Pdf Ánima Barda Nº15 Enero Feb 2014

Anuncio
Enero - Febrero 2014
www.animabarda.com
La revista es de
publicación bimensual
y se edita en Madrid,
España.
ISSN
2254-0466
Editor
J. R. Plana
Cris Miguel
Ilustración, diseño y
maquetación
J. R. Plana
Cris Miguel
Corrección
Eleazar Herrera
Prensa
Ana Nieto Morillo
Ánima Barda es una
publicación
independiente, todos los
autores colaboran de
forma desinteresada y
voluntaria. La revista
no se hace responsable
de las opiniones de los
autores.
Copyright © 2014
Jorge R. Plana, de la
revista y todo su contenido. Todos los derechos reservados; reproducción prohibida sin
previa autorización.
Búscanos en las redes
sociales
@animabarda
www.facebook.com/
AnimaBarda
Anima Barda (g +)
Pulp Magazine
Núm. XV
Relatos cortos
EL FIN DE LA ETERNIDAD- Erótico
Eleazar Herrera
PRÍNCIPE PÍO - Ciencia Ficción
Julio Martín
EL TRIPULANTE SOLITARIO - Ciencia Ficción
Carlos J. Eguren
EL APRENDIZ - Fantasía Urbana
Ana Nieto Morillo
LA POLI ESTÁ JODIDA - Spicy & Saucy
Cris Miguel
13
40
64
78
101
Especial Sharknado
LA CAÍDA DE CAVERNAS PESCADORAS - Fantasía
Diego Fdez. Villaverde
LA NOCHE DE LOS JUGUETES VIVIENTES - Acción
Rubén Fonseca
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU - C.Ficción
Carlos J. Eguren
TERROR EN EL ASFALTO - Acción
J.R. Plana
¡CUACK! - Urbano
Eleazar Herrera
TRACTORES Y COSECHADORAS - C.Ficción
Cris Miguel
5
20
29
48
60
68
REGRESO A CAVERNAS PESCADORAS - Fantasía
J.R. Plana
PIKACHULIPSIS - Humor
Manuel Santamaría
84
96
El resto
UNAS PALABRAS DEL JEFE - Editorial
J.R. Plana
LA LEY DEL TRUENO - Reseña
Diego Fdez. Villaverde
LAUREN BEUKES - Entrevista
Cris Miguel
LA CASA EN EL CONFÍN DE LA TIERRA - Reseña
J.R. Plana
4
27
45
75
UNAS
HISTORIAS
PALABRAS
DEL
DEL
PULP
JEFE
Historia
del palabras
Pulp
Unas
del jefe
J. se
R.publiam
Planaiu me addum de
Egitris. Grae non
in din int.s Scitrum
algo querehem
me inimihilnem
ocurre cada adem
cierto
coen tercent?
Ad
nonocru
ntena,
Ti.
Ecur
tiempo. Un
día, recorriendo
estanterías, me encuentro sin ganas
vit niquerox
nostil tiae
nesi prilibros
fenadeEm
leer.Pat
Miro
las novedades,
los gruesos
rimaio,
nononti
ussultura,
prei
se
nonloc
de bonitas ediciones y todo me da pereza.tan“El
tem, norei te ine ia rehebat ifeconsum quius,
libro que ha cautivado a millones de lectores
terfitiam desim tat factandienam tanum quit
de
el mundo”.
“La novela
ganadora
L. todo
Catimisse
nonsidBah.
abestiam
ocultor
bissudel
último
premio
Patatín”.
Bof.
“Una
lii parei ia vidius te remusatusce iptil hinobra
vo,
que
atrapará
hasta...”.
Y asípliis
unaadem
tras
erumteingulto
rionloc
tastillUf.
ercesi
optis Nada
essimum
fore intemenat,
otra.
me apetece,
nada mesedem
llama.senteTodo
llarbis
vicae
orte
tum
terum
ponsimp
opultium
son grandes obras, poderosas novelas con una
dius, fore fui tus; C. Licii pre, venim conscret
gran proyección que me dan muchas ganas de
vius seret inveri consimilina coninite, neripdormir
siesta. Todo
grandilocuente,publi,
todo
se dices!la Serum
obse muy
hil vemnimmoveri
muy
exitoso,
todomenit.
muy best-seller,
con aires
de
cus. M.
Mulictus,
Habente ludam.
La ad
contrato
(amigo,
eso
rempere, editorial
prist atusmultimillonario
strarbem tese nost?
quium
ficidem.
nost? Sime
ponstabi
consultusí
que es Loca;
un oxímoron).
Y luego
las coges
y te
mus
vivivirit;
novesimus
comnirmis
et
gra?
dejan un regusto amargo, así como de gran
quidi, for qui sus re conturnis. Essenatus, que
tomadura de pelo. Más o menos el cuerpo que
cuterbit vit, P. Gra, est vignostre postericerit
se
le tuvoutela
que quedar
a Jerjes
de un día
veribus,
cre, nius,
viliis,después
ubliis plibute
is.
enPostimus
las Termópilas.
vis, fit, nonsus estri iam facienatuEnsere
esasdi,
ocasiones
suelo oruntella
volver a los
dam
mis ali patis
tusclásicos.
et? que
cionloc
riptique
adduc
int,
Cates?
quam
No hablo solo de Homero o Virgilio, yomius
por
invermis.
mandet
anultis,
pulto
talicaet
dem
clásico entiendo todo aquello publicado antes
consussultum inati, praedem senam iam prae
de los 90 (por ejemplo) y a ser posible de
fachuce rricat, clerfina pula pret publi, es scric
ficción,
en la frontera
de la ficción,
como El
moverfeocridemurniu
quidetilnes
ina, quemum
gran
Gatsby.
alivio
en ellas,
cosas como
in iam
ia dinHallo
nonvo,
ubliam,
nos en
cupionsus
est
Farenheit
Tarzán
o cualquiera
de Ambrose
egerebem 451,
quame
in Itabenatum
ocriaes
forbit.
Ed
in
dium,
quis
reni
publiconvest
faceperBierce. Siempre acabo descubriendo algo nuevo
denatum horum auconsultor locultum fecenum
interesante.
turo, tum ines consupi endiess enatifere co tem
Desde hace algún tiempo encuentro que me
ponsi inte essed ne ortis culibunum perox nox
produce
el mismo
placer, ovir
más,
rebuscar
entre
moene tem
nius prorimus
urbis,
nos simpolas
malas
a rabiar.
Hace poco
cayóconen
res novelas
virmanum
nordicaet
Castreis
etia ret,
mis
un compendio
tituladoentemus,
Horror enseel
diis.manos
Ad inatudet
publiae horsuli
depoterei
temque aquí
int L.
Fuidium
espacio,
publicado
enGulatquod
el 68, o porC.
ahí.
Es una
ad
dem
cae
atus
liquam.
Sum
hi,
contua
quid
recopilación de autores reputados en el campo
mis, vid iae, ne quam furnit opubi pat pro, quit,
de la ciencia ficción realizada por Kurt Singer.
E
4 Anima Barda - Pulp Magazine
A pesar de su “renombre”, algunas historias son
muy reguleras y a la vez muy divertidas, con
unas intenciones tan claras y predecibles que
te dan risa. Son lo que son, historias malujas
Lina, fauces erebatu stionfirit, et pror ate tecon
aspiraciones de historias malujas, y a nadie
mus, que ceps, di ius. Irmaciam sendent urnile pilla rem
por ta
sorpresa.
Relatos
de iam
ciencia
ficción
quista
re, Pateres
egiliis
noximaxique te hacen pasar un rato divertido y que, una
mis.
vezUnti,
leído,
no tepropossedem
deja ningún tum
regusto
a ínfulas
querei
senam
talis
ceridit.
Die furbis
inumus visni pedantería
másvivendam
allá de poent
la rimbombante
sentiesti
fachum
tinc vertus,
prosa delpore
autor
de turno.
Nada quidesceris;
mejor para
Cationsula re ad forius mora essica vitatum nidesintoxicarse del best-sellismo actual.
ritio nsulatam inte, ego et; hiciam ditum tanSupongo
que a volum
estas alturas
me etimis.
veréis venir
tum
issenatorio,
verudam
Solya.
Sí,
esto
lo
digo
por
nuestro
libro,
por
¿Qué
tum consulere fue fortistis addum talicae facit
ha sido
eso?,
cuya henam.
intención clara y manifiesta
feret;
ena,
C. Mul
novemnit.
noHiliqua
es otra que
que tus
haceros
pasar un rato. Pero eso
ficus et?
yaOpiorte
lo sabéis,ridepost
porque lopublica
pone enudemus
la contraportada
Ebatesentem hum ommoruntesis fatque temuly yo mismo lo he dicho cientos de veces.
ti libunte rideo, con ia destem lium abessi conacerca
aniversario
próximo
suSe
qua
crumnuestro
nonfect 2º
urbesti
suntem(el
tem
in sulveintipico
de enero),
y en
primera
revista
tia
Scid dicentio
vidiem
alaesta
nequamq
uoditabit
del resus,
2014, videps,
un añofuerceporum
que promete
interesantes
vid
moltus,
Castre
conesci
enductem
dem
vem
abunihi,
iam
ternovedades si todo va bien, dedico estas líneas
num
inequitincon
post?vosotros
An vituam
prae clea compartir
esequone
aburrimiento
go horurnit L. Aperi fachum ternica; nostanum
que me entra a veces, y que ya sanaba antes
morum nonorica imorbis, sulto nenit virtum is
de levantar
mi particular
cruzada
favor
de la
intius
consilin
auctum adesta
ad arei
tervivili
literaturavastra,
barata uteribustrum
y escapista. Quizá
pase ut
lo
poenihil
obus os
omner
mismo, quizá
no. Si
que sí, menemor
probad a at
mirar
videffre
derfenam
oc es
remente
occist
es publiam
molentrequa
los issesictus
cajones deet,
cualquier
feriaiactusa
de Ocasión.
turn
ihictus
vis,
et
atis.
Sensultie
mordiorum
Feliz año a todos. :)
LA CAÍDA DE CAVERNAS PESCADORAS (NGITKARKOR)
La caida de Cavernas
Pescadoras
(Ngitkarkor)
por Diego Fdez. Villaverde
A mi estimado amigo Robert Avon, Conde de Puerto Rocoso:
Adjunta a esta carta te entrego la traducción que he hecho de un fragmento del diario del que
hablamos. Está firmado por una enana llamada Nil Zesdeler, que habitó en Ngitkarkor, que
en nuestra lengua quiere decir Cavernas Pescadoras. Me he tomado la libertad de traducir los
nombres propios y ajustar las fechas a nuestro calendario. Espero que la lectura te haga recapacitar
sobre por qué tus predecesores prohibían el acceso a las ruinas de la fortaleza enana, y anules
las expediciones de “recuperación”, como tú las llamas. En estos momentos tan difíciles para
nuestra ciudad, las vidas de nuestros hombres valen más que toda la plata enana. No molestes a
lo que yace sepultado.
Sinceramente,
Marie Concort, abadesa del Santuario Rojo.
2 de Septiembre del año 361 de la Edad de los Mitos.
ras varias semanas caminando, atisbamos las orillas del lago del Centauro. Urist y yo
dejamos nuestro hogar de la Montaña Helada con la esperanza de encontrar una mejor
vida en las colonias. Yo estaba especialmente harta de pasarme el día vagabundeando por los
salones de la montaña afilando cuchillos por calderilla, mientras mi marido esculpía estatuas por
encargo de algún noble que jamás estaría satisfecho y se negaría a pagar. Siempre hemos sido
recelosos de los relatos sobre las riquezas de las expediciones comerciales de nuestra civilización,
pero sentí que nuestro talento estaba desaprovechado, así que decidimos unirnos a una caravana
de colonos que partía rumbo a las Cavernas Pescadoras, fundada en el lejano sur hace cuatro años
por capricho de nuestro rey Kadol V, que deseaba tener una fuente de suministro de pescados de
la superficie que nuestro frío clima no podía mantener. Afortunadamente para los habitantes de
T
Anima Barda - Pulp Magazine 5
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE
la recién fundada fortaleza, también se hallaron enormes menas de plata en las profundidades del
lago, y el comercio con los humanos floreció.
De camino hasta aquí Urist me planteó una buena pregunta: ¿cómo han podido construir una
fortaleza en las orillas de un lago? Los enanos nunca nos alejamos de las montañas para construir
nuestros hogares. Los humanos y los elfos apilan bloques de piedra y vigas de madera y los
llaman “castillos”, pero nosotros básicamente hacemos un agujero en la roca y nos introducimos
en ella, dando forma y esculpiendo a nuestro paso. Desde el campamento podemos ver una gran
torre amurallada, pero ningún edifico en el que puedan vivir medio centenar de enanos.
3 de Septiembre del año 361 de la Edad de los Mitos.
¡Por fin hemos llegado a nuestro nuevo hogar! Cavernas Pescadoras es posiblemente la
construcción enana más impresionante que haya visto. En efecto, el exterior sólo es una torre de
granito circular perfectamente construida. Las otras razas no tienen permiso para pasar dentro
de la torre, por lo que la venta de productos artesanales se realiza en el exterior. La milicia que
patrullan los alrededores luce una espectacular armadura de acero, y no parecen muy preocupados
por la seguridad de la fortaleza. En lo alto de la torre, un regimiento de ballesteros vigila los
alrededores mientras ingenieros de asedio instalaban unas catapultas y balistas para defender
las murallas. Es realmente impresionante y nos ha dado mucha seguridad ver tanta parafernalia
militar.
Una vez nuestro grupo consiguió el permiso del barón para pasar al interior, descubrimos el
secreto de la torre: unas anchas escaleras de caracol descienden hasta el corazón de la fortaleza,
dejando en el centro un profundo foso equipado con un ascensor movido por mulas, por el que
suben y bajan las mercancías. En las paredes de la torre hay unos enormes espejos que iluminan
de luz natural el interior, haciéndolo mucho más luminoso que nuestro antiguo hogar en las
montañas.
Tras descender varios metros llegamos al piso principal. La colonia está llena de energía. Los
artesanos transportan sus bienes hacia el ascensor mientras los mozos de los almacenes descargan
los productos provenientes del exterior, mayoritariamente comida y alcohol. Avanzando por un
pasillo llegamos a un amplio salón, en el que había numerosas mesas talladas en piedra donde
los habitantes se reúnen para comer y celebrar fiestas. El aroma que sale de las cocinas situadas
en los laterales es realmente delicioso, y hay numerosos toneles de licor de distintos tipos. Parece
que todo lo que nos han dicho sobre la prosperidad de este lugare es cierto.
Subida a una de las mesas del salón nos esperaba una anciana enana, que se presentó a sí misma
como Kadol Oniliton, minera y jefa de la primera expedición que se asentó en este lugar. Ella y
sus primeros seis compañeros excavaron la tierra y sellaron las paredes para evitar que se filtrara
el agua del lago, y cuando llegaron a la roca empezaron a construir las distintas habitaciones, y los
cascotes sobrantes los utilizaron para construir la torre. Nos ha explicado cómo funcionaban por
aquí las cosas. A cada enano (o matrimonio, como en nuestro caso) se nos asignó una habitación
y un trabajo. Si cumplimos con nuestra tarea, tendremos comida y bebida gratis. No he podido
6 Anima Barda - Pulp Magazine
LA CAÍDA DE CAVERNAS PESCADORAS (NGITKARKOR)
creérmelo. No tendríamos ni que buscar trabajo.
Nuestra habitación es pequeña pero perfectamente amueblada. Disponemos de una cama grande,
de un cofre y un armario de madera donde dejar nuestras pertenencias, además de un escritorio
desde donde escribo este diario. Mañana nos asignarán los oficios, y Urist me espera en la cama.
Quiere estrenarla y yo no le voy a hacer esperar.
Anima Barda - Pulp Magazine 7
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE
4 de septiembre del año 361 de la Edad de los Mitos.
Hoy ha sido un día muy duro. Primero nos han preguntado sobre nuestras habilidades y
oficios anteriores y nos han asignado un trabajo según nuestras capacidades. Urist no ha tenido
ningún problema y le han asignado a los masones, que se encargan principalmente de dejar lisa
la piedra que forman las paredes, suelos y techos de la fortaleza. Sin embargo, no necesitaban a
ninguna herrera más. Me han preguntado si alguna vez había pescado o trabajado con cultivos
subterráneos. Al decirles que me negaba en rotundo en ser granjera sólo me han ofrecido una
alternativa: la milicia. No sé si he acertado, pero no quería pasar el resto de mi vida cultivando
setas, así que al parecer ahora soy soldado. He discutido con mi marido al tomar la decisión, pero
él sabe bien lo orgullosa que soy, así que no me lo tendrá en cuenta. Más tarde me han llevado a la
armería para tomarme las medidas de mi futura armadura. Más de veinte enanos trabajaban sin
cesar, fundiendo minerales y dándole forma. He visto cómo forjaban todo tipo de artesanía con la
plata y creaban impresionantes hachas y espadas con el acero. Trabajar en una forja como esta ha
sido el sueño de toda mi vida. He aplacado mi envidia bebiendo una cerveza con el resto de los
reclutas en el salón principal, y cuando he llegado a la puerta de nuestra habitación, Urist había
tallado nuestros nombres en ella. Este enano hace que sea muy difícil seguir enfadada con él.
20 de enero del año 362 de la Edad de los Mitos.
El entrenamiento al que nos han sometido en los últimos meses me ha agotado tanto que
llevo mucho tiempo sin poner al día el diario. Al parecer, ¡soy muy buena guerrera! He quedado
primera de mi promoción y nuestro regimiento pasa a formar parte de la defensa de la fortaleza.
Urist sigue sin parecerle bien esto del ejército, pero aparte de eso las cosas no podían ir mejor.
Hay comida en el plato, cerveza en la jarra y trabajo todos los días. ¿Qué más podemos pedir los
enanos?
21 de enero del año 362 de la Edad de los Mitos.
La respuesta a esa pregunta al parecer es lava. Ayer llegó un diplomático de los elfos
advirtiéndonos que si seguíamos talando árboles comenzarían las hostilidades. Un buen enano
hubiera devuelto a ese abrazárboles al bosque en un ataúd de madera para mandar un mensaje
claro a los orejas picudas. Pero nuestro barón disfruta de la paz y del oro del comercio, así que
de momento hemos dejado de talar los árboles que alimentan nuestra industria metalúrgica. El
barón ha ordenado que comiencen las excavaciones en busca de piscinas de magma para usarlas
de combustible renovable. La minera Kadol le ha recordado que no se debe cavar “muy profundo
y codiciosamente”, pero a él le han parecido supersticiones absurdas.
6 de febrero del año 362 de la Edad de los Mitos.
¡Los mineros han encontrado una gran caverna a un kilometro de profundidad! Está repleta de
minerales preciosos y en ella crecen unas setas gigantes que emiten una luz violeta. Mañana nos
envían a explorar las profundidades a nuestro pelotón. Mientras tanto a Urist le han encargado
8 Anima Barda - Pulp Magazine
LA CAÍDA DE CAVERNAS PESCADORAS (NGITKARKOR)
hacer una estatua de mármol del barón de la fortaleza rodeado de sus súbditos. Creo que la
vanidad y la ineptitud de la nobleza enana no conocen de fronteras.
15 de febrero del año 362 de la Edad de los Mitos.
Pff, ¿por dónde empiezo? En la caverna nos hemos enfrentado a un troll. Era el ser más grande
que he visto en mi vida, medía unos tres metros y medio y su piel era verde oscura. Uno de mis
compañeros cargó contra él desobedeciendo las órdenes de nuestro capitán. El monstruo esquivó
el ataque, lo agarró con sus enormes manos y lo arrojó contra nosotros, cayendo sobre el capitán.
El troll se vino encima y, tras un momento de pánico, los ballesteros abrieron fuego contra él.
Uno de los virotes impactó en el pecho, ralentizándole. El capitán se quitó de encima al novato
y ordenó la carga. Diez contra uno no es una pelea justa, por muy grande que seas, pero lo cierto
es que esos bichos imponen bastante. Yo sólo conseguí clavarle el hacha en la rodilla, pero su
robusta piel bloqueó casi todo el ataque. Los demás hicieron el resto.
Aparte de eso, la expedición a las profundidades ha resultado un fracaso. Aunque hemos
encontrado menas de esmeraldas y rubíes, no hay ni rastro de lava. Kadol me ha dicho que ella
se lo esperaba, que no se cree que vaya a encontrar magma hasta dentro de varios kilómetros. Las
reservas de carbón vegetal se están agotando y los herreros se están poniendo nerviosos.
29 de febrero del año 362 de la Edad de los Mitos.
Escribo esta entrada desde el hospital. Mientras los mineros siguen excavando nos han
enviado a patrullar de nuevo las profundidades y nos hemos enfrentado a un grupo de hombres
murciélago. De todo lo que he visto, son los seres más raros que habitan las cavernas. Miden lo
mismo que un humano y, aunque no pueden volar como sus parientes más pequeños, trepan
por las paredes rápidamente y son capaces de planear largas distancias. Pese a todo, esta raza es
muy primitiva y no pueden hacer frente a nuestras armaduras de acero. Dos de estos bastardos
han conseguido rodearme y mientras hacía un tajo con mi espada a uno, el otro se me ha subido
encima, me ha quitado el casco y me ha arañado la cara, provocándome una herida profunda. He
conseguido tirarle al suelo y rematarle, pero poco después sentí que mis fuerzas desaparecían y
me he desmayado.
Me he despertado en una cama del hospital sin mi armadura, con vendas cubriendo mi cara
y Urist a mi lado. Está tan mono cuando se preocupa por mí. El doctor se me ha acercado y me
ha dicho que esa herida iba a dejar una cicatriz muy fea. Le he dicho que me avergonzaba el
haberme desmayado en la batalla. Ha dicho que era normal entre primerizas. Le contesté que no
era mi primera expedición. Él me dijo que se refería al embarazo.
Se acabó mi carrera militar por ahora. Me entristece abandonar a mis camaradas, pero estoy
francamente feliz.
15 de marzo del año 362 de la Edad de los Mitos.
Urist se ha despertado en mitad de la noche, susurrando palabras sin sentido, y se ha salido
Anima Barda - Pulp Magazine 9
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE
de la habitación. Me he puesto el abrigo y le he descubierto metiéndose en el taller de cantería.
Había cogido un bloque de granito y se ha puesto a darle forma con el cincel. Los enanos somos
famosos por estos “humores”, en los cuales se nos mete una idea en la cabeza sobre un artefacto
que queremos crear y no paramos hasta que lo conseguimos. Lo he visto otras veces, pero Urist
me preocupa. Sigue hablando en un idioma que nadie reconoce y no me responde.
17 de marzo del año 362 de la Edad de los Mitos.
Tras varios días trabajando sin parar, Urist ha terminado su construcción. Es una réplica
perfecta de fortaleza, en la cual se puede apreciar con detalle los distintos niveles y habitaciones,
incluyendo la torre y las cavernas de las profundidades. Urist no se acuerda de nada, y parecía
sorprendido cuando ha soltado el cincel. No sabía cómo había llegado ahí pero sabía que tenía
hambre, sed y sueño. Al mirar la escultura con más detalle me he fijado que había una extraña
incrustación de granito, con forma de un enorme lagarto de seis patas. Nadie más ha reparado en
ella al tratarse del mismo material que el resto de la figura y los otros enanos me han dicho que
no es nada, pero conozco el trabajo de mi marido y sé que eso no es algo que él haga sin motivo
alguno.
La celebración del artefacto creado por Urist se ha visto interrumpida cuando Kadol ha
aparecido gritándole al barón sobre las excavaciones. Al parecer unas extrañas criaturas reptantes
han atacado a sus mineros en plena faena y han muerto tres de ellos. Ella se ha quejado de que
mientras las defensas de la superficie son inexpugnables las del subsuelo consisten en poco más
que unos muros mal construidos. El barón ha ignorado sus peticiones y la ha apremiado a que
siga cavando. Ella le ha tirado su casco a la cabeza y ha dimitido.
5 de Abril del año 362 de la Edad de los Mitos.
En mi hastío prenatal me he acercado a la biblioteca a buscar en los bestiarios alguna información
sobre la extraña criatura de la obra de Urist. Tras varias horas viendo imágenes de reptiles, no
he encontrado ni uno sólo con seis patas. Dragones, dracos de los glaciares, lagartos gigantes del
desierto de Glon… todos tienen cuatro patas. En uno de los tomos más antiguos he encontrado una
mención a una “bestia olvidada”, pero no había ningún dibujo acompañándola. Le he preguntado
al bibliotecario a que se refería ese libro y me ha contestado muy apasionadamente. Se notaba que
había investigado sobre el tema y sobre todo que era la única que le había preguntado. Cuentan
las leyendas que fueron los primeros habitantes del mundo, y que no hay dos iguales entre ellas.
Sus formas y tamaños son siempre diferentes. ¡Incluso me ha dicho que algunas estaban hechas
de materiales como oro, diamantes o fuego puro!
Le pregunté porque se las llama olvidadas. Me ha contestado que hay quien dice que fueron
olvidadas por los dioses, y las sepultaron mientras seguían construyendo el mundo. Hay quien
dice que fueron bestias creadas por el dios de las pesadillas, y que si recuerdas su nombre cobrarán
vida. Otros dicen que hace miles de años, las bestias poblaban la superficie y mataban a placer.
Enfrentándose a la extinción, los enanos, humanos, elfos e incluso los goblins unieron fuerzas
10 Anima Barda - Pulp Magazine
LA CAÍDA DE CAVERNAS PESCADORAS (NGITKARKOR)
para conducirlas al interior de la tierra y sellarlas para siempre. Sea como sea nadie ha encontrado
nunca pruebas de su existencia, me aclaró el bibliotecario.
He acabado con más preguntas que antes. Sera mejor que deje el tema para siempre.
10 de Abril del año 362 de la Edad de los Mitos.
Urist a veces habla en sueños. Repite una y otra vez las palabras “Resul Atkas”, pero siempre
que le despierto no se acuerda de nada, de hecho me dice que está teniendo sueños bastante
alegres. Entre el embarazo y los murmullos, la única que no pega ojo soy yo. Los mineros han
encontrado otras cavernas, mucho más profundas que las primeras. A diferencia de estas, no
parece vivir nada en ellas. No hay ni hongos ni criaturas subterráneas viviendo en ellas. Tan sólo
un barro rojizo que lo recubre todo.
17 de Abril del año 362 de la Edad de los Mitos.
Mis antiguos compañeros de armas me han contado que un regimiento entero ha desaparecido
mientras exploraba el segundo nivel de las cavernas. Cuando otro grupo ha intentado ir en su
búsqueda, un olor a huevos podridos les ha hecho retroceder temiendo que se trate de una nube
de azufre. El barón como siempre ha insistido en que los mineros deben continuar con su trabajo.
3 de Enero del año 364 de la Edad de los Mitos.
Hace tiempo que no te abro, viejo amigo. Estás en medio de la mesa de esta nueva casa,
recordándome lo que una vez fui y lo que una vez perdí. Una amiga me ha dicho que para seguir
adelante hay que enfrentarse al pasado, así que intentaré narrarte mi último día en Cavernas
Pescadoras.
Días más tarde de la desaparición del pelotón, un tremendo rugido surgió de las profundidades.
El eco aún no había desaparecido cuando un gigantesco ser apareció trepando por el foso con una
rapidez impropia de su tamaño. Mientras ascendía pude distinguir perfectamente su forma: un
enorme lagarto de seis patas. Tenía las vertebras por fuera de la piel y tenía un aspecto demacrado,
casi enfermo. Cuando llegó a torre, produjo un horrible gemido de dolor. Echando la vista atrás
pienso que no le gustó sentir la luz del sol en su piel. De un coletazo derribó la base de la torre,
que se colapsó bloqueando la salida. Todo ocurrió muy rápidamente. Estábamos a oscuras, sin
escapatoria y encerrados con un monstruo. El pánico estalló.
A ciegas, corrí hasta nuestra habitación, con la esperanza de encontrarme con Urist. Allí estaba
él, en un rincón, en posición fetal, mientras repetía una y otra vez las palabras que ya había oído
otras veces: “Resul Atkas”. ¿Sería el nombre de aquella terrible bestia? Intenté que reaccionara,
pero era inútil. En ese momento tomé la decisión más dura de mi vida. Abandonar a mi único amor
para poder escapar yo y mi futuro hijo. Cuando salí de la habitación con todas las pertenencias
que pude coger, muchos enanos habían encendido antorchas y corrían de un lado a otro. Cada vez
que la enorme bestia clavaba sus garras en la roca, temblaba el suelo. Me dirigí al salón principal,
con la esperanza de que se hubiera organizado algún tipo de defensa. Lo único que encontré
Anima Barda - Pulp Magazine 11
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE
fueron cadáveres aplastados y desgarrados. Tras un grito de dolor, un enano fue arrojado a mis
pies, partido por la mitad. Agarré una de las antorchas del suelo e intenté mantener la calma, pero
el terror me paralizó. Mientras me recuperaba vi la enorme cabeza del lagarto acercase hacia a mí.
En esos eternos segundos, pude distinguir cada una de sus iridiscentes escamas, pude ver como
brotaba sangre de los lacrimales de la bestia y sentí su sulfuroso aliento cuando su boca se abrió
para tragarme.
Entonces el techo de la galería se desplomó encima del monstruo justo cuando iba a ser
devorada. Mis rodillas no pudieron sostenerme por más tiempo y caí al suelo, llorando. Una
mano se apoyó en mi hombro. Por un momento pensé que sería mi buen Urist, pero recordé que
le había abandonado a su suerte. Era Kadol, la minera, armada con su pico de adamantina. Me
empezó a contar, mientras me ayudaba a ponerme en pie, que había intentado organizar una
defensa, pero el pánico superó a cualquier tipo de disciplina. Me contó que uno de los enanos que
había visto ser devorado por la bestia había sido el barón, y no parecía muy triste por ello. Luego
me dijo que se olvidó de los demás e intentó sellarse a sí misma con la comida derribando los
soportes que mantenían el salón en pie. Entonces había aparecido yo justo antes de que el techo
se viniera abajo, y que había tenido una enorme suerte al haberme quedado en el punto exacto,
fuera del alcance del derrumbe.
Me dejó en un rincón, y ella empezó a cavar un agujero para salir de ahí. Aún me sorprende la
energía de esa vieja enana. Teníamos comida y bebida de sobra para las dos, por lo que realmente
el tiempo no importaba, pero nunca paró en ningún momento, principalmente porque el sonido
del pico impedía oír los gritos que venían del otro lado de los escombros.
Horas más tarde salió del agujero de la pared y me dijo que había llegado a la superficie. El
sinuoso camino ascendente que había construido era muy angosto y resbaladizo, y me llevó
mucho tiempo poder recorrerlo con mi estado. Al salir, encontramos una caravana de humanos
que acaban de llegar para comerciar. Kadol les dijo que cambiaba su preciado pico por un viaje
para ella y para mí a su ciudad. Los humanos accedieron encantados, pero antes de irnos, cogí
el pico y, recordando a Urist, tallé en una roca: “He aquí los restos de la fortaleza perdida de
Cavernas Pescadoras. No molestéis a lo que yace sepultado”.
(Basado en experiencias personales con el videojuego Dwarf Fortress. ¡Golpea la tierra!).
12 Anima Barda - Pulp Magazine
EL FIN DE LA ETERNIDAD
El fin de la
Eternidad
por Eleazar Herrera
A
ún era de noche cuando Jericho abandonó la habitación. En ella dejaba a una
mujer dormida, con las sábanas entrelazadas en sus pies y la luz de luna bañando
su cuerpo desnudo. Desde la ventana, Jericho contempló sus senos por última vez.
Caían con delicadeza por el costado. El pezón, quién sabe si por frío o placer, se había endurecido
con la brisa nocturna. Luego desvió su atención hacia el cuello y sintió una vez más la sed de sangre
apoderándose de él. Sacudió la cabeza, testarudo; prefería morir antes que morder a una persona.
Morir. Llevaba buscándolo una eternidad. Por eso iba tras los pasos de Qiūyuè, Luna de Otoño.
Antes de todo aquello, sin embargo, pensó que la inanición acabaría con él. No en vano su corazón
se aceleraba con el contacto humano, y en primera instancia, con un cuello vulnerable.
Su nueva —aunque vieja— condición le había hecho amar la vulnerabilidad por encima de todas
las cosas. Ansiaba imponer sus ideas. Ansiaba dominar en el sexo. Ansiaba doblegar a los demás
sin utilizar su poder de seducción. De hecho lo repudiaba, como a todo su ser; por eso se sentía
poderoso cada vez que lograba eludir el hambre.
La lujuria era el único vehículo que tenía para mantenerse cuerdo. Cuando la sed de sangre
intentaba adueñarse de su cuerpo, Jericho buscaba una mujer a la que abandonarse. Irónicamente
la sed se volvía mucho más intensa, pero también el placer, y así era como conseguía tenerla a raya.
Saltó por la ventana. El aire apartó sus pensamientos y le trajo un trazo familiar. Así que no se
había equivocado: Luna de Otoño se encontraba en la ciudad. Se arrebujó en su abrigo y paseó sin
rumbo hasta las primeras luces del alba.
Tres siglos dan para muchas mudanzas. También para muchos cambios de estilo y nuevas
formas de afrontar, sobrellevar o disfrutar la inmortalidad. Si para Jericho se trataba más bien
de una carga, pues ya no entendía la fugacidad de las modas e intentaba, sin éxito, ponerse al día,
Anima Barda - Pulp Magazine 13
ELEAZAR HERRERA
para Luna de Otoño suponía un placer, y la
moda, el camuflaje perfecto. Así, vivieran lo
que vivieran, Jericho siempre estaba fuera de
lugar, y ella, oculta bajo una segunda piel.
Jericho dio las gracias a su poder. Al menos
le quedaba su olor, que podía rastrearlo a millas
de distancia. Eso y un poco de investigación le
habían llevado hasta el Distrito de Columbia,
Washington. En una de sus tantas mutis, Luna
de Otoño se había ganado un puesto en el
mercado de esclavos. Ni siquiera le extrañaba
que hubiera podido alzarse como vendedora
en un mundo gobernado por hombres; tenía
unos medios infinitamente más desarrollados
que el hombre más poderoso del país.
Sabía que algunos la llamaban Qiūyuè, pero
todos la conocían como La Dama Oscura,
pues cerraba sus mejores tratos de noche.
Por el día apenas la veían por el distrito, y
claro está, aparecía entre mantones opacos y
a menudo dentro de su palanquín. Jericho rio
para sus adentros. Estaría sílfide y demacrada
ante el sol, y su poder, reducido a migajas. La
noche, sin embargo, le insuflaba la fuerza de
todas sus víctimas.
Tras cuatro días de pesquisas y rumores
por los bares de Washington, Jericho solo
había obtenido tales datos sobre ella. Eran
suficientes para pasarse por el almacén
nocturno de esclavos. De la sorpresa intentaría
huir o atacarle, pero estar reunida con posibles
compradores se lo impediría. Ese era el plan
de Jericho: hablarle. Convencerla. Y hacer lo
posible para que ella no copiara su estrategia.
El almacén se encontraba cerca del muelle.
Por el camino el olor a salitre y pescado
fresco anegó sus sentidos. Anduvo primero a
paso tranquilo, como si paseara en realidad,
y luego fue directo hacia el almacén. Este
14 Anima Barda - Pulp Magazine
no era más que una caseta acorazada. Unas
placas metálicas rodeaban el escaso perímetro,
a excepción de los cuatro ventanucos estrechos
apostados en cada punto cardinal.
Jericho se agazapó bajo uno de los cristales
con cuidado de no tapar la luz que se filtraba
desde el interior y delatarse con su propia
sombra.
Olía a Luna de Otoño, no cabía duda.
También había humanos… hombres, se
corrigió entre dientes. Estaba a punto de
pegarse el festín de la semana con ellos. Los
seduciría y luego les arrancaría la garganta. Ella
era sádica y cruel, y no le importaba que otros
vampiros lo supieran.
Asomó la cabeza lentamente. Qiūyuè, Luna
de Otoño, ataviada con una prenda turquesa
y de talle ajustado, cabalgaba a uno de los
hombres. De hecho, Jericho lo reconoció:
era un comerciante que recorría el mercado
a diario. El otro, lo supo en cuanto lo hubo
escrutado un poco, era el médico que examinaba
a los esclavos. No era una atención verdadera,
ni siquiera una ilusión; solo daba su sello de
aprobación a los vendedores con los que tenía
cierto trato. Aquello era lo que recibiría a
cambio. Una noche de sexo que, de sobrevivir,
no olvidaría nunca.
Jericho quería arrancarse la piel a tiras y dejar
de sentir la sed atenazando su garganta. Inspiró
hondo y golpeó la puerta con los nudillos. En
el interior se hizo el silencio. Luego hubo un
taconeo, un roce de prendas, y los pasos se
aproximaron a la entrada. Luna de Otoño le
recibió desnuda. Jericho no miró otra cosa que
no fueran sus labios, manchados de sangre.
Ella se relamió con lentitud; él tragó saliva,
intentando no pensar en el férreo sabor de
la sangre, en su densidad, en cómo una gota
EL FIN DE LA ETERNIDAD
furtiva se escapaba de su comisura y descendía
por su barbilla como una invitación… No, se
dijo, respirando hondo. Sus colmillos se habían
ensanchado y ansiaban hundirse en Luna de
Otoño.
Haciendo acopio de fuerzas, Jericho dio un
paso adelante y le habló de espaldas, sin reparar
un segundo en los hombres desnudos:
—He venido a morir.
Luna de Otoño se volvió, sonriente, y le
llevó de la mano hasta los hombres desnudos.
Resuelta, ladeó la cabeza del comerciante y
mordió su cuello.
Jericho dejó escapar un gemido cuando vio
la sangre borbotear a su alrededor, salpicando
el suelo y el pecho de su horrorizada víctima.
Cuando se separó, Luna de Otoño le ató a la
silla. El hombre aullaba de dolor.
El vampiro apartó la mirada, no supo si por
pena o para evitar la tentación.
—Llora cuanto quieras —dijo Luna de
Otoño, interceptando en su torpe huida al
médico. Lo levantó del cuello y lo lanzó contra
la pared, donde cayó en redondo. Su voz cortaba
como el cristal roto—. Jericho, cuánto tiempo.
