Amnistía Internacional: Boletín, febrero de 1995 Noticias [pie de foto

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Amnistía Internacional: Boletín, febrero de 1995
Noticias
[pie de foto:]Los padres de Yasser al-Zayyan lloran sobre el cadáver de su hijo. El joven palestino
de 17 años resultó muerto cuando los soldados israelíes abrieron fuego contra los
manifestantes que asaltaron un puesto de control israelí en la Franja de Gaza.
© Popperfoto
ISRAEL Y LOS TERRITORIOS OCUPADOS
Los derechos humanos entre la espada y la pared
Los derechos humanos se enfrentan a una nueva crisis en Israel y los Territorios Ocupados, y están
amenazados en las zonas sometidas a la jurisdicción de la Autoridad Nacional Palestina (ANP),
según la delegación de AI que visitó la zona a finales del pasado año.
Las autoridades militares israelíes han utilizado una serie de atentados cometidos en
octubre –incluyendo el secuestro de un soldado israelí por simpatizantes del grupo Hamas y el
atentado suicida con bomba contra un autobús en Tel Aviv, en el que murieron 22 personas, como
justificación para aumentar la represión.
El 19 de octubre, el primer ministro Isaac Rabin pidió leyes que permitieran endurecer el
interrogatorio de sospechosos; al día siguiente, el ministro de Justicia declaró que ya había
excepciones que permitían que los interrogadores actuaran “con eficacia” en determinados casos.
En noviembre, afirmó que se había decidido “contribuir a reforzar las fuerzas para combatir la ola
de terror...”
El gobierno israelí ha detenido a cientos de presuntos miembros de organizaciones
islámicas, como Hamas y Yijad Islámica, y AI teme que el uso sancionado de un “aumento de la
presión física” durante sus interrogatorios resulte en un mayor número de incidentes de malos
tratos y tortura bajo custodia.
El estudiante Ahmed Said denunció que, tras su detención en octubre, lo privaron de
sueño durante varios días, a veces con las manos atadas a las piernas, otras obligándolo a
permanecer de pie hasta 20 horas seguidas. Sus interrogadores, que querían saber el paradero del
activista de Hamas que presuntamente fabricó las bombas empleadas en los últimos atentados
suicidas, le dijeron que si no cooperaba podían “dejarse ya de miramientos”.
Los palestinos sometidos a reclusión administrativa siguen privados de la posibilidad de
defenderse ya que las autoridades israelíes suelen clasificar como secretas las pruebas de cargo.
Decenas de estos reclusos han sido condenados por tribunales militares, en juicios en los que a
menudo la única prueba de cargo son confesiones que podrían haberse obtenido bajo coacción.
Los soldados israelíes siguen dando muerte a civiles palestinos de forma ilegal,
conculcando las directrices internacionales sobre el uso de la fuerza y de armas de fuego.
LOS ABUSOS DE LA ANP
En la Franja de Gaza, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha detenido a cientos de presuntos
simpatizantes de grupos islámicos, como Hamas y Yijad Islámica. Detenidos arbitrariamente sin
orden judicial, los afectados pasaron días, algunos hasta dos meses, en comisarías de policía sin
acceso a abogados ni jueces.
Bajo las ”rdenes Militares israelíes, los palestinos podían permanecer hasta 18 días sin
comparecer ante un juez; ahora, la legislación palestina sólo permite 48 horas. Sin embargo,
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Mustafá Sawwaf, director del diario al-Nahar (El Día), detenido el 13 de octubre en el curso de una
redada que afectó a unos 200 islamistas en Gaza, estuvo 46 días recluido sin ver a su abogado ni a
ninguna autoridad judicial.
Las fuerzas de seguridad palestinas también han cometido homicidios ilegales; en
noviembre, por ejemplo, al tratar de disolver una manifestación islámica en Gaza, la policía abrió
fuego contra los que arrojaban piedras, matando a 13 personas e hiriendo a unas 100, entre ellos
muchos periodistas. La ANP creó una comisión judicial para investigar las muertes; AI ha
solicitado que su informe se haga público.
AFGANISTÁN
La comunidad internacional guarda silencio ante el asesinato de civiles
Los delegados de AI regresaron en diciembre de los campamentos de refugiados afganos en
Paquistán con escalofriantes informes de matanzas, detenciones arbitrarias y torturas realizadas por
los grupos políticos armados en Afganistán.
Las facciones en lucha dentro del propio gobierno y los “señores de la guerra” de las
provincias vagamente asociados a estas facciones ignoran los llamamientos internacionales por un
alto el fuego. La comunidad internacional, que tan contundentemente ha denunciado las
violaciones de derechos humanos de la población civil en otras partes del mundo, permanece
prácticamente en silencio ante la catástrofe de Afganistán. Los Estados musulmanes que apoyan a
una u otra facción tampoco han hecho nada para parar la matanza y la tortura.
La estructura política civil de Afganistán casi ha desaparecido y los grupos políticos
armados actúan con total impunidad. El sistema judicial oficial está paralizado; según informes, en
algunas zonas, los tribunales islámicos imparten una justicia sumaria que incluye flagelaciones y
ejecuciones públicas.
