Poder Judicial de la Nación |///nos Aires, 25 de julio de 2008. Autos y vistos Para resolver en la presente causa nro. 14.216/03 caratulada “Suárez Mason Carl os y otros sobre pri vación ilegal de la l ibertad...” del registro de este J uzgado Nacional en lo Cri minal y Correccional Federal nro. 3, Secretaría nro. 6 –con extensión a los hechos que son objeto de investigación en causas n ro. 2637/04 y 11.758/08 de esta misma sede- y sobre la situaci ón procesal del ex Teniente General del Ejército Argentino Jorge Rafael Videla, de nacionalidad argentina, nacido el 2 de agosto de 1925 en la ci udad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, con DNI n ro. 4.765.426, de profesi ón ex oficial del Ejército Argentino, hijo de María Olga Redondo y Rafael Eugenio Videla –ambos fallecidos-, estado civil casado, y domiciliado en Av. Cabildo 639, piso 5to, departamento A de la ciudad de Buenos Aires, donde cumple arresto domiciliario; y Considerando Aclaración preliminar e introducci ón a los hechos materia de investigación En la presente resoluci ón se observará que los acápites referi dos a las si guientes temáticas: “Génesis del Plan Clandestino de Represi ón”; b) “Los centros clandestinos de detención durante la dictadura militar”; y c) “La valoraci ón de la prueba frente a hechos delictivos concebidos con previsión de impunidad”; resultan, en al gunas de sus consideraciones fun damentales, similares a lo desarrollado en oportunidad de dictar otras resol uciones en el marco de la presente causa, y de aquellas conexas, entre las que se encuentran la resoluci ón que dio tratamiento a los centros clandestinos de detención “Atlét ico”, “Banco” y “Olimpo” (cfr. fs. 22.662/23.067); como asimismo al centro clandestino de detención y tortura “Vesubio” (fs. 29021/ 324), como aq uella q ue di o tratamiento a lo aconteci do en el centro cl andestino “Hospital Posadas” (causa nro. 11.758/ 6, fs. 1683/2004); y al den ominado “Automotores Orletti” (causa nro. 2637/04, fs. 2820/3065). En el presente auto de mérito se evaluará la responsabili dad del ex P residente de Facto y ex Teniente General del Ejército, Jorge Rafael Videla, a q uien se l e imputan por un lado, los hechos que ya f ueran tenidos por acredi tados en el marco de estas actuaciones como cometidos bajo la órbita del Pri mer Cuerpo del Ejército, como asimi smo otros que habrán de tratarse en el presente resolutori o; todos ellos correspondi entes al período en el cual el nombrado se desempeñó como Comandante en Jefe del 1 Ejército Argentino, es deci r, entre el 24 de marzo de 1976 y el 31 de julio de 1978 (según su legajo personal del Ejército Argentino) . En consecuencia, habrá tambi én de reproduci rse en esta resoluci ón lo reseñado en cuanto a la existencia, f uncionamiento, características y demás circunstancias analizadas relativas a los centros clandestinos de detención y tortura que han sido ya objeto de investigaci ón por este tribunal; como asimismo lo relativo a las descripciones que, en el marco de las respectivas resol uciones, se hicieran de l os hechos acontecidos en la Subzona 14 (Provincia de La Pampa) –fs. 16168/289-, como asimismo se reiterará la descri pción ref erente al operativo de intervención militar llevado a cabo en el “Hospital Posadas” –resoluci ón citada ut supra-. Sentado ello, a conti nuación, efectuaré una breve introducción a los hechos materia de investigación, consistente en describi r las acciones desplegadas por la última di ctadura mili tar que permitieron a miembros de las fuerzas armadas y de seguridad (en especial, en lo referente a los casos sub examine, al Ejército Argentino, Servicio Penitenciario Federal, Policía Federal y Gendarmería Nacional), secuestrar, torturar, asesinar, crear centros clandestinos de detenci ón y tortura, con un velo de impunidad y bajo la di recci ón de quienes controlaban -mediante la usurpación del poder- la totalidad de los mecanismos de control del Estado. Durante los años compren didos entre 1976 y 1983 el gobierno de facto impuso un plan sistemático de represión ilegal, l o cual se ha acredi tado en diversas resoluci ones j udiciales, entre las que merece destacarse la sentencia dictada por la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal en la causa nro. 13/84. Uno de los puntos centrales de este pl an estatal de represi ón que conforme veremos a lo largo de la presente resolución estaba contaminado de l as prácticas e i deologías propi as del gobierno nacionalsocialista de Alemania de l as décadas del ‘30 y ‘40 del siglo XXera el secuestro de personas, su traslado a l ugares cl andestinos de detención, su sistemática tortura, y l uego la liberación, la legalización o la muerte. Los centros clandestinos de detención y tortura exi stentes en el país compartían funcionamiento en distintas características lugares secretos, comunes, bajo el en tre ellas, el directo contralor de la autoridad militar responsabl e de dicha zona; y el someti miento de las personas all í al ojadas a prácticas degradantes, tales como la tortura físi ca y psicológica en forma sistemática, el tabicamiento (estar vendado día y noche y aislado del resto de la poblaci ón concentracionaria), l a prohibición 2 Poder Judicial de la Nación absoluta del uso de l a palabra o de la escritura, en fin, de cualquier ti po de comunicaci ón humana; la asignación de una letra y un número en reemplazo del nombre, el alojami ento en pequeñas celdas llamadas “tubos”, la escasa comi da y bebida, y la total perdida de identidad, entre otras. Para dar al menos una visi ón aproximativa de lo q ue significaba la vi da en los centros, resulta ilustrati va la decl aración de un sobreviviente, Mario Villani - publicada en la obra “Nunca Más”-, en la cual se ensayaba un esbozo de tales condiciones: “Debo decir que, desde el momento en que alguien era secuestrado por los grupos de tareas de la dictadura, él o ella era un desaparecido. La secuencia establecida era desaparición-torturamuerte. La mayoría de los desaparecidos transcurríamos día y noche encapuchados, esposados, engrillados y con los ojos vendados, en una celda llamada tubo por lo estrecha. [...] Podíamos también volver a ser torturados en el quirófano y, finalmente, como todos los demás, ser “trasladados”, eufemismo que encubría el verdadero destino, el asesinato. A algunos pocos, por oscuras razones que sólo los represores conocían, se nos dejó con vida”. Al respecto también es útil traer a colación el testimonio de Víctor Hugo Lubián, sobreviviente del centro de detención y tortura “Automotores Orletti” (cfr. causa 2637/04), quien en este contexto, aportó mayores precisi ones en torno a la mecánica de tortura en un sitio de estas características: ”el insulto, los golpes de puño y patadas, los manoseos y el estar continuamente vendado y atado o esposado, es una constante que comienza cuando uno es secuestrado-detenido y se mantiene en todo momento y en todo lugar; cuando se tortura, cuando se está de plantón o tirado en el piso, cuando se es trasladado, siempre. Muchas veces me pregunté acerca del objetivo de ese trato. Existen evidentemente en esas conductas un objetivo premeditado de antemano, el de denigrar, rebajar al detenido obligándolo a soportar cosas que en condiciones normales, provocarían una reacción inm ediata, logrando así una profunda depresión psicológica […] Se crea una relación de dependencia absoluta con esa autoridad anónima y omnipresente, nada es posible hacer por uno mismo, ni lo más elemental, todo se trastoca […] estamos animalizados por completo, sucios, hambrientos, sedientos, golpeados, torturados, esperando morir en cualquier momento; a veces se piensa en ello como la única posibilidad real de salir de allí, pero hasta eso resulta imposible de hacer, t ienen especial cuidado por evitar el suicidio, nos precisan deshechos pero vivos, para torturarnos y así poder arrancar «informaci ón» más fácilmente” (legajo nro. 16 de la CONADEP y fs. 99/111 de causa 42.335 bis, que corre por cuerda a la antes citada). Estas escenas, se repitieron, una y otra vez, en l as declaraciones de los sobrevivientes, variando sólo en mín imos detalles 3 según el centro de detención en el q ue estuvieron secuestrados. Asimismo, la estructura jerárquica de los distintos centros clandestinos de detención y tortura también era similar. La misma, estaba encabezada por un jef e de campo que podía ser un mili tar o un policía; por debajo de ellos, prestaban funciones un grupo de “oficial es” que se ocupaban de interrogar y custodiar a l os detenidos. En los centros, también, actuaban “grupos de tareas” -o tambi én llamados “patotas”- l os cual es eran los encargados, en primer término, del secuestro y traslado al “centro” de l os il egalmente detenidos; a l a vez que el rol de los integrantes de las “patotas” muchas veces se completaba con los interrogatori os y torturas q ue se reali zaban en los centros clandestinos. La pirámide jerárquica concluía con los que integraban las guardias, las cuales eran generalmente rotativas, quienes muchas veces tomaban un rol más activo incluyendo gol pes, torturas, y demás comportamientos cri minales. El gobi erno de facto, para cumpli r estas tareas, se valió de personal de las di sti ntas fuerzas de seguridad; de hecho, con vivían en los centros de detención clandestinos -a los cuales el propio régimen llamaba eufemísticamente ”LRD”, es deci r, lugar de reunión de deteni dos-, policías, militares y penitenci arios, quienes se hal laban siempre bajo l a tutela de la estructura represiva implementada desde el Primer Cuerpo del Ejército, el cual se encontraba en el período comprendido entre el 24 de marzo de 1976 y el 19 de febrero de 1979, a cargo del General de División, Carlos Guillermo Suárez Mason, designado como Comandante del Primer Cuerpo del Ejército, el 13 de enero de 1976. Asimismo, corresponde mencionar a modo de descri pci ón, cómo funcionó la estructura burocrática en el aparato de poder, en el cual el nombrado ostentaba el mando, y al respecto resultan ilustrativas las palabaras de Hannah Arendt, quien en el análisis que reali zó del rol del jerarca nazi Adolf Eichmann en el juicio llevado en su contra, sostuvo: “[a]llí escuchamos las afirmaciones de la defensa, en el sentido de que Eichmann tan sólo era una «ruedecita» en la maquinaria de la Solución Final, así como las afirmaciones de la acusación, que creía haber hallado en Eichmann el verdadero motor de aquella máquina. Por mi parte, a ninguna de las dos teorías di mayor importancia que la q ue les otorgaron los jueces, por cuanto la teoría de la ruedecilla carece de trascendencia jurídica, y, en consecuencia, poco importa determinar la magnitud de la función atribuida a la rueda Ei chmann. El tribunal reconoció, como es lógico, en su sentencia, q ue el delito juzgado únicamente podía 4 Poder Judicial de la Nación ser cometido mediante el empleo de una gigantesca organización burocrática que se sirviera de recursos gubernamentales. Pero en tanto en cuanto l as actividades en cuestión constituían un delito -lo cual, como es lógico, era la premisa indispensable a la cel ebración del juicio- t odas las ruedas de la máquina, por insignificantes que fueran, se transformaban, desde el punto de vista del tribunal, en autores, es decir, en seres humanos. Si el acusado se ampara en el hecho de que no actuó como tal hombre, sino como un funcionario cuyas funciones hubieran podido ser llevadas a cabo por cualquier otra persona, ello equivale a la actitud del delincuente que, amparándose en las estadísticas de criminalidad -que señalan que en tal o cual lugar se cometen tantos o cuantos delitos al día- , declarase que él tan sólo hizo lo que estaba ya estadísticamente previsto, y que tenía carácter meramente accidental el que fuese él quien lo hubiese hecho, y no cualquier otro, por cuanto, a fin de cuentas, alguien tenía que hacerlo” (cfr. Arendt, Hannah: Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, trad. de Carlos Ribalta, Edi torial Lumen, Barcelona, 2000, p. 436). Metodología de investigación en la presente causa Descri ptos de manera suscinta los hechos materi a de investigación, previ amente a la descri pción del contexto en el cual se desarroll aron los mismos, corresponde reiterar que la imputación que en esta instancia recae sobre el ex P residente de Facto y miembro de la J unta Militar, Jorge Rafael Videla, se ci rcunscribe a aq uellos hechos ilíci tos que fueron llevados a cabo dentro del pl an sistemático de represión que tuvo inicio el 24 de marzo de 1976, en la jurisdicción de la Zona I correspondiente al Primer Cuerpo del Ejército, exceptuándose de su tratamiento a aq uell os hechos que f ueron objeto de tratamiento de la causa nro. 13/84 de la Excma. Cámara Naci onal en lo Criminal y Correccional Federal, como asimi smo a aquellos que conforman el objeto procesal de la causa n rol. 44 en trámite ante el J uzgado Federal n ro. 3 de La Plata. Debe asimismo ten erse en cuenta que la metodología de investigación adoptada en la presente causa, ha consi stido en el tratamiento fragmen tario de los diversos casos que conforman el universo de hechos q ue f ueron llevados a cabo en el ámbi to del P rimer Cuerpo del Ejército. Así, di spuesta la reapertura de las actuaciones por parte de la Cámara Federal mediante la acordada 3/2003 –dispuesta en virtud de la sanción de la ley 25.779 que declaró i nsanablemente nulas las leyes de “obediencia debida” y “punto final”- y una vez radicadas las actuaciones ante esta sede, se colocó en situación de detención a aquellas personas respecto de las cuales la Cámara Federal había decretado la prisi ón preventiva 5 rigurosa y que posteriormente habían sido beneficiadas por las disposiciones de las leyes n ulificadas, retrotrayendo de esta forma su situaci ón a la q ue revestían con anteriori dad a la sanción de l as mismas. En atención a ello, fueron detenidos Juan Antonio del Cerro, Héctor Humberto Gamen, Pedro Alberto Durán Sáenz, Athos Reta, Carl os Alberto Reinhart, Néstor Bonifacio Cenizo, Roberto Oscar Fi orucci, Alberto Barda, Hipólito Rafael Mariani, César Mi guel Comes. A su vez, se ordenó la detención de Julio Héctor Simón quien había sido convocado a prestar declaración indagatoria por parte de la Cámara Federal, pero la misma nunca se había materializado toda vez que el nombrado no había podi do ser habi do, y quien a esa fecha se encontraba detenido a di sposici ón del J uzgado n ro. 4 del f uero. Por su parte, en esa misma oportunidad, entendiendo que se encontraba completa la instrucción con relación a las personas anteriormente mencionadas –con excepción de Juli o Héctor Si món- y respecto de los hechos comprendi dos en los autos de mérito dictados a su respecto, se dispuso correr la vista prevista por el art. 346 del Código Procesal Penal de l a Naci ón, la cual se materializó una vez que f ueron rechazados y confi rmado dicho rechazo por la Alzada, los planteos efectuados por las defensas de los imputados. Así, el 6 de septi embre de 2005, se decretó clausurada parcial mente la instrucci ón y se dispuso elevar a j uicio l as actuaciones respecto de César Miguel Comes –en orden al delito de imposici ón de tormentos reiterados en cinco oportunidades-, Hipólito Rafael Mariani –en orden al deli to de imposición de tormentos rei terados en si ete oportunidades-, Alberto Barda –en orden al delito de homicidio agravado por su comisi ón con alevosía, Humberto Gamen –en orden al reiterado en dos ocasi ones-, Héctor delito de imposici ón de tormentos, reiterado en cinco ocasiones-, Pedro A lberto Durán Sáenz –en orden al delito de imposici ón de tormentos, rei terado en cinco oportunidades- y Juan Antonio del Cerro –en orden al delito de imposici ón de tormentos, reiterado en cinco hechos-. Por otro lado, se profundi zó la investi gación relativa a los hechos que tuvieron lugar en la Provinci a de La Pampa, correspondi ente a la Subzona 14 de la Zona I –hechos por l os cuales en fecha 6 de dici embre pasado, se dispuso la clausura de la in strucción y el evación a juicio del Teniente Coronel Fabio Carl os Iriart; del Coronel Néstor Omar Greppi, como asimismo del Teniente Coronel Oscar Alberto Cobuta, y de los policías de la Provi ncia de La Pampa, Roberto Esteban Constantino, Omar 6 Poder Judicial de la Nación Aguilera, Roberto Escalada, Carlos Alberto Reinhart, Athos Reta, Néstor Bonifacio Cenizo, Roberto Oscar Fi orucci, Hugo Roberto Marenchino y Oscar Yorio. Asimismo, se dispuso en el marco de estas actuaciones, en fecha 13 de julio de 2004, el procesamiento del Comandan te del P rimer Cuerpo del Ejército, General de Divisi ón –fallecido- Carl os Guillermo Suárez Mason; a quien se lo responsabilizó como autor mediato por la privaci ón ilegal de la libertad agravada de más de doscien tos cincuenta personas, en vi rtud de haberse desempeñado en tal cargo entre el 24 de marzo de 1976 y el 18 de febrero de 1979. Sin embargo, ante la acreditación del fallecimiento del nombrado, en fecha 27 de junio de 2005, se resolvió la extinción de la acción a su respecto. También en el marco de estos actuados se dictó en fecha 27 de abril de 2004, el procesami ento del Jefe de la Subzona “Capital Federal”, General de Brigada, Jorge Carlos Olivera Róvere; q uien se desempeñara como Jefe de Subzona entre el 24 de marzo de 1976 y el dici embre de 1976; a quien se lo responsabilizó como autor mediato del delito de homicidio agravado por su comisión con alevosía reiterado en cuatro oportunidades; privaci ón ilegal de l a libertad agravada por mediar violenci a o amenazas en concurso real con el delito de i mposici ón de tormentos en una oportunidad; y pri vación ilegal de l a libertad agravada por medi ar violencia o amenazas reiterada en lo que respecta a ciento cuarenta y nueve personas. Este pron unciamiento f ue con firmado por la Sal a I de la Cámara del fuero el 9 de febrero de 2006. El 8 de septiembre de 2006 se dictó clausura de instrucción y elevación a juici o de la causa con respecto a Olivera Róvere encontrándose las actuaciones en el Tribunal Oral Naci onal en lo Criminal Federal nro. 5. Asimismo, también se dictó el procesamiento en fecha 13 de julio de 2004, con respecto a l as personas que detentaran los cargos de Jefes de Área de la Capital Federal, tratándose la situaci ón del Coronel Humberto José Roman Lobaiza, quien se desempeñó como Jefe del Regimi ento de Infantería I “Patricios” desde el 6 de dici embre de 1975 hasta el 30 de noviembre de 1977, conforme se desprende del legajo personal del nombrado aportado por el Ejército Argenti no el cual se encuentra reservado en Secretaría; de Teófilo Saa, quien detentó el cargo de Jefe del Regimi ento de Infantería I “Patricios” desde el 5 de diciembre de 1977 hasta el 18 de diciembre de 1979, conforme surge de l as constancias obrantes en el legajo personal del nombrado que se encuentra reservado en 7 Secretaría; de Feli pe Jorge Alespeiti, q uien se desempeñó como Segundo Jefe del Regimiento de Infantería I “Patricios” entre el 16 de octubre de 1975 y el 22 de septiembre de 1976y como tal, como Jefe del Área II de la Subzona Capital Federal; como asi mi smo de Ataliva Félix Fernando Devoto, quien fue designado Segundo Jefe del Regi miento de Infantería I “Patricios” el 26 de noviembre de 1976, cargo q ue detentó hasta el 2 de febrero de 1979, fecha en la que pasó a prestar funci ones en el Comando en Jefe del Ejército; por lo cual tambi én se desempeñó como Jefe del Área mencionada. En el mismo resolutorio, se dictó el procesamiento de Bernardo José Menéndez, quien estuvo a cargo del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 101 entre el 26 de noviembre de 1976 y el 26 de enero de 1979, y se desempeñ ó como tal como Jefe del Área V. Dicho auto de mérito fue confirmado por la Cámara del fuero en fecha 17 de mayo de 2006. En fecha 20 de j ulio de 2007, se dispuso la clausura parcial de la instrucci ón y la elevación de juici o de la causa con respecto a Lobai za, por considerarlo autor del deli to de privación ilegal de la libertad agravada por medi ar violencia y amenazas reiterada en ochenta y tres oportunidades; con respecto a Teófilo Saa, por considerarlo autor del deli to de privaci ón ilegal de la libertad agravada por mediar violencia y amenazas reiterada en veintiocho oportunidades; con respecto a Alespeiti , por considerarlo autor del deli to de privación ilegal de la libertad agravada por medi ar violencia y amenazas rei terada en treinta y cuatro oportunidades; como asimismo con respecto a Menéndez, por considerarlo autor del delito de privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia y amenazas reiterada en cuarenta y un oportuni dades; más el homicidio agravado por su comi sión con alevosía en dos oportunidades. Con respecto a Devoto, en fecha 14 de noviembre de 2006 se declaró la extinción de la acci ón por su f allecimiento. Asimismo, en fech a 20 de julio de 2007, se dictó el procesami ento del Coronel Rodolfo Enri que Luis Wehner, en tonces a cargo del Área III de la Subzona “Capital Federal”, por encontrárselo responsable por la privación ilegal de la libertad de cincuenta y un person as; resol ución que ha sido confirmada por l a Excma. Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal en fecha 15 de noviembre de 2007; encontrándose actualmente este tramo en la etapa intermedia, habiendo el Sr. Fiscal , Dr. Federico Delgado, requeri do la el evación a juicio al respecto, en fecha 19 de mayo de 2008. Por otro l ado, la investigaci ón se orientó hacia la acreditaci ón 8 Poder Judicial de la Nación de la existencia de diversos centros clandestinos de detención y tortura emplazados en jurisdicción del P rimer Cuerpo del Ejérci to; tratándose en primer lugar los centros clandestinos de detención y tortura (CCDT) “Atlético”, “Banco” y “Olimpo” (resoluciones de fs. 22.662/23.067 y, 32.583/32812). En el pronunciamien to dictado por el suscripto en fecha 20 de octubre de 2005, se dictó el procesami ento y la prisión preventiva del Subcomisario de Policía Federal Samuel Miara, Comisario (RE) Raúl González, Oficial (RE) del Servicio P enitenciario Federal Juan Carlos Avena, Comisario (RE) Eduardo Kalinec, Oficial Juan Carl os Falcón, el Subcomisario (RE) Eufemio Jorge Uballes, Comisario (RE) Gustavo Adolfo Eklund –falleci do-; Comisario (RE) Luis Donocik, Ofici al de Policía Oscar Augusto Isi dro Rolón, Sargento J ulio Héctor Si món, Of icial Roberto Antonio Rosa, el Of icial de Policía Guil lermo Víctor Cardozo, Oficial de Gendarmería Naci onal Eugenio Pereyra Apestegui, y el ya fall ecido Auxiliar de Inteli gencia Juan Antonio del Cerro; a quienes se l os responsabilizó de la privación ilegal de la libertad agravada y aplicación de tormentos a personas que estuvieron cauti vas en el centro clandestino de detención y tortura llamado sucesivamente “Atlético- Banco-Olimpo”; imputándosele a Pereyra Apestegui, Cardozo y Avena la i ntervención en tales deli tos con respecto a ci ento cinco personas; a los restantes nombrados por su intervención en tales delitos de los que resultaron víctimas ciento cincuenta y ocho personas; con excepci ón de Rolón y Simón, de qui enes se explicará sus situaci ones a continuación. Con respecto a Juli o Héctor Simón, el 30 de diciembre de 2004 se dictó el procesamiento con prisión preventiva del nombrado por considerarl o coautor penalmente responsable del delito de privación ilegal de la libertad agravada por medi ar viol encia o amenazas (art. 144 bis, inc. 1 y último párrafo –ley 14.616- en función del art. 142 inc. 1 del Código penal), reiterada en ciento cuarenta y cinco ocasiones –de las cual es cuarenta y cinco se encontraban asi mismo agravadas en virtud del art. 144 bis últi mo párrafo y 142 inc. 5° del Códi go Penal-; todas ellas en concurso real con el deli to de imposici ón de tormentos rei terados en cuarenta y siete ocasiones (fs. 16.303/399). Posteri ormente, el 20 de octubre de 2005 se adoptó el siguien te temperamento respecto del nombrado, en primer l ugar se di spuso revocar el punto III del auto de mérito dictado a su respecto a fs. 16.303/399 en cuanto di spuso su falta de mérito en orden al delito de privación ilegal de la libertad del que fueran víctimas las personas identificadas con los 9 números de caso 10 y 88; en segundo l ugar se decretó su procesamiento con prisi ón preventi va en orden al delito de privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia o amenazas, reiterado en catorce ocasiones – de los cuales siete se encontraban igual mente agravadas en virtud del art. 144 bis, últi mo párrafo en función del art. 142 inciso 5° del Código Penal-; todos ell os en concurso real con el delito de imposici ón de tormentos reiterados en catorce oportunidades. Asimismo, se resolvió revocar parcial mente el punto IV del auto de fs. 16303/399 en cuento dispuso la falta de méri to del nombrado en orden al delito de i mposici ón de tormentos en relaci ón a cincuenta y cinco casos. Finalmente, se decretó el procesami ento con prisi ón preventiva de Si món en orden al delito de imposici ón de tormentos reiterados en n oventa y siete ocasiones. Oscar A ugusto Isidro Rol ón, fue cautelado mediante un pri mer pron unciamiento en fecha 30 de marzo de 2005, oportunidad en la cual se dictó su procesami ento por considerarlo autor del deli to de privación ilegal de la libertad agravada, cometido con respecto ciento cuarenta y seis personas; a la vez que se lo encontró responsable por la aplicación de tormentos a diez personas (fs. 17410/527vta.). En fecha 20 de octubre de 2005 se ampl ió el procesamiento de Rolón, quedando en definitiva procesado en orden al delito de privación ilegal de la li bertad agravada de ciento cincuenta y sei s personas, siendo procesado por la aplicación de tormentos a ciento cuarenta y ocho personas. El auto de procesamiento de fecha 20 de octubre de 2005, f ue confirmado por la Sala I de la Excma. Cámara del fuero en fecha 28 de septiembre de 2006. En la segunda resol ución, de fecha 8 de septi embre de 2006, se amplió el procesami ento de las personas cauteladas median te el auto de fecha 20 de octubre de 2005, y así se extendi eron las imputaciones del siguiente modo: a Guillermo Víctor Cardozo, Eugenio Pereyra Apestegui y Juan Carlos Avena, se los responsabili zó por la privaci ón ilegal de l a libertad agravada por mediar vi olencia o amenazas y l a aplicación de tormentos a quince personas; a Samuel Miara, Raúl González, Eduardo Kalinec, Juan Carl os Falcón, Eugenio Jorge Uballes, Gustavo Adolf o Eklund, Luis J uan Donocik, Roberto A ntonio Rosa, Oscar Augusto Isidro Rolón, se los encontró responsabl es de l a privación il egal de la libertad y aplicación de tormentos a veintiocho personas, a la vez que se dictó el procesami ento de J ulio Héctor Simón, por encontrarlo responsable por la privaci ón ilegal de la libertad y aplicación de tormentos a veinticinco 10 Poder Judicial de la Nación personas. Asimismo, se dictó el procesamiento del Agente Civil de Inteligencia del Ejército Argentino Raúl Antonio Gugli elmin etti, a q uien se lo encontró responsable por la privación ilegal de la libertad agravada y la aplicación de tormentos a setenta y seis personas. La ampliaci ón del procesamiento de los nombrados f ue confirmada parcial mente por la Alzada el día 10 de abril de 2007, oportunidad en que revocaron los procesamientos con relación a tres de los hechos incluidos en dicho auto de mérito. El 25 de junio de este año, se dispuso en el marco de la presente causa, la elevaci ón a j uici o del tramo referente al centro clandestino conformado por las sedes “Atlético”, “Banco”, “Olimpo” ; habiéndose efectuado tal elevaci ón al Tri bunal Oral en lo Cri minal Federal nro. 5, de esta ciudad. Otros imputados por los aconteci mientos que tuvieron lugar en las sedes “Atlético- Banco-Olimpo”, son el Principal Ricardo Taddei como asimismo el Capi tán del Ejército Argentino Enrique José del Pino, con respecto a q uienes se dictó auto de mérito el 6 de j unio de 2007. En tal oportunidad, se encontró a Del Pino responsable por la privación ilegal de la libertad agravada de ciento veinte personas, y la i mposici ón de tormentos a l as mi smas personas, deli tos que concurrían realmente entre sí (fs. 41217/41381). En la mi sma resoluci ón, Ricardo Taddei –extraditado del Reino de España- fue procesado por la pri vación ilegal de la libertad agravada de ciento cincuenta y ocho personas y l a apli cación de tormentos a las mismas; recientemente el Reino de España autorizó l a ampliación del pedido de extradici ón del nombrado, en virtud de lo cual el mismo fue convocado para una ampliación de su declaración indagatori a, por los hechos q ue fueran incluidos en el pron unciamiento de mérito de fecha 8 de septiembre de 2006. El auto de procesamiento de Ricardo Taddei y En rique José del Pino fue aval ado por el Superior en f echa 12 de noviembre de 2007. También en forma separada se ori entó la investigación a la acredi tación de la existencia del centro clandestino de deten ción y tortura “El Vesubio”, habiéndose en fecha 23 de mayo de 2006 dictado el procesami ento del General de Brigada del Ejército Argentino Héctor Humberto Gamen; el Coronel del Ejérci to Hugo Idelbrando Pascarelli, el Mayor del Ejército Pedro Alberto Durán Sáenz, el Prefecto del Servicio Penitenciario Servici o Federal Penitenciario Alberto Neuendorf Federal Ramón 11 –fallecido-; Antonio Erlán los y agentes José del Néstor Maidana, el Ayudante de Tercera Roberto Carl os Zeoliti y el Adjutor del Servici o Penitenciario Diego Salvador Chemes. En la citada resoluci ón, agregada a fs. 29.061/29.324, se dictó el procesamiento de Pascarelli, en orden al deli to de privación ilegal de la libertad agravada cometido sobre catorce personas, en concurso real con l a imposición de tormentos a todas ellas; a la vez que se le imputó el homi cidio de dos person as que también estuvi eron cautivas en el citado centro de detención y tortura. A Héctor Humberto Gamen se le atri buyó el homici dio de dieciséis personas, l a privación ilegal de la libertad de 73 personas, como asimismo la imposi ción de tormentos a 73 personas; a Pedro Alberto Durán Sáenz se le dictó el procesamiento por la privación ilegal de la libertad agravada y aplicación de tormentos a sesenta y un personas, y el homicidi o de catorce personas. A Erlán, se le dictó el procesamiento por la privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos a ciento cuarenta y un personas; a Maidana, por los mismos delitos, cometidos con tra ochenta y cinco personas q ue estuvieron cautivas en el citado centro cl andestino. Por su parte, Alberto Neuendorf, Roberto Carlos Zeoli ti y Diego Salvador Chemes, f ueron encontrados responsabl es por l a privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos a cien to cincuenta y siete personas que se tuvo por probado que estuvieron cautivas en el centro clandestino citado. Asimismo, en fecha 6 de julio de 2006 se dictó auto de procesami ento –por los mismos hechos- con respecto al Ayudante del Servici o penitenciari o Federal Ricardo Néstor Martínez (fs. 30.239/445). El auto de procesamiento dictado el 23 de mayo de 2006, fue confirmado por la Sala I de la Cámara Federal el 10 de abril de 2007, mientras que el procesamiento de Ricardo Néstor Martínez fue convalidado por la Alzada el 24 de abril del mismo añ o. Por otro lado, el 22 de juli o pasado se dispuso la elevaci ón a juicio de este tramo de la investigaci ón, habiéndose dispuesto dicha elevación con respecto a Hugo Idelbrando Pascarelli, Héctor Humberto Gamen, Pedro Alberto Durán Sáen, Ramón Antonio Erlán, José Néstor Maidana, Roberto Carlos Zeoliti , Diego Salvador Chemes y Ricardo Néstor Martínez. La investigación –pero ya en la causa nro. 2637/04 conexa a l as presentes y caratulada “Vaello, Orestes Estanislao s/ privación ilegal de la libertad…”- también se orientó a los hechos que tuvieron escenario en el centro clandestino de detención y tortura “Automotores Orletti”, ubicado en calle Venancio Flores 3.519/21 del barrio de Floresta de la ciudad de 12 Poder Judicial de la Nación Buenos Aires, y el cual funcionó entre mayo y noviembre del año 1976. Al respecto, en fecha 6 de septiembre de 2006 se dictó auto de procesami ento del Comodoro (RE) de la Fuerza Aérea A rgentina Néstor Horaci o Guillamondegui; el Coronel (RE) del Ejército Argentino Rubén Víctor Visuara; el General de División (RE) del Ejército Argentino Eduardo Rodolfo Cabanillas, el ex agente de Secretaría de Inteligencia del Estado Honorio Carlos Martínez Rui z y el ex agente civil de inteligencia del Ejército Argentino Raúl Antonio Gugli elminetti. El pronunciamiento de mención fue confirmado por la Excma. Cámara Federal el 19 de julio de 2007. Es necesario adverti r que a Néstor Horacio Guill amondegui , se lo consideró responsable del delito de homicidio agravado de Carlos Santucho, como asimismo de la privaci ón ilegal de la libertad agravada por mediar viol encia o amenazas reiterada en cincuenta y dos ocasiones, en concurso real con el delito de imposición de tormentos reiterados en l as cincuenta y dos ocasiones; q ue a Visuara le fue atribui do el delito de homicidio agravado cometi do contra Ricardo Gayá, Gustavo Gayá, Ana María del Carmen Pérez, Marcel o Gel man y Dardo Albeano Zelarayán, como asimi smo la privación ilegal de la l ibertad y aplicaci ón de tormentos a dieciocho personas; que a Eduardo Rodolfo Cabanillas, se le imputó el homicidio agravado de Ricardo Gayá, Dardo Albeano Zelarayán, Marcelo Ariel Gelman, Ana María del Carmen Pérez y Gustavo Gayá, como asimismo la privación ilegal de la libertad agravada por medi ar vi olencia o amenazas y la imposición de tormentos de veintinueve personas; de igual forma se decretó el procesamiento de Honorio Carlos Martínez Ruiz, a quien se lo consideró autor del deli to de privaci ón ilegal de la libertad agravada por medi ar violencia o amenazas y aplicación de tormentos aplicados a sesenta y cinco personas que cumpli eron cautiveri o en el centro clandestino de detención y tortura “Orletti”; en la misma resol ución se dictó el procesamiento de Raúl Guglielminetti, a quien se lo encontró responsable por la privaci ón ilegal de la libertad agravada por mediar violencia o amenazas y aplicación de tormentos a veintisés personas. Asimismo, por los mismos hechos, en fecha 23 de noviembre de 2006 se dictó auto de procesamiento con prisi ón preventi va respecto de Eduardo Alfredo Ruffo, agente civil de inteligencia de la Secretaría de Inteligencia del Estado; el cual f ue confi rmado por la Sala I de la Cámara del fuero, el 16 de agosto de 2007. En el mismo expediente, se req uiri ó la extradición a la República Ori ental del Uruguay, de diversas personas que habrían actuado 13 en el centro clandestino de detención citado. En efecto, en fecha 8 de agosto de 2006 se cursó el libramiento de órdenes de detención y de extradici ones de diez personas de naci onalidad uruguaya, específicamente: José Nino Gavazzo Pereira, Gilberto Vázquez Bissi o, Jorge Alberto Sil veira Quesada, Ernesto Avelino Rama Pereira, Ricardo José Medi na Blanco, José Ricardo Arab; y de J uan Manuel Cordero Piacentín, el 13 de marzo de 1977; a la vez que se soli citó la extradición de Luis Alfredo Maurente Mata y Cabo Ernesto Soca, el 21 de septiembre de 2006. Vale destacar que comprobada la presencia de Cordero en la República Federati va del Brasil, se solici tó su extradici ón a este país. Por otro lado, en el marco de la causa nro. 11.758/ 06 caratulada “Bignone, Reynaldo Benito Ant onio y otros s/ privación ilegal de la libertad”, conexa a estas actuaci ones, se dictó el 19 de noviembre pasado, el procesami ento del General de Divi sión del Ejército Argentino Reynaldo Benito Antonio Bignone; del General de Sanidad Agatin o Federico Di Benedetto; de los ci viles Lui s Muiña y Argentino Ríos, como asimismo del Brigadier Mayor de la Fuerza A érea Hipólito Rafael Marini; pron unciamiento que se encuentra en tratamiento ante l a Sala I de la Excma. Cámara Naci onal en lo Criminal y Correccional Federal. La causa mencionada, como habrá de explicarse en detalle más adelante, posee un marco fáctico divisible en dos claras etapas; una relacionada con la i ntervención militar del Hospital Posadas, operativo en el cual se llevaron a la cabo privaciones i legales de la libertad –agravadasde personas que prestaba funciones en el nosocomio; por estos hechos en fecha 19 de noviembre de 2007 se dictó el procesamiento del General de División (Re) del Ej ército A rgentino Reynaldo Benito Antonio Bignone, a quien se encontró responsable por su intervención en la privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia o amenazas de qui nce personas; a la vez q ue se adoptó igual temperamento con respecto al General de Sanidad Di Benedetto, a quien se l o consideró responsable de la privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia o amenazas de treinta y tres personas. La segunda etapa de los hechos que se investigaron relacionados al “Hospital Posadas” consiste en la privación ilegal de la libertad de personas que estuvieron cautivas en “El Chalet” que, asentado en el predio del H ospital , fuera utilizado como centro cl andestino de detención. P or estos hechos, se dictó el procesamiento del civil Lui s Muiña, a quien se lo encontró responsable del delito de privación ilegal de la libertad agravada por medi ar viol encia o amenazas rei terado en cinco 14 Poder Judicial de la Nación ocasiones; como asi mismo de Argentino Ríos, por la pri vaci ón ilegal de la libertad de seis personas; a la vez que se dictó igual medida con respecto al Brigadier (RE) de l a Fuerza Aérea Argentina Hipólito Raf ael Mariani, a quien se lo consideró responsable del delito de privaci ón ilegal de la libertad doblemente agravada por medi ar vi olencia o amen azas y por su duración en más de un mes por el hecho que damnificara a Gl adis Cuervo y en lo atinente al cautiveri o que la misma habría suf rido en instalaciones de la Primera Brigada A érea del Pal omar. De igual forma y relacionado a tales hechos, en la misma resol ución se reiteró la solici tud de captura del civil Juan Máximo Copteleza, a la vez q ue se continuó l a investigaci ón con respecto a al gunas personas indicadas como vinculadas al grupo que integró el staff de represores del citado centro clandesti no, tales como Cecilio Abdenur, Victorino Acosta y Hugo Oscar Delpech. Un último párrafo corresponde dedicarle a la situaci ón de Héctor Humberto Gamen, Pedro Alberto Durán Sáenz, César Miguel Comes, Hipólito Rafael Mariani y Alberto Pedro Barda con relación a algunos de los sucesos que fueran inclui dos en el auto de elevación a juicio dictado por este Tribunal en fecha 6 de septiembre de 2005. Así, recibidas las actuaciones por parte del Tri bunal Oral en l o Criminal Federal nro. 5 y en la oportunidad previ sta por el art. 354 del Código Procesal Penal de la Naci ón, dicho Tribunal decl aró l a nuli dad parcial del requerimiento fiscal de fs. 15.430/531 y del auto de elevación de fecha 06 de septiembre de 2005, fundando dicho resolutivo en la advertencia de lo que entendió constituyeron i rregul aridades en cuanto al respeto del principi o de congruencia y a la precisión del objeto procesal que afectaban de modo parcial la imputación llevada a su conocimiento. Con motivo de di cho pronunciamiento y a los fines de subsanar las irregul aridades detectadas, el 10 de enero de 2007 se decretó el procesamiento con prisión preventiva del Coronel ( RE) Alberto Pedro Barda, en orden al delito de privación ilegal de la libertad agravada por mediar viol encia o amenazas, rei terado en dos oportunidades; en concurso real con el delito de imposici ón de tormentos reiterado en dos oportunidades, por l os hechos que damni ficaron a Jorge Roberto Candeloro y Marta Haydeé García (fs. 35.867/948). En esa mi sma oportunidad se decretó el procesamiento con prisi ón preventiva del Brigadier (RE) César Miguel Comes en orden al delito de privaci ón ilegal de la libertad agravada por medi ar violencia o amenazas, reiterado en cuatro oportunidades; en concurso real con el 15 delito de i mposici ón Asimismo, se decretó de el tormentos reiterado procesamiento con en dos prisión oportunidades. preventiva del Brigadier (RE) Hipólito Rafael Mariani en orden al deli to de privaci ón ilegal de la libertad agravada por medi ar viol encia o amen azas, reiterado en dos ocasiones; en concurso real con el delito de imposici ón de tormentos (fs. 35.867/948). Finalmente, en igual fecha se dispuso ampliar el procesamien to de Héctor Humberto Gamen y de Pedro Alberto Durán Sáen z en orden al delito de privaci ón ilegal de la libertad agravada por medi ar violencia o amenazas, en concurso real con el del ito de imposici ón de tormentos, respecto del hecho que tuviera como víctima a Emérito Darío Pérez (fs. 35.794/866). Ambos autos de mérito fueron confirmados por la Sala I de la Cámara Federal, aquél dictado respecto a Gamen y Durán Sáenz el 26 de abril de 2007 y el que comprendió a Barda, Mariani y Comes, el día 24 del mismo mes y año. Este es el universo de sucesos acaeci dos en j uri sdicción del Comando de Zona I, y atribui do a personal dependien te del Ejército Argentino o sometido operaci onalmente a él, que fue objeto de tratami ento en los diversos pronunciamientos dictados por el Tribunal desde el momento en que la Cámara Federal propició la reapertura de las presentes actuaci ones y q ue f ueran incluidos en l as imputaci ones di ri gidas respecto de Jorge Rafael Videla en su calidad de Comandante en Jefe del Ejército Argentino. A la vez que la imputaci ón del nombrado versa sobre otros ilícitos llevados a cabo sobre personas respecto de las cual es no se acredi tó que hayan estado alojados en algún centro clandestino de detenci ón y tortura, tal como habrá de describirse en el apartado denominado “Hechos Imputados”, pero cuya comi sión es atri buida a personal dependiente o someti do operacion almente al P rimer Cuerpo de Ejérci to y que tuvi eron lugar en el ámbito jurisdiccional correspondi ente a éste (Considerando Sexto). En cuanto a la exi stencia de l os centros de detención, en forma preli minar a los puntos que se desarrol larán posteriormente, es necesario asentar que en la sentencia de la causa nro. 13/84 dictada por la Excma. Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal , se adoptó el criterio según el cual la imputaci ón de cada uno de los miembros de la Junta Militar no debi era exceder de los h echos sucedidos en el ámbito de la fuerza que cada un o de ellos encabezaba; ya que a criteri o de la Alzada 16 Poder Judicial de la Nación “cada enjui ciado conservó el comando efectivo y exclusivo de su respectiva fuerza” (Consideran do Octavo, Atribuibilidad de la sentencia de la causa 13/84). Tal criterio sustentado por la Excma. Cámara en oposición a las consideraciones esgrimidas por el Ministerio Público Fiscal, q ue sostuvo en tal oportunidad que “[l]a planificación, la dirección y supervisión de cuanto se actuaba en la lucha contra la subversión era responsabilidad de la J unta Militar”, no habrá de ser controvertido mediante el presente auto de mérito, habi da cuenta de que el panorama probatori o en tal sentido no se ha vi sto modificado; al contrari o, el avance de la investigación en estos úl timos años ha consolidado la impresión del aci erto en lo afi rmado oportunamente por el Superior, al no haberse adverti do –al menos en l os cientos de casos ventilados en estas actuaci ones- influen cia alguna de quien encabezaba un arma, respecto de lo actuado paralelamente por la otra, refiriéndome claro está, específicamente, al Ejército y a la A rmada. Dicho de otro modo, lo que está claro a esta altura de la pesquisa, reafi rman do entonces lo dicho oportunamente por la Excma. Cámara Federal, es que cada Comandante en Jefe –Ejército, Armada- retuvo para sí en todo momento, el entero dominio sobre la deci sión de llevar adelante l os hechos i lícitos que se ejecutaban a través del aparato de poder que cada uno de ell os comandaban, sin ceder parte de ese dominio a otros, ni comparti r tales decisiones con l os demás. Atento a ello, la imputaci ón del ex Presidente de facto y ex Comandante del Ejército, Jorge Rafael Videla, habrá de compren der, de momento y en lo rel ativo a los centros cl andestinos de detención y tortura, aquellos hechos que tuvieron por escenario los sitios de mención, que según la sentencia mencionada se encontraban en dependenci a del Ejército, ya sea en unidades de esa arma, como fuera de ellas, o bien en lugares pertenecientes a fuerzas de seguridad de policía federal y provincial. Igual mente, cabe i ndicar que l os sucesos que le fueron imputados a J orge Rafael Vi dela el 23 de abril pasado, no f ormaron parte del proceso instrui do contra el nombrado por la Cámara Federal y a resultas del cual fuera oportunamente condenado; efectivamente, los ahora enrostrados no f ormaron parte de los hechos por l os que Videla f uera intimado oportunidad en que la Alzada le recibió decl araci ón indagatoria (fs. 2871/vta. de la causa nro. 13/ 84), n i de aquell os que conformaron la acusaci ón fiscal en dichos obrados (fs. 2700/804) y, por lo tanto, no fueron tratados en la sen tencia dictada en dichas actuaciones (conforme se analizará en profundidad en el Considerando Octavo del presente). 17 Considerando Primero Génesis del Plan Clandestino de Represi ón El Poder Judicial de la Nación, a través de diversos Juzgados y Cámaras de Apelaci ones, se abocó al con ocimiento de numerosas denuncias vinculadas con las violaciones a los derechos humanos y a la desaparición de personas ocurridas durante el gobierno de facto q ue se extendi ó desde el 24 de marzo de 1976 al 10 de diciembre de 1983. En este sentido, l a Excma. Cámara Naci onal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal analizó los sucesos ocurridos en el país durante el autodenominado “Proceso de Reorganizaci ón Naci onal” en lo atinente, entre otros aspectos, al sistema represivo creado desde la cúpula del aparato estatal en la causa nro. 13/84 (también denominada “Causa ori ginariamente instruida por el Consejo Supremo de las Fuerzas A rmadas en cumplimiento del decreto 158/83 del Poder Ejecutivo Nacional”); en la causa 44/86 seguida contra los ex-jefes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (causa incoada en virtud del decreto 280/84 del P .E.N.), más el trámite de l as presentes actuaciones. En dicho conjunto de actuaci ones, quedó acredi tada la organizaci ón y f unci onamiento de una estructura il egal, orquestada por las Fuerzas Armadas, la cual tenía como propósi to llevar adelante un plan clandestino de represión. Así, la Excma. Cámara del Fuero en ocasi ón de dictar sentenci a en la causa nro. 13/ 84, realizó un ajustado análisis del contexto histórico y normativo en el cual sucedieron los hechos que serán objeto de análisis en la presente resol ución: “...La gravedad de la situación imperant e en 1975, debido a la frecuencia y extensi ón geográfica de los actos terroristas, constituyó una amenaza para el desarrollo de vida normal de la Nación, estimando el gobierno nacional q ue los organismos policiales y de seguridad resultaban incapaces para prevenir tales hechos. Ello motivó que se dictara una legislación especial para la prevención y represión del fenómeno terrorista, debidamente complementada a través de reglamentaci ones militares”. “El gobierno constit ucional, en ese entonces, dictó los decretos 261/75 de febrero de 1975, por el cual encomendó al Comando General del Ejército ejecutar las operaciones militares necesarias para neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos en la Provincia de Tucumán; el decreto 2770 del 6 de octubre de 1975, por el que se creó el Consej o de Seguridad Interna, integrado por el Presidente de la Nación, los Ministros del Poder 18 Poder Judicial de la Nación Ejecutivo y los Comandantes Generales de las fuerzas armadas, a fin de asesorar y promover al Presidente de la Nación las medidas necesarias para la lucha contra la subversión y la pl anificación, conducción y coordinación con las diferentes autoridades nacionales para la ejecución de esa lucha; el decreto 2771 de la misma fecha que facultó al Consejo de Seguridad Interna a suscribir convenios con las Provincias, a fin de colocar bajo su control operacional al personal policial y penitenciario; y 2772, también de la misma fecha que extendió la «acción de las Fuerzas Armadas a los efectos de la lucha anti subversiva a todo el territorio del país»”. “La primera de las normas citadas se complementó con la directiva del Comandante General del Ejército nro. 333, de enero del mismo año, que fijó la estrategia a seguir contra los asentamientos terroristas en Tucumán, dividiendo la operación en dos partes, caracterizándose la primera por el aislamiento de esos grupos a través de la ocupación de puntos críticos y control progresivo de la población y de las rut as, y la segunda por el hostigamiento progresivo a fin de debilitar al oponente y, eventualmente, atacarlo para aniquilarlo y restablecer el pleno control de la zona. En su anexo n° 1 (normas de procedimiento legal) esta directiva cuenta con reglas básicas de procedimiento sobre detención de personas, que indican su derivación preferentemente a la autoridad policial en el plazo mas breve; sobre procesamientos de detenidos, que disponen su sometimiento la justicia federal, o su puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional; sobre allanamientos, autorizándolos en casos graves, con prescindencia de toda autorización judi cial escrita, habida cuenta del estado de sitio.” “La directiva 333 fue complementada con la orden de personal número 591/75, del 28 de febrero de 1975, a través de la cual se disponía reforzar la quinta brigada de infantería con asiento en Tucumán, con personal superior y subalterno del Tercer Cuerpo del Ejército [...]”. “Por su parte, lo dispuesto en los decretos 2770, 2771 y 2772, fue reglamentado a través de la directiva 1/75 del Consejo de Defensa, del 15 de Octubre del mismo año, que instrumentó el empleo de la fuerzas armadas, de seguridad y policiales, y demás organismos puestos a su disposi ción para la lucha anti subversiva, con l a idea rectora de utilizar simultáneamente todos los medios disponibles, coordinando los niveles nacional es [...]”. “El Ejército dictó, como contribuyente a la directiva precedentemente anali zada, la directiva del Comandante General del Ejército n° 404/75, del 28 de Octubre de ese año, que fijó las zonas prioritarias de lucha, dividió la maniobra estratégica en fases y mantuvo la organización territorial conformada por cuatro zonas de defensa - nros. 1, 2, 3 y 5 - subzonas, Áreas y subÁreas - preexistentes de acuerdo al Plan de Capa cidades para el año 1972 PFE - PC MI72 -, tal como ordenaba el punto 8 de la directiva 1/75 del Consejo 19 de Defensa [...]”. “Al ser interrogados en la audiencia los integrantes del Gobierno constitucional que suscribieron los decretos 2770, 2771, y 2772 del año 1975, doctores Italo Argentino Luder, Antonio Caf iero, Alberto Luis Rocamora, Alfredo Gómez Morales, Carlos Ruckauf y Antonio Benítez, sobre la inteligencia asignada a la dichas normas, fueron contestes en afirmar que esta legislación especial obedeció fundamental mente a que las policías habían sido rebasadas, en su capacidad de acción, por la guerrilla y que por “aniquilamiento” debía entenderse dar término definitivo o quebrar la voluntad de combate de los grupos subversivos, pero nunca la eliminación físi ca de esos delincuentes [...]”. “Sostener que este concepto, insertado en esos decretos, implicaba ordenar la eliminación física de los delincuentes subversivos, fuera del combate y aún después de haber sido desarmados y apresados, resulta inaceptable [...]”. “En el Orden Nacional, el Ejército dictó: a) la orden parcial nro. 405/76, del 21 de mayo, que sólo modificó el esquema territorial de la directiva 404 en cuanto increm entó la jurisdicción del Comando de Institutos Militares; [...] b) La Directiva del Comandante General del Ejército nro. 217/76 del 2 de abril de ese año cuyo objetivo fue concretar y espe cificar los procedimientos a adoptarse respecto del personal subversivo detenido; [...] c) la directiva del Comandante en jefe del Ejercito nro. 504/77, del 20 de abril de ese año, cuya finalidad, expresada en el apartado I fue «actualizar y unificar el contenido del PFE - OC (MI) -Año 1972 y la Directiva del Comandante General del Ejército 404/75 (lucha contra la subversión)»; [...] d) Directiva 604/79, del 18 de mayo de ese año, cuya finali dad fue establecer los lineamientos generales para la prosecución de la ofensiva a partir de la situación alcanzada en ese momento en el desarrollo de la lucha contra la subversión” (cfr. Causa nº 13/84, de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal. Sentencia de fecha 9 de diciembre de 1985, Imprenta del Congreso de la Nación, Tomo I, 1987, pág. 69 y si g.). Con la toma del poder del gobierno mi litar dio comienzo el fenómeno de la desaparici ón de person as mediante la utili zación de un plan sistemático de represi ón en cabeza del aparato de poder estatal que dominaba l as Fuerzas Armadas. La desaparici ón forzada de personas, ten ía un patrón común de acción que la Cámara Federal, en la sentencia señalada precedentemente, sistematizó de la siguiente manera: "...1) Los secuestradores eran integrantes de las fuerzas armadas, policiales o de seguridad, y si bien, en la mayoría de los casos, se proclamaban genéricamente como pertenecientes a alguna de di chas fuerzas, normalmente 20 Poder Judicial de la Nación adoptaban preocupaciones para no ser identificados, apareciendo en algunos casos disfrazados con burdas indumentarias o pelucas [...]”. “2) Otra de las características que tení an esos hechos, era la intervención de un número considerable de personas fuertemente armadas [...]”. “3) Otra de las características comunes, era que tales operaciones ilegales contaban frecuentemente con un avi so previo a la autoridad de la zona en que se producían, advirtiéndose incluso, en algunos casos, el apoyo de tales autoridades al accionar de esos grupos armados”. “El primer aspecto de la cuestión se vincula con la denominada «área libre», que permitía se efectuaran los procedimientos sin la interferencia policial, ante la event ualidad de que pudiera ser reclamada para intervenir [...]”. “No sólo adoptaban esas precauciones con las autoridades poli ciales en los lugares donde debían intervenir, sino que en muchas ocasiones contaban con su colaboración para realizar los procedimientos como así también para la detención de las personas en las propias dependencias policiales [...]”. “4) El cuarto aspecto a considerar con característica común, consiste en que los secuestros ocurrían durante la noche, en los domicilios de las víctimas, y siendo acompañados en muchos casos por el saqueo de l os bienes de la vivienda [...]” (cfr. La Sentencia…, Tomo I, pág. 97 y sig.). Estos actos de terrorismo de Estado sin precedentes, f ueron abordados también por l os histori adores del pasado reci ente, como el catedrático en Historia Social (UBA, FLACSO) e investi gador principal del CONICET, Luis Alberto Romero, q uien al respecto ha sostenido: “La planificación general y la supervisión táctica [del pl an represivo estatal] estuvo en manos de los más altos niveles de conducción castrense, y los oficiales superiores no desdeñaron participar personalmente en tareas de ejecución, poniendo de relieve el carácter institucional de la acción y el compromiso colectivo. Las órdenes bajaban, por la cadena de mandos, hasta los encargados de la ejecución, los Grupos de Tareas […] La represión fue, en suma, una acción sistemática realizada desde el Est ado”. “Se trató de una acción terrorista, dividi da en cuatro moment os principales: el secuestro, la tortura, la detención y la ejecución. Para los secuestros, cada grupo de operaciones -conocido como «la patota»- operaba preferentemente de noche, en los domicilios de las víctimas, a la vista de su familia, que en muchos casos era incluida en la operación. Pero t ambién muchas detenciones fueron realizadas en fábricas, o l ugares de trabajo, en l a calle […] Al secuestro seguía el saqueo de la vivienda…” (cfr. su reconocida obra Breve Historia Contemporánea de la Argentina, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2ª Edi ción, 2001, p. 208). 21 Asimismo, agrega Romero que: “El Estado se desdobló: una parte, clandestina y terrorista, practicó una represión sin responsables, eximida de responder a los recl amos. La otra, pública, apoyada en un orden jurídico que ella misma estableció, silenciaba cualquier otra voz” (ídem, p. 210). “El adversario -de límites borrosos, que podía incluir a cualquier posible disidente- era el no ser, la «subversión apátri da» sin derecho a voz o a existencia, que podía y merecía ser exterminada. Contra la violencia no se argumentó a favor de una alternativa jurídica y consensual, propi a de un Estado republicano y de una sociedad democrática, sino de un orden que era, en realidad, otra versión de la misma ecuación violenta y autoritaria” (ibídem, p. 211). Para concl uir más adelante con que: “El llamado Proceso de Reorganización Nacional supuso la coexistencia de un Estado terrorista clandestino, encargado de l a represión, y otro visible, sujeto a normas, establecidas por las propi as autoridades revolucionarias pero q ue sometían sus acciones a una cierta juridicidad” (ibíd., p. 222) . En idéntico senti do, el catedrático de Teoría Políti ca Contemporánea (UBA), sociólogo y doctor en filosofía Marcos Novaro, recientemente, ha expresado q ue “[ e]l plan represivo t uvo dos rostros, uno ajustado a la legalidad del régimen, y por tanto visible; otro soterrado, ilegal, aunque no del todo invisible. El primero correspondió a la administración de castigos a opositores potenciales (definidos así en las órdenes secretas con que se planificó el golpe), «corregibles» o poco peligrosos. A ellos se les aplicaron fueros militares, penas elevadas por delitos difusos como «traición a la patria» y una amplia batería de legislación represiva […] Con todo, lo esencial de la represión correspondió al otro aspecto de la estrategia: el secuestro, tortura y asesinato de los miles de militantes y dirigentes i nvolucrados en «la subversi ón»” (ver del autor citado, Historia de la Argentina Contemporánea, Ed. Edhasa, Buenos Aires, 2006, pp. 70/71). Una vez secuestradas, las vícti mas eran llevadas de inmediato a lugares especialmente adaptados, situados dentro de unidades militares o policiales o lugares creados especialmente por el pl an represivo, conoci dos con posteri ori dad como centros clandestinos de detención. En dichos sitios, los secuestrados general mente eran sometidos a largas sesiones de torturas para obtener algún ti po de información. Luego de ello, la víctima podía correr tres destinos: la liberación, la legalización de su detenci ón o la muerte. Los centros de detención, además de servir para alojar a 22 Poder Judicial de la Nación detenidos, eran utili zados por l os grupos de tareas (l os denominados “GT”) como base de operaciones para reali zar sus secuestros. La primera conclusi ón sobre lo hasta aquí expuesto, lleva a razonar que, bajo la existencia de un supuesto orden normati vo -amparado por las leyes, órden es y di recti vas que reglaban formalmen te la actuaci ón de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el terrorismo-, en realidad las Fuerzas Armadas se conducían merced a mandatos verbal es y secretos. Como f uera sentado en la sentencia dictada el 15 de dici embre de 1985 en la causa nro. 13/84, el orden normativo se excl uía con aquel aplicado para el combate de la “guerrill a”, y uno implicaba la negación del otro. Precisamente, en lo referente al tratamiento de personas deteni das, la actividad despl egada por el gobierno militar lejos de responder al marco jurídico anteriormente señalado, se encontraba sign ado por un procedimiento absol utamente ilegal, el cual, como habrá de detallarse posteriormente, habrá de transformarse en un tramo plagado de atroci dades que habrán de conformar el peor capítulo de la histori a argentina. Las prácticas il egal es mencionadas comenzaban al detener y mantener ocultas a las personas, torturarlas para obtener i nformación y eventual mente matarlas haciendo desaparecer el cadáver, o bien fraguar enfrentamientos armados como modo de j ustificar dichas muertes. En definitiva, el pl an criminal de represión, llevado a cabo durante el últi mo gobierno mili tar consistió en: a) privar de su libertad en forma ilegal a las personas que considerasen sospechosas de estar enfrentadas al orden por ellos impuesto; b) el traslado a l ugares de detención clan destinos; c) ocul tar todos estos hechos a los famili ares de las vícti mas y negar haber ef ectuado la detenci ón a los jueces que tramitaran habeas corpus; d) aplicar torturas a las personas capturadas para extraer la información q ue con sideren necesaria; e) liberar, legali zar la detención o asesinar a cada vícti ma según criteri os poco estables, lo que puso de manifiesto la más amplia discreci onalidad y arbitrariedad con rel ación a la vida o muerte de cada una de las víctimas. Este cruel derrotero es descripto por el Profesor Romero, en su obra ya citada supra, cuando refiere: “El destino primero del secuestrado era la tortura, sistemática y prolongada. La «picana», el «submarino» […] se sumaban a otras que 23 combinaban tecnología con el refinado sadismo del personal especi alizado, puesto al servicio de una operación institucional de la que no era raro que participaran jefes de alta responsabilidad. La tortura física, de duración indefinida, se prolongaba en la psicológica: sufrir simulacros de fusilamientos, asistir al suplicio de amigos, hijos o esposos, comprobar que todos los ví nculos con el exterior estaban cortados, que no había nadi e que se interpusiera entre la ví ctima y el victimario. En principio la tortura serví a para arrancar información y lograr la denuncia de compañeros, lugares, operaciones, pero más en general tenía el propósito de quebrar la resistencia del detenido, anular sus defensas, destruir su dignidad y su personalidad. Muchos morían en la tortura, se «quedaban» […] En esta etapa final de su calvario, de duración imprecisa, se completaba la degradación de las víctimas, a menudo mal heridas y sin atención médica, permanentemente encapuchadas o «tabicadas», mal alimentadas, sin servicios sanitarios […] No es extraño que, en esa situación verdaderamente límite, algunos secuestrados hayan aceptado colab orar con sus vi ctimarios, realizando tareas de servicio […] Pero para la mayoría el destino final era el «traslado», es decir, su ejecución” (ob. cit., pág. 209). Dentro de este sistema, se otorgó a l os cuadros inferi ores de las Fuerzas Armadas una gran discreci onalidad para sel ecci onar a quienes aparecieran, según la informaci ón de inteligencia, como “elementos subversivos” –termin ología del régi men-; en tal contexto, se dispuso que se los interrogara baj o tormentos y que se l os someti era a regímenes inhumanos de vida, mientras se l os mantenía clandestinamente en cautiverio; se concedió, por fin, una gran libertad para apreciar el destino final de cada víctima, el ingreso al sistema legal , la libertad o, simplemente, la eli minación física (al respecto, ver Capítulo XX, de La Sentencia…, ya citada, donde todas estas circunstancia son explicadas en extenso). Con relación a la organizaci ón del si stema represi vo y el accionar de las fuerzas armadas, el ya citado Novaro, junto con su colega Vicente Palermo, explican: "...[ e]n su diseño como hemos dicho se priorizó ante toda otra consideración la eficacia de la ofensiva a desarrollar contra el enemigo que enfrentaba la nación y las fuerzas Armadas, cuya naturaleza era política e ideológica, más que m ilitar: «el comunismo subversivo» o más si mplemente «el subversivo» act uaba dentro de las fronteras y su entramado social , podía tener o no vinculación ideológica, política y financiera con los centros mundiales de la revolución, y actuaba en todos los planos de la vida social, l a educación, la cultura, las relaciones laborales, la religión. Lo que debía combatirse en él era su condi ción subversiva que no estaba asociada sólo con una práctica revolucionaria 24 Poder Judicial de la Nación (la lucha armada) ni con una determinada estrategia de toma revolucionaria del poder (el modelo cubano, el vietnamita o el chileno) ni con la pertenencia a un determinado tipo de organización (los grupos revolucionarios y guerrillas) sino que se extendía mucho más allá”. “Para identificar la «condición subversiva» era un dato relevante la ideología marxista y el izquierdismo. Se entendía, entonces, que para combatir eficientemente a «la subversión» había que atacarla especialment e, en su causa primera el «virus ideológico» que es diseminado por los marxistas, los comunistas o criptocomunistas, l os izquierditas, los revolucionarios en general. Aunque también los católicos tercermundistas, los freudianos, los ateos y en una medida considerable, los peronistas, los liberales y los judíos representab an una amenaza para el orden, ya que difundían ideas contrarias a su preservación, por lo que también debía perseguírselo. Igual que todos aquellos que, con su prédica agnóstica, igualitaria o populista atacaron las bases del orden nacional. Es así que, si bien esas filtraciones eran datos suf icientes, no eran del t odo necesarias para identificar al enemigo que podía estar solapado bajo otros disfraces y ser inconsciente de su papel en esta guerra. Bastaba que la persona en cuestión actuara a favor de un «cambio social» y en contra del orden. En este sentido los activistas no violentos, ajenos a las organizaciones clandestinas que desarrollaban actividades políticas sindicales, religiosas o intelectuales legales y legítimas en cualquier sistema de derecho resultaban a los militares especialmente intolerantes, porque solían ser los más eficaces transmisores del virus subversivo para la sociedad. Subversivo, en suma, equivalía a ser enemigo de la Patria, de esa Patria uniforme, i ntegrada e inmutable tal como la entendían los militares. No importaría, por lo tanto, que como sucedió en muchos casos, los secuestrados resultaran ser nacionalistas convencidos o devotos cristianos animados por sentimientos no menos profundos que los de sus verdugos. La inclusión de entre las señas de identidad del enemigo, de una amplia gama de «delitos de conciencia» y actitudes cuestionadoras fue expresada de modo prístino y reiterado por Videla: «Subversi ón es también la pelea entre hijos y padres, entre padres y abuelos. No es solamente matar militares. Es también todo tipo de enfrentamiento social (Gente n° 560, 15 de abril de 1976)» [...] Y tal como había explicado Galtieri a fines de 1974, continuando con las metáforas médicas frente a la subversión como con el cáncer, «a veces es necesario extirpar las partes del cuerpo próximas aunque no estén infectadas para evitar la propagación»" (ver su Historia Argentina: La Dictadura Militar 1976/1983. Del Golpe de Estado a la Restauración Democrática. Ed. Paidós, Bs. As., 2003, pp. 88 y si g.). En tal sentido, se ha señalado también, que “[e]l discurso de la peste […] fue particularmente apropiado y resignificado por el gobierno instaurado en 1976. Las epidemias, los cánceres nacionales de todo tipo, eran los 25 subterfugios utilizados por los militares para justificar la erradicación de los «focos» subversivos al interior del organismo enfermo. También desde 1976, con más fuerza que nunca la metáfora de la sociedad enferma se convertiría «en el diagnóstico oficial del gobierno para explicar de un modo didáctico y convincente el pasado inmediato de la República Argenti na, para justificar el acceso al poder, la legitimidad de la permanencia en él y los objetivos históricos propuestos»” (Melo, Adrián – Raf fin, Marcelo: “Obsesiones y fantasmas de la Argentina”, Editores del Puerto, Bs. As., 2005, p. 109, con cita de Deli ch, Francisco: Metáforas de la sociedad argentina, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1986, p. 29). Y continúan los autores citados: “…[s]i el diagnóstico era que el grueso de la sociedad estaba enferma, las estrategias curativas tenían que ser necesariamente drásti cas y apuntar allí mismo donde los males ti enen su origen. El Estado autoritario impone un lema: el supuesto enfermo debe aislarse para extirpar el mal. Las terapéuticas instrumentadas fueron la desi nformación, el congelamiento de la sociedad, la imposición del miedo, la desaparición física de las personas, entre las de mayor peso” ( ob. cit., p. 109/ 0). No es de extrañar entonces, que el resultado de esta lógica haya llevado a resul tados desastrosos; q ue este di scurso del enemigo haya conducido sin escal as a la más pura arbitrariedad, especi almente en la selección de las víctimas a someter a este perverso y feroz sistema penal ilegal subterráneo, el cual -como toda agencia policial descontrolada e impune-, arrasó con cuanto vestigio de Estado de Derecho tuvo delante; para sól o detener su propensión a la violación de las más elementales normas del Derecho y la raci onalidad frente a la aparición en el horizonte de contra pulsi ones provenientes del exterior, más precisamente, la presi ón del gobierno demócrata norteamerican o y la visita de la Comisi ón Interamericana de Derechos Humanos (con más detall e al respecto, Novaro, ob. cit., pp. 102-3); en palabras del historiador Romero, “[l]o cierto es que cuando la amenaza real de las organizaciones cesó, la represión continuó su marcha. Cayeron militantes de organizaciones políticas y sociales, dirigentes gremiales de base […] y junto con ello militantes políticos vari os, sacerdotes, intelectuales, abogados relacionados con la defensa de presos polí ticos, activistas de organizaciones de derechos humanos, y muchos otros, por la sola razón de ser parientes de alguien, figurar en una agenda o haber sido mencionado en una sesión de tortura […] con el argumento de enfrentar y destrui r en su propio terreno a las organizaciones armadas, la operación procuraba eliminar todo activismo, toda protesta social -hasta un modesto reclamo por el boleto escolar-, toda expresión de pensamiento crítico […] En ese sentido los resultados fueron 26 Poder Judicial de la Nación exactamente los buscados.” Corresponde asimi smo recordar que el Poder Ejecuti vo Nacional, mediante l a sanción del decreto nro. 187/83, dispuso la creaci ón de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP), cuyo objetivo fue esclarecer los hechos relacionados con este fenómeno acontecido en el país. En el informe final presentado por la mentada Comisi ón se señaló q ue: “...De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere q ue los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atri buirlo a una metodología de terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que act uaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta I nter Americana de Defensa por el Jefe de la Delegación Argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores». Así cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraron los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia», revelan una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes l os espantos planificados.” “Los operativos de secuestros manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las Comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzana y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y fi nalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de los comandos casi siempre destruía y robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonar toda esperanza, los que entráis»”. “De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y hasta fantasmal: la de los desaparecidos. Palabra - ¡triste 27 privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.“ (cfr. Nunca Más, Informe de la Comisión Nacional de Desaparici ón de Personas, EUDEBA, Buenos Aires, 1996). Lo hasta aq uí expuesto, nos permite con ocer el marco históri co nacional en el cual se desarrollaron los sucesos investigados en cuyo contexto se desplegó el sistema represi vo impl ementado por las Fuerzas Armadas, que rei tero, consistió en la captura, privaci ón ilegal de la libertad, interrogatorios con tormentos, clandestinidad y en muchos casos, eliminación física de las vícti mas, q ue fue sustancialmente i déntico en todo el territori o de la Nación. Resulta relevante traer a colaci ón aquí l os desarrollos teóricos que en el marco del discurso penal se han efectuado, a partir de la irrupci ón de Estados autoritarios tanto en Europa como en América Latina, durante todo el sigl o XX, desarrollos que sintetizan las preocupaci ones de los juristas y pensadores provenientes no sólo del Derecho penal sino de diversas ramas de las ciencias social es, como l o son la sociología del castigo, la antropología j urídica y l a cri minología. Estas preocupaci ones han buscado compren der la relaci ón entre el poder y la legalidad (entendi da esta última según el modelo kelseniano que se i mpuso durante las décadas del ’20 y ’30 del siglo pasado), especi almente a partir de la crisis en esta relaci ón, puesta en evidencia con la irrupción de los regímenes autocráticos de entreguerras, en especi al, el nacionalsocialismo. De estos desarrollos teóricos –entre los cuales se destacan l os emprendidos por los juristas europeos Al essandro Baratta y Luigi Ferrajoli y nuestro E. Raúl Zaffaroni-, surge claro que hoy en día sólo es posible comprender al Derecho penal como un a técnica de minimización de la violencia, con especial referencia a l a violencia estatal, que por su concentración de poder punitivo (monopoli o del uso de la fuerza, disponibilidad de aparatos de poder, posesión de arsenales bélicos, etc.), siempre tiende al abuso y a la desproporci ón en las répli cas frente a la puesta en peligro de dicho poder que surgen de sectores alejados del mismo. De hecho, el Derecho penal moderno nació al cal or de l a Ilustración de fines del sigl o XVIII (la obra de Beccaria, Dei delitti e delle pene, es de 1766), precisamente a partir de la necesidad de poner diques de contención al despotismo que los regímenes absolutistas ejercían sobre los súbditos, quienes hasta ese momento carecían de todo tipo de derechos. Pues bien, l os hechos ventilados en este proceso muestran a l as 28 Poder Judicial de la Nación claras q ue el supuesto progreso civilizatorio de la mano de l a modernidad y de las luces está lej os de haber alcanzado, al menos de modo concluyente, estadi os superadores en la relación entre el Estado y la sociedad civil. Es a parti r de este marco conceptual , que es posible visuali zar una tensión permanente entre el ejercicio de poder punitivo (propio del Estado policial) y el Derecho penal como técnica proveedora de mayor paz social (propi o del Estado de Derecho), tensión que está presente en todas las soci edades, más allá de la organizaci ón pol ítica que l as configure (sigo aquí especialmente a Zaffaroni, E. Raúl, Alagia, Alejan dro y Slokar, Alejandro: Derecho Penal - Parte General , Ed. Ediar, Bs. As., 2000, pp. 5 y sgts. y 38 y sgts.). Esta dial éctica Estado de Derecho-Estado policial no se puede concebir espacialmente como dos frentes que coliden entre sí, dado q ue en verdad, el pri mero contiene al segun do en su interior: así, el Estado policial pugna permanentemente por su expansión en desmedro de espacios propi os del Estado de Derecho, y a su vez, el Estado de Derecho aspira a reduci r y encapsul ar todo lo posibl e los espaci os librados al Estado policial que pervive en su interior. En tal sentido, la mayor expansión del ejercicio de poder punitivo estatal trae como consecuenci a su necesaria contrapartida, la virtual desaparición del Derecho penal l imitador y lo que éste presupone, el Estado de Derecho. No es posible i magi nar una soci edad en donde todo sea Estado de libertades ( un mínimo de poder de policía resul ta absolutamente necesari o para la coexistencia aún pacífica), así como tampoco es concebible una sociedad con todos sus espacios de libertades anuladas: una sociedad así, abierta y compl etamente totalitari a, terminaría aniquilando a todos sus súbditos a través del ejercici o del terror sistemático, masivo e implacable, generando uno tras otro, n uevos estereotipos de enemigos. Si bien han existido regímenes que se han acercado bastante al ideal (probablemente, la Alemania nazi en la plenitud de su poder, circa 1942, el régimen estalinista soviético de medi ados de l a década del ’30 del si glo pasado), l o cierto es que también el Estado policial puro es solamente una hipótesis de trabajo para el científico social (al respecto, ver Arendt, Hannah: Los orígenes del totalitarismo, trad. de Guillermo Solana, Alianza Editorial, Madrid, 2002, pp. 687-688). Pues bien, lo que surge claro tanto de los elementos de prueba colectados en l a causa 13 instrui da por el Superi or, como por las investigaciones históricas del período i naugurado con el golpe de Estado 29 del 24 de marzo de 1976, es q ue las pulsi ones del Estado polici al – conducido por la J unta Militar de aquel entonces- finalmente rompieron los últimos diques de contención que le ofrecían resistencia desde el Estado de Derecho, y anegaron todos aq uellos espacios de derechos y li bertades a los que desde siempre apuntaron y que hasta ese momento ten ían resguardo de la Ley, mediante el empl eo de un poder autoritari o y manifiestamente ilegal. Para ello, y habida cuenta que el catálogo de respuestas jurídicopenales que ofrecía el Estado de Derecho usurpado les resul taba manifiestamente in suficiente a l os diseñadores del régimen militar instaurado para canalizar el enorme caudal de vi olenci a estatal que preveían inyectar en la sociedad, frente a la disyuntiva –absolutamente factible debido a la sustitución de la mismísima norma fundamental del orden jurídico vigente- de cambiar a su antojo la legalidad formal en lo referente a delitos, juicios y penas, prefirieron una sol ución aún más drásti ca, como lo f ue la de transferir todo el aparato bélico de poder estatal a la más pura clandestinidad, esto es, a l a más abierta ilegali dad. Y reafi rmo esta nota de abierta ilegalidad, puesto que el Estado argentino, pese a la clara dominación del Estado policial, mantuvo remanente ciertos espacios del Estado de Derecho en ámbitos no vitales (no debemos olvidar que el código penal casi no fue modificado, así como tampoco el derech o civil, comercial, todos los cuales seguían siendo aplicados por jueces, etc.). Dicho de otro modo, nos encontramos a parti r de fines de marzo de 1976 en nuestro país con un Estado no ya constitucional sino meramente legal de Derecho, con casi todos sus espaci os internos ocupados por un Estado policial liberado de toda contención y domi nado por las agencias pol iciales ( fuerzas armadas y de seguridad), y que para colmo de males, y como nota distintiva de la vi olencia estatal que se dio en la Argentina en aquellos años, con todos sus aparatos verti cali zados de poder (fuerzas armadas, policías, servicios penitenciarios, servici os de seguri dad del Estado) alineados en una sola estructura –al estilo del Leviatán que describe Hobbes-, li berado de toda atadura o contención desde la esfera de la legalidad, aunq ue más no sea la legalidad formal que regiría l a organizaci ón política luego del gol pe de Estado y hasta la restauración del sistema democrático de gobierno. Es más, lo que se tuvo por probado en aquella causa 13 de la Excma. Cámara Federal, f ue que desde el Estado legal de Derecho, la Junta Militar de gobierno que ocupaba el poder pol ítico del Estado Argentino, le 30 Poder Judicial de la Nación proporcionó a los detentadores del aparato de poder unificado que había pasado a la clandestinidad, todo l o necesario para operar i mpunemente y en el mayor de los secretos: en primer l ugar la asignación de los recursos económicos y logísticos, derivada de fondos públicos, sin los cuales la enorme empresa cri minal jamás podía haberse l levado a cabo, y en segundo lugar, la promesa –cumpli da por ci erto-, de poner en funcionamiento el enorme poder discursivo y mediático que estaba al servici o del régimen (a través de órganos de información estatales o de aq uellos privados controlados y del silenciamiento y persecución de los medios informativos independientes u opositores) para negar sistemáticamente ante la opinión pública, los estados extranjeros y las organizaciones de derechos humanos, todo lo concerniente a la actuación de aq uel Leviatán desatado. Dicho de otro modo, no fue con las herramientas del ejerci cio de poder punitivo formal que el régi men militar en cuesti ón l levó a cabo la represi ón contra los que consideraba sus enemigos pol íticos, sino que fue a través de un premeditado y perverso ejercicio masivo y cri minal de poder punitivo subterráneo ( cfr. Zaffaroni-Alagia-Slokar, op. cit., p. 24) que dieron cuenta de ellos, metodología que f ue mantenida en secreto por todos los medios posibles y que, como todo ejerci cio de violencia estatal liberada de las sujeciones del Estado de Derecho, degeneró en forma inmediata en terrorismo de Estado. Debemos recordar aquí que la cuesti ón del mantenimi ento en secreto del aparato de poder puesto al servicio de la actividad criminal no fue al go pri vativo del régimen militar aquí en estudi o; simi lar estrategia fue emprendida entre otros, por el nazi smo y el stalinismo, siguiendo la lógica de todo modelo autoritari o de poder estatal, según la cual “…cuanto más visibles son los organismos del Gobierno, menor es su poder, y cuanto menos se conoce una institución, más poderosa resultará ser en definitiva […] el poder auténtico comienza donde empieza el secreto” (cfr. Arendt, Los orígenes... cit., p. 608) . Para cumpli r l os objetivos propuestos, el régi men mili tar en el marco del cual se desempeñaron los aquí juzgados, extrajo por la f uerza a los supuestos enemi gos pol íticos de sus ámbitos de perten encia, ya sea familiares, sociales, culturales, y de los circuitos de comuni cación social , despojándolos de este modo de toda sign ificación soci o-jurídi ca: “el primer paso esencial en el camino hacia la dominación…” –sostiene Arendt- “…es matar en el hombre a la persona jurídi ca” (Los orígenes... cit., p. 665). Ello se l ogra colocando a ciertas categorías de personas f uera de la protección de la ley: el hasta entonces ciudadano, con nombre y 31 apellido, profesión, etc., con derechos y obligaci ones de diversa índole, pasa a ser una no- persona, alguien de la cual sólo q ueda pendiente un cuerpo vi tal, lo q ue Agamben ha llamado la nuda vida del homo sacer, el cual está enteramen te en manos del Estado policial subterráneo, no sól o para torturarl o, negarle alimento, agua o condiciones sanitarias mínimas, sino además para disponer definitivamente de esa vida, anulándola en cualquier momento impunemente, sin necesidad de razón o justificación alguna más allá del puro acto de poder, negándole incl usive, los rituales debidos a toda muerte, propios de l a con dición humana. Señala Agamben que allí cuando se desvanece la frontera entre orden jurídico y estado de excepción (como lo f ue el régimen militar en toda su extensión), l a nuda vida pasa a ser a la vez el sujeto y el objeto del ordenamiento políti co y de sus conflictos: “[t]odo sucede como si, al mismo tiempo que el proceso disciplinario por medio del cual el poder estatal hace del hombre en cuanto ser vivo el propio objeto específico, se hubiera puesto en marcha otro proceso […] en el que el hombre en su condición de [mero ser] viviente ya no se presenta como objeto, sino como sujeto del poder político […] en los dos está en juego la nuda vida del ciudadano, el nuevo cuerpo biopolítico de la humanidad” (cfr. Agamben, Giorgi o: Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, trad. de Antoni o Gimeno Cuspinera, Ed. Pre- textos, Val encia, España, 2003, p. 19) . De este modo, el ci udadano, la persona f ísica y j urídica, pasaba a ser si mplemente un desaparecido, sobre el cual, como bien quedó asentado en los considerandos de la causa 13, l os detentadores del aparato de poder -liberados de toda atadura por parte de las cúpul as mili tares gobernantestenían ampli a continuar su disponibilidad, deten ción pero ya sea para transfiri éndolo aniquilarlo, desde el o bien sistema para penal subterráneo al sistema penal formali zado (legalización por parte del Poder Ejecutivo), o bien l iberándol o di rectamente o permitiendo su salida al exterior. En definitiva, y en palabras de Ferrajoli : “La vida y la seguridad de los ciudadanos se encuentran en peligro hoy más que nunca, no sólo por la viol encia y los poderes salvajes de los particulares, ni por desviaciones individuales o la ilegalidad de específicos poderes públicos, sino también, y en medida mucho más notable y dramática, por los mismos estados en cuanto tales: […] torturas, masacres, desaparición de personas, representan actualmente las amenazas incomparablemente más graves para la vida humana. Si es cierto, como se dijo, que la historia de las penas es más infamante para la humanidad q ue la historia de los delitos, una y otra juntas 32 Poder Judicial de la Nación no igualan, en feroci dad y dimensiones, a la delincuencia de los estados: baste pensar […] todas las variadas formas de violencia predominant emente ilegales con que tantísimos estados autoritarios atormentan hoy a sus pueblos” (Ferrajoli, Lui gi: Derecho y Razón, Ed. Trotta, Madri d, 1989, p. 936). Considerando Segundo 2.1. La planificaci ón del gol pe de Estado. El “Plan del Ejército Argentino contribuyente a la Seguridad Nacional” del mes de febrero de 1976 La ruptura instituci onal ocurri da el 24 de marzo de 1976, no aparece como un hecho espontáneo desencadenado por una si tuaci ón concreta que determinó en la corporaci ón militar una decisión irreflexi va o preci pitada de derrocar al gobiern o democrático, sino que surge como el resultado de una operaci ón de estricto carácter militar, minuciosamente calculada hasta el úl timo detalle. Cada acci ón efectuada por las fuerzas armadas esa noche y l os días inmediatamente anteriores y posteri ores a ella, fue parte de un plan que hacía meses había si do pergeñado por l os oficiales más encumbrados del Ejército, cuyo jefe era ya el imputado, en un programa q ue incl uía las detenciones que debían realizarse, los edificios públicos, particul ares y demás espacios que debían ocuparse, los servicios de distinto orden sobre los que debía tomarse el control, los medios a emplearse e incluso un pl exo de normativas que debían dictarse una vez tomado el gobierno por la fuerza. Existió en los militares un fin deliberado de atentar contra el orden instituci onal, una precisa sel ecci ón de medi os y recursos de todo tipo, una elección previa de qui énes serían las primeras víctimas de su accionar, una eval uación de “enemigos” que incluía el cálculo de la intensidad de su oposición y l os medi os para repel erla, todo ell o en el marco del pronósti co de di stintos cuadros situacionales que podían presentárseles y para los cuál es se había programado cuidadosamente el curso de acción a seguir. Confeccionado el “Plan del Ejército (contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)” para el mes de febrero de 1976, sól o quedaba la elección de cuál sería el momento oportuno para derrocar al gobierno constituci onal, o más bien, para decirlo en términos castrenses, sólo restaba deci dir cuál sería el día “D” que pondría fin a la democracia. La premedi tación cri minal del todavía embrionario régimen se plasmó en un documento cuyo cuerpo pri ncipal constaba de once páginas a 33 las que se adici onaron quince anexos, conteniendo órdenes de batalla, instrucci ones sobre las acciones de intel igencia, la detención de personas, la ocupaci ón y clausura de edificios públ icos y sindicales, el control de los grandes centros urbanos y cierre de aeropuertos, aeródromos y pistas, la vigilancia de las fronteras, el control de los servicios públicos esenciales, de los establ ecimien tos penitenciarios y las residencias di plomáticas, así como tambi én instrucciones relativas a la detención de los miembros del Poder Ejecuti vo Naci onal, la divisi ón de j urisdicciones para ll evar a cabo el plan, proyectos de normativas a dictarse y programas de acción psicológica. Como se adel antara más arriba, l os términos en los que está redactado el documento dan cuenta de su confección, para el mes de febrero de 1976, por la Junta de Comandantes General es, la que se encuentra identificada por sus siglas. A manera de introducción y determin ación del obj etivo del programa militar, el plan expresó que “[l ]a JCG, ante el deterioro que sufre la Nación ha resuelto adoptar las previsiones para el caso de tener que destituir al Gobierno Nacional y constituir un Gobierno Militar” -página 1 del cuerpo central del documen to-. El Anexo 1 del informe incluye una orden de batalla para lograr ese objetivo, en el que se consignan disti ntas unidades y formaciones de las fuerzas armadas, con indicación de sus efectivos y cantidad de equi pos de combate. En el cuerpo princi pal del documento, se establecieron como “fuerzas amigas” del Ejército, a la Armada y a la Fuerza Aérea, quienes habrían de realizar “las operaciones necesarias para asegurar, conjuntamente con el Ejército, la destitución del Gobierno en todo el ámbito del país y facilitar la asunción del Gobierno Militar”. Para ello, se fijaron como medi os fundamentales para la consecuci ón de tales fines: 1. “La detención del PEN y las autoridades nacionales, provincial es y municipales que sean necesarias”. 2. ”La detención de personas del ámbito político, económico y gremial que deban ser juzgadas”. 3. “La protección de objetivos y el apoyo al mantenimiento de los servicios públicos esenciales que se determine”. 4. “El mantenimiento del orden y/o su restablecimiento jurisdicciones que les compete según el Plan de Capacidades”. 34 en las Poder Judicial de la Nación 5. “El control de las fronteras marítimas y fluviales, de los aeropuertos, aeródromos y pistas, impidiendo la salida del país de personas que deban ser puestas a di sposición del Gobierno Militar”. 6. “El patrullaje y apoyo aéreo, especialmente sobre grandes centros urbanos”. 7. “El cierre, ocupación y control de edificios públicos y de organizaciones sindicales según las previsiones adoptadas”. 8. “El control y/o protección de sedes diplomáticas según las previsiones adoptadas” y, finalmente, 9. “Todas las acciones q ue faciliten la constit ución y funcionamiento del nuevo Gobierno Militar” –página 1-. En estos nueve puntos, el plan resume la vastedad de su pretensi ón de dominio, q ue abarcaba el control absol uto del país por parte de las f uerzas armadas. El día “D” a la hora “H” (parafraseando al desembarco de l os aliados en Norman día el 6 de junio de 1944) debía procederse al derrocamiento del gobierno constitucion al. En ese momento, “personal superior de las FF.AA.” debía proceder a hacerse cargo de las jefaturas de la Policía Federal Argentina y de las restantes policías provincial es, cuyos efectivos, a parti r de ese momento, “contribui rán en el accionar de las FF.AA.” a través de: 1) “El mantenimiento del orden”, 2) “El cierre y custodia de sedes pertenecientes a entidades políticas y sindicales”, 3) La protección de residenci as de personal superior y subalterno de las FF.AA.” y, 4) “Toda otra acción que les impongan los comandos jurisdi ccionales” –página 2-. Asimismo, al Servicio Penitenciario Nacional y a los provincial es se les i mpuso la obli gación de mantener el “orden y vigilancia interna de los establecimientos carcelarios”, y arbitrar los medi os para “estar en condi ciones de reci bir personal detenido que se les asigne a partir del día D a la hora H” –página 2- . También se previó “[ a] medida que se vaya asumiendo el control de las Fuerzas Policiales, éstas se irán agregando a la orden de b atalla”, y que “[e]ventualmente se prevé agregar a la FT Naval «Chapadmalal», el día D a la hora H-2” –ídem-. Finalmente, la J unta de Comandantes Generales ordenó para sí la disposición de ef ectivos de reserva, conformada por integrantes de l as distintas f uerzas armadas con su respectivo armamento. Como puede adverti rse, l a operación implicó, desde su propia concepción, el despliegue de todas las Fuerzas Armadas en el territori o 35 nacional y la asunción del control operaci onal de la totali dad de las fuerzas policiales y penitenciarias, y ello, con el objetivo primordial de consegui r la toma del gobi erno del país. 2.2. El derrocamiento del gobierno constitucional como “misión” del Ejércit o Argentino El objetivo de derrocar el gobierno elegi do democráticamente y la asunción del ejercicio del Poder Ejecutivo Naci onal por las Fuerzas Armadas fue establ ecido como una “misión” por la llamada Junta de Comandantes Generales que tenía como presupuesto fáctico el pronóstico de un cuadro situacional que determin aría la implementación del pl an, enunciado en cuatro puntos: 1) la continuación “en el ejercicio de sus funciones [de] las act uales autoridades”, 2) la previsión de que no existi rían “perturbaciones ni m odificaciones substanciales con anterioridad al día D en el orden socioeconómico nacional que obliguen al empleo de las FF.AA. en la represión militar para el mantenimiento del orden público”, 3) la visión relativa a la existencia de “una total cohesión en el seno de las FF.AA. e identificación con el proceso a desarrollar”, y 4) la advertencia de q ue “[ p]ara la ejecución del plan se dispondrán de 7 (siete) días como preaviso deseable” –página 3 del cuerpo central del pl an-. Sobre la base de estos presupuestos, l a misión del Ejérci to Argentino fue establ ecida bajo el concepto general de realizar “a partir del día D a la hora H las operaciones necesarias para asegurar, conjuntamente con las otras FF.AA., la destitución del gobierno en todo el ámbito del país, a fin de facilitar la asunción del Gobierno Militar y contribuir a la consolidación del mismo” –ídem-. Esa fórmula general , debía concretarse, básicamente, a través de una operación consistente en: 1) la “destitución del gobierno en todo el ámbito nacional, asegurando que sus mi embros queden a disposición de las futuras autoridades”, 2) la realización de “todas las acciones que faciliten la constitución y funcionamiento del nuevo Gobierno Militar”, 3) el aseguramiento de “el orden y el funcionamiento del país a partir del día D”, y 4) el sostenimiento y aseguro del “cumplimiento de las medidas que adopte el Gobierno Militar” –página 3-. La operaci ón militar fue segmentada en tres fases l ógicas de acción, denominadas de preparación, de ejecución o consoli dación. Según lo establecido por el Plan del Ejército, durante la “Fase I” denominada “preparación” debían realizarse “las acciones necesarias para asegurar la ejecución del plan” comprendiendo su desarroll o “desde la fecha de 36 Poder Judicial de la Nación emisión del presente documento hasta el día D a la hora H-2”, con la aclaración de que l a misma debía abarcar “ini cialmente las tareas de planeamiento hasta el nivel GUB (inclusive) y toda otra medida preparatoria que haga al mejor cumplimiento de la ejecución” –ídem-. En esta fase, y “[a] partir de la comunicaci ón del día P (preaviso)” debía l levarse a cabo “el planeamient o a nivel GUC y se iniciarán el alistamiento y los movimientos imprescindibles expresamente autorizados por el CGE, los que deberán encubrirse en la lucha contra l a subversión” –( el resaltado es propio) página 3-. Respecto de la segunda fase, llamada “ejecución”, se estableció como aquella a iniciarse “el día D a la hora H-2, con los desplazamientos previos y despliegues necesarios que aseguren el cumplimiento de las acciones previstas, y se extenderá como mínimo hasta el día D+3 (inclusive) ” –página 4-. En esta Fase II, el accionar castrense a desplegarse compren día las medidas di rectamente di rigi das a l a concreción del derrocamiento, ejecución en la que, según lo plan eado, debía procederse a: 1) la “[d]etención del PEN y de aquellas autoridades nacionales, provinciales o municipales que se determine”, 2) la “[d]etención de dirigentes políticos, gremiales, funcionarios públicos y delincuentes económicos y subversivos”, 3) el “[c]ierre, ocupación y control de edificios públicos y sedes sindicales”, 4) el “[c]ontrol y/o protecci ón de sedes diplomáticas en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires”, 5) la “[p]rotección de objet ivos y apoyo al mantenimiento de los servicios públicos esenciales que se determine”, 6) el “[c]ontrol de grandes centros urbanos, vigil ancia de fronteras y cierre de aeropuertos, aeródromos y pistas que se determinen”, 7) el “[c]ontrol exterior de establecimientos carcelarios” y, 8) l a “[p]rotección de residencias de personal superior y subalterno que se determine”-página 4-. Finalmente, l a “Fase III” denominada “Consolidación”, f ue conceptualmente fijada como aquella “que se iniciará con orden, se mantendrán las medi das militares necesarias para contribuir a asegurar el funcionamiento y el orden del país, siendo reducidas en la medida en que la situación lo permita” –ídem-. De aquella misión fundamental , se disgregaron para su concreción futura, la previsi ón de distintas “misiones generales” dirigi das a los Jefes de los Cuerpos I, II, III y V y del Comando de Institutos Militares, quienes debían plan ear “a partir de la recepción del presente pl an y ejecutarán a partir del día D a la hora H”, las operaci ones necesarias para: a) “asegurar la destitución de las autoridades que se determinen o que la situación parti cular de la jurisdicción lo aconseje”, b) ”la detención de personas”, c) “[e]l cierre, 37 ocupación y control de edificios públicos y sedes sindicales”, d)“[e]l control de los grandes centros urbanos y cierre de aeropuertos, aeródromos y pistas”, e) la “vigilancia de fronteras (Caso Cerrojo)”, f) la “protección de objetivos y el apoyo al mantenimiento de los servicios públicos esenciales”, g) la “seguridad de los establecimientos carcelarios”, h) la “protección de residencias de personal militar” e, i) la “asignación temporaria y por acuerdos zonales, de jurisdicciones a otras FF.AA. con asiento en sus respectivas jurisdicciones y/o l a coordinación con las mismas de la ejecución de operaci ones específicas en forma conjunta”páginas 4 y 5 del cuerpo central del documento-. Los detall es vincul ados a los operati vos de detención de personas a los q ue h ace referencia el punto b, estuvieron contemplados en el anexo n ro. 3 del documento; los relativos al cierre, ocupación y control de los edificios del punto c, se establ eci eron en el anexo 4; l os ref eridos al control de los espacios del punto d, se plasmaron en el anexo 5; los vinculados con la vi gilancia de las f ronteras se dispusi eron por el anexo 6; y, con el control de los servi cios públicos y l os establecimientos penitenciari os, en los anexos 7 y 8 respectivamente. Como misiones particulares a cumpli r específicamente por el Primer del Cuerpo del Ejército se dispuso, en primer l ugar, que éste debía operar “a partir del día D a la Hora H con efectivos de 1 FT [ Fuerza de Tareas] con elementos blindados para bloquear y eventualmente atacar l a Casa Rosada (Casa de Gobierno) con la finalidad de lograr la detención del PEN y posibilitar su posterior traslado al lugar que determine el Gobierno Militar” –página 5-. También se estableció que debería ejercer “el control de l os accesos a las embajadas y residencias de los señores embajadores para evitar que determinadas personas puedan acogerse al asilo político y contribuir a la detención de aquellas que deban quedar a disposición del Gobierno Militar” – ídem- . Se destaca la previsi ón de q ue ese Cuerpo I del Ejército debería proporcionar “efectivos y medios para la constitución de un Equipo Especial Conjunto para la det ención de personas”, la asignaci ón de “una 1FT B1 a disposición de la JCG a partir del día D a la hora H+6 en la zona S O del Gran Buenos Aires” -fs. 5-, y la provisión de efectivos “para ser agregados con orden el día D a la hora H-2, a la FT Naval «Chapadmalal» en el caso de q ue la Armada deba proceder a la detención del PEN en la zona de Mar del Plata” – página 6-. Respecto de las f ormaciones que actuarían bajo la órbita del Comando General del Ejército, se establ eció que además del “cumplimiento de las misiones que les corresponde según el Plan de Capacidades (MI) con las 38 Poder Judicial de la Nación modificaciones introducidas por la Directiva del Cte. Gral. Ej. 404 (lucha contra la subversión)”, con efectivos del Regimi ento de Patricios debía reforzar “la guardia y seguridad del edificio «Libertador»”, mantener “en su cuartel de Palermo [efectivos] a disposición del Equipo Especial Conjunto de detención de personas” y, el “Cdo. Av. Ej” [Comando de Aviación del Ejérci to], alistar “1 Sección de Helicópteros que quedará a disposición de la J CG como reserva”. Asimismo, se dispuso que “[l]a Jefatura de la PFA y los efectivos con asiento en la Capital Federal” quedarían bajo “control operacional del Cdo. Cpo. Ej. I a partir de la hora H-2” con excepción de los efectivos de las seccionales policial es correspondientes a las juri sdicciones de la Armada y la Fuerza Aérea, y de las delegaciones de Policía Federal ubicados en el ámbito de actuaci ón de las otras comandancias del Ejército –página 7-. El Servicio Penitenciario Federal tambi én debía quedar bajo control de los Cuerpos de Ejérci to a partir de la h ora H, estableciéndose que, consecuentemente, debía recibi r “l os detenidos que los Cdo(s) Cpo(s) Ej ordenen mantener en sus instalaciones a disposición de los respectivos comandantes” –página 8-. El Edificio “Libertador”, sede del Comando General del Ejército, f ue establecido como “Puesto de Comando Pri ncipal”, previéndose como puesto de al ternativa, la sede del Comando General de la Armada – página 10- . El documento castrense contiene además una serie de instrucci ones referi das a la coordinación de las distintas fuerzas armadas y de seguridad para la reali zación del plan, que preveía el man tenimiento de las juri sdicciones estableci das por el Plan de Capaci dades MI, con modificaciones en lo que hace al ámbito de la Capital Federal y la asignación de la jurisdicci ón de distin tos partidos de la Provincia de Buenos Ai res (San Martín, 3 de Febrero, Vicente López, San Isidro, San Fernando, Tigre y Gral. Sarmiento) al Comando de Insti tutos Militares, “las que regirán a partir de la hora H-2 del día D y se extenderán como mínimo hasta el día D+3 inclusive”- página 9-. Para el resto del país, se dispuso que las jurisdicci ones podían ser determinadas a parti r de acuerdos “a realizarse con las otras FFAA para el cumplimiento de las misiones impuestas por el presente plan” –ídem-. También se estableci ó que en el caso de que “una fuerza requiera el empleo en su jurisdicción de efectivos de otra fuerza” la “responsabilidad de coordinación del planeamiento y conducción de las operaciones” sería de aquella que ejerciera “el Comando de la jurisdicción, la que asumirá el control operacional sobre los efectivos agregados” disponiéndose que esa “vinculación 39 será temporaria y se informará por la cadena de comando al Cdo. Grl. Ej. (CENOPE)”. Asimismo, se previó que en situaci ones en la que “efectivos de una fuerza que deban penetrar en jurisdicci ón de otra para operar sobre objetivos específicos o por exigencias de desplazamiento”, los mismos continuarían “dependiendo de su comando natural”, así como tambi én se autorizó a los comandantes “a coordinar con los equival entes de otras fuerzas el empleo de recursos locales en j urisdicciones veci nas”-página 9-. También se previó la realización de informes relativos al cumpli miento de las distintos segmentos del plan que debían ser elevados por l os comandos al Comando General del Ejército –Centro de Operaciones-, a partir del día D, a la hora H, establ ecién dose di stintos grados de peri odicidad, así el día D, la el evación debía efectuarse cada dos horas, el día D+1 cada seis horas y después del día D+1, según lo que se determinara en ese momento –página 9 del cuerpo princi pal del plan-. Además, se dispuso la elevación de informes “aperiódicos” q ue debían ser remi tidos al C.G.E. “[e]n l a iniciación y terminación de cada operación o actividad expresamente ordenada” –pág. 10- . Bajo el acápite denominado “encubrimiento” se consign ó la disposición general de que “[e] n la medida de lo posible, todas las tareas de planeamiento y previsiones a adoptar emergentes del presente plan, se encubrirán bajo las previsiones y actividades de la l ucha contra la subversión” –pág. 10-. Al regular esas tareas de planeamiento, se estableció q ue el comienzo de la vigencia del plan operaría “cuando sea recibido por los comandos dependientes y se ejecutará cuando se ordene”, q ue la planificación de las operaciones se mantendría “a nivel de Cdo(s) Cpo(s) Ej. e IIMM, no pudiendo descender a escalones inferiores hasta el día D”, y que “los planes de GUB derivados de la presente, serán elevados al Cdo. Grl. Ej. ( EMGE – Jef- III Op) a la mano, dentro de los 8 días de recibido este documento”- pág. 10-. Por el anexo 4 se dispuso una “señal de reconocimiento e identificación” que tendría vigencia “a partir del día D a las 0000 horas”. El documento culmi na con la sentencia final de que “el día P [día de preaviso], el día D y la hora H [día y hora del derrocamiento] se comunicarán oportunamente” –pág. 10-. La copia del cuerpo principal del Plan del Ejército Argenti no (Contribuyente al P lan de Seguridad Nacional) que aportara el General Acdel Edgardo Vilas en el marco de la causa 11/86 de la Cámara Federal de Apelaciones de Bahía Blanca y f uera remitida a esta sede por el Juzgado Federal nro. 1 de esa ciudad, lleva la inscripci ón aclaratoria de q uien 40 Poder Judicial de la Nación suscribiera original mente: “Jorge Rafael Videla, Teniente General. Comandante General del Ejército” –pág. 10-. 2.2.a. La predeterminación de los “enem igos” u “oponentes” de las Fuerzas Armadas Por el anexo 2 del documento, se establecieron directivas específicas de inteli gencia, que contuvi eron un “resumen de la situación enemiga” en la que se definió al “oponent e” como “todas las organizaciones o elementos integrados en ellas, existentes en el país o que pudi eran surgir del proceso, que de cualq uier forma se opongan a la toma del poder y/u obstaculi cen el normal desenvolvimiento del Gobierno Mil itar a establecer”–pág. 1, Anexo 2-. Dentro de esa catalogación de oponentes, el pl an esti pul ó que se debían “visualizar dos tipos de categorías, una que denominaremos activo y otro potencial”, obedeciendo dicha consideraci ón “al grado de participación actual de uno y a las posibilidades futuras del otro” –ídem-. De conformi dad con estas di rectrices, el anexo contiene una nómina de “oponent es” de distintos sectores de la sociedad en las que se puntualizó l a priori dad de represión en función de su consideraci ón de activo o potenci al, estableciéndose, además, que “[l]os señores C[omandan]tes de Área incluirán en sus respectivas composiciones del oponente, otras organizaciones que actúan en sus j urisdicciones, pero siempre con la caracterización señalada” –ídem-. La nómina de oponentes, incluye en la categoría de “Organizaciones Político-Militares” como de “Prioridad I (oponente activo)” a los siguientes: a) Partido Revol ucion ario de l os Trabaj adores/Ejército Revol ucionario del Pueblo, b) Partido Auténtico/Montoneros, c) Junta Coordinadora Revolucionari a, d) Ejército Revoluci onari o del Pueblo «Franja Roja», e) Ejército Revol ucionari o del Pueblo «22 de Agosto», f) Brigadas Rojas – Poder Obrero, g) Fuerzas Argentinas de Liberaci ón, h) Fuerzas A rmadas Peronistas, i) Fuerzas Armadas de Liberación «22 de Agosto», j) Movimiento de Izquierda Revoluci onario (de ori gen chileno), y k) Ejército de Liberaci ón Nacional «Tupamaros» (de origen uruguayo)” –pág. 1, Anexo 2-. Respecto de estos “oponentes de prioridad I” enumerados en el documento, se consi gnó que “actúan permanentemente y con l a casi totalidad de su estruct ura orgánica en acciones armadas o en apoyo direct o a las mismas, particularmente las dos primeras” –página 2, Anexo 2-. Por otra parte, fueron calificadas como organizaciones pol íticomilitares de pri oridad II (oponente acti vo): a) La Li ga Comunista y, b) La Liga Comunista Revolucionaria. Con rel ación a estas últimas se determinó 41 que su partici pación en las acci ones de los oponentes de prioridad I, “se concreta normalmente por vía indirecta, coadyuvando en la ejecución” –pág. 2, anexo 2-. También se establ eció una lista de “organizaciones políticas y que colaterales” fueron divi didas en cuatro niveles de pri ori dad, correspondiendo sól o el primero a la calificación de “oponentes activos” y asignándosel e al resto la categoría de “oponentes potenciales”. Se incluyó como organizaciones pol íti cas y colateral es de prioridad I (oponente activo) a l as siguientes: a) Parti do Comunista Revol ucionario, b) Partido Socialista Revoluci onario, c) Partido Política Obrera, d) Partido Obrero Trotski sta, e) Partido Comunista Marxista Leninista, f) Vanguardia Comunista, g) Frente Antiimperialista y por el Socialismo, h) Liga Argentina por los Derechos del Hombre, i) Unión de Mujeres Argentinas, j) Tendencia Revol ucionaria Peronista y, k) Juventudes Políticas Argentinas –cf r. pág. 2, anexo 2- . Respecto de ellas se estableci ó que “la gran mayoría de los elementos integrantes de las organizaciones [...] muy probablemente mantengan y hasta puedan incrementar su acostumbrada apoyatura a los m edios de lucha armada de la subversión”. Con relación a los “oponentes potencial es” de priori dad II –a) Partido Comunista Argentino y, b) Frente de Izquierda Popular-, se consignó que “con posturas públicas reconocen la necesidad de ca mbio del actual gobierno”, afirmándose que “si bien inicialmente podrían no oponerse al golpe militar, a la postre no renunciarían a sus tradicionales inclinaciones radicalizadas y podrían volcar un esfuerzo parcial en contra del interés de las FF.AA.” –pág. 3- . Respecto del “a) Partido Conservador Popular, b) Parti do Demócrata Progresista, c) Partido Popular Cristiano, d) Partido Revolucionario Cristiano y, e) Unión del Pueblo Adelante”, considerados oponentes potenciales de prioridad III –pág. 2-, el documento expresó que “en términos generales es probable [que] actúen por vía indirecta en contra del proceso y parcialmente a través de algunos de sus principales dirigentes y/o pequeños sectores” –pág. 3-. Las agrupaciones políticas consi deradas como oponentes potenciales de priori dad IV fueron: a) el Movimiento Naci onal Justiciali sta y, b) el Movimiento de Integraci ón y Desarroll o, consi gnándose a su respecto que sól o de la primera de las nombradas “se prevén manifestaciones parciales y como consecuencia lógica del cam bio” y que del “resto de los partidos políticos considerados se aprecian como 42 probables únicamente posturas Poder Judicial de la Nación individuales y aisladas o de reducidas corrientes radicalizadas de cada uno” – pág. 3-. Finalmente, se expresó que “otros agrupamientos políticos no incluidos en el present e documento como podrían ser la Unión Cívica Radical y el Partido Federalista, es probable que no se opongan al proceso y hasta lleguen a apoyarlo por vía del si lencio o [la] no partici pación” –ídem-. El régimen también identificó previ amen te a “oponentes” en el ámbito gremial. Entre las organizaci ones gremiales de prioridad I (oponente activo), se incl uyeron las siguientes: a) l a Comisión Nacional Intersin dical, b) Ex CGT de l os Argentinos, c) Movi miento de Unidad y Coordinación Sindical, d) Juventud Trabajadora Peronista, e) Agrupaci ones de Base, f) Movimiento Sindi cal de Base, g) Movi miento Sindical Combativo, y h) Coordinadora Nacional de Gremios Combativos y Trabajadores en Lucha – págs. 3 y 4-. Respecto de ellas se asentó en el documento reseñado que “serán elementos de m ayores incidencias negativas en la estabilización y solución del problema social” destacándose que “[p]articularmente sus dirigentes deben ser objeto de especial i nterés de los Equipos Especiales afectados a la «Detenci ón de Personas»” –pág. 4-. Fueron determinados como oponentes del ámbito sindical de Priori dad II ( potenciales) los si guientes: “a) Confederación General del Trabajo, b) 62 Organizaciones Peronistas, c) J uventud Sindi cal Peronista, d) Federaciones, Uniones, Asociaciones, Sindicatos y Gremios que integran las dos primeras”, consignándose a su respecto que “es probable que se manifiesten parcialmente contra el nuevo gobierno y como consecuencia lógica del cambio” – página 4, anexo 2-. El enemigos régi men en el también ámbito de estableció l as previ amente la “organizaciones existencia estudiantiles”, consignándose respecto de ellas: “act úan en el ámbito universitario y secundario, en general responden a corrientes ideológicas orientadas hacia el socialismo y sirven en lo fundamental a intereses de la subversión” –página 4-. Se Movimiento de incluyó entre Orientación “oponentes Reformista, activos” (2) destacados Tendencia a: ( 1) Universitari a Popular Antiimperi alista, (3) Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda, (4) Juventud Tendencia Antiimperialista Socialista Revoluci onaria, Universitari a Soci alista Revol ucionaria, (7) Juventud (6) de Avanzada, Tendencia Guevarista, (8) (5) Estudiantil Movimiento Nacional Reformista, (9) Agrupación Universitaria Nacional, (10) Juventud 43 Universitari a Concentraci ón Peronista, Nacional (11) Frente Universitaria, Estudiantil (13) Unión Nacional, de (12) Estudiantes Secundarios y ( 14) Franja Morada –págs. 4 y 5, anexo 2-. En el ámbito reli gioso tambi én se identificó al presun to enemigo: el Movimi ento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, respecto del cual se destacó que “es en la práctica la única organizaci ón de accionar trascendente al ámbito de ciertos sectores de nuestra población”. Así, se caracterizó al movimiento por su “definida prédica socializante” y por servi r “a la postre, a la lucha de clases que pregona el marxismo”, estableciéndose tambi én que “[l]a representación de este movimiento se materializa casi exclusivamente en los denominados Sacerdotes del Tercer Mundo, quienes en posturas contra el nuevo gobierno serían los particulares responsables” –pág. 5-. Finalmente, sin perj uicio de que, como se vio, la nómina de enemigos abarcara prácticamente todos los ámbitos de la sociedad, se incluyó un apartado sobre “personas vi nculadas” que con l a categoría de “oponentes potenciales”, fueron caracterizadas como personas que “[r]elacionadas al quehacer nacional, provincial, muni cipal o alguna de las organizaciones señaladas” poseían “responsabilidad imputable al caos por el que atraviesa la Nación”. Tambi én se incluyó con esa cali dad a otras personas “de igual vinculación que pretendieran ent orpecer y hasta afectar el proceso de recuperación del país”. Respecto de “tales elementos, debidamente individualizados” se estableci ó que debía encuadrársel os “conforme a las previsiones establecidas en el documento «Detención de Personas» o normas que específicamente pudiera establecer la JCG” –página 5-. Luego de ell o, el documento del Ejército efectuó una enumeración de “capacidades”, es decir, de recursos y del posible acci onar concreto de las ll amadas “organizaciones y personas vincul adas” de cada ámbito social en con tra del proceso todavía a emprenderse. Entre ellas, se destaca en numerosos casos el ejercici o de derechos constitucionales como ser di sti ntas manifestaciones de la libertad de expresión (movili zaciones políticas y gremi ales, la dif usión a la opinión pública de “volantes y panfletos” o “leyendas murales”, y en el caso de organizaci ones religiosas “contribuir a crear con su prédi ca disociadora, una opinión nacional e int ernacional contraria al Gobierno Militar”); o vinculadas a las defensas de los derechos de los trabaj adores tales como paros generales, huelgas y particularmente “[ e]fectuar demandas reivindicat orias salariales orientadas a provocar la ruptura o el entorpecimiento de un nuevo orden 44 Poder Judicial de la Nación económico, utilizando diversas maneras para formularlas, tales como: Paritarias, Reuniones de fábricas, Marchas de Protesta [...] Retiro de Colaboración, Trabajo a Reglamento”; e incl uso en el caso de las llamadas organizaci ones políticas la simple negativa a “toda colaboración partidaria masiva, parcial o personal en apoyo al nuevo gobierno” o la creación de una “imagen desfavorable del nuevo gobierno en el extranjero, mediante contact os con representantes de la prensa y organismos internacionales y personalidades de relevancia mundial” –cf r. págs. 5 a 10-. Se establ eció entonces que la activi dad de contrainteligenci a a desarroll arse contra estos oponentes debía, “[p]or las características del objetivo perseguido”, rodearse de medi das de seguridad que superen “los niveles habituales de restricción” y que las acciones “emergentes de esta planificación deberán ser encubiertas com o derivadas de la lucha contra la subversión” –página 10-. Las tareas de con trainteligencia se encontraban tambi én regidas por canales de información a través de la cadena de mandos, en la medida en que se previ ó que “[l]os respectivos C[ omandan]tes de Área elevarán el día D a la hora H+8 y luego con una periodicidad de 24 hs. un Parte de Inteligencia, por el Canal Técnico, en el cual reseñarán las principales acciones producidas por el oponente desde la inicia ción de las operaciones, consignando en particular: 1)reacciones del oponente activo, 2) reacciones del oponente potencial, 3) reacciones de la población, 4) novedades derivadas de la detención de personas, 5) requerimientos relacionados con el desarrollo de las actividades de i nteligencia, 6) probable evol ución de los acontecimientos” –pág. 10-. 2.2.b. La planificaci ón de l as detenciones a disponerse por l a Junta de Comandantes Generales y l os Comandos de Zona El Anexo 3 del Plan del Ejérci to de febrero de 1976 tuvo por objeto “[e]stablecer l os criterios para planear y ejecutar la detención de aquellas personas que determine la JCG”. En los términos en que f ue planificada la “operación de detención”, la mi sma consistió en “[d]etener a partir del día D a la hora H a todas aquellas personas que la JCG establezca o apruebe para cada jurisdicción, que signifiquen un pel igro cierto para el desarrollo de las acciones militares sobre las que existen evidencias de que hubieran cometidos delitos o acciones de gran notoriedad en contra de los intereses de la Nación y que deban ser investigados”, así como también “[ p]rever la detención de oponentes potenciales en la medida que éstos se manifiesten” –pág. 1 del anexo 3-. 45 Respecto de la divi sión de jurisdicci ones para implementar esta parte del plan del Ejército, se estableció que “[l]a Capital Federal y Gran Bs. As. queda exclui da del área de responsabilidad del correspondiente Cdo., pasando a depender directamente y a i guales fines de la J.C.G.” y q ue, asimismo, “podrá excluirse parte de alguna de las Áreas de los Cpos. e IIMM cuando dentro de ellas deban ejecutarse acciones de responsabilidad exclusiva de la JCG, lo que en toda oportunidad se hará conocer por anticipado” –página 1- . Con relaci ón a l as relaci ones de dependencia y a la implementación de l as operaciones desti nadas a estas detenci ones se previó que cada Comando de Zona debía establecer en su jurisdicci ón los “Equipos Especiales” que resultaran necesarios de acuerdo con las características de la misma; que la planificación “respecto a los elementos a detener se hará, en principio, sobre la base de listas que cada Cdo. de jurisdicción confeccionará y que en todos los casos deberá contar con la aprobación de la J.C.G” y que los Eq uipos Especiales de Detención de cada jurisdicción “se integrarán e i niciarán su planeamiento a detalle a partir de la recepción” del anexo aquí descrito. Con rel ación al desti no de las detenciones, se dispuso q ue cada Comandante debía establecer lugares de alojamiento de detenidos en su jurisdi cción, teniendo en cuenta para ell o que las “personas de significativo grado de peligrosidad” debían ser alojadas en “Unidades Pen itenciarias” y que las restantes personas debían ser recluidas “en dependencias militares y agrupadas según el trato que cada Cte. Cpo. [Comandante de Cuerpo] e IIMM [Institutos Militares] estime que se le debe dar al detenido”, sin perj uicio de la posibilidad de formular un requerimi ento a la J unta de Comandantes Generales para que algún detenido sea alojado en otra j urisdicción en “casos muy especiales y que por sus caracterí sticas resultare necesario” –pág. 2-. Los medi os de movil idad “para el cumplimiento de la totalidad de las acciones en cada jurisdicción” debían ser asignados por los Comandos de Cuerpo, los que también debían aprobar “los estudios de detalle de cada Equipo Especial” y serían asignados por l os respectivos Cdos. Tales estudios debían finalizarse “dentro de los ocho días” sin perjuicio de que “hasta tanto se mantenga el cumplimiento de la misión se efectuarán convenientes actualizaciones”. También el “asiento de la Jefatura, Plana Mayor y efectivos que integren los Equipos Especiales” quedó librado a la deci sión de cada Comandante de Cuerpo o Institutos Militares –página 3-. Respecto de la actividad de l os Eq uipos Especial es de Detención se dispuso que además de l o expresamente establecido en el 46 Poder Judicial de la Nación documento, “la acti tud política fijada por la JCG será también elemento de juicio orientador” para proceder con relaci ón a los mismos –página 2-. La responsabil idad de sus integrantes quedaría “circunscri pta al ámbito de su jurisdicción” previéndose la posibilidad de “coordinar aspectos relacionados a la detención de personas co n el resto de las jurisdicciones a partir del día D a la hora H” –página 2-. Ya dentro del ámbito de los Equi pos Especi ales de cada jurisdi cción, se previó que para “las acciones parciales de ejecución” debían preverse Comisi ones de Detención (CD) “cuya magnitud surgirá de una adecuada eval uación de la capacidad del blanco (seguridad, custodia, etc.)” señalándose la conveniencia de “incorporar a ellas personal de las FF.PP. [fuerzas policiales] en función de experiencias en procedimientos similares”. Sin perj uicio de l o i ndicado en últi mo término, se dispuso que las Comi siones de Detención “afectadas a la detención de personas de prioridad I” debían integrarse “sobre la base de efect ivos militares” y, por el contrari o, “las de prioridad II, con elementos policiales” –página 3-. Finalmente se establ eció que “[t]odo el accionar de los Equipos Especiales” debía quedar “registrado en documentos a elaborar dentro del más estricto marco de seguridad y secreto militar”, debien do tales documentos “estar permanentemente a disposición de la JCG y elevados toda vez que ésta lo requiera”. Un “informe final de todo lo actuado en este sentido” debía ser confeccionado por cada Comando y ser elevado a su términ o a la Junta de Comandantes Generales. 2.2.c. Las fases de l a operación y las pri oridades de detenci ón La operaci ón de detención también se planificó con un a segmentaci ón en tres fases. La fase I de “preparación”, estaba divi di da en la subfase A de “planeamiento” que abarcaría “[d]esde la recepción del presente Anexo hasta el día D a la hora H-3”; y la subfase B en l a que se daría la “recepción de los efectivos, constitución de la CD y adelantamiento de las mismas hacia los blancos” –pág. 3-. Esta úl tima subfase B, comenzaría, según lo planificado: “a partir de la hora H-3 y será encubierta como una operación de lucha contra la subversión. Finalizará a la hora H-2”. La Fase II de “ejecución” tambi én se encontró escindida en un a subfase A de “despliegue”, a implementarse “[d]esde la hora H-2 hasta la hora H” y en que “las CD ejecutarán la aproximación a los respecti vos blancos”; y una subfase B, de ejecución propiamente dicha, a iniciarse “estrictamente a 47 partir de la hora H” y que finalizaría “al completarse la operación o el día D+3” –pág. 4-. También se establ ecieron distintas prioridades para la detención de personas. Las detenciones de prioridad I, debían realizarse el día D a la hora H, y recaería sobre personas “que por sus antecedentes” se considerara que: a) constituyeran “un peligro cierto y actual para el desenvolvimiento de las acciones en cualquiera de los campos”, b) existieran “evidencias de haber cometido actos delict ivos de gran notoriedad en el área económica” y, c) hubiesen “adoptado o proporcionado decisiones en lo político, económico y/o social y por las cuales corresponda responsabilizarlos de la situación actual del país” –pág. 4-. Las detenciones de pri ori dad II recaerían sobre “el oponente potencial [...] en el momento en que se evidencie”, establ eciéndose también grupos de personas en virtud de di stintas característi cas. El “grupo A”: estaba formado por personas que “con un grado menor de peligrosidad en relación a las de Prioridad I, puedan –no obstanteobstaculizar o perturbar la concreción o desarrollo posterior de la acción” –pág. 4-. El “grupo B” f ue “[c]onstituido por la llamada «delincuenci a económica», con excepción de los casos i ncluidos en Prioridad I”, tratándose específicamente -en los términos del documento castrense- , de personas respecto de las cual es “se tengan fundadas sospechas de que han incrementado ilegalmente su patrimonio en el ejercicio de funciones públicas o gremiales o en actividades privadas que, vinculadas con el Estado y/o recibiendo beneficios o prebendas del gobierno, o con los gremios y sus testaferros”. Finalmente, el den ominado “grupo C” estuvo “integrado por funcionarios públicos o dirigentes gremiales que no correspondiere incluirlos en las precedentes categorías, por el mero hecho del cargo o función desempeñadas, deba ser analizada su conducta o neutralizada su acción cuando se evidencien” – página 5, Anexo 3-. Se estableci ó asimismo que las personas a incluirse en estos grupos de detenidos ordenados por categorías y pri ori dades, habrían de quedar “expresamente establecidas en las listas que la JCG aprobará”, consignándose l uego: “para el éxito de la operación deberán ser rigurosamente determinadas y cumplidas” tales di rectivas. Respecto de la coordinación de las di stintas fuerzas en la detención de personas se impartieron también instrucci ones concretas, y se determinó q ue según las características de cada área los Equi pos Especiales 48 Poder Judicial de la Nación de Detención “se podrán integrar efectivos de las otras FF.AA., actitud que, en lo posible, será la norma y en el concepto de operaciones conjuntas”. La confección de listas de personas a detener fue “responsabilidad excl usiva de los Cdos. Cpos. e II.MM.” sin que ello obstara a “la participación de medios de las otras FF.AA. de igual escalón de mando y hasta tanto el planeamiento se desarrolle a este nivel”. La Junta de Comandantes Generales haría conocer a cada uno de los Comandantes de Cuerpo e Institutos Militares “las listas de las demás jurisdicciones a fin de poder concretar la detención de aquellas personas que [...] pudieran haberse desplazado de su zona natural de radicación”. Se previó asimismo, que los “elementos” de Plana Mayor u organismos de igual nivel de otras Fuerzas Armadas que pudieran integrar los Eq uipos Especial es, podían utilizarse para la obtenci ón de “antecedentes necesarios para completar y/o ampliar detalles de planeamiento, en especial, la confección de listas” –pág. 5, anexo 3.El apéndice nro. 1 del anexo 3, contenía una seri e de instrucci ones relati vas a la detención de personas q ue en sus partes más destacadas establ eci ó que “[l]as listas de personas a detener, una vez aprobadas por la JCG deberán ser ampliadas con la mayor cantidad posi ble de detalles tendientes a tener la más absoluta seguridad en la ejecución de l a operación” – página 1, apéndice 1, anexo 3-. Igual mente, entre l os “datos fundament ales” a inclui r en l as nóminas que debían elevarse a la J.C.G., debía figurar según el documento, una seri e minuci osa de datos relativos a la futura vícti ma como ser sus características f ísicas, sus domicilios –“particularmente [aquél] en el cual pernocta”-, las características edilicias de su resi dencia, sus vías de escape y posibilidades de apoyo, el vehícul o habitualmente utilizado por la víctima y sus características, etc., todo ello con la incl usión de “gráficos destinados a clarificar la ubicación del domicilio” y “fotografías con iguales fines que lo anterior y en particular de las personas a detener”. Todos estos detalles debían ser procurados por los fuerzas armadas por “vía de reconocimientos y/o por intermedio de los naturales medios de inteligencia de cada jurisdicción, pero si empre pretextando int ereses distintos al verdadero motivo” –página 1- . Se consignó asimismo en dicho documento: “[p]odrán establecerse lugares de reunión de detenidos los cuales dispondrán de la adecuada seguridad” y luego “[l]os traslados de los detenidos se harán en todos los casos bajo las más extremas medidas de seguridad” – el resaltado me pertenece, página 1-. 