El coste de la hegemonía española. A) La política fiscal. Lo gastos bélicos españoles superaban a los de Inglaterra o Francia en una relación de 1 a 10 a lo largo de casi todo el siglo XVI. En 1556 Castilla paga 2 millones de ducados y en 1598 superaba los 10. Los RR.CC. consiguieron aumentar los ingresos casi un 4% anual entre 1481 y 1510. La política imperial de Carlos V no supuso un serio compromiso para la hacienda castellana, toda vez que fueron los Países Bajos los que corrieron con la mayor parte de los gastos de la política imperial, especialmente hasta 1530. Carlos además había creado en Castilla el Consejo de Hacienda según el modelo de los Países Bajos, lo que ayudó a triplicar los ingresos, sin que ello provocase descontento en la población y ello ocurrió a causa del incremento demográfico. Lo que aumentaron drásticamente fueron los impuestos extraordinarios, en concreto los servicios aprobados en Cortes. Ello acabaría provocando la bancarrota de 1557. Para el emperador sus necesidades financieras marcaban sus relaciones con sus distintos dominios. Hasta 1530 el peso recayó sobre las ciudades flamencas (gremios y patriciado) que en el periodo 1525-1530 habían hecho donativos por más de 8 millones de ducados. En Nápoles obtendría 1.750.000 ducados entre 1525 y 1529. Carlos V haría la guerra a crédito. Un crédito que se articularía a través de asientos y factorías. En el caso de los asientos, los banqueros y hombres de negocios que prestaban su dinero a la Corona asumían por su cuenta y riesgo los gastos de colocar donde conviniese – siempre en plazas europeas - el dinero adelantado, que luego cobrarían en Castilla. En el caso de las factorías, los factores realizan cobros y pagos por cuenta de la monarquía. La deuda española tuvo un incremento medio del 15,9% anual, muy superior al crecimiento demográfico, productivo y de precios. Las monarquías europeas utilizaban el crédito para financiar sus gastos militares. La deuda pública se convierte en el primer instrumento de la acción política de las monarquías nacionales durante la edad moderna y se convierte en agente de transformación política de las instituciones parlamentarias y del sistema financiero. Mientras España y Francia tenían unas cortes inoperantes, Inglaterra sí que supo frenar los gastos bélicos de sus monarcas. En España Felipe II absorbió el 10% de la renta nacional castellana para sus guerras, en Inglaterra no se alcanzó el 3%. Carlos V dejó al morir una deuda exterior de 20 M. de ducados y un pasivo por los juros de 50 M. de ducados. Suspensión del pago de los asientos en 1557. Felipe II comienza disponiendo que cada uno de los estados integrados en la monarquía española debía sufragar sus gastos ordinarios, la monarquía sólo atendería los gastos extraordinarios de guerra. Impone nuevos impuestos (sobre todo el de las alcabalas) y se establecen barreras aduaneras con Portugal. También se toman otras medidas como la venta de baldíos y comunales, las ventas de vasallos y jurisdicciones, la requisa de impuestos eclesiásticos. También la nobleza aporta entre 1589 a 1593 más de 300.000 ducados. Felipe II enfrentará en esta situación financiera tan rigurosa conflictos como como la guerra contra los turcos en el Mediterráneo, las guerras de Flandes contra las provincias rebeldes holandesas, la guerra con Francia y la Gran Armada contra Inglaterra. 1575 nueva declaración de quiebra (la deuda con los banqueros era de 37 millones y la práctica totalidad de las rentas estaban comprometidas). Ruina de Amberes y Génova, suspensión de las ferias de Medina del Campo y quiebra financiera en Sevilla (los dos bancos de la ciudad tienen un pasivo de más de 2,5 M. de ducados) Quiebra de las plazas operativas de cambio y pago de la monarquía. Pero Castilla todavía tenía que soportar los llamados servicios de millones, donativos que se hacían al rey en situaciones de apuro, pero que luego se transformarían casi en un impuesto regular. El pago debía afectar por igual a pecheros, nobles y eclesiásticos, pero al final el rey dio a las ciudades la potestad de recaudar estas cantidades mediante impuestos sobre el consumo, las sisas, lo que provocó que, en realidad, los millones recayera sobre los sectores populares. No obstante, estas medidas no restituyeron