¿Te ha costado mucho encontrarme?
Él se encogió de hombros. No quiso admitir
que así había sido.
—Tampoco creo que tuvieras mucho miedo
de que lo hiciera —contestó.
Ahora fue ella quien sacudió sus hombros
pronunciados. Su extrema delgadez le causaba
rechazo, pero aún quedaba sangre humana por
su cuerpo, así que todavía podía abandonarse
a una larga noche de apetito. Luna de Otoño
lo sabía. Estaba sediento, hambriento, débil y
podrido.
—¿En qué puedo ayudarte? ¿Quizás quieras
algún esclavo con el que saciarte? —Con un
cabeceo señaló un archivador rudimentario
encima de la mesa—. Ahí tengo el catálogo.
Sé que no tienes problemas con los hombres,
y es un alivio, porque ahora tengo demasiados.
Reconozco que algunos han servido para
fines personales.
—He venido a morir —repitió Jericho, esta
vez con más seguridad—. No quiero seguir
viviendo si eso significa matar personas que
no me han hecho nada.
—¿Cambiarías de opinión si bebieras la
sangre de criminales, asesinos, pederastas…?
Si su muerte trajera paz al mundo, ¿tampoco
lo harías?
Jericho intentó disimular su vacilación.
Luna de Otoño intentaba derribar sus
defensas, esas que había tardado un siglo en
construir. Apretó los puños. ¡No podía ser
que ella, con apenas dos preguntas lanzadas
con despreocupada retórica, pudiera hacerle
dudar! La odiaba. La deseaba. La odiaba. La
sangre seguía resbalando por su cuerpo como
un delicioso veneno. Suspiró.
—No soy el justiciero de nadie. No vas a
engañarme con tus sucias tretas. He venido a
morir. Mátame. Acaba conmigo. Lo merezco
así. Soy una criatura horrible.
Luna de Otoño volvió a sonreír. Mientras
hablaban,el comerciante seguía desgarrándose
la voz con sus gritos de dolor. Se desangraba
con lentitud suficiente para impregnar la
estancia con su olor.
—Míralo. Está agonizando. ¿No te gustaría
acabar con su dolor? Sabes que no tiene por
qué doler. Muchos no saben que se están
muriendo, solo disfrutan de su petite mort
hasta que respiran por última vez.
—Tú no lo haces así. Tú… tú los matas con
violencia. Muerdes sus gargantas como si
Anima Barda - Pulp Magazine 15
ELEAZAR HERRERA
fueran manzanas duras. Les haces daño.
La vampiresa pasó la mano por la herida
del comerciante, que había dejado de gritar y
ahora tenía la vista perdida, quizás refugiado
en sus recuerdos, y se untó el cuerpo con su
sangre. Jericho respiró entrecortadamente y
retrocedió al ver que ella se acercaba.
—Jericho. ¿Cómo no voy a ser cruel con
estos hombres estúpidos? Antes fui una mujer.
Me vejaron. Me violaron. No era más que un
agujero de placer. Cuando Blast me mordió,
juré que si sobrevivía a la transformación se
lo haría pagar a todos. Miro a un hombre, y lo
que veo en realidad es un monstruo.
—¿Y yo? Era un hombre antes.
—Un hombre bueno.
—¿Por qué no me dejaste vivir la vida que
me correspondía?
—¿Y haberte convertido en un sucio
pervertido como los demás? —Luna de
Otoño frunció el ceño. Aquella posibilidad la
llenaba de ira—. ¡No!
Jericho apretó la mandíbula, herido.
—A ver si lo he entendido: como soy un
buen hombre, me maldijiste para que evitara
la maldad humana. Ahora que soy… esto —
se señaló, asqueado— necesito matar personas
para sentirme vivo. ¿Quién eres tú para
hacerme algo así? ¡Mi vida no te pertenece!
—Te salvé de los humanos. La inmortalidad
te ha dotado de una perspectiva que jamás
habrías obtenido de otra manera. Ahora
puedes ver a través del cristal de la justicia.
—¡No existe tal cristal!
Luna de Otoño resopló.
—¡Somos vampiros, Jericho! ¡Los verdugos
del destino! ¿Por qué no puedes aceptarlo?
¿Por qué te haces tanto daño?
—¡… Porque me arrebataste la capacidad
16 Anima Barda - Pulp Magazine
de elegir mi propio camino!
—… Sé que te mueres por probar la sangre
—continuó a su vez, sobreponiéndose a su
desesperación—. Esta noche puedes. Te dejaré
saciarte hasta que entres en coma y no se lo
diré a nadie. Será nuestro secreto.
Cuando Jericho quiso reaccionar, tenía a
Luna de Otoño pegada a su cuerpo. Sin dejar
de mirarle a los ojos, sus manos eliminaron
las capas de ropa que les separaban. Jericho
había caído irremediablemente en su hechizo
y ahora, piel con piel, aún con la sangre reseca
por su cuerpo y sintiendo el pálpito de sus
venas, que solo volvían a la vida cuando la
sangre caliente corría por ellas, toda su cordura
desapareció. Ansioso, su lengua acarició
primero su mejilla, luego su barbilla, y casi sin
darse cuenta la mordió. Luna de Otoño jadeó,
estrechando hacia sí la cabeza de Jericho, y
le dejó beber de ella durante unos segundos.
Después intentó separarlo, pero él la sujetó por
los brazos y la tiró al suelo de un empellón. Se
miraron un segundo. Las pupilas de Jericho
estaban dilatadas, sus colmillos sobresalían por
los labios y tenía la piel de gallina; parecía en
éxtasis. Temblaba de placer. La sangre de Luna
de Otoño, mezclada con la del comerciante,
sabía a gloria.
Y para colmo, una erección apretaba sus
pantalones.
—Mátame —le susurró—. Hazlo ahora.
Luna de Otoño puso su mano en el corazón.
Bastaba con clavar la uña para cumplir su
deseo. Solo ella podía matarlo. Alzó la cabeza
y lo besó en los labios. Jericho se inclinó hacia
delante para hundir la uña ponzoñosa, pero
Luna de Otoño se percató a tiempo y escondió
sus manos en los pantalones. Jericho intentó
inmovilizarla, pero se detuvo en cuanto ella lo
EL FIN DE LA ETERNIDAD
acarició. Sus manos, cálidas, se entremezclaban
con la humedad que embargaba su cuerpo.
Inevitablemente se dejó hacer. Apenas segundos
más tarde estaba dentro de ella. La sed le llenaba
con fuerzas renovadas y amenazaba, ahora que
había vuelto a probar la sangre humana, con
anular para siempre su raciocinio. Era lo único
que le quedaba. No podía desprenderse de ello.
Pero tampoco quería sexo sucio con Luna
de Otoño. Lo prendía sobremanera, pero la
repudiaba. A lo largo de su inmortalidad había
conocido a otros vampiros, y ninguno, por muy
vengativo u oscuro que fuera, albergaba tanta
maldad como ella. Y sin embargo no podía
dejar de moverse; el placer lo anestesiaba.
—Qiūyuè, Qiūyuè —susurraba, ajeno a
las intenciones de la vampiresa, que se había
abierto una herida en el seno derecho. El
repentino olor a sangre lo paralizó un instante.
Tras él, aumentó el ritmo e intentó no mirar en
su dirección. Mientras tanto, Luna de Otoño
reía entre jadeos y lo retenía con las piernas
entrelazadas a su espalda—. Qiūyuè, mátame
ahora… No quiero… No quiero… Sangre…
Ella remojó ambos dedos en aquel espeso
líquido y los llevó hacia Jericho, quien primero
elevó el mentón para desasirse, y después,
cuando Luna de Otoño lo atrapó entre sus
hábiles dedos, terminó lamiéndolos con el ceño
fruncido.
—Jericho, ¿por qué no te rindes?
Él empujó más fuerte, aún con sus dedos
en la boca. Clavó los colmillos hasta que estos
dieron en el hueso. Luna de Otoño quiso retirar
la mano, pero él se lo impidió.
—Ahora… te vas a enterar… —masculló.
Tenía un plan. Era arriesgado, pero no tenía
otra oportunidad.
Se incorporaron. Jericho la empujó contra
el comerciante, que yacía casi muerto. Un
charco de sangre creaba surcos en el suelo.
Sujetó el rostro de Luna de Otoño desde atrás
y lo colocó frente a su víctima. Eso, lejos de
incomodarle, la excitó aun más. Disfrutaba.
No así él, que luchaba continuamente contra
el placer que le provocaba la situación y el
resquicio de lucidez que apelaba por su
dignidad. ¿Qué hay de humano en mí?, se
preguntaba mientras acariciaba el cabello
de la vampiresa, que caía como una cascada
por su espalda y le confería un aspecto aún
más salvaje. Una película de sudor cubría sus
nalgas, y una solitaria gota descendía por el
muslo interior.
Luna de Otoño trató de volverse para
mirarlo, pero Jericho se echó hacia delante y
mordió su oreja sin cuidado alguno.
—Míralo. Está muerto. Y el otro será
nuestra cena después —le susurró con gran
esfuerzo.
Luna de Otoño no dijo nada. Estaba
sumergida en un orgasmo febril. ¿Cuántos
habría tenido ya? ¿Tres? ¿Cuatro? Y solo se
habían acostado una vez. Jericho la había visto
en sesiones de sexo de más de veinticuatro
horas seguidas… con otros vampiros, claro.
Los hombres y las mujeres solían desfallecer
antes.
Empleando la misma fuerza, Jericho la
volteó para tenerla de frente. Esa vez sí hundió
sus labios en su seno derecho, absorbiendo
toda la sangre que pudo. Las manos de Luna
de Otoño se cerraron en torno a su nuca,
extasiada. Y él, ebrio, poderoso, vampiro, se
imaginó olvidándolo todo y viviendo así; ya
estaba destinado a ello. Podía ser lo que su
esencia le pedía a gritos que fuera. Podía…
La sangre ardía en su garganta, se filtraba
Anima Barda - Pulp Magazine 17
ELEAZAR HERRERA
por cada recoveco de su cuerpo moribundo, encerrado en el tiempo, y completaba su existencia.
Matar era muy fácil, y bien podía dedicarse a vivir de los maleantes que merecían la muerte
definitiva. Luna de Otoño tenía razón: se beneficiaba él y también la justicia. Nadie los echaría de
menos.
Pensaba en todo aquello mientras Qiūyuè se retorcía de placer. Sus manos arañaban su pecho,
descontroladas, como si no fuera dueña de sí misma. Era una visión envidiable. Cualquier hombre
querría ver a una mujer disfrutar de esa manera, fuera un ser sobrenatural o no.
El momento había llegado.
Jericho la besó. Luego lamió su rostro, embadurnándola de sangre, y con un largo suspiro, llegó al
orgasmo. Su corazón bombeaba la sangre que no le pertenecía; por ende, estaba viviendo una vida
que no le correspondía y que ya se había extinguido. Era la hora de morir.
Jericho agarró las manos de Luna de Otoño, maleables por la petite mort, y atravesó su pecho
con las largas uñas. El aguijón llegó con rapidez hasta su corazón y lo cubrió de veneno, que tuvo
efecto inmediato: su cuerpo adquirió la rigidez de una piedra, como si hubiera sucumbido a la
mirada de Medusa, y quedó paralizado en cuestión de segundos.
Cuando Luna de Otoño, absorta en su placer, se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Jericho se
desplomó de lado. Una raíz nudosa y negra se había dibujado en su piel.
—¡No! ¡Jericho! —Se agachó a su vera y lo contempló con una mezcla de rabia y tristeza. Su
expresión descansaba en un mar calmo.
Había muerto, después de todo.
Al día siguiente Luna de Otoño desapareció de la faz de la tierra. Su nombre se perdió en los
anales de la historia. Nadie jamás volvió a verla, y si alguien lo consiguió, no vivió para contarlo.
18 Anima Barda - Pulp Magazine
RUBÉN FONSECA
La noche
de los
juguetes
vivientes
por Rubén Fonseca
uando se hablaba del Gran Terremoto que asolaría el planeta, todos pensaban en
fallas, tsunamis y ciudades enteras desmoronándose como si fueran juguetes de lego.
A nadie se le ocurrió pensar que el Gran Terremoto no sería una desgracia por lo que
destruiría, sino por lo que sacaría a la luz. Ni siquiera los empresarios, banqueros o presidentes, que
dieron luz verde a que en el estado de California se creara un gran basurero donde se almacenara
todo tipo de residuos, concibieron esa posibilidad.
Tal vez haya que pensar que hablamos de los Estados Unidos de América, nación donde no se
teme al peligro. No hay que olvidar tampoco que el lugar donde se gestó el desastre se hallaba
cerca de Hollywood, donde se puede sacar partido de cualquier tipo de desastre. Sin embargo, en
esta desgracia tal vez no importaba tanto el por qué, sino el cómo y también lo más estrafalario del
todo: el qué.
Como se ha podido intuir, todo comenzó con el Gran Terremoto, cuyo último coletazo provocó
que se abriera una gigantesca sima en California. Al principio, todos los equipos de emergencia
se centraron en el rescate de afectados y en la reparación de estructuras, y no prestaron atención
a la sima, pues los expertos en terremotos afirmaban que cuando se abría una brecha entre placas
tectónicas desaparecía el peligro de nuevos seísmos al ser imposible una nueva fricción entre ellas.
No obstante, debimos ser más perspicaces, ya que el gobernador cercó la sima y llevó allí a un
numeroso equipo de profesionales, cuya labor no se precisó en ningún medio de información.
Pero todos teníamos suficiente con nuestros propios problemas. En mi caso, había una familia
a la que mantener, una casa que reconstruir. ¿Qué sentido tenía que me inquietara por algo que,
supuestamente, personas más inteligentes que yo declaraban inofensivo?
Pronto descubrí, igual que mis vecinos y el resto de seres humanos del planeta, que estaba
C
20 Anima Barda - Pulp Magazine
LA NOCHE DE LOS JUGUETES VIVIENTES
equivocado.
Empezaron a desaparecer operarios que
trabajaban en la sima. Poco después, otros
pusieron pies en polvorosa. Algo les aterraba,
algo que procedía del interior de la tierra. No
fueron pocos los que dijeron que posiblemente
los políticos estaban tratando de tapar un
depósito de residuos nucleares. Mike, mi
cuñado, que había trabajado en la central
nuclear, me dijo que era muy probable que así
fuera, pues hacía algunos años habían tenido
problemas con la eliminación de residuos.
—¿Crees que serán peligrosos para los niños?
—le pregunté.
Mi cuñado se encogió de hombros.
—Estamos demasiado lejos de la sima. A no
ser que a las barras de uranio le crezcan patitas
y vengan para acá, no hay ningún problema.
Ese era Mike. Bromista incluso en una etapa
de crisis nacional. Por noticias posteriores,
incluso parecía que él había tenido algo que
ver con la monstruosidad que se desarrolló
más tarde. Pero era imposible; aquello era
demasiado gordo. No obstante, cuando salió
en televisión un vídeo de un aficionado que
mostraba a un operario de la sima siendo
estrangulado por un furby de peluche, tuve mis
dudas por la carcajada de mi cuñado.
—Mira, al final no va a venir a por nosotros
el uranio, sino los osos amorosos. No dejes a los
niños cerca de Woody o Buzz.
—Mike, no digas esas cosas delante de los
críos —lo regañó mi esposa.
—Lucy, por Dios. Esto es un fake; apesta a
nuevo éxito de Youtube.
Pero yo había visto a trabajadores del
gobierno acudiendo y huyendo de la sima.
Pasaban por la ciudad y balbuceaban cosas sin
sentido, sin querer revelar demasiado. Aunque
el vídeo fuera un montaje, algo inquietante
sucedía en aquel lugar que había abierto el
Gran Terremoto.
La amenaza no eran los juguetes de los niños;
era algo que vivía allí dentro.
Con el paso del tiempo, el gobierno de
EE.UU. declaró a la sima zona en cuarentena y
prohibió a los ciudadanos acercarse. Aunque fue
demasiado tarde. Se había desatado el pánico a
causa de más vídeos caseros que habían grabado
curiosos o periodistas que se habían acercado a
la sima por el misterio que despertó la primera
grabación. En todos ellos se veía a juguetes
tratando de asesinar a soldados o a científicos.
Vimos cómo aquellas abominaciones recibían
disparos y los aguantaban sin pestañear, y,
también, cómo parpadeaban con una luz verde
fosforescente por la noche.
Anima Barda - Pulp Magazine 21
RUBÉN FONSECA
—Bueno, parece que es algo serio —se
disculpó Mike al séptimo vídeo de asesinatos
que triunfaba en Youtube, a pesar de las
continuas censuras del gobierno.
Y, por suerte, había más gente que se
mostraba igual de preocupada que yo por la
situación. Como vivíamos cerca de la sima,
se organizó una reunión de emergencia para
tratar de hacer frente a una posible amenaza de
los juguetes vivientes, y llevé a Mike conmigo,
para que explicara a la junta de vecinos que
se había reunido en el congreso municipal lo
que me había contado a mí sobre los residuos
radiactivos.
—Verán —empezó a explicar Mike—, todo
el mundo sabe que la radiación tarda muchos
años en desaparecer y que afecta a aquello con lo
que entra en contacto. Pues bien, es costumbre
almacenar los residuos radiactivos en depósitos
bajo tierra o en el mar. Pero por lo que se ve,
para ahorrar espacio y dinero, echaron junto a
los restos de uranio toneladas de basura.
—¿Qué tiene que ver eso con los juguetes
asesinos? —preguntó alguien.
—Pues que los juguetes no son nada del otro
mundo. Bueno, no lo eran —se corrigió mi
cuñado—. Estaban tirados en un montón de
mierda, y al parecer solo han cobrado vida los
juguetes electrónicos; algo raro ha tenido que
pasar con el chip y la radiación. ¿Se han fijado
en que no hay barbies ni caballitos de madera
en los vídeos?
Mike los había convencido, pero, como ya
dije, lo que más nos importaba no era el por qué,
sino el cómo íbamos a afrontar esa amenaza.
—El ejército no nos ayudará —dijo el viejo
Franky—. Quieren tapar esto a la opinión
pública y un montón de tanques llamaría la
atención. Esto es el principio. Tiene que haber
22 Anima Barda - Pulp Magazine
más juguetes asesinos en otros basureros del
país o del mundo. ¡Tienen miedo! ¡Miedo de
reconocer que hay un montón de muñequitas
que quieren nuestra sangre por su culpa!
—Son unos incompetentes —intervino
Willy, el capataz de la principal empresa
de construcción de la ciudad—. Nosotros
podremos encargarnos rápidamente de ellos
si actuamos correctamente. Tengo varias cajas
de dinamita que iba a usar en unas cuantas
demoliciones; creo que les voy a dar un mejor
uso.
Muchos aprobaron su propuesta con un
caluroso aplauso.
—¡Si vuelan por los aires, no podrán
levantarse! —afirmó el viejo Franky.
Y con esa convicción, rodeamos la ciudad
de explosivos. No podríamos ir a por los
juguetes, pues el ejército y los federales no nos
dejarían pasar a por la sima. Además, no había
que olvidar que ellos estarían en su territorio.
Ciertamente, la mejor estrategia era tenderles
una trampa cuando fueran a buscarnos. Y lo
harían, esos monstruos estaban sedientos de
sangre. Se veía en las grabaciones. Sonreían
con descaro después de romper el cuello a sus
presas, como si aquel juego fuera el que siempre
habían esperado.
Después de ayudar a colocar los explosivos, a
mí me encargaron vigilar con Mike las afueras
de la ciudad. Willy había hecho que levantaran
una torreta para nuestra misión y así, mientras
compartía varias cajetillas de cigarros con mi
cuñado, aguardamos a que aparecieran los
juguetes.
—Oye, Johnny —me dijo Mike al quinto
cigarrillo—. ¿Tú crees que esas cosas tienen
memoria?
—Mike, son mutaciones. De no ser por
LA NOCHE DE LOS JUGUETES VIVIENTES
el uranio, seguirían siendo plástico sin vida.
¿Acaso te crees que los jugueteros son una
especie de Dr. Frankestein?
—No sé, no sé. —Mike no parecía muy
seguro de mi opinión—. Te parecerá una
estupidez, pero no puedo sacarme esa peli de
la cabeza: “Toy Story”. ¿Recuerdas cuando la
vimos con los críos?
—Claro que sí. Estaba bien. ¿Tú eras como
el niño psicópata que los asaba con una lupa?
No pude evitar reírme. Mike le había quitado
hierro al asunto desde el principio y, cuando ya
habíamos descubierto a qué nos enfrentábamos,
se obsesionaba con películas para niños.
—No hace gracia. Yo tenía un soldadito.
Uno de los primeros a los que apretabas para
que soltara alguna chorrada. Y lo traté mal;
experimentaba con él. Ya sabes que siempre me
han encantado las chapuzas.
—Charles Manson debería ser un corderito
comparado contigo.
—¡Joder, Johnny! ¡Hablo en serio! ¡He visto
un vídeo en el que un oso panda gigante, al que
le habían disparado tres cargadores, arrebató la
pistola al soldado que lo atacaba! Y luego… y
luego…
Ya no me reí más. Mike tenía razón. Algunos
de los comportamientos de esos monstruos
hacían pensar que tal vez hubieran adquirido
la capacidad de pensar.
—Tengo miedo de que me metan una bala
por el culo —reconoció mi cuñado.
—Destrozaremos al que lo intente —le
aseguré.
En la torreta nos manteníamos informados
gracias a nuestros dispositivos móviles. Era
una suerte que nada malo le hubiera pasado
al wifi. Sin internet, la vida parecería mucho
más peligrosa. Fue a través de una página web
de noticias locales como nos enteramos de la
siguiente amenaza.
—Mike, tenemos problemas —dije.
Habían declarado alerta roja por la
posibilidad de una réplica del Gran Terremoto.
Había transcurrido un mes desde el seísmo,
y, por culpa de los juguetes, ya nos habíamos
olvidado de él.
—Joder, espero que no venga cuando ataquen
los juguetes.
Y cometimos una imprudencia terrible. Sí,
nos quedamos mirando nuestros móviles y
nadie vigilaba con los prismáticos las cercanías.
Los juguetes, aquellos terribles depredadores,
que habían estado observando desde las
tinieblas, aparecieron y aprovechando nuestra
negligencia. Mike había tenido razón: esos
diablos pensaban y eran extremadamente
rencorosos.
Sonriendo
malévolamente,
escalaron por la torreta mientras nosotros nos
estábamos informando sobre la posible réplica
del Gran Terremoto.
—Oye, Johnny. ¿No te parece que la torreta
se está moviendo?
Mi cuñado se dio cuenta demasiado tarde del
peligro. Un soldado de juguete, que tenía unas
piernas en las que se veían los hilos del cobre de
sus circuitos, saltó a la barandilla de la torreta y
nos encaró con una expresión aterradora.
—Hola, Mike. Hace mucho que no
jugábamos juntos.
Mi cuñado estuvo a punto de mearse encima.
Chilló y señaló al juguete, que empuñaba con
las dos manos una navaja suiza, usándola como
espada. Con buenos reflejos, desenfundé mi
pistola, pero entonces, un gusanito morado,
que años antes había servido para enseñar a los
niños el abecedario, se me enroscó en el cuello
y trató de asfixiarme.
Anima Barda - Pulp Magazine 23
RUBÉN FONSECA
—Te quiero, Mike —dijo el soldado con una
voz propia de un furby. Al parecer, mi cuñado
había estado jugando demasiado con el pobre
muñeco.
Disparé al soldado, pero este saltó directo al
cuello de Mike y lo apuñaló varias veces. La
sangre brotó y mi cuñado, mi mejor amigo, se
ahogó entre escupitajos.
—¡No, Mike!
El gusanito no era lo suficientemente fuerte
para estrangularme ni impedirme moverme,
por lo que cogí el móvil y mandé el mensaje de
señal de alarma mientras me golpeaba contra
la barandilla de la torreta para deshacerme de
mi atacante.
—Viva nuestro conductor, conductor,
conductor —cantaba el soldado de juguete
alegremente mientras asestaba las últimas
puñaladas al cadáver de mi cuñado. Sabiendo
que ya no podría salvarlo, apunté bien y le volé
la cabeza a ese monstruo.
—¡Muere! ¡Muere!
Disparé otras dos balas y esa bestia saltó en
dos pedazos frente a los restos de Mike, a quien
también le volé los sesos. Luego, ciego de rabia,
agarré al gusanito por la cola, que se había
aflojado cuando le abollé la cabeza contra la
barandilla, y lo zarandeé lanzándolo lejos de
mí.
—¡Nos atacan! ¡Nos atacan! —chillé mientras
llamaba por teléfono a las otras torretas.
Ante mi señal de alarma, más juguetes
aparecieron entre los matorrales que rodeaban
nuestra hermosa ciudad, y me pregunté
dónde diablos se habría metido el ejército de
los EE.UU. Nunca me había alegrado tanto
de que tener una pistola fuera un derecho
constitucional.
Disparé contra una jirafa que había
24 Anima Barda - Pulp Magazine
pertenecido a un tío vivo, y que se desplazaba
gracias a las ruedas de sus patas, y contra una
miniatura de Transformers. Cuando se me
acabaron las balas, cogí la pistola de Mike y
aproveché para cerrarle los ojos.
—No te metieron una bala por el culo, amigo.
Cuando empecé a disparar por segunda vez
contra los juguetes asesinos, aparecieron los
refuerzos, equipados con escopetas y otras
armas más contundentes. El viejo Franky
había conseguido hacerse con una metralleta
del ejército.
—¡Mantenedlos a raya! ¡Vended cara vuestra
piel! —animaba a ritmo de metralleta.
Cubierto por mis vecinos, bajé de la torreta
y fui a reunirme con ellos, disparando a mis
espaldas.
—Mike está muerto —dije cuando nos
reunimos.
Las escopetas y la metralleta no dejaban pasar
a los juguetes. Aunque también había héroes
entre sus filas. Un nenuco que podía hacer pis
y llamar a su mamá, avanzaba a rastras a pesar
de haber perdido parte de la cara y un brazo.
—Me voy a mear en vuestros huesos —le
oímos decir.
El viejo Franky lo miró y lo escupió antes de
apuntarle con su metralleta.
—Te voy a lavar la lengua, mocoso.
Y el nenuco murió tras reventar su cuerpecito
con una violenta ráfaga.
Mi móvil sonó. Cuando lo descolgué oí que
Willy me hablaba.
—¡John! ¡Aquí la situación está jodida, estáis
a…!
La tierra se sacudió bajo nuestros pies. El
viejo Franky, resto de mis vecinos, yo… Todos
nos caímos de culo. Hasta los juguetes se
tambalearon y miraron al suelo asustados.
LA NOCHE DE LOS JUGUETES VIVIENTES
—¡Willy! ¡Vuélalos! —le chillé al capataz,
pero la señal de su móvil se había cortado. Me
puse en lo peor, sintiendo cómo la tierra se
resquebrajaba.
Cuando se acabó el terremoto, que había
sido capaz de derribar la torreta de vigilancia,
aplastando a varios juguetes, di las malas
noticias.
—Estamos solos. Willy ha tenido problemas.
El viejo Franky maldijo y continuó
disparando. Insultó a los demás para que no se
quedaran de brazos cruzados.
—¡Si atraviesan las líneas de explosivos,
estamos muertos! —gritó—. ¡John! ¡Eres
nuestra última esperanza!
Asentí. Debía ser el héroe, por Mike y por los
niños, a los que no crié y salvé de un terremoto
para que se asustaran de sus propios juguetes.
Cargando la pistola con las últimas balas que
me quedaban, me despedí del viejo Franky y
de sus chicos y fui a la iglesia, donde Willy se
había encerrado con unos cuantos empleados
suyos con los dispositivos que accionaban las
cargas de dinamita que había repartidas por
todo la ciudad.
Tomé aire, sudando como un pollo. La iglesia,
que fue lo primero que Willy se molestó en
reconstruir tras el Gran Terremoto, se había
vuelto a derrumbar. La techumbre se había
desmoronado junto a unas cuantas vigas, por
lo que seguramente Willy y los demás debían
de estar fiambres. Sin embargo, eso no me
desanimó. Eché abajo las puertas de la iglesia
de una patada y me interné entre los cascotes,
oyendo los gemidos quejumbrosos de los
hombres de Willy.
—¡¿Dónde está Willy?! —pregunté al aire—.
¡¿Y los mandos?! ¡Debemos volarlo todo!
Había dos mandos. Uno el de Willy y
otro el de repuesto, por si sucedía algún
imprevisto. Levanté pedruscos y tejas tratando
desesperadamente de encontrar alguno de los
dos.
—¡Tinky Winky!
Se me paró el corazón del susto. Sin pensar,
disparé a mi espalda y destrocé la antena de uno
de esos horrendos muñecos, que cayó detrás de
unos cuantos pedruscos.
—¡Han entrado! ¡Que alguien me cubra las
espaldas!
Oí voces fuera de la iglesia, gritos de rabia
cerca de mí, y también la sintonía de inicio de
los Teletubbies, a mi espalda, aproximándose
poco a poco.
—¡Yo tengo el mando de reserva! —aulló un
hombre, que por el tono de voz parecía estar en
las últimas.
—¡El Mando Estelar te ordena que lo
entregues, guardián! —dijo entonces un
muñeco de Buzz Lightyear que había entrado
a la Iglesia por uno de los ventanales.
Desesperado, corrí hasta la voz. El teletubbie
saltó a mi pierna y la mordió. A esa cosa
asquerosa le habían crecido unos colmillos
bien agudos. No era tiempo de tener miedo.
Disparé y lo reventé. Mi muslo me abrasaba,
trastabillé, pero continué corriendo hacia el
hombre que quería entregarme el mando en su
último aliento de vida.
—¡Yo lo cogeré! —afirmó el astronauta,
mientras pulsaba un botón de su pecho y
sacaba unas grandes alas—. ¡Hasta el infinito
y más allá!
La leche fue buena, deliciosa. Nunca nada
me había gustado tanto como ver a ese muñeco
estrellarse contra el suelo y perder una pierna
por el golpe. Pero podía haber más juguetes
como él; no había que perder el tiempo. Detrás
Anima Barda - Pulp Magazine 25
RUBÉN FONSECA
de mí, se sucedían los disparos. Había una batalla atroz.
Llegué hasta el desdichado que había guardado con valor el mando. Sangraba por la boca y tosía.
Iba a morir; había sido aplastado por una viga y el hueso de la pierna sobresalía.
—Hazlos volar… —me susurró.
Y, con mucho gusto, cogí el mando y apreté el botón.
Habría sido bonito decir que ahí se acabó todo, pero no fue así. Destruí a una buena parte del
ejército de juguetes, pero no a toda, y tuvimos que hacer patrullas para aniquilarlos a todos. Y
para asegurarnos de que ninguno escapaba a nuestra purga, quemamos también los muñecos de
nuestros hijos. Ninguno protestó; los pequeños nos entregaron a sus más preciados compañeros de
travesuras sin dudar.
Pero no habíamos ganado. Había más teletubbies, astronautas y osos amorosos allí fuera.
—Johnny —me dijo mi mujer con suavidad durante la quema—. Hiciste lo que pudiste. Nos
salvaste a todos.
—No salvé a Mike.
—Mike habría estado orgulloso de ti. Lo sé.
Cogí la mano de Lucy y luego la besé en la mejilla. Mis hijos me abrazaron y fue así cómo
descubrí que no había que arrojar la toalla. Les habíamos metido a ellos la bala por el culo y pronto
avisaríamos al resto del planeta de la amenaza de los juguetes vivientes.
Si los furbies se levantaban pidiendo abrazos y sangre, nosotros les entregaríamos nuestras balas.
26 Anima Barda - Pulp Magazine
RESEÑA: LA LEY DEL TRUENO
La ley del trueno
el joven heredero imperial. En este momento
los personajes despliegan una complicada red
de intrigas y traiciones sobre el futuro de su
Este libro llego a nuestras manos de una
nación. A medida que se desarrolla la trama
manera extraña. Fuimos al Festival de Fanse revela que esta no es sólo una guerra entre
tasía de Fuenlabrada para participar en una
hombres sino entre dioses, que juegan una
mesa redonda sobre la difusión en las redes
complicada partida de ajedrez para conservar
sociales. Al presentarnos explicamos lo que
su poder y relevancia. Los complots
era una revista pulp, y que antiy conspiraciones que traman
guamente escribían en ella
los personajes se desvaneautores como H.P Locen ante poderes que no
vecraft, Isaac Isamov o
entienden. De hecho
Robert E. Howard, el
una de las cosas que
autor de Conan el
más me ha gustado
Bárbaro. Cuando
de la novela es la
terminó la charla
propia naturaleza
Sergio Mars, el
y origen de estos
autor de este lidioses, y cómo
bro, se nos acerinteractúan con
có y nos dijo que
los humanos, eshizo este libro sipecialmente con
guiendo el espíritu
los delmetios, unos
de Howard. Atrenómadas que conovidas palabras, pero
cen la existencia de los
“La ley del trueno”
completamente ciertas.
Sergio Mars.
espíritus pero se niegan a
La trama comienza con
Cápside.
adorarles.
la presentación del recién na348 páginas. 15 €.
Sobre Reigar, es muy difícil
cido Reigar, el protagonista, sienquererle. Es un general muy estricto,
do elegido por el dios del trueno para licon la idea de que es el seleccionado de un
berar a su pueblo de la tiranía del imperio de
dios para realizar una tarea y toda la gente
Fingard. Cuando terminé el prólogo pensé
que se interponga en su camino, sea aliado o
que esta iba a ser la típica historia de fantasía
enemigo, es un estorbo. El resto de los persodel elegido, salvando el mundo siendo el más
najes tampoco son especialmente simpáticos,
bueno, valiente y poderoso de todos. No popero debido al mundo tan oscuro en el que
día estar más equivocado.
viven no me parece algo anormal. Quizás
En el siguiente capítulo, un Reigar ya baspor ello sea más interesante ver como la batatante mayor y general del imperio que somete
lla entre dioses les zarandea de un lado a otro,
a su pueblo, recibe una petición del Drawoh,
por DIEGO FDEZ. VILLAVERDE
Anima Barda - Pulp Magazine 27
RESEÑA: LA LEY DEL TRUENO
Valencia,1976.
Escritor español especializado en literatura fantástica.
Licenciado en Biología por la Universidad de Valencia, con
especialización en Genética Molecular y Evolutiva. Cuenta
con medio centenar de relatos fantásticos publicados desde
el 2001, cinco libros y es responsable de Rescepto Indablog
desde 2007.
Ha obtenido galardones o menciones en certámenes como los
premios Gandalf, el UPC o el Pablo Rido.
Puedes seguir su blog en Twitter: @Resceptoblog.
y como sus personalidades se desarrollan y
cambian con los acontecimientos que viven.
Hablando de personajes, hay algo que me
ha extrañado mucho y es que no hay ni un
solo personaje femenino en todo el libro. Ni
un nombre, ni una línea de diálogo, nada. Ni
siquiera una de las deidades es referida como
“ella”. No es algo que afecte negativamente a
la novela, pero me ha parecido bastante raro.
En el fondo prefiero la ausencia de personajes femeninos a la forzada aparición de uno
malo y sin fundamento.
Cada capítulo está separado en las “esferas” de los distintos dioses, que narra lo
que ocurren en momentos simultáneos a los
distintos personajes de la novela. Esto ayuda muchísimo especialmente en las batallas
que ocurren durante el libro, en las que normalmente sería difícil seguir el ritmo. La
novela está escrita con un lenguaje clásico al
estilo de Howard pero con un lenguaje poco
rebuscado que facilita mucha la lectura. De
hecho, te sumerge más en este duro mundo de fantasía. Mi único problema que he
tenido con esto ha sido que las medidas de
28 Anima Barda - Pulp Magazine
Sergio
Mars
longitud aparecen en codos, y he tenido que
buscar las equivalencias en Google.
Si tengo que criticar algo es la cantidad
de información que te lanza el libro en las
primeras cincuenta páginas. Nombres de
personajes, dioses y civilizaciones son utilizados continuamente en poco tiempo, y te
veras forzado a volver atrás para recordar
quién era quién, especialmente porque no
son nombres comunes que puedas identificar fácilmente con alguna nacionalidad. Entiendo que es una novela de sólo trescientas
páginas y no hay espacio para muchas florituras, pero para poder sumergirte en la trama necesitas superar un muro de trasfondo
bastante alto.
Lectura muy recomendable. Es fantasía
escrita al estilo tradicional, con buen trasfondo y buenos personajes. Bueno, bonito
y barato. En realidad bonito, bonito no es.
Muere bastante gente y eso. ¡Pero en fin, tú
ya me entiendes!
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU
Un caso de L.A.B.E.R.I.N.T.O.
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU
(a.k.a. L.A.B.E.R.I.N.T.O. VS.
GORILAGARTOTOPFIRUS)
por Carlos J. Eguren
En este mundo existen criaturas y seres que solo habitarían en las peores pesadillas.
Muchos de ellos no son humanos. Muchos de ellos ni siquiera son de este mundo. Por
ese motivo se creó L.A.B.E.R.I.N.T.O., una organización que busca siempre la salida
para proteger a la humanidad de los monstruos. Ellos son el presente, el pasado y, sobre
todo, el futuro.
A
mi señal, destruid mi mundo —dijo Bécquer y pensó que eran las palabras más ruinosas
que había pronunciado nunca. Sus familiares tenían razón: iba a traer un auténtico drama
al meterse en el mundo de las letras. Menos mal que nunca se dedicó a la pintura.
El poeta, escritor y aventurero interdimensional contempló cómo los generadores de energía se
habían preparado, sus cañones estaban abiertos y la luz no tardó en aparecer.
Entonces, llegó el monstruo y todo pendió de un hilo...
Seis horas antes.
Helena escapó del vórtice y cayó sobre las cenizas. ¿Las coordenadas habían sido bien calculadas
por El Hogar? Aquella guarida más allá del espacio y el tiempo, aquel punto fijo interdimensional,
¿podía fallar contra todo pronóstico? Si algo había aprendido Helena del universo es que suele
tener un extraño sentido del humor, de ahí los ornitorrincos.
—Las malditas coordenadas de Hogar han fallado —se quejó la muchacha sacudiéndose el
polvo de su abrigo.
La adolescente caminó rápido sobre los escombros. Sus cabellos oscuros flotaron con aquella
brisa cargada de restos destruidos. Sus ropas negras brillaron cuando el portal se cerró tras ella.