Sólo en la capital, Kabul, han perdido la vida unas 15.000 personas desde 1992. Cientos de
miles se han convertido en desplazados y miles más han “desaparecido”. La ciudad sufre continuos
bombardeos y el pasado año padeció durante varios meses un virtual bloqueo de alimentos por las
fuerzas leales al primer ministro Gulbuddin Hekmatyar, líder de una de las facciones.
Los grupos armados de cualquier facción política asaltan las viviendas de civiles, matando a
los hombres que encuentran en ellas, confiscando propiedades y violando a mujeres y niños.
Nahid, una muchacha de 16 años, se arrojó desde el balcón de un 5º piso para que no la violaran
los muyajidines armados que habían irrumpido en su apartamento.
Todas las facciones poseen centros de detención particulares, donde se recluye a personas
sólo por su opinión política, su religión o su origen étnico. Según declaraciones de ex detenidos,
los golpeaban con culatas de fusiles, los mantenían durante días atados a cadáveres y los obligaban
a comer lo que según sus captores era carne humana.
Los más afortunados han logrado, mediante sobornos, cruzar la frontera con Paquistán, y
malviven en campamentos de refugiados, donde siguen recibiendo amenazas.
[pie de foto:]Un imán condena a muerte a dos hombres acusados de asesinato.
ESTADOS UNIDOS
AI testifica sobre las condiciones en el Pabellón "H"
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En enero, AI prestó declaración en Dallas, Texas, ante la Asociación Correccional Norteamericana
(ACA), una agencia privada que decide criterios normativos y administra la acreditación de
establecimientos penitenciarios en Estados Unidos y Canadá. La ACA iba a considerar la
reacreditación de la Penitenciaría Estatal de Oklahoma. El año pasado, al recibir el Informe 1994
de AI, que condenaba las condiciones del Pabellón "H" de esta penitenciaría como «crueles,
inhumanas y degradantes» (véase Boletín, agosto 1994), la ACA había tomado la decisión sin
precedentes de suspender la reacreditación hasta que se examinaran las condiciones en este centro.
A pesar de admitir que algunas de las condiciones violaban las Reglas Mínimas de la ONU
así como sus propias normas, la ACA decidió esta vez conceder la acreditación. El Pabellón "H"
confina a los reclusos (incluso a los condenados a muerte) en celdas subterráneas, sin ventanas, de
23 a 24 horas diarias, por periodos indefinidos, sin trabajo ni entrenamiento alguno.
Este mes, el nuevo Tribunal Constitucional de Sudáfrica comienza a estudiar la legalidad
de la pena de muerte en la vista de las apelaciones de Themba Makwanyane y Mvuso Mchunu
contra su condena a muerte. Los argumentos contra la pena capital se basarán en que infringe la
prohibición de los tratos crueles, inhumanos o degradantes garantizada por la nueva Constitución.
El fallo afectará a unos 450 presos condenados a muerte que aguardan ejecución en Sudáfrica.
NOTICIAS BREVES
Este mes, el nuevo Tribunal Constitucional de Sudáfrica comienza a estudiar la legalidad
de la pena de muerte en la vista de las apelaciones de Themba Makwanyane y Mvuso Mchunu
contra su condena a muerte. Los argumentos contra la pena capital se basarán en que infringe la
prohibición de los tratos crueles, inhumanos o degradantes garantizada por la nueva Constitución.
El fallo afectará a unos 450 presos condenados a muerte que aguardan ejecución en Sudáfrica.
Un vendedor de computadoras se ha convertido en el primer extranjero condenado a
muerte en Filipinas desde la reinstauración de la pena capital a principios del pasado año. Hideshi
Suzuki, de Japón, fue declarado culpable de narcotráfico y condenado el 7 de diciembre. AI se
opone a la pena de muerte en cualquier circunstancia y teme que las actuaciones judiciales hayan
podido verse afectadas por el hecho de que Suzuki no habla ni lee inglés.
En Brasil, un testigo clave del asesinato de ocho niños de la calle en 1993, que ha pasado a
conocerse como la matanza de Candelária, resultó herido en un atentado en Río de Janeiro, pese a
estar bajo la protección estatal. Cuando recuperó el conocimiento, Wagner dos Santos declaró a las
autoridades que sus agresores eran policías vestidos de civil que dijeron que le disparaban por
haber identificado a sus compañeros. AI ha pedido un programa efectivo de protección de testigos
en Brasil.
El desprecio de las autoridades nigerianas por el Estado de derecho se ha hecho aún más
patente en los últimos meses, en que nuevos decretos atan totalmente las manos de los tribunales
en la defensa de los derechos humanos fundamentales. Uno de los decretos elimina la protección
más fundamental frente a la detención arbitraria: el derecho de hábeas corpus. El decreto impide
que los tribunales ordenen la comparecencia de los detenidos e impugnen las detenciones que
practiquen las fuerzas armadas.
En diciembre, las fuerzas de seguridad de Bahrein dieron muerte a tiros a por lo menos
cuatro manifestantes. Éstos protestaban contra las detenciones relacionadas con una petición al
Emir para que reinstaurara el Parlamento (suspendido desde 1975). Detenciones en masa,
incomunicaciones y torturas se han producido en vasta escala. AI ha pedido que se investiguen los
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homicidios de forma independiente; que se permita el acceso de los detenidos a abogados; y que se
elabore una lista de todas las personas actualmente detenidas.
[pie de foto:]Madres y abuelas de los “detenidos-desaparecidos” protestan en Buenos Aires.