49 Asimismo, se impuso que “[e]n el despliegue de las CD [Comisiones de Detención] que ejecuten las acciones de prioridad I, se deberá asegurar en todos los casos el estricto cumplimiento de la hora H”-página 2-. Que “[p]roducida la detención se le comunicará al inculpado que «se encuentra bajo arresto a disposición del Gobierno Militar». Solamente el JCD podrá formularle un sintético interrogatorio para el mejor cumplimiento de la misión”; que “[l]a incomunicación caracterizará todo el proceso de detención de los inculpados y solamente podrá ser levantada por resolución de l a JCG”; y, que “[n]o se permitirá la intervención de personas extrañas a las FF.AA. en defensa de los detenidos, quedando librada su posibilidad a resolución de la JCG” – página 2-. Se estableci ó, asimismo, q ue debía ser “detenida toda persona q ue se oponga o dificulte ostensiblemente el procedimiento de la CD”; y que cuando “[l]a persona a detener esté definida como subversiva o manifieste un actitud violenta contra la Fuerza, su domicili o será minuciosamente registrado, incautándose toda documentación de int erés, armamento y explosivos que pudieran existir”. Que “en el caso de que el causante no se encontrare en el domicilio o lugares establecidos en la ficha respectiva, se efectuará interrogatorio a otros integrantes del inmueble y/o vecinos en procura de i nformación q ue determine su paradero”. Que los “Jefes de cada CD impartirán instrucciones especiales a l os componentes de las mismas sobre normas de conducta con personas ajenas al procedimiento y bienes del inculpado (incautados o no)” y que a “todo personal integrante del Equipo Especial se le darán claras y precisas inst rucciones sobre empleo de las armas para asegurar la detención de las personas buscadas o anula eficazmente toda resistencia”. Finalmente se advi rtió que “[n]ingún integrante del equipo está facultado a suministrar información alguna a la prensa y vinculado al cumplimiento de esta operación”, en tanto ello constituía “facul tad exclusiva de la JCG”. Como puede advertirse, las previsi ones de la Junta de Comandantes Generales relativas a la detención de personas ya delineaban los aspectos central es del plan de represión estatal q ue se i mplementaría una vez producido el golpe de Estado, la modalidad en las que se produci rían las detenciones, la cadena de mandos y responsabilidades con relación a las mi smas, la planificación de la existencia centros clandestinos de detención –bajo l a denominación de “lugares de reunión de detenidos”- las actividades de inteli gencia previ as, el secreto que regi ría la operación, en 50 Poder Judicial de la Nación definitiva, la ausen cia de todo l ímite al aparato terrorista del Estado dictatorial. 2.2.d. La planificaci ón de la ocupación y clausura de edifici os públicos y sedes sindicales El “Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)” contuvo en su Anexo 4 instrucciones destinadas a “[p]roceder el día D a la hora H, a la ocupación y clausura de edificios públicos y sedes sindicales con la finalidad de resguardar los bienes, documentos y valores existentes y asegurar l os mismos contra atentados y sabotajes” –página 1, anexo 4-. El concepto general de la operaci ón estaba regido por la obligación de l os Comandos de Zona y de Institutos Militares de “ocupar las instalaciones asignadas empleando para ello, si fuere necesario, el máximo de energía y eliminando t odo posible intento de resistencia”. La operación también fue segmentada en tres fases. La fase I de preparación, en la que habría de efectuarse el “planeamiento de detalle de la operación a desarrollar” y que debía prol ongarse hasta la hora H-2. La fase II, cuya subfase A se desarrollaría desde la hora H-2 hasta la hora H y consistiría en el desplazamiento y despl iegue de ef ectivos y que conten ía una subfase B en la que se efectuaría la clausura y control de las instalaciones desde la hora H hasta el día D+3; y finalmente una fase III, denominada de “consolidación” en la que se materiali zarían “acciones a ordenarse oportunamente” a parti r del día D+4 –páginas 1 y 2-. Las instrucciones generales al respecto se encontraron referi das a la ocupación de las instalaciones, al desaloj o del personal que se encontrare en el edificio, “salvo aquellos que desempeñen tareas y/o funciones necesarias para el mantenimiento de servi cios esenciales”, a q uienes, no obstante, debía someterse a un “rígido control, asegurando que su presencia responda a los fines señalados y con un estricto control sobre la no utilización de medios de comuni caciones con el exterior” –página 2-. También se planificó la clausura de las entradas a los edifici os, “habilitando sólo un acceso en el cual se apostará una guardia militar”, y en el que debía efectuarse “un estricto control de todo movimiento, tanto de personal que concurra a los servicios esenciales (turnos) como de otras personas autorizadas por la aut oridad militar”. Otras guardias también debían establecerse “en todos los lugares que se aprecie necesario para garantizar la seguridad del edificio” y un patrullaje de míni mo control sobre importancia no justifi quen su ocupación”. 51 “[a]quellos edificios que por su Específicamente se impuso tambi én la ocupación y el allanamiento de una serie de sedes sindicales “para asegurar sobre ellas el control de las FF.AA.”. Tales objetivos operacionales fueron determinados a través del apéndice 2 del anexo 4 del Plan del Ejérci to, si endo ellas: la Seccional Avellaneda capitalinas de la de la Unión U.O.C.R.A., la Obrera Metal úrgica, F.O.E.T.R.A., la y las Federación sedes de los Trabajadores de la Carne y sus derivados, consignándose con relaci ón a todos las enumeradas que “pueden encont rarse armas”. Otras sedes sindicales respecto de l os cuales se impuso específicamente su allanamiento y ocupación fueron las sedes porteñas de SMATA, Luz y Fuerza y del gremi o de los “canillitas”. Para el cumplimien to de esta mi sión cada Comando fue el “responsable de determinar el personal y medios necesarios para satisfacer la misión”, teniendo en cuenta para su i mplementación “la importancia y trascendencia del objetivo a conquistar” y debiendo efectuarse un reconoci miento de l as instalaciones y disponerse la clausura de “aquellos locales que por la nat uraleza de los elementos que contengan haga conveniente su preservación hasta tanto se haga cargo del edificio la autoridad designada”, además de tomarse “estrictas medidas a fin de evitar la pérdida o sustracción de elementos, documento y/o valores perteneci entes al edificio ocupado”-página 3 del anexo 4- . Para esto último se dispuso la realización de un “permanente control de los efectos que porte el personal y/o vehículos, civiles y militares que salgan de las instalaciones ocupadas” estableciéndose que “[t]oda persona de cualquier índole que transgreda estas normas será detenida y puesta a disposición del Gobierno Militar”. También se planificó la adopci ón de medidas, respecto de los sistemas de comunicación que pudieran existi r en los edifici os, que debían “ser mantenidos en funcionamiento al solo efecto de la operatividad técnica del ente pero ejerciendo, con personal militar idóneo, un estricto control sobre su utilización”-página 4, anexo 4-. Finalmente se indicó que las acciones debían ejecutarse “con la energía necesaria pero empleando un trato correcto para evitar inútiles fricciones” y q ue el “cese de la ocupación y control de los edifi cios se ordenará oportunamente”. Concretamente, “los objetivos a cubrir por el Ejército” tambi én fueron clasificados según prioridades, de la siguiente man era, conforme surge del apéndice 1 del anexo reseñado. Los objetivos a ocuparse de prioridad 1 a cargo del Coman do 52 Poder Judicial de la Nación del Primer Cuerpo del Ejército f ueron: la Casa de Gobi erno, la C.G.T., la Asociación Obrero Textil, el Congreso Nacional y l a U.O.C.R.A. de Capi tal Federal, la U.O.M. y la A.O.T. de La Matanza, y la U.O.M., la A.O.T. y la U.O.C.R.A. de Avell aneda. Fueron objetivos de prioridad “2” el Ministerio de Bi enestar Social, la Administración del Ferrocarril General Roca, el Si ndicato de Luz y Fuerza, la Administraci ón del Ferrocarril General Urquiza, la F.O.E.T.R.A., la U.O.M. de Capital Federal, Unión Ferroviari a, la U.T.A., el Ministerio de Trabaj o, las Municipalidades de los partidos de La Matanza, Lomas de Zamora, Lanús, Avellaneda y Quilmes, la A.O.T. de Lanús y la U.O.M. y la U.O.C.R.A de Quilmes. Asimismo, la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, la sede de E.N.T.E.L., la Secretaría de Transporte y Obras Públicas, Gas del Estado, las sedes de F.O.E.C.Y.T y S.M.A.T.A, el Sindicato de La Fraternidad, la Asociación de Señal eros, la Federación Argentina de Personal de Gas del Estado, l a sede Capi tal Federal de Obras Sanitarias, la Administraci ón de Subterráneos, el Sindicato de Trabajadores de Correo y Telecomunicaci ones, la F.O.E.T.R.A. Buenos Aires y la sede capitalina de Encotel f ueron objetivos de prioridad III, cuyo ocupaci ón y allanamiento correspondió también al Comando del P rimer Cuerpo de Ejército, conforme lo planificado. Los objetivos de pri oridad 4 fueron: la Sala de Representan tes de la ciudad de Buenos Aires, el Ministerio de Economía, la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, la Federaci ón Gráfica Bonaerense, la Comisi ón Nacional de Energía Atómica, la Secretaría de Comun icaciones, la Administraci ón Gen eral de Emi soras de Radi o y Televi sión, y el Tribunal de Cuentas de l a Nación. Finalmente, la Junta Nacional de Granos, la sede de Aerol íneas Argentinas, el CONET, la Secretaría de Agricultura y Ganadería, la Direcci ón del Registro de la P ropi edad Inmueble la del Registro de la Propiedad Automotor, la sede de Lotería y Casinos, el Mercado Nacional de Hacienda y la Secretaría de Comercio Exterior, fueron establecidos como objetivos de q uinta prioridad. Por otra parte, la actuación a cargo del Comando de Institutos Militares tuvo por objetivos ocupar sedes distintas muni cipalidades y delegaci ones gremiales de su juri sdicción, a las que se asignaron distintos grados de prioridad, teniendo como exclusivo objetivo de priori dad I, la residencia presidencial de Olivos. 53 2.2. e. La pl anificación relativa al control de grandes centros urbanos y otros espacios públicos Por el Anexo 5 del Plan del Ejérci to de febrero de 1976 se planificaron las “operaciones necesarias para mantener el orden en los grandes centros urbanos e impedir la salida del país de personas que el Gobierno Militar disponga sean investigadas”-página 1 del anexo 5- . El concepto general de este segmento del plan consistió en “un gran despliegue de personal y medios para lograr inicialmente un estricto control de la población, como así también, de los desplazamientos en el ámbito nacional, para luego, de acuerdo con la evolución del proceso, atenuar en f orma regulada las medidas adoptadas”. Al igual que las restantes, fue escindida en tres fases, una de “preparación” a iniciarse desde el momen to de la recepci ón del plan y hasta la hora H-2; una fase de “ejecución” a prolongarse más allá de la hora H del día D, divi da en tres subfases, una de “desplazamiento y despliegue de efectivos”, otra de “ejercicio del máximo de control” y otra de “atenuación regulada del control”; y, finalmente, una tercera fase de “consolidación”. Las medidas concretas cuya materiali zación fue ordenada incluían el control de aeropuertos, aeródromos y pistas, así como también el de rutas y el tránsito urbano, sobre los que se planificó el ejercicio de un “relativo control del tránsito de rutas y dentro de los grandes centros urbanos para evitar la evasión por medios terrestres y limitar la capacidad de reunión de grupos de personas que puedan alterar el orden”. Específicamente respecto del ámbito de la Capi tal Federal y el Gran Buenos Aires, se impartieron directivas específicas relativas a patrullajes urbanos disuasivos, el control de terminales ferroviarias sobre el personal que embarcara en trenes media y larga distancia; el control “sistemático” de la Capital Federal, a realizarse con efectivos de la P.F.A. bajo control operaci onal, fundamental mente sobre “todas las salidas ubicadas en la Avenida General Paz y los puentes sobre el Riachuelo”; y el control del Gran Buenos Ai res, que también recayó sobre l as rutas nacionales y provincial es –cf r. página 2-. En todos l os casos se estableci ó la posibilidad de formular “requerimientos de patrullaje aéreo a la Fuerza Aérea”. Por otra parte, exi stieron di rectivas destinadas a “ejecutar las operaciones militares necesarias para impedir la salida del país a través de la frontera terrestre” –anexo 6, página 1-. Las operaciones, fueron también divi didas en las f ases de preparación, ejecuci ón y consolidación. 54 Poder Judicial de la Nación Con esta finalidad, se impuso que “[a] partir de la hora H, en todo el ámbito nacional, se pondrá en ejecución el caso «CERRO JO», y a partir del momento que se ordene el caso «BRETE», para evitar la salida y/o restringirla, según corresponda, de cualqui er persona nacional o extranjera que así lo pretenda”, y que “aquellos problemas que requieran una resolución inmediata por su trascendencia política serán informados directam ente a la J.C.G. (E.M.C. en operaciones)” –anexo 6, página 2-. Las medi das establecidas en el Anexo 7 tuvieron por objeto “ratificar las medidas que se encuentran previstas en el PFE – PC (MI) para el ámbito nacional y rect ificar algunas de las correspondientes a la Capital Federal y Gran Buenos Aires, para asegurar el apoyo al mantenimiento de algunos servicios públicos esenciales” –anexo 7, página 1-. El concepto general de la operaci ón consistió en “una combinación de apoyo al mantenimiento de SPE y protección de objetivos primordiales, de acuerdo con la situación particular de la jurisdicción y la disponibilidad de medios”. El accionar a despl egarse estuvo específicamente relaci onado con el estricto control de los servici os de telecomunicaciones, y los de Agua y Electrici dad, Gas, Combustibles y Transporte, con el orden de prioridades enunciados. A su vez, en el Anexo 8 se impartieron directi vas destinadas a “controlar exteriormente, a partir del día D a la hora H, los establecimientos penitenciarios nacionales y provinciales donde se encuentren alojados delincuentes subversi vos a fin de evitar su salida, fuga o rescate de la unidad carcelaria”, versando las operaci ones sobre “el control exterior de los establecimientos penales con personal de las FF.AA. y/o FF.SS., a f in de evitar la salida por las puertas habilitadas de personal detenido o la fuga o rescate del mismo por cualquier lugar de su perímetro” y estableciéndose la implementación de “patrullajes, puestos fijos y control de accesos fijos”, a ese efecto. Entre l os aspectos comunes de la ejecución de esta parte del plan, se destaca la imposición de que los control es exteriores se materi alizaran en forma simul tánea a partir de la hora H y que ell o debía comunicarse previamente al Jefe del establecimiento, con in dicación de que el personal de su cargo debería “permanecer acuartelado hasta nueva orden”, que cesarían todos l os permisos de visitas y que se debería “impedir todo tipo de comuni cación con el exterior por parte de los detenidos”, debi endo extremarse las medi das de seguridad con relación a ello. Por otra parte, los anexos 9 y 10 contuvieron di rectivas 55 vinculadas con la protección de las residencias del personal militar y establecieron l as j uri sdicciones de actuación de cada Comando de Cuerpo e Institutos Mili tares al efecto de l a implementación del plan. A través del anexo 12 se planificó l o relativo a l as sedes diplomáticas respecto de los cuales se previeron medidas para “[e]jercer el control del acceso a las embajadas para evitar que determinadas personas puedan acogerse al asilo político y contribuir ala detención de aquellas que específicamente así se haya determinado”. A ese efecto, se establecieron como objetivos de pri ori dad 1, las Embajadas de Alemania Oriental y Cuba, y las resi dencias de l os embajadores de esos países y el de Franci a. Las embajadas de H onduras y China tuvieron una prioridad 2, mientras que l as de Bélgica, Corea Popul ar y Tailandi a fueron prioridad 3. 2.2.f. La previsión de normas de “apoyo jurídico” El anexo 13 del “Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)” del mes de febrero de 1976, fue desarrollado con la finalidad de “[e]stablecer las normas jurídicas a las que se adecuarán las acciones que ejecute l a fuerza en el territorio nacional, en conj unción con las otras fuerzas armadas, para lograr la destitución del actual gobierno y posterior consolidación del Gobierno militar”. –1Se establ ecieron como normas jurídicas aplicables, en pri mer lugar, “la legislación que dicte el gobierno militar” y, en segundo orden, “la legislación vigente que sustenta la Directiva del Comandante General del Ejército nro. 404/75 (Lucha contra la subversión) en tanto y en cuanto no se oponga” a ella. -1En las directivas del anexo se estableci ó la “implementación de las normas jurídicas que permitan el PLAN DE ACCIÓN INMEDIATA (PAN) para ejecutar las acci ones operaciones previstas y derivadas del presente plan a fin de prevenir, disuadir y neutralizar situación de conmoción interior”, así como “continuar la lucha contra la subversión en todos los niveles”. Se estableció al efecto que “las actividades y operaciones del presente plan constituyen para el personal militar un acto de servicio” y que “todo lo relacionado con su cumplimiento se encuentra sujeto a la jurisdicción militar”. También se previó que “[l]a Junta de Comandantes General es dispondrá que a partir del día D-H las FF.Seg., FF. Pol . y servi cios penitenciarios nacionales y provinciales, q uedarán sometidos a la jurisdicción militar respecto de los actos que reali cen por o bajo órdenes de la autoridad 56 Poder Judicial de la Nación militar”. El apéndice 1 de este anexo contuvo la “legislación que la J.C.G. dictará al respecto” proyecto q ue fin almente se pl asmó, en términos absolutamente idénticos a l os previstos, en la l ey de facto nro. 21.267 sancionada y promulgada el 24 de marzo de 1976 (Boletín Oficial 26/03/1976 -ADLA 1976 - B, 1036) . La normativa castrense a dictarse, también alcanzaría a la población civil , previéndose que quedaría “sometida a la jurisdicción militar respecto de los delitos y/o infracciones que así contemple la legislación que dicte el Gobierno Militar, cuando ello se aprecie conveniente”. Se estableció asimismo que “[l]a Junta de Comandantes General es facultará a autoridades militares para practicar requisiciones, las que se efectuarán de acuerdo con la legislación vigente, siempre y cuando la situación y las circunstancias así lo permitan”. En los apéndices segundo y tercero de este anexo se incl uyeron proyectos de “legislación que se prevé dict ar si la evolución y el desarrollo de la situación así lo aconseja” referi dos a las previ siones de mencionadas en los dos últimos párrafos. Así, se proyectó el establecimiento de “zonas de emergencia” q ue declaradas como tal es por la Junta de Comandantes General es, ya sea por decisión previa o a pedido de l os Coman dantes de Zona, podrían alcanzar a todo o parte del terri tori o nacional. Las normati vas previ stas, fuera de la mencionada precedentemente, un a vez consumado el gol pe de Estado se corporizarían con leves modificaci ones, en l as leyes de facto nro. 21.272 ( sancionada y promul gada el 26/03/1976, B.O. 31/03/1976, ADLA 1976-B, 1038) y nro. 21.264 (sancionada y promul gada el 24/03/1976, B.O 26/03/1976, ADLA 1976 - B, 1034), ésta última llamada de “Represión del Sabotaje”. 2.2.g. Las medidas de “acción psicológica” previstas por el régimen El cuerpo principal del “Plan del Ejército” contuvo la previ si ón de medidas de “acci ón psicológica” como parte integrante de la “misión” antes descri pta. Allí se dispuso que el accionar a efectuarse en ese sentido “sobre públicos externos estará a cargo de otros medios” mientras que “[e]n la jurisdicción de la Capital Federal y Gran Buenos Aires, la JCG centralizará la difusión de comuni cados destinados a regular l as acti vidades de la poblaci ón” –página 9 del cuerpo principal del documento, el resaltado es propio-. 57 Tales previsiones fueron compl ementadas en detalle a través del Anexo nro. 15 del Plan del Ejército, que contuvo una serie de instrucci ones di rigi das a reali zar una “permanente actividad de acción psicológica sobre el público interno y sobre los públicos afectados por las operaciones, con el objeto de predisponerl os favorablemente y lograr su total adhesión en apoyo de l a misión impuesta” -anexo 15, página 1La misi ón habría de consisti r en “la ejecución de una acci ón psicológica destinada fundamentalmente al público interno y materializada con los medios propios de que dispone cada una de las Fuerzas”. Se destaca entre las directivas impartidas en ese sentido, l a instrucci ón de que se debía proceder al “ejerci cio del mando dirigido al público interno para mantener su cohesión y como medio de obtener la adhesión y subordinación psíqui ca de los conducidos”; al “desarrollo de los objetivos psicológicos que tiendan a apoyar la ejecución de determinadas operaciones militares”, a la “expl otación inmediata de todo hecho que resulte positivo y que favorezca el apoyo y la motivación útil a la FF.AA.”; y a la “difusión de la información oportuna y necesaria en todos los niveles del público interno”. La operación de acci ón psicológica tambi én fue segmentada en una fase de “preparación” en la que se preveía “[i] ncentivar anímicamente al público interno para estar en aptitud de ejecutar operaciones cuando la autoridad correspondiente lo ordene”, “[a]centuar el convencimiento de la justa actitud de la intervención de las FF.AA. en resguardo de los valores permanentes que animan la nación”; [r]eafirmar la convicción sobre la responsabilidad inclaudi cable que las FF.AA. tienen respecto al mantenimiento del orden y la seguridad de la nación”; y, [c]onvencer y justificar la determinación asumida por las FF.AA. de combatir la subversión en todos sus niveles y ámbitos, como así también la corrupción, la inmoralidad y el deterioro económico, todo ello en beneficio del pueblo de la nación”. En la segunda fase, denominada de “ejecución”, se planifi có que las “[c]ampañas de acción psi cológica comprenderán además de las de apoyo a las operaciones militares, aquellas actividades psicológicas dest inadas a crear actitudes favorables en los públicos afectados” –anexo 15, página 2-. De manera que en plena ejecución de los operativos, l os objetivos psicológicos de las Fuerzas Armadas estaban dirigidos a la ciudadanía, a la q ue se l a “[d]ebía convencer de la importancia que las operaciones en desarrollo tienen para el mantenimiento del orden y la seguridad nacional”; proyectar hacia ella “una i magen de FF.AA. cohesionadas, que actúan con disciplina, energía y eficiencia, velando por los intereses de la comunidad a la que pertenecen” a l a vez que “[c]rear una sensaci ón de éxito en 58 Poder Judicial de la Nación las operaciones” –pág. 2-. En la última fase, ll amada de “consol idación” se consign ó q ue debían “explotarse los éxitos obtenidos durante la ejecución de la anterior fase”, para l o cual se debería proceder a “[r]eafi rmar las normas y valores nacionales que conforman nuestra cultura occidental y cristiana”; a [c]larif icar al público interno sobre las acciones emprendidas y los logros obtenidos por el Gobierno Militar en los diferentes ámbitos del quehacer nacional, a fin de evitar los efectos perniciosos del rumor”; y , finalmente, “[a]crecentar la imagen de las FF.AA. en unión al afecto y cohesión con la civilidad responsable del país”. Se dispuso expresamente como medios para alcanzar los “objetivos psicol ógicos” enunciados las técnicas de “información y adoctrinamiento”, debiendo esta última “tender a reforzar y a confirmar los valores que conforman nuestro tradi cional estilo de vida y a demostrar su superioridad sobre las ideologías foráneas que se pretende exaltar”-página 2-. Tal como para el resto de las operaciones a desplegarse por l os Fuerzas Armadas, se dispuso que “[l]a acción psicológica a desarrollar antes del día D hora H, deberá encubrirse como actividades destinadas a intensificar la lucha antisubversiva”, consignándose que “a partir del día D, deberá establecerse una estrecha coordinación con los objetivos establecidos por la acción psicológica de nivel nacional” –pág. 3-. 2.2.h. La planificación de la detención del Poder Ejecutivo Nacional La detención de qui en ejerciera la presi dencia de la Naci ón, constituyó lógicamente, la acción militar fundamental de toda la operaci ón dispuesta en aras de la ruptura institucional programada por las Fuerzas Armadas y la asunci ón del gobierno de facto, y así f ue planif icada hasta el último detalle, previ éndose al efecto distintos cuadros situaci onales para el momento en que debía consumarse la privaci ón de la libertad de quien ejerciera la presidencia y su derrocamien to. Tales previsiones f ueron plasmadas en el anexo n ro. 11 del plan castrense, cuyas directivas fueron impartidas con la expresa finalidad de “[e]jecutar las operaciones necesarias para posibilitar y concretar la detención de la persona que ejerza el P.E.N. y su post erior traslado al lugar que determine el Gobierno Militar, por parte de una comisión conjunt a a designar oportunamente” -anexo 11, página 1-. Nuevamente, la operación fue segmentada en distintas fases, una de ejecuci ón que debía comprender “la elaboración y completamiento de los planes específicos” y se prolongaría “hasta el día D, hora H-2”. 59 Una segunda fase de “ejecución”, en la que se debía efectuar: a) el desplazami ento y despli egue de efectivos, acci onar a desplegarse desde la hora H-2 hasta la hora H; b) la “invitación a la renuncia del PEN y su puesta a disposi ción del Gobierno Militar”, a desarroll arse ”desde la hora H hasta H+30 min.”; c) la “ejecución del ataq ue en el caso de no haberse logrado la detención del PEN en la subfase B”, a desplegarse desde la “hora H+30min hasta H+90min”; d) el “traslado y cust odia del Ex-PEN hasta el lugar de embarque desde donde será transportado al lugar que determine el Gobierno Militar”, a extenderse hasta la “hora H+2”; y, finalmente, e) el “repliegue y reintegro de los efecti vos empleados a sus unidades de origen”. Como ya se adelantara el planeamiento de la detención incluyó la previsi ón de disti ntas alternativas dadas en razón de “las posibilidades de ubicación del PEN en el día D”. Las cuatro “variant es” que contiene el plan del Ejército, plantean distintos cuadros situaci onales en los que el P.E.N. se podía llegar a encontrar en la fecha clave: en la Casa de Gobierno (vari ante 1) o en la Residencia Presiden cial de de Chapadmalal (variante 3), en cuyo caso intervendrían efectivos del P rimer del Cuerpo del Ejérci to; en la Resi dencia Presidencial de Oli vos (variante 2) en la intervendría el Comando de Institutos Mili tares; o, finalmente en la Residencia Presidencial de Ascochinga (variante 4), situación en la que la “F.A.A. adoptará las previsiones correspondientes” –página 2-. Independientemente del siti o en la que se encontrara el titul ar del Poder Ejecutivo Nacional el día D, todos l os cursos de acción a segui r por los fuerzas armadas previeron que de modo simultáneo (variantes 1 y 2) o inmediatamente posterior (variantes 3 y 4) se debía “bloquear” y “ocupar” la Casa de Gobierno y la Residencia Presidencial de Olivos – página 2-. Asimismo, se establ eció: “los comandos responsables de llevar a cabo la operación de detención del PEN, pasarán a depender directamente de la J.C.G. (E.M.C. en Operaciones) al momento de la Ejecución ( a partir de la iniciación de la Subf ase b)”, y tambi én que los comandos afectados a la operación de detención debían informar “por el medio más expeditivo, su cumplimiento al término de cada una de las fases y subfases en que se ha desdoblado aquélla”. Los apéndices n ro. 1 y nro. 2 al anexo 11 del Plan del Ejérci to, reglamentan en detalle el procedimiento a seguir por los ef ectivos de los comandos de Zona 1 y de Insti tutos Militares en los casos en el q ue el Presidente, al momento de su detención, se encontrara en la Casa Rosada o 60 Poder Judicial de la Nación en la Quinta de Olivos. En ambos casos, efectivos eq uivalentes a una Fuerza de Tareas debían comenzar a operar “a partir del día D a la hora H-2” atacando a las residencias presidenciales correspondi entes, deteniendo al titular del P.E.N. y trasladán dolo al l ugar que se determinara para cumpli r su privaci ón de l a libertad. Una “comisión conjunta” debía encargarse personalmente de la detención, la que debía estar conformada por un oficial superior de cada una de las fuerzas, a saber: un Brigadier, un Contraal mirante y un General de Brigada, todos ell os a designarse por el Comando General del Ejército. En cuanto a los medi os de los que se val dría esta comisi ón para el cumpli miento de su “misión”, contarían con un helicóptero de la Fuerza Aérea, con “tripulaci ón alerta en pista, en la plataforma militar del Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires” y un “[v]ehículo blindado [...] para el transporte de la Comisión Conjunta para la intimación y detención del PEN”. Dicha comisión, asi mismo, debía reuni rse en el “PC. Cte. Op.” «Casa Rosada» u «Ol ivos», el día “D a la hora H+15min”. Ambos programas contienen una enumeración minuciosa de l os efectivos de las di sti ntas fuerzas que intervendrían en las operaciones, con detalle de l os medios a emplearse. Se destaca particul armente l a circunstancia de que a l os comandos q ue debían encargarse de la detención de la presidenta, se les impuso la obligaci ón de desarrollar un “Plan Táctico” para el cumplimiento de la mi sión, el que debía ser “entregado personalmente” al Comando General del Ejército, Jefatura III de Operaciones del Estado Mayor General: “el día 040900 Mar 76”, es deci r, a las 9:00 hs. del día 4 de marzo de 1976, veinte días antes de aquél que finalmente se fijara como el día D –cfr. página 2 de l os apén dices 1 y 2 del anexo 11-. Como se vio, a cada uno de los objetivos que las Fuerzas Armadas fijaran con la finalidad de proceder al derrocamiento del presi dente consti tuci onal y a la usurpación del gobierno de la República, le correspondió una in numerable canti dad de di rectivas cuya i mplementación estaba destinada a l a consecución más rápida de los mismos. Se trataba de neutralizar, a través de la celeridad, la organización y los medios de fuerza empleados, cualq uier posibilidad de reacción. El detalle de l os objetivos y métodos que se habrían de cumpli r y emplear en procura del golpe de Estado, revela la indiscutible premeditaci ón del mismo con una considerable antelación, lo cual evidenci ó el escaso margen de frustración que poseía tal empresa. 61 A la veracidad probatori a de las actuaci ones en las que consta el Plan del Ejército contribuyente al Plan de Seguridad Nacional, se adiciona la irrebatilidad q ue surge de su contraste con los hechos efectivamente ocurri dos el día 24 de marzo de 1976, día en el que aquellas previ siones a adoptarse “para el caso de tener que destituir al Gobierno Nacional y constituir un Gobierno Militar” se plasmaron en la realidad, tal como había si do planeado. En efecto, el día D, “[e]n la Casa Rosada finaliza a medianoche una larga reunión de gabinete [...] La presi denta ha salido en hel icóptero, rumbo a la residencia de Olivos, minutos después de las 0 horas. Es decir, cuando empieza el 24 de marzo [de 1976]: noventa días exactos después de la alocución de Videla en Tucumán...diez minutos después, deja de ser presidenta” (cfr. Félix Luna: Golpes militares y salidas electorales, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1983, p. 160) . La “misión” que se h abían fijado las Fuerzas Armadas hacia el mes de febrero de 1976 había culmi nado con éxi to. De lo sucedido, habremos de tratar a continuación. 2.3. Toma del poder por las Fuerzas Armadas 2.3.a. Los sucesos del 24 de marzo de 1976 A poco más de treinta años de aquella noche, su proximi dad en términos históricos determina la importancia del relevamiento que los medios de comunicación hicieron de l os hechos al momento en que los mismos se produjeron. A la época de la asunción del último gobierno militar, ya l os medios masivos de comunicación, en tanto formadores de la opinión pública ciudadana, constituyeron un elemento central para l a difusión de la doctrina del régimen. La construcción de ciertos estereotipos vinculados a una supuesta confabul ación mundial Aanti-nacional@ apoyada por un anónimo enemigo interno -aunque ubicado dentro o fuera de las fronteras- puede advertirse en l as pri meras l íneas editori ales de algunos de l os medios que intentaron retratar aquella realidad. Así se expresó, en referencia a la intervención del Pol iclínico Profesor Alejandro Posadas y a supuestas operaciones “subversivas” all í desplegadas, q ue A[s]ólo una relación de permanente complicidad entre funcionarios del anterior gobierno y las subsistentes *formaciones paralelas+, que actuaron de consuno los asilados madrileños, puede explicar la comisión de estos hechos, que las autoridades no pudieron ignorar. La responsabilidad recae 62 Poder Judicial de la Nación por igual en la brevísima gestión pública del ex presidente Cámpora, como en la de quien sería, pocos meses después, su sucesor@ (editorial titul ado ALo que se pretendió negar@, diario “La Prensa”, ejemplar de fecha 7 de abril de 1976, conf. expte. 20203214/85-0 del Ministerio de Sal ud y Acción Social caratulado “Hospital Nacional Posadas s/ violación de derechos humanos”, fs. 23, que corre por cuerda de l os autos nro. 11.758/06, conexos a estas actuaci ones). Esta i magen difusa de un pretendi do enemi go del ser nacional, se erigi ó sobre calificativos deliberadamente maleables para servi r de herrami enta aplicable a las situaciones más divergentes. El enemigo podía refugiarse en todos y cada uno de los ámbi tos vitales, era un ser oscuro, indefinido, que transgredía valores tan vagos e i mprecisos como aq uellos que se le endil gaban. Ese belici smo se arti culó sobre la emoci ón más pri mitiva del hombre -el miedo- y también sobre elementos que hacen a su moral individual , como la alegación di recta de una religiosi dad cri stiana absolutamente deformada en sus val ores, reducida a meras in vocaciones de dogmas e íconos, vaciados de su real contenido y convertidos en consignas y clichés funci onales a las exi gencias ideológicas del régimen . El régimen pretendi ó agl utinar voluntades bajo formas sól o susceptibles de fe o de creencia, carentes no sólo de toda legali dad y legitimidad, sino incluso, de cualquier atisbo de racionali dad, elaborándose bajo esas premisas una suerte de religión de Estado a través de la caracterización de las f uerzas armadas como una corporaci ón dotada de cualidades prácticamente sobrehumanas, colocándolas por fuera del ámbi to de la sociedad y con ello ajenas a sus cri sis coyunturales y contradicci ones políticas. La idea del golpe de Estado como una “misión” o una “obligación inclaudi cable” y la de sus oficiales superi ores como garantes de una pretendida morali dad, ética, sobriedad y austeridad perdidas, fueron parte de esta mesianización de quienes detentaran el poder dictatorial, liderado por el aq uí imputado. Todo ell o se contextualizó en un cuadro situacional en el que predominaba la noción de una inseguri dad, anarq uía e inmorali dad, previ as y determinantes de la imposición de una “obligaci ón ” a las fuerzas armadas para que i ntervengan provocando la ruptura institucional, que tampoco se planteaba como tal, sino como la asunción de un “espacio vacante” ante la exaltación de la crisis que atravesara en sus postri merías el últi mo gobierno democrático y la al egada existencia de un “vacío de 63 poder”. La crónica periodística, cuando en el mejor de los casos se limitaba a un discurso descriptivo, no podía escapar, por la fuerza misma de los hechos acaeci dos, a la l ógica de l a sumisi ón. Así, l os diarios de la época servían para canales de circulaci ón de proclamas, llamamientos a distintos sectores de la sociedad, como los jóvenes, los trabajadores o los empresarios, con un sesgo fuertemente integri sta y f undamentalmente falaz, al tiempo que se comunicaba, por l os mismos medios, l a confiscación de sus derechos a esos sectores convocados. Para tomar sólo un ejemplo, los matutinos podían aglutinar sin sol ución de continuidad la suspensi ón de los derechos indi vidual es del trabajador y del fuero sindical, al mismo tiempo que se exhortaba a quienes fueron así despojados a incardinarse bajo los desi gnios desconocidos del gobi erno de facto. Las publicaciones periodísticas de los días que precedieron al 24 de marzo de 1976, describían un a realidad signada por la cri sis económica y f undamentalmente por un marcado acento sobre la falta de seguridad frente al fl agelo del extremismo. La realidad de los argentinos transmi tida a la opinión pública o construida para ell a, era una realidad teñida de sangre que transcurría al compás de atentados, “enfrentamientos”, cri sis económica, corrupción e ineficacia gubernamental. Ello puede verse de la simple lectura de las publicaci ones del día 23 de marzo de 1976. El diario La Nación titulaba en su portada “Aguárdanse decisiones en un clima de tensión”, otros artícul os difundi dos bajo el títul o “Un paro de trenes por 48 horas” y “Grave y confuso tiroteo hubo en La Plata”, completaban la entrega –conf. El 23 de marzo. Diario Ámbi to Financiero. Suplemento Especial “30 añ os del golpe”, jueves 23 de marzo de 2006-. El mismo día, el diario La Opinión tituló “Una Argentina inerme ante la matanza” afirmando que “[d]esde el comienzo de marzo hasta ayer, las bandas extremistas asesinaron a 56 personas; desde el 1° de enero, a 152” –loc. cit., Ámbito Financi ero-. La Prensa, por su parte, señaló q ue “el terrorismo ha causado 1.350 muertes desde el 25 de mayo de 1973”, l os datos, según se sostuvo, provenían de estadísticas de fuerzas de seguridad. En la misma edición se afirmó “Mañana se cumplen 90 días de la apelación de Videla”. También se informó que había movimien tos de tropas del Regimiento 7 de Infantería y de la Infantería de Marina y, en la secci ón economía, se pronosticó un récord mundial , sobre 64 la base de l os resultados de Poder Judicial de la Nación estadísticas oficiales: 1.100% de inflación para el año 1976 en Argentina – conf. loc. ci t. Ámbito Financiero-. El diario Clarín, por su parte, destacó la “Inminencia de camb ios en el País” al tiempo que informó q ue “En La Plata, son rechazados varios ataques extremistas”. El titular del diario La Razón fue el más gráfico “Es inminente el final. Todo está dicho” afirmando tambi én que “A última hora se acentuaba la impresión del desenlace” –loc. cit. Ámbi to Financiero-. No es éste el lugar para evaluar la forma, validez o intencionalidad con la que se f ormul aban tales asertos, pero sí debe destacarse que, dan do ese panorama como pl enamente acertado en todas y cada una de sus ari stas, la propia lógica del discurso contenía una carga genética, cuanto menos contradictori a, lo que se advi erte claramente cuando en la profunda preocupación de la “seguri dad ci udadana” y la desintegración social no se incluía la posibilidad del gol pe de Estado, de la ruptura institucional, como un agravamiento de esa situaci ón, o al menos como una más de sus manifestacion es, sino prácticamente como una “salvación”, desprovi sta de todo j uicio de valor negativo. Por otra parte, el l o igualmente debe ser evaluado en el contexto de alto porcentaje (1,6 %) que representaron los periodistas sobre la totalidad de l as víctimas de la represión ilegal, lo q ue los convirti ó en “un estamento que notoriamente estuvo bajo la óptica preocupada del siniestro aparato de persecuci ón y represión polít ico-social montado por el gobierno militar” con la evidente intención de “silenciar a un grupo social de gran importancia para evi tar de raíz todo tipo de cuestionamiento público” –cf r. Nunca Más, págs. 296 y 367El materi al de archivo peri odístico resulta de suma importancia para la reconstrucci ón de los hechos ocurridos ese día. Vale aclarar al respecto que de las reseñas a efectuarse, se notará, por la sola utilización del lenguaje escogi do para describir los hechos, evidentes di ferencias en las líneas editorial es publicadas contemporáneamente al derrocamiento del gobierno constituci onal asumido el 25 de mayo de 1974, frente a las publicaci ones retrospectivas efectuadas décadas más tarde. Según la crónica periodística q ue se publicara a pocos días de produci do el golpe militar, a las 17 hs. del día 23 de marzo de 1976, se celebró una reunión multi partidaria en el estudio jurídico del Dr. Armando Balbín, sito en Av. Rivadavia 882, en la que el por entonces gobernador de Santiago del Estero, Carl os J uárez, “en nombre del Partido Justicialista, anuncia a representantes de la Unión Cívica Radical, el Partido Intransigente, el 65 Partido Comunista, el Partido Socialista Popular, el Partido Popular Cristiano y el Partido Socialista Unificado que la ex Presidente se hallaba a punto de concretar una entrevista con los tres comandantes generales de las Fuerzas Armadas con el objeto de poner fin a la crisis” (Testimonio cronológico del último capítulo del régimen. Diario La Opinión, ejemplar del sábado 27 de marzo de 1976, P ágina 9). Como consecuencia de ese anuncio, los representantes parti darios habrían resuelto la “creación de la comisión bicameral para crear un programa de em ergencia” (Minuto a minuto, las 24 horas decisivas del golpe. Di ario Clarín. Miércoles 29 de marzo de 2006. Sumplemento Especi al “A 30 años de la n oche más l arga”). A la espera del resultado de l a reunión que habría comenzado entre el Ministro de Defensa José Deheza y los Comandantes General es de las Fuerzas Armadas a las 11:00 hs. de ese día, la presidenta María Estela Martínez habría convocado una reunión de gabinete en la Casa de Gobierno, a las 20:30 hs., de la que habrían participado “los ministros Roberto Ares (Interior), Miguel Unamuno (Trabajo), Pedro Saf fores (Justicia), Aníbal Demarco (Bienestar Social) y Pedro Arrigui (Cultura y Eduación); los sindicalistas Lorenzo Miguel (titular de las 62 Organizaciones), Rogelio Papagno (Construcción) y Nést or Carrasco (Sindi cato de la carne), los gobernadores Carlos Juárez (Santiago del Estero) y Deolindo Felipe Bittel (Chaco)” (loc. cit. Diario Clarín), así como también los “ex legisladores «ultraverticalistas» Yamili Bárbora de Nasif, José Carmelo Amerise, J osé Humberto Martiarena y Rodolfo Arce” (loc. ci t. Di ari o La Opinión) Mientras tanto, en la sede del Ministeri o del Defensa habrían continuado las tratativas entre el representante de esa cartera y las autoridades militares. Hacia las 21:00 h s., “[t]rasciende que [José Deheza] ofrece profundos cambios en los rumbos del gobierno, cargos militares en el Gabinete y en gobernadores de provincia, así como el cierre del Congreso Nacional, pero no la renuncia de la viuda de Perón” (loc. cit. Diario La Opinión) y también el adel antamiento de las elecciones nacionales. Ante tales ofrecimi entos, “Videla, Massera y Agosti rechazan la propuesta de cuajo: «Ya es tarde», dicen. Igualmente acuerdan una nueva reunión para el día siguiente, en el edificio Libertador” (cfr. l oc. cit. Diario Clarín). Hacia las 21:30 hs., un grupo de “[u]nas 20 mujeres entonan cánticos a favor de la vi uda de Perón frente a la Casa de Gobierno. El resto de la Plaza de Mayo esta vacía” (loc. ci t. diario La Opinión). Según la cronología que hiciera el Diario La Opinión en el ejemplar ya citado, a las 22.10 hs., “[d]os vehículos con fuerte custodia privada se retiran velozmente del Ministerio de Bienestar Social llevándose 66 Poder Judicial de la Nación documentación perteneciente al ex titular de la cartera, Aníbal Demarco”. Paralelamente, a las 22.20 hs., efectivos del Regimiento de Granaderos a Cabal lo reforzaron la seguri dad de la Casa de Gobierno, “[l]os soldados, con uniforme de combate, toman posición dentro del edificio y controlan el acceso de personas al mismo” (loc. cit. Diario La Opinión), para esa hora, ya finalizada la reunión en el Ministerio de Def ensa, el Ministro Deheza “informa a la Presidenta sobre el fracaso de la negociación. Isabel Perón le pide a Deheza que informe al gabinete sin demasiado det alles, haciendo hincapié en que las t ratativas continuarían al día siguiente” (l oc. cit. diario Clarín) trascendiendo tambi én que María Estel a Martínez, “al enterarse de que los ofrecimientos del ex ministro prácticamente no obtuvi eron respuesta militar”, le indicó q ue de no obtener éxito en sus negociaci ones se debía “proceder al relevo de los comandantes” (cfr. loc. cit. diario La Opinión). Luego de esta conversación, hacia las 22:30 hs., habría arribado “al helipuerto de la Casa Rosada un helicóptero de la Fuerza Aérea, pedido por la viuda de Perón, para trasladarse a la residencia de Olivos” (loc. cit. diari o La Opinión), la aeronave habría sido soli citada por la presi denta Martínez “porque le habían sugerido que no viajara en auto pues los terroristas podrían intentar algún atentado” (loc. cit. di ario Cl arín). Media hora después, “[t]ropas del Ejérci to, reducidas pero bi en pertrechadas, toman posiciones en la periferia de la ciudad de Buenos Aires. Es ocupada la central de comunicaciones del Automóvil Club Argentino, mientras que efectivos de la Marina cierran los accesos al puerto y se concentran en vehículos de transporte. Simultáneamente, comienza un desplazamiento de blindados de Magdalena hacia La Plata y de camiones con soldados pertrechados hacia el Gran Buenos Aires”. Un funci onario de la Casa de Gobierno, habría afirmado a los peri odistas allí apostados que el movi mien to de tropa se trataba de operativos “antisubversivos” ( cfr. loc. cit. diario La Opinión). Otros f uncionari os de la Secretaría de Prensa y Dif usión manifestaban a diri gentes de di stinto si gno pol ítico que “las negociaciones con las Fuerzas Armadas están en un punt o óptimo para superar la crisis”, al tiempo que se inf ormaba oficialmente que “el miércoles, María Estela Martínez recibirá a sus ministros y a dirigentes sindicales petrol eros” (loc. ci t. diario La Opinión). A las 23:45 hs. “[l ]a radio y TV ofici ales informan que hay «reuniones de trabaj o» en la Rosada” (loc. cit. diario Cl arín) y también “que varios funcionarios preparan giras al interior para interiorizarse de conflictos provinciales” (loc. cit. La Opinión). Siendo la medianoche, 67 ante l as n oticias referentes al despliegue de tropas y las versiones que daban cuenta de “la posible llegada de los militares al Congreso, los legisladores justicialistas se retiran de ambas Cámaras. El presidente provisional del Senado, Ítalo Luder, hace lo propio llevándose varias carpetas” (loc. cit. diari o Clarín), en la Cámara Baja, sól o habrían permanecido los “legisladores radicales José Zamanillo y Mariano Fernández Bedoya y el udelpista Armando Molina Zavalía” (loc. cit. di ari o La Opinión). Ya el día 24 de marzo de 1976, pasada medi a hora de la medianoche, el Min istro de Trabajo Unamuno y los diri gentes sindicales Lorenzo Miguel, Bittel y Martiarena (con f. loc. cit. diario Clarín) se habrían reti rado de la Casa de Gobi erno con la intención de seguir sesi onando en la sede del Ministerio de Trabaj o. Según el diario La Opinión, el dirigente metal úrgico habría manifestado a los cronistas “[m]añana si gue la reunión. Todo es normal y no tengo noticias de movimientos de tropas. El Gobierno no negocia ni hay ultimátum militar. Sé que han sido detenidos algunos dirigentes sindicales y allanado el recreo Ruta Sol de la U.O.M., pero por medidas de seguridad. No se preocupen por los hechos ai slados, porque todo va a andar bien”. A su lado, Martiarena y Bittel habrían coincidido al afirmar “tranquilos, muchachos, que no hay golpe” (cfr. loc. cit. Diari o La Opinión). A las 00:49 hs. del 24 de marzo de 1976, la presidenta María Estela Martínez de Perón habría subido al helicóptero arribado horas antes a la Casa de Gobi erno, acompañada por el Secretari o técnico de la Presidencia, Juli o González, tres mi embros de su custodi a personal, y el jefe de la misma, Raf ael Luissi. Según la retrospecti va publicada a 30 añ os de l os hechos, a l os pocos min utos de tomar vuelo la aeronave, “el piloto recibe una orden cifrada por radio, que lo obliga a aterrizar en el playón militar del aeroparque metropolitano. Luissi advierte el cambio de rumbo pero el piloto le informa que por un desperfecto en una t urbina deben dirigirse al Aeroparque” (loc. cit. diario Clarín), y cuando el helicóptero toca tierra “tropas de la Fuerza Aérea lo rodean [...] con rapidez. Tripulación y pasajeros bajan a tierra y se acerca a María Estela Martínez una comisión militar integrada por el general José Rogelio Villareal, el contraalmirante Pedro Santamaría y el brigadier Basilio Arturo Lami Dozo” (loc. cit. diari o La Opinión). En ese momento, el general Villareal le habría dicho a la presidenta derrocada “Señora, en nombre de las Fuerzas Armadas, está usted arrestada” (loc. ci t. di ario Clarín). Vale destacar aquí que respecto de la detención de la presi denta, se cumpl ieron en su totalidad las previsi ones contenidas en los apéndices nro. 1 y nro. 2 al anexo 11 del Plan del Ejército del mes de 68 Poder Judicial de la Nación febrero de 1976, en los que incluso, como ya se dijo, se previó la designación de una “comisión conj unta”, que debía encargarse personalmente de la detención, conformada por un oficial superi or de cada una de las fuerzas, a saber: un Brigadier, un Contraal mirante y un General de Brigada. En la edición del di ario La Opinión del 27 de marzo de 1976, se efectuó una descri pción de la escena a que dio lugar esa detención, en consonancia con la l ínea editorial segui da por ese matutino por el q ue se denostaba al gobi erno derrocado y se incentivaba la asunción de los militares. Así, de una forma no exenta de detalles anecdóticos claramen te apoteóticos del derrocami ento, se informó a la opinión pública que la presi denta permaneció en sil encio, mi entras el Secretario técnico J ulio González, “azorado al ver los efectivos arm ados, reacciona sacando un rosario y poniéndose a rezar. Al ver los caños de los fusiles, temeroso, balbucea: «¿A qué hora son las ejecuciones?», a lo que un oficial militar le contesta: «¿Usted cree [haber hecho] cosas tan graves como para merecer el fusi lamiento?». Ante otro seco pedido, la señora de Perón, totalmente calma, entregó su cartera a un oficial, quien extrajo de ella un pequeño revólver y luego devolvió el efecto personal a su dueña, q uien fue trasladada a un salón de estar. La viuda derrocada se limitó a decir que no tenía más ropa que el traje de pollera y chaqueta color beige y una blusa floreada. Se le permitió redactar una lista de efectos personales para ser buscados en l a residencia de Olivos, tras comunicársele q ue permanecería arrestada en la residencia neuq uina El Messidor, frente al lago Nahuel Huapí. Antes de partir una comisión militar a la quinta para buscar la ropa, se le preguntó a la viuda de Perón por quién quería ser acompañada, respondiendo que por «su gobernanta», una mujer de 50 años quien reemplazó a la señora Dolores Teresa Ayerbe en el cargo de secretaria personal. La comisión m ilitar arribó a Olivos y la «gobern anta» -cuyo nombre no ha trascendido- se negó a ser compañía de María Estela Martínez al afirmar que era empleada y «sólo hacía este trabajo, como tal, no por un vín culo af ectivo a la señora». Se le comunicó a la viuda ese inconveniente y respondió que quería ser acompañada por una mucama española llamada Rosario, quien ya atendía quehaceres domésticos en Madrid, en la qui nta 17 de Octubre. Media hora después de recibidos los enseres y llegada la mucama española, la viuda de Perón fue embarcada en el Avión jet Fokker Friendship T- 02, avión presidencial denominado «Patagonia», en el cual fue llevada a Neuquén. Fuentes allegadas a los militares señalaron a posteriori que la detenida aceptó con calma su derrocamiento y controló en todo momento su sistema nervioso”. 69 La misma publicaci ón hizo eco de que el pl an original para materi alizar la detención de la presi den ta María Estela Martínez “consistía en tener preparado en el aeroparque de El Palomar al avión Patagonia para ser utilizado en la madrugada del miércoles, previendo que María Estela Martínez arribaría antes a la quinta de Olivos. Se la pensaba arrestar allí, con la comisión militar mencionada y el capellán de las Fuerzas Armadas, para luego ser llevada al aeroparque metropolitano –en donde aguardaría el avión- y luego volar al Neuquén. La operación se pospuso cuando la arrestada decidió permanecer más tiempo en la Casa Rosada. Entonces, el operativo consistió en ordenar al piloto el descenso en Aeroparque” (loc. cit. di ario La Opinión). Ésta, recordemos, era la variante nro. 2 del Anexo n ro. 11 referi do a la detenci ón del P.E.N. planifi cada por el Ejército. Ya consumado el golpe militar, en el Ministerio de Trabajo, su titular, Miguel Unamuno, mantenía una reunión con representantes gremi ales entre quienes se habrían encontrado “Rogelio Papagno, Néstor Carrasco, Oscar Smith, Felipe Mascalli, Adalberto Wimer, Maximiliano Castillo, Jorge Triaca, Héctor Chacón, Osvaldo Papaleo y su asesor Carlos Campolongo” (loc. cit. diario Clarín), momento en el que se habría reci bi do el llamado telefónico de un periodista que informó de la puesta en marcha del operativo y de la detención de la presidenta. Ante tal información, “al rato bajan precipitadamente la mayor parte de los gremialistas, huyendo al tiempo que cantan la Marcha de «Los Muchachos Peronistas» [...] Cada gremialista toma su propio rumbo” (loc. cit. diari o La Opinión). Entre la 1:15 y la 1:50 hs., en la Casa Rosada, “[e]l capitán de fragata Payer indi ca a los cronistas de la Casa de Gobierno que en pocos minutos se dará a conocer una proclama militar y pide a los periodistas no utilizar los teléfonos de la sala de prensa hasta nueva orden”; minutos después, “jefes militares piden disculpas al periodismo pero indican que la t ransmisión de versiones no confirmadas pueden ocasionar graves daños” (cfr. l oc. cit. diario La Opinión). A las 2 de la madrugada, “[l]as Fuerzas Armadas ya ocupan todos los puestos estratégios del país. Comienzan a detener a funcionarios y a dirigentes sindicales. Salvo un breve tiroteo en la sede metropolitana de la UOM, el golpe avanza sin resistencia” (loc. cit. diario Clarín). Media hora después, “[e]n el Tango 02 trasladan a Isabel Perón a Villa La Angostura, provincia de Neuquén. Sólo le permiten llevar una pocas pertenencias y a su ama de llaves como acompañante” (loc. cit. diario Clarín). Según el diari o La Opinión, a esa misma hora, “[l]os Comandos generales de las Fuerzas Armadas reciben información sobre la normalidad del operativo”. 70 Poder Judicial de la Nación A las 3:21 hs. de ese miércol es 24 de marzo de 1976, “comienza a funcionar la red nacional de radiodifusión con una marcha militar -«Ituzaingó»-, leyéndose de inmediato el comunicado número uno del Comando en Operaciones” (loc. cit. diario La Opinión). A través de la transmisión aludida, se dio lectura a diversos comunicados de la J unta de Comandantes Generales, firmados ellos por el Teniente General J orge Rafael Videla, el Almi rante Eduardo Emili o Massera y el Brigadier General Orlan do Ramón Agosti. El “comunicado nro. 1” indicó: “Se comunica a la población que a partir de la fecha el país se encuentra bajo el control operacional de las Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de su autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones” (“Comunicados durante la jornada”, Diario La Nación, jueves 25 de marzo de 1976, página 3.). A ese le siguió en el nro. 2, por el que se expresó que “con la finalidad de preservar el orden y la tranquilidad, se recuerda a la población la vigencia del estado de sitio. Todos los habitantes deberán abstenerse [de] realizar reuniones en la vía pública y de propalar noticias alarmistas. Quienes así lo hagan serán detenidos por la autoridad militar, de seguridad o policial. Se advierte asimismo, que toda manifestación guerrillera será severamente reprimida” (loc. cit. diario La Nación) . Minutos después de las 4 de l a madrugada, arribó “el vuelo militar de la President a depuesta a San Carl os de Bariloche. El lugar de detención elegido es la estancia El Messidor, una residencia oficial del Gobierno de Neuquén” (loc. cit. di ario Clarín). Al día siguiente, el diario La Nación informó que desde las 4.45 hs. del día 24 de marzo de 1976, en San Carlos de Baril oche, “se halla en la residencia El Mesidor, la ex presidente de la Nación señora María Estela Martínez de Perón. Su arribo se produjo en medio de un gran despliegue de efectivos de las Fuerzas Armadas”. Según ese matutino “[l]a llegada de la señora de Perón fue rodeada por las máximas medidas de seguridad. Alt os funcionarios oficial es y periodistas de la agencia ofi cial TELAM fueron informados por la administración de la residencia, que debían abandonar sus hab itaciones para desalojar El Mesidor, donde la ex presidente quedó como única huésped. Los restantes pasajeron fueron alojados en hoteles de Bariloche”. 71 Asimismo, se informó que las 5:10 horas de ese día se difundi ó por cadena oficial de radi odifusión la si guiente informaci ón “[s]e hace saber a la población que la señora María Estela Martínez de Perón se halla detenida bajo custodia militar, habiendo sido trasladada al interior del país. Además, se han practicado detenciones de ex funcionarios gubernamentales y ex dirigentes sobre los que pesan cargos por delitos comunes”. Cinco minutos después, se habría di fundido un segun do comunicado en el que se consi gnaba que “[a] las 0.45 del día 24 de marzo, la señora María Estela Martínez de Perón partió de la Casa de Gobierno en helicóptero, aterrizando en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires, donde fueron detenidos sus acompañantes, señores Julio González y Luisi . La señora de Perón se encuentra bajo custodia militar. Las Fuerzas Armadas garantizan su seguridad personal” (“Hállase detenida en el sur la ex presidente”, diario La Nación, jueves 25 de marzo de 1976, pági na 3). Mientras tanto, en tono condescendi ente y veladamente apologético, La Opinión indicó que a las 7.30 del 24 de marzo de 1976, “[l]a ciudad presentaba un aspecto habitual con la úni ca diferencia de una menor circulación de todo ti po de transporte, que lentamente se fue normalizando. El cese de actividades en la administración pública raleó el gentío céntrico, pero el comercio y la industria oper[aron] normalmente. Cerca de Retiro, en la Avenida del Libertador, un camión del Ejército veía pasar a tranquilos transeúntes. En un paredón se leía: «Isabel presidente en el 77»”. El día de la asunción de la Junta Militar, los medios difundieron con ben eplácito la opinión de la prensa internacional sobre el derrocamiento del gobierno constitucion al. Un corresponsal argentino en Nueva York afirmaba q ue “[d]esde que volvió el Gobierno del general Perón, y, sobre todo, después de su muerte, casi todos los días se publicaban not icias de la Argentina. La novedad de tener una presidente mujer fomentaba la curiosidad. Pero, a pesar de las declaraciones tranqui lizadoras que formul aban nuestros funcionarios [...] los medios recogieron siempre la sensación contraria, comentando l as cifras de la inflación y los desmanes del terrorismo”. Así planteado el panorama previ o a la asunción de los militares, con rel aci ón a esos trágicos h echos se indicó q ue “[l]a noticia se ha recibido aq uí con tanta naturalidad como en nuestro país. Es lógico que la posición política anunciada por el nuevo régimen, «cristiana y occidental», sea bienvenida para los Estados Unidos y est o se reflejará, probab lemente, en la actitud oficial” (“Cóm o se vieron los hechos en la Unión”, diario La Nación, 25 de marzo de 1976, página 12). 72 Poder Judicial de la Nación Al día siguiente, en un artícul o publicado en otro matutino se hizo hincapié en la coincidencia de la prensa del continente “en señalar la inevitabilidad del pronunciamiento militar en la Argentina” y la de otras partes del mundo, que habría afirmado “que el gobierno de María Estela Martínez de Perón estaba agotado, mientras se desea a la Junta Militar éxit o en su dificil gestión”. (“Comentarios favorables en el exterior sobre la situación argentina”, diario Clarín, viernes 26 de marzo de 1976, página 8). Se reprodujeron entonces, diversas publ icaciones de distintos países al respecto, destacándose en España la del “diario monárquico «ABC» [que] afirma que la decisión argentina ha sido necesaria a causa «de la ruptura total de la economía, la ley y el orden bajo el gobierno de la presidente María Estela Martínez de Perón»” y q ue “no fue sorpresa para nadie, lo que fue sorpresa [...] fue la paciencia con que las Fuerzas Armadas esperan en vano que el peronismo mostrara algún signo de eficienci a” (loc. cit. di ario Cl arín). Se destacan entre l os artícul os citados en la nota, la opini ón de los medios estadoun idenses que, según i nformara por la prensa nacional, “dedicaron grandes espacios al cambio del gobierno en la Argentina y exteriorizaron su satisfacción por la calma que reina en el país y por la ausencia de sucesos violentos” ( loc. cit. diario Clarín ). Así, según el Diari o Clarín, “The Wall Street Journal, afirma que el comandante general del Ejército, teniente general Jorge Rafael Videla, es «un hombre disciplinado, anticomunista y opuesto al deseo de los que habían querido derrocar a la señora de Perón mucho antes y además no tiene ambiciones de mantenerse en el poder»”, ell o entre otras notas de diarios extranjeros que allí se reproducen (l oc. cit. diario Clarín) . Por el comunicado nro. 13, se indicó “[e]n los trascendent es momentos que vive la República, la Junt a de Comandantes Generales de las Fuerzas Armdas se dirige a la juventud de la patria convocándola a participar sin retaceos ni preconcept os, en el proceso de reorganización que se ha iniciado. Un proceso donde se han colocado como pautas básicas de acción la plena vigencia de los valores éticos y m orales que son guía y razón de la conducta de todo joven argentino que merezca el calificativo de tal [...] Nuestra juventud de hoy será la destinataria y la beneficiaria de ese mañana mejor que construiremos con la colaboración de todos los argentinos. En b eneficio de ese futuro y de la ardua tarea que hemos emprendido, las Fuerzas Armadas formulan un vibrante e irrenuncialbe llamado a la juventud argentina, para q ue, i ntegrada en la comunidad nacional, contribuya con su ent usiasmo, idealismo y desinterés, a la construcción de una patria que sea orgullo de todos los hijos de est a tierra”. Pasados pocos añ os de 73 esta exhortación, l os hech os demostrarían que lej os de ese futuro i díl ico proclamado desde sus inicios, el régimen se ensañó duramente con l os j óvenes, según pudo observarse en 1984 en el Informe de la Comisi ón Nacional sobre la Desaparación de Personas, q ue da cuenta de q ue casi la mitad de las víctimas de l a represi ón ilegal comprobadas hasta ese momento tenía hasta 25 años de edad y que la cif ra trepa casi hasta las tres cuartas partes si nos extendemos hasta l os 30 años de edad (cf r. Nunca Más, página 294). Este parece ser uno de los pocos casos en los que la frialdad característica de las cifras estadísticas no puede ocultar siquiera un ápice de la real idad q ue las mismas reflej an: la atroci dad de un régi men especial mente ensañado con el sector más dinámico de l a población. 2.3.b. impuestas. La Asunci ón intervención de la Junta en todas las Militar. esferas Primeras medidas gubernamentales y político-sociales Según lo expresado a través del duodécimo comunicado, se informó que el día 25 de marzo de 1976, aproximadamente a las 10 horas, “la Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas se constituirá como Junta Militar”, y que la “ceremonia de asunción, que se desarrollará en el edificio «Libertador», sede del Comando General del Ejército, será difundida por la cadena nacional de radio y televisión y el servicio de RAE, radiodifusión al exterior” (“Comunicados durante la jornada”, diari o La Nación, jueves 25 de marzo de 1976, pági na 3). En la fecha y l ugar señalados, “[l]as Fuerzas Armadas asumieron [...] el ejercicio del poder, y los respectivos comandantes generales se constituyeron en J unta Militar, a los fines de llevar a cabo el proceso de reorganización nacional. La ceremonia oficial [...] fue estrictamente militar y contó con la asistenci a de generales, brigadieres, almirantes y jefes y oficiales superiores de las tres fuerzas” (“Asumieron el gobierno los tres comandantes generales”, La Nación, 25 de marzo de 1976, portada). El acto formal de toma del gobierno, q ue “duró quince minut os, se inició con la lectura [...] de los objetivos básicos que se proponen cumplir las Fuerzas Armadas y su correspondiente enunciación”. Luego, “el presidente del Colegio Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge María Allende, único civil presente en el recinto, dio lectura al Estatuto para el proceso de reorganización nacional” y finalmente “los comandantes generales juraron por sí, y ante Dios y los Santos Evangelios, cumplir los postulados de la Junta Militar. En primer término lo hizo el Comandante General Jorge Rafael Videla” (“El juramento de Videla, Massera y Agosti en el Comando del Ejército”. La 74 Poder Judicial de la Nación Nación, 25 de marzo de 1976, página nro. 12). La Junta Militar se erigió así como “el máximo órgano político del Estado, reservando para sí, según el artícul o 2° del Estatuto para el Proceso de Reorganización Naci onal, una vasta gama de facultades de gobierno, que comprendía aquellas que los incisos 15, 17, 18 y 19 del artículo 86 de la Constitución Nacional otorgan al Poder Ejecutivo, y las que los i ncisos 21, 22, 23, 24, 25 y 26 del artículo 67, atribuyen al Congreso” – Cfr. “La sentencia...” Capítul o XX, Tomo IA p. 259. La cita hace referencia a la Constituci ón Nacional anteri or a l a reforma de 1994-. Como se dijo, ese día se reunieron en esta ciudad, en el Comando General del Ejército, los Comandantes General es de las Fuerzas Armadas, el Tenien te General Jorge Rafael Videl a, el Almirante Emilio Eduardo Massera y el Brigadier General Orlando Ramón Agosti, qui enes, tal como lo dejaran sentado en el “Act a para el Proceso de Reorganización Nacional”, ante el “estado actual del país, proceden a hacerse cargo del Gobierno de la Repúbli ca” (B.O., lunes 29 de marzo de 1976, obrante a fs. 47.129). Así, se constituyó la Junta Militar cuyos i ntegrantes, quienes se desempeñaban en l a cúspide de cada una de las fuerzas, asumieron “el poder político de la República”. Esa asunción determinó la desintegración institucional del país, que alcanzó a todos l os niveles gubernamentales y estaduales constitui dos, decl arándose ese mi smo día “caducos los mandatos de Presidente de la Nación Argentina y de los Gobernadores y Vicegobernadores de las Provincias” –punto 2 del “Acta para el Proceso de Reorganización Nacional”-. En el mismo sentido, se decl aró el “cese en sus funciones de l os Interventores Federales en la provincias al presente intervenidas, del Gobernador del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e islas del Atlántico Sur, y del Intendente Munici pal de la Ciudad de Buenos Aires”-pto. 3-. Los Comandantes Generales dispusieron también “[d]isolver el Congreso Nacional, las Legislaturas Provinciales, la Sala de Representantes de la Ciudad de Buenos Aires y los Consejos Municipales de la Provincias u organismos similares”-pto. 4-. Asimismo, el gobi erno de facto decidió “remover a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al Procurador General de la Nación y a los integrantes de los Tribunales Superiores Provinciales” –pto. 5-. Además, se removió al Procurador General del Tesoro –pto. 6-, medida implementada a través del decreto nro. 5 de la Junta Militar (ADLA XXXVIB-1025) y la ley de facto 21.258 (ADLA 1976 - B, 1032). 75 Por los puntos 7 y 8, la Junta Militar suspen dió “la actividad política y de los Parti dos Políticos, a nivel nacional, provincial y municipal” y las “actividades gremiales de trabajadores, empresarios y de profesionales”. Tal proscripci ón fue reafi rmada a través del decreto nro. 6 del 24 de marzo de 1976 por el que “visto lo resuelto en materia de actividad política en el Acta para el Proceso de Reorganización Nacional”, y considerando que “debe suspenderse la actividad política y de los partidos políticos mientras se desarrolla el proceso de recuperación del Est ado en todos los niveles y funciones, con el objeto de asegurar la paz i nterior y la unidad nacional ” se decretó la suspensión de “la actividad política y de los partidos políticos en jurisdicción nacional, provincial y municipal” imponiéndose, asimismo, que las “autoridades de los partidos y agrupaciones políticas, deberán retirar del exterior de los edificios pertenecientes a los mismos, los símbolos, enseñas, imágenes y cualquier otro signo de individualización política” (B.O. 29 de marzo de 1976, fs. 47.129; ADLA XXXVI-B-1025). En el mismo sentido se dictó el decreto nro. 9, por el cual, invocándose la consideraci ón de que “los sectores agremiados del trabajo y del empresariado han sido afectados por el proceso de desorden, corrupción y subversión que ha caracterizado el quehacer nacional en los últimos años”, se suspendieron transi toriamente “la acti vidad gremial de las entidades de trabajadores, empresarios y profesionales, excepto la correspondiente a la administración interna de las mismas y a las de sus obras sociales, en todo el territorio nacional” ( B.O. 29 de marzo de 1976, fs. 47.129; A DLA XXXVI-B1026). Asimismo, por el comunicado nro. 25 de la J unta Mili tar, q ue fuera dif undido a través de la agencia oficial TELAM, el gobierno de facto informó: “1) Intervenir la CGE, la CGT y ha procedido a congelar sus fondos; 2) suprimir el fuero sindi cal; 3) intervenir la Cruzada de la Solidaridad, a efectos de su liquidación y congelamiento de sus fondos” (cfr. “I ntervinieron la CGE, la CGT y la Cruzada”. La Nación, 25 de marzo de 1976, página 1). La voluntad castrense expresada en el comunicado precitado se materi alizó, a través de las leyes de facto nros. 21.263, 21.270 y 21.271. Por la ley 21.263 ( B. O. 26/03/1976 -ADLA 1976 - B, 1034) fueron derogados los arts. 58 y 59 de la ley 20.615 apelando, curi osamente, a la igualdad ante l a ley y a l os princi pios republicanos de gobierno al alegar q ue lo all í establecido importaba “la constitución de un fuero en favor de los integrantes de las comisiones directivas o consejos di rectivos de las asociaciones profesionales de trabajadores de cualquier grado” e i nvocando que “tal fuero es uno de l os que rechaza el art. 16 de la Constitución Nacional, por 76 Poder Judicial de la Nación ser violatorio de las garantías consagradas en dicho precepto y en el art. 18 de la misma Constitución” así como tambi én que “la vigencia de tales normas” implicaba “un condicionamiento por parte del Poder Ejecutivo, de las atribuciones del Poder Judicial, en violación a lo dispuesto por los arts. 100, 101 y 102 de la Carta Magna”. Asimismo, a través de ley de facto nro. 21.270 (B. O. 26/03/1976 -ADLA 1976 - B, 1037) se i mpuso la intervención del Consejo Directivo de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina y el bloque de “sus fondos, cuentas bancarias y bienes patrimoniales” –artículo 1°- siendo desi gnado como interven tor el Coronel Emilio Alfredo Fabbrizzi –artículo 2°- . Tales medidas f ueron fundamentadas en la consideraci ón castrense de que “en los últimos años se han registrado anomalías en el movimiento sindical argentino, que llevaron a la postergación de la defensa del interés profesional y a la creciente disociación entre la voluntad de los afiliados y la actividad de los dirigentes” y en la afirmación de que “el normal desarrollo de la actividad gremial” se encontraba afectado por una alegada “ausencia de una efectiva parti cipación de las bases obreras en la vida de las organizaciones y la administración discrecional del patrimoni o sindical”. Sentado ese cuadro, la medida fue calificada por el gobierno de facto como una decisión necesaria para corregi r esos “factores distorsionantes, a fin de que los trabajadores cuenten con organizaciones que sirvan a la defensa eficaz de sus intereses, a la vez que a los altos objetivos de la Nación”. Finalmente, a través del dictado de la l ey de facto nro. 21.271 (B. O. 26/03/1976 - ADLA 1976 - B, 1038) se dispuso la di solución de “la entidad «Cruzada de la Solidaridad», cesando en sus funciones sus autoridades de administración y control” –artículo 1°- y la designaci ón de “un interventor liquidador que sustituirá a las autoridades estatutarias y ejercerá todas las atribuciones y funciones que compitieran a l as mismas, quien así t ambién deberá concluir las investigaciones administrativas en curso y promover las que fueran pertinentes” –artícul o 2°-. Ell o con f undamento en q ue dich a entidad había “cumplido los fines propios de su creación” y afirmando que tal extremo se encontraba acreditado “con los hechos de pública notoriedad vinculados con los manejos de sus fondos que dieron moti vo a las investigaciones en curso promovidas por la disuelta H. Cámara de Di putados de la Nación y por la justicia federal”. Con la misma ori entación que moti vara las normativas preci tadas, fue dictado el decreto nro. 10, el mismo 24 de marzo de 1976, 77 por el que se prohibió “en el territorio de la Nación toda actividad que se cumpla por parte de la denominada «62 Organizaciones» o cualq uier otra que la sustituya”, justifican do la medi da en que dicha entidad no constituía “una organización de trabajadores en los términos y alcances de la ley 20.615 de Asociaciones Profesionales” y q ue l a mi sma desplegaba “una actividad de exclusivo carácter polí tico partidario” (B.O. 29 de marzo de 1976, fs. 47.129). Retomando lo que los Comandantes Generales establecieran en el “Acta para el Proceso...”, cabe destacar q ue el alcance del quiebre institucional llegó al punto de que la Junta dispuso que los interventores militares debían proceder en sus respectivas jurisdicciones “por similitud a lo establecido en el ámbito nacional y a las instrucciones impartidas oportunamente por la Junta Militar” –pto. 11. del “Acta para el Proceso...”-. Finalmente, los Comandantes resolvi eron que una vez efectivizadas las medidas establ ecidas en la misma, designarían “al ciudadano que ejercerá el cargo de Presidente de la Nación” –pto. 10 del “Acta para el Proceso...”-. Los trazos más gruesos de la doctrina del régimen dictatori al quedaron sentados en algunos de los puntos del “Acta fijando el propósito y los objetivos básicos para el Proceso de Reorganización Nacional”, dictada también el 24 de marzo de 1976. Así, se dejó claramente sentado el propósito de “erradicar la subversión” y entre los objetivos básicos, la “vigencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino”, la “vigencia de la seguridad nacional erradicando la subversión y las causas q ue favorecen su existenci a” y la “ubicación internacional en el mundo occidental y cristiano...” –Puntos 2.2, 2.3 y 2.9-. Otros objetivos declarados se refieren al “orden jurídico y social”, a la “situación socioeconómi ca” y al “sistema educativo” –puntos 2.4, 2.5 y 2.8 del “Acta de Propósito y Objeti vos Básicos”- . En ejercicio de las f acultades legislativas que se arrogara, l a Junta Militar dictó l a ley de facto nro. 21.258, en la que, coi ncidentemente con lo que se resolvi era en el “Acta para el Proceso...” se dispuso el cese en sus cargos de los Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, del Procurador General de la Nación y de los miembros de los Tribunales Superi ores de las provincias –artícul os 1° y 2°-. Asimismo, por el artículo 3° se declaró en comisión “a la totalidad de los magistrados y funcionarios del Poder Judicial de la Nación y de los Poderes Judi ciales de todas las Provi ncias” (ADLA 1976-B-1032). Por otra parte, a través del decreto nro. 1 l a J unta de 78 Poder Judicial de la Nación Comandantes Generales, consi derando que “ha sido declarado caduco del P.E.N.” y que “han cesado también en sus funciones todos los integrantes del Gabinete Nacional”, nombró en la jefatura de las carteras ministeriales a distintos ofici ales superiores con el cargo de “Delegados de la Junta Militar”, trasl uciendo la repartición de las distintas Á reas l a rel ación de poder existente entre las di stintas f uerzas (ADLA XXXVI-B-1025). En efecto, el Ejérci to retuvo para sí cuatro Áreas, las de Interior, Economía, Trabaj o y Bienestar Social en las que fueron designados como delegados l os Generales de Brigada Cesáreo Ángel Cardozo, Joaquín de Las Heras, Luci o Harry Mazzola y Reynaldo Benito Antonio Bi gnone, respectivamente. A la Armada le correspondieron las Áreas de Relaci ones Exteriores y Cul tura, y Educación, en las que fueron designados los Contraalmirantes Antonio Vañek y César Guzetti; mientras que la Fuerza Aérea quedó a cargo de los ministerios de Justicia y Defensa, que quedaron en manos de los Bri gadieres Juli o Arnal do Gómez y Pablo Osvaldo Apella respectivamente. A través de la ley de facto nro. 21.257 se establecieron las facultades “investido[s] de las de que todas gozaron las estos delegados, atribuciones y quienes competencia q ue estuvieron legalmente corresponden a los respectivos ministerios, intendencia y secret arías y de las demás que sean necesarias para asegurar la continuidad de los servicios administrativos en las jurisdicciones encomendadas” debiendo designar a “quienes deban hacerse cargo de las secretarías de Estado, subsecretarías, direcciones generales, direcciones y demás organismos centralizados, descentralizados o autárquicos y empresas existentes o que dependan de cada área ministerial”, así como tambi én “interventores y veedores, según resulte conveniente, fijando su cometido y sus atribuciones” ( sancionada y promul gada el 24/03/1976. B. O. 26/03/1976 -ADLA 1976 - B, 1031). La preeminencia del Ejército sobre l as restantes fuerzas armadas se evidenci ó aún más en el reparto de los poderes ejecutivos de las provincias, cuyos titulares, al igual que ocurri era en el ámbito naci onal, fueron investidos de funciones legislati vas por la Junta Militar. La Intendencia Municipal de la Ci udad de Buenos Aires quedó a cargo del General de Brigada Eduardo Alberto Crespi, como Delegado de la Junta Mili tar en la comuna. Los gobiernos de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Tucumán, q uedaron en manos de los Generales de Brigada A dolfo Sigwald, José Antonio Vaq uero y Antonio Domi ngo Bussi respectivamente, como 79 interventores militares. Para el Ejército también quedaron las gobernaciones de la gran mayoría de las provi ncias restantes, que fueron asumidas por oficiales con el grado de Coronel, siendo ellas las de Catamarca (Alberto Carlos Lucena), Chaco (Oscar José Zucconi), Corrientes ( Cyris Dal mys Marcelo Feu), Entre Ríos (Juan Carl os Ri cardo Trimarco), Formosa (Reinal do Martín Alturria), Jujuy ( Carl os Néstor Bulacios), La Pampa (Fabi o Carlos Iri art), La Rioja (Osvaldo Héctor Pérez Battaglia), Mendoza (Tamer Yapur), Misiones (Juan Antonio Beltrametti), Neuquén (Eduardo Vicente Contreras Santillán), Río Negro (Néstor Rubén Castelli), Salta (Carlos Alverto Mulhall), Santa Cruz (Alberto Horacio Calloni), Santa Fe (José María González), Santiago del Estero (Daniel Vi rgilio Correa Aldana) y San Juan (Carlos Horacio Tragant). Finalmente, a la Fuerza Aérea le correspondió la provincia de San Luis, cuya gobernación fuera asi gnada al Brigadier Aldo Mario Barbuy, mientras q ue la A rmada ejerció l a gobernación del entonces Territori o Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Isl as del Atlánti co Sur, a través del Contraalmi rante Norberto Bonesana ( Decreto nro. 4 de la Junta Militar. BO l unes 29 de marzo de 1976, ver fs. 47.129). 2.3.c. El balance del Ejército respecto del operativo de usurpaci ón del gobierno y l as previsiones para su consolidaci ón Tal como surge de l a Orden de Operaci ones nro. 2/76 titulada “Pasaje a la Fase Consolidación” y expresamente complementaria del “Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)”, la misma fue suscripta, el día 28 de marzo de 1976, a las 18:00 hs., por el entonces General de División Roberto Eduardo Vi ola. En dicha orden, el entonces Jefe del Estado Mayor General del Ejército efectuó un balance del resultado de la operaci ón de derrocamiento del gobierno constitucional y de las medidas que debían adoptarse en lo inmediato para el pasaje a la -ya prevista por el plan de febrero- fase III, denominada de “consolidación”. Las directivas, fueron expresamente emi tidas en razón de q ue según la apreciación de esa Jefatura castrense, “[l]a normalidad de la situación general del país permite pasar a la FASE CONSOLIDACIÓN (Documento VVG-252, 3. a. 3.)” –pág. 1 del cuerpo central del documento-. La nomenclatura consignada en la cita corresponde al Plan del Ejérci to de Febrero, según surge del epígraf e de dich o documento. 80 Poder Judicial de la Nación En términos general es, se dispuso que cada una de las fuerzas debía realizar “las acciones necesarias para pasar a la Fase Consolidación de sus planes específicos”, es decir, de cada una de las acciones concretas que había previ sto el Plan del Ejérci to de febrero de 1976. Sin perjui cio de ello, se dispuso que “[l]os elementos “P.F.A., Policías Provincial es y S.P.F. y provincial, se mantendrán bajo control operacional de la Fuerza”, a la vez que los efectivos de reserva que habían si do puestos a disposici ón de la Junta de Comandantes Generales, debían reintegrarse a sus f uerzas –cf r. pág. 1La misión del Ejérci to, en particular, consistió en “implementar las medidas que corresponda a cada una de las operaciones en desarrollo para atenuar, a partir del 300800 Mar 76 [es decir, a las 8:00 hs. del 30 de marzo] y, en forma progresiva su act ual empeñamiento; con la finalidad de: a) Contribuir al logro de una imagen de tranquilidad, normalidad y seguridad del proceso de REORGANIZACIÓN NACIONAL”; y, “b) Desaferrar la masa de efectivos a fin de estar en las mejores condi ciones posibles para el cumplimiento de los planes específicos para el corriente año militar y fundamentalmente con vistas a su preparación para la lucha contra la subversión” –página 2-. Ese “progresivo y controlado pasaje” fue previ sto de acuerdo a dos “momentos” cl aramente identificados: el “1er Momento” estaba comprendido por el lapso transcurrido “desde el momento de l a recepción de la orden hasta el 300800 Mar 76” y durante el mismo debía desarroll arse el “planeamiento y las imprescindibles medidas de alistamiento para asegurar el desarrollo de las acciones que se ordenen”; el “2do. Momento” ten dría inicio ese 30 de marzo de 1976, a las 8:00 hs., y cul minaría con el “completamiento del repliegue”, lapso durante el cual debían tener desarrollo “todas las acciones tendientes a una atenuación de las actuales medidas militares” primando sobre ellas el “concepto de un controlado, progresivo y gradual reintegro de la Fuerza a su misión específica” –página 2-. Se estableció, asimi smo, que a parti r de la recepci ón de la orden reseñada continuaría “la detención de personas que aún se encuentren prófugas, según las li stas de prioridad 1”, quedando a cargo de la Secretaría de Inteli gencia del Estado, la P olicía Federal Argentina y las policías provincial es la detención de los “[d]elicuentes comunes y económicos insertos en lista de prioridad 1 (nacional y/o provincial)”; mientras q ue, con relación a los “[d]eli cuentes subversivos”, se consi gnó que en la detención de los mismos, además de l as fuerzas ya enumeradas, intervendrían “los elementos técnicos de inteligenci a del Ejército” –página 2-. Respecto de la ocupación de los edifici os públicos, se estipuló que debía completarse “la habilitación actualmente en pleno desarrollo”, sin 81 perj uicio de asignar a los Comandos de Zona y similares la “libertad para mantener efectivos militares, de seguridad o policiales, como protección, según la situación jurisdiccional”; al tiempo que, respecto de las “casas de estudio universitario” se dispuso mantener la “vigilancia policial indispensable” – página 3-. Frente a ello, con relación a las sedes si ndicales ocupadas, se ordenó el mantenimi ento de “las clausuras hasta tanto el poder político fije las normas definitivas a las que se ajustarán las actividades sindicales” –página 3-. Por otra parte, se di spuso que el control de los grandes centros urbanos debía ser regulado por los Comandos de Zona de acuerdo con l a situaci ón que advi rtieran en su j uri sdicción. También se dej ó sin efecto la prohibici ón de los vuelos en el espacio aéreo nacional, sin perj uicio de la orden de que l a fuerza que correspon diera debía implementar medidas necesarias para “efectivizar el control del tránsito aéreo” y para “mantener el control de aeropuertos y aeródromos en ej ecución desde el día «D», a fin de posibilitar la captura de personas próf ugas” –pág. 3-. Con rel ación a la vi gilancia de las fronteras, se ordenó pasar “del «Caso Cerrojo» ( Frontera Cerrada) al «Caso Brete» (Tránsito Cruzado)” y se dispuso, “a medida que la situación lo aconseje, se levantarán paulatinamente las medidas” –pág. 4-. También debía levantarse “el apoyo al mantenimiento de los servicios públicos esenciales”, sin perj ui cio de “mantener la protección de objetivos trascendentales con relación a dichos servicios públi cos ( exclusivamente electricidad y agua)” y de “graduar la protección con elementos militares, de seguridad y/o policial es; según apreciación de la autoridad responsable de cada servicio público”, q uedando el “control y protección de objetivos de telecomunicaciones [...] a cargo del Ejército”. Por otra parte, se dispuso “mantener el control de l os establecimientos penitenciarios donde se alojen delincuentes subversivos y detenidos, en relación con las operaciones derivadas del PLAN DEL EJÉRCITO – ANEXO 8, excl usivamente clasificados como de máxima peligrosidad” –pág. 4-. Respecto de las juri sdicciones vi gentes por el Plan de f ebrero se dispuso q ue el 30 de marzo de 1976 la Armada y la Fuerza Aérea debían transferi r sus j urisdicciones especiales en la Capital Federal , al Comando de Zona de I de Defensa del Ejército, con l a previsión de que las transferencia habría de efectivizarse, a más tardar, a las 20:00 hs. del 1 de abril de 1976. Previ o a ell o debían concertarse acuerdos q ue debían ser informados a la Junta de Comandantes Generales (Estado Mayor Conjunto) –cf r. pág. 5-. 82 Poder Judicial de la Nación La responsabilidad en la ejecución de la operación de control de acceso a sedes di plomáticas fue transferida la P.F.A. y a l a Policía de la Provincia de Buenos Aires, según su juri sdicción –cfr. ídem-. Finalmente, en un acápite relativo a la “custodia del ex-PEN”, se dispuso “[m]antener la residencia «El Mesidor», como alojamiento del ex-PEN, hasta tanto la Junta Militar adopte una resolución al respecto” y [r]eemplazar los elementos de Ejérci to destinados a su custodia” por efectivos de la Gendarmería Naci onal, la Policía Federal A rgentina o de las policías provincial es de Neuquén y de Río Negro, quedando el personal designado al efecto “bajo control operacional de la Fuerza”, específicamente, el Comando de la Zona de Defensa 5, Subzona 52 –cfr. página 5- . Allí permanecería l a presidenta depuesta hasta su sali da del país. 2.3.d. Consideraciones de la Jef atura del Estado Mayor General del Ejército, respecto de la situación del país al 28 de marzo de 1976 Por el anexo 1 de “Inteligencia” a l a Orden de Operaciones n ro. 2/76 “Pasaje a la Fase Consolidación”, suscri pto por el Segundo Jefe del Estado Mayor General del Ejército, General de Bri gada Leopoldo Fortunato Galtieri, se ef ectuó una suerte de bal ance, desde la perspectiva castrense, del cuadro situaci onal que precediera al golpe de Estado, del resultado del operativo y de las medidas a tomar en el futuro. El desarrollo del documento, alterna comentari os descri ptivos del accionar despl egado por el Ejército, con descripciones tendenciosas, claramente justificatorias de la ruptura institucional , todo ello articulado sobre el sesgo propi o de la doctrina del régimen, con invocación de crisis previ as, a una deformada “moral cristiana”, a la “seguridad de la nación”, etc. Según el informe, el escenari o previ o al golpe de Estado estuvo signado por “anomal ías [...] que causaron la crisis generalizada y quiebra del proceso que afectaron notoriamente la situación política, socio-económica y de seguridad de la naci ón, las que se encontraban profundamente deterioradas”, enumerando, a man era de “indicadores evidentes” de la “crisis”: 1) un “profundo deterioro de la autoridad en el ámbito nacional que generó una creciente indisciplina y mayúsculo desorden financiero”; 2) una “[g]rave situación fiscal que llevó a hacer ingobernables las mismas estructuras de gobierno; 3) una “[d] elicada situación de pagos externos que presionó sobre los niveles de producción y ocupación, llevando al país al borde de la «liquidación»”; y, 4) el “[r]ecrudeci miento, hasta alcanzar niveles alarmantes, del accionar subversivo” –Anexo 1 de la Orden de Operaciones 2/76, pág. 1- . 83 Frente a ello, la situación generada por el golpe de Estado fue descri pta a través de una serie de consideraciones laudatorias del resul tado de la operación, entre las q ue se destaca la afirmación de que “[e]l estilo político impuesto por la intervención militar proyecta una sensación de ordenamiento y de firmeza que bloquean las prácticas o normas nocivas que distorsionan la esenci a del ser de las instituciones políticas y sociales”. A manera de concl usión, el documento finalizó poniendo de resalto, que “[a] poco de asumir la Junta Militar, se advierte, a nivel nacional, una absoluta tranquil idad y una reacción positiva de la población, a la vez que una aceptación ini cial al nuevo Proceso de Reorganización Nacional” y que, [e] n lo que se relaciona al accionar subversivo, éste verificó una drásti ca disminución de hechos, desde que las FF.AA. asumieron el poder” –cfr. pági na 6 y 8 del Anexo 1-. Sin perjuicio de ell o, el documento contuvo la estimación de que “el repliegue de las OPM [Organizaciones político- militares] es momentáneo y sólo será por el lapso necesario que le permita adecuar su accionar a la nueva situación, apreciándose que se producirá un paulatino incremento de su actividad, el que se concretará ini cialmente, en atentados contra personal y material de las FF.AA., de seguridad y policial, como así también contra los servicios públicos, a f in de demostrar su vigencia pese a la existencia del actual gobierno y las medidas tomados por éste” –cf r. pág. 8 del Anexo 1-. Como puede advertirse, el informe transita por el sin uoso camino de la exaltación de la crisis previa como j ustificación y el de la visión opti mista de la situaci ón inmediatamente posterior al gol pe a manera de confi rmación de la tesitura de la ruptura institucional como soluci ón adecuada y legítima, finalizando con el pronóstico a largo pl azo de un panorama de enemistad con los intereses del gobierno militar de distintos sectores de la sociedad, como modo de ratificaci ón de la vocación de permanencia del “Proceso”. Se trata de un escenario común a todo model o de Estado autoritario con pretensiones de perman ecer en el poder, para lo cual es indispensable contar siempre con un enemigo –interno o externo- identificado, de modo tal que cuando éste es diezmado a partir del empl eo del poder punitivo-bélico estatal, se requerirá etiquetar nuevas y sucesivas categorías de enemigos que sirvan como factor de cohesi ón interna, de estabilizaci ón y reproducci ón de la dictadura. 2.3.e. La prohibi ción y represión organizaciones políticas, gremiales y estudiantiles 84 de acti vidades y Poder Judicial de la Nación Inmediatamente asumido el gobi erno militar y durante los meses posteriores, se dictaron una seri e de normas de facto por la que se declaró la ilegalidad de distintas entidades, se confiscaron sus bienes, se eliminaron sus símbolos y se estableci eron sanci ones penales para toda actividad pol ítica o vinculada de cualqui er modo con ella. La organizaciones o agrupaci ones sobre las que recayeran l as prohibici ones, en la gran mayoría de los casos habían sido calificadas en el Plan del Ejérci to de febrero de 1976 como “oponentes” del ámbito pol ítico, gremi al y estudianti l, y calificadas con distintos grados de “prioridad” en cuanto a la intensi dad de su oposici ón a los intereses del gobi erno de facto, tal como ya se explicara al explicara al tratar respecto del Anexo 2 de dicho documento. A través de la l ey de facto nro. 21.269 (sancionada y promul gada el 24/03/1976. B.O. 26/03/1976 -ADLA 1976 - B, 1037) se afirmó q ue “para lograr los altos fines que han determinado el proceso de reorganización nacional” resultaba “conveniente adoptar las medidas conducentes a asegurar la paz interior y la unidad nacional”, cal ificando como necesari o “limitar la actividad de organizaciones políticas cuyos objetivos son incompatibles con las disposiciones constitucionales que autorizan su existencia” la Junta Militar prohibió “todas las actividades” de: 1) el Partido Comunista Revol ucionario; 2) el Partido Socialista de los Trabajadores; 3) el Parti do Política Obrera; 4) el Partido Obrero Trotskista, y; 5) el Partido Comunista Marxi sta Leninista –art. 1°-; di sponiendo junto con ello la clausura de “los locales utilizados por las organizaciones referidas [...] previo retiro de toda exteriorización relacionada con las actividades de las mismas” –art. 2°-Así como también el bl oqueo de “todos los bienes patrimoniales y las cuentas bancarias de las organizaciones referidas” -art. 3°-. Con excepción del Partido Sociali sta de los Trabajadores, las restantes organizaci ones habían sido cal ificadas hacia el mes de febrero de 1976, entre los enemigos del f uturo régi men como “organizaciones políticas y colaterales de prioridad I (oponente activo)” tal como surge de l a página 2 del Anexo al Plan del Ej ército, que las enumera en idéntico orden al elegido al redactar la normativa dictada. Meses más tarde, ya encontrándose J orge Rafael Videla en ejercicio de la presidencia militar, se dictó la ley de facto nro. 21.322 (sancionada y promulgada el 02/06/1976. B. O. 09/06/1976 -ADLA 1976 B, 1102) mediante l a cual se declararon “ilegales y disueltas” a veintidós organizaci ones o agrupaci ones, di sponiéndose también el “retiro automático de la personería jurídi ca de las [ ...] que la tuvieren” –art. 1°-. 85 La medida alcanzó a las siguientes agrupaciones: 1) Movimiento Sindical de Base (MSB); 2) Frente Antiimperi alista por el Socialismo (FAS); 3) Movimiento Inquili nos Peronistas (MIP); 4) Junta de Coordinación Revol ucionari a Internacional (JCR); 5) Tendencia Argentina Revol ucionaria (TA R); 6) Movi miento Villero Peronista (MVP); 7) Movimiento Antiimperialista por el Socialismo en la A rgentin a (MASA); 8) Frente Naci onal de Liberación ( FNL) ; 9) Bloq ue Sindical del Peronismo Auténtico; Estudiantes 10) Juventud Secundarios Trabajadora Peronista (J TP); (UES); Corriente Universitaria 12) 11) Unión por de la Revol ución Socialista (CURS); 13) Juventud Peronista (JP); 14) Movimiento Socialista Revol ucionario (MSR); 15) Tendencia Estudiantil Revol ucionaria por el Socialismo (TERS); 16) Tendencia Revol ucionaria Peronista (TRP); 17) Juventud Guevarista (JG); 18) Agrupación y/o Movimi ento Peronista Auténtico (MPA); 19) Comisi ón Peronista de Soli daridad (COPESOL); 20) Agrupación Evita ( AE); 21) Corriente Obrera Socialista (COS), y 22) Juventud Universi taria Peronista (JUP). Al menos la mitad de las agrupaci ones decl aradas de esa manera ilegales ya habían sido declaradas como “oponentes” del régi men, asignándosel es disti ntos grados de pri oridad, en el Plan del Ejército de Febrero de 1976. La prohibición establecida en la norma citada, se fundó en la alegación de q ue las mismas “en última instancia, contribuyen con su accionar al desarrollo de la subversión y del extremismo” –cfr. nota elevada al P.E.N. de facto acompañando el proyecto de ley- . También se di spuso la clausura de “todos los locales utilizados, para cualquier fin” por las tales organi zaciones “debiendo retirarse de los mismos todo signo de exteriorización, cualq uiera que éste sea, rel acionado con las actividades de las mismas” –art. 2°- , el bloqueo de “todas las cuentas bancarias de las organizaciones o agrupaciones referidas en el art. 1º” a la vez que se estableci ó la confección de un inventario de sus bienes –art. 3°- y, la incorporaci ón al patrimonio del Estado Nacional de los mismos –art. 4°-. Nuevamente se recurrió a sanciones pen ales, establ eciéndose la pena de prisión de 3 a 8 años para qui en “de cualquier modo, realizare o interviniere en activi dades relacionadas o vinculadas con las organizaciones o agrupaciones comprendidas en esta ley”, entendiéndose particularmente por tales: a) “tareas de organización o difusi ón ideológica”; b) “recaudación de fondos, por cualquier medio, en beneficio directo o indirecto de las actividades propias de tales organizaciones o agrupaciones”, y; c) el “uso o la exhibición de símbolos o emblemas, con fines de adoct rinamiento, propaganda, difusión o 86 Poder Judicial de la Nación proselitismo” –art. 6°-. Una pena de prisi ón 2 a 6 años fue dispuesta para: 1) “el que tenga en su poder, exhiba, imprima, edite, reproduzca, distribuya o suministre, por cualquier medio, material impreso o grabado que contenga, en forma total o parcial, la relación de hechos, comunicaci ones o imágenes que se vinculen o relacionen” con las organizaciones o agrupaci ones declaradas ilegales –art. 7°-, y también; 2) para “los responsables de cualquier medio de comunicación o información públicos que difundan o propaguen hechos, comunicaciones o imágenes que se vinculen o relacionen” con tales organizaciones, como asimismo a “aquellos que efectúen esa propagación o difusión” –art. 8°-. En la misma fecha f ue sanci onada y promulgada la ley de facto nro. 21.325 (B.O. 09/ 06/1976 -ADLA 1976- B, 1104) por la que se adoptaron idénticas medidas y se previ eron iguales sanciones respecto de otras veintiséis agrupaciones, a saber: 1) Partido Comunista Revolucionari o; 2) Partido Soci alista de los Trabajadores; 3) Partido Políti ca Obrera; 4) Partido Obrero Trotskista; 5) Partido Comunista Marxista Leninista; 6) Movimiento de Defensa del Patri monio Naci onal (MODEPANA); 7) Movimiento Argenti no Antiimperialista de Solidaridad Latinoamericana (MAASLA); 8) (COMACHI); 9) Coordinadora Unión de del Movimiento Productores de Ayuda Agropecuarios a Chile (UPARA); 10) Encuentro Nacional de los A rgentinos (ENA); 11) Juventudes P olíticas Argentinas (JPA); 12) Movimiento de Orientaci ón Reformi sta (MOR); 13) Tendencia Universi taria Popular Antiimperiali sta Combati ente (TUPAC); 14) Frente de Agrupaci ones Universi tarias de Izq uierda (FAUDI); 15) Juventud Universitaria Socialista de A vanzada (JUSA); 16) Movimiento Nacional Reformista (MNR); 17) Agrupaci ón Universitari a Nacional (AUN); 18) Frente Estudi antil Nacional (FEN); 19) Concentración Nacional Universitari a (CNU); 20) Movimiento Argentino de Soli dari dad Argentina con Vietnam; 21) Movimiento de Unidad y Coordinaci ón Si ndical (MUCS); 22) Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudi antiles y Gremiales (COFAPPEG); 23) Foro de Buenos Ai res por la Vi gencia de los Derechos Humanos; 24) Frente Patriótico Democrático y Antiimperialista; 25) Vanguardi a Comuni sta (VC), y 26) Frente Unido de la J uventud (FUJ). La nota que acompañó la elevaci ón del proyecto al Poder Ejecutivo de facto señaló como fundamento de tales medidas que los “objetivos, aparentes u ocultos” de las organizaciones enumeradas “tienden a la difusión de ideologí as extrañas al ser naci onal, circunstancia ésta que obliga a limitar su actuación en términos categóri cos”. La denominación atribuida a cierto sector de la población como 87 portadora de ideologí as extrañas al ser naci onal tiene notabl es reminiscencias con el régi men nazi, en donde tambi én se separaba de un l ado a quienes reflejaban el sano sentir del puebl o alemán, de aquell os otros que en cambio, eran considerados extraños a la comunidad; no debemos olvi dar que ni bien asumido Hitler el poder, la persecución de los que consideraba sus enemigos comenzó precisamente por los portadores de ideologías extrañas al ser alemán: comunistas, sociali stas y socialdemócratas, así como también a líderes sindicales; luego se orientó h acia los j udíos y otras minorías étnicas y religiosas y hacia fines de la guerra, cuando sól o quedaban en el territorio del Rei ch lo que se consideraba como el pueblo al emán, también entre éstos el régi men procuró nuevos estereoti pos de enemigos, al considerar como extraños a la comunidad a todos aquell os arios que no colaboren en el esfuerzo de la guerra, refractarios al trabajo, personas con tendencias a la deshonestidad, derrotistas, etc. y para quienes llegó a considerarse en 1944 una legislación penal -elaborada por el penalista al servici o del régi men Edmund Mezger- tendiente a remiti r a todos ellos a los campos de concentración. La inclusión en la n ómina de “organizaci ones destinatarias de la ley 21.269” importó su derogación, l a que se estableció por ley específica. En el mismo sentido fue dictada la ley de facto nro. 21.323 (sancionada y promulgada el 02/06/1976. B. O. 09/06/1976 -ADLA 1976 B, 1103) a través de la cual se establ eció la pena de un mes a tres años de prisi ón para quien “durante la vigencia del dec. 6 de la J unta Mi litar, dictado el 24 de marzo de 1976, realizare actividades políticas” entendién dose por tal es las enumeradas en el artículo 6° de l a ley de facto nro. 31.322 ya citado. También fue calificado como delito la tenencia, exhibición, impresión, edici ón, reproducci ón, distri bución o suministro de “material impreso o grabado por el que se propaguen hechos, comunicaciones o imágenes que se refieran a las conductas incriminadas” en el art. 1º, estableciéndose para la represi ón de tal conducta la pena de prisi ón de un mes a dos años – art. 2°-. El máxi mo de la escala penal fue de un año para “l os responsables de cual quier medio de comunicación o informaci ón pública que difundan o propaguen hechos, comuni caciones o imágenes que se vi nculen con las conductas incriminadas” y también para “aquellos que efectúen esa propagación o difusión” –art. 3°-. 2.3. f. La arquitectura jurídica diseñada por el régimen Es preciso resaltar a los efectos de il ustrar sobre qué pilares 88 Poder Judicial de la Nación jurídicos se asentó el régimen dictatorial, al gunas de l as normativas dictadas, las cuales tuvieron l a clara fin alidad de concentrar el poder en manos del gobierno de facto, conllevando ello un claro detri mento de l os derechos humanos, civiles y pol íticos de l os habitantes. En efecto, la n ueva jerarquía normativa que habría de regir en nuestro país se vio reflejada, desde un inicio, en el artícul o 5° de la ya mencionada ley de facto nro. 21.258 por la que se di spuso que los magistrados del Poder Judicial de la Nación, los de los Poderes Judiciales de las provincias, y demás f uncionari os que se designaran en reemplazo en los destituidos por el Gobierno Militar -así como también aquellos q ue fueran confirmados en el ejercicio de sus f unciones por el régimendeberían “prestar juramento de acatamiento a los Objetivos Básicos fijados por la Junta Militar, Est atuto para el Proceso de Reorganización Nacional y la Constitución Nacional en tanto no se oponga a aquellos” –el resaltado me pertenece-. Advertida por el régimen la transparencia de la sentencia con la que culminaba la normativa precitada, se dictó la ley de facto nro. 21.279 (sancionada y promulgada el 31/03/1976, B.O. 07/04/1976 -ADLA 1976 - B, 1043) que prescri bió “[s]uprímese el último párrafo del art. 5º de la ley 21.258 que dice: «...en tanto no se oponga a aquellos»” –artículo 1°La nota di rigida al P oder Ejecutivo de facto –por ese entonces a cargo de J orge Rafael Videl a-Acompañando el proyecto de l ey correspondiente, justificó su dictado en la necesidad de “adecuar el juramento de los magistrados y funcionarios que se designen o sean confirmados, a los términos del que prestaron los integrantes de la Junta Militar, y del que prestó el señor Presidente de la Nación al asumir su cargo” afirmándose más concretamente que con esa supresión “[s]e borran [...] desigualdades que pueden ser mal interpretadas, y dar l ugar a situaciones que es menester evitar”. Se llegó así a la diagramaci ón de una nueva estructura supralegal, cuya cúspide asumía la forma de un trapecio en el que l a Constitución Nacional no ocupaba el primer peldaño, ni tampoco se vinculaba horizontalmente con las directivas de facto, sin o que, lisa y llanamente, con el alegado objetivo de asegurar su vi gencia en un futuro indefinido y con “instituciones constitucionales revitalizadas” (objetivo 2.1 del Acta fijando Propósi tos...), quedaba relegada a un tercer lugar en la escala jerárquica, ya que como se sostuviera precedentemente, por encima de ella prevalecían el “Acta fijando el propósito y los objetivos básicos para el Proceso de Reorgani zación Nacional”, y ”El Estatuto para el proceso de reorganización nacional”. 89 En efecto, el día 24 de marzo de 1976, la Junta suscribió el “Acta para el Proceso de Reorganización Nacional”, que constituyó una declaración de índole pol ítica en cuanto a su decisión de usurpar el Gobierno de la República. Ese mismo día, se dictó el “Acta fijando el propósito y los objetivos básicos para el Proceso de Reorgani zación Nacional”. (B.O. lunes 29 de marzo de 1976, obrante a fs. 47.129) y luego, el “Estat uto para el Proceso de Reorganización Naci onal” (Compendi o de Documentos del Proceso de Reorganizaci ón Naci onal, Biblioteca Nacional Militar, Buen os Aires, 1976, páginas 16 y 17). Estas dos últimas directivas ocuparon los sitios más encumbrados en el edificio normativo creado a su medida por el régi men. Así, la clásica pi rámide que grafica las rel aciones jerárqui cas entre las distintas clases de normas q ue ri gen a una sociedad, estuvo ocupada, en primer lugar, por ese “Acta de Propósito y Objetivos”, que en los albores del régi men fue descripta como una normativa de “rango constitucional en función de su jerarquí a y finalidades” destacándose su “singular importancia para la interpretación de las normas legales dictadas o a dictarse, introduciendo el verdadero sentido para responder a los valores proclamados y considerados como necesarios en la tarea de reconstrucción del país”, a la par que pudo definírsel a como la depositaria de “la axiología del nuevo orden jurídi co supremo, tanto para gobernantes como para l a magistratura judicial encargada de efectualizar el repertorio normativo sancionado o a sancionarse para su realización práctica” -Romero, César Enri que “El actual «status» Constitucional Argentino. ( Pronunciamiento militar del 24 de marzo de 1976)”, La Ley, 1976-C- página 642 y sig-. El segundo peldañ o en el ordenami ento jurídico vi gente durante el régimen militar f ue ocupado por el Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional, documento respecto del cual se afirmó que “allí se establecen las normas fundamentales sobre la estructura de los poderes del Estado y de su f uncionamiento” -Romero, ob. cit.-. Este documento ti ene la particulari dad de contener la manifestación expresa de que lo normado por el mi smo f ue estatui do con la pretensión de haberse dictado “en ejercicio del poder constituyente”, esto es originario e ilimitado. La Junta Militar se dio a sí misma el carácter de “órgano supremo de la Nación”, atribuyéndose el ejercicio del “Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas” –art. 1°- y la desi gnación y remoción del “ciudadano que con el título de Presidente de la Nación Argentina, desempeñará el Poder 90 Poder Judicial de la Nación Ejecutivo de la Nación” –art. 2°-. La misma facultad se otorgó la Junta Militar por el artícul o 2 respecto de la desi gnación y remoción “inicial” de los miembros de la Corte Suprema de J usticia de la Naci ón, el Procurador General de la Nación y el Fiscal General de la Fiscal ía Nacional de Investigaciones Administrativas, estableciéndose en el artícul o 9° que el presi dente de facto convali daría tales desi gnaciones efectuadas por la J unta. Asimismo, tal como lo pusiera de resalto la Excma. Cámara del Fuero, que la Junta Militar se arrogara el carácter de órgano supremo del país i mplicó la autoadjudicaci ón expresa de las facultades q ue los actuales incisos 12, 14, 15 y 16 del artículo 99 de la Constitución Nacional –texto según reforma año 1994- corresponden al P.E.N., y las que los actuales incisos 25, 26, 27, 28 y 29 del artículo 75 vigente atribuyen al Congreso Nacional –art. 2-. Se establ eció también que además de las atribuciones estableci das por el artículo 86 de la Con stituci ón Naci onal –en su anterior redacci ón-, que no se hubiese reservado la j unta o no hubieran si do específicamente regl adas por el Estatuto, el Presi dente de facto ejercería “[l]as facultades legislativas que la Constitución Nacional otorga al Congreso, incluidas las que son privativas de cada una de las Cámaras...” con excepción de aquellas específi camente regladas por el estatuto y de aquellas que se reservara la J unta Mi litar –art. 4°-. También quedó reservada para el presidente de facto la designación de l os jueces de los Tribunales inferiores de la Nación –art. 9-. Se estatuyó a su vez, un régimen de acefalía, determinándose que el Ministro del Interior ejercería en tales casos el Poder Ejecutivo, hasta tanto la J unta designase un presidente militar –art. 5°-. Por otra parte, se creó tambi én una Comi sión de Asesoramien to Legislativo, integrada “por nueve Ofici ales Superiores, desi gnados tres por cada una de las Fuerzas Armadas” –art. 8°-, destinada a intervenir “en la formación y sanción de las leyes, conforme al procedimiento que se establezca”art. 5°-. La determinación del número de Ministros y Secretarios de Estado “que tendrá a su cargo el despacho de los negocios de la Nación como asimismo su funciones y vinculación de dependencia” quedó librada a l o q ue se estableciera por una ley de facto posterior –cfr. art. 7°-. La designaci ón de quiénes ejercerían los poderes ejecuti vos provincial es, constituyó una facul tad atribui da al presi dente militar, sin perj uicio de establ ecerse q ue los mismos deberían ejercer sus facultades 91 “conforme a las instrucciones que imparta la Junta Militar”-art. 12°-. Entre las aludidas facultades de los gobern adores militares, se consignó expresamente en el estatuto, la de design ar a l os “miembros de los Superiores Tribunales de Justi cia y Jueces de los Tribunales Inferiores” –art. 13°-. Como corol ario de lo reglado, el artículo 14° del Estatuto, volvió a poner de resalto la nueva estructura supraconstituci onal al establecer que “[l]os Gobiernos Nacional y Provinciales ajustarán su acción a los objetivos básicos que fije la Junta Militar, al presente Estatuto y a las Constituciones Nacional y Provinciales, en tanto no se opongan a aquéllos”. Asimismo, por la ley militar nro. 21.256, de fecha 24 de marzo de 1976, se dictó el “Reglamento para el Funcionamiento de la Junta Militar, Poder Ejecutivo Nacional y Comisión de Asesoramiento Legislativo” (Ley de facto nro. 21.256, Sancionada y P romulgada el 24/ 03/1976. B.O. 26/03/1976 -ADLA 1976, B, 1029-). Ya en el artículo 1.4.3 se advierte la vocación de permanencia del gobierno de facto, al establecerse como una de las atribuciones y funciones de la Junta Militar, la de “[f]ijar nuevos objetivos y actualizar los fijados oportunamente y sus políticas concurrentes”. Recuérdese aq uí q ue el “Estatuto para el Proceso...” había si do dictado expresamente en el pretendido ejercicio del “poder constituyente”, de modo que, con el agregado de esta mención en el “Reglamento...” se trasl uce l a intención no sól o de haber ej ercido un poder con stituyente en ese día “D”, sino también la de establecer una especie de período no sólo fundacional, sin ningún ti po de control es ni autolimitación alguna, sino también abierto, con tinuado en el tiempo. El regl amento adici onó a lo establecido por el artícul o 1° del estatuto, el requisi to de ser un “Oficial Superior de las F.F.A.A.” para ser elegido como presidente de facto por la J unta –artícul o 2.1-. El juramento establ ecido para quien f uera designado para ejercer la presi denci a militar, otra vez, volvía trasuntar el rel egamiento de la Constitución Naci onal a un segundo pl ano, frente al carácter supremo de los “Objetivos Básicos [como se vio, los fijados en el Acta de Propósito y Objetivos y los que posteriormente se fijaran] y el Estatuto para el Proceso el Proceso de Reorganización” –artículo 2.5-. Las declamaci ones legitimantes del régi men daban cuenta de unas fuerzas armadas que representaban el reservorio de todas las virtudes del ser argentino, de los valores en los que se ci mentaba una argentinidad “bien entendida”. Sin embargo, pese a esa fusión ideali zada de lo argentino con 92 Poder Judicial de la Nación los militares nacion ales, en tanto l as Fuerzas Armadas eran las únicas capaces de asegurar la “[v]igencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino” –punto 2.2 del “Acta de Propósito y Objetivos...”- o quizá justamente por ello, la relación que estableci ó el poder militar con la ciudadan ía que utópicamente representaba, no en sus deci siones pero sí en sus inhallables valores, se tradujo, como ya venimos afirmando, en un víncul o de absol uta subordinación a una fuerza omn ímoda, que se vi o apenas mínimamente reflejada en este esquema orgánico trazado por la Junta al usurpar el gobierno. Enrique Groi sman, señaló en el año 1983 que ese esquema de poder, en la arbitrari edad de su construcci ón, llevaba en su seno, paradójicamente, “un germen de disociaci ón del poder” -Groisman, Enriq ue I. “Poder y derecho en el «Proceso de Reorganización Nacional»”, Centro de Investigaci ones Soci ales sobre el Estado y la Administraci ón, Bs. As., 1983), en tanto: a) se modif icó la organización administrativa del Estado “creando líneas jerárquicas superpuestas y relaci ones imprecisas entre los diversos órganos”; b) se sustrajo a las Fuerzas Armadas “del comando y subordinación al Presidente, con lo q ue las coloca jurídicamente fuera de lo que la Constitución denomina «administración general del país»”, c) se creó un superpoder: la Junta Militar con f acultades de contralor sobre los demás órganos y atribuciones propi as de un pretenso poder constituyente y de cada uno de los poderes antes constitui dos, con la lógica consecuencia de que sus limitaciones deri varan de “su voluntad de modificar o no el ordenamiento básico”, y; d) se f un dó en la consideraci ón del “cuerpo político de la Nación como integrado por las tres fuerzas, a las que asignaría personería, virtual autonomía y una cuota-parte del poder” (ob. cit., pág. 21). Estas características derivaron y se sumaron a una verdadera inseguridad jurídica, que se tradujo, en l os términos del autor citado, en la ausencia de lími tes jurídicos al ejercicio del poder; “la utilización indistinta e indiscriminada de instrumentos normativos, sin respetar la jerarquía ni la especifidad de las normas; la “creación de normas penales con figuras imprecisas, vagas u omnicomprensivas”; el “otorgamiento de atribuciones discrecionales a los órganos administrativos” y la “reticencia a expresar motivos y a fundamentar las decisiones”. La búsqueda retrospectiva de los presupuestos teóricos básicos sobre l os que efecti vamente se f undó y sólo podría haberse fundado el ejercicio del poder de facto tal como se desplegó, demuestra por parte del gobierno militar una “[c]oncepción del poder político como una potestad 93 omnímoda, sin límites jurídicos ni fácticos” y una “[c]onvi cción de que la mera voluntad es suficiente para fundar las decisiones jurídi cas y políticas”, absolutamente despóticas, a la que debe sumarse la “[ p]retensión de que el ejercicio del poder no genera responsabilidades” -cfr. Groisman, ob. cit., págs. 44 y 45-. Y es que, el común denominador del proceso f ue su omnipotencia, “[s]ólo la sensación de un poder sin límites jurídicos ni fácticos ha podido llevar a sostener que el «Proceso» no responde sino ante sí mismo, ante la Historia o ante Dios, o a concebir la tarea de gobierno, como una sucesión de órdenes, sin parar mientes en la obstinación de los hechos ni en las consecuencias o efectos reales de esas órdenes”. Pese a haber pervertido la estructura constitucional reemplazándola por un conjunto de di rectivas propias y f uncionales a ese poder, desde el punto vista inf raconstitucional, se actuó directamente prescindi endo del ordenamiento jurídi co “de modo tal que las normas pasaran a un segundo plano y el Derecho dejara de impregnar la actividad estatal”. Así, “[e]l ideal del «Proceso» respecto del sistema jurídico no parece haber sido transformarlo, sino convertirlo en un cont inente lo suficientemente laxo como para no estorbar la actuación del poder. Cuando eligió el camino de modificar leyes, lo hizo de tal modo que confirieran a la autoridad márgenes tan amplios que en la práctica no f ijaran límites”. (Cfr. Groisman, cit., pág. 40). El trabajo citado, se destaca por la contemporaneidad con l os hechos que describe y, sin perjuicio de que el mismo fue desarrollado con la expresa finalidad de explicar l a relación que mantuviera el poder de facto con el sistema jurídico, se revela como una de las pri meras críti cas más directas al régimen. No se limitó a la elaboración de un discurso descri ptivo sin componentes val orati vos ni se adentró en fútiles y coyunturales discusi ones vinculadas a distintos aspectos de la estructura de los órganos de facto y su relación de coordinación o subordinación. Aparecieron entonces, ante el ocaso del régimen y con ello l a disminuci ón de las presiones sobre l a ciudadanía, las primeras críticas más certeras sobre el gobierno de facto, respecto del cual se afirmó que l a invocación por su parte de la situaci ón de guerra, de l os poderes de hecho y de los derechos de la victoria militar como elementos legitimantes no eran más que consi gnas típicamente decisionistas y que así, “[m]uchas frases autojustificatorias del «Proceso» tienen correlato con las que se pronunciaron durante el Tercer Reich” (Groi ssman, cit., pág. 42). Continuando con el autor ci tado, resulta claro que cuando “el «Proceso» invoca sus atribuciones como «poder de facto», cuando afirma que 94 Poder Judicial de la Nación «la necesidad carece de ley», cuando aplica sanciones secretas, cuando se niega a explicar los motivos de sus decisiones, está invocando implícitamente justificaciones” del mismo tipo q ue la del régimen nazi y que esto tuvo en común con el naci onalsocialismo, en cuanto a pretender “fundar una legalidad diferente, indefinida y difusa, de ningún modo basada en los principios republicanos sino en el poder de la fuerza” ( ob. cit., págs. 42-43). El autoden ominado “Proceso de Reorganización Nacional”, que en los hechos atentó contra las nociones más básicas de l a humanidad, que se impuso deliberadamente lesi onar la dign idad y la misma con dición humana de decenas de mil es de personas, como se vio, en el plano formal construyó una jerarquía normativa a la medi da de la satisfacción de sus intereses, deformó en preexistente función de –incl uyendo las las mi smas finalidades, garantía y el orden derechos j urídico f undamental es consagrados en la Constituci ón Nacional - y, paral elamente, se caracterizó por la hipocresía q ue empleaba para adoptar deci siones que cercenaban derechos individual es invocando preceptos j urídicos del máximo nivel normativo del nuevo ordenamiento imperante. En idéntico sentido, “al tiempo en que en l as facultades de derecho se enseñaba, no sin solemnidad, el artículo 18 de la Constitución nacional [...] miles de ciudadanos eran sacados de sus casas y de la tranquilidad de la noche familiar, sin exhibírsele orden legítima alguna, ni que se lo pusiera bajo la disposición de ningún juez, sin que se le imputara nada, ni se le dijera la razón de su detención u ofreciera posibilidad alguna de defensa, si n respetar su individualidad moral, ni su integridad corporal, ni sus creencias, ni su familia, ni sus afectos, ni sus bienes, y sometidos a t odo tipo de padecimientos horribles”. “Gente con menos suerte que uno iba muriendo en centros clandestinos de detención, en circunstanci as que la di ctadura y el periodismo llamaban enfrentamientos de guerra. Hasta cuerpos de niños de 14, 15 y 16 años eran incinerados junto a llantas de neumáticos para aplacar el olor de la quemazón de carne humana. Se decía q ue ponían en peligro la seguridad nacional” (Marcelo A. Sancinetti: Derechos Humanos en la Argentina Postdictatorial. Lerner Edi tores Asociados, Bs. As., 1988, pp. 7- 8). 2.4. La asunción del ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional por el entonces Teni ente General J orge Rafael Videla En fecha 29 de marzo de 1976, por decreto nro. 21 de la Junta Militar, “visto el Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional y el artículo 10 del Acta para dicho proceso”, l os Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas resolvieron designar “Presidente de la Naci ón Argentina al 95 señor Teniente General don Jorge Rafael Videla” (B.O. vi ernes 2 de abril de 1976, ver fs. 47.112) , con la sola vol untad del designado y los otros dos miembros del órgan o, Massera y Agosti. Tal como surge de su Legajo Personal del Ejército Argentino, en fecha 27 de agosto de 1975 fue designado Comandante General del Ejército, ostentando el grado de General de Brigada. El 24 de octubre de ese año, f ue ascendido a General de División y l uego, - el 24 de n oviembre de 1975-, ascendi ó al grado de Teniente General, continuando durante todo el período mencionado, en ejercicio de l a comandancia del Ejérci to. Videla ostentaba en tonces el grado máximo de la jerarq uía castrense y era comandante de la fuerza, en esa posi ción f ue miembro de la “Junta de Comandantes Generales” que elaborara el Plan del Ejérci to contribuyente al Plan de Seguridad Nacional, y que procedi era “a hacerse cargo del Gobierno de la República” -cfr. Acta para el Proceso...- , el 24 de marzo de 1976, usurpando, ya con el nombre “Junta Militar”, el Poder Ejecutivo Nacional y sujetara a todo el terri torio nacional al “control operacional [...] de las Fuerzas Armadas” –cfr. comunicado nro. 1-. Esa Junta Militar fue la q ue decidi ó que el Comandan te General del Ejérci to, Teniente General Videla fuera “el ciudadano que ejercerá el cargo de Presidente de la Nación” -cfr. Acta para el P roceso...-. A parti r del 20 de octubre de 1976, por Decreto nro. 2432 (B.P.E. n ro. 4104) se cambió la denomin ación de la Jefatura de l a Fuerza que pasó a denomi narse Comando en Jefe del Ejérci to –cf r. fs. 196 del Legajo Personal del nombrado-. Tal como surge de su legajo personal, el 31 de juli o de 1978, Videla pasaría a retiro voluntario por resoluci ón inserta en el B.R.E. nro. 4781 –cf r. fs. 197 de su Legajo Personal-, apartándose así de esa comandancia, pero retendría, ya reti rado, el puesto de Presidente de la Nación hasta el 29 de marzo de 1981, fecha en que fue sucedido por el Teniente General Roberto Eduardo Vi ola. La responsabilidad de J orge Rafael Videla respecto de l os hechos que le fueran oportunamente atribuidos, se refiere específicamente a su intervención en los mismos en su calidad de Comandan te General del Ejército y no por su condici ón de in tegrante de la Junta Militar que usurpara el gobiern o de la República ni por haber sido Presidente de facto durante el período mencionado. Y es que, tal como l o estableci era la Excma. Cámara del Fuero en oportunidad de dictar sentencia en la causa nro. 13, a pesar de que entre 96 Poder Judicial de la Nación las facultades q ue se arrogó la Junta Mili tar “figuraba la del Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas, y que entre los ob jetivos básicos del Gobierno Militar constaba expresamente la erradicación de la subversión, ese ente político aparece desvinculado de la toma de decisión en lo referido a la lucha antisubversiva, debido a que la prueba arrimada ha demostrado que, respecto del mando de cada una de las fuerzas armadas, los ex comandantes no se subordinaron a personas u organismo alguno” (cfr. “La sentencia...” Capítulo XX, pp. 259-260). Bajo esas di rectrices será evaluada su interven ción y responsabilidad. 