versión completa

Anuncio
2008 Propuesta de paz
HUMANIZAR LA RELIGIÓN Y CREAR LA PAZ
Daisaku Ikeda
Presidente de la Soka Gakkai Internacional
26 de enero de 2008
En ocasión del trigésimo tercer aniversario de la fundación de la Soka Gakkai
Internacional (SGI), quisiera compartir algunas ideas y propuestas con el fin de contribuir
al establecimiento de una paz duradera en nuestro mundo.
Han transcurrido ya unos veinte años desde la finalización de la Guerra Fría, que mantuvo
a la sociedad internacional en vilo por casi medio siglo. Pese a haber ingresado en una
nueva centuria, no se vislumbran aún los lineamientos de una nueva estructura para la
sociedad global.
En octubre de 1990, se publicó el diálogo que mantuve con el doctor Linus Pauling (19011994), laureado dos veces con el Premio Nobel. En nuestras conversaciones, el doctor
Pauling manifestó sus esperanzas con las siguientes palabras: “Las cosas pueden estar
cambiando para mejor. Las primeras modificaciones que impuso Mijaíl Gorbachov
constituyeron un gran salto hacia delante”. [1]
El doctor Pauling tenía noventa años en ese momento, y sus palabras despiertan en mí
el recuerdo del rostro cálido y gentil de ese gran luchador por la paz. Lamentablemente,
los sucesos posteriores solo constituyeron una amarga frustración de las esperanzas del
doctor Pauling. Durante un tiempo, a comienzos de los 90, se hizo alarde de un “nuevo
orden mundial”, liderado por los Estados Unidos, nación que encabeza el inevitable
proceso de globalización. Pero nuevas tensiones y conflictos emergieron de inmediato, y
el mentado proyecto debió dar marcha atrás. Nuestra situación actual puede
caracterizarse más acertadamente por el desorden global.
Pero no permitamos que las ruedas de la historia echen a rodar hacia atrás. Sean cuales
fueren las dificultades, no debemos desalentarnos en la búsqueda de un nuevo orden
global que esté realmente al servicio de los intereses y el bienestar de toda la
humanidad. Solo si nos consagramos decididamente a esa tarea podremos impedir que
la sociedad global quede atrapada en un caos cada vez más abismal.
Linus Pauling y el siglo XX
La exhibición “Linus Pauling y el
siglo XX”, organizada por la SGI, la
familia del doctor Linus Pauling y la
Universidad Estatal de Oregón,
presenta la vida, la filosofía y el
compromiso asumido por uno de
los científicos y promotores de la
paz más influyentes del mundo
contemporáneo. Desde su
inauguración en San Francisco en
1998, la muestra ha sido llevada a
dieciséis localidades de cinco
países, y ha sido visitada por más
de un millón de personas.
Linus Pauling ganó el Premio
Nobel de Química en 1954, y el
Nobel de la Paz, en 1962. Daisaku
Ikeda y Pauling se reunieron en
cuatro oportunidades, entre 1987 y
1993. Sus diálogos han sido
publicados en inglés, en 1992, con
el título A lifelong Quest for Peace
[En busca de la paz].
Se están realizando esfuerzos significativos en
ese sentido. Recientemente (el 15 y 16 de enero),
se llevó a cabo el Foro de la Alianza de
Civilizaciones en Madrid, España. Con la
convicción de que la preservación de la paz y la
seguridad en el orden internacional requiere que
se supere la animosidad entre culturas, más de
setenta y cinco estados miembros de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) y
diversas organizaciones internacionales
participaron del evento. El secretario general de
las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en su firme
llamado a realizar más acciones por la paz, dijo:
“Si bien provienen de diferentes medios y poseen
perspectivas distintas, todos ustedes comparten
la convicción de que la Alianza de Civilizaciones
es un medio de enfrentar el extremismo y de
borrar las divisiones que amenazan nuestro
mundo”. [2]
En el mismo orden de cosas, durante una
conferencia de prensa realizada a comienzos de
este año, el presidente francés, Nicolas Sarkozy,
anunció la puesta en marcha de una “política de
civilización”, basada principalmente en la
humanidad y en la solidaridad. Al respecto, el
primer mandatario francés sostuvo que no era
posible organizar el mundo del siglo XXI con el orden del siglo XX [3] y propuso que la
actual cumbre del G8 se ampliara para dar cabida a China, India, Sudáfrica, México y
Brasil, y quedara constituida como un nuevo sistema, el G13.
Hace ya mucho tiempo que solicito se considere la ampliación de las cumbres actuales,
para que se integren en ellas naciones como China e India, y conformen una cumbre de
países con responsabilidad, que impulsará una manera más amplia de compartir
responsabilidades globales. Deseo brindar mi completo apoyo a iniciativas con dicho
propósito.
La inclinación hacia el fundamentalismo
Una vez concluida la Guerra Fría, la construcción del nuevo orden mundial fue impulsada
en base a los principios de libertad y de democracia. Si bien tales valores son, sin lugar a
dudas, esenciales, debemos ser conscientes del peligro que implica cualquier intento de
imponer instituciones y prácticas específicas en el ámbito de una cultura política
diferente. Incluso allí donde la libertad y la democracia puedan estar ya establecidas, la
menor flaqueza en el esfuerzo de sostenerlas y expandirlas hace que ambas comiencen
a debilitarse, hasta que finalmente lo único que nos queda son formas vacías, despojadas
de toda sustancia.
Tal fue el tema central del análisis que realicé en mi propuesta de paz de 1990, justo
unos meses después de la caída del Muro de Berlín, en noviembre del año anterior. Me
basé para ello en la República de Platón, donde el filósofo afirma que, en la búsqueda
insaciable de libertad, la democracia alimenta un sinfín de deseos que, gradual e
insidiosamente se apoderan de la ciudadela del alma de los jóvenes. [4] A la larga, la
situación queda fuera de control, y se busca la aparición de un líder fuerte que restaure el
orden. Entonces, de entre todos los “zánganos” ociosos, se elige a una persona armada
de un aguijón. [5] Con esa imagen, Platón ilustra enfáticamente la lógica y la probabilidad
real de un retroceso hacia la tiranía.
Quedó pues demostrado que mi preocupación de entonces no fue infundada. La marcha
caótica de la globalización centrada en el aspecto económico ha producido ya un mundo
dividido por desigualdades en una escala sin precedentes: por un lado, la abierta
veneración por los bienes materiales, y por el otro, el lógico sentimiento de frustración
ante la ausencia de justicia económica. Tal inequidad estructural es el factor clave –tal
vez, el único— que se oculta en las formas de terrorismo que proliferan hoy en todo el
globo. La historia nos enseña que cualquier intento de suprimir el terrorismo y otros
crímenes similares mediante el uso unilateral de la fuerza, sin un cuidadoso análisis
previo de los factores estructurales involucrados y sin concebir una manera de responder
a esos factores, solo logrará empeorar las cosas. El orden que se establece por la fuerza
es el paso previo hacia el caos total.
Como budista, lo que me aflige más profundamente es la mentalidad que ha ido
surgiendo con este telón de fondo. Es algo que solo se puede definir como una
inclinación hacia el fundamentalismo; una tendencia que no se limita únicamente al
aspecto religioso, tan largamente debatido, sino que abarca también el etnocentrismo, el
chauvinismo, el racismo y la adhesión dogmática a diferentes ideologías, incluidas las
que impone el mercado. Esas formas de fundamentalismo proliferan en condiciones de
caos y de desorden. Y el elemento en común que posee cada uno de los aspectos del
fenómeno es el modo en que, sistemáticamente, se da más importancia a diversos
principios abstractos que a los seres humanos, lo que lleva a que la gente termine
totalmente sometida, al servicio de dichas abstracciones.
No es mi intención realizar un análisis detallado del tema; tan solo, destacar que Albert
Einstein (1879-1955) expresó la esencia de esta cuestión cuando afirmó: “los principios
están hechos para el ser humano y no el ser humano para los principios”. [6]
Sostener la visión del mundo concebida por Einstein y ponerla en práctica de manera
consistente no es una tarea fácil. Las personas optan rápidamente por remitirse a reglas
preestablecidas que brindan respuestas inmediatas a sus cuestionamientos y dudas.
Para utilizar una metáfora de Simone Weil (1909-1943), la manera en que operan las
diversas formas de fundamentalismo se podría comparar con el accionar de la fuerza de
la gravedad (la pesanteur), que trastorna y degrada a los seres humanos y a la sociedad,
una fuerza al parecer inherente a todo ser humano que nos lleva a degradarnos a
nosotros mismos. La naturaleza esencial de dicha fuerza es la que nos hace perder de
vista el sentido de la identidad que debería conformar el núcleo de nuestra humanidad.
Estoy convencido de que nuestra época necesita un humanismo capaz de confrontar y
detener la tendencia hacia el fundamentalismo. Y eso implica la tarea de situar
nuevamente a las personas y a la humanidad toda en el centro de la escena, labor que,
en última instancia, solo se puede llevar a cabo mediante un esfuerzo espiritual
incansable para adiestrar y templar nuestra propia naturaleza.
El humanismo de Gide
Permítaseme citar en este contexto una anécdota muy conocida, que creo ilustra
adecuadamente la confrontación entre el fundamentalismo y el humanismo. Forma parte
de las ideas de avanzada del gran humanista francés André Gide (1869-1951) respecto
del experimento socialista en la Unión Soviética.
En junio de 1936, al enterarse de que su admirado escritor Máximo Gorki (1868-1936) se
encontraba gravemente enfermo, Gide se apresuró a viajar a Moscú, adonde llegó justo
un día antes del fallecimiento del gran literato. Luego de pronunciar algunas palabras en
el funeral del escritor y de asistir a una serie de eventos conmemorativos, Gide tuvo la
oportunidad de cumplir su deseo, largamente acariciado, de viajar por la Unión Soviética
durante un mes. La crónica de sus viajes se publicó en noviembre de ese año con el
título de Retour de l’ U.R.S.S. [Sucedió en la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas]; el libro encendió un debate público de intensidad y proporciones realmente
históricas, en el que se vieron envueltos no solo intelectuales de Francia, el resto de
Europa y los Estados Unidos, sino también de Japón.
Si bien Gide reconoce plenamente la importancia histórica de la Revolución Rusa y de
los acontecimientos que llevaron a la creación de la Unión Soviética, también analiza
–con una actitud que hoy nos resulta excesivamente cautelosa— las patologías del
comunismo soviético, que por entonces comenzaban a emerger. La mayor parte de sus
observaciones fueron muy atinadas, tal como se pudo constatar tras el colapso de la
Unión Soviética.
Sin embargo, transcurrían entonces los años rojos, cuando la lucha contra el fascismo en
la Guerra Civil Española inclinaba a intelectuales y jóvenes hacia la izquierda; para
muchos, la Unión Soviética era el centro de sus esperanzas. Por ende, las críticas de
Gide, provenientes de un acreditado izquierdista como él era entonces, desencadenaron
una fuerte reacción que se generalizó en las esferas académicas, periodísticas y
políticas.
Si bien las opiniones estaban divididas, prácticamente todos se manifestaban en contra
de Gide. Tildado de traidor por mucha gente, el escritor de encontró aislado y sin apoyo
alguno. Así y todo, se negó a retroceder. Estaba decidido, por sobre todas las cosas, a
mantenerse fiel a sus creencias.
“A mis ojos”, escribió, “hay cosas aun más importantes que yo mismo, más importantes
que la U.R.S.S.: la humanidad, su destino y su cultura”. [7]
Considero que esa es una declaración de humanismo clara, concisa y verdaderamente
histórica. La palabra “humanidad” se maneja hoy con total ligereza, de manera
sumamente trillada, manida y carente de significado; pero para Gide, la expresión
contenía innumerables matices, dotados de un significado clarísimo y concluyente:
indicaba el cimiento irreemplazable de la justicia, una base universalmente válida para
llevar a cabo cualquier acción.
“[H]ay cosas aun más importantes que yo mismo”. Las palabras de Gide apuntan a la
cultura de la humanidad, que encarna valores universales, como el espíritu de respetarse
a uno mismo y respetar a otros; la diferencia y la diversidad; la libertad, la justicia y la
tolerancia; todos principios por los cuales él estaba dispuesto a entregarlo todo, incluso,
al parecer, su propia vida. La profundidad e intensidad de las convicciones de Gide sin
duda lo sostuvieron en su solitaria resistencia contra la avasalladora corriente de la época.
La amplitud del humanismo de Gide me remite a la enseñanza budista que establece que
el principio último y la naturaleza esencial de todos los fenómenos se encuentran
únicamente en el corazón humano. Esa “naturaleza de Buda” universal –a veces
simbolizada mediante la imagen del Buda sentado sobre una flor de loto— es el aspecto
puro, impoluto e indestructible del corazón humano. La determinación de respetar a todas
las personas, principio que constituye el cimiento del humanismo budista, nos lleva
comprender que no solo las diferencias sectarias, sino las ideológicas, culturales y
étnicas jamás son absolutas. Tales distinciones, al igual que el orden y la organización
de la sociedad humana, son solo relativas; por lo tanto, deben ser tratadas como
conceptos flexibles, fluidos, que necesitan negociarse una y otra vez, sin descanso, para
satisfacer lo mejor posible las necesidades humanas. Eso, y no una serie de principios
abstractos, es lo que implica para las personas ser protagonistas de su destino.