ARGENTINA
Perduran los fantasmas de la "guerra sucia"
Pese a los llamamientos del gobierno para que se perdonen y olviden los crímenes contra los
derechos humanos cometidos en el pasado, los fantasmas de la guerra sucia se niegan a descansar
en Argentina.Más de 9.000 personas “desaparecieron” entre 1975 y 1983.
Pruebas de las técnicas represivas empleadas por el régimen militar continúan saliendo a la
luz. En octubre, por primera vez de forma oficial, un capitán de la Armada reconoció
públicamente que ésta había torturado a presos durante sus operaciones antisubversivas. El capitán
Antonio Pernías declaró que la Armada había empleado la tortura como “herramienta” durante los
interrogatorios de presos.
Otro oficial de la Armada, el capitán Juan Carlos Rolón, manifestó que los “grupos de
tarea” que participaron en las operaciones clandestinas de la guerra sucia eran parte integrante de
las operaciones de la Armada.
Los dos oficiales siguen en activo, aunque el comité del Senado ante el que hicieron estas
declaraciones denegó luego el visto bueno para su ascenso.
El presidente Carlos Menem, criticando la decisión del Senado, afirmó que era mejor
olvidar el pasado, y declaró que era gracias a las fuerzas armadas que se había logrado la victoria en
la guerra sucia que, había llevado al país «al borde de la disolución».
Las organizaciones argentinas de derechos humanos criticaron con dureza estas
declaraciones y acusaron al presidente de perdonar los crímenes cometidos por la junta militar.
En noviembre, un juez condenó a dos ex comandantes en jefe de la Armada, Emilio
Massera y Armando Lambruschini, a pagar un millón de dólares cada uno como indemnización
por “daños materiales y morales” al único superviviente de una familia de cinco que “desapareció”
durante la guerra sucia. E l Estado argentino fue condenado a pagar otro millón.
Ésta es la mayor indemnización que se haya concedido en un caso de “desaparición” y la
primera sentencia que declara a ex oficiales del ejército responsables directos de los abusos
cometidos por sus fuerzas. Al igual que otros miembros de la Junta, a Massera y a Lambruschini
los encarcelaron al restaurarse la democracia. Lambruschini cumplió cinco años de una condena
de ocho, y Massera fue perdonado por el presidente Menem.
El juez, comentando su decisión, alegó que se basaba en el principio del “derecho a la
vida”. El juez resolvió que, dado que los dos ex almirantes habían ejercido los poderes máximos de
la autoridad pública –y decidido efectivamente sobre la vida o la muerte del pueblo argentino–, el
Estado debía asumir cierta responsabilidad por los abusos que cometieron. El gobierno ha
recurrido la sentencia.
En agosto del año pasado surgieron nuevas pruebas sobre la suerte de cientos de niños
“desaparecidos”. Ese mes, el general Cristiano Nicolaides, ex comandante en jefe del Ejército,
declaró ante un tribunal que durante los años de gobierno militar, el ejército mantuvo expedientes
de niños “desaparecidos” y registros escritos sobre los centros clandestinos de detención. El
paradero de la mayoría de los niños “desaparecidos” bajo custodia durante esos años, muchos de
los cuales probablemente viven aún, se desconoce.
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Cerca de 150 nacieron en centros de detención clandestinos o en hospitales militares y
fueron separados de sus madres. Algunos fueron adoptados de buena fe, pero otros se entregaron
ilegalmente a militares.
Las Abuelas de Plaza de Mayo, organización fundada en 1977 por las abuelas de los
“desaparecidos”, han contribuido a la localización de más de 55 de estos niños. Algunos han sido
devueltos a sus familias naturales.
SIERRA LEONA
El conflicto se extiende y mueren cientos de civiles
Cientos de civiles perdieron la vida o resultaron heridos el pasado año en ataques contra ciudades y
pueblos o en las principales carreteras de Sierra Leona, en un conflicto que se extendió por todo el
país. Miles quedaron desplazados.
Aunque el gobierno declaró responsables a las fuerzas rebeldes, cada vez hay más pruebas
de que los ataques contra civiles y contra tropas gubernamentales son obra de soldados
descontentos, algunos de ellos desertores. Según los testigos, algunos atacantes vestían uniformes
completos del ejército y algunos “rebeldes” capturados o muertos tenían tarjetas de identidad
militares.
El gobierno militar reconoció la existencia de “indisciplina” en el ejército y el gran
número de soldados “descontrolados” en las zonas de conflicto. Doce soldados, entre ellos uno de
77 años de edad, fueron ejecutados en noviembre después de que un consejo de guerra los
condenara, entre otras cosas, por colaboración con fuerzas rebeldes, robo con violencia y asesinato.
El conflicto armado entre las fuerzas gubernamentales y el grupo de oposición Frente
Unido Revolucionario comenzó en 1991 y continuó pese al golpe militar que derrocó al gobierno
en abril de 1992. Ambas partes han cometido graves violaciones de derechos humanos como
tortura y asesinato de oponentes y civiles capturados.
Las tropas gubernamentales habían ganado de nuevo el control de la mayoría de las áreas
rebeldes a finales de 1993, pero el combate se intensificó el año pasado y se extendió a nuevas
zonas. Decenas murieron en ataques en los alrededores de Bo y Kenema a finales de diciembre.