2.5. La lucha antisubversiva. La división del país en zonas, subzonas y Áreas. La delimitación del objeto procesal en la presente causa Durante el año 1975 y con el objeto de mori gerar la situaci ón de inestabilidad imperante en el país, el gobierno nacional di ctó una serie de normas dándole progresivamente mayores competencias a las Fuerzas Armadas en la denominada “lucha antisubversiva”. Así, mediante el decreto 261/75 se autorizó la intervención del Ejército Argentino en la Provincia de Tucumán; dicha norma, l uego de ponderar la necesi dad de adoptar medidas tendi entes a erradicar las actividades de elementos subversivos en dicha provincia, di spuso que “el Comando General del Ejército Argentino procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos” que actuaban en dicha provincia. A tales fines, instruyó al Ministerio del Interior para q ue coloque a disposición y bajo control operacional del Ejérci to Argentino a los efecti vos y medi os de la Policía Federal; al mismo tiempo, dispuso que el Ministerio de Defensa adoptaría las medidas necesarias para que l os Comandos Generales de la Armada y l a Fuerza Aérea presten el apoyo necesari o al Ejército en la tarea q ue le era encomendada. En el mes de octubre de ese mismo añ o, el Poder Ejecutivo extendi ó a todo el territorio nacional la intervención de las Fuerzas Armadas en la campaña antisubversiva. A tales fines, dictó el Decreto 2770 por el cual se constituyeron el Consej o de Seguridad Interna (presi dido por el Presidente de la Nación, e integrado por la totalidad de l os Ministros y los Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas), como órgano asesor del Presidente y encargado de la planifi cación, conducci ón y coordinación de la lucha antisubversiva; asimismo creó el Consejo de Defensa (órgano asesor del Presi den te de la Naci ón en dicha materia y el encargado de planear y conducir el empl eo de las Fuerzas A rmadas, Fuerzas de 97 Seguri dad y Fuerzas Policiales para la lucha contra la subversión; y presi dido por el Mi nistro de Def ensa e integrado por los Comandantes Generales de las Fuerzas A rmadas). Por su parte, mediante el Decreto n° 2771 se facultó al Consejo de Defensa a suscri bir convenios con las provincias a efectos de colocar bajo su control operacional al personal policial y penitenci ario necesario para su empleo en la lucha antisubversiva. A su vez, el Decreto 2772 dispuso que las Fuerzas Armadas, bajo el coman do superior del P residente de la Nación, ejercido a través del Consejo de Defensa, procederían a ejecutar las operaciones militares y de seguridad necesarias a los fines de aniquilar el acci onar de los elementos subversivos en todo el país. En atención a las facultades conferi das por el Poder Ejecuti vo Nacional y a l os efectos de instrumentar el empleo de l as Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad, Fuerzas Policiales y otros organismos puestos a su disposición, el Consejo de Def ensa dictó la Directiva 1/75 “Lucha contra la subversión” (sobre la que se volverá más adelante) que sentó l as bases sobre las cual es se debía ll evar a cabo tal l ucha. Dentro de su ámbi to, el Comandante General del Ejérci to Argentino dictó l a directiva n° 404/75, del 28 de octubre de 1975, mediante la cual se mantuvo la organizaci ón territorial conformada de acuerdo al Plan de Capaci dades para el año 1972 (PFE-PC MI-72), aunque modificando la jurisdicci ón territorial del Comando de Institutos Militares, asignándosel e la correspondi ente a la guarnición de Campo de Mayo, pasando el resto del territori o que le correspondía a la jurisdicci ón del Primer Cuerpo de Ejército. De esta forma, el país q uedó dividido en cuatro zonas de defensa, las cuales l levaban los números 1, 2, 3 y 5, correspondiéndole la jurisdi cción respecto de cada una de ellas a l os cuerpos de ej ército de igual número. A su vez, cada una de las zonas se encontraba subdividi da en subzonas y éstas en Áreas. Así, la Zona de Defensa 1, con asiento en la ciudad de Buenos Aires, bajo control del Primer Cuerpo de Ejército, tenía jurisdicción sobre la Capital Federal, l a Provincia de Buen os Aires (excepto los parti dos de Adolfo Alsina, Guaminí, Coronel Suárez, Saavedra, Puán, Tornquist, Coronel Pringles, Adolfo Gonzál ez Chávez, Coronel Dorrego, Tres Arroyos, Villarino, Bah ía Blanca, Patagones, Escobar, General Sarmi ento, General San Martín, Pilar, San Fernando, Tigre, Tres de Febrero y Vicente López) y la Provincia de La P ampa. A su vez, la Zona 1 se encontraba subdivi dida en 98 Poder Judicial de la Nación siete subzonas –la denominada “Capital Federal ” y las otras identificadas con los n úmeros 11, 12, 13, 14, 15 y 16); por su parte, cada una de las subzonas se encontraba compartimentada en Áreas. La Zona de Defensa 2, correspondi ente al Segundo Cuerpo de Ejército, comprendía las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco y Formosa. Por su parte, la Zon a de Defensa 3, comprendía las provinci as de Córdoba, San Luis, Mendoza, San J uan, La Ri oja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán , Salta y Juj uy; y se encontraba bajo la j urisdicción del Tercer Cuerpo de Ejército. Las provincias de Río Negro, Neuq uén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, j unto con los partidos bonaerenses de Adolfo Alsina, Guamin í, Coronel Suárez, Saavedra, Puán, Tornquist, Coronel Pringles, González Chávez, Coronel Dorrego, Tres Arroyo, Villarino, Bahía Blanca y Patagones, correspondían a la Zona de Defensa 5 bajo control del Quinto Cuerpo de Ejército. Por últi mo, el Comando de Institutos Militares ten ía jurisdi cción sobre l os sigui entes partidos de la provincia de Buenos Aires: Escobar, General Sarmiento, General San Martín, Pilar, San Fernando, Tigre, Tres de Febrero y Vicente López. Posteri ormente, en el mes de mayo de 1976, se amplió su juri sdicción a l os parti dos de Exaltaci ón de la Cruz, Zárate y Campana. Ésta f ue la deli mitación territorial efectuada por el Ejército Argentino, f uerza a la cual se le otorgó –conforme surge de la Di recti va 1/75 del Consejo de Defensa- la responsabilidad primaria en la dirección de las operaciones contra la subversi ón en todo el ámbito del país, a l os fines de la lucha anti subversiva. El objeto procesal de las presentes actuaciones fue determinado por la Excma. Cámara del fuero en el marco de l a causa n° 44 –iniciadas en virtud del Decreto n° 208/84 del Poder e instruida contra el General (RE) Ramón J. Camps con relación a los hechos producidos en la provincia de Buenos Aires-; así, el 2 de juli o de 1986, la Alzada dispuso la formaci ón de un nuevo sumario a los fines de investi gar los hechos atribui dos a personal dependi ente del Pri mer Cuerpo de Ejército o someti do operacionalmente a él, ocurri dos en la Capital Federal o en la Provincia de Buen os Aires y que no hallan sido incl ui dos en l a mencionada causa n° 44. Asimismo, el decurso de la investigación permi tió la imputación del universo de los hechos i nvestigados, al últi mo y principal responsable en la pi rámide jerárquica, el cual no es otro que el ex Teniente 99 General Jorge Rafael Videla (ver remisi ón efectuada por la Alzada a fs. 45508/9). Por su parte, en el marco del incidente de competencia sustanciado en las actuaciones n° 65/84 caratuladas “Poder Ejecutivo de la Provincia de La Pampa sobre presentación por apremios ilegales” del Juzgado de Instrucción nro. 1 de Santa Rosa –en la cual se investigaban eventuales violaciones a l os derecho h umanos cometidas a partir del 24 de marzo de 1976-, la Corte Suprema de J usticia de l a Nación resolvi ó, el 17 de febrero de 1987, atribuirle l a competencia para entender en la investigación de los hechos allí pesquisados a la Excma. Cámara Federal de Apelaciones de la Capital Federal . De igual manera, las actuaciones n° 288/84 caratuladas “Gil, Roberto Oscar; Accat toli, Hermes Carlos; Ferrari, Hugo Aveli no; y Covella, Santiago Guillermo s/privación ilegal de la libertad y tormentos” correspondientes al Juzgado Federal de Santa Rosa –también relativo a sucesos acaecidos en el Provincia de La Pampa, atribui dos a personal dependi ente de la Subzona 14 del Comando de Defensa 1- pasaron a tramitar ante la Excma. Cámara del f uero el 15 de octubre de 1986 y f ueron acumuladas a la causa n° 450. De esta forma, el obj eto procesal de l as actuaciones n° 450 de la Excma. Cámara del fuero abarcó los atribuidos a person al del Primer Cuerpo de Ejército o someti do operacionalmente a él, ocurridos en la Capital Federal, en la Provincia de Buenos Aires (a excepci ón del ámbito jurisdi ccional correspondiente al Coman do de Insti tutos Mi litares y a la Zona de Defensa 5) o en la Provincia de La Pampa. 2.6. Normativas baj o las cuales el Ejérci to Argentino desplegó su actividad durante el último gobierno militar Conforme se señal ara anteri ormente, en atención a l os dispuesto por los decretos 2770, 2771 y 2772 del Poder Ejecutivo Provincial por medio de los cuales se propició la intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha contra la subversi ón, tanto el Consej o de Def ensa como el Ejército Argentino dictaron una seri e de normas tendientes a operativizar la manda i mpuesta en aquellos decretos. De esta forma, la Directiva del Consejo de Defensa n° 1/75 (“Lucha contra la Subversión”), de fech a 15 de octubre de 1975, cuya finalidad fue instrumentar el empleo de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguri dad, Fuerzas Policiales y otros organismos puestos a disposición del Consejo de Defensa para l a lucha contra la subversión; estableció como 100 Poder Judicial de la Nación misión de dichas fuerzas ejecutar la ofen siva contra la subversión, en todo el ámbito del territori o nacional, para detectar y aniquilar las organizaci ones subversivas a fin de preservar el orden y la seguri dad de los bienes, de las personas y del Estado. En este sentido, se otorgó al Ejército la “responsabilidad primaria en la dirección de las operaciones contra la subversión en todo el ámbito nacional” y la conducción con responsabilidad pri mari a del esf uerzo de inteligencia de la comunidad informativa contra la subversi ón (Punto 7.a. de dicha Directiva). Al mismo tiempo, le otorgó al Ejérci to el control operacional sobre la Policía Federal , el Servicio Penitenciario Federal y las policías provinciales. El Punto 6.a.3. de la mentada Directiva estableci ó: “dado que la subversión ha desarrollado su mayor potencial en los grandes centros urbanos y en algunas Áreas colindantes, el esfuerzo principal de la ofensiva será llevado sobre el eje Tucumán – Córdoba – Santa Fe – Rosario – Capit al Federal – La Plata”. La Di rectiva del Comandante General del Ejérci to –por entonces el General de Brigada Jorge Rafael Videla- n° 404/75 (“Lucha contra la subversión”) del 28 de octubre de 1975 reafirmó que la misión del Ejército, se correspondía con operar ofen sivamente contra la subversión en el ámbito de su juri sdicción y fuera de ella en apoyo de las otras Fuerzas Armadas para detectar y aniquilar las organizaciones subversivas. Asimismo, reiteró que tendría la respon sabilidad primaria en la dirección de las operaciones en la lucha contra l a subversión y en el esfuerzo de inteligencia. Así en su punto 5.g. establ eció que “[l]os comandos y jefaturas de todos los niveles tendrán la responsabilidad directa e indelegable en la ejecución de la totalidad de las operatorias”. Entre las mi siones particulares del Comando de Defensa 1 se fijó la disminución del accionar subversivo en todo el ámbito de su jurisdi cción. Dentro de los conceptos estratégicos q ue debían segui rse a dichos fines precisó que “[l]a actitud ofensiva a asumir por la Fuerza, más los elementos puestos a su disposición, debe materializarse a través de la ejecución de operaciones que perm itan ejercer una presión constante, en tiempo y espacio, sobre las organizaciones subversivas. No se debe actuar por reacción sino asumir la iniciativa en la acción, inicialmente con actividades de inteligencia, sin las cuales no se podrán ejecutar operaciones, y mediante operaciones psicológicas” (Punto 5.a. de dicha Directiva). Fijó las zonas prioritarias de lucha y dividió la maniobra 101 estratégica en cuatro fases de acción diferentes, y los ef ectos que se procuraban lograr con ellas. Esa misma di recti va, contenía un anexo en el cual se efectuaba un pormenorizado detalle de la “Situación del Enemigo”, realizando una primera caracterización ideol ógica de la “Guerra Subversiva Maxista” a nivel mundial, para l uego tratar cada una de las organizacion es tachadas de subversivas existentes en el país. También merece ser señalado en este punto, el Plan del Ejército contribuyente al Plan de Seguridad Nacional, formulado en el mes de febrero de 1976 y al que se hiciera referencia en el punto precedente del presente resol utori o; el anexo 3 del mismo establecía el procedimi ento a seguir para la detenci ón de personas. Así, señal a que uno de l os aspectos de l a operación a desarroll ar consisti ó en la detención, a parti r del día D a la hora H – momento en que las Fuerzas Armadas tomarían el gobierno del país-, de todas aq uellas personas que la Junta de Comandantes Generales determine o apruebe para cada jurisdicción. Asimismo, se debían detener a los oponentes potencial es que se manifiesten como tales; a la vez que otra de las misiones consistía en la confecci ón de listas de personas a detener. Con rel ación al procedimiento medi ante el cual se llevarían a cabo dichas detenci ones, indicaba que las mismas estarían a cargo de “Equipos Especiales” que debían ser i ntegrados en cada jurisdicción – conforme la divi sión terri tori al prevista por el Plan de Capacidades para el año 1972 (PFE-PC MI-72)-; establecía que las comisiones afectadas a la detención de person as de “prioridad I ” estarían integradas sobre la base de efectivos militares, mientras q ue las de “prioridad II” lo serían con elementos policiales. También establecía pautas relativas a los criteri os que se debían seguir con relación a los l ugares en que debían ser alojados los detenidos. Con relación a las categorías de pri ori dades, tal como f uera sentado precedentemente, se di spuso q ue la “prioridad I” estaría compuesta por aquellas personas que “a) Constituyan un peligro cierto y actual para el desenvolvimiento de las acciones en cualquiera de los campos. b) Existan evidencias de haber cometido actos delict ivos de gran notoriedad en el área económica. c) Hayan adoptado o proporcionado decisiones en lo político, económico y/o social y por las cuales corresponda responsab ilizarlos de la situación actual del paía”. Por su parte, la Orden Parcial N° 405/76 (“Reestructuración de jurisdicciones y adecuación orgáni ca para i ntensificar las operaci ones contra la 102 Poder Judicial de la Nación subversión”) dictada el 21 de mayo de 1976 por Roberto Eduardo Viol a, Jefe del Estado Mayor General del Ejército, fij ó como misión del Comando de la Zona Uno y del Comando de la Zon a Cuatro intensificar gradual y aceleradamente la acción contrasubversiva a medi da q ue se reestructuren las jurisdi cciones territoriales y se adecuen l as respectivas organ izaciones, con la finalidad de completar el aniquil amien to del oponente en l a zona donde mantenía mayor capacidad. A tales efectos, se estableció q ue “1) la i ntensificación gradual y acelerada de la acción contrasubversiva se materializará mediante dos tipos de actividades fundamentales: a) El dominio del espacio por medio del despliegue permanente de fuerzas en dispositivos variables y la ejecución de patrullajes continuos, persistentes y aperiódicos en toda la jurisdi cción, especialmente en aquellas Áreas donde el oponente acciona con mayor virulencia o donde existen objetivos de importancia .b) El desarrollo de una persistente y efici ente actividad de inteligencia que posibilite la detención y acción sobre blancos rentables del oponente”. “2) El dominio del espacio geográfico, logrado a través del despliegue temporario de fuerzas o de la intensidad de los pat rullajes ha de permitir: a) Restringir la libertad de acción del oponente. b ) Crearle una sensación de i nestabilidad e intranquilidad que lo obligue a moverse, lo que ha de facilitar las posibilidades de detección. c) Mostrar a la población en general la eficiencia de las fuerzas del orden y combatir, de ese modo, la acción sicológi ca que el oponente desarrolla en ese sentido”. A su vez, agregó a su Orden de Batalla: un equipo de Combate del Regi miento de Infantería 1 “Patricios”, y un Equipo de Combate del Regimi ento de Granaderos a Caballos “Gral. San Martín”, al efecto de dar cumpli miento a dicha Directiva y a la Directiva 404/75 (“Lucha contra la subversión”); asimismo, se estableció q ue mantendría agregada en forma permanente la jefatura de dicho equipo para dar continuidad a la conducción aún cuando pudieran vari ar los efecti vos asi gnados a esa responsabilidad. Por su parte, la Directiva del Comandante en Jefe del Ejército N° 504/77 (“Continuación de la ofensiva contra la subversión durante el período 1977/78”) de fecha 20 de abril de 1977, se dictó con la finalidad de actualizar y unificar el contenido del PFE -PC (MI) año 1972 y de la Directiva del Cte. Gral. Ej. N° 404/75. En el punto 4 titulado “Misión” estableció que el Ejército intensificaría la of ensiva general contra la subversión en su jurisdi cción y fuera de ella en apoyo de las otras Fuerzas Armadas, median te la detección 103 y destrucci ón de las organizaciones subversivas y apoyando l as estrategi as sectoriales de otras Áreas de gobierno en lo relativo a la Lucha contra la subversión, con pri oridad en los ámbitos industrial y educacional, dando preeminencia a lo urbano sobre lo rural y con esf uerzo principal en l a zona de Buenos Aires (Capital Federal – Gran Buenos Ai res – La Plata – Berisso Ensenada). Además, convali dó que el Ejército Argentino tendría responsabilidad pri maria en la conducción de las operaciones contra la subversión en todo el ámbito naci onal y conduci rá, con responsabilidad primaria, el esf uerzo de inteligencia de la comunidad informativa contra la subversión, a fin de lograr la acci ón coordinada e integrada de todos los medios a di sposición . Al referirse a las pautas que debían regular el empleo de la Fuerza Ejército dispuso que “1) los comandos y jefaturas de todos los niveles tendrán la responsabilidad directa e indelegable de la totalidad de las acciones que se ejecuten en su jurisdicción. 2) Dentro de los lineamientos establecidos por la presente Directiva, los comandos tendrán la necesaria libertad de acción para intervenir oportunamente en todas aquellas situaciones en que se aprecie puedan existir connotaciones subversivas” (Directi va 504/77 página 6). Al mismo ti empo, se reafirmaron las normas generales q ue regi rían l as jurisdicciones (Anexo 6 – J uri sdicciones), a saber: - las jurisdicciones de los Cuerpos de Ejército se den ominarían Zonas, las q ue a su vez se subdividi rían sucesivamente en Subzonas, Áreas, SubÁreas, Sectores y Subsectores, según las necesidades de cada caso. - la desi gnación se haría sobre l a base del sigui ente método: Zona: una sol a cifra de número arábigo, igual al número correspondiente al Cuerpo del Ejército correspondi ente. Subzona: dos cifras en número arábigo, correspondiendo el primero al número de la zona. Área: tres cif ras en número arábigo, correspondiendo l a pri mera a l a zona y la segunda a la subzona. Por otro lado, la Orden de Operaci ones N° 9/77 (“Continuaci ón de la ofensiva contra l a subversión durante el período 1977”, dictada por el Jefe del Departamento III – Operaciones del Comando de Zona 1, Coronel Vicente Manuel San Román) de fecha 13 de junio de 1977 estableció que el Comando de Zona 1 intensificaría las operaciones militares y de seguri dad contra la “Delincuencia Subversiva”, llevando el esfuerzo principal en las Subzonas Capital Federal , 11 y 16, actuando con prioridad en el ámbi to laboral y con segunda pri ori dad en el ámbito educaci onal. 104 Poder Judicial de la Nación En el Anexo 4 correspondi ente a la “Ejecución de Blancos” se explici tó el procedi miento a segui r para la realizaci ón de los operativos; de esta forma, se distinguen dos tipos de “blancos”, por un lado l os “planeados” y, por otro, los de “oportunidad”. El “Blanco Planeado” es aquel que surge como producto de la reuni ón, valorización y proceso de la información disponi ble, materializado en un objetivo concreto que podría organizarse a través de la comunidad i nformativa del nivel Comando de Zona, Subzona o Área. Por su parte, el “Blanco de Oportunidad” es aquel que por primera vez es l ocali zado después del comienzo de una operación y que no había si do previamente considerado, analizado o pl aneado. Luego de establecerse el procedi mien to a segui r para la ejecución de cada uno de los tipos de blancos; se establ ece el mecanismo para la remisi ón de los detenidos a los “Lugares de Reunión de Detenidos” (LRD). A su vez, se establ ece la forma en que debía formularse el requerimiento de “Área Libre” para la ejecuci ón de los blancos, acompañándose el modelo de f ormulario a utilizar a dichos ef ectos. De esta forma, del contenido de dicha Orden de Operacion es surgen los siguientes elementos relevantes: -el control de las operaci ones que reali zaba el personal mi litar era llevado a cabo por l os responsables de l a estructura operati va creada a l os efectos de la lucha contra la subversión. - El Comando de la Zona reun ía la información y tomaba la decisión de detener a un sospechoso y orden aba al Comando de la Subzona correspondiente ejecutar la detención y conduci r la pri sionero al lugar que se le indicara. - El resultado de l os operativos llevados a cabo por el personal militar eran comunicados a los superiores jerárquicos. - La demostración del control ejerci do por l as autoridades militares se manifestaba a su vez en la existencia de “Áreas libres”, pues cuando se debía ll evar a cabo algún procedimiento se disponía que las demás f uerzas de seguridad no intervengan. Finalmente, el 18 de mayo de 1979, el Comandante en Jefe del Ejército, dictó la Directiva 604/79 con la finalidad de establecer l os lineamientos para l a prosecución de l a of ensiva contra la subversión sobre l a base de la situaci ón alcanzada hasta ese momento; así, dicha directiva consideró que “[l]a preeminencia de la Estrategia Militar en la etapa inicial del PRN, en la cual la Acción Militar Directa llevó el centro de gravedad del 105 esfuerzo realizado, posibilitó alcanzar una contundente vi ctoria militar sobre los elementos armados del oponente”. De tal forma, se establecieron las estrategias a seguir ante tal marco de situación. La normativa citada permite conclui r que fue el Ejérci to Argentino la institución que encabezó y dirigió la activi dad represiva, conforme lo sostuvi era el Superi or al momento de sentenciar en l a causa 13/84, “[e]n los casos en que se probó de modo fehaciente que la privación ilegal de la libertad se produjo por parte de militares o subordinados a el los, sin que se identificara su procedencia, ni el lugar en que fuera mantenido en cautiverio, la atribución del hecho se formula al comandante o comandantes de la fuerza Ejército, a mérito de l a responsabilidad pri maria que le cupo a ésta” (sentencia de la causa 13/ 84 parte tercera, “Introducción al tratamiento de los casos y consideraciones generales de la prueba”). A tales efectos fue creada una organización precisa y específicamente destinada a dichos fi nes que subdividi ó al país en jurisdi cciones territoriales para posibili tar la coordinación de las acciones a desplegar en l a “lucha antisubversiva”. 2.7. Cadena de mandos y responsabilidad sobre el Comando del Primer Cuerpo de Ejército De conformi dad a la estructura montada por el Ejército Argentino a los fin es de la “lucha ant isubversiva”, al Comandante del Primer Cuerpo de Ejército le correspondió el Comando de la Zona de Defensa 1, con la jurisdicción territorial que fijáramos en el punto 2.5. del presente consi derando. En lo que interesa al presente resolutorio, el cargo de Comandante de dicho cuerpo de Ejército fue ejercido entre el 24 de marzo de 1976 y el 18 de febrero de 1979 por Carlos Guillermo Suárez Mason. Dentro de la estructura del Comando del Primer Cuerpo del Ejército, el cargo de Jefe de la Subzona “Capital Federal” era ejercido por el Segundo Comandante de dicho cuerpo de Ejército; cargo que fue ocupado por el Gral . de Bri gada J orge Oli vera Róvere durante el año 1976 y l o sucedi eron en el mando los Generales de Brigada José Montes –desde diciembre de 1976 hasta diciembre de 1977- y Andrés Aníbal Ferrero –entre diciembre de 1977 y febrero de 1979- (cfr. informe de f ojas 10.641). La línea de mando del Comando de la Subzona “Capi tal Federal” se continuaba con los Jefes de cada una de las Á reas en la cual se encontraba dividi do el territori o. De esta forma, la Jef atura del Área I era ejercida por el Jef e de 106 Poder Judicial de la Nación la Policía Federal Argentina, la Jefatura del Área II por el Segundo Jefe del Regimi ento de Infan tería 1 “Patricios”, l a Jefatura del Área III por el Jefe del Regimiento de Granaderos a Caball o “General San Martín”, la del Área IV por el Jefe del Batallón de Arsenales 101, y la del Área V estaba a cargo del Jefe del Grupo de Artillería de Defen sa Aérea 101. Por su parte, las Áreas III y VI estaban a cargo de la A rmada Argentina; la primera, de la Escuela de Mecánica de l a Armada y la segunda correspondía a la Fuerza de Tareas 3.4 de la Marina. En lo referente a la Subzona 11, ésta compren día los partidos de San Andrés de Gi les, Luján, Mercedes, General Rodríguez, Exaltación de la Cruz (hasta mayo de 1976), Zárate (hasta mayo de 1976), Campana (hasta mayo de 1976), Marcos Paz, General Las Heras, Navarro, Lobos, Cañuelas, Esteban Echeverría, Lomas de Zamora, Avellaneda, La Matanza, Quil mes, Florencio Varela, Berazategui, Almiran te Brown, La Plata, San Vicente, Brandsen, General Paz, Monte y Lan ús. La responsabili dad sobre el Comando de esta Subzona recaía sobre el Comandante de la Bri gada de Infantería Mecanizada X, con asi ento en la Plata. A su vez, l a Subzona 11 se encontraba compartimentada en ocho Áreas, dos de l as cuales se encontraban bajo control de l a Marina. Las Áreas correspondien tes al Ejército habrían estado bajo la responsabilidad de las siguientes guarniciones militares: Depósito de Arsenales 601, Regimi ento de Infantería Mecanizada, Regimiento de Infantería Mecanizada 7, Grupo de Artillería Mecanizada 1, Regimiento de Infantería Mecanizada 6 y el Batallón de Comunicaciones Comando 601. Continuando con la reseña de la cadena de mando del Comando de la Zon a 1, cabe indicar que la Subzona 12 que se encontraba bajo la responsabilidad de la Bri gada de Caballería Blindada I, comprendía los partidos de Sall iqueló, Pellegrini, Trenque Lauquen, Pehuajó, Carlos Casares, Hi pólito Yrigoyen, Bol ívar, Tapalqué, General Alvear, Saladillo, Roque Pérez, General Belgran o, Chascomús, Magdalena, Castelli, Dol ores, Tordillo, General Guido, Maipú, Ayacucho, Tandil, Benito Juárez, Lapri da, General Lamadri d, Daireaux, Ol avarría, Azul, Rauch, Las Flores y Pila. A su vez, las Áreas en que se encontraba subdividida esta subzona habrían estado baj o control de las siguientes guarniciones militares: Batall ón Logístico 1, Regimi ento de Caballería de Tanques 8 (Magdalena), Regi miento de Caballería de Tanques 10 (Azul), Regi miento de Caballería de Tanques 2 ( Olavarría) y Grupo de A rtillería Blindada 1 (Azul). La Subzona 13, baj o la responsabili dad del Comandante del 107 Comando de Artillería 101 con asiento en Junín, correspondiente a los parti dos n oroeste de la provincia de Buenos Aires, estaba di vidida en tres Áreas. El Área 131 con jurisdi cción sobre l os partidos de Junín, Gral. Arenales, Rojas, Ch acabuco, Chivilcoy, Sui pacha, 25 de Mayo, 9 de juli o, Bragado, Alberti y General Viamonte. El jefe de la misma era el J efe del Grupo de A rtillería 101 (Junín). Los parti dos de San Nicolás, Col ón, Pergamino, Ramall o, San Pedro, Baradero, Arrecifes, Salto, Capitán Sarmiento, San Antonio de Areco y Carmen de Areco, correspondía a la jurisdicci ón del Área 132 y su responsable era el J efe del Batallón de Ingenieros de Combate 101 (San Nicolás). Final mente, el Área 133, abarcaba los parti dos de Junín, Leandro N. Alem, Lincoln, General Pinto, Carlos Tejedor, Rivadavia y Gral. Villegas; la responsabilidad del comando de la misma estaba a cargo del Jefe de la Batería de Adquisición de Blancos para Apoyo de Combate 101 (Junín). La totali dad de la provincia de La Pampa se encontraba bajo l a órbita de la Subzona 14 y la responsabili dad de comando de la misma f ue de los Jefes del Departamento de Exploración de Caballería Blindada 101 con asiento en Toay. La jurisdicci ón de la Subzona 15 abarcaba los partidos bonaerenses de Gral. Lavalle, Gral. Madariaga, Mar Chiquita, Balcarce, Gral. Alvarado, Gral. Pueyrredón, Lobería, Necochea y San Cayetano; la responsabilidad sobre la misma era de los jefes de la Agrupación de Defensa Aérea 601, con asiento en Mar del Plata. Esta subzona estaba dividida en dos Áreas; individualizadas con los n úmeros 151 y 152, a cargo del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 y del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 602 respectivamente. Finalmente, la Subzona 16 –comprensiva de los partidos de Merlo, Moreno y Morón- estuvo a cargo de la Fuerza Aérea Argentina; en dicha jurisdicción se asentaban la I Brigada Aérea (El Pal omar), la VII Brigada Aérea (Morón) y VIII Brigada Aérea (Moreno) cada una de ellas a cargo del área que se encontraba en la órbita de su juri sdicción. A su vez, la jefatura de la subzona correspondía al oficial de mayor antigüedad que comandaba alguna de las brigadas anteri ormente mencionadas. Lo hasta aquí reseñando nos permi te conocer cómo era la cadena de mando dentro del Primer Cuerpo del Ejército, es decir los jefes de área le reportaban al Comandante cada una de las Subzonas y éstos a su vez respondían al Comandante de la Zona 1. Por último, en la cúspide de la pirámide jerárquica a través de 108 Poder Judicial de la Nación la cual circulaban las órdenes dentro del Ejército Argentino, se encontraba el Comando General del Ejército, cuyo Comandante General fue el entonces Teniente General Jorge Rafael Videla -al menos entre el 24 de marzo de 1976 y el 31 de juli o de 1978-, e integrado asi mismo por el Estado Mayor General del Ejército; ello, conforme surge del anexo 2 de la Directiva del Comandante General del Ejército n° 404/ 75. Es decir, tal como habrá de señalarse a lo largo de esta resol ución, Videla como Comandante en Jefe del Ejérci to, se encontraba en la cadena de mandos, sobre los Jefes de las Zonas, y en lo que aquí intreresa, sobre qui en ocupó el cargo de Comandante del P rimer Cuerpo del Ejército, habién do ejercido como tal hasta el 18 de f ebrero de 1979 el General Suárez Mason. Su calidad de Comandante en Jefe no se halla controvertida, y la responsabilidad que al mismo le cupo con respecto a los hechos cometidos en jurisdi cción del Primer Cuerpo del Ejército ha si do acredi tada mediante la sentencia dictada en la causa nro. 13/84, dictada el 9 de diciembre de 1985 por la Excma. Cámara Naci onal en lo Criminal y Correccional Federal . 2.8. Declaraciones de personal militar acerca del funcionamiento del Comando de la Zona Uno y sus unidades Para compl etar la reconstrucción del fun cionamiento orgánico de la Zona de Defen sa 1 se puede recurri r a las declaraciones prestadas por distintos jefes militares que cumplieron funciones de man do durante la vigencia del gobierno de facto; segui damente se plasmarán las partes centrales de l as mi smas. En primer lugar, vale hacer referencia a las manifestacion es formuladas por el propi o Comandante en Jefe del Ejército, Tte. Gral. Jorge Rafael Vi dela, ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas; en dicha ocasión y con relaci ón a la forma orgánica que se estableci ó para ejecutar la lucha antisubversi va dijo que cada una de las fuerzas hizo el planeamiento específico, y puso en ejecución los planes conforme a las directi vas específicas que cada una impartiera en su momento; de forma tal que l a Junta no asume la conducción de las operaciones, sino q ue se ejecutaron bajo la conducci ón de los Comandantes en Jefe respecti vos en forma independiente (cfr. f s. 46.421). Con relación a la centralización de la informaci ón relativa a la lucha contra la subversión, indicó que 109 cada Comandante conocía la información en forma independiente, en función del sistema informativo de su propi a fuerza; aclarando q ue no existi ó a nivel de la Junta de Comandantes una centralización de la informaci ón. Al mismo tiempo, manifestó que, por ser el componente más adecuado en un escenario de enfren tamiento armado eminentemente terrestre, el Ejército asumió la responsabilidad primaria en la conducción de las operaciones –sin perj uicio de la asignación de zonas de responsabilidad a otras f uerzas-. Con relación a los mecanismos por medio de l os cual es circulaba la información dentro del Ejército respecto del avance de la lucha antisubversiva (acciones realizadas, resultados obtenidos, detenidos, identificación de cadáveres, reuni ón de información, etc.), puntualizó q ue las di rectivas 404 y 504 di spon ían que se debían elevar informes peri ódicos al Estado Mayor General del Ejército, l os cual es, una vez recibidos, eran analizados por Áreas, y posteriormente eran objeto de debate en las reuniones de Coman do Superi ores. Respecto de las reuniones de Comando Superiores refi rió que éstas eran presidi das por el Comandante en Jefe del Ejército y participaban de las mismas los Comandantes de Cuerpo quienes formulaban una síntesis sobre la si tuaci ón en su jurisdicci ón, señalando los hechos más sobresalientes, y los requerimientos necesari os para el acci onar de cada cuerpo. Por su parte, también en ocasión de prestar declaraci ón indagatoria ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el Bri gadier Rolando Ramón Agosti, con relación al rol que le cupo a la Junta Militar respecto de la lucha antisubversiva, señ aló que “la Junta Militar no asumió lo relacionado con el planeamiento y la conducción de la lucha contra la subversión en razón de haberse decidido mantener la legislación, planes y directivas fijadas por el Gobierno Constitucional que nos precedió. Ello significó que cada una de las Fuerzas fuera responsable del planeamiento y conducción de la lucha contra la subversión en su jurisdi cción, responsabilidad propia de cada una de las Fuerzas, de acuerdo a la legislación vigente dictada por el gobierno anterior al proceso” (cfr. fs. 46.458). Asimismo, indicó q ue cada f uerza centralizaba la informaci ón relativa a los enfren tamientos q ue se producían dentro de su jurisdicci ón. Por su parte, quien detentó el cargo de J efe del Comando de la Zona 1, Carl os Guill ermo Suárez Mason -entre al menos, el 24 de marzo de 110 Poder Judicial de la Nación 1976 y el 18 de febrero de 1979-, prestó declaración indagatori a ante la Excma. Cámara Federal de esta ciudad el 12 de mayo de 1988 (fs. 4788/822). En dicha ocasi ón y preguntado por la forma en que se instrumentó la represión contra el terrorismo en el ámbito de la Zona 1, el nombrado refirió q ue “la zona se dividió en subzonas, cada una tenía su Comandante, normalmente era un general, a veces un Coronel, por supuesto las misiones que correspondían a este tipo de lucha fueron las que ordenaron del Comando en Jefe [...] la zona era demasiado amplia y demasiado poblada como para poder conducir centralizadamente, entonces yo opté por la conducción descentralizada del amplio frente, que con relación a las operaciones militares clásicas así se llama cuando no es posible encuadrar la acción bajo un solo Comando. Transmití la responsabilidad que había de conducir las operaciones, les fui dando detalles de cómo hacerlas”. Continuando con la descri pción de la organización a los fines de la l ucha contra l a subversi ón manifestó que “[l]as subzonas tuvieron la responsabilidad primaria y total e indelegable lo cual no exime de que informaran para realizar todas las operaciones antisubversivas y su correspondiente coordinación, por lo t anto se realizaban en esa zona operaciones, se informaban los resultados globales y pasaban los detenidos que tuvieren que no fueren puestos en libertad a disposición del Consejo de Guerra, a disposición de la justicia o a disposición del PEN [...] En algunos casos los detenidos estaban en lugares de detención que yo le aclaro no son clandestinos, esa no es la palabra correcta porque l os Centros de detención f ueron autorizados por el Comando en Jefe del Ejército al comenzar las operaciones, sí fueron reservados...” (negri ta agregada). Con relaci ón a la descentralización impl ementada, sostuvo que la misma llegaba hasta los Comandantes de las Subzonas, quienes a su vez tenían cierta capaci dad para descentralizar en las Áreas. En referencia a la determinación y la ejecución de las operaciones, para dar con l os individuos perseguidos, esto es, con los que eufemística e impersonalmente eran denominados los “blancos”, el fallecido Suárez Mason señaló que el Comando de la Zona no hacía operaciones porq ue no tenía esa capacidad; a dichos efectos estaban las Subzonas, que conducían cada circunscri pción y no tenían que pedir autorización para operar, sino q ue solamente informaban. Es deci r, puede concluirse de l as manifestaciones del nombrado q ue “la subzona era una subdivisión hecha y ordenada a los efectos de la lucha contra la subversión, eso no existía para el resto de las actividades...” 111 (fs. 4815 vta.). También precisó Suárez Mason que mantenía reuni ones peri ódicas –cada q uince días o más asiduamente depen diendo de las necesidades concretas- con los Comandantes de Subzona y, a su vez, reuniones quincenales con el Jefe del Estado Mayor junto a otros Comandantes de Zona. Por otro lado, al ser preguntado sobre la dependencia orgánica de los “lugares de reunión de detenidos”, indicó que “[l]os lugares de reunión de detenidos estaban a cargo de las subzonas, es la más absoluta lógica si estaban investigando, si detenían personas, si las ponían a disposición de la justicia, y las tenían en algunos casos, yo no sé, en algunos casos las tenían ahí y era lógico, no pedían tener una dependencia directa mía con una cosa que estaban haciendo otros, hubiera sido un entrelazar cosas sin ninguna finalidad práctica, lo cual no quiere decir que yo no supiera de que las subzonas...el ejército tenía en algunos casos un lugar de detención, yo no sabía en muchos casos dónde estaban, ni siquiera cómo se llamaban, pero que ellos estaban autorizados a hacerlo y que probablemente lo harían, sí señor” (fs. 4806/vta.). Al mismo tiempo y preguntado por si solamente l os Jefes de Subzonas conocían los sitios donde estaban emplazados los centros clandestinos de detención y tortura, respondió “me imagino que los Jefes de Áreas también lo debían conocer, si ellos estaban trabajando dentro de una subzona me imagino que sí, pero no le puedo certificar eso” (fs. 4806 vta.). Con referencia al personal que operó en dichos lugares, señaló que podía ser de las distintas subzonas o de las fuerzas de seguridad que estaban bajo su control operacional . Uno de los Coman dantes de la Subzona “Capital Federal” sucesor de Jorge Carlos Olivera Róvere- , el General de Divi sión (RE) José Montes, prestó decl aración en los términos del art. 235 párraf o 2° del Código de J usticia Militar ante la Cámara Federal; el n ombrado, al ser preguntado para que diga cómo se efectuaba la determinación de blancos en el marco de la lucha contra la subversión, contestó “…que podía realizarse de diferentes maneras, a veces por información de las Áreas, otras por información disponible de la Subzona y venían directamente impuestas por el Comandante de Zona” (cf r. f ojas 159 del Legaj o 1 “Documentación que acompaña el pedido de extradición de Carlos Guillermo Suárez Mason”), y agregó respecto de quien se encargaba de ejecutar los blancos planeados, “…que los blancos planeados eran o estaban a cargo de los efectivos del Área que eran los que citó anteriormente y que no existía una fuerza operativa especial dentro de la Subzona” (fs. 159 del citado legaj o). 112 Poder Judicial de la Nación Al ser interrogado respecto a los lugares de reunión de detenidos, dijo que éstos “…se utilizaban como reunión de detenidos en forma normal las dependencias policiales, fundamentalmente las Comisarías”, agregando en relación al control q ue se ejercía sobre el lugar de al ojamien to y el trato a los detenidos “...eso se realizaba a través de algunas visitas y mediante la rotación de Oficiales que visitaban el lugar a los efectos de constatar el cumplimiento de las normas que al respecto había impartido el Comando en Jefe del Ejército y las prescripciones reglament arias de aplicación al caso” (cfr. fs. 160). Continuó al udiendo al Organismo de Inteligencia de cada Área, afirmando que “…que operaba en cada Área es el orgánico que le corresponde por organización a cada unidad táctica, aclara que cada unidad táctica en su plana mayor tiene una Sección Inteligencia, esta Sección Inteligencia está const ituida normalmente, y ello depende de la disponibilidad de personal de un oficial subalterno, y dos, tres, o cuatro subofi ciales. Ellos son los encargados de recibir por distintos conductos la información existente sobre el enemigo dentro del Área respectiva. Elab orada esa información se obtenía la inteligencia que era distribuida a los usuarios” (cfr. fs. 162 del ci tado legajo). También hizo referencia al denominado “COTCE”, explicando que “en toda unidad ya sea una Unidad Táctica, una gran Unidad de Batalla o una Unidad de Combate, cuando entra en operación, constituye en su Estado Mayor lo que se llama el COT ( Centro de Operaciones Tácti cas) en ese Centro de Operaciones Tácti cas que normalmente es conducido por el Oficial de Operaciones, se va recibiendo toda la información del enemigo, las operaciones realizadas por su propia tropa y su resultado y con todos estos elementos se van realizando apreciaciones de situación, determinando asimismo, probables cursos de acción que deben ser propuestos por el Comandante, para q ue éste tome su resolución y que posteriormente imparta las órdenes del caso. El término COTCE sería el Centro de Operaciones Tácti cas de un Cuerpo de Ejército”, y agregó que funcionaba un COTCE en el Comando del Cuerpo I del Ejército (fs. 162 del citado l egajo). El General de Divi són (R) José Montes refirió que la Policía de la Provincia de Buenos Aires dependía operacionalmente del Comando de Ejército 1, indicando que “el Jefe de la Policía de la Pcia. con su estado mayor policial, la División Investigaciones, la División Inteligencia, los elementos educaciones de la Poli cía, cree que había una división jurídica y otros elementos que no recuerda, a través del Jefe de la Policía dependían del Comandante del Primer Cuerpo de Ejército, aclara que cuando dice que dependía se refiere a la 113 dependencia Control Operacional. En lo que hace a la División Seguridad (Comisarías y Regionales) se encontraban bajo control operacional de los Comandantes de Subzonas. Que no recuerda qué funciones se les asignaba en las órdenes de operaciones, pero que el Jefe de Policía con su plana mayor reunía información, planeab a las operaciones, se las ponía en conocimiento al Comandante de Cuerpo y éste se las aprobaba o no y disponía su ejecución” (fs. 164 del citado legajo). Obra asimismo en dicho legajo la declaración del General de Brigada (R) Adolfo Sigwald (fojas 174/187), quien se desempeñó entre diciembre de 1975 y diciembre de 1976 como Comandante de la X Bri gada de Infantería, establ ecida en los Cuartel es de Palermo de esta ciudad, y en ese carácter f ue Comandante de la Subzona 11. En su decl aración explicó el funcionamiento de la estructura organizativa del Ejército, y las actividades que desempeñaban en el marco de la denominada “l ucha contra la subversión”. El nombrado f ormuló algunas precisi ones con rel ación a los interrogatori os a q ue eran sometidos aquellos detenidos presuntamente subversivos, indicando que “la Brigada [X de Infantería] no tenía, por ser una Unidad de combate, elementos técnicos especializados en dicha tarea. Que cuando dicho personal era necesario para el interrogatorio se solicitaba apoyo del personal de esa especialidad al Comando Superior, en este caso Comando de Cuerpo, Ejército Uno, o Comando en Jefe del Ejército. El Comando de Cuerpo Ejército Uno tenía en su orgánica un destacamento de inteligencia, el que llevaba el número «101» y en caso del Comando en Jefe del Ejército el Batallón de Inteligencia «601». Expresa el declarant e que, referido al interrogatorio de personal supuestamente subversivo, incl uso sospechoso de serlo, quien lo detuviera lo sometía a un primer y somero interrogatorio –identificación, actividad que desarrollaba, a qué respondía la actitud en q ue había sido encontrado. Que en un segundo interrogatorio [...] lo efectuaba o se realizaba a nivel «Área», en cuya oportunidad di cho Jefe de Área podía pedir apoyo de personal técnico de inteligencia –i nterrogadores-. Terminado el segundo interrogatorio el Jefe de Área producía un parte circunstanciado al Comandante de Subzona, agregando los elementos probatorios de que pudiera haberse hecho, este parte era elevado al Comandante del Cuerpo Uno, quien disponía la situación del supuesto subversivo” (fs. 179/0 del citado legajo). Al ser interrogado en relaci ón al modo en que se determinaban los blancos a ejecutar en el marco de la lucha antisubversiva, manifestó q ue “…ello surgía del accionar de las propias fuerzas, ello de acuerdo a los informes 114 Poder Judicial de la Nación que podía recibir de l a misma población, q ue podía i nformar a l a policía, entre otras fuerzas de seguridad. Las Fuerzas que constituían el área procesaban la información y de acuerdo a ello actuaba, deteniendo a los sospechosos. También los integrantes de la misma Fuerza, al efectuar los patrullajes, podían detectar datos y actuar directamente [...] Lo más común era que los blancos surgieran de las denuncias efectuadas por la población en las Áreas respectivas ” (cfr. fs. 181 del citado l egajo). Asimismo, al preguntársele acerca de si otras f uerzas, además de las del Ejérci to, podían actuar en la lucha contra la subversión, dijo que “…los Jefes de Área podían solicitar a los jefes policiales colaboración ya sea por medio de la colaboración de hombres, rodados, etc. Los jefes policiales tenían la obligación de colaborar...” (cfr. fs. 182 del citado l egajo). Por último, agregó en relación a los lugares donde se manten ía en cautiverio a los detenidos, que “los Jefes de Área mantenían a su disposición -en el concepto de control operacional- cualquier comi saría o Unidad Regional de su jurisdi cción” (cfr. fs. 183 del citado legaj o). Asimismo, resul ta oportuno traer a estudio las manifestaciones formuladas por el ya fallecido Coronel (RE) Jorge Alberto Muzzio –Jefe del Grupo de Artill ería de Defensa Aérea 101 con asiento en Ciudadela y, por ende, Jefe del Área V, hasta noviembre de 1976- quien, en ocasión de prestar declaración en los términos del art. 235 2° parte del Códi go de Justicia Militar ante la Cámara del Fuero (fs. 277/8 de la presente causa), señaló que la Subzona Capital Federal estaba divi dida en Áreas de las cuales él estaba a cargo de la correspon diente a la zona oeste, es decir, la próxima al asi ento de su Unidad, pero no pudo recordar las comisarías que comprendían la j urisdicción del Área q ue estuvo a su cargo. Señaló que reglamentariamente no correspondía que personal de otras Á reas o fuerzas hayan llevado a cabo procedimi ento dentro de la jurisdi cción a su cargo; sin embargo, no descartó que ell o pudi era haber ocurrido. Por úl timo, concluyó su decl araci ón cuando señaló q ue “…mientras se desempeñó como Jefe de Unidad en Ciudadela, su misión también era detener subversivos, lo que ocurre es que en la práctica no tuvo la suerte de hallar alguno en su área” (cfr. fs. 278). Por otra parte, al prestar declaraci ón informativa el General (R) Ramón Camps, q uien se desempeñó durante los añ os 1976 y 1977 como Jefe de l a Policía Bonaerense, expli có respecto al modo en q ue se 115 integraban las comi siones para reali zar los operativos que “…había dos formas de integrar las comisiones, la primera era que los Comandos de Zona, Subzona o de Área, impartían las órdenes a la Policía en sus respectivos sectores, o en sus respectivas Áreas, en el cual el personal Policial iba acompañado, o mejor dicho, el personal de policía acompañaba a personal militar. En el segundo caso, la Policía actuab a a órdenes del suscri pto, en la lucha contra la subversión” (fs. 189/0). Asimismo, se le recibió declaraci ón testimonial a Horacio Pantaleón Ballester, Titular del CEMIDA (Centro de Mil itares para la Democracia Argenti na) quien formuló algunas precisiones en relaci ón a l a organizaci ón adoptada por el Ejército Argentino a los fin es de la “lucha antisubversiva”; el n ombrado en ocasi ón de prestar declaraci ón testi monial ante este Tribunal explicó que “[d]urante la dictadura militar se puso en plena vigencia la doctrina de guerra antisubversiva preparada por los franceses para afrontar sus guerras coloniales en Indochina y Argelia. Así el país se cuadri culaba y se hacían coincidir las zonas de defensa con las jurisdicciones militares de los cuerpos del ejército. Así el país quedó dividido en cuatro zonas, a la cual después se agregó una quinta en la provincia de Buenos Aires a cargo de Institutos Militares con sede en Campo de Mayo. Cada zona estaba dividida en subzonas y éstas a su vez en Áreas y subÁreas. Cada subzona coincidía con la jurisdicción de las Bri gadas del Ejército Argentino. A su vez cada área coincidía con la jurisdicción de cada Regimiento o Unidad Táctica ( Batallón o Compañía)” (cfr. fs. 10.681) . También señaló que “[c]ada jefe militar a su nivel era totalmente responsable de todas l as acciones represivas que ocurrían en su j urisdicción, así cada Jefe de Área era responsable de lo ocurrido en su jurisdicción. Incluso si la operación era realizada por una Fuerza ajena a la propia organización [é]l igual estaba enterado establecimiento porque de una previamente «zona le habían liberada». Las solicitado Áreas u durante ordenado la el guerra antisubversiva tenía la misión de determinar la existencia de organizaciones subversivas reales o factibles que actuaron en su jurisdicción y acorde a la magnitud del «enemi go» actuaba per se o hacía propuestas a su superioridad. Respecto de los centros clandestinos de detención los responsables del área debían saber de su existencia. La tarea de los grupos de inteligencia era determinar la existencia y actividad del enemigo cada cual a su nivel” (cf r. fs. 10.681). Concluyó su declaración indicando que “[l]os operativos los podían hacer tanto personal de las Áreas como personal de inteligencia pero siempre con conducción centralizada a nivel Cuerpo de Ejército. El Jefe de Zona o 116 Poder Judicial de la Nación sea el Comande del Cuerpo, era el jefe absoluto y responsable total de todo lo que ocurría en su zona, incluido los centros cl andestinos de detenci ón. Los Jefes de Área reportaban a los Jefes de Subzona y [ é]stos al Jefe de Zona, cumpliendo de esta manera la cadena de mando militar” (cfr. fs. 10.681). De esta f orma, es posible conclui r que las Áreas f ormaban parte de la descentralización operativa y decisoria impl ementada en el marco del plan sistemático de represión instaurado por el gobierno de facto a los fines de l a “lucha antisubversi va”; en función de el lo, los Jefes de dichas jurisdicciones ostentaban un control de las operaciones que se desarroll aban dentro del ámbito territori al bajo su mando. Entre las funciones específicas que estaban en cabeza de las Áreas se encontraba la detenci ón de l os definidos como subversivos, la determinación de objetivos y la ejecución de l os blancos previamente estableci dos, interrogatorio de deteni dos, sin que exista dentro de la Subzona otra f uerza operacional q ue no f uera la dependiente de las Á reas. Asimismo, se establ eció que l a información obtenida por l as Áreas resul taba de vital trascendencia a los fines de la determinación de personas sospechadas de actividades subversivas y para la detención de las mismas. 2.9. Caract erísticas de las operaciones ordenadas por el Comandante en Jefe del Ejército y llevadas a cabo por la Zona I a través de las Subzonas y Á reas La sistematicidad del plan de represión il egal montado durante la última dictadura militar, encontró su principal correlato en las actividades, todas el las criminal es, despl egadas por l os integrantes de las diversas f uerzas de seguridad. En efecto, la enunci ación y el posterior análisis de los hechos, objeto de investi gación en la presente, dan cuenta de un modus operandi que, de manera común y generalizada, se reprodujo paulati namente en la universalidad de los casos. Así, nos encontramos con que las privaciones ilegales de la libertad se fundaban en un aparente vínculo –ci erto o no- que los secuestrados habrían mantenido con alguna organización rotulada como subversiva al orden y al ser nacional propugnado por el régimen; luego de la detención, l os secuestrados eran sistemáticamente trasladados a centros ilegales de detención y tortura que, dado el carácter de clandestinidad, 117 servían para aislar por completo del mun do circundante a los allí alojados, ocultándolos no sól o de sus familiares, vecinos, conocidos, y de la opinión pública en general , sino también de las autoridades j udiciales que resultaban competentes para conocer en los recursos de habeas corpus interpuestos en los tribunales en favor de las víctimas. Una vez alojados en estos ámbitos de n otorias características concentracionarias, denominados pozos, etc., chupaderos, las personas secuestradas eran si stemáticamente sometidas a tormentos, quedando como posibles alternativas ante tal estado de cosas, l a liberación, l a legalización de la detención, o la desaparición y/o asesinato de las personas secuestradas. En la consecución del plan descripto, los responsables de las fuerzas de seguri dad orq uestaron también una estructura de mando y organizaci ón basada en la asignaci ón de específicas acti vidades a las unidades militares; siendo coincidente l a división del Comando con las jurisdi cciones de las respectivas unidades militares. En este sentido, recuérdese que el país se encontraba dividi do en cinco Zonas de Defensa. La Zona I estaba dividi da en siete Subzonas conocidas como Subzona Capital Federal , Subzona 11, Subzona 12, Subzona 13, Subzona 15 y Subzona 16. A su vez, cada Subzona coincidía a su vez con la jurisdicción de una Brigada, y la división en Áreas había sido estructurada de manera acorde con la jurisdi cción de l os Regimi entos o Unidades Tácticas ( Batallón o Compañía). A la par de ello, tal como se especificó más arriba, el terri tori o de cada Área se correspondía con la jurisdi cción de diferentes Secci onales de la Policía Federal Argentina, en el caso de l a Subzona Capital Federal o con la jurisdicción de distintos Regimi entos, Bases Aéreas en el resto de los casos. Vale recordar que en la estructura verti cal en que se inscri bía el plan sistemático, las órdenes descendían desde el Coman dante en Jefe del Ejército, hasta el Comandante de Zona, hacia el Comandante de Subzona y luego a los Jefes de Área, quienes siguiendo con dicha estructura establecían las condici ones logísticas necesarias para la materi alización de l as órdenes emanadas, las cuales eran cumpli das por personal tanto de las fuerzas armadas como de diversas fuerzas de seguridad, bastando a modo descri ptivo, citar que en el marco de l a investigación sustan ciada, se ha comprobado que quienes ejecutaron las citadas órdenes, podían pertenecer, además de al Ejército o la Aeronáutica, 118 Poder Judicial de la Nación a Policía Federal o de Provincia de Buenos Aires, a Gendarmería Nacional, a la Prefectura Naval Argentina, de la Secretaría de Inteligen cia del Estado o al Servici o Peniten ciario Federal . Tal como f ue plasmado en oportunidad de analizarse en el marco de la presente causa, l a responsabilidad penal del Comandante de Zona, General de División Carlos Guill ermo Suárez Mason, la Alzada, al examinar la atribuci ón al nombrado de l os hechos investigados en el marco de las actuaciones, resaltó: “[…] El procesado en su carácter de Comandante de Zona emitió entre otros la orden de operaciones nro. 9/77 «Continuación de la ofensiva contra la subversión durante el período 1977» […] Que en esa orden -9/77- se establece una cadena de mandos a través de la cual el procesado tenía el control de las acciones que realizaba su personal dependiente, tal como se infiere de la inclusión, como anexos de formularios a ser utilizados para solicitar del Comando de Zona 1 la realización de blancos de oportunidad y requerir «área libre», lo cual conforma el conocimiento y control que tenía de las operaciones […] Que los homicidios por los que se adopta esta medida cautelar fueron cometidos por grupos que actuaban con «área libre» en la Zona 1, que se identificaban como Fuerzas Conjuntas o del I Cuerpo, que entregaban cadáveres en las comisarías sin ser identificadas y q ue en muchos casos las víctimas eran personas que se encontraban detenidos en lugares sometidos al control de Suárez Masón que las muertes fueron vinculadas oficialmente con el Comando de Zona I, que Suárez Masón no sólo no desmintió esa información sino que realizó acciones para ocultar en que los hechos habían ocurrido, ya sea mediante informaciones sobre falsos enfrentamientos o clausurando los sumarios labrados, sin llamar a declarar al personal que había intervenido en los hechos, ni intentar averi guar la verdad por otros medios, que esta forma de operar coincide con la que los Comandantes según lo resuelto en la causa 13, aprobaron en esa época para todo el ámbito de la República […] Tal control no sólo importó la posibilidad para Suárez Masón de impedir la comisión de los delitos por los cuales se di cta la prisión preventiva sino, por encima de ellos que sin actos positivos de él, tales crímenes no hubieran ocurrido” (fs. 13164/ 324). Asimismo, en oportunidad de analizarse también en estos actuados, la responsabilidad del Jefe de Subzona I, General Jorge Carlos Olivera Róvere, entre febrero y dici embre de 1976 (fs. 11919/12026), se volvió a recordar la Directiva 404/75 en cuanto establecía que el ejército tendría la responsabilidad primaria en la direcci ón de las operaciones en la lucha contra la subversión y en su página 6: “Los comandos y jefaturas de todos los niveles tendrán la responsabilidad directa e indelegable en la ejecución de la 119 totalidad de las operat orias”. Asimismo vale traer a colación un fragmento de sentencia dictada en la causa 13/84 en la cual se estableci ó: “[e]n los casos en que se probó de modo fehaci ente que la privación ilegal de la libertad se produjo por parte de militares o subordinados a ellos, sin que se identificara su procedencia, ni el lugar en q ue f uera mantenido en cautiverio, la atribuci ón del hecho se formula al comandante o comandantes de la fuerza Ejército, a mérito de la responsabilidad primaria que le cupo a ésta” (sentencia de la causa 13/84 parte tercera, “Introducci ón al tratamiento de los casos y consideraci ones generales de la prueba”). En función de tales di rectrices, se tuvo en cuenta para la acredi tación de la responsabilidad del Jefe de Subzona Capital Federal, que de acuerdo a la cadena de mandos imperante en el Ejérci to Argentino, Olivera Róvere recibió ordenes del Jefe de Zona, es decir Carl os Guillermo Suárez Mason, quien ostentó dicho cargo cuando el nombrado cumplió su función en la ci tada Subzona, y que éste a su vez retransmi ti ó las órdenes a sus subordinados. En el caso específico de los Jefes de Área, su misi ón fundamental consistía en brindar el apoyo logístico necesario para llevar a cabo los procedimi entos de detención y posterior traslado de personas a los centros clandestinos de detención, conforme al plan sistemático di señado por las J untas Mili tares. En esta tesitura se h a expedi do la Excma. Cámara del Fuero al momento de confirmar el procesamiento de distintos Jefes de Áreas de la Capital Federal en estas actuaciones. Así, aseveró la Alzada que “...el aporte fundamental de los Jefes de Área a la alegada lucha contra la subversión fue el cumplimiento de la llamada «zona liberada», característica presente en la mayoría de los procedi mientos aquí analizados. En este sentido, cabe recordar que el control q ue tenían l os Jefes de Zona –lo q ue es aplicable también a los Jefes de Subzona-, no sólo residía en que ordenaban o eran informados de las operaciones de detención que se producían dentro de su jurisdicción, sino también en que daban directivas al resto de las fuerzas de seguridad para no int erferir en esas operaciones. Para esto último, los grupos operativos debían solicitar al Comando de Zona «área libre», indicando las circunstancias de tiempo y l ugar donde iban a realizar el procedi miento de detención...” (CCCFed. Sala I in re “Suárez Mason, Carlos Guill ermo y otros s/procesamiento con prisión preventiva y falta de mérito”, causa n° 37079, rta. el 17/05/06, reg. 429). El carácter fundamental 120 que poseía la liberación de la Poder Judicial de la Nación circunscripci ón en la cual se llevarían adelante los secuestros, sumado al hecho de que el aporte de l os Jefes de Á rea a la empresa criminal resultaba de liminar importan cia para la consecución de tal fin, fue así incluso al punto de ser concebido como una función insoslayable dentro de la estructura del aparato de poder. En consecuencia, es bajo esta compleja pero ef icaz arquitectura, que denominamos aparato burocrático de poder estatal, que deben entenderse el sinnúmero de relaci ones, órdenes, directrices, l ogística y procedi mientos perpetrados a su amparo, en el cual, las vinculaciones funcionales entre los integrantes de las diversas f uerzas de seguri dad eran por cierto indi spensables para el funci onamiento de dich o aparato. Tal si tuaci ón surge de manera prístina de la mera lectura de la nota que el Jefe del Área V, Coronel Bernardo J. Menéndez, remitió al Comisario Jai me Zamorano, titular de la Secci onal 48ª, en la cual se manifestaba l o sigui ente: “El Jefe del Grupo de Artillería de Defensa Aérea «Tte. Gral. Pablo Ricchieri» Teniente Coronel Bernardo José Menéndez, en su carácter de Jefe del Área V, tiene el agrado de dirigirse al Sr. comisario a efectos de pedirle que transmita al Oficial Inspector D. DANIEL ROMERO y a los Agentes JUAN JERRIB y ALDO CU LTRERA, de esa Comisaría, su especial felicitación por su valerosa y decidida acción del día 26 Jul. 77, que permitió infligir un nuevo golpe a la delincuencia subversiva. Asimismo, le comunica que el desempeño de los nombrados ha sido destacado ante la Superioridad”. “Reiterándole las expresiones de su estima y haciendo extensivas l as felicitaciones al Sr. Comisario como al Jefe de la Dependencia, sal údalo muy atte. Ciudadela 27 de juli o de 1977.” (cfr. Sumario Policial n° 266526, de la Direcci ón General de Personal, agregado en causa caratulada “Scagliusi Claudi o” del reg. del Juzgado Federal n° 4). En definitiva, el contexto situacional descripto ut supra, nos permitirá entender de una manera más acabada, las razones que fundamentan las imputaci ones que se erigen contra Jorge Rafael Videla en el marco de estas actuaciones. Considerando Tercero 3.1. Los centros clandestinos de detención y tortura durante la dictadura militar En el marco de la política de terrori smo de Estado desarrollada por la úl tima dictadura militar y el mecanismo de desaparición sistemática 121 de personas, “chupaderos”, los centros de con muchas características concentración, han engranaje constitui do represi vo: sostiene clan destinos una de cauti verio, inherentes al pieza f undamental A ren dt que estos “pozos”, campo del de aberrante espacios físicos especial mente preparados para el cautiverio, la tortura y la muerte son la verdadera instituci ón central del poder organizador en el marco del terrorismo de Estado (Arendt, Hannah: Los orígenes del total itarismo, trad. de Guillermo Solana, Alianza Editorial , Madrid, 2002, p. 653). La existencia de más de trescientos centros cl andestinos de detención y tortura en la Argentina de mediados de la década del ’70 del siglo XX es, sin lugar a dudas, la página más negra de toda nuestra histori a como país, no solamente por el hecho en sí de su existencia, sino además, porq ue estos sitios infernales irrumpieron en el marco de una sociedad supuestamente “civi lizada”, con la tasa de educación más alta de toda América Latina y con estándares culturales similares a los de Europa, al menos en l os grandes centros urbanos. En sí, el empleo de estos ámbitos de terror en la Argentina no tiene nada de ori ginal. Se inscriben en una tristemente larga lista de si tios similares que acompañaron a casi todos los regímenes autoritarios al menos durante el siglo XX ( es recurrente la atribuci ón de la idea primi genia a los colonizadores ingleses en la guerra contra los boers en África austral, alrededor de 1910) y que tuvi eron su punto culminante a parti r de su empl eo masivo por parte del régi men nacionalsocialista durante la Segunda Guerra Mundi al. En todos ell os –y l os nuestros no han sido la excepci ón- los niveles de vi olencia y de terror infligidos a las víctimas han sido de tal magnitud, que de el los sólo puede afirmarse, como den ominador común, que en su sen o “todo era posible” (así en Arendt, Los orígenes... cit., p. 652). En referencia a el lo, podemos señal ar que estos centros clandestinos de secuestro y tortura, constituyen “…un espacio de excepción, en el que no sólo la ley se suspende totalmente, sino en el que, además, hecho y derecho se confunden por completo: por eso todo es verdaderamente posible en ellos […] quien entraba en el campo de movía en una zona de indistinción entre […] lícito e ilícito, en que los propios conceptos de derecho subjetivo y de protección jurídica ya no tenían sentido alguno” (cfr. Agamben, Giorgio: Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, trad. de Antonio Gimeno Cuspinera, Ed. Pre-textos, Valen cia, España, 2003, p. 217). La imagen que nos devuelve el reflejo frente a este espejo, es la de un espectro que se acerca a l a concepción del mal más radi cal. 122 Poder Judicial de la Nación Al respecto, señala el mismo autor que lo que tuvo lugar en estos ámbitos “…supera de tal forma el concepto jurídi co de crimen que con frecuencia se ha omitido sin más la consideración de la estructura jurídi copolítica en que tales acontecimientos se produjeron. El campo es así tan sólo el lugar en que se realizó la más absoluta conditio inhumana q ue se haya dado nunca en la tierra: esto es, en último término, lo que cuenta tanto para las víctimas como para la posteridad” (ídem, p. 211). La multi plicación de estos lugares por todo el país y su permanencia en el tiempo refleja la i magen del col apso moral de una sociedad y a la vez, del fracaso del supuesto progreso civilizatori o de toda una Naci ón. Sobre esto úl timo, con razón sosti ene Agamben que: “[ l]a pregunta correcta con respecto a los horrores del campo no es, por consiguiente, aquella que inquiere hipócritamente cómo fue posible cometer en ellos delitos tan atroces en relación con seres humanos; sería más honesto, y sobre todo más útil, indagar atentamente acerca de los procedi mientos jurídicos y los dispositivos políticos que hi cieron posible llegar a privar tan completamente de sus derechos y prerrogativas a unos seres humanos, hasta el punto de que el realizar cualquier tipo de acción contra ellos no se considerara ya un delito” (ídem, p. 217/8). Los centros clandestinos de detenci ón, como todo espacio que adopta ciertas características del universo concentracionario, han sido funcionales en más de un aspecto al poder que los engendró. En pri mer lugar, fueron si tios que reforzaron el adoctrinamiento ideológico de l os integrantes del aparato de poder, en el sentido de que el atroci dades terror absoluto i mperante en estos sitios, y las cometi das, se convirtieron en aplicación prácti ca del adoctrinamiento i deológico, de comprobación de la ideología (Arendt, Los orígenes..., cit., p. 652/3). En segundo lugar, l os campos fueron concebidos no sól o para degradar a los seres humanos y eventualmente el iminarl os físicamente, sino además para “…transformar a la personalidad humana en una simple cosa, algo que ni siquiera son los animales” (ídem, p. 653). “El auténti co horror de los campos de concentración radi ca en el hecho de que los internados, aunque consigan mantenerse vivos, se hallan más efectivamente aislados del mundo de los vivos que si hubieran muerto […] Cualquiera puede morir como resultado de la tortura sistemática o de la inani ción o porque el campo esté repleto y sea preciso liquidar el material humano superfluo” (íd., p. 659). “No existen paralelos para la vida en los campos de concentración. 123 Su horror nunca puede ser abarcado completamente por la imaginación por la simple razón de que permanecen al margen de la vida y la muerte […] las masas humanas encerradas son tratadas como si ya no existieran, como si lo que les sucediera careciera de interés para cualquiera, como si ya estuviesen muertas y algún enloquecido espíritu maligno se divirtiera en retenerlas durante cierto tiempo entre la vida y la muerte…” (íd., p. 662). Las personas pri vadas il egalmente de su libertad eran conducidas de inmediato a este tipo de lugares, si tuados ya sea dentro de unidades militares o policiales con dependencia operacional de las Fuerzas Armadas, acondicionados al efecto, di stribuidos a lo largo de todo el territorio naci onal, y cuya exi stencia era ocultada del conoci miento público no obstante haber superado los 340 centros: “En todos estos casos, un lugar aparentemente anodino delimita en realidad un espacio en que el orden jurídico normal queda suspendido de hecho y donde el que se cometan o no atrocidades no es algo que dependa del derecho, sino sólo […] de la policía que actúa provisionalmente com o soberana” (cfr. Agamben, cit., p 222). Mientras los familiares y amigos agotaban los recursos a su alcance para dar con el paradero de los “desaparecidos”, l as autori dades públicas respondían negativamente a todo pedi do de informe vinculado a las detenciones de los buscados y l os recursos de habeas corpus interpuestos ingresaban en el destino inexorabl e del rechazo. Es que el manteni miento en secreto de estos si tios es una cuesti ón central para su constante reproducci ón. “El experimento de dominación total en los campos de concentración depende del aislamiento respecto del mundo de todos l os demás, del mundo de los vivos en general, incluso del mundo exterior” (cfr. Arendt, Los orígenes... cit., p. 653). Por último, entien do acertadas las palabras de Enriq ue Vázquez quien sobre los objetivos de l a última dictadura militar señaló: “[a] partir de la represión y la censura la dictadura buscó -y en muchos casos logró- imponer como correlato el espanto y la autocensura. D e tal modo los campos de detención clandestina y las cárcel es eran un castigo ejemplar para una parte de la sociedad pero además significaron un espejo donde debía mirarse el resto”. “El ambicioso intento del proceso en el ámbito de la justicia fue barrer con el concepto de seguridad jurídica, llevándolo al límite de relativizar el propio derecho a la libertad y a la vida.” “Sin embargo, lo ocurrido en la Argentina no fue una catástrofe natural al estilo de un terremoto: se trató del intento más serio de buscar cambios en las estructuras sociales y en las formas de organización política basado en al 124 Poder Judicial de la Nación represión violenta […] La manipulación de las conciencias a partir de su adormecimiento y de la ignorancia de la realidad es una técnica ya ensayada por regímenes autoritarios...” (cf r. La última. O rigen, apogeo y caída de la di ctadura militar, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1985, p. 65). Es que, en términos de Romero, l o que se propuso el régimen “…consistía en eliminar de raíz el problema, que en su diagnóstico se encontraba en la sociedad misma y en la naturaleza irresoluta de sus conflictos. El carácter de la solución proyectada podía adivinarse en las metáforas empleadas enfermedad, tumor, exti rpaci ón, cirugía mayor-, resumidas en una más clara y contundente: cortar con la espada el nudo gordiano. El tajo fue en realidad una operación integral de represión, cuidadosamente planeada…” (ob. cit., p. 207); o como dice en otras palabras Novaro, “…los jefes castrenses no pensaban limitarse a satisfacer esas expectativas [las de un golpe de Estado], tenían el plan mucho más ambicioso de cambiar de raíz al país, a sus instituciones y sus habitantes, que consideraban «enfermos». Si para ello era necesario destruir buena parte de la sociedad y las instituciones existentes, no dudarían en hacerlo, a través del terrorismo de Estado, el disciplinamiento económico y lo que ll amaban la «reeducación» de los argentinos…” (ob. cit., p. 63). 3.2. La tortura como actividad sistemática en los centros de detención Sin perjuicio del desarrollo q ue con posterioridad se efectuará, corresponde dejar asentado el concepto de tortura como actividad sistemática en l os centros clan destinos de detención. Ello, a efectos de entender el f uncionamiento de l os mismos, pues es preciso remarcar que la acti vidad desplegada en los centros clandestinos de detención no se li mitaba a privar en forma ilegal de la libertad a una víctima, sino q ue a ese inj usto se le sumaba la imposici ón de tormentos desde el primer momento en que la persona era secuestrada. La tortura era al go i nnato y de aplicación sistemática en cada uno de los centro de detención y era l a regla de tratamiento, siendo la excepción el cautivo que no la padeció. Prueba acabada de l a aplicación sistemática de tales prácticas, es la similitud q ue puede advertirse en tre l os sucesos q ue tuvieron l ugar en distintos centros clandestinos de detención, entre l os cuales es válido citar el ci rcui to conformado por l os centros Atlético, Banco y Olimpo (hechos que he podi do con ocer en prof undidad y cuya valoración ha tenido expresi ón en el pron unciamiento de fecha 20 de octubre de 2005), donde – 125 como luego habrá de explicarse- l as víctimas padecieron si milares mecanismos de tortura que en el centro de detención Vesubio, u Orletti, donde la metodología de la tortura se aplicaba en forma general y sistemática, y l os rasgos de las prácti cas utilizadas podían variar en algunos aspectos, pero esencialmente predominaban formas generales, aplicables a todos l os centros de deten ción, como la aplicación de pi cana eléctrica o la práctica del submarino. Los campos donde i mperaba este terror sistemáti co contaban con personal especi almente abocado a ello, ámbitos acon dicionados al efecto -los “quirófanos”-, una variada gama de instrumentos y distintas técnicas destinadas a provocar l os padeci mientos. Entre las técnicas de tortura, la más emblemática de ellas –la picana eléctrica- venía aplicándose en actividades represivas policiales ilegales desde hacía ya varias décadas en nuestro país ( cfr. Rodríguez Molas, Ricardo: Hist oria de la tortura y del orden represivo en la Argentina, Eudeba, Bs. As., 1985, pp. 114/5 y ss.), aunque n unca en la escala que se vio a partir del 24 de marzo de 1976. “Hasta tal punto eran similares los hechos con los del pasado, lo mismo podemos decir de la barbarie de la década de 1970, y a pesar de las técnicas distintas, que en las declaraciones y en las denuncias reaparecían con la mejor espontaneidad las palabras de dos o tres siglos antes. No olvidemos, siempre fue así, que en todos los casos los efectos de la aplicación de la tort ura, el rigor de los verdugos, esa fuerza despiadada que sirve incondi cionalmente al poder, causa espanto” (Rodríguez Molas, cit., p. 116). En rigor de verdad, estas técnicas y metodologías destinadas ad hoc a imponer a otro ser humano graves padecimi entos físicos y psíquicos, insoportables a los ojos de toda comunidad con cierto grado de avance civilizatorio, resul tan tributari as de toda una cultura autoritaria, arraigada desde los propi os ci mientos de n uestra Nación: en tal senti do, he dicho en otro lugar que sólo la larga mano del modelo inquisitivo, q ue cal ó hondo en nuestras instituci ones a través de la i nfluencia cultural española, puede explicar que reci én en 1958 la Argentina contara por fin con un tipo penal que contemplara específicamente la i mposición de tormentos a detenidos por parte de funcionarios públicos (vid,. Rafecas, Daniel: Los delitos contra la libertad cometidos por funcionario público en: AA.VV., Delitos contra la libertad, Directores: Stella Maris Martínez y Luis Niño, Ed. Ad Hoc, 2003, p. 200). Ahora bien, reitero que la dimensión de lo sucedido a partir del golpe de Estado del ’76, liderado por el aquí juzgado, constituyó un 126 Poder Judicial de la Nación salto cuantitativo y cualitati vo nunca an tes visto en nuestra historia, a tal punto que el Legisl ador Nacional de l a democracia restaurada en 1983, movido no tanto por un meditado estudi o de la cuesti ón sino más bien por el espanto frente a l os reci entes horrores del terrorismo de Estado (de los cuales los más de quinientos hechos aquí ventilados son una acabada muestra) sancionó la ley 23.097 por la que, como se sabe, se aumentaron las penas drásticamente, equiparando el delito de torturas al del homici dio simple, decisi ón pol ítico-criminal que q uiso poner de mani fiesto el afán por la protección de los bienes jurídicos en juego (di gnidad, libertad, integridad f ísica y psíquica e integridad de la f unción pública). Trai go a colación aq uí, el mensaje del Poder Ejecutivo Nacion al en ocasión del envío del Proyecto de Ley de referencia, fechado el 20 de diciembre de 1983, diez días después de asumido el n uevo gobiern o constituci onal: “[c]onstituye uno de los objetivos primordiales del actual gobierno instaurar un régimen de máximo respeto por la dignidad de las personas […] Dado que los sufrimientos que [la tortura y la sevicia] comportan, lesionan principios morales fundamentales a los que el gobierno constitucional adhiere sin reservas se introducen modificaciones al Capítulo I del Título V, Libro Segundo, del Código Penal …”. Asimismo, este salto en la dimensión del terror desatado a parti r del ’76, en l o que respecta a l a calidad y cantidad de torturas impuestas en estos centros, está condensado en estos dos pasajes de la obra “Nunca Más”: “En la casi totalidad de las denuncias recibidas por esta Comisión se mencionan actos de tortura. No es casual. La tortura fue un elem ento relevante en la metodología empleada. Los Centros Clandestinos de D etención fueron concebidos, entre otras cosas, para poder practicarla impunement e. La existencia y generalización de las prácticas de tort ura sobrecoge por la imaginación puesta en juego, por la personalidad de los ejecutores y de quienes la avalaron y emplearon como medio […] ¿qué otra cosa sino un inmenso muestrario de las más graves e incalificables perversiones han sido estos actos, sobre los que gobiernos carentes de legitimidad basaron gran parte de su dominio sobre toda una nación? (vid. Nunca más, Informe de la Comisi ón Nacional sobre la Desaparición de Personas –CONADEP-, Eudeba, Bs. As., 1984, p. 26) . “La comprobación de la extensión que adquirió la práctica de la tortura en tales centros y el sadismo demostrado por sus ejecutores resultan estremecedores. De al guno de los métodos empleados no se conocían antecedentes en otras partes del mundo. Hay varias denuncias acerca de niños y ancianos torturados junto a un familiar, para que éste proporcionara la información 127 requerida por sus capt ores” (íd., pp. 479/0) . Esta práctica de imposición de tortura en cada uno de l os centros de detención y tortura, a los q ue Videl a y sus acól itos bauti zaron eufemísticamente como lugares de reunión de detenidos, ha si do acreditada en algunos de l os espacios físicos q ue han recibido tratamiento en las presentes actuaciones y en las conexas. Así, se visl umbran casos en los que la imposici ón de acondicionamiento estas de prácticas los siti os se encontraba utili zados para precedida el por el alojamiento de detenidos, y otros, en los que la imposición a los detenidos ilegales de pautas de cautividad generales implicaba ya de por sí el del ito de tortura, sin perj uicio de advertirse la existencia de determinados centros clandestinos en los cuales no existieron pautas de cautivi dad de aplicación sistemática, sino que las torturas fueron aplicadas en cada caso en particular. Tales asertos poseen sustento en l as diversas pruebas colectadas a lo largo de la presente investigaci ón, siendo necesario mencionar q ue l a metodología de investigación adoptada en la presente causa, ha consistido –en lo atinente a los centros de deten ción y tortura (CCDT)- en la orientación de la i nvestigación a la acreditación, funcionamiento y responsables de los il ícitos ll evados a cabo en distintos centros clandestinos, entre los cuales se encuentra el denominado “Atlético”, “Banco” y “Olimpo”; “El Vesubio”; “Automotores Orletti”, como asimismo el que funcionara en el “Hospital Posadas”, y el denominado “Sheraton”. 3.3. El centro clandestino de detenci ón y tortura que funcionó bajo los sucesivos nombres de “Atlético”, “Banco” y “Olimpo” En el ámbito geográfico de la Capi tal Federal funci onó desde mediados del año 1976 hasta princi pios de 1979 un centro clandestino de detención y tortura que mutó de nombre y de ubicación, pero no de detenidos, guardias, y elementos de supli cio. En primer lugar, este campo de detención se denomi nó “Atlético” o “Club At lético”, el cual funci onó durante el año 1976 y hasta el mes de dici embre de 1977 en los sótanos de la Divisi ón Suministros de la Policía Federal Argentina ubicado entre las calles Paseo Col ón, San Juan, Cochabamba y Azopardo de esta Ci udad, es deci r, a pocas cuadras de la Casa de Gobiern o. Ese predio, por razones de fuerza mayor y debi do a razon es absolutamente ajenas a la dinámica de la estructura de la represión política 128 Poder Judicial de la Nación liderada por el régi men, tuvo que ser abandonado, debido a su inevitable demolici ón al encontrarse en el área de trazado de la autopista “25 de Mayo” q ue se estaba construyendo en aquellos años a instancias del intendente de facto Cacciatore, impuesto por el mismo gobierno mili tar, obra que se material izó meses después y que en la actualidad se encuentra erigida sobre el lugar, conforme pudo verificar in situ el suscri pto en el reconoci miento judi cial llevado a cabo días atrás. A tal punto esto es así que un enorme tal ud de tierra, material es y escombros, a la vez que sirve como soporte a la autovía que atraviesa exactamente el predi o, simultáneamente impide el avance de las excavaci ones para recuperar los espacios en donde f uncionaba el centro clandestino, más precisamente, f ue erigido justo encima del área en donde se encontraban la mayoría de las celdas indivi dual es (“tubos”) y las salas donde se aplicaba la tortura en forma sistemáti ca (“quirófanos”), ello conforme a los plan os existentes desde la época de la CONADEP y las descripci ones efectuadas por las dos sobrevivientes q ue participaron del recon ocimiento j udicial antes señalado, quienes fueron contestes en señalar estas precisi ones de l ugar. El personal del centro, al igual que muchos deteni dos mientras se terminaba de acondicionar un nuevo campo de detención (al respecto cfr. manifestaci ón de Isabel Fernández Blanco en ocasión de realizaci ón la inspección ocul ar de “Olimpo”) se trasladó transitoriamente a un predi o ubicado a doscientos metros del cruce de la Autopista General Ri cchieri y el Camino de Cintura (Puente 12), partido de La Matanza, Provincia de Buenos Aires, donde con posterioridad f uncionó la XI Brigada Femenina de la Policía de la P rovincia de Buenos Aires, al cual se lo denominó “El Banco”. Al respecto, Mari o César Villani, en oportunidad de testimoniar ante la Excma. Cámara Federal de la ci udad de la Plata, manifestó al ref eri rse al centro de detención “Banco”: “este lugar en realidad fue para los secuestrados que allí estábamos y para el Grupo de Tareas que manejaba el lugar, un lugar provisorio porque estaban construyendo otro campo en la Capital Federal, un campo que se llamó «El Oli mpo»” (cfr. f s. 20.081/96). Una vez concluida la construcción del nuevo centro de detención y tortura, el cual f uncionó en la Di visión de A utomotores de la Policía Federal , ubicada en la calle Lacarra y Ramón L. Falcón de la Capital Federal, al cual, efectivamente, se lo denominó “El Olimpo”, los guardias, torturadores y l os detenidos fueron al lí trasladados, esta vez, desde el asiento provisorio conocido como “Banco”. “El Olimpo” dejó de funcionar a fines de 1979, en forma 129 coincidente con la baja de Carlos Suárez Mason como Comandante del Primer Cuerpo del Ejército, lo cual aparejó el comienzo del fin de aquel grupo de militares que bajo el amparo del nombrado, ali as “Pajarito”, se hacían llamar “Los H alcones”. La reconstrucci ón fáctico-jurídica de estos tres l ugares como un único centro de detención que trasladó su base operati va por razones de fuerza mayor, se refuerza también al verificar q uiénes ejercieron sus Jefaturas. En efecto, el responsable de “Club Atlético” fue el falleci do Comisario de la Poli cía Federal Argentin a Antonio Benito Fi oravanti , alias “Tordillo”, “Coronel ” o “De Luca”, quien hasta mediados de 1978 detentó el mismo cargo en “El Banco”, época en la que f ue reemplazado por el fallecido Mayor (R) del Ejército A rgentino Guillermo Antonio Minicucci, alias “Petiso Rolando” u “Odera”, qui en, bajo una línea de continuidad, ejerció primero la j efatura de “Banco” y luego de “Olimpo”, desde su apertura en agosto de 1978 hasta su cierre en enero de 1979. En definitiva el “Atl ético”, a raíz de la construcción de uno de los embl emas de la última dictadura mi litar, como lo f ue la autopista “25 de Mayo”, debió ser trasladado precariamente a otro siti o, “Banco”, hasta que estuviera construido un nuevo campo de detención, “Olimpo”. A continuación, efectuaré una descripci ón de cada uno de los lugares mencionados bajo los nombres de “Atlético”, “Banco” y “Olimpo”, sin perj uicio q ue debe enfatizarse el concepto por el cual estos tres lugares, no son más que un único centro clandestino de detención y tortura en el cual se repetían l os detenidos, l os guardias y l os interrogadores. Sin perj uicio de las aclaraci ones efectuadas previamente al Considerando Pri mero de la presente resoluci ón en cuanto a cuál es la imputación actual que se sostiene contra el ex Teniente General Jorge Rafael Videla, corresponde mencionar que en el presente apartado rel ativo al centro conformado por las sedes “Atlético-Banco-Olimpo” habrá de mencionarse el testimonio de muchas de las víctimas que cumplieron cautiverio en el mi smo, no obstante lo cual a Videla se l e imputan en cuanto a este centro de detención, sól o los hechos i denti ficados de tal forma, que se hallan descri ptos en el Con sideran do Sexto. 3.3.1. El centro cl andestino de detención y tortura “El Atlético”, “El Cl ub” o “El Club Atlético” a) Características “El Atlético” estuvo instalado en un predio ubicado entre l as 130 Poder Judicial de la Nación calles Paseo Colón, San Juan, Cochabamba y Azopardo, de Capital Federal, siendo f uerzas pertenecientes a la Policía Federal l as encargadas del lugar. En dicho sitio, habría f uncionado anteriormente el Departamento Abastecimiento y la Divisi ón Almacenes, dependientes de la ex-Superintendencia de Administraci ón de la Policía Federal . Este centro de detención operó desde mediados del año 1976 hasta el mes de diciembre de 1977, siendo demoli do poco después a raíz de la construcci ón de l a autopi sta “25 de Mayo” q ue actualmente pasa por el lugar. Las personas alojadas en dicho centro llegaban “tabicadas” -una especie de anteojo de vendas sucias que impedía casi totalmente la visión-, en el interior de vehícul os particul ares. Al arribar, se abría un portón donde eran ingresadas violentamente por una escalera pequeña hacia un lugar subterráneo que carecía de ventilaci ón. Los cautivos eran desnudados sin excepci ón, mientras eran empujados y maltratados. Se les retiraban todos sus ef ectos personales y se les imponía una identificaci ón consistente en una letra y un número que pasaba a ser su identidad de al lí en más. El centro presentaba un primer nivel donde había un sal ón azulejado, con puertas de vi dri o, y dos escritori os, uno grande y otro pequeño; en ellos se identificaba y asi gnaba el número a cada detenido. Desde allí, se accedía disimuladamente al subsuel o. Prácticamente sin excepciones, los recién llegados eran llevados al “quirófano” o sala de torturas donde se les propinaba una primera sesión de “ablande”, algunos eran llevados a l a rastra a la “enfermería” y luego, a la “leonera” - celda colectiva de ingreso o de “amanse” a los reci én llegados-, o di rectamente a l os “tubos”. En los tobillos se les colocaban unas cadenas o grillos, cerrados con candados. El subsuel o no presentaba ningún tipo de ventilación ni luz natural . La temperatura oscilaba entre los 40 y 45 grados, en verano y era extremadamente frío en invierno. El l ugar era marcadamente húmedo y las paredes y el piso destilaban agua en forma continua. La escalera con ducía a una sala provista de una mesa de pin g pong q ue usaban l os represores. Al costado, había una sala de guardi a, dos celdas para incomunicados y una sala de torturas y otras para enfermería, una cocin a, lavadero y duchas. Las celdas se presentaban con tabiques bajos que separaban espacios mínimos de 1,60 m. por 0,60 m. En un sector, había 18 celdas; del otro lado, 23. Existían, al men os, tres salas de tortura, cada una con una 131 pesada mesa metálica a la cual se ataban las víctimas y colchones pequeñ os de goma espuma, manchados de sangre y transpi ración. El aire se tornaba irrespi rable en una mezcla de ol or a carne quemada, excrementos y suciedad. El “campo” tenía lugar para alrededor de doscientas personas, y según refi rieron los liberados, durante su funcionamiento h abría alojado a más de 1.500 personas. Este dato es deducido de las letras que precedían al número, cada l etra encabezaba una centena. Por l os testimonios asentados ante l a CONADEP, se llegó a la letra X en noviembre de 1977. El centro, ten ía dos secciones de celdas, que estaban enfrentadas en un pasillo muy estrecho: de un lado l os pares y del otro l os impares. La alimentaci ón de los cauti vos se producía, por lo general, dos veces al día y consistía en un plato de agua con fideos crudos, harin a de maíz sin cocción suficiente o pasta con vísceras sucias de animal. Las condiciones de higiene eran críticas. Los detenidos eran sacados tres veces al día para ir al baño en fila india y, la mayorías de las veces, el tiempo era insuficiente para que atendieran sus necesidades fisiológicas, sumado a ello l os golpes que recibían aleatori amente. En cuanto a la posibilidad de bañarse, esto ocurría, en el mej or de los casos, una vez por semana y en baños grupales donde gozaban a tal fin de menos de un minuto, debiendo comparti r trapos que servían de toallas. Se trataba de un epi sodi o no carente de degradación, puesto q ue muchas veces eran hostigados y vejados por l os guardias mientras los detenidos intentaban limpiarse. Los grupos de tareas con base en este centro de detenci ón operaban fundamentalmente en Capital y Gran Buenos Aires. El personal integrado por las f uerzas de seguridad actuaba en contacto con otros lugares de detención , como la ESMA y Campo de Mayo. El promedio de ingresos de secuestrados era de 6 ó 7 por día, pero hubo oportunidades en que ingresaban hasta 20 personas. Periódicamente, un grupo importante de detenidos partía con destino desconoci do, eran “trasladados” en una mezcla de expectativa e incertidumbre. Los detenidos q ue permanecían en este lugar f ueron llevados provi soriamente al centro de detención “El Banco” y posteri ormente a “El Olimpo”. Incluso, partes de la estructura y mobiliari o (puertas metálicas de acceso a las cel das, por ejempl o), comprendiendo hasta los i nstrumentos de tormento del “Club Atlético” fueron utilizados para la i nstalación del 132 Poder Judicial de la Nación “Olimpo”. En oportunidad de realizar una inspecci ón ocular en el lugar, el suscri pto contó con la presencia de las sobrevivientes de dicho lugar Delia Barrera y Ana María Careaga. Del acta labrada en dicha oportunidad (fs. 21.693/5) se desprende que el predio se encuentra protegi do con rejas color rojo, y ya ingresando al mismo se advierte que se están reali zando excavaci ones. Sobre el lugar pasa la autopi sta “25 de Mayo” y se indica en un principio que al nivel de la cal le se ven baldosas grises y blancas, las cuales refi rió la testigo Barrera que habrían pertenecido a lo que era la planta de Policía Federal que all í funcionaba. En el acta de referen cia, consta que “…bajando por la escalera de metal puesta en el lugar para los trabajos de excavación, se arriba a un sitio en el cual según Careaga habrían estado dos celdas, las cuales se dividían por una pared. Careaga refiere haber estado en una de esas celdas [...] Señala la testigo que en las celdas y en todo el centro estab a prohibido hablar, reír, llorar, como expresar cualquier tipo de sentimiento, que si los represores escuchaban a alguien reír o llorar, o incluso hablar, o si levantaban la mirilla de la celda y veían que estaba el detenido destabicado, entonces lo sacaban y lo torturaban. Que si había dos detenidos alojados juntos, tampoco podían hablar entre ellos, que no podía haber expresión humana, se tendía a la despersonalización y a la deshumanización, es decir, apuntaban a la pérdida de toda entidad humana. Aclara la testigo que a veces sólo sacaban de las celdas a los judíos, que les preguntaban el apelli do y el que era judí o, era sacado de la celda y se lo torturaba. Que cuando salían al baño, lo hacían en fila, que caminaban con las cadenas puestas en los pies y que los represores en esos momentos aprovechaban para manosear a las m ujeres” (fs.21.693/5). A su vez en la inspección ocul ar se pudo verificar, merced a l os trabajos de excavaci ón reali zados, una puerta que según i ndicó Careaga sería la entrada al “Consejo”, o sala donde estaban los detenidos que estaban destabicados con los represores y que all í escribían a máquina. “Muy cerca de la entrada a este ambiente, y del otro lado al cual se hallan las celdas, se encuentra lo que -conf orme informa Careaga- se trataba del ascensor montacargas. Se visualiza su puerta de metal plegable, cables, reja y demás elementos de su estructura, la cual se encuentra sumamente deteriorada. Hace saber la citada testigo que debajo del montacargas se encont ró la pelotita de ping pong que usaban los represores para jugar, recordando tant o Careaga como Delia Barrera que en este centro se los escuchaba jugar al ping pong”. Asimismo se pudo observar una estructura compuesta por 133 cimientos de paredes, que permiten determinar la exi stencia de lo que las testigos indican que era la enfermería, en la cual había boxes con camas donde se internaba a los detenidos. La testi go Delia Barrera recordó que cuando ingresaban eran alojados en la “leonera” -lugar al cual todavía no se ha ll egado con la excavaci ón-, que cuando ésta se colmaba se producían traslados y así se descompri mía el cen tro. Que l uego pasaban a la tortura y después a cel das, que eran todas iguales y que estaban en un sitio que todavía no fue excavado. “También recuerda Delia Barrera cuando uno de los compañeros se suicidó ahorcándose con una camiseta que ató a un ventiluz, y que a raíz de ello, los hombres estuvieron una semana con el torso descubierto. También recordó cuando el represor apodado «Dr. K» o Kali nec, le dijo que no podía enyesarla porque tenía rotas unas costillas, y cuando el represor Kung Fu consideraba que no le pegaban f uerte y entonces comenzó a pegarle más.” A continuación el Tribunal se trasladó al Archivo donde la Subsecretaría de Derechos H umanos de la Ci udad de Buenos Aires conserva l os objetos encontrados durante las excavaciones del centro de detención “Atlético”. En dicho l ugar se observaron partes de colchones, una peloti ta de ping pong, una plantilla de zapato, una moneda, una parte que habría sido el sector intern o de una gorra de represor, donde se ve la inscripci ón “nasista” (literal) y l uego una svástica; unas medias rojas tres cuartos, unos prendedores y una cachiporra con un nro. de i dentificación. Por último se advierten escombros de una pared que pertenecen a la que existiera entre las dos cel das a las cuales se refi rió Careaga; una de ellas posee una inscri pci ón que dice “Dios ayúdame”. Ubicación geográfica de “Atlético”: 134 Poder Judicial de la Nación b) Acreditación de l a existencia de “Atlético” Dan cuenta de la existencia de este centro, su conformaci ón, funcionamiento y ubicación, entre otros, los dichos de Ana María Careaga (cfr. fs. 245/262, 394/430 del Legajo 120 y Legajo 158), Miguel Ángel D´Agostino (fs. 433 del Legajo 120 y Legajo 224) , Marcelo Gustavo Daelli (fs. 437/8 del Legaj o 120; ante Conadep -Legajo 7314- y Legajo 225), Delia Barrera (fs. 439/440 del Legajo 120 y Legajo 233); Carlos Pacheco (fs. 472/4 del Legaj o 120 y Legajo 219), Fernando José Ángel Ulibarri (fs. 475/6 del Legajo 120 y Legaj o 220), Daniel Eduardo Fernández (fs. 477/9 y 717/9 del Legajo 120 y Legajo 84), Nora Strejilevich (fs. 480 del Legajo 120), Gerardo Silva (fs. 481/2 del Legajo 120), Carmen Elina Aguiar de Lapacó (fs. 483/4 del Legajo 120 y Legajo 231), Gabri ela Beatriz Funes de Pei dro (fs. 488 del Legajo 120), Ricardo Hugo Peidro (fs. 489/490 del Legaj o 120), Luis Federico Allega (fs. 492/4 del Legajo 120 y Legajo 234), Roque Enrique Alfaya (fs. 495 Legajo 120), Zulema Isabel Sosa de Alfaya (fs. 496 del Legajo 120), Fermín Gregori o Álvarez (fs. 513/6 del Legajo 120); Jorge Alberto Allega (ante Conadep, glosada a fs. 527/534 y fs. 552/4 del Legajo 120 y Legajo 234); A dolfo Ferraro (fs. 537 Legajo 120 y Legaj o 228); Pedro Miguel Antonio Van rell (ante Conadep, glosado a fs. 539/546; fs. 871/876) y 649/654 Legajo 120 y Legajo 84); Susana Ivonne Copetti de Ulibarri (su exposición ante Conadep -Legajo 2518- y Legajo 220); Mónica Marisa Córdoba (sus dichos ante Conadep, Legaj o 4260 y Legajo 264). Asimismo, sustentan ello: el informe de la Conadep de fs. 467/70 del Legajo 120; informe y planos sobre demolición y construcci ón Autopi sta 25 de Mayo de fs. 574/5; informes de fs. 932 donde se agrega el informe requerido a la MCBA sobre pl anos del edificio de Paseo Col ón 1266, los planos y croquis de Paseo Colón -Atlético- e informe del Ingeniero Sal omón Herman de fs. 1003/1017, declaración testimonial del mencionado profesi onal que estimó la exi stencia de concordancias entre l os planos acompañados por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y Obras Sanitarias y los confeccionados por los testigos y la Comi sión Nacional Sobre la Desaparición de Personas. 3.3.2. El centro clandestino de detención y tort ura “El Banco” a) Características Como ya se señalara al comi enzo de este capítul o, este centro estuvo instalado en cercanías de la intersección de la Autopi sta Ricchieri y Camino de Cintura (Ruta Nacional N° 4), en Puente 12, Partido de La 135 Matanza, Provincia de Buenos Aires. Allí, funcionó con posterioridad la XI Brigada Femenina de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. El edificio sirvi ó como l ugar de alojamiento de detenidos clandestinos entre fines de 1977 y medi ados de 1978, y estaba rodeado por otras construcciones antiguas, pertenecientes a la Policía de l a Provincia de Buenos Aires. El ingreso se producía a través de una playa de estacionami ento, donde se hallaba un portón de doble hoja de acero, con barrotes en la parte superior. Hacia la izquierda, se encontraba un pasillo que conducía adonde daban tres salas de tortura, una de ell as con un baño anexo. Más allá, estaba la enfermería. A la derecha, las oficinas de inteligencia y el laboratori o fotográfi co, luego una “leonera” o celda colectiva, después transformada en un taller el ectrónico. Separadas del sector anteri or por una circulación transversal , había casi 50 calabozos o “tubos”, muy estrechos, letrinas, baños, pileta, duchas, lavadero y cocina. Había un patio cubierto y otro descubierto, cuyas paredes estaban cubiertas de vi dri os. En este centro clan destino de detención y tortura poseían su base de operaci ones varias fuerzas: Inteli gencia de la Policía Federal, GT1, GT2, GT3, GT4 y FTE. Todo el mobiliari o de “El Banco” estaba marcado con la inscripción "DIPA" ( Direcci ón de Inteligencia de la P olicía Federal). En fecha 28 de septi embre del cte. año el suscripto realizó una inspección ocul ar en este centro clandestino de detención, donde en la actuali dad funciona la Jefatura Departamental La Matanza de la Policía de la Provincia de Buen os Aires. De dicho acto procesal, partici paron los sobrevivientes de dicho centro cl andestino: Susana Cari de, Isabel Teresa Cerruti, Isabel Fernández Blanco y Rufino Almeida, además de las partes asistentes, entre ellas la Dra. Valeri a Corbach o, letrada defensora de Samuel Miara, Eufemio Jorge Uballes y Roberto Antonio Rosa. Del acta labrada en dicha ocasión (fs. 22.069/71) se desprende: “[a]l lugar accedemos por una puerta de dob le hoja de madera color verde oscuro, se visualiza un camino de cemento y al final de él, la construcción de acceso al predio; [...] En cuanto al lugar de acceso, ref ieren Fernández Blanco y Caride que el sitio se encuentra igual, que el techo verde que se advierte es el mismo que estaba antes. Refieren ambas testigos que mientras estaban detenidas, no se percibían movimiento o traslado de personas que hi ciera pensar que allí funcionaba una dependencia policial o de otra fuerza. Seguidamente ingresamos 136 Poder Judicial de la Nación por la puerta principal de chapa verde, advirtiéndose que desde el lugar se accede a tres pasillos distint os. Fernández Blanco refiere que ellos eran ingresados por allí, que recuerda que luego la llevaron hacia la izquierda. Cerruti refiere que cuando ingresó al lugar fue por aquí y que luego fue llevada hacia la izquierda, que en esa dirección estaba el quirófano. Seguidamente tomamos por uno de los pasillos al cual comunica este acceso, por la izquierda se advierte un pasillo en forma de letra U, por el cual se accede a un patio que posee baldosas negras y blancas alternadas. Previamente a llegar a dicho sitio, en el pasillo que desemboca en el citado hall, se encuentra una puerta, que ingresamos al lugar, refiriendo Cerruti que allí habría estado el qui rófano o sala de torturas...”. “Ya en el hall de mención (de baldosas negras y blancas), se advierte que posee maderas en sus paredes; refieren las testigos que la ventana que se advierte sobre la pared en la cual se encuentra la puerta por la q ue accedimos al hall, era la enfermería y que contiguo a ésta se encontraba el sector de Inteligencia”. “Luego nos dirigimos a un hall que se encuentra entre el lugar de los tubos y el hall de las baldosas blancas y negras, y doblamos por un pasillo a la izquierda. Al fondo del mismo se advierte un ambiente de cemento de pequeñas dimensiones y pintado de verde claro, el cual posee un banco de cemento y comunica a un baño [...] Seguidamente, nos conducimos por el mismo pasillo volviendo hacia el hal l en el cual nace el mismo, parados en este sitio Fernández Blanco dice que entre este espacio y aq uel en el cual estaban los tubos, mirando hacia este último ambiente, a la izquierda, hay una ofi cina y recuerda Cerruti que a su criterio allí había más tubos y ella estaba alojada ahí; coinci diendo con ello Fernández Blanco”. “Siguiendo por el otro tramo nos encontramos con un espacio que posee lockers y una ventana. En el techo de este sitio, se advierten signos de haber habido construcciones del mismo tamaño a los tubos o celdas antes vistos. Fernández Blanco menciona q ue había en este sector doble fila de tubos [...] A esta altura se advierte en el techo la existencia de marcas que evidencian que alguna vez hubieron construcciones de las di mensiones de las celdas o tubos”. “Luego nos trasladam os al hall antes mencionado, el cual se hal la entre la sala de cuchetas visitada en primer lugar y el hall de las baldosas negras y blancas, y Cerruti insiste en advertir que el espacio donde se halla una de las oficinas que hay allí, era antes usado para tubos. En este momento los testigos Almeida, Cerruti y Fernández Blanco reconocen el escalón que hay entre este hall y el de las cuchetas. También Almeida recuerda q ue en este sector en el cual estamos se cruzó con una señora mayor detenida cuando lo sacó el represor “Turco Julián” para hablar con Minicucci . Recordó que en este sector estaba tirado en el piso, desnudo y encadenado Ri cardo Moya, que lo vio por debajo del 137 tabique, y que lo tenían así porque su mujer Laura Crespo, se negaba a tener sexo con Miara.” Ubicación geográfica de “Banco”: b) Acreditación de l a existencia de “El Banco” La Comisi ón Nacion al sobre Desaparición de Personas efectuó el 31 de marzo y el 2 de junio de 1984, procedimientos de constatación en la Brigada Femenina XIV de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, a unos doscientos metros de la intersección de la Autopista General Ricchieri y el Camino de Cintura (Puente 12), Partido de La Matanza, Provincia de Buenos Aires. Así, f ue posible verificar que ese edificio había si do efectivamente utilizado para el funcionamiento de un centro clandestino de detención, tal como l o afirmaban numerosas denuncias regi stradas ante esa Comisi ón. Sustentan ello las actas de reconoci miento del lugar -Legaj os Conadep 1583, 3764, 3890, 3889, 436, 4152, 4154, 4124, consignados en la presentación de fs. 1/17 del Legaj o 119-. Asimismo, entre otros, dan cuenta de l a exi stencia del centro, su ubicación, conformación y f uncionamiento, los dichos de Norma Teresa Leto (cfr. fs. 83/4; 1662; 2456; 2945 del Legajo 119 y Legajo 136); Patricia Bernal (fs. 93/4, 1317, 2943 del Legajo 119); Jorge César Casal li Urrutia (fs. 96/98, 1655 del Legajo 119 y Legajo 28); Miguel Ángel Benítez (fs. 103/vta. del Legajo 119 y Legajo 22); Susana Leonor Cari de (fs. 119/vta.; 1024, 1242/1244 vta., 1633 del Legaj o 119 y Legajo 14); Nora Bernal (fs. 1315/6, 1601 del Legajo 119 y Legaj o 98); Mario César Villani (fs. 224, 227 268, 273, 1330 del Legajo 119 y Legajo 211); José Alberto Saavedra (fs. 1003, 2429 del Legajo 119 y Legajo 119 bis); Osval do Acosta (fs. 1248, 1674 del Legajo 119); En rique Carl os Ghezan (fs. 135, 1607 del Legajo 119 y Legajo 20); Isabel Mercedes Fernández Blanco de Ghezan (fs. 137, 1622 del Legajo 119 y Legajo 20); Elsa Ramona Lombardo (fs. 1645 del Legajo 119 y Legaj o 20) ; 138 Poder Judicial de la Nación Hebe M. Cáceres (fs. 2141 del Legajo 119); Jorge Raúl Marín (fs. 2184 del Legajo 119); Oscar Alberto Elicabe Urriol (fs. 2186 del Legaj o 119 y Legajo 275); María del Carmen Rezzano de Tel lo (fs. 2191, 2195, 2200/2210, 2300 del Legajo 119); Mariana Patricia Arcondo de Tello (fs. 2211, 2255, 2276, 2301 del Legajo 119) ; Graciel a Irma Trotta (fs. 2495 del Legaj o 119 y Legajo 16); Emili a Smoli de Basil e (fs. 2574 del Legajo 119 y Legajo 140); Juli o Eduardo Lareu (fs. 2659 del Legaj o 119 y Legajo 28); e Isabel Teresa Cerruti (Legajo 23). Finalmente, acredi ta de modo definitivo la existencia y funcionamiento del centro, las copiosas constancias agrupadas en el Legajo M “centro de detenci ón El Banco” que con centra los testimonios de diversos damnificados que permanecieron al ojados en dicho l ugar, croquis, pl anos y vistas fotográficas del lugar. 3.3.3. El centro cl andestino de detención y tortura “El Olimpo” a. Características Estuvo instalado en la División Mantenimiento de Automotores de la Policía Federal, ubicada en Lacarra y Ramón L. Fal cón, Floresta, Capital Federal . Fue utilizado como centro clandestino de detención y tortura de personas a parti r del 16 de agosto de 1978 con el traslado de numerosos detenidos desde el centro de detención “El Banco” y se mantuvo activo hasta inicios de 1979 en que f ue desmantelado. En una Sala de Inteligencia de dicho si tio, se encontraba un cartel que explicaba el nombre del lugar y rezaba: “[b]ienvenido al Olimpo de los dioses”, fi rmado por “Los Centuriones”. En “El Olimpo” continuaban operando las mismas fuerzas que en los centros de detención ya abordados, y las guardi as internas y externas pasaron a i ntegrarse con personal de Gendarmería Nacional. Al igual q ue en “Banco”, las f uerzas estaban dividi das en l os grupos de tareas GT1, GT2 y GT3. La di ferencia con el otro campo fue la existencia de construcciones nuevas, un a mayor organizaci ón y una inicial flexibilizaci ón en el trato a los secuestrados, situación q ue se revi rti ó l uego con las características de ensañamiento ya descriptas. El centro presentaba un portón de acceso de acero y un tinglado de chapa de unos 10 metros de altura cubría prácti camente todas las dependencias, que se presentaban de alrededor de 3 metros de altura, con techo de cemento. El ingreso se efectuaba por la guardia y los traslados 139 se hacían por una puerta de dos hojas, encontrándose a l a izquierda de ésta, una imagen de la Vi rgen. Existían también: un sector de incomunicados con grandes ventanas ojival es, tapadas con mampostería, dejando libre sólo una parte superior; una sala de torturas; un l aboratori o fotográfico y dactiloscópico; una oficina de operaciones especiales; una cocina y un comedor enfrente; una enfermería para curaci ones y otra para internaciones; una sala de archivo y documentación, otra para rayos X; tres pasillos con celdas, cada línea de celdas ten ía un baño con una cortina como puerta, y, en la tercera línea, había un lavadero y duchas; un cuarto de guardia con ventana hacia la playa de estacion amiento; y una habitación mayor se usaba para reparar los artículos del hogar, el éctricos y electrónicos robados en los allanamientos. En oportunidad de realizar una inspecci ón ocular del lugar el suscripto, contó con la presencia de dos sobrevivientes de dicho l ugar Susana Cari de e Isabel Fernández Blanco a efectos de ilustrar acerca de las características del lugar. Del acta labrada en dicha oportuni dad (21.649/651) se desprende que a efectos de ingresar al l ugar donde hasta hace pocos meses funcionó la Divisi ón Planta Verificadora Automotor de la P olicía Federal Argentina, se debe cruzar una puerta de rejas, por la cual se ingresa a un patio de extensas dimensiones y forma irregular, el cual posee piso de cemento. A continuación, desde el patio se observa un portón de metal color azul , y miran do hacia el portón, a la derecha se encuentra una construcción de cemento, q ue comprende dos ambientes, uno de ell os -por el cual se accede- posee una ventana hacia el garaje, y la otra habitación resulta ser de parecidas di mensiones y también tiene una ventana que da hacia el garaje o pati o. “A continuación, pasamos a recorrer los sitios a los cuales las testigos tuvieron acceso mientras estuvieron en cautiverio, tratándose de un ambiente al cual se accede desde el patio por una puerta que refieren las testigos que en aquel entonces no existía. En este lugar funcionaba el llamado “Sector de incomuni cados”, advi erte la testigo Fernández Blanco, que se halla modificado. Que como dijo, la puerta de ingreso desde el patio no existía. La testigo refiere que en este sitio hab ía cinco celdas, que también había una m esa y sillas de hierro, estilo jardín, y que era aquí en donde estaba el cartel que decía “Bienvenido al Olimpo de los Dioses”. Recuerda Fernández Blanco que la única puerta de ingreso al lugar, es la que se halla -desde donde i ngresamos-A la 140 Poder Judicial de la Nación derecha del ambiente; que tampoco estaba en el sitio el espacio o mini ambiente que se halla opuesto a la puerta de ingreso que ha sido señalada como la que estaba originariamente. Que en este sitio pequeño se ve un ventil uz desde el cual se puede ver una ventana y al respecto, refiere Fernández Blanco que este sitio antes tenía ventanas, que era un lugar que tenía más luz y que evidentemente se ha levantado una pared para tapar las tres o cuatro ventanas que en aquel entonces existían”. A continuación se in gresó por la puerta de la izquierda, la cual es de estructura de metal pintada de azul, y que posee un os vitraux de Colores y un patio, desde el cual se observan dos cuartos. La testigo Susana Caride refiri ó que antes había tres cuartos u oficinas y no dos como ahora y que en el cuarto de la izquierda estaban Paco y Soler, que en el siguiente estaba el GT2 y en el restante, estaba la sala de f otograf ía. “Que en este momento Fernández Blanco recuerda que mientras se construía el «Oli mpo», fueron alojados en “Banco”, q ue este último les fue prestado mientras que terminaban de const ruir el «Olimpo», y que por ello el «Banco» era un lugar transitorio, o de paso. Refiere la testigo Caride, que las ventanas que poseen hoy las oficinas, no existían en aquel momento; que la primera oficina desde l a izquierda, era la que usaba el represor Sol er“. Saliendo del l ugar y luego de caminar por un pasillo, a la izquierda hay un espacio en forma de letra L, donde según Caride y Fernández Blanco funcionaba el comedor y la cocina del Con sejo. “Señalan las nombradas que en el sitio próximo a la ventana fueron dejados los cadáveres de Révora y Fasano”. Saliendo al garaje, refirieron las testigos que en este predio estaban ubicados los “tubos”, el “quirófano” o sal a de tortura, como los baños. “Señalan las testigos que se advierte en una de las paredes laterales, que hasta cierta altura hay rasgos de haber existido una edificación que ahora ya no está; a la vez que también se observa un grupo de personas trabajando en el lugar, precisándose que se trata de antropólogos y que los mismos han levantado parte del piso del lugar, observándose que se encontraron ocho agujeros de cloaca, los cuales se hallan distribuidos en líneas paralelas de cuatro. Ya paradas en el sitio, las testigos recuerdan el lugar en el cual estaban detenidas. Se deja constancia que el pat io en el cual nos hallamos posee grandes dimensiones, y posee tres paredes que lo bordean. Sobre una de ellas se registran en total cinco puertas y tres ventanas; y sobre la otra pared se registra una puerta, tres ventanas y un portón, siendo este último por el cual se accede al lugar en L, a partir del cual se accede a la «Sala de Situación». El patio citado posee techo de 141 chapa y algunas ventanas de vidrio en el techo”. Ubicación geográfica de “El Olimpo”: b) Acreditación de l a existencia de “El Olimpo” La existencia de este Centro de Detenci ón y tortura encuentra sostén en l as actas de reconocimiento del lugar -Legajos Conadep 4152, 807, 1332, Anexo D, consi gnados en la presentación de fs. 1/17 del Legajo 119-. Por otra parte, entre otros, testifican sobre la existencia del lugar, su ubicaci ón y conformaci ón, Susana Leonor Caride (cfr. fs. 119/vta., 1024, 1242/1244 vta., 1633 del Legajo 119 y Legaj o 14); Miguel Ángel Benítez (fs. 103/vta. del Legajo 119 y Legajo 22); Luis Gerardo Torres (fs. 2498, 114/vta. del Legaj o 119 y Legajo 125); Mario César Villani (fs. 224, 227, 268, 273, 1330 del Legajo 119 y Legajo 211); Osvaldo Acosta (fs. 1248, 1674 del Legajo 119); Enrique Carl os Ghezan (fs. 135, 1607 del Legajo 119 y Legaj o 20); Isabel Mercedes Fernández Blan co de Ghezan (Legajo Conadep n ro. 4124, fs. 137, 1623 del Legajo 119 y Legajo 20); Elsa Ramona Lombardo ( Legajo Conadep nro. 3890, fs. 1645 del Legajo 119 y Legajo 20); J uan Agustín Guillén (fs. 2490 del Legajo 119); Mónica Evelina Brull de Guillén (fs. 2492 del Legajo 119); Graci ela Irma Trotta (Legajo Conadep nro. 6068, fs. 2495 del Legajo 119 y Legajo 16); Emilia Smoli de Basile (fs. 2574 del Legajo 119 y Legajo 140); Julio Eduardo Lareu (fs. 2659 del Legajo 119 y Legajo 28) e Isabel Teresa Cerruti (Legajo Conadep nro. 5848, y Legajo 23). Por otra parte, l os diversos testimonios que relaci onaron el funcionamiento del “Olimpo” con el P rimer Cuerpo de Ejército fueron confirmados, a títul o indiciario, por el Gendarme Omar Eduardo Torres (Legajo Conadep nro. 7077) cuyos dichos pueden verse en extenso en el Informe de la Comi sión Nacional sobre la Desaparición de Personas. (cf r. Nunca Más, cit., pp. 164/5). 142 Poder Judicial de la Nación Finalmente, acredi ta de modo definitivo la existencia y funcionamiento del centro, las copiosas constancias agrupadas en el Legajo N “Centro de Detención «El Olimpo»”, que concentra los testimonios de diversos damnificados que permanecieron alojados en dicho lugar, croq uis, planos y vistas fotográficas del l ugar. 3.3.4. Actividad juri sdiccional llevada a cabo con respecto a los CCDT “Atlético”, “Banco” y “Olimpo” En primer término, corresponde dejar consignado que al tiempo de instruirse la entonces causa n ro. 450 -hoy causa n ro. 14.216/03Ante la Excma. Cámara Federal, la prueba relativa a lo que fuera la instalación y funci onamiento de los centros clandestinos de detenci ón “Atlético”, “Banco” y “Olimpo”, se fue componiendo mediante la formaci ón de legajos indivi duales relati vos a las víctimas de cautiverio y alojamiento en tales centros. Dichos legaj os fueron oportunamente puestos en conocimien to de los indagados en la oportunidad previ sta en el artícul o 294 del C.P.P.N. y entre ell os, a modo de ejemplo, es menester resaltar l os Legajos 119 y 120 por resultar particul armente emblemáticos en relación a l as imputaciones efectuadas en cada una de las declaracion es indagatorias recepcionadas por el Tribunal a l as perosnas a q uienes se les atribuyen l os hechos q ue tuvieron sede en el centro de detención y tortura en trato. El Legajo nro. 119 contiene lo q ue origi nalmente fuera la causa nro. 4821 del Juzgado nro. 6 del Fuero y se vinculaba a l os centros de detención “Banco” y “Olimpo”. Por su parte, el Legajo 120 alberga l a causa nro. 411 del registro de la Cámara Federal y que fuera la causa caratulada “Israel, Teresa María s/privación ilegal de la libertad-CCD Atlético” regi strada bajo el nro. 9482/83 ante la Secretaría 7 de este Juzgado Federal nro. 3. Sin embargo, la in vestigaci ón que había llevado a cabo la Excma. Cámara del Fuero quedó paralizada como consecuencia de la sanción de las Leyes 23.521 y 23.492 (con ocidas como “Obedi encia Debida” y “Punto Final”, respectivamente). Esta situación se modificó con el dictado de l a Ley 25.779 q ue declaró insanablemente nulas las Leyes 23.492 y 23.521 y como consecuencia de ello, la Excma. Cámara del Fuero dispuso la reapertura de la investigaci ón. Al recepci onar las actuaciones, este Tribunal resolvió retrotraer las situaci ones procesales de las personas imputadas a aquellas 143 que revestían con anterioridad a la vigen cia de las leyes ahora nulificadas y poner en marcha, nuevamente, la encuesta. Para lo cual, además del estudio de l os legajos elaborados oportunamente por la Excma. Cámara del Fuero, otra vez numerosas víctimas prestaron declaración testimonial ante esta sede tal el caso de: Jorge Osvaldo Paladino (fs. 17.260/1vta.), Ana María Careaga (fs. 17.283/4 y 19.450/1), Juan Agustín Guillén (fs. 17.285/92), Mariana Patricia Arcondo (fs.17.294/5), Susana Leonor Caride (fs. 17.328/30 y 17.829/31), Claudi a Graci ela Estévez (fs.17.331/2), Rufino Jorge Almei da (fs.17.333/4 y 18.126/8), Gilberto Rengel Ponce (fs. 17.339), Isabel Mercedes Fernández Blanco (fs. 17.340/1 y 17.841/43), Juli o Eduardo Lareu (fs. 17359/60), J orge Enrique Robasto (fs.18.124/5), Estela de la Cuadra de Fraire ( fs. 18.147/68), Nora Beatri z Bernal (fs. 18.200), Deli a Barrera (fs. 18.201/3), Carmen Aguiar de Lapacó (fs. 19.238/ 40), Gabriel Beatriz Funes de Peidró (fs. 19.259), Ricardo Hugo Peidró (fs. 19.260/1), Jorge Alberto Giovanoni (fs. 19.263/4), Carlos Rodolfo Cuellar (fs. 19.270/2), Isabel Teresa Cerrutti (fs. 19.373/5), J ulio Fernando Rearte (fs. 19.376/85), Marcel o Gustavo Daelli (fs. 19.392/4) y Elsa Ramona Lombardo (fs. 19.448/9), Mi guel D’Agostino (fs. 20.878/82); Daniel Aldo Merial do (fs. 20.873/4) y J uan Carlos Guarino (21.684/6), qui enes con sus testimoni os dieron cuenta de los sucesos ocurridos durante la última dictadura militar y particularmente, sobre la vida en los centros de detención y tortura a los que estamos haciendo referencia en este f ragmento. A su vez, se requi ri ó a diversas fuerzas de seguridad, Policía Federal, Servici o Penitenciario Federal y Gendarmería Naci onal Argentina, legajos personales de las personas imputadas. Con los elementos de prueba col ectados, el Tribunal dispuso la detención de vari as personas a ef ectos de recibi rles declaraci ón indagatoria. Tal como f uera oportunamente reseñado, en fecha 20 de octubre de 2005, se dictó el procesami ento y la prisión preventiva del Subcomisario de Policía Federal Samuel Miara, Comisario (RE) Raúl González, Oficial (RE) del Servicio P enitenciario Federal Juan Carlos Avena, Comisario (RE) Eduardo Kalinec, Oficial Juan Carl os Falcón, el Subcomisario (RE) Eufemio Jorge Uballes, Comisario (RE) Gustavo Adolfo Eklund –falleci do-; Comisario (RE) Luis Donocik, Ofici al de Policía Oscar Augusto Isi dro Rolón, Sargento J ulio Héctor Si món, Of icial Roberto Antonio Rosa, el Of icial de Policía Guil lermo Víctor Cardozo, Oficial de Gendarmería Naci onal Eugenio Pereyra Apestegui, y el ya fall ecido 144 Poder Judicial de la Nación Auxiliar de Inteli gencia Juan Antonio del Cerro; a quienes se l os responsabilizó de la privación ilegal de la libertad agravada y aplicación de tormentos a personas que estuvieron cauti vas en el centro clandestino de detención y tortura llamado sucesivamente “Atlético- Banco-Olimpo”; imputándosele a Pereyra Apestegui, Cardozo y Avena la i ntervención en tales delitos con respecto a las personas que estuvieran en las sedes “Banco” y “Olimpo”, mas no “Atlético”. Asimismo, con fecha 21 de febrero de 2006 y en virtud del estudio de l as constancias probatorias agregadas a la causa, se dispuso la recepción de declaración indagatoria a Raúl Antonio Gugli elminetti y, en atención a la gravedad de los hechos imputados, se ordenó en los términ os del art. 283 del Código P rocesal Penal de la Nación la detención del nombrado, medida que se materiali zó el día 9 de agosto del 2006, habiéndosele recibi do declaraci ón indagatoria al día siguiente. Por otro l ado, con posteri ori dad al dictado del pron unciamiento del 20 de octubre de 2005, se incorporaron al expediente nuevos elementos probatorios que, en los términos del art. 294 del Código Procesal Penal de l a Nación, motivaron el llamado a ampliación de las declaraciones indagatori as de J ulio Héctor Simón, Oscar Augusto Isi dro Rolón, J uan Carlos Falcón, Raúl Gonzál ez, Luis Juan Donocik, Juan Carlos Avena, Eduardo Emilio Kalinec, Gustavo Adolf o Eklund, Eufemio J orge Uballes, Samuel Miara, Roberto Rosa, Guillermo Víctor Cardozo y Eugenio Pereyra Apestegui, por n uevos hechos acaecidos en dicho centro clandestino de deten ción y tortura. Seguidamente haré una reseña de l os nuevos elementos probatorios incorporados al expediente y que sustentaran las ampliaci ones de las declaraci ones indagatorias a las que he hecho referencia anteriormente. Así, se recibió la siguiente documentación: del Juzgado nro. 4 del fuero documentación individualizada como “I nforme nro. 1- Situación del BDT Montoneros”; testimonios de la causa nro. 1967/SU de la Cámara Federal de La Plata; de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, copias certificadas de los legaj os CONA DEP nros. 7492, 6941, 5736 y 3986 además de otra documentaci ón vinculada a los hechos investigados; del Juzgado nro. 4 del f uero, testi monios de la causa nro. 8686/00; copias de la declaración de Susana Stremiz de la Cámara Federal de La Plata; de la Secretaría de Derechos Humanos de 145 la Provincia de Buenos Aires, información relativa a “El Banco”; copi as de la declaración testimonial prestada por Silvia Liliana Cantis ante el Juez Garzón. Asimismo, se efectuaron diversas presentaciones entre las que pueden menci onarse las siguientes: J ulieta y Pabl o Martín Risso (fs. 26.037/41), la Dra. Alcira Ríos (fs. 26.225/6 y 29.027/8) , Lidia Adela Fernández (fs. 31.458/9) y Enriq ueta Rodríguez de Maroni (f s. 31.905). Por otro lado, se recibieron las si guientes declaraciones testimoniales: Alfredo Iván Troitero (fs. 27.339/62 oportunidad en la cual aportó documentaci ón), Silvia Liliana Cantis (fs. 28.103/5), Mario Cesar Villani (fs. 28.618/47, 28.665/ 70 y 30.489/1 vta.), Miguel Ángel D´Agostino (fs. 30.463/4 vta.), Norma Susana Stremiz (fs. 31.116/20), Erwin Federico Stefani (fs. 31.121/ 47), Maxi miliano Fernando Cruz Stefani (fs. 31.153), Isabel Teresa Cerruti (fs. 31.165), Isabel Mercedes Fernández Blanco (fs. 31.166/vta.), Lidia Adela Fernández (f s. 31.458/9), María Rosa Graci ela Giganti (fs. 31.813/ vta.) y Enriqueta Asunción Rodríguez (fs. 31.814/5 vta.). Ahora bien, corresponde indicar que parte de la prueba a que se ha hecho referencia precedentemente se incorporó al expediente una vez recepcionadas algunas de las ampl iaciones de las declaraciones indagatorias, circun stancia que motivó la necesi dad de recibir sucesivas ampliaciones; a modo de ejempl o cabe citar el caso de las declaraci ones testimoniales recibidas a María Rosa Graciela Giganti y Enriq ueta Asunci ón Rodríguez. De esta forma se recibieron las si gui entes ampliaciones de declaración indagatoria a: 1. Eduardo Emilio Kalinec: fs. 30.617/24 vta., 31.084/ 111, 31.595/603 y 31.978/86 vta., en la segunda ampli ación el nombrado presentó un escrito en descargo de los hechos que le f ueran imputados, remiti éndose al mi smo en las subsiguien tes ocasiones; 2. Juan Carlos Aven a: fs. 30.634/40 vta., 30.968/91 y 32.284/91 vta., en la segunda declaración aportó un escrito con mani festaciones en descargo por los hechos imputados, remi tiéndose a dichas manifestaciones en la última oportunidad; 3. Guillermo Víctor Cardozo: fs. 30.677/84, 31.640/7 vta. y 32.267/74 vta., habiéndose negado a decl arar en las tres ocasi ones; 146 Poder Judicial de la Nación 4. Eugenio Pereyra Apestegui: f s. 30.685/92, 31.632/9 vta. y 32.275/82 vta., el nombrado negó su autoría y responsabilidad en l os hechos que se le i mputan e hizo uso a su derecho a negarse a declarar; 5. Oscar Augusto Isidro Rolón: fs. 30.701/8 vta. y 31.896/904 vta., en ambas oportunidades se negó a prestar declaración; 6. Lui s Juan Donoci k: fs. 30.710/7 vta., 31.178/86 y 31.906/ 14 vta., en todas las ocasiones Donoci k hizo uso de su derecho a negarse a declarar; 7. Samuel Miara: fs. 30.921/8 vta., 31.567/75 y 32.054/62 vta., en todas las ocasi ones se negó a prestar declaraci ón; 8. Juan Carlos Falcón: fs. 31.169/77 y 32.307/16, en la segunda ampliación negó los hechos que le fueran imputados y formuló algunas consideraciones q ue serán tratadas al analizar su responsabili dad penal; 9. Juli o Héctor Simón: fs. 31.190/7 vta. y 31.958/66 vta., en ambas ampliaci ones manifestó no desea declarar; 10. Raúl González: fs. 31.344/52 y 31.947/55 vta., en las dos ocasiones y por consejo de su abogado defensor se n egó a prestar declaración; 11. Eufemio Jorge Uballes: fs. 31.353/ 61 y 32.063/71 vta., en ambas declaraciones hizo uso de su derecho a no declarar; 12. Roberto Antonio Rosa: fs. 31.576/84 y 32.317/25 vta., en sus dos oportunidades se negó a prestar declaración; 13. Gustavo Adolfo Eklund: fs. 32.035/43 vta., quien se negó a declarar; y 14. Raúl Antonio Guglielminetti: fs. 31.740/55 vta., en dicha oportunidad el nombrado se remiti ó a l as manifestaci ones que formuló en su decl araci ón indagatori a prestada en el marco de la causa nro. 2.637/04 – en la cual se investigan los hechos acaecidos en el centro de detención “Orletti”-, agregan do algunas referencias concretas a los sucesos vinculados al centro clandestino objeto de l a presente resolución. En la segunda resol ución dictada en fecha 8 de septiembre de 2006, se amplió el procesami ento de las personas cauteladas medi ante el auto de fecha 20 de octubre de 2005, y así se extendieron las imputaci ones del siguiente modo: a Guillermo Víctor Cardozo, Eugenio Pereyra Apestegui y J uan Carlos Avena, se los responsabilizó por la privación 147 ilegal de l a libertad agravada por mediar vi olencia o amenazas y la aplicación de tormentos a quince personas; a Samuel Miara, Raúl Gonzál ez, Eduardo Kalinec, J uan Carlos Falcón, Eugenio J orge Uballes, Gustavo Adolfo Eklund, Luis Juan Donocik, Roberto Antonio Rosa, Oscar Augusto Isidro Rolón, se los encontró responsables de l a privación ilegal de l a libertad y aplicación de tormentos a veintiocho personas, a la vez que se dictó el procesami ento de J ulio Héctor Si món, por encontrarl o responsable por la privaci ón i legal de la li bertad y aplicaci ón de tormentos a veinticinco personas. Asimismo, se dictó el procesamiento del Agente Civil de Inteli gencia del Ejército A rgentino Raúl Antonio Gugli elminetti, a q uien se lo encontró responsable por la privaci ón ilegal de la libertad agravada y la aplicaci ón de tormentos a setenta y seis personas. Otros imputados por los aconteci mientos que tuvieron lugar en las sedes “Atlético- Banco-Olimpo”, son el Principal Ricardo Taddei como asimismo el Capi tán del Ejército Argentino Enrique José del Pino, con respecto a q uienes se dictó auto de mérito el 6 de j unio de 2007. En tal oportunidad, se encontró a Del Pino responsable por la privación ilegal de la libertad agravada e imposición de tormentos a ciento vein te personas (fs. 41217/41381). En la mi sma resoluci ón, Ricardo Taddei –extraditado del Reino de España- fue procesado por la pri vación ilegal de la libertad agravada de ciento cincuenta y ocho personas y la aplicación de tormentos a las mismas -resol ución confirmada por la Excma. Cámara el 12 de noviembre de 2007-; habiendo el Reino de España recientemente concedido la ampliación de su su extradici ón, a l os fines de la imputación de l a privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos a veintitrés personas que habrían permanecido cautivas en el citado centro clandestino. Corresponde jurisdi ccional reali zada a esta por el altura, dar Tribunal en cuenta de la vinculaci ón actividad al centro clandestino de detención y tortura que funcionó correlativamente en las sedes con ocidas como “Atlético”, “Banco” y “Olimpo” que se llevó adel ante a partir del dictado del auto de méri to de fecha 8 de septiembre de 2.006. Así, a fs.32.949/92 obran copias certificadas de las actuacion es nro. 15.548 caratuladas “Villani, Mario César s/privación ilegal de la libertad” remiti das por la Excma. Cámara Federal. Entre las n uevas partes q uerellantes q ue se han tenido en relación a estos hechos, cabe mencionar a Dominga Bellizi y a María Eva Dería. Con respecto a las personas a quien es se le ha recibi do 148 Poder Judicial de la Nación declaración testimonial de la fecha indicada ut supra a l a actualidad, a modo enunciativo, corresponde señalar a Elena Rosa Melega ( fs.45.449/56), Pablo Alejandro J urquievich (fs. 45.281/3), Dominga Bellizi (fs.49.927/9), Horacio Mari o Scutari (fs. 49.931/3) y Jorge Alberto Braiza (fs.50.428/39). Por último, como otra de las medi das adoptadas por el Tribunal, en fecha 19 de octubre de 2.007, se requirió al Servici o de Antropol ogía Forense de la Morgue J udicial la realización de un estudi o tendiente a determinar la causa y modo de muerte de los restos de quien en vida f uera Santiago Bernardo Villanueva -los cual es f ueron identificados por la Excma. Cámara del Fuero y cuyas actuaci ones obran en el legajo nro. 16 “Hallazgos de cadáveres en el mes de diciembre de 1978, recuperados en los Cementerios Municipales de Gral.Lavalle, Villa Gesell y Gral.Madariaga, Provincia de Buenos Aires” que obra reservado en secretaría-, estudio cuyas conclusiones obran a fs. 48.451/6 de las presentes. Debe destacarse que el Superi or en fech as 28 de septiembre de 2.006, 10 de abril de 2.007 y 12 de novi embre de 2.007 ha confirmado los tres ( 3) autos de mérito dictados por esta Magistratura con respecto a los hechos acaecidos en el centro clandestino de detención y torturas bajo estudio, hallándose las copias de esos autos a fs.33.835/49, 39.096/109 y 45.660/9. 