VICARÍA ZONA SUR Área de Espiritualidad LECTURA ORANTE DE LA PALABRA EVANGELIO DE JUAN 6, 60-69 Domingo 23 de Agosto de 2015 INTRODUCCIÓN.- Las palabras de Jesús acerca del Pan de vida causaron profundo impacto en sus interlocutores, al punto de que algunos empezaron a retroceder en el camino del seguimiento. Viendo esto, también a los discípulos les preguntó si querían desistir. La respuesta de Pedro, “Señor, a quién iremos, sólo tú tienes palabras de vida eterna”, debe permanecer viva en nuestra memoria y de debe convertirse en consigna para nuestra vida cristiana. ORACIÓN DE INICIO.- “Señor, tu Palabra es dulce, es como una gota de miel, no es dura, no es amarga. ¡Señor, tu Palabra es dulce! Haz que yo la oiga así, como canción de amor; aquí están mis oídos, mi corazón, mi memoria, mi inteligencia. Aquí estoy ante ti, hazme un oyente fiel, sincero, fuerte; hazme permanecer, Señor, con los oídos del corazón, fijo en tus labios, en tu voz, Señor solo quiero escucharte a través de tu palabra”. LECTURA.- ¿Qué dice el texto de Juan 6,60-69? Lee muy pausadamente el texto, tratando de entender hasta el más mínimo detalle. Si es necesario, haz una relectura del mismo. Fíjate en todo lo que acontece, personajes, diálogos, lugar, acción, verbos, invitación; incluso trata de percibir cuales eran los sentimientos de Jesús, discípulos, etc., todo aquello que te ayude a comprender en mayor profundidad el texto. Se hace eco con la frase o versículo que quedó resonando en el interior. ¿Qué murmuraban los seguidores de Jesús? ¿Cuál fue el diálogo que tuvo Jesús con sus discípulos? ¿Cómo reaccionaron ellos? ¿Qué les responde Jesús? ¿Qué hacen muchos de los discípulos de Jesús? ¿Qué les pregunta Jesús a sus discípulos? ¿Cuál fue la respuesta de Pedro? MEDITACIÓN.- ¿Qué me dice o nos dice el texto de Juan? Te invito a leer nuevamente el texto, para que ahora lo puedas aplicar a tu propia vida. Dios te está hablando a través de él. Esta conclusión es el culmen de todo el capítulo seis de San Juan, porque la Palabra nos hace ir cada vez más profundamente, más al centro. Dios no es considerado como un Padre bueno, sino como un patrono duro (Mt 25, 24), con el cual no es posible dialogar. Jesús desenmascara la incredulidad y la dureza de corazón de sus discípulos y revela sus misterios de salvación: su Ascensión al cielo, la venida del Espíritu Santo, nuestra participación en la vida divina. Estos misterios solamente pueden ser comprendidos a través de la sabiduría de un corazón dócil, capaz de escuchar, y no con la inteligencia de la carne. Muchos discípulos que no han sabido aprender la gran ciencia de Jesús; en vez de volver la mirada al Maestro, le dan la espalda; interrumpen de este modo la comunión y ya no van más con Él. Habla con los Doce, sus más íntimos, y los coloca ante la elección definitiva, absoluta: permanecer con Él o marcharse. Pedro responde por todos y proclama la fe de la Iglesia en Jesús como Hijo de Dios y en su Palabra, que es la verdadera fuente de la Vida. Algunas preguntas ¿Me detengo, sobre todo, en la figura del discípulo y me dejo interrogar, como si me pusiera delante de un espejo en el cual veo reflejada la verdad de mi ser y de mi obrar? ¿Qué clase de discípulo(a) soy yo? "Esta palabra es dura: ¿quién la puede escuchar?". ¿Es de verdad, la palabra del Señor dura o, es duro mi corazón que solamente sabe encerrarse en sí mismo y no quiere escuchar? ¿Por qué no me gusta conservarla en el corazón y recordarla día y noche? ¿Cómo reacciono yo? ¿Tal vez comienzo a murmurar, también yo, a traicionarlo, a alejarme y a olvidarlo? ¿Abro mi corazón, mi mente, toda mi persona a la Presencia del Espíritu Santo? La pregunta de Pedro, que en realidad es una afirmación fortísima de fe y de adhesión al Señor Jesús, significa esto: "¡Señor, yo no iré a ningún otro lugar, sino solamente a ti!; ¿es así mi vida? ¿Siento en mí estas palabras apasionadas? ¿Cómo respondo cada día, en cada momento, en las situaciones más diversas de mi vida, en mi ambiente, delante de las personas, a la invitación que me hace Jesús personalmente: "¡Ven a mí! ¡Sígueme!? ¿A quién voy yo? ¿Hacia dónde corro? " ¡haz que yo vaya a Ti, Señor"! ORACIÓN.- ¿Qué le respondo al Señor luego del regalo de su Palabra? Oramos y celebramos. Conversa con el Señor lo que hay en tu interior, dile todo aquello que la lectura y la meditación te proporcionaron. Te rogamos Señor ser fieles a tu palabra escuchada y que ellas queden grabadas como el pan de vida. Perdón Señor Jesús, por las veces que antepongo mis temores y no mi fe en el seguimiento de mi Dios y Salvador. Gracias Amado Jesús porque “sólo tú tienes palabras de vida eterna” CONTEMPLACIÓN.- Dejo que el Señor me hable y me ame. Volvamos a leer el texto de manera tranquila y pausada. Te invito a insertarte en la escena, eres uno (a) de los (as) discípulos (as) de Jesús. Jesús te mira y te pregunta: ……., tú también quieres dejarme”, hago silencio profundo y en el silencio le respondo al Señor y me quedo unos minutos en su presencia amorosa. Luego se me invita a actuar. ACCIÓN.- Y ahora ¿Cómo hago vida esta Palabra Luego de haber leído, meditado, orado y contemplado la Palabra, nos preguntamos ¿Hacia dónde siento que el Señor me está llamando? ¿Qué compromiso en concreto surge en mí luego de haber orado con la Lectura Orante de la Palabra? ORACIÓN DE ENVÍO.- “Señor he recibido el Don, la gracia, he escuchado tu Palabra; ahora no quiero murmurar, no quiero escandalizarme, ni quiero dejarme ofuscar por la incredulidad. No quiero traicionar a mi Maestro, no quiero volverme atrás y no ir más con Él, ¡deseo estar con el Señor para siempre! En el silencio del corazón le repito infinitas veces: "Señor, ¿a quién vamos a ir, sino a ti?!". Heme aquí, Señor, que voy contigo…Hasta el fin. Amén”.