los dos tranvías de veinte poemas

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Revista destiempos N°44
LOS DOS TRANVÍAS DE VEINTE POEMAS
Omar Alejandro Ángel Cortés
Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa


A Ella, chica de ojos dulces,
como las almendras azucaradas
de la Confitería del Molino
En mi colaboración al número
previo de esta revista,1 presenté y
analicé la figura de Oliverio Girondo como poeta y persona embebida del crecimiento cosmopolita
de la época, así como los diversos
paratextos que perfilaron un lector
tipo –las reivindicaciones argentina y latinoamericana leídas por
Mariátegui, De Torre y Evar Méndez, principalmente– de los VP.
Ahora, para demostrar la convergencia y divergencia de la guapeza toda argentina y el cosmopolitismo del
poemario, me centraré en el análisis de los posibles elementos textuales
capaces de provocar dichas lecturas.
1Véase
mi trabajo “Hacia un perfil del lector de los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1925)”. Revista
Destiempos. Año 9, No. 43. Febrero-Marzo 2015. pp. 23-36. ISSN: 2007-7483. Deseo aprovechar esta nota para
dar cuenta de mi total agradecimiento al Dr. César A. Núñez, por su apoyo y paciencia en el desarrollo de mi
investigación.
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Como punto de partida, cabe señalar la diversidad geográfica y
temporal de la cual, mediante descripciones poéticas a manera de tarjeta
postal de turista espectador, el yo lírico hace partícipe al lector: Argentina,
Brasil, Francia, España, Italia y Senegal, además de un poema carente de
datación (“Apunte callejero”). Dicha inclusión lectora, como ahondaré más
adelante, resulta de los distintos recursos poéticos de los VP, tales como
la postura temporal y espacial del yo lírico, el empleo pronominal y las
ilustraciones del autor, entre otros. Dentro del ordenamiento autoral, el
diario poético de viaje se presenta de la manera siguiente:
Veinte poemas para ser leídos en el tranvía2
1. Paisaje Bretón
2. Café-concierto
3. Croquis en la arena
4. Nocturno
5. Río de Janeiro
6. Apunte callejero
7. Milonga
8. Venecia
9. Exvoto
10. Fiesta en Dakar
11. Croquis Sevillano
12. Corso
13. Biarritz
14. Otro nocturno
15. Pedestre
16. Chioggia
17. Plaza
18. Lago Mayor
19. Sevillano
Douarnenez, julio, 1920
Brest, agosto, 1920
Mar del Plata, octubre, 1920
Buenos Aires, noviembre, 1921
Río de Janeiro, noviembre, 1920
Sin fecha / Sin lugar / Atribuible a Argentina3
Buenos Aires, octubre, 1920
Venecia, julio, 1921
Buenos Aires, octubre, 1920
Sin fecha / Atribuible a Senegal4
Sevilla, marzo, 1920
Mar del Plata, febrero, 1921
Biarritz, octubre, 1920
París, julio, 1921
Buenos Aires, agosto, 1920
Venecia, julio, 1921
Buenos Aires, diciembre, 1920
Pallanza, abril, 1922
Sevilla, abril, 1920
20. Verona
Verona, julio, 1920
Al ordenar cronológica y espacialmente se presenta la siguiente
diversidad:
VP
España
1. Croquis Sevillano
Sevilla, marzo, 1920
2Las
referencias siguientes a la obra en cuestión se realizarán mediante la abreviatura VP.
“Apunte callejero” dentro de los poemas argentinos debido a ciertos elementos y procedimientos tales
como la crítica a lo propio, el cosmopolitismo y la pugna urbe-aldea, entre otros. En esto ahondaré más adelante.
4Si bien no se fecha explícitamente como los demás poemas, “Dakar”, paratextualmente, alude a Senegal, puerto
africano del cual es capital. De ahí la atribución.
3Sitúo
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2. Sevillano
Francia
3. Paisaje Bretón
4. Café-concierto
Argentina
5. Pedestre
Francia
6. Biarritz
Argentina
7. Exvoto
8. Croquis en la arena
Brasil
9. Río de Janeiro
Argentina
10. Plaza
11. Corso
Francia
12. Otro nocturno
Italia
13. Verona
14. Chioggia
15. Venecia
Argentina
16. Milonga
17. Nocturno
Italia
18. Lago Mayor
19. Fiesta en Dakar
20. Apunte callejero
Sevilla, abril, 1920
Douarnenez, julio, 1920
Brest, agosto, 1920
Buenos Aires, agosto, 1920
Biarritz, octubre, 1920
Buenos Aires, octubre, 1920
Mar del Plata, octubre, 1920
Río de Janeiro, noviembre, 1920
Buenos Aires, diciembre, 1920
Mar del Plata, febrero, 1921
París, julio, 1921
Verona, julio, 1920
Venecia, julio, 1921
Venecia, julio, 1921
Buenos Aires, octubre, 1920
Buenos Aires, noviembre, 1921
Pallanza, abril, 1922
Sin fecha / Atribuible a Senegal
Sin fecha / Sin lugar / Atribuible a Argentina
Además del dinamismo y el énfasis como métodos para provocar
el efecto de simultaneidad, ya señalados por Jorge Schwartz en Vanguardia y cosmopolitismo en la década del veinte, el ordenamiento
aleatorio autoral presenta, desde mi percepción, una sutil veta que al
establecer un sentido cronológico en los textos, explicita un contraste en el
tratamiento poético de las geografías del diario de viaje. En ese sentido,
distingo ciertos temas constantes –en ocasiones de tratamiento contrario
de un poema a otro– que permiten analizar la oposición entre elementos
argentinos o de reivindicación latinoamericana y aquellos netamente
cosmopolitas e impersonales. Destacan, entre otros, ciudad moderna,
puerto, nocturno, juerga noctámbula, sensualismo/sexo/erotismo, referente
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concreto, yo lírico espectador, yo lírico incluido, espacios urbanos y
tratamiento de lo sacro. Con base en mi reordenamiento cronológico y
espacial de los VP, el primer gran contraste urbano radica en “Croquis
sevillano” y “Pedestre”, referidos a Sevilla y Buenos Aires, respectivamente. Si bien los poemas del espacio francés (“Paisaje Bretón” y
“Café-concierto”) resultan también ciudades modernas, considero que, por
el tema sobre el cual poetizan, permiten un fructífero análisis desde otras
perspectivas. En esto ahondaré más adelante.
CIUDAD MODERNA
Fechado en marzo de 1920, el poema sevillano presenta mediante
procedimientos girondanos –fragmentación cubista y humanización– al sol
como primer sujeto de la acción. Ante tal imagen, destaca la importancia
del astro como símbolo de poder e iluminación, así como su empleo casi
exclusivo en poemas sobre España (con la excepción de “Río de Janeiro”),
contrario al tratamiento argentino en donde las situaciones de oscuridad
(atardeceres y noches) priman como ambientación. Si bien dicho recurso
encontrará total explotación en Calcomanías –poemario de pleno canto
hacia España–, en VP resulta germinal. Además, los efectos de éste
constituirán el paisaje circundante: “El sol pone una ojera violácea en el
alero de las casas, apergamina la epidermis de las camisas ahorcadas en
medio de la calle” (Girondo 73),5 erradicando cualquier marca humana. Por
otro lado, destaca la gradación descendente en la mirada del yo lírico como
procedimiento para la presentación del paisaje urbano, misma que se
reforzará debido a las exclamaciones intermedias. Así, “Croquis Sevillano”
posee tres planos: uno aéreo, con el sol como sujeto, al cual me he referido
anteriormente; un segundo, pedestre; y un tercero, mediante la mirada en
primer plano.
5Todos
los subrayados, de todas las citas, son míos.
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En cuanto a lo pedestre, “perros con caderas de bailarín. Chulos
con los pantalones lustrados al betún” (Girondo 73) y “jamelgos que el
domingo se arrancarán las tripas en la plaza de toros” (Girondo 73)
resultarán, cual descripción naïf de turista, los elementos más
representativos de Sevilla. No obstante, debido a la repetición de procedimientos poéticos a manera de intratextualidad, en Girondo, los semas
perros y jamelgos van más allá de lo ingenuo: en “Pedestre” y “Nocturno”,
respectivamente, las connotaciones negativas de dichos animales
ambientarán la crítica de lo propio, una mirada cruda hacia la Argentina en
crecimiento cosmopolita. En esto ahondaré más adelante.
