El triunfo del hombre

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El triunfo del hombre mono
El hallazgo del 'Homo naledi' vuelve a abrir el debate sobre lo que diferenció a los seres
humanos del resto de los primates
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Viaje al origen del ser humano
GUILLERMO ALTARES Madrid
El País, 18 SEP 2015 - 11:36 CEST
Humanos y primates comparten rasgos y cualidades. / TAMBAKO THE JAGUAR (GETTY)
El hallazgo en Sudáfrica de una nueva especie de homínidos, elHomo naledi, que muestra
rasgos muy primitivos (las manos, el tamaño del cerebro) pero también muy evolucionados
(los dientes, los pies), ha vuelto a poner sobre la mesa el debate en torno a una cuestión
crucial que parece una obviedad, pero sobre la que los científicos llevan debatiendo desde
Darwin sin encontrar una respuesta única: ¿qué nos convierte en humanos? ¿Qué nos
diferencia del resto de los primates? “Los rasgos mezclados de estos restos prehistóricos
representan un reto para la teoría más asentada sobre el origen de nuestra especie, según la
cual el bipedismo propició la tecnología, el cambio de dieta y una mayor
inteligencia”, escribió esta semana en The New York Times el célebre primatólogo, profesor
de la Universidad Emory de Atlanta, Frans de Waal.
Bill Gates lanzó la pregunta “¿Qué nos convierte en humanos?” en su página de
Facebook y se encontró con 1.500 respuestas, la inmensa mayoría de ellas diferentes. Lo
que parece obvio, que los seres humanos son distintos del resto de las especies, nunca ha
encontrado una respuesta unánime y conforme se descubren nuevos fósiles aparecen nuevas
dudas. El neurocientífico francés Thierry Chaminade, experto en la evolución del cerebro
humano, explica que la “evidencia fenomenológica” se impone “ya que la observación de
nuestra cultura y nuestra historia nos lleva necesariamente a la conclusión de que, aunque
sigamos siendo un animal, somos diferentes del resto”. Sin embargo, esta respuesta deja
abierta la pregunta clave: de acuerdo, somos diferentes, pero ¿por qué?
Chaminade cree que el hombre es “el resultado de un salto evolutivo que le dio ventajas
psicológicas –capacidad de aprender y transmitir el conocimiento a través de la cultura–
que explica que seamos únicos”. Un reportaje reciente de la cadena británica BBC trazaba
una lista de 15 mutaciones genéticas desde que comenzamos a separarnos de los monos
hace siete millones de años, como el gen RNF213, que aumenta el tamaño de la cariótida
que lleva sangre al cerebro; el FOXP2, que permite el lenguaje complejo; o el AMY1, que
produce una enzima en la saliva que permite digerir el almidón (y por lo tanto, la
agricultura en torno a la que se crearon las sociedades en las que vivimos ahora).
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“No hay una sola cosa que nos convierta en humanos”, asegura desde Harvard el
paleoantropólogoDaniel Lieberman, director del Departamento de Biología Evolutiva de
esta universidad estadounidense, una opinión que refleja la teoría aceptada por la mayoría
de los expertos: no existe una varita mágica que nos transformó en lo que somos; más bien
se trató de una serie de golpes de suerte evolutivos. “Muchos factores que fueron
cambiando a lo largo de la evolución humana nos ayudaron a convertirnos en humanos: ser
bípedos, tener un cerebro más grande, construir y utilizar herramientas, el lenguaje, la
cultura, elevados niveles de cooperación, la capacidad para desplazarnos a lo largo de
grandes distancias”, prosigue.
Una por una, la mayoría de estas cualidades pueden encontrarse, aunque en versiones más
simples, en otras especies (y no sólo de primates); el conjunto de ellas, no. De hecho, a lo
largo de la historia de la paleoantropología muchas certezas han ido cambiando, no sólo a
causa del hallazgo de fósiles, sino también por avances en el estudio del comportamiento de
los simios. Raymond Dart, autor de la primera teoría de que el hombre venía de África,
pensaba que lo que nos hace humanos es la violencia. De hecho, Stanley Kubrick plasmó
esa teoría en uno de las escenas más famosas de 2001. Odisea del espacio. Sin embargo, se
ha acabado por descubrir que loschimpancés hacen algo muy parecido a nuestra guerra.
