TEATRO Romeo y Julieta

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TEATRO
Romeo y Julieta
lie WMiam Shakespeare
ITUCH. Versión de Pablo Neruda.
Dirección de Eugenio Guzmán.
Romeo: Marcelo Romo; Julieta: Duina Sanz:
Capuleto: Jorge Lillo; Ama: Carmen Bunster;
Mercucio: Tcnnyson Ferrada; Fray Lorenzo:
Rubén Soluconil.
El cuarto centenario del nacimiento de Shakespeare nos ha traído a tos chilenos el gran gozo
de poder asistir a la representación verdaderamente
«¡i rao id i na ti a úc una obra suya, y a las letras
castellanas el don más duradera de poder contar
desde ahora trun la deslumbrante versión de Romeo
v Julieta que nos ha entreyado ese gran poeta que
es Pabk) NVruda.
Shakespeare no tiene aun treinta anos cuando
•empieza a escribir Romeo y Julieta: hasta entonces
•el ador-poeta no habia producido sinu algunos de
sus dramas históricos y una que otra comedia (La
Fierecilla domado. El Sueño de una Noche de Verano, El Mercader de Venena). En los linderos
•que separan la juventud de la madurez adulta, va
a crear esta, su primera gran tragedia. En el decenio *iue seguirá se irán desgranando l-liuttlet.
Ótelo, L! Rey Lcur y Macbeth. El fogoso lírico de
Jos enamoradas Sonetos va afirmando tnas y más
su genio dramático, y en Romeo y Julieta nos entregará la flor de su lirismo encendido y romántico
y los pi¡meros trillos \aun IIÜ plenamente maduros)
de su dramatismo complejo y barroco: la obra de
un joven sobre el leitmotiv de la juventud.
Como en tantas do sus obras, el tema de t'sta
lo tomará de uno de esos "novelones" folletinescos
que tanto abundaban en la época renacentista; \aríos escritores italianos hoy día casi absolutamente
desconocidos habían explotado la historia "verídica" de los amantes de Verona que inmolan su amor
jtucn en la hogueru satánica encendida por los
«dios de sus mayores. De este argumento nue puede aparecer trivial y que tanto se presta al cliché
barató, el genio inmenso del poeta hará la obra
inmortal del amor romántico que. casi cuatro siglos
no han logrado gastar ni desteñir.
En nuestros días, en medio de tanta literatura
desengañada del amor, es refrescante este himno
juvenil al amor. De ahí que la vieja obra de Shakespeare, o tantas otras inspiradas en ella [recor596
. recientemente. Amor sin Barreras!, tengan
tan gran resonancia. Es cierto que hay el peligro
de endiosar al amor humano:
" . . . Eres un dios
dentro de mi secreta idolatría",
(". ..Swear fiy thy gracioiw setj
which í.í the gorf oí my idutairy"),
dirá Julieta a Romeo en la famosa escena del balcón ; pero no es menos cierto que este peligro no
es hoy día el más inminente, sino el peligro opuesto: el de denigrar el amor, el de sentirse hastiado
y desesperanzado de él.
Shakespeare y Neruda
Para poder expresar la obra poética de un genio en una lengua y en un siglo distintos, se necesita olio poeta y otro genio. Pocos son los que,
teniendo ambas calificaciones, se deciden a emplearlas en la tarea, aparentemente tan modesta,
de traducir obras ajenas. Por eso quiza carecemos
en castellano de buenas traducciones. Sin embargo,
literatos de gran talla no han desdeñado el traducir a su lengua obras de otros literatos de igual
tolla I Faulkner, Dostoievsky, Lope y Calderón fueron traducidos por Camus). De ahí que nos felicitemos y felicitemos a Pablo Neruda por e.sla traducción, in<e no hemos dudado en calificar de espléndida: con una respetuosa fidelidad al original,
conservando en el endecasílabo castellano hasta el
ritmo mismo del pentámetro yámbico ingles, adoptando con espontaneidad el estilo y la plenitud del
barroco "español (que corresponde tan bien al barroco stíakespeariano), Neruda nos entrega !a inmortal tragedia en un ropaje digno de ella. De
aqui en adelante, los enamorados de nuestra raza
memorizarán los versos de Neruda, como los enamorados de la raza de Shakespeare memorizan desde haee siglos los versos del gran bardo:
"Oh noche, protectora del amor,
extiende tu cortina negra, oh noche!
¡Cubre con tu mantón la sangre indómita
que sube y se amotina en mis mejillas
y dale audacia al temeroso amor
para que con pureza se abandone!
Noche de cejas negras, dulce noche,
noche amorosa, ven con mi Romeo
y córlale en estrellas pequeñitas..."
("Spread ilty cióse cttrtain, love-performing
night
Hoocí my nnniann'd blood buling i» my cheeks
wcth thv black muntle, tilí strange love grown
[bolti
think trite love acted simple modesty.
Come, genlle night, come, loving
black-bnnved
[night.