El tercer plano del dibujo sevillano, mediante el recurso del closeup, ya señalado por Schwartz, centra la mirada mediante la inversión
lógica. En ese sentido, “una capa prendida a una reja con crispaciones de
murciélago” (Girondo 73) presenta la figura del amador (no se olvide la
cualidad de los patios de fabricar azahares y noviazgos), junto al cura de
Zurbarán –manifestación pictórica humanizada– y “unos ojos excesivos,
que sacan llagas al mirar” (Girondo 73). Como señalé, este detenimiento
de la mirada resulta intimista debido a la cercanía del yo lírico con los
objetos observados, además de lo erotizado del paisaje. La lascivia es tal
que los ojos, hiperbolizados, se tornan armas capaces de agredir lo
observado, como ocurre en “Café-concierto” (“una mirada corrosiva que
atraviesa las mallas y apergamina la piel de las artistas” [Girondo 55]). Para
confirmar e incrementar el erotismo de la imagen previa, el cierre del
poema aludirá, de manera general, a las mujeres y a “sus poros abiertos
como ventositas” (Girondo 73). Lo anterior puede interpretarse desde lo
literal, la piel abierta expidiendo feromonas, hasta lo metafórico, la succión
de las diversas “ventosas” femeninas, de “temperatura siete décimos más
elevada que la normal” (Girondo 73). En síntesis, el yo lírico espectador de
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“Croquis Sevillano” se maravilla ante lo novedoso:6 la ciudad impregnada
de sexualidad (“¡Ventanas con aliento y labios de mujer!” [Girondo 73]), la
positiva humanización de lo zoológico y lo urbano, los atavíos lustrados al
betún de los chulos, la doble moral de los curas y la sexualidad explícita de
las mujeres. Algunos de estos elementos recibirán, desde la óptica de lo
propio, un tratamiento opuesto. “Pedestre” desde Buenos Aires, agosto
1920, da prueba de dicho contraste.
Caber recordar que frente a la transformación de la ex gran aldea,
ahora urbe cosmopolita, el yo lírico –la sociedad misma– enfrentó el recrudecimiento de los conflictos sociales y las protestas obreras que culminaron en la Semana Trágica de 1919; además, la influencia de la
modernidad incrementó la vorágine cultural, social y humana en el más
amplio sentido. Por lo anterior, “un edificio público [que] aspira el mal olor
de la ciudad” (Girondo 78) resulta una imagen esperada en la descripción
del yo lírico para referir la estruendosa aparición de la urbe cosmopolita.
Opuesta a la mirada dentro de “Croquis Sevillano” y “Café-Concierto”, en
“Pedestre” ésta adquiere cualidades negativas al grado de ensuciar “las
cosas que se exhiben en los escaparates, [y adelgazar] las piernas que
cuelgan bajo las capotas de las victorias” (Girondo 79). Por otro lado, como
referí, los elementos que priman en las tarjetas postales sobre la Argentina
presentan situaciones de oscuridad. En el poema en cuestión, “las sombras
se quiebran el espinazo en los umbrales” (Girondo 78), junto al ambiente,
bonaerense, comenzado al fondo de la calle, de mal olor y de miradas
sucias, propician la crítica. Cabe destacar que lo anterior, allende la
intención por evidenciar la negatividad de lo observado, manifiesta una
relación de cercanía, la opinión sobre lo propio que, como señala Edward
6La
novedad para el yo lírico radica en lo que le resulta ajeno, impropio. Con base en la reivindicación
latinoamericana en la “Carta a ‘La Púa’”, como he analizado previamente, puede afirmarse que el yo lírico de VP
comparte tal sentimiento, de ahí el deslumbramiento ante el paisaje español.
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Said en Orientalismo, se construye gracias a la comparación con lo ajeno,
es decir, a través del “menosprecio hacia lo que es familiar y el
estremecimiento de placer –o temor– hacia la novedad”7 (93). En ese
sentido, lo plasmado por el yo lírico surge, en lo inherente a lo propio, de
la comparación aldea-urbe bonaerense y, respecto a lo exótico-extranjero,
de las apreciaciones a los demás paisajes de VP.
Un tratamiento relevante en cuanto al contraste Europa-América
(modernidad-aldea) radica en el sema perro. Como señalé, en el poema
sevillano la zoología se humaniza al poseer caderas de bailarín,
connotando cierta jocosidad. En contraste, “Pedestre” presenta “un perro
fracasado, con ojos de prostituta que nos da vergüenza mirarlo y dejarlo
pasar” (Girondo 79), donde la inclusión –mediante el pronombre personal
nos– del yo en el juicio hacia dicho animal incrementa la crisis, además del
ambiente sucio ya señalado. Por si fuera poco, en nota al pie,
metalingüísticamente, el yo lírico señala: “Los perros fracasados han perdido a su dueño por levantar la pata como una mandolina, el pellejo les ha
quedado demasiado grande, tienen una voz afónica, de alcoholista, y son
capaces de estirarse en un umbral, para que los barran junto con la basura”
(Girondo 79), lo cual hiperboliza la crítica al mimetizar lo zoológico con lo
sexual, lo vicioso y lo depresivo.
Otros elementos estilísticos, ya abordados por distintos estudiosos
de la obra girondana y referidos en investigaciones previas, 8 radican en la
7Debido al gran aporte esclarecedor del trabajo referido y en aras de profundizar en cuanto a la crítica a lo propio,
me permito la siguiente transcripción. Menciona Said: “Lo que es evidentemente extraño y lejano adquiere, por
una u otra razón, la categoría de algo más familiar. Se tiende a dejar de juzgar las cosas porque sean
completamente extrañas o completamente conocidas; surge una nueva categoría intermedia, una categoría que
permite ver realidades nuevas, realidades que se ven por primera vez como versiones de una realidad
previamente conocida. En esencia, una categoría de este tipo no es una manera de recibir nueva información,
sino un método para controlar lo que parece ser una amenaza para la perspectiva tradicional del mundo” (92);
en ese sentido, los VP de Oliverio, ruptura de la perspectiva tradicional literaria argentina, reacciona frente a la
amenazante modernidad (la necesidad de definirse como latinoamericanos y argentinos) mediante, nuevamente
con base en lo establecido en Orientalismo, una noción colectiva que defina al «nosotros», argentinos y
latinoamericanos, contra todos «aquellos» que no lo son (27).
8Véase mi trabajo “Hacia un perfil del lector de los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1925)”. Revista
Destiempos. Año 9, No. 43. Febrero-Marzo 2015. pp. 23-36. ISSN: 2007-7483.
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visión especular y en el empleo de las locuciones verbales y adverbiales.
La importancia de las últimas radica en su función mediadora,
fragmentaria, de la visión del yo.
En las elaboraciones del poeta argentino son frecuentes las
transgresiones. Y siempre a partir de una segunda parte de
los poemas. Dos formas de enganche se vuelven típicas por
lo reiteradas y por su propensión a un cambio evidente,
súbito, de una línea a otra del poema […] La interrupción de
una estampa, en cierto modo estática, que presidía la
primera parte del poema, suele crearla Girondo de una
manera abrupta […] ‘De pronto’, ‘de repente’ son las formas
preferidas para iniciar el cambio violento de la situación (De
Nóbile 29).
Así, “Pasa: una iglesia idéntica a un farol” y “De repente: el vigilante
de la esquina detiene de un golpe de batuta” (Girondo 79), posibilitan el
alejamiento del close-up mediante una gradación de lo micro a lo macro,
concluyendo en una constante temática, la sensualidad aliterada del
“SuSurro de todoS los SenoS al roZarSe” (Girondo 79).
SENSUALISMO/SEXO/EROTISMO
En seguimiento al erotismo y la visión de lo propio como tema, “Exvoto”,
Buenos Aires, octubre, 1920, anuncia ya desde el paratexto (A las chicas
de Flores) el destinatario de la mirada crítica del yo lírico contra la
gazmoñería y las actitudes fingidas: la pequeña burguesía bonaerense.
Como una constante en VP, “el sexo en ningún momento mediatiza un acto
amoroso individual, sino que se manifiesta como gesto mecánico, identificado con lo urbano […] Nos encontramos ante una ‘ciudad de
sensualismo’, no por los atributos humanos, sino por la asociación reificada
del sexo con el objeto urbano” (Schwartz 153). Además, la relación cuerpociudad incrementa mediante el símil al referente concreto: “Las chicas de
Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Con-
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fitería del Molino” (Girondo 69) lo cual, por su posición inicial, apropia el
discurso poético a la ciudad y viceversa. La anafórica aparición de las
chicas de Flores, a excepción de la tercera estrofa, emplea el recurso cubista fragmentario para presentar al sujeto de la acción.
