrados, como iniciadores del proceso, se les tachó de liberales.616 En 1813 se publicaron, entre otras, dos
obras destinadas a negar a la Iglesia el derecho de propiedad: Juicio
histórico-canónico político de la autoridad de las naciones en los bienes eclesiásticos y Modo de extinguir la deuda pública, eximiendo a la nación de
toda clase de contribuciones por espacio de diez años y ocurriendo al mismo
tiempo a los gastos de la guerra y demás urgencias del Estado, esta última
de Juan Álvarez Guerra. En ellas se mantenía que la Iglesia era una
mera poseedora, usufructuaria, depositaria o administradora de los
bienes cedidos por la corona o los fieles, propiedad, por tanto, de la
nación: «Un simple poseedor, un mero depositario y ecónomo de los
bienes que los fieles han cedido a favor de la Iglesia», posesión que se
asemeja a «los caracteres de un usufructo o, mejor, de un derecho de
usuario», muy distinto a «una verdadera propiedad como la que
tiene todo particular en los suyos». En todo caso, no era lo mismo el
derecho de propiedad de las corporaciones, derivado del Derecho
positivo, que el derecho, natural, de los particulares. El único límite a
la desamortización de los bienes eclesiásticos por el Estado era, así, el
debido cumplimiento de sus fines.617
Así, FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., p. 151, cita las palabras recogidas en las Memorias históricas del colegio literario de Santo Tomás de Riupederas, escritas en 1814, en las que se afirma que «los jacobinos o la secta filosófico-francmasónico-iluminada asomaba ya a nuestra península […]. El jefe de los liberales de los
españoles, por otro nombre Príncipe de la Paz, hizo un pensamiento que solo podía
salir de una cabeza hueca, aunque rellena de viento de soberbia y de un corazón
agitado de codicia y de un alma poco devota de las almas del purgatorio».
617
Juicio histórico-canónico-político de la autoridad de las naciones en los bienes
eclesiásticos o Disertación sobre la pertenencia de su dominio según el espíritu invariable
de la Iglesia y los principios inconcusos del Derecho Público, Imprenta de Manuel
Muñoz, Alicante, 1813. Se refiere a esta obra y al Modo de extinguir la deuda pública
eximiendo a la nación de toda clase de contribuciones por espacio de diez años y ocurriendo al mismo tiempo a los gastos de la guerra y demás urgencias del Estado, de Juan Álvarez Guerra, ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 686-687.
616
5. De la Ilustración al Liberalismo
227
Específicamente, contra ambos escritos, Pedro Inguanzo y
Rivero, obispo de Zamora y diputado por Asturias en las Cortes de
Cádiz, publicó años más tarde, en 1820, su Dominio sagrado de la Iglesia en sus bienes temporales.618 Sus argumentos: el derecho de propiedad
como Derecho natural, elevado a divino, y de Derecho positivo o
civil; la independencia de la Iglesia y el Estado; y, en fin, la vulneración de la propia Constitución de 1812, en concreto, de dos de sus
principios básicos: religión y propiedad. De modo muy claro analiza
Inguanzo el proceso doctrinal que llevó a la desamortización, desde
las primeras críticas de Campomanes a la amortización, que no contradecían el derecho de propiedad de la Iglesia, pero que generaron
una «alarma que excitó unas ideas de odiosidad contra los bienes
eclesiásticos», a la doctrina preliberal de Jovellanos y a la puramente
liberal de las Cortes de Cádiz, esta última tomada directamente de la
revolución francesa, que incluyó los bienes eclesiásticos entre los
bienes nacionales. Todo vinculado a la deuda pública: «Han aparecido genios extraordinarios y sublimes en la ciencia económica, dignos
discípulos de los Soleres, de los Espinosas, etcétera. He aquí el proyecto. Yo debo tanto: pues me arreglo de bienes de un tercero, que
valen doble; pago con ellos y me embolso otro tanto». La ilegalidad e
ilegitimidad de la desamortización eclesiástica se compara, además,
con el favorable trato dado a los propietarios llamados particulares,
es decir, a la nobleza y sus mayorazgos y vínculos, a los que se respetó su derecho de propiedad: «¿Por qué no se despoja para el efecto a
tantos grandes, ricos hombres y poderosos? La utilidad pública debe
extenderse a todas las propiedades». Y manifiesta la causa última de
la desamortización: «Los capitalistas formaban en Francia una clase
de hombres rivales de los propietarios territoriales».
En este mismo sentido, durante y tras la revolución liberal
española, se publicaron otros escritos en defensa del vulnerado
618
INGUANZO Y RIVERO, Pedro de, El dominio sagrado de la Iglesia en sus
bienes temporales. Cartas contra los impugnadores de esta propiedad, especialmente en
ciertos libelos de estos tiempos. Y contra las críticas modernas, las quales, aunque le reconocen, impugnaron la libre adquisición a pretesto de daños de amortización y economía
política, 1, Imprenta de D. Vicente Blanco, Salamanca, 1820.
228
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
derecho de propiedad de la Iglesia, en los que la desamortización
liberal se deriva directamente de las primeras medidas desamortizadoras tomadas desde 1798. Así, en 1813, una Instrucción pastoral
de los ilustrísimos señores obispos de Lérida, Tortosa, Barcelona, Urgel,
Teruel y Pamplona, al clero y pueblo de sus diócesis619 describía el proceso desamortizador, desde la enajenación de la propiedad de las
fundaciones piadosas, benéficas e incluso eclesiásticas hasta la pretensión de la enajenación de toda la propiedad de la Iglesia: «Que
se enagenen los fondos de obras pías, capellanías y hospitales,
decían y executaban los unos hace poco tiempo; que se quiten los
derechos eventuales a los curas, clamaban otros, que se supriman
los diezmos, gritan ahora algunos de nuestros escritores modernos.
Y ¿qué resta ya para acabar con todo? Resta el gran proyecto en que
trabajan tantos para hacer el robo más completo a los altares, a la
imitación del modelo de ladrones y vandidos, la sacrílega asamblea de Francia: que se pongan a sueldo, dicen nuestros economistas, todos los funcionarios públicos, y que se vendan inmediatamente todas las fincas y bienes raíces de la Iglesia, para sacarlos así de
las manos muertas y hacerlos circular por las vivas». Y ello mientras se proclamaba, como derecho natural, «la propiedad del ciudadano, como uno de los derechos imprescriptibles del hombre». En
fin, revolución tapada de reforma: «Todo nos anunciaba un trastorno general. Pero seguramente no lo creíamos tan cercano». Y, en la
práctica, ni reforma agraria ni fiscal, con lo cual se niegan las bases
doctrinales en que se había basado, por lo menos, la primera desamortización: «Los miserables fondos de cien capellanías, por
exemplo, que antes distribuían con tanta utilidad del público las
manos verdaderamente vivas y vivificantes de cien eclesiásticos
pasarán, tal vez, a las manos verdaderamente muertas de un acaudalado, que consuma en coches, galas y otros objetos de un luxo
ruinoso, aunque tan favorecido en estos tiempos, lo que bastaba
para sostener a cien labradores y mantener con sobriedad a otros
619
Imprenta de Brusi, Mallorca, 1813; reimpr. La Estafeta, Santiago, 1814.
La obra está firmada en Palma de Mallorca, el 12 de diciembre de 1812.
5. De la Ilustración al Liberalismo
229
tantos ministros»; «Sería una ignorancia muy grosera la del que
pensase que por la inmunidad de los bienes de la Iglesia que acabamos de establecer con documentos irrefragables, se perjudica al
Real Erario o se recarga con mayor gravamen a los particulares en
las contribuciones indispensables para las urgencias y necesidades
del Estado […]. La Iglesia jamás se ha negado a contribuir a las
necesidades del Estado; pretende solamente que esta se haga por
donativos voluntarios y con la debida intervención de la autoridad
eclesiástica».
Del mismo modo, el Índice de los enemigos de la religión y de la
patria, publicado en 1814, achacaba a los ministros ilustrados de
Carlos IV la pérdida de su trono y a los liberales de Cádiz su propia derrota. Es decir, a la desamortización se respondía con revuelta popular y cambio de Gobierno: «Para probar que las Cortes tenían facultad de robar al mismo Dios, nos dijo [Argüelles] que así lo
habían hecho antes que ellos otros reyes de nuestra misma España,
como constaba en nuestra historia. Pero no nos dijo, como lo añade
esta misma historia, que apenas hubieron cometido los infelices
este execrabilísimo delito cuando vieron sobre sí la mano vengadora del Todopoderoso, y eso aun los que lo hicieron, no a viva fuerza y por su propia virtud, como él pretendía que se ejecutase, sino
aun los que no se atrevieron a tocar en nada hasta haber obtenido
bulas pontificias al efecto y en circunstancias igualmente justas y
apuradas».620 En el mismo año, Faustino Medrano publicó una
Defensa político-legal del dominio que compete a los pueblos en sus propios y comunes y a las iglesias y demás corporaciones.621
Pero, sin duda, la obra más crítica con la desamortización,
específicamente, de Carlos IV, comienzo de la liberal, fue la de Juan
de la Reguera Valdelomar, consejero de Castilla, publicada en
época temprana, en 1810, dos años después de que la Junta Central
620
Tomo la cita de ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit.,
p. 691.
Publicado en Madrid, en 1814. Se custodia también en el Archivo de
Saavedra, caja 70. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit.
621
230
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
suspendiera las enajenaciones forzosas: Peticiones sobre reparo de
agravios causados en el fatal reinado de Carlos IV dirigidas a la nación
española reunida y representada en Cortes Generales.622 Su fin era solicitar a las Cortes la declaración de plena nulidad de los siete decretos aprobados el 19 de septiembre de 1798623 y, en concreto, la nulidad de las ventas realizadas y la restitución de las propiedades a
sus legítimos poseedores: «Día fatal precursor de la ruina de España […]; día usurpador del Derecho privado y público en los bienes más útiles y necesarios para mantener el orden de la sociedad
civil, política y religiosa […]; día cruel en el qual se despojó a los
miserables pobres, sanos y enfermos de todos los auxilios subministrados por la caridad de sus hermanos […]; día bárbaro e impolítico en que se decretó la extinción de los más útiles establecimientos públicos, indispensables para el uso y progreso […]; día impío
en el qual se usurpó a las iglesias la mayor parte de sus bienes y
rentas […]; día sacrílego en que el soberano protector del Santo
Oficina de Collado, Madrid, 1810. Biblioteca del R.I.D.E.A., Fondo
Canella, 119.
623
La obra se divide en los siguientes apartados: «Introducción a las peticiones sobre la nulidad y reposición de todo lo obrado por la fuerza de los siete
iniquos decretos de 19 de septiembre de 1798 y de las providencias acordadas en
el Consejo para su violenta ejecución y cumplimiento; Petición I: Nulidad de enajenaciones de bienes de hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión
y de expósitos: cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos; capellanías
colativas y otras fundaciones eclesiásticas. E íntegra restitución a sus establecimientos públicos y privados; Petición II: Sobre nulidad de las ventas de bienes
pertenecientes a los seis Colegios mayores de Salamanca, Valladolid y Alcalá, su
íntegra restitución a sus respectivas fundaciones; Petición III: Sobre nulidad de las
ventas de bienes de las temporalidades de los jesuitas incorporados a la Real
Hacienda, y su restitución a las piadosas fundaciones a que estaban destinadas;
Petición IV: Sobre nulidad de la venta de bienes de mayorazgos, patronatos y
demás vinculaciones, y su íntegra restitución a los inmediatos sucesores despojados de ellos; Petición V: Sobre la subrepticia usurpación de los caudales depositados que se trasladaron a las Caxas Reales, y su urgente reintegro a los dueños despojados de ellos; Petición VI: Sobre la nulidad de la contribución en legados y
herencias de las sucesiones transversales, y subrogación de otra más útil al Estado y menos gravosa a sus individuos».
622
5. De la Ilustración al Liberalismo
231
Concilio de Trento y el Supremo Tribunal que tenía a su cargo la
observación y cumplimiento de sus sagrados decretos, no solo fue
infractor, sino que invitó a los prelados de las iglesias para que lo
fuesen».624
De nuevo, Reguera deriva, de modo directo, del pensamiento
ilustrado el liberal. En concreto, vuelve a relatar el proceso doctrinal que llevó a la desamortización, de forma muy clara y resaltando sus hitos: Las primeras críticas a la amortización elevadas al rey
por las Cortes y el Consejo, en los reinados de Carlos I, Felipe II y
Carlos II; el Concordato de 1737 que permitió la tributación de las
propiedades eclesiásticas; el Tratado de la regalía de amortización de
Campomanes y, en general, la política regalista e, incluso, antieclesiástica de los ministros de Carlos III; las concretas propuestas desamortizadoras de Portillo (1794), de la Dirección General de Fomento (1797) y de Sempere y Guarinos (1797); y la aprobación de los
decretos de 1798, «siete horrendas gemelas concebidas de su detestable consorcio con el ambicioso director de la Caja de amortización».625 En fin, «no era este vicio nuevo ni preciso efecto del despótico gobierno de Carlos IV, era sí fruto de la mala semilla que en el
reinado anterior (aquel tiempo mal llamado de ilustración) introduxeron algunos ministros […]. Introducidos tales vicios en el Consejo por el que fue muchos años su fiscal y gobernador con fama de
ilustrado, se abrió la puerta a la impiedad de algunos proyectistas y
novadores que, ocupados de la maligna fiebre del interés prometido a los que más acertasen en las propuestas de ventajosos arbitrios,
incurrieron en el delirio de presentar el de la sacrílega enagenación
de todos los bienes poseídos por manos muertas».626
Como causas de la nulidad solicitada, alegaba, en primer
lugar, la controvertida falta de legitimidad de la autoridad real
REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones sobre reparo de agravios
causados en el fatal reinado de Carlos IV dirigidas a la nación española reunida y representada en Cortes Generales, Oficina de Collado, Madrid, 1810, Biblioteca del
R.I.D.E.A., Fondo Canella, 119.
625
Ibídem, p. 7.
626
Ibídem, pp. 5-6 y 140-142.
624
232
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
para apropiarse de la propiedad eclesiástica. De este modo, vuelve
a incidir en la vulneración del derecho de propiedad, extendida a
las libertades testamentaria y fundacional. Y, en general, del Derecho divino, natural y de gentes, canónico y nacional, tanto público
como privado. En fin, de las Leyes Fundamentales que limitaban el
poder soberano, pero entendidas no según propugnaban los ilustrados –que, precisamente, basaban en dicha legislación fundamental la legitimidad de la limitación de la amortización e, incluso, la desamortización–, sino según otra tradición jurídica española, fiel al absolutismo y al escolasticismo: «Su autoridad soberana
estaba sujeta y subordinada a la suprema de la religión, de la razón
y de la justicia».627 Así, Reguera se esfuerza en contradecir las teorías elaboradas por los ilustrados para legitimar, precisamente, la
desamortización. Y para ello era imprescindible defender el derecho de propiedad de la Iglesia, aun llamado posesión o usufructo,
y su amortización, «en que consiste el mayor bien del Estado».628
Dicha propiedad era innegable para las capellanías colativas y
otras fundaciones eclesiásticas, que no podían enajenarse ni siquiera por los propios eclesiásticos. En cuanto a las obras pías, cofradías y patronatos de legos, solo algunos de dichos establecimientos
pertenecían a la jurisdicción eclesiástica, pero, en todo caso, con su
venta forzosa se vulneraba el derecho de fundación. Por fin, los
hospitales, hospicios, casas de misericordia, expósitos y de reclusión estaban sometidos a la jurisdicción eclesiástica, mientras que
a la real solo le competía la «conservación y aumento, buen régimen, reforma de abusos y observancia de sus constituciones, en los
que fuesen públicos» y, en los privados, «el más exacto cumplimiento de las voluntades de sus fundadores». Justo lo contrario de
lo que había mantenido, entre otros, Sempere y Guarinos, para afirmar su carácter de establecimientos públicos en los que la Iglesia
solo ejercía un derecho de vigilancia.629
627
628
629
Ibídem, p. 55.
Ibídem, p. 61.
Vid. supra, capítulo 2, nota 187.
5. De la Ilustración al Liberalismo
233
Pero, además, Reguera niega las causas en las que los ilustrados habían basado las medidas desamortizadoras y las consecuencias que previeron. Así, la reforma de la beneficencia, de la sanidad
y del culto no se había alcanzado, sino todo lo contrario, se había
llegado a su ruina. Y lo mismo afirma respecto de la pretendida
reforma agraria, para lo que acude a los conocidos argumentos de
los despojos de los arrendatarios por los nuevos propietarios, que,
además, cometían fraudes en las adquisiciones, auxiliados por las
propias autoridades encargadas de su ejecución. Por lo que se
refiere a la Hacienda Real, son constantes las críticas contra el desorden de la Administración de la deuda pública, de nuevo, achacado al que fuera director de la Caja de Amortización, Espinosa, y al
tesorero general, Noriega: «Una Caja establecida, desde luego, con
la mala fe de sus inventores, formada de caudales agenos exigidos
por el dolo y fuerza de sus directores, sostenida con promesas falsas de la redención de sus capitales y pago puntual de sus réditos,
y destinada a mantener al monstruo de tres cabezas devoradoras
del Reino».630
5.2.3. El segundo reinado de Fernando VII (1814-1820): La derogación de
la desamortización liberal y el mantenimiento de la desamortización de Carlos IV
De este modo, el cambio del régimen jurídico de la propiedad de la tierra fue una de las causas que propiciaron el primer
derrumbamiento del Liberalismo, en 1814. Fernando VII, todavía
tan deseado por el pueblo, volvió a reconocer la deuda pública,631
expresamente la procedente de la desamortización aprobada en el
reinado de su padre.632 Su reorganización, influida, sin duda, por el
REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., p. 78.
Real orden de 18 de mayo de 1814 por la que mantiene la Junta del Crédito Público. SUÁREZ, Federico, «La Real Caja de amortización bajo el Ministerio
de López Ballesteros (1824-1832)», en A.H.D.E., 31, 1961, pp. 235-257.
632
Por real orden de 19 de enero de 1815 se mandó proceder al pago de los
intereses correspondientes a un año, vencidos antes del 1 de ese mismo mes, en
630
631
234
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
precedente liberal, supuso la formación de una nueva Administración, que quedó en manos de la llamada Dirección del Crédito Público y de una Junta protectora, compuesta por un consejero de Estado,
como presidente, consejeros de Castilla, Indias, Órdenes y Hacienda,
un eclesiástico, dignidad empleada en la corte, directores del Banco
Nacional de San Carlos, Filipinas y Cinco Gremios, un diputado de
la Diputación del Reino, un gran hacendado, un comerciante arraigado de Madrid y los directores del Crédito Público, con asistencia
de sus contadores y del jefe de Renovación de Vales.633 Se repitieron
entonces los sucesivos cambios en dicha administración y los consiguientes conflictos y críticas, sobre todo por el uso de los caudales de
amortización para otros fines.634 Y, así, los fondos acabaron en manos
del tesorero general, entonces también director general del Crédito
Público, cargo que ocupó Vicente Soret Caballero, «en comisión».
Por su parte, José Señán y Velázquez ejerció como «contador general
reformado de consolidación».635
La deuda se dividió, de nuevo, en deuda con interés y deuda
sin interés. La primera se subdividió, además, en deuda de imposición forzosa, con intereses y capitales sujetos a amortización civil
o eclesiástica, y deuda de libre disposición, con intereses y capitales de los que podía disponer libremente el acreedor.636 A estos últifavor de los establecimientos de piedad, beneficencia, sanidad y educativos, siempre que siguieran ejerciendo sus funciones, y de la correspondiente ayuda a los
eclesiásticos que, por la venta de sus capellanías, hubiesen quedado incongruos.
Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
633
Real decreto de 13 de octubre de 1815, reglamento de 5 de noviembre
del mismo año y real decreto de 5 de agosto de 1818. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 2, pp. 704-711 y 742-752, y 5, pp. 383-429.
634
FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., pp. 307-451.
635
Decreto de 8 de noviembre de 1818. SEÑÁN y VELÁZQUEZ, José, Guía
o estado general de la Real Hacienda de España, Año de 1819. A.H.N., Consejos, legajo
50.728, cajas 1 y 2. Parece que, el 7 de marzo de 1820, se nombró un nuevo director, pero no tuvo efecto, como consecuencia del nuevo cambio de régimen político. A.H.N., Estado, legajo 226.
636
Reales decretos de 13 de octubre de 1815 y 5 de agosto de 1818. Decretos
del Rey Don Fernando VII, op. cit., 1, pp. 704-711, y 5, pp. 383-429; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
5. De la Ilustración al Liberalismo
235
mos se garantizó la devolución de sus capitales, pero, respecto al
pago de los intereses, eran preferentes los primeros. En 1815, para
el pago de los intereses de la deuda de imposición forzosa –en la
que se incluía la debida a los cuerpos y personas afectados por la
desamortización de Carlos IV–, se impusieron arbitrios muy parecidos a los consignados a la amortización de la deuda en 1800.637
Para la deuda sin interés, que debía amortizarse, es decir, cuyos
capitales debían devolverse, se pensó, de nuevo, en la desamortización, en concreto, de las propiedades secuestradas y confiscadas
a los franceses, afrancesados y otras personas, de los maestrazgos
y encomiendas (vacantes) de las órdenes militares, de los concejos
(baldíos y propios), las pertenecientes al patrimonio real no necesarias al rey y su familia, y, entonces sí, las propias de las fundaciones piadosas y benéficas y la séptima parte de las eclesiásticas.638
Pero esta primera normativa fue inmediatamente atacada y, al fin,
incumplida.639
637
Diez por ciento de los propios y arbitrios y mitad del sobrante anual,
producto del indulto cuadragesimal de Indias, media anata de las herencias en las
sucesiones transversales de vínculos y mayorazgos, veinticinco por ciento de las
vinculaciones y adquisiciones de manos muertas y media anata cada veinticinco
años de las rentas sujetas a amortización eclesiástica, contribución extraordinaria
de frutos civiles, atrasos de arbitrios aplicados a la antigua Consolidación, gracias
al sacar de España e Indias, quinta parte del producto de bulas de cruzada para
vivos y difuntos y mitad de las de ilustres y lacticinios, de composición y demás
expedidas, diezmos de exentos y mitad de los novales, mitad de los frutos y rentas de las mitras vacantes, una anualidad de los frutos y rentas de las vacantes de
las prebendas, dos tercios de la tercera parte de las rentas de las mitras pensionadas y una anualidad de las pensiones concedidas sobre el tercio restante, una
anualidad de las pensiones de la Orden de Carlos III, la anualidad no satisfecha
de las encomiendas de las órdenes militares provistas, la contribución impuesta
por la antigua Consolidación sobre aguardientes y licores, el producto del noveno decimal y del excusado, el producto de las minas de plomo, y el derecho sobre
lanas impuesto también por la antigua Consolidación. Real decreto de 13 de octubre de 1815. Decretos del Rey Don Fernando VII, 1, op. cit., pp. 704-711.
638
Real decreto de 13 de octubre de 1815. Decretos del Rey Don Fernando VII,
1, op. cit., pp. 704-711.
639
Así se afirma en el propio real decreto de 5 de agosto de 1818. Decretos
del Rey Don Fernando VII, 5, op. cit., pp. 383-429.
236
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
En 1814 se estableció una Junta Suprema de Reintegros, para
la recuperación de los bienes nacionales desamortizados por el
Gobierno francés.640 En dicha junta y en el seno del Consejo de Castilla se abrieron en estos años muchas causas, tanto contra los compradores de bienes nacionales641 como las promovidas por dichos
compradores para que se les mantuviese en la propiedad adquirida.642 Y es que entre dichos bienes estaban los propios de las fundaciones y del séptimo eclesiástico, cuyas ventas debían respetarse
–como había ordenado la normativa de 1798 y 1807–, por lo menos
las realizadas antes de su suspensión por la Junta Central. Muchos
antiguos poseedores aprovecharían, si no, la situación para reclamar propiedades legítimamente vendidas.
En mayo de 1815 se ordenó al Consejo de Castilla informar
sobre dichas enajenaciones.643 Y en julio del mismo año, dicho conLa Junta de Reintegros se creó por real cédula de 31 de agosto de 1814.
A.H.N., Consejos, libros 2.720-E y 2.882.
641
En este sentido, Andrés López Mérida, vecino de Dos Hermanas, solicitó
la restitución de la ermita de Nuestra Señora, usurpada; Juan de Torres, de Huelves,
el reintegro a los vecinos de las tierras que labraban antes de la invasión francesa;
Tomás Gómez Ruiz, cura en Jubiles y Nieles, en Las Alpujarras, la devolución de las
fincas de las capellanías «vendidas con la denominación de obras pías»; el cabildo
de Santa María de Palacio, en Logroño, la nulidad de la venta de todas sus fincas,
que había sido ejecutada en 1807; el prior y comunidad de religiosos agustinos recoletos de Murcia, el reintegro de los bienes vendidos de sus memorias y obras pías;
el obispo de Salamanca, la devolución de las fincas vendidas durante la dominación
francesa; Juan Camino Hevia, presbítero, e Ignacio Naval, clérigo de menores, de
San Feliz de Valdesoto, capellanes de San Juan Evangelista y Nuestra Señora de
Villar, recurrieron contra Antonio García Rendueles, vecino de Gijón, por las molestias que les ocasionaba con motivo de las enajenaciones de bienes piadosos realizadas durante la dominación francesa; y Miguel Rosado, presbítero vecino de Valdeverdeja, solicitó la nulidad de la venta hecha por el alcalde mayor de Oropesa de
dos capellanías colativas. A.H.N., Consejos, libro 2.691.
642
Así, Tomás Sánchez, vecino de Hervás, en Béjar, solicitó amparo en la
posesión de las fincas compradas, lo mismo que hicieron Antonio López y Antonio Muñoz Helena, para unas fincas de la obra pía de Juan López Ontiveros vendidas durante la revolución para atender a las urgencias del pueblo. A.H.N., Consejos, libro 2.691.
643
Circular de 3 de mayo de 1815. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit.
640
5. De la Ilustración al Liberalismo
237
sejo emitió una consulta en la que se oponía a las mismas y proponía su cese definitivo, «por haber mostrado la experiencia que no
traía utilidad el ingreso de sus capitales para el curso y valor del
papel moneda y por causar el pago de sus réditos una carga insoportable a la antigua Consolidación, hoy Crédito público». Es
decir, de nuevo, se admitía que las medidas desamortizadoras no
habían logrado acabar con la deuda pública. Al contrario, la habían aumentado de un modo insoportable.644 También se volvió a
negar el pretendido beneficio que los ilustrados habían previsto
para los propios establecimientos de beneficencia y piedad: «Le
miraron con desagrado las personas y cuerpos eclesiásticos, porque ni podían desconocer la incertidumbre para lo sucesivo del
pago de réditos de sus capitales, ni se les ocultaba el destino que se
daba en aquel tiempo a la mayor parte de estos fondos contra todas
las reglas de conciencia y justicia, lo que justificó la experiencia con
trastorno de las fundaciones, abandono del cumplimiento de sus
cargas y lágrimas de muchos interesados que no han obtenido
retribución alguna desde que se les enagenaron las fincas y que,
por lo tanto, dudan de que llegue el tiempo de obtenerla […].
Aumentábase este sentimiento con las pruebas diarias de que los
réditos correspondientes a las enajenaciones no equivalían, ni con
mucho, a los productos de las fincas enagenadas bajo la administración de sus poseedores». Con lo cual, se legitimaba la oposición
de los interesados y, en general, del pueblo, que había logrado la
derogación de la normativa desamortizadora en 1808: «Y no vale
decir que este resentimiento fuera hijo solamente del interés de los
poseedores a quienes alcanzaba la disposición de la ley, si se atienEn 1818 se publicó una Historia de la guerra de España contra Napoleón
Bonaparte, escrita y publicada de orden de Su Majestad por la tercera sección de la Comisión de jefes y oficiales de todas las armas, establecida en Madrid a las inmediatas órdenes
del Excelentísimo Secretario de Estado y del Despacho universal de Guerra, 1, Imprenta
de Burgos, Madrid, en la que se afirma lo que sigue: «¿Cómo es posible responder ante la opinión pública al cargo de haber vendido por más de mil y quinientos millones de propiedades eclesiásticas con objeto de amortizar los vales, y, sin
embargo, no haber amortizado en todo el tiempo de su larga administración más
que trescientos diez millones» (pp. 123-133).
644
238
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
de a que, por una parte, le abonaba la razón y, por otra, le han reconocido legítimo los pueblos y autoridades que presidieron el
Gobierno del Reyno durante el tiempo de las turbaciones […]. Los
pueblos y las autoridades reconocieron la injusticia de esta medida
y la abolieron. Apenas fueron proclamadas las juntas probinciales,
quando se mandaron cesar semejantes enajenaciones y la Junta
Central, a breves días de su instalación en Aranjuez, por Decreto de
16 de noviembre de 1808 y, en Sevilla, por otro de 30 de enero del
año siguiente, ratificó este consentimiento general y mandó poner
término a las ventas de esta clase, sin que desde entonces se haya
verificado una sola bajo los auspicios del Gobierno legítimo del
Reyno de finca perteneciente a capellanía u obra pía». En fin, se
recogían, además, las tesis, mantenidas fundamentalmente por los
eclesiásticos, que consideraban que la desamortización vulneraba
el derecho de propiedad: «La razón justificaba las quejas porque,
en los estados civilizados en que se conocen y respetan las leyes de
propiedad, no pueden menos de parecer odiosas y violentas las
enajenaciones forzosas ordenadas por el Gobierno quando no es
tan clara como la luz del mediodía la necesidad inevitable que los
proboca y obliga a decretarlos». Y también la libertad fundacional:
«Se agregaba, además, el sentimiento general en todo buen español
de ver que desaparecían o devían desaparecer en breve aquellos
establecimientos piadosos que fundó la caridad y el patriotismo de
nuestros mayores, así para afianzar la subsistencia de sus familias
como para ocurrir a las necesidades de la pobreza, de la orfandad
y de la vejez en los hospitales, casas de misericordia y educación y
otros establecimientos en que la piedad bienhechora ofrecía auxilios a tantos y tantos desvalidos como han quedado privados de
ellos a resultas de aquel sistema y, por consecuencia necesaria, de
las calamidades que después han afligido al Reyno». Por fin, se
vinculaba la primera desamortización a las necesidades de la
Hacienda y se destacaba su fracaso final, e incluso su ilegitimidad:
«El proyecto de disponer de los bienes de capellanías y obras pías
es hijo de aquellos tiempos en que, entre otros motivos reservados
a la política de nuestros proyectistas de aquella época, tubo muy
principal influxo la codicia de adquirir fondos de cualquier modo,
5. De la Ilustración al Liberalismo
239
o para salir de empeños contrahídos indebidamente, o para
complacer a las personas que disponían de ellos en la forma que
ya es notoria y resulta, en parte, del expediente antiguo. Los
bienes que poseen las personas, cuerpos o establecimientos eclesiásticos o piadosos deben contribuir a las necesidades de la
nación como los demás vasallos, y la autoridad soberana dispondrá cómo y quándo deban ejecutarlo, pero ninguna razón
política ni legal se encuentra para sujetarlos a especulación de
otra clase y especialmente a aquellas que, aviéndose propuesto
como faborables, se han reconocido a juicio común ruinosas por
todos respetos».645
Sin embargo, como hemos adelantado, el decreto de 13 de
octubre de 1815 incluyó, entre la propiedad a desamortizar, la de
los establecimientos de piedad y beneficencia y el séptimo eclesiástico. En 1816 el Consejo volvió a consultar para insistir en el cese
de las enajenaciones y en la devolución de los bienes a sus poseedores. Y, si no era posible, por lo menos, solicitaba que la Hacienda dejase de administrar dichas propiedades.646
Por su parte, en el Consejo de Estado se debatía también
sobre la deuda pública y la desamortización –como ocurriera a
fines del siglo XVIII–, a partir del trabajo de la Junta nombrada por
el nuevo Ministro de Hacienda, Martín de Garay, en 1817, para el
restablecimiento del crédito público.647 Este, además, el 3 de julio de
Consulta de 1 de julio de 1815. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587.
646
Consulta de 25 de mayo de 1816, firmada por el duque de Infantado,
Gonzalo Josef Vilches, Josef Joaquín Colón, Manuel de Lardizábal, Bernardo
Riega, Josef María Puig, Antonio Álvarez de Contreras, Miguel Alfonso Villagómez, Juan Antonio González Carrillo, Benito Arias de Prada, Nicolás María de
Sierra, Luis Meléndez Bruna, Francisco Marín, Segundo Gómez, Manuel de
Torres, Ramón López Pelegrín y Juan Benito Hermosilla. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587.
647
Se nombró el 24 de febrero de 1817. SUÁREZ, Federico, «La Real Caja
de amortización…», op. cit. Antonio Valdés se pronunció, el 7 de febrero de 1817,
contrario a dicha junta porque consideraba que, para tratar todo asunto de contribuciones, debían convocarse las Cortes. A.H.N., Estado, legajo 233.
645
240
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
dicho año, presentó ante el mismo Consejo de Estado su propia
memoria o plan.648
En ella repasaba la historia de la deuda de España, desde el
reinado de Carlos I hasta el descrédito de Carlos IV, achacado, de
nuevo, a la aplicación de los arbitrios destinados a la amortización
de dicha deuda a otros objetos, mientras, además, seguía aumentándose. El principio fundamental del que debía partirse –en esto
había casi unanimidad– era el deber del Gobierno de reconocer la
deuda pública heredada. Y, a partir de ahí, debía organizarse
–deuda con interés, con capital impuesto y con capital de libre disposición, y deuda sin interés– y debían buscarse los fondos necesarios para su consolidación. Entre ellos, se aceptaba la desamortización de determinadas propiedades, pero siempre con respeto al derecho de propiedad. Para lo que nos interesa, las críticas a la desamortización de Carlos IV se centraban, precisamente, en su vulneración
porque, convertida la propiedad inmobiliaria en mobiliaria, se
dejaron, sin embargo, de pagar los correspondientes intereses debidos, procedentes de los capitales impuestos: «Después de haberse
adoptado los medios más ruinosos a la prosperidad pública contra
los derechos de propiedad a fin de atender a la deuda contraída, no
se pagaron los réditos con puntualidad». De ahí se derivaba que la
pretendida reforma de la beneficencia, para pasar de particular a
pública, no se había logrado, sino, al contrario, se había destruido
sin ninguna alternativa: «La humanidad se resiente de la miseria
de que se hallan reducidos estos acreedores por la falta puntual de
este pago y no se pueden oír sin derramar lágrimas los repetidos
clamores escitados por la indigencia de estas casas de caridad y de
tantos virtuosos eclesiásticos, que la necesidad y mendiguez tienen
en el mayor abatimiento con ofensa de la religión y del sagrado
carácter de que están revestidos. En un Reyno no católico recomendaría este pago el derecho de propiedad. En España, que se gloria
648
En marzo había presentado un «plan de hacienda» con nuevas contribuciones. Y el 1 de diciembre firmó unas aclaraciones a las memorias redactadas
por los consejeros de Estado sobre su plan. A.H.N., Estado, legajo 233. Vid. FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., pp. 307-451.
5. De la Ilustración al Liberalismo
241
de serlo, lo encarece la religión». Por todo, ya no era el momento
de «disputar a los políticos acerca de la utilidad o perjuicios de
tales establecimientos». El fracaso de la primera desamortización,
baluarte de la reforma de la beneficencia, posibilitaba, así, la defensa de su estructura tradicional. En fin, se volvía a la doctrina según
la cual la corona podía disponer de las rentas y bienes eclesiásticos
solo con la correspondiente autorización pontificia, con la cual se
negaba la liberal, que admitía dicha disposición como derecho del
nuevo Estado, aunque también la más conservadora que negaba
dicha posibilidad incluso con consentimiento papal, al considerar
divina la propiedad eclesiástica.
En la misma línea, muchos de los informes emitidos en el
seno del Consejo fueron contrarios a la continuación de la desamortización de las propiedades de las fundaciones benéficas y
piadosas y, claro, la puramente eclesiástica. En esos momentos se
prefirió acudir a la propiedad de las órdenes militares, cuya desamortización había sido una de las primeras propuestas de los
ministros de Carlos IV. Así, el duque de San Fernando y Quiroga se
quejaba de que «millones de yndividuos yacen sumergidos en la
indigencia y, entre ellos, muchos que de sus propias manos se les
arrancó los bienes que poseían y que la beneficencia o piedad de
sus hermanos les habían dejado en establecimientos de caridad,
como son los hospitales, casas de expósitos, etcétera». Y solo admitía la incorporación a la corona de las encomiendas y maestrazgos
de las órdenes militares, a través de la correspondiente bula, para
la subsiguiente enajenación de sus propiedades.649 La misma desamortización apoyaba el duque de Vergara, uno de los pocos que defendió
entonces las medidas tomadas en época de Carlos IV: «No tengo bastantes datos para saber si en el anterior reinado se cumplieron o si,
por circunstancias extraordinarias, se suspendieron e interceptaron
los pagos, a pesar de la religiosidad del augusto padre de Vuestra
Majestad».650
649
650
Informe de 3 de diciembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233.
Informe de 26 de noviembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233.
242
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Pero también hubo opositores, en general, a toda desamortización, incluso la de las propiedades de las órdenes militares. Es el
caso de Guillermo Hugal, de nuevo, por considerarla contraria al
derecho de propiedad y, además, a la propia monarquía: «La analogía, mejor diré, la identidad de estos arbitrios con las máximas
antimonárquicas de las Cortes me obligan a mirarlos con el maior
disgusto […]. Las necesidades de la nación exigen medios prontos
y extraordinarios, es verdad, pero sin perjuicio del sistema monárquico y sin trastornar con un solo golpe de pluma sus más sólidos
cimientos». De su enajenación derivaba las mismas funestas consecuencias: «Es uno de los medios más ruinosos que pueden adoptarse, como lo fue la de las obras pías y capellanías […]. Únicamente podrá ser útil a aquellos tenedores de vales reales, idolatrar de
su interés, que, haviéndolos adquirido por una quarta o tercera
parte de su valor, podrán emplearlos sin descuento alguno en la
compra de fincas malbaratadas y, haciendo un tráfico abominable
de las desgracias mismas de la nación, multiplicar escandalosamente su haber, como sucedió en la enagenación de obras pías,
memorias y capellanías».651 Contrarios a toda desamortización se
mostraron también Cristóbal Góngora –«Las ventas de fincas es ya
un medio pobrísimo para esta empresa y tiene el inconveniente de
causar gran pobreza, desde luego, y maior en lo sucesibo»–,652 Juan
Escoiquiz,653 el infante don Carlos y Juan Lozano de Torres.654
Otros, sin proponer fondos, se limitaron a poner de relieve la
importancia que tenía lograr una buena organización para la administración del crédito público, y a criticar, de nuevo, la ideada en el
reinado de Carlos IV, a la que se vuelve a culpar del fracaso de las
medidas tomadas. El duque de Infantado afirmaba que lo primero
era poner orden a lo realizado hasta el momento: «Fue tal la premura y la codicia con que se verificaron estas operaciones que
pudieron muy bien dar lugar a los mayores perjuicios y a unas
651
652
653
654
Memoria de 13 de noviembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233.
Informe de 1 de mayo de 1815. A.H.N., Estado, legajo 233.
Informe de 9 de mayo de 1815. A.H.N., Estado, legajo 233.
Memoria de 30 de abril de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233.
