Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón

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LA NUEVA ESPAÑA
N.º 491
25 de abril
de 2010
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, en su despacho de la Real Academia de la Historia. / MÓDEM PRESS
Memorias [1]
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, director de la Real Academia de la Historia
«Fui consejero del Banco de España en la
crisis de los 80, pero sin la angustia actual»
«La Real Academia de la Historia era un reducto de aperturismo y libertad en la época de Franco
y en una ocasión eligió a cara o cruz al representante que tenía que enviar a las Cortes»
✒ J. Morán
Madrid
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón (Trelles, Coaña, 1931), acaba de ver recompensada su labor académica, investigadora y docente –como historiador de la economía– con el título de marqués de Castrillón, concedido por
don Juan Carlos I. Justo en el momento de recibir este honor, Gonzalo Anes evocó la figura
de su madre, Magdalena Álvarez de Castrillón
y Fernández Labandera, tanto para dedicarle el
título como para rememorar que fue ella
«quien impulsó a todos sus hijos al estudio y a
la lectura; de no haber sido por ella, yo ni siquiera hubiera hecho el Bachillerato». Esta pieza de su vida se incluye en estas «Memorias»
para LA NUEVA ESPAÑA, que arrancan con
una «infancia y adolescencia rural», envuelta
en lecturas aconsejadas por su madre, y culminan en el presente, justo cuando se están publicando los 50 volúmenes –800 páginas cada
uno– del Diccionario Biográfico Español, una
obra queAnes ha impulsado y guiado como director de la Real Academia de la Historia, cargo que ha venido renovando desde 1998. Gonzalo Anes habla con orgullo de la criatura: «Es
la gran obra de la Academia, con más de
40.000 biografías». Estudiante de la Ciencias
Económicas (1952-1957), Anes se orienta a la
Historia Económica y publica su tesis doctoral
–«La agricultura española en el tránsito delAntiguo y el Nuevo Régimen»– en 1965. Al año
siguiente oposita y obtiene cátedra en Santiago, y en 1968 en Madrid.
Será catedrático de Historia e Instituciones
Económicas hasta su jubilación. Había recibido ya la influencia del pensamiento liberal de
sus maestros de Facultad y además se había incorporado a la Sociedad de Estudios y Publicaciones del Banco Urquijo, refugio de pensadores no del todo bien vistos por el régimen
(Zubiri, Julián Marías...). En 1978 fue elegido
miembro de número de la Real Academia de
la Historia, que «es un reducto de aperturismo
y de libertad en la época de Franco». Narra una
anécdota al respecto: «En 1958 la Academia
tiene que elegir un representante para las Cortes de Franco y lo hace a cara o cruz; es cuando Gabriel Maura dice que “porque tenemos
voluntad política es precisamente por lo que no
queremos participar en esas Cortes”». En 1980
es nombrado consejero del Banco de España,
hasta 1989. «Me telefoneó una noche el minis-
tro Leal, de UCD: “Me tiene que decir en este
momento si acepta”. Y por primera vez en mi
vida me sentí un poco desconcertado y dije que
sí sorprendiéndome a mí mismo de decirlo tan
naturalmente». Toma posesión del cargo «en
un momento terrible, con una crisis económica terrorífica en España, aunque no teníamos
el desánimo y la angustia que se vive en esta
crisis del presente». Presencia la intervención
de Rumasa, en 1983, «de la que tengo que decir que el Banco de España se enteró a posteriori, sin que dijera que había que ejecutar tal
medida». Ha sido también consejero de varias
empresas (Repsol, Cementos Portland...) y en
el presente preside del comité de auditoría y
control de FCC.
«Cuando llegué al Banco de España llevaba más de veinte años con dedicación exclusiva a la investigación, a los archivos, pero ser
consejero de un banco o de una empresa le pone a uno en la realidad, y nada mejor que estar
en la realidad para interesarse por el pasado; la
meditación de la historia ayuda a tener en
cuenta factores que pueden pasar inadvertidos
si no se tiene conocimiento del pasado». Se define en lo personal como «soltero impenitente,
por demasiado espíritu de libertad, de indepen-
dencia». A esta primera entrega de sus «Memorias» seguirán otras dos: mañana, lunes, y
el martes.