Gire me my Romeo, and when he shtil! die.
i.tic hhii and ctit him Oitt in liltle
stars..,")
Hemos querido cilar estas palabras de Julio la.
•en la espera anhelante de su noche nupcial, en ambas lenguas, para que se aprecie la belleza de los
versos nerudianos y su fidelidad al original inglés
<notemos sin embargo la inexplicable omisión del
inciso "cuando muera" ("when he shall die") antes del úllimo verso citado, que hace perder a éste
su sentido).
Los puristas shakespearianos —¿y Qué lector de
Shakespeare no lo es?— sentirán la omisión de algunos de sus versos favoritos. No sabemos si esta
•omisión fue obra de Neruda o de Eugenio Guzmán.
Sin embargo, aunque comprendemos y justificamos
la omisión tle ciertos pasajes ya algo tediosos at
final de la obra, que no hacen sino alargarla innecesariamente, no comprendemos el que se hayan
omitido de cuando en cuando —muy raras veces,
hay que reconocerla— unos pocos versos, que no
habrían alargado casi nada la representación, y
•que podríamos haber gozado en la misma plenitud
poética con que se nos dio el resto. Asi por ejemplo
senlimus el que se haga reducido a sólo siete versos los cuarenta que componían la larga, harroca
y poética lirada en que Mercurio hace el panegírico de la Reina Mab. Más aun hemos echado de
menos, dentro del mismo pasaje citado anteriormente, versos tan hermosos, tan citados y tan
breves como el apostrofe de Julieta a los caballos
del Sol para que apresuren su carrera y den lugar
a la noche nupcial ("Gallop apace. you íiery-footed
steeds, , . " ) : o aquellos otros dirigidos a la misma
noche ("Come, civil nighl. / thou sober-suited matron. all ín black, / and learn me how lo loóse a
winning match...").
Como compensación a estas omisiones, hay veces en que el verso shakespearianu nos parece haber ganado en belleza, sin perder nada <ie su fidelidad, al ser traducido por Neruda; asi, cuando
Romeo suplica a Fray Lorenzo:
"A mi rae basta que a la amada mía
pueda llamarla desde ahora mía".
("It is enough I muy bul cali her ruine")
Shakespeare y Eugenio Guzmán
Recordemos que el poeta inglés no era un
escritor de ohras de teatro que componía bellas
obras dramáticas para ser publicadas y leídas, sino
un dramaturgo que garrapateaba sus versos geniales para ser representados en ese "tinglado de la
antigua farsa" que es un escenario teatral. Algo
semejante a lo que sucede hoy con el cine: ¿.quién
ha leído jamás el "guión" de una gran película?
Ese "guión" no ha sido escrito por su autor para
un público de lectores sino para ser adundo ante
un público de espectadores. En forma semejante,
Shakespeare, que llevaba el teatro en sus venas
—era autor y actor al mismo tiempo— ponía el
énfasis de su genio dramático en la realidad palpitante y cálida de la actuación ante un público y
no en las páginas muertas de un libro. La publicación impresa de sus obras fue en un comienzo
fraudulenta —los editores "robaban" el texto sobornando a los actores que lo sabían de memoria—
y sólo para defenderse de esas "ediciones piratas*
se decidió el poeta a entregar sus textos a la im
prenta.
Decimos todo esto para subrayar la importancia fundamental que en luda ohra de teatro —y
sobre todo en las de Shakespeare— tiene la representación misma, y por lo tanlo el papel primordial del que la realiza, el Director. En este caso,
Eugenio Guzmán, ya tan conocido en nuestro ambiente teatral, ha logrado un éxito resonante: el
Romeo v Julieta que él nos presenta vibra con el
mismo latido, con el mismo ritmo vital que quiso
darle su
autor. Desde la escenificación —más sugerentL1 que "realista"— hasta la iluminación que
subraya o diluye (y en estos dos aspectos hay que
destacar a Sus responsables, Amaya Chines y Osear
Navarro), pasando por la música (Sergio Ortega),
lodo contribuye a ambientar y dar un rostro propio
a lo principal, que es la actuación misma de los
actores. Todo sabiamente orquestado, conducida,
dinamizado por la invisible presencia del Director.
Eugenio Guzmán, al iyual que Pablo Neruda, ha
logrado una autenticidad y una fidelidad extraordinaria al genio de su original: el ambiente renacentista v barroco, mezcla de lirismo poético y de
procacidad popular, de escenas pictóricas de gran
plasticidad y del ritmo anhelante puntuado por las
riñas a espada, nos aparece con la misma vitalidad
con que debió aparecer a l«s espectadores del Teatro del Globo.