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Amnistía Internacional: Boletín, febrero de 1995
Llamada Internacional
TURQUÍA
Hayriye Gündüz fue golpeada con brutalidad por los gendarmes que la custodiaban en el Tribunal
de Seguridad nº 3 de Estambul el 10 de octubre de 1994.
Hayriye aguardaba juicio, junto con otros 11 presos, por pertenencia a la organización armada
ilegal Devrimci Sol (Izquierda Revolucionaria). Los presos, que estaban esposados y que ya habían
sido sometidos a un registro, se negaron a someterse a otro antes de entrar en la sala, ante lo cual
los gendarmes los agredieron con porras.
La agresión se produjo en presencia de tres abogados, que declararon que los gendarmes
gritaron: “Saquen a los abogados, vamos a matar a éstos”. La policía de servicio en el tribunal echó
a los abogados del lugar.
Los presos fueron golpeados en el corredor del tribunal durante unos ocho minutos;
después los arrastraron a un patio, donde policías vestidos de civil y miembros de la Fuerza Móvil
(escuadrón antidisturbios) les propinaron puntapiés y más golpes con porras.
Un certificado médico emitido el 20 de octubre por el Instituto Médico Forense estatal
confirmó las lesiones de Hayriye Gündüz, incluyendo dos heridas que requirieron sutura.
Las personas detenidas o condenadas en virtud de la Ley contra el Terror son
frecuentemente maltratadas cuando se encuentran a disposición de la policía o de los gendarmes.
POR FAVOR ESCRIBAN A: Mehmet Mogultay, Justice Minister, Icisleri Bakanligi, 06644
Ankara, Turquía, pidiendo una investigación exhaustiva e imparcial del caso. Mencionen que el
incremento de ataques por gendarmes y policías sólo podrá pararse si las denuncias de malos tratos
se investigan con prontitud y se castiga a los culpables.
TÚNEZ
Adel Selmi, académico tunecino residente en Francia, fue detenido el 10 de junio de 1994 en el
aeropuerto de Túnez, durante una visita a su familia, y permaneció detenido ilegalmente en
régimen de incomunicación 17 días, durante los cuales lo torturaron.
En julio lo juzgaron y condenaron. Es un preso de conciencia.
Adel Selmi fue acusado de delitos que incluían pertenencia a una organización no
autorizada, participación en una manifestación no autorizada y colecta de fondos no autorizada.
Selmi declaró ante el tribunal que durante el tiempo que estuvo detenido lo habían suspendido en
posiciones retorcidas y le habían sumergido la cabeza en agua. Pese a que mostró al tribunal
señales en las muñecas y tobillos, los jueces no ordenaron una investigación sobre estas denuncias
de tortura.
Adel Selmi había realizado una confesión bajo custodia, de la que se retractó durante el
juicio, afirmando que había firmado la declaración bajo coacción. El tribunal aceptó su confesión
forzada como prueba y lo condenó a cuatro años y dos meses de prisión.
Adel Selmi residía en Francia desde 1990 y cursaba estudios de doctorado en la École des
Hautes Études de Sciences Sociales de París. Que se sepa, no ha recurrido nunca a la violencia ni
propugnado su uso. Está recluido en la Prisión “9 avril”, de Túnez.
Varios tunecinos residentes en Francia han sido recientemente encarcelados durante sus
visitas a Túnez en aplicación de una nueva ley que permite el procesamiento de tunecinos por
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actos cometidos en otro país y tipificados como delitos en la legislación tunecina, aun cuando no
fueran punibles en el país en el que se realizaron.
POR FAVOR ENVÍEN LLAMAMIENTOS pidiendo la libertad inmediata e incondicional de
Adel Selmi, al Ministro de Justicia: M. Sadok Chaâbane, Ministre de la Justice, Ministère de la
Justice, Boulevard Bab Benat, Tunis, Túnez.
CAMERÚN
Che John Njiyang, un funcionario de Camerún, y su esposa, Mary Lum Njiyang, fueron detenidos
el 1 de marzo de 1994, tras protestar ante la policía por la detención de un líder sindical. Los
agentes golpearon a la pareja con la culata de una pistola, causando numerosos hematomas.
A Che John Njiyang lo desnudaron y lo arrastraron hasta una comisaría de policía, donde
su esposa y él permanecieron detenidos cuatro días. Cuando Simon Nkwenti, otro líder sindical,
acudió a preguntar por ellos fue detenido a su vez y golpeado hasta que perdió el conocimiento.
No se trata de casos aislados: la tortura y los malos tratos son habituales en Camerún. Unos
estudiantes detenidos en enero de 1994 fueron golpeados brutalmente en una comisaría de policía
de las afueras de Yaoundé, la capital. Un representante de la Procuraduría General que visitó una
comisaría de policía de Yaoundé en octubre de 1994, acabó detenido, desnudo y golpeado. Seis
policías fueron posteriormente detenidos. Sin embargo, no se ha tomado ninguna medida en otros
casos de tortura, ni siquiera cuando ha causado la muerte de la víctima.
El maltrato de detenidos fue reconocido públicamente en julio de 1994 en un seminario
para agentes de orden público. Unos meses antes, el Comité de Derechos Humanos de la ONU
había deplorado los numerosos casos de tortura en el país.