● Satisfacción de una madre lectora. «Mi
infancia y mi adolescencia son rurales y estudié el Bachillerato en el Liceo Santa María de
la Barca, en la villa de Navia, aunque hay que
tener presente que la formación más importante la recibí en casa, con una madre especialmente interesada por la lectura y que supo de
manera indirecta influir en nosotros, sus hijos,
seis varones, para que fuéramos también lectores. No sé cómo lo hizo, porque no podía
oponerse directamente a mi padre, pues él era
enemigo de que leyéramos novelas; creía que
nos llenaban la cabeza de fantasías. Pero ella sí
quería que leyéramos y se le veía la satisfacción cuando lo hacíamos. La primera novela
que leí fue “La aldea perdida”. Tenía 8 años y
empecé a leerla sin gran interés, un poco por
ver qué era aquello; pero en las primeras páginas ya me interesó tanto que en todo momento libre que tenía me ponía a leer. Y recuerdo
que ella me miraba con gran satisfacción».
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Domingo, 25 de abril de 2010
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La Nueva España
▲
cubrí que Santiago era una ciudad muy agradable, pero no para vivir allí permanentemente, al menos para mí. Yo estaba muy hecho a
Madrid; esta ciudad siempre me gustó y cada vez me ha ido gustando más. Decidí hacer
las oposiciones porque además tenía muy reciente la preparación de las anteriores. Me
presenté y tuve éxito. Nunca he tenido grandes alegrías por mis éxitos. Y los éxitos que
he tenido nunca han sido buscados por mí.
Ninguno de los cargos que he desempeñado
ha sido buscado, salvo la oposición, que sí la
preparé y la hice, sin mucho entusiasmo al
principio porque no me atraía la idea de opositar, pero una vez que me presenté ante el tribunal (éramos siete opositores) pensé que lo
que tenía que hacer era poner todos los medios necesarios para tener éxito, porque las
acciones si se emprenden es para conseguir
lo que se quiere. Siempre he querido hacer lo
que me gustaba y he tenido suerte en ello».
❜❜
No he tenido grandes
alegrías por mis éxitos,
y no los he buscado;
tampoco los cargos,
salvo las oposiciones
Gonzalo Anes, en su despacho de la Real Academia de la Historia, durante la conversación
con LA NUEVA ESPAÑA.
MÓDEM PRESS
encontré muy bien en París desde el primer
momento. Había allí un grupo de amigos importante y tuve relación muy estrecha con Vilar, una amistad que incluía ir a su casa a cenar en familia. Surgió una relación muy intima también con su hijo, Jean, y con su mujer,
Gabrielle Berrogain, que era archivera de los
Archivos Nacionales e hispanista también,
además de notabilísima mujer. Empecé a visitar los archivos y a consultar la correspondencia diplomática y consular. Mis primeras
armas como investigador las velé en los Archivos Nacionales de París, donde encontré
muchísima documentación interesante para
España, que recogía y anotaba cuidadosamente. Tomaba los datos y las cifras y toda la
información posible. La utilicé poco, porque
era casi toda del siglo XIX, pero me entrené
como investigador. Allí surgió una gran amistad con Nicolás Sánchez Albornoz, hijo de
don Claudio, un poco mayor que yo, que vivía en Buenos Aires, exiliado, pero pasaba
aquel año en París. Era profesor en Argentina. Además de Nicolás recuerdo mi amistad
de aquel tiempo con Francisco Bustelo y
Juan Manuel Kindelán, ambos exiliados».
● Hacia la Historia Económica. «Ya había seguido los dos cursos de Historia Económica que el profesor Ullastres impartía en
Madrid. Ya nos hablaba de las series de precios, de salarios y de las de metales precio-
sos llegados de América que había publicado Hamilton. Para mí no era una novedad el
enfoque francés de la Historia Económica.