En los escritos budistas, encontramos también el siguiente pasaje:
Por consiguiente, el conjunto de las ochenta y cuatro mil enseñanzas representa
el registro diario de la propia existencia. Este conjunto de las ochenta mil
enseñanzas está corporificado en la propia mente y está contenido en ella.
Emplear la mente para suponer que el Buda o la Ley o la tierra pura existen en
algún otro lugar fuera del propio ser y buscarlos en otra parte es una ilusión.
Cuando la mente encuentra causas buenas o malas, crea y hace surgir los
aspectos del bien y del mal”. [8]
Si bien la expresión “ochenta y cuatro mil enseñanzas”, se utiliza para referirse a la
totalidad de las enseñanzas de Shakyamuni, como el Buda, también se puede inferir que
es todo lo que comprende este mundo de distinciones y diferencias. Si reconocemos
que, esencialmente, todo ello existe dentro de cada ser humano, debemos luchar para
alcanzar ese punto, libre de conciencia discriminatoria, en que veamos con claridad el
idéntico valor que poseen todos los seres humanos. Tal debe ser nuestro punto de
partida y nuestro destino final. Una postura así es contrastante con las ideologías
comúnmente descritas como fundamentalistas, que, con su énfasis excesivo,
inevitablemente crean un apego exagerado a las diferencias.
Un desafío que aún no tiene respuesta
Hace más de medio siglo, luego de concluida la Segunda Guerra Mundial, el crítico
literario japonés, Kazuo Watanabe (1901–1975), especialista en el estudio y la traducción
de la filosofía humanista francesa, al reflexionar sobre el legado negativo de la civilización
moderna, clamó por la “humanización de la religión”:
La segunda reforma religiosa debe ser emprendida por un nuevo Lutero, un nuevo
Calvino. Aunque pueda resultar una expresión curiosa, el único camino posible
es la humanización de la religión. Quiero decir con ello que hay que descartar
todos los aspectos de la religión que ofuscan el juicio y reconocer que incluso
Dios existe para servir a la humanidad. Debemos reflexionar sobre la pequeñez y
la fragilidad humanas que rápidamente nos convierten en instrumentos y esclavos
de aquello mismo que creamos. Es necesario enseñar esto a los demás y
hacerse cargo de la tarea de esclarecer nuestra responsabilidad con todo lo que
los seres humanos hemos conquistado desde el Renacimiento. [9]
Hoy, la realidad del mundo religioso, sesenta años
después de que Watanabe realizó su radical
declaración, nos demuestra a las claras que esta
se trató de un desafío que aún no encontró
respuesta. La prueba más simple de ello es que
no hay contexto en que la palabra
“fundamentalismo” aparezca con mayor frecuencia
que en el de la religión. No podemos permitirnos
ignorar una circunstancia así. Desentendernos de
este estado de cosas significa permitir que la
religión se convierta en un factor de guerras y de
conflictos; implica restarle todo el potencial como
fuerza motivadora para el establecimiento de la
paz.
Kazuo Watanabe
Kazuo Watanabe (1901-1975) fue
un experto en literatura francesa y
crítico literario que se convirtió en
uno de los más importantes
voceros del humanismo en el
Japón durante y después de la
Segunda Guerra Mundial. Se
graduó en la Universidad de Tokio
en 1925 y se desempeñó como
profesor de literatura francesa en
esa misma institución, desde 1948
hasta 1972. Es reconocido por sus
traducciones de Rabelais y de
Erasmo, su dominio del
pensamiento renacentista y su
búsqueda del sentido de la
tolerancia en la sociedad
contemporánea. Por muchos años,
se dedicó a formar y a enseñar a
numerosos destacados
académicos y escritores, entre
ellos, Kenzaburo Oe, galardonado
con el Premio Nobel.
En 1993, tuve la oportunidad de pronunciar en la
Universidad de Harvard una alocución denominada
“El budismo Mahayana y la civilización del siglo
XXI”. En esa disertación, sostuve que había que
dar prioridad al verdadero impacto que ejercía la
religión sobre los seres humanos: “¿[F]ortalecen
las religiones al ser humano o, más bien, lo
debilitan? ¿Alientan las religiones lo bueno que
hay en las personas o lo malo que hay en ellas?
¿La religión torna más sabio al ser humano o todo
lo contrario?”. [10] Tales son las preguntas que
debemos plantearle a cualquier religión, incluso al budismo, desde luego, si el objetivo es
“humanizarlas” plenamente.
Elie Wiesel, laureado con el Premio Nobel de la Paz, ha examinado el fanatismo y el
odio que indefectiblemente vienen de la mano del dogmatismo y el fundamentalismo.
Estableció la Fundación Elie Wiesel para la Humanidad, entidad que organizó numerosas
conferencias internacionales sobre el tema “Anatomía del odio”. He aquí como Wiesel
define sus motivaciones:
¿Cómo puede uno explicar la atracción que hoy ejerce el fanatismo sobre tantos
intelectuales? ¿Qué se puede hacer para inmunizar la religión contra su embate?
[...] Desde los albores de la historia, el ser humano es el único que experimenta
el fanatismo y el odio, y solo el ser humano puede ponerle freno. En toda la
creación, únicamente el ser humano es capaz de odiar y, a la vez, culpable de
odiar. [11]
Este es un clamor irreprimible de la conciencia, una expresión ferviente de la necesidad
de humanizar la religión.
Cuando era niño, Wiesel perdió a su familia en el Holocausto; lo separaron de su madre y
de su hermana en Auschwitz, y tuvo que presenciar la muerte de su padre en
Buchenwald. Habiendo sobrevivido al infierno del nazismo, la más horrenda forma
imaginable de fanatismo, sus palabras tienen un peso y una resonancia muy especiales;
reflejan de manera contundente el callejón sin salida en que está sumida la humanidad.
El apego a intereses sectarios en lugar de hacer esfuerzos por humanizar la religión, solo
logrará debilitar a las personas, destacando su maldad y su necedad. Esa clase de
fanatismo profundiza los aspectos de la religión que nublan y embotan el juicio, y hacen
que esta tenga aun más poder de generar guerras y conflictos. Creo que no hace falta
mencionar ejemplos de las consecuencias que genera el fundamentalismo a que alude
Wiesel, pues este aspecto oscuro y destructivo de la religión ha quedado impreso a lo
largo de toda la historia de la humanidad.
En realidad, la labor de humanizar la religión todavía no se ha encarado seriamente; sigue
allí, ante nosotros, como un reto que debemos aceptar, si nuestro objetivo es lograr un
avance.
Evaluar el impacto tanto positivo como negativo que han ejercido la religión y las
creencias religiosas en la historia de la humanidad es una tarea compleja, y no es mi
intención acometerla en esta ocasión. Empero, al emprender el desafío aún pendiente de
humanizar verdaderamente la religión, debemos asegurarnos de que, en el siglo XXI, esta
siempre sirva para elevar y mejorar nuestra condición humana, y contribuya al
establecimiento de la felicidad y la paz en el mundo.
Elogio al espíritu
En relación con este contexto, hace ya tiempo que he notado con interés la postura
hacia la religión adoptada por el gran historiador del siglo XIX, Jules Michelet (1798-1874).
Michelet vivió en una época conocida como el Renacimiento Oriental. Así como unos
siglos antes el reencuentro con las antiguas civilizaciones griega y romana desempeñó
un papel crítico en el renacimiento cultural de Europa, las comunidades de dicho
continente de mediados del siglo XIX experimentaron un renovado interés por las culturas
“orientales” de India y de Persia. Ello significó un intento de ir más allá de los límites
espaciales y temporales que imponía la visión del cristianismo. En algunos aspectos, la
atmósfera de ese período fue similar a la de nuestra actual época de globalización. En
Bible de l’humanité [La Biblia de la humanidad (1864)], Michelet escribe:
¡Qué afortunada época la nuestra! El alma de la Tierra está armonizada por líneas
telegráficas, unidas en su presente. Y, a través de las líneas de la historia y de la
comparación de las diferentes épocas, ofrece el sentimiento de un pasado
fraternal. Ofrece la dicha de saber que el alma de la Tierra vive en el mismo
espíritu. [12]
La referencia a la comunicación global mediante “líneas telegráficas” bien podría
equipararse a nuestra propia sociedad conectada a través de la Internet. A mediados del
siglo XIX fueron surgiendo los primeros rasgos de nuestra moderna civilización científica y
tecnológica. Eso, junto con el carácter optimista de Michelet, contribuyó a las
expectativas casi sin límites que este alentaba acerca de una expansión de las fronteras
de la civilización humana, basada en una comprensión unificada del mundo.
En amargo contraste, nuestra época muestra de manera inequívoca señales del ocaso de
la civilización industrial moderna, tal como lo advirtió hace ya más de treinta años el
informe del Club de Roma, titulado “Los límites del crecimiento”. Hay una condición de
esterilidad impersonal que impregna una sociedad en rápida expansión, sustentada en la
Internet. Hoy es difícil encontrar algo que se asemeje remotamente a la efervescencia
que Michelet anticipaba para las tecnologías de comunicación, que habrían de armonizar
“el alma de la Tierra”.
En ese sentido, la época de Michelet brindó a los europeos una gran confianza en el
potencial limitado de las posibilidades humanas, tal vez, porque ellos fueron capaces de
relativizar su propia civilización. Ese espíritu de la época se refleja claramente en la
postura de Michelet hacia algo que él también intentó humanizar: la religión. Para el
historiador, La Biblia de la humanidad no está limitada solo al Antiguo y Nuevo
Testamentos, sino que incluye todos los textos sagrados de casi todas las religiones
clásicas del mundo (con excepción de la civilización china). Michelet declaró que “el
autor de los textos es la mismísima humanidad” [13] y se dedicó a examinar cuidadosa e
imparcialmente los Vedas y el Ramayana de la India; la épica heroica y el teatro clásico
de la Grecia antigua; el Shahnameh (Libro de los reyes) de Persia y antiguas obras de
Egipto y de Asiria. Su búsqueda lo llevó a la conclusión de que la religión queda
comprendida dentro del ámbito de la actividad espiritual, y que la actividad espiritual no
está contenida dentro de la religión. [14] Esa declaración representa una clara y férrea
humanización de la religión, un rechazo de todos los elementos religiosos y los dogmas
que se situaban por encima de los seres humanos. Michelet sostiene además que
hemos visto la perfecta conformidad de Asia y de Europa, la conformidad de los tiempos
antiguos y de nuestra era moderna; hemos podido comprobar que en cualquier época, las
personas han pensado, sentido y amado de la misma manera; por ende, no existe más
que una humanidad, un solo corazón, no dos. Para él, se ha restablecido una inmensa
armonía que atraviesa tanto el espacio como el tiempo. [15]
Desde la perspectiva de nuestra época, signada por la desconfianza y la frustración, no
podemos evitar sentirnos muy lejos de la visión de Michelet. Es posible que esa
celebración entusiasta del género humano, surgida en los albores de la civilización
moderna, pueda parecernos hoy demasiado utópica y optimista, incluso ingenua. La
alentadora visión del autor sobre el florecimiento de la humanidad, que comienza en India
y Grecia antiguas, atraviesa la “era oscura” del período medieval y llega al Renacimiento
y luego a la Revolución Francesa, con sus valores de libertad, igualdad y fraternidad, se
ha visto profundamente vulnerada por acontecimientos históricos posteriores. El siglo XX
padeció dos guerras mundiales, y los horrores de Auschwitz y de Hiroshima, sobre todo,
despertaron agudamente nuestra conciencia sobre la naturaleza de doble filo que poseen
el conocimiento, la ciencia y la tecnología. (Del mismo modo, el colapso de la Unión
Soviética puso fin a una idea de la historia como progresión natural que se inicia con la
Revolución Francesa y continúa con la Revolución Rusa.)
Pero, tal como dice el refrán, “no arranquemos el trigo con la cizaña” y no desechemos
los aspectos valiosos del pensamiento de Michelet. “¡Por favor! ¡Seamos humanos!
¡Vivamos la exaltación de una nueva grandeza, como nunca antes conocimos!”. [16]
Concuerdo absolutamente: prestemos oídos a la súplica de Michelet y no perdamos de
vista su postura fundamental de que la humanidad tiene que ser la protagonista de la
creación de la historia, en todos sus aspectos, incluso el religioso. El éxito de nuestra
lucha en bien del humanismo dependerá de si somos capaces de compartir dicho
enfoque, de profundizarlo y legarlo a las generaciones futuras.