POR FAVOR ESCRIBAN pidiendo garantías contra la tortura y los malos tratos y exigiendo que
se juzgue a los torturadores, a: M. Paul Biya, Président de la République, Palais de l’Unité,
Yaoundé, Camerún; y a M. Jean Fochivé, Secrétaire d’État à la Sécurité intérieure, Sûreté
nationale, Yaoundé, Camerún.
ARABIA SAUDITA
Anmar al-Nas’ari, cuyo caso apareció en el Boletín de agosto de 1994, recuperó la libertad en
diciembre. Nuestro agradecimiento a todos los que enviaron llamamientos en su favor.
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Amnistía Internacional: Boletín, febrero de 1995
Enfoque
[pie de foto:]Flagelación: una práctica corriente en Sudán. Este hombre recibió 20 azotes por beber
alcohol. ©Magnum
Vivir con miedo
Poco antes del amanecer del 30 de junio de 1989, efectivos del ejército sudanés al mando del
general de brigada Omar Hassan Ahmad al-Bashir cerraron el aeropuerto de Jartum, la capital de
Sudán, se apoderaron del palacio presidencial y del cuartel general del ejército y levantaron
barricadas callejeras en toda la ciudad.
En unas pocas horas, los militares detuvieron a las principales figuras políticas, declararon
el estado de excepción, suspendieron la Constitución, proscribieron los partidos políticos y los
sindicatos, clausuraron la prensa independiente y prohibieron todas las asociaciones laicas. Los
nuevos líderes anunciaron la formación de un Consejo de Mando de la Revolución de Salvación
Nacional, para regir los destinos del país.
Llegaron así a su fin tres años de democracia pluralista en Sudán, el país más grande de
África y uno de los más pobres del mundo, tres años durante los cuales el país había estado
amargamente dividido. Las libertades políticas no habían sufrido mucho en la región norte, pero en
el sur y en otras zonas de encarnizada lucha entre el gobierno y la oposición armada –el Ejército
Popular de Liberación de Sudán (EPLS)– se habían cometido graves abusos.
El ascenso al poder de los militares marcó el comienzo de una nueva era de abusos de una
magnitud sin precedentes, perpetrados por un gobierno que no se siente obligado a rendir cuentas
de sus actos.
Los militares se han embarcado en una reforma de las instituciones sociales para
conformarlas a su interpretación de la fe musulmana. La represión se ha convertido en el método
de control social; hoy hay miles de presos políticos, muchos de ellos presos de conciencia; la
tortura es una práctica generalizada y, a veces, fatal; el encarcelamiento político se produce tras
juicios sin garantías, y las ejecuciones de presos, tanto políticos como comunes, se cuentan por
decenas.
Desde la promulgación en 1991 de un nuevo Código Penal basado en la interpretación
gubernamental de la Sharía (ley islámica), centenares de delincuentes comunes han sido flagelados,
y un número desconocido de personas han sido sometidas a la amputación judicial de pies y
manos.
Los dos bandos en conflicto han derramado sangre inocente. Las fuerzas de seguridad han
lanzado ataques deliberados contra civiles, matándolos o expulsándolos de sus tierras y saqueando
y destruyendo sus medios de subsistencia. Millares de personas han sido ejecutadas
extrajudicialmente o han “desaparecido”.
Los dos facciones del EPLS, la facción “central” y la facción “unida” –que en septiembre
de 1994 pasó a llamarse Ejército de Independencia del Sur de Sudán–, han atacado y dado muerte
deliberadamente a civiles, iniciando un ciclo de violencia y represalias al enemistar a unas
comunidades con otras. Ninguna de las dos facciones parece capaz de controlar a sus tropas.
El precio de la guerra en términos de sufrimiento ha sido inmenso, ya que todas las partes
han cometido violaciones flagrantes de los derechos humanos y de los principios humanitarios que
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rigen los conflictos armados. Los ataques deliberados contra civiles por parte de las fuerzas
gubernamentales y rebeldes han tenido consecuencias catastróficas en las zonas de conflicto.
La guerra ha mermado la capacidad de supervivencia de la población. Los servicios de
salud se han interrumpido casi por completo, quedando expuestos los campesinos a epidemias
que, en algunas zonas, habrían dado cuenta de más de la mitad de la población.
El gobierno militar ha tratado de desviar las críticas en materia de derechos humanos
acusando a quienes las formulan de oponerse o insultar al Islam. Este mensaje, destinado a ganar el
apoyo público, explota las creencias y los valores de la mayoría musulmana del país, así como de
los musulmanes del extranjero.
Dos tercios de los 26 millones de habitantes de Sudán son musulmanes, pero existe en el
país una extraordinaria diversidad religiosa y étnica. Se hablan unas 400 lenguas. El árabe es el
idioma común de la mayoría, tanto en el norte como en el sur, y también constituye la lengua
materna de muchos en el norte. La mayoría de éstos son musulmanes, y muchos se declaran de
origen étnico árabe.
La región meridional posee mayor diversidad religiosa y étnica que la septentrional. Los
grupos más importantes son el dinka y el núer, pero hay muchos otros. La mayoría de los sureños
educados profesan el Cristianismo; algunos son musulmanes; y las zonas rurales poseen sus propias
tradiciones religiosas.
[pies de foto:]Una anciana de Kordofán. ©Panos
La cámara de ejecuciones de la Prisión de Kóber. El método más común es el
ahorcamiento. ©Mark Stucci
Un hombre del Nilo. ©Jean-Pierre Ribière
"A los opositores políticos los golpean, los ponen en libertad, los vuelven a encarcelar... Los
detienen sin acusación, sin juicio, en cárceles civiles, en centros de detención secretos, en
dependencias oficiales de seguridad..."