Puede que fuese más novedad para los universitarios franceses que para mí por el hecho de que ellos procedían de facultades de
Historia. Esto quiero resaltarlo, porque hay
esa tendencia de decir que la Universidad española de entonces era un desastre, y no lo
era. Yo, como universitario, en el París de
1959-60, no notaba diferencia, en formación,
con mis compañeros, y lo mismo me pasó en
Estados Unidos cuando estuve en Princeton
en el curso 1975-76. En todo caso, el interés
por la Historia Económica me lo inculcaron
también Vilar y Labrousse, con esas tareas
de formar las series de precios, de salarios,
de producciones agrícolas…, lo que hacía
para estudiar las fluctuaciones de cosechas y
los problemas agrarios de España en los siglos XVII y XVIII, y con ello continué al
volver a España. Además de seguir los cursos y acudir a los Archivos Nacionales, leí
muchísimo, especialmente la revista “Annales”, número a número, año por año, de la
que tomé numerosas referencias y anotaciones, que conservo».
● Cátedra en Santiago y Madrid. «Pero la hora de la verdad me llegó a la vuelta a
España, a finales del verano de 1960. Me vine a Madrid con una carta de presentación de
Vilar, dirigida a Luis García de Valdeavellano, que me recibió como si fuera un hijo. El
matrimonio Valdeavellano (ella era archivera) mantenía gran amistad con los Vilar. Durante la licenciatura mi materia preferida era
ya la Historia, y en ese momento del regreso
comienzo las investigaciones para mi tesis
doctoral de Historia Económica, que me
dirigió Valdeavellano. También me vinculé a
su cátedra de Historia e Instituciones Políticas y Administrativas de España, en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas. Valdeavellano era un gran medievalista, y con un
gran interés por la economía. En la Facultad
en seguida me encargaron del curso de Historia de las Instituciones Políticas de América, y posteriormente accedí a la cátedra de
Valdeavellano como ayudante y, después, como adjunto. En 1962 me encargaron del curso de Historia Económica de España. Estaba
vacante la cátedra porque Ullastres había sido nombrado ministro de Comercio; la Junta de Facultad le pidió a Valdeavellano que
propusiera a alguno de sus discípulos para
encargarse de la materia y me designaron a
mí. Comencé en octubre de 1962 y continué
hasta 1966. Presenté en este último año la tesis doctoral y, al año siguiente, se convocaron
oposiciones a la cátedra de Historia Económica. Yo las firmé, que era como se denominaba entonces la fórmula de concurrir a las
oposiciones. Se celebraron en diciembre del
año 1967, para tres cátedras: Valencia, Barcelona y Santiago, y elegí Santiago. Allí me
fui a desempeñar la cátedra en un momento
en el que había una huelga general en la Universidad de Santiago, entre enero y febrero
de 1968, por descontento de los universitarios por las medidas de un catedrático, Ocón
de apellido. Para entonces ya se habían convocado las oposiciones a la cátedra de Historia Económica de la Universidad de Madrid,
e hice esas oposiciones también, porque des-
● En el seminario de Marías. «En aquellos años anteriores a la cátedra también me
vinculé, por otra vía, por Emilio Gómez Orbaneja, a la Sociedad de Estudios y Publicaciones, una entidad de carácter cultural fundada por el Banco Urquijo. Allí estaban Zubiri y Julián Marías. Éste dirigía un seminario
al que me vinculé y en el que participaban
Melchor Fernández Almagro, Laín Entralgo,
López Aranguren, Manuel de Terán, Rafael
Lapesa, Lafuente Ferrari y jóvenes estudiosos universitarios que estábamos haciendo
nuestras tesis doctorales. Otro asturiano, Luis
García San Miguel, asistía también (después
fue catedrático de Filosofía del Derecho, falleció hace un par de años). En aquel seminario se forjó una gran amistad con todos los
que participaban en él, salvadas las distancias
de edad y de formación. Era sumamente
agradable. Recuerdo las tertulias con Melchor Fernández Almagro, que fue un gran
historiador y gran hombre de letras, académico de esta casa y de la Real Academia Española. Nos reuníamos con él después del seminario, que era de siete a nueve, y luego le
acompañábamos a su casa. Las conversaciones eran variadísimas y junto con la amistad
entablada eran sumamente formativas para
alguien joven que las seguía con interés.