el crédito de la Corona y los prestamistas no adelantan dinero con facilidad. En 1596 Felipe II decreta la suspensión de pagos de los intereses. Al morir Felipe II la deuda superaba los 100 M. de ducados. Además los juros se habían depreciado tanto que los tenedores de deuda los vendían en cuanto podían. De hecho, los títulos de la deuda se utilizan como medio de pago, convirtiéndose en dinero. Esto genera una espiral inflacionista que, además, provocó que mucho dinero pasara de la contratación y del comercio a las finanzas del Estado. Las Cortes intervienen para evitar la ruina del reino. Las Cortes conceden un nuevo préstamo de 10 M. de ducados con el fin de acabar con la deuda flotante y sanear la interior de los juros. Corrió el dicho de “Si el Rey no muere, el reino muere”. Felipe II dejó un agujero de 100 M. de ducados y el país en bancarrota. B) ¿Cuál fue el peso de la deuda y su repercusión en la marcha general de la economía?. En 1510 el importe de la deuda, en juros, situados sobre las rentas ordinarias estaba situado en un 31% de esas rentas. Treinta años más tarde ese porcentaje se había situado en el 48%. Para mediados del siglo XVI las remesas americanas llegaban al 23% del total de recaudaciones castellanas, lo que hizo que la Corona pudiera recurrir al crédito con mayor facilidad. Los créditos tomados a los Fugger desde 1522 y hasta 1556 – en 1522 fueron 400.000 ducados – llegaron a alcanzar el 91,4% de las remesas americanas. El mayor peso de la deuda recayó sobre los juros que en 1552 alcanzarían el 60% de las rentas ordinarias, o ingresos fijos. En 1558 este porcentaje había alcanzado el 102%. Entre 1552 y 1558 las rentas crecieron un 6% anual, mientras que los juros (deuda pública interior) creció un 80%. Pero tan importante como el importe neto de la deuda, fueron también los gastos financieros que la acompañaban (intereses, giros y cambios). Podemos utilizar las ferias de Medina del Campo dado que era una de las plazas más importantes de Europa en la circulación y comercio de letras cambiarias. Las letras de cambio dejan de ser paulatinamente un instrumento de cambio para pasar a ser uno de crédito. La monarquía utilizaría las letras de cambio para efectuar sus pagos en Europa, lo que reportaba pingües beneficios a los cambistas. No se pudo hacer una banca pública – que es lo que se intentó con la Casa de Contratación – por la complejidad de las finanzas internacionales. Las bancarrotas de 1557, 1575 y 1596 no eran sino operaciones de renegociación de la deuda flotante (asientos) para convertirla en juros y así rebajar los intereses del 10/15% al 5/7% de los juros. Los asentistas podían pagar con este papel a especuladores, rentistas, proveedores, etc. En 1598, cuando fallece Felipe II el 46% de los ingresos anuales de Castilla estaba afectado por los juros. El endeudamiento lleva a la gestión privada de los asuntos económicos que quedan en manos de los asentistas, lo que pone en evidencia que la guerra era el primer “negocio” de la época. Pero esto no llevó a la eficiencia en la gestión de los recursos. Un ejemplo de esto fue la creación de la Armada Invencible. Bazán propuso un gasto de 3,8 M. de ducados para ponerla en marcha. Felipe II consideró demasiado caro el proyecto de Bazán dándoselo a varios asentistas. Finalmente el proyecto llegó a costar 10 M. de ducados a los que hubo que añadir 8 M. más para hacer frente a los contraataques de los ingleses. El déficit – contando sólo los atrasos y la deuda flotante - se instala de manera permanente en las finanzas españolas llegando a representar en 1560 el 124% de las rentas anuales. En Castilla no llegó a cristalizar una banca estrictamente castellana, como la había en otros países, con capacidad operativa al servicio del imperio sustentada en las remesas de oro y plata. ¿Por qué ocurrió de esta manera?. Desde mediados del siglo XVI las remesas americanas se hicieron imprescindibles para el sostenimiento del imperio. Monarquía e imperio colonial quedaban interrelacionados por las vicisitudes de la hegemonía española en Europa y acabaron por condicionar la propia formación de un estado moderno, integrado y nacional en España como sucediera en otras monarquías dinásticas del siglo XVI. Todavía en 1530 la cantidad de oro, salvo