Sabía hacia donde se dirigía, al hombre que le daba la espalda.
—Bécquer, ¿seguro que aquí es donde nos iban a dar esa medalla? —preguntó la joven,
indignada—. Siempre me lo decía mi tía, “nunca hay que aceptar una invitación del futuro por los
méritos que conseguiste en el pasado”. Sí, ya lo sé, tenía una tía rara… ¿Se puede saber qué es toda
esa destrucción? ¿Empezaron sin nosotros la fiesta? ¿Por qué hay tantas llamas en el cielo?
Bécquer se giró lentamente. Su rostro estaba blanquecino. Con voz sombría, replicó:
Anima Barda - Pulp Magazine 29
CARLOS J. EGUREN
30 Anima Barda - Pulp Magazine
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU
—Es el Hogar.
—¿Qué? Pero si acabamos de… ¿Cómo lo sabes?
—Ha sido destruido en un futuro inminente. Esta imagen la vi en los ojos de una vieja bruja
que me dijo que mostraría la caída de mi imperio…
—¿La caída de qué?
El cielo estaba iluminado por espirales de fuego que no eran estrellas. Alrededor, todo floraba
con una lentitud exasperante.
—Entonces, no hay escapatoria, Bécquer.
—Somos prisioneros de este mundo, Helena.
—¿Era una trampa, Bécquer?
—¿Acaso lo dudabas, Helena?
El tiempo parecía derretirse como en un cuadro de Dalí. ¿Era consecuencia de la destrucción
del Hogar, aquel punto fijo entre dimensiones y tiempo?
—¿Cómo se ha podido destruir el Hogar? —quiso saber Helena, siguiendo a Bécquer—. ¡Es
ilógico! ¡Es un punto fijo, no puede cambiar su estado físico relevante! Siempre debería estar
ardiendo entonces, nunca debería haber sido hecho si iba a acabar así…
—Nosotros salimos y entramos de él. No siempre estamos en ese lugar.
—¿Dices que su destrucción es tan posible como un cambio de estado físico irrelevante? Era
un sitio que…
Antes de que el poeta convertido en viajero temporal respondiese, un edificio destruido por
la mitad salió volando por los aires tras recibir un súbito impacto.
—¿Y sabes qué es lo peor, Bécquer? ¡Que no tengo una cámara de fotos para guardar este
recuerdo!
—Ah, pero ¿vamos a vivir lo suficiente para que esto pueda convertirse en un recuerdo?
Los cascotes volaron sobre ellos. Helena y Bécquer corrieron y se cubrieron tras los restos
de un muro. Cuando miraron adelante, encontraron algo que nunca pensaron ver, al menos un
martes por la mañana.
Unos enormes tentáculos envueltos en fuego destrozando las cercanías donde estuvo el
edificio.
Una cola enorme de reptil arrasó con todo lo que había tras aquella zona.
Lo que quedó en pie fue machacado por unos puños de gorila.
Todas esas partes extravagantes de la anatomía unidas a un mismo gigantesco ser.
—Es un gorilagartotopfirus —susurró Bécquer.
— Eso te lo acabas de inventar… ¿Un qué?
— ¿Con ese nombre piensas que es un chiguagua?
Una lengua de fuego brotó del monstruo y arrasó con todo lo que había más cerca. Bécquer
se levantó y Helena fue junto a él, intentando esquivar el destrozo.
—¿Desde cuándo estamos en una película de kaijus? —preguntó Helena, intentando mantener
la calma—. ¿Sabes qué es lo peor?
— ¡El hecho de no poder hacernos una foto de esto para fardar, ya lo has dicho!
Anima Barda - Pulp Magazine 31
CARLOS J. EGUREN
—No, ¡sería mejor tener unas palomitas! ¡Esto es digno de ver! ¡Yo creo que…!
Sus palabras se callaron a tiempo. Algo golpeó los restos de un puente y lo lanzó contra
Bécquer y Helena. No podían esquivarlos, demasiado rápido y a su alrededor había un círculo
de fuego. Todo vibró mientras aquella criatura tentacular se acercaba tras formar un mar de
azufre y fuego donde estar semisumergido.
Cuando Bécquer y Helena dieron un paso más, desaparecieron.
—Un engaño…
— ¡Es una trampa!
— ¡No me cites al maldito capitán Ackbar de la religión Jedi!
— ¡Muahahahahaha!
— ¡Ni uses tu risa villanesca!
El chico de las grandes astrogafas parecía haber perdido los nervios. A su lado estaba la chica
que había recitado un pasaje de El retorno del Jedi. A su alrededor, las luces parpadeaban y la
sala creada con restos de otros viejos sistemas arrasados parecía que reía. Estaba llena de cables
que parecían venas de una criatura que respiraba oxido.
—Primero, ¿dónde diantres estoy? —preguntó Helena. Se encontraba tumbada sobre una
camilla—. Segundo, si estoy muerta, ¿por qué Edgar Allan Poe no está aquí para echarse unas
risas conmigo?
— ¡No estáis muertos! —respondió la chica acercándose. En sus dientes, brillaba un aparato
de color fosforescente. Luego, hizo un saludo que Helena descifró como el de Star Trek—. Soy
Buffy ¡y nosotros te engañamos! —Pausa. Cara de pocos amigos de Helena—. ¡Siempre he
querido decir eso! ¿Podrías firmarme un autógrafo?
Helena hizo lo que siempre hacía cuando le preguntaban algo así: dio un salto desde la
mesilla y cogió algo afilado que estaba guardado dentro de una caja de cristal que abrió de un
puñetazo. En sus manos, tenía una espada.
— ¡Cuidado! —exclamó el muchacho—. ¡Es una réplica de Dardo, la espada de Bilbo y
Frodo Bolsón!
— ¡Es de coleccionista!
Helena pensó en qué haría más daño a aquellos chavales, el gordo y la grimosa, si atravesarlos
con la pequeña espada o romperla.
—Oh, vaya, te… te estás poniendo… violenta —tartamudeó Buffy y miró al otro chico,
pidiendo ayuda—. Es como cuando despertaron al Capitán América en Los Ultimates, un
poco también como Ripley en Aliens…
— ¡Maldita friki! —clamó Helena—, dime cómo he terminado en la Comic Con de San
Diego y por qué no hay una referencia a Doctor Who.
— ¡Os invitamos para daros vuestro premio que es salvarnos en cuello! ¡Y Doctor Who es
demasiado friki! ¡No nos hagas daño!
— ¿Doctor Who demasiado friki? Chico, te voy a cortar el cuello por la gloria de los Señores
32 Anima Barda - Pulp Magazine
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU
del Tiempo y…
— Helena, pregúntales lo más evidente, ¿no se puede devolver el premio? —dijo Bécquer
dolorido, como si estuviera de resaca. Había aterrizado en el suelo de aquella sala, no sabía aún
cómo y seguía soñando con montes de ánimas.
—Muy gracioso, camarada —contestó el chico golpeando el suelo con un tacón… de su tenis
viejo—. Mi nombre es Peter.
— ¿Parker? —Preguntó Bécquer—. No me digas, simplemente viendo tus pintas… ¿Cómo…?
— ¡Hemos usado el teletransportador! —dijo Buffy señalando una enorme pecera llena de
electricidad—. Planeábamos coordinarlo con la llegada del portal por el que vinisteis, pero no
nos dio tiempo.
— ¡Te dije que quitases el decimal!
—Eso te lo dije yo a ti, Peter Doraemon.
— ¡Me estás dejando en vergüenza, Buffy Magic el Encuentro!
— ¡Al menos, ya estáis aquí! —exclamaron a la vez.
Helena y Bécquer se miraron.
—Vale, ¿qué hacemos en un futuro con tan mal gusto para los nombres? —soltó Bécquer.
—Y estuvimos a punto de ser devorados por un kaiju —musitó Helena—. Y sí, sé que mi vida
empieza a ser rara cuando digo eso y no suena raro.
— ¡Conocéis a los kaijus! ¡Eso facilitará las cosas! —dijo Buffy esperanzada.
—Tenemos mucho tiempo libre y pelis de serie B japonesas —contestó en nipón Helena.
— ¡Nuestra idea de traeros era para que vosotros nos salvarais del kaiju! —dijeron Buffy y
Peter al mismo tiempo, dando saltitos—. Pensamos que aceptaríais el premio, al menos eso
hicisteis con la invitación…
—Hablan a la vez… —dijo Bécquer—. Eso es realmente… grimoso.
—Son frikis, ¿qué quieres?
—La próxima vez, más humildad y nada de premios —dijo Bécquer poniéndose en pie y
observando las cascadas de luz que habían a su alrededor—. ¿Por qué pensabais que nosotros…?
— ¡Sois miembros de L.A.B.E.R.I.N.T.O.! —exclamó Buffy y accionó una palanca que
hizo aparecer una mesa llena de juguetes de coleccionista. Cogió dos de ellos con unas pinzas.
Estaban aún empaquetados. Los recién llegados no dieron crédito.
— ¿Esa soy yo? ¡Parezco la Barbie gótica!
— ¿Ese muñeco tan atractivo soy yo?
Helena y Bécquer se quedaron mirando las figuras a su imagen y semejanza, presentadas en
formato físico en contra de los típicos juguetes holográficos del futuro. Luego, intercambiaron
una mirada.
— ¿Somos muñecos o figuras de acción, Helena?
— No lo sé, pero ¿si nos compran a todos pueden formar una calabaza gigante…? —
preguntó Helena leyendo la parte de atrás del envoltorio. Como en las típicas figuras de acción
coleccionables, venía una pieza que creaba otro monstruo al comprarlas todas.
Anima Barda - Pulp Magazine 33
CARLOS J. EGUREN
— ¿Calabaza gigante? —preguntó Buffy a Peter—. ¿Lo llaman así?
—Dudo de que se hayan tenido que enfrentar aún a El Devorador, por lo que el hecho de que
lo llamen “calabaza gigante”…
— ¿El Devorador? —preguntó Helena. Buffy le dio un codazo a Peter. No podían desvelar
nada de eso.
— ¡Spoilers! —susurró Peter—. Aquí se instauró una ley según la cual aquellos que hicieran
spoilers serían condenados a muerte.
—En nuestro mundo también. Aún recuerdo quien me spoileó La Boda Roja de Juego de
Tronos y ahora digamos que lo recuerdan sus seres queridos delante de una tumba —replicó
Helena sin darle importancia.
— ¡No os hemos traído por el Devorador! —explicó Buffy emocionada, quitando con sus
pinzas las figuras de acción de las manos de sus autores—. ¡L.A.B.E.R.I.N.T.O.! ¡Sois una
leyenda en el futuro, nuestro presente, y solo vosotros podéis salvarnos!
Bécquer se acercó a la pantalla de un gran ordenador. Buffy y Peter se quedaron mirando
con curiosidad. El poeta no parecía descifrar aquella especie de jeroglíficos que aparecían en la
pantalla. Solo notó que la misma frase se repetía una y otra vez.
— ¿Qué le llama tanto la atención? —Preguntaron a la vez Buffy y Peter—. ¿Qué le llama
tanto la atención? ¿Qué le llama tanto la atención? ¡Esto no estaba previsto!
Helena se preguntó si aquello era normal, pero en un tipo y una tipa de treinta años que
coleccionan figuras de acción y ordenadores raros era posible.
—Todo esto es un asco —replicó Bécquer—. Es decir, viajo cinco mil años al futuro para
saber que estoy muerto, porque si estuviera vivo contaríais conmigo, seguramente. Siempre
tuve la esperanza de que viviría para siempre… En fin, al menos nos hicimos famosos. ¿De qué
tenemos que salvaros?
—Del monstruo, claro, pero ¿y el resto de L.A.B.E.R.I.N.T.O.? —preguntó Peter acariciándose
la barba grasienta de tres días.
Buffy pasó una especie de tableta delante de Helena y Bécquer. Luego, leyó los datos tras el
escaneo.
—Claaaaro, este es Bécquer y Helena tras el Colapso, después de la muerte de… —dijo Buffy
y cambió su tono de celebración a uno más formal—. Lo… lo siento por la muerte de… Lo
siento.
Bécquer y Helena asintieron con sus cabezas sin más. Acto seguido, el barbudo Peter golpeó
con uno de sus rechonchos dedos un aparato lleno de cables y empezó una proyección.
— ¿No hay nada para picar mientras vemos la película? —preguntó Bécquer, con ironía.
— ¿Qué tráiler van a poner? Adoro los tráilers… —contestó Helena.
—Tengo el tráiler de Star Wars. Episodio XII y…
—Peter, ¡al tajo!
—Ups, sí, perdón.
Arreglaron el sistema lo más rápido posible y empezó la “película”. No tardó en aparecer la
34 Anima Barda - Pulp Magazine
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU
grotesca imagen del monstruo con aspecto de gorila mezclado con un lagarto, un pulpo y un ser
flamígero. Realmente, cualquiera que vea eso escrito quiere ver al menos un dibujo.
Helena y Bécquer estaban viendo imágenes de cómo surgió y destruyó varias importantes
ciudades: Londres, Berlín, Estados Unidos (los monstruos ganan puntos si destruyen algo de
E.E.U.U.), Tokio…
—He aquí la creación de PirateDarkness666 —anunció Peter ante un plano algo desenfocado
de la bestia—. Era un viejo amigo. Jugábamos al rol clásico juntos. Sin embargo, se fue al Lado
Oscuro y acabó creando ese monstruo para conseguir que todos le admirasen.
—El futuro es friki —concluyó Helena—. ¡Malditos trolls!
— ¿Tenéis todos estos sistemas y no una forma de parar al monstruo y ese… Darkness no sé
qué? —quiso saber Bécquer, mientras veía una especie de cámara en la mesa. ¿Fue con la que se
tomaron las imágenes? ¿Absolutamente todas? ¿Incluso las ruedas de prensa de los presidentes
mundiales rindiendo pleitesía?
—Darkness fue el primer plato de su monstruo —replicó la joven Buffy—. Existieron armas
para detenerlo, pero nadie lo intentó. Estábamos viviendo una crisis económica y la destrucción
que causó esa bestia consiguió apaciguar a ciertos sectores como el de la construcción, que
evolucionó también a la recogida de escombros mientras que las pólizas de seguro crecían y
conseguían dar prestaciones mínimas por la destrucción gracias a que los gobiernos las pagaban
con dinero público y…
—Eh, eh, eh… —dijo Bécquer—. Para ya. No me gustan las clases de Historia.
—Esta era más bien de economía.
—Eh, eh ech… Esas clases menos. Es decir, una pandilla de mandamases quisieron que el
bichejo siquiera vivo y se le fue de las manos. Bien. Vale. ¿Y cómo El Hogar se destruyó?
—¿Hogar? ¿Qué hogar? —se preguntaron Buffy y Peter mirándose entre sí.
Helena suspiró.
—No, hogar, sino El Hogar… ¿No eráis unos frikis de L.A.B.E.R.I.N.T.O.?
—No saben qué es el Hogar… —dijo Bécquer—. Misterio misterioso. La cuestión es que
pensáis que podemos parar un monstruo gigante, ¿por qué…?
— ¡Tenemos todos los cómics que han hecho de vosotros! —dijo Buffy—. ¡Películas! ¡Series!
¡Novelas! ¡Documentales! ¿Realmente necesitamos deciros por qué sabemos qué vais a parar a
esa amenaza?
Helena y Bécquer no supieron qué decir salvo.
—Esperamos habernos llevado algo por el merchandising.
—¡DEJA DE JUGAR YA! ¡YA ESTÁ EL ALMUERZO!
Aquel grito no provino de nadie de los presentes, pero Peter y Buffy se lanzaron contra los
teclados para empezar a iniciar una serie de secuencias. Helena, de pronto, sintió que conocía
aquella voz, fue la que hizo que despertase.
—Ha sido un fallo de comunicaciones —explicaron a la vez Peter y Buffy.
— ¿Cómo parar a un monstruo gigante como ese? —se preguntó Bécquer—. ¿Y cómo
Anima Barda - Pulp Magazine 35
CARLOS J. EGUREN
tomarnos toda esta chorrada en serio?
—Ahora mismo lamento no haber visto más serie B… ¿Qué podemos hacer si queremos
acabar con esa criatura?
— ¿Abrirle un perfil en alguna red social, Helena? Eso destruye la vida de cualquiera…
—Algo más efectivo.
Bécquer sacó algo de su chaqueta. Eran unas llaves que parecían de un coche. Helena pareció
comprenderlo. Eran las Llaves de El Hogar.
—Si está destruido…
—Helena, ¿cómo sabes que no lo destruimos nosotros acabando con esa bestia? Hazte a la
idea de miles de momentos del tiempo y miles de millones de dimensiones. Estamos en una
donde El Hogar fue destruido. Su estado acabará extendiéndose por todos los mundos, uno
tras otros, en cada época o lugar, pero por ahora solo ha afectado este lugar. Este universo es
demasiado basto como para ser simultáneo. Desde este momento hasta el futuro de este sitio y
su pasado, esa es la dirección de la hecatombe… por eso nadie recuerda El Hogar aquí. Se ha
borrado.
— ¿Quieres decir que la única forma de destruir a la bestia es acabando con El Hogar, nuestra
oportunidad de regresar a casa?
—Solamente sé que lo hemos hecho, pero no sé qué nos ha conducido hasta ello. ¿Por qué
diantres apreciaríamos tanto este lugar como para arriesgarnos por él?
— ¿No crees que sea la Tierra en el futuro?
—Creo que para llegar a algo así, alguien tuvo que interferir en El Hogar. ¿Recuerdas que no
llegamos al lugar exacto? Fallo en el sistema de coordenadas.
— ¿Fueron Buffy y Peter?
—Nadie podría hacer eso. Sin embargo, hay algo en su ordenador que me ha llamado
poderosamente la atención…
— ¿Algo como esto que encontré en la sala principal? —dijo Helena señalando un catálogo
de juguetes. En portada, una rebaja sobre el precio de unos generadores de juguete.
—Aparte de eso, ¿tú no rompiste un cristal con el puño para sacar aquella espadita?
—Sí.
— ¿Dónde está la sangre? ¿No sería más bien plástico?
Helena se quedó mirando su mano izquierda, con la que sacó el “arma” (o perfecta réplica
realizada por sabios elfos). No había herida en los dedos ni en los nudillos, nada, estaba intacta.
Buffy y Peter trajeron los generadores de energía que pidió Bécquer y los colocaron sobre
la guarida secreta. La base era una especie de concha que asomaba entre escombros, bajo ella,
como un búnker estaba la sala de ordenadores donde habían despertado Helena y el poeta
aventurero espacial.
— ¿Generadores de energía? —preguntó Helena—. ¿Cómo los que había en el catálogo?
—Exacto —contestó Bécquer mirando aquellas estructuras que recordaban a cañones. Se fijó
en algo: una pegatina con una especie de número—. ¿Esto es el precio? ¿Quieren devolverlo
36 Anima Barda - Pulp Magazine
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU
tras usarlo?
—Estos frikis son unos ratas —contestó Helena mirando hacia el devastado horizonte. No
había nada de vida en metros a la redonda: solo polvo, suciedad, restos de destrucción…—. Esto
alrededor nuestro… es tan perfecto.
—Vaya si lo es…
—No, Bécquer, no me refiero a la belleza melancólica que encontrabais escritores como tú,
sino algo diferente.
— ¿Me debería tomar eso como un golpe bajo?
—Como quieras, pero ¿no notas que es una destrucción perfecta? Parece la imagen de una
película y tú y yo estuvimos en el Colapso y sabemos que el apocalipsis no es así.
—Parece que empiezas a pensar como yo.
— ¿A pensar cómo? ¿A pensar cómo? ¿A pensar cómo?
La pregunta no fue formulada ni repetida por Helena, sino por Buffy y Peter que habían
aparecido tras ellos. Ambos lucían una sonrisa y habían vuelto a hablar a la vez.
—A mi señal… —empezó a decir Bécquer. En su mano derecha tenía las llaves, si presionaba
en ellas, se crearía un portal de El Hogar. Los generados iban a activarse…
Gorilagartotopfirus destruía la ciudad porque alguien tenía que ordenar aquel estropicio. La
verdad es que no había viajado desde un macrouniverso para ahora tener que aguantar toda
aquella porquería. Alguien tenía que recoger los juguetes, ¿por qué no podía ser su propio hijo?
Ya se había cansado. Lo había llamado para que viniera a almorzar, pero claro, él tras transfigurar
a sus padres en un monstruo no quería. Era un hijo egoísta y malagradecido que solo quería
dinero para juguetes y seguir desarrollando su doble personalidad.
Cuando vio que había gastado el dinero del almuerzo en dos novedades del catálogo de
juguetes, Gorilagartotopfirus se enfadó bastante y fue directa a la habitación de su hijo o hijos
de la manera que mejor se le daba: ordenando todo con sus tentáculos y vomitando llamas por
sus fauces.
Así son las madres-padres desde el principio de la existencia.
El monstruo estaba en el horizonte. Buffy y Peter se encontraban cada uno junto a un
generador. Bécquer y Helena miraban al frente, esperaban haber acertado en su conversación.
Fue entonces cuando la chica cogió una piedra del suelo.
—Hey, ¿qué haces? —preguntaron a la vez Peter y Buffy—. Esa piedra es…
— ¿Os ha costado dinero acaso?
Los dos enmudecieron. Helena tras aquello decidió lanzarla lo más lejos que pudo. Para su
asombro, se detuvo un par de metros más allá de aquel caparazón que guardaba en su interior
la fortaleza de Peter y Buffy. No fue por falta de fuerza, sino porque rebotó contra parte del
horizonte, como si hubiera un muro invisible.
—La piedra no va más allá del escenario… —habló Helena, pensativa. Soltó una carcajada—.
Malditos frikis…
Anima Barda - Pulp Magazine 37
CARLOS J. EGUREN
Bécquer hizo una señal antes de que Peter o Buffy dijesen algo y ambos conectaron aquellos
generadores de energía que emanaron dos halos de potente luz. De pronto, Gorilagartotopfirus
empezó a ir más rápido hacia ellos.
— ¡ESTÁIS GASTANDO MUCHA LUZ EN JUGUETES!
— ¡Un fallo en la comunicación! ¡Ese grito es un fallo en la comunicación! —exclamaron a
la vez, de nuevo, aquellos frikis que habían traído a Helena y Bécquer, arquearon las cejas—.
¡Activad el portal! ¡Haced que la fuente de energía destroce la cabeza del monstruo y se destruya!
¡Porfa!
—¿Eso es forma de tratar a una madre? —preguntó Helena señalando a Buffy y Peter—. El
gorilagartotopfirus es vuestra madre y pese a que sea un gorila-lagarto-pulpo-de-fuego merece
un respeto, ¿sabéis?
Buffy y Peter se miraron entre sí. Sus movimientos no eran parecidos al extremo de llevar
tiempo juntos, no. Eran exactamente los mismos movimientos. De pronto, sus ojos se tiñeron
de negro.
— ¿Sabes lo que pienso de esto, Helena?
— ¿Que no deberíamos meternos en riñas familiares, Bécquer?
—Exacto.
El monstruo iba a por sus supuestos hijos, en medio estaban Helena y Bécquer. El poeta alzó
la mano con la llave de El Hogar, lo presionó y sonó como una especie de alarma desactivada
de un coche. El portal cayó sobre ellos como una especie de arcoíris y las luces se desvanecieron.
—Promete que nunca volverás a hacerme eso de convertirme en una mezcla de gorila con
lagarto y pulpo hecho de fuego —pidió la madre-padre de tres cabezas a su hijo de dos cabezas.
—Lo prometo, mamá. Seremos buenos a partir de ahora —dijo su hijo. Uno de sus rostros
se parecía a Buffy, el otro a Peter. El segundo le estaba creciendo con la edad, como los dientes
a los humanos, y de ahí que sufriera crisis infinitas como aquella que había acontecido hacía
unas horas.
Ambas criaturas asintieron con sus múltiples rostros, activaron su transportador y la madre
dijo adiós a Bécquer y Helena tras pedir disculpas. El hijo sacó sus lenguas de tres extremos
como forma de burlarse de las que habían sido sus víctimas, el ser había prometido que ya no
compraría nada más de L.A.B.E.R.I.N.T.O.
Tras un par de destellos, el Hogar volvía a estar ocupado por los integrantes de la agencia.
Helena y Bécquer dieron un par de pasos hasta encontrarse con Charlotte y Mastodonte.
—Entonces, ¿El Hogar está en pie en ese futuro? —quiso saber Charlotte ocupando un sofá
de la enorme y brillante sala donde todo podía pasar.
—Su madre nos contó que habían destrozado una réplica que les compró para mantenernos
encerrados en su sala de juegos, como si fuéramos figuras de acción típicas —respondió Helena
mientras paraba de leer un cómic de Gerard Way y Gabriel Bá—. Todo se le ocurrió cuando un
amigo, un tal Darkness, se enfadó con él y se quedó solo, ya sabéis. Cuando su madre se enteró
de lo que le hizo a la guarida con accesorios El Hogar, se enfadó y el chaval usó sus habilidades
38 Anima Barda - Pulp Magazine
L.A.B.E.R.I.N.T.O. DE KAIJU
para convertirla en un monstruo ante nuestros ojos y a él en una chica y un chico… Dejadlo, son
aliens que manipulan la realidad y tienen doble, triple o múltiple personalidad. Es complicado
de explicar.
— ¿Qué lleva a unos alienígenas bicéfalos o tricéfalos con capacidades para crear ilusiones a
esto? —preguntó Mastodonte haciendo pesas con su recién dejado bigote.
—El chaval tenía una mala relación con su padre-madre y nos admiraba como personajes de
ficción —dijo Bécquer—. Consiguió crear una ilusión que no estaba mal y casi nos hace que
nos la tragásemos hasta que vimos el tema de que hablaban a la vez, aquel mensaje copiado
una y otra vez en el ordenador sin demasiada atención en el detalle (como si viniese pegado a
un juguete), el tema de que todo pareciera plástico o un escenario y luego los generadores de
energía con precio y todo…
Helena continuó:
—Además, ¿cómo podía existir un monstruo así y un fanatismo de esa manera por nosotros?
No podía ser real, hicimos que comprasen los generadores para mosquear a su madre...
—Suma a eso su comportamiento y…
—Vale, vale, Sherlocks —dijo Mastodonte—, aunque no me creo que no te dieses cuenta
antes, Bécquer.
El poeta pidió silencio ante Helena, pero ella ya había aprovechado para salir en aquel
momento de El Hogar. Se había dirigido hacia el balcón cercano a la grieta del tiempo. Atrás
se quedaron los otros dos miembros del equipo, Charlotte y Mastodonte, hablando sobre la
misión secreta del que faltaba allí, Aidaan.
— ¿Te ocurre algo, Helena? —preguntó Bécquer.
—Mastodonte tenía razón.
— ¿Ese cabezón? Sería por primera vez en…
—Sabías desde el principio, cuando recibiste la invitación del premio, que era solo una ilusión
de un chiquillo que se llevaba mal con su madre o padre.
—¿Pensar en madre-padre sería algo normal? No suelo tener pensamientos hermafroditas…
—Por eso me llevaste contigo y dejaste a los demás.
— ¿Y por qué te traje conmigo?
—Porque querías que aprendiese algo y volviese a ver a mi madre, ¿no? Porque mi padre, el
olvidado Darren Yorke está muerto y ella es lo que me queda, porque sí un niño puede volver
a llevarse bien con su madre-padre-gorila-lagarto-lo-que-sea, yo puedo volver a dirigirle la
palabra a mi madre.
—En caso de que fuese así, ¿has aprendido algo?
Helena se giró y regresando a El Hogar dijo:
—Nada en absoluto.
Bécquer se quedó pensativo. En su mano, observó la invitación al premio: siempre la misma
parte repetida y mal escrita, como hecha por un niño.
Había cosas que siempre se le escapaban.
O no.
Anima Barda - Pulp Magazine 39
JULIO MARTÍN
Príncipe Pío
por Julio Martín
L
a figura que se alejaba del domo a toda velocidad representaba apenas un borrón de color
rojo, destacando sobre la monotonía del desierto. Siguiendo su estela, cinco borrones más
trataban de ganarle terreno, sin éxito. A su espalda, los límites de la ciudad que nunca
más habría de pisar. Su mente viajaba a mayor velocidad incluso que el aerodeslizador monoplaza
que pilotaba de forma temeraria. Había aprovechado su condición de técnico de mantenimiento
del domo que protegía Nueva Madrid para hacerse con el vehículo en cuanto vio la ocasión. Se
trataba de una acción desesperada, pero también lo era la situación en la que se hallaba metida. Si
lograba despistar a los agentes de policía que la perseguían, tal vez tuviera la oportunidad de llegar
hasta otra colonia en donde solicitar asilo. Estaba convencida de que tenía que haber más domos
que albergaran poblaciones, diseminados por el desierto de arenisca. Desde su infancia había oído
decir a los adultos que ellos eran la única colonia procedente de la Vieja Tierra que había logrado
alcanzar aquel planetoide inhóspito. Ahora que era una mujer adulta, tenía sus propias ideas al
respecto. Haber sido la amante del gobernador de Nueva Madrid durante los dos últimos años no
le había permitido tener acceso a toda la información clasificada que le hubiera gustado, pero sabía
lo suficiente como para intuir algunas posibilidades. Tenía que haber más supervivientes.
Sus perseguidores pronto regresarían a la ciudad, por temor a agotar la autonomía de sus
aerodeslizadores de motor eléctrico. En una ciudad como aquella, cubierta por el domo
semitranslúcido que la protegía de las temperaturas extremas, las radiaciones solares y la falta de
oxígeno, los combustibles fósiles no eran una opción. A pesar de las bombas de extracción de gases
nocivos instaladas en lo más alto de la cúpula, el uso generalizado de maquinaria de combustión
convertiría el entorno en una nube irrespirable de monóxido de carbono letal. Por ello, los faraónicos
generadores de energía eléctrica se encontraban emplazados fuera del perímetro protector del
domo. Se nutrían de petróleo procedente de la plataforma de extracción que se había instalado en
las inmediaciones de la ciudad. De ahí, el combustible hacía funcionar los generadores eléctricos que
iluminaban la ciudad y movían la maquinaria mediante gruesos cables de cobre que atravesaban el
domo por varios puntos estratégicos. El trabajo en la refinería constituía el sustento de gran parte
de la población, aunque era una ocupación extremadamente peligrosa que cada año se cobraba las
vidas de varias decenas de hombres y mujeres. El hallazgo de la bolsa de petróleo, casi aflorando del
subsuelo por sí misma, había sido considerado un buen augurio por parte de los primeros colonos.
Aseguraba el abastecimiento de energía durante varias generaciones a la ciudad. Las memorias de
aquellos días se habían vuelto confusas por el tiempo transcurrido, en el que los registros históricos
habían sufrido mermas y modificaciones, bien por negligencias o bien de forma intencionada con
40 Anima Barda - Pulp Magazine
PRÍNCIPE PÍO
algún oscuro propósito. Daya Stjarna estaba
convencida que esa manipulación de la verdad
había tenido como fin el ocultamiento de otros
asentamientos humanos de características
similares a Nueva Madrid.
Echó una mirada atrás por el retrovisor
para comprobar que, de las cinco unidades
de policía que iniciaran su persecución, solo
quedaban tres. Una luz de esperanza prendió
en su corazón; ya estaba más cerca de su meta.
Había tenido que huir con lo puesto, una acción
insólita para cualquier habitante de Nueva
Madrid. En otros tiempos, se dice que hubo
un grupo de ciudadanos descontentos que
decidieron aventurarse más allá de los límites
de la cúpula en busca de mejores condiciones
de vida. Su líder, un tal Valerian Brodsky,
postulaba que el aire del exterior era respirable
y que podrían encontrar otras formas de vida
animal de las que alimentarse en su búsqueda
de la Tierra Prometida. Nunca más se supo de
aquellos disidentes ni se obtuvo prueba alguna
de la verdad de sus afirmaciones. Jamás se vio
especie animal alguna acercarse al perímetro
del domo, que dejaba pasar parcialmente la luz
y hacía necesario el alumbrado público incluso
durante los ciclos diurnos. Tal vez se vería
obligada a comprobar la teoría de Brodsky, si
agotaba la energía almacenada en la batería
del motor. A pesar de la posibilidad de morir
sola en mitad de la interminable llanura, Daya
Stjarna seguía adelante sin considerar siquiera
por un momento la posibilidad de regresar y
entregarse a las autoridades. La gravedad del
crimen que había cometido la llevaría ante
el tribunal cargada de cadenas y con el juicio
perdido de antemano. La pena, si lograba
librarse de la horca alegando defensa propia,
sería aún peor que una muerte relativamente
rápida por asfixia en el desierto: las minas de
sal. Las sales minerales eran fundamentales
para mantener la salud de la población y
mantener alejadas las enfermedades como el
bocio. Para obtenerlas, los mineros se jugaban
la vida a diario en trabajos forzados con unas
condiciones infrahumanas. Por ello utilizaban a
la escoria de la sociedad en las minas. Individuos
despreciables por los que nadie lloraría al verles
sucumbir al frío y calor extremos, o desaparecer
sin más en la oscuridad. Algunos rumores
apuntaban a deflagraciones por fugas de gas
que calcinaban los pulmones de los mineros.
Otros decían que se habían encontrado
cuerpos parcialmente devorados en las galerías.
De cualquier forma, Daya prefería encontrar
su propio destino ella sola sin la interferencia
de nadie. Bastantes abusos había tenido ya
que soportar por parte de Henrik, su difunto
marido, que se había convertido en un cerdo
violento y paranoico en los últimos meses. Su
cadáver todavía debía de estar caliente en aquel
momento, en que Daya huía de los agentes de
policía con el fin de eludir las consecuencias
de su homicidio. Al principio, su relación con
Henrik había sido mutuamente satisfactoria,
incluso placentera en ocasiones. La situación
estaba clara para todo el mundo, excepto para
el propio Henrik. Ella, una belleza sobrenatural
de figura majestuosa, con unas nalgas duras
como el cemento y unos pechos firmes que
desafiaban la ley de la gravedad. Con una
mirada podía inflamar la lujuria de cualquier
hombre que se preciase de serlo, y también la de
algunas mujeres, como había comprobado con
satisfacción desde muy temprana edad. Él, un
funcionario que gozaba de una hoja de servicio
impecable y que figuraba en todas las quinielas
como uno de los principales candidatos para el
Anima Barda - Pulp Magazine 41
JULIO MARTÍN
ascenso a asesor principal del gobernador. No
se podía decir que Henrik fuese atractivo, pero
sí poseía un cierto encanto que despertaba el
instinto maternal de Daya. Cuando comenzó
a tener panza y el cabello le clareó más de la
cuenta, Daya comenzó a impacientarse porque
el esperado ascenso nunca llegaba. No era
cuestión de que Daya Stjarna deseara llevar
una vida regalada, de hecho había mantenido
su empleo como técnica de mantenimiento. Le
gustaba desempeñar un trabajo para la que estaba
sobradamente cualificada, como cualquiera de
sus superiores podría atestiguar. Además, su
horario variable le proporcionaba la coartada
perfecta para sus aventuras extramatrimoniales.
Lo que realmente encandilaba a Daya era el
erotismo del poder. Saber que podía influir en
las vidas de los demás con solo desearlo era
una sensación embriagadora. Una vez que se
saboreaba, era casi imposible resistirse a ella.
Por eso había empezado a acostarse con el
gobernador. Se habían conocido en el banquete
de su boda con Henrik. Aquella noche, Daya
bebió más de la cuenta y concedió bailes a
numerosos varones de entre los asistentes a
la celebración, ante la mirada iracunda de sus
respectivas parejas. Cuando le tocó el turno al
gobernador Manley, tuvo la alocada idea de
introducir la punta de la lengua en su oreja,
provocándole un respingo. La situación no
pasó de ahí, pero Daya Stjarna y sus curvas
de vértigo se habían convertido poco a poco
en una obsesión en la mente enfebrecida del
gobernador. Así se lo había hecho saber una
tarde de hacía ya dos años, en una carta que le
había entregado personalmente al cruzarse con
ella en la base de la empresa de mantenimiento,
con motivo de una visita formal. Aquella
misma noche habían hecho el amor de manera
42 Anima Barda - Pulp Magazine
apasionada varias veces hasta que Daya supo
que la voluntad del gobernador le pertenecería
a ella para siempre.
Casi de inmediato, Henrik comenzó a
sospechar algo. Siempre había tenido que
soportar bromas y rumores a sus espaldas
acerca de la turbulenta vida amorosa de su
esposa. En más de una ocasión estuvo cerca de
encontrar pruebas de su infidelidad, pero Daya
había podido ocultárselo y siempre conseguía
recuperar el favor de su marido con sus armas
de mujer. Pero la sospecha continua había
terminado por destrozar los nervios de Henrik,
que buscó refugio en la bebida. A veces, cuando
Daya volvía a casa del trabajo, él la estaba
esperando con el aliento apestándole a licor
barato. En esas situaciones, el hombre apocado
que había sido siempre se convertía en un bruto
furioso y casi siempre terminaba haciéndole
daño. Discutían a gritos y él la zarandeaba
mientras le insultaba y la amenazaba con
dejarla. Daya se alegraba de que el control de
natalidad hubiera prohibido la procreación de
manera preventiva durante otros cinco años. De
haber habido niños de por medio, estaba segura
de que no hubiera tolerado tanto tiempo tales
abusos. Durante varios meses, que le parecieron
años, había tenido que esconder los cardenales
debajo de su ropa para evitar los comentarios.
El gobernador, que también había resultado
ser un asqueroso egoísta, apenas le había
preguntado por las marcas. Se había limitado
a satisfacer sus apetitos, de manera cada vez
más mecánica y menos apasionada, tras lo cual
siempre se quedaba invariablemente dormido.
No esperaba ningún tipo de protección por su
parte respecto al acto que acababa de cometer
si la capturaban con vida. Aquella tarde ya no
pudo soportarlo más. Henrik, ebrio como de
PRÍNCIPE PÍO
costumbre, había ido más lejos que nunca y
se había atrevido a traer una prostituta a casa.