Una notable innovación es digna de destacarse:
la supresión de los clásicos "entreactos". Hoy día
se sane que la división de las obras de Shakespeare,
en cinco actos es casi un siglo posterior a la muerte del dramaturgo. En su tiempo, la representación
era ininterrumpida, sin esos "entreactos" que cortan el ritma de ta pieza (sobre todo en obras como
Romeo v Jitlietu. donde el suspenso
es elemento
esencial del efecto dramáiieo). Consiguientemente,
la multiplicidad de escenarios de que hacen gala
todas las obras de Shakespeare —con absolulo desden de la "unidad de lugar"— no podía entenderse
con ese "realismo" a que nos habíamos acostumbrado, sino como simples sugerencias simbólicas
rápidiimcnie intercaladas, a veces por tos actores
mismos a la vista del público: un trono, un árbol
o una mesa sugerirán un palacio, un jardín o un
comedor, dentro del mismo escenario fundamental.
Esto permite, repetimos, un ritmo ágil e ininterrumpido sin demoras ni cortes "para arreglar el
escenario". Este rilmo original shakespeariano lo
ha conseguirlo Eugenio Guímán muy plenamente;
dentro de ese "escenario fundamental" que sugiere
sin pretensiones fotográficas el ambiente renacentista, con la simple introducción de telones igualmente sugerentes, con el uso hahiüsimo de la iluminación (y en esto aventajamos al Teatro del G!o-
597
bu, donde había que representar todo en pleno día
por carecer de otru sistema de iluminación), con
unas notas de música o una fanfana de trompetas,
vamos moviéndonos de una "escena" a otra al paso
rápido con que Shakespeare nos conduce.
Eugenio Ciuzmán nos ha en llegado un Romeo
y Julieta auténtico y vibrante, en el que nada oscurece sino que todo contribuye a destacar el Lema
principal: el amu; de dos jóvenes "más fuerte que
la muerte".
Shakespeare y el ITUCM
No somos especialistas en teatro. Pero o! teatro
no ha sido creado para especialistas siim para esa
gran masa anónima, entusiasta, indiferente o decepcionada que son los espectadores. Decimos esto
para evitarnos el entrar en detalles sobre posibles
defectos de actuación de cada uno de los actores.
Nuestra impresión fue magnifica, pareciéndonos
i|ik' iodos ellos habían estado a la altuia de sus
respectivos papeles.
Si alguno de los críticos ha encontrado a Marcelo Ruino demasiado "declamatorio" en su Romeo
o a Diana Sanz deficiente en su Julieta, nosotros
no compartimos esas criticas "sabias": el personaje
mismo del Romeo de Shakespeare es algo declamatorio, sobre todo al comienzo de la obra, mienIras dura su pelrarquiano "amor" por Rosalina.
En cuanto a Julieta, que es la gran creación
de Shakespeare en esta obra, creemos que la joven
actriz chilena nos la dio en toda su rica complejidad: la pureza e inocencia de los catorce años
unida al sano instinto, a la coquetería y al ardor
pasional de la mujer en que se va conviniendo;
asi. desde su primer encuentro con Romju sabrá
alentar la timidez de éste; y en la inolvidable escena del halcón no temerá decirle: "Tómame a mi.
Romeo, toda entera" ("Take all mvself" dirá el
U'\(u ingles con énfasis menos marcado). V en la
misma escena, temiendo haber sobrepasado lo que
Ins conveniencias diciaban a una joven-niña, dirá
Lfjn esa coquetería sabiamente inocente:
".. .pero si iii piensas
que me ganaste demasiado pronto,
frunciré el ceño y te diré que no
y seré cruel para que tú me niegues".
("OT i! thou thlnk'sl I am loo i¡t<ickly wan
III frown and he perverse and say thee nay
so thou wftlst woa,..")
Esta fusión vital de inocencia y coqueter'a, de
pureza v de pasión, de audacia y de miedo (recordemos el angustiado terror que la domina antes
ele beber el veneno) nos la dio Diana San/ con
gran autenticidad y con una versatilidad verdaderamenle asombrosa en una actriz novel.
Destaquemos finalmente a tres adores que supieron sacar de sus roles "secundarios" todo el jugo vital que en ellos imprimió Shakespeare: ante
todo Tennyson Ferrada en el arlequinesco personaje
de Mercurio, lleno de despreocupado escepticismo,
de ingenio y de poesía, y con una vitalidad dinámica v juvenil. En seguida el Anta, interpretada tan
exactamente por Carmen Bunster: esta fogueada actriz supo vibrar con su personaje, haciéndonos senlir esas hondas resonancias que tienen los personajes populares de Shakespeare, con su franqueza
desenfadada, su garrulería y su profundidad humana (es curiosa la predilección de los grandes genios
dramatices, desde el viejo Esquilo, por este personaje de la Nodriza!. Finalmente, Jorge Lillo supo
darnos un Ctipuleto muy sabroso: el típico "papá"
autoritario, fanfarrón e irascible, pero al mismo
tiempo campechano y querendón [creemos, sin embargo, que Neruda exageró la nota al poner en su
boca esos insultos de grueso calibre dirigidos a su
hija, quo en el original están bastante más suavizados).
En resumen, una gran obra, un gran traductor,
una gran dirección y una gran actuación. Habrá
sido el suceso teatral descollante de este año y de
muchos años.
Raimundo Barros, SJ.
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