Años después, en la misma Sociedad de Estudios y Publicaciones, me nombraron director de la revista “Moneda y Crédito”, incluso
antes de que yo fuera catedrático. Había un
consejo asesor formado por José María Naharro, Lucas Beltrán, Trias Fargas, que era
catedrático en la Universidad de Barcelona;
Julio Tejero, que ya era catedrático desde antes de la Guerra Civil, y, mucho más joven
que ellos, José Raga. Teníamos las reuniones
del consejo una vez al mes, o cuando hacía
falta, porque todos los artículos que llegaban
a la revista se revisaban por ese consejo asesor, que era muy cuidadoso en cuanto a la selección y a poner un filtro para no publicar artículos sin el necesario nivel científico. También había clara tendencia liberal en la
revista».
Segunda entrega, mañana, lunes:
«Memorias» de Gonzalo Anes
24
Asturias
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LA NUEVA ESPAÑA
Lunes, 26 de abril de 2010
Memorias [2]
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón
Director de la Real Academia de la Historia
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón debe a su madre, Magdalena, el que hiciera de él un niño y adolescente aficionado a la lectura y a la cultura. Su padre, Alejandro, prefería en cambio que sus seis hijos
permanecieran a su lado y no cursaran carrera uni-
versitaria. Sin embargo, tras cursar el Bachillerato,
Anes inicia Ciencias Económicas en Madrid y amplía
estudios en París, con Vilar, Labrousse o Braudel. Se
orienta hacia la historia de la economía de la España
moderna y obtiene la cátedra en 1967.
«Creo haber sido un consejero de empresas
útil por mis conocimientos de la Historia»
«Una noche me telefonea Leal, ministro de Economía de UCD: “Tiene que
decirme ahora mismo si acepta ser consejero del Banco de España”»
Madrid, J. MORÁN
Con unas 300 referencias científicas en su currículum, Gonzalo
Anes y Álvarez de Castrillón (Trelles, Coaña, 1931) es considerado
como el mejor conocedor de la Edad
Moderna de España y como pionero en el análisis de la economía de
los siglos XVII y XVIII. Catedrático de Historia de la Economía (Santiago y Madrid), su vida ha pivotado
también en su faceta de economista,
tanto en el Consejo del Banco de España como en empresas privadas. La
Real Academia de la Historia
(miembro desde 1978 y presidente
desde 1998) ha sido su otra pasión.
● Académico más joven. «Como profesor de Universidad, enseñé
durante 13 años en el franquismo, de
1962 a 1975, y jamás dejé de decir
lo que creía que debía decir en mis
clases o en mis conferencias. Nunca
me puse la menor censura y no tuve
problemas por ello. En septiembre
de 1975 acudí a la Universidad de
Princeton, en EE UU, llamado por
el hispanista John Elliot, que me había conocido en un congreso de la
Universidad de San Diego (California). Debieron de interesarle mis
planteamientos y allí mismo me dijo que tenía interés de que fuera durante un año al Instituto de Estudios
Avanzados, fundado por Einstein.
Con Elliot tuve una relación muy estrecha y nació una gran amistad, que
perdura, también con su mujer,
O’Onah. En junio de 1978 fui elegido miembro de número de la Real
Academia de la Historia. En ese momento era el más joven de los académicos y había 35 por delante de mí.
Salvo uno, Carlos Seco, han fallecido todos».
● Consejero sin preguntas.
«Fui también consejero del Banco
de España, nombrado en 1980. Fue
una sorpresa. Suena una noche el teléfono y era José Luis Leal, ministro
de Economía de UCD. “Le vamos a
proponer a usted para consejero del
Banco de España. Mañana es viernes y el nombramiento va al Consejo de Ministros; hasta este momento no he podido localizarle y tiene
que decirme ahora mismo si acepta
o no”.Y por primera vez en mi vida
me sentí un poco desconcertado, pero dije que sí, sorprendiéndome a mí
mismo de decirlo tan naturalmente.