La sociedad civil corre peligro en Sudán. Esta situación obedece, en parte, al empeño oficial en
aplastar la oposición política. Las autoridades han creado tenebrosas organizaciones de seguridad.
La gente vive con miedo de que la denuncien. El debate político abierto ha cesado.
La legislación del estado de excepción prohíbe la oposición política, las huelgas y las
reuniones políticas no autorizadas, y faculta a las autoridades a detener a cualquier persona o a
limitar su libertad de movimiento sin necesidad de orden judicial. Aun en el caso de que se
levantase el estado de excepción, la práctica de la detención sin cargos ni juicio ha quedado
consolidada mediante la Ley de Seguridad Nacional, que confiere vastos poderes a los servicios de
seguridad.
Desde 1989 han llegado al conocimiento de AI los nombres de unos 1.500 detenidos
políticos recluidos en distintos periodos, principalmente en Jartum. Muchos de ellos fueron presos
de conciencia. Éstos representan sólo una pequeña proporción del total de personas detenidas en
todo el país.
La experiencia de Yousif Hussein es típica del duro trato infligido a muchos. Miembro
destacado del Partido Comunista de Sudán, Yousif Hussein estuvo detenido sin cargos ni juicio
desde enero de 1990 hasta abril de 1992, recobrando su libertad cuando su hermano pagó una
suma en metálico como fianza. En junio de 1993, al morir su hermano, lo volvieron a detener de
inmediato y sigue recluido sin cargos.
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A los presuntos opositores políticos los golpean repetidamente, los ponen en libertad, los
vuelven a encarcelar. Los detienen sin acusación formal, sin juicio, en cárceles civiles, en centros de
detención secretos –conocidos como “casas fantasma”–, y en dependencias oficiales de seguridad
como la jefatura de inteligencia de Jartum.
Después del golpe de Estado, la independencia del Poder Judicial se vio vulnerada por
reformas constitucionales y por la creación de un sistema de tribunales paralelos bajo control
militar, con procedimientos sumarios e injustos. El gobierno también ha reemplazado el cuerpo
judicial con simpatizantes ideológicos, medida que, al ofrecerle una judicatura subordinada y servil,
le ahorra el recurso constante a los tribunales militares.
Al mismo tiempo, el gobierno ha promulgado nuevas leyes y ha dictado otras medidas para
asegurarse de que el control de los sindicatos, los medios de comunicación y las universidades
quede en manos de sus simpatizantes.
El control oficial de los gremios ha permitido la detención e intimidación sistemática de
activistas de la oposición. En 1992, por ejemplo, consiguió que sólo se presentasen a las elecciones
sindicales conocidos simpatizantes del gobierno. Más de 50 sindicalistas fueron detenidos por
protestar contra los procedimientos electorales.
Inmediatamente después del golpe de 1989, los militares clausuraron todos los periódicos,
excepto las publicaciones de las fuerzas armadas, y detuvieron a varios periodistas. Desde entonces,
los periodistas que han formulado críticas –aun aquellos que simpatizan con la ideología del
gobierno–, han sufrido hostigamientos continuos.
LA "SALVACIÓN NACIONAL"
El gobierno militar de Sudán ha prometido una revolución de “Salvación Nacional”. El nuevo
Código Penal basado en la ley islámica es uno de sus pilares. El Código Penal prevé penas crueles,
inhumanas y degradantes como la flagelación, la amputación y la lapidación, y permite que se
mutile o asesine a los presos como castigo por sus delitos.
El castigo por fabricar o consumir bebidas alcohólicas o usar ropa “indecente” consiste en
40 azotes, y la prostitución se pena con 100 azotes.
Cientos de hombres y mujeres han sido flagelados desde la introducción del Código Penal.
También se han ejecutado penas de amputación, en la mayoría de los casos por hurto.
Varios delitos son punibles con la pena de muerte, entre ellos la participación en la guerra
contra el Estado, la apostasía, el homicidio y la violación fuera del matrimonio. Se ha impuesto la
pena capital a personas acusadas de malversación de fondos, contrabando de divisas, tráfico de
narcóticos y otros delitos penales.
El gobierno ha empleado la pena de muerte para castigar a sus opositores. En abril de
1990, 28 militares fueron ejecutados tras ser declarados culpables de conspirar contra el gobierno.
Las disposiciones del Código Penal basadas en la ley islámica aún no se aplican en el sur
del país. Muchas personas que no profesan la fe musulmana, oriundas del sur pero residentes o
desplazadas en el norte, se sienten culturalmente discriminadas por un Código Penal derivado del
Islam.
DECENIOS DE GUERRA
En abril de 1993, los efectivos de las Fuerzas Populares de Defensa (FPD) realizaron una redada
en la localidad de Pankuel, en Bahr al-Ghazal. Los residentes se enteraron de que llegaban las
tropas y se ocultaron en el monte, pero los invasores lograron capturar a 23 personas a quienes
dieron muerte.