Similar a “Croquis Sevillano”, la mirada en “Exvoto” se sitúa en
diversos planos. En primer lugar, además del referente concreto de la
“Confitería del Molino”, dichas mujeres serán descritas por el moño de seda
que liba sus nalgas; posteriormente, la figura femenina constituye un ente
colectivo: “se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus
estremecimientos” (Girondo 69). La fragmentación en esta estrofa se manifiesta mediante los semas pupilas, piernas y sexo, supeditados a los
estremecimientos de las chicas al ser observadas. Ante tal sensación, cabe
señalar “el irreverente humor poético [con el cual] Girondo se dirige hacia
la peculiar sociología del barrio de Flores. Cuna de poetas y de no pocas
elegías, Flores se distingue, dentro de la particular mitología porteña, por
la proverbial disponibilidad de sus muchachas casaderas, que la mirada de
Oliverio transforma en un escandaloso ritual urbano” (Mendiola, en línea).
En ese sentido, mediante la interrupción “Al atardecer” junto a “y de noche”
las chicas de Flores, al igual que sus madres, se ridiculizan al ser
equiparadas y mimetizadas con lo urbano y lo náutico (“a remolque de sus
mamás –empavesadas como fragatas– van a pasearse por la plaza”
[Girondo 69]). Destacan, dentro de la cosificación, la concepción del balcón
como un árbol del cual cuelgan los frutos femeninos, así como la
eyaculación de piropos y la fosforescencia de los pezones que, además,
sitúan el acto erótico dentro del hábitat urbano, propiciando la identificación
con el mismo.
El yo lírico de “Exvoto” se torna omnisciente en la última estrofa al
conocer la angustia de las chicas de Flores “de que las nalgas se les
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pudran, como manzanas que se han dejado pasar” (Girondo 69) y el
sofocamiento que el deseo de los hombres les provoca. En cuanto a la
crítica social, la intromisión del yo lírico hiperboliza satíricamente la
cobardía del coqueteo adolescente: aquellas chicas en “edad de merecer”
“no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos
los que les pasan la vereda” (Girondo 69-70).
Si bien el macrotema que intitula este acápite resulta una
constante en los VP, existen, más allá de lo explícito de “Exvoto”, otras
manifestaciones dignas de ser analizadas. Por referir algunas (las demás,
debido a sus cualidades temáticas, serán abordadas en apartados
siguientes), desde el lejano puerto de Dakar “el candombe les bate las
ubres a las mujeres para que al pasar, el ministro les ordeñe una taza de
chocolate” (Girondo 71); kilómetros al noreste, el yo lírico duda que en
Venecia, “ciudad de sensualismo, existan falos más llamativos, y de una
erección más precipitada, que la de los badajos del ‘campanille’ de San
Marcos” (Girondo 67). La primera, si bien podría connotar cierta misoginia
e incluso racismo (juicios con los cuales desacuerdo) por “observar con […]
humor crítico realidades del colonialismo” (Rizzo Vast 39), al alejar la
mirada del poemario, la cercanía metafórica de las mujeres con la vaca
resulta germinal en cuanto al símbolo girondano por antonomasia, mismo
que encumbrará en Interlunio.9 Respecto a la segunda y con base en lo
hasta ahora señalado, la comparación manifiesta la mímesis sexo-urbe,
misma que desde mi percepción resulta distinta al compararla con las
empleadas en “Exvoto”. La importancia de esto radica en que, por el uso
9Más
allá de la obra girondana, la vaca resulta la imagen regional de la Argentina. Ante esto, en nota al pie,
Rizzo Vast señala: “En la película El lado oscuro del corazón un personaje que se llama Oliverio dialoga con una
vaca descrita como imagen materna. La metáfora de la vaca se repite en la poesía de Girondo ([y] también está
en el cuento “Ursula” de Felisberto Hernández, así como en la poesía de Julio Herrera y Reissig). La vitalidad y
la bondad del símbolo de la vaca de Girondo, mamífero que vive en un lugar fértil y verde, es contrastada con la
aridez y con imágenes de piedras en el paisaje de España que se lee en Calcomanías, por ejemplo. Las piedras
remiten a lo inmóvil e inorgánico” (68). Ante esto último, sólo quisiera agregar que dicha crítica, desde los
ambientes españoles, resulta incipiente en los de VP.
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de determinados procedimientos poéticos para criticar, desde el humor, las
ciudades ajenas y las propias, el yo lírico soslaya una actitud entrañable
respecto a las segundas. De esa manera, frente al deslumbramiento de lo
extranjero, el yo lírico, premeditadamente, relaciona una de las
construcciones emblemáticas de Venecia con el falo. Más allá de la
similitud geométrica, considero que el sensualismo de la ciudad deviene en
poderío mediante el simbolismo viril; es decir, el procedimiento poético
resulta un símil llano. Sin embargo, el ramaje de hierro constituido de pechos sin madurar, además del humor de la comparación náutica, entraña
al manifestar el juicio social respecto aquello sobre lo que poetiza, la crítica
a las actitudes fingidas de las chicas de Flores.
JUERGA NOCTÁMBULA
En traducción literal al recinto y género francés (Café-concert), la tarjeta
postal de “Café-concierto” (Brest, agosto, 1920) desfragmenta las notas de
los metales y les metaforiza mediante “trayectorias de cohete [que] vacilan
en el aire” (Girondo 55). En este poema la interrupción gramatical resulta
apresurada: ya en la segunda estrofa aquellas notas que ambientan el
espacio quedan relegadas por la actuación de “ojos pantanosos […]
dientes podridos [y] piernas que hacen humear el escenario” (Girondo 55).
De esto, resulta interesante la imagen “unos dientes podridos por el dulzor
de las romanzas” (Girondo 55) por su clara connotación bohemia e incluso
romántica; empero, la atmósfera creada mediante la adjetivación
vanguardista –tendiente al absurdo y crítica respecto al arte previo–
manifiesta la ruptura con la tradición.
A pesar de la nebulosa en el ambiente, la mirada del público,
similar al sol de “Croquis Sevillano”, “apergamina la piel de las artistas”
(Girondo 55) y, con innegable connotación sexual, resulta capaz de
atravesar los ligeros ropajes de las mismas. Por otro lado, el yo lírico
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abandona el “café-concierto”, traspasa los muros y se sitúa,
probablemente, en el muelle donde conviven “un grupo de marineros
encandilados ante el faro que un ‘maquereau’ tiene en el dedo meñique,
una reunión de prostitutas con un relente a puerto [y] un inglés que fabrica
niebla con sus pupilas y su pipa” (Girondo 55). La imagen saturada de esta
cuarta estrofa presenta los actuantes emblemáticos de la juerga nocturna:
marineros, maquereau, prostitutas y un inglés quien, independientemente
de su nacionalidad, síntoma cosmopolita, “fabrica niebla con sus pupilas y
su pipa” (Girondo 55). La presentación de la figura de poder nocturna,
maquereau, mediante el barbarismo no puede quedar sin comentario: en
VP la inclusión de semas ajenos al español –champagne, cocottes,
pizzicato, dandys, piccoli canali, campanile, croupiers, foxtrot, apache,
chewing gum– es empleada como procedimiento para, en mi opinión,
cosmopolitizar el discurso poético, satirizar y en algunas ocasiones, aludir
a lo propio, principalmente.
Luego del desapego espacial, el yo lírico retorna al recinto en
donde “la camarera [le] trae, en una bandeja lunar, sus senos semidesnudos…” (Girondo 55), sutil connotación erótica que incluye al yo en la
acción y propicia el fetichismo: “unos senos que me llevaría para
calentarme los pies cuando me acueste” (Girondo 55). Al concluir la
función, telón y mirada, entreabiertos, darán paso al nuevo cuadro.
Además del tema principal señalado, “Café-concierto” manifiesta
cualidades nocturnas; sin embargo, debido al paralelismo formal ofrecido
por poemas como “Nocturno” y “Otro nocturno”, me reservo el comentario
de dichas situaciones para el siguiente apartado, Nocturnos.
Desde una nueva perspectiva francesa, “Biarritz” (Biarritz, octubre,
1920) continúa las experiencias del yo en lo inherente a la vida nocturna.
Aquí, la participación de los objetos humanizados adquiere primacía: el
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casino, previo al amanecer, inicia la acción. Además, los automóviles
afónicos, junto a los reflejos cosificadores de los escaparates y el tapete de
la mesa de juego –las cartas mismas–, afectan y definen la humanidad
circundante. Debido a lo anterior, “¡Pupilas que se licuan al dar vuelta las
cartas! ¡Collares de perlas que hunden un tarascón en las gargantas!”
