Higiene General

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Capítulo 20
Higiene General
EL CONOCIMIENTO de que el hombre ha de
ser templo de Dios, una habitación para revelar su
gloria, debe ser el mayor incentivo para el cuidado
y desarrollo de nuestras facultades físicas.
Asombrosa y maravillosamente formó Dios el
cuerpo humano, y nos manda que lo estudiemos,
que nos demos cuenta de sus necesidades, que
hagamos cuanto esté de nuestra parte para
preservarlo de daño y contaminación.
La circulación de la sangre
Para tener buena salud, debemos tener buena
sangre, pues la sangre es la corriente de la vida.
Repara los desgastes y nutre el cuerpo. Provista de
los elementos convenientes y purificada y
vitalizada por el contacto con el aire puro, da vida
y vigor a todas partes del organismo. Cuanto más
perfecta sea la circulación, mejor cumplida quedará
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aquella función.
A cada latido del corazón, la sangre debe fluir
rápida y fácilmente por todas partes del cuerpo. Su
circulación no debe ser entorpecida por ropas o
ligaduras apretadas, ni por insuficiente abrigo en
las extremidades. Todo lo que dificulta la
circulación detiene la sangre en los órganos vitales
y produce congestión. Esto provoca dolor de
cabeza, tos, palpitaciones cardíacas o indigestión.
La respiración
Para tener buena sangre, debemos respirar bien.
Las inspiraciones hondas y completas de aire puro,
que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la
sangre, le dan brillante coloración, y la impulsan,
como corriente de vida, por todas partes del
cuerpo. La buena respiración calma los nervios,
estimula el apetito, hace más perfecta la digestión,
y produce sueño sano y reparador.
Hay que conceder a los pulmones la mayor
libertad posible. Su capacidad se desarrolla
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mediante el libre funcionamiento; pero disminuye
si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los
malos efectos de la costumbre tan común,
principalmente en las ocupaciones sedentarias, de
encorvarse al trabajar. En esta posición es
imposible respirar hondamente. La respiración
superficial se vuelve pronto un hábito, y los
pulmones pierden la facultad de dilatarse. Se
produce un efecto semejante al apretarse el corsé.
No se da entonces espacio suficiente a la parte
inferior del pecho; los músculos abdominales,
destinados a ayudar a la respiración, no tienen libre
juego, y se limita la acción de los pulmones.
Así se recibe una cantidad insuficiente de
oxígeno. La sangre se mueve perezosamente. Los
productos tóxicos del desgaste, que deberían ser
eliminados por la espiración, quedan dentro del
cuerpo y corrompen la sangre. No sólo los
pulmones, sino el estómago, el hígado y el cerebro,
quedan afectados. La piel se pone cetrina, la
digestión se retarda, se deprime el corazón, se
anubla el cerebro, los pensamientos se vuelven
confusos, se entenebrece el espíritu, el organismo
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entero
queda
deprimido
e
inactivo
particularmente expuesto a la enfermedad.
y
Los pulmones eliminan continuamente
impurezas, y necesitan una provisión constante de
aire puro. El aire impuro no proporciona la
cantidad necesaria de oxígeno, y entonces la sangre
pasa por el cerebro y demás órganos sin haber sido
vivificada. De ahí que resulte indispensable una
ventilación completa. Vivir en aposentos cerrados
y mal ventilados, donde el aire está viciado,
debilita el organismo entero, que se vuelve muy
sensible al frío y enferma a la menor exposición al
aire. La reclusión en las habitaciones es lo que
torna pálidas y débiles a muchas mujeres. Respiran
y vuelven a respirar el mismo aire viciado, hasta
recargarlo de materias tóxicas expelidas por los
pulmones y los poros, y las impurezas regresan así
a la sangre.
Ventilación y sol
En la construcción de edificios de utilidad
pública o en los destinados a viviendas, urge
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asegurar buena ventilación y mucho sol. Las
iglesias y las escuelas adolecen muchas veces de
deficiencia en este respecto. A la falta de
ventilación se debe una gran parte de la
somnolencia y pesadez que contrarrestan el efecto
de muchos sermones y hacen enojosa e ineficaz la
tarea del maestro.
En cuanto sea posible, todo edificio destinado a
servir de habitación humana debe construirse en
paraje elevado y de fácil desagüe. Esto asegurará
un solar seco, y evitará el peligro de las
enfermedades debidas a la humedad y a los
miasmas. A este asunto se le suele dar muy poca
atención. Con frecuencia la humedad y el aire
viciado de los solares bajos y encharcados
ocasionan quebrantos de salud, enfermedades
graves y defunciones.