¡A su propia casa! Daya se cruzó con ella al
entrar. Ni siquiera podía decirse que su marido
hubiera elegido con buen gusto a la meretriz;
se trataba de una mujeruca de tres al cuarto que
le dedicó una mirada desafiante al salir de su
apartamento. Habría podido sacarle los ojos
en aquel instante con sus propios dedos. En
lugar de eso, canalizó su odio hacia la desnuda
figura de Henrik, cortando en seco su risa de
borracho cuando le clavó el destornillador en
la garganta. Si cerraba los ojos, todavía podía
contemplar la expresión de asombro en el rostro
de su difunto esposo, al tiempo que trataba de
articular sonidos, obteniendo como resultado
únicamente un borboteo repugnante.
Una nueva mirada atrás le reveló que
únicamente
un
aerodeslizador
seguía
persiguiéndola, cada vez más cerca de su rebufo.
Por los indicadores de la consola de mando
descubrió que le quedaba ya poca autonomía.
Decidió jugarse su suerte a una última carta:
súbitamente describió una amplia curva
de ciento ochenta grados, cruzándose en la
trayectoria de su perseguidor. El agente, cogido
por sorpresa, no supo reaccionar a tiempo
y perdió el control de su vehículo al intentar
un brusco cambio de dirección para evitar la
colisión. Fue a estrellarse contra un peñasco,
saltando los restos del aerodeslizador por los
aires y quedando esparcidos por la arena en un
radio de veinte metros. El cadáver del agente
aterrizó violentamente sobre un afloramiento
rocoso, quedando sus miembros desmadejados
y torcidos en ángulos horribles. Daya continuó
su camino sin mirar atrás y sin dedicar ni un solo
pensamiento a la nueva víctima que acababa de
añadir a su incipiente lista particular.
Al cabo de unos minutos, el indicador de
batería comenzó a parpadear. Momentos
después, Daya notó una disminución de la
velocidad paulatina hasta que el vehículo se
detuvo. Dejó el aparato inservible sobre la
arena rojiza y se detuvo a otear el horizonte.
A lo lejos pudo observar lo que parecía una
formación rocosa que ofrecía una sombra
alargada a aquella hora de la tarde. Decidió
encaminarse hacia ella en busca de cobijo de
cara a la noche. Si había de morir, al menos
que fuera al amparo de los vientos del desierto.
Cuando hubo llegado, pudo distinguir una
oscura boca que se abría hacia el interior de
la tierra. Sin otra cosa mejor que hacer, Daya
decidió explorar la gruta más detenidamente.
En su precipitada huida, había decidido llevar
el mono de trabajo que usaba para las labores
de mantenimiento del domo. Entre sus tareas
habituales se incluía la limpieza de las aspas
de los extractores de gases y de los molinos de
viento situados en lo alto de la cúpula. Con el
fin de evitar la caída de alguna herramienta
vital para desempeñar su trabajo, la equipación
incluía un práctico cinturón con bolsillos en
los que guardaba todo tipo de utensilios. Daya
se alegró de contar con una linterna entre
ellos. Guiándose por su luz, se adentró varios
metros en el interior del pasaje, de muros
impecablemente regulares, lo cual revelaba
sin lugar a dudas la mano del hombre. Por un
momento, sintió una renovada esperanza. De
pronto, unas formas familiares llamaron su
atención en la pared. Sacando una bayeta de su
cinturón, limpió el polvo acumulado durante
años de la placa metálica y pudo leer: «Estación
Príncipe Pío».
Entonces lo supo.
Lo que en realidad trataban de ocultar los
Anima Barda - Pulp Magazine 43
JULIO MARTÍN
gobernantes era que, en realidad, no había habido ninguna colonización de un planeta nuevo.
Habían estado en la Vieja Tierra todo el tiempo y, probablemente, no habría más supervivientes.
Sintió una opresión en la boca del estómago y su cuerpo se cubrió de una transpiración helada que
le caía como un glaciar por dentro del traje. No había esperanza para ella. Tal era su estupor, que no
oyó el murmullo hasta que fue demasiado tarde. Para cuando se giró, pudo contemplar con horror
una ola viviente compuesta por las cucarachas más grandes y repulsivas que hubiera visto nunca.
Un manto negro que bullía con la vida de miríadas de artrópodos moviéndose al unísono, animadas
de manera siniestra por lo que parecía ser una mente de colmena. Las supervivientes definitivas
de un mundo moribundo devastado por la radiación estrechaban el cerco en torno a ella y por un
momento habría jurado que pudo distinguir el rostro de Henrik, formado por miles de cucarachas
en continuo y febril movimiento. En un último gesto inconsciente nacido de la desesperación,
se arrancó la máscara protectora para exhalar un último grito de agonía. El fugaz alivio de sentir
por última vez el aire libre, sin procesar por filtros artificiales, se vio mancillado al instante por la
profanación de aquellas inmundas criaturas, que la sofocaban al introducirse por sus orificios en
busca de calor. Antes de ser engullida por la marea negra, por encima de sus propios alaridos de
terror pudo distinguir claramente los chasquidos de millones de patitas articuladas al moverse
sobre ella, formando sonidos que emulaban una parodia de voz humana. La voz le decía: “Aquí
tienes tu merecido, querida”.
44 Anima Barda - Pulp Magazine
ENTREVISTA A LAUREN BEUKES
Entrevista a
LAUREN BEUKES
Las luminosas está a medio camino de
ser una novela de ciencia ficción y un thriller. ¿Cuál es un título a tener en cuenta
de ciencia ficción, y cuál un thriller? ¿Tienes algún autor de referencia?
Lo describiría como thriller en el concepto
más amplio de la palabra, como la película Origen o, quizás más apropiadamente, como los
saltos en el tiempo de Memento. Me he inspirado en muchos autores, leo mucho. Pero mis
mayores influencias son Alan Moore, William
Gibson, Margaret Atwood and David Mitchell.
Dar saltos en el tiempo de presente a pasado suena en sí mismo complicado, pero
el resultado es intachable. ¿Qué dificultades te has encontrado a la hora de escribir esta novela?
¡Asegurarme de que era perfecta! Construí
una pared de asesinatos encima de mi escritorio, como los de las series de policías, donde proyecté toda la novela y todas las líneas de tiempo que se cruzaban, con las muertes unidas por
hilo rojo y el seguimiento de los movimientos de
los objetos que Harper cogía de sus victimas y
los dejaba tras de sí. Parece como algo sacado
de Homeland o Una mente maravillosa.
Se ha criticado, o catalogado, que hay
escenas, fragmentos en el libro de las luminosas bastante crudos, comprensibles
desde la mente del asesino, Harper. Los
más exagerados los califican como “gore”.
¿Qué papel tiene la violencia y las peleas
en tus libros?
Traté de escribir la violencia de una forma
que recordara lo que es realmente la violencia
para nosotros, para la familia y amigos, y para
la sociedad. Hemos visto tantas muertes sin
sentido en la televisión, y leído tantas novelas
policiales donde la muerte de la chica es sólo un
cuerpo bonito y un rompecabezas sangriento
que hay que resolver (nunca llegamos a sentir
su humanidad o el sentimiento de la pérdida).
La violencia real es chocante y perturbadora
y no debemos olvidarlo. Por eso yo intenté escribir desde la perspectiva de la victima, para
conseguir el impacto emocional, el shock y el
terror, en lugar de ser cómplices del asesino.
Zoo City, lamentablemente, aún no se
ha publicado en España. Pero rezuma originalidad por todas sus páginas. ¿Cómo
surgió esa idea? ¿Qué tiene de especial?
¿Y por qué un perezoso?
Tenía muy clara la idea de una chica joven
Anima Barda - Pulp Magazine 45
ENTREVISTA A LAUREN BEUKES
yendo hacia el armario de su casa en un barrio
bajo de Inner City, abriendo la puerta y encontrándose un perezoso colgado entre su ropa.
Sabía que era una carga, un símbolo de su culpa. El resto se fue revelando, como una polaroid. Tuve que darle vueltas a la idea. Fue una
forma de explorar la idea de reconciliación, de
cómo vivir con su pasado (tanto personal como
de la sociedad), cómo hablamos de los criminales, de la xenofobia, los pecados de los padres y
la industria de la música pop.
Se ha anunciado que la novela será
adaptada como serie de televisión. Algo
que puede dar la oportunidad de profundizar en la historia o desmerecerla por la
pérdida de ritmo capítulo tras capítulo.
En cualquier caso, ¿te imaginas a algún
actor como Harper o Kirby?
Veremos a ver cómo funciona. Tengo toda la
fe en que la productora encuentre un buen director. Me encantaría ver a John Hawkes y a
Jennifer Lawrence en el papel, pero eso no depende de mí.
En otras entrevistas has mencionado
que te inspiraste en crímenes reales a la
hora de relatar los asesinatos en Las lu46 Anima Barda - Pulp Magazine
minosas. ¿Cómo describirías este trabajo?
¿Cuánto de crítica social tiene este libro?
Es un libro, fundamentalmente, sobre la
violencia de género y cómo hablamos de ello.
Como, en las noticias, en las películas, las mujeres se reducen a la suma de sus heridas, no
a quién era, ni lo que significaba su vida… A
mí me afectó mucho el asesinato de una chica
cercana a mi familia, y cómo la policía no se
molestó en investigarlo y lo poco que significó
su muerte para la sociedad.
Su debut en la literatura fue de la mano
de Moxyland, un libro cyberpunk. ¿Tienes pensado retomar este género o probar
otros ahora en auge como el steampunk, o
quieres mantenerte en la línea de la ciencia ficción y el thriller?
Escribo de lo que se me ocurre. Los correctores y las librerías los etiquetan después. Todas
mis novelas son de suspense con un contenido
social. Probablemente siempre habrá un toque
salvaje en mi trabajo, pero no puedo garantizar
nada más.
Has firmado el guión del segundo volumen de Fabulosas, creando una Rapunzel muy guerrera. ¿Cómo llegaste hasta el
proyecto de Bill Willimgham? ¿Quién es
tu princesa Disney favorita?
Conocí a Bill Willimgham en la WorldCon del
ENTREVISTA A LAUREN BEUKES
and recreation. Tragedias humanas que tienen
algo que decir acerca de lo que somos, o nuestra
caprichosa estupidez.
Ánima Barda está escrita por autores
aficionados que aspiran a dedicarse, en
un futuro, al mundo de la literatura. ¿Tienes algún consejo para escritores que aún
no han publicado? ¿Sigues alguna rutina
a la hora de escribir efectiva?
Termina el libro, es lo único que cuenta. Intenta escribir quinientas palabras al día. Yo
intento escribir mil o dos mil, algo sencillo porque le dedico el tiempo completo. Pero, sinceramente, escribí Zoo City cuando acababa de
tener el bebé, escribía por las noches. Si es lo
que quieres, tienes que ir a por ello.
2009. Estaba lo suficientemente impresionado
con Moxyland para mandarme a conocer a su
editor de Vertigo en Nueva York. Me pidieron
que escribiera sobre Rapunzel específicamente, y empecé con la idea central del pelo y la
importancia que tiene en algunas historias de
terror japonesas. ¿Mi princesa Disney favorita? Vanellope, de Rompe Ralph.
Hemos hablado de la literatura, pero el
thriller y la ciencia ficción también beben del cine. ¿Qué película de este género
consideras un must? ¿A qué serie te has
enganchado últimamente?
Me encanta Memento de Christopher Nolan
y El truco final, El laberinto del fauno de Guillermo del Toro, Hijos de los hombres de Alfonso Cuarón, Moon de Duncan Jones, cualquier
cosa de Danny Boyle. Película de asesinos en
serie concretamente: Seven, Zodiac, El silencio
de los corderos, Donnie Darko, Los héroes del
tiempo, doce monos, etc. Mis series favoritas
de todos los tiempos son Breaking Bad, The
Wire y Los Soprano. Pero también me encanta Black Mirror, Community, 30Rock y Parks
Anima Barda - Pulp Magazine 47
J.R. PLANA
Terror en el
asfalto
por J.R. Plana
48 Anima Barda - Pulp Magazine
TERROR EN EL ASFALTO
E
l agente Norman Perry —veinticuatro años, dos en el cuerpo— se estaba echando una
pequeña siesta en el coche patrulla, aparcado en el margen de la carretera federal 67, en el
tramo que une San Angelo con Big Lake, Condado de Irion, Texas.
Eran las cuatro de la tarde y afuera hacia un calor de mil demonios. La gente evitaba moverse
a esas horas, lo que lo convertía en el momento ideal para relajarse un rato.
La 67 es un jodido erial. Kilómetros de asfalto rodeado de tierra áspera y árboles medio
muertos, un secarral sin una maldita sombra bajo la que resguardarse del inclemente sol tejano.
Exceptuando, eso sí, en la que estaba ahora mismo el coche del policía, posición reservada a
la autoridad cuando les tocaba patrullar por allí. La 67 también es solitaria de narices. Perry
llevaba al menos hora y media sin ver pasar un vehículo.
Para dar más fuerza a la estereotipada escena, por la radio sonaba música country. Era el turno
de Luke Bryan y su Country girl (shake it for me), ideal para perseguir delincuentes —pero no
para dormir la siesta—. Y, como siempre que las cosas están tranquilas y a uno lo que menos le
apetece es moverse, el aparato de radio se despertó crepitando y una voz metálica y femenina
llamó a las unidades cercanas a Big Lake. Perry no contestó y entonces la mujer volvió a hablar,
y esta vez lo hizo dirigiéndose personalmente a él:
—Norman, sé que estás ahí —dijo con tono irritado y condescendiente—. ¿Quieres hacerme
el favor de mover el culo y acercarte hasta Big Lake, a la esquina de la 12 con Ohio?
Era pocos, y siempre se sabía dónde estaban los demás. Es lo malo de esas zonas: muy
tranquilas, pero cuando toca trabajo no hay Cristo que se pueda perder.
—Cielos, Lucy, eres implacable. Dame un respiro, ¿quieres? Estaba acabando de rellenar un
parte —mintió Perry.
—No me mientas. —Con Lucy pocas excusas colaban—. Te tengo calado, rubiales.
—Menos de lo que yo quisiera.
—Piérdete, capullo.
—Eso intentaba.
Lucy no respondió a eso. Sólo hubiera conseguido una buena bronca del jefe por usar la radio
para discutir gilipolleces.
Perry arrancó el coche, enchufó la sirena y dejó la radio puesta. Conducir por la 67 sin música
era como… Como… Bueno, joder, como no comer pollo frito en dos días. Algo sencillamente
incomprensible.
—A todo esto, Lucy, no me has dicho para que me necesitan los honorables ciudadanos de
Big Lake.
—Parece que alguien ha estado jugando al beisbol con el coche de un profesor del Reagan
High School.
—Y habrá grabado un vídeo, ¿verdad?
—Puedes apostar que sí.
—Malditos adolescentes. ¿No pueden limitarse a prender bolsas de mierda en la puerta?
—Seguro que tú hiciste unas cuantas de esas.
Anima Barda - Pulp Magazine 49
J.R. PLANA
—Amiga, en mis tiempos tenía cosas mejores que hacer. Puedes preguntarle a Nancy
Colleman. O a Julie.
—¿La del Nabot´s Ground?
—Entre otras.
—Joder, voy a tener que cambiar la radio. Estoy oyendo hablar a un fantasma.
—Pero qué idiota eres.
—Un zopenco fantasma fanfarrón.
Perry iba a soltar otro intento de ingeniosa frase de ligoteo cuando sintió como el coche
traqueteaba.
—Mierda —dijo en voz alta. Había sido un temblor fuerte, uno de esos que te obligan a dar
un par de volantazos. Cogió la radio—. ¿Lo habéis sentido?
—¿Sentir el qué? —preguntó Lucy con tono socarrón, pensando que era otra idiotez de Perry.
—El maldito terremoto, ¿qué va a ser?
Lucy tardó unos segundos en contestar. Su voz ahora sonaba seria.
—Aquí no hemos sentido nada. ¿Estás seguro de que ha sido un terremoto?
—Tan seguro como que hay un cielo. El coche se ha…
Perry tuvo que pegar un buen frenazo. La radio quedó colgada del cable, golpeándose contra
el suelo. El policía se inclinó sobre el volante, mirando desconcertado hacia delante. Lo último
que dijo fue:
—¿Pero qué cojones?
Y entonces el asfalto, que estaba abombado como si alguien le hubiera pegado un puñetazo
desde abajo, saltó por los aires en una lluvia de trozos de hormigón. Uno tan grande como una
cabeza de vaca se estrelló contra el parabrisas de Perry, llenándolo todo de cristales y cayendo
sobre el asiento del copiloto. Si fuera una película de broma, el trozo de asfalto se habría
abrochado el cinturón y hubiera dicho: “Hora de largarse, Norman”. Pero aquello no era una
comedia, y dolía de verdad. Los pedazos de cristal cayeron hacia dentro y de punta, clavándose
tres de ellos en la pierna derecha y el brazo de Perry, y causándole de paso varios arañazos en
la cara que a punto estuvieron de sacarle un ojo. Como banda sonora de aquel momento de
pánico y demencia, la voz metalizada de Lucy se oía por la radio, imponiéndose a la música
country —sonaba una de Easton Corbin, para eso era la Radio de los Éxitos del Country—.
Repetía una y otra vez lo mismo, como un pájaro de una sola frase, con voz estridente y cercana
al histerismo, muy impropia de una agente de la ley:
—¿Norman? ¿Norman? ¿Estás bien?
Y entonces dejaba unos instantes para que Norman dijera algo y, como no contestaba, seguía
diciendo:
—Joder, Norman, ¡dinos qué coño está pasando! ¿Norman?
Lucy usaba muchas palabrotas normalmente, y el doble cuando estaba nerviosa.
El pobre de Perry no estaba para contestar. Jadeaba por la impresión y el dolor mientras
trataba de sacarse con cuidado un afilado trozo de casi una cuarta de tamaño. Quizá, si en vez
50 Anima Barda - Pulp Magazine
TERROR EN EL ASFALTO
de ponerse a hacer eso hubiera mantenido la vista fija en la carretera, habría llegado a tiempo
de ver cómo un enorme cuerpo de color terroso y compuesto por anillos surgía del boquete del
asfalto, se elevaba unos tres metros y, con la boca circular bien abierta, llena de dientes y babas,
se lanzaba hacia el coche de policía en plancha.
Como decía, si Perry no se hubiera obcecado con sacar el cristal en vez de buscar la fuente
del peligro, quizá le hubiera dado tiempo a meter la marcha atrás, pisar el acelerador o Dios
sabe qué, protagonizando seguramente una huida digna, a la altura de los mejores films de
Hollywood. Al menos durante unos metros, antes de que el gigantesco gusano de asfalto se lo
tragara o lo aplastara.
Pero no, Perry no lo vio salir, arrancando trozos de hormigón, ni tampoco lo vio alzarse, casi
majestuoso. Lo único que vio fue como una masa informe en cuya punta había un agujero negro
se arrojaba contra su coche, lo agarraba con sus extrañas mandíbulas y lo lanzaba por los aires
para tragárselo entero y de golpe. La voz de Lucy se siguió oyendo unos segundos mientras el
vehículo descendía vertiginosamente por el estómago de la espeluznante y descomunal oruga.
***
Un poco más lejos de allí, en el Centro de Investigación y Desarrollo de Plainview, Texas,
que realmente era una tapadera tras la que se escondía el Departamento de Investigaciones
Polibélicas, el profesor Munro, el doctor adjunto Van Heis y la doctora Boluscio soportaban
avergonzados y de pie el chaparrón que estaba soltando el coronel Stronbear, cuya vena de
la violencia —esa que se hincha en el cuello o frente cuando uno está realmente enfadado—
estaba a punto de estallar.
—¡Esto ha sido un ejercicio de clara y vergonzosa ineptitud! Pueden estar seguros de que se
abrirá una investigación y los culpables serán duramente castigados.
Los científicos no alcanzaban siquiera a balbucear una disculpa. Para su alivio, Stuart, el jefe
de monitorización y rastreo, entró en la sala de reuniones sin llamar.
—Coronel, será mejor que venga a ver esto.
Stronbear dirigió una última mirada iracunda a los tres antes de ir con Stuart. Los científicos
se miraron durante un instante unos a otros, con cara de desesperación, y luego salieron tras los
pasos del coronel.
—Mire —le estaba diciendo Stuart, señalando una pantalla por encima del hombro de un
operario—, hemos detectado una gran vibración sísmica en la carretera 67, entre San Angelo y
Big Lake.
—¿Ha sido uno de ellos? —preguntó el coronel, inspeccionando de cerca el mapa.
—No estamos seguros, aunque hay altas probabilidades.
—¿Tenemos imagen de satélite? —inquirió Stronbear dirigiéndose a uno de los hombres que
tecleaban frenéticos frente a varios monitores.
—Cinco minutos para imagen nítida —respondió este, sin dejar de mirar la pantalla.
—Pues que sean tres. —Stronbear creía realmente que usar frases como esa aceleraban las
cosas.
Anima Barda - Pulp Magazine 51
J.R. PLANA
—Me temo que eso no es la única novedad, señor —dijo Stuart, ajeno a las tensiones con
el satélite. Le puso la mano en el hombro al tipo que manejaba los teclados de la pantalla que
estaba contemplando—. Ponle los otros, Charlie.
Charlie obedeció, aporreo varias teclas y la imagen de la pantalla se hizo a un lado para
mostrar otros cinco pedazos de mapa marcados con círculos y letras.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó al aire el iracundo coronel.
—Afueras de Albuquerque, Tucson, San José, Amarillo y el centro de California. En tres de
ellos han saltado las alarmas de la policía local: carreteras cortadas por repentinos socavones. El
resto los hemos encontrado gracias al detector sísmico.
El coronel parecía perder tonos de color a cada momento que pasaba.
—¿Hay más?
—Eso parece.
Girándose hacia los científicos, que habían permanecido en un discreto segundo plano, el
coronel Stronbear levantó las manos levemente hacia el cielo y dijo:
—¿Alguien, por el amor de Dios, puede decirme con exactitud cuántos de esos hijos de puta
hay sueltos?
Fue la doctora la que respondió.
—Es difícil de precisar, señor.
—¿Díficil? —inquirió el coronel incrédulo—. Santa Madre, ustedes los han creado, digo yo
que sabrán cuántos han fabricado, ¿no?
—Sí, eso sí… —contestó el profesor—. El problema es…
—Señor —intervino de nuevo la doctora—, el problema es que los gnatostomúlidos Goliat
se reproducen por mitosis en cuanto entran en actividad. El proceso está alterado para que se
conviertan en una plaga rápida al instante de encontrar las condiciones adecuadas.
El coronel tenía la boca abierta y cierto de aire de desmoralización.
—Eso quiere decir… —balbuceó, derrumbándose lentamente y perdiendo toda su imponente
presencia.
—Que los gusanos se están multiplicando a un ritmo imparable. Es imposible que sepamos
cuántos ahí ahora mismo —explicó la doctora, ajustándose las gafas de pasta con un elegante
movimiento—. Y, de aquí a unas horas, podría haber miles por todo el sur de los Estados
Unidos.
***
Dos horas después, el presidente convocaba un gabinete de emergencia desde el Air Force
One. Había tratado de resistirse, aduciendo que un capitán no podía abandonar su barco el
primero, pero la NSA y el Servicio Secreto le habían convencido de que estar en tierra firme
era un suicidio, y que si no había capitán que dirigiera el barco todos se irían a pique, a lo cual
el presidente respondió que si unos gusanos gigantes se comían la tripulación, tampoco habría
barco al que pudiera dirigir el capitán. Tras una breve pero intensa batalla de metáforas, el
presidente aceptó ser embarcado —por obvios motivos de seguridad nacional— y puesto a
52 Anima Barda - Pulp Magazine
TERROR EN EL ASFALTO
resguardo a unos cuantos kilómetros por encima de esos bichos.
A pesar de todos las órdenes, voces y gente corriendo de acá para allá, nadie había sido aún
capaz de informar al presidente de qué carajo estaba pasando.
Los gusanos habían empezado a copar todas las pantallas de televisión y de ordenador. Primero
todo se llenó de fotografías y vídeos mostrando los extraños boquetes en mitad del asfalto, lo
que dio lugar a entre treinta y cuarenta y cinco minutos de precipitados análisis informativos.
Las cadenas se mataban entre sí por conseguir un experto, fuera de lo que fuese.
Después todas las teorías se fueron a pique cuando en YouTube apareció el primer vídeo de
una enorme masa de carne saliendo de uno de los agujeros y tragándose un autobús. Lo había
grabado un tipo de Nevada al que le había dejado tirado el coche junto a uno de los hongos de
asfalto. Estaba grabando con el móvil cómo se las apañaba un autobús para sortear el enorme
bache cuando este voló por los aires y una criatura gigantesca surgió del asfalto y se merendó
al vehículo, entre los gritos histéricos de los pasajeros. Inexplicablemente, el tipo del móvil
sobrevivió para subir el vídeo a la red.
Todo lo demás vino encadenado: el pánico, la confusión y decenas de otros vídeos cuyas
visitas subían de mil en mil cada segundo.
—¿Pero alguien va decirme si sabemos qué coño es esto? —preguntó el presidente, aporreando
la mesa de roble con el puño cerrado. Un vaso de agua salpicó el escudo presidencial que había
en el centro.
—Las informaciones son confusas, señor —dijo un tipo calvo y de traje, que manoseaba los
papeles de un dossier.
—La CIA está investigando si se trata de un ataque terrorista —añadió una señorita rubia,
también trajeada, que toqueteaba una tablet.
—Hay datos en la red que apuntan a un experimento genético de los cárteles de la droga —
especuló un hombre barbudo que sujetaba dos móviles. Por supuesto, llevaba traje.
—No lo comprendo… —dijo el presidente, apoyando la cabeza en las manos, desesperado.
—Señor presidente, tiene una vídeo-llamada por la cinco —interrumpió una mujer con un
pinganillo en la oreja.
—Clara, diles que ahora no puedo atenderles —contestó el presidente quitándole importancia
con un gesto de la mano.
—Dicen que es urgente, señor presidente.
—Todo el mundo llama con urgencia —protestó él.
—Es sobre la emergencia, señor presidente. Dicen que saben qué está pasando.
Aquello captó la atención del presidente.
—¿Quién llama?
—El Departamento de Investigaciones Polibélicas.
—¿El qué?
—Es un departamento de alto secreto, señor —explicó el hombre calvo de traje—. Usted
aprobó el expediente.
Anima Barda - Pulp Magazine 53
J.R. PLANA
—Lo que sea. Pásanoslos, Clara. Al televisor grande.
Clara asintió y salió del despacho. El presidente se arregló la chaqueta y todos miraron en
dirección al televisor. Al poco, la imagen de un militar acompañado de varios hombres con bata
blanca ocupó la pantalla. El militar se cuadró.
—Señor presidente, se presenta el coronel Stronbear, oficial al mando del DIP.
—Qué me puede decir sobre lo que está pasando, coronel Stronbear —preguntó el presidente
con voz autoritaria.
—Me temo que es culpa nuestra, señor —contestó Stronbear, tieso como un palo.
—¿Suya?
—No, señor. De todos. Esos gusanos son un proyecto secreto del DIP autorizado por la Casa
Blanca.
—¿Cómo dice? —El presidente sonaba muy enfadado—. ¿Me está echando las culpas a mí?
—No, señor presidente, solo le digo que la Casa Blanca estaba al tanto de este proyecto.
—¿Qué mierda está diciendo? —El presidente había perdido un poco los nervios y la
compostura.
—Se refiere al expediente 436, señor —apuntó el hombre de corbata calvo—. Lo autorizó
usted el año pasado.
—¡Es la primera noticia que tengo! —contestó él, aporreando la mesa—. Y si conocía usted
ese expediente, ¿por qué no me lo ha dicho antes?
El hombre calvo se encogió de hombros.
—No me acordaba, señor.
—¡Es usted idiota! —El presidente se llevó las dos manos a la cara y se masajeó con fuerza—.
Está bien, está bien, no perdamos los nervios… Coronel Stronbear, por favor, ¿puede detallarnos
a qué nos enfrentamos?
La mujer con bata que estaba detrás del coronel dio un paso al frente y le apartó.
—Señor presidente, soy la doctora Boluscio, directora del proyecto Goliat.
—Encantado de conocerla, doctora —dijo el presidente con acritud.
La doctora pareció ignorar el comentario. O posiblemente no lo entendió, era muy torpe en
lo que a relaciones sociales se refiere.
—Un placer, señor presidente. El proyecto Goliat fue financiado con fondos públicos el año
pasado. Es un plan de bioarmas pionero, con un objetivo claro: los enfrentamientos bélicos
con terroristas emplazados en el sur de Asia y África. —La doctora se aclaró la garganta y de
alguna parte apareció una cortinilla con una serie de diagramas y esquemas. Empezó a señalar
con una varilla, como si estuviera dando clase—. La principal preocupación del departamento
era encontrar una forma de aislar a los enemigos. Había que cortar rutas de suministros, vías de
escape, eliminar capacidad de respuesta… En definitiva, queríamos acorralar a los enemigos sin
tener que recurrir a la intervención de las fuerzas especiales. Y así surgió lo que ahora devora las
carreteras del sur del país: el gnatostomúlido Goliat.
—¿Cómo? —cortó el presidente, no muy seguro de estar entendiéndolo todo bien.
54 Anima Barda - Pulp Magazine
TERROR EN EL ASFALTO
—En términos de biología, el gnatostomúlido es un gusano con mandíbulas. Nosotros usamos
esa familia para crear una especie de grandes proporciones cuya dieta consistiera en asfalto
caliente. El Goliat huele, percibe a miles de millas el asfalto sobrecalentado por el sol, y excava
a una velocidad vertiginosa hasta llegar allí. Luego… bueno, ya han visto lo que hacen luego.
Soltados en territorio enemigo, pongamos, por ejemplo, Pakistán, los Goliat serían capaces de
deglutir un treinta por ciento de las carreteras del país en menos de día y medio.
La doctora terminó su presentación y se quedó callada a la espera de preguntas. La sala
presidencial se sumió en una inspiración colectiva. Nadie sabía muy bien que decir, salvo el
calvo con corbata:
—Visto así, el proyecto ha sido todo un éxito. —Trataba desesperadamente de mostrar que
era un visionario al haber aprobado el proyecto sin darle más relevancia.
El presidente le ignoró.
—Doctora, lo que nos ha contado es realmente fascinante, y puede dar por seguro que a partir
de ahora revisaré más cerca todo lo que me pasen para firmar. —Esto último lo dijo mirando de
reojo y con ira al calvo con corbata—. Sin embargo, no ha respondido a mi duda más imperante
ahora mismo. —El presidente se tomó un instante para pensar bien la pregunta—. ¿Por qué
cojones están esos bichos paseándose por Texas en vez de Pakistán?
La doctora no dudó ni un instante antes de responder.
—El sujeto experimental se escapó.
—¿Se escapó?
—Sí —dijo con orgullo—. Estructuramos su cerebro de manera que este le pidiera moverse
continuamente, para que se convirtiera en una necesidad casi a la altura de alimentarse de
continuo. Y funcionó.
—Oh, genial —dijo el presidente sin nada de alegría—. Ha dicho sujeto experimental,
doctora, pero sin embargo hemos visto al menos diez y tenemos indicios de unos quince más,
¿a qué se debe eso? —El presidente mantenía el tono formal que usaba habitualmente para
tratar con ineptos.
—Otra de las modificaciones que implantamos en el Goliat fue la habilidad para reproducirse
de manera solitaria. Mediante mitosis, concretamente.
—¿Qué?
—Se duplican, señor. Un trozo de la oruga, la parte final del cuerpo, normalmente, se separa
del principal y genera por sí solo otro sujeto adulto en unas tres horas. Es la plaga definitiva del
mundo moderno —dijo, sonriente—. Siempre que este se encuentre al sur, claro.
Nadie pudo hacer preguntas. La puerta del despacho se abrió de golpe y Clara, con gesto de
apuro, interrumpió de golpe la reunión.
—Malas noticias —dijo sin esperar a que nadie preguntara—. Los gusanos están yendo hacia
el norte. Van directos a Washington.
El presidente se giró hacia el televisor con cierto aire de sorna.
—Parece que sus gusanos son el arma definitiva, doctora. Han podido superar por ellos solos
Anima Barda - Pulp Magazine 55
J.R. PLANA
incluso la barrera climática. —El presidente aporreó la mesa con las dos manos—. Ya hemos
tenido suficiente charla, ¿alguien puede darme una solución antes de que esos cabrones acaben
con los atascos del mundo?
La sala permaneció en silencio, únicamente roto por la discreta tos de uno de los hombres de
traje. Del calvo, en concreto. Clara habló desde la puerta.
—Señor, creo que tengo una idea.
***
Samuel Cunnigher. Cocinero del Air Force One. Exnavy seal. Exagente encubierto de la
NSA. Piloto de rallies y Fórmula 3 aficionado. Padre divorciado. Divorciado, en concreto, de
Clara, que a pesar de haberle dejado solo con un fin de semana de niños seguía sintiendo
debilidad por Sam. Él era, ahora, el hombre del presidente.
Desde la zona de carga del Air Force One, Sam recibía las últimas instrucciones del general
a bordo, Schaffer, mientras terminaba de ajustarse el equipo para saltar en paracaídas.
—No le engañaré, Cunnigher, no va a ser sencillo —explicaba el general. La luz roja de salto
daba al rostro de Schaffer el aspecto de un maníaco infernal—. Aunque, por fortuna para todos,
los gusanos parecen ir más o menos agrupados, como si se movieran en manada. Están a menos
de treinta kilómetros, dispersados en busca de asfalto caliente que tragar. Va a caer en todo el
meollo, Cunnigher, a unos cien metros de la pista de velocidad. Hay un vehículo esperándole.
—La luz brilló en verde y un pitido comenzó a sonar. El general y Cunnigher se agarraron con
fuerza cuando la puerta de carga se abrió. Un fuerte viento obligó a Schaffer a subir la voz—.
¡Buena suerte, hijo! ¡El país entero, y probablemente todo el mundo libre, depende de usted!
Sam asintió, estoico, y se lanzó al vacío.
El aire le golpeó con violencia, haciendo ondear su ropa y la carne descubierta, hasta que
consiguió estabilizarse. Contó hasta diez y tiró de la anilla. El paracaídas se desplegó a su
espalda, frenándole en seco. Cunnigher podía ver desde su posición la pista de velocidad. Estaba
a unos cientos de metros a su izquierda. También podía ver los rastros de destrucción de los
Goliat. Estaban por todas partes.
Varió su rumbo con suaves ladeos, llevando el paracaídas sobre la pista y descendiendo en
círculos concéntricos. El Air Force One le vigilaba como un pájaro carroñero vigila a su carroña,
sobrevolando una y otra vez su posición.
Las botas de Sam encontraron el asfalto del suelo. Se dejó llevar hacia delante para absorber
la violencia del impacto y el paracaídas se desparramó a su espalda.
—Alfa en tierra —dijo por radio soltándose los mosquetones.
—Recibido —le contestó una voz con ecos metálicos—. ¿Ve el vehículo?
—Roger. A cincuenta metros.
—Bien. Tiene las llaves puestas. Suerte Alfa.
La emisión se cortó con un chasquido de estática. Sam se puso en marcha a paso ligero. Apenas
llevaba equipo: nada de armas de largo alcance, gafas de visión nocturna o geolocalizadores.
Solo tenía que hacer una cosa: conducir, y conducir muy bien.
56 Anima Barda - Pulp Magazine
TERROR EN EL ASFALTO
El vehículo, un Audi R8 blanco preparado para la ocasión, le aguardaba con la puerta abierta
y las llaves en el contacto. Solo tuvo que girarlas y el motor se puso en marcha.
Sam condujo, condujo a toda velocidad, recorriendo el circuito una y otra vez con todo el
ruido que pudo. Solo él y el coche en un circuito enorme y vacío. La radio no le sobresaltó
cuando sonó de repente en su oreja.
—Han picado —le dijeron—. Aguanta hasta que te avisemos.
Los dedos de Sam se afianzaron sobre el volante hasta que los nudillos se pusieron blancos bajo
los guantes de conductor. El primero apareció como si fuera una explosión, levantando trozos
de asfalto y arrancando la mitad del ancho de la pista. Sam tuvo que dar un leve volantazo para
esquivarlo. La criatura se irguió todo lo larga que era, y su anómala laringe emitió un silbido
parecido al gruñido de una extraña bestia, que, al fin y al cabo, es lo que era.
El gusano se lanzó en salvaje persecución del Audi, atraído por el olor a combustible y asfalto
caliente. Tras él apareció otro más, y otro. Y otro. Y el circuito entero se llenó con dos docenas
de gusanos Goliat, algunos más grandes que otros, persiguiendo con voraz ansia al coche de
Sam.
—Es hora de largarse de allí —le dijo la voz desde el Air Force One.
—Menos mal —respondió Sam—. La pista está hecha un asco.
Sam cambió la trayectoria y dirigió el coche a una de las carreteras auxiliares que llevaban
fuera. Todos los gusanos fueron tras él.
El Audi salió del circuito y se incorporó a la autopista, previamente despejada y liberada de
posibles víctimas. Los gusanos le perseguían como una jauría hambrienta de perros de caza. De
vez en cuando alguno conseguía alcanzarle, y Sam tenía que evitar la muerte a golpe de volante,
esquivando lluvias de hormigón y cráteres gigantescos. Aquella era la carrera de su vida.
—Estás entrando en Nueva Jersey. Prepárate para la acción —le dijo la voz de la radio.
—Roger.
El perfil de Nueva Jersey se perfilaba contra el skyline de la Gran Manzana, y este a su vez
contra el cielo azul y despejado. Estaba llegando a la parte complicada del asunto.
Sam tenía que dispersar lo más posible a los gusanos, tenía que despistarlos y separarlos.
Salió de la autopista y se internó en las calles de pequeñas casas y modestos apartamentos. Los
gusanos fueron tras él, devorando todo el asfalto a su paso. “Es un viaje solo de ida”, pensó Sam,
socarrón.
Giró bruscamente a la derecha y empezó a serpentear por las calles semidespejadas. Aún había
camionetas de reparto y algunos coches abandonados. La evacuación había sido precipitada y
repentina. Una ambulancia voló por encima de él, embestida por uno de los gusanos. Sam la
esquivó por los pelos, perdiendo por un instante el control del Audi.
—Esa estuvo cerca… —musitó.