3.4. Acerca del centro clandesti no “El Vesubio” El centro clandestino de detención y tortura “Vesubio”, funcionó bajo la órbi ta del Primer Cuerpo del Ejército entre abril de 1976 y septiembre de 1978, y all í -como se ha tenido por probado en el marco de estas actuaciones mediante el pronunci amiento de fecha 23 de mayo de 2006-, se mantuvo cautivas y fueron sometidas a tormentos centenares de personas. Es preciso mencion ar que, sin perjuici o de las aclaracion es efectuadas previamente al Considerando Primero de la presente resol ución en cuanto a cuál es la imputación actual que se sostiene contra el ex Teniente General Jorge Rafael Videla, en el presente apartado relativo al centro denominado “Vesubio” habrá de menci onarse el testi monio de muchas de las víctimas que cumplieron cautiverio en el mismo, no obstante lo cual a Videl a se le imputan en cuanto a este centro de detención, sólo los hechos identificados de tal forma, q ue se hallan descriptos en el Considerando Sexto. 3.4.1. Dependencia operacional del cent ro “El Vesubio” Como habrá de especificarse l uego, se hallaba situado en la 149 localidad de La Matanza, de la Provinci a de Buenos Aires, precisamente en la Autopista Ricchieri y Camino de Cintura; es decir q ue estaba empl azado en territorio bajo j urisdicción del Primer Cuerpo del Ejército. Dentro del diseño territorial en Zonas de Defensa, Subzonas y Áreas, “El Vesubio” se hallaba asentado en territori o asignado a la jurisdi cción de la Subzona 11, de la cual fue Jefe desde dici embre de 1975 hasta diciembre del año siguiente, el fal lecido General de Brigada Adolfo Sigwald, habi endo asumi do l uego el también falleci do General J uan Bauti sta Sasiaiñ, entonces a cargo de l a Brigada de Infantería Mecanizada X, con asiento en Pal ermo, Capital Federal. El Jefe del Área 114 donde estaba ubicada la citada localidad, era el Jef e del Grupo Artillería Mecanizada 1, habiendo revi stado como tal desde octubre de 1974 hasta el 26 de noviembre de 1976, el Coronel Hugo Idebrando Pascarelli ; y sucesi vamente, hasta enero de 1979, el fallecido Coronel Antonino Fi schera. Tal como fue acredi tado en el transcurso de la presente causa, a princi pios de 1977 el Comando de Brigada Déci ma de Infantería, a cargo del nombrado Sasiai ñ, se adelantó al sector más comprometi do de la zona mediante un puesto de Comando Táctico -la Central de Reunión de Informaci ón (CRI)-, la cual pasó a funcionar en dependencias del Regimi ento n ro. 3 de La Tablada., y específicamente en lo que era el hospital de este Regi miento. Este Comando Táctico se organizó baj o la conducción del Subcomandante o Segundo Comandante de la Brigada, lo que no implicó en forma alguna la desvinculación del Comandante de la misma, sino que por el contrario, éste reservó f unciones de supervisi ón. El personal que operó en el Comando, pertenecía a las Division es 2 y 3 de la Bri gada que diri gía Sasiaiñ, correspondiendo la División 2 a “Inteligencia” y la 3 a “Operaciones”. “El Vesubio” funci onó en el período compren dido entre abril de 1976 y septi embre de 1978, y ante la inminente visita al país de la Comisi ón Interamericana de Derechos Humanos, q ue se concretó el año siguiente, el centro fue demoli do por personal del Ejérci to, encontrándose actualmente en el lugar escombros y rastros que refl ejan la otrora existencia del centro de detención (conf. inspección ocular ll evada a cabo por este Tribunal en fecha 1/7/05). Es que en la actuali dad existe certeza en cuanto a que “…en septiembre de 1978 [nótese l a coincidencia en las fechas] Videl a acordó con el vicepresidente de EE.UU., Walter Mondale, durante una entrevi sta en Roma, la 150 Poder Judicial de la Nación visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dependiente de la OEA […] Para lo cual el régimen desmanteló muchos de los centros clandestinos de detención que seguían operando…” (cfr. Novaro, ob. cit., p. 104). En el período en que tuvo existencia este centro de detención y tortura, quien se desempeñó como Segundo Comandante de la Brigada Décima de Infantería, y en consecuenci a como conductor del Comando Táctico o CRI, ha sido el General de Brigada Héctor Humberto Gamen, quien ocupó tal desti no entre diciembre de 1975 y dici embre de 1977 (confr. Legajo Personal del General Bri gada Gamen, Héctor H.), qui en se encuentra cautelado mediante el procesamiento de fecha 23 de mayo de 2006, el cual ha sido confirmado por la Excma. Cámara Federal . La investigaci ón ha revelado que este Comando tenía por función: reuni r, estudiar y clasificar l os datos que se obtenían en “El Vesubio”. Al respecto, vale tener en cuen ta la declaraci ón prestada por José Alberto Hirschfeldt a fs. 63/5 del sumario mili tar nro. 29, en la cual el nombrado manifestó que la CRI ten ía por función el estudio, evaluación e integraci ón de la informaci ón que se obtenía mediante el interrogatori o de los detenidos. Otros elementos, tal es como las variadas declaraci ones vertidas ante la CONADEP por el hoy próf ugo Norberto Cendón, revelan que dicha Central de Reunión de Información, previo a funcionar en el Regimiento de Infantería de La Tablada, habría tenido asiento en el mismo centro de detención y tortura. Al respecto, es valioso el aporte del nombrado Cendón, qui en en su declaraci ón de fs. 2/7 del legajo agregado a la causa nro. 494, refi rió que el centro llamado “Ponderosa”, pasó a ser llamado “Vesubio” cuando comenzó a f uncionar en el l ugar la Cen tral de Reunión de Informaci ón CRI-A principios de 1976. Asimismo, el Regimi ento nro. 3 de La Tablada estaba entonces a cargo del fallecido Teniente Coronel Federico A. Minicucci, pasando a desempeñarse en tal cargo en dici embre de 1977 el entonces Teniente Coronel Faustino José Svencionis (conf. fs. 16.842 y legaj o personal de Svencionis). El predi o en el cual se hallaba asentado “El Vesubio” pertenecía al Servicio Penitenciario Federal (conf. actuaciones que dan cuenta de que le fueron cedidas en el año 1962 por Decreto 5595 P.E., fs. 32 de Incidente de prohibición de i nnovar), institución que se había encol umnado debaj o del arma del ejército, conforme al cuadro general diseñado por los 151 máximos estamentos del régimen para la actuaci ón del aparato bélico clandestino represi vo. 3.4.2. Su ubicación geográfica “El Vesubio”, tal como se afi rmara previamente, se encontraba emplazado en el cruce de la Autopista Ri cchieri y Camino de Cintura, en la localidad de La Matanza, Provincia de Buenos Aires. Las personas que estuvi eron allí al ojadas han coincidido en sus testimonios en que desde tal centro se escuchaban aviones, el paso de trenes, el canto de pájaros y los rui dos propios de la existencia cercana de una ruta; también se ha logrado determinar q ue cerca del ingreso a dicho sitio se hallaba la parada del colectivo de la l ínea 86. El predio se hallaba ubicado en las Parcelas identificadas como 1306a y 1306b, y se habría extendido a l o largo de l os 2500 m 2 propios de la segunda, y en 10.000 m 2 correspondientes a la parcela 1306a, es decir, en un total de 12.500 m 2 . La construcción se encontraba a unos 200 metros de l a Autopi sta Ricchieri, y poseía uno de sus frentes sobre l a call e colectora del Camino de Cintura, precisamente entre las columnas de il uminación, que se identifican como F17-15 y F17-19 (fs. 118/9 del Incidente de prohibición de innovar acollarado). 3.4.3. Descripción del centro clandestino de detenci ón y tortura “El Vesubio” “El Vesubio”, se encontraba en un terreno arbolado, en el cual se destacaban eucal iptos. Allí se encontraban asentadas tres viviendas identificadas como Casa 1, Casa 2 y Casa 3, las cuales poseían una sola planta y una arq uitectura estilo “chalet”. Había una pileta de natación de regulares dimension es revestida de azulejos blancos. En su exterior, la casa presentaba un aspecto col onial, con arcadas, tejas rojizas y paredes blancas. La casa n ro. 1 era la llamada “Jefatura”, estaba constituida por tres dormitorios, un pasillo con un teléf ono, una sala comedor, un sótano, dos baños y una cocina. Uno de los dormitorios era utilizado en forma permanente por el Mayor Durán Sáenz, quien bajo el apodo “Delta” dirigió el centro en lo que podría llamarse “la primera etapa” y quien vivía allí de lunes a viernes. El teléf ono era utili zado por las “patotas” (personal encargado de los secuestros) para pedir “luz verde ” para reali zar l os procedimientos, es deci r se solici taba la pasividad del personal polici al con asiento en la jurisdi cción correspondiente a l os secuestros a produci rse. 152 Poder Judicial de la Nación El comedor era utili zado como lugar de reunión y de recepci ón de visitas, siendo q ue a veces estas vi sitas podían tratarse del Jefe del Primer Cuerpo, General Suárez Mason y personal a sus órdenes. El sótano como lugar de alojamiento de detenidos (dichos vertidos por Watts al realizarse la inspección ocular que obra agregada a fs. 170/1 del incidente de prohibición de innovar). El comedor era usado por los Oficiales y a él no eran llevados generalmente los prisioneros, sin embargo, excepci onalmente algunas de las víctimas han tenido la experi encia de pasar por allí. Así, se registra el caso del conocido escritor Héctor Oesterheld, qui en fue detenido, trasladado al centro clandestino “Sherat on” y luego al “Vesubio”, donde habría si do compeli do a la preparación de un texto que sería publicado en forma de historieta y que versaba sobre la gesta del Libertador General San Martín; también la secuestrada Ana María Di Salvo, que f ue obligada por el Mayor Durán Sáenz a escribir allí un informe sobre la reali dad del campo en el año 1977 el cual se titul ó “Diagnóstico Situacional” (testimonio de la nombrada a fs. 17.742/4). En esta casa también funcionó la llamada enfermería, donde se alojaba a deteni dos con problemas de sal ud o con heridas. La Casa 2 era la más cercana al camino de acceso y la primera por la que, en general, pasaban los detenidos. Tenía un comedor grande q ue poseía un hogar y piso de baldosas rojas. Conforme surge de los dichos vertidos por el testi go Jorge Watts al momento de realizar este Tribunal la inspección ocular del predi o citado (fs. 170/1 del mencionado inciden te), la casa contaba con un bañ o y una habitación pequeña que se usaba como principal sala de tortura, la cual tenía una puerta de acceso, una ven tana tapiada y las paredes forradas con telgopor blanco; dentro de este reci nto el testi go recordó la exi stencia de una cama de estructura metálica, con tablas de madera pintadas de blanco; y en l a puerta un cartel q ue rezaba “Sala de I nterrogatorios Tácticos nro. 1” y otro que decía “Detenidos en tránsito”. Había tambi én otras dos habitaci ones destinadas a tortura de detenidos, a las cuales se accedía bajando unos pequeños peldañ os. La parada del col ectivo nro. 86 se encontraba frente a esta casa. En esta casa también había otro dormitorio que poseía paredes amarillas, dos ventanas tapiadas, y un ropero con pertenencias de los guardias. La Casa 3 era el l ugar destinado al alojamiento de mayor 153 cantidad de los detenidos; a l a izqui erda se encontraba un sector donde se alojaba a los hombres, y a la derecha, otro en el cual se alojaba a las mujeres. El lugar de alojamiento de hombres se encontraba a la izquierda de la coci na y separada de ésta por una puerta de hierro con rejas. En este sector había un total de ocho “cuchas”, distribuidas en dos hileras de cuatro. Las “cuchas” eran los lugares donde l os detenidos permanecían “engrillados”, y consistían en construcci ones abiertas al f rente, separadas unas de otras por tabiques de ladrillos de una altura de 1,80 m, de 1 metro de ancho, por 1,70 m de fondo. Como se ha adelantado, los detenidos permanecían “engrillados”, ya que cada uno de tales habitácul os poseía empotrado en el suelo un gancho, al cual se fijaban las esposas con las cuales estaban amarrados los prisioneros. En cuanto a esta habitación o sector, los detenidos recordaron que ten ía techo de chapa y ello les permi tía escuchar el roce de los árboles. A la derecha de la cocina, había otras dos habitaciones, una de ellas poseía cinco “cuchas” y en ellas se alojaba a hombres y mujeres; en la otra habitación había ocho “cuchas” con piso de madera y en ellas fueron alojadas sólo mujeres. Coinciden l os testi gos en q ue en esta casa se encontraba la denominada “Sala Q” donde se alojaban a los “quebrados” -detenidos que colaboraban con l os represores-, sala que poseía un a habitación prefabricada y un baño. Según el informe presentado por El ena Alfaro (agregado en el legajo nro. 511 de Luis María Gemetro) , las “cuchas” y la “Sala Q” eran los sectores en los que los detenidos permanecían día y noche acostados, encapuchados y esposados. 3.4.4. Fuerzas que operaron En “El Vesubio” operaban distintas fuerzas de seguri dad. Más allá de la evi dente dependencia del Pri mer Cuerpo del Ejército, derivado de la divi sión terri torial diseñada para la “lucha antisubversiva”, dicha dependencia operacional se cristal izaba mediante la presencia de altos exponentes del régi men dictatori al. Entre tales figuras puede citarse al Teniente Coronel Durán Sáenz, al Teniente Coronel Héctor Humberto Gamen -que como se ha mencionado, era el Subcomandante de Subzona-, e incluso al Jefe del Primer Cuerpo del Ejército, General Carl os Guillermo Suárez Mason. 154 Poder Judicial de la Nación La presencia de Durán Sáenz ha sido recordaba por numerosos testigos, cuyas versiones habrán de describirse a lo l argo del presente resol utori o; sobre la presencia de Gamen declaró l a testi go Elena Alfaro, quien dijo haberse entrevistado con éste en “Vesubio” antes de ser liberada (cfr. declaración testimonial obrante a fs. 14.692), mi entras que la asistencia del ya fal lecido General Suárez Mason al centro de detención, fue evocada por la testigo Susana Reyes ( fs. 17.759/61). Otros de l os embajadores del plan represi vo, cuya asistencia al centro de detención ha sido rememorada por los testigos, ha sido el extinto Coronel Federico Minicucci, qui en según la citada Reyes, también concurrió al centro ( conf. misma declaración, fs. 17.759/61) . En tanto, subordinados al P rimer Cuerpo del Ejército, en “El Vesubio” se desempeñaba personal del Servicio Penitenciario Federal, entre ellos Ramón Antonio Erlán, Ayudante de Primera del Servici o Penitenciario Federal; Alberto Neuendorf, Prefecto del Servi cio Penitenciario Federal; Diego Salvador Chemes, Alcai de Mayor del Servici o Peniten ciario Federal ; Roberto Carl os Zeoliti, Ayudante de Tercera del Servici o Penitenciario Federal; José Alberto Hirschfeld, Alcaide Servicio Penitenci ario Federal y José Néstor Maidan a, Ayudante del Servicio Penitenciario Federal, -entre otros-. Tambi én los testi gos han declarado sobre la intervención de personal policial uniformado en sus secuestros. Recordemos el caso de Gabriel Eduardo Dunayevich (detenido el 29 de mayo de 1976 y luego asesinado), o el de Gabriel Oscar Marotta (detenido el 29 de abril de 1976), quienes mencionaron que fueron secuestrados por personal de policía uniformado, surgien do asimismo el relato de Horacio Ramiro Vi vas, quien mencionó que en el centro de detención de referencia, había personal del Servici o Penitenciari o y de Policía Federal. a) Las dos etapas de “El Vesubio” De los el ementos que han permi tido reconstruir la histori a de lo que fue “El Vesubio”, surge que en una pri mera etapa, quien estuvo a cargo del centro f ue el Mayor del Ejérci to Durán Sáenz alias “Delta”, y en una segunda etapa, habría si do otro oficial, hasta el momento no identificado fehacientemente, que respondía al apodo de “El Francés” q uien ejerció l a conducción del centro. Recordemos al respecto al gunos de l os relatos que señalan a “Delta” como el Jefe del centro. Ana María Di Salvo, detenida en el sitio indicado entre el 9 y el 20 de mayo de 1977, declaró ante esta sede (fs. 17.742/4) que en la Jefatura 155 conoció a “Delta”, quien le encomendó la realización de un estudio u observación psicológica que ti tul ó “Diagnóstico Situacional”. Tanto l a nombrada como su esposo Eduardo Kiernan ( fs. 17.764/7), refi rieron que “Delta” era el Jefe del centro de detención mencionado. Asimismo, concurren otros testimonios que sindican a Durán Sáenz como quien se hallaba al mando del centro, entre ell os el brindado por H ugo Pascual Luciani -detenido el 15 de j unio de 1977 y liberado en agosto del mismo año-, quien refi rió q ue “Delta” o Durán Sáenz era “el más importante” (testimonio agregado a Legajo nro. 751) ; María Susana Reyes secuestrada 16 de junio de 1977 y liberada el 16 de septiembre del mismo año- manifestó que la autoridad máxima del centro era “Delta” o Durán Sáenz (fs. 17.759/ 61); Elena Isabel Alfaro -detenida entres abril y noviembre de 1977- Al identificar a Durán Sáenz en fotografía, refiri ó que el nombrado, alias "Delta", era el Jef e de "El Vesubio" (fs. 25.497/8 y 25.661/2); y Genoveva Ares -detenida el 15 de marzo de 1977 y liberada el 25 de abril siguiente- relató que, en “El Vesubio”, quien dirigía las acciones era “Delta”, de apelli do Durán Sáenz (fs. 18.098/107). Quien habría sucedi do a Durán Sáenz en la conducción de “El Vesubio”, fue un sujeto apodado “El Francés” quien pertenecería al Ejército, y quien habría permanecido en f unciones hasta que el centro dejó de funcionar, en septiembre de 1978. Recordemos al respecto, el testimoni o de Javier Antonio Casaretto -detenido el 28 ó 29 de dici embre de 1977 y liberado el 16 de enero de 1978-, quien relató que “El Francés” era el que aparecía como el jefe del lugar (fs. 17.719/21); obrando también el brindado por Alejandra Naftal, alojada en el centro entre 9 de mayo de 1978 y el 10 de noviembre siguiente-, que a fs. 20875/6 relató: “[q]ue la autoridad máxima del centro era un militar del Ejército Argentino apodado «El Francés»”; Juan Farías -privado ilegalmente de su li bertad el 7 de mayo de 1977 y liberado el 26 de octubre siguiente-, refirió q ue entre l os represores había uno apodado “El Francés”, que era quien comandaba el campo ( declaración en Legajo 829); María Susana Reyes a fs. 17.759/61, decl aró que entre los represores se encontraba “El Francés”, a qui en algun os cautivos identifi caron como el Jefe del campo; Ricardo Daniel Wejchenberg, privado il egalmente de su libertad en el “Vesubio” desde el 21 de julio de 1977, hasta el 12 de septiembre de 1978, dijo que la persona que dirigía el centro era “El Francés ” (acta mecanografiada de l a declaración testimonial brindada por ante la Excma. Cámara del Fuero en la audiencia oral de la causa nro. 156 Poder Judicial de la Nación 13/84 y declaración testimonial brindada ante este Tribunal a fs. 18.692/4). Al momento de determinar en qué momento puede presumi rse que se produjo el cambio de autoridad en el centro de deten ción, es clave tener en cuenta en qué fecha se tiene por acreditado q ue Durán Sáenz dejó de estar en “El Vesub io”. Al respecto, en su legajo personal del Ejército, surge q ue habría sido destinado el 15 de octubre de 1976 al Coman do de Bri gada Décima de Infantería y que se había desempeñado como Auxi liar del Grupo de Artillería 2, hasta el 5 de dici embre de 1977, coincidiendo este período con el correspondien te a l os hechos q ue l e son imputados al n ombrado. Por otro lado, debemos recordar que el primer testimonio que hace referencia a “El Francés ” es el de Javier Casaretto (fs. 17.719/21), alojado en el centro citado a parti r de diciembre de 1977; y que también Osvaldo Stein, detenido el 16 de agosto de 1978; y Roberto Luis Gualdi , detenido ilegalmente el 18 de agosto de 1978, mencionaron que quien oficiaba de Jefe del centro clandestino era “El Francés” (cf r. fs. 1/3 del Legajo 1121 -Stein- y fs. 18913/4 -Gualdi- ). La testigo Cecilia Laura Ayerdi, detenida el 28 de septiembre de 1978, mencionó entre los represores a “El Francés ”, q uien según dijo, intervino en su detención y era el Jefe del centro. De acuerdo a tales elementos se concluyó que el ci tado “Francés” fue quien sucedi ó a Durán Sáenz en la conducción del campo y que el mismo estuvo en ejercicio de tal mando hasta que “El Vesubio” fue dejado de usar como centro de detención y tortura. b) Quienes act uaban como represores uti lizaban apodos La utilización de apodos en los centros clandestinos f ue un método más, entre aquellos ori entados a ocul tar en el an onimato a los autores de l os atroces delitos llevados a cabo. Esta modalidad, no estuvo acotada a un grupo determinado entre los operadores del plan criminal , sino que como pauta de orden general del propio régimen, fue instrumentada en todos los centros de detención y extendi da tanto a los altos mandos, como a los eslabones más bajos y sustitui bles del aparato de poder en estudio. Como h ubieron de suponerlo, el encubrimiento del nombre verdadero claramente representó un obstáculo –a veces ci rcunstancial y en ocasiones, y hasta ahora, insalvabl e- para la indivi duali zación de los autores de tales delitos. Recordemos, por ejemplo, que como surge de diversos elementos colectados a lo largo de la in vestigaci ón, el propi o Comandante 157 del Primer Cuerpo del Ejército, Carl os Guillermo Suárez Mason, se apodaba “Pajarito”; que entre los implicados en autos surgen los apodos de “Delta” asignado al Coronel Durán Sáenz; “Beta” como el asignado a Gamen; “Pancho” o “Don Pancho” como el asignado a Ramón Antonio Erlán; “Pájaro” o también “Pajarito” correspondiente a Ricardo Néstor Martínez; a la vez que el fall eci do Víctor Hugo Saccone se habría apodado “El Polaco”; Alberto Neuendorf: “El Alemán”; Diego Sal vador Chemes:“El Polaco”; Roberto Carlos Zeol iti había utili zado l os apodos “Sapo” o “Saporiti”; José Alberto Hirschfel dt, se apodaba “Foco”; y Néstor Norberto Cendón, se apodaba “Castro”. Vale también considerar q ue otros de los represores se apodaban “Zorro”, “Olav”, “El Tío”, “Batata”, “Fresco”, “El Vasco”, “El Abuelo”, “El Correntino”, “El entrerriano”, “El misionero”, “Oso”, “Épsilon”, “Kolynos”, “Coquito”, “Beto”, “Moro”, “El Granjero”, “Toquete”, “Kawasaki”, “Philips”, “El Loco”, “Bigote”, “Salas”, “Toledo”, “Largo”. c) Víctimas. Secuest ros por grupos Otra de las expresiones del pl an sistemático de represi ón ilegal, la encontramos al tener en cuen ta el criteri o de sel ección que se utilizó para el secuestro de l as personas. En lo que atañe pun tualmente al centro de detención y tortura que se describe, se advierte que muchas de las personas que han sido secuestradas en fechas cercanas e incl uso, consecutivas, n o casualmente tenían en común un mismo lugar de trabajo o la asi sten cia –actual o anterior-, por ejempl o, a un mismo establ ecimiento educativo secundario. Tales hechos, evidencian la modalidad organizativa en que eran sistemati zados los secuestros, l os que, lej os de llevarse a cabo en forma espontánea e intempestiva, eran producto de un di seño criminal preexistente, en la cual los detenidos eran las piezas del rompecabezas que se pretendía armar. -El caso de las enfermeras. María Luisa Martínez de González y Generosa Fratassi prestaban servici os como enfermeras en el Hospital Quilmes, de la localidad homónima. Ambas f ueron detenidas ilegal mente y llevadas a “El Vesubio”. La primera fue detenida la n oche el 7 de abril de 1977, y la segunda, una semana después. Como se habrá de volcar al explicar el caso de detenci ón de Martínez de González, la nombrada trabajaba en el Hospital Quilmes como enfermera, una de las pacientes del nosocomi o fue Silvi a Mabel Isabella Valenzi, quien dio a luz una criatura y quien se encontraba en ese momento 158 Poder Judicial de la Nación en calidad de “desapareci da” por encon trarse detenida en la Brigada de Quilmes. La enfermera luego del parto, mediante una nota anónima, hizo saber a l os familiares de la nombrada el nacimiento de la criatura. A raíz de ello fue secuestrada y ll evada a “El Vesubio”. Generosa Frattasi también fue enfermera del mencionado hospital, precisamente desarrollaba sus funciones en la Maternidad de dicho nosocomio. J unto a Martínez de González comunicó a los familiares de Silvia Mabel Isabella Valenzi , el nacimiento de la hija de ésta. La consecuencia f ue su detención y su tortura, ya que una semana más tarde a la detención de Martínez de González, cuando se hallaba desarroll ando sus tareas en el Hospital , un grupo de person as procedió a su secuestro. Como se advierte, ambos secuestros han tenido idéntica motivaci ón, y demuestra hasta qué punto el aparato de poder que comandaba las operaciones en éste y otros centros clandestinos no reparaba en medi os para cumplir con un objetivo primordial impuesto por la cúspi de de dicho aparato organizado, como era el objetivo de mantener el secreto de la represión ilegal a toda costa. Es este factor el único q ue explica en estos dos casos, el criteri o de selección del personal represor, demostrando q ue en pos de cumpli r este cometido, podía extenderse indiscriminadamente a cualqui er person a que pudiera ponerlo en peligro, aunque más no sea simpl emente por tomar una decisión moral irreprochable y alejada de toda cuestión i deológica, frente un caso concreto con el cual las vícti mas se relacionaron a parti r de su trabaj o cotidiano en el hospital. -El caso de l os jóvenes vinculados con la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Otro de los reflejos de la organizaci ón del plan crimin al orquestado por las Fuerzas Armadas, fue el secuestro en seri e de alumnos de los Colegios Carlos Pellegrini y Nacional Buenos Aires, así como también dos víctimas más, una del Colegio Domingo F. Sarmi ento y la otra del Normal 4, todos ellos establecimientos educativos de nivel medio o secundario de esta ci udad. Debe recordarse aquí lo manifestado por la sobrevivi ente Alejandra Naftal , a quien le consta que el denominador común de todos estos jóvenes, más al lá de la insti tuci ón educati va a la q ue pertenecían, era su vinculación pasada o contemporánea a los sucesos en estudi o, con la agrupaci ón estudiantil conocida como Unión de Estudiantes Secundarios (UES). En cuanto al Col egi o Pellegrini, el primer caso que se registra 159 es el de Laura Isabel Feldman, q uien fue detenida el 18 de febrero de 1978. Dos meses más tarde, f ueron detenidos Juan Carl os Marti ré y Maurici o Fabián Weinstein, al umnos también del citado Colegio, y eran compañeros de Alejandra Naftal, detenida y llevada al “Vesubio” el 9 de mayo siguiente; Cl audio Niro, detenido el mismo día que Naf tal cuando se dirigía hacia la casa de la nombrada, también era del Colegi o Carl os Pellegrini. Los hermanos Marcelo y Horacio Ol allá de Labra, ex al umnos del mismo establ eci miento educativo, f ueron detenidos el 9 de mayo; el mismo día en q ue se detuvo a Samuel Leonardo Zai dman, tambi én egresado del citado Colegi o, que había cursado allí hasta el año 1975. El 9 de mayo de 1978, fue detenida y aloj ada en el centro ci tado Mirta Diez; la nombrada fue secuestrada en el mismo vehículo al cual habían subi do a su compañero de Colegio Alfredo Luis Chávez; a l a vez que en la misma redada f ue deteni do Guillermo Dascal, también del Pellegrini. También alumnos del Col egio Naci onal Buenos Aires f ueron detenidos y manteni dos en cauti veri o en el “Vesubio”. En efecto, Federico J ulio Martul f ue privado ilegalmente de su libertad el 23 de j unio de 1976, habien do sido hallado su cadáver el 3 de julio del mismo año en la vía pública; i gual destino sufrió Gabriel Eduardo Dunayevich, q uien f ue detenido el 29 de mayo de 1976. Los dos nombrados pertenecían al Colegio Nacional Buenos Aires, y Dunayevich era a su vez compañero de estudi os de Mirta Lovazzano, quien permanece desaparecida y quien f ue detenida el 29 de mayo citado. Claudi o Alberto Lutman también perten ecía a la citada Casa de estudios, f ue privado de su libertad el 26 de septiembre de 1978 y permanece desaparecido. Por últi mo, Cecilia Ayerdi, detenida dos días después, era compañera de Colegi o del n ombrado Lutman. En síntesi s, se cuenta con los siguientes datos: Fecha de Apellido y Nombre Colegio Condición detención 29-May-76 Dunayevich, Gabriel Nacional Bs. Aires Asesinado 29-May-76 Lovazzano, Mi rta Nacional Bs. Aires Desaparecida 23-Jun-76 Martul, Federico J uli o Nacional Bs. Aires Asesinado 26-Sep-78 Lutman, Claudi o Nacional Bs. Aires Desaparecido 160 Poder Judicial de la Nación 28-Sep-78 Ayerdi, Cecilia Laura Nacional Bs. Aires Liberada 18-Feb-78 Feldman, Laura Isabel Carlos Pellegrini Desaparecida 18-Abr-78 Marti ré, J uan Carlos Carlos Pellegrini Desaparecido 18-Abr-78 Weinstein, Maurici o F. Carlos Pellegrini Desaparecido 9-May-78 Olallá de Labrá, Marcelo Carlos Pellegrini Liberado 9-May-78 Olallá de Labrá, Horacio Carlos Pellegrini Liberado 9-May-78 Niro, Claudi o Orlan do Carlos Pellegrini Liberado 9-May-78 Naftal, Alejandra Carlos Pellegrini Liberada 9-May-78 Chávez, Alfredo Lui s Carlos Pellegrini Liberado 9-May-78 Zaidman, Samuel L. Carlos Pellegrini Liberado 10-May-78 Diez, Mi rta Carlos Pellegrini Desaparecida 11-May-78 Dascal, Guill ermo H. Carlos Pellegrini Liberado 19-Abr-78 Juárez Cel man, Gabriela Normal nro. 4 Desaparecida 9-May-78 Scarfia, Osvaldo Alberto D. F. Sarmiento Liberado Es de público y notorio que han sido muchos más los jóven es estudiantes de los Colegi os Naci onal Buenos Aires y Carlos Pellegrini, víctimas del terrorismo de Estado, que f ueron secuestrados en esta misma época, la mayoría de los cuales permanecen desaparecidos hasta la fecha. Es del caso aclarar entonces, que la lista precedente sól o refleja aquellos casos que h an sido detectados hasta el momento, en el sentido de que se ha comprobado su permanencia en cautiveri o en el centro clandestino “Vesubio”. Aclarado ello, cabe ahora poner en perspectiva la pol íti ca institucional que el terrorismo de Estado se propuso con estas y muchas otras detenciones en el ámbito educativo desatadas en la segunda fase de la represi ón, que en verdad fue sólo un aspecto de una estrategia mucho más abarcati va, consustanciada con aquell os fines mesiánicos, ya desarroll ados, que el régimen se había autoimpuesto como objetivo fun damental de su gestión en el poder. Al respecto, Novaro ha explicado reci entemente, que en la visión de los deten tadores del aparato de poder, era desde el ámbito educativo que “…el virus subversi vo se difundía y penetraba en las mentes de los jóvenes argentinos, captando nuevos cuadros e influyendo en la formación de las elites futuras, [y por ell o] debía ser erradicado a sangre y fuego. Con este objeto, el comando del Ejército lanzó en 1977 la «Operación Claridad»: más de 8.000 docentes de escuelas primarias, secundarias y universitarias fueron 161 cesanteados e inhabil itados, muchos de ellos, junto a cientos de estudiantes, engrosaron las listas de desaparecidos (son estudiantes el 21 % de los casos registrados por la CONADEP, y docentes el 6 %)...” (ob. cit., pág. 76, resaltado agregado). Cabe señalar que, ef ectivamente, la citada “Operación Claridad” fue encabezada por el -en aq uel entonces- Jefe del Estado Mayor del Ejército, Roberto Viola, segundo en jerarquía dentro del Ejército, inmediatamente por debajo del aquí imputado en calidad de Comandante en Jefe de la citada arma, y tuvo como objetivos declarados, además de la separación y persecución de docentes y estudiantes ideológicamente heterogéneos a la doctrina que se pretendía imponer a toda costa, el “…detectar y secuestrar bibliografía marxista e identificar a los docentes que aconsejaban libros subversivos…”, alcan zando hasta las obras literarias infantiles tales como El Principito de Saint Exupery (cito al respecto el trabajo de la P rofesora de Literatura Hispanoamericana de la U.N. de Tucumán e investigadora del CONICET Rossana Nofal, Los domicilios de la memoria infantil argentina: un aporte a la discusión, publ . en Rev. Espécul o, Nº 23). Como sostiene J udith Gociol, la mi rada en perspectiva de esta faceta del terrorismo de Estado cristalizada en los objetivos -declarados y ocultos- de la “Operación Claridad” nos permite afirmar que ésta no sólo conformó un pl an si stemático de desaparición de personas, si no también de bibliografía (ver “La dictadura militar y la persecución a los libros. Una página de oscuridad”, en Rev. Puentes , Bs. As., 2001, pp. 48-51). En coordinaci ón con el aparato represivo aquí estudi ado, y según nos refiere el Profesor de la UBA y Doctor en Educación Pablo Pineau, el Ministeri o de Educación, según resoluci ón Nº 538 del 27 de octubre de 1977 (esto es, el año en que se lanzó, según Novaro, la “Operación Claridad”), firmada por el titular de la cartera J uan José Catalán, ordenó la distribuci ón en todos los establ ecimientos educativos del país, de un libelo de aproxi madamente ochenta páginas den ominado “Subversión en el ámbito educativo. Conozcamos a nuestro enemigo”, para ser dif undido entre personal docente y administrativo, bajo responsabili dad de los directores y supervisores; y que fue reeditado al año siguiente. El texto consta de cuatro apartados. El segundo se denomi nó “Organizaciones subversivas que operan en el ámbito educativo”, y el tercero, “Estrategia global del oponente”. Uno de sus anexos está intitulado “Accionar del oponente en los niveles preescolares, primario, medio y superior”. Por supuesto, el texto en su conjunto hace una detallada exposición sobre la forma en que la subversión 162 Poder Judicial de la Nación actúa dentro de todo el sistema educati vo (cfr. Pineau, Pabl o: “Impactos de un asueto educacional . Las políticas educati vas de la dicatdura (1976-1983)”, en El principio del fin. Políticas y memorias de la educación en la última dictadura militar, Ed. Colih ue, Buenos Aires, 2006, pp. 65-66). Textual mente, su f unción era “…lograr q ue los docentes conozcan mejor a los enemigos de la Nación y […] que las generaciones venideras puedan decir de los educadores de hoy que cumplieron con s u deber”, al tiempo que procuraba “…erradi car la subversión del ámbito educativo…”, convocando a los docentes a constitui rse en “custodios de nuestra soberanía ideológica” (ídem, p. 66), l o q ue si gnificaba entre otras respuestas esperables, la delación de aq uellos colegas y al umn os sospech osos de encajar en el estereoti po reclamado, para ser entregados al poder desaparecedor. Así, con esta penetración capilar del terror de Estado no sól o a través de la actuación sin límites ni control de agencias militares, polici ales y de inteligencia que actuaban en el aparato clandestin o ilegal, sino también valiéndose al mismo tiempo de la burocracia estatal que servía de fachada de legalidad a aquél, en especial, de los control adores de las instituciones educativas públicas, la suerte de much os estudiantes secundarios, la mayoría de ell os de entre quince y di ecisiete años, estaba echada. Es que de la man o de esta estrategia coordinada que combi nó una feroz represión, con la delación y el espionaje sistemático desatado en establecimi entos educativos, tales instituciones, en vez de resistir al poder autoritario y proteger la vida de sus jóvenes asistentes, en no pocos casos se convirtieron en verdaderas trampas mortales, como lo fueron sin dudas, los colegios Buenos Aires y Pell egrini, entre otros. Como en tantos otros epi sodi os del más cruel terrorismo de Estado, causa conmoción imaginar el enorme poder de este Leviatán desatado, frente a estos adolescentes inermes y sin escapatori a alguna. -Los militantes de la agrupación “Vanguardia comunista”. Es particularmente llamativa la canti dad de detenidos que estuvi eron en el centro de detención “Vesubio” y que pertenecían a la agrupaci ón “Vanguardia comunista”. Se trataba de una agrupación pol ítica que proven ía del Partido Socialista Auténtico y de su posteri or división como Partido Socialista Auténtico Argentino de Vanguardia. Nótese que los casi sesenta casos verificados en la resol ución de méri to oportunamente dictada y ya referida, no constituyen la totalidad 163 de los miembros de esta agrupación que pasaron por “Vesubio” sino sól o los que, por el momento, han si do comprobados fehacien temente, y sin dudas hubo más casos, tanto de desaparecidos como de liberados. Sin perjuici o de ell o, del listado surge claramente que en un período muy breve, de apenas dos meses, la cadena de secuestros funci onó con una eficiencia en la que se combinaban las tareas de “logística” e “inteligencia” con la eliminación de todo obstáculo l egal para la optimi zación de la represión ilegal, con l os resul tados aquí comprobados. Es más, la numeración correlati va de l os casos conforme el orden cronológico de las capturas, indica a las claras que la maquinaria represiva no sólo f uncionó en este período sin intermitencias ni pausas, sino además sin distracciones ni otros objetivos alternativos, más allá de l a consigna que, a través del aparato de poder que comenzaba en Videla y estaba integrado otrora por el falleci do Suárez Mason, Gamen, Pascarelli y Durán Sáenz, se le i mpuso en ese momento: el aniquilamiento del colectivo político q ue en ese entonces era conoci do como “Vanguardia Comunista”. Dicho de otro modo, estos casos caracterizan cl aramente la organizaci ón del plan represivo llevado a cabo por sus operadores, q uienes como se advierte, han encaminado di cho plan a la “eli minación” o desintegración de la agrupaci ón mencion ada. Y más ampli amente, muestra a las claras que en el aparato de poder del cual parti ciparon previo a estos hechos Vi dela, Suárez Mason, Gamen, Pascarelli y Durán Sáenz, l a gran mayoría de los secuestros de los grupos de tareas q ue operaban desde “el Vesubio” no eran al azar ni dependían de los muchos perpetradores de propia mano, si no que existían estrategias planificadas en los máximos niveles, de persecuci ón sistemática de grupos o agrupaciones que se consideraban enemigas, estrategias que, a través de órdenes de mando, fluían a través de las di versas jerarq uías del aparato de poder, q ue ali mentaban el trabajo de “inteli genci a” y pon ían en marcha el aceitado mecanismo que comenzaba con las patot as o grupos de tareas, y daba paso luego a l os torturadores y guardi as, algunos de l os cuales revi sten en esta causa la calidad de imputados procesados. 3.4.5. El desti no de l as víctimas Las personas q ue estuvieron cl andestin amente detenidas en algún momento en “El Vesubio” no han tenido un mismo desti no. Tres f ueron los caminos delineados desde la cúspide de la pirámi de jerárquica, para deci dir l a suerte de l as víctimas all í alojadas. En efecto, hay qui enes fueron asesin ados, qui enes fueron 164 Poder Judicial de la Nación liberados del centro -ya sea en forma directa o l uego de permanecer un tiempo detenidos legalmente en otras dependencias oficiales- y finalmente, quienes permanecen desapareci dos. -Víctimas cuyos homicidios fueron probados Bajo personas que esta luego pri mera de categoría permanecer podemos cierto agrupar tiempo a aq uel las cl andestinamente detenidas en “El Vesubio”, fueron halladas muertas, o que sin haber sido constatada su muerte mediante el hallazgo del cuerpo, ésta se ha de tener por probada, merced a l os coincidentes y sólidas versi ones de los testigos directos, q ue dan por probado tal destin o. En algunos de estos casos, las f uerzas militares intentaron hacer aparecer, por diversos medi os, estas muertes como produci das en enfrentamientos armados a los que se pretendía asi gnar, según las particularidades de cada caso, diversos visos de pretendida l egalidad. Un primer y paradigmático ejemplo de tal modalidad, se encuentra consti tui do por los dieciséis cuerpos dejados por una cami oneta del Ejérci to, en la madrugada del 26 de mayo de 1977 en la entrada del Cementerio de Monte Grande. Ese mismo día el Comando de Zona I del Ejército dio a conocer un comunicado ofici al donde se explicaba que, a raíz de un enfrentamiento armado ocurrido el 24 del mi smo mes y año en Monte Grande, las Fuerzas de Seguridad habían abatido a 16 sedi ciosos, especificando el nombre de algunos de ellos. Las investi gaciones efectuadas en razón de dicho suceso, permitieron acreditar la falsedad de ese “enfrentamiento”. Efectivamente, y citando solamente a fines ilustrativos el caso de una de aq uellas víctimas, Luis María Gemetro, cuyo n ombre aparece mencionado en el comunicado del Comando de Zona I; se ha logrado establecer q ue el nombrado f ue pri vado de su libertad el día 11 de febrero de 1977, aproximadamente a las 17:00 hs., en su l ugar de trabajo, la veterinaria “Cruz del Sur” ubicada en la intersecci ón de las calles Conde y Republiquetas de la Capital Federal . A través del testimonio de Elena Alfaro, se pudo comprobar que Gemetro estuvo detenido en el centro clandestino objeto de la presente pesquisa. Asimismo, quedó establ ecido que el cadáver del nombrado presentaba si gnos in equívocos de haber sido torturado y q ue había en su cuerpo orifici os de bala. Su nombre aparece mencionado entre l as personas q ue f ueron “trasladadas” del cen tro cl andestino “El Vesubio” el día 23 de mayo de 1977. 165 Igual destino tuvi eron -conforme se en cuentra probado en el legajo nro. 363- Lui s Alberto Fabbri, Catalina Juliana Oviedo de Ci uffo, Daniel Jesús Ci uffo, Luis Eduardo de Cristófaro, María Cristina Bernat, Julián Bernat, Claudio Gimbini, Elizabeth Kasserman, Rodolfo Goldín, Mario Sagroy, Esteban Adrián o Adriani, Manuel Aratmiw o Arasymiw, quienes l uego de ser privados ilegal mente de su libertad, mantenidos en cautiverio en “El Vesubio” -lugar en q ue f ueron sometidos a tormentosfueron asesinados y sus cuerpos abandon ados en la entrada del Cementerio de Monte Grande. En este sentido, se cuenta con vari os testimonios que refieren que algunos de l os nombrados estuvi eron ilegal mente pri vados de su libertad en el citado centro clandestino, lugar del que f ueron “trasladados” el día 23 de mayo de 1977. Sus nombres aparecieron mencionados en las crónicas peri odísticas de la época y que reprodujeron el comunicado dado a conocer por el Cuerpo de Ejército I y q ue hacía referencia a un supuesto enfrentamiento con “extremistas”. Otro caso de si milares característi cas que merece ser mencionado es el q ue tuvo como vícti mas a Gabriel Eduardo Dunayevich (de 18 años de edad) y Federico J ulio Martul (de 17 años) ; se encuentra acredi tado en la causa el paso de los nombrados por el centro clandestino de detención detenidos y y tortura conocido como “El trasladados a dicho l ugar, Ambos fueron Vesubio”. donde f ueron sometidos a tormentos. Gabriel Eduardo Dunayevich fue detenido en la vía pública por personal uniformado compañera de de estudi os la Policía -Mirta Federal Argentina, Lovazzano- que junto aún a una permanece desapareci da, el día 29 de mayo de 1976. Casi un mes más tarde, el 23 de junio, fue privado de su libertad otro de sus compañeros de colegi o, Federico J ulio Martul. En “El Vesubio”, compartieron cautiveri o, entre otras person as, con Horacio Vivas, Alicia Elena Carriq uiriborde y Graciela Dellatorre. La úl tima de las nombradas, recordó q ue a ambos jóvenes se los llevaron del centro al rededor del mes de juli o de 1978. Sus cuerpos fueron hallados el 3 de j ulio de 1976 en la vía pública en Del Vi so y posteri ormente fueron reconoci dos por sus familiares. Presentaban signos evidentes de haber sido torturados previo a su muerte, y diversos impactos de bal a en distintas partes del cuerpo. Junto a ellos, se encontró 166 el cadáver de Leticia Mabel Poder Judicial de la Nación Akselman, aunque n o se ha podido establecer el paso de la nombrada por ese centro clandesti no de detenci ón. Este episodi o se con oce como “El Triple Homicidio de Del Viso”. Un caso especi almente significativo es el que tuvo como víctima a Luis Pérez, quien f ue secuestrado el 1° de agosto de 1978 cuando salía de su lugar de trabajo, el Banco de Toki o, e inmedi atamente llevado a “El Vesubio”. Los testimonios brindados por aq uellas personas q ue compartieron cautiverio con él, permiten vislumbrar la particular crueldad con que f ue tratado en dicho l ugar. -Aquellos que recuperaron su libertad Diversas fueron las modalidades por las que optaron las fuerzas militares para propiciar la salida con vida del centro clandestino “El Vesubio” de al gunas de las personas allí al ojadas. La primera de ellas y la que más pronto términ o daba a los padecimi entos suf ri dos, era la liberaci ón de las vícti mas; las cual es podían ser dejadas en la vía pública, en ocasiones cerca de su domicilio o el de algún familiar, tal es los casos de Emilio Guagnini, Ana María Di Salvo y Eduardo Jorge Kiern an, entre otros. En algunos casos, la liberación iba precedida de un di scurso a cargo del Jefe del centro cl andestino mediante el cual se intentaba justificar el accionar de las f uerzas armadas y hacer reflexionar a las víctimas sobre la conducta que debían adoptar con posteriori dad a la li beraci ón. A modo de ejempl o, podemos citar el testimonio de Pablo Martínez Sameck quien, en relación a las circunstancias de su liberación, explicó que: “[a]l anochecer del día siguiente, recibimos una especie de discurso aleccionador del responsable político del centro de detención al que llamaban «Francés» o «Teco» - los guardias lo llamaban Teco, mientras que los miembros de la patota lo llamaban Francés-; todo el discurso giró en torno a la forma en que nos teníamos que comportar una vez li berados e ideológica en cuanto al rol que le había tocado jugar a las Fuerzas Armadas, una especie de justificación de las acciones que despl egaban, finalmente nos dice q ue nos iban a l iberar, que nos iban a seguir observando y que no había una segunda oportunidad, es decir que si éramos nuevamente detenidos nos iban a matar. A las 12:00 de la noche del día siguiente a la detención somos liberados (mi mujer, la chica que estaba embarazada y yo), nos dejaron en el Partido de La Matanza, a unas dos cuadras de la General Paz; nos trasladaron en la parte trasera de una camioneta; nos hacen bajar y nos dicen que contemos hasta 60 ó 100 y que mientras tanto no teníamos que movernos...”. 167 El caso de El ena Alfaro presenta una singulari dad más, aún después de su liberación -el 3 de noviembre de 1977- f ue vi gi lada hasta q ue en 1982 se exilió en Francia. El segundo camino era la l egalización de los, hasta ese momento, detenidos-desaparecidos. Así, muchos de los sobrevivientes relataron que, previ o a su liberaci ón definitiva, desde el centro clandestin o fueron conduci dos a diferentes dependencias públicas, donde permanecieron detenidos a l a espera de ser juzgados por un Consej o de Guerra. La transición de l a condición de detenido-desaparecido a la de detenido-legalizado guardaba habitualmente ciertas características comunes. Luego de un tiempo variable de permanencia en “El Vesubio”, eran dejados amordazados, atados y encapuchados y con una confesión escrita de su vinculación a acti vi dades terroristas, en las cercanías de algún Regimiento Militar donde eran casualmente encontrados por algún miembro del mi smo. La mencionada confesión era utilizada para fundar la iniciaci ón del proceso ante el Consejo de Guerra. Las unidades mili tares el egidas a estos efectos fueron: el Regimi ento de Infantería 7 de La Plata, el Regimiento de Infantería 6 de Mercedes y el Batall ón Logístico 10 de Villa Martelli. La últi ma vía que transitaron las vícti mas hacia su libertad, fue la legalización merced a l a puesta a disposición del P oder Ejecutivo Nacional (P.E.N.) . Este camino, muchas veces sinuoso, incl uía una etapa previ a que consistía en la detención en alguna dependencia policial aledaña adonde se encontraba emplazado el centro clandestino de detención, aunque no necesari amente cercano. Entre las dependencias policiales utilizadas a dichos efectos, podemos mencionar a la Comisaría de Monte Grande. Luego y una vez que se encontraban a disposición del P.E.N. eran trasladados a diferentes unidades carcelarias, hasta q ue finalmente, y en algunos casos mucho tiempo después, recuperaban su libertad. -Los desaparecidos Por último, una cantidad i mportante de aquellas personas cuya permanencia en el centro clandestino de detención y tortura conocido como “El Vesubio” ha podido ser acreditada en la presente pesquisa, integran, aún hoy, la categoría de detenidos-desaparecidos. Como f uera asentado precedentemente, la metodología de l a desaparici ón fue un o más de los mecanismos el egidos por las Fuerzas Armadas para propiciar la impuni dad 168 de los crímenes cometidos. Poder Judicial de la Nación Asimismo y como muy cl aramente explicara el informe de la Comisi ón Nacional sobre la Desaparición de Personas, “…fue otra de las formas de paralizar el reclamo público, de asegurarse por un tiempo el silencio de los familiares. Precisamente, alentando en ellos la esperanza de que su ser querido estaba con vida, manteniéndolo en la imprecisa calidad de persona desaparecida, se creó una ambigüedad que obligó al aislamiento del familiar, a no hacer nada que pudiera irritar al Gobierno, atemorizado por la sola idea que fuera su propia conducta el factor determinante de que su hijo, su padre o su hermano pasara a revistar en la lista de personas muertas.” (Nunca más, Informe de la Comi sión Nacional sobre la Desaparición de Personas –CONADEP-, Eudeba, Bs. As., 1984, p. 26) . 3.4.6. Actividad jurisdiccional cumpli da con relación al CCDT “El Vesubio” a) Causa nro. 1800 “Armando Benet-Titular de la Fiscalía Deptal. n° 2 s/denuncia” del Juzgado en lo Penal n° 7 de Morón, Provincia de Buenos Aires Cronología de la causa La citada causa se i nició con una denuncia efectuada por el Agente Fiscal Armando Benet el 12 de diciembre de 1983. En el escrito obrante a fs. 1 y vta. explicó q ue recibi ó una comunicación del Sr. Ministro de Gobierno de la Provincia de Buen os Aires solicitando que realice una denuncia penal por la posible existen cia de un centro clandestino de detención y tortura en Autopista Ricchieri y Camino de Cintura, conforme a versiones periodísticas. En el mismo escrito solici tó medi das de pruebas, como ser la inspecci ón ocular del lugar y tomar declaraciones testi moniales a los sobrevivientes. Avanzada la investigación, a fs. 808/ 19 obra copia de l a resol ución adoptada por el titular del J uzgado el 24 de abril de 1984 en el incidente formado ante el pedido de inhibitoria efectuado por el General de Divisi ón Tomás Armando Sánchez de Bustamante. El Dr. Rui z Paz resolvió rechazar el pedido inhibitorio planteado por el General a cargo de la presidencia del Consejo Supremo de l as Fuerzas Armadas y declarar la inconstitucionali dad de los artículos 108 inc. 2 y 109 de la l ey 14.029 y el artícul o 10 de la ley 23.049. Luego, el 14 de juni o de 1984 se remitió la causa “ad effectum videndi” a la Excma. Corte Suprema de J usticia de la Nación , que la había solicitado previ amen te por haberse planteado una cuestión de competencia (fs. 944/5). 169 El 30 de abril de 1984, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas solicitó l a intervención de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ante el rechazo del pedido de inhibitoria f ormulado (fs. 15/16 del incidente de competencia). El Procurador General de la Naci ón, Dr. Juan Octavio Gaun a, entendió el 11 de julio de 1984 que l a cuestión de competencia debía resolverse en favor de la justicia castrense. Finalmente, el 25 de septi embre de 1986 (fs. 92/8 de la mencionada incidencia) la Corte Suprema de Justicia de la Nación entendió que en vi rtud de la vía previ sta en el art. 10 de la ley 23.049 debía entender en la causa la Cámara Nacional de Apelaciones en l o Criminal y Correccional Federal de la Capi tal Federal. El 9 de diciembre de 1985 volvió la causa al juzgado por el plazo de cinco días, por lo q ue se agregaron las actuaciones reservadas. Finalmente a fs. 1662 obra un auto de fecha 21 de noviembre de 1986 por el que se establ ece q ue el expediente se acumuló a la causa nro. 450. A continuación se detallarán las medi das de pruebas más relevantes que se realizaron en el marco de la causa en pos de averi guar lo sucedi do en el centro clandestino de detención conocido como “El Vesubio”. Inspecciones oculares y sus resultados Así, a fs. 4/5, obra el acta de la inspección ocular judici al de fecha 12 de diciembre de 1983, en un terreno ubicado a con tinuación del Departamento de Caballería de La Matan za. En este primer registro in situ se verificó que, a unos quince metros aproximadamente de un alambrado, se evi denciaban restos de construcciones, parte del piso de lo que sería una vivienda. Atrás y a la izquierda se observaron restos similares. A la izquierda de la pri mera construcción se ubicó l o que habría sido una pil eta de nataci ón, llena de escombros hasta el borde de la mi sma. A esta pil eta l a continuaba un playón de cemento del que sal ía un camino que se introducía unos diez metros en el interior del terreno. También en las cercanías de la pileta se halló un camino de lajas. En el terreno también se encontró un pozo, el cual posibl emente en su momento se trataba de un pozo ciego, a l a vez que se observó una cámara séptica cuya tapa de materi al se observaba a simple vi sta. A fs. 18, obra el acta de la segunda inspección ocular j udicial realizada en el l ugar con fecha 13 de dici embre de 1983. Se vi sualizó entre los escombros del l ugar una bal dosa de color rojo con dos de sus bordes blancos y se procedi ó a su secuestro. Por otra parte se verificó la exi stencia 170 Poder Judicial de la Nación de un poste que hacía las veces de parada de colectivo de la Línea “86”. Al día siguiente (fs. 22/3) se realizó una tercera inspecci ón del lugar. En esta oportunidad el juez actuante había di spuesto l a presencia de personal policial y municipal munidos de dos máquinas excavadoras, palas y picos, y la presenci a de un perito fotógrafo. Se reali zaron excavaciones, mecánicas y manuales en la pileta, en lo que sería un tanque australiano, en el fondo de las construcci ones y en el fondo del terreno donde se observaba un desnivel . Como resul tado de estas tareas se encontró y se procedi ó al secuestro de frascos de vidri o con comprimidos, jeringas, ampollas y otros medicamentos; algunos huesos (el médico policial descartó q ue sean restos humanos) ; tres chapas patentes deterioradas, dos de ellas pertenecerían al dominio B-1.389.398, una llanta y restos de un motor; una libreta universitaria ilegible; un carnet del “Club Racing” ilegible; un carnet de l a Obra Social para Empleados de Comerci o sin foto a nombre de Osval do Alberto Scarfia, DNI 12.924.570, beneficiario 0510060-01; y un implemento destinado a extraer l eche materna. Se tomaron placas fotográficas del l ugar antes y después de las excavaciones. Asimismo, se identi ficó a un morador de una parrilla cercana al lugar llamado Ernesto Francisco Castro, quien manifestó vivir cerca del lugar desde hacía dieciséis años. A fs. 75 obra el acta de la inspecci ón ocular realizada el 19 de diciembre de 1983, en el predio anteri ormente mencionado junto con los sobrevivientes Ceci lia Vázq uez de Lutzky, Inés Vázquez, Guillermo Alberto Lorusso, Jorge Federico Watts, Raúl Eduardo Contreras, Faustino José Carlos Fernández y Darío Guill ermo Machado. Se procedió al secuestro de ampollas con la inscripci ón de “Ejército Argentino”. Asimismo se procedió al secuestro de un jarro q ue Hugo Pascual Luciani reconoció como el que utilizara durante su ilegal cautiverio (fs. 642). A fs. 319 obra el acta por la cual se secuestraron del predio armazones de hierro, una chapa patente de vehículo automotor B-1.437.475 y otra B- 1.452.470. Con relación a las chapas patentes secuestradas a fs. 242/250 se encuentra el informe del peritaje realizado, en el cual se estableció l a correspondencia a l os dominios B-1.437.475 y B-1.389.398. El primero era un Ford Falcon modelo 1976 con pedido de secuestro de fecha 31-03-78. El segundo es también de un Ford Falcon modelo 1976 con fecha de secuestro de fecha 11-05-78. Se informa l a titularidad de ambos. A fs. 362, obra un informe polici al, don de surge que el titul ar 171 del dominio B-1.452.470 es Sebasti án Roberto Dominco, y se trata de un Dodge 1500, año 1977, sin pedi do de secuestro. Finalmente, a fs. 590/2 el Registro de la Propiedad Automotor informa que el domi nio B 660780 pertenece a Jaime Guitel man con domicilio en Villa Adel ina y no tiene pedido de secuestro. Por su parte, a fs. 411/7 “Racing Cl ub” i nforma que Juan Pablo Samar (nro. 81714), Enrique Alberto Samar (nro. 81713) y Enrique Alberto Samar (nro. 81715) f ueron soci os de la in stituci ón. Informes remitidos por distintas dependencias públicas relacionados con det enidos en “El Vesubi o” Ante la requisitoria del Juzgado Penal nro. 7 de la locali dad de Morón, la Unidad Carcelaria nro. 9 del Servici o Penitenciario Federal, informó la fecha de ingreso, procedencia y custodia de las personas sobre las que se requi rieran tales informes; todos se encontraban a disposición del C.G.E.E. 1/1 (a f s. 264/5). Asimismo, a fs. 272/6, la Unidad Carcelaria nro. 2 informó también la fecha de ingreso, procedencia y custodi a de las personas consultadas. Por su parte, a fs. 865, la Unidad 9 del Servici o Penitenciari o informó que el interno Juan Farías Altamirano ingresó a di cha unidad el 7/11/77 procedente del Regi miento 3 “General Belgrano” de La Tablada, no obrando constancias de q ué comisión efectivizó el traslado; sól o existe como antecedente una nota de remisi ón refrendada por el Teniente Coronel Federico Antonio Mi nicucci. A fs. 395/6 obra un informe q ue da cuenta de que el 8 de febrero de 1984 se realizó en el predio una visita de una comisión de la CONADEP. A fs. 407 luce el acta del reconocimiento efectuado por personal de dicha Comisión, en la que Estrella Iglesias constató que ése fue el lugar de su il egal cautiverio. Asimismo, tanto la CONADEP como la Secretaría de Derech os Humanos, el evaron al Juzgado den uncias y testi monios relacionados a l o sucedi do en el centro clandestino de detención (ver fs. 515/57, 1094/1288 y 1299/1500 junto con su correspondiente documentación anexa) . Informes relativos al predio en el que funcionara “El Vesubi o” y del personal de las adyacenci as Con relaci ón a la titulari dad del predio en el que funcionó “El Vesubio”, a fs. 262 luce un informe de Obras Sanitari as de la Nación que da cuenta de que el propi etario del inmueble ubicado en el predi o de la 172 Poder Judicial de la Nación localidad de Aldo Bonzi, Manzana Rural, Ci rcunscripci ón VIII, Parcela 1284-C, l ote 13 ci rcundado por el Camino de Cintura en el sentido de circulaci ón del llamado puente 12 h acia la l ocalidad de La Tablada, lindante con el Destacamento de Caballería La Matanza, es la Dirección del Servici o Penitenciari o Federal (ley 17.880), más precisamente la Escuel a de Penitenciaría (decreto 5595/62). A fs. 333/353 obra un informe de la Corporación Mercado Central respecto al predi o situado en el camino lateral al de Cintura que se extiende desde el Puente 12 hacia la localidad de La Tablada, lindero con el Destacamento de Caballería La Matan za. Informan que actualmente es propiedad de l a Corporación del Mercado Central de Buenos Aires, no habiéndose dado destino específico al mismo ni levantado construcciones. Aportan planos e inf ormaci ones catastral es. Por su parte, la Municipalidad de La Matanza, a fs. 442/7 informó los titulares de dominio de l os bienes individualizados como Circunscripci ón VIII, Secci ón rural , P arcela 1306a y 1306b, resultando titular desde el año 1979 la Corporaci ón del Mercado Central de Buenos Aires (incluye pl anos). Finalmente, a fs. 597/618, el Servicio Penitenciario remi te copia de la legisl aci ón que transfiere a l a Dirección Nacional de Institutos Penales los terrenos donde estaba el centro clandestino de detención: Decreto n ro 5595/62, Antecedentes j urídicos, Decreto Ley 3287/63 y Ley 17.422. Con rel ación al personal q ue pudi era haber actuado en el centro clandestino de detención y que trabajaba en las distintas dependencias cercanas al lugar, a fs. 169 luce una Planilla demostrativa de Jefes de las distintas dependencias que funcionaron de 1975 a 1983, en el Camino de Cintura y Autopista Ricchieri (Coman do Radioeléctrico Destacamento Femenino - Destacamento de Infantería - Escuadrón de Caballería - Centro de Adiestrami ento y Cri anza de Can es - Divisi ón Cuatrerismo). Luego amplió la información remiti endo nómina del personal policial de las dependencias de P uente 12 con sus actuales destinos (fs. 239) . A fs. 625/9 obra una nómina de person al que prestó servi ci os en el Escuadrón de Caballería de La Matanza desde 1976 a marzo de 1984. El Servicio Penitenciario, a fs. 675 y sgtes., informó las funciones del Servici o de Inteligencia de dicha institución: “Tiene a su cargo satisfacer las necesidades de información de la Institución y eventualmente la de otros organismos de inteligencia; com o 173 así también la formación y perfeccionamiento del personal que lo integra. Su titular es responsable directo ante el Director Nacional (Art. 12 del Decreto nro. 4760/73)”. Remitió un listado del personal superi or y subalterno del Servici o In teligencia del Servici o de Penitenci ario Federal y copias de sus legajos personales. Con rel ación a mi embros de di stintas f uerzas que a l o largo de la investigación real izada f ueron presuntamente indivi duali zados, a fs. 869 obra un informe remitido por el Servici o Penitenciario informando que los únicos funcionarios en servicio al 7/5/84 y que ostentan el grado de alcalde son Eduardo David Lugo y José Alberto Hirschfeldt. Asimismo da cuenta que en la Colonia Penal de Ezeiza presta servicio en calidad de electrici sta el Ayudante de Tercera Damacio Salinas. Se acompañan copias de sus legajos personales. A fs. 908/9, la Pol icía Federal remitió expediente T.871- 24024570 referente a servici os prestados por Mariano Acosta, asimismo informan que el mi smo muri ó el 17/6/1949. A fs. 985/1041 obra un cotejo reali zado por la Policía Bonaerense entre las fotografías de los legajos y las descri pciones físicas efectuadas por l os sobrevivi entes del centro “Vesubio”, materializadas en dictado de rostros, con respecto a di ferentes integrantes del Servici o Penitenciario. Finalmente a fs. 1058/1077 l ucen f otocopias de la causa nro. 4.104 caratulada “Cendón, Néstor Norberto y otro s/inf. art. 189bis CP y falsif. de documento”. En dicha causa secuestran del domicili o de Cendón armamento y creden ciales a n ombre de “Néstor Castro” correspondi entes a Policía Federal Argentina, Servicio de Inteligencia Peniten ciario Federal , “Empresa Vesubio”, Ejército Argenti no y credencial del Servicio Penitenciario Federal-Servici o de Inteli gencia-A nombre de Cendón. Obra también copi a de su declaraci ón indagatoria, en la que manifestó que las credencial es le fueron entregadas cuan do f ue destinado al “G.T.2" (Grupo de Tareas 2) que funcionaba en el Batallón 601 de Inteligencia. En esta causa f ue sobreseído por el entonces J uez Federal Dr. Norberto A. Giletta. Declaraciones testi moniales de víctimas y familiares Fueron numerosas las declaraci ones testimoniales prestadas por sobrevivientes del centro clandestino de detención conocido como “El Vesubio”; así declararon: Cecilia Vázquez (fs. 58/69 y 70/74), Darío Emilio Machado (fs. 107/09), Jorge Federico Watts (fs. 112/122), Faustino José Carlos Fernández (fs. 123/130), Raúl Eduardo Contreras (fs. 133/140), Pablo Lorusso (fs. 143/152), Horacio Hugo Russo (fs. 155/159), Ricardo Daniel Wejchenberg (fs. 160/165) , Osval do Luis Russo (fs. 235/8), Hipóli to 174 Poder Judicial de la Nación Albornoz (fs. 254/6), Alfredo Luis Chaves (fs. 398/405), María Angélica Pérez de Micflik (fs. 426/31), Estrella Iglesias (fs. 483/6), Hugo Pascual Luciani (fs. 490/5) , Juan Antonio Frega (fs. 576/78), J avier Antonio Casaretto (fs. 633/ 41), Osval do Stein (fs. 643/4), Álvaro Aragón (fs. 646/650), Virgilio Washington Martínez ( fs. 652/6), Aurora Alicia Barrenat (fs. 662/4), Juan Farías (fs. 766/70) , Juan Carlos Ben ítez (fs. 778/82), Cecilia Laura Ayerdi (fs. 856/63), En rique Jorge Varrin (fs. 910/7) y Samuel Leonardo Zaidman (fs. 937/41). Asimismo obran copias de los testimonios de Elen a Alfaro (fs. 820/48) y Daniel Horaci o Olalla de Labra (fs. 1217/26). También n umerosos familiares de sobrevivientes y de desapareci dos de “El Vesubio” se acercaron a dicha sede jurisdicci onal a brindar su testimoni o. En este sentido declararon a fs. 175/177 Ana María Molina, esposa del desaparecido Roberto Luis Cristina; a fs. 217/9 Osvaldo Arturo Scarfia, quien relató el secuestro de su hijo Osvaldo; a fs. 393/4 Alfredo Chaves, padre de Alfredo; a f s. 461/2 Sol edad Davi, madre de Jorge Antonio Cappello quien denunció que cuando su hijo fue secuestrado estaba junto con su compañera Irma Beatriz Márquez Sayago y Pablo Antonio Míguez; a fs. 463/4 Teodomira Sayago, madre de Irma Beatri z Márquez Sayago; a f s. 472/3 María Leonor Teso, esposa de Hugo Vaisman; a fs. 487/489 Ulda Elizabeth Vi ana de Hochman esposa de Abraham Hochman; a fs. 496/ 7 de María Angélica Lamas, madre de P ablo Marcelo Córdoba; a fs. 582/3 Dora Frascino de Pérez, madre Emérito Darío Pérez; a fs. 586/7 María Honoria Gandulla, madre de Aldo Gallo; a fs. 622 Enrique Alberto Samar, padre de Juan Pablo Samar quien se encuentra radicado en la ciudad de París, Francia, desde abril o marzo de 1979 relató no tener conocimiento de que su hijo haya sido secuestrado; y a fs. 853 Florentino Michia, padre de María Cristina Michia. Declaraciones de personal de las fuerzas armadas y de seguridad A lo largo de la investigación tambi én fueron citados a declarar distintos miembros del Servici o Penitenciario Federal, Ejército y de la Policía Bonaerense. Así a fs. 323/4 luce la declaraci ón testi monial prestada por el Jefe del Servici o Penitenciario Federal, Héctor Miguel Rossi , quien manifestó q ue prestaba funciones en dicho cargo desde el 15 de dici embre de 1983, que su antecesor f ue el Coronel (R) Juan Luis Coello y el antecesor de éste el Coronel ( R) Jorge Antonio Dotti quien desempeñ ó dicho cargo desde febrero de 1976. Manifestó que el terreno ubicado en el Camino de 175 Cintura en las proximi dades del ll amado P uente 12, f ue concedido mediante el decreto 5595/62 funcionan do en dicho l ugar hasta 1964 la Escuel a Penitenciari a, y luego dichas construcciones fueron utilizadas como vivienda de oficiales. Asimismo refiri ó que se sustanciaba un sumario interno por el posible f uncionamiento en dicho l ugar en el año 1978 de un centro cl andestino de detenci ón. También declaró Alf redo Miguel Barcia, quien a parti r de 1976 fue el ti tular del Escuadrón Caballería de La Matanza, ubicado en Camino de Cintura y Riccheri. Manifestó que su superior inmediato era el Subcomisario Marcel o Merbilhaa, q uien ocupaba el cargo de Segundo Jefe del Cuerpo de Caballería, y le hizo saber -no puede establecer en qué fecha- que sería colocada una l ínea telefónica que estaría conectada al organismo militar q ue iba a funcionar en el terren o lindero al Escuadrón de Caballería, asimismo le refiri ó que ellos no ten ían nada q ue ver con ese organismo ya que eran Fuerzas Armadas. Pudo observar que en dicho terreno siempre había uno o dos guardias y el ingreso de vehícul os particulares. Que luego fueron colocadas en el linde de su dependencia y el terreno unas chapas en forma horizon tal, constituyendo un tapial q ue impedía la visión a la altura de las viviendas. Nunca vio personas uniformadas, armadas, encapuchadas o atadas, tampoco escuchó disparos de armas de fuego. Las viviendas que h abía en el lugar f ueron demolidas no recordando la fecha (fs. 512/3). A fs. 906/7 prestó declaración testimonial Ramón Antonio Alderete, policía de la Provincia de Buenos Ai res, destacado en el Escuadrón de Cabal lería de La Matanza desde 1974 a 1983. Recordó que, luego del gol pe de 1976, comenzó a ver en el terreno lindero a dicho escuadrón, a person as vestidas de civil que, por comentari os, habrían sido militares. Manifestó no conocer las actividades q ue se desarrollaban en dicho lugar. Que por aquella época instalaron en la guardi a un teléfono que rezaba “Ejército Argentino” y q ue el declarante debía atender dicho teléfono y tomar nota de los mensajes, sin perjuicio de ell o, se recibían pocos llamados. Por su parte, Agustín Oscar Lescano, integrante de la poli cía provincial revistando en el escuadrón de La Matanza, declaró a fs. 907. Relató que el terreno lindero al escuadrón comenzó a ser ocupado por gente vesti da de civil que supuestamente era mili tares, sin poder precisar la fecha. Que se instaló un teléf ono en la guardia, supuestamente para comunicarse con la gente de dicho terren o. Andrés Casco, q uien se desempeñaba en el Destacamento de 176 Poder Judicial de la Nación Caballería de La Matanza, a su turno declaró q ue l uego del golpe de 1976 el terreno lindero al destacamento comenzó a ser ocupado por personal de civil que según rumores habrían sido militares. Que no se podía observar la actividad que desplegaban pues habían cercado el terreno con chapas y recordó la existencia de un teléf ono de color verde en la guardia (fs. 922). A fs. 924 obra la declaración testi monial de Luciano Gerardo Montenegro, quien revistó en el Cuerpo de Caballería de La Matanza. Recordó que l uego del gol pe de Estado en el terreno lindero se instal ó un grupo de personas que, según los rumores, serían militares; desconoci endo las actividades que se realizaban en el mismo. Que en una oportunidad atendió un llamado por el teléfono que se encontraba en la guardia, y dijeron “hablo de aquí al lado, soy de la fuerza conjunta”. También declaró Hernán Antonio Tetzlaff, quien entre enero de 1977 y octubre de 1978 prestó servicios en el Batallón de Logística 10 de Villa Martelli. Dijo que en dicha unidad fue Oficial de Operaciones, que ocasionalmente reemplazaba al jefe o segundo jefe. Relató que el cinco de octubre de 1978, efectuó un trasl ado de cuatro hombres desde una Comisaría de Esteban Echeverría a la Un idad Carcelaria 9 de La Plata que se encontraban a disposici ón del Consejo de Guerra Estable 1/1 y ese mismo día trasladó un grupo de mujeres a la Unidad de Devoto. Dicho traslado se efectuó por orden del Consejo de Guerra Estable. A estas personas las había visto con anteriori dad en oportunidad de habérseles efectuado un reconocimiento médico en el Batallón Logístico 10, donde estaban deteni das a disposición del Consejo de Guerra. En la declaración se encontraba presente Jorge Watts a quien el declarante recon oció como una de las personas trasl adadas en dicha oportunidad. Dijo que n o interrogó a las personas que formaban dicho grupo, y que no los había visto con anterioridad a dich a oportunidad. Asi mismo, manifestó q ue ésa f ue la única oportunidad en que hubo gente civil deteni da en dicho lugar. Dijo no tener conoci miento de la existencia de un centro clandestin o de detención en las inmediaciones de Puente 12. Recordó que el grupo al que se hiciera referencia anteriormente fue hallado en las inmediaciones del Batall ón dentro de un auto, habiendo sido anoti ciados de dicha circunstancia por una denuncia anónima, sin embargo refirió que de ello se enteró con posterioridad ya que no vio ll egar a dicho grupo (fs. 932/6). Legajo de Néstor Norberto Cendón. Sus declaraciones ante la CONADEP -anexado como prueba a la causa nro. 494Como reza el título, el legajo contiene declaraciones prestadas por Néstor Norberto Cendón ante la CONADEP, las que fueron remitidas al 177 Dr. Ruiz Paz en su carácter de Juez de la causa reseñada en el punto anterior. Norberto Cendón, a lo largo de sus decl araciones, di o detall es del funcionami ento de “El Vesubio” así como del personal que allí actuaba y de l as personas que estuvieron cautivas en el l ugar. Dijo haber tomado conocimiento de esta situaci ón ya que en su carácter de agente del Servici o Penitenciario Federal (extremo constatado en su Legajo Personal, reservado en Secretaría), prestó servicios en un LRD (lugar de reunión de detenidos) llamado en un primer momento “La Ponderosa” y luego “El Vesubio”. Que dentro de la estructura del centro cumpli ó f unciones en el GT2 (Grupo de Tareas 2), habiendo partici pado como guardia y secuestrador. A continuación se h ará una somera reseña del contenido de las declaraciones, haciendo hincapié en los hechos y personas q ue se vincul an directamente con la presente investigaci ón. En la primera de sus declaraci ones, obrante a fs. 2/7 del legajo, dijo que prestó servicios en un LRD o lugar de reunión de detenidos llamado “Ponderosa”, desde diciembre de 1976; q ue dicho centro funcion ó desde el año 1975 hasta marzo o abril de 1976 y estuvo a cargo de un oficial de apellido Neuendorf del Servicio Penitenciario Federal, el cual respondía al Director de dicha repartici ón, Coronel Dotti, a la vez que era mi embro de la Sala de Situación de la Central de Reunión que fun cionaba en el Batallón 601. Que Neuendorf era Jefe de un eq uipo del Grupo de Tareas 1. El centro “Ponderosa”, pasó a ser llamado “Vesubio” cuan do comenzó a funcionar en el lugar la Central de Reuni ón de Información -CRI-A principi os de 1976. Tal l ugar estaba ubicado a unos doscientos cincuenta metros por el camino de ci ntura de la Autopista Ricchieri, en el cruce de Puente Doce. Que en Puente Doce hay un destacamento policial, enfrente otra dependencia polici al y a quinientos metros una parrilla. “El Vesubio” estaba entre las dependencias polici ales y la parrill a. En dicho centro había detenidos del Grupo de Tareas 1 q ue eran principalmente militantes del Ejército Revoluci onario del Pueblo ERP- y del Partido Revol ucionario de l os Trabajadores -PRT-, y del Grupo de Tareas 2, que eran militantes de montoneros. El nombrado hizo una descripci ón del lugar de detención y del destino dado a cada ambi ente. Dij o que eran tres casas que f ueron demoli das a fines de 1979. Cuando la CRI comenzó a funcion ar, lo hizo en la “Casa 1”, pasando los detenidos a la “Casa 2” y “Casa 3”. En la “Casa 1” 178 Poder Judicial de la Nación se alojaba el Jefe del Centro, Coronel Durán Sáenz. Que la CRI pudo responder a las pal abras Central de Reunión de Inteli genci a o Centro de Represi ón de Insurgencia. Destacó que en la “Casa 2”, había una habitación denominada “Sala Q”, textualmente dijo: “…en esta sala de la casa dos se alojaba a los detenidos considerados quebrados, quienes colaboraban con la conducción del LRD y más precisamente en I nteligencia de la CRI.” Agregó que Durán Sáenz se alejó del cen tro porque una de las detenidas que solían tener acceso al dormitori o personal del mismo, reali zó allí un llamado telefónico a su hogar, que al enterarse de esto la superioridad, y no poder Durán Sáenz justificarl o, el citado Mayor fue relevado y enviado al Regimiento VII de La Plata, ante l o cual tuvo un intento de suici dio. Que en esa f echa, la CRI pasó a f uncionar en un sector del Hospi tal del Regimiento de Infantería III La Tablada. Especificó, que a mediados de 1977 fue comisionado por el GT2 a prestar servicios en el CRI Tablada, donde el J efe en ese momento era un oficial de apelli do Crespi, con nombre de cobertura “Moreno” y apodado “Teco” (apócope informal de teniente coronel). Que su segundo era “El Francés ” con nombre de cobertura “Asís”, oficial del Ejército, el cual está siendo investigado en esta causa. Entre “Logística” que l as f unciones proveía del armamento, CRI disti nguió vehícul os, l as si gui entes: combusti ble y otros elementos para operar; que “Inteligencia” a cargo del Oficial “Francés”, se encargaba de centralizar toda la información obtenida de l os detenidos o de la comunidad i nformativa, donde estaban “Fresco”, “Batata”, “Vasco Sánchez” (nombres de cobertura) quienes trabajaban en colaboraci ón directa con la ”Sala Q”. Distingui ó los rol es que cumpl ía el personal del centro. Así, refiri ó que el person al de Inteligencia se encargaba de los interrogatorios. Que en el lugar actuaban distintos grupos: “[c]uando el dicente, integrando un grupo de la CRI cuya misión tuviese por objeto practicar la detención de una persona en un lugar determinado se comunicaba por teléfono con estas guardias, ya sea pidiendo extensión del área libre, o traslado de la misma a otra zona”. Respecto al “área libre” explicó que “el Jefe de Turno o el guardia recibía el llamado del grupo operativo y a su vez formulaba el pedido al Cuerpo Uno de Ejército. Ést e constataba el origen del pedido devolviendo el llamado telefónico y en este momento se le solicitaba el área libre, es decir que la policía local y/o toda autoridad militar o de seguridad no debía intervenir en determinada zona geográfica (de aproximadamente cuatro manzanas) por un tiempo también determinado, el que podía ser luego extendido ante un nuevo 179 pedido del grupo operativo”. Dijo que para reali zar los operativos podían solicitar apoyo o refuerzos a las Áreas 111, 112 ó 113. Quienes también podían ser requeridos para hacer “lancheos” que consistían en pasear a un detenido por una zona que el mismo conocía y donde podía tener contactos con militantes de organizaciones subversi vas, y que el objetivo de estos operativos, era que el detenido “marcara” a sus compañ eros. Agregó Cendón que “…entre los equipos que practicaban «lancheos» est aba «el equipo de José», es decir que participaba a cargo del mayor Tetzlaff quien personalmente presionaba a los deteni dos”. En dicho acto, el nombrado adj untó un croquis del centro y de las edificaciones, una lista del personal de “El Vesubio” y una lista de nombres de personas que estuvi eron allí detenidas. A fs. 8/9 de dicho l egajo obra el listado de personal que actuó en dicho centro en calidad de guardia, acl arando que todos eran integrantes del Servicio Penitenciari o. Dicho listado incl uye la fecha en l a que, según Cendón, cumplieron funci ones en “El Vesubio”, el nombre de cobertura, el alias y un apartado con observaci ones. Allí, mencionó, entre muchos otros a Ramón Erl án, (1976/1978) con alias “Pancho”; Víctor Saccone, con apodo “Polaco”, Oficial y J efe de turno; Chemes (1977/8) con nombre de cobertura “Chaves” y apodo “Polaco”, siendo Oficial, Jefe de turno; José A. Hirschfeld (1976 a 1978), con nombre de cobertura “Herrera” y apodo “Foco”, Subalcaide, Jefe de turno; Zeoliti (1977) nombre de cobertura “Saporiti” y apodo “Sapo”; Ri cardo Martínez (1978) con apodo “Pájaro”; José Néstor Maidana (1978) con nombre de cobertura “Matos”, y apodo “Paraguayo”; Alberto Neuendorf ( 1975/979) con nombre de cobertura ”Neuman” y apodo “Alemán”, Director de Inteligencia del Servicio Penitenciario, creador de “La Ponderosa”. A fs. 10/12 obra un listado si milar con personal de distintas fuerzas que operaron en “El Vesubio”. A sí mencionó, entre otros, a Hernán Tetzlaff, ( 1977/1978), Ejérci to, alias “El Gordo”, q uien era Mayor en 1978 y Jefe de Grupo Operativo; Luque, Ejército, de cargo Coronel; Sasiaiñ, Ejército, máxi mo responsable del CRI; Durán Sáenz, Ejército, con nombre de cobertura “Delta” (1976/1977), Mayor, Jefe del CRI; Asiglia, Ejército, con nombre de cobertura “Asís” y apodo “Francés” (1977/ 78), de grado Capitán, quien habría hecho un curso en el Estado Mayor en 1978. El listado continúa con más integrantes del Ejército, SIDE, Gendarmería Nacion al, Policía Federal , Policía de la Provincia de Buenos Aires y P refectura Naval Argentina. 180 Poder Judicial de la Nación En otra declaración, obrante a fs. 13/5, Cendón dijo q ue “la Policía de la Provinci a tenía conocimiento de la existencia del lugar de reunión de detenidos (LRD) y que se brindaba una mutua seguridad ext erna”. Agregó que la comi da para l os detenidos al ojados en el centro ci tado, provenía de la Unidad 19 del Servicio Penitenciari o Federal, con sede en Ezeiza. En relación a los detenidos que eran legalizados, recordó que hubo vari os grupos que fueron dejados en vehículos en distintas unidades militares como ser en el Regimiento VI de Mercedes, el Regimiento VII de Infantería de La Plata, el Regimiento III de Infantería La Tablada, y en el Batallón Logístico 10. Que el operativo fue denominado “Cala -Comando Argentino de Liberaci ón Americana-“ y que a cada detenido se le ponía una declaración firmada por él y a través de un llamado telefónico era alertada la unidad militar para ubicarlos. Al ser preguntado por si en “El Vesub io” prestaba servici os alguna persona que no fuera de f uerzas de seguri dad, dij o que sí, que había un sujeto apodado “Carpi ncho”, q uien acompañaba al Oficial Miguel Del Pino con nombre de cobertura “Colombres” de quien era muy amigo y que “carpincho” estuvo colaborando con las fuerzas conjuntas como civil tanto en Córdoba como en Bahía Blanca. También fue pregun tado por si supo que en el año 1978 haya estado detenida en “El Vesubio” gente del PCMLA -Parti do Comunista Marxi sta Leninista A rgentino- y dijo q ue sí, que l o supo con posterioridad, y recordó el caso de un cautivo de apellido Kristkautzki . Recordó que había equipos de búsqueda del CRI que hacían investigaci ón previa a la detención y que luego sal ían los grupos operativos. También mencionó que “…era de conocimiento, por los comentarios del personal del CRI y de «Vesubio» que [...] con la partici pación de la Fuerza Aérea se arrojaban los cuerpos al mar”. A continuación obra otra declaración (fs. 15/7), en la cual recordó algunos operativos en particul ar que le constaban por haberse desempeñado en la CRI Tablada, ubicada en el Hospital del Regimi ento de Infantería nro. 3. Recordó el caso de l a detención de Kritscautzky q ue ocurri ó el 15 de agosto de 1978, operati vo en que actuó personal del CRI a cargo del “Francés”. Por otro lado, se ref irió a la detención de “Huevo” Fernández, sobre quien se sabía que era una cél ula del ERP -Ejérci to Revoluci onari o del Puebl o- y de su esposa María Rosa. El grupo operativo estuvo compuesto por “Fresco”, “Batata”, “Vasco Sánchez” y comandado por “El Francés ”. Refirió q ue la detención se produjo en Berazategui y que los detenidos quedaron a disposición del GT1. 181 Se refi rió por otro l ado a la detención de “Juan”, q uien era de montoneros y poseía las armas de la organización, zona n orte. Dijo que “Juan” f ue llevado a “Vesubio”, q ue se informó al Comando de la X Brigada General Sasiaiñ, qui en se hizo presente en un helicóptero que aterri zó en el Regimi ento III de La Tabl ada. Dijo que interrogó al detenido junto con el “Francés” y con “Teco”, este último es el Teniente Coronel Crespi . Agregó que esta detención se hizo aproximadamente en marzo de 1977 por la rotonda de Monte Grande. Se refi rió por otro lado a la detención de Camps, apodado “Gervasio”, qui en fue detenido en agosto de 1977 por personal del GT2 y de la CRI Tablada. A fs. 18 se encuentra agregado un croq uis del CRI La Tablada. A fs. 19/25 obra otra declaraci ón prestada por Cendón ante la CONADEP en la que di o detalles vinculados al f uncionamiento de los “grupos de tareas” o GT. Relató que en marzo de 1976 se formalizaron l os grupos de tareas, los que ya habían empezado a operar de f orma inorgán ica. Dijo que el GT1 funcionaba desde pri ncipios de 1976 en el Batallón 601 cuyo jefe dependía del Jefe de la Central de Reunión. Que en dicha Central estaba la sala de si tuación consti tuida por oficiales superiores de diversas fuerzas y ten ía un Jefe de Sala de Si tuación. Agregó que primero el GT1 y luego el GT2 respondieron directamente al Jefe de la Central de Reunión. Aclaró que cuando se crearon los GT, la organización subversiva más importante era P RT-ERP y se hace cargo el GT1, q ue opera desde l a sede del Batallón 601 y es el Ejército entonces el que brinda la infraestructura asumiendo así la conducción integral el Grupo de Tareas. Que en esa mi sma época el GT2 asume l a lucha contra Montoneros y ti ene como sede la Superi ntendencia de Seguridad Federal , asumi endo la Policía Federal la conducción integral bajo supervisión del Ejérci to. Luego, al tomar mayor relevancia la agrupación Montoneros, el GT2 pasó a funcion ar en el Batallón 601, quedando bajo supervisi ón del Ejército, mientras q ue el GT1 pasó a l a Direcci ón Nacional del Servicio Penitenciario. Aclaró con rel ación a los GT que estaban conformados por personal de las diversas fuerzas armadas y de seguridad; que ni Prefectura ni Gendarmería ni Policía de la Provinci a contaron con Grupos de Tareas propios. Agregó que el GT3 dependió del SIN (Servici o de Inteligencia Naval) de Marina de Guerra; el GT4 del SIA (Servicio de Inteligencia de la 182 Poder Judicial de la Nación Aeronáutica) de Aeronáutica y el GT5 de la SIDE. Asimismo, Cendón adjuntó como anexo un organigrama relativo a l a descri pción que hiciera de la composición de l os GT (fs. 26/7). Por otro lado, obra nueva declaraci ón prestada por el nombrado (fs. 28/33) en la cual se ref irió a las Bri gadas Operativas, y explicó que éstas estaban integradas por grupos que oscil aban entre cuatro y seis personas de las fuerzas conjuntas, que respondían a un Jefe responsable. Que también había un J efe orgánico de las Bri gadas con características particulares según el grupo de tareas al que pertenecieran. Agregó q ue las Bri gadas del Grupo de Tareas 2 se reportaban al oficial Miguel del Pino. Que l as brigadas contaban con móviles “operativos u operacionales”, que generalmente eran vehículos robados o con las patentes cambiadas por cuestiones de seguridad. Que para la ci rculación en dichos vehícul os se utilizaba documentación con nombre de cobertura, adj untando el nombrado una autorizaci ón extendi da por Juan Bautista Sasiaiñ, General de Bri gada, Comandante Xma Brigada de Infantería (fs. 33). Añadió que se utilizaban armas que provenían de l os operativos “antisubversivos” o del Ejército porque de esta forma si las secuestraban, se dificultaba su identificación ya que los registros se encontraban sól o en el Ej ército. Luego dio más detal les relacionados a l as operaciones en q ue se sol icitaba “área li bre” o “l uz verde ”. Dijo que si en un enfrentamiento se producían bajas, l os cadáveres debían ser ll evados a los Centros Operacionales o a los lugares específicos como “Vesubio”. En cuanto al destin o de l os cadáveres y la forma de hacerlos desaparecer, dijo que una forma era inci nerarl os en los lugares adecuados, por ejemplo, el cementeri o de Chacarita, que se lo hacía en horas no habituales de acceso al público, o se l os sepul taba en fosas comunes bajo la denominación “NN”; tambi én la Fuerza Aérea proporcionaba aeronaves con el objeto de arrojarlos al mar. En otra declaraci ón prestada en fecha 18 de agosto de 1984, Cendón mencionó l a documentación que se poseía con respecto a los detenidos y adjuntó una ficha biográfica (fs. 38) que se labraba con respecto a cada uno de ellos y que con siste en una hoja ti tulada “Ficha biográfica” en la cual surgen diversos ítems y entre ell os: “Fecha y lugar de nacimiento”, “prontuari o”, “estudi os”, “profesión” (declaración de fs. 34/7). El nombrado tambi én aportó croq uis en el cual indicó la ubicación y la estructura del centro de detenci ón y tortura llamado “Vesubio” (fs. 39/42) . 183 A fs. 43 del mismo l egajo se halla agregado un anexo en el que Cendón, mencionó a varias personas que estuvieron detenidas en el centro citado y entre ell as a Jorge Montero apodado “Ernesto”, Sil via Coraza de Sánchez con apodo “Susana”, Francoi se Dauthier apodada “La Francesa”, Roberto Cristina, Rubén Kriscautzky, Beatriz Perosio, El ías Seman, Osvaldo Balbi, Rosa María Pargas de Camps apodada “Mirta”; “H ueso”, que era montonero en Villa Fiorito, que cree q ue poseía apelli do Iglesias; Elena Alfaro, quien trabaj aba con Durán Sáen z; “Silcia” quien también trabajaba con “Delta”; “La tana” también trabajaba con el nombrado; Samuel Leonardo Zaidman, quien estuvo en “Vesubio” y fue detenido en Estado de Israel 4.600 en mayo de 1978; y también recordó a Graciela Moreno apodada “Negra”. A fs. 46 y 48/53 obran copias de fotos de algunas de l as personas mencionadas y reconoci das por Cendón. b) Causa 35.040 “Ávalos de Guari do, Isabel s/denuncia” del Juzgado de Instrucci ón Nº 3 Cronología de la causa Las actuaci ones i dentificadas baj o número de legaj o 1170, se iniciaron a partir de la denuncia efectuada por María Isabel Ávalos de Guarido el 25 de jul io de 1978, quien relató que el 19 de jul io de ese año, personas que se i dentificaron como del “Comando” ingresaron a su domicilio de call e Miralla 3046 de Capital Federal y detuvieron a su hijo Paulino Alberto Guarido, estudiante y maestro, y a su esposa Mónica Haydée Piñeiro, de q uienes no ha tenido más novedades. A fs. 14/5, con fecha 10 de agosto de 1978 se resolvi ó sobreseer provi sionalmente en la causa hasta tanto la Policía Federal i ndividualice y capture al autor o autores del hecho denunciado. A raíz de dicha denuncia, se formaron actuaciones por averiguaci ón de pri vación ilegal de la l ibertad, con intervención del Juez Carlos Olivi eri , Secretaría a cargo de Lui s Niño. Al igual q ue en otras causas, si bien l a i nvestigación comenzó relacionada a l a privación ilegal de la libertad de dos personas en particular, se exten dió l uego a una pesquisa relacionada a lo ocurrido en “El Vesubio” en general. A fs. 16/31 obran copias del habeas corpus presentado por Enrique Piñeiro en f avor de su hija Mónica Haydee Piñeiro de Guarido y de la criatura q ue debía nacer a fin del añ o 1978, el cual f ue rechazado el 15 de septiembre de 1978. 184 Poder Judicial de la Nación A fs. 32/40 se hallan agregadas copias de la causa nro 44.994 “Piñeiro de Guarido, Mónica Haydée s/privación ilegal de la libertad” iniciada por la denuncia Enri que Piñeiro, la cual fue acumulada materialmente a fs. 41. A fs. 42/78 surgen testimonios de la causa 12.912 “D’Arino, Carlos Felipe - Garín, Dora s/priv. Ileg. de la libertad” iniciada el 7 de agosto de 1978 por l a interposición de un habeas corpus por parte de Pedro Fortunato D’Arino, en su carácter de padre y suegro de las víctimas. A fs. 79 se acumuló materialmente a la causa. No obstante los testimonios que surgen de dicha causa a fs. 83/4, con fecha 29 de enero de 1979 se resolvió mantener el sobreseimiento provi sional dispuesto a fs. 14. A fs. 85/138 se hallan copias de la causa nro 35.963 “Sipes, Marta Liliana; Piñeiro de Guarido, Mónica Haydée; Garín, Dora Beatriz; Fernández, Faustino J osé Carlos; Wejchenberg, Ricardo Daniel; Machado, Darío Emilio y Watts, Jorge Federico s/privación ilegal de la libertad” iniciada por la extracción de testimonios de la causa 40.735 (expedi ente al que se hiciera referencia en el Con sideran do tercero). A fs. 139 se acumuló materialmente la causa. Al igual que con la causa anterior, a fs. 142/3, con fecha 5 de diciembre de 1979 se resolvi ó mantener el sobresei miento provisi onal dispuesto a fs. 14. A fs. 148/166 obran copias de la causa nro. 37.191 “Watts, Jorge Federico s/privación il egítima de la libertad” iniciada el 30 de agosto de 1978 por la interposición de un habeas corpus por parte de María del Carmen Vidal de Watts, en su carácter de madre de la víctima. A fs. 167 se acumul ó materi almente a la causa. A fs. 168/202 obran copias de la causa nro. 13.183 “Watts, Jorge Federico s/privación il egítima de la libertad” iniciada el 30 de agosto de 1978 por la interposición de un habeas corpus por parte de María del Carmen Vidal de Watts, en su carácter de madre de la víctima. A fs. 203 se acumul ó materi almente a la causa. Del mismo modo que en l os casos anteriores a fs. 204, con fecha 26 de enero de 1982 se resol vió mantener el sobreseimiento provi sional dispuesto a fs. 14. A parti r de marzo de 1983 comienzan a comparecer ante l a Secretaría del Dr. Luis Fernando Niño (hoy en día reconocido juri sta y magistrado, destacado en su lucha constante por la vigencia de los derechos humanos), del j uzgado entonces a cargo del Dr. Carlos Olivi eri, 185 los sobrevivientes de “El Vesubio” que habían declarado anteriormente, ampliando sus dichos (fs. 208, 212, 220) comenzando, ahora sí, una investigación acerca de lo sucedido en el centro clandestino de detención y tortura conoci do como “El Vesubio”. Así es que se realizaron inspecci ones oculares del l ugar donde funcionó el centro clandestino, se tomaron declaraciones testimoniales tanto a sobrevivientes como a familiares de personas que estuvieron en “El Vesubio”, llegando incluso a detener a Roberto C. Zeoliti por su partici pación en los delitos investigados. A fs. 433, el 6 de febrero de 1984, el Sr. Fiscal Dr. Enriq ue Mario Posse solicitó que se declare la incompetencia y se remita la causa al Juez Militar q ue corresponda. Fundamentó su pedido de la siguiente manera: “...existen serias sospechas que l os hechos aquí investigados fueron cometidos por personal militar en acto de servicio, alguno de los cuales perpetrados en lugar sometido exclusivament e a la autoridad castrense…”. El 13 de febrero de 1984 (fs. 436/ 450) en una extensa resol ución, se resol vió declarar la incompetencia del tribunal para seguir entendiendo en la causa y remi tirla al J uzgado n ro. 7 de Morón, donde se tramitaba la causa n ro. 1800 a la que hiciera referencia ut supra. No puede dejar de resaltarse que el Dr. Olivi eri y el Dr. Niño realizan en la resol ución una gran defensa de la preponderancia de la Justicia civil por sobre la militar y hacen una medulosa diferenciación en tre las faltas militares y l os delitos penales. Esta resoluci ón fue apelada por el representante del Mi nisterio P úblico Fiscal, recurso que f ue concedido a fs. 468. El 12 de marzo de 1984 el Sr. Fiscal de Cámara, Dr. Ricardo M. Font, mantuvo el recurso, entendiendo que la causa encuadraba en el supuesto previ sto por el art. 10 de l a l ey 23.049. La Cámara, a fs. 488/9, confirmó l a resol uci ón de los Dres Olivi eri y Niño. El 31 de mayo de 1984 se remitió la causa al Juzgado Federal de Morón. La cuestión de competencia f ue finalmente resuel ta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación con fecha 18 de octubre de 1988, en la cual se asignó el entendimiento de l a causa, a la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal . El 1º de noviembre de 1988, los autos se remitieron a la Cámara Federal (fs. 579) y el 3 del mi smo mes y año se acumularon a la causa n° 450 (fs. 580). A fs. 600/1 obra la resoluci ón adoptada por la Cámara Federal, por l a que con fecha 1 de abril 2004 se remiti eron las actuaciones a este 186 Poder Judicial de la Nación Juzgado para su acumulación en la causa n° 14.216/03 “Suárez Mason, Carlos Guillermo y otros s/privación ilegal de la libertad agravada”. Inspección ocular y sus resultados El 7 de diciembre de 1983 se ordenó la reali zación de una inspección ocular en el predi o que a f s. 283 distintas víctimas indicaran como “El Vesubio”. A fs. 285/6 obra el acta de la inspecci ón ocular. Ll egados al predio observaron que las construcciones del l ugar estaban destrui das, hallándose escombros y restos de telgopor blanco. Encontraron pedazos de baldosas de color rojizo y bordes blancos. Además de l o que f ueron construcciones, di sti nguieron restos de una cámara séptica o pozo ciego y de un tanque de agua circular. Asimismo se divisó un camino distinto del principal q ue conducía di rectamente a los restos de una pileta de natación. Se constató el paso regular de aviones, y la posibilidad de avistar desde allí al ferrocarril . Se secuestraron distintos elementos. Luego se constituyó el tribunal en la parrilla “Pulpería La Gleba”, donde su ti tular dijo que en el predio existía “un chalet de la Penitenciaría” que f ue demolido por personas uniformadas en camiones oficiales cuatro años atrás aproximadamente. Informes relacionados a las víctimas A fs. 205/6 obra in forme médico confeccionado a raíz de la examinaci ón de Jorge Federico Watts, en el cual se deja constancia de que el nombrado regi stra lesiones l eves, precisamente se le advierte cicatriz queloide a nivel de rótul a derecha de concavidad superior de 5 cm. de longitud; guardando relación ello con lo mencionado por el nombrado en cuanto a que fue gol peado con puños y pies. A fs. 235 se solicitó al Banco de Tokio que informe si prestó servici os en 1978 Luis Pérez. A fs. 238 respondieron que el Sr. Pérez se desempeñó en esa i nstitución desde febrero de 1962 hasta el 1° de agosto de 1978, fecha en que dejó de concurri r sin aviso ni justificaci ón. Declaraciones testi moniales de víctimas y familiares Fueron numerosas las declaraci ones testimoniales prestadas por sobrevivientes del centro clandestino de detención conocido como “El Vesubio”. Así, decl araron Paulino Alberto Guarido (fs. 9/vta y 72/73), Dora Beatriz Garín ( fs. 63), Marta Lilian a Sipes (fs. 66/7 y 124/5), Mónica Haydee Piñeiro de Guarido (fs. 68/9 y fs. 122/3vta.), Ricardo Daniel Wejchemberg (fs. 126/7 y 233), Jorge Federico Watts (fs. 128/vta., 161/2, 197/vta., 218/9vta. y 421vta.), Faustino José Carl os Fernández (fs. 132/3 y 187 fs. 223), Darío Emil io Machado (fs. 209/211), Guillermo Al berto Lorusso (fs. 301/5), Hugo Pascual Luciani (fs. 307/310 y una desgrabación de fs. 343/355), J uan Antonio Frega (fs. 321/327) y Raúl Eduardo Contreras (fs. 328). A fs. 361/409, particulares damnificados presentaron una denuncia y aportaron los testi monios de Estrella Igl esias, Cecilia Vázquez de Lutzky, Javier Gustavo Goldín, Rolando Alberto Zanzi Vigoroux, Alfredo Eduardo Peña, Roberto Oscar Arrigo, Cri stina María Navarro y Arnaldo Jorge Piñón. También n umerosos familiares de sobrevivientes y de desapareci dos de “El Vesubio” se acercaron a dicha sede jurisdicci onal a brindar su testimoni o. En este sentido, decl araron María Isabel Ávalos de Guarido en relación a l a privaci ón ilegal de la libertad de su hijo Paulino Guarido y su nuera Mónica Piñeyro (fs. 8); Pedro D’arino, padre de Carlos Feli pe D’Arino y suegro de Dora Beatriz Garín (fs. 58/9); El ías Sipes (fs. 76), padre de Marta Sipes; María del Carmen Vidal, madre de Jorge Watts (fs. 175), Benjamín Pergament suegro de J orge Watts (fs. 178/9), Eva Pergament de Watts (fs. 180) ; y Juana Pittore de Pérez, madre de Luis Pérez (249/vta.). Declaraciones de personal de las fuerzas armadas y de seguridad En relaci ón a l o declarado por Darío Machado, respecto a q ue uno de los represores que actuaba en “El Vesubio” se llamaba Bernabé Flores, a fs. 230 se solicitó al Ejército que informe l a unidad en la cual prestaba servici os. A fs. 253 se respondió que, si bien no se registraba la existencia de un Mayor de tal nombre, sí existía un Sargento Ayudante de Ingenieros así llamado, cl ase 1945, MI 7.943.121, sobre qui en -se informórevistaba en aquella fecha en el Batallón de Ingenieros de Combate 161 en la Provincia de Men doza. A fs. 257 se solicitó al Ejército que i nforme el destino del Mayor Rodolf o Bern abé Fl ores, que se desempeñara como Secretari o del Consejo de Guerra Estable en 1978. En un informe glosado a fs. 259 surge la comparecencia del n ombrado quien dio su domici lio como el sito en calle Junín 1330 de Capi tal Federal . Por lo q ue a fs. 265 se lo citó a declaraci ón informativa. En esta declaración no juramentada (290/vta.), Flores relató que se ha desempeñado como Secretari o del Consejo de Guerra Especial Estable entre abril de 1979 y diciembre de 1981. Teniendo a la vista la 188 Poder Judicial de la Nación causa, dijo no poder dar más información al respecto, ya que toda su intervención está documentada en la causa. Luego de la declaración de Hugo Pascual Luciani se implan tó el secreto sumari al y se orden ó la detenci ón de Roberto Zeoliti (fs. 311/2). A fs. 316/7 obra la declaración indagatoria prestada por Roberto Carlos Zeol iti el 21 de diciembre de 1983, en el que reconoci ó haber cumplido funciones de guardia en el centro de detención ubicado en el predi o lindero a Camino de Cintura y Autopista Ricchieri entre marzo y noviembre de 1977. Aclaró que no deseaba dar nombres de las personas que trabajaban con él ni de quienes le di eron la orden de prestar f unciones en tal l ugar. Que su labor se limito a la custodia de los detenidos. Reconoci ó que sol ían llamarl o “Sapo”. A fs. 416/8 obra la ampliación de la decl aración indagatoria de Roberto Carlos Zeoli ti, en la q ue refiri ó que la indicaci ón de su destino se la dio el Inspector General Dolz, q uien estaba a cargo de l a Subdirecci ón Nacional del Servici o Penitenciario y que en el lugar lo reci bió un Mayor apodado “Delta”. En esta segun da declaración dio mayores detalles de la organizaci ón del lugar y de su rol en el centro cl andestino de detención. A fs. 424/7 obra un informe confeccionado por una persona que no da sus datos personales y sól o firma como “Juan”, agente del servici o penitenciari o y di rigi do al Sr. J uez Carlos Olivieri, en el cual hace saber que desde mediados de 1977 hasta fines de 1979 se desempeñó en el centro de detención y tortura ubicado a 300 metros de la Autopi sta Ricchieri, el cual dependía del Primer Cuerpo del Ejército. Que ese “chupadero” era manejado por “la CRI” que estaba ubicado en la dependencia del Regimiento 3 de Infantería La Tabl ada. Que el Jefe de la CRI era un oficial de inteligencia del Ejército al cual apodaban “El Francés ”, que tendría el grado de Capitán y era especialista en interrogatori os y cuyo apelli do era Auti lio o Antilo. La gente del Servicio Penitenciario Federal y de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, era la que custodi aba a l os detenidos en el “Vesubio”, cuando torturaban a un detenido y se moría, se expresaba dicien do “este fulano se había quedado en la parrilla” o en el “submarino”. Agregó q ue los detenidos eran llevados a Luján, donde eran inyectados con una droga que l os adormecía; q ue l uego eran incinerados en un horno que allí f uncionaba, que qui en dirigía estas tareas era un Coronel o un Teniente Coronel Rojas Alcorta, que era en ese momento Jefe del Regimi ento de Mercedes y partici paba personalmente de los fusilamientos y cremaciones. 189 Expresó que “El Vesubio” funcionó hasta mediados de 1979, cuando llegó al país la Comisión de Derechos Humanos oportunidad en que levantaron las i nstalaciones y a los pocos detenidos que quedaban o los pasaron a “disposición final” o los “blanquearon”. c) Actividad jurisdi ccional llevada a cabo por este Tribunal Los primeros elementos probatorios obrantes en la presen te pesquisa fueron colectados por la Excma. Cámara del fuero en oportunidad en que estas actuaci ones tramitaron ante dicha sede bajo el n ro. 450. De esta forma, l a Alzada los sistemati zó mediante l a formaci ón de legajos de prueba correspondientes a cada una de las víctimas que permanecieron en cautiverio en dicho l ugar. Dicha investigaci ón se paralizó como consecuencia del dictado de las leyes 23.492 y 23.521 (“Obediencia Debida” y “Punto Fi nal”, respectivamente). La decl araci ón de l a nulidad insanable de las leyes 23.492 y 23.521 por parte del Congreso Naci onal a través de la sanción de la ley 25.779, propici ó la reapertura de las presentes actuaciones y la continuación de la in vestigaci ón. A dichos fines, el Tribunal propici ó la realización de una multi plicidad de medidas de prueba, sobre la base de la tarea efectuada por la Excma. Cámara del f uero, a l os efectos del esclareci miento de l os hechos y la determinación de las responsabilidades correspondientes. Seguidamente se reseñarán aquellas q ue mayor relevancia revistieron para la presente investigación. Así, se soli citó al Ministerio de Defensa de l a Nación la remisi ón al Tribunal de diversos l egajos personales y fotografías correspondientes a personal del Ejército Argentino que revistó durante el período en que f un cionó dicho centro clandestino en el Regimiento de Infantería Mecanizado VII de La Plata, en el Comando de Brigada de Infantería X, en el Regimi ento de Infantería III de La Tablada y en el Batallón de Intel igen cia 601, entre otros. Asimismo, se requi ri ó al Ministerio de J usticia de la Nación l a remisi ón de los l egajos personales de agentes del Servicio Penitenciario Federal que prestaron servici os en dich a instituci ón entre l os años 1977 y 1978. Una vez recepcionada dicha documentación y con los elementos obrantes en la misma, se conformó (a fs. 17.615/6) un legajo de fotografías con miras a ser exhibidas a las víctimas convocadas a prestar 190 Poder Judicial de la Nación declaración testimonial ante estos estrados. Dicho legajo quedó conformado por tres anexos; el anexo 1 correspondi ente a fotograf ías de agentes del Servicio Penitenciario Federal; el anexo 2 correspondiente a fotografías de personal militar y el anexo 3 compuesto por el listado de nombres de l as personas que conforman cada uno de los anexos anteriores. De esta f orma, se escuchó en declaración testimonial a las siguientes personas: Jorge Federico Watts (fs. 17.704/8 y 25.771/2vta.), Guillermo Alberto Lorusso (fs. 17.709/11 y 25.773/4vta.) , Juan Carl os Benítez (fs. 17.716/ 8 y 18.757), Javier Antonio Casaretto ( fs. 17.719/21), Arturo Osval do Chil lida (fs. 17.722/3), Ana María Di Salvo (f s. 17.742/44 y 25.872/3vta.), Fausti no José Carl os Fernández (fs. 17.745/8 y 26.166/vta.), Susana Reyes (fs. 17.759/61 y 25.781/2vta.), Ana María Molina (fs. 17.762/3), Eduardo José Kiernan (fs. 17.764/7), Cecilia Laura Ayerdi (fs. 17.770/1), J uan Antonio Frega (fs. 17.772/6 y 25.794/5), Nieves Marta Kanje (fs. 17.783/5), Silvia Irene Saladi no (fs. 17.786/8 y 25.933/4), Inés Vázquez (fs. 17.967/8), Javier Gustavo Goldín (fs. 17.984/5), Silvia Irene Saladino (fs. 17.810), María Angélica Pérez de Micflick ( fs. 17.939/40) , Horacio Hugo Russo (fs. 18.129/30), A lfredo Lui s Chaves (fs. 18.653/5) , Ariel Adhemar Rodríguez Celín (fs. 18.664/6), Ricardo Daniel Wejchenberg (fs. 18.692/4), Pabl o Edgardo Martínez Sameck (fs. 18.701/3), Darío Emili o Machado (fs. 18.708/11), Estrella Iglesias Espasandín (fs. 18.708/11 y 25.791/2), Marisa Eli da Serra Villar (fs. 18.755/6), En rique Jorge Varrín (fs. 18.785/7), María Elena Rita Fernández (f s. 18.828/ 9), Ramon a Ana Sánchez (fs. 18.830/2), Claudio Orlando Ni ro (fs. 18.841/3), Bisnaga Dolores Mauro de Igl esias - en rel ación al caso de Raúl Alberto Iglesias- (f s. 18.904/10), Eva Dolores Reinol di -en relación al caso de Roberto Lui s Gualdi- (fs. 18.911/2), Roberto Luis Gualdi (fs. 18.913/4), Oscar Walter Arquez (fs. 19.031/8), Marcos Weinstein -en relaci ón al caso de Mauricio Weinstein(fs. 19.506/7), Elen a Isabel Alfaro (fs. 25.497/8, 25.661/2, 25.785/6 y 25.787/8), Lila Victoria Pastoriza -en rel ación al caso de Pablo Míguez- (fs. 25.925/32), Rol ando Alberto Zanzi Vi goroux (fs. 26.173/5), Liliana Latorre -en relación al caso de Jaime Emilio Lozano- (fs. 26.181/99) y Ricardo Hernán Cabello (fs. 26.569/72vta.). En esta instancia corresponde señalar algunos aspectos relativos a la modal idad el egida por el Tribunal a fin de ll evar a cabo la exhibición del l egajo de fotograf ías a cada uno de los testigos convocados a declarar; de esta forma, sól o se exhibieron los anexos 1 y 2 correspondientes a l as fotografías habien do agregado en el reverso de cada una de las fojas un a pieza i mpresa q ue impide visualizar inscripciones 191 obrantes detrás de las imágenes. Así, los declarantes no tuvieron acceso al anexo 3 en el cual constan los nombres de l as personas i ncluidas en el legajo. A los fines de obtener mayores testimonios y el ementos probatorios rel ativos a los casos vinculados al centro cl andestino de detención “El Vesub io”, también se soli citó a la Secretaría de Derechos Humanos de la Naci ón la remi sión de copias certificadas de los legajos de la CONADEP rel ati vos a quienes estuvieron cautivos en di cho lugar y se pidió a la Excma. Cámara Federal de Apelaciones de la Ciudad de La Plata la remisión de declaraciones testimonial es y actuaciones llevadas a cabo en el marco de los “Jui cios de la Verdad” que lleva adelante dicho Tribunal. Con el objeto de esclarecer el itinerari o segui do por quienes estuvi eron ilegal y clandestinamente privados de su libertad en dicho lugar, se ofició a la Presidencia de la Nación para q ue informen si aquellas personas estuvi eron detenidas a disposi ción del Poder Ejecutivo Naci onal especificando en cada caso el período de tiempo que estuvi eron detenidos y la unidad carcelaria en la cual fueron alojados. Asimismo, se solicitó al Ministerio de Justicia la remisi ón de los legajos penitenciarios correspondientes a las personas que habrían sido trasladadas a las Unidades 9 -La Plata- y 2 - Villa Devoto-. También se sol icitó la remisión del sumario labrado por el Servici o Penitenciario Federal relati vo a la existencia del centro clandestino de detención que nos ocupa en el presente pronunciamiento, la causa originariamen te instruida ante el J uzgado de Instrucci ón Militar nro. 29 caratulada “Supuesta existencia de un C.C.D. en jurisdicción de la Brigada de Infantería X”. Asimismo se solicitaron las causas nro. 35.040 del registro del Juzgado de Instrucción que estuviera a cargo del Dr. Olivi eri, Secretaría del Dr. Luis Niño, y la causa nro. 1800 del Juzgado en lo Penal n° 7 de Morón, Provincia de Buenos Aires. relativa a dicho centro de detención. A continuación se da cuenta de la activi dad jurisdicci onal que, en relaci ón al centro clandestino de detención y tortura “Vesubio”, este Tribunal llevó a cabo tras el dictado del auto de mérito de fecha 23 de mayo de 2.006. Entre las decl araci ones testimoniales q ue se recepcionaron, de manera enunciativa y no taxativa, corresponde señalar l as siguientes: Arnaldo Jorge Piñón (fs.39.093/5), María de l as Mercedes Joloidovsky (fs 43.695), María Verónica Castelli (fs.45.908/20) y Esteban Sol er (fs. 48.536) . Con respecto a l os dos pri meros, si endo que los mismos resultan ser 192 Poder Judicial de la Nación víctimas de los hechos objeto de pesq uisa, se dispuso que, en ocasión de dar testi monio y a efectos de la realización fotográfico, se procediese a la exhibición del de un reconoci miento álbum de fotograf ías correspondiente al centro de detención y tortura “Vesubio”. Además de esas testimoniales - recibidas en esta sede-, se requi rieron a la Excma. Cámara Federal de Apel aciones de La Plata aquellas que tuvieron lugar en los den ominados “Jui cios por la verdad” y que guardasen relación con los hechos acaecidos en el centro clandestino de detención y torturas conoci do como “Sheraton” o “Villa Insuperable”. Entre las que ese Tri bunal de Alzada remitió aquí, obran las de Juan Carlos Scarpatti y María de las Mercedes Joloi dovsky (fs. 47.650/774) . Por otra parte, resultan ser varias las personas a las que el Tribunal tuvo por parte querell ante en relación a estos sucesos acaeci dos en el “Vesubio”, entre ellas: Genoveva Ares, J uan Manuel y Ernesto Darío Borzi , Greta Gleyzer, Esteban Soler y María Marcela Vega. A su vez, la Repúbli ca Federal de Alemania solicitó se la ten ga por parte querellante en relación a los hechos que tuvi eron como víctima a Elisabeth Käsemann. Tal requerimiento fue sati sfecho a fs.45.593/600 de las presentes. Como parte de la actividad j urisdiccional producida tendi ente a la averiguaci ón de la verdad de los hechos investigados, y a efectos de adquiri r nuevamente un conocimiento personal y di recto de l os vesti gios y construcciones subsi stentes en el lugar donde se emplazaba el centro de detención y tormentos bajo estudio, se ordenó la práctica de una nueva inspección ocular en el lugar donde aquél f uncionara (el acta obra a fs.44.202/3) . Por su parte, Diego Salvador Chemes realizó una manifestaci ón espontánea, formul ando su descargo y solicitando una audi encia a fin de ampliar la declaraci ón indagatoria q ue prestara. La misma, tuvo lugar en fecha 11 de septiembre de 2.006 (fs.32.928/44). Otras dos (2) ampliaciones indagatorias que tuvi eron l ugar en estas actuaciones, resultar ser l as recibi das a Pedro Alberto Durán Sáenz (fs.34.953/9) y Héctor Humberto Gamen (fs.34.960/71). Con posteri ori dad a esas audiencias, en fecha 10 de enero de 2.007, dispuse ampliar el auto de procesami ento respecto a los nombrados (fs.35.794/800), resolución que en fecha 26 de abril de 2.007, f ue confirmada por la Sala I de la Excma. Cámara Federal (fs.39.500/8). Incidente de prohibición de i nnovar Finalmente, en el marco del incidente de prohibición de 193 innovar respecto del inmueble donde se ubicara el centro clandestino que nos ocupa, iniciado en virtud de la presentación formul ada por l a Dra. María Mónica González Vivero y el Dr. Leonel Mariano Curutchague, se adoptaron varias medidas probatori as tendientes a la conservación de los elementos probatori os que pudieran hall arse en dicho l ugar. De esta forma, con f echa 24 de noviembre de 2.004 se dispuso la prohibición de innovar respecto del referido inmuebl e -sito en el sector nordeste del cruce del Camino de Cintura y la Autopi sta General Ricchieri de la Provincia de Buenos Aires, individualizado catastralmente como parcel a 1306a y 1306b- medi da q ue i mportó la clausura del l ugar y prohibici ón de entrada al mismo a toda persona q ue no contara con la expresa autorización del Tribunal. Asimismo, en dicha oportunidad se encomendó a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación la elaboraci ón de un detallado plano del predi o, la real ización de una memoria descriptiva en la cual se pormenorice su estado actual y la obtención de fotograf ías del mismo. Posteri ormente se di o intervención a la Secretaría de Justicia y Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justici a organismo que pudo establecer que las parcel as donde funcionara el centro clandestino de detención “El Vesub io” se unificaron en conjunto con otras en una sola parcel a nominada 1284c que actualmente es propiedad de l a “Corporación Mercado Central de Buenos Aires” (ver fojas 63/70 y 74/vta. del citado incidente). Dicha corporaci ón adoptó las medi das de conservaci ón dispuestas por el Tribunal y produjo el informe glosado a fs. 100/9, en el cual obra un plan o catastral del predio en cuesti ón y una serie de fotografías que permiten constatar el estado actual del mismo. En dicho informe se destaca que la parcela 1306b cuenta con una superficie total de 2.500 m2 y 10.000 m2 la parcela 1306a; también se establece el frente del predio se encuentra sobre la calle Colectora del Camino de Cintura, con un total de 125 metros de ancho (comprendido entre las col umnas de iluminación de dicho camino identificadas con loa números F17-15 y F17-19) y una profun didad de 100 metros; al predi o se ingresa por una senda que lo divide en dos, la cual se encuentra individualizada con un cartel que reza “Camino de Ci ntura 8118”. Asimismo, se encomendó a la Delegación Morón de la Policía Federal Argentina l a custodi a del predio; dicha dependencia produjo el informe glosado a f s. 113/29 en el cual formulan una descripción de las condiciones actuales en que se halla, agregaron planos de la zona e 194 Poder Judicial de la Nación incorporan vistas f otográficas del mismo. Con el objeto de adquirir un conocimiento personal y directo de los vestigi os de las construcciones que se hallaban emplazadas en el lugar de las cual es dan cuenta l os informes producidos por las diversas instituciones a que se hiciera referencia anteriormente, el 1ro. de julio de 2005 se practicó un a inspecci ón ocular sobre el predi o. En dicho acto partici paron Jorge Federico Watts, sobreviviente, y profesionales integrantes del Grupo Antropol ógico Arqueol ógico Memori a e Identidad (G.A.A.M.I.), cuyo resultado se encuentra reflejado en el acta de fs. 170/1. A dicho organismo se le encomendó la realización de un proyecto de investigación antropológica en relación a dicha finca, el cual fue presentado al Tribunal el 27 de j ulio de ese año (fs. 173/85 de l a incidencia) siendo su principal objetivo “la recuperación y preservación de las estructuras donde funcionara el CCD «El Vesubio» y demás construcciones y objetos relacionados a éste, para ser aportados como evidencia material en la causa”. Merced al auto de fecha 2 de agosto de 2.005 se dispuso la realizaci ón del proyecto de recuperación arqueol ógica presentado por el G.A.A.M.I. dándose intervención en carácter de colaboradores, a la Secretaría de Derechos Humanos de l a Nación para que patrocine la investigación a reali zarse, y a la Municipalidad de la localidad. Tal proyecto se halla agregado al inciden te a fs.214/24. En esta presentación, el G.A.A.M.I. se dedicó a exponer l as etapas de la investigación que l levarían a cabo, las tareas a realizar, la logística necesaria para la i mplementaci ón de esas tareas, l os trabajos de excavaci ón y conservación que realizarían, la metodología a utilizar, los recursos q ue precisarían, el presupuesto del proyecto, etc. Todo ello, en el marco del objetivo princi pal que fuera descrito anteriormente. Aprobada por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos la parti da presupuestaria a efectos de fin anciar las primeras etapas de las mencionadas tareas, y habiendo la Corporación del Mercado Central de Buenos Ai res -propi etaria del predio- realizado las tareas de preservación que se le encomendaran, comenzaron las diligencias para llevar a cabo el nombrado proyecto de recuperación arqueol ógica. Así, como medidas preliminares tendientes a ello, en f echa 5 de abril de 2.006 se req uiri ó a la Municipal idad de La Matanza que brindase colaboración a fin de establecer en el predio de referencia un perímetro de protección, colocar i luminación, reali zar un camino alternativo de acceso al predio, restringir el acceso al público, procurar un lugar de depósito, entre 195 otras (fs.327) . También se encuentran glosadas a l a incidencia un informe y un proyecto prelimi nar de trabajos arq ueológicos presentados ambos por el grupo coordinador de las investigaci ones, los curri culum vitae de los integrantes de ese grupo y la planif icación de trabaj os de campo y laboratorio. El 24 de abril de 2006 este Tribunal resolvió hacer entrega del dinero q ue se asignase para los gastos de la pericia y designar a los profesionales propuestos por el G.A.A .M.I. como peritos que tendrían como función la realización de una serie de medidas, a saber: a)la acredi tación de la existencia pasada de las construcciones que f ueran utilizadas como centro clandestino de detención y tortura “El Vesubio”; b)el hallazgo de el ementos que pudieran servir a la acredi tación de l os hechos que son objeto de i nvestigación, ya por haber pertenecido o haber sido usados por las personas que en calidad de víctimas estuvieran detenidas en el centro cl andesti no citado; como el hallazgo de los elementos de pertenencia o uso de las personas que actuaron allí como responsables de los hechos que se i nvestigan; c) la recuperación de esos elementos, su reconstrucción o reparaci ón y su conservación; y d)el hall azgo y, en su caso, conservación, de restos óseos o humanos de otra naturaleza. A efectos de proporcionar seguri dad al predio objeto de pericia, se req uiri ó a la Jefatura Departamental La Matanza de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que se dispusiese la custodia durante las 24 horas del día durante el término de tres ( 3) meses. A fs.412/49 obran i nformes remi tidos por el G.A.A.M.I. entre los cual es se halla el informe técnico de l a Unidad de Energía Nuclear que da cuenta de la inspección con georadar en el predio de referencia, una descri pción de los trabajos de limpieza, cercado y acondici onamiento de ese siti o, un cuadro con las tareas efectuadas por l os peritos que también indica el tiempo trabajado, etc. A fs.660/3, la Lic. Antonella Di Vruno por el G.A.A.M.I. presentó al Tribun al un escrito medi ante el cual hacía saber que se encontraban cul minando el informe sobre los trabaj os de campo y laboratorio y la presentación de resultados finales. Así las cosas, el 23 de mayo del año en curso, el G.A.A.M.I. presentó su informe final, en el cual se especifican las tareas desarroll adas durante el período 2006/2008 (cfr. fs. 702/88 ibíd.); en el cual se expuso lo siguiente: 196 Poder Judicial de la Nación “El sector ocupado por la casa 1 exhibía sólo algunas secciones de estructuras sobre la superficie actual, por lo que podían regist rarse, a simple vista, un segmento del muro Norte perteneciente a la construcción, la cámara séptica y una porción del área determinada como porche (ver plano casa 1). [ ...] Los trabajos de campo efectuados revelaron con claridad los cimientos que resistieron los distintos eventos de destrucci ón. De esta manera, los muros dieron cuenta del perímetro y las divisiones internas del espacio. Pudiendo evidenciar la ausencia del muro Este del recinto D (destrucción total) y los límites del recinto determinado como sótano. Esto es, observando el perfil de la trinchera 1 se dio cuenta de la existencia de una alteración que se iniciaba a una dist ancia de 1,50m aproximadamente del muro Oeste del recinto B y penetraba hacia el Este, alcanzando el máximo de profundidad sob re el muro Este del sótano (1,15m aproximadamente).” “La construcción, tipo chalet de una planta, presentaba un techo de dos aguas con tejas estilo colonial de color rojo. Se han recuperado fragmentos de tejas (de tamaño pequeño a mediano), algunos de los cuales exhiben la marca de fábrica: «Alberdi Industria Argentina», con un espesor de 0,11cm [...] Además se rescataron algunos fragmentos de tejas francesas. [...] Esta casa tenía dos accesos, uno lindante con la vía colectora de Camino de Cintura, con un porche que conformaba el frente de la construcción, cuyas ventanas (dos) permanecieron tapiadas a partir de 1976 durante su funcionamiento como lugar de detención, como lo indicaran los testimonios recabados”. “En la parte posteri or de la casa se ubicaba una galería (porche) descubierta que se ext endía sobre el lado Este de la casa. [...] La sala o el living (recinto I) estaba ub icado en el centro de la casa y las demás habitaciones se disponían hacia el Sur y Norte de éste. Según los testimonios había una gran mesa de madera junto a muchas sillas (sobre una de las mitades desplegaban un mantel) y hacia uno de los extremos (Sureste) una chimenea”. “Hacia el centro de la sala, dispuesto sobre el lado Sur de la misma, se emplazaba uno de los baños, se ingresab a por una puerta a un recinto (M) de pequeñas dimensiones cuya disposición permite caracterizarlo como un distribuidor, el cual t enía tres accesos (com unicación con las habi taciones). Debe chequearse si funcionamiento todos como estos accesos «Jefatura»- estaban en los habilitados testimonios al momento disponibles no del hay menciones. Este reci nto antecedía al reci nto (L) en el que se ubicaban los artefactos sanitarios: lavatorio, bidet, inodoro y bañadera. El baño es mencionado en los testimonios de ex detenidos desaparecidos y algunos de ellos recuerdan algunos detalles: espejo grande, azulejos y una bañadera (en ocasiones llena de agua fría). Las paredes estaban revestidas de azulejos negros según se indica en 197 los relatos. Durante las excavaciones han sido recuperados cantidad de fragmentos de azulejos negros, algunos de ellos presentan en su reverso las marcas de procedencia”. “Se menciona que el resto de los recintos N y K sobre el lado Sur de la casa y la habitación designada como recinto A sobre el lado Norte han sido registradas a través del rescate de los ci mientos que coi nciden con los planos existentes. Las mismas han sido individualizadas como el dormitorio de la oficialidad, guardarropas y habitación de detención respectivamente. Las habitaciones pudieron albergar por momentos de 10 a 15 personas como lo detallara la Sra. Noemí Fernández Álvarez. Por otro lado, sobre el vértice Norte se emplazaba la coci na, hacia uno de los lados del recinto identificado como sótano, y sobre el mismo frente del otro baño de la casa”. “Se han recuperado algunos objetos, como textiles, (ropa), calzado y elementos de adorno personal que están a disposición para ser expuestas ante los testigos que V.S. considere. Los mismos presentan diversas características y alcanzan distintas tallas (existe calzado de bebé y niños. Debe indi carse que estos hallazgos se encuentran en un contexto perturbado y que dificulta el análisis de los mismos y la determinación temporal de uso. De todas formas, se menciona que por las características presentadas (empresas, envases, diseño de logos, etc.) una parte de los hallazgos pueden relacionarse con productos de la década del ’60 y ’70. A esto se suma los que presentan fechas, tiempos de vencimientos, etc”. “A continuación se describe el rescate y características del recinto determinado como sótano, el cual se emplazaba sobre el lateral Norte de la casa, siendo su entrada una puerta «trampa» (testimonio de Horacio Ramiro Vivas) y una escalera de madera, como es identificada por algunos testigos; un recinto cuadrangular con un pequeño respiradero en forma de rampa. [...] Las dimensiones registradas del recinto una vez finalizadas las excavaciones son 2,90m y 4m de longit ud. Se tomó en tres puntos de referencia, uno de ellos el central, donde la prof undidad alcanzaba, ni vel del piso, 3,40m aproximadamente [...] En las secciones de la pared mejor conservadas, luego de la remoción de una delgada capa compuesta por sedimento y raíces de diverso grosor, fue posible registrar el revoque y la última capa de pintura (de color verde). Por sobre la pared Sur se observan restos de pintura col or amarillo. [...] En las paredes no se registraron inscripciones”. “En las descripciones del predio (desde momentos en que se conocí a como «La Ponderosa») y en fotografías aéreas es posible observar las edificaciones (casas), un tanque australiano y una pileta de natación ubicada hacia el norte del sector investigado, cercano a la Casa 1. Asi mismo esta pileta ha sido mencionada en distintos testimonios de ex detenidos desaparecidos. [...] ciertas partes 198 Poder Judicial de la Nación iniciales de los muros Norte, Este y Oeste sobresalían a nivel del piso, siendo el ancho de cada uno de ellos de 25cm, con un revestimiento de azulejos blancos (tamaño de lado: 20cm x 20cm), pudiendo tomar una medida preliminar de largo interior de la pileta que arrojaba 12m. [...] Con la excavación de la trinchera 4 se detectó el muro Sur de la pileta a 0,35m de profundidad desde la superficie del suelo act ual, estableciendo que la pileta t iene un ancho i nterno de 6m. Así también se descubrió el piso de la pileta a 1,20m, en su sector medio, desde la superficie del suelo tomado como referencia”. “Según los testimonios y reconocimientos en el sitio por parte de l os ex detenidos desaparecidos, la Casa 2 f ue conocida como «l a Enfermería», mientras que la Casa 3 se indicaba como el lugar donde estabas «las Cuchas» y la «Sala Q». En esta última edificación se ubicaba a los detenidos con secciones diferenciadas según el sexo, el lugar estaba acondi cionado a través de tabiques de madera o de ladrillos dispuestos de canto de mediana altura [...] El trabajo sobre estas edificaciones se concentró en la limpieza superficial y seguimiento de los muros visibles en superficie, que permitieron cerrar los perímetros o indicar las faltantes de recintos. Es el caso de la casa 2 la cual ha sido removida casi en un 50% sobre la fracción Oeste (frente próximo a la colectora de la vía Camino de Cintura. Se han rescatado, en este sect or, dos oquedades rectangulares de dimensiones medianas que se presentan bajo superficie, asociadas a las edificaciones. Las mi smas tienen la apariencia de fosas utilizadas para la reparación de automot ores. En su interior se observan, a partir de la limpieza y extracción de material superficial, restos de cableados junto a pequeños huecos rectangulares emplazados en secciones de las paredes internas y a nivel del piso una estruct ura que simularía una escalera.” (fs. 702/88, el resaltado figura en el ori ginal). En consecuencia, el 3 de marzo del corri ente año, este Tribunal dio por concluidas las tareas relati vas al Proyecto de Recuperación Arqueológica. Conclusi ones La acti vidad jurisdi ccional llevada a cabo con rel ación a la investigación de l o ocurrido en el centro clandestino de deten ción conocido como “El Vesubio” fue ampli a y variada. Puede observarse que las di stintas medidas de prueba, en parte, se condicen con el momento histórico en el q ue se realizaron. Así, tanto en la causa “Benet” como en “Guarido” la cercan ía temporal con los hechos investigados fue la que orientó la investigación. En efecto, al 199 realizarse la visi ta ocular del predi o por el Dr. Ruiz Paz, si bien las edificaciones habían sido demoli das, pudieron encontrar restos de documentos y materiales relacionados al funcionamiento de “El Vesubio”. Además, en ambas causas resultaron muy importantes los testimonios de Roberto Zeoliti y Norberto Cendón respectivamente, quienes desde su rol de agentes del Servicio Penitenciario Federal , dieron detalles del funcionamiento del l ugar. Por otra parte, se observa en ambas causas, q ue uno de los objetivos princi pales era demostrar la existencia misma de un centro clandestino de detención y tortura baj o control estatal, en el cual se torturaba y asesinaba, requisito que ha quedado satisfecho en las investigaciones citadas. 