Es de destacar que el elogio que hacía Michelet de la humanidad encarnaba un
dinamismo muy alejado de la vaguedad, las emociones indefinidas y la falta de sustancia
que hoy se asocia a la palabra “humanismo”. En contraste con las sucesivas
encarnaciones del humanismo, que a menudo eran sucedáneos de liberación que nada
hacían por poner freno al crecimiento desmedido del ego, la columna vertebral del
humanismo de Michelet era el autodominio, es decir, la creencia en la naturaleza y la
esencia prescriptibles del espíritu humano.
Al final de La Biblia de la humanidad, Michelet expresa su confianza de que se halla
situado dentro de la herencia legítima de la historia. “Un torrente de luz, un gran río de
Bien y de Razón viene fluyendo desde la India antigua hasta 1789”. [17] Al sostener que
“idéntica en toda época, la Justicia eterna brilla desde el sólido cimiento de la naturaleza
y de la historia”, [18] Michelet se situó en el bien, la razón y la justicia. Ejerciendo el
autodominio, recreándose a sí mismo, expresó la digna determinación de ser
protagonista de la historia. Si la generosa alabanza que prodiga a la humanidad es una
fuerza centrífuga, que se precipita desde el centro de su ser hacia afuera, la
autodisciplina y el autodominio funcionan como fuerzas centrípetas, que actúan como
reguladores y fluyen de regreso al centro. El equilibrio adecuado entre ambas fuerzas es
esencial para garantizar el funcionamiento saludable del alma humana.
Si bien la concepción de Michelet acerca del Bien difiere en puntos importantes del
principio de Dharma –la ley que el budismo sostiene es inherente a toda vida— su
enfoque contiene una asombrosa similitud con la última advertencia del Buda a sus
seguidores: “Debéis ser vuestra propia isla. Tomad vuestro yo como refugio. No os
refugiéis en nada fuera de vosotros mismos. Aferraos al Dharma [la Ley] como isla, y no
busquéis amparo en ninguna otra cosa que en vuestro propio ser”. [19] Se diría que esa
búsqueda de la verdad, emprendida de acuerdo con la voluntad de cada uno, con
absoluta confianza en uno mismo, es tan esencial hoy como lo fue en tiempos antiguos
para quien aspire a ser auténticamente humano, el protagonista del drama de su vida.
Un humanismo comprometido
Como Kazuo Watanabe advirtió, los seres humanos poseemos de hecho la pequeñez y
la fragilidad que nos convierten fácilmente en instrumentos y esclavos de nuestras
propias creaciones; por ello, a la larga, la historia no prosiguió de acuerdo con los
lineamientos que Michelet había proyectado.
Esa pequeñez y fragilidad es lo que mueve a los individuos a actuar contra lo que es
humano –les hommes contre l’humain, para utilizar la expresión del escritor Gabriel
Marcel (1889-1973)— y frustra nuestros intentos de ser quienes inscriben la historia. El
siglo XX, una era en que las ideologías alcanzaron la condición de valores absolutos, y
diferentes clases de fanatismo desencadenaron tormentas de guerra y de violencia,
representa el testimonio más oprobioso de ese hecho. No percibimos aquí la justicia
universal de la que hablaba Michelet, sino asertos parciales y particularizados de justicia,
que declaran, cada uno, su propia absolutidad y luchan desesperados por la supremacía.
Tal es el riesgo más grande que conlleva una desviación hacia el fundamentalismo que
queda desapercibido. Sin tener real conciencia del amargo sufrimiento con que culmina la
búsqueda fanática de formas parciales de justicia, las personas, en su mayoría, son
incapaces de resistirse a su seducción.
Si hemos de poner freno a esta tendencia, no debemos contentarnos con ser
espectadores pasivos. Un auténtico humanista no puede eludir o abandonar la lucha
contra el mal. “Humanismo”, como ya se ha mencionado, es una palabra y a la vez un
concepto que denota tanto un aspecto positivo –paz, tolerancia, moderación— como
posibilidades negativas –la tendencia a transigir rápidamente y a mostrar escaso
entusiasmo por cualquier clase de compromiso—. A menos que seamos capaces de
romper la barrera y de elevarnos por sobre esos aspectos negativos, no podremos
contrarrestar las ideologías extremistas, que representan el rasgo típico de fanatismo.
Kazuo Watanabe hacía a menudo referencia a un ensayo de Thomas Mann (1875-1955) y
aseguraba que ese escrito “en un período de violenta agitación social, fue primero mi libro
de cabecera y luego, el libro dentro de mi talego”. [20] En el ensayo “¡Atención, Europa!”,
Mann, quien luchó toda su vida contra el nazismo, lanza un poderoso llamado a lo que él
denominó un “humanismo combativo”.
La clase de humanismo que se necesita hoy es uno combativo, uno que conozca
su propia bravura; un humanismo resuelto a no permitir que los principios de
libertad, tolerancia y escepticismo sean atropellados por el fanatismo que
desconoce la vergüenza o la incertidumbre. [21]
Gide prestaba un apoyo entusiasta a la idea de Mann de un humanismo combativo y
consideraba que era la forma más auténtica que este podía adoptar. Tal vez, esa clase
de humanismo surgió de la misma fuente que la de Gide, es decir, del valor universal de
la humanidad, que él estableció como la base de la justicia y sobre el que declaró que
era “más importante que yo mismo, más importante que la U.R.S.S.”.
En este contexto, puedo percibir coincidencias con la lucha espiritual del humanismo
budista. Hoy, el movimiento budista de la SGI se ha desarrollado a escala global y
cuenta con el apoyo de amplios sectores de la sociedad. Tengo la convicción de que ello
se debe a que propugnamos un humanismo universal, que va más allá de los límites
dogmáticos y sectarios. Significa que hemos emprendido una labor que es
absolutamente crucial dentro de la historia: la de humanizar la religión.
La clave para librar una batalla espiritual fructífera en bien de los principios del
humanismo yace en el diálogo, un reto tan antiguo (y tan nuevo) como la mismísima
humanidad. La inclinación al diálogo es una característica esencial de la naturaleza
humana. Abandonar el diálogo es, ni más ni menos, abandonar nuestra humanidad. Sin
el diálogo, la sociedad queda sepultada en un silencio de muerte.
Con la misma dedicación con que nos esforzamos por desarrollar el buen juicio (homo
sapiens), debemos luchar para dominar el lenguaje y el diálogo (homo loquens). A través
de las épocas, muchos comprendieron que el diálogo es en verdad la condición esencial
que nos hace humanos. Sócrates declaró: “[N]o hay peor percance que le pueda a uno
suceder que el de tomar odio a los razonamientos. Y la misología [aborrecer los
discursos] se produce de la misma manera que la misantropía [sentir aversión al trato
humano]”. [22] El físico y filósofo alemán, Carl Friedrich von Weizsäcker (1912–2007), a
cuyo hermano tuve el privilegio de conocer en 1991, cuando era presidente de Alemania,
sostuvo que los seres humanos “son nuestros auténticos compañeros en la vida y en el
diálogo”. [23] Así, él también determinó que el diálogo era el factor esencial de la
condición humana.
Alentado por la firme creencia de que el diálogo es la savia vital de la religión, me he
reunido con más de siete mil pensadores y líderes de los más diversos campos, y he
publicado en forma escrita alrededor de cincuenta diálogos, el primero de los cuales fue
el que mantuve con el historiador británico Arnol J. Toybnee (1889-1975) [publicado en
1976 en inglés, con el título Choose Life (Elige la vida)]. Entre las personas con quienes
compartí reuniones de intercambio se cuentan, además, representantes de los credos
cristiano y confuciano, así como otros provenientes de las civilizaciones islámica e india
–culturas con las que el Japón ha tenido relativamente poco contacto en su historia—.
Además, he tenido encuentros con representantes del ex bloque comunista. Las
conversaciones que mantuve con diferentes académicos no se restringieron a los
expertos en humanidades, sino que abarcaron el intercambio con físicos, astrónomos y
otros profesionales de las ciencias naturales.
Las escrituras budistas enseñan que “de una sola Ley nacen inmensurables
significados”.[24] Cada vez que embarqué en esos diálogos, lo hice basado en mi
compromiso personal con el humanismo budista. Mi deseo, en relación con ello, ha sido
siempre el de crear, a través de la firme práctica del diálogo, puentes que unan las
diferentes religiones, civilizaciones y disciplinas, y contribuyan a hacer de un humanismo
abierto y universal la clave de la nueva época.
Los miembros de la SGI participan regularmente de encuentros de diálogo entre
religiones. Inmediatamente después de los ataques terroristas del 11 de setiembre de
2001, para citar un ejemplo, formaron parte, como representantes de la tradición budista,
de un encuentro organizado por la Academia Europea de Ciencias y Artes, junto con
miembros de los credos cristiano, judío y musulmán. Sumándose a esa ardua labor para
hallar vías de solución hacia la paz, los centros de investigación que fundé, como el
Instituto de Filosofía Oriental, el Instituto Toda para la Investigación sobre la Paz Global y
el Instituto Bostoniano de Investigaciones para el Siglo XXI, están impulsando
activamente el diálogo entre las diversas religiones y culturas.
En lo que a religión respecta, con su trágico legado de fanatismo e intolerancia, nada es
más vital que fomentar una clase de diálogo que trascienda el dogmatismo y se base en
el ejercicio de la razón y del autodominio. Para cualquier religión, abandonar el diálogo es
renunciar a su mismísima razón de ser. En cuanto a la SGI, ello significa que, en nuestra
búsqueda de promover el humanismo budista, jamás debemos permitir que derriben el
estandarte del diálogo, condición imprescindible del humanismo, por más amenazantes
que se muestren las fuerzas opositoras del fanatismo, la desconfianza o el dogmatismo.
El diálogo que se abandona a mitad del camino carece totalmente de valor. En cambio,
es genuino aquel que se sostiene con firmeza y perseverancia. Para manifestar nuestro
auténtico valor como homo loquens, debemos entablar una lucha espiritual
profundamente comprometida. Con ese fin, es necesario que recurramos a las cualidades
más nobles que podemos manifestar los seres humanos: nuestra benevolencia, fortaleza
y sabiduría. Para merecer su nombre, las religiones deben brindarnos los medios de
hacer surgir tales virtudes: tienen que impulsar un cambio revolucionario en cada ser
humano. Es por eso que la disertación que brindé en Harvard se centró en el papel que el
budismo Mahayana podía desempeñar en la labor de restaurar la civilización humana en
el siglo XXI. Tal ha sido y es mi convicción inamovible.
El marco de los derechos humanos
La Declaración Universal de los
Derechos Humanos
La Declaración Universal de los
Derechos Humanos (DUDH) fue
adoptada y proclamada por la
Asamblea General de las Naciones
Unidas el 10 de diciembre de 1948. En
ella quedan establecidos los derechos
inalienables y las libertades
fundamentales de cada una y de todas
las personas que habitan la faz de la
Tierra.
Desde esta perspectiva general, quisiera
considerar a continuación las acciones y
medidas concretas que pueden implementarse
para resolver los complejos problemas que hoy
debemos confrontar en el ámbito global.
Este año se celebrará el 60º aniversario de la
adopción de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (DUDH), documento que
expresa una determinación compartida de no
repetir jamás los horrores y tragedias de la
Segunda Guerra Mundial. La DUDH está
conformada por un total de treinta artículos que
dejan claramente establecidos los derechos
Los derechos que figuran en el
documento incluyen, entre otros: no
ser sometido a torturas, igualdad ante
la ley, juicio justo, libertad de
movimiento, asilo; libertad de
pensamiento, conciencia, religión,
opinión y expresión. Se incluyen
también derechos económicos,
sociales y culturales, entre estos, el
derecho al alimento, vestido, vivienda y
atención médica; seguridad social,
trabajo, remuneración equitativa,
libertad para formar sindicatos y
derecho a la educación.
Al adoptar la DUDH, la Asamblea
General solicitó a todos los países
miembros que publicaran el texto de la
declaración y dispusieran que fuera
“distribuido, expuesto, leído y
comentado en escuelas y otros
establecimientos de enseñanza (...)”.
La declaración ha sido vertida a
trescientos treinta y cinco idiomas, lo
que la convierte en el documento más
traducido en todo el mundo.
civiles y políticos, por un lado, y los derechos
económicos, sociales y culturales por el otro.
La declaración se inicia con las siguientes
nobles palabras de su preámbulo:
“Considerando que la libertad, la justicia y la
paz en el mundo tienen por base el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de
los derechos iguales e inalienables de todos
los miembros de la familia humana (...)”. [25]
Este documento he ejercido su influencia en
las políticas adoptadas por los gobiernos y se
ha constituido en la base de convenciones e
instituciones relacionadas con los derechos
humanos; asimismo, ha forjado generaciones
de un colectivo dedicado a esa causa. Cuando
fue adoptada, la DUDH le otorgó voz a una
concepción universal sobre los derechos
humanos y estableció, asimismo, el objetivo de
hacer realidad un mundo libre de temor y de
miseria. Junto con la Carta de las Naciones
Unidas, adoptada también una vez finalizada la
Segunda Guerra Mundial, la DUDH señaló un
renovado punto de partida hacia nuevas formas
de coexistencia pacífica para el género humano.