(Girondo 75-76) –interrupciones deliberadas del discurso poético–
manifiestan, de manera fragmentada, los estragos del jolgorio. Por otro
lado, la característica burla girondana encuentra lugar a través de las
descripciones humorísticas de aquellos “efebos barbilampiños que usan
una bragueta en el trasero. Hombres con baberos de porcelana. Un señor
con un cuello que terminará por estrangularlo” (Girondo 76), en clara
alusión a la homosexualidad y el refinamiento burgués, respectivamente.
En el mismo tono, la sexualidad realiza jocosa aparición mediante “unas
tetas que saltarán de un momento a otro de un escote, y lo arrollarán todo,
como dos enormes bolas de billar” (Girondo 76), imagen poética que
rebasa la frontera de lo literario al hiperbolizar sus connotaciones mediante
la ilustración del autor.10 Al cierre del poema, a manera de intratextualidad
en cuanto procedimiento poético con “Café-concierto”, la fragmentación se
hiperboliza: lindando entre la apertura y el cierre, la puerta permite el paso
a sólo un “pedazo de ‘foxtrot’” (Girondo 76).
En seguimiento al contraste de las lecturas críticas referidas con
anterioridad,11 si por un lado los dos poemas previos manifiestan la juerga
10Jorge
Schwartz señala: “En la ilustración del poema ‘Biarritz’, el croupier del casino y la jugadora que están
sentados frente a la mesa de la ruleta (y frente al lector), ocupan la parte central de la imagen: […] El monumental
escote es puesto en evidencia en el poema” (Schwartz 155), lo cual no deja lugar a dudas de la gran importancia
intertextual (a manera de collage, en palabras de Umberto Eco. Véase “La mirada discreta” en La estructura
ausente) de las acuarelas de Girondo, la nutritiva relación entre lo literario y lo plástico. Laurent Jenny glosa la
propuesta de Eco de la manera siguiente: “Umberto Eco ha propuesto concebir el mensaje visual como el
resultado de una ‘codificación en capas sucesivas’ […] Así, códigos de reconocimiento estructurarían ante todo
‘bloques de condiciones de la percepción’ en ‘bloques de significados’, con arreglo a los cuales reconoceríamos
esquemas perceptivos: códigos icónicos […] códigos iconográficos […] códigos retóricos […] códigos tonales
(137).
11Véase mi trabajo “Hacia un perfil del lector de los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1925)”. Revista
Destiempos. Año 9, No. 43. Febrero-Marzo 2015. pp. 23-36. ISSN: 2007-7483.
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nocturna extranjera –parisina, específicamente–, la jarana argentina por
antonomasia encuentra voz en “Milonga” (Buenos Aires, octubre, 1921). El
tratamiento de la diversión bulliciosa y alborotada desde el espacio porteño
denotará metáforas zoológicas, además de amplias connotaciones
sexuales y una visión nostálgica mediante el ritmo apagado de dicha
composición musical. Previo a ahondar en los procedimientos poéticos de
“Milonga”, considero adecuado detenerme un poco para referir la
importancia –y tradición– de esta composición musical y recinto folclórico
de la Argentina.
Como he referido, para la época, la búsqueda de identidad
abarcará los más diversos aspectos. El caso de la milonga, progenitora del
tango, no resulta una excepción. Así, además de manifestar, mediante un
tono melancólico, la cotidianidad de los compadritos, los duelos a cuchillo
y demás elementos inherentes al arrabal porteño en un intento por retratar
parte de la argentinidad, esta composición da parte, también, de la
transformación vivida al saludar “a los primeros tranvías y a las primeras
calles empedradas del arrabal” (Borges 102). La genealogía milonguera,
rastreada en un sinfín de ocasiones por estudiosos tales como Rodolfo
Sente, Miguel A. Camino, Juan de Dios Filiberto y el mismo Borges, por
referir algunos, da muestra de la transformación aldea-urbe cosmopolita.
En cuanto a aspectos más puntuales, Filiberto divide a la milonga en tres
grupos:
1º, la milonga agreste, que es la de pulpería (la de Martín
Fierro con el negro); 2º, la milonga compadrona que es la
entrerriana, peladora y buscapleitos, y 3º, la milonga
porteña, que es la milonga mía, del dolor y del trabajo; la
milonga de la necesidad, de la fatiga, del obrero que trabaja
todo el día y que, de noche, le limpia la cara roñosa a las
peñas, cantándole a la novia todas las angustias de ese
perro flaco que se llama Destino (Borges 118-19).
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Con base en lo anterior considero que el poema de Girondo posee
elementos de las diversidades previas y, además, como peculiaridad del
poeta martinfierrista, la composición milonguera experimenta un giro al
grado de resultar “festiva”, “jocosa”. En ese sentido, la nostalgia, presente
desde el paratexto, profundiza en las “botellas decapitadas de ‘champagne’
con corbatas blancas de payaso” (Girondo 65) como primera imagen
poética. Dicho sentimiento, al ritmo del bandoneón –emblemático
instrumento para la composición argentina en cuestión– presenta al lector
“una adjetivación cuyo conjunto señala un predominio evidente de los
valores negativos” (Pío del Corro 31). No obstante (aquí el giro poético), la
tarjeta postal no decanta en lo elegíaco, como sugeriría la tradición
milonguera, a causa del empleo de la metáfora zoológica. En ese sentido,
la descripción deslinda la melancolía debido a la inclusión del reflejo
cosificador en los baldes de níquel y la sexualidad salvaje. Además de las
cocottes, machos y hembras realizan el baile ritual de seducción ya
anunciado por el canto “con esperezos de gusano baboso” (Girondo 65),
primera traslación zoológica capaz de “imanta[r] los pezones, los pubis y la
punta de los zapatos” (Girondo 65).
En esta ocasión, posterior al mapeo ambiental, la mirada del yo
lírico centrará su atención en los ejecutantes ya erotizados por el
bandoneón, situación a su vez hiperbolizada por el lenguaje zoológico.
Además, dichas estrofas (tercera y cuarta) presentan un microespacio
dentro de la milonga, el núcleo de la misma. En ese sentido, no resulta
gratuita la tensión –semántica y metafórica– entre machos y hembras. En
el caso de los primeros, “Machos que se quiebran en un corte ritual, la
cabeza hundida entre los hombros, la jeta hinchada de palabras soeces”
(Girondo 65) simula, en alusión al salvajismo, una actitud física de
seducción y la lascivia a punto de ebullir que, por el uso de jeta como
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coloquialismo para cara o boca, incrementa lo primitivo. Las segundas, por
otro lado y ante la seducción del macho, cuales hembras, poseen “ancas
nerviosas, un poquitito de espuma en las axilas, y los ojos demasiado
aceitados” (Girondo 65) en alusión a la excitación femenina. De igual
manera, la traslación zoológica-salvaje representa el procedimiento poético
que, junto a las descripciones hiperbolizadas ya referidas, centrarán la
atención del yo y el lector.12 Destaca, también, la tensión entre elementos
dispares desde el plano semántico: milonga, bandoneón, champagne y
cocottes, principalmente, los cuales dan cuenta de la realidad cultural de la
época; es decir, la identidad poética lindando entre lo propio y lo extranjero.
En abrupta interrupción al ritual milonguero, la locución adverbial
de la quinta estrofa acarrea “un fracaso de cristales” (Girondo 65), la
animalización de las mesas y la ruptura del reflejo cosificador inicial, del
cual destaca la suerte de mise en abyme “se derrumba con las columnas y
la gente que tenía dentro” (Girondo 65). Como señala Borges, “a la
motivación erótica, o meretricia, que todos hemos reconocido en el tango
[milonga, en este caso, se] añade una motivación belicosa, de pelea feliz,
de visteo” (104). Tal situación se hiperboliza por la concatenación adverbial
“De pronto […] mientras entre un oleaje de brazos y de espaldas estallan
las trompadas” (Girondo 65), propiciando la plena ruptura con la
esperezada danza previa. Finalmente, parafraseando el procedimiento de
cierre, “Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta” (Girondo
65) retoma la calma y aleja al yo y al lector del boliche argentino.
Hasta el momento, he señalado aquellos elementos que, en el
marco de la ciudad moderna, el sensualismo/sexo/erotismo y la juerga
noctámbula, contrastan por sus posibles connotaciones de reivindicación
argentina-latinoamericana y por algunos rasgos cosmopolitas. Si bien
12Cabe
señalar el contraste zoológico en comparación con el uso de perro de “Croquis Sevillano” y la cercanía
de este procedimiento, debido a la adjetivación negativa a manera de crítica de lo propio, con “Pedestre”.