3.4.6.1. Actuaciones tenidas en cuenta para la acreditación de los hechos en “El Vesubio” Introducción Numerosas actuaci ones agregadas a la presente pesq uisa permiten concl uir q ue, en armonía con los objetivos y métodos utilizados por los operadores del plan criminal y represi vo i mpuesto por el Comando en Jefe del Ejército, se sustanciaron di versos expedientes y se labraron actuaci ones con el f in de “legalizar” a q uienes estaban hasta el momento detenidos ilegalmente, o más bi en “desaparecidos”. Los caminos para reingresar a estas personas al sistema sin reconocer su ilegal detención, f ueron vari os, pero claramente y como lógica expresi ón de la natural eza clandestina de la totalidad de las acciones criminales llevadas a cabo desde el Estado, se construyeron expedi entes con hechos falsos, respaldados por actas falsas y declaraci ones tambi én falsas. En definitiva, en mi ras a ocul tar la real idad y los hechos tal cual habían sido, se tejieron ficciones que impunemente se plasmaron en actas espurias, caren tes de verdad aún en sus más nimi os detalles. Algunos de tales expedientes comenzaron con un supuesto hallazgo de detenidos en un cami ón, detenidos q ue espontáneamente, en plena dictadura militar, reconocían ser de determinada agrupaci ón política. Pero el mayor producto de tal subterfugio de que disponemos en este tramo de la investigación, es el “Sumario nro. 29 -J .I.M. nro. 29, sumario militar s/ CDC-” en el cual a raíz de la aparici ón de una nota peri odística en la cual se denunció l a existencia de un centro clandestino de detención durante la dictadura 200 militar (El Vesubio), se inician Poder Judicial de la Nación actuaci ones, recibi éndose declaración a muchos de los h oy imputados procesados, quienes uno a uno, negaron desconocer la existencia de dicho centro. Por otro lado, antes de describir en detal le el contenido de los expedientes a los que me he referi do, quiero referirme a cuál era el preciso camino hacia la “legalización”, al que f ueron direccionados algunos de los cautivos en “El Vesubio”. Muchos de ell os f ueron sometidos a un Consejo de Guerra, que luego de un ti empo se declaraba incompetente y remitía la causa a l a Justicia civil . A dichas personas, en el ín terin se las mantenía detenidas en distintas dependenci as públicas. Finalmente, eran puestas en libertad. A fin de ilustrar este proceso de “legalización” de las detenciones por natural eza ilegales, se solicitaron al Archivo Federal las causas nro. 8537/79, 40.741/79 y 40.735/79, caratuladas “Paniagua, Juan Carlos y otros s/inf. l ey 20.840 y 21.325", “Pérez de Micflick, María Angélica y otros s/inf. ley 20.840 y 21.325" y “Garín, Dora Beatriz y otros s/inf. ley 20.840 y 21.325". Los tres expedientes involucran a personas que se tiene acredi tado que estuvieron cautivas en “El Vesubio” y se inician con fotocopias remi tidas por el Consejo de Guerra Especial Establ e al declararse incompetente para seguir investigando. Relaci onados con la investigaci ón de los hechos acaeci dos en el centro clandesti no de detención bajo estudi o, cobra relevancia el expediente interno Nº 795, caratulado “Paniagua, Juan Carlos y otros acusados de i nfracciones leyes 20.840 y 21.325", oportunamente remi tido por la Excma. Cámara del fuero. Otros elementos que revisten especial in terés en el tema baj o estudio, son las fichas de ingreso de detenidos de aq uel entonces al Servicio Penitenciario Federal, recibi das en esta sede el 3 de diciembre de 2004 y reservadas en Secretaría. En tales piezas, se plasmaban di versas circunstancias, y entre ellas: nombre y apellido del detenido, si estaba a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal; nombre de sus padres, profesión, nro. de documento, domicilio y Antecedentes, punto en el cual se especificaban los traslados anteriores de l os detenidos. Tres expedientes i nstruidos contra ví ctimas del centro de detención “El Vesubio” a) La Causa 8537/79 “Paniagua, Juan C y otros s/ inf. Ley 20.840” que tramitara oport unamente ante este tribunal 201 La citada causa reconoce como antecedente el expedi ente nro. interno 795 del Con sejo de Guerra Especial Estable 1/1 ini ciado el 8 de septiembre de 1978. Es preciso proceder a la explicación del contenido del mismo. El expediente del Consejo de Guerra Estable 1/1 Las actuaci ones se i niciaron con la prevención realizada por Heriberto Ernesto Fuchs, Mayor Preventor del Regimiento de Infantería 6, General Viamonte, Provincia de Buenos Aires. Este Oficial, a fs. 18, explicó: “[q]ue el día ocho de septiembre de mil novecientos setenta y ocho, siendo las veintitrés horas quince minutos, detecto en oportunidad que me trasladaba con mi familia con destino al domicilio de unos amigos, un vehículo (furgón) sospechoso en la calle Repúb lica de Chile y 62 frente a las instalaciones del Parque Municipal de Mercedes que se encontraba el mismo con las luces bajas encendidas llamándome la atención por las características que presentaba. Que en tales circunstancias regreso a la unidad y utilizando la Sección Recuperación a cargo del Tte Guillermo Mermoz, concurro nuevamente al lugar para cercar el furgón e identificar al mismo. Que una vez registrado se procede a la detención de siete personas, dos de sexo femenino y cinco masculinos que estaban amordazados, atados y encapuchados en la caja del furgón autotitulándose integrantes del Partido Comunista Marxista Leninista Argentino, como así también secuestrándose el furgón [...], siete sobres conteniendo una declaración firmada en poder de cada uno de los individuos detenidos y la documentación personal de seis, faltando sólo a uno. Que el personal precitado queda detenido e incomunicado en la Guardia de la Unidad y el furgón y documentos señalados bajo caución según const a en foja dos” (resaltado agregado) . Las siete personas encontradas en el f urgón resultaron ser Juan Carlos Paniagua, Osvaldo Héctor Moreno, Miguel Ignacio Fuks, Rubén Darío Martínez, Jorge Carlos Gol dberg, María Cel ia Friado y Nieves Marta Kanje, quienes según testimoni os de sobrevivi entes, habrían estado privados de su libertad en “El Vesubio”. A fs. 4/15 obran las declaraciones q ue se les tomaron a l as siete personas menci onadas el día en que fueron halladas en el Regi miento y a fs. 29/45 las “confesiones” que tenían en el bolsillo al momento de ser encontrados. De la simpl e lectura se puede observar que las primeras son una simple transcri pción de las segundas. A modo de ejemplo obsérvese que la “confesión” de Paniagua reza “[m]ilito en el Partido Comunista Marxista Leninista de la Argentina ( Ex Vanguardia Comunista). Soy militante 202 Poder Judicial de la Nación del partido y la función que desempeño es la de militante de célula del Frente Sindical de la Regional Provincia de Buenos Aires. En el partido me conocen con el alias de «Pancito»” (fs. 29) y en la declaración de fs. 4 dij o: “[q]ue milita en el Partido Comunista Marxista Leninista de la Argentina (Ex Vanguardia Comunista). Es militante del partido y desempeña la función de militante de célula del Frente Sindical de la Regional Provincia de Buenos Aires. En el partido lo conocen con el alias de «Pancito»”. En estas declaraciones todos confesaron pertenecer al Partido Comunista Marxi sta Leni nista y dieron detalles de sus supuestas actividades en el mismo y nombres y apodos de otros parti dari os. A fs. 49/50 se encuentra el Dictamen nro 3656, suscripto por el Mayor Auditor Edgardo Raúl Semberoi z, por el q ue se establece q ue las personas encontradas, según sus propias declaraciones, estarían incursas en el deli to de asociación ilíci ta agravada, por lo q ue resul ta competente para juzgar en la causa el Consejo de Guerra Especial Estable 1/1. Recuérdese que en el momento en el cual se tramitó dicha causa, el artícul o 210 del Códi go Penal establecía que “[s]erá reprimido con prisión o reclusión de tres a diez años, el q ue tomare parte de una asociación o banda de tres o más personas destinada a cometer delitos por el solo hecho de ser miembro de la asociación” y el art. 210 bi s del mismo Código establecía: “Se impondrá reclusión o prisión de cinco a doce años, si la asociación dispusiere de armas de fuego o utilizare uniformes o distintivos o tuviere una organización de tipo militar [...] La misma pena se impondrá si la asociación estuvi ere organizada total o parcialmente en células”. Ya constituido el Consejo de Guerra el seis de marzo de 1979, a fs. 79/90, se les tomó una nueva decl aración, sin juramento, a las siete personas involucradas. Todas f ueron coi ncidentes en reconocer su rúbrica en los testimonios anteriores, mas no su contenido. Desconocieron pertenecer al partido, así como toda otra vinculación a los datos aportados en las decl araci ones anteriores. El 20 de marzo de 1979 el Consejo de Guerra Especi al Estable nro. 1/1 se declaró incompetente para segui r investigando y remiti ó las actuaci ones pertinentes a la Cámara Nacional de Apel aciones en lo Criminal y Correccional Federal . El 10 de abril del mismo año se notificó a los incul pados de la declaración de incompetencia (fs. 96). La causa 8537/79 caratulada “Paniagua, Juan C y otros s/ inf. Ley 20.840” A fs. 1/30 obran f otocopias de la causa instrui da ante el Consejo de Guerra nro. 795, a la q ue hici era referencia ut supra. 203 Ante la declaración de incompetencia del Consejo de Guerra Especial Estable n ro. 1/1, se remi tieron las actuaci ones pertinentes a l a Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correcci onal Federal la cual ordenó el pase de las actuaciones al Juzgado Federal n ro. 3 (fs. 31). A fs. 33/4, el Juez Dr. Guill ermo F. Rivarola resolvió aceptar la competencia y enten diendo q ue existía mérito suficiente, los procesó, esto es, orden ó recibirles declaración indagatoria a l os si ete deteni dos. En tales ocasiones, todos ellos negaron los dichos de su primera declaraci ón ante el Consejo de Guerra. En líneas generales f ueron coincidentes en afirmar q ue habían estado ilegalmente detenidos antes de ser encontrados en las cercanías del Regimiento nro. 6. Que al ser sacados de este centro clandestino de detención les dejaron una “confesión” en los bolsillos y que ésta fue la que se reprodujo en la decl aración en el Regimi ento. Manifestaron que la firmaron por miedo a ser torturados y a que los llevaran nuevamente al citado centro de detención. Además, todos negaron su vinculaci ón con organizacion es subversivas y desconocieron las tareas y l os apodos consignados en su primer declaración (fs. 45/47, 67/73). Conforme surge de fs. 58 y 74, luego de habérseles tomado declaración indagatoria -actos procesales llevados a cabo el día 17 de mayo de 1979, con respecto a l os hombres, y al día siguiente, con respecto a las mujeres- se decretó l a inmediata libertad de todos. A fs. 13/2 el Sr. J uez Pedro C. Narvaiz resolvió sobreseer parcial y provisional mente a l os imputados Juan Carl os Paniagua, Osvaldo Héctor Moreno, Miguel Ignacio Fuks, Rubén Darío Martínez, Jorge Carlos Goldberg y María Celia Kriado, mi entras que respecto de Nieve Marta Kanje se la sobreseyó parcial y definitivamente. Asimismo, se ordenó la extracción de fotocopias de las declaraciones a fin de investigar las denuncias all í verti das. Apelada tal resoluci ón por el Sr. Procurador Fiscal José Nicasio Dibur a fs. 132vta.;, la Sala I de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correcci onal, confi rmó el auto apelado con relaci ón a los sobreseimientos parciales y modificó el sobreseimiento definitivo de la Sra. Kanje respecto de q uien se resolvi ó sobreseerla parcialmente ( fs. 152). b) La Causa 40741/79 de este Juzgado, caratulada “Pérez de Micflick, María y otros s/ inf. Ley 20.840 y 21.325" En la primera f oja de la causa obra la “diligencia de ini ciación” en la que se deja constancia que el 11 de septiembre de 1979 se recibi ó una llamada anónima en el Regimiento de Infantería 7, medi ante la cual se 204 Poder Judicial de la Nación comunicaba el hall azgo de “siete NN, dos del sexo femenino y cinco del masculino, todos mani atados en un vehí culo rastrojero”. Ante esta novedad, y medi ante un lenguaje burocrático, distante e impersonal, en el expediente se “presume” que este hecho podría tener vinculación con un delito de tipo subversivo, por lo que los implicados quedaron someti dos al Consejo de Guerra, detenidos e incomunicados, siendo éstos María Angélica Pérez de Micflik, Cecilia Vázquez de Lutzky, Alfredo Eugenio Smith, Raúl Eduardo Contreras, Juan Antonio Frega, Horacio Hugo Russo y Javier Gustavo Goldín. Esa misma noche, ya el 12 de septi embre, se les tomó una declaración en la q ue las siete personas encontradas “confiesan” pertenecer a la “organización subversiva” Partido Comunista Marxista Leninista, ex Vanguardi a Comuni sta. Así, María Angélica Pérez de Micflik mencionó su supuesta actividad en la célula de prensa del partido, su participación en “volanteadas” en su militancia universitaria. Asimismo, con respecto a los objetivos del partido habría dicho: “los objetivos del PCML ex VC son la destrucción de las estructuras político, sociales culturales y su reemplazo por un sistema socialista, marxista leninista, tipo maoísta, para lograrlo pretendemos formar un Frente Úni co Antiimperialista Antidictatorial, que debilite el actual gobierno y a las inst ituciones del Estado, y posibilite a mi Partido acumular fuerzas que le permitan tomar el poder por medio de la insurrección popular armada” (fs. 3). Por su parte, Ceci lia Vázquez de Lutzky habría referido partici par en el Frente Democrático Solidario del mencionado partido dejando constancia de su duda respecto a los objetivos del mi smo. Asimismo, Raúl Eduardo Contreras habría dicho pertenecer a la Célula de Mecáni cos para la Agrupación 29 de mayo, y que en el Aparato Central del Parti do su tarea habría si do el armado y di stribución del peri ódico “No Transar”, y el registro y archivo de la documentación parti dari a, entre otras. A su turno, J uan Antonio Frega habría manifestado participar de la edición del peri ódico “No Transar”, incluso haber guardado un mimeógrafo en su casa. Con relación a los objetivos del partido habría declarado: “que sabía que el partido era marxista maoísta y que quería llegar al poder a través de una huelga general para derrocar al Gobierno. Que sostiene que el poder nace del fusil y que hay que utilizar la fuerza si no se lo obtiene por medios políticos...” (fs. 8). Asimismo, Horacio Hugo Russo habría dicho que su tarea en 205 el parti do era mantener y entregar el armamento que se utilizaba en las reuniones. También, que como parte del “entrenamiento” habría parti cipado de un operativo que consistió en la colocaci ón de explosivos en el domicilio de un suboficial. Luego se habría ocupado de l a impresión y distribución del peri ódico del partido “No transar”. También declaró Alfredo Eugenio Smith quien supuestamen te manifestó que su actividad partidaria estaba circunscri pta a la Asociación de Psicól ogos y a la actividad gremial. A fs. 11/2 obra la declaración de Javier Gustavo Goldín, en donde consta q ue, mientras reali zaba el servicio militar obligatori o, habría dado informaci ón al parti do relacionada al personal de la Base, así como planos del l ugar y que luego habría estado asignado a la cél ula de juventud. Luego, a fs. 14/28 l os imputados volvieron a declarar ante el Consejo de Guerra el 8 de marzo de 1979 (casi seis meses después), imputados por el delito de “asociaci ón i lícita”. En esa oportunidad, todos reconoci eron como propi a la firma de l a declaración anterior pero negaron el contenido de la misma (a excepci ón de Eduardo Contreras, quien rectificó su declaraci ón recién ante la J usticia civil). El 30 de marzo de 1979, a fs. 31, el Consejo de Guerra Especi al Estable n ro.1/ 1 se declaró incompetente para seguir investigando y remi tió las actuaciones pertinentes a la Cámara Nacional de Apel aciones en lo Criminal y Correcci onal Federal, la cual ordenó el pase de las actuaci ones a este J uzgado Federal nro. 3. A fs. 36/7 el J uez Dr. Guillermo F. Rivarola resol vió aceptar la competencia y entendiendo que existía mérito suficiente, los procesó, ordenando por lo tanto, recibirl es declaración indagatori a. Cada uno a su turno negaron l os dichos de su primera declaración ante el Consejo de Guerra. En l íneas gen erales fueron coincidentes en afirmar q ue habían estado ilegalmente detenidos antes de ser encontrados en l as cercanías del Regimiento 7 de Infantería. Que al ser sacados de este centro clandestino de detención les dejaron una “confesión” en los bol sillos y que ésta fue l a que se reprodujo en la decl aración del 12 de septi embre. Man ifestaron que la firmaron sin leer por miedo a ser torturados y a vol ver al “chupadero”. El caso de Contreras es demostrativo de este temor, ya que él recién negó sus di chos al declarar ante la Justicia civil. Además, todos ref utaron su vinculaci ón con las organizacion es políticas mencionadas y desconocieron l as tareas y los apodos consignados 206 Poder Judicial de la Nación en su pri mer declaración. Conforme surge de f s. 49 y 66, el mismo día en que se les tomó declaración indagatoria (17 de mayo las mujeres y 21 de mayo los hombres) se decretó su inmedi ata libertad, más allá de la prosecución de la causa. El 4 de octubre de 1979, el Sr. Fiscal Federal Dr. José Nicasio Dibur solici tó el sobresei miento provisi onal de l os si ete i mputados y q ue se extraigan testi moni os de las declaraci ones de los mismos para que se investigue la posibl e comisi ón de delitos contra la libertad (fs. 131). A fs. 132/3 el Sr. J uez Pedro C. Narvaiz resolvi ó sobreseer provi sionalmente a l os imputados y extraer testimonios. Finalmente, el 21 de diciembre de 1984 se resolvió sobreseer definitivamente a María Angélica Pérez de Micflik, Cecil ia Vázquez de Lutzky, Alfredo Eugenio Smi th, Raúl Eduardo Contreras, Juan Antonio Frega, Horaci o Hugo Russo y Javi er Gustavo Goldín por haber si do derogadas las leyes 20.840 y 21.325. c) La causa nro. 40.735/79 “Garín, Dora Beatriz y otros s/ inf. Ley 20.840" de este J uzgado Antes de efectuar l a descri pción de l a causa debe recordarse lo declarado por Jorge Watts respecto a su sali da del centro clandestino de detención “El Vesubi o”. Así, a fs. 17.704/8 detalló: “...hasta que el 12 de septiembre junto con seis personas más, tres hombres y tres mujeres, lo introducen en la caja metálica de una camioneta aparentemente de reparto totalmente cerrada, con las manos atadas, una capucha y ropa de civil. Que antes de subir a l a camioneta les hacen firmar una decl aración que no pueden leer y se la colocan a cada detenido en sus bolsillos. Que les explican, concretamente un oficial del Ejército denominado «Francés», que habían sido divididos en dos grupos y los someterían a un Consejo de Guerra [...] que en total f ueron 35, y los dejarí an en Unidades Militares que se iban a hacer cargo de ellos. Que el 12 de septiembre al anochecer los introducen a las 7 personas en la camioneta y después de un trayecto corto por autopista los dejan en la puerta del Bat allón de Logística X. Que se retira el grupo que conducía la camioneta y en menos de 5 minutos aparece otro grupo que podría ser el mismo, que abre la puerta trasera de la camioneta, comentan en voz alta si serían subversi vos o prostitutas, los sacan de la caja de la camioneta con cierta amabilidad para el trato hasta entonces conocido, como si quisieran marcar una diferencia, los hacen poner contra una pared, les sacan las capuchas, los desatan y allí ven que el grupo estaba comandado por un oficial y varios soldados, todos de uniforme [...] Que al llegar a La Plata los mandan en calabozos individuales a las celdas de castigos y les hacen saber que están incomunicados a 207 disposición del Consej o de Guerra [...] Que alrededor del 20 de mayo lo trasladan a una dependencia del Palacio de Tribunales donde el Secretario de un Juez Federal les comuni ca que saldrían en libertad por falta de acusaciones en su contra ni nadie que se haya hecho cargo de haberlos detenido. Que tras una breve declaración son trasladados por personal de Policía Federal a una dependencia cercada al Departamento de Policía donde permanecen dos días y una noche y la mayoría sale en libertad el 22 de mayo de 1979”. Al igual que en la causa anterior, obran en el expediente l as declaraciones testimoniales de si ete personas: Dora Beatriz Garín, Mónica Haydée Piñeiro, Marta Liliana Sipes, J orge Federico Watts, Ricardo Daniel Wejchenberg, Fausti no José Carlos Fernández y Darío Emilio Machado quienes el 12 de diciembre de 1978, a las 23 hs. aproximadamente, “declaran” tener supuesta vincul ación con el PCML (Parti do Comunista Marxi sta Leninista), describen al gunas de l as tareas que desarrollaran, aportan datos acerca de la estructura, funciones, objetivos e i ntegrantes del parti do (a excepción de Marta Liliana Sipes, quien habría dicho tener conexión sólo tangen cial con el partido) . A fs. 22/32, con fecha marzo de 1979 se les vuelve a recibir declaración a las si ete personas mencionadas, esta vez ya i mputadas del delito de “asociación ilícita”. La primera pregunta que l es ef ectúan a cada uno es si reconocen dos declaraciones previas, una es l a que hiciera referencia anteriormente y la otra es una “prestada en un l ugar en donde dice que estuvo secuestrado” (conf. fs. 22, 24, 25, 27, 29, 31 y 32). Debe remarcarse que esta segunda declaraci ón no se encuentra agregada al sumario de referencia. En esta declaraci ón todos habrían sido coi ncidentes en reconocer sus firmas, mas no el contenido de l as declaraciones. El 30 de marzo de 1979, a fs. 33, el Consejo de Guerra Especi al Estable n ro.1/ 1 se declaró incompetente para seguir investigando y remi tió las actuaciones pertinentes a la Cámara Nacional de Apel aciones en lo Criminal y Correcci onal Federal que ordenó el pase de l as actuaci ones al Juzgado Federal nro. 3. A fs. 37/8 el J uez Dr. Guillermo F. Rivarola resol vió aceptar la competencia y entendiendo que existía mérito suficiente, los procesó, ordenando recibirl es declaración indagatoria. Al igual que en la causa anteri or, todos negaron los dichos de su primer declaraci ón ante el Consejo de Guerra. Fueron coincidentes en afirmar que habían estado ilegalmente detenidos antes de ser encontrados en las cercanías del Batallón Logístico 10 de Villa Martelli . Que al ser sacados de este centro clandestino de detención les dejaron una “confesión” 208 Poder Judicial de la Nación en los bol sillos y que ésta fue l a que se reprodujo en la decl aración del 12 de septiembre. Mani festaron que la firmaron sin leer porque habían sido fuertemente amenazados. Por otra parte, todos negaron su vi nculación con las organizaci ones políticas mencionadas y desconocieron las tareas y los apodos consignados en su pri mer declaración. Conforme surge de f s. 55 y 73, el mismo día en que se les tomó declaración indagatoria -actos procesal es llevados a cabo, el 17 de mayo con respecto a las mujeres, y el 21 de mayo, con respecto a l os hombres- se decretó su inmedi ata libertad, más allá de la prosecución de l a causa. Nada se dijo con relaci ón a la privación il egal de l a libertad y tormentos a las que hicieran referen cia en sus declaraci ones. Conclusi ón Tal como lo hiciera en el resol utori o que dio tratamiento a lo sucedi do en este cen tro clandestin o, de f echa 23 de mayo de 2006, no puedo dejar de resaltar la manifiesta simil itud encontrada entre las tres causas. Obsérvese que en las dos últimas incluso coinciden los días de las declaraciones tanto en el Consejo de Guerra como en la Justicia. Las liberaciones también se producen en idéntica fecha, con la misma diferencia entre varones y mujeres. El 15 de agosto de 1979 (fs. 111/2) el Dr. Pedro C. Narvaiz resolvió sobreseer parcial y definitivamente a Liliana Marta Sipes y sobreseer provi sionalmente al resto de los imputados. Finalmente, el 28 de agosto de 1985 se resolvi ó sobreseer definitivamente a Dora Beatriz Garín, Mónica Haydée Piñeiro de Guarido, Jorge Federico Watts, Ricardo Daniel Wejchenberg, Fausti no José Carl os Fernández y Darío Emilio Machado por haber sido derogadas las l eyes 20.840 y 21.325 por l as que se los procesara. Sumario instruido por el Ejército Argent ino d) El Sumario del Juzgado de Instrucción militar nro. 29 El sumari o militar de referencia, caratulado “Supuesta existencia de centros clandestinos de detenci ón de subversivos en jurisdicción del Cuerpo Ejército I en proximidades de la Autopista Ricchieri y Camino de Cintura” se inició el 3 de febrero de 1984, por disposición del por aq uel entonces Comandan te del P rimer Cuerpo de Ejército General de Brigada Guillermo Bernardo Fonseca, a efectos de determinar la eventual existencia de responsabilidades penales que pudieran caberle a personal militar y/ o de Servici os de Seguridad, Policial es 209 o Penitenciari os bajo control operacional del Ejército, en torno a la exi stencia de un “centro clandestino de detención de delincuentes subversivos” en jurisdicción de l a Brigada de Infantería X. Dicho sumario responde a un requerimi ento del 1° de f ebrero del mismo año, efectuado por parte del General de Divi sión (R) Juan Bauti sta Sasiaiñ, ex Comandante de la Xª Brigada de Infantería Mecanizada, quien solicitó la investi gaci ón a raíz de noticias peri odísticas publicadas en distintos medios. Ante tal denuncia, el Coronel Covacivi ch, oficial a cargo del Juzgado de Instrucci ón Militar nro. 29, comenzó a tomar decl araciones “sin juramento” (art. 238 inc. 1° del Códi go de Justicia Militar), en primer lugar a Sasiaiñ, quien aportó un listado del personal del Servici o Penitenciario e indicó los nombres de otras personas que podían dar más inf ormaci ón. Así surgieron las declaraciones que a contin uación se detallarán. Como conclusi ón de las distintas decl araciones recibidas, a fs. 172/3 el Juez de Instrucción Militar resolvió primero solicitarle al Juez Alfredo Ruiz Paz a cargo del Juzgado nro. 7 en lo Penal de Morón (causa nro. 1800, caratulada “Benet Armando s/denuncia”) que se inhiba de segui r investigando y remi ta dichas actuaci ones a ese j uzgado. A fs. 178/0 el Dr. Ruiz Paz remi tió copi a de la resoluci ón por la cual se rechazó in limine el requeri miento efectuado por el Juez de Instrucción Militar ya que en virtud del art. 10 de ley 23.049 no se encuentra legi timado para deducir tal cuestión. Ante este rechazo el Coronel Covacivich elevó el Sumario al Comandante del Pri mer Cuerpo de Ejército. A continuación, el Sr. Jefe de la Di visión de la Asesoría Jurídica del Pri mer Cuerpo del Ejérci to, realizó un dictamen. En esta pieza se hace referencia a que por los mismos hechos se sustanciaría en el Juzgado Penal n ro. 7 de Morón una causa, a la cual se encontraría agregada otra causa, originari amente sustanciada ante el Juzgado del Dr. Olivieri y en el cual resul tara procesado Roberto Zeoliti. Sin perjuici o de ell o, se estimó que quien debía entender en l os hechos era el Consej o Supremo de las Fuerzas Armadas. Seguidamente, obra copia de la resoluci ón dictada en fecha 7 de noviembre de 1985 por la Corte Suprema de J usticia de l a Nación en la cual en los autos “Benet, Armando s/ denuncia” se devolvieron las actuaci ones al preventor, por considerar no debidamente planteada la cuesti ón de competencia. A fs. 186/7 el Fiscal General de las Fuerzas Armadas se 210 Poder Judicial de la Nación pron unció por la i mposibili dad de dictaminar por entender que debería haberse planteado debidamente la cuesti ón de competencia, la cual habría sido pri meramente originada por el Juez de Instrucción Militar y no por el Consejo Supremo. Las declaraciones prestadas en el contexto del expediente Relacionadas con la investigaci ón en curso resul tan particularmente rel evantes algunas de las declaraciones, que se detallan a continuación. A fs. 18/25 prestó declaraci ón “sin j uramento” (art. 238 inc. 1° del Código de Justici a Militar) Juan Bauti sta Sasiaiñ. En esta declaración ratificó su denuncia de fs. 1/3 y explicó: “He solicitado la instrucción de un sumario para que queden perfectamente aclaradas las acciones ejecutadas por la GUC [gran unidad de combate] y otros organismos a mi mando durante el desarrollo de la LCT [lucha contra el terrorismo] y para que se establezcan las responsabilidades consecuentes”. Explicó que se desempeñó como Coman dante de la Brigada de Infantería Xma. durante los años 1977 y 1978, y al ser interrogado sobre la organizaci ón de algún campo de detención que no figurara oficialmente y pudi ese ser considerado clandestino, manifestó q ue si bien existieron personas detenidas a raíz de operacion es militares, de seguri dad y de contrainteli gencia contra l a subversión , en todos los casos, la Bri gada organizó los l ugares de detención acorde a las directivas y órdenes vigentes. Que las personas detenidas eran alojadas en las instalaciones existentes al efecto en la Central de Reunión de Inteligencia ( CRI) o bien en alguna de las Comisarías de la Subzona donde se procedía a: a) un interrogatori o inicial a cargo del organismo que había procedido a l a detención con una el evación de conclusi ones y proposici ones al organismo de inteligencia de la Brigada; b) la ejecución de un nuevo in terrogatorio y análisis exhaustivo de cada si tuaci ón a cargo de la CRI; c) la determinación del cri teri o a segui r en base a l os antecedentes y que podía implicar: la libertad, la elevaci ón de antecedentes para la puesta a di sposici ón del Poder Ejecutivo o la remi sión a j uzgamiento del Consej o de Guerra correspondiente. Con relación a l os eventuales “subversivos muertos en enfrentamientos” declaró que se procedía, en todos los casos, a entregar los cadáveres a las autoridades policial es pertinentes para la instrucci ón de las actuaci ones y para l a posteri or entrega de los cuerpos a los familiares una vez identificados, y agregó que los cadáveres que no pudieron identificarse, fueron enterrados en distintos cementerios en carácter de 211 N.N. Asimismo acompañó un cuadro con los datos del personal del Servici o Penitenciari o que cumplió f unci ones bajo sus órdenes. Recuérdese q ue el fallecido J uan Bauti sta Sasiaiñ f ue oportunamente procesado por la Excma. Cámara Federal por once hechos de tormentos y siete casos de h omicidi o, once de los cuales se relacionan con “El Vesubio” (conf. fs. 1859/66). A continuación decl araron Héctor H umberto Gamen, Roberto Carlos Zeoliti, José Néstor Maidana, Diego Salvador Ch emes, Ramón Antonio Erlán y Alberto Neuendorf. A fs. 31/33 obra la declaración de Héctor H umberto Gamen, quien mencionó que se desempeñó como Segundo Comandante y Jefe del Estado Mayor de la Brigada de Infantería Xma. durante los años 1976 y 1977, y negó la exi stencia de centros de detención clandestina bajo su jurisdi cción especificando que los deteni dos eran conduci dos siempre a las Comisarías correspondientes a cada Área; y que cuando era necesario, se los llevaba transitoriamente a la CRI, donde permanecían el tiempo imprescindible. Explicó que luego de ello, existían tres posibili dades: 1) conceder la libertad; 2) ponerl os a di sposición del Poder Ejecutivo alojando al detenido en instalaciones del Servicio Penitenciari o; o 3) colocarlo a disposición del Consejo de Guerra al ojándosel o en Insti tutos penales militares o en unidades. Con relaci ón al procedimi ento de indagación del detenido, sostuvo q ue se hacía un primer interrogatori o por el grupo q ue interven ía en el operativo en el lugar del hech o; un segundo interrogatori o se efectuaba en la Comisaría; y l uego el Área podía resolver la situación o bien, se ampliaba la indagatoria por parte del personal de la CRI. Con respecto a los posibles “terroristas caídos en enfrentamientos” expresó que en todos los casos se los conducía a la Comisaría donde se trataba su urgente identificación, lo que se comunicaba al Juez correspondi ente para que dispusi era l o pertinente. A fs. 52/56 obra la declaraci ón de Roberto Carlos Zeoli ti, qui en manifestó q ue entre el mes de marzo y diciembre de 1977 prestó servicios cumpli endo tareas de custodia y seguridad a personal e instalaciones bajo control operaci onal del Ejército Argenti no, concretamente en el Regimiento III de Infantería de La Tablada, por orden del Inspector General Raymundo Dolz, Di rector del Cuerpo Penitenciari o Federal. Específicamente estaba encargado de custodiar la Enfermería de la Unidad, don de observó el movimiento normal de personas con uniforme militar o de civil que 212 Poder Judicial de la Nación entraban y sal ían, y vehícul os desde l os cuales bajaban bultos o cajones con armas, documentaci ón, ropas, libros, etc. Tambi én narró el arribo de personas detenidas q ue estaban siempre a cara descubierta, y cabeza gacha. Negó haber tenido noticia alguna rel ativa a la aplicación de tormentos a los detenidos. Indicó que tenía prohibido ingresar a las instalaci ones que custodiaba. Destacó como posible que las personas detenidas hayan observado la filiación de los miembros de la custodia ya que todos se hallaban ubicados en lugares fáciles de observar con sus uniformes, i nsignias y armas reglamentarias a la vista. Luego se explayó sobre la causa q ue se le si gui era ante el Juzgado de Instrucción nro. 3 a cargo del doctor Olivi eri, Secretaría del doctor Niño, en la cual f ue detenido el 20 de diciembre de 1983. Sostuvo que fue exhortado a prestar colaboración cuando se encontraba incomunicado, y que se le n egó si stemáticamente la asi stencia letrada. Explicó que le hicieron saber sobre la presunta exi stencia de un campo clandestin o de detención en Av. Ricchieri y Camino de Cintura, con respecto al cual estaba individualizado como uno de los custodios e identificado con el apodo “El Sapo”. Sostuvo que como consecuencia de la presi ón psicológica, agotamiento físico, temor a represalias y la libertad que le fuera prometida, accedi ó a firmar una declaraci ón, y que como consecuencia de ello, fue l iberado por fal ta de mérito. Relató que mantuvo diversas entrevistas posteriores con el Director Nacional del Servicio Penitenciario Federal , Doctor Enrique Rossi, quien lo exhortó a realizar ampliaci ones de sus declaraciones ante el Juzgado de Instrucción, habiéndose redactado un acta que no leyó ni accedió a firmar. A fs. 57/58 prestó declaraci ón José Néstor Maidana quien refiri ó que durante el año 1977 f ue designado en comi sión para prestar servici os cumpliendo tareas de custodia y seguridad en instalaciones bajo control operaci onal del Ejército Argenti no, concretamente con relaci ón al control externo de la Enfermería del Regimiento III de Infantería de La Tablada. Explicó q ue no conocía las actividades desarrolladas en el interior de dicha dependencia, que tenía severas recomendaciones de no inmiscuirse pero pudo apreciar que llevaban allí a person as detenidas, bultos conteniendo armas, documentaci ón, ropas, libros y “presumiblemente de subversivos”. Las personas detenidas en muchos casos eran retiradas en el mismo día, moviéndose por sus propi os medi os y con “evidente estado de integridad física”. No tuvo conocimiento sobre el sometimiento a tormentos 213 de los detenidos. A fs. 97/98 obra la declaración de Ramón Antonio Erlán quien explicó que durante los años 1977 y 78 también fue designado en comisi ón con la mi sma f unción que los anteriores. Aclaró que la “Enfermería” estaba acondicionada a otros fines. Que la tarea era formar parte de la guardia externa del lugar. Al lugar arribaban detenidos, custodiados por policías o militares, esposados y con sus cabezas gachas. Que no tenía a su cargo el cuidado de detenidos ni conoció que fueran objeto de malos tratos ya q ue no presentaban si gnos evi dentes de tales comportamientos. A fs. 121/122 prestó declaraci ón Diego Salvador Chemes y dijo que desde abril de 1977 hasta aproximadamente febrero de 1978 prestó servici os en comisión en el Regimiento de Infantería III de La Tabl ada. La orden le f ue imparti da por el Inspector General Raymundo Dolz, siendo el Jefe directo del personal penitenciario en el l ugar el Subalcaide Hirschfeldt, quien efectuaba un recon ocimiento personal de todas las personas que ingresaban y poseía un listado de la gente autorizada, que se actualizaba diari amente. Conforme se le informara el área custodi ada estaba destinada a tareas de inteligencia en la l ucha contra l a subversión. En lo atinente a l os detenidos q ue l legaban a ese lugar expresó q ue llegaban en patrull eros, con custodia y esposados, esti mando que no permanecían all í por mucho tiempo. Tenía prohibido penetrar al interior de las instalaciones con excepci ón de dos habitaciones, baño y cocina ubicados en la parte posterior. Desconoce los nombres de los detenidos tanto como que hayan si do sometidos a apremios il egales. A fs. 167/8 obra la declaración de Alberto Neuendorf qui en manifestó que a fines de 1975 pasó a revistar en comisi ón al Estado Mayor General del Ejército, manteniéndose dicha situaci ón hasta 1980. No obstante ell o, se l o puso a cargo interinamente de la Direcci ón de Inteligencia del Servicio Penitenciario. Preguntado con relación a las actividades que desarrollara, sostuvo q ue no podía informar al respecto debido al carácter “confidencial” y de “secreto militar” que revestían sus funciones, de l o cual no fue relevado aún cuando cambió su situaci ón de revista. Explicó que al hacerse cargo de la Dirección de Inteligencia sólo ejercía la acción de coman do sobre el veinte por ciento del personal penitenciari o, y la superioridad “admini strativa” sobre el restante ochenta por ciento, que se encontraba cumpli endo servici os en comisión bajo dependencia operaci onal de l as Fuerzas Armadas. Con relación a presuntos delitos q ue pudiera haber cometi do 214 Poder Judicial de la Nación personal penitenciario en el marco de la l ucha contra la subversión, manifestó que no le constaban y que tuvo conoci miento por den uncias peri odísticas. Finalmente, con relación a la instalación de un campo clandestino de detención en Autopista Riccheri y Camin o de Cintura, manifestó que el Servicio Penitenciario Federal no ten ía j urisdicción ni competencia en dicha zona. También declararon en el marco de la “investigación” otras personas que si bien fueron sindicadas en distintas oportunidades como parte del grupo q ue actuaba en “El Vesubio”, se encuentran fallecidas (tal es el caso de José Al berto Hirchfeldt, Víctor H ugo Saccone y Ernesto Jorge Álvarez) o rebeldes (Ricardo Néstor Martínez). Sin embargo, tal es testimonios resultan de interés para la in vestigación. Así, a fs. 63/65 prestó declaración José Alberto Hirschfel dt (conforme constanci as de fs. 27.426/27.638 se encuentra fal lecido), q uien manifestó que durante los años 1977 y 1978 prestó servici os cumpli endo tareas de custodia y seguridad a personal e instalaciones bajo control operacional del Ejército Argentino, en relaci ón al Regimiento III de Infantería de La Tablada. Señaló que en última instancia dependía del entonces Coronel Gamen y del General de Bri gada Sasi aiñ. Que el edifici o de dicha Unidad funcionaba como Central de Reuni ón de Inteligencia (CRI) y si bien no tenía autorizado el ingreso más allá de una habitaci ón en la que descan saba y se cambiaba de ropa, como oficial penitenciari o, de la especialidad i nteligencia, conocía perfectamente en qué consistían las actividades allí ejecutadas, esto es: estudio, evaluaci ón e integración de la información, ya sea sobre el armamento, ropas, documentaci ón e interrogatorio de detenidos con los “medios convencionales correspondientes”. Dijo policiales y haber otros, sin observado la identificación, llegada que de traían vehícul os bul tos militares, con armas, documentación, vestimenta y también personas detenidas q ue ingresaban esposadas y con l a cabeza gacha sin que le conste que permanecieran más de 24 horas en dicho lugar. No le consta ni observó la aplicación de tormentos a los detenidos, explicando que de así haber sucedi do, lo hubiese conocido por “su aptitud especial de oficial de inteligencia”. A fs. 113/114, ampli ó su declaración y explicó que la orden de presentarse en el Regimiento de Infantería III le fue impartida en forma verbal y personal por el Inspector General Dolz, mecanismo éste que se repiti era con relaci ón a todo el personal penitenciario que cumpli era funciones en comisi ón en dicho lugar. Negó haber prestado funciones de 215 tal natural eza en otro sitio o centro de detención. No pudo identificar el nombre de detenido alguno que pasara por el lugar custodiado. En relación a las órdenes recibi das narró que exi stían dos pautas muy concretas y terminantes: la seguridad externa del edificio y el control estricto de las personas que ingresaban en el sector. Dijo que su sucesor en las funciones fue el Alcaide Lugo y negó que se hubiesen registrado q uejas vinculadas a apremios ilegal es de los detenidos. A fs. 127/128 obra la declaración de Víctor Hugo Saccone (conforme constancias de fs. 27.475 y 27.492 se encuentra fal lecido), quien dijo que durante el año 1977 y hasta mediados de 1978 prestó servici os en comisión en el Regi miento de Infantería III de La Tabl ada. La orden le fue impartida verbal y personalmente por el Inspector General Raymundo Dolz. Sostuvo no haber prestado servici os en ningún campo de detención clandestino. El área custodi ada era la “Enfermería” pero all í se realizaban tareas de inteligencia, concl usión que extrae de la llegada de detenidos, cajones con armas, panfletos, libros, etc. No pudo especificar cuánto tiempo permanecían en el lugar los detenidos. No tenía autorizado el ingreso a las instal aciones con excepci ón de los locales específicamente asignados al personal penitenciario. No supo sobre la existencia de apremios ilegales en perj uicio de los detenidos respecto de quienes nunca se le encomendó su cuidado. A fs. 101/104 prestó declaración el Coronel de Infantería ( R) Ernesto Jorge Álvarez. Manifestó que prestó servicios durante 1978 y 1979 como Segundo Comandante y Jefe del Estado Mayor del Comando de Infantería X. Explicó que efectuaron operaciones militares de seguri dad y operaciones de contrainteligencia, siempre de acuerdo a las disposiciones reglamentari as taxativamente expresas y a raíz de directivas del Comando en Jefe del Ejército, Comando del Primer Cuerpo y Comando de Infantería X. Que el área de responsabili dad de l a Bri gada eran la mayoría de los parti dos de la Zona Oeste y Sur del Gran Buenos Aires. Que la Gran Unidad de Combate (GUC) ejercía el control operaci onal de las Fuerzas Policiales del área. Cuando asumió su cargo el despli egue operacional de la GUC ya estaba consumado y ya se encontraba operando “el escalón adelantado” que fun cionaba en el Regimiento de Infantería III, sito en la Tablada, donde operaba un Centro de Reunión de Información. Declaró que los responsables del Organismo de Inteligencia eran el Comandante de la Brigada, el segundo comandante con función de fiscalización y el Jefe de la División Inteligencia como coordinador de las tareas de Inteligenci a que all í se reali zaban. Que las tareas específicas eran 216 Poder Judicial de la Nación las propias de inteli gencia: interrogatori o de detenidos y evaluación de sus respuestas; reunión, clasificación y estudio de documentaci ón; recol ección y estudi o de armamento subversivo, etc. Expresó que no se organizó ningún centro de detención ilegal y que las personas eventualmente detenidas por la GUC eran alojadas en las Comisarías juri sdiccionales donde se las sometía a interrogatorios de práctica normal. Que de ser necesari o se las remi tía al Centro de Reunión de Informaci ón para acumul ar nuevos antecedentes y regresarlas a su origen, para posteri ormente adoptar algún temperamento, a saber: libertad o puesta a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal o del Consejo de Guerra Especial. Declaró que en el lugar se encontraban subordinadas entre treinta y cuarenta personas del Servicio Penitenciario Federal y ten ían a cargo l a seguri dad externa de la CRI; el lo por orden del Comandante del Primer Cuerpo. Sostuvo que n o tuvo conocimiento de q uejas provenientes de detenidos conducidos a la CRI que fueran víctimas de apremios il egales, habiéndose enterado por medios periodísticos la supuesta denuncia sobre la existencia de centros clandestinos de detención pero que no identifican a la GUC con l os campos en cuesti ón. Álvarez f ue i mputado por la Excma. Cámara Federal por hechos relacionados con “El Vesubio”, al reabri rse la causa en 2003 el Ejército informó que había fall ecido (fs. 17.035) A fs. 83/84 prestó declaraci ón Ricardo Néstor Martínez qui en refiri ó que en l os comienzos de 1977 y hasta 1978 f ue designado en comisión para prestar servicios cumpli endo tareas de custodi a y seguridad a personal e instalaciones bajo control operaci onal del Ejérci to Argentino, concretamente en relación al control externo de la “Enf ermería” del Regimi ento III de Infantería de La Tablada. La orden le f ue impartida por el Inspector General Raymundo Dol z y el Jefe de Grupo era José Alberto Hirschfeldt. Declaró no haber i ngresado al interior de las instalacion es custodiadas pero que pudo observar desde el exteri or, el movimiento de personal uniformado y de civil, la descarga de bul tos con armas y documentación, y la llegada de gente presuntamente detenida que estaban custodiadas, esposadas y con sus cabezas gachas. No tuvo detenidos a su cuidado ni tuvo conocimiento sobre el someti miento a tormentos a los mismos. También prestaron declaraci ón en el marco del sumario militar agentes del Servici o Penitenciario Federal que manifestaron, en muy 217 similares términ os, que en distintos períodos de los años 1977 y 1978 cumpli eron funciones de guardia externa de una enfermería q ue f uncionaba en el Regimiento de Infantería III de La Tablada, Provincia de Buenos Ai res y que la orden les fue dada personal mente por el Inspector General Raymundo Dolz, Di rector del Cuerpo Pen itenciario Federal . Así declararon Ci ríaco Ayala (fs. 34/5), Enzo Lemos Sotelo ( fs. 36/7), Juan Espinosa (38/9), Vicente Ventura Flores (fs. 40/ 1), José María Flores (fs. 42/ 4), Olegari o Domínguez (fs. 45/7), Carlos Jesús Mel o (fs. 48/9), Roberto Horacio Agui rre (fs. 59/60), Jorge Alcides Candia (fs. 61/62), Nicasi o Orlando Bordón (fs. 66/68), Antonio José María Sussini (fs. 69/70), Juan Carlos Gismondi (fs. 71/2), Juan Carlos Porcel de Peral ta (fs. 73/4), Ricardo Bogado (fs. 75/6), Emili o César Jaques (fs. 77/79), Jorge Rafael Pacheco (fs. 80/2), Juan Carlos Pugni (fs. 85/6), Carlos Marti ré Ramírez (fs. 87/8), Juan Domingo Till et (fs. 89 y vta), Alberto Esteban Andrasi (fs. 90/1), Carlos Cociña (fs. 92/3), Hugo Roberto Rodríguez (fs. 94/96), Héctor Alberto Fernández (fs. 105/6), Alberto Osmar Suárez (fs. 107/8), José Ramón Mendoza (fs. 109/ 10), Juan Antonio Ruf (fs. 111/2), Oscar Luciano Carrera (fs. 123/4), Ernesto Oscar Correa (fs. 125/6), Florencio Esteban Gonceski (fs. 133/4) y Damacio Salinas (fs. 156/7). El Alcaide del Servicio Penitenciario Federal Eduardo David Lugo prestó declaración a fs. 153/154, refirió que prestó servicios (en comisión) baj o control operacional del Ej ército Argentino, desde mediados de 1978 hasta la finalización de dicho año, como Jef e de Seguridad Externa de un edificio donde funcionaba la enfermería, pero acondi cionada como Central de Reuni ón de Informaciones ( CRI) del Comando de la Bri gada de Infantería X ubicada dentro del Regi miento de Infantería III de La Tablada. A fs. 144/6 el Coronel (R) Jorge Antonio Dotti quien se desempeñó desde enero de 1976 hasta abril de 1982 como Director Nacion al del Servici o Penitenciario Federal. También f ueron llamados a declarar miembros del Ejército Argentino, que con distintas tareas cumplieron funciones en el Comando X de Infantería, particularmente en la Central de Reunión de Informaci ón (CRI) que funci onara en la Enfermería del Regi miento 3 de In fantería de La Tablada. Así declararon el Coronel de Infantería Rubén Edgardo Frei tes (fs. 99/100), Coronel Jorge Raúl Crespi (fs. 136/8), Teniente Coronel (R) Héctor Arnaldo Acosta Voegeli (fs. 139/41), General de Bri gada Federico Antonio Minicucci (fs. 143), Coronel Tiburci o Marcelino Ri vas (fs. 150/1), Teniente Coronel de Infantería Fernan do Marcelo Zarraga (fs. 161/3) , 218 Poder Judicial de la Nación Coronel de Infantería Omar Luján Barreda (fs. 164/6), y Teniente Coronel Blas Cerda (fs. 169/70). Conclusi ón Los el ementos descriptos evi dencian que el plan represivo llevado a cabo, f ue una obra arq uitectónica de tal envergadura, que todas las piezas fueron adaptadas de acuerdo a sus intereses y a su conveniencia. Corporaciones burocráticas de formas regladamente reconoci das, funcionaron coordin adamente con estructuras clandestinas; de esta forma, convivían en la i legalidad documentadamente, en global, lugares agentes en l os con que funciones asignadas efectivamente prestaban servici os, pero que i ncluían la aún hoy n egada exi stencia de otros l ugares, los centros de tortura, en los cuales llevaban a cabo aquell as verdaderas funciones a l as cuales se l os había destinado: la detención, el interrogatori o, el tormento y hasta el homicidio de personas. Algunas detenciones que comenzaron siendo ilegales, fueron paulatinamente reconducidas para emerger a través de la fachada de legalidad mantenida por el régimen militar como parte indispensable de su plan criminal. El mecanismo utilizado para ell o quedó evi denciado en el expediente del Consejo de Guerra y en las causas que se señalaron en el punto 1: un grupo de personas aparecía en las cercanías de una repartición militar, atadas, vendadas y con una confesión escrita por la cual se declaraban “terroristas subversivos”. Este hecho, lejos de causar sorpresa, provocaba el inicio de una investigación en aparienci a rutinaria y burocrática, primero ante el Consejo de Guerra y l uego ante la Justicia Civil. Ya estando detenidos “legalmente”, se apartaban de su “confesión” y denunciaban haber estado secuestrados en lugares donde eran fuertemente torturados y mantenidos en condicion es inhumanas. La reacción de la Justicia ante tal es dichos era simplemente sobreseerlos provisionalmente de los deli tos q ue se les imputaba. Luego, resul ta relevante el sumari o mi litar. En primer l ugar, es llamati vo que, ante noticias peri odísticas de la existencia de di stintos centros clandestinos de detención, el General Sasiaiñ solicite “que se investigue” por haber podido estar rel acionadas tal es versiones con la jurisdi cción de la Brigada X de Infantería. Señaló que los detenidos eran alojados, en algunos casos en la Central de Reunión de In formaci ón que funcionaba en la Enfermería del Regimiento III de Inf antería de La Tablada. Todos los integrantes del Servicio Penitenciario Federal que declararon refirieron haber prestado servicios en tal lugar. Como conclusión de la “investigación”, el j uez de instrucción mi litar resolvió 219 solicitarle al j uez (civil) que investi gaba los hechos relaci onados con “El Vesubio”, que se inhiba de seguir entendi endo en esa causa. En esta solici tud de inhibitori a formulada por el Juez de jurisdi cción Militar a la Justicia civil, se argumentó que “…el cuerpo de Ejército I en su lucha armada contra la sub versión, ejecutó acciones que abarcó gran parte de la Provi ncia de Buenos Aires [ ...] Que los presuntos ilícitos penales objeto de imputación -existencia de campos clandestinos de detención; apremios ilegales; etc.- tuvieron lugar en jurisdicción del Cuerpo de Ejército I en ocasión y durante el cumpli miento de misiones impuestas …” (conf. fs. 174/5, del mencionado sumari o militar, destacado agregado) , lo que implicaba una asunción de responsabilidad por parte de la fuerza respecto del centro clandestino de deten ción investigado. 3.5. El CCDT “Automotores Orletti” Previamente a reali zar la descripci ón del centro clandesti no mencionado, es preciso señalar que la investigación encaminada a la acredi tación de la existencia del mismo, se materializó mediante la causa nro. 2637/04 caratul ada “Vaello, Orestes y otros s/ privaci ón ilegal de la libertad…”del registro de este mismo Tribunal y Secretaría, en la cual como se ha menci onado ut supra, se ha dictado en fecha 6 de septiembre pasado (fs. 2820/3065), la primera resol ución en la cual se han asentado las consideraciones relativas a l a existencia, funcionamiento y responsables de este centro cl andesti no; por tal moti vo h abrán de rei terarse en este punto, las consideraci ones relacionadas a dich o centro que han si do ya objeto de tratamiento en el citado pronunciamiento; dejándose constan cia de que las fojas que habrán de mencionarse, son aquellas se correspondientes a los citados autos. Por otro lado, sin perjuici o de las aclaraciones efectuadas previ amente al Considerando Primero de la presente resoluci ón en cuanto a cuál es la imputaci ón actual que se sostiene contra el ex Ten iente General Jorge Rafael Videla, corresponde menci onar que en el presente apartado relativo al centro “Automotores Orletti” habrá de mencionarse el testi monio de muchas de las víctimas que cumpl ieron cautiverio en el mismo, no obstante l o cual a Videl a se le imputan en cuanto a este centro de detención, sólo los hechos identificados de tal f orma, que se hallan descri ptos en el Con sideran do Sexto. 3.5.1. Ubicación geográfica del centro de detención El centro den omin ado “Automotores Orletti” se encontraba ubicado en calle Venancio Flores 3519/ 21 –entre calles Emi lio Lamarca y 220 Poder Judicial de la Nación San Nicolás-, en pleno barrio de Fl ores de Capital Federal, en una cuadra de vivi endas comunes, lo que ha podido observarse al reali zarse la inspección judicial en el lugar, oportunidad en la cual se pudo adverti r, a la derecha de l o que fuera el centro de detenci ón y tortura, una casa de familia, de dos plantas, y a su izq ui erda, los fondos de una escuela primaria pública, l o cual resulta coincidente con los numerosos relatos de víctimas que señalan que desde “Orletti” se escuchaba a niños jugar como en un recreo. Otro de los recuerdos que se rei teran en la memoria de l os sobrevivientes de “Automotores Orletti” y que ha sido contrastado al realizarse la dil igencia citada, fue la existencia cercana de la vía del Ferrocarril Sarmi ento; en efecto, las vías férreas se encuentran frente al inmueble, lo cual coincide con las percepciones de los testigos que recordaron haber escuchado el tren al pasar, o haber cruzado l as vías de un tren antes de ingresar al centro de detención. 3.5.2. Titularidad del predio Durante el transcurso de la investi gación, fue convocado a declarar Santiago Cortell . En la causa nro. 42.335 bis “Rodríguez Larreta, Enrique s/su querel la”, el nombrado prestó declaraci ón informativa a fs. 534/6 vta., oportuni dad en la cual refiri ó ser el propietari o del inmueble de calle Venancio Fl ores 3519/21 desde el año 1968; textual mente consta en dicha acta que “…en junio de 1976 alquila dicho inmueble según consta en la fotocopia certificada del contrato de locaci ón secuestrado en autos. Que desde abril de dicho año en que quedó desocupado, el dicente colocó avisos en el diario «Clarín» . Que de todo este tema se encargaba un encargado que t enía el dicente de nombre Eduardo Fernández, quien trabajaba para el dicente desde al año 1970, que dicha persona fall eció hace unos dos años y medio atrás. Que dicha persona se encargó de todo lo ati nente a la locación, por tal motivo no se le dio a ninguna inmobiliaria. Que los avisos se colocaban i nformando sólo el teléfono, motivo por el cual Fernández, acordaba entrevistas personales con los posibles interesados. Es así que en una de las oportunidades Fernández le presentó a l os interesados, creyendo que eran dos seguros, uno un tal Silva y otro, Castells, quienes informaron que el inmueble lo ocuparían con importación y exportación de productos alimenticios, motivo por el cual se llegó a un arreglo con las partes, realizando posteriormente Fernández el contrato, que el mismo se firmó en Directorio 2917 […] que el contrato estaba pactado por dos años, pero avisaron que se tenían que retirar ya que tenían problemas, no aclarando los motivos, entonces de común acuerdo resci ndieron el mismo, lo que facilitó al dicente 221 ocupar el mismo con un taller […] que cuando los inquilinos abandonaron el local dejaron las llaves en el inmueble mismo. Que luego Fernández le comentó que en la parte superior se habían hecho algunos tabiques divisorios, quedando un cuarto grande y tres cuartos más pequeños. Que no dejaron objeto alguno en el lugar ni mercadería ni muebles, sí en cambio quedó una puerta en la cual se encontraba soldada una reja […] que en cierta oportunidad tuvo una conversación con el almacenero de la esquina de Emilio Lamarca y Venancio Flores, de nombre Camilo Hernández, que actualmente ese local fue demolido y el almacenero ya no se encuentra en dicho lugar ignorando el paradero, que dicha persona le comentó que el barrio estaba alborotado ya que escuchab an gritos en el i nmueble y no sabían qué pasaba en realidad”. Cortell también fue convocado a decl arar en las presentes actuaci ones, esta vez como testi go (fs. 920/1 vta.), oportuni dad en la cual recordó nuevamente las circunstancias relativas al alquiler que en el año 1976 se hizo del in mueble sito en Ven ancio Flores 3519/21 de Capi tal Federal. Dijo el nombrado que l uego de publ icar di versos avisos en los diarios –habiendo aportado copia del de fecha 29 de marzo de 1976 en el Diario Clarín-, su empleado Eduardo Fernández, ya falleci do, le comentó que recibi ó un llamado de unas personas que estaban i nteresadas en alquilar el lugar. Que a raíz de ello, el nombrado les mostró el lugar, y que luego, los interesados decidi eron alquilar dicho siti o. En cuanto a la descripción que se l e pi dió que realizara del inmueble, dijo –en coincidencia a l o que se observara al realizarse la inspección judicial en el mismo- que “posee una planta baja, que consiste en un galpón de 12 metros de ancho, por 30 metros. Que abajo hay un baño, y que no hay cocina. Que hay una puerta de entrada lateral y una persiana metálica de 7,50 m por 4 m de alto. Que el piso es de hormigón y que en la parte superior, a la cual se accede por una escalera de madera que se encuentra a la derecha del predio […] que en la parte superior también posee piso de hormigón, que posee un baño chico, que tenía tres habitaciones, un baño grande y uno chiquito. Que el baño chiquito estaba afuera en una terraza que hay en la parte superior. Que los locatarios no modificaron las habitaciones de arriba, pero en la parte del galpón de arriba y hi cieron como tres cuartuchos. Que cuando le devuelven el lugar había una puerta con rejas colocada”. En dicha declaración también rel ató el modo en que encontró el inmueble cuando éste le f ue devuelto a fines del año 1976: “había como cincuenta lámparas de 500 bujías. Que en el lugar funcionaba el teléfono 6123060, que cuando se lo devuelven quedan pendientes de pago llamadas efectuadas a Uruguay, Francia, que no recuerda si habí a otras llamadas, que puede ser que a 222 Poder Judicial de la Nación Chile” y agregó “Que la parte inferior del lugar cuando se lo devuelven, estaba igual, pero en la parte superior habían levantado paredes y divisiones, que habían hecho cuartos”, y en cuanto a los fiadores, refi rió “Agrega q ue los fiadores eran reales, y que toda la documentación que se pro curó con respecto a la utilidad de las fianzas, también fue secuestrada por la citada Magistrada en el año 1984”. Los dichos de Cortel l no sirvieron para esclarecer ci rcunstancia alguna relativa a los locatarios del in mueble, distinta de aquellas que surgen de la l ectura del contrato de l ocación con el cual se cuenta. Sin embargo, la descri pción efectuada por el nombrado en cuanto a las condiciones en que el inmueble le fue devuelto, permite apreci ar la adaptación funcional que los locatari os de 1976 realizaron en el inmueble a los efectos de convertir lo que fuera un garaje, en un centro de detención clandestina. 3.5.3. Características a) El período en el cual funcionó. El contrato de locación Para la determinación de cuál f ue el período en el cual funcionó este centro de detención, es indi spensable tener en cuenta, por un lado, el contrato de locación celebrado entre el propietari o del inmueble sito en Venancio Flores nro. 3519 y 3521 de Capital Federal . Y en efecto, conforme se advierte en dicho documento –el cual obra en copia fs. 41/5 vta.- el mi smo f ue f irmado en fecha 1º de junio de 1976; si n embargo, se estipula la l ocación del inmueble con fecha anterior: desde el 11 de mayo del mismo año. Es necesari o asentar que en dicho contrato se establece que Cortell Automotores SACIF, representada por su presidente Santiago Ernesto Cortell, alquila el inmueble citado a Felipe Salvador Silva, CI nro. 4.854.254 y a Julio César Cartels, CI nro. 4.568.410; por el tiempo de dos años a contar desde el 11 de mayo de 1976, fecha en q ue se deja constancia de que se dio la posesión provisoria. Acorde con la descripción que se efectuara anteriormente, en dicho documento se consigna que el inmueble posee dos plantas, una inferior de treinta metros de fondo por doce de frente; una cortina metálica de seis metros de an cho por cuatro de al to, accionada por motor eléctrico, con llave; baño, pil eta de lavar, oficina de control, dos escaleras, una de acceso a la oficina y otra al gal pón. Que l a planta alta posee dos ambientes para oficina, dos habitaciones para vivi enda, hall, cocina y baño; se deja constancia tambi én de que hay dos terrazas, las cuales se hal lan separadas por pared y puertas de hierro, habiendo en una de ellas un lavadero. Asimismo se consigna que 223 se trata de un galpón de aproximadamente doce metros por veinte metros, q ue posee techo de zinc, cuatro divisiones que forman en total ci nco ambientes, que uno de ellos da a la escal era de planta baja y otro, a una de l as terrazas; que posee el abonado tel efónico 612-3060, surgi endo que a los efectos legales, los locatarios constituyen domicilio en calle Bacacay 4232 de Capital Federal. Como fiadores de l os nombrados figuran Juan Rodríguez, LE 2.958.947 y Eduardo Alfredo Ruffo, LE 4.541.399, quienes constituyen domicilio en el mismo lugar en el cual lo constituyeran los locatarios, esto es: Bacacay 4232 de Capital Federal . Vale tener en cuenta que a parti r de medidas realizadas en la causa “Rodríguez Larreta, Enrique s/ su querella” se determinó la existencia de Felipe Salvador Silva, con CI nro. 4.854.254, consignándose que la CI informada como perteneciente a Julio César Cartels, pertenece en verdad a J osé Perei ra (fs. 53 de la causa citada). En procura de más datos sobre la identificación de Silva, se ofició a la Excma. Cámara Naci onal Electoral, la cual informó a fs. 757 de la presente causa que Felipe Salvador Silva, con M. 5.595.721 –número de matrícula perteneci ente al Silva con CI 4.854.254 conforme constancias obrantes en la causa antes mencionada-, f alleció el 16 de mayo de 2003. Sin embargo, los dichos vertidos ante esta sede por el imputado Eduardo Cabanillas (fs. 2768/84) dejan entrever que “Felipe Salvador Silva” era una de las identidades falsas utilizadas por Aníbal Gordon. Asimismo, las matrículas consi gnadas como correspondi entes a Juan Rodríguez y Ruffo, pertenecen efecti vamente a los mismos. Por otro l ado, es rel evante la ci rcunstancia de que al celebrarse dicho contrato, los f iadores consti tuyeron domicilio en calle Bacacay 4232 de Capital Federal, sitio en el cual habría funcionado una base de la SIDE, según surge de los dichos de personal que prestó declaración en el sumario militar n ro. 417/77 ( Nieto Moreno); y según fue confirmado ante esta sede por Eduardo Rodol fo Cabanillas al prestar declaración indagatoria –fs. Citadas- . Si bien el contrato se estipula por el plazo de dos añ os, el inmueble ha sido devuelto a su propietario en noviembre de 1976, es decir, apenas seis meses después de que se celebrara el mismo. El momento en el cual el inmueble dejó de ser usado por quienes estuvieron al mando de “Automotores Orletti” no fue arbitrario, tuvo una razón de ser, y fue precisamente la fuga de dos de los detenidos allí alojados lo que motivó el cierre del centro clandestino y la devolución 224 Poder Judicial de la Nación de su tenencia al propietario. Esta ci rcunstancia fue relatada por diversos testi gos q ue estuvi eron en el centro clandestino citado, pero f ue la propia víctima quien realizó un pormenorizado rel ato de las circunstancias relati vas al tiempo, modo y l ugar en que se llevó a cabo dicha fuga, l a cual, con forme se pudo advertir a través del paso del tiempo, coincidió con el cierre del lugar como centro clandestino de detenci ón. b) La fuga de dos cautivos. El fin de “Automotores Orletti” Al respecto, vi ene al caso recordar el testimonio de Graciela Vidaillac, quien al declarar en fecha 3 de abril de 1984 en el marco de la causa nro. 42.335 bis “Rodríguez Larreta Piera, Enrique su querella” luego de relatar las circunstancias relativas a su detención, recordó que ya encontrándose en el lugar “…siente que la atadura de una mano está floja y es así que comienza a tirar hasta lograr desatarse de esa mano haciendo después lo propio con la otra m ano y sus pies, que posteriormente se dirige hasta una habitación que se encuentra frente a una sala donde había sido torturada y ve a dos personas, reconociendo a una de ellas como su suegro que estaba atado y encapuchado sentado en una silla, la deponente le expresa que tratarían de salir del lugar a lo que el suegro se negó ya que se hallaba mal físicamente, luego de ello se dirige a otra habitación donde encuentra a su esposo que estaba atado con unas esposas, es así como la declarante, como había observado donde los carceleros dejaban las llaves de las esposas, se dirige al lugar y posteriormente libera a su marido, agrega que cuando estaba liberando a su esposo personal de guardia se despierta y es así que comienzan a tirar con revólveres o pistolas, aclara que se trataba de dos personas, agrega que como había gran cantidad de armas largas en la habitación en que se hallaba su esposo, éste repele la agresión, pasan a la habitación contigua refugiándose en muebles que habí a en la misma, llegando de esa manera a la escalera de madera, observando la deponente la presencia de una persona que le dispara, produciéndole una herida, teniendo orificio de entrada y salida […] agrega que esta persona al ver a su marido que se hallaba detrás de la declarante al momento de recibir el impacto, sale corriendo hacia la calle y es así que conjuntamente con su esposo logran llegar a la calle por la puerta que está en la parte del costado derecho de la cortina m etálica. Que ya en la calle personal de guardia les tira de la parte de arriba del edificio, logrando cruzar las vías del ferrocarril, tirando su esposo el arma, pidiendo ayuda a una persona que estaba en automotor, la que los conduce a la casa de una persona amiga de su marido a la que no conocía, saliendo del domicilio de esa persona cuando abandona el país” (fs. 141/3 vta.). El análisis cronológi co de los casos de víctimas que se tienen 225 por acreditadas que pasaron por este centro de detención, permite adverti r que las últi mas personas allí al ojadas f ueron Graciela Vidaill ac y su marido José Morales. No es casual q ue el cen tro de detención se haya cerrado justamente cuando se produjo la fuga de estos dos detenidos, sino que por el contrario, ello obl igó a los responsabl es de “Orletti” a abandonarla por cuesti ones de seguri dad, ya que la fuga de los detenidos constituyó el fin del sistema de clandestinidad y en consecuencia, el riesgo de que el lugar se conociera y perdi era su esencia como sitio inaccesible para eventuales reclamos de terceros. c) Etimología de “Automotores Orletti” Curiosamente, la denominación del centro clandestino de detención y tortura “Automotores Orletti” fue producto de una deformaci ón gramatical. En varios tramos de l os documentos en los q ue se explica el por qué de esta denomi nación, aparece la referencia a un cartel inserto en el frente del local, q ue poseía la leyenda “Automotores Orletti”. Sin embargo, entre las medidas que se produjeron en el marco de esta investigación, como ya se adel antara, f ue convocado como testigo Santiago Cortell, q uien en el contrato de locación celebrado en tre los presuntos miembros de la SIDE y l os propietarios del inmueble sito en Venancio Fl ores 3519/21, aparece como l ocador del predi o. El nombrado, al declarar (fs. 920/1 vta.) , especificó q ue en el año 1976, el local tenía un cartel de tres caras y vertical, que poseía por un lado, la inscripci ón “Automotores” y por el otro “Cortell”, y agregó que nunca figuró en tal sitio el nombre “Orl etti”; y atribuyó el error a que las personas que se fugaron del sitio, leyeron mal, quedando de esta forma l a errónea denominación ya mencionada. 3.5.4. Su estructura edilicia. La i nspecci ón ocular Como se ha asentado, el centro de detención ci tado se compon ía de dos plantas, la planta baja era un garaje en el cual ingresaban diversos vehículos; mientras que la superior, a la cual se subía por una escalera posici onada a la derecha del garaje, se compon ía de diversas subdivi siones en di stintos ambientes, q ue habrían efectuado los mismos locatarios de 1976. Teniendo en cuenta que el centro de detención presenta la misma estructura que poseyera a l a época de los hechos, debemos entonces recordar cuál es la descripción efectuada al momento de realizarse la inspecci ón ocul ar del l ugar el 5 de julio pasado. En el croqui s confeccionado en aquella oportunidad -fs 2230- y que conforma el acta agregada a fs. 2228/31 vta. l abrada con moti vo de 226 Poder Judicial de la Nación ello, se apreci a que se ingresa a la planta inferior por un a apertura de garaje, que posee en su parte superi or una persiana metál ica de enroll ar que abarca la totalidad de la entrada. La planta baja es un recinto amplio, con piso de cemento, paredes de ladrillo pintado y techo con seis vigas y tres i slas de ladrill os de vi dri o, por los que se fil tra luz. En este si tio, a la derecha se encuen tra una escalera de madera y los testi gos que comparecieron a di cho acto –Ana Quadros, Mónica Soliño y Ana María Salvo-, recordaron que debajo de ella había un baño y fuera de él, un piletón de cemento. Recordaron en esta oportunidad los testi gos, que el piso estaba lleno de grasa y las víctimas estaban ti radas en el piso, sin colchonetas. En este si tio, rememoraron las testi gos, ocurri ó el asesinato de Carlos Santucho, contador, empleado de una empresa, y hermano de Mari o Roberto, hecho ocurrido el 19 de j ulio de 1976 en presencia de los cautivos y recordado por cada una de l as víctimas que presenciaron en qué macabra forma tuvo l ugar aq uel homicidio. También recordaron las vícti mas, la ofici na que se aprecia a l a entrada y a la izquierda del lugar, desde la cual los responsables del l ugar levantaban y bajaban la cortina metálica. Quadros por su parte, dijo en esta ocasión que tambi én había una cortina de tela q ue pendía de unos ganchos, que dividía el reci nto a la mitad y q ue detrás de la cortina, estaban alojados los detenidos; mi entras que en la parte delantera se estacionaban vehícul os y se observó en una de las vigas. En efecto, en forma paralela a la calle Venancio Flores, y a mitad de recorri do en cuanto a la profundi dad del ambiente, varios ganchos de los que podría haber pendido una cortina como la indicada. A la planta superi or de “Orletti” se accedía por una escal era que se encuentra a l a derecha y contra l a pared; subi endo por la misma se accede en primer término, a un mediano hall de distribución y desde all í, a la izquierda a una habitación amplia, en la cual en la medida judicial llevada a cabo se observó la existencia en la pared de dos “A ” y la carencia de una tercera l etra “A”, persistiendo la sombra de lo q ue f uera esta tercera letra; por l o que en definitiva se observaron rasgos de lo que hubiera sido la inscripción “AAA”, sigla que perteneci era a la Alianza Anticomunista Argent ina, de la cual -se tiene conocimiento y se desarrollará posteriormente-, algunos de sus miembros habrían estado presentes en este centro de detención. También en este recinto se observó l a presencia sobre una de las paredes y muy próxima al techo, de una viga doble T que poseía dos 227 agujeros. En el reci nto contiguo a éste, un ambiente tambi én de amplia dimensión, se observó la existencia de i mpactos de bala sobre la pared del fondo del inmueble, los cuales estaban tapados con cemento; a la vez q ue en la pared lateral y medianera de otro cuarto más pequeño en el cual eran alojados los detenidos, se observó la presencia de otros agujeros q ue serían producto de impactos de bala. Fue justamente en este siti o, donde, en presencia del suscri pto y al momento de realizarse la medida ci tada, se extrajo de uno de los huecos de la pared, un trozo de papel, y luego otro, y luego una hoja, documentos todos estos con di versas in scripci ones a máquina. Es necesari o resaltar que uno de ellos, en el cual se logra ver la fecha, data de abril de 1975, a la vez que entre las inscri pciones q ue en ellos se leen surgen las siguientes: “Permite y apaña el movimiento de izquierdistas en la estación experimental”, “Se ha presentado en la Asamblea de Apinta manifestándose «compañero» de Juan Carlos Martino, MONTONEROS”; “Se proporcionará inf ormación complementaria”; en el documento compuesto por una f oja que logra l eerse casi enteramente surge el si guiente títul o “Antecedentes de izq uierdistas en la ciudad de Balcarce”; y luego se l ogra la lectura de frases i ncompletas que se transcribi rán textualmente, como “Juventud trabajadora peronista-montonero, Secretario de Comercio de BalcarceTrabaja en la Co[opera]tiva de Crédito sit a en calles 21 esq Nelly; VIVE en 23 entre 28 y 30 Balcarce (Calle 23 nro. 930). JORGE ANÍBAL DAGATA: hermano del anterior JUP-JP – MONTONERO- Trabajaba en el H. CONSEJO DELIBERANTE –Balcarce- de Secretario –ayudante- En este trab ajo resive [sic] a “FREDY CUESTA” abogado Mar del Plata, activo dirigente de la Pcia. De Bs. As. Actualmente está en el CENTRO CULTURAL que funciona en la biblioteca PIZURNO de Balcarce junto a FOULKES ( Av del Valle entre 6 y 8) VELIS (19 nro. 132 TE 4273).- Estos tres escribieron un libro titulado “3 POETAS, 3 CAMINOS” y manifiestan su simpatía hacia NERUDA. Se encuentra en este CENTRO los HERMANOS CIRIACO dirigente del F.J. COMUNISTA –Balcarce y Mar del Plata- … Junto a los hermanos DAGATA políticamente se mueven … TUD PERONISTA REGIONALES-MONTONEROS- los siguientes sujetos… CARLOS REDONDO – EDUARDO MOLINARI- RAUL MARTI NO DANIEL… pintaron la Ciudad cuando la ci udad de La Plata se… S FRAN GANILLO por MONTONERO, y volantearon acusando a l a policía de ser agent es de la CIA o inventar algo raro.- Franganillo (JTP) sus hermanos MARC … U.E.S. y VIRGINIA JUP trabaj an con este grupo.- Todos los nombrados viven … iudad de Balcarce... ENRY JORGE OTTAVI ANO: Concejal del FREJULI, actualmente en el peronismo auténti co. Declarado MONTONERO en el mismo CONCEJO 228 Poder Judicial de la Nación DELIBERANTE.- Acusó COMISARIO al GENERAL Ex Comisario MARGARIDE General de ALBERTO torturadores en VILLAR el y Concejo Deliberante el pasado 1ro de mayo de 1974.- Tiene varios procesos abiertos con la policía por agresión, estado de ebriedad y otros motivos, siempre se escuda que lo persiguen porque es MONTONERO. Estas causas se deben acelerar, pues … demoran demasiado y de tener despacho, se lo expulsa del CONCEJO.- Vive en BARRIO P y M 80 Balcarce.- Corresponde a calles 23 a 23 entre 32 y 36. Frente al CERRO EL TRIUNFO.- Estos Son los principales dirigentes de la TE… IA en nuestra Ciudad, apoyados por varios elementos del INTA BALCARCE.- FERNANDEZ GRECO: Estudiante de INTA- Gran… una oportunidad al realizarse un festival bailable … el CHE motivo por el cual debió sacarla por presiones de gente… nuestra. Vive en 18 o 21 y 23 de Balcarce. Se lo nota muy activo, Aspecto de intelectual, barba muy bien cuidada y frecuente confiterías locales. El baile se realizó en Confitería CI RPIANO”. Otro de los documentos hallados reza “Filemón Torres – Dto. Producción Animal – Integró el equipo GIBERTI como asesor. Se visita asiduamente con estudiantes de agronomía uruguayos de izquierda (tupamaros) residentes en Balcarce. Relacionado con Ing. Agr. Lerren… osas. Vove en 32 nro. 926, Balcarce. Producción Animal. Sospechoso por muy buenas …iones con los técnicos de izquierda antes… dos. Radioafi cionado. Posee un eq uipo receptor… potencia. Vive en casino de hombres del I… 226 km 74.- … exi ste.. Dto. Prod. Vegetal. Fomenta la ---Aptitud eficientemente secundado por … comisionado al entierro del Ing… diot a útil conciente). Vive en… 37 al lado…”. Luego reza otro documento “I ng. Agr. I van But … oni ch – Judío … vagancia y la ine.. Luis Riero (marxista… Agr. Llerena Rosas ”. Los documentos hall ados resultan reveladores de la existenci a –con anteriori dad al gol pe de Estado del 24 de marzo de 1976- de la realizaci ón de tareas de inteligencia llevadas a cabo con respecto a personas que se con sideraban oponentes pol íticos o ideológi cos; tareas que a su vez habrían servido a la posterior determinación de l os “blancos” ejecutabl es, para el secuestro y desaparición de personas; ya que sin perj uicio de q ue no se ha corroborado por el momento, si las personas nombradas en tales documentos han sido víctimas de tal es deli tos, no puede sosl ayarse que las consignas de persecuci ón plasmadas en el contenido de tales documentos, coinciden con el criterio de selección que habría pri mado en l os secuestros producidos respecto de las personas q ue se tienen por víctimas en esta resol ución o que han sido tenidas como tales, en los anteriores pronunciamientos de este Tribunal con respecto a otros centros de detenci ón clandestina. 229 Por otra parte, el h allazgo de estos documentos en este siti o, evidencia una vez más que en el centro de detención bajo estudio se desempeñaban personas perteneci entes a fuerzas de seguri dad o a la Triple A o a la misma Secretaría de Inteligencia del Estado, que h abrían estado avocadas a la lucha contra la subversión. Los ci tados documentos, como se ha asentado, se encontraron en huecos existentes en la pared lateral contigua a un ambiente que el testigo José Luis Bertazzo indicó como aquel en el cual estuviera detenido junto a una persona de nombre Ricardo, quien habría muerto a raíz de la tortura; y agregó en tal oportunidad que Ricardo a raíz de la tortura agonizaba, y por este motivo llamaron a l os guardias, quienes respondieron con disparos que fueron los que produj eron l os impactos en la citada pared (Inspección ocular de f s. 2228/31 vta.) En este recinto al cual se refiri ó Bertazzo habrían sido alojados varios deteni dos; en la inspección real izada se observó la existencia de paredes q ue según el propi etario del i nmueble Ernesto Cortell , habrían sido levantadas por los locatari os de 1976 y que habrían si do cubiertas por los mismos con tel gopor y cartón, l o mismo que las paredes del cuarto contiguo a éste –sin dicado en el croqui s conformado como cuarto “B”-. Según el relato efectuado por Ana Quadros en la inspecci ón ocular llevada a cabo, en el cuarto “C” al cual se refiri ó el testigo Bertazzo, había un gancho del cual eran colgados l os detenidos, luego de ser despojados de sus ropas en el cuarto “B” o contiguo, donde tambi én estaban los organigramas de los uruguayos que prestaron servicios all í. También se observó, contiguo a este úl timo cuarto, uno más pequeño, en el cual habría estado alojado Gerardo Gatti, quien se encuentra desaparecido y qui en según los dichos del sobreviviente Washington Pérez, f ue utilizado por las personas que actuaron en “Orletti” para procurar dinero del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP). Según las testigos que recorrieron el centro de detención, en este cuarto de dimensiones pequeñ as había una litera y en ella, Gatti; y en corroboración de ello resulta de interés tener en cuenta la fotograf ía de Gatti tomada por quienes actuaban al lí, en l a que se observa al nombrado recostado y a Washington Pérez a su lado, con un diari o de la fech a de l a foto, observándose en la cabecera de la cama, una estantería (fs. 978). En la planta superi or también había otro sector (actualmente alquilado en forma separada), al cual se ingresa desde la calle Venancio Flores nro. 3521 por una escalera con tramos y curvas, la cual desemboca en un pasillo que distribuye asimismo a varios ambientes, uno a la 230 Poder Judicial de la Nación izquierda del final y otros cuartos. En la inspección menci onada, tanto la testigo de nacionali dad uruguaya, Mónica Soliñ o, como Ana María Salvo, recordaron haber in gresado por esta escalera y coinci dieron en que, cerca de dicha desembocadura, había un escritorio donde uno de l os captores les hizo un primer interrogatorio. También refi rió Ernesto Cortell en esta oportunidad, que por dicha escalera se fugó Graciel a Vidail lac, junto con su pareja y agregó saber ell o a raíz del relato efectuado por la nombrada al momento de asistir a la inspecci ón llevada a cabo en el siti o en el marco de la causa “Rodríguez Larreta…”, a la vez que recordó que en la escalera había impactos de bala, los cuales fueron cubiertos, y la escal era, pintada. Agregó Cortell en esta oportunidad, que en uno de los cuartos cercano a la escalera, había inscripciones de diversos tipos como “degenerados sexuales”, “pervertidos”, insertas con marcadores en las paredes, pero q ue éstas f ueron tapadas al pintarse l a habitación. También se observó, luego de pasar por la cocina, un cuarto con techo cubierto, que según el rel ato de Cortell habría sido, a la época de los hechos, un patio, por el cual se accede a un baño de peq ueñas dimensiones. En definitiva, al real izar la inspecci ón ocular se logró apreciar que el inmuebl e util izado como centro clandestino de deten ción y tortura en el año 1976, no presenta actualmente modificaci ones sustanciales a su aspecto en la época citada, sino q ue por el contrario, ll amativamente el mismo se conserva –claramente por obra de sus propietari os- en el mismo estado en el que fuera utilizado como centro de detención: con sus paredes levantadas por los l ocatarios de 1976 y las subdivisiones efectuadas por ellos, la puerta col ocada entre los cuartos identificados como B y C con la calcomanía de un candado; la inscripción de tres “AAA” alusiva a la agrupaci ón antes mencionada en una de las paredes, cercana a gran cantidad de orificios que se encuentran en la pared y q ue habrían sido producto del juego de dardos de los ocupantes; la existenci a de la puerta de rejas que habría sido armada por los nombrados, actual mente fuera de la estructura en la cual la habrían col ocado. En definitiva, singul armente y como característica especial de este centro de deten ción y tormentos, las modificaci ones ef ectuadas en el año 1976 se man tienen actual mente visibles, y han servi do de aprovechamiento como lugar de depósi to de los siguiente ocupantes del inmueble. Se diferen cia también por su conservaci ón en el mismo estado en el cual fuera no sólo aprovechado por quienes allí actuaron como 231 secuestradores, guardias etc., sino por mantener las modificaciones efectuadas por estos, y aparte, objetos que les pertenecieran o incluso señales del uso por parte de l os mismos, me refiero a l a inscripción “AAA” que como marca personal del grupo que actuó all í se mantiene hasta estos días. Mantiene también las puertas insertas por los responsables de tal sitio, con sus calcomanías y como si esto fuera poco, la evidencia de los disparos de armas de fuego de grueso calibre, producidos por los responsables del lugar, pruebas éstas que, acompañadas de l os relatos de los testigos –como es el caso de José Lui s Bertazzo- permiten con facilidad evocar los hechos vividos en el centro de detención, y acceder a una verdadera reconstrucción de l os hechos relatados por las vícti mas. 3.5.5. Dependencia operacional de la SIDE Sentado ello, al an alizar la dependencia operacional de l a Secretaría de Inteli gencia del Estado durante el período en el cual funci onó el centro de deten ción “Automotores Orletti”, es necesario recordar la descri pción q ue ya se ef ectuara en el marco del dictado de otras resol uciones, en cuanto a la divisi ón territorial q ue había ef ectuado y que delimitaba el ámbito geográfico de actuación del Ejército Argentino. En esta misma resol ución se efectuó ya una descripción de la legislación que especial que se dictara “para la prevención y represión del fenómeno terrorista” que se expresara con mayor gravedad en el año 1975. Como se ha destacado, tal l egislaci ón, i mplicó la delegación, en órganos del Estado, del poder de ejecución y operaci ón destinado a la represión mentada y la creaci ón de otras dependen cias en mi ras a la mi sma misi ón. Fue en este marco en el cual fue creado el Consejo de Defensa, que presi dido por el Ministro de Defensa e integrado por los Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas (con f. Decreto 2770, artículo 3) , tuvo entre sus atribuciones la facultad de: a) Asesorar al Presidente de la Nación en todo lo concerniente en la lucha contra la subversión; b) proponer al Presidente de la Nación las medidas necesarias a adoptar, en los distintos ámbitos del quehacer nacional para la lucha contra l a subversión; c) Coordinar con las autoridades nacionales, provinciales y municipales, la ejecución de medidas de interés para la lucha contra la subversión; d) Conducir la lucha contra todos los aspectos y acciones de la subversión; e) Planear y conducir el empleo de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de seguridad y fuerzas policiales para l a lucha contra la subversión. Debe destacarse que el mencionado decreto del Poder Ejecutivo Nacional, en su artículo 4to., establecía que la Secretaría de Informaciones 232 Poder Judicial de la Nación del Estado quedaba funcionalmente afectada al Consejo de Defensa; la cual como surge precedentemente se encontraba en interacción directa con el Presidente de la Nación. Por otro lado, no debe olvidarse que en este marco hizo su aparici ón la di rectiva del Comandante General del Ejército n° 404/75, del 28 de octubre de 1975, que estableci ó una división estratégi ca de las fases de lucha, y mantuvo la organizaci ón territorial fijada por el Plan de Capacidades para el año 1972 - PFE - PC MI72 -, tal como ordenaba el punto 8 de la directiva 1/75 del Consejo de Defensa. Dich o Plan había estableci do una divi sión de zonas que se enumeraron como 1, 2, 3 y 5 que a su vez se dividían en subzonas, áreas y subáreas; y q ue en la Di rectiva 1/75 del Consejo de Defensa se reitera l a asignación del control f uncional de la SIDE, al Consej o citado. En este contexto, se visualiza q ue en el establ ecimiento y l a organizaci ón pergeñ ada en el objetivo tenido en miras por el régi men militar, la SIDE no quedó al margen de dicha composici ón, sino que por el contrario, se insertó en el rumbo adoptado por el gobiern o de facto y f ue un eslabón esencial para la consecuci ón de los objetivos - clandestinos e ilícitos- del plan llevado a cabo en la llamada “lucha contra la subversión”, ya que, ha sido éste el organismo mediante el cual se ha canalizado la situaci ón de los detenidos extranjeros o bien de aquell os de nacionalidad argentina, pero habi tantes de países veci nos; circunstancias relacionadas a la investigación rel ativa a plan de actuación coordinada entre países o “Plan Cóndor”, ll evada a cabo en la causa nro. 13.445/99 en trámite ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 7. En los tramos de la sentencia dictada en la causa 13/84, se advierte l a descri pci ón de cómo ha sido llevado a cabo el pl an sistemático desarroll ado desde el Estado, y cuáles fueron los mecanismos de organizaci ón y la modali dad de acci ón desarroll ada por las fuerzas subordinadas al gobierno de facto en lo atinente a la desaparición de personas; ya que dicho accionar ha signado el proceder del conjunto de las fuerzas de seguridad, y sus rasgos se han repetido en cada un o de los centros de detención que he tenido baj o estudi o, n o siendo el centro de detención “Orletti”, ni de lejos, una excepción a ell o. 3.5.6. Dependencia operacional de “Automotores Orletti” En primer lugar, debe afirmarse la vinculación del personal de la Secretaría de Inf ormaci ones del Estado con el centro de detención, se acredi ta mediante di versos elementos. 233 En princi pio y como fundamental prueba de ello, vale tener en cuenta el contrato de locación celebrado por su propietari o Sr. Cortell y por el otro lado, los ya mencionados Castels, Silva y los fiadores Eduardo Ruffo y J uan Rodríguez. De estos dos últimos se cuenta con l os legajos de la SIDE en l os que se acredita sus calidades, en 1976, de agentes de dicha Secretaría. A fin de determinar por otro lado, la correspon dencia de las firmas insertas en el contrato en nombre de los mismos, se ordenó la realización de un peritaje, el cual fue confeccionado por el Cuerpo de Peritos Calígrafos, concluyéndose en el informe pertinente que dichas firmas se corresponden morfol ógicamente con las de Eduardo Ruffo y Juan Rodríguez insertas en las actuaciones remitidas como indubitabl es por la SIDE (fs. 1154/5 vta.) . Asimismo, y no de menor relevancia, surge como elemento a tener en cuenta el domicilio constitui do por l os fiadores citados, de la calle Bacacay, domicilio que habría si do uti lizado por Aníbal Gordon y que asimismo, podría haber sido una de las bases de la SIDE. Para ello es menester tener en cuenta l a declaraci ón brindada por Juan Ramón Nieto Moreno en el sumario nro. 417 “Comando de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada”, a fs. 279/286 vta., donde refiri ó que en el año 1976 prestó servici os en la SIDE como Jefe del Departamento de Contrainteligencia perteneciente a la Dirección II; que a Gordon lo conoció como “Silva” aproxi madamente en marzo de 1976, cuando constituyó, por orden de Otto Paladino, entonces Secretario a cargo de dicho organismo, una base operativa que se denominó OT 18, la cual dependía del Departamento de Operaci ones Tácticas I, comandado por el Vicecomodoro Guillamondegui; Departamento q ue dependía a su vez de l a Direcci ón III de la SIDE, a órdenes del Coronel Carl os A. Michel. Agregó que el grupo que integraba Gordon alias “Silva”, “…era el ejecutor de los blancos operacionales, q ue surgido de la labor de Inteligencia Contrasubversiva que efectuaba el Departamento de Contraint eligencia, eran girados al Departamento Operaciones Tácti cas I (uno), a través de la Dirección II y III de la SIDE. Que el citado «Sil va» hacía las veces de Jefe del Grupo no orgánico que junto con personal orgáni co integraba la Base O.T. 18 […] a la vez efectuaba funciones de escolta y custodia personal del entonces Secretario de Inteligencia de Estado. La citada base OT 18 efectuaba la actividad operacional antisubversiva de SID E […] familiarmente sus amigos lo llamaban [a Gordon] también «Jova» y «Viejo»”. Agregó que “…en la base OT 18, inactivada a fines del año 1976, trabajaba personal orgánico de la SIDE y no orgánico, que en rigor de verdad el 234 Poder Judicial de la Nación citado «Silva», sin tener el carácter de Jefe, ejercía el liderazgo del personal inorgánico y por extensión del resto del personal, que no obstante, se encontraba encuadrado en los efectos disciplinarios, en una ca dena de mando, que incluía a personal orgánico de la SIDE perteneciente al Departamento de Operaciones Tácticas dependiente de la Dirección de la SI DE. Dicho personal era, hasta que se inactiva la base OT 18, los agentes Eduardo Ruffo y Juan Rodríguez, que hacían las veces de encargados dependientes del Vice Comodoro Gui llamondegui y posteriormente de los entonces Capitanes Calmon y Cabanillas y por cadena de Comando, del Jefe del Departamento Operaciones Tácticas I, Teniente Coronel Visuara”. Agregó “…se desprende que el cit ado Silva no tenía específicamente personal a su cargo mientras se desempeñó en la SIDE, a pesar de lo cual contaba con un nutrido grupo de personas, en su mayoría inorgánicos, es decir contratados, de los cuales el declarante cono cía algunos nom bres reales y la mayoría de los apodos, habida cuenta de que no dependían del declarante y los contactos con los mismos eran de carácter operacional, en circunstancias en que debía concurrir con un grupo interrogador y de i nteligencia en apoyo de las acciones operacionales que ejecutaba la base OT 18". Refiri ó en cuanto a las personas que integraban el grupo más ligado a Gordon, que estaba compuesto por: “Julio”, “Yiyo”, “Pati”, “Joe”, “Quino”, “Japonés”, “Ricardo”, “Payo”, “Pericles”, “Don Din”, “Gastón”, “Puma” y a César Enciso alias “Pino”, Antonio Antich Mas alias “Utu” y Carlos Martínez Rui z alias “Pájaro”. Agregó Nieto Moreno que “…inicialmente, cuando el declarante conoció al citado «Si lva», el mismo tenía una base en la calle Bacacay; que posteriormente esa base se trasladó a otra sit a en la calle Venancio Flores, ambas de la Capital Federal y que las mismas se inactivaron a fines de 1976". Que posteriormente, en febrero de 1977 Gordon fue a vi sitarlo y le dijo que había formado un grupo operativo con el que trabajaba para distintos servici os de inteli gencia y que lo ponía a disposici ón de él; a la vez que l o invitó a visitar la base del grupo, la cual tenía asi ento en la calle Chiclana, esquina con calle Pomar de Capital Federal. Agregó q ue esta base se utilizó para al gunas acti vidades operaci onales y “como lugar de detención transitorio e interrogatorio de algunos de los prisioneros de la SIDE”. Pero el principal el emento a tener en cuenta es la presencia de Otto Carlos Paladin o en “Automotores Orletti”, habiendo sido la presencia del nombrado advertida por vari as de las vícti mas q ue estuvieron cautivas en este sitio, qui enes reconocieron a Paladino en rueda de personas; a la vez que fue recon ocido Aníbal Gordon, como quien en “Orletti” se 235 desempeñara al mando del personal argentino bajo diversos apodos “Jova”, “Jovato”, “Viejo”, “Ezcurra” o incluso, “Silva”; y Eduardo Ruf fo, como uno de los integrantes del staff del centro de detención. Los reconoci mientos citados se llevaron a cabo en la causa sustanciada bajo la carátula “Rodríguez Larreta”, en la cual se obtuvo como resultado el reconocimiento efectuado por Sara Ri ta Méndez sobre Otto Paladino (fs. 131/vta.); el de Washington Pérez sobre la persona de Aníbal Gordon; el de Graciela Vidaillac en el que reconoce a Aníbal Gordon; el de Margarita Michelini con respecto a Pal adino -fs. 351-; el de Elsa Martínez practicado sobre Aníbal Gordon (fs. 400/vta.) y sobre Eduardo Ruffo (fs. 1178/vta.), qui enes según su testimonio obrante a fs. 383/4 vta. habrían detenido a su nuera Vidaillac y a su hij o José Morales; también efectuó el reconoci miento de Ruffo la sobreviviente Graciel a Vidaill ac (fs. 1179); como Marta Bianchi lo hizo con respecto a Gordon (fs. 1574), al igual q ue a fs. 1575 obra acta l abrada con motivo del reconocimi ento efectuado por Luis Brandoni sobre Aníbal Gordon, estos dos úl timos, a través de un álbum f otográfico. Tales elementos evidencian la dependencia operacional de “Automotores Orletti” del ámbito de la Secretaría de Inteligen cia del Estado, cuando ésta se encontraba bajo el mando del ya falleci do Otto Carlos Paladino. 3.5.7. Estructura de la SIDE en el año 1976. Su inserci ón en la estructura represiva del Ejército, a cargo de Videla como Comandante en Jefe Tal como se ha dejado asentado precedentemente, la Secretaría de Inteligencia del Estado (ex Secretaría de Informaciones del Estado) ha sido un brazo fundamental de la maquin aria de poder desarrollada para la implementación del plan sistemático de represión. La conformación orgánica de l a Secretaría menci onada, se conoce por medio del sumario 417 de “Comando de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada” –acumulado como prueba-, por un lado; y por las actuaciones remi tidas por la propia SIDE ante diversos requeri mientos efectuados por este Tribunal , por el otro; lo cual a su vez, encuentra corroboración en las constancias q ue surgen de los legaj os personales de las personas que in tegraron las divisiones que, se presume, han estado vinculadas al f uncionamiento del centro de detención “Automotores Orletti”. De tales elementos se llega a la siguiente conclusión: la SIDE, 236 Poder Judicial de la Nación en el año 1976, a cargo del General Otto Paladino, se componía al menos de tres Departamentos: I, II y III. En el ámbito del Departamento III “Dirección de Operaciones Informativas” entonces a cargo del ya fallecido Coronel Carl os A. Michel, funcionaba la División Operaciones Táct icas I –OT I-, a cargo del aquí imputado Teniente Coronel Rubén Víctor Visuara; y en el ámbito de ésta, la División Operaciones Tácticas 18 -OT 18- , que desde agosto de 1976, estuvo a cargo del Capi tán Marcelo Alberto Calmon, tambi én fallecido. En el ámbito del Departamento II “Dirección de Inteligencia Interna” f uncionaba el Departamento de Contrainteligencia, a cargo del fallecido Teniente Coronel (RE) Juan Ramón Nieto Moreno, quien en el sumario del “Comando de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada”, al prestar declaraci ón testi monial a fs. 279/286, brindó un relato esclarecedor, preciso y contun dente de cuál era la conformación del citado organismo, cuando Otto Pal adino ejercía su titularidad; encontrándose los dichos del nombrado en gran parte corroborados por l a informaci ón suministrada por la SIDE. Veamos; la descripción que hizo Nieto Moreno se refiere a la existencia de una base operativa que se denominó OT 18, que dependía del Departamento de Operaciones Tácticas I. Dij o que dicha base fue constitui da por Aníbal Gordon, a quien en marzo de 1976 conoció bajo el apodo “Silva”, por orden del Secretario General Otto Carlos Paladino. Agregó que el Departamento ci tado estuvo coman dado por el i mputado Vicecomodoro Guill amondegui, qui en a su vez dependía de l a Dirección III de la SIDE, que estaba –como se ha asen tado- bajo las órden es del Coronel Michel. En cuanto a las funciones desarrol ladas por la OT 18 dijo que el grupo que integraba Gordon “…era el ejecutor de los blancos operacionales, que surgido de la labor de Inteligencia Contrasubversiva que efectuaba el Departamento de Contrainteligencia, eran girados al Departamento Operaciones Tácticas I (uno), a través de la Dirección II y III de la SIDE […] La citada Base O.T. 18 efectuaba la actividad operacional antisubversiva de SIDE”. Agregó Nieto Moreno q ue dicha base era utili zada para “actividades operacionales y como lugar de detenci ón transitorio e interrogatorio de prisioneros de la SIDE” (subrayado agregado). También se refi rió al lapso temporal en el cual esta Base OT 18 funcionó, y específi camente dijo que la misma se constituyó en marzo de 1976 y que dejó de f uncionar a fines de ese mismo año. Los dichos de Nieto Moreno, fueron corroborados por otros 237 testimonios brindados en el marco del sumario militar. El Capitán Eduardo Rodolfo Cabanillas, prestó decl araci ón a fs. 146/7 vta. y en tal ocasión expuso que desde mediados de 1976 y hasta el mes de di ciembre prestó servici os en una dependencia de la Secretaría de Informacion es del Estado en el curso del año 1976, y que preci samente lo hizo en la identificada con la sigla “OT 18”, la cual dependía de la identificada como OT I, de la cual era Jef e el Teniente Coronel Visuara. Que “Aníbal” prestaba f unciones en la OT 18, entonces a cargo del Capitán Calmon. En esta decl aración acl aró Cabanillas que f ue segundo Jefe de la OT 18, ya que el primer Jefe era Calmon, a la vez que dijo Cabanillas que las personas de la OT 18 estaban a cargo de él y de Cal mon. También el Capitán Marcos Alberto Cal mon prestó declaración testimonial en el citado sumari o y refirió que prestó funciones en la Secretaría de Informaciones del Estado desde agosto hasta diciembre de 1976, que el Teniente Coronel Nieto Moreno era el Jefe del Departamento de Contrainteli genci a y el Mayor Cabani llas trabajaba j unto a él. Tambi én recordó Calmon que Gordon también llamado “Silva”o “Ezcurra” era un agente agregado a l a Base OT 18. En esta ocasión refirió q ue se desempeñó como Jefe de l a Base OT 18 del departamento A III 1, integrado por varias personas contratadas o inorgánicas lideradas por Gordon y por personal agregado a sus órdenes, que cumpl ían las funciones ordenadas por el Departamento citado. La estructura de l a SIDE que puede recomponerse a través de las declaraciones reseñadas, ha sido asimismo convalidada por otros elementos incorporados a esta investigación, precisamente l as actuaciones remiti das por la Secretaría de Inteligencia del Estado permiten advertir que, efectivamente, en el año 1976, dicho organismo se componía de los Departamentos I, II y III. De igual f orma, l os legajos del personal que prestó servicios “en comisión” en la SIDE como de los agentes de dicha Secretaría, han permitido la confirmación de la estructura mencionada. En efecto, en las actuaciones remitidas por la SIDE surge, entre otros datos, que Otto Paladino se desempeñó como Secretario; que como Director de Operaci ones Informativas se encontraba Carl os Michel, como Jefe de Departamento OT I se desempeñ aba Rubén Víctor Visuara; y que quien se desempeñaba como Jefe de Contrainteli gencia era Juan Ramón Nieto Moreno. También los legaj os de l os nombrados corroboran su desempeño en la ci tada Secretaría en l as divisi ones en las Divisiones y cargos mencionados. 238 Poder Judicial de la Nación En su momento, l a Excma. Cámara Federal entendió q ue “Automotores Orletti” era uno de los tantos centros cl andestinos de detención y torturas que dependían del Ejército pero que estaban “ubicados fuera de unidades militares del arma”, pese a l o cual se consideró que los hechos verificados en tales ámbitos de todos modos le eran atribuibles al aquí imputado en su calidad de Coman dante en Jefe del Ejército (cf r. “La Sentencia…”, cit., pp. 144/147) . Aquella atribuci ón de responsabilidad se ha visto plenamente avalada en esta pesquisa, no sólo por el modus operandi comprobado en dicho centro, la coexistencia con militares uruguayos que desplegaban tareas represivas y l a existencia de una cadena de mandos por donde fluían las órdenes criminal es, sino además porque precisamente di cho aparato de poder estaba ocupado casi íntegramente por oficiales del Ejército Argentino, desde aquellos de l os que el centro dependía directamente (capitanes Calmon y Cabanillas), pasando por las estructuras de mando intermedias ( tenientes coroneles Nieto Moreno y Visuara, Coroneles Michel Terrile y Tepedino) hasta llegar a la superior (General Paladino), que dependía di rectamente del aquí imputado en calidad de Comandante en Jefe del Ejército y –a la sazón- Presi dente de l a Junta Mi litar en aq uel momento. 3.5.8. Fuerzas que operaron En el centro de detención “Automotores Orletti” confluyeron agentes de diferentes procedencias, sin embargo, el ámbito bajo el cual funcionó este lugar fue el perteneciente a la Secretaría de In teligencia del Estado, entonces a cargo del General Otto Carlos Paladino. La acreditación de dicho vínculo funcional no sól o encuentra sustento en los el ementos antes detallados, sin o que asume particular importancia el reconocimiento en rueda efectuado por víctimas del centro de detención sobre la persona de Otto Paladino, A níbal Gordon y Eduardo Ruffo. Estos el ementos, más aquellos enun ciados anteriormen te, permiten dar por acredi tada, con el grado de certeza q ue esta etapa procesal demanda, que el centro de detención “Orletti” funcionaba en el ámbito de la Secretaría de Inteli genci a del Estado, que allí actuaba personal bajo las órdenes de los respon sables de la División OT 18 que incluso, se conf unde con la misma existencia de “Orletti”; y por cadena de mando, de la Divisi ón Operaciones Tácticas I, a su vez dependiente de la Direcci ón III –de Operaci ones Informativas-, a su vez dependiente del Secretari o del organi smo. 239 Las pruebas acumul adas permiten determinar que en el centro de detención ejercía un evidente liderazgo de hecho Aníbal Gordon, personaje que ha cobrado estado público a raíz de su actuación en el grupo de la “Triple A” y q ue en tal contexto ejercía el mando de personal también subordinado a la SIDE, como el imputado Honori o Martínez Ruiz, quien según las constancias de autos, actuaba en el lugar bajo el apodo “Pájaro” o “Pajarovich” ; o sobre otros agentes de l a SIDE, que respondían a diversos apodos como “Utu”, “Murciélago”, “Payo” , “Cri Cri”, “Tordo”, “Peri cles”, entre otros. La presencia del fall ecido Gordon en el centro de detención fue percibi da por la mayoría de las personas que pasaron por allí, incluso se registran casos de personas que han visto al n ombrado, como Marta Bianchi o Luis Bran doni, quienes durante parte de las cinco horas en que estuvi eron en “Orletti” fueron destabicados y pudi eron ver a los captores que estaban a su al rededor. Pero además de personal argentino, dependi ente de la Secretaría de Inteligencia del Estado, por ser orgánicos o contratados, en este centro de detención coexi stieron otros agentes de nacionalidad uruguaya, pertenecientes al Servici o de Informaci ón de Defensa de Uruguay, dependien te del Ministeri o de Defensa (SID); o del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA). En las filas de estos organismos, fueron identificados por los sobrevivientes uruguayos, numerosos agentes, de qui enes se ha sol icitado ya su extradición, o se ha ordenado su captura. Es decir, tal como fuera afirmado en la resoluci ón de fecha 6 de septiembre de 2006, a esta altura se puede afirmar que en el centro citado habría conflui do personal de diversas procedencias: de la Secretaría de Inteligencia del Estado ( ex Secretaría de Informaciones del Estado), orgánicos y contratados; del Ejército Argentino e incl uso de policía, a la vez que se presume fundadamente que también actuó en este sitio, personal militar de origen uruguayo. a. La presenci a de agentes de la Triple “A” Merece una especial significación la corroboración en este centro de detención, de la existencia de la “Tripl e A”. Esta organizaci ón, que habría teni do su aparición bajo la denominación “Alianza Anticomunista Argentina” en el año 1974, y cuyo mentor habría sido el entonces Ministro de Bienestar Social José López Rega; ha sido expresión del terror instaurado en aquell os años y los venideros, en el marco de la comisión de secuestros, asesinatos, atentados, en perj uicio de di sidentes pol íticos; 240 Poder Judicial de la Nación habiendo contado con personal armado de distintas proceden cias, entre los que confluyeron agentes policiales, militares y personal de l os servici os de inteligencia. La pertenencia de Aníbal Gordon a la “Tri ple A” fue de público conocimiento; Gordon, fue un eslabón de fundamental importancia en la citada organización; y en tal tarea habría estado acompañado de diversas personas, algunas pertenecien tes a la SIDE, otras a diversas fuerzas de seguridad. Al respecto, merecen especial interés para il ustrar la evi dente presencia de personal de esta agrupación, en el centro citado, las declaraciones prestadas por los testigos Marta Raquel Bi anchi (fs. 2296/8) y Adalberto Luis Brandoni (fs. 2343/5). La pri mera, al decl arar ante esta sede, refi rió que al encontrarse en el centro de detención, Aníbal Gordon y las personas que lo secundaban, entre las que nombró a Raúl Gugli eminetti, le dijeron a Brandoni “…«vos, por qué te fuiste» él dijo «porque me amenazó l a Triple A», a lo que le preguntaron «¿y por qué volviste?» a lo que Brandoni les dijo algo así como «porque soy argentino y estoy en mi derecho de estar en mi país», entonces Gordon le dijo «bueno, nosotros somos la Triple A, volviste para cagarnos y ahora nosotros nos vamos a cagar en ustedes». También recordó que Gordon le dijo a uno de sus colaboradores, «sacale la venda que la vamos a fusilar a esta zurda» y luego «bajá la vista zurda de mierda»; y que luego de un rato, apareció nuevamente Gordon y les dijo «bueno, se salvaron, ustedes ¿saben que de aquí nadie sale vivo? ustedes tienen un Dios aparte, se sacaron la lotería», y posteriormente, cuando los liberaron, antes de bajar del auto les dijeron “…«bueno, ahora basta de obras bolches y de amigos judíos», a lo que preguntó cuáles eran las obras bolches, y contestándole «vos sabés, vos sabés»…”, y Brandoni la tomó del brazo y bajaron. Al tomar vista del álbum de fotos, reconoci ó al mentado Gordon en l a fotografía nro. 18 – dejándose constanci a a esta altura, de que la identificación fue correcta-. También el testimonio de Brandoni fue coincidente con el de Bianchi, en cuanto a que el n ombrado recordó que, en el año 1974, había ya recibido una amenaza de la Tri ple A, mediante la cual se lo conminaba a abandonar el país en 24 hs. y que esa amenaza incluía los nombres de otros actores, como Nacha Guevara, Héctor Al terio, Norman Bri sky y también el cantante Horaci o Guaraní. El desempeño de personal de esta organ ización en el centro de detención “Orletti” no aparece descabellada, si se tiene en cuenta que algunos de los integrantes de ell a, pertenecían a la Secretaría de Inteligencia del Estado y que habría sido en el ámbito de ésta, en q ue 241 funcionó dich o centro de detención; en un período en el cual la “Tripl e A” estaba aún en alerta y operaba a modo de colaboración con el régi men militar impuesto desde el gobierno de facto. b. La actuación conjunta de argentinos y uruguayos La coexi stencia de personal argentin o y de nacionalidad uruguaya en el centro de detención “Orletti” ha sido reiteradamente invocada por los testigos sobrevivientes de este centro, tanto en sus testimonios agregados en la causa “Rodríguez Larreta…”; como en el marco de esta investi gación; habiendo sido las víctimas uruguayas, quienes han principal mente señ alado que en el centro de detención citado había personal de diferentes ramas de la República Ori ental del Uruguay. Sin embargo, la coexistencia de exponentes de ambas nacionalidades no será analizada en profundidad en este resolutorio, ya que la presencia de militares o personal de fuerzas de seguridad de nacionalidad uruguaya, ha si do presumi da de forma tal que ha autorizado en fecha 8 de agosto de 2006 el libramiento de órdenes de detención y de extradici ones de diez personas de naci onalidad uruguaya, específicamente: José Nino Gavazzo Pereira, Gilberto Vázquez Bissi o, Jorge Alberto Sil veira Quesada, Ernesto Avelino Rama Pereira, Ricardo José Medi na Blanco, José Ricardo Arab; y de J uan Manuel Cordero Piacentín, el 13 de marzo de 1977; a la vez que se soli citó la extradición de Luis Alfredo Maurente Mata y Cabo Ernesto Soca, el 21 de septiembre de 2006. c. La presencia de personal de la SIDE y el uso de “Automotores Orletti” como sede del denominado “Pl an Cóndor” La acredi tación –con las exigencias de certeza que esta etapa procesal req uiere- de la presencia de personal de la Secretaría de Inteligencia del Estado, como asimi smo, las declaraci ones testimoniales brindadas por numerosos testi gos y en particular por los de nacionalidad uruguaya, en cuanto a la presencia en “Automotores Orletti” de personal del país vecino, se inscribe en el contexto en el cual se desarrollara el denominado “Plan Cóndor”, en el cual “Orletti” habría sido el centro de detención de l a Secretaría de Informaci ones del Estado, en el marco del plan clandestino de represi ón que en aquellos años, del cual dicho organismo no fue ajeno. Efectivamente, esta utilizaci ón del centro citado por parte de la SIDE, con su denominación burocrática OT 18, pudo materi alizarse en el marco del plan criminal de represión ilegal impuesto por la junta militar dominante en aquel entonces; y en la cual la Secretaría citada habría tenido un rol f undamental en lo atinente a l a persecución de l os opositores 242 Poder Judicial de la Nación políticos de distin tas nacionalidades, para lo cual se consolidó el mencionado “Plan Cóndor”, que implicó un plan coordinado supranacional entre las estructuras de gobiern o y los servicios de in teligencia de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil , Paraguay y Bolivia, para brindar cooperaci ón en la lucha contra todos aquellos definidos por qui enes detentaban el poder en la región como enemigos políticos y oposi tores a la ideología de las dictaduras instauradas en cada uno de tales países. Es deci r, fue éste el motivo por el cual en “Automotores Orletti” habría sido advertida la presencia de personal de ori gen uruguayo, a la vez que fueron allí alojadas gran cantidad de víctimas de la misma nacionalidad y también de otras naci onalidades, como chilen os (el caso de “Mauro”, de qui en no se han logrado aportar más datos relativos a su identidad o ci rcunstancias de cautiverio y por eso no ha si do acredi tado su caso como materia de imputación), o como es el caso de Patricio Bi edma, quien si bien era argentino, pertenecía al MIR chileno y proven ía justamente de este país; o el caso de Graciela Rutila y Efraín Villa, qui enes si bien son nacion ales argentinos, fueron secuestrados en Bolivia y trasladados a “Automotores Orletti”; o incluso, y tal vez más sorpresivo, el caso de l os dos di plomáticos cubanos Cresencio Galañen a Hernández y Jesús Cejas, qui enes fueron secuestrados en el barrio de Belgrano y trasladados a “Orletti”, hallándose todos los nombrados desaparecidos. Tal alusi ón se hace imperativa si se trata de enmarcar y describi r cuál fue la actuación de la SIDE en el régimen mil itar y cuál su relación con el centro de detención ci tado; sin embargo, la in vestigaci ón de lo que fuera el “Pl an Cóndor” es llevada a cabo por el Dr. Guillermo Montenegro, titular del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correcci onal Federal nro. 7, en la causa n ro. 13.445/99 de la Secretaría nro. 14, por lo cual basta esta pequeña remisión, n o siendo oportuno ni necesario adentrarnos en una descri pción más detallada de tales hechos. d) La presencia de personal policial Por último, surge también la vinculaci ón del personal actuan te en la base de Venan cio Flores, con personal de Policía Federal. Ell o surge con motivo de los testimonios recogidos en la presente causa y en aquella caratulada “Rodríguez Larreta, Enriq ue s/ su querell a”. Recuérdese por ejemplo el brindado por Washington Pérez a fs. 150/5 de la causa “Rodríguez Larreta...” donde recordó que la detención de Gerardo Gatti, a quien vio en “Orletti” y quien había sido secuestrado por personal de Policía Federal, qui enes lo habían entregado al centro de detenci ón; el brindado por Nelson Eduardo Deán Bermúdez (fs. 1230/2), quien relató 243 que fue detenido el 13 de juli o de 1976 aproxi madamente a las 22 hs. cuando se hall aba j unto a Inés Quadros en un bar sito en la esq uina de calles Boedo y Carl os Calvo de Capital Federal por efectivos de la Policía Federal y agentes de civil; y que desde ese lugar fueron con ducidos hacia una cami oneta y luego al garaje que resultara ser “Orletti”. También el testimon io de Elba Rama (legajo de CONADEP de la nombrada) resul ta coincidente con dicha hipótesis. En efecto, la nombrada expuso que fue detenida el día 14 de julio de 1976 cuando se encontraba en la ci udad de Buenos Aires, que f ue reti rada de su domicili o en la madrugada de ese día por cuatro o cinco personas, una de las cuales se identificó como de Policía Federal. Alicia Raquel Cadenas Ravela, también declaró que f ue detenida por personal de Policía Federal: su declaraci ón obrante en el legajo nro. 7413 de la CONADEP, dij o que el Jefe de dicho centro de detención era un argentino al que apodaban AJovato@ o AJova”; que los guardias y oficial es argentinos se hacían llamar todos por al ias y que los comentarios de l os mismos permitían percibir que algunos de ellos eran de la Policía Federal y mencionó entre l os apodos a “El Jova” o “El Jovato”, q ue era el jefe del local , “El Capi”, “El Pájaro”, “El Ronco”, "Igor", "el Grumete" y "Luis", quien era el cocinero. Por otro lado, también debe tenerse en cuenta q ue la testi go María del Pilar Nores Montedónico, al declarar ante esta sede, relató que previ o a encontrarse alojada en el centro de detención aquí investigado, fue trasl adada en un primer momento a l o q ue supon e que era la Superinten dencia de Seguridad Federal, donde vio al Mayor de Artillería Cordero, a quien l uego –si empre según sus dichos- vio en “O rletti”. Esta versión resulta coincidente con el relato que habría efectuado Luis Alberto Martínez ali as “El japonés”, y explicado al describi rse l os casos relacionados con los cubanos víctimas del terrorismo de Estado argentino, Jesús Cejas Arias y Crescencio Nicomedes Galañena Hernández, en cuanto a que Gordon cumplía órdenes de la SIDE, como así también de la Superi ntendencia de Seguri dad Federal. En definitiva, y más allá de que aún no ha sido esclarecida l a relación exi stente en tre el personal estable de “Orletti”, y l as personas que prestaron servicios en la dependencia policial citada, lo ci erto es q ue l os elementos con los que hasta el momento se cuenta, permiten presumi r cierta vinculación entre el centro clandestino citado y l a mencionada dependencia policial . 244 Poder Judicial de la Nación Y si bien no han sido identificados todos las personas q ue actuaron en este cen tro de detención y el lo impide conocer con certeza q ué fuerzas de seguridad habrían actuado en el centro citado; variados testimonios permiten advertir que en este sitio prestó servici os personal de Policía Federal , pri ncipalmente como auxiliares para la conformación de las patotas que realizaban las detenciones de las víctimas. e) La utilización de apodos en “Orletti” Una de las prácticas generalizadas en los centros de detención argentinos f ue el uso de apodos por parte de quienes allí actuaron en los distintos rol es tendi entes a i mplantar el terror. “Automotores Orletti”, “El Jardín” o “La cueva de Flores” como era llamado por los responsables de él, no fue la excepci ón. En este siti o, los agentes argentinos que prestaron servicios utilizaron apodos relativos a animales, tales como: “Puma”, “Oso”, “Paquidermo”; “Pájaro”, “Murciélago”. Otros apodos f ueron “Quino”, “El Tordo”, “El odontólogo”, “Pericles”, “Japonés”, “Ronco”, “Yiyo”, “Chi no” –entre otros-. Algun os de ellos han podido asociarse con quienes l os usaban, así el caso de “Paq ui” o “Paquidermo”, quien fue indicado por l as vícti mas de este centro, como Osvaldo Forese, qui en según la información obtenida en el marco de la investigación habría fallecido (fs. 798/9) ; o el ya detenido “Pájaro”, apodo con el cual se habría identificado Honorio Martínez Ruiz; o el imputado Gugli elminetti, reconocido por la vícti ma Alicia Cadenas como quien actuaba en el centro de detención bajo el apodo “El Ronco”. El uso de apodos por parte de l os responsables del centro no carecía de intención, sino que por el contrari o tenía por objeto ocultar en el anonimato a los autores de los atroces del itos llevados a cabo. Esta modalidad, no estuvo acotada a un grupo determinado entre los operadores del plan criminal , sino que como pauta de orden general del propio régimen, fue instrumentada en todos los centros de detención y extendi da tanto a los altos mandos, como a los eslabones más bajos y sustitui bles del aparato de poder. Como h ubieron de suponerlo, el encubrimiento del nombre verdadero claramente representó un obstáculo –a veces ci rcunstancial y en ocasiones, y hasta ahora, insalvabl e- para la indivi duali zación de los autores de tales delitos. 