Akot Piny Acuar, que sobrevivió a la matanza, declaró después: «Las FPD los ataron
espalda con espalda. Les ataron los brazos por detrás a la altura de los codos y les ataron las
piernas a la altura de los tobillos y de las rodillas. Después les cortaron la garganta. El jefe Majok
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Majok oyó que estaban matando a la gente y vino del monte para tratar de detenerlos. Le pegaron
un tiro en la cabeza y le sacaron las entrañas».
Esta historia se ha repetido innumerables veces en el curso del conflicto que ha devastado
Sudán.
La guerra civil, que se remonta a 1956, ha durado casi 30 años. La fase actual del combate,
que se libra entre las fuerzas del gobierno y los rebeldes que controlan gran parte del sur, comenzó
en 1983.
Es una guerra cruenta y despiadada en la que han perecido más de un millón de civiles. Es
una guerra que ha generado millones de refugiados, y ha obligado a más de cinco millones de
personas a depender de la ayuda humanitaria porque sus hogares, sus tierras, sus cosechas y su
ganado han sido destruidos deliberadamente.
Una de las tácticas claves de la estrategia gubernamental ha sido el empleo de milicias para
asistir al ejército regular. Desde 1984, sucesivos gobiernos han reclutado milicias que no han
pasado de ser una turba indisciplinada, armada por el gobierno, que vive del saqueo. En 1989 el
gobierno formalizó las milicias en las Fuerzas Populares de Defensa.
Las FDP han violado los derechos humanos impunemente, y han perseguido nuevos
objetivos: destruir las comunidades rivales, hacerse con tierras y ganar influencia local, esclavizar a
la población como mano de obra y a las mujeres jóvenes como “esposas” y concubinas.
Las fuerzas del gobierno han hecho gala de una brutalidad espeluznante, asesinando
impunemente a prisioneros y a civiles indefensos. Los soldados no tienen incentivo alguno para
respetar los derechos humanos: no se sabe de un solo miembro de las fuerzas de seguridad que
haya sido castigado por violarlos.
A finales de 1991, las divisiones políticas internas en el movimiento rebelde permitieron
que las fuerzas del gobierno comenzasen a ganar territorio en el sur, y el avance ha continuado. A
principios de 1992, las fuerzas oficiales reconquistaron varias localidades sureñas. La facción
“central” del EPLS respondió estrechando el sitio de Juba, la principal ciudad del sur, que había
estado a punto de caer en sus manos a mediados de 1992. En junio y julio de 1992, las fuerzas del
EPLS lograron penetrar en Juba en dos ocasiones, pero fueron rechazadas. Una vez recobrado el
control de la ciudad, el ejército dio muerte a soldados del EPLS prisioneros, a civiles y a presuntos
desertores de sus filas. Cientos de personas fueron detenidas y posteriormente “desaparecieron”, y
se cree que, en su gran mayoría, fueron asesinadas.
Los asesinatos y las “desapariciones” en Juba revisten un significado especial, dado que no
ocurrieron en una guarnición inaccesible o en una zona rural aislada, sino en presencia de
numerosos testigos. Estas prácticas son indicativas del comportamiento de los militares en lugares
más remotos, donde es aun menor la probabilidad de que se haga rendir cuentas de sus delitos a
los que violan los derechos humanos.
Pese a los intentos de mediación de la comunidad internacional, la guerra continúa. Y los
civiles indefensos siguen siendo uno de los blancos principales.
UN "NUEVO SUDÁN"
El EPLS propugna la formación de un “Nuevo Sudán”, pero desde su fundación en 1983 bajo el
liderazgo del ex coronel del ejército John Garang de Mabior, el grupo ha violado los derechos
humanos cínicamente y sin miramientos: ha encarcelado, torturado y ejecutado a sus disidentes, y
comparte con el gobierno la responsabilidad de la destrucción masiva de comunidades rurales
enteras.
En agosto de 1991, el EPLS se escindió en dos facciones rivales –divididas cada vez más
según dos grupos étnicos–, cada una de las cuales se considera representativa del movimiento. La
facción “central” está dominada por el grupo dinka, y la “unida” (inicialmente conocida como
“Nasir”), encabezada por Riek Machar Teny-Dhurgon, pertenece al grupo núer. En septiembre de
12
1994, la facción unida cambió de nombre y pasó a llamarse Ejército de Independencia del Sur de
Sudán (EISS).
Las dos facciones, que controlan la mayor parte de la zona rural del sur de Sudán y parte
de las montañas Nuba, combaten entre sí y contra el gobierno. A finales de 1991, las fuerzas
“Nasir” atacaron pueblos del grupo étnico dinka y colonias ganaderas controladas por la facción
“central”, cobrándose la vida de más de 2.000 civiles indefensos y obligando a huir a 200.000
personas. En 1992, la facción “Nasir” atacó pueblos dinkas en Bahr al-Ghazal, con un saldo de
decenas de muertos.
En 1992, y nuevamente en abril y mayo de 1993, la facción “central” asesinó a campesinos
núer en el Alto Nilo. Centenares de civiles indefensos fueron asesinados y decenas de miles
quedaron desplazados.
Ninguna de las dos facciones del EPLS ha investigado exhaustivamente las denuncias de
violaciones de derechos humanos. Ninguna ha tomado medidas disciplinarias contra sus propios
infractores. La administración de justicia, aplicada al antojo de los comandantes locales, es
rudimentaria: los tribunales del EPLS no son ni independientes ni imparciales, y no se dispone de
oportunidades adecuadas para apelar contra las sentencias, ni siquiera en el caso de la pena de
muerte.