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dicha labor prenuncia la ambigüedad como resultado, existen poemas de
indudable cercanía a lo propio del yo lírico, como resulta el caso de
“Exvoto” y “Milonga”, por referir algunos de los previamente glosados.
Además, dichos poemas, debido al efecto estético paratextual,13 es decir,
a causa de la modificación de recuerdos y expectativas, propiciarán que el
lector perciba al poeta de recia figura gaucha, como señala Mariátegui
(106). Ahora, en el caso de las situaciones noctámbulas, más allá de la
juerga, ciertos espacios comparten la nostalgia del yo mediante
procedimientos que, con base en la oposición geográfica de los textos,
permiten la lectura de los guiños culturales referidos, de la crítica a lo
propio. Por tal motivo y gracias al paralelismo formal, los “nocturnos”
resultan un fértil terreno para tal glosa.
NOCTURNOS
Fechado en Buenos Aires, noviembre de 1921, “Nocturno” critica
mediante elementos tales como el aullido de los gatos en celo, papeles que
se arrastran en los patios vacíos, muebles viejos [que en la hora de
oscuridad] aprovechan para sacarse las mentiras y cañerías de gritos
estrangulados, entre otros.
En sutil diferencia respecto a “Otro nocturno”, el sujeto de la acción
de este texto manifiesta una preocupación por los objetos que le rodean,
de ahí la cercanía, lo propio: “A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la
electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos
avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones”
(Girondo 59). Como puede constatarse, el arraigo es tenue; sin embargo,
se identifica mediante los pronombres personales de la última afirmación.
Además, el deseo y la preocupación del yo lírico, como el procedimiento
13Fenómeno
ya perfilado en mi trabajo “Hacia un perfil del lector de los Veinte poemas para ser leídos en el
tranvía (1925)”, publicado en el número previo de esta revista.
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discursivo de la “Carta a ‘La Púa’”, busca la colectividad (quisiéramos). Por
otro lado, existe amplia similitud, más allá de la forma, en ambos textos. Un
ejemplo de ello radica en la inclusión, a través de la primera persona del
plural. En “Nocturno”, tal fenómeno es gradual. En principio, el yo lírico se
dirige al lector: “¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y
cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los patios vacíos?”
(Girondo 59). Acto seguido, el dativo propicia ambigüedad en cuanto al
ejecutante de la acción; empero, al desenlace del texto, el nosotros se torna
concreto y explícito, se comparte la desolación: “Noches en las que
desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo […] ¡Silencio! –grillo
afónico que nos mete en el oído–.” (Girondo 59). De esa manera, los textos
que poetizan sobre lo argentino representan un conjunto de significantes
especiales para referirse a lo propio, junto a “una adjetivación cuyo
conjunto señala un predominio evidente de los valores negativos” (Pío del
Corro 31); mismo que en el caso del yo lírico maravillado por las ciudades
ajenas resulta completamente distinto.
Con base en lo anterior y en cuanto al tratamiento de “Otro
nocturno”, París, julio de 1921, el conjunto de significantes se manifestará
mediante elementos como “La luna […] esfera luminosa del reloj de un
edificio público. ¡Faroles enfermos de ictericia! ¡Faroles con gorras de
‘apache’” (Girondo 77) junto al “¡Canto humilde y humillado de los
mingitorios cansados de cantar!” (Girondo 77). Si bien en el texto parisino
existe, cual en “Nocturno”, desolación, éste encuentra belleza en
elementos desagradables, como los mingitorios cansados de cantar,
reivindicación del feísmo ya trabajada por la crítica girondana. Además,
aunque lo desagradable existe en el nocturno bonaerense (telaraña de
alambres, papeles que se arrastran, patios vacíos, muebles viejos que se
sacan las mentiras, cañerías de gritos estrangulados) e incluso la
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reivindicación feísta se explicita (“¡Cantar de las canillas mal cerradas!”
[Girondo 59]), en el poema parisino, no existe identificación con el ambiente
por parte del yo lírico ni por el lector incluido, lo cual en “Nocturno” arraiga
mediante los procedimientos gramaticales ya referidos. Por otro lado, el
sema “apache”, entrecomillado en el texto, propicia el desapego mediante
los barbarismos que, como he señalado, resultan una constante tanto en
la poetización americana, como en la europea. No obstante, la función de
las voces extranjeras dentro del contexto de cada poema resultará, por la
acción “desmitificante de los lugares de dónde provienen esos términos”
(Rizzo Vast 38), en lecturas de arraigo nacional o de asombro ante lo ajeno.
He señalado que, a pesar del paralelismo formal, los nocturnos
poseen sutiles diferencias. En el caso del poema en cuestión, opuesto al
texto porteño, el sujeto de la acción manifiesta una preocupación respecto
de los objetos que le rodean: “Noches en las que nos disimulamos bajo la
sombra de los árboles, de miedo de que las casas se despierten de pronto
y nos vean pasar” (Girondo 77). En síntesis, si por una parte ambos
poemas expresan desolación, por otra, cada uno construye un ambiente
que, debido al conjunto de significantes empleados, así como el tono y
modo de la enunciación, devendrá en cosmopolitismo o arraigo de lo propio
al momento de la recepción.
ESPACIOS URBANOS
A pesar de haber abordado el tratamiento poético de algunas ciudades
modernas de VP previamente, existen dos poemas de relevancia mayor,
“Plaza” y “Apunte callejero”, debido a su capacidad sintetizadora de la
transformación aldea-urbe vivida en la Argentina —“la realidad externa con
sus efectos sobre el mundo interno de Girondo” (Rizzo Vast 13)— desde
dos perspectivas principales: la pugna entre naturaleza y modernidad
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urbana, y la crisis del yo lírico –al grado del suicidio entre las ruedas de un
tranvía– debido al desbordado crecimiento cosmopolita.
En el paisaje de “Plaza”, emulando un refugio, “Los árboles filtran
un ruido de ciudad” (Girondo 82), mismo que prima hasta la primera mitad
del poema. Como constante estilística del poemario, los objetos y las
acciones se constituyen mediante otros, es decir, existe una especie de
cosificación concatenada. Así, los caminos, primer objeto, “que se enrojecen al abrazar la rechonchez de los parterres [segundo objeto]” (Girondo
82), los “idilios [que] explican cualquiera negligencia culinaria” (Girondo 82)
y los “hombres anestesiados de sol” (Girondo 82), representan lo bucólico
bonaerense. No obstante, “la vida aquí es urbana y es simple” (Girondo 82)
anticipa la interrupción adverbial de “Sólo la complican:” (Girondo 82). A
partir de tal escisión poética, la urbanidad, representada en los más
variados personajes, desplazará a la naturaleza previa.14 Ante esto cabe
detenerse en el señalamiento de Pío del Corro, quien observa que:
la sociedad de su tiempo [de Girondo] es proyectada
literariamente como un complejo de significantes de
contrapuesta axiología: los valores negativos son
expresados de modo directo y dominante, mientras los
valores positivos responden a una doble modalidad de
atribución: una, oblicua, sesgada irónicamente; y otra,
también directa como aquélla, pero exaltativa de una pura
vitalidad. El conjunto [los VP], como vemos, resulta signado
por la ausencia total de idealizaciones; y esto a tal punto que
sólo podríamos señalar dos casos netos de interferencia
idealizadora: el de una “vida urbana y simple” –referencia a
cierto reducto de la Naturaleza– y el de “un país mejor” —
―escueta y parca prospección emocional a un avance en la
Cultura (32).
14Con
base en la consideración de Jorge Schwartz al diálogo plástico-literario en VP, considero pertinente
señalar la curiosa coincidencia, deliberada o no, de la distribución editorial del poema en las Obras Completas.
En una página (82), junto a la imagen que sitúa al idilio como primer plano rodeado de vegetación, se presentan
los elementos naturales, la cual concluye en la interrupción adverbial. En página opuesta (83) y en ausencia de
ilustración, surgen los elementos urbanos. ¿Contraste literario, hiperbolizado por el plástico y el editorial?
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Destaca, además, que los individuos de “Plaza” se presenten
mediante lo grotesco, la caricaturización: “hombres con bigotes de muñeco
de cera […] el guardián con su bomba, que es un ‘Manneken-Pis’15 […] una
señora que hace gestos de semáforo al vigilante” (Girondo 83) con la
probable intención de la crítica a lo propio, misma que he aludido en
diversos textos de igual procedencia geográfica.