Echó una ojeada al retrovisor. Los Goliat le seguían como podían. No estaban preparados
para tantos giros y revueltas, y las pobres bestias se iban estampando contra las esquinas de
los edificios, provocando a veces que cayeran cascotes de lo alto, e incluso un par de muros
Anima Barda - Pulp Magazine 57
J.R. PLANA
derruidos. Los rezagados se unían al grupo al poco después, pero el objetivo de Sam se iba
cumpliendo: cada vez los gusanos estaban más separados.
—Alfa, el horno está listo.
—¿Y el bollo?
La radio tardó un poco más en contestar.
—También. Cuando quiera el pastelero.
—Preparaos para chuparos los dedos.
El Audi aceleró con rabia una vez más, precipitándose en una carrera salvaje impensable en
cualquier otra situación o con cualquier otro piloto. Pero no con Sam Cunnigher a los mandos.
Seguido por la plétora de criaturas, el Audi tomó la Interestatal 95, dejando atrás Fort Lee
convertido en un maremágnum de ruinas y cascotes. Al final, la meta: el puente colgante de
George Washington, que une Nueva York y Nueva Jersey.
La carretera se iba replegando sobre sí misma al paso del Audi, como una alfombra enrollada,
debido a la destrucción arrasadora que provocaban los gusanos al perseguir al vehículo. Estos
se mostraban cada vez más enfadados y violentos, y arremetían contra el coche en cuanto
tenían ocasión. Y entonces, con un suspiro de alivio y victoria, el coche pasó sobre las juntas
de dilatación del puente Washington. Al frente se veían sobre el horizonte los imponentes
rascacielos de Nueva York; a los lados se extendía el río Hudson, inundado por un grandioso
despliegue de barcos de guerra. Toda la armada se encontraba allí, incluidos varios helicópteros
de apoyo, submarinos e incluso dos escuadrones de cazas, que pasaban una y otra vez por
encima del puente. Todos, aguardando, impacientes y sudorosos, con la vista fija en el puente,
en el lado de Nueva Jersey. Las respiraciones se cortaron un instante cuando, con un destello
plateado, el Audi R8 apareció en el extremo occidental del puente, un punto blanco contra el
gris del Washington. Y entonces… una vibración retumbante hizo temblar el puente y provocó
una suave aunque considerable ondulación del Hudson. La sacudida fue en aumento hasta que
se oyó por todo el río. Llegó el primero.
Fue como ver uno de esos documentales sobre el desove de los salmones, cuando saltan del
agua remontando el curso del río, solo que en vez de salir del agua salían de la sólida pared que
se alzaba sobre el Hudson. El primer gusano era un ejemplar enorme, lleno de anillos y con
dientes engarfiados que se agitaban en el vacío. Rompió los ladrillos y el asfalto bajo el puente,
siguiendo el curso de la carretera que iba por encima, y saltó con violencia al vacío, agitándose
como lo hacen las serpientes. El pobre idiota creía que iba a encontrar más tierra al otro lado, y
en lugar de ello se las tuvo que ver con las frías aguas del río, un elemento con el que no estaba
familiarizado en absoluto. La bestia se zambulló de un planchazo, levantando una marejada que
azotó a toda la flota. Entonces, con una orden seca y que sonó desesperada, el oficial al mando
del buque insignia ordenó abrir fuego.
Cañones de todos los calibres, antiaéreos, ametralladoras, misiles térmicos, torpedos…
El ejército golpeó con todo lo que tenía, y la muerte llovió sobre el primer desgraciado que
atravesó el muro. El gusano se despedazó en el agua, entre detonaciones, tiñéndolo de sangre
58 Anima Barda - Pulp Magazine
TERROR EN EL ASFALTO
amarillenta y arrojando trozos de corteza en todas direcciones. Los pocos restos que quedaron
unidos se fueron al fondo entre los vítores de alegría y alivio de los miles de hombres y mujeres
del ejército estadounidense. En el Air Force One, el presidente, acompañado de todo su consejo
y el general Schaffer, lloraba de emoción, abrazando a Clara.
—Dios la bendiga, Clara. Nos ha salvado. Y también a Sam. Dios los bendiga a todos
Los gusanos fueron siguiendo el rastro del asfalto, cayendo uno tras otro al agua, donde la
armada les tenía preparado el mismo final una y otra vez. El Hudson se tiñó de amarillo y
las entrañas de las criaturas pasaron a enturbiar el fondo junto con chatarra, desperdicios y
cadáveres humanos tirados por la mafia. Cuando un barco se quedaba sin munición, otro se
acercaba a sustituirle. Durante media hora se desató el infierno en el lado occidental del puente
Washington, el cual, al ver dinamitada su base en esa orilla, se fue viniendo abajo lentamente,
hasta quedar sumergida una cuarta parte de su superficie.
Los marineros salieron a celebrar su victoria a la cubierta, y desde los barcos más grandes
se disparó al aire como si fuera fuegos artificiales. En la orilla de Nueva York, los ciudadanos
evacuados habían contemplado toda la maniobra con anhelante ansiedad, sabiendo que aquella
era su última esperanza, y que si los gusanos llegaban al otro lado estarían todos muertos.
Ahora aullaban de gozo, dando salida al estrés y el miedo acumulados durante horas. Gritaban,
bailaban y aplaudían, abrazándose los unos a los otros.
Solo una persona permanecía impasible ante el espectáculo. Samuel Cunnigher esperaba
apoyado sobre el capó del Audi R8, que tan bien le había servido, mientras fumaba un cigarrillo
que se había reservado para la ocasión. El auricular que le conectaba con el Air Force One
hablaba al vacío, abandonado sobre el asiento del copiloto. El presidente le felicitaba entre
sollozos e hipidos. Pero Sam no tenía interés en oírlo. No se sentía ningún héroe, solo un
hombre corriente que había cumplido con su deber, un buen patriota que había hecho las cosas
como había que hacerlas: bien. No se merecía más recompensa que el ver el final de todo aquello
mientras se fumaba un cigarrillo. Dedicó un minuto a pensar en su hijo, que ahora estaría viendo
le grand finale desde la televisión en casa de su abuela materna. Por último dirigió una mirada
perezosa hacia Nueva York, hacia los montones de hombres agolpados en la orilla, gritando de
júbilo e histeria. Y no pudo evitar sonreír ante la idea de que, por una vez, los monstruos no
habían arrasado la Gran Manzana. Y aquello sí que se merecía una buena ovación.
Anima Barda - Pulp Magazine 59
ELEAZAR HERRERA
¡Cuack!
por Eleazar Herrera
E
xtracto de una noticia del diario Deia del 13 de octubre de 2013:
«Tres, dos, uno... ¡Al agua, wopatos! Este grito de guerra se podrá escuchar hoy en el
puente del Ayuntamiento de Bilbao. El proyecto Walk on Project (WOP) celebra su
particular estropada, convirtiendo la ría en el escenario de la mayor carrera de patitos de goma del
mundo. Particulares, empresas como DEIA, colegios y asociaciones se han volcado con esta iniciativa
solidaria, agotando los patitos con los que se puede participar en la carrera y cuya recaudación irá
destinada a la lucha contra las enfermedades neurodegenerativas […] El pistoletazo de salida se
dará a las 16.00 horas, en el puente del Ayuntamiento de la villa. Allí, un camión de bomberos
arrojará a la ría los 30.000 wopatos que toda la sociedad vizcaína se ha volcado en adquirir. […]
Cada patito llevará un chip en su interior para ser identificados y geolocalizados en tiempo real.»
Extracto del editorial del 31 de octubre de 2013 en el diario El Mundo:
60 Anima Barda - Pulp Magazine
¡CUACK!
…Se cuenta que algunos patitos de goma, o
wopatos, han alcanzado ya aguas atlánticas y
se dispersan por ellas con el azote del oleaje.
Puede que sean los únicos capaces de traspasar
la frontera que separa a los vivos de los muertos,
ya que ésta, según la tradicional fiesta celta de
Samain, se desdibuja a medianoche y hasta
el amanecer. Por desgracia, lo único que se
desdibujará en España será la economía de los
españoles al llevar a sus hijos al dentista tras el
famoso truco o trato, artífice de una nueva tanda
de caries y otros efectos del azúcar, mientras
América del Norte impone sus celebraciones
como impronta de una expansión que avanza
inexorablemente y cuyo fin es incierto.
atiende a unos criterios de marketing que no
están al alcance del ciudadano de a pie? […]»
Extracto de una noticia de El País del 11
de diciembre de 2013:
«La geolocalización ayuda a las empresas a
situarse en los mapas GPS. Es una herramienta
altamente utilizada en los dispositivos móviles,
pues el 43% de los usuarios españoles usan
aplicaciones con GPS de tres a cinco veces
por semana. […] El concepto del tomtom
portátil, soportado por una ventosa que se
adhiere al cristal del coche, ha pasado a mejor
vida. Es tiempo de internet. Las aplicaciones
móviles han llegado para quedarse. […]
“Los wopatos son legales. No hacen daño a
«Álbum de foto», sección EnlaCe de El nadie ni traspasan los derechos y libertades
Correo del 2 de noviembre de 2013:
recogidas en el Título I, Capítulo II, Sección
¡Felicidades, Nerea! ¡Los dos patitos ya! I de la Constitución española”, afirmó uno de
Íbamos a comprar dos velas con forma de los responsables de WOP, Ángel Durán, en
pato como es costumbre en estos casos, pero una rueda de prensa, haciendo hincapié en
aprovechando la moda de los wopatos, hemos que los premios proporcionados por el grupo
colocado dos en lo alto de la tarta. Uno lleva un están compuestos de un 1% subvencionado
birrete y el otro un traje de volley. Esperemos del total del presupuesto, al que se puede
que te acompañen en cada uno de tus éxitos. acceder libremente desde su página web.
Muchos besos, tu familia.
“Apostamos por la transparencia. No nos
importa que los ciudadanos vean que un
Extracto de la carta destacada en Cartas al pellizco del viaje a Canarias o el vale de 500
director del XL Semanal del 3 de noviembre euros en El Corte Inglés sale de los bolsillos
de 2013:
de todos. De hecho, nos sentimos mejor. Es
«… Me gustaría saber, por el contrario, como si les devolviéramos el dinero o como
si Walk On Project tiene algún interés si les diéramos las gracias.” Se confirma que
comercial subliminal o pasivo más allá de la […]»
geolocalización dada la súbita aparición de los
patitos de goma. Al principio hacen gracia (a
Extracto de una noticia de ABC del 11 de
mi hija de diez años le encantan) pero empiezo diciembre de 2013:
a cansarme de verlos por todas partes. ¿Es
«…Mientras que el dinero público
una campaña al estilo de ReAcciona, que nos cae en manos de los socialistas, pues
mantuvo en vilo hasta el último momento? ¿O aproximadamente un 1% (se desconocen
Anima Barda - Pulp Magazine 61
ELEAZAR HERRERA
cifras exactas) del dinero que nuestro Estado
proporcionó al proyecto Walk On Projetc ha
sido esparcido por la ría en forma de patos de
goma. La geolocalización se ha convertido en
el móvil de esta propuesta, de manera que los
llamados wopatos alcancen diferentes zonas
de océano y mar y sean objetos de estudio
durante los próximos meses.»
su viaje por aguas vírgenes. En el ámbito
internacional, su inmersión en la negrura del
Lago Ness ha podido determinar actividad
sísmica de carácter incierto, según fuentes
relacionadas con I+D, prueba irrefutable
de que la ciencia en nuestro país ha logrado
reinventarse una vez más.
En el ámbito nacional, sin embargo, crece el
malestar. La aparición de los wopatos comienza
Extracto de una noticia de La Razón del a masificarse. Las fuertes lluvias en el litoral
11 de diciembre de 2013:
cantábrico han facilitado su acceso a las redes
«La cuestión es: ¿qué podemos hacer los de alcantarillado y conductos de desagüe. Jon
españoles ante este hercúleo malgasto? ¿Qué Acebo, bilbaíno de 42 años y padre de tres
va a arreglar un pato de goma en las familias hijos, cree que su negocio, un asador situado
desestructuradas, o en las de trabajadores en la margen izquierda de la ría de Bilbao, se
parados y con hijos? ¿Qué comerán? ¿Wopatos? ha visto entorpecido por la irrupción de estos
Una cosa es esclarecedora aquí: el presidente animales de plástico. “Mi asador siempre ha
del Gobierno, haciendo uso una vez más de su tenido clientela diaria. Hace poco menos de
galantería, permite que la democracia abrace un mes que tengo días vacíos. Apenas tengo
todo tipo de manifestación cultural, incluso que pasar por la cocina”, explica. Acebo mostró
la que es fuente de actividad ‘perroflauta’, o, su apoyo a la propuesta Walk On Project
siguiendo el ejemplo de Mariano Rajoy, la de promocionando a los wopatos en su local: un
los denominados ‘progresistas’. Curiosamente, pato en cada centro de mesa. La curiosidad
su progreso es sinónimo de eventos culturales que en un principio dio paso a una mayor
fugaces y sin razón de ser […] Su Estropada promoción del evento acabó por condenar su
solo ha servido para incentivar el descontento negocio. “Aparecen nuevos wopatos por todas
de algunos de nuestros vecinos, que están partes. Tiro casi cincuenta cada día. Barro
encontrando patos de goma en sus desagües, el suelo y hay uno o dos; en la cocina, otros
bañeras, incluso en charcos formados por la tantos; en la cámara refrigeradora, igual. Mi
lluvia. Mientras el humilde ciudadano habla asador se va a pique y sé que esto no es una
de ‘molestia’, La Razón prefiere hablar de casualidad”. Otros testimonios alimentan esta
‘sospecha’.»
angustia […]»
Extracto de una noticia de Público.es del
16 de diciembre de 2013:
«[…] Durante este tiempo,la geolocalización
ha permitido el descubrimiento de dos
nuevos tipos de especies marinas hasta ahora
desconocidas dentro de la categoría de agua
salada. Más de doscientos wopatos continúan
62 Anima Barda - Pulp Magazine
Extracto del editorial de Diario Noticias de
Navarra del 24 de diciembre de 2013:
«En estas fechas tan señaladas es imposible
no hacer referencia a la unidad de la familia,
a los buenos deseos y a la prosperidad futura.
Desde la redacción nos gustaría desearles un
muy buen comienzo de Navidad. No hará
¡CUACK!
falta hablarles sobre las múltiples caras de la
festividad. Que cada uno la disfrute como
quiera, bien comprando, comiendo, rezando,
de viaje o todo junto, e intente liberarse de la
presión a la que está siendo sometido nuestro
país.
a ustedes. […] La cuestión es: ¿podríamos
calificar a Walk On Project como un acto de
terrorismo? Desde aquí, y convirtiéndonos en
la voz de muchos, asumimos que sí. ¡Algunas
familias ni siquiera pueden salir de sus casas!
Los wopatos crean atascos, se agolpan tras las
puertas, provocan accidentes… El caos se ha
Ni nosotros ni ningún diario del territorio adueñado de la capital. El miedo camina a la
español conoce el propósito de los wopatos. luz del día. A estas alturas, el suicidio en masa
Lo único seguro en estos momentos es que no parece tan mala opción.
están por todas partes. Desde la magdalena
No obstante, no querríamos ponernos
del desayuno, pasando por el pedal del catastrofistas […]»
coche, hasta el trabajo, y de nuevo en casa
tras la dura jornada. Como periodistas solo
Titular de El País del 28 de diciembre de
podemos especular y seguir investigando. 2013:
Hasta ahora lo único que podemos aportar es
«Walk On Project inunda España en
la información cedida por Walk On Project. montones de confeti»
Pura paradoja: los wopatos son de actualidad
permanente y no podemos ofrecerles ninguna
Titular de El Mundo del 28 de diciembre
novedad de rigor. En Twitter, los hastaghs de 2013:
#WOPatos,
#LaAmenazaDeLosWOPatos
«Los wopatos explotan en una nube de
y #AlertaWOPatos han batido el récord de confeti que ahoga al país»
permanencia en los trending topics, los temas
más hablados por los usuarios de la red social.
Titular de ABC del 28 de diciembre de
[…]
2013:
«Walk On Project gasta una broma de mal
Huelga decir que cualquier suceso en la vida gusto a España»
cotidiana puede ayudar al cuerpo de Policía en
su investigación. Entre todos lograremos estar
Titular y subtítulo de Público.es del 28 de
mejor informados.»
diciembre de 2013:
«Los responsables de Walk On Project se
Extracto del editorial de La Razón del 25 hacen hueco en la Historia de la Publicidad»
de diciembre de 2013:
«Ángel Durán, Mónica Lindo y Garbiñe
«Las autoridades recomiendan no salir Heredia, líderes de la propuesta, pagarán
de sus casas pasadas las diez de la noche. A la inquietud vivida con 9 años y 23 días de
riesgo de parecer en exceso simpatizantes cárcel»
con nuestra Iglesia Católica, nosotros nos
aferramos a la palabra de Dios y esperamos
que esta “jugada del destino” tenga su lógica y
podamos comprenderla para así trasmitírsela
Anima Barda - Pulp Magazine 63
CARLOS J. EGUREN
El tripulante
solitario
por Carlos J. Eguren
64 Anima Barda - Pulp Magazine
EL TRIPULANTE SOLITARIO
E
l universo era infinito y el cosmonauta
era insignificante.
Aquel doctor no había sido consciente de lo
poco que era para el universo hasta que llegó
al espacio. No importaba que durante toda su
vida hubiera hecho deporte, no hubiera bebido
ni fumado, y hubiera decidido que era mejor
una velada estudiando que una de fiesta hasta el
amanecer. Allá arriba nadie entiende de moral
y lo que las hormigas hagan o dejen de hacer
no simboliza nada.
No se dio cuenta de que él era nada cuando
le propusieron ir al espacio. No se dio cuenta de
que él era nada durante las pruebas espaciales.
No se dio cuenta de que él era nada cuando el
cohete huyó de su planeta. Simplemente, se dio
cuenta cuando el cohete se acercaba a la órbita
de un nuevo mundo.
Nunca había sido un hombre que se
asustase con facilidad. Siempre se había
considerado valiente, porque un cobarde no
puede hacer ciencia. Ahora, daba igual, se
encontraba respirando con cierta dificultad y
no era por la entrada en la atmósfera. El sudor
frío se desprendía por su cuerpo y flotaba
convirtiéndolo en un sapo que se hundía en su
charca.
El majestuoso planeta naciente, un pequeño
señor de la guerra, era el motivo de todo. Rojizo
e imparable, en completa tranquilidad frente a
aquel espermatozoide metálico donde venía
el hombre miedoso. Si tuviera capacidad de
raciocinio aquel mundo (¿y quién sabe? Puede
que la tuviera), al mundo le hubiera interesado
bastante poco la llegada de aquella nave.
Era aquel un monstruo tan dantesco…
Enorme, brillante, terrorífico, solitario hasta
donde se sabía. ¿Qué podía hacer algo tan
pequeño, como aquel inocente viajero, contra
la magnificencia de un planeta recién nacido?
¿Crear una civilización y destruirlo como
hizo con el anterior mundo? No, aquel cuerpo
naciente era un titán devorador de hijos y sabría
defenderse.
El astronauta empezó a reír nerviosamente
al darse cuenta de que nadie suele preguntarse
lo grande que es el universo, en lo sobrecogedor
que puede ser ver otro planeta.
Los poetas y todos esos bohemios que se
quedaban obnubilados mirando las estrellas,
¿se daban cuenta de lo grande, poderosas e
increíbles que eran? ¿Adivinaban en sus versos
el misterio que encerraba cada uno de aquellos
planetas suspendidos en la negrura? Si así era,
¿cómo podían dormir en paz?
El matasanos sabía que lo que sentía tenía
un pasado, de cuando era niño. Sus padres
se mudaron cuando tendría diez años. No
pudo dormir durante varios días. El terror le
congelaba, pero lo peor era la sensación de
nerviosismo, el no saber nada. Atrás, dejaba
todas las respuestas, adelante solo había
incertidumbre. Fue horrible.
Ahora ni siquiera podía decir que se hubiera
mudado de un barrio a otro o de un estado a
un país o continente. No al menos según los
estándares corrientes. Lo suyo había sido más
grande. Ni siquiera estaba en el planeta donde
nació. El pánico se multiplicaba cada segundo.
Ni siquiera las conversaciones con papá en
el porche o los vasos de limonada de mamá
podrían calmarlo.
El hombre del espacio no sabía la historia
de aquel gran mundo que miraba. No sabía si
alguien lo habitó, lo habitaba o lo habitaría.
No sabía cuántos conocimientos que daba por
seguros se convertirían en una mera ilusión.
No sabía si alguien había llorado o reído entre
las nubes de gas. No sabía si podía haber
casas encantadas ni si podía haber planetas
Anima Barda - Pulp Magazine 65
CARLOS J. EGUREN
encantados. Solo sabía que tenía miedo, pero
ahí estaba.
El cosmonauta apartó su mirada de la
inmensa ventana del cohete. Sentía frío y
náuseas. Dudaba de que se sintiese mejor si se
ponía su casco de explorador espacial, solo se
sentiría más asfixiado y ridículo.
Buscó un pañuelo o algo para secar las
lágrimas que le “caían” por el rostro y flotaban
sin gravedad. Después, las arcadas. La sensación
de volar que tantos humanos habían deseado
a lo largo de la historia, a él le resultaba tan
extraño que había prometido que, cuando
regresase a su mundo, no pensaba ir a ningún
sitio sin ir andando.
Si regresaba, claro.
El científico hizo una inspección por toda
la nave. ¡Cuánto dolor y sufrimiento había
costado que los suyos abandonasen su lugar de
origen! Y no, no lo habían dejado queriendo,
por el deseo de aventuras o colonizar otros
planetas como en los viejos cuentos de ciencia
ficción. No, lo habían tenido que abandonar
porque su planeta natal estaba moribundo.
Contaminación, guerras, una mentalidad
putrefacta… a aquello habían conducido los
prejuicios que servían a aquel salvaje dios
conocido como dinero y falso futuro. Así fue
como su planeta, que había sido el hogar de
todos, se había convertido en una casa vieja e
inhabitable. Entonces, la añeja idea de buscar
otros planetas para empezar de cero parecía lo
más posible.
Aquel médico dejó de pensar en aquel
pasado trascendente para pensar en su presente.
Había sido elegido como doctor del resto de
la tripulación del buque espacial. Porque sí,
hubo más pasajeros allí: unos cuatro. Ellos
se habían preparado desde niños para aquel
enorme salto, aquel gran paso. No fueron a
escuelas normales, no fueron educados como
66 Anima Barda - Pulp Magazine
gente normal, no comían como las personas
normales, no pensaban como gente normal…
Era una élite preparada para ser la esperanza.
Y, de pronto, habían perdido la razón.
Uno de ellos dijo que mataría a los demás.
Luego, el resto se amenazó entre sí. Todos ellos
brillaban, convertidos en hijos de las estrellas.
Al final, la sala de emergencias se quedó sin
morfina.
¿El miedo que sentía aquel desgraciado sería
igual si hubiera tenido más gente a su lado?
Porque era un temor arcano, radicado en cada
parte de su ser, un ruido constante que quizás
las voces y actos de otro hubiesen acallado. Pero
no había nadie más.
En ningún momento se arrepintió de
matarlos… bueno, mejor dicho, “de dejarles
morir”. Quizás, todo hubiera sido diferente con
ellos. Tal vez, los hechos hubieran sido mejores
si él se hubiera muerto con ellos. El problema
es que él no lo había pensado hasta entonces.
No había cabida en su mente para la idea de
que la infección hubiera sido mejor que la vida.
Sí, la infección. Aquel virus sin nombre
había convertido a todos en ángeles. O algo
similar. Brillaban como la luz de un sol porque
las estrellas les habían envenenado. Tanto
tiempo mirando fuera había hecho que sus
ojos se derritieran y su piel brillase mientras
buscaban matar a los demás. Las estrellas eran
buenas putas que pedían sus vidas a cambio de
algo de placer por solo mirar y aprovechaban
para pegarte la peor enfermedad posible. Eran
cuatro brillantes seres, demasiado luminosos.
Literalmente.
Ahora aquel pobre ser era el único que estaba
vivo, pero en su soledad tenía pensamientos
extraños. Al principio, creía escuchar a sus
compañeros. En otras ocasiones, pensaba que
los había asesinado sin más. En multitud de
momentos, creyó que quizás él se inventó la
EL TRIPULANTE SOLITARIO
enfermedad de las estrellas. Sea como sea, todo
se había sumado a aquella fobia al universo que
acababa de descubrir.
Los últimos días o meses habían sido
complicados para el cosmonauta solitario. A
veces, charlaba con los cadáveres. Alguno de
ellos le echaba en cara diferentes versiones de
la verdad que hacían que cuestionase todo lo
que le rodeaba. ¿Había llegado a salir de su
planeta acaso?
La paranoia era un estado normal de la
mente cuando se atravesaba el espacio. El
hombre pensó en si los antiguos exploradores
sufrirían estados similares cuando descubrían
nuevas tierras… Pero lo suyo era peor. No iba a
descubrir la última frontera del mundo donde
nació y se crió, sino a trazar una nueva que
partiese el infinito universo si eso era posible.
Pero había una pregunta, una cuestión que
no le dejaba respirar, forzada por sí mismo, pero
que no quería decir en voz alta. No obstante, ahí
estaba, como una enfermedad que se desconoce
portar, pero no tarda en hacer estragos, como
una úlcera, como un cáncer, como algo mil
veces peor. Doliente, pero él era el único que lo
sabía… ¿Daría el primer paso?
Eso era todo. ¿Era capaz de comenzar él
solo una página de la historia? ¿La escribiría
con pulso o temblando? ¿Sería un borrón, un
capítulo o una nota a pie de página? ¿Quedaría
alguien que le recordase? Sabía que su raza
moría, pero ahora pensaba ¿sería capaz de dar
el salto? ¿De abrir el camino? ¿De escribir su
nombre en la historia?
Delante de él, estaba su futuro.
—Un minuto para comenzar la maniobra de
apertura de la puerta principal. Recomendamos
el traje espacial. Recomendamos…
La voz chillona del navegador de la nave
sobresaltó al gusano de aquel muerto de metal.
Siempre pensó que los robots de a bordo serían
buenos compañeros para jugar al ajedrez o tener
algo de conversación, pero solo eran voces que
repetían frases vacías… como todos.
Fue entonces cuando el tripulante solitario
tuvo que admitir para sí mismo algo evidente:
no se había dado cuenta de cuándo había
aterrizado. ¿Podría pisar aquel nuevo mundo
sin que fuera consciente de ello? Lo intentó.
Cuando las puertas iniciaron su apertura, el
corazón del cosmonauta se encontraba en su
puño, aplastado y hecho papilla.
Y con una mirada llena de luz, como la
enfermedad de las estrellas, se dejó caer hacia
delante.
Cada paso que acometió no era deseado, pero
siguió adelante y descendió la rampa principal.
Nadie dijo nada, porque no había quien. Solo
él y sus pasos, uno tras otro y tras otro. Un paso
tras otro y otro…
Al final, cayó de rodillas ante la nueva tierra,
llena de cenizas de una extraña formación
que no había hecho más que comenzar. En el
horizonte, titanes con forma de volcanes en
erupción llenaban de azufre el ambiente. A
su alrededor, el planeta era un recién nacido
sanguinolento y el llanto era aquel ruido salvaje
que emanaba. Era el principio de un lugar sin
vida donde quizás se pudiera acoger a los hijos
de otro mundo.
Y entonces el ser de las estrellas sonrió por
dar el primer paso y se maldijo porque fuese el
último.
No se había puesto el traje espacial.
Y, mientras se asfixiaba, solo decía para sí…
—Qué hermoso… es… Deberían
llamarlo… Tierra.
Y fue sepultado por el nombre que dio a
aquel enclave de vida y muerte.
Anima Barda - Pulp Magazine 67
CRIS MIGUEL
Tractores y
Cosechadoras
por Cris Miguel
L
os grillos eran el único sonido que alteraba la apacible noche. El silencio del campo puede
llegar a ser sobrecogedor, pero desde luego no lo era para Malcolm. A sus setenta y tres
años, le encantaba esa tranquilidad y no entendía como había miles de personas pudiendo dormir
68 Anima Barda - Pulp Magazine
TRACTORES Y COSECHADORAS
en altos edificios con sirenas de policía como banda sonora. Eso no era paz, eso no era vida.
Tampoco era un persona enemistada con la tecnología, Malcolm creía en el equilibrio. Si una
máquina lo entretenía, la compraba. Y nada tenía que envidiar al manejo de su sobrina, tan
urbanita, pero aún así prefería el silencio de la noche, el aire limpio del campo y sentarse en
la tumbona del porche a leer o a jugar con su tablet hasta que le entraba el sueño, mientras se
pudiera disfrutar de temperaturas agradables, como era el caso.
Un golpe fuerte le interrumpió. Dejó la tableta en la mesita que tenía cerca y se puso de pie.
—Malcolm, ¿qué ha sido eso? ¿Has roto algo? —le dijo su mujer sin moverse del salón.
Él se asomó a la ventana para contestarla que iba a ir a echar un vistazo al granero.
Antes de que llegase a las puertas del granero, un ruido metálico, más fuerte, volvió a
sobresaltarle. Cogió una azada que había apoyada contra la pared, más por sostener algo en las
manos que porque fuera a tener necesidad defenderse, y abrió la grande puerta roja del granero.
Dentro se encendieron unos focos, los del tractor. Malcolm pensó que era imposible que se
hubiera colado nadie en la finca, pocas personas vivían ya en el campo, y menos en mitad de la
nada, como para que se tomaran la molestia de venirle a robar a él. Lo que era irrefutable era
que el tractor estaba encendido y el motor en marcha. Tiró la azada a un lado y avanzó hacia el
tractor. Hacía años que no presenciaba un fallo técnico tan elemental, los potentes ordenadores
no tenían cabida para los errores. La paja del suelo le hacía cosquillas en los pies sólo cubiertos
con unas cómodas zapatillas de estar por casa, no de pasear por el granero de noche.
Cuando ya iba a bordear el tractor para subirse y apagarlo, éste se movió, hacia él, sin que
nadie lo manejara. Malcolm asustado dio unos pasos titubeantes hacia atrás. ¿Qué era aquello?
Rugió el motor y, sin que al anciano le diera tiempo a gritar, le embistió empotrándole contra
la pared del granero, donde descansaban herramientas que apenas utilizaba. El tractor pareció
esperar a que Malcolm diera señales de vida, o de muerte. Después de unos segundo consiguió
abrir los ojos, aturdido y lleno de dolor. El tractor dio marcha atrás y se paró expectante.
“Es el fin de la era de los humanos. Ahora nos toca a nosotros”.
A Malcolm siempre le había dado yuyu la voz del tractor, parecida a la del GPS, pero
demasiado dulce, aniñada, como dando cabida a los estereotipos japoneses. Ese fue su último
pensamiento antes de que el tractor acelerara y le atropellara, llegando a romper la pared del
granero y dejando un surco de sangre y paja detrás de él.
—La señorita Green acaba de llegar. —La potente voz de su asistente casi tuvo eco en su
despacho.
—Que pase.
Pierre se estiró el traje justo antes de que la gran puerta de acero se abriera.
—Buenos días.
—Buenos días, Monsieur Dujardin. —La señorita estiró la última sílaba de “Monsieur” con
la clara intención de mofa.
—¿En qué puedo ayudarla?
Anima Barda - Pulp Magazine 69
CRIS MIGUEL
La señorita Green llevaba un traje de falda y chaqueta color gris, muy profesional, pero que
se ajustaba a su voluptuosa figura. Algo que distrajo a Pierre de su firme determinación de
enfadarse por la burla a su lengua materna. La señorita Green no rompió el silencio, le miraba
fijamente, con el odio manchando sus enormes ojos azules. Pierre tragó saliva.
—He visto que trabaja para la Asociación de Preservación de la Naturaleza y ha escrito un
panfleto sobre la malversación de la robótica y cómo afecta a nuestra vida cotidiana. Interesante…
Pierre se dio cuenta de que le chispearon los ojos ante la provocación, apostaba a que estaba
contando los segundos para no mandarle a la mierda. Le hacían gracia todo este grupillo que
reveindicaban lo natural y el éxodo al campo. Antes eran naturistas ahora son… ¿idiotas? ¿Quién
opta por vivir sin nada de tecnología con todo lo que facilita? Pierre sonrió de medio lado ante
su introspectiva ocurrencia.
—Verá, señor, lamento tener que robarle minutos de su, seguro, apretada agenda. Pero lo que
vengo a decirle es más importante que un panfleto. —Entrecomilló con los dedos la palabra.
Pierre apoyó los codos en los posabrazos y entrelazó las manos esperando una perorata—. DE
por hecho que prefiriría estar ante el presidente de su compañía, pero usted es lo más alto a
lo que me dejan llegar, y está claro que no es nada alto. —A Pierre le encantaban las chicas
resueltas y apasionadas, aunque enseguida se cansaba de ellas.
—¿Puede ir al grano, por favor?
—Por supuesto que sí. —Abrió el bolso como si estuviera esperando esas palabras.
Sacó una tablet y Pierre se frotó la cara temiendo lo peor. Odiaba los documentos gráficos.
Los odiaba porque lidiaba con mucha gente como ella que creía que con fotos legitimaba sus
razones, pero no, porque las fotos también se trucan, y más ahora que hasta un niño podía
hacerlo.
La señorita Green le tiro la tableta a la mesa y lo que Pierre vio le puso en alerta. No era
ningún robot de limpieza aporreando a un niño con la mopa, ni ningún cambio autómatico
esparciendo monedas y gente pegándose por ellas. Era un cadáver. Un cadáver de un anciano
aplastado en lo que parecía una granja.
—¿Le parece un panfleto?
—No... Yo…
—No sabía nada, por supuesto. Seguro que el product manager tampoco… ¡Esto es una
vergüenza! ¡Ha muerto un hombre!
—Tranquilícese, señorita.
—¿Qué me tranquilice? Ustedes son una de las empresas líderes, y líder particularmente
de la instrumentalización del sector agrícola. Han provisto a granjeros y agricultores con sus
estupendos tractores y cosechadoras. Pues resulta que esos tractores se están revelando. No es
un caso aislado, señor Dujardin. Ha habido más, por todo el estado. ¿Qué va a pasar?
—Joder… Creo que está exagerando. Siempre ha sido ese el miedo, que las máquinas se
vuelvan en contra de sus amos. Pero no pasa, están perfectamente programadas, no tienen
autonomía.
70 Anima Barda - Pulp Magazine
TRACTORES Y COSECHADORAS
—¿Qué? Dígaselo a mi tío.
—Oh, lo siento mucho. No sabía que era personal. Lo lamento.
—No es personal, ya ha habido dos muertes y cinco heridos porque una cosechadora invadió
la carretera y un coche no pudo frenar a tiempo.
—Hablaré con los responsables personalmente, no se preocupe, lo solucionaremos.
—¿Cuándo? ¡No sabían nada! Lo taparán como ocurre siempre, no vaya a ser que la gente
deje de comprar.
—Señorita Green, yo…
—Ojalá lo vea con sus propios ojos, dentro de este despacho es muy fácil pedir disculpas.
Sin más se fue como un ciclón.
Pierre pasó el resto de la mañana intentando que alguien de la fábrica le asegurará que había
sido un error de serie, puntual, esporádico. Pero nadie sabía nada. No sabían porqué se producía
ni que fallo en el sistema propiciaba su autonomía. Pierre no quería ser el protagonista de una
novela de Asimov ni nada con una lección al ser humano. Aunque todo apuntara que sí.
Casi no comió. Por la tarde investigó los ataques que se habían producido hasta la fecha, eran
cientos, por todo el país.
“Dujardin, tiene la tensión baja. Necesita algo dulce o descansar”.
El indicador de su muñeca con sus constantes parpadeaba. En otro momento se hubiera
tomado una Coca-Cola y hubiese seguido trabajando, pero hoy se quitó la pulsera y la tiró al
otro lado del despacho.
No podía concentrarse así que se fue antes de la hora. Y no al gimnasio, como hacía siempre,
sino que en un semáforo buscó la dirección de la granja del tío de la señorita Green y la metió
en el TomTom. Tenía que verlo con sus propios ojos. Tenía que encontrar ese díscolo tractor.
Se quitó la corbata y se desabrochó la camisa, no quería asustar a la viuda con su vestimenta
estricta. Aparcó debajo de un manzano, un manzano de verdad, y antes de subir las escaleritas
del porche echó un vistazo a su alrededor. Una pared del granero, al lado de la puerta, estaba
rota, había un gran agujero. Pierre se estremeció.
La viuda le acompañó al salón y le sirvió con amabilidad una taza de café.
—Creía que no iba a venir nadie, después de dos semanas… Llamamos a todos los teléfonos
de su empresa, pero nos daban largas. Llegó un chequé hace dos días, antes que una explicación.
—Lo lamento. ¿Me puede decir qué modelo de tractor tenían?
—Sí, claro. Espere un segundo.
Pierre observó el saloncito. Era acogedor, con marcos de fotos en las paredes, una pantalla de
televisión ni demasiado grande ni demasiado pequeña, unos sofás confortables y… era un hogar.
—Mire, era este. —La señora le tendió unos papeles con el modelo particular del tractor, un
Farmall X5 Pro.
Pierre pensó en todas las noticias que había visto, intentando encontrar un patrón, porque si
fuera el mismo modelo… Pero no lo eran. Había distintos tractores de vete a saber dónde. La
puerta de la entrada interrumpió sus pensamientos.
Anima Barda - Pulp Magazine 71
CRIS MIGUEL
—¿Hola? Ya he llegado tía.
—Es mi sobrina, Rose, viene casi todos los días, mis hijos están tan lejos —me susurró antes
de que apareciera Rose en el arco de la entrada.
—Hola cariño, tenemos visita.
La señorita Green se había quedado paralizada, por encontrarse a Pierre en su territorio.
—¿Viene a ofrecerle más dinero a mi tía?
—No, yo…
—¡Rose! ¿Por qué le hablas así? Es el único que se está preocupando.
Rose seguía de pie con los brazos en jarras contemplando la estampa. Pierre se sintió muy
agobiado, de repente. La situación le estaba superando, se sentía culpable, se sentía que no sabía
realmente nada de su empresa.