5. De la Ilustración al Liberalismo
243
lesiones enormísimas, tanto para el crédito público como para los
antiguos propietarios y establecimientos poseedores de dichas fincas, y no será extraño se hallasen algunas enagenadas y no pagadas».655 El duque del Parque-Castrillo se centraba, otra vez, en la
idea de separar los fondos de consolidación de la Tesorería General: «Los yngleses, que son, sin duda, los mejores calculadores que
se conocen y saben más bien que nadie aplicar los cálculos a su
provecho y en beneficio de la Hacienda, encargaron el manejo de
los fondos destinados a la amortización de la deuda pública a
comisarios especiales que ningún contacto tienen con la tesorería
ni dependen absolutamente del Ministerio de Hacienda, siendo
únicamente responsables de sus operaciones al Alto Gobierno […].
De los mil seiscientos millones resultantes de la venta de fincas de
hospitales, hospicios, obras pías y capellanías, solo se emplearon
en el objeto que motivó la enagenación trescientos millones,656 ignorándose el destino que se dio a los mil trescientos restantes y quedando gravado el Erario con el considerable excedente que resulta
de los intereses que se obligó a pagar a los posehedores de las fincas vendidas, al beneficio que logró por la extinción de vales que
se amortizaron, y recela que se renueve tan ruinosa operación».657
Como representante de una minoría, José Vázquez Figueroa
se mostró partidario, por un lado, del mantenimiento de todos los
arbitrios establecidos, que «no devemos volver a tratar so pena de
destruir el crédito que queremos establecer», y, por otro, de aumentarlos a costa de las rentas (beneficios) y, sobre todo, los bienes eclesiásticos, aunque limitados a los propios de los regulares: «Las fincas o efectos que excedan de las verdaderas necesidades de los
regulares, no son más que escollos peligrosos para su vida de austeridad y penitencia, y piadosos excesos de la caridad de los fieles,
que conviene corregir en beneficio de la santidad de sus costum-
Informe de 3 de diciembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233.
Esta cifra, que correspondería al valor de los vales amortizados con el
producto de la desamortización, coincide con la que manejaron los franceses en
1808. Vid. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 157 y 201.
657
Informe de 26 de noviembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233.
655
656
244
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
bres y del Estado que los proteje y mantiene en su seno».658 En el
mismo sentido, en el mismo Consejo se propuso la exigencia de un
tanto por ciento sobre las rentas líquidas de los regulares o la enajenación de la cuarta parte de sus bienes, sin obligación, además,
de pagarles intereses.659
Y así, a pesar de la mayoría de informes contrarios, la Junta
encargada del restablecimiento del crédito público admitió todos los
arbitrios destinados a la consolidación de la deuda pública recogidos
en la pragmática de 1800 y el decreto de 1815, entre ellos, la desamortización de la propiedad de los establecimientos piadosos y del séptimo eclesiástico, eso sí, ya secularizado y administrado por el Crédito
Público, además de la propia de los maestrazgos y encomiendas
vacantes de las órdenes militares, la concejil y realenga (baldíos, despoblados, mostrencos y fincas del patrimonio real), la procedente de
secuestros y confiscos y demás que se adjudicase al Estado, también
administrada por el Crédito Público, y, aquí la novedad, la de los regulares, en la parte en que se determinase en la visita que se había ordenado realizar, y la de los señoríos enajenados de la corona, que debían
revertirse e incorporarse a la misma, con la correspondiente indemnización.660 Sin embargo, en la práctica, el nuevo decreto aprobado en
1818, con una nueva regulación de la deuda pública, acogió la desamortización de todos dichos bienes, salvo los propios de las órdenes
militares y de los regulares, aunque dejó la puerta abierta a la enajenación forzosa de «las fincas de cualquiera clase que, además de las
mandadas enagenar ahora, se pueden y convenga vender sin perjuicio del Estado y sin los inconvenientes con que se hizo esta operación,
que ocasionó más perjuicios que utilidades al Crédito Público».661
Informe de 22 de septiembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233.
Real decreto de 5 de agosto de 1818. FONTANA, Josep, La quiebra…, op.
cit., p. 400.
660
A.H.N., Estado, legajo 233. En esa Junta estaban presentes José de Ibarra, Pascual Vallejo, Ignacio Martínez de Villeda, José Pérez Caballero, Bruno
Vallarino, Alejandro Dolarea, José Imaz, Antonio Barata, Rafael Ruiz de Arana y
Julián Fernández Navarrete.
661
Además de los procedentes de la desamortización, los arbitrios que se
ordenó aplicar al pago de la deuda son los que siguen: media anata de las heren658
659
5. De la Ilustración al Liberalismo
245
De hecho, en 1817, definitivamente, se había levantado la
suspensión de la desamortización de Carlos IV y se había ordenado la continuación de la enajenación forzosa de la propiedad de las
fundaciones benéficas y piadosas, capellanías y la séptima parte de
cias transversales de vínculos y mayorazgos, media anata de los frutos, rentas y
derechos derivados de las vacantes de las donaciones graciosas de la corona,
incluidos los diezmos secularizados, tercias de Castilla, tercios de Valencia y de
los nobles laicos de Cataluña, veinticinco por ciento de las vinculaciones y adquisiciones de manos muertas, productos de aguardientes y licores, producto de la
habilitación de baldíos apropiados, producto de las minas de plomo, de Almadén
y Río Tinto, diezmos exentos, diezmos de nuevos rompimientos y riegos, producto líquido de la media anata de mercedes, una anualidad de las pensiones de la
Orden de Carlos III y de Isabel la Católica, mil quinientos reales por las gracias de
cruces de las cuatro órdenes militares, de Carlos III e Isabel y dos mil reales por la
licencia para usar las extranjeras, productos líquidos de las encomiendas vacantes
de las órdenes militares, una anualidad de las vacantes de las mismas encomiendas, el producto de dos años inmediatos a la vacante de dignidades, canonicatos,
prebendas y beneficios eclesiásticos de presentación real o eclesiástica, con algunas excepciones, una anualidad de las vacantes de prebendas con determinados
requisitos, el producto de los beneficios simples de presentación real y de libre
colación eclesiástica o patronato, el producto de los frutos de los economatos
desde el fallecimiento del párroco hasta la institución canónica de su sucesor, el
producto líquido de maestrazgos de las cuatro órdenes militares, el producto de
los oficios enajenados que debiesen revertir en la corona, la quinta parte del producto de las bulas de cruzada para vivos y difuntos y una mitad de las de ilustres
y lacticinios, de composición y demás que se expidiesen, el producto del indulto
cuadragesimal de Indias, el impuesto sobre objetos de lujo, los rendimientos de
los efectos de cámara llamados gracias al sacar, los servicios por dispensas de ley
que acordasen los consejos, la quinta parte del producto de aduanas y del derecho
de extracción de lanas, el veinte por ciento sobre los propios y arbitrios y la mitad
de su sobrante anual, los productos de los arbitrios aplicados por la pragmática
de 1800 en Indias para la Consolidación, el producto de los atrasos del derecho de
media anata y del servicio de lanzas hasta 1818, el derecho de ciento sesenta reales por la introducción de cabeza de ganado mular, los atrasos de los pueblos a la
Hacienda y al Crédito Público hasta fin de 1814, el impuesto de un vale de seiscientos pesos en las sucesiones directas por títulos nobiliarios y un diez por ciento en vales reales de la renta anual que se heredase y de todos los mayorazgos y
vínculos, salvo las sucesiones transversales ya gravadas con la media anata, y el
dos por ciento sobre la venta de fincas en las ciudades con tarifas para los derechos de puertas. Real decreto de 5 de agosto de 1818. Decretos del Rey Don Fernando VII, 5, op. cit., pp. 383-429.
246
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
los demás bienes puramente eclesiásticos, ya secularizados.662 Al
fin, a pesar de las críticas, el Consejo de Estado había informado
favorablemente a su subsistencia: «Era de rigurosa justicia y
muchos los inconvenientes y males que deberían seguirse de adoptar otra cualquiera medida». Para las enajenaciones ejecutadas
válidamente, pero en las que estaba pendiente el pago, debido a la
guerra, se dieron reglas para el efectivo ingreso del capital en el
nuevo Crédito Público, lo mismo que para el reconocimiento de las
imposiciones hechas en tesorerías del ejército, de partidos o a distintas autoridades encargadas de la reunión de fondos para el Estado, como las juntas provinciales, los gobernadores, los capitanes
generales, los jefes de partida, etcétera.663 En cuanto al problema de
las enajenaciones ejecutadas con precio aplazado, vencidos dichos
plazos, se ordenó el pago tanto de los vencidos antes y durante la
guerra como después de la dominación francesa. No obstante, más
tarde, se estableció que los vencidos antes y pagados al Gobierno
francés debían volver a abonarse a la nueva Dirección del Crédito
Público, salvo si, en un mes, los compradores probaban «excepción
de fuerza o violencia» en dichos pagos.664
Lo que sí que derogó fue la redención de censos perpetuos
mediante vales –como había hecho el Consejo de Regencia en
1811–, para declarar la libertad de contratación censual, que venía
siendo solicitada por «varias corporaciones y particulares».665
Algunos autores que se han ocupado del tema, como Atienza, afirman que en esta época aumentaron las enajenaciones forzosas. Otros, al contrario, que apenas se produjeron. La propia Iglesia, por su parte, se apresuraría a vender voluntariamente sus pro662
Real cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
663
Real orden de 11 de enero de 1818. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
664
Real decreto de 16 de noviembre de 1818. Colección legislativa de la deuda
pública…, 1, op. cit.
665
Real cédula de 3 de agosto de 1818 que, además de derogar el reglamento de 17 de enero de 1805, declaró nulas las redenciones realizadas durante el
dominio francés. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.
5. De la Ilustración al Liberalismo
247
piedades exentas de la desamortización, temiendo su posterior
inclusión, como, por otra parte, venía haciendo desde 1798.666
5.2.4. El paréntesis del Trienio Liberal (1820-1823)
Pero la normativa desamortizadora volvió a variar. En el
Trienio Liberal comenzó a ponerse en práctica buena parte de la
política liberal desvinculadora y desamortizadora, esta última
tanto para la propiedad concejil como para la eclesiástica, aunque
limitada a los regulares y a las órdenes militares.667 Para lo que nos
interesa, a fines de 1820, el Consejo de Estado hubo de reiterar la
inviolabilidad de las enajenaciones llevadas a cabo desde 1798,
muchas de las cuales, con tanto cambio de régimen, se habían
declarado nulas, y también la continuidad entre la Comisión
Gubernativa de Consolidación y la Junta Nacional del Crédito
Público. En fin, la primera normativa desamortizadora seguía
vigente: «Se ha mandado constantemente que las ventas de estos
bienes, después de aprovados legítimamente los remates, han de
ser inviolables, sin que contra ellas se admitan demandas de lesión
ni otras dirigidas a invalidarlas […]. Todas estas disposiciones subsisten en su fuerza y vigor, pues que ninguna otra ley posterior las
ha derogado, lo que era necesario para que ya no se observasen
[…]. Tal es la uniforme disposición de las leyes dadas sobre este
punto y tal debe ser la que se sancione para cuantas enagenaciones
se hagan en adelante; y en nada debe ponerse tanta atención como
ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp.
157-217. En sentido contrario, Colección legislativa de la deuda pública…, 4, op. cit.
667
Por decreto de 9 de agosto de 1820 se ordenó proceder a la enajenación
de los bienes asignados al Crédito Público según la normativa de 1813, 1815 y
1818 (C.D.C., 6, pp. 33-35). La supresión de los mayorazgos y vínculos se aprobó
por decreto de 27 de septiembre de 1820 (C.D.C., 6, pp. 145-149). Las reglas para
la supresión de las comunidades regulares y la desamortización de sus propiedades se fijaron, entre otros, en los decretos de 3 de septiembre, 1 de octubre y 7 de
noviembre de 1820, y 15 de noviembre de 1822 (C.D.C., 6, pp. 86-91, 155-159 y 303304, y 10, p. 31). Sobre la desamortización concejil, vid. reales órdenes de 8 de
noviembre de 1820 y 29 de junio de 1821, y decreto de 29 de junio de 1822 (C.D.C.,
6, pp. 345-347, 7, pp. 230-231, y 9, pp. 562-569).
666
248
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
en que los compradores de bienes vendidos por la nación no puedan nunca ser inquietados ni molestados en la propiedad y posesión de tales bienes; lo primero, para que, con esta seguridad, se
presenten sin recelo a adquirirlos cuantos tengan deseos de ser
propietarios […], y lo segundo, para que los muchos que ya los
compraron en los años pasados hasta el de 1808 inclusive y los que
los compren en adelante queden libres de toda inquietud y ansiedad sobre estas adquisiciones; en lo que la tranquilidad del Estado
está grandísimamente interesada».668
Sin embargo, hubo cambios. La deuda consolidada debía
liquidarse inmediatamente, es decir, extinguirse, tanto sus capitales como sus intereses, para lo cual se establecieron plazos y
reglas.669 Para lo que nos interesa, se liberalizaron los patronatos de
legos, como todo mayorazgo y demás vínculo. Las capellanías laicales y colativas familiares lo harían tras la muerte de sus poseedores. Por su parte, se declaró expresamente la incorporación al Estado, para su enajenación, de los bienes de las fundaciones piadosas,
en su concepto limitado, y eclesiásticas: capellanías vacantes que
no sean de llamamiento familiar, ermitas, santuarios, cofradías,
hermandades, memorias, fundaciones y demás establecimientos
piadosos. Y se ordenó la efectiva enajenación del séptimo eclesiástico secularizado.
Pero no ocurrió lo mismo con lo que podríamos distinguir
como fundaciones puramente benéficas, es decir, establecimientos
sanitarios, de beneficencia propiamente dicha, y de educación:
hospitales, hospicios, casas de expósitos y huérfanos y establecimientos de educación, bajo cualquier denominación, incluidas las
obras pías, memorias, fundaciones, capellanías, cofradías, comuniLa consulta al Consejo de Estado, fechada el 16 de diciembre de 1820, se
promovió por la Junta Nacional del Crédito Público tras una representación de
Juan Manuel García Monje, vecino de Plasencia, comprador de parte de una dehesa, perteneciente a una capellanía colativa, en protesta por la declaración de nulidad de la venta hecha por el juez de primera instancia Miguel Calvetón y Subia.
A.H.N., Estado, legajo 100.
669
Decretos de 9 de noviembre de 1820 y 29 de junio de 1821. C.D.C., 6, pp.
385-395, y 7, pp. 355-362.
668
5. De la Ilustración al Liberalismo
249
dades, etcétera, destinadas a tal fin. Sus propiedades aún no enajenadas se devolverían. Y por las enajenadas se darían indemnizaciones, a través de otras propiedades equivalentes. En el mismo sentido, el Estado se comprometía a destinar a dichos establecimientos edificios pertenecientes a las comunidades eclesiásticas suprimidas. En fin, reforma total de la beneficencia, pero desde una
nueva perspectiva. La desamortización de sus bienes no había servido para la conversión de la beneficencia en un asunto público,
porque el Estado no se había hecho cargo de su sustento, al no
pagar los réditos de los capitales producto de las ventas, con lo
cual, además, la beneficencia privada se había arruinado. Entonces,
marcha atrás. Es decir, recuperación de sus bienes si seguían administrados por el Crédito Público, o dotación de nuevos, en concepto de indemnización por los vendidos, producto de otras desamortizaciones, ya puramente eclesiásticas. Y sostenimiento a cargo de
fondos determinados por el Estado. En 1821 se aprobaron las primeras leyes generales de instrucción y beneficencia.670
5.2.5. El tercer reinado de Fernando VII (1823-1833) y la nueva suspensión de la desamortización de Carlos IV
En 1823, de nuevo, Fernando VII anuló la obra liberal y, con
ella, la normativa desamortizadora de los bienes nacionales, en
concreto, los propios del clero regular, además de la desvinculación. Dicha derogación implicaba, además, en esta ocasión, la
devolución de las propiedades enajenadas.671 De este modo, en la
práctica, se confundieron con aquellos los bienes desamortizados
670
Decretos de 29 de junio de 1821, con el reglamento general de Instrucción Pública; de 27 de diciembre del mismo año, sobre beneficencia; de 12 de
febrero y 29 de junio de 1822, sobre los arbitrios destinados a beneficencia e instrucción. C.D.C, 7, pp. 362-381, 8, pp. 115-138 y 269-271, y 9, pp. 554-556. Vid.
DÉROZIER, Albert, Quintana…, op. cit., pp. 700-732.
671
Reales órdenes de 11 de junio y 12 de agosto de 1823, sobre el reintegro
de propiedades a los monasterios; real cédula de 15 del mismo mes y año, sobre
el reintegro de los señoríos jurisdiccionales; y real cédula de 11 de marzo de 1824,
sobre el reintegro de mayorazgos y vínculos. Decretos del Rey Don Fernando VII, op.
cit., 7, pp. 35 y 87-95, y 8, pp. 257-260.
250
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
según la normativa aprobada por Carlos IV, en teoría, vigente. Y,
de este modo, muchos compradores de entonces fueron despojados de las propiedades adquiridas legítimamente, a pesar de las
garantías dadas en su día sobre la firmeza de los contratos. Cada
vez más desorden.672 Además, para más confusión, en septiembre
de 1823, se derogó la normativa aprobada por las Cortes del Trienio sobre la deuda pública y, concretamente, la incorporación al
Estado de las fundaciones piadosas y eclesiásticas.673 Por su parte,
en 1831, se ordenó devolver, a sus antiguos poseedores, los bienes
eclesiásticos secularizados según la normativa de 1805 y 1807 siempre que renunciasen a los intereses devengados y no satisfechos, de
modo que quedaban anuladas las correspondientes escrituras de
recompensa. Solo se excluían de dicha devolución las fincas enajenadas a terceros, cuya propiedad, por tanto, a pesar de todo, se respetaba.674
En 1824 el nuevo ministro de Hacienda, Luis López Ballesteros, creó una Junta encargada de la «mejora de los establecimientos
piadosos», en «deplorable estado», formada por el obispo de Ciudad Rodrigo, el colector general de espolios, el comisario general
de cruzada, el director general de rentas, Joaquín Peralta, y el contador general de correos jubilado, Alfonso Batanero.675 Y se ordenó
a los intendentes y a los nuevos subdelegados de fomento la recuperación de los deteriorados bienes de beneficencia.676 En fin,
quedó así, en la práctica, suspendida la desamortización de Carlos
IV, para las fundaciones benéficas, para las piadosas y para las
puramente eclesiásticas.
672
Así lo denunció el procurador Manuel Álvarez García en la sesión de
Cortes de 15 de abril de 1835. D.S.C., Legislatura de 1834 a 1835, 3, pp. 2.269-2.270.
673
Decreto de 2 de septiembre de 1823. A.H.N., Estado, legajo 226; Decretos
del Rey Don Fernando VII, 7, op. cit., p. 105.
674
Real orden de 4 de mayo de 1831. Decretos del Rey Don Fernando VII, 16,
op. cit., pp. 152-153.
675
Decreto de 20 de abril de 1824. Decretos del Rey Don Fernando VII, 8, op.
cit., pp. 317-320.
676
CARASA SOTO, Pedro, Historia de la beneficencia en Castilla y León…, op.
cit., p. 26.
5. De la Ilustración al Liberalismo
251
Lo fundamental, de nuevo, era reorganizar la deuda pública:
«Es preciso convenir de buena fe en que, ni la Comisión Gubernativa del Consejo, ni la Junta Nacional y Direcciones del Crédito
Público han alcanzado a llenar el objeto de su erección; que en ninguna de sus respectivas épocas llegó a establecerse ni consolidarse
el crédito de aquel modo esacto y preciso al fomento de la confianza de los acrehedores, al verdadero interés y miras del Gobierno y
a la prosperidad del Estado».677
En febrero de 1824, se creó una nueva Caja de Amortización,
a la vez que se liquidaba su antecesora Caja de Consolidación, dentro de la Dirección del Crédito Público.678 Dicha caja se separó definitivamente de la Tesorería, para quedar bajo una Dirección General de Rentas, encargada de los fondos o arbitrios de amortización,
que se integraron, así, en las rentas reales, con el objeto de asegurar «la integridad de los rendimientos evitando quiebras y desfalcos con que cada día veían disminuir sus fondos los acrehedores
del Estado».679 Al frente de la Caja se nombró, como director, a Victoriano Encima y Piedra,680 a las órdenes del ministro de Hacienda.
Aparte, se creó una Comisión de Liquidación, con su propio direc-
Memoria o Historia y circunstancias de los arbitrios, firmada el 28 de febrero de 1826, por José Pinillo, Francisco Antonio de Góngora y Quintano. A.H.N.,
Estado, legajo 226.
678
Poco antes, el 4 de diciembre de 1823, Fernando VII había nombrado a
nuevos directores generales del restaurado Crédito Público, en concreto, Ramón
Antonio Pico y Ramón Valladolid. Sobre la nueva Administración de la deuda
pública, vid. reales decretos de 18 de diciembre de 1823, 5 de enero, 4 de febrero y
8 de marzo de 1824, reglamentos de 23 de marzo y 15 de junio de ese último año,
y real orden de 4 de junio de 1827. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 7, pp.
220 y 245-246, 8, pp. 4-8, 106-120, 236-241, 267-282 y 402-411, y 12, pp. 121-131;
Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587.
679
Son palabras sacadas de un informe emitido por una Junta encargada,
por real orden de 9 de enero de 1831, de debatir la situación hacendística. A.H.N.,
Estado, legajo 226.
680
Parece que se nombró en 1823. A.H.N., Estado, legajo 226. También da
su nombre SUÁREZ, Federico, La crisis política del Antiguo Régimen en España
(1800-1840), Rialp, Madrid, 1958, pp. 148 y 221.
677
252
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
tor, encargada, específicamente, de liquidar la deuda pública, en
concreto, la consolidada. En el gran libro de dicha deuda consolidada debían inscribirse los capitales impuestos en la última Caja,
que se rebajaron dos quintas partes. Sus intereses, sin embargo, se
elevaron del tres al cinco por ciento. Las imposiciones no inscritas
se reconocieron a través de «láminas de deuda corriente», con la
misma reducción en el capital y con el mismo tipo de interés.
En cuanto a los nuevos arbitrios de amortización destinados
a la nueva Caja, y, en concreto, en cuanto a las propiedades enajenables, el decreto de 4 de febrero de 1824 incluyó, entre ellas, las
fincas secuestradas, los baldíos, realengos y mostrencos, las propiedades incorporadas a la corona y, por fin, las procedentes de las
obras pías y séptimo eclesiástico ya secularizadas, y, por tanto, en
poder del Crédito Público.681 Quedaron suprimidas las nuevas ven-
Sobre el estado de los fondos de la nueva Caja de Amortización a fines
de 1828, vid. A.H.N., Estado, legajo 226. El resto de arbitrios destinados a la misma
son los siguientes: el producto de la media anata de las herencias transversales de
vínculos y mayorazgos, la media anata de los frutos, rentas y derechos de las propiedades donadas por los reyes, el veinticinco por ciento de las vinculaciones y
adquisiciones de manos muertas, el dos por ciento de las rentas que se amortizasen, la habilitación de baldíos y de los apropiados, las minas de plomo, las de azogue de Almadén, las de cobre de Río Tinto, los diezmos exentos, novales y nuevos
riegos, la media anata de mercedes, una anata de las pensiones de las órdenes de
Carlos III e Isabel la Católica, los mil quinientos reales por las gracias de las cruces de las órdenes militares y las dos anteriores, dos mil reales por licencias para
usar órdenes extranjeras, las encomiendas vacantes de las órdenes militares, una
anata de las encomiendas que se confiriesen, dos años de vacantes de prebendas
y beneficios eclesiásticos, una anualidad de dichas prebendas conferidas tras dos
años de vacantes, durante cuatro años, todos los beneficios simples de presentación real y libre colación eclesiástica o de patronato, los economatos, los maestrazgos de las órdenes militares, la quinta parte del producto de la bula de cruzada y
la mitad de las ilustres, lacticinios y composición, el indulto cuadragesimal de
Indias, las gracias al sacar, los servicios por dispensa de ley, el veinte por ciento de
los propios y arbitrios y la mitad de su sobrante, los arbitrios concedidos en Indias
a la antigua Caja de Consolidación, los débitos atrasados del Crédito Público y
Caja de Consolidación, ciento sesenta reales por cada cabeza de ganado real que
entrase en España, un vale de seiscientos pesos en las sucesiones directas del título de grande de España, uno de trescientos para marqueses y condes, uno de cien681
5. De la Ilustración al Liberalismo
253
tas. No obstante, en 1831, una Junta de jefes de la Real Hacienda
incluyó, además, entre sus propuestas de enajenaciones forzosas,
las propiedades de las órdenes militares.682 Al mismo tiempo, el
ministro de Hacienda escribió una memoria en el mismo sentido,
que coincidía, además, con las ideas del director de la Caja de
Amortización.683 Por su lado, sí que continuó en esta época, como
había ocurrido entre 1814 y 1820, la desamortización concejil, con
normativa específica.684
5.2.6. De Mendizábal a Madoz: la desamortización definitiva
Desde 1834, cuando se produce el definitivo tránsito del
Antiguo Régimen al Liberalismo, continúa el largo camino hacia el
efectivo cambio del régimen jurídico de la propiedad, iniciado a
fines del siglo XVIII, cuando, de las primeras doctrinas ilustradas
se pasó a las preliberales. En 1835, las Cortes discutieron, de nuevo,
sobre la deuda pública, y entonces se pensó, claramente, en continuar la desamortización eclesiástica iniciada en el Trienio Liberal.
Para el caso, se trajo a colación la normativa aprobada en 1805 y
1807 para la enajenación del séptimo eclesiástico. Interrumpida, no
se sabía muy bien ni lo que se había vendido ni lo que, secularizado, quedaba por vender, en manos de la Hacienda. Pero se proputo cincuenta por barón y vizconde, y el diez por ciento, por una vez, en vales, de
la renta anual de toda vinculación o mayorazgo. Decreto de 4 de febrero de 1824.
Decretos del Rey Don Fernando VII, 8, op. cit., pp. 106-117.
682
La Junta se creó y se reunió por reales órdenes de 9 de enero y 22 de julio
de 1831. Las memorias de sus vocales, firmadas en enero, su informe, de 3 de septiembre, y otros documentos sobre el asunto pueden consultarse en el A.H.N.,
Estado, legajo 226. Entre los vocales de dicha junta estaban Victoriano Encima y
Piedra, Gaspar Remisa, José de Imaz, José Pinilla, Eusebio Dalp, Antonio Alonso
y Antonio Martínez.
683
La memoria de López Ballesteros, firmada el 24 de septiembre de 1831,
y otra anterior, de 12 de diciembre de 1829, pueden consultarse en el A.H.N., Estado, legajo 226. Lo mismo, una exposición de Encima, firmada el 14 de noviembre
de 1829.
684
Reales cédulas de 21 de diciembre de 1818 y 22 de julio de 1819, y real
decreto de 31 de diciembre de 1829. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 5,
pp. 696-700, 6, pp. 299-303, y 14, pp. 355-356.
254
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
so su continuación, por lo menos, para aplicar dichos bienes a la
amortización de la deuda pública sin interés y a la deuda pasiva
extranjera.
Lo fundamental es que, entonces, ya no se discute sobre la
legitimidad de la disposición de dichas propiedades por el Estado:
«Prescindiré de la cuestión acerca de si el Gobierno, para vender
los bienes eclesiásticos, necesita acudir a Roma por breves; si estos
se han de mirar como concesiones o como tratados entre dos
potencias, etcétera; estas cuestiones son, a mi modo de ver, inútiles
y que para nada sirven en el caso presente».685 Lo importante era,
en todo caso, asegurar la propiedad que se adquiría y garantizar el
crédito público, es decir, amortizar, de una vez, la deuda. Estas son
las bases, claramente planteadas, de la desamortización liberal.
Al final, la nueva desamortización afectó, primero, a las propiedades concejiles,686 de la Inquisición y Compañía de Jesús, de
nuevo suprimidas,687 y, progresivamente, a buena parte de los bienes de las comunidades regulares, también extinguidas. Mendizábal
la generalizó y amplió a todas las propiedades eclesiásticas, regulares, en 1836,688 y seculares, en 1837,689 aunque las conflictivas enajenaciones de estas últimas, pospuestas hasta 1840, se suspendieron ese mismo año.690 No obstante, dicha suspensión se levantó de
685
Son palabras de marqués de Torremejía pronunciadas en la sesión de las
Cortes celebrada el 15 de abril de 1835. D.S.C., Legislatura de 1834 a 1835, p. 2.269.
686
Reales órdenes de 24 de agosto de 1834 y 3 de marzo de 1835. Decretos
de la Reina Doña Isabel, op. cit., 19, pp. 359-360, y 20, pp. 86-87.
687
Reales decretos de 15 de julio de 1834 y 4 de julio de 1835. Decretos de la
Reina Doña Isabel, op. cit., 19, pp. 331-333, y 20, pp. 280-281.
688
Reales decretos de 26 de marzo y 10 de abril de 1834, 25 de julio, 3 de
septiembre y 11 de octubre de 1835, y, sobre todo, real decreto de 19 de febrero de
1836, instrucción de 1 de marzo, real orden del 5 del mismo mes, real decreto del
8 de marzo y reglamento del 24, y real decreto de 29 de julio de 1837. Decretos de
la Reina Doña Isabel, op. cit., 19, pp. 170-171 y 195-196, 20, pp. 335-337, 372-373 y
457-460, 21, pp. 77-82, 99-111, 113-116 y 120-140, y 23, pp. 92-99.
689
Real decreto de 29 de julio de 1837. Decretos de la Reina Doña Isabel, 23,
op. cit., pp. 99-102.
690
Ley de 16 de julio de 1840, sobre la dotación del culto y clero. Decretos
de la Reina Doña Isabel, 26, op. cit., pp. 243-245.
5. De la Ilustración al Liberalismo
255
1841 a 1844.691 Pero de la desamortización se excluyeron, entonces,
precisamente, las propiedades de las fundaciones benéficas, hospitalarias y de instrucción. Lo mismo, pero en este caso como se
había hecho desde un principio, las capellanías o patronatos de
sangre.692
Las cosas no acabaron aquí. La definitivamente general desamortización de Madoz, aprobada en 1855, afectó a todas las propiedades o bienes nacionales ordenados enajenar «por leyes anteriores». De manera fundamental, los concejiles (propios y también
comunes, con excepciones), los propios de las órdenes militares, y
entonces, por fin, las propiedades de las «cofradías, obras pías y
santuarios» y también de los establecimientos de beneficencia e
instrucción pública, con la única excepción temporal, en este último caso, de los bienes de las capellanías eclesiásticas dedicadas a
la enseñanza, hasta el fallecimiento de sus poseedores.693 Los afectados recibirían, a cambio, títulos de deuda consolidada, intransferibles, al interés del tres por ciento. En el caso de los establecimientos de beneficencia e instrucción, el total del producto de la venta
de sus bienes se invertiría en la compra de dichos títulos. El Estado se comprometía, de nuevo, a asegurarles las rentas que hasta
entonces producía su propiedad inmueble. Del mismo modo,
debía compensarles por las pérdidas que pudiesen sufrir por la
correspondiente redención de los censos.
Ley de 2 de septiembre de 1841, con su instrucción de 15 del mismo
mes, y decretos de 26 de julio de 1844 y 3 de abril de 1845. Decretos de la Reina Doña
Isabel, op. cit., 27, pp. 614-629 y 649-654, y 33, p. 89; SIMÓN SEGURA, Francisco,
La desamortización española del siglo XIX, op. cit., p. 140, nota 78.
692
Artículos 21 del real decreto de 29 de julio de 1837, para los regulares, 3
y 15 del real decreto de 29 de julio de 1837, para los seculares, y 6 de la ley de 2 de
septiembre de 1841, que extiende la exclusión a los bienes de cofradías y obras
pías procedentes de adquisiciones particulares para cementerios y otros usos privativos de sus individuos. Decretos de la Reina Doña Isabel, op. cit., 23, pp. 92-102, y
27, pp. 614-619.
693
Ley de 1 de mayo e instrucciones de 31 de mayo de 1855 y 11 de julio de
1856. SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX, op. cit.,
pp. 191-212.
691
256
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
En la discusión seguida en las Cortes sobre la nueva ley se
reprodujeron parecidos argumentos, a favor y en contra, a los mantenidos desde fines del siglo XVIII.694 Los partidarios de la desamortización: saneamiento de la Hacienda y de los propios establecimientos, desarrollo económico y, en general, del Estado, y, ya claramente, adhesión de los nuevos propietarios al régimen liberal.
Casi un siglo después, se repiten las palabras de los ideólogos de la
desamortización de Carlos IV. Sobre la necesidad de la medida:
«Así, aumentado fuera de razón el influjo de la parte menos ilustrada y concienzuda del clero, multiplicáronse con exceso las mandas y donaciones a la Iglesia, las fundaciones de aniversarios,
obras pías y de hermandades y cofradías, por manera que, entre
bienes amayorazgados, desde los del grande opulento que rivalizaba en riquezas con la Corona, hasta los del hidalgo mísero, cuya
venta no bastaba a sufragar los gastos de su eremítica mesa, y propiedades del clero secular y regular, y fundaciones llamadas piadosas, la mayor parte de la vasta superficie que se extiende entre
ambos mares y de las faldas del Pirineo a las columnas de Hércules, llegó a ser propiedad de manos muertas, denominación que
dice más ella sola que la Comisión pudiera en un largo discurso».695
Y sobre su legitimidad: «El clero, los propios, la beneficencia y la
instrucción pública no pierden, pues, su propiedad; lo que se cambia [es] la forma de esta, convirtiéndola en inscripciones intransferibles, cuya renta, indudablemente superior con mucho, en breve
tiempo, a las que hoy gozan […], será un recurso más pingüe, de
más fácil, clara y moral administración que la de las fincas y censos que hoy poseen».696
Por su parte, los críticos volvieron a defender el derecho de
propiedad de las instituciones afectadas y la ilegitimidad de su dis-
Vid. SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo
XIX, op. cit., pp. 170-190.
695
Dictamen de la comisión sobre el proyecto de ley para la desamortización general de los bienes de manos muertas (23 de febrero de 1855). D.S.C., Legislaturas de 1854
a 1855, 3, apéndice al número 89.
696
Ibídem.
694
5. De la Ilustración al Liberalismo
257
posición por el Estado: «¿Por qué hemos de atacar la propiedad de
los establecimientos de beneficencia? ¿Es acaso la propiedad colectiva menos respetable que la particular? […] ¿Se cree que porque aseguremos o, mejor dicho, porque digamos que aseguramos a los establecimientos de beneficencia el todo de sus rentas, por eso se evitan
los males?».697 Algunos recordaron, además, también de nuevo, las
consecuencias de la desamortización de Carlos IV, que había arruinado dichos establecimientos: «Porque lo hizo el Príncipe de la Paz no
lo debemos hacer nosotros, y téngase presente que el Príncipe de la
Paz dio a la beneficencia vales reales, que luego no fue sino papel».698
Pero, por su lado, dicha desamortización también fue tomada como punto de partida para legitimar la nueva desamortización. Fue el inicio de un largo proceso: «Ya se ve que no es una cosa
nueva, que esa desamortización se ha mandado«;699 «Un informe
del año 1795, dado por una comisión establecida para proponer los
medios de regenerar la riqueza pública […] cita o señala como una
de las primeras medidas para dicho fin la venta de los bienes de
beneficencia, por haber comprendido que la administración de las
corporaciones de beneficencia es la más fatal, lo cual lo demuestra
bien claramente el producto de esos bienes».700
De nuevo, la desamortización puramente eclesiástica fue la
más conflictiva. El Concordato de 1851 había reconocido a la Iglesia el derecho de adquisición de bienes inmuebles y, además, el
Estado se había comprometido a la devolución de los aún no enajenados y al sustento del culto y clero, a cambio de que dicha Iglesia no molestase a los compradores anteriores.701 La normativa de
697
Son palabras del diputado Moyano, pronunciadas en la sesión de 26 de
marzo de 1855. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, pp. 2.199 y 2.201-2.202.
698
Son palabras del marqués del Duero pronunciadas en la sesión de 19 de
abril de 1835. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, p. 2.639.
699
Son palabras del diputado Antonio González, pronunciadas en la sesión
de 28 de marzo de 1855. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, p. 2.240.
700
Son palabras del diputado Gálvez Cañero, pronunciadas en la sesión de
3 de abril de 1855. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, p. 2.367.
701
Ley de 17 de octubre de 1851. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El
marco político…», op. cit., pp. 600-601.
258
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Madoz contradecía dicho acuerdo, y, de hecho, fue suspendida, en
1856, primero para los bienes eclesiásticos y luego íntegramente.
Dos años después se declaró su nueva vigencia, pero con exclusión
de dichos bienes eclesiásticos.702 Un nuevo acuerdo con la Santa
Sede, firmado en 1859, confirmó las disposiciones del Concordato,
y el Estado español se comprometió a no enajenar, desde entonces,
unilateralmente, las propiedades eclesiásticas, extremo respetado,
salvo el paréntesis del Sexenio Revolucionario.703
Acaba, así, el largo proceso desamortizador iniciado en 1798.
Las críticas al mismo se centraron, de nuevo, en el fracaso del ideal
ilustrado y liberal, puesto que, por lo menos de forma inmediata,
la desamortización no logró ni la reforma agraria, ya que a la propiedad de la tierra, en general, no accedieron los cultivadores, sino
que las manos muertas fueron sustituidas por las antiguas y nuevas clases sociales dominantes, la nobleza y la burguesía; ni tampoco la reforma hacendística ni salvación del crédito público, ya que,
además de no amortizarse, la deuda aumentó. Tampoco se logró,
por el momento, la ansiada reforma de la beneficencia, sanidad e
instrucción, entonces ya divididas. El pretendido saneamiento de
las instituciones, a través de la conversión de su propiedad inmobiliaria en mobiliaria, había fracasado, pues, al no satisfacer el Estado los intereses derivados de sus capitales, los establecimientos se
arruinaron. De ahí la normativa desamortizadora, del Trienio y de
Mendizábal, que excluía las propiedades de dichas instituciones.
Lo que se pretendió entonces fue buscar la «desprivatización» de
dichas materias, pero a través de su «municipalización» e incluso
«provincialización». De nuevo, por el momento, la falta de fondos
de los nuevos municipios y provincias hará imposible el buen fin
Reales decretos de 23 de septiembre y 14 de octubre de 1856, y 2 de octubre de 1858. SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX,
op. cit., pp. 212-218; TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op.
cit., pp. 601-604.
703
Leyes de 4 y 7 de abril de 1860. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El
marco político…», op. cit., pp. 602-604.; SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX, op. cit., pp. 212-218.
702
5. De la Ilustración al Liberalismo
259
de las reformas. Cuando, con el tiempo, la desamortización de
Madoz desvincule las haciendas municipales y provinciales de la
propiedad de la tierra, comenzará, por fin, el largo camino hacia la
beneficencia, sanidad e instrucción públicas.704
Entre los nuevos críticos contra la nueva desamortización
plenamente liberal destacó, por la clara exposición de su doctrina,
Álvaro Flórez Estada, que, a su modo, volvió a las primeras y,
desde luego, olvidadas, tesis ilustradas.705 Pero desde su férreo
Vid. CARASA SOTO, Pedro, Pauperismo…, op. cit.; Crisis del Antiguo
Régimen y acción social en Castilla, op. cit., pp. 155-211.
