ntología de textos escritos

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UD 2. LITERATURA Y PUBLICIDAD - LECTURAS - 1
TEXTO 1: Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique (Copla II)
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.
TEXTO 2: Francisco de Quevedo
¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
¡Oh, condición mortal! ¡Oh, dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!
Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.
TEXTO 3: Instrucciones para dar cuerda al reloj, de Cortázar
Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una
cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy
felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te
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regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te
regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y
precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo
con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad
de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te
regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio
por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben,
de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás
relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del
reloj.
Instrucciones para dar cuerda al reloj
Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano,
tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo,
los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va
llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el
perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad,
imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue
olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en
el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.
Fuente: http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/1/3/
TEXTO 4: La persistencia de la memoria,Salvador Dalí
TEXTO 5: Sin esperanza, con convencimiento, de Ángel González
En medio
de la cruel retirada de las cosas
precipitándose en desorden hacia
la nada y la ceniza,
mi corazón naufraga en la zozobra
del destino del mundo que lo cerca.
¿Adónde va ese viento y esa luz,
el grito
de la roja amapola inesperada,
TEXTO 6: Un rap sobre el tempus fugit
TEXTO 7: ¿Y en publicidad?
el canto de las grises
gaviotas de los puertos?
¿Y qué ejército es ese que me lleva
envuelto en su derrota y en su huida
-fatigado rehén, yo, prisionero
sin número y sin nombre, maniatado
entre escuadras de gritos fugitivoshacia la sombra donde van las luces,
hacia el silencio donde la voz muere.
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TEXTO 8: “Del transcurso”, Clamor, de Jorge Guillén (1960)
Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
y se me ahonda tanta perspectiva
que del confín apenas sigue viva
la vaga imagen sobre mis espejos.
Aun vuelan, sin embargo, los vencejos
en torno de unas torres, y allá arriba
persiste mi niñez contemplativa.
Ya son buen vino mis viñedos viejos.
Fortuna adversa o próspera no auguro.
Por ahora me ahínco en mi presente,
y aunque sé lo que sé, mi afán no taso.
Ante los ojos, mientras, el futuro
se me adelgaza delicadamente,
más difícil, más frágil, más escaso.
TEXTO 9: Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los Infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?
TEXTO 10: Luis García Montero: Casi cien poemas. (1980-1995)
¿Qué hace ahora pendulero
tan vacío y contrahecho,
sin color,
aquel órgano certero
que se puso tan derecho
en el amor?
¿Qué se hizo Marilyn?
Aquellos Beatles de antaño,
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto sinfín
de galanes que en un año
nos vendieron
Y los tunos, los toreros,
las cantantes de revista
en el olvido;
las folklóricas primero,
el marqués y la corista
¿dónde han ido?
¿Dónde están los generales,
sus medallas y su espada
sin conciencia,
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sino esperando mortales
a que les sea dictada
su sentencia?
Y el ritmo de los roqueros,
los canutos y la risa
del pasota,
los chorizos tironeros
que han vivido tan deprisa
y el drogota
que se inyecta mil caballos
por las venas, los colgados
y el camello,
¿dónde iremos a buscallos,
dónde son tan olvidados,
qué fue de ellos?
TEXTO 11: Ángel González: Prosemas o menos
Aquel tiempo
no lo hicimos nosotros;
él fue quien nos deshizo.
Miro hacia atrás.
¿Qué queda
de esos días?
Restos,
vida quemada,
nada.
Historia: escoria
TEXTO 12: Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique
Los estados y riqueza
que nos dejen a deshora
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza
pues son de una señora
que se muda.
Que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
TEXTO 13: Una miniatura del Hortus deliciarum, siglo XII
TEXTO 14: Laberinto de Fortuna de Juan de Mena (siglo XV)
Laberinto de Fortuna es un poema alegórico que comienza con una serie de invocaciones a Apolo y
a las Musas y una imprecación a la Fortuna por su falta de firmeza.