Cuando tomé posesión, le pregunté
a Leal cómo había sonada mi nombre o quién me había propuesto. Me
tuteó: “Eres consejero del Banco de
España y punto; no me preguntes
MÓDEM PRESS
Anes, en el salón de actos de la Real Academia de la Historia, durante su conversación con LA NUEVA ESPAÑA.
«De la intervención
de Rumasa, el
Banco de España se
enteró a posteriori,
sin que
la recomendara
previamente»
«Mariano Rubio
trabajaba sin
descanso, pero por
un asunto menor fue
tratado con gran
dureza»
más”. Me incorporé al consejo y en
él permanecí hasta 1989. Era un
gran honor que no interpreté como
una entrada en la política. De hecho,
nunca he tenido la tentación de involucrarme en política. Ser consejero
del Banco de España lo he agradecido muchísimo porque me había
adormecido como economista. Desde 1959 hasta 1980, más de 20 años,
me dediqué exclusivamente a la Historia, a la docencia, a la investigación, a los archivos…, pero no al
acontecer ni a la política inmediata».
● Devaluaciones y Rumasa.
«Llego al banco en un momento difícil, con una crisis económica muy
grave, aunque no padecíamos el
desánimo que se tiene hoy. Era una
situación muy distinta de la presente. No recuerdo aquella época como
una etapa de angustia, ni mucho menos. En el presente sí lo percibo; estamos en momentos de gran preocupación. Por entonces hubo devaluaciones, o las crisis bancarias
mitigadas por la acción del Fondo
de Garantía de Depósitos.Y en 1983
se produjo también la intervención
de Rumasa, de la que tengo que decir que el Banco de España se enteró a posteriori, sin que recomendara
previamente su ejecución. Fue una
decisión del ministro Boyer y del
Gobierno, y al Banco de España se
le comunicó, pero nada más. Era
presidente del banco en ese momento José Ramón Álvarez Rendueles,
asturiano; y luego lo fue Mariano
Rubio, un hombre que estaba en el
banco desde las ocho y media de la
mañana y que se pasaba el día entero allí. No se podía trabajar más, pero después, por un asunto menor, fue
tratado con gran dureza no habiéndolo merecido. Murió con lo puesto».
● La realidad y el pasado. «Me
renovaron como consejero Boyer y
Solchaga, hasta 1989, y por entonces me llamaron la hermanas Esther
y Alicia Koplowitz para que fuera
consejero de Focsa, que luego se fusionó con Construcciones y Contratas, y de ahí nació FCC, donde continúo. Fui también consejero de Cementos Portland y de Repsol,
cuando era presidente Alfonso Cor-
tina. Allí presidí el comité de Auditoría y Control, y en FCC lo hago
actualmente. Ser consejero de un
banco o de una empresa le pone a
uno en la realidad, y nada mejor que
estar en la realidad para interesarse
por el pasado. La prudencia, la meditación sobre los hechos o la necesidad de tener en cuenta factores que
pueden pasar inadvertidos son fruto
del conocimiento del pasado. La
Historia da información para reflexionar con fundamento y creo haber
sido útil en los consejos en los que
he estado por esa actitud mía hacia
la Historia y su conocimiento».