705
Flórez Estrada había participado en la Administración hacendística de
Carlos IV, al haber ejercido el oficio de tesorero principal de rentas de la Corte, de
1796 hasta, como máximo, 1802, cuando regresó a su provincia natal, Asturias. Su
doctrina sobre la propiedad de la tierra y su desamortización, vinculada a la llamada por él mismo «cuestión social», la desarrolló en los siguientes escritos: Del uso que
debe hacerse de los bienes nacionales (1836); Contestación de Don Álvaro Flórez Estrada a las
impugnaciones hechas a su escrito sobre el uso que debe hacerse de los bienes nacionales
(1836); La Cuestión social, o sea, origen, latitud y efectos del derecho de propiedad. Indicaciones acerca de la cuestión social que actualmente se ventila con empeño por los economistas
europeos, sometidas a la discusión de los sabios (1839); Contestación de Don Álvaro Flórez
Estrada al artículo publicado en el número 194 de El Corresponsal en que se impugna por el
Señor Don Ramón La Sagra su escrito sobre la cuestión social, o sea sobre el origen, latitud y
efectos del derecho de propiedad (1839); y el artículo titulado «propiedad» inserto en la
Enciclopedia Británica (1820), traducido y anotado por Álvaro Flórez Estrada en 1843,
e incluido en su Curso de Economía Política, capítulo quinto de la segunda parte. La
Cuestión social también fue pensada para formar parte de dicho Curso de Economía
Política, y la incluyó en el mismo, capítulo cuarto de la segunda parte, desde su quinta edición (Londres, 1828, París, 1831 y 1833, Madrid 1835, 1840 y 1848, y Oviedo,
1852). Sobre este asunto, vid., también, los capítulos quinceavo de la primera parte,
primero, segundo y tercero de la segunda parte. El mismo tema se repite en los Elementos de Economía Política, Madrid, 1841, especialmente en los capítulos tercero y
quinceavo de la primera parte, y primero a sexto de la segunda parte. Todos estos
escritos, salvo el último, pueden consultarse en la B.A.E., 112, Obras de Álvaro Flórez
Estrada, 1, Atlas, Madrid, 1958, pp. 1-332, 361-364, 368-383 y 387-406. Vid. MARTÍNEZ CACHERO, Luis Alfonso, Álvaro Flórez Estrada. Su vida, su obra política y sus
ideas económicas, Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 1961; LANCHA, Charles,
Álvaro Flórez Estrada, 1766-1853, ou le libéralisme espagnol a l’épreuve de l’histoire, Université des Langues et Lettres de Grenoble, París, 1984; VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín (coord.), Álvaro Flórez Estrada (1766-1835). Política, Economía, Sociedad, Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, 2004.
704
260
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
liberalismo, que asciende del progresismo hacia el pensamiento
social. Como liberal, respeta el derecho de propiedad plena, pero
para lo susceptible de ser objeto de dicho derecho, en concreto, la
riqueza derivada del trabajo. No así la tierra, que considera un don
natural no susceptible de apropiación privada. Su propuesta se
centra en la propiedad eclesiástica, aunque pretende extenderse a
la concejil e incluso, en un futuro, a la propiedad considerada particular. El Estado liberal debía aprovechar la oportunidad única
que le brindaba la historia para distribuir la tierra desamortizada,
en sus manos, entre los cultivadores, a través de contratos enfitéuticos, únicos capaces de garantizar su participación en la propiedad de la tierra, por lo menos, en su dominio útil, por un largo
período de tiempo, prorrogable a voluntad del arrendatario, a cambio de rentas moderadas. Es decir, de nuevo, división de los dominios directo y útil, pero el primero para el nuevo Estado liberal. Y
así, por fin, lograr las ansiadas reformas agraria y, de paso, hacendística, ya que dichas rentas debían emplearse en la consolidación
de la deuda pública. Desde luego, esta doctrina no interesaba a la
mayor parte de los liberales, centrados en lograr consolidar no solo
la deuda, sino, sobre todo, la propiedad absoluta de los acreedores
y nuevos dirigentes del Estado.706
En marzo de 1836, el editorial publicado en el periódico El eco
del comercio manifestaba un nuevo apoyo a las críticas de Flórez,
aunque sin aceptar la cesión enfitéutica, y, de paso, aprovechaba
para alabar la Administración de la deuda pública puesta en funcionamiento para la ejecución de la desamortización aprobada en
el reinado de Carlos IV.707 Se resarcía así, por fin, en parte, a algunos de sus ultrajados ejecutores: «Hubo algún momento de intervalo lúcido en materia de crédito, pero desgraciadamente se ve que
hoy no hemos adelantado, sino retrocedido de la época a que nos
706
El registro de la propiedad se creó en 1861, precisamente para proteger
a los compradores de los bienes desamortizados. Vid. FIESTAS LOZA, Alicia, «La
protección registral…», op. cit.
707
ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp.
163-167.
5. De la Ilustración al Liberalismo
261
referimos. Lo mejor que hubo en la adquisición de bienes nacionales o ‘de consolidación’, a principios del presente siglo, fue el
orden, sencillez y claridad con que todo se hacía […]. Entonces se
convino en que el Crédito Público debía ser independiente en un
todo de la llamada Real Hacienda y al efecto se creó una Comisión
Gubernativa, que por bastante tiempo fue conservadora celosa del
crédito nacional».708 Se repite, sin embargo, la idea de que la
corrupción había llegado con la disposición de sus fondos por
dicha Real Hacienda, ordenada por Soler y Godoy. Sobre todo, este
último siguió siendo considerado el causante de todos los males:
«No le fue difícil deshacerse de los hombres íntegros, poniendo en
su lugar la corrupción, de donde nos vino esa escuela inmoral e
infidente que jamás borrará el justo odio de los buenos españoles».
Compárese con las palabras del citado Informe sobre vales, firmado en
Sevilla, el 13 de julio de 1809, que proponía «hacer todo lo contrario de lo que se
ha hecho en la antigua Administración».
708
Abreviaturas
A. A. Autos Acordados del Consejo de Castilla, Madrid, 1772.
A. H. A. Archivo Histórico de Asturias, Oviedo.
A. H. D. E. Anuario de Historia del Derecho Español, Madrid.
A. H. N. Archivo Histórico Nacional, Madrid.
B. A. E. Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje a nuestros días, Atlas, Madrid.
C. D. C. Colección de los Decretos y Órdenes que han expedido las
Cortes, 10 tomos (1810-1813 y 1820-1823), Imprenta Nacional,
Madrid, 1820-1823.
D. S. C. Diario de sesiones de las Cortes, Madrid.
H. I. D. Historia, Instituciones, Documentos, Sevilla.
Nov. Rec., Novísima Recopilación de las Leyes de España,
Madrid, 1805.
R. Leyes de Recopilación o Nueva Recopilación, Madrid, 1567.
R. A. H. Real Academia de la Historia, Madrid.
R. I. D. E. A. Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo.
FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS
1. Fuentes documentales
A. H. A., Sección Junta General, libros 49, 122 y 124.
A. H. N.:
Índice de los papeles de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino y del
Consejo de Regencia publicado por el Archivo Histórico Nacional,
Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904.
Sección Consejos: libros 1.502 E, 2.683, 2.686, 2.688, 2.689, 2.691, 2.700,
2.700 bis, 2.705 E, 2.720 E, 2.882, 3.456; legajos 1.897, 1.900, 1.901,
2.064, 2.196-2.197, 2.198-2.199, 2.980, 3.609 y 50.728.
Sección Fondos Contemporáneos, Ministerio de Hacienda: libros 5.838,
6.012, 6.013, 8.017, 8.028, 8.036, 8.045, 8.046, 8.050 y 16.491 bis; legajos 205, 480, 2.587, 3.472, 3.705, 3.927, 4.051, 5.845 y 5.848.
Sección Estado: libro 11; legajos 54, 70, 80, 100, 226, 233, 2.863, 2.874, 2.932,
3.111, 3.210, 3.211, 3.212, 3.219, 3.442-1 y 6.394.
Sección Clero, Clero secular y regular: legajo 1.940/5.
Biblioteca de la R. A. H, Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212);
4/175.
Biblioteca de la Universidad de Oviedo, E34H5A-158; Ast. RCI-18; CGT862.
Biblioteca del R. I. D. E. A., Fondo Canella, 119.
British Library, Section Manuscripts, Egerton, 369.
2. Normativa
Colección de las leyes, decretos y declaraciones de las Cortes, y de los reales decretos, órdenes, resoluciones y reglamentos generales expedidos por los Secretarios del Despacho, Tomos 22 y ss., Imprenta Nacional, Madrid, 1837
en adelante.
Colección de los Decretos y Órdenes que han expedido las Cortes, 10 tomos
(1810-1813 y 1820-1823), Imprenta Nacional, Madrid, 1820-1823.
266
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Colección de Pragmáticas, Cédulas, Provisiones, Autos Acordados, y otras Providencias Generales expedidas por el Consejo Real en el Reynado del Señor Don
Carlos III cuya observancia corresponde a los tribunales y jueces ordinarios
del Reyno, y a todos los vasallos en general, por Santos Sánchez, Imp. de
la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1803; Colección de todas las Pragmáticas, Cédulas, Provisiones, Circulares, Autos Acordados, Vandos y otras Providencias publicadas en el actual Reynado del Señor Don Carlos IV con varias
notas instructivas y curiosas (1788-1793), Imp. de la viuda e hijo de
Marín, Madrid, 1794; Suplemento a la Colección de Pragmáticas, Cédulas,
Provisiones, Circulares y otras Providencias publicadas en el actual Reynado
del Señor Don Carlos IV, I (1794-1796), II (1797-1800) y III (1801-1804),
Imprenta de la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1795-1805.
Colección legislativa de la deuda pública de España, 11 volúmenes, Dirección
General de la deuda pública, Imprenta Nacional, Madrid, 18591864.
Decretos de la Reina Doña Isabel II, tomos 19-21 (1834-1836), por don Josef
María de Nieva, Imprenta Real, Madrid, 1835-1837.
Decretos del Rey Don Fernando VII, 18 tomos, por don Fermín Martín de
Balmaseda (tomos 1 a 7, 1819-1823) y por don Josef María de Nieva
(tomos 8 a 18, 1824-1834), Imprenta Real, Madrid, 1819-1834.
Diario de las sesiones de Cortes (1810 en adelante), Madrid.
GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen, progreso y estado de las rentas de la Corona de España, su gobierno y administración, 6 tomos (18051808), reimpreso en la Imprenta Real, Madrid, 1817.
Gazeta de Madrid.
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Leyes de RECOPILACIÓN (Felipe II, 1567), tomos I, II y III (Autos Acordados del Consejo de Castilla, 1772).
LÓPEZ FANDO, Juan, Demostración práctica del modo de hacer las liquidaciones para redimir censos perpetuos enfitéuticos con arreglo a la Real Cédula de 17 de enero de 1805 y deducir lo correspondiente a ellos en las ventas de fincas que los tengan, Cano, Madrid, 1805.
MATILLA TASCÓN, Antonio, Catálogo de la colección de órdenes generales de
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General del Patrimonio Artístico y Cultural, Madrid, 1977.
Novísima Recopilación de las Leyes de España (Carlos IV, 1805), tomos I, II, III,
IV, V y VI (índices generales y suplemento correspondiente a los
años de 1805 y 1806), Madrid, 1805 y 1807.
Fuentes documentales y bibliográficas
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Prontuario de las Leyes y Decretos del Rey Nuestro Señor Don José Napoleón I,
3 tomos, Imprenta Real, Madrid, 1810 y 1812.
Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, Años de 1801
a 1805 (Biblioteca de la Universidad de Oviedo, E34H5A-158).
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(1765), en Biblioteca de la R. A. H., Colección Sempere y Guarinos,
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Carta de un religioso español, amante de la patria, escrita a otro religioso amigo
suyo sobre la Constitución del Reyno y abuso del poder (Toro, 1798), en
Biblioteca de la Universidad de Oviedo, CGT-862.
Catecismo civil y breve compendio de las obligaciones del español, conocimiento
práctico de su libertad y explicación de su enemigo, muy útil en las actuales circunstancias, puesto en forma de diálogo, en Biblioteca de la Universidad de Oviedo, CGT-862.
El Censor. Periódico político y literario, I, Imprenta del Censor, por León
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Congreso infernal reunido en la sala del infierno (Madrid, 1808), en Biblioteca
de la Universidad de Oviedo, CGT-862.
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1792 hasta 1800 para cubrir el déficit de la tesorería general; Apéndice a
268
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nacional (23 de julio de 1802), en A. H. N., Fondos contemporáneos,
Ministerio de Hacienda, legajo 3.472.
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propiedad. Indicaciones acerca de la cuestión social que actualmente se
ventila con empeño por los economistas europeos, sometidas a la discusión
de los sabios (1839); Contestación de Don Álvaro Flórez Estrada al artículo publicado en el número 194 de El Corresponsal en que se impugna
por el Señor Don Ramón La Sagra su escrito sobre la cuestión social, o sea
sobre el origen, latitud y efectos del derecho de propiedad (1839); Curso de
Economía Política (Londres, 1828, París, 1831 y 1833, Madrid 1835,
1840 y 1848, y Oviedo, 1852), en B. A. E., 112, Obras de Álvaro Flórez
Estrada, 1, Atlas, Madrid, 1958, pp. 1-332, 361-364, 368-383 y 387406; Elementos de Economía Política, Imprenta de Miguel de Burgos,
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la Historia del reinado del Señor Don Carlos IV de Borbón (1836; impresión, 1908), en B. A. E., 2 tomos (88 y 89), estudio preliminar de Carlos Seco Serrano, Atlas, Madrid, 1965.
Historia de la guerra de España contra Napoleón Bonaparte, escrita y publicada
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APÉNDICES DOCUMENTALES
1. LA PROPUESTA
1. 1. Informe de Pedro Varela y Ulloa (27 de marzo de 1797). Consejo de Estado de 31 de marzo de 1797. A. H. N., Estado, Libro 11.
«Señor: Luego que Vuestra Majestad se dignó poner a mi cuidado
el vasto y delicado ramo de Real Hacienda procuré instruirme del estado
en que se hallaban las tesorerías de Vuestra Majestad para arreglar mis
operaciones a sus fondos, y de las noticias que se me dieron resultó que
en aquel entonces, esto es, en 21 de diciembre de 1796, havía solo la existencia de 163.234.087 reales incluyendo en esta suma los caudales de
maestrazgos, juros, fondo vitalicio, casa de moneda y santos lugares de
Jerusalén, de los quales no debe hacerse uso en perjuicio de los objetos de
su destino, sino en un caso sumamente urgente. Una existencia tan corta
al tiempo en que justamente se estaban haciendo unos aprestos considerables de guerra, tanto por mar como por tierra, era preciso creer que se
consumiese brevemente y que, por consequencia, quedase el Erario de
Vuestra Majestad expuesto a no poder cumplir con sus obligaciones. Para
ocurrir de algún modo a este fundado temor propuse a Vuestra Majestad
que combenía restablecer inmediatamente el empréstito o fondo creado
en el año de 82 (suspendido después y abierto nuevamente en 94 por solo
un año) en el que se admiten a censo redimible y renta vitalicia sobre la
del tavaco la 3ª y 4ª parte en réditos del Reynado del señor Don Felipe V,
y Vuestra Majestad vino en mandarlo así, pero este es, Señor, cortísimo
recurso para las necesidades que tenemos.
Aun suponiendo que cesen luego los gastos extraordinarios y crecidos de guerra, es preciso buscar arbitrios que hagan mayores los ingresos de las tesorerías reales para satisfacer los intereses de la deuda nacional del día, pues las rentas ordinarias de la Corona apenas alcanzan a
cubrir sus comunes obligaciones. Pero es el caso, señor, que restan muy
pocos recursos de que poder hechar mano, porque quantos havía se agotaron en tiempo de la guerra última con Francia; y aunque Vuestra Majes-
286
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
tad save ya quales fueron los que se adoptaron, no me parece inoportuno
hacer aquí una indicación de ellos, al paso que manifiesto los gastos que
ocasionó aquella en todo el tiempo de su duración, y la deuda que por
esta causa ha contrahído la Nación, y que es preciso ir cubriéndola si se
quiere recobrar el crédito, cuya buena opinión influye notablemente en la
prosperidad de los Estados.
Según las noticias que pedí y me ha remitido el tesorero general
ascendió lo gastado por todos los ramos en el año de 1795 (que es el primero de dicha guerra) a 708.807.327 reales y 11 maravedís en esta forma:
Por el Ministerio de Estado 25.417.994 reales y 27 maravedís; por
el de Guerra 316.809.179 reales y 21 maravedís; por el de Marina
163.874.648 reales y 9 maravedís; por el de Gracia y Justicia de España
8.204.659 reales y 29 maravedís; por el de Yndias 19.695.635 reales y 25
maravedís; y por el de Hacienda 174.805.209 reales y 2 maravedís, cuyas
partidas unidas componen los mismos 708.807.327 reales con 11 maravedís referidos.
En el de 94 se gastaron 946.481.385 reales con 13 maravedís en la
forma siguiente: 26.737.106 reales con 4 maravedís por el ministerio de
Estado; 473.169.573 reales y 9 maravedís por el de Guerra; 234.928.850, 16
maravedís por el de Marina; 9.544.244 con 31 maravedís por el de Gracia
y Justicia de España; 28.595.083 con 2 maravedís por el de Yndias; y
173.506.527 reales con 19 por el de Hacienda, cuyas partidas componen la
referida suma de los 946.481.385 reales y 13 maravedís de vellón. En el de
95 se invirtieron 1.029.703.136 reales con 31 maravedís en esta forma:
Por el Ministerio de Estado 22.277.566 reales y 27 maravedís; por el
de Guerra 492.914.229 con 22; por el de Marina 211.921.698 con 11 sin
comprehender el importe de la provisión de víveres y gastos de la cevada satisfechos por tesorería mayor que ascenderán anualmente a mas de
55 millones; por el de Gracia y Justicia de España 8.764.955 con 17; por el
de Yndias 16.706.451 con 11; y por el de Hacienda 277.124.235 y 15, resultando ascender todo lo invertido a la citada cantidad de 1.029.709.136 con
31 maravedís.
Aunque hasta ahora no se puede apurar el gasto del año de 1796
porque aún no se han recivido las noticias de las tesorerías de las provincias, por lo que me dice el tesorero general, a quien lo he preguntado,
infiero que se podrá calcular el gasto de dicho año sobre el mismo pie que
el de 95, esto es, en 1.029.709.136 reales, respecto que sólo por la tesorería
general se han satisfecho 613.474.425 y que por las de las provincias hace
juicio dicho tesorero que pasará de 400 millones.
[Al margen: Año de 93: 708.807.327, 11; Año de 94: 946.481.385, 13;
Año de 95: 1.029.709.136, 31; Año de 96: 1.029.709.136, 31.]
Apéndices documentales
287
Unidas las partidas de todo lo gastado en dichos quatro años componen 3.714.706.985 con 21 maravedís de vellón.
Los productos de rentas que entraron en tesorería mayor el año de
93 ascendieron a 602.602.171 reales con 8 maravedís; en el de 94 a
584.161.680 y 24 maravedís; y en el de 95 a 651.075.204, pero si se rebaxan
de aquí 7.559.410 reales y 13 maravedís que tubo de más producto la renta
del papel sellado en este año por razón del aumento de precio hecho en él,
21.288.794 reales por la de salinas y 14.947.306 reales con 4 maravedís por
la del tavaco, quedará reducido el ingreso a 607.279.693 y 17 maravedís.
Todas las tres partidas componen la de 1.793.943.545 reales y 15 maravedís.
Así como regulo los gastos del año 96 por los de 1795, así consideré sobre el mismo pie las entradas, y haviendo sido las de dicho año de 95
de 651.075.204 reales, por los aumentos predichos, añadida esta cantidad
a la de 1793.943.545 reales y 15 maravedís de los tres años antecedentes
ascenderá el total a 2.445.018.749 reales y 32 maravedís.
[Al margen: Productos de las rentas en los años de 93, 94, 95 y 96:
2.445.018.749 reales, 32 maravedís; Gastos en dichos quatro años:
3.714.706.136 reales, 18; Déficit: 1.269.687.386 reales, 20.]
Comparados estos productos de los quatro años con los gastos de
los mismos, resulta un déficit contra la Real Hacienda de 1.269.687.386
reales y 20 maravedís según se manifiesta al margen.
Para cubrir este asombroso desfalco, se adoptaron durante la
misma guerra los arbitrios siguientes:
Un empréstito de 6 millones de florines en Holanda que produjeron líquidos 48.348.449 reales con 20 maravedís (a).
Se aumentó el precio del papel sellado y se extendió su uso a los tribunales eclesiásticos y otros objetos, y por este medio se obtuvieron
7.559.410 reales con 13 maravedís (b).
Se aumentaron 28 reales en cada fanega de sal y este arbitrio produxo 21.288.794 reales (c).
Se aumentaron asimismo 8 reales en libra de tavaco de polvo y
cigarros y 16 en la de rape, lo qual produxo 14.947.306 reales y 14 maravedís (d).
Se impuso una contribución de 4 % sobre los sueldos de los empleados; se mandó descontar la 3ª parte de todos los que además del de su
empleo gozasen alguna renta eclesiástica, pensión, ayuda de costa o gratificación, y se mandó también suspender el pago de dobles sueldos;
cuyos arbitrios en todo el tiempo de su imposición ascendieron a
1.235.027 reales y 25 maravedís (e).
Se impuso también una contribución de un 12 % sobre la encomienda de San Juan, órdenes militares y pensiones de la de Carlos 3º si las
288
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
rentas de aquellas consistían en frutos y 8 % si estaban sobre juros. Esta
imposición produxo en el año de 95 (que es el primero en que se empezó
a cobrar) 233.849 reales (f).
Se impuso tamvién una contribución con el nombre de subsidio
extraordinario de 36 millones de reales por una vez sobre las rentas eclesiásticas de España, pero solo se hicieron efectivos 26.427.672 reales con 4
maravedís (g).
Se abrió un empréstito en que se admitían, a censo redimible y
renta vitalicia sobre la del tavaco, la 3ª y 4ª parte en créditos del Reynado
del señor don Felipe Vº, y por medio de este empréstito se consiguió recoger 28.648.705 reales con 30 maravedís (h).
Se expidió una circular a los obispos y cabildos para que remitiesen
a las casas de moneda la plata y oro que huviese sobrante en sus yglesias
y no fuese necesaria para el culto divino, y las alhajas que dirigieron
importaron, reducidas a moneda, 1.043.719 reales y 6 maravedís (y).
Se abrió un préstamo de 240 millones de reales al rédito del 5 %
con una lotería de 7 millones de reales para sortearlos en diferentes lotes
entre prestamistas, pero no se llegaron a imponer más que 110.430.000
reales (j).
Y finalmente se hicieron tres creaciones de vales, la 1ª de 16 millones y 200 pesos que hacen 240.944.188 reales, la 2ª de 18 millones de pesos
que componen reales 271.058.823 con 18 maravedís y la 3ª de 30 millones
de pesos que suman 451.764.705 reales, y unidas las tres creaciones de
vales a 963.767.717 reales con 22 maravedís (k).
[Al margen de cada una: (a) 48.348.449, 20; (b) 7.559.410, 13; (c)
21.288.794; (d) 14.947.306, 14; 92.143.969, 13; De atraso 92.143.960, 13 (e)
1.235.027, 25; (f) 0.233.849; (g) 26.427.672, 4; 120.040.509, 8; (h) 28.648.705,
30; (y) 1.043.719, 6; (j) 110.430.000; 260.162.934, 10; (k) 963.767.717, 22;
1.223.930.651, 32.]
La suma de estos arbitrios no ha sido suficiente a completar los gastos del año de 96, como lo justifica la cuenta del margen, por la qual resulta un déficit de 45.756.734 reales y 22 maravedís.
[Al margen: Déficit en fin de 95: 1.269.687.386 reales, 20 maravedís;
Arbitrios aumentados: 1.223.930.651, 32; Déficit en fin de 96: 45.756.734,
22 maravedís].
Las circunstancias de la guerra precisaron y precisan siempre a
buscar recursos de pronto ingreso en las tesorerías y la dificultad de
hallarlos a no ser recargando las contribuciones obliga a hechar mano del
papel; medio a la verdad el más expedito de quantos se pueden discurrir;
pero tamvién es de peores consequencias, especialmente en una nación
como lo nuestra en que los gastos de la Corona superan a sus rentas y en
Apéndices documentales
289
que aún ni se han asegurado los medios de hacerla conveniente para
adquirir todo el crédito que exige el feliz éxito de estas negociaciones.
Las tres creaciones de vales hechas en la guerra última han aumentado extraordinariamente la deuda nacional y entiendo que una de las
primeras atenciones del Gobierno debe ser la de procurar la extinción con
la mayor brevedad por todos los medios posibles; porque de lo contrario
se envilecerá el papel amonedado, seguirá en aumento la carestía de todo,
no habrá fábricas por no poder sostener la concurrencia en el precio con
las estrangeras y la Real Hacienda, falta de crédito, no hallará auxilios
para salir de los apuros.
En prueba de esta verdad me parece aquí oportuna la reflexión
siguiente: La relación del dinero con las cosas que se adquieren con él está
en relación imbersa de la que tiene el papel o vales reales con el mismo
dinero efectivo; a donde circula mucho numerario suben de precio las
cosas que representa y, al contrario, en el país que tiene poco dinero todo
vale varato. El papel moneda, que es signo de moneda efectiva, pierde de
su representación si esta no es mui abundante en la circulación. La nuestra sale forzosamente para acavalar la balanza de nuestro comercio por
medio del privilegio concedido al Banco Nacional y por otros furtivos; el
papel moneda permanece en la circulación nacional porque fuera de ella
no tiene valor; si no se coarta la extracción de la plata, llegarán los vales
con el tiempo a sufrir una perdida de la 3ª parte o mitad de su representación. Más adelante apuntaré un medio de disminuir la extracción de la
plata.
La arbitrios que están destinados a la extinción de vales producen
poco respeto de los muchos que circulan y si no se adoptan otros que
hagan mayores los ingresos del fondo de amortización, tarde o nunca se
conseguirá que guarden en el cambio una justa proporción los vales con
el efectivo
Reflesionaré, señor, sobre este punto, con toda meditación e iré proponiendo a Vuestra Majestad los medios que alcance para conseguir
dicho fin.
Por ahora es necesario en otros para atender a los gastos extraordinarios y executivos de la guerra, y a la verdad, Señor, que es empresa esta
bien ardua, si se considera el estado de pobreza en que se halla la nación
y la situación crítica de todas las demás de Europa, cuya circunstancia
podrá influir mucho en nuestras operaciones. El arbitrio más conocido y
sencillo es sin duda de empréstitos, sea dentro de la Nación o fuera de
ella; pero ni en una ni en otra parte llegarán a tener efecto en el día.
A últimos del año de 92, se negoció uno de 6 millones de florines
en Olanda; se intentó negociar otro de 8 millones de pesos, pero no se con-
290
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
siguió; se trató después de adquirir en el estangero un millón solo de
pesos para pagar varias deudas contrahídas en él, mas tampoco se logró,
dimanando esto de nuestro poco crédito. En España mismo se abrió un
empréstito de 240.000.000 de reales, y a pesar de que se ofreció un 5 % de
interés y de que se estableció además una lotería, en que se devían sortear siete millones de reales para que sirviese de aliciente, no se pudo llenar
ni la mitad de él en medio año, y creo firmemente que, según la lentitud
con que se van haciendo las imposiciones para la 2ª mitad, no llegará el
caso nunca de llenarse. Estos recientes exemplares persuaden el ningún
fruto que se sacará por medio de empréstitos; y caminando vaxo de este
principio, es no solamente inútil sino también perjudicial recurrir a semejante arbitrio porque parece infinito el crédito del Gobierno que lo intenta quando no consigue realizar el objeto que se propone.
Otro de los arbitrios conocidos es el de recargar las contribuciones
generales o imponer algunas nuevas. Si estas recayesen solo sobre efectos
de puro luxo y, por consiguiente, de los poderosos, desde luego debería
adoptarse este arbitrio; pero, siendo generales los impuestos, lo que regularmente sucede en casos semejantes es que todo lo biene a pagar el pobre
jornalero. Por esta razón, aun quando no me constase la repugnancia con
que mira el corazón paternal de Vuestra Majestad todo lo que sea gravar
a sus vasallos pobres, jamás me decidiría yo a proponerlo a Vuestra
Majestad a no hallarnos en la precisa necesidad de arbitrar semejante partido por falta de otros. ¡Harto recargados están los pobres y mejor fuera
ciertamente pensar en minorarles las contribuciones o, a lo menos, en
simplificar su exacción que en aumentarles! Yo indicaré más adelante a
Vuestra Majestad algunos tributos particulares que pueden imponerse
por recaer solo sobre los ricos.
Quédanos solo de los arbitrios más conocidos la creación de más
papel moneda. ¿Pero cómo es posible decidirse a abrazar semejante partido, siendo tan exorvitante la cantidad de 99.400.100 pesos que circula
actualmente en esta especie? Si en el día, a pesar de la puntualidad con
que se pagan sus intereses y de que el público ve el empeño con que se ha
tomado el procurar su extinción adoptando varios arbitrios que solo sirben para este efecto, pierden los vales el cambio de 15 a 16 %, ¿a qué
grado no llegará el desprecio de ellos si se hiciese nueva exación?
La Constitución de España es, señor, en esta parte muy diversa de
la de las demás naciones de Europa. El comercio interior de estas es sin
comparación mayor que el nuestro; por la misma razón circula en sus
Reynos más dinero que en España y por la misma también su papel pierde pocas veces. De esta especie circulan en Ynglaterra y en las demás
Naciones comerciantes mucha mayor cantidad que entre nosotros; pero
Apéndices documentales
291
como a proporción hay efectivo en ellas, guardan entre sí ambas especies
una justa balanza en el cambio. En España no puede verificarse esto, pues
por falta de industria y de proporciones para transportar a poca costa a
una provincia los efectos que sobran en otra, es el comercio interno más
reducido y, por consiguiente, hay mui poco dinero en circulación, y si a
esto se añade que la mayor parte de él está en vales, es fácil de conocer
que no puede menos de tener poca estimación esta especie. Así pues,
mientras no se promueva la industria en el Reyno, no se abran canales y
se fomente por este medio el comercio interior de él, no tendrá nunca
papel el crédito y la estimación que debe tener ni el Gobierno podrá valerse en sus apuros de este arvitrio.
Resulta, pues, de todo lo expresado que en el día no podemos
valernos para conseguir el dinero que necesitamos de ninguno de los tres
medios mas expeditos de que se ha hechado mano hasta aquí en todos los
casos urgentes, y es necesario por lo mismo discurrir otros extraordinarios.
He dicho, señor, y lo repito nuevamente, que en las circunstancias
del día es esta una empresa muy ardua, y mucho más tratándose de proporcionar a la tesorería de Vuestra Majestad, sin aumentar las contribuciones, un ingreso de más de 300 millones de reales, en este año, sobre los
productos ordinarios de rentas, cuya cantidad la considero necesaria para
atender solo a los gastos que nos han de ocasionar los exércitos acantonados sin moverse de la situación en que se hallan en el día, pues si se trata
de que hagan campaña ha de ser mucho mayor el gasto. La condución de
los efectos que se necesiten en el de Estremadura es precisa hacerla por
tierra, porque no hay puerto ninguno en aquella provincia a donde
poderlos dirigir por mar; y esto aumenta su coste extraordinariamente
por razón de que havrá ocasión en que tengan que cruzar la mitad del
Reyno. Lo mismo sucederá con respecto al acantonamiento de Galicia,
pues, aunque en aquella provincia hay puerto, será muy arriesgado el
embío por mar de qualquiera cosa por el inminente peligro de que caiga
en poder de los ingleses.
Mas volviendo a los medios de adquirir las sumas necesarias para
estas y las demás atenciones de los exércitos, voy a manifestar a Vuestra
Majestad los que me pareció pueden adoptarse en las urgentes circunstancias del día (y por solo el tiempo que tarden en mejorar) sin perjuicio
ni grabamen de los vasallos pobres de Vuestra Majestad, entre tanto que
discurro otros para representarlos igualmente a Vuestra Majestad según
baya dictando la necesidad.
Todos los empleados por Vuestra Majestad en los ramos político y
civil pagan al tiempo de ser empleados la renta del medio año del desti-
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
no que se les confiere, pero no pagan nada los del ramo de Hacienda, los
militares que están en servicio vivo ni tampoco los curas y otros eclesiásticos provistos en prebendas, curatos y capellanías por los obispos y
patronos legos. Esto supuesto, no me parece que será nada violento que
se les haga contribuir como a todos los demás, impetrando quanto a los
eclesiásticos bula de Su Santidad.
También deben ser comprehendidos aquellos que consigan honores y que hasta ahora no contribuyan con media anata, a los quales deverá exigírseles la mitad de aquella cantidad, con que contribuirían si efectivamente se les diese el empleo.
No puede de modo alguno calcularse el producto que dará este
arbitrio porque esto depende de infinitas circunstancias difíciles de prever, y lo mejor que el pensamiento tiene es que para su execución no se
necesita aumentar empleado alguno, pues la exacción deverá, quanto a
los legos, hacerse por la misma oficina que despachare el título al tiempo de entregarlo o bien por la tesorería del respectivo ramo en que sean
colocados, a la qual también podrán pasarse los títulos, para que de ella
los recojan los interesados y contribuyan al mismo tiempo; y, quanto a
los eclesiásticos, por el colector de expolios y vacantes como ahora se
practica.
Otro arvitrio me ocurre que tampoco creo sea nada violento y se
reduce a exigir algún derecho por los títulos firmados de Real Estampilla.
En diferentes oficinas se exigen varios derechos por la expedición
de despachos, títulos, y parece por lo mismo que nada extraño será que
se establezca esta costumbre para con los que se expiden por Su Majestad.
En el día no se despachan títulos con dicha circunstancia a todos
los empleados; pero, en caso de que Vuestra Majestad se sirviese adoptar
este pensamiento, debería mandarse que a todos, sin excepción de
empleo, alguno se les despachase título firmado de Real Estampilla.
Los derechos que se señalen exige la equidad que sean proporcionados a los destinos y honores que se confieran, cuyo arreglo dispondré
si Vuestra Majestad lo tuviese a bien.
Otro de los arbitrios que me ha sugerido el celo del mejor servicio
de Vuestra Majestad y bien de sus pueblos es el de una contribución sobre
el producto anual de todos los vienes raíces y de los caudales y alhajas
que resulten por fallecimiento (sin herederos hasta el 2º grado inclusive)
de qualquier poseedor. La contribución sobre los vienes raíces debe ser de
la quarta parte de los que rindan anualmente, es decir, muere Pedro, deja
vienes raíces, casas, censos o qualquiera otra clase de vienes vinculados o
libres que producen de renta al año 40.000 reales, el que entre a poseer
esta herencia debe ceder a Vuestra Majestad al tiempo de su ingreso en
Apéndices documentales
293
ella 10.000 reales por una sola vez. Si el difunto dexase dinero en especie
o alhajas de oro y plata, debe exigirse también la 4ª parte de los que produciría en un año si estuviese impuesto al interés legal del 3 %, o quando
más al 4, como reditúan los vales. Este gravamen le lleban los vienes sobre
sí, recaigan en quien recaigan sin que tenga nadie que oponer excepción
alguna, pues, aunque la disposición testamentaria sea la más piadosa que
fuese, no siendo como no es perpetua la carga, no hay lugar a cavilaciones para eludir la execución.
Los productos de estos tres arbitrios serán mui cortos y lentos, respecto de la cantidad y calidad de las actuales urgencias, y lo que se necesita es que sean de pronto ingreso. Sin embargo, serían muy convenientes
si, dignándose Vuestra Majestad aprovarlos, se manifestase al público
que, después de concluidas las urgencias del día, se havrían de aplicar
estos productos al fondo de amortización de vales.
En la guerra última se adoptaron entre otros arbitrios la imposición
de un 4 % sobre los sueldos, la de una tercera parte de los que disfrutasen
aquellas personas que además obtuvieron alguna prebenda eclesiástica y
la suspensión de dobles sueldos. La idea sobre que se apoyó esta providencia fue la de no gravar a los pobres con lo que estos arbitrios produxesen, pero no puedo menos de decir que dichos arbitrios no admiten
desde luego cierta distinción de circunstancias de personas con que yo
quisiera atinar en los que proponga. Los tales descuentos produjeron mil
clamores en los empleados y fue preciso hacer ciertas excepciones siempre odiosas, tratándose de contribuciones, o darles con una mano lo que
se les quitava con otra. El descuento de sueldos dobles se hizo todavía
mas sensible que los demás, ya por la desigualdad a que dio motivo, y ya
por la violencia que trahía respecto a ciertas personas, pues huvo alguna
que, teniendo de sueldos más de 100.000 reales anuales, quedaron entonces reducidos a solo 40.000. Es cierto que esto vasta para vivir, pero es
terrible el paso desde aquella abundancia a esta estrechez.
Lo que más se acerca a mis designios es una contribución sobre todos
los objetos de luxo, pues en ella solo serán gravados los ricos y gentes acomodadas que podrán evitarla o disminuirla rebaxando sus profusiones o
pasándose sin algunas comodidades en nada necesarias para la vida.
Esta contribución se podrá imponer sobre coches y otros carruages,
mulas de paso y cavallos de regalo, mesas de trucos y casas públicas de
diversión, como son óperas, comedias, conciertos, bolatines, toros, novillos, botillerías, cafés, fondas, hosterías, pastelerías, figones y tavernas y
sobre las tiendas de modistas y perfumes.
También se podrá exigir otra contribución sobre los bosques y cotos
bedados de varias comunidades y particulares y sobre los palomares de
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
palomas zoritas o campesinas que viven por lo común sobre la mies
agena, compensando a sus dueños con una orden para que no se les
pueda tirar en parte alguna.
Ygualmente me parece que el que havite en casa propia o agena,
cuyo alquiler pase en Madrid, Cádiz, Sevilla, Barcelona, Valencia, Murcia,
Córdova, Granada y Málaga de 8.000 reales y en los demás pueblos de
tres mil, bien podrá contribuir por una vez al Estado con la mitad de la
renta o alquiler dicho y con la 3ª parte los que respectivamente vivan en
casa que ganan 200 reales y 80 reales.
También juzgo mui oportuna otra imposición sobre las personas de
ambos sexos que abracen el estado religioso y clérigos que se ordenan a
título de patrimonio. Estos individuos de la sociedad, sobre hacerse infecundos para ella, se substraen a las cargas y obligaciones a que todos
nacen sugetos y es justo que de algún modo indemnicen a sus conciudadanos.
La rifa de algunos títulos de Castilla baxo las condiciones de que
los sugetos en quienes recaigan hayan de tener las condiciones que exigen
nuestras leyes para poder obtener esta distinción, y que de no tenerla
puedan venderlos libremente, me parece que es un arbitrio que pudiera
tentarse repartiéndolos en las diversas provincias de España y en nuestros dominios ultramarinos.
También me parece que se podrá conceder un privilegio exclusivo
de 6 u 8 años a los comerciantes de Cádiz, Sevilla y Málaga para hacer
ellos solos el comercio en los virreynatos de Lima y México, haciendo
algún servicio pecuniario y anticipando el todo o la mitad de los derechos
que en dicho tiempo pudiesen adeudar, computándolos por las cuentas
de la aduana de Cádiz del tiempo anterior al establecimiento del comercio libre, pues, aunque no es fácil determinar hasta quanto podrá ascender el producto de este arbitrio, creo que por el medio indicado será dable
calcularlo próximamente.
