Personajes Célebres D. Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador

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REVISTA Nº 013 – MAYO 2010 “ORDEN CATÓLICA ESPAÑOLA TEMPLARIA”
Personajes Célebres
D. Rodrigo Díaz de Vivar
“El Cid Campeador”
Belver de Cinca
o el Vertedero
de los Horrores
ANNO TEMPLI DCCCXCII
Sumario:
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PORTADA.
SUMARIO.
OTRAS ÓRDENES (Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén).
TUTANKHAMON.
HISTORIA DE BARCELONA (II). (El subsuelo de la ciudad romana).
HOMBRES SANTOS (San Vicente Ferrer).
SITIOS CON ENCANTO (Restaurante La Corte – Fuenlabrada).
PERSONAJES CÉLEBRES (El Cid Campeador).
NOTICIAS OCET.
BELVER DE CINCA O EL VERTEDERO DE LOS HORRORES.
¡¡¡VA DE CINE!!! (Los Caballeros Teutónicos).
LAS RUTAS DEL TEMPLE (Jerez de los Caballeros).
CONTRAPORTADA.
Editorial:
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Jaume Mestres i Capitán. Director de edición.
Federico Leiva i Paredes. Editor.
Guillermo Muñoz López. Maquetación.
Colaboradores:
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A Antonio Coca Navas (M.C. OCET)
B
C
Publicación de artículos:
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Email: [email protected]
Publicación de anuncios:
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Contactos:
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http://templariosdecristo.blogspot.com/
EDITA: OCET (Orden Católica Española del Temple).
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Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén
Los orígenes de esta Orden se remontan a 1084
cuando mercaderes de Amalfi fundaron en Jerusalén un
hospital para peregrinos. El proyecto contó con la
aprobación del gobierno del califa Husyafer, que les otorgó
una licencia para construirlo junto a la iglesia del Santo
Sepulcro. El lugar fue consagrado a San Juan Bautista,
razón por la cual su nombre completo fue Orden de San
Juan del Hospital de Jerusalén. El padre superior del
monasterio, Beato Gerardo, es conocido como el fundador
de la Orden de Malta.
la fe.
vivieron
Temple. Con el
su símbolo.
La constitución del reino de Jerusalén en el marco de
las Cruzadas obligó a la orden a asumir la defensa militar de
los enfermos, de los peregrinos y de los territorios
conquistados por los cruzados a los musulmanes. A la misión
hospitalaria de la orden se sumó pues el deber de la defensa de
Aunque esta como las otras órdenes militares de Tierra Santa,
siempre a la sombra de la bravura de los Caballeros de la Orden del
tiempo, la orden adoptó la cruz octagonal blanca que sigue siendo hoy en día
La orden recibió el reconocimiento del Papa Pascual II en 1113, mediante la bula Geraudo
institutori ac praeposito Hirosolimitani Xenodochii. Sus miembros adoptaron la regla de San Agustín,
el negro hábito y una cruz de paño blanco con ocho puntas, las ocho beatitudes. También recibían el
tratamiento honorífico de Frei. Su misión fue primero hospitalaria (atención médica a los creyentes
que habían peregrinado a Jerusalén), pero desde el gobierno de Raymond du Puy, el segundo
Maestre de la orden, tomó un carácter militar. En 1140 se creó una especie de élite entre sus
militantes, una clase especial de protectores, que guardarían la doctrina, las normas y los principios
de la orden. Algunos Caballeros de cada nación, los más fieles y discretos, fueron escogidos para
formar parte. Los Escogidos, Los Trinitarios de Jesús. Estos, en 1198, representados por Juan de
Mata y Félix de Valois, fundan la Orden Trinitaria.
Tras la Primera Cruzada los cristianos conquistaron
Jerusalén. La situación de inseguridad que caracterizó a este
período hizo que se consolidara el carácter militar de la orden, al
que la Santa Sede en un principio puesto algunas reticencias.
La orden tuvo su primera sede en Jerusalén, en 1142, en
el castillo del Krac de los Caballeros, cerca de Trípoli. Tras la
conquista de Jerusalén por parte de Salah ed Din en 1187 (en la
que murió el Maestre de la orden), pasó a San Juan de Acre,
donde se construyó un hospital. Cuando a su vez fue expulsada
de allí en 1291, lo mismo que todos los cristianos de Palestina, la
orden se instaló en Chipre.
Para organizar y canalizar los fondos donados, desde el
siglo XIV se fundaron Prioratos o Grandes Prioratos, bailiajes y
Encomiendas. Desde un principio el poderío de la orden vino de
las propiedades administradas por estos en Europa. Su doble
vocación (militar y religiosa) le ha permitido tener más
simpatizantes que las organizaciones puramente eclesiasticas
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. En 1301 la orden instauró un elaborado sistema de sus posesiones basado en las "Lenguas",
que eran grupos geográficos de Prioratos. Desde 1492 existen ocho Lenguas: Provenza, Auvernia,
Francia, Italia, Aragón-Navarra, Inglaterra, Alemania y Castilla-Portugal.
Fortaleza del Krac des Chevaliers
En 1310 la Orden se instaló en Rodas. Allí construyó unas fuertes fortificaciones que
resistieron varios asedios, las cuales sirvieron como retaguardia a su flota naval. Entre sus acciones
más destacadas de este periodo se encuentran las batallas de las cruzadas en Siria y Egipto.
Por otro lado, en 1312 Clemente V abolió la Orden de los Templarios, y mediante la bula
pontificia Ad vitam designó algunos meses más tarde como heredera de sus bienes a la orden de los
Hospitalarios. La orden de los Hospitalarios, que comienza a ser conocida como "de Rodas", pasa
de ser simplemente militar a sostener actividades con patente de corso, que por ese entonces eran
asimilables a la piratería, llegando a atacar barcos cristianos y practicando la trata de esclavos.
Como señal de su enriquecimiento material al
tiempo que como expresión de su soberanía,
en esta época los Maestres comenzaron a
acuñar su propia moneda con su efigie en
ellas.
El Sitio de Rodas de 1522, efectuado
por un ejército de 200.000 hombres
comandado por Solimán el Magnífico, duró
seis meses tras los cuales la orden capituló y
abandonó la isla. En 1530, ocho años después
de haber salido de Rodas, Carlos V, con el
beneplácito de Clemente VII, cedió a la orden
las islas de Malta, Gozo y Comino, así como
Trípoli. La intención era proteger el
Mediterráneo occidental de la avanzada
otomana, la cual en 1534 ya había conquistado la ciudad de Túnez. Por su parte, la orden debía
permanecer neutral en las guerras entre naciones cristianas.
En esta época, sin embargo, la orden atravesó por graves dificultades económicas, pues
varios Prioratos desaparecieron a causa de la Reforma Protestante, en particular en Escandinavia.
Por su parte, Enrique VIII había disuelto de cuajo la Lengua de Inglaterra. En este contesto tuvo lugar
el Sitio de Malta de 1565.
Los enfrentamientos que ocurrieron durante el Sitio de Malta comenzaron el 18 de mayo. La
orden se enfrentó con 800 caballeros y 1.450 soldados comandados por el Maestre Jean Parisot de la
Valette a un ejército otomano compuesto por 30.000 hombres y más de 160 galeras. Aunque la orden
logró defender la isla durante algunos meses, durante los combates perdió el vital Fuerte San Elmo y
probablemente habría tenido que abandonar toda la isla, de no ser por el "Gran Rescate" del 7 de
septiembre prestado por el ejército español, el cual se encontraba en Sicilia.
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En 1798, Napoleón Bonaparte, durante la campaña de
Egipto, ocupó la isla durante los hechos conocidos como la
Toma de Malta, obligando a la orden a abandonarla. En 1800, los
ingleses conquistaron el archipiélago. Aunque fueron
reconocidos los derechos de la orden sobre la isla en el Tratado
de Amiens en 1802, los términos acordados no fueron
respetados y la isla dejó de ser la sede de la orden.
Después de haber tenido sedes provisionales en Mesina,
Catania y Ferrara, la orden se estableció finalmente en Roma en
1834. Durante el siglo XX la orden volvió a centrarse en su
misión de asistencia hospitalaria. Bajo el gobierno del Maestre
Frei Ludovico Chigi Albani della Rovere, la orden llevó a cabo
misiones humanitarias durante la Primera y la Segunda Guerra
Mundial. En 1961, la Santa Sede aprobó los nuevos estatutos de
la orden. En la actualidad el Maestre es Frei Matthew Festing.
La naturaleza de la orden está expuesta en su
Constitución, en donde se estipula que es religiosa-laica (tanto
por contar con miembros laicos, como por no obligar a la vida
en común), soberana, militar, caballeresca, de tradición nobiliaria, con personalidad jurídica,
aprobada por la Santa Sede, y sujeta al derecho internacional. La orden también tiene su propio
ordenamiento jurídico, expide pasaportes, y da personalidad
jurídica autónoma a sus organismos públicos.
Sus principios fundacionales se sintetizan en el lema
Tuitio Fidei et Obsequium Pauperum ('Sirve a los pobres y ayuda
a los fieles'), y se concretan en las actividades de sus
voluntarios en tareas asistenciales, sanitarias y sociales.
La orden ocupa una posición sui géneris en el ámbito
internacional, ya que no cuenta con un territorio determinado ni
con ciudadanos no institucionales, dos condiciones clave para
que su reconocimiento internacional sea indiscutido según los
términos de la Convención de Montevideo. Además, en cuanto a
lo que se refiere a la orden religiosa mantiene un vínculo de
dependencia con la Santa Sede. Por esa razón se considera que
su carácter jurídico es doble, pues se inscribe dentro tanto del
derecho internacional como del canónico.
El reconocimiento de la orden como ente de derecho
internacional tiene detractores. Algunos consideran que las
materias sobre las que versan los acuerdos internacionales
establecidos por ella son convencionales y en sectores muy
específicos. Otros sostienen incluso que su reconocimiento internacional no es más que un vestigio
pintoresco de una gloria pasada.
Como colofón quiero puntualizar que la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén ha
llegado a ser lo que es a la suspensión de la Orden del Temple, fue en su momento la gran
beneficiaria de esta disolución, en un acto que no entenderé jamás, los bienes del Temple pasaron a
sus manos. No resulta descabellado pensar que la Orden del Hospital tuviera parte activa en la
suspensión de la del Temple. Que cada uno piense lo que quiera.
(Por F.L.P.)
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Viernes, 17 de febrero de 1923, dos de la tarde,
Howard Carter ha estado esperando este momento durante toda
su vida como arqueólogo. Y finalmente ha llegado. Con algunos
testimonios presentes comienza a retirar piedra a piedra la pared
que da a la cámara funeraria. Poco después, se encuentra delante
de una pared de oro macizo, la primera estancia de Tutankhamon.
El informe original sobre este gran acontecimiento emociona
todavía a los lectores.
“A mediados de febrero habíamos acabado nuestros
trabajos en la antecámara. A excepción de las dos estatuas de los
centinelas que dejamos, todo se trasladó al laboratorio. Habíamos
barrido y tamizado cada centímetro de tierra buscando hasta el
último resquicio. La antecámara estaba completamente limpia y
vacía. Por fin estábamos a punto de esclarecer el misterio de la
puerta sellada. El viernes 17 era el día señalado. A las dos de la
tarde, los que habían de disfrutar del privilegio de ser testimonios
de la ceremonia se reunieron delante de la tumba. Entre ellos se
encontraban Lord Carnarvon, Lady Evelyn Herbert, el ministro de
Obras Públicas, Su Excelencia Abd-el-Halim Pachá Suliman, el
director general del Servicio de Antigüedades, Lacau, Sir William
Garstin, Sir Charles Gust, el conservador del Departamento Egipcio del Metropolitan Museum de
New York, Lythgoe, el profesor Breasted, el Dr. Alan Gardiner, Winlock, Mervyn Herbert, Richard
Bethell, El Inspector Jefe del Servicio de Antigüedades, Engelbach, tres inspectores egipcios del
Servicio de Antigüedades, el representante del Servicio de Prensa del Gobierno y los miembros de
nuestro equipo, unas veinte personas en total.. A las dos y cuarto nos encontrábamos todos
reunidos, nos quitamos las chaquetas y avanzamos por el pasadizo que se adentraba en la tumba.
En la antecámara ya se había arreglado
todo y, seguramente verla sí se izo extraño a
los que no la habían visto desde que se
hubiera la tumba por primera vez. Habías
tapado las estatuas con tal de protegerlas.
Entre ellas habíamos construido una pequeña
plataforma, lo bastante alta como para
permitirnos llegar a la parte superior de la
puerta, ya que habíamos decidido, por
razones de seguridad, trabajar de arriba a
bajo. A poca distancia detrás de la plataforma
se hallaba una barrera y detrás, sabiendo que
seguramente nos esperaban horas de trabajo,
habíamos colocado sillas para los visitantes.
También habíamos colocado a cada extremo
de la puerta soportes para las luces que la
iluminaban
completamente.
Cuando
pensamos en todo esto nos damos cuenta ahora del extraño e incongruente espectáculo que debía
presentar la antecámara. Pero en aquellos momentos no creo que pensásemos en una cosa así. Solo
teníamos un pensamiento: Delante nuestro había la puerta sellada y al abrirla borraríamos los siglos
y nos encontraríamos en presencia de un monarca que reinó hace tres mil años. Mis propios
sentimientos en subir a la plataforma eran muy diversos y mi mano temblaba cuando di el primer
golpe.
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La primera preocupación fue localizar el linde madera
de la puerta, entonces, con mucho cuidado, saqué pequeños
fragmentos de yeso y comencé a sacar las piedras que
formaban la parte superior del lleno. A cada momento, la
tentación de para y mirar dentro era irresistible u cuando, al
cabo de unos cuantos minutos abrí un agujero lo bastante
grande para poder hacerlo, pasé una pequeña linterna. Su luz
reveló una visión asombrosa. A menos de un metro de la
puerta, había alguna cosa que bloqueaba y que se extendía
dentro de la cámara hasta perderse de vista. I por lo que
parecía era una pared de oro macizo.
De momento no había ninguna explicación sobre su
significado, así que comencé a ampliar el agujero tan pronto
como me atreví. En aquel momento la operación ya era muy
difícil, ya que las piedras de la pared no eran bloques
cuadrados colocados regularmente uno sobre otro, si no que
eran rocas de diferentes tamaños, algunas de ellas tan
pesadas que nada más podían retirarse con mucho esfuerzo.
