ISBN: 978-84-933191-6-8 D.L.: AS-2.861-2007 © de la presente edición: Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias © de los textos: Marta Friera Álvarez © de las fotografías: Instituciones, museos y particulares que se indican en cada una de ellas Imprime: Gráficas Covadonga Índice Prólogo......................................................................................................... Saluda .......................................................................................................... 9 11 1. INTRODUCCIÓN............................................................................... 1. 1. Estado de la cuestión y objeto del trabajo ............................... 1. 2. Las fuentes documentales ........................................................... 13 13 20 2. LA PROPUESTA.................................................................................. 2. 1. El reformismo ilustrado............................................................... 2. 2. La reforma agraria........................................................................ 2. 2. 1. Los expedientes sobre la ley de amortización y la ley agraria ................................................................... 2. 2. 2. Una alternativa a la doctrina campomanista: La propiedad libre .............................................................. 2. 3. La reforma fiscal y la crisis hacendística .................................. 2. 3. 1. Las rentas y bienes de la Iglesia......................................... 2. 3. 2. Los fondos para la amortización de la deuda pública ........ 2. 3. 3. La propuesta de Bernabé Portillo........................................ 2. 3. 4. El impulso de Godoy y el trabajo de Sempere y Guarinos................................... 2. 3. 5. Los ministros Saavedra y Jovellanos ................................. 27 29 35 37 43 52 54 65 71 76 84 3. LA NORMATIVA ................................................................................ 97 3. 1. La normativa desamortizadora (1798, 1805 y 1807)................ 97 3. 1. 1. La real cédula de 25 de septiembre de 1798....................... 97 3. 1. 2. Las reales cédulas de 15 de octubre de 1805 y 21 de febrero de 1807 ...................................................... 105 6 3. 1. 3. La extensión de la normativa desamortizadora a las Indias ............................................. 3. 2. La normativa de desarrollo......................................................... 3. 2. 1. Las subastas de los bienes de las fundaciones ................... 3. 2. 2. Las subastas de los bienes eclesiásticos.............................. 3. 3. La redención de censos y la normativa desvinculadora ........ 115 117 118 129 134 4. LA EJECUCIÓN................................................................................... 4. 1. Los órganos de dirección y ejecución........................................ 4. 1. 1. La Administración central................................................. 4. 1. 2. La Administración provincial y local ................................ 4. 2. Apuntes sobre las ventas............................................................. 4. 2. 1. Las dificultades .................................................................. 4. 2. 2. La oposición ....................................................................... 4. 2. 3. Algunas conclusiones ........................................................ 141 141 141 155 165 165 173 182 5. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO.................................. 5. 1. El “fracaso”: Bancarrota, oposición y suspensión de la desamortización .................................................................. 5. 1. 1. De la desamortización a la caída de Carlos IV.................. 5. 1. 2. La suspensión de la desamortización por la Junta Central........................................................... 5. 2. El “triunfo”: El difícil camino hacia la desamortización eclesiástica liberal ......................................................................... 5. 2. 1. El primer Liberalismo (1808-1814)................................... 5. 2. 2. La oposición a la desamortización liberal .......................... 5. 2. 3. El segundo reinado de Fernando VII (1814-1820): La derogación de la desamortización liberal y el mantenimiento de la desamortización de Carlos IV............................................ 5. 2. 4. El paréntesis del Trienio Liberal (1820-1823)................... 5. 2. 5. El tercer reinado de Fernando VII (1823-1833) y la nueva suspensión de la desamortización de Carlos IV ....................................................................... 5. 2. 6. De Mendizábal a Madoz: La desamortización definitiva............................................ 189 189 189 201 214 214 226 233 247 249 253 7 Abreviaturas............................................................................................... 263 FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS ....................... 1. Fuentes documentales ......................................................................... 2. Normativa.............................................................................................. 3. Doctrina ................................................................................................. 4. Bibliografía ............................................................................................ 265 265 265 267 271 APÉNDICES DOCUMENTALES .......................................................... 285 1. LA PROPUESTA.................................................................................. 1.1. Informe de Pedro Varela y Ulloa (27 de marzo de 1797) ....... 1.2. Memoria de Bernabé Portillo (4 de agosto de 1794) ............... 1.3. Proyecto sobre patronatos y obras pías de Juan Sempere y Guarinos (noviembre de 1797)................. 1.4. Cartas de Gaspar Melchor de Jovellanos a Francisco Saavedra (noviembre de 1797) .............................. 1.5. Informe de Miguel Cayetano Soler (1798)................................ 285 285 298 309 325 328 2. LA NORMATIVA ................................................................................ 335 2. 1. Real Cédula de 25 de septiembre de 1798 ................................ 335 2. 2. Formulario de escritura de imposición (Instrucción de 16 de enero de 1800) ......................................... 337 3. LA EJECUCIÓN................................................................................... 338 3. 1. Lista de los comisionados de la Comisión Gubernativa de Consolidación en las capitales de provincia (1803) ........... 338 3. 2. Representación de Pedro Canel Acevedo sobre la oposición de las ventas en Asturias (Coaña, Asturias, 29 de junio de 1800)...................................... 340 4. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO.................................. 341 4. 1. Real Cédula de 18 de noviembre de 1808 por la que se suspende la venta de bienes de capellanías, obras pías y comunidades religiosas y otras de esta especie en virtud de bulas y providencias del anterior Gobierno...... 341 8 4. 2. Memoria presentada al Consejo Supremo de Regencia sobre las bases del Crédito Público, de José Canga Argüelles (Cádiz, 6 de marzo de 1811) ..................................... 343 ICONOGRAFÍA 1. Carlos III, Antón Rafael Mengs, C. 1761, Museo del Prado, Madrid 2. Retrato de Pedro Rodríguez de Campomanes, Francisco Bayeu, 1777, Real Academia de la Historia, Madrid 3. Pablo de Olavide, colección particular Pablo Olavide, Madrid 4. El motín de Esquilache, Francisco de Goya, C. 1766-1767, colección privada, París 5. Carlos IV, Francisco de Goya, 1789, Museo de Zaragoza 6. Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco de Goya, 1798, Museo del Prado, Madrid 7. Retrato del conde de Floridablanca, Francisco de Goya, 1783, Banco de España, Madrid 8. Manuel de Godoy, duque de Alcudia, príncipe de la paz, Francisco de Goya, 1801, Real Academia de San Fernando, Madrid 9. Portrait of Don Francisco de Saavedra, Francisco de Goya, Courtauld Institute of Art Gallery, Londres 10. Don Antonio Noriega, Francisco de Goya, 1801, The National Gallery of Art, Washington 11. El motín de Aranjuez, Patrimonio Nacional, Madrid 12. Fernando VII con manto real, Francisco de Goya, 1814, Museo del Prado, Madrid 13. José Canga Argüelles, Vicente Arbiol, Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo 14. Retrato de Juan Álvarez Mendizábal, Antonio María Esquivel, 1842, Casón del Buen Retiro, Museo del Prado, Madrid 15. Pascual Madoz Ibáñez, José Nin y Tudó, 1873, Congreso de los Diputados, Madrid 16. Retrato de Álvaro Flórez Estrada, Álvaro Flórez Estrada Cornejo, 1823, Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo Prólogo L a Fundación Foro Jovellanos publica un nuevo trabajo de investigación para dar a conocer la vida y la obra de Jovellanos y su entorno. Se trata de un estudio que en su día obtuviera el Premio de Investigación que nuestra Fundación viene convocando anualmente, con ya ocho ediciones, bajo los auspicios primero de Esmena y en la actualidad de Ideas en Metal. El acta del jurado dice así: En Gijón a 4 de julio de 2006 se reúne el Jurado que ha de conceder el VI Premio Internacional de Investigación de la Fundación Foro Jovellanos, promovido por la empresa Ideas en Metal. Dicho jurado está formado por PRESIDENTE: Jesús Menéndez Peláez VOCALES: D. Mariano Abad Fernández D. Rafael Anes Álvarez de Castrillón D. Ramón Alvargonzález Dña. Teresa Caso Machicado D. José Mª Martínez Cachero SECRETARIO: D. Moisés Llordén Millambres Después de las oportunas deliberaciones acuerda por unanimidad el jurado otorgar dicho premio al trabajo titulado «LA PRIMERA DES- 10 AMORTIZACIÓN DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA EN EL TRÁNSITO DEL ANTIGUO RÉGIMEN AL LIBERALISMO (17981855)», firmado bajo el seudónimo de ‘Bernabé Portillo’ [abierta la plica correspondiente ante los medios de comunicación se conoció la identidad de su autora: Doña Marta Friera, profesota de la Universidad de Oviedo]. El jurado considera que este trabajo es una valiosa aportación para conocer la génesis de uno de los acontecimientos más importantes de la España moderna como lo fue la desamortización eclesiástica, que si bien tiene en Mendizábal la expresión más genuina, sus orígenes inmediatos se gestan a lo largo del siglo XVIII y de manera particular en la política de Carlos IV. Es un tema íntimamente relacionado con Jovellanos teniendo en cuenta que Jovellanos trató este problema de manera muy directa y exhaustiva en su Ley Agraria, publicada en 1795, y la normativa de desamortización es de 1798. Por tanto, se considera a Jovellanos como el autor intelectual y el apoyo ideológico de la primera desamortización eclesiástica. La autora analiza asimismo las vicisitudes que tuvo esta disposición desde 1798 hasta 1855, fecha en que culmina este proceso. Con este trabajo conocemos mejor el entorno en el que se movió Jovellanos y en el que se enmarca alguna de sus obras como el Informe sobre la Ley Agraria. La publicación de esta obra ha sido debida a Caja Rural de Asturias y de manera muy especial al entusiasmo de su presidente Román Suárez Blanco. Con ello la Fundación Foro Jovellanos añade un nuevo patrocinador a una ya larga lista de entidades que pretenden dar a conocer la vida, la obra y el entorno en que vivió uno de los referentes más importantes no solo de la historia de Asturias sino también en la historia de España. Nuestra Fundación continuará siendo fiel a los objetivos con que la conformaron sus fundadores. Jesús Menéndez Peláez Presidente de la Fundación Foro Jovellanos Saluda S e publica este libro cuando, recién celebradas unas elecciones municipales, con la atención suspensa por un anuncio de reanudación de hostilidades que acaba de hacer ETA, cualquier español medio, de estos que se ha dado en llamar de a pie, entre los que me cuento y considero, advierte que dos siglos después de las Cortes de Cádiz, sigue este país empecinado en el absolutismo que aún resulta más desconcertante cuando se advierte que es un territorio con una sociedad siempre partida por gala en dos, cualesquiera que sean las siglas bajo que se cobijen sus miembros: los que han llegado ya a la conclusión de que estamos ante la imperiosa necesidad de hacer bocetos de una nueva sociedad capaz de asumir las responsabilidades dimanantes de la libertad y los empeñados en mantener esquemas artificiales que dispensen a los individuos de responsabilizarse de unas decisiones que les conciernen y han de adoptar sin la falsilla de directrices ajenas. Casi dos siglos después, Jovellanos continúa siendo una de las personalidades más notables de la modernidad nacional. Mentira parece que en su época haya sido capaz de ver la nuestra con claridad tan notable y de prepararla en los esquemas político económico y político social que se deducen de los diferentes estudios, ensayos, informes y discursos. Tal vez sea esa una de las razones que justifican que todavía hoy mismo resulte tan interesante continuar ahondando en la personalidad de Jovellanos a través del estudio y el comentario de cada una de las huellas escritas que nos dejó de su extraordinaria clarividencia. 12 Es por ello para mí un verdadero privilegio que se haya posibilitado a la entidad crediticia que presido, a la CAJA RURAL DE ASTURIAS, participar en el homenaje a tan insigne estudioso de una realidad social en que además intervino personalmente, con efectivo riesgo de su seguridad y de su libertad personal que constituye la publicación de sus obras y de los comentarios que merecen de los estudiosos, deslumbrados por la cantidad y la calidad de las conclusiones que todavía pueden obtenerse de quien hace tanto tiempo ya advertía muchas de las patologías sociales de un grupo como el nuestro, tan propicio a la vez al entusiasmo como a la radicalización y la equivocada convicción de que enemigos o contradictores pueden y hasta deben ser anunlados o incluso exterminados so pretexto de que son los malos. Mantener vivo el espíritu de las convicciones de Jovellanos, su modo de exponerlas y defenderlas sabiendo que al mismo tiempo propiciarían soluciones para el común de las gentes de su tiempo, pero a la vez la necesidad de irlas renovando para mantener viva la modernidad y en constante evolución el progreso cultural hacia un tiempo inagotablemente nuevo, es todavía hoy cuestión pendiente y permanente valor, que deriva su vigencia del hecho de que Jovellanos mantenía, en época de verdades y autoridades absolutas la relatividad liberal de que todo será siempre mejorable hasta el fin de los tiempos. Por eso es Jovellanos una de las personalidades históricas que además de mantener su nombre en nuestra historia común, lo consigue con la singular frescura de un ideario útil para cualquier tiempo. No se detengan más, sin embargo, en unas palabras que no merecen más atención que las del agradecimiento que quieren expresar a don Jesús Menéndez Peláez, su presidente y a la FUNDACIÓN FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS, por habernos dado ocasión de colaborar en la publicación del interesante libro que tienen en sus manos, con que la ilustre profesora de la Universidad de Oviedo Dra. doña Marta Friera Álvarez mereció y obtuvo el VIII Premio Internacional de Investigación convocado por dicha Fundación en el año 2005. Román Suárez Blanco 1. INTRODUCCIÓN 1.1. Estado de la cuestión y objeto del trabajo Desde que Richard Herr diera a conocer la importancia de la desamortización eclesiástica llevada a cabo durante el reinado de Carlos IV,1 los estudios sobre el proceso desamortizador tuvieron que ampliar su ámbito temporal.2 De esta forma se tomó un nuevo punto de partida para adelantar el fin del Antiguo Régimen o, si se prefiere, el tránsito entre dicho período histórico, que culmina con la Ilustración, y la nueva Edad Contemporánea y liberal. Bajo esta denominación general, evitamos las disputas sobre la conveniencia de sustituir la tradicional «desamortización de Godoy» por la «desamortización de Soler». 2 HERR, Richard, España y la revolución del siglo XVIII, Aguilar, Madrid, 1975; «Hacia el derrumbe del Antiguo Régimen: crisis fiscal y desamortización bajo Carlos IV», en Moneda y Crédito, 118, 1971, pp. 37-100; «El significado de la desamortización en España», en Moneda y Crédito, 131, diciembre, 1974, pp. 55-94; «La vente des propriétés de mainmorte en Espagne, 1798-1808», en Annales. Économies. Sociétés. Civilisations, 1, janvier-fébrier, 1974, pp. 215-228; «El experimento de los vales reales (1780 a 1808)», en Dinero y crédito (siglos XVI al XIX), Actas del primer coloquio internacional de Historia económica (Madrid-Villalba-Segovia, 21, 22 y 23 de marzo de 1977), Madrid, 1978, pp. 115-124; «Fincas dispersas, cotos redondos y cambio económico en España», en Revista de Historia económica, año 1, primavera-verano, 1983, 1, pp. 59-77; «Hidalguía y desamortización bajo Carlos IV», en Desamortización y Hacienda Pública, 2, Secretaría General Técnica del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación e Instituto de Estudios Fiscales del Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1986, pp. 463-478; La Hacienda real y los cambios rurales en la España del Antiguo Régimen, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1991. 1 14 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Dentro de la llamada Historia total podemos enmarcar las distintas líneas de investigación seguidas desde la Historia general, política, jurídica, económica y social. Sin duda, han sido los historiadores de la economía los que han abordado el tema en mayor profundidad. La Historia cuantitativa, aunque abrumadora por la cantidad de datos aportados, se ha convertido en fundamental para la comprensión de la realidad desamortizadora, a través de sus respuestas a las preguntas de qué, cuánto, por quién y a quién se vendieron las propiedades eclesiásticas desamortizadas, tarea muy a propósito para estudios de ámbito local, provincial y regional, que deben compararse para llegar a su evaluación global. Tampoco debe olvidarse, para el tema concreto que nos ocupa, la labor más específica llevada a cabo por los historiadores que se han especializado en la beneficencia, porque la venta aprobada en 1798 de los bienes de «hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos, cofradías, obras pías y patronatos de legos» aceleró los primeros pasos hacia la conversión de la materia en un asunto público, hasta entonces de carácter fundamentalmente privado y eclesiástico.3 Así pues, los estudios sobre la desamortización eclesiástica toman como origen de dicho proceso histórico la normativa de 1798 (desamortización de los bienes raíces de fundaciones benéficas y piadosas) y de 1805 y 1807 (desamortización de parte de los bienes raíces puramente eclesiásticos). No obstante, buena parte de los trabajos no profundizan en su estudio y, aunque 3 Vid.: De la beneficencia al bienestar social: cuatro siglos de acción social, Seminario de Historia de la Acción Social, Consejo General de Colegios Oficiales de Diplomados del Trabajo y Asistentes Sociales, Siglo XXI, Madrid, 1986; MAZA ZORRILLA, Elena, Pobreza y asistencia social en España, siglos XVI al XX. Aproximación histórica, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1987; CARASA SOTO, Pedro, Pauperismo y revolución burguesa. Burgos (1750-1900), Universidad de Valladolid, Valladolid, 1987; Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, Junta de Castilla y León, Valladolid 1988; Historia de la beneficencia en Castilla y León. Poder y pobreza en la sociedad castellana, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1991. 1. Introducción 15 admiten su importancia, repiten las conclusiones de Herr.4 Algunos ni siquiera la tratan como tal origen, sino que la incluyen en los precedentes de desamortizaciones eclesiásticas llevadas a cabo durante el Antiguo Régimen, fundamentalmente en el reina- 4 Entre la casi inabarcable bibliografía existente sobre la desamortización, incluida la llevada a cabo en época de Carlos IV, aunque no se trate ni en profundidad, ni siquiera como parte del proceso desamortizador, hemos seleccionado la siguiente: ANTEQUERA, José María, La desamortización eclesiástica considerada en sus diferentes aspectos y relaciones, reimpr. facsímil (Imprenta de A. Pérez Dubrull, Madrid, 1885), Analecta editorial, Pamplona, 2003; PORRES MARTÍN-CLETO, Julio, La desamortización del siglo XIX en Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, Diputación Provincial, Toledo, 1966; SIMÓN SEGURA, Francisco, «La desamortización de Mendizábal en la provincia de Barcelona», en Moneda y Crédito, 98, septiembre de 1966, pp. 121-141; Contribución al estudio de la desamortización en España. La desamortización de Mendizábal en la provincia de Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1969; Contribución al estudio de la desamortización en España. La desamortización de Mendizábal en la provincia de Gerona, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1969; y La desamortización española del siglo XIX, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1973; MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra, Universidad de Navarra, Pamplona, 1972, y Desamortización, fueros y pronunciamientos en Álava en el siglo XIX, Diputación foral de Álava, Vitoria, 1975; MERINO NAVARRO, José P., La desamortización en Extremadura, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1976; OJEDA QUINTANA, José Juan, La desamortización en Canarias (1836 y 1855), Centro de Investigación Económica y Social de la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1977; BRINES BLASCO, Joan, La desamortización eclesiástica en el país valenciano durante el Trienio Constitucional, Universidad de Valencia, Valencia, 1978; RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Vicente, La desamortización de Mendizábal en La Sagra, Toledo, 1981; HERNÁNDEZ MARCO, José Luis, Propiedad de la tierra y cambio social en un municipio fronterizo: Villena (1750-1888), Caja de Ahorros Provincial, Alicante, 1983; RUEDA HERNANZ, Germán, La desamortización de Mendizábal y Espartero en España, Cátedra, Madrid, 1986, y La desamortización en España: un balance (1766-1924), Cuadernos de Historia, 38, Arco Libros, Madrid, 1997; GAY ARMENTEROS, Juan C., GONZÁLEZ DE MOLINA NAVARRO, Manuel, y GÓMEZ OLIVER, Miguel, «Aspectos sobre la desamortización en Andalucía oriental», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 207-235; VILLARES, Ramón, Desamortización y réxime de propiedade, A nostra terra, Vigo, 1994; BELLO, Josefina, Frailes, intendentes y política. Los bienes nacionales, 1835-1850, Taurus, Madrid, 1997; MARTÍ GILABERT, Francisco, La desamortización española, Rialp, Madrid, 2003. 16 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo do de Felipe II.5 La excluyen, así, del concepto de desamortización como transformación no solo de la titularidad de la propiedad de la tierra, sino también de su régimen jurídico, definición propuesta de forma clara por Tomás y Valiente, que estudia un «proceso unitario, diverso y discontinuo».6 Contamos con obras que analizan, en general, el proceso desamortizador, de forma parcial o completa.7 Y también con monogra- Sobre tales desamortizaciones vid. MOXÓ, Salvador de, «La desamortización eclesiástica del siglo XVI», en A.H.D.E., 31, 1961, pp. 327-361. 6 TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político de la desamortización en España», en Obras completas, 1, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, pp. 547-634; «Gobierno e Instituciones en la España del Antiguo Régimen (Campomanes y los preliminares de la desamortización eclesiástica)», en Obras completas, 2, op. cit., pp. 1.801-1.823; «Recientes investigaciones sobre la desamortización: intento de síntesis», en Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.187-3.238; «Problemas metodológicos en el estudio de la desamortización en España: el empleo de las fuentes jurídicas», en Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.2553.261; «El proceso desamortizador de las tierras de España», en Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.381-3.396; «La obra legislativa y el desmantelamiento del Antiguo Régimen», en Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.539-3.588; «Desamortización y Hacienda Pública. Reflexiones: entre el balance, la crítica y las sugerencias», en Obras completas, 4, op. cit., pp. 3.875-3.895. 7 Los siguientes trabajos estudian con cierta profundidad la desamortización de Carlos IV dentro del proceso desamortizador del siglo XIX: CRUZ VILLALÓN, Josefina, Propiedad y uso de la tierra en la Baja Andalucía. Carmona, siglos XVIIIXX, Servicio de Publicaciones Agrarias del Ministerio de Agricultura, Madrid, 1980; FONTANA, Josep, «La desamortización de Mendizábal y sus antecedentes», en Historia agraria de la España contemporánea. I. Cambio social y nuevas formas de propiedad (1800-1850), Crítica (Grijalbo), Barcelona, 1985, pp. 219-244; CORDERO TORRÓN, Xosé, «La redención foral en la provincia de La Coruña ante el proceso desamortizador», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 191-206; LÓPEZ GARCÍA, José Miguel, «Patrimonios y rentas del clero regular vallisoletano a la luz de los informes de desamortización (1835-1842). El caso de la Real Cartuja de Nuestra Señora de Amiago», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 403-425; NIEVES CARRASCOSA, Juan E., La desvinculación de la propiedad de la comarca de Jaén durante la primera mitad del siglo XIX, 1798-1845, Ayuntamiento de Jaén, Jaén, 1991; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón. El clero regular entre la expansión y la crisis (1709-1835), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1993; SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, La desamortización en 5 1. Introducción 17 fías sobre su primera formulación, entre las que destacan los fundamentales y generales trabajos de Herr y las líneas de investigación emprendidas por Merino Navarro, Hera, Martínez de Codes y Lecuona Prats.8 El resto de autores se han centrado en ámbitos locales, provinciales o regionales, con el ejemplo dado, de nuevo, por Herr para Salamanca y Jaén.9 Así, Campoy para Toledo,10 Carasa Soto para Burgos,11 Cuartas Rivero también para Burgos y Asturias,12 Marcos Mar- Cantabria durante el siglo XIX (1800-1889), Torrelavega, 1994; MARTÍNEZ DE CODES, Rosa María, «Transformaciones del Derecho de propiedad a través de la legislación desamortizadora. Los casos de España y México», en Derecho y Administración pública en las Indias hispánicas, II, Actas del XII Congreso Internacional de Historia del Derecho Indiano (Toledo, 19 a 21 de octubre de 1998), Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002, pp. 1.065 y ss. 8 Fundamentalmente, HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., y La Hacienda real…, op. cit.; MERINO NAVARRO, José P., «Hacienda, deuda pública y desamortización con Carlos IV», en Desamortización y Hacienda Pública, 2, op. cit., pp. 725-737; HERA, Alberto de la, y MARTÍNEZ DE CODES, Rosa María, «Las políticas desamortizadoras en el tránsito del siglo XVIII al XIX. Un proyecto en marcha», en XI Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, 1, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, 1997, pp. 319-338; HERA, Alberto de la, «Precedentes ilustrados del proceso desvinculador y desamortizador de bienes de manos muertas», en El proceso desvinculador y desamortizador de bienes eclesiásticos y comunales en la América española. Siglos XVIII y XIX, coords. Hans-Jürger Prien y Rosa María Martínez de Codes, Cuadernos de Historia latinoamericana, 7, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos, 1999, pp. 77-96; LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad a finales del antiguo régimen. Centro y periferia del proceso desamortizador y redentor de censos perpetuos en tiempos de Carlos IV, Universidad de Málaga, Málaga, 2004, pp. 9-73. 9 HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., y La Hacienda real…, op. cit. 10 CAMPOY, Emilio, Política fiscal y desamortizaciones de Carlos IV en Toledo (1793-1808), Caja de Ahorros Provincial de Toledo (tesis doctoral leída en 1979). 11 CARASA SOTO, Pedro, Pauperismo y revolución burguesa…, op. cit., pp. 419-442. 12 CUARTAS RIVERO, Margarita, «La desamortización de Carlos IV en la ciudad de Burgos», en La ciudad de Burgos, Actas del Congreso de Historia de Burgos, Junta de Castilla y León, Burgos, 1985, pp. 509-525; «La desamortización de Carlos IV en Asturias: el ejemplo de Avilés, Gijón y Oviedo», en Boletín del R.I.D.E.A., 138, julio-diciembre, 1991, pp. 413-430. 18 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo tín para Palencia,13 Gamero Rojas y Schmidt para Sevilla,14 Moya Ulldemolins, Gómez Oliver y González de Molina para Córdoba y, en general, estos dos últimos para Andalucía,15 Azagra y Pardo Tomás para Valencia,16 Ramos Vidal y Hernández Marco para Alicante,17 Mutiloa Poza para Navarra,18 Peiró y Atienza para Aragón,19 Sánchez MARCOS MARTÍN, Alberto, «La desamortización de Godoy en la ciudad de Palencia, 1798-1808», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 339-354. 14 GAMERO ROJAS, Mercedes, «La desamortización de Godoy y su repercusión en el mercado de la tierra sevillana», en La España de Carlos IV, Tabapress, Madrid, 1991, pp. 63-73; SCHMIDT, Peer, «Los vales reales y la desamortización de Carlos IV en España (1798-1808). Una perspectiva desde Cádiz, Sevilla y el Reino de Sevilla», en Memorias del Segundo Congreso de Historia Económica. Entre la Economía y la Historia, Asociación Mexicana de Historia Económica, Universidad Autónoma de México, México, 2004, que es un resumen de su libro Die Privatisierung des Besitzes der Toten Hand. Die Säkularisation unter Karl IV in Andalusien (1798-1808), Stuttgart, 1990. 15 MOYA ULLDEMOLINS, Joaquín María, «La desamortización de Godoy en Córdoba y su término (1807)», en Actas del I Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía contemporánea (siglos XIX y XX), 1, Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1979, pp. 171-183; y «Desamortización de bienes eclesiásticos en el municipio de Córdoba», en Boletín de la Real Academia de la Historia, 183, enero-abril, 1986, pp. 1541; GÓMEZ OLIVER, Miguel, y GONZÁLEZ DE MOLINA, Manuel, «La desamortización de Godoy en la provincia de Córdoba (1798-1808). Primeros resultados», en III Coloquio de Historia de Andalucía. Andalucía contemporánea, 1, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1985, pp. 15-22; y «Crisis fiscal y mercado de tierras. A propósito de la desamortización de Godoy en Andalucía», en Antiguo Régimen y Liberalismo. Homenaje a Miguel Artola. 2. Economía y sociedad, Javier M. Donezar y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Alianza, Madrid, 1995, pp. 199-221. 16 AZAGRA, Joaquín, La desamortización de Godoy en Valencia (1799-1807), Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, València, 1986; PARDO TOMÁS, José, «La desamortización de Carlos IV en el País Valenciano», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 355-368. 17 RAMOS VIDAL, Juan A., Demografía, economía (Desamortización bajo el reinado de Carlos IV) y sociedad en la comarca del Bajo Segura durante el siglo XVIII, Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, Orihuela, 1980; HERNÁNDEZ MARCO, José Luis, Propiedad de la tierra…, op. cit. 18 MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra, op. cit., pp. 227-267. 19 PEIRÓ, Antonio, Regadío, transformaciones económicas y capitalismo (la tierra en Zaragoza, 1766-1849), Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1988, pp. 13 1. Introducción 19 Gómez para el territorio cántabro,20 además de Lecuona Prats para Canarias.21 A pesar de la gran obra de Herr, se echan de menos visiones generales que respondan a las preguntas concretas de por qué y cómo se llevó a cabo la primera desamortización, precisamente a fines del Antiguo Régimen. Es decir, que analicen el ámbito político, jurídico, económico y social en el que se enmarca dicha desamortización, su planteamiento teórico y su plasmación normativa y práctica a través del correspondiente aparato jurídico –político, administrativo y judicial– puesto en funcionamiento para su ejecución. Con el ejemplo del maestro Tomás y Valiente, que estudió el marco político del conjunto del proceso desamortizador,22 lo que, modestamente, se pretende con este trabajo es contribuir, con un marco doctrinal y normativo, al conocimiento de los orígenes de la desamortización eclesiástica, como un elemento más y fundamental de la desintegración del sistema propio del Antiguo Régimen, ya se considere dicha desamortización consecuencia de una primera revolución liberal o esta consecuencia de aquélla.23 Una aportación más, pues, que complete los estudios realizados hasta el momento, cuyas conclusiones hemos tenido muy presentes, y que los enmarque en la realidad jurídica que comprende la política, económica y social del hombre. Contra las tradicionales críticas a la Historia del Derecho, por su «legalismo», están las palabras de Valiente: «Una revolución es precisamente la sustitución de un orden jurídico por otro radicalmente distinto, es decir, diferente en 193-202; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 145-155. 20 SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, «La desamortización de Godoy: una reinterpretación», en Antiguo Régimen y Liberalismo. Homenaje a Miguel Artola. 2. Economía y sociedad, Javier M. Donezar y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Alianza, Madrid, 1995, pp. 317-332. 21 LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad..., op. cit. 22 Vid. supra, nota 6. 23 Cf. Francisco Tomás y Valiente y Richard Herr (vid. bibliografía en las notas 2 y 6). 20 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo su raíz última. Con leyes no se hacen las revoluciones, pero en leyes cristalizan y esas normas jurídicas no crean por sí solas una nueva forma de sociedad, pero la hacen posible y en alguna medida la encauzan y orientan. Es esta, en circunstancias de cambio social profundo, la función del Derecho, que no es pequeña».24 1.2. Las fuentes documentales El presente estudio histórico-jurídico se apoya en las fuentes documentales doctrinales y normativas sobre la primera desamortización eclesiástica. Entre las primeras se encuentran diferentes obras, memoriales, representaciones, informes, dictámenes y, en general, escritos, de los ilustrados ministros de Carlos III y Carlos IV y otras autoridades y particulares que propusieron, de una forma u otra, la enajenación de parte de la propiedad eclesiástica como medio indispensable para el desarrollo global del nuevo todopoderoso Estado. Entre ellos destacan, por un lado, Carrasco, Campomanes y Olavide, y, por otro, Floridablanca y Jovellanos, con dos propuestas muy distintas sobre el alcance de dicha enajenación, propias de dos concepciones del derecho de propiedad, una señorial, aunque ilustrada, que distinguía y respetaba los dominios directo y útil, y otra ilustrada y preliberal, basada en una propiedad plena y liberalizada.25 24 TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «La obra legislativa…», op. cit., p. 3.588. 25 CARRASCO, Francisco, Representación hecha al Rey nuestro señor por Don Francisco Carrasco, de su Consejo supremo de Castilla y fiscal en el de Hacienda sobre amortización (1764) y Dictamen en el Consejo de Castilla (1765), en Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212); RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro (conde de Campomanes), Tratado de la regalía de amortización (1765), estudio preliminar de Francisco Tomás y Valiente, Revista del Trabajo, Madrid, 1975; Dictamen fiscal de expulsión de los jesuitas de España (1766-1767), edición, introducción y notas de Jorge Cejudo y Teófanes Egido, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1977; Escritos regalistas. I. Tratado de la regalía de España, II. Juicio imparcial sobre el Monitorio de Roma publicado contra las regalías de Parma, Estudio 1. Introducción 21 Dichas propuestas doctrinales darán lugar a las correspondientes respuestas normativas, que matizan aquellas, una vez que del reformismo agrario se pase a vincular la desamortización de la propiedad de la tierra a la extinción de la deuda pública, en el marco de la grave crisis hacendística sucedida en el reinado de Carlos IV. Así, los proyectos de hombres como Sempere y Guarinos y los menos conocidos de Bernabé Portillo y Juan Bautista Virio26 preliminar de Santos M. Coronas González, Clásicos Asturianos del Pensamiento Político, Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, 1993; OLAVIDE, Pablo de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria (1768), en Informes en el Expediente de Ley Agraria, Edición y estudio preliminar de Gonzalo Anes, Instituto de Cooperación Iberoamericana/Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1990; MOÑINO, José (conde de Floridablanca), Alegación fiscal contra la carta del obispo de Cuenca, Isidro de Carvajal y Lancaster, al confesor del Rey, fray Joaquín Eleto; Instrucción reservada de la Junta de Estado creada el 8 de julio de 1787; Memorial presentado al Rey Carlos III y repetido a Carlos IV por el Conde de Floridablanca renunciando al Ministerio, en B.A.E., Obras originales del Conde de Floridablanca y escritos referentes a su persona, colección hecha e ilustrada por D. Antonio Ferrer del Río, Madrid, 1867; JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Carta sexta a Antonio Ponz; Informe dado por la Junta municipal de temporalidades de Sevilla, sobre la pretensión hecha por el marqués de Montefuerte, conde de Lebrijo, al patrono de las escuelas fundadas por la señora Garayo a cargo de los jesuitas (10 de julio de 1775); Carta al ilustrísimo Señor don Pedro Rodríguez de Campomanes remitiendo el proyecto de erarios públicos (5 de agosto de 1777, según Ceán Bermúdez); Discurso acerca de la situación y división interior de los Hospicios con respecto a su salubridad, leído en la Sociedad de Sevilla en 1778; Informe dado acerca de la venta de varias casas de los reales hospitales de Madrid, siendo el autor individuo de la Junta de Gobierno de estos establecimientos (17 de marzo de 1787); Informe de la Sociedad Económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el Expediente de Ley Agraria, extendido por el autor en nombre de la Junta encargada de su formación (Madrid, 1795, reimp. en 1820); Carta de Jovellanos al Señor Don Juan Francisco Menéndez Solís, presbítero de Candás (Gijón, 29 de julio de 1799), en B.A.E., 50, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 2, colección hecha e ilustrada por Don C. Nocedal, Atlas, Madrid, 1952; Diarios (1790-1797 y 1797-1810), en B.A.E., 85 y 86, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 3 y 4, edición y estudio preliminar de M. Artola, Atlas, Madrid, 1956. 26 SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Policía de España, acerca de los pobres, vagos y malentretenidos, Memoria sobre la renta de población del Reyno de Granada y Proyecto sobre patronatos y obras pías, en Biblioteca española económico-política, Imprenta de Sancha, Madrid, 4 tomos, 1801, 1804 y 1821; Historia de los vínculos y mayoraz- 22 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo fueron asumidos por los secretarios de Estado y del Despacho de Estado (Godoy), Gracia y Justicia (Jovellanos) y Hacienda (Gardoqui, Varela, Saavedra y, finalmente, Soler),27 y dieron lugar, finalmente, a la aprobación de las primeras disposiciones desamortizadoras que, con dificultades, supusieron el primer paso hacia la liberalización de buena parte de la propiedad eclesiástica amortizada. Para el estudio detallado de dicha normativa –básica, de desarrollo y ejecución– hemos acudido a diversas recopilaciones, oficiales y privadas, y colecciones, generales o específicas, sobre el tema.28 gos (1805), estudio preliminar de Juan Rico Jiménez, Instituto de Cultura Juan GilAlbert, Diputación de Alicante, Alicante, 1990; PORTILLO, Bernabé, Memoria sobre la elección de los recursos menos gravosos para las urgencias de la guerra y sobre proporcionar los fondos necesarios para hacerla con vigor (14 de agosto de 1794) y Memorial sobre los perjuicios del agio o quebranto de los vales reales en su reducción a efectivo y sobre los medios naturales de moderarlos (20 de octubre de 1796), en A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2); VIRIO, Juan Bautista, Dictamen de la Dirección de Fomento General (4 de septiembre de 1797), en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 271-277. 27 GODOY, Manuel (príncipe de la paz), Memorias críticas y apologéticas para la Historia del reinado del Señor Don Carlos IV de Borbón (1836; impresión 1908), en B.A.E., 2 tomos (88 y 89), Estudio preliminar de Carlos Seco Serrano, Atlas, Madrid, 1965; JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Cartas a Don Francisco Saavedra (noviembre de 1797), en B.A.E., 86, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 4, op. cit., pp. 12-14; GARDOQUI, Diego, Consultas al Consejo de Estado (19 de septiembre de 1792, 1794 y 27 de mayo de 1796), en A.H.N., Estado, legajo 2.863 (caja 1) y libro 11, y Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 189-200; VARELA, Pedro, Informe al Consejo de Estado (27 de marzo de 1797), en A.H.N., Estado, libro 11; SAAVEDRA, Francisco, Oficios de Godoy a Saavedra y de Saavedra a Jovellanos (23 y 28 de noviembre de 1797), en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 266-270; SOLER, Miguel Cayetano, Estado de la Real Hacienda en el año de 1798 por el Sr. D. Miguel Cayetano Soler y Consulta del Señor Soler en 1799, en Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 201-241. 28 R. (Felipe II, 1567), tomos I, II y III (A. A., 1772); Nov. Rec. (Carlos IV, 1805), tomos I, II, III, IV, V y VI (índices generales y suplemento correspondiente a los años de 1805 y 1806), Madrid, 1805 y 1807; Gazeta de Madrid; Colección de pragmáticas, cédulas, provisiones, autos acordados y otras providencias generales expedidas 1. Introducción 23 Aparte de estas fuentes doctrinales y normativas, hemos consultado parte de la variada documentación procedente de las instipor el Consejo Real en el reynado del señor Don Carlos III cuya observancia corresponde a los tribunales y jueces ordinarios del Reyno, y a todos los vasallos en general, por Santos Sánchez, Imprenta de la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1803; Colección de todas las pragmáticas, cédulas, provisiones, circulares, autos acordados, vandos y otras providencias publicadas en el actual reynado del señor Don Carlos IV con varias notas instructivas y curiosas (1788-1793), por Santos Sánchez, Imprenta de la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1794; y Suplemento a la Colección de pragmáticas, cédulas, provisiones, circulares y otras providencias publicadas en el actual reynado del señor Don Carlos IV, I (1794-1796), II (1797-1800) y III (1801-1804), por Santos Sánchez, Imprenta de la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1795-1805; Reales Órdenes, 1779-1821 (Biblioteca de la R.A.H., 4/175); Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, años de 1801 a 1805 (Biblioteca de la Universidad de Oviedo, E34H5A-158); REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales expedidas desde 1780, Imprenta de la viuda e hijo de Marín, Madrid, 1802 (A.H.N., Consejos, legajo 50.728); LÓPEZ FANDO, Juan, Demostración práctica del modo de hacer las liquidaciones para redimir censos perpetuos enfitéuticos con arreglo a la Real Cédula de 17 de enero de 1805 y deducir lo correspondiente a ellos en las ventas de fincas que los tengan, Cano, Madrid, 1805; GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen, progreso y estado de las rentas de la Corona de España, su gobierno y administración, 6 tomos (1805-1808), Reimpreso en la Imprenta Real, Madrid, 1817; Prontuario de las Leyes y Decretos del Rey Nuestro Señor Don José Napoleón I, 3 tomos, Imprenta Real, Madrid, 1810 y 1812; Colección de los Decretos y Órdenes que han expedido las Cortes, 10 tomos (1810-1813 y 1820-1823), Imprenta Nacional, Madrid, 1820-1823; Diario de sesiones de las Cortes (1810 en adelante), Madrid; SEÑÁN Y VELÁZQUEZ, José, Guía o estado general de la Real Hacienda de España, año de 1819. Parte legislativa, Imprenta de Vega y Compañía, Madrid (A.H.N., Consejos, legajo 50.728); Decretos del Rey Don Fernando VII, 18 tomos, por Fermín Martín de Balmaseda (tomos 1 a 7, 1819-1823) y por Josef Martín de Nieva (tomos 8 a 18, 18241834), Imprenta Real, Madrid, 1819-1834; Decretos de la Reina Doña Isabel II, tomos 19 a 21 (1834-1836), por Josef María de Nieva, Imprenta Real, Madrid, 1835-1837; Colección de las leyes, decretos y declaraciones de las Cortes, y de los reales decretos, órdenes, resoluciones y reglamentos generales expedidos por los Secretarios del Despacho, tomos 22 y ss., Imprenta Nacional, Madrid, 1837 en adelante; Colección legislativa de la deuda pública de España, 11 volúmenes, Dirección General de la Deuda Pública, Imprenta Nacional, Madrid, 1859-1864; Biblioteca de la R.A.H., 4/175 (Reales Órdenes, 1779-1821); A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013 (Reales Órdenes del crédito público, 1749-1812), 8.017, 8.028, 8.036, 8.045, 8.046, 8.050 (Órdenes generales de rentas, 1749, 1771-1773, 1785, 1793, 1794 y 1798). También hemos consultado las obras de MATILLA TASCÓN, Anto- 24 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo tuciones, organismos y autoridades que, de alguna forma, se ocuparon de la ejecución de la normativa desamortizadora.29 El núcleo se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, en sus secciones de Consejos,30 Hacienda,31 Estado32 y Clero.33 No hemos podido reconsnio, Catálogo de la colección de órdenes generales de rentas (aportación para la Historia de los tributos y del comercio españoles), 2 tomos, Madrid, 1950 (comprende los libros 8.0098.101, años 1228-1841), y MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de reales cédulas del A.H.N., Diversos-Reales Cédulas, 2 tomos (1366-1801 y 1802-1871), Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural, Madrid, 1977. Es útil la base de datos sostenida por la Real Academia de la Historia, llamada Legislación histórica de España, que puede consultarse en la página web http://www.mcu.es/ archivos/lhe. 29 Una obra útil como guía de las fuentes documentales para el estudio de la desamortización es Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit. (apartado 1: Metodología, fuentes y precedentes, y apartado 2: Visiones generales). Sus autores nos orientan sobre la documentación conservada para Soria (Carlos Álvarez García), Cantabria (Félix E. Pecharromán del Cura), Zamora (José Luis Rodríguez de Diego), La Rioja (Juan Carlos Bilbao Díez) y Andalucía (Juan C. Gay Armenteros). 30 A.H.N., Consejos, libros 1.502-E (Índice de reales cédulas, órdenes y providencias de los Consejos Real, de Guerra, Indias y Hacienda, 1804), 2.683, 2.686, 2.688, 2.689, 2.691 (Expedientes de la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla, 1782-1784, 1798, 1803-1809 y 1816), 2.700 y 2.700 bis (Índices de expedientes generales, 1717-1834), 2.705 E (Expedientes del Consejo, 1808), 2.720-E (Inventario de expedientes y pleitos de la Junta Suprema de Reintegros de Bienes Nacionales, 1814-1820), 2.882 (Inventario de papeles de la Secretaría de la Intendencia de la provincia de Madrid, 1812) y 3.456 (Obra pía de Lope de Mendieta, siglos XVIII y XIX), y legajos 1.897 (Acuses de recibo de la Real Cédula que crea la Caja de Amortización, 1798), 1.900 y 1.901 (Caja de Amortización, siglo XVIII), 2.064 (Comisión General de Consolidación, siglo XVIII), 2.196, 2.197, 2.198 y 2.199 (Expedientes de la Secretaría de Gobierno del Consejo de Castilla, siglo XVIII), 2.980 (Expedientes de la Comisión Gubernativa de Consolidación, siglos XVIII y XIX), 3.609 (Traslado de los expedientes sobre desamortización al Consejo Real, 1834-1835) y 50.728 (Impresos y colecciones normativas sobre rentas). 31 A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 5.838 (Registro de expedientes sobre desamortización de la Caja de Consolidación, 18031807), 6.012 y 6.013 (Reales Órdenes del Crédito Público, 1749-1812), 8.017, 8.028, 8.036, 8.045, 8.046 y 8.050 (Órdenes generales de rentas, 1749, 1771-1773, 1785, 1793, 1794 y 1798) y 16.491 bis (Compradores de bienes nacionales, 1809-1811), y legajos 205 (Incorporación de señoríos, 1805-1807), 480 (Tesorería, siglo XIX), 2.587 (Crédito Público, siglo XIX), 3.472 (Tesorería, siglos XVIII y XIX), 3.705 (Desamortización y desvinculación, siglo XIX), 3.927 (Caja de Amortización, siglo XIX), 4.051 (Desamortización y desvinculación, siglo XIX), 5.845 y 5.848 (Tesorería, siglos XVIII y XIX). 1. Introducción 25 truir la serie documental que debieron generar los órganos que sucesivamente se encargaron de dirigir la amortización de la deuda pública: la Caja de Amortización (1798), la Junta Suprema de Amortización (1799), la Tesorería General (junio de 1799) y la Comisión Gubernativa de Consolidación de Vales y Cajas de Extinción y Descuento (agosto de 1800 a 1808).34 En el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares se custodian, por lo menos, los libros elaborados por dicha Comisión de Consolidación para el registro de las escrituras de imposición del capital obtenido en las enajenaciones, que se emitían a favor de los antiguos poseedores de bienes afectados por la desamortización. Han sido consultadas, en parte, por Cuartas Rivero,35 mientras que, por su lado, A.H.N., Estado, libro 11 (Actas del Consejo de Estado, 1796-1808), y legajos 54 (desamortización en América, siglo XIX), 70 (Junta de Sevilla, siglo XIX), 80 (Junta de Málaga, siglo XIX), 100 (Consulta del Consejo de Estado sobre ventas de bienes secularizados, 1820), 226 y 233 (Crédito público, siglo XIX), 2.863 (Consejo de Estado, siglo XVIII), 2.874 (Ministros de Hacienda, siglo XVIII), 2.932 (Escritos sobre el fomento de la agricultura, industria y comercio, siglos XVIII y XIX), 3.111 (Crédito Público durante el gobierno francés, 1809-1814), 3.210, 3.211 y 3.212 (Propuestas de arbitrios para la Real Hacienda, siglos XVIII y XIX), 3.219 (Banco de San Carlos), 3.442-1 (Expediente de Francisco de Saavedra) y 6.394 (Varios expedientes sobre censos de mayorazgos, siglo XVIII). 33 A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5 (Desamortización en La Coruña, siglos XVIII y XIX). Los fondos de esta sección para el estudio de la desamortización del siglo XIX son analizados por DIEGO RODRÍGUEZ, Natividad de, «La desamortización y la sección de clero del Archivo Histórico Nacional. Culto y clero», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 45-55. 34 En los inventarios de la Secretaría de Gobierno del Consejo de Castilla se enumeran distintos expedientes dentro de uno general de Consolidación que debería hallarse en el legajo antiguo 1.270 (nuevo 2.979), pero ya se dice que falta. En 1835 se remitieron algunos de dichos expedientes al Consejo Real de España e Indias, pero se devolvieron el 20 de mayo de 1858. Efectivamente, dicha remisión se encuentra documentada en el legajo 3.609 de la sección de Consejos del A.H.N. De dicho expediente hablan los procuradores de Cortes en la sesión de 15 de abril de 1835. Diario de sesiones de Cortes, Legislatura de 1834 a 1835, 3, Madrid, 1867. 35 CUARTAS RIVERO, Margarita, «Documentos sobre la desamortización del siglo XIX en los fondos antiguos del Archivo de la Dirección General del Tesoro. Deuda pública y clases pasivas», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 33-43. 32 26 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Herr ha utilizado la documentación que se conserva en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, en concreto, en las escribanías de Juan Manuel López Fando y Feliciano del Corral, encargados del otorgamiento de dichas centralizadas escrituras de imposición.36 La tarea debería completarse con la consulta de los fondos de los archivos históricos provinciales, opción preferida para los estudios locales, provinciales o regionales. En los protocolos notariales y en las contadurías de hipotecas deberían encontrarse las correspondientes escrituras de ventas realizadas durante los años 1798 y 1808 y también variada documentación emitida por los intendentes y comisionados encargados de la ejecución de dichas enajenaciones en las provincias. Lo mismo puede decirse de otros archivos, como los municipales, propios de las justicias locales, autoridades también competentes en la materia, y los eclesiásticos, con rica documentación sobre los bienes enajenables y enajenados. 36 HERR, Richard, «Hacia el derrumbe...», op. cit.; La Hacienda real..., op. cit.; 2. LA PROPUESTA «¡Qué gloria para nuestro Augusto Monarca y para sus benéficos Ministros si, en circunstancias tan desgraciadas y difíciles lograban, por la adopción de estos principios, sacar bienes de estos males, estableciendo los primeros fundamentos de una sólida prosperidad venidera que dé al Estado tanto vigor y fuerza que nada tenga que temer de sus enemigos! La posteridad, aún más llena quizá que la generación presente de gratitud y reconocimiento, pues ella disfrutará en toda su plenitud de los beneficios, no podrá menos de admirar, quando la Historia trasmita estos subcesos, la sabiduría del Govierno actual en la elección de los recursos.» Bernabé Portillo, Memoria sobre la elección de los recursos menos gravosos para las urgencias de la guerra y sobre proporcionar los fondos necesarios para hacerla con vigor (4 de agosto de 1794). A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798 constituyen un hito fundamental en el tránsito entre el Antiguo Régimen y el Liberalismo. De ellos, el que más impacto tuvo en la transformación no solo de la titularidad de la propiedad de la tierra, sino también de su régimen jurídico,37 fue, sin duda, el que ordenaba la «Solo la desamortización implicó necesaria y simultáneamente transformación y transferencia de la propiedad. Es decir, cambio del régimen jurídico (de propiedad amortizada y dividida a propiedad libre y plena) y cambio de titularidad (de la Iglesia u otra ‘mano muerta’ al comprador individual). De ahí que fuera necesaria para que pudiera cumplirse la revolución burguesa.» TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «Recientes investigaciones...», op. cit., p. 3.222. Vid. también «La obra legislativa...», op. cit. 37 28 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo enajenación de «todos los bienes raíces pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos», instituciones que fueron consideradas «establecimientos públicos».38 Los capitales que produjesen dichas ventas en pública subasta y las redenciones de sus censos debían imponerse, al interés anual legal del tres por ciento, en la Real Hacienda, en un fondo creado para la amortización de la deuda pública que asolaba el reinado de Carlos IV. Las enajenaciones de otros bienes ordenadas en los mismos reales decretos no tenían la trascendencia de las anteriores. Así, el Estado ya era propietario de los propios de los jesuitas y de los colegios mayores de San Bartolomé, Cuenca, Oviedo y el Arzobispo de la ciudad de Salamanca, Santa Cruz de Valladolid y San Ildefonso de Alcalá. En cuanto a la enajenación de los bienes de mayorazgos, vínculos y fundaciones puramente eclesiásticas, considerados y respetados como propiedad privada, de momento, fue solo una concesión a sus poseedores. La primera normativa desamortizadora aprobada en pleno Antiguo Régimen no se limitó, sin embargo, a los bienes de dichas instituciones seudoeclesiásticas, fundaciones benéficas y piadosas con propiedades a camino entre la vinculación y la amortización, 38 Los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798, contenidos en las reales cédulas de 24 y 25 de dicho mes, aplicaban a la recién creada Caja de Amortización (real cédula de 9 de marzo con real decreto de 26 de febrero) los siguientes fondos: el capital procedente de la venta voluntaria de bienes de mayorazgos (impuesto al rédito del tres por ciento, con una rebaja de la octava parte, que se reservaba el «vendedor»), la contribución de legados y herencias, los bienes de los seis colegios mayores, los capitales de las enajenaciones forzosas de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas, y de la redención de sus censos, y de las voluntarias de los patronatos de sangre, capellanías colativas y demás fundaciones eclesiásticas (impuestos al rédito del tres por ciento), los bienes de los jesuitas expulsados, los caudales procedentes de concursos de acreedores y quiebras de comerciantes, y los fondos custodiados en depósitos judiciales. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Se publicaron en la Gaceta de Madrid los días 2, 5, 9 y 12 de octubre de 1798. Los acuses de recibo de distintas autoridades provinciales y locales pueden consultarse en el A.H.N., Consejos, legajos 1.900 y 1.901. 2. La propuesta 29 pues pronto llegó el turno de buena parte de los bienes eclesiásticos propiamente dichos. Así, por real cédula de 15 de octubre de 1805 se ordenó la secularización y enajenación en pública subasta de los bienes raíces de todo cuerpo o persona eclesiástica hasta la cantidad anual de doscientos mil ducados de oro de cámara, medida que fue sustituida, por real cédula de 21 de febrero de 1807, por la venta de todos los bienes inmuebles de las capellanías y de la séptima parte del resto de fincas eclesiásticas. Solo que estas últimas disposiciones contaron con poco tiempo de vigencia, debido a la invasión francesa, sublevación nacional y posterior revolución liberal, acontecimientos que aceleraron el fin del Antiguo Régimen y el comienzo de la Edad Contemporánea y liberal. La propiedad de la tierra fue uno de los temas cruciales de la Ilustración y luego del Liberalismo. Las bases doctrinales y normativas necesarias para el cambio de un sistema de propiedad vinculada, amortizada y dividida en los dominios directo y útil, es decir, señorial, a una propiedad libre y, con el tiempo, capitalista, se sientan en los reinados de Carlos III y Carlos IV. La desamortización eclesiástica ordenada en 1798, 1805 y 1807 fue el primer paso, el único que era posible llevarse a efecto dentro, aún, de las bases políticas, sociales y económicas del Antiguo Régimen. 2.1. El reformismo ilustrado Las nuevas luces que iluminaban Europa llegaron a España a lo largo del siglo XVIII, de manera lenta pero efectiva. Durante el reinado de Carlos III (1759-1788) se idearon y pusieron en práctica decisivas reformas políticas, económicas y sociales, obra de sus ilustrados ministros. Progresivamente, y en mayor o menor medida, comenzaron a acogerse algunas de las propuestas del pensamiento iusracionalista, que había evolucionado hacia el ilustrado y liberal, germánico, inglés y francés.39 La mezcla de las modernas Vid. SARRAILH, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Fondo de Cultura Económica, México-Madrid-Buenos Aires, 1957; ARTO39 30 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo corrientes europeas y la tradición española ilustrada, fiel a los principios del absolutismo monárquico –aun con matices–, el catolicismo y el escolasticismo, dará lugar a una particular y lenta revolución liberal. La ansiada unificación y centralización político-administrativa de los diferentes reinos, principados y provincias de las coronas de Castilla y Aragón era factible tras los decretos de nueva planta dictados por el primer borbón, Felipe V (1700-1746). La modernización del nuevo todopoderoso Estado era el objetivo a lograr, y para ello eran necesarias, entre otras, las siguientes reformas: a) Reforma jurídica, centrada en el interés por el Derecho patrio –identificado entonces el Derecho del rey con el del reino–, que debía ser estudiado en las universidades, hasta entonces monopolizadas por el Derecho romano-canónico, y que debía ser compilado en recopilaciones o, mejor, códigos que integrasen la variada y dispersa normativa, para su conocimiento y aplicación eficaz.40 b) Reforma política, con la defensa, en una época calificada de despotismo ilustrado, de un sistema pactista entre el rey y el reino, cuya representación máxima eran las Cortes, basado en la existencia de unas leyes fundamentales que limitaban el poder real. Esta LA, Miguel, Los orígenes de la España contemporánea (1.ª ed. 1959), 2 tomos, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1975; HERR, Richard, España y la Revolución del siglo XVIII, op. cit.; ELORZA, Antonio, La ideología liberal en la Ilustración española, Tecnos, Madrid, 1970; DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Ariel, Barcelona, 1981; TARELLO, Giovanni, Storia della cultura giuridica moderna. I. Absolutismo e codificazione del diritto, Il Mulino, Bolonia, 1976; VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín, La Teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico (Las Cortes de Cádiz), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983. 40 Vid. PESET REIG, Mariano, «Derecho romano y Derecho real en las Universidades del siglo XVIII», en A.H.D.E., 45, 1975, pp. 273-339; CLAVERO, Bartolomé, «La disputa del método en las postrimerías de una sociedad, 1798-1808», en A.H.D.E., 48, 1978, pp. 307-334; y «La idea de código en la ilustración jurídica», en H.I.D., 6, 1979, pp. 49-88. 2. La propuesta 31 idea está estrechamente ligada a la anterior, porque del conocimiento del Derecho nacional se derivaba una tradición jurídica propia, que pronto, conforme a los nuevos tiempos, comenzó a llamarse Constitución histórica.41 Y de dicho Derecho histórico, identificado con el patrio, se derivaron las ansiadas reformas, entre ellas las que propugnaban la limitación de la propiedad amortizada: «La novedad en España se mira con mucho horror, hasta para remediar los abusos más envegecidos y destructivos de la Nación. Esta es la razón porque se hace preciso recordar las leyes primitivas del Estado».42 El Estado así constituido no debía verse amenazado por ningún otro poder, y de ahí la política de incorporación de señoríos, jurisdicciones, derechos, rentas, oficios y bienes de la corona, y el llamado regalismo borbónico, que combatía el poder temporal de la Iglesia, a través de la defensa de las regalías o derechos del rey y del reino: patronato o presentación para la provisión de beneficios eclesiásticos, pase regio o exequátur a las disposiciones pontificias, limitación de la jurisdicción eclesiástica y, sobre todo, de la acumulación de bienes raíces.43 c) Reforma administrativa, encaminada a organizar un aparato estatal eficaz para la elaboración y aplicación del Derecho, mediante la progresiva sustitución del sistema polisinodial de consejos por el de los secretarios de Estado, la implantación de uniformes delegados reales en las provincias con amplias competencias (intendentes) y la limitación de los poderes locales (incorporación a la corona de oficios enajenados y establecimiento de nuevos car- 41 Vid. CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., «Las Leyes Fundamentales del Antiguo Régimen (Notas sobre la Constitución histórica española)», en A.H.D.E., 65, 1995, pp. 121-218; y «En torno al concepto de Constitución histórica española», en Notitia Vasconiae, Instituto de Derecho Histórico de Vasconia, San Sebastián, 2, 2003, pp. 481-499; «España: Nación y Constitución», en A.H.D.E., 75, 2005, pp. 181-212. 42 RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Tratado de la regalía de amortización, op. cit., p. 186. 43 RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Escritos regalistas…, op. cit. 32 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo gos municipales de elección popular: diputados y síndicos personeros del común).44 d) Reforma fiscal, para simplificar, centralizar y uniformar el entramado tributario, y establecer unas contribuciones más justas, administradas directamente por el Estado. Este ideal se plasmó en el fracasado proyecto de Única Contribución –que, como contribución directa y territorial, pretendía sustituir las variadas rentas reales o provinciales–, en las nuevas Contribución Única (Aragón), Catastro (Cataluña), Equivalente (Valencia) y Talla (Mallorca) de la corona de Aragón, y, en parte, en nuevos tributos que tendían a superar las exenciones de las clases privilegiadas, como el de frutos civiles.45 e) Reforma industrial y comercial –todavía desde planteamientos que transitaban entre el mercantilismo y la fisiocracia y el liberalismo económico, pero que derivaban de la nueva ciencia de la economía política– que se manifiesta en las primeras medidas liberalizadoras de la industria, con la consiguiente superación de la Vid. ESCUDERO, José Antonio, Los Secretarios de Estado y del Despacho, 3 tomos, Instituto de Estudios Administrativos, Madrid, 1969; ABBAD, Fabrice, y OZANAM, Didier, «Para una historia de los intendentes españoles en el siglo XVIII», en Actas del IV Symposium de Historia de la Administración, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 1983, pp. 579-612, y Les intendants espagnols du XVIIIe siècle, Casa de Velázquez, Madrid, 1992; GUILLAMÓN, Javier, Las reformas de la Administración local durante el reinado de Carlos III (Un estudio sobre dos reformas administrativas de Carlos III), Colección Estudios de Administración Local, Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, 1980; GARCÍA MARÍN, José María, La reconstrucción de la Administración territorial y local, en conmemoración del segundo centenario de Carlos III: Carlos III y la Ilustración (1788-1988), Instituto Nacional de Administración Pública, Alcalá de Henares, 1987; ESTRADA SÁNCHEZ, Manuel, «Auge y decadencia de los intendentes: una aproximación a los (fracasados) proyectos reformistas borbónicos en materia de organización territorial», en Edades. Revista de Historia, 11, 1.º y 2.º semestres, Asociación de Jóvenes Historiadores de Cantabria, Santander, 2003, pp. 211-227. 45 Vid. MATILLA TASCÓN, Antonio, La Única contribución y el Catastro de la Ensenada, Impr. sucesores de Sánchez Ocaña, Madrid, 1947; ANES, Gonzalo, «La contribución de frutos civiles entre los proyectos de reforma tributaria en la España del siglo XVIII», en Hacienda Pública Española, 27, 1974, pp. 21-45. 44 2. La propuesta 33 organización gremial, y del comercio, fundamentalmente de granos y, progresivamente, con Indias.46 f) Reforma social, tan compleja, que precisaba una superación de la rígida separación estamental, con la consecuente pérdida de privilegios de nobles y eclesiásticos, la culturización y educación de las clases populares, y la secularización de dicha sociedad para hacer posible la del Estado.47 g) Y, en fin, lo que más nos interesa, reforma agraria, para lograr la extensión del cultivo y su producción, lo cual precisaba la puesta en circulación de la tierra vinculada y amortizada en manos de nobles mayorazgos, municipios y, sobre todo, eclesiásticos, o, por lo menos, limitar dicha acumulación.48 El reformismo del gobierno de Carlos III se vio continuado y, a su vez, frenado, durante el reinado de su hijo, Carlos IV, de tal forma que las bases que sustentaban el sistema del Antiguo Régimen entraron en crisis hasta llegar a desmontarse. Entonces llegará el tiempo de la revolución liberal. Un año después de su llegada al trono (1788), esta estalló en la vecina Francia, con el antecedente de la independencia americana (1776), y el peligro de contagio llevó a los ministros ilustrados a tomar medidas para que sus reformas no derivasen en la destrucción del sistema político, económico y social vigente. La última década del siglo fue especialmente conflictiva. El cambio generacional de ministros trajo a nuevos protagonistas de los cambios. Su política se vio enmarcada, irremediablemente, en una continua crisis, sobre todo económica, pero que derivará en social y, finalmente, en política. Las guerras se sucedieron, primero contra Francia (1793-1795) y luego contra Portugal Vid. IZARD, M., «Comercio libre, guerras coloniales y mercado americano», en Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, Actas del Primer Coloquio de Historia Económica de España (Barcelona, 11-12 de mayo de 1972), Ariel, Barcelona, 1974, pp. 295-321; CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., «Espíritu ilustrado y liberación del tráfico comercial con Indias», en A.H.D.E., 62, 1992, pp. 67-116. 47 DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit. 48 Vid. infra, nota 51. 46 34 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo (1801) y Gran Bretaña (1796-1802 y 1805-1808), y dejaron a la corona sumida en una profunda crisis fiscal que no conseguirá superar.49 Las reformas ilustradas tomaron entonces cuerpo en una serie de medidas que pudieron entenderse como un ataque a la sociedad estamental, que afectaron principalmente a los eclesiásticos y, que, además, fueron muy impopulares. En fin, dentro de la obra reformista de los ministros de Carlos III y Carlos IV se enmarca la primera desamortización eclesiástica, cuyo proceso de gestación doctrinal y normativo puede explicarse claramente en el marco de la evolución histórica general que hemos resumido. El punto de partida para el cambio del sistema de propiedad de la tierra fue el reformismo agrario y fiscal de los ilustrados Carrasco, fiscal del Consejo de Hacienda (1760-1791); Campomanes, fiscal (1755) y luego gobernador del Consejo de Castilla (interino en 1783 y propietario en 1789); Floridablanca, primero fiscal del Consejo de Castilla (1766) y luego secretario de Estado (1777-1792); Olavide, intendente en Andalucía (1767-1778); y Jovellanos, con Carlos III alcalde del crimen en Sevilla (1767), alcalde de casa y Corte (1778) y consejero de Órdenes (1780), y secretario de Gracia y Justicia (1797-1798) con Carlos IV. Por su parte, con esas bases doctrinales –muy diferentes, como veremos, unas de otras–, Godoy, secretario de Estado de 1792 a 1798 y de 1800 a 1808, el propio Jovellanos, como ministro de Justicia, y los secretarios de Hacienda Gardoqui (1792-1796), Saavedra (1797-1798) y Soler (17981808) gestaron y llevaron a efecto dicha primera desamortización eclesiástica en un último intento de salvar la Real Hacienda y, con ella, el Estado. Se pasaba así, como iremos viendo, de la reforma ilustrada al asentamiento de las bases de la revolución liberal.50 Vid. ARTOLA, Miguel, La Hacienda del Antiguo Régimen, Alianza/Banco de España, Madrid, 1982; La Hacienda del siglo XIX. Progresistas y Moderados, Alianza/Banco de España, Madrid, 1986; «Hacienda y Revolución Liberal», en Hacienda Pública Española, 113, 1988, pp. 223-229. 50 «Si la desamortización fue necesaria para realizar la transformación del régimen jurídico de la propiedad agraria, para dotar a la burguesía de una riqueza agraria, y para que esta clase –tan poco homogénea, insisto– adquiriera o mantuviera –como acertadamente apuntó hace años el profesor Tierno Galván– ‘el 49 2. La propuesta 35 2.2. La reforma agraria No entraremos a analizar las causas que llevaron al planteamiento de una general reforma agraria en la segunda mitad del siglo XVIII.51 El aumento demográfico, la escasez de tierras cultivables, la subida de los precios de los productos agrícolas y de las rentas de los arrendamientos llevaron a la firme propuesta ilustrada de limitar la propiedad vinculada y amortizada (mayorazgos, fundaciones, «manos muertas», órdenes militares, propios, comunes y baldíos, etcétera) para la puesta en circulación de la tierra, en beneficio tanto de la agricultura –que, según la teoría fisiocrática, traería un desarrollo económico general, incluido el industrial y el comercial– como de la Real Hacienda, que aumentaría sus rentas.52 Nos interesan, en concreto, las críticas a la acumulación de tierra por la Iglesia en su régimen de inalienabilidad (amortización). Y dentro de su propiedad prestaremos especial atención a la propia de «hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de sentimiento de vinculación a la tierra’, también lo fue desde una perspectiva distinta: la de la Hacienda pública»; «Si la solución no tuvo el éxito que de ella esperaban algunos se debió probablemente a que el caos que trataban de resolver no era tan solo de carácter fiscal; era todo un régimen político, toda una forma de sociedad lo que se hundía, y para tal problema no había remedio.» TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «Recientes investigaciones…», op. cit., pp. 3.223 y 3.224. Vid. también «El proceso desamortizador...», op. cit. 51 Vid. VIÑAS MEY, Carmelo, La reforma agraria en la España del siglo XIX, Santiago, 1933; HERR, Richard, España y la Revolución del siglo XVIII, op. cit.; DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…, op. cit.; ANES, Gonzalo, Las crisis agrarias en la España moderna (1.ª ed. 1970), Taurus, Madrid, 1974; ORTEGA LÓPEZ, Margarita, La lucha por la tierra en la Corona de Castilla al final del Antiguo Régimen. El expediente de Ley Agraria, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 1986. 52 «La población es mayor y más permanente donde los bienes raíces circulan mejor entre los vasallos seculares, sin salir de ellos, como fondo necesario para su prosperidad general.» «No cabe duda en que la enagenación de los bienes raíces y derechos incorporales, que recaen en las esentas, disminuye notablemente el Real Patrimonio.» RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Tratado de la regalía de amortización, op. cit., pp. 2-3 y 5-6. 36 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos», a las que afectó la primera desamortización. En general, llamaremos a dichas instituciones fundaciones benéficas y piadosas, a través de las cuales se vinculaban tierras, para la aplicación de sus rentas a un fin benéfico o piadoso, de modo que solían pasar a manos de la Iglesia, que las poseía y administraba, y, por tanto, en este caso, quedaban amortizadas. El amplio concepto de la beneficencia incluía otros como la sanidad y la instrucción. También nos detendremos en otras fundaciones para la dotación de eclesiásticos, como las capellanías colativas, cuyos bienes eran propiamente de la Iglesia, por lo que, en 1798, solo se invitó a su enajenación, pero a las que se hará especial mención en la desamortización aprobada en 1807. Aunque todo forma parte de una misma realidad, dejamos a un lado, por no ser el tema objeto del trabajo, la propiedad municipal (propios, comunes y baldíos)53 y la particular vinculada, en manos de nobles y mayorazgos.54 De todos modos, respecto a la primera, debe destacarse que en el mismo año de 1798 se ordenó la enajenación forzosa de las casas de los propios y arbitrios municipales.55 En cuanto a los mayorazgos, los contemplaremos para analizar el distinto tratamiento que en la doctrina y nor- 53 VASSBERG, David E., La venta de tierras baldías. El comunitarismo agrario y la corona de Castilla durante el siglo XVI, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 1983; SÁNCHEZ SALAZAR, Felipa, «Los repartos de tierras concejiles en la España del Antiguo Régimen», en La economía española al final del Antiguo Régimen, I. Agricultura, edición e introducción de Gonzalo Anes, Alianza/ Banco de España, Madrid, 1982, pp. 188-258; RODRÍGUEZ SILVA, Antonio, «Venta de baldíos en el siglo XVIII. Una aproximación a su estudio. La Comisión de Baldíos de las Cuatro Villas de la Costa del Mar de Cantabria», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 137-153. 54 La disolución del régimen señorial en España, Centro Superior de Investigaciones Científicas, 1965; CLAVERO, Bartolomé, Mayorazgo, propiedad feudal en Castilla (1396-1836), Siglo XXI, Madrid, 1974; NIEVES CARRASCOSA, Juan E., La desvinculación de la propiedad…, op. cit. 55 Real cédula de 21 de febrero de 1798. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 63-65. Vid. INFANTE MIGUEL-MOTTA, Javier, «La desamortización de las casas de propios a finales del siglo XVIII en la ciudad de Salamanca», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 317-338. 2. La propuesta 37 mativa recibieron desde un principio, en comparación con los bienes eclesiásticos. 2.2.1. Los expedientes sobre la ley de amortización y la ley agraria La plasmación escrita de las críticas al sistema de propiedad de la tierra y su serio planteamiento en el seno de los órganos centrales de la monarquía comenzó, precisamente, con la apertura de un expediente sobre la conveniencia de limitar la acumulación de bienes raíces en manos de la Iglesia. La iniciativa se debe a Carrasco y a Campomanes, fiscales del Consejo de Hacienda y de Castilla, respectivamente. El primero se pronunció a través de la representación que en 1764 abrió el expediente y de sus alegaciones y dictámenes en el mismo a lo largo de 1765.56 El segundo, además de participar activamente en tal expediente, ese último año sacó a la luz pública su influyente Tratado de la regalía de amortización.57 En resumen, diremos que Carrasco proponía limitar, o incluso prohibir, la adquisición de más tierra por la Iglesia. Campomanes, para legitimar tal medida, entendía que lo que debía prohibirse no era tanto dicha adquisición como la enajenación de bienes a los eclesiásticos. En dicha prohibición se incluiría especialmente la frecuente cesión de fincas para la dotación de fundaciones benéficas y piadosas, y capellanías, instituciones estas últimas destacadas en las críticas de ambos autores, no solo por la amortización de los bienes de dichas dotaciones, sino también como causantes del crecido número de eclesiásticos y de su pobreza material y espiritual, en una época de seria reforma espiritual del clero: «No ay hombre que muera sin hijos (con ser tantos) que, en hallándose con dos maravedís, no dexe en su testamento una memoria».58 56 Biblioteca de la R.A.H., colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212). Pueden consultarse también sus Cuadernos sobre el Estado y la Hacienda, en el A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1). 57 RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Tratado de la regalía de amortización, op. cit. 58 Ibídem, p. 257. 38 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Pero hay algo más importante que diferencia las posturas de Carrasco y Campomanes, y es que, mientras que el primero llega a admitir la posibilidad de ordenar la venta de los bienes raíces eclesiásticos, con la correspondiente autorización pontificia, el segundo, en respeto al derecho de propiedad vigente, prefiere la cesión de tan solo el dominio útil de la tierra a través de censos enfitéuticos y arrendamientos perpetuos a favor de colonos cultivadores, con lo cual, de paso, cesaría la aplicación de los eclesiásticos a tareas impropias de su estado y se reduciría el número de jornaleros para aumentar el de propietarios (del dominio útil): «Otra cosa sería si dixesen que el legislador no debe revocar los contratos ya hechos por los particulares, en que tengan derecho adquirido por ellos, aunque sean manos muertas; puesto que tal revocación produciría el inconveniente de alterar la propiedad de los bienes».59 Con lo cual, Campomanes no prevé la necesidad de solicitar licencia papal: «El presente se dirige a limitar, no a despojar los bienes adquiridos por las Iglesias. Para eso, por ventura, como que se trata de derechos incorporados en ellas, sería necesario y conveniente el concurso por lo menos del mismo clero».60 En cuanto a los mayorazgos, ambos ministros también los critican duramente, pero solo proponen medidas para su limitación, nunca para su prohibición: «No se censuran los mayorazgos en común: deséase regla que ataje los abusos en su fundación con asenso regio».61 Por su parte, Campomanes era partidario, de nuevo, de la cesión de su dominio útil a arrendatarios protegidos por el Gobierno, mediante la fijación de las rentas y duración de los contratos, doctrina aplicada en la normativa de 1785 sobre arrendamientos perpetuos.62 Ibídem, . Ibídem, p. 265. 61 Ibídem, p. 280. 62 Real Cédula de 6 de diciembre de 1785. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 562-563. Vid. FRIERA ÁLVAREZ, Marta, «La Junta General del Principado de Asturias contra la normativa sobre arrendamientos de 1785», en A.H.D.E., 70, 2000, pp. 379-403. 59 60 2. La propuesta 39 Sin embargo, por el momento, los partidarios de no tocar, ni siquiera para reformar, las bases políticas, económicas y sociales del Antiguo Régimen ganarán esta primera batalla. Tomás y Valiente ha puesto de relieve la coincidencia del trascendente motín de Esquilache, ministro que había apoyado la propuesta de Carrasco y Campomanes, con la votación de la ley de amortización en el Consejo de Castilla. De todos modos, la resolución contraria a la misma, pronunciada en junio de 1766, que acogía la postura del fiscal Sierra, abría una puerta que más tarde será traspasada: la prohibición de la amortización solo cabría en caso de «estado crítico de extrema necesidad a que estuviese reducido el cuerpo social de los seglares como consecuencia del exceso de bienes eclesiásticos amortizados», con el correspondiente consentimiento pontificio. Además, la consecuencia directa de los motines fue la expulsión de los jesuitas, por pragmática de 2 de abril de 1767, y la ocupación por el Estado de todos sus bienes.63 Al final, el primer paso había sido dado. Solo unos días después, el obispo de Cuenca, Isidro de Carvajal y Lancaster, escribía al confesor del rey, Joaquín Eleto, para relacionar el malestar general del reino con lo que él consideraba ataques del Gobierno a la jurisdicción y bienes del 63 Vid. RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Dictamen fiscal de expulsión de los jesuitas…, op. cit. De sus bienes se ocupó, primero, una oficina bajo la dirección de un Consejo extraordinario. El 14 de noviembre de 1793 se creó una Dirección para su administración y gobierno en España, mientras que los de Indias quedaron bajo la Secretaría de dicho territorio. El 10 de noviembre de 1797 se estableció la Superintendencia General de Temporalidades de España e Indias en el seno de la Secretaría de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia (real cédula de 17 de diciembre). Tras los decretos de 19 de septiembre de 1798, que ordenaron la enajenación de los bienes de los jesuitas, dicha superintendencia pasó a manos del secretario de Hacienda. La real orden de 15 de octubre de este último año extendió dicha venta a las fincas de la casa profesa de la corte. La real pragmática de 30 de agosto de 1800 incluyó en la Caja de Amortización el sobrante de las temporalidades. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, caja 3. Vid. YUN CASALILLA, Bartolomé, «La venta de los bienes de las temporalidades de la Compañía de Jesús. Una visión general y el caso de Valladolid (1767-1808)», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 293-316. 40 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo clero. Nuevas alegaciones fiscales de Campomanes, a las que se unieron las del conde de Floridablanca, insistieron en la legalidad de la limitación de la amortización y vinculación de la propiedad de la tierra. Este último ministro, que ya había mostrado su apoyo a la propuesta de Campomanes en una carta apologética a su Tratado,64 introdujo entonces la propuesta de transferir la plena propiedad de los bienes raíces «a manos más ricas que los restauren».65 Al mismo tiempo que se cerraba el expediente sobre la ley de amortización se abría en el Consejo de Castilla otro sobre la ley agraria, a cuya cabeza encontramos de nuevo a Campomanes, que insiste en el mismo tema por otras vías.66 La orden de 7 de abril de 1766 había solicitado informes a los intendentes de las provincias y otras autoridades del reino sobre la decadencia de la agricultura y los medios para superarla. Entre los escritos que se elevaron con tal motivo destaca el de Olavide, en la misma línea que Campomanes.67 Para lo que nos interesa, vuelve a criticar la acumulación de tierra por la Iglesia, y, como para el resto de las tierras vinculadas y amortizadas –salvo los baldíos, parte de los cuales admite que se enajenen en plena propiedad–, propone el mantenimiento de su dominio directo en manos de sus legítimos poseedores a cambio de la cesión del útil a los cultivadores, de modo que estos viesen aseBajo el pseudónimo de Antonio José Dorre, según Antonio Ferrer del Río en su introducción a la B.A.E., Obras originales del Conde de Floridablanca…, op. cit. 65 MOÑINO, José, Alegación fiscal contra la carta del obispo de Cuenca… (1767), op. cit., pp. 3-41. La alegación fiscal de Campomanes, de 16 de julio, puede consultarse en las pp. 41-65, y la consulta final del Consejo y la resolución real, de 22 de octubre, en las pp. 65-68. 66 Por su parte, Carrasco se centrará en conseguir la incorporación de los derechos y bienes de la corona. Vid. MOXÓ, Salvador de, «Un medievalista en el Consejo de Hacienda: Don Francisco Carrasco, Marqués de la Corona (17151791)», en A.H.D.E., 29, 1959, pp. 609-668. 67 OLAVIDE, Pablo de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria (1768), op. cit. Los informes elevados al Consejo de Castilla, incluido el de Olavide, pueden consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria en el siglo XVIII», en Revista del Derecho del Trabajo, 17, 1967, pp. 135-409; y en ANES, Gonzalo, Informes en el Expediente de Ley Agraria, op. cit. Vid. también DEFOURNEAUX, Marcelin, Pablo de Olavide, el afrancesado, Padilla libros, Sevilla, 1990. 64 2. La propuesta 41 gurada esa clase de propiedad, su permanencia en la tierra, una renta máxima moderada y el aprovechamiento de las mejoras que realizasen: «Todo el secreto está en darles por medio de un arriendo muy largo, o de una enajenación, la propiedad de un pequeño terreno en que habiten con su ganado y familia. Estos serán entonces propietarios felices, y su gran número formará la abundancia, la prosperidad y riqueza del Estado […]. Considérese qué extensión de tierra ocupan las capellanías, las obras pías, las de las órdenes, las de propios y arbitrios, las de los regulares expulsos, agréguese a estas las que procurarán repartir, en arriendos largos y en pequeñas suertes, los propietarios, mayorazgos y manos muertas.»68 Debe destacarse, por su interés para la doctrina desamortizadora que se estaba formulando, su especial atención a determinadas propiedades que aseguraba que el Gobierno «tiene en su mano». Entre ellas incluye los bienes raíces de los propios y arbitrios de los pueblos, de las órdenes militares, de los regulares de la expulsada Compañía de Jesús, y, lo que más nos interesa, de las capellanías y obras pías.69 Estas últimas fundaciones debían prohibirse, y sus bienes, muy distintos a los propios de la Iglesia, en vez de administrarse por la misma, debían repartirse en arriendos o censos enfitéuticos de larga duración, de modo que la renta de estos cubriese sus fines: «Que todas las tierras de capellanías y obras pías no puedan administrarse, sino que se dividan en suertes de cincuenta fanegas cada una, se arrienden por más de cien años y se les pague la octava parte de frutos […]. Si el Estado gana mucho [con su prohibición y la cesión de su dominio útil], los poseedores ganarán también».70 Para terminar, de nuevo, la reforma propuesta era muy distinta para los mayorazgos: «No sería prudente deshacerlos; yo no aspiro a tanto». Debían limitarse, e incluso prohibirse, los futuros. 68 69 70 OLAVIDE, Pablo de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, op. cit., p. 53. Ibídem, pp. 32-33. Ibídem, pp. 38-40. 42 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Para los existentes, otra vez, cesión en arrendamiento perpetuo o enfiteusis. Pero es interesante su idea de convertir, por lo menos en el segundo caso, la propiedad inmueble en mueble, ya que, a través de dicha cesión, se enajenaría la propiedad (útil), pero se conservaría el derecho al canon, que sustituiría al mayorazgo. En el caso de los arrendamientos, más claramente, se trasmitiría el dominio útil, pero se conservaría el directo. Otras autoridades y personajes escribieron en este tiempo para insistir en la misma idea de limitar la amortización y vinculación de la tierra, y ceder su dominio útil para la prosperidad económica compaginada con el respeto al derecho de propiedad, identificado con el dominio directo y la renta agraria. Algunos, no obstante, manifestaron su preferencia por los arrendamientos, mejor que la enfiteusis, pues, aunque ninguno de ambos contratos perjudicaba dicho derecho de propiedad, el segundo lo obstaculizaba en mayor medida, sobre todo con el paso del tiempo.71 Entre las varias autoridades y particulares que informaron en el expediente de ley agraria, podemos citar a José Cicilia y Coello, que repetía las tesis de Olavide en una memoria leída en 1777 en el seno de la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid: «Asegurado un labrador en la propiedad o dilatado arriendo de una pequeña suerte de estas tierras, con la cierta creencia de que siendo aplicado no se le ha de remover, duplicará el cultivo de los frutos, debiéndose esperar que las capellanías y obras pías aumenten el valor de sus posesiones y la cuota proporcional en la renta o canon».72 En parecido sentido se pronunciaba Manuel Sisternes y Feliú, fiscal del Consejo de Castilla, en su Idea de la ley agraria española, publicada en 1786: «Las tierras de comunidades eclesiásticas y obras pías no se administrarán por sus dueños o administradores sino que precisamente se Sobre los muchos escritos de esta época sobra la materia, vid. ELORZA, Antonio, La ideología liberal…, op. cit. 72 Puede consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 311-348. 71 2. La propuesta 43 arrendarán a partes de frutos o en dinero».73 En ambos casos, las críticas se extendían a todo tipo de propiedad eclesiástica: «fábricas de iglesias, capellanías, órdenes militares, comunidades religiosas y obras pías». 2.2.2. Una alternativa a la doctrina campomanista: La propiedad libre Pero junto a estas, fueron surgiendo otras propuestas para reformar el sistema de propiedad de la tierra propio del Antiguo Régimen. En 1777 el expediente de ley agraria pasó a la Sociedad Matritense, y, aunque no fue hasta 1783 cuando se formó una Junta particular encargada del estudio del asunto, en su seno participaron entonces firmes partidarios de nuevos cambios, como Jovellanos, nombrado un año después director de la Sociedad, y Sempere y Guarinos, cuyas doctrinas analizaremos más adelante.74 En 1784 el Consejo de Castilla publicaba su Memorial ajustado, con parte de la documentación acumulada sobre la reforma agraria. Y tres años más tarde, la Sociedad Económica encargaba a Jovellanos la redacción de su informe. De nuevo, transcurso de tiempo, pero no en vano. A su publicación, en 1795, seguirá la aprobación de la primera normativa desamortizadora de 1798. Como adelantamos, Floridablanca ya había apuntado la posibilidad de vender en plena propiedad parte de la tierra amortizada. En 1783 la Sociedad de Madrid convocó un nuevo premio para estudios que viesen en la compra de las tierras de «vínculos y mayorazgos, patronatos, aniversarios y capellanías» por «personas de caudal» el comienzo del desarrollo de la agricultura y, en 73 SISTERNES Y FELIÚ, Manuel, Idea de la ley agraria española, Oficina de Benito Monfort, Valencia, 1786. También puede consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 369-383. 74 Los miembros de la Junta de ley agraria los enumera ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit.: Guevara Vascancelas, Sarmiento, Pasamonte, Jovellanos, Cordero, Alfonso de Higueras, San Martín, Pérez Villamil, Almorza, Sempere y Guarinos, Ribero, De la Cana, Antoine y Miguel de Manuel. 44 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo general, de la economía.75 Por su parte, el abogado Luis Marcelino Pereyra, miembro de la misma sociedad y secretario de la de Santiago, escribió unas Reflexiones sobre la ley agraria que se está tratando en el Consejo, publicadas en 1788, en las que criticaba la normativa que se venía proponiendo, e incluso aprobando, para perpetuar la duración y renta de los arrendamientos, por considerarla un serio límite al derecho de propiedad y a la libre contratación. Con un nuevo concepto de dicho derecho, manifestaba su preferencia porque la tierra desamortizada fuese a parar a manos de propietarios plenos, aunque sobre todo se refería a la concejil: «Qualquiera disminución en la propiedad es el estorbo más terrible que puede oponerse a los progresos de la agricultura como a los de todo género de industria [...]. Aunque el contrato enfitéutico tiene sin disputa todas las utilidades, [...] el de compra y venta me parece todavía preferible. [...] El cultivador goza de un derecho más pleno sobre las tierras que tiene en enfiteusis que sobre las que lleva en arrendamiento; claro es que un contrato por el qual logra un dominio, el más completo que puede darse, debe ser todavía más favorable a la labranza».76 Y el también abogado Ramón de Pisón, en su Memoria sobre arreglar la legislación para conseguir el libre precio de los granos sin perjudicar la libertad de los propietarios,77 se desmarcaba ya claramente de las doctrinas mayoritarias expuestas hasta el momento, sobre todo ante el Consejo de Castilla, para proponer, por un lado, la facultad de los poseedores de mayorazgos de liberar sus bienes raíces, e incluso la potestad del De ello nos da cuenta SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos y mayorazgos, op. cit. Se detiene en lo mismo ANES, Gonzalo, Informes en el expediente de ley agraria, op. cit., pp. XXXVIII-XXXIX. 76 PEREYRA, Luis Marcelino, Reflexiones sobre la ley agraria de que está tratando en el Consejo. Carta escrita al Sr. D. Manuel Sisternes y Feliú, fiscal que fue del mismo Consejo y de la Real Cámara, Imprenta real, Madrid, 1788. También puede consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 384-386. 77 De ella nos da cuenta ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 391-406. Se presentó en la Sociedad Matritense en 1790 y se publicó en 1795. 75 2. La propuesta 45 Gobierno para desvincularlos tras su muerte. En cuanto a las tierras amortizadas en manos muertas, no se conformaba con su prohibición, sino que abogaba por una radical solución, su desamortización a cambio del sostenimiento del clero por el Estado: «Dejen todas sus posesiones y rentas, y señáleseles a sus individuos una cuota muy suficiente para su manutención». Por fin, como venía siendo costumbre, se mostraba especialmente crítico con las fundaciones piadosas y las capellanías, para las que pedía absoluta prohibición: «Cuantas heredades se encuentran baldías o eriales, que son muchas, regularmente corresponden a capellanías porque lo mira con el mayor abandono un capellán que no espera sucesor suyo, de que proviene lastimoso vacío en la agricultura y una visible disminución en las cosechas». Como hiciera Campomanes, Floridablanca va a insistir en que el Gobierno afronte el problema a través de nuevos cauces. Así, en 1787 se creó una Junta de Estado, en cuya Instrucción reservada se le encomendaba, entre otros asuntos, promover la limitación de la amortización y vinculación de la tierra, a través de la exigencia de la correspondiente licencia real.78 Pero el ministro da un paso más allá, y sus propuestas son fundamentales como bases doctrinales para la desamortización aprobada en 1798. Respecto de los mayorazgos, promueve la enajenación de, por lo menos, algunos de sus bienes raíces, para «poner en libertad y circulación aquellas fincas aprisionadas». Es decir, venta en plena propiedad. Pero además, considera que la vinculación solo debía subsistir mientras perdurasen las líneas descendientes, ascendientes y colaterales del fundador. Este extremo nos interesa, ya que propone que, en el caso de que se hubiesen hecho fundaciones perpetuas, a favor de personas o establecimientos, sobre los bienes raíces del mayorazgo, estos debían venderse para subrogarse en «réditos civiles de censos, juros o acciones de compañía o banco».79 De nuevo, conversión 78 MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., pp. 215-272. 79 Ibídem, p. 222. 46 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo de la propiedad inmueble vinculada en propiedad mobiliaria, pero de forma mucho más clara que Olavide, que hablaba de rentas enfitéuticas. Las mismas ideas repite cuando se refiere específicamente a los bienes raíces de las manos muertas, especialmente de regulares y fundaciones, ya que para estas últimas vuelve a proponer su liberalización y subrogación en «censos, juros, acciones de banco, efectos de villa, derechos o rentas enajenadas de la Corona y otros réditos semejantes», que asegurarían su subsistencia. Para adoptar tal medida considera oportuno, aunque no necesario, solicitar concesión papal, «cuando se recele alguna contradicción tenaz, aunque en el día no es de temer».80 Por fin, vuelve a criticar duramente las capellanías, para las que también proponía su venta en plena propiedad: «Carecen de reparos las casas, no se mejoran las haciendas, dejan de repararse las viñas y arbolados, no se reedifican molinos y otros artefactos; y así perece la industria, sin poder salir de prisión perpetua aquellos bienes, y transferir a manos más ricas, que los restauren».81 Por la inmediatez entre la publicación del Informe sobre la ley agraria, en 1795, y la normativa de 1798, Jovellanos viene siendo considerado como autor, por lo menos intelectual, de la primera desamortización eclesiástica. Lo cierto es que en su obra sistematiza y desarrolla las doctrinas elaboradas hasta el momento, de modo que es la síntesis del proceso doctrinal y, por ello, el apoyo ideológico más inmediato de dicha normativa desamortizadora.82 Parte de las teorías de su maestro Campomanes MOÑINO, José, Ibídem, p. 215. MOÑINO, José, Alegación fiscal contra la carta del obispo de Cuenca…, op. cit., p. 28. En el mismo sentido se pronuncia en la Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., p. 214: «No hay tierras, casas ni bienes raíces más abandonados y destruidos que los de capellanías y otras fundaciones perpetuas con perjuicio imponderable del Estado». 82 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe de la Sociedad Económica de Madrid… (1795), op. cit., pp. 79-138. Vid. ANES, Gonzalo, «El informe sobre la Ley Agraria y la Real Sociedad Económica matritense de Amigos del País», en Economía e Ilustración en la España del siglo XVIII, Ariel, Barcelona, 1972, pp. 97-138. En 80 81 2. La propuesta 47 sobre la urgente necesidad de limitar la amortización y vinculación de la propiedad de la tierra para el desarrollo económico, social y político del reino. Para los baldíos y concejiles (propios y comunes) acepta su repartimiento a través de contratos enfitéuticos, en consonancia con las tesis de Olavide, pero parece decantarse por su venta en plena propiedad, bien directamente (baldíos), bien a través de la progresiva redención de dichos censos enfitéuticos (concejiles): «El interés de los adquirentes establecerá, al cabo, en estas tierras, aquella división, aquel cultivo, que, según sus fondos y sus fuerzas, y según las circunstancias del clima y suelo en que estuvieren, sean más convenientes». Fiel defensor del nuevo derecho de propiedad preliberal, debe acudir a argumentos de «interés público» para admitir esta especie de desamortización: «Si, por una parte, esta propiedad [la concejil] es tan sagrada y digna de protección como la de los particulares, y si es tanto más recomendable, cuanto su renta esté destinada a la conservación del estado civil y establecimientos municipales de los concejos, por otra, es difícil de concebir cómo no se haya tratado hasta ahora de reunir el interés de los mismos pueblos con el de sus individuos, y de sacar de ellos un manantial de subsistencias y de riqueza pública». En parecido sentido, critica la acumulación de la propiedad territorial por parte de las manos muertas y familias nobles (amortización y vinculación): abuso de tal facultad, encarecimiento de la tierra por su escasez, aumento de las rentas de los arrendamientos y, sobre todo, atraso de su cultivo y producción.83 La Iglesia, fundamentalmente los eclesiásticos regulares, a pesar de su riqueza, sus Diarios, Jovellanos da cuenta de la finalización, repaso, aprobación, publicación e impacto del informe durante los años 1794 (22, 24, 25 y 27 de febrero, 1, 2, 4, 10, 11, 13, 14, 15, 19, 20, 24 y 30 de marzo, 8, 10, 14, 15, 16, 17, 20, 22 y 30 de abril, 24 de julio, 8 de agosto, 9 de septiembre, 11, 12, 13, 15 y 22 de octubre, 17, 21 y 22 de noviembre y 30 de diciembre), 1795 (7 de agosto y 6 de diciembre) y 1796 (11 de enero, 23 de mayo y 3 de julio). Diarios (1790-1797), op. cit. 83 Las mismas ideas las expone en su Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit., pp. 290-294. 48 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo necesaria para su sustento, seguía acumulando grandes propiedades de tierras laicas, que «pertenecían al Estado». La solución más inmediata, de nuevo, la prohibición de las fundaciones que vinculaban la tierra para dejarla amortizada: «¡Qué de capellanías, patronatos, aniversarios, memorias y obras pías no se fundaron desde que las leyes de Toro, autorizando las vinculaciones indefinidas, presentaron a los testadores la amortización de la propiedad como un sacrificio de expiación! […] Fundaciones de conventos, colegios, hospitales, cofradías, patronatos, capellanías, memorias y aniversarios, que son los desahogos de la riqueza agonizante, […] títulos inventados para mantener en la Iglesia algunos ministros sin oficio ni funciones ciertas». Y, para salvar, otra vez, el derecho de propiedad y la libertad testamentaria y fundacional, vuelve a la propuesta de Floridablanca para que los bienes raíces con que se dotasen dichas fundaciones se enajenasen y subrogasen en «juros, censos, acciones en fondos públicos y otros efectos semejantes», es decir, conversión de la propiedad inmobiliaria en mobiliaria. Con una postura mucho menos regalista que la que mostrará poco tiempo después, no olvida Jovellanos advertir que el trascendente asunto requería la concurrencia de la autoridad real y eclesiástica, e incluso espera una «abdicación decorosa» por parte de la propia Iglesia. Se trataba de instituciones que poseían bienes, por una parte laicos y por otra eclesiásticos, doblemente vinculados y amortizados. Y en cuanto a las capellanías, sus bienes raíces eran puramente eclesiásticos. Respeto, en fin, a la propiedad particular de la Iglesia, a pesar de que Jovellanos manifiesta que «cualquier reforma en materia de vinculaciones deberá empezar por aquí».84 Mucho más explícito se mostraba años antes, cuando proponía medidas semejantes específicas para los hospitales, es decir, la venta de las fincas con que estuviesen dotados, aun de las vinculadas, con el fin de imponerlas o subrogarlas en el capital que se obtendría, «en beneficio del mismo instituto, sin gastarse ni distraerse a otros objetos, antes bien mejorando su suerte y condición, 84 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit. 2. La propuesta 49 aumentando sus rentas, disminuyendo los gastos de su percepción, y estableciendo mayor facilidad, orden y economía en su administración».85 Y, para ello, defendía que tal enajenación no suponía ninguna limitación ni al derecho de propiedad ni a la libertad contractual, testamentaria y fundacional. No se trataba de una desposesión, sino que, también por interés general del reino y particular de las instituciones benéficas, las fincas se sustituirían por capitales: «Que no tratándose de enajenar, sino de subrogar la renta de estas fincas, la cuestión del día no es de derogación, sino de conmutación de la voluntad». Y, en último caso, el poder público, que era quien permitía la vinculación, podía autorizar tales ventas «concurriendo causa justa de necesidad o utilidad». Ese poder público era el real para las propiedades de fundaciones y establecimientos sujetos a su potestad, lo mismo que el pontífice ejercía la suprema autoridad sobre los bienes eclesiásticos, incluidos los de las fundaciones de dicha naturaleza. Para Jovellanos, la vinculación derivaba, sin duda, de la ley civil,86 pero la amortización ya no tan claramente como mantuviera Campomanes. Por ello, en 1775, en la Junta sevillana de temporalidades de los jesuitas, había propuesto que el patronato de sus fundaciones se dejase en manos de «personas públicas y empleadas de Su Majestad»,87 y, ya en 1799, vigente, por tanto, la desamortización de 1798, Jovellanos aconseja a Juan Francisco Menéndez Solís, presbítero de Candás (Asturias), la fundación de una escuela bajo protección del Ayuntamiento, para que fuese laical, siquiera para evitar la contribución del quince por ciento impuesta en 1795, como veremos, sobre los bienes adquiridos por las manos muertas.88 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe dado acerca de la venta de varias casas de los reales hospitales de Madrid… (1787), op. cit., pp. 61-63. 86 Lo mismo afirmará Sempere y Guarinos, en su Historia de los vínculos…, op. cit. Vid. CLAVERO, Bartolomé, Mayorazgo…, op. cit., p. 324. 87 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe dado por la Junta municipal de temporalidades de Sevilla… (1775), op. cit., pp. 427-429. 88 JOVELLANOS, Melchor Gaspar de, Carta de Jovellanos al Señor Don Juan Francisco Menéndez Solís… (1799), op. cit., pp. 200-201. 