Considero que el siglo XXI, además del eje
“horizontal” (espacial) de una universalidad que
trascienda las fronteras nacionales, como se
propone en la declaración, necesita asimismo el eje “vertical” (temporal) de un sentido de
responsabilidad que se expanda hacia las generaciones futuras, especialmente, en lo
que se refiere a nuestros esfuerzos para construir una sociedad global pacífica y
sostenible.
http://www.unhchr.ch/udhr/lang/spn.htm
Dentro de este contexto en especial, quisiera ofrecer propuestas concretas para las tres
áreas siguientes: la preservación de la integridad ecológica del planeta, el respeto por la
dignidad humana y la creación de una infraestructura para la paz.
La preservación de la integridad ecológica del planeta
En octubre de 2007, se publicó el informe Perspectivas del Medio Ambiente Mundial –
Medio ambiente para el desarrollo (GEO-4, por sus siglas en inglés) del Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). De acuerdo con el informe del
programa, aunque ha mejorado la calidad del aire en algunas ciudades, se estima que
más de dos millones de personas en todo el planeta corren el riesgo de morir
prematuramente cada año, a causa de la contaminación. El agujero de la capa de ozono
de la estratosfera sobre la Antártida, que ofrece protección contra la radiación solar
ultravioleta, ha alcanzado un tamaño nunca antes visto. Además, la cantidad de agua
potable disponible por persona ha disminuido a escala global, y se han identificado al
menos dieciséis mil especies que se encuentran en riesgo de extinción.
Se ha logrado progresar en algunas
cuestiones relativamente más simples, pero
falta todavía abordar, con algún nivel de
eficacia, los temas realmente complejos y
difíciles de tratar. Hay una tremenda
necesidad de emprender acciones concretas.
El año pasado, 2007, el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el
Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en
inglés) elaboró su Cuarto Informe de
Evaluación, en el que se reveló que el
aumento sostenido de emisiones de CO2, en
años recientes, casi ha duplicado el ritmo
del calentamiento en los cincuenta años que
van desde 1956 hasta 2005, comparado con
el avance que experimentó en los cien años
comprendidos entre 1906 y 2005. Si la
actual tendencia se mantiene, la temperatura
de la superficie terrestre puede llegar a
aumentar unos 6,4 grados Celsius para fines
del siglo XXI.
El informe advierte además que, si el
calentamiento global mantiene su actual
ritmo de crecimiento, el hielo del Mar Ártico
continuará reduciéndose, y aumentarán las
sequías, las olas de calor, las lluvias
torrenciales y otras manifestaciones
climáticas extremas, lo que podría socavar
seriamente los cimientos para la existencia
humana sobre la Tierra.
Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC)
El IPCC es un organismo científico
establecido en 1998 por la Organización
Meteorológica Mundial (OMM) y por el
Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA), con el
objeto de brindar información acerca de
los cambios climáticos, considerar las
posibles opciones de adaptación y
mitigación, y evaluar los riesgos que
conllevan dichos cambios inducidos por
el ser humano.
El cuerpo está conformado por gobiernos
(el IPCC está abierto a los estados
miembros de la OMM y del PNUMA) y
científicos. Aunque no realiza estudios ni
monitorea directamente fenómenos
relacionados con el clima, publica
informes sobre temas importantes para
la implementación de la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (CMNUCC). El
organismo publicó informes de
evaluación en 1990, 1995, 2001 y 2007.
El IPCC y el ex vicepresidente de los
Estados Unidos, Al Gore, compartieron el
Premio Nobel de la Paz de 2007, en
reconocimiento por “los esfuerzos
encaminados a generar y divulgar un
mayor acervo de conocimientos sobre el
cambio climático de origen humano, y a
sentar las bases para las medidas
necesarias con el fin de contrarrestar
dicho cambio”.
Hay una conciencia cada vez más clara de
la urgencia que rodea las cuestiones
ambientales; ello se refleja en que el tema
del cambio climático se ha tratado
sistemáticamente en cumbres anuales
realizadas recientemente, que culminaron
http://www.ipcc.ch/languages/spanish.htm
con la Reunión de Alto Nivel sobre el Cambio
Climático llevada a cabo en la sede central
de la ONU en setiembre de 2007. Pese a ello, la sociedad internacional no logra todavía
unirse para llevar a cabo acciones concertadas.
La integridad ecológica es una cuestión de interés y de inquietud para todo el género
humano; un tema que trasciende los límites y las prioridades de las naciones. Cualquier
solución en esta materia habrá de requerir un fuerte sentido de responsabilidad y de
compromiso por parte de todos nosotros, que compartimos un único planeta.
El presidente fundador de la Soka Gakkai, el educador y geógrafo Tsunesaburo
Makiguchi (1871-1944), solía recalcar que las personas teníamos que ser conscientes de
tres niveles de ciudadanía: las raíces y los compromisos locales relacionados con
nuestra comunidad inmediata; nuestro sentido de pertenencia a una comunidad nacional,
y el reconocimiento de que el planeta es el escenario donde, en última instancia,
desarrollamos nuestra existencia. En tal sentido, somos todos ciudadanos del mundo.
Sobre esa base, Makiguchi instaba a que la gente trascendiera su apego exclusivo o
excesivo a los intereses nacionales, y desarrollara una conciencia activa de su
compromiso con la humanidad toda.
Tal fue el principio que inspiró en 2002 el llamado de la SGI a un Decenio de la
Educación para el Desarrollo Sostenible y dio impulso a nuestra ulterior tarea de
implementar ese proyecto, en colaboración con importantes agencias de la Organización
de las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales.
La época actual requiere imperiosamente acciones concertadas y comprometidas en
beneficio de la Tierra y de todo el género humano. Las Naciones Unidas es la institución
global que puede articular esa enorme tarea. A modo de ejemplo, baste mencionar que el
organismo ha desarrollado y coordinado actividades en bien del ambiente a través del
PNUMA, cuyas secretarías administran diversos tratados internacionales sobre el
ambiente y promueven programas de desarrollo sostenible y de protección ambiental a
través de una red de seis oficinas regionales.
A modo de reconocimiento por el notable inventario de logros alcanzados por el PNUMA,
existen ya propuestas para ampliar sus atribuciones, con el fin de permitirle responder de
manera más eficaz a las amenazas ambientales, cuya magnitud y complejidad van en
aumento. Se alcanzó un acuerdo común sobre tales requerimientos en el Consejo de
Administración del PNUMA, realizado en Nairobi en febrero de 2007. Allí, se recalcó la
necesidad de contar con una estructura institucional más sólida para recopilar y analizar
hallazgos científicos, y coordinar la redacción, adopción e implementación de
convenciones ambientales; se solicitó, asimismo, elevar el PNUMA de su categoría de
programa a la condición de agencia.
Hace ya tiempo que considero que las cuestiones globales relativas al ambiente
conformarán una de las principales misiones de la ONU en el siglo XXI. En mi propuesta
de paz de 2002, propuse el establecimiento de una oficina del alto comisionado de la
ONU para el ambiente, cuyo mandato primordial sería coordinar las actividades de
diversas agencias y liderar firmemente la marcha hacia la resolución de problemas del
entorno global. De modo que quisiera unirme a quienes solicitan que el PNUMA se
fortalezca y adquiera el grado de agencia especializada y organización ambiental mundial.
La razón primordial que impulsa mi propuesta es que, hasta el presente, solo los países
que pertenecen al Consejo de Administración del PNUMA pueden participar directamente
de las discusiones y de la toma de decisiones. Sin embargo, si el PNUMA adquiere la
categoría de agencia especializada, cualquier país que elija convertirse en estado
miembro podrá integrarse en la mesa de deliberaciones.
El Mapa de Ruta de Bali
El Mapa de Ruta de Bali es un acuerdo
adoptado al final de una conferencia de trece
días realizada en diciembre de 2007 en la isla
de Bali, Indonesia; organizado por la
Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el
evento contó con la participación de
representantes de más de ciento ochenta
países. El mapa de ruta marca un proceso de
negociaciones de dos años de duración,
destinadas a tratar el tema del cambio climático,
con el objetivo de lograr un acuerdo vinculante
que suceda al Protocolo de Kyoto. Este último,
que expira en 2012, establece objetivos para
que los países desarrollados reduzcan las
emisiones de gases de invernadero.
El mapa de ruta no especifica ninguna meta
destinada a la reducción concreta de
emisiones, pero reconoce que “será necesario
efectuar profundas reducciones en las
emisiones globales para lograr el objetivo final”
de evitar un peligroso cambio climático.
Establece además las negociaciones
pertinentes para alcanzar un acuerdo a largo
plazo que incluya a los Estados Unidos, país
que hasta hoy permanece fuera del Protocolo de
Kyoto.
Está previsto que el proceso de negociaciones
se complete durante una cumbre que se
realizará en Copenhague, Dinamarca, en 2009,
para que los estados tengan tiempo de ratificar
el tratado, y este se ponga en vigencia a fines de
2012.
Una idea similar fue la razón del
llamado que realicé en 1978 para la
creación de las “Naciones Unidas para
el Ambiente”. El desarrollo de una
estructura institucional que permita a
todos los estados involucrarse en
cuestiones ambientales será de
extrema importancia, especialmente,
para establecer un sistema de
gobernanza global del ambiente que
sea efectivo, algo cuya importancia ya
no admite discusiones.
Dentro de este contexto, es imposible
negar que la necesidad de combatir
los cambios climáticos reviste una
importancia monumental. En la
Cumbre de Heiligendamm, llevada a
cabo en Alemania en junio de 2007,
los líderes del G8 consideraron
seriamente el objetivo de reducir a la
mitad las emisiones de gases de
invernadero hacia 2050. Sin embargo
hasta el presente, la única estructura
disponible que existe para reducir
dichas emisiones es la que se basa
en el Protocolo de Kyoto, que expira a
fines de 2012. Ciertamente, si hemos
de alcanzar la mentada reducción del
cincuenta por ciento, es vital que
cualquier nuevo proyecto asegure una
participación global, en especial, la de
países que no fueron incluidos en la
estructura anterior.
En diciembre de 2007, se llevó a cabo
en Bali, Indonesia, la Conferencia de
http://unfccc.int/meetings/cop_13/items/4049.php
las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático. En ese foro, se adoptó el
Mapa de Ruta de Bali, para definir el marco de las deliberaciones sobre ese tema
después de 2012. Si bien no se llegó a establecer metas concretas para la reducción de
emisiones de gases, se evidenció un cierto grado de progreso, puesto que Estados
Unidos, India y China, grandes generadores de gases de invernadero que no habían
formado parte del Protocolo de Kyoto acordaron participar del proceso.
Quisiera instar a todas las partes que integrarán las negociaciones consideradas en el
Mapa de Ruta de Bali a que eviten la actitud negativa de priorizar obligaciones y cargas
nacionales menores y, en cambio, encaminen sus fuerzas hacia el logro de objetivos
globales más amplios. Esa nueva orientación resultará un factor fundamental en el
proceso.
La lucha contra el cambio climático es un reto que nos exige a todos elevarnos por sobre
las limitaciones de nuestros propios intereses. Tenemos que construir un escenario
internacional de cooperación y solidaridad contra esa amenaza. Específicamente,
quisiera solicitarles a los mayores emisores de gases que fijen metas ambiciosas y las
concreten mediante políticas más enérgicas, al tiempo que apoyan de manera activa los
esfuerzos de otros países. Espero que, de ese modo, compitan positivamente unos con
otros efectuando las mejores contribuciones para la resolución de la actual crisis
planetaria.
En una obra publicada en 1903, Tsunesaburo Makiguchi formuló un principio al que
denominó la “competencia humanitaria” entre los estados. El concepto aludía a un orden
internacional en que los diferentes estados del mundo se esforzaban por influir
positivamente unos sobre otros y florecer juntos, en lugar de ocuparse cada uno de sus
estrechos intereses nacionales a expensas de los demás países. Tengo la convicción de
que la tarea de resolver la crisis ambiental global nos brinda una oportunidad única de
encaminarnos hacia un mundo organizado de esa manera. Es mi más ardiente
esperanza que Japón, que asumirá la presidencia de la Cumbre de Toyako, en Hokkaido,
en julio de este año, señale la senda correcta con actitudes y enfoques adecuados para
las necesidades de la nueva era.
En cuanto a los recursos más eficaces de reducir las emisiones de gases de
invernadero, quisiera referirme a los cambios que propicien una sociedad con bajo
consumo de carbono y que evite el desperdicio de los recursos. El primer paso hacia
dicha meta debe ser la introducción de normas para la renovación y conservación de
energía. La fijación anticipada de objetivos y responsabilidades permitirá el desarrollo de
ideas positivas, que pueden llevar, por ejemplo, a la creación de innovaciones
tecnológicas.