Por otra parte cuando les sacaba el peso que tenían encima,
algunas de ellas quedaban en un estado de equilibrio tan
precario el más pequeño movimiento en falso podía enviarlas dentro de la cámara y hacer que se
estrellaran sobre su contenido. Además, también procurábamos conservas las impresiones de los
sellos sobre la gruesa capa de mortero de la pared exterior, hecho que añadía una considerable
dificultad al trabajo de retirar las piedras. Mace y Callender me ayudaban e iban trayendo cada una
de las piedras siguiendo un sistema regular. Yo aflojaba una piedra con una palanca mientras Mace
la aguantaba para evitar su caída, a continuación cogíamos los dos y la pasábamos a Callender
quién la daba a uno de los capataces, u así, iba pasando de mano en mano a lo largo de una cadena
de obreros pasadizo arriba hasta la salida de la tumba.
Cuando hubimos retirado algunas piedras más quedó resuelto el enigma de la pared de oro.
Efectivamente, estábamos en la entrada de cámara funeraria del rey, aquello que nos cerraba el paso
era el lateral de una inmensa capilla dorada construida para cubrir y proteger el sarcófago. Ahora
también podíamos verla a la luz de las linternas, los visitantes que se encontraban en la antecámara
y a medida que íbamos sacando las piedras e iba apareciendo gradualmente su superficie dorada
podíamos sentir, como una corriente eléctrica, el cosquilleo de emoción de los espectadores al otro
lado de la barrera.
Los que hacíamos el trabajo estábamos, posiblemente menos conmovidos, ya que el trabajo
que realizábamos, es decir, retirar el bloqueo de la puerta sin producir ningún accidente, requería
todas nuestras fuerzas.
La caída de una sola piedra podía haber
provocado un daño irreparable a la delicada
superficie de la capilla, así que tan pronto el
agujero fue bastante grande, preparamos una
protección adicional y colocamos un colchón
en la parte inferior del replano colgándolo en el
linde de la puerta de madera. Necesitamos dos
horas de trabajo intenso para retirar el replano
de la puerta sellad, o como mínimo, la parte que
necesitábamos de momento. Casi cuando
acabábamos tuvimos que interrumpir el trabajo
durante cierto tiempo para recoger las perlas
dispersas de un collar que los ladrones habían
sacado del interior de la cámara y habían
dejado caer en el dintel de la puerta. Esta fue
una terrible prueba para nuestra paciencia, ya que era un trabajo lento y todos sentíamos curiosidad
por ver que había dentro de la cámara. Pero finalmente acabamos, sacamos las últimas piedras y
delante nuestro quedó abierto el camino a la cámara más profunda.
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Al sacar las piedras que bloqueaban la
puerta ya nos dimos cuenta que el nivel de la
cámara
interior
se
encontraba
aproximadamente
más
abajo
que
la
antecámara; eso, combinado con el hecho
que el espacio entre la puerta y la capilla era
muy estrecho, se hacía muy difícil entrar en la
cámara. Afortunadamente no había objetos
pequeños en este extremo de la cámara, así
que me agaché i cogiendo una de las luces
portátiles, me acerqué con mucho cuidado
hasta el lado de la capilla y miré hacia el otro
lado. En la esquina había dos bellos vasos de
alabastro que bloqueaban el paso, pero vi que
era posible apartarlos y hacer paso hacia el
otro lado de la cámara. Así marcando con
cuidado el sitio en que se encontraban, los
levanté y los pasé a la antecámara. Aparte del vaso de rogativas del rey, eran los de mejor calidad y
de la forma más bella de todos los que habíamos encontrado hasta ahora. Lord Carnarvon y Lauca
me siguieron y continuamos investigando, abriéndonos camino por el estrecho túnel entre la capilla
y la pared.
No había ninguna duda de que el sitio donde nos encontrábamos era la cámara funeraria, ya
que delante nuestro se levantaba una de las grandes capillas doradas debajo de las cuales
descansaban los reyes. Su estructura era tan enorme (5 metros de largo, 3,30 metros de ancho y 2,73
metros de altura, según descubrimos más tarde) que ocupaba casi la totalidad de la cámara. Estaba
separada de las cuatro paredes de la cámara por un espacio de unos 65 centímetros, y su cubierta
llegaba hasta el techo.
Estaba recubierta de oro de bajo arriba y los lados tenían incrustados paneles de afianzación
azul donde se repetían una u otra vez los símbolos mágicos que habían de asegurar su fortaleza y
seguridad. Alrededor de la capilla, en el suelo, había numeroso emblemas funerarios y en el extremo
norte los siete remos mágicos que el rey necesitaba para cruzar las aguas de Más Allá. Las paredes
de la cámara, a diferencia de las de la antecámara, estaban decoradas con escenas e inscripciones
de brillante color y tonos vivos, pero evidentemente realizados con prisa. Seguramente se dieron
cuenta más tarde de todos estos detalles, ya que en aquel momento nuestro único pensamiento era
la capilla y su integridad. ¿Habían penetrado los ladrones, profanando la tumba real? En el extremo
oeste se encontraban las grandes puertas, cerradas y con la balda pasada pero sin el sello, que
habían de darnos la respuesta.
Ansiosamente corrimos la balda y abrimos
las puertas de par en par. En el interior había
otra capilla con las puertas igualmente
cerradas con una balda y sobre esta un sello
intacto. Estábamos decididos a no romperlo,
pues con esto habíamos aclarado nuestras
dudas y no podíamos continuar sin correr el
riesgo de dañar el monumento. Creo que en
aquel momento ni tan solo queríamos romper
el sello ya que desde el momento de abrir la
puerta un sentimiento de intrusión se había
apoderado de nosotros.
Este
sentimiento
aumentó
seguramente por la impresión casi heridora,
de un paño mortuorio de lino decorado con rosetas doradas que colgaba en el interior de la capilla.
Sentimos que nos encontrábamos en presencia de un rey muerto y que le debíamos reverencia, y en
nuestra imaginación podíamos ver como se abrían las puertas de las siguientes capillas, una detrás
de otra, hasta que apareciera el rey en la más profunda. Con mucho cuidado y silenciosamente
volvimos a cerrar las grandes puertas y continuáramos hasta el extremo más alejado de la cámara.
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Aquí nos esperaba una sorpresa, ya que una puerta baja, situada al este de la cámara
funeraria daba acceso a otra habitación, más pequeña que las anteriores y no tan majestuosa. Esta
puerta, a diferencia de las restantes no había estado cerrada ni sellada. Desde donde nos
encontrábamos conseguimos ver claramente todo aquello que contenía y una simple mirada fue
suficiente para decirnos que allí, en aquella reducida habitación había los tesoros más grandes de la
tumba. Mirando hacia la puerta, en la parte más lejana, se encontraba el más bello monumento que
he visto en toda mi vida, tan magnífico que hace perder el aliento de admiración. La parte central de
este monumento era un cofre grande en forma de capilla, recubierto totalmente de oro rematado con
friso de cobras sagradas. A su alrededor se erigían las estatuas de cuatro diosas tutelares de los
muertos, elegantes figuras con los brazos extendidos como en señal de protección, en una aptitud
tan natural y llena de vida y con una expresión de piedad y compasión en sus rostros que más bien
parecía un sacrilegio mirarlas. Cada una de ellas protegía uno de los cuatro lados de la capilla, pero
mientras las figuras de la parte de delante y de atrás tenían la mirada fija sobre el objeto que estaba
bajo su protección, las otras dos añadían un conmovedor acento de realismo ya que tenían la cabeza
inclinada, mirando por encima de su espalda hacia la entrada, como si vigilasen esperando cualquier
sorpresa .Este monumento tiene una grandeza tan simple que atrae irresistiblemente y no me
avergüenza confesar que, al mirarlo se me hizo un nudo en la garganta. Se trataba, sin duda, del
cofre canópico que contiene los vasos canopes que tiene una importancia especial en el ritual de la
momificación.
Había otras muchas cosas maravillosas en
la cámara, pero era difícil fijarse en aquel
momento, tan irresistible era la fuerza que nos
hacía mirar una y otra vez las encantadoras
figuras de las diosas. Justo delante de la entrada
había una figura del dios chacal Anubis sobre su
capilla, cubierto por una tela de lino descansando
sobre una litera y detrás de él la cabeza de una
vaca sobre una peana, los dos emblemas del Más
Allá. En la pared sur de la habitación había un
número indefinido de capillas y cofres negros,
todos cerrados y sellados excepto uno, la puerta
abierta del mismo dejaba ver estatuas de Tutankhamon sobre leopardos negro. En la pared más
lejana había más cajas en forma de capilla y ataúdes en miniatura hechos de madera dorada, que
seguramente contenían estatuillas funerarias del rey. En el centro de la habitación, a la izquierda de
Anubis i la vaca, había una hilera de magníficas arquetas de marfil y madera, decoradas e
incrustadas con oro y lapislázuli: una de ellas, la tapa de la cuál levantamos, contenía un maravilloso
abanico de plumas de avestruz con el mango de marfil, aparentemente tan fresco y resistente como
cuando se izo. En los tres rincones de la cámara había un cuantioso número de maquetas de barcos
con el velamen y aparejos completos y el lado norte un carro. Este era el contenido de la cámara
anterior según pudimos apreciar en un rápido reconocimiento. Buscamos preocupados en rastro del
saqueo, pero no había ninguno a la vista. Estábamos seguros de que los ladrones entraron, pero
todo lo que hicieron fue abrir algunas arquetas. La mayoría de ellas, como ya he dicho tenían el sello
intacto y el contenido de esta habitación afortunadamente, aún estaba en la misma posición tal como
fue colocado en el momento del enterramiento, al contrario del de la antecámara y el anexo.
No puedo decir cuanto tiempo hizo falta para este primer reconocimiento, pero nos pareció
eterno a los que nos esperaban con ansia en la antecámara. No podíamos dejar que entrasen más de
tres personas a la vez por razones de seguridad, así que cuando Lord Carnarvon y Lauca salieron, el
resto entró por parejas: primero Lady Evelyn Herbert, la única mujer del grupo con Sir William
Garstin y después el resto por turnos. Mientras esperábamos en la antecámara era curioso
contemplar sus rostros cuando salían uno por uno por la puerta. Todos tenían una mirada aturdida y
cada uno de ellos levantaba sus manos con un gesto inconsciente que reflejaba su impotencia por
describir con palabras las maravillas que habían visto. Eran realmente indescriptibles y las
emociones que han producido en nuestras mentes son de un carácter demasiado íntimo para
comunicarlas, aunque si dispusiéramos de palabras para hacerlo. Fue una experiencia que ninguno
de los presentes, será nunca capaz de olvidar, ya que acabábamos de presenciar con la imaginación
las ceremonias fúnebres de un rey muerto hacía mucho tiempo y prácticamente olvidado. A las dos y
cuarto habíamos entrado en la tumba y cuando, tres horas más tarde, salimos fuera de ella,
acalorados, cubiertos de polvo, hasta el valle parecía haber cambiado. Se nos había dado la libertad.
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(Traducción de un fragmento de la carta de
Howard Carter)
EN MEDIO DE UN MUNDO MARAVILLOSO
Cámara Funeraria y Cámara del Tesoro
En comparación con el resto de tumbas del
Valle de los Reyes el sepulcro de Tutankhamon
resultó ser pequeño. Sus cuatro cámaras no
superaban los 80 metros2. Por otro lado, aquello que
contenían era fabuloso. Howard Carter dejó un
testimonio personal muy expresivo sobre las
sensacionales piezas que encontraron el la cámara
funeraria y del tesoro. La descripción del momento
en la que su mirada captó por primera vez la capilla funeraria dorad, el dios el forma de chacal
encima su litera, la cabeza de vaca, los modelos de barcos, las diversas cajas, los sarcófagos en
miniatura, las estatuas y el conjunto canópico co las cuatro diosas, es más emocionante que la
mejor novela de suspense.
A parte de los tesoros, la tumba contenía infinidad de piezas de uso cotidiano, ropa, muebles,
cosméticos, mesas de juegos, armas, instrumentos musicales, instrumentos de escritura, y así un
largo etc. Carter no encontró solo lo anteriormente mencionado, sino también fetos momificados,
ramos de juncos y fetiches de Anubis.
A partir de la segunda campaña el invierno de 1923/24, Carter y su equipo se acercaron paso a
paso al “sancta sanctórum” de la tumba, los restos mortales del faraón. Cuando Carter abrió la
puerta de la cuarta capilla, se encontró el sarcófago de 2,75 metros de largo y 1,5 metros de ancho y
alto, construido a partir de un bloque de quarsita amarilla de una exquisita calidad y cubierto por una
tapa de granito rojo de seiscientos kilos. A la obertura de
esta tapa que se efectuó el 24 de febrero de 1924 mediante un
sistema de cabriolas, estuvo presente una multitud de
visitantes ilustres. Una vez levantada la tapa vieron dos
capas de tela de lino y después un ataúd de madera dorada
que representaba al rey con Osiris con la cobra y el halcón
real al frente y los cetros “herat” y “nekhekh” en las manos.
Encajado con precisión dentro de ésta había un segundo
ataúd semejante de madera, y dentro un tercer ataúd. Este
pesaba 110 kilos y era de oro macizo.
Cuando en octubre de 1925 se abrió la tapa, los
arqueólogos se encontraron e primer lugar con la mirada
penetrante de la famosa máscara de oro, con ojos de cuarzo
y obsidiana. Lo que encontraron debajo era asombroso, la
momia, la única en todo el valle que no había sido profanada
por los ladrones de tumbas durante treinta y tres siglos,
estaba en mal estado por la descomposición debido a la
utilización excesiva de aceites y ungüentos. Estaba casi
carbonizada y pegada al sarcófago debido a una sustancia
dura y negra que la envolvía, según escribía Carter tuvo que
ser retirada con la ayuda de una escarpa.
Este contratiempo, único en toda la excavación, fue
compensado por las joyas que cubrían el cuerpo del faraón,
los dedos de las manos y los pies estaban recubiertos con fundas de oro y los antebrazos llenos de
hileras de brazaletes de doro y piedras preciosas. Además se había equipado al joven faraón, según
los dictados del “Libro de los Muertos” con tal de asegurarle un seguro viaje al “Mas Allá”, con una
“armadura mágica”. Entre las numerosas capas de vendas de lino se habían colocado amuletos y
símbolos mágicos, con un total de 150 objetos preciosos, algunos de los cuales estaban fabricados
con hierro, un metal de gran valor en aquella época.
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El núcleo principal del equipo de Carter, lo formaban, a parte de Lord Carnarvon como
financiador, los dos dibujantes Walter Hausser y Lindsey Foote Hall, el filólogo Alan Gardiner, y
James Breasted de la Universidad de Chicago, Arthur C. Mace conservador del Metropolitan Museum
of Art de New York, Alfred Lucas antiguo director del Departamento de Química del Servicio de
Antigüedades de El Cairo y Harry Burton, fotógrafo.
Howard Carter estuvo ocupado en el vaciado de la tumba y conservación de lo encontrado
casi una década. Cada uno de los objetos (5398) fueron registrados y catalogados y en algunos
casos se hicieron dibujos detallados, hoy se encuentran depositados en el Museo de El Cairo.