85 50 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo De forma mucho más rotunda, Jovellanos mostrará todo su ideario regalista cuando, a fines de 1797, ya como ministro de Gracia y Justicia, informe sobre la firme propuesta de ordenar la enajenación de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas. Entonces, no duda en calificar a dichos establecimientos de públicos y a su propiedad territorial, en parte amortizada, de vinculada y, por tanto, civil, con el correspondiente derecho del rey a disponer de la misma, máxime, de nuevo, cuando no se trataba de una desposesión, sino de la subrogación de dicha propiedad inmobiliaria en mobiliaria. Incluso se atreve a extender tal posibilidad de disposición a las propiedades puramente eclesiásticas –aunque no por el momento– sin necesidad de acudir a la autoridad papal: «Sin desconocer o perder de vista la suprema potestad económica de Su Majestad, nadie podrá poner en duda la autoridad soberana en esta materia. Por virtud de ella puede Su Majestad regular la propiedad de todos los establecimientos piadosos y aun eclesiásticos [...] porque todo derecho de poseer tiene su origen y apoyo en la potestad civil, y de ella se deriva también toda propiedad eclesiástica. Su Majestad, por tanto, puede moderar este derecho y regularle en cualquiera tiempo y caso, según lo exigiere el bien general de la sociedad. Esta potestad es más cierta y extendida respecto de aquellos establecimientos que, aunque piadosos, tienen el principal carácter de políticos, y más descubiertas relaciones con el Estado que con la Iglesia. [...] Añádase que no se trata ahora de arrancarles su propiedad y menos de abandonar los fines de su institución. Trátase solo de moderar esta propiedad, reduciéndola de territorial a mobiliaria, en beneficio del público y de ellos mismos [...]. Otro diría vuestra merced que se ocurriese por una bula, pero ya es tiempo de pasar sin ellas. ¿Y por qué sería mayor la autoridad del Papa que la del Rey? ¿Y por qué no podrá este hacer lo que aquel pudiera dispensar? Adviértase que no se trata por ahora de bienes eclesiásticos sino laicales, pues no son de otra naturaleza los de hospitales, hospicios, cofradías, patronatos, memorias y capellanías laicales».89 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit., pp. 1214. También se refiere a este informe de Jovellanos SARRAILH, Jean, La España 89 2. La propuesta 51 Por fin, como venía siendo la doctrina general, los mayorazgos, a pesar de las críticas, son los mejor parados. Jovellanos vuelve a repetir la legitimidad de la prohibición de nuevas vinculaciones sin licencia real: «Por contrato inter vivos y por testamento, por vía de mejora, fideicomiso, legado u otra forma». En cuanto a las subsistentes, llega a admitir la propuesta de Campomanes y Olavide para permitir, e incluso promover, la cesión de su dominio útil a través de contratos enfitéuticos o arrendamientos de larga duración –aunque Jovellanos criticó duramente la regulación de la renta y duración de estos por el Gobierno–, pero, en todo caso, prefiere que se concedan «facultades para vender fincas vinculadas».90 El primer paso para el salto cualitativo hacia la propiedad liberal ya estaba dado, aun con precauciones: «Entonces diré por qué no propuse la completa abolición de todo vínculo y especie de amortización, que creo necesaria […], y otras cosas que pedían los presentes tiempos».91 El impacto del Informe de Jovellanos es indudable –«corre con gran fortuna en Madrid«–, y mucho tuvo que ver con su regreso a la corte tras su primer «destierro» a Asturias. Él se mostraba cauteloso: «En la Corte, se cambia todo de un día a otro», pero afirmaba que «tendría gran placer en que se adoptasen mis proposiciones por el bien que pueden producir».92 El cambio de Gobierno de fines de 1797, favorable a los ministros más reformistas, le dio entrada en el mismo como secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia. Como veremos, a su rápida caída, en agosto del año siguiente, sucederá la primera normativa desamortizadora, aprobada en septiembre. ilustrada..., op. cit., p. 595. Reproduzco dos cartas de Jovellanos a Saavedra sobre este asunto en el apéndice documental 1. 4. 90 La misma idea en Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit. 91 Diario de 7 de agosto de 1795. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., p. 317. 92 Diarios de 30 de diciembre de 1794 y 6 de diciembre de 1795. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., pp. 224 y 340. 52 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 2.3. La reforma fiscal y la crisis hacendística La persistencia de los ilustrados en sus críticas contra la amortización y vinculación de la tierra no fue en vano. La doctrina campomanista logró la aprobación de normativa para el repartimiento de tierras concejiles,93 la regulación de contratos de arrendamientos casi perpetuos94 y, sobre todo, la limitación de los mayorazgos y vinculaciones, para cuya fundación se exigió autorización real y determinados requisitos.95 Pero el primer paso hacia la desamortización y desvinculación vendrá de mano no tanto de la reforma agraria como de la fiscal y, de forma decisiva, La Real provisión de 2 de mayo de 1766 ordenó el repartimiento en arrendamiento de las tierras concejiles labrantías, incluidas las baldías, de la provincia de Extremadura, disposición que se extendió al resto del reino el 18 de marzo de 1768. Estas y otras disposiciones complementarias fueron derogadas por real provisión de 26 de mayo de 1770, que establecía un nuevo método de reparto que beneficiaba a los labradores más acomodados. Nov. Rec., 7, 25, 17. Vid. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op. cit., pp. 564-566. 94 Aunque la real provisión de 20 de diciembre de 1768 ya había prohibido el desahucio de los arrendatarios, extendiendo a todo el reino una norma prevista para Salamanca, la real cédula de 26 de mayo de 1770 volvió a declarar la libertad en la contratación de los arrendamientos. El 6 de diciembre de 1785 se publicó una nueva real cédula, consecuencia de la nueva contribución de frutos civiles, que llevaba a la práctica el ideal de Campomanes y Olavide de asegurar a los arrendatarios cultivadores una renta moderada y una permanencia casi perpetua en el disfrute de la propiedad útil. Así, se prohibía a los propietarios modificar las condiciones de los arrendamientos o realizar nuevos pactos que aumentasen la renta, lo mismo que el desahucio del arrendatario, salvo en tres casos: cultivo de la tierra por el propietario, que, además, debía ser labrador, tener ganado y residir en el lugar donde aquella se hallase, incumplimiento del contrato y mal uso de la misma. Dichas causas coincidían con las propuestas por Olavide en su informe sobre la reforma agraria: cultivo por el propietario, impago de la renta durante dos años y cese del cultivo de la mitad de la tierra durante un año. La disposición de 1785 volvió a recogerse en la real cédula de 8 de septiembre de 1794 que establecía una nueva contribución extraordinaria de frutos civiles. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 562-563; Nov. Rec., 10, 10, 4. 95 Real cédula de 14 de mayo de 1789. Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 29-30. Vid. CLAVERO, Bartolomé, Mayorazgo…, op. cit., pp. 291-311. 93 2. La propuesta 53 de la crisis hacendística vivida durante el reinado de Carlos IV. En palabras de Sempere y Guarinos, la guerra paralizó las reformas emprendidas por los ministros de Carlos III, pero, al final, «ha dado ocasión a la práctica de otras medidas acaso mucho más eficaces para el fomento de la industria».96 Y todavía más claramente, Canga Argüelles afirmaba que «aunque algunos de nuestros antiguos políticos habían manifestado en sus obras los daños que sufría el Estado con la desmedida amortización de los bienes raíces, no se trató decididamente de su venta hasta que las urgencias del año de 1795 obligaron a pensar en ello».97 El siglo XVIII fue un siglo de reformas, especialmente significativas las hacendísticas. A pesar del fracaso del proyecto de Única Contribución,98 lo cierto es que durante la segunda mitad del setecientos se tomaron diversas medidas para la centralización y unificación del sistema tributario, a través de una más eficaz administración y del establecimiento de nuevas contribuciones proporcionales a la riqueza y que superasen las múltiples exenciones fiscales.99 Entre ellas, las que nos interesan son las que incidieron SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Policía de España…, 1, op. cit., p. 147. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda para el uso de los encargados de la Suprema Dirección de ella, 5, Imprenta española de M. Calero, Londres, 1826, pp. 233-243. 98 El proyecto comenzó su andadura por real decreto de 10 de octubre de 1749 y se abandonó definitivamente en 1776. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 8.017. Vid. MATILLA TASCÓN, Antonio, La Única contribución..., op. cit. 99 Vid. ARTOLA, Miguel, La Hacienda del Antiguo Régimen, op. cit.; ANES, Gonzalo, «La contribución de frutos civiles...», op. cit. Debe destacarse la normativa aprobada a lo largo de 1749, que estableció un nuevo sistema de administración directa de las rentas reales o provinciales (11 de octubre y 15 de noviembre) y generales (3 de diciembre), y unos nuevos delegados hacendísticos en las provincias: los intendentes (13 de octubre). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 8.017. En 1760 se dictan nuevas reglas y se crean nuevos órganos para el control de las haciendas provinciales y locales: contaduría general en el seno del Consejo de Castilla, contadurías provinciales dirigidas por los intendentes y juntas locales de propios y arbitrios (30 de julio). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 8.021. En 1785 se procede a una 96 97 54 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo sobre la propiedad de la tierra vinculada y amortizada, para gravarla, y las que afectaron a la tributación eclesiástica, que también derivarán en la política desamortizadora. Todas estas reformas se enmarcarán pronto en una crisis fiscal sin precedentes derivada del endeudamiento público a que dieron lugar los empréstitos extranjeros y las emisiones de vales reales, instrumentos que se consideraron necesarios para hacer frente a los gastos extraordinarios provocados por las guerras, primero contra Francia (1793-1795) y luego contra Inglaterra (1796-1802 y 1805-1808). Como afirmaba Godoy, «la reforma del sistema de tributos en España, entendidos por tales no solo los que componen la renta del Estado sino también los eclesiásticos, los señoriales, los municipales, los curiales y tantos otros producidos por los diversos privilegios y los varios monopolios que las leyes del país autorizan o consienten, no era ni podía ser sino la reforma entera del Estado, la de todas las clases, desde las más altas hasta las más ínfimas, reforma necesaria, mas reforma imposible mientras los ánimos no estén maduros y dispuestos para que llegue a hacerse sin reacciones ni alborotos».100 2.3.1. Las rentas y bienes de la Iglesia Dichas ansiadas reformas eran en esta época especialmente necesarias, pero también peligrosas. Por ello, se insistió no en crear nuevas contribuciones, sino en arbitrar otros recursos, que gravasen especialmente a los estamentos privilegiados: «Debe recordar a Vuestra Majestad que la pusilanimidad de Luis XVI en no exigir oportunamente del clero, de la nobleza, de los acreedores del estado y de las clases pudientes el sacrificio que reclamaba el apuro de revisión general de los encabezamientos de los pueblos para el pago de las rentas provinciales y, además, se crea la nueva contribución de frutos civiles, que gravaba las rentas que percibían los hacendados por los arrendamientos de sus propiedades (29 de junio). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 8.036. A algunas de estas reformas hacendísticas se refiere el conde de Floridablanca en varios escritos: MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., pp. 243-256, y Memorial presentado al rey… (1789), op. cit., pp. 333 y ss. 100 GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 369-372. 2. La propuesta 55 su Real Erario, le precipitó en la espantosa rebolución que acabó con su Corona, con su vida y con las mismas clases que había querido contemplar».101 A pesar de ello, la clase noble fue la menos perjudicada. Se vio privada de algunas exenciones fiscales propias de su estado, con nuevas contribuciones como la extraordinaria de frutos civiles, la de herencias y legados en las sucesiones transversales, la llamada valimiento de oficios enajenados y la impuesta sobre determinados artículos de lujo.102 Además, hizo frente a diversos préstamos y donativos voluntarios y forzosos, aunque los primeros con intereses, premios y loterías.103 Son palabras pronunciadas por una Junta nombrada en 1798 para proponer arbitrios para salvar la Real Hacienda, cuya representación final firmaron el marqués de Iranda, el conde de Cabarrús, Felipe Ignacio de Canga Argüelles, Manuel Sixto Espinosa y Martín Antonio de Huici. British Library, Manuscripts, Egerton, 369. Vid. infra, nota 198. 102 Reales cédulas de 8 de septiembre de 1794 (contribución extraordinaria de frutos civiles), 25 de septiembre de 1798, 24 de diciembre de 1799 y reglamento de 24 de noviembre de 1800 (contribución sobre legados y herencias), 9 de noviembre de 1799 (valimiento de oficios enajenados) y 10 del mismo mes y año, desarrollada por real orden de 20 de marzo de 1800 y reglamento de 17 de diciembre de 1802 («servicio anual sobre criados y criadas, mulas y caballos de regalo, coches, berlinas y sillas, fondas, tiendas de géneros ultramarinos, hosterías, botillerías, confiterías, tabernas, tiendas de vinos generosos, licores y perfumes, casas de juego establecidas con permiso del Gobierno, tiendas de abacería, de lienzos blancos o pintados de lino o algodón, de seda, paños y de quincalla, lonjas cerradas y posadas públicas y secretas, excluyendo solo los criados de la labranza, de los artistas y de los de tragino o arriería». Afectaba al estamento eclesiástico según la real orden de 2 de enero de 1800). Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 75-84, II, pp. 111116, 233-242, 266-267, 293-295, 437-445, y III, pp. 210-219. 103 Reales cédulas de 13 de agosto de 1795 y 7 de julio de 1796 (préstamo de doscientos cuarenta millones de reales), 15 de julio y 29 de noviembre de 1797 (préstamo de cien millones, ampliado a ciento sesenta), 19 de junio de 1798 (donativo voluntario y préstamo patriótico) y reales cédulas de 17 y 25 de octubre del mismo año (préstamo de cuatrocientos millones) y 29 de junio de 1805 (préstamo de cien millones). Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 144-149 y 203-205, y II, pp. 48-50, 83-88 y 124-132; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 101 56 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Pero lo que más nos interesa es el proceso de adaptación normativa del ideal ilustrado contrario a la vinculación de la tierra. Como hemos adelantado, en 1789 se prohibió la constitución de nuevos mayorazgos y vínculos sin la correspondiente licencia real y se les exigió una renta mínima de trescientos ducados y su pertenencia a familias distinguidas por su carrera militar o política. Pero, además, esta nueva disposición acogió las propuestas ilustradas que, para moderar la vinculación de bienes raíces, preferían las dotaciones perpetuas hechas principalmente sobre «rédito fijo, como censos, juros, efectos de villa, acciones de Banco u otras semejantes, de modo que quede libre la circulación de bienes estables».104 Como complemento se promulgaron reglas para promover el cultivo de las tierras vinculadas.105 No se logró, por el momento, una facultad general para imponer censos sobre sus bienes ni para enajenar su dominio útil.106 Pero, en julio de 1798, una real orden llegó a permitir la cesión de sus fincas en arrendamientos de larga duración, enfiteusis, foros «u otra especie de contrato perpetuo».107 Por su parte, en 1795 se aprobó un nuevo impuesto que gravaba, con el quince por ciento de su valor, la fundación de nuevos mayorazgos y vínculos.108 Y, por fin, en septiembre de 1798, todas estas medidas desembocaron en la facultad otorgada para la enajenación El cumplimiento de la real cédula de 14 de mayo de 1789 se recuerda por otra de 3 de julio de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op. cit., pp. 141-142. 105 Real decreto de 28 de abril de 1789. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N., op. cit. 106 Vid. varias peticiones de imposición de censos e incluso de enajenación de bienes de mayorazgos en el A.H.N., Estado, legajo 6.394. Por real decreto de 11 de julio de 1761 se facultó a los poseedores de casas de mayorazgos y obras pías de Madrid para gravarlos con censos, con el fin de costear su limpieza. Nov. Rec., 10, 15, 11. 107 Así se aprobó por real orden de 4 de julio de 1798, dictada a consecuencia de una representación de Francisco Hurtado de Corcuera, miembro de la Sociedad Económica Vascongada de Amigos del País. A.H.N., Consejos, libro 2.689. 108 Real cédula de 24 de agosto de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op. cit., pp. 149-155. 104 2. La propuesta 57 de sus bienes raíces en plena propiedad, a cambio de su subrogación en títulos de deuda contra la Real Hacienda, medida complementada con la liberalización de los censos, a través de las facilidades otorgadas para su redención, y, años después, de los contratos de arrendamiento.109 De este modo, se abandonaba definitivamente la doctrina campomanista de cesión de su dominio útil, para adoptar la jovellanista de enajenación bajo un nuevo sistema de propiedad. Esta disposición pudo contrariar a parte de la nobleza, pero el hecho es que las medidas establecidas le beneficiaban: imposición del caudal de la venta en la Real Hacienda al interés del tres por ciento, con la reducción de una octava parte que se reservaba el poseedor del mayorazgo; facultad para vender bienes raíces con el fin de redimir censos y cargas afectas a otros del mismo mayorazgo; facilidades para adquirir con el capital de dichas ventas bienes raíces desamortizados; libertad en los arrendamientos de dichas fincas; y posibilidad de comprar los mismos bienes inmuebles pertenecientes a los mayorazgos de los que eran poseedores para adquirirlos en plena propiedad.110 109 Reales cédulas de 24 de septiembre de 1798, 17 de abril de 1801, 15 de septiembre de 1803 y 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 110 Reales cédulas de 24 de septiembre de 1798 (facultad a los poseedores de mayorazgos, vínculos y patronatos de legos para enajenar los bienes de sus dotaciones) y 13 de enero de 1799 (premio de la octava parte a los poseedores de bienes vinculados que vendan sus fincas), real orden de 18 de diciembre de 1798 y reales cédulas de 17 de abril de 1801 y 17 de enero de 1805 (redención de censos de los bienes enajenables y facultad para vender bienes de mayorazgos y vínculos para redimir todo tipo de censos y cargas con el fin de invertir en la compra de bienes amortizados y vinculados), reales cédulas de 3 de febrero de 1803, completada por real circular de 29 de julio (facultad a los poseedores de mayorazgos y vínculos para enajenar fincas de sus dotaciones en pueblos distantes a sus domicilios con el fin de adquirir bienes raíces de fundaciones benéficas y piadosas), 15 de septiembre de 1803 (libertad en la contratación de arrendamientos para los compradores de fincas de establecimientos píos) y 10 de junio de 1805 (facultad a los poseedores de vínculos para comprar fincas de sus mayorazgos en plena propiedad). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 58 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Por su parte, las clases populares, a pesar de la insistencia del rey en no crear nuevas contribuciones generales, verán aumentadas sus cargas económicas. A la reciente revisión de los encabezamientos por rentas provinciales o reales, se unen nuevos servicios extraordinarios.111 A ello debe añadirse el aumento del precio de productos como los agrarios, la sal, el tabaco, el papel sellado, el aguardiente, el vino, etcétera. Y los gravámenes sobre los sueldos de los empleados públicos.112 También se vieron perjudicados los fondos municipales más importantes, como eran los propios y arbitrios, y los pósitos.113 El pueblo, que, a pesar de apoyar medidas Real decreto de 29 de junio de 1785, con el nuevo reglamento de rentas provinciales, y real cédula de 12 de noviembre de 1799, con un subsidio extraordinario de trescientos millones de reales. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 8.036. 112 Vid. la real pragmática de 30 de agosto de 1800. El 2 de julio de 1805 se estableció un arbitrio temporal de cuatro maravedís en cuartillo de vino que fue muy impopular. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013; y Consejos, libro 2.688. 113 Real cédula de 29 de mayo de 1792 (aplicación de los sobrantes de propios y arbitrios para la amortización de vales), real decreto de 12 de enero de 1794 que deroga lo anterior (aplicación del diez por ciento de todos los propios y arbitrios del reino al nuevo fondo de amortización), real cédula de 21 de febrero de 1798 (enajenación en pública subasta de las casas de propios y arbitrios), real decreto de 26 de febrero de 1798 (incluye el susodicho diez por ciento en la nueva Caja de Amortización), real cédula de 15 de marzo de 1798 (aplicación a la misma Caja de la mitad de los sobrantes de propios y arbitrios) y pragmática de 30 de agosto de 1800 (incorpora dichos arbitrios –el diez por ciento y la mitad de los sobrantes– al nuevo sistema de consolidación de la deuda pública). Por real decreto de 17 de marzo de 1799, completado por real orden de 7 de octubre, se ordenó que, extraordinariamente, pasase a la Caja de Amortización el veinte por ciento o quinta parte de los fondos de granos y dinero de los pósitos según las cuentas que resultasen hasta el año de 1798. La circular de 26 de septiembre de 1800 contenía una instrucción para la extracción anual de un cuartillo de real de cada fanega de granos y peso fuerte que tuviesen los fondos de los pósitos reales y los de fundación particular. Por su parte, la real cédula de 6 de octubre de 1800 y la real orden de 8 de marzo de 1801 establecieron una nueva organización de los pósitos (sustitución de la Dirección General de pósitos y sus subdelegados por la Dirección General de provisiones). Por real orden de 13 de marzo de 1801 se aprobó una nueva instrucción para la extracción de los fondos de dichos pósi111 2. La propuesta 59 contrarias al poder territorial, económico y político de los estamentos privilegiados, no había permanecido sumiso frente a algunas de las reformas ilustradas fiscales y agrarias, como puso de manifiesto el motín de Esquilache (1766),114 se manifestará en épocas de crisis agrarias115 y se mostrará desde un primer momento contrario a medidas, ya liberales, como la que derogaba la normativa de protección de los arrendatarios en beneficio de los compradores de tierras desamortizadas, nuevos propietarios que adelantan la revolución burguesa.116 En efecto, dichas crisis agrarias y el aumento de los precios y rentas agrarias, tan perjudiciales para las clases populares, serán circunstancias aprovechadas por las más acomodadas para hacerse con la ansiada propiedad de la tierra que permanecía amortizada y vinculada. En 1798 dieron su primer paso.117 Por fin, el clero, ya en alerta contra los ilustrados por los intentos de limitar su poder político, social y económico, sufrió de forma muy acusada gravámenes sobre sus rentas, derechos y bienes (beneficios eclesiásticos vacantes, diezmos, señoríos, bienes enajenados y tos. Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 251-258, y Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 1-5, II, pp. 63-65, 72-73, 328-350 y 354-361, y III, pp. 45-49. Vid. ANES, Gonzalo, «Los pósitos en la España del siglo XVIII», en Economía e Ilustración..., op. cit., pp. 73-94. 114 Vid. CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., «El motín de 1766 y la Constitución del Estado», en A.H.D.E., 67, 1, 1997, pp. 707-719. 115 Una de las más acusadas se produjo precisamente en 1798. Vid. HERR, Richard, España y la Revolución del siglo XVIII, op. cit., pp. 314-333; BARREIRO MALLÓN, Baudilio, «La conflictividad social durante el reinado de Carlos IV», en La España de Carlos IV, Actas de la I Reunión Científica de la Asociación de Historia Moderna, Tabapress, Madrid, 1991, pp. 75-90. 116 Vid. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op. cit., pp. 547-634. 117 HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 109-110 y 827-871, que no considera esta primera desamortización consecuencia de una revolución burguesa, sino, en todo caso, al revés, pone de relieve la coincidencia entre las crisis agrarias y el aumento de los precios agrícolas y la normativa desamortizadora de 1798, 1837 y 1855. Sobre la oposición de los labradores más acomodados a sus señores jurisdiccionales y territoriales, vid. ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón..., op. cit., 1993, pp. 289-365. 60 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo donados de la corona, etcétera), y nuevos impuestos, como los subsidios extraordinarios eclesiásticos, préstamos y donativos.118 En cuanto a sus preciados y criticados bienes raíces amortizados, si bien no llegaron a prohibirse, en general, nuevas adquisiciones, sí las fundaciones de capellanías y otras fundaciones eclesiásticas perpetuas sin licencia real, a semejanza de lo aprobado para los mayorazgos y vínculos en 1789.119 Del mismo modo, se impuso la contribución del quince por ciento del valor de todos los bienes que, en sentido amplio, adquiriesen las manos muertas, «debiendo esta imposición considerarse como un corto resarcimiento de la pérdida de los reales derechos en las ventas o permutas que dexan de hacer- Real decreto de 25 de febrero de 1795 (aplicación de las rentas, frutos y emolumentos de las vacantes de dignidades, prebendas y beneficios eclesiásticos de patronato real para la extinción de los vales reales), reales cédulas de 8 de junio y 19 de agosto de 1796, 22 de mayo y 27 de octubre de 1797, y 27 de diciembre de 1802, circular de 24 de septiembre de 1804, real cédula de 26 de junio de 1805 y real orden de 10 de septiembre del mismo año (revocación de las exenciones de diezmos), real decreto de 29 de agosto de 1794 (subsidio eclesiástico de siete millones de reales anuales), real decreto de 23 de marzo de 1795 (subsidio extraordinario de treinta y seis millones para la península y treinta para América), real pragmática de 30 de agosto de 1800 y reales cédulas de 17 de diciembre de 1802 y 15 de agosto de 1805 (media anualidad de los productos de bienes de la corona donados a los cuerpos eclesiásticos, sustituida luego por la satisfacción anual de una decimoquinta parte, reducida posteriormente a un dos por ciento), real cédula de 26 de enero de 1801 (noveno extraordinario de diezmos), real cédula de 24 de abril de 1801, reglamento de 26 de febrero de 1802 y real cédula de 10 de febrero de 1805 (anualidad de las dignidades, oficios y beneficios vacantes de cualquier patronato), real cédula de 8 de septiembre de 1803 y real orden de 19 de enero de 1804 (exigencia de una quinta parte de los diezmos de encomiendas y maestrazgos de las órdenes militares) y reales cédulas de 25 de febrero de 1805 y 12 de diciembre de 1806 (incorporación a la corona de los señoríos temporales, jurisdicciones, rentas, derechos, fincas y demás efectos enajenados poseídos por mitras y otras dignidades eclesiásticas, y por monasterios y demás comunidades regulares). Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 126-136, 188-194 y 211-212, II, pp. 2021, 45-47 y 328-350, y III, pp. 11-19, 60-65, 135-144, 208-210, 219-221 y 480-481; Nov. Rec., 4, 1, 14, y Suplemento, 4, 1, 1; Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, op. cit. 119 Real resolución de 20 de febrero de 1796. Nov. Rec., 1, 12, 6. 118 2. La propuesta 61 se por tales adquisiciones, y como una pequeña recompensa del perjuicio que padece el público en la cesación del comercio de los bienes que paran en este destino».120 Pero, sobre todo, la crisis fiscal va a dar lugar a la primera normativa desamortizadora eclesiástica. Todas esta medidas se tomaron en una situación de extraordinaria necesidad del Estado, en crisis económica, pero son consecuencia de una doctrina elaborada a lo largo del siglo. La acumulación de riqueza por la Iglesia, tan criticada, se había puesto claramente de manifiesto en las averiguaciones que se llevaron a cabo con el objeto de reformar el sistema financiero, que, desde el proyecto de la Única Contribución, dieron lugar a la elaboración de censos de población y distribución de riqueza.121 La tributación eclesiástica comenzó a extenderse en sus rentas y bienes en una época de regalismo, reforma del clero y secularización.122 Y al final del siglo se iniciará el proceso de aplicación de su propiedad a la Real cédula de 24 de agosto de 1795, repetida por otra de 17 de diciembre de 1798. Suplemento a la Colección…, op. cit., I, pp. 149-155, y II, pp. 138-139. 121 En concreto, catastro de La Ensenada (1756) y censos de Floridablanca (1787) y Godoy (1797). En 1802 Soler inició la elaboración de un nuevo censo, pues debía renovarse cada cinco años, con los siguientes interrogatorios dirigidos a los intendentes de las provincias: «Interrogatorio sobre la cantidad, calidad, destino y cultivo de las tierras para formar la división agrícola de España», «Interrogatorio político», «Interrogatorio sobre las fábricas, artes y oficios, a cuyas preguntas deben contestar con la mayor individualidad todas las ciudades, villas y lugares del Reyno» e «Interrogatorio sobre las producciones naturales» (A.H.N., Consejos, legajo 2.980). Censo de población de la Corona de Castilla «Marqués de la Ensenada», 1752, Instituto Nacional de Estadística, Madrid, 1994; Censo español executado de orden del Rey comunicada por el Excmo. Sr. Conde de Floridablanca, primer Secretario de Estado y del Despacho, Imprenta Real, Madrid, 1787; Censo de la población de España de el año de 1797 executado de orden del Rey en el de 1801, Instituto Nacional de Estadística, Madrid, 1994. Vid. MATILLA TASCÓN, Antonio, La Única contribución…, op. cit.; DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…, op. cit., pp. 359382. Sobre la riqueza de la Iglesia española, vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 1, op. cit., pp. 90-96. 122 Vid. supra, nota 118. FONTANA, Joseph, La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820). La crisis del Antiguo Régimen en España, Ariel, Barcelona, 1971, pp. 151-167; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón..., op. cit., pp. 115-121 y 139-155. 120 62 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo amortización de la deuda pública. A las rentas, sobre todo, y bienes de la Iglesia ya habían acudido los reyes en situaciones de crisis en múltiples ocasiones, de lo que son buena prueba los concordatos de 1737 y 1753 y diversas bulas y breves pontificios obtenidos a lo largo del setecientos.123 Pero el Estado nunca se había apoderado de los bienes raíces eclesiásticos para entregarlos a nuevos propietarios bajo un nuevo régimen jurídico de propiedad desamortizada, desvinculada y, en fin, liberalizada.124 También debe destacarse que, desde hacía tiempo, venía abogándose por la aplicación de determinadas rentas y bienes eclesiásticos a fines benéficos, piadosos y sanitarios asumidos por el nuevo Estado, proceso que describe claramente Sempere y Guarinos en su Policía de España, acerca de los pobres, vagos y malentretenidos: «No mejorando la educación popular, no aumentando la agricultura, fábricas y comercio, y no dando más prudente dirección a la beneficencia, todas las leyes contra los mendigos y holgazanes serán ineficaces e insuficientes para curar estos vicios detestables».125 El Concordato de 1753 abrió la puerta a esta posibilidad, y en 1777 el conde de Floridablanca promovió la creación de un fondo pío beneficial dotado con las 123 El concordato de 1737 dispuso, en general, la tributación de los bienes eclesiásticos. Vid. instrucción de 24 de octubre de 1745 y reales cédulas de 29 de junio de 1760 y 10 de agosto de 1793. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. 124 HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 130, afirma que «Carlos IV no hacía sino seguir la tradición del Antiguo Régimen cuando optó por los bienes de las obras pías para asistirle en este caso. Pero el tomar propiedades en lugar de rentas era algo nuevo, producto del cambio de circunstancias y de la filosofía». 125 SEMPERE Y GUARINOS, Juan, en Biblioteca española económico-política, 1, op. cit. Vid. SARRAILH, Jean, La España ilustrada..., op. cit. Se detiene este autor en diferentes escritos muy críticos con la beneficencia y sanidad privadas, de Ward (pp. 528-530) –Obra pía: modo de remediar la miseria de la gente pobre de España (1750), que puede consultarse en Proyecto económico, en que se proponen varias providencias dirigidas a promover los intereses de España, con los medios y fondos necesarios para su plantificación, 2.ª impresión, Joaquín Ibarra, Madrid, 1779, pp. 321-400–, Cabarrús (pp. 533-534), Jovellanos (pp. 595 y 644-647), Sempere y Guarinos (p. 267) y Meléndez Valdés (pp. 190-191 y 531-532). 2. La propuesta 63 rentas de los beneficios eclesiásticos vacantes, cuya gestión se encomendó a juntas centrales, provinciales y locales de caridad. Su fin, el sustento de hospicios, hospitales, casas de expósitos, de misericordia, etcétera, es decir, los tradicionales establecimientos de beneficencia y piedad privados que debían convertirse en públicos para su mejora: «¿Quién no ve la diferencia que hay entre el bien que puede hacer un particular y el que puede resultar de la reunión de fondos por medio de la Administración Pública? […] Puede un particular hacer una fundación y auxiliarla, pero no podrá conseguir que se hagan todas las necesarias para el bien del Estado y mejoría de las costumbres, ni disminuir generalmente las necesidades».126 Por su parte, Jovellanos se pronunció en varias ocasiones sobre la conveniencia de que los hospicios y hospitales estuviesen dirigidos y administrados por el Estado, o, si se prefiere, por el rey, a través de juntas integradas por autoridades públicas o reales (regentes, oidores, síndicos personeros del común, etcétera), aunque admitía y promovía la participación de eclesiásticos: «Apenas se conoce un patrono, ya sea laical o eclesiástico, puesto a cargo de personas particulares, que hayan durado un siglo en su integridad. Lo común es que vayan siempre a menos y, por consiguiente, que se reduzcan o no cumplan sus obligaciones. Los tribunales están llenos de quejas y recursos que mueven diariamente los interesados en estas fundaciones, y, en fin, en todas partes se hallan pruebas de esta verdad demasiado notorias y funestas. Ora nazca esto de que los patronos particulares suelen confundir con su propia utilidad los objetos de las fundaciones puestas a su cargo, ora del descuido con que suelen administrar unas fincas cuyos réditos deben convertirse en utilidad de personas extrañas, ello es que el riesgo es visible y está confirmado por la experiencia».127 De nuevo, 126 MOÑINO, José, Memorial presentado al rey…, op. cit., pp. 307-350 (el párrafo citado, en p. 324). También se ocupa del tema en su Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., pp. 221 y 223. 127 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Informe dado acerca de la venta de varias casas…, op. cit. Vid. también Discurso acerca de la situación y división interior de los Hospicios…, op. cit., pp. 431-433. 64 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo crítica a las fundaciones benéficas y piadosas no solo desde el punto de vista de la vinculación y amortización de sus bienes raíces, sino también como perjudiciales para el desarrollo de los propios establecimientos. Como ya adelantamos, Jovellanos propone entonces la venta y subrogación de dichos bienes en capitales. En parecido sentido, piensa en los depósitos judiciales, tanto civiles como eclesiásticos –sobre todo los destinados, de nuevo, a la fundación de capellanías y memorias pías–, para la dotación de montepíos públicos, con garantías de seguridad de sus capitales para no vulnerar el derecho de sus propietarios.128 En 1778 se creó la Junta General de Caridad de Madrid y se ordenó el establecimiento de otras parroquiales, a las que se aplicarían fondos de capellanías y obras pías, con respeto al derecho de patronato, pero limitándolo cuando no se cumpliesen los fines propios de las fundaciones, por lo menos laicales, «pues esta autoridad siempre ha residido en los magistrados seculares respecto a las laicales para compeler a los patronos omisos o que abusan de sus facultades, pues ningún particular en sus fundaciones o testamentos puede privar al magistrado de esta autoridad o dexar ilusorias las leyes, aun quando expresamente lo disponga así en las cláusulas de la fundación».129 Y, efectivamente, el fondo pío beneficial se logra en 1780, a través de la correspondiente bula papal que permitía la aplicación al mismo de una parte, que no excediese de la tercera, de las rentas de los beneficios eclesiásticos vacantes.130 Por otro lado, tres años más tarde se suprimían buena parte de las cofradías (salvo las aprobadas por la jurisdicción real y ecleJOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Carta al ilustrísimo Señor don Pedro Rodríguez de Campomanes…, op. cit. 129 Reales órdenes de 14 de febrero y 4 de septiembre de 1778. La real cédula de 3 de febrero de 1785 extendió la medida al resto de provincias. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 342-347, 368-370 y 553-554. 130 Real cédula de 27 de noviembre de 1783, que contiene la bula de 14 de marzo de 1780. Por real cédula de 30 de noviembre de 1792 se limitó la exigencia de la tercera parte de las rentas eclesiásticas a la décima. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 342-347, 368-370, 492-493 y 553-554, y Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 318-319. 128 2. La propuesta 65 siástica con fines espirituales o piadosos, y las sacramentales), otra modalidad de instituciones benéficas, para aplicar sus fondos, precisamente, a fines piadosos. Del mismo modo que se hará con los mayorazgos y luego con las capellanías y fundaciones eclesiásticas, solo se permitía la fundación de nuevas cofradías con autorización real, a la que debía añadirse, en este caso, la eclesiástica.131 Sus propiedades se incluirán en la desamortización eclesiástica de 1798. 2.3.2. Los fondos para la amortización de la deuda pública Ante la grave crisis fiscal vivida en la última década del siglo, los ministros de Carlos IV idearon múltiples «arbitrios extraordinarios» –siempre evitando acudir a nuevas contribuciones sobre el gravado pueblo pechero– para hacer frente a los «gastos extraordinarios» de guerra. A los préstamos extranjeros y nacionales132 se añadían los vales reales, títulos de deuda pública al rédito general del cuatro por ciento, que podían utilizarse como papel moneda, recurso que se consideró «el más fácil, más barato y más efectivo para hallar dinero, hacer los gastos de la guerra con ventaja y pagar sin atrasos la tropa, ministerio, casa real y demás empleados por servicio de la Corona».133 Sus sucesivas emisiones, durante los reinados de Carlos III (tres creaciones) y Carlos IV (cuatro creaciones), produjeron la acumulación de los mismos y, con ella, su depreciación y el aumento de la deuda del Estado.134 Entonces fueron nece- Resolución de 25 de junio de 1783. Nov. Rec., 1, 2, 6. Vid. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit., p. 379. 132 Vid. supra, nota 103, para los préstamos nacionales. Vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 375-401; ARTOLA, Miguel, La Hacienda del Antiguo Régimen, op. cit.; HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit. 133 MOÑINO, José, Memorial presentado al rey…, op. cit., p. 334. 134 Reales cédulas de 20 de septiembre de 1780, 20 de marzo de 1781, 20 de junio de 1782, 7 de julio de 1785 y 30 de diciembre de 1788 (para la acequia imperial de Aragón y canal de Tauste), 3 de marzo de 1791 (Real Compañía de Filipinas), 16 de enero de 1794, 8 de septiembre de 1794, 4 de marzo de 1795 y 8 de abril de 1799. Sobre reducciones, renovaciones y consolidaciones, vid. reales cédulas de 9 de abril de 1784, 2 de julio de 1785, 3 de junio de 1801 y 21 de febrero de 1802. Vid. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias 131 66 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo sarios nuevos arbitrios extraordinarios para el pago de sus intereses y su amortización. De ellos nos interesan las primeras propuestas concretas para la desamortización de parte de los bienes raíces en manos de la Iglesia, arropadas por el precedente reformismo agrario. Ya en 1787, puesto en funcionamiento en Banco Nacional de San Carlos, «caja general de pagos y reducciones», obra de Cabarrús,135 el conde de Floridablanca había propuesto, en las instrucciones dadas a la recién establecida Junta de Estado, la creación de un «fondo de amortización de la deuda pública» para su disminución a través del pago de sus intereses y progresiva extinción de capitales. Desde este momento se consideró que dicho fondo debía separarse de la Tesorería General porque «si no se pone y guarda aparte este fondo, se invertirá fácilmente en urgencias diarias, y no se logrará su fin». Por el momento, para dotarlo, solo se acudía al producto del tabaco de América y a un tanto por ciento alzado sobre todas las rentas reales.136 La situación no hizo más que agravarse durante el reinado de Carlos IV. En 1792 accede a la propiedad de la Secretaría de Hacienda Diego Gardoqui.137 Dos años después se establecía el primer fondo de amortización en el que se incluirá, entre otros caudales, el producto del nuevo impuesto que gravaba, en un quince por respectivas a vales reales…, op. cit.; GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen, progreso y estado de las rentas…, op. cit.; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit.; CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 227-231. Vid. HAMILTON, Earl J., «Guerra e inflación en España (1780-1800)», en El florecimiento del capitalismo, Alianza, Madrid, 1984; y Guerra y precios en España, 1641-1800, Alianza, Madrid, 1988; ARTOLA, Miguel, La Hacienda del Antiguo Régimen, op. cit.; HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit. Este último incluye un apéndice con las emisiones y amortizaciones de vales de 1780 a 1799 (p. 133). 135 Real cédula de 2 de junio de 1782. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 431-444. Vid. A.H.N., Estado, legajo 3.219; y Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587. 136 MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., p. 243. 137 21 de marzo de 1792. A.H.N., Estado, legajo 2.863 (caja 2). 2. La propuesta 67 ciento de su valor, la adquisición de bienes para vínculos, mayorazgos y manos muertas.138 Desde ese momento comenzaron a proliferar firmes propuestas para aplicar parte de la propiedad vinculada y amortizada a la extinción de la deuda pública. José Canga Argüelles afirma que Gardoqui ya proyectó entonces «la venta de todos los bienes destinados a fundaciones piadosas», aunque limitada a aquellas «cuyos objetos hubiesen cesado», idea apoyada por «sugetos dotados de luces y de celo, pero que no pasó adelante».139 Durante esos años, el ministro presentó al Consejo de Estado varios informes sobre la reforma hacendística –fundamentalmente de las rentas provinciales–, entre los que destacan uno de 1792 y otro de 1794, pero en ellos no hemos encontrado ninguna referencia concreta a tal proyecto.140 Tampoco en la exposición que presen- Reales cédulas de 16 de enero de 1794 y 24 de agosto de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op. cit., pp. 2-5 y 149-155. Para su dotación inicial se aplicó el diez por ciento de los propios y arbitrios de los pueblos del reino y los derechos de indulto de extracción de la plata concedido al Banco de San Carlos durante dieciséis años. A ellos se añadieron la contribución extraordinaria de frutos civiles (real decreto de 29 de agosto de 1794), el aumento extraordinario del subsidio eclesiástico en siete millones de reales anuales (real decreto de 29 de agosto de 1794), el producto de las rentas, frutos y emolumentos de las vacantes de dignidades, prebendas y beneficios de las iglesias de patronato y presentación real (real decreto de 25 de febrero de 1795), el quince por ciento sobre las adquisiciones de bienes raíces y derechos reales por las manos muertas y sobre las fundaciones de mayorazgos (real cédula de 24 de agosto de 1795), cuatro millones sobre la renta anual de salinas (real decreto de 23 de enero de 1796) y el producto del indulto cuadragesimal en Indias (real orden de 12 de julio de 1796). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 139 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, op. cit., 1, pp. 168-172, y 5, pp. 233-243. También da cuenta de la celebración, ese mismo año de 1794, de una Junta de medios, con la participación del marqués de Hormazas, José Díez Rodríguez, el conde de Cañada y el marqués de Iranda, en la que se propuso la venta de los bienes raíces de las memorias y fundaciones establecidas para redención de cautivos y socorro de peregrinos, de las fincas de la corona no usadas por el rey y de parte de los maestrazgos y encomiendas de las órdenes militares (4, pp. 46-47). 140 A.H.N., Estado, legajos 2.863 (caja 1), 3.211 (2) y 3.212 (2); Biblioteca de la R.A.E., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 189-200. 138 68 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo tó ante el Consejo celebrado el 27 de mayo de 1796 sobre los «arbitrios efectivos para cubrir tan considerables dispendios». Por fin, en la memoria elevada a Carlos IV el 12 de octubre de ese último año, efectivamente, propuso «la venta de los bienes de las fundaciones y obras pías», pero solo «de peregrinos y otras semejantes que ya no tienen uso». Propuesta, pues, de lo más limitado.141 Lo cierto es que el Consejo de Estado iba recibiendo escritos de distintas autoridades y particulares –calificados, en ocasiones, de arbitristas– con diferentes ideas para salvar la crítica situación de la Real Hacienda, promovidos desde la corte y dirigidos, en su mayoría, al príncipe de la paz, secretario de Estado desde 1792.142 Aunque son las menos, algunas de dichas propuestas coinciden 141 La exposición de 27 de mayo de 1796 puede consultarse en el A.H.N., Estado, libro 11. La memoria de 12 de octubre, en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, Imprenta de Don Marcelino Calero y Portocarrero, Madrid (Memorias de Hacienda), pp. 156-159. En esta misma obra (pp. 150-156) se reproducen otras memorias de Gardoqui con la propuesta de distintos arbitrios, en concreto, fechadas el 3 de agosto de 1793, el 19 de mayo y el 28 de noviembre de 1794. 142 Los hemos hallado en el A.H.N., Estado, legajos 3.210 (2), 3.211 (1 y 2) y 3.212 (1 y 2). Citaremos los nombres de los autores de los proyectos, aunque ni todos se conservan ni todos nos interesan para este trabajo: Mariano Cerdá y Juan Antonio Loche (marzo de 1793), Juan López de Flor (mayo de 1793), Josef de Manegat Pastors y de Foix y Pablo de Font y Planas (septiembre de 1793), Francisco Mora y Brito (1793), Juan López Grande (enero de 1794), Manuel Solís (agosto de 1794), Bernabé Portillo (agosto de 1794 y octubre de 1796), Domingo del Campo y Manzaneda (septiembre de 1794), Gerónimo Jacinto Aranda (noviembre de 1794), Juan de Escoiquiz (noviembre de 1794), Juan Francisco Álvarez (diciembre de 1794), Feliz Mozota (diciembre de 1794), Josef Antonio de Harrola (diciembre de 1794), Miguel de Maurueza Barreda y Méndez (1794), Pedro María Cano (enero de 1795), Carlos Vargas (enero de 1795), Bartolomé Benítez Gálmez (enero de 1795), Ángel de Abril y Pedro Pérez Muñoz (marzo de 1795), Pedro Caballero Tamarid (abril de 1795), Ignacio Eugenio García de Orgaz (mayo de 1795), Luis de Laporta (junio de 1795), Francisco de Mayendia Pico (junio de 1795), Juan José Cáñamo y Pardo (1795), Aguirre (mayo de 1796), Diego Carrere (julio de 1796), Rafael de Urquinaona y Juan de Yzaguirre (agosto de 1796), Joaquín Solís (septiembre de 1796), Juan Gutiérrez de Páramo (noviembre de 1796), Tomás Antonio de Marien y Arroyide (enero de 1797), Eugenio Ahumada (enero de 1797), Juan Ignacio de Gardoqui (abril de 1797), Francisco Aguilar y Anchiaz (julio de 1797), 2. La propuesta 69 con la normativa que se va aprobando. Así, las que promueven contribuciones sobre artículos de lujo,143 sobre las herencias144 y la de frutos civiles sobre las rentas de los arrendamientos.145 Muchas son los que se fijan en la riqueza eclesiástica, sobre todo en sus rentas, aunque algunas también en sus bienes, que son las que más nos interesan. Como tesis común, la obligación de la Iglesia de ayu- Pablo de Guzmán (1797), Salvador Ximénez Coronado. Otras proyectos son posteriores a la normativa de 1798, y a alguno de ellos nos referiremos más adelante: Juan Pascual y Rico (diciembre de 1798), Francisco Antonio Rojo (febrero de 1799), Pedro Garrido y Durán (mayo de 1799), Francisco de Izaguirre (junio de 1799), Juan Álvarez Posadilla (agosto de 1799), Miguel de Archeverroa (septiembre de 1799), Vicente Endaya (septiembre de 1799), Alonso Ruiz y Rando (septiembre de 1799), Mariano Escolano (noviembre de 1799), José de Cáceres (diciembre de 1799), Pedro Aguilar Ayala (diciembre de 1799), Pedro José Aznar y Fanlo (enero de 1800), José María Lozano Peralta (febrero de 1800), Francisco Julián Astorga (marzo de 1800), Rafael Covo (abril de 1800), Joaquín de Torres (mayo de 1800), Gaspar Rafael (junio de 1800), Antonio Rodríguez de Hita (agosto de 1800), Abdón Serre (septiembre de 1800), fray Vicente Peres y de Camps (septiembre de 1804). También se hallan escritos en este mismo sentido en el archivo de Francisco Saavedra, que se encuentra actualmente en la Facultad de Teología de Granada, procedente del archivo histórico de los jesuitas, cuyo inventario conocemos gracias a LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, Universidad de Granada, Granada, 1995. Solo algunos aparecen con el nombre de su autor (cajas 20, 21 24, 26 y 73): Miguel Basterra (abril de 1796), Ricardo White (enero de 1798), José Maldonado (enero de 1798), Antonio Álvarez Castañón (enero de 1798), Pedro Joaquín de Ayeste (febrero de 1798), José Damián de Cuenca y Bocanegra (marzo de 1798), Juan Ordóñez Manrique (mayo de 1798), Jacinto María Delgado (mayo de 1798), Narciso Boer (junio de 1798), Andrés Miñano (julio de 1798), Manuel Navarro (diciembre de 1798), Simón de Echeverría (diciembre de 1798), Cipriano Villafuerte (enero de 1799), otra vez Juan Álvarez Posadilla (enero de 1799) y José de Ezquiaga (febrero de 1799). 143 Diego Carrere (julio de 1796). A.H.N., Estado, legajos 3.210 (2) y 3.211 (1). Vid. real cédula de 10 de noviembre de 1799. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 236-242. 144 Juan Ignacio de Gardoqui (abril de 1797). A.H.N., Estado, legajos 3.210 (2) y 3.211 (1). Vid. real cédula de 25 de septiembre de 1798. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 111-116. 145 Juan José Cáñamo y Pardo (1795). A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1). Vid. real cédula de 8 de septiembre de 1794. Nov. Rec., 10, 10, 4. 70 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo dar al Estado en sus necesidades. La mayoría la compaginaban con la propia del Estado de defensa de la religión, ante una guerra (contra la Francia revolucionaria) que «es de la clase que trae consigo la ruina de todos los grandes propietarios, pero principalmente la de los poseedores de bienes eclesiásticos. Por consiguiente, estos son los más interesados».146 Por su parte, los regalistas dan un paso más allá y alegan, en todo caso, el derecho del Estado a disponer de las rentas y también de los bienes eclesiásticos. Dentro de ellos, los propios de las fundaciones benéficas y pías, y también los de las capellanías, serán los preferidos, como venía siendo habitual en la doctrina ilustrada. De este modo, las primeras propuestas se limitaron a tomar los caudales que existían en depósito, ya fuese de fundaciones que no habían podido llevarse a cabo,147 ya de otras instituciones, incluidas las fundaciones eclesiásticas, especialmente las «capellanías, casas de difunto o de dudosa pertenencia».148 Como ya había propuesto Jovellanos años antes,149 dichos capitales debían imponerse en la Real Hacienda con el doble objeto de dar cumplimiento a dichas fundaciones y obtener cuantiosas sumas para atender a las necesidades del Estado. Esta idea le pareció entonces al conde de Cañada,150 en palabras dirigidas a Godoy, propia de «cabezas déviles y flacas que buscaban arbitrios para reparar su necesidad», y de llevarse a efecto preveía que «se inundaría España de pleytos 146 Son palabras de Juan de Escoiquiz, que, en noviembre de 1794, proponía a Gardoqui tomar las vacantes de las prebendas eclesiásticas no necesarias. A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Vid. real decreto de 25 de febrero de 1795. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 147 Así lo proyectan Josef de Manegat Pastors y de Foix y Pablo de Font y Planas, en septiembre de 1793. A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). 148 Son palabras de Gerónimo Jacinto de Aranda, pronunciadas en su memoria de noviembre de 1794. A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). 149 Vid. supra, notas 127 y 128. 150 El conde de Cañada fue encargado, por real cédula de 30 de marzo de 1792, de la dirección de las temporalidades de los jesuitas. En 1793 presentó al Consejo de Estado un tratado o capítulos dedicados a las rentas reales. A.H.N., Estado, legajos 3211 (2) y 3212 (1). 2. La propuesta 71 y recursos y crecería el daño a un extremo de turbación reprobada por las leyes. Si se difundía la voz de que se entraba la mano real en memorias piadosas crecería el escándalo y sería incomparablemente mayor el daño que el producto».151 Pero lo cierto es que, de forma inmediata, en octubre de 1793, se ordenó la imposición en la Real Hacienda, mediante censos redimibles al rédito del tres por ciento, bajo la hipoteca de la renta del tabaco, de todos los capitales existentes en depósitos públicos destinados a mayorazgos, vínculos, patronatos, memorias y obras pías,152 con los antecedentes de 1780, cuando se ordenó esa misma imposición,153 y de 1783, cuando los caudales de mayorazgos, cofradías, hospitales y obras pías se mandaron imponer en acciones del nuevo Banco de San Carlos.154 Por su parte, la normativa aprobada en septiembre de 1798 no solo tomó efectivamente dichos depósitos –en general todos los judiciales–, sino también los bienes raíces de las instituciones de beneficencia y piedad. 2.3.3. La propuesta de Bernabé Portillo De las rentas y capitales se pasó a los bienes, y para ello fueron fundamentales dos memorias firmadas por Bernabé Portillo y fechadas en agosto de 1794 y octubre de 1796. El trabajo se lo encargó el propio Gardoqui, el mismo mes de agosto de 1794. Pasó a sus sucesores en la Secretaría de Hacienda, primero Pedro Varela (diciembre de 1796 a junio de 1797),155 y luego Francisco Saavedra, 151 Carta de 21 de septiembre de 1793, en la que remitía el proyecto de Manegat y Font. A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). 152 Real cédula de 9 de octubre de 1793, vigente hasta otra de 15 de septiembre de 1804. Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 396-402, y Suplemento a la Colección…, III, op. cit., pp. 476-478. 153 Reales cédulas de 19 de marzo de 1780 y 8 de marzo de 1781, suspendidas por otra de 9 de noviembre de 1786. Nov. Rec., 10, 15, 25 y 26. Vid. A.H.N., Consejos, libro 2.683. 154 Real cédula de 3 de febrero de 1783. Colección de pragmáticas…, op. cit., p. 452. Vid. A.H.N., Consejos, libro 2.683. 155 Desde el 18 de diciembre de 1796 (A.H.N., Estado, legajo 2.874). Vid. reales decretos de 21 de octubre del mismo año (A.H.N., Estado, libro 11). 72 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo quien se lo remitió a Godoy en enero de 1797. Justo un año después, en enero de 1798, Godoy se lo elevó al rey. Vemos así, muy claramente, el proceso de gestación de la primera normativa desamortizadora a través de las memorias de Portillo y su tratamiento por los sucesivos ministros de Hacienda, antes de que Miguel Cayetano Soler las llevara, en parte, a efecto. Bernabé Portillo era un empleado de Hacienda que, en enero de 1797, ocupaba plaza en «una contaduría» que él mismo califica como «una de las mejores de las provincias». En diciembre ya era director segundo de la Dirección de Fomento General ideada por Godoy.156 Tras la presentación al rey de las memorias que comentamos, en enero de 1798, se le concedió, por fin, plaza en la Secretaría de Hacienda como oficial segundo, a propuesta del propio ministro Saavedra, que alababa su «particular inteligencia en materias económicas, su constancia en el trabajo, su facilidad para digerir los asuntos más complicados y la claridad de su exposición».157 Más tarde se hará con una intendencia en Granada.158 156 La Dirección de Fomento General fue creada en 1797 y suprimida solo un año después. En 1802 se recuperó, unida a la Balanza de Comercio, que había nacido en 1795. Ambas dependían de la Secretaría de Hacienda y participaban activamente en la elaboración de los censos de población, en concreto, el de 1797 y el proyectado en 1802. A.H.N., Consejos, legajo 2.980. En la creación de dicha Dirección habría participado el propio Portillo, que, en ese sentido, en 1794, escribió un Discurso político sobre la agricultura, la industria y el comercio, custodiado en el A.H.N., Estado, legajo 3.208-344, según informan ASTIGARRAGA, Jesús, y ZABALZA, Juan, La economía en los diccionarios y las enciclopedias del siglo XVIII en España, Asociación Española de Historia Económica, Documentos de trabajo, n.º 0607, Madrid, 2006. 157 A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). En el Archivo de Saavedra, caja 20, aparece un oficio de Godoy a Saavedra, de 30 de enero de 1797, en el que trata de colocar a Portillo en el Despacho de Hacienda, y otro de Saavedra a Godoy, de 4 de enero de 1798, en el que le propone como oficial segundo. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 158 En 1806 se publicó en la imprenta de Francisco Gómez Espinosa de los Monteros, en Granada, una Memoria presentada a la Sociedad Económica de Amigos del País de la ciudad de Motril, escrita por Bernabé Portillo como censor de tal sociedad e intendente de la provincia, junto con una Instrucción para las juntas clásicas, 2. La propuesta 73 De la influencia de sus propuestas da cuenta Sempere y Guarinos, aunque sin nombrarle, cuando destaca una memoria de 1794 y se refiere a otra de 1796, que denomina «papel de la Dirección de fomento general», elevada junto a su propia representación un año después, todo a través de Godoy.159 Hemos hallado dichas memorias entre los escritos enviados al Consejo de Estado durante esos años, custodiados hoy en el Archivo Histórico Nacional.160 La de 1794 se titula Memoria sobre la elección de los recursos menos gravosos para las urgencias de la guerra y sobre proporcionar los fondos necesarios para hacerla con vigor, y está firmada en San Ildefonso, el 14 de agosto;161 la de 1796, que resume la anterior, Memorial sobre los perjuicios del agio o quebranto de los vales reales en su reducción a efectivo y sobre los medios naturales de moderarlos, está fechada en Cádiz, el 20 de octubre. Portillo propone de forma clara la enajenación de parte de los bienes raíces eclesiásticos y la imposición del capital de su venta en la Real Hacienda al rédito del tres por ciento: «La trasmutación de propiedades o el sistema de indemnizaciones equivalentes». En concreto, se refiere a los bienes raíces de hermandades, obras pías, hospitales, patronatos y capellanías, aunque no duda en extender formada por él mismo, en comisión con los señores Don Fernando Fonseca y Don Francisco Xavier de Burgos. No he podido consultar tales escritos, que cita ARENILLA SAÉZ, Manuel, La teoría de la Administración de Javier de Burgos desde sus escritos periodísticos, Instituto Andaluz de Administración Pública, Sevilla, 1997. 159 SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos…, op. cit. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones sobre el reparo de agravios causados en el fatal reinado de Carlos IV dirigidos a la nación española reunida y representada en Cortes generales, Oficina de Collado, Madrid, 1810 (Biblioteca del R.I.D.E.A., Fondo Canella, 119), pp. 143-149, acusa a Sempere de apropiarse de la autoría de la memoria presentada en 1794, pero tampoco cita a su verdadero redactor. Dicho autor reproduce buena parte de dicha memoria. 160 A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Ambas memorias, además de otra sobre la renta del tabaco, firmada en Cádiz, el 18 de abril de 1796, se custodian también en el Archivo de Saavedra, caja 21. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 161 La incluyo como apéndice documental 1. 2. 74 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo su propuesta a los bienes propios de las comunidades religiosas, catedrales «y demás que se comprende bajo el nombre genérico de manos muertas». Es decir, piensa en toda la propiedad inmueble eclesiástica, aunque prefiere que primero se proceda a la enajenación de la propia de las fundaciones benéficas y piadosas. La oportunidad que daba la crisis hacendística del Estado para adoptar esta medida era única y fundamental para el desarrollo del mismo. Así, para la Real Hacienda, tanto para salvar su deuda como para aumentar sus ingresos. En efecto, la enajenación de estos bienes produciría la extinción de muchos vales, admitidos en las compras, y, al mismo tiempo, la progresiva amortización de la deuda, ya que los cuantiosos productos de las ventas que se obtendrían a corto plazo se emplearían en el pago de intereses, más bajos que los abonados por préstamos (cinco y seis por ciento) y vales (cuatro por ciento), y en la progresiva redención de los capitales. Además, la puesta en circulación de dichos bienes raíces implicaría un aumento considerable de las rentas reales, que las propiedades amortizadas y vinculadas no pagaban. Incluso se aumentarían las rentas eclesiásticas, en concreto, los diezmos, con el consiguiente beneficio para la propia Iglesia, aunque sin olvidar el del Estado, que se nutría de parte de ellos. Como buen ilustrado, el autor considera que la enajenación beneficiaría también a las propias instituciones afectadas. A las fundaciones benéficas y piadosas, ya que la imposición del capital en el que se subrogaban los bienes raíces a favor de la Hacienda determinaría una renta fija, con la consiguiente disminución de los gastos de administración y de las posibles malversaciones. Al mismo tiempo, se lograba que el Estado, a través del puntual pago de los intereses correspondientes, contribuyese de manera determinante al cumplimiento de los fines de dichas fundaciones, por no decir que se haría con ellas: «A las mismas hermandades y fundaciones interesa mucho la venta de estos bienes, cuya siempre descuidada y a vezes fraudulenta administración ha hecho declamar a varios escritores económicos». En el mismo sentido se pronuncia respecto de las capellanías, causantes, en buena medida, de la decadencia del clero: «Liquidadas las verdaderas rentas de las 2. La propuesta 75 capellanías, no se supondrá con falsas informaciones la congrua necesaria para ordenarse». Y las ventajas se extienden incluso a otros establecimientos eclesiásticos: «Las casas de relijiosos pobres, cuyos fondos ha disipado una mala administración y no pueden mantener con la devida decencia el culto y la disciplina, se reunirán entonces a otras donde se conserven con la pureza y edificación conveniente». En fin, en consonancia con los reformadores agrarios, Portillo insiste en que el beneficio para el Estado no sería solo inmediato, sino futuro: «Nadie ignora ya que la causa eficiente del atraso de la Nación, comparado con sus inmensas proporciones y recursos naturales, tiene por primer principio el exterminio de los antiguos propietarios, ocasionado con las inmoderadas vinculaciones y con las excesivas adquisiciones de manos muertas, porque sin multitud de propietarios no puede haver agricultura pujante, y sin esta es de toda imposibilidad que se radique y prospere sólidamente la industria y el comercio». Todas estas consecuencias se derivarían de la «traslación de las fincas de manos muertas a manos vivas». Y, para terminar, como buen regalista, legitima esta disposición de los bienes eclesiásticos, práctica usual de las naciones en caso de necesidad, como derecho del rey, identificado ya con el Estado, e incluso obligación, como defensor de la Iglesia y su religión: «Dios no permita que yo sea capaz de sugerir ni aun de pensar idea alguna contra la propiedad, sea cual fuese su origen […]. Ahora que sus enemigos procuran hacerla odiosa y aun destruirla [la religión], la política debe acudir a su socorro, para hacerla más amable, y el único medio de conseguirlo es hacerla en lo temporal más útil y favorable que hasta aquí a los pueblos que por la divina misericordia la profesan». Debe citarse también, en esta misma línea, otro proyecto, anónimo y sin fecha, elevado al mismo Consejo de Estado, en el que se proponía la venta generalizada de la propiedad eclesiástica, aunque, de nuevo, muy especialmente la propia de las capellanías. La iniciativa es interesante porque, en cierto modo, continúa las primeras tesis ilustradas agrarias, que ya estaban siendo abandonadas, al idear un método de enajenación en pública subasta que priorizaría a los veci- 76 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo nos sin tierras, braceros labradores y extranjeros que quisieran residir en el pueblo, de modo que solo después de ellos podrían beneficiarse los poderosos sin tierras y demás labradores vecinos según sus facultades, y, finalmente, los poderosos de las capitales y pueblos limítrofes, y demás vecinos que quisiesen adquirir las propiedades.162 2.3.4. El impulso de Godoy y el trabajo de Sempere y Guarinos La desamortización de 1798 se denomina tradicionalmente desamortización de Godoy. A fines de 1797 se había producido un cambio de ministros favorable a los ilustrados partidarios de reformas inmediatas, entre los que destaca Jovellanos, nuevo secretario de Gracia y Justicia.163 En Hacienda, Francisco Saavedra –que, más tarde, accederá a la Secretaría de Estado tras la marcha de Godoy–164 sustituyó a Pedro Varela,165 al que Jovellanos no dudó en calificar de «hombre sin ciencia ni celo; carácter duro, pero de fondo honrado; nada hizo de malo ni de bueno»,166 y a quien, durante los meses de junio a noviembre de 1797, había sustituido el marqués de Hormazas.167 En marzo de 1798 se estableció la llamada Caja de Amortización, separada de la Tesorería Real.168 Y en septiembre se publicó la A.H.N., Estado, legajo 3.211 (2) y 3.212 (1). Desde el 10 de noviembre de 1797 hasta el 15 de agosto de 1798. Vid. CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., Jovellanos. Justicia, Estado y Constitución en la España del Antiguo Régimen, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Asturias, 2000. 164 Primero, en marzo, interino y luego, en septiembre, propietario. Decretos de 28 de marzo y 6 de septiembre de 1798. Gaceta de Madrid de 30 de marzo y suplemento de 11 de septiembre. A.H.N., Estado, legajo 3.442-1. 165 Interino el 21 de noviembre de 1797, propietario desde el 10 de noviembre de 1798 hasta el 6 de septiembre de 1798, cuando se le exonera. Suplemento de la Gaceta de Madrid de 11 de septiembre de 1798. 166 Diarios de 19, 20 y 23 de noviembre de 1795, 11 y 19 de junio de 1797. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., pp. 336, 337, 430 y 431. 167 A.H.N., Estado, legajo 2.874. 168 Real cédula de 9 de marzo de 1798. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 65-71. Se le asignaron los fondos destinados hasta el momento a la amortización de vales. Además, se estableció que ingresase anualmente la cantidad a 162 163 2. La propuesta 77 normativa que aplicaba a la misma los capitales obtenidos en las enajenaciones forzosas de los bienes raíces de los jesuitas, colegios mayores, establecimientos benéficos y piadosos, y en las voluntarias de los propios de mayorazgos, vínculos, patronatos de sangre, capellanías y otras fundaciones eclesiásticas, además de los caudales procedentes de depósitos judiciales, concursos de acreedores y quiebras de comerciantes, y de la nueva contribución sobre legados y herencias. Poco antes habían cesado en sus funciones Godoy, en marzo, Jovellanos, en agosto, y el propio Saavedra, que se decía enfermo, en el mismo mes de septiembre.169 ¿Habrían pretendido ir más allá de la desamortización de los bienes seudoeclesiásticos acordada? En 1795 Jovellanos había publicado su Informe sobre la ley agraria, cuyas doctrinas fueron consideradas contrarias a los que ascendiesen los intereses de los vales en circulación, cuyo dinero efectivo se obtendría de la masa de valores de las rentas de la corona, la parte del producto del derecho de aduanas de Indias consignado a la devolución del préstamo de doscientos cuarenta millones de reales aprobado en agosto de 1795 (reales cédulas de 13 de agosto de 1795 y 7 de julio de 1796) y la renta del papel sellado para los préstamos de 1797, que ascendían a ciento sesenta millones de reales (reales cédulas de 15 de julio y 29 de noviembre de 1797). Por su lado, los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798, contenidos en reales cédulas de 24 y 25 del mismo mes, destinaron a la Caja los productos que derivasen de las ventas forzosas de los bienes de las fundaciones benéficas y piadosas y de las voluntarias de los mayorazgos y fundaciones puramente eclesiásticas, los caudales y rentas de los seis colegios mayores, los bienes de los jesuitas, la contribución de legados y herencias, los caudales de los concursos de acreedores y quiebras de comerciantes y los depósitos judiciales. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 169 En septiembre de 1798 se le nombró propietario de la Secretaría de Estado y se le exoneró de la de Hacienda, pero en la primera ya había sido sustituido por Urquijo y en la segunda por Soler. Suplemento de la Gaceta de Madrid de 11 de septiembre de 1798. El 8 de marzo de 1799 se le dio permiso para acudir a Sevilla para el restablecimiento de su salud (A.H.N., Estado, legajo 3.442-1). Vid. HERMOSILLA MOLINA, Antonio, La enfermedad de un sevillano de la Ilustración: Francisco Saavedra, 1746-1819, Real Academia de Medicina de Sevilla, Sevilla, 1975; LÓPEZ CANTOS, Ángel, Don Francisco de Saavedra, segundo Intendente de Caracas, Centro Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla, 1973. 78 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo derechos de la Iglesia.170 Por su parte, las memorias de Portillo, que también extendían la propuesta desamortizadora a la generalidad de la propiedad eclesiástica, habían sido promovidas y apoyadas de forma clara por Saavedra y Godoy. Otra vez es Sempere y Guarinos el que afirma que Godoy había impulsado la enajenación de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas, y la imposición de los capitales subrogados a favor de la Real Hacienda: «Forman una masa extraordinaria de bienes raíces sustraída a la circulación, cuya administración y cultivo está, por lo general, en el mayor abandono, en manos de administradores que la miran como posesión agena, y, no haciéndola producir lo que corresponde, privan al hospital y obra pía de sus intereses, y a la nación de gran cantidad de frutos que aumentarían su riqueza».171 Ya hemos dicho que al príncipe de la paz se dirigieron la mayor parte de las propuestas de arbitrios extraordinarios para salvar la Hacienda, incluidas las de Portillo. En la sesión del Consejo de Estado celebrada el 27 de mayo de 1796 dio cuenta de algunos de ellos, «pero, aunque Su Excelencia los sacó del bolsillo y leyó el epígrafe o título de cada uno, reducidos a varios montespíos, loterías y otros, que no eran desconocidos y, en parte, estaban adoptados según expuso el Señor Gardoqui, resolbió finalmente Su Majestad, con uniforme dictamen del Consejo, aprobar los expresados arvitrios propuestos por el Señor Ministro de Hacienda [Gardoqui] en los términos que resultaban de su exposición».172 En la sesión del Consejo celebrada el 31 de marzo de 1797, tras una nueva propuesta de Varela, a la que luego nos referiremos, volvió a hablar Godoy, en general, de los medios «para mejorar de raíz nuestra Cf. SARRAILH, Jean, La España ilustrada…, op. cit., p. 288, que considera la normativa de septiembre de 1798 una «magnífica victoria para el ministro que se marcha». HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 856, afirma, sin embargo, que Jovellanos no estuvo directamente implicado en los decretos desamortizadores de 1798. 171 SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos…, op. cit. 172 A.H.N., Estado, libro 11. 170 2. La propuesta 79 constitución». Pero, de nuevo, nada sobre el asunto, aunque sí habla del «abuso y exceso del clero» y de la necesidad de adoptar «reformas conducentes al bien de la Yglesia y felicidad del Reyno», y afirma que «la reforma en general es la llave y con ella se havre la puerta a la felicidad».173 Él mismo no es totalmente claro cuando en sus Memorias dice que propuso al Consejo de Estado tomar «fondos comunales y realengos, en la parte menos necesaria del dominio de la Corona» y «predios rústicos y urbanos», «sin violar ningún derecho y, antes sí, con gran ventaja de sus dueños, otro tanto que de la nación entera».174 Godoy coincidía con las críticas a la vinculación y amortización de la propiedad de la tierra: «La propiedad estaba en pocas manos, la mejor de ella en manos muertas […]. Había riquezas y había fortunas colosales, pero las más de ellas sin ningún empleo, atesoradas en los cofres, temerosas del fisco, sin espíritu de vida, salvo a fundar sus dueños, con alguna parte de ella, vínculos, mayorazgos, patronatos y memorias pías, que era aumentar la mano muerta».175 E incluso afirma que, cuando se fue de la Secretaría de Estado, en marzo de 1798, ya estaba maduro el plan de «enajenar toda suerte de bienes raíces pertenecientes a memorias, cofradías, fundaciones de obras pías, patronatos laicales y cualesquiera otras instituciones semejantes».176 De todos modos, su propuesta se limitaba a dichos bienes seudoeclesiásticos y excluía expresamente los propios de hospitales, con el objeto de evitar cualquier violación del derecho de propiedad eclesiástica y civil, de forma que incluso se oponía a facultar la enajenación de sus bienes raíces amortizados y vinculados: «[…] los que enajenan arriesgan su subsistencia a los azares de la deuda pública».177 Solo años más tarde se atreverá a hablar, como había hecho Jovellanos,178 de la imposi- 173 174 175 176 177 178 A.H.N., Estado, libro 11. GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 187-188. Ibídem, 1, op. cit., p. 19. Ibídem, 1, op. cit., p. 268. Ibídem, 1, op. cit., pp. 268-269. Vid. supra, nota 91. 80 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo bilidad de llevar a efecto entonces reformas más radicales en el sistema de propiedad de la tierra, para extender la desamortización a la generalidad de bienes eclesiásticos, «lo primero, por la total falta de preparación de los ánimos, lo segundo por la influencia peligrosa que podrían haber tenido los ejemplares y los violentos medios de la Revolución Francesa».179 Volvamos un momento atrás. Canga Argüelles relata cómo, después de Gardoqui, en marzo de 1797, Varela propuso ante el Consejo de Estado la enajenación de «las fincas, bienes y derechos propios de las encomiendas de las cuatro órdenes militares». En el Consejo de Estado de 31 de dicho mes y año se lee efectivamente un informe de Varela, que ya hemos adelantado, sobre los gastos realizados y los arbitrios adoptados hasta el momento para subvenirlos, con la propuesta de nuevos medios para cubrir la deuda pública.180 Efectivamente, entre los numerosos arbitrios que enumera –entre ellos una contribución sobre herencias y otra sobre artículos de lujo, que efectivamente se aprueban,181 y la más sorprendente admisión de la comunidad judía en España, para el aumento de su comercio e incluso para que asumiese la extinción de los vales reales–182 se encuentra la enajenación de las encomiendas de las órdenes militares y, además, de las casas y sitios reales no utilizados por el rey y su familia. Respecto a «depósitos, obras pías, fundaciones, vinculaciones, manos muertas y propios de las ciudades» solo propone la recogida por la Real Hacienda de los 179 GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., p. 236. Más adelante (p. 268) atribuye, en cierto modo, el fracaso de las reformas hacendísticas de los ministros a la «falta de experiencia» o a la «falta de atención a las ideas, a las costumbres y a los hábitos de la España, imposibles de cambiarse en un instante». 180 A.H.N., Estado, libro 11. Vid. apéndice documental 1. 1. Lo reproduce también CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 159-166. 181 Reales cédulas de 25 de septiembre de 1798 y 10 de noviembre de 1799. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 111-116 y 236-242. 182 De esta propuesta también da cuenta DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…, op. cit., p. 502. En el mismo sentido se pronunció Godoy, en sus Memorias…, 1, op. cit., pp. 187-188. 2. La propuesta 81 vales reales de su propiedad y su subrogación en títulos de obligación de pago de intereses. Sabemos que Varela había recibido la memoria de Portillo, entre las muchas que llegaron a sus manos, a algunos de cuyos autores no duda en calificar de «alquimistas políticos que pretenden vender sus miserables producciones como preciosidades capaces de restaurar el Estado». Pero, a pesar de lo limitado de su propuesta desamortizadora, nadie dudó, incluso entonces, de que este fue un primer paso. Así, José Mauricio de Chone y Acha afirmaba, en 1802, que la normativa de 1798 «no es más que una extensión de la providencia acordada por Vuestra Majestad en el Consejo de Estado a representación de Don Pedro Varela para hacerlo con las de encomiendas».183 Por su parte, con los antecedentes citados, Sempere y Guarinos atribuye a la memoria que él mismo presentó en noviembre de 1797, otra vez por medio de Godoy, la consecución de la normativa de 1798. Lo cierto es que este fiscal de la Chancillería de Granada, elevado luego a honorífico del Consejo de Hacienda,184 venía trabajando en la desamortización y desvinculación de la propiedad de la tierra desde que participara en la Junta formada en el seno de la Sociedad Matritense de Amigos del País para la reforma agraria (1783), donde coincidió con Jovellanos, a quien sigue en la defensa de la propiedad libre.185 En 1797 el mismo Godoy le encargó un informe sobre la contribución llamada renta de población de Granada, que pagaban los cultivadores de las fincas repartidas en enfiteusis tras la expulsión de los moriscos. En él proponía la redención de dichos «censos de población», lo que se aprobó por real 183 Manifiesto de los arbitrios empleados desde 1792 hasta 1800 para cubrir el déficit de la tesorería general y Apéndice a la representación de la Junta formada para la liquidación de la deuda nacional (23 de julio de 1802). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, caja 3. 184 Desde 1798. FRANCISCO OLMOS, José María de, Los miembros del Consejo de Hacienda (1722-1838) y organismos económico-monetarios, Castellum, Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense, Madrid, 1997, pp. 139, 142, 146, 150, 154, 158, 162, 166, 171, 175 y 180. 185 Vid. supra, nota 74. 82 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo decreto de 6 de diciembre de ese año, que, de paso, facultó a «los poseedores particulares, pueblos, comunidades eclesiásticas, patronos, poseedores de capellanías u obras pías y a los poseedores de mayorazgos» para la enajenación de parte de sus bienes raíces vinculados y amortizados con el fin de proceder a dichas redenciones, adelantándose así a la normativa desamortizadora de septiembre de 1798.186 Pero además, Sempere afirma que en ese momento «me adelanté a proponerle un proyecto sobre la venta de los bienes de los patronatos y obras pías, y mejor administración de los productos de sus valores impuestos a censo sobre la Real Hacienda» y que «lo tenía ya formado algún tiempo antes, mas no me había atrevido a presentarlo, por la escrupulosidad con que se miraban entonces tales materias». En su Proyecto sobre patronatos y obras pías187 proyecta, efectivamente, la enajenación en plena propiedad de los bienes raíces y censos de dichas fundaciones, por el momento los existentes en Granada, y su imposición en la Real Hacienda, en concreto, en la renta del tabaco, al rédito del tres y medio por ciento. Además de repetir los beneficios para los propios establecimientos, la Real Hacienda y el Estado en general, se centra en el problema fundamental de legitimar la disposición de tales bienes. Para ello alega su carácter público, limitado, en principio, a las fundaciones laicas, que estaban sometidas a la jurisdicción real, ya que el rey era «pro- SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Memoria sobre la renta de población del Reyno de Granada, en Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 105-226. Reproduce el real decreto de 6 de diciembre de 1797 e instrucción de 17 de enero de 1798. Vid. también reales cédulas de 25 de septiembre de 1798, 10 de noviembre de 1799 y 17 de abril de 1801, y reglamento de 17 de enero de 1805, sobre redención de censos. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. La memoria de Sempere se custodia también en el Archivo de Saavedra, caja 22. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 187 Puede consultarse en Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 227-277. Aparece también en el Archivo de Saavedra, caja 73. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. Lo reproduzco como apéndice documental 1. 3. También lo cita y reproduce, en parte, REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., pp. 157-158. 186 2. La propuesta 83 tector universal de las últimas voluntades de sus vasallos». Pero, además, extiende dicha regalía a las fundaciones puramente eclesiásticas: «Acaso escrupulizarán algunos sobre la egecución de este proyecto, dudando y disputando temerariamente a Vuestra Majestad su suprema autoridad, exigiendo dictámenes de teólogos y concurrencia del brazo eclesiástico, como se ha practicado en otros tiempos en causas meramente profanas y temporales, con gran daño a la causa pública. Si se tratara de extender a los patronatos, beneficios y capellanías del Reyno, aunque fueran colativas y espiritualizadas, podrían tal vez tener lugar semejantes dudas y escrúpulos, aunque tampoco faltarían, en este caso, razones muy sólidas para demostrar que el soberano puede, por sí mismo, y con independencia de la jurisdicción eclesiástica, reducirlos, conmutarlos, suprimirlos e imponerles las cargas que estime convenientes al Estado. Mas, el proyecto propuesto no se extiende, por ahora, a los beneficios y patronatos colativos, sino a los laycales, sujetos ya, en todo su conocimiento, a la jurisdicción real». También es interesante el proyecto de Sempere para la organización de una «Administración general» que se encargaría de la enajenación de los bienes de los patronatos y obras pías y del pago de los intereses de sus capitales para el cumplimiento de sus fines, lo que suponía un nuevo paso en la secularización de la beneficencia. Parecidas ideas expondrá Sempere cuando, en 1805, publique su Historia de los vínculos y mayorazgos.188 En ella, a pesar de lo revolucionario de sus teorías desamortizadoras y desvinculadoras, no duda en calificar de antecedentes las enajenaciones de bienes eclesiásticos llevadas a cabo por Felipe II. Y entiende que la normativa aprobada en época de Carlos IV era consecuencia de la evolución de las doctrinas contrarias a la amortización y vinculación formuladas por los ministros de Carlos III: «Corregidas las opiniones que embarazaban la promulgación de leyes saludables contra la amortización eclesiástica y civil, se hacía ya más fácil la expedición de otras no menos importantes para la regeneración y mayor 188 SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Historia de los vínculos…, op. cit. 84 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo valor de los bienes anteriormente vinculados». En esta ocasión, acepta que la autorización pontificia pueda ser oportuna, aunque vuelve a negar su necesidad: «Como conveniente para remover los obstáculos que oponían a su ejecución las opiniones de la jurisprudencia ultramontana». 2.3.5. Los ministros Saavedra y Jovellanos El impulso a la realización práctica de las propuestas que hemos relatado, en búsqueda de bienes vinculados o amortizados para su aplicación a la creciente deuda pública, lo dieron, pues, Godoy y los nuevos secretarios de Estado y del Despacho de Hacienda y Gracia y Justicia, Saavedra y Jovellanos, respectivamente. En efecto, Godoy comunicó a Saavedra y este a Jovellanos la propuesta de Sempere, en el mismo mes de noviembre de 1797.189 Entonces, seguramente, Jovellanos ordenó la reunión de una Junta de ministros encargada precisamente del debate sobre la enajenación de propiedades amortizadas, compuesta, según José Canga Argüelles, por consejeros de Castilla, Indias, Órdenes e Inquisición,190 y en la que sabemos participó de forma protagonista Felipe Ignacio Canga Argüelles, que venía ocupándose del asunto y que conocía perfectamente el informe sobre la reforma agraria de Jove- Vid. el correspondiente oficio de Godoy a Saavedra, con la memoria de Sempere y el dictamen de la Dirección de Fomento General, firmado el 23 de noviembre de 1797. SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 266-267. Por su parte, Saavedra escribe a Jovellanos, para comunicarle su conformidad con la propuesta de Sempere, el 28 del mismo mes y año. Y Jovellanos responde a Saavedra. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit., pp. 12-14. Vid. apéndices documentales 1. 3 y 1. 4. 190 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 233-243. También se habla de esta Junta en la posteriormente celebrada, en mayo de 1798, a la que luego nos referiremos: «Añadirían la ventaja de ofrecer un ilustre exemplo para facilitar la enagenación de los bienes de comunidades, asunto encargado al examen de una Junta de que ha sido individuo Don Felipe Ignacio de Canga Argüelles, quien ha instruido a esta de que ella tiene dado ya su dictamen por el Ministro de Gracia y Justicia». British Library, Manuscripts, Egerton, 369. 189 2. La propuesta 85 llanos.191 En concreto, la Junta examinó tres propuestas: las de Sempere y Guarinos, Juan Bautista Virio y Severo Aguirre.192 A la primera acabamos de referirnos. La segunda es la elevada por la Dirección de Fomento General, a la que también hemos hecho mención, firmada en septiembre de 1797 por Virio, en sentido muy parecido a la propuesta de Bernabé Portillo, que acababa de ser nombrado director segundo de dicho órgano, con la inclusión de los bienes de los hospitales a los que no se refería Sempere.193 Esa misma Dirección informó, además, en noviembre, sobre la propuesta de Sempere, con la que se conformó, con la corrección de reducir el interés de la imposición de los capitales producto de las enajenaciones al tres por ciento, que era el legal.194 Respecto de la tercera memoria, nada sabemos.195 A fines de 1794, Jovellanos había enviado a Canga Argüelles su Informe sobre la ley agraria con la siguiente nota: «La formación y conclusión del expediente se debe a un asturiano; este informe contiene un completo examen de la materia y la reduce a sus verdaderos principios, nunca establecidos hasta ahora, a otro asturiano; haga vuestra merced que se deba a otro el establecimiento de las leyes que deben canonizarlos. El objeto es grande: trátase no menos que de la prosperidad y la gloria de España». Diario de 11 de octubre de 1794. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1790-1797), op. cit., p. 210. Felipe Ignacio Canga Argüelles había participado también, junto al conde de Cañada, en una Junta sobre rentas reunida en 1793. A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1). 192 Las tres memorias son citadas por CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 233-243. Por su parte, Saavedra, en una memoria firmada el 4 de mayo de 1798, se refiere solo a los proyectos de Sempere y Aguirre, y añade una representación posterior elevada por el cabildo de jurados de Sevilla. Puede consultarse en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 166-168 193 El Dictamen de la Dirección de Fomento General, firmado por Juan Bautista Virio, en 4 de septiembre de 1797, puede consultarse en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 271-277. También en REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., pp. 150-154. Lo reproduzco en el apéndice documental 1. 3. 194 Dicha censura de la Dirección de Fomento General, fechada el 12 de noviembre de 1797, puede consultarse en SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 4, op. cit., pp. 262-266. Vid. apéndice documental 1. 3. 195 Entre los escritos elevados al Consejo de Estado con medios para salvar la Real Hacienda, aparece citado uno firmado por Aguirre en mayo de 1796. A.H.N., Estado, legajos 3.210 (2) y 3.211 (1). 191 86 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Pues bien, según el mismo Canga, la Junta se mostró reticente a la enajenación de las propiedades de las fundaciones benéficas y pías, tanto por su falta de conveniencia como por las dudas que planteaba la legitimidad de tal disposición. Admitió tan solo la venta de parte de dichos bienes: aquellos que sus poseedores considerasen necesario enajenar para atender a sus fines, los propios de establecimientos con objetos cesados o impíos (los fundados «para fomentar la superstición o piedad mal entendida«) y los pertenecientes a la Casa Santa de Jerusalén. Se opuso, pues, a la enajenación generalizada de los bienes de los establecimientos piadosos, por «perjudicial al Estado», y, en todo caso, a la de los propios de hospitales y hospicios, extremo este último en que coincidía con Godoy.196 El asunto volvió a Jovellanos, que emitió un informe sobre el trabajo de la Junta. En él, como ya hemos adelantado, Jovellanos se esfuerza, como hiciera Sempere, en legitimar el asunto más conflictivo: la potestad real para disponer de los bienes vinculados y amortizados. En el caso de las fundaciones benéficas y piadosas, esa potestad se legitimaba al calificarlas de «establecimientos públicos», tanto estuviesen en poder de laicos como de eclesiásticos. Por el momento –«por ahora»– se trataba solo de enajenar la propiedad inmueble de los «hospitales, hospicios, patronatos, cofradías y capellanías laicales», para convertirla en mobiliaria. Pero luego, la medida podría extenderse a las fundaciones, e incluso a otras propiedades, puramente eclesiásticas. Repetimos, por claras, sus palabras: «Puede Su Majestad regular la propiedad de todos los establecimientos piadosos y aun eclesiásticos [...] porque todo derecho de poseer tiene su origen y apoyo en la potestad civil». Insiste, además, en los beneficios que conllevaría la medida: «La utilidad pública enlazada con la de estos establecimientos, la distribución de estas propiedades en manos útiles y activas, la conversión de muchos capitales de particulares a su mejora, la influencia que tendrán estas ventas en el precio general de la propiedad y 196 GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 269 y 272. 2. La propuesta 87 el fomento de la agricultura». Y, lo mismo que Sempere, prevé para su ejecución una organización administrativa integrada por juntas municipales, provinciales y central, ocupada esta última, en general, de todos los arbitrios destinados a la dotación de un fondo capaz de asumir las necesidades del Estado, no solo en casos de urgencia, como el que se vivía, sino, en general, «en tiempos de paz». Fondo en el que Jovellanos incluye buena parte de la propiedad amortizada y vinculada: «tierras baldías y concejiles, propiedades de la Corona o de cuerpos y comunidades, todo aquello a que se extiende la potestad suprema y en que puede conciliarse el bien público con la suficiencia del Erario para los objetos de necesidad o mejora, o para el pago de su deuda, pudiera ser expedido por estas manos que, sujetas a un plan sencillo y habilitadas por la experiencia, pudieran ser un día los regeneradores de la nación».197 Así las cosas, y con la advertencia de Jovellanos de que «ya estamos muy a las apuradas para proceder con timidez en estas materias», por real orden de 14 de mayo de 1798, Saavedra procedió al nombramiento de una nueva Junta encargada del examen y propuesta de los medios adecuados para salvar la Hacienda, que debía tener en cuenta las previas memorias de los ministros de Hacienda Gardoqui, Varela y el propio Saavedra.198 Se reunió en 197 Vid. supra, nota 89 y apéndice documental 1. 4. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit., pp. 12-14. 198 La Junta fue propuesta por el propio Saavedra en una memoria elevada a Carlos IV el 4 de mayo de 1798 (puede consultarse en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 166-168). También da cuenta de ella Soler, en una consulta firmada en San Lorenzo, el 29 de octubre de 1799 (puede consultarse en Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 211-241, y en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 168-178). A la misma se refiere el citado CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 47-48. De los trabajos de esta Junta nos informa MERINO NAVARRO, José P., «Hacienda, deuda pública y desamortización con Carlos IV», en Desamortización y Hacienda Pública, 2, op. cit., pp. 725-737, especialmente 732. Hemos consultado la representación final de la Junta al rey, firmada por Cabarrús el 23 de mayo de 1798, custodiada en British Library, Manuscripts, Egerton, 369. 88 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo casa del marqués de Iranda y en ella participaron el propio marqués, el conde de Cabarrús,199 Felipe Ignacio Canga Argüelles, Miguel Cayetano Soler, Felipe González Vallejo, Ramón de Angulo –director de los Cinco Gremios–,200 Manuel Sixto Espinosa –director general del Banco de San Carlos y recién nombrado director de la Caja de Amortización– y Martín Antonio de Huici –director de la Compañía de Filipinas–. La Junta propuso, entre otros medios o arbitrios, un donativo voluntario y un servicio extraordinario por dos años que gravase en una décima parte toda clase de rentas, excluyendo a los labradores, artesanos y jornaleros. Pero, además, se declaró partidaria de la enajenación de los bienes de la corona, de las encomiendas de las órdenes militares y, en general, «de las comunidades», con destino a la Caja de Amortización: «Trasladados a manos de particulares y fecundados con su caudal e industria serán muy productivos, servirán al aumento de la población, y, abriendo nuevos manantiales de producciones y riquezas, engrandecerán los productos de la renta de la Corona». El tiempo se agotaba: «El orden social, la moral y la religión que la consoliden, todo zozobra y perece en las combulsiones de la anarquía, compañera inevitable de la disolución de los Estados. Todavía es tiempo de preservar y conservar todo». Recuérdese que, en enero de 1798, Godoy había elevado al rey, justo un año después de recibirla de Saavedra, la memoria de Bernabé Portillo, que proponía una amplia desamortización. En marzo del mismo año, José Damián de Cuenca y Bocanegra firmó una memoria «para reducir a dominio particular las tierras de propios y baldíos». Y en julio, Andrés Miñano presentó un nuevo plan «para la desamortización de las fundaciones piadosas existentes en España».201 CORONAS GONZÁLEZ, Santos M., Jovellanos…, op. cit., pp. 118-122. Miguel Cayetano Soler, Felipe González Vallejo y Ramón de Angulo fueron propuestos por Saavedra en la memoria citada en la nota 198. Sobre Soler, vid. infra, nota 204. Sin embargo, ninguno aparece entre los vocales citados en la representación elevada al rey por la Junta. British Library, Manuscripts, Egerton, 369. 201 La memoria de Cuenca y Bocanegra está fechada en Aranjuez, el 22 de marzo de 1798, y el plan de Miñano, en Madrid, el 12 de julio de 1798. Ambos 199 200 2. La propuesta 89 Y, efectivamente, tras el cese de Jovellanos y Saavedra, se aprobaron los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798. Se ordenó la enajenación forzosa de los bienes raíces de prácticamente la totalidad de las fundaciones laicas, benéficas y piadosas: hospitales, hospicios, casas de misericordia, reclusión y expósitos, y, en general, memorias pías y patronatos de legos, y también las cofradías. Por su lado, se invitó a la venta voluntaria de las propiedades de los mayorazgos y otros vínculos, los patronatos de sangre (únicas fundaciones laicas excluidas de la desamortización) y las fundaciones puramente eclesiásticas, entre las que destacaban las capellanías colativas. De momento, era bastante; no tanto como habían pretendido algunos, pero más de lo que aceptaban otros. Los decretos iban dirigidos al nuevo secretario de Gracia y Justicia, José Antonio Caballero, firme opositor de su antecesor Jovellanos y también de Godoy.202 Su ejecución pasó a manos del nuevo secretario de Hacienda, Miguel Cayetano Soler. Para Albert Dérozier, a partir de este momento, «las finanzas y la justicia son desmanteladas».203 Es el propio Soler el que, en una memoria firmada ese mismo año, pero previa a los decretos de septiembre, afirma que llevaba tiempo trabajando en el asunto, fundamentalmente desde su participación en la Junta de medios celebrada en mayo, mes en el que fue nombrado superintendente general de Hacienda, a las órdenes de Saavedra, quien le propuso luego para sustituirle en la Secretaría del ramo.204 Leyó y oyó propuestas de distintas autoridades y escritos aparecen citados en el inventario de los fondos del Archivo de Saavedra, cajas 26 y 73. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 202 Godoy califica a Caballero y a Juan Escoiquiz de «enemigos de las luces». GODOY, Manuel, Memorias…, op. cit., 1, p. 259, y 2, p. 420. 203 DÉROZIER, Albert, Quintana y el nacimiento del Liberalismo en España, Turner, Madrid, 1978, p. 222. 204 Soler fue primero alcalde de la Real Casa y Corte. En mayo de 1798 obtuvo plaza en el Consejo de Hacienda y fue nombrado superintendente general y director de la Secretaría del mismo ramo, a las órdenes del ministro Saavedra, que había pedido el puesto para él, como «persona condecorosa y de conocida probidad, celo e inteligencia». El 4 de agosto fue habilitado para firmar las 90 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo particulares, y apoyó «la providencia que tanto han deseado los buenos políticos y que se halla ya adoptada por la opinión pública, de vender los bienes fondos de patronatos, hermandades, obras pías, hospitales y capellanías, como también las fincas territoriales pertenecientes a las encomiendas de las órdenes militares, e imponer su producto al rédito de un 3 por 100 en la Caxa de amortización con destino a la extinción de vales reales y acciones de empréstitos». Destaca, por su influencia, dos memorias fechadas en 1794 y 1796, y aunque no cita a su autor, sin duda se trata de Bernabé Portillo. La justificación de la medida, como siempre, el beneficio del Estado en general y de la Hacienda en particular, en aquel momento de crisis y en el futuro; a lo que se añadía, de nuevo, el saneamiento de las propias instituciones afectadas: «Es tan notoria la mala administración de dichas fincas que nadie dexa de compadecerse de los males que produce al público su deterioro y abandono por lo que le priva de sus rendimientos, que es la mayor riqueza nacional, y por lo que perjudica a los fines piadosos de los fundadores, de forma que, aun quando no fuese más que por estas solas consideraciones, se miraría siempre como muy importante y sería muy aplaudida la enagenación de dichas fincas en manos activas y contribuyentes». 205 Todavía, pues, en una época inmediata a la aprobación de la primera normativa desamortizadora, Soler ampliaba la desamortización a las propiedades de las capellanías –aunque no precisa si se trata de capellanías laicas, lo más probable, o también eclesiásticas (colativas)– y de las órdenes militares, además de a las casas y sitios reales no utilizados por el rey o su familia. Las dos últimas ya habían sido incluidas en la propuesta de Varela. Respecto de las capellanías, conocemos su generalizada crítica y también los debates sobre la legitimidad de su enajenación forzosa. Soler obvia, sin órdenes reales de Hacienda, en sustitución de Saavedra, y el 6 de septiembre ya fue nombrado sustituto del mismo, para ganar en propiedad la Secretaría dos días después. Gaceta de Madrid de 29 de mayo, 7 de agosto y 11 de noviembre de 1798. 205 Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 201-210. Vid. apéndice documental 1. 5. 2. La propuesta 91 embargo, ya claramente, la posibilidad de desamortizar otras propiedades eclesiásticas, «de las comunidades». Pero, en todo caso, todos aquellos bienes se denominan desde entonces «nacionales y de las manos muertas», a cuya desamortización queda vinculada la deuda estatal. Un año después, Soler, en un nuevo informe, afirma que tuvo «el honor de proponer y Vuestra Majestad se dignó mandar que se enagenasen todos los bienes pertenecientes a obras pías, casa de misericordia y demás contenidas en el Real Decreto de 19 de septiembre de 1798».206 Con la aprobación de dicha normativa se cierra la primera etapa del proceso doctrinal desamortizador y se abre el normativo. De las propuestas generales, no sin dificultades, se pasó a la aprobación de la enajenación forzosa, en pública subasta y con imposición del capital resultante de la venta en la Caja de Amortización al rédito anual del tres por ciento, de momento, de todos los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas y otras laicas. Como hemos analizado, y a modo de recapitulación, dichas instituciones habían sido objeto de las más claras críticas ilustradas. Por un lado, su fundación provocaba que la Iglesia siguiese aumentando su propiedad inmueble amortizada, a costa de la libre, cada vez más escasa.207 Como había pronosticado Gerónimo de Cevallos, la acumulación de dichas fundaciones «podría ser causa de obligar en algún tiempo a los reyes de valerse de sus haciendas para la defensa de nuestra sagrada religión, lo qual sería de mayor inconveniente. Así es mejor prevenir el daño que curarle».208 Además, sus propiedades se consideraban especial- Consulta del señor Soler en 1799. Biblioteca de la R.A.E., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 211-241. 207 Ya en el reinado de Carlos III se habían dictado disposiciones tendentes a limitar la libertad fundacional y testamentaria, y, sobre todo, para evitar el beneficio que de ellas recibía la Iglesia. Vid. pragmática de 2 de febrero de 1766 y Real cédula de 15 de noviembre de 1781. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 43-44. 208 Lo cita SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española económico-política, 3, op. cit., 1804, pp. 17-49. 206 92 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo mente mal administradas y cultivadas, directamente por el clero,209 con el consiguiente aumento del número de jornaleros, o a través de arrendatarios que, desde hacía tiempo, veían aumentar sus rentas.210 Este último extremo es un tanto conflictivo, porque el aumento de los precios y rentas agrarias ponía de manifiesto un progresivo desarrollo económico. Pero, en todo caso, la vinculación y amortización de dicha propiedad afectaba de manera perjudicial a dicha economía, tanto agraria (productividad) como industrial y comercial, sectores estos últimos obviados por la Iglesia, pero muy presentes en la sociedad moderna que tiende a burguesa.211 Y, en general, a la Hacienda y al Estado. A lo que se añadía que la decadencia de las instituciones piadosas era insostenible en un contexto de secularización que comenzaba a convertir la beneficencia y sanidad, tradicionalmente privadas, en asuntos de interés público. Campomanes y Olavide hubiesen preferido el arrendamiento o cesión enfitéutica de sus tierras y el sosteni- Durante el reinado de Carlos III se dictó abundante normativa para limitar esta práctica abusiva , rechazada por los ilustrados. Vid. reales cédulas de 11 de septiembre y 25 de noviembre de 1764, 21 de diciembre de 1766, 4 de agosto de 1767 y 22 de octubre de 1772. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 36-37, 57, 81 y 233. 210 Así se afirmaba en el expediente promovido en 1752 –incluido en el general de la ley agraria– por los procuradores síndicos generales de los partidos de Tierra del Pan, Vino y Sayago de Zamora, que señalaban entre los propietarios que aumentaban sobremanera las rentas de los arrendamientos a las «comunidades, colegios, cofradías, hermandades, hospitales, fábricas, capellanías y otras personas». Puede consultarse en ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., y ANES, Gonzalo, Informes en el expediente de ley agraria, op. cit. Sobre las críticas ilustradas al cultivo de las tierras por los propios eclesiásticos, vid. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit., pp. 359-382. 211 Vid. FONTANA, Joseph, La quiebra de la monarquía..., op. cit.; DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado..., op. cit., pp. 383-401; HERR, Richard, La Hacienda real..., op. cit., pp. 101-128; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 139-155. CARASA SOTO, Pedro, Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, op. cit., ha estudiado la buena situación económica de las instituciones benéficas. 