Aun quando todos estos arbitrios produzcan todo el suceso apetecido y aun quando sean suficientes para llenar las obligaciones del año presente en el estado en que se hallan en el día, como siempre quedamos
expuestos a que se aumenten y, a lo menos, a tener que buscar con qué
satisfacer el déficit del año siguiente, es preciso desde ahora pensar en nuebos recursos. Y el más obvio y el más expeditivo juzgo será el siguiente.
Vuestra Majestad tiene en varias provincias de España bienes y
posesiones que ni le producen lo que devían producirle, ni disfrutan
aquellas ventajas en la agricultura que devían disfrutar: tales son varias
casas y sitios reales que ya Vuestra Majestad no havita ni disfruta inmediatamente, como sucede en Valladolid, en la Vega de San Fernando, en
Apéndices documentales
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el Cerro del Grullo de Sevilla, en la Albufera y su Dehesa en Valencia y en
otros terrenos y valdíos que, ya por sucesión de sus reales progenitores,
ya por el derecho de mostrencos, han recaído en la Corona. Estos bienes
que solo en Valencia, según estoy informado, podrán ascender a un capital de 30 millones de reales servirán en gran parte para disminuir las obligaciones en que nos hallamos.
Otro arbitrio muy productivo sería la supresión de varias piezas
eclesiásticas en las respectivas yglesias de España para lo que vasta la
anuencia de los respectivos obispos y cabildos, como Vuestra Majestad lo
ha tenido por suficiente en pretensión de la yglesia de Palencia a consulta de la Cámara, pero para tranquilizar Vuestra Majestad su conciencia
podría formar una Junta de juristas y teólogos a donde se tratase si para
la conserbación de su pueblo puede Vuestra Majestad hechar mano de un
arbitrio que a nadie perjudica de presente, ni aun a las yglesias, porque
suprimiendo, verbi gracia, en Cuenca o Toledo 4 prevendas, aplicando las
tres de ellas a la causa pública y dividiendo la 4ª entre quatro racioneros,
quedarían las yglesias con igual número de ministros capaces de desempeñar las funciones como si fuesen canónigos.
En el Real Monasterio de El Escorial se celebran los oficios divinos
como en la yglesia más grande de España, sin que aquellos monges tengan más prebendas que su ración.
Los arcedianos, según el estado presente de la disciplina, aun son
menos necesarios en las diócesis que los canónigos en las yglesias, y estas
pudieran pasarse mui bien sin ellos como les sucede actualmente, pues
muchos arcedianos tienen cortísima residencia y pasean por donde quieren y otros están empleados por la Corte; pero consérbanse mui enhorabuena, ¿y no les vastarán 4 o 6 mil ducados de renta a los que más para
vivir cómodamente? Solo Toledo podrá servir a la causa pública con doscientos mil ducados anuales dejando suficientemente provistos a los que
queden en sus dignidades.
También convendría, Señor, a la renovación de vales, recoger los
pertenecientes a depósitos, obras pías, fundaciones, vinculaciones, manos
muertas y propios de las ciudades, de los quales no hacen sus dueños más
uso que cobrar sus réditos. Para hacerle Vuestra Majestad según le conviniese, se podrá dar a los ynteresados un resguardo con la obligación de
pagarles los intereses respectivos mientras no necesitasen del capital para
otros empleos que, por ahora y con las dudas que hay en la materia, no
son verificables sino en muy raros casos.
Esto será un equivalente a su aumento, sin que esto se perciva, ni
disminuya su crédito, pues solo se logrará ponerlos en circulación para
las urgencias del soverano.
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Otros muchos proyectos, Señor, he recivido con motivo de las presentes circunstancias que todos conocen y que cada uno quiere redimir,
no tanto por hacer al Estado bien, quanto por ver si por este medio puede
hacerse conocer y proporcionarse para alguna colocazión; en los muchos
de ellos solo se hallan paralogismos con apariencias de demostraciones,
obra de unos alquimistas políticos que pretenden vender sus miserables
producciones como preciosidades capaces de restaurar el Estado.
No obstante, entre esta multitud, descubro dos, que por su importancia y por las ventajas que ofrecen, han detenido mi consideración, me
han movido a consultarlos con personas de literatura y conocimientos
políticos y me parecen dignos de que lleguen a los oídos de Vuestra
Majestad.
El 1º, Señor, de estos arbitrios es la venta de las encomiendas de las
quatro órdenes militares que, aunque, por noticia que trahe la Guía de
Forasteros, no pasan de 6 millones de reales anuales, yo creo que por los
arriendos actuales se acercarán a 12 millones que nos darían un capital de
400 millones, con el qual se podría disminuir nuestra deuda nacional, sostener nuestro crédito y mejorar la agricultura y la población, particularmente si al tiempo de la venta se capitulase la formación de pueblos con
colonos de aquellas provincias de España que abundan de gentes.
Como las tales encomiendas por ahora están ocupadas, podría la
Real Hacienda tomar sobre sí el satisfacer a los provistos y a los pensionados aquellas que justificasen estar cobrando, y este sería un modo indirecto de tomar un empréstito extinguible a un cierto término.
Si se juzgare conveniente se podría para lo futuro formar un fondo
que subrogase en lugar del que constituyen las tales encomiendas para
premiar de él a hombres beneméritos en todas carreras con pensiones de
diversas clases. Una pequeña contribución sobre el estado eclesiástico o la
tercia impuestas sobre los obispados podría aplicarse a dicho fondo, a que
se podrían agregar las economías que se hiciesen en la supresión de las
encomiendas, pues entonces, extinguidas, o mudada la forma de las órdenes, no se necesitaban obispos, ni conventos de Vélez y León, ni colegios
de Salamanca, pues los obispos respectivos podrían encargarse de la
«cura animarum» de estos territorios exentos, a quien un prelado de estos
Reynos llamava girones de la túnica de Jesucristo.
Aun otro recurso se pudiera hallar para dicho fondo, conservando
la idea de que llevara al lado alguna señal distintiva de valor y de nobleza, y podría ser haciendo esta distinción necesaria para obtar a un cierto
número de años de goze de pensión, dispensar de pruebas hechas por
cavalleros reduciendo las que en adelante se hiciesen a la forma en que se
practican las de la Real Orden de Carlos 3º y señalando de entrada la
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mitad o la 3ª parte de lo que ahora cuestan las pruebas, que al que más
fáciles las tenga no le vajarán de 200 a 240 reales.
El 2º arbitrio es la admisión de la nación hebrea en España, que
según la opinión general posee las mayores riquezas de la Europa y del
Asia. Las preocupaciones antiguas ya pasaron. El exemplo de todas las
naciones de Europa y aun de la misma silla de la Religión nos autoriza, y,
finalmente, la doctrina del apóstol San Pablo a favor de este pueblo proscripto puede convencer a los teólogos obstinados en sus opiniones y a las
conciencias más timoradas de que su admisión en el Reyno es más conforme a las máximas de la Religión que lo fue su expulsión, y la política
del presente siglo no puede dejar de ver en este proyecto el socorro del
Estado con el fomento del comercio y de la industria, que jamás por otros
medios llegarán a equilibrarse con el extranjero pues ni la actividad ni la
economía son prendas de la mayor parte de los españoles.
Yo creo, señor, que los comerciantes de aquella nación activa se cargarían de la reducción de vales, haciéndoles dinero efectivo, y les darían
circulación en la Europa y fuera de ella. Ellos nos facilitarían el comercio
de Lebante que sin ellos es casi una quimera, al mismo tiempo que para
nosotros es una especulación admirable en nuestras circunstancias y de
una suma utilidad para el progreso de nuestras fábricas, pero que jamás
podrá realizarse sin su interbención, supuesto que estas gentes son los
únicos corredores de aquellas Regiones.
Aun el comercio de América cobraría la mayor energía, mientras
que en manos de una porción de negociantes extrangeros establecidos en
Cádiz, Málaga y otros puertos es solo ocupación de ociosos, que en sus
inmoderadas ganancias quieren compensarse de las utilidades que les
produciría una vida más activa.
A pesar de esta lisongera pintura, me parece, Señor, que podríamos
tentar este delicado punto negociando con algunas de las principales
casas hebreas, avecinadas ya de largo tiempo en Olanda y otras ciudades
del Norte, el que estableciesen sus factorías en Cádiz y otras partes
mediante la obligación de aprontar alguna cantidad con que formar una
caxa en que se descontasen nuestros vales a la par o cargándose de hacerlo dichas casas hipotecándoles para los arbitrios que ya están señalados,
sino el producto de las prevendas suprimidas o el de las encomiendas
vendidas si Vuestra Majestad lo hallase admisible.
Si al mismo tiempo se les dejase entrever que, a la admisión de
algunas casas de comercio, podría seguirse la de toda la Nación, me
parece se lograría tentar la avaricia de este abatido pueblo que nunca
ha perdido de vista las ventajas y comodidades que ha gozado en
España.
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Por ahora, señor, me contento con lo expuesto como lo más urgente para salir de las obligaciones que nos rodean y me reservo para ocasión
más desembarazada el proponer los medios de dar mejor y más económico a nuestra administración, como es simplificar la cobranza de las rentas
provinciales con aumento de sus productos y alivio de los vasallos.
Mejorar la administración de la renta del tavaco con disminución
del enorme contrabando que se hace de este género.
La reforma de varios empleos no necesarios y la economía de los
que se juzguen precisos y finalmente la del luxo tan extendido en todas
las clases del Estado, dentro y fuera de las ciudades, pues no teniendo
nosotros fábricas de la mayor parte de los géneros que constituyen actualmente el adorno de las gentes y de las casas y trenes, además de los perjuicios morales, ocasionan la extracción de nuestro numerario que por
necesidad debe igualar la balanza con el extranjero.
Vuelvo, señor, a decir que esto es lo que en el día me ocurre exponer a Vuestra Majestad, y si mis aciertos corresponden a mis deseos seguramente me contaría por uno de los ministros más felices; pero soy hombre, señor, y los herrores de mi entendimiento pueden ofuscar las sanas
intenciones de mi voluntad siempre rendidamente dispuesta a desempeñar lo que sea del soverano agrado de Vuestra Majestad. Aranjuez, 27 de
marzo de 1797 = Señor = Pedro Varela.»
1. 2. Memoria de Bernabé Portillo (14 de agosto de 1794). A. H. N.,
Estado, legajo 3.212 (2).
«Discurso sobre la elección de los recursos menos gravosos para
atender a las actuales urgencias de la guerra y sobre proporcionar los
grandes fondos necesarios para hacerla con vigor.
Los males de la guerra no se ciñen a las calamidades y desgracias
que con ella padece la generación presente. Aun suelen ser mayores los
que se reservan a la generación futura si no los precave desde luego la
sabiduría y el amor a la patria. Del modo con que se hace la guerra en
Europa desde el siglo de Carlos 5º y, particularmente en los últimos tiempos, ni para el ataque ni para la defensa bastan las facultades ordinarias
de ninguna potencia. La crecida suma de fuerzas que es necesario poner
en acción apuraría en pocos meses el fruto de la economía de algunos
años, aun quando una savia previsión del Govierno huviese aprovechado
los cortos intervalos de las treguas, que tal pueden llamarse nuestras
pazes, y aun quando durante ellos huviese sido posible reparar los desfalcos y empeños precedentes. La Constitución particular de cada Estado,
los límites que impone a la autoridad suprema la beneficencia y otras
varias consideraciones justísimas obligan por necesidad urgente irresisti-
Apéndices documentales
299
ble a recursos extraordinarios de más o menos estensión y magnitud en
razón del cúmulo de fuerzas y energía que sea preciso oponer a los enemigos para la defensa y seguridad del Estado.
Los arbitrios tomados hasta ahora entre nosotros y aun en todas las
Naciones para subvenir a las urgencias de la guerra se han reducido a la enagenación de las antiguas fincas o vienes territoriales de la Corona y a la creación de ympuestos reales y municipales, así para aumentar las rentas publicas como para obtener con ellas, cubiertos los gastos ordinarios del Estado,
un sobrante en que afianzar los réditos de los empréstitos a que han obligado las circunstancias y han podido proporcionar el crédito del Govierno.
Como el dinero, por su calidad de signo universal representativo
de todas las cosas, es el principal agente de la guerra, la nación que ha
podido procurar mayores cantidades y ha sabido invertirlas con más
méthodo y orden ha logrado siempre mayores ventajas.
Pero como para adquirir las sumas inmensas necesarias en semejantes ocasiones ha sido preciso gravar los pueblos con ympuestos
extraordinarios que se han perpetuado, los males de la guerra han sido
infinitamente más funestos por la influencia de aquellos ympuestos en la
miseria, desolación y abatimiento interior de los Estados que por la pérdida de algunas provincias o territorios y por el sacrificio de los hombres.
En efecto, ninguna verdad se halla tan demostrada por la experiencia como esta. Nuestra Historia y la de todas las Naciones la confirma y
si reflexionamos sobre ella con el juicio y atención que el caso pide quizá
encontraremos en las guerras o, por mejor decir, en los funestos efectos de
los arbitrios tomados para costearlas la principal causa eficiente de las
imponderables desgracias que ahora arruinan y desolan la Europa. Por
descontado no podremos dejar de convencernos que las naciones que
menos han padecido comparativamente y en que han sido menos trascendentales los daños de la guerra son aquellas en que con más sabiduría y
acierto se han usado arbitrios o recursos menos contrarios a la prosperidad interior, y que, dando cabida y lugar a la creación y fomento de los
bienes reales y efectivos de que depende la subsistencia y bienestar de las
gentes, han echo llevaderos aquellos males.
Persuadido de estos principios y animado del más vivo celo por el
bien del Estado y mejor servicio del Rey, aunque sin el auxilio de mis
libros y papeles por hallarme casualmente en este sitio, e ignorando las
ideas que deben haverse presentado al Govierno, y con el empeño también de hacer este papel casi «cálamo currente» por la obligación de complacer a persona de alto respeto, discurriré después de demostrar los errores de nuestra antigua política en esta parte, sobre la clase de arbitrios y
recursos que parecen más oportunos en calidad y cantidad para poner
300
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
desde luego al Govierno en estado de obrar con la energía y vigor que se
necesita contra nuestros enemigos, y que, lejos de ser perjudiciales en lo
venidero, no solo proporcionan bajo una administración juiciosa aumentos a la Real Hacienda con que pagar los premios o réditos de los capitales que ahora pueden facilitarse, sino también que estos mismos aumentos aun sean mayores por la gran prosperidad que procurarán al Reyno
en lo sucesivo las operaciones que los han de motivar y propondré en su
devido lugar como principal objeto de este papel.
A los moderados progresos que se han echo en la ciencia políticoeconómica debemos el conocimiento exacto de las diversas relaciones
políticas y comerciables que existen entre todas las naciones, el cálculo
demostrativo de las ventajas y desventajas de cada una, para su prosperidad real y respectiva en su constitución, en las leyes relativas a la administración y en sus instituciones, casi siempre hechas de buena fe para su
felicidad y muchas veces origen principal de su decadencia y ruina ulterior, y principalmente debemos al estudio de aquella ciencia el conocimiento también de los recursos bárbaros tomados en tiempo de los reyes
austriacos, particularmente en el de Phelipe 3º, y de que la multiplicidad
de derechos o contribuciones, a cuya imposición sucesiva ha obligado la
guerra, han causado el abandono de la agricultura, la ruina de la industria y de las artes y la desolación del comercio, menos por la entidad de
los mismos impuestos que por el modo absurdo y destruidor con que se
instituyeron. Quando la comparación del Estado de nuestra monarquía a
las épocas del siglo 16 y fines del 17 no nos hiciese conocer con evidencia
esta verdad, bastaría a convencernos un razonamiento que no puede
dejar de hace qualquier político que se dedique seriamente al examen de
esta materia.
Desde que las naciones de Europa se comunican, aun con más enlace y estrechez que antiguamente lo hacían las provincias sujetas a un
mismo soberano, el dinero, como signo representativo de los efectos
comerciables puestos en circulación, ha de correr indispensablemente a
los países que produzcan estos mismos efectos comerciables, o, por mejor
decir, donde puedan salir más baratos, para que logren preferencia en el
despacho, sin lo qual es imposible sostenerlos por aquel axioma constante de que el principio de la creación es el consumo. Los baluartes destinados a contrarrestar la industria extrangera sobre la propia, que tal deben
llamarse las aduanas, se minan y echan por tierra desde el momento que
lo crecido de los derechos destruye la proporción que debe existir entre
los riesgos y utilidades del contravandista, ocasionando otros males
públicos de gran tamaño, así en el crecido número de delinquentes que
forma como en la intolerable carga de empleados estériles que es preciso
Apéndices documentales
301
mantener para el contenerlos. Es pues indispensable para que se beneficien los campos, para que se labren las primeras materias y para que se
cultiven las demás artes que sirven de auxiliares a la agricultura y a la
industria, y al mismo tiempo de comodidad y adorno, que los ympuestos
y contribuciones no recaigan sobre los alimentos de primera y segunda
necesidad, a fin de que los frutos y efectos salgan a un precio tan moderado como en qualquiera otro país o con tan corta diferencia que no dé
margen al contrabando, y que, pudiendo cada clase subsistir y sacar lo
necesario de su respectivo travajo y constitución particular, no desamparen por indigencia su ocupación según se verificó el siglo pasado, como
que de ellas dimana únicamente la prosperidad general y respectiva al
valor de los bienes raíces, el aumento de las rentas del soberano y de la
Yglesia y, sobre todo, una proporcionada población que es consiguiente a
la abundancia de subsistencias, robusta y vigorosa en que afianzar la
seguridad y defensa del Estado.
Vajo de estos principios incontestables parece debe desecharse todo
proyecto de recursos cuyo resultado sea gravar las clases travajadoras, y
aun devían mirarse sus autores reos del Estado si no los disculpase quizá
su zelo y buena fe o su invencible ignorancia, porque, sin duda, se
aumentaría la miseria pública y se multiplicarían las legiones de mendigos y de honrados olgazanes que tenemos y a que ha dado ocasión anteriormente la misma desgraciada y torpe política llenándonos al propio
tiempo de algunas preocupaciones que alejan aun la posivilidad del
remedio. Es, pues, necesario recurrir a otros arbitrios más conformes a
una sana política y de otra estensión que la que pueda tener la creación
de nuevos ympuestos o recargo de los que ya existen.
No trataremos de la economía en los gastos que tengan relación con
la guerra y en que, sin disminuir el esplendor y debido decoro del trono,
pueden quizá hacerse algunos ahorros, quando del inimitable amor de
nuestros augustos soberanos a sus amantes y fidelísimos pueblos deben
esperarse los sacrificios que permitan las circunstancias. Me ocuparé, aun
antes, de manifestar el fundamento principal de este discurso en proponer dos arbitrios que, sin trascender a los manantiales que forman la felicidad pública, sirvan de auxilio desde luego por las cantidades que rindan durante las urgencias y después para el pago de réditos.
1º. Todo eclesiástico empleado en servicio del Rey en palacio, en los
consejos, en la enseñanza y hasta los capellanes de exército y marina
deberían dotarse con rentas eclesiásticas ahorrándose todos los sueldos
que ahora se les pagan por thesorería. Esto es de más consideración de lo
que parece al primer aspecto y nadie dejará de convenir de la justicia de
estas disposiciones, pues si a los unos se les dispensa por su ocupación en
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
el Real servicio la asistencia a sus yglesias, los otros están dignamente
empleados en el «cura animarum» que es la primera obligación de un
eclesiástico ¿No tendrían mejor destino las rentas aplicadas de esta forma
que las prestameras y beneficios que se han conferido a conventos y para
las colejiatas que fundaron el duque de Lerma y el conde duque de Olivares?
2º. El derecho de media-annata a que están sujetos todos los empleos políticos de nombramiento regio debe comprender a los de rentas expidiéndoseles su título real y exceptuando solo los guardas puramente tales
y los que gocen menos de 200 ducados de sueldo. No creo haya razón
alguna sólida para que los empleados en rentas se liberten de aquel derecho que no dejará de ser de consideración respecto de su gran número.
Pero estos arbitrios fundados en justicia y conformes a la más juiciosa política, que para no sacrificar la generación futura excluyen los gravámenes a las clases trabajadoras, sin cuyo alivio y fomento se arruina el
Estado en su origen, son de tan corto producto que no alcanzarán a llenar
la baja o menos valor que deben tener las rentas reales sobre los tiempos
de paz, lejos de ser suficientes para atender a la inmensidad de gastos
extraordinarios que exige la presente guerra en la qual se necesitan con
urgencia recursos de otra magnitud.
Con esta idea, y teniendo a la vista el infelicísimo estado de miseria
y abatimiento a que se halló reducida la nación a la muerte de Carlos 2º,
después de haber asombrado al universo su antigua opulencia, prosperidad y poderío, todo causado por la ignorancia de los verdaderos principios de la Economía política, me atreberé a proponer un recurso que no
solo facilite desde luego quantos caudales se necesiten para hacer frente a
todos los gastos y armamentos, sino también que tenga la excelencia de
procurar en su ejecución tal prosperidad al Estado que produzca naturalmente, y sin más que las contribuciones establecidas hasta ahora, los
medios de pagar los réditos de los capitales y de engrandecer la nación,
repoblando los lugares desiertos, construyendo canales y haciendo otras
importantes obras públicas que acrecienten su prosperidad real y efectiva.
No habrá político alguno que no convenga, si ha examinado prolija y atentamente nuestras proporciones naturales y comparándolas con
las de Ynglaterra y otras Naciones menos favorecidas de la naturaleza, en
que la despoblación y miseria de España y la cortedad de las rentas reales tienen por primer principio el esterminio de los antiguos propietarios
con las inmoderadas vinculaciones y con las escesivas adquisiciones de
las manos muertas a que la conquista de las Yndias, las desgracias interiores y, sobre todo, un débil e ignorante Govierno dieron tanta ocasión y
margen en los dos siglos precedentes. Este es el principal escollo, donde
Apéndices documentales
303
han naufragado muchos de los proyectos que se han intentado en este
siglo para restablecimiento de la Monarquía, y la primera causa de los
pequeños progresos que han hecho otros a pesar de toda la protección y
esfuerzos del Ministerio. Sin multitud de propietarios no puede haber
agricultura pujante y sin esta jamás prosperará sólidamente la industria y
el comercio; las subsistencias serán precarias, frequentes las carestías, y la
Nación, por consiguiente, poco popular, débil y miserable en el interior y
sin fuerzas ni vigor para hacer frente a sus enemigos.
Dios no permita que yo sea capaz de sugerir ni aun de pensar idea
alguna contra la propiedad sea qual fuese su origen. Pero, como la trasmutación de las propiedades o el sistema de indemnizaciones equivalentes
quando la causa pública lo exige se halla autorizado con la práctica constante de todas las naciones y está en uso frequente entre nosotros, aun con
menor motivo que el presente, espero que no se extrañará por nuevo lo
que voy a proponer, ni dejar de considerarse como mereze bajo todas sus
relaciones con las urgencias actuales y con las ventajas ulteriores.
Los bienes raíces de hermandades, patronatos, obras pías y capellanías, cuya siempre descuidada y a veces fraudulenta administración ha
echo declamar a varios de nuestros celosos ministros, no solo por el esterminio de los propietarios que han ocasionado estas fundaciones, y es lo
que más ha devilitado la nación, sino también por lo que priva a esta de
los frutos que dejan de producir; aquellos bienes, digo, deben importar,
según un prudente cálculo aproximado, como 200 millones de pesos, y
como otros 300 millones más también de pesos los bienes fondos de las
comunidades religiosas, de las cathedrales y demás que se comprende
bajo el nombre genérico de manos muertas. Resolviendo la venta de estos
fondos, empezando por los de hermandades y obras pías para imponer
su importe al rédito del 3 % sobre la Real Hacienda con hipotecas especiales de las rentas más análogas y pingües, y representando desde luego
la parte de aquella cantidad que se necesitare con signos equivalentes,
ínterin se verifica la venta del modo y forma y al tiempo más útil a las
mismas manos muertas, se hallaría el Ministerio en estado de obrar con
tanto vigor contra los enemigos y podría tomar tan acertadas y oportunas
medidas, aumentando en enganche precio y auxilios de tropa y acopiando formidables repuestos de municiones de guerra y boca, que nada tendría que recelar. Además, no sería estraño que la noticia de semejantes
disposiciones contubiese a los enemigos, viendo en ella la imposibilidad
de realizar sus designios.
No hay que tener el más remoto recelo que la multiplicación de signos representativos de los fondos de manos muertas que se han de imponer sobre la Real Hacienda cause dificultad, trastorno ni novedad alguna
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
adversa, ínterin que se extinguen los mismos signos con la venta de las
fincas. Tenemos circulando en el Reyno en dinero efectivo más de 100
millones de pesos. La guerra se haze sobre nuestras fronteras, que es decir
que no hay motivo ni ocasión para una disminución sensible de numerario y menos si nuestras fuerzas navales toman por primitibo objeto el proteger la comunicación con nuestras Américas para el frequente transporte de frutos y dinero. Además, ¿no goza un comerciante, a vezes sin más
hipoteca que la opinión de su honradez y de algunos fondos esparcidos
en parages distantes, de un crédito de millones que realiza quando le conviene? ¿Pues quánto mejor lo logrará la Real Hacienda con una hipoteca
efectiva, y mucho más quando la grande imbersión extraordinaria de fondos que haze la misma Real Hacienda proporciona al público los medios
positivos de adquirir los signos y enseguida las fincas que representan?
Para acabar de desvanecer toda duda, basta considerar que si el Estado
gasta extraordinariamente en la presente guerra 200 millones de pesos,
esta misma cantidad o casi toda ella ha de venir a parar a los particulares.
Aquí es donde principalmente imploro la atención y patriotismo
del Ministro, de cuya orden escribo este papel, para que se digne hacer
contemplar a Su Majestad y a su Consejo de Estado los beneficios e
imponderables efectos que, aun prescindiendo de las urgencias actuales,
resultarán al Estado de la traslación de las fincas de las manos muertas a
las manos vivas, y los males que sin esta operación se seguirán, aun suponiendo que existiese en el mundo una nación tan rica y generosa que quisiese regalar a la España las mismas cantidades que aquí se calcula importan los vienes de manos muertas, pues la admisión de aquel quimérico
regalo causaría infaliblemente la ruina del Estado.
Es un principio económico que ningún país puede conservar más
numerario que el que corresponde a los signos que representen la masa
general de los efectos puestos en circulación. Si fortuitamente se acumulan más signos y no se procura al mismo tiempo mayor proporción de
efectos, se destruye el natural equilibrio de valores respectivos con relación a las naciones vecinas; se encarece excesivamente todo, paran, por
consequencia inevitable, las ocupaciones que alimentan y sostienen el
Estado; y por resultado preciso se experimenta rápidamente la despoblación, la miseria y la ruina, tanto más peligrosa quanto se halla más dorada y cubierta con los inmediatos precedentes brillos del lujo y de la opulencia, que en los Estados como en los particulares aún no cede de pronto a la verdadera indigencia para consumar completamente la destrucción ¿Quién no ve en esta pintura la principal causa porque se arruinó la
opulente y feliz España con la funesta inundación de caudales que se
introdujeron en ella de resultas de la conquista de América?
Apéndices documentales
305
Apliquemos, pues, esta teoría tan a nuestra costa comprovada al
presente caso. Los gastos extraordinarios de la guerra, si se ha de hacer
con el vigor y esfuerzo que conviene, obligan a derramar quizá mas de
200 millones de pesos. Quando esta exorvitante suma, venga de donde
viniere o represente como se quiera, entre en la circulación, si al mismo
tiempo no se aplica para embeberla una masa proporcionada de efectos y
bienes, es indispensable que suba escesivamente el precio de todo lo necesario de la vida. Entonces forzosamente se renovará la apoplegía de dinero del tiempo de la conquista de Indias, se disminuirá la agricultura y la
industria, bajarán las rentas reales y la nación quedará en esqueleto como
el siglo pasado.
Para convencernos mejor de la exactitud de estas reflexiones tenemos a la vista el exemplar de la última guerra con los yngleses. El Rey
gastó en sostenerla extraordinariamente 100 millones de pesos. Como la
mayor parte de esta cantidad se quedó dentro del Reyno, se aumentó el
numerario, pero no pudiendo, por la amortización civil y eclesiástica de
los bienes raíces, alcanzar la circulación de aquel aumento de signos a la
agricultura, solo dio algún vigor momentáneo al comercio y a algunas clases de industria, y excitó visiblemente desde aquella época, después de
haber encarecido las subsistencias, al lujo de que nos lamentamos, para
encontrar por este medio salida a otros países. No puedo acordarme sin
sentimiento de que, habiéndose gastado en Andalucía con motivo del
sitio de Gibraltar y del armamento y permanencia de las esquadras en la
Bahía de Cádiz a lo menos 40 millones de pesos, que eran más que suficientes para haber puesto en un estado floreciente aquella provincia, casi
no queda otro monumento que el nuevo varrio de San Carlos de Cádiz
hecho después de la paz y algunas pequeñas mejoras en los lugares de la
sierra que por su esterilidad ha invadido menos la amortización, haviendo el lujo extrangero disipado el resto pues la agricultura está tan atrasada como antes y las artes tienen poco más fomento.
De aquí se sigue que, aun quando el Ministerio tubiese todo el crédito necesario para encontrar prestamistas que subministrasen los fondos
que exige la guerra, si no se ponen en circulación los bienes que hoy poseen las manos muertas o cierta parte de ellos, la Real Hacienda no podrá
cubrir sus empeños, pues el deterioro de la nación sería tan infalible como
se ha expuesto arriva.
Por el contrario ¿qué multitud de bienes de todas clases presentes
y futuros no resultaría de semejante recurso sin mezcla alguna de males
ni de inconvenientes? El grande amor a la patria que ha excitado mi aplicación por muchos años al estudio de la Economía política recompensa en
este momento mis trabajos presentando a mi imaginación la perspectiva
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
de aquellos bienes y de que daré aquí por conclusión una sucinta idea,
aunque sea repitiendo algunas ideas ya indicadas.
La imposición del importe de los fondos de manos muertas sobre
la Real Hacienda no solo proporcionará desde luego los caudales necesarios para hacer la guerra activa, sino que sostendrá el crédito de los 50
millones de pesos de vales reales que se hallan circulando porque los
tenedores no tendrán el más remoto recelo de que dejen de pagarse puntualmente los intereses mediante que se aleja toda idea de urgencia extricta y vigorosa.
De la traslación de estos bienes raíces a manos vivas y su circulación entre ellas mediante la sabia ley que prohíbe las nuevas fundaciones
de vínculos y mayorazgos resultará un medio seguro y capaz de embeber
los caudales que ha de derramar la guerra y que sin una disposición
semejante debastarían como un torrente las primitivas subsistencias. En
tanto el dinero es útil y saludable en un Estado y puede mantenerse en él,
en quanto es signo representativo de los efectos y del trabajo, la verdadera riqueza que afianza la estable felicidad de una nación es la que resulta
del útil empleo de las gentes a aumentar la mayor porción posible de subsistencias. Nadie compra una finca que no sea para mejorarla y esto no
puede verificarse sin hacer circular el dinero entre los travajadores de
quienes, como de la fuente más pura, se traslada a las demás clases con
beneficio general de todos.
¿Pues qué diremos del aumento de fuerza pública con tanto nuevo
propietario y del que tendrán indispensablemente las rentas reales y los
diezmos? No se tenga por exageración asegurar que duplicarían antes de
30 años por poco que se fomentase al mismo tiempo la industria. El exemplo de la Ynglaterra, donde las rentas reales ascienden casi al triple que
en España sin que el pueblo sean tan miserable y el de otros países, comprueba aquella verdad. ¿Y se podrá dudar después que se halle jamás la
Real Hacienda en el caso de no poder pagar a las manos muertas los réditos de sus capitales quando no hay cosa más cierta en Economía política
que el traspaso solo de aquellos bienes a manos vivas ha de producir al
Real Erario mucho más de lo que necesita para satisfacer los intereses?
Aún no puedo acabar sin hacer presentes otras ventajas políticas y
morales que resultarán de la ymposición del producto de los bienes de
manos muertas sobre la Real Hacienda que son también de grandísima
importancia. Con la gran suma a que deben ascender aquellos bienes no
solo podrá atenderse a las urgencias actuales sino también anticipar la
extinción de los vales reales y liquidar nuestra deuda nacional fundándola solo en favor de las manos muertas, con infinitamente más ventajas que
la Ynglaterra. Hemos establecido como principio positivo que la abun-
Apéndices documentales
307
dancia de signos en un Estado, quando no representa una igual abundancia proporcionada de efectos, destruye todos los manantiales de las rentas y de la prosperidad, y que pasan como un torrente a otros países
donde haya muchos efectos y pocos signos que los representen. Muchas
de las ymposiciones sobre las rentas de Ynglaterra circulan allí como
papel moneda a manera de nuestros vales reales, sirviendo para varias
clases de negociaciones. A pesar del inmenso comercio de los yngleses en
las quatro partes del mundo, de la sabiduría con que están establecidos
sus ympuestos, de los grandes progresos que allí han hecho las ciencias
naturales, que tanto han simplificado la maniobra y el trabajo y de los
grandes derrames de caudales que fuera de la ysla hacen frequentemente sus empeños hostiles y sus negociaciones políticas; a pesar, pues, de
todo se resiente aquella nación de la abundancia de signos, y, como cada
vez se encarecerán más y más las subsistencias, vendrá a arruinarse tarde
o temprano, no por los réditos de la deuda nacional sino porque los capitales que la componen entran en cierto modo como moneda en circulación y destruyen el equilibrio que debe existir. De aquí deduciremos qué
ventaja tan imponderable no resultaría para España de fundar su deuda
nacional solo en favor de las manos muertas que por su naturaleza no
pueden hacer circular los capitales. De este modo se comprenderá fácilmente que el pago de los réditos a las manos muertas hará menos perjuicio al Estado que la circulación de los vales por encarecer las subsistencias, con respecto a los obstáculos que por nuestra desgracia existen para
que trascienda aquella circulación a la agricultura.
En atención a estas ventajas no debe jamás esperarse que el Govierno piense en ningún tiempo en redimir los capitales de las manos muertas, aun quando por una continuada prosperidad sucesiva se halle con
caudales sobrantes, mediante a que, con preferencia, debe atender a la
repoblación de los lugares desiertos y establecimiento de otros nuevos, a
la construcción de canales y navegación de ríos y también a mejorar la
constitución del Banco para que deje de ser como hasta aquí un comerciante privilegiado, sostenido casi a expensas del Real Erario, y llene los
fines que debía tener su institución de auxiliar con empréstitos oportunos, no solo al comercio sino también a la agricultura y a la yndustria en
las provincias y a las colonias de frutos en América. No olvidemos jamás
aquel principio luminoso de que, siendo el Rey copartícipe de todos los
fondos del Estado de qualquier clase o naturaleza que sean, un Ministro
de Hacienda que no espere los mayores ingresos del Real Erario del
aumento de aquellos fondos nunca podrá lograr los fines que se proponga de quantas operaciones medite y practique. No está menos demostrado que el recargo de contribuciones, quando no sea perjudicial a la misma
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Real Hacienda, ningún efecto favorable produce porque, encareciendo las
subsistencias y siendo Su Majestad quien mayores gastos haze, dentro de
poco tiempo escede el aumento de estos al de las nuevas rentas adquiridas por aquel medio porque sube el precio de la infinidad de objetos que
se compran por cuenta de la Real Hacienda y es indispensable aumentar
el sueldo a los asalariados por Su Majestad para que puedan vivir según
la calidad de sus destinos y empleos.
No son, por otro lado, mucho menos considerables las ventajas que
obtendrá la moral y la religión de que se realice este magnifico y sobremanera útil recurso. Entonces desaparecerá de entre nosotros esta multitud
de clérigos incongruos que por indigencia deshonran su estado, pues,
liquidadas las verdaderas rentas de las capellanías, no se supondrá con
falsas informaciones la congrua necesaria para ordenarse. Las obras pías,
exentas de las concusiones de sus administradores, tendrán mayor producto y se invertirá conforme a los fines de sus fundadores, sobre que
será fácil velar a la autoridad por la noticia exacta de lo que rinden. Las
casas relijiosas pobres, cuyos fondos ha disipado una mala administración y no pueden mantener con la devida decencia el culto y la disciplina, se reunirán entonces a otras donde se conserven con la pureza y edificación conveniente. En todas revivirá el santo espíritu de los fundadores, no teniendo necesidad de dedicar una gran parte de los yndividuos a
la administración de las temporalidades que es por donde entra la tivieza y relajación. Con los mayores productos de los diezmos, que será consiguiente al aumento de la agricultura por la traslación de aquellos vienes
a manos vivas y su circulación entre ellas, obtendrán los obispos, sus
cabildos y los curas mayores rentas con que socorrer a los verdaderos
pobres y subvenir a otras necesidades públicas accidentales. Y finalmente, si en todos tiempos, por principios de caridad, se ha devido trabajar en
inspirar amor a la religión, ahora que sus enemigos procuran hacerla
odiosa y aun destruirla, la política debe acudir a su socorro, para hacerla
más amable, y el único medio de conseguirlo es hacerla en lo temporal
más útil y favorable que hasta aquí a los pueblos que por la divina misericordia la profesan.
¡Qué gloria para nuestro Augusto Monarca y para sus benéficos
Ministros si, en circunstancias tan desgraciadas y difíciles lograban, por la
adopción de estos principios, sacar bienes de estos males estableciendo
los primeros fundamentos de una sólida prosperidad venidera que dé al
Estado tanto vigor y fuerza que nada tenga que temer de sus enemigos!
La posteridad, aun más llena quizá que la generación presente de gratitud y reconocimiento, pues ella disfrutará en toda su plenitud de los
beneficios, no podrá menos de admirar, quando la historia trasmita estos
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subcesos, la sabiduría del Govierno actual en la elección de los recursos,
mucho más si los compara con los que en los dos siglos precedentes, que
tanto aniquilaron y destruyeron a la Nación. San Ildefonso, 4 de agosto de
1794.»
1. 3. Proyecto sobre patronatos y obras pías de Juan Sempere y
Guarinos (noviembre de 1797). Biblioteca española económico-política, IV,
Impr. de Sancha, Madrid, 1821, pp. 227-277.
«Señor.
Don Juan Sempere y Guarinos, vuestro Fiscal de los Civil en la
Chancillería de Granada, a los Pies de Vuestra Mejestad, con el más profundo respeto, dice: Que, no satisfecho su zelo por el mejor servicio de
Vuestra Majestad con el desempeño de las obligaciones de su oficio, y
penetrado de la situación y apuros en que han puesto a la Corona los graves y extraordinarios acaecimientos de estos tiempos, ha meditado sobre
los medios de proporcionar al Erario mayores fondos, con el menor gravamen posible de los vasallos, y el manejo y práctica de los negocios que
están a su cargo le ha descubierto uno por el qual puede Vuestra Majestad servirse de más de ciento ochenta millones de reales, con el interés de
menos de un tres por ciento y con grandes ventajas del Estado, que es el
que va a exponer vuestro Fiscal, y para cuya esplicación es necesario el
siguiente
PRESUPUESTO
A la Chancillería de Granada corresponde el conocimiento de todas
las causas de patronatos de legos, memorias y obras pías establecidas en
su territorio. En ella se litiga sobre la validación o nulidad de tales fundaciones; sobre los derechos de sucesión y llamamientos prevenidos por los
fundadores; sobre el cumplimiento de las cargas de los mismos patronatos y memorias de misas, fiestas, limosnas a pobres, a hospitales, etcétera. Sobre la seguridad de las fincas de su dotación; reintegración de las
que se les hayan usurpado; obras y reparos en las casas y edificios; ventas y daciones a censo, quando se contemplan útiles a las mismas fundaciones; finalmente sobre la administración de sus rentas; nombramiento y
remoción de administradores; fianzas de estos; aprobación de cuentas; y
demás incidencias de tales causas, según se demuestra abundantemente
por los exemplares y documentos citados en el Apéndice.