TUTANKKAMON EL FARAÓN
NEBJEPERURA TUTANJAMON más
conocido como Tutankhamon “imagen viva
del faraón” fue un faraón perteneciente a la
XVIII dinastía de Egipto, que reinó de 13361335 a 1327/5 AC. Su nombre fue escrito
habitualmente como Amón-tut-anj debido a
la costumbre de los escribas de poner el
nombre del dios al principio de la frase para
honorarle.
Tutankhamon no fue un faraón
notable ni conocido en épocas antiguas, el
tamaño relativamente pequeño de su tumba
fue la razón de que no fuera descubierta
hasta el S. XX, en 1922, encontrándose intacta.
Si bien formalmente se define que la
dinastía XVIII finaliza con el reinado de
Horemheb, se puede afirmar con certeza de
que Tutankhamon fue el último faraón de
sangre real de la dinastía. Accedió al trono
después del periodo de Amarna y devolvió a
los sacerdotes de Amón la influencia y el
poder que habían tenido antes de la
revolución religiosa y política de Ajenatón.
Durante su corto reinado estuvo en manos de
Ay y Horemheb, que se repartieron el poder.
Ay administró Egipto y Horemheb el ejército.
Sus orígenes son inciertos, ya que al,
final de la revolución religiosa conocida como
el Periodo de Amarna, implicó una suerte de “maldición de las memorias” sobre todo lo relacionado
con el “Rey hereje Ajenatón”. Así se han formado varias hipótesis acerca de sus progenitores. Hasta
el momento, tres.
TUTANKHAMON como hijo de AMENHOTEP III
Esta se sustenta en el hallazgo de diversos artículos en la tumba del rey niño con los cartuchos de
Amenhotep III, de su Esposa Real, la reina Tiya, del Príncipe Thumose, el primogénito de Amenhotep
III muero prematuramente, y de la princesa Sitamón, quién a finales del reinado de Amenhotep III
ascendería como Gran Esposa Real. No existe en la tumba ningún elemento o artículo que mencione
al faraón hereje Ajenatón ni ninguna de sus reinas.
TUTANKHAMON como hijo de SEMENEJKARA
La hipótesis que sostiene que el faraón niño es un vástago del sucesor de Ajenatón, el
enigmático faraón Semenejkara, carece de evidencias objetivas que la sostengan.
12
TUTANKHAMON como hijo de AJENATÓN y KIYA
Es la hipótesis más aceptada en el mundo académico
hasta el momento. Se fundamenta en las evidencias
encontradas en los yacimientos arqueológicos de Amarna,
Tebas y el Valle de los Reyes.
Se define a la madre del faraón como la enigmática
Kiya, quién, aparte de Nefertiti y sus hijas, es la única mujer
real que es mencionada y de la existen evidencias. Fue
nombrada como “hemet mererty aat o “La amada Gran
Esposa”. Tal relevancia llevó al egiptólogo Cyril Aldred a
afirmar que fue quién dio in hijo masculino a Ajenatón. La
prematura muerte de Kiya, dio lugar a la ocupación de su
espacio en la corte y posterior usurpación de títulos por parte
de Nefertiti y alguna de sus hijas.
Esta hipótesis también sostiene la necesidad de
legitimar al trono a Tutankhamon, ya que es desposado con la
hija de Ajenatón y Nefertiti, la princesa Anjesenpaatón, quién
posteriormente cambió el nombre a Anjesenamón a igual que
su esposo.
REINADO: Los datos son escasos. Se sabe que fue coronado rey a la edad de ocho o diez
años aproximadamente. La unión e Tutankhamon y Anjesenamón hace suponer que la hija mayor
sobreviviente de Ajenatón, Meritatón, con mucha probabilidad murió al mismo tiempo que su
esposo. De cualquier forma, el espacio de tiempo que va desde la muerte de Ajenatón y la
entronización de Tutankhamon sea solamente de un año.
Heredó prácticamente la misma corte que el faraón fallecido, así podemos ver que en el cargo
de Gran Visir se mantuvo Ay, padre de la Gran Esposa Real de Ajenatón y abuelo de la esposa del
nuevo faraón, la comandancia de los ejércitos al cargo de Horemheb y el tesoro bajo la supervisión
de Maya.
El ascenso al trono fue legitimado (de acuerdo con la costumbre de los antecesores de la
Dinastía XVIII, desposando a la princesa Anjesenpaatón, única hija superviviente de Ajenatón y
Nefertiti y portadora, por tanto, de la dignidad real.
La imagen de la pareja fue exaltada repetidas veces, ya
que en los hallazgos de la tumba aparecen múltiples imágenes de
ambos. No hay referencias de su posible descendencia, aunque
pudieron ser hijas suyas dos bebes cuyas momias fueron
encontradas en la tumba.
Murió en 1327 AC. a los 20 años, tras reinar nueve años y
si haber podido consolidar su poder. Su prematura muerte dejó
una cierta inestabilidad en Egipto, debido a que era el último
miembro varón de la dinastía XVIII. Hay varias teorías sobre su
muerte.
ASESINATO. Se habla de la posibilidad de un asesinato, la
principal “prueba” consistiría en una fractura en la cabeza que se
encontró durante una exploración de la momia en 1968 mediante
RX. Pero en 2005 se encontró el cráneo perfecto, sin signos de
golpe, lo que hace suponer que la primera revisión se hizo mal.
ACCIDENTE DE CAZA. Un análisis mediante Scanner
hecho por Ashraf Selim, confirma que sufrió una fractura de
fémur izquierdo “la herida desgarró probablemente una arteria
importante, abierta, pudo haber muerto en corto plazo de tiempo por septicemia”
13
ENFERMEDAD. Durante su reinado hubo en Egipto una epidemia de fiebre que causó la
muerte de muchas personas. En la tumba del faraón se encontraron medicamentos contra la fiebre,
lo cuál podría indicar que murió de esa enfermedad.
LA MALDICION DEL FARAÓN
Existe la creencia de que sobre cualquier persona que
moleste a la momia en su descanso eterno de un faraón del
Antiguo Egipto cae una maldición por la que morirá en poco
tiempo. La maldición asociada al descubrimiento de la tumba
del faraón de la XVIII dinastía, Tutankhamon, es la más conocida
en la cultura occidental. Muchos niegan tal hecho, otros
aseguran que H. Carter encontró en la antecámara una tabla de
arcilla cuya inscripción decía “La muerte golpeará con su bieldo a aquel que perturbe el reposo del
faraón”
PRIMERAS MUERTES En marzo de 1923, cuatro meses después de abrir la tumba, Lord
Carnarvon fue picado por un mosquito y poco después se corto la picadura mientras se afeitaba. En
unos días enfermó gravemente. Aunque los médicos pudieron detener la infección, una neumonía
atacó mortalmente a Lord Carnarvon que murió la noche del 4 de abril. Según se cuenta, a la misma
hora que murió, su perro aulló y cayó fulminado en Londres. Cuando la familia recibo la noticia de se
muerte una apagón eléctrico dejó Londres a oscuras.
A su muerte siguieron varias más, Su hermano Aubrey Herbert que estuvo presente en la
apertura de la cámara, murió inexplicablemente cuando regresó a Londres. Arthur Mace, el hombre
que dio el último golpe al muro, murió en El Cairo poco después sin explicación médica. Sir Douglas
Reid, que radiografió la momia, enfermó y regreso a Suiza donde murió dos meses después. La
secretaria de Carter murió de un ataque al corazón y su padre se suicidó al enterarse de la noticia. Y
un profesor canadiense que estudió la tumba con Carter murió de un ataque cerebral al volver a El
Cairo. Pero el descubridor de la tumba Howard Carter, murió por causas naturales muchos años
después.
HOWARD CARTER (9 de mayo 1874 – 2 de marzo 1939) Fue un arqueólogo y egiptólogo
inglés. Nació en Kensington, Londres. Carter comenzó sus trabajos en Egipto en 1891, a los 17 años,
copiando inscripciones y pinturas. Participó en la excavación de Beni Hasan. Posteriormente estuvo
bajo la tutela de William Flinders Petrie. En 1899 comenzó a trabajar para el servicio de Antigüedades
Egipcias, que abandonó en 1905, debido a una disputa. Tras varios años difíciles, en 1907 conoce a
Lord Carnarvon, un entusiasta noble aficionado a la arqueología y dispuesto a proporcionar los
fondos necesarios para continuar el trabajo de Carter. Pronto ya supervisaba las excavaciones de
Carnarvon. Tras el hallazgo de la tumba de Tutankhamon, se retiró de la arqueología convirtiéndose
en coleccionista. Murió en Inglaterra a los 65 años. Su muerte a esta avanzada edad refuta la leyenda
de la “maldición de los faraones” pero no explica las demás muertes.
GEORGE HERBERT de CARNARVON George Edward Stanhope Molyneaux Herbert, quinto
conde de Carnarvon (26 de Junio 1866 – 5 de Abril de 1923), fue un aristócrata inglés conocido por
ser el financiero de la excavación de la tumba del faraón Tutankhamon en el Valle de los Reyes.
Nación en castillo de Highclere en Newbury – Berkshire - , accedió al título en 1890. Se casó
con Almina Victoria Mariah Alexandra Wombwell, hija de Marie Boyer, esposa de F. Charles
Wombwell, pero su padre pudo ser Alfred Rothschild, quien izo a Lady Carnarvon su heredera.
Varios meses después del descubrimiento, Carnarvon murió repentinamente en el hotel Savoy
de El Cairo, dando lugar a la leyenda de la maldición. Su tumba, propia de un arqueólogo, se
encuentra en un antiguo fuerte sobre una colina de Beacon Hill, Hampshire.
(Por Jaume Mestres i Capitán)
14
EL SUBSUELO DE LA CIUDAD ROMANA
Factoría de GARUM y salazón
El garum o salsa de pescado era muy apreciado
en la Barcino romana, era un producto caro y de lujo
complemento indispensable para muchos platos.
Consistía en la maceración en sal de los despojos de
pescado (huevas, sangre, intestinos, agallas, etc.) (y
mucho estómago para comérselo) variando el sabor
según se le añadieran, gambas, erizos, ostras, etc.
Había diferentes tipos de garum dependiendo de que
tipo de pescado estuvieran elaborados.
Se ha localizado una industria relacionada con
la explotación de recursos marinos que en época
romana se conocía como “cetaria”. En estas instalaciones se salaba el pescado y se elaboraban las
salsas anteriormente citadas. La factoría estaba situada en el nordeste de la ciudad, en un sector
urbano cuyos restos arqueológicos evidencian un barrio de talleres e instalaciones industriales
dedicadas a la transformación de materias primas alimentarías, su entrada daba a un “cardo minor”
porticado, esta instalación ya funcionaba en el S. III DC.
LA ORGANIZACIÓN Y DEPENDÉNCIAS DE LA FACTORÍA
La instalación se articulaba alrededor de un patio interior al aire libre. En el patio se disponías
alineados, dos depósitos destinados a la salazón de pescado y una serie de piletas más pequeñas
que contenían la pasta de garum. Los depósitos orientados al sudeste, estaban cubiertos por un
tejado de “tegulae”, cobertizo que se apoyaba en pilares de obra, protegiendo los depósitos de la
lluvia y de la exposición al sol, al tiempo que permitía la ventilación. Los depósitos de salazón
estaban a ras de suelo y rodeados de una pequeña plataforma desde donde los trabajadores podían
verter fácilmente el pescado y la sal.
El patio interior estaba pavimentado con losas de piedra y “opus signinum” pavimentos que
formaban dos pasillos de circulación independientes. Sus acusadas pendientes facilitaban el
trasiego de la sal y del pescado y permitían la evacuación del agua hacia un sumidero perfectamente
conservado.
La zona situada al oeste del patio arqueológicamente presenta un gran vacío debido a apenas
hay estructuras, pequeños indicios permiten suponer la existencia de un muro que limitaría el patio
interior dando paso a una zona cubierta. En el suroeste hay tres estancias en las que se conservan
seis “dolía”. Una de las estancias está en parte del vial
público, en su interior se sitúa una gran “dolium” que
dispone de un agujero de vaciado a la cloaca en la que
aún se conservan restos de escamas, espinas de
pescado y púas de erizo.
Destaca una sala alargada en la que
probablemente se realizaba el despiece, troceado y
lavado del pescado. En su interior ser conserva una
pileta con desagüe conectado a la cloaca.
En el noroeste, una sala rectangular de
importantes dimensiones, que bien pudo estar
destinada a almacenar el garum y el pescado salado ya
envasado. Estuvo en funcionamiento hasta la segunda mitad del S.V DC.
15
LA INSTALACION VINÍCOLA
Esta instalación ocupaba una superficie de 600
metros2 con una organización bien planificada y una
capacidad de producción importante. Esta planta no se
conoce en su totalidad, debido que al construirse el Saló del
Tinell y Palau Reial Major quedó afectada. En las estancias
conservadas hay depósitos de decantación, transvase y
fermentación del mosto, vestigios de dos prensas y un
espacio de almacenaje en el que localiza la bodega o “cella
vinaria”.
Los restos arqueológicos permiten plantear la
existencia de dos prensas, una palanca y contrapeso de un
receptor de mosto. En el ángulo norte en una estancia del
“interuallum”, hay un gran “lacus vinarius” destinado a
recibir el mosto prensado. Las paredes del depósito tienen
un grosor de 0,90 mtos. lo que indica que fue construido
para soportar y presión importante, y en consecuencia un
gran volumen. La parte conservada tiene una capacidad
para 4.422 litros. Restos de la prensa se pueden observar en
la excavación arqueológica.
Debido al nivel de arrasamiento de la estructura no se
conservan resto significativos del “ara”, donde se colocaba
el cesto de la uva.
En la estancia contigua está localizada una prensa de
torsión o tornillo. Se conserva la plataforma rectangular de
“opus signinum”.
En el nordeste de la instalación y adosados a la
muralla augustal, están localizados los lagares en los que se
efectuaba la fermentación. Se conservan dos “lacus”
revestidos de “opus signinum” y se supone la existencia de
un tercero, los cimientos del Palacio Condal afectaron los
noveles romanos de la zona.
La bodega o “cella vinaria” es la estancia mejor
conservada, con 11 depósitos de “dolia”, la capacidad de
cada “dolium” es de 880 litros, lo que puede significar que
la bodega podía almacenar 9.680 litros. La circulación
constante en el interior de la “cella” y el paso del tiempo
han dejado huella en el pavimento que está bastante
desgastado, por cuanto que bajo las plataformas de acceso
a los “dolia” está prácticamente intacta, dado que estaba a
cubierto del paso continuado.
