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Diciembre 2011
| 106 | LA NUEVA ESPAÑA
ESCUELA DE PERIODISMO | Los primeros artículos
Las informaciones culturales de Letizia Ortiz Rocasolano
Los estudiantes que hacen prácticas en LA NUEVA ESPAÑA tienen ocasión de aprender el oficio,
pero también de ver publicados sus primeros artículos. Letizia Ortiz Rocasolano, entonces estudiante, hoy Princesa, realizó varias informaciones
y reportajes durante su estancia de dos veranos
en el periódico, pero se sentía especialmente orgullosa de sus colaboraciones culturales. Por
ejemplo, de la entrevista al escritor mexicano y
premio «Cervantes» Carlos Fuentes que publicó
el 18 de septiembre de 1993 y que puede leerse
bajo estas líneas. También de los comentarios de
libros para la sección «La brújula» que escribió
con motivo de las vacaciones de su titular, Eugenio Fuentes, entre ellos los que se reproducen
también en esta página, publicados el 2 de octubre de 1992.
18 de septiembre de 1993
ENTREVISTA
LA BRÚJULA
El pasado día 14 se presentaron en Madrid las dos últimas obras del gran escritor mexicano Carlos Fuentes,
publicadas por Alfaguara. La primera, «El naranjo», es
un libro de novelas breves que recrea el mestizaje de
culturas de la historia y el mundo hispánicos. La segunda obra, «Geografía de la novela», es un volumen de
ensayos sobre literatura, en los que Fuentes se aproxima a escritores como Julián Barnes, Rushdie, Italo Calvino, Milan Kundera o Borges. Fuentes afirma en esta
entrevista concedida al suplemento «Cultura» de LA
NUEVA ESPAÑA que la inmortalidad no le preocupa:
«Sólo los falsos escritores están preocupados por ella».
Carlos Fuentes: «A ningún escritor
importante le preocupa la inmortalidad»
ña y América como una unión de
contrarios?
–Más que bipolaridad creo que
hay circulación. Espero, al menos,
que la haya, porque somos muy parecidos. Debe haber un flujo, una corriente, una comunidad, una contaminación de las culturas. Estoy contra la existencia de un muro atlántico.
–Usted estuvo en el «boom» de
la narrativa de los 60. ¿Desde entonces cómo ve su trayectoria
como novelista?
–El «boom» fue un acontecimiento internacional. La primera novela
mía que se tradujo fue «La región
más transparente», en 1958, aunque
en España se vio antes «La ciudad y
los perros», de Vargas Llosa, que fue
la primera novela importante. En
cuanto a la evolución, es muy difícil
de definir: es muy distinto escribir a
los 25 años que escribir a los 60. Se
van perdiendo algunas cosas, se pierde energía, por veinte años, pero con
la madurez se gana en sabiduría y en
reflexión, en capacidad de escribir
primero en la cabeza, para luego sentarse a escribir con más facilidad. Las
obras ahora se resumen más, se depuran más, se decantan, pero a la vez
se vuelven más angustiosas, porque
el tiempo se va acabando. Es el eterno tema del paso del tiempo...
Letizia Ortiz
–En «Geografía de la novela»
explica a autores mayoritarios y
minoritarios. ¿Qué tienen en común?
–La razón está en la diversidad
de la novela, que es un género proteico que admite todo tipo de fórmulas, desde la misma raíz del género,
en «Las mil y una noches». Creo que
García Márquez, Rushdie, Juan Goytisolo o Borges descienden todos
de Sherezade. Ella es su mamá, todos vienen del tronco árabe de la narrativa.
–En el primer ensayo analiza la
literatura en relación al mensaje
vacío de nuestra sociedad actual y
afirma que el lenguaje de la novela tiene que dar cabida a los lenguajes del periodismo o la política.
¿Es posible que esa aceptación por
parte de la literatura rompa con su
formulación de un mensaje sin
tiempo?
–No, al contrario, creo que la literatura tiene un mensaje con tiempo.
Cito mucho a Quevedo cuando dice
que sólo lo fugitivo permanece y
cura, o a Blake cuando dice que la
eternidad está enamorada de las
obras del tiempo. El arte lo que hace
es tomar el tiempo cotidiano con
una intensidad tal que se vuelve inmortal. Sin esa aceptación del tiempo que mana y corre, como se llama
Alfaguara, no habría literatura. Ningún escritor importante que yo conozca está preocupado por la inmortalidad, ni se pregunta: ¿cuánto durar?, ¿ser glorioso? Sólo los falsos escritores se preocupan de ella. Vivimos en el día y tratamos de hacer
nuestra obra lo mejor posible, y si esa
obra quiere convertirse en mármol
acaba convertida en mierda.
Maniqueísmos
superados
–Usted habla también de los
maniqueísmos a los que ha tenido
que enfrentarse el escritor de su
generación. ¿Cree que están superados?
–Sí, creo que están superados. Se
ha dado un fin de las narrativas totalitarias, de las exigencias totalitarias en
la historia y la cultura. Se han acabado, ahora existe una activación de diferencias, una posibilidad de pluralizar y de individualizar todos los
quehaceres de la Humanidad. Tenemos esa oportunidad y ojalá no la
perdamos.
–La ausencia de temas centra-
2 de octubre de 1992
En España se compran libros
pero no se lee
Carlos Fuentes.
les, ¿puede alejar al escritor de la
sociedad y de los grandes temas?
–No, pero no se esperaba que surgieran escritores en Nigeria, en el
África negra, que ganaran el premio
«Booker» de Londres, como Beloki.