3.5.9. Las características peculiares de “Orletti” a. Su funcionamient o El centro clandestin o ubicado en Venancio Flores 3519/ 21 de Capital Federal, si bi en fue llamado “Aut omotores Orletti” por el falso cartel 245 que habría sido visto en su f rente, para los responsabl es del mismo ten ía otro nombre: “El jardín” o “El taller”. El lo se desprende de l os testi monios de las víctimas quienes escucharon a los guardias hablar de “El jardín” o escucharon aten der el teléfon o a l os mi smos, refi riendo “taller”. Así, surge en corroboraci ón de ello el testimonio brindado por José Luis Bertazzo en la causa “Rodríguez Larreta” en cuanto relató q ue, mientras estuvo cautivo, escuchó a los responsabl es del centro de detención referirse a ellos mismos como “la gente del jardín” (fs. 645/8 vta.); o el testimonio aportado por Al icia Cadenas Ravel a, quien a fs. 1579/81 vta. de la causa “Rodríguez Larreta”, refirió que, en el centro de detención, cuando el personal que los mantenía cautivos atendía el teléfono, decían “Taller”; o el brindado por Víctor Hugo Lubián a fs. 99/111 de la causa 42.335 bis, quien recordó que el lugar en el cual fue alojado era llamado “El Jardín” –entre otros-. El ingreso a este si tio se producía mediante una clave que generalmente era transmitida por radio por los secuestradores. La clave era “Operación Sésamo” y al instante, la cortina metálica automática comenzaba a levantarse para dar ingreso al n uevo secuestrado. Son coincidentes l os testigos en que, al ingresar, eran generalmente alojados en la parte inferior, que era un garaje, con piso de cemento con grasa, tierra y chasis de autos. Allí, los detenidos eran mantenidos tirados en el piso sobre una frazada o sobre el piso mismo o sentados; mientras, se escuchaban los quejidos y gritos del torturado de turno, procedentes ell os de la parte superior, donde había dependencias acondicionadas para ell o, las cuales, aún con las precauci ones de sus paredes revestidas con corcho y telgopor, dejaban trascender l os gritos de los torturados. También han rel atado los testi gos q ue, mientras permanecían en esta planta, era común escuchar los quejidos de quienes estaban allí tirados, ci rcunstanci a que les permi tía apreciar q ue había más gente y que además, estaban en mal estado, por l os golpes o por la tortura. Cerca del sitio donde estaban alojados los detenidos en esta planta baja, había un baño, estaba precisamente por debajo de donde se encuentra la escalera. Coincidi eron también los testigos en que el garaje estaba ll eno de autos, de los que a veces los guardias encendían los motores, a veces para tapar los ruidos o gritos –como en el caso del homicidio de Carlos Santucho-, otras, para provocar la asfixia de los detenidos. En tal sentido, viene al caso la declaración ef ectuada por Mónica Soliño al realizarse la inspección ocular en este predio, donde manifestó 246 Poder Judicial de la Nación que en el garaje, entre los autos, estaban los veh ícul os de las víctimas. La radio o la músi ca de Mercedes Sosa, Nin o Bravo con la canción “Libre”, o los discursos de Perón reproducidos por los responsables de “Automotores Orletti” también eran instrumentos de uso habitual para tapar los gri tos de los torturados. La aplicación de la específica tortura que hoy en día, se advierte como singular de este centro de detención, era aplicada a la casi total idad de las personas que pasaron por este centro. Gen eralmente l uego de l as 20 hs. comenzaba el ri tual y de a uno eran llevados a “la máquina” o “al gancho”, de don de eran colgados y someti dos a aplicaci ón de corriente eléctrica, descarga de baldazos de agua fría y consecuente defecaci ón o descontrol de esfínteres urinari os (conforme testimoni o citado de Víctor Lubián). Entretanto, se abría paso el interrogatori o, y las constantes amen azas de quienes i nterrogaban y torturaban en el centro de detención. Uno de los sucesos más rememorados por los testi gos q ue estuvi eron cautivos en “Orletti” es el homicidio de Carlos Santucho, contador y hermano de Mari o Roberto; h echo mencionado por cada una de las vícti mas en sus testimonios, como asimismo, por las testigos Cuadros, Soliño y Salvo en la inspección ocular llevada a cabo por este tribunal el 5 de juli o pasado. Este hecho resulta descriptivo del régi men al cual eran someti das las víctimas de este centro de detención, ya que ello ilustra las condiciones de vi da a las cuales eran sometidos los cautivos, quienes fueron obligados a soportar no sólo la tortura impuesta a Manuela Santucho, a qui en obligaron a leer en voz alta la crónica q ue relataba la muerte de su hermano Mario Roberto; si no además, el homicidio mismo de Carlos Santucho. Precisamente, los responsabl es del centro de detención, al recibir la crónica de la muerte del dirigente del ERP Mario Roberto Santucho, ocurrida en un enfrentamiento en la l ocalidad de Villa Martelli , obligaron a Man uel a Santucho, herman a de Mario Roberto y de Carl os, a leer la crónica que relataba la muerte del primero. Mi entras tanto, Carlos, ya deli raba y gateaba por el pi so; l os responsables del centro, comenzaron entonces a ironizar y a preguntarle a Carlos si acaso no querría ir a comer, la negativa de Carlos, que decía q ue no quería comer y que no tenía dinero, y su estado de deli ri o, constituyeron su propia condena. Ante la insistencia de los represores para que Carlos coma y su reiterada negativa, fue convocada su hermana Manuela para que lo convenciera para comer; pero Carlos Santucho respondió de una forma que evidentemente irritó al 247 personal de guardia, dando paso a la intolerancia de éstos de forma rápi da y contundente. Santucho les recordó que su vida ya no tenía sentido, pues habían expropiado la vida de sus hijos y su familia entera. Recordó la testigo Alicia Cadenas que Carlos Santucho dijo en ese momento “...mátenme cuando q uieran, ya expropiaron la vida de mis hijos y mi familia entera, no me interesa vivir…”. La respuesta de los captores fue inmedi ata: llenaron con agua un tanque que había en el garaje a metros de los cautivos, luego colgaron a Carlos Santucho de un gancho que pendía de unas cadenas colocadas en el techo, y una y otra vez lo sumergieron en el tanque. El escenario se completó con los motores de los autos en cendidos, en un intento de ocultar los gri tos de resistencia de Santucho; hasta que l uego, se apagaron los motores y también la voz de la vícti ma, cuyo cuerpo apareci ó al día siguiente en la vía pública. Tal como lo he hecho en oportunidad de dar tratamiento a l os hechos mencionados –resoluci ón de fecha 6 de septi embre de 2006- me permito precisar que ésta fue l a escena más trágica presen ciada por los cautivos del centro de detención; pues el homicidio de Carlos Santucho fue percibi do por todos los presentes; todos escucharon la conversaci ón preli minar, como la insistencia de los responsabl es de “Orletti” para que comiera, le negativa de Carlos Santucho, su delirio, su tortura y la drástica soluci ón final adoptada por los guardias y demás exponentes de este centro. Incluso, otros testigos recordaron que, ya con Santucho muerto, la discusi ón cambió de rumbo, ahora el punto era qué hacer con su cuerpo; circunstancia que fue solucionada en forma inmediata, pues fue tirado en la calle, y su cuerpo hallado en un baldío. La parte superior de este centro se compon ía de vari os ambientes, en la inspección ocular se pudieron apreciar algunos de ellos mediante el ascenso por l a escal era q ue desemboca en el garaje, y otros, en lo que actualmente se encuentra alq uilado y modificado. La parte a la cual se accede por la escal era ci tada se compone de cinco ambientes y un hall de di stribución, en uno de ellos -el más pequeño- habría sido alojado Gatti; contiguo a éste habría funcionado otro cuarto donde f ue vista la puerta que otrora estuviera all í colocada y que se habría utili zado como cuarto de tortura o de antesala de tortura (conf. dichos de Quadros y Salvo en la inspecci ón ocul ar de fs. 2228/31); el cuarto siguiente, es deci r en el contiguo a este últi mo, f ue i dentificado por el testigo Bertazzo como aquel en el cual estuvo al ojado en su cautiverio 248 Poder Judicial de la Nación junto a una persona de nombre Ri cardo, quien murió a raíz de las torturas –qui en no ha sido aún identificado como víctima por carecerse de datos precisos-; y j unto a María Claudia Irureta y Marcelo Gelman, sitio en el cual habría manteni do una conversación con la primera. Como se adelantara, los testimonios de Quadros y de Soliño en la inspección judicial llevada a cabo en el lugar, permi tieron apreci ar que, en alguno de estos cuartos, podrían haberse ef ectuado las torturas. Así, Quadros manif estó reconocer que el identificado en el croquis como cuarto B era usado como sala de interrogatori os, “…que allí las desvestían y preparaban para la tortura y que la tortura propiamente dicha se hacía en el cuarto contiguo (Cuarto C) …”. En el cuarto identifi cado como C, en el cual Bertazzo dijo haber estado detenido, Quadros refi rió que “…para ella en este sitio estaba el gancho del cual los colgaron…”. Ernesto Cortell, hijo del propietari o del inmueble, declaró que cuando les fue devuelto el inmueble, estos dos cuartos estaban cubiertos con telgopor y cartón en todas sus paredes y en su techo (y que sacaron tal materi al por ser peli grosos por la posibl e generación de incendios), lo que permite deduci r la efectiva utilizaci ón de los mismos para el sometimiento a tortura, ya q ue la adici ón en techo y paredes de los material es mencionados por Cortell, habrían servido como aislante de sonido. Por otro lado, debe destacarse l a declaración de l a testi go Graciela Luisa Vidai llac -fs. 141/3 vta. de la causa “Rodríguez Larreta…”, quien refi rió que en el centro de detenci ón había una habitación con sillas y una heladera, que también había una f oto de Ernesto Che Guevara al cual los carceleros l e ti raban dardos, que en esa sal a fue interrogada por tres personas, y que al levantar la cabeza, vio en este sitio a Aníbal Gordon. La descri pción de Vidaill ac podría remi tirnos al cuarto identificado con letra “A” en el croquis que conforma el acta de inspección ocular, ya que en este ambi ente en el cual fueran encontradas las l etras “AAA”, alrededor de éstas, había gran cantidad de orificios en la pared, los que a primera vista, podrían ser compatibles con el juego de dardos que practicaban los responsables del centro de detención. Por otra parte, es reiterado el recuerdo de los testigos relati vo a la existencia, en l a parte superi or, de un cuarto que fue visto por la mayoría de las vícti mas; el mismo ten ía un retrato de Hitler, uno de Rosas y uno del Comisario Villar, fallecido como consecuencia del atentado cometido en la Superintendencia de Seguri dad Federal. Al respecto, la testigo Marta Bianchi refiri ó ante esta sede (fs. 2296/98) q ue el recinto donde fue interrogada era “…una oficina amplia, tenía un escritorio muy 249 grande, había sillones de cuero de color oscuro, había un cuadro de Hitler atrás del escritorio, había otro cuadro de Rosas y uno más, del Comisario Villar. Había una bandera argentina, y detrás de Gordon había varios hombres armados con ametralladoras. Daba la sensación de que estaba en la oficina de Gordon”. Según los testigos, este lugar habría si do utilizado tanto por argentinos como uruguayos, obrando a modo de ej emplo, el testimonio brindado por Raquel María Noguei ra Paullier en la causa “Rodríguez Larreta” (fs. 1498/9). Es decir, en la parte de arriba podrían identificarse algun os sitios que se usaban como lugar de aloj amiento y depósito de detenidos, como el mismo hall de di stribución al cual se refiere Gastón Zina Figueredo, qui en indicó: “[q]ue ya en el piso superior puede observar que hay más detenidos tirados en el piso sobre unos colchones, en una especie de hall o pasillo que había al terminar la escalera, eran unas dos o tres personas que se encontraban en muy malas condiciones” (cfr. fs. 1233/5); como el cuarto identificado por el testigo Bertazzo como aq uel donde estuvo alojado; cuarto que a su vez por su revestimi ento de tel gopor y cartón y los dichos de Quadros podría haber sido usado como sala de tortura; como el contiguo a éste con dirección a la entrada a esta parte superi or, donde habría funcionado una sala de interrogatori os, donde había organigramas con la configuración del PVP que preten dían completar con los datos que aportaban los cautivos (declaraci ón de María del Pilar Nores a fs. 2065/110); y contiguo al cual se encontraba el cuartito donde fue alojado sobre una li tera el desaparecido Gerardo Gatti. También quienes actuaron en este siti o habrían teni do sus propios espaci os, n o descartándose que hayan sido destinados a ello los cuartos i dentificados en el croquis con letras A y B; no sól o por l a existencia de los h uellas de la pared que podrían ser compatibles con el juego de dardos antes apuntado; sino además por los dichos de Bertazzo, quien relató en el recorrido llevado a cabo en “Orletti” que cuando estaba alojado en el cuarto al cual se refi rió, y ll amaron a l os guardi as porque otro cautivo (Ri cardo) estaba en pési mas condiciones, éstos respondieron con disparos desde el cuarto de al lado, es decir, desde el cuarto “B”. También los testigos han advertido que en uno de los cuartos había una caja f uerte y que en al gún l ugar, había una cantidad considerabl e de zapatos, ya q ue según declaró Washi ngton Pérez en la causa “Rodríguez Larreta”, cuando estuvo en “Orletti”, en una de las oportunidades en que fue conduci do all í, vio a León Duarte, quien le dijo que no había comido desde q ue había sido deteni do y q ue an te ello Gordon “…dijo que le den de 250 Poder Judicial de la Nación comer y que le den zapatos, y que allí vuelve a aparecer la persona argentina que no pudo identificar y dijo «de dónde voy a sacar los zapatos si abajo hay como ochenta»…”. Estos zapatos sin duda pertenecían a los detenidos, q uienes al ingresar eran despoj ados de sus pertenencias, o bien, eran despojados de ellas cuando eran “desaparecidos” por los responsables del centro de detención. Nótese al respecto, q ue los cadáveres de l os hermanos Gayá, como los de Ana María del Carmen Pérez y de Dardo Zel arayán, como el de Marcelo Gelman, al ser encontrados el 14 de octubre de 1976 en tambores de 200 litros arrojados al Río Luján, carecían de sus respectivos calzados, por l o cual es eviden te que los mi smos, ya en el centro de detención o en el trayecto, les f ueron despojados. En la parte superior restante, q ue posee entrada desde Venancio Flores, también habría lugares destinados al al ojamiento de detenidos y al uso de los propi os guardi as. En definitiva, de l a descripci ón apuntada se infiere q ue el centro de detención contaba con una planta inferi or en la cual se encontraba la oficina desde donde se levantaba la persiana metálica, previa comunicaci ón por radio y previa invocación de la clave “Operación Sésamo”; que en este garaje, atestado de vehícul os, eran alojados en una pri mera instancia los cautivos; que a la parte superior se accedía por l a escalera recostada sobre la medianera derecha del inmuebl e, y que en esta parte superior había vari as subdi visiones ef ectuadas por los responsables del centro de detención. Que entre estos ambientes, había dos de ell os enteramente recubi ertos con telgopor y cartón, lo que –como se ha adelantado- permi te inferir que los mismos eran utilizados para la tortura, ya que tal acondici onamiento claramen te habría tenido por fin evitar el traspaso de los ruidos que se producían en tales ambi entes, en especial, teniendo en cuenta las inmediaciones del edificio; y que también había ambientes reservados para el al ojamiento de detenidos, y otros destinados al uso de los guardias y demás personal q ue all í actuaba. b. La inserción de “Orletti” en la normalidad circundante Tal como se dejó asentado en el resolutorio en el cual se diera tratamiento a los hechos que tuvi eron por escenario este centro de detención, a diferencia de los otros centros clandesti os que han sido visitados por el suscripto en ocasión de realizar inspecci ones oculares, que se encontraban disi mulados en unidades policiales (“Atlético”, “Banco”, “Olimpo” o “Sherat on”) o bi en se encontraban en predi os más bien apartados de fincas aledañas (“Vesubio”, “Mansión Seré”), el inmueble 251 donde funcionó “Orl etti” era uno más de una larga hilera de casas bajas, en una típica calle, de un típico barri o de l a zona oeste capitali na, como era el de Fl ores. Su frente muestra la clásica edificación en la cual en la planta baja hay un establecimiento comercial ( en este caso, un tall er mecánico), con su amplio garaj e, y en la planta superior, la vivienda, a la que se accede por una entrada independiente. Linderos, se advi erten hogares de clase media. Incl uso, como ya señalara, hay en las inmediaciones una escuel a primaria. Cruzando la calle, están las vías del tren Sarmiento, y enfrente, a no más de cuarenta metros, otra hilera de vivi endas de l as mismas característi cas, todo en un barri o apacible y tranquilo, sól o sacudi do con cada convoy ferroviario q ue traspone el l ugar. Como se ha asentado, el inmueble de la calle Venancio Flores aquí analizado, tanto antes como después de los hechos aquí investigados, no tenía ninguna particularidad que lo aleje de la condición de ser una casa normal y ordinaria, así como tampoco la arteria en el que estaba enclavado, ni el barrio al que pertenecía. Lo que causa impresión, es tener la certeza de que durante los más de seis meses en que ese inmueble se convirtió en uno de los campos de detención y tortura más ren ombrados décadas después, ese ambiente de “normali dad” no parece haberse perturbado; esto es, la cotidi aneidad de la casa, de la calle, del barri o, absorbi ó con naturalidad el terror y la violencia desplegada en ese tiempo en esa casa, como si esa violencia, ese terror, fuera una posibilidad más de darl e funcionalidad a esos espacios. Compl etada la misión del terrorismo de Estado en la casa, ésta pasó a una siguiente etapa de su historia, volviendo a f uncionar como taller mecánico con nuevos inquilinos en la planta baja y l os cuartos traseros del pi so superior; y al bergan do años después al matrimonio Cortell en la vivienda del f rente de la planta alta. Y así fue que, sin soluci ón de continuidad, las paredes con inscripciones de los cautivos, q ue antes contenían desesperación y muerte, fueron pintadas y empapeladas para volver a converti rse en hogar de una pareja madura de clase media; y los cuartos traseros de la parte al ta, testigos mudos de l a peor condici ón humana, comenzaron a ser invadi dos por piezas y repuestos de automóviles, que descansan sobre paredes colmadas de orificios de bala, o sobre ventanas tapiadas por los perpetradores con ladrillos de grueso espesor. Mientras que en la planta baja ya no h ay vesti gios de aquel tanque de agua de 200 litros en donde se asesinaba por ahogamiento a 252 Poder Judicial de la Nación personas, pero permanece intacto en el techo el gancho metálico de grueso espesor a través del cual corría la cadena con la carga human a; tampoco se ve la pesada cortina que dividía el ampli o recinto de secuestro y tortura en dos ambientes, pero subsiste la hilera de ganchos por donde se la sujetaba. En definitiva, el campo de secuestro y muerte f ue una etapa más en la histori a de la finca de la calle Venancio Flores; ni antes, ni durante, ni después, puede deci rse que se haya alterado l a funcionalidad del l ugar, ni que un a etapa haya si do di sruptiva en el deven ir cotidiano de la casa; con cada etapa, l os ocupantes hicieron sus arreglos, acomodaron los muebles, modificaron alguna fison omía, pero todo ello en una sucesión sin solución de continuidad y sin mayores percances, al contrario, aprovechando las “mejoras” impl ementadas por los que la habitaron previ amente. Quiero decir con esto, que al menos en el ánimo del suscripto, el reconoci miento de lo que fue “Orlet ti” aleja para siempre la imagen estereoti pada del centro clandestino como un recinto apartado, eri gido en un ámbito policial o militar, al cual nadie se puede acercar y en el cual, dada su conceptual excepci onalidad, prácticamente nada pudo haberse hecho antes ni podrá hacerse después: “Orletti” muestra a las claras, que el terrorismo de Estado en la Argentin a de 1976 pudo moverse con naturali dad también en espacios de normalidad -y no de excepción-; que no debió enfati zar el secreto sino que actuó a la vista de quien quiera ver y escuchar; que se adaptó para funcionar en un espacio donde antes había un hogar y un taller, y que a su término, aq uel hogar y aquel tal ler regresaron, se acondicionaron y hasta aprovecharon las mejoras efectuadas por los ocupantes anteri ores. c. Los mecanismos de tortura Otra de las características que se destacó en el citado pron unciamiento, es el mecanismo de tortura utilizado si stemáticamente, ya que -como desarrollaremos a continuación- la tortura en este centro fue pergeñada deli beradamente para hacer sentir más el dolor, para llevar el sufrimiento humano a su máxima expresión, para doblegar cuanto antes la capacidad de resistencia de la víctima; para poner en evi den cia, cuánto de todo ese escenario puede resi stir un cautivo col ocado en situación de espectador, cuánto dolor se es capaz de observar sin intervenir; cuánto se es capaz de ver sufri r. Como primer abordamiento del tema, debemos destacar q ue son coincidentes las versiones de los testigos, acerca de la modalidad de la tortura aplicada a los detenidos. 253 Según las víctimas que sobrevivieron , general mente eran alojados en la planta inferior o garaje, allí eran manteni dos ti rados o sentados en el piso, tabicados y con medios de sujeción que les impedía moverse. Desde all í, se escuchaban gritos provenientes de la planta superior, y por turn os, y casi siempre por la noche, eran subidos por una escalera a l a parte superior, donde eran interrogados y desnudados. Ya en el cuarto de tortura, eran col gados del “gancho”; esto i mplicaba ser esposados por detrás, de donde eran col gados hasta q ue los pies quedaban a unos 20 ó 30 cm. del piso; se colocaba por la cintura o cuerpo de la víctima una especie de cinturón de cables que llegaban a una terminal eléctrica donde eran conectados, produciendo esto un shock eléctrico en todo el cuerpo, y no en una parte específica. En el pi so, por debajo de l os pies del colgado, se col ocaba agua y sal gruesa; cuando ya la víctima perdía toda resisten cia y sus pies vencidos por su propio peso y cansancio, llegaban al piso con agua y sal, y así la electricidad era recon ducida desde los pies hacia arriba. Mientras la electri cidad se apoderaba del torturado, baldes de agua fría eran ti rados sobre su cuerpo, para q ue la sensaci ón propia del shock eléctrico se intensificara al extremo, ya inimaginable. Ésta era la tortura de rutina por la que cada uno de los alojados en “Autom otores Orletti” debían pasar a l as pocas horas de ser ingresados al centro de detención; sin perj uicio de q ue muchos de ell os eran someti dos a otras prácticas de tortura. Si bien ello será analizado en extenso en el acápite relativo a los mecanismos de tortura como activi dad generalizada, recordemos algunos de los testi monios q ue dan cuenta de la descri pción apuntada. Sergio López Burgos al declarar ante esta sede el 19 de octubre pasado (fs. 1383/6) refiri ó que en Orletti “…en este primer interrogatorio, lo desnudaron, le colocaron unas gomas en las muñecas y un cable en la ci ntura, lo colgaron y durante sei s o siete horas le aplicaron corriente eléctri ca mientras que le hacían preguntas [ …] Que la segunda sesión de torturas fue unos dos o tres días después que la primera, que no podía ser antes porque no aguantaban. Que recuerda que comió tres veces en catorce dí as, que comían todo lo que sobraba de la comida de los represores y que entre los restos había colillas de cigarrillo, tapitas de coca cola y que la comida eran restos verdaderamente, como huesos o cáscaras de naranjas […] Que Gordon estaba extrañado de la cantidad de horas que los uruguayos aplicaban las torturas a cada detenido y decía «a mí tráiganme combatientes no estos pajaritos que rompen el mundo con l a máquina de escribir»…”. Y en cuanto a los efectos de tal padecimi ento, agregó: “…quiere 254 Poder Judicial de la Nación aclarar que en pocos días bajó muchos kilos, que luego de la electri cidad el cuerpo queda tan caliente que uno no siente frío, que el cuerpo pierde la sensibilidad, que se morían de sed, pero no podían darle agua, que recuerda que chupaba el piso, que incluso en la sesión de electricidad el dicente perdió tanto peso que el pantalón que le quedaba justo se le cayó, porque luego de seis o siete horas de picana, el cuerpo se deshidrata de tal manera que puede perder kilos...”. Y también agregó en otro tramo de su declaraci ón “…que se escuchaban los gritos de todos, que cada uno de los que estaban allí fue torturado, que nadie se salvaba, por lo tanto está en condi ciones de decir, que escuchó la tortura de todos los que allí estaban...”. Eduardo Deán Bermúdez al declarar el 20 de septiembre de 2005 ante esta sede (fs. 1230/2 vta.) refi rió que “…mientras lo interrogaban lo sometieron a tortura, que lo subieron por una escalera de madera bastante precaria y en una pieza de material, allí lo interrogaron y torturaron. Que este cuarto recuerda que tenía un retrato de Hitler, que incluso l os represores le levantaron la venda para mostrarle el retrato citado. Agrega que l a venda que le pusieron le permitía alguna visión del entorno. Que en el lugar también había una mesa y también una especie de cargador de baterías, de donde salían unos cables que les enroscaban alrededor de todo el cuerpo. Que también había una especie de roldana, o cabeza con rueda en el techo, que lo esposaban en la espalda, y se enganchaban las esposas con la cadena, que al subirlo le quedaban los brazos hacia atrás. Que previamente lo desnudaban y le tiraban baldes de agua. Que cuando ya no se aguantaba por el dolor de brazos, intentaba tocar el piso, y que cuando tocaba el piso, le daba un shock de tal magnitud que le quemaba las plantas de los pies, que le quedaban marrones. Que les daban un voltaje muy alto. Que en el piso a propósito colocaban agua y que también había granos de sal gruesa. Que cuando llega a la sala ya este escenario estaba preparado […] Que la primera vez que lo torturaron habrá estado una media hora colgado, que la segunda vez fue a los dos días, en la cual estaban las mismas personas, y le hicieron las mismas prácticas, que esta vez no recuerda cuánto duró la tortura, que recuerda que sufrió como un desmayo, que la primera vez cuando lo bajaron estaba consciente, pero esta segunda vez no, y que después estaba como paralizado, no se podí a mover...”. Los testimonios citados son contundentes acerca de cuáles eran los mecanismos específicos de tortura que se aplicaban en “Orletti”, sin perj uicio de que, como se verá en el Considerando Séptimo, el someti miento a las condiciones infrahumanas en las que eran mantenidos los cauti vos, configuran de por sí el sometimi ento a torturas; restando luego, detallar cuáles eran las pautas de cautiverio q ue debían padecer los 255 detenidos. d. El manejo caótico de los captores La reconstrucci ón de los hechos acaeci dos en otros centros clandestinos de detención permi tió establecer la existencia de una estructura jerárquica en tales l ugares, que comenzaba por el un J efe, habitualmente perteneciente al Ejército Argentino o a la Poli cía Federal. A su vez, se constató la actuación en los mismos de “grupos de tareas” o “patotas” las cual es ten ían por f unción la reali zación de los operativos de secuestro y traslado de las personas privadas i legalmente de su libertad al centro clandestino; l ugar en que eran los encargados de llevar a cabo los interrogatori os bajo apli cación de torturas. Por últi mo, se encon traban aquellos que cumpl ían funciones de guardia, estos generalmente tenían un régimen de turn os rotativos; los guardias ocupaban el último esl abón de l a cadena jerárquica. Esta estructura no se reprodujo, o por l o menos no en todos sus términos, en “Orletti”, donde, si bi en se puede identifi car una clara figura de mando en Aníbal Gordon -para el caso de los argentinos-, no existía una precisa asignación de funci ones, en l os términos descri ptos, entre las restantes personas que all í actuaron; con un a consecuente confusión de roles. Esta circunstancia no fue inocua para los sucesos q ue allí tuvieron l ugar y para las vivencias de l as personas que permanecieron allí cautivas, sino que contribuyó a generar un particul ar clima de desconcierto y caos que resul ta característico de este centro clandestino de detención y tortura que no estuvo presente, por lo menos en esta dimensión, en los otros lugares utilizados con la misma fi nalidad que el Tribunal ha tenido por comprobados a esta altura del avance de la investigación. Esto se vio reflejado en los testimonios colectados en el marco de las presentes actuaciones y en aquell os que obran en la causa “Rodríguez Larreta…” de las víctimas de los sucesos all í acaeci dos q ue tuvi eron la oportunidad de relatar sus vivencias en dicho lugar. Así, Sergio Rubén López Burgos, en oportunidad de testimoniar las ci rcunstancias de su cauti verio en “Orletti” ante esta sede y al hacer referencia a quienes cumplieron funciones en dicho lugar, dijo “[q]ue también había uno a quien le decían «Colores» q ue no sabe si era argentino o uruguayo, pero que no tenía injerencia. Que a Ruffo en «Orletti» lo vio, que incl uso lo reconoció en una oportunidad y que estaba de barba. Que Ruffo como el resto de los represores en el centro hacía de todo” ( fs. 1383/6). Es clara la versión de López Burgos en cuanto a q ue no resultaba posible 256 Poder Judicial de la Nación precisar cuál era el rol que le correspon día desempeñar a cada uno de sus captores. Similares referencias fueron dadas al Tribunal por Ana María Salvo Sánchez en su declaraci ón testi monial; en este orden de ideas, la nombrada señal ó, en referencia a las guardias del lugar, que “supongo que rotarían, no sé, nunca les encontré una lógica” (fs. 2239/8). Igual mente, Ariel Rogeli o Soto Loureiro relató haber presenciado una discusión susci tada en tre l os guardi as para determinar quién de ellos debía ir a la parte de arriba del centro a custodiar a los detenidos que all í se encontraban (ver fs. 1648/51). Sara Rita Méndez relató que, luego de ser sometida a un interrogatori o sobre nombres y direcciones de miembros del Partido para la Victori a del P uebl o en la pl anta superior de “Orletti”, “…le preguntan si quiere ver a Gerardo Gatti, que ella sabía que él estaba detenido. Que en ese momento la desvisten y la llevan vendada y atada al lugar donde estaba la máquina de tortura; q ue allí la torturaron y que le dio la impresión de que no buscaban precisiones, que lo hacían para someterlos; que no había un fin determinado con la tortura. Que en ese lugar ya no ve, que era difícil registrar las voces porque los represores cantaban y gritaban, se crea como un clima de infierno, que había argentinos porque hacían cánti cos típicos de la izquierda argentina, a los cuales les habían deformado las letras. Que cree que las preguntas las realizaban los uruguayos, que recuerda que los argentinos no querían hacer la guardia, que ellos querían estar en los i nterrogatorios...” (fs. 1097/1100). La nombrada agregó “…que Orletti era un caos, que no había disciplina y a veces no se cumplían las órdenes. Que ejemplo de ellos es que en una oportunidad querí an cocinar y no había aceite, que nadie querí a ir a comprar, que luego obligan a uno a ir a comprar aceite y éste trae un camión con aceite no comestible, y les da el aceite, lo cual motivó l a ira de todos…” (fs. 1097/1100). Al igual que Méndez, otras víctimas hicieron ref erencia en sus testimonios a las pel eas o discusiones que se sucedían entre sus captores y que podían tener di versas moti vaciones. Por ejemplo, pueden citarse los dichos de María del Pilar Nores Montedónico, quien señaló que permanentemente se escuchaban gri tos y peleas entre q uienes actuaban en dicho lugar, circun stancia que se acrecentó l uego de l os operativos realizados entre el 13 y el 14 de juli o de 1976 (fs. 2065/110) . Por su parte, María Elba Rama Molla refiri ó que “…continuamente se sucedían gritos, autos que llegaban, personas que subían, bajaban…” (fs. 1403/ 5). 257 Un pasaje de la presentación de Víctor Hugo Lubi án obrante a fs. 101/8 de la causa “Rodríguez Larret a…”, sirve de ejemplificación del desconcierto que reinaba en “Orletti”; el nombrado rel ató: “...somos golpeados constantemente, especialmente cuando los torturadores vienen ebrios o drogados [...] A todo esto -en referencia a los maltratos a que eran sometidosse le suman las órdenes y contra-órdenes de nuestros guardias: «todo el mundo con las esposas para atrás», «todo el mundo con las esposas para adelante», «todo el mundo sentado», «t odo el mundo acostado», etc...”. Otra muestra de ello surge, asimismo, de la declaraci ón testimonial prestada por José Luis Bertazzo qui en en la causa “Rodríguez Larreta” rel ató: “…que durante su permanencia pudo escuchar en reiteradas oportunidades la canción «Libre» de Nino Bravo, «Virgen I ndia» de Cafrune y marchas militares, agrega que los carceleros cantaban una canción que decía «montoneros, montoneros soldados de piolín y por eso tienen miedo a la gente del jardín»…”; también refirió el testi go que “…en varias ocasiones los carceleros entraban a la sala donde permanecían los detenidos y realizaban simulacros de fusilamiento, tal es así que a una persona de la cual no sabe nombre ni apellido le colocan un chaleco anti-bala y disparan sobre el mismo, no produciéndole la muerte ni heridas, si mplemente lo que querían era amedrentarlos…” (fs. 645/8 vta. de la causa nro. 42.335 bi s). Aún quienes permanecieron privados ilegalmente de su libertad en dicho l ugar por un breve lapso, pudieron perci bir algunas de estas características distintivas de “Orlet ti”. En este senti do, Marta Bi anchi, en oportunidad de prestar declaración ante esta sede la cual luce a fojas 2296/8, recordó las circunstancias de su detención y traslado a “Automotores Orletti”; señalando que le impresi onó el ruido que había en ese lugar, “…que era un garaje, había música muy fuerte, y muchos gritos, mucha exasperación…”. La convivencia de l os represores argentinos y los uruguayos que se presume podrían haber estado en “Automotores Orletti”, no fue armónica sino q ue estuvo signada por diversos enfrentamientos entre l os mismos con relación a las f unciones que cada uno debía cumplir y, particularmente, qué grupo ostentaba el poder de mando en el lugar. Esta relación conflictiva coadyuvaba a generar el ambi ente caóti co que se vivía en el centro. En este sentido, Sara Rita Méndez, en las audiencias orales de la causa 13/84, señal ó “…la situación que vivíamos era de mucha irregularidad, había permanentes entredichos, entre los Uruguayos, la guardia sobre todo uruguaya, la oficiali dad uruguaya, con l a argentina, esto era por ejemplo a 258 Poder Judicial de la Nación consecuencia de las guardias, los argentinos se quejaban, de que en ese momento la mayoría que estaban ahí, eran detenidos uruguayos, por lo tanto las guardias les correspondían a l os uruguayos, esto hizo que incl usive, m ás de una vez tuviéramos la impresión de estar con muy poca guardia; también estos entredichos llevaron más de una vez a peleas e insultos, entre la guardia que nos vigilaba; en cambio, por parte de la oficialidad, no pasaba lo mismo, en el sentido de que en un interrogatorio, donde el Mayor Gavazzo me habl ó, me dijo que tenían amplios poderes para seguir operando en la Argentina, que contaban con todo el apoyo de las Fuerzas Armadas argentinas, para terminar con todos los uruguayos que estábamos en la Argentina” (fs. 184/208). Asimismo, en su declaración prestada ante esta sede, la nombrada, al recordar la sesi ón de tormentos a que f ue sometida, relató que “…las preguntas las realizaban los uruguayos, que recuerda que los argentinos no q uerían hacer la guardia, que ellos querían estar en los interrogatorios…” (fs. 1097/1100). Contamos asimismo con similares referen cias de Ángel Rogeli o Soto Loureiro, q uien indicó que tuvo la impresi ón de que en la parte superior de “Orletti” mandaban los uruguayos, mi entras que la planta baja se encontraba baj o el control de los argentinos (ver fs. 1648/51). Una discusi ón entre los oficiales argentinos y uruguayos que Ana Inés Quadros h abría tenido oportunidad de escuchar, permite graficar otro de los puntos de conflicto que se suscitaban dentro de “Orletti” entre estos dos grupos, en este caso, qui énes serían trasladados al Uruguay; de esta forma, Quadros señaló que, estan do alojada en una habitación del primer piso, escuch ó que los oficiales uruguayos y argentinos discutían sobre cuáles de l os detenidos serían trasladados al Uruguay y cuáles quedarían. Mientras que la permanencia en el país de León Duarte, Gerardo Gatti y H ugo Méndez era una cuesti ón ya zan jada entre los captores; el eje del conflicto era el traslado o no del hijo de Enrique Rodríguez Larreta y de Víctor Lubián; finalmente ambos f ueron trasladados a U ruguay. Una breve ref erenci a a este episodi o también realiza María Margarita Michelini Delle Piane, quien relató haber escuchado a los oficiales uruguayos que no habían podido llevar a Uruguay a Méndez, Gatti o Duarte, en razón de que los argentinos no se l o permitieron (fs. 272/4 de la causa nro. 42.335). Finalmente, otro de los puntos generadores de recelos y enfrentamientos entre argentinos y el personal uruguayo q ue se presume, actuaba en este centro de detención, estaba constituido por la obtención y 259 distribución del “botín de guerra” -término utilizado para referirse a los bienes y dinero que robaban de l os domicilios de sus víctimas y tópico sobre el que se volverá en prof undidad en el parágrafo siguiente- ; la desconfianza exi sten te con relación a este aspecto, llegó a tal extremo que hasta las propias víctimas fueron incorporadas al diferendo, con el fin de establecer la cuantía del saqueo. María Elba Rama Molla recordó que “…un día la llevan para arriba y que la lleva un argentino, que la hacen se ntar y le hablan otras personas que estaban sentadas, que le preguntan si ella había escuchado que los uruguayos hubiesen secuestrado dinero, porque presumían que los uruguayos les ocultaban información y no cum plían con el acuerdo que tenían de informar el dinero que se secuestraba […] Que sobre todo le preguntaban si había sentido si en otros lugares que no era su domicilio, habían los uruguayos encontrado dinero…” (fs. 1403/5). A su vez, Ana María Salvo Sánchez ante esta sede refi rió “…Se escuchaba discutir a todos por el botín. Antes de irnos preparaban las cosas para llevarse, martillaban cajas o algo así. Y discutían por las cosas, decían «yo llegué primero», «vos te llevaste esto o lo otro». Daba la sensación que peleaban por las cosas y siempre hacían referencia a los botines de guerra…” (fs. 2236/8). e. El interés por el saqueo (“botín de guerra”) Otro de los rasgos más característicos del |bajo estudio, f ue el afán por la obtención del “botín de guerra”. A modo introductorio debemos señalar que el saqueo de los domicilio de las víctimas de aq uellos h echos perpetrados por el aparato represivo montado durante la úl tima di ctadura militar fue reconocido por la Comisi ón Nacional sobre la Desaparici ón de Personas que en su informe final, “Nunca Más” en el cual se plasmaron las sigui entes consideraci ones: “[l]os robos en los domicilios de las secuestrados eran consi derados por las fuerzas intervinientes como «BOTÍN DE GUERRA». Estos saqueos eran efectuados generalmente durante el operativo de secuestro, pero a menudo formaban parte de un operativo posterior, en el que otra «patota» se hacía cargo de los bienes de la víctima. Esto configuraba un trabajo «en equipo», con división de tareas bajo un mando unificado [...] También en estos casos la seccional de policía correspondient e había sido advertida para que no interviniera ni recibiera las correspondientes denuncias de secuestro y robo. Si bien el saqueo implica un beneficio económico para los integrantes de la «patota» y sus mandos superiores, otra de las motivaciones era el «castigar» a los familiares de los desaparecidos, extendiendo de esta manera el terror” (Informe de la Comisión...., Eudeba, Buenos Aires, 2003, págs. 22 y 23). 260 Poder Judicial de la Nación Idénticas circunstan cias fueron tenidas por acreditadas en la sentencia dictada por la Excma. Cámara del fuero en el marco de la causa 13/84, oportunidad en que se sostuvo que, en much os casos, quienes procedían a la deten ción de las personas se apoderaron de las pertenencias de las víctimas o de sus familiares. Esta práctica tambi én fue señalada por Marcos Novaro y Vicente Palermo, quienes a las circunstancias fácticas que han sido comprobadas en este aspecto, agregan algunas consideraci ones en torno a las motivaciones que justificaban dichas prácticas. En este senti do, refieren “...otro componente habitual de los secuestros era el robo de las pertenencias de las víctimas: sus casas eran saqueadas y sus automóviles y propiedades pasaban a manos de los miembros de la patota o sus jefes. Estas prácticas estaban tan sistematizadas como las torturas y los asesinatos; todos los objetos de valor que pudieran encontrarse en el hogar de la víctima eran cargados en camiones llevados al efecto por las patotas a los operativos, y trasladados a depósitos anexos a los centros clandestinos, donde se distribuía o vendía el botín. También se estableció una mecáni ca para falsificar los títulos de propiedad. Además de proporcionar estímulo pecuniario a los integrantes de los grupos de tareas, se financiaban de este modo algunas de sus actividades” (Novaro, Marcos y Palermo Vicente, Historia Argentina - La Dictadura Militar 1976/1983 - del golpe de Estado a la restauraci ón democrática, Paidós, Buen os Aires, 2003, página 113). En el presente punto se reseñarán las características particulares que adoptaron en este aspecto los hechos que tuvieron como epicentro el centro clandestino de detención y tortura “Automotores Orletti”, y que demuestran una especial inclinación de sus perpetradores en el apoderami ento de los bienes de sus víctimas. Sin perjuici o de ello, vale recordar q ue las consideraci ones que se formularán a continuación tienen una carácter meramente descri ptivo y al sólo efecto de l ograr una comprensión acabada de las circunstancias que rodearon los hechos bajo análisis y la mecánica operati va desplegada por quienes operaban en “Orletti”, mas no forman parte de las imputaci ones que se f ormulan contra el aquí imputado. Prácticamente todas las personas que fueron privadas de su libertad en sus domicilios particulares y, posteriormente, conducidas al centro clandestino “Automotores Orletti”, dieron cuenta de l a forma en q ue sus captores se apoderaron del dinero y demás cosas de valor que hallaron en sus domicili os. Así, Sara Rita Méndez al momento de relatar las circunstanci as 261 que rodearon el operativo de su detención en su domicilio de la calle Juana Azurduy 3163 de la Capital Federal , man ifestó que una de las personas que intervino en el mismo se ocupó de recoger documentaci ón, dinero y otros elementos que había en su casa, los cuales introdujo en una bolsa; ya en “Orletti” pudo observar cómo los muebles que había en su casa eran llevados allí y desti nados a una habitación que utilizaban de depósito (fs. 121/24 vta. de la causa “Rodríguez Larreta...”). Al momento de prestar testimonio en las audiencias orales llevadas a cabo en el marco de la causa 13/84, y siendo interrogada puntualmente por si sus captores sustrajeron o dañaron algo de su casa, la nombrada señaló: “[s]í, ataron una f unda -me acuerdo- y empezaron a introducir todo lo que encontraban de valor en la casa; es lo que yo podía ver que era simplemente en la habitación en donde estaba...” (fs. 184/208). Por su parte, Graciela Lui sa Vidaillac refirió que al momento de su secuestro, produci do en la casa de sus suegros en la localidad de Haedo, las personas que perpetraron el mismo se llevaron joyas de su suegra, la suma de cincuenta mill ones de pesos, un regulador de voltaje y ropa. Asimi smo, señaló que nueve días más tarde todos l os muebles del domicilio fueron robados, habiendo uti lizado a dichos efectos un camión del Ejército (fs. 141/3 vta. de la causa nro. 42.335 bis) . Idénticas referencias da Elsa Martínez, suegra de Graciela Vidaillac, en su declaración testimonial de fojas 383/4 vta. de la causa “Rodríguez Larreta...”; en dicha ocasión l a nombrada relató que “el día 2 de noviembre de 1976 se encontraba en su domicilio [...] cuando ingresan aproximadamente unas treinta personas portando armas largas, algunas de ellas vestidas de civil y otras con el uniforme de fajina del Ejército, preguntándole a la dicente por su nombre y apellido como así también por el dinero y las alhajas que había en la casa [...] en un primer momento, las personas que llegan al domicilio se dedican a buscar dinero y otras cosas de valor, es así que introducen en una valija los documentos de identidad que encontraron, dinero, las pocas alhajas que la dicente tenía, fotocopias del boleto de compra venta de un departamento que habían adquirido, un rifle de aire comprimido, un elevador de corriente y otras cosas de valor, agregando que a los nueve días aproximadament e regresan y se llevan todo lo que habí a en la casa” (fs. 383). También fue vícti ma del despojo Raúl Luis Altuna, q uien fue secuestrado de su domicilio particul ar el día 13 de juli o de 1976, por un grupo de personas vestidas de civil q ue portaban armas l argas; luego de ingresar al domicili o y golpearlo, revi saron toda la casa llevándose del lugar un reloj, dinero que tenía tanto en moneda local como extranjera, un 262 Poder Judicial de la Nación anillo con una perla y un portafoli os que contenía material de trabajo (fs. 375 de la causa n ro. 42.335 bi s). De igual tropel ía fue víctima José Lui s Bertazzo quien f ue detenido en su lugar de trabajo y conduci do al domicilio que compartía con sus padres en la calle Zapiol a 4806 de la Capital Federal, lugar en que sus captores se apoderaron de diversos obj etos de val or perten ecientes a sus progenitores, entre los que señal ó un grabador, una cámara de fotos y algún el ectrodomésti co (fs. 2188/94). También hicieron referencia a robos de bienes y dinero en l os domicilios en ocasi ón de sus detenciones María Elena Lagun a (fs. 1228/9), Ana María Salvo Sánchez (fs. 2236/8), Cecilia Irene Gayoso (fs. 1101/2) y Mirta Zilpa Fernández (fs. 1697/9). También pueden citarse las referencias a los bi enes robados hechas por En rique Rodríguez Larreta en su declaración testimonial prestada ante este Tribunal; el nombrado refiri ó que “…cierta vez hablaban de que no llegaban los «joncas» o «cajones» que hacían falta para trasladarlos, que se enteró que los «joncas» eran cajones con cosas robadas…” (f s. 717). Gastón Zina Figueredo, en su declaración en la causa nro. 42.335 bi s, relató que durante uno de los interrogatorios bajo aplicaci ón de tormentos a q ue fue someti do en “Autom otores Orletti”, fue preguntado por la exi stencia de dinero, ci rcunstancia que el nombrado descon ocía. María Elba Rama Molla hizo referencia a la colaboraci ón que se prestaban los militares uruguayos y argentinos en la búsqueda de bienes para apropiarse (fs. 1403/5). En su presentación de fs. 82/87 de la causa “Rodríguez Larreta...”, Alicia R. Cadenas Ravela formuló una interesante apreciaci ón. En efecto la nombrada señal ó que, aun delante de los detenidos, entre argentinos y uruguayos se repartían el “botín de guerra”, como era llamado por sus captores, que consistía en automóviles, el mobi liario y todas las pertenencias que f ueron sacando de las casas de las personas que se encontraban all í pri vadas ilegalmente de su li bertad. Asi mismo, señaló que, al momento de ser trasladados a Uruguay, l o fueron jun to a los bi enes robados. En su testimonio ante esta sede, Alicia Raquel Cadenas Ravel a hizo referencia a un episodio q ue presenció durante su cautiverio en “Automotores Orletti” vinculado a esta cuesti ón; la nombrada relató que “…estando tirada en el piso, Elba Rama dijo algo así como «nos van a cambiar por dólares», que entonces cuando se fueron los uruguayos los llam aron a ella y a Rama y les preguntaron qué habían dicho los oficiales uruguayos del dinero o 263 «palo verde» como le decían” (fs. 1260/4) . Asimismo, la n ombrada al momento de relatar su traslado a Uruguay señaló q ue “...los llevaron en un camión que entraron a «Orl etti», que los cargaron con las cosas que habían robado de su casa u otras cosas, que los represores a estos objetos les decían «el botín de guerra». Que en el camión iba la gente y los muebles, que todavía tiene en su casa una manta que ella tenía acá en Buenos Aires y que estuvo en Orletti y luego logró llevársela” ( fs. 1260/4). Este fue uno de l os destinos que tuvi eron los bienes robados de las casas de las víctimas, fueron llevados al Uruguay junto a los detenidos. En oportunidad de prestar declaración ante esta sede, Gastón Zina Figueredo señaló que en el avión en que fue trasladado a Uruguay cargaron motores de automóviles y otras maquinarias, hasta colmar la capacidad de carga de la aeronave (ver f s. 1233/5) . En iguales términos, Sergi o Rubén López Burgos relató que aproximadamente el día 26 de julio fueron informados de que iban a ser trasladados al Uruguay, durante toda esa noche se registraron intensos preparativos q ue consistieron en embal ar en cajones las pertenencias que habían sido sustraídas de las casas de las personas que se encontraban detenidas en “Orletti” (presentaci ón obrante a fojas 310/25 de la causa n ro. 42.335 bi s). Aun quienes pasaron unas pocas horas en “Orletti” tuvieron oportunidad de apreciar el afán de quien es all í operaban por obtener algún provecho económico. Así, puede citarse el testimonio de Marta Raquel Bianchi en la causa “Rodríguez Larret a” quien, luego de relatar las circunstancias de su secuestro cuando salía junto a su marido, Ricardo Brandoni, y una amiga del Teatro Lasalle, señaló q ue, entre otras cuesti ones, fue indagada sobre la procedencia del dinero para comprar el reloj que llevaba y otros bienes, como asimismo fue indagada acerca de cuánto ganaba Brandoni, entre otras cosas. Otro detenido de “O rletti”, Jorge Raúl González Cardozo, pudo escuchar comentarios de sus captores vi nculados a la deten ción de Marta Bianchi; así, Gonzál ez Cardozo rel ató haber escuchado q ue el personal que allí actuaba se quería quedar con el reloj de oro y los anillos de la nombrada (fs. 414/8 de la causa “Rodríguez Larreta”). Como puede apreciarse del relato que efectuó María del Pilar Nores Montedónico, en su caso el despojo llegó a un extremo no constatado en otros casos, el de reali zar una venta f icticia de una propi edad en favor de un o de sus captores. 264 Poder Judicial de la Nación Así, Nores Montedónico señaló que sus captores allanaron diversos domicilios en los cuales había documentación del Partido para la Victoria del P ueblo y que entre “…la documentación de los apartamentos que cayó, estaba el título de propiedad, que era un departamento q ue le pertenecía y que la obligaron a venderlo a favor de uno de los represores argentinos que actuaba en «Orletti». Que esta operación se llevó a cabo en el año 1976, que entre el 1ro. de junio y el 20 de julio. Que había un escribano que no sabe quién es ni si el escribano sabía que la operación era falsa. Que no se acuerda si se vendió en determinado dinero, que la obligaron a falsificar la venta, que el dinero nunca lo recibió. Que tiene la idea de que la escribanía era por Tribunales pero no está segura. Que el departamento era de un ambiente y kitchinette y un baño, que era en un primer piso, que no sabe q ué letra o número, pero había varios departamentos por piso. Que no hicieron ningún comentario de cómo se iba a repartir la plata, [...] Que no recuerda el m onto de la venta, que si hubiere sido un precio irrisorio se habría dado cuenta de que el escribano estaba al tanto y ella justamente todo el tiempo se preguntaba si el escribano sabía o no” (fs. 2065/71 vta.). Además de l os habi tuales saqueos que se efectuaban en los domicilios de aquellas personas que eran ilegalmente privadas de su libertad; la coordi nación argentino-uruguaya que habría operado en “Orletti” buscó también apropiarse del dinero -di ez millon es de dólaresque el Partido por la Victori a del Pueblo habría obtenido como rescate por el secuestro de un empresari o de apellido Hart. Vinculados a ello se encuentran las detenciones de Alberto Mechoso y Adalberto Soba y el intento de obtener un rescate por la libertad de Gerardo Gatti y, posteriormente, de León Duarte. El dirigente sindical uruguayo Gerardo Francisco Gatti Antuña fue ilegalmente privado de su libertad el día 9 de juni o de 1976 y estuvo cautivo en “Automot ores Orletti”; Gatti, miembro de la Central Obrera de Trabajadores del Uruguay y del Partido por l a Victoria del Puebl o, f ue utilizado como moneda de cambio para la obtención de un rescate de dos millones de dólares. Con relación a este suceso, resulta especi almente importante el testimonio de Washington Francisco Pérez qui en fue “elegido” por los captores de Gatti como intermediari o en las negociaciones por l a libertad del nombrado, el cual obra a fojas 150/5 de la causa nro. 42.335 bis. De esta forma, Washington Pérez relató que “…el día 13 de junio de 1976 es secuestrado de su domicilio, sito en Paz Soldante [Soldán] 364 de Morón Pcia. de Buenos Aires. Expresa que llegan a su casa personas que se 265 identifican como militares argentinos y uruguayos, preguntando por el declarante, es así que le dicen que los tenía que acompañar ya que querían que el declarante viera a una persona que era un viejo amigo y que sería cuestión de unas horas, ante esta circunstancia su hijo mayor Jorge Washington Pérez manifiesta que desea acompañar al deponente a lo que los militares acceden, siendo introducidos en distintos automotores con los ojos vendados…” (fs. 150/5 vta. de la causa nro. 42.335 bi s). La persona que Washington Pérez debía ver era Gerardo Gatti, quien ya se encontraba cautivo en “Orletti”, y es allí donde Pérez fue conducido por las personas q ue se presentaron en su domici lio. Habiendo arribado al l ugar, luego de unos veinte minutos de viaje, fue “…bajado del automotor y llevado directamente hasta el primer piso por intermedio de una escalera de madera la que tiene una base de hormigón armado. Expresa que es conducido por una especie de pasillo hasta una habitación donde le sacan la bufanda que utilizaban para vendarle los ojos, reconociendo en el lugar a las cuatro personas que habían concurrido a su domicilio y además a una persona de pelo entrecano, de aproximadamente 1,80 de estatura, delgado y de bigotes, a quien posteriormente reconoce como Aníbal Gordon [...] las personas mencionadas le expresan que vería a Gerardo Gatti, es así que en forma inmediata dialoga con Gatti quien le expresa que no había sido por su voluntad que el dicente se encontraba en esta situación y le explica cuáles eran las imposiciones puestas por los militares, que consistían en la obtención de la suma de dos millones de dólares para que Gatti y unos diez sindicalistas uruguayos detenidos en Uruguay pudiesen recuperar su libertad y además, una vez obtenida la suma mencionada, Gatti sería puesto en la puerta de una embajada...” (fs. 150/5 vta. de la causa nro. 42.335 bi s), en esta primera conversación con Gatti también se hallaban presentes sus captores. Posteri ormente, Pérez fue conducido a otra habitación don de se quedó a solas con Gatti, quien se encontraba ti rado en un colchón, debido a la mal a condición f ísica en que se encontraba; en esta oportunidad, Gatti l e dio el nombre de una persona uruguaya, desconocida para él, a la cual debía contactar para hacer las gesti ones necesarias para la liberación del nombrado. Luego de ell o, Pérez volvió a hablar con sus captores, q uien es le refirieron que no sería seguido ya que lo único que le interesaba a ell os era que pudiera contactarse con la persona que Gatti le había mencionado para soluci onar el “problema” lo más rápi damente posible; incluso “…Gordon le expresa que si necesitaba dinero o document ación no había problemas ya que ellos se lo podían suministrar, abriendo una pequeña caja 266 Poder Judicial de la Nación fuerte, pudiendo observar el deponente q ue había dinero y documentos uruguayos y argentinos, además le dicen que no hab ría ningún inconveniente en que el dicente se traslade a algún país, posteriormente Gordon y Gavazzo le expresan al dicente que no le pasaría nada y que tratara de arreglar el problema del dinero lo antes posible…” (fs. 151 vta. de la causa nro. 42.335 bis). Seguidamente, Pérez y su hijo fueron sacados del l ugar con los ojos vendados y dejados en la estaci ón Ramos Mejía. Sigui endo l as instrucciones de sus captores, Washington Pérez se encontró con la persona que le había mencionado Gatti, a quien puso en conocimiento de las exigencias impuestas para la liberaci ón del nombrado y de l as otras personas. Unos días más tarde, recibió un llamado de esta persona, quien le dijo que encontraría una respuesta a las exi gencias de los militares en el baño de la pizzería ubicada frente al kiosco de diarios en que Pérez trabajaba, sito en la calle Álvarez J onte y Av. Nazca, l ugar en el que, efectivamente, encontró un sobre. Cuando los mili tares se vol vieron a contactar con él, l es comunicó que tenía una respuesta a sus pretensiones, an te lo cual lo pasaron a buscar por su l ugar de trabajo y lo llevaron nuevamente a “Orletti”; una vez al lí, l eyeron la nota dejada en l a pi zzería, en la cual se requerían fotografías de frente y perfil de Gatti y una grabación de su voz, como pruebas de que el nombrado seguía con vida. Pese a su enojo, accedieron a este requerimi ento, sacándole a Pérez una fotograf ía junto a Gatti y a un ejemplar del diario del día -fotografía que se encuentra agregada al expedi ente-; asimismo, le pidieron que tran smita que se estaban poniendo nerviosos. Luego fue ll evado hasta la estaci ón de Liniers donde f ue dejado en libertad. Unos días más tarde, se puso en contacto con el intermedi ario uruguayo, a quien h izo entrega del negativo de la f otograf ía que le habían sacado j unto a Gatti ; posteri ormente, Pérez recibió una llamada telef ónica de esta persona qui en le dijo que encontraría una respuesta al pedido de los militares en el baño de la confitería ubicada Av. Nazca y Av. Juan B. Justo. Posteri ormente, fue nuevamente recogido en su lugar de trabajo por los captores de Gatti y llevado a “Orletti”; al leer la respuesta “...se molestan bastante ya que soli citaban fotos de Gatti solamente y que lo mostraran de tal manera para saber si había sido torturado y se grabara la voz del nombrado, expresándole Gatti al di cente que la misión que tenía era compleja y difícil, recordando que Gordon le di ce a Gavazzo que «estos están pelotudiando, vamos a tener que mat arles a veinte o treint a para que se dejen de joder y no nos 267 tomen el pelo», comentario que era afirmado por Cordero, acto seguido le sacan fotos de frente y perfil a Gatti y escribe en un diario del día anterior, se le hace entrega al dicente de l os negativos de las fotos y el diario escrito por Gatti, que a su vez se lo entrega a la persona de nacionalidad uruguaya” (f s. 152/3 de la causa n ro. 42.335 bis). Unos cinco días más tarde, Pérez recibi ó un nuevo llamado de los secuestradores de Gatti a quienes les comunicó que aún no había obtenido una respuesta por parte del contacto uruguayo, si n embargo f ue nuevamente conduci do a “Orletti”; en esta oportunidad Gatti escribi ó una carta di rigida a l os sindicalistas uruguayos, cuyo contenido Pérez desconocía ya que le fue entregada en un sobre cerrado. Relató Pérez q ue, posteriormente, f ue n uevamente contactado por l os captores y se reunió con Gavazzo, Ruffo y Cordero en la esquina de Álvarez Jonte y Nazca; señaló que los mismos se encontraban molestos porq ue no había podido hacer entrega de la carta hecha por Gatti a sus compatriotas uruguayos. Los nombrados lo volvieron a ll evar a “Orletti” percibi endo que el trato que l e dispensaron no era el mismo que en anteriores oportunidades; lo condujeron rápidamente a l a planta alta de la finca, donde Gordon le preguntó q ué había pasado con la carta, indicándole q ue no había podi do hacer entrega de la mi sma, ante l o cual Gordon “…le pide que entregue la carta y l e dice [...] que el asunto Gatti estaba liquidado [...] insistió en ver a Gatti recibiendo como contestación que simplemente él era un intermediario y que el asunto Gatti estaba t erminado y que se quedara tranquilo que lo llevarían hasta su casa…” (fs. 153 vta. de la causa nro. 42.335 bis). Esa misma noche –si empre según sus dichos- Pérez fue visitado en su domi cilio por Gavazzo, Ruffo y Cordero qui enes le dijeron que lo necesitaban para que viera a una persona; lo llevaron hasta “Orletti” donde llevaron a su presencia a León Duarte -quien había si do privado de su libertad el 13 de j ulio de 1976 por la n oche en una cafetería situada en la calle Boedo entre Carlos Calvo y Humberto Pri mo de la Capital Federal, junto a Sergio López Burgos-, el nombrado se encontraba en malas condiciones físicas. Allí, Gordon le manifestó que su rol en el caso de Duarte iba ser el mismo que había tenido en el caso de Gatti, es decir como intermediari o de su liberaci ón, pero que en esta oportunidad la suma de dinero a obtener era medio mill ón de dólares, l a cual debía obtenerse por medio de l os “organi smos de solidaridad”. Luego de lo cual , señaló Pérez, que Gavazzo le dijo, que al día siguiente se contactarían con él y que se quedara tranquilo, que no le i ba a 268 Poder Judicial de la Nación pasar nada, siendo conducido posteriormente hasta las cercanías de su domicilio. Pocos días más tarde, Washington Pérez fue contactado por un amigo, quien l e dij o que debía salir del país ya que estaba en peligro su vida, ante l o cual se presentó en Naciones Unidas obteniendo una autorizaci ón para vi ajar como refugiado político a Suecia. Washington Pérez no fue la única persona q ue tomó conocimiento de las negociaciones entabl adas por los captores de Gerardo Gatti en torno a su posible liberaci ón; María del Pilar Nores Montedónico, quien era la compañ era de Gatti, señaló que, estando detenida en “Orletti”, Cordero le manifestó que los represores argentinos querían cambiar la libertad de Gatti por dinero, a cuyos efectos habrían utilizado como intermediari o a Washington Pérez. También hizo referencia a las negoci aciones que se entablaron con relación a la l i bertad de Gerardo Gatti; a l a vez que María Mónica Soliño Platero señal ó que compartió cautiveri o tanto con Gatti como con su compañera Pilar Nores, cuya voz pudo escuchar mi entras intentaba intercambiar la libertad de su compañ ero por plata; incluso refi rió que pudo percibir que las mismas empezaban a fracasar, ci rcunstancia que motivó que el castigo a que era someti do Gatti fuera en aumento, hasta que dejó de escucharl o (f s. 1103/5 vta.) . Por su parte, En rique Rodríguez Larreta presenció cómo León Duarte era di rectamente interrogado sobre el l ugar donde se encontraba la plata del Parti do para la Victoria del Pueblo; en este sentido dijo: “[q]ue en esa oportunidad se puso de cuclillas una persona alta y le decía [a León Duarte, quien se hallaba ti rado junto al decl arante] muchas cosas y entre ésas, que debía decir en dónde estaban los «cinco pal os verdes», que luego supo que esta persona era Manuel Cordero” (fs. 717). La búsq ueda del dinero perteneciente al Partido por la Victoria del Puebl o, motivó también la detención de Eduardo Deán Bermúdez a quien confundieron con Juan Carl os Mechoso, dado q ue a ambos los apodaban “Pocho”; es así que, encontrándose detenido en “Orletti” fue interrogado sobre el dinero que tenían la organización y la bandera de l os 33 ori entales (ver declaración de Eduardo Deán Bermúdez de fojas 1230/2 vta.). En el caso de María del Pilar Nores Montedónico, ya en su primer lugar de cautiveri o –q ue presumió que fue la Superi ntendencia de Seguri dad Federal- habría sido destinataria del especial i nterés de los captores, por la búsq ueda del dinero del Partido por la Victoria del Puebl o; 269 de esta forma, al rememorar sus primeros días de detención refi rió q ue en determinado momento le anunciaron que iba a ser interrogada por un oficial uruguayo, tres o cuatro días más tarde “…aparece el Mayor del Arma de Artillería Manuel Cordero; que la interroga sobre qué sabía de la organización PVP que él conocía más que la deponente, [...] Que cuando ya supieron quién era la dicente, tanto «zapato» como Cordero le preguntan por la plata, es decir el dinero, y por la bandera. Que ella le dijo que sabía de la existencia de la plata y que sabía que se había cobrado esa plata y que también le dijo que no sabía dónde estaba dicho dinero ni la bandera tampoco” (fs. 2065/110). Unos días después de dicho interrogatorio, Nores Montedónico fue trasl adada a “Automotores Orletti”. Sergio Rubén López Burgos, también hizo referencia a este episodio, qui en man ifestó que l os argentinos ayudaban a los uruguayos en la búsq ueda del dinero (fs. 1383/6). Finalmente, el din ero que tan ansiosamente buscaban fue hallado en la casa de Alberto Cecilio Mechoso; l a mujer del nombrado, Beatriz Inés Castell onese Techera, se encontraba presente en el domicilio cuando i rrumpieron en busca de este preciado botín. En primer término es preciso recordar que Mechoso, ali as “Pocho”, qui en tenía 39 años, fue deteni do en un bar donde se había dado cita con el desaparecido Adalberto Soba, aproximadamente a las 13:20 hs. del 26 de septiembre de 1976; horas más tarde fue allanado su domicili o, con el afán de hallar el dinero del Parti do por la Victoria del P ueblo. Beatriz Inés Castell onese de Mechoso relató ante esta sede “[q]ue ese mismo domingo [26 de septi embre de 1977], l uego de la detención de su marido, un comando muy numeroso de personas -aproximadamente cuarentarealizó un operativo en la casa de la declarante. Que aproximadamente a las 15:00 hs. escucha que golpean la puerta, al preguntar quién era manifestaron que era la policía, que ya habían detenido a su marido y que no se asustara porque lo que querían ya lo tenían. Que inmediatamente ingresa un grupo de gente por la puerta de entrada y otro entra por el pasi llo interno de la casa. Que una vez dentro, la introducen en la pieza de sus hijos junto con ellos, y comienzan a revisar toda la casa. Que dichas personas robaron dinero que había escondido debajo de una escalera -aproximadamente U$S 1.500.000- que era plata de la Organización PVP de la cual formaba parte su marido, que fueron directamente al lugar donde se encontraba guardado el dinero por lo cual era evidente que sabían donde estaba. Que esta circunstancia denota que ellos estaban tras el dinero de la Organización” (fs. 1226/7 vta.) . 270 Poder Judicial de la Nación 3.5.10. Víctimas. Secuestros por grupos Otra de las expresiones del pl an sistemático de represi ón ilegal, la encontramos al tener en cuen ta el criteri o de sel ección que se utilizó para el secuestro de l as personas. En lo que atañe pun tualmente al centro de detención y tortura que se describe, se advierte que muchas de las personas que han sido secuestradas en fechas cercanas e incl uso, consecutivas, n o casualmente tenían en común la pertenencia a determinado parti do político o grupo nacional. Una de las particularidades que tuvo el centro clandestino bajo análisis fue la cantidad de extranjeros que permaneci eron all í en cautiverio. Así, observamos que además de las víctimas argentinas, hubo gran número de uruguayos, dos cubanos y otras personas que, si bien eran argentinas, ten ían pertenencia chilena ( tal el caso de Patri cio Biedma) o boliviana (ver los casos de Ef raín Fernan do Villa Isola y Graciela Rutila). a) El caso de los ciudadanos uruguayos Otro de los reflejos de la organizaci ón del plan crimin al orquestado por las Fuerzas Armadas, fue el secuestro en serie de ciudadanos uruguayos. La mayoría de ellos rel acionados de una forma u otra con la militancia pol ítica uruguaya, en particular del Partido por l a Victoria del Pueblo ( PVP). Se trata de una agrupaci ón política con larga historia en el Uruguay, aunque con las distintas coyunturas pol íticas fue mudando de nombre. Así, resul ta clarificador lo manifestado por l a sobreviviente Sara Méndez, q uien recordó: “[q]ue el PVP se forma en Argentina en julio de 1975, que es una extracción de la FAU, que es la Federación Anarquista Uruguaya, que a los años se conforma la Resistencia Obrero Estudiantil, y la OPR 33, que es la Organización Popular Revolucionaria y 33 por los 33 Orientales. Que acá en Argentina esa fuerza política y junto a gente proveniente de otras organizaciones, se forma el PVP, que actualmente es parte del Frente Amplio“ (fs. 1097/1100). Si bien l os testimonios son much ísimos, dada la al ta canti dad de militantes de esta agrupación pol íti ca que pasaron por “Automotores Orletti”, cabe reseñar aquí al gunas de ell as. Los primeros casos que se registran son los de Gerardo Francisco Gatti y María del Pilar Nores Montedónico, q uienes f ueron secuestrados el 9 de junio de 1976. Según constancias del ci tado libro “A todos ellos...” Gatti fue presidente del Sindicato de Artes Gráficas en Uruguay y diri gente de la Federación Anarquista del Uruguay ( FAU), luego, ya en Buenos Aires, conformó el Partido por la Victoria del P ueblo. 271 Pilar Nores era su secretaria. El 13 de j unio del mismo año fue secuestrado Washington Pérez junto con su hijo, a quien, como ya vi mos supra, le asignaron la misión de consegui r dinero del Partido a cambi o de la liberación de Gerardo Gatti (para mayor abundamiento ver el amplio desarrollo obrante en su caso). Luego de estos casos ocurri ó una segui di lla de secuestros que se prof undizó entre los días 13 y 14 de j ulio de ese año. Ariel Soto, por ejemplo, fue detenido el 14 de j ulio de 1976, y según explicó al ser interrogado, se l e preguntó específicamente por el Partido. Así, declaró ante esta sede: “[q] ue el deponente en ese entonces tenía 23 años; que militaba en el PVP y que el int errogatorio era sobre gente, lugares y contactos” relacionados con su mi litancia (fs. 1648/51). Otra de las detenidas que pertenecía a dicho partido pol ítico fue Cecilia Gayoso, secuestrada el 6 de j ulio de 1976, qui en también fue interrogada sobre su activi dad en la citada agrupaci ón. Textual mente recordó: “[q]ue al l legar a «Orl etti» f ue interrogada por el Mayor Manuel Cordero, que estaba vendada, que la interrogaba sobre su vinculaci ón con el PVP, por locales o casas donde se reunían y contactos, que de este interrogatorio participó otra gente también pero sólo identificó a Cordero” (fs. 1101/2). Margarita María Mi chelini fue detenida el 13 de j ulio de 1976. En “Automotores Orl etti” fue interrogada para que diera información sobre las personas del partido. Precisó: “[q]ue los interrogatorios versaron sobre con quién se iba a ver, o le pedían el nombre de alguna persona, pero que no eran interrogatorios concretos. Que ellos eran de una organización pol ítica, que eran del Partido para la Victoria del Pueblo, que l uego se desvi nculó” (fs. 1188/90). También Enrique Rodríguez Larreta, qui en fue secuestrado el 13 de juli o de 1976, refi rió que los i nterrogatori os de l os ilegalmente detenidos versaba sobre el parti do. Así recordó: “[ e]n general la gente que estaba secuestrada era de lo que después se llamó PVP, y que las preguntas versaban sobre la organización del partido” ( fs. 716/9). No puede dejar de mencionarse que hay casos que tenían una vinculación sól o tangencial con el partido, tal es el caso de Ana María Salvo, q uien en esta sede declaró: “[y]o era de la militancia estudiantil, Resistencia Obrero Estudiantil, el PVP se formó más tarde y yo ya no militaba. Mi hermano y mi esposo eran del PVP los dos, yo ya estaba separada de mi esposo” (fs. 2236/8). Puede graficarse la persecuci ón planificada y sistemática de esta agrupaci ón pol ítica en el ámbito de i nfluencia de la Zona en la cual operaba “Automotores Orletti”, con el siguiente cuadro: 272 Poder Judicial de la Nación N° Apellido y nombre Partido Fecha de Condición detención 1 Nores Montedónico, M. del Pilar PVP 09-Jun-76 Liberada 2 Gatti, Gerardo Francisco PVP 09-Jun-76 Desapareci do 3 Pérez, Washington F. (padre) PVP 13-Jun-76 Liberado 4 Pérez, J orge Washin gton PVP 13-Jun-76 Liberado 5 Martínez Addi ego,M.del Carmen PVP 15-Jun-76 Liberada 6 Pérez Lutz, Eli zabeth MLN 15-Jun-76 Liberada 7 González Cardozo, J orge MLN 15-Jun-76 Liberado 8 Rodríguez Rodríguez, Juli o PVP 15-Jun-76 Desapareci do 9 Rodríguez Larreta, Enrique (h) PVP 01-Jul-76 Liberado 10 Noguei ra Pauillier, Raquel PVP 13-Jul-76 Liberada 11 Rodríguez Larreta Piera, Enrique PVP 13-Jul-76 Liberado 12 Gayoso, Cecilia Iren e PVP 06-Jul-76 Liberada 13 Soliño Platero, María Mónica PVP 06-Jul-76 Liberada 17 Méndez, Sara Ri ta PVP 13-Jul-76 Liberada 18 Maseiro, Asil ú PVP 13-Jul-76 Liberada 19 Quadros, Ana Inés PVP 13-Jul-76 Liberada 20 Deán Bermúdez, Eduardo PVP 13-Jul-76 Liberado 21 Michelini Delle Pian e, Margarita PVP 13-Jul-76 Liberada 22 Altuna, Raúl PVP 13-Jul-76 Liberado 23 Zahn, Edelweiss PVP 13-Jul-76 Liberada 24 López Burgos, Sergi o Rubén PVP 13-Jul-76 Liberado 25 Díaz, José Féli x PVP 13-Jul-76 Liberado 26 Anzalone, Laura PVP 13-Jul-76 Liberada 27 Rama Molla, María Elba PVP 14-Jul-76 Liberada 28 Soto Loureiro, Ari el Rogelio PVP 14-Jul-76 Liberado 29 Cadenas Ravela, Ali cia Raquel PVP 14-Jul-76 Liberada 30 Salvo Sánchez, Ana María PVP 14-Jul-76 Liberada 31 Zina Figueredo, Gastón PVP 15-Jul-76 Liberado 32 Lubián, Víctor Hugo PVP 15-Jul-76 Liberado 33 Petrides, Marta PVP 15-Jul-76 Liberado 273 55 Laguna, María Elena 25-Sep-76 Liberada 57 Barboza Sánchez, Beatriz V. PVP 30-Sep-76 Liberada 58 Peralta, Francisco Javier PVP 30-Sep-76 Liberado 59 Nores Montedónico, Álvaro PVP 02-Oct-76 Liberado Es de público y notori o que han sido muchos más los ciudadanos uruguayos, vícti mas del terrorismo de Estado, que fueron secuestrados en esta misma época. Es del caso aclarar entonces, que la lista precedente sól o refleja aquellos casos que h an sido detectados hasta el momento, en el sentido de que se ha comprobado su permanencia en cautiveri o en el centro clandestino “Automotores Orletti”, que se analiza en este auto cautelar y que, a su vez, n o sean competencia de otra investigaci ón (tal es el caso de “Plan Cóndor”), sin perj uicio de que en lo atinente a l a i mputación de Videla, sól o se le i mputan algunos de los hechos que se h an tenido por probados en este cen tro clandestino, de acuerdo a la descri pci ón que habrá de realizarse en el Considerando Sexto “Hechos Imputados”. Sin perjuici o de ell o, del listado surge claramente que en un período muy breve, de apenas dos meses, la cadena de secuestros funci onó con una eficiencia en la que se combinaban las tareas de “logística” e “inteligencia” con la eliminación de todo obstáculo l egal para la optimi zación de la represión ilegal, con l os resul tados aquí comprobados. Es más, la numeración correlati va de l os casos conforme el orden cronológico de las capturas, indica a las claras que la maquinaria represiva no sólo f uncionó en este período sin intermitencias ni pausas, sino además sin distracciones ni otros objetivos alternativos. Dicho de otro modo, dichos casos caracterizan cl aramente la organizaci ón del plan represivo llevado a cabo por sus operadores, q uienes como se advierte, han encaminado di cho plan a la “eli minación” o desintegración de la agrupaci ón mencion ada. Y más ampli amente, muestra a las claras que en el aparato de poder, la gran mayoría de l os secuestros de los grupos de tareas q ue operaban desde “Automotores Orletti” no eran al azar ni dependían de l os muchos perpetradores de propia man o, sino q ue existían estrategias planificadas en los máximos niveles, de persecución sistemática de grupos o agrupaci ones que se consideraban enemigas, estrategias q ue, a través de órdenes de mando, f luían a través de l as diversas jerarquías del aparato de poder (en este caso, desde l a jefatura de la SIDE a cargo del General 274 Poder Judicial de la Nación Paladino hasta la dependencia conocida como OT 18 a cargo de Calmon y Cabanillas, creada ad hoc mi entras “O rletti” se mantuvo operable), que alimentaban el trabajo de “inteligencia” y ponían en marcha el aceitado mecanismo que comenzaba con las patotas o grupos de tareas, y daba paso luego a los torturadores, algunos de los cual es revisten en estas actuaci ones la calidad de i mputados procesados. b) El caso de l os funcionarios cubanos Entre las diversas víctimas que han sufri do la privación ilegal de la libertad y tormentos en el centro de detenci ón conocido como “Automotores Orletti” ha tomado renombre el caso de dos funci onarios cubanos q ue f ueron secuestrados en la vía pública y llevados a dicho si tio. Se trata de Jesús Cejas Arias y Crescenci o Nicómedes Galañena Hernández, ambos de nacionalidad cubana, que f ueron detenidos el 9 de agosto de 1976 en el barrio de Bel grano en las cercanías de la sede de la Embajada de Cuba. Los di plomáticos permanecen hoy en día desaparecidos. Habían ingresado al país el 19 de agosto de 1975 a fin de desempeñarse como empleados administrativos de la Embajada de Cuba. El caso de los nombrados será desarroll ado infra en el considerando en el cual se describen l os hechos imputados. Sin perjuici o de ell o, corresponde por el momento reseñar l as particulares características de este caso. En este senti do, el secuestro de los di pl omáticos ha resultado resonante inclusi ve en aquel momento, pues obra en el Legajo nro. 3237 de la SDH una nota del peri ódico “La Opinión” del año 1976 que dice: “13/08 [de 1976], vi ernes: La embajada cubana en Buenos Aires está trabajando en estrecho contacto con el gobierno argentino en la búsqueda de dos miembros de la representación, acerca de quienes se presume que habrían sido secuestrados. Los dos hombres, Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández, integrantes ambos del personal administrativo de la embajada cubana, no han sido vistos desde que salieron de la embajada el lunes”. La historia de estos funcionarios fue analizada también por el peri odista Samuel Bl ixen en su artículo “Memorias de Orletti” (fs. 314/334). Allí Bli xen expresó “...la tarde del 9 de agosto de 1976, Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández, ciudadanos cubanos q ue cumplían funciones administrativas en la sede diplomática en Buenos Aires, abandonaron a pie el edificio de la embajada en la calle Virrey del Pino, en Belgrano, y en una esquina aguardaron la llegada de un micro de pasajeros, como hacían habit ualmente. Una 275 vecina los vio llegar a la esquina y en el momento siguiente habían desaparecido. No alcanzó a ver nada, no pudo identificar ni personas ni vehículos que pudieran dar pista de lo ocurrido. En los días y en los meses siguientes no se tuvo ninguna noticia sobre su paradero, ningún indi cio de su suerte. Tampoco se tuvo noticia de María Rosa Clementi de Cancere, Argentina, casada, una hi ja, que también trabajaba como administrativa en la embajada de Cuba y que seis días antes, en el atardecer del 3 de agosto de 1976, había abandonado la sede diplomática para dirigirse a su domicilio, al término de su jornada laboral, como hacía habitualmente, pero nunca llegó a destino. María Rosa había advertido, los días previos, un seguimiento por parte de individuos que se movilizaban en distintos automóviles. María Rosa militaba en el Partido Comunista.” Esta versi ón sobre un supuesto secuestro de otra empleada de la Embajada se encuentra cuestionada por Gustavo Veitía, quien fuera agregado de prensa de la Embajada de Cuba en 1976. Con fecha 10 de febrero de 2004, según consta en el Legaj o nro. 3237 de la SDH, expresó que “...estuvo en la Embajada de Cuba en ese paí s en el momento del secuestro, era el Agregado de Prensa [...] no hubo secuestro anterior de alguna empleada de la Embajada, todo sucedió el mismo día, la joven amiga de Galañena era militante de la Juventud Comunist a y no del Partido Comunista como expresa el periodista Samuel Blixen. El nombre de María Rosa Clementi de Cancere, q ue aparece en el artículo de Blixen como secuestrada el día 3 de agosto, a Veitía le es familiar pero para referirse a la que acompañaba a los dos compañeros. Él mantiene con claridad que no hubo secuestro previo [...] evaluado el hecho por Veitía, él opina que el operativo de secuestro no estuvo dirigido contra esos diplomáticos específicamente, por algo que hacían o conocían. Él considera que fue una decisión política para golpear a la Embajada de Cuba...”. Tales elementos han permitido acreditar la privación ilegal de la libertad que suf rieron los funci onari os cubanos, aún desaparecidos y cuyos cuerpos están siendo buscados mediante diversas dil igencias, tales como las excavaci ones realizadas en el predio de Florencio Varela, en la provincia de Buenos Aires (Incidente en causa n ro. 2637/04) . c) El caso de los secuestrados en Bolivia Efraín Fernando Vil la Isola y Graci ela Rutil a eran argentinos que resi dían en la República de Boli via. Fueron detenidos en aquel país y trasladados a la República A rgentina. Permanecieron en i gual cautiveri o que las otras vícti mas, desde los primeros días de septiembre de 1976 en el centro clandestino bajo estudio. Allí, como todos, fueron sometidos a torturas. En la actual idad permanecen desaparecidos. 276 Poder Judicial de la Nación Se advierte en parti cular que ambos secuestros se produjeron en el país vecino. Artés fue detenida en l a ciudad de Oruro en abril de 1976 y mantenida en esa calidad hasta agosto del mismo año mientras que Villa Isola f ue detenido en julio de ese año. En agosto de 1976 habrían si do traídos a la Repúbl ica Argentina. Como se verá infra en el considerando sexto, en el cual se describen los hechos imputados, obra en el Legajo CONADEP nro. 6333 copia del radi ograma del Ministerio del Interior de la República de Bolivi a de fecha 29 de agosto de 1976, que dice: “Hoy horas 10:15, procedióse expulsión súbditos argentinos Efraín Fernando Villa Isola y Graciela Antonia Rutilo Artes asimismo su hijo menor Carl a Graciela Irosta Rut ilo por puente internacional. Atte. Jefe DOP.” Una vez en el país, fueron llevados a “Automotores Orletti”. Como se advierte, estos dos casos, nos dan la pauta para acredi tar el alto grado de organización que reun ía el aparato represivo del estado como así también nos permiten tener por probado su carácter internacional y su vi nculación con las fuerzas de seguridad de otros países. 3.5.11. El destino de las víctimas Las personas q ue estuvieron cl andestin amente detenidas en algún momento en “Automotores Orletti” no han tenido un mi smo destino. Distintos f ueron los caminos diseñados por el Comando en Jefe del Ejército para decidir la suerte de las víctimas all í al ojadas. En efecto, hay qui enes fueron asesin ados, qui enes fueron llevados a Uruguay, quienes fueron liberados del centro, quienes se fugaron y finalmente, quienes permanecen desaparecidos. a) Aquellos que fueron asesinados Bajo esta primer categoría podemos agrupar a aquellas víctimas que, l uego de permanecer un cierto ti empo clandestinamente detenidas en “Autom otores Orletti”, fueron halladas muertas y que, además, dicha circunstancia ha de tenerse por probada merced a los coincidentes y sólidas versiones de los testigos directos, que dan por probado tal destino, como así tambi én a l os elementos de prueba recolectados. Así, se encuentra graficado en el siguiente cuadro: N° Apellido y Nombre Fecha de Condición detención 34 Santucho, Carlos 15-jul-76 Asesinado (19-jul-76) 37 Gayá, Ricardo Alberto 30-jul-76 277 Asesinado (9-10-1976) 38 Gayá, Gustavo 14-sep-76 Asesinado (9-10-1976) 39 Pérez, Ana María del Carmen 14-sep-76 Asesinado (9-10-1976) 49 Gelman, Marcel o 24-ago-76 Asesinado (9-10-1976) 54 Zelarayán, Dardo 11-sep-76 Asesinado (9-10-1976) Un primer ejemplo de esta modalidad, se encuentra constituido por el caso de Carl os haber Santucho, q uien fue asesinado el 19 de j ulio de 1976 y cuyo cuerpo fue hallado en un terreno baldío en la calle Pringles, entre Caseros y Garay, el mismo día a las 15 hs. aproxi madamente. Carlos Santucho, hermano del diri gente del ERP Mario Roberto, había sido detenido el 15 de jul io de 1976 y llevado a “Automotores Orletti” junto con su hermana, Manuela Santucho, y con su cuñada Cristina Navaja. Los testi monios de muchas de las víctimas de este centro dan cuenta de la torturas a las que fue sometido y del especi al ensañamiento que las f uerzas de seguri dad tuvieron con él. Asimismo, son muchas las personas que declararon haber presenciado el homicidio de Santucho. Entre ellas, En rique Rodríguez Larreta, Margarita Michelini Delle Piane, Mónica Soliño Platero, Raúl Altuna Facal, Sergi o López Burgos, Eduardo Deán Bermúdez, María Elba Rama Molla, Alicia Raq uel Cadenas Ravel a, María del Pilar Nores Montedónico y Ari el Rogelio Soto Lourei ro. Los testi monios de las vícti mas mencionadas en el párrafo anterior son coincidentes en cuanto a la modalidad con que fue asesinado Santucho. Cerca de l as 18 horas del 19 de julio los represores comenzaron a llenar un tanque de agua amenazando a l os cautivos: “...En la noche, con el pretexto de que Carlos Santucho deliraba constantemente, se ab alanzan sobre él y lo atan con cadenas, ya que se siente el ruido característico de éstas. Previamente han colgado sobre el tanque, sujeto del techo, un aparato corredizo, explicando minuciosamente su uso. Por ese aparato pasan una cuerda que atan a las cadenas con que han devuel to a Santucho, mientras nos explican esta maniobra también detalladamente...” dijo Enrique Rodríguez Larreta en su den uncia a fs. 1/16 de la causa iden tificada con su nombre. 278 Poder Judicial de la Nación A continuación los testimonios son coh erentes en establecer que Santucho f ue atado de sus pies con cadenas, q ue f ue col gado del techo y que entonces comenzaron a sumergi rl o en un tanque con agua hasta que fue ahogado; ello mientras mediante los motores encendidos de los vehícul os se intentaba ocular los ruidos de las cadenas y de l a escasa resistencia que ofreció Santucho, cuyo cuerpo fue subi do a un vehícul o y sacado de tal forma del centro de detenci ón. Su cuerpo fue hallado en un terreno baldío (acta obrante a fs. 2132/65 de la causa “Rodríguez Larreta”). A su vez, se en cuentra en la causa el examen cadavérico q ue concluyó que la muerte de Carlos Hiber Santucho se había produci do por traumatismo de cráneo y se fijó la defunción como ocurrida el 19 de j ulio de 1976 a las 15 hs. Todos estos elementos han permiti do la acreditación del homicidio de que fue víctima el nombrado. Por otro lado, el caso de las restantes cinco personas debe ser estudiado en forma conjunta por las circunstancias que desarroll aré a continuación. Asimismo, se ha tenido por probado en la antes citada resol ución, que los cuerpos de Ricardo Alberto Gayá, Gustavo Gayá, Ana María del Carmen Pérez, Dardo Zel arayán y Marcel o Gelman fueron hallados en el Cementerio de San Fernando, como así tambi én el iter que transitaron hasta ser enterrados en ese l ugar. Así, entre los medios de elementos de prueba col ectados hasta el presente y que guardan relaci ón con los hechos investigados, el Tribunal cuenta con el expediente nro. 29.696 del registro del J uzgado Federal de Primera Instancia nro. 1, Secretaría en lo Criminal y Correccional, de San Martín, Provincia de Buen os Aires. Esta investi gación comprendió el hallazgo de ocho tambores que fueron encontrados en el Canal de San Fernando por personal de la Prefectura Naval A rgentina y que contenían en su interi or cuerpos sin vida. Estas actuaci ones fueron iniciadas en octubre de 1976 a raíz de la denuncia efectuada por un prefecto de nombre Juan Castilla que, en circunstancias de di rigirse a su trabaj o, observó entre el 13 y el 14 de octubre de aquel añ o, tres veh ícul os ubi cados sobre la cal zada y que desde uno de ell os –un camión- se arrojaban bultos contundentes al río. Castilla manifestó en sus declaraciones q ue las personas que habrían realizado ese acto, estaban vestidas de civil y que serían unas veinte. El nombrado, luego de observar estos hechos, se diri gió a la Oficina de Guardia de la 279 Prefectura y anotici ó a las autoridades de ese destacamen to, las cuales enviaron una comi si ón al lugar de referencia -por la Call e Colón a la altura del puente f erroviario que atraviesa el Canal San Fernando- que no logró encontrar los vehículos pero que sí pudo establecer la existencia de huellas. En vi rtud de esto, se realizó un a búsq ueda de los bultos en el río, cuyo resultado f ue el hallazgo de ocho tambores f ondeados, que estaban herméticamente cerrados y con cadenas. Tras la apertura de esos tambores, se hallaron ocho cadáveres en estado de putrefacción y con una mezcla de arena y cemento adherida a ellos, q ue rellenaba el tambor. Había un cadáver en cada uno de l os tambores. Estos cuerpos no lograron identificarse, pudi endo establecerse que se trataba de dos N.N. de sexo femenino y seis N.N. de sexo masculino. Estos cuerpos fueron trasladados al Cementeri o de San Fernando, en cuya morgue fueron analizados. El informe final establ ecía q ue seis N.N. masculinos y uno de los femeninos presentaban como causa de muerte lesión cerebral producida por orifici o de bal a mientras que el restante presentaba muerte por lesi ón cerebral por traumatismo de cráneo. Se estableci ó asi mismo que l os falleci mien tos databan de más de diez días. Los cuerpo fueron inhumados en el Cementeri o de San Fernando el 20 de octubre de 1976. El expediente nro. 29.696 desarrollado en el Considerando en el cual consta la actividad jurisdicci onal relacionada con los hechos bajo estudio, y reviste la calidad de prueba para la acreditaci ón de los hechos. Vinculado a ese expediente, se encuentra la causa nro. 4439/89 caratulada “Guarino, Mirta Liliana...” del J uzgado Federal en l o Criminal y Correcci onal nro. 1 de San Isidro. De estas actuaciones, surge que fueron encontrados en el Cementerio de San Fernando restos óseos N.N. y que reali zados los análisis de ri gor se determinó que pertenecían a Ana María del Carmen Pérez, Marcelo A riel Gel man, los hermanos Ricardo y Gustavo Gayá y Dardo Albean o Zelarayán como así también la fecha de defunción (el 9 de octubre del mismo año) y la causa de muerte (por destrucci ón de masa encefálica por herida de arma de f uego). En cuanto a Ricardo Alberto Gayá, el mismo fue detenido el día 30 de juli o de 1976, a las 19:00 h s., en su domicili o, por personal dependi ente del Ejército Argentino, y trasladado a “Automotores Orletti”. Gayá era Oficial Ayudante de la P olicía Federal y se encontraba prestan do funciones en Seguridad Federal. Su cuerpo f ue hallado sin vida en el Cementerio de San Fernando y se estableció, como fecha de su defunción, el 9 de octubre de 1976. 280 Poder Judicial de la Nación El Tribunal tuvo por acreditada la permanencia de Ricardo Gayá en el centro de detención y tortura bajo estudi o como así tambi én su someti miento a tormentos y su homicidio por parte de l as fuerzas de seguridad. Resta mencionar que la sumatoria de l os elementos teni dos en cuenta y descri ptos, han permitido entonces tener acredi tado el cautiveri o de las cinco personas citadas en el centro de detención “Automotores Orletti”; quienes no necesariamente fueron secuestrados en forma conjunta ni tampoco, f ue acreditada la relación entre ellos. En efecto, recordemos que Ricardo Gayá, fue detenido ilegalmente el 30 de julio pasado; que su hermano Gustavo, fue detenido junto a Ana María del Carmen Pérez, en tre el 12 y el 14 de septiembre; y que Gelman, l o f ue el 24 de agosto, mientras que Zelarayán, el 11 de septiembre. Es decir, si bien los nombrados tuvieron igual destino, no hubo un patrón inicial común que haya signado sus secuestros; y si bien los tres primeros pertenecían a un mismo núcleo familiar, Gelman y Zel arayán no habrían tenido vinculación entre ellos ni con los antes nombrados. Resulta por demás interesante el sumario 29.696 antes mencionado, pues en él, la organizaci ón estatal medi ante su maquinaria burocrática indeten ible, paradójicamen te ha documentado, el accionar delictivo de los agen tes subordinados funcionalmente al gobi erno de facto, quedando de esta f orma acredi tada aq uella fase compren dida entre el cautiverio de l os secuestrados y en este caso, su intentada “desaparición”. Pues, de no ser por los testigos ocasi onales que en este caso puntual al ertaron a las autori dades acerca del proceder de este grupo integrado por unos veinte hombres vestidos de civil, seguramente no se habría dado con los cuerpos hallados y su rastro se hubi era perdido para siempre. El expediente ci tado resulta de vital importancia, ya q ue permite conocer una de las formas escogidas por los operadores del plan sistemático, para efectivizar la “desapari ción” de l os detenidos ilegales. Se advierte que la metodol ogía utilizada al colocar los cadáveres en los tambores estuvo diseñada con el fin de que estos no afloren a la superficie; para ello, se entiende, la colocaci ón de cal y cemento j unto a los cuerpos. Por otro lado, también permite advertir la mise en scene desarroll ada por los responsables de “Orletti” para esta última fase de “traslado” de los cautivos; pues l a disposición de vari os vehículos, entre ellos un camión y una ambulancia, y l a asignación de aproximadamente 281 veinte hombres para tal tarea, previ o a lo cual se habrían avocado a la procura de l os tambores de capacidad de 200 litros, como de también cal y cemento; demuestra cuánto esf uerzo ha sido destinado por l os agentes del plan represivo para perpetuar el ocultamiento del destin o dado a las víctimas. La sola contemplaci ón de las fotograf ías de las víctimas, luego de ser retiradas de sus respectivos tambores, da una idea cabal de lo inermes que éstas se encontraban frente al frío proceso de exterminio y disposición de sus restos a las q ue f ueron sometidas por sus captores. El proceso de deshumanización, que comenzaba con l a captura y continuaba en el campo de detención y tortura, tuvo en estos casos, un final que dif ícilmente pueda ser superado desde l a perspectiva de l a eliminación de todo vestigio de condici ón humana para con los cautivos: hay que caer en la cuenta que person as con las que comparti mos una misma cultura, una misma civilización , ejecutaron de un disparo en la cabeza a hombres y mujeres que estaban a su merced; luego se procuraron tambores, arena y cemento; l uego, n o sin esfuerzo y seguramente de propi a mano, col ocaron los cadáveres en l os tambores, los rell enaron , los sellaron, llevaron con sus brazos la carga de restos humanos hasta los camiones, y finalmente, arrojaron los tambores al río, último acto éste en el que -según relataran los testigos- participaron una veintena de victimari os. b) Aquellos que recuperaron su libertad Algunas de las personas que f ueron mantenidas en cautiverio en el centro de deten ción bajo estudi o conocido como “Autom otores Orletti”, luego de estar un tiempo en esas condiciones, fueron liberadas por las mismas f uerzas q ue l os habían detenido. Tal es el caso de las personas que a con tinuación se nombran en el gráfico: Apellido y Nombre Fecha de Fecha detención liberación Pérez, Washington F (padre) 13-Jun-76 17-Jul-76 Pérez, J orge Washin gton 13-Jun-76 13-Jun-76 del 15-Jun-76 21-Jun-76 Bianchi, Marta 09-Jul-76 09-Jul-76 Brandoni, Luis Adal berto 09-Jul-76 09-Jul-76 Martínez Addiego, María Carmen 282 de Poder Judicial de la Nación Otonello, María del Carmen 09-Jul-76 09-Jul-76 Bertazzo, José Luis 23-Ago-76 07-Oct-76 Schubaroff, Nora Eva 24-Ago-76 28-Ago-76 Peredo, Luis Edgardo 24-Ago-76 28-Ago-76 Vergara, Graciel a El sa 04-Oct-76 05-Oct-76 De los nombrados, l a gran mayoría estuvo privada ilegalmente de su libertad duran te un período muy breve. Algunos, incluso, estuvi eron detenidos un día. Ej emplo de la última de las circunstancias mencionadas son los casos de: Jorge Washington Pérez, quien fue trasladado a “Automotores Orletti” en carácter de acompañante de su padre, Washington Pérez; Marta Bianchi, Luis Adalberto Brandoni y María del Carmen Otonello, quienes fueron detenidos a la salida del teatro “Lasalle”, conducidos al centro de detención “Automotores Orletti” y mantenidos en cautiverio durante unas horas hasta q ue fueron liberados; Graci ela El sa Vergara, quien f ue privada ilegalmente de su libertad el 4 de octubre de 1976 y trasladada al centro de detención clandestino conocido como “Automotores Orletti”, donde permaneci ó por 24 hs. Es altamente singul ar el caso de Wash ington Pérez, pues el nombrado fue detenido y llevado a “Orletti” en cinco ocasiones distintas, todas ellas vinculadas con el cautiveri o que sufría Gerardo Gatti, como se ha desarrollado en el punto 2.3.9.e. Así, Washington mantuvo durante esos días comunicación con las fuerzas de seguri dad q ue operaban el centro y cuando éstas lo consideraban pertinente, lo pasaban a buscar y lo trasladaban a “Automotores Orletti”, donde mantuvo charl as con distintos actores del centro. La modalidad q ue tuvo la liberaci ón en la mayoría de estos casos respondi ó al siguiente esq uema: se introducía a l os detenidos en algún vehículo, se l os dejaba en algún lugar, avisándoseles previamente que no se sacaran la capucha ni l evantaran la vista hasta un tiempo después de que escucharan al vehículo irse de allí. Las personas eran dejadas en la vía pública. Así, a títul o ejemplificativo, podemos mencionar el caso de José Luis Bertazzo, qui en en oportunidad de declarar en la sede de este Tribunal dijo: “...[q]ue [...] lo liberan [...] Que cuando lo estaban conduciendo al lugar en que fue liberado les preguntó cómo debía comportarse a partir de ese momento, ante lo cual le refirieron que se quedara tranquilo, que haga su vida normal y que no le iba a pasar nada. Que lo llevan hasta Av. San Martín y Av. Juan B. Justo, en un auto, destabicado, donde lo hacen bajar y le di cen que camine 283 en sentido contrario al del tránsito...”. A su turno, Nora Eva Gel man Schubaroff recordó: "...Que fueron en total cuatro días, ya que al tercer día se sentía totalmente mareada por su enfermedad de los nervios y la falta de medicamentos, cuando le manifestaron a la dicente y a su novio, que los liberarían. Al cuarto día, fue liberada cerca de la zona de Li niers junt o con su novio". c) Aquellos que se fugaron Dos de las personas que estuvi eron detenidas en el centro clandestino de detención y tortura men cionado, son José Ramón Morales (hijo) y Graci ela Lui sa Vidaillac. N° Apellido y nombre Fecha de Fecha de fuga detención 64 Morales, José Ramón (h) 02-Nov-76 03-Nov-76 65 Vidaillac, Graciela Luisa 02-Nov-76 03-Nov-76 Los nombrados estaban casados en la época en que f ueron detenidos. Su detención se produj o el 2 de octubre de 1976 en circunstancias en que volvían de la casa de los padres de José, que se ubicaba en la l ocal idad de Haedo, P rovincia de Buenos Aires. Fueron trasladados a “Automotores Orletti” donde los sometieron a tormentos. Resulta relevante traerlo a colación en el presente ítem por la particularidad que presenta su destino: Graci ela y J osé l ograron fugarse del centro el día si guiente al de su detención. Graciela prestó decl aración testimonial en el marco de la causa “Rodríguez Larreta” (fs. 142/vta). All í l a declarante relató cómo se fugó con su marido de “Automotores Orletti”. Dijo q ue l uego de una sesión de torturas a la que fue sometida, sintió que “...la atadura de una de las manos está floja y es así que comienza a tirar hasta lograr desatarse de esa mano haciendo después lo propio con la otra mano y sus pies, que posteriormente la deponente se dirige hasta una habitación que se encuentra frente a la sala donde había sido torturada y ve a dos personas, reconociendo a una de ellas como su suegro que estaba atado y encapuchado sentado en un sillón, la deponente le expresa que tratarían de salir del lugar a lo que su suegro se negó ya que se hallaba mal físicamente, luego de ello se dirige hasta otra habitación donde encuentra a su esposo que estaba atado con unas esposas, es así q ue la declarante como había observado dónde los carceleros dejaban las llaves de las esposas se dirige al lugar y posteriormente libera a su marido, agrega que cuando estaba 284 Poder Judicial de la Nación liberando a su esposo personal de guardia se despierta y es así que comienzan a tirar con revólveres o pistolas, aclara que se trataban de dos personas, agrega que como había gran canti dad de armas largas en la habitación en que se hallaba su esposo, éste repele la agresión, pasan a la habitación contigua refugiándose en muebles que habían en la misma, llegando de esa manera a la escalera de madera, observando la deponente la presencia de una persona que le dispara produciéndole una herida, teniendo un orificio de entrada y salida, teniendo en la actualidad la marca del proyectil...”. Continuó: “...esta persona al ver a su mari do que se hallaba detrás de la declarante al momento de recibir el im pacto, sale corriendo hacia la calle y es así que conjuntamente con su esposo logran llegar a la calle por la puerta que está en la parte del costado derecho de la cortina metálica. Que ya en la calle, personal de guardia les tira desde la parte de arriba del edificio, logrando cruzar las vías del ferrocarril, tirando su esposo el arma, pidiéndole ayuda a una persona que estaba en automot or, la que los conduce hacia la casa de una persona amiga de su marido a la que la dicente no conocía, saliendo del domicilio de esa persona cuando abandona el país.” Cabe destacar que l a fuga de Graciela y José habría sido el detonante del cierre del centro clandestino de detenci ón y tortura “Automotores Orletti” -y la consecuente eliminación de la dependencia de la SIDE conocida como OT 18, a cargo de Calmon y Cabanillas, que era funcional a aquél-, pues con posteriori dad a lo relatado, n o se registran nuevas privaciones de la libertad y alojamiento de personas en dicho l ugar. d) Aquellos que fueron llevados a Uruguay Resulta al tamente particular el destino que tuvieron la gran mayoría de las personas que estuvieron en calidad de detenidos ilegal es en el centro de detención y tortura “Automotores Orletti”. Bajo este acápite veremos que muchas de las víctimas fueron trasladadas en avión a la República Oriental del Uruguay. Esta modali dad responde a l a estrategia internacional conocida como “Plan Cóndor”, a la cual me he referi do anteriormente y que trasciende el objeto procesal de la presente causa. El centro de detenci ón y tortura que se describe funcionó en el período comprendido entre el 12 de mayo –fecha en que es entregado el local en alquiler- hasta noviembre del año 1976. El primer traslado de víctimas al país veci no tuvo lugar entre los días 24 y 26 de julio del mismo año. Se trató de un traslado masivo q ue comprendió a veinticuatro de las personas que estaban en el centro. De estas personas, salvo una, todas eran 285 de nacionalidad uruguaya. Víctor Hugo Lubián, aunque de nacionalidad argentino, era residente uruguayo. En ocasión de decl arar ante este Tribunal, Ana María Salvo Sánchez aportó al Tribunal los nombres de quienes fueron en ese pri mer vuelo. Dijo: “...estab a yo, Asilú, Elba Rama, Mónica Soliño, Cecilia Gayoso, Edelweis Zhan, Marta Petrides, Quadros, Margarita Michelini, Laura Anzalone, Sara Méndez, Elizabeth Pérez Lutz, Alicia Cadenas, creo que éramos catorce mujeres. De los varones me acuerdo de Gastón Zina, Eduardo Deán, Ariel Soto, Altuna, Lubián, Rodrí guez Larreta hijo y padre, Jorge González ( marido de Pérez Luz), López Burgos. En el vuelo también iba José Díaz, el compañero de Laura Anzalone, a los dos l os sacaron para Europa. Todos salimos de Orletti. Puedo estarme olvidando de alguno, estos son los que recuerdo ahora...”. El Tribunal ha dado por acreditado que, además de los mencionados por Salvo Sánchez, ha viajado en el primer vuelo a la ciudad de Montevideo Raquel Noguei ra, q uien fuera la esposa de Rodríguez Larreta hijo. Las personas menci onadas, que fueran indicadas como aquell as que entre el 24 y el 26 fueron subidas a un avión y ll evadas a la República Oriental del U ruguay. A modo de ejemplo, merece ser mencionado uno de los testimonios de qui enes fueran víctimas de estos hechos. Eduardo Deán Bermúdez, al decl arar ante este Tribunal dijo “que lo subieron en un camión militar con soldados y efectivos mixtos -uruguayos y argent inos- con una caravana de dos o tres vehículos más con sirena abierta. Que llevaban las muñecas atadas con al ambre y les pusieron leuco en la boca y en los ojos. Que los llevan hasta un avión de la compañía TAMU en lo que aparentemente era Aeroparque. Que viajan directamente al Aeropuerto de Carrasco en Montevideo y de allí los llevan a una casa clandestina en l a costa de Montevideo, Punta Gorda. Que allí estaban totalmente desligados de efectivos argentinos. Q ue ya desde el avión por las voces y órdenes se trataba de ef ectivos militares uruguayos”. Resulta i mportante aclarar q ue estos hechos ocurridos en territorio del país vecino no conforman parte del objeto procesal que se investiga en la presente, por lo cual no comprenden la presente imputación; ni tampoco ha de alcanzar esta investigaci ón a los hechos acaecidos una vez que las vícti mas luego de egresar de “Orletti” ingresaron al avión que las tran sportó a la República Ori ental del Uruguay. Asimismo, otras de l as personas cuyo destino tomó la f orma de viaje a la República de Uruguay, fueron trasladadas en avión de línea. Se trata de casos aislados, es decir, que n o consistió en un traslado masivo como sí l o f ue el vuelo descrito anteriormente. 286 Poder Judicial de la Nación Tal es el caso de María del Pilar Nores Montedónico, María Elena Laguna, Beatri z Victoria Barboza Sánchez, Francisco Javier Peralta y Álvaro Nores Montedónico. Estas cinco personas f ueron subidas a avi ones de línea y llevadas a la República Ori ental del Uruguay en di stintas fechas (ver gráfico). El caso de Beatriz Victoria Barboza Sánchez y Francisco Javi er Peralta, casados, tiene una parti cularidad más pues l os nombrados fueron detenidos el 30 de septiembre de 1976, en forma separadas, llevados a “Automotores Orletti” y obligados a sal ir de la República Argentina con destino a la de Uruguay. Barboza Sánchez declaró ante estos estrados que en la tarde/noche del mi smo día la llevaron donde estaba su marido y les dijeron q ue les iban a dar la posibili dad de volver a Montevi deo, a lo q ue ellos manifestaron su negativa a tal oferta, ya que en Buenos Aires tenían trabajo. A continuación ella contó que “...a esto los represores les dicen que o van a Montevideo o son boleta. Que les dicen que los van a liberar en un punto de la ciudad y los iban a seguir para cerciorarse de que fueran a Montevideo y que iban a ir en un vuelo de línea normal y corriente. Que efectivamente, los vuelven a vendar, los sacan y los dejan en un l ugar de Buenos Aires que no recuerda. Que se toman un taxi y van a su apartamento. Que en el trayecto era obvio q ue los seguían, que no se ocultaban. Que van al apartamento, se llevan un par de cosas y van a aeroparque. Que era de noche y había muchísima gente”. Agregando l uego que ostensibl emente los seguían y que en el avión a Montevideo vi ajaron normal mente (fs. 1658/9). En la presente investigación diversos testimonios han dado cuenta de la existencia de un segundo vuelo con destino a la República Oriental del Uruguay. Sin embargo, el Tribunal no ha podido reunir las pruebas suficientes como para tenerlo por acreditado. N° Fecha Apellido y nombre 1 de Fecha detención Nores Montedónico, María del 09-jun-76 del Característica traslado 20-07-76 Pilar En un avión de línea 6 Pérez Lutz, Eli zabeth 15-Jun-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 7 González Cardozo, J orge 15-Jun-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 9 Rodríguez Larreta, Enrique (h) 01-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 287 10 Noguei ra Pauillier, Raquel 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 11 Rodríguez Larreta Piera, 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 12 Gayoso, Cecilia Iren e 06-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 13 Soliño Platero, María Mónica 06-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 17 Méndez, Sara Ri ta 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 18 Maseiro, Asil ú 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 19 Quadros, Ana Inés 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 20 Deán Bermúdez, Eduardo 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 21 Michelini Piane, 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo Enrique Delle Margarita María 22 Altuna, Raúl 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 23 Zahn, Edelweiss 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 24 López Burgos, Sergi o Rubén 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 25 Díaz, José Féli x 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 26 Anzalone, Laura 13-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 27 Rama Molla, María Elba 14-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 28 Soto Loureiro, Ari el Rogelio 14-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 29 Cadenas Ravela, Ali cia Raquel 14-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 30 Salvo Sánchez, Ana María 14-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 31 Zina Figueredo, Gastón 15-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 32 Lubián, Víctor Hugo 15-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 33 Petrides, Marta 15-Jul-76 24-Jul-76 Primer Vuelo 55 Laguna, María Elena 25-Sep-76 29-Sep-76 En un avión de línea 57 Barboza Sánchez, Beatriz 30-Sep-76 30-Sep-76 Victoria 58 Peralta, Francisco Javier En un avión de línea 30-Sep-76 30-Sep-76 En un avión de línea 59 Nores Montedónico, Álvaro 02-Oct-76 05-Oct-76 En un avión de línea e) Aquellos que permanecen desapareci dos A continuación se observa el gráfico correspondiente a l as 288 Poder Judicial de la Nación personas que han estado en el centro clandestino de detención y tortura que permanecen en calidad de detenidos- desaparecidos. N° Apellido y nombre Fecha de detención 2 Gatti, Gerardo Francisco 09-Jun-76 8 Rodríguez Rodríguez, Juli o 15-Jun-76 35 Santucho, Manuela 15-Jul-76 36 Navaja, Cri stina Silvia 15-jul-76 40 Arias, Jesús Cejas 09-Ago-76 41 Galañena Hernández, Crescencio Nicomedes 09-Ago-76 42 Segal, Carolina Sara 19-Ago-76 43 Rovegno, Néstor Adolfo 19-Ago-76 44 Binstock, Guillermo Daniel 20-Ago-76 45 Villa Isola, Efraín Fernando 23-Ago-76 46 Rutil a, Graciel a 23-Ago-76 48 Biedma, Patricio Antonio 23-Ago-76 52 González, Ubaldo 26-Ago-76 53 Mazer, Raq uel 26-Ago-76 56 Grisonas, Victoria Lucía 26-Sep-76 61 Morales, José Ramón (p) 01-Nov-76 62 Morales, Luis Alberto 01-Nov-76 63 Sáenz, Nidia Beatriz 01-Nov-76 Respecto de esta i mportante cantidad de personas, en l a presente pesqui sa, se ha podido tener por acreditado su paso por el centro de detención “Autom otores Orletti”. Sin embargo, integran en el conjunto de víctimas de quienes aún hoy, se descon oce su destino. Como f uera asentado precedentemente, la metodología de l a desaparici ón fue un o más de los mecanismos el egidos por las Fuerzas Armadas para propiciar la impuni dad de los crímenes cometidos. Asimismo y como muy cl aramente explicara el informe de la Comisi ón Nacional sobre la Desaparición de Personas, “…fue otra de las formas de paralizar el reclamo público, de asegurarse por un tiempo el silencio de los familiares. Precisamente, alentando en ellos la esperanza de que su ser querido estaba con vida, manteniéndolo en la imprecisa calidad de persona desaparecida, se creó una ambigüedad que obligó al aislamiento del familiar, a no hacer nada que pudiera irritar al Gobierno, atemorizado por la sola idea que fuera su propia conducta el factor determinante de que su hijo, su padre o su hermano pasara a 289 revistar en la lista de personas muertas.” (Nunca más, Informe de la Comi sión Nacional sobre la Desaparición de Personas –CONADEP-, Eudeba, Bs. As., 1984, p. 26) . 3.5.12. Actividad jurisdiccional cumplida respecto del CCDT “Automotores Orletti” Vale destacar que la investigaci ón de los hechos sucedidos en este centro de detención y tortura, ha sido realizada en el marco de la causa nro. 2637/04 caratulada “Vaello Orestes Estanislao s/ privación ilegal de la libertad…”, por l o cual las pruebas realizadas para la acreditación de tales hechos se encuentran agregadas en dicho expediente, al cual he de referi rme en la citaci ón de l as respectivas fojas; o a las actuaci ones conexas al mismo, que tambi én se describi rán. Así, la causa nro. 42.335 bis caratulada “Rodríguez Larret a, Enrique su q uerella”, contiene testimonios de sobrevivientes de “Automotores Orletti”, reconocimientos en rueda de personas llevados a cabo sobre Otto Paladino, Aníbal Gordon y Eduardo Ruffo; inspecciones oculares practicadas en el centro de detención citado, como también peritajes realizados en el lugar y variados el ementos que en detall e serán explicados a continuaci ón. También resulta un vital elemento de prueba el sumario el sumario militar 417 de la “Comando de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada”, en el cual surgen declaraciones de personal que en el año 1976 prestaba funciones en la Secretaría de Inteli gencia del Estado, a parti r de las cual es se logra componer la estructura de dich o organismo en el citado año y el personal de mando q ue habría prestado f unciones en la misma. Por otro lado, obra también como prueba fundamental para las presentes actuacion es, la causa n ro. 29.696 “Prefect ura San Fernando s/ hallazgo denuncia hal lazgo seis cadáveres…”; como asimi smo la causa nro. 4439 “Guarino, Mirta Liliana s/ su denunci a” del regi stro del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional n ro. 1 de San Isidro. En la pri mera, consta el hallazgo el día 14 de octubre de 1976 de tambores que habían sido arrojados al Río Luján y que al ser hallados y abiertos poseían cadáveres con cal y cemento en su interior; l a siguiente, se relaciona con la anterior, ya que en ella se registra la i dentificación de cinco de los cadáveres encontrados en los citados tambores; todos ell os, pertenecientes a personas que estuvieron cautivas en el centro clandestin o de detención “Automotores Orletti”. 290 Poder Judicial de la Nación a) La causa “Rodríguez Larreta” La causa nro. 42.335 bis se inició a parti r de la q uerel la formulada por Enriq ue Rodríguez Larreta -fs. 1/15 y ratificada a fs. 18-. En dicho escrito, el nombrado expuso que, a raíz de la detención de su hijo de igual nombre, ocurri da el 1º de julio de 1976, realizó diversas gestiones a fin de procurar datos que permitan conocer su paradero o lugar de alojamiento. Relató los detalles de su detención, y la de su n uera Raq uel Noguei ra Paulli er. Precisamente, dijo que la noche del 13 de juli o del mismo año, un grupo conformado por aproximadamente unas 8 a 12 personas se constituyó en su domicili o sito en calle Martínez 1480 de Capital Federal, amenazó al portero del edificio, derribó la puerta de entrada a su casa y f inalmente los detuvo a él y a su nuera; luego de lo cual fueron trasladados en un vehículo a un sitio en el cual advi rtió q ue había otras personas detenidas, entre las cuales se encontraba su hijo. Agregó que en ese lugar se hallaban detenidos Margarita Michelini, León Duarte, Gerardo Gatti -di ri gente sindical de l os obreros gráficos de Uruguay-, Hugo Méndez -también sindicalista uruguayo- y otra persona que luego supo que era Edelweiss Zahn de Andrés. En cuanto a las características del lugar de detención y sus modali dades de fun cionamiento, precisó que el siti o se asemejaba a un taller mecánico aban donado, que all í había grasa y tierra; q ue poseía una cortina metálica de enrollar, que la entrada al lugar se anunciaba mediante la clave “Operación sésamo”. Que desde allí se escuchaba lo que sería un recreo escolar, y que también se escuch aba el ferrocarril. También refi rió que en uno de los cuartos había colgado en la pared un cuadro de Hitl er. Describi ó que los detenidos eran conducidos a la planta alta, donde eran interrogados y que a raíz de los gritos y queji dos provenientes de tal lugar, se pudo dar cuenta de q ue en dicho sitio se los torturaba mediante la aplicación de picana; que fue vícti ma de torturas, que fue desnudado y col gado de las muñecas hasta encontrarse sus pi es a unos 20 ó 30 cm. del piso, y que l uego se le aplicó electricidad, a la vez que se l e formulaban preguntas sobre las activi dades pol íticas de él y de su hijo, quien -decían- pertenecía al Partido para la Victori a del Pueblo. Dijo que el 15 de j ulio de 1976 fueron alojadas en el sitio descri pto unas tres personas y que a parti r de l as conversaciones que mantenían los guardias, supo que se trataba de Manuela San tucho, Carl os Santucho y una cuñ ada de éste a quien le decían “Beba”. Que el día 18 de julio llenaron un tan que de agua en el cual fue ahogado Carlos Santucho, a 291 quien lo ataron previamente con cadenas -circunstancia que sabe en vi rtud de haber escuchado l os ruidos propios de ello-. Que mientras introducían a Carlos Santucho, todavía con vida, en el tanque de agua, su hermana Manuela fue obligada por un Oficial apodado “El Turco” a leer una crónica peri odística en la cual se narraba la muerte de Mari o Roberto Santucho hermano de l os nombrados-. Que mi entras los represores colgaban a Carlos, “El Jovato”, esto es, Aníbal Gordon, les dijo “no sean bárbaros muchachos, le han fracturado una pierna”. Que cuando ya Carl os Santucho no dio señales de vida, fue introduci do en un vehículo, y se l o llevaron del lugar. Agregó que fue trasladado a la República Oriental del Uruguay, en donde fue liberado. Que posteriormente se enteró de que la descri pción que hici era del l ugar en el cual estuvo detenido coincidía con la efectuada por un a pareja argentina que había l ogrado f ugarse de tal sitio, y que dicho sitio era efecti vamente “Automotores Orletti”. En cuanto a las personas q ue lo detuvieron y custodiaron, nombró a al gunos de ellos, tales como Roberto Villahinojosa alias “Paqui” o “Paquidermo”; “Jova” o “Jovato”, quien era el Jefe del local; “Pajarovich”; “Luisito”, qui en según dijo era quien coci naba en el l ugar; “El Loco Alfredo”, quien dijo q ue f ue j efe de algunas de las guardias y quien hacía apología del nazismo; a la vez que nombró a ”Grumete” y a “Paisano”. Agregó que en las torturas q ue se aplicaron participaron directamente oficial es del ejército uruguayo y que la responsabilidad de estos operativos era el Director del SID -Servicio de Inteligencia de Defensa- uruguayo, General Prantl y el Director de la SIDE argentina, Otto Paladino. Agregó que algunos de los militares uruguayos pertenecían a un grupo llamado OCOA, q ue era el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas, quienes se llamaban entre ell os con apodos: “Oscar” a los que se seguía un número. Señaló q ue “Oscar 1" era el Mayor Ernesto Rama, alias “Tordillo” o “Puñal es”; “Oscar 5" era un médico que atendía a los secuestrados por el SID; “Oscar 7" era el Capitán Jorge Silveira alias “Siete Sierras” o “Chimichurri”; que había otro “Oscar” que se apellidaba Bolasky. Señaló también que los mi embros del SID se identificaban por un número que iba del 301 al 350, q ue así el n ro. 301 era el del Coronel Guillermo Ramírez, Jefe de la Divisi ón 300; que el 302 era el Mayor José Nino Gavazzo, quien era encargado de conduci r las torturas junto a “Oscar 1" (Ernesto Rama), y elaborador de los comunicados fraguados del 27 de 292 Poder Judicial de la Nación octubre de 1976; con el 303 se i dentificaba el Mayor Manuel Cordero, quien partici pó activamente en las sesi ones de torturas, señalando también como partíci pe activo en tales sesi ones al Mayor Enriq ue Martínez q uien se identificaba con nro. 304. Agregó que con el 305 se identifi caba el Mayor Ricardo Medina, q ui en quedaba al mando cuando Gavazzo n o estaba. Que con el nro. 307 se identificaba el Capitán Vázq uez, con el nro. 309 el Teniente Primero Maurente de Infantería, con el nro. 310 el Teniente Sánchez, con el nro. 311 se i dentificaba el Teniente Sander o Sandler, y que de ese número en adelante se identificaba el personal de tropa (sargentos, cabos, soldados). También identificó a algunos de los represores por sus apodos, así mencion ó a “Dani” o “Daniel”, a “Drácula”, con nombre real Ernesto, y a “Musculoso”, “Delon”, “Quimba”, “Cebolla”, “Tuerto”, “Boqui ña”, “Pelado”, “El Viejo”, “Pinocho” y “Mauro” o “Mauricio”. También refi rió que el 26 de julio sigui ente les hicieron saber que serían ll evados a Uruguay, que se les colocó tela adhesiva en los oj os y la boca, que a todos los secuestrados menos a él, les ataron las manos, luego de lo cual efectivamente fueron trasladados en un cami ón a un avión “Fairchild” de la Fuerza Aérea Uruguaya, siendo que algun os de los q ue viajaban pudieron apreciar el di stintivo de “Pluna” ( Línea Naci onal de Aeronavegación), habiendo arribado a la Base Aérea Militar n ro. 1 contigua al Aeropuerto Nacional de Carrasco, en las afueras de Montevi deo, República Ori ental del Uruguay. También mencionó que, ya en Uruguay, Gavazzo l e dijo respecto de los vei ntidós secuestrados, que Jorge González Cardozo y Elizabeth Pérez Lutz estaban clasificados como ex integrantes del llamado “MLN Tupamaros”; que había cinco detenidos que eran considerados políticamente activos, tales como Sergio López Burgos, Asilú Maseiro, Ana Quadros, El ba Rama Molla y Sara Méndez. Que Gavazzo le dijo que respecto de algunos de ellos deberían aparecer como arrestados en hoteles del centro de Montevideo con documentos falsos; otros serían arrestados por encontrarse en reunión con tenencia de armas. Con motivo de l a presentación del n ombrado, la entonces titular del Juzgado de Instrucci ón nro. 22, Dra. Alicia F. Baumgartiner, llevó a cabo una inspección ocular en el domicilio de calle Venancio Flores 3519/21 de Capital Federal, acto en el cual Rodríguez Larreta reconoció tal sitio como aquel en el cual estuvo detenido (fs. 31/vta.) . Como compl emento de esta inspección, se llevó a cabo otra (f s. 293 64/66) en la cual se observó una caja fuerte que, al ser abierta, se advirti ó que contenía anillos de metal dorado, gemelos, una traba de corbata, un trozo de cadena, dos relojes -entre otros elementos, vari os de ellos con inscripción “S.E.C.”-, los q ue según indicó Santiago Ernesto Cortell, l e pertenecían. Asimismo, por intermedio de la Di visión Balística de Policía Federal se llevó a cabo un peritaje y se determinó la exi stencia de trece orificios en la cortina metálica del lugar producidos por impactos de proyectiles de armas de f uego de disti ntos calibres, a la vez que en el interior del domicil io citado también se observó en dos de los cuartos, orificios ocasionados por rebotes de proyectiles de armas de fuego. También en esta ocasión se verificó q ue la puerta col ocada en el cuarto donde se observaran las huellas citadas, también se observó que habría huellas de un impacto producido por proyectil di sparado con arma de fuego, trayectoria descendente y de adentro hacia afuera (fs. 37/vta.). Habiéndose dispuesto la excavación del terreno lindero a la finca en la cual funcionara “Orletti”, la División Bomberos de Policía Federal informó no haber hallado ningún resto humano óseo (fs. 72). Obra a fs. 26/7 de la causa, presentaci ón de Blanca Santuch o, hermana de Manuel a Santucho, quien refirió que en el momento en el cual secuestraron a sus hermanos Manuela y Carlos, y a la mujer de éste de nombre Cri stina Navaja de Santucho, l a familia se encontraba fuera del país; y que con respecto al cadáver de Carlos, éste l e fue entregado a su mujer. Por otra parte, a fs. 45 y sgts. se encuentran agregadas copi as del prontuario de Felipe Salvador Silva, CI 5.595.721, y a fs. 53 se halla agregado informe de Policía federal en el cual se hace saber que la cédula de identidad nro. 4.568.410 no pertenece a Julio César Cartels, sino a José Preira (así escrito), obrando a fs. 56/8 copias del prontuario del nombrado José Pereira. Obra asimi smo decl aración de Cecili a Irene Gayoso efectuada ante escribanos en l a ciudad de Barcelona, España. Expuso la nombrada que luego de ser detenida, f ue trasladada a un centro de detención en el cual se hallaban Gerardo Gatti, Jorge González Cardozo, El izabeth Pérez Lutz, Carlos En rique Rodríguez Larreta y Mónica Soli ño. Que podía escuchar a Gatti, cuyo estado físico era lamentable debi do a las torturas a las cuales había sido sometido, q ue en una oportunidad se lo cruzó y que éste para dejarla pasar se apoyó sobre un a pared, notando la dicente que el nombrado hacía esf uerzo y que ten ía dificultades para respi rar. 294 Poder Judicial de la Nación Agregó que los guardias argentinos admiraban los métodos de tortura empl eados por los uruguayos y por la val entía de Gatti al soportar ser torturado. Que en ese establecimiento trabajaban coordinadamente fuerzas militares uruguayas y argentinas; que fue interrogada por oficiales uruguayos y que la aplicación de descargas el éctricas en su cuerpo las hacían tanto uruguayos como argentinos; que también fue sumergi da en un recipi ente con agua y colgada de las muñecas atrás mi entras las descargas eléctricas continuaban. Identificó entre algunos de l os militares uruguayos al Mayor Gavazzo, el Mayor Cordero, y el Mayor Martínez; que Gavazzo respondía al nro. 302. Agregó que tambi én actuaban miembros del OCOA Organismo Coordinador de Operacion es Antisubversivas- , quienes se llamaban entre ellos “Oscares”, que el Capitán de Artillería Jorge Silvei ra era el Oscar 7. En cuanto a Gatti, agregó que se mostraban interesados en él los argentinos y también los uruguayos. Dijo que aproxi madamente una semana después de su detención, f ueron al ojados en el mismo lugar Rodríguez Larreta (padre), Víctor Lubián y su esposa Marta Petrides, Raquel Nogueira, Ariel Soto, Alicia Cadenas, Raúl Altuna y su esposa Margari ta Micheli ni, Sara Rita Méndez, Acilú Maseiro, Ana Inés Cuadros, Ana María Salvo, Gastón Zina, Edelweiss Zhan, Sergio López Burgos, Eduardo Deán, Elba Rama y León Duarte, y que a todos ellos los alojaron en la pl anta baja del establecimi ento. Agregó q ue luego de unos quince días, un comando argenti nouruguayo la trasladó a Uruguay en un avión militar, donde fue alojada en otra casa clandestina, habiendo comprobado que all í no se encontraban ni Gatti ni Duarte; que en el año 1976 f ue procesada con actas falsas, que en un simulacro de juicio legal la obligaron a fi rmar una acta, que fue trasladada al Penal para Mujeres de P unta Rieles y que l uego de cumpli r una condena de un año, recuperó su libertad el 31 de dici embre de 1977. Obra asi mismo -fs. 82/7- el testimonio de Alicia Raquel Cadenas Ravela, qui en describió que el día 14 de juli o de 1976 fue a visitar a una amiga q ue vivía en call e Humberto I, esquina Venezuela de Capi tal Federal, cuando f ue aprehendi da por una persona de nombre “Igor”, quien la apuntó con una pistola y l a introduj o en una ambulancia, en la cual se hallaba como conductor un sujeto joven, alto, morocho con l entes negros y acento porteño, al cual le decían “el Ronco”. Que luego de un recorrido, llegó a un sitio en el cual pidieron por radio “Operación Sésamo” tras lo cual se abrió una persi ana metálica e ingresaron a un sitio con piso de hormigón 295 frío y sucio; que era como un garaje con el piso manchado de grasa y don de había chasis de autos desparramados. Que en un principi o estuvo en este lugar, pero dentro de una camioneta, y que desde all í escuchaba hablar y tomar mate a dos personas q ue l uego supo q ue eran “Dani” -Sargento uruguayo oriundo de Rivera- y “Drácula”, soldado ori undo del citado país, de 26 años, moroch o, que se llamaba en realidad Ernesto y tenía dos hijos de corta edad, y la n iña se llamaba Adri ana. Agregó q ue en dich o sitio estaban Sara Méndez, Ana María Salvo Sánchez -quien fue detenida después que ella-, que al cabo de horas de haber llegado, ll egan con otro deten ido: A riel Soto, q ui en buscándola había ingresado al mismo edifici o. Que tambi én estaban León Duarte, quien tenía los pies totalmente hinchados, que no podía in corporarse ni para tomar agua, q ue pedía que se le diera en la boca. Agregó Cadenas, que en este estado “…lo llevaban a nuevas sesiones de tortura. En una de ellas lo tiraron al piso mojado, lo rodearon de cadenas de barco que conectaban a cables de electricidad. Estas sesiones duraban varias horas. Un día lo cargaron en un cam ión y nunca más volvi mos a saber de él”. Nombró tambi én a Jorge Gonzál ez Cardozo, Elizabeth Pérez Lutz, Enrique Rodríguez Larreta, Carlos E. Rodríguez Larreta, Raúl Altuna, Raquel Noguei ra, Víctor Lubián, Marta P etrides, Margarita Michelini, Sara Rita Méndez, Acilú Maseiro, Ana Inés Quadros, Gastón Zina, Cecilia Gayoso, María Mónica Soliño, Edelw eiss Zahn, Sergio López Burgos, Eduardo Deán, Elba Rama Molla, Manuela Santucho, y Carlos Santucho. Recordó como f ue asesinado el recién nombrado y que a Man uela Santucho le hicieron leer en voz alta el diario en el cual se publicó una nota con el relato de la muerte de su herman o Mario Roberto. Que l as torturas se llevaban a cabo entre las 20 y las 24 hs. y que el resto del ti empo estaban tirados en el piso, mojados, congelados (era invierno), someti dos a simulacros de f usi lamiento y amenazas; que durante diez días comieron tres veces, a raíz de ello y de las torturas suf rían desmayos constantemente. Agregó q ue algunos militares que trabajaban en esa operación, denominada “Ceibo” eran del Servicio de Inteligencia uruguayo y que quien estaba a cargo del lugar era un sujeto al cual llamaban “Jova” o “El Jovato”, mencionó que algun os de los oficial es que los torturaban eran los Mayores Gavazzo, Cordero y Martínez, y nombró tambi én a miembros del OCOA, los que se llamaban entre ell os “Oscar 1", “Oscar 2" , y también mencionó que los miembros del SID se llamaban con números a partir del 300, así el 296 Poder Judicial de la Nación 302 (Gavazzo), 303 ( Cordero) y 304 (Martínez). Asimismo, dijo que junto a otros detenidos fue trasladada en un avi ón a Uruguay y l uego liberada. Revel ó que Edelweis Zhan estaba heri da por haberse caído del “gancho” al cual la habían sujetado como medio de tortura, y que tenía heridas q ue le habían comenzado a gangrenar. En cuanto al lugar, dijo que abajo era como un garaje con grasa que poseía chasis desparramados, que subiendo una escalera de madera se llegaba a una casa en la cual había una terraza en la cual se colgaba la ropa. Es gráfica de las condici ones en las cuales se llevaba a cabo la detención, la descri pción aportada por Alicia Cadenas, al respecto dijo que cuando no estaban siendo torturados, estaban tirados en el piso, mojados, congelados, que suf rían constantes amenazas de muerte, simulacros de fusilamiento, que al gunos días l os hicieron permanecer sentados en el piso con las piernas cruzadas, otras veces en cendían los motores de los autos que all í había hasta que se asfixiaban por el gas que largaban los caños de escape. A fs. 1107/8 obra testimonio de Caden as Ravel a, en el cual volvió a realizar un relato de l os hechos, y a fs. 1579/81 vta. obra un nuevo testimonio de la misma, en el que descri bió nuevamente las circunstancias en que se produjo su detención, y agregó que la detuvo un hombre corpulento de treinta años, con un arma, que éste ten ía una campera negra y que se llamaba “Igor”. Que luego fue trasladada a “Orletti”, que escuchó cuando antes de entrar al l ugar en el cual f ue alojada como detenida dijeron “Operación Sésamo” y que se abría una puerta metálica. Que ya en el sitio, escuchaba que cuando atendían el tel éfono decían “Taller”. Que también uno de los que la detuvo era “Ronco”; aclaró que los dos nombrados eran argentinos. Que en el centro, estuvo acompañada por Ana María Salvo, quien había si do secuestrada ese mismo día, es deci r el 14 de julio de 1976. Recordó que había una escalera de madera por la cual se subía al lugar en el cual se hacían los interrogatori os y las torturas. Que las torturas consistían en colgarl a del “gancho” y aplicarle pi cana eléctrica. Que las personas que estaban a cargo de sus interrogatorios y torturas eran uruguayos, que a uno de ellos le decían “Drácula” y a otro “Dani”. Que “Drácula” le dij o que su nombre era Ern esto y q ue ten ía 26 años, que ten ía dos hijas y una de ellas de nombre A driana. Tambi én dij o haber visto fotografías de Aníbal Gordon y creyó reconocer al nombrado. Que había un argentino que parecía ser el jefe de todo, y al cual le decían “Jovato” o “Jova”, quien era delgado, canoso, peinado al costado, de unos cincuenta años, ten ía una voz muy especial y actitud de mando. 297 Refiri ó que el local era un garaj e grande, con puerta metáli ca automática, que cerca pasaba un tren. Que allí estaban detenidos unos treinta uruguayos. Refiri ó que allí había argentinos y entre ellos Carl os Santucho, Manuela Santucho, y la cuñada de ésta; con quienes ten ían especial ensañami ento. Que un determi nado día an unciaron que había fallecido Mari o Roberto Santucho y l e hicieron leer la noti cia a Manuela. Describi ó las torturas a las que fue sometido Carlos Santucho y que al nombrado l o ahogaron en un tacho de agua, lo sumergieron y dijeron que se había muerto. Que eso ocurri ó el 18 de juli o y que la fecha la recuerda porq ue fue detenida el 14 de j ulio, que fue miércoles, y el 18 f ue domingo y fue el pri mer domingo que pasó detenida. Recordó también que el día anterior al 18 unos guardias l e dijeron que era sábado y que le dijeron que la guardia del domingo sería difícil, ya que estaría “Pajarovich”. Que allí estaban Ari el Soto, Gerardo Gatti, León Duarte, Sergio López, Raúl Altuna, Jorge González Cardozo, Ana Salvo, Raquel Noguei ra, Mónica Soliño, Gastón Zina, Víctor Lubián, Petrides, Sara Méndez, Acilú Maceiro, Edelweiss Zahn, Ana Inés Quadros, y Cecilia Gayoso. Que cuando llegó Sara Méndez hacía sólo veinte días q ue había tenido a su hijo, el cual nunca estuvo all í y se llamaba Simón. Que Sara Méndez decía que quienes le habían quitado a su hijo era Cordero y “Boquiña”. Que los mili tares argentinos tenían apodos como “Igor”, “Pájaro”, “Ronco”, “Capi”, “Grumet” y “Luis”. Agregó q ue el día q ue los iban a trasladar, Gordon ordenó q ue les dieran pan con dulce de leche y cigarrillos, y que l es permi tieron lavarse. Que ese día le quitaron la venda y vio a una persona q ue le preguntó si habían abusado de ella, que parecía ser el jefe máximo de lugar, que éste era robusto, bajo, morocho, peinado para atrás, de tez aceituna, que l uego vio fotos y sabe que se trata de Otto Paladino. En cuanto a los uruguayos, había dos que eran de las guardias que eran “Dani” y “Drácula”, que l os uruguayos que vi o en Buenos Ai res y luego vio en Uruguay, eran Gavazzo, Cordero y Silvei ra. Que Gavazzo fue el que la interrogó el primer día, que a Cordero lo vio claramente en una oportunidad en q ue éste la interrogó acerca de la identidad y l uego la acompañ ó al baño, donde permaneció mientras se bañó. Agregó q ue l os uruguayos llamaban a la operaci ón como “Seibo” y la característica era 300, con lo cual Gavazzo era el 302, Cordero el 303 y el 304 era Martínez. Que los torturadores eran del OCOA, que era un organismo coordinador de operaciones antisubversivas, que decían que el Jefe de todo era Amury 298 Poder Judicial de la Nación Prantl. Refiri ó que ya en U ruguay, fue procesada, que ell o fue l uego de una parodia que hicieron l os represores, quienes prácticamente l os obligaron a hacerse pasar por personas que habían intentado ingresar la país desde Buen os A ires y con documentación falsa. Que así, fue llevada al Juzgado de Instrucción Penal Militar y en presencia del funcionario Néstor Acuña Presto (compañero suyo en la Facultad de Derecho) fue procesada y obligada a elegir al Defensor Oficial, que luego fue conducida al chalet “Suzy” y finalmente alojada en el Estableci miento Mili tar de Detención n ro. 2 de P unta Rieles. Agregó q ue fue liberada el 31 de diciembre de 1977. Obra testi monio de María del Carmen Martínez -fs. 89/92-, prestado en Gotemburgo, Suecia, en el cual expuso que H ugo Méndez fue detenido el día 15 de junio de 1976 cuando se dirigía a su trabaj o; que luego fue detenida ella en el domicilio de calle Lafayate 325, departamento 2 de Villa Ballester, provincia de Buenos Aires.. Agregó q ue ya en el lugar de detenci ón, al caérsele en una oportunidad la venda que ten ía col ocada en sus oj os, vi o a Gerardo Gatti, quien tenía heri das en su brazo. También vio a una uruguaya de nombre Pilar o Adri ana Nores Montedónico, y que en tal l ugar se encontraban detenidos Elizabeth Pérez Lutz, Jorge González Cardozo y Rubén Candía. Que fue sometida a torturas, que en “Orl etti” quienes le ll evaban la comi da y atendían sus necesidades eran argentinos, mientras q ue qui enes la torturaron fueron uruguayos. Agregó que fue liberada el liberada el 21 de junio de 1976, que en el auto que la liberó se encontraban el detenido uruguayo Julio Rodríguez y su esposa que estaba embarazada, los cual es a su entender serían li berados l uego. Agregó que desde la semana del 15 al 21 de junio de 1976, l os interrogatori os y torturas estaban focal izados sobre Hugo y sobre Rubén Candia, que l os torturaban en la parte de arriba de “Orletti”. Agregó q ue el 20, después de interminables horas de tortura, “Candia, por lo que se oía, estaba acabado y pasaba largos ratos desmayado, mientras que a Hugo le rompían los nudillos de las manos, por lo que interpreté en aquellos momentos... después de todo esto, un camión que salió del lugar partió con ellos dos, vol viendo un rato después... sin ellos”. Por otro lado se encuentra agregada a estos autos un a exposición que habría si do efectuada por Eduardo Deán, Ariel Soto, Enrique Rodríguez Larreta, Alicia Cadenas, Mónica Soliño, Marta Petrides de Lubián, Cecilia Gayoso, Víctor Lubián y Edelweiss Zahn, - fs. 93/5- en la 299 cual refirieron haber sido secuestrados entre el 13 y 14 de j ulio de 1976, y haber si do introducidos en un veh ícul o y trasl adados a un garaje que poseía una cortina metálica, en donde estaba León Duarte, qui en fue someti do a torturas y quien se encontraba “físicamente destrozado”. Surge de tal escrito que se encontraban como custodias en tal sitio miembros del OCOA, como del Servicio de Inteligencia de Uruguay y mencionaron entre ellos a Cordero, Maurente, Gavazzo y Sil veira, y otras person as con apodos “Paqui”, “Viejo”, “Grumete” y “Ratón ”. Que el 26 de julio fueron trasladados en un avión hasta Uruguay, y que en dicho traslado no estaban ni Gatti ni Duarte. Obra por otro lado escrito efectuado por Ariel Soto -fs. 96/8en el cual agregó a lo expuesto que fue secuestrado el día 14 de julio en el mismo edificio en que fueron detenidas Ana María Salvo y Alicia Cadenas, que fue introduci do en una camioneta en la cual se lo condujo hasta un lugar identificado como “Talleres Orletti” ubicado en la calle Venancio Flores de Capital Federal . Soto mencion a en su escrito que allí estaban l os militares Gavazzo y Cordero. También se halla agregado un escrito efectuado por Víctor Hugo Lubián -fs. 99/111- quien refi rió que el 15 de julio de 1976 f ue secuestrado en su domicili o de call e Sarmiento 99 de Longchamps, Provincia de Buenos Aires. Lubián ef ectuó un detallado relato de l as severas torturas a l as que fue sometido, describió que fue atado de pi es, manos y cuello a una silla, que f ue vendado e interrogado. Que el lugar en el cual fue alojado era llamado “El Jardín”, y que all í se desnudaba a l a víctima, lo col gaban de las esposas quedando sus pies a un os 30 cm. del suelo, que a veces les enrollaban un cable alrededor del cuerpo: boca, pecho, extremi dades, genitales y ano, y que bajaban a la víctima hasta que sus pies tocaban el piso, y que en el piso había agua y sal gruesa, elementos éstos que al ser alcanzados por sus pies, y al ser conectado el cable a el ectricidad, causaban i mpactos eléctricos. Según su relato, la noche del 24 de j ulio fue trasladado a Montevideo, y previ o a ello, en el centro de detención vio a las personas que fueran nombradas anteriormente como detenidas en “Orletti”. Agregó que el l ugar denominado “El Jardín” se trataba de un viejo tall er de automóviles ubicado en calle Venancio Flores, esquina Emili o Lamarca, en cuyo frente se encontraba un cartel con i nscripción “Automot ores Orletti”. También a fs. 1101/8 obra un escri to presentado por Lubián, en el cual realizó una descripci ón de su secuestro, cauti veri o y de las torturas a las que fue someti do junto con al gunas de las víctimas de “Paqui”. 