A ras de suelo hay dos recipientes, hechos con
ánforas recortadas que servían para contener algunos de los
productos que se añadían al vino, se han podido identificar
restos de fitolitos de frutos carnosos y compuestos de cera
de abeja, indicando la presencia de miel y algún tipo de
jarabe o almíbar de frutas. En otro recipiente se encontró una
concentración importante de diatomeas marinas, algas que
se encuentran en la sal marina.
La salida del vino de la “cella vinaria” debió efectuarse por una puerta situada en el este,
debido a que la disposición de la “dolia” no deja otra posibilidad.
El transporte del vino debió realizarse con toneles de madera, desplazándose sobre el pavimento de
losas de piedra de acusada pendiente, facilitando la movilidad de los toneles.
16
CONJUNTO ESPISCOPAL DE BARCINO DE LOS
TIEMPOS CRISTIANOS A LA EPOCA VISIGÓTICA
Los recientes estudios realizados en el
subsuelo
arqueológico,
permiten
hacer
un
planteamiento global sobre el conjunto episcopal de
Barcino, desde el S. V al VII DC. Si bien los diferentes
edificios están diferenciados, pero están relacionados
entre ellos, por tanto el estudio de los mismos se ha
de acometer como un conjunto. La cristianización: de
la “domus” del Alto Imperio a los primeros espacios
de culto.
La aparición de las primeras catedrales está
asociada
a
un
emplazamiento
determinado,
normalmente, por una gran residencia perteneciente a
una familia de la elite local. Las grandes familias
adoptan la nueva religión y ponen sus casas al
servicio de las nacientes comunidades cristianas. En
el S. IV DC. es habitual la instauración de iglesias en
esas casas.
En muchos casos los obispos eran de familias
pudientes, en Barcino, está el caso de Paciano, que
procedía de la aristocracia. En este sector encontró en
el cargo episcopal un modo de mantener sus
privilegios, propiedades y el control del patrimonio
eclesiástico que se hacía cada vez más poderoso.
En el caso concreto de Barcelona, el origen del
conjunto episcopal se encuentra en la “domus” del
Alto Imperio situada junto al “forum” de la que solo se
conoce la parte del “peristylum”. Cimientos de
columna de soporte de una mesa de altar situada en el
crucero de la iglesia, bajo la columna se ve una
cavidad donde se disponían las reliquias.
LA BASILICA Y EL BAPTISTERIO PELOCRISTIANO
La cristianización de Barcino fue efectiva desde
la primera mitad del S. IV DC., en el año 344 se tiene
noticias del primer obispo, Pretextato, asistente al
Concilio de Sardina (actual Sofía (Bulgaria) en
representación de la sede de Barcino.
Desde el S. IV DC. Barcino dispuso de un
santuario en el que se celebraban los oficios y
reuniones de fieles, la basílica donde Pretextato y
posteriormente Paciano ejercieron su labor y donde en
el año 392 DC. fue ordenado sacerdote Paulino de
Nola.
La basílica se encuentra debajo de la catedral
actual aunque al no haberse practicado prospecciones arqueológicas no se puede constatar de una
forma segura.
EL PALACIO EPISCOPAL S. VI DC.
Sobre el nivel de una residencia del S. V DC. se erigió a finales del S. VI DC. un nuevo palacio
episcopal, las prospecciones han podido confirmas que se halla bajo el subsuelo del actual Palacio
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del Lloctinent. Seguramente la entrada del palacio debió estar situada en la fachada norte del cuerpo
central.
En el interior un corredor atraviesa todas las
estancias del ala suroeste, que se repite en el ala
nordeste. La residencia de localiza en el centro del
conjunto episcopal (actualmente en obras de
prospección arqueológica). Durante la alta edad
media continuará siendo la residencia del obispo, la
“domus” del obispo Ataulfo confirmada a Frodonio
en el año 878.
Los edificios civiles de la época visigótica
son muy escasos y por lo tanto no se dispone de
modelos comparativos.
LOS ESPACIOS DE TRÁNSITO Y LA CIRCULACIÓN EN EL GRUPO EPISCOPAL.
En el S. V DC. el grupo episcopal de Barcino
estaba ya bien estructurado, perfilándose dos ejes
principales que articulaban el tránsito entre distintos
edificios. A partir de la reforma del S. VI DC. con la
incorporación del complejo este, formado por la
iglesia cruciforme y con el cementerio anexo y la
nueve residencia del conde. La aparición de
espacios porticados ayuda a definir por espacios de
tránsito.
A pesar de todo lo expuesto quedan
numerosos puntos no aclarados. Se desconoce que
fue sucediendo a los largo de estos siglos, en el
noroeste del conjunto episcopal frente al baptisterio,
así como en el suroeste de la basílica. Solo se sabe
que en el S. XI la iglesia adquirió propiedades en el
sector suroeste para construir el claustro románico.
El sector sudeste constituye también una gran
incógnita. En algún lugar se debieron situar los
espacios destinados a los clérigos o las dependencias
del personal laico al servicio del obispo, así como los
almacenes, archivos, que formaban parte del complejo
episcopal. Está claro que no se conocen las
dimensiones de la basílica paleocristiana.
(Por Jaume Mestres i Capitán)
18
San Vicente Ferrer
San Vicente Ferrer es el patrón de la Comunidad
Valenciana. Pero la devoción al mismo se halla extendida por la
mayor parte de los lugares que recorrió a lo largo de su
peregrinación. Su elevación a los altares a mediados del siglo
XV infundió gran vitalidad a la rememoración de sus hechos y
fama. La encuesta realizada por Roma en distintos lugares de
Europa para desarrollar el proceso de canonización hizo
florecer innumerables referencias, convertidas después en
tradiciones, que junto a los documentos históricos sobre las
contingencias de su biografía, conservados en los archivos
locales, sembraron los reinos medievales de una profunda
devoción.
Infinidad de capillas, ermitas y altares le recuerdan por
todos los rincones de Occidente, anécdotas apócrifas o
históricas con fiestas populares, debido en gran parte al
reguero de milagros y de objetos vinculados a su persona,
avalados con reliquias, que dejó tras de sí en su periplo de
apostolado y predicación.
Cuando Vicente Ferrer vio la luz en Valencia el mes de
enero de 1350, esta acababa de sufrir junto con el resto de Europa- una espantosa epidemia que
conocemos como la "Peste Negra". La situación en la ciudad es fácil de imaginar gracias al relato de
los cronistas de la época quienes señalan que más de 300 personas morían cada día. En la Corona
de Aragón donde convivían cristianos, judíos y musulmanes, con la riqueza de sus credos, y las
luchas por los protagonismos sociales, marginadores de los sectores populares depauperados.
Vicente Ferrer pertenecía a una familia acomodada
pues su padre era notario, lo que además de brindarle unos
prestigiosos padrinos de Bautismo escogidos entre la
nobleza y ciudadanos de renombre- posibilitó que a partir de
1357 gozase del beneficio de Santa Ana en la Parroquia de
Santo Tomás. Ello también hizo que iniciase estudios de
latinidad en alguna de las Escuelas existentes entonces en la
ciudad. Si bien, según la tradición popular se entretenía
también con los juegos de niños y jóvenes pero sin olvidar
sus actos de piedad. Un día llamó a las puertas del vecino
Real Convento de Predicadores, los dominicos. A principios
de febrero de 1367 tomó su hábito, renunciando para ello al
señalado beneficio eclesiástico de Santa Ana.
Sus cualidades intelectuales sobresalían, y a partir de
1368 hasta 1375 observamos cómo sus Superiores lo
mandan en calidad de estudiante a Barcelona, o como
profesor de Lógica en Lérida en dicha ciudad estaba el
Estudio General de la Corona y de Ciencias de la Naturaleza
en Barcelona, prolongando sus estudios de especialización
en Toulouse.
19
De este período de estudios sobresalen su amor a la
Biblia y sus conocimientos de hebreo, la impronta de la
doctrina de su hermano de Orden santo Tomás de Aquino (h.
1224 1274) y la fuerza de su formación filosófica reflejada en
sus dos Tratados filosóficos escritos a los 22 años y en los
que desde los postulados de la filosofía aristotélico tomista
responde a algunas afirmaciones del imperante nominalismo
bajo medieval.
Hoy conocemos en parte a sus profesores, pero
mucho menos qué huella dejaron en él. Hay que señalar el
encuentro providencial con el también dominico Tomás
Carnicer en Lérida que le aficionó más a las cosas
espirituales. Vicente Ferrer era ya una fuerte personalidad
que irradiaba simpatía y atracción, aunque su posterior vida
de estudiante en Barcelona esté revestida de tintes
milagrosos como cuando profetizó la inminente llegada de
unas naves cargadas de trigo en unos momentos de extrema
necesidad para la ciudad.
EN EL CISMA DE OCCIDENTE
Vicente Ferrer vivió este Cisma con intensidad, le
supuso los mayores sacrificios de su vida y aun la misma enfermedad. Pero vayamos a los hechos.
En enero de 1377 se cumplía uno de los mayores anhelos de muchos sectores de aquella
Cristiandad: el retorno de los Papas a Roma. A simple vista parecía que la estancia en Avignon,
iniciada en 1309, se cerraba. Pero no iba a ser del todo así. En marzo de 1378 al morir Gregorio XI y
en el cónclave del siguiente 8 de abril se eligió al italiano Arzobispo de Bari, que tomó el nombre de
Urbano VI. Tumultos, presiones..., llevaron a hablar de falta de libertad en la elección. La huida de los
cardenales franceses, unida a la ausencia de uno de los electores, y el adherirse a la causa el
cardenal español Pedro de Luna, llevó consigo que el 9 de agosto un grupo de electores proclamase
nula la elección realizada y que el 20 de septiembre del mismo año se eligiera a Clemente VII. La
Cristiandad quedaba divida en dos sectores, más o menos amplios, según sus reyes, canonistas y
universidades: el de la obediencia aviñonense y el de la romana.
¿Qué partido iba a tomar la Corona de Aragón con Pedro IV el Ceremonioso a la cabeza? Se
habla de la "indiferencia" del rey, pero su hijo el Príncipe Juan se adhirió desde el principio a
Clemente VII. Vicente Ferrer se había entrevistado en Barcelona con Pedro de Luna y éste le delegó
para que interviniera en Valencia, donde se encontraba ya Perfecto Malatesta, Legado de Urbano VI.
Vicente Ferrer ya en su ciudad natal fue elegido Prior de su Convento. Sus actividades a favor de la
obediencia aviñonense fueron tales, que las
autoridades ciudadanas escribieron a Pedro
IV denunciándolas. No conocemos la
respuesta del monarca. Sí, en cambio, la carta
que el Príncipe Juan escribió a Olfo de
Proxita rogando que interviniese para que no
se molestase a Vicente Ferrer en su empresa
clementista. La carta está fechada en enero
de 1380.
Son los primeros sinsabores en el
Cisma. Sinsabores que lo llevarán a renunciar
al único cargo que tuvo a lo largo del resto de
su vida en su Orden de Frailes Predicadores.
Romper la actitud que muchos mantenían de
indiferencia, o de adhesión al sector
urbanista era tarea ardua. Y Vicente Ferrer
acometió la empresa dejándonos un Tratado,
sobre el Cisma Moderno, que hay que fechar en 1380, con el que con razones teológicas y del
Derecho Canónico vigente pretende convencer de que el Papa legítimo era el de la línea aviñonense.
20
En la vida de san Vicente existen ciertas
lagunas que no nos permiten conocerla con
exactitud, por ejemplo sus intervenciones en la
posterior legación de Pedro de Luna en las
diversas Coronas de la Península Ibérica. También
le encontramos en Valencia: interviniendo como
árbitro en una sentencia entre los religiosos y el
resto del clero, transcrita por su mismo padre;
predicando una de las Cuaresmas en la ciudad y
otra en Segorbe; o dedicado también a la
enseñanza, pues fue nombrado profesor de
Teología en la Seu valenciana (1385 1390).
Elegido Papa Pedro de Luna, que tomó el
nombre de Benedicto XIII, en 1394, le llamó a su
lado y le nombró su confesor y teólogo. Pero al
Maestro Vicente no le gustaba el clima que se
respiraba en la Curia pontificia de Avignon. Se le
ofrecen dignidades cardenalicias y obispados que
rechaza; sufre interiormente la división de la
Iglesia; finalmente, se ausenta del palacio papal y
se hospeda en el Convento de Dominicos de la
ciudad. Al sufrimiento interior se añade la
enfermedad y la muerte que parecía avecinarse. En
esta grave enfermedad, concretamente el 3 de
octubre de 1398, es de capital importancia, una
visión sobrenatural, pues cambiará el rumbo de su
vida: se dedicará desde entonces a la predicación
itinerante. Con frecuencia aludirá a ese día y a ese
cambio.
A partir de este momento se consagra de
lleno a la predicación como legado a Latere Christi,
como Apóstol de Cristo, recorriendo siempre a pie,
hasta que lo permitió su salud buena parte de la
Europa occidental. Vicente como predicador
insistirá en la renovación y conversión interior, en
la reforma de las instituciones y en la unidad de la
Iglesia, manteniéndose partidario de los Papas
aviñonenses. Glosando las bíblicas plagas de
Egipto (Éxodo 7,14 12,34), dirá: "La novena son las
tinieblas: durante tres días estuvieron los hombres
y las mujeres que no se veían el uno al otro; y
significaba el tiempo del cisma. ¡Oh, qué tinieblas
tan fuertes! Los tres días significan los tres Papas
que ahora son: el Papa Juan, el Papa Gregorio y el
Papa Benedicto; y cada uno tiene grandes
doctores y personas santas que tienen a cada uno
como realmente Papa y no conocen cual es el
verdadero". A partir de su intervención en el
Compromiso de Caspe en 1412, los frecuentes encuentros con el Rey Fernando, el Papa Benedicto
XIII y, posteriormente, con el Emperador Segismundo, hablan de esta preocupación por la unión de
la Iglesia. El 6 de enero de 1416, Vicente Ferrer en Perpignan leerá el documento de la sustracción de
la obediencia al Papa de Avignon de la Corona de Aragón. El año siguiente se elegirá a Martín V y
será reconocido como único Papa por toda la Cristiandad.
San Vicente nunca quiso revelar el secreto de su cambio personal ante el Cisma, la clave de su
evolución que generó su distanciamiento de Benedicto XIII. Su gesto fue reconocido por muchos.
Supo cumplir heroicamente con su deber de conciencia y su serenidad y actitud tranquilizaron a
muchos.
21
El escrito vicentino que más ediciones e influencia ha tenido a lo largo de los siglos es su
Tratado de la vida espiritual, posiblemente redactado hacia 1407 como respuesta a las preguntas
formuladas por un novicio que quería caminar y progresar en la espiritualidad encarnando el ideal de
la predicación vivido según el estilo y en la escuela de santo Domingo de Guzmán. En él, Vicente no
sólo muestra el conocimiento de los autores espirituales más prestigiosos en aquel momento, sino
que además deja entrever su vivencia de dominico observante. Está vertebrado por ideas tales como
una referencia permanente a Santo Domingo, la imitación de los mayores en la Orden para
conformar con ellos su Vida, la valoración de la pobreza y de la austeridad, destacando la obediencia
y el amor al estudio conjugado con la oración. Todo ello al servicio de una única misión: la de ser útil
al prójimo.