La Unión Europea (UE) ha dado ya pasos significativos para alentar el empleo de
recursos energéticos renovables. Un acuerdo logrado en el Encuentro entre Jefes de
Estado de la UE y Gobiernos, efectuado en marzo de 2007, exige que los estados
miembros de la UE incrementen el uso de energía solar y de otros medios energéticos
renovables, y que establezcan el objetivo vinculante de elevar la proporción de energías
renovables en el consumo total de la UE, del 6,5 por ciento actual al 20 por ciento, en
2020.
Paralelamente, la conservación de la energía y el aumento de su rendimiento son puntos
críticos en la transición hacia una sociedad con bajo consumo de carbono y que propicie
el reciclaje. Japón, que posee una fructífera experiencia en ese campo, debería colaborar
decididamente para contribuir a que Asia oriental se convierta en un modelo de eficiencia
en el uso de la energía.
En mi propuesta de paz de 2007 sugerí la creación de una organización de la región
oriental de Asia dedicada al ambiente y al desarrollo, que podría convertirse en un modelo
de cooperación regional y en el origen de una Unión del Este Asiático. Sería muy positivo
que, como paso hacia esa meta a largo plazo, Japón se pusiera a la vanguardia de las
cuestiones de conservación energética.
Además de las reformas de “arriba-abajo”, mediante la formulación de nuevos marcos
institucionales, es crucial alentar los cambios de “abajo-arriba”, ampliando la
participación de las filas del pueblo y empoderando a la gente para participar de acciones
colectivas. Con esa convicción realicé mi propuesta de crear un Decenio de la Educación
para el Desarrollo Sostenible. Creo firmemente en el poder de la educación. La
capacitación y la fuerza que esta brinda hacen surgir el potencial ilimitado de las
personas y, consecuentemente, generan corrientes que fluyen, en un comienzo, dentro
de las regiones respectivas, pero finalmente atraviesan todas las fronteras; se trata de un
proceso que puede transformar de manera fundamental el mundo en que vivimos.
La SGI prestó todo su apoyo a la producción del filme educativo titulado Una revolución
silenciosa, realizado en 2001 con la colaboración del Consejo de la Tierra, el PNUMA y el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); asimismo, participó en la
presentación de la muestra “Semillas del cambio: La Carta de la Tierra y el potencial
humano”, que originalmente se creó con la colaboración de la Iniciativa de la Carta de la
Tierra. Ambos eventos sirvieron para promocionar el Decenio de las Naciones Unidas de
una Educación para el Desarrollo Sostenible desde sus inicios.
Antes del comienzo del decenio, el Instituto Bostoniano de Investigaciones para el Siglo
XXI respaldó el proceso de elaboración de la Carta de la Tierra, una declaración de los
principios y valores esenciales necesarios para construir una sociedad global justa y
sostenible.
En el área de protección ambiental, la SGI de Brasil fundó en 1993 el Centro de
Investigaciones Ecológicas del Amazonas. Desde su establecimiento, la entidad ha
venido acopiando y preservando semillas de especies arbóreas que son críticas para
conservar la integridad del ecosistema amazónico. Por su parte, las organizaciones de la
SGI de Canadá, Filipinas y de otras regiones también contribuyeron con actividades de
forestación en sus respectivas áreas.
Cuando me reuní en febrero de 2005 con la doctora Wangari Maathai, galardonada con el
Premio Nobel de la Paz y fundadora del Movimiento del Cinturón Verde, conversamos
específicamente sobre el sentido profundo de plantar árboles. Dialogamos sobre
Shakyamuni, quien ya, dos mil quinientos años atrás, había enseñado sobre el valor que
poseía esa noble actividad; también mencionamos al rey Ashoka, antiguo soberano de la
India, célebre por su decisión de renunciar a la guerra y por su política de no violencia,
misericordia y tolerancia; este monarca estableció medidas de protección ambiental,
entre ellas, la creación de plantíos de mangos y la siembra de árboles a lo largo de la vía
pública. Durante nuestra conversación, la doctora Maathai y yo coincidimos en que el
Movimiento del Cinturón Verde había contribuido enormemente al empoderamiento de las
mujeres, y que “plantar árboles es plantar vida”, para sembrar y hacer germinar las
simientes del futuro y de una sociedad pacífica.
Adquirir conocimiento sobre cuestiones ambientales no es suficiente para otorgarle pleno
significado al Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo
Sostenible. Tiene una importancia vital que los individuos perciban claramente el valor
irreemplazable del ecosistema del cual forman parte, y hagan de su protección un deber
ineludible. Esa clase de conciencia se puede profundizar mejor participando directamente
en proyectos que contemplen la plantación de árboles.
La Campaña Mil Millones de Árboles lanzada por el PNUMA y concebida originalmente
por la doctora Maathai ha sido reconocida como un notable esfuerzo global para
contrarrestar el cambio climático. Se convirtió en un éxito arrollador, con mil novecientos
millones de árboles plantados durante 2007 y la meta prevista de sembrar otros mil
millones en 2008. Eso brindará a muchos una oportunidad realmente valiosa de aprender
de manera experimental y práctica sobre el tema. Espero, además, que todas las
conexiones que existan con el Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el
Desarrollo Sostenible se consoliden, a medida que el programa vaya avanzando.
El éxito del Decenio y, lo que es más importante, los esfuerzos por ralentizar y revertir la
degradación ecológica, dependen de la disposición de cada individuo para percibir esta
cuestión como un desafío personal y para emprender acciones al respecto. Debemos
reflexionar sobre el tema y analizar lo que podemos hacer –desde el punto de vista
personal, familiar, comunitario o laboral— en bien de nuestro entorno inmediato para
construir un futuro sostenible, y trabajar concertadamente para lograrlo.
Se podría concebir este enfoque como una red de acciones destinadas a la creación de
un futuro sostenible. Y dicha red no tendría por qué limitarse a las cuestiones
ambientales. Si se expande su influencia para que pueda prestar colaboración y cooperar
en áreas como la lucha contra la pobreza, los derechos humanos y la paz, podremos
construir entre todos una base sólida para resolver los problemas que enfrenta la
humanidad en su conjunto. La SGI ha asumido el compromiso de jugar un papel aun más
activo en la construcción de esa red de acciones.
La defensa de la dignidad humana
Tuve el privilegio de dialogar con el ex presidente de la Academia Brasileña de Letras,
Austregésilo de Athayde (1898-1993), cuando ya transcurrían sus últimos años. El señor
Athayde desempeñó una función muy importante en la redacción de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
En el transcurso de nuestras conversaciones, el señor Athayde evocó el proceso de
elaboración del documento y observó lo siguiente: “Mi mayor preocupación cuando
participé de los trabajos de elaboración de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos –pensando en las diversas dificultades con las que me enfrentaba— fue la
creación de los lazos morales y espirituales entre los diversos pueblos del mundo, es
decir, establecer la universalidad del espíritu”. [26]
De ese modo, el señor Athayde participó de la confección del documento firmemente
convencido de que era esencial desarrollar vínculos más elevados, amplios y duraderos,
para unir a todos los pueblos del mundo. Realmente, las conexiones entre países,
cuando están supeditadas a los vaivenes económicos y políticos siempre cambiantes,
son demasiado frágiles y poco duraderas, y no pueden constituir un cimiento adecuado
para una paz perdurable.
Como ya he mencionado, 2008 marca el 60º aniversario de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos. En diciembre del año pasado, se lanzó una campaña de un año
de duración, a instancias de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Derechos Humanos (ACNUDH), con el lema “Dignidad y Justicia para Todos”, cuyo fin
es transmitir los principios que figuran en el documento. Con el objeto de otorgarle a la
ocasión todo su sentido, es vital que los gobiernos y la sociedad civil trabajen juntos para
impulsar activamente programas concretos que pongan la educación en los derechos
humanos al alcance de todos.
He destacado repetidas veces la importancia de establecer un marco global permanente
para la educación en los derechos humanos, como lo hice en mi mensaje para la
Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las
Formas Conexas de Intolerancia, realizada en Durban, Sudáfrica, en agosto de 2001. Una
vez concluido el Decenio de las Naciones Unidas para la Educación en la Esfera de los
Derechos Humanos (1995-2004), la ONU creó el Programa Mundial para la Educación en
Derechos Humanos en enero de 2005. La continuidad de estos esfuerzos reviste la
máxima importancia.
El tema de los derechos humanos no debe ser tratado únicamente por los gobiernos;
tenemos que establecer una cultura de derechos humanos global, que se base en las
realidades de la vida cotidiana y en un respeto inamovible por la dignidad del ser humano.
Promover la educación en los derechos humanos figura en una resolución de la
Asamblea General como una de las tareas primordiales del Consejo de Derechos
Humanos, organismo establecido en 2006 como parte del proceso de reformas
emprendido por la ONU. En setiembre de 2007, el consejo resolvió preparar un primer
boceto de la declaración sobre educación y capacitación en los derechos humanos. Una
vez adoptado, el documento se agregará a las normas sobre derechos humanos ya
vigentes bajo leyes internacionales, junto con la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos. Es crucial que, en el
proceso de su elaboración, se tengan realmente en cuenta las perspectivas y
necesidades de la ciudadanía, y que el documento final impulse auténticamente una
cultura de derechos humanos firmemente basada en la vida cotidiana de la gente.
Con ese fin, quisiera sugerir ahora la pronta realización de una conferencia internacional
especialmente dedicada a tratar el tema de la educación en los derechos humanos, que
pueda contar con las opiniones y puntos de vista de diversos de miembros de la
sociedad, como parte integral del proceso de elaboración del documento. Si bien se
llevan a cabo conferencias regionales y pequeñas reuniones de expertos para tratar el
tema de la educación en los derechos humanos, no se ha realizado hasta el momento
ningún cónclave de ese tipo en el nivel internacional. Una conferencia así, centrada en la
sociedad y convocada por miembros de la sociedad, podría tratar no solo la nueva
declaración, sino también diversas medidas para garantizar el éxito del Programa Mundial
para la Educación en Derechos Humanos.
A continuación, deseo referirme nuevamente a los Objetivos de Desarrollo del Milenio
(ODM), que buscan crear la infraestructura social y de sostén de la vida indispensable
para mantener la dignidad humana. El ODM incluye metas muy concretas, como la de
lograr, para 2015, la reducción a la mitad de la cantidad de personas víctimas de la
pobreza y del hambre. 2007 marcó un período intermedio dentro de esa fecha fijada,
razón por la cual y según una evaluación de la ONU sobre el progreso alcanzado, existe
una verdadera preocupación de que no se alcancen los objetivos propuestos, dado el
ritmo con que se avanza actualmente; pese a ello, se comprueban adelantos en algunas
áreas, como la captación de alumnos en el nivel educativo primario, dentro de países en
vías de desarrollo, y cierta disminución en los registros de pobreza extrema y de
mortalidad infantil.
En julio de 2007, una Declaración de Objetivos de Desarrollo del Milenio, elaborada por
jefes de estado, fue firmada por líderes de Estados Unidos, Canadá, Japón, Ghana,
Brasil, India y numerosos países europeos. La iniciativa, impulsada por el primer ministro
del Reino Unido, Gordon Brown, destaca la importancia de que tanto los países
desarrollados como los que están en vías de desarrollo confirmen su voluntad política de
consensuar “medidas y reformas correctas (...) combinadas con recursos suficientes”.
[27]
La ONU ha resuelto denominar la década comprendida entre 2005 y 2015, Decenio
Internacional para la Acción “El agua, fuente de vida”; estableció, además que 2008 sería
el Año Internacional del Saneamiento. Dentro de dicho contexto, quisiera sugerir la
creación de una estructura global que ponga en práctica medidas y reformas correctas, y
disponga de recursos suficientes para asegurar el acceso a fuentes de agua potable y a
condiciones de vida más saludables para la población mundial.
Hoy hay más de mil millones de personas que no tienen acceso al agua potable y dos
mil seiscientos millones que no reciben atención sanitaria adecuada. Como resultado de
ello, alrededor de un millón ochocientos mil niños muere cada año a causa de la diarrea y
de otras enfermedades. Por añadidura, la pesada carga de procurar agua recae
injustamente sobre millones de mujeres y de niñas, obligadas diariamente a acarrearla
para sus familias. Esto a su vez fortalece la desigualdad entre los géneros en el aspecto
laboral y educativo. Una salud minada por la falta de agua potable y de atención sanitaria
dificulta la productividad y el crecimiento económico, lo que no hace más que profundizar
las desigualdades en todo el globo y sumir a los debilitados en nuevos ciclos de pobreza.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) considera que superar la
crisis del agua y del saneamiento es una de las empresas cruciales para el desarrollo
humano que deben encararse en la primera mitad de este siglo; pone el acento, además,
en que el éxito que se logre en ese campo sin duda impulsará el avance hacia el logro de
todos los ODM. Se estima que ese arduo trabajo requerirá gastos adicionales del orden
de los diez mil millones de dólares por año. Esa cantidad, sin embargo, es el equivalente
a tan solo ocho días de gastos militares en todo el planeta. El Informe sobre Desarrollo
Humano 2006 del PNUD estipula:
En lo que respecta a seguridad humana distinta de las estrechas nociones de
seguridad nacional, la conversión de cantidades muy pequeñas de gastos
militares en inversiones en agua y saneamiento permitiría obtener beneficios
considerables. [28]
Una estructura eficaz que puede aportar recursos económicos para cumplir con los ODM
es el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, fundado en
2002. Es un fondo con características innovadoras, pues se asegura de que los países
en vías de desarrollo obtengan la “propiedad” de los proyectos. A través del fondo, se
brinda respaldo a programas que responden a las necesidades de los diferentes países;
además, en lugar de adjudicar un presupuesto predeterminado a cada región y a cada
enfermedad, se derivan los recursos económicos hacia zonas muy necesitadas, que son
evaluadas mediante procesos independientes.