el oro de Cortés, apenas pesaba en relación con las necesidades. Pero a partir de 1535 con el oro del Perú se inician algunas campañas como la de Túnez o la de Marsella, incautándose en muchas ocasiones el oro de los particulares. El ejemplo de la Casa de Contratación de Sevilla en 1557 es muy revelador. Se había dado orden de requisar a los particulares el oro de la flota, pero muchos fueron avisados y de una “recaudación” que se esperaba fuera de 7 millones, sólo se “recauadó” medio millón. En muchos sectores – sobre todo entre los cargadores y comerciantes con las Indias – se pedía que cesasen las guerras y que los esfuerzos se centrasen en la defensa de España y de la mar oceána, que era lo verdaderamente importante para el reino, tal y como los procuradores de las Cortes de 1593 le expusieron al monarca. El crédito al servicio de la monarquía fue la principal virtud de los capitales de las remesas americanas ya que no fue, ni micho menos, la principal fuente de la Corona. Pero fue un “dinero político” muy conveniente en un momento en que eran escasos el oro y la plata en la economía europea. No obstante, aunque las aportaciones americanas a la economía castellana crecieron a un ritmo doble que los ingresos ordinarios, el monto de las remesas en el conjunto presupuestario nunca superó en el siglo XVI el 20% ni bajó del 10%. Pero muchas de las aventuras imperiales y de los conflictos bélicos fueron respaldados por los recursos procedentes de las Indias: - Elección Imperial (fondos de Cortés). Pavía, conquista de Túnez. Mühlberg (plata del Potosí) Créditos de Madrid y de Medina del Campo respaldados por el oro y la plata americanos Liga Santa (Lepanto). Conquista de Portugal. Cuando las remesas fallan, la solidez del imperio europeo y de la monarquía lo acusan y esto lo detectan las Cortes de las monarquías en conflicto con España. Las remesas eran percibidas en aquella época por Francia o por Inglaterra como el más preciado instrumento de la política hegemónica española. La propia corona española tenía más interés fiscal, hacendístico y crediticio en las remesas americanas que en promover con el oro y la plata americanos un desarrollo económico nacional. Eran unos ingresos que no había que negociar con las Cortes y con las ciudades, ni explicar cuál era el destino del gasto; en realidad, eran rentas de libre disposición y de fácil recaudación. La importancia de las remesas no viene tanto de su cantidad como de su calidad. En realidad, fueron sobrevaloradas por todos: por la Corona, por los extranjeros, por lo asentistas, etc, pero lo que sí parece claro es que si el aporte monetario de las Indias, siendo España un país de limitados recursos poblacionales y económicos, jamás hubiera podido mantenerse tanto tiempo como gran potencia enfrentada a las principales naciones de Europa. ¿De cuánto estamos hablando?. Entre 1503 y 1600 llegaron a Sevilla, oficialmente, 153.561 kgs. de oro 7.439.138 de plata. El valor del oro y la plata circulante en Europa a finales del siglo XV equivalía a 1.000 millones de dólares de 1920. Cien años más tarde esta cifra había aumentado hasta los 5.000 millones. A finales del siglo XVI el oro procedente de América suponía el 54,5% del total mundial C) La metrópoli y las colonias quedaron atenazadas al servicio de la hegemonía europea de la monarquía, ambas – metrópoli y colonias – acabaron por convertirse en rehenes del imperio europeo sobrevenido. Los gastos consumían las rentas, ordinarias y extraordinarias, que la economía española generaba. Los gastos finalmente fueron soportados por todos los sectores de la sociedad. No sólo los campesinos castellanos, sino que la nobleza y el clero también sucumbieron a la presión fiscal (subsidios, décimas, lanzas, annatas, etc). Pero la monarquía también recurrió a los estancos, a las alteraciones de moneda o a las incautaciones. Pero, sobre todo, debe tenerse en cuenta que fue la burguesía urbana la que soportó el peso principal de los gastos derivados de la hegemonía española. La presión fiscal en Castilla durante el reinado de Carlos I creció un 50%, pero fue amortiguada por el alza de los precios y por el crecimiento demográfico. Pero a medida que avanzaba el siglo XVI se profundiza un desfase entre ingresos fiscales y gastos