EN EL COMPROMISO DE CASPE
Este es un hecho de capital importancia para la sociedad
hispana del momento. Podemos seguir de cerca los
acontecimientos gracias a un diario de los hechos relatados
minuciosamente en un códice del archivo de la catedral de
Segorbe que perteneció a Bonifacio Ferrer, su hermano, también
compromisario como él por la ciudad de Valencia.
El 31 de mayo de 1410 había muerto sin sucesión Martín
el Humano, hasta entonces Rey de la Corona de Aragón.
Después de multitud de encuentros por parte de las legaciones
catalanas, valencianas y aragonesas (representantes de los tres
Reinos de la Corona) se negó a principios de 1412 a la elección
de los nueve compromisarios para la designación del nuevo
Rey. El peso moral y la trayectoria de nuestro fraile no ofrecían
duda.
Las aspiraciones del duque de Calabria y de don Fabrique quedaron descartadas por la lejanía
de parentesco de uno y por ser bastardo el otro, por ello los compromisarios elegidos se centraron
principalmente en Fernando de Antequera y Jaime de Urgell.
Vicente Ferrer que había llegado a la aragonesa Caspe a
principios de abril de aquel 1412 y que era el octavo de los
compromisarios según el orden jerárquico, fue invitado el 24 de
junio a pronunciar en primer lugar su voto. Y lo hizo en favor de
Fernando de Antequera. Su hermano Bonifacio, así como otros
cinco, siguieron este mismo parecer. Dos se inclinaron por el
conde de Urgell, aunque secundarían la votación de la mayoría.
Uno se abstuvo y otro no había tenido tiempo de formar su
parecer.
En la mañana del 29 de junio se celebró un solemne
pontifical presidido por el Obispo de Huesca. Nuevamente
Vicente fue elegido para comunicar la noticia. En su sermón
explicó la justicia que había inspirado la decisión e insistió en
la importancia de la fe en las gestiones temporales y en el
gobierno de los pueblos. Al leerlo ahora, se recuerdan las
palabras que en 1396 el mismo santo dirigió en un momento
parecido, cuando el Rey Martín había sucedido a su hermano
Juan al frente de la Corona. En aquella ocasión apeló a la
conciencia del Rey para reparar la injusticia cometida por el Rey Pedro con los canónigos de
Tarragona. El siempre insistió sin temor y ante quien fuera en los deberes y obligaciones de todo
buen gobernante.
Vicente Ferrer no cedió ante presiones. Pero es evidente que la sentencia de Caspe no podía
agradar a todos. Y menos al conde de Urgell. Sus biografías contarán, aunque quizá no sea del todo
verídico, el encuentro de Vicente Ferrer y Jaime de Urgell y cómo éste le tildó de "hipócrita maldito"
22
y cómo Vicente le puso de manifiesto los secretos de su poca ejemplar vida, o el intento fallido de
asesinarle por parte de sus partidarios en los caminos de Lérida.
Es evidente que sus veintiún últimos años dedicados a la itinerancia apostólica, y los
anteriores de plena actividad, le continuaron ofreciendo continuos contactos con el mundo judío y
musulmán. Vicente Ferrer quería la salvación de los hombres y que su mensaje llegase a toda clase
de gentes. Algunos hechos van a ser motivo, aunque él fuera ajeno a los acontecimientos, a que se
ponga en entredicho su figura al presentársele o bien como causante de algo que nunca realizó, o
bien como promotor de un ambiente hostil a las minorías religiosas. Así, por ejemplo, unos lo han
querido ver como impulsor de la revuelta de Valencia de 1391 que generó la matanza de los judíos y
la conversión precipitada de muchos; mientras que otros autores, por el contrario, le presentan
como el gran pacificador de la misma. Lo cierto es que se encontraba ausente de la ciudad y que
siempre rechazó enérgicamente todo atropello o lucha sangrienta con las minorías no cristianas.
Pero ello no debe hacer olvidar la actuación de Vicente
a través de las conversiones realizadas gracias a su
predicación. Sin entrar en su número, pues fluctúa bastante
según las fuentes, sí hay que destacar que por los menos
fueron convertidos importantes rabinos. Tampoco puede
negarse que, siguiendo el parecer del santo, algunas
poblaciones tomaron acuerdos muy habituales en aquel
tiempo, como por ejemplo ofrecer a los judíos en las
ciudades un lugar separado de los cristianos y otras medidas
segregacionistas. Ni debe silenciarse el acuerdo tomado en
Valencia ante los acontecimientos de 1391 de separar a los
judíos conversos del resto de judíos. Se buscaba
salvaguardar la fe de aquéllos. Su conciudadano, el
franciscano Francesc Eiximenis, también era partidario de
ello.
La actitud de San Vicente al respecto es muy similar a
la de otros muchos de sus contemporáneos partidarios, por
ejemplo de la predicación persuasiva a los judíos y
sarracenos, con asistencia obligatoria por su parte. En esta predicación se hará patente su manejo
del hebreo y sobre todo el conocimiento de la Escritura junto con la Tradición. Su técnica oratoria,
llevado siempre por el lenguaje directo y la expresión más familiar y popular, conllevó expresiones
duras. Expresiones no tanto de rechazo de los judíos como para la prevención de los cristianos,
quienes a su vez también causaron atropellos que él condenó y que exigieron medidas enérgicas por
parte de las autoridades.
Finalmente está su vinculación con la Disputa de Tortosa de 1413, promovida por Pedro de
Luna en un afán por atraer a los judíos. No intervino directamente en su desarrollo, cuya
representación por el campo cristiano la llevó principalmente el converso Jerónimo de santa Fe,
discípulo suyo. Sí intervino en la predicación popular que se hacía paralelamente así como en la
posterior redacción de la obra titulada Tratado contra los judíos. "Fue editado y compuesto por
mandato de Benedicto Papa por cuatro famosos maestros en Teología, uno de los cuales fue fray
Vicente Ferrer dice en su comienzo Obra que está en la línea de controversia diálogo, según la
mentalidad cristiana hebraísta y arabista del siglo XIII. La fe no se impone. Debe darse persuasión,
pero a través del estudio directo de las fuentes empleadas y por tanto del conocimiento de la
doctrina de aquellos con quienes se dialoga. Así es como puede hablarse de persuasión eficaz. Sólo
así puede darse un clima de acogida favorable al mensaje que se predica.
Además Vicente desarrolló un trato peculiar con los convertidos, encomendando su
formación y educación cristiana a personas seleccionadas, o preocupándose, como en el caso del
converso musulmán Atmez Hannexa, que tomó el nombre de Vicente cuando se bautizó, de que él y
su familia tuvieran una pensión para su socorro y sustento y pudiera prepararse adecuadamente
para poder predicar la fe cristiana entre musulmanes y cristianos.
Últimos años de San Vicente Ferrer
23
Le pidieron con insistencia que asistiera al Concilio de Constanza, pero él siempre señaló que
se sentía urgido de manera irresistible a la evangelización, gracias a la palabra, de los hombres de
su tiempo. Continuó predicando por tierras francesas, evitando las zonas afectadas por la Guerra de
los Cien Años que se había iniciado en 1339 y recorriendo las que eran más directamente
controladas por París.
Un testigo de aquellas predicaciones dirá: "El Santo era viejo, débil y pálido; pero después de
decir la Misa y cuando predicaba parecía joven, en buen estado de salud, ágil y lleno de vida".
Después de estar por el Mediodía francés, se internó en la Auvernia, pasando luego a la Bretaña,
donde transcurrirán los últimos meses de su vida. Falleció en Vannes el 5 de abril de 1419. Su
sepulcro se halla en la catedral de dicha ciudad.
Diversas autoridades eclesiásticas y civiles pidieron a la Curia Romana que se iniciase su
Proceso de Canonización. Pero el Papa Martín V no lo llevó adelante porque estaba preocupado por
otras cuestiones, entre ellas la ocupación de Nápoles y de Sicilia por Alfonso de Aragón, si bien no
deben desdeñarse los recelos que podían todavía levantar su identificación con la "obediencia" de
Avignon en el pasado Cisma o su Compañía de seguidores.
En 1431, el Papa Eugenio IV ordenó estudiar el
asunto, pero ahora se interpuso el nuevo cisma de
Amadeo de Saboya. Ello no fue obstáculo para que
Pedro de Bretaña, Juan de España y Alfonso de Aragón
dejaran de pedir a los dominicos que solicitasen la
canonización. Nicolás V aconsejó a los frailes celebrar
el Capítulo general de 1453 en Nantes y así poder
planificar mejor las etapas para ello. Además encargó
que tres cardenales investigasen la vida y los milagros
del predicador; entre ellos estaba Alfonso de Borja, el
futuro Calixto III y que será el primer Papa valenciano de
dicha familia. Éstos durante dos años mantuvieron
entrevistas con obispos, abades, frailes y gente común
en Nápoles, Avignon, Toulouse y en la región de
Nantes, interrogando a 28, 18, 48 y 310 testigos
respectivamente. Corresponderá al sucesor de Nicolás,
el señalado Calixto III, recibir las actas de estas
investigaciones.
Puede pensarse que ello responde a una
artimaña de los biógrafos antiguos, tanto del dominico
como del Borja, de poner en la mente de este último una
conciencia tal de la profecía vicentina no sólo en
relación con su pontificado sino sobre todo con la
Canonización del valenciano por parte de éste. Actualmente se han realizado fundamentales
aportaciones documentales, que nos muestran que ello no es fruto de los biógrafos, sino
convencimiento del propio Calixto III que lo afirmó en numerosas ocasiones y recogieron autores
muy cercanos a los hechos
Así pues, después de un voto en el consejo de cardenales, Calixto III anunció la canonización
de Vicente Ferrer para el día 29 de Junio de 1455. Mandará conservar los cuatro volúmenes de actas
en el romano Convento dominicano de Santa María de la Minerva, donde desaparecieron en 1527 en
circunstancias desconocidas, si bien después de haber servido como fuente a los primeros
biógrafos del nuevo santo.
San Vicente Ferrer dio un mensaje para que lo llevaran a todos los valencianos, que podemos
considerar como su testamento. El mensaje dice así: "¡Pobre patria mía! No puedo tener el placer de
que mis huesos descansen en su regazo; pero decid a aquellos ciudadanos que muero dedicándoles
mis recuerdos, prometiéndoles una constante asistencia. Y que mis continuas oraciones allí en el
cielo serán para ellos, a los que nunca olvidaré”.
24
"En todas sus tribulaciones, en todas sus desgracias, en todos sus pesares, yo les consolaré, yo
intercederé por ellos. Que conserven y practiquen las enseñanzas que les di, que guarden siempre
incólume la fe que les prediqué, y que no desmientan nunca la religiosidad de que siempre han dado
pruebas.
"Aunque no viva en este mundo, yo siempre seré hijo de Valencia. Que vivan tranquilos, que
mi protección no les faltará jamás. Decid a mis queridos hermanos que muero bendiciéndoles y
dedicándoles mi último suspiro”.
Vicente Ferrer un dominico milagrero y con don de lenguas.
En el Proceso de su Canonización se recogen 860 prodigios o milagros, obrados por el
Predicador Dominico en vida y después de morir, que escrupulosamente comprobaron los Jueces
del
Proceso.
San Vicente Ferrer, predicando siempre en lengua Valenciana, le entendían los castellanos, los del
norte de Francia, los vascos, los italianos del Piamonte y Lombardía... Muchos testigos declararon
en el Proceso que, hablando Vicente Ferrer en Valenciano, ellos le entendían perfectamente en su
lengua nativa. Por lo mismo, tenemos que admitir que, a San Vicente Ferrer, se le concedió “El Don
de Lenguas”.
Con el ánimo de favorecer algunas poblaciones del Reino de Valencia, se dirigió a muchas de
ellas, el día 26 de Agosto de 1410 se dirigió a Líria, ya que sus vecinos estaban sumamente afligidos
por habérseles secado su caudalosa fuente, que era toda su fuente de riqueza. Compadecido el
Santo, celebró misa en el lugar donde solía manar el agua y bendiciéndolo, volvió a salir agua en
abundancia, prometiendo el santo que jamás faltaría allí el agua, como así sigue siendo en la
actualidad. En dicho lugar, conocido como San Vicente de Líria, se levantó una ermita en honor al
Santo y se habilitó posteriormente como zona de recreo.
A continuación relato dos milagros:
Milagro del Pañuelo (Milacre del Mocador).
En 1385 predicando el santo en Valencia, en la Plaza del
Mercado, se detuvo y muy conmovido dijo a los oyentes:
"Hermanos, ahora mismo estoy viendo que unos hermanos
nuestros piden un socorro inmediato, que si no se les da morirán".
Le preguntaron dónde estaban esas personas. El santo contestó:
"Seguid a mi pañuelo, y donde él entre, entrad. Y lanzó al aire su
pañuelo, el cual entró por la ventana de una buhardilla. En ella, en
efecto, se estaba muriendo de hambre una familia, que fue
socorrida. Según la tradición la casa estaba ubicada en la actual
plaza del "Milacre del Mocadoret nº 5 (junto a la plaza de la Reina),
donde hay una plaza que lo recuerda.
Milagro del Tendero (Milacre del Salser).
Milagro del tendero (Milacre del Salser) En 1359, el
comerciante en especies Miguel Garrigues, que vivía en la misma
calle que los Ferrer, tenía un hijo que sufría unas úlceras malignas
en el cuello y de las que le curó el también niño Vicente. En la
fachada del nº 37 de la actual calle del Mar, muy cerca del lugar en
el que según la tradición ocurrió este hecho, hay un retablo en
cerámica valenciana que lo recuerda. Este hecho es uno de los
orígenes de la devoción popular valenciana de las
representaciones de diversos milagros (Milacres) suyos en los altares de las calles en el día de su
fiesta.
(Por F.L.P.)
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Restaurante Medieval La Corte (Fuenlabrada)
El restaurante La Corte es un restaurante de
temática medieval ubicado en la población
madrileña de Fuenlabrada. Se caracteriza por la
decoración y el ambiente de antaño y posee una
carta con ciertas reminiscencias de nuestro pasado
aunque adaptada al tiempo presente. En la carta
destacan, sobre todo, las carnes. Posee tres menús
diferentes así como una carta de parrilla y raciones.
Además, organizan cenas medievales una vez al
mes con representaciones teatrales y ofrecen
regalos a los presentes. Dispone de terraza de
verano y abre sus puertas todos los días de la
semana para comidas y cenas. De lunes a viernes
dispone de menú del día.