El enfrentamiento hasta ahora referido, más allá de las disputas
geográficas y culturales, repercutirá en la interioridad del yo. En ese
sentido, el entorno concatenado en la primera estrofa de “Apunte callejero”
–una familia gris, senos (que a diferencia de los de “Café-concierto” son
bizcos) en búsqueda de sonrisas, automóviles capaces de quitar el color
de las hojas y aquella persona que se crucifica al abrir la ventana–
contamina al sujeto lírico al grado de que éste se perciba “tan lleno que
[tiene] medio de estallar…” (Girondo 63). Acto seguido, en la segunda
estrofa, el monólogo interior manifiesta el estado de modernidad, la
perdición del individuo dentro de un mundo que no le es propio, junto a la
necesidad de un asidero físico para re-encontrarse:
Pienso
en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los
transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan
lleno que tengo miedo de estallar… Necesitaría dejar algún
lastre sobre la vereda… (Girondo 63).
Incluyo a este “Apunte callejero” en los poemas inherentes al
contexto bonaerense debido a la presencia de elementos inherentes al
crecimiento cosmopolita de la época: familia gris, quioscos, faroles, ruido
de automóviles y el mismísimo tranvía. Junto a esto, no debe olvidarse la
15El
empleo, dentro del ambiente bonaerense, del “niño que mea” resulta relevante debido al referente europeo.
Dicha escultura, además del gran atractivo turístico, simboliza, vox populi, el espíritu de independencia de los
habitantes de Bruselas. El uso girondano, pienso, además de lo grotesco y la caricaturización, manifiesta el
espíritu naïf del turista quien, en busca de su identidad, parte de la otredad, el referente europeo.
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mirada indiferente, señalada por Camurati como condición del Buenos
Aires moderno. Tal actitud se hiperboliza, similar a lo ocurrido con las
sombras de “Pedestre”, mediante el desprendimiento y el suicidio
metafórico en aras del transporte moderno: “Al llegar a una esquina, mi
sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un
tranvía” (Girondo 63), evidencia del hartazgo –crítica de lo propio–
experimentado por el yo lírico.
SACRO
Detrás de esa máscara humorística girondana subyace un juicio crítico
profundo (Rizzo Vast 53) que, como he señalado hasta ahora, permite
cierta cercanía en el caso especial de lo argentino. Fuera de dicha
geografía, “la poesía de Girondo […] pone en una licuadora desacralizante
el paisaje mundial con el paisaje latinoamericano” (Rizzo Vast 48)
permitiendo, por el arraigo hasta ahora ejemplificado en algunos de los VP,
lugares para la incipiente expresión artística latinoamericana. Uno de los
rasgos culturales empleados por Girondo para abrir dichos espacios es la
confrontación y la burla a lo sacro.
En antesala al núcleo temático y espacial religioso, el atrio de
“Sevillano” presenta “una reunión de ciegos auténticos, hasta con placa,
una jauría de chicuelos, que ladra por una perra” (Girondo 87). Este humor,
a diferencia del empleado en los poemas argentinos, resulta peculiar
debido al empleo jocoso, y no grotesco o feísta, de la hipérbole; por
ejemplo, la placa que autentifica la ceguera, junto a la metáfora sobre
metáfora lexicalizada (el juego semántico de perra). En gradación espacial
hacia lo interior, la mirada del yo lírico humaniza la Iglesia, refrigerada “para
que no se le derritan los ojos y los brazos… de los exvotos” (Girondo 87).
Posterior al contexto sevillano religioso, la burla se torna concreta: ahora
las vírgenes, humanizadas, expresan su dolor mediante lágrimas de rubí y
corazones alfileteros, típicas metáforas girondanas que refuerzan las
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prosopopeyas previas. En adhesión, el salvajismo zoológico como símil al
ritual religioso (“Al persignarse revive en una vieja un ancestral orangután”
(Girondo 87), junto a la sinestesia “un cencerro de llaves impregna la
penumbra de un pesado olor a sacristía” (Girondo 87), dirigen al yo y al
lector hacia una paráfrasis intratextual de los procedimientos de textos
argentinos; no obstante, en el espacio español el divertimento posee mayor
jocosidad y menor juicio crítico negativo. Para esclarecer esto, a diferencia
del humor incisivo a manera de crítica de lo propio, señalo, con base en De
Nóbile, como blanco al empleado en los poemas sobre lo extranjero. En
ese sentido, entre los rasgos de este humor “se presienten la ternura y la
complicidad simpática entre el autor y el mundo. Pero se superan ciertos
mecanismos afectivos. Ni enternecimiento ni perturbación anímica frente al
mundo ajeno […] Si está implícita una crítica, ésta no es negativa; pretende
sólo corregir, a través de la propia caricatura, los rasgos más imperfectos”
(De Nóbile 35-36).
Finalmente, la constante interrupción adverbial “Y mientras”
acarrea la mirada del yo espectador hacia el altar mayor, en donde la
sexualidad exacerbada, a manera de agresión cultural, “licúa el sexo [de
las mujeres] contemplando un crucifijo que sangra por sus sesenta y seis
costillas” (Girondo 87). Debido a la aparición de chewing gum, cabe señalar
su cualidad desmitificante del lugar de dónde proviene (Rizzo Vast 38); en
ese sentido, este barbarismo expresa “una crítica al estereotipo de la
mecanicidad industrial anglosajona” (Rizzo Vast 38). Además, como
constante estilística de los VP, tales “vocablos extranjeros en el contexto
de una realidad dudosa, falseada, contienen críticas de estereotipos
culturales europeos como, por ejemplo, el romanticismo inglés, la
sensualidad italiana o la frialdad alemana” (Rizzo Vast 39).
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Como he comentado, VP resulta germinal para diversos
procedimientos y temas girondanos. En el caso religioso, el tratamiento
satírico de lo sacro dentro de los poemas fechados en el territorio español,
y europeo en general, anuncia “Semana Santa”, texto incluido en
Calcomanías. En ese sentido, “Verona” (Verona, julio de 1921) ofrece,
intercalado con la celebración social, “el adulterio de María con la Paloma
Sacra” (Girondo 88) como ritual mariano. A diferencia del poema previo,
las alusiones a lo sagrado dentro de éste son menores: en mixtura con la
“lluvia pulverizada [que] lustra ‘La Plaza de las Verduras’ [y] una multitud
espesa [que] amasa su desilusión” (Girondo 88) la virgen, igualmente
humanizada, se vuelve objeto de burla. Ahora el ataque jocoso se realiza
mediante la metáfora menstrual: “sentada en una fuente, como sobre un
‘bidé’, derrama un agua enrojecida por las bombitas de luz eléctrica que le
han puesto en los pies” (Girondo 88). Destaca, aunado a lo anterior, el eco
futurista de las bombillas eléctricas –al igual que los automóviles de
“Biarritz”– a manera de fuente vanguardista.
He señalado la intercalación como recurso poético. La razón de
ello radica en el orden de los elementos dentro del poema: presentación
satírica de la virgen (primera estrofa), arcadas humanizadas, junto a la
banda que –en metáfora zoológica– gruñe un tiempo de vals para la
multitud desilusionada (segunda estrofa); nuevamente la virgen,
humanizada, menstrual (tercera estrofa) y, finalmente, el jolgorio
fragmentado “¡Guitarras! ¡Mandolinas! ¡Balcones sin escalas y sin
Julietas!” (Girondo 88) en clara alusión intertextual. Desde mi perspectiva,
debido al uso del vaivén (secuencia) como procedimiento poético, la
locución adverbial resulta innecesaria; empero, en apego a la interrupción,
la vista del yo lírico espectador se aleja hacia “El cielo, verdoso, un poco
sucio, [el cual] es del mismo color que el uniforme de los soldados”
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(Girondo 88) en donde la adjetivación y el símil militar, por probable
connotación negativa, predisponen al juicio crítico.
Una nueva perspectiva respecto a lo religioso radica en la
hipérbole satírica de la falsa modestia; “Lago mayor” (Pallanza, abril, 1922)
da cuenta de ello. Desde el comienzo, el yo lírico incluye al lector en su
aventura viajera: “Al pedir el boleto hay que ‘impostar’ la voz” (Girondo 84);
además, la secuencia presenta salones artesonados, alcobas con lechos
de topacio, jardines con pavos reales, entre otros elementos de clara
riqueza material. Dicho procedimiento se logra debido al empleo de la
antepífora Humilitas entre cada descripción que, indudablemente, explicita
la sátira hacia la nobleza e, incluso, hacia algunos temas modernistas.
Basten, para muestra de lo anterior, las siguientes oposiciones entre
captatio benevolentiae y riquezas materiales y naturales, respectivamente:
Alcobas con lechos de topacio que exigen que quien se
acueste en ellos se ponga por lo menos una ‘aigrette’ de ave
de paraíso en el trasero.