que sólo el oro de las Indias ayudará a mantener. A medida que avanzaba la centuria, la primitiva empresa comercial se fue convirtiendo en una actividad colonial de nuevo cuño, en la que las poblaciones indígenas y los colonos pagarían impuestos a la Corona. Así las explotaciones mineras, como regalía que eran de la Corona, pagaban impuestos a la Hacienda Real. Una de las tareas primordiales de la Corona de Castilla fue la implantación de un monopolio mercantilista con el único provecho fiscal en favor del Estado cuyos objetivos se centraron en el cálculo, recaudación, administración y gasto de los ingresos fiscales y extraordinarios obtenidos en las colonias. Ingresos: - - Quinto (un 20% neto del oro, plata, metales preciosos, perlas, piedras preciosas,… de las Indias, una vez deducidos los gastos y costos para su obtención). Almojarifazgo (impuestos sobre la actividad económica: exportación-importación de la metrópoli con las colonias). Derechos aduaneros sobre el comercio colonial. En el periodo 1500-1566 este impuesto ascendía al 7,5% del valor de las mercancías. Pero tras la abdicación de Carlos I este impuesto subió hasta el 15%. El tributo era un impuesto a los conquistadores por cada indio encomendado. Los conquistadores derivaban estas cantidades hacia las comunidades indígenas. Posteriormente, el entramado fiscal se hizo más complejo, hasta acabar siendo muy parecido al castellano. Así, comenzó a aplicarse la alcabala (2% del valor de cada compraventa). A partir de 1596 se aprobó la aplicación general de este impuesto, excepto para el clero y los indios. Si bien en este caso, la alcabala sobre la coca sería del 5%, impuesto altamente productivo ya que era muy consumido por indígenas criollos y por los colonos blancos. Los ingresos procedentes de estos impuestos americanos acabarían siendo controlados desde el Consejo Hacienda, formando parte de un presupuesto único de la monarquía. ¿Qué supusieron los ingresos fiscales coloniales en las finanzas de la monarquía hispánica?. En las primeras décadas, de escasa entidad absoluta y relativa. A mediados del siglo XVI comenzaron a tener verdadera importancia en el conjunto de ingresos y ya hacia finales de siglo, significaban alrededor del 20% del conjunto de los ingresos fiscales. En 1560 la renta anual procedente de las Indias, alcanzaba casi los 450 millones de reales – 13,23 millones de reales anuales – aumentando hasta final de siglo a un ritmo de un 20% anual acumulado, lo cual justificaría la impresión de que las Indias eran para la política imperial de la monarquía hispana unos recursos crecientes e inagotables. Pero las remesas aportaron como daño colateral un aumento de la inflación, al aumentar la cantidad de dinero circulante. Llegada de las remesas de oro y plata Revolución de los precios y política monetaria Inflacionismo español. Para algunos autores, la gran inflación española fue una de las causas de la decadencia española, al tiempo que un poderoso factor de atraso económico. La inflación creada por la creación continuada de dinero, sólo pudo haberse paliado por el incremento correlativo de la producción, al no hacerlo, provocó un alza de precios interiores y un ámbito favorable a las importaciones. Entre 1505 y 1560 el importe del tesoro llegado de América por vía oficial creció a un promedio del 352% anual acumulado a causa de la producción creciente y acumulada de oro y plata, mientras que el nivel de precios lo haría a razón de un 2,26 anual. La inflación se traduciría en escasa competitividad y en una baja productividad. Pero no sólo hay que valorar la llegada de metales americanos, sino la manera poco honrada de los gobernantes en manejarlos, es decir, la manipulación monetaria. Así, el circulante monetario se habría incrementado en más del cuádruplo la producción industrial se incrementó sólo en el doble. - Encarecimiento del trabajo manual. Falta de competencia de los productos extranjeros. Las flotas de las Indias fueron abastecidas por europeos El diferencial de precios entre Castilla y las naciones del entorno permitió remuneradoras operaciones comerciales – salarios más altos precios más elevados. En el caso de las transacciones comerciales entre España y Francia, el beneficio de los comerciantes galos – por el alto porcentaje de metal precioso en las diferentes monedas – fluctuaba entre un 18% en el caso de las monedas de plata y el 33,33% en el caso de las de oro. Muchas monedas españolas se resellaban en los países de destino. Esto ocurría con otros territorios de la corona española. En el reino de Valencia, la ganancia solía ser del 9%. En Navarral el beneficio podía ser del 17,64%. Las salidas de las remesas, se distribuía así: - 22,2% eran para gastos de la Corona (galeras, guerra, etc.). 