La junta administrativa del fondo está integrada no solo por gobiernos, sino por miembros
del sector privado, ONG de países desarrollados y de los que están en vías de desarrollo,
y por grupos de defensa de personas afectadas. Todas las partes tienen voz y voto
igualitario, lo que garantiza que sus diversos puntos de vista quedarán reflejados en la
toma de decisiones.
En relación con ello, quisiera proponer el establecimiento de un fondo mundial destinado
a proveer agua potable, como etapa previa a la creación de nuevos fondos y estrategias
que garanticen una pronta mejora de las condiciones de vida que vulneran
constantemente la dignidad de tantas personas.
“La seguridad humana (...) es una cuestión de dignidad humana”. Estas son palabras del
doctor Mahbub ul-Haq (1934-1998), quien, en el discurso que pronunció en una
conferencia internacional organizada por el Instituto Toda de Investigación sobre la Paz
Global, en junio de 1997, enfatizó: “[E]s más fácil, más humano y menos costoso lidiar
con la nueva problemática sobre seguridad humana en el origen de la corriente que
quedarse corriente abajo observando sus trágicas consecuencias (...)”. [29]
El doctor Haq fue uno de los grandes colaboradores del Instituto Toda desde los inicios
de la entidad y también, uno de los primeros proponentes del concepto de desarrollo
humano, elemento esencial del proyecto Desarrollo Humano, Conflictos Regionales y
Gobernabilidad Global (HUGG2, por sus siglas en inglés), que el Instituto Toda emprendió
hace dos años.
El doctor Haq escribió que la seguridad humana debía reflejarse en la vida cotidiana de la
gente en términos concretos: “un niño que no murió, una enfermedad que no se propagó”.
[30] En ese sentido, lograr los ODM no significa solamente alcanzar ciertas metas, sino
también restaurar el bienestar de cada persona que sufre.
Eliminar el término “miseria” del vocabulario humano fue un deseo ferviente de mi mentor
y segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda (1900-1958), cuya filosofía de paz
fue la base sobre la que se estableció el instituto que lleva su nombre Personalmente,
continuaré organizando conferencias y proyectos de investigación en el plano
internacional, para colaborar con el logro de los ODM, el desarrollo sostenible y otros
esfuerzos destinados a promover el desarrollo humano a escala global.
La dignidad humana en el siglo de África
Quisiera ahora concentrar mi
atención en África, puesto que la
creación de una sociedad global
que se sustente en la dignidad
humana depende vitalmente de
cómo se presente el futuro de
esa región.
En su búsqueda de una paz
perdurable y de un crecimiento
sostenible, las naciones
africanas se han embarcado
desde el comienzo del siglo XXI
en una nueva empresa, dentro de
la cual la Unión Africana (UA)
desempeña un papel
preponderante. Fundada en julio
de 2002 como sucesora de la
Organización de la Unidad
Africana (OUA) y conformada por
cincuenta y tres países y
territorios, la UA es la
organización regional más
grande del mundo. Actualmente,
están avanzadas las gestiones
para crear la estructura
institucional que garantice su
eficacia, que contará con la
Asamblea de Jefes de Estado
como órgano supremo y con el
Parlamento Panafricano, el
Consejo de Paz y Seguridad, el
Consejo Económico, Social y
Cultural, y la Corte de Justicia.
Comisión de la Verdad y la Reconciliación
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TRC,
por sus siglas en inglés) se conformó en 1995, en
Ciudad del Cabo, Sudáfrica bajo los términos del acta
para la Promoción de la Unidad y Reconciliación
Nacional. Sus mandatos fueron presentar
testimonios contra perpetradores de crímenes
relacionados con la violación de los derechos
humanos, durante la época del apartheid, entre 1960
y 1994, registrar los hechos y, en algunos casos,
ofrecer amnistía a dichos perpetradores. Como foro
completamente abierto al público, la comisión se
diferenció de los tribunales militares o criminales en
que los acusados de violaciones a los derechos
humanos podían hablar voluntariamente sobre sus
crímenes a cambio de la posibilidad de una amnistía,
con lo cual se abrió el camino hacia un proceso de
recuperación para las víctimas, los perpetradores y la
sociedad en su conjunto.
Presidido por el arzobispo Desmond Tutu, el TRC
estaba conformado por tres comités: el Comité de
Violaciones a los Derechos Humanos, el Comité de
Reparación y Rehabilitación, y el Comité de Amnistía,
que estudiaba, este último, las solicitudes de
amnistía presentadas por diferentes individuos. La
comisión escuchó testimonios sobre actos
cometidos tanto por el gobierno del apartheid como
por las fuerzas de liberación, incluido el Congreso
Nacional Africano. El enfoque del TRC, en su
búsqueda de sacar a la luz verdades dolorosas,
como condición para la reconciliación y no, como un
recurso para enjuiciar o tomar represalias, ha sido
adoptado luego por otros países como modelo para
procesos posteriores a un cambio de régimen político.
A lo largo de los años, me he
consagrado a dialogar con líderes del continente africano y expertos en diversas áreas, y
a impulsar los intercambios culturales y educativos entre ciudadanos comunes. Me ha
movido siempre la convicción de que el siglo XXI sería la centuria de África. Espero
sinceramente que, en tal sentido, la UA rinda abundantes frutos para beneficio de los
pueblos de ese continente.
Tengo la convicción inamovible de que el Renacimiento Africano será el prefacio de un
renacimiento del mundo y de la humanidad.
De hecho, muchas de las importantes iniciativas que se han tomado en las últimas
décadas para ponerles fin a interminables ciclos de tragedias humanas se han originado
en el continente africano. Prueba de ello es, por un lado, la labor llevada a cabo en
Sudáfrica, bajo la conducción del presidente Nelson Mandela, para sobreponerse al
horrendo legado del apartheid y dirigir el proceso de la Verdad y Reconciliación; por el
otro, el protagonismo logrado por las mujeres así como la protección al entorno natural
que trajo aparejados el Movimiento Cinturón Verde dirigido por la doctora Wangari
Maathai. Esa clase de iniciativas destinadas a promover un cambio ha despertado un
profundo interés y ha inspirado la realización de empresas similares en todo el mundo.
Los últimos años han presenciado la resolución de una serie de guerras intestinas y de
conflictos en África. Se ha producido en muchos casos una importante transición hacia
gobiernos civiles, y numerosas regiones del continente han mejorado su tasa de
crecimiento económico.
Esos avances, no obstante, no nos permiten desestimar la gravedad de las cuestiones
que el continente africano está enfrentando. Hay conflictos que no encuentran salida,
como los de la región de Darfur y los de Somalia; a ello se suma la condición de extrema
pobreza y desesperación de los refugiados y el hecho de que, en gran parte de la región
subsahariana de África, el avance hacia la concreción de los ODM, lamentablemente,
resulta harto insuficiente.
Hoy, las naciones africanas, que han rehusado sucumbir, a lo largo de la historia, ante
las opresiones del tráfico de esclavos y del colonialismo, luchan para establecer la
solidaridad, en su esfuerzo por confrontar la dura realidad que tienen en común. He allí
una labor de importancia monumental.
La adopción de una Nueva Asociación para el Desarrollo de África (NEPAD, por sus
siglas en inglés) es una manifestación concreta de esa actitud solidaria. Los líderes
africanos han asumido el compromiso de luchar por la paz, la seguridad, la democracia,
la gobernanza económicamente estable y el desarrollo centrado en las personas, todo
ello, gracias a la firme conciencia de que África “posee la llave de su propio desarrollo”.
Es absolutamente necesario que la comunidad internacional apoye activamente este
ambicioso proyecto de los pueblos de África.
En mayo de 2008, se realizará en Yokohama la IV Conferencia Internacional de Tokio
sobre el Desarrollo de África (TICAD IV, por sus siglas en inglés). Este foro fue iniciado
por Japón en 1993 y, desde entonces, se ha venido realizando cada cinco años, en
conjunción con las Naciones Unidas y otros organismos que cooperaron igualmente.
Entre los participantes se cuentan jefes de estado africanos y representantes de
organizaciones internacionales. La importancia que reviste esta conferencia es vital para
discutir y analizar los problemas de África y para explorar posibles soluciones.
Permítaseme proponer que en dicho encuentro, la cuestión del empoderamiento de los
jóvenes constituya la base de cualquier medida que se proponga. Es de importancia vital
que se tomen lo antes posible recaudos para romper el círculo vicioso que genera
pobreza entre generación y generación, y crea condiciones paupérrimas para la
existencia humana. Es absolutamente crucial mejorar el nivel de vida de los jóvenes, ya
que eso posibilita la tarea gradual de establecer mejoras para personas de todas las
generaciones.
La TICAD promueve el desarrollo de los recursos humanos mediante el acceso a la
educación básica y el apoyo a centros de aprendizaje y de capacitación vocacional.
Deseo sugerir que, tomando como ejemplo esas iniciativas, se establezca un Programa
Conjunto para los Jóvenes de África como uno de los pilares del TICAD, para contribuir a
forjar a la gente joven que jugará un papel clave en la creación de un mejor futuro para el
continente.
También deseo proponer la creación de una red de jóvenes, para los jóvenes, que
promueva los intercambios entre las juventudes africana, japonesa y del resto del globo, y
sirva de sólida base para encarar las difíciles circunstancias que imperan en África y en
el mundo. 2008 ha sido designado el Año de Intercambios entre Japón y África. Tengo la
esperanza de que este período se convierta en el punto de partida de programas de
intercambios regulares entre los jóvenes y los estudiantes de ambos países.
La creación de una infraestructura para la paz
En uno de los momentos de mayor tensión de la Guerra Fría y con el objeto de reducir
las fricciones y contribuir a frenar la escalada de armamentos, solicité la realización de
un encuentro cumbre entre los líderes de las superpotencias y me embarqué en una
misión de diplomacia ciudadana, con el objeto de alentar el diálogo y los intercambios.
En aquellos días, cuando además de la confrontación entre los Estados Unidos y la
Unión Soviética, las tensiones entre esta última y la China estaban llegando a un nivel
crítico (1974-1975), yo viajé a los tres países en calidad de ciudadano común y me reuní,
entre otros, con el primer ministro chino Zhou Enlai (1898-1976); el primer ministro
soviético Aleksei Kosygin (1904-1980), y el secretario de Estado norteamericano, Henry
Kissinger. Lo que me alentó fue la esperanza de que los puentes que lograra tender
mejoraran las relaciones entre los tres países.
Mi determinación era que debía evitarse a toda costa una guerra nuclear a gran escala,
cuyos efectos serían catastróficos para la totalidad de la raza humana, y poner fin a las
guerras que dividían el mundo e infligían un sufrimiento indecible a millones de personas.
Si bien desapareció esa amenaza específica con la finalización de la Guerra Fría,
debemos enfrentar ahora el surgimiento de nuevos peligros en la forma de proliferación
nuclear.
En la propuesta de paz que presenté en 2007, planteé que era necesario hallar medios
de hacer efectiva la seguridad global sin que hubiera que recurrir a las armas nucleares;
en relación con ello, propuse el establecimiento de una agencia internacional de desarme
nuclear que pudiera garantizar el cumplimiento de buena fe de los compromisos legales
existentes relativos al desarme.
Tan importante como la abolición del armamento nuclear es el logro de consenso dentro
de la comunidad internacional sobre la ilegalidad fundamental de las armas nucleares.
Como una manera de contribuir al caso, quisiera enfocar y respaldar el pedido efectuado
en agosto de 2007 por el Grupo Pugwash de Canadá de establecer una Zona Libre de
Armas Nucleares en el Ártico. La SGI, como defensora y proponente de un mundo libre
de armas nucleares, presta todo su apoyo a ese pedido, de acuerdo con el espíritu de la
declaración por la abolición de las armas nucleares, proclamada por Josei Toda en 1957.