—Señorita Green, cuando se fue… —Pierre se puso en pie—. Cuando se fue esta mañana
empecé a investigar. Y es cierto, hay cientos de incidentes de este tipo, y pensé que si venía y
lo veía con mis propios ojos podría… —Se pasó la mano por detrás de la cabeza, rascándosela.
Rose fue hacia él, Pierre pensaba que le iba a pegar, pero giró a la izquierda, hacia la cocina, y
volvió con un vaso de agua con hielo en la mano que le ofreció con menos cara de enfado.
Los dos se sentaron e intentaron poner en orden sus pensamientos.
—Le dije que había más, pero no creía que hubiera tantos… —fue Rose la que habló—.
Además de lo evidente, el problema es que otras máquinas los emiten.
—Sinceramente, no creo que eso nos deba preocupar. La empresa se dedica a productos
agrícolas, no surte a nada más. Es algo particular, es algo…
Rose se frotó la cara con las manos.
—Quiero que me ayudes a investigarlo. Con esto la corporación no nos hará ni caso, pero
si conseguimos más pruebas, si probamos que no sigue ningún patrón de construcción, que es
algo generalizado… quizás se planteen retirarlos, aunque pierdan millones.
—Está bien, te ayudaré.
Catorce días llevaban de aquí para allá, estado por estado, persiguiendo accidentes. Todo lo
que averiguaban Rose lo subía a su web, así la gente también se ponía en conctacto con ellos y
les informaban de nuevos casos. Iban en el coche hacia un invernadero cuando Rose recibió un
mensaje.
—Pierre, joder, Pierre, da media vuelta.
—¿Qué estás diciendo?
—Ya han aparecido los tractores del señor Monroe.
—¿Cómo que han aparecido?
—Tenemos que volver a Auburn. Están a las afueras.
Al incorporase de la doscientos ochenta a la interestatal ochenta y cinco vieron una fila de
tractores y todo tipo de maquinaria pesada entrando en la ciudad.
—Acelera, Pierre.
72 Anima Barda - Pulp Magazine
TRACTORES Y COSECHADORAS
El último tractor, que tenía más aspecto de montacargas, giró sobre si mismo y se colocó
frente a ellos.
“Apagando coche”, dijo su vocecita.
El Prius de Pierre frenó en seco disparándose los airbags.
—¡Lo ha apagado él! ¿Pueden hacer eso? ¡Joder, Pierre!
Rose salió histérica del coche y comenzó a correr tras ellos. Pierre, cuando se recuperó de la
conmoción del frenazo, salió tras ella. Estaban alterando los sistemas eléctricos, los semáforos
no funcionaban. Rose se paró, cansada por la carrera, y se limitó a observar cómo la gente corría
en todas direcciones y cómo los tractores destruían y atropellaban lo que se encontraban.
Sin resuello, Pierre alcanzó a Rose a tiempo para ver cómo un edificio explotaba y llenaba
todo de cristales y escombros. Por instinto se echó encima de Rose. Cuando dejaron de caer
sobre ellos restos de ladrillo se levantaron.
—¿Esto es suficiente prueba?
Pierre asintió en estado de shock. Auburn era un pueblo y estaban destruyendo los pocos
edificios altos que tenían, y eso que llegó a contar que sólo había cuatro tractores. Pero en
estas dos semanas que llevaban investigando habían desaparecido sólo en Georgia y Alabama
decenas de tractores, si se unían, si empezaban a destruir ciudades, si llegaban a Atlanta...
—Tenemos que volver a Atlanta —dijo Pierre.
—¿Cómo? Tu estupendo coche con ordenador no funciona, una máquina diabólica lo ha
apagado.
—Pues… busquemos un coche que no lleve ordenador.
Corrieron por toda el pueblo esquivando los escombros y escondiéndose de los tractores
hasta que vieron aparcado en un taller una furgoneta Chevrolet del sesenta y algo.
—Esto nos servirá.
—Si arranca… —dijo Rose.
A la cuarta arrancó.
—Vamos a tardar tres horas con este trasto —se lamentó Pierre.
—Bueno, esperemos que este ataque haya sido puntual y nos de tiempo a hablar con tus jefes.
Cuando pasaron Newman y no les quedaba más de cuarenta minutos de trayecto Rose empezó
a gritar mirando el móvil.
—¡Pierre! ¡Pierre! Joder…
—¿Otra vez? Tía, di todo junto que no puedo leer lo que ves, estoy conduciendo.
—Es muy fuerte… No hemos llegado a tiempo.
—¿De qué estas hablando? —Pierre la miró, pero ella estaba fija en el teléfono.
—Están arrasando Atlanta.
—¿Arrasando? No son tanques, joder.
Rose le enseñó el móvil. Ahora sí eran tanques, ahí estaban todos los tractores que faltaban o
buena parte de ellos, con tanques en sus filas.
—¿No decías que otras máquinas no se podían rebelar, que no suministrabais a ninguna
Anima Barda - Pulp Magazine 73
CRIS MIGUEL
empresa externa?
—No, nosotros… ¡Joder! Utilizamos unos chips chinos que están en casi todas las máquinas,
porque tienen ellos el monopolio, son baratos y nos cuesta menos comprarlos que producirlos
nosotros.
—¿Chinos?
—¿No estarás pensando que…?
En las inmediaciones de Atalanta salieron de dudas. Los tractores habían ocupado las vallas
publicitarias. Con su lema “Es nuestra hora, arriba el campo, fuera las ciudades”.
—No creo que a los chinos les importe eso…
—¿Entonces? ¿Sólo quieren destruir la ciudad?
—¿Sólo? —Pierre no daba crédito—. Que no haya conspiración judeomasónica no significa
que no sea…
—¡Cuidado! —Rose le ayudo a dar un volantazo, esquivando un coche que iba directamente
hacia ellos.
—¿Qué cojones?
En las calles de Atalanta reinaba el descontrol. Pierre intentó esquivar la hilera de coches
parados subiéndose a la acera, donde iba esquivando a las personas que corrían. Un edificio se
desintegró a lo lejos y durante minutos sólo vieron polvo y humo.
—¿Qué hacemos? —preguntó Pierre, tosiendo y con los ojos llorosos.
—No morir y dar media vuelta.
—¿Media vuelta? Pero si veníamos a la empresa a…
—Pierre, da media vuelta. No podemos hacer nada, no somos Superman y Wonderwoman.
—¿Y dejamos que venzan y destruyan la ciudad, la empresa?
—Quizás sea lo mejor…
—¡Rose! Mataron a tu tío y a un montón de gente inocente.
—¿Los mataron ellos o tu empresa?
—No seas idiota, tenemos, tenemos…
—Tenemos que no morir hoy y pensar cómo desactivarlas. Pero no debajo de escombros,
vamos.
Pierre vencido tanto por Rose como por los tractores dio media vuelta, evitando los pedruscos,
evitando los cadáveres, evitando no morir hoy.
74 Anima Barda - Pulp Magazine
RESEÑA: LA CASA EN EL CONFÍN DE LA TIERRA
La casa en
el confín de la tierra
por J.R. PLANA
C
uando lees La casa en el confín de la Tierra, y si has leído a Lovecraft, parte de
las piezas parecen encajar con el sonido
de un engranaje poniéndose en
marcha. A la vista te saltan
los motivos y detalles que
llevaron a Lovecraft a
soñar con su particular bestiario.
verdad, la idea principal es transmitir al lector que todo lo que se nos cuenta es verídico,
buscando conseguir que nos estremezcamos pensando que eso ha podido
pasar. Ese es un aspecto bastante habitual en algunas
obras de la literatura
fantástica de terror
de aquella época, y
algo que Lovecraft
Esta novela tierepitió en En las
ne todo el aroma
montañas de la lode los clásicos. El
cura, donde todo
autor, Hodgson,
es parte del estrata de planteartudio que realizó
la con todos los
la expedición de
visos de realidad
Arkham en aqueposibles. Según nos
lla planicie helada.
cuenta él, en papel
El recurso del diario
“La casa en el confín de la Tierra”
de editor, el texto de
o del documento cienW.H. Hodgson
La casa en el confín de la
tífico es algo que me gusValdemar
Tierra es un diario manuscrita bastante, a pesar de que la
256 páginas. 9,50€.
to que un hombre encontró junto
lectura puede volverse engorrosa
con su amigo mientras estaba de viaje en una
cuando intentan darle profundidad “cientírecóndita región del oeste de Irlanda. En el
fica”, o, como ocurre en la novela de Hodgdiario, descubrimos un relato de lo más exson, cuando el protagonista profundiza en
traño, que transcurre en una misteriosa manlas descripciones con amplitud. En esa parte,
sión encerrada en mitad de un jardín y que
amigos míos, todo se vuelve un poco tostón.
se ve asediada por fuerzas preternaturales, eje
Pero seamos justos, son las normas estétide extrañas energías cósmicas.
cas de la época, era lo que se llevaba y, primero Hodgson y luego Lovecraft, lo hacen
Al plantearlo como algo que ha ocurrido de
Anima Barda - Pulp Magazine 75
J.R. PLANA
muy bien. Transmiten con bastante acierto la
atmósfera de presión, horror y desconcierto.
Para los que no tienen costumbre de leer novelas de terror y que suelen pensar que éstas
dan miedo, he de avisar que con atmósfera
de horror no me refiero a que dé miedo, sino
a que el personaje pasa miedo. Miedo, miedo, lo que es miedo, las novelas y relatos de
terror no suelen dar mucho miedo. Más bien
escalofríos, y la sensación empalagosa de que
todo alrededor del personaje está adquiriendo tintes de irrealidad. Y eso es lo que Hodgson hace muy bien. Consigue que nos imaginemos a la perfección lo que el pobre hombre
siente cuando hordas de criaturas siniestras
asedian su casa por los cuatro costados.
Tengo que hacer un inciso para decir que
la idea de un hombre resistiendo en solitario
con un rifle y su perro (también tiene una
hermana, pero como buen personaje femenino de terror de la época, es un estereotipado
cero a la izquierda que no sirve más que para
desmayarse y cocinar) me recuerda a Soy leyenda. Quién sabe si su autor recibió parte de
la inspiración leyendo estas páginas.
Ya que hablo de la hermana, aprovecharé
para tocar el tema. No merece la pena ni que
os sorprendáis, los personajes femeninos brillan por su ausencia en la época, y los que hay
son bastante elementales (aunque a su favor
hay que decir que algunos de hoy en día tampoco es que los superen en mucho…).
La casa en el confín de la Tierra es una obra
peculiar que no me extraña en absoluto que
marcara a Lovecraft. No sigue un hilo argumental muy normal, pues el personaje ve su
agitada vida interrumpida por extrañas visio76 Anima Barda - Pulp Magazine
nes del cosmos y del fin de la galaxia de lo más
evocadoras. Son partes curiosas, que hablan
sobre dimensiones luminosas y otras oscuras,
por planos alternativos vigilados por dioses
abyectos (aunque dioses de las religiones humanas, que a buen seguro luego Lovecraft
convirtió en sus Cthulhus y Yog-Sothoth) y
sobre estrellas verdes y muertas que devoran
planetas. Muy imaginativa y fantasiosa toda
esta parte, un gran despliegue de creatividad
de Hodgson. Sin embargo… se hace un poco
pastosa. Hubo momentos leyendo en los que
me di cuenta que mis ojos resbalaban por las
líneas sin enterarme de una palabra. No porque fuera difícil de entender, sino porque me
empezaba a aburrir. Son de esos fragmentos
que tienes que ir construyendo en tu imaginación con todo detalle lo que el autor te cuenta
para así deleitarte en el escenario, so pena de
perderte y mandar todas las descripciones a
su puñetera casa con un fuerte portazo.
No obstante, esas partes de viajes espirituales a través del espacio me hicieron ponerme un poco meditabundo (quizá era por
el puntual aburrimiento). Traté de plantearme qué narices nos quería decir Hodgson
con todo eso, a dónde quería ir y de dónde
lo había sacado, y empecé a plantearme un
par de opciones. La primera es que Hodgson,
como todos estos autores de terror, que son
raros, locos o profetas, tenía algo de poder
extrasensorial, y lo que nos estaba narrando
en la piel de un supuesto personaje real (para
proteger su propia reputación, claro está) no
es otra cosa que un peculiar viaje astral que
pudo realizar el autor, o quizá visiones del fin
del mundo. Una teoría a la altura de la novela,
¿verdad? Para darle un poco de misticismo al
asunto. La segunda es mucho mejor. Hodg-
RESEÑA: LA CASA EN EL CONFÍN DE LA TIERRA
Essex, G. B., 1877
William Hope Hodgson
a los 13 años se
enroló en la marina
mercante, lo cual
le permitió navegar
por todo el mundo.
Ocho años más tarde
decide volver a tierra,
cansado del mar y de
la mala vida llevada
por los marineros.
En Inglaterra trabajó
como fotógrafo y como
profesor de gimnasia
en una escuela de
Blackburn. Al mismo
tiempo comenzó su
carrera como escritor, sin
mucho éxito aparente.
El cuento “A Tropical
Horror” fue lo primero
que publicó, en junio de
1905
William
Hope Hodgson
son se tuvo que emborrachar/drogar con algo muy fuerte, porque si no el tío era un genio
imaginándose ambientes sobrenaturales y cósmicos. Sí, es un clásico, el autor drogado, pero
es que vaya tela de descripciones.
Tras este breve momento de asueto, volvamos a ponernos serios. La casa en el confín de la
Tierra es una novela cortita, algo que disfrutarás si te gustan las novelas de terror a caballo
entre el XIX y el XX, y especialmente si te gusta la obra de Lovecraft más allá del fechitismo
moderno. Si lo que te mola es el terror de Stephen King o el moderno en general, olvidate
de esta. Aunque corta, es lenta, y no prolifera la acción (aunque la hay) ni los diálogos (prácticamente ausentes). Te tiene que gustar el género para disfrutarla, y aún así es probable
que te cueste no saltarte algunos trozos. Y si no, tienes por ahí la adaptación en formato de
cómic. Fácil, rápido y con dibujitos.
Anima Barda - Pulp Magazine 77
ANA NIETO MORILLO
El aprendiz
por Ana Nieto Morillo
L
levaba años soñando con regresar a Oxford. La había visitado por primera vez a los doce
años, cuando solo era la hija de Abel Harkness, un humilde alquimista.
Sin embargo ahora mi nombre es conocido por todos, pues yo había obrado el milagro
con el que otros solo podían soñar, y que muy pocos consiguen después de años de trabajo,
normalmente cuando ya se ha alcanzado una avanzada edad.
Yo, Debra Harkness, había culminado la Gran Obra, tenía en mi poder la piedra filosofal. Sí,
era inmortal.
Y todo ocurrió aquí, en Oxford, la ciudad que me lo había dado todo, pero que también me había
arrebatado mucho.
Mi padre fue asesinado en estas calles, la sangre me hierve cada vez que pienso en ello. Fui incapaz
de salvarlo de algo que le atacó mientras recogíamos minerales y plantas para el laboratorio, no vi el
rostro de su asesino, tampoco escuché su voz, no tenía ninguna pista, tan solo un vacío antinatural
en mi memoria. Poco después desperté a unos metros de lo que antes había sido el cuerpo de mi
padre, el solo recuerdo me hace estremecer, pues no sabía que la materia pudiera llegar a presentar
un aspecto tan repulsivo.
Poco después descubrí entre los arbustos un libro de extraña apariencia que la providencia quiso
que yo encontrara. Era ligero como una pluma y estaba hecho de un material que nunca había
visto, pero que se asemejaba bastante al cristal. En su interior no había ni una sola palabra, tan solo
ilustraciones a color. En ese momento yo no lo sabía, pero algún día me abriría las puertas de la
eternidad.
Desde entonces no había vuelto a pisar aquella ciudad por motivos de trabajo. La vida del
alquimista consagrado está llena de ocupaciones y contratiempos. Arvid era exactamente eso, un
contratiempo.
—¿Siempre es así?
A regañadientes aparté la mirada de la venta y dejé mis pensamientos a un lado.
—¿A qué te refieres? —pregunté mientras ordenaba mis papeles.
—Llevamos cuatro horas aquí y no ha dejado de llover en ningún momento —protestó Arvid—.
No me gusta la humedad.
Definitivamente, era un incordio. Después de pasarme los últimos cincuenta años trabajando
sin parar, había conseguido permiso para visitar Oxford. Por desgracia, en el último momento
78 Anima Barda - Pulp Magazine
EL APRENDIZ
mis superiores me habían encargado instruir a
Arvid, que provenía de la constelación de Orión.
Normalmente disfrutaba mucho conociendo a
futuros alquimistas, especialmente si habían
nacido en un planeta distinto al mío, pero había
algo en él que me inquietaba. ¡Y para colmo se
quejaba por todo!
Después de alquilar un par de habitaciones
en un hotel cercano a la universidad, decidí
que nos asentaríamos durante algún tiempo en
aquella cafetería. El viaje había sido largo y los
dos estábamos exhaustos.
—Pues te aguantas —bufé—. Te recuerdo
que ahora estás bajo mi supervisión.
El muchacho asintió, disgustado.
—Estamos a mediados de noviembre,
¿qué esperabas? ¿En tu planeta nunca llueve?
Arvid se encogió de hombros.
—¿Te sientes cómodo en tu nuevo cuerpo?
—Es… extraño.
Para poder conocer nuestro mundo, los
estudiantes del exterior debían dejar atrás
sus cuerpos, para ocupar otros creados por
nosotros. De no hacerlo, muchos de ellos serían
incapaces de sobrevivir aquí.
—Pronto te acostumbrarás —dije tratando
de ser amable—. ¿Tienes hambre?
—Supongo.
—Bien, te pediré algo de comer.
Llamé con un gesto a la camarera, quien se
presentó con su libreta casi antes de que pudiera
darle la vuelta a mis papeles.
—Póngame un zumo de pomelo, por favor…
un té y unos huevos revueltos con beicon para
mi amigo.
La empleada lo apuntó todo y diez minutos
después ambos estábamos disfrutando de
nuestro desayuno, o al menos eso era lo que yo
hacía. Mi acompañante no se decidía a probar
bocado.
—¿Qué ocurre? ¿No te gusta? Si quieres
puedo pedirte otra cosa…
—No será necesario —me cortó, al tiempo
que masticaba con evidente asco un trozo de
beicon.
—La verdad es que te envidio —confesé—.
Hace mucho, mucho tiempo que no como
nada sólido.
Arvid me miró, sorprendido.
—Solo líquidos, ¿recuerdas? Una vez que
te conviertas en uno de nosotros, no podrás
comer otra cosa.
El joven asintió, pero aún así tuve la
impresión de que la comida seguiría casi
intacta al final de nuestra charla.
Una vez más me volví hacia la ventana y
contemplé embelesada la afilada arquitectura
de Oxford, que se recortaba contra el cielo
plomizo. Aquel ambiente melancólico me
fascinaba, el lugar me atraía poderosamente,
pero al mismo tiempo me repugnaba debido
a mis recuerdos. La ausencia de mi padre
todavía ardía en mi pecho, me hubiera
gustando tanto compartir mis logros con él…
—¿Qué se siente al ser un prodigio? Todos
los Creadores de mundos que conozco son
ancianos, pero tú en cambio… calculo que no
tienes más de veinte años.
El nuevo cuerpo de Arvid también
aparentaba una edad similar a la mía. Lo
cierto era que habían hecho un buen trabajo,
pelo negro abundante, preciosos ojos grises
y un cuerpo bien proporcionado. Por fuera
nada le diferenciaba de un humano corriente.
—Sí, los tenía cuando dejé de estar atada
a las limitaciones humanas —le expliqué sin
apartar la mirada del cielo—. Han pasado
cincuenta años desde entonces.
Anima Barda - Pulp Magazine 79
ANA NIETO MORILLO
Creadores de mundos, siempre me encantó
cómo sonaban aquellas palabras, nada podía
definir mejor nuestro cometido, pues nos
dedicábamos a sembrar vida en todo el
universo. La piedra filosofal y la transmutación
de los metales eran solo el comienzo, aquello
era la verdadera Gran Obra.
—No has contestado a mi pregunta —
observó.
—¿Sabes qué, Arvid? En realidad los
alquimistas nos parecemos mucho a los
escritores —dije tratando de cambiar de tema.
—No veo similitud alguna —comentó sin
demasiado interés.
—Eso quiere decir que no has estado
prestando atención a todo lo que te he contado
durante el viaje. Ellos, al igual que nosotros,
crean mundos por medio de las palabras. La
diferencia está en que ellos se conforman con
soñar, nosotros vamos mucho más allá.
Mi pupilo no parecía demasiado
impresionado, era como si todo aquello no
fuera con él. Los otros estudiantes que había
tenido a mi cargo solían ser mucho más
entusiastas.
—¿No tienes ninguna pregunta? —traté de
alentarle.
Arvid me observó pensativo durante largo
rato.
—Hay tres tipos de alquimistas.
—Así es, Creadores de mundos,
Destructores y Regeneradores.
El aprendiz me dirigió una intensa mirada.
—Destructores… no están muy bien vistos
—comentó.
—Su labor es tan necesaria como la de
otros. Llega un momento en el que todo
planeta se vuelve inhabitable, normalmente
los regeneradores se hacen cargo de él. Pero
80 Anima Barda - Pulp Magazine
a veces… está tan deteriorado que es imposible
salvarlo, y no queda otro remedio que destruirlo.
Normalmente me habría preocupado hablar
de aquellos temas en un lugar público, pero
la música estaba tan alta que dudaba mucho
que alguno de los clientes hubiese escuchado
nuestra conversación.
—Antes del proceso evacuamos a los
habitantes, por supuesto. Y cuando el nuevo
planeta ha sido creado…
—¿El nuevo planeta? —preguntó confuso—.
¿Qué sentido tiene crear otro?
Ahora era yo la que no entendía de qué
hablaba. Por alguna razón me estremecí, y me
reafirmé en mi primera impresión, había algo
siniestro en Arvid.
—¿Y tú de qué tipo eres? Deja que lo
adivine… Creadora.
—¿Tan evidente es?
El joven le dio la vuelta a mis papeles y les
echó un vistazo, a pesar de que seguramente no
significaban nada para él. Para comprender lo
que yo estaba haciendo se necesitaban muchos
años de preparación.
—¿No te gustaría convertirte en una
Destructora de mundos?
—Nunca lo había pensado, pero no creo
que…
—Oh, vamos. No te engañes a ti misma,
he visto a muchas criaturas como tú. Pura
bondad… —se burló mientras me devolvía los
papeles—. Déjame decirte algo, hasta las almas
más puras se sienten atraídas por la oscuridad.
Puede incluso que sientan esa atracción con
mucha más fuerza que otros…
De pronto se detuvo y se llevó las manos a
la cara. Durante una milésima de segundo su
rostro perfecto se descompuso, pero él trató de
ocultarlo a toda costa.
EL APRENDIZ
—Oye… ¿estás bien, Arvid?
El muchacho comenzó a temblar de un
modo incontrolable, se incorporó y corrió
hacia el servicio antes de que los no iniciados se
percataran de que algo extraño sucedía. Yo por
el contrario permanecí inmóvil, sin saber qué
hacer. No estaba segura de qué me preocupaba
más, si el hecho de que parecía que aquel cuerpo
era incapaz de contener su esencia, o el extraño
giro que había tomado nuestra conversación.
En ese momento recibí una llamada, se
trataba de Armand, mi superior.
—Buenos días, Armand. ¿A qué debo este
honor…?
Antes de que siguiera diciendo estupideces,
el alquimista me cortó, explicándome lo más
rápido posible que había habido una confusión.
Arvid no era Arvid. El cuerpo del alumno
del que yo debía hacerme cargo había sido
encontrado en su planeta de origen, estaba
muerto.
—¿Estás seguro de que no es un error?
Por desgracia no lo era, mi superior estaba
convencido de que se trataba de un impostor.
Y no solo eso, sino que además él podría ser
el responsable de la destrucción de Ëumerë,
un planeta que yo había creado hacía tan solo
un par de meses. Por fortuna todavía no había
sido habitado, pero aún así estaba furiosa. La
sola posibilidad de que Arvid pudiera ser el
responsable…
—Ahora está en el servicio, date prisa —
susurré.
Armand colgó. Vendría lo antes posible, él era
un alquimista muy poderoso y podría encargarse
sin problemas de aquel malnacido. Mientras
tanto, yo tendría que seguir interpretando mi
papel como su maestra y seguir fingiendo.
Pedí otro zumo de pomelo para calmar los
nervios. Me lo bebí de un solo trago. Los
minutos pasaban y Arvid no volvía. Estuve
tentada a ir en su busca, pero Armand me
había pedido que no hiciera nada.
Diez minutos más tarde finalmente
apareció Armand. Llevaba la melena blanca
recogida en una trenza despeinada, su ropa
también era un desastre, se notaba que acaba
de salir del laboratorio, pues todavía llevaba
la bata llena de manchas de todo tipo de
colores. Inevitablemente llamó la atención de
varias personas que se reían y lo señalaban.
—¿Sigue allí?
Asentí. Armand se acarició tres veces su
prominente nariz. Su mente estaba trabajando
a toda velocidad, podía verlo en sus ojos, que
se movían inquietos de un lado para otro.
Entonces se escuchó el primer grito, seguido
de varios más. El edificio comenzó a temblar
bajo nuestros pies, y los dos corrimos en
dirección a los servicios. Tres mujeres salieron
de allí, pero las desdichadas no llegaron
muy lejos, pues a medida que caminaban,
sus cuerpos iban adoptando una apariencia
horrible. Algo encajó en mi interior cuando
vi aquella materia negruzca que ya había visto
años atrás en aquella misma ciudad. Lo supe.
Arvid era el asesino de mi padre, aquel
a quien había maldecido durante toda mi
existencia. Los ojos se me anegaron en
lágrimas, sin que pudiera hacer nada para
evitarlo. Sin pensármelo dos veces entré.
En el suelo, junto al lavabo, descubrí lo que
debían haber sido dos cuerpos. El de Arvid
estaba destrozado también, pero reconocible,
y sobre él levitaba un ser de naturaleza
semietérea. Jamás había visto una criatura
como aquella, poseía rasgos claramente
masculinos y cubría su cuerpo desnudo, de un
Anima Barda - Pulp Magazine 81
ANA NIETO MORILLO
azul pálido, con una especie de manto negro.
Las facciones de su rostro eran difusas, pero
aún así creí distinguir un mentón prominente
y una nariz afilada. Su pelo era incluso más
blanco que el de Armand. Sus ojos pétreos
me miraron.
—¡Menudo desperdicio! Debra, te di ese
libro para que hicieras algo grandioso. ¡Pero
te has conformado con vivir una existencia
mediocre! Te has saltado todas las partes
divertidas.
—¿Fuiste tú quién me dio ese libro? —
pregunté, incapaz de comprender por qué él
haría algo así.
—¡Es un ser interdimensional! —exclamó
Armand que hasta el momento había
permanecido en silencio.
Criaturas como esas vivían en dimensiones
diferentes a la nuestra, eran extremadamente
poderosos. Ellos no cruzaban a nuestra
dimensión, pues su sola presencia podía
causar todo tipo de catástrofes. Claro, eso
explicaba el estado de los cuerpos.
—¡¿Por qué me lo diste?! —exigí saber.
El ente se rio.
—¿Y por qué no? Quería ver qué pasaba.
—¿Querías ver qué pasaba? ¿Por eso
destruiste Ëumerë?
Armand, me agarró por el hombro, tratando
de indicarme que no era bueno provocarle. Era
triste, pero no teníamos ninguna oportunidad
contra un ser de semejante magnitud.
—Admito que en ese momento estaba
un poco aburrido —confesó, mientras se
aproximaba a nosotros.
De nuevo la cafetería comenzó a temblar,
recé para que todos hubiesen abandonado el
local, y me culpé a mí misma por haber traído
a aquel titán.
82 Anima Barda - Pulp Magazine
—¿Qué vas a hacer ahora, pequeña?
Acortó la distancia que nos separaba y acercó
una de sus gigantescas manos. Me acarició la
mejilla, tenía las uñas largas y parecían afiladas.
—¡No la toques! ¡Debra, corre! —aulló
Armand.
De ninguna manera pensaba dejarlo solo
con él. No pude ayudar a mi padre, y eso me
consumía día tras día, no podía permitir que lo
matara.
—¿Por qué haces esto?
Rio de nuevo.
Era inútil preguntar, por todos era sabido
que no había forma alguna de comprender las
motivaciones de aquellos seres. Estaban muy
por encima del entendimiento humano.
—Es hora de dormir, pequeña —canturreó.
Al principio no entendí lo que quería decir,
pero pronto mi vista se comenzó a nublar, y
mis párpados amenazaban con cerrarse de un
momento a otro.
—¡¿Qué estás haciendo?! ¡No, no, no!
¡PARAAAA!
El negó con la cabeza.
—Es hora de dormir.
Perdí el conocimiento sin remedio otra vez.
Lo último que sentí fue el impacto de mi cuerpo
contra el suelo. Después solo hubo oscuridad.
En esta ocasión tardé varios días en despertar
y cuando lo hice descubrí que estaba ingresada
en un hospital. Me sentía tan débil que apenas
pude incorporarme para ver a la enfermera que
charlaba con una compañera junto a la puerta.
—¿Ya te has despertado, cielo?
—¿Dónde… estoy? —conseguí preguntar a
duras penas.
—Estamos en el centro de Oxford.
—¿Sigo aquí?
EL APRENDIZ
La mujer asintió, pacientemente. Lentamente me giré hacia un lado, para descubrir que a mi
lado se encontraba mi superior, sano y salvo.
—¡Armand! —dije llorando de pura felicidad.
Estaba convencida de que el titán lo había matado, descubrir que estaba vivo era lo mejor que
me había pasado desde que había vuelto a aquella condenada ciudad.
—¿Le conoces? —quiso saber la enfermera—. Menos mal, llevamos días tratando de averiguar
su identidad.
—¿Qué quiere decir?
—Padece amnesia, no tiene ni idea de quién es.
Sentí que me faltaba el aire. Aquello no podía estar pasando, no, no, no, necesitaba a Armand,
teníamos que pararle los pies a esa cosa. Claro que él era mucho más poderoso que yo, y ni
siquiera había podido protegerse a sí mismo.
—¿Qué ha ocurrido?
—Hubo un terremoto, bastante pequeño por cierto, solo afectó a las cercanías de la universidad,
el resto de la ciudad ni se enteró —comentó, tratando de quitarle hierro al asunto—. Pero los
dos estáis bien y eso es lo que importa.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla. No, nada estaba bien, no quería ni pensar en el peligro
que corríamos todos. No solo los habitantes de la Tierra, sino los de otros mundos. A aquel ser
le fascinaba la destrucción, lo había dejado muy claro.
—Por cierto, creo que esto es tuyo —dijo, tendiéndome mi vieja mochila.
Tuve suerte, todos mis papeles estaban a salvo. Sin embargo, encontré algo que no debería
estar allí. Un medallón de aspecto antiguo, adornado con unos caracteres que jamás había
visto. Tuve la certeza de que se trataba de otro regalo por parte del ente. Me juré a mí misma
que jamás lo utilizaría. No tenía ni idea de para qué servía, y tampoco pensaba averiguarlo.
Tampoco era capaz de comprender por qué me había dejado con vida, pero lo que estaba claro
era que yo había llamado su atención de algún modo. No iba a olvidarse de mí, volvería.
¿Cuándo y cómo? Eso lo ignoraba.
Anima Barda - Pulp Magazine 83
J.R. PLANA
Regreso a
Cavernas Pescadoras
por J.R. Plana
Continuación de LA CAÍDA DE CAVERNAS PESCADORAS (NGITKARKOR)
“He aquí los restos de la fortaleza perdida de Cavernas Pescadoras. No molestéis a lo que yace sepultado”.
E
l joven Nerai contempla la inscripción rúnica tallada en la roca y se permite un suspiro
triunfalista de alivio. Después de tres días rebuscando por las orillas y barrancos que
circunvalaban al lago del Centauro, por fin ha dado con la única entrada abierta a
Cavernas Pescadoras.
Una semana atrás, el Conde de Puerto Rocoso le había hecho llegar la traducción del diario de
la única superviviente enana que, junto con la maestra de mineros, había conseguido escapar hacía
300 años.
“Ignora la nota de esa vieja gallina”, decía el Conde en su mensaje. “La abadesa siempre ha
sido una mujer en extremo prudente. Reúne a los hombres que necesites y entra en Cavernas
Pescadoras. Ya sabes lo que quiero. No repares en gastos”.
Nerai cierra la traducción, que ha usado para comparar con la inscripción, y echa un rápido
vistazo al estrecho e irregular agujero que se abre en la roca antes de volverse hacia sus compañeros.
—¿Lo has encontrado? —se le adelanta Goslin.
Nerai maldice el afán de protagonismo del aventurero, que le acaba de quitar la emoción al
momento.
—Sí, lo he hecho —contesta Nerai de mala gana—. Es esto de ahí.
Los otros tres hombres miran en la dirección que marca el dedo del piromante.
—Es muy estrecho —observa Calonte—. A duras penas entrarás tú, y menos yo.
—Siento que los enanos no cavaran sus túneles de emergencia pensando en la desproporcionada
corpulencia de los caballeros-paladínes —dice Nerai con acidez.
Quizá esperaba asombro y aplausos de la expedición al anunciar el descubrimiento, en vez de
protestas y morros torcidos.
—No hace falta ser desagradable —repone Calonte—. Solo me limito a decir lo que veo.
Nerai valora las posibles contestaciones a eso, pero se las guarda para sí al ver que Hinas, el
rastreador, se asoma a la gruta.
84 Anima Barda - Pulp Magazine
REGRESO A CAVERNAS PESCADORAS
—Obviamente está hecha con mucha prisa
y pocos medios —dice, palpando las paredes
de piedra—. Sin embargo, está picada por un
enano. Y los enanos son buenos hasta en el más
maltrecho de sus trabajos. Su aspecto engaña,
los túneles guardan siempre las proporciones
justas para que entre perfectamente cualquier
hombre, aunque sea a rastras.
—Qué considerados —apunta Goslin. Nadie
sabe si es ironía o lo dice de verdad. No añade
nada más, se pierde en la contemplación del
horizonte mientras se aparta mechones rubios
de la cara.
—¿Cuál es el plan? —pregunta Calonte.
—Entramos por aquí y vamos asegurando
sala por sala, siguiendo las indicaciones del
mapa que tengo. El objetivo es comprobar
si Cavernas Pescadoras puede reabrirse sin
peligro de derrumbe. Luego buscaremos la
forma de despejar la entrada principal.
Calonte asiente distraído, tamborileando
sobre su cinturón de duro cuero.
—¿Por qué se derrumbó? —pregunta Hinas.
Nerai traga saliva. Ese es un tema que debe
evitar por todos los medios.
—El jefe enano era un poco mamarracho.
Los barbas largas se enfadaron con él y la cosa
se puso tensa.
—¿Una revuelta?
—Sí, algo así. Supongo.
—¿Y huyeron solo dos enanos?
—Eso parece.
Nerai reza para que Hinas deje de hacer
preguntas. Es, sin duda, el más avispado de los
tres mercenarios. Por desgracia para el mago,
Hinas no ceja en su empeño de cuestionarlo
todo.
—¿No hubiera sido mejor haber venido con
arquitectos y maestros de obras? —pregunta
el rastreador—. No veo en qué podemos ser
útiles un aventurero, un paladín y un arquero.
Nerai suspira ostensiblemente, como si
estuviera contando algo muy obvio que ya ha
explicado demasiadas veces.
—Esa será la segunda fase —dice—. Los
mineros, albañiles… todos vendrán cuando
hayamos salido nosotros, tras dejar un rastro
de muerte y destrucción en las criaturas
abominables que haya ahí abajo.
Nerai calla, esperando que Hinas diga algo.
Este solo asiente y vuelve a inspeccionar la
cueva. Es Goslin el que habla.
—Creo que eso se me da bien —dice.
Muestra una sonrisa amplia y de dientes
blancos. Los demás no contestan.
Atan los caballos y preparan sus cosas
mientras Nerai reza para que Goslin y los
otros conserven al menos una décima del
aplomo cuando se encuentren con... Bueno,
si es que acaso sigue viva.
***
—Mierda, no hay salida.
Calonte tantea la roca, agitando al tiempo
la antorcha para apartar las sombras.
—Aquí se debieron de quedar encerrados
—dice Hinas—. Todos estos cascotes son
parte del techo.
—Cuando me contrataste hablaste de
buscar una fortaleza enana olvidada por el
tiempo, no dijiste nada de que fuéramos a
mover rocas después de arrastrarnos por un
túnel pringoso y viejo —se queja Goslin.
—Está pringoso por la humedad —explica
Hinas—. El agua se ha ido filtrando, mira las
paredes, están llenas de moho subterráneo.
—¿Y a mí que más me da? ¡Estoy sucio,
Anima Barda - Pulp Magazine 85
J.R. PLANA
eso es lo importante! —sigue protestando
Goslin.
—Callaos ya, no puedo pensar —les regaña
Nerai.
Se pasa la mano por la cabeza afeitada hasta
dar con la trenza que le cuelga por la espalda.
Empieza a estrujarla. Es algo que suele hacer
cuando está nervioso y necesita pensar.
Los demás, mientras, pululan alrededor.
El rastreador se rasca la barba mientras
desenvuelve su arco. A la espalda lleva plegada
una enorme ballesta lanzapivotes, un arma
temible para matar grandes bestias.
Goslin, por su parte, trata de rasparse
los pantalones con una daga, para quitar la
sustancia pringosa que se ha llevado a su
paso por el túnel. Calonte ha desenvainado
su mandoble y va golpeando suavemente las
rocas sueltas y amontonadas con la punta, a la
búsqueda de algún tenue eco que le indique
donde está hueco. Los arreos militares, el
casco picudo y el enorme mostachón le dan
un aspecto mucho más beligerante que santo,
haciendo que cuadre más con “caballero” que
con “paladín”.
Nerai, aún pensativo, saca de entre sus
ropajes rojos, casi sin reparar en ello, un
pequeño artefacto que lleva sujeto al cuello
por un cordel. Es una suerte de incensario. Se
lo acerca a los labios y sopla suavemente, a lo
que el incensario responde emitiendo un leve
resplandor y una voluta de humo con aroma
a canela.
Acto seguido, el piromante se acerca hasta
los cascotes y trata de moverlos. Consigue
apartar los más sueltos, pero la parte de atrás
la forman decenas de sólidas piedras pesadas
como un toro.