Los ordinarios eclesiásticos han conocido, por mucho tiempo, y
aun en el día solicitan conocer, privativamente, de todas estas materias. El
Derecho Canónico y el Santo Concilio de Trento les conceden el de visita,
a cuya sombra han intentado apropiarse el conocimiento judicial de los
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
patronatos y obras pías de qualquier clase que sean, nombrando administradores, viendo y aprobando sus cuentas y aun dando permiso, con ligeras informaciones de utilidad, para las enagenaciones de su fincas.
Esto ha sido un abuso muy perjudicial al bien público y contrario a
la suprema potestad y regalías de Vuestra Majestad, que es el Protector
universal de las últimas voluntades de sus vasallos, y a la autoridad de
los tribunales que representan a Vuestra Majestad y ejercen en su real
nombre este derecho de protección y jurisdicción sobre los patronatos y
obras pías.
Sin embargo, en tiempos pasados, no se tuvo la mayor consideración a tan esencial e interesante regalía de Vuestra Majestad y jurisdicción
de sus tribunales, hasta que en estos últimos se ha aclarado más esta parte
de la jurisprudencia española y expedido pragmáticas y cédulas para afirmarla y contener a los eclesiásticos en los límites de su ministerio espiritual. A consequencia de estos esfuerzos del Gobierno, los tribunales han
adquirido mayor energía; los fiscales, por medio de los legales recursos
de fuerza, han dado a conocer muchas usurpaciones de su autoridad y
jurisdicción; se han retenido en la Chancillería, con menos escrúpulos,
autos, cuentas y demás diligencias contenciosas practicadas indebidamente por los eclesiásticos. Y por ellas, al mismo tiempo que se han restituido a sus verdaderos y legítimos jueces, se han demostrado también originalmente los abusos e imponderables perjuicios que resultan frecuentemente al Estado y a los mismos patronatos y obras pías del conocimiento
contencioso de los ordinarios eclesiásticos. Porque, siendo casi interminables en ellos los pleitos de propiedad, sucesión y otros de esta naturaleza
ante los ordinarios, metropolitanos y Nunciatura, con las incidencias de
recursos de fuerza en conocer y en el modo, en los de administración y
cuentas son sumamente ligeros y superficiales, reduciéndose, por lo general, a la mera inspección hecha por los visitadores, de paso por los pueblos, sin citación de los patronos y demás requisitos necesarios para la
legítima comprobación del cargo y data.
Pudieran citarse muchísimos exemplares y pruebas de estos años,
dimanados de la negligencia de los ordinarios eclesiásticos. En el Apéndice se encontrará noticia de algunos de ellos. Se verán alcances de millares
de misas, perdidos los sufragios apetecidos por los fundadores y consumidas sus rentas en objetos muy agenos de sus intenciones. Se verán bulas de
composición de las mismas misas, no celebradas, concedidas en Roma por
quince escudos, con vicios legales y cumplimentadas por los mismos ordinarios sin el pase correspondiente y con cierta ciencia de los mismos
vicios. Se verán administraciones en manos eclesiásticas, contra el espíritu
de los sagrados cánones y expresas disposiciones de nuestras leyes. Se
Apéndices documentales
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advertirán grandes informalidades en las cuentas, fincas perdidas o enagenadas sin justa causa y atrasos eternos de administradores, deudas incobrables, excomuniones y procedimientos ilegales y acalorados.
Algunos de estos daños se han remediado por la Chancillería con
la declaración de muchas fuerzas eclesiásticas y retención de autos de
cuentas y administración de patronatos y obras pías.
La práctica que se observa en ella, en tales casos, es la siguiente.
Con noticia que tiene el fiscal de algún patronato de legos, memoria u
obra pía, pide provisión ordinaria para que el administrador, dentro de
veinte días, remita las cuentas, con testimonio de la fundación y poder a
procurador para que solicite su aprobación. Se remite la provisión a la justicia ordinaria del pueblo de su vecindad para que se le haga saber y, no
compareciendo, se libra sobrecarta, con apercibimiento de secuestro y
demás a que haya lugar.
Acaece frecuentemente que los jueces eclesiásticos se resisten a dar
a los administradores los testimonios correspondientes de la fundación,
aprobación de las cuentas dadas anteriormente en su juzgado y demás
instrumentos conducentes para responder en la Chancillería, en cuyos
casos, o se introduce por ellos mimos recurso de fuerza, o con referencia
a lo que resulta de las diligencias que se remiten, se forma de oficio por el
fiscal de Su Majestad; se expide la acordada ordinaria para la remisión de
autos; con vista de ellos, se resuelve el recurso; y, declarando que la hace,
o se remiten a la justicia ordinaria, o se retienen en la sala, lo qual es más
frecuente.
Retenidos los autos, si son de cuentas se pasan al contador para que
las examine y haga las liquidaciones correspondientes. Evacuadas estas,
se da traslado a los patronos y administradores y, con presencia de todo,
estiende su respuesta el fiscal y recae la providencia de la sala, la qual o
se consiente o se suplica de ella, de igual manera que las otras causas.
Los mismos trámites de audiencia de los patronos, administradores y fiscal tienen los pleytos y expedientes de adjudicación de dotes, prebendas y cumplimiento de las demás cargas de tales establecimientos; los
de obras y reparos; enagenaciones de sus fincas; nombramiento y fianza
de los administradores; etcétera.
Quando anteriormente ha conocido el eclesiástico, ha habido
dudas en las salas sobre si deben validarse sus providencias o sufrir
nuevo examen, así en cuanto a las cuentas como en quanto a las pruebas
y calificaciones de parentescos y demás circunstancias prevenidas en las
fundaciones. Mas, generalmente se difiere a ellas, así por respeto a la
jurisdicción eclesiástica, como por la dificultad del retroceso a las cosas ya
juzgadas.
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Es cierto que con esta práctica se han aclarado y remediado muchísimos abusos, y que logran con ella grandes ventajas los patronatos y
obras pías. Mas también lo es que, lejos de de poder reformarse todos, la
misma práctica es una carga bien pesada y costosa para tales fundaciones.
En primer lugar, la astucia de los administradores o la indolencia
de los jueces frustran muy frecuentemente los esfuerzos de la Chancillería desde los primeros pasos. Rarísima es la primera provisión para la
remisión de cuentas que se cumplimenta, siendo necesarias, por lo regular, segunda y tercera, con conminaciones de multas y apercibimientos, y
aun de este modo están sin remitirse muchas después de más de veinte y
treinta años.
Venidas, por fin, las cuentas se procede en esta Corte con mucha
lentitud. Los administradores tienen interés en no promover su despacho,
para dilatar el pago de sus alcances y demás procedimientos a que puede
dar motivo su manejo. Los patronos, como suelen serlo de puro honor, no
tienen particular estímulo para sufrir las molestias regulares de los pleitos, por lo qual obran en ellos con tibieza. Y el oficio fiscal, no habiendo
parte interesada que active y solicite, tampoco puede celar, con la eficacia
correspondiente, su despacho. De suerte que se prolongan y eternizan
estos juicios y se juntan unas cuentas con otras haciéndose, de esta suerte, más enredosas y prolijas.
En las pretensiones de dotes, prebendas y limosnas se procede con
sobrada rigidez, exigiendo filiaciones y pruebas en que se consume la
mayor parte de ellas, porque, aunque se les ayude a las partes por pobres,
los curiales saben hacerse remunerar su trabajo por otros medios.
Los administradores que no tienen salario determinado cobran la
décima ¿Y quántas utilidades pueden apropiarse en los arrendamientos,
esperas para las cobranzas y otros mil puntos que penden de su arbitrio?
La cuenta copiada en el número 2 y 4 dará alguna idea de los que importan los gastos de pleitos y administración. De 59.874 reales que entraron
en poder del administrador del patronato fundado en la villa de Urda por
Don Francisco de Lora, treinta mil se impusieron sobre la renta del tabaco y se han consumido 26.344 en pleitos y décima, que es bien cerca de la
mitad del cargo. Si a estos gastos y daños se añaden los que sufren los litigantes en sus viajes, agencias secretas, gratificaciones y otros irremediables, seguramente importan mucho más que la mitad del producto de
todos los patronatos y obras pías.
PROYECTO
En todo el territorio de la Chancillería de Granada hay, por lo
menos, seis mil patronatos y obras pías laycales.
Apéndices documentales
313
El fiscal ha deseado formar un estado general de todos ellos, y para
esto, después de otras diligencias extrajudiciales, presentó en el Acuerdo
el pedimento del 1 por el qual solicitó que se expidiera orden circular a
todas las justicias para que informaran qué número de patronatos y obras
pías hay en sus distritos, con expresión de las fundaciones, bienes que les
pertenecen, su valor principal y rentas que producen, sus cargas y administradores, con lo demás que entendieran que podía conducir para su
mejora administración y mayor producto.
El Acuerdo, antes de expedir la circular, ha querido que todos los
escribanos de cámara certifiquen los pleitos de esta naturaleza que haya
radicados en sus oficios. Es de temer que esta diligencia se eternice y que,
aun quando llegue a efectuarse, sea por relaciones demasiado sucintas y
diminutas, porque en las cosas de oficio, generalmente, se procede con
tibieza.
En consideración a todo esto, el fiscal se ha visto precisado a valerse de otros medios para la averiguación del número y fundaciones de los
patronatos del territorio de esta Chancillería. Y a costa de gran trabajo ha
podido fijar algunos datos ciertos sobre los quales apoyará sus cálculos y
reflexiones, sino con una exactitud y evidencia demostrable, a lo menos
con la probabilidad posible para formar juicios rectos y prudentes en esta
clase de materias económico-políticas.
Por el estado general de población del territorio de la Chancillería de
Granada formado en el año de 1755, que existe en la Secretaría del Real
Acuerdo, consta que hay en él tres mil cincuenta ciudades, villas y lugares.
De la lista de patronatos de los pueblos que empiezan por la letra
A, que está en el 2 del apéndice, resulta que corresponden a cada pueblo
más de tres porque, siendo el número de tales pueblos el de quarenta y
cinco, asciende el de patronatos y obras pías a ciento sesenta y dos.
Pero es de advertir que la citada lista se ha formado con infinito trabajo, por noticias sueltas, apuntamientos y borradores de respuestas existentes en poder del fiscal; y, por consiguiente, debe suponerse muy diminuta, así en quanto al número de pueblos como de los patronatos existentes en ellos. Por ejemplo, en Alo[z]ayna no hay radicado alguno en la
Chancillería y por la circular de cofradías se ha adquirido la de los dos
que se expresan en aquel artículo. De Huéscar la había solamente de dos
o tres y con el motivo que se expresa en el 3 se han descubierto veinte y
cinco.
Estos antecedentes inclinan a creer que será muy moderado el cálculo si a cada pueblo se le computan dos patronatos y, por consiguiente, que,
reduciendo también el número de los pueblos a tres mil, serán, por lo
menos, seis mil patronatos y obras pías las del distrito de la Chancillería.
314
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Este dato se hará mucho más probable si se reflexiona sobre lo que
Rodrigo de Caro y Ortiz de Zúñiga refieren de los patronatos y obras pías
de Sevilla, cuyo territorio y población apenas equivale a una quarta parte
de la misma Chancillería.
Supuesto que el número de patronatos sea de seis mil, puede considerarse el capital de cada uno por treinta mil reales, que entre todos vienen a formar el de ciento ochenta millones.
También este cálculo es muy moderado, siendo bien pocos los
patronatos que no arriban a la espresada cantidad, muchísimos los que
pasan de ella y bastantes los que montan medio, uno y más millones,
como podrá verse por los ejemplares del 2, números 53, 56, 59-81, 4,
números 1, 2, 3 y 4, y 5, número 1.
El fiscal, que ha reconocido y censurado, por su oficio, muchísimas
cuentas presentadas por los administradores, ha notado que son rarísimos los bienes y fincas de tales fundaciones que producen un tres por
ciento, muchísimos los que no llegan al dos y no pocos los que se van
menoscabando continuamente, de modo que ha sido necesario suspender
el pago de sus cargas, reducirlas y dar otras providencias para evitar su
total ruina.
El citado Rodrigo Caro, hablando de los de Sevilla, por los años de
1634, decía que en cien años solamente se había perdido más de tres
millones de sus capitales ¿Y quién podrá averiguar lo que se habrá perdido y usurpado en los cinco Reynos y provincias sujetas al territorio de
esta Chancillería, sea por la malicia de los administradores, indolencia de
los jueces o por las inevitables vicisitudes a que están expuestos los más
firmes y bien combinados establecimientos?
Por consiguiente, el medio que asegure, de un modo más firme y
permanente, las rentas actuales y remueva toda ocasión de perderse y
estraviarse sus bienes raíces será sumamente útil a los patronatos y obras
pías. Más lo será si con él no solo adquieren mayor seguridad si no se simplifica su administración, se disminuye el número de ocupaciones estériles
y arriesgadas de los que se emplean en este oficio y se cortan y arrancan las
raíces de tantos pleytos y males que ocasionan. Mucho más, en fin, si con él
se logra el aumento de las rentas de los mismos patronatos, el socorro de la
Corona, el alivio de los vasallos y general beneficio del Estado.
Estas ventajas y otras más producirá infaliblemente el siguiente
proyecto. Se venderán todos los bienes raíces y capitales correspondientes a los patronatos y obras pías laycales radicadas en la Chancillería de
Granada y demás existentes en su territorio. Su producto se impondrá en
la Real Hacienda, con la obligación de pagar un tres por medio anual todo
el tiempo que estén en ella los capitales, para invertir los réditos en los
Apéndices documentales
315
mismos destinos y aplicaciones que hayan tenido por sus respectivas fundaciones. Todo se dirigirá por una Comisión o Administración general,
cuyo plan se expondrá después que se hayan indicado algunas de las
grandes utilidades que producirá este proyecto y respondido a los reparos que pueden oponerse.
I. El Real Erario logrará la de encontrar gruesas cantidades para
atender a sus urgencias con mucha mayor equidad, en los intereses y
réditos, que en los vales, empréstito real y negociaciones con los comerciantes.
II. Puede suceder que el cálculo propuesto, de los ciento ochenta
millones sea defectuoso, sin embargo de que está apoyado sobre hechos
y datos nada exagerados. Mas, aun cuando falten algunos millones para
completar dicha cantidad, siempre puede arrojar gruesas sumas a beneficio del Erario.
III. Acaso pasará el total valor de los patronatos de la cantidad
expresada, porque los datos propuestos más bien inclinan a este segundo
dictamen que al primero. Mas, quando así no sucediese en el distrito solo
de la Chancillería de Granada, hecho el ensayo en este, podrá extenderse
al resto de la Península, en cuyo caso ¿quién puede calcular a quánto
ascenderá el total valor de las fincas de tales fundaciones?
IV. Aunque los intereses y réditos de la imposición sean de un tres
y medio, acaso no llegarán al tres por ciento. Porque las ventas de tales
bienes han de causar alcavala, cuyo derecho, aunque no se cobre por entero, conforme a las costumbres de algunos pueblos y últimos reglamentos,
computados los de la primera y ulteriores ventas, formará un capital
superior al equivalente al medio por ciento del producto total de los
patronatos.
Estos lograrán mayor seguridad y aumento de sus rentas, con
todas las demás ventajas de una Administración general más uniforme y
menos expuesta a los atrasos y quiebras de las particulares. Y los llamados para los dotes, prebendas y demás beneficios de tales fundaciones no
encontrarán las dilaciones y embarazos que ahora experimentan para las
cobranzas.
El Estado conseguirá lo que han deseado nuestros mejores políticos, que es poner en circulación una considerable parte de los bienes raíces de todas clases que ahora están estancados, descuydados y abandonados, y en manos de los propietarios que los compren adquirirán imponderables aumentos y mejoras.
Por otra parte, se cortará y disminuirá la plaga de pleitos a que da
ocasión la naturaleza misma de las fundaciones, la obscuridad de los testamentos, la confusión introducida por el transcurso de los tiempos, las
316
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
pérdidas casuales o maliciosas de instrumentos antiguos, la indolencia de
los patronos y la codicia o negligencia de los administradores.
Solo estos y los curiales padecerán algún perjuicio, y es este el primer reparo, y acaso el más fuerte, que podrá oponerse a este proyecto.
Hay un gran número de personas ocupadas en el oficio de administradores. Bien pocos tienen un salario competente para vivir con sola esta ocupación, por no permitirlo el producto de los bienes administrados. De
aquí resulta una de dos cosas: o que tales bienes están poco cuidados porque los administradores tienen que atender a otros negocios. o que
comercian con ellos, de donde dimana su morosidad y repugnancia a dar
las cuentas, las informalidades de estas y las demás incidencias y recursos que se originan en las mismas casas.
Los curiales tienen interés en que estas se enreden y multipliquen.
Viven del foro y les conviene que haya muchos pleitos.
¿Pero sería motivo justo y racional para dejar de aplicar remedios
radicales a las enfermedades y epidemias el que los médicos no padezcan
quebranto en sus intereses?
Acaso escrupulizarán algunos sobre la egecución de este proyecto
dudando y disputando temerariamente a Vuestra Majestad su suprema
autoridad, exigiendo dictámenes de teólogos y concurrencia del brazo
eclesiástico, como se ha practicado en otros tiempos, en causas meramente profanas y temporales con gran daño de la causa pública.
Si se tratara de extender la operación propuesta a los patronatos,
beneficios y capellanías del Reyno, aunque fueran colativas y espiritualizadas, podrán tal vez tener lugar semejantes dudas y escrúpulos, aunque
tampoco faltarían para demostrar que el Soberano puede, por sí mismo y
con independencia de la jurisdicción eclesiástica, reducirlas, conmutarlas,
suprimirlas e imponerles las cargas que estime convenientes al Estado.
Mas el proyecto propuesto no se extiende, por ahora, a los beneficios y patronatos colativos sino a los laycales, sujetos ya, en todo su conocimiento, a la jurisdicción real, cuyo exercicio, a lo menos en esta Chancillería de Granada, está expedito, corriente y sin que nadie ponga la menor
duda sobre sus facultades para decidir y disponer acerca de ellos en todas
sus incidencias, como se manifiesta clara y abundantemente con las noticias y documentos puestos en el apéndice.
Por los que han notado en los números 15, 22, 23, 51, 54, 58, 72, 78,
113, 114, 115, 116 y 135, del II y por el 5 del V, se ve el cuidado que han
tenido los fiscales de reclamar la jurisdicción real luego que han entendido que los eclesiásticos se apropiaban el conocimiento de tales patronatos
o sobre sucesión en el derecho a ellos, o sobre administración, cuentas,
nombramiento de dotes, prebendas y qualquiera inversión y distribución
Apéndices documentales
317
de sus rentas, por medio de recursos de fuerza, cuyas declaraciones son
como otras tantas executorias y pruebas de que la jurisdicción eclesiástica nada tiene que entender en cuanto al manejo y dirección de sus capitales y rentas.
Por los números 28 del II y 8 del VI se ve igualmente repetidos
ejemplares de ventas a censo y a dinero de fincas pertenecientes a los mismos patronatos decretadas por la Chancillería y executadas sin intervención ni conocimiento de los eclesiásticos.
Y aun el número 8 del citado VI presenta el ejemplar muy notable
de la solicitud hecha en la misma Chancillería por el Reverendo Arzobispo de esta Ciudad para que se le vendiera una porción de tierras pertenecientes al patronato laycal del Licenciado Don Pedro Narváez, para ciertos usos, a cuya pretensión defirió la sala y se executó la venta de dichas
tierras a dinero.
Finalmente, ni es tan nuevo el proyecto de una Administración
general de patronatos que carezca absolutamente de ejemplares, aun en el
distrito de esta misma Chancillería. Entre los medios que se adoptaron
para aumentar los fondos del Real Hospicio de esta Ciudad de Granada
en el año de 1756 fue uno el de aplicar a él todas las particulares fundaciones destinadas para limosnas generales de pobres mendicantes y huérfanos y las que, o por el descuido de sus patronos o mala versación de sus
administradores, se hallaran perdidas y atrasadas sin cumplirse sus principales destinos; todas las quales se mandó se reunieran y dirigieran por
una Junta y Administración general de las particulares que antes tenían,
nombrando un promotor fiscal lego para indagar las que existiesen de tan
naturaleza y activar su reunión e incorporación al Real Hospicio, según
aparece de los capítulos de sus ordenanzas copiados en el VII, en virtud
de los cuales hay ya reunidos e incorporados al mismo más de veinte
patronatos y obras pías.
Por lo qual, no se detendrá más el fiscal de Vuestra Majestad en
producir otras pruebas legales y demostrativas de la potestad que reside
en Vuestra Majestad para mandar por sí la execución del proyecto
expuesto; y pasa a proponer la instrucción o reglamento que le parece
podrá observarse en ella.
REGLAMENTO
Para la Administración de los patronatos y obras pías
1. Se formará una Administración general de los patronatos de
legos y obras pías del distrito de la Chancillería de Granada, compuesta
de un juez protector, contador, tesorero, escribano, promotor y suficiente
número de oficiales.
318
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
2. Cuidará esta Administración general, en la forma que se dirá, de
la venta de todos los bienes raíces correspondientes a tales fundaciones;
de su imposición a censo en la Real Hacienda; y de la cobranza de réditos
y su inversión en los objetos y destinos prevenidos por los fundadores.
3. Se formará un estado general de los patronatos y obras pías, que
pueden dividirse en tres clases. Primera, la de los retenidos en la Chancillería y demás que por su fundación conste que sean laycales y de la naturaleza profana y temporal. Segunda, de los colativos y espiritualizados
por expresa voluntad de los fundadores y demás requisitos. Tercera, de
los dudosos.
4. Acerca de los primeros, está expedita y desembarazada la jurisdicción real y puede la Administración proceder desde luego a la venta e
imposición de sus fincas en los términos propuestos.
5. Acerca de los segundos, se abstendrá la comisión de proceder por
sí sola, más podrá tratar con los Reverendos Obispos y ordinarios eclesiásticos, y de su acuerdo y consentimiento efectuar la misma operación.
6. Respecto de los que sean dudosos, introducirá el protector o el
promotor los correspondientes recursos de fuerza en la Chancillería para
que esta decida si son los bienes de naturaleza espiritual o profana y temporal en la forma práctica acostumbrada.
7. Para formar el estado general de todos ellos, pasará el protector
los oficios correspondientes a la Chancillería, por la que deberán franquearse los pleitos, certificaciones y testimonios necesarios.
8. Dirigirá también órdenes a las justicias de los pueblos a fin de
que informen y faciliten todas las noticias e instrumentos conducentes.
9. En caso necesario hará el protector una visita de los pueblos en
que haya considerable número de tales fundaciones, así para tomar
mayor conocimiento de ellas, como para facilitar su más pronta y ventajosa venta.
10. El producto de todas las rentas se impondrá sobre la renta del
tabaco o sobre otro ramo de la Real Hacienda en el modo y forma que prevenga por el Ministerio de ella, obligándose Su Majestad a pagar un tres
y medio por ciento anual todo el tiempo que se sirva de tales capitales.
11. Los censos que actualmente estén impuestos a favor de los
patronatos y obras pías se pasarán igualmente a la Real Hacienda, obligando a los poseedores de tierras, casas o fincas acensuadas a que los
rediman.
12. En caso de resistencia o morosidad de los poseedores de fincas
gravadas con tales censos, se venderán estas en pública subasta; de su
valor se extraerán los capitales de tales censos para imponerlos de nuevo
en la Real Hacienda y el resto se les entregará a los mismos dueños.
Apéndices documentales
319
13. El tesorero cuidará de cobrar y recoger anualmente los réditos
de las imposiciones que haya hechas sobre la Real Hacienda y productos
de los demás bienes de los patronatos y obras pías que no estén vendidos.
14. De este fondo irá pagando las cargas de tales patronatos y obras
pías mediante libramientos del juez protector, precedida también toma de
razón en la Contaduría y recibo de las partes al dorso de los mismos libramientos.
15. Todas las pretensiones de dotes, prebendas, limosnas y cumplimiento de las demás cargas de tales fundaciones se han de hacer al juez
protector.
16. Se pedirán por este informes a los patronos sobre parentescos y
demás calidades prevenidas por los fundadores. Con ellos se pasarán al
promotor. Y en vista de todo proveerá lo más justo.
17. Quando haya instancias o contradicciones de partes sobre preferencia en las adjudicaciones deberán litigar en la Chancillería; y el juez
protector dar los libramientos a los que executoríen mejor derecho.
18. También se litigará en la Chancillería sobre los derechos de
sucesión en los patronatos, recursos de fuerza y demás que no correspondan a la venta, y administración de las rentas y cumplimiento de sus cargas.
19. Las cuentas pendientes se tomarán por la Administración con la
brevedad posible, executando a los administradores por los atrasos en
que resultaren alcanzados, y su producto se pondrá en poder del tesorero para el cumplimiento de las cargas atrasadas y demás que se vayan
venciendo hasta el cobro de los réditos de las nuevas imposiciones sobre
la Real Hacienda.
20. Los arrendamientos pendientes y los que se vayan venciendo
hasta la venta total de las fincas se cobrarán por la Administración general, debiendo cesar, luego que esta se establezca, todas las particulares.
21. Los salarios de los empleados y demás gastos de administración
se pagarán en los dos primeros años del producto de las ventas; y en los
siguientes de los réditos de los capitales que se han de imponer, separando medio por ciento para este destino y aplicando el tres por ciento íntegro para el cumplimiento de las cargas de los patronatos y obras pías.
22. Los sobrantes del medio por ciento, después de pagados los salarios y gastos de administración, podrán aplicarse al Real Hospicio, niños
expósitos, recogidas, hospitales y otros destinos de utilidad pública.
23. Si por el arreglo de la nueva Administración resultaren sobrantes del tres por ciento, después de satisfechas las cargas fixas de las fundaciones, podrán invertirse en mayor aumento de dotes, prebendas y
otros objetos, los más análogos a la voluntad de los fundadores.
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
24. El arreglo y execución de este proyecto correrá por el Ministerio de la Real Hacienda.
El vuestro Fiscal está tanto más persuadido de la utilidad de este
proyecto quanto ve más de cerca los pleitos, recursos y otras pruebas, las
más demostrativas de los abusos y graves daños del método con que
actualmente se administran los patronatos y obras pías. Las obligaciones
de vasallo y las particulares de su oficio no le permiten dejar de reclamarlos y representar a Vuestra Majestad. No advierte que pueda ofrecerse
contra su proyecto reparo alguno considerable y, si alguno se propusiere,
confía poder darle clara y convincente satisfacción.
Señor
Póngame a Los Pies de Vuestra Majestad
Juan Sempere
NOTA
A la representación original se añadió un difuso Apéndice de documentos y exemplares para comprobación de la utilidad del proyecto que
en ella se proponía. Adoptado ya este, aunque con algunas variaciones,
no se ha contemplado necesario la impresión del Apéndice y sí muy conveniente la de los primeros oficios que dieron el principal impulso al
expediente y Reales Órdenes sobre la venta de los bienes de patronatos y
obras pías.
CENSURA
De la Dirección de Fomento general y oficios de los Señores Príncipe de
la Paz y Don Francisco Saavedra sobre el proyecto presentado al Rey
por Don Juan Sempere y Guarinos acerca de los patronatos y obras pías.
Madrid, 12 de noviembre de 1797= La Dirección del Fomento general= En cumplimiento de la resolución de Vuestra Excelencia de 8 de este
mes, ha visto el proyecto dirigido por Don Juan Sempere, Fiscal de la
Chancillería de Granada, que Vuestra Excelencia le ha remitido, para que
manifieste sobre él lo que se le ofrezca y parezca.
Expone Sempere que a aquella Chancillería corresponde el conocimiento de todas las causas de patronatos de legos, memorias y obras pías
establecidas en su territorio y de las quales conocía abusivamente, en
otros tiempos, la jurisdicción eclesiástica.
Con datos bastante seguros afirma que en el distrito de dicho tribunal hay, por lo menos, seis mil patronatos y obras pías laycales; y que,
considerando moderadamente a cada uno el capital de 30.000 reales,
ascenderá el valor de estas fundaciones a 180 millones de reales.
Apéndices documentales
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Para remediar los grandes perjuicios que se siguen a la causa pública y a los mismos patronatos y obras pías, por el abandono de las fincas,
por las malas versaciones de los administradores y sus frequentes quiebras y atrasos y por los muchos gastos inútiles que se hacen, según
demuestra el fiscal, y para subvenir, al mismo tiempo, a las actuales
urgencias del Estado, propone que se vendan los bienes raíces y capitales
de dichas fundaciones y se impongan sus productos sobre la Real Hacienda, al rédito del tres y medio por ciento, dirigiéndose todo en Granada
por una Comisión o Administración general, cuyo plan acompaña, compuesta de un juez protector, contador, tesorero, escribano y suficiente
número de oficiales.
Esta Dirección ha visto con particular complacencia que un Fiscal
de Su Majestad en una de sus Chancillerías represente y promueva, para
el territorio de ella, lo que para todo el Reyno expuso a Vuestra Excelencia esta Dirección en 4 de septiembre último con motivo de las urgencias
del Real Erario, manifestando las ventajas respectivas que de semejante
providencia se serviría a las mismas fundaciones, las que obtendría la
Real Hacienda y las que lograría la Nación; y en este concepto, produciendo ahora la misma consulta que acompaña, es de dictamen que se apruebe cuanto propone Don Juan Sempere, sin más variación que reducir el
rédito de tres y medio que asigna a tres por ciento, que es nuestro interés
legal e hipotecario. La idea de una Administración general de patronatos
y cumplir con pureza sus cargas, según la mente de sus fundadores o
según convenga al Estado por las variaciones de los tiempos y mayores
luces, no puede ser más oportuna y útil, aun prescindiendo de la mayor
facilidad que presentará esta oficina autorizada por la venta de las fincas
e imposición de su importe sobre la Real Hacienda. Los 24 artículos de la
Instrucción comprehenden esencialmente todo lo necesario para su planificación, de que parece sería conveniente encargar al mismo Don Juan
Sempere, concediéndole los honores del Consejo Real.
Vuestra Excelencia resolverá, como siempre, lo más conveniente y
que más fuere del Real agrado.
Excelentísimo Señor= Acompaño a Vuestra Excelencia el papel de
Don Juan Sempere, Fiscal de la Chancillería de Granada, en que expone
la multitud de patronatos y obras pías laycales establecidas en el territorio que comprehende aquel tribunal y los medios que juzga oportunos
para ocurrir con su valor a las urgencias del Estado sin perjudicar a los
poseedores. En la Secretaría del cargo de Vuestra Excelencia se hallará un
oficio mío, muy conforme al parecer del Fiscal, en orden a la supresión de
estas fundaciones, y se lo recuerdo a Vuestra Excelencia para que lo tenga
322
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
presente al tiempo de dar parte a Su Majestad advirtiendo que el interés
de tres y medio que propone Sempere debería, en todo caso, reducirse al
de tres por ciento, que es nuestro interés legal hipotecario.
Con este motivo, paso también a manos de Vuestra Excelencia el
dictamen de la Junta de Fomento General, que, deseando proporcionar
medios para las urgencias actuales, me propuso recursos de igual naturaleza.
Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. San Lorenzo, 23 de
noviembre de 1797= El Príncipe de la Paz= Señor Don Francisco Saavedra.
Excelentísimo Señor= Con fecha de 23 de este mes, me ha pasado
el Señor Príncipe de la Paz un proyecto presentado por Don Juan Sempere, Fiscal de la Chancillería de Granada, y un papel de reflexiones, en
apoyo de la misma idea, para que, dando cuenta a Su Majestad, se resuelva lo que más fuere de su agrado.
Expone Sempere que a aquella Chancillería corresponde el conocimiento de todas las causas de patronatos de legos, memorias y obras pías
establecidas en su territorio, de las cuales conocía abusivamente, en otros
tiempos, la jurisdicción eclesiástica, afirmando, con datos bastante seguros, que en el distrito de dicho tribunal hay, por lo menos, 6.000 patronatos y obras pías laycales, cuyo valor ascenderá a 180 millones, considerando a cada una de estas fundaciones un capital de 30.000 reales, que es un
cómputo moderado.
Para remediar los grandes perjuicios que se siguen a la causa pública y a los mismos patronatos y obras pías, por el abandono de las fincas,
por las malas versaciones de los administradores, sus frequentes quiebras
y atrasos y por los muchos gastos inútiles que se hacen, y para subvenir
al mismo tiempo a las actuales urgencias del Estado, propone el mismo
Don Juan Sempere que se vendan los bienes raíces y capitales de dicha
fundaciones y se imponga su producto sobre la Real Hacienda, rédito de
tres y medio por ciento, dirigiéndose todo en Granada por una Comisión
o Administración general compuesta de un juez protector, contador, tesorero, escribano y suficiente número de oficiales.
Convencido de las ventajas que resultarán de su pensamiento, así a
las mismas fundaciones como a la Nación y a la Real Hacienda, soy de dictamen que desde luego debe plantificarse la Administración general que
propone Sempere, encargándosele la execución, con la autoridad necesaria, y condecorándole con los honores correspondientes. A este fin paso a
manos de Vuestra Excelencia el citado papel de Sempere y el otro que
igualmente me ha remitido el Señor Príncipe de la Paz, para que, enterado
Apéndices documentales
323
el Rey por el Ministerio de Vuestra Excelencia, se resuelva lo que fuere de
su real agrado y se expidan las órdenes convenientes a llevarlo a efecto, en
la inteligencia de que, en la parte que corresponda a mi departamento, está
Su Majestad conforme que los capitales procedentes de las fincas de aquellas fundaciones, y qualquiera otras de la misma naturaleza que puedan
agregarse, se impongan sobre la Real Hacienda, al rédito del tres por ciento, que es nuestro interés legal hipotecario, y que se liberten las expresadas
ventas de la contribución de alcavalas y cientos. Por este medio, después
de subvenir, con dichos capitales, a las actuales estrechas urgencias del
Erario, se podrá aumentar también el fondo de amortización, para extinguir más pronto los vales reales y acciones circulables de empréstitos, que
tanto encarecen el precio de las subsistencias. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. San Lorenzo, 28 de noviembre de 1797= Francisco de
Saavedra= Señor Don Gaspar Melchor de Jovellanos.
DICTAMEN
De la Dirección de Fomento general citado en el oficio del Señor
Príncipe de la Paz.
Excelentísimo Señor= Deseosa la Dirección de fomento general de
hallar algún medio suficiente para ocurrir a las urgencias de la Corona en
la actual, no ha creído deber parar la atención en una variedad de arbitrios
cortos, sino llamarla a operaciones que, al mismo tiempo que sean productivas, fuesen también benéficas al Estado por todas consideraciones.
La dotación de los hospitales ha merecido justamente la atención
de todos los gobiernos, como que son el último asilo y consuelo de la
doliente humanidad; y la Dirección se propone aumentar sus rentas
mediante una sencilla operación, que, al mismo tiempo, producirá grandes riquezas al Real Erario y a la Nación.
Hay en España (según el censo de 1787) 773 hospitales, que entre
todos hacen 938. Las fundaciones de obras pías son mucho más numerosas y entre todas forman una masa extraordinaria de bienes raíces sustraída a la circulación, cuya administración y cultivo está, por lo general, en
el mayor abandono, en manos de administradores que la miran como
posesión agena y, no haciéndola producir lo que corresponde, privan al
hospital y obra pía de sus intereses y a la Nación de gran cantidad de frutos que aumentarían su riqueza. Al viajar por el Reyno, se distinguen
entre todas las heredades las que pertenecen a obras pías en lo abandonadas que están generalmente, de donde nace que, deducidos los gastos de
administración, apenas producen, en lo común, uno y medio o dos por
ciento a los interesados; y aun en los hospitales se ve con frequencia el
inconveniente de que cuando son muchos los enfermos venden para
324
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
socorrerse algunas fincas y quedan privados de sus réditos. Muchos
exemplos se pudieran citar a Vuestra Excelencia en comprobación de esta
verdad, si a sus superiores luces no se hiciesen comprehender a primera
vista.
El medio de aumentar las rentas en los hospitales y obras pías sería
que Su Majestad, superior a las preocupaciones de los que no saben meditar y a los clamores de una caridad afectada, mandase vender todos sus
bienes raíces y demás posesiones que necesiten administración e imponer
a censo sobre la Real Hacienda los caudales que produzcan.
Ventajas que de esta providencia se siguen
a los mismos hospitales y obras pías.
1. Se aumentan sus rentas.
2. Se ahorra el gasto de administración.
3. No se distraen sus dependientes en cuentas ni dirección de labores que no entienden.
4. Contarán con una renta fixa, exenta de fraudes de los interventores.
5. No la podrán disminuir enagenando las posesiones.
6. Evitarán los pleitos y contextaciones que traen consigo las
haciendas.
7. Estará cubierto de incendios de casas y malos temporales, etcétera.
Ventajas que consigue la Real Hacienda
1. En poco tiempo adquirirá una porción incalculable de millones.
2. No pagará de intereses más que un tres, en lugar de un quatro
por ciento, que paga por los vales, un cinco por el empréstito de 360
millones y un seis por otros que ha admitido.
3. Lograrían estimación los vales o se pondrían a la par, permitiendo comprar con ellos las haciendas.
4. Se libertaría la Real Hacienda de la indecible pérdida que le
causa el quebranto de los vales.
5. Podrían extinguirse muchos de estos.
6. Las haciendas en circulación pagarían a Su Majestad muchos
derechos.
7. Aumentándose los productos, se aumentarán los impuestos
sobre ellos.
Ventajas para la Nación
1. Nivelar la abundancia de signos en circulación con fondos y efectos circulables para dar mayor valor a dichos signos.
2. Disminuir de consiguiente los precios de las cosas por el aumento de medios para reproducir.
3. Fomentar la agricultura.
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325
4. Dividir las tierras y hacer mucho mayor número de vasallos activos.
5. Aumentar los frutos de la Nación y sus provisiones sin necesidad
de que vengan del extranjero.
6. Acrecentar la población.
7. Hacerla más laboriosa porque nada estimula más al trabajo que
la propiedad.
La venta, pues, de los bienes de hospitales y obras pías sería utilísima a las mismas fundaciones, aun prescindiendo de las urgencias del
Estado. Y si a esta utilidad se juntan los grandes auxilios que semejante
determinación le proporcionaría en las presentes circunstancias, parece
que será ocioso persuadir a Vuestra Excelencia su execución, que si extendiese a otras riquísimas posesiones de muy semejante naturaleza a las de
los hospitales, se extinguiría en poco tiempo la deuda nacional, sobrarían
caudales para quantas empresas se intentasen, renacería la abundancia y
el nombre de Vuestra Excelencia, que tan justa celebridad tiene ya en
Europa, adquiriría el debido epíteto de regenerador de la España.