209 2. La propuesta 93 miento de las instituciones a través de rentas controladas por el Gobierno. Floridablanca y Jovellanos ya habían propuesto su enajenación en plena propiedad, para su liberalización, y su subrogación en capitales impuestos en la Real Hacienda, de modo que el Estado se hiciese cargo de su sustento a través del pago de los correspondientes intereses. La propiedad que se consideró privada, laica y puramente eclesiástica, por el momento, se respetó. Como hemos dicho, excluidos de la enajenación forzosa quedaban los bienes de los patronatos de sangre, capellanías colativas y demás fundaciones puramente eclesiásticas, pues la normativa solo invitaba a su venta, eso sí, en pública subasta y a cambio de la imposición del capital producto de la misma en la Caja de Amortización al interés anual del tres por ciento, lo mismo que se aprobó para las fincas de mayorazgos y otros vínculos. Lo que sí se logró, como también hemos adelantado, fue extender a dichas fundaciones eclesiásticas la necesidad de licencia real, aprobada para los mayorazgos en 1789.212 El resto de bienes propios de las personas y cuerpos eclesiásticos, seculares o regulares, ni se nombraron. Pero el primer paso estaba dado, y aunque su desamortización fue más dificultosa, en la teoría y en la práctica, pocos años después, primero en 1805 y luego en 1807, se logró ordenar la enajenación forzosa de buena parte de los mismos, en concreto, la séptima parte. Entonces, además, se incluyeron expresamente los deseados bienes raíces de las órdenes militares y la totalidad de las capellanías, fundaciones eclesiásticas tan criticadas como las piadosas. Se llevaba así, por fin, en buena medida, a efecto el clamor de tantas autoridades y particulares ilustrados contra la propiedad amortizada. La única excepción que se contempló fue la de los bienes necesarios para el 212 Real resolución de 20 de febrero de 1796, no circulada hasta el 20 de septiembre de 1799, que se dictó como interpretación explícita a la real cédula de 14 de mayo de 1789, que había prohibido la fundación de mayorazgos sin autorización real, lo mismo que «prohibir perpetuamente la enagenación de bienes raíces o estables por medios directos o indirectos». Nov. Rec., 1, 12, 6. 94 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo mantenimiento de las iglesias en sentido amplio, fundamentalmente las parroquias destinadas a la cura de almas, tan apreciadas por dichos ilustrados. En fin, en el ocaso del Antiguo Régimen se llevó a la práctica la propuesta doctrinal a través de una normativa que la matizaba. En ella puede apreciarse el salto cualitativo del primer ideal ilustrado, representado por Campomanes y Olavide, que abogaban por la limitación e incluso prohibición de la propiedad vinculada y amortizada y la cesión de su dominio útil, al preliberal que defendía la liberalización y enajenación plena de los bienes inmuebles y su subrogación en propiedad mobiliaria impuesta a favor de la Real Hacienda, doctrina defendida por Floridablanca y Jovellanos. De la reforma, sin deshacer las bases del Antiguo Régimen y de la propiedad señorial, en sentido amplio, se daban los primeros pasos hacia la transformación de la titularidad y del régimen jurídico de la propiedad de la tierra, es decir, hacia la desamortización, que abre el camino a un sistema capitalista. El proceso partió de la reforma agraria y se convirtió en realidad para salvar la Real Hacienda. La evolución se expresa claramente en un artículo publicado, ya en 1782, en El Censor: «La causa de la caída de España nace principalmente de la manera en que están repartidas las tierras en esta Península [...]. La prosperidad de un Estado está fundada sobre la propiedad que los colonos tienen de los bienes, y que esta prosperidad se aumenta o disminuye a proporción que el colono se acerca o se alexa de la propiedad plena».213 Las instituciones afectadas desde un primer momento, aunque, como hemos visto, con un tratamiento muy distinto, fueron las criticadas «obras pías, capellanías y mayorazgos» que «crecen como la mala yerba y es de temer no quede un palmo de tierra libre en el Reino», pues «a cualquiera le es permitido encadenar sus Tomamos el dato de ELORZA, Antonio, La ideología liberal…, op. cit., pp. 353-369. El texto de la Carta de un inglés que ha viajado en España a otro de su Nación, sobre la causa de la decadencia de la nación española aparece reproducido, como Discurso XXII, en El Censor. Periódico político y literario, I, Impr. del Censor, por León Amarita, Madrid, 1820. 213 2. La propuesta 95 bienes y cargarlos para siempre jamás».214 Junto a la importantísima base doctrinal ilustrada, tampoco debe olvidarse la influencia de medidas semejantes tomadas en Inglaterra, experiencia a la que acuden los propios ilustrados, ya que a ella atribuían, en gran medida, el desarrollo económico de dicha nación, y en Francia, aunque, en este caso, el carácter revolucionario que adquirió la venta de los bienes eclesiásticos para sufragar la deuda estatal hacía que se evitase, por peligroso e indeseado, citar dicho ejemplo. No obstante estas prevenciones, a nadie se le ocultaba, como manifiesta un escrito anónimo, fechado en Madrid en agosto de 1797, que «nacionalizar los bienes raíces de los hospitales a cambio de su financiación y dirección pública» era una imitación de lo hecho por Necker.215 La disposición por el Estado de la propiedad de las fundaciones piadosas se legitimaba al considerarlas «establecimientos públicos», no solo porque se trataba de bienes vinculados antes que amortizados, es decir, laicos antes que eclesiásticos, sino porque la beneficencia y la sanidad –conceptos amplísimos– eran asuntos de interés público.216 En líneas generales, la doctrina había mantenido la conveniencia –que no necesidad– de solicitar autorización pontificia para su enajenación, pero lo cierto es que no se pidió. Sí, en cambio, en 1805 y 1807, cuando se acudió al resto de bienes propiamente eclesiásticos. Formalmente se continuaba así la práctica seguida en otras ocasiones para la aplicación de rentas a las necesidades del Estado y para la incorporación a la corona y 214 Son palabras de León de Arroyal, Cartas económico-políticas, Cátedra Feijoo, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Oviedo, 1971, p. 12. Vid. ELORZA, Antonio, La ideología liberal…, op. cit., p. 245. 215 Aparece en el Archivo de Saavedra, caja 21. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 216 Como adelantamos, el propio Olavide consideraba que los bienes de dichas fundaciones estaban en manos del Gobierno, aunque también incluía los pertenecientes a las capellanías y a las órdenes militares y los propios de los pueblos. OLAVIDE, Pablo de, Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, op. cit., pp. 32-33. 96 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo posterior enajenación de bienes de la Iglesia, sobre todo en época de Felipe II.217 Pero la diferencia era notable, porque a fines del Antiguo Régimen peligraba una de sus bases fundamentales: el sistema de propiedad amortizada, vinculada y señorial, tan criticado por una doctrina ilustrada y preliberal que ansiaba la propiedad libre. Vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 234-236; MOXÓ, Salvador de, «La desamortización eclesiástica del siglo XVI», op. cit. En el Archivo de Saavedra se encuentra incluso una colección de «Bulas y breves pontificios por los cuales se concedió facultad al Emperador Carlos V y a Su Majestad Felipe II para desmembrar y separar diferentes bienes inmuebles de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, monasterios y órdenes cluniacense y cisterciense, iglesias, arzobispos y obispos, y otras dignidades de los Reinos de España, hasta en cantidad de ochenta mil ducados de renta» (anónimo y sin fecha). Nos proporciona el dato LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 217 3. LA NORMATIVA «Correo: los seis decretos de imposición para sostener los vales de nueva creación; lectura de ellos. Vendaval, lluvia.» Gaspar Melchor de Jovellanos, diario de 24 de julio de 1794, Diarios (17901797), en B.A.E., 85, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 3, Atlas, Madrid, 1956, p. 204. Dentro del entramado normativo propio del reglamentarismo borbónico, muy acusado a fines del siglo XVIII, se encuentran las múltiples disposiciones emitidas para hacer frente a la crisis hacendística del reinado de Carlos IV. De ellas nos interesan las que aumentaron la tributación de la Iglesia218 y, sobre todo, las que afectaron a la propiedad vinculada y amortizada, que desembocaron en la normativa desamortizadora aprobada desde 1798. Como el proceso doctrinal, el normativo fue complicado y progresivo. 3.1. La normativa desamortizadora (1798, 1805 y 1807) 3.1.1. La real cédula de 25 de septiembre de 1798 Como hemos visto al estudiar el marco doctrinal de la primera desamortización eclesiástica, las críticas ilustradas eran especialmente duras cuando se dirigían contra las fundaciones –en general, benéficas y piadosas– a través de las cuales se vinculaban fincas que, en su mayor parte, quedaban amortizadas en manos de la De las más importantes hemos dado cuenta en el capítulo anterior. Vid. supra, en concreto, apartado 2. 3. 1, nota 118. 218 98 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Iglesia. Primero, en 1793, con los antecedentes de 1780 y 1783, se tomaron los capitales destinados a las mismas pendientes en depósitos públicos, que se ordenaron imponer en la Real Hacienda, como censos redimibles al interés del tres por ciento, garantizados su capital y réditos a través de la renta del tabaco. La misma medida se adoptó para los caudales existentes en depósitos públicos pertenecientes a mayorazgos y otros vínculos.219 Pero el planteamiento cambiaba cuando se trataba de que el Estado dispusiese de la propiedad inmueble y la enajenase para hacer frente a la deuda pública. De este modo, la propiedad particular –laica y eclesiástica– solo se limitó y gravó. Así, en 1796 se prohibieron las fundaciones eclesiásticas perpetuas sin autorización real, lo mismo que se había hecho en 1789 con los mayorazgos y vínculos.220 Un año antes se había aprobado una contribución del quince por ciento del valor de los bienes que se adquiriesen para manos muertas, mayorazgos o vínculos, es decir, que se amortizasen o vinculasen.221 Los propios de fundaciones laicas –en general, las benéficas y piadosas–, a caballo entre una y otra figura, permitían otra posibilidad que inició la desamortización. De este modo, uno de los siete reales decretos aprobados el 19 de septiembre de 1798 ordenó la enajenación en pública subasta de todos los bienes raíces pertenecientes a «hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos».222 En una época de 219 Reales cédulas de 19 de marzo de 1780, 8 de marzo de 1781, 9 de noviembre de 1786, 3 de febrero de 1783 (imposición en acciones del Banco de San Carlos), 9 de octubre de 1793 y 15 de septiembre de 1804. Nov. Rec., 10, 15, 25 y 26; Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 393-398, 412, 452 y 582; Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 396-402, y Suplemento a la Colección…, III, op. cit., pp. 476478. 220 Real cédula de 14 de mayo de 1789 (Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 29-30) y real resolución de 20 de febrero de 1796, circulada el 20 de septiembre de 1799 (Nov. Rec., 1, 12, 6). 221 Reales cédulas de 24 de agosto de 1795. Suplemento a la Colección…, I, op. cit., pp. 149-155. 222 He reproducido la real cédula en el apéndice documental 2. 1. 3. La normativa 99 regalismo y secularización, dichas instituciones fueron consideradas «establecimientos públicos» de los cuales podía disponer el Estado –«siendo indisputable mi autoridad soberana para dirigir a estos y otros fines del Estado los establecimientos públicos»–, legitimidad que salía reforzada en una situación de necesidad económica extraordinaria y urgente –«urgencias presentes de la Corona»– debida a la acumulación de préstamos y, sobre todo, de vales reales, que no hacían sino incrementar la deuda pública. La enajenación produciría la subrogación de la propiedad inmobiliaria en mobiliaria y los capitales obtenidos por las ventas se impondrían en la Real Hacienda, en concreto, en la recién creada Caja de Amortización, al interés anual del tres por ciento, asegurados dichos capital e intereses a través de la hipoteca de, en general, todos los arbitrios asignados a la Caja. De este modo, el Estado obtendría un «fondo quantioso» para la amortización de la deuda pública (pago de intereses y extinción de capitales), incluida la extinción de muchos vales reales, admitidos en las compras. En fin, el motivo económico –o, mejor, hacendístico– fue el que impulsó de manera definitiva la primera normativa desamortizadora. Y, de todos modos, no se olvida la clásica doctrina ilustrada que veía en la enajenación de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas un beneficio incalculable para las mismas –que cobrarían del Estado el capital necesario para su «subsistencia», quedando «libres de los daños que los administradores les ocasionan por su omisión, insolvencia o confabulación con los arrendatarios y subalternos inferiores, de que se sigue el aumento de rentas en las fundaciones para los objetos de su instituto»– y, en general, para el desarrollo económico de dicho Estado: «a que se agrega el beneficio común que resultará al Reyno de ponerse en circulación estos bienes estancados y los aumentos que es de esperar reciban sus producciones por el mejor cultivo que les darán sus activos nuevos poseedores».223 Siete años después, puesta en práctica toda la normativa desamortizadora –con los problemas que Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 223 100 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo veremos más adelante–, se insistiría en la misma idea: «A mi Real Decreto inserto en ella [en la real cédula de 24 de septiembre que facultaba a la enajenación de mayorazgos] y a la providencia acordada al propio tiempo para la enagenación de los bienes de establecimientos píos debe en efecto atribuirse la prodigiosa transformación que se ha visto de edificios ruinosos, en útiles y sólidos; la de arbolados estériles, en fructíferos; y la de tierras abandonadas y montuosas, en campos enriquecidos y mejorados con los grandes plantíos, cerramientos y destinos a que las han aplicado sus nuevos dueños; de forma que estas felices resultas ofrecerán siempre el testimonio más auténtico de mi infatigable zelo por el beneficio de mis amados vasallos y por la felicidad de mi Reyno, a que en todos tiempos he dirigido mis paternales desvelos».224 La primera normativa desamortizadora afectó, pues, únicamente a las fundaciones benéficas y piadosas, en su más amplio sentido. A las mismas se asimilaron las llamadas «órdenes terceras, ermitas y santuarios y otros establecimientos semejantes», con la excepción temporal de las propiedades de hospitales anejos a las primeras.225 La reticencia que habían mostrado algunos ideólogos de la desamortización, como Godoy,226 a la enajenación de los hospitales se saldó con el establecimiento de un orden de prelación, de modo que primero debía procederse a la venta de todos los bienes raíces de las «cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos» y solo después se ejecutaría la de los propios de «hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos», salvo que sus representantes pidiesen la venta. De esta suspensión temporal se excluían los bienes de los establecimientos que no ejerciesen el instituto propio de su fundación y lo mismo las fincas con las que se dotaban fundaciones piadosas aunque su administra- 224 Real cédula de 10 de junio de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 225 Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 y reglamento de 21 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 226 Vid. supra, apartados 2. 3. 4., nota 177, y 2. 3. 5, nota 196. 3. La normativa 101 ción corriese al cuidado de los administradores de establecimientos hospitalarios. Y, en todo caso, si no era posible la venta de los primeros, se pasaría inmediatamente a la de los segundos.227 Esta suspensión provisional pasó luego a definitiva, salvo solicitud de sus representantes en caso de necesidad y con exclusión, de nuevo, de las instituciones hospitalarias que no ejerciesen el instituto propio de su fundación.228 Pero, con el tiempo, las necesidades hacendísticas hicieron obviar estas prevenciones. En 1800, cuando se refunde la normativa promulgada hasta el momento sobre las ventas, se vuelve al orden aprobado un año antes, con la precisión de que, para comenzar la enajenación de los bienes de «hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y expósitos», debía consultarse a la Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla, órgano director de la amortización de la deuda pública en esos momentos.229 Y, por fin, en 1805 –«habiendo producido ya su efecto la enajenación de aquellas [cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos] y obligando las urgencias de la Corona»– se ordenó proceder inmediatamente a la venta forzosa de los establecimientos hospitalarios, con una nueva exclusión para los propios de los conventos y hospitales de la Orden de San Juan de Dios.230 Desde entonces, multitud de solicitudes de exención se plantearán 227 Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 228 Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 229 Reglamento de 21 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 230 Real orden de 30 de septiembre de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. La Orden de San Juan de Dios había conseguido la exclusión de la normativa desamortizadora por real orden de 28 de octubre de 1798. Tras la nueva normativa de 1805, a representación de los interesados, por real orden de 19 de mayo de 1806, se declaró subsistente dicha exención para los bienes de los conventos de la Orden de San Juan de Dios destinados a fines hospitalarios, «ya sea por haberlos adquirido los mismos conventos, ya porque se hayan dexado a estos para intervenir sus productos en la manutención de sus religiosos, o ya porque se los hayan dexado para destinarlos a los objetos de su instituto hospitalario, aun quando estén afectos a alguna otra carga pia- 102 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo ante la Comisión Gubernativa, que negó algunas y reconoció otras.231 También se tuvo especial consideración a las fundaciones piadosas más productivas, al liberarse de la enajenación forzosa a las fincas que produjesen «unas superiores y extraordinarias rentas por efecto de la piedad de los fieles, con cuyas limosnas o trabajo personal se labren y beneficien sus frutos a favor de la fundación, o por otra razón especial», para cuya exención los establecimientos debían presentar las cuentas aprobadas de los últimos cinco años.232 Como hemos dicho, la calificación de las fundaciones benéficas y piadosas como establecimientos públicos hizo posible llevar a cabo la primera desamortización. De momento, se respetó la propiedad considerada privada, vinculada (mayorazgos y otros vínculos) y amortizada (fundaciones puramente eclesiásticas y demás propiedad de personas y cuerpos eclesiásticos), aunque respecto de esta última ya se advertía que solo «por ahora».233 Prevención, por tanto, y límite a las enajenaciones propuestas por los ilustrados. Así, la enajenación era voluntaria para los bienes propios de «mayorazgos, vínculos o patronatos de legos y de qualesquiera dosa que no destruya la calidad del dominio propio de la orden». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 231 El 24 de octubre de 1806 se resuelve una representación presentada por Santiago (Galicia) en solicitud de la exención de la enajenación de los bienes del hospital principal de dicha ciudad, de patronato real, que, en su mayor parte, estaban cedidos en enfiteusis y foros, en manos de legos. Se alegaba, además, que los réditos del tres por ciento del capital de la venta no serían suficientes para su manutención. En este caso, la Comisión Gubernativa ordenó proceder a la venta de las fincas cuyo dominio útil perteneciese al hospital y de las cedidas en foros temporales, pero la suspendió para las que estuviesen gravadas con foros perpetuos. Además, se excluían las fincas de cuyos frutos se nutriese directamente el hospital, para su consumo, limosnas y cargas de los propios frutos. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. Sobre más solicitudes de exención, vid. capítulo 4, apartado 4. 2. 1, especialmente nota 408. 232 Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 233 Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 3. La normativa 103 otras fundaciones con qualquier título que se denominen y en que se suceda por el orden que se observa en los mayorazgos». Incluso se exceptuaban expresamente de la enajenación forzosa los bienes de las fundaciones con «patronato activo o pasivo por derecho de sangre», siempre que sus poseedores fuesen, además de patronos, administradores y percibiesen sus productos.234 Por su parte, también era voluntaria –aunque se incitaba a ella –la enajenación de los bienes raíces de las «capellanías colativas u otras fundaciones eclesiásticas», instituciones muy criticadas por los ilustrados, pero cuyos bienes se consideraron propiedad particular de la Iglesia. Las únicas exigencias para estas ventas voluntarias eran su celebración en subasta pública y la imposición del capital producto de las mismas en la Real Hacienda al interés anual de tres por ciento. Además, la enajenación de la propiedad vinculada laica se privilegió sobremanera, como manifiesta la inmediata concesión del premio de la octava parte del precio, que se quedaban los poseedores.235 Por su parte, la propiedad 234 Real decreto de 19 de septiembre de 1798, instrucción de 29 de enero de 1799, instrucción adicional de 27 de diciembre del mismo año y reglamento de 21 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Como aclara una circular del Consejo de 29 de noviembre de 1799, todo patronato de sangre era laical, aunque recayese en persona eclesiástica (Nov. Rec., 1, 5, 23). La real orden de 18 de octubre de 1798 ordenaba la venta de los bienes pertenecientes a las memorias de las que fuese patrono o copatrono el decano del Consejo de Castilla y volvía a exceptuar los propios de las memorias de sangre, cuya enajenación solo debía promoverse (REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit.). En general, el decano del Consejo de Castilla estaba encargado de las obras pías de patronato real. Vid., en este sentido, la administración de la obra pía de Lope de Mendieta, en el A.H.N., Consejos, libro 3.456. Por su parte, la instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 añadía nuevas exigencias para la exclusión de los patronatos de sangre, puesto que ordenaba la enajenación forzosa cuando dichos patronos no tuviesen «más emolumentos que la décima de administración o un moderado salario anual» y sus facultades se limitasen a «la administración de los bienes y cuidado del cumplimiento de las cargas». El reglamento de 21 de octubre de 1800 concretaba el susodicho salario en la «octava, décima u otra cuota». 235 Real cédula de 13 de enero de 1799 y real orden de 1 de septiembre de 1802. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 104 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo amortizada eclesiástica –limitada a las fundaciones– se dejó en manos de la propia Iglesia.236 De todos modos, la distinción entre propiedad privada eclesiástica, que se respetó, y la propia de las fundaciones consideradas públicas, que se desamortizó, no era clara, ya que buena parte de los bienes de la Iglesia estaban destinados a fines benéficos y piadosos. En principio, dicha propiedad eclesiástica (de «iglesias catedrales, parroquias, colegiatas, cabildos y comunidades religiosas»), aunque tuviese cargas piadosas, permanecía excluida de la enajenación forzosa. Era el caso de las fundaciones que hubiesen sido creadas con caudales propios de la Iglesia o con el producto de rentas eclesiásticas, siempre que el patronato fuese también eclesiástico. Ahora bien, en el caso de que los bienes perteneciesen a fundaciones particulares, aun las procedentes de bienes propios de los eclesiásticos, o cuando hubiesen sido adquiridos con capital procedente de las mismas,237 debía evitarse cualquier confusión, pues a estos la desamortización les afectaba plenamente, aunque el patronato lo ocupasen eclesiásticos.238 Si las fundaciones hubiesen sido establecidas con caudales de legos y de la Iglesia, la enajenación era forzosa, pero la jurisdicción mixta. En caso de duda sobre Así lo concretaban las circulares de 28 de diciembre de 1798, con reales órdenes de 17 y 18, y la circular del Consejo de 29 de noviembre de 1799, con reales órdenes del 18. Biblioteca de la R.A.H., 4/175; Nov. Rec., 1, 5, 23. 237 La instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 establecía que, en caso de duda sobre el empleo de capitales conjuntos de fundaciones piadosas y bienes propios de la Iglesia, debía suspenderse la enajenación para consultar al comisionado real de Madrid. El reglamento de 21 de octubre de 1800 advertía que, en todo caso, si dicho capital era mayoritariamente de dichas fundaciones, los bienes raíces adquiridos entraban en la enajenación forzosa. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 238 En dicha confusión, provocada por los propios cuerpos y comunidades eclesiásticas, incide la real orden de 21 de diciembre de 1805, que sometía a la aprobación de la Comisión Gubernativa cualquier venta particular de cualquier bien eclesiástico, para que, confundidos con los propios de sus dotaciones, no se vendiesen de dicha forma bienes propios de fundaciones benéficas y piadosas. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 236 3. La normativa 105 la naturaleza del patronato, laico o eclesiástico, la jurisdicción competente era la real.239 Parecidos problemas planteó, años más tarde, la diferenciación entre las capellanías laicales y eclesiásticas o colativas, cuya enajenación forzosa se aprobó en 1807.240 En todo caso, una vez enajenados, los bienes de cualquier tipo de fundación quedaban secularizados, de modo que las posibles «cargas y pensiones eclesiásticas» pasaban a los capitales en que quedaban subrogados.241 3.1.2. Las reales cédulas de 15 de octubre de 1805 y 21 de febrero de 1807 A pesar de la moderación de la normativa de 1798 respecto de las primeras propuestas desamortizadoras, lo cierto es que no será sino cuestión de tiempo o, mejor, de mayores necesidades económicas el esperar a la ampliación de la medida al resto de la propiedad eclesiástica, «cuya exención todavía subsiste por un efecto de la piedad y justa consideración con que el Rey nuestro señor ha mirado en todos tiempos al estado eclesiástico».242 El regalismo había dado argumentos suficientes para la progresiva incorporación del patrimonio eclesiástico al real, pero se respetó la autoridad pontificia, a quien se acudió en este caso para que autorizase la disposición de dichos bienes por el Estado. Ya el papa había adverti- Circular de 29 de noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 246-252. 240 Las reales órdenes de 3 de marzo y 6 de agosto de 1807 dieron instrucciones específicas para la venta de los bienes de las capellanías laicales y de las eclesiásticas. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. Por real cédula de 10 de febrero de 1805 se ordenó que las personas que fuesen nombradas poseedoras de capellanías laicales pagasen media anualidad de su producto para la extinción y amortización de vales reales. Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, op. cit. 241 Real orden de 26 de agosto de 1803. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 242 Circular de 27 de abril de 1801 contra la carta de un cura párroco que impedía la venta de las fincas de la obra pía que administraba. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 239 106 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo do al rey que «apartase de su lado a aquellos hombres que, engreídos de una falsa ciencia, pretendían hacer andar a la piadosa España los caminos de la perdición, donde nunca había entrado en los siglos de la Iglesia, y que cerrase los oídos a los que, so calor de defender las regalías de la Corona, no aspiraban sino a excitar aquel espíritu de independencia, que empezando por resistir al blando yugo de la Iglesia, acababa después por hacer beberse todo freno de obediencia y sujeción a los Gobiernos temporales».243 Y así, en la más firme tradición de socorro de la Iglesia a la Monarquía, en «estado crítico», Carlos IV solicitó y obtuvo de Pío VII tal facultad, «sabiendo muy bien, en consecuencia de la singular piedad y religión suya y de sus predecesores, que no le corresponde determinar o disponer esto, a no concurrir a ello la autoridad de que gozamos, delegada de Dios». Parece que se llegó a pedir la venta de la mitad de los bienes de la Iglesia,244 pero lo que se aprobó en 1805 fue la enajenación, previa secularización, de tantos bienes eclesiásticos como los que correspondiesen a la renta anual de doscientos mil ducados de oro de cámara (seis millones cuatrocientos mil reales). El correspondiente breve, de 14 de junio, inserto en la real cédula de 15 de octubre,245 incluía expresamente los bienes de «arzobispos, obispos, prebostes, dignidades, cabildos de catedrales o colegiatas, abades, abadesas, monasterios y conventos de ambos sexos, mesas capitulares, fábricas de Iglesias, parroquias y párrocos, cofradías, congregaciones, capítulos y corporaciones de clérigos, beneficios, oficios y capellanías colativas y cualesquiera otras fundaciones o establecimientos eclesiásticos». La única exclusión que se contemplaba era la de los bienes raíces destinados al mantenimiento de las «iglesias catedrales, colegiaGODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., p. 309. Así lo afirman algunos procuradores de las Cortes de 1835, en la sesión de 15 de abril, en concreto, Joaquín María Ferrer. Diario de las sesiones de Cortes, Legislatura de 1834 a 1835, III, Madrid, 1867, pp. 2.268-2.269. 245 Nov. Rec. (Suplemento), 1, 5, 1. Pocos días antes, el 9 de octubre, una circular con una real orden de 30 de septiembre, recordaba el cumplimiento de los decretos de 19 de septiembre de 1798. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 243 244 3. La normativa 107 tas, monasterios, conventos, iglesias parroquiales y párrocos», los que les correspondiesen con «pleno, libre y alodial derecho» y los llamados «mansos canónicos, dextros o iglesiarios». Aparte, la enajenación forzosa se suspendía para los bienes vacantes, hasta su cubrimiento. En este caso no se trataba ya de subrogar capital inmobiliario en mobiliario, sino que, directamente, a cambio del capital obtenido en la enajenación forzosa, la Real Hacienda reconocía a los hasta entonces poseedores una renta equivalente al rendimiento líquido anual de los bienes vendidos regulada en el quinquenio de 1798 a 1802. Sostenimiento, pues, de la Iglesia por el Estado. Poco antes, en febrero de 1805, se había ordenado la inmediata incorporación a la corona de todos los «señoríos temporales, jurisdicciones, rentas, derechos y demás fincas y efectos» poseídos por mitras y otras dignidades eclesiásticas, medida extendida en diciembre de 1806 a monasterios y demás comunidades regulares.246 Su indemnización o «precio de egresión» se depositaría en la Caja de Consolidación hasta su reintegro. En el caso de bienes afectados por la desamortización, dicho precio se impondría al rédito del tres por ciento anual.247 Esta disposición es un nuevo triunfo de la doctrina ilustrada, que ansiaba la incorporación de los señoríos, tan necesaria para el cambio del sistema de propiedad, y, por tanto, medida complementaria a la desamortizadora.248 De nuevo, en este Reales cédulas de 25 de febrero de 1805 y 12 de diciembre de 1806. Nov. Rec., 4, 1, 14 y Suplemento 4, 1, 1. Vid. también la real cédula de 11 de febrero de 1803 con la nueva planta y atribuciones del Consejo de Hacienda, entre las que se incluye dicha incorporación. Nov. Rec., 6, 10, 16. MOXÓ, Salvador de, La disolución del régimen señorial en España, Centro Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1965, considera de poca trascendencia tales disposiciones al afectar sólo a los señoríos enajenados del Real Patrimonio por precio. 247 Ya el real decreto de 2 de febrero de 1803, que contenía la nueva planta del Consejo de Hacienda, había concedido a dicha caja el disfrute de los efectos pertenecientes a los señoríos incorporados hasta diez años después de la fecha de su reintegro. Colección de pragmáticas…, III, op. cit., pp. 229-234. 248 Entre los expedientes incoados tras la nueva normativa de incorporación de señoríos enajenados por la corona destacan los siguientes: en 1804 se acuerda proceder al estudio, encomendado al abogado Joaquín Bonet y Rabaza, 246 108 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo caso, el estamento perjudicado fue el eclesiástico, puesto que los señoríos laicos no se mencionaban. La medida englobaba, además, a las órdenes militares, cuya propiedad habían previsto desamortizar algunos ilustrados junto con la propia de los establecimientos de beneficencia y piedad. Por su parte, una vez aprobada esta normativa de incorporación de señoríos, fue más fácil dictar la correspondiente real orden para que los propios de las fundaciones benéficas y piadosas, cuyas propiedades estaban afectadas por la desamortización, se incluyesen también en la enajenación forzosa.249 La Comisión Gubernativa ocupada entonces de la desamortización era especialmente partidaria de dicha incorporación. Incitó a la de los señoríos, jurisdicciones, fincas y efectos enajenados por precio por la corona, los donados graciosamente que hubiesen pasado a tercero mediante título oneroso e incluso los otorgados a perpetuidad: «La utilidad de la incorporación es tan grande y trascendental a la prosperidad del Reyno como que podrá decirse que hasta que se verifique no puede decirse que el Rey exerce en él todos los sagrados derechos de la soberanía […]. Jamás se administrará rectamente xusticia en el Reyno entretanto que haya jurisdicciones en personas particulares, jamás habrá policía mientras que haya jueces y magistrados que no dependan inmediatamente del Rey, jamás habrá industria ni comercio en los pueblos donde haya quien impunemente pueda causar bejaciones a los que se dicen vasallos de un señor; ni jamás abrá rentas reales mientras entanto que haya manos independientes de la inmediata autoridad del de las posibilidades de incorporar las donaciones hechas en el reino de Valencia, que databan de la época de la Reconquista y expulsión morisca; entre 1805 y 1806 se debate sobre la incorporación del señorío de la mitra de la diócesis de Osma; en 1807 se incorporan las alcabalas de las villas de San Martín de Montalbán, Carpio y Menasalbas; y en agosto de ese mismo año el Consejo de Castilla ordenó la incorporación de las cinco encomiendas de la Orden de Santiago (Almendralejo, Fuente de Cantos, Medina de Torres, Calzadilla y Monasterio). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 205. 249 Real orden de 15 de julio de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 3. La normativa 109 soberano y puedan apocarlas o distraerlas de sus verdaderos canales, por no mencionar la imposibilidad absoluta de que haya hacienda donde, por un sistema constantemente violento y opresivo, se cierren los manantiales de la producción […]. En su virtud principiaron los pueblos a recobrar la libertad que anteriormente habían perdido por la sujeción a señores particulares […], pero la mayor parte fue vencida por las cavilaciones y tretas de los poseedores, y otra no pequeña, gimiendo el pesado yugo que la oprime, por no poder reunir el precio de su rescate o impedírselo los dueños con las intrigas que son harto notorias».250 En el mismo sentido, con motivo de la contribución impuesta en 1800 sobre los bienes donados por la corona a la Iglesia (media anualidad, sustituida luego por la satisfacción anual de una decimoquinta parte, reducida posteriormente a un dos por ciento), Manuel Sixto Espinosa, director de la Caja de Amortización, había trabajado en la reunión de información sobre tales bienes.251 Como era de imaginar, y más tarde estudiaremos detenidamente, esta clara normativa abolicionista del régimen señorial y desamortizadora disgustó a la Iglesia y a buena parte de una sociedad todavía no secularizada. Pero ya no había marcha atrás. La desamortización aprobada en 1805, apenas aplicada,252 se sustituyó 250 La Comisión Gubernativa elevó un informe a la Cámara de Castilla el 12 de diciembre de 1806, cuando aquella volvía a estudiar el expediente para la incorporación del señorío de la mitra de la diócesis de Osma, iniciado ya en 1769 y que contribuyó a la aprobación de la real cédula de 25 de febrero de 1805. Por su parte, en general, también consultó al rey sobre la urgente necesidad de proceder a la incorporación de todas las fincas y efectos enajenados o donados por la corona. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 205. 251 Real pragmática de 30 de agosto de 1800 y reales cédulas de 17 de diciembre de 1802 y 15 de agosto de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 3, op. cit., pp. 46-88, afirma que Espinosa halló entonces el original de la «Declaratoria de Toledo» con las donaciones enriqueñas anuladas. 252 La propia Real Cédula de 21 de febrero de 1807 afirmaba que «han sido de corta entidad las enajenaciones de bienes de iglesias, cuerpos, comunidades, monasterios y personas eclesiásticas». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 110 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo inmediatamente por un nuevo breve, de 12 de diciembre de 1806, y una nueva real cédula, de 21 de febrero del año siguiente, que ampliaba la concesión pontificia,253 ya que ordenaba la enajenación en pública subasta de la séptima parte de los bienes raíces de toda persona y cuerpo eclesiástico («iglesia, monasterios, conventos, comunidades, fundaciones y otras personas eclesiásticas sea cual sea su dignidad, orden, grado y condición, inclusos los bienes estables patrimoniales de la orden de San Juan de Jerusalén y de las otras órdenes militares de estos Reinos, sin más excepción que la de los predios asignados en patrimonio y por congrua de las iglesias parroquiales»). Ni siquiera los bienes vacantes se exceptuaban. Especial referencia se hacía, por fin, a los bienes propios de las órdenes militares, cuya séptima parte se incluía expresamente en dicha enajenación. En cuanto a las propiedades de las criticadas capellanías colativas y otras fundaciones eclesiásticas perpetuas –«cuya erección haya sido hecha por autoridad eclesiástica o que de cualquier otro modo corresponda su colación e institución canónica a los ordinarios y superiores eclesiásticos»–, la desamortización era íntegra.254 De nuevo, a cambio, la Real Hacienda reconocía a sus poseedores una recompensa equivalente a la séptima parte de la renta líquida anual de las fincas vendidas calculada en el último quinquenio, y, para las capellanías, la imposición del capital de la El nuevo breve afirmaba que «hemos sido informados de que esta concesión nuestra (la de junio de 1805), ni con motivo de las dificultades ocurridas puede llevarse a efecto con la prontitud correspondiente a la urgencia de la necesidad y, antes bien, por las dilaciones, viene a hacerse casi inútil, ni tampoco es un remedio y recurso suficiente». Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 254 La real cédula de 15 de octubre de 1805, que extendía la desamortización a todos los bienes eclesiásticos hasta determinada cantidad, ya había ordenado la venta forzosa de las fincas de las fundaciones piadosas que se hubiesen considerado laicas, en cuanto que no hubiesen logrado declaración judicial de su constitución para dote de «beneficio, capellanía colativa u otro establecimiento verdaderamente eclesiástico», pero cuyos expedientes hubiesen sido remitidos por la Comisión Gubernativa a la jurisdicción eclesiástica (Nov. Rec., Suplemento, 1, 5, 1). Las reales órdenes de 3 de marzo y 6 de agosto de 1807 dieron instrucciones específicas para la venta de los bienes de las capellanías laicales y eclesiásticas. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 253 3. La normativa 111 venta al rédito del tres por ciento, «sin perjuicio de indemnizarles por cualquier disminución que acrediten haber sufrido si no igualare este rédito a la renta líquida que las fincas hubiesen producido en el quinquenio de 1798 a 1802».255 Así se llevaba a la práctica todo el ideario desamortizador eclesiástico. Y es que, a pesar de las precauciones tomadas para no derrumbar las bases políticas, económicas y sociales del Antiguo Régimen –desamortización progresiva (primero bienes de fundaciones laicas, empezando por las piadosas y siguiendo con las hospitalarias, y, finalmente, buena parte de los eclesiásticos) y autorización pontificia para la propiedad puramente eclesiástica–, lo cierto es que las enajenaciones forzosas y vinculadas a la amortización de la deuda pública ordenadas en 1798, 1805 y 1807 suponían un cambio fundamental en el sistema de propiedad hasta entonces vigente. Eran un primer y fundamental paso del régimen señorial al capitalista, ya que de la propiedad vinculada y amortizada se pasaba a la propiedad libre, con medidas adicionales como la redención de censos y la liberalización de los arrendamientos, que más adelante analizaremos. La desamortización implica cambio, no solo de la titularidad, sino también del régimen jurídico de la propiedad y por ello estas disposiciones normativas son las primeras manifestaciones del proceso desamortizador que desarrollará el liberalismo español decimonónico. Para asegurar el cambio, para convencer a una sociedad con firmes creencias religiosas y para otorgar seguridad a los nuevos propietarios capaces de llevarlo a cabo, se declaró de forma reiterada la inviolabilidad de los contratos de compraventa y de la propiedad que se adquiriese de los bienes seudo y puramente eclesiásticos. Incluso se elevó la normativa desamortizadora –como parte de la deuda pública– a ley fundamental del reino, de la que el soberano no podía disponer ni, claro, derogar: «Como una de las causas que han impedido el que se verificasen en esta parte las soberanas intenciones de Su Majestad han sido las competencias que han movido las justicias seculares a la jurisdicción eclesiástica y la 255 Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 112 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo incertidumbre que han intentado introducir algunos mal intencionados sobre la firmeza de estos contratos, quiere el Rey que el Consejo, al mismo tiempo que excite a las justicias el exacto desempeño de sus obligaciones en el particular, haciéndolas responsables de qualquiera morosidad, las prevengan que eviten todo motivo de competencia con la jurisdicción eclesiástica y que publiquen y aseguren a todos que, a más de hallarse los referidos contratos sostenidos por leyes fundamentales del Reyno y sujetos enteramente a la autoridad real, empeña Su Majestad su Real palabra de que en ningún tiempo habrá lugar a rescisiones por las ventas».256 En general, la normativa relativa a la deuda pública, tan vinculada a la desamortización, fue considerada legislación fundamental, como afirmaba la pragmática –norma real de las más alta jerarquía– aprobada el 30 de agosto de 1800, «en que se han declarado leyes inviolables del nuevo sistema de consolidación y extinción de vales».257 256 Instrucción de 29 de enero de 1799, reales órdenes de 18 de noviembre del mismo año, incluidas en la circular del día 29, instrucción adicional de 27 de diciembre, reglamento de 21 de octubre de 1800, circular de 27 de abril de 1801 y reales cédulas de 15 de octubre de 1805 y 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013. 257 Real orden de 5 de noviembre de 1804. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Una real orden de 10 de diciembre de 1806 declaró, por su parte, firmes las enajenaciones hechas a perpetuidad por los reyes. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. La nueva normativa sobre deuda pública organizó los fondos consignados a la misma hasta el momento: el diez por ciento de los propios y arbitrios y la mitad de sus sobrantes anuales (real decreto de 12 de enero de 1794 y real cédula de 15 de marzo de 1798); el papel sellado (reales cédulas de 23 de julio de 1794 y 20 de enero de 1795); el subsidio extraordinario del clero (reales decretos de 29 de agosto de 1794 y 13 de marzo de 1795); la contribución extraordinaria de frutos civiles (real cédula de 8 de septiembre de 1794); el producto anual del indulto cuadragesimal de Indias y de la extracción de plata (real cédula de 16 de enero de 1794 y real orden de 12 de julio de 1796); el quince por ciento del valor de las fundaciones de mayorazgos y adquisiciones de manos muertas (reales cédulas de 24 de agosto de 1795); los bienes y edificios de la corona no necesarios para el rey y su familia; los fondos aprobados por los siete reales decretos de 19 de septiembre de 1798, es decir, la contribución de legados y herencias, los bienes de los seis colegios mayores y de los jesuitas expulsados, los caudales de concursos de 3. La normativa 113 En el mismo sentido, la Iglesia se comprometió, por los breves de 1805 y 1806, a no «perturbar, inquietar ni molestar a los compradores y poseedores de los enunciados bienes, ni ocasionarles ningún, ni aun el más mínimo, perjuicio, con ningún colorido o pretexto». Para ello se estableció un recurso particular ante un sujeto comisionado al efecto –José Eustaquio Moreno, consejero de Estado y comisario general de Cruzada–,258 además de las correspondientes «censuras y penas eclesiásticas para hacer válida, firme y permanente la adquisición de aquellas fincas». Ya se preveían las reticencias que provocaría en la práctica la desamortización eclesiástica. De este modo, los nuevos propietarios recibían los títulos de propiedad de los antiguos poseedores, una vez que realizasen el pago de la venta en la Caja de Amortización o a los comisionados de la misma acreedores y quiebras de comerciantes, los fondos custodiados en depósitos judiciales y los capitales procedentes de las ventas voluntarias de bienes de mayorazgos y fundaciones puramente eclesiásticas y de las enajenaciones forzosas de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas, y de la redención de sus censos; el valimiento de oficios enajenados (real cédula de 9 de noviembre de 1799); la contribución sobre criados y otros artículos de lujo (real cédula de 10 de noviembre de 1799); los capitales de los censos perpetuos que se redimiesen (real cédula de 10 de noviembre de 1799); una rifa de quinientos millones de reales (reales cédulas de 1 de diciembre de 1799 y 6 de mayo de 1800); las deudas que hubiese a favor de las cajas de descuento por repartimientos, suscripción de acciones, arbitrios y otros títulos; la asignación anual de cuatro millones sobre las rentas de salinas, los productos de la mesa maestral de las cuatro órdenes militares, los productos de las loterías y veintidós millones de reales anuales sobre la renta del tabaco de Indias (real cédula de 8 de abril de 1799). Además, creó nuevos arbitrios, de distintas clases: sobre los «fondos públicos, tierras concejiles y otros efectos», sobre «rentas eclesiásticas, frutos decimales y de las encomiendas de órdenes militares y otros productos que procedan de indultos apostólicos», sobre «frutos del Reino en su comercio interior y en su extracción a dominios extraños», sobre «frutos y efectos extrangeros a su internación en los puertos y provincias de estos dominios» y sobre «metales y frutos de América en su importación por los puertos habilitados para su libre comercio en la península y en su extracción del Reino». 258 Real cédula de 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 114 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo en las provincias. Y en caso de que no los entregasen –por voluntad, pérdida o inexistencia–, las propias escrituras de venta, otorgadas por los escribanos ante las justicias, que podían reemplazar a los vendedores, sustituían a aquellos a todos los efectos.259 Incluso la última normativa de 1807 dispuso que dichas escrituras fuesen directamente el título que asegurase la «perpetua y libre propiedad», de modo que los de pertenencia ni siquiera se entregarían, para pasar a custodiarse en el archivo de la Comisión Gubernativa para cualquier reclamación. En el mismo sentido, no se admitían acciones de nulidad contra las ventas realizadas según la normativa vigente («de lesión, invalidez, tanteo, retracto u otra preferencia»). En cuanto a las dirigidas contra la existencia de una fundación –por mejores derechos de propiedad o posesión o para la exigencia de derechos reales («subsistencia de fundación o que combata el dominio o posesión o por derecho de hipoteca, afección o gravamen»)–, la acción debía dirigirse, no contra los compradores ni sus sucesores, sino bien contra la propia fundación, que respondía con el capital subrogado impuesto en la Real Hacienda, bien contra esta última en el caso de bienes de personas y cuerpos eclesiásticos con derecho a percibir la renta equivalente a la que les proporcionaban dichos bienes enajenados. Solo en el caso de declaración judicial de nulidad de la propia fundación o de pertenencia de la propiedad a tercero («juicios de reivindicación, evicción y saneamiento»), el verdadero propietario podía elegir entre la finca o la escritura de imposición de su capital, con devolución, en el primer caso, del precio pagado por el comprador, además de las mejoras realizadas.260 259 Una circular de la Comisión Gubernativa, con real orden de 13 de abril de 1802, recordaba a los patronos y administradores de las fincas enajenadas la obligación de presentar sus títulos de pertenencia en el momento en que se otorgasen las escrituras de venta en favor de los compradores, bajo la pena de dejar de percibir los intereses correspondientes a los capitales subrogados, quedando, además, responsables de ello. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 260 La instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 disponía que si esta clase de pleitos eran previos a la primera instrucción de 29 de enero, debía suspenderse la enajenación forzosa hasta que recayese sentencia judicial, con aviso a la Comisión Gubernativa. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 3. La normativa 115 3.1.3. La extensión de la normativa desamortizadora a las Indias La normativa desamortizadora se extendió a todos los territorios de la corona española. En Indias y Filipinas, la enajenación forzosa de los bienes de las fundaciones benéficas y piadosas se decretó en 1804.261 En general, se ordenó la venta de los bienes de todas las obras pías «de qualquiera clase y condición», con el objeto de «hacerlos participantes de iguales beneficios», «habiendo acreditado la experiencia en los [dominios] de España su utilidad y ventajosos efectos, tanto para las mismas obras pías, que libres de las contingencias, dilaciones y riesgos de su administración, han conseguido el más fácil cumplimiento de sus fundaciones, como para el bien general de la Monarquía y utilidad de mis vasallos, cuyo empeño en estas adquisiciones y gastos que están haciendo para mejorarlos son la prueba más segura de sus ventajas». Los capitales obtenidos por dichas ventas y por las redenciones de censos debían imponerse en la Caja de Amortización, pero al interés corriente en cada provincia, con un máximo de un cinco por ciento. Para la seguridad de los mismos, a los fondos consignados en la Caja se añadían las rentas propias de las tesorerías de América. Pero la especialidad mayor fue la obligatoriedad de la redención de los censos con que estuviesen gravadas las fincas, lo que provocó, si cabe, mayor oposición por parte de una Iglesia fundamentalmente prestamista. La organización de las enajenaciones, bajo la dirección de la Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla, se jerarquizó en juntas superiores –en las capitales de los virreinatos de México, Lima, Santa Fe y Buenos Aires y de las capitanías generales de Fili- Real decreto de 28 de noviembre de 1804. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Existe una importante bibliografía americanista sobre la desamortización de Carlos IV. Vid. VON WOBESER, Gisela, «El origen y la finalidad que se perseguía con el Real Decreto sobre la enajenación de bienes eclesiásticos (consolidación) en América. 1804», en El proceso desvinculador y desamortizador de bienes eclesiásticos..., op. cit., pp. 189-214. 261 116 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo pinas, Chile, Guatemala, Isla de Cuba y Caracas–262 y juntas subalternas –en las capitales de cada obispado–.263 Como en la península, lo primero era acopiar información sobre las propiedades de las obras pías, para formar estados particulares (juntas subalternas) y generales (juntas superiores). Solo luego se separarían los bienes enajenables –no solo los de las obras pías, sino también de las órdenes terceras, cofradías (excluidas las de indios), ermitas, santuarios, hospitales y casas de misericordia, aunque únicamente si no ejercían su instituto– y los propios de la Iglesia, cuya venta era voluntaria y llevarían a cabo, en su caso, los obispos. La enajenación de los primeros correspondía a los intendentes de las diócesis (o, en su caso, gobernadores o jefes principales) y a las justicias como subdelegados. De manera muy semejante a como veremos para la metrópoli, tras la correspondiente tasa (acordada por los dos peritos nombrados por el representante de la obra pía y el diputado de la Comisión Gubernativa, cuyas discordancias decidiría un tercero nombrado por la justicia) y aprobación de la misma por el juez correspondiente, la subasta se anunciaría durante un plazo máximo de sesenta días. A los ocho, se celebraría dicho remate. Si no hubiese postores, se anunciaría de nuevo y si también resultase infructuoso, se podría proceder a una nueva tasación e incluso a la división de los bienes. Los requisitos de las ventas eran en Indias estrictos. Las posturas debían cubrir las tres cuartas partes del valor de la tasación. Y para el pago a plazos, debían alcanzar en todo caso dicho valor. Estaban formadas por el virrey o presidente, arzobispo u obispo, regente, intendente y fiscal de la Audiencia, y por un diputado y un secretario nombrados por la Comisión Gubernativa. 263 Formadas por el presidente de la Audiencia, obispo, regente, intendente, fiscal, teniente de la Comisión Gubernativa, nombrado por el diputado de la correspondiente junta superior, y secretario, escribano de gobierno. En los lugares donde no hubiese Audiencia, la junta se integraría por el intendente o gobernador de la capital de la diócesis, el prelado, el asesor del intendente o gobernador, el teniente diputado y el escribano. En las capitales de los virreinatos y gobiernos superiores ejercerían como juntas subalternas las superiores. 262 3. La normativa 117 Siempre se prefería la postura más alta, el contado a los plazos y, dentro de estos últimos, los más cortos. Los remates se aprobaban por los jueces en el plazo de un mes. Las únicas mejoras que se admitían, en un plazo máximo de cuarenta días y veinte para una segunda, eran las que llegasen o excediesen del cuarto del valor del remate. Luego, el mismo juez publicaría la aprobación del nuevo remate para proceder, en tres días, a la entrega del precio del mismo y de la carta de pago y posterior escritura de venta, que debían otorgar los representantes de las obras pías en treinta días, sin que ello pudiera perjudicar al nuevo propietario. Los capitales de las ventas y redenciones de censos pasarían en primer lugar, por orden de los intendentes o comisionados, a las cajas reales e inmediatamente a las tesorerías principales de las capitales de las diócesis. Reunidos todos los caudales derivados de las enajenaciones de una jurisdicción o gobierno superior en la caja motriz o tesorería general, debían remitirse a la Caja de la Comisión Gubernativa, en Madrid, que pagaría los intereses derivados de los capitales impuestos en la misma, exigibles a través de las escrituras de imposición que otorgaban los presidentes de las juntas superiores. En la práctica, dichos fondos difícilmente pudieron ser trasladados a la corte española.264 3.2. La normativa de desarrollo Tres fueron las disposiciones generales que desarrollaron la primera normativa desamortizadora: la instrucción de 29 de enero 264 HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 197, afirma que «el decreto causó considerable alarma en Indias, especialmente entre el clero y las clases altas de México; y produjo algunos ingresos, pero los fondos no pudieron ser transportados a España y sirvieron tan solo para liquidar los pagarés que el rey había librado a sus banqueros extranjeros con el respaldo de sus tesorerías americanas. Al final resultó muy contraproducente, porque aumentó la creciente alienación de los súbditos americanos de su rey, sin reportarle grandes beneficios financieros». 118 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo de 1799, su adicional de 27 de diciembre y el reglamento que refunde la normativa aprobada hasta el momento, de 21 de octubre de 1800. Regulan de forma detallada la ejecución de la enajenación, tanto forzosa como voluntaria, de la propiedad hasta entonces amortizada y vinculada: el proceso de las ventas en subasta pública y las consecuencias de las mismas para los poseedores, los nuevos propietarios adquirentes y la Real Hacienda, que ingresaba los fondos de las enajenaciones y asumía el pago de los intereses que devengaban los capitales producto de las mismas. A su vez, dichas disposiciones fueron completadas, desarrolladas e interpretadas por variada y abundante normativa dictada para resolver situaciones dudosas o conflictivas.265 3.2.1. Las subastas de los bienes de las fundaciones El primer y fundamental paso para proceder a la enajenación de los bienes afectados por la desamortización era conocer la cantidad y calidad de los mismos. Pero además, de paso, con el fin de distinguir los bienes enajenables de los no enajenables, se preten- Antes de ellas, una circular de 28 de diciembre de 1798 (con reales órdenes del 17 y 18 del mismo mes) había dado unas reglas básicas para la celebración de las subastas públicas. La instrucción de 29 de enero de 1799 regula el «modo de executar las enagenaciones de los bienes raíces pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos». Insta a su cumplimiento una circular del Consejo aprobada en el mes de abril. La concreta y modifica parcialmente la instrucción de 27 de diciembre del mismo año, cuyo capítulo primero se dedica a la «enagenación de bienes raíces pertenecientes a cofradías, memorias y otras fundaciones piadosas». Por fin, refunde la normativa vigente y la acomoda a la nueva pragmática de 30 de agosto de 1800 sobre amortización de la deuda pública el reglamento de 21 de octubre de 1800, general para la «enagenación de los bienes raíces pertenecientes a establecimientos piadosos, a las temporalidades de los exjesuitas, a los colegios mayores, a la Corona y a los vínculos y mayorazgos». Recuerda su cumplimiento la circular de 8 de noviembre de 1802. Colección de pragmáticas..., III, op. cit., pp. 151-162, 268-286 y 362-378; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. 265 3. La normativa 119 día alcanzar el ansiado conocimiento de todas las propiedades eclesiásticas. La investigación se encomendó a las justicias ordinarias, que debían elaborar las correspondientes relaciones, con la información que recibiesen de sus poseedores, de los escribanos y la que recopilasen de oficio. La mayor ayuda debían proporcionarla, por un lado, dichos poseedores de los bienes, es decir, los administradores, mayordomos, arrendatarios, curas párrocos, etcétera, que, en la práctica, opusieron bastante resistencia,266 y, por otro, dichos escribanos, con los datos que obrasen en sus oficios.267 En general, «todo vasallo, cuerpo o comunidad» debía presentar a la justicia, en un corto plazo de tiempo –tres días desde la publicación de la Instrucción adicional de 1799 y treinta desde la del reglamento de 1800–, noticia de los bienes raíces bajo su cuidado o administración que perteneciesen a establecimientos benéficos o piadosos. Además, se dotaba a las justicias de amplias competencias para el examen de la documentación necesaria: la existente en las escriba- Una de las reales órdenes de 18 de noviembre de 1799, incluida en la circular del Consejo del día 29 del mismo mes, ya habla de algunos «embarazos» en el cumplimiento de este traspaso de información y ordena su cumplimiento «sin dilación ni excusas». Por su parte, por real orden de 16 de noviembre de 1805, la Comisión Gubernativa insistió en la obligación que tenían los mayordomos de fábrica de presentar ante las justicias ordinarias las relaciones de todas las fincas que administrasen, enajenables y no enajenables, «haciendo esto tanto más necesario quanto que para dexar de perseguir y exceptuar de la ley de enagenación todas aquellas que les corresponden, ya por hallarse espiritualizadas con acta formal, como porque las poseen con pleno, libre y alodial derecho, que son las únicas que se consideran libres». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013. 267 Por real cédula de 17 de diciembre de 1798 se ordenó a los escribanos elevar a los intendentes, en enero de cada mes, una razón exacta de todas las fundaciones hechas desde 1795, año en que se estableció la contribución del quince por ciento sobre las adquisiciones de mayorazgos y manos muertas. Dichas fundaciones debían constar en las contadurías de hipotecas. En el mismo sentido, una circular de 24 del mismo mes y año, con una real orden del día 16, les ordenó, además, dar razón ante las justicias de los bienes raíces de las fundaciones benéficas y piadosas afectadas por el real decreto de 19 de septiembre. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 138-140. 266 120 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo nías y archivos de los pueblos; la amplia y útil información recopilada con motivo de la proyectada Única Contribución, es decir, el catastro de La Ensenada, y la propia para la imposición de la Contribución Única, Catastro, Equivalente y Talla en los territorios de la corona de Aragón; y, en general, la que proporcionaban las tablas y libros de memorias de los curas párrocos, visitadores eclesiásticos y mayordomos de fábrica, administradores y arrendatarios de las fincas. Con dichas relaciones locales,268 los intendentes debían redactar relaciones provinciales, actualizadas semanalmente, con manifestación de los bienes enajenables, los enajenados efectivamente y los fondos conseguidos con dichas ventas. Para ello debían formar libros en los que anotarían, por pueblos, los remates que hubiesen aprobado y los desaprobados, y las enajenaciones llevadas a cabo, con expresión de los antiguos poseedores de los bienes y el precio de las ventas.269 Así se mantendría informado, quincenalmente, el El 2 de diciembre de 1799 el conde de Fuenteblanca ordenó a las justicias de su intendencia de Sevilla enviar en el plazo de ocho días el estado individual de las fincas de los establecimientos ya tasados y las demás, y de las enajenaciones que se hubiesen llevado a cabo desde el 19 de septiembre de 1798, con el día del remate, el precio de las tasas, los remates, la pertenencia de las fincas y la fe negativa de no existir otras enajenables. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 269 La real orden de 18 de noviembre de 1799 (circular del Consejo del 29) distribuye los datos en las siguientes casillas: nombre de los pueblos de las fincas; paraje de la finca (calle, extramuros, arrabales, etcétera); número de fincas; naturaleza (casas, huertas, etcétera) con cabida en fanegas, celemines, etcétera; profano o espiritualizado; fundador de la obra pía, poseedores y domicilios de las mismas obras; objeto de fundación (misas, dotes, limosnas, etcétera); tasación de peritos; parte recibida en vales; parte en efectivo; total de vales y efectivo, aunque la venta se efectúe a plazos; cantidad en que excedió la venta a la tasación de peritos; complemento o cantidad que faltó en la venta para llegar al valor de la tasa; renta anual de las fincas cuyos administradores hubieran representado a la superioridad manifestando que producían más del valor del rédito del tres por ciento (para conocerse, debe sacarse el estado de sus productos en el último quinquenio poniéndose en la columna el rédito anual por año); y condiciones de las subastas (plazos de pago, estado de expedientes, mejoras o cuartea, etcetera). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 268 3. La normativa 121 órgano central encargado de la amortización de la deuda pública –primero la Caja de Amortización (1798), luego la Junta Suprema (1799), la Tesorería General (junio de 1799) y, por fin, la Comisión Gubernativa de Consolidación (1800)–, que, finalmente, formaría los estados generales.270 Conocidos los bienes raíces enajenables, debía tasarse su valor, tanto el de sus rentas como el que se fijaría para su venta en pública subasta.271 Para ello debía calcularse su producto líquido anual regulado en el último quinquenio, derivado de las rentas de sus arrendamientos (con deducción de los gastos de administración y reparación), de las cuentas aprobadas u otro documento que acreditase dicho producto, que debían presentar los administradores. Dicha tasación se encomendaba a dos peritos, uno nombrado por el administrador de la fundación272 y otro por el comisionado de la Caja de Amortización o, en su defecto, por el procurador síndico general del pueblo en el que radicase aquella. Por su parte, la justicia local suplía la elección del representante de la fundación que no ejerciese su derecho en un determinado período de tiempo273 y, además, nombraba a un tercer perito en caso de disconformidad entre los dos primeros. 270 Reales órdenes de 18 de noviembre de 1799 y 18 de marzo de 1800. Esta última aclara que había dos modelos para uniformar las relaciones. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 271 Una circular de abril de 1799 advirtió que no era necesario esperar a la redacción de las relaciones de los bienes enajenables para que las justicias procediesen a su tasación y venta. Y el 7 de mayo de 1800 se ordenó pasar inmediatamente a dichas operaciones. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 272 Por real orden de 17 de noviembre de 1806 se prohibió que los representantes de los establecimientos piadosos nombrasen presbíteros como peritos, tasadores o agrimensores de fincas, por ser dichas funciones ajenas a su carácter y «por los inconvenientes que de ello pueden resultar». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 273 Así lo resuelve la Comisión Gubernativa en una consulta del juez de Muxía (La Coruña), en abril de 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. En 1805 llega a dicha comisión un expediente abierto por un alcalde ordinario de Jaén sobre si dicho nombramiento podía hacerlo el comisionado o el corregidor. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 122 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Tasadas las fincas, debía anunciarse la subasta pública mediante carteles colocados en los pueblos donde estuviesen situados los bienes, en los alrededores y en las capitales de partido.274 La primera normativa recogió la doctrina ilustrada que proponía el mayor número de propietarios posibles, mejor vecinos, para el mejor desarrollo económico del reino. Por ello, el real decreto de 19 de septiembre de 1798 ordenó la subdivisión de las fincas enajenables, «en quanto sea posible, para facilitar la concurrencia de compradores y la multiplicación de propietarios», lo que repitió la instrucción de 29 de enero de 1799 –«para facilitar mayor número de compradores y aumentar en el Reyno el de propietarios»–, que, sin embargo, solo previó la subdivisión de las fincas mayores. Pronto se estableció, además, la posibilidad de la enajenación conjunta de varias, lo mismo que se favoreció la participación de forasteros pudientes. Así, la instrucción adicional de 27 de diciembre permitió a los administradores de los establecimientos solicitar o consentir la venta conjunta de varias de sus fincas, «para su mejor salida» o «más pronta enagenación de todas». Y es que la práctica iba a contradecir las primeras propuestas ilustradas, primero en el concepto de compradores –más poderosos que cultivadores– y luego en el objeto de venta –de pequeñas a grandes propiedades–. Los anuncios de las subastas podían incluir varios de los bienes inmuebles de una o varias fundaciones benéficas o piadosas, siempre que se tratase de fincas que no superasen dos mil reales, con la previsión de que cada una tendría su propia tasación y remate. El anuncio se mantendría durante treinta días, transcurridos los cuales se celebraría el remate (a los tres días) en las casas consistoriales, en las ciudades ante el juez (comisionado real o subdelegado), el obispo o provisor, el comisionado de la Caja de Amortización 274 En dichos anuncios figuraban los bienes enajenables con sus dimensiones, aunque solo a efectos informativos, a no ser que en las condiciones del remate se estableciese expresamente que dicho remate, sus posturas y mejoras debían ser hechos según la medida de la finca. Así se aclara por real orden de 15 de octubre de 1806. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 3. La normativa 123 y el escribano; y en los pueblos ante el subdelegado y el oficial eclesiástico o párroco comisionado por el obispo.275 Cabía una segunda subasta al cabo de otros quince días, con nuevo anuncio, si a la primera no acudían postores. Si tampoco concurrían compradores, los intendentes debían dar cuenta de ello al comisionado de Madrid, para que se tomasen las medidas oportunas. Como hemos adelantado, se admitían posturas en metálico o en vales reales. Si bien una de las ideas impulsoras de la normativa desamortizadora había sido la extinción de dichos vales, admitidos en las compras, lo cierto es que la creciente necesidad de numerario de la Hacienda «para atender a las obligaciones continuas de la Corona, que no pueden cumplirse con el pago de vales»276 hizo que pronto se prefiriese el dinero en metálico. Así, las instrucciones de 1799 diferenciaron entre las posturas en vales, que debían cubrir todo el precio de la tasa, salvo que el representante del establecimiento piadoso consintiese menos o cuando el producto líquido de su renta no excediese del que percibiría con la imposición del capital de la venta al rédito del tres por ciento en la Real Hacienda,277 y en metálico, que bastaba con que llegasen a las dos terceras partes, aunque no alcanzasen el valor de las rentas, en cuyo caso, no obstante, la Real Hacienda cubriría tal desfalco en la correspondiente escritura de imposición a favor del establecimiento hasta entonces poseedor.278 Y, aunque el reglamento de 1800, Vid. circular del Consejo de 28 de diciembre de 1798, con reales órdenes del 17 y 18. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit.; Biblioteca de la R.A.E., 4/175. 276 Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 277 Ibídem. 278 Instrucciones de 29 de enero y adicional de 27 de diciembre de 1799 y circular de 10 de junio del mimo año. La real orden de 26 de octubre de 1799, recogida en la circular de 18 de noviembre, advertía de la necesidad de aumentar las ventas en moneda metálica. Por real orden de 5 de octubre de 1801 la Comisión ordenó al comisionado Fuenteblanca en Sevilla que no admitiese posturas que no fuesen en metálico en la venta de las fincas con precio menor de ciento cincuenta pesos. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 275 124 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo para evitar la criticada práctica de las compras a bajos precios, pretendió igualar ambas posturas, que debían alcanzar las dos terceras partes del valor de las rentas de las fincas y, en todo caso, el total de su tasa, tal extremo se derogó para el metálico en 1801,279 cuando, además, se eliminó la posibilidad admitida en 1800 de pagar mediante libramientos de los intereses de los vales vencidos en las renovaciones de ese mismo año, en un nuevo intento de afianzar el crédito público.280 En fin, en 1806, se llegó a declarar la preferencia de cualquier postura que ofreciese el todo o parte en metálico.281 Por su lado, primero, en 1799, se consideró mejora el ofrecimiento en dinero efectivo de la mitad de lo ofertado en el remate en vales y se estableció que, en caso de que el metálico alcanzase el valor tasado, no se admitirían más pujas,282 extremo 279 Real cédula de 16 de agosto de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Por carta de 12 de mayo de 1801 se elevó a la Comisión Gubernativa una consulta sobre el remate de los bienes de una capellanía de la obra pía de Nuestra Señora Magdalena, de la parroquia de Santa María de Salto (La Coruña), en cuya venta se habían presentado dos posturas, una de Francisco Ramos en vales que sumaban ciento doce mil reales y otra de Andrés Barrero y Andrade en moneda metálica por valor de ciento siete mil reales. La Comisión, el 13 de junio, resolvió que frente a la postura en metálico no podía admitirse puja en vales. En todo caso, si la finca se remataba en menos de la suma mayor, ciento doce mil reales, la diferencia se incluiría en la escritura de imposición a favor de la obra pía. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. 280 Real cédula de 16 de agosto de 1801. Concreta dicha facultad una real orden de 29 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; y Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. 281 Real orden de 29 de noviembre de 1806, que aplica a la venta de los bienes de fundaciones benéficas y piadosas las reglas aprobadas por real cédula de 15 de octubre de 1805 para la enajenación de bienes puramente eclesiásticos. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 282 Instrucciones de 29 de enero y 27 de diciembre de 1799. Vid. también circular de 10 de junio de 1799. Lo mismo repitió la real cédula de 16 de agosto de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Así, por ejemplo, en julio de 1799, se quedó con los bienes de la dehesa de Armas de la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción el convento de religiosas de Nuestra Señora de Gracia, que mejoró con cincuenta y dos mil trescientos reales en metálico la oferta de Andrés Pacheco Infante, cuya postura había sido de noventa y tres mil quinientos reales en vales. A.H.N., Consejos, legajo 2.196. 3. La normativa 125 suspendido en 1802.283 En 1800, se rebajó dicha mejora en metálico a la cuarta parte de lo ofrecido en vales.284 Finalmente, en 1806, se declaró mejora el pago en metálico de cualquier parte del valor de la postura en vales, y se impidió, frente a las ofertas en metálico –que ya se preferían, en todo caso, a las hechas en vales–, cualquier puja que no fuese de la misma especie.285 El expediente de subasta debía ser aprobado por la autoridad provincial comisionada –el intendente–, en un plazo de quince días, quien podía devolverlo para la subsanación de errores.286 Una vez publicada dicha aprobación por las propias justicias, se abría un plazo, desde la celebración del remate hasta la entrega del precio –noventa días para la instrucción de 1799 y el que determinase el intendente, con un mínimo de treinta y un máximo de noventa, para el reglamento de 1800–, para la presentación de posibles mejoras –inmediatamente al remate, dos días para la instrucción y tres para el reglamento– en las que, como hemos dicho, en general, también se prefería el metálico a los vales. En ese caso, debía celebrarse un nuevo y último remate en el plazo de nueve días. El pago debía efectuarse al comisionado de amortización más inmediato al lugar de celebración.287 De forma extraordinaria, se admitía el pago a plazos, con estrictos requisitos: aprobación por 283 Real orden de 8 de noviembre de 1802. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 284 Reglamento de 21 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 285 Real orden de 29 de noviembre de 1806. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 286 La real orden de 21 de febrero de 1801 especificaba que los remates debían aprobarse por decretos de los intendentes. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 287 Por reales órdenes de 26 de octubre de 1799 y 17 de enero de 1800 se insistió en la necesidad de evitar los excesos que se cometían cuando se pagaban en vales posturas hechas en metálico. Como establecía una real orden aprobada en septiembre de 1800, los comisionados debían tener a disposición de la Comisión Gubernativa los caudales que recibiesen. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 126 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo el intendente, período máximo de dos años, «personas abonadas», «proposiciones ventajosas», fianza suficiente en el concepto de las justicias y comisionados, entrega de la cuarta parte del valor y pago de intereses del tres por ciento. Por estas ventas no se exigían rentas reales, como alcabalas y cientos,288 ni tampoco posibles derechos derivados de relaciones señoriales, como el laudemio o la veintena, y quedaba invalidada la necesidad, en su caso, de cualquier tipo de licencia para la venta de los bienes del propietario del dominio directo, «respecto a que, estando fuera del comercio por el destino que tenían, no podían esperar la utilidad de esos derechos».289 De nuevo, hacia la plena y libre propiedad. Por su parte, cabía la posibilidad de deducir del precio de la venta los gravámenes con que contase la finca, o pagarlos, en cuyo caso el inmueble quedaba libre de cargas, fundamentalmente las derivadas de censos, que pasaban al capital e intereses subrogados.290 Dicho pago daba derecho a la posesión inmediata de los bienes raíces adquiridos. Para ello el comisionado debía emitir un recibo interino, que pasaría del juez al órgano central director de la amortización de la deuda, encargado de otorgar la correspondiente carta de pago. Pero el primero ya posibilitaba que el escribano procediese a extender la escritura de venta a favor del comprador, que contendría el recibo interino del pago, la tasación, el remate, su aprobación y liquidación, en su caso, de cargas, las cláusulas propias del contrato y un breve inventario de títulos.291 A dicho comAsí lo disponía el propio real decreto de 19 de septiembre de 1798. Por su parte, la real orden de 18 de mayo de ese mismo año ya había eximido del impuesto de alcabala a las ventas voluntarias que efectuasen de sus bienes las comunidades eclesiásticas. GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen, progreso y estado de las rentas de la Corona de España…, II, op. cit., p. 373. 289 Instrucción de 29 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 290 La normativa desamortizadora permitió ampliamente la redención de censos. Reales cédulas de 25 de septiembre de 1798, 10 de noviembre de 1799 y 17 de abril de 1801, y reglamento de 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Vid. infra, apartado 3. 3. 291 En la real orden de 18 de noviembre de 1798, una de las primeras dictadas para el desarrollo del real decreto de 19 de septiembre, ya se ordenaba a los 288 3. La normativa 127 prador debían entregársele, además, los títulos de dominio, aunque, como hemos adelantado, en caso de inexistencia o de no entrega, la escritura tenía el valor de tales títulos. De este documento debía tomarse razón en las contadurías de hipotecas de los partidos, en un plazo de nueve días.292 escribanos que, antes de otorgar a los compradores la escritura de venta, diesen razón de la misma a los administradores de rentas provinciales, que debían exigir la correspondiente carta de pago emitida por los comisionados de la Caja, que aseguraba la entrega del dinero. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 292 Tras varios intentos, en 1539, 1558 (registros) y 1713 (oficios de hipotecas), por pragmática de 31 de enero de 1768, Carlos III ordenó el establecimiento, en todas las cabezas de partido o jurisdicción, de contadurías de hipotecas, oficinas ideadas para dar publicidad a las cargas que gravitaban sobre los bienes inmuebles, para dar seguridad a las transacciones. De este modo, en sus libros de registro, a cargo del escribano más antiguo del Ayuntamiento, se anotarían, de manera separada para cada pueblo y por orden cronológico, «todos los instrumentos de imposiciones, ventas y redenciones de censos o tributos; ventas de bienes raíces, o considerados por tales, que constare estar gravados con alguna carga; fianzas en que se hipotecaren especialmente tales bienes; escrituras de mayorazgos u obra pía; y, generalmente, todos los que tengan especial y expresa hipoteca o gravamen, con expresión de ellos, o su liberación y redención». Para lo que nos interesa, en 1778 (real cédula de 10 de marzo) se ordenó, específicamente, la toma de razón de todas las escrituras de donaciones piadosas de bienes inmuebles con cargas, la cual debía hacerse en un plazo de tres años. La anotación debía realizarse en seis días (un mes para los pueblos que no fuesen cabeza de partido) tras el otorgamiento de la correspondiente escritura, que debía ver (original o copia autorizada por juez) el escribano de hipotecas para proceder, en veinticuatro horas, a su inscripción (tres días en el caso de escrituras anteriores a 1713). Las escrituras anteriores a 1768 podían presentarse en cualquier momento para hacerlas valer en juicio, por lo menos hasta 1774, cuando un auto del Consejo de Castilla ordenó la inscripción de todas en un plazo de sesenta días, ampliado poco después a un año, lo cual no se llevó a cabo de manera generalizada y de ahí las continuas repeticiones de tal obligación. Los datos que constaban en los libros de las contadurías eran los siguientes: fecha del instrumento, nombres de los otorgantes, vecindad, calidad del contrato, obligación o fundación («imposición, venta, fianza, vínculo u otro gravamen de esta clase«) y bienes raíces gravados con su nombre, cabida, situación y linderos. Estos registros no eran registros de propiedad (no se tenía en cuenta ni el dominio directo ni el útil), pero sí de gravámenes, de modo que la no inscripción suponía su nulidad en juicio y fuera de 128 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Por su parte, una vez otorgada la definitiva carta de pago, los antiguos poseedores debían recibir un título de propiedad del capital impuesto en la Real Hacienda en el que se subrogaban sus bienes inmuebles, a través del cual podían reclamar el pago de los correspondientes intereses, anual o semestralmente, según se hubiese acordado, y siempre en moneda metálica,293 y, en su día, la redención de dicho capital, en la misma especie.294 Su abono podía exigirse a los comisionados de amortización ante los que se había hecho el pago de la compra o a los responsables de las cajas, tesorerías, depositarías o administraciones de rentas reales que constasen en las cartas de pago correspondientes. La primera instrucción de 1799 preveía que dichas escrituras de imposición, emitidas por el director de la Caja de Amortización, él. De este modo, debieron de ser muy útiles para las investigaciones llevadas a cabo con motivo de la desamortización eclesiástica, sobre todo la primera de las fundaciones benéficas y piadosas, cuyos bienes estaban gravados con cargas. R., 5, 15, 3; A. A., 3, 9, 21; Nov. Rec., 10, 16, 1, 2, 3 y 4. 293 Así lo recuerda la real orden de 12 de mayo de 1800. Por real orden de 20 de octubre de 1804, la Comisión Gubernativa resolvió la duda de si los intereses que se pagaban a las obras pías estaban gravados con la contribución extraordinaria de frutos civiles, y los entendió libres de tal pago. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 294 Vid. el modelo de escritura de imposición previsto por la instrucción de 16 de enero de 1800 con las «reglas para la formación de las cuentas del fondo de amortización, por el estilo que observa la Tesorería mayor» en el apéndice documental 2. 2. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Sobre la supuesta futura redención de dichos capitales ya advertía Bernabé Portillo, en su memoria de 1794, que nunca se haría efectiva: «No debe jamás esperarse que el Govierno piense en ningún tiempo en redimir los capitales de las manos muertas, aun quando por una continuada prosperidad sucesiva se halle con caudales sobrantes, mediante a que, con preferencia, debe atender a la repoblación de los lugares desiertos y establecimiento de otros nuevos, a la construcción de canales y navegación de ríos y también a mejorar la constitución del Banco para que deje de ser, como hasta aquí, un comerciante privilegiado, sostenido casi a expensas del Real Erario, y llene los fines que debía tener su institución de auxiliar con empréstitos oportunos no solo al comercio sino también a la agricultura y a la yndustria en las provincias y a las colonias de frutos en América». A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Vid. apéndice documental 1. 2. 3. La normativa 129 se entregasen a los representantes de las fundaciones en el plazo de treinta días desde el pago de la venta. La instrucción adicional, viendo las dificultades que se daban en la práctica, autorizó a las autoridades provinciales y locales (intendentes y comisionados, ante los escribanos de número) para el otorgamiento de dichos documentos en nombre de la Real Hacienda, en un plazo de quince días desde la recepción de la correspondiente carta de pago del órgano central.295 Por fin, el reglamento de 1800 volvió a la centralización, de modo que las escrituras serían emitidas por el nuevo órgano directivo –la Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla–, en concreto, por el gobernador de dicho consejo y presidente de dicha comisión.296 De las escrituras de imposición debía tomarse razón en las contadurías de valores y distribución de la Real Hacienda y en la propia de la Caja de Amortización.297 Mientras se hicieron en las provincias, también en las contadurías de hipotecas y en las provinciales. 3.2.2. Las subastas de los bienes eclesiásticos Estas reglas dictadas para la enajenación de la propiedad de las fundaciones benéficas y piadosas son semejantes a las posterio295 El 4 de marzo de 1800 se comunicó a las justicias que debían otorgar las escrituras de imposición de los capitales recibidos en la Caja de Amortización desde el 1 de enero, con arreglo a las cartas de pago propias de la Tesorería Mayor. Para ello, los escribanos que hubiesen autorizado las escrituras debían asegurarse de la pertenencia de los bienes a los establecimientos y de las cargas que existiesen sobre ellos. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6012. 296 Una circular de la propia Comisión Gubernativa, de 30 de enero de 1801, intentó resolver los conflictos ocasionados por el cambio de normativa. Las escrituras de imposición pendientes al entrar en vigor el reglamento de 1800 debían otorgarse por el nuevo sistema centralizado en la escribanía madrileña de Juan López Fando (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012). En ella consultó Richard Herr las escrituras de imposición («Hacia el derrumbe…», op. cit., 3-478; y La Hacienda real…, op. cit.). 297 Real orden de 18 de diciembre de 1798. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit. 130 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo res destinadas a la puramente eclesiástica (1805 y 1807).298 Primero, los comisionados reales, llamados jueces ejecutores, propuestos por la Comisión Gubernativa para cada diócesis, debían investigar la cantidad y calidad de los bienes eclesiásticos enajenables, para lo cual podían servirse de las noticias que les proporcionasen las autoridades eclesiásticas, a través de documentos como los libros de visita, tablas de cargas o memorias, repartimiento de subsidios, documentación sobre la proyectada Única Contribución y relaciones juradas de los poseedores de dichos bienes. A su disposición debían ponerse todos los archivos, escribanías, oficinas y demás lugares de custodia de documentos eclesiásticos, lo mismo que harían otras autoridades, judiciales y ocupadas, en general, de la consolidación de vales. Con estos datos, que se incluirían periódicamente en listas parciales, los jueces comisionados elaborarían listas generales de todos los poseedores de bienes eclesiásticos incluidos en su jurisdicción.299 Y estas se elevarían a la Comisión Gubernativa, con una frecuencia de actualización de ocho días, lo mismo que los estados mensuales del proceso desamortizador.300 Reales cédulas de 15 de octubre de 1805 y 21 de febrero de 1807. Nov. Rec. (Suplemento) 1, 5, 1; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 299 La real orden de 3 de febrero de 1806 mencionaba los siguientes datos que debían incluir las listas generales: nombre y títulos del poseedor, fincas y títulos de pertenencia, producto anual y calidades que las hagan más o menos apreciables. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 300 Por real orden de 27 de noviembre de 1807, la Comisión Gubernativa remitió ejemplares impresos de los estados que debían remitir los jueces comisionados, con seis formularios, el primero, con las operaciones mensuales con el nombre de los departamentos de la diócesis (incluso cuando no se hubiesen realizado), número de fincas tasadas, importe de la tasación, número de fincas rematadas, etcétera; el segundo, con las operaciones realizadas en la diócesis desde el comienzo de la comisión hasta el último día del mes correspondiente; el tercero, con otros datos de las subastas; el cuarto, con los testimonios que debían emitir los escribanos para proceder al otorgamiento de las escrituras de recompensa a favor de los poseedores de las fincas secularizadas; el quinto, con la liquidación de la renta quinquenal que correspondiese; y el sexto, con la liquidación de las séptimas partes. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 298 3. La normativa 131 La Comisión era, en principio, competente para designar los bienes enajenables, los que debían efectivamente venderse, ya secularizados. Y era a partir de entonces cuando debía calcularse exactamente su rendimiento líquido anual, regulado por el quinquenio de 1798 a 1802. De todos modos, de nuevo, las prisas hicieron que, en 1807, se encomendase a los propios jueces comisionados activar dicha elección y liquidación, para su inmediata venta, tanto de las propiedades de las capellanías –que ya debían de conocerse por las investigaciones llevadas a cabo desde 1798– como del resto de bienes eclesiásticos que produjesen la séptima parte líquida de todos los pertenecientes a un mismo poseedor. En caso de duda, resolverían junto con las autoridades eclesiásticas. En 1805 la regulación se encomendó al «arzobispo, obispo, prelado o juez eclesiástico ordinario o extraordinario a cuya jurisdicción pertenezca», que podían delegar, pero luego, en 1807, se confió en los mismos poseedores o administradores de los bienes enajenables, aunque con la precaución de que las diferencias serían resueltas, desde entonces, por la autoridad que designase el rey, lo mismo que, en caso de negativa de dichos poseedores a efectuar dicha liquidación y separación (para lo cual se les daba un plazo de treinta días), el asunto pasaría a la jurisdicción real ordinaria. Para dicha regulación de las rentas, se tendrían en cuenta las escrituras de arrendamiento de los últimos cinco años, las cuentas aprobadas de los administradores, las relaciones juradas de sus poseedores, en el caso de que ellos mismos cultivasen e hiciesen propios los productos de las fincas,301 y los recibos de los diezmos pagados, «como preciso comprobante de la producción del predio». De los ingresos debían descontarse los gastos y cargas con Para calcular los precios de los granos y frutos que producían los bienes se dictó una real orden de 18 de abril de 1806, que dispuso que la jurisdicción eclesiástica nombrase peritos que tasasen dicho precio anual regulado por el último quinquenio, de modo que su declaración sirviese para todo el pueblo, partido, provincia o diócesis. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 301 132 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo que estuviesen gravados los bienes –reales, de administración, cultivo y recaudación de frutos, conservación y reparación, y piadosas (aunque estas últimas se garantizaban con el capital subrogado)–, justificados mediante el examen de documentos como títulos de propiedad, de fundación, cuentas de administración aprobadas, repartimientos de contribuciones eclesiásticas (aunque la carga del subsidio no debía deducirse), relaciones juradas, etcétera. Finalmente, la elección y liquidación se elevaría, así, a posteriori, a la Comisión Gubernativa, que debía controlar que las enajenaciones que se fuesen llevando a cabo no superasen el máximo concedido, desde 1807 la séptima parte de la renta de los bienes eclesiásticos. Cuando las fincas de algún cuerpo o persona eclesiástica no fueran susceptibles de división, se permitía que su poseedor pagase la cantidad equivalente a la renta de la séptima parte. Además, se estableció que, en caso de que se hubiesen enajenado propiedades eclesiásticas en ejecución de la normativa de 1805 (cuyo máximo era el equivalente a doscientos mil ducados de oro de cámara), estas se tuviesen en cuenta para el cálculo de dicha séptima parte, con el correspondiente reintegro del exceso a través de bienes equivalentes. El presidente de la Comisión era, de nuevo, el encargado de otorgar las escrituras de «establecimiento, subrogación y recompensa» a favor de los antiguos poseedores, con las que poder reclamar a la Real Hacienda el pago de la cantidad anual correspondiente a su renta líquida calculada por el último quinquenio. Desde 1807, los poseedores de capellanías pudieron elegir entre la recompensa, equivalente a la séptima parte de la renta, o un rédito anual del tres por ciento del capital de la venta. Del mismo modo, en las correspondientes escrituras de reconocimiento se incluía la obligación de pagar el importe destinado a fundaciones piadosas con las que estaban gravadas algunas de dichas propiedades eclesiásticas. De todo ello se debía tomar razón en la Contaduría General de la Comisión, lo mismo que en las particulares de las provincias. Otorgadas tales escrituras, los bienes eclesiásticos quedaban en poder del Estado a todos los efectos, es decir, segregados y secu- 3. La normativa 133 larizados, y, a partir de entonces, podía procederse a su enajenación en pública subasta, mediante un procedimiento semejante al propio de los demás bienes desamortizados y desvinculados: nombramiento de peritos (por los jueces comisionados en 1805 y por los comisionados de amortización en 1807); tasación del valor de las fincas; anuncio de subasta no solo en los pueblos en que estuviesen situados los bienes, sino también en los alrededores, cabezas de partido y provincia, y en la corte si las fincas excedían de cincuenta mil reales; presentación de posturas durante treinta días ampliables a quince; y celebración del remate al tercer día una vez cumplido el plazo, aunque las dificultades que se dieron en la práctica para encontrar compradores de bienes eclesiásticos hicieron que, en 1807, se permitiesen hasta tres remates, con un período máximo de noventa días, transcurridos los cuales debía procederse a la subsanación de posibles errores en la tasación (en caso contrario, continuaban las subastas por tiempo indefinido) y a la investigación de «si se ha puesto algún impedimento oculto a la venta» o «alguna mala voz o impedimento o usado de otro medio o manejo cualquiera contra la enajenación». De nuevo, las posturas en vales debían cubrir el total del valor tasado, mientras que las hechas en metálico podían limitarse a las dos terceras partes. Del mismo modo, las mejoras en dinero efectivo eran preferidas a las posturas en vales. Como tal mejora, se admitió entonces la oferta del pago de todo el importe sin deducción de las cargas con que estuviesen gravados los bienes, en cuyo caso quedaban totalmente libres. El mismo comisionado real enviaba, en el plazo de tres días, el expediente de subasta directamente a la Comisión Gubernativa, sin pasar por el intendente provincial, para su aprobación. Publicada la aprobación por el comisionado, el comprador debía efectuar el pago ante el comisionado de la Caja de Consolidación más inmediato. Este le daría recibo interino, pero, en estos casos, solo cuando la Contaduría General de Consolidación otorgase el certificado definitivo se le podría dar la posesión de la finca, con el otorgamiento de la correspondiente escritura de venta y títulos de propiedad que debían entregar los antiguos poseedores. De todo se tomaría razón en las contadurías de hipotecas. 134 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo En la práctica, desde un principio, fue difícil encontrar compradores de estas propiedades puramente eclesiásticas.302 Y tampoco hubo tiempo, de momento, para su plena puesta en ejecución, ya que en 1808 ocurrió la invasión napoleónica, el levantamiento y la guerra de la Independencia, acontecimientos que aceleraron el paso definitivo del Antiguo Régimen al Liberalismo. 3.3. La redención de censos y la normativa desvinculadora La propia normativa de septiembre de 1798 activó la redención de los censos redimibles con los que estuviesen gravados los bienes desamortizables, cuyo capital se impondría también en la Caja de Amortización al interés anual del tres por ciento. Su fin, facilitar las ventas y que los bienes pasasen libres a sus compradores, aún bajo el ideal ilustrado de «la conservación de los pequeños propietarios, facultándoles a exonerarse del perpetuo motivo de una continua deuda o tributo, cuyos atrasos, muchas veces acumulados por qualquier calamidad o, tal vez, por la seducción de los mismos censualistas, han venido, por último, a consumar la ruina de tantas familias, como continuamente se ven desaparecer del cultivo y de la industria para entrar en las importunas e indigentes clases del Estado».303 Un año antes se había iniciado este proceso de redención de censos en Granada, al permitirse a los poseedores de capellanías y obras pías, a las comunidades eclesiásticas y seculares, a los poseedores de mayorazgos y a los pueblos, vender parte de sus bienes gravados con los llamados censos de población a Vid. infra, capítulo 4, apartado 4. 2. Vid. real cédula de 17 de abril de 1801. A.H.N., Consejos, legajo 2.197. En la circular de 28 de diciembre de 1798 (reales órdenes de 17 y 18) se da cuenta de las representaciones hechas por particulares, entre las que se destaca la de Joseph Zoilo Fonseca, vecino de Almuñécar, sobre las dificultades de enajenar bienes vinculados y amortizados gravados con censos. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 140-141; A.H.N., Consejos, legajos 1.900 y 1.901. 302 303 3. La normativa 135 cambio de la imposición del producto de dichas redenciones en el fondo de amortización de la deuda pública.304 La necesidad de extinguir vales, de apurar la venta de los bienes vinculados y amortizados y de liberar a los nuevos propietarios de cualquier tipo de cargas dio pie a que, en 1799 y 1801, se declarase la facultad general de redimir, mediante la entrega de vales que quedarían fuera de la circulación, censos perpetuos, al quitar, enfitéuticos y otras variadas cargas que gravitaban sobre los bienes inmuebles, entre ellas, aniversarios, capellanías, misas, festividades, limosnas, dotes y otras prestaciones anuas, y gravámenes a favor del Real Patrimonio, como el real hospedaje, limpieza y alumbrado de la corte.305 Respecto de los contratos enfitéuticos, primero solo se permitió la redención de los propios de las casas urbanas, pero pronto se extendió a las rústicas.306 Sin embargo, se excluyeron de estas reglas, entre otros, los foros, que fueron considerados, de forma interesada, contratos temporales.307 Por su parte, 304 Real decreto de 6 de diciembre de 1797 e instrucción de 17 de enero de 1798. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit. Vid. SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Memoria sobre la renta de población del Reyno de Granada, 4, op. cit., pp. 105-226. 305 Reales cédulas de 10 de noviembre de 1799 y 17 de abril de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. El Consejo de Castilla resolvió durante 1799 diversos expedientes en los que se solicitaba la redención, mediante vales, de censos con que se hallaban gravados bienes raíces propios de establecimientos benéficos o piadosas, capellanías, etcétera. Así, Pedro Serrano de Priego pedía la redención de un censo impuesto sobre las casas que había comprado pertenecientes a una capellanía, y Juan Fernández de Castro lo mismo respecto de dos censos impuestos a favor del hospital de Santiago de Toledo. Pocos años después, la ciudad de Toledo acudió al Consejo con una representación sobre la utilidad de redimir los censos perpetuos. En el mismo sentido, Francisco y Cayetano González de Osuna pedían que se declarase la redención de dos censos, a través de su pago en vales, impuestos sobre las fincas de una capellanía. A.H.N., Consejos, libros 2.686, 2.688 y 2.689. 306 Cf. real cédula de 17 de abril de 1801 y reglamento de 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013. 307 Vid. VALLEJO POUSADA, Rafael, «Redención y pervivencia del foro durante la desamortización de Mendizábal (1836-1854)», en A.H.D.E., 62, 1992, pp. 477-499. 136 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo para dichas redenciones se permitía, además, a los mayorazgos y manos muertas la enajenación de parte de sus bienes raíces vinculados o amortizados, «habiendo tenido presente para ello no solo el loable objeto de dejar expedito el entero uso de la propiedad vinculada, sino también el beneficiar a la Real Hacienda».308 Los capitales derivados de las redenciones, así como el sobrante de dichas ventas, entrarían en la Caja de Amortización, que pasaría a pagar los correspondientes cánones a los interesados, a través de escrituras de imposición, o reimposición si se trataba de bienes afectados por la normativa desamortizadora. En 1805 un nuevo reglamento ordenó la imposición de todas las redenciones y, para los poseedores de bienes no desamortizables, la entrega de certificaciones por dicha caja con las que se podían percibir los correspondientes intereses (del cuatro por ciento) hasta la entrega del capital, o adquirir bienes desamortizables o desvinculables.309 A pesar de que debían respetarse «los derechos del dominio directo y útil»,310 lo cierto es que estas medidas para la redención de censos afectaban sobre todo, de nuevo, al estamento eclesiástico, gran censualista y poseedor del dominio directo de muchos bienes gravados, que pasaba a depender de los pagos que hiciese la Real Hacienda por los capitales producto de las redenciones. Y, de nuevo, beneficiaban al estamento noble, gravado con censos, de los que se liberaba, y a la ya clase burguesa en ascenso, que contaba con vales para redimirlos y adquiría así propiedades libres. En Real cédula de 17 de abril de 1801 y reglamento de 17 de enero de 1805 (vid. sobre este A.H.N., Consejos, legajo 2.197). Vid. también dos reales órdenes de 20 de enero de 1804 sobre la venta de alhajas para redimir cargas afectas a bienes vinculados. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013. 309 Reglamento de 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. Vid. LÓPEZ FANDO, Juan, Demostración práctica del modo de hacer las liquidaciones para redimir censos perpetuos enfitéuticos con arreglo a la Real Cédula de 17 de enero de 1805 y deducir lo correspondiente a ellos en las ventas de fincas que los tengan, op. cit. 310 Pragmática de 30 de agosto de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 308 3. La normativa 137 cuanto a los campesinos, tradicionales poseedores del dominio útil, acostumbrados a largos arriendos y enfiteusis y, con ellos, a rentas moderadas, su situación se vio agravada con la ya mencionada liberalización de los arrendamientos y con la redención de censos, incluidos los enfitéuticos, piezas clave para la nueva clase propietaria. Ellos no tenían ni vales ni dinero para redimirlos.311 En el mismo sentido, la exclusión de los foros de la normativa de redención de censos no hacía sino continuar la política de perpetuidad de dichos contratos emprendida en la segunda mitad del siglo XVIII, que perjudicaba a los eclesiásticos, propietarios del dominio directo, para beneficiar a los nobles, foreros que subforaban a los campesinos.312 De este modo, la exclusión de los foros de la redención permitía a la nobleza forera continuar en el disfute de su dominio útil. La desamortización eclesiástica propició el traspaso del dominio directo y, como los foros se consideraron temporales, respetado el plazo del contrato, la propiedad podía liberarse, en perjuicio de los subforeros campesinos. Así pues, lo que se protegió con dicha exclusión fue el dominio noble, tanto directo, al que pudo acceder, como útil, que mantuvo. Y, sobre todo, pudo unirlos para adquirir la plena propiedad. Así se quejaba la Junta del Reino de Galicia, valedora de los intereses de la nobleza gallega, cuando solicitó la exclusión de los foros de la normativa de redención de censos de 1799: «Que se declare que los foros de este Reyno no están comprendidos en esta Real Orden […]. Todo el Reyno se encuentra, Señor, agitado con la estensión que quiera darse a esta resolución Reales cédulas de 15 de septiembre de 1803 y 15 de septiembre de 1804. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012 y A.H.N., Consejos, legajo 2.199. La primera derogaba la debatida normativa, llamada de protección de colonos, aprobada por real cédula de 6 de diciembre de 1785, confirmada por otra de 8 de septiembre de 1794. Colección de pragmáticas..., op. cit., pp. 562-563; Nov. Rec., 10, 10, 4; Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia, op. cit., f. 65 r.