Tus casos falaçes, Fortuna, cantamos
estados de gentes que giras e trocas,
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y los que en tu rueda quexosos fallamos;
fasta que al tempo de agora vengamos
de fechos pasados cobdiçia mi pluma
y de los presentes fazer breve suma.
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TEXTO 15: Match Point, de Woody Allen
En esta película presenciamos como, gracias a un inesperado cambio de suerte, la vida del
protagonista da un giro de 180 grados. Y esa suerte lo seguirá acompañando aun cuando -para el
espectador- no se lo merece.
TEXTO 16: Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
TEXTO 17: El juego de la oca.
Aunque los orígenes del juego parece que se remontan a la antigua China, su apogeo en Europa
viene de la mano de los Médici en Florencia, aunque el juego ya se conocía con anterioridad. De
hecho, hay hipótesis que vinculan el Camino de Santiago con el juego.
TEXTO 18: Francisco de Quevedo (siglo XVII).
Vivir es caminar breve jornada
y muerte viva es, Lico, nuestra vida,
ayer al frágil cuerpo amanecida,
cada instante en el cuerpo sepultada:
nada, que, siendo, es poco, y será nada
en poco tiempo, que ambiciosa olvida,
pues, de la vanidad mal persuadida,
anhela duración, tierra animada.
Llevada de engañoso pensamiento
y de esperanza burladora y ciega,
tropezará en el mismo monumento,
como el que, divertido, el mar navega,
y, sin moverse, vuela con el viento,
y antes que piense en acercarse, llega.
TEXTO 19: Cantares de Joan Manuel Serrat (Antonio Machado).
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TEXTO 20: Vicente Aleixandre, Ámbito (1928).
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
-El pie breve,
la luz vencida alegre-,
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo de tu pasaje
fluir, desvanecerse.
TEXTO 21: Un anuncio.
TEXTO 22: Otro anuncio.
TEXTO 23: Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados
TEXTO 24: Una viñeta de Andrés Rábago García.
TEXTO 25: “No volveré a ser jóven”, en Poemas póstumos (1968), de Jaime Gil de
Biedma (1929-1990).
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
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TEXTO 26: En tanto que de rosa y azucena, de Garcilaso de la Vega
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre;
marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
TEXTO 27: Los espinos, de Luis Cernuda.
Verdor nuevo los espinos
Tienen ya por la colina,
Toda de púrpura y nieve
En el aire estremecida.
Cuántos ciclos florecidos
Les has visto; aunque a la cita
Ellos serán siempre fieles,
Tú no lo serás un día.
Antes que la sombra caiga,
Aprende cómo es la dicha
Ante los espinos blancos
Y rojos en flor. Ve. Mira.
TEXTO 28: Federico García Lorca, Canciones.
A Irene García
(criada)
En el soto,
los alamillos bailan
uno con otro.
Y el arbolé,
con sus cuatro hojitas,
baila también.
¡Irene!
Luego vendrán las lluvias
y las nieves.
Baila sobre lo verde.
Sobre lo verde, verde,
que te acompaño yo.
¡Ay cómo corre el agua!
¡Ay mi corazón!
En el soto,
los alamillos bailan
uno con otro.
Y el arbolé,
con sus cuatro hojitas,
baila también.
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TEXTO 29: Una canción de Joaquín Sabina.
Dentro de algún tiempo estarás
acabada, metida en tu casa, haciendo la colada,
Nadie te dirá "muñeca ven conmigo"
¿Dónde iras cuando no tengas un amigo?
Tarde ya comprenderás por
qué te digo:
Pisa el acelerador... gasta las ruedas ,
pisa el acelerador... hasta que puedas,
pisa el acelerador... siéntete viva,
Pisa el acelerador... no estés cautiva
Mientras tenga gasolina tu motor
Pisa el acelerador...
Desconfía de quien te diga "ten cuidado" ;
sólo busca que no escapes de su lado.