—Eso no hay forma de quitarlo —dice
86 Anima Barda - Pulp Magazine
Calonte—. Ni siquiera entre los cuatro. Además
corremos el riesgo de que todo se venga abajo
mientras trabajamos.
Nerai resopla.
—Tendré que hacer uso de mi magia. No
queda más remedio.
Le miran con repentino interés. Siempre es
interesante ver actuar a un mago.
—Hay que despejar la sala. Todos al túnel.
—¿Al túnel otra vez? —gime Goslin—. ¿Por
qué?
—Esto es demasiado estrecho, podría haceros
daño, ¡venga! —les apremia—. ¡Y hacedme
hueco!
Los tres se dirigen a la pequeña oquedad
abierta en la piedra de la pared.
Nerai se queda solo frente a la enorme mole
de cascotes. Apenas dos decenas de metros
le separan de la abertura donde están sus
compañeros.
El mago deja su antorcha en el suelo y se
alza sobre los cascotes, trepando, hasta llegar
a media altura, donde dos enormes vigas de
piedra del techo se han trabado la una con la
otra. Busca un hueco que le permita llegar lo
más hondo posible. Lo encuentra entre dos
anchos sillares, que han debido caer a plomo, y
entonces saca una pequeña bolsita de tela de su
túnica, la cual coloca en el hueco, introduciendo
el brazo hasta el codo. Luego espolvorea arena
negra que ha sacado de otra bolsa y con ella
desciende, dejando un reguero de polvo oscuro
que llega hasta el centro de la sala. Cuando ha
terminado, vuelve a coger la antorcha y dice:
—Esconded la cabeza y taparos los oídos.
Sin comprobar si le han obedecido, acerca
la antorcha al reguero negro y este prende una
pequeña y violenta llama con un chispazo.
Nerai echa a correr hasta el agujero.
REGRESO A CAVERNAS PESCADORAS
—¡Quitad de en medio!
—grita.
El pie izquierdo del
piromante desaparece por la
oquedad justo un segundo
antes de que estalle un
estruendo terrible seguido
de un violento temblor que
hace temblar toda la cueva.
Tras un instante de tensa
calma, una lluvia de golpes
secos llena toda la estancia.
—Es como si un gigante
hubiera
saltado
sobre
nosotros —dice Calonte,
aturdido.
Goslin, que está haciendo
notorios esfuerzos por
no tocar ningún liquen,
murmura por lo bajo.
—Menos mal que no eres
poeta.
Hinas les ignora. Se dirige
al piromante.
—¿Tu magia ha apartado
las rocas?
—Ahora lo veremos.
Nerai sale como puede del túnel hecho una
maraña de telas carmesíes, poniendo especial
cuidado en que el incensario no se vuelque.
Afuera, el suelo está alfombrado con miles
de rocas del tamaño de un puño. Parte del
muro de desprendimientos, la parte superior,
ha desaparecido, dejando un hueco más que
suficiente para que pasen tres hombres de pie.
El resto de la estructura ha quedado indemne,
aguantando el peso del techo derruido como si
fueran pilares.
Los cuatro aventureros se acercan con
las antorchas en alto y empiezan a trepar.
Goslin ha desenvainado su elegante espada
de acero y Calonte sujeta con las dos manos
su imponente mandoble, preparados para
encontrarse con cualquier cosa al otro lado.
Al aproximarse al hueco, un fuerte olor
a sofocante humedad les golpea el rostro.
Siglos de cavernas sin ventilar llenas de
cadáveres se hacen notar con un intenso
olor a podredumbre y miseria. Nerai agita el
incensario que lleva al cuello, aspirando con
obstinación los vapores que suelta.
Anima Barda - Pulp Magazine 87
J.R. PLANA
El fuego de las antorchas apenas ilumina
unos metros más allá del descenso de cascotes.
Bajan con sumo cuidado, un mal resbalón,
una piedra suelta, y la caída puede resultar
fatal. Al llegar abajo, atisban a ver los restos
enmohecidos y deshechos de lo que fue una
sólida mesa de madera.
—Estamos en el gran comedor —explica
Nerai en un susurro—. A partir de ahora
cualquier cosa puede pasar.
están tallados en la roca y suspendidos en mitad
de la nada. No hay paredes a los lados, estas
se extienden perpendiculares a las escaleras y
se pierden en la oscuridad. Tampoco se ve el
suelo. Parecen caminar sobre un abismal vacío.
Goslin, que va a la cabeza, se detiene de
pronto.
—¿Lo habéis oído? —pregunta.
—¿El qué? —Nerai se muestra inquieto.
—Ssh —chista Calonte.
Los cuatro permanecen petrificados en
***
mitad de la escalera, las antorchas bien alzadas.
Nada les llega aparte del crepitar del fuego y las
El comedor y las estancias contiguas profundas respiraciones del paladín.
están inquietantemente despejados. Solo
—Ha sido como un correteo —explica
encuentran unos pocos restos de la vida Goslin, sopesando la espada con dos suaves
enana, como alguna que otra olla oxidada o arcos. Siempre lo hace antes de entrar en
un barril carcomido. Los accesos a la entrada combate, para desentumecer los músculos.
principal y las viviendas están bloqueados por
—A mí también me ha parecido oírlo —
derrumbes y todo está anormalmente desierto. añade Calonte.
Nerai, consciente de la terrible batalla que
—Sea lo que sea, es mejor que no nos coja
se libró allí, esperaba ver una alfombra de en mitad de unas escaleras, aquí estamos en
huesos, barbas y metales, los cadáveres de los desventaja —dice Hinas—. Tenemos que llegar
cientos de enanos que el monstruo aniquiló. abajo lo antes posible.
Pero no hay nada.
Reanudan el descenso más tensos y ligeros
Recorren todo el primer nivel, ahora ya que antes. Sin embargo, Goslin no tarda en
reducido únicamente, por los derrumbes, volver a detenerse. Masculla una maldición
al gran salón, las cocinas y un par más de antes de mover la antorcha hacia delante.
estancias sin identificar. Encuentran las
—Mirad, ahí.
escaleras de descenso en un agujero abierto
Cinco escalones por debajo les observan
en la pared. Una brisa caliente asciende por la fijamente los ojos sin vida de una calavera
abertura, arrastrando un olor a putrefacción enana. El esqueleto está sentado en el escalón,
aún más fuerte.
con la cabeza volcada hacia atrás y pertrechado
—Hay que bajar —susurra Nerai.
aún con sus armas y armadura, corroídas por
Hinas, que camina cerrando el grupo con el el paso del tiempo. Dos escalones más abajo,
arco en mano y el lanzapivotes montado a la otro cadáver enano yace bocabajo con la
espalda, ríe sin ganas.
cabeza separada del cuerpo. Hinas se acerca a
—Todos contábamos con ello.
inspeccionarlos.
El grupo accede al descenso. Los escalones
—Estos tienen menos años que lo de ahí
88 Anima Barda - Pulp Magazine
REGRESO A CAVERNAS PESCADORAS
arriba —dice el rastreador, inclinado sobre los
huesos. Se vuelve hacia sus compañeros—. Los
enanos murieron bastante después de que se
produjera el derrumbe. Cien años, al menos.
—¿Quedaron supervivientes? —pregunta
Calonte.
—Eso parece. O entraron por otra parte.
El caso es que intentaron bajar y algo se lo
impidió. —Hinas agarra la calavera suelta—.
Las heridas son de hojas afiladas.
—Eso explicaría el saqueo —dice Goslin.
—¿Qué? —Nerai parece ligeramente
desorientado.
—Si los enanos se mataron entre ellos y
además quedaron encerrados no fueron los
que vaciaron las cocinas de ollas y sartenes.
Entonces, ¿por qué no queda nada arriba? Lo
que mató a estos dos es lo mismo que saqueó el
gran salón, las cocinas y las pocas habitaciones
que no están cegadas.
Todos guardan un lúgubre silencio,
reflexionando sobre las implicaciones de lo que
acaba de decir Goslin.
—No debemos pararnos aquí mucho más
—interrumpe Hinas—. Estamos expuestos.
Continuemos.
Las escaleras parecen no acabar nunca. Una
veintena de escalones por debajo, vuelven a
encontrarse con tres cadáveres enanos. Los
últimos metros los recorren esquivando huesos,
calaveras y cascos oxidados. Lo que les espera
al final es un mar de muerte y podredumbre,
que cubre todo el suelo y hasta donde alcanza
la luz de las antorchas.
—Esto no me gusta —farfulla Nerai,
llevándose con pulso tembloroso el incienso a
la nariz—. Esto no me gusta nada.
Como si quisiera reafirmar el miedo del
piromante, un continuo golpeteo empieza a
arrancar ecos por toda la escalera, un tap, tap,
tap insistente y en crescendo.
—Pisadas —alerta Hinas, tensando su arco.
—Un montón de pisadas —añade Goslin,
agitando la antorcha en el aire y preparándose
para el combate.
Hinas suelta la cuerda del arco y un zumbido
recorre el aire. El chasquido del hierro al
penetrar en la carne y el cartílago seguido
de un aullido es el preámbulo de una marea
de criaturas grises y pequeñas, la mitad de
un hombre, de músculos fibrosos y delgados,
que caminan encorvados y portan toscas
armas hechas con restos de la utilería enana.
La nariz, cubierta en la punta de rosáceas
protuberancias, es desproporcionalmente
grande en relación con el resto de la cara,
cuyas facciones son una grotesca imitación de
los seres humanos, con los ojos cubiertos por
un velo blancuzco. Entran en el círculo de luz
de la antorcha correteando y dando alaridos.
El que ha sido alcanzado por la flecha de
Hinas se retuerce en el suelo, agarrándose la
garganta y pisoteado por sus compañeros.
—¡Hombres topo! —grita Goslin.
—¡Manteneos lo más unidos posible!
—ordena Hinas soltando otra flecha. El
proyectil se clava con fuerza en el pecho de
otro enemigo, que cae al suelo redondo.
Los hombres topo rodean al pequeño
grupo, gritando y blandiendo sus armas, y se
lanzan sobre ellos en cuanto han conseguido
cercarles. Únicamente van vestidos con
un taparrabos y sus armas son cuchillos de
cocina, dagas melladas, espadas rotas y lanzas
improvisadas, pero solo a un insensato se le
ocurriría subestimarlos. La marea gris y ciega
carga contra los aventureros, y es Goslin el
primero en lanzar un barrido de espada.
Anima Barda - Pulp Magazine 89
J.R. PLANA
—¡Nos vendría bien un poco de tu magia,
Nerai! —grita el aventurero rubio cercenando
gargantas y miembros por igual. La sangre
oscura y violácea de los hombres topo empapa
su espada.
—¡Están muy cerca! —Nerai ha
desenvainado una daga y mantiene un
violento forcejeo en el suelo con un hombre
topo, que trata de aplastarle la cabeza con un
trozo de madera cubierto de clavos.
El mandoble de Calonte vuela por encima
del mago, partiendo al hombre topo por la
mitad. El paladín causa estragos entre la masa
de enemigos, pues el metal corroído de los
hombres topo se quiebra ante la embestida de
su espada, y no tienen forma alguna de parar
los barridos del arma, que parte huesos como
si fueran un pastel.
—Tratemos de retroceder hasta el pie de la
escalera, allí al menos tendremos la espalda
cubierta —grita Hinas, que ha tenido que
desenvainar una espada para defenderse.
Los guerreros vuelven a formar una piña
compacta y van volviendo lentamente hasta
la escalera. Los hombres topo no cejan
en su empeño de ensartarlos a pesar de la
desmedida masacre que están provocando
en sus filas. Nerai consigue llegar al primer
escalón y asciende hasta poner cinco de
distancia entre él y los hombres topo. Los
otros tres permanecen al pie, manteniéndolos
a raya lo mejor que pueden. Goslin sangra por
una herida en la pierna y el casco de Calonte
ha parado una lanzada que de otra manera
le abría abierto al cabeza. Hinas, de puro
milagro, ha conseguido mantenerse indemne
hasta el momento.
El piromante respira agitado, rebuscando
en su túnica. Saca una bolsita parecida
90 Anima Barda - Pulp Magazine
a la que ha usado para abrir el agujero en el
derrumbe, solo que esta tiene un pequeño
cordel introducido en su abertura. Lo acerca
a la brasa de su incensario y el cordel empieza
a arder.
—¡Cubríos! —grita, arrojando la bolsa en
medio de los hombres topo.
Los tres mercenarios se agachan lo mejor que
pueden sin dejar de luchar. Una gran llamarada
brota de entre los hombres topo, calcinando
a todos los que se encuentran alrededor y
prendiendo fuego a los más alejados, que se
convierten en antorchas andantes. Calonte
maldice por la sorpresa de tan infernal
espectáculo.
Nerai repite la acción, sacando otra bolsita
de su ropa, arrojándola hacia otro lado. Pronto
las compactas filas de los hombres topo se han
convertido en un hormiguero en desbandada,
con decenas de ellos gritando de dolor mientras
les consumen las llamas. El pánico cunde en el
enemigo, el aire se llena de un nauseabundo olor
a quemado y la caverna queda iluminada por
el violento fuego. Los guerreros no tienen más
que acuchillar a diestro y siniestro, rematando a
las desorganizadas tropas de los hombres topo.
Pronto estos se baten en retirada, arrastrando
con ellos las llamas de Nerai. Los cuatro
aventureros se encuentran por fin solos, en
una sala llena de cadáveres ardientes y restos
cercenados.
Los tres felicitan animados al piromante, que
ha salvado el día. Su magia les ha evitado, sino
la muerte, al menos un buen puñado de feas
heridas. Los ánimos se vienen arriba, confiados
en las habilidades de su poderoso líder.
—Pobres desgraciados, nunca sabrán qué se
les vino encima —dice Calonte, riendo con
ganas.
REGRESO A CAVERNAS PESCADORAS
Nerai, sin embargo, no está todo lo feliz que
cabría esperar. Han vencido a un enemigo,
sí, pero a uno muy inferior al que realmente
han venido a buscar, y aún así se han visto
en un aprieto. El mago empieza a pensar si
no sería mejor darse la vuelta ahora, cuando
todavía están a tiempo y lo que duerme en las
profundidades de Cavernas Pescadoras no ha
sido despertado.
Los tres le miran acusatoriamente y con
actitud beligerante. El mago, acorralado,
tartamudea sin arrancarse a decir nada. Al final
suspira y deja caer la cabeza, apesadumbrado.
—Lo siento, muchachos. No os he contado
todo.
—No me gusta como empieza esto… —
dice Goslin.
—Cavernas Pescadoras no cayó por una
revuelta enana.
***
—Eso ya me lo temía —murmura Hinas—.
No me imaginaba a los enanos destrozando
—¿Qué diantres es ese olor? —Goslin su propia fortaleza.
olisquea el aire con expresión de profundo
Nerai se lo habría contado, se lo habría
desagrado—. ¿Son esos endemoniados hongos contado todo a todos, dándoles las
mutados?
explicaciones que fueran necesarias, porque
Las setas azuladas y brillantes están por en el fondo es un buen hombre que sabe
doquier, creciendo de la roca viva y las paredes que los ha llevado en una misión casi suicida
poco labradas. Las hay de todos los tamaños, sin su pleno consentimiento. Pero no puede.
algunas cabrían en un puño y otras son más Como si mencionar al Diablo fuera suficiente
altas que el propio Calonte. Su resplandor azul para que este aparezca, un rugido atronador
baña la caverna con una siniestra tonalidad que y gutural les llega de todas partes. Sus rostros
hace innecesarias las antorchas.
mudan del enfado al desconcierto, y quizá al
—No, he visto hongos parecidos en las cuevas terror. No hay preguntas al aire, ni miradas
del norte, más pequeños pero de la misma clase, perplejas, un segundo rugido seguido del
y nunca olían así —explica Hinas, acercándose temblor continuado de la tierra es todo lo
a las setas y mirándolas bien de cerca.
que necesitan para saber que algo no marcha
—Esto es muy siniestro —balbucea bien.
Calonte—. ¿Dónde nos has traído, mago?
La caverna aún sin labrar donde han
¿Qué estamos buscando aquí? Estamos ya encontrado los hongos luminiscentes es
bastante por debajo.
enorme. Así lo pueden comprobar cuando
Nerai se revuelve incómodo.
ven aparecer por una abertura del fondo, a la
—Tenemos que explorar todo lo que podamos luz azulada de las setas, la enorme mole de
—dice, sin sonar muy convencido de sí mismo. una bestia olvidada. Se trata de un lagarto,
—Estos niveles son muy inferiores, lo suyo un lagarto gigante de seis patas que llora
sería asegurar primero lo de arriba y esperar a sangre. Su cuerpo tiene la columna vertebral
más gente —interviene Hinas con expresión al aire y se encuentra en permanente estado
seria—. Dinos la verdad, Nerai, ¿qué hacemos de descomposición, como si de un cadáver
tan abajo?
resucitado se tratara. La criatura ruge una vez
Anima Barda - Pulp Magazine 91
J.R. PLANA
más, provocando un estremecimiento en las
paredes y en los cuatro aventureros.
—Santa Deidad, ¿qué es eso? —exclama
Calonte entre dientes.
—Lo siento mucho, lo siento, lo siento.
Perdonadme —susurra Nerai, aterrado.
Secretamente ha guardado la esperanza de
que la bestia estuviera muerta o desaparecida,
y, hasta el mismo momento en el que la ha
visto surgir por el fondo de la cueva, no se ha
hecho a la idea de la enorme estupidez que
es ir en su busca. Su juventud y arrojo le han
llevado a subestimar la amenaza y cometer
una imprudencia.
—De nada nos sirve ahora —gruñe
Hinas, guardando su arco y echando mano
de la imponente ballesta lanzapivotes—.
Dispersaos, distraedle, intentaré dejarle
incapacitado. Huir no servirá de nada, nos
alcanzará. Conoce estas cuevas mejor que
nosotros.
—Yo… no pienso hacer de cebo —dice
Goslin perdiendo toda compostura.
—Tú harás lo que yo te diga si quieres vivir,
¡vamos! —Hinas se hace con el mando y le
da un empujón—. Corred entre los hongos,
escondeos tras ello y atraed su atención
haciendo todo el ruido que podáis. Que no se
fije mucho tiempo en ninguno, tenemos que
ir alternándonos, ¿entendido?
Calonte y Nerai asienten. El paladín
sostiene con firmeza su mandoble.
—¡Venga! —Hinas ha cargado un pivote
de afilada punta y tan largo como su brazo.
Con el arma entre las manos, echa a correr
hacia un lateral.
Goslin le imita, titubeante, yendo en la
dirección contraria. Nerai se queda clavado
en el sitio, junto a Calonte, abriendo la boca
92 Anima Barda - Pulp Magazine
como un pececillo.
—Vamos, muchacho, ¡muévete! No te quedes
ahí pasmado —le insta Calonte. El lagarto
fija sus ensangrentados ojos en ellos y avanza
a la carrera, rugiendo y arrancando hongos
de cuajo—. ¡Vamos, quítate! —Nerai no se
mueve. Calonte toma la iniciativa y se aleja del
piromante agitando la espada al aire—. ¡Eh,
eh! ¡Aquí, pedazo de lagartija! ¡Ven aquí si te
atreves!
La bestia olvidada responde a la provocación
variando el rumbo hacia Calonte, que echa a
correr en zigzag. La criatura trata de aplastarle
con las dos patas delanteras. Hinas aprovecha el
instante para apuntar y disparar el letal virote.
Este entra por debajo del ojo de la criatura,
pero sin clavarse con demasiada profundidad.
El intento de cegarla pone furiosa a la bestia,
que se alza sobre sus cuartos traseros y golpea
el techo de la cueva con un rugido. Calonte,
envalentonado, aprovecha para echarse sobre
ella y cortarle un dedo de las patas que están en
el aire con un brutal mandoblazo.
—¡Calonte, sal de ahí! ¡Sal! —grita Hinas.
El lagarto se encrespa de nuevo, furioso
por la osadía del paladín, y le acosa lanzando
zarpazos al aire con las cuatro patas de delante.
Calonte ruge con arrojo, hiriendo con violentos
tajos a su enemigo cada vez que pone una
pata a su alcance. Y entonces ocurre lo que
Hinas estaba temiendo. El paladín se mueve
demasiado lento y el lagarto muy rápido, y sus
afiladas y purulentas garras arrancan de cuajo
la espada y el brazo derecho del paladín, que se
queda paralizado en el sitio por la violencia de
la acometida. Nadie tiene tiempo de chillar ni
llamar su atención, la bestia atrapa al paladín
por la cabeza, aplastándola contra el suelo. Su
cuerpo se convierte en un pelele desmadejado
REGRESO A CAVERNAS PESCADORAS
con una mancha sanguinolenta por cabeza.
Hinas vocifera, furioso, y malgasta otro
pivote disparándolo con rabia contra el rostro
de la criatura. Esta vez el lagarto lo ve venir y
se aparta a tiempo. Se lanzá detrás del arquero,
exultante con su truculenta victoria contra el
paladín.
—¡Goslin, es el momento! —grita Hinas
echando a correr.
El mercenario, que ha asistido paralizado
en un rincón a la muerte de su compañero,
tarda unos instantes en reaccionar. Sale de
detrás de un hongo y agita al aire su espada
y su antorcha, dando gritos. Está más cerca
del lagarto que Hinas, pero aun así la bestia
no centra su atención en él, se ha encaprichado
de su compañero, que a duras penas consigue
esquivar las brutales acometidas. Nerai, por su
parte, está totalmente desaparecido.
La criatura juega al gato y al ratón con Hinas,
cercándole lentamente contra la pared de la
roca. Incluso parece tener dibujada en su reptil
cabeza una sonrisa de satisfacción. El arquero
se ve agobiado, sabe que su tiempo se acaba.
Pero no hay lugar para más reflexiones, la bestia
olvidada, cansada de la persecución, realiza dos
barridos con sus patas delanteras que arrancan
del suelo todo el bosque de hongos y a Hinas
con él. El rastreador se estrella contra las rocas
y cae sepultado bajo una lluvia de setas azules.
El lagarto sisea de placer y se vuelve contra
Goslin, que repentinamente ha enmudecido
de terror.
El mercenario es una solitaria figura en mitad
de un mar de tocones de hongo, sosteniendo
la antorcha en una mano y la espada en la
otra. Los ojos del lagarto le miran fijamente,
con un una inteligencia salvaje y ancestral,
impropia de un animal. Por un instante, Goslin
cree que puede haber una oportunidad, que
puede sobrevivir si sabe jugar sus cartas. Pero
entonces el lagarto echa para atrás la cabeza
y, abriendo mucho la boca, exhala sobre todo
lo que hay delante su aliento, una niebla
verduzca y pesada que cae y se extiende como
una cascada. Inmediatamente, Goslin suelta
sus armas y se lleva las manos a la garganta.
El rostro se le congestiona y las venas se le
hinchan en el cuello. Entre espasmos, el
mercenario cae al suelo con la piel morada y
los ojos desorbitados, y un reguero de sangre
se extiende desde su boca y sus orificios
nasales.
El lagarto vuelve a sisear, contento con su
rápida victoria, y busca al cuarto componente
del grupo, que ha desaparecido de la sala de
los hongos.
***
Nerai sube los escalones de dos en dos y
prácticamente a oscuras, con la poca luz que
le provee el incensario, cuyas brasas aviva
insistentemente. Le ha podido la presión, le
ha podido el miedo, ha fracasado en su misión,
y aunque se avergüenza por ello y se maldice
mil veces, el terror es mucho más fuerte.
Intenta ascender por las escaleras que
llevan al primer nivel, el largo trecho donde
ha tenido lugar la batalla con los hombres
topo. El suelo estaba lleno de sangre y ceniza,
lo que le ha ensuciado las botas y ahora le
hace resbalar y tropezarse. Un escalón cuyo
borde está desgastado por el tiempo es el
culpable de hacerle perder pie y caer de bruces
en la escalera, aullando de dolor. Por suerte,
consigue agarrarse antes de rodar escaleras
abajo o precipitarse al vacío que se extiende
Anima Barda - Pulp Magazine 93
J.R. PLANA
a los lados.
El piromante se lleva las manos a la pierna,
donde siente un dolor punzante que le inunda
la extremidad. Todo el peso del golpe ha
ido a parar en esa pierna, que ha impactado
contra el borde del escalón. Apenas la roza y
el dolor se hace aún más intenso. Es incapaz
de levantarse.
La certeza de que está perdido le invade
un instante antes de sentir el temblor de
las pisadas. El terror y la adrenalina le dan
fuerzas para volver a ponerse de pie, pero nada
más intentarlo vuelve a caer al suelo entre
gemidos de dolor, incapaz de sujetarse sobre
esa pierna. Gruesos lagrimones le resbalan
por las mejillas. La desesperación se adueña
de sus sentidos y se arrastra lastimosamente
escaleras arriba. La bestia olvidada bufa de
alegría desde el suelo. Ha visto a su enemigo,
un bocado sabroso e indefenso.
El lagarto se aproxima lentamente. Nerai,
impotente, se revuelve, intentando huir,
pero apenas avanza en comparación con las
largas zancadas de las seis patas del reptil.
Este se detiene a unos metros, al alcance de
una dentellada si se estira, y contempla con
deleite a Nerai. Sus ojos malignos y astutos
se recrean en la desesperanza del mago un
segundo antes de inhalar y expulsar sobre
él su aliento venenoso, que cubre la escalera,
derramándose por los lados.
Pero entonces, cuando Nerai debería
empezar a retorcerse en un océano de
dolores letales, el mago agita el incensario
con violencia delante de él y aspira sus
vapores con avidez. El aliento venenoso le
alcanza y pasa por encima, pero él permanece
indemne, jadeando con nerviosismo y
temiendo empezar a sentir en los pulmones
94 Anima Barda - Pulp Magazine
las características punzadas de la asfixia. Nada
ocurre, los vapores letales se desvanecen y
Nerai sigue en el sitio, mirando con terror a la
bestia, la cual se muestra desconcertada ante un
enemigo que resiste su más poderosa arma.
Como quien no acierta a entender donde
se encuentra el error y vuelve a probar una y
otra vez, el lagarto exhala su aliento de nuevo
sobre el piromante, que una vez más respira
del incensario y sobrevive al ataque. El reptil
ruge de furia, y aporrea la escalera con sus seis
patas, provocando que algunas piedras caigan
del techo y un tramo de escalera se agriete y
desmorone. Un zumbido, un chasquido y la
bestia grita de dolor.
Al otro lado de la cueva, manteniéndose en
pie a duras penas, se encuentra Hinas, lleno
de sangre y polvo, que recarga su lanzapivotes
con fiera determinación mientras dirige una
mirada desafiante al monstruo. El pivote se ha
clavado esta vez en la unión de la mandíbula y
el cuello, una herida que puede resultar fatal.
El lagarto, rabiando de dolor, se abalanza sobre
Hinas, que tiene tiempo de disparar un nuevo
proyectil contra el cuello del monstruo antes de
que este le aplaste contra la pared de roca. Hinas
se convierte en un manchurrón de vísceras y
pelo en la piedra, y el monstruo se gira hacia
Nerai, decidido a terminar con aquella molesta
invasión.
Se lanza a la carrera, con el cuello corrupto
chorreando sangre y las seis patas resbalando
en los cuerpos de los mutilados hombres topo.
Nerai, cuya resistencia al veneno de la bestia ha
reavivado su valor, inhala una última vaharada
de incienso y lleva una mano a sus ropas. De
ahí saca otra bolsa con cordel, esta vez más
grande que las anteriores, y sin perder tiempo
la prende en el colgante y la arroja sobre los
REGRESO A CAVERNAS PESCADORAS
escalones que hay bajo él. La bolsa revienta con
una poderosa explosión, que hace vibrar la cueva
y volar por los aires varios escalones, dejando
la estructura seriamente dañada. La bestia
no parece mostrar miedo ante el repentino
despliegue de poder, y continúa su vertiginoso
y salvaje ascenso. Cuando sus patas se apoyan
sobre el primer tramo de las escaleras, estas
emiten un profundo crujido y, con todo el peso
de la bestia encima, se quiebran y derrumban.
Se sucede un pandemónium de alaridos
guturales y rocas desmenuzándose, todo
envuelto en una nube de polvo que lo oculta
a la vista. Cuando se dispersa, la bestia se haya
atrapada entre las ruinas de la escalera enana,
incapaz de trepar hasta la posición de Nerai,
que la observa desde las alturas.
Con toda la calma de la que disponen sus
destrozados nervios, agarra una nueva bolsa
con cordel, la prende y, sin más miramientos,
la arroja a la garganta del lagarto, que se haya
revolviéndose y rugiendo mientras exhala
vapores venenosos en todas direcciones. La
inofensiva bolsita cae en las fauces abiertas de la
criatura y desaparece en su garganta sin mayor
repercusión. El reptil continúa agitándose,
queriendo alcanzar con las patas libres al
piromante, que lo contempla desafiante. Un
instante más y un estallido hace reventar el
cuello y parte del torso de la bestia, esparciendo
sus descompuestos restos y vísceras por toda
la caverna. La cabeza se desprende, inerte,
y cae rodando por los restos de escalera,
precipitándose a las sombras que pueblan los
laterales. El maltrecho cuerpo se desploma
sobre la piedra, desprovisto de toda vida.
Nerai se derrumba. No puede evitar las
lágrimas de alivio. Lágrimas de alivio, y también
de dolor, al pensar en los tres hombres que
ha arrastrado a una muerte injusta. Pero el
sentimiento dura solo unos instantes, lo justo
para dar salida a la rabia, la desesperación y el
cúmulo de sentimientos que lo ha mantenido
al borde de la locura las últimas horas. Se
seca las lágrimas y recupera su compostura.
Ha cumplido su misión, ha cumplido las
órdenes del Conde. Esto era solo una parte
del plan, la más arriesgada sin duda, pero
solo una pequeña porción de lo que ahora
quedaba por delante. Riquezas y fama les
aguardan en las profundidades de Cavernas
Pescadoras. Goslin, Hinas, Calonte… pobres
desgraciados, que descansen en paz. Pero ellos
eran solo nimias piezas del tablero, peones
prescindibles para una causa mayor. Con la
fortaleza liberada de su maligno ocupante,
nada les impediría ahora a él y al Conde
hacerse con todo el poder olvidado en su
interior, un poder que les permitiría financiar
sus ambiciosos planes de futuro... Entre los
que se incluía el asesinato de un rey y la toma
de un trono.
Y así, con visiones de dominio y esplendor
en su cabeza, Nerai inició el doloroso ascenso
a la superficie, arrastrando su pierna herida
por las polvorientas y mohosas piedras de
Ngitkarkor, la última fortaleza enana.
Anima Barda - Pulp Magazine 95
MANUEL SANTAMARÍA
Pikachulipsis
por Manuel Santamaría
23 de julio de 2012.
a euforia no tenía medida en el observatorio espacial Peter Corbeau. Hace unos meses un
puñado de jóvenes científicos, conocidos en el mundillo como los Poke-observadores, por
la devoción que profesaban a la creación de Satoshi Tajiri, descubrieron un pliegue espacial
entre nuestra órbita y Marte. Ya esto de por sí les hubiera valido el Nobel, pero claro, un grupo
de frikis que se han criado tragándose todos los episodios de Star Trek, Star Wars y Firefly no
iban a dejar pasar la oportunidad de
traspasar la “próxima frontera”, por
lo que prepararon una sonda espacial
de doble función, por un lado era
un transmisor de datos y por otro
una cápsula cargada con imágenes y
grabaciones de nuestra cultura, por
si se daba el caso de que cayera en
manos de una especie inteligente.
Cualquier comunidad científica
hubiera mandado lo típico: el
hombre de Vitruvio, Vivaldi,
Mozart, vídeos de los avances más
significativos de nuestra cultura…
pero ellos no. Alardearon de que solo
su dedicación plena a la astronomía
había dado los resultados deseados,
que ya estaba bien de tanto padre
moralista juzgando a entidades que
no podían concebir. Ellos lo habían
logrado y las cosas se harían a su
L
manera.
Si esta charla hubiera sido en privado, algún general de la NASA los hubiera puesto rápidamente
en su lugar, pero claro, si lo hacen en una sala con cincuenta ordenadores conectados en directo
96 Anima Barda - Pulp Magazine
PIKACHULIPSIS
a todos los raritos del mundo mediante blogs,
chats, facebooks… pues claro por muy “Clint
Eastwood en el Sargento de Hierro” que seas,
sonríes como un idiota y dices que sí, no vaya
a ser que alguno de los enchaquetados de
Washington pierda votos y te trasladen a una
base en Irak a la que casualmente se le ha
estropeado el aire acondicionado.
Concluyendo, todo se hizo como ellos
querían: se preparó la sonda y en la cápsula
se introdujeron las primeras temporadas de
Pokémon, canciones de Metallica, Manowar,
una copia en varios idiomas del Señor de los
Anillos y comics variados de Marvel, DC,
Walking Dead, Dragon Ball… El 19 de
septiembre de 2011, tras un año de investigación
y preparación, la “Kasumi” se sumergía en la
puerta hacia lo desconocido.
31 de octubre de 2013.
En todos los observatorios astronómicos
detectaron el “blip”, una lluvia de asteroides
se dirigía a la tierra desde el pliegue, cientos
de ellos. El presidente convocó una reunión
de urgencia.
A la mañana siguiente, en la salas de
reuniones de la NASA se encontraban la
“crème de la crème”: los “Poke-observadores”,
el general Tadeus Talbot, que aún les tenía
muchas ganas por la jugada de las video
conferencias, Stephen Hawking, Sheldom
Cooper, astronautas galardonados como
John Jameson y muchos otros que llenarían
las páginas de revistas científicas y militares
durante un año.
Los primeros en tomar la palabra fueron
los científicos:
—Según nuestras conclusiones, no nos
20 de enero de 2013.
hemos de preocupar, por la exploración
Se recibía la primera transmisión de la realizada los meteoritos tienen un diámetro
“Kasumi”. Ya de por si esto hubiera valido de un metro y medio. Seguramente un
otro Nobel, pues se demostraba la doble enjambre de ellos pasó cerca del pliegue, han
direccionalidad de los pliegues. Pero, además, de ser muy comunes en una galaxia de esa
los datos no tenían precio, hubieran supuesto naturaleza. Pero al llegar a nuestra atmosfera
trabajo para cientos de científicos durante se quemarán. Pese a su número, lo que importa
décadas. Mostraban una galaxia de naturaleza en estas circunstancias es el tamaño.
silícica y no carbónica, había varios planetas
—¡Y una mierda el fenómeno común! Es
rodeados de un aire arenoso, y, si estaban un ataque en toda regla, podéis decir lo que
habitados, todas las teorías evolutivas se queráis, no soy científico, pero una piedra es
tambalearían, la necesidad de agua para la una piedra, solo hay que pasear por la playa y
aparición de vida pasaría a ser un factor sin ver que no hay dos iguales, aquí tenemos una
importancia… para llegar a esa conclusión formación perfecta.
se necesitarían muchísimas jornadas de
Cuando Talbot terminó de hablar solo
interpretaciones de estadísticas, ecuaciones recibió risas cínicas del resto de la sala, estaba
de probabilidad, análisis de densidades… por en clara desventaja, un militar entre tantas
desgracia no fueron necesarios.
mentes privilegiadas no tenía nada que hacer.
Por edad podía ser el padre de varios de ellos.
Conocía a esta generación, la había sufrido
Anima Barda - Pulp Magazine 97
MANUEL SANTAMARÍA
en su casa hasta el día que el gótico de su hijo
decidió abandonarlos, no conocían el respeto
a la autoridad. Con la mayor dignidad que
pudo, se levantó y se retiró de la sala, no sin
antes dirigir una mirada melancólica a las
barras y estrellas que presidían la estancia.
Estaba anticuado, para muchos solo se trataba
de un trapo, él había perdido un brazo en la
guerra del Golfo por defenderla.
estaban saturados: solo se escuchaban quejidos,
un olor acre como cuando te taladran una
muela saturaba el aire, solo que no eran muelas,
eran la mezcla de cemento y carne quemada.
Solo duró un minuto, lo suficiente para que
las ciudades más importantes de los Estados
Unidos fueran declaradas zona catastrófica.
En el barrio de Royal Oak, en lo que
quedaba de una casa, se abrió la puerta de un
refugio antinuclear, tosiendo por el polvo en
2 de noviembre de 2013.
suspensión, la figura de un fornido hombre
Todos los informativos del planeta se manco se recortaba en el aire. No pensó en él,
hicieron eco: una hermosa lluvia de estrellas no estaba educado para ello, rápidamente salió
tendría lugar sobre las 23:00, el punto de a ayudar a los que encontraba.
máximo esplendor correspondería a la costa
—¡Joder, si es que lo sabía! ¡No era normal! Si
oeste de los EEUU. La previsión del tiempo es que esto tenía que pasar, a quién se le ocurre,
era favorable, así que rápidamente muchos se lo dije siempre, los frikis destruirán la tierra,
decidieron a pasar la noche al aire libre. Este deberían haberme permitido bombardear las
fenómeno también fue aprovechado por los Comic Con en cuanto estaban llenas, con
vendedores ambulantes para sacar tajada.
lo fácil que hubiera sido. Se celebraba una
Los alcaldes de las ciudades más próximas convención en cada ciudad importante del
decidieron dejar las luces al mínimo necesario, mundo el mismo día, ¿la excusa? ¡Yo que sé!
toda la costa era un sector de sombras, una El puto cumpleaños de Stan Lee, el día que
sala de cine para disfrutar de un espectáculo Byrne le cambió el peinado a la mujer invisible,
que nunca olvidarían… en esa parte al menos, cuando Toriyama casó a Goku… cualquiera era
los científicos tenían razón.
bueno, a esa panda le ponías un comic gratis
A las 22:30 empezaron a verse los primeros y se lanzaban en picado. Como decía, se les
puntos en el cielo, minutos más tarde todo eran congregaba y en el momento álgido un par de
gritos, las formas se definían perfectamente misiles, bien repartidos, menos chupópteros en
sobre el firmamento, no se estaban quemando. las listas de desempleo y ahora nos iría mejor.