Si este pensamiento, en todo o en parte, no desagradase a Vuestra
Excelencia, la Dirección se esmeraría en presentarlo con la mayor extensión, discurriendo los medios más fáciles y sencillos de ponerlo en execución. Entre tanto, no hace más que indicarlo a fin de asegurarse si será del
agrado de Vuestra Excelencia este trabajo. Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Madrid, 4 de septiembre de 1797= Excmo.
Sr.= Juan Bautista Virio= Excelentísimo Señor Príncipe de la Paz.»
1. 4. Cartas de Gaspar Melchor de Jovellanos a Francisco Saavedra (noviembre de 1797). B. A. E., 86, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 4, Atlas, Madrid, 1956, pp. 12-14.
I. «A don Francisco Saavedra (minuta).
Excelentísimo señor: Paso a Vuestra Excelencia la consulta de la
Junta formada de Real Orden para examinar los proyectos de Don Juan
Bautista Virio, Don Juan Sempere y Guarinos y Don Severo Aguirre, a fin
de que Vuestra Excelencia, que remitió a mis manos los dos primeros y a
cuyo Ministerio de Real Hacienda pertenecen en calidad de recursos en
las actuales urgencias del Erario, se sirva dar cuenta a Su Majestad para
su Real Resolución.
En el dictamen de la Junta son de considerar dos cosas; a saber: las
facultades de Su Majestad para proveer sobre estas proposiciones y la
conveniencia de ellas.
En la primera, sin desconocer o perder de vista la suprema potestad económica de Su Majestad, nadie podrá poner en duda la autoridad
326
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
soberana en esta materia. Por virtud de ella puede Su Majestad regular la
propiedad de todos los establecimientos piadosos y aun eclesiásticos,
como virtualmente reconoce la Junta en su misma proposición, porque
todo derecho de poseer tiene su origen y apoyo en la potestad civil y de
ella se deriva también toda propiedad eclesiástica. Su Majestad, por tanto,
puede moderar este derecho y regularle en cualquier tiempo y caso según
lo exigiere el orden general de la sociedad. Esta potestad es más cierta y
extendida respecto de aquellos establecimientos que, aunque piadosos,
tienen el principal carácter de políticos y más descubiertas relaciones con
el Estado que con la Iglesia. Y sin duda que la autoridad que los estableció y sostiene puede regular también su propiedad, y más cuando, por lo
común, es emanada de la liberalidad de los reyes o de la de los ciudadanos. Cierto es que los obispos, en lo antiguo, cuidaban de los hospitales
como de los pobres, cuando esta obligación de socorrerlos estaba más
ciertamente librada sobre los fondos eclesiásticos. Pero, divididos en porciones estos fondos, atribuidos a personas señaladas, y hecho, por consecuencia, más indeterminada esta obligación y más incierta la subsistencia
de estos objetos de caridad, vinieron a ser mantenidos y socorridos por
medios derivados de la caridad general y regulados por la autoridad civil.
Los obispos conservaron, sin duda alguna, sombra de su antiguo derecho
pero reducido solamente a vigilar sobre el cumplimiento de los fines de
su institución. Así que, visitándolos, examinan simplemente este punto y
esto solo ejerciendo en él una jurisdicción incitativa y momentánea, sin
incluirse en los demás, de los cuales conocen y deben conocer los magistrados civiles. Si algo hay en la práctica contra esto, provendrá, o de la
indolencia de los mismos jueces reales, o de la confusión de los principios
que fijan los verdaderos límites de la autoridad eclesiástica, tan embrollados en los canonistas vulgares.
En suma: los tribunales civiles de España deben conocer y, generalmente hablando, conocen, de todos los negocios pertenecientes a hospitales, hospicios, patronatos, cofradías y demás objetos piadosos, que por
serlo no salen de la jurisdicción ordinaria y menos de la autoridad real a
quien toca el cuidado de ellos.
Añádase que no se trata ahora de arrancarles su propiedad y
menos de abandonar los fines de su institución. Trátase solo de moderar
esta propiedad, reduciéndola de territorial a mobiliaria en beneficio del
público y de ellos mismos. Trátase de estimarla en todo su justo valor y
de imponer el capital de ella sobre la renta del tabaco. Y, en fin, se trata de
mejorarla, porque no se verificará un solo caso en que, conservada, les
rinda el 3 por 100 de su renta, como ahora se les ofrece. Y esta, que es una
verdad de hecho en las fincas más bien cuidadas por dueños particulares,
Apéndices documentales
327
¿cuánto más no sucederá en las administradas por mercenarios? Reflexiónese, pues, la utilidad pública enlazada con la de estos establecimientos,
la distribución de estas propiedades en manos útiles y activas, la conversión de muchos capitales de particulares a su mejora, la influencia que
tendrán estas ventas en el precio general de la propiedad y el fomento de
la agricultura, y se verá con cuán poca razón se quieren difundir nieblas
y dudas sobre materia tan llana y clara.
Segunda. Si las proposiciones son o no ventajosas al Erario, Vuestra
Excelencia lo conocerá mejor que yo. Por mi parte, estaré siempre con la
afirmativa, con tal que no se yerre el modo de lograr esta operación. Sencilla en el resultado, pocas manos y estas, fieles en la ejecución, bastarán a
asegurarla. Me parece bien el pensamiento de encargarla a varias Juntas
aunque no la planta de ellas. La mejor que conozco es la de las Juntas municipales y provinciales creadas para la venta y administración de las temporalidades ocupadas a los expulsos; que estas entiendan en las operaciones
gradualmente, sujetando las primeras a las segundas y estas a una Junta de
enajenación que debe crearse en la Corte, la cual resuelva las dudas que le
propusiesen las Juntas inferiores por sí o bien consultando a Su Majestad en
casos que lo requiriesen y que deben estar bien señalados.
Esto de las Juntas es cosa de muy grande importancia porque, una
vez bien establecidas, ellas mismas pudieran ser encargadas de otras operaciones a que necesariamente llamarán la atención las urgencias del Erario en la guerra y la formación de un fondo de mejoras en la paz. Tierras
baldías y concejiles, propiedades de la Corona o de cuerpos y comunidades, todo aquello a que se extiende la potestad suprema y en que pueda
conciliarse el bien público con la suficiencia del Erario para los objetos de
necesidad o mejora, o para el pago de su deuda, pudiera ser expedido por
estas manos que, sujetas a un plan sencillo y habilitadas por la experiencia, pudieran ser un día las regeneradoras de la nación.
Pero una cosa no debe olvidarse y es que las fincas que por este
medio se vendieren no deben caer en manos muertas ni poder ser sujetas
a mayorazgos o vinculación, ni otra especie de gravamen perpetuo, porque de no, volverán por la mayor parte a amortizarse, a causa de que los
pocos capitales que hay en el Reino están casi en manos poderosas, siempre propensas a amortizar. Guarde Dios, etcétera.»
II. «A Don Francisco Saavedra (minuta).
Amigo mío: Allá vuelve la consulta de la Junta nombrada para el
examen de los proyectos de Virio, Sempere y Aguirre, y verá Vuestra Merced que todos están desechados por ella sin sustituir otros que sean de
igual provecho ni más libres de embarazos.
328
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Vuestra Merced pensará, como yo, que ya estamos muy a las apuradas para proceder con timidez en estas materias y, por consiguiente,
que no debe detenerle la duda que se opone en la autoridad real acerca de
estas materias. No se trata de despojar a estos establecimientos de su propiedad; se trata solo de regularla y hacerla compatible con el mayor bien
del Estado. Vendido e impuesto su capital a rédito, su renta crecerá, pues
que ninguna propiedad territorial rinde entre nosotros el 3 por 100 que les
dará el Estado. Se ahorran el cuidado y los gastos de administración; evitarán los riesgos de malversaciones, que son tan ordinarias en ellas, y
entonces esta propiedad, desamortizada, pasará a manos libres e industriosas que la hagan producir el doble o más de lo que produce. Trátase,
pues, de combinar su bien particular con el del público, ¿y se podrá dudar
de la autoridad soberana?
Otro diría Vuestra Merced que se ocurriese por una bula, pero ya es
tiempo de pasar sin ellas. ¿Y por qué sería mayor la autoridad del Papa
que la del Rey? ¿Y por qué no podrá este hacer lo que aquél pudiera dispensar? Adviértase que no se trata por ahora de bienes eclesiásticos sino
laicales, pues no son de otra naturaleza los de hospitales, hospicios, cofradías, patronatos, memorias y capellanías laicales. Los obispos conservarán en ellos el derecho de visitarlos, esto es, aquella única jurisdicción
paternal y momentánea que les compete para velar sobre el cumplimiento de sus cargas piadosas.
Estas quedarán, sin duda, más bien aseguradas: 1º porque ninguno
sacará de sus fincas el 3 por 100 libre que se le dará sobre la renta de tabaco; 2º porque evitarán el gasto de administración y el riesgo del descuido,
abandono y malversaciones que va siempre unido a ellas.»
1. 5. Informe de Miguel Cayetano Soler (1798). Biblioteca de la
R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 201-210.
«Señor. En el Consejo de Estado de 31 de marzo del año anterior
expuso a Vuestra Majestad Don Pedro Varela que en el quatrienio de 93 a
96 los gastos havían excedido a las rentas ordinarias con motivo de la guerra de Francia en 1.264 millones de reales, cuya cantidad se havía, a corta
diferencia, cubierto con la creación de 64 millones de pesos en vales, con
los donativos voluntarios, con parte del préstamo de 240 millones y con
varias imposiciones sobre la renta del tabaco y contribuciones extraordinarias del clero.
Aquel quatrienio comprehendió tres años de guerra y uno completo de paz. La guerra de Francia, aunque dispendiosa, distaba mucho de
disminuir, por consiguiente, tan notablemente los ingresos de la Real
Hacienda como la guerra actual. La primera se hacía sobre nuestras fron-
Apéndices documentales
329
teras, sin atraher otro inconveniente respecto de los ingresos públicos que
concentrar en ellos mucha parte de los caudales de las otras provincias a
donde no es posible volviesen por una circulación pronta, pero, dejando
las de Yndias, en que los seguros no excedieron de 5 a 10 por 100 y del de
Europa, podían reponerse y continuar pagando las contribuciones sin
notable deterioro.
No sucedió así desde que se declaró la guerra a Inglaterra. La superioridad de sus fuerzas marítimas y la mayor pericia de sus oficiales,
inutilizando nuestra marina real, no solo interrumpió nuestro tráfico de
Yndias y cabotage, sino que, invadiendo igualmente los neutrales, nos ha
cortado casi toda comunicación por agua, privando a la nación de
muchos medios de subsistencia con incalculable perjuicio de la Caja
pública y menoscabo de la Real Hacienda, cuyos fondos se afianzan en la
creación de unos efectos y en el consumo de otros.
De aquí se deducirá que si en el quatrienio de 93 a 96 en que tuvo
un año de paz, siendo respetada nuestra vandera en todos los mares, se
experimentó un déficit de 1.264 millones, ¿a quánto no debe ascender lo
contrahído en los dos años que llevan de guerra con Inglaterra habiendo
sido menores las rentas y mucho mayores los gastos?
Su progresión anual desde el principio de la guerra de Francia lo
comprueba.
En 1793 ascendieron a 708 millones.
En 1794 a 946.
En 95 a 1029.
En 96 a 1070.
En 97 a 1204.
Tres causas han concurrido para este asombroso aumento: 1ª el
mayor número de generales y otros empleados en exército y marina a que
dio ocasión la guerra de Francia; 2ª los intereses de los vales creados
durante ella y de la multitud de empréstitos tomados baxo distintas formas, como igualmente el reintegro de algunos; 3ª, que es la principal de
todas, el quebranto de los vales reales que recae sobre la tesorería. En ella
se reciben como dinero efectivo y quando salen, de qualquier modo que
se executen los pagos, la Real Hacienda sufre el agio o quebranto, de
forma que en el año último, suponiendo que de los 1.204 millones de gastos entrasen 304 en efectivo y los 900 en papel, perdiendo este 20 por 100,
costó a Vuestra Majestad 180 millones.
Para cubrir un déficit semejante no han alcanzado los diversos
recursos adoptados de empréstitos ni caudales de Indias. El donativo
voluntario y el préstamo patriótico creados por Real Decreto de 27 de
mayo no pueden producir por más que se quiera hacer subir el cómputo,
330
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
ni aun para la mitad de las necesidades, ni con la prontitud que convendría mediante la continuación de una guerra que tanto aniquila, así por
los gastos que ocasiona como por lo que disminuye las facultades de los
contribuyentes por la interrupción total del comercio, y de América serán
muy escasos los socorros que de aquí adelante puedan ya obtenerse. El
Erario de nuestra España y el del Perú que son a los que podría recurrirse, se hallan empeñados, así por lo que subministraron para la guerra de
Francia, como por los grandes gastos que les han ocasionado las esquadras embiadas a aquellos parages y cuya manutención cuesta allí el doble
y aun triple que en Europa. Y finalmente el aumento de contribuciones,
que tanto repugnó al paternal corazón de Vuestra Majestad, sería gravísimo en estas circunstancias, así porque la guerra misma, encareciendo
todos los efectos ultramarinos, es la mayor de todas las contribuciones,
como porque faltan en el pueblo los medios de pagarlas, además de que
ni aun en este caso alcanzaría aquel aumento a cubrir los 120 millones en
que se computa la baxa que tienen actualmente las aduanas sobre los
tiempos de paz.
Don Francisco de Saavedra, desde su ingreso al Ministerio, conociendo el lamentable estado de la Real Hacienda y aspirando a remediar
los incalculables males a que exponía la Monarquía, se propuso desde
luego liquidar la deuda general de la Nación, y formando estados de las
rentas y gastos, presentar a Vuestra Majestad los medios de aumentar
naturalmente aquellas y disminuir estos a la época de paz, que entonces
no parecía tan diferente, inspirando entre tanto la confianza pública necesaria para obtener fondos con que subvenir a las urgencias, y después
para las grandes mejoras nacionales de que es susceptible el Reyno, que,
según la inmensidad de sus recursos, pueden darle tanto vigor y fuerza
en espacio de 10 a 15 años, que nada tenga que temer sobre su independencia y conservación.
Para fundamento de estas grandes importantísimas disposiciones,
y mientras se adquirían los datos necesarios a su fácil execución, propuso
a Vuestra Majestad el establecimiento de la Caxa de amortización con el
triple objeto de consolidar y aumentar el crédito público, de contener el
dispendioso quebranto de los vales y de proporcionar por la reunión en
ella de varios fondos esparcidos e infructíferos, la moderación del interés
del dinero y los medios de auxiliar a la tesorería en algunas urgencias instantáneas, como se ha verificado.
Pero la enorme diferencia entre las rentas y los gastos no solo ha
absorvido todos los recursos de que hasta ahora se ha hechado mano sino
que parece ha multiplicado los apuros, dexando siempre en pie las mismas necesidades con menos medios de subvenir a ellas. El atraso de la
Apéndices documentales
331
Marina, los suplementos de los Gremios y el Banco, que no podrán continuarlos si no se les facilitan pronto socorros; la costosa manutención del
Exército y los frecuentes apuros y urgencias de la Tesorería que constan a
Vuestra Majestad para los demás gastos del Estado, y los intereses de los
vales reales y acciones de empréstitos en las épocas de las renovaciones;
todo, pues, exige imperiosamente disposiciones extraordinarias que produzcan grandes fondos sin los quales se perdería el crédito público, y
dexando de pagar puntualmente a los asalariados por Vuestra Majestad y
a los acreedores del Estado, se expondría quizás el orden y la existencia
del Gobierno.
Desde que Vuestra Majestad tuvo a bien nombrarme a principios
de mayo por vocal de la Junta que presidió el marqués de Iranda y se
dignó después conferirme la Superintendencia de la Real Hacienda con la
dirección de la Secretaría, no he cesado de meditar profundamente sobre
un objeto tan importante al servicio de Vuestra Majestad como que de él
dependen el bien general del Estado y todas las operaciones políticas que
convenga ejecutar. Don Francisco de Saavedra me ha manifestado sus
ideas en las largas y frecuentes conferencias que hemos tenido sobre la
materia; he visto multitud de proyectos y memorias sobre arbitrios; he
oydo a sugetos de zelo e instrucción; y por resultado de todo propondré
a Vuestra Majestad el recurso que me ha parecido más natural y conforme a los mejores y más sanos principios de política y economía, de bastante extensión para subvenir a todas las presentes urgencias y aun las del
año próximo, en caso de que durante él no se haga la paz, nada costoso al
Erario de Vuestra Majestad, antes bien preparará sucesivamente grandes
ingresos a la Real Hacienda. Y finalmente su execución nada complicada
ni difícil proporcionará al Estado un grande aumento de riqueza y prosperidad futura.
Tales son las ventajas que produciría la providencia que tanto han
deseado los buenos políticos y que se halla ya adoptada por la opinión
pública de vender los bienes fondos de patronatos, hermandades, obraspías, hospitales y capellanías, como también las fincas territoriales pertenecientes a las encomiendas de las órdenes militares, e imponer su producto al rédito de un 3 por 100 en la Caxa de amortización con destino a
la extinción de vales reales y acciones de empréstitos. He leydo una
Memoria escrita en agosto de 94 y otra en octubre de 96 al declararse la
guerra actual en que se demuestra con toda evidencia no solo los grandes
beneficios públicos que resultarían al Estado, y son ciertamente obvios, de
la venta y circulación ulterior de dichos bienes y los aumentos que procurarán a las rentas reales, sino también en las ventajas que obtendrían
aquellas fundaciones, percibiendo los réditos de sus capitales con puntua-
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
lidad y la mayor confianza y seguridad que ahora inspira el sólido establecimiento de la Caxa de amortización sobre la simple asignación e
hypoteca de alguna o algunas de las rentas reales, que es lo que se proponía en aquellas memorias. Es tan notoria la mala administración de dichas
fincas que nadie dexa de compadecerse de los males que produce al
público su deterioro y abandono por lo que le priva de sus rendimientos
que es la mayor riqueza nacional y por lo que perjudica a los fines piadosos de los fundadores, de forma que, aun quando no fuese más que por
estas solas consideraciones, se miraría siempre como muy importante y
sería muy aplaudida la enagenación de dichas fincas en manos activas y
contribuyentes.
Por un cálculo aproximado (y que ciertamente es más diminuto
que exagerado, en vista de lo que se han multiplicado por todo el Reyno
hasta en las aldeas aquellas fundaciones, se puede computar en más de
200 millones de pesos el valor de las fincas imponible en la Caxa de amortización. Si a esto se agregan la imposición de fondos que voluntariamente hacen en ella algunas comunidades religiosas, y que ya pasan de 20
millones de reales, el producto de los maestrazgos de las órdenes militares, para cuya enagenación acaba Vuestra Majestad de obtener Breve pontificio, y el importe de los bienes de la Corona, excepto los sitios reales que
frecuenta Vuestra Majestad, que se halla ya resuelta, se verá que no solo
pueden extinguirse todos los vales reales y acciones de empréstitos creados hasta ahora, sino también los que las necesidades actuales y sucesivas
hasta la paz obliguen a crear, casi sin nuevo gravamen alguno para la Real
Hacienda, respecto de que, reduciéndose el interés de 4 y 5 por 100 que
ahora se paga a solo el tres que se satisface legalmente por los réditos de
las imposiciones en la Caxa de amortización, aquella diferencia a favor de
la Real Hacienda cubrirá los intereses de las nuevas creaciones de vales
que hayan de hacerse.
No hay duda alguna que entre todos los recursos que pueden
adoptarse en urgencias estrechas, ninguno es más expedito y menos gravoso que el de los vales reales, siempre que al mismo tiempo se obviasen
dos inconvenientes gravísimos que trahe consigo su creación, siendo
excesiva, con respecto a la masa de efectos circulables. El 1º es encarecer
las subsistencias y el 2º lo que perjudica a la Real Hacienda el agio o quebranto en la reducción a efectivo. Ambos se han experimentado causando
muchos males públicos y un desfalco asombroso al Real Erario por falta
de previsión y cálculo.
Se crearon 64 millones de pesos con una extinción lexana sin hypoteca inmediata y en un tiempo en que, circunscribiendo la guerra la circulación de los efectos comerciables y sin presentar medios de embeber por
Apéndices documentales
333
nuevas compras y ventas esta gran masa de papel moneda, era indispensable se siguiese su descrédito y un aumento adictivo de numerario sin
representación determinada, que havía de encarecer el precio de las cosas
en perjuicio del público, particularmente de los que viven de sueldos y de
Vuestra Majestad que es quien mayores gastos hace en la infinidad de
objetos que se compran para el Real Erario.
Si lo que aora propongo a Vuestra Majestad se huviese executado,
entonces, ¿quántos millones no se huvieran ahorrado? La venta de aquellos bienes, destinando su producto a amortizar vales, no solo facilitaba la
entrada en la circulación de mucho efectivo que existe guardado, sino que
daba mucho crédito al papel, constituyéndolo signo representativo de
efectos de la mayor estimación y aprecio para la seguridad que en todos
eventos inspira su posesión.
Es incalculable la favorable y grata sensación que puede haver en
el público un Real Decreto para la venta de derechos, bienes e imposición
de su producto en la Caxa de amortización. Por descontado no solo contendrá que suba el quebranto actual de los vales, sino que lo irá sucesivamente reduciendo hasta ponerlo a la par con la plata que es lo que tanto
interesa a la Real Hacienda.
Como no hay ciudad, villa ni lugar donde no existan algunos de
aquellos bienes, todos los sugetos pudientes del Reyno logran la ocasión
de emplear sus fondos, convirtiendo el papel en fincas que les ofrezcan
para lo porvenir otra tranquilidad; y cuyo cultivo y mejoras promoverá
una suma de trabajos públicos que será una nueva riqueza para el Estado.
Mejorando el crédito público por el establecimiento de la Caxa de
amortización y consolidado el valor de los vales y acciones de empréstitos con hypotecas efectivas, que empiezan desde luego a realizarse, no
puede ni debe haver inconveniente en hacer una nueva creación de vales
reales por el importe de 30 millones de pesos que seguramente no alterará el agio, no pudiendo considerarse más que como representación de la
misma o mayor cantidad, que muy en breve deberá extinguirse por la
venta de bienes nacionales y de las de manos muertas que han de imponerse en la Caxa de amortización.
Con aquella cantidad, y con lo que vaya produciendo el donativo
voluntario y el préstamo patriótico, se puede hacer faz a las urgencias
presentes y la tesorería cubrirá una gran parte de los atrasos de la Marina, Gremios y Banco, y reintegrará a la Caxa de amortización sus suplementos, para que desde luego se anuncie al público toda la extinción que
deba hacer, según los fondos de la Caxa, a fin que de este modo y multiplicando frequentemente las extinciones, se acrisole la buena fe y se vea
que, si por un lado las necesidades del Estado obligan a nuevas creacio-
334
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
nes de vales, por otro se extinguen los antiguos y que, al mismo tiempo,
por acertadas y oportunas disposiciones, se afianza una moral seguridad
de acabar en un breve período con todo el papel moneda, fundando la
deuda nacional a favor de las manos muertas, con positivo beneficio de
ellas, pues serán mayores sus rentas y más fácil y menos expuesta a colisiones su administración, y para que los que ahora viven en la inacción de
las rentas del Estado dediquen sus fondos a la agricultura, a la industria
y al comercio, con moderación del premio del dinero, y aumenten la
riqueza nacional, que es de donde deben derivar los grandes ingresos de
la Real Hacienda sin coartar ni detener la prosperidad pública.
Por no fatigar más la atención de Vuestra Majestad no desciendo a
otras reflexiones con que acabar de convencer la importancia de este plan
sencillo, sin inconvenientes ni perxuicio alguno por ningún lado, pero de
tanta extensión a favor del público y del Real Erario, que él solo parece
puede ser capaz de subvenir a todas las estrechas urgencias actuales y a
las futuras hasta que las circunstancias favorezcan para poder nivelar los
gastos con las rentas y dar la mejor forma posible a las contribuciones, en
quanto detienen los progresos de la riqueza pública y ellas mismas se
deterioran y perjudican recíprocamente unas a otras.
Pero aun antes de concluir, permítame Vuestra Majestad que
exponga a su alta consideración una reflexión que es la que más me anima
y consuela en la amargura de ver la actual desproporción entre los gastos
y las rentas y los riesgos y perjuicios que amenazan de no remediarla
prontamente. El Reyno de Vuestra Majestad es uno de los Estados de
mayores recursos naturales que se conocen y acaso el menos empeñado
de todos, pero que por una serie de desaciertos y negligencias no ha gozado del crédito público que le correspondía. Nuestra deuda nacional no es
la décima parte de la de Ynglaterra ni quizás la mitad de la de Holanda.
Aun quando la paz no se haga en todo el año próximo, no puede exceder
de 250 millones de pesos a lo sumo. El rédito de este capital al 3 por 100
es el de 7 millones y medio, cantidad muy moderada con respecto a otros
aumentos que puede tener la Real Hacienda a la época de la paz, así con
respecto a la circulación de los bienes de fundaciones que se han de vender para imponer su importe en la Caxa de amortización, como a varios
impuestos poco o nada gravosos que pueden entonces establecerse preparándolos desde ahora, y a que los grandes progresos que debe hacer
nuestro comercio y navegación y la agricultura de las colonias, de forma
que, tranquilizada la Europa, el Estado menos empeñado y en que los
vasallos pueden tener más medios de subsistencia será el de Vuestra
Majestad, y en donde, en la generalidad, hayan padecido menos con una
guerra tan larga y destructora, por la paternal y benéfica atención de
Apéndices documentales
335
Vuestra Majestad a no gravarles durante ella y por la adopción de recursos que en sí mismos envuelven los principios de una grande prosperidad
futura.
Vuestra Majestad resolverá lo que más fuere de su Real agrado, en
inteligencia de que si esta propuesta mereciese su Real aprobación, extenderé los decretos consiguientes, en términos que persuaden desde luego
las ventajas que se han de seguir al Estado, para que sean mejor recibidos.»
2. LA NORMATIVA
2. 1. Real Cédula de 25 de septiembre de 1798. Suplemento a la
Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 117-119.
«Don Carlos, etcétera. Sabed: Que de mi Real Orden se remitió al
Consejo en diez y nueve de este mes, para que lo tuviese entendido, y dispusiera su cumplimiento en la parte que le toca, copia del Real Decreto,
que dirigió con la propia fecha a Don Josef Antonio Caballero, mi Secretario de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia, cuyo tenor
es como se sigue.
REAL DECRETO. “Continuando en procurar por todos los medios
posibles el bien de mis amados vasallos en medio de las urgencias presentes de la Corona, he creído necesario disponer de un fondo quantioso que
sirva al doble objeto de subrogar en lugar de los vales reales otra deuda
con menor interés e inconvenientes y de poder aliviar la industria y
comercio con la extinción de ellos, aumentando los medios que para el
mismo intento están tomados; y siendo indisputable mi autoridad soberana para dirigir a estos y otros fines del Estado los establecimientos
públicos, he resuelto, después de un maduro examen, se enagenen todos
los bienes raíces pertenecientes a Hospitales, Hospicios, Casas de Misericordia, de Reclusión y de Expósitos, Cofradías, Memorias, Obras pías y
Patronatos de legos, poniéndose los productos de estas ventas, así como
los capitales de censos que se redimiesen, pertenecientes a estos establecimientos y fundaciones, en mi Real Caxa de Amortización baxo el interés anual del tres por ciento, y con especial hipoteca de los arbitrios ya
destinados y los que sucesivamente se destinaren al pago de las deudas
de mi Corona y con la general de todas las rentas de ella, con lo que se
atenderá a la subsistencia de dichos establecimientos y a cumplir todas
las cargas impuestas sobre los bienes enagenados, sin que por esto se
entiendan extinguidas las presentaciones y demás derechos que correspondan a los Patronos respectivos, ya sea en dichas presentaciones, ya en
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
percepción de algunos emolumentos, o ya en la distribución y manejo de
las rentas que produzcan las enagenaciones, que deberán hacerse por los
medios mas sencillos, subdividiéndose las heredades en quanto sea posible para facilitar la concurrencia de compradores y la multiplicación de
propietarios, executándose las ventas, que por esta vez serán libres de
Alcabalas y Cientos, en pública subasta con previa tasación. También
quiero que de estas reglas se exceptúen aquellos establecimientos, memorias y demás que va expresado en que hubiere Patrono activo o pasivo por
derecho de sangre, en los quales los que por la fundación se hallaren
encargados de la administración de los bienes tendrán plenas facultades
para disponer la enagenación de ellos, poniendo el producto en la Caxa
de Amortización con el rédito anual de tres por ciento, sin que para esto
sea necesaria información de utilidad, por ser bien evidente la que resulta. Es también mi voluntad que si en algunas de las fundaciones dichas,
cuyos bienes se enagenen, hubiesen cesado sus objetos, se lleve razón
separada del adeudo de los mismos intereses, que se retendrán en calidad
de depósito hasta que Yo tenga por conveniente su aplicación a los destinos más análogos a sus primeros fines, y que se invite a los muy Reverendos Arzobispos y Reverendos Obispos y demás Prelados Eclesiásticos,
Seculares y Regulares, a que, baxo igual libertad que en los Patronatos de
sangre y Obras pías laicales, promuevan espontáneamente por un efecto
de su zelo por el bien del Estado, la enagenación de los bienes correspondientes a Capellanías colativas u otras fundaciones eclesiásticas, poniendo su producto en la Caxa de Amortización con el tres por ciento de renta
anual y sin perjuicio del derecho de Patronato activo y pasivo y demás
que fuese prevenido en las fundaciones y erecciones de dichos beneficios.
Últimamente quiero que este expediente se pase al Ministerio de Hacienda para que por él se tomen las disposiciones más sencillas, menos costosas y más conducentes a la execución de lo que va mandado. Tendréislo
entendido y lo comunicaréis a quien corresponda para su más exacto y
puntual cumplimiento. En San Ildefonso, a diez y nueve de Septiembre
de mil setecientos noventa y ocho. A Don Josef Antonio Caballero.” Publicado en el mi Consejo el citado Real Decreto y orden, en su inteligencia y
de lo expuesto por mis Fiscales, acordó su cumplimiento y, para que le
tenga, expedir esta mi Cédula. Por la cual os mando a todos y cada uno
de vos en vuestros lugares, distritos y jurisdicciones veáis el Decreto que
queda inserto, y le guardéis, cumpláis y executéis, y hagáis guardar, cumplir y executar según y como en él se contienen en la parte respectivamente os corresponda, a cuyo fin daréis las órdenes y providencias que se
requieran y sean necesarias, por convenir así a mi Real servicio, causa
pública y utilidad de mis vasallos.»
Apéndices documentales
337
2. 2. Formulario de escritura de imposición (Instrucción de 16 de
enero de 1800). A. H. N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012, y Clero secular y regular, legajo 1.940/5.
«Número _________
Provincia de _________
Escritura de imposición sobre el Real Fondo de Amortización de
_________ con réditos de tres por ciento a favor de _________
En la _________ , ante mí el Escribano de número _________ de esta
Capital y testigos: el señor Don _________ , como Comisionado regio y
autorizado por el Rey nuestro Señor (Dios le guarde) para el otorgamiento de esta Escritura, dixo: Que, con el objeto de extinguir las deudas de la
Corona, se sirvió Su Majestad, por Decreto de veinte y seis de Febrero de
mil setecientos noventa y ocho, crear la Real Caxa de Amortización, con
amplias facultades para subrogar otros medios menos gravosos, consignando e hipotecando, para el pago y seguridad de los capitales e intereses, especialmente los fondos destinados a la misma amortización y las
asignaciones sobre rentas determinadas y, en general, todos los productos
de la Real Hacienda, reservándose fixar por Decretos particulares la
forma y condiciones de cada arbitrio nuevo que se adoptase al propio
intento. Que, en su conseqüencia, por otros dos Decretos de diez y nueve
de Septiembre del propio año, tuvo a bien Su Majestad de resolver que se
enagenasen todos los bienes raíces pertenecientes a Hospicios, Casas de
Misericordia, de Reclusión y de Expósitos, Cofradías, Memorias, Obras
pías y Patronatos de Legos, invitar a los Muy Reverendos Arzobispos,
Reverendos Obispos y demás Prelados Eclesiásticos Seculares y Regulares para que promoviesen la venta de bienes de Capellanías colativas y
otras fundaciones de su clase, y de conceder a los poseedores de Vínculos
y Mayorazgos y de Patronatos semejante licencia para enagenar los
correspondientes a estas manos muertas, poniéndose los capitales que
resultasen líquidos de todas las indicadas ventas y de los censos comprehendidos en los citados Reales Decretos que se redimiesen en la Real Caxa
de Amortización, con el interés anuo del tres por ciento, como consta más
por menor de los citados Reales Decretos y de la adición a la Instrucción
de veinte y nueve de Enero de mil setecientos noventa y nueve, aprobada
por Su Majestad en veinte y siete de Diciembre del mismo, de que doy fe
y a que remito. Que, en cumplimiento de estas soberanas determinaciones, se han hecho diferentes enagenaciones, imponiéndose su precio en la
Real Caxa, como los capitales de algunos censos redimidos, y se han otorgado las correspondientes escrituras por su Director en los términos prevenidos por Su Majestad en los mismos Reales Decretos, y otro expresado en Real Cédula de seis de Julio del propio año, por el que se pasó la
338
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Caxa al cargo de la Tesorería general, hasta que, con la aprobación de la
mencionada adición, mandó Su Majestad que se otorgasen por los Intendentes y Comisionados Regios que se sirvió autorizar para ello. Y, habiéndose entregado _________ , usando el Señor _________ de las facultades
concedidas, otorga que, en nombre de Su Majestad y de los Señores Reyes
sus sucesores, constituye censo redimible con el rédito anuo del tres por
ciento a favor de _________ , por precio _________ y quantía de _________
, que confiesa ha recibido Su Majestad en los términos que tiene
mandado; y como, aunque la entrega ha sido cierta, no parece de presente, renuncia la excepción de la non numerata pecunia y leyes del caso,
poniendo, como a mayor abundamiento pongo, con este protocolo, la
Carta de pago original que lo acredita. Y obliga al referido Real Fondo a
contribuir con la pensión anual de _________ , o quien legítimamente lo
represente, en dos plazos iguales de por mitad de seis en seis meses,
empezando a correr desde _________ hasta su quita y redención, pena de
execución y costas de la cobranza, con expreso pacto y condición de que
se han de satisfacer en la
_________
de la Real Hacienda,
que es la más inmediata al mencionado Pueblo de _________, con preferencia y prontitud, que lo hace con las demás cargas de justicia, observándose asimismo todas las demás que son conformes a la naturaleza de este
contrato de censo redimible. Y el Señor Otorgante obliga a la seguridad y
pago de los citados capital y réditos, a nombre de Su Majestad y Señores
Reyes sus sucesores, por especiales y expresas hipotecas, los caudales
actuales y futuros del Real Fondo de Amortización y, en general, todas las
rentas de la Real Hacienda, con renunciación de leyes, fueros y derechos
de su favor, queriendo se dé copia auténtica de este instrumento con
inserción de la Carta de pago, para que sirva de título y puedan pedirse
y cobrarse los réditos hasta verificarse la redención. Tomándose razón en
las Contadurías generales de Valores y Distribución de la Real Hacienda
y en la de esta Provincia. En cuyo testimonio así lo otorga y firma su
_________
, a quien doy fe conozco, siendo testigos _________.»
3. LA EJECUCIÓN
3. 1. Lista de los comisionados de la Comisión Gubernativa de
Consolidación en las capitales de provincia (1803). A. H. N., Consejos,
legajo 2.980.
«Alicante: Juan Cassón y Compañía.
Aranda del Duero: Josef Ponce de León.
Alcalá: Juan Josef de Landa.
Apéndices documentales
339
Ávila: Fernando Echepare y sobrinos.
Bilbao: Viuda de Ybargüengoitia e hijo.
Burgos: Andrés Frayle.
Badajoz: Tomás Merino Ortiz.
Barbastro: Joaquín de Altahoja.
Barcelona: Ramón de Llordella e hijo.
Cádiz: Benito de la Piedra.
Cartagena: Manuel de Ozores.
Ciudad Real: Ramón Antonio de Pico.
Córdoba: Barcia padre e hijo.
Coria: Josef Muñoz de Roda.
Cuenca: Viuda de Escolar y Noriega e hijos.
Coruña: Manuel Antonio de Elzaurdi.
Ciudad Rodrigo: Antonio López.
Granada: Francisco Unzaga.
Guadalaxara: Ysidoro García Plaza.
Lorca: Cassón, hermanos, sobrino y compañía.
León: Pedro Gil de Tejada.
Lugo: Josef María Gayoso.
Málaga: Juan Ximeno, interino.
Montilla: Alonso José Salguero.
Murcia: Señores Moreda y Ladalid.
Mondoñedo: Josef López de Acebedo.
Orihuela: Pedro Martín Migueltorena.
Orense: Fernando Rey.
Oviedo: Manuel Rubiano.
Pamplona: Viuda de Barbería e hijos.
Palencia: Nicolás Calonga e hijo.
Palma: Martín Mayol.
Puerto de Orotava: Juan Cólogan.709
Puerto de Vega: Vicente Fernández Reguera y Trelles.
San Sebastián: Juan Ramón de Goicoechea.
Santo Domingo: Miguel de Mateo.
Santander: Señores Vial e hijo.
Sevilla: Josef Antonio Gómez e hijo.
San Clemente: Sebastián Martínez.
Salamanca: Señores Urrero y Casaseca.
De 1798 a 1803. LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad…, op. cit., pp. 80 y 110.
709
340
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
San Lorenzo: Antonio García del Arco.
Santiago: Manuel de la Riva Moreno.
Sigüenza: Benito Ciruelos y Roxo.
Segovia: Viuda de Josef Manuel Ramiro y Martín.
Soria: Andrés Martínez de Aparicio.
Tudela: Martín de Yrurtia y Sala.
Talabera: Salbador Barruso de Ybarreta.
Toledo: Señores Chávarri y Posadillo.
Teruel: Pedro López de Goicoechea.
Toro: Josef Ligero.
Tuy: Pedro de la Riva Andrés.
Vitoria: Josef Fernández de la Cuesta.
Valencia: Francisco Peirolón y compañía.
Valladolid: Francisco Durango e hijo.
Zamora: Vicente Pérez de Texada.
Zaragoza: Tomás de la Madrid».710
3. 2. Representación de Pedro Canel Acevedo sobre la oposición
a las ventas en Asturias (Coaña, Asturias, 29 de junio de 1800). A. H. N.,
Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1).
«Señor. En todo aquel vuestro Principado de Asturias reyna una
preocupación general muy perjudicial a vuestro real erario que retarda
infelizmente las ventas de vienes eclesiásticos mandados enajenar por
vuestras reales hórdenes.
Se dice y aun promueve por las justicias mismas y personas particulares adictas a sus fines y privados intereses de que semejantes hórdenes fueron establecidas, no para vender en efecto, sino para saber quién
tenía dinero y no lo havía dado a Vuestra Majestad en empréstito o donativo, según estaba prevenido anteriormente. Que, al cabo de cierto número de años, los vienes vendidos han de bolver a sus antiguos dueños, y los
compradores, con el dinero desembolsado, perdido.
Estas máximas, Señor, son muy atrozes, y tanto más de notar que
son esparcidas por gentes que tienen interés en ello. De aquí se orijina,
tanto en dicho Principado de Asturias como en el inmediato reyno de
Galicia y otras partes, el no haver quien execute dichas ventas, porque las
justicias a quienes están cometidas son las que las retardan, como cone-
710
PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202, cita, como comisionados en Zaragoza, primero a Juan Martín de Goicoechea y luego a Miguel, y no
Tomás, de la Madrid.