● Vacantes reservadas. «En la
Real Academia de la Historia tuve a
mi maestro Valdeavellano, y a don
Ramón Carande, que ejercieron una
gran influencia sobre mí y con los
que tuve una grandísima amistad
desde comienzos de los sesenta. Y
estaba José Antonio Rubio Sacristán, que era de los viejos maestros
de la Institución Libre de Enseñanza, y del Centro de Estudios Históricos, lo mismo que Ángel Ferrari
Núñez, medievalista. La Academia
fue importante en mi vida, especialmente en esos años, como lo había
sido para mis predecesores. Recuerdo que Valdeavellano era un hombre
hipercrítico con todo, menos con la
Academia: de lo que aquí acontecía
y de lo que hacían siempre hablaba
con veneración. Esta Academia fue
un reducto de aperturismo y de libertad en la época de Franco. Primero, porque fueron muy selectivos a
la hora de elegir académicos; y, segundo, porque respetaron las vacantes de los exiliados, no a la manera
de la Academia Española, donde no
quisieron cubrir esas vacantes. Aquí
sí se cubrieron, pero con el compromiso de que si volvía un exiliado, la
primera vacante era para él.Y así se
reintegró, en pleno franquismo, el
gran paleógrafo Agustín Millares, y
después Sánchez Albornoz».
● Elección del procurador.
«Hay una anécdota de la Academia
muy significativa, que describe el
espíritu de esta casa. Las academias
elegían un procurador a Cortes. En
1958 era director Francisco Javier
Sánchez Cantón, gran historiador
del arte, y tocaba elegir a ese representante. Era de las primeras veces
que asistía el Padre Batllori, jesuita,
en cuyas memorias cuenta esta
anécdota, que yo también le escuché
narrar. Sánchez Cantón preguntó:
“¿Algún señor académico quiere ser
candidato para que lo elijamos procurador?”. Nadie respondió y entonces él agregó: “Parece mentira que
en una Real Academia de la Historia no haya ningún académico con
vocación política”. Y le replicó Gabriel Maura, duque de Maura: “Señor director, justo porque tenemos
vocación política ninguno de nosotros quiere participar en semejantes
Cortes”. Se levanta la sesión y el secretario y Sánchez Cantón hablan
con varios académico y convencen
a dos. Vuelven a la sala de juntas,
deciden votar y piden la urna, pero
entonces dice el mismo Maura: “No
hace falta; siendo dos, basta con lanzar una moneda a cara o cruz. Es
mucho más sencillo y ahorramos el
trámite de las papeletas”. Y así procedieron; sale cruz y queda elegido
don Ciriaco Pérez Bustamante.Y alguien agregó: “Que conste en acta
cómo es posible elegir un procurador en las Cortes de Franco.” Ésa era
la actitud de la academia».
Mañana, tercera entrega:
«Memorias» de Anes
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Asturias
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LA NUEVA ESPAÑA
Martes, 27 de abril de 2010
Memorias [y 3]
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón
Director de la Real Academia de la Historia
Catedrático de Historia Económica de Santiago (1967) y Madrid (1968), Gonzalo Anes
ingresó en 1978 en la Real Academia de la
Historia, a la que reconoce como reducto de
aperturismo y libertad durante el franquis-
mo. Llevaba ya más de 20 años de investigación y docencia universitaria cuando en
1980 el Gobierno le designó consejero del
Banco de España, cargo que también desempeñó y desempeña en empresas como
FCC. Su labor como historiado le ayudó en
estas tareas, en «la meditación y la reflexión
con fundamento sobre hechos que pueden
pasar inadvertidos», reconoce este asturiano
nacido en Trelles, Coaña, en 1931.
«Me queda por escribir un libro molesto: la
acción enriquecedora de España en América»
«Dirijo la Academia como una empresa en cuanto a organización y economía;
su Diccionario Biográfico será el segundo del mundo, después del de Oxford»
Madrid, J. MORÁN
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, historiador de la España de la
Edad Moderna, especialmente de su
economía, y director de la Real Academia de la Historia, vive a sus 78
años a caballo de dos obras deseadas. La actual publicación del Diccionario Biográfico Español, que
promovió hace 10 años –50 tomos,
40.000 páginas, más de 40.000 biografías–; y la redacción de un libro
que recoja la acción económica y urbanizadora de España en América
en versión disconforme con la habitual Leyenda Negra.
● Negociaciones en El Prado.