“HUMILITAS”
Jardines que se derraman en el lago en una cascada de
terrazas, y donde los pavos reales abren sus blancas
sombrillas de encaje, para taparse el sol o barren, con sus
escobas incrustadas de zafiros y de rubíes, los caminos
ensangrentados de amapolas.
“HUMILITAS”
(Girondo 85).
En contraste con la oposición naturaleza-urbe de “Plaza”, en el poema en
cuestión, debido a la primacía del humor y la convivencia espacial, el
antagonismo se desdibuja. Es el refinamiento de la nobleza –su falsa
modestia– lo que se pone en jaque y no la pugna o la desesperación del
yo a causa del crecimiento urbano (“Apunte callejero”), con lo cual –desde
una perspectiva personal– no existe ninguna cercanía o arraigo, a
diferencia del yo lírico que manifiesta sus impresiones del espacio
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argentino, por ejemplo. Aquí, en “Lago mayor”, el turista naïf se burla de la
atracción, es decir, a pesar de la crítica jocosa hacia lo europeo y la
burguesía, no va más allá de los juguetones apuntes de viajero
cosmopolita, de la tarjeta postal aludida intratextualmente en “Venecia”.
PUERTOS
“Se respira una brisa de tarjeta postal” (Girondo 66), primera metáfora
sinestésica de “Venecia” (Venecia, julio, 1921), explicita el procedimiento
esencial de los VP: la tarjeta postal impregnada –palabras de Beatriz de
Nóbile– de cubismo literario por “el empleo del tiempo presente para unir
las categorías del tiempo pasado-presente en una sola. Esto se asimila a
la supresión de la perspectiva en la pintura. […] la yuxtaposición de líneas
sin ningún lazo lógico entre ellas. Técnica del collage y de los papeles
plegados” (24). Con base en los paratextos (títulos y fechas) y en el
tratamiento poético, además de una premeditada arbitrariedad en función
de mi interés, encuentro dos vertientes en los textos portuarios: a)puertos
de carnaval y b)puertos cosmopolitas. De esa manera, “Río de Janeiro”,
“Fiesta en Dakar” y “Corso”, corresponden a los primeros; mientras que
“Paisaje Bretón”, “Chioggia” y “Croquis en la arena”, a los segundos. Como
podrá notarse, excluyo de esta glosa a “Venecia” debido a que, a pesar de
su indudable belleza y valor literarios, no aporta más para los fines de este
análisis que la fragmentación, el deslumbramiento del yo lírico espectador
frente a la maravilla de lo ajeno, el humor mediante el grotesco y los
barbarismos, principalmente; procedimientos ya analizados. Además, en el
acápite Ciudades modernas he aludido a los elementos representativos de
dicho texto que, debido a su amplia diversidad temática, corresponde
también al presente apartado.
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PUERTOS DE CARNAVAL
Si se concibe lo extranjero como posibilitador de la libertad, el carnaval
brasilero, africano… resulta, para el yo lírico cosmopolita de los VP, la
libertad idónea. Si bien Jorge Schwartz contempla en Vanguardia y
cosmopolitismo… dicho tema en función de a)espacio y tiempo del
carnaval, b)ruptura con la tradición, c)inversiones carnavalescas y
d)función social del carnaval, la perspectiva de mi enfoque pretende
ahondar en las diferencias de tratamiento poético con base en la diversidad
geográfica, relajando un tanto el sentido bajtiniano y concibiendo al
carnaval en función de comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos. En
ese sentido, “Río de Janeiro” (Río de Janeiro, noviembre, 1920) provee, a
través del referente concreto del Pan de azúcar, entre otros elementos, un
carnaval urbano.
Con base en lo previo, la doble reificación inicial de la ciudad, junto
a las caravanas de montañas, funde la pugna naturaleza-urbe de los
espacios argentinos en un sutil regocijo brasilero: la bahía inunda la ciudad
y viceversa. El baile, en cuanto a procedimientos poéticos, inicia con el
bandinho realizando acrobacias en “su alambre carril, [y] que perderá el
equilibrio por no usar una sombrilla de papel” (Girondo 61) y continúa con
“los edificios [que] saltan unos encima de otros” (Girondo 62). En cuanto al
recurso circense, poemas como “Croquis en la arena”, del cual hablaré en
breve, le emplearán como connotación de crítica a lo propio; sin embargo,
en el caso en cuestión no existe mayor profundidad que la del humor
blanco, como señala De Nóbile. Gradualmente, la imagen carnavalesca se
hiperboliza en cuanto a movimiento y jocosidad por diversas
prosopopeyas. Destacan: palmeras que dan un golpe de plumero en la
azotea, viejos árboles pederastas, otros viejos árboles, “paidófagos” y
frutas hiperbolizadas que, al caer, “hacen un buraco enorme en la vereda”
(Girondo 62) junto al empleo inverso del tropo (humanización-cosificación):
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negros con cutis de tabaco, palmas de coral y sonrisas de sandía.
Nuevamente, la locución adverbial resulta el cierre por antonomasia: “Sólo”
aleja la mirada del yo lírico espectador, no sin antes desbordar un café “que
perfuma todo un barrio de la ciudad durante diez minutos” (Girondo 62).
Una segunda postal-carnaval, “Fiesta en Dakar”, a la cual ya he
aludido, emplea también la negritud como elemento ambiental. Destaca,
en ese recurso, la oposición explícita entre europeos y negros, bajo la
audacia del humor girondano: “Europeos que usan una escupidera en la
cabeza. / Negros estilizados con ademanes de sultán” (Girondo 71); no
obstante y como referí previamente, desacuerdo con la posible lectura
misógina a la metáfora mujeres negras dadoras de leche chocolatada.
Ahora el bullicio se manifiesta en metáforas de alto colorido: “Negras
vestidas de papagayo, con sus crías en uno de los pliegues de la falda.
Palmeras, que de noche se estiran para sacarle a las estrellas el polvo que
se les ha entrado en la pupila” (Girondo 71), además de la taza de
chocolate, producto del batido a las mujeres, cohetes y cañonazos. De esto
último resulta relevante el empleo del tiempo futuro (“¡Habrá cohetes!
¡Cañonazos!” [Girondo 71]) como posible extensión de la actitud
carnavalesca, misma que, mediante el color, encuentra máxima hipérbole
–gráfica y metafórica– en la interrupción final: “¡ILUMINACIÓN!” (Girondo
71).
“Corso” (Mar del Plata, febrero, 1921), último poema de los que
considero dentro de puertos carnavalescos, retoma el uso del verso, al
menos gráficamente. En este poema, de no ser por la referencia
paratextual, ¿a quién “la banda de música le chasquea el lomo”? (Girondo
74) carece de respuesta concreta. No obstante, el sujeto, en tal caso,
experimenta tres metamorfosis: en un inicio, “corso”, con base en el título
del poema, funge como ente de la acción. No es sino hasta el décimo verso
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“donde las gentes” (Girondo 74) da paso a lo humano; en tercer lugar,
interrumpido por la locución adverbial “mientras”, “las chicas /[quienes] se
sacan los senos de las batas” (Girondo 74) resultan ahora el protagonista
poético. Considero que esta ambigüedad, en función de lo jocoso,
contribuye a los efectos del carnaval rioplatense, de aquél “olor a pomo y
a sudor” (Girondo 74), dentro y fuera del poema, mismo que incrementa
por medio de la anáfora:
y su voz falsa
y sus adioses de naufragio
y su cabellera desgreñada de largas tiras de papel
(Girondo 74).
Cabe señalar el sutil tono crítico con el que el yo lírico presenta a
los actuantes, a este “desfile de comparsas y de máscaras, semialdeano
en el gusto y modesto en las proporciones, sin otra nota de color local que
la de ‘tal o cual bachicha disfrazado de turco o de marqués’, y las bandas
de negros ‘con sus caritas tiznadas, sus casaquitas celestes… sus
tamboritos, matraquitas y camanillitas’” (Prieto 149). Por otro lado, aquellas
chicas quienes “se sacan los senos de las batas / para arrojárselos a las
comparsas” (Girondo 74) realizan tal acción en “su cansancio de querer ser
feliz” (Girondo 74), imagen poética que hiperboliza al grado de apenas
tener “fuerzas para llegar / a la altura de las bombas de luz eléctrica”
(Girondo 74). Además, con base en el explosivo crecimiento de la época,
cabe señalar que el corso “se manifestó [en Buenos Aires, principalmente]
en coincidencia cronológica con la aparición de los ‘centros criollos’ y para
responder, eventualmente, a la misma urgencia de controlar o de exorcizar,
en su momento más crítico, las tensiones originadas por el proceso de
modernización” (Prieto 149), lo cual, junto a los recursos de presentación
referidos previamente, sostiene mi postura respecto a la crítica de lo propio.