Apéndices documentales
341
xionadas, interesadas y que les parece van a destruir su propio país, aniquilando la carrera de sus hijos, amigos, parientes y vecinos al sacerdocio,
etcétera.
Convendría, señor, quitarles semejantes comisiones y nombrar
comisionados hábiles y expertos de horden vuestra, que lo executasen, o
bien dándoles un tanto por ciento, o bien con sueldo fijo, tal vez a costa de
las mismas justicias morosas, o tal vez a que no lo hiciese de balde, con
calidad de emplearle después y recompensarle su mérito, que no faltarían.
De este modo vería Vuestra Majestad, en breve, cumplidos sus reales deseos y, acaso, el público mejor servido y las jentes comunes desengañadas de sus preocupaciones, que, de otra suerte, será nunca acabar
según lo acredita la experiencia. Semejantes disposiciones tienen, por lo
común, buen éxito, como lo acredita la comisión dada a don Manuel
Carrancio para la intendencia de Madrid por Vuestra Majestad.
El exponente, señor, que ha desempeñado de horden vuestra varias
comisiones de mayor peso, sin interesarse en cosa alguna, como es notorio, y que ha desempeñado muchos encargos de horden superior, sirviendo a Vuestra Majestad sin interés alguno, se ofrece a hazer lo propio en el
presente caso, en medio de sus continuas ocupaciones, dedicándole al
partido que fuere de vuestro real agrado, en que tendrá el mayor honor y
complacencia. Dios nos guarde la real y cara persona de Vuestra Majestad
los años que la religión y el reyno le han de menester. De la Villa de
Coaña, en el vuestro Principado de Asturias, y junio 29 de 1800. Señor, a
los pies de Vuestra Majestad. Licenciado don Pedro Canel Acevedo.»
4. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO
4. 1. Real Cédula de 18 de noviembre de 1808 por la que se suspende la venta de bienes de capellanías, obras pías y comunidades religiosas y otras de esta especie en virtud de bulas y providencias del anterior Gobierno. Colección legislativa de la deuda pública de España, op. cit., 1,
pp. 564-566.
«Don Fernando VII, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León,
de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de
Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de
Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén; Señor de Vizcaya
y de Molina, etcétera; y, en su Real nombre, la Junta Central Suprema y
Gubernativa del Reino: a los presidentes, regentes y oidores de las Chancillerías y Audiencias, Juntas superiores de las provincias, corregidores,
asistente, intendente, gobernadores, alcaldes mayores y ordinarios, y
342
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
otros jueces, justicias, ministros y personas de cualquier clase, estado y
condición que sean de todas las ciudades, villas y lugares de estos nuestros Reinos y Señoríos, así de realengo como de señorío, abadengo y órdenes, salud y gracia, sabed: Que con fecha de 16 de este mes se ha dirigido
al nuestro Consejo el Real Decreto siguiente:
El Rey nuestro Señor, y en su nombre la Junta Suprema gubernativa del Reino, tiene acordado muy de antemano que se suspenda la venta
de bienes de capellanías, obras pías, comunidades religiosas y otras cualesquiera de esta especie que se hacía en virtud de Bulas Apostólicas y
providencias del anterior Gobierno, otorgándose solo las escrituras de los
fondos que ya estuviesen entregados en metálico por los compradores y
devolviéndose los depositados en vales reales u otro género de créditos,
y los bienes a las obras pías a que perteneciesen; y, por no haverse circulado esta resolución con la generalidad y publicidad que eran necesarias,
ha resuelto la Junta Suprema que se comunique al Consejo, por el cual y
por sus comisionados van ahora estos asuntos con los de la consolidación
de vales reales, para que lo haga publicar y observar; disponiendo que
cesen enteramente los comisionados para las ventas y que los que lo han
sido para el recibo de sus precios y valores y paga de los réditos a las mismas obras pías, formen y den sus cuentas hasta fin de octubre, y envíen,
dentro de quince días, relaciones de los fondos que existan en poder de
cada uno, y de los réditos que se deban a cada obra pía con toda distinción; haciendo que los comisionados para las ventas extiendan y remitan
igual relación; pasando el Consejo esta noticia a la Junta en cada semana
como se fuesen recogiendo. Tendrase entendido en el Consejo y dispondrá su cumplimiento. El Conde de Floridablanca. En Aranjuez, a 16 de
noviembre de 1808. Al Duque Presidente del Consejo.
Publicado en el hoy día de la fecha, se acordó su cumplimiento y,
para ello, expedir esta nuestra carta. Por la cual os mandamos a todos y
cada uno de vos en vuestros respectivos lugares, distritos y jurisdicciones,
veáis el Real Decreto inserto y le guardéis, cumpláis y ejecutéis, y hagáis
guardar, cumplir y ejecutar en todo y por todos como en él se contiene,
dando para ello las órdenes y providencias que convengan y sean necesarias. Y encargamos a los muy reverendos arzobispos, reverendos obispos
y a los cabildos de las iglesias metropolitanas y catedrales, sus visitadores
o vicarios, a los demás ordinarios eclesiásticos que ejerzan jurisdicción y
a los superiores o prelados de las órdenes regulares, párrocos y demás
personas eclesiásticas de estos nuestros Reinos, observen lo dispuesto en
esta nuestra carta en lo que respectivamente les toca, sin permitir contravención en manera alguna. Que así es nuestra voluntad; y que el traslado
impreso de esta nuestra carta, firmado de Don Bartolomé Muñoz de
Apéndices documentales
343
Torres, nuestro secretario, escribano de cámara más antiguo y de gobierno de nuestro Consejo, se le dé la misma fe y crédito que a su original.
Dada en Madrid a 18 de noviembre de 1808. El Duque del Infantado. Don José Navarro. Don Tomás Moyano. Don Ignacio Martínez de
Villela. Don Pascual Quílez y Talón. Yo Don Bartolomé Muñoz, secretario
del Rey nuestro señor y su escribano de cámara, la hice escribir por su
mandado de acuerdo de los de su Consejo. Registrada, Don José Alegre.
Teniente de Canciller mayor, Don José Alegre. Es copia de su original, de
que certifico, Don Bartolomé Muñoz.»
4. 2. Memoria presentada al Consejo Supremo de Regencia sobre
las bases del Crédito Público, de José Canga Argüelles (Cádiz, 6 de
marzo de 1811). D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 1, pp. 781-793.
«Serenísimo Señor: Los Secretarios de las Cortes generales y
extraordinarias del Reino, en papel de 3 de febrero último, me dicen lo
siguiente:
Además de lo que por decreto de este día han resuelto las Cortes
generales y extraordinarias, prescribiendo la parte de contribuciones y
débitos, en cuyo pago deberán admitirse los suministros hechos por los
pueblos, y lo que hayan entregado los particulares con calidad de reintegro para nuestros ejércitos y plazas, han dispuesto las mismas, con el
objeto de que se restablezca el crédito público, que el Consejo de Regencia proponga a su soberana resolución las providencias que, además de
las contenidas en el referido decreto, convenga adoptar respecto a los
acreedores de otros ramos, con la debida especificación y según corresponda a cada clase de débitos, a las circunstancias del Erario y a lo que
respectivamente influyan en el crédito nacional.
Mientras los vales reales apenas representan un valor mayor que el
del papel en que están impresos y mientras los acreedores de juros, de
réditos, de préstamos y de censos perecen en la miseria, sufrimos los efectos de una bancarrota espantosa que esteriliza los recursos y rompe la
unión del ciudadano y el Gobierno.
¡Qué bancarrota más fatal que la que estamos padeciendo! Los
vales apenas encuentran tomadores; los pagarés de Tesorería se miran
despreciados; los acreedores tienen con sus créditos un recuerdo fatal de
su antigua riqueza y detestan en la miseria el momento en que fiaron del
Gobierno creyendo en sus palabras. En semejante situación, ¿cómo
encontrará Vuestra Majestad recursos? Solo sentando el crédito sobre las
bases indestructibles de la buena fe.
Aunque en el expediente que motiva esta exposición brilla el celo y
las luces de los ministros, a quienes Vuestra Alteza se sirvió consultar,
344
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
limitadas sus observaciones al arreglo parcial de las oficinas de consolidación, no ofrece las resultas benéficas que la patria esperaba en negocio de
tan grave interés.
Empeñados como estamos, con gloria, en la guerra actual (dicen
aquellos) es imposible seguirla por largo tiempo sin los recursos del crédito, que cuando le hay, son inmensos. ¿Y se restablecerá decidiendo la
cuestión de si el gobierno de los fondos destinados al pago del capital y
réditos de los vales ha de estar al cargo exclusivo del Consejo, al de los
encargados de la comisión o al de una junta; si se han de renovar o no los
vales de enero, y si el número de empleados ha de ser mayor o menor que
el que en el día existe?
Uno de los males que afligen hace años a España es el afán de los
empleos; por manera que el Gobierno consume más tiempo en contestar
a las pretensiones que suscita el interés individual que en meditar los planes convenientes a labrar el bien general del Estado. El expediente a que
me refiero ofrece pruebas bien señaladas de esta verdad.
Estos son los puntos que se ventilan en los papeles reunidos; al
mismo tiempo que algunas providencias, arrancadas por la fuerza de las
circunstancias, aumentan la depreciación de los efectos públicos. La que
aplica a Tesorería general los fondos de la consolidación, hace que, según
el fiscal del Consejo, «sea inútil tratar de consolidar el crédito público ni
de fijar reglas sobre él».
Realmente, Señor, es una quimera el querer sostener el crédito
cuando se quitan los medios. Se impusieron también nuevas contribuciones; se aumentó el número de sus sacrificios, consolándole con que llevaban por objeto exclusivo el libertar al pueblo del peso de la deuda; y, al
momento, se le burló aplicando los rendimientos a otros fines y dejándole gravado con la carga antigua y con las demás nuevas.
La que desconoce la obligación a pagar las deudas contraídas por
la Junta Central ataca directamente el crédito, porque fija la duración de
las obligaciones a la de las personas puestas al frente del Gobierno, y la
que anula los vales antiguos que llevan la marca del Rey intruso, sobre ser
poco política, descubre ideas pequeñas en la materia y aleja los recursos
de la desconfianza.
¡Yo creí, Señor, sepultado este error con el imperio de la arbitrariedad! En el antiguo Ministerio fue muy común este lenguaje, que es el del
despotismo y el de la inexactitud de ideas, pues que reduce la duración
de los empeños del Estado a la de los Monarcas; pero que se repita entre
nosotros, desde el momento en que, lanzado el grito de independencia,
proclamamos nuestros derechos, es lo más monstruoso y más propio para
desacreditarnos.
Apéndices documentales
345
No permita Vuestra Majestad que ni siquiera se piense en discutir
el punto de si está la nación obligada a satisfacer los gastos antiguos de su
Gobierno, porque sería dejar abierta la puerta para que nadie se fiase de
las promesas de Vuestra Majestad, imposibilitándonos de llevar a cima la
gloriosa empresa que nos tiene armados.
Destruye el crédito la disposición antigua de no reconocer obligación al pago del capital de los vales, cuando el tenedor se descuida en presentarlos a la renovación por tres años, y encierra un fondo de perfidia la
que excluye los vales del pago de contribuciones y derechos.
Si a esto se allegan las solicitudes, hasta aquí o desatendidas o falladas indecisamente, sobre devolución de vales a los que los tenían presentados en las oficinas de Madrid cuando la invasión francesa, los riesgos que la
prudencia encuentra en la falta de renovaciones, el atraso en el pago de los
réditos y en las extinciones de los capitales, la frialdad con que se dejan de
cumplir las promesas más solemnes y los pactos más sagrados, y, sobre
todo, el afán con que se contraen deudas, con que se arranca al labrador sus
frutos y al artesano el precio de sus sudores, sin consolarlos con reconocer
sus créditos, no deberá admirarnos la desconfianza con que se miran las
operaciones de Hacienda y la baja que sufre nuestro papel moneda.
Si no mudamos de conducta, llegará día en que el Tesoro público
quede reducido a los miserables rendimientos de las rentas y, sitiados por
hambre, carezcamos de caudales y hasta de la compasión de los que nos
observen. Si no adoptamos las ideas liberales ¿cómo hacer frente a las
inmensas obligaciones que nos rodean? La mano del hombre prudente
esconderá sus tesoros y dejará perecer la patria entre las convulsiones de la
necesidad antes que fiarle el precio de sus ganancias o de sus economías.
Una vez perdido el crédito, es difícil de restablecer; así como, una
vez cimentado, puede facilitar recursos más abundantes que las minas
más poderosas.
Es preciso que Vuestra Alteza y el Congreso nacional traten de restablecer el crédito, para lo cual conducen mucho la justa confianza que la
nación tiene en sus ilustres representantes y la autoridad que les dan sus
poderes. Aprovechemos tan feliz coyuntura y, sin contenernos por las circunstancias, sentemos las bases de la fe pública; y, limpiando a la Real
Hacienda de la mala semilla que un Gobierno arbitrario dejó en ella,
liguemos sus intereses con los del pueblo haciendo aparecer la verdad y
la justicia. «Las circunstancias, según el fiscal del Consejo en su exposición, son muy apuradas; pero sean las que quieran, nunca deben servir de
pretesto para violar los principios de la justicia natural».
La teoría del crédito tiene una íntima conexión con la moral o,
mejor diré, que los principios de esta y de aquel son unos mismos. Las
346
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
operaciones de la Hacienda en esta sola parte pueden variar las costumbres de la nación entera.
El descrédito hace que los ciudadanos no se fíen en el Gobierno; la
desconfianza, nacida de la falta del cumplimiento de las palabras, aísla los
hombres, les hace olvidar sus relaciones con la patria, y los engaños causados por los agentes del Erario introducen la indiferencia sobre la suerte del Estado, precursora de su ruina.
Acordémonos de lo que por nosotros pasaba en los últimos años
del reinado anterior: todos se desentendían de la voz del Gobierno y
miraban como una gracia el burlar sus providencias; ¡Ojalá que en el 2 de
mayo hubiera acabado esta conducta y los motivos de ella!
Estos exigen que lo que se debe, o se pague de pronto, o, al menos,
se estipulen los plazos y se adopten medios para realizarlo. La moral de
los Gobiernos no puede ser distinta de la de los individuos; y solo el
abuso de la fuerza que los hombres han confiado para su defensa puede
desconocer esta verdad hasta el extremo de sofocar con la ley los clamores del que reclama sus derechos.
Nos hallamos en el caso de que la nación reconozca la deuda antigua y moderna y asegure de algún modo su pago. Nada haremos limitando a los vales nuestras ideas; las del Gobierno deben de ser más extensas
¿Por qué asegurar el crédito del papel moneda y abandonar el de los préstamos; pagar los créditos de los reinados y desdeñar los juros; satisfacer a
los asentistas y dejar envejecerse las deudas contraídas con los pueblos?
Para realizar empresa tan gloriosa es preciso que Vuestra Alteza se
detenga a conocer la magnitud de la deuda pública de España, examinando sus partidas y comparándolas con las fuerzas del Estado. Este análisis
derramará algún alivio sobre el pueblo; y, al anunciarle el decreto benéfico que espera de la justicia del Congreso nacional y de la ilustración de
Vuestra Alteza, se dilatará la esfera de nuestras esperanzas y recursos, y
las angustias, ya que no desaparezcan, al menos mitigar su rigor.
Los engaños, si socorren por el momento, una vez descubiertos,
ahuyentan a los hombres y desacreditan al Gobierno. Acordémonos del
préstamo de 400.000.000 decretado en el año de 1798; y lo ocurrido entonces bastará para hacernos cautos y para tomar un rumbo opuesto al que
entonces se siguió.
PUNTO PRIMERO.
De la magnitud de la deuda pública en España.
1º Desde que los Gobiernos hallaron en el crédito un recurso abundante para satisfacer sus caprichos, dieron suelta a sus planes ruinosos al
pueblo, aunque lisonjeros a sus pasiones. España, en los siglos del poder
Apéndices documentales
347
militar, combinaba la importancia de las empresas con la fuerza física y
bursátil de sus moradores, y derramaba la carga al compás de las necesidades y de la posibilidad efectiva de satisfacerlas.
2º Variada la táctica militar o, mejor diré, sustituido el imperio de
la arbitrariedad al de la ley, los reyes, sin contar con la nación, declararon
las guerras, ajustaron las paces y, sacrificando la sangre y la subsistencia
de los pueblos al engrandecimiento de sus familias, establecieron nuevos
tributos, recargaron los antiguos, perpetuaron los temporales, pusieron
en pública subasta los atributos más nobles de la soberanía; y, fatigados
con la extensión de sus proyectos y con la falta de medios para llevarlos
a cabo, vincularon en la posteridad los efectos exterminadores de sus
medidas.
3º Los préstamos y las negociaciones de dinero, los juros y los censos, los vales reales y todos los artículos de la deuda pública de España son
unos documentos que representan caudales cuyo reintegro se estipuló para
los siglos posteriores a los en que se han consumado. Sus nombres, tan
varios como los apuros y las circunstancias, ofrecen la imagen del sacrificio
decretado a los nietos para satisfacer los proyectos de los abuelos.
4º Los Gobiernos, lo mismo que los hombres, tímidos al principio,
convierten en arte la costumbre de engañar. Yo veo a la reina católica, la
inmortal Isabel, vender sus joyas para reintegrar los fondos que a préstamo tomaba a sus vasallos y a los negociantes extranjeros; a Carlos V constituir los juros y los censos con réditos, y a sus hijos y sucesores tomar a
la fuerza los caudales de particulares, suspender los pagos y negar el
cumplimiento de los contratos más solemnes; Felipe V, no pudiendo satisfacer las deudas contraídas por sentarse en el trono de los Ataúlfos, desdeña su pago; Fernando VI se declara sin obligación de pagar los créditos
de sus mayores, y Carlos III y Carlos IV, al mismo tiempo que proclaman
los principios eternos de la justicia, aumentan la deuda en la cantidad de
5.933.745.264 reales, 4 maravedís; siendo el resultado de todo hallarse
España, en el mes de julio de 1808 con la enorme suma de 7.194.266.839
reales, 33 maravedís de deudas, según aparece del estado que incluyo con
el número 1.
¿Quiere Vuestra Majestad una prueba más sensible del desconcierto en que hemos vivido que el de no saber fijamente a cuánto asciende la
deuda pública? El año 1799 se pensó en formar un estado de ella; pero la
política de aquella época se oponía a su realización.
Solo un hombre inmoral y avenido con las trampas puede vivir sin
saber a cuánto ascienden sus empeños; y el Gobierno ha llegado a nosotros sin conocer la extensión de las deudas al mismo tiempo que las
aumentaba.
348
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
5º Aunque los errores de cálculo de los arbitristas de tres siglos descargaban toda su influencia sobre nosotros, en el momento de la santa
insurrección, sin arredrarnos con el peso de las deudas, supimos romper
los grillos de la esclavitud; hemos buscado fondos y hemos contraído
nuevas deudas, jurando consumir nuestras riquezas y nuestra sangre
antes que ceder a la opresión extranjera.
6º De lo dicho se infiere que la deuda pública de España consta de
dos clases: una relativa a los tiempos anteriores al 18 de marzo y ya consolidada, que llamaremos «deuda reconocida», y otra que abraza las
sumas no satisfechas al tiempo del levantamiento de la nación y las consumidas y no pagadas desde este momento hasta el día, a la cual daremos
el nombre de «deuda pendiente no reconocida».
PÁRRAFO I.
Naturaleza y extensión de la deuda pública reconocida.
7º Asciende en el día a 5.972.871.647 reales, 33 maravedís. Consta
de las partidas siguientes:
1. Juros: 1.260.521.565, 29.
2. Créditos de reinados: 88.552.547.
3. Vales reales: 1.889.967.152.
4. Empréstitos: 448.511.605, 20.
Nacionales: 156.761.605, 20.
Extranjeros: 291.750.000.
5. Censos: 2.500.464.
Sobre tabaco: 200.823.409.
De particulares: 91.677.055.
6. Fianzas 3.703.172.
7. Vitalicios: 166.832.618.
Al 7 y 8 por 100: 73.832.618.
Al 9 y 10 por 100: 93.000.000.
8. Empeños con las casas públicas de comercio: 168.906.121, 18.
Con los Cinco Gremios: 43.272.730.
Con el Banco: 125.633.391, 18.
9. Capitales de fincas de obras pías enajenadas: 1.653.376.402.
5.972.871.647, 33.
PÁRRAFO II.
Rebajas o castigos que pueden hacerse en la suma anterior.
I.
8º Las consecuencias funestas de la invasión enemiga han aliviado
momentáneamente el peso de las deudas. En la desolación de los pueblos,
Apéndices documentales
349
en las emigraciones de los vecinos pacíficos y en los atroces saqueos de las
casas de los inocentes paisanos se han perdido muchos créditos, se han
quemado muchas escrituras y ha desaparecido un gran número de vales.
II.
9º La nulidad de las compras hechas al Gobierno intruso por los que,
abandonando la patria, han procurado aumentar sus riquezas con los despojos de la fidelidad y del patriotismo amortiza muchos vales, juros y documentos de préstamos; por manera que ni será exagerado el dar por oscurecida una tercera parte de los que representan la deuda conocida.
Declaradas nulas todas las ventas hechas por los franceses, se priva
al comprador de la finca y, no siendo el Estado responsable del recio,
resulta una extinción de él y una disminución consiguiente en la masa de
vales, juros y demás con que se hubiere hecho.
III.
10. En la deuda pública hay muchas partidas que pertenecen a establecimientos y a sugetos a quienes la guerra privó del derecho de reclamarlas. Con retener las segundas y reputar las primeras como un sacrificio que reclama la necesidad de la patria, habremos cancelado las sumas
siguientes:
De las temporalidades 30.537.605, 33.
De los propios y pósitos: 43.000.000.
Una quinta parte de los créditos del Banco que pertenecen a los
mismos fondos públicos: 31.884.457.
Del préstamo de Holanda: 260.000.000.
Ídem del Tesoro público de Francia: 31.750.000.
397.172.062, 33.
IV.
11. Los créditos que pertenecen a conventos e iglesias destruidas
por los franceses se pueden considerar oscurecidos por haber desaparecido el sugeto a quien pertenecían y porque, cuando las victorias y las felicidades coronen nuestros esfuerzos, acaso sufrirá mudanzas en su constitución.
12. Consiguiente a este principio y a que los franceses han descargado todo su furor sobre los establecimientos piadosos, no será exagerado calcular en 1/4 la ruina y rebaja por este respecto del crédito actual en
413.344.100.
PÁRRAFO III.
Estado de la deuda reconocida.
13. Reunidas en un punto las rebajas indicadas en el párrafo anterior tendremos:
350
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
Primero. Vales amortizados según el estado de la deuda que acompaña: 309.849.400, 32.
Segundo. Por artículos oscurecidos, según se explica en el número
2º del párrafo anterior:
De vales: 629.884.618.
De juros: 420.140.521, 9.
De empréstitos: 149.503.868.
De censos: 97.500.154.
De fianzas: 1.234.390.
De vitalicios: 55.610.206.
1.353.973.757, 9.
Tercero. Por los créditos de temporalidades, propios y pósitos:
73.537.605, 30.
Cuarto. Préstamos extranjeros: 291.750.000.
Quinto. Por suspensos y oscurecidos de los capitales de las obras
pías, según el número 4º del párrafo anterior: 413.344.100.
Total de rebajas: 2.442.454.864, 3.
Cotejado con el importe de la deuda constituida, queda esta reducida en la actualidad a: 3.530.416.783, 30.
PÁRRAFO IV.
Intereses anuales que adeuda la deuda reconocida de la nación.
14. Mientras los ministros del Tesoro público gozaron tranquilamente del fruto de sus negociaciones y, poniendo en contribución los
talentos de los más célebres calculistas de su edad, salieron de los apuros
que los rodeaban, nosotros sufrimos, entre lágrimas y privaciones, los
efectos de sus medidas y, al paso que ellos rieron con el fruto anticipado
de nuestros sudores, pagamos sus gastos y sufrimos las angustias de sus
tiempos y de los presentes.
15. Tal es la idea que ofrecen los préstamos y las negociaciones de
dinero, por cuya razón dijo oportunamente un célebre escritor «que todo
Gobierno que se fía en los impuestos establecidos el año uno para fijar sus
gastos el año 10, sin tener en cuenta la progresión de las riquezas del Estado por la mayor o menor circulación, se expone a hallarse con un déficit
que solo podrá cubrirse rectificando en un todo su plan y tomando medidas extraordinarias. Si después no aumenta los impuestos en razón de sus
gastos, irá acrecentando su déficit y llegará su administración a descomponerse con los mismos arbitrios que adoptó para sostenerla».
En los tiempos gloriosos de la conquista, nada más frecuente que
las Cortes celebradas para fallar sobre la justicia de las expediciones que
se meditaban y sobre los medios de sostenerlas. Los reyes presentaban los
Apéndices documentales
351
libros de la cuenta del Estado y los presupuestos de los gastos. Los diputados los examinaban, hacían en ellos reformas oportunas, determinaban
las contribuciones extraordinarias con que debía cubrirse el déficit y
entregaban su importe en arcas.
¡Qué diferente conducta la de los siglos que nuestra vanidad llama
bárbaros, de la que hemos visto guardar en nuestros días!
Se han impuesto tributos, se han aumentado gastos y se han exigido contribuciones sin que al pueblo se le consolase con decirle el objeto a
que se dirigían.
Pero gracias al cielo que vemos reunidas las Cortes y con ello restablecido el sistema justo. Día vendrá en que yo presente a Vuestra Majestad la extensión de las obligaciones del Tesoro divididas por clases y el
valor de las rentas para que Vuestra Majestad pronuncie un decreto que
fije a cada clase su cuota y a cada cuota su fondo, acabando por este
medio hasta con las sombras del despotismo.
16. Así nos sucede desgraciadamente. Si las expediciones gloriosas
de los siglos de las conquistas ocasionaban desembolsos, la nación reunida en Cortes formaba los presupuestos con presencia de las fuerzas y de
la duración de las campañas, establecía arbitrios directos, los recaudaba y
no dejaba a sus hijos la herencia desgraciada de las deudas de la Corona.
17. Pero no bien las empresas excedieron a la posibilidad del Erario
o, lo que es más cierto, no bien los Reyes, destruida la representación nacional, reunieron en sí los poderes, cuando dispusieron de los fondos de su
edad y de las futuras, sofocaron las reclamaciones de los coetáneos y, aparentando alivios a los presentes, condenaron a la miseria a la posteridad.
18. Cuatrocientos años hace que se establecieron los juros; y después de mil rebajas injustas, aún gravita sobre nosotros el peso de un
capital de 1.260.521.565 reales y 29 maravedís y el importe de 17.152.733
reales que se han de pagar cada año a los hijos y herederos de los primeros acreedores.
19. Francia, Holanda y el comercio de España abrieron sus cofres a
nuestros Reyes, contando con que nosotros y nuestros hijos habíamos de
responder al pago de los 1.920.000 reales de réditos; y nuestra última
Corte prodigó caudales, se empeñó en guerras ruinosas e indiferentes a la
suerte de los ciudadanos que vivían bajo su imperio, y les impuso la carga
de 75.341.000 reales anuales por vales; de 13.777.674 reales por vitalicios;
de 8.775.012 reales por censos sobre el tabaco y de particulares; y de
50.131.056 por réditos de finas enajenadas a las obras pías.
20. Los intereses anuales que la nación tiene que satisfacer cada año
por la deuda reconocida al tiempo de la santa insurrección llegan a
519.691.473 reales.
352
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
21. Si rebajamos las cuotas correspondientes a las partidas castigadas en el párrafo II de esta Memoria, resultará un líquido anual por este
respecto de 139.134.721 reales, a saber:
Por juros: 12.864.550.
Por vales reales: 47.209.518.
Por censos sobre el tabaco: 1.506.175.
Por vitalicios: 9.733.251.
Por el Banco: 14.362.492.
Por obras pías: 37.598.292.
Al comercio de España: 1.920.000.
A los Gremios: 2.163.637.
Préstamo de 160 millones: 8.915.400.
Censos: 2.750.311.
Fianzas: 111.095.
139.134.721.
PÁRRAFO V.
De la deuda pendiente no reconocida.
22. A ella pertenecen:
I.
Los atrasos de Tesorería por sueldos, etcétera: 1.019.927.739.
Los atrasos:
De la deuda de consolidación hasta 1808: 290.000.000.
De réditos de toda la deuda desde 1808 hasta 1811: 314.394.994.
Total: 1.624.322.733.
II.
23. El importe de lo que se deba a todas las clases del Estado por
los atrasos de sus pagos desde el 18 de marzo de 1808 hasta el día.
III.
24. El de los préstamos y negociaciones hechas por las provincias
cuando desempeñaron la soberanía, con el fin noble de arrojar al enemigo.
Son muy cuantiosos los suministros hechos por los pueblos para
sostener nuestros ejércitos, y de gran magnitud los préstamos y negociaciones a que acudieron las provincia para mantener los campeones de la
libertad. Todos estos desembolsos componen la partida más digna de
atención de las de la deuda no reconocida.
IV.
25. El de los préstamos y negociaciones realizadas por la Junta Central y el Consejo de Regencia.
Apéndices documentales
353
V.
26. El de lo que se deba a los pueblos por suministros de pan, carne,
vino y demás hechos a los ejércitos españoles o de los fondos tomados por
ellos con cualquiera título para la defensa de la patria.
27. Aunque nos es desconocida la magnitud de esta clase, porque
las circunstancias en que se miran las provincias impiden que tengamos
ideas exactas de ella, sin embargo, no se oculta que, aun rebajada la parte
primera en una tercera parte por las razones indicadas en el párrafo II de
esta Memoria, deberá ser de mucha entidad y de la mayor importancia el
consolidarla, porque con ello consolaremos a muchos infelices acreedores
que lloran hoy su ruina.
28. Vuestra Alteza es testigo diario de las pretensiones de los asentistas, de las viudas y de los funcionarios públicos para que se les paguen
los alcances que tienen contra el Tesoro, y Vuestra Alteza conoce con
cuánta justicia se quejan el ejército y la marina por el negro desdén con
que el Gobierno antiguo las miraba.
29. Una resolución negativa se pone fácilmente, y, aunque aleja de
pronto los acreedores, cierra las puertas de la confianza y hace mirar a los
que mandan, no como padres de los pueblos sino como a unos tiranos a
quienes no interesa la suerte de sus semejantes.
No cabe en la rectitud de Vuestra Majestad esta objeción; pero
muchos la ponen cuando se trata del pago de la deuda y por ello se indica en este lugar.
30. Dirase, tal vez, que nosotros no debemos satisfacer las dilapidaciones de un Gobierno corrompido; pero la justicia y la razón contestan
que «sería crueldad el condenar y aniquilar a los hombres solo porque los
ministros de la autoridad legítima a quienes reconocieron los hubiesen
engañado». Si el sufrimiento y la noble sumisión ha de servir de castigo
al ciudadano, entonces autorizaríamos la anarquía, compañera de la insubordinación.
31. Con buena fe lograremos captar el amor de los pueblos, animar
el espíritu público desfallecido y sentar el crédito sobre cimientos sólidos.
La grandeza de la empresa solo puede arredrar a los tímidos y jamás se
reservó a los cobardes la gloria de redimir la patria.
PUNTO SEGUNDO.
De los medios hasta aquí adoptados para asegurar el crédito público.
1º La historia de la Hacienda pública en España nos presenta en
esta parte datos vergonzosos de injusticia y de perfidia. Los juros y los
censos reconocidos por la nación y para cuyo pago se hipotecaron rentas
determinadas sufrieron rebajas arbitrarias en el capital y en los réditos, y
354
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
los acreedores han visto consumirse en otros objetos los fondos destinados para el pago de sus acciones.
Nada más chocante que la historia de las rebajas realizadas en el
capital de los juros, cuya integridad se apoya en la fe de un contrato y en
la sanción repetida de las Cortes. A pesar de unos fundamentos tan sólidos, la arbitrariedad privó a los dueños de una parte muy considerable de
sus capitales, borró muchos de la lista de los créditos y sentó con unas
operaciones tan inmorales las bases del descrédito.
2º La memoria de Veredes será la del descrédito. Acosado por los
acreedores, rompe las escrituras en que apoyaban sus derechos y declara
al Rey libre de todo empeño para con sus vasallos.
La deuda de 100 millones obligó a este Ministro a declarar al Rey
sin los deberes que todo ciudadano honrado debe cumplir.
3º Estas providencias sangrientas, después de las que había tomado el genio devastador de los Ministros de la casa alemana, apropiándose los fondos de los particulares que llegaban de América, anulando las
consignaciones señaladas para satisfacer los créditos y empleando en
usos agenos de su instituto los rendimientos aplicados a la deuda y las
leyes promulgadas en nuestros días para igualar el valor del papel al de
los metales preciosos, son la causa del abatimiento en que se encuentra la
Real Hacienda.
4º Las injusticias en materia tan importante afectan poderosamente a todos; y, como los males causados por ellos llegan a muchos, cunde
la desconfianza y el resultado es el mirarse las promesas del Gobierno
como un lazo para coger incautos o inocentes.
5º Y a la verdad, Señor, ¿qué confianza queremos que tengan los
ciudadanos cuando les falta la seguridad de no ser engañados? Si echamos por un momento la vista sobre el pasado, solo se nos ofrecerá la
triste imagen de las contradicciones y de las perfidias, y, lo que es más
monstruoso, hasta de la franqueza y de la libertad de los principios se
valió el Gobierno para atraer los fondos y para burlar las esperanzas del
reintegro.
6º ¿Hubo deuda más sagrada, ni de naturaleza más firme que la de
los juros, ni créditos más legítimos que los de Felipe V? Pues aquellos fueron desatendidos desde el principio, éstos anulados torpemente, distraídas a otros objetos las rentas hipotecadas, escarnecidos los acreedores y
condenadas a la mendicidad las familias que libraban su subsistencia
sobre el pago.
7º Cada reinado y, aun mejor, cada Ministro, atento a satisfacer los
caprichos de su Señor, dictó reglas, ofreció reintegros, comprometió la santidad de las palabras reales que en la opinión pública se miraban como
Apéndices documentales
355
invulnerables, y, contrayendo deudas y añadiendo empeños a empeños y
trampas a trampas, se convirtieron en mercancía la verdad y la franqueza.
8º Nunca se han sancionado con mayor solemnidad las verdaderas
nociones del crédito público que en nuestros días. Nosotros hemos condenado las máximas de la minoría del Rey; hemos separado los fondos
consagrados a la deuda de los de la tesorería y hemos confiado el manejo de todos a manos diferentes de las que se emplean en los de la Real
Hacienda; pero, al mismo tiempo, se obligó al ciudadano a que recibiese
los vales por todo el valor que representan, se le quitó la consideración de
moneda para el pago de contribuciones, y, en un corto número de años,
se derramó sobre el Estado la masa de 1.889.907.152 reales en papel, al
mismo tiempo que se abrieron préstamos con ofertas de reintegros que no
se han cumplido y que se acudió a negociaciones en el país extranjero
para pagar con los rendimientos de las últimas los plazos vencidos de las
primeras.
9º Ocupado el Gobierno en acreditar los vales, dejando los demás
artículos de la deuda a merced del acaso y a la buena o mala suerte del
Erario, estableció arbitrios con que satisfacer los réditos y redimir los
capitales del papel, el cual ya no existiría si a unos fondos tan sagrados no
se hubieran dado aplicaciones agenas de su instituto. Pero la sed insaciable de oro que padecía la Corte encontró en estos caudales un recurso
expedito para satisfacer sus deseos y para llevar a cima sus proyectos
funestos a la nación. La primera vez que la tesorería real libró sobre las
cajas de consolidación a título de reintegro se dio el ataque más funesto al
crédito y se abrió la puerta al exceso, que llegó al extremo de suspenderse las extinciones y el pago de los réditos y de aumentarse la deuda con
el importe de los intereses pertenecientes a los capitales de las fincas que
se vendían.
10. El Gobierno desconoció las obligaciones que todo hombre debe
cumplir y, fiado en la fuerza y autoridad que le dan las leyes para defender los derechos de los ciudadanos, prescindió de los empeños y, empleando los rendimientos de las hipotecas señaladas para el pago de la
deuda en objetos distintos a aquellos a que estaban afectos, desatendió las
quejas de los acreedores y buscó en la confianza nuevos recursos para sostener empeños nuevos, creando nuevos arbitrios para sostener el crédito
del papel, desengañado de que no podía obtenerlo sin medios suficientes
para amortizar los capitales y satisfacer los intereses, y que era imposible
lograrlo con leyes coactivas y con cajas de descuentos fundadas con fondos en papel veinte veces superiores al metálico que se las indicaba.
11. Los arbitrios o fondos señalados fueron los siguientes:
El 10 por 100 sobre propios.
356
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
El sobrante anual de estos.
El subsidio de galeras.
El indulto cuadragesimal de Indias.
El de la plata que se extrae.
El importe de los legados y herencias en las sucesiones transversales.
El del 15 por 100 de la amortización civil y eclesiástica.
El de los bienes de los exjesuitas.
El de las ventas de fincas de obras pías, patronatos, hermandades y
colegios.
El de la contribución extraordinaria de frutos civiles.
El de las fincas de la Corona.
El de valimiento de oficios.
El de mulas y coches.
El de una rifa de 500 millones.
El de todos los créditos activos de las cajas de amortización.
El del papel sellado con la calidad de interinamente.
Los sobrantes de pósitos.
La habilitación de baldíos, previa aprobación del Consejo.
Los efectos de Cámara de Castilla e Indias.
La media annata de mercedes.
El aumentos de la limosna de la santa bula.
Los diezmos de exentos.
La mitad del diezmo de las tierras novales.
Las vacantes de las mitras de España en Europa.
Una anualidad de las mitras de Indias.
Ídem de los beneficios eclesiásticos de España.
Ídem de Indias.
Ídem de las pensiones sobe mitras.
Ídem de las encomiendas de las cuatro órdenes y de las pensiones
de la orden de San Carlos.
Media annata de los donatarios de la Corona en las sucesiones.
Ídem de los bienes donados por los Reyes a las iglesias y monasterios.
Ídem de las encomiendas de Indias.
12. Un aumento considerable en los derechos sobre los frutos del
Reino en su consumo interior y extracción a dominios extraños, sobre los
frutos y efectos extranjeros en su internación en la Península y sobre los
de América en su importación y saca.
13. Esta lista sola nos demuestra cuán funestos son al Estado los
arbitrios que nacen de los préstamos y de las negociaciones, pues que se
necesitan establecer tantas y tan variadas contribuciones para reintegrar
Apéndices documentales
357
los fondos consumidos y para pagar los réditos, o sea, el precio de las
anticipaciones.
14. A pesar de unos recursos tan pingües al parecer, los efectos no
correspondieron a las esperanzas, porque muchos no rindieron lo que se
creía y los relativos a América fueron tardíos en sus productos, porque los
rendimientos no pudieron cubrir las obligaciones y porque, introducido
el desorden y empleados los fondos en objetos agenos al establecimiento,
se abandonaron sus primitivos destinos.
15. Los réditos anuales de los vales ascendieron a 75.341.000 reales;
los arbitrios a ellas aplicados, según consta en el expediente, no pueden
producir en años felices más que 60.000; hay un déficit de 15.341.000, que
unido a 50.000.000, importe de los réditos de las fincas de obras pías, compone un alcance efectivo de 65.341.000 reales.