Los primeros homínidos sobre los que hay certeza que caminaron erguidos fueron los
Australopithecus, que vivieron hace unos cuatro millones de años en África. Forman parte
de nuestro tronco, pero están muy lejos de nosotros. Estos, a su vez, evolucionaron hacia
elHomo habilis (unos 1,8 millones de años), el primer primate de la especie Homo que
acabaría transformándose en el Homo sapiens(200.000 años), nosotros. Josep Call,
primatólogo de la Universidad de St Andrews y director del Wolfgang Köhler Primate
Research Center del Instituto Max Planck, en Alemania, explica que Louis Leakey, uno de
los padres de la paleoantropología y el descubridor de los primeros fósiles de Homo habilis
en Tanzania, “creó el género Homo para indicar que era un homínido que utilizaba
instrumentos, pero es una distinción que se tambalea porque los chimpancés también
utilizan instrumentos”. Aunque el propio Call lanza el contraargumento: “Es cierto que
utilizan piedras para cascar nueces, pero no las modifican, no tienen industria lítica”. Pero
la diferencia está en el matiz, no en el hecho en sí.
Ningún chimpancé creería en un cielo lleno de bananas para toda la eternidad.
Sólo nosotros podemos creer algo así. Y por eso dominamos el mundo”
El profesor de la Universidad de Jerusalén Yuval Noah Harari, autor de un libro sobre la
evolución humana De Animales a Dioses(Debate) que se ha convertido en unbestseller internacional por la sencillez y brillantez con la que enfrenta a la pregunta de quiénes
somos, busca la respuesta fuera de nuestro propio cuerpo. “Es obvio que tenemos
peculiaridades, además del lenguaje, como la empatía, la crueldad o la violencia extrema,
pero las compartimos con otras especies”, explica Harari por correo electrónico. “En lo que
los seres humanos somos especiales es en nuestra habilidad única para cooperar de forma
flexible en grandes números. Muchas otras especies, desde las abejas hasta los chimpancés,
cooperan; pero solo los miembros de la especie Homo cooperan de forma flexible con un
número indefinido de extraños”.
Para otros pensadores y divulgadores como Bill Bryson la evidencia de que, tras varias
oleadas de homínidos que salieron de África, sólo los Homo sapiens colonizaron territorios
a los que se llegaba cruzando mar abierto (como Australia) convierte la sed de aventura y
exploración en nuestra característica definitoria. El famoso “porque está ahí” de Mallory
para explicar su primer ascenso al Everest sería la clave de nuestra especie. Harari sigue un
camino cercano, también intangible. “¿Qué hace que los sapiens podamos cooperar de esa
manera? Nuestra imaginación. Podemos cooperar con extraños porque podemos inventar
historias sobre cosas que sólo existen en nuestra imaginación –dioses, naciones, dinero– y
difundirlas a millones de personas. Ningún chimpancé creería en un cielo lleno de bananas
para toda la eternidad. Sólo nosotros podemos creer algo así. Y por eso dominamos el
mundo”.
Cuando no estábamos solos
El hecho de que el Homo sapiens sea el único Homo sobre la Tierra es bastante extraordinario porque es así desde
hace muy poco tiempo. Hasta hace unos 12.000 años (nada en términos evolutivos) vivió el Hombre de Flores, un
homínido muy pequeño (un metro) que quedó aislado en una isla de Indonesia y que algunos científicos consideran
una especie. Pero hubo un periodo muy largo (decenas de miles de años) durante el que el Homo sapiens compartió
no sólo el planeta, sino los mismos territorios en los que vivía con los neandertales (que se extinguieron hace unos
30.000 años por motivos que todavía se debaten), el Homo erectus (que se extinguió hace 50.000 años tras pasar 1,7
millones de años sobre la Tierra) y los denisovanos (descubiertos hace poco tiempo en Siberia, del que se han
encontrado escasos fósiles, aunque sí se sabe que su genoma está presente, por ejemplo, en los aborígenes
australianos). Una de las películas más famosas sobre la prehistoria, En busca del fuego, para la que el gran escritor
Antony Burguess se inventó las lenguas y el primatólogo Desmond Morris, autor de El mono desnudo, la
comunicación gestual, habla precisamente de ese momento en el que el hombre no estaba solo.
Antonio Rosas, autor de los Primeros homínidos (Catarata), director de paleoantropología del Museo Nacional de
Ciencias Naturales y experto en neandertales, asegura sobre esta convivencia (que acabó con la desaparición de
todas las demás especies menos la nuestra): “Nos hace menos únicos, sin duda. Copérnico nos quitó del centro del
universo y la paleoantropología nos pone en la tesitura de que en el planeta han existido diferentes humanidades.
Tenemos que relativizar y aprender a pensar qué significa ser humano porque hay variantes. Es un camino que
todavía tenemos que explorar”.
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