Beloki habla de las cosas concretas
del mundo, de sus aldeas, habla de
los senderos abiertos de aldea a aldea, de cosas pequeñas. Lo universal
es que incorpora toda un área que
pertenecía al corazón de las tinieblas,
como decía Conrad, a la luz. Arroja
luz sobre esta parcela de la geografía
humana que antes estaba a oscuras.
–«El naranjo» y «Geografía de
la novela» parecen complementarios desde sus polos de ficción y
ensayo.
–El primero insiste sobre el tiempo; el segundo, sobre espacio, y el
nombre ya lo dice. Hay un encuentro
del tiempo y el espacio, una cronoutopía, a través de las dos obras.
–¿Escribe ahora más libremente que antes?
–Sí, creo que el entusiasmo es im-
portante incluso para la denuncia,
para el dolor, porque si no la denuncia carece de vigor. Entusiasmo quiere decir el goce de Dios, la alegría y la
pasión divinas por hacer las cosas;
no significa divertirse o reírse.
El mestizaje, inevitable
–¿Cree en el mestizaje como
motor de la literatura y de la historia o, por el contrario, en las aportaciones puras de la cultura aria?
–Ese mestizaje es inevitable, porque no hay cultura pura, no hay cultura –que yo conozca– que no esté
hecha de varias culturas, de encuentros, de emigración y de mestizajes.
Ni la francesa, ni la española, ni la inglesa. Los ingleses fueron invadidos
por los normandos. No hay nada que
exista en pureza, y menos en el continente americano, donde todo es
mestizaje: todos somos inmigrantes
allí, inclusive los indios.
–¿Literariamente, hasta qué
punto ve las relaciones entre Espa-
–¿Piensa que en España se lee?
–España es un país de grandes
compradores de libros, pero no de
lectores. Hay un consumo de libros
porque el libro viste, el libro decora,
el libro es un objeto cultural, pero no
se lee. Ocurre como con el torero de
«Sangre y arena», de Blasco Ibáñez:
ordenaba por metros su biblioteca,
diez metros de azul, diez metros de
rojo. En América creo que se lee más:
Argentina es la campeona, y Chile en
segundo lugar. Ahí sí hay lectores, se
toma más en serio la lectura, porque
es un gran privilegio. Hay grandes
masas de pobreza y analfabetismo, y
una forma de acceder a la posición
social, a un mejoramiento, a una esperanza, es adquirir un libro y leerlo.
Cuando un chico viene de la clase
campesina o de la clase obrera y va a
entrar en la escuela preparatoria o en
la Universidad compra a Neruda, a
Borges, a García Márquez, un poco
para establecer su identidad, y los
leen realmente. El hecho de que la
lectura se esté perdiendo es un gran
drama nuestro, por falta de dinero.
Por: Letizia Ortiz
WILLIAM SHAKESPEARE
«Hamlet»
Cátedra. 1992. 717 páginas
Vuelve a reeditarse «Hamlet», en
versión del Instituto Shakespeare, dirigida por Manuel
Ángel Conejero. La
edición es bilingüe,
por lo que permite
el seguimiento del
texto original en las
dobles páginas como en un espejo, y profusamente anotada, lo que ayuda a entenderla, en su complejidad.
La obra de Shakespeare contiene un
modo de animación crítica capaz de
convertir sentencias en pasiones, de tornar artísticamente lo racional en empírico. Precisamente, en «Hamlet» el autor
utiliza este tipo de cualidades metateatrales: el príncipe de Dinamarca ridiculiza los desposorios entre su madre y el
asesino de su padre, tío suyo, haciendo
que una compañía de cómicos los ponga
en escena, ante las atónitas miradas de
los representados. El poder de la venganza depositado en la palabra, o el escándalo, está plenamente vigente. Por lo demás, Shakespeare presupone el mundo
nebuloso, difuso, lleno de ambigüedades
y dilemas del hombre moderno como
una imposibilidad de resolverlos. Los
enigmas del drama shakespeareano tienen su solución en las bajas pasiones,
que se dilucidan en la justicia o la venganza.
Pero por encima de todo, «Hamlet» es
un personaje libre en su lenguaje, libre de
aceptar su destino o someterse, como
ocurre al final, a la tiranía del azar.
LUIS DE CASTRESANA
«Vida del bandido español
Luis Candelas»
Rialp. 1992. 182 páginas
Luis Candelas, el bandolero de múltiple personalidad que pasó a la posteridad como «ladrón generoso», fue sin
duda un producto de su época. Contemporáneo de Espronceda, podría ser el pirata proscrito y libre que aparece en su
canción. Hombre hecho a sí mismo, creó
su propio concepto de justicia basado en
una inteligencia para las circunstancias.
Hombre, además, culto, que prefirió la
lectura de Voltaire a la del Evangelio en
las horas previas a su ejecución, a menudo es comparado al famoso Dick Turpin,
y de hecho le une a él el mismo escepticismo ante los grandes principios de una
sociedad que por un lado persigue a los
ladrones y por otro los simboliza.
El estudio biográfico de Castresana es,
más que una novela, un ejercicio de admiración hacia un hombre inventor de
personalidades, enamorado romántico
que incluso usó el matrimonio para conseguir a las mujeres: el producto de una
España atravesada de contradicciones. El
libro, escrito en 1952, explica pormenorizadamente el último amor de Candelas,
su intento de huir a Inglaterra en 1837,
tras venir a Gijón para embarcarse, y su
detención en la posada de Alcazarén, Valladolid. Los detalles de su proceso ponen en la palestra el fracaso del romanticismo y la extinción del bandolerismo.
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