Es preciso confesar que la consolidación en su creación correspondió a las magníficas esperanzas que hacía concebir la pragmática de su
establecimiento. Los holandeses, tan versados en el comercio, tímidos en
un principio, invirtieron después sus fondos en vales, fiado en el crédito
que supo adquirir a los primeros meses.
Pero este mismo crédito y los fondos que manejaba atrajo la atención del Gobierno y la ruina de la consolidación porque en los apuros
tomó sus fondos y, como aquellos crecían en una progresión asombrosa,
acabaron al fin con ella.
16. El capital de los vales remitidos desde el año de 1780 hasta el de
1799, con inclusión de los del canal de Aragón y Tauste, ascendió, según
informan los encargados, a: 2.314.672.188, 08. Rebajados los amortizados:
402.277.411, 26. Quedaron en circulación: 1.012.394.776, 16.
Tampoco se sabe fijamente a cuánto asciende el importe total de los
vales emitidos, el de los vales amortizados y el de los réditos que se
pagan. Esta diferencia nacerá acaso de la falta de los papeles y documentos que han quedado en Madrid, en cuyas oficinas forzosamente constaría con exactitud, pues que por ellas se hacían los pagos y se renovaban
los vales.
17. Según el estado formado en la Contaduría de consolidación el
capital de los vales en julio de 1808 ascendía a: 1.889.967.152. Amortizados: 309.849.400, 32. Quedan en circulación: 1.580.117.751, 02.
18. Las fincas de obras pías, enagenadas con el preciso fin de extinguir el papel moneda, produjeron 2.700.000.000, según los mismos.
19. Quiere decir que, si a este fondo se hubiera dado su natural
aplicación, no quedaría vale alguno en circulación.
20. Pero no sucedió así, porque, empleados los fondos de la Caja de
consolidación en satisfacer otras obligaciones, se empeñó el Erario en
358
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
negocios mercantiles, se despojó a los capitalistas de los fondos, siguió la
bancarrota y las deudas y los empeños fueron el resultado que ofrecía la
Caja el 19 de marzo de 1808.
PÁRRAFO I.
Estado actual de la Caja de consolidación
para atender a las obligaciones señaladas.
21. Capital de los vales según el estado remitido por los encargados
de consolidación: 1.252.281.788, 08.
Ídem de las obras pías vendidas y de censos redimidos:
2.700.000.000.
Réditos no pagados: 202.477.186, 00 2/3.
Atrasos de la consolidación anteriores a las ocurrencias actuales:
290.000.000.
Atrasos de pagos de réditos de las obras pías: 200.524.244.
Total: 4.654.283.198,08 2/3.
Fondos que responden.
Los arbitrios de la Caja por las circunstancias de la guerra y por el
abandono en que se encuentran los vales se gradúan en: 10.000.000.
Existencia actual:
En dinero efectivo: 1.347.653, 10.
En vales: 23.903.000.
35.250.653, 10.
22. Cantidad muy desproporcionada para hacer frente a las obligaciones, aunque se reduzca a las sumas que he indicado en el párrafo II,
punto primero de esta Memoria; tanto más cuanto la suspensión de las
ventas de fincas eclesiásticas impide la adquisición de capitales para
hacer las extinciones.
PÁRRAFO II.
De las cajas de descuento.
23. Cuando el capital de los vales no excedía de 200.823.409 reales,
se amortizaron muchos, se pagaron los réditos y el Banco nacional, con
300.000.000 de reales y con el crédito inmenso que le daban sus fondos y
los recursos mercantiles de sus operaciones, los reducía a la par y no solo
mantenían todo el valor que representaban sino que llegaron a ganar un
2 por 100 de ventaja.
24. Pero, aumentados progresivamente hasta en cantidad de
2.314.672.188 reales, 18 maravedís, y, disminuidos los capitales del Banco
por las deudas de la Real Hacienda, quedaron los vales sin reducción y
Apéndices documentales
359
caminaban a su ruina cuando se estableció primero la Caja de amortización, luego las de descuentos y últimamente la de consolidación.
25. Mas la primera y la última, aunque realizaron algunas extinciones, se vieron imposibilitadas de reducir los vales a metálico porque estos
excedían en diez tantos a los fondos que se les aplicaron; y, teniendo que
acudir a préstamos y a negociaciones para hacerse con fondos, concluyeron con no pagar los réditos, con no satisfacer los capitales y con acrecer
su descrédito.
Un ejemplo tenemos en las cédulas del Banco, las cuales llegaron a
tener una estimación superior a metálico mientras que el mismo Banco
mantuvo su reducción con la quinta o menor representación en caja; pero,
en el momento en que el estado de sus fondos infundió alguna desconfianza a los tenedores, tuvo que sacrificarlos para mantener su valor.
Las cajas de reducción se mantienen con la magia del crédito, pero
un leve soplo de desconfianza la desbarata, siendo por lo mismo precisa
mucha previsión y mucho cálculo en los que las gobiernan para no destruir las operaciones.
Las Cajas de descuento solo podrán responder a las obligaciones
que indica su nombre cuando puedan contar en arcas con la quinta parte,
al menos, del capital reducible ¿Cómo conseguirlo? ¿De dónde sacar
382.758.955 reales para sostener el cambio rápido del papel y evitar que
se descubra la imposibilidad de cumplir lo ofrecido y que la desconfianza arruine el edificio que debía sostener la operación?
27. Este ha sido el grave defecto de las Cajas de descuento establecidas en el año de 1799, defecto que conoció el Ministro y no pudo evitar
porque otras causas se lo estorbaron. Con unos fondos en papel diez
veces mayores que el metálico que se las indicaba, se quería mantener el
valor de los vales. Al mismo tiempo que el crédito de aquel papel que les
servía de garantía y con unos capitales infinitamente menores que el de
los vales, se intentaba sostener su reducción, por manera que el papelmoneda, del todo despreciado y envilecido, libraba su valor sobre otro
papel desconocido, que se había de mantener con un metálico de difícil y
tardío ingreso.
La operación de los vales-dinero, que ejecutada con juicio y con
buena fe es benéfica al Estado, porque convierte los vales en letras a la
vista, sumió en la desgracia a muchos hombres de bien, que, fiados de las
promesas del Gobierno entregaron en la Caja sus fondos con la esperanza del reintegro que aún no han conseguido.
Así se vio que, lejos de corresponder el establecimiento a las magníficas promesas del Gobierno, vino a tierra, trayendo en pos de sí los últimos restos del crédito que nos quedaban, y se incorporó en el de la con-
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La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
solidación, que sin mejor éxito acabó arruinado a cuantos se habían fiado
de sus operaciones.
PUNTO TERCERO.
Providencias que podrán tomarse para sostener
de algún modo el crédito público.
1º Es, Señor, vergonzoso, que hayamos de sujetar a discusión una
materia que no la admite siempre que los Gobiernos sigan las reglas de la
moral, que están en el corazón de todo hombre no corrompido. El que,
necesitado, pide dinero a préstamo, con guardar fielmente las condiciones del contrato, tiene lo suficiente para encontrar quien le socorra en los
apuros sucesivos; así como, por el contrario, se verá estrechado por la
miseria y el desprecio si al plazo no cumple lo ofrecido o si por realizarlo
contrae deudas nuevas. A esto se reduce la teoría del crédito entre los
hombres y la de los Gobiernos no reconoce otros elementos.
2º El antiguo economista español, Luis Valle, explicando con
mucha delicadeza y acierto el mecanismo del crédito público, le califica
de dinero fingido: «cuando un Banco público no encuentra la confianza
de la nación (dice Pedro Verri en su tratado dell’Annona), si, en vez de restablecerla con una conducta franca y sencilla, protectora de la fe pública,
se la intenta reanimar con leyes que obliguen a recibir el papel en los contratos, se logrará alejarla más eficazmente». El abate Galiani, en su libro
Della Monetta, hablando del Crédito, dice «que las representaciones de la
moneda son siempre manifestación de la deuda. Su seguridad nace de la
dificultad de su imitación y su aceptación de la fe del deudor. Así se compone su valor de la certeza de la deuda, de la puntualidad del deudor y
de la veracidad del signo que se entrega. Cuando son seguros estos tres
requisitos, la representación es igual en valor a lo que representa y se convierte en moneda igual a la verdadera».
3º Necker, el Ministro de Hacienda, que mereció el dulce nombre
«de amor de la patria», después de asegurar que la fidelidad en el cumplimiento de las obligaciones afirmaba el crédito, dice que le restableció
sobre bases ciertas e indestructibles publicando un estado de la Hacienda,
que renovaba cada cinco años.
PÁRRAFO I.
4º Sentemos un principio que dimana de lo que la razón dicta, de
lo que la historia enseña y de lo que los economistas aconsejan, y de él
deduciremos las providencias que convendrá tomar para restablecer el
crédito. Este grande principio se reduce a conocer que sin confianza no
hay crédito, que no hay confianza sin una seguridad en el acreedor de que
Apéndices documentales
361
se le cumplirán sus promesas, y que esta seguridad no existe sino saldando la cuenta con caudales y haciendo un ajuste general con los acreedores, señalándoles plazos para el pago o proporcionándoles arbitrios con
que le vean cumplido, y adoptando una conducta franca y agena de las
ideas de coacción, propias de genios limitados o de almas duras, para
quienes el pueblo es un ser despreciable condenado a sufrir vejaciones e
insultos sin esperanza de remedio y sin el consuelo de quejarse.
5º El pueblo español, tan generoso en la prosperidad como noble en
el sufrimiento y en los reveses, no debe temer ya los efectos desastrosos
de la loca arbitrariedad. El pan que la mano fiscal arranque no servirá,
como hasta aquí, para sostener ideas equivocadas de engrandecimiento
ni pretensiones contrarias a sus intereses; el pueblo conocerá la extensión
de sus sacrificios, tendrá una razón puntual de los gastos y, fiado en la
probidad del Gobierno, acudirá gustoso con sus riquezas a la voz de la
patria.
Primera.
6º Dése al público cada mes una razón puntual y exacta de los caudales que entran y salen en el Tesoro; hágase entender a la nación la magnitud de sus obligaciones y recursos y el fundamento de los nuevos recargos que se la exijan; y esta liberalidad de principios, destruyendo el funesto misterio con que se han cubierto las operaciones de la Hacienda, animará la confianza y asegurará el crédito que sin ella desaparece.
La base del crédito es la confianza del pueblo sobre la recta inversión de los fondos que se le sacan. ¿Cómo tendrá esta confianza si no
conoce la magnitud de los gastos de cada clase? Cuando se le facilite este
conocimiento podrá Vuestra Majestad decir a la nación: «Este es el libro
de las obligaciones absolutamente precisas que tienes que cumplir; realizarlo es un deber así como lo es en el Gobierno el celar sobre su legítima
inversión, castigar al contraventor y proporcionar cuantas economías
sean compatibles con la seguridad y el decoro del Estado».
Segunda.
7º Proscríbase para siempre la idea desoladora de limitar el reconocimiento de las deudas a las contraídas desde una época determinada, y,
abrazando en nuestros planes a las generaciones presentes, a las pasadas
y a las que nos sucedan, declárese la nación obligada a pagar indistintamente las antiguas y las modernas, sin exclusión de fechas, de causas ni
de motivos, por manera que, una vez liquidado el crédito contra el Erario
por cualquiera respeto, se haya de reputar partida legítima de la deuda de
la Corona y habilitada al pago.
8º Toda prerrogativa en el asunto indica mala fe, y el Gobierno,
Señor, debe llevar la probidad por norma de su conducta; porque ¿quién
362
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
se fiará en las promesas de un Gobierno que desconoce a los acreedores
porque no son de su tiempo? ¿Ni quién se excitará a anticipar fondos,
siempre que, atento a satisfacer las urgencias del día, niegue o desconozca las del mes anterior?
9º La máxima fatal «de no es de mi tiempo», que por desgracia
estuvo en gran valía tratándose del pago de la deuda, y el desorden de
ideas que aplicó al Erario las teorías de la menor edad de los Reyes, de las
vinculaciones de los imperios y de las lesiones enormes en los contratos
celebrados por el Estado, han sido más funestos que las guerras y que las
pestes porque estos azotes, aunque destruyan, no agotan el manantial
progresivo de las riquezas y de la población, al paso que las providencias
fundadas sobre máximas tan detestables aniquilan a los ciudadanos y
levantan una barrera impenetrable entre ellos y el Gobierno.
Tercera.
10. El día en que las Cortes y Su Alteza declaren que los contratos
que se celebren entre los ciudadanos y el Gobierno han de tener la misma
fuerza que los ajustados entre los particulares; el día en que se quite la
acción privilegiada que el error y la fuerza han atribuido a la Hacienda
pública en materias convencionales, que no tiene más firmeza que la que
les da el mutuo consentimiento de los contrayentes, nacerá el crédito a la
par de la confianza y, derogada la facultad de hacer rebajas que no sean
espontáneas por parte del acreedor, le daremos seguridad, sin la cual no
hay crédito.
11. La triste memoria de las que han sufrido los juros y los censos,
y la frialdad con que se fijó el 6 por 100, la pérdida de los vales, cuando
su vileza pendía de las operaciones de la Real Hacienda, de la cantidad de
papel emitida y de la falta de cumplimiento de las palabras, hacen que los
acreedores miren con zozobra los títulos de sus deudas, vean sus capitales expuestos a perecer a impulsos de la inmoralidad de los agentes del
Erario.
12. Una vez separadas las dotaciones o facultades de los poderes,
es ya fácil el tranquilizar a los acreedores sobre la suerte de sus fondos.
Reunida hasta aquí en una mano la legislación y la ejecución, la mala fe
abusaba de tan terribles funciones y, con una ley dictada por el calor o por
la pasión, se imponía silencio a los que reclamaban sus pagos y se arruinaba el crédito.
Cuarta.
13. Excite Vuestra Alteza al Congreso soberano para que anule la
ley que da por perdidos los intereses y los capitales de los vales cuando
por descuido no se presentan a tiempo en la renovación. Este ardid mezquino es tan contrario al crédito cuanto le favorece la conducta contraria.
Apéndices documentales
363
El interesado que no acude a cobrar sus intereses ha beneficiado al Erario
con su tardanza porque dejó en sus manos el uso de los caudales todo el
tiempo que medió desde el vencimiento hasta el pago. ¿Por ventura la
deuda dejará de ser legítima porque sea vieja? ¿O se le quieren acomodar
las teorías que las tortuosidades del foro inventaron para oscurecer la verdad? Repito, Señor, que la franqueza y la legalidad que deben distinguir
al Gobierno le obligan a reconocer sus obligaciones en cualquiera época
que se presenten, siendo legítimas.
Quinta.
14. Esto nos conduce a tratar del rédito de los vales. ¿Continuará la
nación satisfaciéndole? ¿Dejaremos correr este error de cálculo? A él debemos el que muchos capitalistas hubiesen empleado sus fondos en un
papel que les daba un rédito seguro y cuantioso, en vez de dedicarlo al
fomento de la agricultura y de las artes. Cuando se crearon los vales y los
préstamos, solo se trató de buscar alicientes para que los dueños de caudales los entregasen, prescindiéndose acaso del reintegro, o mirando en la
lejanía de los plazos el medio de salir de sus apuros.
15. Sería, tal vez, conveniente al Estado el que cuando se diese por
Su Majestad el decreto que reconozca la deuda de la nación, se declarase
obligada a satisfacer los vencidos, pero libre de ellos para lo sucesivo, fundando la resolución en la conveniencia pública y en las sólidas razones
que se encuentran en la Memoria sobre los medios de hallar dinero, escrita por
Ramón Lázaro de Dou. Pero este es punto que requiere una seria meditación y el fallo decisivo del Congreso.
Sexta.
16. Ya que alcanzamos la época de un Gobierno liberal, la justicia
reclama la nulidad de toda ley que obligue a recibir el papel-moneda por
un valor mayor o menor que el que le diere el comercio. La autoridad y la
fuerza no pueden suplir la confianza que nace de la seguridad de la hipoteca señalada, de la puntualidad en el pago de los réditos y de la extinción
de los capitales. El año de 1799 hará época en la historia de nuestra
Hacienda por los destrozos que en él sufrieron la moral y las fortunas. La
cédula que fijó al 6 por 100 la pérdida del papel paralizó el comercio,
favoreció el fraude, acostumbró a los hombres a negar sus palabras y abismó la Real Hacienda en males espantosos.
17. Desapareció la buena fe, patrimonio exclusivo de los españoles
y el virtuoso, sacrificado impunemente a las maquinaciones del corrompido. La Europa entera se resintió del trastorno político que aquella ley
desventurada causó en el comercio, se sucedieron las quiebras y, mientras
el avaro y los bribones gozaron con las ganancias, el hombre fiel a sus
palabras se vio condenado al abatimiento y a la desesperación.
364
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
18. Estos tristes sucesos, que miraron sin conmoverse los autores de
aquella providencia, nos demuestra la exactitud de la máxima del autor
del elogio de Colbert, cuando dice «que la administración de la Hacienda
pública tiene la mayor influencia sobre las virtudes sociales y sobre las
costumbres».
Sétima.
19. Está fuera de los límites de la justicia la orden que prohíbe admitir vales en pago de contribuciones. El Gobierno, espontáneamente y sin previa consulta de la nación, creó el papel y, barrenando las disposiciones de las
leyes fundamentales, la impuso esta carga sin exigir su consentimiento, y,
sin atender a los intereses del Estado ni a las lecciones de lo ocurrido en
España, dio al papel la representación de moneda, obligó a todos los ciudadanos a recibirle y el mismo Gobierno se negó a admitir los vales como dinero en los contratos que se celebrasen con él. Esto es lo mismo que no reconocerse sujeto a cumplir los pactos mutuo-obligatorios, porque las armas le
hacen invulnerable. La nación, Señor, espera que Vuestra Alteza solicite de
las Cortes su abolición, mandando admitir los vales en pago de contribuciones, ya que no en todo, al menos en una tercera parte de los adeudos.
Octava.
20. El justo aborrecimiento a cuanto dimana del Gobierno francés
tuvo parte en haberse declarado nulos los vales que llevasen el sello del
intruso Rey de España; mas la buena fe aconseja que no se anulen siempre que pertenezcan a los antiguos, y la política enseña que es más útil
atraer a los dueños siendo españoles que alejar sus ánimos y hacer que
nos miren como a enemigos.
21. La nación española, al tiempo de su movimiento era deudora de
1.889.967.152 reales en vales. Donde quiera que se encuentren, sea este su
nombre u otro, hayan o no recibido nuevas señales externas, siempre que
sean en igual cantidad que la que existía el día 19 de marzo de 1808, no
deben perder en legitimidad. Pero, como las ocurrencias de la guerra y las
maquinaciones del Gobierno francés pueden haber falsificado aquellos
documentos, o establecido otros con igual forma, como medio de sostener
sus obligaciones, y muchos pueden haber sido confiscados a los leales, de
aquí la precisión de reconocer con detención los que existían en la época
de nuestro generoso levantamiento, acreditando los dueños de los que lleven la marca del intruso José ser de los emitidos por Carlos III y Carlos
IV, y pertenecerles por medios legítimos y no por intervención de los
agentes de la opresión francesa.
22. Por este medio conciliaremos los respetos de la propiedad con los
principios de la buena fe; no favoreceremos las operaciones desastrosas del
enemigo y daremos al mundo un ejemplo de moderación y de justicia.
Apéndices documentales
365
PÁRRAFO II.
23. Hasta aquí los medios generales de consolidar el crédito público. Tratemos de los que se dirigen a extinguir la deuda y a reintegrar los
capitales, materia interesante pero de éxito aventurado, después de lo que
han escrito los mejores economistas y de los medios que en todos los
siglos han propuesto los hombres más versados por la economía. Por
cuya razón Vera, en la vida del Conde-Duque, calificó los arbitrios de
«ocupación del tiempo y engaño sabroso de voluntades».
24. El mal es grave y el remedio muy difícil. La masa de las deudas
excede en un sexto al de la riqueza territorial e industrial que señala el
censo a la península; La estrechez del territorio libre, unido a la cortedad
de las rentas señaladas para atender al pago de las deudas, a los desembolsos que nos ocasiona la guerra actual y a los recursos extraordinarios
de que debemos valernos para mantenerla, esterilizan los arbitrios y
hacen mirar como quimérico el deseo de sostener el crédito público.
¿Cómo lograrlo cuando el Gobierno, agobiado con los gastos, trata de
suplir un déficit anual seis veces mayor que las rentas ordinarias de la
Corona? ¿En dónde hallar medios para pagar la deuda, cuando se aumenta diariamente?
25. Estos y otros inconvenientes se ofrecen cuando tratamos de
recobrar la buena fe y de restablecer la confianza, pero el gran Sully, en
circunstancias parecidas a las nuestras, decía “que cuanto pudo hacer
mientras duraron, se redujo a dulcificar el mal, que, lejos de conseguirlo,
las necesidades públicas que se sucedían rápidamente le hicieron mirar
como una felicidad el poder conducir la Hacienda sin aumentar la confusión”.711 ¿Por qué no hemos de imitar una conducta tan prudente y tan
análoga a nuestra situación ¿Dejaremos enlazarse los perjuicios y crecer el
desorden, sin aplicar el hombro para que hasta los empeños y, si se quiere, hasta las necesidades, caminen con regularidad?
26. Estamos, Señor, adeudados en graves sumas; son infinitos los
créditos que hay contra el Erario; y nos vemos precisados a contraer nuevos empeños; pero sepamos a cuánto ascienden, pongamos en claro nuestro estado en esta parte, echemos mano de los medios que parezcan más
propios para salir de atrasos; y, si no llegamos a saldar la cuenta, los
deseos y la eficacia del Gobierno robustecerán la confianza y le constituirán en la clase de un deudor honrado que en la probidad tiene hipoteca
más segura y afianza con ella las esperanzas de los acreedores. El axioma
funesto, aunque demasiado frecuente entre nosotros, de ir saliendo y de
711
Memorias, libro 10, tomo II.
366
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
salir del paso, solo puede avenirse con los seres infames en cuyo corazón
no quede el más débil vestigio de moralidad.
I.
27. Firmes, Señores, en estas ideas, que son las de la verdadera política, debe Vuestra Alteza proponer a las Cortes que se sirvan declarar
obligada la nación al pago de las deudas antiguas y moderna, conocidas
con los nombres de juros, créditos de reinados, empréstitos, vitalicios, de
capitales pertenecientes a fincas vendidas, de obras pías y mayorazgos,
de vales reales, de atrasos de Tesorería mayor y Caja de consolidación,
por sueldos, pensiones, réditos, del importe de anticipaciones hechas en
víveres o dinero por los pueblos o particulares desde el 18 de marzo de
1808 hasta el día y de cualesquiera obligaciones contraídas por las juntas
provinciales mientras ejercieron la soberanía, por la Central, por el Consejo de Regencia y por el presente.
II.
28. Igual reconocimiento se hará de cualesquiera fondos o deudas
contraídas por los capitanes generales de ejército o plazas, por los intendentes y autoridades superiores de las provincias para sostener la defensa de aquellas.
III.
29. En los empréstitos se hará la distinción de reconocer inmediatamente los nacionales y dejar en suspenso los extranjeros, siempre que pertenezcan a potencias enemigas o se hallen bajo el dominio del Emperador
de Francia o de su familia.
IV.
30. Se mandará hacer una liquidación general de todos los créditos
por el orden siguiente:
1º. Todo el que tuviere alguna acción contra el Erario por cualquiera de los ramos arriba indicados se presentará en las Contadurías de ejército de cada provincia a acreditarlo.
2º. En estas oficinas se establecerá una mesa o negociado con el
competente número de dependientes, a cuyo cargo estará el examinar los
documentos de crédito que se le presenten y exigir todas aquellas seguridades que se requieran para calificarle.
3º Hecho, dando al interesado un resguardo interino, y haciendo en
el libro correspondiente a la clase las anotaciones oportunas, remitirán la
liquidación original con los documentos que la funden al contador general de distribución.
4º Este magistrado los reconocerá y, archivando los documentos,
hará presente el resultado a Vuestra Alteza por el Ministerio de Hacienda,
para que recaiga el decreto de aprobación.
Apéndices documentales
367
5º En la Contaduría de distribución se llevarán los mismos libros
que en las de ejército a fin de evitar confusiones.
6º Para no molestar a Vuestra Alteza y consultar a la brevedad, el
contador general de la distribución remitirá cada semana listas formales
al Ministerio, divididas por clases (modelo número 1º) según las á que
pertenezca el crédito, para que, devueltas con la aprobación al pie, firmada de Vuestra Alteza, sirvan de documento legítimo.
7º Devueltas las listas, se extenderá a favor de cada interesado un
billete impreso al tenor del modelo número 2º, con la numeración natural
de mano, y todos se devolverán al intendente de la provincia, para que,
llamando al sugeto a que pertenezca, y hechas las anotaciones en Contaduría, le sirva para los efectos de que hablaré más abajo, recogiendo el
resguardo interino de que se trata en el número 3º.
8º Las cantidades liquidadas a cada interesado se dividirán en billetes de a 1.500 reales de vellón, para que puedan tener cabida en todas las
compras y adeudos.
9º. Al mismo tiempo que el contador general de la distribución dirija los billetes a las intendencias, circulará a todas las del Reino listas
expresivas, al tenor del modelo número 3º, de todos, por cuyo medio se
podrán evitar falsificaciones y se asegurará el crédito.
10. En la Contaduría del ejército y mesa de liquidación se llevarán
los libros siguientes:
1º Uno por cada clase de créditos al tenor del modelo número 4º.
2º Otro general, adonde por semanas y meses vengan a parar en
resumen todos los créditos liquidados, número 5º.
3º Otro de los billetes de crédito que se reciban de la Corte, respectivos a las liquidaciones hechas en la misma oficina según el modelo
número 6º.
4º Otro compuesto de las relaciones generales impresas de créditos
reconocidos que remite el Gobierno y de las cuales hablo en el número 9
de este párrafo.
V.
31. En el juicio de liquidación que se abre en las Contadurías de
ejército debe ventilar, gubernativamente y sin fórmulas judiciales, cada
interesado la legitimidad de sus documentos y el derecho a la recompensa.
VI.
32. Los sugetos que hoy reclaman vales robados por los franceses
o perdidos por otras razones acreditarán debidamente su derecho en el
juicio de liquidación y, purificada en él su acción, obtendrán el documento.
368
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
VII.
33. Para decidir las dudas legales que ofrezca la liquidación referida, se formará en cada provincia una comisión compuesta del intendente, dos sugetos del comercio a elección del cuerpo de este y dos letrados
del colegio de abogados elegidos por él, que, sin fórmulas judiciales las
decida, y se renovará la mitad por suerte cada tres meses.
VIII.
34. Todos los ciudadanos tendrán libertad para presentar sus créditos en cualesquiera de las Contadurías generales de las provincias, pues
que, reducida la operación a legitimarlos, no debe limitarse a pueblos
fijos.
IX.
35. Si el Congreso nacional se decide a quitar los réditos a los vales,
entonces se recogerán todos los que hoy circulan y se entregará a los tenedores un billete de crédito, mas si permanecen adeudando intereses, será
preciso mantener la renovación bajo el pie que en el día.
X.
36. Estos billetes de créditos liquidados representan unas letras a la
vista contra la nación, que deberá facilitar los medios de hacerlos desaparecer.
XI.
37. Al efecto se admitirán dichos billetes como dinero, según el
valor que les diere el comercio, en pago de contribuciones y derechos en
una tercera parte del adeudo y en compras de las fincas que se destinarán
al objeto, con la precisa condición de hacerse la enajenación a billetes.
XII
38. La mitad de los billetes que se recojan en pago de derechos y contribuciones y todos los que entraren por venta de fincas, así como todos los
vales actualmente existentes en la Caja de consolidación y de las Tesorerías
mayor y del ejército, y los demás que entraren en lo sucesivo, se amortizarán, verificándose las extinciones a medida que se vayan recogiendo billetes y vales, por cuyo medio se irá redimiendo la carga y supliremos por el
crédito los ingresos que nos faltaren aparentemente por esta causa.
XIII
39. Deberían mandarse vender en pública subasta a billetes todas
las fincas rústicas y urbanas pertenecientes a las cuatro órdenes militares,
los baldíos no necesarios a los pueblos para la manutención de sus ganados y las fincas pertenecientes a los conventos destruidos por la guerra.
XIV
40. Cuando la suerte de nuestras armas llegare a favorecer nuestra
empresa, se engrosará la masa vendible con los sitios reales, se podrán
Apéndices documentales
369
poner en rifa a billetes algunas fincas reales y, en caso extremo, se acudirá al sétimo de los bienes de las iglesias, aplicado por Su Santidad a la
extinción de la deuda, pero dejando a cargo de los eclesiásticos la enajenación.
41. ¿Y qué inconveniente se encuentra en mandar que se rifen a
billetes algunas de las principales fincas que fueron de Don Manuel
Godoy o de las que pertenezcan a rebeldes? Este aliciente haría dueño al
Tesoro de una masa de créditos.
42. Aunque no tenemos una noticia exacta del importe de los bienes que quedan señalados para las ventas referidas, me parece que serán
más que suficientes para el objeto. Según los cálculos de algunos economistas, el valor del capital de la península es de 50.000.000.000 de reales.
La mitad se supone pertenecer a obras pías y de ellas se reputa
corresponder a las encomiendas y órdenes militares: 6.250.000.000.
Y al sétimo eclesiástico: 892.857.142.
Total: 7.142.857.142.
43. Con los billetes que se recojan por pago de contribuciones, rentas y derechos, satisfarán las tesorerías de ejército sus obligaciones, según
el valor que les diere el comercio, de modo que los recibirán y entregarán
según el cambio que la pública estimación les fijare.
44. Todos los fondos señalados a la consolidación de vales deberán
quedar a entera disposición de ella, sin que por motivo alguno se puedan
aplicar a otros objetos, a fin de atender al pago de los réditos y demás
obligaciones.
45. La Tesorería general liquidará su cuenta con consolidación y le
pagará el alcance con los vales que actualmente tenga en su caja y con la
mitad de los billetes que recoja por contribuciones, los cuales, unidos a los
que entraren en consolidación por sus arbitrios, se amortizarán.
46. No faltará quien eche de menos una Caja de descuentos para
reducir estos billetes. Pero ¿cómo mantener existente en arcas la suma
necesaria para lograrlo? ¿Acudiremos a establecer nuevos arbitrios? Será
recargar al pueblo y aumentar sus sacrificios. ¿Restableceremos las operaciones de giro hechas en la antigua consolidación? Arruinarían a los
medianos y pequeños capitalistas y, al fin, lograríamos lo que consiguió
aquel establecimiento.
47. La forma que se haya de dar a las oficinas de consolidación
pende del sistema que Su Majestad se digne abrazar sobre el crédito
público y sobre el pago de la deuda y será materia de un reglamento particular.
48. El pago de los réditos que pertenezcan a obras pías o a personas residentes en país ocupado por el enemigo quedará por ahora en sus-
370
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
penso y como un depósito en caja a favor suyo, hasta que la suerte de
nuestros ejércitos nos ensanche el territorio de la libertad; en cuyo caso se
aplicará el importe con arreglo a lo que la Constitución acordare sobre la
subsistencia de los establecimientos a que pertenezcan.
49. Varios sugetos celosos del bien público han presentado sus
observaciones relativas a hallar medios para sostener el crédito público
de la nación; y, siendo acreedores por su celo y sus conocimientos a la gratitud de Vuestra Alteza, las acompaño, porque las luces que derraman y
las ideas que descubren pueden conducir a Vuestra Alteza por el camino
del acierto y porque Su Majestad podrá examinar los pensamientos de
todos y adoptar el que tuviere por mejor.
Cádiz, 6 de marzo de 1811. Excelentísimo Señor. José Canga Argüelles.»
Fundación Foro Jovellanos.
Publicaciones
1.
DISCURSOS de Puerto de Vega. - Gijón, Foro Jovellanos, 1996.- 32
págs.; 20 cm. (AGOTADO).
2.
CARANTOÑA, Francisco.- La estancia de Jovellanos en Muros de Galicia.- Francisco Carantoña.-Gijón, Foro Jovellanos, 1997.- 56 págs.,
il.; 24 cm. (AGOTADO).
3.
SAGREDO, Santiago.- Jovellanos y la educación en valores : (antecedentes en la reflexión y práctica de un Ilustrado).- Prólogo por Francisco
Carantoña.- Gijón, Foro Jovellanos, 1998.- 139 págs.- 24 cm. Trabajo premiado en el Concurso Nacional “Contribución de la obra de
Jovellanos y del pensamiento ilustrado español a la mejora de la
enseñanza en España”. (AGOTADO).
4.
MORATINOS OTERO, Orlando, CUETO FERNÁNDEZ, Vicente.Bibliografía jovellanista.- Prólogo, Ana Rodríguez Navarro; ilustraciones,
Juan MARTÍNEZ RIONDA y Nacho NORIEGA IGLESIAS.- 1ª ed.Gijón, Foro Jovellanos, Fundación Hidroeléctrica del Cantárico, 1998.277 págs., il., 24 cm. + 1 cd-rom. ISBN 84-920201-4-8. (AGOTADO).
5.
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de.- El “Diario” de los viajes.- Introducción, selección, estudios y notas de Jesús MENÉNDEZ
PELÁEZ.- Gijón, Foro Jovellanos, ALSA Grupo, 1998.- 238 págs., il.;
25 cm. (AGOTADO).
6.
CASO GONZÁLEZ, José Miguel.- Biografía de Jovellanos; adaptación y edición de María Teresa CASO; prólogo, Jesús MENÉNDEZ
PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de
Asturias, 1998. - 122 págs., il. ; 24 cm. (AGOTADO) Hay 2º edición
revisada. Véase nº 18.
7.
BOLETÍN Jovellanista.- (Vid. apartado Boletín Jovellanista)
8.
JOVELLANOS y el siglo XXI.- Conferencias organizadas por la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.- Gijón, Foro Jovellanos
del Principado de Asturias, 1999.- 106 págs.; 24 cm.- Contiene los
textos de las conferencias pronunciadas por Francisco ÁLVAREZCASCOS, Fernando MORÁN LÓPEZ, Agustín GUZMÁN SANCHO, Antonio del VALLE MENÉNDEZ y María Teresa ÁLVAREZ
GARCÍA.
374
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
9.
CORONAS GONZÁLEZ, Santos M.- Jovellanos, justicia, estado y
constitución en la España del Antiguo Régimen.- Gijón, Fundación
Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2000.- 353 págs., 28 h.
de lám.; 24 cm.- Obra galardonada con el Premio de Investigación
Fundación Foro Jovellanos. ISBN 84-607-0169-7
10.
INFORME de la Sociedad Económica de Madrid al Real y Supremo
Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria / extendido por su
individuo de número el Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos.- Gijón,
Fundación Foro Jovellanos, 2000.- 192 págs.; 21 cm. + 1 folleto.
Reprod. Facs. de la ed. de Palma, Imprenta de Miguel Domingo,
1814.
11.
BOLETÍN Jovellanista. (Vid. apartado Boletín Jovellanista)
12.
GUZMÁN SANCHO, Agustín.- Biografía del insigne jovellanista Don
Julio Somoza y García-Sala, correspondiente de la Academia de la Historia, Cronista de Gijón y de Asturias, escrita y anotada por Agustín Guzmán Sancho, para la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias,
2001.- 427 págs., il.; 24 cm. ISBN 84-607-2737-8.
13.
ÁLVAREZ-VALDÉS Y VALDES, Manuel.- Jovellanos: enigmas y
certezas. Pról. de Gonzalo ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN.Gijón, Fundación Alvargonzález y Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, 2002.- 585 págs. + 2 hh.- 24 x 17 cm. ISBN
84-922-159-2.
14.
JOVELLANOS y la Educación Física.- Estudio introductorio, selección y comentarios de José Gerardo RUIZ ALONSO.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Real Grupo de
Cultura Covadonga y Fundación Ángel Varela, 2002.- 154 págs.- 24
cm. ISBN 84-607-6207-6.
15.
ADARO RUIZ, Luis.- Jovellanos y la minería en Asturias.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Unión Española de Explosivos, S.A., 2003.- 481 págs. il.- 23,5 cm.
ISBN 84-933191-0-4.
16.
Homenaje al Ateneo Jovellanos. «La muerte “civil” de Jovellanos.
Mallorca, 1801-1808)». (Conferencia pronunciada por Teresa Caso
Fundación Foro Jovellanos. Publicaciones
375
Machicado en el castillo de Bellver (Mallorca) el día 21 de marzo de
2003).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ateneo Jovellanos, 2004.- 44 págs.- 23,5 cm.
D.L. AS-870/2004.
17.
CIENFUEGOS-JOVELLANOS GONZÁLEZ-COTO, Francisco de
Borja.- Memorias del artillero José María Cienfuegos Jovellanos. (17631825).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ideas en Metal, S.A., 2004.- 293 págs. il.- 23,5 x 17 cm.
ISBN 84-933191-1-2.
18.
CASO GONZÁLEZ, José Miguel.- Biografía de Jovellanos; adaptación y edición de María Teresa CASO; prólogo, Jesús MENÉNDEZ
PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de
Asturias, 2005. - 145 págs., il. ; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-2-0
19.
CASO GONZÁLEZ, José Miguel, CANGA, Bernardo y Carmen
PIÑÁN.- Jovellanos y la naturaleza; prólogo Jesús MENÉNDEZ
PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de
Asturias, 2006 – XXX págs., il. ; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-3-9
20.
ROBLES MUÑIZ, Emilio, (Pachín de Melás) y VV. AA..- Minucias
trascendentales en torno a Jovellanos. Homenaje al Ateneo Obrero de
Gijón (1881-2006). Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado
de Asturias, 2006.- 198 págs. Il.; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-5-5
21.
RODRÍGUEZ DE MARIBONA Y DÁVILA, Manuel Mª.- Don Gaspar de Jovellanos y Ramírez de Jove, caballero de la Orden de Alcántara:
genealogía, nobleza y armas. Gijón, Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, Marqueses de Montemura, 2007.- 360 págs.
Il.; 24 x 17 cm. ISBN 978-84-933191-6-8
CUADERNOS DE INVESTIGACIÓN
MONOGRAFÍAS
I.
MARTÍNEZ NOVAL, Bernardo.- Jovellanos; Int. de Pipo ÁLVAREZ.Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias,
2006.- XXXVIII + 123 págs., il.; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-4-7
376
La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo
BOLETÍN JOVELLANISTA
(Disponible en: www.jovellanos.org)
BOLETÍN Jovellanista.- Año I, nº 1.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, 1999.- 125 págs. [Publicación núm. 7].
(AGOTADO)
BOLETÍN Jovellanista.- Año II, nº 2.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, 2001.– 177 págs. [Publicación núm. 11].
(AGOTADO)
BOLETÍN Jovellanista.- Año III, nº 3.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, 2002.- 242 págs. (AGOTADO)
BOLETÍN Jovellanista.- Año IV, nº 4.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, 2003.- 276 págs.
BOLETÍN Jovellanista.- Año V, nº 5.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, 2004.- 318 págs.
BOLETÍN Jovellanista.- Año VI, nº 6.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del
Principado de Asturias, 2005.- 487 págs.
Esta obra, galardonada con el
Premio Internacional de Investigación Fundación
Foro Jovellanos del Principado de Asturias,
se terminó de imprimir el día 15 de junio de 2007,
coincidiendo con el CCXVI aniversario de la remisión
al ministro de Marina del Informe general
sobre los medios de fomentar el cultivo de las minas
de carbón de piedra de Asturias,
realizado por Jovellanos.
VIII
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