12% compensación de letras y otros títulos de crédito y transferencia bancaria. 17% para ser acuñado. 16% para pago de mercaderías y textiles exportados a Indias. 66,8% quedaba en depósito en la Casa de Contratación de Indias. Según un manuscrito de 1562, depositado en el Archivo de Simancas, la salida de los metales preciosos hacia el extranjero, era debida a las siguientes circunstancias: - - - La corte, al haber estado el emperador fuera, sacó dinero para sus gastos. Los gastos de guerra, hechos a cuenta de Castilla. Por los beneficios o ganancias que obtuvieron los extranjeros que han tratado con Su Majestad. Por las pensiones y rentas de los residentes en Roma: por el dinero enviado a otras provincias del exterior, así como por las soldadas de galeras, defensa de las fronteras y otras cosas parecidas. Lo que sacan los naturales de estos reinos cuando viajan fuera de España. Lo que sale por el déficit comercial, que es la parte mayor. “Por lo que montaren más las mercaderías que se trujeren que las que sacaren más los intereses que se paguen por cambios a los mercaderes por traerlas de fuera”. Las partidas más costosas son las destinadas a la contratación de las Indias. Por el mayor valor que el oro y la plata tienen fuera en los reinos extranjeros: si se sacaba numerario de oro o plata es para ganar en ello como en cualquier otra mercancía. Era lógico que si la producción industrial y agrícola españolas eran incapaces de abastecer a las Indias, al ser las mercancías que llegaban a las Indias de procedencia extranjera, era lógico que las ganancias de los comerciantes en oro o plata se encaminasen al exterior en busca de sus legítimos dueños. Así que en las circunstancias reales que se dieron en la primera mitad del siglo XVI fue muy difícil aplicar otras políticas que se pudieron implementar en relación con los contactos comerciales con las Indias. Un ejemplo de esta visión era la diferencia que los reales tenían en la metrópoli y en las colonias. Mientras en éstas los reales se cotizaban a 44 maravedises, en Castilla mantenían su valor legal, 34 maravedises. (Ganancia del 24,9%) Los comerciantes extranjeros “se pegaban” por comerciar con las colonias. El estado castellano creaba las condiciones necesarias para el financiamiento del comercio colonial por parte de los capitales privados. Los mercaderes, sólo por el beneficio del cambio monetario, estimularon y mantuvieron abiertas las relaciones con las Indias. Esto perduraría desde 1505 a 1535, año en que se creó la Casa de la Moneda de Nueva España, lo que llevaría a reconocer el mismo valor de la moneda para las colonias y para Castilla. Pero esto no surtió efecto y nunca la paridad de valor de la moneda sería total entre las dos orillas del Atlántico. E En la reforma monetaria de 1686 se consagraría esta desigualdad y gracias a ella se pudo articular el más poderoso de los acicates que salvaguardaron el modelo colonial español durante los tres siglos de su existencia a costa de hacer, de quienes en él participaban, más especuladores que mercaderes. Lo mismo que se hizo con las colonias hubo de hacerse, pero al revés, con las naciones europeas proveedoras de manufacturas para exportar a Indias. Atraerlas, ofertando un plus de beneficio conseguido por el cambio monetario con España. El incentivo adicional – aparte del mercantil, obtenido por la negociación – que con el beneficio del cambio monetario se otorgaba a los mercaderes castellanos para mantener abastecidas regularmente las colonias, hubo de aplicarlo a los proveedores internacionales para que a su vez enviasen sus manufacturas a Sevilla y Cádiz: en su caso, ese beneficio de cambio habría de lograrse – del mismo modo que con las colonias aunque a la inversa – por el desigual valor monetario gracias a mantener de