El Océano Ártico ocupó una posición geopolítica estratégica de gran importancia durante
la Guerra Fría, pues lo recorrían bajo el hielo submarinos atómicos provenientes de los
bloques oriental y occidental, que portaban su ominoso cargamento de misiles balísticos.
Si el calentamiento global redujera los casquetes polares o incluso los hiciera
desaparecer durante los meses de verano, quedaría abierto el camino hacia un aumento
de la militarización en la región ártica. Eso bien podría ser el disparador de una
competencia desaforada por la explotación del transporte, el lecho marino y de otros
recursos, lo que a su vez generaría un conflicto de intereses entre las diversas naciones.
Por tal razón, urge prohibir la actividad militar en la región, crear un régimen legal que la
preserve como patrimonio de toda la humanidad y establecer una Zona Libre de Armas
Nucleares en el Ártico.
El Tratado Antártico de 1959 prohibió cualquier actividad militar en el continente más
meridional del mundo y vedó especialmente las explosiones nucleares y cualquier intento
de deshacerse de residuos radiactivos en toda el área situada al sur de los sesenta
grados de latitud sur. Desde entonces, se ha firmado un total de cinco tratados
regionales que prohíben el desarrollo, fabricación, posesión, transporte y recepción de
armamento atómico y, desde luego, los ensayos nucleares y el uso de dichas armas.
Por añadidura, las zonas libre de armas nucleares se han expandido hasta abarcar
Latinoamérica y el Caribe, el Pacífico Sur, el sudeste de Asia, África y Asia central.
Las zonas libres de armas nucleares, que cubren la mayor parte de la masa continental
del hemisferio sur, son un escudo protector contra la proliferación nuclear en las regiones
respectivas. Además, contribuyen a reforzar constantemente la decisión generalizada de
erradicar las armas nucleares. Junto con Mongolia, que declaró su condición de zona
libre de armas nucleares en 2000, unos cien países –que representan más de la mitad de
los gobiernos de la Tierra— fueron signatarios de esos tratados, mediante los que dejaron
claramente expresa su firme convicción de que el desarrollo y el uso de armas nucleares
es ilegal o debería ser declarado ilegal bajo leyes internacionales.
Tengo la esperanza de presenciar nuevas medidas destinadas a crear otras zonas libre
de armas nucleares, pues, así, cada vez más personas reaccionarán firmemente contra
las armas nucleares, y la ilegalidad del armamento atómico se convertirá en una regla
compartida por toda la humanidad; ese será el camino que culminará finalmente en la
elaboración de un tratado internacional que vede el desarrollo, adquisición, posesión y
uso de armamento atómico, es decir, que declare la completa prohibición de las armas
nucleares.
Como un primer paso hacia dicho objetivo, quisiera proponer la elaboración de un tratado
que prohíba el uso militar de la región ártica y establezca su desnuclearización, bajo la
conducción de las Naciones Unidas. En esta empresa, el Japón, con la colaboración de
otros estados y asociaciones civiles antinucleares, debería marchar a la vanguardia,
como país que ha experimentado directamente el horror de los ataques nucleares y
mantiene como política nacional los tres principios de no poseer, no desarrollar y no
permitir las armas atómicas en su territorio.
Del mismo modo, en lo que se refiere a la no proliferación nuclear en el nordeste de Asia,
creo que es importante ampliar la mira de los objetivos. Todas las acciones que se lleven
a cabo en ese sentido deben seguir su curso a través de las Conversaciones de las Seis
Partes, con la meta de lograr el desmantelamiento total del programa nuclear de Corea
del Norte. Al mismo tiempo, Japón tiene que reafirmar su compromiso inquebrantable con
su propia política antinuclear y poner en juego sus máximos esfuerzos diplomáticos para
impulsar el gran objetivo de establecer una zona libre de armas atómicas que cubra el
nordeste asiático.
Es indispensable que la opinión pública internacional participe de cualquier tentativa de
reducir y, a la larga, erradicar completamente las armas nucleares. Fiel a ese criterio, en
una propuesta para la reforma de la ONU que redacté en agosto de 2006, planteé el
establecimiento de un decenio de acciones por la abolición nuclear a cargo de los
pueblos del mundo, con el objeto de contribuir a concentrar las fuerzas populares para
lograr el necesario avance en conjunto.
El año pasado, para conmemorar el 50º aniversario de la declaración por la abolición de
las armas nucleares, efectuada por el segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda
(1900-1958), la SGI organizó la exhibición internacional “De una cultura de violencia a una
cultura de paz: Hacia la transformación del espíritu humano”. Se trató de una iniciativa
concreta para promover el desarme nuclear y la educación basada en la no proliferación,
de acuerdo con los objetivos de las Naciones Unidas. Desde la década de los 80, la SGI
se ha embarcado activamente en acciones similares, con el objeto de generar conciencia
en la ciudadanía sobre la cuestión nuclear; ha cooperado en esa empresa con las
Naciones Unidas y con diversos miembros de la sociedad civil. Estamos resueltos a
continuar con dicha labor, trabajando con la Conferencia Pugwash y con otras
organizaciones que compartan la meta de generar consenso popular sobre la prohibición
y la abolición de las armas nucleares. Consideramos ese un aspecto integral dentro de la
misión social que, como budistas, llevamos a cabo para promover el respeto por la
dignidad suprema de la vida.
Mi otra propuesta a favor de una infraestructura para la paz es la proscripción de las
bombas de dispersión. Esas armas diseminan innumerables municiones más pequeñas
sobre una vasta zona, que matan y mutilan indiscriminadamente a quienes se encuentran
en el área; y las municiones que no estallaron ponen en riesgo la vida de la gente
muchos años después de finalizado un conflicto, lo que obstaculiza seriamente las
tareas de reconstrucción.
Unos cuatrocientos cuarenta millones de municiones pequeñas ya se han utilizado en
veinticuatro países y territorios, con un saldo de víctimas estimado en cien mil personas.
Alrededor de setenta y tres países siguen almacenando bombas de dispersión.
En 2003, se formó la Coalición contra las Bombas de Dispersión, un vasto conjunto de
organizaciones civiles que exigen el establecimiento de un tratado internacional que
prohíba el uso, producción y almacenamiento de las municiones de dispersión. El
movimiento ha cobrado gran fuerza y, en febrero de 2007, se llevó a cabo en Oslo,
Noruega, una conferencia en la que estuvieron representados más de cuarenta gobiernos
y miembros de la sociedad; el objeto del cónclave fue elaborar las pautas para un nuevo
tratado de erradicación de las municiones de dispersión. Desde esa conferencia, se
lanzó una iniciativa denominada Proceso de Oslo; esta, al igual que el Proceso de
Ottawa que produjo en 1997 el tratado de prohibición de las minas antipersonales,
propicia las acciones conjuntas de las organizaciones no gubernamentales y los estados
interesados hacia un mismo objetivo.
Actualmente, se están llevando a cabo conversaciones dentro del marco de la
Convención sobre prohibiciones o restricciones del empleo de ciertas armas
convencionales (CCAC, por sus siglas en inglés), organizada por la ONU, para tratar la
cuestión de las bombas de dispersión, pero lamentablemente, no se ha logrado ningún
progreso significativo hasta ahora. Si bien es cierto que sería óptimo que el mayor
número posible de estados formara parte de ese nuevo régimen de desarme, es
imperativo otorgar prioridad a la firma inmediata del tratado y a su puesta en vigencia
antes de fin de año, como lo establece el Proceso de Oslo. Siguiendo el ejemplo del
Tratado de Ottawa –adoptado hace ya una década como una norma humanitaria
internacional que impide incluso a los países no signatarios el uso de minas
antipersonales—, es necesario generar ahora un consenso similar dentro del conjunto de
la sociedad en contra de las bombas de dispersión.
El éxito del proyecto, con fuerte respaldo de las organizaciones no gubernamentales,
tendrá un impacto definitivamente positivo en las acciones por el desarme que se llevan a
cabo en otras áreas.
Infraestructura para la paz en el este asiático
Para finalizar, quisiera referirme a las perspectivas futuras de las relaciones entre la
China y el Japón, y a la creación de infraestructuras para la paz en toda la región oriental
de Asia.
Han transcurrido ya treinta años desde la firma del Tratado de Paz y Amistad entre China
y Japón. En diciembre de 1974, cuando me reuní con el primer ministro chino Zhou Enlai,
este manifestó sus grandes esperanzas de que estableciera esa clase de tratado, y yo
compartí sinceramente sus expectativas. Un mes después, mantuve un encuentro con el
secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, y le transmití el deseo del primer
ministro Zhou y mi propia decisión de lograr ese cometido El doctor Kissinger decidió
prestar su apoyo para la elaboración del tratado.
Visité la China nuevamente en abril de 1975 y me reuní con el viceprimer ministro Deng
Xiaoping (1904-1997), con quien analicé la importancia de establecer lo más pronto
posible un tratado de amistad entre ambas naciones. El viceprimer ministro me
encomendó que transmitiera un mensaje al primer ministro japonés, Takeo Miki (1907-
1988). Poco después se retomaron las negociaciones en el nivel gubernamental, y
finalmente el acuerdo se firmó en agosto de 1978, lo que significó un nuevo capítulo en
las relaciones entre China y Japón.
Es digno de destacar que, desde entonces, se han creado intercambios en diferentes
áreas, y que la interdependencia económica entre ambas naciones sigue creciendo.
China, hoy el mayor socio económico de Japón, supera incluso a los Estados Unidos; en
2006, más de cuatro millones setecientas mil personas viajaron de un país al otro.
En los últimos años, se están llevando a cabo con regularidad reuniones cumbre entre
líderes japoneses y chinos, lo que indica la voluntad de crear relaciones de cooperación
recíproca. En abril de 2007, el primer ministro chino Wen Jiabao realizó una visita oficial a
la nación japonesa y mantuvo conversaciones con su par nipón. El resultado fue un
comunicado conjunto ante la prensa en el que se definió la política bilateral y se incluyó
la declaración de que ambos países estrecharían la coordinación y la cooperación para
hacer frente, juntos, a los problemas regionales y globales. [31]
En ocasión de la mencionada visita, tuve la satisfacción de dialogar con el primer ministro
chino y quedé realmente complacido cuando afirmó que una relación de amistad más
sólida entre la China y el Japón constituía una aspiración compartida por el pueblo de
ambas naciones.
En diciembre de 2007, el primer ministro japonés Yasuo Fukuda viajó a la China y dialogó
con el presidente Hu Jintao y con otros dirigentes políticos; como resultado de las
conversaciones, se elaboró una declaración conjunta con el compromiso de cooperar en
cuestiones ambientales y energéticas, y también, para incentivar los intercambios de
jóvenes.
Hace ya cuatro décadas que efectué el primer llamado a la normalización de las
relaciones entre la China y el Japón; por ende, saludo con profundo beneplácito los pasos
significativos que las dos naciones han dado para construir una firme asociación para la
paz, la seguridad y el desarrollo de Asia y del mundo.
Además de una mayor cordialidad entre ambas partes, se está generando también una
mejora constante en las relaciones entre Japón y Corea del Sur. El refuerzo de los lazos
entre las tres naciones ha contribuido a hacer de la Cumbre de Asia del Este la sede
adecuada para explorar nuevas modalidades de cooperación regional.
En noviembre de 2007, la Asociación de Naciones del Asia Sudoriental (ASEAN, por sus
siglas en inglés) realizó una reunión cumbre donde se acordó la elaboración de una Carta
de la ASEAN, que contemplaría los objetivos de promover la paz, la seguridad y la
estabilidad en la región, como también los de preservar la condición de zona libre de
armas nucleares del sudeste asiático y paliar la pobreza. En esa misma reunión, los
estados integrantes de la ASEAN elaboraron un proyecto con miras a la creación de una
Comunidad Económica de la ASEAN en 2015.
Es mi convicción que, si China, Corea del Sur y Japón, junto con la ASEAN, siguen
realizando esfuerzos tenaces en bien de la cooperación y de la coordinación de
acciones, será posible consolidar una infraestructura duradera de paz en el este asiático.
En 2007, el gobierno japonés lanzó un programa para invitar anualmente a seis mil
jóvenes de países del este de Asia –principalmente de China, Corea del Sur y estados
perteneciente a la ASEAN— a estudiar en Japón. Puesto que hace largo tiempo que
propongo incrementar los intercambios juveniles y educativos en el este asiático, tengo
grandes esperanzas en el éxito del proyecto. Deseo asimismo que esa oportunidad de
profundizar el entendimiento y la amistad mutuos represente también una posibilidad para
que los jóvenes de la región puedan desarrollar una verdadera conciencia y sentido de
responsabilidad por el futuro. Sugiero, por ejemplo, que se les brinde la oportunidad de
reunirse y conversar con personal de agencias de la ONU, y de capacitarse mediante
programas educativos para el desarme y la protección ambiental impulsados por ese
organismo internacional.
En última instancia, la clave para la resolución de todo problema está en manos de la
juventud. Prácticamente todos los líderes y expertos con quienes me reuní a dialogar
comparten esa certeza.