-69 v. 312 Reales provisiones de 11 de mayo de 1763 y 28 de junio de 1768. JOVE Y BRAVO, Ramón, Los Foros. Estudio histórico y doctrinal, bibliográfico y crítico de los foros en Galicia y Asturias, Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1883. 311 138 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo […]. La mayor parte de los propietarios de Galicia perderían sus vienes y sus rentas, quedarían sugetos a vivir de unos intereses en dinero que les pagase la Corona, y esta paga en dinero no equibale ni puede equibaler a los derechos y utilidades que perciben en la actualidad los dueños directos».313 Como venimos diciendo desde un principio, la normativa desamortizadora y desvinculadora pretendió compaginar el derecho de propiedad vigente con el nuevo preliberal. Con la Iglesia no se dudó en convertir su propiedad inmobiliaria en mobiliaria, ya con tendencias a su subsistencia por el Estado. Por el contrario, se privilegió sobremanera a los mayorazgos que desvinculasen sus propiedades.314 Así, en 1798 se les facultó, no obligó, a la enajenación de las mismas a cambio de su imposición en la Real Hacienda, con una reducción, además, de la octava parte, con la que se quedaban a modo de premio, aunque la Real Hacienda debía pagar el rédito del tres por ciento correspondiente como si se hubiese impuesto el total del capital.315 La misma octava parte se concedió a los que vendiesen propiedades puramente eclesiásticas de capellanías.316 En el concepto de enajena- CORDERO TORRÓN, Xosé, «La redención foral en la provincia de La Coruña…», op. cit., pp. 195-196. 314 Vid. supra, en el capítulo anterior, nota 110. 315 Reales cédulas de 24 de septiembre de 1798 y 13 de enero de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 172-173, afirma que la pragmática de 30 de agosto de 1800 excluyó este arbitrio de los destinados a la consolidación de la deuda pública porque «parecía ruinoso a los que solo calculaban el sacrificio de los réditos de lo que Hacienda no recibía sin tomar en cuenta lo mucho que esta sacaba de la sucesiva venta y traspasos de las fincas una vez desamayorazgadas». Pero, la verdad, no encontramos en tal disposición tal exclusión. 316 Real orden de 16 de agosto de 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. Sin embargo, continuaron las solicitudes para la concesión de dicha octava parte en la venta de las capellanías. Así, llegaron a la Comisión de Consolidación las peticiones de Ana Caballero, de Cádiz, a quien no se le concedió el premio de la octava parte en la venta de la capellanía fundada por Juan Antonio Ruiz Moreno; y de Manuel López, religioso carmelita calzado, por la enajenación de las fincas de una capellanía que poseía. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 313 3. La normativa 139 ción se incluían otros contratos de cesión del dominio útil, como la enfiteusis, el foro, el arrendamiento a largo plazo o de por vida u otro contrato perpetuo.317 Esta posibilidad de venta se extendió luego para utilizar dicho capital en la redención de censos y cargas con que estuviesen gravados otros bienes del mismo mayorazgo,318 y también en la compra de bienes desamortizados de fundaciones benéficas y piadosas,319 lo mismo que los capitales derivados de la redención de censos. Así, se creó en la Contaduría General de Consolidación una cuenta particular llamada depósito por vinculaciones, en la que ingresaban los capitales procedentes de las enajenaciones de las fincas vinculadas hasta que se subrogasen en las de las fundaciones. Para este supuesto se eliminó el premio de la octava parte. Y, por fin, además de establecerse la libertad de arrendamientos en las fincas adquiridas así –porque «entorpecen la enajenación de fincas pertenecientes a establecimientos píos, pues retraen a muchos compradores que conceptúan no podrán usar de ellas a su arbitrios, o que habrán de sostener costosos litigios con arrendatarios»–,320 se posibilitó la compra de dichos bienes vinculados por los propios mayorazgos en plena y libre propiedad.321 El agravio comparativo fue aprovechado enormemente por los opositores a la desamortización eclesiástica.322 La pretensión Vid. real orden de 4 de julio de 1798, dictada a consecuencia de una instancia presentada por Francisco Hurtado de Corcuera, de la Sociedad Vascongada. A.H.N., Consejos, libro 2.689. 318 Real cédula de 17 de abril de 1801 y reglamento de 17 de enero de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013. 319 Real cédula de 3 de febrero de 1803 y circular de 29 de julio. Otra del 15 de noviembre de 1806 eximió a dichos vendedores del pago de derechos procesales en el caso de que los productos de sus fincas excediesen del valor de sus aprecios. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 320 Real cédula de 15 de septiembre de 1803. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 321 Real orden de 10 de junio de 1805. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 322 Vid. infra, capítulos 4, apartado 4. 2. 2, y 5, apartados 5. 1. 1 y 5. 2. 2. 317 140 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo última del pensamiento liberal no pasó desapercibida para nadie. Y tampoco sus mayores beneficiados, aun exagerando: «Es el caso que de los vínculos y mayorazgos eran y son poseedores algunos empleados en los Ministerios, Consejos y demás ramos del Gobierno; lo son todos los Grandes de España, Títulos de Castilla y otros poderosos a quienes teme y contempla la tiranía, y así para con estos solo podía obrar la fuerza de una seductora persuasión y de un efectivo interés. Al contrario, en los establecimientos píos eran poseedores e interesados los miserables huérfanos y pupilos, los infelices pobres, sanos y enfermos, las Iglesias y el culto divino en ellas, los ministros del altar y las ánimas de los difuntos, en quienes puede mui bien emplearse la fuerza sin temor de resistencia».323 323 REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., pp. 220-223. 4. LA EJECUCIÓN «Se dice y aun promueve por las justicias mismas y personas particulares adictas a sus fines y privados intereses, de que semejantes hórdenes fueron establecidas, no para vender en efecto, sino para saber quién tenía dinero y no lo havía dado a Vuestra Majestad en empréstito o donativo, según estaba prevenido anteriormente. Que, al cabo de cierto número de años, los vienes vendidos han de bolver a sus antiguos dueños, y los compradores, con el dinero desembolsado, perdido.» Representación de Pedro Canel Acevedo sobre la oposición a las ventas en Asturias (Coaña, 29 de junio de 1800). A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1). 4.1. Los órganos de dirección y ejecución Para el buen fin de la variedad de medidas tomadas para la amortización de la cada vez más insoportable deuda pública –entre ellas la desamortización de parte de la propiedad eclesiástica– se ideó un aparato político, administrativo y judicial integrado por órganos encargados de su dirección y ejecución. Dicha organización fue inestable y, para algunos, el motivo de la definitiva quiebra fiscal de la monarquía. 4.1.1. La Administración central Ya Floridablanca, cuando, en 1787, propuso la creación de un fondo de amortización de la deuda pública, había advertido que debía separarse de la Tesorería General para que sus fondos solo se 142 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo destinasen a su fin: el pago de intereses y la amortización de capitales.324 En parecidos términos se había pronunciado Olavide, cuando, en su Informe al Consejo sobre la Ley Agraria (1768), propuso el reparto de tierras amortizadas y vinculadas, y, para los baldíos, la creación de un fondo destinado a las provincias. El único temor, decía, sería «que algún ministro de Hacienda quisiera echar mano de él. Pero este caudal debe estar bajo la inmediata y privativa dirección del Consejo, quien sabrá defenderlo cuando se pida sin necesidad; y, cuando la haya vigente, sabrá ofrecerlo al Rey. Porque la primera deuda es salvar al Estado, y es otro beneficio de este fondo».325 En 1794 Gardoqui ordenó el establecimiento efectivo de un fondo para la extinción de los vales reales. Aunque se adscribió a la Tesorería General, se separó de ella como depósito específico a cargo del Consejo de Castilla, de modo que sus arbitrios entrarían, incluso físicamente, en un arca de tres llaves a cargo del Ministro de Hacienda, el gobernador de dicho Consejo de Castilla y el tesorero mayor.326 En sus propuestas para la desamortización de la propiedad de las fundaciones benéficas y piadosas, Sempere y Guarinos y Jovellanos habían previsto la organización de una administración general que dirigiese y ejecutase las enajenaciones, a cuya cabeza situaron al ministro de Hacienda. El primero confiaba a una administración provincial –ya que su proyecto se limitaba, en principio, a Granada– todo lo relativo a dichas ventas, a las imposiciones de los capitales en la Real Hacienda y al pago de los intereses e inversión en los fines de las fundaciones.327 Por su lado, Jovellanos optaba por la formación de juntas municipales, provinciales y central, 324 MOÑINO, José, Instrucción reservada de la Junta de Estado…, op. cit., p. 243. OLAVIDE, Pablo de, Informe…, op. cit., p. 72. Real cédula de 16 de enero de 1794, con real decreto del 12. Suplemento a la Colección…, I, op. cit., pp. 2-5. 327 SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Proyecto sobre patronatos y obras pías… (noviembre de 1797), op. cit. 325 326 4. La ejecución 143 esta última encargada, en general, de todos los arbitrios destinados a la amortización de la deuda pública.328 En 1798, Saavedra creó la llamada Caja de Amortización de la Deuda Pública, separada de la Tesorería General,329 para el pago de los intereses y capitales derivados de los vales reales, préstamos nacionales y extranjeros y demás deuda.330 Sus oficinas se instalaron en el Banco Nacional de San Carlos. Contaba con su propio director, de nombramiento real, cargo que recayó en Manuel Sixto Espinosa, a partir de entonces figura principal de las finanzas españolas.331 Su contaduría principal sustituía a la oficina de la TesoreComo miembros de la Junta Central, Jovellanos propuso a Mon, CasaGarcía, Urquijo, Canga, Alarcón, Meléndez, Santiago como relator y Sevillano como secretario. Y también dio nombres para la dirección de las ventas en las provincias: el regente Villamil para Asturias, el intendente Jacinto Roque Lorenzana para León, el alcalde del crimen José de Navia Bolaños para Valladolid, el regente de Cáceres para Extremadura, Santiago del Barrio para La Rioja, el conde de Castañedo para Burgos, Manuel Lardizábal para Guadalajara y Ciudad Real, el intendente Palacios para Murcia, el escribano José Iglesias para Salamanca, y para Toro, Zamora y Ciudad Rodrigo barajó los nombres de Seoane, Rafael Alcalde y Mariano Lobera. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios (1797-1810), op. cit., pp. 12-14. 329 No obstante la separación, algunas órdenes establecieron que todas las rentas de la corona estuviesen a disposición de dicho tesorero. Vid. Reales órdenes de 4 de abril y 17 de mayo de 1798. A.H.N., Diversos, libro 8.050. 330 Real cédula de 9 de marzo de 1798, con real decreto de 26 de febrero, e Instrucción de 16 de enero de 1800. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 6571; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 331 Desde 1795 Espinosa aparece entre los miembros de la Junta de Gobierno del Banco de San Carlos, elevado de 1797 a 1799 a director general. A partir de este último año ejerce como vocal perpetuo de dicho banco y pasa a formar parte de la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla, como director de la Caja de Amortización. De 1804 a 1807 es ministro supernumerario sin ejercicio. Y en 1808 se incorpora a la Sala de la Única Contribución del Consejo de Hacienda, como contador general de millones. FRANCISCO OLMOS, José María, de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 140-181 y 326-335. En el Archivo de Saavedra (caja 20) aparece una relación de los trece primeros empleados de la Caja de Amortización. Asimismo, dos cartas de agradecimiento por el empleo de José Manuel Aranalde y Francisco de Orbezua (director general de la Renta de la Real Lotería y ministro honorario del Consejo de Hacienda desde 1792 hasta 1801). Y dos solicitudes de empleo de José Antonio de Arana y Juan Naval Noroñas. 328 144 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo ría General encargada hasta entonces de los vales reales y pasaba a ingresar todos los fondos destinados a la amortización de la deuda pública. Ejercieron como contadores Pedro Vicente Galabert, desde 1799, y Salvador Rodríguez Palomeque, desde 1800.332 Sus cuentas debían pasar anualmente al Tribunal de la Contaduría Mayor, donde eran honorarios dichos contadores. A la cabeza del sistema se situaba el secretario de Hacienda, a través del cual se comunicaría el director de la Caja con el rey y de quien recibía las reales órdenes y demás disposiciones normativas. Por su lado, el Consejo de Hacienda debía ser informado de todas las cuentas. Y el de Castilla –que más tarde dirigirá la deuda pública–, por el momento, debía conocer todas las operaciones y promover el cumplimiento de las órdenes de la Secretaría de Hacienda en materia de deuda pública, incluidas las enajenaciones forzosas de propiedades.333 Poco tiempo después, en enero de 1799, el nuevo ministro de Hacienda, Soler, ordenó la constitución temporal de una Junta, llamada Suprema, a la que se dotó de competencia exclusiva en la dirección y ejecución de las enajenaciones de propiedades, forzosas y voluntarias, aprobadas para la aplicación de sus productos a la Caja de Amortización –«con absoluta inhibición de todos mis Consejos, Chancillerías, Audiencias y demás Tribunales de estos mis Reynos para dirigir las enagenaciones expresadas y resolver de plano y sin forma de juicio qualesquiera dudas respectivas a su execución»–, competencia que un mes después se extendió a toda la deuda pública, «considerando Yo que el objeto por su grande extensión y relaciones complicadas merece particular atención y LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit; FRANCISCO OLMOS, José María, de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 119, 122, 125, 128, 131, 134, 138, 142 y 149. 332 Guías de forasteros de 1799 a 1808, reproducidas por FRANCISCO OLMOS, José María, de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 143, 147, 151, 155, 159, 163, 168, 172, 176, 177 y 181. 333 Reales órdenes de 18 de noviembre de 1799, recogidas en la circular del día 29. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 4. La ejecución 145 cuidado, siendo asimismo necesario observar la más rígida uniformidad de principios y precaver qualesquiera dificultades capaces de retardar el feliz éxito de unas operaciones de cuyo pronto logro depende por varios respetos la felicidad de la Monarquía». Dicha junta se comunicaría directamente con el secretario de Hacienda, y el director de la subsistente Caja de Amortización, vocal de la misma junta, debía someterse a sus acuerdos. La Junta Suprema la formaron, como presidente, Antonio Despuig, arzobispo de Sevilla y consejero de Estado; como vocales, Gonzalo Josef de Vilches y Domingo Codina, consejeros de Castilla, Juan Gutiérrez Piñeres, consejero de Indias, y Manuel Sixto Espinosa, consejero de Hacienda y director de la Caja de Amortización; y como secretarios sin voto, Rodríguez de Castro y Baltasar Godínez de Paz, contadores de las temporalidades de la extinguida Compañía de Jesús.334 Además, contó con la participación de varios prelados, entre ellos Antonio Lorente y Félix Amat.335 Pero el sistema tampoco convenció y, en junio de ese mismo año de 1799, se volvió a la primitiva organización de 1794, de modo que se disolvió la Junta Suprema y la Caja de Amortización pasó a integrarse en la Tesorería General, aunque, de nuevo, sin confusión de fondos.336 En 1800 se nombró para el cargo de tesorero a Antonio Noriega Bada.337 Volvió a encomendarse el examen de las cuentas de la Caja al Tribunal de la Contaduría Mayor, en concreto a Manuel Hurtado, jefe de la oficina de renovación de vales Reales cédulas de 12 de enero, con decreto del 11, y 18 de febrero de 1799, con decreto del 13 (su comunicación al concejo de Lena, en Asturias, se custodia en la Biblioteca de Asturias, Ast. RCI-18). Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 144-146 y 167-170. 335 Catorce prelados según HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit. 336 Real cédula de 6 de julio de 1799, con real decreto de 29 de junio. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 188-192. 337 En 1799 ejercía como contador del real fondo vitalicio y como ministro honorario del Tribunal de la Contaduría Mayor. Desde 1801 aparece, como tesorero general, en la Sala de Gobierno del Consejo de Hacienda. FRANCISCO OLMOS, José María de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 143, 147, 148, 152, 156, 160, 164, 169, 174 y 178. 334 146 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo reales y ministro honorario del Tribunal de la Contaduría Mayor.338 Y al Consejo de Castilla su inspección general y también la consulta al rey por medio de su secretario de Hacienda. Por su parte, se facultó a un ministro del Consejo de Hacienda para la resolución de las dudas que planteasen las enajenaciones de bienes aplicadas a la Caja.339 La gestión de la Junta Suprema había sido, en teoría, satisfactoria: «He visto con mucha satisfacción mía que nada ha quedado que hacer a la Junta para corresponder a mi Real confianza, habiendo producido los mejores efectos así la Instrucción que me consultó y aprobé en treinta de enero fixando las reglas uniformes y justas que debían guiar todas las enagenaciones, como las demás providencias dirigidas al gobierno interior de la Caxa de Amortización y a asegurar el acierto de todas sus operaciones».340 Pero lo cierto es que la acumulación de vales reales había llevado a una insostenible depreciación de los mismos y la necesidad de dinero efectivo era acuciante para una Real Hacienda cada vez más endeudada: «llegó la necesidad a tal extremo que puso en peligro el Estado».341 La Junta Suprema no quedó exenta de responsabilidad: «La historia de esta corporación, en los seis meses de su existencia, acredita que ha conspirado, si se quiere inocentemente, con su conducta a destruir el crédito del papel».342 De la Caja se emplearon constantemente fondos para otras necesidades distintas a la amortización de la deuda pública, precisamente lo que se había querido evitar con El 16 de enero de 1800 se dictaron reglas para las cuentas de la Caja de Amortización. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Manuel Hurtado fue jefe de la Oficina de Renovación de Vales Reales y ministro honorario del Tribunal de la Contaduría Mayor de 1792 a 1805. FRANCISCO OLMOS, José María de, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 120, 123, 126, 129, 132, 136, 138, 139, 143, 147, 150, 154, 158, 163 y 167. 339 Real orden de 15 de octubre de 1799. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias relativas a vales reales…, op. cit. 340 Real cédula de 6 de julio de 1799. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 188-192. 341 Consulta del señor Soler en 1799, op. cit. 342 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 19-20. 338 4. La ejecución 147 su establecimiento. En este sentido, tras la supresión de la Junta Suprema y la adscripción de la Caja de Amortización a la Tesorería, continuaron las críticas a la gestión del director de la Caja, Espinosa, y al tesorero general, Noriega, uno porque dejaba tomar y otro porque tomaba caudales de dicho fondo a causa de sus graves necesidades, en una situación de amenaza constante de suspensión de pagos.343 Los que habían reclamado siempre la separación entre Caja y Tesorería –«en lo que estribaba el sostenimiento del crédito»– no dejaron de reprobar su unión.344 Años más tarde, en 1811, Canga Argüelles recordará que «la primera vez que la tesorería real libró sobre las cajas de consolidación a título de reintegro, se dio el ataque más funesto al crédito y se abrió la puerta al exceso, que llegó al extremo de suspenderse las extinciones y el pago de los réditos y de aumentarse la deuda con el importe de los intereses pertenecientes a los capitales de las fincas que se vendían».345 La medida que se tomó entonces por Soler fue la creación de cajas de reducción o descuento en trece provincias, encargadas de canjear vales por metálico –con una rebaja del seis por ciento sobre su primitivo valor, para igualar ambas monedas– en los casos previstos por la normativa en vigor, que pretendía impulsar el comercio de los vales. No se admitía ni «la falta de crédito público» ni «la desconfianza de la seguridad de este papel moneda», sino que la crisis se achacaba a la abusiva negociación privada de los vales.346 343 Sobre la disposición de fondos de la Caja, vid. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 139-141. 344 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 19-20. 345 Memoria presentada al Consejo Supremo de Regencia sobre las bases del crédito público (Cádiz, 6 de marzo de 1811), en D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 1, p. 787. 346 Vid. reales cédulas de 8 de abril, 17 de julio y 10 de noviembre de 1799, y real orden de 20 de agosto del mismo año circulada al día siguiente, aclaradas por circular de 7 de abril de 1800. Las cajas de reducción se ordenaron instalar en Madrid, Cádiz, Barcelona, Sevilla, Málaga, Bilbao, Coruña, Alicante, Cartagena, Valencia, Santander, Pamplona y Mallorca. Sus fondos se especifican en la real cédula de 10 de noviembre de 1799: todos los que produzcan los arbitrios destinados a la amortización de los vales y una nueva contribución sobre artículos de lujo. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 184-185, 192-210, 214, 236-242 y 310- 148 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Pero tampoco fue una solución adecuada e incluso empeoró sobremanera la situación. Las cajas-bancos no obtuvieron la totalidad de los fondos consignados a las mismas, de modo que en algunos lugares ni siquiera llegaron a establecerse de forma organizada.347 Muchos poseedores de vales querían cambiarlos por dinero efectivo, aun con la rebaja, y las cajas acumularon una gran masa de papel-moneda. Por su parte, los criticados agiotistas348 no cesaron en sus cambios. La situación perjudicaba, sobre todo, a los colonos, que acudían a dichos especuladores para pagar sus rentas y deudas, ya que la nueva normativa ordenaba el pago en vales –con el correspondiente descuento– de los haberes de los asalariados, artesanos, labradores, jornaleros, tenderos al por menor y criados, que luego podrían cambiarlos por metálico en dichas cajas de reducción. Por el contrario, la Hacienda no admitía el pago de tributos y derechos en vales. En cuanto a la enajenación de propiedades desamortizadas, se siguió intentando activar las ventas. Se ampliaron las posibilidades 314. En el A.H.N., Estado, legajos 3.210, 3.211 y 3.212, se conservan varias propuestas sobre dichas cajas de descuentos, de Juan López de Flor (mayo de 1793), Juan Francisco Álvarez Posadilla (diciembre de 1794 y agosto de 1799), Miguel de Archeverroa (septiembre de 1799) y Gaspar Rafael (junio de 1800). 347 En sus diarios, Jovellanos relata las dificultades económicas por las que atravesaba al cobrar parte de su sueldo en vales que no le permitían cambiar por dinero en las cajas de reducción. La de Madrid, donde era residente y percibía dicho sueldo, le castigaba porque no había contribuido a sus fondos; la de Santander, en cuyo distrito residía temporalmente, no estaba organizada, lo mismo que la subalterna del Principado de Asturias, donde ni siquiera se había recibido instrucción alguna para su formación. Vid. diarios de 9 de julio, 14 y 21 de agosto de 1795 (Diarios, 1790-1797, op. cit.) y Cartas a M.ª Gertrudis del Busto (10 de abril, 17 de mayo, 19 a 24 de septiembre y 6 de diciembre de 1799), en B.A.E., 50, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 2, Madrid, 1952, pp. 334, 335, 337-338 y 341. 348 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 2, op. cit., p. 241, los define como los que, sin corredor jurado de número de las plazas de comercio, se mezclan a negociadores de vales o a hacer su cambio en metálico. Contra ellos se pronuncia la real cédula de 8 de abril de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 4. La ejecución 149 de redimir censos con vales349 e incluso las cajas de reducción dieron preferencia en el cambio de vales por dinero a los que deseaban comprar fincas.350 Pero las ventas se resintieron. Godoy representa gráficamente la situación cuando nos dice que el público llamaba a las cajas «tonel sin fondo de las Danaides». Por su parte, Canga Argüelles afirma que «es imposible describir exactamente el trastorno que ocasionó la publicación de tal injusta ley, que destruía las bases de la confianza y de la moral pública».351 En este momento se comienza a hablar ya de descrédito.352 En este contexto se intentó llevar a cabo un ambicioso y discutido proyecto, promovido por el propio Soler, que encomendaba a la Iglesia el gobierno de la deuda pública, a cambio de que a su amortización se aplicasen todos los bienes, rentas y propiedades eclesiásticas.353 Dicho proyecto implicaba la cesión por la Hacienda a la Iglesia de la administración de todos los arbitrios consignados a dicha deuda pública, entre ellos las enajenaciones forzosas de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas y las voluntarias de las fundaciones eclesiásticas y de los mayorazgos. Para llevarlo a efecto se formó una «Junta extraordinaria encargada de sostener el crédito de los vales reales». La presidía el comisario general de Cruzada y como diputado regio se nombró al intendente de Guadalajara. Como vocales, estaban representados los cabildos catedralicios de Toledo, Sevilla, Santiago, Granada, Burgos, Tarragona, Zaragoza, Valencia, Calahorra, Segovia, Cuenca, Murcia, 349 Real cédula de 10 de noviembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 350 Reales órdenes de 26 de octubre y 18 de noviembre de 1799. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 351 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 329-331. 352 GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 165 y 277-280. 353 En el A.H.N., Estado, legajos 3.211, 2, y 3.212, 1, se conserva una propuesta firmada el 26 de enero de 1799 por Francisco Antonio Rojo para la creación de un fondo de amortización garantizado por la Iglesia. Al margen de dicho documento se precisa lo que sigue: «Tiene el inconveniente bastante grande de dar al clero una influencia desmedida activa en los negocios del Estado». 150 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Canarias, Barcelona y Mallorca.354 A dichos cabildos se les encomendaba la administración de los arbitrios destinados a la consolidación de la deuda pública, bajo la dirección de una Junta integrada solo por eclesiásticos (una dignidad para la presidencia y seis canónigos o dignidades de las iglesias con plazas perpetuas dotadas con determinada renta, como vocales), cuyo primer nombramiento competía al rey, pero los subsiguientes a la propia Iglesia. Esta solución agradaba a algunos ministros que no veían otro modo de conseguir caudales para, sobre todo, garantizar el crédito público. Según Godoy, «las rentas eclesiásticas, sin contar los dones de los fieles, eran más que dobles o triples que las del Estado». Y a la Iglesia le convenía, porque dirigiría las desamortizaciones acordadas: «El clero aplaudía este recurso, por amor a la patria o para evitar subsidios y precaver la venta de los bienes superfluos de la Iglesia, o por la influencia de la Iglesia en los negocios de Estado».355 Pero, finalmente, no se llegó a un acuerdo y el plan, que «anduvo cerca de tener efecto»,356 se abandonó. No todos estaban de acuerdo en dejar en manos de la Iglesia la deuda del Estado, con sus correspondientes rentas, y, para evitarlo, insistieron en que los rendimientos de dichos fondos eran suficientes para cubrir dicha deuda: «Las bases bajo las cuales se allanaba el clero a cuidar del pago y extinción de vales reales, lejos de traer desahogos al erario, sin los cuales no es posible consolidar el crédito, debían aumentar sus urgencias en razón directa del importe de los fondos que de él se segregaban para pasar exclusivamente a manos del cuerpo eclesiástico».357 Pero, de hecho, el simple rumor de que la Iglesia garan354 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 24-28, proporciona sus nombres: José Eustaquio Moreno y Martín Santalla (Toledo), Francisco Utrera (Sevilla), Evaristo Bejarano (Santiago), Pablo Andeiro (Granada), Manuel Quintano (Burgos), Félix Amat (Tarragona), Antonio Arostegui (Zaragoza), Ramón Urra (Valencia), Juan Llorente (Calahorra), Pedro Álvaro y Jimeno (Segovia), Juan Duro (Cuenca), Antonio de la Cuesta (Murcia), Juan Salazar y Porlier (Canarias), Ramón Dou (Barcelona) y Pedro Mas (Mallorca). 355 GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., pp. 270 y 319-320. 356 Ibídem. 357 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 24-28. 4. La ejecución 151 tizaría con sus bienes, rentas y propiedades los intereses y capitales que formaban la deuda pública «hizo baxar algún tanto el agio».358 Y, en general, el proyecto llamó «grandemente la atención pública».359 Finalmente, en agosto de 1800, se separó, de nuevo, de la Tesorería General la nueva Caja de Consolidación y Extinción,360 que pasó a depender de una Comisión Gubernativa de Consolidación de Vales y Cajas de Extinción y Descuento, integrada en el Consejo de Castilla, que se convirtió, así, en la máxima autoridad en materia de deuda pública: «Nadie mejor que este mismo Tribunal baxo mi inmediata Real autoridad podrá desempeñar la execución exacta de los diferentes puntos y objetos que comprehende y deben jugar contemporáneamente baxo un impulso uniforme, qual exige de suyo el establecimiento del nuevo sistema».361 De este modo, el Consejo legislaría y resolvería en última instancia judicial,362 y la Comisión propondría normativa y la ejecutaría. Por su parte, el Consejo de Hacienda recuperó, en 1803, sus competencias en materia de incorporación de señoríos, jurisdicciones, oficios, derechos y bienes, para lo cual tendría que estar en Consulta del señor Soler en 1799, op. cit. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 24-28. 360 La estricta separación de los fondos de la Caja y de la Tesorería se recuerda por circular de 13 de diciembre de 1804. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; Consejos, libro 2.688. 361 Pragmática de 30 de agosto de 1800. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 328-350. Vid. también las reales órdenes de 25 de marzo de 1800 y 4 de septiembre de 1801 (sometimiento al Consejo de los que gocen de fuero militar u otro privilegio. Nov. Rec., 6, 4, 26), la circular de 16 de septiembre del mismo último año (el Consejo es el órgano director de todos los arbitrios destinados a la consolidación de los vales reales, aun frente a fueros militares y otros privilegiados. Suplemento a la Colección…, III, op. cit., pp. 97-98; Nov. Rec. 6, 4, 26 y Suplemento, 4, 5, 1) y la real cédula de 7 de noviembre de 1805 (recuerda las competencias del Consejo en todo lo relativo a consolidación de la deuda pública. Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, op. cit.). 362 La real cédula de 7 de noviembre de 1805 aclara que los recursos contra las actuaciones judiciales en las enajenaciones se resolverían en la sala de Gobierno del Consejo, con inhibición de los demás tribunales del Reino. Reales Órdenes comunicadas por la Audiencia de Asturias, op. cit. 358 359 152 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo íntima relación con la Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla, ya que a su Caja irían los pertenecientes a manos muertas desamortizables.363 La Comisión Gubernativa la presidía el gobernador del mismo Consejo. Tenía su propia Contaduría, que sería la nueva Caja de Consolidación, dirigida por Espinosa, y una Secretaría a cargo de Orellana. Como vocales natos participaban el comisario general de las tres gracias de Cruzada, Subsidio y Excusado y el colector general de Expolios. El resto de vocales eran cinco ministros que venían trabajando en la nueva organización de la deuda pública: Miguel de Mendinueta y Múzquiz, Gonzalo Joseph de Vilches, Antonio Alarcón Lozano, Benito Fuente y Felipe Ignacio Canga Argüelles. Y también los individuos elegidos para presidir los sorteos de la rifa aprobada para surtir de fondos a las cajas de reducción y para examinar las reglas aprobadas para tales cajas:364 Juan de Morales Guzmán y Tovar, consejero de Castilla, Bernardo de Febrer y Manuel Sixto Espinosa, consejeros de Hacienda, Esteban Antonio de Orellana, alcalde de casa y corte, y Manuel Antonio García Herreros, procurador general de los Reinos. Además, se nombró vocal a Joseph Pérez Caballero, consejero de Hacienda, a quien se había encomendado la resolución de dudas sobre la ejecución de los reales decretos de 19 de septiembre de 1798. Con esta nueva dirección, la crítica situación del crédito público se estabilizó, pero ya era tarde.365 La crisis que asoló de Real decreto de 2 de febrero de 1803 (Nov. Rec., 6, 10, 16). Vid. también real cédula de 29 de abril con las reglas de reversión (Reales Órdenes comunicadas por la Audiencia de Asturias, op. cit.). 364 Reales cédulas de 1 de diciembre de 1799 y 6 de mayo de 1800. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 252-266 y 320-322. 365 En 1802 José Mauricio de Chone y Acha proponía la creación de una nueva Junta para la liquidación de la deuda nacional. En ella no participaría ningún miembro del Consejo de Castilla porque, decía, al mismo no correspondía el gobierno de la deuda y solo intervenía indirectamente en la Caja de Consolidación a través de su Comisión de Gobierno. Vid. Apéndice a la representación de la Junta formada para la liquidación de la deuda nacional (21 de julio de 1802). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, 1. 363 4. La ejecución 153 hambre y enfermedad al país en 1804366 y la reanudación de la guerra contra Inglaterra en 1805, tras tres años de paz, hicieron necesario, de nuevo, la aplicación de los fondos de amortización a las nuevas necesidades. Al año siguiente se formó una Junta de Comerciantes, intervenida por la Caja de Amortización, encargada de ejecutar un préstamo voluntario en vales a devolver en dinero al interés del cinco por ciento. Los prestamistas recibían cuatro pagarés a satisfacer en cuatro plazos, de seis, doce, dieciocho y veinticuatro meses. Dichas obligaciones de comercio se admitirían como cuarta parte del precio en la compra de propiedades de fundaciones benéficas y piadosas. Y la Caja debía entregar semanalmente a la Junta de Comerciantes la correspondiente cuarta parte del producto de dichas ventas.367 No faltaron los críticos contra estas medidas, que consideraban que daban «impulso a la quimera de convertir la caja de amortización y consolidación en un establecimiento mercantil, emprendiendo operaciones violentas, sin cálculo ni conocimiento, y todo para alucinar al público para que no viera más a las claras tanta dilapidación y desorden».368 La Comisión Gubernativa del Consejo de Castilla asumirá también la dirección de la desamortización de la propiedad eclesiástica aprobada en 1805 y 1807, pero en este caso compartirá sus atribuciones con una Junta particular, creada por las circunstancias de especial urgencia, formada por José Eustaquio Moreno, consejero de Estado y colector general de Expolios y Vacantes, Patricio Martínez de Bustos, comisario general de la Santa Cruzada, Gonzalo José de Vilches, del Consejo y Cámara de Castilla, Manuel Sixto Espinosa, como miembro del Consejo de Hacienda, y varios ministros de la propia Comisión Gubernativa.369 Vid. A.H.N., Consejos suprimidos, libro 1.502 E. GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., pp. 129-130. 368 Son palabras de un Informe sobre vales, anónimo, firmado en Sevilla, el 13 de julio de 1809. Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (95.212). 369 Real cédula de 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 366 367 154 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Como hemos adelantado, la asunción de la deuda pública por el Consejo de Castilla mejoró la situación financiera, pero tampoco logró superarla. Y la ira se dirigirá desde entonces contra los hombres más implicados en su administración, Godoy, Soler, Espinosa370 y Noriega: «El Rey engañado por su favorito y auxiliando este a Espinosa y Soler».371 El argumento de oposición más común en esta época y posteriormente fue, de nuevo, sin duda, la utilización de los fondos destinados a la amortización de la deuda para otros fines. El Consejo de Castilla dio continuas órdenes para evitar tal extremo, pero la débil situación de la Hacienda pudo más que el buen orden en la separación de los caudales.372 Años más tarde, se achacaba el descrédito de la Hacienda de Carlos IV a tal confusión de fondos. Así decía un editorial del Eco del comercio, fechado el 3 de marzo de 1836: «Entonces se convino en que el crédito público debía ser independiente en un todo de la llamada Real Hacienda, y al efecto se creó una Comisión Gubernativa, que por bastante tiempo fue conservadora celosa del crédito nacional. Mas, apenas entendió el público que el Ministro de Hacienda, con un oficio reservadísimo, pedía cierta cantidad a la Caja bajo la protesta de reintegro, empezó a desmoronarse el edificio. Es verdad que el virtuoso patriota don Gregorio de la Cuesta, presidente de la Comisión Gubernativa, tuvo la valentía de resistir la demanda del Gobierno hasta por tercera vez, pero Godoy tenía ya demasiado valimiento y no le fue difícil deshacerse de los hombres íntegros, poniendo en su lugar la corrupción, de donde nos vino esa En su defensa sale Godoy años después: «[…] mantuvo a flota tantos años la nave de la hacienda, por entre cuyas manos corrieron largo tiempo todos los fondos del Estado, y pidió después limosna». Memorias…, 2, op. cit., p. 60. También se pronuncia en defensa de Soler (p. 249). 371 Informe sobre vales, op. cit. 372 La circular de 13 de diciembre de 1804 prohibió expresamente hacer uso de los caudales de la Caja de Consolidación y de la Real Hacienda sin expresa real orden. Suplemento a la Colección…, III, op. cit., p. 487; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. Vid. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 185-191. 370 4. La ejecución 155 escuela inmoral e infidente que jamás borrará el justo odio de los buenos españoles».373 4.1.2. La Administración provincial y local Para la ejecución de las medidas tomadas para la amortización de la deuda pública, incluida la desamortización, la Administración central, es decir, el órgano de dirección, tuvo que servirse de órganos provinciales y locales. No se creó una administración específica sino que las funciones se encomendaron a las autoridades existentes –intendentes, justicias, síndicos personeros y escribanos–, aunque también se nombraron comisionados especiales de dicha administración central. Las dudas que habían surgido con las primeras propuestas desamortizadoras relativas a la jurisdicción –real o eclesiástica– a la que pertenecían las fundaciones benéficas y piadosas, se saldaron, como sabemos, con la calificación de estas como «establecimientos públicos» sometidos a la jurisdicción real ordinaria, tal como habían defendido, entre otros, Sempere y Guarinos y Jovellanos.374 Pero, como había ocurrido en la teoría, en la práctica no fue fácil distinguir claramente la jurisdicción competente, sobre todo porque era difícil discernir entre las fundaciones benéficas y piadosas, cuya enajenación era forzosa, y las puramente eclesiásticas, cuya venta era solo voluntaria y competía a la jurisdicción eclesiástica.375 Por su lado, algunas de dichas fundaciones benéficas y piadosas contaban con un fuero privilegiado que les permitía tener un 373 Dicho editorial lo reproduce Antonio ELORZA, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 163-167. 374 Vid. supra, capítulo 2, notas 89 y 186. 375 Vid. instrucción de 29 de enero de 1799, instrucción adicional de 27 de diciembre y reglamento de 21 de octubre de 1800. Una de las reales órdenes de 18 de noviembre de 1799, incluida en la Circular del Consejo de 29, se dictó específicamente para resolver los posibles conflictos de jurisdicción, que suponían un importante retraso en las ventas (Nov. Rec., 1, 5, 23). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 156 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo juez conservador o protector propio y, aunque en un primer momento se pensó que estos podían sustituir a las justicias locales ordinarias, con aviso al intendente, pronto se ordenó que no se entrometiesen en las enajenaciones, aunque, como los patronos y administradores, seguirían ejerciendo sus funciones respecto del capital en que se subrogasen los bienes inmuebles vendidos.376 En cuanto a los patronatos de sangre, cuya enajenación no era forzosa, se consideraron en general laicales, incluso aunque sus poseedores fueran eclesiásticos, con lo que, en su caso, la competencia para su venta voluntaria era de la jurisdicción real ordinaria. Por lo que se refiere a la propiedad puramente eclesiástica, como hemos adelantado, la enajenación voluntaria de los bienes propios de capellanías y otras fundaciones eclesiásticas se encomendó a la jurisdicción de la Iglesia, por lo menos hasta la aprobación del remate, ya que el otorgamiento de la escritura de compraventa era competencia de la jurisdicción real. Para resolver posibles conflictos de competencia, se dieron ciertas reglas. Así, si un establecimiento había sido fundado con caudales propios de la Iglesia o con el producto de rentas episcopales, siempre que el patronato fuese también eclesiástico, su venta correspondía a dicha jurisdicción. En caso contrario, si la fundación había sido fundada con bienes laicos, aunque su patronato fuera eclesiástico, la competencia era de la jurisdicción real. Y, para prevenir y terminar con dichos conflictos de jurisdicción que solían plantear los casos de bienes de fuero mixto o de dudosa procedencia y naturaleza espiritual o profana, se estableció que las fundaciones dotadas con caudales laicos y eclesiásticos conjuntamente, fuesen de patronato laical o eclesiástico, eran mixtas y la competencia sobre la enajenación de sus bienes correspondía a ambas jurisdicciones, aunque en caso de duda sobre su naturaleza resolvería la jurisdicción real. Los intendentes, como delegados de la Real Hacienda en las provincias, fueron considerados comisionados reales especiales La instrucción de 29 de enero de 1799 reconocía a dichos jueces conservadores o protectores competencia privativa en la enajenación de los bienes de sus fundaciones. Su adicional, de 27 de diciembre, ya les excluye de las enajenaciones. 376 4. La ejecución 157 para la ejecución de las medidas dispuestas para la amortización de la deuda pública, y, en concreto, las aprobadas por los reales decretos de 19 de septiembre de 1798,377 nuevas funciones que reforzaron su posición en el gobierno provincial.378 Eran los órganos intermedios entre las justicias locales, que ejecutaban las enajenaciones, y el órgano central que las dirigía, primero la Caja de Amortización, luego la Junta Suprema, la Tesorería General y, por fin, la Comisión Gubernativa. Y tenían relación directa con el Ministerio de Hacienda.379 Como autoridades provinciales superiores debían cuidar de la buena ejecución de las enajenaciones y demás normativa sobre las mismas: «Debe evitar toda etiqueta, precaver competencias y cortar dificultades, que más veces son suscitadas por el deseo de ostentar autoridad que por su verdadero exercicio», «a fin de apartar los obstáculos que puedan oponerse a su logro, estrechando particularmente a las justicias y dándoles a conocer que incurrirán en real desagrado siempre que no procedan con la actividad y pureza correspondiente».380 Los intendentes eran los competentes para aprobar los remates ejecutados por los jueces, en el plazo máximo de quince días desde su recepción, y, en total, dieciocho desde su celebración, ya 377 Circulares del Consejo de 28 de diciembre de 1798 (reales órdenes de 17 y 18) y 29 de noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 141-142 y 246-252; REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit. 378 Vid. JIMÉNEZ DE CISNEROS CID, Francisco Javier, «Desamortización y jurisdicción de Hacienda», en A.H.D.E., 54, 1984, pp. 449-475. Por declaración de 16 de enero de 1804 el Consejo recuerda que las competencias de los intendentes eran gubernativas y no contenciosas. GALLARDO FERNÁNDEZ, Francisco, Origen, progreso y estado de las rentas de la Corona de España…, 3, op. cit. 379 Circular de abril de 1799, que recuerda la instrucción de 29 de enero. El 10 de noviembre de 1800 la Comisión Gubernativa volvió a insistir, por otra circular, en que los intendentes debían enviar, extractados, los expedientes de subastas y remates. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit.; A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. 380 Circular de 29 de noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 246-252. 158 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo que dichos jueces debían elevárselos a los tres días. Los intendentes podían devolver los expedientes a las justicias para la subsanación de errores, medida destinada a evitar posibles recursos de nulidad. Además, en cualquier momento, dichas justicias podían consultarles toda clase de dudas. Y, en general, los intendentes tenían un poder de inspección sobre los jueces, concretado en facultades como el examen de las cuentas de gastos causados por las subastas –fundamentales para fijar las retribuciones de las autoridades intervinientes–, la promoción y el apremio para el cumplimiento de la normativa,381 la posible sustitución de los jueces por otros comisionados en casos de «omisión o confabulación»,382 y la avocación del conocimiento de los expedientes de venta, previa consulta del órgano central de dirección, «en algún caso de muy particulares circunstancias».383 Entre estos casos destacaba la ejecución directa de las subastas de bienes declarados exentos por los jueces «por fines particulares o por consideraciones y respetos a cuerpos poderosos y personas a quienes no han querido desagradar».384 En general, en marzo de 1800, se ordenó a los inten381 Circulares de 29 de noviembre y 10 de diciembre de 1799. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 246-252; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. En diciembre de 1800, el comisionado real de Orense, Fernando Rey, se quejaba de las resistencias que oponía la justicia de la villa de Allariz para la formación de las escrituras de venta de las fundaciones piadosas, ante lo cual la Comisión Gubernativa ordenó el correspondiente apremio contra la misma. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. 382 Así se recuerda por reales órdenes de 18 de noviembre de 1799, 26 de marzo de 1800 y 18 de noviembre de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. El 15 de noviembre de 1799 el intendente sevillano, el conde de Fuenteblanca, advirtió a las justicias de que si no le enviaban en treinta días los expedientes de las subastas realizadas y la razón del estado de los demás bienes enajenables, nombraría comisionados sustitutos (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012). El 3 de octubre de 1799 se aprobó el nombramiento de los comisionados del intendente de La Coruña (A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5). 383 El 4 de mayo de 1802 se recuerda que, en caso de demora en las ventas, los intendentes podían avocar las subastas de las que se ocupaban los jueces. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 384 Real orden de 15 de marzo 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5. Vid. infra, apartado 4. 2. 1, nota 409. 4. La ejecución 159 dentes el nombramiento de comisionados subalternos en las cabezas de partido de sus provincias para activar las enajenaciones.385 Si los intendentes eran los comisionados reales para la ejecución de los reales decretos de 19 de septiembre de 1798, los jueces ordinarios locales eran los subdelegados natos. En las capitales de provincia, donde la justicia la asumía el propio intendente por adhesión del corregimiento, las funciones se delegaban en los alcaldes mayores. Donde existiesen varios jueces ordinarios, cualquiera podía actuar de oficio, aunque la normativa prefería que todos se pusiesen de acuerdo. Además, los poseedores de las fundaciones benéficas y piadosas tenían preferencia para la elección de uno de esos jueces, en un plazo determinado, ocho días desde la publicación de la primera instrucción de 20 de enero de 1799. Los jueces ejecutaban todas las actuaciones destinadas a la enajenación de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas: tomaban razón de los bienes susceptibles de venta forzosa para formar los estados que debían remitir a los intendentes; ordenaban el nombramiento de peritos por parte de los representantes de las fundaciones y de los comisionados de amortización de la deuda pública para la tasación de los bienes, y, en caso de discordia, nombraban a un tercero; firmaban los carteles que anunciaban las ventas; dirigían las subastas en las casas consistoriales; elevaban a los intendentes los remates y publicaban su aprobación; y daban posesión a los nuevos propietarios una vez que hubiesen pagado el precio de la venta. Por su parte, ejercían funciones judiciales, como jueces de primera instancia, en los pleitos admitidos contra las enajenaciones, durante o tras el proceso de venta.386 Sin embargo, en la práctica, la actuación de algunas justicias locales entorpeció, como veremos, la ejecución de la normativa Real orden de 26 de marzo de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. En el A.H.N., Consejos, libro 2.689, se da cuenta de un expediente abierto por el abogado Pedro Antonio Sáenz, que solicitaba su nombramiento como comisionado para la enajenación de las fincas de unas obras pías de Cuenca, tras haber fallecido Luis Pisano. 386 Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 2. 1. 385 160 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo desamortizadora. Y también fueron acusados los jueces de apoderarse de los fondos destinados a la amortización de la deuda pública.387 Como miembros de los ayuntamientos, desde 1766,388 los procuradores síndicos personeros del común fueron encargados, en general, de vigilar el cumplimiento de los reales decretos de 19 de septiembre de 1798: promover las enajenaciones, excitar a las justicias al cumplimiento de las tareas que derivasen en las mismas y recurrir ante la autoridad provincial y central por cualquier tipo de irregularidad. Como hemos adelantado, la enajenación voluntaria de la propiedad puramente eclesiástica –capellanías y demás fundaciones eclesiásticas– se dejó en manos de la jurisdicción eclesiástica. Sin embargo, la venta forzosa de buena parte de la propiedad de la Iglesia aprobada en 1805 y 1807 se encomendó a jueces específicos, llamados jueces ejecutores o comisionados reales, que nombraba el rey a propuesta de la Comisión Gubernativa. Se les dotó de competencia exclusiva sobre otras justicias ordinarias, tribunales y, sobre todo, intendentes, con lo que, en estos casos, se eliminaba la autoridad provincial intermedia. Dichos jueces ejecutores se dividían por departamentos y, dentro de ellos, nombraban a subdelegados de distrito, preferiblemente entre las autoridades con jurisdicción ordinaria en los correspondientes territorios. Las justicias locales se ayudaban de los escribanos en todas las actuaciones requeridas por la normativa desamortizadora. En primer lugar, y de manera fundamental para el buen fin de las ventas, debían facilitar todos los datos que constasen en sus oficios para la confección de las relaciones de fincas enajenables, que no debían ser pocos, puesto que diversas disposiciones habían ido ordenándoles el registro de las vinculaciones y amortizaciones de la propiedad.389 Las subastas se ejecutaban por las justicias ante los 387 En la Secretaría de Gobierno del Consejo de Castilla se siguió un expediente remitido por la Comisión Gubernativa sobre la utilización de fondos de amortización por las justicias locales. A.H.N., Consejos, libro 2.689. 388 Real resolución de 5 de mayo de 1766. Nov. Rec., 7, 18, 1. 389 La pragmática de 31 de enero de 1768 ordenó el establecimiento de oficios de hipotecas en todas las cabezas de partido o jurisdicciones que señalasen 4. La ejecución 161 escribanos de número de los pueblos en cuyos oficios estuviesen situadas las fundaciones cuyos bienes se enajenasen, aunque, si se hallaban en un territorio distinto, el juez tenía libertad para nombrar al escribano más a propósito, en cuyo caso las actuaciones se llevarían a cabo mediante despachos hasta el remate, que debía celebrarse en el pueblo de las susodichas fundaciones. En cuanto a las propiedades puramente eclesiásticas ordenadas enajenar en 1805 y 1807, los jueces ejecutores podían elegir a los escribanos, preferentemente entre los notarios del reino, que debían participar en la tasación del valor de los bienes, y, si no lo hacían, para la subasta se nombraría escribano entre los de número del pueblo donde se celebrase. Por fin, los escribanos otorgaban las correspondientes escrituras de venta, títulos de propiedad para los compradores, que quedaban registrados en las contadurías de hipotecas del correspondiente partido en el plazo máximo de nueve días.390 las chancillerías y audiencias, que quedarían a cargo del escribano más antiguo del Ayuntamiento. En ellos debían registrarse todos los gravámenes o hipotecas de los inmuebles, entre los que se incluían las escrituras de mayorazgo y obras pías. Por real cédula de 10 de marzo de 1778 el registro se extendió a las donaciones piadosas de bienes inmuebles (Nov. Rec., 10, 16, 3 y 4). En 1780, cuando se ordenó la imposición en la renta del tabaco de todos los capitales existentes en depósitos públicos destinados a mayorazgos, vínculos, patronatos y obras pías, se ordenó la toma de razón de las correspondientes escrituras de censo en las contadurías de hipotecas (Nov. Rec., 10, 15, 25). En 1789 (real cédula de 14 de mayo) se prohibió la libre fundación de mayorazgos y en 1796 (real resolución de 20 de febrero) de capellanías y otras fundaciones perpetuas (Colección de todas las pragmáticas…, op. cit., pp. 29-30; Nov. Rec., 1, 12, 6). En esta línea de limitación y control de la propiedad vinculada y amortizada, en 1795, cuando se estableció una contribución del quince por ciento sobre las fundaciones de mayorazgos y adquisiciones de manos muertas, se ordenó el registro de dichas fundaciones y adquisiciones en las contadurías del ejército de las provincias y en las cabezas de partido, al tiempo del pago, bajo pena de nulidad (reales cédulas de 24 de agosto de 1795. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012). Para fortalecer dicha obligación, por real cédula de 17 de diciembre de 1798, se mandó a los escribanos enviar a los intendentes copias de todas las escrituras de fundaciones hechas ante ellos, bajo pena de privación de oficio (Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 138-139). Vid. supra, capítulo 3, nota 292. Vid. FIESTAS LOZA, Alicia, «La protección registral de los compradores de bienes eclesiásticos desamortizados (1863-1869)», en A.H.D.E., 53, 1983, pp. 333-363. 390 Vid. supra capítulo 3, apartado 3. 1. 2, nota 259. 162 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Aparte de las autoridades provinciales y locales, la Administración central de la deuda pública se valió de comisionados que nombró en las ciudades y pueblos más importantes del reino.391 Su encargo principal era la percepción de todas las cantidades que derivasen de los arbitrios aplicados a la deuda pública, entre ellos, los productos de las enajenaciones de los bienes raíces afectados por la normativa desamortizadora. A la cabeza de estos comisarios estaba el de Madrid, al que debía acudirse ante la inexistencia de postores en las subastas, para que se adoptasen las medidas oportunas, y también cuando las posturas en metálico no alcanzasen el valor de los bienes, para cubrir el desfalco en las escrituras de imposición que debían entregarse a los antiguos poseedores. A todas las autoridades intervinientes, en sentido amplio, en la ejecución de la normativa desamortizadora (intendentes, justicias, escribanos, comisionados, oficiales de juzgado, tasadores, administradores, otros empleados y representantes de los cuerpos o personas propietarias de los bienes enajenables) se les prohibió, desde 1800 expresamente, como respuesta a los abusos denunciados, concurrir, mediante posturas, a las subastas en las que interviniesen, bajo pena de nulidad.392 En 1807 dicha prohibición se extendió a sus ascendientes, descendientes y hermanos.393 Otro aspecto interesante y conflictivo fue el pago del trabajo de dichas autoridades, a través del cual se pretendió activar las Vid. un listado de los comisionados en 1803 en el apéndice documental 3. 1. Vid. instrucciones de 25 de diciembre de 1805 y 22 de octubre de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. También debieron establecerse juntas de consolidación de vales en las capitales de provincia, como es el caso de Oviedo, cuya existencia conocemos por las relaciones que mantuvo con la Diputación General del Principado de Asturias. Vid. sesión de 7 de abril de 1800. A.H.A., Junta General, libro 122. 392 Así se recuerda en la real orden de 8 de agosto de 1800. Por su parte, por circular de 10 de diciembre de 1803 se prohibió el embargo de los bienes propios de autoridades ocupadas de la deuda pública hasta que se separasen los propios de su comisión. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; Consejos, libro 2.688. 393 Real cédula de 21 de febrero de 1807. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 391 4. La ejecución 163 enajenaciones. Por las diligencias efectuadas en las tasaciones y subastas, los jueces y escribanos no cobraban derechos específicos, porque se entendía que actuaban de oficio, a costa de su salario. No obstante, a los jueces se les reconocieron distintas gratificaciones. Y los escribanos cobraban la mitad de los derechos que los compradores debían pagar por los remates, fijados en aranceles, y los correspondientes a las copias originales de las escrituras de venta. A cuenta de la Caja de Amortización quedaron las retribuciones de los peritos intervinientes en las tasaciones de los bienes. No obstante, la instrucción adicional aprobada en diciembre de 1799 y luego el reglamento de octubre de 1800 ordenaron que cada perito fuese pagado por la parte que le hubiese nombrado (comisionado de la Caja de Amortización, representante de la fundación benéfica o piadosa o autoridad eclesiástica en el caso de las fundaciones puramente eclesiásticas),394 de forma conjunta en caso de discordia (para lo que estaba previsto que el juez nombrase a un tercer perito), siempre que la venta se ejecutase.395 La misma división, por parte causante, se hacía respecto de otros gastos ocasionados por pretensiones particulares. En cuanto a los gastos de oficio se establecieron unas reglas en las que el pago iba a depender, en general, del precio de la venta ejecutada. Para su determinación debían seguirse los aranceles del Consejo y, en su defecto, la práctica seguida por costumbre en los A la Comisión de Consolidación llegó un expediente abierto por Antonio José Vigil de Quiñones sobre el pago de la tasa hecha por el marqués de Casapabón para la venta de una casa de su vínculo, en Sigüenza (1803). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 395 Instrucción adicional de 27 de diciembre de 1799 y reglamento de 21 de octubre de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. El 28 de mayo de 1800 la Comisión Gubernativa resolvió negativamente en un conflicto planteado en La Coruña por el pago de los salarios de unos peritos, Benito Figuerro y Joseph Antonio Varela, que habían actuado en una venta finalmente no ejecutada. Por su parte, el 18 de junio de ese mismo año se comunicó al intendente con jurisdicción en dicha provincia que los salarios de los peritos nombrados para la tasación de unas fincas de varias capellanías de la iglesia colegiata de la ciudad debían abonarse por el cabildo. A.H.N., Clero, legajo 1.490/5. 394 164 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo correspondientes pueblos. Así, los compradores abonarían los gastos cuando la cantidad del remate fuese igual o menor al del valor tasado y dichos gastos (en 1799 se preveía el abono por la Caja si las sumas coincidían), y los vendedores cuando superase ambas cantidades. De todos modos, se previó la aprobación de un tanto por ciento del capital de las ventas con el que compensar a los ejecutores de las mismas. En marzo de 1801 se ordenó el pago del uno por ciento de los remates aprobados a los intendentes o comisionados, aparte de lo que debían abonar los compradores y vendedores. A sus asesores se les daría un medio por ciento y a los jueces o subcomisionados otro medio. Esa cantidad se reducía a la mitad si el remate se ejecutaba en vales.396 Las previsiones variaron con la desamortización de los bienes puramente eclesiásticos aprobada en 1805 y reformada en 1807. De nuevo, cada parte pagaría los gastos que causase. Las retribuciones de los peritos serían también abonadas por la Caja, ahora con el límite de la tercera parte de su importe mientras no se ejecutase plenamente la venta. Por su parte, los escribanos ya no se regirían en el cobro de sus derechos por los aranceles, sino por las disposiciones dictadas por la Comisión Gubernativa.397 Los jueces, comisionados y otros delegados encargados de las enajenaciones ya tenían asignados premios equivalentes a un tanto por ciento del producto de la venta.398 Y se les prohibió, bajo pena de pérdida de su comisión, la percepción de otras cantidades. Reales órdenes de 22 de marzo, 25 de agosto y 10 de septiembre de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012; REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias relativas a vales reales…, op. cit. 397 En el mismo sentido, por real orden de 21 de febrero de 1801, se estableció una retribución máxima de dieciséis reales para los asesores que nombrasen los intendentes para la aprobación de los remates. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 398 Según la normativa de 1807 (real cédula de 21 de febrero), los comisionados tenían dietas y ayudas de costa señaladas por la Comisión Gubernativa, aparte del tanto por ciento sobre el importe de los remates. En cuanto a los jueces subdelegados, ese premio era de un uno por ciento si las ventas de ejecutaban en metálico y de un medio por ciento en caso de entrega de vales. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 396 4. La ejecución 165 4.2. Apuntes sobre las ventas Como hemos adelantado, en general, la sociedad no respondió como desde la corte se requería a las primeras medidas desamortizadoras. Los esfuerzos de los sucesivos órganos centrales encargados de la deuda pública para activar las enajenaciones forzosas fueron continuos. Y la resistencia la encontraron no solo por parte de los distintos estamentos sociales, sino también de las propias autoridades locales encargadas de llevarlas a cabo. 4.2.1. Las dificultades La abundante normativa que se fue dictando y los expedientes abiertos en los órganos de dirección y ejecución399 permiten conocer algunos de los problemas que, en la práctica, presentó la aplicación de la primera desamortización. Las disposiciones encaminadas a activar las ventas fueron continuas, desde 1798 hasta 1808, dirigidas a las autoridades reales y eclesiásticas que debían ejecutarlas.400 El objetivo era, sin duda, conseguir la pronta enajenación de todas las propiedades de los establecimientos piadosos. Luego, de los hospitalarios, ordenada 399 En el A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838, se custodia un registro de expedientes abiertos en la Comisión de Consolidación sobre las enajenaciones llevadas a cabo de 1803 a 1807. 400 Las múltiples y continuas reales órdenes y circulares dirigidas a los intendentes, comisionados, jueces, eclesiásticos, etcétera, para promover las enajenaciones, pueden consultarse en A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libros 6.012 y 6.013; Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5; Biblioteca de la R.A.H., 4/175; REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias respectivas a vales reales…, op. cit.; MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. Entre ellas destacaremos las circulares de 28 de diciembre de 1798 (reales órdenes de 17 y 18) y 29 de noviembre de 1799 (reales órdenes de 18). Por su parte, la real cédula de 12 de enero de 1799, que creaba la Junta Suprema, afirmaba que se estaba procediendo a la enajenación en todas las provincias, pero que hacía falta «precaver qualesquiera dificultades capaces de retardar el feliz éxito de unas operaciones de cuyo pronto logro depende, por varios respetos, la felicidad de la Monarquía». 166 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo en 1805.401 Y, por fin, de las puramente eclesiásticas. Las demoras y resistencias se debieron a múltiples causas. Así, para empezar, hubo muchos problemas en el acopio de información sobre las propiedades enajenables, ordenado por la normativa de 1799 y 1800, no solo por las resistencias que mostraban los eclesiásticos que debían facilitarlas,402 sino también por las achacables a las justicias y demás autoridades locales.403 Los conflictos entre los empleados Real orden de 30 de septiembre de 1805. Recuérdese que el reglamento de 21 de octubre de 1800 había vuelto al orden de prelación de ventas establecido en la instrucción de 29 de enero de 1799, después de la suspensión temporal recogida en la instrucción adicional de 27 de diciembre. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 1. 1. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 850, afirma que entonces ya quedaban pocas propiedades pertenecientes a obras piadosas, pero parece que la orden de venta de las propias de los establecimientos hospitalarios se debió a las premuras económicas por las que atravesaba entonces la Real Hacienda. 402 Por ejemplo, ya a principios del siglo XIX, se denunció ante el Consejo, por el propio obispo de Valladolid, la resistencia de los cofrades del hospital de Santa María de Esgueva a dar razón de sus obras pías aplicadas al socorro de enfermos (A.H.N., Consejos suprimidos, libro 2.688). En el mismo sentido, Manuel de Albea y Juan Pedro Subielas denunciaron en 1803 que el mayordomo de la fábrica de la iglesia parroquial de Montilla, en Córdoba, se resistía a entregar las relaciones de las fincas que administraba (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838). 403 La circular de 29 de noviembre de 1799, con las reales órdenes del día 18, hablaba de «los obstáculos que puedan oponerse a su logro, estrechando particularmente a las justicias y dándoles a conocer que incurrirán en real desagrado siempre que no procedan con la actividad y pureza correspondiente», y afirmaba que «una de las causas que han impedido el que se verificasen, en esta parte, las soberanas intenciones de Su Majestad han sido las competencias que han movido las justicias seculares a la jurisdicción eclesiástica», por lo que mandaba «se excite a las justicias el exacto desempeño de sus obligaciones, en particular, haciéndolas responsables de qualquiera morosidad». El 14 de diciembre de 1799 el intendente de La Coruña advirtió a las justicias locales que no informaban sobre los bienes enajenables que nombraría comisionados que supliesen su trabajo, a costa de los mismos jueces. Por real orden de 18 de diciembre de 1800 la Comisión Gubernativa incidió en los apremios que debían ordenarse contra las justicias que se resistiesen a la formación de las correspondientes relaciones de propiedades desamortizables, como era el caso del juez de Allariz, denunciado por el comisionado en Orense, Fernando Rey. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1940/5. 401 4. La ejecución 167 públicos encargados de la ejecución fueron constantes, sobre todo entre las justicias locales y los intendentes provinciales, normalmente cuando los segundos ejercían sus funciones de control sobre los primeros.404 También hubo intendentes, aunque menos, denunciados por no cumplir su cometido.405 Y fueron frecuentes los enfrentamientos entre las autoridades reales y las eclesiásticas.406 De hecho, los recursos sobre el incumplimiento de la normativa desamortizadora nunca cesaron.407 Por su parte, fueron muchas las solicitudes de suspensiones y exenciones de ventas, sobre todo de hospitales,408 tanto que en Así, el alcalde ordinario de Ciruelas de Guadalajara recurrió contra el intendente por lo que consideraba un agravio en la subasta de los bienes de la Hermandad de San Bartolomé (1803). El corregidor de Hita, también en Guadalajara, se quejó porque el intendente le había privado del conocimiento del expediente sobre la enajenación de las fincas de la memoria de Juan de Herrera Campuzano (1805). Por su lado, el alcalde mayor de Antequera, en Málaga, solicitó el levantamiento de los apercibimientos que se le habían hecho por el modo de ejecutar las enajenaciones (1804). Y el alcalde mayor de Granada acusó al intendente de interrumpir los expedientes de subasta y al escribano de retenerlos en su oficio con «mañosidad» (1805-1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 405 Los comisionados de Consolidación de Alicante denunciaron la suspensión de varios expedientes en la Intendencia (1805); y el comisionado de Consolidación de Almería achacó al intendente de Granada la desconfianza de los vecinos en la seguridad de las ventas de las fincas de las obras pías (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 406 Así, el Cabildo de Jaén insistió en que las justicias, intendentes, corregidores y comisionados regios se atuviesen a las relaciones de bienes dadas y en que cada uno entendiese de las enajenaciones que les correspondían (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 407 En 1803 Manuel Ruiz Conejo denunció la inobservancia y lentitud de las enajenaciones en Cabra, Córdoba, lo mismo que el abogado Manuel de Aliaga acusó de tal incumplimiento al corregidor de Lérida. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 408 Así, en 1803, solicitaron suspensiones y exenciones de ventas a la Comisión de Consolidación los administradores de los hospitales de Santa Ana y San Julián de Málaga, y de la capilla y colegio de San Severo de Barcelona, y Ciudad Rodrigo respecto de las fincas correspondientes a las iglesias de su diócesis. En el mismo sentido, en 1804, los patronos del Estudio de Gramática de Peñafiel, en Lan404 168 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 1802 la Comisión Gubernativa ordenó a los intendentes reclamar a las justicias de su jurisdicción todos los expedientes de enajenación en los que se hubiesen declarado exenciones sin su aprobación, para que las revisasen y, en su caso, procediesen a las correspondientes ventas, todo para evitar la arbitrariedad con la que actuaban algunos jueces.409 Tuvieron que dictarse normas para evitar algunos fraudes que se producían y se denunciaban en la ejecución de las ventas. gayo, Valladolid; el abogado Andrés Ibarra respecto de las fincas de una obra pía situada en Valencia; la Hermandad de la Caridad de Lucena para la casa de expósitos que administraba; y Juan Fernández Calienes, de Oviedo, respecto de las fincas de José González Reconco. Por su parte, un alcalde mayor de Granada dudaba de si debía enajenar las fincas del hospital de San Juan de Dios, que estaban exentos (vid. supra, capítulo 3, nota 230). En 1805, solicitó tal exención el convento de San Francisco de Jaén para una finca vinculada por el cardenal Baltasar Moscoso; y José del Camino Hevia, vecino de Siero (Asturias), para las fincas de la escuela fundada en la parroquia de Valdesoto. Por su parte, Salamanca representó sobre los perjuicios que suponía a la ciudad la venta de los bienes del hospital general de la Santísima Trinidad, pero se ordenó proseguir con dicha enajenación (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838). En 1806, el convento del Carmen de Barcelona pidió la suspensión de la venta de una finca rústica como obra pía (FONTANA, Josep., La quiebra de la Monarquía absoluta…, op. cit., p. 157). El mismo año, Santiago pidió la exención de los bienes del hospital principal de dicha ciudad (A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1.940/5). Por las mismas fechas, el intendente de Murcia consultaba al Consejo de Castilla sobre la enajenación o exención de las fincas propias de las capellanías del coro de la iglesia de San Bartolomé fundadas por Domingo Ferro (A.H.N., Consejos, libro 2.689). Por su parte, los regidores de la casa de huérfanos de Zaragoza pidieron que sus bienes se excluyesen de la enajenación forzosa. El cabildo de la catedral de Oviedo solicitó la suspensión de la venta de los hospitales de San Juan, Santiago y Convalecencia. Juan Barrán, presbítero de dicha catedral, pidió la exención de las fincas del hospital de Santa Marina de Villallana, en Lena. Y el presbítero Manuel Pérez Ruiz logró la suspensión de la enajenación de los bienes vinculados por Teresa Poxo. Por su lado, Antonio Salcedo exigió la exención de las fincas de una capellanía situada en Guadix. Y Salamanca pidió que el hospital de la Santísima Trinidad siguiese percibiendo todas las rentas de sus bienes, que aún no se habían enajenado. En 1807 Antonio Roca y Pertusa, administrador de un colegio de enseñanza de niñas en Valencia, reclamó la exención para sus fincas (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838). 409 Real orden de 15 de marzo de 1802. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1940/5. 4. La ejecución 169 Así, para que las autoridades competentes en la materia no participasen en las subastas.410 Por su parte, la extendida práctica de pagar en vales las posturas hechas en metálico, que, como sabemos, eran preferidas a aquellas, tuvo que ser prohibida expresamente.411 En este sentido, también hubo denuncias por los bajos precios a los que se vendían algunas fincas.412 E hizo falta que se declarase expresamente la nulidad de las ventas privadas –bajo pena de privación de oficio al escribano que otorgase la correspondiente escritura– que se hicieran de los bienes afectados por la desamortización, al ser «repetidas las transgresiones que ocurren de esta naturaleza, con grave perjuicio de los fondos de consolidación». Y es que la Iglesia, desde un principio, intentó vender sus propiedades antes de que fuesen desamortizadas.413 Incluso la Comisión Gubernativa se arrogó la competencia para autorizar Real orden de 8 de agosto de 1800. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 411 Reales órdenes de 26 de octubre de 1799 y 17 de enero de 1800. REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Recopilación de todas las providencias relativas a vales reales…, op. cit.; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. En 1807 se abrió en la Comisión de Consolidación un expediente promovido por el intendente de Jaén sobre la pretensión de Joaquín de Torres y Camacho de pagar con vales una parte del precio en metálico ofrecido para la compra de varias fincas. Parecidos problemas planteó el convento de religiosas franciscanas de Santa Clara, de Guadalajara, al querer pagar con vales fincas adquiridas con posturas en metálico. Por su lado, Antonio Andrade Enrique solicitó la admisión de vales para el pago de las fincas de la obra pía del arcediano Rodrigo Pérez, situadas en Casar, Cáceres (1803). Y varios vecinos de Almoradiel denunciaron a Vicente Martínez, a cuyo favor se había rematado una casa, por querer pagar en vales lo ofrecido en dinero (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 412 Así lo denunció Antonio Martín respecto de una huerta perteneciente a una capellanía, situada en Toledo, pagada en vales reales (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 413 Así, en 1805, la abadesa del monasterio de Las Dueñas de Sevilla solicitó licencia para enajenar algunas fincas que le pertenecían; y lo mismo hizo el convento de Santa Ana, en Montilla, y, en 1806, el monasterio de San Gerónimo, en San Juan de Barrameda. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 410 170 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo cualquier venta que intentasen los establecimientos benéficos y piadosos e incluso los cuerpos y personas eclesiásticas, porque confundían los bienes afectados por la desamortización con los propiamente eclesiásticos excluidos de la misma, para proceder a su enajenación.414 La misma nulidad se declaró para las hipotecas impuestas sobre dichas propiedades previas a las ventas forzosas, porque dichas cargas se comprendían en el concepto de enajenaciones prohibidas.415 Al contrario, también abundaron las solicitudes particulares para que se ejecutasen las enajenaciones de las propiedades seudo y eclesiásticas, incluidas las promovidas por los poseedores de las mismas.416 Por su lado, hubo protestas por parte de los compradores que se encontraron con que las fincas adquiridas medían menos de lo que indicaban los anuncios de subasta, pero la Comisión Gubernativa precisó que tal extremo tenía solo carácter explicativo, por ser la venta ad corpus et non ad mensuram, a no ser que se establecie- Reales órdenes de 12 de mayo y 21 de diciembre de 1804. Reales Órdenes comunicadas por la Real Audiencia de Asturias, op. cit.; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 415 La real orden de 12 de noviembre de 1803 declaró, así, la nulidad de las daciones a censo o tributo. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. A comienzos del siglo XIX se abrió en el Consejo de Castilla un expediente promovido por los hermanos mayores de una hermandad de ánimas de la iglesia parroquial de la villa de Monda contra el alcalde mayor, que impedía el arriendo de varias de sus fincas. A.H.N., Consejos, libro 2.688. 416 Antonio Cararas-Altas pedía que se le vendiese una porción del patio que lindaba con su casa perteneciente al hospital de San Gerónimo, en Almargo (1803); Antonio Orejudo que se sacasen a subasta las tierras de Nuestra Señora de la Concepción, en Aravaca, Madrid (1803); Antonio García Acosta daba noticia de que las fincas del hospital de Sigüenza, Medinaceli y Atienza, lo mismo que las propias de las obras pías de la diócesis, estaban sin enajenar (1805); Alejandro Ventura de Angulo, de Vallecas, pretendía se le prefiriese en el remate de las fincas que poseía del Patronato Real de Legos fundado por Gabriel Verdugo (1805); Alonso Riarola, teniente de la villa de Utrera, en Sevilla, pedía la enajenación de las fincas de la fundación de Francisco Javier de León, las demás «no espiritualizadas» y las del hospital del Amor de Dios (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 414 4. La ejecución 171 se otra cosa en las condiciones del remate.417 Algunos pretendieron modificar el precio de la tasa.418 Y otros reclamaron la nulidad del remate y la devolución del precio pagado, por distintas causas.419 También fueron frecuentes las solicitudes para aplazar el pago del precio.420 Los compradores también protestaron por la falta de entrega de los títulos de propiedad de los bienes adquiridos.421 Como Real orden de 15 de octubre de 1806. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 418 Así, Antonio Cañedo representó sobre los perjuicios sufridos en las fincas compradas pertenecientes a la obra pía de Leandro Muñoz de la Vega como consecuencia de la crecida del río Lena (Asturias), de modo que había cambiado su valor de tasación (1804-1805). Andrés Merino, de Madrid, pidió un nuevo aprecio de las fincas de una capellanía rematadas a su favor, por considerar el precio excesivo (1805). Y Juan Javier Castillo, de Alcalá de Henares, reclamó la nulidad del remate de varias propiedades de memorias pías, después de que los patronos y administradores se hubiesen quedado con las mejoras, lo que había reducido a la mitad su precio. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 419 Por ejemplo, «José Siclusa y Compañía» pidió la cantidad entregada por la compra de una casa en La Trapería de la obra pía de José Antonio Salván que, finalmente, no se había llevado a cabo (1803). José Antonio Mañas y Pedro González Soto, vecinos de Ejea, hicieron lo mismo (1805). Y Benito Alonso solicitó la devolución del precio pagado por unas fincas de la cofradía de San Juan Bautista, en Manzanas, León, y que se volviese a sacar a remate (1803). Por su parte, Antonio Garrido pidió que se le exonerase de la postura hecha para la compra de una huerta del convento de religiosos trinitarios descalzos de Úbeda, Jaén (1804). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 420 Así lo solicitaron Antonio Altozano, de Viso del Marqués, de La Mancha (1803); Alfonso de Guevara, de Lorca (1804); Antonio Berjano, de Mérida (1804), José Fernández, de Casabermeja, en Málaga, y Engracia López y Manuel del Olmo, de Ávila (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. La normativa permitía el pago aplazado, pero con unos estrictos requisitos: aprobación del intendente, período máximo de dos años, «personas abonadas», «proposiciones ventajosas», fianza suficiente en el concepto de las justicias y comisionados, entrega de la cuarta parte del valor y pago de intereses del tres por ciento. Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 2. 1. 421 Así, ante la Comisión Gubernativa, reclamaron los títulos de propiedad o las escrituras de venta, entre otros, Antonio Vicente de Moncada, de Valladolid; 417 172 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo hemos adelantado, la normativa llegó a admitir que las escrituras de venta sustituyesen a aquellos, y también se ordenó la suspensión del cobro de los correspondientes intereses procedentes del capital impuesto hasta su efectiva entrega.422 La falta de títulos planteaba, además, problemas derivados de la posible consideración de los bienes enajenables como mostrencos o vacantes, que tenían su propia administración y aplicación de sus productos.423 Lo que ocurría en ocasiones es que, ejecutadas las ventas, algunas personas interesadas –como eran los propios poseedores de los bienes desamortizables o aquellos en quienes no hubiese recaído el remate por mejores posturas– denunciaban la naturaleza mostrenca de los bienes, con lo que, además, recibían, como delatores, la tercera parte de su valor. Como esta práctica se consideró abusiva, el Consejo de Castilla resolvió no suspender, en ningún caso, las enajenaciones de bienes desamortizables, y, en el supuesto de que los bienes resultaren mostrencos, la Caja de Consolidación pagaría los intereses procedentes de su capital a la administración mostrenca, en castigo, de nuevo, a los representantes de los establecimientos benéficos o piadosos que no hubiesen justificado los títulos de propiedad. Y, en todo caso, se negaba cualquier recompensa a los posibles delatores porque, como era obligada la presentación de dichos títulos, la jurisdicción mostrenca podía actuar de oficio.424 Algunos tuvieron que reclamar la entrega efectiva de las propiedades compradas.425 También denunciaron otros compradores el cura de Palomas, en León (1803); y Fernando Álvarez y Mon, de Oviedo (1806). Por su parte, el intendente de Granada consideraba que debía admitirse cualquier tipo de título de posesión (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 422 Real orden de 13 de abril de 1802. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 423 Real cédula de 6 de diciembre de 1785 e instrucción de 26 de agosto de 1786. Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 563-565; Nov. Rec., 10, 22, 6. 424 Vid. el expediente abierto por este motivo en la Secretaría de Gobierno del Consejo de Castilla en septiembre de 1805. A.H.N., Consejos, libro 2.689 y legajo 2.980. 425 Así, José de Vargas y Tello, de Córdoba, se quejaba de que, a pesar de haber hecho postura para comprar las casas de la capellanía fundada por Miguel 4. La ejecución 173 las molestias que se les ocasionaban en la pacífica posesión de las propiedades adquiridas, extremo contra el que se pronuncia constantemente la normativa real, que, además, recuerda el expreso compromiso de la Iglesia de respetar a los nuevos propietarios.426 Del mismo modo que los compradores reclamaron sus títulos de propiedad, los «vendedores» –en realidad, antiguos poseedores– exigieron las escrituras de imposición con las que poder reclamar el pago del producto de su nueva propiedad mobiliaria. Y también el correspondiente pago.427 4.2.2. La oposición Estas dificultades, y más que se dieron, no dejan de ser manifestaciones de un ambiente generalizado de rechazo y desconfian- Maldonado, no se celebraba remate por la oposición del ecónomo general de las capellanías vacantes (1805). Juan Apolinario Fernández, de Córdoba, pedía la desocupación de la casa que había comprado o la devolución del precio del remate depositado en la Caja de Consolidación (1805). Y Gaspar José García, escribano mayor de rentas de la Intendencia de Galicia, solicitaba a las autoridades la entrega de las llaves de la casa comprada en La Coruña (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 426 Vid. supra, capítulo 3, notas 256, 257 y 258. Se quejan por tales molestias, en 1803, Antonio Payatos, de Granada, y Antonio García, de Córdoba; y, en 1806, Ignacio Flórez Arango, de Grado (Asturias). Por su parte, Antonio González Tebra, camarista de Castilla, denunció al cura de Almazcara, en El Bierzo, porque excitaba a sus feligreses a que le pagasen las rentas de las fincas que aquel había comprado (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 427 En este sentido, reclamaron la correspondiente escritura de imposición, entre otros, el administrador de los bienes del hospital de San Juan Bautista, de Toledo, y Antonio Herraiz y Cuesta por los vínculos vendidos que poseía en Extremadura, además de reclamar el premio de la octava parte (1804). Por su parte, solicitaron el pago de los correspondientes capitales, entre otros, Ambrosio Arias, capellán del Santo Ecce Homo, de Sanabria, Valladolid (1803), los administradores de las obras pías del marqués del Bosque, de Alicante (1803), el alcalde y oficiales de una cofradía de ánimas de Trujillo (1804), y el cura párroco de Benatae, en Murcia (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 174 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo za ante la novedosa normativa desamortizadora. La Iglesia fue, obviamente, la primera en tomar medidas contra lo que consideraba una vulneración manifiesta de sus derechos como propietaria, no solo porque disfrutase de buena parte de los bienes propios de fundaciones benéficas y piadosas, sino porque, desde un principio, temió la extensión de la desamortización a la propiedad puramente eclesiástica, finalmente aprobada en 1805 y 1807.428 Como afirmaba Godoy, «en el transcurso del reinado se han protegido más las luces de lo que esta clase habría querido y amás de esto se ha tocado a sus riquezas para acudir a las urgencias del Estado y sostener la carga de la deuda pública, y aunque esto no se ha hecho sino por concesiones pontificias, el clero se ha temido que, levantada ya una vez la tapa de sus tesoros, vayan biniendo a menos cada día. Del clero pende mucha gente y su influencia es poderosa».429 Ya en 1801, ante la denuncia de un cura párroco, que consideraba que la desamortización era un exceso de la potestad real que vulneraba la voluntad del pontífice, que había condenado las enajenaciones aprobadas desde la revolución francesa, se advirtió que la exención de dicha propiedad eclesiástica subsistía solo «por un efecto de la piedad y justa consideración con que el Rey nuestro señor ha mirado en todos tiempos al estado eclesiástico».430 En este contexto, los eclesiásticos tomaron todas las medidas posibles para la protección de sus bienes, como hemos visto, a través de la resistencia a proporcionar información sobre los mismos, las peticiones de suspensiones y exenciones de ventas, la ejecución de enajenaciones privadas, etcétera. Una vez hechas las ventas, Como afirma Herr, «no es difícil imaginar que fueron contados los prelados que aceptaron con presteza la real incitación de 1798 de proceder a la desamortización». HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 174. Vid. también FONTANA, Josep, La quiebra de la Monarquía absoluta…, op. cit., pp. 151-158; MORGADO GARCÍA, Arturo, «La crisis de la Iglesia gaditana en el reinado de Carlos IV (1788-1808)», en La España de Carlos IV, Tabapress, Madrid, 1991, pp. 115-123. 429 GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 370. 430 Circular de 27 de abril de 1801. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012. 428 4. La ejecución 175 también hubo, claro, oposición y resistencia a las mismas.431 Algunos pretendieron quedarse con los capitales.432 Otros exigieron que estos fuesen suficientes.433 Y también se opuso la Iglesia a la redención de censos.434 Todo esto en general, e independientemente de que algunos cuerpos y personas eclesiásticas aprovecharan la ocasión para sanear las cuentas de sus propiedades, que, efectivamente, en algunos casos, eran más rentables convertidas en mobiliarias e impuestas en la Real Hacienda.435 También compraron los ecleA comienzos del siglo XIX Francisco González denunció ante el Consejo de Castilla lo que él consideraba un exceso en las facultades de los regidores pedáneos de Zorita en la enajenación de tres fincas de varias cofradías (A.H.N., Consejos suprimidos, libro 2.689). 432 Así, el convento de Santa Clara, en Oviedo, solicitó que se declarase que no estaba obligado a imponer en la Caja de Amortización los capitales procedentes de la venta de sus hospitales. Y lo mismo el hospital general de Resurrección de Valladolid (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 433 Así lo pide Alonso Ramírez respecto de las fincas de su capellanía, situadas en Lucena, Córdoba: si no se exceptuaban de la enajenación, se vendiesen en lo suficiente para producir una renta de determinado valor (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 434 Así lo manifiestan la abadesa y religiosas del convento de la Concepción, de Córdoba, contra el intendente, al que pedían la suspensión de la redención de un censo ofrecida por Francisco Romero y Francisco Rafael Balbueno (A.H.N., Consejos, libro 2.688). Y lo mismo el monasterio de Santa María de Guadalupe, en Extremadura, que representó sobre la redención de censos contra varios «vecinos de puebla» (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838). 435 En este sentido, MARCOS MARTÍN, Alberto, «La desamortización de Godoy en la provincia de Palencia (1798-1808)», op. cit., pp. 345-346, llega a afirmar que la primera desamortización beneficiaba a la Iglesia, que por ello no se opuso, ya que los establecimientos afectados habían comenzado a «autodesamortizarse» porque les era más rentable la imposición de sus capitales y la obtención de intereses: «Con ello el antiguo propietario obtenía una renta neta en dinero contante y sonante, sin que tuviera que detraer de ella una parte para gastos de reproducción o administración. El procedimiento era, pues, muy semejante al seguido en el caso de los censos, préstamos hipotecarios en los que las instituciones eclesiásticas venían colocando de forma preferente sus capitales […]. De este modo la desamortización de Godoy no hacía más que generalizar unos comportamientos que venían ya practicando voluntariamente las instituciones afectadas. 431 176 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo siásticos bienes desamortizados para adquirirlos en plena propiedad.436 Dicha Iglesia influyó en la opinión del resto de estamentos sociales, sobre todo en el pueblo llano y, en concreto, en los campesinos, para lo cual utilizó todo tipo de argumentos. Así, según relata Godoy, durante la crisis de 1804, que trajo tanta hambre y enfermedad, algunos eclesiásticos difundieron la idea de que «todos aquellos males eran obra de la cólera divina por la invasión que se había hecho sobre los bienes de las obras pías y fundaciones eclesiásticas», de modo que «nadie quería comprar en aquellos tristes días los bienes de memorias: los unos por temores de conciencia, los otros por temor de los puñales».437 Por su parte, Soler se quejaba de que «la venta de las fincas de memorias y mayorazgos se entorpeció […] por las cavilosidades de la mala fe y por los ardiles y maquinaciones del Estas, por tanto, difícilmente podían oponerse a unas medidas que aseguraban la percepción de una renta a través del crédito del Estado». Vid. en parecido sentido, pero más acertado, HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit.: «La desamortización, sin embargo, fue un proyecto singular, pues dividió a la oposición. Aunque causó malestar en gran parte del clero, resultó tentador para los seglares con capital acumulado, fuera cual fuera el tamaño de su peculio. Incluso los clérigos pudientes fueron susceptibles a los atractivos de este plan». 436 En este sentido, hubo solicitudes de eclesiásticos para que se les aplicase la normativa de que se beneficiaban los mayorazgos, que tenían muchas facilidades para vender sus vínculos con el objeto de adquirir propiedades desamortizadas (vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 3). El abad y monjes del Colegio de Nuestra Señora de la Paz, de Córdoba, solicitaron al Consejo de Castilla que les permitiese enajenar varias fincas del mismo colegio para comprar otras pertenecientes a obras pías (A.H.N., Consejos, libro 2.688). Por su parte, Manuel López, religioso carmelita calzado, solicitaba la octava parte del precio de la venta de las fincas de la capellanía que poseía (1803); lo mismo que hará Ana Caballero, de Cádiz, respecto de los bienes de su capellanía. Manuel José Orellana, contador mayor de la iglesia patriarcal de Sevilla, pedía que se rematase a su favor la casa que habitaba (1805). Andrés Martín quería ofrecer postura para la compra de las fincas que administraba en el convento de trinitarios descalzos de Hervás, en Nava, Extremadura (1806) (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838). 437 GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 17. 4. La ejecución 177 fanatismo. Los males que causa la inesactitud de las ideas religiosas y políticas y el apego a los usos y costumbres recividos son difíciles de vencer quando se valen de los sagrados respetos de la antigüedad o de la piedad para mantenerse».438 En la práctica, fueron muchas las denuncias de las autoridades encargadas de la ejecución de la desamortización contra la actitud mostrada por la Iglesia.439 Pero lo cierto es que los campesinos tenían por sí mismos motivos suficientes, aprovechados, eso sí, por la Iglesia, para oponerse a la desamortización. Por un lado, la enajenación de las propiedades de los establecimientos benéficos y piadosos pudo entenderse como una vulneración de las voluntades, la mayor parte últimas, de sus fundadores.440 Y, sobre todo, el proceso desamortizador pronto puso de manifiesto que los cultivadores de las tierras serían los más perjudicados, sobre todo por la liberalización del derecho de propiedad y, consecuentemente, de los contratos mediante los cuales venían disfrutando del dominio útil de la tierra que trabajaban: arrendamientos de larga duración, censos enfitéuticos y foros. Pocos pudieron acceder a la propiedad, aunque algunos lo intentaron.441 Y Consulta del señor Soler en 1799, op. cit. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 204, también afirma que «la desamortización había irritado a muchos clérigos y estos habían manipulado los sentimientos religiosos de sus feligreses». 439 Así, los alcaldes ordinarios de Villafranca de los Caballeros, en La Mancha, representaron contra el entorpecimiento de las enajenaciones (1804); un alcalde de Jaén dio cuenta de «una mala voz que se ha divulgado» (1805); el comisionado de consolidación de Badajoz denunció «la poca actividad que se advierte en la provincia», que achacaba a la actitud del obispo y su provisor (1805); el alcalde de Saceruela, en Ciudad Real, pidió limitar las facultades del ordinario por la «utilidad que resultará a la caja» (1806); y el alcalde mayor de Valencia denunció a Tomás Zúñiga por los «efugios» llevados a cabo para dejar sin efecto la enajenación de unas fincas pertenecientes a una fundación (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 440 En palabras de Ángela ATIENZA LÓPEZ, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., p. 52, «la desamortización, desde este punto de vista, ya no era solo un ataque a los privilegios del clero, sino que pasaba a convertirse también en una especie de fraude social». 441 Así, Andrés Barranco, labrador de Castro del Río, en Córdoba, solicitó comprar todas las fincas del hospital de San Sebastián (1805). Joaquín Hidalgo 438 178 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo fueron muchas las solicitudes elevadas por los propios arrendatarios para que no se les despojase por los nuevos compradores.442 El estamento noble, por su parte, tan beneficiado con la liberalización de los arrendamientos y que no dudó en aumentar las rentas y desahuciar a los antiguos arrendatarios,443 protestó, no obstante, cuando la misma medida le perjudicaba, es decir, cuando los nobles eran los arrendatarios de las propiedades eclesiásticas, normalmente a través de foros.444 También abundan los recursos que hicieron los arrendadores eclesiásticos, de forma muy significativa, porque, para solicitar la exención o suspensión de la enajenación forzosa de sus propiedades, acudían al argumento de la desprotección en la que quedarían los colonos que disfrutaban del dominio útil de dichas propiedades. Sin embargo, la Administración se mantuvo firme, en este sentido, y solo pidió que se le admitiese postura para la compra de una tierra de la capellanía de Manuel Diz de Roxas, en Sevilla, en la que era colono (1805). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 442 En este sentido, acudieron al Consejo de Castilla Francisco Rincón y otros vecinos de Velles, Salamanca, para que no se les despojase de las tierras que llevaban en arrendamiento propias del Colegio Mayor de Oviedo y de varias capellanías y patronatos (A.H.N., Consejos, libro 2.689). En 1805 Adriano Lalagón pidió la suspensión de la subasta de una huerta situada en Almedilla, en Priego, Córdoba, que llevaba en arrendamiento desde varias generaciones. En 1806 el corregidor de Toro se pronunció contra los procedimientos que utilizaba el intendente para el desahucio de los arrendatarios de las tierras pertenecientes a una memoria pía. En 1807 Bernardo Lapastora, de Sigüenza, solicitó que se le mantuviese en el arrendamiento de unas tierras enajenadas con la misma renta que pagaba (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838). 443 A la Comisión Gubernativa llegaron recursos para ejecutar desahucios, como el de Manuel María Megía, respecto de una casa comprada en Sevilla (1803) y el de Fernando Agustín Alonso y José García, respecto de una heredad perteneciente a la cofradía de pescadores de Villavendimio, en Toro (1804). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 444 En un recurso a la Comisión de Consolidación, Pedro Fernández Valledor pedía la suspensión de la subasta que intentaba el comisionado José Acevedo de unas tierras aforadas en Castropol y Mondoñedo. En parecido sentido, en 1806, Rodrigo García del Busto, de Oviedo, protestó contra la subasta de una casa del hospicio de los Remedios, que tenía arrendada desde 1766. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 4. La ejecución 179 admitió la paralización de las ventas de las propiedades cedidas en foros perpetuos, contratos excluidos expresamente de las redenciones censuales.445 Por su parte, particulares y autoridades locales y provinciales no cesaron de plantear dudas sobre la vigencia o derogación de la normativa sobre protección de colonos de 1785, que, efectivamente, había sido suprimida parcialmente por la que, en 1803, declaró la libertad de arrendamientos, aunque solo para las propiedades desamortizadas.446 Tantos fueron los recursos contra desahucios que el Consejo de Castilla tuvo que recordar que su resolución competía a los tribunales de justicia (chancillerías y audiencias) y no a los intendentes.447 Estos problemas hicieron que se volviese a apelar, entonces, a los primeros planteamientos ilustrados centrados en el repartimiento de tierras entre sus cultivadores.448 Como también hemos adelantado, de este modo, el estamento noble fue el menos perjudicado porque se le facultó, y no obligó, a enajenar sus mayorazgos, que pasaban a su plena propiedad, y, además, se le facilitó sobremanera en la adquisición de propiedades seudoeclesiásticas y eclesiásticas, para lo cual se le permitió la enajenación de sus vínculos y la redención de sus censos.449 AdeAsí se declara para los bienes propios del hospital de la ciudad de Santiago, el 24 de octubre de 1806. A.H.N., Clero, Clero secular y regular, legajo 1940/5. Vid. supra, capítulo 3, nota 231. 446 Reales cédulas de 6 de diciembre de 1785 y 8 de septiembre de 1794 (Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 562-563; Nov. Rec., 10, 10, 4); real cédula de 15 de septiembre de 1803 (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012). Vid. los expedientes elevados al Consejo de Castilla por las dudas planteadas en este sentido por el marqués de Íscar, de Sevilla, y por el corregidor interino de la ciudad de Toro (A.H.N., Consejos, libro 2.689). 447 Circular de 16 de enero de 1804. Suplemento a la Colección…, III, op. cit., pp. 289-290. 448 Así, en 1804, Nicolás de Reguera, de Cáceres, en una representación sobre la decadencia de la agricultura y de los labradores en Castilla (A.H.N., Consejos, legajo 2.980). Y, en septiembre del mismo año, fray Vicente Peres y de Camps, religioso trinitario descalzo de Aragón, solicitó el reparto de tierras del común de las que se habían ido apoderando los poderosos, como remedio para salir de la crisis (A.H.N., Estado, legajos 3.211, 2 y 3.212, 1). 449 En 1807 el comerciante Diego de Soldevilla reclamaba la correspondiente escritura de redención de censo, con la que había comprado una casa pertene445 180 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo más, repetimos, se liberalizaron los arrendamientos, en beneficio de los arrendadores, y, al contrario, los foros se excluyeron de la normativa de redención de censos, favoreciendo, de nuevo, a los nobles subforeros. Como excepciones, hubo quien vendió y apoyó la compra por los arrendatarios de la tierra,450 aunque, en muchos casos, esto no era sino manifestación del medio del que se valían los que tenían capacidad económica para hacer préstamos que los cultivadores no podrían devolver, con lo que volverían a perder la propiedad, ya plena, de la tierra, que seguirían cultivando, con el correspondiente aumento de la renta, bajo un régimen de libre contratación. Por su parte, fueron numerosas las peticiones de ventas de mayorazgos para comprar bienes de fundaciones piadosas y benéficas.451 Otros simplemente querían vender para hacer frente a sus deudas,452 para redimir censos453 o para hacerse con la plena propiedad de sus posesiones. Por el contrario, algunos sucesores de mayorazgos protestaron contra su enajenación.454 Y, de todos modos, repetimos, el ambiente generalizado es de rechazo. Así, por ejemplo, la Junta General de Galicia, muy repre- ciente a una capellanía, en Córdoba. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 450 José Fernández, vecino de Casabermeja, en Málaga, en 1805, manifestó que en el remate de varias fincas de su mayorazgo había hecho postura en nombre de más de trescientos colonos que las llevaban en arrendamiento. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 451 Así, Agustín García del Corral, de Almoharín, Extremadura; Andrés de Zamora, de Jerez de la Frontera, Cádiz; Ángel Martínez, de Campo Real. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 452 Es el caso de Antonio María Adell, que pidió comprar cualquiera de las fincas de sus vinculaciones para el pago de sus acreedores (1806). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 453 Es el caso de Antonio Clariano, que pidió la redención del censo de una heredad de Villafortuna (1803). A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 454 Así, Andrea Quirós, sucesora de unos vínculos, en Lorca, que su tía pretendía enajenar (1805). Por su parte, Alejandro Rosa, de Murcia, solicitó la suspensión de una subasta iniciada a su instancia. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 4. La ejecución 181 sentativa de la nobleza de dicho reino, solicitó directamente el fin de la ejecución de la normativa desamortizadora.455 Y criticó sus excesos: «Estas haciendas en Galicia no tienen muchos compradores, aunque no les faltan algunos, pero estos son aquellos que suspiran por hacerse ricos, o que tienen vales, y hallarán por este medio un arbitrio propio de dar la estimación de ciento a lo que les costó quarenta o cinquenta, de modo que la Corona, hasta ahora con dificultad, halló el numerario que buscaba, y los tenedores de vales se deshicieron de ellos con una duplicada ganancia».456 Como ya hemos adelantado, la oposición también se manifiesta en la actitud de las autoridades locales encargadas de la ejecución de las ventas. En este sentido, son expresivas las palabras de Pedro Canel Acevedo sobre la situación que se vivía en Asturias: «Se dice y aun promueve por las justicias mismas y personas particulares adictas a sus fines y privados intereses de que semejantes hórdenes fueron establecidas, no para vender en efecto, sino para saber quién tenía dinero y no lo havía dado a Vuestra Majestad en empréstito o donativo, según estaba prevenido anteriormente. Que, al cabo de cierto número de años, los vienes vendidos han de bolver a sus antiguos dueños, y los compradores, con el dinero desembolsado, perdido. Estas máximas, Señor, son muy atrozes, y tanto más de notar que son esparcidas por gentes que tienen interés en ello. De aquí se orijina, tanto en dicho Principado de Asturias como en el inmediato reyno de Galicia y otras partes, el no haver quien execute dichas ventas, porque las justicias a quienes están cometidas son las que las retardan, como conexionadas, interesadas y que les parece van a destruir su propio país, aniquilando la carrera de sus hijos, amigos, parientes y vecinos al sacerdocio».457 En este sentido, el propio Soler denunciaba que «los mismos que debían ejecutar las resoluciones de Vuestra Majestad en la materia A.H.N., Consejos, libro 2.689. Sesión de 12 de diciembre de 1800. CORDERO TORRÓN, Xosé, «La redención foral en la provincia de La Coruña…», op. cit., pp. 195-196. 457 Representación firmada en Coaña (Asturias) el 29 de junio de 1800. A.H.N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1). Vid. apéndice documental 3. 2. 455 456 182 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo eran los que más se esmeraban en proponer duda y en detener el curso de las providencias, sin que bastasen para activar su zelo las circulares y exortaciones que les dirigí y la pronta resolución que encontraban en todas sus consultas».458 A todo se añade una desconfianza, también generalizada, en la firmeza de los contratos de venta, que, como ya hemos señalado, desde el Gobierno se intentó superar, incluso a través de la elevación de la normativa sobre deuda pública a legislación fundamental del reino y de la exigencia a la Iglesia del compromiso formal de reconocer a los nuevos propietarios.459 4.2.3. Algunas conclusiones A pesar de todas estas dificultades, los estudios locales y provinciales sobre la desamortización de Carlos IV coinciden, en general, en destacar la importancia que tuvieron las enajenaciones llevadas a cabo de 1798 a 1808: Herr para Salamanca y Jaén,460 Campoy para Toledo,461 Carasa Soto para Burgos,462 Cuartas Rivero también para Burgos y Asturias,463 Marcos Martín para Palencia,464 Gamero Rojas para Sevilla,465 Moya Ulldemolins, Gómez Consulta del señor Soler en 1799, op. cit. Vid. supra, capítulo 3, notas 256, 257 y 258. En 1805, el comisionado de Consolidación de Almería daba parte de «la desconfianza de aquellos vecinos en quanto a la seguridad de las ventas de fincas de obras pías». A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 5.838. 460 HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit.; La Hacienda real…, op. cit., afirma y demuestra que la desamortización de Carlos IV tuvo mayor incidencia en el sur de España. 461 CAMPOY, Emilio, Política fiscal y desamortizaciones de Carlos IV en Toledo…, op. cit. 462 CARASA SOTO, Pedro, Pauperismo y revolución burguesa…, op. cit., pp. 419-442; Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, op. cit., pp. 140-142. 463 CUARTAS RIVERO, Margarita, «La desamortización de Carlos IV en la ciudad de Burgos», op. cit.; «La desamortización de Carlos IV en Asturias…», op. cit. 464 MARCOS MARTÍN, Alberto, «La desamortización de Godoy en la ciudad de Palencia…», op. cit. 465 GAMERO ROJAS, Mercedes, «La desamortización de Godoy y su repercusión en el mercado de la tierra sevillana», op. cit. 458 459 4. La ejecución 183 Oliver y González de Molina para Córdoba y, en general, estos dos últimos para Andalucía,466 Azagra para Valencia, territorio del que también se ha ocupado Pardo Tomás,467 Ramos Vidal y Hernández Marco para Alicante,468 Mutiloa Poza para Navarra,469 Peiró y Atienza para Aragón,470 Sánchez Gómez para el territorio cántabro471 y Lecuona Prats para Canarias.472 De todos modos, algunos de los autores citados relativizan dicha relevancia, no sólo por lo limitado de las ventas en algunos territorios, sino porque afirman que no supuso cambios en la estructura de la propiedad de la tierra vigente.473 Pero lo cierto es que, aunque el cambio de titularidad de la propiedad no afectase, en principio, a dicha estructura, lo relevante es la transformación del sistema de propiedad. La desamortización obligaba a la enajenación y a la imposición de los capitales resultantes de las ventas, y liberalizaba su propiedad. La desamortización de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas afectó, según datos de Herr, a, más o menos, MOYA ULLDEMOLINS, Joaquín María, «La desamortización de Godoy en Córdoba…», op. cit.; y «Desamortización de bienes eclesiásticos…», op. cit.; GÓMEZ OLIVER, Miguel, y GONZÁLEZ DE MOLINA, Manuel, «La desamortización de Godoy en la provincia de Córdoba…», op. cit.; y «Crisis fiscal y mercado de tierras…», op. cit. 467 AZAGRA, Joaquín, La desamortización de Godoy en Valencia…, op. cit.; PARDO TOMÁS, José, «La desamortización de Carlos IV en el País Valenciano», op. cit. 468 RAMOS VIDAL, Juan A., Demografía…, op. cit.; HERNÁNDEZ MARCO, José Luis, Propiedad de la tierra…, op. cit. 469 MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra, op. cit., pp. 227-267. 470 PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202; ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 145-155. 471 SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, «La desamortización de Godoy…», op. cit., aunque -lo que es una excepción en la doctrina- considera que la desamortización aprobada en 1798 no afectó al patrimonio de la Iglesia, entre otras cosas, porque las fundaciones benéficas y piadosas eran ajenas a su propiedad. 472 LECUONA PRATS, E., La liberalización de la propiedad…, op. cit. 473 Vid. infra, nota 481. 466 184 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo el quince por ciento o una sexta parte de la propiedad eclesiástica, de la cual la que más perdidas sufrió fue la secular.474 En cuanto a la desamortización del séptimo eclesiástico, apenas pudo ponerse en práctica por los acontecimientos sucedidos un año después de su aprobación definitiva, en 1808, luego veremos en qué medida algunos relacionados con aquella. En claras palabras de Canga Argüelles, «la insurrección sobrevenida el año de 1808 impidió llevar a efecto este arbitrio pingüe, habiendo quedado casi en las primeras diligencias de su ejecución».475 Y, para Godoy, «aquella operación, tan ventajosa al público, se ejecutó con tal economía y con tales miramientos y atenciones a las clases menos ricas y a las más interesantes de la Iglesia, que en 1808 faltaba mucho todavía para que hubiese dado fin a las ventas».476 En 1835, cuando las nuevas Cortes, ya definitivamente liberales, procuraban organizar la deuda pública, la confusión era enorme: Argüelles dice desconocer las bulas papales; Ferrer afirma la efectiva aplicación incluso de la normativa de 1805 («queda de ellos muy poco«); y Barata llega a dar cifras sobre la enajenación del séptimo eclesiástico.477 Lo cierto es que los autores que han descendido al detalle aportan datos que manifiestan que hubo efectivamente enajenaciones, sobre todo, si no exclusivamente, de capellanías, cuya desamortización, recuérdese, era total. Lo que ocurrió es que, por falta de tiempo, el Estado fue el que se quedó con los bienes secularizados, sin que saliesen a subasta.478 Moya Ulldemolins, para Córdoba, destaca que «no se cumple la venta del séptimo HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., pp. 66-81; La Hacienda real…, op. cit., pp. 159-177: «Se puede tener una seguridad razonable de que una sexta parte de toda la propiedad eclesiástica fue desamortizada». Le siguen, entre otros muchos, MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra, op. cit.; y RAMOS VIDAL, Juan A., Demografía, economía…, op. cit. 475 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., p. 139. 476 Son palabras de Godoy, Memorias…, 2, op. cit., pp. 60-61. 477 D.S.C., Legislatura de 1834 a 1835, 3, pp. 2.265-2.274. 478 Vid. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 200. En la Colección legislativa de la deuda pública…, 4, op. cit., se afirma que «fueron cuantiosos los recursos que se obtuvieron». 474 4. La ejecución 185 eclesiástico en el sector de las fincas rústicas y censos, pero sí en el de casas, lo cual avala el juicio de una desamortización urbana total pero no rústica».479 Y Atienza López afirma que «muchas comunidades religiosas no pudieron impedir la enajenación de algunos de sus bienes», e insiste en que las fincas urbanas «conformaron la parte del patrimonio conventual más perjudicado por la desamortización».480 Como cabía esperar, desde ese momento, la oposición fue, si cabe, mayor, como tendremos ocasión de estudiar. Los listados de compradores de bienes ponen de manifiesto la importancia de la primera desamortización, repetimos, para el cambio no solo de la titularidad, sino, sobre todo, del régimen jurídico de la propiedad de la tierra, que pasa de amortizada y vinculada, es decir, señorial, en manos de la Iglesia y la nobleza, a libre en poder de propietarios absolutos que adelantan la revolución burguesa. Aunque muchos de esos compradores fuesen nobles e incluso eclesiásticos, los que se repartieron la ansiada tierra fueron, en general, los medianos hacendados,481 junto a oficia- 479 MOYA ULLDEMOLINS, Joaquín María, «La desamortización de Godoy en Córdoba...» , op. cit. También se refiere a las enajenaciones del séptimo eclesiástico en «Desamortizaciones de bienes eclesiásticos...», op. cit. 480 ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., p. 148. 481 Cf. las posturas de HERR, Richard (La Hacienda real…, op. cit., pp. 617640 y 789-871) y TOMÁS Y VALIENTE, Francisco («El proceso…», op. cit.). El primero niega el adelanto de la revolución burguesa porque niega la redistribución de la propiedad. Es decir, Herr considera que la revolución burguesa es, en todo caso, consecuencia de la desamortización. Para Valiente la desamortización es causa directa del comienzo de dicha revolución. RAMOS VIDAL, Juan A., para la comarca del Bajo Segura, sigue a Herr y afirma que la desamortización de Godoy reforzó la estructura agraria existente (Demografía, economía…, op. cit., pp. 319344). Lo mismo, SÁNCHEZ GÓMEZ, Miguel Ángel, «La desamortiación de Godoy...», op. cit. Por su lado, para ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 139-155, la desamortización aprobada en el reinado de Carlos IV sí que manifiesta la presión que la naciente burguesía ejercía desde hacía tiempo contra la Iglesia, y, como dichos burgueses eran los que habían adquirido vales reales, pudieron hacerse con buena parte de su tierra. En el mismo sentido, PARDO TOMÁS, José, «La desamortización de Carlos IV en el País Valenciano», op. cit., afirma la redistribución, aunque relativa, de la propie- 186 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo les públicos,482 profesionales liberales, militares, comerciantes, industriales, etcétera. Ellos se hacen, en todo caso, con las mayores propiedades a los más bajos precios,483 «cuya adquisición por algunos sectores de la sociedad […] pudo significar no sólo un buen negocio en aquel momento, sino también un importante paso en su propio proceso de acumulación de capital y ascenso social».484 Otro rasgo que siempre se destaca, por significativo, es que la mayor parte de los nuevos propietarios eran forasteros de los pueblos en que se situaban las fincas, en general, vecinos de las capitales de las provincias.485 De este modo, se obvió la norma- dad. PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202, mantiene que los que mayoritariamente compraron fueron los burgueses, como poseedores de los vales reales. Y LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad..., op. cit., pp. 164179 y 185-189, insiste, con datos para Canarias, en que «la desamortización no consolidó una estructura de la propiedad existente, sino que estableció los pilares de un nuevo sistema». Por fin, MUTILOA POZA, José María, La desamortización eclesiástica en Navarra, op. cit., pp. 35-44 y 227-267, precisa que «la desamortización que se planteó en el siglo XVIII como una exigencia del reformismo ilustrado se convirtió en el siglo XIX en bandera de una minoría revolucionaria (la burguesía) que buscaba crear una legión de propietarios a su servicio». 482 Entre ellos destacan los más altos cargos públicos que promovieron la desamortización, como es el caso de Soler, que compró tierras en Ledesma. Tomo el dato de INFANTE MIGUEL-MOTTA, Javier, y ROBLEDO HERNÁNDEZ, Ricardo, «Desamortización y Hacienda pública: la venta de bienes del clero secular en la provincia de Salamanca (1841-1845)», en A.H.D.E., 67, 2, 1997, p. 1.773; y de HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 794-796. 483 Esto en líneas generales y como consecuencia del proceso desamortizador, porque, como afirma Herr, las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas se vendieron, en principio, a buenos precios. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 168. En parecido sentido se pronuncian LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad…, op. cit., pp. 149-175; y SCHMIDT, Peer, «Los vales reales y la desamortización de Carlos IV…», op. cit., que, además, señala que la desamortización, por lo menos en Andalucía, «distaba mucho de afectar solo a una élite económica». 484 AZAGRA, J., La desamortización de Godoy en Valencia…, op. cit., pp. 77-78. 485 Son muchos los ejemplos en los que las posturas de los vecinos de los pueblos eran vencidas por las más elevadas de los forasteros que habitaban en las capitales. En este sentido, por citar algún caso, en el concejo de Sariego (Asturias) se subastaron en 1806 dos obras pías de Lorenzo Solís y Juan García Arboleya a 4. La ejecución 187 tiva que, en un primer momento, siguiendo el ideal ilustrado, prefería la división de tierras, para lograr un número mayor de propietarios, y a los vecinos de las mismas.486 Como también hemos visto, el mayor perjuicio, de nuevo, lo sufrió el campesinado, que vio agravada su situación con las medidas liberalizadoras del derecho de propiedad y de buena parte de los contratos de cesión del dominio útil, necesarias para el desarrollo de la nueva clase propietaria. Solo una pequeña parte de los cultivadores pudo acceder a la propiedad de la tierra, con lo que, de nuevo, vemos quebrada la primera doctrina ilustrada campomanista que no quería la trasformación del sistema de propiedad, sino su mejor reparto, a través de la adquisición segura del dominio útil por los colonos. La recuperación de dicho proyecto, que veremos acogerán, con cambios, algunos liberales, a su cabeza Flórez Estrada, también se manifiesta en esta época. De ello da fe, por ejemplo, la propuesta que surge en Villena (Alicante), en 1807, para proceder al reparto de tierras entre colonos mediante censos enfitéuticos, como alternativa a la, de hecho, impracticada desamortización: «Solo en esta ciudad hay capellanías sobre sesenta y seis, patronatos de legos cuatro, lo que, junto con la repentina parte de las iglesias y demás bienes concedidos por el Breve Apostólico de doce de diciembre, dudo mucho que haya quienes compren una décima favor de Pedro González Villamil, vecino de Oviedo, que superó todas las posturas ofertadas por distintas familias del concejo, como los Pandiello, y de fuera de él, como los Ornia. Tomo el dato de FRIERA SUÁREZ, Florencio, «Contribución a la historia de la escuela rural, desde un concejo asturiano», en Didáctica Geográfica, Segunda época, Madrid, 2005, pp. 176-181. Richard Herr, La Hacienda real…, op. cit., analiza pormenorizadamente las ventas que se llevaron a cabo en siete pueblos de Salamanca (La Mata, Villaverde, Pedrollén y El Mirón) y Jaén (Baños, Lopera y Las Navas de Santisteban del Puerto) y se fija especialmente en los compradores. Dicho estudio confirma que, pese a las excepciones, los forasteros se llevaron las mayores y mejores propiedades, y que solo los vecinos más adinerados pudieron acceder a las tierras. 486 Cf. real decreto de 19 de septiembre de 1798 e instrucción de 29 de enero de 1799 con instrucción de 27 de diciembre de 1799. Vid. supra, capítulo 3, apartado 3. 2. 1. 188 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo parte de las tierras preciosas de estas fundaciones, y ello, sin duda, ha de ser la principal causa de no poderse enagenar por ahora las tierras de la Real Laguna».487 Informe del corregidor, de 22 de mayo de 1807. Tomo el dato de HERNÁNDEZ MARCO, José Luis, Propiedad de la tierra…, op. cit., pp. 66 y 77-79. 487 5. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO «Si fue feliz el día en que, reunidos en nuestras Cortes, digimos al mundo entero que éramos libres, que teníamos patria y que la santa humanidad, al ver derrocado entre nosotros el ídolo inmundo del despotismo, enjuagó las lágrimas que le hacen derramar los proyectos insanos del usurpador, no será menos feliz el día en que digamos a la Europa: hemos mantenido con nobleza la lucha de la libertad; hemos derramado nuestra sangre y caudales para conseguirla, y hemos reconocido al mismo tiempo las deudas de nuestros mayores, libertando a nuestros hijos de los funestos efectos del despotismo y de la arbitrariedad.» José Canga Argüelles (sesión de Cortes de 30 de marzo de 1811). D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 1, pp. 781-782. 5.1. El «fracaso»: Bancarrota, oposición y suspensión de la desamortización 5.1.1. De la desamortización a la caída de Carlos IV Los beneficios que los ideólogos de la primera desamortización eclesiástica preveían –reforma agraria y fiscal– no se correspondieron con la realidad. España no se llenó de pequeños propietarios. En general, los cultivadores no accedieron a la propiedad de la tierra,488 sino que los nobles aumentaron sus haciendas y los incipientes burgueses Como excepción, Herr destaca que en algunos lugares sí se incrementaron las cosechas y que, allí donde los vecinos se hicieron con las propiedades, acabaron los arrendamientos. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 268-287, para La Mata. 488 190 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo accedieron con libertad a la misma. En todo caso, cambiase o no la titularidad de la tierra, lo fundamental es que sí se trasformó su régimen jurídico, para pasar de señorial a liberal. El acceso de la nueva clase social a la propiedad de la tierra venía siendo reclamado desde hacía tiempo. Y la liberalización de la propiedad era exigida por los ilustrados que, como Floridablanca y Jovellanos, pretendían impedir la frecuente conversión de los nuevos propietarios en tradicionales propietarios de tierras vinculadas.489 El interés, en general, se centró, de nuevo, en la renta de la tierra que, desde entonces, pudo aumentarse libremente, pero también en el incremento de la producción agrícola. A lo largo del siglo XVIII, los propietarios nobles y eclesiásticos, de tierras vinculadas y amortizadas, habían ido aumentando la productividad de las mismas, para lo cual era preferible la explotación directa, a través del trabajo de jornaleros, en vez de los contratos agrarios casi perpetuos. De este modo, la desvinculación y desamortización permitidas y ordenadas, respectivamente, desde 1798, atendieron a los intereses de, aparte los burgueses, los propietarios nobles, a quienes se liberó de los vínculos y, además, se les dio la oportunidad de hacerse con las propiedades eclesiásticas, cuya explotación por la propia Iglesia había sido, al contrario, tan criticada.490 Como venimos repitiendo, se abandonó, así, el ideal ilustrado, representado por Campomanes, que proponía el acceso de los cultivadores al dominio útil de la tierra. Y, de todos modos, respecto a la doctrina preliberal ideada, entre otros, por Jovellanos, a pesar de la efectiva limitación de las vinculaciones y de las medidas desvinculadoras y, 489 El deseo de tierra por parte de los industriales y comerciantes lo ponen de manifiesto Floridablanca, en su Instrucción reservada…, op. cit., y Jovellanos, en su Carta sexta a Antonio Ponz, op. cit.: «Casi todo el dinero efectivo de la ordinaria circulación se destina a la compra de tierras». Por su parte, en el expediente de ley agraria abierto en el Consejo de Castilla, el informe de Pedro Lynce de Verástegui, síndico personero de Sevilla, se refería ya a las quejas de los colonos por «haberse metido a labradores los comerciantes». ANES, Gonzalo, Informes en el Expediente de Ley agraria…, op. cit. 490 Vid. ATIENZA LÓPEZ, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 59121. 5. De la Ilustración al Liberalismo 191 sobre todo, desamortizadoras, no se produjo inmediatamente la deseada circulación de capitales e inversión de los mismos en el desarrollo agrícola, industrial y comercial del Reino. Aun así, sin duda, el cambio del régimen de la propiedad fue un hecho y la desamortización un paso fundamental para el adelanto de la revolución burguesa, tan lenta en España.491 Por su parte, si bien las medidas desamortizadoras se tomaron, en última instancia, con el fin de lograr fondos para la cada vez más exhausta Real Hacienda –para disminuir la deuda y aumentar el crédito–, lo cierto es que tampoco se logró frenar la crisis ni, al fin, el descrédito. La primera desamortización se aprobó en septiembre de 1798. Un mes después se exigió un empréstito de cuatrocientos millones de reales492 y al año siguiente se produjo una séptima y última emisión de vales reales.493 Los propios ideólogos de la medida no dudaron en relacionar dichas disposiciones.494 491 Ya nos hemos referido en varias ocasiones a las enfrentadas ideas, en este sentido, de Herr (La Hacienda real…, op. cit.; y «El significado…», op. cit.) y Tomás y Valiente («El proceso…», op. cit.; «El marco político…», op. cit.; «Recientes investigaciones…», op. cit.; y «La obra legislativa…», op. cit.). Vid. supra, capítulo 4, nota 481. El primero niega que la desamortización de Carlos IV fuese causa de la revolución burguesa española y afirma que no se produjo sino el refuerzo del sistema de propiedad vigente en el Antiguo Régimen. La crisis fiscal fue la oportunidad para llevar a cabo lo que venían exigiendo las circunstancias de crecimiento de la población, aumento de precios y demanda de tierra para su comercialización: «Fue una revolución laica por la cual las personas cuyos ingresos venían directa o indirectamente de la tierra se apoderaron de bienes que antes se les negaban». Por el contrario, Valiente sostiene el efectivo cambio en el sistema de propiedad. 492 Reales cédulas de 17 y 25 de octubre de 1798. La primera creó ciento sesenta mil acciones de dos mil quinientos reales cada una y ordenó el reembolso del préstamo en los meses de mayo de 1799, 1800, 1801 y 1802, a razón de cuarenta mil acciones cada año. La segunda adelantó dichas fechas a diciembre de 1799, 1800 y 1801. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 124-132. 493 Real cédula de 8 de abril de 1799, que creó 53.109.300 pesos de 128 cuartos, en 44.257 vales de 600 pesos y 88.517 de 300. Suplemento a la Colección…, II, op. cit., pp. 179-184. 494 Vid. GODOY, Manuel, Memorias…, 1, op. cit., que afirma que el objetivo era levantar el crédito público y «alentar ánimos» para el nuevo empréstito de cuatrocientos millones. 192 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Bernabé Portillo, en su memoria de 1794, esperaba que de la enajenación de la propiedad de las fundaciones se obtuviesen doscientos millones de pesos y de la puramente eclesiástica, que ya adelantaba, trescientos.495 Por su parte, en 1798, Soler preveía que de la puesta en práctica de la primera desamortización se derivarían unos ingresos mínimos de también doscientos millones de pesos.496 Pero las previsiones no se cumplieron. En 1799, el mismo Soler ya advertía que «todo ha rendido poco» y que, «aunque se procura activar la enagenación de fincas […], no son recursos fixos con que debamos contar», entre otras cosas, decía, «por las formalidades y trámites que acompañan a las ventas».497 Diez años después, en 1809, en un informe anónimo sobre los vales reales, se afirmaba que la desamortización se había ejecutado «sin tiempo» y «sin cálculos» y que, en todo caso, no había logrado recuperar el crédito público.498 Menos fondos logró la desamortización puramente eclesiástica aprobada en 1805, poco después de la exigencia de un nuevo préstamo de cien millones de reales,499 y en 1807, que, como hemos adelantado, apenas pudo ejecutarse.500 Es difícil calcular los fondos obtenidos efectivamente por la Real Hacienda. En 1808, los franceses, a través de Cabarrús, calcularon el capital producto de la desamortización de Carlos IV en 1.653.376.402 reales y los intereses debidos en 50.131.056 reales. Se consiguieron, pues, caudalosos fondos, solo superados por lo obte- A.H.N., Estado, legajo 3.212 (2). Vid. apéndice documental 1. 2. Estado de la Real Hacienda en el año de 1798…, op. cit., pp. 201-210. Vid. apéndice documental 1. 5. 497 Consulta del señor Soler en 1799, op. cit. 498 Informe sobre vales, op. cit. 499 Real cédula de 29 de junio de 1805, que creó cincuenta mil acciones de dos mil reales a reintegrar en ocho años, a razón de doce millones y medio cada año, al interés del cinco y medio por ciento. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 500 Sobre la difícil determinación de los fondos logrados con la desamortización, vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, op. cit., 2, pp. 293-319 y 5, pp. 233-243; HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., y La Hacienda real…, op. cit. 495 496 5. De la Ilustración al Liberalismo 193 nido mediante los vales reales. Pero, a la vez, se aumentó la deuda, únicamente superada también por la derivada de dichos vales. De las enajenaciones ejecutadas en América se habrían obtenido 252.623.480 reales de capital, ascendiendo los intereses a 12.631.174 reales. José Canga Argüelles, como ministro de Hacienda, presentó a las Cortes reunidas en 1811 un estado de la deuda pública, en el que rebajaba, de dicho capital de 1.653.376.402 reales, 413.344.100 reales, es decir, una cuarta parte, que calculaba como equivalente a las enajenaciones realizadas por los franceses, que «han descargado todo su furor sobre los establecimientos piadosos». En la misma proporción, también rebajaba los intereses de 50.131.056 reales a 37.598.292.501 Por su parte, la Dirección General del Crédito Público creada por Fernando VII en 1814 utilizó parecidas cantidades: 1.671.035.218 reales el capital, y 50.131.056 reales los intereses.502 Como decimos, no solo no se extinguió la deuda pública representada, fundamentalmente, por los vales reales, sino que se incrementó con una nueva, la derivada de los capitales producto de las enajenaciones, impuestos en la Real Hacienda. Algunos la pretendían llevadera: «La misma deuda nacional, que por una parte es una carga bien pesada del Estado, por otra, ha formado una hipoteca tanto más segura quanto sean más los acreedores y más cierta la paga de sus réditos».503 Pero otros ya advirtieron las 501 CANGA ARGÜELLES, José, Memoria presentada al Consejo…, op. cit., pp. 781-796. Vid. apéndice documental 4. 2. 502 CANGA ARGÜELLES, José, Memoria presentada al Consejo…, op. cit.; y Diccionario…, op. cit., 2, pp. 293-319, y 5, pp. 233-243. Afirma Canga, no obstante, que lo obtenido por la venta de los bienes de las obras pías debió de ascender a mayor cantidad que la calculada. Vid. los cálculos de HERR, Richard, «Hacia el derrumbe…», op. cit., pp. 55-65, y La Hacienda real…, op. cit., pp. 159-177, con datos de elaboración propia, a partir de las escrituras de imposición custodiadas en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid y de las cuentas francesas custodiadas en el Archivo Nacional de París. Por su parte, las Cortes del Trienio Liberal utilizaron parecidas cantidades para el cálculo del llamado capital antiguo de la deuda, con una pequeña variación: 1.671.035.232 reales. Los intereses no pagados, sin embargo, se rebajaron considerablemente. D.S.C., Legislatura de 1820, 3, p. 2.139; C.D.C., 6, pp. 392-393. 503 Son palabras de SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española…, 1, op. cit., pp. 148-149. 194 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo dificultades que, en la práctica, se dieron para hacerle frente: «El último día en que quedare amortizado el último vale, solo habría mudado la deuda de aspecto […] a favor de otros nuevos acreedores de la Corona, quales son los poseedores de las obras pías»;504 «Para pagar la deuda del Estado se contrae otra espantosa más gravosa».505 Los intereses de los capitales en que se subrogaron las propiedades inmobiliarias vendidas fueron pagándose con dificultad y cesaron, definitivamente, en 1808.506 Así se incumplía lo que se había declarado una prioridad entre las obligaciones del Estado, tanto que la normativa sobre la deuda pública se había elevado a legislación fundamental del reino.507 Todo a pesar de que se reconociese que «nunca se trató con tanta sinceridad y buena fe de conocer la extinción de las deudas de la Corona y de su pago como en el tiempo del señor Don Carlos IV».508 De este modo, tampoco se logró la deseada reforma de la beneficencia, entendida en sentido amplio, que había sido tomada como otro de los fundamentos de la desamortización de la propiedad de los establecimientos benéficos y piadosos. Al final, el Estado no pudo hacerse cargo del sustento ni de las fundaciones, ni, 504 Son palabras de CHONE Y ACHA, José Mauricio, Apéndice a la representación de la Junta formada para la liquidación de la deuda nacional, op. cit. 505 Informe sobre vales, op. cit. 506 La Real cédula de 8 de abril de 1799, que prohibió la libre negociación de vales reales, recordaba todavía la «religiosa puntualidad con que se pagan sus intereses, se amortiza parte del capital y se cumplen las demás condiciones prometidas» (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012). En el primer tomo de la Colección legislativa de la deuda pública…, op. cit., p. 322, publicada en 1859, se dice que los intereses se satisficieron hasta 1807 incluido. Herr afirma que dejaron de pagarse a partir de 1806: «El rey había vendido esas propiedades pero no cumplió después en el pago del subsidio correspondiente, pese a sus solemnes promesas» (HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 201-203). PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202, afirma que los intereses solo dejaron de pagarse a raíz de la guerra de la Independencia. 507 Vid. supra, capítulo 3, notas 256 y 257. 508 CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 2, op. cit., pp. 293-319. 5. De la Ilustración al Liberalismo 195 claro, de los eclesiásticos cuyas propiedades se vieron afectadas por la desamortización aprobada en 1807.509 En este contexto de fracaso se explica la progresiva ampliación del ambiente de prevención y rechazo que, desde un principio, provocó la normativa desamortizadora. El malestar social, producto de la grave crisis económica del reino, comenzó a proyectarse, en general, contra las reformas agrarias y fiscales que continuaban la labor ilustrada de los ministros de Carlos III, para generalizarse en un rechazo al Gobierno por parte de casi todos los sectores: la nobleza, por la pérdida de privilegios y el favorecimiento de la ascendente burguesía; los ilustrados, por la paralización de algunos avances y el apartamiento de hombres tan apreciados como Jovellanos, Saavedra y Urquijo; la Iglesia, por los continuos agravios contra sus derechos, jurisdicción y bienes; y el pueblo, tan influenciado por aquella, y tan olvidado. El blanco de la ira de todos fue el favorito de Carlos IV, Godoy, considerado un déspota, 509 DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…, op. cit., p. 367, afirma que «cuando en el reinado siguiente [Carlos IV] se hizo una desamortización parcial, lo fue en tales condiciones que resultó más dañosa que útil». Por su lado CARASA SOTO, Pedro, Historia de la beneficencia…, op. cit., p. 38, ve en dicha desamortización el comienzo de la crisis que la beneficencia sufrió durante todo el siglo XIX: «El impacto desamortizador fue muy profundo y constituyó un factor decisivo que explica la profunda crisis institucional de la beneficencia desde este momento. Y es que la desamortización de Godoy fue acompañada para las instituciones de beneficencia por otros dos factores que condicionaron sus resultados: de una parte, la escasa revalorización que supusieron los remates de sus bienes, pero, sobre todo, de otra parte, las dificultades financieras de la Hacienda que comprometieron seriamente la percepción tanto de los intereses como de los capitales adeudados por el Estado a las instituciones enajenadas. Esta transformación económica representó para muchos pequeños establecimientos el final de su existencia funcional y hasta física». Vid. también, del mismo autor, Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, op. cit., pp. 140-145. En las Cortes celebradas en 1820 (sesión extraordinaria de 8 de octubre) se quejaba, del siguiente modo, el diputado Martel: «Este [el Crédito Público] no paga, muchos años há, los réditos de estos capitales, y, en consecuencia, los establecimientos piadosos se hallan arruinados con oprobio de la humanidad y los interesados particulares reducidos a una absoluta indigencia». D.S.C., Legislatura de 1820, 2, p. 1.508. Tomo el dato de FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., p. 369. 196 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo a quien se achacaban todos los males del reino, y la esperanza, el príncipe Fernando.510 Es entonces cuando se generaliza la apelación a la idea ilustrada de Constitución histórica española, considerada rota por el absolutismo despótico. Y de ella se pretenden derivar tradicionales principios que, en realidad, se transforman en nuevos y revolucionarios: nación española, soberanía, Constitución, Cortes, monarquía moderada, separación de poderes, derechos naturales, etcétera.511 En un escrito titulado Congreso infernal reunido en la sala del infierno (Madrid, 1808) se ponen en boca de Godoy, dirigiéndose a Napoleón, las siguientes palabras: «Después que he destruido reynos y provincias; que he robado a los grandes y pequeños». Y, en el mismo sentido, en El Rey de España en Bayona. Escena en un solo acto escrita por un buen español (Madrid, 1808) se finge un diálogo entre Napoleón y el ministro Cevallos. El primero afirma que España «necesita, pues, de un genio criador que la proteja, la organice, la reanime, la levante y la sostenga. Que administre con acierto su incalculable riqueza y que le exhiba un sabio código, una legislación nueva análoga a su carácter». Y Cevallos le responde que «según su constitución local, según su existencia política, y según el plan de su gobierno, no dexa España de tener tropas, marina, riqueza inmensa, labranza, ingenios, cultura, artes, talentos y ciencia. Si un yugo tiránico, si una penosa indolencia le aletargó algunos años, feliz caminaba en esta época hacia su grandeza a pesar de la soberbia de Godoy, que descuidaba los adelantos y fuerzas de unos pueblos inmolados a su ambición y baxeza». Por su lado, en un Catecismo civil y breve compendio de las obligaciones del español, conocimiento práctico de su libertad y explicación de su enemigo, muy útil en las actuales circunstancias, puesto en forma de diálogo, se dice lo que sigue: «-¿Y quál es [la felicidad que debemos buscar]?; -La seguridad de nuestros derechos y personas, el libre exercicio de nuestra sagrada religión y el establecimiento de un gobierno arreglado a las costumbres actuales de la España y relaciones con la Europa; -¿Pues no le teníamos?; -Sí señor; pero desorganizado por la indolencia de las autoridades supremas que nos han gobernado; -¿Y quién debe arreglarlo?; -La España, a quien solo pertenece este derecho privativamente con absoluta inhibición de todo extranjero; -¿Y quién hubiera autorizado este plan?; -Fernando el VII, que quiera Dios restituirle al seno de nuestro amor por siglos eternos. Amén». Estos impresos pueden consultarse en Miscelánea curiosa de papeles impresos, en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo (CGT-862). 511 En el mismo año de 1798 se firmó en Toro, el 24 de marzo, un impreso atribuido a fray Miguel de Santander, titulado Carta de un religioso español, amante de la patria, escrita a otro religioso amigo suyo sobre la Constitución del Reyno y abuso del poder, en el que se manifiesta claramente que una de las causas de la oposición 510 5. De la Ilustración al Liberalismo 197 Ya hemos estudiado, en parte, la oposición mostrada a la desamortización durante todo el proceso de ejecución de la misma, desde 1798 hasta 1808.512 Muy pocos son los que, a posteriori, siguieron defendiendo las virtudes de la medida, para la Hacienda, la agricultura, la beneficencia y, en general, el desarrollo político, económico y social de España. Sí lo hizo Sempere y Guarinos, a pesar de admitir los desórdenes que, en la práctica, se habían producido en las enajenaciones.513 La sublevación del príncipe Fernando, con el apoyo de buena parte de la nobleza, que dio lugar al llamado proceso de El Escorial, sucedido a fines de 1807, dio sus frutos poco después, con la ayuda del pueblo. El motín de Aranjuez, producido el 17 de marzo de 1808, trajo consigo la caída de Carlos IV, que abdicó en Fernando VII dos días después.514 La relación entre la desamortización generalizada al gobierno de Godoy fue la crisis fiscal que asoló el reinado de Carlos IV: «¿Se ha llamado a Cortes, se ha juntado la nación, ha dado su consentimiento para tantas y tan enormes contribuciones? ¿Ha nombrado la nación colectores de estos tributos para saber quánto contribuye, para qué lo contribuye, cómo se gasta, en qué se emplea, a fin de que le conste a la nación la inversión legítima de la sangre? ¿Se la ha consultado, ha dado su consentimiento para declarar la guerra, hacer la paz y establecer sus condiciones públicas y secretas? ¿Se ha juntado la nación para hacer leyes, formar reglamentos y determinar en las cosas arduas, para alterar la moneda, para ceder a otras naciones grandes troxos de su territorio, para arrancar los propios a los pueblos, para disminuir los pósitos, etcétera, etcétera, etcétera? No queramos mentir al Espíritu Santo negando toda la verdad conocida. Todo esto y muchas otras cosas más que están haciendo, ¿no son cosas diametralmente opuestas a nuestras leyes fundamentales, a nuestra constitución nacional y a nuestros derechos inalienables que los príncipes han jurado mantener? ¿Qué dices? ¿Puedes concordar este arbitrario procedimiento y este abuso de poder con la libertad originaria, propia y esencial e imprescriptible de nuestra nación» (pp. 7-8). Puede consultarse en Miscelánea curiosa de papeles impresos, en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo (CGT-862). Vid. ELORZA, Antonio, La ideología liberal…, op. cit., pp. 256 y 300-303, y Pan y toros y otros papeles sediciosos de fines del siglo XVIII, Ayuso, Madrid, 1971, pp. 97-110. 512 Vid. supra, capítulo 4, apartado 4. 2. 2. 513 SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Biblioteca española…, 4, op. cit., pp. VIIXI; Historia de los vínculos…, op. cit. 514 CORONA, Carlos, Revolución y reacción en el reinado de Carlos IV, Rialp. Madrid, 1957; MARTÍ GILABERT, Francisco, El proceso de El Escorial, Universidad 198 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo eclesiástica (de manera fundamental la aprobada en 1805 y 1807) y dichos acontecimientos fue directa. Así nos lo transmite claramente Godoy: «Los enemigos del Gobierno no dejaron tiempo para ver el fin de las nobles intenciones con que se caminaba, bajo las piadosas miras y los deseos tan verdaderos que animaban a Carlos IV de emprender la universal reforma del Estado sin la ruina de ninguna clase, y del clero mucho menos».515 Por su parte, para Juan de la Reguera Valdelomar, «muchos y graves han sido los agravios hechos por el Privado y Ministros de Carlos IV, baxo de su odioso nombre y de un poder tirano auxiliado, sostenido y fomentado por el Tribunal que pudo y debió oponerles la virtud de la justicia propia de su instituto; pero ninguno más general y digno de pronto remedio que el de la enagenación de estos bienes tan útiles y vivos en las manos-muertas que las poseían»; y, respecto del motín de Aranjuez, afirmaba que fue «uno de los días en que Dios permitió al pueblo el justo castigo de tan infame idolatría y amenazó en 19 de marzo de 808 a los usurpadores de dichos bienes con el saqueo de las casas de sus dos principales gefes». Tras la abdicación del rey, «no tenía ídolo a quien sacrificar los bienes que restaban por vender, ni Ministro de Hacienda, Tesorero general ni Contador director de la Caxa de consolidación a quienes complacer».516 de Navarra, Pamplona, 1965; y El motín de Aranjuez, Universidad de Navarra, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Pamplona, 1972. 515 GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., pp. 60-61. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., p. 204, afirma que «la desamortización había irritado a muchos clérigos y estos habían manipulado los sentimientos religiosos de los feligreses». 516 REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, en sus Peticiones…, op. cit., pp. 136137 y 167-168, enuncia dicho párrafo al referirse a la oposición mostrada cuando, en 1805, se ordenó la enajenación de las propiedades de los establecimientos hospitalarios. Entonces clamaron muchas voces que solicitaron exclusiones de dichas enajenaciones, entre ellas, las de los hospitales de la corte de Antón Martín y de Granada. Efectivamente, dichos hospitales lograron su exclusión, pero, a cambio, «en el altar mayor de la iglesia de Granada, y a la derecha del glorioso cuerpo del Santo, se quitó un lienzo de la virgen purísima nuestra Señora, para acomodar uno de los retratos del hombre más impuro; y en la de la Corte se colocó otro igual» (p. 134). Reguera se refiere, sin duda, a Godoy: «quien promovió tan solemne festividad y preparó el sitio para el retrato fue, como este, arrastrado por las calles de la Corte» (p. 36). 5. De la Ilustración al Liberalismo 199 En efecto, la dura oposición a la desamortización se mostró con todas sus consecuencias en marzo de 1808. Y sus ideólogos y ejecutores fueron las primeras víctimas, «en quien debían vengar los que triunfaban el atentado enorme de pretender volver a la Corona los bienes de la Iglesia aun con la permisión del Papa»:517 Godoy, secretario de Estado, Soler, secretario de Hacienda, Espinosa, director de la Caja de Consolidación, y Noriega, tesorero general. Los cuatro fueron atacados, encarcelados y procesados. Y algunos pagaron con su sangre.518 El odiado Godoy fue inmediatamente privado de sus títulos.519 Soler fue, primero, destituido del Ministerio de Hacienda –sustituido por Azanza–520 y, luego, asesinado a la salida de misa en Corral de Almaguer (Toledo) «por un bando de hombres criminales que le buscaban después de haber asaltado y destruido su casa en Madrid».521 Noriega corrió parecida suerte, ya que fue cesado y, meses más tarde, en diciembre, resultó muerto por el «populacho» de Badajoz.522 A la causa abierta contra Nor- GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 249. QUEIPO DE LLANO, José María (conde de Toreno), Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (París, 1832, Madrid, 1835), B.A.E., 64, precedida de una biografía del autor escrita por Leopoldo Augusto Cueto, Atlas, Madrid, 1953, pp. 23-26, nos informa de que el día 23 de marzo Godoy fue trasladado desde Aranjuez al castillo de Villaviciosa y allí se le procesó junto con otros (real orden de 3 de abril. CORONA, C., Revolución y reacción…, op. cit., p. 374.): su hermano Diego, Miguel Cayetano Soler (ministro de Hacienda), Luis Viguri (antiguo intendente de La Habana), José Marquina (corregidor de Madrid), Antonio Noriega (tesorero general del Reino), Manuel Sixto Espinosa (director de la Caja de Consolidación), Simón de Viegas (fiscal del Consejo) y el canónigo Pedro Estela. 519 A.H.N., Consejos, legajo 2. 980. 520 QUEIPO DE LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op. cit., p. 25; CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., pp. 203-214. 521 GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 249. También se refiere a este asesinato HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 827 y ss. 522 Tomo el dato del Índice de los papeles de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino y del Consejo de Regencia publicado por el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904. Noriega, que ejercía desde 1797 como diputado honorario del Principado de Asturias en la Corte, comunicó su encarcelamiento a la Diputación General asturiana, por carta de 30 de marzo de 1808. A.H.A., Junta General, libro 124. 517 518 200 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo iega en el Consejo de Castilla se unió la de Espinosa.523 Más tarde, en esta ocasión con motivo del levantamiento popular ocurrido en mayo del mismo año de 1808, le tocó el turno a Bernabé Portillo, asesinado en Granada, «con el achaque de afrancesado».524 Parece que el ya entonces deseado Fernando VII se había comprometido a derogar, por lo menos, la desamortización de la séptima parte de la propiedad de la Iglesia: «La primera cosa que sería mandado, si por fortuna se lograra que ocupase el trono de su padre, sería sobreseer enteramente en la enajenación de aquella parte de los bienes de la Iglesia que el Papa había otorgado. Y no fue solo aquella especie un simple anuncio incierto y vago sino una gran promesa que se vio cumplida desde el instante de ocupar el trono el rey Fernando, y promesa cumplida hasta su muerte».525 En el mismo sentido, también suprimiría el impopular arbitrio sobre el consumo de vino establecido en 1805.526 Pero lo único cierto es que Fernando varió, de nuevo, la Administración de la deuda pública, de modo que cesó a la Comisión de Consolidación y así, el Consejo de Castilla, al que pertenecía, se hizo, en exclusiva, con el control de la Caja y, en general, de todos los fondos consignados a la extinción de la deuda pública, para cuya intervención se comisionó al marqués de Fuerte-Híjar y a Antonio Ignacio de Cortabarría, llamados desde entonces comi- 523 En el A.H.N., Consejos, libro 2.705 E, se recoge noticia del expediente formado por el nombramiento, en abril de 1808, de Andrés Lasauca como ministro del Consejo de Castilla para entender en las causas abiertas contra Antonio Noriega y Manuel Sixto Espinosa. 524 Tomo el dato de ROSAL PAULI, Rafael de, y DERQUI DEL ROSAL, Fernando, Noticias históricas de la ciudad de Loja, Imp. Francisco Román Camacho, Granada, 1957. 525 GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., pp. 234 y 303. Vid. QUEIPO DE LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op. cit., p. 26. Lo cita también FONTANA, Josep, La quiebra..., op. cit., p. 158. 526 Vid. QUEIPO DE LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op. cit., p. 26. 5. De la Ilustración al Liberalismo 201 sionados de Consolidación. A dicho consejo se consultaría, en su caso, sobre la posibilidad de suspender las enajenaciones.527 Lo que ocurrió fue que, en la práctica, se creyó que el nuevo monarca, efectivamente, había suspendido dichas ventas, y, como consecuencia, se llegaron a interrumpir: «Lo hicieron por su propio oficio, sin esperar nuevas circulares, los mismos intendentes, jueces y comisionados de la consolidación en las provincias».528 Por ello, en abril, se declaró expresamente que la desamortización seguía vigente y que lo único que había cambiado era el sistema de Administración central de la deuda pública: «Se haga entender al público que la venta de bienes eclesiásticos secularizados y de los demás ramos y arbitrios de consolidación continúan del mismo modo que antes y sin más diferencia que la de haberse reunido en el Consejo, por ahora, todas las facultades que exercía la Comisión Gubernativa». No se derogó, pues, la normativa desamortizadora de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas, ni de la séptima parte de las propiedades puramente eclesiásticas, por lo menos las ya secularizadas.529 5.1.2. La suspensión de la desamortización por la Junta Central Pronto se iba a comprobar que la crisis de la monarquía absoluta no iba a solucionarse con el cambio de su titular. En este sentido, Fontana habla de «un clima de agitación prerrevolucionaria»;530 Domínguez Ortiz afirma que «no es posible desconocer la honda significación de 1808, pero tampoco puede ignorarse que por entonces el Antiguo Régimen estaba bastante quebrado como para ser derribado por un accidente externo»;531 Herr dice que «el Real orden de 20 de marzo de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 528 REGUERA VALDELOMAR, Juan de la , Peticiones…, op. cit., p. 138. 529 Real orden de 12 de abril de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013; MORENO GARBAYO, N., Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. 530 FONTANA, Josep, La crisis del Antiguo Régimen, 1808-1833, Crítica (Grijalbo), Madrid, 1983, p. 59. 531 DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y Estado…., op. cit., p. 495. En el mismo sentido: «La monarquía absoluta había comenzado ya la desamortiza527 202 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo derrumbe del Antiguo Régimen español no empezó con la invasión bonapartista y las Cortes de Cádiz, sino por lo menos diez años antes, porque la única medida que se presentó para salvarlo del abismo de la bancarrota [la desamortización] le minó los cimientos«;532 y Corona adelanta el momento de dicha crisis: «Dentro de la monarquía absoluta de Carlos III se está gestando la ruina del Antiguo Régimen».533 Efectivamente, comenzaba una nueva época, que se ha llamado contemporánea.534 Fernando VII, por el momento, no tuvo tiempo de gobernar. En abril de 1808 partió a Bayona, junto con los demás miembros de la casa real, dejando en España una Junta ción eclesiástica, aun a riesgo de perder el sostén tradicional de la Iglesia». Y, en palabras de Fontana, «la monarquía absoluta actuaría, por necesidad, en el mismo sentido que el régimen liberal lo haría por principios: la desamortización era un hecho ineluctable y la Iglesia la gran perdedora en el tránsito de una edad a otra, mientras otras clases privilegiadas consiguieron capear las consecuencias del tránsito e incluso beneficiarse de él» (pp. 514-515). 532 HERR, Richard, «Hacia el derrumbe del Antiguo Régimen…», op. cit., p. 97. Destacamos también, por significativas, las siguientes palabras de dicho autor: «La venta de propiedades eclesiásticas fue, después de los conflictos con Gran Bretaña, el acontecimiento más trascendental del reinado de Carlos IV. Fue tanto síntoma como causa de la decadencia de la Monarquía absoluta. Los reales consejeros la concibieron como medio para salvar el crédito de la Corona. Pero esto no podía lograrlo la desamortización, pues, en la era de las guerras napoleónicas, los gobernantes de España tuvieron que asir desesperadamente todo recurso posible para intentar conservar el estatus de gran potencia, y con él, el imperio y el bienestar del pueblo. El capital reunido con las primeras propiedades de la Iglesia fue absorbido por el torbellino […]. Quizá de efectos más duraderos fuera el golpe que la desamortización asentó al derecho de vincular propiedades, medio tradicional de defensa de los estamentos privilegiados sobre los que descansaba la Monarquía: la nobleza y el clero. Claro está que en sus decretos el Rey no cuestionó nunca el derecho a vincular […]. Pero la idea de la desamortización antecedió a la crisis fiscal […]. Los reformadores de Carlos III la habían concebido como medio para regenerar el campo español […]. La desamortización desempeñó, pues, un papel decisivo en la caída de la Monarquía absoluta» (La Hacienda real…, op. cit., pp. 208 y 295-296). 533 CORONA, Carlos, Las ideas políticas en el reinado de Carlos IV, Ateneo, Madrid, 1954, p. 17. 534 ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes de la España contemporánea, op. cit. 5. De la Ilustración al Liberalismo 203 Suprema de Gobierno del Reino presidida por el infante Antonio. En mayo se quebró la pretendida tranquilidad que desde las instituciones y órganos centrales y periféricos del reino, a su cabeza el Consejo de Castilla, se intentaba mantener ante el avance de las tropas francesas que ocupaban la península desde fines de 1807, en pretendida ejecución del Tratado de Fontainebleau. Si, en un principio, los franceses se habían llegado a considerar aliados de Fernando, tras su acceso al trono, se desconfiaba de ellos. Los sucesos del 2 de mayo acaecidos en Madrid, el nombramiento de Murat como lugarteniente general del Reino y presidente de la Junta de Gobierno (4 de mayo), la definitiva abdicación de Fernando VII en Carlos IV y de este en Napoleón (6 de mayo) y la convocatoria de la Asamblea de Bayona (19 de mayo) fueron agitando al pueblo español. Y así, en los distintos territorios del reino comenzaron a clamar las voces de alerta, a tomarse las primeras medidas defensivas y, al fin, se produjo un levantamiento generalizado ante un Gobierno sin rey, bajo las órdenes de una potencia extranjera, y, por tanto, ilegítimo. Las provincias fueron el marco propicio para acoger el poder político a través de juntas provinciales, revolucionarias en cuanto que se sublevaron contra las autoridades establecidas, pero que se constituyeron con el objeto de recuperar la legalidad fundamental rota definitivamente tras las abdicaciones de Bayona. Entonces, la guerra y la revolución estallan. Y los acontecimientos aceleran el paso del Antiguo Régimen al Liberalismo. La asunción del poder por las juntas provinciales posibilitó, en mayor o menor medida, la organización de los distintos territorios y la lucha armada, pero pronto, casi inmediatamente, se sintió la necesidad de volver a concentrar el poder político para vencer a los franceses y reconstruir el Estado. Hasta agosto de 1808, el Consejo de Castilla no declaró nulas las abdicaciones de Bayona y todas las actuaciones del Gobierno francés. Y fue entonces cuando rescató la orden que le había encomendado Fernando VII, antes de su abdicación, para convocar Cortes Generales del Reino. Pero, finalmente, se optó por la formación de un Gobierno o Junta Central que, más adelante, nombraría una Regencia –lo que se consideraba más acorde con la legalidad vigente– y decidiría sobre la con- 204 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo vocatoria de Cortes, propuesta que partió fundamentalmente de la Junta sevillana, a la que se fueron adhiriendo las demás. Y así, el 25 de septiembre de 1808, se instaló en Sevilla la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, formada por los representantes elegidos por las juntas provinciales. En noviembre, dicha Junta Central suspendió íntegramente la desamortización aprobada en el reinado de Carlos IV, tanto la enajenación de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas como del séptimo eclesiástico.535 No obstante, se reconoció la firmeza de las ventas realizadas hasta el momento: «declarándose la validez de los contratos y declarando que en ningún tiempo hubiese lugar a rescisión». Y se reconocieron también las imposiciones y recompensas, al rédito del tres por ciento, a favor de los establecimientos, cuerpos y personas afectadas por la desamortización. Respeto de las enajenaciones en curso, se ordenó el otorgamiento de las correspondientes escrituras de venta a favor de los que hubiesen entregado el precio en metálico. Se devolvería, al contrario, el precio depositado en vales «u otro género de réditos». Sin embargo, pronto, la imposibilidad práctica de devolver dichas cantidades, «en su mayor parte empleadas en las urgencias de la Monarquía», hizo que las ventas se considerasen ejecutadas siempre que se hubiese celebrado el correspondiente remate y entregado el precio, tanto en dinero como en vales.536 De paso, así, el nuevo Gobierno reconocía los vales reales como deuda nacional y respetaba el compromiso adquirido sobre la inviolabilidad de las enaje- Real decreto de 16 de noviembre de 1808, contenido en la real cédula y en la real provisión del Consejo de 18 del mismo mes. Los miembros del Consejo de Castilla que firmaron dicha Real Provisión fueron el duque de Infantado, José Navarro, Tomás Moyano, Ignacio Martínez de Villela y Pascual Quílez y Talón. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. Parece que se confirmó el 27 de enero de 1809, o, por lo menos, así se afirma en la real cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda…, 1, op. cit. Vid. apéndice documental 4. 1. 536 Real decreto de 27 de enero y real orden de 30 de enero de 1809, firmada por Francisco Saavedra. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 535 5. De la Ilustración al Liberalismo 205 naciones.537 Por su parte, en cuanto a las ventas firmes cuyo pago todavía no se hubiese completado, se ordenó su ingreso en el plazo de un mes, bajo pena de despojo.538 Pero tal extremo también quedó sin efecto. Para los pagos que hubiesen vencido antes de la ocupación francesa, en caso de impago achacable a los compradores, se estableció la inmediata rescisión de las ventas sin reintegro del precio. Las propiedades eclesiásticas secularizadas pasarían a la Real Hacienda, y a sus propietarios las propias de las fundaciones benéficas y piadosas. No ocurriría lo mismo con los pagos aplazados vencidos durante dicha dominación, en los que no se haría novedad, sino que se intentaría su efectivo cobro.539 La desamortización se suspendió, poco después, también para América y Filipinas. Y se ordenó el inmediato envío a España de los fondos aún no remitidos –casi nada–, procedentes de las enajenaciones ejecutadas.540 Por su parte, en 1811, la Regencia que sustituyó a la Junta Central suspendió la enajenación de vínculos y mayorazgos permitida desde 1798 y las redenciones de censos perpetuos a través de vales reales.541 En sentido similar, parece que se suspendieron otros arbitrios creados en su día para la consolidación de la deuda pública, como la contribución de legados y herencias, por «incómoda y embarazosa», algunos gravámenes establecidos sobre los diezmos exentos José Canga Argüelles, nombrado ministro interino de Hacienda, afirmaba que «está fuera de los límites de la justicia la orden que prohíbe admitir vales en pago de contribuciones». Memoria presentada al Consejo…, op. cit. Vid. apéndice documental 4. 2. 538 Resolución de la Regencia de 21 de noviembre de 1811, citada en la real cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 539 Resolución de la Regencia de 8 de noviembre de 1811, citada en la real cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 540 Real decreto de 14 de enero de 1809 y reales órdenes de 26 de enero de 1809 y 28 de febrero de 1810. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 541 Así se afirma en la real cédula de 10 de marzo de 1817, que fecha las disposiciones de la Regencia el 13 de julio de 1811. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 537 206 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo y el impuesto sobre el vino, que «perjudica a los progresos de la agricultura», que, en principio, repetimos, también habría derogado, antes, Fernando VII.542 Sin embargo, en 1813, el diputado de Cortes López Pelegrín afirmaba que «solo el del vino no está derogado por Vuestra Majestad, pero lo está por el mismo pueblo en el hecho de oponerse al tirano; este, que era uno de los arbitrios más principales de la lista, ha desaparecido».543 Es decir, o derogación legal o práctica. Y, en todo caso, confusión e imposibilidad de recaudación en una época de guerra, desintegración y reestructuración política. Por su lado, para las «urgencias del Estado», se ordenó la aplicación de los productos de las obras pías, con muchas excepciones, en todo caso, las de los hospitales, hospicios, casas de misericordia y establecimientos educativos. Y, con este motivo, se aprovechó para investigar, de nuevo, sus cuentas.544 Para Granada, se aprobó una deducción del ocho por ciento sobre el producto de las ventas que efectuasen, de sus bienes, los eclesiásticos.545 Como protagonistas de los nuevos acontecimientos encontramos a ministros de Carlos IV, ilustrados que ya habían desarrollado algunas de las reformas que se consideraban necesarias para el mantenimiento y, a la vez, modernización del sistema político de la monarquía española, entre ellas, la propia desamortización. Así, Reales órdenes de 22, 30 de noviembre de 1808 y 9 de febrero de 1809. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 543 Sesión extraordinaria de 8 de septiembre de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, p. 6.165. Vid. también CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 5, op. cit., pp. 233-243. 544 Real decreto de 6 de diciembre de 1809 (real cédula de 17) y reales órdenes de 28 de enero y 22 de marzo de 1811. El real decreto de 12 de mayo de 1811 aplicó dichos productos de obras pías a los hospitales militares. Vid. también real orden de 8 de agosto del mismo año. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013; A.H.A., Junta General, libro 49, fol. 25. Vid. CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario…, 4, op. cit., p. 288. Para América, la circular de 1 de diciembre de 1809 había ordenado la aplicación a la guerra de los productos de las obras pías no aplicadas a hospitales, hospicios, establecimientos de enseñanza, etcétera. A.H.N., Estado, legajo 54. 545 Instrucción de 6 de julio de 1809. DÉROZIER, Albert, Quintana…, op. cit., p. 510. 542 5. De la Ilustración al Liberalismo 207 Floridablanca y Jovellanos, presidente y vocal, respectivamente, de la Junta Central, Saavedra y Sempere y Guarinos.546 Pero, a su lado, pronto aparece el trabajo de otros hombres que se decantaron por el liberalismo y las reformas revolucionarias que posibilitarían un verdadero cambio en dicho sistema político. Entre ellos, Manuel José Quintana,547 Antonio Ranz Romanillos,548 Agustín Argüelles y José Canga Argüelles.549 Todos ellos habían participado, directa o indirectamente, en la Administración hacendística de Carlos IV, y de forma especial, en la consolidación de la deuda pública y, por tanto, en la desamortización aprobada entonces.550 Saavedra fue nombrado, de nuevo, secretario de Hacienda y, luego, pasó a secretario de Estado.551 Por su lado, Jovellanos, que 546 Fue vocal de la Junta provincial formada en Málaga. Vid. A.H.N., Estado, legajo 80, 1, F, docs. 62-129. 547 DÉROZIER, Albert, Quintana…, op. cit. En 1805 era subalterno del Tribunal de la Junta de Comercio, Moneda y Minas. FRANCISCO OLMOS, José María, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., p. 306. 548 PÉREZ-RIOJA, José Antonio, El helenista Ranz Romanillos y la España de su tiempo (1759-1830), Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Soria, 1962. En 1803 era miembro de la Sala de Justicia del Consejo de Hacienda. FRANCISCO OLMOS, José María, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 157, 160 y 179. 549 En el Archivo de Saavedra se conserva correspondencia fechada en 1798 entre el propio Saavedra y José Canga Argüelles (caja 20). LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. El 20 de junio de 1802 firmó una memoria sobre la necesaria nivelación entre ingresos y gastos de la Hacienda española como oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda. Puede consultarse en CANGA ARGÜELLES, José, Diccionario de Hacienda con aplicación a España, 2, op. cit., pp. 178-191. 550 En este sentido, seguían siendo consejeros de Castilla, Felipe Ignacio Canga Argüelles, el marqués de Fuerte Híjar y José Gonzalo de Vilches, los tres implicados directamente en la administración de la deuda pública. Vilches y Canga como miembros de la Comisión Gubernativa; Fuerte-Híjar como comisionado de Consolidación nombrado tras la supresión de aquella por Fernando VII. Consejo pleno celebrado el 11 de agosto de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 551 Fue miembro de la Junta provincial de Sevilla (A.H.N., Estado, legajo 70, H, docs. 146-167). Se le nombró secretario de Estado el 30 de octubre de 1809 208 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo consiguió dirigir durante un tiempo el proceso de convocatoria a Cortes, escribió una instrucción para la Junta especial de Hacienda nombrada por la Junta Central para auxiliar a la Comisión de Cortes. Una de sus prioridades era «el pago de la deuda nacional», cuyos fondos se le consignaban, para el pago de réditos y progresiva extinción de capitales, «puesto que, debiendo crecer la deuda a medida de las necesidades extraordinarias, que jamás faltarán, si por otra parte no se va disminuyendo y extinguiendo, el crédito público irá siempre a menos, y la nación perecerá sin remedio». Ya entonces se establece el principio de unidad de tesorería, que pasó a manos de Vicente Alcalá Galiano.552 En la Junta de Hacienda participó Ranz Romanillos, quien, junto con Antonio Porcel, escribió una memoria, firmada el 30 de octubre de 1809, en la que se insistía, de nuevo, en el derecho de propiedad, ya como derecho natural e imprescriptible del nuevo hombre y ciudadano: «Es el primero, si no en el orden, a lo menos por su importancia, el goce seguro y libre de la propiedad».553 (A.H.N., Estado, legajo 3.442-1). Su representación para la exoneración de la Secretaría de Hacienda se custodia en el Archivo Saavedra (caja 56). LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 552 Instrucción que dio a la Junta especial de Hacienda, siendo individuo de la Central en Sevilla y presidente de la Comisión de Cortes, en B.A.E., 50, op. cit., pp. 77-78. Los miembros de la Junta de Hacienda eran Francisco Saavedra, ministro de Hacienda, Vicente Alcalá Galiano, tesorero general, Melchor Jiménez, superintendente de la Casa de la Moneda, José Espinosa, superintendente de la Real Fábrica de Tabacos, Antonio Ranz Romanillos, Antonio Porcel, José Quintero, Francisco Javier Uriarte y Juan Bautista Erro, secretario. Alcalá Galiano había ejercido, desde 1790, como oficial de la Secretaría de Hacienda. En 1797 pasó a ser director general de rentas y ministro honorario del Consejo de Hacienda. En 1800 aparece en la Sala de la Única Contribución y en 1801 en la Sala de Justicia. En 1805 ocupó plaza en el Tribunal de la Contaduría Mayor, ejerciendo su presidencia en ausencia del gobernador. FRANCISCO OLMOS, José María, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 112, 114, 117, 120, 123, 126, 129, 135, 139, 142, 144, 149, 153, 157, 160, 165, 167, 170, 171, 175, 176, 179 y 180. Sobre el nombramiento de Vicente Alcalá Galiano como tesorero general tras el cese de Antonio Noriega, vid. A.H.N., Consejos, libro 2.705 E. Se carteó, sobre temas de hacienda, con Soler y Saavedra (Fondo Saavedra, caja 26). LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 553 ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 303 y ss., en concreto, 311. 5. De la Ilustración al Liberalismo 209 Por su parte, Argüelles, que abanderará en las Cortes el grupo liberal, había participado de manera muy directa en la administración de la deuda pública. En efecto, su viaje a Londres, en 1806, se debió precisamente, al proyecto ideado por dicha Administración para lograr la paz con Inglaterra, que se entendía ineludible para salvar el crédito público, además de los territorios americanos. Fue el propio Espinosa el que le instó a dicho viaje.554 Es difícil valorar la decisión de la Junta Central. Quintana calificó el decreto de noviembre de «verdadero atentado a la confianza y crédito público».555 Sin duda, en la suspensión de la desamortización influyó la generalizada oposición a la puesta en prác- QUEIPO DE LLANO, José María, Historia del levantamiento…, op. cit., p. 3, afirma que Argüelles acudió a Inglaterra a instancias de Manuel Sixto Espinosa, director de la Caja de Consolidación, «con quien le unían motivos de amistad y de reconocimiento». Reproduce una carta del propio Argüelles, fechada en Madrid, el 12 de abril de 1837, en la que relata que «hacia fines de septiembre de 1806, un día, a cosa de las diez de la mañana, me llamó a su despacho en la Caja de Consolidación el señor Don Manuel Sixto Espinosa y, quedando a solas los dos, me dijo, en sustancia, lo que sigue: Acabo de llegar de Aranjuez y es preciso que usted se disponga para ir a Londres, a una comisión importante y de la mayor reserva. A fin de asegurar esta reserva, me he comprometido a que usted se encargue de la comisión, por lo mismo que usted no llamará la atención con su salida de aquí ni con su permanencia en aquella capital. La pérdida de Buenos Aires no puede menos de acarrear una catástrofe en la América y, de resultas, la bancarrota del Estado, si no se ataca prontamente el mal, reconciliándonos con los ingleses. Así lo he declarado francamente en Aranjuez, añadiendo que yo no podía continuar al frente de la Caja en medio de tantos riesgos como se iban a correr con la prolongación de la guerra con Inglaterra. De resultas, se ha convenido en intentarlo del mejor modo que sea posible». Argüelles afirma que conocía a Espinosa «por una casualidad». Vid. también CORONAS GONZÁLEZ, Juan Ramón, El Diputado Agustín Argüelles. Vida parlamentaria, Asociación Cultural Amigos de Ribadesella, Ribadesella, 1994, p. 6, que le sitúa, de 1805 a 1809, como oficial agregado, en la Contaduría General de la Secretaría de Hacienda, categoría de la que asciende en 1808. A pesar de su directa participación en la Administración de la deuda pública, años después, en la sesión de Cortes celebrada el 15 de abril de 1835, Argüelles afirma desconocer los breves que autorizaron, en 1805 y en 1807, la venta de parte de los bienes eclesiásticos. D.S.C., Legislatura de 1834 a 1835, 3, p. 2.268. 555 DÉROZIER, Albert, Quintana…, op. cit., p. 381. 554 210 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo tica de la política fiscal de Carlos IV, que no había logrado salvar la deuda pública, sino que había llevado a la bancarrota. Algunas de las juntas provinciales alzadas contra los franceses, habían suspendido de forma inmediata las ventas de las propiedades vinculadas y amortizadas.556 Lo mismo ocurrió en América, en concreto, en Méjico, donde el virrey y la Junta Superior de Gobierno decretaron, primero, dicha suspensión de las enajenaciones forzosas, y, luego, extendieron la medida a las redenciones de censos, que declararon libres.557 En la «consulta al país», emitida a fines de 1809, varias autoridades y particulares volvieron a poner de manifiesto su clara oposición a la desamortización. Unos –los eclesiásticos–, fundamentalmente, por considerar que vulneraba el derecho de propiedad de la Iglesia, del que ni el propio papa podía disponer a favor del rey. Así, el obispo de Teruel: «En Su Santidad no hay facultades para prestar autoridad a ventas o enajenaciones de unos bienes en que, por su calidad, no tiene el dominio que necesita«;558 El obispo de Cuenca: «Los eclesiásticos están reducidos a la clase de unos meros administradores de las rentas de la Iglesia«;559 Y el obispo de Cartagena: «El Papa no tiene el señorío de estos bienes de las Iglesias, sino los prelados y las mismas Iglesias».560 Por su parte, el cabildo de Tortosa tildaba a dichas bulas y breves pontificios de «arrebatados casi a la fuerza o con falsas preces».561 Y, en parecido 556 Es el caso de la Junta formada en Galicia. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 827 y ss. Por el contrario, durante la guerra de la Independencia se continuó, e incluso se amplió, la desamortización municipal. Vid. ALONSO ROMERO, María Paz, «Venta de bienes municipales en la provincia de Salamanca durante la guerra de la Independencia», en Desamortización y Hacienda Pública, 1, op. cit., pp. 369-384 557 Gaceta de México, 26 de octubre de 1808. A.H.N., Estado, legajo 54. 558 ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 397-398; LASARTE, Javier, «La consulta al país de 1809: Un alegato contra la Hacienda del Antiguo Régimen», en Economía y Hacienda al final del Antiguo Régimen. Dos estudios, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1976, pp. 299-300. 559 LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., pp. 282 y ss. 560 Ibídem, pp. 292-294. 561 Ibídem, pp. 315-316. 5. De la Ilustración al Liberalismo 211 sentido, se pronunciaba el obispo de Calahorra: «No se halla en la Silla Romana facultad para disponer a su arbitrio de las inversiones de los bienes eclesiásticos de España […]. Cuando los soberanos han echado mano de los bienes que los pobres fieles consagran en la Iglesia al culto de Dios, conservación de los templos y manutención de sus ministros, el estado de la Corona ha venido a decadencia, infelicidad y miseria».562 Como apoyo a la oposición, fundamentada en la falta de legitimidad de la disposición de los bienes eclesiásticos, estaba la realidad práctica, ya que la desamortización no había disminuido, sino aumentado la deuda pública. Así lo recordaba el obispo de Lérida: «¿Cuánto ha crecido el erario con la venta de bienes eclesiásticos, irrupciones en los diezmos, en la libertad de los censos, en los propios y arbitrios de los pueblos? […] La sangre del pobre clama y los bienes de la Iglesia no aprovechan».563 Por su parte, el cabildo de Ciudad Rodrigo afirmaba que el Gobierno había agotado «los fondos comunes de pósitos, propios, obras pías y plata de las Iglesias».564 En fin, estos y otros escritos revelan que la oposición a la desamortización de Carlos IV se convirtió en bandera de los absolutistas contra los ilustrados. Pero también de algunos ilustrados contra sus consecuencias liberales. En efecto, la superviviente doctrina campomanista admitía solo la limitación de la amortización y la vinculación de la propiedad y, en único caso, la desamortización concejil, mejor a través de la cesión de su dominio útil mediante censos enfitéuticos, aunque también se aceptaba, en algún caso, la enajenación de la plena propiedad, a través de ventas o redenciones de censos. Por estas ideas se decantaba Ramón Lázaro de Dou y Bassols, que volvía a las primeras medidas tomadas sobre las propiedades vinculadas y amortizadas, limitadas a la imposición a censo de los capitales de las mismas que se hallasen en depósito, y a la enajenación de las tierras comunes y baldías. Por su lado, recu- 562 563 564 Ibídem, pp. 297-299. Ibídem, pp. 279-280. Ibídem, pp. 281-282. 212 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo peraba, además, la idea de dejar en manos de la propia Iglesia el pago de la deuda pública, como único cuerpo capaz de garantizarla.565 En parecidos términos se pronunciaba Manuel Agustín Jarrillo, que solo admitía la desamortización de la propiedad de las capellanías, dejando, eso sí, la venta en manos de las autoridades eclesiásticas «para evitar los abusos que se experimentaron en las que practicaron los comisionados reales».566 La desamortización concejil, en dichos términos, era la opción preferida, también, para Rodrigo López Jurado («Enajénense en chica o grandes porciones a dinero contante, a censo, a renta o plazos, siempre con facultad de redimirlos para adquirir la posesión»),567 Alcántara Corrales («Repártanse entre los vecinos de cada pueblo las tierras baldías y comunales con justa y equitativa distribución»)568 y el cura de Higuera la Real («Se repartan en cortas porciones entre los vecinos, enajenándolos a censo perpetuo con la condición de no poder vender jamás»).569 Por fin, al contrario, se desprende un cierto consenso respecto de la liberalización de los mayorazgos, como medio de promover la circulación de la propiedad, lo que apoyaron también los eclesiásticos, como los obispos de Urgel y Albarracín, el cabildo de Lérida y, de nuevo, el cura de Higuera la Real.570 ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 399; LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., pp. 256-261 y 340-342, que comenta sus Reflexiones sobre los puntos que contiene el capítulo III del Real Decreto de 22 de mayo del corriente año de 1809. 566 LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., pp. 262-264, comenta su Escrito sobre reunión de Cortes y otros particulares. 567 «Arréglese este ramo, sepúltense esas innumerables órdenes que oprimen al industrioso, sea todo ciudadano un señor absoluto de lo que legalmente es suyo, tenga sobre ello una propiedad legítima, déjese que corte, plante, siembre o queme lo que con su sudor ha criado; compre, venda o trafique, nadie le oprima, nadie le observe y, últimamente, nadie le asalte su casa, tras de aquello mismo que aun para su alimento compra, y de este modo el Estado tomará el poder o riqueza que la naturaleza ofrece, los ciudadanos libres lograrán el colmo de sus felicidades y veremos una patria rica, poblada y hermosa.» ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 405, y LASARTE, Javier, «La consulta al país…», op. cit., p. 270. 568 ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 406. 569 Ibídem, p. 405. 570 Ibídem, p. 407. 565 5. De la Ilustración al Liberalismo 213 La misma Junta Central, al suspender la desamortización, había afirmado que su fin era «conservar el resto de bienes de establecimientos piadosos y al clero», pero también «relevar al Estado del gravamen de pagar los réditos de los capitales que se enajenaban».571 Los acontecimientos sucedidos en marzo de 1808, que alzaron a Fernando VII al trono, habían dejado clara la fuerza de la oposición a la desamortización. El comienzo de la guerra acabó definitivamente con los fondos destinados a la deuda pública. De este modo, los autores de la suspensión de las enajenaciones forzosas no pudieron rechazar la teoría de la desamortización, porque ellos mismos la habían propuesto, pero sí su ejecución práctica, sus consecuencias. Ya nos hemos referido a las críticas a la mala administración llevada a cabo por sus máximos ejecutores: Soler, Espinosa y Noriega. Y también a cómo fueron tratados por el pueblo amotinado. Así pues, la decisión de la Junta Central «calmó el descontento del estado eclesiástico [sobre todo] evitando una multitud de monopolios, conciliando al mismo tiempo que cesase el grave perjuicio que la Real Caja sufría por estas enagenaciones, y se señaló límites a la deuda, que si seguía aquellos pasos devía ascender a una cantidad inmensa en su capital, produciendo sus intereses una carga gravísima».572 Pero la ordenación de la deuda pública, para levantar el crédito, va a ser imposible en época de guerra y muy dificultosa después. Por el momento, la Junta Central mandó que continuase la recaudación de los fondos de consolidación no suprimidos y su aplicación a sus fines: el pago y consolidación de la deuda.573 Y soli- Real orden de 30 de enero de 1809. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 572 Vid. Informe sobre vales, op. cit. 573 Una real orden del Consejo, de 23 de octubre de 1808, comunicaba a las juntas provinciales que la voluntad de la Junta Central era que los caudales de consolidación se aplicasen íntegramente a sus obligaciones. Y mandaba a los comisionados de Consolidación continuar la recaudación de los arbitrios destinados a tal fin y que los caudales de la Caja pasasen a sus manos. Otra real orden de 31 del mismo mes reiteraba la intención de la Junta Central de averiguar todas las 571 214 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo citó a los establecimientos afectados por la desamortización la formación de cuentas, para conocer los intereses debidos por la Real Hacienda que, como ya hemos dicho, habían dejado definitivamente de pagarse.574 5.2. El «triunfo»: El difícil camino hacia la desamortización eclesiástica liberal 5.2.1. El primer Liberalismo (1808-1814) Mientras tanto, en el territorio ocupado por los franceses, la normativa desamortizadora de Carlos IV se consideró, en principio, vigente.575 Se alabó la idea, pero se reiteraron las críticas a la administración de los cuantiosos fondos obtenidos: «La venta y enajenación de fincas de capellanías y obras pías para aplicar sus productos al pago de réditos y extinción de capitales de la deuda nacional, indicada en varias épocas por los estadistas más ilustrados de la nación, hubiera sido para ella un manantial de felicidades si el Gobierno que la mandó, siempre acosado de necesidades por el desorden y prodigalidad de su administración, no hubiera pospuesto todas las demás consideraciones a la de tener prontamente dinero». 576 deudas de consolidación y la orden para que se hiciesen efectivos los fondos destinados a la deuda pública. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 574 Real Decreto de 16 de noviembre de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013. 575 Vid. GODOY, Manuel, Memorias…, 2, op. cit., p. 370. También sufrieron reformas otros fondos destinados a la deuda pública. Así, los depósitos judiciales pasaron de la Caja de Consolidación al Banco Nacional de San Carlos (decreto de 1 de marzo de 1809. Prontuario de Leyes y Decretos del Rey Nuestro Señor Don José Napoleón I, 1, Imprenta Real, 1810, pp. 141-142). Los franceses suprimieron, además, de manera efectiva, el impopular impuesto sobre el vino, por decreto de 15 de septiembre de 1808 (A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587). 576 Decreto de 18 de agosto de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587. 5. De la Ilustración al Liberalismo 215 Y así, el Gobierno francés partió de dicho primer ensayo para iniciar en España la política desamortizadora, ya plenamente liberal, centrada en la propiedad eclesiástica: «Llamado Yo a restablecer el orden en todas las relaciones de esta gran Monarquía, he fixado mi primera atención sobre este interesante ramo, que no solo abraza el crédito público, pero aun todos los elementos de la prosperidad nacional, la salubridad de las ciudades, la fecundidad de los campos, en fin, la tranquilidad social y hasta la moral, por lo que la propiedad conduce a mejorar a los hombres y a unirlos más íntimamente con el Gobierno».577 En el mismo mes de mayo de 1808 se restableció la Comisión Gubernativa de Consolidación de la Deuda Pública suprimida por Fernando VII, en marzo, que pasó a llamarse Comisión Judicial de Consolidación.578 Presidida por el gobernador del Consejo de Castilla, se compondría de dos ministros del mismo Consejo, del comisario general de espolios y vacantes, de un consejero de Indias y otro de Hacienda. Contaría con su secretario y su contador o tesorero, llamado superintendente general de consolidación de vales, además de los correspondientes comisionados provinciales. Para dichos cargos fueron nombrados algunos de los hombres directamente implicados en la desamortización de Carlos IV. Así, como consejeros de Castilla, aparecen en la Comisión de Consolidación francesa Gonzalo José de Vilches y Felipe Ignacio Canga Argüelles, como secretario, el marqués de Fuerte-Híjar, y, como superintendente general de Consolidación, el conde de Cabarrús.579 Los tres primeros habían sido comisionados de Consolidación, Vilches y Canga con Carlos IV y Fuerte-Híjar con Fernando VII. Formarán, luego, en agosto, parte del Consejo de Castilla que, por fin, se apartará de las órdenes de los franceses. Ibídem. Decretos de 22 de mayo, 30 de julio, 18 de agosto y 4 de septiembre de 1808. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587; Colección legislativa de la deuda pública…, 2, op. cit. 579 A este último se le nombró el 27 de mayo. Como consejero de Indias aparece García Gómez Xara y como consejero de Hacienda José Pérez Caballero. Vid. decreto de 22 de mayo de 1808. Colección legislativa de la deuda pública…, 2, op. cit. 577 578 216 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo La Comisión de Consolidación contaba con la correspondiente Caja de Amortización para la extinción de la deuda. Pero, además, se creó una Caja particular administrada por una Junta de acreedores, presidida por un consejero de Estado, cuyos fondos se destinaban exclusivamente al seguro de las nuevas cédulas hipotecarias. En efecto, el empeño de José Napoleón en conocer y reconocer la deuda pública, propició el establecimiento, en junio de 1809, de una Comisión de Verificación y Liquidación de las Deudas del Estado, a la que debían acudir los acreedores del Estado, que recibirían, a cambio de sus títulos de deuda, las llamadas cédulas hipotecarias, admitidas, claro, en la compra de los nuevos bienes nacionales. El intendente general de dichas cédulas era el marqués de Múzquiz, consejero de Estado.580 En 1810 volvió a modificarse la Administración de la deuda pública, que pasó a una Dirección General de Bienes Nacionales, con su contaduría general y su secretaría. Una Junta formada por el director –un consejero de Estado– y los administradores generales adjuntos a dicha dirección sustituyó a la Comisión de Consolidación. Y los comisionados de esta fueron reemplazados por los nuevos administradores provinciales (prefecturas) y de partido (subprefecturas) de bienes nacionales.581 Los franceses suprimieron las comunidades eclesiásticas de regulares –«órdenes regulares, monacales, mendicantes y clericales» y «hermandades y congregaciones conocidas con el nombre de tercera orden»– y las órdenes militares.582 Y todos sus bienes, junto con los de los jesuitas, la Inquisición, los confiscados y los mostrencos y estatales no destinados al servicio público, pasaron a integrar 580 Decretos de 9 de junio de 1809. Colección legislativa de la deuda pública…, 2, op. cit. Decretos de 20 de julio de 1810 y 16 de septiembre de 1811. Prontuario…, op. cit., 2, pp. 189-190, y 3, pp. 158-159. 582 Decretos de 18 de agosto, 18 y 27 de septiembre de 1809. Prontuario…, 1, op. cit., pp. 303-305, 349-350 y 357-358. Vid. MERCADER RIBA, J., José Bonaparte, Rey de España, 1808-1813. Estructura del Estado Español Bonapartista, Centro Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Historia Jerónimo Zurita, Madrid, 1983. 581 5. De la Ilustración al Liberalismo 217 la masa de bienes nacionales desamortizados583. Entre sus compradores destacaron algunos de los implicados en la desamortización de Carlos IV: Urquijo, ministro de Estado de José I, y, sobre todo, Espinosa.584 Al contrario, la desamortización de las propiedades de las fundaciones, por lo menos, benéficas, fue cesando. Así, inmediatamente, en 1808, se suspendieron las enajenaciones de los hospitales, exclusión que se confirmó un año después, extendida a las casas de misericordia y expósitos. Los remates no consumados quedaron sin efecto. Y a los hospitales cuyos bienes hubiesen sido enajenados se les facultó e incitó a comprar nuevas fincas con el capital procedente de aquellas ventas.585 La enajenación de sus bienes había supuesto, en la práctica, su desaparición. Y lo que se intentaba entonces era crear un «fondo general de socorros», es decir, «estatalizar» la sanidad, como también se hará con la enseñanza. En este sentido, en 1810, se excluyó de la ya generalizada desamortización eclesiástica a los establecimientos de instrucción pública y educación, y, además, a los penitenciarios: cárceles y establecimientos de corrección.586 En fin, se había comprobado que la desamortización no bastaba para la reforma benéfica, sanitaria, educativa y penitenciaria. En cuanto a la desamortización del «séptimo eclesiástico», primero en 1808 y luego en 1810, se ordenó su 583 La instrucción dictada en 1810 puede consultarse en el A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 3.472, caja 2. 584 A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 16.491 bis (libro de cuentas corrientes de los compradores de fincas de bienes nacionales, 1809-1811). Espinosa aparece como comprador en 1810 y 1811. Entre otros, adquiere muebles y efectos del extinguido convento de mercenarias de Rivas y cincuenta y seis fincas en Arganda. Pagó en metálico pero, sobre todo, en títulos de deuda: hipotecas, cédulas de indemnización, certificaciones de liquidación y libramientos de empréstito. Por su parte, Urquijo compró entre 1809 y 1810 varias fincas urbanas. 585 Decretos de 18 de agosto de 1808 y 20 de julio de 1809. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587; Prontuario…, 1, op. cit., pp. 258-259. 586 Decreto de 22 de octubre de 1810. Prontuario…, 2, op. cit., pp. 233-234. 218 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo continuación conforme a la propia normativa de 1807. Pero entonces, para evitar los problemas que había supuesto su aplicación práctica,587 se apeló, de nuevo, a la colaboración eclesiástica, y, sobre todo, se permitió sustituir dicha enajenación por la reducción a metálico de dicha séptima parte. Continuó también vigente la desamortización de las capellanías.588 Los establecimientos benéficos y piadosos y los cuerpos y personas eclesiásticas afectados por la desamortización fueron reconocidos como acreedores del Estado. Sus intereses se consideraron deuda corriente y sus capitales deuda vitalicia, de modo que, cuando desaparecieran sus administradores, se extinguirían, «a menos que una determinación especial disponga continuar la renta por convenir a la religión y al Estado, en cuyo caso pasará a deuda perpetua».589 Las certificaciones de las imposiciones de sus capitales debían presentarse ante la Comisión de Liquidación. Y se les incitó a la compra de otros bienes nacionales a través de dichas escrituras de imposición, convertidas en cédulas hipotecarias.590 Por su parte, en enero de 1810, el reconstituido Estado español sustituyó, como estaba previsto, a la Junta Central por un Consejo de Regencia que, tras un largo y complicado proceso, dio paso a las nuevas Cortes Generales y Extraordinarias, reunidas en Cádiz, el 24 de septiembre. Su composición, en cámara única, formada por diputados elegidos por los nuevos ciudadanos y por las juntas provinciales que, unidos, integraban un único cuerpo que representaba a la nación soberana. Su función, constituyente. El 587 Así, se habla de «las reales órdenes e instrucciones expedidas para su execución, las dudas, los recursos y dispendios de muchas comunidades y otros miembros del clero secular y regular y lo doloroso que ha sido el modo con que se ha procedido en la indagación». Vid. decreto de 15 de septiembre de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587. 588 Decretos de 15 de septiembre de 1808 y 20 de julio de 1810. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587; Prontuario…, 2, op. cit., pp. 189-190. 589 Decreto de 4 de septiembre de 1808. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587. 590 Decreto de 2 de junio de 1810. Prontuario…, 2, op. cit., pp. 159-160. 5. De la Ilustración al Liberalismo 219 triunfo de los liberales, en principio minoría, hizo posible el tránsito, aunque no definitivo, del Antiguo Régimen al Liberalismo.591 Sus fuentes, la ilustración racionalista, la revolución francesa y los principios de soberanía nacional, división de poderes y derechos naturales individuales, entre los que destaca el de propiedad. Las Cortes reconocieron la deuda pública heredada, lo que, sin duda, era fundamental tras la guerra y el cambio de régimen político:592 «El descrédito hace que los ciudadanos no se fíen en el Gobierno; la desconfianza, nacida de la falta de cumplimiento de las palabras, aísla los hombres, les hace olvidar sus relaciones con la patria, y los engaños causados por los agentes del Erario introducen la indiferencia sobre la suerte del Estado, precursora de su ruina. Acordémonos de lo que por nosotros pasaba en los últimos años del reinado anterior: todos se desentendían de la voz del Gobierno y miraban como una gracia el burlar sus providencias; ¡Ojalá que el 2 de mayo hubiera acabado esta conducta y los motivos de ella!».593 E intentaron, de nuevo, organizarla para su consolidación. Lo primero era recuperar y reordenar los arbitrios destinados a dicha deuda, aprobados durante el reinado de Carlos IV, y, en su mayor parte, cesados. Y, entonces, en 1813, se vuelve a discutir sobre la justicia o injusticia de la aplicación de dichos fondos de amortización, para volver a achacar a la Administración de Consolidación la situación de la deuda pública y la bancarrota de la Hacienda.594 Como afirma FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., p. 40, «la revolución tuvo que derribar por la fuerza el Antiguo Régimen, porque este era incapaz de transformarse desde dentro». 592 Decreto de 3 de septiembre de 1811. C.D.C., 1, pp. 226-227. 593 Son palabras de José Canga Argüelles, ministro interino de Hacienda, pronunciadas en la Memoria presentada al Consejo…, op. cit. Vid. apéndice documental 4. 2. Canga Argüelles había sido, desde 1800, oficial de la Secretaría de Hacienda, y en 1798 y 1799 aparece como miembro de la Junta de Gobierno del Banco de San Carlos. FRANCISCO OLMOS, José María, Los miembros del Consejo de Hacienda…, op. cit., pp. 144, 148, 151, 155, 159, 328 y 329. 594 Vid. el debate sobre la materia en la sesión extraordinaria de 8 de septiembre de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 6.163-6.170. El diputado 591 220 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo La nueva Administración quedó integrada por una Junta Nacional del Crédito Público, separada, de nuevo, de la Tesorería, que sustituye a la extinguida Consolidación. Sus oficinas se dividieron en una secretaría, una contaduría principal de recaudación, una contaduría principal de reconocimiento y extinción, una caja principal y una oficina de expedición y renovación de documentos. Además, se previó la constitución temporal de una Contaduría de Consolidación para liquidar las cuentas de la antigua Caja de Consolidación, que quedó en manos de José Pérez Quintero.595 Por su lado, los comisionados provinciales se hicieron depender, de nuevo, de los intendentes.596 La deuda nacional se dividió en deuda con interés y sin interés.597 En la deuda con interés se incluía el pago de los intereses procedentes de los capitales obtenidos con las enajenaciones forzosas y voluntarias realizadas, suspendidas, impuestos en la Real Hacienda al rédito del tres por ciento. La deuda sin interés se dividió en anterior y posterior al 18 de marzo de 1808, es decir, anterior y posterior al reinado de Fernando VII. A la amortización de la Ostolaza proponía, a pesar de todo, recuperar los antiguos fondos de consolidación: «A mí no me basta que Vuestra Majestad haya abolido esas cosas, porque ciertamente es una cosa muy dura, porque veo asomada una discusión y yo no puedo menos de tomar parte en este asunto, porque los arbitrios que se habían tomado en algún tiempo en que aquel Gobierno, como se ha dicho, no tiraba más que a destruir la nación, cuando pueda ser que las manos de Sixto Espinosa o sus manejos nos hayan puesto en la disposición que estamos, ¿qué motivos puede haber para suprimir estos grandes ingresos que producían ciento y tantos millones, para que nos veamos embarazados con nuevos arbitrios, que no sé si podremos salir de ellos?». 595 Firma, el 17 de diciembre de 1810, las cuentas presentadas por José Canga Argüelles en su Memoria presentada al Consejo…, op. cit. 596 Decreto de 26 de septiembre de 1811 y reglamento de 29 de noviembre de 1813. C.D.C., 2, pp. 2-3, y 5, pp. 50-84. A la Junta del Crédito Público pasaron diversos títulos de deuda pública interceptados a los franceses en 1811. A.H.N., Estado, legajo 3.111. 597 Reglamento de 15 de agosto de 1813 y decreto de 13 de septiembre del mismo año. C.D.C., 4, pp. 164-170 y 253-270. Vid. también decreto de 28 de abril de 1814. C.D.C., 5, p. 198. 5. De la Ilustración al Liberalismo 221 deuda sin interés posterior se aplicarían los fondos a lograr con la desamortización que se aprobaría, que, finalmente, quedó en proyecto. En un primer momento, para el secretario de Hacienda, José Canga Argüelles, en ella solo se incluiría la propiedad de las órdenes militares, los conventos destruidos, los baldíos no necesarios a los pueblos y algunas fincas de la corona,598 las propias de Godoy y de los enemigos franceses.599 En cuanto a la propiedad eclesiástica, en concreto, su séptima parte, para cuya venta el Estado gozaba de concesión papal, solo se preveía en caso extremo y «dejando a cargo de los eclesiásticos la enajenación».600 De todos modos, advertía que el capital perteneciente a las órdenes militares y obras pías ascendía a 6.250 millones de reales y el séptimo eclesiástico a 892.857.142 reales, considerándose el «valor del capital de la península» en 50.000 millones. Su desamortización, pues, seguía en mente. Además, Canga propuso en esos momentos la suspensión del pago de los intereses debidos a los establecimientos piadosos a los que se hubiesen vendido sus bienes, por lo menos, hasta que se decidiese sobre «la subsistencia de los establecimientos a que pertenecen». De hecho, de momento, los productos de las fundaciones piadosas fueron aplicados, de nuevo, a los hospitales militares, lo que propició un nuevo debate sobre la legitimidad de, incluso, dicha disposición, que, para algunos, seguía vulnerando la voluntad de los fundadores y, en todo caso, se trataba de asuntos eclesiásticos en los que el Estado no tenía jurisdicción.601 598 Su enajenación se dispuso por decretos de 1 de abril y 22 de marzo de 1811. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013; C.D.C., 1, pp. 109-110. 599 Para la indagación y venta de las fincas de los «declarados partidarios franceses» se creó, en marzo de 1811, una Junta Superior de Confiscos y las correspondientes comisiones ejecutivas en las provincias. Vid. decretos de 22 de marzo de 1811 y 17 de junio de 1812. C.D.C., 1, pp. 107-109, y 3, pp. 28-34. 600 Memoria presentada al Consejo…, op. cit. Vid. apéndice documental 4. 2. 601 Reales órdenes de 28 de enero y 8 de agosto de 1811, decreto de 22 de marzo, que recuerda el previo de la Junta Central, de 6 de diciembre, y real orden 222 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Pero, en 1813, el propio Canga Argüelles propuso ya la puesta en marcha del programa desamortizador liberal, vinculado, de nuevo, a la amortización de la deuda pública. Las propiedades susceptibles de enajenación se denominan entonces, definitivamente, bienes nacionales, concepto que amplía el previo de establecimientos públicos: «La venta de bienes que pueden llamarse nacionales, porque no siendo propiamente de dominio particular pertenecen generalmente a todos, y en el bien y salvación de todos se deben consumir, es una medida que, sobre ser la única capaz en el día de salvarnos, reúne […] la inesperada ventaja de pagar a un tiempo la deuda nacional, poner en circulación una inmensa suma de bienes estancados y aliviar la común miseria de tanto acreedor por vales, por acciones, por empréstitos, por suministros, por viudedades, por sueldos, que todos perecen ahora sin esperanza de remedio y todos serán pagados y satisfechos entonces de una vez».602 La propiedad afectada se dividió en propiedad común y propiedad eclesiástica secular y regular. En la primera, además de la concejil, se incluyeron los bienes de los jesuitas y de la suprimida Inquisición,603 y, además, los de los establecimientos «de instrucción pública y de caridad». Pero, respecto a estos últimos, que eran las mismas fundaciones benéficas y piadosas laicas (en las que se incluían establecimientos sanitarios, penitenciarios y educativos), se advertía que, antes de venderse, debían buscarse medios para su subsistencia. De nuevo, la experiencia había demostrado que la enajenación de sus propiedades llevaba a su ruina. En cuanto a la propiedad eclesiástica, en la secular se incluyeron entonces los bienes pertenecientes a «capellanías, a beneficios sin cura de almas y a las obras pías», es decir, las antes llamadas fundaciones eclesiásticas. La enajenación del resto de la propiedad eclesiástica secu- de 20 de mayo del mismo año. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.013; C.D.C., 1, pp. 110-111. Vid. el correspondiente debate en la sesión de 2 de agosto de 1811. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 2, pp. 1.554-1.557. 602 Sesión de Cortes de 4 de julio de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 5.601-5.604. 603 Decreto de 22 de febrero de 1813. C.D.C., 3, pp. 220-224. 5. De la Ilustración al Liberalismo 223 lar, de nuevo voluntaria, se dejó en manos de la propia Iglesia: «Los prelados eclesiásticos y los cabildos designarán las fincas que se hayan de enajenar a beneficio de la nación». La que sí se consideró plena fue la desamortización de la propiedad de los regulares suprimidos, incluidas las órdenes militares. En el mismo sentido, por su parte, la Comisión de Hacienda de las Cortes siguió trabajando en la búsqueda de arbitrios y bienes para aplicarlos a la amortización de la deuda pública. Y, de nuevo, los preferidos fueron los bienes de los jesuitas, la Inquisición, las órdenes militares, los regulares suprimidos, los franceses y afrancesados, las fincas de la corona y las tierras comunes.604 No faltaron los que se opusieron a la desamortización, concretamente, de los bienes de los regulares, de nuevo, bajo el argumento de que eran propiedad particular, derecho tan protegido por los liberales: «La nación ni tiene dominio ni señorío sobre estos fondos para trasferirlos a los acreedores de la Hacienda pública […]. ¿Qué dice la Constitución, que tanto se cita y tan poco se guarda? Que la nación está obligada a conservar a los españoles su propiedad».605 Para rebatir estas críticas, se volvió a destacar el interés de las propias personas y cuerpos afectados: «Aquí no se trata de quitar la propiedad a nadie. Lo digo francamente: la principal mira que tenemos, a pretesto del crédito público, es el hacer un beneficio a los regulares». Y, por si acaso tal pretensión no legitimaba la disposición, se rescatan las bulas papales de 1805 y 1807 que autorizaban las ventas.606 Lo cierto es que el debate sobre la desamortización y la desvinculación evolucionó claramente hacia la nueva configuración de la propiedad liberal, aprovechando, además, la oportunidad para la deseada reforma del clero. Algunos afirmaron entonces que Vid. sesiones extraordinarias de 7 y 8 de septiembre de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 6.140-6.156 y 6.163-6170. 605 Son palabras del diputado Simón López, en la sesión extraordinaria de 8 de septiembre de 1813. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 6.166-6.167. 606 Son palabras del diputado Mejía. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 8, pp. 6.167-6.168. 604 224 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo la propiedad eclesiástica –por lo menos la de los regulares– era susceptible de apropiación legítima por el Estado. De este modo, la naturaleza pública que había legitimado la desamortización de la propiedad de las fundaciones benéficas y piadosas se amplió a las corporaciones eclesiásticas regulares. Los liberales, como José María Queipo de Llano, conde de Toreno, asimilaron y llevaron a sus máximas consecuencias la doctrina jovellanista preliberal. Primero, para las órdenes militares: «Como el objeto de toda institución humana es el bien y felicidad de la sociedad en que se establece, luego que cesa aquel, deberá cesar también la institución, que con el transcurso de los tiempos y con la variación de las circunstancias habrá llegado a ser perjudicial en vez de útil y provechosa como sería en un principio».607 Luego, para los regulares: «Las corporaciones todas han sido instituidas por beneficio de la sociedad; y si ésta conceptúa que ya le son perjudiciales, o a lo menos que no le son útiles, tiene derecho a destruirlas y, por consiguiente, apoderarse de sus bienes siempre que le convenga, puesto que dejan de existir; no así con los de los particulares; a estos no puede destruirlos. La sociedad se compone de individuos y la destrucción de ellos sería la de ella misma, por lo que solamente le es dado quitarles los bienes cuando cometan algún delito».608 El decreto de 13 de septiembre de 1813 incluyó entre los bienes desamortizables, efectivamente, la mitad de los concejiles (baldíos y propios), los de la Inquisición, los de los jesuitas, los confiscados, los de la corona sin uso, los de las órdenes militares y conventos y monasterios destruidos o suprimidos.609 Nada se decía de las fundaciones benéficas y piadosas, de las fundaciones eclesiásticas ni de la séptima parte del resto de la propiedad de la Iglesia, sino la enajenación de los bienes que estuviesen en poder del Crédito Público, por no haberse enajenado. 607 Sesión de 11 de agosto de 1811. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 3, p. 1.618. 608 Sesión de Cortes de 18 de septiembre de 1812. D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 5, p. 3.705. El debate entero, en pp. 3.703-3.717. 609 C.D.C., 4, pp. 253-270. 5. De la Ilustración al Liberalismo 225 Y, de todos modos, el programa liberal desamortizador y desvinculador no pudo aplicarse en su totalidad, por el momento.610 Sí la desamortización concejil, con la que parecía volverse al primer ideal ilustrado, ya que se ordenó la enajenación de la mitad de los propios y baldíos, a cambio de rentas anuales, preferiblemente entre los vecinos de los pueblos, y la otra mitad debía repartirse, por suertes, entre los soldados que hubiesen participado en la guerra y los vecinos sin tierras propias a cambio de un canon.611 También se decretó, efectivamente, la desamortización de parte de la propiedad eclesiástica de las comunidades regulares extinguidas.612 Y, por otro lado, se avanzó hacia la propiedad privada plena. Así, se trabajó en la supresión de los mayorazgos y vínculos.613 Y, en agosto de 1811, se incorporaron, por fin, al Estado, todos los señoríos jurisdiccionales, de modo muy beneficioso para la nobleza, que pudo hacerse con la propiedad plena de la tierra.614 Para completar tales disposiciones, en 1813, se declaró, en general, la libertad de arrendamientos –ya adelantada por la Junta Central, que había suspendido la normativa de protección de colonos de 1785– y de cerramientos. El único contrato agrario respetado, por el momento, fue, otra vez, el foro.615 610 Vid. ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 514-520, 530-561, 579-614 y 683-694. 611 Decreto de 4 de enero de 1813 «sobre reducir los baldíos y otros terrenos comunes a dominio particular, suertes concedidas a los defensores de la patria y a los ciudadanos no propietarios». C.D.C., 3, pp. 189-193. Ya el citado Informe sobre vales, fechado en Sevilla, en 1809, proponía, como alternativa a la desamortización eclesiástica, la enajenación de los baldíos. 612 Decretos de 17 de junio de 1812 y 18 de febrero de 1813. C.D.C., 3, pp. 28-34 y 211-212. 613 ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 561, cita la publicación de unos Documentos relativos al expediente de vinculaciones, impresos de orden de las Cortes para su discusión, Madrid, 1814. 614 Decreto de 6 de agosto de 1811. C.D.C., 1, pp. 193-196. 615 Decreto de 8 de junio de 1813 sobre «varias medidas para el fomento de la agricultura». C.D.C., 4, pp. 80-82. Ya el propio Consejo de Castilla, el 27 de agosto de 1808, había circulado una orden por la que se aceptaban las instancias de los propietarios contra los colonos arrendatarios. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. 226 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 5.2.2. La oposición a la desamortización liberal Así pues, el debate sobre la legitimidad de la desamortización, iniciado en el reinado de Carlos IV, continúa. Es entonces cuando se achaca a aquellas primeras medidas el inicio de la nueva política, que ya no tenía vuelta atrás. Y a los ilustrados, como iniciadores del proceso, se les tachó de liberales.616 En 1813 se publicaron, entre otras, dos obras destinadas a negar a la Iglesia el derecho de propiedad: Juicio histórico-canónico político de la autoridad de las naciones en los bienes eclesiásticos y Modo de extinguir la deuda pública, eximiendo a la nación de toda clase de contribuciones por espacio de diez años y ocurriendo al mismo tiempo a los gastos de la guerra y demás urgencias del Estado, esta última de Juan Álvarez Guerra. En ellas se mantenía que la Iglesia era una mera poseedora, usufructuaria, depositaria o administradora de los bienes cedidos por la corona o los fieles, propiedad, por tanto, de la nación: «Un simple poseedor, un mero depositario y ecónomo de los bienes que los fieles han cedido a favor de la Iglesia», posesión que se asemeja a «los caracteres de un usufructo o, mejor, de un derecho de usuario», muy distinto a «una verdadera propiedad como la que tiene todo particular en los suyos». En todo caso, no era lo mismo el derecho de propiedad de las corporaciones, derivado del Derecho positivo, que el derecho, natural, de los particulares. El único límite a la desamortización de los bienes eclesiásticos por el Estado era, así, el debido cumplimiento de sus fines.617 Así, FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., p. 151, cita las palabras recogidas en las Memorias históricas del colegio literario de Santo Tomás de Riupederas, escritas en 1814, en las que se afirma que «los jacobinos o la secta filosófico-francmasónico-iluminada asomaba ya a nuestra península […]. El jefe de los liberales de los españoles, por otro nombre Príncipe de la Paz, hizo un pensamiento que solo podía salir de una cabeza hueca, aunque rellena de viento de soberbia y de un corazón agitado de codicia y de un alma poco devota de las almas del purgatorio». 617 Juicio histórico-canónico-político de la autoridad de las naciones en los bienes eclesiásticos o Disertación sobre la pertenencia de su dominio según el espíritu invariable de la Iglesia y los principios inconcusos del Derecho Público, Imprenta de Manuel Muñoz, Alicante, 1813. Se refiere a esta obra y al Modo de extinguir la deuda pública eximiendo a la nación de toda clase de contribuciones por espacio de diez años y ocurriendo al mismo tiempo a los gastos de la guerra y demás urgencias del Estado, de Juan Álvarez Guerra, ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., pp. 686-687. 616 5. De la Ilustración al Liberalismo 227 Específicamente, contra ambos escritos, Pedro Inguanzo y Rivero, obispo de Zamora y diputado por Asturias en las Cortes de Cádiz, publicó años más tarde, en 1820, su Dominio sagrado de la Iglesia en sus bienes temporales.618 Sus argumentos: el derecho de propiedad como Derecho natural, elevado a divino, y de Derecho positivo o civil; la independencia de la Iglesia y el Estado; y, en fin, la vulneración de la propia Constitución de 1812, en concreto, de dos de sus principios básicos: religión y propiedad. De modo muy claro analiza Inguanzo el proceso doctrinal que llevó a la desamortización, desde las primeras críticas de Campomanes a la amortización, que no contradecían el derecho de propiedad de la Iglesia, pero que generaron una «alarma que excitó unas ideas de odiosidad contra los bienes eclesiásticos», a la doctrina preliberal de Jovellanos y a la puramente liberal de las Cortes de Cádiz, esta última tomada directamente de la revolución francesa, que incluyó los bienes eclesiásticos entre los bienes nacionales. Todo vinculado a la deuda pública: «Han aparecido genios extraordinarios y sublimes en la ciencia económica, dignos discípulos de los Soleres, de los Espinosas, etcétera. He aquí el proyecto. Yo debo tanto: pues me arreglo de bienes de un tercero, que valen doble; pago con ellos y me embolso otro tanto». La ilegalidad e ilegitimidad de la desamortización eclesiástica se compara, además, con el favorable trato dado a los propietarios llamados particulares, es decir, a la nobleza y sus mayorazgos y vínculos, a los que se respetó su derecho de propiedad: «¿Por qué no se despoja para el efecto a tantos grandes, ricos hombres y poderosos? La utilidad pública debe extenderse a todas las propiedades». Y manifiesta la causa última de la desamortización: «Los capitalistas formaban en Francia una clase de hombres rivales de los propietarios territoriales». En este mismo sentido, durante y tras la revolución liberal española, se publicaron otros escritos en defensa del vulnerado 618 INGUANZO Y RIVERO, Pedro de, El dominio sagrado de la Iglesia en sus bienes temporales. Cartas contra los impugnadores de esta propiedad, especialmente en ciertos libelos de estos tiempos. Y contra las críticas modernas, las quales, aunque le reconocen, impugnaron la libre adquisición a pretesto de daños de amortización y economía política, 1, Imprenta de D. Vicente Blanco, Salamanca, 1820. 228 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo derecho de propiedad de la Iglesia, en los que la desamortización liberal se deriva directamente de las primeras medidas desamortizadoras tomadas desde 1798. Así, en 1813, una Instrucción pastoral de los ilustrísimos señores obispos de Lérida, Tortosa, Barcelona, Urgel, Teruel y Pamplona, al clero y pueblo de sus diócesis619 describía el proceso desamortizador, desde la enajenación de la propiedad de las fundaciones piadosas, benéficas e incluso eclesiásticas hasta la pretensión de la enajenación de toda la propiedad de la Iglesia: «Que se enagenen los fondos de obras pías, capellanías y hospitales, decían y executaban los unos hace poco tiempo; que se quiten los derechos eventuales a los curas, clamaban otros, que se supriman los diezmos, gritan ahora algunos de nuestros escritores modernos. Y ¿qué resta ya para acabar con todo? Resta el gran proyecto en que trabajan tantos para hacer el robo más completo a los altares, a la imitación del modelo de ladrones y vandidos, la sacrílega asamblea de Francia: que se pongan a sueldo, dicen nuestros economistas, todos los funcionarios públicos, y que se vendan inmediatamente todas las fincas y bienes raíces de la Iglesia, para sacarlos así de las manos muertas y hacerlos circular por las vivas». Y ello mientras se proclamaba, como derecho natural, «la propiedad del ciudadano, como uno de los derechos imprescriptibles del hombre». En fin, revolución tapada de reforma: «Todo nos anunciaba un trastorno general. Pero seguramente no lo creíamos tan cercano». Y, en la práctica, ni reforma agraria ni fiscal, con lo cual se niegan las bases doctrinales en que se había basado, por lo menos, la primera desamortización: «Los miserables fondos de cien capellanías, por exemplo, que antes distribuían con tanta utilidad del público las manos verdaderamente vivas y vivificantes de cien eclesiásticos pasarán, tal vez, a las manos verdaderamente muertas de un acaudalado, que consuma en coches, galas y otros objetos de un luxo ruinoso, aunque tan favorecido en estos tiempos, lo que bastaba para sostener a cien labradores y mantener con sobriedad a otros 619 Imprenta de Brusi, Mallorca, 1813; reimpr. La Estafeta, Santiago, 1814. La obra está firmada en Palma de Mallorca, el 12 de diciembre de 1812. 5. De la Ilustración al Liberalismo 229 tantos ministros»; «Sería una ignorancia muy grosera la del que pensase que por la inmunidad de los bienes de la Iglesia que acabamos de establecer con documentos irrefragables, se perjudica al Real Erario o se recarga con mayor gravamen a los particulares en las contribuciones indispensables para las urgencias y necesidades del Estado […]. La Iglesia jamás se ha negado a contribuir a las necesidades del Estado; pretende solamente que esta se haga por donativos voluntarios y con la debida intervención de la autoridad eclesiástica». Del mismo modo, el Índice de los enemigos de la religión y de la patria, publicado en 1814, achacaba a los ministros ilustrados de Carlos IV la pérdida de su trono y a los liberales de Cádiz su propia derrota. Es decir, a la desamortización se respondía con revuelta popular y cambio de Gobierno: «Para probar que las Cortes tenían facultad de robar al mismo Dios, nos dijo [Argüelles] que así lo habían hecho antes que ellos otros reyes de nuestra misma España, como constaba en nuestra historia. Pero no nos dijo, como lo añade esta misma historia, que apenas hubieron cometido los infelices este execrabilísimo delito cuando vieron sobre sí la mano vengadora del Todopoderoso, y eso aun los que lo hicieron, no a viva fuerza y por su propia virtud, como él pretendía que se ejecutase, sino aun los que no se atrevieron a tocar en nada hasta haber obtenido bulas pontificias al efecto y en circunstancias igualmente justas y apuradas».620 En el mismo año, Faustino Medrano publicó una Defensa político-legal del dominio que compete a los pueblos en sus propios y comunes y a las iglesias y demás corporaciones.621 Pero, sin duda, la obra más crítica con la desamortización, específicamente, de Carlos IV, comienzo de la liberal, fue la de Juan de la Reguera Valdelomar, consejero de Castilla, publicada en época temprana, en 1810, dos años después de que la Junta Central 620 Tomo la cita de ARTOLA GALLEGO, Miguel, Los orígenes…, 1, op. cit., p. 691. Publicado en Madrid, en 1814. Se custodia también en el Archivo de Saavedra, caja 70. LASERNA GAITÁN, Antonio Ignacio, El fondo Saavedra, op. cit. 621 230 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo suspendiera las enajenaciones forzosas: Peticiones sobre reparo de agravios causados en el fatal reinado de Carlos IV dirigidas a la nación española reunida y representada en Cortes Generales.622 Su fin era solicitar a las Cortes la declaración de plena nulidad de los siete decretos aprobados el 19 de septiembre de 1798623 y, en concreto, la nulidad de las ventas realizadas y la restitución de las propiedades a sus legítimos poseedores: «Día fatal precursor de la ruina de España […]; día usurpador del Derecho privado y público en los bienes más útiles y necesarios para mantener el orden de la sociedad civil, política y religiosa […]; día cruel en el qual se despojó a los miserables pobres, sanos y enfermos de todos los auxilios subministrados por la caridad de sus hermanos […]; día bárbaro e impolítico en que se decretó la extinción de los más útiles establecimientos públicos, indispensables para el uso y progreso […]; día impío en el qual se usurpó a las iglesias la mayor parte de sus bienes y rentas […]; día sacrílego en que el soberano protector del Santo Oficina de Collado, Madrid, 1810. Biblioteca del R.I.D.E.A., Fondo Canella, 119. 623 La obra se divide en los siguientes apartados: «Introducción a las peticiones sobre la nulidad y reposición de todo lo obrado por la fuerza de los siete iniquos decretos de 19 de septiembre de 1798 y de las providencias acordadas en el Consejo para su violenta ejecución y cumplimiento; Petición I: Nulidad de enajenaciones de bienes de hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y de expósitos: cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos; capellanías colativas y otras fundaciones eclesiásticas. E íntegra restitución a sus establecimientos públicos y privados; Petición II: Sobre nulidad de las ventas de bienes pertenecientes a los seis Colegios mayores de Salamanca, Valladolid y Alcalá, su íntegra restitución a sus respectivas fundaciones; Petición III: Sobre nulidad de las ventas de bienes de las temporalidades de los jesuitas incorporados a la Real Hacienda, y su restitución a las piadosas fundaciones a que estaban destinadas; Petición IV: Sobre nulidad de la venta de bienes de mayorazgos, patronatos y demás vinculaciones, y su íntegra restitución a los inmediatos sucesores despojados de ellos; Petición V: Sobre la subrepticia usurpación de los caudales depositados que se trasladaron a las Caxas Reales, y su urgente reintegro a los dueños despojados de ellos; Petición VI: Sobre la nulidad de la contribución en legados y herencias de las sucesiones transversales, y subrogación de otra más útil al Estado y menos gravosa a sus individuos». 622 5. De la Ilustración al Liberalismo 231 Concilio de Trento y el Supremo Tribunal que tenía a su cargo la observación y cumplimiento de sus sagrados decretos, no solo fue infractor, sino que invitó a los prelados de las iglesias para que lo fuesen».624 De nuevo, Reguera deriva, de modo directo, del pensamiento ilustrado el liberal. En concreto, vuelve a relatar el proceso doctrinal que llevó a la desamortización, de forma muy clara y resaltando sus hitos: Las primeras críticas a la amortización elevadas al rey por las Cortes y el Consejo, en los reinados de Carlos I, Felipe II y Carlos II; el Concordato de 1737 que permitió la tributación de las propiedades eclesiásticas; el Tratado de la regalía de amortización de Campomanes y, en general, la política regalista e, incluso, antieclesiástica de los ministros de Carlos III; las concretas propuestas desamortizadoras de Portillo (1794), de la Dirección General de Fomento (1797) y de Sempere y Guarinos (1797); y la aprobación de los decretos de 1798, «siete horrendas gemelas concebidas de su detestable consorcio con el ambicioso director de la Caja de amortización».625 En fin, «no era este vicio nuevo ni preciso efecto del despótico gobierno de Carlos IV, era sí fruto de la mala semilla que en el reinado anterior (aquel tiempo mal llamado de ilustración) introduxeron algunos ministros […]. Introducidos tales vicios en el Consejo por el que fue muchos años su fiscal y gobernador con fama de ilustrado, se abrió la puerta a la impiedad de algunos proyectistas y novadores que, ocupados de la maligna fiebre del interés prometido a los que más acertasen en las propuestas de ventajosos arbitrios, incurrieron en el delirio de presentar el de la sacrílega enagenación de todos los bienes poseídos por manos muertas».626 Como causas de la nulidad solicitada, alegaba, en primer lugar, la controvertida falta de legitimidad de la autoridad real REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones sobre reparo de agravios causados en el fatal reinado de Carlos IV dirigidas a la nación española reunida y representada en Cortes Generales, Oficina de Collado, Madrid, 1810, Biblioteca del R.I.D.E.A., Fondo Canella, 119. 625 Ibídem, p. 7. 626 Ibídem, pp. 5-6 y 140-142. 624 232 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo para apropiarse de la propiedad eclesiástica. De este modo, vuelve a incidir en la vulneración del derecho de propiedad, extendida a las libertades testamentaria y fundacional. Y, en general, del Derecho divino, natural y de gentes, canónico y nacional, tanto público como privado. En fin, de las Leyes Fundamentales que limitaban el poder soberano, pero entendidas no según propugnaban los ilustrados –que, precisamente, basaban en dicha legislación fundamental la legitimidad de la limitación de la amortización e, incluso, la desamortización–, sino según otra tradición jurídica española, fiel al absolutismo y al escolasticismo: «Su autoridad soberana estaba sujeta y subordinada a la suprema de la religión, de la razón y de la justicia».627 Así, Reguera se esfuerza en contradecir las teorías elaboradas por los ilustrados para legitimar, precisamente, la desamortización. Y para ello era imprescindible defender el derecho de propiedad de la Iglesia, aun llamado posesión o usufructo, y su amortización, «en que consiste el mayor bien del Estado».628 Dicha propiedad era innegable para las capellanías colativas y otras fundaciones eclesiásticas, que no podían enajenarse ni siquiera por los propios eclesiásticos. En cuanto a las obras pías, cofradías y patronatos de legos, solo algunos de dichos establecimientos pertenecían a la jurisdicción eclesiástica, pero, en todo caso, con su venta forzosa se vulneraba el derecho de fundación. Por fin, los hospitales, hospicios, casas de misericordia, expósitos y de reclusión estaban sometidos a la jurisdicción eclesiástica, mientras que a la real solo le competía la «conservación y aumento, buen régimen, reforma de abusos y observancia de sus constituciones, en los que fuesen públicos» y, en los privados, «el más exacto cumplimiento de las voluntades de sus fundadores». Justo lo contrario de lo que había mantenido, entre otros, Sempere y Guarinos, para afirmar su carácter de establecimientos públicos en los que la Iglesia solo ejercía un derecho de vigilancia.629 627 628 629 Ibídem, p. 55. Ibídem, p. 61. Vid. supra, capítulo 2, nota 187. 5. De la Ilustración al Liberalismo 233 Pero, además, Reguera niega las causas en las que los ilustrados habían basado las medidas desamortizadoras y las consecuencias que previeron. Así, la reforma de la beneficencia, de la sanidad y del culto no se había alcanzado, sino todo lo contrario, se había llegado a su ruina. Y lo mismo afirma respecto de la pretendida reforma agraria, para lo que acude a los conocidos argumentos de los despojos de los arrendatarios por los nuevos propietarios, que, además, cometían fraudes en las adquisiciones, auxiliados por las propias autoridades encargadas de su ejecución. Por lo que se refiere a la Hacienda Real, son constantes las críticas contra el desorden de la Administración de la deuda pública, de nuevo, achacado al que fuera director de la Caja de Amortización, Espinosa, y al tesorero general, Noriega: «Una Caja establecida, desde luego, con la mala fe de sus inventores, formada de caudales agenos exigidos por el dolo y fuerza de sus directores, sostenida con promesas falsas de la redención de sus capitales y pago puntual de sus réditos, y destinada a mantener al monstruo de tres cabezas devoradoras del Reino».630 5.2.3. El segundo reinado de Fernando VII (1814-1820): La derogación de la desamortización liberal y el mantenimiento de la desamortización de Carlos IV De este modo, el cambio del régimen jurídico de la propiedad de la tierra fue una de las causas que propiciaron el primer derrumbamiento del Liberalismo, en 1814. Fernando VII, todavía tan deseado por el pueblo, volvió a reconocer la deuda pública,631 expresamente la procedente de la desamortización aprobada en el reinado de su padre.632 Su reorganización, influida, sin duda, por el REGUERA VALDELOMAR, Juan de la, Peticiones…, op. cit., p. 78. Real orden de 18 de mayo de 1814 por la que mantiene la Junta del Crédito Público. SUÁREZ, Federico, «La Real Caja de amortización bajo el Ministerio de López Ballesteros (1824-1832)», en A.H.D.E., 31, 1961, pp. 235-257. 632 Por real orden de 19 de enero de 1815 se mandó proceder al pago de los intereses correspondientes a un año, vencidos antes del 1 de ese mismo mes, en 630 631 234 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo precedente liberal, supuso la formación de una nueva Administración, que quedó en manos de la llamada Dirección del Crédito Público y de una Junta protectora, compuesta por un consejero de Estado, como presidente, consejeros de Castilla, Indias, Órdenes y Hacienda, un eclesiástico, dignidad empleada en la corte, directores del Banco Nacional de San Carlos, Filipinas y Cinco Gremios, un diputado de la Diputación del Reino, un gran hacendado, un comerciante arraigado de Madrid y los directores del Crédito Público, con asistencia de sus contadores y del jefe de Renovación de Vales.633 Se repitieron entonces los sucesivos cambios en dicha administración y los consiguientes conflictos y críticas, sobre todo por el uso de los caudales de amortización para otros fines.634 Y, así, los fondos acabaron en manos del tesorero general, entonces también director general del Crédito Público, cargo que ocupó Vicente Soret Caballero, «en comisión». Por su parte, José Señán y Velázquez ejerció como «contador general reformado de consolidación».635 La deuda se dividió, de nuevo, en deuda con interés y deuda sin interés. La primera se subdividió, además, en deuda de imposición forzosa, con intereses y capitales sujetos a amortización civil o eclesiástica, y deuda de libre disposición, con intereses y capitales de los que podía disponer libremente el acreedor.636 A estos últifavor de los establecimientos de piedad, beneficencia, sanidad y educativos, siempre que siguieran ejerciendo sus funciones, y de la correspondiente ayuda a los eclesiásticos que, por la venta de sus capellanías, hubiesen quedado incongruos. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 633 Real decreto de 13 de octubre de 1815, reglamento de 5 de noviembre del mismo año y real decreto de 5 de agosto de 1818. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 2, pp. 704-711 y 742-752, y 5, pp. 383-429. 634 FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., pp. 307-451. 635 Decreto de 8 de noviembre de 1818. SEÑÁN y VELÁZQUEZ, José, Guía o estado general de la Real Hacienda de España, Año de 1819. A.H.N., Consejos, legajo 50.728, cajas 1 y 2. Parece que, el 7 de marzo de 1820, se nombró un nuevo director, pero no tuvo efecto, como consecuencia del nuevo cambio de régimen político. A.H.N., Estado, legajo 226. 636 Reales decretos de 13 de octubre de 1815 y 5 de agosto de 1818. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 1, pp. 704-711, y 5, pp. 383-429; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 5. De la Ilustración al Liberalismo 235 mos se garantizó la devolución de sus capitales, pero, respecto al pago de los intereses, eran preferentes los primeros. En 1815, para el pago de los intereses de la deuda de imposición forzosa –en la que se incluía la debida a los cuerpos y personas afectados por la desamortización de Carlos IV–, se impusieron arbitrios muy parecidos a los consignados a la amortización de la deuda en 1800.637 Para la deuda sin interés, que debía amortizarse, es decir, cuyos capitales debían devolverse, se pensó, de nuevo, en la desamortización, en concreto, de las propiedades secuestradas y confiscadas a los franceses, afrancesados y otras personas, de los maestrazgos y encomiendas (vacantes) de las órdenes militares, de los concejos (baldíos y propios), las pertenecientes al patrimonio real no necesarias al rey y su familia, y, entonces sí, las propias de las fundaciones piadosas y benéficas y la séptima parte de las eclesiásticas.638 Pero esta primera normativa fue inmediatamente atacada y, al fin, incumplida.639 637 Diez por ciento de los propios y arbitrios y mitad del sobrante anual, producto del indulto cuadragesimal de Indias, media anata de las herencias en las sucesiones transversales de vínculos y mayorazgos, veinticinco por ciento de las vinculaciones y adquisiciones de manos muertas y media anata cada veinticinco años de las rentas sujetas a amortización eclesiástica, contribución extraordinaria de frutos civiles, atrasos de arbitrios aplicados a la antigua Consolidación, gracias al sacar de España e Indias, quinta parte del producto de bulas de cruzada para vivos y difuntos y mitad de las de ilustres y lacticinios, de composición y demás expedidas, diezmos de exentos y mitad de los novales, mitad de los frutos y rentas de las mitras vacantes, una anualidad de los frutos y rentas de las vacantes de las prebendas, dos tercios de la tercera parte de las rentas de las mitras pensionadas y una anualidad de las pensiones concedidas sobre el tercio restante, una anualidad de las pensiones de la Orden de Carlos III, la anualidad no satisfecha de las encomiendas de las órdenes militares provistas, la contribución impuesta por la antigua Consolidación sobre aguardientes y licores, el producto del noveno decimal y del excusado, el producto de las minas de plomo, y el derecho sobre lanas impuesto también por la antigua Consolidación. Real decreto de 13 de octubre de 1815. Decretos del Rey Don Fernando VII, 1, op. cit., pp. 704-711. 638 Real decreto de 13 de octubre de 1815. Decretos del Rey Don Fernando VII, 1, op. cit., pp. 704-711. 639 Así se afirma en el propio real decreto de 5 de agosto de 1818. Decretos del Rey Don Fernando VII, 5, op. cit., pp. 383-429. 236 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo En 1814 se estableció una Junta Suprema de Reintegros, para la recuperación de los bienes nacionales desamortizados por el Gobierno francés.640 En dicha junta y en el seno del Consejo de Castilla se abrieron en estos años muchas causas, tanto contra los compradores de bienes nacionales641 como las promovidas por dichos compradores para que se les mantuviese en la propiedad adquirida.642 Y es que entre dichos bienes estaban los propios de las fundaciones y del séptimo eclesiástico, cuyas ventas debían respetarse –como había ordenado la normativa de 1798 y 1807–, por lo menos las realizadas antes de su suspensión por la Junta Central. Muchos antiguos poseedores aprovecharían, si no, la situación para reclamar propiedades legítimamente vendidas. En mayo de 1815 se ordenó al Consejo de Castilla informar sobre dichas enajenaciones.643 Y en julio del mismo año, dicho conLa Junta de Reintegros se creó por real cédula de 31 de agosto de 1814. A.H.N., Consejos, libros 2.720-E y 2.882. 641 En este sentido, Andrés López Mérida, vecino de Dos Hermanas, solicitó la restitución de la ermita de Nuestra Señora, usurpada; Juan de Torres, de Huelves, el reintegro a los vecinos de las tierras que labraban antes de la invasión francesa; Tomás Gómez Ruiz, cura en Jubiles y Nieles, en Las Alpujarras, la devolución de las fincas de las capellanías «vendidas con la denominación de obras pías»; el cabildo de Santa María de Palacio, en Logroño, la nulidad de la venta de todas sus fincas, que había sido ejecutada en 1807; el prior y comunidad de religiosos agustinos recoletos de Murcia, el reintegro de los bienes vendidos de sus memorias y obras pías; el obispo de Salamanca, la devolución de las fincas vendidas durante la dominación francesa; Juan Camino Hevia, presbítero, e Ignacio Naval, clérigo de menores, de San Feliz de Valdesoto, capellanes de San Juan Evangelista y Nuestra Señora de Villar, recurrieron contra Antonio García Rendueles, vecino de Gijón, por las molestias que les ocasionaba con motivo de las enajenaciones de bienes piadosos realizadas durante la dominación francesa; y Miguel Rosado, presbítero vecino de Valdeverdeja, solicitó la nulidad de la venta hecha por el alcalde mayor de Oropesa de dos capellanías colativas. A.H.N., Consejos, libro 2.691. 642 Así, Tomás Sánchez, vecino de Hervás, en Béjar, solicitó amparo en la posesión de las fincas compradas, lo mismo que hicieron Antonio López y Antonio Muñoz Helena, para unas fincas de la obra pía de Juan López Ontiveros vendidas durante la revolución para atender a las urgencias del pueblo. A.H.N., Consejos, libro 2.691. 643 Circular de 3 de mayo de 1815. MORENO GARBAYO, Natividad, Colección de Reales Cédulas del A.H.N…, op. cit. 640 5. De la Ilustración al Liberalismo 237 sejo emitió una consulta en la que se oponía a las mismas y proponía su cese definitivo, «por haber mostrado la experiencia que no traía utilidad el ingreso de sus capitales para el curso y valor del papel moneda y por causar el pago de sus réditos una carga insoportable a la antigua Consolidación, hoy Crédito público». Es decir, de nuevo, se admitía que las medidas desamortizadoras no habían logrado acabar con la deuda pública. Al contrario, la habían aumentado de un modo insoportable.644 También se volvió a negar el pretendido beneficio que los ilustrados habían previsto para los propios establecimientos de beneficencia y piedad: «Le miraron con desagrado las personas y cuerpos eclesiásticos, porque ni podían desconocer la incertidumbre para lo sucesivo del pago de réditos de sus capitales, ni se les ocultaba el destino que se daba en aquel tiempo a la mayor parte de estos fondos contra todas las reglas de conciencia y justicia, lo que justificó la experiencia con trastorno de las fundaciones, abandono del cumplimiento de sus cargas y lágrimas de muchos interesados que no han obtenido retribución alguna desde que se les enagenaron las fincas y que, por lo tanto, dudan de que llegue el tiempo de obtenerla […]. Aumentábase este sentimiento con las pruebas diarias de que los réditos correspondientes a las enajenaciones no equivalían, ni con mucho, a los productos de las fincas enagenadas bajo la administración de sus poseedores». Con lo cual, se legitimaba la oposición de los interesados y, en general, del pueblo, que había logrado la derogación de la normativa desamortizadora en 1808: «Y no vale decir que este resentimiento fuera hijo solamente del interés de los poseedores a quienes alcanzaba la disposición de la ley, si se atienEn 1818 se publicó una Historia de la guerra de España contra Napoleón Bonaparte, escrita y publicada de orden de Su Majestad por la tercera sección de la Comisión de jefes y oficiales de todas las armas, establecida en Madrid a las inmediatas órdenes del Excelentísimo Secretario de Estado y del Despacho universal de Guerra, 1, Imprenta de Burgos, Madrid, en la que se afirma lo que sigue: «¿Cómo es posible responder ante la opinión pública al cargo de haber vendido por más de mil y quinientos millones de propiedades eclesiásticas con objeto de amortizar los vales, y, sin embargo, no haber amortizado en todo el tiempo de su larga administración más que trescientos diez millones» (pp. 123-133). 644 238 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo de a que, por una parte, le abonaba la razón y, por otra, le han reconocido legítimo los pueblos y autoridades que presidieron el Gobierno del Reyno durante el tiempo de las turbaciones […]. Los pueblos y las autoridades reconocieron la injusticia de esta medida y la abolieron. Apenas fueron proclamadas las juntas probinciales, quando se mandaron cesar semejantes enajenaciones y la Junta Central, a breves días de su instalación en Aranjuez, por Decreto de 16 de noviembre de 1808 y, en Sevilla, por otro de 30 de enero del año siguiente, ratificó este consentimiento general y mandó poner término a las ventas de esta clase, sin que desde entonces se haya verificado una sola bajo los auspicios del Gobierno legítimo del Reyno de finca perteneciente a capellanía u obra pía». En fin, se recogían, además, las tesis, mantenidas fundamentalmente por los eclesiásticos, que consideraban que la desamortización vulneraba el derecho de propiedad: «La razón justificaba las quejas porque, en los estados civilizados en que se conocen y respetan las leyes de propiedad, no pueden menos de parecer odiosas y violentas las enajenaciones forzosas ordenadas por el Gobierno quando no es tan clara como la luz del mediodía la necesidad inevitable que los proboca y obliga a decretarlos». Y también la libertad fundacional: «Se agregaba, además, el sentimiento general en todo buen español de ver que desaparecían o devían desaparecer en breve aquellos establecimientos piadosos que fundó la caridad y el patriotismo de nuestros mayores, así para afianzar la subsistencia de sus familias como para ocurrir a las necesidades de la pobreza, de la orfandad y de la vejez en los hospitales, casas de misericordia y educación y otros establecimientos en que la piedad bienhechora ofrecía auxilios a tantos y tantos desvalidos como han quedado privados de ellos a resultas de aquel sistema y, por consecuencia necesaria, de las calamidades que después han afligido al Reyno». Por fin, se vinculaba la primera desamortización a las necesidades de la Hacienda y se destacaba su fracaso final, e incluso su ilegitimidad: «El proyecto de disponer de los bienes de capellanías y obras pías es hijo de aquellos tiempos en que, entre otros motivos reservados a la política de nuestros proyectistas de aquella época, tubo muy principal influxo la codicia de adquirir fondos de cualquier modo, 5. De la Ilustración al Liberalismo 239 o para salir de empeños contrahídos indebidamente, o para complacer a las personas que disponían de ellos en la forma que ya es notoria y resulta, en parte, del expediente antiguo. Los bienes que poseen las personas, cuerpos o establecimientos eclesiásticos o piadosos deben contribuir a las necesidades de la nación como los demás vasallos, y la autoridad soberana dispondrá cómo y quándo deban ejecutarlo, pero ninguna razón política ni legal se encuentra para sujetarlos a especulación de otra clase y especialmente a aquellas que, aviéndose propuesto como faborables, se han reconocido a juicio común ruinosas por todos respetos».645 Sin embargo, como hemos adelantado, el decreto de 13 de octubre de 1815 incluyó, entre la propiedad a desamortizar, la de los establecimientos de piedad y beneficencia y el séptimo eclesiástico. En 1816 el Consejo volvió a consultar para insistir en el cese de las enajenaciones y en la devolución de los bienes a sus poseedores. Y, si no era posible, por lo menos, solicitaba que la Hacienda dejase de administrar dichas propiedades.646 Por su parte, en el Consejo de Estado se debatía también sobre la deuda pública y la desamortización –como ocurriera a fines del siglo XVIII–, a partir del trabajo de la Junta nombrada por el nuevo Ministro de Hacienda, Martín de Garay, en 1817, para el restablecimiento del crédito público.647 Este, además, el 3 de julio de Consulta de 1 de julio de 1815. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587. 646 Consulta de 25 de mayo de 1816, firmada por el duque de Infantado, Gonzalo Josef Vilches, Josef Joaquín Colón, Manuel de Lardizábal, Bernardo Riega, Josef María Puig, Antonio Álvarez de Contreras, Miguel Alfonso Villagómez, Juan Antonio González Carrillo, Benito Arias de Prada, Nicolás María de Sierra, Luis Meléndez Bruna, Francisco Marín, Segundo Gómez, Manuel de Torres, Ramón López Pelegrín y Juan Benito Hermosilla. A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587. 647 Se nombró el 24 de febrero de 1817. SUÁREZ, Federico, «La Real Caja de amortización…», op. cit. Antonio Valdés se pronunció, el 7 de febrero de 1817, contrario a dicha junta porque consideraba que, para tratar todo asunto de contribuciones, debían convocarse las Cortes. A.H.N., Estado, legajo 233. 645 240 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo dicho año, presentó ante el mismo Consejo de Estado su propia memoria o plan.648 En ella repasaba la historia de la deuda de España, desde el reinado de Carlos I hasta el descrédito de Carlos IV, achacado, de nuevo, a la aplicación de los arbitrios destinados a la amortización de dicha deuda a otros objetos, mientras, además, seguía aumentándose. El principio fundamental del que debía partirse –en esto había casi unanimidad– era el deber del Gobierno de reconocer la deuda pública heredada. Y, a partir de ahí, debía organizarse –deuda con interés, con capital impuesto y con capital de libre disposición, y deuda sin interés– y debían buscarse los fondos necesarios para su consolidación. Entre ellos, se aceptaba la desamortización de determinadas propiedades, pero siempre con respeto al derecho de propiedad. Para lo que nos interesa, las críticas a la desamortización de Carlos IV se centraban, precisamente, en su vulneración porque, convertida la propiedad inmobiliaria en mobiliaria, se dejaron, sin embargo, de pagar los correspondientes intereses debidos, procedentes de los capitales impuestos: «Después de haberse adoptado los medios más ruinosos a la prosperidad pública contra los derechos de propiedad a fin de atender a la deuda contraída, no se pagaron los réditos con puntualidad». De ahí se derivaba que la pretendida reforma de la beneficencia, para pasar de particular a pública, no se había logrado, sino, al contrario, se había destruido sin ninguna alternativa: «La humanidad se resiente de la miseria de que se hallan reducidos estos acreedores por la falta puntual de este pago y no se pueden oír sin derramar lágrimas los repetidos clamores escitados por la indigencia de estas casas de caridad y de tantos virtuosos eclesiásticos, que la necesidad y mendiguez tienen en el mayor abatimiento con ofensa de la religión y del sagrado carácter de que están revestidos. En un Reyno no católico recomendaría este pago el derecho de propiedad. En España, que se gloria 648 En marzo había presentado un «plan de hacienda» con nuevas contribuciones. Y el 1 de diciembre firmó unas aclaraciones a las memorias redactadas por los consejeros de Estado sobre su plan. A.H.N., Estado, legajo 233. Vid. FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., pp. 307-451. 5. De la Ilustración al Liberalismo 241 de serlo, lo encarece la religión». Por todo, ya no era el momento de «disputar a los políticos acerca de la utilidad o perjuicios de tales establecimientos». El fracaso de la primera desamortización, baluarte de la reforma de la beneficencia, posibilitaba, así, la defensa de su estructura tradicional. En fin, se volvía a la doctrina según la cual la corona podía disponer de las rentas y bienes eclesiásticos solo con la correspondiente autorización pontificia, con la cual se negaba la liberal, que admitía dicha disposición como derecho del nuevo Estado, aunque también la más conservadora que negaba dicha posibilidad incluso con consentimiento papal, al considerar divina la propiedad eclesiástica. En la misma línea, muchos de los informes emitidos en el seno del Consejo fueron contrarios a la continuación de la desamortización de las propiedades de las fundaciones benéficas y piadosas y, claro, la puramente eclesiástica. En esos momentos se prefirió acudir a la propiedad de las órdenes militares, cuya desamortización había sido una de las primeras propuestas de los ministros de Carlos IV. Así, el duque de San Fernando y Quiroga se quejaba de que «millones de yndividuos yacen sumergidos en la indigencia y, entre ellos, muchos que de sus propias manos se les arrancó los bienes que poseían y que la beneficencia o piedad de sus hermanos les habían dejado en establecimientos de caridad, como son los hospitales, casas de expósitos, etcétera». Y solo admitía la incorporación a la corona de las encomiendas y maestrazgos de las órdenes militares, a través de la correspondiente bula, para la subsiguiente enajenación de sus propiedades.649 La misma desamortización apoyaba el duque de Vergara, uno de los pocos que defendió entonces las medidas tomadas en época de Carlos IV: «No tengo bastantes datos para saber si en el anterior reinado se cumplieron o si, por circunstancias extraordinarias, se suspendieron e interceptaron los pagos, a pesar de la religiosidad del augusto padre de Vuestra Majestad».650 649 650 Informe de 3 de diciembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233. Informe de 26 de noviembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233. 242 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Pero también hubo opositores, en general, a toda desamortización, incluso la de las propiedades de las órdenes militares. Es el caso de Guillermo Hugal, de nuevo, por considerarla contraria al derecho de propiedad y, además, a la propia monarquía: «La analogía, mejor diré, la identidad de estos arbitrios con las máximas antimonárquicas de las Cortes me obligan a mirarlos con el maior disgusto […]. Las necesidades de la nación exigen medios prontos y extraordinarios, es verdad, pero sin perjuicio del sistema monárquico y sin trastornar con un solo golpe de pluma sus más sólidos cimientos». De su enajenación derivaba las mismas funestas consecuencias: «Es uno de los medios más ruinosos que pueden adoptarse, como lo fue la de las obras pías y capellanías […]. Únicamente podrá ser útil a aquellos tenedores de vales reales, idolatrar de su interés, que, haviéndolos adquirido por una quarta o tercera parte de su valor, podrán emplearlos sin descuento alguno en la compra de fincas malbaratadas y, haciendo un tráfico abominable de las desgracias mismas de la nación, multiplicar escandalosamente su haber, como sucedió en la enagenación de obras pías, memorias y capellanías».651 Contrarios a toda desamortización se mostraron también Cristóbal Góngora –«Las ventas de fincas es ya un medio pobrísimo para esta empresa y tiene el inconveniente de causar gran pobreza, desde luego, y maior en lo sucesibo»–,652 Juan Escoiquiz,653 el infante don Carlos y Juan Lozano de Torres.654 Otros, sin proponer fondos, se limitaron a poner de relieve la importancia que tenía lograr una buena organización para la administración del crédito público, y a criticar, de nuevo, la ideada en el reinado de Carlos IV, a la que se vuelve a culpar del fracaso de las medidas tomadas. El duque de Infantado afirmaba que lo primero era poner orden a lo realizado hasta el momento: «Fue tal la premura y la codicia con que se verificaron estas operaciones que pudieron muy bien dar lugar a los mayores perjuicios y a unas 651 652 653 654 Memoria de 13 de noviembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233. Informe de 1 de mayo de 1815. A.H.N., Estado, legajo 233. Informe de 9 de mayo de 1815. A.H.N., Estado, legajo 233. Memoria de 30 de abril de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233. 5. De la Ilustración al Liberalismo 243 lesiones enormísimas, tanto para el crédito público como para los antiguos propietarios y establecimientos poseedores de dichas fincas, y no será extraño se hallasen algunas enagenadas y no pagadas».655 El duque del Parque-Castrillo se centraba, otra vez, en la idea de separar los fondos de consolidación de la Tesorería General: «Los yngleses, que son, sin duda, los mejores calculadores que se conocen y saben más bien que nadie aplicar los cálculos a su provecho y en beneficio de la Hacienda, encargaron el manejo de los fondos destinados a la amortización de la deuda pública a comisarios especiales que ningún contacto tienen con la tesorería ni dependen absolutamente del Ministerio de Hacienda, siendo únicamente responsables de sus operaciones al Alto Gobierno […]. De los mil seiscientos millones resultantes de la venta de fincas de hospitales, hospicios, obras pías y capellanías, solo se emplearon en el objeto que motivó la enagenación trescientos millones,656 ignorándose el destino que se dio a los mil trescientos restantes y quedando gravado el Erario con el considerable excedente que resulta de los intereses que se obligó a pagar a los posehedores de las fincas vendidas, al beneficio que logró por la extinción de vales que se amortizaron, y recela que se renueve tan ruinosa operación».657 Como representante de una minoría, José Vázquez Figueroa se mostró partidario, por un lado, del mantenimiento de todos los arbitrios establecidos, que «no devemos volver a tratar so pena de destruir el crédito que queremos establecer», y, por otro, de aumentarlos a costa de las rentas (beneficios) y, sobre todo, los bienes eclesiásticos, aunque limitados a los propios de los regulares: «Las fincas o efectos que excedan de las verdaderas necesidades de los regulares, no son más que escollos peligrosos para su vida de austeridad y penitencia, y piadosos excesos de la caridad de los fieles, que conviene corregir en beneficio de la santidad de sus costum- Informe de 3 de diciembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233. Esta cifra, que correspondería al valor de los vales amortizados con el producto de la desamortización, coincide con la que manejaron los franceses en 1808. Vid. HERR, Richard, La Hacienda real…, op. cit., pp. 157 y 201. 657 Informe de 26 de noviembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233. 655 656 244 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo bres y del Estado que los proteje y mantiene en su seno».658 En el mismo sentido, en el mismo Consejo se propuso la exigencia de un tanto por ciento sobre las rentas líquidas de los regulares o la enajenación de la cuarta parte de sus bienes, sin obligación, además, de pagarles intereses.659 Y así, a pesar de la mayoría de informes contrarios, la Junta encargada del restablecimiento del crédito público admitió todos los arbitrios destinados a la consolidación de la deuda pública recogidos en la pragmática de 1800 y el decreto de 1815, entre ellos, la desamortización de la propiedad de los establecimientos piadosos y del séptimo eclesiástico, eso sí, ya secularizado y administrado por el Crédito Público, además de la propia de los maestrazgos y encomiendas vacantes de las órdenes militares, la concejil y realenga (baldíos, despoblados, mostrencos y fincas del patrimonio real), la procedente de secuestros y confiscos y demás que se adjudicase al Estado, también administrada por el Crédito Público, y, aquí la novedad, la de los regulares, en la parte en que se determinase en la visita que se había ordenado realizar, y la de los señoríos enajenados de la corona, que debían revertirse e incorporarse a la misma, con la correspondiente indemnización.660 Sin embargo, en la práctica, el nuevo decreto aprobado en 1818, con una nueva regulación de la deuda pública, acogió la desamortización de todos dichos bienes, salvo los propios de las órdenes militares y de los regulares, aunque dejó la puerta abierta a la enajenación forzosa de «las fincas de cualquiera clase que, además de las mandadas enagenar ahora, se pueden y convenga vender sin perjuicio del Estado y sin los inconvenientes con que se hizo esta operación, que ocasionó más perjuicios que utilidades al Crédito Público».661 Informe de 22 de septiembre de 1817. A.H.N., Estado, legajo 233. Real decreto de 5 de agosto de 1818. FONTANA, Josep, La quiebra…, op. cit., p. 400. 660 A.H.N., Estado, legajo 233. En esa Junta estaban presentes José de Ibarra, Pascual Vallejo, Ignacio Martínez de Villeda, José Pérez Caballero, Bruno Vallarino, Alejandro Dolarea, José Imaz, Antonio Barata, Rafael Ruiz de Arana y Julián Fernández Navarrete. 661 Además de los procedentes de la desamortización, los arbitrios que se ordenó aplicar al pago de la deuda son los que siguen: media anata de las heren658 659 5. De la Ilustración al Liberalismo 245 De hecho, en 1817, definitivamente, se había levantado la suspensión de la desamortización de Carlos IV y se había ordenado la continuación de la enajenación forzosa de la propiedad de las fundaciones benéficas y piadosas, capellanías y la séptima parte de cias transversales de vínculos y mayorazgos, media anata de los frutos, rentas y derechos derivados de las vacantes de las donaciones graciosas de la corona, incluidos los diezmos secularizados, tercias de Castilla, tercios de Valencia y de los nobles laicos de Cataluña, veinticinco por ciento de las vinculaciones y adquisiciones de manos muertas, productos de aguardientes y licores, producto de la habilitación de baldíos apropiados, producto de las minas de plomo, de Almadén y Río Tinto, diezmos exentos, diezmos de nuevos rompimientos y riegos, producto líquido de la media anata de mercedes, una anualidad de las pensiones de la Orden de Carlos III y de Isabel la Católica, mil quinientos reales por las gracias de cruces de las cuatro órdenes militares, de Carlos III e Isabel y dos mil reales por la licencia para usar las extranjeras, productos líquidos de las encomiendas vacantes de las órdenes militares, una anualidad de las vacantes de las mismas encomiendas, el producto de dos años inmediatos a la vacante de dignidades, canonicatos, prebendas y beneficios eclesiásticos de presentación real o eclesiástica, con algunas excepciones, una anualidad de las vacantes de prebendas con determinados requisitos, el producto de los beneficios simples de presentación real y de libre colación eclesiástica o patronato, el producto de los frutos de los economatos desde el fallecimiento del párroco hasta la institución canónica de su sucesor, el producto líquido de maestrazgos de las cuatro órdenes militares, el producto de los oficios enajenados que debiesen revertir en la corona, la quinta parte del producto de las bulas de cruzada para vivos y difuntos y una mitad de las de ilustres y lacticinios, de composición y demás que se expidiesen, el producto del indulto cuadragesimal de Indias, el impuesto sobre objetos de lujo, los rendimientos de los efectos de cámara llamados gracias al sacar, los servicios por dispensas de ley que acordasen los consejos, la quinta parte del producto de aduanas y del derecho de extracción de lanas, el veinte por ciento sobre los propios y arbitrios y la mitad de su sobrante anual, los productos de los arbitrios aplicados por la pragmática de 1800 en Indias para la Consolidación, el producto de los atrasos del derecho de media anata y del servicio de lanzas hasta 1818, el derecho de ciento sesenta reales por la introducción de cabeza de ganado mular, los atrasos de los pueblos a la Hacienda y al Crédito Público hasta fin de 1814, el impuesto de un vale de seiscientos pesos en las sucesiones directas por títulos nobiliarios y un diez por ciento en vales reales de la renta anual que se heredase y de todos los mayorazgos y vínculos, salvo las sucesiones transversales ya gravadas con la media anata, y el dos por ciento sobre la venta de fincas en las ciudades con tarifas para los derechos de puertas. Real decreto de 5 de agosto de 1818. Decretos del Rey Don Fernando VII, 5, op. cit., pp. 383-429. 246 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo los demás bienes puramente eclesiásticos, ya secularizados.662 Al fin, a pesar de las críticas, el Consejo de Estado había informado favorablemente a su subsistencia: «Era de rigurosa justicia y muchos los inconvenientes y males que deberían seguirse de adoptar otra cualquiera medida». Para las enajenaciones ejecutadas válidamente, pero en las que estaba pendiente el pago, debido a la guerra, se dieron reglas para el efectivo ingreso del capital en el nuevo Crédito Público, lo mismo que para el reconocimiento de las imposiciones hechas en tesorerías del ejército, de partidos o a distintas autoridades encargadas de la reunión de fondos para el Estado, como las juntas provinciales, los gobernadores, los capitanes generales, los jefes de partida, etcétera.663 En cuanto al problema de las enajenaciones ejecutadas con precio aplazado, vencidos dichos plazos, se ordenó el pago tanto de los vencidos antes y durante la guerra como después de la dominación francesa. No obstante, más tarde, se estableció que los vencidos antes y pagados al Gobierno francés debían volver a abonarse a la nueva Dirección del Crédito Público, salvo si, en un mes, los compradores probaban «excepción de fuerza o violencia» en dichos pagos.664 Lo que sí que derogó fue la redención de censos perpetuos mediante vales –como había hecho el Consejo de Regencia en 1811–, para declarar la libertad de contratación censual, que venía siendo solicitada por «varias corporaciones y particulares».665 Algunos autores que se han ocupado del tema, como Atienza, afirman que en esta época aumentaron las enajenaciones forzosas. Otros, al contrario, que apenas se produjeron. La propia Iglesia, por su parte, se apresuraría a vender voluntariamente sus pro662 Real cédula de 10 de marzo de 1817. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 663 Real orden de 11 de enero de 1818. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 664 Real decreto de 16 de noviembre de 1818. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 665 Real cédula de 3 de agosto de 1818 que, además de derogar el reglamento de 17 de enero de 1805, declaró nulas las redenciones realizadas durante el dominio francés. Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit. 5. De la Ilustración al Liberalismo 247 piedades exentas de la desamortización, temiendo su posterior inclusión, como, por otra parte, venía haciendo desde 1798.666 5.2.4. El paréntesis del Trienio Liberal (1820-1823) Pero la normativa desamortizadora volvió a variar. En el Trienio Liberal comenzó a ponerse en práctica buena parte de la política liberal desvinculadora y desamortizadora, esta última tanto para la propiedad concejil como para la eclesiástica, aunque limitada a los regulares y a las órdenes militares.667 Para lo que nos interesa, a fines de 1820, el Consejo de Estado hubo de reiterar la inviolabilidad de las enajenaciones llevadas a cabo desde 1798, muchas de las cuales, con tanto cambio de régimen, se habían declarado nulas, y también la continuidad entre la Comisión Gubernativa de Consolidación y la Junta Nacional del Crédito Público. En fin, la primera normativa desamortizadora seguía vigente: «Se ha mandado constantemente que las ventas de estos bienes, después de aprovados legítimamente los remates, han de ser inviolables, sin que contra ellas se admitan demandas de lesión ni otras dirigidas a invalidarlas […]. Todas estas disposiciones subsisten en su fuerza y vigor, pues que ninguna otra ley posterior las ha derogado, lo que era necesario para que ya no se observasen […]. Tal es la uniforme disposición de las leyes dadas sobre este punto y tal debe ser la que se sancione para cuantas enagenaciones se hagan en adelante; y en nada debe ponerse tanta atención como ATIENZA LÓPEZ, Ángela, Propiedad y señorío en Aragón…, op. cit., pp. 157-217. En sentido contrario, Colección legislativa de la deuda pública…, 4, op. cit. 667 Por decreto de 9 de agosto de 1820 se ordenó proceder a la enajenación de los bienes asignados al Crédito Público según la normativa de 1813, 1815 y 1818 (C.D.C., 6, pp. 33-35). La supresión de los mayorazgos y vínculos se aprobó por decreto de 27 de septiembre de 1820 (C.D.C., 6, pp. 145-149). Las reglas para la supresión de las comunidades regulares y la desamortización de sus propiedades se fijaron, entre otros, en los decretos de 3 de septiembre, 1 de octubre y 7 de noviembre de 1820, y 15 de noviembre de 1822 (C.D.C., 6, pp. 86-91, 155-159 y 303304, y 10, p. 31). Sobre la desamortización concejil, vid. reales órdenes de 8 de noviembre de 1820 y 29 de junio de 1821, y decreto de 29 de junio de 1822 (C.D.C., 6, pp. 345-347, 7, pp. 230-231, y 9, pp. 562-569). 666 248 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo en que los compradores de bienes vendidos por la nación no puedan nunca ser inquietados ni molestados en la propiedad y posesión de tales bienes; lo primero, para que, con esta seguridad, se presenten sin recelo a adquirirlos cuantos tengan deseos de ser propietarios […], y lo segundo, para que los muchos que ya los compraron en los años pasados hasta el de 1808 inclusive y los que los compren en adelante queden libres de toda inquietud y ansiedad sobre estas adquisiciones; en lo que la tranquilidad del Estado está grandísimamente interesada».668 Sin embargo, hubo cambios. La deuda consolidada debía liquidarse inmediatamente, es decir, extinguirse, tanto sus capitales como sus intereses, para lo cual se establecieron plazos y reglas.669 Para lo que nos interesa, se liberalizaron los patronatos de legos, como todo mayorazgo y demás vínculo. Las capellanías laicales y colativas familiares lo harían tras la muerte de sus poseedores. Por su parte, se declaró expresamente la incorporación al Estado, para su enajenación, de los bienes de las fundaciones piadosas, en su concepto limitado, y eclesiásticas: capellanías vacantes que no sean de llamamiento familiar, ermitas, santuarios, cofradías, hermandades, memorias, fundaciones y demás establecimientos piadosos. Y se ordenó la efectiva enajenación del séptimo eclesiástico secularizado. Pero no ocurrió lo mismo con lo que podríamos distinguir como fundaciones puramente benéficas, es decir, establecimientos sanitarios, de beneficencia propiamente dicha, y de educación: hospitales, hospicios, casas de expósitos y huérfanos y establecimientos de educación, bajo cualquier denominación, incluidas las obras pías, memorias, fundaciones, capellanías, cofradías, comuniLa consulta al Consejo de Estado, fechada el 16 de diciembre de 1820, se promovió por la Junta Nacional del Crédito Público tras una representación de Juan Manuel García Monje, vecino de Plasencia, comprador de parte de una dehesa, perteneciente a una capellanía colativa, en protesta por la declaración de nulidad de la venta hecha por el juez de primera instancia Miguel Calvetón y Subia. A.H.N., Estado, legajo 100. 669 Decretos de 9 de noviembre de 1820 y 29 de junio de 1821. C.D.C., 6, pp. 385-395, y 7, pp. 355-362. 668 5. De la Ilustración al Liberalismo 249 dades, etcétera, destinadas a tal fin. Sus propiedades aún no enajenadas se devolverían. Y por las enajenadas se darían indemnizaciones, a través de otras propiedades equivalentes. En el mismo sentido, el Estado se comprometía a destinar a dichos establecimientos edificios pertenecientes a las comunidades eclesiásticas suprimidas. En fin, reforma total de la beneficencia, pero desde una nueva perspectiva. La desamortización de sus bienes no había servido para la conversión de la beneficencia en un asunto público, porque el Estado no se había hecho cargo de su sustento, al no pagar los réditos de los capitales producto de las ventas, con lo cual, además, la beneficencia privada se había arruinado. Entonces, marcha atrás. Es decir, recuperación de sus bienes si seguían administrados por el Crédito Público, o dotación de nuevos, en concepto de indemnización por los vendidos, producto de otras desamortizaciones, ya puramente eclesiásticas. Y sostenimiento a cargo de fondos determinados por el Estado. En 1821 se aprobaron las primeras leyes generales de instrucción y beneficencia.670 5.2.5. El tercer reinado de Fernando VII (1823-1833) y la nueva suspensión de la desamortización de Carlos IV En 1823, de nuevo, Fernando VII anuló la obra liberal y, con ella, la normativa desamortizadora de los bienes nacionales, en concreto, los propios del clero regular, además de la desvinculación. Dicha derogación implicaba, además, en esta ocasión, la devolución de las propiedades enajenadas.671 De este modo, en la práctica, se confundieron con aquellos los bienes desamortizados 670 Decretos de 29 de junio de 1821, con el reglamento general de Instrucción Pública; de 27 de diciembre del mismo año, sobre beneficencia; de 12 de febrero y 29 de junio de 1822, sobre los arbitrios destinados a beneficencia e instrucción. C.D.C, 7, pp. 362-381, 8, pp. 115-138 y 269-271, y 9, pp. 554-556. Vid. DÉROZIER, Albert, Quintana…, op. cit., pp. 700-732. 671 Reales órdenes de 11 de junio y 12 de agosto de 1823, sobre el reintegro de propiedades a los monasterios; real cédula de 15 del mismo mes y año, sobre el reintegro de los señoríos jurisdiccionales; y real cédula de 11 de marzo de 1824, sobre el reintegro de mayorazgos y vínculos. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 7, pp. 35 y 87-95, y 8, pp. 257-260. 250 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo según la normativa aprobada por Carlos IV, en teoría, vigente. Y, de este modo, muchos compradores de entonces fueron despojados de las propiedades adquiridas legítimamente, a pesar de las garantías dadas en su día sobre la firmeza de los contratos. Cada vez más desorden.672 Además, para más confusión, en septiembre de 1823, se derogó la normativa aprobada por las Cortes del Trienio sobre la deuda pública y, concretamente, la incorporación al Estado de las fundaciones piadosas y eclesiásticas.673 Por su parte, en 1831, se ordenó devolver, a sus antiguos poseedores, los bienes eclesiásticos secularizados según la normativa de 1805 y 1807 siempre que renunciasen a los intereses devengados y no satisfechos, de modo que quedaban anuladas las correspondientes escrituras de recompensa. Solo se excluían de dicha devolución las fincas enajenadas a terceros, cuya propiedad, por tanto, a pesar de todo, se respetaba.674 En 1824 el nuevo ministro de Hacienda, Luis López Ballesteros, creó una Junta encargada de la «mejora de los establecimientos piadosos», en «deplorable estado», formada por el obispo de Ciudad Rodrigo, el colector general de espolios, el comisario general de cruzada, el director general de rentas, Joaquín Peralta, y el contador general de correos jubilado, Alfonso Batanero.675 Y se ordenó a los intendentes y a los nuevos subdelegados de fomento la recuperación de los deteriorados bienes de beneficencia.676 En fin, quedó así, en la práctica, suspendida la desamortización de Carlos IV, para las fundaciones benéficas, para las piadosas y para las puramente eclesiásticas. 672 Así lo denunció el procurador Manuel Álvarez García en la sesión de Cortes de 15 de abril de 1835. D.S.C., Legislatura de 1834 a 1835, 3, pp. 2.269-2.270. 673 Decreto de 2 de septiembre de 1823. A.H.N., Estado, legajo 226; Decretos del Rey Don Fernando VII, 7, op. cit., p. 105. 674 Real orden de 4 de mayo de 1831. Decretos del Rey Don Fernando VII, 16, op. cit., pp. 152-153. 675 Decreto de 20 de abril de 1824. Decretos del Rey Don Fernando VII, 8, op. cit., pp. 317-320. 676 CARASA SOTO, Pedro, Historia de la beneficencia en Castilla y León…, op. cit., p. 26. 5. De la Ilustración al Liberalismo 251 Lo fundamental, de nuevo, era reorganizar la deuda pública: «Es preciso convenir de buena fe en que, ni la Comisión Gubernativa del Consejo, ni la Junta Nacional y Direcciones del Crédito Público han alcanzado a llenar el objeto de su erección; que en ninguna de sus respectivas épocas llegó a establecerse ni consolidarse el crédito de aquel modo esacto y preciso al fomento de la confianza de los acrehedores, al verdadero interés y miras del Gobierno y a la prosperidad del Estado».677 En febrero de 1824, se creó una nueva Caja de Amortización, a la vez que se liquidaba su antecesora Caja de Consolidación, dentro de la Dirección del Crédito Público.678 Dicha caja se separó definitivamente de la Tesorería, para quedar bajo una Dirección General de Rentas, encargada de los fondos o arbitrios de amortización, que se integraron, así, en las rentas reales, con el objeto de asegurar «la integridad de los rendimientos evitando quiebras y desfalcos con que cada día veían disminuir sus fondos los acrehedores del Estado».679 Al frente de la Caja se nombró, como director, a Victoriano Encima y Piedra,680 a las órdenes del ministro de Hacienda. Aparte, se creó una Comisión de Liquidación, con su propio direc- Memoria o Historia y circunstancias de los arbitrios, firmada el 28 de febrero de 1826, por José Pinillo, Francisco Antonio de Góngora y Quintano. A.H.N., Estado, legajo 226. 678 Poco antes, el 4 de diciembre de 1823, Fernando VII había nombrado a nuevos directores generales del restaurado Crédito Público, en concreto, Ramón Antonio Pico y Ramón Valladolid. Sobre la nueva Administración de la deuda pública, vid. reales decretos de 18 de diciembre de 1823, 5 de enero, 4 de febrero y 8 de marzo de 1824, reglamentos de 23 de marzo y 15 de junio de ese último año, y real orden de 4 de junio de 1827. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 7, pp. 220 y 245-246, 8, pp. 4-8, 106-120, 236-241, 267-282 y 402-411, y 12, pp. 121-131; Colección legislativa de la deuda pública…, 1, op. cit; A.H.N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legajo 2.587. 679 Son palabras sacadas de un informe emitido por una Junta encargada, por real orden de 9 de enero de 1831, de debatir la situación hacendística. A.H.N., Estado, legajo 226. 680 Parece que se nombró en 1823. A.H.N., Estado, legajo 226. También da su nombre SUÁREZ, Federico, La crisis política del Antiguo Régimen en España (1800-1840), Rialp, Madrid, 1958, pp. 148 y 221. 677 252 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo tor, encargada, específicamente, de liquidar la deuda pública, en concreto, la consolidada. En el gran libro de dicha deuda consolidada debían inscribirse los capitales impuestos en la última Caja, que se rebajaron dos quintas partes. Sus intereses, sin embargo, se elevaron del tres al cinco por ciento. Las imposiciones no inscritas se reconocieron a través de «láminas de deuda corriente», con la misma reducción en el capital y con el mismo tipo de interés. En cuanto a los nuevos arbitrios de amortización destinados a la nueva Caja, y, en concreto, en cuanto a las propiedades enajenables, el decreto de 4 de febrero de 1824 incluyó, entre ellas, las fincas secuestradas, los baldíos, realengos y mostrencos, las propiedades incorporadas a la corona y, por fin, las procedentes de las obras pías y séptimo eclesiástico ya secularizadas, y, por tanto, en poder del Crédito Público.681 Quedaron suprimidas las nuevas ven- Sobre el estado de los fondos de la nueva Caja de Amortización a fines de 1828, vid. A.H.N., Estado, legajo 226. El resto de arbitrios destinados a la misma son los siguientes: el producto de la media anata de las herencias transversales de vínculos y mayorazgos, la media anata de los frutos, rentas y derechos de las propiedades donadas por los reyes, el veinticinco por ciento de las vinculaciones y adquisiciones de manos muertas, el dos por ciento de las rentas que se amortizasen, la habilitación de baldíos y de los apropiados, las minas de plomo, las de azogue de Almadén, las de cobre de Río Tinto, los diezmos exentos, novales y nuevos riegos, la media anata de mercedes, una anata de las pensiones de las órdenes de Carlos III e Isabel la Católica, los mil quinientos reales por las gracias de las cruces de las órdenes militares y las dos anteriores, dos mil reales por licencias para usar órdenes extranjeras, las encomiendas vacantes de las órdenes militares, una anata de las encomiendas que se confiriesen, dos años de vacantes de prebendas y beneficios eclesiásticos, una anualidad de dichas prebendas conferidas tras dos años de vacantes, durante cuatro años, todos los beneficios simples de presentación real y libre colación eclesiástica o de patronato, los economatos, los maestrazgos de las órdenes militares, la quinta parte del producto de la bula de cruzada y la mitad de las ilustres, lacticinios y composición, el indulto cuadragesimal de Indias, las gracias al sacar, los servicios por dispensa de ley, el veinte por ciento de los propios y arbitrios y la mitad de su sobrante, los arbitrios concedidos en Indias a la antigua Caja de Consolidación, los débitos atrasados del Crédito Público y Caja de Consolidación, ciento sesenta reales por cada cabeza de ganado real que entrase en España, un vale de seiscientos pesos en las sucesiones directas del título de grande de España, uno de trescientos para marqueses y condes, uno de cien681 5. De la Ilustración al Liberalismo 253 tas. No obstante, en 1831, una Junta de jefes de la Real Hacienda incluyó, además, entre sus propuestas de enajenaciones forzosas, las propiedades de las órdenes militares.682 Al mismo tiempo, el ministro de Hacienda escribió una memoria en el mismo sentido, que coincidía, además, con las ideas del director de la Caja de Amortización.683 Por su lado, sí que continuó en esta época, como había ocurrido entre 1814 y 1820, la desamortización concejil, con normativa específica.684 5.2.6. De Mendizábal a Madoz: la desamortización definitiva Desde 1834, cuando se produce el definitivo tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo, continúa el largo camino hacia el efectivo cambio del régimen jurídico de la propiedad, iniciado a fines del siglo XVIII, cuando, de las primeras doctrinas ilustradas se pasó a las preliberales. En 1835, las Cortes discutieron, de nuevo, sobre la deuda pública, y entonces se pensó, claramente, en continuar la desamortización eclesiástica iniciada en el Trienio Liberal. Para el caso, se trajo a colación la normativa aprobada en 1805 y 1807 para la enajenación del séptimo eclesiástico. Interrumpida, no se sabía muy bien ni lo que se había vendido ni lo que, secularizado, quedaba por vender, en manos de la Hacienda. Pero se proputo cincuenta por barón y vizconde, y el diez por ciento, por una vez, en vales, de la renta anual de toda vinculación o mayorazgo. Decreto de 4 de febrero de 1824. Decretos del Rey Don Fernando VII, 8, op. cit., pp. 106-117. 682 La Junta se creó y se reunió por reales órdenes de 9 de enero y 22 de julio de 1831. Las memorias de sus vocales, firmadas en enero, su informe, de 3 de septiembre, y otros documentos sobre el asunto pueden consultarse en el A.H.N., Estado, legajo 226. Entre los vocales de dicha junta estaban Victoriano Encima y Piedra, Gaspar Remisa, José de Imaz, José Pinilla, Eusebio Dalp, Antonio Alonso y Antonio Martínez. 683 La memoria de López Ballesteros, firmada el 24 de septiembre de 1831, y otra anterior, de 12 de diciembre de 1829, pueden consultarse en el A.H.N., Estado, legajo 226. Lo mismo, una exposición de Encima, firmada el 14 de noviembre de 1829. 684 Reales cédulas de 21 de diciembre de 1818 y 22 de julio de 1819, y real decreto de 31 de diciembre de 1829. Decretos del Rey Don Fernando VII, op. cit., 5, pp. 696-700, 6, pp. 299-303, y 14, pp. 355-356. 254 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo so su continuación, por lo menos, para aplicar dichos bienes a la amortización de la deuda pública sin interés y a la deuda pasiva extranjera. Lo fundamental es que, entonces, ya no se discute sobre la legitimidad de la disposición de dichas propiedades por el Estado: «Prescindiré de la cuestión acerca de si el Gobierno, para vender los bienes eclesiásticos, necesita acudir a Roma por breves; si estos se han de mirar como concesiones o como tratados entre dos potencias, etcétera; estas cuestiones son, a mi modo de ver, inútiles y que para nada sirven en el caso presente».685 Lo importante era, en todo caso, asegurar la propiedad que se adquiría y garantizar el crédito público, es decir, amortizar, de una vez, la deuda. Estas son las bases, claramente planteadas, de la desamortización liberal. Al final, la nueva desamortización afectó, primero, a las propiedades concejiles,686 de la Inquisición y Compañía de Jesús, de nuevo suprimidas,687 y, progresivamente, a buena parte de los bienes de las comunidades regulares, también extinguidas. Mendizábal la generalizó y amplió a todas las propiedades eclesiásticas, regulares, en 1836,688 y seculares, en 1837,689 aunque las conflictivas enajenaciones de estas últimas, pospuestas hasta 1840, se suspendieron ese mismo año.690 No obstante, dicha suspensión se levantó de 685 Son palabras de marqués de Torremejía pronunciadas en la sesión de las Cortes celebrada el 15 de abril de 1835. D.S.C., Legislatura de 1834 a 1835, p. 2.269. 686 Reales órdenes de 24 de agosto de 1834 y 3 de marzo de 1835. Decretos de la Reina Doña Isabel, op. cit., 19, pp. 359-360, y 20, pp. 86-87. 687 Reales decretos de 15 de julio de 1834 y 4 de julio de 1835. Decretos de la Reina Doña Isabel, op. cit., 19, pp. 331-333, y 20, pp. 280-281. 688 Reales decretos de 26 de marzo y 10 de abril de 1834, 25 de julio, 3 de septiembre y 11 de octubre de 1835, y, sobre todo, real decreto de 19 de febrero de 1836, instrucción de 1 de marzo, real orden del 5 del mismo mes, real decreto del 8 de marzo y reglamento del 24, y real decreto de 29 de julio de 1837. Decretos de la Reina Doña Isabel, op. cit., 19, pp. 170-171 y 195-196, 20, pp. 335-337, 372-373 y 457-460, 21, pp. 77-82, 99-111, 113-116 y 120-140, y 23, pp. 92-99. 689 Real decreto de 29 de julio de 1837. Decretos de la Reina Doña Isabel, 23, op. cit., pp. 99-102. 690 Ley de 16 de julio de 1840, sobre la dotación del culto y clero. Decretos de la Reina Doña Isabel, 26, op. cit., pp. 243-245. 5. De la Ilustración al Liberalismo 255 1841 a 1844.691 Pero de la desamortización se excluyeron, entonces, precisamente, las propiedades de las fundaciones benéficas, hospitalarias y de instrucción. Lo mismo, pero en este caso como se había hecho desde un principio, las capellanías o patronatos de sangre.692 Las cosas no acabaron aquí. La definitivamente general desamortización de Madoz, aprobada en 1855, afectó a todas las propiedades o bienes nacionales ordenados enajenar «por leyes anteriores». De manera fundamental, los concejiles (propios y también comunes, con excepciones), los propios de las órdenes militares, y entonces, por fin, las propiedades de las «cofradías, obras pías y santuarios» y también de los establecimientos de beneficencia e instrucción pública, con la única excepción temporal, en este último caso, de los bienes de las capellanías eclesiásticas dedicadas a la enseñanza, hasta el fallecimiento de sus poseedores.693 Los afectados recibirían, a cambio, títulos de deuda consolidada, intransferibles, al interés del tres por ciento. En el caso de los establecimientos de beneficencia e instrucción, el total del producto de la venta de sus bienes se invertiría en la compra de dichos títulos. El Estado se comprometía, de nuevo, a asegurarles las rentas que hasta entonces producía su propiedad inmueble. Del mismo modo, debía compensarles por las pérdidas que pudiesen sufrir por la correspondiente redención de los censos. Ley de 2 de septiembre de 1841, con su instrucción de 15 del mismo mes, y decretos de 26 de julio de 1844 y 3 de abril de 1845. Decretos de la Reina Doña Isabel, op. cit., 27, pp. 614-629 y 649-654, y 33, p. 89; SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX, op. cit., p. 140, nota 78. 692 Artículos 21 del real decreto de 29 de julio de 1837, para los regulares, 3 y 15 del real decreto de 29 de julio de 1837, para los seculares, y 6 de la ley de 2 de septiembre de 1841, que extiende la exclusión a los bienes de cofradías y obras pías procedentes de adquisiciones particulares para cementerios y otros usos privativos de sus individuos. Decretos de la Reina Doña Isabel, op. cit., 23, pp. 92-102, y 27, pp. 614-619. 693 Ley de 1 de mayo e instrucciones de 31 de mayo de 1855 y 11 de julio de 1856. SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX, op. cit., pp. 191-212. 691 256 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo En la discusión seguida en las Cortes sobre la nueva ley se reprodujeron parecidos argumentos, a favor y en contra, a los mantenidos desde fines del siglo XVIII.694 Los partidarios de la desamortización: saneamiento de la Hacienda y de los propios establecimientos, desarrollo económico y, en general, del Estado, y, ya claramente, adhesión de los nuevos propietarios al régimen liberal. Casi un siglo después, se repiten las palabras de los ideólogos de la desamortización de Carlos IV. Sobre la necesidad de la medida: «Así, aumentado fuera de razón el influjo de la parte menos ilustrada y concienzuda del clero, multiplicáronse con exceso las mandas y donaciones a la Iglesia, las fundaciones de aniversarios, obras pías y de hermandades y cofradías, por manera que, entre bienes amayorazgados, desde los del grande opulento que rivalizaba en riquezas con la Corona, hasta los del hidalgo mísero, cuya venta no bastaba a sufragar los gastos de su eremítica mesa, y propiedades del clero secular y regular, y fundaciones llamadas piadosas, la mayor parte de la vasta superficie que se extiende entre ambos mares y de las faldas del Pirineo a las columnas de Hércules, llegó a ser propiedad de manos muertas, denominación que dice más ella sola que la Comisión pudiera en un largo discurso».695 Y sobre su legitimidad: «El clero, los propios, la beneficencia y la instrucción pública no pierden, pues, su propiedad; lo que se cambia [es] la forma de esta, convirtiéndola en inscripciones intransferibles, cuya renta, indudablemente superior con mucho, en breve tiempo, a las que hoy gozan […], será un recurso más pingüe, de más fácil, clara y moral administración que la de las fincas y censos que hoy poseen».696 Por su parte, los críticos volvieron a defender el derecho de propiedad de las instituciones afectadas y la ilegitimidad de su dis- Vid. SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX, op. cit., pp. 170-190. 695 Dictamen de la comisión sobre el proyecto de ley para la desamortización general de los bienes de manos muertas (23 de febrero de 1855). D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 3, apéndice al número 89. 696 Ibídem. 694 5. De la Ilustración al Liberalismo 257 posición por el Estado: «¿Por qué hemos de atacar la propiedad de los establecimientos de beneficencia? ¿Es acaso la propiedad colectiva menos respetable que la particular? […] ¿Se cree que porque aseguremos o, mejor dicho, porque digamos que aseguramos a los establecimientos de beneficencia el todo de sus rentas, por eso se evitan los males?».697 Algunos recordaron, además, también de nuevo, las consecuencias de la desamortización de Carlos IV, que había arruinado dichos establecimientos: «Porque lo hizo el Príncipe de la Paz no lo debemos hacer nosotros, y téngase presente que el Príncipe de la Paz dio a la beneficencia vales reales, que luego no fue sino papel».698 Pero, por su lado, dicha desamortización también fue tomada como punto de partida para legitimar la nueva desamortización. Fue el inicio de un largo proceso: «Ya se ve que no es una cosa nueva, que esa desamortización se ha mandado«;699 «Un informe del año 1795, dado por una comisión establecida para proponer los medios de regenerar la riqueza pública […] cita o señala como una de las primeras medidas para dicho fin la venta de los bienes de beneficencia, por haber comprendido que la administración de las corporaciones de beneficencia es la más fatal, lo cual lo demuestra bien claramente el producto de esos bienes».700 De nuevo, la desamortización puramente eclesiástica fue la más conflictiva. El Concordato de 1851 había reconocido a la Iglesia el derecho de adquisición de bienes inmuebles y, además, el Estado se había comprometido a la devolución de los aún no enajenados y al sustento del culto y clero, a cambio de que dicha Iglesia no molestase a los compradores anteriores.701 La normativa de 697 Son palabras del diputado Moyano, pronunciadas en la sesión de 26 de marzo de 1855. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, pp. 2.199 y 2.201-2.202. 698 Son palabras del marqués del Duero pronunciadas en la sesión de 19 de abril de 1835. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, p. 2.639. 699 Son palabras del diputado Antonio González, pronunciadas en la sesión de 28 de marzo de 1855. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, p. 2.240. 700 Son palabras del diputado Gálvez Cañero, pronunciadas en la sesión de 3 de abril de 1855. D.S.C., Legislaturas de 1854 a 1855, 4, p. 2.367. 701 Ley de 17 de octubre de 1851. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op. cit., pp. 600-601. 258 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Madoz contradecía dicho acuerdo, y, de hecho, fue suspendida, en 1856, primero para los bienes eclesiásticos y luego íntegramente. Dos años después se declaró su nueva vigencia, pero con exclusión de dichos bienes eclesiásticos.702 Un nuevo acuerdo con la Santa Sede, firmado en 1859, confirmó las disposiciones del Concordato, y el Estado español se comprometió a no enajenar, desde entonces, unilateralmente, las propiedades eclesiásticas, extremo respetado, salvo el paréntesis del Sexenio Revolucionario.703 Acaba, así, el largo proceso desamortizador iniciado en 1798. Las críticas al mismo se centraron, de nuevo, en el fracaso del ideal ilustrado y liberal, puesto que, por lo menos de forma inmediata, la desamortización no logró ni la reforma agraria, ya que a la propiedad de la tierra, en general, no accedieron los cultivadores, sino que las manos muertas fueron sustituidas por las antiguas y nuevas clases sociales dominantes, la nobleza y la burguesía; ni tampoco la reforma hacendística ni salvación del crédito público, ya que, además de no amortizarse, la deuda aumentó. Tampoco se logró, por el momento, la ansiada reforma de la beneficencia, sanidad e instrucción, entonces ya divididas. El pretendido saneamiento de las instituciones, a través de la conversión de su propiedad inmobiliaria en mobiliaria, había fracasado, pues, al no satisfacer el Estado los intereses derivados de sus capitales, los establecimientos se arruinaron. De ahí la normativa desamortizadora, del Trienio y de Mendizábal, que excluía las propiedades de dichas instituciones. Lo que se pretendió entonces fue buscar la «desprivatización» de dichas materias, pero a través de su «municipalización» e incluso «provincialización». De nuevo, por el momento, la falta de fondos de los nuevos municipios y provincias hará imposible el buen fin Reales decretos de 23 de septiembre y 14 de octubre de 1856, y 2 de octubre de 1858. SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX, op. cit., pp. 212-218; TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op. cit., pp. 601-604. 703 Leyes de 4 y 7 de abril de 1860. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, «El marco político…», op. cit., pp. 602-604.; SIMÓN SEGURA, Francisco, La desamortización española del siglo XIX, op. cit., pp. 212-218. 702 5. De la Ilustración al Liberalismo 259 de las reformas. Cuando, con el tiempo, la desamortización de Madoz desvincule las haciendas municipales y provinciales de la propiedad de la tierra, comenzará, por fin, el largo camino hacia la beneficencia, sanidad e instrucción públicas.704 Entre los nuevos críticos contra la nueva desamortización plenamente liberal destacó, por la clara exposición de su doctrina, Álvaro Flórez Estada, que, a su modo, volvió a las primeras y, desde luego, olvidadas, tesis ilustradas.705 Pero desde su férreo Vid. CARASA SOTO, Pedro, Pauperismo…, op. cit.; Crisis del Antiguo Régimen y acción social en Castilla, op. cit., pp. 155-211. 705 Flórez Estrada había participado en la Administración hacendística de Carlos IV, al haber ejercido el oficio de tesorero principal de rentas de la Corte, de 1796 hasta, como máximo, 1802, cuando regresó a su provincia natal, Asturias. Su doctrina sobre la propiedad de la tierra y su desamortización, vinculada a la llamada por él mismo «cuestión social», la desarrolló en los siguientes escritos: Del uso que debe hacerse de los bienes nacionales (1836); Contestación de Don Álvaro Flórez Estrada a las impugnaciones hechas a su escrito sobre el uso que debe hacerse de los bienes nacionales (1836); La Cuestión social, o sea, origen, latitud y efectos del derecho de propiedad. Indicaciones acerca de la cuestión social que actualmente se ventila con empeño por los economistas europeos, sometidas a la discusión de los sabios (1839); Contestación de Don Álvaro Flórez Estrada al artículo publicado en el número 194 de El Corresponsal en que se impugna por el Señor Don Ramón La Sagra su escrito sobre la cuestión social, o sea sobre el origen, latitud y efectos del derecho de propiedad (1839); y el artículo titulado «propiedad» inserto en la Enciclopedia Británica (1820), traducido y anotado por Álvaro Flórez Estrada en 1843, e incluido en su Curso de Economía Política, capítulo quinto de la segunda parte. La Cuestión social también fue pensada para formar parte de dicho Curso de Economía Política, y la incluyó en el mismo, capítulo cuarto de la segunda parte, desde su quinta edición (Londres, 1828, París, 1831 y 1833, Madrid 1835, 1840 y 1848, y Oviedo, 1852). Sobre este asunto, vid., también, los capítulos quinceavo de la primera parte, primero, segundo y tercero de la segunda parte. El mismo tema se repite en los Elementos de Economía Política, Madrid, 1841, especialmente en los capítulos tercero y quinceavo de la primera parte, y primero a sexto de la segunda parte. Todos estos escritos, salvo el último, pueden consultarse en la B.A.E., 112, Obras de Álvaro Flórez Estrada, 1, Atlas, Madrid, 1958, pp. 1-332, 361-364, 368-383 y 387-406. Vid. MARTÍNEZ CACHERO, Luis Alfonso, Álvaro Flórez Estrada. Su vida, su obra política y sus ideas económicas, Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 1961; LANCHA, Charles, Álvaro Flórez Estrada, 1766-1853, ou le libéralisme espagnol a l’épreuve de l’histoire, Université des Langues et Lettres de Grenoble, París, 1984; VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín (coord.), Álvaro Flórez Estrada (1766-1835). Política, Economía, Sociedad, Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, 2004. 704 260 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo liberalismo, que asciende del progresismo hacia el pensamiento social. Como liberal, respeta el derecho de propiedad plena, pero para lo susceptible de ser objeto de dicho derecho, en concreto, la riqueza derivada del trabajo. No así la tierra, que considera un don natural no susceptible de apropiación privada. Su propuesta se centra en la propiedad eclesiástica, aunque pretende extenderse a la concejil e incluso, en un futuro, a la propiedad considerada particular. El Estado liberal debía aprovechar la oportunidad única que le brindaba la historia para distribuir la tierra desamortizada, en sus manos, entre los cultivadores, a través de contratos enfitéuticos, únicos capaces de garantizar su participación en la propiedad de la tierra, por lo menos, en su dominio útil, por un largo período de tiempo, prorrogable a voluntad del arrendatario, a cambio de rentas moderadas. Es decir, de nuevo, división de los dominios directo y útil, pero el primero para el nuevo Estado liberal. Y así, por fin, lograr las ansiadas reformas agraria y, de paso, hacendística, ya que dichas rentas debían emplearse en la consolidación de la deuda pública. Desde luego, esta doctrina no interesaba a la mayor parte de los liberales, centrados en lograr consolidar no solo la deuda, sino, sobre todo, la propiedad absoluta de los acreedores y nuevos dirigentes del Estado.706 En marzo de 1836, el editorial publicado en el periódico El eco del comercio manifestaba un nuevo apoyo a las críticas de Flórez, aunque sin aceptar la cesión enfitéutica, y, de paso, aprovechaba para alabar la Administración de la deuda pública puesta en funcionamiento para la ejecución de la desamortización aprobada en el reinado de Carlos IV.707 Se resarcía así, por fin, en parte, a algunos de sus ultrajados ejecutores: «Hubo algún momento de intervalo lúcido en materia de crédito, pero desgraciadamente se ve que hoy no hemos adelantado, sino retrocedido de la época a que nos 706 El registro de la propiedad se creó en 1861, precisamente para proteger a los compradores de los bienes desamortizados. Vid. FIESTAS LOZA, Alicia, «La protección registral…», op. cit. 707 ELORZA, Antonio, «El expediente de reforma agraria…», op. cit., pp. 163-167. 5. De la Ilustración al Liberalismo 261 referimos. Lo mejor que hubo en la adquisición de bienes nacionales o ‘de consolidación’, a principios del presente siglo, fue el orden, sencillez y claridad con que todo se hacía […]. Entonces se convino en que el Crédito Público debía ser independiente en un todo de la llamada Real Hacienda y al efecto se creó una Comisión Gubernativa, que por bastante tiempo fue conservadora celosa del crédito nacional».708 Se repite, sin embargo, la idea de que la corrupción había llegado con la disposición de sus fondos por dicha Real Hacienda, ordenada por Soler y Godoy. Sobre todo, este último siguió siendo considerado el causante de todos los males: «No le fue difícil deshacerse de los hombres íntegros, poniendo en su lugar la corrupción, de donde nos vino esa escuela inmoral e infidente que jamás borrará el justo odio de los buenos españoles». Compárese con las palabras del citado Informe sobre vales, firmado en Sevilla, el 13 de julio de 1809, que proponía «hacer todo lo contrario de lo que se ha hecho en la antigua Administración». 708 Abreviaturas A. A. Autos Acordados del Consejo de Castilla, Madrid, 1772. A. H. A. Archivo Histórico de Asturias, Oviedo. A. H. D. E. Anuario de Historia del Derecho Español, Madrid. A. H. N. Archivo Histórico Nacional, Madrid. B. A. E. Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje a nuestros días, Atlas, Madrid. C. D. C. Colección de los Decretos y Órdenes que han expedido las Cortes, 10 tomos (1810-1813 y 1820-1823), Imprenta Nacional, Madrid, 1820-1823. D. S. C. 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N., Estado, Libro 11. «Señor: Luego que Vuestra Majestad se dignó poner a mi cuidado el vasto y delicado ramo de Real Hacienda procuré instruirme del estado en que se hallaban las tesorerías de Vuestra Majestad para arreglar mis operaciones a sus fondos, y de las noticias que se me dieron resultó que en aquel entonces, esto es, en 21 de diciembre de 1796, havía solo la existencia de 163.234.087 reales incluyendo en esta suma los caudales de maestrazgos, juros, fondo vitalicio, casa de moneda y santos lugares de Jerusalén, de los quales no debe hacerse uso en perjuicio de los objetos de su destino, sino en un caso sumamente urgente. Una existencia tan corta al tiempo en que justamente se estaban haciendo unos aprestos considerables de guerra, tanto por mar como por tierra, era preciso creer que se consumiese brevemente y que, por consequencia, quedase el Erario de Vuestra Majestad expuesto a no poder cumplir con sus obligaciones. Para ocurrir de algún modo a este fundado temor propuse a Vuestra Majestad que combenía restablecer inmediatamente el empréstito o fondo creado en el año de 82 (suspendido después y abierto nuevamente en 94 por solo un año) en el que se admiten a censo redimible y renta vitalicia sobre la del tavaco la 3ª y 4ª parte en réditos del Reynado del señor Don Felipe V, y Vuestra Majestad vino en mandarlo así, pero este es, Señor, cortísimo recurso para las necesidades que tenemos. Aun suponiendo que cesen luego los gastos extraordinarios y crecidos de guerra, es preciso buscar arbitrios que hagan mayores los ingresos de las tesorerías reales para satisfacer los intereses de la deuda nacional del día, pues las rentas ordinarias de la Corona apenas alcanzan a cubrir sus comunes obligaciones. Pero es el caso, señor, que restan muy pocos recursos de que poder hechar mano, porque quantos havía se agotaron en tiempo de la guerra última con Francia; y aunque Vuestra Majes- 286 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo tad save ya quales fueron los que se adoptaron, no me parece inoportuno hacer aquí una indicación de ellos, al paso que manifiesto los gastos que ocasionó aquella en todo el tiempo de su duración, y la deuda que por esta causa ha contrahído la Nación, y que es preciso ir cubriéndola si se quiere recobrar el crédito, cuya buena opinión influye notablemente en la prosperidad de los Estados. Según las noticias que pedí y me ha remitido el tesorero general ascendió lo gastado por todos los ramos en el año de 1795 (que es el primero de dicha guerra) a 708.807.327 reales y 11 maravedís en esta forma: Por el Ministerio de Estado 25.417.994 reales y 27 maravedís; por el de Guerra 316.809.179 reales y 21 maravedís; por el de Marina 163.874.648 reales y 9 maravedís; por el de Gracia y Justicia de España 8.204.659 reales y 29 maravedís; por el de Yndias 19.695.635 reales y 25 maravedís; y por el de Hacienda 174.805.209 reales y 2 maravedís, cuyas partidas unidas componen los mismos 708.807.327 reales con 11 maravedís referidos. En el de 94 se gastaron 946.481.385 reales con 13 maravedís en la forma siguiente: 26.737.106 reales con 4 maravedís por el ministerio de Estado; 473.169.573 reales y 9 maravedís por el de Guerra; 234.928.850, 16 maravedís por el de Marina; 9.544.244 con 31 maravedís por el de Gracia y Justicia de España; 28.595.083 con 2 maravedís por el de Yndias; y 173.506.527 reales con 19 por el de Hacienda, cuyas partidas componen la referida suma de los 946.481.385 reales y 13 maravedís de vellón. En el de 95 se invirtieron 1.029.703.136 reales con 31 maravedís en esta forma: Por el Ministerio de Estado 22.277.566 reales y 27 maravedís; por el de Guerra 492.914.229 con 22; por el de Marina 211.921.698 con 11 sin comprehender el importe de la provisión de víveres y gastos de la cevada satisfechos por tesorería mayor que ascenderán anualmente a mas de 55 millones; por el de Gracia y Justicia de España 8.764.955 con 17; por el de Yndias 16.706.451 con 11; y por el de Hacienda 277.124.235 y 15, resultando ascender todo lo invertido a la citada cantidad de 1.029.709.136 con 31 maravedís. Aunque hasta ahora no se puede apurar el gasto del año de 1796 porque aún no se han recivido las noticias de las tesorerías de las provincias, por lo que me dice el tesorero general, a quien lo he preguntado, infiero que se podrá calcular el gasto de dicho año sobre el mismo pie que el de 95, esto es, en 1.029.709.136 reales, respecto que sólo por la tesorería general se han satisfecho 613.474.425 y que por las de las provincias hace juicio dicho tesorero que pasará de 400 millones. [Al margen: Año de 93: 708.807.327, 11; Año de 94: 946.481.385, 13; Año de 95: 1.029.709.136, 31; Año de 96: 1.029.709.136, 31.] Apéndices documentales 287 Unidas las partidas de todo lo gastado en dichos quatro años componen 3.714.706.985 con 21 maravedís de vellón. Los productos de rentas que entraron en tesorería mayor el año de 93 ascendieron a 602.602.171 reales con 8 maravedís; en el de 94 a 584.161.680 y 24 maravedís; y en el de 95 a 651.075.204, pero si se rebaxan de aquí 7.559.410 reales y 13 maravedís que tubo de más producto la renta del papel sellado en este año por razón del aumento de precio hecho en él, 21.288.794 reales por la de salinas y 14.947.306 reales con 4 maravedís por la del tavaco, quedará reducido el ingreso a 607.279.693 y 17 maravedís. Todas las tres partidas componen la de 1.793.943.545 reales y 15 maravedís. Así como regulo los gastos del año 96 por los de 1795, así consideré sobre el mismo pie las entradas, y haviendo sido las de dicho año de 95 de 651.075.204 reales, por los aumentos predichos, añadida esta cantidad a la de 1793.943.545 reales y 15 maravedís de los tres años antecedentes ascenderá el total a 2.445.018.749 reales y 32 maravedís. [Al margen: Productos de las rentas en los años de 93, 94, 95 y 96: 2.445.018.749 reales, 32 maravedís; Gastos en dichos quatro años: 3.714.706.136 reales, 18; Déficit: 1.269.687.386 reales, 20.] Comparados estos productos de los quatro años con los gastos de los mismos, resulta un déficit contra la Real Hacienda de 1.269.687.386 reales y 20 maravedís según se manifiesta al margen. Para cubrir este asombroso desfalco, se adoptaron durante la misma guerra los arbitrios siguientes: Un empréstito de 6 millones de florines en Holanda que produjeron líquidos 48.348.449 reales con 20 maravedís (a). Se aumentó el precio del papel sellado y se extendió su uso a los tribunales eclesiásticos y otros objetos, y por este medio se obtuvieron 7.559.410 reales con 13 maravedís (b). Se aumentaron 28 reales en cada fanega de sal y este arbitrio produxo 21.288.794 reales (c). Se aumentaron asimismo 8 reales en libra de tavaco de polvo y cigarros y 16 en la de rape, lo qual produxo 14.947.306 reales y 14 maravedís (d). Se impuso una contribución de 4 % sobre los sueldos de los empleados; se mandó descontar la 3ª parte de todos los que además del de su empleo gozasen alguna renta eclesiástica, pensión, ayuda de costa o gratificación, y se mandó también suspender el pago de dobles sueldos; cuyos arbitrios en todo el tiempo de su imposición ascendieron a 1.235.027 reales y 25 maravedís (e). Se impuso también una contribución de un 12 % sobre la encomienda de San Juan, órdenes militares y pensiones de la de Carlos 3º si las 288 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo rentas de aquellas consistían en frutos y 8 % si estaban sobre juros. Esta imposición produxo en el año de 95 (que es el primero en que se empezó a cobrar) 233.849 reales (f). Se impuso tamvién una contribución con el nombre de subsidio extraordinario de 36 millones de reales por una vez sobre las rentas eclesiásticas de España, pero solo se hicieron efectivos 26.427.672 reales con 4 maravedís (g). Se abrió un empréstito en que se admitían, a censo redimible y renta vitalicia sobre la del tavaco, la 3ª y 4ª parte en créditos del Reynado del señor don Felipe Vº, y por medio de este empréstito se consiguió recoger 28.648.705 reales con 30 maravedís (h). Se expidió una circular a los obispos y cabildos para que remitiesen a las casas de moneda la plata y oro que huviese sobrante en sus yglesias y no fuese necesaria para el culto divino, y las alhajas que dirigieron importaron, reducidas a moneda, 1.043.719 reales y 6 maravedís (y). Se abrió un préstamo de 240 millones de reales al rédito del 5 % con una lotería de 7 millones de reales para sortearlos en diferentes lotes entre prestamistas, pero no se llegaron a imponer más que 110.430.000 reales (j). Y finalmente se hicieron tres creaciones de vales, la 1ª de 16 millones y 200 pesos que hacen 240.944.188 reales, la 2ª de 18 millones de pesos que componen reales 271.058.823 con 18 maravedís y la 3ª de 30 millones de pesos que suman 451.764.705 reales, y unidas las tres creaciones de vales a 963.767.717 reales con 22 maravedís (k). [Al margen de cada una: (a) 48.348.449, 20; (b) 7.559.410, 13; (c) 21.288.794; (d) 14.947.306, 14; 92.143.969, 13; De atraso 92.143.960, 13 (e) 1.235.027, 25; (f) 0.233.849; (g) 26.427.672, 4; 120.040.509, 8; (h) 28.648.705, 30; (y) 1.043.719, 6; (j) 110.430.000; 260.162.934, 10; (k) 963.767.717, 22; 1.223.930.651, 32.] La suma de estos arbitrios no ha sido suficiente a completar los gastos del año de 96, como lo justifica la cuenta del margen, por la qual resulta un déficit de 45.756.734 reales y 22 maravedís. [Al margen: Déficit en fin de 95: 1.269.687.386 reales, 20 maravedís; Arbitrios aumentados: 1.223.930.651, 32; Déficit en fin de 96: 45.756.734, 22 maravedís]. Las circunstancias de la guerra precisaron y precisan siempre a buscar recursos de pronto ingreso en las tesorerías y la dificultad de hallarlos a no ser recargando las contribuciones obliga a hechar mano del papel; medio a la verdad el más expedito de quantos se pueden discurrir; pero tamvién es de peores consequencias, especialmente en una nación como lo nuestra en que los gastos de la Corona superan a sus rentas y en Apéndices documentales 289 que aún ni se han asegurado los medios de hacerla conveniente para adquirir todo el crédito que exige el feliz éxito de estas negociaciones. Las tres creaciones de vales hechas en la guerra última han aumentado extraordinariamente la deuda nacional y entiendo que una de las primeras atenciones del Gobierno debe ser la de procurar la extinción con la mayor brevedad por todos los medios posibles; porque de lo contrario se envilecerá el papel amonedado, seguirá en aumento la carestía de todo, no habrá fábricas por no poder sostener la concurrencia en el precio con las estrangeras y la Real Hacienda, falta de crédito, no hallará auxilios para salir de los apuros. En prueba de esta verdad me parece aquí oportuna la reflexión siguiente: La relación del dinero con las cosas que se adquieren con él está en relación imbersa de la que tiene el papel o vales reales con el mismo dinero efectivo; a donde circula mucho numerario suben de precio las cosas que representa y, al contrario, en el país que tiene poco dinero todo vale varato. El papel moneda, que es signo de moneda efectiva, pierde de su representación si esta no es mui abundante en la circulación. La nuestra sale forzosamente para acavalar la balanza de nuestro comercio por medio del privilegio concedido al Banco Nacional y por otros furtivos; el papel moneda permanece en la circulación nacional porque fuera de ella no tiene valor; si no se coarta la extracción de la plata, llegarán los vales con el tiempo a sufrir una perdida de la 3ª parte o mitad de su representación. Más adelante apuntaré un medio de disminuir la extracción de la plata. La arbitrios que están destinados a la extinción de vales producen poco respeto de los muchos que circulan y si no se adoptan otros que hagan mayores los ingresos del fondo de amortización, tarde o nunca se conseguirá que guarden en el cambio una justa proporción los vales con el efectivo Reflesionaré, señor, sobre este punto, con toda meditación e iré proponiendo a Vuestra Majestad los medios que alcance para conseguir dicho fin. Por ahora es necesario en otros para atender a los gastos extraordinarios y executivos de la guerra, y a la verdad, Señor, que es empresa esta bien ardua, si se considera el estado de pobreza en que se halla la nación y la situación crítica de todas las demás de Europa, cuya circunstancia podrá influir mucho en nuestras operaciones. El arbitrio más conocido y sencillo es sin duda de empréstitos, sea dentro de la Nación o fuera de ella; pero ni en una ni en otra parte llegarán a tener efecto en el día. A últimos del año de 92, se negoció uno de 6 millones de florines en Olanda; se intentó negociar otro de 8 millones de pesos, pero no se con- 290 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo siguió; se trató después de adquirir en el estangero un millón solo de pesos para pagar varias deudas contrahídas en él, mas tampoco se logró, dimanando esto de nuestro poco crédito. En España mismo se abrió un empréstito de 240.000.000 de reales, y a pesar de que se ofreció un 5 % de interés y de que se estableció además una lotería, en que se devían sortear siete millones de reales para que sirviese de aliciente, no se pudo llenar ni la mitad de él en medio año, y creo firmemente que, según la lentitud con que se van haciendo las imposiciones para la 2ª mitad, no llegará el caso nunca de llenarse. Estos recientes exemplares persuaden el ningún fruto que se sacará por medio de empréstitos; y caminando vaxo de este principio, es no solamente inútil sino también perjudicial recurrir a semejante arbitrio porque parece infinito el crédito del Gobierno que lo intenta quando no consigue realizar el objeto que se propone. Otro de los arbitrios conocidos es el de recargar las contribuciones generales o imponer algunas nuevas. Si estas recayesen solo sobre efectos de puro luxo y, por consiguiente, de los poderosos, desde luego debería adoptarse este arbitrio; pero, siendo generales los impuestos, lo que regularmente sucede en casos semejantes es que todo lo biene a pagar el pobre jornalero. Por esta razón, aun quando no me constase la repugnancia con que mira el corazón paternal de Vuestra Majestad todo lo que sea gravar a sus vasallos pobres, jamás me decidiría yo a proponerlo a Vuestra Majestad a no hallarnos en la precisa necesidad de arbitrar semejante partido por falta de otros. ¡Harto recargados están los pobres y mejor fuera ciertamente pensar en minorarles las contribuciones o, a lo menos, en simplificar su exacción que en aumentarles! Yo indicaré más adelante a Vuestra Majestad algunos tributos particulares que pueden imponerse por recaer solo sobre los ricos. Quédanos solo de los arbitrios más conocidos la creación de más papel moneda. ¿Pero cómo es posible decidirse a abrazar semejante partido, siendo tan exorvitante la cantidad de 99.400.100 pesos que circula actualmente en esta especie? Si en el día, a pesar de la puntualidad con que se pagan sus intereses y de que el público ve el empeño con que se ha tomado el procurar su extinción adoptando varios arbitrios que solo sirben para este efecto, pierden los vales el cambio de 15 a 16 %, ¿a qué grado no llegará el desprecio de ellos si se hiciese nueva exación? La Constitución de España es, señor, en esta parte muy diversa de la de las demás naciones de Europa. El comercio interior de estas es sin comparación mayor que el nuestro; por la misma razón circula en sus Reynos más dinero que en España y por la misma también su papel pierde pocas veces. De esta especie circulan en Ynglaterra y en las demás Naciones comerciantes mucha mayor cantidad que entre nosotros; pero Apéndices documentales 291 como a proporción hay efectivo en ellas, guardan entre sí ambas especies una justa balanza en el cambio. En España no puede verificarse esto, pues por falta de industria y de proporciones para transportar a poca costa a una provincia los efectos que sobran en otra, es el comercio interno más reducido y, por consiguiente, hay mui poco dinero en circulación, y si a esto se añade que la mayor parte de él está en vales, es fácil de conocer que no puede menos de tener poca estimación esta especie. Así pues, mientras no se promueva la industria en el Reyno, no se abran canales y se fomente por este medio el comercio interior de él, no tendrá nunca papel el crédito y la estimación que debe tener ni el Gobierno podrá valerse en sus apuros de este arvitrio. Resulta, pues, de todo lo expresado que en el día no podemos valernos para conseguir el dinero que necesitamos de ninguno de los tres medios mas expeditos de que se ha hechado mano hasta aquí en todos los casos urgentes, y es necesario por lo mismo discurrir otros extraordinarios. He dicho, señor, y lo repito nuevamente, que en las circunstancias del día es esta una empresa muy ardua, y mucho más tratándose de proporcionar a la tesorería de Vuestra Majestad, sin aumentar las contribuciones, un ingreso de más de 300 millones de reales, en este año, sobre los productos ordinarios de rentas, cuya cantidad la considero necesaria para atender solo a los gastos que nos han de ocasionar los exércitos acantonados sin moverse de la situación en que se hallan en el día, pues si se trata de que hagan campaña ha de ser mucho mayor el gasto. La condución de los efectos que se necesiten en el de Estremadura es precisa hacerla por tierra, porque no hay puerto ninguno en aquella provincia a donde poderlos dirigir por mar; y esto aumenta su coste extraordinariamente por razón de que havrá ocasión en que tengan que cruzar la mitad del Reyno. Lo mismo sucederá con respecto al acantonamiento de Galicia, pues, aunque en aquella provincia hay puerto, será muy arriesgado el embío por mar de qualquiera cosa por el inminente peligro de que caiga en poder de los ingleses. Mas volviendo a los medios de adquirir las sumas necesarias para estas y las demás atenciones de los exércitos, voy a manifestar a Vuestra Majestad los que me pareció pueden adoptarse en las urgentes circunstancias del día (y por solo el tiempo que tarden en mejorar) sin perjuicio ni grabamen de los vasallos pobres de Vuestra Majestad, entre tanto que discurro otros para representarlos igualmente a Vuestra Majestad según baya dictando la necesidad. Todos los empleados por Vuestra Majestad en los ramos político y civil pagan al tiempo de ser empleados la renta del medio año del desti- 292 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo no que se les confiere, pero no pagan nada los del ramo de Hacienda, los militares que están en servicio vivo ni tampoco los curas y otros eclesiásticos provistos en prebendas, curatos y capellanías por los obispos y patronos legos. Esto supuesto, no me parece que será nada violento que se les haga contribuir como a todos los demás, impetrando quanto a los eclesiásticos bula de Su Santidad. También deben ser comprehendidos aquellos que consigan honores y que hasta ahora no contribuyan con media anata, a los quales deverá exigírseles la mitad de aquella cantidad, con que contribuirían si efectivamente se les diese el empleo. No puede de modo alguno calcularse el producto que dará este arbitrio porque esto depende de infinitas circunstancias difíciles de prever, y lo mejor que el pensamiento tiene es que para su execución no se necesita aumentar empleado alguno, pues la exacción deverá, quanto a los legos, hacerse por la misma oficina que despachare el título al tiempo de entregarlo o bien por la tesorería del respectivo ramo en que sean colocados, a la qual también podrán pasarse los títulos, para que de ella los recojan los interesados y contribuyan al mismo tiempo; y, quanto a los eclesiásticos, por el colector de expolios y vacantes como ahora se practica. Otro arvitrio me ocurre que tampoco creo sea nada violento y se reduce a exigir algún derecho por los títulos firmados de Real Estampilla. En diferentes oficinas se exigen varios derechos por la expedición de despachos, títulos, y parece por lo mismo que nada extraño será que se establezca esta costumbre para con los que se expiden por Su Majestad. En el día no se despachan títulos con dicha circunstancia a todos los empleados; pero, en caso de que Vuestra Majestad se sirviese adoptar este pensamiento, debería mandarse que a todos, sin excepción de empleo, alguno se les despachase título firmado de Real Estampilla. Los derechos que se señalen exige la equidad que sean proporcionados a los destinos y honores que se confieran, cuyo arreglo dispondré si Vuestra Majestad lo tuviese a bien. Otro de los arbitrios que me ha sugerido el celo del mejor servicio de Vuestra Majestad y bien de sus pueblos es el de una contribución sobre el producto anual de todos los vienes raíces y de los caudales y alhajas que resulten por fallecimiento (sin herederos hasta el 2º grado inclusive) de qualquier poseedor. La contribución sobre los vienes raíces debe ser de la quarta parte de los que rindan anualmente, es decir, muere Pedro, deja vienes raíces, casas, censos o qualquiera otra clase de vienes vinculados o libres que producen de renta al año 40.000 reales, el que entre a poseer esta herencia debe ceder a Vuestra Majestad al tiempo de su ingreso en Apéndices documentales 293 ella 10.000 reales por una sola vez. Si el difunto dexase dinero en especie o alhajas de oro y plata, debe exigirse también la 4ª parte de los que produciría en un año si estuviese impuesto al interés legal del 3 %, o quando más al 4, como reditúan los vales. Este gravamen le lleban los vienes sobre sí, recaigan en quien recaigan sin que tenga nadie que oponer excepción alguna, pues, aunque la disposición testamentaria sea la más piadosa que fuese, no siendo como no es perpetua la carga, no hay lugar a cavilaciones para eludir la execución. Los productos de estos tres arbitrios serán mui cortos y lentos, respecto de la cantidad y calidad de las actuales urgencias, y lo que se necesita es que sean de pronto ingreso. Sin embargo, serían muy convenientes si, dignándose Vuestra Majestad aprovarlos, se manifestase al público que, después de concluidas las urgencias del día, se havrían de aplicar estos productos al fondo de amortización de vales. En la guerra última se adoptaron entre otros arbitrios la imposición de un 4 % sobre los sueldos, la de una tercera parte de los que disfrutasen aquellas personas que además obtuvieron alguna prebenda eclesiástica y la suspensión de dobles sueldos. La idea sobre que se apoyó esta providencia fue la de no gravar a los pobres con lo que estos arbitrios produxesen, pero no puedo menos de decir que dichos arbitrios no admiten desde luego cierta distinción de circunstancias de personas con que yo quisiera atinar en los que proponga. Los tales descuentos produjeron mil clamores en los empleados y fue preciso hacer ciertas excepciones siempre odiosas, tratándose de contribuciones, o darles con una mano lo que se les quitava con otra. El descuento de sueldos dobles se hizo todavía mas sensible que los demás, ya por la desigualdad a que dio motivo, y ya por la violencia que trahía respecto a ciertas personas, pues huvo alguna que, teniendo de sueldos más de 100.000 reales anuales, quedaron entonces reducidos a solo 40.000. Es cierto que esto vasta para vivir, pero es terrible el paso desde aquella abundancia a esta estrechez. Lo que más se acerca a mis designios es una contribución sobre todos los objetos de luxo, pues en ella solo serán gravados los ricos y gentes acomodadas que podrán evitarla o disminuirla rebaxando sus profusiones o pasándose sin algunas comodidades en nada necesarias para la vida. Esta contribución se podrá imponer sobre coches y otros carruages, mulas de paso y cavallos de regalo, mesas de trucos y casas públicas de diversión, como son óperas, comedias, conciertos, bolatines, toros, novillos, botillerías, cafés, fondas, hosterías, pastelerías, figones y tavernas y sobre las tiendas de modistas y perfumes. También se podrá exigir otra contribución sobre los bosques y cotos bedados de varias comunidades y particulares y sobre los palomares de 294 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo palomas zoritas o campesinas que viven por lo común sobre la mies agena, compensando a sus dueños con una orden para que no se les pueda tirar en parte alguna. Ygualmente me parece que el que havite en casa propia o agena, cuyo alquiler pase en Madrid, Cádiz, Sevilla, Barcelona, Valencia, Murcia, Córdova, Granada y Málaga de 8.000 reales y en los demás pueblos de tres mil, bien podrá contribuir por una vez al Estado con la mitad de la renta o alquiler dicho y con la 3ª parte los que respectivamente vivan en casa que ganan 200 reales y 80 reales. También juzgo mui oportuna otra imposición sobre las personas de ambos sexos que abracen el estado religioso y clérigos que se ordenan a título de patrimonio. Estos individuos de la sociedad, sobre hacerse infecundos para ella, se substraen a las cargas y obligaciones a que todos nacen sugetos y es justo que de algún modo indemnicen a sus conciudadanos. La rifa de algunos títulos de Castilla baxo las condiciones de que los sugetos en quienes recaigan hayan de tener las condiciones que exigen nuestras leyes para poder obtener esta distinción, y que de no tenerla puedan venderlos libremente, me parece que es un arbitrio que pudiera tentarse repartiéndolos en las diversas provincias de España y en nuestros dominios ultramarinos. También me parece que se podrá conceder un privilegio exclusivo de 6 u 8 años a los comerciantes de Cádiz, Sevilla y Málaga para hacer ellos solos el comercio en los virreynatos de Lima y México, haciendo algún servicio pecuniario y anticipando el todo o la mitad de los derechos que en dicho tiempo pudiesen adeudar, computándolos por las cuentas de la aduana de Cádiz del tiempo anterior al establecimiento del comercio libre, pues, aunque no es fácil determinar hasta quanto podrá ascender el producto de este arbitrio, creo que por el medio indicado será dable calcularlo próximamente. Aun quando todos estos arbitrios produzcan todo el suceso apetecido y aun quando sean suficientes para llenar las obligaciones del año presente en el estado en que se hallan en el día, como siempre quedamos expuestos a que se aumenten y, a lo menos, a tener que buscar con qué satisfacer el déficit del año siguiente, es preciso desde ahora pensar en nuebos recursos. Y el más obvio y el más expeditivo juzgo será el siguiente. Vuestra Majestad tiene en varias provincias de España bienes y posesiones que ni le producen lo que devían producirle, ni disfrutan aquellas ventajas en la agricultura que devían disfrutar: tales son varias casas y sitios reales que ya Vuestra Majestad no havita ni disfruta inmediatamente, como sucede en Valladolid, en la Vega de San Fernando, en Apéndices documentales 295 el Cerro del Grullo de Sevilla, en la Albufera y su Dehesa en Valencia y en otros terrenos y valdíos que, ya por sucesión de sus reales progenitores, ya por el derecho de mostrencos, han recaído en la Corona. Estos bienes que solo en Valencia, según estoy informado, podrán ascender a un capital de 30 millones de reales servirán en gran parte para disminuir las obligaciones en que nos hallamos. Otro arbitrio muy productivo sería la supresión de varias piezas eclesiásticas en las respectivas yglesias de España para lo que vasta la anuencia de los respectivos obispos y cabildos, como Vuestra Majestad lo ha tenido por suficiente en pretensión de la yglesia de Palencia a consulta de la Cámara, pero para tranquilizar Vuestra Majestad su conciencia podría formar una Junta de juristas y teólogos a donde se tratase si para la conserbación de su pueblo puede Vuestra Majestad hechar mano de un arbitrio que a nadie perjudica de presente, ni aun a las yglesias, porque suprimiendo, verbi gracia, en Cuenca o Toledo 4 prevendas, aplicando las tres de ellas a la causa pública y dividiendo la 4ª entre quatro racioneros, quedarían las yglesias con igual número de ministros capaces de desempeñar las funciones como si fuesen canónigos. En el Real Monasterio de El Escorial se celebran los oficios divinos como en la yglesia más grande de España, sin que aquellos monges tengan más prebendas que su ración. Los arcedianos, según el estado presente de la disciplina, aun son menos necesarios en las diócesis que los canónigos en las yglesias, y estas pudieran pasarse mui bien sin ellos como les sucede actualmente, pues muchos arcedianos tienen cortísima residencia y pasean por donde quieren y otros están empleados por la Corte; pero consérbanse mui enhorabuena, ¿y no les vastarán 4 o 6 mil ducados de renta a los que más para vivir cómodamente? Solo Toledo podrá servir a la causa pública con doscientos mil ducados anuales dejando suficientemente provistos a los que queden en sus dignidades. También convendría, Señor, a la renovación de vales, recoger los pertenecientes a depósitos, obras pías, fundaciones, vinculaciones, manos muertas y propios de las ciudades, de los quales no hacen sus dueños más uso que cobrar sus réditos. Para hacerle Vuestra Majestad según le conviniese, se podrá dar a los ynteresados un resguardo con la obligación de pagarles los intereses respectivos mientras no necesitasen del capital para otros empleos que, por ahora y con las dudas que hay en la materia, no son verificables sino en muy raros casos. Esto será un equivalente a su aumento, sin que esto se perciva, ni disminuya su crédito, pues solo se logrará ponerlos en circulación para las urgencias del soverano. 