Sin duda alguna el restaurante La Corte es uno de esos sitios que consiguen transportar al
comensal a otros tiempos ya lejanos, aquí cada cual podrá asumir un rol y sentirse como un
caballero, dama o como cualquier otro cortesano. Y por supuesto disfrutar de los ricos manjares que
en este peculiar sitio nos ofrecerán. Podemos saborear todo tipo de viandas y ricos asados, y
degustarlos a la vieja usanza. El restaurante La Corte es un lugar al que no se puede faltar al menos
una vez en la vida.
(Por FLP)
26
La historia del Cid Campeador siempre ha estado rodeada
de cierto misterio. No se sabe bien dónde empieza leyenda y
dónde la historia. Rodrigo Díaz de Vivar fue un guerrero burgalés
que inició una brillante carrera militar junto a Sancho, rey de
Castilla e hijo mayor de Fernando I. Pero al morir Sancho, el Cid
comenzó una relación turbia con Alfonso VI, hermano de Sancho,
que acabó con el destierro del caballero de Vivar a tierras
musulmanas y el inicio de su leyenda ¿Quién no ha escuchado
alguna vez las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido
como El Cid Campeador? Su historia está ampliamente
documentada pero con el paso de los años algunas de sus
hazañas han sido modificadas.
Rodrigo Díaz nació a mediados del siglo XI; según distintas
propuestas, entre 1041 y 1054, aunque actualmente cuenta con
más partidarios una fecha que estaría situada entre 1045 y 1050.
Su lugar de nacimiento está firmemente señalado por la tradición
en Vivar del Cid, a 10 Km. de Burgos, aunque se carece de fuentes
coetáneas a su vida que lo corroboren y la asociación de Vivar
con el Cid se documenta por primera vez en El Cantar del Mio Cid.
Era hijo de Diego Laínez, un infanzón «capitán de frontera» en las luchas entre navarros y
castellanos en la línea de Ubierna (Atapuerca), o de Diego Flaínez, en cuyo caso se trataría de un
descendiente de una ilustre familia leonesa, los Flaínez. De su madre se conoce el apellido,
Rodríguez, más inseguro es su nombre, que podría ser María, Sancha o Teresa, hija de Rodrigo
Álvarez de Asturias, de una de las familias nobles del condado de Castilla.
Según la Historia Roderici, su abuelo por vía paterna era Laín Núñez, quien aparece como
testigo en documentos expedidos por el Rey Fernando I de León y Castilla, a su vez descendiente de
Laín Calvo, uno de los míticos Jueces de Castilla. Sin embargo, la
genealogía de la Historia Roderici parece encaminada a buscarle
parentesco con los legendarios Jueces de Castilla. Según Margarita
Torre o Alberto Montaner Frutos, su abuelo sería Flaín Muñoz, un
conde de León que vivió en torno al año 1000.
Francisco Javier Peña Pérez resume el estado de la cuestión
en una monografía de 2009. Todas las interpretaciones parten de la
genealogía de la Historia Roderici, y el propio autor de la biografía
latina da su linaje con poca convicción utilizando la expresión «El
origen de Rodrigo parece ser...». Además los ancestros paternos
que allí aparecen no están documentados en diplomas de la época,
excepto su padre, Diego Laínez, de forma esporádica. Menéndez
Pidal, en su monumental La España del Cid (1929), en una línea de
pensamiento neotradicionalista que se basa en la veracidad
intrínseca de la literatura folclórica de cantares de gesta y
romances, buscó a un Cid castellano y de humildes orígenes dentro
de los infanzones, lo que cuadraba con su pensamiento de que el
Cantar de Mio Cid contenía una esencial historicidad.
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El poeta del Cantar diseña a su héroe como un
castellano de baja hidalguía que asciende en la escala social
hasta emparentar con monarquías, en oposición constante a
los arraigados intereses de la nobleza terrateniente de León.
Esta tesis tradicionalista es seguida también por Gonzalo
Martínez Diez, quien ve en el padre del Cid a un «capitán de
frontera» de poco relieve cuando señala «La ausencia total
de Diego Laínez en todos los documentos otorgados por el
rey Fernando I nos confirma que el infanzón de Vivar no
figuró en ningún momento entre los primeros magnates del
reino». Sin embargo, esta visión se conjuga mal con la
calificación de la Historia Roderici, que habla de Rodrigo
Díaz como «varón ilustrísimo», es decir, perteneciente a la
aristocracia; en el mismo sentido se pronuncia el Carmen
Campidoctoris, que lo hace descendiente del más noble
linaje. Por otro lado, recientes estudios han desvelado que el
patrimonio que Rodrigo heredó de su padre era extenso, e
incluía propiedades en numerosas localidades de la
comarca, lo que solo era dado a un miembro de la alta
nobleza. El apellido materno era asimismo de antiguo
abolengo.
En 1058, siendo muy joven, entró en el servicio de la
corte del rey Fernando I de León y Castilla, como doncel o paje del príncipe Sancho, formando parte
de su séquito. Este temprano ingreso en la cancillería real de Fernando I es otro indicio que lleva a
pensar que no era el muchacho Rodrigo Díaz un humilde infanzón, aunque su estatus en la alta
nobleza lo debió tener «en calidad de recién llegado», y no como perteneciente a una raigambre de
larga prosapia. En definitiva, el mito del infanzón humilde del Cid parece más bien un intento de
acomodar el carácter del personaje legendario del Cantar de Mio Cid al Rodrigo Díaz histórico para
aumentar la heroicidad del protagonista, caracterizado como un castellano viejo pero de condición
baja, y por tanto, en la necesidad original de Menéndez Pidal de no vincular en modo alguno a
Rodrigo Díaz con una familia de alto linaje, como lo podía ser
la figura mitificada de Laín Calvo.
Rodrigo Díaz, muy joven, entró al servicio del infante
Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue
instruido tanto en el manejo de las armas como en sus
primeras letras, pues está documentado que sabía leer y
escribir. Existe un diploma de dotación a la Catedral de
Valencia de 1098 que Rodrigo suscribe con la fórmula
autógrafa «Ego Ruderico, simul cum coniuge mea, afirmo oc
quod superius scriptum est» (Yo Rodrigo, junto con mi
esposa, suscribo lo que está arriba escrito). Tuvo, asimismo,
conocimientos legales, pues intervino a instancias regias en
dos ocasiones para dirimir contenciosos jurídicos, aunque
quizá en el ambiente de la corte un noble de la posición de
Rodrigo Díaz pudiera estar oralmente lo suficientemente
familiarizado con las disputas legales como para ser
convocado en ese tipo de procesos.
Fue investido caballero, con toda probabilidad por
Sancho II, a mediados de la década de 1060; según Martínez
Diez en 1066 o 1067, antes de la Guerra de los tres Sanchos.
Desde el acceso al trono de Castilla de Sancho II los últimos
días del año 1065 hasta la muerte de Sancho en 1072, el Cid gozó del favor del rey, como magnate de
su séquito, en calidad de armiger regis, cuya función en el siglo XI era similar a la de un escudero, y
sus atribuciones no eran todavía las del alférez real descrito en Las Partidas en el siglo XIII. El cargo
de alférez a lo largo del siglo XII iría asumiendo la responsabilidad de portar la enseña real a caballo
y ser jefe de la mesnada del rey. Durante el reinado de Sancho II de Castilla, esta alferecía del
armiger era encomendada a caballeros jóvenes que se iniciaban en las funciones palatinas.
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Acompañó a Sancho en la guerra que este
sostuvo contra su hermano Alfonso VI, rey de León,
y con su hermano García, rey de Galicia. Los tres
hermanos se disputaban la primacía sobre el reino
dividido tras la muerte del padre y luchaban por
reunificarlo. Rodrigo comenzó a desempeñar un
papel notable como caballero guerrero, sobre todo
en las victorias castellanas de Llantada (1068) y
Golpejera (1072). Tras esta última, Alfonso VI fue
capturado y Sancho se adueñó de León y, a
continuación, de Galicia, convirtiéndose en Sancho II
de León.
Es en estas batallas cuando,
probablemente, se ganara el sobrenombre de
“Campeador”, que significa “batallador en lides
campales”.
Parte de la nobleza leonesa se sublevó y se
hizo fuerte en Zamora, bajo el amparo de la infanta
doña Urraca, hermana de los anteriores. Sancho II,
con la ayuda de Rodrigo Díaz, sitió la ciudad, pero
murió asesinado, según cuenta una extendida
tradición, por el noble zamorano Bellido Dolfos, si
bien la Historia Roderici no recoge que la muerte fuera
por traición. El episodio del Cerco de Zamora es uno
de los pasajes que más recreaciones ha sufrido por
parte de cantares de gesta, crónicas y romances, por
lo que la información histórica acerca de este
episodio es muy difícil separar de la legendaria.
Alfonso VI recuperó el trono de León y sucedió a su hermano en el de Castilla, anexionándolo
junto a Galicia y volviendo a conseguir la unión del reino legionense que había desgajado su padre
Fernando a su muerte. El conocido episodio de la Jura de Santa Gadea es una invención, según
Martínez Diez «carente de cualquier base histórica o documental”. La primera aparición de este
relato literario data de 1236.
Las relaciones entre Alfonso y Rodrigo Díaz fueron en esta época excelentes; aunque con el
nuevo rey no desempeñó la función de armiger regis y fue sustituido por el conde de Nájera García
Ordóñez, lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso matrimonio con
Jimena Díaz (julio de 1074), noble asturiana bisnieta de Alfonso V de León, con quien tuvo tres hijos:
Diego, María (casada en segundas nupcias con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III) y
Cristina (casada en también por segunda vez con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona). Este
enlace con la alta nobleza leonesa confirma que entre Rodrigo y el rey Alfonso hubo en este periodo
buena sintonía.
Muestra de la confianza que depositaba Alfonso VI en Rodrigo es que en 1079 el Campeador
fue comisionado por el rey para cobrar las parias al rey Almutamid de Sevilla. Pero durante el
desempeño de esta misión, el importante noble castellano García Ordóñez formaba parte del ejército
que el rey Abdalá de Granada envió contra el rey de Sevilla, que gozaba de la protección de Alfonso
VI, precisamente a cambio de las parias que el Cid estaba cobrando. Lógicamente, el Campeador
ayudó con su contingente a defenderse al rey sevillano, que interceptó y venció a Abdalá en la
batalla de Cabra, en la que García Ordóñez fue hecho prisionero. La recreación literaria ha querido
ver en este episodio una de las causas de la enemistad de Alfonso VI, instigado por la nobleza afín a
García Ordóñez, hacia Rodrigo, pero lo cierto es que la protección brindada al rico rey de Sevilla, que
enriquecía con sus impuestos a Alfonso VI, solo beneficiaba los intereses del rey de León.
Los desencuentros con Alfonso fueron causados por un exceso (aunque no era raro en la
época) de Díaz de Vivar tras repeler una incursión de tropas andalusíes en Soria en 1080, que le
llevó, en su persecución, a adentrarse en el reino de Taifa toledano y saquear su zona oriental, que
estaba bajo el amparo del rey Alfonso VI.
29
Sin descartar del todo la posible influencia de cortesanos opuestos a Rodrigo Díaz en la
decisión, una incursión del castellano contra el territorio de Al-Qádir, el régulo títere de Toledo
protegido de Alfonso, ocasionó que le fuera aplicada la figura jurídica de la «ira regia», que
conllevaba el destierro y la ruptura de la relación de vasallaje.
A finales de 1080 o principios de 1081, Díaz de
Vivar tuvo que marchar en busca de magnate al que
prestar su experiencia militar. Es muy posible que
inicialmente buscara el amparo de los hermanos Ramón
Berenguer II y Berenguer Ramón II, condes de
Barcelona, pero rechazaron su patrocinio. El
Campeador, entonces, ofreció sus servicios a reyes de
taifas, lo que no era infrecuente, pues el propio Alfonso
VI había sido acogido por Al-Mamún de Toledo en 1072
durante su ostracismo.
Junto con sus vasallos o «mesnada» se
estableció desde 1081 hasta 1085 como guerrero al
amparo del rey de Zaragoza, Al-Muqtadir, que ese
mismo año enfermó gravemente y fue sucedido por AlMutamán. Este encomendó al Cid en 1082 una ofensiva
contra su hermano el gobernador de Lérida Mundir, el
cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de
Barcelona y el rey de Aragón Sancho Ramírez, no acató
el poder de Zaragoza a la muerte del padre de ambos AlMuqtadir, desatándose las hostilidades fratricidas entre
los dos reyes hudies del vale del Ebro.
La mesnada del Cid reforzó las plazas fuertes de Monzón y Tamarite y derrotó a la coalición,
ya con el apoyo del grueso del ejército taifal de Zaragoza, en la batalla de Almenar, donde fue hecho
prisionero el conde Ramón Berenguer II. Pudo originar el apoteósico recibimiento de los
musulmanes de Zaragoza al Cid al grito de «sīdī» ('mi señor' en árabe andalusí, a su vez proveniente
del árabe clásico sayyid) el apelativo romanceado de “Mio Cid”.
En 1084 el Cid desempeñaba una misión en el sureste
de la taifa zaragozana, atacando Morella. Al-Mundir, señor de
Lérida, Tortosa y Denia, vio en peligro sus tierras y recurrió
de nuevo a Sancho Ramírez, que le atacó el 14 de agosto de
1084 en la batalla de Olocau del Rey. De nuevo el castellano
se alzó con la victoria, reteniendo dieciséis nobles
aragoneses, que al final liberó tras cobrar el rescate.
El 25 de mayo de 1085 Alfonso VI conquista la taifa de
Toledo y en 1086 inicia el asedio a Zaragoza, ya con AlMusta'in II en el trono de esta taifa, quien también tuvo a
Rodrigo a su servicio. Pero a comienzos de agosto de ese año
un ejército almorávide avanzó hacia el interior del reino de
León, adonde Alfonso se vio obligado a interceptarlo, con
resultado de derrota cristiana en la batalla de Sagrajas. Es
posible que durante el cerco a Zaragoza Alfonso se
reconciliara con El Cid. En cualquier caso, tras la derrota del
rey Alfonso es patente que Rodrigo había sido rehabilitado,
puesto que al de Vivar se le encargó la defensa de la zona
levantina y se le concedieron varios dominios en tenencia en
Castilla: Dueñas, San Esteban de Gormaz, Langa de Duero y Briviesca. La llegada de los
almorávides, que observaban más estrictamente el cumplimiento de la ley islámica, hacía difícil para
el rey taifa de Zaragoza mantener a un jefe del ejército y mesnada castellanos. Por otro lado, Alfonso
VI pudo condonar la pena a Rodrigo ante la necesidad que tenia de valiosos caudillos con que
enfrentar el nuevo poder de origen norteafricano.