El segundo presidente Toda declaró: “Son el poder y la pasión de los jóvenes los que
crearán el nuevo siglo”. Haciendo suyas las palabras y el espíritu que él nos dejó como
legado, nosotros, los miembros de la SGI, estamos decididos a centrarnos en los
jóvenes y a desarrollar su potencial ilimitado, al tiempo que establecemos redes de
solidaridad entre los ciudadanos comunes, para alcanzar la solución de los complejos
problemas que enfrenta nuestro planeta.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
1 Pauling e Ikeda, En busca de la paz, pág. 149.
2 Ban, “Remarks at the Inauguration [Observaciones en la inauguración]”.
3 Sarkozy, “Sarkozy Wants [El deseo de Sarkozy]”.
4 Véase Platón, República, pág. 300.
5 Ib., pág. 305.
6 Hermanns, Einstein and the Poet [Einstein y el poeta], pág. 53.
7 Gide, Retour de l’U.R.S.S. [Sucedió en la U.R.S.S.], pág. 13.
8 Nichiren, Writings [Escritos], vol. 2, págs. 843 y 844.
9 Watanabe, Kyoki ni tsuite [Sobre la locura], pág. 163.
10 Véase, Ikeda, “Budismo Mahayana”.
11 Wiesel, And the Sea Is Never Full [Todos los torrentes van a la mar], pág. 370
12 Michelet, Bible de l’humanité [Biblia de la humanidad], pág. ii.
13 Ib., pág. 484.
14 Ib., pág. iv.
15 Ib., pág. 13.
16 Ib., pág. 283.
17 Ib., pág. 485.
18 Ib., pág. 484.
19 Walshe, Mahaparinibbana [El sutra Mahaparinibbana], pág. 245.
20 Watanabe, Kyoki ni tsuite, págs. 120 y 121.
21 Mann, “Achtung, Europa! [¡Alerta Europa!]”, págs. 159 y 160.
22 Platón: Fedón, pág. 93.
23 Weizsäcker, Der Mensch in seiner Geschichte [La humanidad en la historia], pág. 15.
24 Nichiren, Writings [Escritos], pág. 295.
25 ONU, “Preámbulo”, Declaración Universal de los Derechos Humanos.
26 Athayde e Ikeda: Derechos humanos no século XXI [Derechos humanos en el siglo
XXI], pág. 101.
27 DFID, “Declaration on the Millennium (Declaración sobre el Milenio)”.
28 PNUD, “Informe sobre Desarrollo Humano 2006”, pág. 59.
29 Haq, “Global Governance for Human Security [Gobernanza global para la seguridad
humana]”, pág. 80.
30 Haq, Reflections on Human Development [Reflexiones sobre desarrollo humano], pág.
116.
31 MOFA [Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón], “Japan-China Joint Press
Statement [Comunicado de prensa conjunto de Japón y de China]”.
BIBLIOGRAFÍA
Athayde, Austregésilo de y Daisaku Ikeda. 2000. Derechos humanos no século XXI
[Derechos humanos en el siglo XXI]. Río de Janeino: Editora Record.
ATS [Secretaría del Tratado Antártico]. 1959. “El Tratado Antártico”.
http://reco.ats.aq/ats.reco/recatt/att005_e.pdf (acceso 20/02/2008).
Ban, Ki-moon. 2008. “Observaciones en la inauguración del Foro de la Alianza de
Civilizaciones”. http://www.un.org/apps/sg/sgstats.asp?nid=2954 (acceso 07/02/2008).
Canadian Pugwash Group [Grupo Pugwash de Canadá]. 2007. “Canadian Pugwash Call
for an Arctic Nuclear-Weapon Free Zone [Llamamiento del Pugwash de Canadá para una
zona libre de armas nucleares en el Ártico]”.
http://www.pugwashgroup.ca/events/documents/2007/2007.08.24-Arctic_%20NWFZ.pdf
(acceso 27/02/2008).
Consejo de la Unión Europea. 2007. “Brussels European Council: Presidency
Conclusions [Consejo Europeo de Bruselas: Conclusiones de la presidencia”.
http://www.consilium.europa.eu/ueDocs/cms_Data/docs/pressData/en/
ec/93135.pdf (acceso 22/02/2008).
DFID (Department for International Development). 2007. “Declaration on the Millennium
Development Goals by Heads of State [Declaración sobre los Objetivos de Desarrollo del
Milenio de los Jefes de Estado]”. http://www.dfid.gov.uk/mdg/declaration-heads-07.asp
(acceso 15/02/2008).
European Commission [Comisión Europea]. 2007. “European Agreement on a New
Energy Policy [Acuerdo europeo sobre una nueva política energética]”.
http://ec.europa.eu/energy/energy_policy/index_en.htm (acceso 12/03/2008).
G8 Summit 2007 Heiligendamm [Cumbre del G8 2007 en Heiligendamm]. 2007. “Chair’s
Summary [Resumen de la presidencia]”. http://www.g8.de/nsc_true/Content/EN/Artikel/__g8-summit/anlagen/chairssummary,templateId=raw,property=publicationFile.pdf/chairs-summary (acceso
27/022008).
Gide, André. 1936. Retour de l’U.R.S.S. [Sucedió en la U.R.S.S.]. París: Gallimard.
——. 1937. Préface a quelques écrits récents de Thomas Mann [Prefacio para unos
escritos recientes de Thomas Mann]. En Thomas Mann, Avertissement a l’Europe
[Thomas Mann: Una advertencia para Europa]. París: Gallimard.
Handicap International. “Cluster Munitions [Municiones de racimo]”.
http://www.clusterbombs.org.uk/cluster-munitions (acceso 09/02/2008).
——. 2007. “Circle of Impact: The Fatal Footprint of Cluster Munitions on People and
Communities [Ciclo de impacto: La huella fatal de las municiones de racimo en personas
y comunidades]”.
http://en.handicapinternational.be/download/0606_WEB_FINAL_REPORT
_HI_BD.pdf (acceso 10/02/2008).
Haq, Mahbub ul-. 1995. Reflections on Human Development [Reflexiones sobre el
desarrollo humano]. Nueva York: Oxford University Press.
——. 1999. “Global Governance for Human Security [Gobernanza global para la seguridad
humana]”. En Worlds Apart: Human Security and Global Governance [Mundo aparte:
Seguridad humana y gobernanza global]. Editado por Majid Tehranian. Londres: I. B.
Tauris.
Hermanns, William. 1983. Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man [Einstein
y el poeta: En busca del hombre cósmico]. Brookline Village, Massachussets: Branden
Press, Inc.
Ikeda, Daisaku. 1993. “El budismo Mahayana y la civilización del siglo XXI”.
http://www.sgispanish.org/obras/discursos/mahayana.html (acceso 05/03/2008).
IPCC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático]. 2007. “Cuarto
Informe de Evaluación”. http://www.ipcc.ch/languages/spanish.htm#21 (acceso
22/02/2008).
Makiguchi, Tsunesaburo. 1996. Jinsei chirigaku [Geografía de la vida humana]. En
Makiguchi Tsunesaburo zenshu [Obras completas de Tsunesaburo Makiguchi], vol. 2.
Tokio: Daisan Bunmeisha.
Mann, Thomas. 1995. “Achtung, Europa! [¡Alerta Europa!]”. En Thomas Mann Essays
Band 4 [Ensayos de Thomas Mann, vol. 4]. Frankfurt: S. Fischer Verlag GmbH.
——. 1942. “Europe Beware [Cuidado Europa]”. En Order of the Day: Political Essays and
Speeches of Two Decades [Orden del día: Ensayos políticos y discursos de dos
décadas], traducido por H. T. Lowe-Porter. Nueva York: Alfred A. Knopf.
Michelet, Jules. 1864. Bible de l’humanité [La Biblia de la humanidad]. París: F.
Chamerot, Libraire-Éditeur.
——. 1877. The Bible of Humanity [Biblia de la humanidad]. Traducido por Vincenzo
Calfa. Nueva York: J. W. Bouton.
MOFA [Ministerio de Relaciones Exteriores del Japón]. “On the Three Non-Nuclear
Principles [Sobre los tres principios anti-nucleares]”.
http://www.mofa.go.jp/policy/un/disarmament/nnp/index.html (acceso 10/02/2008).
——. 2007. “Japan-China Relations Enter a New Era [Se inicia una nueva era de
relaciones entre la China y el Japón]”. http://www.mofa.go.jp/region/asiapaci/china/relation.pdf (acceso 10/02/2008).
——. 2007. “Japan-China Joint Press Statement [Declaración conjunta de prensa de la
China y el Japón]”. http://www.mofa.go.jp/region/asia-paci/china/pv0704/joint.html (acceso
10/02/2008).
——. 2007. “Start of the ‘Japan-East Asia Network of Exchange for Students and Youths
(JENESYS) Programme’ [Inicio del Programa ‘Red de Intercambio Estudiantil y Juvenil
entre Japón y Asia del Este’ (JENESYS)]”.
http://www.mofa.go.jp/announce/announce/2007/5/1173651_826.html (acceso
10/02/2008).
——. 2008. “The Fourth Tokyo International Conference on African Development (TICAD
IV) in Yokohama [IV Conferencia Internacional de Tokio sobre el Desarrollo de África
(TICAD IV) en Yokohama]”. http://www.mofa.go.jp/region/africa/ticad/ticad4/index.html
(acceso 27/02/2008).
NEPAD (Nueva Asociación para el Desarrollo de África). 2006. “NEPAD in Brief
[NEPAD en breve]”. http://www.nepad.org/2005/files/inbrief.php (acceso 27/02/2008).
Nichiren. 1999. The Writings of Nichiren Daishonin [Los escritos de Nichiren Daishonin].
Editado y traducido por el Comité de Traducción del Gosho. Tokio: Soka Gakkai.
——. 2006. The Writings of Nichiren Daishonin [Los escritos de Nichiren Daishonin]. Vol.
2. Editado y traducido por el Comité de Traducción del Gosho. Tokio: Soka Gakkai.
ONU (Organización de las Naciones Unidas). 1948. “Declaración Universal de los
Derechos Humanos (1948–1998)”. http://www.un.org/spanish/aboutun/hrights.html
(acceso 08/02/2008).
——. 2007. “Declaración de las Naciones Unidas sobre educación y formación en
materia de derechos humanos”. A/HRC/Res/6/10. Resolución adoptada por el Consejo de
Derechos Humanos. 28 de setiembre, Ginebra.
http://ap.ohchr.org/documents/S/HRC/resolutions/A_HRC_RES_6_10.pdf (acceso
12/03/2008).
——. 2007. “Objetivos de desarrollo del milenio: Informe de 2007”.
http://www.un.org/spanish/millenniumgoals/report2007/mdgreport2007r2.pdf (acceso
15/02/2008).
Pauling, Linus y Daisaku Ikeda. 1995. En busca de la paz. Buenos Aires: Emecé
Editores.
Platón. 2006. República. Traducido por Patricio Azcárate. 4ta. ed. Madrid:
Mestas
Ediciones.
——. 1995. Fedón. Introducción, traducción y notas de Luis Gil Fernández. Madrid:
Alianza Editorial.
PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). 2006. “Informe de desarrollo
humano 2006”. http://hdr.undp.org/en/reports/global/hdr2006/chapters/spanish/ (acceso
15/02/2008).
PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente). “Plantemos para el
planeta: Campaña de los mil millones de árboles”.
http://www.unep.org/billiontreecampaign/spanish/index.asp (acceso 16/02/2008).
——. 2007. “Perspectivas del medio ambiente mundial, GEO-4: Medio ambiente para el
desarrollo”. http://www.unep.org/geo/geo4/report/GEO-4_Report_Full_en2.pdf (acceso
08/02/2008).
Sarkozy, Nicolas. 2008. “Sarkozy Wants to Change UN, G8, Europe—Summary
[Resumen: Sarkozy desea cambiar las Naciones Unidas, el G8 y Europa]”.
http://www.earthtimes.org/articles/show/170773.html (acceso 19/02/2008).
Walshe, Maurice, trad. 1995. Mahaparinibbana Sutta: The Great Passing—The Buddha’s
Last Days [El sutra Mahaparinibbana: La gran partida – Los últimos días del Buda]. The
Long Discourses of the Buddha: A Translation of the Digha Nikaya [Discursos largos del
Buda: Traducción del Digha Nikaya]. Boston: Wisdom Publications.
Watanabe, Kazuo. 1993. Kyoki ni tsuite [Sobre la locura]. Tokio: Iwanami Shoten.
Weizsäcker, Carl Friedrich von. 1991. Der Mensch in seiner Geschichte [La humanidad
en la historia]. Munich: Carl Hanser Verlag.
Wiesel, Elie. 1999. And the Sea Is Never Full: Memoirs, 1969– [Todos los torrentes van a
la mar: Memorias, 1969-]. Traducido por Marion Wiesel. Nueva York: Alfred A. Knopf.
Descargar