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Por otro lado, en cuanto a lo portuario cosmopolita, la cercanía del yo lírico
provocará la necesidad de gritar “¡basta! como en el circo” (Girondo 58).
PUERTOS COSMOPOLITAS
En apertura de VP, “Paisaje bretón” (Douarnenez, julio, 1920), permite una
concepción general de los procedimientos y temas hasta ahora glosados.
La ciudad, sujeto de la acción, afecta sus componentes: “Douarnenez […]
empantana […] un pedazo de mar, con un olor a sexo que desmaya”
(Girondo 53). Por otro lado, el sexo, la animalización y el humor enriquecen
la descripción vanguardista del puerto de “barcas heridas […] con las alas
plegadas [y] ¡Tabernas que cantan con una voz de orangután!” (Girondo
53). Destaca, además, la inversión lógica: la ebriedad de los marineros no
se explicita a pesar de que éstos “se agarran de los brazos / para aprender
a caminar, / y van a estrellarse […] / en las paredes” (Girondo 54); sin
embargo, son las viejecitas, con sus gorros de dormir, quienes “entran a la
nave / para emborracharse de oraciones” (Girondo 54), imagen
aprovechada para la socarronería hacia lo religioso.
En cuanto al tratamiento erótico, existe, más allá de lo genérico,
cierta polaridad entre lo masculino y lo femenino. Los marineros son
presentados mediante lo risible, embrutecidos, capaces de “estrellarse /
con un envión de ola / en las paredes” (Girondo 54); las mujeres, cuales
ninfas, son “salobres / enyodadas, / de ojos acuáticos, de cabelleras de
alga” (Girondo 54). Si bien la imagen anterior es también satírica, la
feminidad se mimetiza con el ambiente, creando cierta armonía y
congruencia poética en aras de lo bello.
Como señalé, Oliverio Girondo recurre a la intratextualidad en el
desarrollo de toda su obra. A pesar de que las consideraciones siguientes
se alejan del interés de este trabajo, considero que soslayarlas presenta
un panorama para futuras investigaciones. En “Chioggia” (Venecia, julio,
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1921) la paráfrasis se encuentra “a flor de poema”. Destacan, más allá de
la similitud estructural respecto del texto previamente glosado, “muelles
empavesados de camisas” (Girondo 80) así como las locuciones “al
atardecer” e “y de noche” como ecos de “Exvoto”, junto a diversos
procedimientos como la adjetivación humorística, las metáforas verbales y
las interrupciones adverbiales, principalmente. En lo inherente al empleo
de estas últimas, sobresale:
Mientras las mujeres
se gastan las pupilas
tejiendo puntillas de neblina,
desde el lomo de los puentes,
los chicos se zambullen
en la basura del canal
(Girondo 80).
por su uso sincrónico en cuanto a la acción poética descrita, en vez de la
usual interrupción diacrónica, mediante el adverbio. Finalmente, “Chioggia”
resulta, junto a lo hasta ahora señalado, premonitorio. De esa manera,
“¡Marineros con cutis de pasa de higo” (Girondo 80) puede interpretarse
como germinal en cuanto elemento metafórico del primer texto de
Espantapájaros (“No se me importa un pito que las mujeres tenga los senos
como magnolias o como pasas de higo” [Girondo 157]).
“Croquis en la arena” (Mar del Plata, octubre, 1920), mediante una
descripción fragmentaria –característica esencial del cubismo literario de
VP– presenta, a manera de tarjeta postal, “Brazos. Piernas amputadas.
Cuerpos que se reintegran. Cabezas flotantes de caucho” (Girondo 56).
Como es bien sabido, en dicho poema pueden encontrarse elementos tales
como la ascesis verbal, grotesco, humor, sátira, metáforas verbales, entre
otros ya señalados por Beatriz de Nóbile, Patricio Rizzo Vast, Jorge
Schwartz y Marta Scrimaglio.16 No obstante, es la crítica a lo propio lo que
16Para
ahondar en dichas apreciaciones críticas, véase la bibliografía general referida al final de este trabajo.
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ahora me ocupa. Así, en función de tal procedimiento, la mirada del yo lírico
se inyecta de “sirvientas cluecas. Sifones irascibles, con extracto de mar.
Rocas con pechos algosos de marinero y corazones pintados de
esgrimista” (Girondo 56-57). Un elemento clave de la cercanía entre quien
enuncia y aquello respecto a lo que poetiza radica en la inclusión del yo
lírico en el paisaje, quien, irónicamente, rebota en la arena gracias a su
alegría de zapatos de goma. Finalmente –aquí un guiño más a la crítica
mediante el hartazgo– el mar invadirá el espacio, “¡El mar!... ritmo de
divagaciones. ¡El mar! con su baba y con su epilepsia. ¡El mar!... hasta
gritar ¡basta! como en el circo” (Girondo 58). Ante este último símil, gracias
al completo trabajo recopilatorio de Jorge Schwartz, la relación mar-circo
dentro del paisaje de “Croquis en la arena” implica y refuerza la sensación
de fastidio. Me explico: en Oliverio. Nuevo homenaje a Girondo, se incluye
“Circo”, poema no recogido en volumen y situado, por Schwartz, en 1920.
La importancia de ello radica en que dicho texto explica el símil de “Croquis
en la arena”. Sirva la transcripción de dicho poema para esclarecer mi
afirmación:
Las estrellas,
sin trapecio,
sin red,
sin una póliza de seguro entre los senos,
y la luna
–97 kilos en la balanza de una botica de Saturno–
que ha dejado caer
su vestido de lentejuelas
–único recuerdo de su vida de “music-hall”–
sobre la pista,
donde el mar,
entre tumbos de excéntrico,
enrolla y desenrolla su tapiz.
El programa de siempre:
Pantomima de amor.
Escena trágico-cómica alrededor de un pan
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–y para terminar–,
fantasía macabra por los espectadores y
la “troupe”.
La carpa,
coincide tan bien con el horizonte,
que todos considéranse el eje
en torno al cual se desarrolla el espectáculo,
y se sienten verdaderamente satisfechos
al leer un letrero:
Mañana se repite la función.
(Schwartz, Oliverio. Nuevo homenaje… 39).
Mediante tales versos, la sensación de circularidad, así como la
pantomima de amor y la irónica satisfacción por la repetición eterna, cual
Sísifo, explicitan el cansancio del yo lírico, respecto tanto del suceso como
de los espectadores y la “troupe”. La adjetivación de macabra, junto a la
burla al egocentrismo (“todos considéranse el eje en torno al cual se
desarrolla el espectáculo” [Schwartz 39]) no dejan lugar a dudas que este
circo responde a una visión sarcástica universal del mundo, de la vida. Por
tanto, en el símil en cuestión, una posible lectura de los elementos en la
playa de Mar del Plata, circo al que se adhiere el yo, se encuentra en el
tedio respecto de los elementos circundantes, el paisaje mismo, los
fotógrafos, los cuerpos, el mar… hasta gritar ¡basta!, con lo cual, la crítica
de lo propio resulta aún más patente.
La poesía, como señala Enrique Molina, “no puede ‘explicarse’
dada la inmanencia con que usa el lenguaje. Sólo es posible exponer el
sentido de un poema, según la sensibilidad del lector” (14). De esa manera,
las presentes glosas han pretendido manifestar aquellos elementos que,
como referí y analicé en el primer capítulo, pudieron encauzar la lectura
hacia una reivindicación de la identidad cultural, el germen de una
conciencia literaria “nacional”, con la crítica de lo propio como principal
procedimiento; es decir, desentrañar la sensibilidad de lectores tales como
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Mariátegui, Méndez y De Torre, así como todos aquellos influidos por la
paratextualidad de la “Carta a ‘La Púa’” y el “Manifiesto ‘Martín Fierro’”. En
ese sentido, resulta claro que el yo lírico de VP, si no procedimientos
específicos, posee una predilección por cómo referirse a “lo propio”: el
hartazgo, el estallamiento por el exacerbado crecimiento urbano, la pugna
naturaleza-urbe, entre otros, además de ciertos guiños semánticos. Lo
anterior, en el caso europeo resulta más una burla juguetona que “crítica
objetiva”. Además, la importancia de considerar tales cuestiones permite la
plena comprensión de futuras disputas, como resulta el caso de la polémica
del “Meridiano Intelectual” (1927), ya vislumbrada por Girondo en este
“tijeretazo a todo cordón umbilical” pretendido en VP.
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