300 Poder Judicial de la Nación A su vez, obra un escrito efectuado por Marta Petri des, esposa de Lubián -fs. 112/ 4-, en el cual expuso haber sido secuestrada el 15 de julio de 1976, y haber si do trasladada al mismo si tio en el cual se encontraba su esposo, el cual era denominado por los guardi as “El Jardín”. Describi ó la forma en que fue sometida a torturas, y a la aplicación de picana eléctrica, y que en dicho sitio vio a las personas q ue fueran ya mencionadas, como también cómo fue ahogado Carlos Santucho en el tanque de agua. Prestó decl araci ón en esta causa Sara Rita Méndez Lompodio (fs. 121/4 vta. y 165/vta), quien refiri ó que el día 13 de jul io de 1976 se encontraba en su domicilio de cal le Juan a Azurduy 3163 de Capital Federal junto con su hijo Si món Riquel o, el cual poseía en ese entonces 21 días, cuando i rrumpi ó en su domi cilio personal de fuerzas de seguri dad que la interrogó, la torturó procedimiento y y daba luego la órdenes, detuvo. era el Que Mayor quien estaba Gavazzo del en tal Ejército Uruguayo, quien revisó su casa y colocó en una bolsa objetos y dinero que luego se ll evó. Relató que mientras estaba siendo detenida en su domicili o, la interrogaron y torturaron poniéndole una bolsa en la cabeza y provocándol e asfixi a. Que había en el operativo un militar argentino que es el que le dice que deje a su hijo all í, que no l e iba a pasar n ada porque “la guerra no era contra los niños”. Relató q ue segui damente Asilú Macei ro y ella son amordazadas e introducidas en el jeep que estaba en el garaje de su domicili o; que ya a esta altura estaban atadas de pies y manos y con vendas en l os oj os y en la boca. Que ya en el lugar pudo escuchar las voces de los sindicalistas uruguayos Eduardo Deán y León Duarte. Que cuando arriba al lugar l e fue colocado en el cuello una madera que colgaba con un número identificatorio. En ese momento l e quitaron la alianza y l a cadena que poseía y se le dio la orden de que se ti re al piso; y agregó q ue en la parte de arriba se llamaba a la gente por el número que l es habían asignado. Que all í el Mayor Gavazzo le presentó al Mayor Cordero y a dos oficial es argentinos; que Cordero dirigi ó el interrogatorio q ue se l e hizo. Que le preguntaban fundamental mente los nombres y apellidos de personas y organismos que se hallaban escritos en una pizarra ubicada en la habitación. Que luego se le preguntó si quería ver a Gerardo Gatti y que finalmente no vi o al mismo. Méndez describió con detalle las torturas a las que fue sometida; y dijo que en tal cen tro de detención los guardias se llamaban por seudónimos y a uno de ellos le decían “Paquidermo” o “Paqui”, mientras q ue a otro le decían “el jovato”. Dijo haber visto en tal 301 sitio a dos mujeres y a un hombre de apellido Santucho. Agregó haber sido luego trasladada a Uruguay, que antes de ser subida al camión que los trasladaría al avión rumbo a Montevideo, se le cayó la venda y vio a Otto Paladino y que las personas que in tegraban la seguri dad eran el mencionado “Paqui” y “El jovato”. En cuanto a su hijo Simón Riquelo, mencionó que perdió contacto con éste al ser detenida y que ya nunca más supo nada acerca de su destino. La nombrada también reconoció haber visto a Otto Paladino al momento de ser subida a un camión para su traslado a U ruguay. Al serl e exhibidas fotograf ías de “Automotores Orletti”, recon oció haberse encontrado en este sitio; y en su segunda declaración refiri ó recordar q ue, mientras estuvo detenida, en varias oportunidades escuchó comentari os relativos a la detenci ón de Rodríguez Larreta. También recordó que por comentarios de terceros, supo que María del Pilar Nores Montedónico fue la persona que se encargó de trasladar a l os dos hermanitos Grisonas a Chile y que cuan do f ue con los nombrados, iban con ellos otros niños de corta edad. Agregó que también por medio de terceros, supo que col aboró con los represores Álvaro Nores, hermano de María del Pilar. Ana Inés Quadros también prestó decl aración testimonial a fs. 125/7, oportunidad en la cual refiri ó haber si do detenida j unto a Eduardo Deán, el día 13 de julio de 1976 en la con fitería sita en calle Boedo, esq uina San Juan. Que en ese momento también eran secuestrados León Duarte y Sergio López Burgos. Que ya en el l ugar de detención escuch ó los nombres de En rique Rodríguez Larreta, Raq uel Noguei ra y Margari ta Michelini, y que allí se encontraban también Manuela Santucho, Ana Salvo, León Duarte, Gerardo Gatti, Gayoso, Soliñ o y H ugo Méndez. Describió l as torturas a las q ue fue someti da y que en tal sitio se en contraban l os Mayores Gavazzo, Cordero y el Capitán Silveira, quienes dirigían los interrogatori os. Que también había un Oficial argentino a quien le decían “el jovato”. Al serle exhibidas las fotografías de “Orletti” reconoció dicho lugar como en el cual estuvo detenida. La nombrada recordó su vivencia en el centro de detención, en el cual en una oportunidad le dijeron que estaban allí alojados sus tres hijos, y que su hija mayor que ten ía trece años “sería colgada” lo cual ocasionó una crisis nerviosa, pero que l uego se dio cuenta de que sus hijos no estaban en real idad all í. También dij o que en un momento la llevaron frente a un oficial argentino ll amado “jovato” quien la interrogó sobre su vida personal con 302 Poder Judicial de la Nación quien habló sin ven das en l os ojos, recordando q ue tenía pelo entrecano, rubi o, que parecía ser alto. Mencionó que en una oportunidad en que estaba en el piso de arriba, escuchó que los represores argentinos y uruguayos di scutían acerca de que deten idos serían trasladados a Uruguay y que partían de l a base de q ue Duarte, Gatti y Méndez quedarían all í; y que la discusión estaba centrada sobre Lubián y En rique Rodríguez (hijo), quienes f ueron efectivamente trasladados a Uruguay. Que cuando estaba en Uruguay, al ojada en el centro del SID, lo vi o a Álvaro Nores Montedónico, quien también había sido ll evado a Uruguay. Por otro lado, se en cuentra a fs. 136/7 acta de reconoci miento de la finca sita en calle Venancio Flores 3519 de Capital Federal, acto en el cual tanto Quadros, como Méndez y Gastón Zina reconoci eron el lugar como aq uel en el cual estuvieron detenidos. Otras personas q ue habrían estado alojadas clandestinamente en “Automotores Orletti” y prestaron declaración en l a causa fueron Graciela Luisa Vi daillac -fs. 141/3 vta.-, Gastón Zina -fs. 144/7-, y Washington Francisco Pérez -fs. 150/4-, entre otros. Así, Vidaillac decl aró haber sido secuestrada el día 2 de noviembre de 1976 en Haedo, y trasladada en un vehículo junto con José Morales -de quien ya no se tuvi eron noticias-, hasta un lugar que poseía una cortina metálica. Tambi én la nombrada describió las torturas a las que fue sometida, y tal relato coincide con las otras versiones vertidas por las víctimas de “Orletti”. Dijo que en el l ugar de detención se encontraban también Nidia Sáen z y Luis Alberto Morales, tambi én desaparecidos. Al serle exhibidas l as fotograf ías que retratan a “Orletti” reconoció en ellas el lugar en el cual estuvo alojada. Asimismo relató q ue en el centro de detención había un a habitación con heladera, sillas y una heladera, que tambi én había una foto del Che Guevara al cual los carceleros l e tiraban dardos, que en esa sala fue interrogada por tres personas, q ue en ese momento l evanta la cabeza y ve a Aníbal Gordon. Recordó cuando le aplicaron electricidad en el cuerpo, mientras la amenazaban, que cuando gritaba le tapaban la boca con una almohada y pon ían la radio fuerte, que también le martillaban el arma y la golpeaban con una cadena, y relató Vidaillac la fuga del lugar, que sabemos, di o l ugar al cierre de “Orletti”. Vale la pena transcribir lo relatado por la nombrada, donde refiri ó que de pronto sintió que “...la atadura de una de las manos está floja y es así que comienza a t irar hasta lograr desat arse de esa mano haciendo después lo 303 propio con la otra mano y sus pies, que posteriormente la deponente se dirige hasta una habitación q ue se encuentra frente a la sala donde había sido torturada y ve a dos personas, reconociendo a una de ellas como su suegro q ue estaba atado y encapuchado sentado en un sillón, la deponente le expresa que tratarían de salir del lugar a lo que su suegro se negó ya que se hallaba mal físicamente, luego de ello se dirige hasta otra habitación donde encuentra a su esposo que estaba atado con unas esposas, es así que la declarante como había observado dónde los carceleros dejaban las llaves de las esposas se dirige al lugar y posteriormente libera a su marido, agrega que cuando estaba liberando a su esposo personal de guardia se despierta y es así que comienzan a tirar con revólveres o pistolas, aclara que se trataban de dos personas, agrega que como había gran cantidad de armas largas en la habitación en que se hallaba su esposo, éste repele la agresión, pasan a la habitación contigua refugiándose en muebles que habían en la misma, llegando de esa manera a la escalera de madera, observando la deponente la presencia de una persona que le dispara produciéndole una herida, teniendo un orificio de entrada y salida, teniendo en la actualidad la marca del proyectil. Agrega que esta persona al ver a su marido que se hallaba detrás de la declarante al momento de recibir el impacto, sale corriendo hacia la calle y es así que conjuntamente con su esposo logran llegar a la calle por la puert a que está en la parte del costado derecho de la cortina metálica. Que ya en la calle, personal de guardia les tira desde la parte de arriba del edificio, logrando cruzar las vías del ferrocarril, tirando su esposo el arma, pidiéndole ayuda a una persona que estaba en automotor, la que l os conduce hacia la casa de una persona ami ga de su marido a la que la dicente no conocía, saliendo del domicilio de esa persona cuando abandona el país.” (cfr. fs. 142/vta.). Zina relató que fue detenido el día 14 de julio de 1976 cuan do regresaba a la habitación de la pensión ubicada en Santiago del Estero 557 de Capital Federal , que f ue golpeado por unas tres o cuatro personas vestidas de civil y armadas, que lo introdujeron en un Ford Falcon verde y lo trasladaron hasta un lugar q ue poseía una cortina metál ica. Hizo una descri pción de las torturas a las q ue fue someti do y su rel ato coincide con las restantes descri pciones realizadas por l as víctimas. En efecto, Zina mencionó que le apli caron picana eléctri ca mientras se encontraba colgado, y mientras el piso se encontraba mojado y con sal. Mencionó a “Paqui” como uno de los represores que tenía un especial método de tortura, y q ue entre las víctimas se encontraban Alicia Cadenas, Mario Roberto Santucho, la cuñada de Mario Santucho, Margarita Michelini; agregó que luego de un os días es trasladado a Uruguay en un avión de la empresa “Pluna”. Que Gavazzo era q uien conducía los interrogatori os en Argentina y que éste se 304 Poder Judicial de la Nación encontraba en Uruguay posteriormente. Al serle exhibidas las fotografías de “Orletti”, reconoció el si tio como aquel en el cual estuvo alojado y al cual se refirió en su rel ato. Agregó que en “Orletti” vio detenido a Rodríguez Larreta, y que recon oció la voz de Soto. Que desde el centro de detención escuchaba las voces y gritos de niños jugando, y el paso de un tren eléctrico. Washington Francisco Pérez Rossini refirió al declarar que fue detenido j unto con su hijo mayor Jorge Washington, que ell o ocurri ó el 13 de junio de 1976, cuando se hallaban en su domicilio de cal le Paz Sol dán nro. 364 de Morón, provincia de Buenos Aires, que la deten ción fue entre las 4 y 4:30 horas de la madrugada, por cuatro o cinco personas q ue se trasladaban en dos vehículos, y que se presentaron como militares argentinos y uruguayos, que precisamente las personas que llegaron hasta la puerta de su domicilio eran el Mayor Gavazzo, y el Comisario de Inteligencia de Policía Uruguaya, Campos Hermida, a quienes conocía por haber estado anteriormente detenido por su actividad sindical. Aclaró que a Gavazzo lo conocía porque estaba en el Regimi ento de Artill ería nro. 5 donde él estuvo detenido en el año 1972 y que el nombrado era uno de los que torturaba. Dijo que otra de las personas que lo secuestró en el año 1976 fue Eduardo Ruffo, a quien identificó posteriormente por fotograf ías publicadas en los di arios. Que los nombrados lo llevaron en un auto a un lugar donde escucha una persiana metál ica, que era como un garaje en el cual había varios autos y que al ingresar, lo hicieron subi r una escalera de unos doce o quince escalones. Refiri ó Washington Pérez que en tal sitio vio a Gerardo Gatti, quien le dijo que n o había sido su vol untad q ue él se encontrara en esa situaci ón. Que en ese momento Gatti con la dirección de l os represores, le hace saber cuál es eran las imposici ones de los militares para que se le otorgue su libertad, ya que pretendían dos millones de dólares a cambi o de la libertad de Gatti y otros sindicalistas. Agregó que esta conversación era dirigi da por Aníbal Gordon, Gavazzo y una persona a la cual llamaban Capitán y que posteriormente reconoci ó como Ruffo. Agregó que esta conversaci ón se ll evó a cabo en una habitación en la cual había un cuadro de Hitler, un sillón, sillas -una de ellas giratorias-, además de una caja fuerte. También dijo que Ruffo le expresó q ue “…felizmente podía hablar con Gatti ya que habían logrado que l a policía federal se lo entregue puesto que el secuestro de Gatti lo había llevado a cabo personal de la policía federal y 305 que además le habían dado la atención médica que Gatti necesitaba”. Agregó q ue en ese momento Gatti l e dijo que las muertes de Michelini y Gutiérrez Ruiz habían sido ll evadas a cabo por la misma gente que se hallaba en el lugar como “sus carceleros”, y luego, para cumplir los requerimientos de l os militares, Gatti le dio el nombre de una persona uruguaya de la cual no conoce el n ombre y apelli do, para que él se contacte. Agregó Pérez que si bien en ningún momento fue torturado, los represores le proferían amenazas. Que Gordon le dijo que si él necesitaba dinero o documentación para llevar a cabo la operación, el los le podrían suministrar tales elementos y q ue en su presencia abri ó una cajita fuerte en la cual había dinero y documentos argentinos y uruguayos. Agregó que del l ugar sali ó con una capucha y que l uego de unos diez minutos, a él y a su hijo les dijeron que podrían sacarse las capuchas y que entonces pudo ver a Ruffo que conducía el vehículo y a Gavazzo, qui enes los dejaron en la estaci ón de Ramos Mej ía. Que l uego de ello, tuvo que comunicarse con la persona cuyo nombre le había dado Gatti , que l uego lo pasaron a buscar Gavazzo y Ruffo y lo llevaron otra vez a “Orletti”; que los represores se enojan ante el requerimiento de l os otros, ya que se pedían pruebas de vida de Gatti y los represores mencionan “estos están pelotudeando demasiado porque tienen la posibilidad de conseguir el dinero en Europa”. Agregó q ue seguidamente lo liberan y que en esta oportunidad es llevado por Ruff o y Gavazzo a la estación de Liniers. Que luego de unos cinco días recibió otra llamada del grupo de represores y por tercera vez fue conducido por Gavazzo Gordon, Ruffo y otro oficial argentino, al mismo campo de detención. Que ya en el centro, vio a una persona de contextura grande a quien llamaban “Oso Grande” o “Paqui”, y que ven ía en ese momento de hacer una custodia a un familiar del Comisario Villar, Jefe de la Policía Federal . Agregó en cuanto a “Paqui”, que medía alrededor de 1,80 m, de contextura f ísica grande, que era calvo y tenía a los costados pelo de color negro y bigotes. Que cuan do lo vi o estaba vestido de ci vil, al igual que lo estaban los restantes represores de “Orletti” con la excepci ón de Gordon, que vestía de uniforme del ej ército. Que posteriormente y luego de li berado, se tuvo que volver a reuni r con Gavazzo, Ruffo y Cordero quienes se encontraban molestos porq ue no se había puesto en contacto con la persona cuyos datos le di o Gatti. Que nuevamente y por cuarta vez fue conducido al lugar de detención, y q ue en el trayecto Ruffo le dijo que se q uedara tranquilo, que esto “se liquida en poco tiempo”, q ue ya en el l ugar cuando insistió ver a 306 Poder Judicial de la Nación Gatti le dijeron que se quedara tranqui lo que el asunto de Gatti estaba terminado y que lo llevarían a su casa. Que se fue y esa misma noche concurrieron a su domicilio Ruff o, Gavazzo y Cordero y le dijeron q ue lo necesitaban para ver a otra persona, los volvieron a llevar -ya por quinta vez-. Que allí vi o a León Duarte, a quien conocía desde el año 1953, que estaba con un pantalón y una cami seta con manchas de sangre y descalzo, que sus pies estaban totalmente blan cos. Que Duarte l e dijo en ese momento q ue no había comido desde que había sido deten ido. Ante ello Gordon dijo que le den de comer y q ue le den zapatos, y que allí vol vió a aparecer la persona argentina que no pudo identificar y dijo “de dónde voy a sacar los zapatos si abajo hay como ochenta”. Que Gordon l e dijo que estaba en este caso en l as mismas condiciones en que había sido puesto con respecto a Gatti y que debía obtener la suma de medio millón para l a libertad de Duarte, que Gavazzo le hizo saber que al día siguiente se pondrían en contacto con él. Agregó que por medio de l as Naci ones Unidas pudo salir del país y que si bien cada vez que fue al centro, sólo vio a los dos nombrados, supuso siempre que había más personas, más que nada por el comentari o de los “ochenta zapatos”. Asimismo, obran actas de reconocimi entos en rueda, así se encuentra agregada a fs. 131/vta. el acta del reconoci miento llevado a cabo por Sara Rita Mén dez sobre Otto Pal adino, en l a cual la nombrada reconoci ó al mencionado; a fs. 159/vta. la del reconocimien to que hiciera Washington Pérez de Aníbal Gordon como aquell a persona a la cual mencionara en su declaración; como acta del reconoci miento en rueda en el cual Graciela Vi daill ac reconoci ó a Aníbal Gordon como aq uella persona a la cual mencionara en su decl aración; como tambi én acta del reconoci miento practicado por Michelini respecto de Paladino -fs. 351-. También se encuentra agregada acta de la inspección ocul ar llevada a cabo sobre el inmueble de la calle Venancio Flores, en la cual Washington Pérez y Graci ela Vidaill ac reconocieron el lugar citado como aquel en el cual se encontraron detenidos. Al ser examinada Vidaillac en el Cuerpo Médico Forense, se advirti ó la existenci a en su cuerpo -en hemitórax izq uierdo, línea axilar y en regi ón paravertebral izq uierda tangente a la col umn a- de lesi ones compatibles por disparos de armas de fuego -fs. 175/6-. A fs. 169, el mismo Juzgado decretó el procesami ento de Otto Paladino, Aníbal Gordon y Eduardo Alfredo Ruffo, disponiéndose la eventual recepci ón de sus declaraciones indagatorias, dejándose sin efecto 307 la declaración testi monial oportunamen te dispuesta con respecto a Ruffo fs. 119- (oportunidad en la cual también se había dispuesto la declaraci ón testimonial de Juan Rodríguez). Por otro lado, se encuentran agregadas copias de la causa caratulada “Gatti, Adriana s/ su privaci ón ilegítima de la li bertad” y de la acción de habeas corpus presentada en favor de la misma, habiendo sido ésta rechazada en fecha 20 de julio de 1978, y habiéndose asi mismo sobreseído l a citada causa en fecha 26 de octubre de 1978. A fs. 260 obra otra declaración prestada por En rique Carlos Rodríguez Piera ante el Juzgado entonces a cargo del Dr. García Méndez, en el marco de la causa en l a cual se investigara la pri vación de la libertad de Gerardo Gatti . En dicho acto, el nombrado rei teró parte de sus dichos vertidos en la q uerella que motivara la f ormaci ón de la causa. Dijo que en “Orletti” lo vio a Gavazzo, q ue era q uien comandaba a los uruguayos, que el grupo de argentin os era comandado por “el Jovato”, que por comentarios que se hicieron luego, podía ser Gordon y estaba vesti do de militar; que también otros reconocieron a Paladino como otro de los que estaban en el lugar. También, en el marco de l as citadas actuaciones decl aró In és Quadros, quien recordó algun os de los dichos que brindara en la causa “Rodríguez Larreta...”-fs. 161/vta.-, dijo que estuvo en “Orlet ti” entre el 13 de julio y el 26, que allí vio a Gatti ; obrando de igual forma los dichos de Washington Pérez -f s. 262/vta.-. Obran a fs. 272/4 y 336/vta. declaraci ones testi moniales de Margarita María Mi chelini Delle Piane, oportunidades en l as que refi rió que fue secuestrada el día 13 de j ulio de 1976 en calle French 443 de Vill a Martelli , provincia de Buenos Aires; que la persona que le levantó la venda era Otto Paladino; entre las personas que la detuvieron estaban Gavazzo, Cordero, y un sargento “Drácula” y otro “Negro”, que en Uruguay, fue interrogada por un Capitán de nombre Ricardo Medina, qui en le preguntó sobre su padre; que entre las personas que la detuvieron había un sujeto que era oficial uruguayo que sería Guanezian a quien le decían “el Turco” y que el otro era corpulento y le decían “Paqui” quien después viajó a Uruguay. Que tambi én reconoci ó la voz del diri gente Duarte y que luego de dos días ya no lo volvió a ver. Precisó q ue cuando fue trasl adada al lugar, l o hizo en un vehícul o, escuchó al llegar a un lugar un ruido mecánico, y luego escuchó la voz de una person a que dijo ser Rodríguez Larreta. Que también escuch ó la voz de una persona que l uego supo q ue se trataba de Sara Méndez; que 308 Poder Judicial de la Nación la hicieron desnudar y all í vi o a Gerardo Gatti, como también vio a un hermano de Santucho, a Manuela Santucho y a otra mujer que según se decía, estaba casada con uno de lo Santucho. Agregó que f ue sometida a torturas, que la colgaron y que l e aplicaron descargas eléctri cas. Que en el lugar había un oficial de apellido Cordero. También mencionó q ue en una oportunidad se presentó delante de ella un sujeto argentino que era un hombre grande, corpulento, de tez oscura y mofletudo, que éste le levantó la venda y la miró a los ojos y le dijo que sólo quería conocerla. Que por medi o de algunos compañeros se enteró de q ue allí había un perro boxer, que era propiedad de una famili a que había si do secuestrada y que h abía estado j unto a su padre en algún momento. Que también en este l ugar vio a Cordero, que también estaba en Uruguay “…y que el mismo no sería ajeno al secuestro de su padre, ya lo llaman «Manolo» y bajo este nombre habría actuado el que estaba al mando en el secuestro de su padre”. Por últi mo, relató el traslado a Uruguay, que los subieron a un camión, que l uego de unos treinta minutos llegaron al aeropuerto y aclaró que en los centros en los que estuvo, constantemente se usaba coacci ón “mediante la aparición de los hijos menores secuestrados”. Que tambi én escuchó a los represores en Uruguay, cuando decían q ue no habían podido regresar a Gatti, Méndez y Duarte porq ue los argentinos no se lo habían permitido. En su segunda declaración Michelini señ aló que la persona q ue cuando se hallaba en “Orletti” le levantó la venda de los ojos es Paladino y que en el lugar citado reconoci ó a Gavazzo, a Cordero y a un sargento al cual le decían “Drácula”. Asimismo, se halla agregada a fs. 358/61 otra decl araci ón prestada por la nombrada en el marco de la causa en la cual se investi gara el homicidi o de Héctor Gutiérrez Rui z, en donde la misma señaló que entre los represores que actuaron en su detención, se encontraba una persona apodada “el Turco”, otro “Paqui”, otro uruguayo apodado “El Turco” y llamado “Guanessi an”, y otros uruguayos tales como “Gavazzo”, y “Cordero” alias Man olo, describiendo a éste como una person a “de estatura alta, desgarbada, de boca caída”. En esta declaración dijo que durante su cautiverio muchas personas hacían referencia al parecido de la dicente con su padre Zel mar y un señor ordenó que la dicente sea llevada a su presencia, que textualmente dijo “a ver adónde está la hi ja de Zelmar”. Que a este señor no 309 lo volvió a ver hasta que su foto apareci ó publicada, recon ociéndolo quien resultó ser Paladino. Que q uien la interrogó en Montevi deo f ue Ricardo Medina, Jefe de Seguri dad del Penal de P unta Carreta. Agregó q ue cuando fueron secuestrados William Whitelaw y Rosario Barredo, tambi én se llevaron a un perro boxer, y que su marido y otras personas l o vieron en “Orletti”. También cuando su padre fue secuestrado se llevaron su máquina de escribi r “Hermes baby” de col or naranj a, la cual ve en Montevideo. Que Michelini una semana antes a su secuestro se entrevistó con Harguindeguy, y le contó sus probl emas con los papeles de identificación, y el nombrado le dijo q ue no había probl ema. Se encuentra agregado a dicha causa el testimonio del Inspector Rodolf o Peregrino Fernández de la Policía Federal Argentina ante la Comisión Argentina de Derech os Humanos -fs. 288/296-, quien recordó q ue luego de abril de 1976 fue destinado al Ministeri o del Interior cuando integraba l a Ayudantía del Ministerio el General de División Albano E. Harguindeguy, y q ue el J efe de la Ayudantía era el Sub Comisario Icely. Aclaró q ue conoci ó la existencia del centro de detención “Orletti” por medi o del Principal Falcón alias “Kung Fu”, q ui en le mostró el sitio. Dijo recordó q ue el edifici o tenía antenas en el techo, que era de una planta, con una entrada para coches, que simul aba ser un taller mecánico. También refiri ó tener con ocimiento sobre una fuga de detenidos de tal lugar. A fs. 310/25 se encuentra agregado el testimonio de Sergi o López Burgos, de donde surge q ue fue detenido el día 13 de julio de 1976 cuando se encontraba junto a León Duarte en la cafetería situada en calle Boedo entre Carlos Calvo y San Juan; que uno de los sujetos que los detuvo fue el Mayor Cordero y que fueron trasl adados hasta un si ti o en el cual se escucha que se levanta una cortina de metal, en donde pudo reconocer la voz de Eduardo Deán, la de Inés Quadros y la de Gatti, a la vez que pudo advertir q ue all í estaban Héctor Méndez -a quien vio-, Rodríguez Larreta (padre e hijo), Elba Rama, Sara Méndez, Margarita Michelini, Raúl Altuna, Jorge Cardozo, Alici a Cadenas, Elizabeth Pérez Lutz, Asilú Maseiro, Ana Salvo, Raquel Nogueira, Gastón Zina, A riel Soto, Lubián, Petrides, Cecili a Lauregui, Soliño, Edelweiss Zahn, Manuela Santucho y otra mujer de nombre Cristina. A gregó que los alias con los que se n ombraban los represores eran: “I gor”, “Paqui”, “Grumete”, “Pajarovich”, y que qui en dirigía el centro era el “Jovato”. Relató que el militar que llevó el diari o con la crónica de la 310 Poder Judicial de la Nación muerte de Santucho, la gol pea a Manuel a y le hace hacer flexiones. Rel ató que los alias por los que se nombraban los argentinos eran: “Paqui”, “Igor”, “Grumete”, “Pajarovi ch” y que el jefe del lugar era el “Jova”, que era de contextura gruesa y con cabello canoso. Relató que en varias ocasiones los represores tocaron el tema del asesinato de Michelini, ya que su hija y su yerno se encontraban presentes entre los detenidos. Refiri ó López Burgos que uno de los detenidos que en el centro había una perrita q ue pertenecía al matrimonio uruguayo que fue asesinado con Micheli ni. También dijo que el sitio tenía una cortina metálica y que era un gal pón con piso de hormigón, que en l a proximidad de l a casa había una escuel a y que se escuchaba a los niños jugar. Describió López Burgos el traslado a Uruguay y señal ó a vari os de los represores, y entre ellos al General Amury Pranti, a Nelson Vías, a los Mayores Gavazzo, Cordero, Abanoseain, Ferro, como al Capi tán Silveira y a Maurente -entre otros-, y nombró tambi én a otros sujetos con alias “el viejo”, “Drácula” o “Pi nocho”. A fs. 1585/6 vta. obra otra declaraci ón testimonial prestada por López Burgos, quien relató haber visto en el centro de detención a Ana Quadros, la cual fue violada por Cordero, y agregó que ello lo vio bien ya que estaba a dos metros de distancia. Que tambi én all í había un médico uruguayo, a q uien llamaban “Oscar ci nco” y a q uien vol vió a ver en Uruguay. Que en el centro lo interrogó Cordero, que lo ataron, lo subieron y le aplicaron electri cidad. Que a Ana Quadros l a vio cuando estaba sobre una mesa, con las pi ernas colgando y q ue el Capitán Cordero la vi oló; que esto úl timo lo vi o claramente porque estaba a dos metros. Que un médico uruguayo, a quien llamaban “Oscar Ci nco” y a q uien vol vió a ver en Uruguay, le dio un as pastillas diciéndole que eran para evitar que se deshidrate. Que en este sitio vi o a Hugo Méndez y Gerardo Gatti. López Burgos descri bió el mismo incidente que rel ataron otros detenidos con respecto al homici dio de Carlos Santucho. Recordó también que Sara Méndez reclamaba por su hijo. También nombró a Maurente, a “Drácula”, al Sargento Velázq uez, al Capitán Sil veira de nombre Jorge, y de los argentinos, refiri ó que reconoce a “«Igor», «Pajarovich», el «Jovato» o «Jova» que era el Jefe. Que estaba una persona que luego ha reconocido en fotos como Raúl Guglielminetti. También por fotos a Ruffo. Que Guglielminetti estuvo en su detención y es el que, cuando el dicente se resistió, y ante l a reacción de la gente, agitaba una credencial de la policía federal argentina para tranquilizar a los demás. Que a Aníbal Gordon también lo pudo reconocer y era la persona que se notaba que tenía m ando allí; fue quien en una oport unidad les habló acerca del 311 grave delito que significaba la violación en esas situaciones; también otra vez habló sobre Adolfo Hitler, haciendo la apología de sus ideas acerca de la existencia de hombres superiores e inferiores”. Refi rió “…que Gordon es la persona a la cual llamaban Jova, que medía 1,80, corpulento, algo canoso, bigote, de voz ronca. Que a Gordon le decían el Coronel; que Ruffo era otro que tenía mando sobre los argentinos y lo llamaban Capitán. Que a Gavazzo y a Silveyra les conoce los nombres una vez en Uruguay...”. Luego relató el viaje, en el cual l es pusieron en la boca algodón y leucoplast, que l os introdujeron en un camión y los llevaron hasta un avión. Raúl Luis Altuna prestó declaración a f s. 37.578 vta. y refi rió que fue detenido el día 13 de j ulio de 1976 en el domicilio de calle French 443 de Villa Martell i, provincia de Buenos Aires -mi smo domicilio que su esposa Michelini-, por personas que vestían de civil y portaban armas. Que cuando es secuestrado una persona pone su pie sobre su cuello y que esta persona era secuestradores Ovan esian había un alias “el sujeto Turco”. apodado Que también “Paqui”, el entre cual los medía aproximadamente 1,75 m, era robusto, de pel o crespo. Que f ue trasl adado en un vehículo hasta un siti o en el cual escuchó el rui do de una cortina metálica; con piso de hormigón, suci o; que se escuchaban gritos de niños como provenientes de un colegio y el ruido de un tren. Agregó q ue en tal sitio había manchas de grasa y buj ías de autos, lo q ue hizo pensar que se trataba de un taller mecánico. Que ya en el l ugar l o descalzaron y comenzaron a interrogarlo, que querían saber su nombre y apelli do. Relató que allí recon oció las voces de Quadros, Méndez, López Burgos, Deán, Anzalone, José Félix Díaz, el hijo de Rodríguez Larreta, su padre, León Duarte y su esposa Margari ta Michelini. Que también estuvo con una persona de apelli do Santucho, a quien le quiso dar de comer, el cual deliraba constantemente y era duramente gol peado; y recordó a Zina. Dijo haber visto cuando lo mataron a Santucho, que “…lo cuelgan de los pies en ese aparejo y lo introducen en un tanque de agua y luego escucha que los guardias dicen llevarlo a Campo de Mayo, murió de un infarto y que uno de los que interviene en la muerte de Sant ucho es “P aqui” y q ue lo narrado lo pudo ver ya que estaba tirado en el suelo en forma horizontal y por debajo de la venda pudo observar”. Agregó que fue la person a apodada “el jovato” la que obli gó a Manuela Santucho a que leyera una nota periodística sobre su hermano, Jefe del ERP. También mencionó que el Mayor Martínez era q uien realizaba 312 Poder Judicial de la Nación el interrogatorio, y dijo que cuando l o matan a Santucho eran argentinos y que había un represor apodado o llamado “Luis” q ue siempre hablaba de comida y que una vez le comentó que el día en que a él l o secuestran, había cocinado un locro. Agregó que durante el cautiverio n o comió mucho, que las pocas veces que l e dieron algo para ali mentarse eran los sobrantes de la comida de los guardias, que venían “…con puchos y tapitas de gaseosas…”. Que uno de l os días en que estaba en cautiveri o, llega uno de los represores a quien le decían “el jovato” que era un oficial argentino y le dice a Man uela q ue leyera una noticia sobre su hermano que era Jefe del E.R.P. “[e] nterándose entonces de que Santucho había muerto en un enfrentamiento producido en Villa Martelli”. Recordó q ue en una oportunidad, Gastón Zina se incorpora para acomodarse y que un guardi a que se había dormido se despi erta y entonces comienza a gol pearlo brutalmente y l uego l e hace hacer fl exi ones. Recordó tambi én cuando el último día de su cautiverio, un a persona l es dijo que serían llevados a Campo de Mayo, porque no eran “de la pesada” sino que eran de los que “rompían el mundo con la máquina de escribir”. Que luego los subieron a un camión y los hicieron subir a un avi ón. Que en la puerta del avión vio al Mayor Rama alias “El Tordillo”, que era un militar uruguayo. Que ya en Uruguay fue al l ugar el represor argentino apodado “Paqui” y otra persona que medía aproximadamente 1,75 m., de orejas pron unciadas, de pel o castaño, de unos ci ncuenta años, sin bi gotes, de cara alargada, que cree que se trataba de Gordon, porque luego vio en una revista “Gente” al gunos dibujos que le hicieron pensar que era el nombrado. A raíz de las constancias agregadas a la causa, se ordenó la captura de Eduardo Alfredo Ruff o -fs. 337-. A fs. 353/7 prestó decl araci ón indagatoria Otto Carlos Paladino, quien refi rió haber sido Secretario de Inteli gencia en el año 1976. Refiri ó conocer a Gordon y a Ruffo por haberse ambos desempeñado en la SIDE en el citado año, y por haberse desempeñado junto a Enciso en la empresa “Magister SRL” que funci onó en el año 1976 y de la cual f ue Director. Asimismo, negó conocer las acti vidades de “Automotores Orletti” y negó también conocer a los militares uruguayos señalados en autos como represores, y a las víctimas que figuran como retenidas en dicho centro de detención. Dijo que Adri ana Gordon -hija de A níbal- trabajaba en la empresa Magister, que él regenteaba, que allí tambi én trabajaba César 313 Enciso. Agregó que mientras se desempeñó en la SIDE, el General Albano Harguindeguy se desempeñaba como J efe de la Policía Federal y luego como Ministro del Interior; que nunca tuvo conoci miento de la existencia de campos de deten ción, que Ruffo se desempeñaba en la SIDE como Jefe de Operaciones. A fs. 362 se halla agregada copia de la declaración de Wilson Ferreira Aldunate, quien como amigo de Gutiérrez Ruiz y de Michelini, relató que por aquel la época se había dispuesto mediante una resol ución la expulsi ón de Michelini del territorio argentino, que ante ello el nombrado se presentó en la Di rección de Mi graci ones donde el Di rector le dijo q ue había firmado el expediente como un mero trámi te burocráti co, pero luego reconoci ó que el expediente “venía muy pesado”. Allí constaba información sobre Michelini y Gutiérrez Ruiz, donde se los sindicaba como principales dirigentes del Movimiento Nacional de Liberaci ón (Tupamaros), información que procedía de f uente uruguaya. Agregó que en ello tuvo injerencia el Ministro de relaci ones exteriores de Uruguay, Dr. Juan Carl os Blanco, quien al enterarse de la intención de Michelini de viajar a l os Estados Unidos como invitado por el senador Eduard Kenn edy, ordenó a las embajadas que no le otorguen la visa correspondi ente. También el testigo hizo alusi ón a una carta publicada luego de la muerte de Michelini, en la cual se denunciaba la relaci ón de Blanco con su asesinato y del gobierno uruguayo. En cuanto a Gutiérrez Ruiz, dijo que en una oportunidad f ue convocado por la Secretaría de Comerci o y allí l o interrogaron de un modo sumamente agresivo y amenazante sobre la procedencia de l os fondos con los que se había comprado la despensa “Los 33 Orientales”. Por otro l ado, a fs. 383/4 vta. prestó declaración testimonial Elsa Martínez, qui en refiri ó que en su domicilio de Los Pinos, de Haedo, el día 2 de novi embre de 1976 se hizo presente un grupo de unas treinta personas que poseían armas l argas y se encontraban vestidos de civil . Que al regresar su nuera Graciela Vidai llac de Morales, l os sujetos la condujeron hasta una habitación y aclaró que entre tales sujetos se encontraban Eduardo Ruffo y Aníbal Gordon, y otra persona de cabello pelirrojo, de 1,70 de altura, robusto, de cara rojiza y de cara alargada. Que luego Graciel a es llevada a otra habitaci ón mientras es apuntada por Ruffo y que la insultaban porque se dan cuenta de que la nombrada le hacía señas a ella y aparte se estaba desatando. Seguidamente los nombrados se llevaron a Graciela, y que Gordon se ll evaba un libro de electrónica q ue pertenecía a su hijo. También recordó que en el domicilio había uno sujeto 314 Poder Judicial de la Nación que vestía de civil, como Ruffo y Gordon, y que tenía 1,80 m. de altura aproximadamente, de tez blanca, robusto, de boca chica y que se había puesto una peluca de ella y caminaba nervioso por la casa, que éste l a interrogaba acerca de dónde estaba su h ijo, de cómo había salido vestido, si había sali do con l a moto o de otra forma. Que l a persona que usaba la peluca comenzó a j ugar a la rul eta rusa, que le colocaba un arma en la cabeza y gatill aba; que mientras esperaban la llegaba de su hijo, se probaban ropas de l a familia y rompían cada cosa q ue encontraban. Que mientras estaba en el domicili o, in gresó otra persona de aproximadamente 1,70 de al tura, de oj os celestes, flaco, de tez blanca, cabell o castaño oscuro, de rulos. Que tuvo l a sensación de que l o conocía, dándose cuenta de q ue era muy parecido a una persona que trabajaba con su otro hijo Lui s Alberto en el Frigorífico Cóndor ubicado en la calle Belgrano del barrio de Avellaneda. Que ese compañero de su hij o tenía un hermano policía. Seguidamente llegó su hijo y que en ese momento es conduci da a otro ambi ente, donde ve a otra persona vestida de fajina, de 1,70 m., de cabello negro tupi do, bigote del mismo color. Que luego escuchó disparos en una habitación y luego los gritos de los secuestradores que gritaban “¡alambre y trapo!” y salen todos en un vehículo que había en el garaje. Que segui damente la persona que l a cui daba a ella l e dijo “tenés un hijo muy valiente” y le entregó el documento de su hijo y 800 pesos. Agregó, que ella no fue detenida y q ue una de las personas q ue intervino en el operativo descripto era Gordon, y otra, Ruffo, a quien reconoci ó luego en publicaciones. Aclaró también que mientras estaba en el domicilio, Ruffo l e dijo que se olvi de de que ten ía marido e hijos, dándol e a entender que tanto su marido José Morales, como su hijo Luis Alberto y su nuera Nidi a, ya estaban detenidos. A fs. 400/vta. obra acta de reconoci miento en rueda, en la cual surge que El sa Martínez reconoció a Gordon, como la persona a la cual se refiriera. A fs. 402/3 prestó declaraci ón indagatoria Juan Carl os Falcon, quien dijo que durante el año 1976 se desempeñó como principal de la Policía, precisamente dijo que hasta marzo de dicho año fue custodi a del Jefe de Policía y luego, custodia del Ministro del Interi or, y que en ese entonces dependía del Subcomisario Icely. Negó haber hecho saber o señalado a Peregrin o Fernández la existencia de “Orletti”, agregó q ue se enteró de q ue l o apodaban “Kung Fu” y q ue ell o era porque practicaba artes marciales. Pedro Antonio Féli x Varela prestó declaración indagatoria a f s. 315 405/6. Dijo que se desempeñó en la Comisaría 50 desde enero de 1976 hasta diciembre del mismo año, y negó cualquier conocimiento acerca del funcionamiento del centro de detención. Guillermo Oscar Icely prestó declaración informativa a fs. 411/2, quien negó poseer conocimiento acerca de la exi sten cia del centro clandestino de deten ción “Orletti”. Carlos Enrique Gall one prestó i gual declaración a fs. 413/vta., quien tambi én negó conocer la existencia de dicho centro de detención y que durante el año 1976 y a parti r del mes de marzo, su Jefe directo era el Subcomisario Icely. Jorge Raúl González Cardozo prestó declaración testimonial a fs. 414/8, y expuso que el 15 de juni o de 1976 fue secuestrado de un domicilio de la l ocal idad de Pacheco, Provincia de Buenos Aires, junto a su esposa María Eli zabeth Pérez. Describi ó l as torturas a las que fue sometido, desde apagadas de cigarri llos en su cuerpo y patadas, h asta descargas eléctricas. Que en dicho sitio vio a Hugo Méndez y a su esposa, a Candia, a Julio Rodríguez y a la esposa de éste. Que en dicho lugar se escuchaban gritos de niños y el paso de un tren. Que luego de una semana de que ingresó all í lo llevaron a Rodríguez Larreta, y que previo a ello, liberaron a la esposa de Méndez, y también a J ul io Rodríguez y a su esposa; que también se encontraban Mónica y Cecili a Gayoso y otra persona de nombre Gerardo Gatti, a q uien le sacaban fotograf ías; recordando también que había una persona q ue refería no haber visto a su hermano Mario Roberto Santucho Recordó que en dich o centro había un sujeto al cual llamaban “el jovato” y otro de apodo “Paqui”, y q ue este últi mo, luego de cargar una arma con dos balas, apretó dos veces el gatillo de la mi sma mientras l o apuntaba en su cabeza; también recordó que había otro sujeto al cual lo apodaban “pajarovi ch”. Por otro lado, dijo que otra de las vícti mas era Marta Bi anchi, y que ello lo sabe por haber escuchado comentarios de los guardias al respecto. Que escuchaba el subir y bajar de una cortina metálica, y agregó que tambi én estaban detenidos Sara Mén dez, Inés Quadros, Asilú Macei ro, Gastón Zina, Elba Rama, una persona de apelli do Díaz, Sergio López, Alicia Cadenas, Víctor Lubián y su esposa, Ariel Soto, Eduardo Deán, Manuela Santucho y su cuñada Cristina. Expuso haber visto cuando Carl os San tucho fue torturado y luego asesinado, y recordó cuando a Manuela Santucho l e hi cieron leer una crónica periodística en la cual se rel ataba la muerte de su hermano 316 Poder Judicial de la Nación Roberto. Alberto Horaci o Gaddi prestó declaración informativa a f s. 425/vta., ocasión en la cual negó haber conocido la existencia del centro de detención “Orletti”. Aníbal Gordon prestó declaración indagatoria -fs. 443/4 vta.- y dijo que durante el año 1976 se encontraba viviendo en la República del Uruguay, a la vez que negó haber sabido algo sobre la existencia del centro de detención que interesa, como con ocer a al guno de los militares uruguayos que se encuentran señalados en autos. Gordon también prestó ampliaci ón de la declaraci ón de igual tenor a fs. 1589/vta., oportunidad en la cual refirió que desde el año 1968 prestó servicios en l a Secretaría de Informaciones del Estado, hasta el día de su detención el 9 de febrero de 1984, que su grado dentro de la institución era de IM5, que es el grado que se asi mila a Coronel, cobrando el mismo suel do y gastos de representación. Que su l ugar de trabajo f ue 25 de mayo nro. 11, Capital Federal, 5to y 7mo piso. Que su carrera se desempeñó en el área específica de Contrainteligencia, que no quiere deci r contrasubversión. El director General de este departamento, llamado en clave A 31 era Michel, Coronel y el J efe de operaciones especial es, el Teniente Coronel Ni eto Moreno. Que su Jefe inmediato superior del cual el dicente recibía las órdenes emanadas del Presi dente de la Nación, J orge Rafael Vi dela, era el General Otto Carl os Paladino, que l os servicios de contrainteli gencia para el área interior de la República los prestaba el dicente en la base secreta q ue funciona actualmente en la cal le Sánchez de Bustamante y Las Heras, sobre la primera, que se denomina en el Reglamento de la Presidencia de la Naci ón «Operaciones Tácticas I» (OT I). Al mando en aquel entonces era Teniente Coronel Visuara y su nombre de encubrimi ento era Del Viso. Que para el desarroll o de sus actividades el dicente fue provisto de documentación de encubrimi ento, donde se le entregó un pasaporte dipl omático a n ombre de José Pedro Bastarrica. Dijo que el dinero q ue percibía en ese en tonces para movilidad, era oblado a nombre de Coronel Irigoyen, Marcel o Federico Ezcurra, Marcelo Federico Quintana y José Pedro Bastarrica. En esta oportunidad también confeccionó un croq uis il ustrativo de un sitio util izado por la SIDE para reali zar labores propias de esa Secretaría, croq uis q ue efectivamente habría pertenecido a una dependencia de dich o organismo conforme lo informado a fs. 1626-. En dicha causa prestó declaración informativa Juan Carl os Lapuyol e -fs. 453/vta.-, quien dijo q ue h asta juli o de 1976 se desempeñó en 317 la Superintendencia de Asuntos Cri minales, y luego de tal fecha, como Director General de Inteligencia de Seguridad Federal. Negó haber sabido de la existencia del centro de detención “Orletti”. A igual tenor, prestó declaración Pedro Antonio Félix Varela, quien no aportó ningún dato de interés para la investigación de la causa. En fecha 20 de agosto de 1984 se decretó la prisión preventiva de Aníbal Gordon y Otto Paladino, por ser considerados autores de las privaci ones ilegales de la libertad de Rodríguez Larreta, Michelini, Méndez, Quadros, Vidaillac, Zina, Washington Francisco Pérez, María Elizabeth Pérez Lutz, Duarte, Man uela Santucho, Carl os Santucho y Gatti. A fs. 534/6 vta. obra la declaraci ón informativa prestada por Santiago Ernesto Cortell quien refiri ó ser propietari o del in mueble de calle Venancio Fl ores 3519/21 y haber alquilado el mismo en el año 1976 a dos sujetos que le dijeron que lo utilizarían para el depósito de sustancias alimenticias. Así, dijo que firmó el contrato de locación con un sujeto de apellido Silva y otro de apelli do Castel ls y que en cierta oportunidad un vecino del barri o de nombre Camil o Hernández, le comentó q ue los vecinos estaban alborotados “ya que escuchaban gritos en el inmueble y no sabían qué pasaba en realidad”. Marta Raq uel Bianchi prestó declaración testi monial a f s. 559/0, oportunidad en la cual expresó que el día 9 de j uli o de 1976 fue detenida al sali r del teatro Lasall e, que se encontraba con su mari do Alberto Brandoni y su amiga María del Carmen Oton ello, que f ue introducida en un vehículo, que le vendaron los ojos; que al ll egar notó que se trataba de un l ugar amplio, en el cual retumbaba la músi ca. Que en el lugar, la hicieron subir por una escalera, en don de sintió la voz de su esposo. Que en dicho siti o los dejaron a los tres vendados, y con las manos atadas; que les hicieron varias preguntas, les dijeron que eran bolches. Que en un momento dijo que no se sentía bi en y que ante ello, l e dijeron que había all í gente q ue estaba hacía meses. Agregó que en un ambiente vi o una foto en una pared, una foto de Hitler, una f oto de Rosas y tambi én del Comisario Villar, ex Jefe de la Policía Federal . Que en esa sal a lo dejaron a Brandoni, y a ella y a Otonello las llevaron a otra sal a. Que en ese momento comenzó una situaci ón de amenazas de muerte, les decían que los iban a fusil ar y que luego aparecía otra persona que “hacía de bueno”. Que una de las personas que hacía esto y a quien luego reconoció, fue Aníbal Gordon, quien les hizo sacar la venda “para fusilarlos”. Que luego de un rato, Gordon les dijo que creían que su mari do era una cosa, pero en realidad era otra. Que les colocaron a l os tres nuevamente las vendas, l os 318 Poder Judicial de la Nación bajaron, y l os subieron a un auto, q ue cuando le quitaron la venda se encontraron en Av. San Martín y Juan B. Justo; que luego los llevaron a su domicilio. Agregó que cuando fue secuestrada también estaba acompañada por Jorge Prats, asistente de dirección; Miguel Gila, y la mujer de éste. También prestó declaraci ón testi monial Adalberto Luis Brandoni -fs. 561/2- , quien manifestó q ue f ue detenido jun to a su esposa Marta Bianchi luego de salir del teatro. Que se trasladaban en un auto, cuando éste f ue interceptado, que en ese momento iba él con Bianchi, Otonello, Miguel Gi la, María Dolores Cabo y Jorge Prats. Que luego fue introducido en un vehículo y Otonell o y Bianchi en otro. Que ya en el lugar de detención, fue llevado al primer piso, que allí se encontró con Bi anchi y Otonello, que le sacaron la venda y que observó que había entre seis y ocho personas vestidas de civil que permanecían armados y q ue eran qui enes habían hecho el operativo. Que una de las personas que intervino en el secuestro era Gordon. Dijo que desde di cho lugar escuchó un tren pasar. Obran a fs. 564/vta. y 1217, declaraci ones prestadas por la testigo Nélida Cristi na Gómez de Navajas, madre de Cristina Silvia Navaja. Expresó que su hija fue secuestrada el día 13 de juli o de 1976 cuando se encontraba en el domicilio de Manuela Elmina del Rosario Santucho, sito en Warnes 735, piso 2do de Capital Federal. Agregó que junto a las nombradas fue secuestrada Alicia D’ambra, y que esto lo supo por dichos de un matrimonio vecino de Manuel a Santucho. Que supo por dichos de Michelini, que su hija estaba embarazada; que Adriana Calvo de Laborde, le dijo que tanto su hija Cristina, como Manuela y D’ambra estuvieron detenidas l uego en el Pozo de Banfield, y luego en el “Vesubio”, que ell o lo supo por l a denunci a efectuada en la CONADEP por Ramona Ana Sánchez. Otro de los convocados a prestar declaración, fue Orestes Vaello, quien fue citado a prestar declaraci ón informativa (fs. 574), obrando constancia de presentaci ón del nombrado en la cual solicita se lo llame a prestar decl aración en el f uturo, por n o encontrarse en condiciones de decl arar (fs. 575). A continuación, se hallan agregadas fojas donde constan l os nombres de las personas que integraban la Comisaría n ro. 50 en los años 1976 y 1977 (fs. 586/ 607). Obra asimismo, una presentación efectuada por Aníbal Gordon, en la cual refirió que un Sargen to del Ejército de nombre Eduardo Estévez, habría sido visitado por un abogado, para que declare contra él (fs. 610). A fs. 645/8 vta. se encuentra glosada la declaración testimonial 319 de José Luis Bertazzo, q uien refiri ó que el 23 de agosto de 1976 fue detenido y trasladado a un l ugar en el cual previamente a ingresar, los sujetos que lo detuvieron se comunicaron por radio y dijeron “Operación Sésamo”, que al bajarlo del automóvil, tuvo la idea de que estaba en un garaje y l uego de subir por una escal era, fue introduci do en un tanque de agua mientras que le hacían un interrogatorio. Asimismo, describió las torturas a las que fue sometido, como que fue col gado desnudo, y q ue le aplicaron corriente eléctrica en su cuerpo, que en un determin ado momento lo bajaron de donde lo habían colgado. Que le hacen masajes cardíacos, que aparece una persona a quien le decían “Doc” y le da una pastilla; que luego detuvieron la tortura y l o visti eron. Que luego l o introdujeron en un cuarto que estaba tambi én en la planta alta, que allí había una persona a quien le dicen “Coronel” y que entiende, era el Jef e del lugar, q ue éste tendría un os 50 años, pel o corto y canoso, con bigotes, de voz ronca, delgado, de contextura normal y espaldas anchas. Que durante los días en q ue estuvo detenido, vio a Patri cio Biedma, con quien mantuvo conversaci ones, “…que sabe por los dichos del nombrado y una persona chilena de nombre Mauro que eran torturados e interrogados por un militar chileno que no pertenecía al centro clandestino”. Que también estaba Guil lermo Binstock, qui en era torturado más salvajemente por su origen judío, que éste a los pocos días fue trasl adado, sin saber dónde. Agregó q ue vio en dicho sitio a Marcelo Gelman y a su esposa embarazada, que también estuvo deteni da la hermana de Marcelo, que f ue luego liberada ya q ue “era deficiente mental”. Agregó “…se hallaban en el lugar una persona de apellido González y su esposa embarazada…”, como también Ricardo Gal la y su esposa embarazada de nueve meses, quien fue trasladada no sabi endo desde entonces si la misma fue conducida nuevamente a “Orletti”, y el hermano de Ricardo de nombre Gustavo, sin saber qué fue de ell os. Manifiesta q ue vio a Efraín Villa, que fue detenido en Bolivia por un probl ema de documentaci ón, y posteriormente f ue conducido al país, agregando que con el nombrado llegó una chica boliviana de q uien no recordó ni el nombre ni el apelli do”. Entre l os uruguayos que vi o en Orletti, recordó a Rubén Prieto González, Washington Cram González -ambos desapareci dos-, Dardo Zelarayán, y un tal Ricardo, el cual muri ó l uego de la tortura. Que por dichos de los carcel eros, supo que también había estado detenido Domingo Menna, di rigente del ERP y de P RT. Agregó que siempre que una de las personas era trasladada decían que la llevaban a 320 Poder Judicial de la Nación Campo de Mayo o que habían quedado detenidos a disposición del poder Ejecutivo. También mencionó que mientras estuvo en el cen tro, supo por medio de Patricio Biedma que all í estuvieron detenidos dos diplomáticos cubanos, ya q ue se escuchaba cuando se l os torturaba. Que desde tal si tio se escuchaban las voces de niños procedentes de una habitación contigua y q ue uno de ell os cantaba una canción de cuna, y q ue los carceleros les daban chocolate. Que en el cuarto en el cual f ue interrogado había una foto de Hitler en la pared y que se escuchaba el paso de un tren. Que en el lugar se escuch aba la canción “Libre” de Nino Bravo, “Vi rgen India” de Cafrune y también marchas militares, que tambi én los carcel eros cantaban “montoneros, montoneros son soldados de piolín y por eso tienen miedo a la gente del jardín”. Agregó q ue su libertad se hizo efectiva el 7 de octubre de 1976; que el nombre de guerra de la persona que lo detuvo era “I gor” quien era bajo, robusto, gordo, pelo oscuro y enrul ado, y bigotes espesos. Relató que un día se hizo una comida porque iría un personaje importante, que lo condujeron a una habitación y esta person a le preguntó el motivo de su detención. Agregó que el nombre Mauro del ciudadano chileno, era un apodo de mili tancia, que Ricardo Galla era policía y q ue su detención la reali zaron sus propios compañeros de Coordi nación Federal, que lo llevaron en principio a este l ugar y luego a “Orletti”, que ello se lo dijo el propio Galla. A fs. 655 se di spuso nuevamente recibi r declaración informativa a Vaell o, como asimismo se dispuso i gual declaraci ón con respecto a Harguindeguy. A fs. 813/4 obra declaración testimonial de José María Aponte, quien dijo haber si do detenido en el mes de abril de 1976 por Aníbal Gordon, a quien ya conocía, y f ue trasladado a un lugar ubicado en Floresta, q ue estaba cerca del ferrocarri l Sarmi ento. Que fue trasl adado a dicho sitio a bordo de un Torino blanco, que al llegar notó que había un sótano y que también fue detenida Feijoo; que fue liberado luego de un día, no habiendo si do sometido a torturas. Agregó que quien lo detuvo fue Aníbal Gordon y otras personas, a qui enes no reconoci ó; obrando a fs. 821 ampliación de la declaración de Aponte. Seguidamente se dispuso un careo entre Gordon y A ponte (acta de fs. 824) , oportuni dad en la cual el primero ratificó sus di chos verti dos en su decl araci ón indagatoria; al cual que Aponte también ratificó sus anteriores declaraciones. Obra agregado a fs. 869/70 testi monio de Enrique Rodríguez 321 Larreta ante la Comisión Provincial sobre Violaci ón de los Derechos Humanos, en donde expuso q ue l uego de haber si do detenido j unto a su nuera, el vehícul o q ue l os transportaba subió a otras person as que fueron trasladadas junto a ellos a “Orletti”. Que estas personas eran José Féli x Díaz y Laura Anzal one, y recordó lo mismo que expuso en sus escritos y declaraciones. A fs. 873/6 se encuentra un escrito presentado por Man uel a Juárez de Santucho y Francisco R. Santucho, en el cual se relatan los padecimi entos de la familia Santuch o, y las personas que fueron secuestradas. All í se detall a que Francisco Santucho, desapareció en Tucumán en abril de 1975 y era escritor, miembro de la S.A.D.E; también se menciona que igual destino suf rieron María del Valle Santucho, desapareci da en diciembre de 1975; Manuela Elmina Santucho, Cristina Navajas de Santucho, Liliana Delfino -compañera de Mari o Roberto-, qui en desapareci ó el 19 de juli o de 1976 y Mercedes El mina Santuch o, desapareci da en mayo de 1977. A fs. 941 se encuentra glosada copia de la parti da de nacimiento de Simón Antonio Riquelo - remitida por la Munici palidad de l a ciudad de Buenos Ai res- donde surge su nacimiento en fecha 22 de j unio de 1976, habiendo si do inscripto el 12 de jul io de 1976, es decir, un día antes a ser detenida su madre Sara Méndez, y donde surge que el nombrado resulta ser hijo de Stella Maris Riquel o, quien fue convocada a prestar declaración testimon ial la cual obra a fs. 947. La nombrada en dicho acto, desconoció la firma inserta en su nombre en dicha partida de nacimiento, a la vez que manif estó no tener ningún hijo. También refirió que extravi ó su documento de i dentidad en el año 1973, aunque q uince o veinte días después recuperó el mismo. La compareciente confeccionó en dicho acto un cuerpo de escritura. Por otro lado, se encuentra agregado un escrito de la Secretaría de Derechos Human os, en el cual se adjuntan algunos legajos, entre ellos el de Carl os Santucho, Efraín Villa (nro. 3812), León Duarte, Rodríguez Larreta, Dardo Zelarayán, Patricio Biedma, José Hugo Mén dez, Gustavo Gayá, Ricardo Gayá, Guillermo Binstock, Washington Cram González, Rubén Prieto Gonzál ez, Héctor Orlando Giordano Cortazzo, Simón Riquelo, Marcelo Ari el Gelman Schubaroff, María Claudia García Iruretagoyena, Rubén Candia, Gerardo Gatti Antuña, Víctor Lubián, Alicia Cadenas, Ubal Laner y de Eduardo Deán. Obra a fs. 976 el testimonio brindado por Francisco Valdez an te la Conadep en fecha 6 de junio de 1984, ocasi ón en la cual expuso 322 Poder Judicial de la Nación reconocer en una f oto que le f ue exhibida, a una persona “…de policía federal al cual conoci ó en la Comisaría tercera junto con un hermano de Rubén Osvaldo Bufano…”. Refiri ó Valdez en esta oportunidad que al Coronel uruguayo Alfredo Breton, lo vio en “Orletti” “…donde comúnmente concurría…”. Agregó que el rol de Breton era Jefe de Inteligencia de Operaciones uruguayas; su f unción era interrogar a l os uruguayos detenidos y Uruguay comunicaba las detenciones de argen tinos que se realizaban al Departamento de Relaciones Exteri ores de la Policía Federal. Al serle mostradas a Valdez fotografías de Luján Alcides Sosa Valdez, Antonia Castro de Martínez Tramada, Gerardo Gatti , Washington Cram Gonzál ez, Gustavo Goicoechea y Rubén P rieto González, el nombrado refirió que a los retratados l os vio en el centro Orletti, excepto la persona retratada en la foto nro. IV (Val dez). Refirió q ue a l os nombrados los vio en el años 1976/77. Recordó q ue l a persona del anexo V -justamente la foto que n o posee nombre- tocaba muy bien la guitarra. Con respecto a l a retratada con n ro. VII -Gatti- dijo que estaba en el centro ci tado, y también reconoci ó en igual sentido a l os retratados con fotos VIII y IX, q ue son Washington Cram y Goicoechea. También refirió en cuanto al retratado con foto VII que se llamaba Gatti, quien “…fue interrogado por el dicente, por órdenes de Aníbal Gordon. Esta persona no tenía ningún tipo de actividad política, y entiende q ue para lo úni co que se lo secuestró fue para sacarle dinero. Era un sindi calista uruguayo y que pertenecía al Partido para la Victoria del Pueblo. Cuando dice q ue no tenía ningún tipo de actividad política, quiere decir que no pertenecía a l os Tupamaros…”. También reconoci ó haber visto en el centro citado al retratado baj o anexo X, la cual corresponde a Rubén Prieto González. Agregó q ue las personas q ue eran muertos en “Orletti” eran cremados en el cementerio de Chacarita. En otra presentaci ón efectuada por el Dr. Jorge Manuel Baños, consta que Graciela Rutila Artes naci ó en diciembre de 1951 en Capital Federal, q ue en el año 1976 se hallaba en Oruro, Repúbli ca de Bolivia, desde hacía nueve años, cuando nace su hija Carla el 2 de abril. Que las nombradas fueron trasladadas a dependencias del Ministerio del Interior en la ci udad de La Paz, donde f ueron separadas, siendo Graciela trasl adada al centro carcelario Viacha y su hija depositada en el Hogar de niños Carl os de Villegas. En el mismo escrito (fs. 997) se hace referencia a Efraín Fernando Villa, nacido el 30 de noviembre de 1941 en Salta, Argentina, quien en la fecha de su detención resi día en Bolivia. Según el relato, el nombrado a principi os de juli o de 1976 se encontraba paseando por Santa 323 Cruz de la Sierra junto a Kareen Mc Kenney (hija de la en ese entonces Cónsul de l os Estados Unidos), cuando fueron interceptados por un grupo de militares que les pidió sus documentos y como no l os llevaban consigo, los detuvieron. Que una vez que la nombrada recuperó su libertad, pidió por la de Ef raín, la cual no se hizo efecti va. En dicho escrito se hace también al usión a la declaración informativa prestada por el agente José Luis Ormachea España, qui en habría referido que en el mes de agosto de 1976 condujo junto con otros agentes, a la ci udad de Villazón -frontera de la República Argentina-A tres personas: Graciela Rutila, su hija Carl a y un detenido cuyo nombre no supo “…pero de nacionalidad argentina […] era alto, delgado, blancón con mochos (acné) en la cara. A los tres detenidos, los entregamos a un militar de la Gendarmería Argentina en La Quiaca...”. A fs. 1045 y sgts. se encuentran agregadas copias de la causa que se instruyera ante el Juzgado Naci onal de Instrucción nro. 22, en el cual se investigara l a privación il egal de la libertad de Cristi na Navajas de Santucho. A fs. 1045 obra escrito presentado por Nélida Gómez, en el cual relata que su hija Cristina Silvi a Navajas, de 26 años y madre de dos criaturas. En el mismo sumari o, a fs. 1050 se encuentra gl osada testi monial prestada por Amelia Álvarez, vecin a del domicilio de donde f ue secuestrada Navajas. Refi rió la nombrada que el día 13 de j ul io de 1976 se encontraba en su domicilio de calle Warnes 735, 2do piso B, cuando personal de fuerzas de seguridad le tocó la puerta y le pidió si podía cuidar a tres cri aturas que estaban ll orando. Que las personas q ue hicieron eso, eran tres, que estaban uniformados, que había dos policías, un oficial alto y un agente más bajo. Que l os uniformes eran “como de fajina”, que poseían armas cortas y largas. Que en función de ello, se encargó de los niños y que una persona más grande, que dijo ser la madre de los niños le pidió q ue llamara a su madre, es decir a la abuela de los niños para que los buscara. Que el oficial de policía le permi tió q ue anotara el nro. de teléfono de su madre, y que l uego se llevaron a la madre de l os niños y “a un muchacho joven”. Seguidamente (fs. 1051/vta.) se encuentra agregada declaración prestada por J ulio Andrada - marido de Amelia Á lvarez-, quien refiri ó que “…a medi ados del año 1976, una noche. siendo aproxi madamente las 0 horas llamaron a la puerta de su domi cilio. Que quienes llamaban aludieron ser miembros de la fuerza de seguridad […] pudo advertir a dos personas, una vestida de civil y cree que no estaba armado y otra cree co n atuendo poli cial de «fajina». Que los mismos le pedían que cuidaran a t res chicos «mientras se arregla esto» 324 Poder Judicial de la Nación […] pudo observar que dichas personas se llevaban a dos mujeres jóvenes…”. Aclaró que una de ellas le pidió a su esposa que llamara a su madre para que cuidara de sus tres hijos. Que a raíz de ello llamaron al número de teléfono dado por la nombrada y una hora y medi a más tarde se presentaron una señora de edad y un joven que prestaba barba en su rostro, que tomaron a los niños y se retiraron del l ugar. Se encuentra a fs. 1069/79 copia del testimonio aportado por Mercedes María Alicia Borra de Marnich, quien relató q ue fue detenida y trasladada a l o q ue sería el centro de detención “Vesubio”. Que en este sitio, en una oportunidad llegaron unas once chicas que presentaban signos de no haberse higienizado. Que una de las chicas que identificó fue Silvia Cristina Navajas de Santucho, que estaba embarazada de dos meses y le manifestó ser la cuñada del cabecilla del ERP, que “había sido muerto unos días antes”. En el listado que se agregó segui damente a dicha declaraci ón y que da cuenta de personas que habrían estado detenidas en forma clandestina en “La Perla” u otros Pozos -listado confeccionado por Carlos Alberto Pussetto-Aparece entre otros, el nombre “Elmina Santucho” como una de las personas que all í habría sido detenida. A fs. 1095/1108 se encuentra glosado un escri to de Nel son Eduardo Deán, circunstancias realizado en que él en y Estocol mo, Ana Inés Suecia. Quadros Deán fueron describe detenidos las y mantenidos en cauti verio en el centro cl andestino de detención “Orletti”; las torturas a l as que fue someti do, expl icando que f ue desnudado, que le fueron arrojados baldes de agua, como que se le aplicaron descargas eléctricas en el cuerpo mediante la colocación de un cable q ue rodeaba su cintura, tórax y tobil los. Refiri ó que allí se encontraban oficiales del ejército uruguayo, que algunos de ell os decían pertenecer a un grupo llamado OCOA, a la vez que había tambi én oficiales argentinos. Nombró a algunos de los compañeros que vio o supo que estaban en Orletti, a saber: Ana María Salvo, uruguaya de 25 años, detenida en casa de su hermano Ernesto Salvo, quien fue salvajemente torturada. También nombró a Margarita Michelini, Raúl Altuna, Ana Inés Quadros, Sara Rita Méndez, Elba Rama, Raquel Noguei ra, Mónica Soliño, Cecili a Gayoso Jáuregui, Alicia Cadenas y Ari el Soto ( detenidos en el domicili o de Ern esto Salvo), Eli zabeth Pérez Lutz, Jorge Gonzál ez Cardozo, Marta Petrides, Víctor Lubián, Asilú Maseiro, Edelweiss Zahn de Andrés, León Duarte Luján y Sergio López Burgos (detenidos juntos), Enrique Rodríguez Larreta (padre e hijo), y Gastón 325 Zina. Con todos el los dijo haber permanecido aproximadamente unos quince días. Agregó que cuan do fue trasladado de ese lugar, permanecían allí Gerardo Gatti, León Duarte, Hugo Méndez, Manuela Santucho y su cuñada Cristina. También descri bió haber visto cuando lo asesinaron a Carlos Santucho; y haber presenciado también el momento en el cual Manuela Santucho f ue obligada a leer l a crónica que daba cuenta de la muerte de su hermano Roberto. Relató que el día 19 de juli o, como Carlos Santucho deliraba lo sumergieron en un tanque de agua y l o ahogaron, que luego lo tiraron arriba de una camioneta y que ese mismo día les dijeron que había muerto Roberto Santucho, hermano de Carlos, y que también había muerto un Capitán del Ejército y responsabil izaban de ello a la familia Santucho. Luego rel ató que el 26 de julio de 1976 fueron trasladados a Uruguay en un avión, atados con alambres en sus manos y con leuco en sus ojos. Deán prestó declaración testimonial a fs. 1583/4 y en tal ocasión refi rió que luego de ser detenido e introducido en un automóvil , transcurrieron unos treinta o treinta y ci nco minutos hasta q ue se abri ó una puerta metálica e in gresó la cami oneta en la cual estaba al lugar. Que lo torturaron tanto uruguayos como argentinos, que dos de las personas que lo detuvieron eran Si lveyra y Cordero, ofi ciales del ejército uruguayo. Que con respecto a l os argentinos que lo detuvi eron en el bar, no pudo identificar dato al guno. Relató el episodio en el cual lo mataron a Carlos Santucho, dij o precisamente q ue a “…Carlos que estab a afectado de la mente a raíz de las torturas […] lo introdujeron en un tacho de agua hasta que murió. Que luego lo subieron en una camioneta y se lo llevaron al cadáver”. Señaló q ue entre los militares uruguayos pudo identificar al Mayor Gavazzo, como a Cordero, Silveyra, y Campos Hermi da. Agregó que cuando los trasladaron a Uruguay les pusieron “Leuco” y que como él posee asma crónica les dijo que si le tapaban la boca no podría respi rar, que ante eso, una persona a q uien pudo ver bi en y luego reconoci ó por fotos, le dij o que si se comprometía a no gritar, no le pon ían. Aseguró esa persona era Paladi no; que de los argentinos sólo pudo identificar a Paladino. Agregó q ue a uno de los argen tinos le decían “Jovato”, y que éste era el q ue mandaba durante su cautiveri o, que éste poseía voz ronca y un día se le acercó para hablarle de sus simpatía con las ideas nazis; que éste tenía entre cuarenta y cinco y cincuenta años, que era corpulento y ten ía pelo entrecano y bigote. Que en Uruguay volvió a ver a otros argentinos, 326 Poder Judicial de la Nación uno al que llamaban Paqui, y otro Pajarovich. En tal exposición, volvi ó a nombrar a las personas que estuvieron detenidas en “Orletti”, y entre ellas a Ariel Soto, Mónica Montedónico, Gatti y Hugo Méndez. De igual forma -fs. 1101/8- obra un escrito confecci onado por Víctor Lubi án, en el cual expuso q ue fue detenido el día 15 de julio de 1976 por quince hombres armados, vesti dos con ropas de calle, y luego fue trasladado a un siti o, en el cual se le hizo subi r una escalera hasta el primer piso, en don de fue severamente torturado medi ante l a aplicaci ón de picana eléctri ca, gol pes de puño, y bal dazos de agua fría. Que el lugar era llamado “El Jardín” y era una base de operaci ones de l os comandos argentinos- uruguayos. Menciona en su escrito a varias de las personas q ue estaban al ojadas en dicho lugar. Lubián mencionó q ue en el centro estaban los Santuch o; también describió cuando se ef ectuó el traslado de los detenidos a Uruguay, a la vez que dijo que cuando ello se produce, quedaban en “Orletti” Manuela Santucho y Cristina Navajas, como tambi én Gatti, Duarte y Hugo Méndez. A fs. 1110 se encuentra agregada copia del legajo de Man uela Santucho, en el cual surge que la nombrada, nacida el 23 de septiembre de 1940, de profesión abogada, trabajaba a la época de los hechos en un estudio jurídico. Allí surge que en principio fue detenido Carlos Santucho, luego fueron al domi cilio de Warnes y secuestraron a Manuel a y a Cristina, y que l uego las dos nombradas habrían sido trasladadas a la “Cacha”. A fs. 1114/5 se encuentra agregado copia de testimonio de Rodríguez Larreta. Asimismo, se encuentra el testimoni o de Adriana Calvo de Laborde (fs. 1116/0), quien expuso que en el Pozo de Banfield se encontraban -entre otras detenidas- Man uela Santucho, Cristina Navajas y Alicia Dambra. En su testimonio mencionó la nombrada “…[ t]res chi cas que estaban detenidas desde julio de 1976. Procedían de otros organismos de Capital. Habían sido detenidas en Capital e interrogadas y torturadas en diferentes lugares y luego trasladadas allí. Todo hace pensar que Banfield era un depósito transitorio para varios organismos. Fueron trasladadas el 25/4. Alicia D’ambra es: flaca, morocha, pelo corto, 26 años, estat ura mediana”. Seguidamente a tales actuaciones (fs. 1126/33) se hallan copias de las actuaci ones de Cri stina Navajas. Eduardo Alfredo Ruffo prestó declaración indagatoria a fs. 1145 y 1180, en la primera oportunidad hizo uso de su derecho de abstenerse a declarar, mientras que en la segunda, refiri ó que entre l os 327 años 1970 a 1978 se desempeñó como personal orgánico de un organismo de inteligencia, y todas las tareas que efectuó f ueron recibien do órdenes de superiores, que dicho organismo nun ca fue operativo, sino que fue informativo, y agregó que a raíz del compromiso asumi do al ingresar a dicho organismo, no puede contestar ninguna pregunta ya que ello sería contrario a la lealtad que le merecen sus superiores. A fs. 1178 obra acta labrada a raíz del reconocimiento en rueda llevado a cabo por parte de El sa Martínez sobre Eduardo Ruf fo, acto en el cual efecti vamente l a nombrada reconoció al nombrado. Recordemos q ue a fs. 383/4 vta. en su declaración testi mon ial, la nombrada dijo que entre los sujetos que detuvieron a su nuera Graciela Vidaill ac de Morales, se encontraban Ruffo y Gordon. También obra a fs. 1179 acta del reconocimiento ef ectuado por la nombrada Vidaill ac, en el cual reconoce a Ruffo. Posteri ormente el Tribunal dispuso req uerir a Gendarmería si en el año 1976 prestaba servicios un Comandante de apelli do Remy y se dispuso recibi r declaración informativa a Guillermo Ramírez. A fs. 1195 obran actuaciones relativas a Cristina Silvia Navaj as de Santuch o, en donde surge que la misma fue retirada del domicilio de su cuñada Manuela, por una comi sión de personas pertenecientes a fuerzas de seguridad. Obran también - fs. 1212/vta. y 1217- declaraciones testimoniales prestadas por Nélida Cri stina Gómez de Navajas, quien refiri ó que según surge de testimoni os recogidos por Rodríguez Larreta, su hija Cristina Silvia habría sido detenida en Orletti y trasladada en fecha 24 de juli o de 1976 a un lugar denominado “Pozo de Banfield”. Agregó saber que su hija fue severamente torturada, y que presentaba un avanzado estado de gravidez. En la presentación que obra agregada a fs. 1462/3 vta. J orge Manuel Baños refi ri ó que entre agosto y septiembre de 1985 tuvo contacto en la ciudad de Ginebra, Sui za, con Luis Alberto Martínez y Rubén Osval do Bufano, que el primero refirió que en el año 1975 conoció a A níbal Gordon, a quien luego vi o en lo que se conocía como “la base de la SIDE” o el garaje de Floresta, que era el asiento de Gordon, sitio que éste usaba para el alojamiento de detenidos. Que en este sitio conoció a Eduardo Ruffo y a Raúl Guglielminetti . Que este últi mo, junto al declarante Luis Alberto Martínez, integraron el llamado “Grupo de Tareas 1". Que Gugliel minetti era llamado Capitán Guastavino y que era hombre de confianza absoluta de Otto Paladino, como de los ex coronel es Ferro y Rual des. Agregó q ue este 328 Poder Judicial de la Nación grupo era también integrado por el Mayor del Ejército A. Rojas y el Teniente Omar Cabrera, y -entre otros- por un hermano de este último de nombre supuesto Caballero. Dijo que la última vez que vio a Gugliel minetti fue en el año 1979 cuando el mismo le dij o que se iba a Estados Unidos. Obra a fs. 1464 copi a de un recorte periodístico en el cual surge que tanto Lui s Alberto Martínez, como Bufano, mientras se encontraban en Ginebra, Suiza, habrían confesado haber torturado a presos pol íticos durante el llamado “Proceso” - publicación aportada por Jorge Manuel Baños, fs. 1465-. A fs. 1472/4 vta. obra recorte del testi monio brindado por el agente de Policía Federal Juan Antonio del Cerro ante el Juez Miguel Pons, donde se refi rió a los asientos de l os distintos Grupos de Tareas, y preci só que algunos de ellos -los Grupos 5, 6 y 7- operaban en los asientos de la SIDE. Baños también se presentó a fs. 1475/84 y requi rió la detenci ón de los uruguayos Gavazzo, Cordero, y Sil veira. Raquel María Nogueira Paullier declaró como testigo a fs. 1498/9, dijo q ue al rededor de las 4 de la mañana del 14 de j ul io de 1976, se hicieron presentes en su domicilio de calle Martínez 1480 de Capital Federal, unas quince personas vesti das de civil, las que portaban armas. Que l a pusieron contra una pared, la encapucharon con la funda de una almohada, y luego l a subieron a una camioneta, la cual se detuvo en otro lugar en donde fue subida una pareja, y luego de aproxi madamente media hora de viaje, llegaron a un sitio que poseía una cortina metálica. Que allí le hicieron subi r una escalera de madera y que una vez arriba, le sacaron la capucha y observó en una pared una foto de Hitler y una lista de personas. Que la persona que comenzó a interrogarla era Manuel Cordero. Que le aplicaron picana y que mientras la sometían a torturas su marido era llevado a que presencie las mismas; que en determinado momento le preguntaron si q uería ver a Gerardo Gatti, a l o que dijo que no. Que en cierta oportunidad vio a Man uela Santucho colgada del “gancho” en el cual eran torturados. Que allí estaban León Duarte, Ana Salvo, Margarita Michelini, Elizabeth Pérez Lutz, Ana In és Quadros, Alicia Cadenas, Ariel Soto, Raúl Altuna, Gastón Zina, Jorge González, Sara Méndez, Marta Petrides, Víctor Lubián, Edelweiss Zahn , Asilú Maseiro, y José Díaz. Que Sara Méndez preguntaba siempre por su hijo. Que a todos les pusieron “leucoplast” en la boca y en los ojos, les ajustaron las esposas, y los subieron a un cami ón para su posterior traslado en un avión “Pluna”. Que 329 los trasladaron a Montevideo, y ya en tal ciudad l os llevaron a una casa cerca de la costa, en donde estuvo hasta agosto, que all í f ue interrogada por Cordero. Que en cuanto a l os represores, recordó q ue en “Orletti” había uno al cual le decían “Jovato”, y en diciembre, cuando ya estaba en otro sitio, pudo escuchar y ver a dos argenti nos que conversaban y que habían partici pado en el secuestro, y se trataba de uno al que llamaban “Paqui” y otro de apodo “Pajarovich”. Que Gavazzo fue otro de los represores que intervino en el hecho y que había dos uruguayos que también intervinieron: “Drácula” y “Daniel”; y también había otro sujeto de apodo “Pinocho”, que decía que había estado en Buenos A ires haciendo segui miento de uruguayos. Agregó por últi mo, que en “O rletti” estaba también Carlos Santucho, a quien mataron en tal siti o. Se encuentran agregadas copias de las declaraci ones prestadas por Juan Antonio del Cerro ante el Juzgado del Dr. Miguel Guillermo Pons -fs. 1500/8, 1514/22, 1523/36 y 1538/9-, oportunidad en la cual menci onó que a Raúl Gugliel minetti lo conoció como Rogelio Guastavino. En la declaraci ón que surge a fs. 1502/3, Del Cerro al ser preguntado sobre di versos temas, refi rió que a Eduardo Cruz alias Crámer lo conoci ó en la Di rección General de Inteligencia de Seguri dad Federal como Eduardo Grasso y estaba bajo l as órdenes del Comisario Inspector o Comisario Mayor Papalardo. También en tal oportunidad relacionó diversos nombres de agentes policiales con apodos, así el caso de Principal Tadei alias “El Cura”, Carlos Rol ón alias “Soler” -entre otros-. En la causa se le recibió decl araci ón informativa -art. 236, segundo párrafo del C.P.M.P.-A Guil lermo Ramírez Rodríguez, qui en refiri ó haber tomado conocimiento de que Rodríguez Larreta lo habría señalado como uno de los autores de su detención, y negó categóricamente tal hecho, como asi mismo negó haber estado en el centro de detención denominado “Orlett i”. Negó conocer al hijo de Rodríguez Larreta y a Raquel Noguei ra P aullier, ni a ninguna de las person as que se l e nombraron y que habrían estado en el centro de detención citado. A pedido de la querella representada por el Dr. Jorge Manuel Baños, se dispuso ll amar a prestar declaración informativa -art. 236, IIda. parte del C.P.M.P. a Juan Antonio del Cerro (fs. 1564). También a fs. 1567 se dispuso convocar a prestar declaraci ón testimonial a Sergi o López Burgos, Eduardo Deán, Alicia Cadenas y J ulio Barboza. Obra otro recorte peri odístico a fs. 1569/71 en el cual se menciona al mayor Hugo Campos Hermida, como uno de los responsabl es 330 Poder Judicial de la Nación de la tortura y asesi nato de personas alojadas en “Orletti”. A fs. 1574 se encuentra agregada acta de reconocimiento en rueda practicada por Marta Bianchi sobre Aníbal Gordon, en la cual efectivamente recon oce al nombrado; de igual forma obra a f s. 1575 acta de igual medi da en l a cual Gordon fue reconocido por el testi go Luis Brandoni. Seguidamente -fs. 1576/vta.- obra decl aración testi monial de Brandoni, en la cual refirió q ue luego de ser interrogado por Gordon, éste le dijo que debía festejar ese día como un nuevo cumpleaños, ya que “…sin costo alguno para ell os el dicente podía aparecer en un zanjón […] que les quedaba debiendo la vida”. Que l uego f ue introducido junto a su mujer y a María del Carmen Ottonell o en un automóvil Torino, que dicho auto era manejado por Gordon y que escuchó que éste se comunicaba por radi o para no ser interceptado, lo que l uego supo que era pedir “área liberada”. A fs. 1591/2 obra declaración testi monial prestada por el soldado Juli o César Barboza. Refiri ó que “…desde el mes de abril de 1976 se desempeñó como soldado del servicio de Información de defensa de Uruguay, que dependía directamente de la Junta de Comandantes en jefe. Que aproximadamente en julio o agosto de 1976, le encomiendan al dicente hacer guardi a en un centro clandestino de detención, lugar donde pudo ver a determinadas personas que fueron identificadas como Enrique Rodríguez Larreta padre, su hijo Sara Méndez, Eduardo Deán, Ana Q uadros, una hija de Michelini y no recuerda más nombres pero sí que eran unas veinte personas”; agregó que all í se enteró por comentarios de otros soldados, que dichas personas habían sido trasladadas desde Buenos Ai res. Que luego de un par de semanas las personas son trasladadas a otro centro clandestino, ubicado en Boulevard Artigas esquina Pal mar; que se falsificaron documentos de las personas detenidas, con fotos de soldados del SID y alquilaron un chalet “Susi” en el balneario Shangri-La. Que en el mes de octubre se ef ectuaron las supuestas detenciones de dichas personas, y que se hizo correr l a notici a de que éstas habían tratado de i nvadir Uruguay, que estas personas pertenecían al Partido para la Victoria del Pueblo. Agregó saber q ue estuvieron en Buenos Aires para esa época los siguientes mili tares uruguayos: José Ricardo Arab, el Capitán Casas ali as “El Alemán”. Que también por comentarios de otros soldados supo que venían a Buenos Aires Gavazzo y Cordero. Que también escuchó que h ubo al gunas personas “de tropa” en Buenos Aires, que estos eran el Cabo Chinette alias Pinocho, el Sargento Velázq uez alias “el Viejo”, Sargento Ferreyra al ias “El negro”, Juli o Casco ali as el “Ciego” o “Tuerto”; cabo Ernesto Soca al ias “Drácula”; Ramón Díaz alias “Boquiña”. Asimismo, 331 describi ó cómo era l a estructura del Servicio de Inteli gencia de U ruguay. Nombró tambi én a otros agentes que actuaron en el SID, pero de los cuales dijo no constarle su estadía en Buenos Aires. Que la clave para referirse entre ellos delante de los detenidos, era primero el nro. del departamento, el tres, en centena y luego el nro. de acuerdo al orden jerárq uico que ocupaban allí. por ejemplo, Rodríguez era 301, Gavazzo 302. Que visitaba asiduamente el departamento, a Gavazzo, Oscar 1 que era el Mayor Ernesto Rama, alias Tordillo, Jefe del OCOA (Órgano Coordinador de Operaci ones Antisubversivas). A fs. 1598/1611 obran copi as de decl araciones indagatori as prestadas por Ethel Beatriz Leache, q uien refiri ó que comenzó a trabajar en el año 1982 en la agencia Magister, que luego comen zó su relación sentimental con Eduardo Ruffo, que al n ombrado en la subversión le decían “zapato”. Que éste l e dijo q ue por decisión de Aníbal Gordon, secuestrarían a Kelly y que Otto Paladino había dado el visto bueno sobre ello. Que en ello habían intervenido los n ombrados, más Marcelo Gordon, César Alejandro Enciso y Leonardo Miguel o Mi guel Leonardo Save. Aclaró que Ruffo en un momento le propuso vivir con él, que alquilaron el departamento de call e Junín 1266, piso 5to E de Capi tal Federal Juan Antonio del Cerro prestó declaración informativa a f s. 1622/vta., ocasión en la que menci onó q ue el Grupo de Tareas cinco, ten ía su sede en la SIDE, q ue sus estructuras estaban compuestas por personal de diversas fuerzas. Que en el año 1976 Ruf fo trabajaba para Aníbal Gordon. Negó haber estado en “Automotores Orletti”. A fs. 1647/8 obra escrito presentado por Jorge Man uel Baños, quien citó los dich os de Bertazzo a f in de resaltar que en “Orletti” estuvi eron alojados Marcelo Gel man, su señora María Cl audia García y la hermana del nombrado, la cual era deficiente mental y f ue liberada. José Luis Bertazzo prestó declaraci ón testi monial a fs. 1671/vta. y dijo que a Marcel o Gelman lo vi o aproximadamente el 24 de agosto de 1976 en el lugar en donde estuvo secuestrado. Que también vio allí a la esposa de Gelman y que Marcelo le comentó que también estaba allí su hermana. Que Marcelo Gel man le comentó que estaba allí porq ue una ex novia suya había dado su nombre, y q ue ésta estaba all í secuestrada. Agregó que la esposa de Gelman estaba embarazada. Que a Gelman l o torturaron con pi cana eléctrica y lo col garon con las manos esposadas atrás. Que a la esposa del mismo la trasladaron junto con las otras muj eres, y q ue a Marcel o lo trasl adaron unos di ez días antes de que 332 Poder Judicial de la Nación lo liberasen a él. Que a Efraín Villa lo llevaron a Orletti unos diez días después a que fue él. Que lo habían detenido en Bolivi a y lo habían entregado en la frontera. Que el nombrado había si do trasladado junto con otra chica bolivi ana. Que a Villa l o trasl adaron de ese l ugar el mismo día en que l o hicieron respecto de Marcelo Gelman. A fs. 1672 surge que a Bertazzo le exhibieron fotograf ías y reconoció en ella a Villa. Luis Roberto Remy prestó declaraci ón informativa a fs. 1674/vta., en tal oportunidad se le preguntó acerca de su conocimiento de la detención en Bol ivia de Efraín Villa, Graciela Rutila y su hija Carla, refiriendo el nombrado que en agosto de 1976 estaba destinado en el Escuadrón nro. 21 de Gendarmería Naci onal, sito en La Qui aca; pero que no recibió a ninguno de los nombrados. Refiri ó asimi smo desconocer a Villa, a Rutila, a su hija Carla, como asimismo a Gordon, Paladino o a Ruffo. A fs. 1694 obra resolución mediante la cual se decidió recibi r declaración indagatoria a los Mayores José Nino Gavazzo, Manuel Cordero, Jorge Sil veira y Hugo Campos Hermi da, y dejar sin efecto la orden de captura de Amauri Prantl, Ernesto Rama, Ricardo Medi na y Enrique Martínez. Luis Alberto Martínez y Rubén Osvaldo Bufano prestaron declaración testimonial a fs. 1705 y 1706, y se negaron a decl arar amparándose en la garantía prevista en el artículo 18 de la C.N. En fecha 25 de agosto de 1986 se dictó la prisi ón preventiva de Eduardo Ruffo -fs. 1718 por ser encontrado prima facie responsable -como partíci pe primario- en los secuestros de Graciela Vidaillac, José Morales, Luis Alberto Morales, Nidia Sanz, Washi ngton Pérez Rossini, Sergi o López Burgos, y Gerardo Gatti, como así las torturas a las q ue fueron someti dos Vidaillac y López Burgos, hechos ocurri dos en junio, j ulio y noviembre de 1976. A fs. 1724 se ordenó la realizaci ón de un estudi o hematológico respecto de Nélida Cristina Gómez de Navajas, Jorge Navajas, Francisco R. Santucho, Camilo Mariano Santucho y Miguel Hernán Santucho. A fs. 1727/vta. se declaró la competenci a para entender en l o relativo a Gavazzo, Cordero, Campos Hermida y Silvei ra; habiéndose luego decretado la pri sión preventiva de los nombrados en orden al delito prescripto por el art. 142 del C.P. en cuanto a los hechos de l os que fueron víctimas: En rique Rodríguez Larreta (padre e hijo), Raquel Noguei ra, Michelini, Altuna, Duarte, Gatti , Hugo Méndez, Sara Mén dez, Maceiro, Deán, Quadros, López Burgos, Ana Salvo, Galloso, Soto, Cadena, Pérez 333 Rossini, Laura Anzaloni, Zina, González Cardozo, Zahn y Víctor Lubián (fs. 1728/31). A raíz de ell o, se libró exhorto al Juez en lo penal en turno de Montevideo, Repúbl ica Oriental del Uruguay, solicitándose la extradici ón de los cuatro nombrados A fs. 1792/1815 obran actuaci ones relaci onadas a una acción de hábeas corpus presen tada a favor de Marcelo Ariel Gelman, en fecha 22 de mayo de 1979, y el cual f ue rechazado el 2 de j ulio del mi smo año. Surge a fs. 1839 vta. un informe proporcionado por la Excma. Cámara Naci onal de Apelaciones en lo Criminal y Correcci onal Federal, en el cual se informa que los hechos relativos a Marcelo Gel man y María Claudi a García Irureta de Gel man, no se hallan incluidos en la causa n ro. 13 que tramita ante ese Tribunal . A fs. 2001/11 se encuentran glosadas copias de actuacion es formadas a raíz del hábeas corpus interpuesto por Octavi o Carsen y Elena C. Moreno a favor de José Morales, el cual fue rechazado el 21 de junio de 1984. A fs. 2015 se declaró la incompetencia del Juzgado Nacional de Instrucción nro. 10, entonces a cargo del Dr. Pierini, en la causa en la cual se investi gara la pri vación de la libertad de José Morales y se remi tió al Juzgado Penal en turno de Lomas de Zamora; la cual finalmente fue remiti da a este Juzgado Nacional en l o Cri minal y Correccional Federal nro. 3 y acumulada a los autos citados. En tales actuaci ones surge declaración testimonial -prestada ante Policía de la P rovincia-, de Elena Carmen Moreno, quien a fs. 2025 refiri ó que en cierta oportunidad se presentó en su estudio jurídico una persona de nombre Elsa Morales, qui en le solicitó la presentación de un hábeas corpus a favor de su esposo José Morales. A fs. 2071 se di spon e recibi r declaración indagatoria a Osval do Forese. Por otro lado, obran agregadas copias de la causa “Pons, Miguel Guill ermo s/ su denuncia”. En fecha 13 de marzo de 1987 las actuaci ones son acumuladas a la causa nro. 450 que tramitara ante l a Excma. Cámara Nacional en lo Criminal y Correcci onal Federal , por guardar íntima vinculación con los hechos allí ventilados. A fs. 2122/5 obran copias del legajo de l a CONADEP formado respecto de Graciela Elsa Vergara, en las cuales expuso que al ser detenida, fue trasladada en un vehícul o hasta un centro clandestin o de detención, 334 Poder Judicial de la Nación que al llegar all í, escuchó que se levantaba una cortina metálica, y relató que fue someti da a torturas con picana eléctrica, que se escuchaban niños jugando. Que el 5 de octubre de 1976 l e informan que sería liberada, y al salir, vol vió a escuchar el rui do de la cortina metáli ca. Agregó haber permanecida detenida 24 horas. Asimismo, obra a f s. 2132/65 la causa nro. 8790 caratulada “Homicidio Santucho, Carlos Hiber” en la cual surge acta de fecha 19 de juli o de 1976, en calle Pri ngles entre Caseros y Garay y aproxi madamente a las 15:15 horas, en un terreno bal dío, se encontró un cadáver, el cual vestía un pantalón que en uno de los bolsill os poseía una cédula de policía federal a nombre de Carlos H iber Santucho, el cual según examinación médica (fs. 2144 vta.) habría fall ecido unas 20 horas antes, por traumatismo de cráneo. A fs. 2148 obra certi ficado de def unción del nombrado Carl os Santucho, donde consta su muerte como ocurri da el 19 de julio de 1976 a las 15 hs. Obran a fs. 2150/4 fotograf ías del nombrado. Así también, se encuentran agregadas a fs. 2179/83 copias de declaraciones recepcionadas en el marco de la causa 5145 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correcci onal Federal nro. 4. Así, surge declaración testimon ial de Héctor Osval do Vásquez, en la cual refiri ó que era hombre de confianza de Aníbal Gordon, quien era Jefe de contrainteli gencia de la SIDE. Que durante 1973 y en la dictadura militar, le entregaba a Gordon información de los grupos subversivos. Nora Eva Gelman Schubaroff prestó declaración testi monial a fs. 2185/6 vta., oportunidad en la cual dijo que a fines del mes de j ulio de 1976 o principios de agosto, se domiciliaba con su madre en calle Medrano 1015, pi so 2do “D” de Capi tal Federal. Que un día viernes, se presentaron en su domicili o cuatro personas de sexo masculino, que la hi cieron subir a su departamento junto con su novi o y “…mientras la encañonaban con un arma de fuego revisaron toda la casa…”. Que l uego ella y su novio fueron trasladados hacia la casa de su hermano Marcelo Gelman, en donde dichas personas detuvieron a éste y a su esposa embarazada. Posteriormente, los cuatro, es deci r la declarante, su novi o Luis Edgardo Peredo, Marcelo Gelman y la esposa de éste, fueron trasl adados hacia un l ugar desde el cual se escuchaba el paso de un tren. Que al ll egar al inmuebl e descendieron del vehícul o y l os hicieron subi r por una escalera de madera, que previo a ello estuvi eron en un l ugar q ue era amplio y frío y q ue poseía piso de piedra. Que su novio le contó que tanto él como su hermano Marcelo f ueron colgados de l os pi es y que los sumergían en un recipi ente con agua haciéndoles “el sub marino”. Que l uego de su detención se enteró q ue 335 también a los nombrados les aplicaron picana. Agregó en cuanto a las personas que la detuvieron, q ue en cierta oportunidad se escuchó el nombre Chamorro como de una de las personas que estaba en el centro de detención. Dijo que estuvo detenida unos cuatro días y que su novi o fue liberado junto a ella. Que respecto de su hermano y su cuñada, permanecen desapareci dos. En fecha 22 de agosto de 1990 -fs. 2188 vta.- se remitieron l as actuaci ones a la Excma. Cámara, en virtud de encontrarse los autos acumulados a l a causa nro. 13/84. A fs. 2206/16 se hal la agregada copia de la resol ución dictada en fecha 23 de junio de 1987 por la Excma. Cámara Nacional en lo Criminal y Correcci onal Federal, en la cual se declaró comprendi dos en el art. 1, primer párraf o de l a ley 23.521 a Jorge Raúl Crespi, Pedro Durán Sáenz, Franco Luque, Antonio Minicucci, Omar Aguilera, Roberto Fiorucci, Athos Reta, Carl os Reinhardt, Néstor Cenizo, J osé Néstor Maidana, Juan Antonio Del Cerro, Aníbal Gordon, Eduardo A . Ruffo, Raúl Gugli elminetti, Juli o Simón, Pedro Godoy, Eduardo Ángel Cruz, Carlos Augusto Rol ón, y Osvaldo Forese; por lo cual se dejó sin efecto el procesamiento dictado respecto de l os nombrados. Por otra parte el Poder Ejecutivo Nacional en fecha 6 de octubre de 1989 decretó el indul to de José Nino Gavazzo, Jorge Silvei ra, Manuel Cordero y Hugo Campos Hermida -Decreto nro. 1003, fs. 2131/45 y 2150/63-. En función de ello, en fecha 2 de marzo de 1993 se resolvió declarar extinguida la acción penal respecto de José Gavazzo, Manuel Cordero, Jorge Silveira y H ugo Campos Hermi da; y en consecuencia sobreseer parcial y definitivamente la causa respecto a los nombrados. b) El Sumario Militar nro. 417 El sumari o 417, n ro. 0035 del Ejército Argentino tiene por objeto procesal el análisis de la intervención de personal del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 de Córdoba, en el secuestro extorsivo de Pedro León Zaval ía, un agente de bolsa argentino, q uien fue secuestrado el 14 de j unio de 1977. Este sumari o resulta de interés, porque en su marco, se han recibido gran cantidad de testi monios que reflejan cuál era l a organizaci ón de la Secretaría de Informaciones del Estado -SIDE- durante el año 1976 - en el cual habría funci onado el centro clan destino de detención “Automotores Orletti”-, quiénes se encontraban a 336 cargo de sus Departamentos y Poder Judicial de la Nación Divisiones, como asimismo las funcion es que poseía en ese entonces la División Operaciones Tácticas 18 -OT 18-, la cual, como ya se ha asentado, guardaba íntima conexión con los hechos acaecidos en el centro clandestino de detención “Automotores Orletti”, a tal punto que aq uélla nació y expi ró (en su existencia burocrática) junto con éste. Concretamente, la conexión de este sumario con la presente causa existe en la medida en que Aníbal Gordon, habría sido autor del secuestro de Pedro Zaval ía, y que a los efectos de alquil ar la quinta en la cual se mantuvo cautiva a la víctima, se habría contactado con personal militar de la citada base, ci rcunstancias que fueron objeto de investigaci ón en este sumari o militar. Según la declaraci ón testimonial de Zavalía, su secuestro se produjo el día 14 de junio de 1977; por otro lado, el 23 de j ulio de 1977 se efectuó el allanamiento de l a finca ubicada en el barrio Las Carolinas, a unos 200 metros al Norte del Cuartel del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 y a raíz de ello se detuvo a personas que se identificaron como miembros de la SIDE, y se dictó la captura de otras personas. Vale resal tar que, vinculados con este hecho -que por ci erto, no forma parte de la presente imputaci ón-, aparecen Aníbal Gordon, Honorio Martínez Ruiz alias “Pájaro” y la empleada de la SIDE Marta García Tezanos Pinto, mientras q ue se dictó la orden de captura de César Albarracín y de los hermanos Escobar, es deci r Rubén Héctor y Enrique Osvaldo (según testi monio de Juan Ramón Nieto Moreno). Sin perjuici o del detalle de los elementos de la causa que se realizará a continuación, vale destacar, a modo de síntesi s, que de los citados obrados, surge que durante el año 1976, se formó en el ámbito de la Secretaría del Informaciones del Estado, la Divisi ón que se denominó OT 18 y la cual contó con personal orgánico e inorgánico (contratado). Quien lideró tal grupo f ue Aníbal Gordon, y tal liderazgo l o habría ejercido más por el conocimiento que tenía de los integrantes del grupo, que por funciones que le f ueran conferi das por el citado Organismo. Surge que la OT 18, la cual tenía por primer Jefe a Marcos Calmon y por segundo Jefe a Eduardo Cabanillas, dependía a su vez de Operaciones Tácticas I, de la cual era J efe el Teniente Coronel Visuara y segundo jefe Washington Salvadores. Operaciones Tácticas I se encontraba dentro del Departamento III -Di rección Operaci ones Informaciones- , Direcci ón esta últi ma que se encontraba a cargo del Coronel Carlos Michel. Por otro lado, en la SIDE exi stían en tal año, al menos dos Direcci ones más, así Dirección II o Dirección de Inteligencia se encontraba a 337 cargo del Director Tepedino, y dentro del ámbi to de ésta funcionaba el Departamento de Cont rainteligencia, entonces a cargo de Nieto Moreno. También funcionaba en la Secretaría la Direcci ón I, en donde operaba la Divisi ón Operaciones Tácticas II, a cargo de Carl os Carrion. En cuanto a la OT 18, de la informaci ón que surge del sumari o, se deduce que se encontraba integrada por Aníbal Gordon, César Estanislao Albarracín, Rubén Escobar, Enrique Escobar, Marta Tezanos Pinto, Honorio Carl os Martínez Ruiz, Felipe Salvador Silva, César Enciso, Antonio Antich Mas, Ricardo Roberto Rico, J ulio Casan ovas, Eduardo Ruffo, Marcelo Sola, Juan Rodríguez, Horacio Ríos y J ulio Alberto Canaris. También vale l a pen a resal tar que, de l as piezas acumuladas, surge q ue en Operaciones Tácti cas I, prestaban tambi én servici os el Vicecomodoro Guill amondegui y Miguel Ángel Furci. En punto al contenido del sumario, podemos reseñar lo siguiente: Fue iniciado el 20 de agosto de 1977, a raíz de la presunta partici pación del Mayor de A rtillería D. Alberto Juan Hubbert, perteneciente al Grupo de Artill ería Aerotransportado 4, en el delito de secuestro extorsivo que tuviera por víctima al agente de bol sa Pedro León Zaval ía, en el cual también habría tenido intervención personal de la Secretaría de Inteligencia del Estado. Conforme ha sido explicado por Zavalía en su declaraci ón testimonial -fs. 80/2-, el 14 de junio de 1977 fue secuestrado y conducido a un galpón que poseía una entrada para vehícul os y q ue se hallaba fuera de la zona céntrica de Capital Federal . Que a la madrugada del día siguiente fue trasladado en un vehículo a la Provincia de Córdoba, y a la noche del 22 al 23 de juli o de 1977, f ue rodeada la casa en la cual se encontraba cautivo, l uego de lo cual f ue liberado. Efectivamente, el 23 de juli o de 1977 se efectuó el allanamiento de la finca ubicada en el barri o Las Carolin as, a unos 200 metros al Norte del Cuartel del Grupo de Artillería Aerotran sportado 4 de Córdoba. A raíz de ello, se detuvo a dos personas q ue se identificaron como miembros de l a SIDE, y se dictó la captura de otras tres. A fin de ilustrar tal es extremos, se describirán las piezas q ue han servido de prueba a los efectos de tener por acredi tada la responsabilidad de algunas de las personas que se encuentran imputadas en autos. Para comenzar, debe tenerse en cuenta que, en di cho sumari o, obran vari as declaraciones prestadas por personal del Grupo de Artillería 338 Poder Judicial de la Nación Aerotransportado 4, con asi ento en la provincia de Córdoba, como por personal que perteneciera a la Secretaría de Inteli gencia del Estado. Así, prestó declaración el Teniente Coronel Horaci o Oscar Lullo (fs. 1/7) quien refirió que aproximadamente en abril de 1976 se hizo presente en la sede del Grupo de Artill ería, personal de la Secretaría de Inteligencia del Estado a fin de transmitir sal udos del Teniente Coronel Nieto Moren o, Jefe de Contrainteligencia de la SIDE. Que el jefe del grupo de la SIDE se i denti ficó como Ezcurra, y que l uego se supo que se trataba de Aníbal (Gordon) o “El Viejo”. Que el personal de la SIDE refl ejó familiaridad con personal de la Fuerza y otras Fuerzas Armadas, y mencionaron como referencias al General Vil as, l os Generales Busaldo, Mujica, Paladino, Díaz Bessone, los Coroneles Terrile y Mitch el, y tal vez l o más relevante, indicaron como Jefes di rectos, al Teniente Coronel Visuara, el entonces Capi tán Calmon y el Capitán Cabanillas. Que el grupo que se constituyó en l a citaba Base mostró en todo momento corrección en su proceder y gran conoci mien to de la lucha contra la subversión , como de la acti vidad del Parti do Comunista, a la vez que evidenciaron un alto espíritu ofensivo en el accionar contra la subversión; y ante el lo se ll evó a cabo un a clase q ue f ue por él presidida. Lullo agregó que las personas de la SIDE que se constituyeron en el Grupo de Arti llería, se llamaban con apodos “Pájaro”, “Tordo Uno”, “Tordo dos”, “Yuyo” y “Cris”. Que el apodado “Pájaro” era conocido del Teniente Roa, de quien había sido compañero en el Col egio Militar. Que “Tordo Uno” era médico, mientras que “Tordo dos” era dentista. Agregó q ue cuando se ordenó el allanamiento de la finca sita en Las Carolinas (donde habían mantenido en cautiverio a la víctima del secuestro), el person al policial detuvo a uno de los sujetos q ue había dicho ser de la SIDE y que se apodaba “Pájaro”. Lullo también decl aró a fs. 24 y dijo que en cierta oportuni dad escuchó a uno de l os sujetos de la SIDE hablar con Ni eto Moreno, Jefe de Contrainteligencia de la SIDE, ocasi ón en la cual él también habló con el nombrado. Obran declaraci ones prestadas en el sumario por el Mayor Alberto Juan Hubert -fs. 8/12-, quien ref irió haber conocido al personal de la SIDE q ue prestó servicios a parti r del 24 de marzo de 1976. Que ello f ue así, debido a q ue los nombrados se habrían apersonado en dos grupos, en el Grupo de A rti llería. Que l os ci tados Grupos estaban también conformados por el Teniente Coronel Vi suara, quien estaba a cargo de los oficiales a los que h izo referencia y de quien era amigo. Agregó q ue, con 339 motivo de la despedida de los Ofi ciales de la Escuela de Guerra comisionados en la SIDE, concurrió a una cena en la cual estaban el Teniente Coronel Vi suara, el Mayor Salvadores, Mi tchel, Terrile, Paladino, más otros oficial es argentinos y uruguayos. Que entre los nombrados había un tal Aníbal Silva, a quien conoci ó, y que éste mostraba gran familiari dad con todos l os nombrados. Agregó haber desconocido los hechos il ícitos en los que fueran involucrados los n ombrados y dijo q ue l os mismos manifestaban conocer a personal militar y –nuevamente- que sus Jefes directos eran el Teniente Coronel Visuara, el entonces Capitán Calmon, y el Capitán Cabanillas. Que la hija del denominado Aníbal, era Secretaria Pri vada de Paladino. También se hall a agregada a fs. 91/6, declaración prestada por Hubert, en la cual refiri ó poseer conocimiento de que el almuerzo celebrado en mayo de 1977 ten ía por objeto la despedida del Capitán Calmon y del Capitán Cabanillas, ambos de la Escuela Superi or de Guerra, los cual es fueron Jefes orgánicos del Grupo liderado por Gordon. Agregó que conoció a “Ezcurra” (Gordon) en ocasión en que se llevara a cabo una cena de despedida de los Capitanes Cabanillas y Calmon, y q ue Ezcurra en esa oportunidad se hacía llamar “Silva” y que los variados nombres no le llamaron la atención dada la natural eza de las actividades que el mismo cumpl ía, motivo por el cual él tampoco pi dió explicaciones. Dijo también que, en cierta oportunidad, recibi ó un llamado del Teniente Coronel Nieto Moreno, en el cual éste pidi ó comunicarse con personal de la SIDE. Agregó que el Mayor -ex Capitán- Calmon y el Capitán Cabanillas fueron Jefes orgánicos del Grupo Gordon durante el año 1976. Que también en el citado grupo estaba una persona llamada “Musi” y otra con apodo “Aragón”. Surge otra declaraci ón de Hubert a fs. 562/4 vta., en la cual agregó tener conoci miento del compromiso q ue Gordon tuviera con el personal de la SIDE y en parti cular con Paladino, quien habría hecho ingresar a Gordon al citado organismo, y cuya hija se desempeñaba como secretaria privada del citado Paladin o en una empresa de seguri dad denominada “Magistra”. Eduardo Guillermo Degano prestó declaración a fs. 14/ 5, oportunidad en la que expuso que el grupo de la SIDE hacía todos sus contactos con Lullo y Hubert. Oscar Mari o Flamini , Capi tán de Artillería, prestó declaración a fs. 16/18, ocasi ón en la que dij o que, en cierta oportunidad, se presentó en el Grupo de Artil lería un sujeto de nombre Aníbal y apodado “El Viejo”. 340 Poder Judicial de la Nación Que cierta vez fue j unto al Teniente Coronel Lullo, el Mayor Hubert, y el Capitán Degano a almorzar a la q uinta alquilada por el personal de l a SIDE. Que el Teniente Roa reconoció entre el personal de la SIDE a un sujeto al cual apodaban “pájaro”. A fs. 31/5 obra copia de la declaración indagatoria prestada por Honorio Carl os Martínez Ruiz ante la Policía de la Provincia de Córdoba, ocasión en la que reconoci ó poseer el apodo “Pájaro”. Refirió que prestó servici os durante cinco años en la S.I.D.E. como agente efectivo, habiéndose retirado en el año 1974. Agregó conocer a Aníbal Gordon, quien también era apodado “Coronel Silva”, y quien había prestado servici os en la citada Secretaría. Manifestó que Gordon, a principios de ese año (1977) le sugi rió integrar un grupo operativo dependiente de la SIDE, actividad que aceptó, y pasó a prestar servicios en la base operativa sita en calle Pomar y Chiclana de Capital Federal. Que en dicho grupo actuaban unas quince personas q ue estaban a cargo de Gordon; que éste le dio una credencial de la Secretaría de Inteligencia del Estado, una cédul a de identidad de la Policía Federal, dos portaciones de armas, todo a nombre de Horacio Carlos Muñiz Ríos, nombre supuesto que utili zó -según dijo- en todas las acti vidades de la Secretaría. Agregó q ue, en cierta oportunidad, Gordon concurrió con “NN Payo” y tambi én con “Cri Cri” o “Pino”; que para el cobro del rescate, Rubén Escobar alias Escudero, le prestó a Gordon un automóvil Renault color marrón. Que las personas que integraban la casa operativa si ta en cal le Pomar eran: N. Ríos alias “Pino”, el Dr. Ricardo o Roberto Rico (médico), “Cric Cric”, “Payo”, “Tito Escobar” y su hermano Rubén, con ocidos ambos de los hermanos “Escudero”; “Gaona”, “Quino”, “Uto”, “Aragón”, “Pericles”, “Tato”, “Ví ctor Garcí a”, Julio Casanova Ferro o “Avelino”, Marcelo Sola, y una mujer perteneci ente a otra dependencia de la SIDE. Agregó que, luego de efectuar el secuestro de una persona - que sabemos a esta altura que era Pedro Zaval ía-, quienes lo cuidaron f ueron “Tato” y “Peri cles ”. Asimismo, Martínez Ruiz prestó declaración informativa a fs. 53/vta. -declaraci ón prestada el 5 de agosto de 1977- en la cual refi rió que al Mayor Hubert lo conoció en oportuni dad de cel ebrarse un almuerzo en la base de Chiclana y Pomar de Capital Federal, entre los meses de abril o mayo de 1977. Agregó que se trasl adó a Córdoba con Silva, quien se hacía llamar Ezcurra y otras diez personas, entre ellos dos agentes del FBI, de 341 procedencia estadounidense; y q ue en j unio de 1977 se volvi ó a trasladar a Córdoba, en esta oportunidad para hacer una investigaci ón en el caso Graiver. A fs. 37/43 obra copia de la declaraci ón informativa prestada por César Estanislao Albarracín, qui en manifestó que ingresó a la SIDE el 3 de junio de 1974. Que all í conoció a Aníbal Silva o Aníbal Gordon; que el grupo organizado para secuestrar a Zavalía estaba integrado por “Cri cri”, “Pino”, “Payo”, “Tat o”, “Julio”; “Tito Escudero“ o “Tito Burgos” (hermano de Rubén Escudero), Ri cardo Rico a quien le decían “El Tordo”; “Pericles”, que poseería apelli do “Silva”; Julio Canari s alias “El Cabezón” alias “Luna llena”, y Carlos Martínez Ruiz q uien es conocido como “El Pájaro”. Agregó que su apodo era “Aragón” o “Mármol”, a la vez que menci onó a Antonio Uto. Agregó que, en la base en la que operaban en el año 1977, se encontraba instalado el abonado nro. 922-4997, y que en una oportunidad llamó y fue atendi do por Gaona, que allí estaban tambi én los antes nombrados. A fs. 54/vta. se halla agregada declaración informati va prestada por Albarracín en fecha 5 de agosto de 1977, ocasi ón en la cual dijo que “Silva” era Aníbal Gordon y relató las veces que vio a Huber. Agregó que sabía que “Silva” o “Ezcurra” era un hombre de acción contra la guerrilla y que eso motivó que él se ponga a disposición incondicional del mismo. A fs. 44/47 vta., obra copi a de la declaración informativa prestada por Rubén Héctor Escobar, qui en refi rió q ue su apodo es “Rubén Escudero”, dijo desempeñarse en la SIDE desde aproxi madamente el año 1971. Que aproxi madamente en el año 1974 conoci ó a Silva, de qui en luego supo que se ll amaba Aníbal Gordon; que junto a éste llevó a cabo múl tiples operativos, que l uego Gordon fue nombrado Jefe de los no orgánicos de la SIDE, es deci r de l os empleados que no dependían ofici almente de la Secretaría. Que su Jefe di recto era el Teniente Coronel Visuara, Jefe del Departamento A-III- I., que cuando Gordon le solicita que trabaje para él , en un primer momento le dice que n o, y que l uego le dice q ue sí, pero que lo haría en forma cl andestina, es deci r, sin renunciar a la Secretaría, y q ue a parti r de ese momento pasó a desempeñarse en la casa operativa de las calles Pomar y Chicl ana de Capital Federal. Agregó que j unto a él se desempeñaban otras personas como Martínez Ruiz alias “Pájaro”, otra persona de apellido Aragón, el hermano 342 Poder Judicial de la Nación de él de nombre En rique Osval do Escobar alias “Tito”; “Payo”, “Gaona”, “Tato”, “Cri Cri”, “Kino”, “Nofi”, “El Tordo Ricardo”, “NN Uto”, “Pericles”, “Avelino” o Juli o y Marta Tezanos Pinto. A fs. 48/52 obra declaración informativa (en copia) prestada por Enrique Osvaldo Escobar, q uien refirió desempeñarse hace tres años en la SIDE, con el cargo de agente de call e C2 In. 13, y encontrarse en esa fecha desempeñándose como custodia del Secretari o. Agregó que prestó servici os en la dependencia de la SIDE denominada OT 18, una de las bases operativas con que contaba la Secretaría; que all í trabó rel ación con una persona a la cual conoció como “Silva”, el cual era encargado del personal “no orgánico” pero sí operativo. Que el nombrado era Jefe de un grupo de gente que operaba en Pomar y Chiclana, lugar donde concurre a principi os de mayo de 1977, si n conocimiento del Secretari o de Inteli gencia General Laillo. Asi mismo dij o que “Pájaro” era el apodo de Carlos Martínez Ruiz. A fs. 56 obra otra declaraci ón informati va de Enrique Osval do Escobar, en la cual refirió q ue el dinero de rescate que Gordon pedi ría por el secuestro extorsivo, éste lo quería apli car a la lucha contra la subversi ón y a montar un operativo Malvinas. Agregó que en la Secretaría de Inteligencia del Estado, su apodo era “Ti to” o “Ricardo Burgos”. Arturo Cornelio Granillo González, dueño de la vivien da alquilada por las personas de la SIDE, prestó declaración a f s. 75/77 vta., oportunidad en la cual refi rió que la casa fue alquilada por un sujeto que dijo ser Horacio Andrés Ríos -y q uien se identificó ante él- y otro sujeto que se identificó como “Capitán”; a la vez que hizo saber que conoci ó también a un tal Ezcurra. A fs. 78 obra copia del contrato de l ocación, en el cual consta que Granillo cedía en locación a Ríos la vivienda sita en calle San Cayetano y Dr. Luis Güemes del Barrio Resi denci a La Carolina, Pcia. de Córdoba. Allí, Ríos den unció domicilio real en cal le Bacacay 3245 de Capital Federal. A fs. 80 prestó decl aración testimonial la víctima Pedro León Zaval ía, oportunidad en la cual relató que f ue secuestrado el 14 de j unio de 1977, que f ue llevado a un gal pón sito en Capital Federal, que al día siguiente lo ll evaron a Córdoba, q ue una de las personas que lo manten ía cautivo se apodaba “Cacho”; obrando a f s. 87 acta de reconocimiento de la vivienda donde estuvo cauti vo en el Barrio Las Carolinas de la Provincia de Córdoba. A fs. 89 obra acta que da cuenta de la diligencia de confrontación o reconocimiento de voces y personal realizado por el testi go Zaval ía sobre la persona de Hubert, en la cual refirió sus dudas en cuanto a 343 la identificación de la voz del nombrado, sin perjui cio de l o cual, al verlo en forma personal, refirió q ue era una de las personas q ue f recuentaba la casa en la cual estaba cautivo, y que en cierta oportunidad lo vi o porq ue estaba mal tabi cado, agregando q ue al nombrado le decían “N egro”. El Mayor de Artillería Alberto Juan Hubert prestó declaración indagatoria a fs. 91, quien refiri ó que en dos oportunidades, se comunicó con la Unidad el Teniente Coronel Nieto Moreno, quien pedía hablar con alguna de las personas del grupo de la SIDE que allí estaban. Agregó que en cuanto a los integrantes del grupo que lideraba Gordon, uno se apodaba Aragón y había otro con apodo Musi , de profesión arquitecto. Obran también decl araciones de los testigos Oscar Horaci o Lullo (fs. 99/0) y Juan Carl os Emilio (101/vta.), quienes relataron el contacto q ue tuvieron con el nombrado “Silva” o Aníbal Gordon. Se encuentran agregadas a fs. 108/0 actuaciones rel acionadas con Aníbal Gordon, Honorio Carl os Martínez Ruiz alias “Pájaro”, César Estanislao Albarracín, Rubén Héctor Escobar, “NN alias Gaona” o “El Odontólogo”; “Kino”; “Cris Cris” o “Cri Cri”, “Pericles”, “Antonio Uto”, “Musi” o “Mursi”, quien podría ll amarse Marcelo Sola, En rique Osvaldo Escobar, Marta Susana Tezanos Pinto, “Payo”, Horaci o Andrés Ríos alias “Pino”, J ulio Canaris alias “Tato”, “Cabezón” o “Luna Ll ena”, y J ulio Casanova Ferro ali as “Avelino”, surgiendo de tal es actuaciones que muchos de los nombrados, eran empleados de l a SIDE. A fs. 146/8 vta. obra decl araci ón testimonial de Eduardo Rodolfo Cabanillas, en la cual refi rió haber prestado servicios en la Secretaría de Informaciones del Estado durante el curso del año 1976, q ue lo hizo en l a depen dencia identificada como OT 18, l a cual dependía de otra i dentificada como OT 1, cuyo Jefe era el Teniente Coronel Visuara, y agregó que prestó servicios desde mediados de 1976 hasta di ciembre de ese mismo año. Que antes de sali r de licencia ordinari a, hecho que ocurrió el 26 de diciembre de 1976, fue objeto de una despedida, en la cual también se despi dió a Paladino, Jefe de la SIDE, y al Capitán Calmon, destinado a la OT 18. Que la despedida se llevó a cabo en un carri to de l a costanera llamado “Los Años locos”, y que allí estuvieron presentes el Teniente Coronel Visuara, Teniente Coronel Ni eto Moreno, Jefe del Servici o de Contrainteligencia de la SIDE; el Capitán Calmon, Paladino, como Oficiales del Ejército Uruguayo y chileno que estaban “en Comisión ” en la SIDE, como personal civil contratado y personal orgánico de la SIDE, y q ue 344 Poder Judicial de la Nación cumpl ían tareas en l a OT 18, a quienes conocía por l os nombres de guerra: “Caqui”, “Aníbal”, “Gallego”, “Zapat o”, “Cornalito”, “Puma”, “León”, “Pájaro” o “Rondín” -entre otros- . Que también había gen te de Policía Federal que prestaba sus servicios en la SIDE. Que en cuanto a Aníbal, se trataba de Aníbal Gordon. Que Gordon, como personal contratado de la SIDE, cumpl ía f unciones en la OT 18 y q ue su Jefe di recto era Calmon. Que en cuanto a los nombres real es de l as personas que conociera o viera en l a reunión citada, dijo que “Tordo” se apelli daba Rico y q ue tal vez se llamaba Julio o Ricardo; que “Pino” se apellidaba Ríos y era yerno del General Paladino; “Gaona” era odontól ogo y poseía doble apellido; “Mursi” era Marcelo Sola. Que todos cumplían funciones operativos contra la subversión ordenadas por la SIDE. Agregó que por comentarios de Eduardo Ruffo, quien era empleado orgánico de la SIDE, se enteró de que “Pájaro” y otras personas habían sido detenidas. Agregó q ue las personas mencionadas estaban en la SIDE bajo sus órdenes, a la vez q ue él se encontraba bajo l as órdenes de Calmon; y que las ci tadas personas tenían a su vez dependen cia directa de Visuara. Agregó q ue hacía actividades especiales de inteligen cia. Por otro lado, dijo q ue se desempeñó como segundo jef e de la OT 18, ya que el Jefe era Cal mon. Que realizó actividades especiales de inteligencia, ordenadas por la SIDE, agregó que las personas mencionadas estaban bajo sus órdenes y baj o las órden es de Calmon, y q ue tanto él como Calmon dependían a su vez de Visuara, quien cumpl ía el mismo tipo de tareas. A fs. 175 se informa que los agentes César Albarracín, Rubén y Enrique Escobar y Marta Susana Tezan os Pinto, f ueron dados de baja en la Secretaría de Intel igencia del Estado, por aplicación de la l ey de prescindi bilidad n ro. 21.274, prorrogada por ley 21.485. Asimismo, se informa all í que Honorio Carlos Martínez Ruiz había ya dejado de pertenecer a dicho organismo, a la vez que Ni eto Moreno habría renunciado. A fs. 195 obra decl aración testi monial del Oficial Superi or de l a Marina de Guerra Ernesto Manuel Campos -testigo propuesto por Hubert-, quien refirió que en cierta oportunidad se comunicó telef ónicamente con el interno n ro. 276 perteneciente a la SIDE, con el objeto de establ ecer contacto con Nieto Moreno y que all í le fue hecho saber que el nombrado no se encontraba. Por otro lado, obra a fs. 219/221 vta. la declaraci ón testi moni al prestada en el sumario por Eduardo Alfredo Ruffo, en l a cual refiri ó 345 trabajar en l a SIDE desde 1970, y encon trarse desde septiembre de 1976, bajo las órdenes del Teniente Coronel Visuara. Que conoció a Eduardo Rodolfo Cabanil las aproximadamente en agosto de 1976, en virtud de que era segundo Jefe del grupo de la SIDE al cual pertenecía. Que a fin de novi embre o principio de dici embre de 1976 partici pó en la despedida que se le hiciera al General Paladi no, con motivo de su alejamiento de la Secretaría citada. Que en dicha despedida estaban el General Paladino, el Teniente Coronel Visuara, el teniente Coronel Nieto Moreno, el Capitán Calmon y casi todos los integrantes del grupo a cargo de este último. Mencionó que con motivo del secuestro extorsivo de Zavalía fueron detenidos “Pájaro”, Marta, “Aragón”, “Escudero” y un hermano de éste, y que de todos ellos a excepción de “Pájaro”, los restantes eran integrantes de la SIDE. Agregó que conoci ó a Aníbal Gordon, q ue éste era contratado por la SIDE y que se hacía ll amar “Silva” o “Ezcurra”; q ue los integrantes del grupo Gordon eran: “Utu”, “El Tordo”, “Pericles”, “Cri- Cri”, “Gaona”, “Murciélago”, “Payo” y “Quino”; y que Mursi era Marcelo Sola. Que el citado grupo se disol vió a fines del añ o 1976. Marcos Alberto Cal mon prestó decl aración testi monial a fs. 253/7 oportunidad en la cual refi rió q ue prestó servici os en la Secretaría de Informaci ones del Estado, desde el mes de agosto a di ciembre de 1976. Que partici pó de la despedida que se le hiciera a Paladin o en diciembre de 1976, y que en la misma estaban también Nieto Moren o, Cabanillas, Hubert, y el personal establ e de la OT 18 de la SIDE. Que Nieto Moreno era Jefe del Departamen to de Contrainteli gencia, y Cabanillas trabajaba junto a él. Que Aníbal Gordon alias “Coronel”, “Silva” o “Ezcurra” cumpl ía las funciones propias a un agente agregado a la Base OT 18. Que en cuanto a l os sujetos que asistieron a la citada reuni ón, recordó q ue “El Tordo” al parecer era médico, “Pino” se apellidaba Ríos, “Gaona” podía ser odontólogo, “Mursi” podía ser arqui tecto. Agregó que se desempeñaba como Jefe de la OT 18 del Departamento A III a y que las personas que menci onara también se desempeñaban en la OT 18 a sus órdenes, cumpliendo “misiones especiales ordenadas por el Departamento mencionado”. Juan Ramón Ni eto Moreno prestó decl aración testi monial a fs. 279/286 y dijo que durante el año 1976 prestó servici os en la SIDE como Jefe del Departament o de Contrainteligenci a perteneciente a la Direcci ón II. Que a Gordon lo conoció como “Silva” aproxi madamente en 346 Poder Judicial de la Nación marzo de 1976, cuando constituyó por orden de Paladino, entonces Secretari o de dicho organismo, una base operativa que se denominó OT 18, la cual dependía del Departamento de Operaciones Tácticas I, comandado por el Vicecomodoro Guillamondegui; Departamento que dependía a su vez de la Dirección III de la SIDE, a órdenes del Coronel Carlos A. Michel. Agregó q ue el grupo que integraba Silva “…era el ejecutor de los blancos operacionales, que surgido de la labor de Inteligencia Contrasubversiva que efectuaba el Departamento de Contrainteli gencia, eran girados al Departamento Operaciones Tácticas I (uno), a través de la Dirección II y III de la SIDE. Que el citado Silva hacía las veces de Jefe del Grupo no orgánico que junto con personal orgánico i ntegraba la Base OT 18 […] La citada Base O.T. 18 y a la vez efectuaba funciones de escolt a y custodia personal del entonces Secretario de Inteligencia de Estado. La citada base OT 18 efectuaba la actividad operacional antisubversiva de SIDE […] familiarmente sus amigos lo llamaban también Jova y Vi ejo” (subrayado agregado). Agregó que “…en la base OT 18, inactivada a fines del año 1976, trabajaba personal orgánico de la SIDE y no orgánico, que en rigor de verdad el citado Sil va sin tener el carácter de Jefe, ejercía el liderazgo del personal inorgánico y por extensión del resto del personal, que no obstante, se encontraba encuadrado en los efectos disciplinarios, en una ca dena de mando, que incluía a personal orgánico de la SIDE perteneciente al Departamento de Operaciones Tácticas dependiente de la Dirección de la SI DE. Dicho personal era, hasta que se inactiva la base OT 18, los agentes Eduardo Ruffo y Juan Rodríguez, que hacían las veces de encargados dependientes del Vice Comodoro Gui llamondegui y posteriormente de los entonces Capitanes Calmon y Cabanillas y por cadena de Comando, del Jefe del Departamento Operaciones Tácticas I, Teniente Coronel Visuara” (subrayado agregado) . Agregó “…se desprende que el citado Silva no tenía específicamente personal a su cargo mientras se desempeñó en la SIDE, a pesar de lo cual contaba con un nutrido grupo de personas en su mayoría inorgánicos, es decir contratados, de los cuales el declarante cono cía algunos nom bres reales y la mayoría de los apodos, habida cuenta de que no dependían del declarante y los contactos con los mismos eran de carácter operacional, en circunstancias en que debía concurrir con un grupo interrogador y de i nteligencia en apoyo de las acciones operacionales que ejecutaba la base OT 18". En cuanto a l as personas que integraban el grupo más ligado a Gordon, estaba compuesto por: “Julio”, “Yiyo”, “Pati”, “Joe”, “Quino”, “Japonés”, “Ri cardo”, “Payo”, “Pericles”, “Don Din”, Gastón, “Puma” y a César Enciso alias “Pino”, Antonio Antich Mas alias “Utu” y Carlos 347 Martínez Ruiz alias “Pájaro”. Agregó Ni eto Moreno que “…inicialmente cuando el declarante conoció al citado Sil va, el mismo tenía una base en la calle Bacacay; que posteriormente esa base se trasladó a otra sit a en la calle Venancio Flores, ambas de la Capital Federal y que las mismas se inactivaron a fines de 1976". Que posteriormente, en febrero de 1977, Gordon fue a visitarlo y le dijo que había formado un grupo operativo con el que trabajaba para distintos servici os de inteligencia y que lo ponía a di sposición de él; a la vez que lo invitó a visitar la base del grupo, la cual tenía asiento en la calle Chiclana, esquina con calle Pomar de Capital Federal. Agregó que esta base se utili zó para al gun as actividades operacionales y “como lugar de detención transitorio e interrogatorio de algunos de los prisioneros de la SIDE”. Que en el año 1977, se enteró de que habían sido detenidas personas que pertenecían a la SIDE, a la vez que otras se encontraban próf ugas. Que ante ello se comunicó con el Di rector II, Coron el Tepedino y con el Subsecretari o. Asimismo, agregó q ue el apodado “Pájaro” era Tezanos Pinto; que Pino era César Enciso; Uto era Antonio Antich Mas, y agregó que todos ellos formaron parte de la OT 18, y l uego del Grupo Gordon, que formaban parte de los grupos operacionales que actuaban en l a OT 18. Agregó que a fines del año 1976, cuando dej ó de ser Secretario de la SIDE Paladino, se inactivó la base OT 18. A fs. 331/3 se encuentra agregado resumen del sumari o militar, donde surge que el Grupo Gordon estaba integrado por unas diecisiete personas: César Albarracín, Rubén Héctor Escudero, Enriq ue Osvaldo Escudero, César Enciso alias “Pi no”, Marta Tezanos Pinto, Marcelo Sola alias “Cursi” o “Musi”, Juli o Alberto Canari s alias “Tato”, Juli o Casanovas ali as “Avelino”, NN ali as “Cri-Cri” o “Cris Cris”, NN alias “Pericles”, Gordon, Martínez Ruiz y Ricardo Roberto Rico. En el dictamen reali zado por el A uditor -fs. 345/383-, en base a los testi monios recogidos en el sumario, surge una vez más que Paladino era en ese entonces Secretari o de la SIDE; el extinto Marcos Alberto Calmon era Jefe de l a OT 18; Eduardo Rodolfo Cabanillas, segundo Jefe de la OT 18; Visuara, J efe de la OT 1; y el fallecido Nieto Moreno, J efe de Contrainteligencia. A fs. 410/2 vta. y 413/4 se encuentra agregada decl araci ón testimonial de Honorio Carl os Martínez Ruiz, qui en refirió que en el año 1975 fue invitado por Rubén Escudero a integrar un grupo liderado por Aníbal Gordon, a quien conocía como “Silva”, lo que efectivamente hizo y 348 Poder Judicial de la Nación actuó en varios operativos. Que el grupo citado estaba integrado por unas quince personas que se reconocían por apodos o nombres supuestos, así dijo que él era llamado “Pájaro”, que a Gordon lo llamaban “Aníbal”, “Silva”, “Viejo” y “Ezcurra”; y q ue había otros suj etos q ue se llamaban “Uto”, “Chino”, “Pericles”, “Tato”, “Cri-Cri”, “Cursi”, “Gaona” y los hermanos Escobar, l os que se hacían llamar Escudero, poseyendo uno de ellos nombre Rubén, mientras q ue el otro se hacía llamar “Tito”, siendo que Albarracín, l os hermano Escudero o Escobar y Martha eran orgánicos de la SIDE. Obra declaraci ón prestada por el testigo Oscar Mario Antonio Flamini -fs. 552/vta.