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Rodrigo acompaña a la corte del rey de León y Castilla en la primera mitad de 1087, y en
verano se dirigió hacia Zaragoza, donde se reunió de nuevo con Al-Musta'in II y, juntos, tomaron la
ruta de Valencia para socorrer al rey-títere Al-Qadir del acoso de Al-Mundir (rey de Lérida entre 1082
y 1090), que se había aliado con Berenguer Ramón II de Barcelona para conquistar la rica taifa
valenciana, en esta época un protectorado de Alfonso VI. El Cid logró repeler la incursión de AlMundir de Lérida, pero poco después, el rey de la taifa leridana tomaba la importante plaza fortificada
de Murviedro (actual Sagunto), acosando otra vez peligrosamente a Valencia. Ante esta difícil
situación, Rodrigo Díaz marchó a Castilla al encuentro de su rey para solicitar refuerzos y planear la
estrategia defensiva en un futuro. Fruto de estos planes y acciones sería la posterior intervención
cidiana en el Levante, que traería como resultado una sucesión encadenada de acciones bélicas que
le llevarían a acabar por rendir la capital del Turia. Reforzada la mesnada del Cid, se encaminó a
Murviedro con el fin de expugnar al rey hudí de Lérida.
Al llegar el Cid a Murviedro, Valencia estaba siendo sitiada por Berenguer Ramón II. Rodrigo,
ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con Al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de
Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. Posteriormente, El Cid comenzó a
cobrar las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI, posiblemente
de acuerdo con el rey castellano-leones.
Sin embargo, en 1088, se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su
rey. Alfonso VI había conquistado Aledo (provincia de Murcia), desde donde ponía en peligro las
taifas de Murcia, Granada y Sevilla, con continuas algaradas de saqueo. Entonces las taifas
andalusíes solicitaron de nuevo la intervención del emperador almorávide, Yusuf ibn Tashufin, que
sitió Aledo el verano de 1088. Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que
marchara a su encuentro para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, que se dirigió hacia Murcia, no
acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si
la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de
evitar el encuentro. En todo caso, Alfonso vi. Volvió a
castigar al Cid con un nuevo destierro acusándole de
traición.
En 1089 el Cid recala en Calamocha. A partir de este
momento, planteó su intervención en Levante como una
actividad personal y no como una misión por cuenta del
rey. En 1090 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a
Murviedro, hostigando a Al-Qádir de Valencia, que pasó a
pagarle tributos. El rey de Lérida, por su parte, nuevamente
pidió ayuda frente al Cid al conde de Barcelona, Berenguer
Ramón II, al que el castellano derrotó en Tévar en 1090,
posiblemente un bosque situado en el actual puerto de
Torre Miró, al norte de Morella. Berenguer Ramón II, tras
este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en
el Levante. Como consecuencia de estas victorias, el Cid se
convirtió en la figura más poderosa del oriente de la
península.
En 1092 reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de Peña Cadiella (actualmente La
Carbonera, sierra de Benicadell), pero Alfonso VI sentía haber perdido su influencia en Valencia,
rodeada por el protectorado establecido por el Cid. Para recuperar esa iniciativa se alió con Sancho
Ramírez de Aragón, Berenguer Ramón II y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de
Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la Taifa de Tortosa, que había
sido sometida por el Cid al pago de parias y, en verano de 1092, la coalición hostigó Valencia.
Alfonso VI, por su parte, acudió más tarde por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple
contra el Cid. Sin embargo, la ofensiva fue rechazada por el Cid y Alfonso vi. Tuvo que retirarse de
tierras valencianas.
Rodrigo, que estaba en Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo
de Al-Musta'in II, tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de
saqueo en La Rioja. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y
solo el potente imperio almorávide, entonces en la cumbre de su poder militar, podía hacerle frente.
31
La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus
ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas
de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas (Tortosa, Alpuente,
Albarracín, y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de Valencia para
establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en
cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano.
Murviedro - Sagunto
Tras el verano de 1092, con el Cid aún en Zaragoza, el cadí Ben Yahhaf (partidario de la
facción almorávide) se hizo con el poder en Valencia, y Al-Qadir fue asesinado. Al conocer la noticia,
el Campeador regresó a Valencia en noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla, actualmente en el
término municipal de El Puig, a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año
1093 con la decidida intención de que le sirviera de base de operaciones para definitivo asalto a
Valencia.
Ese verano comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un
ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de Al-Latmuní y avanzó desde el sur de la
capital del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a
retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias
del desabastecimiento. El estrecho cerco se prolongaría por casi un año entero, tras el cual Valencia
se vio obligada a capitular el 15 de junio de 1094.
El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose como «príncipe Rodrigo» y quizá de este
periodo date el tratamiento de sidi (señor en dialecto hispanoárabe), que derivaría en «Cid». Con el
fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey
de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de
Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095.
De todos modos, la presión almorávide no cejó y en otoño de 1094 otro ejército al mando de
Abu Abdalá llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, donde fue interceptado y
derrotado por el Cid. En 1097 una nueva incursión almorávide al mando de Muhammad ibn Tasufin
intentó recuperar Valencia para el Islam, pero cerca de Gandia fue derrotado por el Campeador en la
batalla de Bairén con la colaboración del ejército de Pedro I de Aragón.
Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a
Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida
en la Batalla de Consuegra. A fines de 1097 tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de
Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que
consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taífa de Balansiya.
Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer III con el propósito de
frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios.
Hacia 1099 casó a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de
Pamplona y María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III.
32
Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar de
Mio Cid «hoy los reyes de España sus parientes son, a todos alcanza honra por el que en buen hora
nació».
La muerte del Cid se produjo en Valencia entre mayo y julio de 1099.
Su esposa Jimena, convertida en señora de Valencia, consiguió defender la ciudad con la
ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante un tiempo, pero en mayo de 1102, ante la
imposibilidad de defender el principado, la familia y gente del Cid abandonaron Valencia con la
ayuda de Alfonso VI.
Los restos mortales de Rodrigo Díaz el Campeador fueron inhumados en el monasterio
trapense burgalés de San Pedro de Cardeña. Durante la Guerra de la Independencia los soldados
franceses profanaron su tumba. Los restos fueron recuperados y, en 1842, trasladados a la capilla de
la Casa Consistorial de Burgos. Desde 1921 reposan junto con los de su esposa Doña Jimena en un
emplazamiento privilegiado de la Catedral de Burgos.
Monasterio de San Pedro de Cardeña
Tumbas del Cid y Dña Jimena
Esta es la historia que los historiadores nos cuentan sobre este personaje que tuvo más de
leyenda que de hechos reales y que para la mayoría de valencianos es un todo un icono de la
liberación de Valencia en manos de los moros. Sin embargo yo como valenciano discrepo mucho de
esa realidad y romperé una lanza por alguien que no fue un mercenario como lo fue el Cid y que si
liberó para siempre a Valencia del yugo moro, y que aun contando con una estatua en un
emplazamiento céntrico en Valencia, tiene una plaza con su nombre en un barrio apartado, me
refiero por supuesto a D. Jaime I el Conquistador, verdadero y único libertador de Valencia. Mientras
el Cid goza de una estatua en la plaza de España de esta ciudad, creo que inmerecidamente.
¿Realmente el Cid fue un guerrero salvador de Valencia? o ¿solo acudió donde había un botín
que obtener?, en algunos pueblos de la comunidad fue tan temido como los mismos sarracenos,
pues mientras sus mesnadas permanecían en el lugar estos se quedaban sin provisiones, cuando
estas se agotaban partía hacía otro lugar. Pero esto es solo una opinión, que cada cual piense lo que
crea oportuno.
(Por FLP)
33
Tal y como ya anunciábamos en nuestro anterior número los días 23 y 24 se celebró con gran
éxito y afluencia de público, el II Homenaje a la Encomienda Templaría de Monzón, organizado por la
Asociación Templaría Tradiciones de dicha ciudad.
Este segundo homenaje contó con la participación de diversas organizaciones Templarías de
la Península Ibérica, tales como, Els Templers de Bagá, la SMOTH-SMA representada por el Hermano
Juan Antonio de Ojeda, la Banda Templaría de Tambores y la Orden Católica Española Templaría.
Desde aquí quiero hacer una aclaración en cuanto a los artículos publicados en diarios de la
zona con respecto a las conferencias que se ofrecieron el día 23 en el Auditorium de Monzón, a las
cuales Templespaña no acudió y por consiguiente no dieron ninguna de las dos conferencias, sino
que fue la OCET quien se encargó de realizarlas. Algo que a mi personalmente no me sorprendió,
pues siendo un servidor el Preceptor de la Encomienda Templaría 13 de Octubre de Valencia el señor
Fernando Arroyo Durán ya me hizo algo similar, al parecer este señor tiene un irracional pavor a
tropezarse con alguna de las ordenes neo-Templarías, de las que tanto y tan mal ha hablado.
<<Subida al Castillo
Las jornadas comenzaron
con la nombrada conferencia que
tuvo
como
prologo
un
documental
de
las
construcciones Templarías en
Tierra Santa, tras lo cual el
Preceptor Federico Leiva hizo una
breve introducción de lo que a posteriori se iba a exponer, continuando con la charla los hermanos
Jaume Mestres i Capitán, Canciller de la OCET y Manuel Gcia. Zumaquero. A pesar del mal tiempo y
la lluvia caída el acto no perdió interés ni pasó desapercibido para nadie.
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La jornada del sábado comenzó con la apertura del Mercado Medieval en el Parque de la
Azucarera. Posteriormente y desde el citado parque se ascendió en procesión al Castillo Templario
donde tuvo lugar la Ceremonia de Investidura para Caballeros Honoríficos de la OCET. Miembros,
todos ellos, de la Asociación Templaría Tradiciones. La ceremonia fue retransmitida en directo por
primera vez en la historia, por la Cadena Ser de Aragón. Teniendo una gran repercusión mediática
tanto en los medios audiovisuales como en prensa.
Tras la comida de recepción de los caballeros y aprovechando el asueto que la tarde nos
brindó, miembros de la OCET hicieron entrega en la Catedral de Sta. María de Monzón unas cajas de
artículos de alimentación para Cáritas, que recogió el Padre Edwing, el mismo que maravillosamente
realizó el oficio de la investidura, quien recién llegado de Colombia y desconocedor de la historia del
Temple hizo una exposición digna de más erudito en temas Templarios.
Como colofón a los actos de la Asociación Templaría Tradiciones, se celebró una Cena de
Hermandad a la que acudió el Director General de Turismo de Aragón D. Gonzalo Lapetra López,
quien manifestó su agrado y voluntad de cooperación con el fin de extender el turismo aragonés.
En la foto D. Gonzalo Lapetra en el
momento de despedirse junto al Prior de la OCET
Manuel Enrique Terceiro Muinos y el Preceptor
Federico Leiva i Paredes.
Desde la OCET queremos agradecer a la
Asociación Templaría Tradiciones y a su
presidenta y Dama Honorífica de la OCET Dña.
Marisa González, el habernos dado la
oportunidad de participar en tan simbólico
evento, agradecemos el
haber podido conocer a
los magníficos hermanos
de Els Templers de Bagá,
así como la presencia de
otras organizaciones y
su colaboración, como
es el caso del hermano de la SMOTH-SMA Juan Antonio de Ojeda, que junto
al Comendador para la Santa Sede de la OCET el hermano Albert Coll Vila
asistieron al Padre Edwing en el oficio divino.
Pero si hay alguien a quien le debemos un agradecimiento especial
ese es sin duda el Hermano de Tradiciones Lorenzo Alaman, quien actuó
con nosotros como un verdadero experimentado anfitrión ayudando en todo
lo que precisamos y acompañándonos por Monzón.
En breve ofreceremos una edición especial con una monografía
fotográfica dedicada a la Asociación Templaría Tradiciones y al II Homenaje
a la Encomienda de Monzón.
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Belver de Cinca ó Belver de los Horrores
(Esto también es Memoria Histórica)
Si señor, es cierto, los restos humanos, que para
desgracia de unos y vergüenza de políticos y vecinos,
están tirados como perros en el vertedero de Belver de
Cinca, al igual que los asesinatos de curas, monjes y
monjas a manos de las brigadas de izquierda durante la
Guerra Civil Española, las iglesias y monasterios
quemados, arrasados por esas mismas manos y todos
los archivos destruidos por esas incultas manos, eso
Sr. Garzón, eso, también es memoria histórica.
Pero al parecer a ustedes todo lo que huele a
religión cristiana les trae al fresco, yo desconozco que
fuerza política rige el pueblo de Belver, me es
indiferente, para mi todos los políticos son iguales
vengan de donde vengan, a mi también me traen al
fresco los políticos, pero esto no debe ser una cuestión
política, esto es un tema humanitario, es un tema de
conciencia, o ¿Acaso le gustaría que algún familiar
suyo estuviese tirado en una fosa, de cualquier
manera?, aunque nosotros reivindiquemos por
nuestros hermanos Templarios, quiero recordarle que
no solo son religiosos los que allí mal descansan.
Y estoy convencido de que lo qué hoy es
vergüenza para la villa de Belver de Cinca y que salpica a todos sus habitantes por su impasibilidad,
un día no muy lejano acabará salpicando a los que ahora están en la cima del poder.
(Por Federico Leiva)
Hermanos de la SMOTH-MIT depositando una corona de flores
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BREVE REPASO A LA HISTORIA
Belver de Cinca fue fundado por los
Caballeros de la Orden del Temple, según
reza su Carta Puebla, dependiente de la
Encomienda de Chalamera. El cercano
Castillo de Monzón fue el último bastión
Templario junto a Chalamera, en caer en
manos de la Inquisición al mando de Artal
de Luna. Los Templarios apresados
fueron llevados a las mazmorras del
Castillo de Belver (documentación original
en la Catedral de Lérida). Quienes
sobrevivieron a la prisión fueron juzgados
y posteriormente absueltos de todos los
cargos en Tarragona.
Quienes murieron en prisión fueron
enterrados en la cripta de la Ermita de
Ntra. Sra. De Gracia donde estuvieron
sepultados junto al Comendador Berenguer de Belvís, (quien murió en Chalamera años después del
juicio de Tarragona), hasta la Guerra de Independencia.
Por miedo a las tropas francesas, la familia que custodiaba la ermita, trasladó los restos,
objetos y monedas, (procedentes probablemente del Castillo de Monzón), a una tina de piedra de
sillería que se encontraba en el lado del evangelio bajo el altar de la iglesia.