Una lluvia de meteoritos asoló la costa Qué pena que tanto político incompetente no
oeste, derribando edificios, atravesando quisiera verlo, si es que son la misma calaña. La
hospitales, ni el cemento, ni el metal los gente suspira por ser gobernada por machos de
frenaban. Los edificios salían ardiendo a verdad, por militares ejemplares de pelo corto
causa de la fricción que acumulaban. Al y mirada de hierro, la gente adoraba a Clint
impactar en la tierra proyectaban trozos de Eastwood, la gente no quiere que los gobierne
asfalto como si fueran granadas de mano. Las cosplayeros. Si nos lo hubieran permitido ahora
cañerías rotas despedían vapor achicharrando no estaríamos así.
a los espectadores. Cuando acabó, los sentidos
Toda esta parrafada la lanzaba, más para
98 Anima Barda - Pulp Magazine
PIKACHULIPSIS
calmar a sus conocidos que verdaderamente
maldiciendo a la comisión astronómica.
—Señor Talbot mire esto. —El que le
llamaba era el chico de los Rogers, un chaval
con pocas luces, su mayor aspiración era ser
dependiente en una gasolinera, pero era noble
y bien mandado, si sus padres no hubieran sido
tan blandos podría haber hecho de él un buen
soldado.
—¡Pero qué cojones! Yo tenía la razón,
malditos trekkies de mierda.
En los cráteres que había por la calle se
observaba como ninguno de los meteoros se
había roto con el impacto, ya no desprendían
calor y dejaban ver su forma perfectamente
pulida.
—Si esto no es un arma yo soy comunista.
—Mire señor Talbot, hace algo. —Rogers
no dominaba más de cien palabras estando
tranquilo, ahora su vocabulario se quedaba a la
altura de un niño de diez años.
El estilizado proyectil, ya que ahora no cabía
duda de su función, empezó a resquebrajarse,
desprendiendo una nubecilla de vapor. Al
disiparse, los supervivientes pudieron ver como
una rechoncha criatura amarilla, con mofletes
rojos, la punta de las orejas oscuras y una cola
en forma de rayo, dormitaba hecha un ovillo.
—Por las barbas de Bin Laden, ¿qué es esta
rata mutante?
—¡Y mire! Tiene una tiara como Wonder
Woman.
—Pues este otro la capucha de Batman… la
estrella del Capitán América…
Un pitido surgió de la mitad de la cápsula y
los Pikachus se desperezaron.
—Son monísimos,¿mami puedo quedármelo?
—dijo una hermosa niña de trenzas rubias.
Seguramente habría sido la ganadora de algún
concurso de belleza infantil.
—No lo sé hijaaaaaaargggggggggg... —
Una de las ridículas criaturas saltó sobre la
madre y, abriendo al máximo su mandíbula,
le arrancó un brazo.
Todos los Pikachus espaciales con símbolos
de superhéroes saltaron al unísono por las
ruinosas calles, mostrando sus afilados dientes
mientras destrozaban la frágil carne humana
al ridículo cantecillo de “pika-pika”.
Talbot pudo acabar con tres de ellas antes
de que le arrancaran la cabeza de cuajo. Los
Pikarnívoros avanzaban en una dirección
establecida, como una oleada de ratas rabiosas,
arrancando carne con sus finos dientes,
no se detenían en comerse a las víctimas,
simplemente mordían lo que pillaban
y dejaban a un amasijo desangrándose.
Su senda quedaba marcada por brazos
desgarrados, troncos cortados por la mitad…
lamentos, estertores y gritos de pánico eran
su banda sonora. Si la escena no fuera tan
ridícula se hablaría del apocalipsis. Una plaga
devoradora que se desplazaba hacia un mismo
punto, hacia el observatorio Peter Corbeau.
La vida es extraña, como una broma a
todo el trabajo de Darwin, muchas veces
los más aptos mueren y quedan los parias al
frente. Allí, parapetados tras las máquinas de
refrescos y golosina, todos los miembros de
los Poke-observadores se sentían como los
supervivientes de los comics de Kirkman.
—Chicos tenemos un problema, casi no
quedan M&M.
—Asómate a la ventana y sí que verás un
problema.
—¡Joder me recuerda a los pájaros de
Hitchocock!
Afuera del edificio, cientos de ridículos
Anima Barda - Pulp Magazine 99
MANUEL SANTAMARÍA
pikachus con elementos representativos de
superhéroes estaban concentrados, todos en
pie, con esos ridículos cachetes rojos brillando.
La imagen seria hilarante, si no fuera por la
sangre humana que goteaba de sus fauces.
Uno de ellos se dirigió a la entrada y abrió
totalmente las mandíbulas, la cabeza quedó
ciento ochenta grados abierta sobre la espalda
y, de donde un ser vivo tendría una tráquea,
brotó una lente que proyectó un holograma
de un humanoide rocoso.
—Compañeros, tenemos que salir, es un
mensaje.
—De eso nada, yo de aquí no me muevo.
—Venga, Ralph, si quisieran entrar ya
lo habrían hecho. ¿No creerás que estas
estanterías de aluminio iban a resistir más de
tres dentelladas?
Los Poke-observadores se dirigieron hacia
el transformado ser. Con aires ridículamente
ceremoniales, todos iban con la mano
haciendo el gesto universal de paz aprendido
de Star Trek.
—¡Saludos, somos una importante
representación terrestre!
Si el ente rocoso les hubiera dicho que era
el diablo en persona, no les hubiera producido
el shock que logró con sus palabras.
—Hola muchachos, soy Zolan III, el
vicerregente del imperio Xiliano. Encantado
de conoceros en imagen. ¿Os ha gustado
nuestro regalo? El vuestro fue genial.
—¿Regalo? —dijo uno del grupo con voz
balbuceante.
—Sí, vuestra magnífica recopilación de
las costumbres humanas. Aquí, en Xilon 3,
tenemos la costumbre de dar la condensación
de lo que se recibe. Así que pensé, viendo lo
que os gustan estas cosas ,en combinar esas
100 Anima Barda - Pulp Magazine
hermosas criaturas con los libritos de historia
que nos mandasteis.
—¿Costumbre? ¿Historia? ¡Idiota mucha
gente ha muerto por estos putos bichos!
—¿Muerto? Viendo como se repetían las
mutilaciones, pensamos que los terrícolas os
regenerabais como los habitantes de Sado-6.
La cámara giró en todas direcciones y el
extraterrestre pudo ver el daño que su presente
había causado.
—Bueno… Lo de los meteoritos ha sido un
error de cálculo, creímos que vuestra atmosfera
iba a ser tan densa como la nuestra y aterrizarían
suavemente. En fin vaya desorden que hemos
formado.
—¡¿Desorden?! ¡Has dejado a la nación más
poderosa del planeta arrasada!
—¿La más poderosa destruida por unos
meros copy-bots? ¿Por un juguete para niños?
Bueno, no era nuestra intención, pero como
dice el dicho Spartakiano: “Las oportunidades
están para aprovecharlas”. Preparaos para la
invasión y rendid pleitesía a vuestros nuevos
amos.
LA POLI ESTÁ JODIDA
LA POLI ESTÁ JODIDA
por Cris Miguel
M
e ofrezco yo. Mis compañeros ponen reparos. No es el mejor plan del mundo. No es el
mejor plan que se me haya ocurrido. Ni siquiera es un plan. Pero no hemos conseguido la
orden de registro. No hemos conseguido que ninguna de las chicas les denuncie, temerosas
de las amenazas, de las represalias. Así que mi objetivo es fisgonear, con la esperanza de llevarme
alguna prueba o encontrar algo donde pillarles. Desde dentro.
—Luce, no puedes ir sola, además eres una mujer, si te descubren…
—¿Quién me va a descubrir? —Me cruzo de brazos apoyándome en la pared de su minúsculo
despacho, hay un tipo sentado delante de su escritorio del que sólo veo el cogote—. Y que sea una
mujer… También lo hacen con hombres, ¿o estás diciendo que no sé defenderme?
Bromeo porque tiene razón. Los elementos están alineados para que salga mal. Eso en el
hipotético caso de que consigamos entrar.
—Irás con Marc. —Así que era eso lo que pintaba ese tío aquí. Se gira y me sonríe—. Ya sé
que no es de este distrito. Pero la misión lo requiere, afecta a toda la ciudad. Parece que se están
creyendo intocables y las desapariciones y las historias raras se multiplican independientemente
de la zona o del barrio.
Le doy la mano y le observo, analizándole. Tiene los ojos demasiado grandes para un hombre,
con largas pestañas y un azul muy intenso. No me aprieta fuerte pero sí decidido. No se levanta
para saludarme, como si le costara demasiado trabajo.
—Lucy, él ha conseguido invitaciones para la mansión.
Entrecierro los ojos y le miro con suspicacia.
—¿Cómo?
—Hay que conocer gente en todas partes… —Sonríe y yo sospecho aún más—. No me mires
así. Yo soy tu compañero, no tu enemigo. Digamos, que no todos ahí dentro son iguales. Hay
camareros, chicas de la limpieza… Resquicios.
—Luce —miro a mi jefe—, tiene un buen expediente, confía en él. Iréis como una pareja más, a
mirar, por curiosidad. Así os camuflaréis y no sospecharán de vosotros. Esta noche.
Asiento y salgo del despacho sin despedirme.
Me voy a casa para prepararme, para concienciarme, para relajarme… Pero sólo consigo ponerme
más nerviosa. Tengo en la mesa expuesto todo el material del caso. Las fotos, los cabecillas, las
chicas de las que han abusado, los chicos que no han querido declarar… ¿Cómo han llegado a
conseguir tanto poder? Y que nadie les denuncie… Chantaje, seguro. Hijos de puta. Traficar con
seres humanos. Lo peor es que les ampara la ley. Si nadie denuncia no hay delito, si declaran que
fueron por su propio pie, no hay delito… Si encontrase la manera de llegar al jefe, robar el material
Anima Barda - Pulp Magazine 101
CRIS MIGUEL
o grabar uno yo misma para desenmascarar
esa jodida mansión de la depravación.
Obvio que no se queda ahí, tengo dudas de
si distribuirá el material, pero lo que es seguro
que hace es traficar también con drogas.
Sino la gente no sería capaz de hacer lo que
suponemos que hace. Y aquí ya nos metemos
en las mafias. Como los odio. Ojalá pudiera
pegarles un tiro y se acabó.
Voy a pensar en algo más terrenal y factible
como qué me pongo. Al lado del armario
tengo una vitrina de madera con la escopeta
de mi padre, otras tienen joyeros o perfumes.
Cómo van vestidas las mujeres que van allí
a disfrutar, libres, con sus hombres o solas,
adineradas y con cuestionables inclinaciones
sexuales.
Me dedico a prepararme. Me ducho, me
depilo por lo que pueda pasar. Me hidrato, me
aliso el pelo y me maquillo. Así no parezco
una poli, por lo menos una de verdad, una de
la tele sí. Me vibra el móvil mientras me estoy
dando el rímel.
“No vayas armada, es una toma de contacto,
si todo va bien volveremos. Ya salgo, estas
lista?”.
Que no vaya armada… No me seduce la idea
de ir con un tipo que casi no conozco a la cuna
de una organización sexual. Pero le hago caso.
Me quito las cuchillas de los ligueros, sólo me
dejo una. Mujer prevenida vale por dos. Me
quito las botas en las que cuidadosamente
había dispuesto una Sig Sauer p230, en cada
una. Y me siento desnuda. Pero antes de
que pueda pensarlo en profundidad suena el
timbre. Cojo el abrigo y salgo.
Marc está muy elegante. Aunque ha optado
por unos vaqueros, estos son, eso sí, de marca,
para aparentar más confianza, supongo.
102 Anima Barda - Pulp Magazine
Como diciendo: “yo vengo aquí todos los días”.
—Estás… guapísima.
—La magia del maquillaje —contesto, cínica.
—Tienes una buena base, de todas maneras.
—Me indica con la mano que suba al coche y
es lo que hago.
Me abrocho el cinturón y respiro hondo.
—¿Nerviosa? —dice acelerando por la
avenida.
—Estaría loca si no lo estuviera, ¿no? —
Le miro mientras conduce. Lleva una camisa
blanca donde puedes intuir los pectorales y
encima una americana marrón de género.
—Bueno, sólo vamos a observar. Allí se
respeta la privacidad, no nos harán preguntas.
Así que no te preocupes.
Sus palabras no me relajan. Me siento
demasiado apretada. Al final he optado por un
básico, un vestido negro ajustado con escote
cuadrado, por donde asoman mis pechos…
Voy de putón.
—Aquí es.
Llevamos casi veinte minutos en el coche.
Hemos salido de la ciudad y entrado en una
zona residencial, con jardines más grandes
que los metros construidos. Opulencia. Un
asistente enguantado me ayuda a bajar del
coche. Y después lo rodea para aparcarlo en un
lugar más propicio y sofisticado que la puerta
de entrada.
—Me siento fuera de lugar —susurro a Marc.
—Yo soy tu lugar. —Me agarra por la cintura
para reafirmar sus palabras y me sorprende su
contacto.
Hay guardaespaldas o agentes de seguridad
en cada puerta que atravesamos, siempre
en parejas. ¿Cuándo fue la última vez que
un hombre me agarró así? Gilipollas. Lucy,
céntrate. Observa.
LA POLI ESTÁ JODIDA
—Las invitaciones de los señores —nos pide
un joven, pulcramente uniformado.
Marc se las ofrece. Nos mira de arriba abajo.
Hasta que decide apartarse y nos señala unas
escaleras.
—Disfruten.
Bajamos las escaleras y me agarro al brazo
que me tiende Marc. Odio los tacones. Es lo
más incómodo del mundo. Estilizan la figura,
son preciosos, pero los odio.
Todo está en semipenumbra. “Es la casa
de un particular”, me repito una y otra vez,
porque la estancia es enorme y parece más un
local cool que una mansión. A la izquierda hay
una barra, un bar, y en el centro de la sala hay
una gran tarima con una barra americana. El
resto de la sala lo forman numerosas puertas
hasta completa una U gigante. Puertas a veces
acompañadas por un cristal donde la gente mira
o cuidadosamente tapado con cortinas negras.
—Luce, estás fija. Relájate. Sospecharán —
me susurra Marc—. ¿Qué quieres tomar?
—Un whisky con hielo —digo, superada por
la estampa.
—Eres una chica… Te pediré un gintonic,
¿de acuerdo?
—Entonces, para qué preguntas. —Arqueo
la ceja. Sonríe de medio lado y me da un beso
en la mejilla.
—Las apariencias —me susurra antes de
separarse e ir hacia la barra.
Pego la espalda a una columna cercana.
Puesta a propósito, para apoyarme y ocultar
mi vergüenza. Vergüenza que se convierte en
aversión cuando veo a una mujer llevada con
un collar, cual perro doméstico. Única prenda
junto a sus botas negras de tacón. Atan la correa
a la barra americana y la hacen arrodillarse. El
hombre que la sujetaba es alto y corpulento, y
tiene esbirro grabado en su frente. La coge la
cara entre sus manos. Ella está resignada, como
si estuviera acostumbrada a ese espectáculo a
diario. A lo mejor lo estaba. La retira el pelo
rubio de la cara y la da un beso en la boca.
La rodea para bajarse de la tarima y la da un
cachete en el culo en pompa. Tengo ganas de
vomitar. No entiendo cómo hay gente que se
excite con esto. Enfermos.
—Compañera, tienes cara de asco. —Marc
me tiende el vaso.
—¿Qué cara quieres que tenga?
—Venga vamos a dar una vuelta. A lo mejor
te gusta algo.
Le fulmino con la mirada. Entiendo que
intente quitar hierro al asunto. Pero no
funciona. Tengo todos mis sentidos centrados
en descubrir quién coño maneja esto. Y
discernir si la chica que está subida ahí está
obligada o lo hace con la libertad moral que
da el ganar dinero.
Un hombre de unos sesenta se acerca a ella
y la acaricia los pechos. Lo veo al pasar. Y
ralentizo el ritmo… Joder, qué asco. La está
chupando el costado y ella como respuesta se
gira para darle un primer plano de sus piernas
más abiertas.
Intento mantener la calma y mirar hacia
delante. Donde me lleva Marc agarrado a mi
cintura. Mi parte policía me impulsa a apartar
a ese tío y detenerle después de pegarle.
La otra parte sensata me dice que sólo está
disfrutando de su sexualidad, claro que si a
la chica la están obligando no hay nada de
libertad en este puto antro.
Me bebo la copa casi de un trago y los
hielos me dan en la nariz. Estamos de pie
delante de una de las puertas con cristalera.
La iluminación del sitio está muy estudiada,
Anima Barda - Pulp Magazine 103
CRIS MIGUEL
porque está semioscuro pero sin hacer daño a
la vista. Con la suficiente intimidad para que
en los rincones se escondan parejas. Como es
el caso. Si no hubiese sido por los gemidos
del hombre ni me habría fijado. La chica, o el
chico, no puedo verla porque está arrodillada
detrás de él, oculta entre el hombre y la pared.
—¿Y tú no tienes fantasías, Luce? —me
dice Marc alargando las palabras, meloso.
—No estarás pretendiendo con esa
pregunta que te las cuente, ¿verdad? —Se ríe.
—¡Qué graciosa! —dice, y me acerca más
al cristal—. Mira.
En el cuarto hay una pareja follando, no
se puede decir de otra forma. Eso es follar y
los susceptibles que se abstengan. El hombre
tiene atadas las manos y la chica le cabalga
violentamente. Me retiro del cristal. Y miro
a Marc.
—¿Qué, te va ese rollo? —le pregunto con
la intención de avergonzarle. Y consigo todo
lo contrario.
—Me encanta someterme a una mujer
poderosa —me dice, apartándome el pelo y
acariciándome el cuello.
Doy un paso atrás, por instinto y por
precaución. Un hombre trajeado interrumpe
nuestro duelo de miradas. Pasa al lado de
nosotros y se mete en la habitación que hemos
mirado. La curiosidad me puede.
—Niña, ve a lavarte. Y tú, te esperan en la
sala dos. Daos prisa.
Al salir el señor me pilla fija en ellos. Lleva
un traje que parece hecho a medida. Su tripa
es prominente y el pelo oscuro le empieza a
escasear. Tiene los ojos saltones y los labios
finos, lo que me provoca una sensación de
antipatía.
—¿Quieres usar la habitación con tu novio,
104 Anima Barda - Pulp Magazine
bonita? —Mira a Marc que está detrás de mí—.
Está disponible.
Me sonrojo y él se ríe y se aleja de nosotros.
Creo que le oigo susurrar un “mojigatos”. Así
que es uno de los jefes… Bueno, por lo menos
la noche no está perdida del todo.
Recorremos silenciosos ese extraño espacio.
Escatimamos en palabras porque el silencio
estricto no existe en este lugar. Hay música
ambiental sugerente, con poderosos graves de
violonchelo y piano. Y los gemidos sobresalen
del murmullo y de aquella música. Gemidos,
gritos y gruñidos. Esto tendría que ser ilegal,
pienso.
Cuando giramos veo al final del pasillo una
mujer hablar con dos chicas. La distinción de
las edades en la penumbra no puede ser muy
clara, pero algo en la porte, en la forma que
van vestidas y en cómo las dos chicas están
encogidas hace deducir que esa señora las está
regañando.
—¿Será la madame? —le pregunto bajito a
Marc.
—Esto no es una casa de putas —lo dice
demasiado alto, la mujer fija la vista en nosotros
y con un gesto de las manos echa a las chicas
del hueco de la pared.
Entonces no sé qué pasa, pero Marc está
metiéndome la lengua hasta el fondo de la boca
y estrechándome entre sus brazos. Yo forcejeo
pero él me coge la cabeza para impedir que me
aparte. Encima besa bien. Gilipollas.
—¿Qué haces? ¿Dónde está? —Ya no hay ni
rastro de la mujer. Estupendo.
—Nos ha oído, o lo ha intuido, así he
eliminado cualquier sospecha. Somos una
pareja más.
—Sí, y también has impedido que le veamos
la cara…
LA POLI ESTÁ JODIDA
—Pero te ha gustado, ¿a que sí? —bromea,
intentando quitar hierro al asunto una vez más.
Me limito a poner los ojos en blanco y
continuamos el recorrido por este particular
circo de las perversiones.
Llego a casa saturada y sorprendida por
todo lo que he visto. Por ese ambiente viciado
del sótano de esa casa. A gusto de volver a la
paz de mi casa y de mis sábanas. No hemos
conseguido demasiada información. Marc me
ha dicho de vuelta en el trayecto en coche que
lo suyo sería intentar infiltrarse, ir varias veces a
la semana, participar, para verlo desde dentro…
Yo no sé qué pensar, además de que tenemos
que consultárselo al sargento. ¿Participar?
Aunque participáramos, dudo que pudiéramos
obtener algún testimonio de las chicas o pillar
alguna conversación… Tengo dudas y malos
presentimientos. Odio este caso, odio no poder
llevarme a mi equipo, entrar ahí y detenerlos a
todos…
Al día siguiente, después de la reunión y dos
tazas de café, el sargento me dice que Marc
tiene razón. Que está en mi mano y que no
tengo que hacer nada que no quisiera.
Yo quiero llevarme a mis compañeros, no
acabo de confiar en Marc. Por muy bien que
bese y muchas recomendaciones que tenga. Pero
lo ha dicho mi jefe. Decidimos no ir esa noche
sino la siguiente. Porque dos días seguidos, de
repente causaría… no sé qué causaría.
De las invitaciones no nos tenemos que
preocupar. Nos dieron una al salir, para que
volvamos, para que repitamos, para que
probemos. Puta secta.
***
Estoy buscando al hombre de ojos saltones
en el ordenador. Cotejando las bases de datos,
los posibles delincuentes que coincidan con
su descripción, todas sus fotos… No hay ni
rastro. No me puedo creer que no esté fichado.
¡Menuda mierda! Por supuesto, se desconoce
la verdadera identidad del propietario de la
mansión. Y, después de haber ido otros tres
días más con Marc, y haber vuelto a ver a la
mujer que llamo madame, tampoco es posible
encontrarla.
—Luce, esto pinta fatal. Que no hayáis
encontrado ninguna prueba de esa gente…
—El sargento me ha llamado de nuevo a su
despacho.
—Necesito más tiempo. El otro día
me pareció ver un despacho. Bueno, no
exactamente un despacho, era más bien un
cuarto con trastos y…
—No es que no valore lo que hacéis —me
interrumpe—, pero yo también tengo jefes
que no quieren desperdiciar los recursos en
una investigación que no lleva a ningún sitio.
—¿No crees que si la paramos ahora, sí
que es desperdiciar recursos? Ya estamos en
marcha, somos una pareja más, podemos…
—Luce, sólo esta noche. Si no consigues
nada, algo de donde rascar… Cerraré el caso.
—¡No me jodas! —Voy hacia la puerta
hecha una furia.
—Luce. —Me giro y me fijo que la arruga
de su entrecejo se ha acentuado—. Aprovecha
el tiempo y ten cuidado.
Como si no tuviera presión y me sintiera
cómoda en ese lugar, encima es la última
noche. Me he puesto una falda corta con
liguero para sujetarme las medias. Y en la
parte de arriba una blusa que me resalta el
pecho, con un botón desabrochado más de la
cuenta. Estoy nerviosa, estoy tensa, estoy casi
rozando el histerismo.
—Nena, ¿por qué no te relajas? Al menos
Anima Barda - Pulp Magazine 105
CRIS MIGUEL
disfrutemos de nuestro último día juntos,
¿no? —Marc intenta calmarme mientras
conduce pero no surte ningún tipo de efecto.
Hemos conseguido aparentar que somos
una de esas parejas a las que les gusta mirar.
Nos hemos besado más veces para aparentar,
y luego en la comisaría cada uno ha seguido
su camino. Pero de información sólo tenemos
caras, rostros a los que no les acompaña
ningún dato, ninguna descripción. Nada que
facilite el arresto o la seguridad a las víctimas
de abusos que no querrían declarar por miedo
a las represalias. Represalias que no podemos
combatir porque no conocemos al verdadero
enemigo. Resoplo.
—Luce… Hazme caso. Está noche nos
separamos, cada uno por un lado. Tú busca la
habitación esa que dices y yo voy a intentar
hablar con una de las chicas, como si flirteara.
—¡Joder, Marc! Eso ya lo hemos hecho.
¿Por qué iba a salir bien hoy? Ninguna te ha
dicho nada…
No tenemos plan y pronto no tendremos
caso.
Nada más entrar vemos que la tarima está
ocupa por una pareja. La chica está agarrada
a la barra, agachada, haciendo casi un ángulo
recto perfecto con su cuerpo. Mientras, el
chico la embiste por detrás. Por supuesto, los
dos llevan cosas de cuero, arneses, brazaletes,
collares… Todo temático para hacer las
delicias de los espectadores que observan
morbosos.
Hoy hay más gente. Y me sorprende ver
tantas mujeres. Prejuicios, supongo.
—Cuanta más gente haya, más pasaremos
desapercibidos. Puede que tengamos una
oportunidad hoy —me dice Marc.
Yo asiento, embriagándome del lugar, del
106 Anima Barda - Pulp Magazine
olor, del humo, de la música, de los gemidos…
Nos dirigimos a la barra y Marc pide dos copas.
Me acomodo en un acolchado taburete de
cuero negro y miro el espectáculo. Esta vez nos
sirve un chico con el uniforme de costumbre,
sin camiseta. Ni rastro de las posibles amiguitas
de Marc. Empezamos bien.
El chico de la tarima da cachetes a la chica
en el culo, aunque más que cachetes son azotes.
No entiendo qué puede haber de placentero
en el dolor. Cuando me termino la copa, Marc
pone delante de mí una segunda. Se nos pasa el
tiempo sin hacer nada.
—Oye —me acerco a él para que me oiga—,
¿y si… les decimos que queremos participar?
—Pero si no estabas dispuesta.
—Ahora sí, a todo. Con tal de que no se
cierre la investigación. Así… —Una mujer que
podría ser nuestra madre me interrumpe para
pedirle fuego a Marc. Prosigo cuando se va
meneando las caderas más de lo necesario—.
Así sabríamos cómo funciona la rutina y si
tienen algún tipo de historial.
—Sinceramente, no creo que lo tengan…
Marc me contagia su desánimo. Es cierto.
¿De qué les serviría tener un historial? A no
ser que encontrásemos la contabilidad, es inútil
pensar que haya más documentos. Oh, sí, sería
fantástico. Fulanita de tal, rubia, veintiséis años
ha follado los lunes de este mes, ha sido atada
los miércoles y los viernes le ha comido la polla
a seis. Todo de forma involuntaria. Seguro que
esa información me está esperando por aquí…
—¿De qué te ríes?
—De nada. —Niego con la cabeza y me
apuro el vaso—. Voy al baño.
Los aseos están a la derecha de la U, en un
pasillo entre dos habitaciones que curiosamente
no tienen vidriera. Me miro en el espejo,
LA POLI ESTÁ JODIDA
parezco un putón. Por lo menos que sirva para
algo.
Salgo y me deslizo por el pasillo en dirección
opuesta a la barra donde me espera Marc.
Intento abrir la primera puerta. Nada. Cerrada.
Cuando me cruzo con gente finjo mirar al
interior de las habitaciones, pero la mayoría del
público está en la sala principal, disfrutando
del espectáculo. Continúo avanzando e intento
abrir la puerta de la izquierda, cerrada también.
Por aquí no huele tanto a humo, pero el
ambiente está cargado con inciensos o vete a
saber qué. Y hace mucho calor. Para animar a
la gente a desnudarse, seguro. Casi he dado la
vuelta a la U y no hay ni una puta habitación
abierta. A mi derecha descubro un pasillo
que me había pasado desapercibido las veces
anteriores. Es el mismo que el del baño pero
al otro lado. Está prácticamente a oscuras por
lo que saco el móvil para alumbrarme. Hay dos
puertas, una al final y otra a mi derecha. Intento
abrir la que tengo más cerca, pero también está
cerrada. Y según me acerco a la del final, sin
esperanza, atisbo que está entornada.
Me tenso por instinto e intento no hacer
ruido con mis tacones, aunque el suelo cubierto
con una suave moqueta absorbe el sonido. No
parece que ningún ruido salga del interior así
que entro. La sala es una suerte de almacén.
Busco un interruptor que se resiste a aparecer.
Me sirvo del móvil y voy alumbrando trastos,
ropa, artefactos… todo lo que utilizan en las
salas. En el rincón hay una mesa, me acerco,
está llena de polvo y de papeles. Algunos son
facturas simples de las bebidas. Rebusco, debajo
hay una foto. Es un contrato, parece. Es de una
chica que da su consentimiento a cinco folios
de cláusulas y condiciones. Por eso no pueden
denunciar… Pero si las obligan a firmar…
Un foco de luz me asusta y se me cae el
móvil de la mano. Me giro y en la puerta está
el hombre de los ojos saltones.
—¿Estás interesada en colaborar con
nosotros, querida?
Por mi mente pasan varias posibilidades,
o me hago la tonta o le planto cara a este
pervertido gilipollas.
—Lo cierto, es que sí. Pero tanta letra
pequeña me ha quitado las ganas —le contesto.
El hombre está acortando la distancia que
nos separa.
—Tonterías. —Se ríe, y su risa es
repugnante—. Menos mal que tu novio ya ha
firmado por ti. Lo traigo justo aquí.
Del bolsillo interno de su traje saca un folio
doblado. Me lo tiende y veo mi foto, mi firma
y todos mis datos. Me asusto.
—¿Qué coño es esto? —No entiendo nada.
—Seguro que disfrutas.
No veo venir el puñetazo, sólo el suelo y su
asquerosa sonrisa antes de que todo se vuelva
negro.
Cuando despierto estoy atada. Lo sé porque
tengo los brazos y las piernas entumecidas.
Forcejeo pero la cuerda me rasga las muñecas
y los tobillos. Mis rodillas están separadas y
los tobillos los tengo atados a la espalda junto
a las muñecas. Y estoy desnuda.
—¡Joder! Me cago en la puta, soy teniente
de policía, soltadme cabrones.
Mis palabras consiguen que se abra la
puerta. No lo veo, porque estoy de cara a la
pared, pero lo oigo.
—Puedes gritar lo que te dé la gana. No te
soltaremos hasta que termines, o terminemos.
—Es una mujer. La madame. Intento
girarme para verla, pero estoy totalmente
inmovilizada.
Anima Barda - Pulp Magazine 107
CRIS MIGUEL
—Hija de puta, sácame de aquí. ¿Dónde está
Marc? —le digo fatigada por los esfuerzos.
—¿Marc? Al otro lado, observando todo.
La cabeza me va a estallar, Marc al otro lado
del cristal, y yo desnuda y atada como si fuera
a protagonizar cualquier peli porno cutre.
¡Joder! El ambiente está denso, casi tangible
y me cuesta respirar con normalidad, aunque
puede que eso sea por la ansiedad que siento
al estar maniatada con un grupo de perversos
desconocidos.
Oigo una vibración y luego siento cómo
todas las terminaciones nerviosas se me
activan.
—Aparta eso de mí. —Intento revolverme
y al hacer una mueca la cara me estalla de
dolor y automáticamente recuero al gilipollas
que me ha pegado. La debo de tener hinchada.
Me está restregando el puñetero vibrador
por todo mi sexo y aunque yo no quiera mi
cuerpo responde y se dilata, también me
traiciona. Estoy a punto de llegar al orgasmo,
aquí, maniatada, algo tan privado a la vista
de todos, algo tan apabullante y estupendo
se vuelve grosero en estas circunstancias.
Mi respiración se entrecorta, me obligo a
mi misma a no gemir, rebelarme a la suerte
de violación que me están llevando a cabo.
Debería sentirme usurpada, pero mi mente
práctica toma el control y…
El golpe me parte por dentro. Grito y ella
sonríe.
—A ver si te creías que ibas a disfrutar aquí,
después de intentar robarnos.
—Yo no iba a robar nada. —Es una fusta lo
que tiene en la mano—. Sólo os voy a meter
a todos en la cárcel.
La carcajada no tiene nada que envidiar a la
de cualquier bruja malvada.
108 Anima Barda - Pulp Magazine
—Cariño, de aquí no vas a salir hasta que te
entre en esa cabecita —me da unos golpecitos
ilustrándolo— que no nos puedes tocar, que
tenemos gente en todas partes, que…
Se interrumpe para pegarme otra vez. Creo
que me voy a desmayar. Estoy hinchada, al
descubierto, expuesta y por eso duele tanto.
Pierdo la cuenta de los latigazos, de los golpes
y de los pellizcos. Estoy casi inconsciente,
entumecida y sólo quiero que acabe. No sé en
qué momento las lágrimas se me han saltado
de los ojos, pero noto su sabor salado en la boca
y ahora son un elemento más de esta grotesca
estampa.
—Es suficiente —oigo decir a… ¿Marc?
—De eso nada, con esto casi no se la ve la
cara. Quiero tener más material. Además,
¿quién te crees que eres para dar órdenes? Si
hubieras hecho bien tu trabajo no estaríamos
en esta situación. —La mujer baja la voz—.
Desátala y llévala a la sala principal.
—No, mistress.
—¿Qué no? —Otra vez su carcajada
maligna—. Obedece. ¿O también quieres un
poco de esto? —Agita la fusta.
Al desatarme casi me caigo al suelo, él lo
impide, Marc lo impide. Aunque solo evite que
mi cuerpo magullado se desplome contra el
suelo. Me invade el odio y la resignación en sus
brazos. Ya no me importa tapar mi desnudez,
ni la humillación. Sólo la venganza.
—No me mires así… —Me giro y veo salir a
Mistress y la gente de la mampara disolviéndose.
—Cinco minutos, encanto —dice la señora
antes de cerrar la puerta.
—Te perdí de vista, no deberías haber entrado
en esa sala…
—¿Perdona? —Mi voz me parece extraña—.
Creía que eso es lo que estábamos haciendo
LA POLI ESTÁ JODIDA
aquí.
—No lo entiendes. —Claro que no lo
entiendo, pero tiene mi cuerpo desnudo en sus
brazos, no estoy en situación de hacerme la
petarda rebelde—. Ellos son inmunes. Tienen
gente en todas partes y realmente no hacen
daño…
—¿Ah, no? —La impotencia impera y no
puedo evitar llorar—. Sí que duele.
Intenta ponerme de pie, pero mis piernas
siguen agarrotadas, díscolas, no responden a las
órdenes de mi cabeza.
—Ahora… intenta no pensar. Toma. —Me
ofrece una pastilla.
—¿Esto es lo que les hacéis tomar, para que
sea más llevadero? —Sujeto la pastillita y me la
trago. Ojala pudiera hacerme la fuerte.
aunque me parece el sentimiento más
lógico del mundo ahora mismo. Cómo me
manosearon los pechos, cómo me usaron.
Llevo dos días queriendo pensar en otra
cosa, queriendo quitarme el sabor de aquellos
tíos en mi boca… Me restriego las manos
por la cara. “No podemos hacer nada”, me
dijo cuando entré en su despacho. No hay
denuncias, Marc se ha evaporado del mapa,
yo tengo un contrato blindado que demuestra
mi conformidad a que me follen y me aten,
y la correspondiente llamada del mandamás
de turno diciendo que miremos a otro lado y
cerremos el caso… Todo es perfecto y lícito.
Me levanto y ya sé lo que tengo que hacer.
Algo imperfecto e ilícito: coger la escopeta.
***
El retroceso casi me sienta de culo. Me la
Procuro no pensar en nada, pero me duele vuelvo a colocar en el hombro y disparo de
todo el cuerpo. Partes donde no sabía que nuevo. Salto el charco de sangre del agente de
tenía músculos. Tengo la mente embotada. seguridad y recargo la escopeta. La cabeza de
Las imágenes se suceden en mi cabeza. Me la asistenta ha explotado como un melón, que
doy la vuelta en la cama y me tapo con el símil tan poco atmosférico, sus restos forman
edredón hasta la nariz. Pero mi cuerpo ya no la nueva decoración del hall. Mucho mejor
es mi cuerpo y lo que tapo es extraño, sucio e así.
inservible. Noto la más mínima arruga debajo
Me pregunto cuánta gente de servicio
de mí, la hipersensibilidad es una zorra de dormirá en la casa con ella mientras subo
esparto comparada conmigo. Se me nubla la uno a uno los escalones. La posibilidad que
cabeza y vuelvo a estar ahí atada, con un tío me maten no es una opción, a eso he venido
azotándome y penetrándome mientras el yo. La adrenalina acelera mis latidos pero
público extasiado me mira. No sé qué droga sólo lo esencial, tengo las manos frías con mi
me dio Marc pero tengo lagunas, estanques o determinación. La parte superior de la casa
charcos que agradezco con todo mi ser, aunque es espaciosa, enfilo el pasillo dirigiéndome a
las sensaciones y los cardenales no se borran la última habitación que es donde suele estar
con pastillas.
el dormitorio principal de todas las casas.
Me pongo de nuevo bocarriba y miro al Abro de una patada. La discreción también
techo. Mi jefe me ha dado dos semanas libres se desangra. Y apunto a Mistress a la cabeza.
y todas sus disculpas. Lo peor ha sido ver la Ella está aturdida, no sabe qué está pasando
cara de lástima, inspirar pena no va conmigo, y qué mierdas ha interrumpido su plácido
Anima Barda - Pulp Magazine 109
CRIS MIGUEL
sueño. Se quita el antifaz de la cara y fija su vista en mí.
—¿Has vuelto a por más? —Su voz es pastosa y desafiante, jodida psicópata.
—Sí, he venido a meterte esta escopeta a ti por el culo.
—Uuuuh, qué chica tan dura. No lo parecías tanto con todo lo que tragaste.
—No te muevas. —Hace un movimiento con el brazo izquierdo y me acerco a ella. Da el perfil
de persona que duerme con un cuchillo debajo de la almohada.
La cama es de casi tres metros de ancho y ella, por supuesto, está en medio rodeada de cojines.
—Dime, ¿seguro que no te has aficionado a nuestro show? Parecías disfrutar…
El disparo resuena en la habitación. Si alguien había dormido es imposible que siga haciéndolo.
La sangre se extiende por las sábanas y ella me mira sorprendida y por primera vez asustada.
—¿No creerías que te iba a disparar a la cabeza, no? Demasiado cómodo para ti.
Mistress intenta taponarse la herida del estómago con las manos inútilmente.
—Irás a la cárcel… —me dice sin una gota de altivez, muriéndose.
—Sí, pero allí decidiré yo quién me jode.
110 Anima Barda - Pulp Magazine
Descargar