MUJERES EN PELIGRO
Las mujeres sudanesas han sufrido abusos a manos del gobierno y de las dos facciones del EPLS:
las han detenido sin cargos ni juicio y las han azotado, violado, asesinado y vendido como esclavas
domésticas; y representan una parte desproporcionada de la población desplazada y refugiada.
Cuando no siguen las directrices oficiales sobre vestimenta “decente”, las espera la
flagelación. En Omdurman, una mujer recibió una multa y una pena de 35 azotes a finales de 1991
por usar pantalones. Posteriormente declaró:
«La furia me hizo hervir la sangre, y por eso no reaccioné bien. Tomé el látigo y lo retorcí.
Entonces dos o tres policías me agarraron y me ataron las manos a la espalda. Me dieron 40
azotes... Yo le dirigí una mirada envenenada. Él se dio cuenta y me azotó cinco veces más.»
Muchos de los peores abusos contra la mujer se han perpetrado en las zonas bélicas del sur
y en las montañas Nuba. Las tropas oficiales han ejecutado extrajudicialmente a miles de mujeres
en sus ataques a las poblaciones. En las montañas Nuba, la política del gobierno militar ha sido
desalojar pueblos enteros por la fuerza y reasentar a sus residentes en los llamados “pueblos de
paz” controlados por el ejército y las Fuerzas Populares de Defensa. Esta práctica ha dado lugar a
ejecuciones extrajudiciales, violaciones de mujeres y secuestros de mujeres y niños.
También se han recibido informes sobre violaciones de mujeres detenidas por los
militares. Pero pocas mujeres están dispuestas a relatar sus experiencias debido al estigma social
que crea la violación.
Las mujeres también se han visto atrapadas en la lucha entre las dos facciones del EPLS.
En marzo de 1993, tropas de origen étnico dinka, de la facción “central” del EPLS, atacaron el
pueblo de Pagau, en el Alto Nilo, colocaron en fila a 32 mujeres y las fusilaron disparándoles a la
cabeza. El único delito de las víctimas era ser de etnia núer, lo que las volvía sospechosas de apoyar
la facción “unida” del EPLS. En Paiyoi, una zona de asentamientos dispersos al noreste de Ayod,
se informa que 36 mujeres fueron quemadas vivas.
LAS SEMILLAS DEL FUTURO
Durante los últimos cinco años, la comunidad internacional ha condenado repetidamente los
graves abusos perpetrados por el gobierno de Sudán y por ambas facciones del EPLS. La
Comisión de Derechos Humanos y la Asamblea General de la ONU han aprobado resoluciones
sobre esta cuestión. La ONU ha nombrado relatores y ha despachado enviados especiales. Las
organizaciones no gubernamentales de derechos humanos han publicado numerosos informes.
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El gobierno no es insensible frente a la presión internacional, y necesita captar el apoyo
popular dentro del país. Hasta ahora, esto simplemente lo ha llevado a tomar medidas destinadas a
velar la magnitud de la represión.
Algunas de estas medidas han afectado las características del cuadro de violaciones de
derechos humanos. Hoy la mayoría de los detenidos no permanecen privados de libertad más que
unos meses, si bien es cierto que, a veces, los vuelven a detener poco después de excarcelarlos. La
restricción del movimiento de los presuntos opositores políticos se realiza ahora obligándolos a
presentarse a diario ante las autoridades, en lugar de detenerlos formalmente.
Sin embargo, la presión mundial parece haberse detenido ante un invisible muro
diplomático.
El nombramiento en 1993 de un relator especial de las Naciones Unidas para Sudán
representó un paso importante, pero su labor y sus recomendaciones no han recibido seguimiento,
ni mediante resoluciones de la ONU ni mediante la acción internacional. El gobierno se niega a
cooperar con él.
Para labrar un futuro sólido para los derechos humanos en todo el país, es fundamental
que se ponga término a la guerra. El cese de las hostilidades, especialmente mediante un acuerdo
que garantice la protección de los derechos humanos, podría reducir la frecuencia de algunos de
los abusos más graves.
No obstante, la cuestión de los derechos humanos en Sudán se extiende mucho más allá
de los límites de la guerra. Hasta en las zonas menos afectadas por las actividades bélicas continúan
cometiéndose graves abusos. Nunca se ha necesitado tanto realizar una vigilancia intensa,
preferiblemente a cargo de un equipo de observadores civiles de la ONU. Para que Sudán tenga
un verdadero futuro, debe implantarse en todas partes del país un verdadero respeto por los
derechos humanos.
USTED PUEDE AYUDAR
Escriba al gobierno de Sudán y a las dos facciones del EPLS para que pongan fin a los abusos:
Lieutenant-General Omar Hassan Ahmad al-Bashir, President, People’s Palace, PO Box
281, Jartum, Sudán;
Dr. John Garang de Mabior, SPLA, Mainstream, c/o PO Box 39892, Nairobi, Kenia;
Dr. Riek Machar Teny Dhurgon, SPLA United (SSIA), c/o PO Box 30770, Nairobi,
Kenia.
[pies de foto:]Pescadores dinkas en Apeth, Bahr al-Ghazal, en el sur de Sudán. ©David
Stewart-Smith/Katz
Mezquita de Farouq, Jartum. ©Hutchinson
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