NOTAS: Juan Arturo Brennan 1 PIOTR ILYICH TCHAIKOVSKY (1840-1893) Vals y Polonesa de la ópera Eugene Onegin Eugene Onegin es, sin duda, la más popular de la docena de óperas compuestas por Tchaikovsky. Data de 1878, lo que la coloca, cronológicamente, entre las óperas Vakula el herrero (1875) y La doncella de Orleans (1879). No hay duda de que uno de los atractivos principales de Eugene Onegin es el hecho de que su libreto, escrito por el compositor en colaboración con Konstantin Shilovski, está basado en un poema de Alexander Pushkin (1799-1837) que es más bien una novela en verso. En el desarrollo de Eugene Onegin es posible hallar no sólo un buen trazo de la historia individual de un personaje, sino también una interesante descripción de muchos aspectos de la vida en Rusia en los inicios del siglo XIX. En la adaptación de Tchaikovsky y Shilovski, el libreto nos cuenta la historia del amor de Tatiana (epítome de la mujer rusa de su tiempo, idealización poética del carácter femenino) por Eugene (escéptico y dubitativo) quien al principio no le corresponde. San Petersburgo, al inicio del siglo XIX. La noble dama Madame Larina tiene una joven y hermosa hija, Tatiana, quien se ha enamorado de Eugene Onegin, un hermoso joven que es amigo de Lensky. A su vez, Lensky es el novio de Olga, la hermana de Tatiana. Durante toda la noche, Tatiana escribe una larga carta a Onegin, en la que le confiesa sus sentimientos. Al día siguiente, Onegin se encuentra con Tatiana en el jardín. Le dice que las jovencitas como ella deben ser discretas y prudentes, que él no es merecedor de sus atenciones, y que debe olvidarlo. Más tarde, se celebra una fiesta por el cumpleaños de Tatiana. Entre los asistentes a la fiesta comienzan a correr chismes sobre Tatiana y Onegin, quienes han estado bailando. Molesto por las habladurías de la gente, Onegin decide bailar con Olga, quien había prometido bailar con Lensky. Enojado, Lensky le reclama a Olga y ella, más enojada todavía, le ofrece a Onegin bailar otra pieza con él. El tutor francés de la familia, Monsieur Triquet, canta una canción de alabanza para Tatiana. Cuando el baile se reanuda, Lensky discute con Onegin y lo reta a duelo. Temprano a la mañana siguiente, los dos caballeros se encuentran a la orilla de un arroyo, cerca de un viejo molino. Ninguno de los dos da el primer paso para reconciliarse, y deciden llevar a cabo el duelo. Con su primer disparo, Onegin mata a Lensky. Han pasado seis años, durante los cuales Onegin ha estado en el extranjero. El joven regresa a San Petersburgo. Se ofrece un baile en el palacio del príncipe Gremin, quien ahora es el esposo de Tatiana. Entre los invitados al baile está Onegin, quien al encontrarse de nuevo con Tatiana se da cuenta de que la ama. Le escribe una carta a la dama y le pide que se encuentre con él. Ella acepta la cita y cuando se encuentran, Onegin le declara de nuevo su amor y le pide que huya con él. Al principio, Tatiana no sabe qué decir. Después, le responde a Onegin con palabras de amor. Pero finalmente Tatiana le recuerda a Onegin que ella tiene un compromiso de esposa con el príncipe Gremin, y lo despide para siempre. La merecida popularidad de que Eugene Onegin goza entre los públicos melómanos de todas las latitudes ha sido avalada en diversas ocasiones por músicos ciertamente exigentes. El gran compositor checo Antonin Dvorák (1841-1904) escribió estas palabras a Tchaikovsky después de haber asistido a una representación de Eugene Onegin: Le confieso con placer que su ópera me dejó una muy profunda impresión, una impresión como la que espero de una verdadera obra de arte, y no dudo en afirmar que ninguna de sus composiciones me ha proporcionado tal placer. Se trata de una obra espléndida, llena de poesía y cálidos sentimientos y, a la vez, trabajada y desarrollada hasta su último detalle. En suma, esta música nos habla y penetra de manera tan profunda en nuestra alma que es inolvidable. Lo felicito, y nos felicito, y ruego a Dios que sea usted preservado para darle al mundo muchas composiciones como ésta. Se dice que la intensidad dramática y musical lograda por Tchaikovsky en Eugene Onegin (sobre todo en su primer acto) tiene su raíz en las evidentes analogías que hay entre la narración de Pushkin y las circunstancias reales de la vida del compositor, quien en julio de 1877, un par de meses después de iniciar la composición de esta ópera, había tenido la pésima idea de casarse con una tal Antonina Milyukova, lo que ocasionó la crisis emocional más terrible de su vida. Quizá como reflejo de ello, destaca en Eugene Onegin la evidente simpatía con la que Tchaikovsky caracterizó a Tatiana. Es precisamente Tatiana la encargada de interpretar la más famosa y la más lograda de todas las escenas operísticas de Tchaikovsky, la escena de la carta del primer acto de Eugene Onegin. Ésta, la más popular de las óperas del compositor ruso, recibió un estreno semi-profesional en el Conservatorio de Moscú el 29 de marzo de 1879, bajo la dirección de Nicolás Rubinstein, y fue recibida con cierta frialdad, debida probablemente a que a pesar de su intenso contenido expresivo, se trataba de una ópera con poca acción escénica. El estreno oficial ocurrió en el Teatro Bolshoi de Moscú, el 23 de enero de 1881, bajo la batuta de Enrico Bevignani. 