«Me integré en 1983 en el Patronato del Museo de El Prado por ser
consejero del Banco de España. En
El Prado estaban pensando en aquel
momento en la conveniencia de adquirir el palacio de Villahermosa. La
Banca López Quesada había sido su
última propietaria, pero a causa de
la crisis de esta entidad era con el
Fondo de Garantía de Depósitos con
el que había que entenderse para llegar a un acuerdo económico. Pensaron que podía ser interlocutor para
aquellas operaciones. Sigo en el Patronato, que presidí de 1986 a 1990,
y tanto el arte como la vida del museo son de gran interés para mí».
● Hombres y mujeres célebres.
«En 1998 me eligieron director mis
compañeros de la Real Academia de
la Historia. La gran tarea de estos
años, y creo yo que de la historia de
la Academia, ha sido el Diccionario
Biográfico Español. Existía el gran
proyecto dieciochesco, en la época
de fundación de la Academia, del
Diccionario Universal de España,
que hubiera sido como la Enciclopedia Francesa, pero exclusivamente
sobre España, su historia, sus hombres, las letras, las ciencias, con la
más exacta cronología y las vidas de
los hombres célebres. Hoy hablamos también de las mujeres célebres, pero entonces había pocas que
hubieran alcanzado la celebridad, no
por qué no tuvieran dotes, sino por
no recibir la debida formación. Pero
en esta Academia, con Jovellanos y
Campomanes, fue muy importante
la lucha a favor de la ilustración de
las mujeres, para que cesara la discriminación, que no tenía otra razón
que la deficiencia de enseñanzas.
Campomanes fue adalid de esa tarea
y era frase suya que “huelga discutir sobre la menor o mayor capacidad e inteligencia de las mujeres
mientras no tengan la misma ilustración que los hombres”».
MODEM PRESS
Gonzalo Anes, en su despacho de la Real Academia de la Historia, al recibir a LA NUEVA ESPAÑA.
● Medios para el Diccionario.
«Un par de años antes de ser elegido director propuse a la Academia
que nos encargáramos de elaborar el
Diccionario Biográfico. Se reflexionó sobre ello, pero, claro, hacían falta medios. Dirijo la Academia como
una empresa en cuanto a su organización interna y a su economía. Nada más ser elegido director, comuniqué que quería llevar a cabo el proyecto y me puse a buscar el dinero.
Conseguí 800 millones de pesetas
para hacer el diccionario, siendo Aznar presidente del Gobierno y Esperanza Aguirre ministra de Educación
y Cultura, aunque el convenio con la
Academia se firmó siendo ministro
Rajoy. Nos dieron 100 millones de
pesetas cada año y organizamos el
Diccionario desde 1999 a la actualidad. Lo terminamos el año pasado y
estamos editando ahora mismo dos
tomos al mes. Lo publica la Academia porque hemos acudido a editoriales privadas, pero ninguna de ellas
se ha interesado lo suficiente. Son
50 volúmenes de alrededor de 800
páginas cada uno. Nos ayuda también la Fundación Marcelino Botín,
con 500.000 euros. Es la gran obra
de la Academia; la he promovido y
la dirijo, y colaboro en ella con numerosos textos. En total son más de
40.000 biografías y tenemos otras
muchas más que no entran en los
volúmenes, pero que se colocarán en
la red en su momento. Y tengo el
proyecto de que todo el diccionario
se traduzca al inglés para ponerlo
también en internet a disposición de
los interesados».
«Soy soltero
impenitente por
demasiado espíritu
de libertad, de
independencia»
● Normas tradicionales. «Soy
tímido por naturaleza y poco dado al
protocolo y al aparato. Pero, en cambio, aquí en la Academia sí que usamos las normas tradicionales establecidas y he sido muy fiel a ellas.
Siempre digo que la Academia ha
guardado las formas, es conservadora en las formas y, en cambio, ha sido y es muy innovadora en los procedimientos y en los métodos. Esto
se ha comprobado en el propio Diccionario, realizado gracias a la informática y a las últimas innovaciones
tecnológicas. Por eso pudimos hacerlo en un plazo más breve que
cualquier otro país que tenga una
obra semejante, y con menos dinero
que ningún otro. En su género, será
el segundo diccionario biográfico
del mundo, después del de Oxford».