En la construcción de casas es de gran
importancia asegurar completa ventilación y
mucho sol. Haya circulación de aire y mucha luz
en cada pieza de la casa. Los dormitorios deben
estar dispuestos de tal modo que el aire circule por
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ellos día y noche. Ningún cuarto es adecuado para
servir como dormitorio a menos que pueda abrirse
de par en par cada día para dar acceso al aire y a la
luz del sol. En muchos países los dormitorios
necesitan calefacción, de modo que puedan quedar
calientes y secos en tiempo frío y húmedo.
El cuarto de huéspedes debe recibir tanta
atención como las demás piezas dispuestas para el
uso constante. Como los demás dormitorios, debe
tener aire y sol, y medios de calefacción para secar
la humedad de que adolece todo cuarto que no está
en uso constante. El que duerme en un cuarto sin
sol, o que ocupa una cama que no esté bien seca y
aireada, arriesga su salud y acaso su vida.
Al construir la casa, muchos cuidan de disponer
sitio para plantas y flores. El invernáculo o el lugar
que se les dedica está abrigado y asoleado, pues sin
calor, aire y sol, las plantas no pueden vivir. Si
estás condiciones son necesarias para la vida de las
plantas, ¡cuánto más lo serán para nuestra salud y
para la de nuestras familias y huéspedes!
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Si queremos que nuestras casas sean moradas
de salud y de dicha, tenemos que situarlas en lugar
alto, fuera del alcance de los miasmas y las
neblinas de las tierras bajas, y permitir que entren
libremente en ellas los agentes vivificantes del
cielo. No haya pesadas cortinas, ni enredaderas
que, por muy hermosas que sean, hagan sombra a
las ventanas; ábranse éstas y sus persianas, y no se
deje que crezcan árboles tan cerca de la casa que
quiten la luz del sol. El sol podrá ajar cortinas y
alfombras y deslucir los marcos de los cuadros;
pero en cambio hermoseará con los colores de la
salud las mejillas de los niños.
Quienes hayan de cuidar ancianos deben
recordar que éstos, más que nadie, necesitan
cuartos abrigados y cómodos. Con los años, el
vigor declina y mengua la fuerza vital con que
resistir a las influencias malsanas. De ahí que sea
tan necesario proporcionar a las personas de edad
mucha luz y mucho aire puro.
La limpieza
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La limpieza escrupulosa es esencial para la
salud del cuerpo y de la mente. El cuerpo elimina
continuamente impurezas por conducto de la piel,
cuyos millones de poros se obstruyen pronto con la
acumulación de desechos si no se la limpia por
medio de frecuentes baños. Entonces las impurezas
que debieran evacuarse por la piel sobrecargan los
demás órganos de eliminación. A muchas personas
les aprovecharía un baño frío o tibio cada día, por
la mañana o por la noche. En vez de aumentar la
propensión a resfriarse, el baño, tomado
debidamente, fortalece contra el frío, pues estimula
la circulación. La sangre es atraída a la superficie,
de modo que circula con mayor facilidad, y
vigoriza tanto el cuerpo como la mente. Los
músculos se vuelven más flexibles, la inteligencia
más aguda. El baño calma los nervios. Ayuda a los
intestinos, al estómago y al hígado, y favorece la
digestión.
Importa también que la ropa esté siempre
limpia. Las prendas de vestir que se llevan puestas
absorben los desechos que el cuerpo elimina por
los poros, y si no se mudan y lavan con frecuencia,
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el cuerpo volverá a absorber todas esas impurezas.
Cualquier forma de desaseo fomenta la
enfermedad. Los gérmenes mortíferos abundan en
los rincones obscuros y descuidados, en los
desechos pútridos, en la humedad y el moho. No se
toleren cerca de la casa los desperdicios de
verduras ni los montones de hojas caídas que se
pudren y vician el aire. No debe haber tampoco
dentro de la casa cosas sucias o descompuestas. En
ciudades consideradas completamente sanas, más
de una epidemia de fiebre se debió a substancias
pútridas toleradas alrededor de la casa de algún
propietario negligente.
La limpieza perfecta, la abundancia de sol, la
cuidadosa atención a las condiciones sanitarias de
todo detalle de la vida doméstica, son esenciales
para librarse de las enfermedades y para alegrar y
vigorizar a los que vivan en la casa.
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