2 CARL MARIA VON WEBER (1786-1826) Concierto para fagot y orquesta en fa mayor, op. 75 Allegro Adagio Rondó ¿En qué se parece el fagot a Cyrano de Bergerac? Muy sencillo: ambos son un poco raros por fuera pero bellos por dentro. Además, los dos son muy hábiles para expresarse con picardía y sentido del humor, pero al mismo tiempo tienen una voz noble y profunda que les permite cantar con singular elocuencia. Y si algunos compositores han elegido explorar sólo la vena humorística del Cyrano-fagot, otros han comprendido más cabalmente sus alcances verdaderos y le han dado música de altísima calidad y de una belleza muy especial. Tal es el caso de Carl Maria von Weber, cuyo concierto para fagot y orquesta es una de las obras fundamentales del repertorio de este bello y a veces incomprendido instrumento. Como tantos otros compositores notables de su tiempo, Weber fue un hombre peripatético que pasó varios años de su vida viajando de una ciudad a otra, de un puesto musical a otro. En 1804 fue nombrado director musical en la ciudad de Breslau y dos años más tarde se convirtió en director musical de la corte del duque Eugenio de Württemberg. Un año después Weber fue nombrado maestro de música de los hijos del hermano del príncipe, en la ciudad de Stuttgart. Hacia 1810, el compositor pasó por Frankfurt y en 1811 estaba en Munich, donde produjo con cierto éxito su ópera Abu Hassan. Para estas fechas, la reputación de Weber como pianista y compositor estaba bien establecida, de modo que las instituciones musicales de la capital bávara lo recibieron con honores y muestras de respeto. En Munich, Weber descubrió algo que otros compositores han descubierto en otras ciudades a lo largo de la historia: una muy buena orquesta al servicio de la corte. De ese modo, por un lado Weber tenía a su disposición un buen conjunto instrumental del cual servirse para sus propios experimentos musicales y, por el otro, los mejores instrumentistas de la orquesta tenían a Weber para componerles obras con dedicatoria especial. Así nació, por ejemplo, la estupenda música concertante que Weber escribió para el clarinetista Heinrich Joseph Bärmann. La relación de Weber con los músicos de la orquesta de Munich llegó, en determinado momento, a ser una carga para el compositor, quien escribió en una carta a su amigo Gottfried Weber: Toda la orquesta parece poseída por el demonio. Cada uno de ellos quiere que le componga un concierto para su instrumento, por lo que como verás, tengo bastante trabajo. Quizá me tenga que quedar aquí todo el verano. Hoy se sabe que Weber no tuvo tiempo (o voluntad) para escribir conciertos para todos los hábiles solistas de la orquesta de la corte de Munich, pero se sabe también que la presencia de un excelente fagotista dio como resultado un bellísimo concierto que está entre lo mejor de la producción del compositor alemán, y sin duda entre lo más destacado del repertorio concertante para el fagot. En el estupendo libro que escribió Gunther Joppig sobre el oboe y el fagot, se encuentran algunos datos interesantes sobre este fagotista y su relación con Weber. Georg Friedrich Brandt (1773-1836) había accedido al puesto de primer fagot de la orquesta de la corte de Munich en el año de 1800, y se había hecho famoso gracias a sus numerosas giras de concierto por toda Europa. La técnica y la musicalidad de Brandt impresionaron a Weber lo suficiente como para que el compositor se diera a la tarea de crear un concierto para él. Weber trabajó en la nueva obra durante noviembre de 1811, y en su diario personal hizo anotaciones por medio de las cuales se sabe que el día 14 terminó el Adagio, mientras que el Rondó quedó listo el día 17. El Allegro quedaba terminado el día 26 y al día siguiente Weber orquestaba el Rondó final del concierto. El manuscrito original de esta obra de Weber ha sobrevivido al paso del tiempo, y en su carátula se puede leer: Concerto per il fagotto principale composto per uso dell Signore Brandt da Carlo Maria de Weber. Es preciso recordar que el fagot que usaba Brandt en aquel entonces era un instrumento que tenía sólo unas cuantas llaves y que aún no contaba con los adelantos técnicos que habrían de ser desarrollados más tarde por Almenräder y Heckel. (Cabe aquí aclarar que, al decir de los buenos fagotistas, los mejores fagotes que se fabrican actualmente en el mundo llevan la marca Heckel). Las virtudes de la partitura de este concierto revelan que, no obstante las limitaciones técnicas del fagot de Brandt, Weber supo sacar el máximo provecho tanto del instrumento mismo como de las singulares habilidades del solista a quien está dedicado. Hasta la fecha, no se tiene noticia cierta de las circunstancias del estreno del Concierto para fagot de Weber, aunque se sabe, gracias a una nota aparecida en un diario de la ciudad de Leipzig, que Brandt tocó el concierto de Weber en la ciudad de Praga en 1813. El hecho de que Weber revisara la partitura de la obra en 1822 es una buena muestra de que tenía un especial aprecio por este concierto; el compositor realizó la nueva y definitiva versión del concierto para entregársela al editor berlinés Schlesinger. Orquestación vigorosa, pasajes de gran agilidad, momentos cantables de gran atractivo, son las cualidades principales del Concierto para fagot de Weber, que hasta la fecha es considerado como la más importante obra del repertorio concertante para el fagot, después del Concierto K. 191 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Finalmente, es preciso mencionar que la admiración de Weber por las capacidades interpretativas de Brandt lo llevó a arreglar su Andante y rondó húngaro, originalmente escrito en 1809 para viola y orquesta, en una versión para fagot y orquesta, dedicada a Brandt en 1813 y que hoy es la versión más conocida de la obra.