● Historia agraria, el comienzo. «He sido historiador estricto de
la Economía, y especializado al máximo, pero he ido abriendo el abanico de intereses a medida que los archivos me despertaron la atención a
otro temas. La historia agraria de España en la Edad Moderna fue el comienzo, pero luego atendí a las sociedades de amigos del país, por
ejemplo, o a la Revolución Francesa. Mi primer trabajo publicado en
Buenos Aires, en la revista de don
Claudio Sánchez Albornoz, “Cuadernos de Historia de España”, versó precisamente sobre los ecos e influencias de la Revolución Francesa
en España».
● Continente urbanizado. «Mi
contribución principal a la Historia
no está todavía plasmada en un libro. He de escribirlo y de él tengo
organizada una gran parte. Se trata
de mostrar cómo versiones que se
tienen por ciertas e incontrovertibles
son falsas. Por ejemplo, lo que fue la
acción española en América y los resultados de esa acción: cómo eran
los virreinatos a finales del XVIII y
comienzos del XIX. Trataré de exponer cómo se formaron las ciudades de América en los siglos XVI,
XVII y XVIII hasta convertir aquel
continente en una de las zonas más
urbanizadas del mundo en cuanto a
que el porcentaje de la población urbana respecto a la total venía a ser
análogo al de la Europa desarrollada. Ese grado de urbanización significa un alto nivel de desarrollo económico. No puede haber ciudades
populosas sino no hay una economía desarrollada que las haga posibles, que permita la producción
agrícola necesaria para alimentar a
esa población urbana y que en las
ciudades se produzca lo necesario
para adquirir los bienes que necesitan sus habitantes. Esa realidad creo
que no está convenientemente explicada, ni se ha escrito lo necesario sobre ella. Me siento obligado a hacerlo y estoy en ello; tengo muchísimos
materiales y mucha parte escrita, pero me falta plasmarlo en libro».
● Disgusto mexicano. «Predomina la Leyenda Negra sobre ese
periodo. En la Universidad de Oviedo di una conferencia el día que entregaron la Medalla de Oro a la Universidad Autónoma de México, a la
vez que ésta recibía el Premio Príncipe de Asturias. Creo que esa conferencia no gustó nada a los mexicanos porque dije cosas como que el
producto interior bruto (PIB) por habitante a comienzos del siglo XIX
en los virreinatos de América no se
volvió a alcanzar hasta 1875-80, es
decir, que la Independencia, por una
serie de razones (aduanas interiores,
ruptura del marco jurídico institucional, inseguridad jurídica), provocó
la incertidumbre que siempre retrae
las actividades empresariales y ahuyenta las inversiones. Pues por todo
eso, no se recupera el PIB por habitante hasta el decenio señalado.
Aduje en la conferencia otras variables económicas, pero la realidad
molesta a veces».
● Melancolía y preocupación.
«Soy soltero impenitente, por demasiado espíritu de libertad, de independencia, digamos; o por dificultades de asociación. Bueno…, por las
razones que sean, pero por tendencia a hacer en cada momento lo que
me atraiga e interese. Nunca he querido crear escuela ni tener discípulos, por esa actitud mía de independencia y de no someter tampoco a
nadie a ninguna férula ni a ninguna
disciplina impuesta. No estoy en
buen momento en cuanto a estado
de ánimo; vivo con cierta melancolía y veo la realidad presente con
mucha preocupación».
● Un título nobiliario dedicado
a una madre. «Agradezco a Su
Majestad el Rey que me haya concedido la merced de Marqués de
Castrillón, por lo que tiene de reconocimiento de la que califica como
“extensa y brillante labor académica, investigadora y docente al servicio de España y de la Corona”. Este reconocimiento, que quedará para la posteridad, en cuanto que se
trata de un título hereditario, me
complace sobremanera. Y se lo dedico a mi madre, Magdalena, que
despertó en mí el interés por la lectura y la cultura».
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