forma permanente la subvaloración en el valor del oro y la plata españoles respecto al de las demás monedas europeas de las naciones proveedoras de manufacturas, créditos y servicios. De ese modo, los comerciantes extranjeros que aportaban sus manufacturas – ante la incapacidad productiva nacional para atender la demanda americana – conseguían un triple beneficio: - El mercantil, o específico del negocio comercial de venta con pago diferido o crédito incorporado (préstamo o riesgo). El beneficio del cambio monetario por dinero desigual. El beneficio marginal obtenido por agio monetario o de especulación si luego con la plata obtenida en España realizaban sus pagos en otros mercados internacionales. Por esos motivos nunca faltarían manufacturas o mercaderías para llevar a Indias, fuera cual fuese la situación política internacional, como tampoco faltaron acreedores – banqueros y hombres de negocios – dispuestos a prestar a la monarquía española: con guerras o con paces, con crisis demográficas o sin ellas, siempre hubo estímulos más que suficientes para que flamencos, franceses, ingleses, alemanes, italianos, etc. estuviesen dispuestos a traer sus mercaderías a Sevilla o Cádiz sabiendo que en ninguna otra plaza europea habrían de encontrar para ellas, en contravalor, tan sustanciosas recompensas como las remesas de Indias. La disponibilidad de los abundantes recursos monetarios de que dispuso España le permitió – en el cénit de su hegemonía mundial – liderar un auténtico sistema monetario internacional, cuyo modelo hubo de ser tenido en cuenta por las demás monarquías de la época. Para la economía castellana – y de rebote, para los demás reinos peninsulares – tuvo efectos perniciosos, pues a la larga no hay nación capaz de sostener una circulación monetaria interior tan considerable suma (Entre 1492 y 1740, las disponibilidades españolas excedieron en más de la mitad de la masa circulante total de Europa. De hecho, durante la primera mitad del siglo XVI, durante el reinado de Carlos, se intentó llevar a cabo el sueño del consejero imperial Gattinara de acuñar una moneda áurea universal y única para el imperio, basada en las remesas americanas de oro, supervisada por la monarquía española como nación bajo cuya custodia se efectuaría la explotación, acuñación y redistribución internacional del oro de las Indias. Aunque no pasaría de mero proyecto, lo qu sí ocurrió fue que todas las naciones europeas tuvieron que alinear continuamente el valor de sus monedas en función del valor de los doblones o de los reales castellanos. El real de plata castellano acabaría siendo la moneda más apreciada y aceptada en los mercados mundiales. Era el inicio de la “silverización” en la circulación monetaria internacional durante dos siglos, bajo patrocinio de la monarquía de España, fundamento de lo iba a ser el primer sistema de circulación monetaria a escala mundial. A finales del siglo XV y comienzos del XVI, con la unión de las coronas de Castilla y Aragón y la forja de un imperio colonial de nuevo cuño, confluyeron dos procesos que van a condicionar la formación del estado moderno en España y su ascenso, como protagonista, en la historia universal. Una convergencia que no pasó desapercibida para una minoría de coetáneos, conscientes de los nuevos tiempos que afloraban, que vieron la progresión convergente del proyecto de integración nacional y del nacimiento del imperio como fenómenos que iban de la mano, condicionándose mutuamente; al tiempo que se ponían los fundamentos para un estado nacional, integrado y unitario, se construía un imperio cuyos recursos podrían ser el motor y sostén de la monarquía en su proyección internacional. El imperio colonial pudo haber sido dinamizador decisivo en la integración de España. No fue así, pero sucedió, en cambio, con posterioridad en otros estados nacionales con imperios coloniales; la integración de los distintos componentes peninsulares de la monarquía española, a partir del núcleo original de las dos coronas, no acaba por cuajar – ni aún en la centuria siguiente – ni tampoco fue posible por las circunstancias y características con que se establecieron las relaciones de subordinación, al servicio de la hegemonía europea, entre la metrópoli castellana y sus colonias en las Indias.