Antes de que te aniquilen sus reproches
déjalo que duerma y, a la media noche ,
sal por la ventana, pon en marcha el coche y
Pisa el acelerador... es estupendo,
pisa el acelerador... salir corriendo,
pisa el acelerador... sal disparada,
pisa el acelerador... de madrugada.
Pasa de mirar por el retrovisor
¡Y pisa el acelerador!
TEXTO 30: Una película: Elsa y Fred
Muestra cómo Alfredo, un octogenario que acaba de enviudar, aprenderá a vivir la vida de la
mano de Elsa, su explosiva vecina, viuda como él. Juntos vivirán cada momento como si fuera el
último y disfrutarán experiencias innolvidables descubriendo la intensidad de las pequeñas cosas
(un paseo, preparar juntos la comida, proyectar un viaje). De fondo, la música de Joan Manuel
Serrat con un himno que invita a vivir la vida: Hoy puede ser un gran día.
TEXTO 31: Una canción de David de María
TEXTO 32: Un anuncio de Fanta naranja
TEXTO 33: Un soneto de Quevedo
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
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es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.
Este es el niño Amor, éste es tu abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!
TEXTO 34: Shakira canta al amor
TEXTO 35: El que dicen que es el mejor soneto de la literatura castellana: Quevedo
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevaré el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa:
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
TEXTO 36: El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez
En esta novela de Gabriel Garía Márquez, el amante, Florentino Ariza, pronuncia las
palabras:
«Fermina —le dijo—: he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetirle
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una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre»
Y el narrador dice:
«Florentino Ariza, en cambio, no había dejado de pensar en ella un solo instante después de
que Fermina Daza lo rechazó sin apelación después de unos amores largos y contrariados, y había
transcurrido desde entonces cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días».
TEXTO 37: La carta que don Quijote escribe a Dulcinea (Miguel de Cervantes)
Soberana y alta señora:
El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima
Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu
valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mí afincamiento, maguer (a pesar de) que yo
sea asaz de (muy) sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es
muy duradera.
Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga
mía!, del modo que por tu causa quedo.S i gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo
que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El caballero de la triste figura”
TEXTO 38: Así es Dulcinea
Su nombre es Dulcinea,su patria el Toboso[...]su hermosura sobrehumana pues en ella
se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quimèricos atributos de belleza que los
poetas dan a sus damas: que sus cabellos son de oro,su frente campos Elíseos, sus cejas arcos
del cielo , sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro
su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve,y las partes que a la vista
humana encubriò la honestidad so tales, según yo pienso y entiendo, que solo la discreta
consideración puede encarecerlas y no compararlas".
TEXTO 39: Bella, de Pablo Neruda
BELLA,
como en la piedra fresca
del manantial, el agua
abre un ancho relámpago de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro,
bella.
Bella,
de finas manos y delgados pies
como un caballito de plata,
andando, flor del mundo,
así te veo,
bella.
Bella,
con un nido de cobre enmarañado
en tu cabeza, un nido
color de miel sombría
donde mi corazón arde y reposa,
bella.
Bella,
no te caben los ojos en la cara,
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no te caben los ojos en la tierra.
Hay países, hay ríos
en tus ojos,
mi patria está en tus ojos,
yo camino por ellos,
ellos dan luz al mundo
por donde yo camino,
bella.
Bella,
tus senos son como dos panes hechos
de tierra cereal y luna de oro,
bella.
Bella,
tu cintura
la hizo mi brazo como un río cuando
pasó mil años por tu dulce cuerpo,
bella.
Bella,
no hay nada como tus caderas,
tal vez la tierra tiene
en algún sitio oculto
la curva y el aroma de tu cuerpo,
tal vez en algún sitio,
bella.
