FUNDACIÓN GIMNASIO PEREIRA TRADICIÓN DE EXCELENCIA EN EDUCACIÓN INTEGRAL FILOSOFÍA 11º MAQUIAVELO EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO Maquiavelo conoce la tradición del pensamiento político clásico, pero se aleja de él conscientemente (ver cap. XV). La crítica principal es para aquellos autores que consideran el deber ser, no la realidad efectiva, y que por lo tanto han creado una concepción de Estado que jamás se ha realizado y que nunca se realizará. El sostiene en cambio, haber llegado al núcleo de la cuestión, indagando cómo son verdaderamente los hombres y cómo hay que tratarlos para obtener de ellos aquello que espontáneamente no darían jamás. Se podría decir que las fórmulas de Maquiavelo son el resultado de una reducción de lo cualitativo a lo cuantitativo; él “cuantifica” el problema del Estado recurriendo a la estadística. Se trata de una especie de sociología del poder, donde Maquiavelo ha abierto un nuevo campo de investigación, basado en el pragmatismo de una valoración meramente cuantitativa de los sucesos históricos. Maquiavelo vivió en un entorno cultural profundamente turbado por el nominalismo del siglo XIV (Ockham) y por el voluntarismo que trastornaban el admirable organismo tomista sobre la esencia y las relaciones entre ley eterna, ley natural, ley divino-positiva y ley positiva humana. Es la época en que nace el espíritu laicista, que tiende a separar lo espiritual y lo temporal, relegando a Dios al cielo para dar al hombre una plena autonomía de acción en la tierra. Entre otras consecuencias de esta nueva visión, el poder absoluto se convierte en fuente de legalidad; también a costa de prescindir del deber de verificar si lo que es legal es también moral. Como esta postura se encontraba ya en el mundo clásico precristiano, era natural que el Estado moderno favoreciera los estudios clásicos, levantando una verdadera y propia ideología, para superar al mundo cristiano. Maquiavelo utiliza el pensamiento antiguo como punto de partida, como repertorio de ejemplos sobre los cuales funda sus propios argumentos. Se trataba de un material perfectamente conocido por sus interlocutores, y por tanto, de notable valor para sus razonamientos. El ejército es la columna vertebral del nuevo Estado y debe ser organizado a escala nacional. El dinero proviene de los grandes burgueses a los que el príncipe debe respetar, para que no le hagan faltar los medios financieros. ¿Qué es lo que ha hecho posible una concepción tan revolucionaria de las relaciones políticas tradicionales? Principalmente la nueva antropología; la concepción renacentista del hombre, de la que se trata a continuación. LA ANTROPOLOGÍA DE MAQUIAVELO Para mejor comprensión de la obra de Maquiavelo, es oportuno examinar la concepción del hombre que surge en varios pasajes del Príncipe. Veamos un ejemplo: en el capítulo III se dice “Por lo cual se hace notar que a los hombres se les debe, o tratar bien o eliminarlos, porque se vengan de las ofensas ligeras, pero de las graves no pueden; así que, la ofensa que se hace al hombre debe ser tal que no lleve a temer la venganza”. El sentido general está bastante claro: en las relaciones humanas, o se busca el acuerdo o se destruye al adversario; nunca se le debe provocar, dejando al ofendido la posibilidad de resarcirse. Se trata, para Maquiavelo, de un resultado de la experiencia: es de una gran sagacidad práctica saber que, cuando se emplea la fuerza, es oportuno actuar de tal modo que se quite al adversario la posibilidad de contraatacar. Quien por ánimo bondadoso, o por indecisión, o por escasa previsión actuase de modo diverso, no es un buen político. Pero entonces, ¿qué guía la acción política? No la consideración moral, sino sólo la oportunidad de alcanzar un objetivo De este modo, la política queda separada de la moral. Aquí se encuentra toda la novedad del discurso de Maquiavelo. Las máximas de Maquiavelo brotan de una atenta consideración de la realidad efectiva, de una nueva observación hecha de lo real. Como Copérnico, Kepler y Galileo giraron su atención sobre la astronomía, y descubrieron que el nuevo modelo de la mecánica celeste era más eficiente porque explicaba más hechos con mayor simplicidad de cálculos; así Maquiavelo pretendía que explicar la política, según sus principios propios, comportaba una simplificación importante: la de hacer la actividad de gobierno más parecida a la ciencia que al arte. Maquiavelo pensaba que era un científico de la política, de las relaciones entre estados, del poder. Pero todo científico serio debe limitar el campo de sus investigaciones, logrando el aislamiento del objeto estudiado de aquellos otros con los que se haya interrelacionado. Tal división es útil; pero debe realizarse de modo que se evite el peligro de perder la unidad en el saber. En concreto, la pretensión de “autonomía” de la política respecto a la moral, ha acarreado los más tremendos abusos que han surgido en los siglos posteriores a Maquiavelo. Por el contrario, es preciso entender rectamente el significado de esa autonomía, considerándolo como un medio que permite profundizar en un ámbito más limitado de investigación, para después reunir todos los resultados parciales en una síntesis superior. Cabría, pues, decir que Maquiavelo examina los hechos sólo como sociólogo - circunstancia que quizá se ha valorado poco - y que han sido los teóricos de la política quienes se han apoderado de su pensamiento elevando los datos de experiencia a principios generales. De este modo, las duras sentencias del autor de El Príncipe, adquirirían una perspectiva algo diversa. Por ejemplo, afirmaciones como, “Quien llega a ser patrón de una ciudad acostumbrada a vivir libre y no la destruye, puede esperar ser destruido por ella”, pueden ser verdaderas estadísticamente hablando, sin que Maquiavelo pretenda sacar consecuencias sobre lo que debe hacerse. Sin embargo, aunque así fuera, resulta injustificable una consideración tan equívoca del tema. De hecho, de la obra de Maquiavelo se ha derivado una antropología: la concepción de un hombre que no puede superar sus sentimientos de venganza: “Y quien crea que los grandes honores y beneficios hacen olvidar las antiguas injurias, se engaña”; un hombre cínico que dosifica “sabiamente” el bien y el mal: “porque las injurias deben hacerse todas a la vez... y los beneficios deben concederse poco a poco...”; un hombre fácilmente manipulable: “porque los hombres, cuando obtienen el favor de quien esperaban obtener el mal, se obligan más con su benefactor...”; un hombre que debe depender del Estado: “Pero un príncipe sabio debe pensar un modo según el cual sus ciudadanos en cualquier tiempo siempre tengan necesidad del Estado y de él...”; un hombre carente de ideales y de firmeza moral: “Porque de los hombres se puede decir generalmente lo siguiente: que son ingratos, volubles, disimuladores, fugitivos de los peligros, ansiosos de ganancias; que mientras hagas su bien, son todos tuyos, y te ofrecen su sangre, su ropa, su vida, sus hijos, cuando la necesidad les apremia; pero cuando ésta se aleja, se rebelan”; un hombre ávido, avaro: “Porque los hombres olvidan antes la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”; un hombre despreciable pues “al ser tan simples los hombres, y como obedecen tan solo a las necesidades presentes, quien engaña siempre encontrará quien se deje engañar”; finalmente, un hombre sin memoria histórica: “Porque los hombres miran más al presente que el pasado, y cuando encuentra el bien en el acontecer presente, se conforman y no buscan otra cosa”. Otro hecho verdaderamente nuevo, es la concepción del Estado absoluto. La única preocupación de tal Estado debe ser, según el autor, la de perpetuarse. Maquiavelo reafirma continuamente este principio. El bienestar de los súbditos es un factor accidental. La “providencia” del Estado no ha de mirar a otra cosa más que a reafirmar la dependencia de los súbditos respecto al Estado. Este, no debe descontentar demasiado a los súbditos para no tenerles en contra; debe favorecerles en aquéllos aspectos que refuercen su poder; debe conceder todo aquello que haga olvidar la falta de libertad a costa de favorecer el libertinaje. Siguiendo en esta dirección, la “Justicia Social” como fin del Estado se transforma en el resultado de un conflicto en el cual los más fuertes imponen su voluntad; la moral, en el comportamiento práctico de los ciudadanos que puede variar según los tiempos y lugares; el derecho, en el producto de los pactos entre las fuerzas contrarias, etc. Como se ha indicado, Maquiavelo se encuentra al inicio de este proceso de inversión de valores, del que no supo advertir sus penosas consecuencias.