En 1997, se decidió cambiar el suelo de la iglesia, sin previo aviso a Patrimonio, por parte de
quienes procedieron a realizar las obras, se retiraron los restos óseos tanto de los Caballeros
Templarios como los de las familias que durante cientos de años pagaron por ser enterrados allí con
tumba de su propiedad. Estos cadáveres fueron arrojados unos a una fosa común y otros en una
finca particular, sirviendo de escombros para nivelar el terreno. Al personarse Patrimonio (no
avisado por el Consistorio, ni por la Iglesia), ya se disponía a cubrir con losas el suelo, (consultar
documentación en el Ayuntamiento, en Patrimonio de Aragón, en APUDEPA, Justicia de Aragón,
Obispado de Barbastro-Monzón, Secretaria del Vaticano, Juzgado de Fraga y Audiencia Provincial de
Huesca). No hay noticias de lo que allí se esconde.
Ninguna autoridad civil o eclesiástica intentó impedir las obras en su momento ni restituir los
restos humanos al lugar de donde jamás debían haber salido. Según se informa el delito del que
fueron acusadas las personas implicadas ha prescrito, aunque los muertos siguen en el vertedero
clamando justicia y para vergüenza y escarnio de los habitantes del pueblo de Belver de Cinca.
¡¡¡CLAMAMOS JUSTICIA!!!
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El polaco Aleksander Ford (El joven Chopin)
adapta una novela de su compatriota, el Premio
Nobel de Literatura Henryk Sienkiewicz (1846-1916),
autor también de la célebre obra "Quo Vadis?". Se
trata de una grandiosa epopeya patriótica, que
incluye espectaculares escenas de combate
alrededor de la Batalla de Grunwald -es muy hábil el
paralelismo entre los preparativos de los dos
campamentos-, pero con lugar para el dibujo de los
personajes, sus virtudes caballerescas, sus amores
nobles y sus terribles desgracias. Destaca en tal
sentido el valiente protagonista, Zbyszko of
Bogdaniec, cuya amada Danusia es hecha
prisionera por los teutones y su padre Jurand
mutilado, lo que da pie a una hermosa escena de
inesperado perdón. El film contiene planos
imaginativos, como el de ofrecer el punto de vista de
los guerreros desde la mirilla de sus yelmos, un
recurso que, curiosamente, utilizó el mismo año
Stanley Kubrick en Espartaco.
En la Edad Media, época de alianza entre
Polonia y Lituania. La orden de los germánicos
caballeros teutónicos campa a sus anchas,
abusando de su posición de dominio para hacerse
con el trigo de los campesinos, entre otras lindezas,
aduciendo que en sus carros esconden armas. Ellos
se autodefinen como adalides de la cristiandad,
contra herejes, cismáticos y paganos, y con tal excusa hacen y deshacen a su antojo. Pero tales
abusos van a llegar al colmo, y provocarán la reacción del rey y sus príncipes, que en inferioridad
numérica y de preparación militar plantarán cara al adversario.
Año de producción: 1960.
País: Polonia.
Dirección: Aleksander Ford.
Intérpretes: Urzula Modrzynska, Grazyna Staniszewska, Andrezj Szlawski, Henryk Borowski,
Aleksander Fogiel, Mieczyslaw Kalenik.
Argumento: Henrik Sienkiewicz. (Novela).
Guión: Jerzy Stefan Stawinski, León Kruczkowski y Aleksander Ford.
Música: Kazimierrz Serocki.
Fotografía: Mieczyslaw Jahoda.
Duración: 166 min.
Género: Histórico.
(Por FLP)
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Jerez de los Caballeros
Los orígenes de Jerez de los Caballeros se
hayan confundidos en la Prehistoria, como así lo
confirman los monumentos megalíticos entre los
que destacamos el "Dolmen de Toriñuelo", en la
Dehesa de la Granja, los de Valcavado y de la
Palomilla.
Entre las ciudades que poseyeron los
turdetanos en la región comprendida entre el
Betis y el Anas, llamada Beturia en aquellos
tiempos, figuraba ya una en el sitio que ocupa
Jerez de los Caballeros. Del mismo modo que en
Jerez de la Frontera hubo una población
denominada CERET en su homónima Jerez de los Caballeros hubo otra ciudad fenicia llamada Ceret
que en tiempos de los árabes se denominó, como aquella XERIXA y luego ambas degeneraron en su
nombre actual.
Durante la dominación romana JEREZ o FAMA IULIA SERIA, debió ser un pueblo importante,
según se desprende de los hallazgos arqueológicos encontrados en la que fuera "villa doméstica"
del
Pomar.
Además de la villa se han descubierto en Jerez numerosas inscripciones, cipos, estelas funerarias,
miliarias, ... En todas ellas se alude a personas pertenecientes a familias romanas y algunas bastante
importantes como las familias Vibia, Julia, Helvia.
De esta época se conservan la Calzada del alto del empedrado, mosaicos del Pomar, puente
del Pontón y Viejo y las numerosas inscripciones, cipos,
etc., ya mencionados. En esta época también era
conocido Jerez como CAERIANA.
La muestra más importante de ello es la histórica
columna de mármol hallada en la Iglesia de Santa María.
En ella hay una inscripción cuya transcripción es la
siguiente:"El día noveno de las Kalendas de Enero, de la
era 594, fue consagrada esta iglesia a Santa María". La
fecha corresponde al 25 de Diciembre del año 556
después de Cristo.
También han sido encontrados otros restos en las
dehesas de la Alcozaba y de la Mata. En la primera se
halló un sepulcro en cuya lápida había una inscripción
correspondiente al año 514 d.C. Y en la dehesa de la Mata
se halló otra inscripción correspondiente al año 662 d.C.
Gracias a un pasaje del geógrafo Edrisi que vivió
en aquella época sabemos que el nombre de nuestra
población entonces era Xerixa, y que debió de ser una
población importante ya que la enumera junto con las
poblaciones más renombradas de la región poniéndola a
la misma altura.
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Tenemos igualmente que el viejo castillo situado al pie de la iglesia conserva algunos
torreones que, a pesar de las reparaciones hechas en ellos en tiempos posteriores, revelan en su
estilo haber sido construidos por la pauta de la arquitectura mahometana; por lo que es de presumir
que su primera planta pertenece a los tiempos de la dominación árabe.
Las leyendas y tradiciones alusivas a la reconquista hacen comprender que cuando los
Templarios ganaron a Jerez debía existir en dicho punto esta soberbia alcazaba, ceñida por la
muralla. Todos estos datos evidencian que el terreno que ocupan Santa María, el Castillo y la
Alhóndiga eran en tiempo de los moros ciudadela fortificada y el resto de la población, colocado en
la falda de la colina que corona la iglesia de San Bartolomé, debió hallarse extramuros.
Hoy queda en Jerez de la dominación árabe tan solo
ligeros indicios del castillo, la pequeña iglesia del Patio de
Armas y barrios como la Morería y la Alhóndiga.
Fue Alfonso IX de León, en sus incursiones por la
baja
Extremadura
quién
en
1230
reconquistó
definitivamente, la entonces "Villa de Xeres", cediéndola
para su custodia a la Orden del Temple, a la que debe su
fisonomía, su espíritu señorial y su nombre: Jerez de los
Caballeros.
Varias leyendas hay sobre los Templarios y Jerez
pero lo que sí podemos afirmar es que los Caballeros
Templarios, a las órdenes del Rey de León, conquistaron
una población en cuyas afueras estaba el arrabal de San
Bartolomé.
Señores de Jerez, los Templarios, la engrandecieron
considerablemente e hicieron de ella una de las mejores
posesiones de la Orden. Ellos fortificaron el castillo,
construyeron la muralla que hoy conocemos, y levantaron la
iglesia de San Bartolomé, bien de primera intención, o bien
sobre ermita que ya hubiera. Esto, unido con la repoblación
de las alquerías del vasto término de Jerez, debió ser causa
de la importancia que la población adquirió entonces, esta
importancia hace todavía dudar si la cabeza de la Orden del Temple en el reino de León era Zamora o
Jerez. Lo que sí sabemos es que era capital de la bailia o encomienda de su nombre que comprendía
las comarcas de Jerez, Valencia del Ventoso, Burguillo con sus aldeas, Valverde y Atalaya, Oliva,
Alconchel, Villanueva del Fresno, Cheles, Higuera de Vargas y Zahinos.
De aquí el que se llame el Fuero de Bailío al que regía en los pueblos antes mencionados y
otros de Extremadura y que fue introducido por los Templarios.
El mejor testimonio de que Jerez era capital de la bailía o encomienda de su nombre, es un
acta del capítulo que celebraron los Templarios el día 24 de Junio del año 1272, para marcar el
lindero del término de Valencia del Ventoso; en ella se dice: " ...en la Bailía de Xerez, ...".
Con el paso del tiempo la Orden de los Templarios llegó a convertirse en uno de tantos
elementos de perturbación, además se comenzaron a corromper sus costumbres debido a las
riquezas que llegaron a acumular que les permitieron vivir en holganza punible y desenfrenada
olvidando su misión de combatir a la morisma.
El papa Clemente V convocó el concilio de Viena para tratar de los Templarios, al mismo
tiempo que mandaba ocupar los bienes de éstos hasta que la asamblea resolviese. Presintieron sin
duda los Templarios que la solución había de serles adversa, y se dispusieron a resistir toda medida
que se adoptase contra ellos. En el año 1312 tuvo lugar la disolución de la Orden, la asamblea había
acordado que la Orden se extinguiese y sus posesiones fuesen confiscadas.
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Los Templarios no estaban dispuestos en todas partes a obedecer. Los de Jerez, que no
habían entregado la población todavía, resolvieron hacerse fuertes en ella; y si hemos de dar crédito
a una tradición jerezana muy corriente, soportaron un desesperado sitio, que les obligó a irse
encerrando poco a poco en el castillo, hasta que, cogidos allí prisioneros por las tropas del Rey,
fueron degollados sin remisión en una de las torres principales. El fuerte memorable que sirvió de
teatro a tan cruento sacrificio se designa hoy por los vecinos de Jerez con el nombre de Torre
Sangrienta.
Extinguida la Orden de los Templarios, el 13 de marzo de 1312, por bula de Clemente V, de
acuerdo con el concilio de Viena, Jerez pasó a ser ciudad de realengo, bajo el dominio de la Corona,
reconociéndole el derecho a nombrar procuradores en las Cortes de Castilla, que jugaron siempre
un papel destacadísimo, sobre todo en las celebradas en Burgos, en 1315, para tratar la tutela y
regencia de Alfonso XI.
En los años siguientes el castillo de Xerez de
Badajoz al igual que otros castillos y alcázares cercanos
pasó a manos de hombres naturales del Reino de
Portugal. Esta fianza de las plazas y fuertes duró hasta el
año 1330. Don Enrique II el Dadivoso hizo donación de la
villa de Jerez a la Orden de Santiago, y en nombre de ésta
a su visésimooctavo maestre D. Fernando de Osorez,
según el privilegio de donación otorgado en Sevilla a 25
de Diciembre de la era 1408 (año 1370). Por él cede al Rey
a la Orden "la villa de Jerez cerca de Badajoz, con
términos, señoríos,
Algún que otro historiador extremeño ha afirmado
que la Orden de Santiago pobló Jerez con muchas
familias de linaje y que debido a la abundancia que
entonces hubo de familias ilustres en su vecindario
recibió el nombre de Jerez de los Caballeros. Esta
afirmación es un error pues esta denominación, que
comenzó cuando la población recibió el título de ciudad,
fue debida a haber pertenecido primero a los Caballeros
del Temple y después a los de Santiago.
Al terminar la Edad Media nos encontramos una población enteramente nueva, con un
vecindario y una extensión mucho mayor de la que antes tenía. Como este cambio tan radical va
unido a la jurisdicción de la Orden de Santiago, a falta de otra explicación más cierta, debemos
atribuir a buen régimen establecido por la Orden el mejoramiento que Jerez alcanzó entonces.
CASTILLO
El Castillo de Jerez de los Caballeros se alza sobre
un cerro a cuyo alrededor se extiende la localidad del
mismo nombre, un altollano que domina la vega que forma
el río Ardilla, en la zona occidental de Sierra Morena, al
suroeste de la provincia de Badajoz.
La construcción es de forma pentagonal. Destaca la
muralla que protegía a la villa de posibles ataques del
exterior. Ésta presenta torres semicirculares rematadas en
almenas que se han ido reconstruyendo en épocas
actuales.
De todas las torres que rodean la edificación, es la Torre del Homenaje la que destaca por su
tamaño y solidez. Está asentada en un desnivel con respecto al pueblo. Presenta dos vanos y una
pequeña aspillera defensiva para disparar las flechas y los dardos a los enemigos. Su cornisa se
remata en una estructura almenada que ha sido restaurada hace poco tiempo. En su interior aparece
una bóveda de cañón apuntado.
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En sus orígenes la muralla contó con seis puertas, pero a día de hoy solo se conservan cuatro
de ellas, la Puerta de la Villa, que tiene tres arcos, la puerta de Burgos, que presenta almenas en
forma de pirámide, la puerta de Santiago y la puerta de Alconchel. Estas dos últimas,
desgraciadamente, no se mantienen en su totalidad. Tanto para la muralla como para el castillo se
utiliza la piedra. En la muralla se emplean piedras de pequeño tamaño unidas por cal y arena y en el
castillo se utiliza la mampostería, es decir, piedra escasamente labrada. Los ángulos de la
edificación están hechos con sillares bien trabajados. Esto hace que se forme un claro contraste
entre los muros y las esquinas.
El castillo se ha mantenido aceptablemente a pesar de los asedios que ha sufrido a lo largo de
la historia. Se han restaurado las almenas casi en su totalidad, quedando un conjunto de enorme
belleza. El recinto ha servido a varias funciones, la más sorprendente es que sirvió de mercado de
abastos hasta 1950.
Jerez y los Caballeros Templarios
van unidos y es imposible entender la
historia de la ciudad sin pensar en ellos
La presencia de los caballeros constituye
un pilar
básico en una ciudad
emblemática y a pesar del triste final, los
jerezanos lucen orgullosos esta herencia
caballeresca.
En julio se celebra el Festival
Templario de Jerez, este gira entorno a la
representación de la obra “El Último
Templario de Jerez”, escrito por Nuria
Pérez Mezquita. Esta representación tiene
lugar por la noche y se repite durante el
fin de semana en el que se celebra el
festival.
Además del desfile inaugural que recorre las calles de la ciudad, se ordenan simbólicamente
caballeros, se celebran procesiones nocturnas llenas de un gran simbolismo, estética y
ambientación. Completa la programación un mercado medieval, donde diferentes artesanos exponen
sus productos de todo tipo.
Sobre todo hay que destacar la animación callejera donde más de 500 personas, entre actores
y ciudadanos recorren las calles de Jerez de los Caballeros creando el ambiente típico de la época
un día cualquiera. Se celebran comidas típicas medievales, conciertos, representaciones y
animación variada en las empinadas calles de Jerez. El festival templario de Jerez de los Caballeros
es una excelente ocasión para conocer la ciudad, su entorno y su mágica historia.
(Por FLP)
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