Bella, mi bella,
tu voz, tu piel, tus uñas
bella, mi bella,
tu ser, tu luz, tu sombra,
bella,
todo eso es mío, bella,
todo eso es mío, mía,
cuando andas o reposas,
cuando cantas o duermes,
cuando sufres o sueñas,
siempre,
cuando estás cerca o lejos,
siempre,
eres mía, mi bella,
siempre.
TEXTO 40: Lazarillo de Tormes
Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino, cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y daba
un par de besos callados, y tornábale a su lugar. Mas duróme poco, que en los tragos conocía
la falta y, por reservar su vino a salvo, nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía
por el asa asido. Mas no había piedra imán que así atrajese a sí como yo con una paja larga
de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca del jarro,
chupando el vino, lo dejaba a buenas noches. Mas, como fuese el traidor tan astuto, pienso
que me sintió, y dende en adelante mudó propósito y asentaba su jarro entre las piernas y
tapábale con la mano, y así bebía seguro.
Yo, que estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me
aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y
delicadamente, con una delgada tortilla de cera, taparlo. Y al tiempo de comer, fingiendo
haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre
que teníamos, y al calor de ella, luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la
fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía, que maldita la gota que
se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada. Espantábase, maldecíase, daba al
diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.
-No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano.
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Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo
disimuló como si no lo hubiera sentido.
Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando el daño que me
estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía; estando recibiendo
aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor
gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mí
venganza, y con todas sus fuerzas alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejó
caer sobre mi boca ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre
Lázaro, que de nada de esto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y
gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído
encima.
Fue tal el golpecillo que me desatinó y sacó el sentido, y el jarrazo tan grande, que los
pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me quebró
los dientes, sin los cuales hasta hoy me quedé.
Desde aquella hora quise mal al mal ciego y, aunque me quería y regalaba y me curaba, bien
vi que se había holgado del cruel castigo. Lavóme con vino las roturas que con los pedazos
del jarro me había hecho, y, sonriéndose decía:
-¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud.
TEXTO 41: Égloga I, de Garcilaso de la Vega
Salicio:
¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo;
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
[…]
Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan:
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen,
y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras, que reclinan
su cuerpo fatigado,
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aún siquiera no volviendo
a lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
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TEXTO 42: Égloga III, de Garcilaso de la Vega
Cerca del Tajo, en soledad amena,
de verdes sauces hay una espesura
toda de hiedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta el altura
y así la teje arriba y encadena
que el sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido,
alegrando la vista y el oído.
Con tanta mansedumbre el cristalino
Tajo en aquella parte caminaba
que pudieran los ojos el camino
determinar apenas que llevaba.
Peinando sus cabellos de oro fino,
una ninfa del agua do moraba,
la cabeza sacó, y el prado ameno
vido de flores y de sombras lleno.
Moviola el sitio umbroso, el manso viento,
el suave olor de aquel florido suelo;
las aves en el fresco apartamiento
vio descansar del trabajoso vuelo;
secaba entonces el terreno aliento
el sol, subido en la mitad del cielo;
en el silencio solo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.
TEXTO 43: Oda a la vida retirada, de Fray Luis de León
¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruïdo
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado,
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas y mortal cuidado?
¡Oh campo, oh monte, oh río!
¡Oh secreto seguro deleitoso!
roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar süave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno abritrio está atenido [...]
UD 2. LITERATURA Y PUBLICIDAD - LECTURAS - 14
TEXTO 44“Huerto en Marrakech”, en El otoño de las rosas, de Francisco Brines
¿Te acuerdas de aquel sur en el rojo verano?
Entré en la breve noche para gozar tu huerto:
rincón de madreselva, dos pequeños naranjos,
y aquel jazmín tan negro de tanto olor, rodando
la falda del ciprés que sube al cielo.
Bañó el árbol la luna, y se mojó mi boca.
Y qué cansados luego las aguas y las rosas,
el ciprés, los naranjos, el ladrón de aquel huerto.
Y todo fue furtivo: el alba, luego el sueño.
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