-, en la cual refiri ó haber conoci do a Martínez Ruiz por el apodo “Pájaro”. Se hallan asimismo agregadas actuaciones remitidas por l a Secretaría de Inteligencia del Estado, en las que surge que Rubén Héctor Escobar utilizaba el nombre Rubén Héctor Escudero -fs. 773-; Enriq ue Osvaldo Escobar utilizaba el nombre Ricardo Burgos -f s.775-; César Estanislao Albarracín, el nombre César Aragón -fs. 776-. A fs. 763 obra foja de la Secretaría de Inteligencia del Estado, donde se informa que: -Otto Paladino se desempeñaba como Secretario; -el Coronel Carlos Alberto Michel, como Director Central de Inteligencia; -el Coronel Roberto Oscar Terrile, como Subsecretario de Inteligencia de Estado A; -el Coronel Carlos Alberto Tepedino, como Ex di rector de Interior; -el Teniente Coronel Juan R. Nieto Moreno, como Ex Jefe de Departamento; -el Teniente Coronel Visuara, como Jefe de Departamento de la Direcci ón Interi or; y -el Vicecomodoro Guillamondegui, como Jefe de Departamento. Asimismo, se halla agregada a fs. 766 resoluci ón mediante la cual se da de baja en la Secretaría de Inteligencia del Estado, al agente civil de inteligencia Rubén Héctor Escobar, poseyendo dicha resol ución fecha 28 de julio de 1977; asi mismo a fs. 768 obra resol ución medi ante la cual se da de baja al agente ci vil de inteligencia Enrique Osvaldo Escobar, l a cual posee fecha 8 de agosto de 1977. El 15 de agosto de 1977 se da de baja al agente civil de inteli gencia César Estanislao Albarracín, ver f s. 769. Obra a fs. 771 copia de la resol ución mediante la cual se acepta 349 la ren uncia de Nieto Moreno, la cual posee fecha 15 de septi embre de 1977. Las restantes actuaciones y demás el ementos incorporados a dicho sumari o, se refieren al hecho que ha motivado su formación (secuestro de Zaval ía), mas no a la composición de la Secretaría de Inteligencia del Estado o del grupo Gordon, por lo que no reviste interés su detalle. c La causa sobre el hallazgo de los tambores Otra de las actuaciones que han servido como medio de prueba de los hechos objeto de la presente in vestigaci ón, es el expediente nro. 29.696 caratulado “Prefectura San Fernando s/ denuncia hallazgo seis cadáveres N.N. sexo masculino y dos cadáveres N.N. sexo femenino en aguas Canal San Fernando”, el cual se instruyera en el Juzgado Federal de Primera Instancia nro. 1, Secretaría en lo Criminal y Correccional, de San Martín, Provincia de Buenos Aires. Estas actuaciones se iniciaron a raíz de un informe confeccionado el 14 de octubre de 1976 que da cuenta de la den uncia efectuada por el Cabo Segundo J uan Castilla, quien manifestó q ue en circunstancias de transitar a pie desde l a Avenida Libertador por la Calle Colón hasta la Ofici na de Guardia de la Prefectura Naval Argentina a la altura del puente f erroviario q ue atraviesa el Canal San Fernando, se hallaban en actitud sospechosa tres vehículos desde donde se arrojaban bultos al curso de agua. Aclaró el den unciante que l os vehículos eran un camión “F- 600" que se encontraba con la caja sobre el tablestacado del canal de donde se arrojaban bultos; un “Chevrol et” dobl e cabina blanca; y un auto marca “Dodge 1500”. Sobre la calzada se encontraba una ambulancia con tres personas en su interi or. El informe explica q ue consecuentemente, se envió al l ugar de referencia una comisión, que no l ogró hallar los vehículos, pero q ue pudo observar huellas que indicaban q ue se habían arrojado bultos contundentes, motivo por el cual se inició una búsqueda. Luego comenzó a realizarse un rastrill aje, ubicándose a un os ochenta metros del puente, en direcci ón a la Plaza Carupá, siete tambores fondeados de doscientos litros. Con la colaboración de una grúa y de los Bomberos de San Fernando se logró extraer el primer tambor, estableciéndose que se trataba de l os tambores q ue se usaban para grasa, que estaban herméticamente cerrados y que pesaban unos trescientos kilos. Fueron retirados cuatro tambores y llevados a l a dependencia enunciada. En el interior de uno de los tambores se halló el cuerpo sin vida 350 Poder Judicial de la Nación de una persona de sexo masculino en estado de putrefacción y hormigonado. En los restantes tambores se reali zó el mismo h allazgo. A continuación, se extrajeron cuatro tambores más conteniendo cuerpos sin vida. Se hallaron entonces, en total , seis cuerpos de sexo masculino y dos de sexo femenino, que fueron trasladados al Cementeri o de San Fernando (fs. 1). De la nota de fs. 3 donde el Subprefecto Miguel Vivero de la Prefectura de San Fernando puso en conocimiento del Juez Federal de Primera Instancia de la ci udad de San Martín la iniciación del sumario judicial nro. 68/76, surge que en el pri mero de los tambores se encontró “…un cadáver de sexo masculino en avanzado estado de putrefacción y el cual se hallaba adherido a una mezcla de arena y cemento, la que rellenab a el tambor…”. A su vez, se pudo establecer q ue l os seis cadáveres de sexo masculino y uno de sexo femenino presentaban orificio de bala en el cráneo con entrada y salida mientras q ue el restante (de sexo femenino) aparentaba f ractura de cráneo pero no presentaba orificios de bala. Las actas de reconocimiento de cadáver, ef ectuadas por la Prefectura de San Fernando, se hallan a fs. 4 a 11; a fs. 15 vta. a 16 vta. se encuentra el reconocimiento médico l egal que se llevó adelante en la Morgue del Cementerio de San Fernando. En el último de l os informes se concluye que siete de las ocho muertes fueron produci das por lesión cerebral por heri da de bala y que databan de más de di ez días. El últi mo de los cuerpos analizados arrojó como resul tado de muerte una lesión cerebral por traumatismo de cráneo y también databa de más de diez días. A fs. 14 obra un mapa del l ugar donde habrían sido encontrados l os tambores. El 15 de octubre de 1976 una persona de nombre Esteban Silveira prestó decl aración en la Prefectura de San Fernando; manifestó realizar trabajos a bordo de un buque motor que se hallaba fondeado en el Canal de San Fernando, en reparaci ón y aclaró pernoctar en dicho buq ue. Que dos días antes, aproximadamente a la 1 de la madrugada, sintió un fuerte golpe semejante a la caída de alguna planchada. Que se encontraba durmiendo pero que por el rui do se dirigió a cubierta y que desde all í pudo fugazmente observar que en la costa se hallaba un camión desde el cual arrojaban bultos hacia las aguas. Que estaba lloviendo y que había mucho viento, todo lo cual le i mposibi litó ver de qué se trataban. Que logró ver un camión, un automóvil y una camioneta (fs. 18). De la declaración de fs. 19, prestada por quien fuera el Jefe del Servici o donde se recepcionara la denuncia del Cabo Segundo Castilla, 351 surge q ue l os tambores se encontraban tapados y que las tapas estaban aseguradas por el precinto atado con al ambres. Tambi én surge de all í que los ocho cuerpos se encontraban en avanzado estado de descomposici ón con sus rostros un poco desfigurados por la acción del cemento que contenían los tambores. Juan Castilla prestó nueva declaración a fs. 21. En esta ocasi ón manifestó q ue la tarea de arrojar bul tos que él observó el día 13 de octubre de 1976 fue realizada por veinte hombres aproximadamente. El 20 de octubre se solicitó al Cementeri o de San Fernando que se proceda a la inhumación de los cadáveres (fs. 57), cuyas constancias se encuentran glosadas a fs. 58 a 65. Las actuaciones se dieron por cerradas en prefectura el 10 de diciembre de 1976 y se elevaron a conoci miento del juez federal de primera instancia de San Martín (fs. 73). Se solicitó a la Policía Federal, Policía de la Provincia de Buenos Aires, Registro Naci onal de Rei ncidencia y Estadística Criminal y al Regi stro Nacional de las Personas, l a identificación de los cadáveres. Estas diligencias dieron resul tado negati vo. El 31 de mayo de 1977, el Juez interviniente Dr. Roberto Gitard resolvió sobreseer en la causa (fs. 88). A continuación, se halla agregada una causa proveniente del Juzgado en l o Penal nro. 1 de San Isi dro, caratulada “Firpo, Al berto Néstor s/ denuncia”. Esta causa se inició a raíz de la denuncia efectuada por el diputado Alberto Néstor Firpo, quien manifestara el 30 de diciembre de 1983 que tenía conocimiento de que en octubre de 1976 se encontraron tambores con cadáveres y solici taba la correspondiente investigación, puesto que esos cadáveres fueron inh umados en el Cementerio de San Fernando, y que cuando estos hechos fueron dados a conocer a l a opinión pública, se apersonaron en el Cementeri o familiares de desapareci dos que querían efectuar un reconoci miento de los cadáveres pero ello no les fue permitido (fs. 84) . El Juez interviniente, Dr. Reinaldo Sordelli Carreras, reali zó diversas diligencias a fin de dar con los hechos que se denunciaran: se constituyó en el cementerio de San Fernando y compulsó el li bro general de entradas y salidas 1975/6, constatándose la inhumación de ocho N.N. en el tablón segun do (fs. 86); y se constituyó luego en el Cuartel de Bomberos Vol untari os de San Fernando y procedi ó a compulsar el libro de guardia del año 1976, constatándose que el 13 de octubre de 1976 a l as 18.30 hs. se recibió un llamado telefónico de parte de la Prefectura Naval Argentina 352 Poder Judicial de la Nación solicitando colaboración para trasladar 8 cadáveres N.N. (fs. 93). El 4 de enero de 1984 se recibió declaraci ón testimonial a qui en trabajara como bombero vol untario en San Fernando en el año 1976. El declarante recordó que el 13 de octubre de aquel año fueron requeri dos por la Prefectura que estaba ubicada en la calle Col ón y Río Luján; que se trataba de un destacamento que ya no existía; q ue había sei s cadáveres en condiciones de ser transportados y dos que se encontraban dentro de dos tambores; q ue cargó en el móvil cuatro cadáveres y los transportó al Cementerio de San Fernando; que luego volvi eron al Destacamento, recogieron los restantes cuatro cadáveres -ya habían sacado los dos de l os tambores- y los llevaron al mismo cementerio (fs. 96). Las licencias de inhumación se encuentran a fs. 113 a 120. El Juez en lo Penal nro. 1 de San Isidro resolvió inhibirse para continuar entendien do en la causa “Fi rpo...” y remiti rla a conocimiento del Juzgado Federal de San Martín a fin de que sea acumulada a la causa nro. 29.696 (fs. 164/5). El Juez a cargo del juzgado mencionado en últi ma instancia admiti ó la competencia y acumuló las causas (fs. 173). Obra en el expedi ente una tercer declaración testimoni al prestada por Juan Castilla el 31 de j ulio de 1984. En esta oportunidad el nombrado aclaró que en la primera de sus manifestaciones donde decía “camión 600”, debía decir “Ford 350 con carrocería metálica”. A su vez, dijo que había podido observar que q uienes estaban arrojando los bultos estaban vestidos de civil. A fs. 187, se solicitó a la Policía Federal Argentina, a la Poli cía de la Provincia de Buenos Aires, a los Registros Naci onal y Provincial de las Personas y al Registro de Reincidencia y Estadística, q ue procedan a determinar la i denti dad de l os N.N. Estas diligencias arrojaron resultado negativo. Entendiéndose que se habían practicado todas las dili gencias posibles a fin de esclarecer el hecho, el 20 de marzo de 1986 se dictó el sobreseimiento provi sori o en la causa (fs. 227). Las actuaciones se remiti eron l uego a la Cámara Federal de Apelaciones de la Capital Federal. d) La causa iniciada para identificar los restos humanos En fecha 13 de Julio de 2004, se solicitaron ad effectum videndi los autos nro. 4439/ 89 del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Federal nro. 1 de San Isidro. De la compulsa de las actuaci ones surge que, las mismas se 353 iniciaron con fecha 22 de Septiembre de 1989 en virtud de l a presentación efectuada por la Dra. Mirta Liliana Guarino, apoderada de Berta Elvi ra Sánchez (fs. 4). De dicha denuncia, emerge q ue Ana María del Carmen Pérez habría sido privada ilegítimamente de su libertad el 12 de septiembre de 1976, en momentos en que se encontraba en avanzado estado de embarazo. En oportunidad del procedimiento que habría culminado en su detención, también habrían sido secuestrados Gustavo Gayá, hermano de Ricardo Alberto Gayá, q uien habría sido detenido dos meses antes y era compañero de María del Carmen Pérez. En el transcurso del año 1988, la Sra. Sán chez de Pérez, habría recibido un llamado telefónico anónimo por el cual se le habría informado que los restos de su hija fueron inhumados durante el mes de octubre del año 1976 en el Cementerio Municipal de la Localidad de San Fernando, Provincia de Buenos Aires, sin obtener otro dato del informan te. En virtud de ese llamado, en el mes de agosto del año 1989, la denunciante se hizo presente en dicha necrópolis, pudi endo averiguar que una mujer embarazada habría sido sepul tada el 21 de octubre de 1976 j unto con otros si ete cuerpos no identificados en los l otes 73 y 75 de la sección segunda –destinado a personas indigentes- de aq uel l ugar. Es por ello que la presentante solicitó se realice un estudio pericial comparativo, para determinar si alguno de los restos óseos inhumados en tales lotes se correspondían con los datos pre-mortem de su hija desapareci da desde el año 1976. Habiéndose real izado la exhumación de los restos que se hallaron en los lotes en cuestión, del examen pericial ordenado, que luce a fs. 24/5, surge que pudi eron identificarse los restos de ocho personas. Los peritos arribaron a la conclusi ón de que en los restos de siete de los cuerpos exhumados se hallan presentes características compatibles con el homicidio como causa de muerte. En estos individuos la muerte habría acaecido como consecuencia de un a herida de arma de fuego en el cráneo existiendo, además, en el caso de una mujer en estado de gravidez, una herida de arma de fuego en la regi ón pélvica. Asimismo, los exámenes comparativos realizados entre los restos identificados como VIR 100, correspondientes al último de los casos, y los datos pre mortem aportados respecto de quien en vida f uera Ana María del Carmen Pérez, arrojaron que los mismos resul tan compatibles, encontrándose la identificación positiva aseverada por los peritos, fundada 354 Poder Judicial de la Nación en una suma de coin cidencias respecto de sexo, edad y piezas dental es y en la ausencia de elementos disímil es, a lo que se suma el hallazgo de restos de un nonato en este cadáver. A fs. 112/126 se presentaron en estos autos Berta Schubaroff por derecho propi o- y J uan Gel man -por apoderado-, padres de Marcelo Ariel Gelman, quien según los dichos de los denunciantes habría sido privado il egítimamente de su libertad el 24 de agosto del año 1976. Acompañaron con su den uncia, copia de la declaración testimonial prestada por José Luis Bertazzo el 22 de novi embre de 1984 ante el J uez de Instrucci ón Carlos Olivi eri, en el marco de la causa nro. 450, que a la fecha de la presentación se encontraba por ante la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en l o Cri minal y Correccional de la Capital Federal . De la declaración de Bertazzo, surge que habiendo sido el mismo privado ilegítimamente de su libertad el día 23 de agosto de 1976 y alojado el centro clandestino de detenci ón llamado “Automotores Orletti” donde f ue sometido a torturas- durante el transcurso del mes septiembre de ese año pudo ver en el l ugar, en su misma condici ón, a María del Carmen Pérez -esposa de Ricardo Alberto Gayá-, q ue se encontraba embarazada de nueve meses y fue trasladada, no sabiendo el dicente si la misma fue nuevamente conducida a ese centro clandestino; a Guillermo Daniel Binstock ( respecto de quien l as torturas eran más intensas por tener un apellido de origen judío) , y a Marcelo Ariel Gelman y su esposa -en estado de gravidez-, recordando que también estuvo deteni da la hermana de Marcelo, quien l uego f ue liberada por ser deficiente mental . Durante su estanci a en “Automotores Orletti”, el declarante también pudo ver al hermano de Ricardo Alberto Gayá, de nombre Gustavo y a Efraín Villa, que habría sido deteni do en Bolivi a por un problema de documentación y q uien fue llevado con una mujer de nacionalidad boliviana de quien n o recordó el nombre. Agregó saber que a la cárcel clandestina fueron conducidos un grupo de uruguayos, recordando entre ellos a Rubén Pri eto González, Washington Cram González, a Dardo Zel arayán y a otra persona de nombre Ricardo, quién muri ó luego de una sesión de tortura. A fs. 129/0 luce el informe pericial , por el que pudo determinarse una coincidencia absol uta entre los registros odontol ógicos de Marcel o Ariel Gelman y los restos q ue fueran identificados como VI R 103. Esta coincidencia, sumada a la compatibilidad antropol ógica existente entre tales restos y los datos pre-mortem del nombrado, llevó a los 355 facultativos a concl uir en que el cuerpo regi strado como N.N. baj o el acta de defunción nro. 152 B del Registro Civil Seccional San Fernando, corresponde a quien en vida f uera Marcel o Ariel Gelman. Se presentó a fs. 134, Carlos Gayá, solici tando estudios pericial es sobre l os cuerpos que hasta el momento no habían sido identificados para determinar si al guno se correspondía con sus hermanos Ricardo Alberto y Gustavo Adolf o, qui enes eran mellizos entre sí. Los peri tos designados a ese efecto determinaron, f undados en las coincidencias odontol ógicas, que los restos allí identificados corresponden a qui en en vida fuera Ri cardo Alberto Gayá, cuyo cuerpo fuera inhumado el 21 de octubre de 1976 y registrado bajo el acta de defunción 156 B. Asimismo, concluyeron con respecto a l os mellizos Gustavo y Ricardo Gayá, la sorprendente correspondencia antropol ógica e incluso patol ógica existente entre los restos i dentificados, a l o que se suma otras coincidencias detectadas entre los últi mos restos y datos pre-mortem, determinándose que tales restos identificados como VIR 102 se correspondían a q ui en en vida fuera Gustavo Adolfo Gayá, in humado en la sepul tura 73 , sección segunda, del cementerio municipal de San Fernando, y cuyo deceso fuera hecho constar en el acta de def unci ón 157 B del Registro Civil, Secci onal San Fernando (fs. 150/1). A las actuaciones reseñadas, se acollararon los autos A123/84 caratulados “Sánchez de Pérez, Elvira Berta s/ denuncia”, del Juzgado Nacional de Primera Instancia nro. 1 de esta Capi tal Federal, que tienen por objeto procesal l a desaparición de Ana María del Carmen Pérez. En el marco de esos actuados, se pudo determinar la correspondencia entre las improntas dactilares obrantes en el Registro Nacional de las Personas respecto de Ana María del Carmen Pérez y las que fueran extraídas en oportunidad del hallazgo por la Prefectura Naval Argentina -en un canal de San Fernan do- de ocho cadáveres que luego, fueran inhumados en el cementeri o de dicha locali dad como no identificados en el sector de indigentes en octubre de 1976 (fs. 168). Se presentó tambi én, la Sra. Blanca Leon tina Albornoz, esposa de Dardo Albeano Zelarayán, quien habría sido privado ilegítimamente de su libertad el día 11 de septiembre de 1976. La nombrada solicitó que se realice una conf rontación entre l os restos recuperados, y los datos pertenecientes a su esposo, ya que según pudo enterarse la presentante a parti r de l a lectura del testimonio anóni mo registrado bajo el nro. 3812 de la Co.Na.Dep., Zelarayán se habría encontrado detenido en “Automotores 356 Poder Judicial de la Nación Orletti” junto con l os hermanos Gustavo y Ricardo Gayá, la mujer del primero, Ana María del Carmen Pérez; y Marcelo Ariel Gelman. Finalmente, a fs. 218/9 se determin ó la compatibilidad genérica respecto del sexo, talla y edad, y la i dentidad odontológica específica existente entre l os restos identificados como VI R 200 y qui en fuera en vida Dardo Albeano Zelarayán. De lo expuesto, se deduce entonces q ue durante el transcurso de la investi gación de la causa en estudi o, se han reali zado diversos peritajes sobre los restos óseos exhumados del cementerio de San Fernando, habiéndose determinado la existencia de ocho esqueletos y un neonato, y la correspondencia de cinco de ellos con quienes f ueran en vida: Ana María del Carmen Pérez -quien se encontraba embarazada-; Marcelo Ariel Gelman, Gustavo Adolfo Gayá, Ricardo Gayá y Dardo A. Zelarayán; verificándose, asimi smo, q ue todas las personas en unciadas, cuyos restos habían sido primigeniamente identificados respectivamente como VIR 100, 203, 102, 103 y 200 h abrían sido víctimas de homici dio. e) Medidas de prueba llevadas a cabo por este Tribunal Además de los el ementos de prueba colectados en los expedientes a q ue se hiciera referencia anteriormente; este Tribunal reali zó una prof usa investi gación tendi ente al esclareci miento de l os hechos q ue tuvieron l ugar en el centro clan destino de detención “Automotores Orletti” y a la determinación de las correspondientes responsabili dades penales. Seguidamente se reseñarán aq uellas medidas de prueba que mayor importancia tuvieron para la presente pesquisa. Así, se procuró la obtención, a través del Ministerio de Defensa de la Nación y del J uzgado n ro. 7 del f uero, del Sumari o Militar n ro. 417 caratulado “Comando de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada”. Asimismo, se solicitó la remisi ón ad effectum videndi de diversas actuaciones vinculadas a los sucesos investi gados; entre ellas, es relevante traer a col ación las si gui entes: 1) causa nro. 154/95 caratulada “Furci, Miguel Ángel y otro s/averiguación desaparición de Zaffaroni Islas, Mariana” del registro del Juzgado Federal nro. 3 de San Martín, Provincia de Buenos A ires; 2) el expediente nro. 29.696 caratul ada “Prefectura de San Fernando s/denuncia hallazgo de 6 cadáveres NN masculinos y 2 cadáveres NN femenino” del registro del Juzgado Federal de 1° Instancia nro. 1 de San Martín; 3) la causa “Koldobsky, Carlos David s/secuestro extorsivo art. 170 357 C.P.” del regi stro del Juzgado Nacional en lo Cri minal de Instrucción nro. 3; 4) causa nro. 8504 caratulada “Ruffo, Eduardo Alfredo y otra s/infracción art. 293, 138 y 139 del C. Penal” del regi stro del Juzgado de 1° Instancia en lo Cri mi nal y Correccional n ro. 5; 5) sumario caratulado “Malugani Violeta - González de Prieto Milka - Gatti de Islas Ester - Hernández Irma - Ibarburu Luz María - Recagno Ademar - González Souza Asunción- denuncia” que fuera solicitada al J uzgado Letrado de Primera Instancia en lo Penal de 5to. Turno de la República Oriental del U ruguay; 6) causa 4439 caratulada “Guarino, Mirta Liliana” del registro del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional nro. 1 de San Isidro, Provincia de Buenos Aires; 7) causa nro. 20.240 del registro del J uzgado de Instrucción n° 12 en la cual se investigó el secuestro de Fernando Combal. A su vez, partes pertinentes vinculadas a ese segmento de la investigación, obran tes en la causa n ro. A-34/74 caratulada "TAPI A, Juan Bautista y SAVE, Leonardo Miguel s/infracción artículo 170 del C.P." del Juzgado Naci onal en lo Criminal y Correcci onal Federal nro. 1, fueron incorporadas a fs. 4884/4912 de los autos nro. 2637/04 conexos a estas actuaci ones. Por otra parte, a fs. 5112 de los autos conexos mencionados, este Tribunal aceptó la competencia que le fuera atribui da por el Juzgado Federal Criminal y Correccional n ro. 2 de San Martín en la causa nro. 4012 caratulada "Riveros, Santiago Omar y otros s/ privación ilegal de la libertad" respecto del caso identificado con el número 262 referido a Gerardo Gatti , habiéndose incorporado tales actuados a fss. 5063/5111 de los autos nro. 2637/04. Asimismo, se solicitó a la Secretaría de Inteligencia del Estado la remisión de fotograf ías del personal de las Di recciones II y III del organismos que cumplió f unciones durante el año 1976; asimismo se requi rió al Ejército la remisi ón de fotograf ías de una multiplicidad de agentes de esa f uerza. Asimismo, se solicitó a la Secretaría de Inteligencia del Estado, al Ejército Argentino, a la Fuerza Aérea Argentina y a la Policía Federal la remisi ón de l egajos personales de diversos agentes. Una vez recepcionada dicha documentación, se conformó un legajo de fotografías a los efectos de ser exhibidas a las vícti mas que fueran convocadas a prestar declaración testi monial ante esta sede; el mismo 358 Poder Judicial de la Nación quedó compuesto de tres secciones, las dos primeras correspondientes a las fotografías recibi das, y la tercera, compuesta por el listado con los nombres de las personas a que conforman cada un o de l os anexos anteriores. En esta instancia, corresponde formul ar algunas apreciacion es relativas a la modalidad en q ue fue llevada a cabo la exhibición de fotografías a cada uno de los testi gos convocados por el Tribunal; de esta forma, sólo se exhibieron las secciones primera y segunda, correspondientes a l as fotograf ías sin indicación alguna del nombre de la persona a la cual pertenecía cada una de ellas; no permi ti éndose a l os declarantes el acceso a la tercera sección, en la cual constan los nombres de las personas incluidas en el l egajo. De esta f orma, se escuchó en declaración testimonial a las siguientes personas: Sara Rita Méndez (fs. 1097/100), Cecilia Irene Gayoso (fs. 1101/2), María Mónica Soliño (fs. 1103/5 vta.), Margarita María Michelini Delle Piane (fs. 1188/90), Beatriz Inés Castellon ese (fs. 1226/7 vta.), María Elena Laguna (fs. 1228/9), Eduardo Deán Bermúdez (fs. 1230/2 vta.), Gastón Zina Figueredo (fs. 1233/5), Ana Inés Quadros (fs. 1258/9 vta. y 2243/4 vta.) , Alicia Cadenas Ravela (fs. 1260/4), Sergi o Rubén López Burgos (fs. 1383/6) , María Elba Rama Molla (fs. 1403/4), María del Carmen Martínez Addiego (fs. 1645/7), Ari el Rogelio Soto Loureiro (fs. 1648/51), Beatriz Victoria Barboza Sánchez (fs. 1658/9), Francisco Javier Peralta (fs. 1661/2), Mirta Zil pa Fernández (fs. 1697/9), María del Pilar Nores Montedónico (fs. 2065/110), Ana María Salvo Sánchez (fs. 2236/8), Raúl Luis Altuna Facal (fs. 2239/42), José Luis Bertazzo (fs. 2188/94 y 2278/9 vta.), Marta Raquel Bianchi (fs. 2296/8), Adalberto Luis Brandoni (fs. 2343/5), Edgardo Ignacio Binstock (fs. 2346/51) , Ariel Rogelio Soto Lourei ro (fs. 2462), Beatriz Cecilia Gurtman de Segal (fs. 3289/90), Orlinda Brenda Falero Ferrari (fs. 4112/6), Alberto José Mechoso Castellonese (fs. 4222/3) y Sandro Al berto Soba Laguna (fs. 4224/7) . También merece ser destacado que se l e recibi ó declaración testimonial a Santiago Ernesto Cortell quien relató las circunstancias en que alquil ó, en el año 1976, el inmuebl e sito en la calle Venancio Flores 3519/21 y al Ayudante Principal Juan Castilla de la Prefectura Naval (fs. 6220/3), q uien fuera testi go del momento en que un grupo de personas arrojó al canal de San Fernando los tambores en los que con posterioridad se hallaran restos humanos de víctimas de los hechos acaecidos en “Automotores Orletti” , donde ori gen su denuncia -en fecha 14 de octubre de 1976-A la formaci ón del expedi ente nro. 29.696 caratulado “Prefectura de San Fernando s/denuncia hallazgo de 6 cadáveres NN masculinos y 2 cadáveres 359 NN femenino” que ya fuera mencionado –prueba ésta que no resulta ser de cargo, en virtud de haberse incorporado la mi sma con posteriori dad a l a declaración prestada por el imputado, por lo q ue l a misma se ci ta únicamente a modo descri ptivo). Otro testimonio vinculado a los sucesos que fue escuchado por el Tribunal f ue el de Roger Rodríguez, quien efectuó una investigaci ón peri odística con rel ación a los hechos acaecidos en “Automotores Orletti”; en dicha oportunidad el nombrado aportó las notas en l as cuales fue plasmando el resultado de su investi gaci ón (fs. 1237/56). También se le reci bió decl araci ón testimonial a J ulio César Barboza Pla, quien entre los meses de febrero de 1976 y agosto de 1977, prestó servici os en el Servicio de Inteligencia de Defensa uruguayo. Además, otras decl araciones recibi das fueron las de Li dia González (fs. 361 y ss.), Beatriz Cecilia Gurtman de Segal (f s. 420 y ss.), Enrique Rodríguez Larreta (fs. 716 y ss.), Haydee Adela de Tonso (fs. 864), y Walter Fabián Kovacik, qui en prestó declaración el 3 de agosto pasado. Con el objeto de obtener más testimonios y elementos probatorios rel ativos a los hechos acaecidos en este centro clandestino, se solicitó a la Secretaría de Derechos H umanos de l a Naci ón l a remi sión de copias certificadas de los legajos de la CONADEP concernientes a las personas que denun ciaron haber estado cautivas en dicho lugar, y de toda otra documentación obrante en poder de esa Secretaría y vinculada a dichos sucesos. Con la documentación remitida por la Secretaría de Derechos Humanos, se conformaron cinco cuerpos de legajos de prueba. Otra medida probatoria relevante a los efectos de establ ecer la vinculación de “Automotores Orletti” con la Secretaría de Inteligencia del Estado, consistió en el peri taje caligráfi co dispuesto sobre las firmas de Eduardo Ruffo y J uan Rodríguez obrantes en el contrato de l ocación de la finca de la calle Venancio Flores 3519/21. A dichos efectos se solicitó a la Secretaría de Inteligencia del Estado la remisi ón de actuaci ones ori ginales de las fi rmas de los nombrados. El informe pericial correspondiente se agregó a fojas 1154/5 vta. si endo oportuno en este momento recordar partes de las conclusiones a que se arribó: “1) Las firmas dubitadas que en las fotocopias adjuntas han sido marcadas en color rojo se corresponden morfológicamente con l as indubitadas aportadas respecto de Juan Rodríguez obrant es en el Anexo II”. “2) Las firmas dubitadas que en las fotocopias adjuntas han sido marcadas en color verde se corresponden morfológicamente con las indubitadas 360 Poder Judicial de la Nación aportadas respecto de Eduardo Alfredo Ruffo obrantes en el Anexo I”. También, es necesario recordar que se cursaron una multi plicidad de pedidos de informes a la Secretaría de In teligencia del Estado; con las contestaciones efectuadas a dichos pedi dos, y en virtud del carácter reservado de la información remitida, se conformó un legajo de “Act uaciones de la SI DE”. La informaci ón remitida por la SIDE permitió constatar l os siguientes extremos: 1) que Eduardo Alfredo Ruffo en el año 1976 revistaba en la Direcci ón Operaci ones Informativas - Operaciones Tácticas I (A.III.1) y fue declarado prescindible el 13 de f ebrero de 1978 por resol ución 128/78; 2) que Juan Rodríguez fue dado de baja de la Secretaría el 1ro. de octubre de 1984; 3) que Honorio Martínez Ruiz fue dado de baja de la Secretaría por ren uncia el 1° de mayo de 1975 por resoluci ón 167/75; 4) que el Secretario a cargo del organismo durante el período investigado fue Otto Carl os Paladino; 5) que Washington Salvadores ocupó el cargo de Ayudante General del Secretari o de Inteligencia; 6) que a cargo de l a Subsecretaria “A” estuvo Roberto Oscar Terrile; 7) la existencia de l a Dirección Operaciones Informativas dentro de la mencionada Subsecretaria a cargo de Carlos Francisco Michel; 8) que Horacio Alberto Spinetto se desempeñó como Subdi rector de Operaciones Informativas; 9) la existencia del Departamento Operaciones Tácti cas OT.I., q ue estuvo a cargo de Rubén Víctor Vi suara, dentro de dicha Di rección; 10) la existencia del Departamento Operaciones Tácticas OT.II, a cargo de Carlos A ugusto Carri on, dentro de dicha Dirección; 11) la existencia de la Dirección I nterior en el ámbito de l a Subsecretaría “A” que estuvo a cargo de Carl os Alberto Roq ue Tepedino; y 12) que Juan Ramón Nieto Moreno estuvo a cargo del Departamento Contrainteligencia que funci onó en el ámbito de la Dirección Interior. Por último, es preciso resaltar que, con el objeto de adqui rir un conocimiento personal y directo del l ugar donde se hallaba emplazado el centro cl andestino objeto de la presente i nvestigación, el 5 de julio de 2006, efectué una inspecci ón ocular sobre la fi nca sita en el calle Venancio Flores 3519/21. 361 En dicha oportunidad se contó con la presencia de l os testigos José Luis Bertazzo, Ana Inés Cuadros, Mónica Soliño y Ana María Salvo quienes, conforme surge del acta respectiva, tuvi eron ocasión de relatar in situ las vivencias de su cautiverio. El resultado de dicho acto se encuentra plasmado en el acta que luce a fojas 2228/31 vta., resultando parte integrante del mismo un croquis de la planta alta del lugar. Compl ementa tal es constancias el disco compacto interacti vo que contiene planos, fotograf ías y fil maciones de la inspección ocular aludida y que fuera aportada por la entidad “Memoria Abierta” a fs. 2727 de los autos nro. 2637/ 04. Asimismo, entre los legajos con los que se han formado los cinco cuerpos menci onados, con actuaci ones remitidas por la Secretaría de Derechos Humanos, figura el correspondiente al imputado Orestes Estanislao Vaello. En primer lugar es preciso resaltar que Orestes Vaello revi ste en autos calidad de imputado; en la presente causa se ha procedido a su detención y se ha ordenado su decl araci ón indagatori a; habi éndose dictado posteriormente su falta de méri to en fecha 20 de octubre de 2005; situación que aún persiste, por lo q ue el n ombrado no se encuentra desvinculado de esta causa en forma definitiva. Las partes pertinen tes del legajo mencionado habrán de ser citadas sin alcanzar tales actuaci ones el carácter de prueba consolidada y determinante para responsabili zar a las personas señaladas; ya que fue el propio Vaell o qui en en oportunidad de realizar su descargo ante este Tribunal ha negado la veracidad de l as declaraciones prestadas ante la CONADEP; sin perj uicio de lo cual , toda vez que las mi smas se refieren – en parte-A los sucesos en trato, habrán de ser desarrolladas. 3.5.12. f. El legajo “Vaello” de la Conadep En el citado legajo ( Nº 3675 del regi stro original), surge a fs. 23 declaración de Orestes Vaello, en la cual refiri ó ser Subofici al del Ejército Argentino y agregó que comenzó a prestar servicios en el 1973 en el Batallón 601, con cabecera en Call ao y Viamonte de Capital Federal; en tal contexto mencionó un operativo al cual habría llegado el mentado Aníbal Gordon -de la SIDE-; alegó que esa noche fue llamada la noche “de los cuchillos largos”; y posteriormente y en lo atinente a los hechos relacionados al cen tro clandestin o de detenci ón “Automotores Orletti”, refiri ó que en mayo de 1976 ocurrió el caso de los uruguayos Rosari o 362 Poder Judicial de la Nación Barredo y Williams Whitelews, qui enes fueron entregados a la SIDE y los tuvieron en el Pozo de Bernal. Agregó que después llegó gente de Gordon y se los llevaron y q ue l a persona que se llevó a los mismos, se llamaba Inciso alias “El Pino”, que estaba casado con la hija de Paladino. Que tales traslados se hacían por medi o de la División Potencial Humano del Departamento de Inteligencia Exterior, en donde se encontraba un teniente Pérez Rosen y un mayor de apellido Taubers. Que el grupo de tareas que él integraba se ll amaba 3-2. En otra declaración agregada a fs. 73 de dicho legajo, Vaell o se refiri ó a una orden dirigi da a obtener la detención de Jorge Zaffaroni y explicó el significado y procedencia de la misma; agregó que la mi sma provenía del P rimer Cuerpo del Ejército, y luego hizo alusión a la modali dad en que se llevó a cabo la detención de Jorge Zaffaroni y su mujer María Emilia Islas, quienes según su relato, fueron entregados a la “Cueva de la vía” u “Orletti”. Aportó el nombrado la citada orden de detención que según dijo estaba fi rmada por el Coronel Zaspe o Zape. Asimismo, se refi rió a otro detenido reci bido en el tall er de la SIDE, y que era comandado por Gordon, donde también había personal uruguayo. Dij o haber estado en dicho sitio, donde vio a diez o quince personas detenidas; y agregó que había una orden suscri pta o aval ada por el Tte. Coronel Pérez Rosen del Primer Cuerpo del Ejército y aportó otra orden como Anexo 1 (74). En la declaración agregada a fs. 75, Vaell o aportó otra supuesta orden de detención, que habría sido librada contra Hugo Méndez y María del Carmen Martínez; la misma provenía del Primer Cuerpo, por vía del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército. Describió en esta oportunidad la modali dad en que se llevó a cabo la detención de los nombrados, en la que –dijo- habría partici pado. Refiri ó a fs. 76 que a raíz de la muerte del integrante de la organizaci ón denominada “Triple A” de apellido Tarquini, se montaron operativos, y que en una ocasión Gordon se hizo cargo de uno de ellos, que dio órdenes en cuanto a que debían robarse autos y que uno de los integrantes del grupo se ll amaba J osé Díaz, quien le comentó que había “levantado” personas. Asimismo, se refi rió asimismo al caso de Héctor Irastrosa, a quien según su rel ato, llevó al taller de la Vía (Orletti), en donde funcionaba la Triple A y la SIDE; y agregó “…[a]llí trabajaba gente de Aní bal Gordon y la policía uruguaya, era el lugar en donde chupaban a los uruguayos y todo ese centro estaba a cargo de Inciso, el marido de la hija de Otto Paladino. El Taller 363 tenía un letrero largo paralelo a la línea de la pared frontal. El cartel decía Orletti pero las letras estaban sacadas dejando la sombra que perm itía distinguir el nombre. La casa era de dos plantas y est aba situada en la zona de Saavedra o Villa Urquiza. Irastrosa queda en ese lugar, en talleres Orletti donde el dicente pierde su rastro…”. El suceso que revi ste mayor relevancia con respecto a l os aportes de Vaell o, consiste en la presentación de supuestas órdenes de detención emanadas, según sus dichos, por el Batallón de Inteligencia 601, órdenes cuya autenticidad –a pesar de l as medidas de prueba llevadas a cabo- no ha si do constatada. g) Conclusiones La acti vidad jurisdi ccional llevada a cabo con rel ación a la investigación de l os hechos acaeci dos en el centro clandestino de detenci ón “Automotores Orletti” fue ampli a y variada. Tal prof usión de medidas probatorias, se encuentra estrechamente vinculada con l a cantidad y modali dad de comisi ón de l os gravísimos sucesos objeto de pesquisa. Así, a través del testimonio de l as vícti mas de los hechos allí ocurridos se pudieron determinar las características particulares relativas a este centro cl andestino y determinar l as responsabili dades de al gunos partíci pes que cumplieron funciones en dicho lugar. A lo cual , debe sumarse la reconstrucci ón del caso particular de cada uno de los damnificados que a l a fecha, pudi eron ser individualizados. Asimismo, debe señ alarse que dos investigaciones instrui das en forma muy próxima temporalmente a los hechos investi gados f ueron vitales a la hora de su aprehensión. En primer lugar, la causa “Rodríguez Larreta”, en el marco de l a cual se realizó una f rondosa investigación de los acontecimientos que tuvieron lugar en el domicilio de Venancio Flores 3519/21. En segundo términ o y de vital i mportancia a la hora de reconstrui r la estructura de la Secretaría de Inteligencia del Estado al momento de los hechos, resulta ser el sumario militar nro. 417 “Comando de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada”, en el marco del cual se le recibió declaración a diversos integrantes de la Secretaría durante el año 1976, sumario que h a cito anteri ormente descri to. 3.6. La existencia de un CCDT dentro del Hospital Posadas: “El Chalet” En la sentencia de la causa nro. 13/ 84, la Excma. Cámara Nacional en l o Criminal y Correccional Federal (cfr. “La Sentencia…”, cit., 364 Poder Judicial de la Nación pp. 144/7), tuvo por probada, además de “Automotores Orletti” la existencia de otro centro clandestino de detención y tortura ubicado fuera de unidades militares del arma pero igualmente dependiente operaci onalmente del Ejército cuyo Comandante en Jefe era el aquí imputado, esta vez, en las instalaciones del Hospital Posadas. Previamente a reali zar la descripci ón del centro clandesti no mencionado, es preciso señalar que la investigación encaminada a la acredi tación de la existencia del mismo, se materializó mediante la causa nro. 11.758/06 del registro de este mismo Tribunal y Secretaría, en la cual como se ha mencion ado ut supra, se ha dictado en fecha 19 de noviembre pasado (fs. 1683/2004), la resol ución en la cual se han asentado las consideraciones relativas a l a existencia, funcionamiento y responsables de este centro cl andesti no; por tal moti vo h abrán de rei terarse en este punto, las consideraci ones relacionadas a dich o centro clandestino que han sido ya objeto de tratamiento en el citado pronunciamien to; dejándose constancia de que l as fojas q ue habrán de mencionarse, son aquellas se correspondientes a l os citados autos. Por otro lado, sin perjuici o de las aclaraciones efectuadas previ amente al Considerando Primero de la presente resoluci ón en cuanto a cuál es la imputaci ón actual que se sostiene contra el ex Ten iente General Jorge Rafael Videla, corresponde menci onar que en el presente apartado relativo al centro clandestino que f uncionara en el “Hospital Posadas” habrá de mencionarse el testimonio de muchas de las víctimas q ue cumpli eron cautiverio en el mi smo, no obstante lo cual a Videla se l e imputan en cuanto a este centro de detención, sól o los hechos i denti ficados de tal forma, que se hallan descri ptos en el Con sideran do Sexto. Tal como fuera sentado en di cho pron unciamiento, paradójicamente en el seno de una in stituci ón al servicio de la sal ud, funcionó un centro clandestino de detención y tortura, en el cual lejos de velarse por la vida y por la integridad física de las personas, se someti ó a los cautivos a un régimen de terror, q ue no difiri ó, en este aspecto, de otros centros clandestinos de detención que han funcionado bajo la órbi ta del Primer Cuerpo del Ejército, que dependía en forma di recta de Jorge Rafael Videl a en su calidad de Comandan te en Jefe del Ejército. Es esta paradoja la particularidad que presenta este centro y que no puede soslayarse debido al impacto que produce la mera hipótesis relativa a la coexistencia en el mismo predi o del Hospital , de dos lugares animados por móvil es absolutamente contrari os, por un lado, la salud y la vida; por otro, la tortura y la muerte de los propios servidores de la 365 institución, tal es como médicos (como el caso de Romano y de Roitman), enfermeros ( Cuervo), o bien empl eados administrativos (Chester, Graiff). Tambi én, como habrá de reiterarse en esta oportunidad, reviste cierta particulari dad la condici ón de personal civil de quienes integraron el staff de represores del centro de detención, quienes fueron nombrados por el Ministerio de Bienestar Social , resultan do también de particular interés que en cada uno de los legajos de q uienes se encuentra acredi tado que habrían integrado el llamado grupo “SWAT”, se halla asentado un destino determinado y entre paréntesis, el desti no verdadero, justamente el P oliclínico Profesor Alejan dro Posadas. Resalto esta particul ar característica, porque llama la atención que esta vez f ue convocado para las especiales tareas de “lucha contra la subversión” un grupo de personas ajenas en su mayoría –con excepción a Nicastro y Faraci-, a fuerzas de seguridad, ya que recordemos que en los sumarios de los supuestos “SWAT” figuran sus oficios anteriores al asignado en el Poli clínico, los cual es concuerdan con sus declaraciones prestadas en el marco de l a causa n ro. 2628. Dentro del “Hospital Posadas” funcionó el centro clandestino de detención y tortura en lo que fuera el i nmueble entonces habitado por el Director del Hospi tal, Dr. Rodríguez Otero, q uien f ue designado como Director Interino del Policlínico en sustitución del entonces director Dr. Carlos C. B. Ferrei ra; y desplazado de sus funciones el f atídico domingo 28 de marzo de 1976, al realizarse el operati vo de intervención del Hospital, el cual se encontraba dirigi do por el Coronel Bign one; y qui en aparte fue detenido, quedando como interventor –designado por Bignone- el Dr. Agatino Di Benedetto. Como se ha menci onado, la existencia de este centro de detención se ha tenido por probada ya en la sentencia de la causa nro. 13/84 de fecha 9 de dici embre de 1985 en la cual la Excma. Cámara Nacional en lo Cri minal y Correccional Federal, tuvo por acredi tada su existencia del mismo, como ubicado en la Avenida Martínez de Hoz entre Avenida Marconi y Perdri el de la locali dad de Haedo, provi ncia de Buenos Aires. Allí se ci tó “en sus fondos se encontraban dos chalets destinados a la vivienda del Administ rador y director del Hospital, habiéndose comprobado que fueron utilizados como centros clandestinos de detención”. Allí se dejó constancia de que el 23 de marzo de 1976 el General de División Reynaldo Benito A ntonio Bignone, en su carácter de delegado de la Junta Militar ante el Ministerio de Bienestar Social y a través de la Secretaría de Sal ud Pública, dispuso la interven ción de dicho 366 Poder Judicial de la Nación nosocomi o a raíz de presuntas irregul aridades que all í habrían tenido lugar, nombrándose interventor al Coronel Médico Agostino D. Di Benedetto, quien permaneció en el cargo desde el 28 de marzo hasta el 30 de abril del mi smo, fecha en que asumi ó el cargo como Di rector interino del estableci miento el Coronel Médico J ulio Ricardo Esteves, todo lo cual se desprende de las declaraciones prestadas por los nombrados en el expediente n ro. 5.124.244 del Juzgado de Instrucción Militar nro. 12 de la Fuerza Aérea A rgentina. Consta en l a citada sentencia: “El aludido Esteves expresó que, a raíz de las gestiones por él realizadas, el Ministerio de Bienestar Soci al asignó al Policlínico un grupo de personal civil para reforzar al servicio de seguridad”. “Se encuentra probado que este grupo utilizó dependencias del Hospital como centro clandestino de detenci ón, en virtud de los dichos de Gladys Evaristo Cuervo, quien se desempeñaba como enfermera del Hospital, y expresó que fue detenida en sus instalaciones por la fuerza de seguridad que operaba en el lugar –llamada «SWAT»- y conducida a uno de los chalets aludidos, en donde pudo ver a los médicos Jorge Roitman y Jacqueline Romano, que se encontraban en la misma situación de detención ilegal . Lo expuesto es corroborado por lo relatado por Zulema Dina Chester, Jorge Villalba, Carlos Domingo Ricci, Pedro Ruiz y Graciela Leonor Donato, quienes se desempeñaron como empleados del Hospital y expresaron el clima de tensión que se vivía a consecuencia de la intromisión y prepot encia que ejercía el servicio de seguridad del Hospital, aclarando que la zona de los chalets era área restringida para el personal, circulando como secreto a voces que en aquel lugar permanecían personas detenidas”. “Asimismo cabe mencionar el reconoci miento realizado por la nombrada Cuervo en compañía de funcionarios de la CONADEP en el lugar en que estuvo detenida, el que fue ratificado en la causa 2628/84 caratulada «CONADEP s/denuncia» del Juzgado Federal de Morón apreciándose las dos construcciones menci onadas en las fotografías y croquis obrantes en el anexo número 12 de la CONADEP” (cf r. La sentencia, Tomo I, pág. 145). De igual forma, también la existencia de este centro de detención, ha si do mencionada por el i nforme “Nunca Más” labrado por la CONADEP, en el cual se menci ona: “En el policlíni co Alejandro Posadas de la localidad de Haedo funcionó un C.C.D. que actuaba coordi nadamente con las Comisarías de Castelar y Morón, con la Superintendencia de Seguridad Federal y el Grupo de Tareas de Aeronáuti ca”. 367 “Los hechos ocurrieron a la vista tanto de l os empleados como de las personas que concurrí an al establecimiento, ocasionando un generalizado terror que provocó el silenci o de todos. Las ví ctimas revistaban en la mayoría de los casos como personal del nosocomio. Los represores que actuaron pertenecían según constancias al Ejército, Aeronáutica, Policía Federal, Policía de la Provincia de Buenos Aires. Además una parte de ese grupo provenía del Ministerio de Bienestar Social –Secretaría de Estado de Salud Pública- contratado especialmente por las autoridades del citado Hospital. Esta patota se había denominado «SWAT»” (Nunca Más, pág. 148). 3.6.1. Ubicación y descripción edilicia de “El chalet” En cuanto a la ubicación del centro de detención en el predio del Hospital , el inmueble se ubicaba aproximadamente a unos dosci entos metros del citado Hospital. Para dar una descri pción detallada de l a estructura del centro de detención y tortura, corresponde atenerse al relato de las mismas y al complemento que si gnifica en tal sentido, la inspecci ón ocular llevada a cabo por el suscripto en fecha 21 de marzo de 2007 (fs. 424/7), como asimismo las f otografías que se encuentran agregadas en copi a en el cuerpo de legaj os de CONADEP correspondiente a las presentes actuaciones, bajo el rótul o “Anexo X”. Comencemos por la inspección ocular q ue se ha llevado a cabo en el siti o donde actualmente funci ona una Escuela de Enfermería de la UBA y donde otrora funcionara el centro de detención , la cual se complementa a su vez, con el trabajo realizado y aportado a la causa por Gonzalo Conte, en representación de Memoria Abierta, que consiste en un CD que posee por un lado, el acta de l a inspección ocular ll evada a cabo; fotografías del centro de detención “Posadas”, videos donde se escuchan y subtitulan los testi monios de los sobrevivientes que acompañaron al suscripto en la diligencia de mención; como asimi smo planos del “Chalet” donde f uncionara el centro cl andestino. A los efectos de l ograr el mejor entendi miento de las citas que habrán de realizarse del contenido del CD mencionado, vale tener en cuenta que el mismo se denomina “Inspección Ocular predio centro clandestino de detención Hospital Posadas” y que posee tres opciones distintas, a saber: ubicación general, plan o del sitio y acta de i nspección. En la primera, se vi sualiza fotografía aérea que retrata el sitio en el cual se encuentra el Hospital Posadas, encontrándose señalado “El Chalet” en el cual f uncionara el centro de detención; mediante la opción 368 Poder Judicial de la Nación plano del siti o, se accede a l a planta baj a y a la planta alta de “El Chalet” mismo, y a su vez en cada uno de l os ambientes que l ogran visualizarse, se encuentran flechas n aranjas, que in dican la existencia de fotograf ías de ese mismo l ugar en el cual se encuentra l a señalización, como asimismo semi circunferencias naranjas, que indican la existencia de fotografías de 180 grados; como asi mi smo se indican con flechas azules, los videos que se obtuvi eron en el mismo l ugar en el cual se encuentran éstas. Es necesari o resaltar que en la planta alta se advierten seis habitaciones, cada una de ellas posee un número y que en cada una de ellas hay fotograf ías extraídas en las mismas, y que en las habitaciones 1, 2 y 3 se cuentan con videos que se corresponden con el relato de las víctimas brindado al momento de reali zarse la inspección judicial. Teniendo en cuenta el material mencion ado y el contenido del acta que refleja el resultado de la inspección judicial (fs. 424/7), se observa un chalet de dos plantas, en la planta baja se ingresa por un porche, el cual comunica a un hall de acceso, por el cual a su vez se accede al hall en el cual se encuentra la escalera de madera y baranda de hierro que comunica a la planta superi or, la cual f ue reconocida tanto por Cuervo como por Graiff, ya que ambas manifestaron haber ingresado al centro de detención, y ascendi das por dicha escalera en brazos de sus captores. Mediante el hall de acceso, se logra ingresar a un salón en el cual se encuentra l a chimenea con forma de letra U inverti da, con ladrillo en sus bordes, situada en la pared opuesta a la escalera, es decir en la pared lateral derech a del chal et, en un ambiente con puerta de doble hoja que comunicaría a un ambiente del fondo y tres ventanas, una hacia el frente del chalet y l as otras dos sobre l a misma pared de l a chimenea; l a cual fue reconocida por la testigo Susana Ávalos, quien asistió a l a diligencia practicada. Asimismo, desde el sitio identificado como “hall escal era” se accede asimi smo a otra sala de pequeñas dimensiones, que a su vez por su izquierda comunica con otro ambi ente rectangular que se exti ende sobre la parte lateral izquierda, hasta la escalera. En esta planta inferi or no está probado que se haya al ojado a los detenidos, sino que era utilizada por el staff de represores. En la planta alta del inmueble se encuen tra en un principi o un pasillo q ue comunica a dos habitaciones a la izqui erda, las cuales a su vez comunican a dos habitaciones más. En este pasi llo es donde los represores que actuaban en este sitio, colocaban el radio grabador con música a alto volumen (conforme testimonios de Cuervo y Graiff en la citada inspección 369 judicial). Ya al final del pasillo, sobre la margen izqui erda se encontraba un peq ueño cuartito, de aproximadamente un metro por un metro y medi o, denominado por Gladys Cuervo como “el placard”, ya que según el recuerdo de la nombrada, en este sitio había j ustamente un placard en forma de L o estantes. Es en este sitio donde Cuervo permaneció la pri mera semana tirada en el piso, y de estantes allí colocados, habría extraído durante su cautiverio, unas tarjetas que decían “Vol unt arias Hospital Posadas, Feliz Navidad”, lo q ue según contó en el acta de inspección ocular le permiti ó darse cuenta del sitio en el cual estaba. Dicho cuarto aún conserva un ventil uz de 20 por 20 cm. aproximadamente y también una ventana en la pared contraria al ingreso, de escasas di mensiones y tres pequeños vidrios horizontales. El piso era de madera. Este cuarto se encuentra retratado en la f otograf ía nro. 18 de la carpeta aportada a l a causa por la Dra. Mónica González Vi vero, que reza “Fotos de reconocimiento del centro clandestino del Hospital Posadas (El Chalet) 1984", a la vez que como el resto de l os ambi entes reconocidos por l a víctimas, se encuentran retratados en el CD confecci onado y aportado por Gonzalo Conte, en representación de Memoria Abierta, observándose en el mismo f otograf ías del sitio extraídas al realizarse l a inspección ocular por la CONADEP, como fotografías actuales de tal sitio. En las fotografías pertenecientes al año 1984 se observa una estantería, el peq ueño ventil uz y al gunos cables colgados entre la estantería y un ti rante improvisado, col ocado en l a pared. Luego de ser alojada en este si tio, la testi go Cuervo habría sido trasladada a otra h abitación, donde permaneció ti rada sobre un colchón sobre el piso, hasta que egresó –tambi én detenida- del citado centro de detención. Este segundo cuarto, habría sido el escenario en el cual Cuervo fue sometida a las atroces torturas por ella relatadas, tales como quemadura con cigarrill os y encendedores en diversas partes del cuerpo como cuello, brazos, piernas, labio e incluso en un pezón; aplicación de picana eléctrica, tabicamiento, sujeción rígida de pies y man os, déficit de alimentación, prohibición de ir al baño, interrogatori os, golpes de puño y amenazas. Este cuarto fue reconocido por Cuervo en la citada Inspección Judicial; precisamente habitación, como la aquella nombrada q ue reconoci ó duran te el la tiempo ventana de su de dicha cautiveri o permaneciera con la persi ana baja, y por la cual cierta vez en que la misma fue subida, en posición semi sentada -según relató no podía pararse por 370 Poder Judicial de la Nación poseer los huesos rotos y dol orosas quemaduras-, l ogró divi sar un pino, lo cual le permi tió corroborar q ue estaba en el Hospital Posadas. La ventana mencionada preserva la estructura que da cuenta de la pasada existencia de la cinta y el rollo (conforme video 7 de la Habitación señalada como “Habitación 1 Lateral, de l a Planta Superi or”). Relató Cuervo que en este mismo cuarto vio al médi co desapareci do Jorge Roitman, y a la médica Jaqueline Romano, con residencia actual en España; al respecto relató la testigo que a “Jaq ui” le preguntaban si era de la ESMA, refiriéndose a si había estado anteriormente deten ida en dicho sitio, lo cual los deteni dos no lograban comprender; que no la volvió a ver luego de estar en este cuarto, y que por el contrari o, a Roitman lo vio en una habitación que estaba enfrente (cruzando el pasillo) , en una oportunidad en que fue llevada al baño y que el nombrado estaba tirado en el piso, en un charco de sangre. Cruzando el pasillo sobre el cual estaba la puerta de ingreso a este cuarto, se halla el baño, en el cual Cuervo recordó haber sido sometida dos veces a submarino en la bañera mientras era interrogada, es deci r, que fue sumergida su cabeza en el agua con el fin de provocar su asfi xia. Contiguo al mismo se encuentra otro siti o, en el cual estuvo cautiva Marta Graiff aproximadamente entre 18 y 20 horas, qui en permaneció en este cuarto total mente desnuda, soportando golpes por delante y detrás de su cuerpo, a la vez q ue le decían “Erpi ana”, sin saber ella q ué si gnificaba esto. Según relató la testi go (Video nro. 12 de la Habitación 2, Frente del CD) en este sitio permaneció con las manos atadas con tal f uerza que se le hincharon las manos a raíz de l o cual f ue llevada al baño para poner las mismas en agua fría; aquí le di eron en un momento comida y un poco de vino, el cual no bebi ó porque temió que tuviera algo que le hi ciera mal. Relató la testigo en el video nro. 16 de la misma habitación, que cuando los captores le pegaban, la interrogaban sobre médicos y personas del Hospital, que también la amenazaban diciéndole que abajo estaba ll eno de cadáveres y q ue iba a terminar igual, a la vez que le ponían un revólver sobre su panza y le preguntaban si conocía “eso”, en alusión al arma. En el video nro. 11 la testigo rel ató que las gol pizas le eran dadas con una goma, que incluso le rompieron un di ente en una de tales “sesiones”, que en tales epi sodi os intervenían de diez a quince personas, según podía ver ella por la cantidad de botas. En esta mi sma oportunidad, la testi go mencionó que a q uien reconoció entre los captores, por l a voz, fue a A rgentino Ríos. 371 De la margen de este úl timo cuarto, pero con di rección al acceso a la escalera, se encuentra otro cuarto, en el cual se encuentran dos ventanas y una puerta que comunica a la derecha con el baño. En cuanto a este siti o, refirió la víctima Graiff que por una de las ventan as se asomó y vio autos y un Dodge verde que f ue en el cual f ue llevada cuando la liberaron; que en este cuarto fue donde Gladys Cuervo vio al Dr. Roi tman desangrándose a raíz de un pal o que le f ue introducido en su ano. En cuanto al baño, el mismo se encuentra actualmente reformado, ya q ue según recordaron las testigos, en el mi smo antes había una bañera antigua, un lavatori o y un espejo y cerca de l a bañera, una ventana; como relatara Cuervo, las bal dosas eran blancas o marfil con arabescos azules y n egros y estil o antiguo. Los datos asentados son concordantes con las declaraciones brindadas por las ci tadas testigos, así la sobreviviente Gl adys Cuervo; en una de sus primeras declaraciones, específicamente, en la prestada ante la CONADEP (legajo nro. 1537), refi rió, luego de relatar las circunstancias atinentes a su ilegal detención, que el ch alet que se encontraba cerca de un pino alto, q ue tenía una escal era que crujía y piso de madera de listones; había un baño anti guo, con artefactos de color bl anco, con pi so de bal dosas antiguas de color claro, con guarda de negro o verde oscuro. 3.6.2. Mecánica de funcionamiento del centro de detención y tortura Para comenzar es necesari o precisar que el centro clandestin o de detención y tortura que estuvo asentado en el “Hospital Posadas”, al menos en l o que pudo por el momento probarse, tuvo un ef ímero período de funcionami ento - en comparación con otros centros clandestinos que han sido objeto de investigación por parte del suscripto-. En efecto, para la determinación del tiempo de utilizaci ón del “chalet” como centro de detención y tortura, tengo en cuenta el testimonio de Gladys Cuervo, secuestrada el 25 de noviembre de 1976 y alojada en tal sitio, hasta el 9 de diciembre, en que fue trasladada por personal de la Fuerza Aérea a otro sitio, que sería posiblemente l a Pri mera Brigada Aérea de Palomar (ver inspección judicial de fs. 1123/4 vta.) a la vez que se tiene en cuenta la posibi lidad de que el mismo haya f uncionado en forma interrumpida, ya que Marta Graiff fue secuestrada el 11 de en ero de 1977, y permaneció en cauti verio entre 18 y 20 horas, según relató l a nombrada al efectuarse la inspección ocul ar en tal si ti o. Los restantes casos que se han tenido por probados como 372 Poder Judicial de la Nación privaci ones ilegales de la libertad cumplidas en el mismo centro de detención, son los de Jacqueline Roman o, Jorge Roitman y J acobo Chester. Al respecto, vale tener en cuenta q ue Chester f ue secuestrado de su domicilio el 27 de noviembre de 1976 y que supuestamente ya en fecha 2 de diciembre si gui ente, se habría hallado su cadáver, constando en tal sentido a fs. 45 de la causa nro. 11.620 caratulada “Chester, Jacobo s/ su muerte” del Juzgado de Instrucción 12, la i dentif icación del cuerpo del nombrado. Tal aserto, si bien permite ser puesto en duda, dado que el cadáver de Chester en verdad nunca apareció, no resulta di scordante con los restantes elementos val orados en la causa, tal como el testimonio de Cuervo (fs. 155/9 vta. de la causa 2628/84), quien relató que le fue informado por los captores la muerte de Chester aún cuan do ella estaba cauti va; como el de Ana Drak, en cuanto hizo alusi ón a l os dichos de Pedro Ruiz- (fs. 762/ 3), quien le habría dado la novedad acerca de la muerte de Chester. Por su parte, Jacq ueline Roman o fue secuestrada el 1 de diciembre de 1976 y liberada luego de un a semana de estar en cautiveri o; a la vez que según surge de autos, el Dr. Jorge Roi tman fue secuestrado de su domicilio el 2 de diciembre de 1976 y según surge del testimonio de Cuervo, habría fallecido en el mismo centro de detenci ón antes a ser ella liberada. De tales premisas se dedujo ya en el pronunciamiento relativo a este centro clandestino, de fecha 19 de noviembre de 2007, que “El chalet” como centro clandestino de detención, h abría funcionado en principi o entre el 25 de noviembre y el 9 de diciembre de 1976, y q ue habría sido nuevamente puesto en funcionamiento como tal, el 11 de enero siguiente, permaneciendo la víctima casi un día. Tal hipótesis relativa al funcionamiento del sitio como centro de detención clandestino, se fundamenta en el cuadro probatori o arrimado a estas actuaciones, y no excluye la posi bilidad de que en el mismo siti o se hayan alojado en cautiverio a otras personas en otros períodos temporales, hipótesis ésta que si n embargo no incidi rá en el presente auto de mérito, puesto q ue en el presente análisi s se trata de buscar la certeza que exige esta etapa procesal, acerca de la existencia de un hecho punible. Por otro lado, vale tener en cuenta que la escasa canti dad de víctimas que se tiene por probado que permanecieron cautivas en el “Hospital Posadas”, han impedi do tener vari ados relatos de lo q ue f ue el centro de detenci ón en sí, ya que sólo contamos en este sentido con los dichos de tres testigos Gladys Evaristo Cuervo, Marta Graif f y Jacqueline Romano. 373 En cuanto al funcionamiento del centro de detención, tampoco tales testimonios confluyen en una única descri pción que il ustre acerca de la vida dentro de este siti o. En efecto, l os relatos de l os sobrevivientes no permiten construi r un régimen de cautiveri o de i dénticas condiciones impuestas a cada un a de las vícti mas, más allá de que algun as de ellas se repiten en cada caso. Ateniéndonos al testimonio de Cuervo (fs. 59/62), se desprende q ue apenas fue ingresada al centro de detención, fue desnudada, acostada en un elástico metálico de una cama, sometida a golpes de puño, picana eléctri ca e interrogatori os que versaban sobre su relación con Vaca Narvaja, Fi rmenich o Galimberti, o con gente del Hospital . Describió l a testigo que la hacían parar y le pegaban “como si fuera uno de esos muñecos que rebotan”; y q ue todo esto lo hacían varias personas, entre risas y gritos. Recordó que tambi én le hicieron el sub marino en una bañera, a la par que persi stían los interrogatorios sobre personas que trabajaban en el Hospital . Todo esto sucedía mientras ponían música a al to vol umen (conforme testimoni o de Cuervo en la i nspección j udicial ci tada ut supra) . Según su propi o rel ato, f ue someti da a quemaduras con cigarrill os y con encendedores, l e mostraron legajos de personas de sus compañeros del Hospital y l e preguntaron sobre si tales personas ten ían actividad pol ítica o gremial. Otra de las torturas que padeció Cuervo fue la que l os captores llamaban “el avión” que consistía en atarle las manos en la espalda y los pies a las manos; también el indicado como “J uan” le clavaba en el pecho un atizador, mientras cantaba la marcha de San Lorenzo, a la vez que gritaba “para los enemigos, ni justici a”. La desnudez, los gol pes y la sujeción de las extremi dades, eran metodologías comun es apl icadas a l os cautivos de este centro de detención, de hecho, la propi a testigo Cuervo en su declaraci ón mencionó haber visto a los médicos Jorge Roi tman y Jacq ueline Romano en una habitación cuando, desn udos, fueron sentados frente a ella y apreci ó que estaban golpeados y atados como ella. También Jacqueline Romano fue sometida a interrogatorios, no sólo presenciados por Cuervo, q uien recordó que a la pri mera le preguntaban “¿vos estuviste en la Esma?”, sino que fue la propi a Romano quien brindó su rel ato de los hechos al constituirse mi an tecesor, el Dr. Rodolfo Canicota Corral en la ciudad de Madrid, del Reino de España, en el marco de estos actuados. En dicha oportunidad, relató l a testi go (fs. 843/4) que la interrogaron sobre trabajadores del Hospital Posadas, sobre 374 Poder Judicial de la Nación unos panfletos q ue Montoneros habría puesto en el sector odontología del Policlínico. Romano relató que compartió cautiverio con su colega, Dr. Roitman quien según dijo “fue torturado en forma salvaje, dicho castigo se acentuó por su condición de judío” y también aseveró haber compartido cautiverio con Cuervo, quien también fue torturada de manera salvaje. Agregó que como no dormía le colocaron una inyecci ón. El Dr. Roi tman, también fue sometido a tormentos, al respecto la testigo Gladys Cuervo brindó su versión acerca de cuando vi o al nombrado en un cuarto, tirado en el piso en el medio de un charco de sangre y “empalado” (con un pal o introducido en el ano). Marta El ena Graiff al declarar ante esta sede (fs. 63/5) tambi én relató las condicion es a las que fue sometida mientras cumplió cautiverio en “el chalet” del Hospital Posadas. Refiri ó la testigo que le ataron las manos, le vendaron los oj os, así la subieron por l a escalera del chalet, la dejaron en una habitación, la desnudaron completamente y en estas condiciones, la interrogaron bajo golpizas. El interrogatori o de Graiff –q ue según su testimon io se produjo cada dos horas durante el día que estuvo- también versó sobre las actividades de l a gente del Hospi tal, a quienes no conocía o sólo conocía por nombre. Agregó que le decían que era “erpiana” y que ya en libertad se dio cuenta de que se referían a que pertenecía al ERP; q ue la golpeaban con gomas y que a veces una persona la sostenía para que otra le pudiera pegar; y que de estas sesiones partici paban unas diez personas. A Graiff –más allá de las condiciones relatadas que de por sí resultan amenazantes- le profiri eron específicas amenazas; le decían “que la iban a matar, que ni Dios la iba a salvar” y en ocasiones le colocaban un revólver sobre el pecho. Las declaraciones brindadas por l os testi gos dejan entrever q ue los cautivos eran al ojados en la planta superi or del inmueble, que este centro de detención no presentaba la organización propia de otros si tios de esta índol e, ya que si bien los cautivos de este siti o f ueron todos ellos someti dos a tormentos, no había en el Chalet un cuarto específico destinado a tal práctica (conocidos como “quirófano” o “sala de máqui na”), sino que por el contrario los detenidos fueron alojados en diversos habitácul os, recordemos al efecto que Cuervo perman eció en el espacio in dicado como “el placard” y luego en el cuarto desde el cual viera el pi no; que Graiff estuvo en un cuarto que se encontraba con respecto al sitio de alojamiento de Cuervo, cruzando un pasillo y a la derecha del baño; a la vez que el Dr. Roitman fue visto por la nombrada en otro cuarto, a la izqui erda del baño. 375 También se advierte que no existía una metodología específica de imposición de torturas, sino que tales procedi mientos podían variar en cada caso, así la descripción que hace Cuervo de las prácticas padeci das (el avión, quemaduras, picana eléctrica), no han sido descri pciones reiteradas en otros testimonios de víctimas alojadas en el chalet. Es decir, no parece haber contado dicho centro de detención, con la organización e infraestructura que sí tuvi eron otros lugares, en los que no sólo había si tios acondicionados especial mente para el alojamiento de detenidos (“cuchas”, “leoneras”, etc.) y prácticas de torturas, sino que había pautas de cautividad q ue sistemáticamente, eran repetidas en cada una de las víctimas, desde que se producía el ingreso de ell as al centro de detención. Sin embargo, esta si ngulari dad no reviste significación alguna en la gravedad de l os hechos acaecidos en el centro de deten ción, en tanto que sí se tiene probado que l as personas que fueron privadas ilegalmente de la libertad en este sitio, fueron sometidas todas ellas a tormentos físicos y a interrogatori os. En cuanto a l a planta inferior, ésta era utilizada por el staff de represores como sitio de alojamiento, ya que conforme surge de declaraciones de Cuervo, mientras ell a permanecía arriba, se escuchaba gente abajo, incl uso cierta vez llegó a percibir la existencia de niños cuyas risas se escuchaban, siéndol e explicado que estaba l a hija de uno de ellos, que había ido a vi sitarlo. Asimismo, las descripciones efectuadas por los sobrevivientes de este centro de detención, tampoco han permitido desentramar cómo estaba conformado el staff de represores que actuaban en tal sitio, ni tampoco han servido para el escl areci miento del reparto de funciones atinentes a ellos, sin o que por el contrari o, este sitio parece haber careci do de la típica organización funcional propia de otros centros de i gual natural eza. 3.6.3. El sesgo antisemita de los perpetradores Como se ha expuesto en todas las resol uciones en las que este Magistrado ha tenido que reconstrui r la vida cotidiana en el interior de los centros clan destinos de detención y tortura q ue funcionaron en el ámbito del Primer Cuerpo de Ejérci to (así hasta el momento con relación a “Club Atlético”, “Banco”, “Olimpo”, “Vesubio” y “Automotores Orletti”), constituye un denominador común que ya no sorprende, la particular crueldad que sufrieron ciertos cautivos por su condici ón de profesar la fe judía, reflejo 376 Poder Judicial de la Nación de un antisemiti smo propio de la ideol ogía nazi enquistada al menos en ciertas prácticas habituales y en ciertos perpetradores. Los testimonios de los sobrevivi entes, demostraron que no fueron pocos los ejecutores de los desi gnios más oscuros de la dictadura militar que sostenían en la práctica la concepci ón que los nacionalsocialistas tenían respecto del antisemitismo. El régi men dictatori al argentino, a través de no pocos de sus agentes, impuso en nuestro país, al gunas de las prácticas más aberrantes que el mundo civilizado trató de desterrar después de l a fatal experi encia que representó el nazismo de mediados del sigl o XX. La D.A.I.A, en relación al destino de los judíos en los centros de detención existentes en la Argenti na durante la últi ma dictadura militar, elaboró un i nforme especi al sobre dicha situaci ón. En un trabajo llamado “Informe sobre la situación de los detenidos desaparecidos durante el genocidio perpetrado en la argentina” se explicó: “Estas connotaciones antisemitas del proceso genocida se expresaron en las diversas modalidades de «tratamiento especi al» a judí os (durante la detención, en las sesiones de tortura, en los interrogatorios), en el elevado número de víctimas judías y en la apropiación, por parte de los organismos de represión, de las práct icas, simbologías y emblemas del nacional-socialismo...”. “Cabe dedi car un párrafo más a esta úl tima cuestión. Resul ta francamente sorprendente contrastar la metodología del genocidio desplegado por el nazismo con la metodología […] en Argentina: en ambos casos, se buscó el ocultamiento de los cuerpos, la negación del nombre de las víctimas, la despersonalización durante el tiempo de detención, la búsqueda de deshumanizar y degradar a las ví ctimas, el intento por «quebrar» sus últimas resistencias físicas, psíquicas y morales como requisito para su destrucci ón. Pero esta apropiación de las prácticas del nazismo no sólo se observa en las características implícitas de la operatoria sino en la explicitación verbal o simbológica de esta apropiación. Los numerosos testimonios sobre la presencia de svásticas en algunas salas de tortura o centros de detención, la autoadjudi caci ón de identidad «nazi» por parte de muchos de los represores, la constante referencia a los campos de exterminio nazis por parte de quienes reproducían sus prácti cas, no hacen más que reafirmar que esta apropiación fue absol utamente intencional y explícita”. Con respecto a la transmisi ón de la memoria, en una cita erudita, se explica en dicho documento, que: “...cuando decimos que un pueblo recuerda, en realidad decimos primero que un pasado fue activamente transmitido a las generaciones contemporáneas a través de lo que en otro lugar llamamos «los canales y receptáculos de la memoria» y que Pierre Nora llama con 377 acierto «los lugares de memoria», y que después ese pasado transmitido se recibió como cargado de un sentido propio. En consecuencia, un pueblo «olvida» cuando la generación poseedora del pasado no lo transmite a la siguiente, o cuando ésta rechaza lo que recibió o cesa de transmitirlo a su vez, lo que viene a ser lo mismo”. La CONADEP tambi én se ocupó de esta cuestión al sostener que: ”El antisemitismo se presentaba como contrapartida de una deformación de «lo cri stiano», en particular y de «lo religioso», en general. Esto no era otra cosa que una forma de encubrir l a persecución política e ideológica “. “La defensa de Dios y los valores cristianos fue una motivación ideológica simple para que pueda ser entendida por los represores, hasta en sus más bajos niveles organizativos y culturales. Esta necesaria identificación se hacía para forjar en todo el personal represivo «una moral de combate» y un objetivo tranquilizador de sus conciencias, sin tener la obligación de profundizar las causas y los fines reales por los cuales se perseguía y castigaba, no sólo a una minoría terrorista, sino también a las distintas expresiones políticas, sociales, religiosas, económicas y culturales, con tan horrenda metodología “. “En el allanamiento realizado en la casa de Eduardo Alberto Cora (Legajo N° 1955), secuestrado junto con su esposa, después de destruir todo lo que encontraron, los represores escribieron en la pared la leyenda «Viva Cristo Rey» y «Cristo salva». Algunos allanamient os y operativos se hicieron al grito de «Por Dios y por la Pat ria»” (ob. cit., pp. 71/2). En este centro de detención en particul ar, los escasos testimonios de sobrevivientes, represen tan un obstáculo al momento de intentar reconstruir la mecánica de f uncionamiento del mismo, como asimismo la eventual organización interna y el reparto funcional que habrían tenido l os agentes de la dictadura que actuaron en este siti o. Sin embargo, entre los escasos testi monios con los que contamos, no fal tan aquellos que denotan que los operadores de este centro de detención no habrían estado exentos de los clichés antisemitas que contaminaron de modo generalizado, l as prácticas instauradas en los centros clandestin os de cautividad y tortura. Tal fue el caso del contexto que rodeó el secuestro y desaparici ón del empleado del Hospital, Jacobo Chester, ya que entre otros pormenores, su hija Zulema Dina Chester (cfr. fs. 125/5 del legajo 2628 y fs. 2300/1 de estos autos), testigo presencial -cuando con taba con trece años- del momento del secuestro en su hogar de su padre, refiri ó que el ataque “fue mucho más violento a parti r del momento de q ue quienes lo 378 Poder Judicial de la Nación efectuaron se dieron cuenta que se trataba de una familia judía”. Más aún, agregó q ue uno de l os perpetradores “…me llevó a mi habitación y junto con otras personas me empezó a interrogar sobre la existencia de libros escritos en hebreo en mi casa, los que obviamente teníamos porque somos judíos...”, este tramo de su rel ato nos muestra entonces a un grupo de desconoci dos armados que irrumpen en un domicilio, y en un marco inaudito de violencia y destrucción, abordan a una niña con preguntas relacionadas con su credo religioso, detentando libros escri tos en hebreo, vinculando obviamente los motivos del ataque con el contexto cultural judío, para después, como la testigo l o ha narrado, ser vejada atrozmente al introducirl e uno de l os cri minales, un el emento contundente en su vagina. Relacionado también con el caso de Jacobo Chester, vale recordar sobre el particul ar, nuevamente el testimonio de Gladys Cuervo (fs. 59/62), en cuanto mencionó “me sacaron un día la medalla de la Virgen de Luján que yo tenía, di ciéndome «¿para qué querés eso, si vos sos judía?». En general hacían comentarios antisemitas, me decían «¿sabés que Chester era judío?» yo le dije que no «judío y fl ojito» me dijeron”. En la Inspección ocular llevada a cabo por el suscripto en el centro de detenci ón “El Chalet”, Cuervo ratificó lo antes dicho, precisamente recordó que l os captores le preguntaban “¿lo conocés a Chester?, y luego le decían “¿sabías q ue era j udío?” y decían luego “judío y flojito”. Que a ella también le decían que era judía y que un día le arrancaron la medalla que poseía y le decían “¿para qué querés esto, si sos judía?”, y luego “si a vos te entrenaron en la [Sociedad] Hebraica de Ramos [Mejía]” (fs. 424/7). Por otra parte, de suma relevancia sobre este punto es el testimonio brindado el 13 de diciembre de 1985 -fs. 1160/ 4- por la Dra. Sara Luisa Levy, q uien refiri ó que a l a fecha de la intervención militar formaba parte de l a Comisión Directi va de los Jefes de Servicio del Hospital, recordando que en marzo de 1977, y en oportunidad de darse una de las reuniones de esa comisi ón, tuvo una discusión con el Coronel Médico Esteves a parti r de las detenciones ilegales y de las renuncias masivas de personal del Hospital, cuando Esteves llegó a la reuni ón y preguntó qué opinaban acerca de las detenciones, habló en nombre de todos transmitiendo esas inquietudes. Que entonces preguntó sobre el motivo y el criterio de las detenciones ante lo cual Esteves, l uego de recibi r la respuesta del resto de los presentes de que Levy hablaba por ella sola, l e dijo “Ud. debe ser sub versiva porque está saboteando todo lo que yo haga”. Que esa misma noche, irrumpió en su casa de Capital Federal 379 un grupo de personas que l a tomaron del brazo, la amenazaron de muerte poniéndola contra una pared y revisaron toda la casa, llevándose muchas de sus pertenencias. Que l uego la sacaron del departamento vestida con un camisón no dejándole llevar los medicamentos que estaba tomando. Que durante el viaje en automóvil, le decían que “iban a matar a todos los judíos”. Que al ll egar notó q ue era un l ugar urbanizado, sintió q ue la bajaron a un lugar de cemento y la presencia de un guardia. Que la bajaron por un ascensor a un sótan o o subsuel o y la introdujeron sola en una celda que tenía una cucheta. Que llamaron a un médico para q ue la revisaran por su estado de salud. Que ese supuesto médi co fue a verla y al decirle ella su nombre y enterarse de que era judía le refirió que “iba a realizar experimentaciones” con ella, y finalmente no la revisó. No hace falta aclarar que la referencia a l as experimentaciones de parte un médico a una cautiva de origen j udío, en ese contexto, estuvo diri gido a mortificarl a y a denigrarla, comparando su estado de in defensión y de despersonalización con el que vivieron l os cautivos judíos en los campos de concentración y de exterminio del régi men nazi, en muchos de los cual es, como en Auschwitz, Dachau o Buchenwald, se llevaban adel ante experi mentos atroces a cargo de médicos como Josef Mengele o Víctor Brack que segaron la vida de miles de personas tras hacerlos padecer horribl es padecimientos. También resulta de relevancia citar aquí una parte del relato de Alicia García Otero qui en refi rió, en relación a Davi d Kravetz, q ue tras permanecer detenidos “[s]alimos los mismos dieciséis que habíamos entrado juntos. Pasamos por la cárcel de Caseros. Se mete por el bajo Flores. Ahí hubo un silencio absoluto, pensamos que no íbamos a Coordinación, que nos iban a matar por ahí. Finalmente llegamos a Coordinaci ón. Cuando nos bajan a todos, había policías de civil con portafolios con armas. Nos ponen a todos contra una pared de vidrio. A mi derecha estaba Susana Stabzi [Sztabzyb]. A mi izquierda estaba David Kravetz. Esta gente que gatillaba y ponía el silenciador. U no de ellos dice «Estos j udíos de mierda hay que matarlos a todos». Veo que Stabzi y Kravetz se muerden los labios y apoyan la cabeza” (f s. 794/6). Asimismo, vale n uevamente recordar las palabras de otra de las sobrevivientes de este centro de detención, me refiero a Jaqueline Romano, quien en su testimonio agregado a fs. 843/4 de l a presente causa, relató que el Dr. Roitman “fue torturado en forma salvaje, dicho castigo se acentuó por su condici ón de judío”. Tales testimonios son una muestra más de las prácti cas visualizadas en otros centros de deten ción, en los que predominaba el ensañamiento hacia los detenidos de condición judía, y en los que esta 380 Poder Judicial de la Nación condición resultaba determinante de l os brutales padeci mientos de l os detenidos. No podemos dejar de señalar que, además de que buena parte de los detenidos il egales del Hospital Posadas pertenecían al colectivo judío -como David Kravetz, Susana Sztabzyb, Sara Levy, Berta Goldberg, Maurici o Schraier o Enrique Malamud entre otros-, dos de las tres víctimas que permanecen desaparecidas, Jacobo Chester y Jorge Roitman, también lo eran. La sobre representación de la colectividad judía en la nómina de detenidos y de desapareci dos respecto de la población en general es, una vez más, manifiesta. 3.6.4. Personas que actuaron en “El Chalet” Como pri mer punto, para dar cuenta de la vincul ación del personal de seguri dad llamado “SWAT” con el centro clandestino de detención q ue existi ó en el predi o del “Hospital Posadas”, es necesari o dejar asentado que hay numerosos testi monios q ue dan cuenta de q ue “El Chalet”, era territori o exclusivo del citado grupo de seguri dad, y que las personas que no eran integrantes del mi smo, ten ían el acceso restringido a este siti o; restricci ón que encuadra perfectamente en la lógica de la clandestinidad en que fue creado y utilizado dicho centro, ya que claramente el acceso a extraños no integrantes del person al a cargo del centro de detención, pondría al descubierto las prácticas clandestinas llevadas a cabo en di cho sitio. Esta restricción i mpuesta por l os integrantes del grupo “SWAT” es descripta por varias personas que prestaron declaración en la causa n ro. 2628/84 y en las presentes actuaciones. Así, surge el testimonio de Federico Montenegro (fs. 1384/5 vta.), en el cual el nombrado refi rió “…que en el año 1976 prestaba servicios como Agente de la Policía de la Pcia. de Bs. As. dependiente de l a Comisaría de Morón 1ra., aunque sin embargo las órdenes las recibía de la Uni dad Regional I de Morón. Recuerda que prestó servicios de Guardia en el Hospital Posadas durante nueve meses, durante el mes de abril hasta el mes de diciembre de 1976 […] que era guardia de seguridad, con asi ento en la Portería, debía recorrer el perímetro del Hospital, por dentro de ese perímetro, y también por los pisos del edificio […] En ese lugar cumplió una guardia de veinticuatro horas de servicio por cuarenta y ocho de franco, en forma rotativa. Que por guardia eran cuatro policías, recordando q ue estaba compuesta por el dicente, dos cabos y un cabo primero; recordando el apellido de sólo dos; estos son el Cabo 1ro. Martínez y el Cabo Barba […] que sí existió otra guardia, que solían andar por todo el Hospital 381 exhibiendo armas […] que habitaban en una casa dentro del predio del Hospital y a la cual el dicente no podía acercarse porque el los decían que era jurisdicciones de ellos. Que tampoco tuvo relación con el los porque era gente muy prepotente, y de la cual el dicente no gustaba […] que no tuvo acceso a la casa, y que lo único extraño era que durante las noches se la pasaban tirando tiros. Que nunca habló con esas personas y sólo se saludaban” (resaltado agregado) . Obra asimismo l a declaraci ón testimoni al agregada a la causa nro. 2628/84 (fs. 348/51) y prestada por Susana Graciel a Ávalo ante CONADEP, quien refirió en cuanto a l a restricci ón de acceso al chalet, q ue “[...] Que en el fondo del Hospital había como dos chalets, que tenía una especie de parque. Que en el año 1976 esa parte es cerrada construyendo un muro y alambrado cerrando la parte que daba a los chalets, y en ese lugar había vigilancia militar permanente, habiendo oí do la dicente comentarios de que ese lugar de los chalets habría servido como centro clandestino de detención, incluso hay personas que comentan que allí también se habría enterrado gente, cosa que a la dicente no le consta...”. También resultan de interés las declaraciones prestadas ante esta sede por Carl os Agui rre y su mujer Marta Centuri ón, quienes se desempeñaron como caseros de uno de los chalets cercanos a aquél en el cual f uncionó el centro clandestino de detención. A fs. 703/5 de la causa nro. 2628/84 se encuentra agregada la prestada por Aguirre, en la cual refi rió en cuanto a l a casa destinada al Subdi rector que “en un época vivió allí el Dr. Otero [...] que cuando el dicente comenzó a vivir en la casa como casero; en la destinada al Subdirector no vivía nadie, pero luego comenzó a vivir otra familia; era el matrimonio Ares, y la mujer de nombre Aurora, trabajaba en alimentación y el marido en Calderas, siempre del Hospital [...] luego este matrimonio, cuando llegó el personal de seguridad y habitó esa casa, fue trasladado a una casa, o un garaje, que está próximo a la casa principal [...]que el personal de seguridad la ocupó alrededor del mes de mayo, cuando las voluntarias del Hospital se fueron […] que al comenzar a vivir allí el matrimonio Ares y al poco tiempo después ocuparon la parte superior de la casa las voluntarias, que eran las que ayudaban a dar de comer a los pacientes, atendía[n] a los chicos y otras cosas. Las voluntarias estuvieron en esa casa aproximadamente unos dos o tres meses hasta que llegó el personal de seguridad [...] no tenía acceso a ese lugar”. La mujer de Aguirre, de nombre Marta Raq uel Centurión declaró a fs. 706/7 de la citada causa, en la cual relató en cuanto a las personas que habitaron el chalet donde residi era el Subdirector que el 382 Poder Judicial de la Nación matrimonio Ares estuvo en tal siti o “hasta que llegó el personal de seguridad, creyendo la dicente que ese matrimonio habitó esa casa, por el mismo tiempo que la dicente habitó la suya, ya que cuando se fueron, de la casa del Director, el matrimonio todavía estaba; aclarando que cuando llega el personal de seguridad a esa casa, el matrimonio se muda a un garaje, próximo a la casa principal [...] También recuerda que, previo a ello, y mientras el matrimonio ocupó la casa principal del Subdirector, también estuvieron las voluntarias del Hospital, que también se fueron cuando llegó el personal de seguridad”. Ambos declararon ante esta sede, Agui rre lo hizo a fs. 620/2 de las presentes actuaci ones, oportunidad en la cual manifestó que “[q]ue un día del año 1976 lo l lamaron a dirección y le dijeron que el Di rector interino Esteves quería hablar con él, fue entonces con su señora a entrevistarse con él, que entonces les propuso que cuiden el chalet, j unto a su esposa Marta Centurión; que se refería al chalet sito en calle Marconi, que está a unos 40 ó 50 metros del chalet donde se supone que hubo detenidos […] Que en cuanto a este chalet, sabe que allí vivía esta pareja y que luego vinieron los de SWAT y no obstante ello, la pareja siguió viviendo allí. Que los de Swat vivían en el chalet viejo, y los caseros tenían una casita separada a unos 10 ó 20 metros, no sabe si guardaban comuni cación con los Swat […] que más o menos serían unas siete personas las que usab an el lugar. Preguntado por si recuerda a un tal Nicastro, dijo que sí, que ése era el que mandaba, que era flaco, alto, canoso, que tendría unos 60 años, vestía con traje azul , elegante, recuerdo que exhibía armas, él mandaba al resto de l os Swat y Nicastro estaba siempre en el chalet, era a quien le decían «el Comisario» […] Preguntado por si recordaba a Hugo Oscar Delpech, dijo “que sí, que le decían Hugo, era gordito también más o menos de la misma estatura de Juan, de la misma edad que sería 35 años o un poquito más, que también andaba con armas, y también vivía en el chalet […] Argentino Ríos, dijo que era personal del Hospital y después se pasó con ellos, él siempre andaba con el grupo Swat, no sabe si él seguía perteneciendo al Hospital o no. Que Argentino también estaba en el chalet. Que los horarios de los Swat eran muy diferentes, no sabe si hacían relevos o no, q ue los que más andab an por ahí eran Nicastro, Juan, Hugo Delpech y también Rí os. Que mientras estuvieron en di cho sitio, se iban a la noche por el fondo, iban en el jeep, tiraban tiros, ellos estaban por todo el Hospital, tenían zona liberada, recorrían el Hospital por todos lados […] Recuerdo que entre los Swat había una persona que era flaco, que usaba una campera verde, tipo ropa de fajina, estilo del Ejército”. Seguidamente, recordó el testigo el operativo que la Primera Brigada Aérea de Palomar llevó a cabo para desmantelar el centro de detención y recordó que l uego de ello “ese chalet q uedó desocupado, que no 383 sabe si alguien fue por ahí, que se quedó con miedo y ya no vio lo que pasaba allí”. Centurión también declaró en esta sede (f s. 623/4) oportunidad en la cual refirió que “en determinado momento se conformó un grupo de gente al cual llamaban los SWAT, se decía que eran de la policía retirados, había algunos mayores y otros jóvenes. Que una vez que aparecieron los Swat, la señora Aurora les dijo que no fueran más al chalet ya que iban a ir a vivir con ellos los integrantes del grupo Swat. Cuando Aurora le comentó esto la dicente le preguntó dónde irían a vivir ellos, a lo cual le contestó que se iban a quedar viviendo allí ya que no tenían otro lugar para ir y que tenían que cortar la amistad ya que les habían prohibido hablar con alguien. Que final mente el grupo Swat fue a vivir a la casa del Vicedirector y esto motivó que no tuvieran más contacto con el otro m atrimonio, que al mismo tiempo este grupo les dijo que no podían salir más de su casa y dejar de deambular por el parque. Que con motivo de esto, la dicente tuvo una entrevista con el Director, a lo cual éste les dijo que los del Swat estaban simplemente para cuidarlos y que si querían salir de su casa salieran que no había problema, que en t odo caso si tenía que ser de noche salieran, pero que volvieran al día siguiente. Que asimismo la dicente se encontraba con miedo porque la gente del Swat estaba dando vueltas por el parque todo el tiempo y se escuchaba q ue efect uaban disparos; que también se escuchaban sus gritos, como si fueran gritos de borrachos. Preguntada por si se podía escuchar la radio proveniente del chalet que ocupaban los Swat, dijo que sÍ, en algunas ocasiones se escuchaba la músi ca muy fuerte, sobre todo por la noche. Que los desbordes que hacían fue como que se fueron incrementando, hasta que se realizó un operativo m ilitar”. En cuanto a los integrantes de l os “SWAT”, refi rió Centuri ón que “había un gordo grandote el cual cree que era retirado de la policía […] vigilaban, caminaban por los pasillos, estaban a cara descubierta […] estaban todo el día en el hospital, asimismo había gente del grupo todo el tiempo en el chalet del vicedirector, hacían asados, se notaba que estaban todo el tiempo. Preguntada por si en alguna oportunidad Aurora le comentó si los del grupo Swat habían llevado a gente detenida al chalet, di jo que no, le tenían prohibido hablar con persona alguna”. Finalmente, la nombrada descri bió el operativo militar que culminara con su detención y la de su mari do, y agregó “Que luego de este episodio los integrantes del grupo Swat nunca más aparecieron por el hospital y un mes más tarde la dicente y su marido se fueron a vivir a una casa que tenían a medio construir en Merlo, l ugar en que vive actualmente”. Otro de l os testimonios que vi ene al caso recordar es el brindado por Lui s Curet, quien en el año 1976 se desempeñaba en el 384 Poder Judicial de la Nación Hospital P osadas como portero del mi smo; relató el nombrado ante esta sede (fs. 1065/7 vta.) con relación al grupo SWAT que “estas personas tenían a su cargo el control de la totalidad del predio del Hospital […] que con el tiempo se comentaba que estas personas habían tomado uno de los chalets del hospital, el cual utilizaban de asentadero, por lo cual se suponía que guardaban las armas en dicho lugar. Que utilizaban el chalet como base; que allí tenían la ropa y las armas. Que también tenían una oficina dentro del Hospital”. Asimismo, vale tener en cuenta en este aspecto los dichos del imputado en causa nro. 2628/84 Oscar Raúl Teves –fal lecido según constancias de fs. 681 de l a presente causa, el 4 de agosto de 1989-, quien relató a fs. 1570/6 al prestar declaración indagatoria, al ser preguntado en qué parte el grupo de seguri dad tenía su asentamiento dentro del Hospital, que “al principio era en un[a] sala del mismo Hospital -por la entrada principal, muy cerca de allí-, donde tenían los colchones donde descansaban, ya que hacía guardia durante dos o tres días y luego le daban franco; luego, cuando llegan los militares -según cree la Brigada de El Palomar-, los trasladaron al grupo a un chalet que se encontraba en los fondos del Hospital, que lindaba cerca de los Monoblocks, sin abandonar la sala a que hiciera referencia anteriormente. Que dichos militares, realizaban razzias en la Villa Carlos Gardel y dentro del Hospital Posadas, deteniendo a personas, que a veces las llevaban al chalet -antes mencionado- utilizando para ello automóviles. Que el grupo de militares que realizaba este tipo de operativos, se hallaban vestidas con ropa de fajina, de color verdecito […] que las reuniones se hacían entre el Jefe del Grupo -el Comisario- y otra persona apodada «Juan» con dos o tres civiles y personal militar uniformado vestido de fajina -pensando que estos últimos serían suboficiales por la ginetas-, que se efectuaban siempre durante la noche y en la parte superior del Chalet; reunión a la cual el dicente no tenía acceso”. Teves f ue preguntado por su conocimiento de vari as de las vícti mas que estuvieron cautivas en el chalet, o perteneciendo al plantel del Hospital, fueron detenidas ilegalmente, refiriendo con respecto a Gladys Evaristo Cuervo: “[q]ue el dicente estaba una noche en el jardín del Chalet -antes referido- y salió un señor de civil del chalet y le dice al declarante «Venga Ud.», me hace subir al primer piso del chalet donde estaba la señora o señorita Cuervo, indicándole que desde ese momento se hiciera cargo del cuidado de ella. Que se encontraba bastante mal, ya que tenía quemaduras de cigarrillo, en la parte de la vagina, pecho, ombligo, y se hallaba acostada en el piso sobre un colchón desnuda, tapada y con los ojos vendados; que recuerda también que tenía quemaduras en el ano. Que Gladys Cuervo lo conoce bien, ya que el dicente le sacó la venda. Que el dicente ignoraba hasta ese momento que Gladys Cuervo perteneciera al Hospital Posadas, 385 indicándole ella su propio nombre y que era enfermera del Hospital Posadas. Que el dicente no podía entender porqué ella decía que era del Hospital Posadas, si estaba dentro del Hospital. Que a partir de ese momento el dicente le compró remedios de su propio bolsillo para curarla. Que después la siguió atendiendo durante quince o veinte días aproximadamente. Que luego le dieron al dicente un franco de sábado y domingo y cuando regresó al Chalet Gladys Cuervo ya no estaba más. Que desea el declarante que Gladys Cuervo se halle con vida pues podrá confirmar sus palabras. Que durante esos días, el dicente, por indicación, se dedicó en forma exclusiva al cuidado de Gladys Cuervo, como así también, a veces, a preparar comida para el grupo al cual pertenecía. Que por el grupo de ellos, entiende a los cuatro que lo integraban, no contándose ente ellos el «Gato» y «Juan». Que Gladys Cuervo se encontraba en un dormitorio del primer piso frente al baño, donde ella hacía sus necesidades y se bañaba. Que siempre Cuervo se hallaba con las m anos atadas, con las manos hacia atrás de la espalda, y mediante un[a] venda. Que el deponente no l a podía ver en ese estado, y pese a no estar autorizado para ello, procedía a desatarla; aunque la propia Gladys Cuervo le requería que no lo hiciera porque era demasiado compromiso para el dicente, que cuando él se retiraba procedía a atarla nuevamente […] que Gladys le decía que ella estaba allí -ante la pregunta del dicente por el motivo de su estadaporque había «mandado al frente a un grupo denominado Montoneros», que la habían interrogado y que había dado nombres, que el deponente desprende de la situación física en que se encontraba, de q ue había sido sometida a torturas”. También la decl aración informativa prestada por Adol fo Marcolini a fs. 1061 de la causa nro. 2628/84, abona la hipótesis enunciada. En efecto, según el relato del nombrado “[e]sta gente [los Sw at] se alojaba en el Hospital y se pusieron unas camas en un taller que el dicente t enía a su cargo frente a la oficina de mantenimiento, donde ellos dormían. Aquí empezó el dilema dentro del Hospital, cuando empezó a act uar. Es decir, a toda persona que ingresaba o deambulaba en el Hospital, estas personas los paraban en forma violenta y los ponían contra la pared. En esa[s] circunstancias, interrogaban a esas personas por sus datos y sobre lo que hacían en el Hospital. Y como los médicos se quejaron al Director, porque también ellos eran objeto de esas actitudes, Esteves deci dió sacarlos del taller, por las quejas recibidas y los mandó al Chalet que está al lado del Hospital y que tendría que ser la casa del Administrador del Hospital […].En el chalet, que era el nuevo lugar donde ellos se alojaban, también lo hacen junto con un matrimonio de caseros, q uienes ocupaban los cuartos de servicios y un garaje. Al irse este grupo, a quienes los denominaba los SWAT, la consigna que le dio dirección [Esteves] era custodiar la línea divisoria ente el Hospital y la Villa Carlos Gardel y a partir de la cinco de la tarde retirar las visitas, por tanto l a úni ca persona que por la mañana 386 Poder Judicial de la Nación estaba o mejor dicho que iba al Hospital era el Jefe de apellido N icastro, y a las cinco de la tarde, los demás”. La utilización de “El Chalet” como lugar de alojamiento de l os “SWAT”, fue incluso advertida por la Corte Suprema de J usticia de la Nación, al fallar en el caso “Argentino Rí os y otros”, Tomo 312:111; en dicha oportunidad, recordemos, la Corte tuvo en cuenta que “quedó establecido que a ese grupo [de vigil ancia y seguridad] se le asignó la vivienda existente en el hospital, a la cual no podía concurrir persona alguna…” Esta vivi enda no es otra que la que anteri ormente fuera destinada al Subdi rector o al Administrador del Hospital Posadas, l o cual ha permiti do corroborar en el pronunciamiento respectivo, el conocimiento que los allí imputados, como integrantes del grupo de seguri dad y vigilancia, poseían acerca del destino dado a tal inmuebl e, y el alojamiento en el mismo de detenidos ilegales, ci rcunstancia que justamente da senti do a la restricción de acceso a dicho predi o, del personal ajen o al grupo de seguridad. Otro elemento de vital trascendencia a fin de determinar el destino que se daba al “chalet”, es lo acaecido en oportunidad en que la Primera Brigada Aérea de Palomar se constituyera en di cho sitio en enero de 1977 y procedi era al desmantelamiento del centro de detención. En efecto, si bien no se ha logrado obtener hasta el momento, registro algun o relativo al citado procedimiento y a la supuesta detención de los “SWAT”, l os testimonios dan cuen ta de q ue dich o operativo culminó con la detención de los mismos, y que f ue llevado a cabo justamente en el citado “Chalet”, lo cual sirve de sustento a los efectos de tener por acredi tado el asiento del grupo citado en la vivienda de mención. Sin perjuici o de el lo, lo atinente a l a descripción de este procedimiento, será analizada en el apartado si gui ente. 3.6.5. El desmantelamiento de “El Chalet”. La conflictiva relaci ón exi stente entre el grupo de seguridad que operaba en el nosocomi o y la Fuerza Aérea –que ejercía el control sobre la j urisdicción terri torial en que se encontraba inserto el nosocomi o en lo relativo a l a “l ucha antisubversiva”- se hizo insostenible hacia fines del mes de enero de 1977. Para aquella época, la actuación del grupo “SWAT” en l as dependencias del “Policlínico Profesor Alejandro Posadas” y la utilización del “Chalet” como centro clandestino de detención y tortura, encontró un abrupto final, cuando personal de la Fuerza Aérea Argentina llevó a cabo 387 en el l ugar un operativo militar que culminó con la detención de l os integrantes del grupo de seguridad y el desmantel amien to del centro clandestino de cauti vidad y tortura. Con relaci ón a ello, cabe recordar en este punto el testimonio brindado por Gladys Evari sta Cuervo –quien fue ilegalmen te detenida el día 25 de noviembre de 1976-; pues relató la nombrada que, l uego de vari os días de cautiverio, durante los cuales fue sometida a diversos mecanismos de tortura que la sumieron en una delicada condición f ísica, “en una oportunidad [...] vino una persona cuya voz no reconocía, entre las de mis captores, y cuando ent ró, abrió la puerta del placard donde yo estaba, dijo, «flaca qué te hicieron», me aflojó las ligaduras, me sacó la mordaza, y me preguntó «qué te hicieron, q ue te hicieron, por qué?» Entonces yo le expliqué, y le dije no sé por qué, y me di ce, «pero por qué no hablaste, por q ué n o dijiste al go», pero le digo, yo que q uerías que diga, no sé, no sé, por qué te hi cieron esto, no entiendo nada, y entonces me dijo, «no te preocupes que te vamos a sacar de acá»; entonces a uno de los guardias, yo le pregunté quién era el que vino, «ah, ése es un milico», m e dijo, era uno de los milicos, después; después, esa misma persona volvió otra vez con un médico, q ue me reconoció las fracturas y las quemaduras y dijo que yo estaba muy mal, aparentemente ordenó una medicación que trajeron enseguida, le ordenó que me dieran de comer” (cfr. fs. 555). Relató Cuervo que en esta ocasión esta persona –a quien sus captores se ref erían como “un milico”- le dijo que había veni do a sacarla, pero que existían problemas ya q ue ella conocía a sus secuestradores, que les había visto la cara y los conocía; y por ello no se la podían llevar, sin embargo le dijo q ue el lunes volverían y la sacarían de aquel sitio -el “Chalet”- o, de no ser ello posi ble, le dejarían hacer una carta para sus hijos. Continuó su relato i ndicando que un tiempo más tarde fue otra de las personas a quienes los “SWAT” llamaban “milicos”, quien se identificó como mili tar y Cuervo le supl icó que la sacaran inmediatamente de ese lugar porque de lo contrari o la iban a matar; ante esta circunstancia, esta persona decidió sacarl a inmedi atamente de allí. De esta forma, relató la nombrada: “me envolvieron en una de las colchas, me cargaron al hombro, y me sacaron, otro dijo no, cómo la vamos a sacar ahora que son las 6 de la tarde, estas loco dijo, pero hay que sacarla, hay que sacarla, porq ue di ce que la van a matar, y yo creo q ue es cierto, entonces me sacaron, y me llevaron y me tiraron en el baúl de un coche, después de un trayecto [...] de unos 15 ó 20 minutos, tal vez, atravesamos unas vías, me sacaron del baúl, y me colocaron sobre una cama, me ataron los pies, y las manos, a la 388 Poder Judicial de la Nación cabecera y al respaldo de la cama, y me dijeron, quedate tranquila que aquí nadie te va a hacer nada, después venimos; al día siguiente volvieron y me desataron, entonces me dijeron q ue yo iba a estar desatada, pero q ue tenía q ue permanecer con la venda puesta, [...] volvieron a traerme un médico que me reconoció, el mismo médico que me había visto antes, y me dijo vos estás muy mal, vos sabés que estás muy mal” (cfr. fs. 556). Cuervo indicó que l as personas q ue la sacaron de su lugar de cautiverio habrían perteneci do a la Fuerza Aérea ya que en el lugar al cual fue conducida la comida se la ll evaban en platos con el escudo de la aeronáutica. El episodio que tuvo como protagonista a Gladys Evari sta Cuervo se enmarcó en la conflictividad que signó la arti culación de la actividad del grupo “SWAT” con los grupos de tareas de la Fuerza Aérea en el despliegue de la “lucha antisubversiva” –aspecto q ue será analizado posteriormente-. De esta f orma, aq uel los conflictos q ue surgieron entre el grupo “SWAT” y la Fuerza Aérea, fueron zanjados por esta última mediante un vasto operativo mi litar en l as depen dencias del nosocomio –centrado principal mente en el sector en que se emplazaba el “chalet“- que implicó el desmantel amiento del centro clandestino de detención que funcionaba en el “Chalet” y la disolución de l os “SWAT” como grupo operativo. Con relación a la forma en que fue di suelto el grupo “SWAT”, recordó Gladys Cuervo que tomó conocimiento, por referencias de una familiar di recta que continuó trabajando en el nosocomio, que la Fuerza Aérea realizó un operativo y se ll evó detenidos a los integrantes de dicho grupo, y que después de vari os días al gunos de ellos reaparecieron, pero otros no, y aquellos que volvieron, dejaron de prestar funciones poco tiempo más tarde. Los médicos del hospital f ueron testigos del desarrollo de este procedimiento que culminó con la detención de los mi embros del grupo “SWAT”; así, A malia Luisa García –médica del Servicio de Tocoginecología- rel ató que un día mi ércoles del mes de en ero de 1977, la aeronáutica se llevó detenido al grupo parapolici al que operaba en el nosocomi o, sacándol os del chalet (cf r. fs. 759 vta. de la causa nro. 2628). Otra médica de la institución, Alicia Barreda -tambi én del Servici o de Tocogi necología- efectuó un relato del desarroll o de este operativo a cargo de la Fuerza Aérea; en este sentido, indicó la nombrada que “fue testigo, de cómo la Aeronáutica, se llevaba a los SWAT del chalet, observando cómo soldados vestidos de verde, se dirigían hacia la casa, en cuerpo a 389 tierra, y otros empujando un vehículo sin prender el motor y con una ametralladora en la parte trasera. Así, se metieron dentro del jardín de la casa, donde los perdió de vista, dado la arboleda existente allí; escuchando, eso sí, un par de disparos de armas de fuego. Al día siguiente se enteró de que se habían llevado detenidos a los SWAT, escuchando que Esteves tuvo que ir a dar explicaciones de ello ante las autoridades del ejército” (cfr. f s. 760/1). Por último, señaló q ue poco ti empo después de este epi sodi o Esteves dejó su puesto como Di rector del hospital , haciéndose cargo del mismo el Dr. Toccalino. Idénticas referencias dieron María Cri sti na Amuchástegui (f s. 874/5) y Alfredo Rómulo Monteverde (fs. 870/1). Amuchástegui señal ó que un día miércol es del mes de enero de 1977, las fuerzas militares realizaron un operativo muy grande y se llevaron detenidos a los miembros de la guardia de seguri dad, circunstancia que la nombrada pudo observar desde una ventana del nosocomi o. A su tiempo, Monteverde indicó que “a fines de enero de 1977, le comentaron que hubo un operativo donde personal de la aeronáutica rodeó el chalet donde estaba el grupo de vigilancia y los detuvo a todos, y a partir de allí, los SWAT no estuvieron más” (cfr. fs. 870/1). Agregó que al poco tiempo se produjo la renuncia de Esteves. También fueron testigos –y víctimas- de este suceso, el matrimonio de caseros q ue cuidaba l a construcción destinada a vivienda del Director del Hospital –lindante a pocos metros del chalet utilizado como centro clandestino de detenci ón-. En ocasi ón de prestar testimonio ante esta sede, Carl os Agui rre refiri ó que se comen taba que uno de los integrantes del grupo “SWAT” l e había faltado el respeto a un oficial de l a Brigada Aérea de “El Palomar” y que dicho enfrentamiento habría motivado la realización del operativo por parte de la Fuerza A érea. Con relación al operativo recordó que las fuerzas “entraron por un portón que tenía candado y que estaba cerca del chalet, que llegaron los soldados y les dijeron arriba las manos, y se tuvieron que tirar al piso. Que después los sacaron al parque” (cfr. fs. 621). Continuó indican do Aguirre que mientras ellos eran deteni dos, otro grupo fue “al otro chalet, q ue habrán estado así unas dos horas, tirados cuerpo a tierra, junto a todos los de de SWAT [...] Después nos llevaron a todos a la Base de «El Palomar», nos bajaron encapuchados del camión y a cada uno nos pusieron en un calabozo individual. Después vino el Coronal Esteves porque le 390 Poder Judicial de la Nación habían avisado a él lo que había sucedido” ( cfr. fs. 621). Por últi mo, manifestó que, luego de este acontecimiento, el chalet que ocupaban los “SWAT” quedó desocupado. Por su parte, Marta Raquel Centuri ón recordó que “una noche cuando volvía de su turno en el Hospital a su casa junto a su hermana, un muchacho –uno de los que trabajaba en la portería- en la puerta le dijo que no fuera a su casa porque estaban los militares; la declarante fue igual ya que allí vivía. Que cuando estaba caminando hacia allí, fue detenida por personal vestido de uniforme militar, la hicieron tirar en el piso junto a su hermana, y les taparon la cabeza con una capucha; que las trasladaron a un lugar donde fue colocada en un calabozo, allí pudo escuchar las voces de su hermana y su marido” (cfr. fs. 624). También dijo que había escuchado comentari os q ue señalaban que durante el desarroll o del operativo, había muerto uno de l os integrantes del grupo “SWAT”. Indicó asimismo q ue el muchacho que le advi rtiera de la presencia del person al militar en el predio, le informó de la circunstancia de su detención a Jefe de Personal, Ricci , quien a su vez se lo comunicó al Director Esteves; éste se presentó en la Base Aérea de “El Pal omar” y logró su liberaci ón y la de su famili a. Por últi mo, refiri ó que luego de este episodio “los integrantes del grupo SWAT nunca más aparecieron por el hospital” (cfr. fs. 624) y que no mucho ti empo más tarde Esteves cesó en sus f unciones. Uno de los integrantes del grupo de seguri dad, hizo ref eren cia a este suceso en l a declaración que se l e recibi era en el marco de la causa nro. 2628 del Juzgado Federal nro. 1 Morón. En este sentido, Oscar Raúl Teves, al prestar declaraci ón indagatoria en dicho expediente, manifestó que “un día domingo a la tarde, mientras el dicente estaba lavando su camisa, mientras los demás estaban durmiendo, salvo el Gato q ue estaba comiendo; [...] observó un helicóptero por sobre la copa de los árboles, al momento que desde aquél, una voz le decía al dicente y a los demás que no se movieran. Mientras sucedía ell o, apareció un grupo de soldados en camioneta, y toman al dicente y al resto de los integrantes del grupo prisioneros, esposándolos, poni éndolos cuerpo a tierra, hasta que oscureció” (cfr. fs. 1574). Posteri ormente, refi rió que todos los i ntegrantes del grupo fueron introducidos dentro de un camión y trasladados a la Brigada Aérea; una vez en dicho lugar, “subieron dos soldados a la culata del camión, mientras uno los encapuchaba y el otro los arrojaba al suelo. Luego, desde al lí los llevaron a los calabozos donde les sacaron las capuchas y los dejaron esposados, hasta la 391 madrugada del otro día en que les dieron un jarro de agua a cada uno, les sacaron las esposas, y les dieron unos col chones, hast a que aclaró” (cfr. fs. 1574 vta.). Encontrándose en tales condici ones Teves escuchó q ue un Mayor impartía órdenes a un oficial en el sentido que para la noche “debían desaparecer todos de allí”; en consecuencia, al llegar la noche l o introdujeron en un coche, descal zo y en pantalones, y lo dejaron a tres cuadras de la casa, encontrándose todo gol peado. Por último, Teves brindó una suerte de expl icación de l as razones que motivaron la realizaci ón del operati vo que culminó con la detención del grupo “SWAT”; en este sentido manifestó que “supone el dicente que los golpes habrán sido porque eran los «tapa agujeros» y que fueron tratados «como si f ueran los enemigos de ellos»” (cf r. fs. 1574 vta.). En oportunidad de declarar ante el J uzgado de Instrucci ón Militar n ro. 12 de l a Fuerza Aérea Argentina, en el marco del expediente nro. 5.124.248 ( FAA), confirmó los sucesos de la detención los miembros del grupo “SWAT” y agregó que cuando se presentó a trabajar nuevamente en el policlínico, se le comunicó que debía entregar su credencial y que había si do declarado cesante (cf r. fs. 562/vta. del sumario mi litar). A su vez, Carlos Domingo Ricci, Jefe de la Di visión Servici os Generales de la insti tución, refiri ó haber tomado conocimi ento a través de comentarios de que parte del personal de seguridad había sido detenido por personal de aeronáutica (cfr. fs. 564/6 vta. del sumari o militar nro. 5.124.248). Adolfo José Marcoli ni también formul ó algunas apreciaci ones vinculadas al desbaratamiento del grupo “SWAT”, en oportunidad de prestar declaraci ón en las audiencias orales de la causa nro. 13/84 de la Excma. Cámara del fuero; allí, preguntado sobre la forma en que se disolvió el mentado grupo, señaló Marcolini que durante le mes de enero de 1977 –mi entras él se encontraba haciendo uso de su licen cia anual- los integrantes del grupo fueron detenidos por la aeronáutica, de forma tal que cuando se reintegró no estaban más. Marcolini indicó como posibl e causa de estos sucesos la existencia de algún probl ema en algunos de los operativos que realizaban en forma conjunta (cfr. fs. 705/22 del sumario militar nro. 5.124.248). Independientemente de aquellas razones meri tuadas por las autoridades de la Fuerza Aérea; los testimonios colectados con relación a los sucesos que tuvieron epicentro en el “Policlínico Prof esor Alejandro Posadas”, descubren que la utilización del centro clandestino de detención montado en el “Chalet” y el accionar del grupo “SWAT” culminó con el 392 Poder Judicial de la Nación operativo llevado a cabo por dicha f uerza en la sede del nosocomi o casi a fines del mes de enero de 1977. A parti r de ese momento, l os integrantes de dicho grupo de seguridad no volvi eron a ser vistos por los empleados y profesi onales médicos del nosocomio y, al poco tiempo, se produjo el al ejamiento de l a institución del Coronel médico Juli o Ricardo Esteves. 3.6.6. Actividad juri sdiccional respect o del CCD T “El Chalet” del Hospital Posadas Vale destacar tambi én en este punto, que la investi gación de los sucesos que tuvieron lugar en el “Hospital Posadas”, ya sea los referentes a la denominada “primera etapa o intervención del nosocomio” – a la cual se hará mención en extenso, en el consi derando siguiente-, o a la segunda etapa, relacionada excl usivamente con la existencia de un centro clandestino de detención y tortura en el predi o del H ospital , se ha enmarcado en las actuaciones que l levan el nro. 11.758/06, por l o cual las constancias que habrán de citarse, habrán de referirse a dichas actuaciones, o bien a constancias relacionadas con las mismas, conforme se explicitará en cada caso. 3.6.6.1. La causa 2628/84 “Conadep s/denuncia Hospi tal Posadas” Ernesto Sábato, en su carácter de Presi dente de la Comisi ón Nacional sobre l a Desaparición de Person as denunció, a medi ados de 1984, los hechos que ocurrieran en el enton ces Policlínico Prof esor Alejandro Posadas, constituyendo dicha presentaci ón la génesis de l as in vestigaci ones que, sobre l os mi smos, tramitaran ante el Fuero Federal de Morón y en el de esta Ci udad, así como también en el Fuero castrense. La den uncia tuvo por objeto poner en conocimiento de la Justicia Federal de Morón l a comisión de “innumerables ilícitos cometidos desde y en el Hospital Posadas [...] detenciones ilegales de personas, tormentos de los detenidos, desapariciones, violaciones de menores, homicidio, etc.”, sien do los deli tos expresamente consi gnados “tan sólo una parte de los tantos que ocurrieran en el citado nosocomio y del que fueran víctimas otras personas que prestaron servicios en el mismo”. Según las conclusi ones a las que arribara esa Comisión: 1) Los il ícitos f ueron planeados y perpetrados desde y dentro del hospital; 2) Las víctimas integraban en la mayoría de los casos al personal estable del nosocomio y con muchos años de servicio, siendo 393 además la conducta de éstas de una seria contracci ón a las tareas; 3) Una parte de l os represores perten ecían al Ministerio de Bienestar, Secretaría de Estado de Salud Públi ca y otros al Ejército, Aeronáutica, Policía Federal y Policía P rovincial, que actuaban en forma alternada y/o simultánea en las funciones de secuestros, saq ueos, vejámenes y torturas; 4) En el caso de los represores perteneci entes al Ministerio de Bienestar Social, fueron contratados especialmente por las autoridades del citado Hospital y además percibían su sueldo di rectamente del mencionado Ministerio; 5) En el Hospital funcionaba un centro clandestino de detención y torturas, que actuaba si mul táneamente con las Comisarías de Castelar y Morón, con la Superintenden cia de Seguridad Federal , Brigada Aérea de Morón y Comando del P rimer Cuerpo del Ejército; 6) Dicho centro clan destino f uncionaba en lo que fuera el viejo casco de l a Estancia de Martinez de Hoz y que fuera también utilizado por el administrador del Hospital, y; 7) Los hechos ocurrían a la vista, tanto del personal como de personas que concurrían al establecimi ento, lo que ocasi onaba un estado generalizado de terror que provocó el si lencio y el mi edo de la poblaci ón hospitalaria. La Comi sión efectuó un breve relato cronol ógico de lo sucedi do en el nosocomio a partir de la instauración del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, del que surgen dos períodos claramente diferenci ados: ==> La primera etapa, iniciada en la madrugada del día 28 de marzo de 1976 con l a toma del hospital por parte de fuerzas del Ejército al mando del General Reynaldo Antonio Bignone, en la que se produjo la detención ilegal de un número aproxi mado de cuarenta personas que fueron alojadas en l a Superintendencia de Seguridad Federal, la Unidad Penitenciaria de Vil la Devoto y Unidad nro. 8 de Olmos “con períodos de detención clandestina que oscilaron entre los 5 días y los nueve meses” y la asunción del Cnel. Médico Agatino Federico Di Benedetto como interventor del establ ecimiento “quien declara en comisión a todo el personal y lo licencia con prohibición de concurrir al establecimiento” . ==> La segunda etapa, originada a parti r de l a desi gnación del Cnel. Médico J ulio Ricardo Esteves como Di rector Interino,en la que el nombrado “contrató personal especializado” que “pertenecía y dependía del Ministerio de Bienestar Social”, que participó “del secuestro de personas y 394 Poder Judicial de la Nación aplicación de tormentos de los detenidos, no conociéndose hasta la f echa el destino final de las víctimas”. Más concretamente, con la llegada de las nuevas autori dades y de ese grupo de seguri dad, “al que se denominó familiarmente por el personal como «SWAT»”, se in iciaron “las prácticas vejatorias contra el personal y quedó prácticamente desplazada la tradicional vigilancia del hospital”. El accionar desplegado por ese grupo, según lo i nvestigado por la CONADEP, fue “desde meros ultrajes personales a los empleados, actos de violenci a física contra los mismos, sin motivo alguno, hasta procedimientos de secuestros, tanto dentro del hospital como en los domicilios particulares de las ví ctimas, las que como único denominador común tenían el de prest ar servicios en el hospital”. Según se concluyera en la den uncia, el llamado Grupo “SWAT”, “dependía directamente del Director médico y actuaba coordinadamente con este grupo la Unidad Regional de Morón y la Brigada Aérea”. Uno de los signos distintivos de este período, se encontrará marcado por la instalación de un centro clandestino de detención en el “chalet viejo” del Hospital, el cual, según lo concluido por la Comisi ón “era operado por el grupo de vigilancia del mismo, en estrecha vinculación con otros organismos: Policía Federal, Provincial, Fuerza Aérea, Ejército”, destacándose por el denunciante l a exi stencia de numerosos elementos corroborantes de “la existencia del grupo SWAT -responsable de secuestros y torturas- y de la existencia de una relación de este grupo con las autoridades del H ospital y con el centro clandestino de detención”. Entre tales elementos, se indicaron como de singular rel evancia los reconocimientos que Zulema Dina Chester -hija de Jacobo Chester-, Gladys Evarista Cuervo -cautiva del Chalet-, Susana Graciela Ávalo mantenida cautiva con su madre Natali a Almada-, Olga Marta Salvati erra testigo del procedi miento de detención de Almada-, y Graciela Leonor Donato -esposa de J orge Roi tman-, hicieran sobre algunos de los miembros del grupo “SWAT” en los procedi mientos que sufrieran o de los que fueran testigos. De esta manera, el Hospital Posadas fue calificado por la CONADEP como un “centro operativo desde el cual se produjo la desaparición de personas” destacando los casos de las sigui entes personas despareci das: Susana Ával o, Natalia Cecilia Almada, María Ángela Cai ro de Garasino, Daniel Eduardo Call eja, Jacobo Chester -de quien se hallara su cuerpo en aguas del Río de La Plata-, María Teresa García de Cuell o, María Ester Goul ecdzian, Ignaci o Jesús Luna, Osval do Enrique Fraga, Josefina Teresa Pedemonte de Ruiz Vargas, J ulio César Qui roga y J orge Roitman. 395 Asimismo, y con la salvedad reseñada más arriba relativa a que estos no constituyen los únicos damn ificados, la Comi si ón denunció también concretamente los hechos -ocurridos en su mayoría durante la primera de las etapas señaladas- que suf rieran las sigui entes personas, que fueran detenidas-desaparecidas y posteriormente liberadas: Lucía Heredia, María Novill o Rosal es, Berta Gol dberg de González, María Rodríguez de Ibarrola, Néstor Giles, Mirta García, Jorge Ferrero, Alicia Squartini, Mónica Pini, Cristina Nicol au, Li liana Conti , Alberto Quiroz, Rubén Dago, Dora Graiff, Alicia Ferreyra, Gloria Ferreyra, Oscar Moyano, Ubaldo Eloy Álvarez, Emil se Bol ívar, Antonio Skara, Gladys Cuervo, Jul io Rodríguez Otero, En rique Malamud, Mauricio Schraier, Carl os Apezteguía, Hugo Nin, Camilo Campos, Carlos Heral do Bevilacqua, Davot Kvaternik, Juli o Sabio, Alfredo Monteverde, Juan Nava, Daniel Manigot, Carmen García Otero, Susana Stabsyb, Hernando Sala, Andrés Blei, Silvi a Bercú, Irene Filomeno, Ana Muhlmann, David Kravetz, Jorge Pérez, Marta Schwarzman, Dora Agustín, Lidia Abando, Manuel Trimboli, Ángela Martínez, Maurici o Selivares, Gladys Evarista Cuervo y Jacqueline Roman o. Finalmente, según los datos recabados por esa Comisi ón, se indicó como personas involucradas en los hechos denunciados a Reynal do Antonio Benito Bignone, Agatino Federico Di Benedetto, Julio Ricardo Esteves, Adolf o José Marcolini y Lui s Di Nallo; así como tambi én se individualizó como personas a las que se calificó de “torturadores reconocidos”, a Luis Muiña, José Faraci , Oscar Raúl Teves, Hugo Oscar Delpech, J uan Máximo Coptel eza, Victorino Acosta, Ricardo Antonio Nicastro, Cecili o A bdenur, Argentino Ríos y José Meza, estos úl timos, integrantes del denominado Grupo “SWAT”. La presentación reseñada, dio inici o a la formación y sustanciaci ón de los autos nro. 2628/84 del Juzgado Federal de Primera Instancia nro. 1 de Morón, causa que con posteri oridad constitui ría la sustancia del Legaj o de Prueba nro. 129 que corri era por cuerda de los autos nro. 450 de la Excma. Cámara de este Fuero, y q ue hoy, bajo el nro. 14.216/03, corresponden al entendi miento de esta Judicatura. Por otra parte, al poco tiempo de presentada l a den uncia originaria, en fecha 2 de agosto de 1984, el Juez Federal de Morón resolvi ó declarar la incompetencia parcial de la J usticia Civil para en tender en los hechos denunciados, determinándose que la investigaci ón sobre los sucesos que involucraran a personal mil itar debía tramitar ante el fuero castrense fs. 8 del Legajo 129-. Este temperamento fue el que determinó, por ese entonces, l a 396 Poder Judicial de la Nación instrucci ón de los autos nro. 5124.248 (F.A.A.) caratul ados “Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas s/ denuncia” por ante el Juzgado de Instrucción Militar nro. 12 de l a Fuerza Aérea Argentina, donde se investigara la responsabilidad de los imputados q ue ostentaran grado militar. A su vez, luego de una contienda trabada entre el Juzgado Federal de Morón y la Excma. Cámara de este Fuero, los autos 2628/84, como se dijo, el Tribunal Superi or de esta Judicatura se avocó a la investigación de la responsabili dad del personal militar interviniente en el marco del Legajo n ro. 129, mientras que, los autos nro. 2628 siguieron su trámite en la sede de la Justicia Federal bonaerense ya mencionada, quedando exclusivamente ci rcunscri pto su entendimiento, a la investigación de la i ntervención que tuvieron en los hechos a algun os de los miembros del llamado Grupo “SWAT”. Vale aclarar que respecto de ese tramo de la investigaci ón, el Juzgado Federal nro. 1 de Morón, en fecha 29 de junio del pasado año, declaró su incompetencia en favor de esta J udicatura, remiti endo a conocimiento de este Tribunal las actuaciones labradas con posterioridad a la formación del Legajo de P rueba nro. 129. La competencia atri buida, f ue aceptada por el suscripto en fecha 17 de j ulio pasado -fs. 908-, ordenándose que tales actuaciones corran por cuerda de los presentes autos. A continuación, habremos de ocuparnos de los elementos acumulados en cada una de las investigaciones a las que di era origen, ya sea di recta o indirectamente, la l abor de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas respecto de los hechos ocurridos durante la última dictadura militar en el entonces Policlínico P rofesor Alejandro Posadas. En la gran mayoría de l os casos, al ef ectuarse la exposici ón correspondiente, se respetará estrictamente el orden cronológico en el que se dio cada acto procesal, sin perj uicio de lo cual, con relación a algunos de ellos, el mismo será alterado en tanto ell o se vea impuesto por la necesidad de facilitar la lectura del gran cúmulo de actuaciones que abarca la actividad judici al cumplida con relación a los hechos que nos ocupan. Resta deci r, q ue la i dentidad que presen ta el Legajo de Prueba nro. 129 con los autos nro. 2628/84, ha hecho que en todos los casos del presente resoluti vo, al hacerse referencia a las actuaciones correspondientes, se cite indistintamente una u otra f uente. Ahora bien, corresponde aclarar que tal es actuaci ones guardan identi dad hasta la foja 397 1990; que el legajo 129 continúa hasta la foja 2229 con actuaciones que no se encuentran en la 2628; a la vez q ue esta última, desde la citada foja 1990 sigue su curso, hasta su finalización, actuaciones éstas q ue como ha sido aclarado, no se encuentran en el legajo 129. Instrucción de la causa nro. 2628/84 Como ya se explicara, constituyen la sustancia del Legajo de Prueba nro. 129, los elementos acumulados en l os autos nro. 2628/84 del Juzgado Federal de Primera Instancia n ro. 1 de Morón. En fecha 15 de agosto de 1984 -fs. 9/17- formularon su presentación: Berta Vartanush de Goulecdzian, Juli o César Qui roga, Marta Lifsicas de Chester, José Luis Ruiz Vargas, Graciela Leon or Donato de Roitman, Ángela Rivero de Cairo y Ángel Alberto Cuell o, ratifica