296 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Otros muchos proyectos, Señor, he recivido con motivo de las presentes circunstancias que todos conocen y que cada uno quiere redimir, no tanto por hacer al Estado bien, quanto por ver si por este medio puede hacerse conocer y proporcionarse para alguna colocazión; en los muchos de ellos solo se hallan paralogismos con apariencias de demostraciones, obra de unos alquimistas políticos que pretenden vender sus miserables producciones como preciosidades capaces de restaurar el Estado. No obstante, entre esta multitud, descubro dos, que por su importancia y por las ventajas que ofrecen, han detenido mi consideración, me han movido a consultarlos con personas de literatura y conocimientos políticos y me parecen dignos de que lleguen a los oídos de Vuestra Majestad. El 1º, Señor, de estos arbitrios es la venta de las encomiendas de las quatro órdenes militares que, aunque, por noticia que trahe la Guía de Forasteros, no pasan de 6 millones de reales anuales, yo creo que por los arriendos actuales se acercarán a 12 millones que nos darían un capital de 400 millones, con el qual se podría disminuir nuestra deuda nacional, sostener nuestro crédito y mejorar la agricultura y la población, particularmente si al tiempo de la venta se capitulase la formación de pueblos con colonos de aquellas provincias de España que abundan de gentes. Como las tales encomiendas por ahora están ocupadas, podría la Real Hacienda tomar sobre sí el satisfacer a los provistos y a los pensionados aquellas que justificasen estar cobrando, y este sería un modo indirecto de tomar un empréstito extinguible a un cierto término. Si se juzgare conveniente se podría para lo futuro formar un fondo que subrogase en lugar del que constituyen las tales encomiendas para premiar de él a hombres beneméritos en todas carreras con pensiones de diversas clases. Una pequeña contribución sobre el estado eclesiástico o la tercia impuestas sobre los obispados podría aplicarse a dicho fondo, a que se podrían agregar las economías que se hiciesen en la supresión de las encomiendas, pues entonces, extinguidas, o mudada la forma de las órdenes, no se necesitaban obispos, ni conventos de Vélez y León, ni colegios de Salamanca, pues los obispos respectivos podrían encargarse de la «cura animarum» de estos territorios exentos, a quien un prelado de estos Reynos llamava girones de la túnica de Jesucristo. Aun otro recurso se pudiera hallar para dicho fondo, conservando la idea de que llevara al lado alguna señal distintiva de valor y de nobleza, y podría ser haciendo esta distinción necesaria para obtar a un cierto número de años de goze de pensión, dispensar de pruebas hechas por cavalleros reduciendo las que en adelante se hiciesen a la forma en que se practican las de la Real Orden de Carlos 3º y señalando de entrada la Apéndices documentales 297 mitad o la 3ª parte de lo que ahora cuestan las pruebas, que al que más fáciles las tenga no le vajarán de 200 a 240 reales. El 2º arbitrio es la admisión de la nación hebrea en España, que según la opinión general posee las mayores riquezas de la Europa y del Asia. Las preocupaciones antiguas ya pasaron. El exemplo de todas las naciones de Europa y aun de la misma silla de la Religión nos autoriza, y, finalmente, la doctrina del apóstol San Pablo a favor de este pueblo proscripto puede convencer a los teólogos obstinados en sus opiniones y a las conciencias más timoradas de que su admisión en el Reyno es más conforme a las máximas de la Religión que lo fue su expulsión, y la política del presente siglo no puede dejar de ver en este proyecto el socorro del Estado con el fomento del comercio y de la industria, que jamás por otros medios llegarán a equilibrarse con el extranjero pues ni la actividad ni la economía son prendas de la mayor parte de los españoles. Yo creo, señor, que los comerciantes de aquella nación activa se cargarían de la reducción de vales, haciéndoles dinero efectivo, y les darían circulación en la Europa y fuera de ella. Ellos nos facilitarían el comercio de Lebante que sin ellos es casi una quimera, al mismo tiempo que para nosotros es una especulación admirable en nuestras circunstancias y de una suma utilidad para el progreso de nuestras fábricas, pero que jamás podrá realizarse sin su interbención, supuesto que estas gentes son los únicos corredores de aquellas Regiones. Aun el comercio de América cobraría la mayor energía, mientras que en manos de una porción de negociantes extrangeros establecidos en Cádiz, Málaga y otros puertos es solo ocupación de ociosos, que en sus inmoderadas ganancias quieren compensarse de las utilidades que les produciría una vida más activa. A pesar de esta lisongera pintura, me parece, Señor, que podríamos tentar este delicado punto negociando con algunas de las principales casas hebreas, avecinadas ya de largo tiempo en Olanda y otras ciudades del Norte, el que estableciesen sus factorías en Cádiz y otras partes mediante la obligación de aprontar alguna cantidad con que formar una caxa en que se descontasen nuestros vales a la par o cargándose de hacerlo dichas casas hipotecándoles para los arbitrios que ya están señalados, sino el producto de las prevendas suprimidas o el de las encomiendas vendidas si Vuestra Majestad lo hallase admisible. Si al mismo tiempo se les dejase entrever que, a la admisión de algunas casas de comercio, podría seguirse la de toda la Nación, me parece se lograría tentar la avaricia de este abatido pueblo que nunca ha perdido de vista las ventajas y comodidades que ha gozado en España. 298 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Por ahora, señor, me contento con lo expuesto como lo más urgente para salir de las obligaciones que nos rodean y me reservo para ocasión más desembarazada el proponer los medios de dar mejor y más económico a nuestra administración, como es simplificar la cobranza de las rentas provinciales con aumento de sus productos y alivio de los vasallos. Mejorar la administración de la renta del tavaco con disminución del enorme contrabando que se hace de este género. La reforma de varios empleos no necesarios y la economía de los que se juzguen precisos y finalmente la del luxo tan extendido en todas las clases del Estado, dentro y fuera de las ciudades, pues no teniendo nosotros fábricas de la mayor parte de los géneros que constituyen actualmente el adorno de las gentes y de las casas y trenes, además de los perjuicios morales, ocasionan la extracción de nuestro numerario que por necesidad debe igualar la balanza con el extranjero. Vuelvo, señor, a decir que esto es lo que en el día me ocurre exponer a Vuestra Majestad, y si mis aciertos corresponden a mis deseos seguramente me contaría por uno de los ministros más felices; pero soy hombre, señor, y los herrores de mi entendimiento pueden ofuscar las sanas intenciones de mi voluntad siempre rendidamente dispuesta a desempeñar lo que sea del soverano agrado de Vuestra Majestad. Aranjuez, 27 de marzo de 1797 = Señor = Pedro Varela.» 1. 2. Memoria de Bernabé Portillo (14 de agosto de 1794). A. H. N., Estado, legajo 3.212 (2). «Discurso sobre la elección de los recursos menos gravosos para atender a las actuales urgencias de la guerra y sobre proporcionar los grandes fondos necesarios para hacerla con vigor. Los males de la guerra no se ciñen a las calamidades y desgracias que con ella padece la generación presente. Aun suelen ser mayores los que se reservan a la generación futura si no los precave desde luego la sabiduría y el amor a la patria. Del modo con que se hace la guerra en Europa desde el siglo de Carlos 5º y, particularmente en los últimos tiempos, ni para el ataque ni para la defensa bastan las facultades ordinarias de ninguna potencia. La crecida suma de fuerzas que es necesario poner en acción apuraría en pocos meses el fruto de la economía de algunos años, aun quando una savia previsión del Govierno huviese aprovechado los cortos intervalos de las treguas, que tal pueden llamarse nuestras pazes, y aun quando durante ellos huviese sido posible reparar los desfalcos y empeños precedentes. La Constitución particular de cada Estado, los límites que impone a la autoridad suprema la beneficencia y otras varias consideraciones justísimas obligan por necesidad urgente irresisti- Apéndices documentales 299 ble a recursos extraordinarios de más o menos estensión y magnitud en razón del cúmulo de fuerzas y energía que sea preciso oponer a los enemigos para la defensa y seguridad del Estado. Los arbitrios tomados hasta ahora entre nosotros y aun en todas las Naciones para subvenir a las urgencias de la guerra se han reducido a la enagenación de las antiguas fincas o vienes territoriales de la Corona y a la creación de ympuestos reales y municipales, así para aumentar las rentas publicas como para obtener con ellas, cubiertos los gastos ordinarios del Estado, un sobrante en que afianzar los réditos de los empréstitos a que han obligado las circunstancias y han podido proporcionar el crédito del Govierno. Como el dinero, por su calidad de signo universal representativo de todas las cosas, es el principal agente de la guerra, la nación que ha podido procurar mayores cantidades y ha sabido invertirlas con más méthodo y orden ha logrado siempre mayores ventajas. Pero como para adquirir las sumas inmensas necesarias en semejantes ocasiones ha sido preciso gravar los pueblos con ympuestos extraordinarios que se han perpetuado, los males de la guerra han sido infinitamente más funestos por la influencia de aquellos ympuestos en la miseria, desolación y abatimiento interior de los Estados que por la pérdida de algunas provincias o territorios y por el sacrificio de los hombres. En efecto, ninguna verdad se halla tan demostrada por la experiencia como esta. Nuestra Historia y la de todas las Naciones la confirma y si reflexionamos sobre ella con el juicio y atención que el caso pide quizá encontraremos en las guerras o, por mejor decir, en los funestos efectos de los arbitrios tomados para costearlas la principal causa eficiente de las imponderables desgracias que ahora arruinan y desolan la Europa. Por descontado no podremos dejar de convencernos que las naciones que menos han padecido comparativamente y en que han sido menos trascendentales los daños de la guerra son aquellas en que con más sabiduría y acierto se han usado arbitrios o recursos menos contrarios a la prosperidad interior, y que, dando cabida y lugar a la creación y fomento de los bienes reales y efectivos de que depende la subsistencia y bienestar de las gentes, han echo llevaderos aquellos males. Persuadido de estos principios y animado del más vivo celo por el bien del Estado y mejor servicio del Rey, aunque sin el auxilio de mis libros y papeles por hallarme casualmente en este sitio, e ignorando las ideas que deben haverse presentado al Govierno, y con el empeño también de hacer este papel casi «cálamo currente» por la obligación de complacer a persona de alto respeto, discurriré después de demostrar los errores de nuestra antigua política en esta parte, sobre la clase de arbitrios y recursos que parecen más oportunos en calidad y cantidad para poner 300 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo desde luego al Govierno en estado de obrar con la energía y vigor que se necesita contra nuestros enemigos, y que, lejos de ser perjudiciales en lo venidero, no solo proporcionan bajo una administración juiciosa aumentos a la Real Hacienda con que pagar los premios o réditos de los capitales que ahora pueden facilitarse, sino también que estos mismos aumentos aun sean mayores por la gran prosperidad que procurarán al Reyno en lo sucesivo las operaciones que los han de motivar y propondré en su devido lugar como principal objeto de este papel. A los moderados progresos que se han echo en la ciencia políticoeconómica debemos el conocimiento exacto de las diversas relaciones políticas y comerciables que existen entre todas las naciones, el cálculo demostrativo de las ventajas y desventajas de cada una, para su prosperidad real y respectiva en su constitución, en las leyes relativas a la administración y en sus instituciones, casi siempre hechas de buena fe para su felicidad y muchas veces origen principal de su decadencia y ruina ulterior, y principalmente debemos al estudio de aquella ciencia el conocimiento también de los recursos bárbaros tomados en tiempo de los reyes austriacos, particularmente en el de Phelipe 3º, y de que la multiplicidad de derechos o contribuciones, a cuya imposición sucesiva ha obligado la guerra, han causado el abandono de la agricultura, la ruina de la industria y de las artes y la desolación del comercio, menos por la entidad de los mismos impuestos que por el modo absurdo y destruidor con que se instituyeron. Quando la comparación del Estado de nuestra monarquía a las épocas del siglo 16 y fines del 17 no nos hiciese conocer con evidencia esta verdad, bastaría a convencernos un razonamiento que no puede dejar de hace qualquier político que se dedique seriamente al examen de esta materia. Desde que las naciones de Europa se comunican, aun con más enlace y estrechez que antiguamente lo hacían las provincias sujetas a un mismo soberano, el dinero, como signo representativo de los efectos comerciables puestos en circulación, ha de correr indispensablemente a los países que produzcan estos mismos efectos comerciables, o, por mejor decir, donde puedan salir más baratos, para que logren preferencia en el despacho, sin lo qual es imposible sostenerlos por aquel axioma constante de que el principio de la creación es el consumo. Los baluartes destinados a contrarrestar la industria extrangera sobre la propia, que tal deben llamarse las aduanas, se minan y echan por tierra desde el momento que lo crecido de los derechos destruye la proporción que debe existir entre los riesgos y utilidades del contravandista, ocasionando otros males públicos de gran tamaño, así en el crecido número de delinquentes que forma como en la intolerable carga de empleados estériles que es preciso Apéndices documentales 301 mantener para el contenerlos. Es pues indispensable para que se beneficien los campos, para que se labren las primeras materias y para que se cultiven las demás artes que sirven de auxiliares a la agricultura y a la industria, y al mismo tiempo de comodidad y adorno, que los ympuestos y contribuciones no recaigan sobre los alimentos de primera y segunda necesidad, a fin de que los frutos y efectos salgan a un precio tan moderado como en qualquiera otro país o con tan corta diferencia que no dé margen al contrabando, y que, pudiendo cada clase subsistir y sacar lo necesario de su respectivo travajo y constitución particular, no desamparen por indigencia su ocupación según se verificó el siglo pasado, como que de ellas dimana únicamente la prosperidad general y respectiva al valor de los bienes raíces, el aumento de las rentas del soberano y de la Yglesia y, sobre todo, una proporcionada población que es consiguiente a la abundancia de subsistencias, robusta y vigorosa en que afianzar la seguridad y defensa del Estado. Vajo de estos principios incontestables parece debe desecharse todo proyecto de recursos cuyo resultado sea gravar las clases travajadoras, y aun devían mirarse sus autores reos del Estado si no los disculpase quizá su zelo y buena fe o su invencible ignorancia, porque, sin duda, se aumentaría la miseria pública y se multiplicarían las legiones de mendigos y de honrados olgazanes que tenemos y a que ha dado ocasión anteriormente la misma desgraciada y torpe política llenándonos al propio tiempo de algunas preocupaciones que alejan aun la posivilidad del remedio. Es, pues, necesario recurrir a otros arbitrios más conformes a una sana política y de otra estensión que la que pueda tener la creación de nuevos ympuestos o recargo de los que ya existen. No trataremos de la economía en los gastos que tengan relación con la guerra y en que, sin disminuir el esplendor y debido decoro del trono, pueden quizá hacerse algunos ahorros, quando del inimitable amor de nuestros augustos soberanos a sus amantes y fidelísimos pueblos deben esperarse los sacrificios que permitan las circunstancias. Me ocuparé, aun antes, de manifestar el fundamento principal de este discurso en proponer dos arbitrios que, sin trascender a los manantiales que forman la felicidad pública, sirvan de auxilio desde luego por las cantidades que rindan durante las urgencias y después para el pago de réditos. 1º. Todo eclesiástico empleado en servicio del Rey en palacio, en los consejos, en la enseñanza y hasta los capellanes de exército y marina deberían dotarse con rentas eclesiásticas ahorrándose todos los sueldos que ahora se les pagan por thesorería. Esto es de más consideración de lo que parece al primer aspecto y nadie dejará de convenir de la justicia de estas disposiciones, pues si a los unos se les dispensa por su ocupación en 302 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo el Real servicio la asistencia a sus yglesias, los otros están dignamente empleados en el «cura animarum» que es la primera obligación de un eclesiástico ¿No tendrían mejor destino las rentas aplicadas de esta forma que las prestameras y beneficios que se han conferido a conventos y para las colejiatas que fundaron el duque de Lerma y el conde duque de Olivares? 2º. El derecho de media-annata a que están sujetos todos los empleos políticos de nombramiento regio debe comprender a los de rentas expidiéndoseles su título real y exceptuando solo los guardas puramente tales y los que gocen menos de 200 ducados de sueldo. No creo haya razón alguna sólida para que los empleados en rentas se liberten de aquel derecho que no dejará de ser de consideración respecto de su gran número. Pero estos arbitrios fundados en justicia y conformes a la más juiciosa política, que para no sacrificar la generación futura excluyen los gravámenes a las clases trabajadoras, sin cuyo alivio y fomento se arruina el Estado en su origen, son de tan corto producto que no alcanzarán a llenar la baja o menos valor que deben tener las rentas reales sobre los tiempos de paz, lejos de ser suficientes para atender a la inmensidad de gastos extraordinarios que exige la presente guerra en la qual se necesitan con urgencia recursos de otra magnitud. Con esta idea, y teniendo a la vista el infelicísimo estado de miseria y abatimiento a que se halló reducida la nación a la muerte de Carlos 2º, después de haber asombrado al universo su antigua opulencia, prosperidad y poderío, todo causado por la ignorancia de los verdaderos principios de la Economía política, me atreberé a proponer un recurso que no solo facilite desde luego quantos caudales se necesiten para hacer frente a todos los gastos y armamentos, sino también que tenga la excelencia de procurar en su ejecución tal prosperidad al Estado que produzca naturalmente, y sin más que las contribuciones establecidas hasta ahora, los medios de pagar los réditos de los capitales y de engrandecer la nación, repoblando los lugares desiertos, construyendo canales y haciendo otras importantes obras públicas que acrecienten su prosperidad real y efectiva. No habrá político alguno que no convenga, si ha examinado prolija y atentamente nuestras proporciones naturales y comparándolas con las de Ynglaterra y otras Naciones menos favorecidas de la naturaleza, en que la despoblación y miseria de España y la cortedad de las rentas reales tienen por primer principio el esterminio de los antiguos propietarios con las inmoderadas vinculaciones y con las escesivas adquisiciones de las manos muertas a que la conquista de las Yndias, las desgracias interiores y, sobre todo, un débil e ignorante Govierno dieron tanta ocasión y margen en los dos siglos precedentes. Este es el principal escollo, donde Apéndices documentales 303 han naufragado muchos de los proyectos que se han intentado en este siglo para restablecimiento de la Monarquía, y la primera causa de los pequeños progresos que han hecho otros a pesar de toda la protección y esfuerzos del Ministerio. Sin multitud de propietarios no puede haber agricultura pujante y sin esta jamás prosperará sólidamente la industria y el comercio; las subsistencias serán precarias, frequentes las carestías, y la Nación, por consiguiente, poco popular, débil y miserable en el interior y sin fuerzas ni vigor para hacer frente a sus enemigos. Dios no permita que yo sea capaz de sugerir ni aun de pensar idea alguna contra la propiedad sea qual fuese su origen. Pero, como la trasmutación de las propiedades o el sistema de indemnizaciones equivalentes quando la causa pública lo exige se halla autorizado con la práctica constante de todas las naciones y está en uso frequente entre nosotros, aun con menor motivo que el presente, espero que no se extrañará por nuevo lo que voy a proponer, ni dejar de considerarse como mereze bajo todas sus relaciones con las urgencias actuales y con las ventajas ulteriores. Los bienes raíces de hermandades, patronatos, obras pías y capellanías, cuya siempre descuidada y a veces fraudulenta administración ha echo declamar a varios de nuestros celosos ministros, no solo por el esterminio de los propietarios que han ocasionado estas fundaciones, y es lo que más ha devilitado la nación, sino también por lo que priva a esta de los frutos que dejan de producir; aquellos bienes, digo, deben importar, según un prudente cálculo aproximado, como 200 millones de pesos, y como otros 300 millones más también de pesos los bienes fondos de las comunidades religiosas, de las cathedrales y demás que se comprende bajo el nombre genérico de manos muertas. Resolviendo la venta de estos fondos, empezando por los de hermandades y obras pías para imponer su importe al rédito del 3 % sobre la Real Hacienda con hipotecas especiales de las rentas más análogas y pingües, y representando desde luego la parte de aquella cantidad que se necesitare con signos equivalentes, ínterin se verifica la venta del modo y forma y al tiempo más útil a las mismas manos muertas, se hallaría el Ministerio en estado de obrar con tanto vigor contra los enemigos y podría tomar tan acertadas y oportunas medidas, aumentando en enganche precio y auxilios de tropa y acopiando formidables repuestos de municiones de guerra y boca, que nada tendría que recelar. Además, no sería estraño que la noticia de semejantes disposiciones contubiese a los enemigos, viendo en ella la imposibilidad de realizar sus designios. No hay que tener el más remoto recelo que la multiplicación de signos representativos de los fondos de manos muertas que se han de imponer sobre la Real Hacienda cause dificultad, trastorno ni novedad alguna 304 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo adversa, ínterin que se extinguen los mismos signos con la venta de las fincas. Tenemos circulando en el Reyno en dinero efectivo más de 100 millones de pesos. La guerra se haze sobre nuestras fronteras, que es decir que no hay motivo ni ocasión para una disminución sensible de numerario y menos si nuestras fuerzas navales toman por primitibo objeto el proteger la comunicación con nuestras Américas para el frequente transporte de frutos y dinero. Además, ¿no goza un comerciante, a vezes sin más hipoteca que la opinión de su honradez y de algunos fondos esparcidos en parages distantes, de un crédito de millones que realiza quando le conviene? ¿Pues quánto mejor lo logrará la Real Hacienda con una hipoteca efectiva, y mucho más quando la grande imbersión extraordinaria de fondos que haze la misma Real Hacienda proporciona al público los medios positivos de adquirir los signos y enseguida las fincas que representan? Para acabar de desvanecer toda duda, basta considerar que si el Estado gasta extraordinariamente en la presente guerra 200 millones de pesos, esta misma cantidad o casi toda ella ha de venir a parar a los particulares. Aquí es donde principalmente imploro la atención y patriotismo del Ministro, de cuya orden escribo este papel, para que se digne hacer contemplar a Su Majestad y a su Consejo de Estado los beneficios e imponderables efectos que, aun prescindiendo de las urgencias actuales, resultarán al Estado de la traslación de las fincas de las manos muertas a las manos vivas, y los males que sin esta operación se seguirán, aun suponiendo que existiese en el mundo una nación tan rica y generosa que quisiese regalar a la España las mismas cantidades que aquí se calcula importan los vienes de manos muertas, pues la admisión de aquel quimérico regalo causaría infaliblemente la ruina del Estado. Es un principio económico que ningún país puede conservar más numerario que el que corresponde a los signos que representen la masa general de los efectos puestos en circulación. Si fortuitamente se acumulan más signos y no se procura al mismo tiempo mayor proporción de efectos, se destruye el natural equilibrio de valores respectivos con relación a las naciones vecinas; se encarece excesivamente todo, paran, por consequencia inevitable, las ocupaciones que alimentan y sostienen el Estado; y por resultado preciso se experimenta rápidamente la despoblación, la miseria y la ruina, tanto más peligrosa quanto se halla más dorada y cubierta con los inmediatos precedentes brillos del lujo y de la opulencia, que en los Estados como en los particulares aún no cede de pronto a la verdadera indigencia para consumar completamente la destrucción ¿Quién no ve en esta pintura la principal causa porque se arruinó la opulente y feliz España con la funesta inundación de caudales que se introdujeron en ella de resultas de la conquista de América? Apéndices documentales 305 Apliquemos, pues, esta teoría tan a nuestra costa comprovada al presente caso. Los gastos extraordinarios de la guerra, si se ha de hacer con el vigor y esfuerzo que conviene, obligan a derramar quizá mas de 200 millones de pesos. Quando esta exorvitante suma, venga de donde viniere o represente como se quiera, entre en la circulación, si al mismo tiempo no se aplica para embeberla una masa proporcionada de efectos y bienes, es indispensable que suba escesivamente el precio de todo lo necesario de la vida. Entonces forzosamente se renovará la apoplegía de dinero del tiempo de la conquista de Indias, se disminuirá la agricultura y la industria, bajarán las rentas reales y la nación quedará en esqueleto como el siglo pasado. Para convencernos mejor de la exactitud de estas reflexiones tenemos a la vista el exemplar de la última guerra con los yngleses. El Rey gastó en sostenerla extraordinariamente 100 millones de pesos. Como la mayor parte de esta cantidad se quedó dentro del Reyno, se aumentó el numerario, pero no pudiendo, por la amortización civil y eclesiástica de los bienes raíces, alcanzar la circulación de aquel aumento de signos a la agricultura, solo dio algún vigor momentáneo al comercio y a algunas clases de industria, y excitó visiblemente desde aquella época, después de haber encarecido las subsistencias, al lujo de que nos lamentamos, para encontrar por este medio salida a otros países. No puedo acordarme sin sentimiento de que, habiéndose gastado en Andalucía con motivo del sitio de Gibraltar y del armamento y permanencia de las esquadras en la Bahía de Cádiz a lo menos 40 millones de pesos, que eran más que suficientes para haber puesto en un estado floreciente aquella provincia, casi no queda otro monumento que el nuevo varrio de San Carlos de Cádiz hecho después de la paz y algunas pequeñas mejoras en los lugares de la sierra que por su esterilidad ha invadido menos la amortización, haviendo el lujo extrangero disipado el resto pues la agricultura está tan atrasada como antes y las artes tienen poco más fomento. De aquí se sigue que, aun quando el Ministerio tubiese todo el crédito necesario para encontrar prestamistas que subministrasen los fondos que exige la guerra, si no se ponen en circulación los bienes que hoy poseen las manos muertas o cierta parte de ellos, la Real Hacienda no podrá cubrir sus empeños, pues el deterioro de la nación sería tan infalible como se ha expuesto arriva. Por el contrario ¿qué multitud de bienes de todas clases presentes y futuros no resultaría de semejante recurso sin mezcla alguna de males ni de inconvenientes? El grande amor a la patria que ha excitado mi aplicación por muchos años al estudio de la Economía política recompensa en este momento mis trabajos presentando a mi imaginación la perspectiva 306 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo de aquellos bienes y de que daré aquí por conclusión una sucinta idea, aunque sea repitiendo algunas ideas ya indicadas. La imposición del importe de los fondos de manos muertas sobre la Real Hacienda no solo proporcionará desde luego los caudales necesarios para hacer la guerra activa, sino que sostendrá el crédito de los 50 millones de pesos de vales reales que se hallan circulando porque los tenedores no tendrán el más remoto recelo de que dejen de pagarse puntualmente los intereses mediante que se aleja toda idea de urgencia extricta y vigorosa. De la traslación de estos bienes raíces a manos vivas y su circulación entre ellas mediante la sabia ley que prohíbe las nuevas fundaciones de vínculos y mayorazgos resultará un medio seguro y capaz de embeber los caudales que ha de derramar la guerra y que sin una disposición semejante debastarían como un torrente las primitivas subsistencias. En tanto el dinero es útil y saludable en un Estado y puede mantenerse en él, en quanto es signo representativo de los efectos y del trabajo, la verdadera riqueza que afianza la estable felicidad de una nación es la que resulta del útil empleo de las gentes a aumentar la mayor porción posible de subsistencias. Nadie compra una finca que no sea para mejorarla y esto no puede verificarse sin hacer circular el dinero entre los travajadores de quienes, como de la fuente más pura, se traslada a las demás clases con beneficio general de todos. ¿Pues qué diremos del aumento de fuerza pública con tanto nuevo propietario y del que tendrán indispensablemente las rentas reales y los diezmos? No se tenga por exageración asegurar que duplicarían antes de 30 años por poco que se fomentase al mismo tiempo la industria. El exemplo de la Ynglaterra, donde las rentas reales ascienden casi al triple que en España sin que el pueblo sean tan miserable y el de otros países, comprueba aquella verdad. ¿Y se podrá dudar después que se halle jamás la Real Hacienda en el caso de no poder pagar a las manos muertas los réditos de sus capitales quando no hay cosa más cierta en Economía política que el traspaso solo de aquellos bienes a manos vivas ha de producir al Real Erario mucho más de lo que necesita para satisfacer los intereses? Aún no puedo acabar sin hacer presentes otras ventajas políticas y morales que resultarán de la ymposición del producto de los bienes de manos muertas sobre la Real Hacienda que son también de grandísima importancia. Con la gran suma a que deben ascender aquellos bienes no solo podrá atenderse a las urgencias actuales sino también anticipar la extinción de los vales reales y liquidar nuestra deuda nacional fundándola solo en favor de las manos muertas, con infinitamente más ventajas que la Ynglaterra. Hemos establecido como principio positivo que la abun- Apéndices documentales 307 dancia de signos en un Estado, quando no representa una igual abundancia proporcionada de efectos, destruye todos los manantiales de las rentas y de la prosperidad, y que pasan como un torrente a otros países donde haya muchos efectos y pocos signos que los representen. Muchas de las ymposiciones sobre las rentas de Ynglaterra circulan allí como papel moneda a manera de nuestros vales reales, sirviendo para varias clases de negociaciones. A pesar del inmenso comercio de los yngleses en las quatro partes del mundo, de la sabiduría con que están establecidos sus ympuestos, de los grandes progresos que allí han hecho las ciencias naturales, que tanto han simplificado la maniobra y el trabajo y de los grandes derrames de caudales que fuera de la ysla hacen frequentemente sus empeños hostiles y sus negociaciones políticas; a pesar, pues, de todo se resiente aquella nación de la abundancia de signos, y, como cada vez se encarecerán más y más las subsistencias, vendrá a arruinarse tarde o temprano, no por los réditos de la deuda nacional sino porque los capitales que la componen entran en cierto modo como moneda en circulación y destruyen el equilibrio que debe existir. De aquí deduciremos qué ventaja tan imponderable no resultaría para España de fundar su deuda nacional solo en favor de las manos muertas que por su naturaleza no pueden hacer circular los capitales. De este modo se comprenderá fácilmente que el pago de los réditos a las manos muertas hará menos perjuicio al Estado que la circulación de los vales por encarecer las subsistencias, con respecto a los obstáculos que por nuestra desgracia existen para que trascienda aquella circulación a la agricultura. En atención a estas ventajas no debe jamás esperarse que el Govierno piense en ningún tiempo en redimir los capitales de las manos muertas, aun quando por una continuada prosperidad sucesiva se halle con caudales sobrantes, mediante a que, con preferencia, debe atender a la repoblación de los lugares desiertos y establecimiento de otros nuevos, a la construcción de canales y navegación de ríos y también a mejorar la constitución del Banco para que deje de ser como hasta aquí un comerciante privilegiado, sostenido casi a expensas del Real Erario, y llene los fines que debía tener su institución de auxiliar con empréstitos oportunos, no solo al comercio sino también a la agricultura y a la yndustria en las provincias y a las colonias de frutos en América. No olvidemos jamás aquel principio luminoso de que, siendo el Rey copartícipe de todos los fondos del Estado de qualquier clase o naturaleza que sean, un Ministro de Hacienda que no espere los mayores ingresos del Real Erario del aumento de aquellos fondos nunca podrá lograr los fines que se proponga de quantas operaciones medite y practique. No está menos demostrado que el recargo de contribuciones, quando no sea perjudicial a la misma 308 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Real Hacienda, ningún efecto favorable produce porque, encareciendo las subsistencias y siendo Su Majestad quien mayores gastos haze, dentro de poco tiempo escede el aumento de estos al de las nuevas rentas adquiridas por aquel medio porque sube el precio de la infinidad de objetos que se compran por cuenta de la Real Hacienda y es indispensable aumentar el sueldo a los asalariados por Su Majestad para que puedan vivir según la calidad de sus destinos y empleos. No son, por otro lado, mucho menos considerables las ventajas que obtendrá la moral y la religión de que se realice este magnifico y sobremanera útil recurso. Entonces desaparecerá de entre nosotros esta multitud de clérigos incongruos que por indigencia deshonran su estado, pues, liquidadas las verdaderas rentas de las capellanías, no se supondrá con falsas informaciones la congrua necesaria para ordenarse. Las obras pías, exentas de las concusiones de sus administradores, tendrán mayor producto y se invertirá conforme a los fines de sus fundadores, sobre que será fácil velar a la autoridad por la noticia exacta de lo que rinden. Las casas relijiosas pobres, cuyos fondos ha disipado una mala administración y no pueden mantener con la devida decencia el culto y la disciplina, se reunirán entonces a otras donde se conserven con la pureza y edificación conveniente. En todas revivirá el santo espíritu de los fundadores, no teniendo necesidad de dedicar una gran parte de los yndividuos a la administración de las temporalidades que es por donde entra la tivieza y relajación. Con los mayores productos de los diezmos, que será consiguiente al aumento de la agricultura por la traslación de aquellos vienes a manos vivas y su circulación entre ellas, obtendrán los obispos, sus cabildos y los curas mayores rentas con que socorrer a los verdaderos pobres y subvenir a otras necesidades públicas accidentales. Y finalmente, si en todos tiempos, por principios de caridad, se ha devido trabajar en inspirar amor a la religión, ahora que sus enemigos procuran hacerla odiosa y aun destruirla, la política debe acudir a su socorro, para hacerla más amable, y el único medio de conseguirlo es hacerla en lo temporal más útil y favorable que hasta aquí a los pueblos que por la divina misericordia la profesan. ¡Qué gloria para nuestro Augusto Monarca y para sus benéficos Ministros si, en circunstancias tan desgraciadas y difíciles lograban, por la adopción de estos principios, sacar bienes de estos males estableciendo los primeros fundamentos de una sólida prosperidad venidera que dé al Estado tanto vigor y fuerza que nada tenga que temer de sus enemigos! La posteridad, aun más llena quizá que la generación presente de gratitud y reconocimiento, pues ella disfrutará en toda su plenitud de los beneficios, no podrá menos de admirar, quando la historia trasmita estos Apéndices documentales 309 subcesos, la sabiduría del Govierno actual en la elección de los recursos, mucho más si los compara con los que en los dos siglos precedentes, que tanto aniquilaron y destruyeron a la Nación. San Ildefonso, 4 de agosto de 1794.» 1. 3. Proyecto sobre patronatos y obras pías de Juan Sempere y Guarinos (noviembre de 1797). Biblioteca española económico-política, IV, Impr. de Sancha, Madrid, 1821, pp. 227-277. «Señor. Don Juan Sempere y Guarinos, vuestro Fiscal de los Civil en la Chancillería de Granada, a los Pies de Vuestra Mejestad, con el más profundo respeto, dice: Que, no satisfecho su zelo por el mejor servicio de Vuestra Majestad con el desempeño de las obligaciones de su oficio, y penetrado de la situación y apuros en que han puesto a la Corona los graves y extraordinarios acaecimientos de estos tiempos, ha meditado sobre los medios de proporcionar al Erario mayores fondos, con el menor gravamen posible de los vasallos, y el manejo y práctica de los negocios que están a su cargo le ha descubierto uno por el qual puede Vuestra Majestad servirse de más de ciento ochenta millones de reales, con el interés de menos de un tres por ciento y con grandes ventajas del Estado, que es el que va a exponer vuestro Fiscal, y para cuya esplicación es necesario el siguiente PRESUPUESTO A la Chancillería de Granada corresponde el conocimiento de todas las causas de patronatos de legos, memorias y obras pías establecidas en su territorio. En ella se litiga sobre la validación o nulidad de tales fundaciones; sobre los derechos de sucesión y llamamientos prevenidos por los fundadores; sobre el cumplimiento de las cargas de los mismos patronatos y memorias de misas, fiestas, limosnas a pobres, a hospitales, etcétera. Sobre la seguridad de las fincas de su dotación; reintegración de las que se les hayan usurpado; obras y reparos en las casas y edificios; ventas y daciones a censo, quando se contemplan útiles a las mismas fundaciones; finalmente sobre la administración de sus rentas; nombramiento y remoción de administradores; fianzas de estos; aprobación de cuentas; y demás incidencias de tales causas, según se demuestra abundantemente por los exemplares y documentos citados en el Apéndice. Los ordinarios eclesiásticos han conocido, por mucho tiempo, y aun en el día solicitan conocer, privativamente, de todas estas materias. El Derecho Canónico y el Santo Concilio de Trento les conceden el de visita, a cuya sombra han intentado apropiarse el conocimiento judicial de los 310 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo patronatos y obras pías de qualquier clase que sean, nombrando administradores, viendo y aprobando sus cuentas y aun dando permiso, con ligeras informaciones de utilidad, para las enagenaciones de su fincas. Esto ha sido un abuso muy perjudicial al bien público y contrario a la suprema potestad y regalías de Vuestra Majestad, que es el Protector universal de las últimas voluntades de sus vasallos, y a la autoridad de los tribunales que representan a Vuestra Majestad y ejercen en su real nombre este derecho de protección y jurisdicción sobre los patronatos y obras pías. Sin embargo, en tiempos pasados, no se tuvo la mayor consideración a tan esencial e interesante regalía de Vuestra Majestad y jurisdicción de sus tribunales, hasta que en estos últimos se ha aclarado más esta parte de la jurisprudencia española y expedido pragmáticas y cédulas para afirmarla y contener a los eclesiásticos en los límites de su ministerio espiritual. A consequencia de estos esfuerzos del Gobierno, los tribunales han adquirido mayor energía; los fiscales, por medio de los legales recursos de fuerza, han dado a conocer muchas usurpaciones de su autoridad y jurisdicción; se han retenido en la Chancillería, con menos escrúpulos, autos, cuentas y demás diligencias contenciosas practicadas indebidamente por los eclesiásticos. Y por ellas, al mismo tiempo que se han restituido a sus verdaderos y legítimos jueces, se han demostrado también originalmente los abusos e imponderables perjuicios que resultan frecuentemente al Estado y a los mismos patronatos y obras pías del conocimiento contencioso de los ordinarios eclesiásticos. Porque, siendo casi interminables en ellos los pleitos de propiedad, sucesión y otros de esta naturaleza ante los ordinarios, metropolitanos y Nunciatura, con las incidencias de recursos de fuerza en conocer y en el modo, en los de administración y cuentas son sumamente ligeros y superficiales, reduciéndose, por lo general, a la mera inspección hecha por los visitadores, de paso por los pueblos, sin citación de los patronos y demás requisitos necesarios para la legítima comprobación del cargo y data. Pudieran citarse muchísimos exemplares y pruebas de estos años, dimanados de la negligencia de los ordinarios eclesiásticos. En el Apéndice se encontrará noticia de algunos de ellos. Se verán alcances de millares de misas, perdidos los sufragios apetecidos por los fundadores y consumidas sus rentas en objetos muy agenos de sus intenciones. Se verán bulas de composición de las mismas misas, no celebradas, concedidas en Roma por quince escudos, con vicios legales y cumplimentadas por los mismos ordinarios sin el pase correspondiente y con cierta ciencia de los mismos vicios. Se verán administraciones en manos eclesiásticas, contra el espíritu de los sagrados cánones y expresas disposiciones de nuestras leyes. Se Apéndices documentales 311 advertirán grandes informalidades en las cuentas, fincas perdidas o enagenadas sin justa causa y atrasos eternos de administradores, deudas incobrables, excomuniones y procedimientos ilegales y acalorados. Algunos de estos daños se han remediado por la Chancillería con la declaración de muchas fuerzas eclesiásticas y retención de autos de cuentas y administración de patronatos y obras pías. La práctica que se observa en ella, en tales casos, es la siguiente. Con noticia que tiene el fiscal de algún patronato de legos, memoria u obra pía, pide provisión ordinaria para que el administrador, dentro de veinte días, remita las cuentas, con testimonio de la fundación y poder a procurador para que solicite su aprobación. Se remite la provisión a la justicia ordinaria del pueblo de su vecindad para que se le haga saber y, no compareciendo, se libra sobrecarta, con apercibimiento de secuestro y demás a que haya lugar. Acaece frecuentemente que los jueces eclesiásticos se resisten a dar a los administradores los testimonios correspondientes de la fundación, aprobación de las cuentas dadas anteriormente en su juzgado y demás instrumentos conducentes para responder en la Chancillería, en cuyos casos, o se introduce por ellos mimos recurso de fuerza, o con referencia a lo que resulta de las diligencias que se remiten, se forma de oficio por el fiscal de Su Majestad; se expide la acordada ordinaria para la remisión de autos; con vista de ellos, se resuelve el recurso; y, declarando que la hace, o se remiten a la justicia ordinaria, o se retienen en la sala, lo qual es más frecuente. Retenidos los autos, si son de cuentas se pasan al contador para que las examine y haga las liquidaciones correspondientes. Evacuadas estas, se da traslado a los patronos y administradores y, con presencia de todo, estiende su respuesta el fiscal y recae la providencia de la sala, la qual o se consiente o se suplica de ella, de igual manera que las otras causas. Los mismos trámites de audiencia de los patronos, administradores y fiscal tienen los pleytos y expedientes de adjudicación de dotes, prebendas y cumplimiento de las demás cargas de tales establecimientos; los de obras y reparos; enagenaciones de sus fincas; nombramiento y fianza de los administradores; etcétera. Quando anteriormente ha conocido el eclesiástico, ha habido dudas en las salas sobre si deben validarse sus providencias o sufrir nuevo examen, así en cuanto a las cuentas como en quanto a las pruebas y calificaciones de parentescos y demás circunstancias prevenidas en las fundaciones. Mas, generalmente se difiere a ellas, así por respeto a la jurisdicción eclesiástica, como por la dificultad del retroceso a las cosas ya juzgadas. 312 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Es cierto que con esta práctica se han aclarado y remediado muchísimos abusos, y que logran con ella grandes ventajas los patronatos y obras pías. Mas también lo es que, lejos de de poder reformarse todos, la misma práctica es una carga bien pesada y costosa para tales fundaciones. En primer lugar, la astucia de los administradores o la indolencia de los jueces frustran muy frecuentemente los esfuerzos de la Chancillería desde los primeros pasos. Rarísima es la primera provisión para la remisión de cuentas que se cumplimenta, siendo necesarias, por lo regular, segunda y tercera, con conminaciones de multas y apercibimientos, y aun de este modo están sin remitirse muchas después de más de veinte y treinta años. Venidas, por fin, las cuentas se procede en esta Corte con mucha lentitud. Los administradores tienen interés en no promover su despacho, para dilatar el pago de sus alcances y demás procedimientos a que puede dar motivo su manejo. Los patronos, como suelen serlo de puro honor, no tienen particular estímulo para sufrir las molestias regulares de los pleitos, por lo qual obran en ellos con tibieza. Y el oficio fiscal, no habiendo parte interesada que active y solicite, tampoco puede celar, con la eficacia correspondiente, su despacho. De suerte que se prolongan y eternizan estos juicios y se juntan unas cuentas con otras haciéndose, de esta suerte, más enredosas y prolijas. En las pretensiones de dotes, prebendas y limosnas se procede con sobrada rigidez, exigiendo filiaciones y pruebas en que se consume la mayor parte de ellas, porque, aunque se les ayude a las partes por pobres, los curiales saben hacerse remunerar su trabajo por otros medios. Los administradores que no tienen salario determinado cobran la décima ¿Y quántas utilidades pueden apropiarse en los arrendamientos, esperas para las cobranzas y otros mil puntos que penden de su arbitrio? La cuenta copiada en el número 2 y 4 dará alguna idea de los que importan los gastos de pleitos y administración. De 59.874 reales que entraron en poder del administrador del patronato fundado en la villa de Urda por Don Francisco de Lora, treinta mil se impusieron sobre la renta del tabaco y se han consumido 26.344 en pleitos y décima, que es bien cerca de la mitad del cargo. Si a estos gastos y daños se añaden los que sufren los litigantes en sus viajes, agencias secretas, gratificaciones y otros irremediables, seguramente importan mucho más que la mitad del producto de todos los patronatos y obras pías. PROYECTO En todo el territorio de la Chancillería de Granada hay, por lo menos, seis mil patronatos y obras pías laycales. Apéndices documentales 313 El fiscal ha deseado formar un estado general de todos ellos, y para esto, después de otras diligencias extrajudiciales, presentó en el Acuerdo el pedimento del 1 por el qual solicitó que se expidiera orden circular a todas las justicias para que informaran qué número de patronatos y obras pías hay en sus distritos, con expresión de las fundaciones, bienes que les pertenecen, su valor principal y rentas que producen, sus cargas y administradores, con lo demás que entendieran que podía conducir para su mejora administración y mayor producto. El Acuerdo, antes de expedir la circular, ha querido que todos los escribanos de cámara certifiquen los pleitos de esta naturaleza que haya radicados en sus oficios. Es de temer que esta diligencia se eternice y que, aun quando llegue a efectuarse, sea por relaciones demasiado sucintas y diminutas, porque en las cosas de oficio, generalmente, se procede con tibieza. En consideración a todo esto, el fiscal se ha visto precisado a valerse de otros medios para la averiguación del número y fundaciones de los patronatos del territorio de esta Chancillería. Y a costa de gran trabajo ha podido fijar algunos datos ciertos sobre los quales apoyará sus cálculos y reflexiones, sino con una exactitud y evidencia demostrable, a lo menos con la probabilidad posible para formar juicios rectos y prudentes en esta clase de materias económico-políticas. Por el estado general de población del territorio de la Chancillería de Granada formado en el año de 1755, que existe en la Secretaría del Real Acuerdo, consta que hay en él tres mil cincuenta ciudades, villas y lugares. De la lista de patronatos de los pueblos que empiezan por la letra A, que está en el 2 del apéndice, resulta que corresponden a cada pueblo más de tres porque, siendo el número de tales pueblos el de quarenta y cinco, asciende el de patronatos y obras pías a ciento sesenta y dos. Pero es de advertir que la citada lista se ha formado con infinito trabajo, por noticias sueltas, apuntamientos y borradores de respuestas existentes en poder del fiscal; y, por consiguiente, debe suponerse muy diminuta, así en quanto al número de pueblos como de los patronatos existentes en ellos. Por ejemplo, en Alo[z]ayna no hay radicado alguno en la Chancillería y por la circular de cofradías se ha adquirido la de los dos que se expresan en aquel artículo. De Huéscar la había solamente de dos o tres y con el motivo que se expresa en el 3 se han descubierto veinte y cinco. Estos antecedentes inclinan a creer que será muy moderado el cálculo si a cada pueblo se le computan dos patronatos y, por consiguiente, que, reduciendo también el número de los pueblos a tres mil, serán, por lo menos, seis mil patronatos y obras pías las del distrito de la Chancillería. 314 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Este dato se hará mucho más probable si se reflexiona sobre lo que Rodrigo de Caro y Ortiz de Zúñiga refieren de los patronatos y obras pías de Sevilla, cuyo territorio y población apenas equivale a una quarta parte de la misma Chancillería. Supuesto que el número de patronatos sea de seis mil, puede considerarse el capital de cada uno por treinta mil reales, que entre todos vienen a formar el de ciento ochenta millones. También este cálculo es muy moderado, siendo bien pocos los patronatos que no arriban a la espresada cantidad, muchísimos los que pasan de ella y bastantes los que montan medio, uno y más millones, como podrá verse por los ejemplares del 2, números 53, 56, 59-81, 4, números 1, 2, 3 y 4, y 5, número 1. El fiscal, que ha reconocido y censurado, por su oficio, muchísimas cuentas presentadas por los administradores, ha notado que son rarísimos los bienes y fincas de tales fundaciones que producen un tres por ciento, muchísimos los que no llegan al dos y no pocos los que se van menoscabando continuamente, de modo que ha sido necesario suspender el pago de sus cargas, reducirlas y dar otras providencias para evitar su total ruina. El citado Rodrigo Caro, hablando de los de Sevilla, por los años de 1634, decía que en cien años solamente se había perdido más de tres millones de sus capitales ¿Y quién podrá averiguar lo que se habrá perdido y usurpado en los cinco Reynos y provincias sujetas al territorio de esta Chancillería, sea por la malicia de los administradores, indolencia de los jueces o por las inevitables vicisitudes a que están expuestos los más firmes y bien combinados establecimientos? Por consiguiente, el medio que asegure, de un modo más firme y permanente, las rentas actuales y remueva toda ocasión de perderse y estraviarse sus bienes raíces será sumamente útil a los patronatos y obras pías. Más lo será si con él no solo adquieren mayor seguridad si no se simplifica su administración, se disminuye el número de ocupaciones estériles y arriesgadas de los que se emplean en este oficio y se cortan y arrancan las raíces de tantos pleytos y males que ocasionan. Mucho más, en fin, si con él se logra el aumento de las rentas de los mismos patronatos, el socorro de la Corona, el alivio de los vasallos y general beneficio del Estado. Estas ventajas y otras más producirá infaliblemente el siguiente proyecto. Se venderán todos los bienes raíces y capitales correspondientes a los patronatos y obras pías laycales radicadas en la Chancillería de Granada y demás existentes en su territorio. Su producto se impondrá en la Real Hacienda, con la obligación de pagar un tres por medio anual todo el tiempo que estén en ella los capitales, para invertir los réditos en los Apéndices documentales 315 mismos destinos y aplicaciones que hayan tenido por sus respectivas fundaciones. Todo se dirigirá por una Comisión o Administración general, cuyo plan se expondrá después que se hayan indicado algunas de las grandes utilidades que producirá este proyecto y respondido a los reparos que pueden oponerse. I. El Real Erario logrará la de encontrar gruesas cantidades para atender a sus urgencias con mucha mayor equidad, en los intereses y réditos, que en los vales, empréstito real y negociaciones con los comerciantes. II. Puede suceder que el cálculo propuesto, de los ciento ochenta millones sea defectuoso, sin embargo de que está apoyado sobre hechos y datos nada exagerados. Mas, aun cuando falten algunos millones para completar dicha cantidad, siempre puede arrojar gruesas sumas a beneficio del Erario. III. Acaso pasará el total valor de los patronatos de la cantidad expresada, porque los datos propuestos más bien inclinan a este segundo dictamen que al primero. Mas, quando así no sucediese en el distrito solo de la Chancillería de Granada, hecho el ensayo en este, podrá extenderse al resto de la Península, en cuyo caso ¿quién puede calcular a quánto ascenderá el total valor de las fincas de tales fundaciones? IV. Aunque los intereses y réditos de la imposición sean de un tres y medio, acaso no llegarán al tres por ciento. Porque las ventas de tales bienes han de causar alcavala, cuyo derecho, aunque no se cobre por entero, conforme a las costumbres de algunos pueblos y últimos reglamentos, computados los de la primera y ulteriores ventas, formará un capital superior al equivalente al medio por ciento del producto total de los patronatos. Estos lograrán mayor seguridad y aumento de sus rentas, con todas las demás ventajas de una Administración general más uniforme y menos expuesta a los atrasos y quiebras de las particulares. Y los llamados para los dotes, prebendas y demás beneficios de tales fundaciones no encontrarán las dilaciones y embarazos que ahora experimentan para las cobranzas. El Estado conseguirá lo que han deseado nuestros mejores políticos, que es poner en circulación una considerable parte de los bienes raíces de todas clases que ahora están estancados, descuydados y abandonados, y en manos de los propietarios que los compren adquirirán imponderables aumentos y mejoras. Por otra parte, se cortará y disminuirá la plaga de pleitos a que da ocasión la naturaleza misma de las fundaciones, la obscuridad de los testamentos, la confusión introducida por el transcurso de los tiempos, las 316 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo pérdidas casuales o maliciosas de instrumentos antiguos, la indolencia de los patronos y la codicia o negligencia de los administradores. Solo estos y los curiales padecerán algún perjuicio, y es este el primer reparo, y acaso el más fuerte, que podrá oponerse a este proyecto. Hay un gran número de personas ocupadas en el oficio de administradores. Bien pocos tienen un salario competente para vivir con sola esta ocupación, por no permitirlo el producto de los bienes administrados. De aquí resulta una de dos cosas: o que tales bienes están poco cuidados porque los administradores tienen que atender a otros negocios. o que comercian con ellos, de donde dimana su morosidad y repugnancia a dar las cuentas, las informalidades de estas y las demás incidencias y recursos que se originan en las mismas casas. Los curiales tienen interés en que estas se enreden y multipliquen. Viven del foro y les conviene que haya muchos pleitos. ¿Pero sería motivo justo y racional para dejar de aplicar remedios radicales a las enfermedades y epidemias el que los médicos no padezcan quebranto en sus intereses? Acaso escrupulizarán algunos sobre la egecución de este proyecto dudando y disputando temerariamente a Vuestra Majestad su suprema autoridad, exigiendo dictámenes de teólogos y concurrencia del brazo eclesiástico, como se ha practicado en otros tiempos, en causas meramente profanas y temporales con gran daño de la causa pública. Si se tratara de extender la operación propuesta a los patronatos, beneficios y capellanías del Reyno, aunque fueran colativas y espiritualizadas, podrán tal vez tener lugar semejantes dudas y escrúpulos, aunque tampoco faltarían para demostrar que el Soberano puede, por sí mismo y con independencia de la jurisdicción eclesiástica, reducirlas, conmutarlas, suprimirlas e imponerles las cargas que estime convenientes al Estado. Mas el proyecto propuesto no se extiende, por ahora, a los beneficios y patronatos colativos sino a los laycales, sujetos ya, en todo su conocimiento, a la jurisdicción real, cuyo exercicio, a lo menos en esta Chancillería de Granada, está expedito, corriente y sin que nadie ponga la menor duda sobre sus facultades para decidir y disponer acerca de ellos en todas sus incidencias, como se manifiesta clara y abundantemente con las noticias y documentos puestos en el apéndice. Por los que han notado en los números 15, 22, 23, 51, 54, 58, 72, 78, 113, 114, 115, 116 y 135, del II y por el 5 del V, se ve el cuidado que han tenido los fiscales de reclamar la jurisdicción real luego que han entendido que los eclesiásticos se apropiaban el conocimiento de tales patronatos o sobre sucesión en el derecho a ellos, o sobre administración, cuentas, nombramiento de dotes, prebendas y qualquiera inversión y distribución Apéndices documentales 317 de sus rentas, por medio de recursos de fuerza, cuyas declaraciones son como otras tantas executorias y pruebas de que la jurisdicción eclesiástica nada tiene que entender en cuanto al manejo y dirección de sus capitales y rentas. Por los números 28 del II y 8 del VI se ve igualmente repetidos ejemplares de ventas a censo y a dinero de fincas pertenecientes a los mismos patronatos decretadas por la Chancillería y executadas sin intervención ni conocimiento de los eclesiásticos. Y aun el número 8 del citado VI presenta el ejemplar muy notable de la solicitud hecha en la misma Chancillería por el Reverendo Arzobispo de esta Ciudad para que se le vendiera una porción de tierras pertenecientes al patronato laycal del Licenciado Don Pedro Narváez, para ciertos usos, a cuya pretensión defirió la sala y se executó la venta de dichas tierras a dinero. Finalmente, ni es tan nuevo el proyecto de una Administración general de patronatos que carezca absolutamente de ejemplares, aun en el distrito de esta misma Chancillería. Entre los medios que se adoptaron para aumentar los fondos del Real Hospicio de esta Ciudad de Granada en el año de 1756 fue uno el de aplicar a él todas las particulares fundaciones destinadas para limosnas generales de pobres mendicantes y huérfanos y las que, o por el descuido de sus patronos o mala versación de sus administradores, se hallaran perdidas y atrasadas sin cumplirse sus principales destinos; todas las quales se mandó se reunieran y dirigieran por una Junta y Administración general de las particulares que antes tenían, nombrando un promotor fiscal lego para indagar las que existiesen de tan naturaleza y activar su reunión e incorporación al Real Hospicio, según aparece de los capítulos de sus ordenanzas copiados en el VII, en virtud de los cuales hay ya reunidos e incorporados al mismo más de veinte patronatos y obras pías. Por lo qual, no se detendrá más el fiscal de Vuestra Majestad en producir otras pruebas legales y demostrativas de la potestad que reside en Vuestra Majestad para mandar por sí la execución del proyecto expuesto; y pasa a proponer la instrucción o reglamento que le parece podrá observarse en ella. REGLAMENTO Para la Administración de los patronatos y obras pías 1. Se formará una Administración general de los patronatos de legos y obras pías del distrito de la Chancillería de Granada, compuesta de un juez protector, contador, tesorero, escribano, promotor y suficiente número de oficiales. 318 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 2. Cuidará esta Administración general, en la forma que se dirá, de la venta de todos los bienes raíces correspondientes a tales fundaciones; de su imposición a censo en la Real Hacienda; y de la cobranza de réditos y su inversión en los objetos y destinos prevenidos por los fundadores. 3. Se formará un estado general de los patronatos y obras pías, que pueden dividirse en tres clases. Primera, la de los retenidos en la Chancillería y demás que por su fundación conste que sean laycales y de la naturaleza profana y temporal. Segunda, de los colativos y espiritualizados por expresa voluntad de los fundadores y demás requisitos. Tercera, de los dudosos. 4. Acerca de los primeros, está expedita y desembarazada la jurisdicción real y puede la Administración proceder desde luego a la venta e imposición de sus fincas en los términos propuestos. 5. Acerca de los segundos, se abstendrá la comisión de proceder por sí sola, más podrá tratar con los Reverendos Obispos y ordinarios eclesiásticos, y de su acuerdo y consentimiento efectuar la misma operación. 6. Respecto de los que sean dudosos, introducirá el protector o el promotor los correspondientes recursos de fuerza en la Chancillería para que esta decida si son los bienes de naturaleza espiritual o profana y temporal en la forma práctica acostumbrada. 7. Para formar el estado general de todos ellos, pasará el protector los oficios correspondientes a la Chancillería, por la que deberán franquearse los pleitos, certificaciones y testimonios necesarios. 8. Dirigirá también órdenes a las justicias de los pueblos a fin de que informen y faciliten todas las noticias e instrumentos conducentes. 9. En caso necesario hará el protector una visita de los pueblos en que haya considerable número de tales fundaciones, así para tomar mayor conocimiento de ellas, como para facilitar su más pronta y ventajosa venta. 10. El producto de todas las rentas se impondrá sobre la renta del tabaco o sobre otro ramo de la Real Hacienda en el modo y forma que prevenga por el Ministerio de ella, obligándose Su Majestad a pagar un tres y medio por ciento anual todo el tiempo que se sirva de tales capitales. 11. Los censos que actualmente estén impuestos a favor de los patronatos y obras pías se pasarán igualmente a la Real Hacienda, obligando a los poseedores de tierras, casas o fincas acensuadas a que los rediman. 12. En caso de resistencia o morosidad de los poseedores de fincas gravadas con tales censos, se venderán estas en pública subasta; de su valor se extraerán los capitales de tales censos para imponerlos de nuevo en la Real Hacienda y el resto se les entregará a los mismos dueños. Apéndices documentales 319 13. El tesorero cuidará de cobrar y recoger anualmente los réditos de las imposiciones que haya hechas sobre la Real Hacienda y productos de los demás bienes de los patronatos y obras pías que no estén vendidos. 14. De este fondo irá pagando las cargas de tales patronatos y obras pías mediante libramientos del juez protector, precedida también toma de razón en la Contaduría y recibo de las partes al dorso de los mismos libramientos. 15. Todas las pretensiones de dotes, prebendas, limosnas y cumplimiento de las demás cargas de tales fundaciones se han de hacer al juez protector. 16. Se pedirán por este informes a los patronos sobre parentescos y demás calidades prevenidas por los fundadores. Con ellos se pasarán al promotor. Y en vista de todo proveerá lo más justo. 17. Quando haya instancias o contradicciones de partes sobre preferencia en las adjudicaciones deberán litigar en la Chancillería; y el juez protector dar los libramientos a los que executoríen mejor derecho. 18. También se litigará en la Chancillería sobre los derechos de sucesión en los patronatos, recursos de fuerza y demás que no correspondan a la venta, y administración de las rentas y cumplimiento de sus cargas. 19. Las cuentas pendientes se tomarán por la Administración con la brevedad posible, executando a los administradores por los atrasos en que resultaren alcanzados, y su producto se pondrá en poder del tesorero para el cumplimiento de las cargas atrasadas y demás que se vayan venciendo hasta el cobro de los réditos de las nuevas imposiciones sobre la Real Hacienda. 20. Los arrendamientos pendientes y los que se vayan venciendo hasta la venta total de las fincas se cobrarán por la Administración general, debiendo cesar, luego que esta se establezca, todas las particulares. 21. Los salarios de los empleados y demás gastos de administración se pagarán en los dos primeros años del producto de las ventas; y en los siguientes de los réditos de los capitales que se han de imponer, separando medio por ciento para este destino y aplicando el tres por ciento íntegro para el cumplimiento de las cargas de los patronatos y obras pías. 22. Los sobrantes del medio por ciento, después de pagados los salarios y gastos de administración, podrán aplicarse al Real Hospicio, niños expósitos, recogidas, hospitales y otros destinos de utilidad pública. 23. Si por el arreglo de la nueva Administración resultaren sobrantes del tres por ciento, después de satisfechas las cargas fixas de las fundaciones, podrán invertirse en mayor aumento de dotes, prebendas y otros objetos, los más análogos a la voluntad de los fundadores. 320 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 24. El arreglo y execución de este proyecto correrá por el Ministerio de la Real Hacienda. El vuestro Fiscal está tanto más persuadido de la utilidad de este proyecto quanto ve más de cerca los pleitos, recursos y otras pruebas, las más demostrativas de los abusos y graves daños del método con que actualmente se administran los patronatos y obras pías. Las obligaciones de vasallo y las particulares de su oficio no le permiten dejar de reclamarlos y representar a Vuestra Majestad. No advierte que pueda ofrecerse contra su proyecto reparo alguno considerable y, si alguno se propusiere, confía poder darle clara y convincente satisfacción. Señor Póngame a Los Pies de Vuestra Majestad Juan Sempere NOTA A la representación original se añadió un difuso Apéndice de documentos y exemplares para comprobación de la utilidad del proyecto que en ella se proponía. Adoptado ya este, aunque con algunas variaciones, no se ha contemplado necesario la impresión del Apéndice y sí muy conveniente la de los primeros oficios que dieron el principal impulso al expediente y Reales Órdenes sobre la venta de los bienes de patronatos y obras pías. CENSURA De la Dirección de Fomento general y oficios de los Señores Príncipe de la Paz y Don Francisco Saavedra sobre el proyecto presentado al Rey por Don Juan Sempere y Guarinos acerca de los patronatos y obras pías. Madrid, 12 de noviembre de 1797= La Dirección del Fomento general= En cumplimiento de la resolución de Vuestra Excelencia de 8 de este mes, ha visto el proyecto dirigido por Don Juan Sempere, Fiscal de la Chancillería de Granada, que Vuestra Excelencia le ha remitido, para que manifieste sobre él lo que se le ofrezca y parezca. Expone Sempere que a aquella Chancillería corresponde el conocimiento de todas las causas de patronatos de legos, memorias y obras pías establecidas en su territorio y de las quales conocía abusivamente, en otros tiempos, la jurisdicción eclesiástica. Con datos bastante seguros afirma que en el distrito de dicho tribunal hay, por lo menos, seis mil patronatos y obras pías laycales; y que, considerando moderadamente a cada uno el capital de 30.000 reales, ascenderá el valor de estas fundaciones a 180 millones de reales. Apéndices documentales 321 Para remediar los grandes perjuicios que se siguen a la causa pública y a los mismos patronatos y obras pías, por el abandono de las fincas, por las malas versaciones de los administradores y sus frequentes quiebras y atrasos y por los muchos gastos inútiles que se hacen, según demuestra el fiscal, y para subvenir, al mismo tiempo, a las actuales urgencias del Estado, propone que se vendan los bienes raíces y capitales de dichas fundaciones y se impongan sus productos sobre la Real Hacienda, al rédito del tres y medio por ciento, dirigiéndose todo en Granada por una Comisión o Administración general, cuyo plan acompaña, compuesta de un juez protector, contador, tesorero, escribano y suficiente número de oficiales. Esta Dirección ha visto con particular complacencia que un Fiscal de Su Majestad en una de sus Chancillerías represente y promueva, para el territorio de ella, lo que para todo el Reyno expuso a Vuestra Excelencia esta Dirección en 4 de septiembre último con motivo de las urgencias del Real Erario, manifestando las ventajas respectivas que de semejante providencia se serviría a las mismas fundaciones, las que obtendría la Real Hacienda y las que lograría la Nación; y en este concepto, produciendo ahora la misma consulta que acompaña, es de dictamen que se apruebe cuanto propone Don Juan Sempere, sin más variación que reducir el rédito de tres y medio que asigna a tres por ciento, que es nuestro interés legal e hipotecario. La idea de una Administración general de patronatos y cumplir con pureza sus cargas, según la mente de sus fundadores o según convenga al Estado por las variaciones de los tiempos y mayores luces, no puede ser más oportuna y útil, aun prescindiendo de la mayor facilidad que presentará esta oficina autorizada por la venta de las fincas e imposición de su importe sobre la Real Hacienda. Los 24 artículos de la Instrucción comprehenden esencialmente todo lo necesario para su planificación, de que parece sería conveniente encargar al mismo Don Juan Sempere, concediéndole los honores del Consejo Real. Vuestra Excelencia resolverá, como siempre, lo más conveniente y que más fuere del Real agrado. Excelentísimo Señor= Acompaño a Vuestra Excelencia el papel de Don Juan Sempere, Fiscal de la Chancillería de Granada, en que expone la multitud de patronatos y obras pías laycales establecidas en el territorio que comprehende aquel tribunal y los medios que juzga oportunos para ocurrir con su valor a las urgencias del Estado sin perjudicar a los poseedores. En la Secretaría del cargo de Vuestra Excelencia se hallará un oficio mío, muy conforme al parecer del Fiscal, en orden a la supresión de estas fundaciones, y se lo recuerdo a Vuestra Excelencia para que lo tenga 322 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo presente al tiempo de dar parte a Su Majestad advirtiendo que el interés de tres y medio que propone Sempere debería, en todo caso, reducirse al de tres por ciento, que es nuestro interés legal hipotecario. Con este motivo, paso también a manos de Vuestra Excelencia el dictamen de la Junta de Fomento General, que, deseando proporcionar medios para las urgencias actuales, me propuso recursos de igual naturaleza. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. San Lorenzo, 23 de noviembre de 1797= El Príncipe de la Paz= Señor Don Francisco Saavedra. Excelentísimo Señor= Con fecha de 23 de este mes, me ha pasado el Señor Príncipe de la Paz un proyecto presentado por Don Juan Sempere, Fiscal de la Chancillería de Granada, y un papel de reflexiones, en apoyo de la misma idea, para que, dando cuenta a Su Majestad, se resuelva lo que más fuere de su agrado. Expone Sempere que a aquella Chancillería corresponde el conocimiento de todas las causas de patronatos de legos, memorias y obras pías establecidas en su territorio, de las cuales conocía abusivamente, en otros tiempos, la jurisdicción eclesiástica, afirmando, con datos bastante seguros, que en el distrito de dicho tribunal hay, por lo menos, 6.000 patronatos y obras pías laycales, cuyo valor ascenderá a 180 millones, considerando a cada una de estas fundaciones un capital de 30.000 reales, que es un cómputo moderado. Para remediar los grandes perjuicios que se siguen a la causa pública y a los mismos patronatos y obras pías, por el abandono de las fincas, por las malas versaciones de los administradores, sus frequentes quiebras y atrasos y por los muchos gastos inútiles que se hacen, y para subvenir al mismo tiempo a las actuales urgencias del Estado, propone el mismo Don Juan Sempere que se vendan los bienes raíces y capitales de dicha fundaciones y se imponga su producto sobre la Real Hacienda, rédito de tres y medio por ciento, dirigiéndose todo en Granada por una Comisión o Administración general compuesta de un juez protector, contador, tesorero, escribano y suficiente número de oficiales. Convencido de las ventajas que resultarán de su pensamiento, así a las mismas fundaciones como a la Nación y a la Real Hacienda, soy de dictamen que desde luego debe plantificarse la Administración general que propone Sempere, encargándosele la execución, con la autoridad necesaria, y condecorándole con los honores correspondientes. A este fin paso a manos de Vuestra Excelencia el citado papel de Sempere y el otro que igualmente me ha remitido el Señor Príncipe de la Paz, para que, enterado Apéndices documentales 323 el Rey por el Ministerio de Vuestra Excelencia, se resuelva lo que fuere de su real agrado y se expidan las órdenes convenientes a llevarlo a efecto, en la inteligencia de que, en la parte que corresponda a mi departamento, está Su Majestad conforme que los capitales procedentes de las fincas de aquellas fundaciones, y qualquiera otras de la misma naturaleza que puedan agregarse, se impongan sobre la Real Hacienda, al rédito del tres por ciento, que es nuestro interés legal hipotecario, y que se liberten las expresadas ventas de la contribución de alcavalas y cientos. Por este medio, después de subvenir, con dichos capitales, a las actuales estrechas urgencias del Erario, se podrá aumentar también el fondo de amortización, para extinguir más pronto los vales reales y acciones circulables de empréstitos, que tanto encarecen el precio de las subsistencias. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. San Lorenzo, 28 de noviembre de 1797= Francisco de Saavedra= Señor Don Gaspar Melchor de Jovellanos. DICTAMEN De la Dirección de Fomento general citado en el oficio del Señor Príncipe de la Paz. Excelentísimo Señor= Deseosa la Dirección de fomento general de hallar algún medio suficiente para ocurrir a las urgencias de la Corona en la actual, no ha creído deber parar la atención en una variedad de arbitrios cortos, sino llamarla a operaciones que, al mismo tiempo que sean productivas, fuesen también benéficas al Estado por todas consideraciones. La dotación de los hospitales ha merecido justamente la atención de todos los gobiernos, como que son el último asilo y consuelo de la doliente humanidad; y la Dirección se propone aumentar sus rentas mediante una sencilla operación, que, al mismo tiempo, producirá grandes riquezas al Real Erario y a la Nación. Hay en España (según el censo de 1787) 773 hospitales, que entre todos hacen 938. Las fundaciones de obras pías son mucho más numerosas y entre todas forman una masa extraordinaria de bienes raíces sustraída a la circulación, cuya administración y cultivo está, por lo general, en el mayor abandono, en manos de administradores que la miran como posesión agena y, no haciéndola producir lo que corresponde, privan al hospital y obra pía de sus intereses y a la Nación de gran cantidad de frutos que aumentarían su riqueza. Al viajar por el Reyno, se distinguen entre todas las heredades las que pertenecen a obras pías en lo abandonadas que están generalmente, de donde nace que, deducidos los gastos de administración, apenas producen, en lo común, uno y medio o dos por ciento a los interesados; y aun en los hospitales se ve con frequencia el inconveniente de que cuando son muchos los enfermos venden para 324 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo socorrerse algunas fincas y quedan privados de sus réditos. Muchos exemplos se pudieran citar a Vuestra Excelencia en comprobación de esta verdad, si a sus superiores luces no se hiciesen comprehender a primera vista. El medio de aumentar las rentas en los hospitales y obras pías sería que Su Majestad, superior a las preocupaciones de los que no saben meditar y a los clamores de una caridad afectada, mandase vender todos sus bienes raíces y demás posesiones que necesiten administración e imponer a censo sobre la Real Hacienda los caudales que produzcan. Ventajas que de esta providencia se siguen a los mismos hospitales y obras pías. 1. Se aumentan sus rentas. 2. Se ahorra el gasto de administración. 3. No se distraen sus dependientes en cuentas ni dirección de labores que no entienden. 4. Contarán con una renta fixa, exenta de fraudes de los interventores. 5. No la podrán disminuir enagenando las posesiones. 6. Evitarán los pleitos y contextaciones que traen consigo las haciendas. 7. Estará cubierto de incendios de casas y malos temporales, etcétera. Ventajas que consigue la Real Hacienda 1. En poco tiempo adquirirá una porción incalculable de millones. 2. No pagará de intereses más que un tres, en lugar de un quatro por ciento, que paga por los vales, un cinco por el empréstito de 360 millones y un seis por otros que ha admitido. 3. Lograrían estimación los vales o se pondrían a la par, permitiendo comprar con ellos las haciendas. 4. Se libertaría la Real Hacienda de la indecible pérdida que le causa el quebranto de los vales. 5. Podrían extinguirse muchos de estos. 6. Las haciendas en circulación pagarían a Su Majestad muchos derechos. 7. Aumentándose los productos, se aumentarán los impuestos sobre ellos. Ventajas para la Nación 1. Nivelar la abundancia de signos en circulación con fondos y efectos circulables para dar mayor valor a dichos signos. 2. Disminuir de consiguiente los precios de las cosas por el aumento de medios para reproducir. 3. Fomentar la agricultura. Apéndices documentales 325 4. Dividir las tierras y hacer mucho mayor número de vasallos activos. 5. Aumentar los frutos de la Nación y sus provisiones sin necesidad de que vengan del extranjero. 6. Acrecentar la población. 7. Hacerla más laboriosa porque nada estimula más al trabajo que la propiedad. La venta, pues, de los bienes de hospitales y obras pías sería utilísima a las mismas fundaciones, aun prescindiendo de las urgencias del Estado. Y si a esta utilidad se juntan los grandes auxilios que semejante determinación le proporcionaría en las presentes circunstancias, parece que será ocioso persuadir a Vuestra Excelencia su execución, que si extendiese a otras riquísimas posesiones de muy semejante naturaleza a las de los hospitales, se extinguiría en poco tiempo la deuda nacional, sobrarían caudales para quantas empresas se intentasen, renacería la abundancia y el nombre de Vuestra Excelencia, que tan justa celebridad tiene ya en Europa, adquiriría el debido epíteto de regenerador de la España. Si este pensamiento, en todo o en parte, no desagradase a Vuestra Excelencia, la Dirección se esmeraría en presentarlo con la mayor extensión, discurriendo los medios más fáciles y sencillos de ponerlo en execución. Entre tanto, no hace más que indicarlo a fin de asegurarse si será del agrado de Vuestra Excelencia este trabajo. Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Madrid, 4 de septiembre de 1797= Excmo. Sr.= Juan Bautista Virio= Excelentísimo Señor Príncipe de la Paz.» 1. 4. Cartas de Gaspar Melchor de Jovellanos a Francisco Saavedra (noviembre de 1797). B. A. E., 86, Obras de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 4, Atlas, Madrid, 1956, pp. 12-14. I. «A don Francisco Saavedra (minuta). Excelentísimo señor: Paso a Vuestra Excelencia la consulta de la Junta formada de Real Orden para examinar los proyectos de Don Juan Bautista Virio, Don Juan Sempere y Guarinos y Don Severo Aguirre, a fin de que Vuestra Excelencia, que remitió a mis manos los dos primeros y a cuyo Ministerio de Real Hacienda pertenecen en calidad de recursos en las actuales urgencias del Erario, se sirva dar cuenta a Su Majestad para su Real Resolución. En el dictamen de la Junta son de considerar dos cosas; a saber: las facultades de Su Majestad para proveer sobre estas proposiciones y la conveniencia de ellas. En la primera, sin desconocer o perder de vista la suprema potestad económica de Su Majestad, nadie podrá poner en duda la autoridad 326 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo soberana en esta materia. Por virtud de ella puede Su Majestad regular la propiedad de todos los establecimientos piadosos y aun eclesiásticos, como virtualmente reconoce la Junta en su misma proposición, porque todo derecho de poseer tiene su origen y apoyo en la potestad civil y de ella se deriva también toda propiedad eclesiástica. Su Majestad, por tanto, puede moderar este derecho y regularle en cualquier tiempo y caso según lo exigiere el orden general de la sociedad. Esta potestad es más cierta y extendida respecto de aquellos establecimientos que, aunque piadosos, tienen el principal carácter de políticos y más descubiertas relaciones con el Estado que con la Iglesia. Y sin duda que la autoridad que los estableció y sostiene puede regular también su propiedad, y más cuando, por lo común, es emanada de la liberalidad de los reyes o de la de los ciudadanos. Cierto es que los obispos, en lo antiguo, cuidaban de los hospitales como de los pobres, cuando esta obligación de socorrerlos estaba más ciertamente librada sobre los fondos eclesiásticos. Pero, divididos en porciones estos fondos, atribuidos a personas señaladas, y hecho, por consecuencia, más indeterminada esta obligación y más incierta la subsistencia de estos objetos de caridad, vinieron a ser mantenidos y socorridos por medios derivados de la caridad general y regulados por la autoridad civil. Los obispos conservaron, sin duda alguna, sombra de su antiguo derecho pero reducido solamente a vigilar sobre el cumplimiento de los fines de su institución. Así que, visitándolos, examinan simplemente este punto y esto solo ejerciendo en él una jurisdicción incitativa y momentánea, sin incluirse en los demás, de los cuales conocen y deben conocer los magistrados civiles. Si algo hay en la práctica contra esto, provendrá, o de la indolencia de los mismos jueces reales, o de la confusión de los principios que fijan los verdaderos límites de la autoridad eclesiástica, tan embrollados en los canonistas vulgares. En suma: los tribunales civiles de España deben conocer y, generalmente hablando, conocen, de todos los negocios pertenecientes a hospitales, hospicios, patronatos, cofradías y demás objetos piadosos, que por serlo no salen de la jurisdicción ordinaria y menos de la autoridad real a quien toca el cuidado de ellos. Añádase que no se trata ahora de arrancarles su propiedad y menos de abandonar los fines de su institución. Trátase solo de moderar esta propiedad, reduciéndola de territorial a mobiliaria en beneficio del público y de ellos mismos. Trátase de estimarla en todo su justo valor y de imponer el capital de ella sobre la renta del tabaco. Y, en fin, se trata de mejorarla, porque no se verificará un solo caso en que, conservada, les rinda el 3 por 100 de su renta, como ahora se les ofrece. Y esta, que es una verdad de hecho en las fincas más bien cuidadas por dueños particulares, Apéndices documentales 327 ¿cuánto más no sucederá en las administradas por mercenarios? Reflexiónese, pues, la utilidad pública enlazada con la de estos establecimientos, la distribución de estas propiedades en manos útiles y activas, la conversión de muchos capitales de particulares a su mejora, la influencia que tendrán estas ventas en el precio general de la propiedad y el fomento de la agricultura, y se verá con cuán poca razón se quieren difundir nieblas y dudas sobre materia tan llana y clara. Segunda. Si las proposiciones son o no ventajosas al Erario, Vuestra Excelencia lo conocerá mejor que yo. Por mi parte, estaré siempre con la afirmativa, con tal que no se yerre el modo de lograr esta operación. Sencilla en el resultado, pocas manos y estas, fieles en la ejecución, bastarán a asegurarla. Me parece bien el pensamiento de encargarla a varias Juntas aunque no la planta de ellas. La mejor que conozco es la de las Juntas municipales y provinciales creadas para la venta y administración de las temporalidades ocupadas a los expulsos; que estas entiendan en las operaciones gradualmente, sujetando las primeras a las segundas y estas a una Junta de enajenación que debe crearse en la Corte, la cual resuelva las dudas que le propusiesen las Juntas inferiores por sí o bien consultando a Su Majestad en casos que lo requiriesen y que deben estar bien señalados. Esto de las Juntas es cosa de muy grande importancia porque, una vez bien establecidas, ellas mismas pudieran ser encargadas de otras operaciones a que necesariamente llamarán la atención las urgencias del Erario en la guerra y la formación de un fondo de mejoras en la paz. Tierras baldías y concejiles, propiedades de la Corona o de cuerpos y comunidades, todo aquello a que se extiende la potestad suprema y en que pueda conciliarse el bien público con la suficiencia del Erario para los objetos de necesidad o mejora, o para el pago de su deuda, pudiera ser expedido por estas manos que, sujetas a un plan sencillo y habilitadas por la experiencia, pudieran ser un día las regeneradoras de la nación. Pero una cosa no debe olvidarse y es que las fincas que por este medio se vendieren no deben caer en manos muertas ni poder ser sujetas a mayorazgos o vinculación, ni otra especie de gravamen perpetuo, porque de no, volverán por la mayor parte a amortizarse, a causa de que los pocos capitales que hay en el Reino están casi en manos poderosas, siempre propensas a amortizar. Guarde Dios, etcétera.» II. «A Don Francisco Saavedra (minuta). Amigo mío: Allá vuelve la consulta de la Junta nombrada para el examen de los proyectos de Virio, Sempere y Aguirre, y verá Vuestra Merced que todos están desechados por ella sin sustituir otros que sean de igual provecho ni más libres de embarazos. 328 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Vuestra Merced pensará, como yo, que ya estamos muy a las apuradas para proceder con timidez en estas materias y, por consiguiente, que no debe detenerle la duda que se opone en la autoridad real acerca de estas materias. No se trata de despojar a estos establecimientos de su propiedad; se trata solo de regularla y hacerla compatible con el mayor bien del Estado. Vendido e impuesto su capital a rédito, su renta crecerá, pues que ninguna propiedad territorial rinde entre nosotros el 3 por 100 que les dará el Estado. Se ahorran el cuidado y los gastos de administración; evitarán los riesgos de malversaciones, que son tan ordinarias en ellas, y entonces esta propiedad, desamortizada, pasará a manos libres e industriosas que la hagan producir el doble o más de lo que produce. Trátase, pues, de combinar su bien particular con el del público, ¿y se podrá dudar de la autoridad soberana? Otro diría Vuestra Merced que se ocurriese por una bula, pero ya es tiempo de pasar sin ellas. ¿Y por qué sería mayor la autoridad del Papa que la del Rey? ¿Y por qué no podrá este hacer lo que aquél pudiera dispensar? Adviértase que no se trata por ahora de bienes eclesiásticos sino laicales, pues no son de otra naturaleza los de hospitales, hospicios, cofradías, patronatos, memorias y capellanías laicales. Los obispos conservarán en ellos el derecho de visitarlos, esto es, aquella única jurisdicción paternal y momentánea que les compete para velar sobre el cumplimiento de sus cargas piadosas. Estas quedarán, sin duda, más bien aseguradas: 1º porque ninguno sacará de sus fincas el 3 por 100 libre que se le dará sobre la renta de tabaco; 2º porque evitarán el gasto de administración y el riesgo del descuido, abandono y malversaciones que va siempre unido a ellas.» 1. 5. Informe de Miguel Cayetano Soler (1798). Biblioteca de la R.A.H., Colección Sempere y Guarinos, X (9-5.212), pp. 201-210. «Señor. En el Consejo de Estado de 31 de marzo del año anterior expuso a Vuestra Majestad Don Pedro Varela que en el quatrienio de 93 a 96 los gastos havían excedido a las rentas ordinarias con motivo de la guerra de Francia en 1.264 millones de reales, cuya cantidad se havía, a corta diferencia, cubierto con la creación de 64 millones de pesos en vales, con los donativos voluntarios, con parte del préstamo de 240 millones y con varias imposiciones sobre la renta del tabaco y contribuciones extraordinarias del clero. Aquel quatrienio comprehendió tres años de guerra y uno completo de paz. La guerra de Francia, aunque dispendiosa, distaba mucho de disminuir, por consiguiente, tan notablemente los ingresos de la Real Hacienda como la guerra actual. La primera se hacía sobre nuestras fron- Apéndices documentales 329 teras, sin atraher otro inconveniente respecto de los ingresos públicos que concentrar en ellos mucha parte de los caudales de las otras provincias a donde no es posible volviesen por una circulación pronta, pero, dejando las de Yndias, en que los seguros no excedieron de 5 a 10 por 100 y del de Europa, podían reponerse y continuar pagando las contribuciones sin notable deterioro. No sucedió así desde que se declaró la guerra a Inglaterra. La superioridad de sus fuerzas marítimas y la mayor pericia de sus oficiales, inutilizando nuestra marina real, no solo interrumpió nuestro tráfico de Yndias y cabotage, sino que, invadiendo igualmente los neutrales, nos ha cortado casi toda comunicación por agua, privando a la nación de muchos medios de subsistencia con incalculable perjuicio de la Caja pública y menoscabo de la Real Hacienda, cuyos fondos se afianzan en la creación de unos efectos y en el consumo de otros. De aquí se deducirá que si en el quatrienio de 93 a 96 en que tuvo un año de paz, siendo respetada nuestra vandera en todos los mares, se experimentó un déficit de 1.264 millones, ¿a quánto no debe ascender lo contrahído en los dos años que llevan de guerra con Inglaterra habiendo sido menores las rentas y mucho mayores los gastos? Su progresión anual desde el principio de la guerra de Francia lo comprueba. En 1793 ascendieron a 708 millones. En 1794 a 946. En 95 a 1029. En 96 a 1070. En 97 a 1204. Tres causas han concurrido para este asombroso aumento: 1ª el mayor número de generales y otros empleados en exército y marina a que dio ocasión la guerra de Francia; 2ª los intereses de los vales creados durante ella y de la multitud de empréstitos tomados baxo distintas formas, como igualmente el reintegro de algunos; 3ª, que es la principal de todas, el quebranto de los vales reales que recae sobre la tesorería. En ella se reciben como dinero efectivo y quando salen, de qualquier modo que se executen los pagos, la Real Hacienda sufre el agio o quebranto, de forma que en el año último, suponiendo que de los 1.204 millones de gastos entrasen 304 en efectivo y los 900 en papel, perdiendo este 20 por 100, costó a Vuestra Majestad 180 millones. Para cubrir un déficit semejante no han alcanzado los diversos recursos adoptados de empréstitos ni caudales de Indias. El donativo voluntario y el préstamo patriótico creados por Real Decreto de 27 de mayo no pueden producir por más que se quiera hacer subir el cómputo, 330 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo ni aun para la mitad de las necesidades, ni con la prontitud que convendría mediante la continuación de una guerra que tanto aniquila, así por los gastos que ocasiona como por lo que disminuye las facultades de los contribuyentes por la interrupción total del comercio, y de América serán muy escasos los socorros que de aquí adelante puedan ya obtenerse. El Erario de nuestra España y el del Perú que son a los que podría recurrirse, se hallan empeñados, así por lo que subministraron para la guerra de Francia, como por los grandes gastos que les han ocasionado las esquadras embiadas a aquellos parages y cuya manutención cuesta allí el doble y aun triple que en Europa. Y finalmente el aumento de contribuciones, que tanto repugnó al paternal corazón de Vuestra Majestad, sería gravísimo en estas circunstancias, así porque la guerra misma, encareciendo todos los efectos ultramarinos, es la mayor de todas las contribuciones, como porque faltan en el pueblo los medios de pagarlas, además de que ni aun en este caso alcanzaría aquel aumento a cubrir los 120 millones en que se computa la baxa que tienen actualmente las aduanas sobre los tiempos de paz. Don Francisco de Saavedra, desde su ingreso al Ministerio, conociendo el lamentable estado de la Real Hacienda y aspirando a remediar los incalculables males a que exponía la Monarquía, se propuso desde luego liquidar la deuda general de la Nación, y formando estados de las rentas y gastos, presentar a Vuestra Majestad los medios de aumentar naturalmente aquellas y disminuir estos a la época de paz, que entonces no parecía tan diferente, inspirando entre tanto la confianza pública necesaria para obtener fondos con que subvenir a las urgencias, y después para las grandes mejoras nacionales de que es susceptible el Reyno, que, según la inmensidad de sus recursos, pueden darle tanto vigor y fuerza en espacio de 10 a 15 años, que nada tenga que temer sobre su independencia y conservación. Para fundamento de estas grandes importantísimas disposiciones, y mientras se adquirían los datos necesarios a su fácil execución, propuso a Vuestra Majestad el establecimiento de la Caxa de amortización con el triple objeto de consolidar y aumentar el crédito público, de contener el dispendioso quebranto de los vales y de proporcionar por la reunión en ella de varios fondos esparcidos e infructíferos, la moderación del interés del dinero y los medios de auxiliar a la tesorería en algunas urgencias instantáneas, como se ha verificado. Pero la enorme diferencia entre las rentas y los gastos no solo ha absorvido todos los recursos de que hasta ahora se ha hechado mano sino que parece ha multiplicado los apuros, dexando siempre en pie las mismas necesidades con menos medios de subvenir a ellas. El atraso de la Apéndices documentales 331 Marina, los suplementos de los Gremios y el Banco, que no podrán continuarlos si no se les facilitan pronto socorros; la costosa manutención del Exército y los frecuentes apuros y urgencias de la Tesorería que constan a Vuestra Majestad para los demás gastos del Estado, y los intereses de los vales reales y acciones de empréstitos en las épocas de las renovaciones; todo, pues, exige imperiosamente disposiciones extraordinarias que produzcan grandes fondos sin los quales se perdería el crédito público, y dexando de pagar puntualmente a los asalariados por Vuestra Majestad y a los acreedores del Estado, se expondría quizás el orden y la existencia del Gobierno. Desde que Vuestra Majestad tuvo a bien nombrarme a principios de mayo por vocal de la Junta que presidió el marqués de Iranda y se dignó después conferirme la Superintendencia de la Real Hacienda con la dirección de la Secretaría, no he cesado de meditar profundamente sobre un objeto tan importante al servicio de Vuestra Majestad como que de él dependen el bien general del Estado y todas las operaciones políticas que convenga ejecutar. Don Francisco de Saavedra me ha manifestado sus ideas en las largas y frecuentes conferencias que hemos tenido sobre la materia; he visto multitud de proyectos y memorias sobre arbitrios; he oydo a sugetos de zelo e instrucción; y por resultado de todo propondré a Vuestra Majestad el recurso que me ha parecido más natural y conforme a los mejores y más sanos principios de política y economía, de bastante extensión para subvenir a todas las presentes urgencias y aun las del año próximo, en caso de que durante él no se haga la paz, nada costoso al Erario de Vuestra Majestad, antes bien preparará sucesivamente grandes ingresos a la Real Hacienda. Y finalmente su execución nada complicada ni difícil proporcionará al Estado un grande aumento de riqueza y prosperidad futura. Tales son las ventajas que produciría la providencia que tanto han deseado los buenos políticos y que se halla ya adoptada por la opinión pública de vender los bienes fondos de patronatos, hermandades, obraspías, hospitales y capellanías, como también las fincas territoriales pertenecientes a las encomiendas de las órdenes militares, e imponer su producto al rédito de un 3 por 100 en la Caxa de amortización con destino a la extinción de vales reales y acciones de empréstitos. He leydo una Memoria escrita en agosto de 94 y otra en octubre de 96 al declararse la guerra actual en que se demuestra con toda evidencia no solo los grandes beneficios públicos que resultarían al Estado, y son ciertamente obvios, de la venta y circulación ulterior de dichos bienes y los aumentos que procurarán a las rentas reales, sino también en las ventajas que obtendrían aquellas fundaciones, percibiendo los réditos de sus capitales con puntua- 332 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo lidad y la mayor confianza y seguridad que ahora inspira el sólido establecimiento de la Caxa de amortización sobre la simple asignación e hypoteca de alguna o algunas de las rentas reales, que es lo que se proponía en aquellas memorias. Es tan notoria la mala administración de dichas fincas que nadie dexa de compadecerse de los males que produce al público su deterioro y abandono por lo que le priva de sus rendimientos que es la mayor riqueza nacional y por lo que perjudica a los fines piadosos de los fundadores, de forma que, aun quando no fuese más que por estas solas consideraciones, se miraría siempre como muy importante y sería muy aplaudida la enagenación de dichas fincas en manos activas y contribuyentes. Por un cálculo aproximado (y que ciertamente es más diminuto que exagerado, en vista de lo que se han multiplicado por todo el Reyno hasta en las aldeas aquellas fundaciones, se puede computar en más de 200 millones de pesos el valor de las fincas imponible en la Caxa de amortización. Si a esto se agregan la imposición de fondos que voluntariamente hacen en ella algunas comunidades religiosas, y que ya pasan de 20 millones de reales, el producto de los maestrazgos de las órdenes militares, para cuya enagenación acaba Vuestra Majestad de obtener Breve pontificio, y el importe de los bienes de la Corona, excepto los sitios reales que frecuenta Vuestra Majestad, que se halla ya resuelta, se verá que no solo pueden extinguirse todos los vales reales y acciones de empréstitos creados hasta ahora, sino también los que las necesidades actuales y sucesivas hasta la paz obliguen a crear, casi sin nuevo gravamen alguno para la Real Hacienda, respecto de que, reduciéndose el interés de 4 y 5 por 100 que ahora se paga a solo el tres que se satisface legalmente por los réditos de las imposiciones en la Caxa de amortización, aquella diferencia a favor de la Real Hacienda cubrirá los intereses de las nuevas creaciones de vales que hayan de hacerse. No hay duda alguna que entre todos los recursos que pueden adoptarse en urgencias estrechas, ninguno es más expedito y menos gravoso que el de los vales reales, siempre que al mismo tiempo se obviasen dos inconvenientes gravísimos que trahe consigo su creación, siendo excesiva, con respecto a la masa de efectos circulables. El 1º es encarecer las subsistencias y el 2º lo que perjudica a la Real Hacienda el agio o quebranto en la reducción a efectivo. Ambos se han experimentado causando muchos males públicos y un desfalco asombroso al Real Erario por falta de previsión y cálculo. Se crearon 64 millones de pesos con una extinción lexana sin hypoteca inmediata y en un tiempo en que, circunscribiendo la guerra la circulación de los efectos comerciables y sin presentar medios de embeber por Apéndices documentales 333 nuevas compras y ventas esta gran masa de papel moneda, era indispensable se siguiese su descrédito y un aumento adictivo de numerario sin representación determinada, que havía de encarecer el precio de las cosas en perjuicio del público, particularmente de los que viven de sueldos y de Vuestra Majestad que es quien mayores gastos hace en la infinidad de objetos que se compran para el Real Erario. Si lo que aora propongo a Vuestra Majestad se huviese executado, entonces, ¿quántos millones no se huvieran ahorrado? La venta de aquellos bienes, destinando su producto a amortizar vales, no solo facilitaba la entrada en la circulación de mucho efectivo que existe guardado, sino que daba mucho crédito al papel, constituyéndolo signo representativo de efectos de la mayor estimación y aprecio para la seguridad que en todos eventos inspira su posesión. Es incalculable la favorable y grata sensación que puede haver en el público un Real Decreto para la venta de derechos, bienes e imposición de su producto en la Caxa de amortización. Por descontado no solo contendrá que suba el quebranto actual de los vales, sino que lo irá sucesivamente reduciendo hasta ponerlo a la par con la plata que es lo que tanto interesa a la Real Hacienda. Como no hay ciudad, villa ni lugar donde no existan algunos de aquellos bienes, todos los sugetos pudientes del Reyno logran la ocasión de emplear sus fondos, convirtiendo el papel en fincas que les ofrezcan para lo porvenir otra tranquilidad; y cuyo cultivo y mejoras promoverá una suma de trabajos públicos que será una nueva riqueza para el Estado. Mejorando el crédito público por el establecimiento de la Caxa de amortización y consolidado el valor de los vales y acciones de empréstitos con hypotecas efectivas, que empiezan desde luego a realizarse, no puede ni debe haver inconveniente en hacer una nueva creación de vales reales por el importe de 30 millones de pesos que seguramente no alterará el agio, no pudiendo considerarse más que como representación de la misma o mayor cantidad, que muy en breve deberá extinguirse por la venta de bienes nacionales y de las de manos muertas que han de imponerse en la Caxa de amortización. Con aquella cantidad, y con lo que vaya produciendo el donativo voluntario y el préstamo patriótico, se puede hacer faz a las urgencias presentes y la tesorería cubrirá una gran parte de los atrasos de la Marina, Gremios y Banco, y reintegrará a la Caxa de amortización sus suplementos, para que desde luego se anuncie al público toda la extinción que deba hacer, según los fondos de la Caxa, a fin que de este modo y multiplicando frequentemente las extinciones, se acrisole la buena fe y se vea que, si por un lado las necesidades del Estado obligan a nuevas creacio- 334 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo nes de vales, por otro se extinguen los antiguos y que, al mismo tiempo, por acertadas y oportunas disposiciones, se afianza una moral seguridad de acabar en un breve período con todo el papel moneda, fundando la deuda nacional a favor de las manos muertas, con positivo beneficio de ellas, pues serán mayores sus rentas y más fácil y menos expuesta a colisiones su administración, y para que los que ahora viven en la inacción de las rentas del Estado dediquen sus fondos a la agricultura, a la industria y al comercio, con moderación del premio del dinero, y aumenten la riqueza nacional, que es de donde deben derivar los grandes ingresos de la Real Hacienda sin coartar ni detener la prosperidad pública. Por no fatigar más la atención de Vuestra Majestad no desciendo a otras reflexiones con que acabar de convencer la importancia de este plan sencillo, sin inconvenientes ni perxuicio alguno por ningún lado, pero de tanta extensión a favor del público y del Real Erario, que él solo parece puede ser capaz de subvenir a todas las estrechas urgencias actuales y a las futuras hasta que las circunstancias favorezcan para poder nivelar los gastos con las rentas y dar la mejor forma posible a las contribuciones, en quanto detienen los progresos de la riqueza pública y ellas mismas se deterioran y perjudican recíprocamente unas a otras. Pero aun antes de concluir, permítame Vuestra Majestad que exponga a su alta consideración una reflexión que es la que más me anima y consuela en la amargura de ver la actual desproporción entre los gastos y las rentas y los riesgos y perjuicios que amenazan de no remediarla prontamente. El Reyno de Vuestra Majestad es uno de los Estados de mayores recursos naturales que se conocen y acaso el menos empeñado de todos, pero que por una serie de desaciertos y negligencias no ha gozado del crédito público que le correspondía. Nuestra deuda nacional no es la décima parte de la de Ynglaterra ni quizás la mitad de la de Holanda. Aun quando la paz no se haga en todo el año próximo, no puede exceder de 250 millones de pesos a lo sumo. El rédito de este capital al 3 por 100 es el de 7 millones y medio, cantidad muy moderada con respecto a otros aumentos que puede tener la Real Hacienda a la época de la paz, así con respecto a la circulación de los bienes de fundaciones que se han de vender para imponer su importe en la Caxa de amortización, como a varios impuestos poco o nada gravosos que pueden entonces establecerse preparándolos desde ahora, y a que los grandes progresos que debe hacer nuestro comercio y navegación y la agricultura de las colonias, de forma que, tranquilizada la Europa, el Estado menos empeñado y en que los vasallos pueden tener más medios de subsistencia será el de Vuestra Majestad, y en donde, en la generalidad, hayan padecido menos con una guerra tan larga y destructora, por la paternal y benéfica atención de Apéndices documentales 335 Vuestra Majestad a no gravarles durante ella y por la adopción de recursos que en sí mismos envuelven los principios de una grande prosperidad futura. Vuestra Majestad resolverá lo que más fuere de su Real agrado, en inteligencia de que si esta propuesta mereciese su Real aprobación, extenderé los decretos consiguientes, en términos que persuaden desde luego las ventajas que se han de seguir al Estado, para que sean mejor recibidos.» 2. LA NORMATIVA 2. 1. Real Cédula de 25 de septiembre de 1798. Suplemento a la Colección de pragmáticas…, op. cit., pp. 117-119. «Don Carlos, etcétera. Sabed: Que de mi Real Orden se remitió al Consejo en diez y nueve de este mes, para que lo tuviese entendido, y dispusiera su cumplimiento en la parte que le toca, copia del Real Decreto, que dirigió con la propia fecha a Don Josef Antonio Caballero, mi Secretario de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia, cuyo tenor es como se sigue. REAL DECRETO. “Continuando en procurar por todos los medios posibles el bien de mis amados vasallos en medio de las urgencias presentes de la Corona, he creído necesario disponer de un fondo quantioso que sirva al doble objeto de subrogar en lugar de los vales reales otra deuda con menor interés e inconvenientes y de poder aliviar la industria y comercio con la extinción de ellos, aumentando los medios que para el mismo intento están tomados; y siendo indisputable mi autoridad soberana para dirigir a estos y otros fines del Estado los establecimientos públicos, he resuelto, después de un maduro examen, se enagenen todos los bienes raíces pertenecientes a Hospitales, Hospicios, Casas de Misericordia, de Reclusión y de Expósitos, Cofradías, Memorias, Obras pías y Patronatos de legos, poniéndose los productos de estas ventas, así como los capitales de censos que se redimiesen, pertenecientes a estos establecimientos y fundaciones, en mi Real Caxa de Amortización baxo el interés anual del tres por ciento, y con especial hipoteca de los arbitrios ya destinados y los que sucesivamente se destinaren al pago de las deudas de mi Corona y con la general de todas las rentas de ella, con lo que se atenderá a la subsistencia de dichos establecimientos y a cumplir todas las cargas impuestas sobre los bienes enagenados, sin que por esto se entiendan extinguidas las presentaciones y demás derechos que correspondan a los Patronos respectivos, ya sea en dichas presentaciones, ya en 336 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo percepción de algunos emolumentos, o ya en la distribución y manejo de las rentas que produzcan las enagenaciones, que deberán hacerse por los medios mas sencillos, subdividiéndose las heredades en quanto sea posible para facilitar la concurrencia de compradores y la multiplicación de propietarios, executándose las ventas, que por esta vez serán libres de Alcabalas y Cientos, en pública subasta con previa tasación. También quiero que de estas reglas se exceptúen aquellos establecimientos, memorias y demás que va expresado en que hubiere Patrono activo o pasivo por derecho de sangre, en los quales los que por la fundación se hallaren encargados de la administración de los bienes tendrán plenas facultades para disponer la enagenación de ellos, poniendo el producto en la Caxa de Amortización con el rédito anual de tres por ciento, sin que para esto sea necesaria información de utilidad, por ser bien evidente la que resulta. Es también mi voluntad que si en algunas de las fundaciones dichas, cuyos bienes se enagenen, hubiesen cesado sus objetos, se lleve razón separada del adeudo de los mismos intereses, que se retendrán en calidad de depósito hasta que Yo tenga por conveniente su aplicación a los destinos más análogos a sus primeros fines, y que se invite a los muy Reverendos Arzobispos y Reverendos Obispos y demás Prelados Eclesiásticos, Seculares y Regulares, a que, baxo igual libertad que en los Patronatos de sangre y Obras pías laicales, promuevan espontáneamente por un efecto de su zelo por el bien del Estado, la enagenación de los bienes correspondientes a Capellanías colativas u otras fundaciones eclesiásticas, poniendo su producto en la Caxa de Amortización con el tres por ciento de renta anual y sin perjuicio del derecho de Patronato activo y pasivo y demás que fuese prevenido en las fundaciones y erecciones de dichos beneficios. Últimamente quiero que este expediente se pase al Ministerio de Hacienda para que por él se tomen las disposiciones más sencillas, menos costosas y más conducentes a la execución de lo que va mandado. Tendréislo entendido y lo comunicaréis a quien corresponda para su más exacto y puntual cumplimiento. En San Ildefonso, a diez y nueve de Septiembre de mil setecientos noventa y ocho. A Don Josef Antonio Caballero.” Publicado en el mi Consejo el citado Real Decreto y orden, en su inteligencia y de lo expuesto por mis Fiscales, acordó su cumplimiento y, para que le tenga, expedir esta mi Cédula. Por la cual os mando a todos y cada uno de vos en vuestros lugares, distritos y jurisdicciones veáis el Decreto que queda inserto, y le guardéis, cumpláis y executéis, y hagáis guardar, cumplir y executar según y como en él se contienen en la parte respectivamente os corresponda, a cuyo fin daréis las órdenes y providencias que se requieran y sean necesarias, por convenir así a mi Real servicio, causa pública y utilidad de mis vasallos.» Apéndices documentales 337 2. 2. Formulario de escritura de imposición (Instrucción de 16 de enero de 1800). A. H. N., Fondos contemporáneos, Ministerio de Hacienda, libro 6.012, y Clero secular y regular, legajo 1.940/5. «Número _________ Provincia de _________ Escritura de imposición sobre el Real Fondo de Amortización de _________ con réditos de tres por ciento a favor de _________ En la _________ , ante mí el Escribano de número _________ de esta Capital y testigos: el señor Don _________ , como Comisionado regio y autorizado por el Rey nuestro Señor (Dios le guarde) para el otorgamiento de esta Escritura, dixo: Que, con el objeto de extinguir las deudas de la Corona, se sirvió Su Majestad, por Decreto de veinte y seis de Febrero de mil setecientos noventa y ocho, crear la Real Caxa de Amortización, con amplias facultades para subrogar otros medios menos gravosos, consignando e hipotecando, para el pago y seguridad de los capitales e intereses, especialmente los fondos destinados a la misma amortización y las asignaciones sobre rentas determinadas y, en general, todos los productos de la Real Hacienda, reservándose fixar por Decretos particulares la forma y condiciones de cada arbitrio nuevo que se adoptase al propio intento. Que, en su conseqüencia, por otros dos Decretos de diez y nueve de Septiembre del propio año, tuvo a bien Su Majestad de resolver que se enagenasen todos los bienes raíces pertenecientes a Hospicios, Casas de Misericordia, de Reclusión y de Expósitos, Cofradías, Memorias, Obras pías y Patronatos de Legos, invitar a los Muy Reverendos Arzobispos, Reverendos Obispos y demás Prelados Eclesiásticos Seculares y Regulares para que promoviesen la venta de bienes de Capellanías colativas y otras fundaciones de su clase, y de conceder a los poseedores de Vínculos y Mayorazgos y de Patronatos semejante licencia para enagenar los correspondientes a estas manos muertas, poniéndose los capitales que resultasen líquidos de todas las indicadas ventas y de los censos comprehendidos en los citados Reales Decretos que se redimiesen en la Real Caxa de Amortización, con el interés anuo del tres por ciento, como consta más por menor de los citados Reales Decretos y de la adición a la Instrucción de veinte y nueve de Enero de mil setecientos noventa y nueve, aprobada por Su Majestad en veinte y siete de Diciembre del mismo, de que doy fe y a que remito. Que, en cumplimiento de estas soberanas determinaciones, se han hecho diferentes enagenaciones, imponiéndose su precio en la Real Caxa, como los capitales de algunos censos redimidos, y se han otorgado las correspondientes escrituras por su Director en los términos prevenidos por Su Majestad en los mismos Reales Decretos, y otro expresado en Real Cédula de seis de Julio del propio año, por el que se pasó la 338 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Caxa al cargo de la Tesorería general, hasta que, con la aprobación de la mencionada adición, mandó Su Majestad que se otorgasen por los Intendentes y Comisionados Regios que se sirvió autorizar para ello. Y, habiéndose entregado _________ , usando el Señor _________ de las facultades concedidas, otorga que, en nombre de Su Majestad y de los Señores Reyes sus sucesores, constituye censo redimible con el rédito anuo del tres por ciento a favor de _________ , por precio _________ y quantía de _________ , que confiesa ha recibido Su Majestad en los términos que tiene mandado; y como, aunque la entrega ha sido cierta, no parece de presente, renuncia la excepción de la non numerata pecunia y leyes del caso, poniendo, como a mayor abundamiento pongo, con este protocolo, la Carta de pago original que lo acredita. Y obliga al referido Real Fondo a contribuir con la pensión anual de _________ , o quien legítimamente lo represente, en dos plazos iguales de por mitad de seis en seis meses, empezando a correr desde _________ hasta su quita y redención, pena de execución y costas de la cobranza, con expreso pacto y condición de que se han de satisfacer en la _________ de la Real Hacienda, que es la más inmediata al mencionado Pueblo de _________, con preferencia y prontitud, que lo hace con las demás cargas de justicia, observándose asimismo todas las demás que son conformes a la naturaleza de este contrato de censo redimible. Y el Señor Otorgante obliga a la seguridad y pago de los citados capital y réditos, a nombre de Su Majestad y Señores Reyes sus sucesores, por especiales y expresas hipotecas, los caudales actuales y futuros del Real Fondo de Amortización y, en general, todas las rentas de la Real Hacienda, con renunciación de leyes, fueros y derechos de su favor, queriendo se dé copia auténtica de este instrumento con inserción de la Carta de pago, para que sirva de título y puedan pedirse y cobrarse los réditos hasta verificarse la redención. Tomándose razón en las Contadurías generales de Valores y Distribución de la Real Hacienda y en la de esta Provincia. En cuyo testimonio así lo otorga y firma su _________ , a quien doy fe conozco, siendo testigos _________.» 3. LA EJECUCIÓN 3. 1. Lista de los comisionados de la Comisión Gubernativa de Consolidación en las capitales de provincia (1803). A. H. N., Consejos, legajo 2.980. «Alicante: Juan Cassón y Compañía. Aranda del Duero: Josef Ponce de León. Alcalá: Juan Josef de Landa. Apéndices documentales 339 Ávila: Fernando Echepare y sobrinos. Bilbao: Viuda de Ybargüengoitia e hijo. Burgos: Andrés Frayle. Badajoz: Tomás Merino Ortiz. Barbastro: Joaquín de Altahoja. Barcelona: Ramón de Llordella e hijo. Cádiz: Benito de la Piedra. Cartagena: Manuel de Ozores. Ciudad Real: Ramón Antonio de Pico. Córdoba: Barcia padre e hijo. Coria: Josef Muñoz de Roda. Cuenca: Viuda de Escolar y Noriega e hijos. Coruña: Manuel Antonio de Elzaurdi. Ciudad Rodrigo: Antonio López. Granada: Francisco Unzaga. Guadalaxara: Ysidoro García Plaza. Lorca: Cassón, hermanos, sobrino y compañía. León: Pedro Gil de Tejada. Lugo: Josef María Gayoso. Málaga: Juan Ximeno, interino. Montilla: Alonso José Salguero. Murcia: Señores Moreda y Ladalid. Mondoñedo: Josef López de Acebedo. Orihuela: Pedro Martín Migueltorena. Orense: Fernando Rey. Oviedo: Manuel Rubiano. Pamplona: Viuda de Barbería e hijos. Palencia: Nicolás Calonga e hijo. Palma: Martín Mayol. Puerto de Orotava: Juan Cólogan.709 Puerto de Vega: Vicente Fernández Reguera y Trelles. San Sebastián: Juan Ramón de Goicoechea. Santo Domingo: Miguel de Mateo. Santander: Señores Vial e hijo. Sevilla: Josef Antonio Gómez e hijo. San Clemente: Sebastián Martínez. Salamanca: Señores Urrero y Casaseca. De 1798 a 1803. LECUONA PRATS, Emilio, La liberalización de la propiedad…, op. cit., pp. 80 y 110. 709 340 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo San Lorenzo: Antonio García del Arco. Santiago: Manuel de la Riva Moreno. Sigüenza: Benito Ciruelos y Roxo. Segovia: Viuda de Josef Manuel Ramiro y Martín. Soria: Andrés Martínez de Aparicio. Tudela: Martín de Yrurtia y Sala. Talabera: Salbador Barruso de Ybarreta. Toledo: Señores Chávarri y Posadillo. Teruel: Pedro López de Goicoechea. Toro: Josef Ligero. Tuy: Pedro de la Riva Andrés. Vitoria: Josef Fernández de la Cuesta. Valencia: Francisco Peirolón y compañía. Valladolid: Francisco Durango e hijo. Zamora: Vicente Pérez de Texada. Zaragoza: Tomás de la Madrid».710 3. 2. Representación de Pedro Canel Acevedo sobre la oposición a las ventas en Asturias (Coaña, Asturias, 29 de junio de 1800). A. H. N., Estado, legajos 3.211 (2) y 3.212 (1). «Señor. En todo aquel vuestro Principado de Asturias reyna una preocupación general muy perjudicial a vuestro real erario que retarda infelizmente las ventas de vienes eclesiásticos mandados enajenar por vuestras reales hórdenes. Se dice y aun promueve por las justicias mismas y personas particulares adictas a sus fines y privados intereses de que semejantes hórdenes fueron establecidas, no para vender en efecto, sino para saber quién tenía dinero y no lo havía dado a Vuestra Majestad en empréstito o donativo, según estaba prevenido anteriormente. Que, al cabo de cierto número de años, los vienes vendidos han de bolver a sus antiguos dueños, y los compradores, con el dinero desembolsado, perdido. Estas máximas, Señor, son muy atrozes, y tanto más de notar que son esparcidas por gentes que tienen interés en ello. De aquí se orijina, tanto en dicho Principado de Asturias como en el inmediato reyno de Galicia y otras partes, el no haver quien execute dichas ventas, porque las justicias a quienes están cometidas son las que las retardan, como cone- 710 PEIRÓ, Antonio, Regadío…, op. cit., pp. 193-202, cita, como comisionados en Zaragoza, primero a Juan Martín de Goicoechea y luego a Miguel, y no Tomás, de la Madrid. Apéndices documentales 341 xionadas, interesadas y que les parece van a destruir su propio país, aniquilando la carrera de sus hijos, amigos, parientes y vecinos al sacerdocio, etcétera. Convendría, señor, quitarles semejantes comisiones y nombrar comisionados hábiles y expertos de horden vuestra, que lo executasen, o bien dándoles un tanto por ciento, o bien con sueldo fijo, tal vez a costa de las mismas justicias morosas, o tal vez a que no lo hiciese de balde, con calidad de emplearle después y recompensarle su mérito, que no faltarían. De este modo vería Vuestra Majestad, en breve, cumplidos sus reales deseos y, acaso, el público mejor servido y las jentes comunes desengañadas de sus preocupaciones, que, de otra suerte, será nunca acabar según lo acredita la experiencia. Semejantes disposiciones tienen, por lo común, buen éxito, como lo acredita la comisión dada a don Manuel Carrancio para la intendencia de Madrid por Vuestra Majestad. El exponente, señor, que ha desempeñado de horden vuestra varias comisiones de mayor peso, sin interesarse en cosa alguna, como es notorio, y que ha desempeñado muchos encargos de horden superior, sirviendo a Vuestra Majestad sin interés alguno, se ofrece a hazer lo propio en el presente caso, en medio de sus continuas ocupaciones, dedicándole al partido que fuere de vuestro real agrado, en que tendrá el mayor honor y complacencia. Dios nos guarde la real y cara persona de Vuestra Majestad los años que la religión y el reyno le han de menester. De la Villa de Coaña, en el vuestro Principado de Asturias, y junio 29 de 1800. Señor, a los pies de Vuestra Majestad. Licenciado don Pedro Canel Acevedo.» 4. DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO 4. 1. Real Cédula de 18 de noviembre de 1808 por la que se suspende la venta de bienes de capellanías, obras pías y comunidades religiosas y otras de esta especie en virtud de bulas y providencias del anterior Gobierno. Colección legislativa de la deuda pública de España, op. cit., 1, pp. 564-566. «Don Fernando VII, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén; Señor de Vizcaya y de Molina, etcétera; y, en su Real nombre, la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino: a los presidentes, regentes y oidores de las Chancillerías y Audiencias, Juntas superiores de las provincias, corregidores, asistente, intendente, gobernadores, alcaldes mayores y ordinarios, y 342 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo otros jueces, justicias, ministros y personas de cualquier clase, estado y condición que sean de todas las ciudades, villas y lugares de estos nuestros Reinos y Señoríos, así de realengo como de señorío, abadengo y órdenes, salud y gracia, sabed: Que con fecha de 16 de este mes se ha dirigido al nuestro Consejo el Real Decreto siguiente: El Rey nuestro Señor, y en su nombre la Junta Suprema gubernativa del Reino, tiene acordado muy de antemano que se suspenda la venta de bienes de capellanías, obras pías, comunidades religiosas y otras cualesquiera de esta especie que se hacía en virtud de Bulas Apostólicas y providencias del anterior Gobierno, otorgándose solo las escrituras de los fondos que ya estuviesen entregados en metálico por los compradores y devolviéndose los depositados en vales reales u otro género de créditos, y los bienes a las obras pías a que perteneciesen; y, por no haverse circulado esta resolución con la generalidad y publicidad que eran necesarias, ha resuelto la Junta Suprema que se comunique al Consejo, por el cual y por sus comisionados van ahora estos asuntos con los de la consolidación de vales reales, para que lo haga publicar y observar; disponiendo que cesen enteramente los comisionados para las ventas y que los que lo han sido para el recibo de sus precios y valores y paga de los réditos a las mismas obras pías, formen y den sus cuentas hasta fin de octubre, y envíen, dentro de quince días, relaciones de los fondos que existan en poder de cada uno, y de los réditos que se deban a cada obra pía con toda distinción; haciendo que los comisionados para las ventas extiendan y remitan igual relación; pasando el Consejo esta noticia a la Junta en cada semana como se fuesen recogiendo. Tendrase entendido en el Consejo y dispondrá su cumplimiento. El Conde de Floridablanca. En Aranjuez, a 16 de noviembre de 1808. Al Duque Presidente del Consejo. Publicado en el hoy día de la fecha, se acordó su cumplimiento y, para ello, expedir esta nuestra carta. Por la cual os mandamos a todos y cada uno de vos en vuestros respectivos lugares, distritos y jurisdicciones, veáis el Real Decreto inserto y le guardéis, cumpláis y ejecutéis, y hagáis guardar, cumplir y ejecutar en todo y por todos como en él se contiene, dando para ello las órdenes y providencias que convengan y sean necesarias. Y encargamos a los muy reverendos arzobispos, reverendos obispos y a los cabildos de las iglesias metropolitanas y catedrales, sus visitadores o vicarios, a los demás ordinarios eclesiásticos que ejerzan jurisdicción y a los superiores o prelados de las órdenes regulares, párrocos y demás personas eclesiásticas de estos nuestros Reinos, observen lo dispuesto en esta nuestra carta en lo que respectivamente les toca, sin permitir contravención en manera alguna. Que así es nuestra voluntad; y que el traslado impreso de esta nuestra carta, firmado de Don Bartolomé Muñoz de Apéndices documentales 343 Torres, nuestro secretario, escribano de cámara más antiguo y de gobierno de nuestro Consejo, se le dé la misma fe y crédito que a su original. Dada en Madrid a 18 de noviembre de 1808. El Duque del Infantado. Don José Navarro. Don Tomás Moyano. Don Ignacio Martínez de Villela. Don Pascual Quílez y Talón. Yo Don Bartolomé Muñoz, secretario del Rey nuestro señor y su escribano de cámara, la hice escribir por su mandado de acuerdo de los de su Consejo. Registrada, Don José Alegre. Teniente de Canciller mayor, Don José Alegre. Es copia de su original, de que certifico, Don Bartolomé Muñoz.» 4. 2. Memoria presentada al Consejo Supremo de Regencia sobre las bases del Crédito Público, de José Canga Argüelles (Cádiz, 6 de marzo de 1811). D.S.C., Legislatura de 1810 a 1813, 1, pp. 781-793. «Serenísimo Señor: Los Secretarios de las Cortes generales y extraordinarias del Reino, en papel de 3 de febrero último, me dicen lo siguiente: Además de lo que por decreto de este día han resuelto las Cortes generales y extraordinarias, prescribiendo la parte de contribuciones y débitos, en cuyo pago deberán admitirse los suministros hechos por los pueblos, y lo que hayan entregado los particulares con calidad de reintegro para nuestros ejércitos y plazas, han dispuesto las mismas, con el objeto de que se restablezca el crédito público, que el Consejo de Regencia proponga a su soberana resolución las providencias que, además de las contenidas en el referido decreto, convenga adoptar respecto a los acreedores de otros ramos, con la debida especificación y según corresponda a cada clase de débitos, a las circunstancias del Erario y a lo que respectivamente influyan en el crédito nacional. Mientras los vales reales apenas representan un valor mayor que el del papel en que están impresos y mientras los acreedores de juros, de réditos, de préstamos y de censos perecen en la miseria, sufrimos los efectos de una bancarrota espantosa que esteriliza los recursos y rompe la unión del ciudadano y el Gobierno. ¡Qué bancarrota más fatal que la que estamos padeciendo! Los vales apenas encuentran tomadores; los pagarés de Tesorería se miran despreciados; los acreedores tienen con sus créditos un recuerdo fatal de su antigua riqueza y detestan en la miseria el momento en que fiaron del Gobierno creyendo en sus palabras. En semejante situación, ¿cómo encontrará Vuestra Majestad recursos? Solo sentando el crédito sobre las bases indestructibles de la buena fe. Aunque en el expediente que motiva esta exposición brilla el celo y las luces de los ministros, a quienes Vuestra Alteza se sirvió consultar, 344 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo limitadas sus observaciones al arreglo parcial de las oficinas de consolidación, no ofrece las resultas benéficas que la patria esperaba en negocio de tan grave interés. Empeñados como estamos, con gloria, en la guerra actual (dicen aquellos) es imposible seguirla por largo tiempo sin los recursos del crédito, que cuando le hay, son inmensos. ¿Y se restablecerá decidiendo la cuestión de si el gobierno de los fondos destinados al pago del capital y réditos de los vales ha de estar al cargo exclusivo del Consejo, al de los encargados de la comisión o al de una junta; si se han de renovar o no los vales de enero, y si el número de empleados ha de ser mayor o menor que el que en el día existe? Uno de los males que afligen hace años a España es el afán de los empleos; por manera que el Gobierno consume más tiempo en contestar a las pretensiones que suscita el interés individual que en meditar los planes convenientes a labrar el bien general del Estado. El expediente a que me refiero ofrece pruebas bien señaladas de esta verdad. Estos son los puntos que se ventilan en los papeles reunidos; al mismo tiempo que algunas providencias, arrancadas por la fuerza de las circunstancias, aumentan la depreciación de los efectos públicos. La que aplica a Tesorería general los fondos de la consolidación, hace que, según el fiscal del Consejo, «sea inútil tratar de consolidar el crédito público ni de fijar reglas sobre él». Realmente, Señor, es una quimera el querer sostener el crédito cuando se quitan los medios. Se impusieron también nuevas contribuciones; se aumentó el número de sus sacrificios, consolándole con que llevaban por objeto exclusivo el libertar al pueblo del peso de la deuda; y, al momento, se le burló aplicando los rendimientos a otros fines y dejándole gravado con la carga antigua y con las demás nuevas. La que desconoce la obligación a pagar las deudas contraídas por la Junta Central ataca directamente el crédito, porque fija la duración de las obligaciones a la de las personas puestas al frente del Gobierno, y la que anula los vales antiguos que llevan la marca del Rey intruso, sobre ser poco política, descubre ideas pequeñas en la materia y aleja los recursos de la desconfianza. ¡Yo creí, Señor, sepultado este error con el imperio de la arbitrariedad! En el antiguo Ministerio fue muy común este lenguaje, que es el del despotismo y el de la inexactitud de ideas, pues que reduce la duración de los empeños del Estado a la de los Monarcas; pero que se repita entre nosotros, desde el momento en que, lanzado el grito de independencia, proclamamos nuestros derechos, es lo más monstruoso y más propio para desacreditarnos. Apéndices documentales 345 No permita Vuestra Majestad que ni siquiera se piense en discutir el punto de si está la nación obligada a satisfacer los gastos antiguos de su Gobierno, porque sería dejar abierta la puerta para que nadie se fiase de las promesas de Vuestra Majestad, imposibilitándonos de llevar a cima la gloriosa empresa que nos tiene armados. Destruye el crédito la disposición antigua de no reconocer obligación al pago del capital de los vales, cuando el tenedor se descuida en presentarlos a la renovación por tres años, y encierra un fondo de perfidia la que excluye los vales del pago de contribuciones y derechos. Si a esto se allegan las solicitudes, hasta aquí o desatendidas o falladas indecisamente, sobre devolución de vales a los que los tenían presentados en las oficinas de Madrid cuando la invasión francesa, los riesgos que la prudencia encuentra en la falta de renovaciones, el atraso en el pago de los réditos y en las extinciones de los capitales, la frialdad con que se dejan de cumplir las promesas más solemnes y los pactos más sagrados, y, sobre todo, el afán con que se contraen deudas, con que se arranca al labrador sus frutos y al artesano el precio de sus sudores, sin consolarlos con reconocer sus créditos, no deberá admirarnos la desconfianza con que se miran las operaciones de Hacienda y la baja que sufre nuestro papel moneda. Si no mudamos de conducta, llegará día en que el Tesoro público quede reducido a los miserables rendimientos de las rentas y, sitiados por hambre, carezcamos de caudales y hasta de la compasión de los que nos observen. Si no adoptamos las ideas liberales ¿cómo hacer frente a las inmensas obligaciones que nos rodean? La mano del hombre prudente esconderá sus tesoros y dejará perecer la patria entre las convulsiones de la necesidad antes que fiarle el precio de sus ganancias o de sus economías. Una vez perdido el crédito, es difícil de restablecer; así como, una vez cimentado, puede facilitar recursos más abundantes que las minas más poderosas. Es preciso que Vuestra Alteza y el Congreso nacional traten de restablecer el crédito, para lo cual conducen mucho la justa confianza que la nación tiene en sus ilustres representantes y la autoridad que les dan sus poderes. Aprovechemos tan feliz coyuntura y, sin contenernos por las circunstancias, sentemos las bases de la fe pública; y, limpiando a la Real Hacienda de la mala semilla que un Gobierno arbitrario dejó en ella, liguemos sus intereses con los del pueblo haciendo aparecer la verdad y la justicia. «Las circunstancias, según el fiscal del Consejo en su exposición, son muy apuradas; pero sean las que quieran, nunca deben servir de pretesto para violar los principios de la justicia natural». La teoría del crédito tiene una íntima conexión con la moral o, mejor diré, que los principios de esta y de aquel son unos mismos. Las 346 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo operaciones de la Hacienda en esta sola parte pueden variar las costumbres de la nación entera. El descrédito hace que los ciudadanos no se fíen en el Gobierno; la desconfianza, nacida de la falta del cumplimiento de las palabras, aísla los hombres, les hace olvidar sus relaciones con la patria, y los engaños causados por los agentes del Erario introducen la indiferencia sobre la suerte del Estado, precursora de su ruina. Acordémonos de lo que por nosotros pasaba en los últimos años del reinado anterior: todos se desentendían de la voz del Gobierno y miraban como una gracia el burlar sus providencias; ¡Ojalá que en el 2 de mayo hubiera acabado esta conducta y los motivos de ella! Estos exigen que lo que se debe, o se pague de pronto, o, al menos, se estipulen los plazos y se adopten medios para realizarlo. La moral de los Gobiernos no puede ser distinta de la de los individuos; y solo el abuso de la fuerza que los hombres han confiado para su defensa puede desconocer esta verdad hasta el extremo de sofocar con la ley los clamores del que reclama sus derechos. Nos hallamos en el caso de que la nación reconozca la deuda antigua y moderna y asegure de algún modo su pago. Nada haremos limitando a los vales nuestras ideas; las del Gobierno deben de ser más extensas ¿Por qué asegurar el crédito del papel moneda y abandonar el de los préstamos; pagar los créditos de los reinados y desdeñar los juros; satisfacer a los asentistas y dejar envejecerse las deudas contraídas con los pueblos? Para realizar empresa tan gloriosa es preciso que Vuestra Alteza se detenga a conocer la magnitud de la deuda pública de España, examinando sus partidas y comparándolas con las fuerzas del Estado. Este análisis derramará algún alivio sobre el pueblo; y, al anunciarle el decreto benéfico que espera de la justicia del Congreso nacional y de la ilustración de Vuestra Alteza, se dilatará la esfera de nuestras esperanzas y recursos, y las angustias, ya que no desaparezcan, al menos mitigar su rigor. Los engaños, si socorren por el momento, una vez descubiertos, ahuyentan a los hombres y desacreditan al Gobierno. Acordémonos del préstamo de 400.000.000 decretado en el año de 1798; y lo ocurrido entonces bastará para hacernos cautos y para tomar un rumbo opuesto al que entonces se siguió. PUNTO PRIMERO. De la magnitud de la deuda pública en España. 1º Desde que los Gobiernos hallaron en el crédito un recurso abundante para satisfacer sus caprichos, dieron suelta a sus planes ruinosos al pueblo, aunque lisonjeros a sus pasiones. España, en los siglos del poder Apéndices documentales 347 militar, combinaba la importancia de las empresas con la fuerza física y bursátil de sus moradores, y derramaba la carga al compás de las necesidades y de la posibilidad efectiva de satisfacerlas. 2º Variada la táctica militar o, mejor diré, sustituido el imperio de la arbitrariedad al de la ley, los reyes, sin contar con la nación, declararon las guerras, ajustaron las paces y, sacrificando la sangre y la subsistencia de los pueblos al engrandecimiento de sus familias, establecieron nuevos tributos, recargaron los antiguos, perpetuaron los temporales, pusieron en pública subasta los atributos más nobles de la soberanía; y, fatigados con la extensión de sus proyectos y con la falta de medios para llevarlos a cabo, vincularon en la posteridad los efectos exterminadores de sus medidas. 3º Los préstamos y las negociaciones de dinero, los juros y los censos, los vales reales y todos los artículos de la deuda pública de España son unos documentos que representan caudales cuyo reintegro se estipuló para los siglos posteriores a los en que se han consumado. Sus nombres, tan varios como los apuros y las circunstancias, ofrecen la imagen del sacrificio decretado a los nietos para satisfacer los proyectos de los abuelos. 4º Los Gobiernos, lo mismo que los hombres, tímidos al principio, convierten en arte la costumbre de engañar. Yo veo a la reina católica, la inmortal Isabel, vender sus joyas para reintegrar los fondos que a préstamo tomaba a sus vasallos y a los negociantes extranjeros; a Carlos V constituir los juros y los censos con réditos, y a sus hijos y sucesores tomar a la fuerza los caudales de particulares, suspender los pagos y negar el cumplimiento de los contratos más solemnes; Felipe V, no pudiendo satisfacer las deudas contraídas por sentarse en el trono de los Ataúlfos, desdeña su pago; Fernando VI se declara sin obligación de pagar los créditos de sus mayores, y Carlos III y Carlos IV, al mismo tiempo que proclaman los principios eternos de la justicia, aumentan la deuda en la cantidad de 5.933.745.264 reales, 4 maravedís; siendo el resultado de todo hallarse España, en el mes de julio de 1808 con la enorme suma de 7.194.266.839 reales, 33 maravedís de deudas, según aparece del estado que incluyo con el número 1. ¿Quiere Vuestra Majestad una prueba más sensible del desconcierto en que hemos vivido que el de no saber fijamente a cuánto asciende la deuda pública? El año 1799 se pensó en formar un estado de ella; pero la política de aquella época se oponía a su realización. Solo un hombre inmoral y avenido con las trampas puede vivir sin saber a cuánto ascienden sus empeños; y el Gobierno ha llegado a nosotros sin conocer la extensión de las deudas al mismo tiempo que las aumentaba. 348 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 5º Aunque los errores de cálculo de los arbitristas de tres siglos descargaban toda su influencia sobre nosotros, en el momento de la santa insurrección, sin arredrarnos con el peso de las deudas, supimos romper los grillos de la esclavitud; hemos buscado fondos y hemos contraído nuevas deudas, jurando consumir nuestras riquezas y nuestra sangre antes que ceder a la opresión extranjera. 6º De lo dicho se infiere que la deuda pública de España consta de dos clases: una relativa a los tiempos anteriores al 18 de marzo y ya consolidada, que llamaremos «deuda reconocida», y otra que abraza las sumas no satisfechas al tiempo del levantamiento de la nación y las consumidas y no pagadas desde este momento hasta el día, a la cual daremos el nombre de «deuda pendiente no reconocida». PÁRRAFO I. Naturaleza y extensión de la deuda pública reconocida. 7º Asciende en el día a 5.972.871.647 reales, 33 maravedís. Consta de las partidas siguientes: 1. Juros: 1.260.521.565, 29. 2. Créditos de reinados: 88.552.547. 3. Vales reales: 1.889.967.152. 4. Empréstitos: 448.511.605, 20. Nacionales: 156.761.605, 20. Extranjeros: 291.750.000. 5. Censos: 2.500.464. Sobre tabaco: 200.823.409. De particulares: 91.677.055. 6. Fianzas 3.703.172. 7. Vitalicios: 166.832.618. Al 7 y 8 por 100: 73.832.618. Al 9 y 10 por 100: 93.000.000. 8. Empeños con las casas públicas de comercio: 168.906.121, 18. Con los Cinco Gremios: 43.272.730. Con el Banco: 125.633.391, 18. 9. Capitales de fincas de obras pías enajenadas: 1.653.376.402. 5.972.871.647, 33. PÁRRAFO II. Rebajas o castigos que pueden hacerse en la suma anterior. I. 8º Las consecuencias funestas de la invasión enemiga han aliviado momentáneamente el peso de las deudas. En la desolación de los pueblos, Apéndices documentales 349 en las emigraciones de los vecinos pacíficos y en los atroces saqueos de las casas de los inocentes paisanos se han perdido muchos créditos, se han quemado muchas escrituras y ha desaparecido un gran número de vales. II. 9º La nulidad de las compras hechas al Gobierno intruso por los que, abandonando la patria, han procurado aumentar sus riquezas con los despojos de la fidelidad y del patriotismo amortiza muchos vales, juros y documentos de préstamos; por manera que ni será exagerado el dar por oscurecida una tercera parte de los que representan la deuda conocida. Declaradas nulas todas las ventas hechas por los franceses, se priva al comprador de la finca y, no siendo el Estado responsable del recio, resulta una extinción de él y una disminución consiguiente en la masa de vales, juros y demás con que se hubiere hecho. III. 10. En la deuda pública hay muchas partidas que pertenecen a establecimientos y a sugetos a quienes la guerra privó del derecho de reclamarlas. Con retener las segundas y reputar las primeras como un sacrificio que reclama la necesidad de la patria, habremos cancelado las sumas siguientes: De las temporalidades 30.537.605, 33. De los propios y pósitos: 43.000.000. Una quinta parte de los créditos del Banco que pertenecen a los mismos fondos públicos: 31.884.457. Del préstamo de Holanda: 260.000.000. Ídem del Tesoro público de Francia: 31.750.000. 397.172.062, 33. IV. 11. Los créditos que pertenecen a conventos e iglesias destruidas por los franceses se pueden considerar oscurecidos por haber desaparecido el sugeto a quien pertenecían y porque, cuando las victorias y las felicidades coronen nuestros esfuerzos, acaso sufrirá mudanzas en su constitución. 12. Consiguiente a este principio y a que los franceses han descargado todo su furor sobre los establecimientos piadosos, no será exagerado calcular en 1/4 la ruina y rebaja por este respecto del crédito actual en 413.344.100. PÁRRAFO III. Estado de la deuda reconocida. 13. Reunidas en un punto las rebajas indicadas en el párrafo anterior tendremos: 350 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo Primero. Vales amortizados según el estado de la deuda que acompaña: 309.849.400, 32. Segundo. Por artículos oscurecidos, según se explica en el número 2º del párrafo anterior: De vales: 629.884.618. De juros: 420.140.521, 9. De empréstitos: 149.503.868. De censos: 97.500.154. De fianzas: 1.234.390. De vitalicios: 55.610.206. 1.353.973.757, 9. Tercero. Por los créditos de temporalidades, propios y pósitos: 73.537.605, 30. Cuarto. Préstamos extranjeros: 291.750.000. Quinto. Por suspensos y oscurecidos de los capitales de las obras pías, según el número 4º del párrafo anterior: 413.344.100. Total de rebajas: 2.442.454.864, 3. Cotejado con el importe de la deuda constituida, queda esta reducida en la actualidad a: 3.530.416.783, 30. PÁRRAFO IV. Intereses anuales que adeuda la deuda reconocida de la nación. 14. Mientras los ministros del Tesoro público gozaron tranquilamente del fruto de sus negociaciones y, poniendo en contribución los talentos de los más célebres calculistas de su edad, salieron de los apuros que los rodeaban, nosotros sufrimos, entre lágrimas y privaciones, los efectos de sus medidas y, al paso que ellos rieron con el fruto anticipado de nuestros sudores, pagamos sus gastos y sufrimos las angustias de sus tiempos y de los presentes. 15. Tal es la idea que ofrecen los préstamos y las negociaciones de dinero, por cuya razón dijo oportunamente un célebre escritor «que todo Gobierno que se fía en los impuestos establecidos el año uno para fijar sus gastos el año 10, sin tener en cuenta la progresión de las riquezas del Estado por la mayor o menor circulación, se expone a hallarse con un déficit que solo podrá cubrirse rectificando en un todo su plan y tomando medidas extraordinarias. Si después no aumenta los impuestos en razón de sus gastos, irá acrecentando su déficit y llegará su administración a descomponerse con los mismos arbitrios que adoptó para sostenerla». En los tiempos gloriosos de la conquista, nada más frecuente que las Cortes celebradas para fallar sobre la justicia de las expediciones que se meditaban y sobre los medios de sostenerlas. Los reyes presentaban los Apéndices documentales 351 libros de la cuenta del Estado y los presupuestos de los gastos. Los diputados los examinaban, hacían en ellos reformas oportunas, determinaban las contribuciones extraordinarias con que debía cubrirse el déficit y entregaban su importe en arcas. ¡Qué diferente conducta la de los siglos que nuestra vanidad llama bárbaros, de la que hemos visto guardar en nuestros días! Se han impuesto tributos, se han aumentado gastos y se han exigido contribuciones sin que al pueblo se le consolase con decirle el objeto a que se dirigían. Pero gracias al cielo que vemos reunidas las Cortes y con ello restablecido el sistema justo. Día vendrá en que yo presente a Vuestra Majestad la extensión de las obligaciones del Tesoro divididas por clases y el valor de las rentas para que Vuestra Majestad pronuncie un decreto que fije a cada clase su cuota y a cada cuota su fondo, acabando por este medio hasta con las sombras del despotismo. 16. Así nos sucede desgraciadamente. Si las expediciones gloriosas de los siglos de las conquistas ocasionaban desembolsos, la nación reunida en Cortes formaba los presupuestos con presencia de las fuerzas y de la duración de las campañas, establecía arbitrios directos, los recaudaba y no dejaba a sus hijos la herencia desgraciada de las deudas de la Corona. 17. Pero no bien las empresas excedieron a la posibilidad del Erario o, lo que es más cierto, no bien los Reyes, destruida la representación nacional, reunieron en sí los poderes, cuando dispusieron de los fondos de su edad y de las futuras, sofocaron las reclamaciones de los coetáneos y, aparentando alivios a los presentes, condenaron a la miseria a la posteridad. 18. Cuatrocientos años hace que se establecieron los juros; y después de mil rebajas injustas, aún gravita sobre nosotros el peso de un capital de 1.260.521.565 reales y 29 maravedís y el importe de 17.152.733 reales que se han de pagar cada año a los hijos y herederos de los primeros acreedores. 19. Francia, Holanda y el comercio de España abrieron sus cofres a nuestros Reyes, contando con que nosotros y nuestros hijos habíamos de responder al pago de los 1.920.000 reales de réditos; y nuestra última Corte prodigó caudales, se empeñó en guerras ruinosas e indiferentes a la suerte de los ciudadanos que vivían bajo su imperio, y les impuso la carga de 75.341.000 reales anuales por vales; de 13.777.674 reales por vitalicios; de 8.775.012 reales por censos sobre el tabaco y de particulares; y de 50.131.056 por réditos de finas enajenadas a las obras pías. 20. Los intereses anuales que la nación tiene que satisfacer cada año por la deuda reconocida al tiempo de la santa insurrección llegan a 519.691.473 reales. 352 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 21. Si rebajamos las cuotas correspondientes a las partidas castigadas en el párrafo II de esta Memoria, resultará un líquido anual por este respecto de 139.134.721 reales, a saber: Por juros: 12.864.550. Por vales reales: 47.209.518. Por censos sobre el tabaco: 1.506.175. Por vitalicios: 9.733.251. Por el Banco: 14.362.492. Por obras pías: 37.598.292. Al comercio de España: 1.920.000. A los Gremios: 2.163.637. Préstamo de 160 millones: 8.915.400. Censos: 2.750.311. Fianzas: 111.095. 139.134.721. PÁRRAFO V. De la deuda pendiente no reconocida. 22. A ella pertenecen: I. Los atrasos de Tesorería por sueldos, etcétera: 1.019.927.739. Los atrasos: De la deuda de consolidación hasta 1808: 290.000.000. De réditos de toda la deuda desde 1808 hasta 1811: 314.394.994. Total: 1.624.322.733. II. 23. El importe de lo que se deba a todas las clases del Estado por los atrasos de sus pagos desde el 18 de marzo de 1808 hasta el día. III. 24. El de los préstamos y negociaciones hechas por las provincias cuando desempeñaron la soberanía, con el fin noble de arrojar al enemigo. Son muy cuantiosos los suministros hechos por los pueblos para sostener nuestros ejércitos, y de gran magnitud los préstamos y negociaciones a que acudieron las provincia para mantener los campeones de la libertad. Todos estos desembolsos componen la partida más digna de atención de las de la deuda no reconocida. IV. 25. El de los préstamos y negociaciones realizadas por la Junta Central y el Consejo de Regencia. Apéndices documentales 353 V. 26. El de lo que se deba a los pueblos por suministros de pan, carne, vino y demás hechos a los ejércitos españoles o de los fondos tomados por ellos con cualquiera título para la defensa de la patria. 27. Aunque nos es desconocida la magnitud de esta clase, porque las circunstancias en que se miran las provincias impiden que tengamos ideas exactas de ella, sin embargo, no se oculta que, aun rebajada la parte primera en una tercera parte por las razones indicadas en el párrafo II de esta Memoria, deberá ser de mucha entidad y de la mayor importancia el consolidarla, porque con ello consolaremos a muchos infelices acreedores que lloran hoy su ruina. 28. Vuestra Alteza es testigo diario de las pretensiones de los asentistas, de las viudas y de los funcionarios públicos para que se les paguen los alcances que tienen contra el Tesoro, y Vuestra Alteza conoce con cuánta justicia se quejan el ejército y la marina por el negro desdén con que el Gobierno antiguo las miraba. 29. Una resolución negativa se pone fácilmente, y, aunque aleja de pronto los acreedores, cierra las puertas de la confianza y hace mirar a los que mandan, no como padres de los pueblos sino como a unos tiranos a quienes no interesa la suerte de sus semejantes. No cabe en la rectitud de Vuestra Majestad esta objeción; pero muchos la ponen cuando se trata del pago de la deuda y por ello se indica en este lugar. 30. Dirase, tal vez, que nosotros no debemos satisfacer las dilapidaciones de un Gobierno corrompido; pero la justicia y la razón contestan que «sería crueldad el condenar y aniquilar a los hombres solo porque los ministros de la autoridad legítima a quienes reconocieron los hubiesen engañado». Si el sufrimiento y la noble sumisión ha de servir de castigo al ciudadano, entonces autorizaríamos la anarquía, compañera de la insubordinación. 31. Con buena fe lograremos captar el amor de los pueblos, animar el espíritu público desfallecido y sentar el crédito sobre cimientos sólidos. La grandeza de la empresa solo puede arredrar a los tímidos y jamás se reservó a los cobardes la gloria de redimir la patria. PUNTO SEGUNDO. De los medios hasta aquí adoptados para asegurar el crédito público. 1º La historia de la Hacienda pública en España nos presenta en esta parte datos vergonzosos de injusticia y de perfidia. Los juros y los censos reconocidos por la nación y para cuyo pago se hipotecaron rentas determinadas sufrieron rebajas arbitrarias en el capital y en los réditos, y 354 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo los acreedores han visto consumirse en otros objetos los fondos destinados para el pago de sus acciones. Nada más chocante que la historia de las rebajas realizadas en el capital de los juros, cuya integridad se apoya en la fe de un contrato y en la sanción repetida de las Cortes. A pesar de unos fundamentos tan sólidos, la arbitrariedad privó a los dueños de una parte muy considerable de sus capitales, borró muchos de la lista de los créditos y sentó con unas operaciones tan inmorales las bases del descrédito. 2º La memoria de Veredes será la del descrédito. Acosado por los acreedores, rompe las escrituras en que apoyaban sus derechos y declara al Rey libre de todo empeño para con sus vasallos. La deuda de 100 millones obligó a este Ministro a declarar al Rey sin los deberes que todo ciudadano honrado debe cumplir. 3º Estas providencias sangrientas, después de las que había tomado el genio devastador de los Ministros de la casa alemana, apropiándose los fondos de los particulares que llegaban de América, anulando las consignaciones señaladas para satisfacer los créditos y empleando en usos agenos de su instituto los rendimientos aplicados a la deuda y las leyes promulgadas en nuestros días para igualar el valor del papel al de los metales preciosos, son la causa del abatimiento en que se encuentra la Real Hacienda. 4º Las injusticias en materia tan importante afectan poderosamente a todos; y, como los males causados por ellos llegan a muchos, cunde la desconfianza y el resultado es el mirarse las promesas del Gobierno como un lazo para coger incautos o inocentes. 5º Y a la verdad, Señor, ¿qué confianza queremos que tengan los ciudadanos cuando les falta la seguridad de no ser engañados? Si echamos por un momento la vista sobre el pasado, solo se nos ofrecerá la triste imagen de las contradicciones y de las perfidias, y, lo que es más monstruoso, hasta de la franqueza y de la libertad de los principios se valió el Gobierno para atraer los fondos y para burlar las esperanzas del reintegro. 6º ¿Hubo deuda más sagrada, ni de naturaleza más firme que la de los juros, ni créditos más legítimos que los de Felipe V? Pues aquellos fueron desatendidos desde el principio, éstos anulados torpemente, distraídas a otros objetos las rentas hipotecadas, escarnecidos los acreedores y condenadas a la mendicidad las familias que libraban su subsistencia sobre el pago. 7º Cada reinado y, aun mejor, cada Ministro, atento a satisfacer los caprichos de su Señor, dictó reglas, ofreció reintegros, comprometió la santidad de las palabras reales que en la opinión pública se miraban como Apéndices documentales 355 invulnerables, y, contrayendo deudas y añadiendo empeños a empeños y trampas a trampas, se convirtieron en mercancía la verdad y la franqueza. 8º Nunca se han sancionado con mayor solemnidad las verdaderas nociones del crédito público que en nuestros días. Nosotros hemos condenado las máximas de la minoría del Rey; hemos separado los fondos consagrados a la deuda de los de la tesorería y hemos confiado el manejo de todos a manos diferentes de las que se emplean en los de la Real Hacienda; pero, al mismo tiempo, se obligó al ciudadano a que recibiese los vales por todo el valor que representan, se le quitó la consideración de moneda para el pago de contribuciones, y, en un corto número de años, se derramó sobre el Estado la masa de 1.889.907.152 reales en papel, al mismo tiempo que se abrieron préstamos con ofertas de reintegros que no se han cumplido y que se acudió a negociaciones en el país extranjero para pagar con los rendimientos de las últimas los plazos vencidos de las primeras. 9º Ocupado el Gobierno en acreditar los vales, dejando los demás artículos de la deuda a merced del acaso y a la buena o mala suerte del Erario, estableció arbitrios con que satisfacer los réditos y redimir los capitales del papel, el cual ya no existiría si a unos fondos tan sagrados no se hubieran dado aplicaciones agenas de su instituto. Pero la sed insaciable de oro que padecía la Corte encontró en estos caudales un recurso expedito para satisfacer sus deseos y para llevar a cima sus proyectos funestos a la nación. La primera vez que la tesorería real libró sobre las cajas de consolidación a título de reintegro se dio el ataque más funesto al crédito y se abrió la puerta al exceso, que llegó al extremo de suspenderse las extinciones y el pago de los réditos y de aumentarse la deuda con el importe de los intereses pertenecientes a los capitales de las fincas que se vendían. 10. El Gobierno desconoció las obligaciones que todo hombre debe cumplir y, fiado en la fuerza y autoridad que le dan las leyes para defender los derechos de los ciudadanos, prescindió de los empeños y, empleando los rendimientos de las hipotecas señaladas para el pago de la deuda en objetos distintos a aquellos a que estaban afectos, desatendió las quejas de los acreedores y buscó en la confianza nuevos recursos para sostener empeños nuevos, creando nuevos arbitrios para sostener el crédito del papel, desengañado de que no podía obtenerlo sin medios suficientes para amortizar los capitales y satisfacer los intereses, y que era imposible lograrlo con leyes coactivas y con cajas de descuentos fundadas con fondos en papel veinte veces superiores al metálico que se las indicaba. 11. Los arbitrios o fondos señalados fueron los siguientes: El 10 por 100 sobre propios. 356 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo El sobrante anual de estos. El subsidio de galeras. El indulto cuadragesimal de Indias. El de la plata que se extrae. El importe de los legados y herencias en las sucesiones transversales. El del 15 por 100 de la amortización civil y eclesiástica. El de los bienes de los exjesuitas. El de las ventas de fincas de obras pías, patronatos, hermandades y colegios. El de la contribución extraordinaria de frutos civiles. El de las fincas de la Corona. El de valimiento de oficios. El de mulas y coches. El de una rifa de 500 millones. El de todos los créditos activos de las cajas de amortización. El del papel sellado con la calidad de interinamente. Los sobrantes de pósitos. La habilitación de baldíos, previa aprobación del Consejo. Los efectos de Cámara de Castilla e Indias. La media annata de mercedes. El aumentos de la limosna de la santa bula. Los diezmos de exentos. La mitad del diezmo de las tierras novales. Las vacantes de las mitras de España en Europa. Una anualidad de las mitras de Indias. Ídem de los beneficios eclesiásticos de España. Ídem de Indias. Ídem de las pensiones sobe mitras. Ídem de las encomiendas de las cuatro órdenes y de las pensiones de la orden de San Carlos. Media annata de los donatarios de la Corona en las sucesiones. Ídem de los bienes donados por los Reyes a las iglesias y monasterios. Ídem de las encomiendas de Indias. 12. Un aumento considerable en los derechos sobre los frutos del Reino en su consumo interior y extracción a dominios extraños, sobre los frutos y efectos extranjeros en su internación en la Península y sobre los de América en su importación y saca. 13. Esta lista sola nos demuestra cuán funestos son al Estado los arbitrios que nacen de los préstamos y de las negociaciones, pues que se necesitan establecer tantas y tan variadas contribuciones para reintegrar Apéndices documentales 357 los fondos consumidos y para pagar los réditos, o sea, el precio de las anticipaciones. 14. A pesar de unos recursos tan pingües al parecer, los efectos no correspondieron a las esperanzas, porque muchos no rindieron lo que se creía y los relativos a América fueron tardíos en sus productos, porque los rendimientos no pudieron cubrir las obligaciones y porque, introducido el desorden y empleados los fondos en objetos agenos al establecimiento, se abandonaron sus primitivos destinos. 15. Los réditos anuales de los vales ascendieron a 75.341.000 reales; los arbitrios a ellas aplicados, según consta en el expediente, no pueden producir en años felices más que 60.000; hay un déficit de 15.341.000, que unido a 50.000.000, importe de los réditos de las fincas de obras pías, compone un alcance efectivo de 65.341.000 reales. Es preciso confesar que la consolidación en su creación correspondió a las magníficas esperanzas que hacía concebir la pragmática de su establecimiento. Los holandeses, tan versados en el comercio, tímidos en un principio, invirtieron después sus fondos en vales, fiado en el crédito que supo adquirir a los primeros meses. Pero este mismo crédito y los fondos que manejaba atrajo la atención del Gobierno y la ruina de la consolidación porque en los apuros tomó sus fondos y, como aquellos crecían en una progresión asombrosa, acabaron al fin con ella. 16. El capital de los vales remitidos desde el año de 1780 hasta el de 1799, con inclusión de los del canal de Aragón y Tauste, ascendió, según informan los encargados, a: 2.314.672.188, 08. Rebajados los amortizados: 402.277.411, 26. Quedaron en circulación: 1.012.394.776, 16. Tampoco se sabe fijamente a cuánto asciende el importe total de los vales emitidos, el de los vales amortizados y el de los réditos que se pagan. Esta diferencia nacerá acaso de la falta de los papeles y documentos que han quedado en Madrid, en cuyas oficinas forzosamente constaría con exactitud, pues que por ellas se hacían los pagos y se renovaban los vales. 17. Según el estado formado en la Contaduría de consolidación el capital de los vales en julio de 1808 ascendía a: 1.889.967.152. Amortizados: 309.849.400, 32. Quedan en circulación: 1.580.117.751, 02. 18. Las fincas de obras pías, enagenadas con el preciso fin de extinguir el papel moneda, produjeron 2.700.000.000, según los mismos. 19. Quiere decir que, si a este fondo se hubiera dado su natural aplicación, no quedaría vale alguno en circulación. 20. Pero no sucedió así, porque, empleados los fondos de la Caja de consolidación en satisfacer otras obligaciones, se empeñó el Erario en 358 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo negocios mercantiles, se despojó a los capitalistas de los fondos, siguió la bancarrota y las deudas y los empeños fueron el resultado que ofrecía la Caja el 19 de marzo de 1808. PÁRRAFO I. Estado actual de la Caja de consolidación para atender a las obligaciones señaladas. 21. Capital de los vales según el estado remitido por los encargados de consolidación: 1.252.281.788, 08. Ídem de las obras pías vendidas y de censos redimidos: 2.700.000.000. Réditos no pagados: 202.477.186, 00 2/3. Atrasos de la consolidación anteriores a las ocurrencias actuales: 290.000.000. Atrasos de pagos de réditos de las obras pías: 200.524.244. Total: 4.654.283.198,08 2/3. Fondos que responden. Los arbitrios de la Caja por las circunstancias de la guerra y por el abandono en que se encuentran los vales se gradúan en: 10.000.000. Existencia actual: En dinero efectivo: 1.347.653, 10. En vales: 23.903.000. 35.250.653, 10. 22. Cantidad muy desproporcionada para hacer frente a las obligaciones, aunque se reduzca a las sumas que he indicado en el párrafo II, punto primero de esta Memoria; tanto más cuanto la suspensión de las ventas de fincas eclesiásticas impide la adquisición de capitales para hacer las extinciones. PÁRRAFO II. De las cajas de descuento. 23. Cuando el capital de los vales no excedía de 200.823.409 reales, se amortizaron muchos, se pagaron los réditos y el Banco nacional, con 300.000.000 de reales y con el crédito inmenso que le daban sus fondos y los recursos mercantiles de sus operaciones, los reducía a la par y no solo mantenían todo el valor que representaban sino que llegaron a ganar un 2 por 100 de ventaja. 24. Pero, aumentados progresivamente hasta en cantidad de 2.314.672.188 reales, 18 maravedís, y, disminuidos los capitales del Banco por las deudas de la Real Hacienda, quedaron los vales sin reducción y Apéndices documentales 359 caminaban a su ruina cuando se estableció primero la Caja de amortización, luego las de descuentos y últimamente la de consolidación. 25. Mas la primera y la última, aunque realizaron algunas extinciones, se vieron imposibilitadas de reducir los vales a metálico porque estos excedían en diez tantos a los fondos que se les aplicaron; y, teniendo que acudir a préstamos y a negociaciones para hacerse con fondos, concluyeron con no pagar los réditos, con no satisfacer los capitales y con acrecer su descrédito. Un ejemplo tenemos en las cédulas del Banco, las cuales llegaron a tener una estimación superior a metálico mientras que el mismo Banco mantuvo su reducción con la quinta o menor representación en caja; pero, en el momento en que el estado de sus fondos infundió alguna desconfianza a los tenedores, tuvo que sacrificarlos para mantener su valor. Las cajas de reducción se mantienen con la magia del crédito, pero un leve soplo de desconfianza la desbarata, siendo por lo mismo precisa mucha previsión y mucho cálculo en los que las gobiernan para no destruir las operaciones. Las Cajas de descuento solo podrán responder a las obligaciones que indica su nombre cuando puedan contar en arcas con la quinta parte, al menos, del capital reducible ¿Cómo conseguirlo? ¿De dónde sacar 382.758.955 reales para sostener el cambio rápido del papel y evitar que se descubra la imposibilidad de cumplir lo ofrecido y que la desconfianza arruine el edificio que debía sostener la operación? 27. Este ha sido el grave defecto de las Cajas de descuento establecidas en el año de 1799, defecto que conoció el Ministro y no pudo evitar porque otras causas se lo estorbaron. Con unos fondos en papel diez veces mayores que el metálico que se las indicaba, se quería mantener el valor de los vales. Al mismo tiempo que el crédito de aquel papel que les servía de garantía y con unos capitales infinitamente menores que el de los vales, se intentaba sostener su reducción, por manera que el papelmoneda, del todo despreciado y envilecido, libraba su valor sobre otro papel desconocido, que se había de mantener con un metálico de difícil y tardío ingreso. La operación de los vales-dinero, que ejecutada con juicio y con buena fe es benéfica al Estado, porque convierte los vales en letras a la vista, sumió en la desgracia a muchos hombres de bien, que, fiados de las promesas del Gobierno entregaron en la Caja sus fondos con la esperanza del reintegro que aún no han conseguido. Así se vio que, lejos de corresponder el establecimiento a las magníficas promesas del Gobierno, vino a tierra, trayendo en pos de sí los últimos restos del crédito que nos quedaban, y se incorporó en el de la con- 360 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo solidación, que sin mejor éxito acabó arruinado a cuantos se habían fiado de sus operaciones. PUNTO TERCERO. Providencias que podrán tomarse para sostener de algún modo el crédito público. 1º Es, Señor, vergonzoso, que hayamos de sujetar a discusión una materia que no la admite siempre que los Gobiernos sigan las reglas de la moral, que están en el corazón de todo hombre no corrompido. El que, necesitado, pide dinero a préstamo, con guardar fielmente las condiciones del contrato, tiene lo suficiente para encontrar quien le socorra en los apuros sucesivos; así como, por el contrario, se verá estrechado por la miseria y el desprecio si al plazo no cumple lo ofrecido o si por realizarlo contrae deudas nuevas. A esto se reduce la teoría del crédito entre los hombres y la de los Gobiernos no reconoce otros elementos. 2º El antiguo economista español, Luis Valle, explicando con mucha delicadeza y acierto el mecanismo del crédito público, le califica de dinero fingido: «cuando un Banco público no encuentra la confianza de la nación (dice Pedro Verri en su tratado dell’Annona), si, en vez de restablecerla con una conducta franca y sencilla, protectora de la fe pública, se la intenta reanimar con leyes que obliguen a recibir el papel en los contratos, se logrará alejarla más eficazmente». El abate Galiani, en su libro Della Monetta, hablando del Crédito, dice «que las representaciones de la moneda son siempre manifestación de la deuda. Su seguridad nace de la dificultad de su imitación y su aceptación de la fe del deudor. Así se compone su valor de la certeza de la deuda, de la puntualidad del deudor y de la veracidad del signo que se entrega. Cuando son seguros estos tres requisitos, la representación es igual en valor a lo que representa y se convierte en moneda igual a la verdadera». 3º Necker, el Ministro de Hacienda, que mereció el dulce nombre «de amor de la patria», después de asegurar que la fidelidad en el cumplimiento de las obligaciones afirmaba el crédito, dice que le restableció sobre bases ciertas e indestructibles publicando un estado de la Hacienda, que renovaba cada cinco años. PÁRRAFO I. 4º Sentemos un principio que dimana de lo que la razón dicta, de lo que la historia enseña y de lo que los economistas aconsejan, y de él deduciremos las providencias que convendrá tomar para restablecer el crédito. Este grande principio se reduce a conocer que sin confianza no hay crédito, que no hay confianza sin una seguridad en el acreedor de que Apéndices documentales 361 se le cumplirán sus promesas, y que esta seguridad no existe sino saldando la cuenta con caudales y haciendo un ajuste general con los acreedores, señalándoles plazos para el pago o proporcionándoles arbitrios con que le vean cumplido, y adoptando una conducta franca y agena de las ideas de coacción, propias de genios limitados o de almas duras, para quienes el pueblo es un ser despreciable condenado a sufrir vejaciones e insultos sin esperanza de remedio y sin el consuelo de quejarse. 5º El pueblo español, tan generoso en la prosperidad como noble en el sufrimiento y en los reveses, no debe temer ya los efectos desastrosos de la loca arbitrariedad. El pan que la mano fiscal arranque no servirá, como hasta aquí, para sostener ideas equivocadas de engrandecimiento ni pretensiones contrarias a sus intereses; el pueblo conocerá la extensión de sus sacrificios, tendrá una razón puntual de los gastos y, fiado en la probidad del Gobierno, acudirá gustoso con sus riquezas a la voz de la patria. Primera. 6º Dése al público cada mes una razón puntual y exacta de los caudales que entran y salen en el Tesoro; hágase entender a la nación la magnitud de sus obligaciones y recursos y el fundamento de los nuevos recargos que se la exijan; y esta liberalidad de principios, destruyendo el funesto misterio con que se han cubierto las operaciones de la Hacienda, animará la confianza y asegurará el crédito que sin ella desaparece. La base del crédito es la confianza del pueblo sobre la recta inversión de los fondos que se le sacan. ¿Cómo tendrá esta confianza si no conoce la magnitud de los gastos de cada clase? Cuando se le facilite este conocimiento podrá Vuestra Majestad decir a la nación: «Este es el libro de las obligaciones absolutamente precisas que tienes que cumplir; realizarlo es un deber así como lo es en el Gobierno el celar sobre su legítima inversión, castigar al contraventor y proporcionar cuantas economías sean compatibles con la seguridad y el decoro del Estado». Segunda. 7º Proscríbase para siempre la idea desoladora de limitar el reconocimiento de las deudas a las contraídas desde una época determinada, y, abrazando en nuestros planes a las generaciones presentes, a las pasadas y a las que nos sucedan, declárese la nación obligada a pagar indistintamente las antiguas y las modernas, sin exclusión de fechas, de causas ni de motivos, por manera que, una vez liquidado el crédito contra el Erario por cualquiera respeto, se haya de reputar partida legítima de la deuda de la Corona y habilitada al pago. 8º Toda prerrogativa en el asunto indica mala fe, y el Gobierno, Señor, debe llevar la probidad por norma de su conducta; porque ¿quién 362 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo se fiará en las promesas de un Gobierno que desconoce a los acreedores porque no son de su tiempo? ¿Ni quién se excitará a anticipar fondos, siempre que, atento a satisfacer las urgencias del día, niegue o desconozca las del mes anterior? 9º La máxima fatal «de no es de mi tiempo», que por desgracia estuvo en gran valía tratándose del pago de la deuda, y el desorden de ideas que aplicó al Erario las teorías de la menor edad de los Reyes, de las vinculaciones de los imperios y de las lesiones enormes en los contratos celebrados por el Estado, han sido más funestos que las guerras y que las pestes porque estos azotes, aunque destruyan, no agotan el manantial progresivo de las riquezas y de la población, al paso que las providencias fundadas sobre máximas tan detestables aniquilan a los ciudadanos y levantan una barrera impenetrable entre ellos y el Gobierno. Tercera. 10. El día en que las Cortes y Su Alteza declaren que los contratos que se celebren entre los ciudadanos y el Gobierno han de tener la misma fuerza que los ajustados entre los particulares; el día en que se quite la acción privilegiada que el error y la fuerza han atribuido a la Hacienda pública en materias convencionales, que no tiene más firmeza que la que les da el mutuo consentimiento de los contrayentes, nacerá el crédito a la par de la confianza y, derogada la facultad de hacer rebajas que no sean espontáneas por parte del acreedor, le daremos seguridad, sin la cual no hay crédito. 11. La triste memoria de las que han sufrido los juros y los censos, y la frialdad con que se fijó el 6 por 100, la pérdida de los vales, cuando su vileza pendía de las operaciones de la Real Hacienda, de la cantidad de papel emitida y de la falta de cumplimiento de las palabras, hacen que los acreedores miren con zozobra los títulos de sus deudas, vean sus capitales expuestos a perecer a impulsos de la inmoralidad de los agentes del Erario. 12. Una vez separadas las dotaciones o facultades de los poderes, es ya fácil el tranquilizar a los acreedores sobre la suerte de sus fondos. Reunida hasta aquí en una mano la legislación y la ejecución, la mala fe abusaba de tan terribles funciones y, con una ley dictada por el calor o por la pasión, se imponía silencio a los que reclamaban sus pagos y se arruinaba el crédito. Cuarta. 13. Excite Vuestra Alteza al Congreso soberano para que anule la ley que da por perdidos los intereses y los capitales de los vales cuando por descuido no se presentan a tiempo en la renovación. Este ardid mezquino es tan contrario al crédito cuanto le favorece la conducta contraria. Apéndices documentales 363 El interesado que no acude a cobrar sus intereses ha beneficiado al Erario con su tardanza porque dejó en sus manos el uso de los caudales todo el tiempo que medió desde el vencimiento hasta el pago. ¿Por ventura la deuda dejará de ser legítima porque sea vieja? ¿O se le quieren acomodar las teorías que las tortuosidades del foro inventaron para oscurecer la verdad? Repito, Señor, que la franqueza y la legalidad que deben distinguir al Gobierno le obligan a reconocer sus obligaciones en cualquiera época que se presenten, siendo legítimas. Quinta. 14. Esto nos conduce a tratar del rédito de los vales. ¿Continuará la nación satisfaciéndole? ¿Dejaremos correr este error de cálculo? A él debemos el que muchos capitalistas hubiesen empleado sus fondos en un papel que les daba un rédito seguro y cuantioso, en vez de dedicarlo al fomento de la agricultura y de las artes. Cuando se crearon los vales y los préstamos, solo se trató de buscar alicientes para que los dueños de caudales los entregasen, prescindiéndose acaso del reintegro, o mirando en la lejanía de los plazos el medio de salir de sus apuros. 15. Sería, tal vez, conveniente al Estado el que cuando se diese por Su Majestad el decreto que reconozca la deuda de la nación, se declarase obligada a satisfacer los vencidos, pero libre de ellos para lo sucesivo, fundando la resolución en la conveniencia pública y en las sólidas razones que se encuentran en la Memoria sobre los medios de hallar dinero, escrita por Ramón Lázaro de Dou. Pero este es punto que requiere una seria meditación y el fallo decisivo del Congreso. Sexta. 16. Ya que alcanzamos la época de un Gobierno liberal, la justicia reclama la nulidad de toda ley que obligue a recibir el papel-moneda por un valor mayor o menor que el que le diere el comercio. La autoridad y la fuerza no pueden suplir la confianza que nace de la seguridad de la hipoteca señalada, de la puntualidad en el pago de los réditos y de la extinción de los capitales. El año de 1799 hará época en la historia de nuestra Hacienda por los destrozos que en él sufrieron la moral y las fortunas. La cédula que fijó al 6 por 100 la pérdida del papel paralizó el comercio, favoreció el fraude, acostumbró a los hombres a negar sus palabras y abismó la Real Hacienda en males espantosos. 17. Desapareció la buena fe, patrimonio exclusivo de los españoles y el virtuoso, sacrificado impunemente a las maquinaciones del corrompido. La Europa entera se resintió del trastorno político que aquella ley desventurada causó en el comercio, se sucedieron las quiebras y, mientras el avaro y los bribones gozaron con las ganancias, el hombre fiel a sus palabras se vio condenado al abatimiento y a la desesperación. 364 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 18. Estos tristes sucesos, que miraron sin conmoverse los autores de aquella providencia, nos demuestra la exactitud de la máxima del autor del elogio de Colbert, cuando dice «que la administración de la Hacienda pública tiene la mayor influencia sobre las virtudes sociales y sobre las costumbres». Sétima. 19. Está fuera de los límites de la justicia la orden que prohíbe admitir vales en pago de contribuciones. El Gobierno, espontáneamente y sin previa consulta de la nación, creó el papel y, barrenando las disposiciones de las leyes fundamentales, la impuso esta carga sin exigir su consentimiento, y, sin atender a los intereses del Estado ni a las lecciones de lo ocurrido en España, dio al papel la representación de moneda, obligó a todos los ciudadanos a recibirle y el mismo Gobierno se negó a admitir los vales como dinero en los contratos que se celebrasen con él. Esto es lo mismo que no reconocerse sujeto a cumplir los pactos mutuo-obligatorios, porque las armas le hacen invulnerable. La nación, Señor, espera que Vuestra Alteza solicite de las Cortes su abolición, mandando admitir los vales en pago de contribuciones, ya que no en todo, al menos en una tercera parte de los adeudos. Octava. 20. El justo aborrecimiento a cuanto dimana del Gobierno francés tuvo parte en haberse declarado nulos los vales que llevasen el sello del intruso Rey de España; mas la buena fe aconseja que no se anulen siempre que pertenezcan a los antiguos, y la política enseña que es más útil atraer a los dueños siendo españoles que alejar sus ánimos y hacer que nos miren como a enemigos. 21. La nación española, al tiempo de su movimiento era deudora de 1.889.967.152 reales en vales. Donde quiera que se encuentren, sea este su nombre u otro, hayan o no recibido nuevas señales externas, siempre que sean en igual cantidad que la que existía el día 19 de marzo de 1808, no deben perder en legitimidad. Pero, como las ocurrencias de la guerra y las maquinaciones del Gobierno francés pueden haber falsificado aquellos documentos, o establecido otros con igual forma, como medio de sostener sus obligaciones, y muchos pueden haber sido confiscados a los leales, de aquí la precisión de reconocer con detención los que existían en la época de nuestro generoso levantamiento, acreditando los dueños de los que lleven la marca del intruso José ser de los emitidos por Carlos III y Carlos IV, y pertenecerles por medios legítimos y no por intervención de los agentes de la opresión francesa. 22. Por este medio conciliaremos los respetos de la propiedad con los principios de la buena fe; no favoreceremos las operaciones desastrosas del enemigo y daremos al mundo un ejemplo de moderación y de justicia. Apéndices documentales 365 PÁRRAFO II. 23. Hasta aquí los medios generales de consolidar el crédito público. Tratemos de los que se dirigen a extinguir la deuda y a reintegrar los capitales, materia interesante pero de éxito aventurado, después de lo que han escrito los mejores economistas y de los medios que en todos los siglos han propuesto los hombres más versados por la economía. Por cuya razón Vera, en la vida del Conde-Duque, calificó los arbitrios de «ocupación del tiempo y engaño sabroso de voluntades». 24. El mal es grave y el remedio muy difícil. La masa de las deudas excede en un sexto al de la riqueza territorial e industrial que señala el censo a la península; La estrechez del territorio libre, unido a la cortedad de las rentas señaladas para atender al pago de las deudas, a los desembolsos que nos ocasiona la guerra actual y a los recursos extraordinarios de que debemos valernos para mantenerla, esterilizan los arbitrios y hacen mirar como quimérico el deseo de sostener el crédito público. ¿Cómo lograrlo cuando el Gobierno, agobiado con los gastos, trata de suplir un déficit anual seis veces mayor que las rentas ordinarias de la Corona? ¿En dónde hallar medios para pagar la deuda, cuando se aumenta diariamente? 25. Estos y otros inconvenientes se ofrecen cuando tratamos de recobrar la buena fe y de restablecer la confianza, pero el gran Sully, en circunstancias parecidas a las nuestras, decía “que cuanto pudo hacer mientras duraron, se redujo a dulcificar el mal, que, lejos de conseguirlo, las necesidades públicas que se sucedían rápidamente le hicieron mirar como una felicidad el poder conducir la Hacienda sin aumentar la confusión”.711 ¿Por qué no hemos de imitar una conducta tan prudente y tan análoga a nuestra situación ¿Dejaremos enlazarse los perjuicios y crecer el desorden, sin aplicar el hombro para que hasta los empeños y, si se quiere, hasta las necesidades, caminen con regularidad? 26. Estamos, Señor, adeudados en graves sumas; son infinitos los créditos que hay contra el Erario; y nos vemos precisados a contraer nuevos empeños; pero sepamos a cuánto ascienden, pongamos en claro nuestro estado en esta parte, echemos mano de los medios que parezcan más propios para salir de atrasos; y, si no llegamos a saldar la cuenta, los deseos y la eficacia del Gobierno robustecerán la confianza y le constituirán en la clase de un deudor honrado que en la probidad tiene hipoteca más segura y afianza con ella las esperanzas de los acreedores. El axioma funesto, aunque demasiado frecuente entre nosotros, de ir saliendo y de 711 Memorias, libro 10, tomo II. 366 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo salir del paso, solo puede avenirse con los seres infames en cuyo corazón no quede el más débil vestigio de moralidad. I. 27. Firmes, Señores, en estas ideas, que son las de la verdadera política, debe Vuestra Alteza proponer a las Cortes que se sirvan declarar obligada la nación al pago de las deudas antiguas y moderna, conocidas con los nombres de juros, créditos de reinados, empréstitos, vitalicios, de capitales pertenecientes a fincas vendidas, de obras pías y mayorazgos, de vales reales, de atrasos de Tesorería mayor y Caja de consolidación, por sueldos, pensiones, réditos, del importe de anticipaciones hechas en víveres o dinero por los pueblos o particulares desde el 18 de marzo de 1808 hasta el día y de cualesquiera obligaciones contraídas por las juntas provinciales mientras ejercieron la soberanía, por la Central, por el Consejo de Regencia y por el presente. II. 28. Igual reconocimiento se hará de cualesquiera fondos o deudas contraídas por los capitanes generales de ejército o plazas, por los intendentes y autoridades superiores de las provincias para sostener la defensa de aquellas. III. 29. En los empréstitos se hará la distinción de reconocer inmediatamente los nacionales y dejar en suspenso los extranjeros, siempre que pertenezcan a potencias enemigas o se hallen bajo el dominio del Emperador de Francia o de su familia. IV. 30. Se mandará hacer una liquidación general de todos los créditos por el orden siguiente: 1º. Todo el que tuviere alguna acción contra el Erario por cualquiera de los ramos arriba indicados se presentará en las Contadurías de ejército de cada provincia a acreditarlo. 2º. En estas oficinas se establecerá una mesa o negociado con el competente número de dependientes, a cuyo cargo estará el examinar los documentos de crédito que se le presenten y exigir todas aquellas seguridades que se requieran para calificarle. 3º Hecho, dando al interesado un resguardo interino, y haciendo en el libro correspondiente a la clase las anotaciones oportunas, remitirán la liquidación original con los documentos que la funden al contador general de distribución. 4º Este magistrado los reconocerá y, archivando los documentos, hará presente el resultado a Vuestra Alteza por el Ministerio de Hacienda, para que recaiga el decreto de aprobación. Apéndices documentales 367 5º En la Contaduría de distribución se llevarán los mismos libros que en las de ejército a fin de evitar confusiones. 6º Para no molestar a Vuestra Alteza y consultar a la brevedad, el contador general de la distribución remitirá cada semana listas formales al Ministerio, divididas por clases (modelo número 1º) según las á que pertenezca el crédito, para que, devueltas con la aprobación al pie, firmada de Vuestra Alteza, sirvan de documento legítimo. 7º Devueltas las listas, se extenderá a favor de cada interesado un billete impreso al tenor del modelo número 2º, con la numeración natural de mano, y todos se devolverán al intendente de la provincia, para que, llamando al sugeto a que pertenezca, y hechas las anotaciones en Contaduría, le sirva para los efectos de que hablaré más abajo, recogiendo el resguardo interino de que se trata en el número 3º. 8º Las cantidades liquidadas a cada interesado se dividirán en billetes de a 1.500 reales de vellón, para que puedan tener cabida en todas las compras y adeudos. 9º. Al mismo tiempo que el contador general de la distribución dirija los billetes a las intendencias, circulará a todas las del Reino listas expresivas, al tenor del modelo número 3º, de todos, por cuyo medio se podrán evitar falsificaciones y se asegurará el crédito. 10. En la Contaduría del ejército y mesa de liquidación se llevarán los libros siguientes: 1º Uno por cada clase de créditos al tenor del modelo número 4º. 2º Otro general, adonde por semanas y meses vengan a parar en resumen todos los créditos liquidados, número 5º. 3º Otro de los billetes de crédito que se reciban de la Corte, respectivos a las liquidaciones hechas en la misma oficina según el modelo número 6º. 4º Otro compuesto de las relaciones generales impresas de créditos reconocidos que remite el Gobierno y de las cuales hablo en el número 9 de este párrafo. V. 31. En el juicio de liquidación que se abre en las Contadurías de ejército debe ventilar, gubernativamente y sin fórmulas judiciales, cada interesado la legitimidad de sus documentos y el derecho a la recompensa. VI. 32. Los sugetos que hoy reclaman vales robados por los franceses o perdidos por otras razones acreditarán debidamente su derecho en el juicio de liquidación y, purificada en él su acción, obtendrán el documento. 368 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo VII. 33. Para decidir las dudas legales que ofrezca la liquidación referida, se formará en cada provincia una comisión compuesta del intendente, dos sugetos del comercio a elección del cuerpo de este y dos letrados del colegio de abogados elegidos por él, que, sin fórmulas judiciales las decida, y se renovará la mitad por suerte cada tres meses. VIII. 34. Todos los ciudadanos tendrán libertad para presentar sus créditos en cualesquiera de las Contadurías generales de las provincias, pues que, reducida la operación a legitimarlos, no debe limitarse a pueblos fijos. IX. 35. Si el Congreso nacional se decide a quitar los réditos a los vales, entonces se recogerán todos los que hoy circulan y se entregará a los tenedores un billete de crédito, mas si permanecen adeudando intereses, será preciso mantener la renovación bajo el pie que en el día. X. 36. Estos billetes de créditos liquidados representan unas letras a la vista contra la nación, que deberá facilitar los medios de hacerlos desaparecer. XI. 37. Al efecto se admitirán dichos billetes como dinero, según el valor que les diere el comercio, en pago de contribuciones y derechos en una tercera parte del adeudo y en compras de las fincas que se destinarán al objeto, con la precisa condición de hacerse la enajenación a billetes. XII 38. La mitad de los billetes que se recojan en pago de derechos y contribuciones y todos los que entraren por venta de fincas, así como todos los vales actualmente existentes en la Caja de consolidación y de las Tesorerías mayor y del ejército, y los demás que entraren en lo sucesivo, se amortizarán, verificándose las extinciones a medida que se vayan recogiendo billetes y vales, por cuyo medio se irá redimiendo la carga y supliremos por el crédito los ingresos que nos faltaren aparentemente por esta causa. XIII 39. Deberían mandarse vender en pública subasta a billetes todas las fincas rústicas y urbanas pertenecientes a las cuatro órdenes militares, los baldíos no necesarios a los pueblos para la manutención de sus ganados y las fincas pertenecientes a los conventos destruidos por la guerra. XIV 40. Cuando la suerte de nuestras armas llegare a favorecer nuestra empresa, se engrosará la masa vendible con los sitios reales, se podrán Apéndices documentales 369 poner en rifa a billetes algunas fincas reales y, en caso extremo, se acudirá al sétimo de los bienes de las iglesias, aplicado por Su Santidad a la extinción de la deuda, pero dejando a cargo de los eclesiásticos la enajenación. 41. ¿Y qué inconveniente se encuentra en mandar que se rifen a billetes algunas de las principales fincas que fueron de Don Manuel Godoy o de las que pertenezcan a rebeldes? Este aliciente haría dueño al Tesoro de una masa de créditos. 42. Aunque no tenemos una noticia exacta del importe de los bienes que quedan señalados para las ventas referidas, me parece que serán más que suficientes para el objeto. Según los cálculos de algunos economistas, el valor del capital de la península es de 50.000.000.000 de reales. La mitad se supone pertenecer a obras pías y de ellas se reputa corresponder a las encomiendas y órdenes militares: 6.250.000.000. Y al sétimo eclesiástico: 892.857.142. Total: 7.142.857.142. 43. Con los billetes que se recojan por pago de contribuciones, rentas y derechos, satisfarán las tesorerías de ejército sus obligaciones, según el valor que les diere el comercio, de modo que los recibirán y entregarán según el cambio que la pública estimación les fijare. 44. Todos los fondos señalados a la consolidación de vales deberán quedar a entera disposición de ella, sin que por motivo alguno se puedan aplicar a otros objetos, a fin de atender al pago de los réditos y demás obligaciones. 45. La Tesorería general liquidará su cuenta con consolidación y le pagará el alcance con los vales que actualmente tenga en su caja y con la mitad de los billetes que recoja por contribuciones, los cuales, unidos a los que entraren en consolidación por sus arbitrios, se amortizarán. 46. No faltará quien eche de menos una Caja de descuentos para reducir estos billetes. Pero ¿cómo mantener existente en arcas la suma necesaria para lograrlo? ¿Acudiremos a establecer nuevos arbitrios? Será recargar al pueblo y aumentar sus sacrificios. ¿Restableceremos las operaciones de giro hechas en la antigua consolidación? Arruinarían a los medianos y pequeños capitalistas y, al fin, lograríamos lo que consiguió aquel establecimiento. 47. La forma que se haya de dar a las oficinas de consolidación pende del sistema que Su Majestad se digne abrazar sobre el crédito público y sobre el pago de la deuda y será materia de un reglamento particular. 48. El pago de los réditos que pertenezcan a obras pías o a personas residentes en país ocupado por el enemigo quedará por ahora en sus- 370 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo penso y como un depósito en caja a favor suyo, hasta que la suerte de nuestros ejércitos nos ensanche el territorio de la libertad; en cuyo caso se aplicará el importe con arreglo a lo que la Constitución acordare sobre la subsistencia de los establecimientos a que pertenezcan. 49. Varios sugetos celosos del bien público han presentado sus observaciones relativas a hallar medios para sostener el crédito público de la nación; y, siendo acreedores por su celo y sus conocimientos a la gratitud de Vuestra Alteza, las acompaño, porque las luces que derraman y las ideas que descubren pueden conducir a Vuestra Alteza por el camino del acierto y porque Su Majestad podrá examinar los pensamientos de todos y adoptar el que tuviere por mejor. Cádiz, 6 de marzo de 1811. Excelentísimo Señor. José Canga Argüelles.» Fundación Foro Jovellanos. Publicaciones 1. DISCURSOS de Puerto de Vega. - Gijón, Foro Jovellanos, 1996.- 32 págs.; 20 cm. (AGOTADO). 2. CARANTOÑA, Francisco.- La estancia de Jovellanos en Muros de Galicia.- Francisco Carantoña.-Gijón, Foro Jovellanos, 1997.- 56 págs., il.; 24 cm. (AGOTADO). 3. SAGREDO, Santiago.- Jovellanos y la educación en valores : (antecedentes en la reflexión y práctica de un Ilustrado).- Prólogo por Francisco Carantoña.- Gijón, Foro Jovellanos, 1998.- 139 págs.- 24 cm. Trabajo premiado en el Concurso Nacional “Contribución de la obra de Jovellanos y del pensamiento ilustrado español a la mejora de la enseñanza en España”. (AGOTADO). 4. MORATINOS OTERO, Orlando, CUETO FERNÁNDEZ, Vicente.Bibliografía jovellanista.- Prólogo, Ana Rodríguez Navarro; ilustraciones, Juan MARTÍNEZ RIONDA y Nacho NORIEGA IGLESIAS.- 1ª ed.Gijón, Foro Jovellanos, Fundación Hidroeléctrica del Cantárico, 1998.277 págs., il., 24 cm. + 1 cd-rom. ISBN 84-920201-4-8. (AGOTADO). 5. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de.- El “Diario” de los viajes.- Introducción, selección, estudios y notas de Jesús MENÉNDEZ PELÁEZ.- Gijón, Foro Jovellanos, ALSA Grupo, 1998.- 238 págs., il.; 25 cm. (AGOTADO). 6. CASO GONZÁLEZ, José Miguel.- Biografía de Jovellanos; adaptación y edición de María Teresa CASO; prólogo, Jesús MENÉNDEZ PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 1998. - 122 págs., il. ; 24 cm. (AGOTADO) Hay 2º edición revisada. Véase nº 18. 7. BOLETÍN Jovellanista.- (Vid. apartado Boletín Jovellanista) 8. JOVELLANOS y el siglo XXI.- Conferencias organizadas por la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.- Gijón, Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 1999.- 106 págs.; 24 cm.- Contiene los textos de las conferencias pronunciadas por Francisco ÁLVAREZCASCOS, Fernando MORÁN LÓPEZ, Agustín GUZMÁN SANCHO, Antonio del VALLE MENÉNDEZ y María Teresa ÁLVAREZ GARCÍA. 374 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo 9. CORONAS GONZÁLEZ, Santos M.- Jovellanos, justicia, estado y constitución en la España del Antiguo Régimen.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2000.- 353 págs., 28 h. de lám.; 24 cm.- Obra galardonada con el Premio de Investigación Fundación Foro Jovellanos. ISBN 84-607-0169-7 10. INFORME de la Sociedad Económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria / extendido por su individuo de número el Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos, 2000.- 192 págs.; 21 cm. + 1 folleto. Reprod. Facs. de la ed. de Palma, Imprenta de Miguel Domingo, 1814. 11. BOLETÍN Jovellanista. (Vid. apartado Boletín Jovellanista) 12. GUZMÁN SANCHO, Agustín.- Biografía del insigne jovellanista Don Julio Somoza y García-Sala, correspondiente de la Academia de la Historia, Cronista de Gijón y de Asturias, escrita y anotada por Agustín Guzmán Sancho, para la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2001.- 427 págs., il.; 24 cm. ISBN 84-607-2737-8. 13. ÁLVAREZ-VALDÉS Y VALDES, Manuel.- Jovellanos: enigmas y certezas. Pról. de Gonzalo ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN.Gijón, Fundación Alvargonzález y Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2002.- 585 págs. + 2 hh.- 24 x 17 cm. ISBN 84-922-159-2. 14. JOVELLANOS y la Educación Física.- Estudio introductorio, selección y comentarios de José Gerardo RUIZ ALONSO.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Real Grupo de Cultura Covadonga y Fundación Ángel Varela, 2002.- 154 págs.- 24 cm. ISBN 84-607-6207-6. 15. ADARO RUIZ, Luis.- Jovellanos y la minería en Asturias.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Unión Española de Explosivos, S.A., 2003.- 481 págs. il.- 23,5 cm. ISBN 84-933191-0-4. 16. Homenaje al Ateneo Jovellanos. «La muerte “civil” de Jovellanos. Mallorca, 1801-1808)». (Conferencia pronunciada por Teresa Caso Fundación Foro Jovellanos. Publicaciones 375 Machicado en el castillo de Bellver (Mallorca) el día 21 de marzo de 2003).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ateneo Jovellanos, 2004.- 44 págs.- 23,5 cm. D.L. AS-870/2004. 17. CIENFUEGOS-JOVELLANOS GONZÁLEZ-COTO, Francisco de Borja.- Memorias del artillero José María Cienfuegos Jovellanos. (17631825).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ideas en Metal, S.A., 2004.- 293 págs. il.- 23,5 x 17 cm. ISBN 84-933191-1-2. 18. CASO GONZÁLEZ, José Miguel.- Biografía de Jovellanos; adaptación y edición de María Teresa CASO; prólogo, Jesús MENÉNDEZ PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2005. - 145 págs., il. ; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-2-0 19. CASO GONZÁLEZ, José Miguel, CANGA, Bernardo y Carmen PIÑÁN.- Jovellanos y la naturaleza; prólogo Jesús MENÉNDEZ PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2006 – XXX págs., il. ; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-3-9 20. ROBLES MUÑIZ, Emilio, (Pachín de Melás) y VV. AA..- Minucias trascendentales en torno a Jovellanos. Homenaje al Ateneo Obrero de Gijón (1881-2006). Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2006.- 198 págs. Il.; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-5-5 21. RODRÍGUEZ DE MARIBONA Y DÁVILA, Manuel Mª.- Don Gaspar de Jovellanos y Ramírez de Jove, caballero de la Orden de Alcántara: genealogía, nobleza y armas. Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Marqueses de Montemura, 2007.- 360 págs. Il.; 24 x 17 cm. ISBN 978-84-933191-6-8 CUADERNOS DE INVESTIGACIÓN MONOGRAFÍAS I. MARTÍNEZ NOVAL, Bernardo.- Jovellanos; Int. de Pipo ÁLVAREZ.Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2006.- XXXVIII + 123 págs., il.; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-4-7 376 La desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo BOLETÍN JOVELLANISTA (Disponible en: www.jovellanos.org) BOLETÍN Jovellanista.- Año I, nº 1.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 1999.- 125 págs. [Publicación núm. 7]. (AGOTADO) BOLETÍN Jovellanista.- Año II, nº 2.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2001.– 177 págs. [Publicación núm. 11]. (AGOTADO) BOLETÍN Jovellanista.- Año III, nº 3.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2002.- 242 págs. (AGOTADO) BOLETÍN Jovellanista.- Año IV, nº 4.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2003.- 276 págs. BOLETÍN Jovellanista.- Año V, nº 5.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2004.- 318 págs. BOLETÍN Jovellanista.- Año VI, nº 6.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2005.- 487 págs. Esta obra, galardonada con el Premio Internacional de Investigación Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, se terminó de imprimir el día 15 de junio de 2007, coincidiendo con el CCXVI aniversario de la remisión al ministro de Marina del Informe general sobre los medios de fomentar el cultivo de las minas de carbón de piedra de Asturias, realizado por Jovellanos. VIII