Documento descargado de http://www.elsevier.es el 01/12/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. Rev Esp Med Legal. 2013;39(4):162---167 REVISTA ESPAÑOLA DE MEDICINA LEGAL www.elsevier.es/mlegal ARTÍCULO ESPECIAL Estudio jurisprudencial en medicina satisfactiva Eduardo Andreu Tena a,∗ , Agustín Azparren Lucas b y Emilio Donat Laporta c a Instituto Anatómico Forense de la Comunidad de Madrid, Madrid, España Martinez-Echevarria - Pérez Ferrero Abogados, Marbella, Málaga, España c Clínica Médico Forense de la Comunidad de Madrid, Madrid. España b Recibido el 7 de mayo de 2013; aceptado el 23 de septiembre de 2013 Disponible en Internet el 5 de noviembre de 2013 PALABRAS CLAVE Mala praxis; Jurisprudencia; Voluntaria; Estética KEYWORDS Malpractice; Case law; Voluntary; Aesthetic ∗ Resumen La medicina satisfactiva presenta particularidades reseñables en materia de responsabilidad profesional médica. El presente artículo pretende dar una definición jurídica de medicina curativa o asistencial y medicina satisfactiva o voluntaria, aunque son 2 conceptos que jurídicamente no están perfectamente delimitados. Además, se tratan los principios que rigen la responsabilidad civil en el campo de la medicina voluntaria, en contraposición a lo que rige en medicina curativa, tanto en relación con la obligación de medios, con el concepto de la lex artis, con la responsabilidad por culpa y en relación con la responsabilidad objetiva. Se tratara de los nuevos conceptos de daño desproporcionado y la pérdida de oportunidad, aplicable en medicina voluntaria. Por último se valora el concepto de consentimiento informado en el campo de la medicina voluntaria y su repercusión jurídica en el campo de la medicina satisfactiva. © 2013 AsociaciÓn Nacional de Médicos Forenses. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. Voluntary medicine: Case law study Abstract Voluntary medicine presents notable singularities when it comes to medical professional liability. This document provides a legal definition of what is understood by curative or healthcare medicine and voluntary medicine, even though these two concepts have not been perfectly defined from the legal point of view. Principles governing civil liability in the field of voluntary medicine are discussed, as opposed to what applies in curative medicine; both related to the obligation of means, the lex artis concept, fault liability and its relation to strict liability. The new concepts of disproportionate damage and loss of opportunity, applied to voluntary medicine, are also discussed. Finally, the text assesses the concept and legal impact of informed consent in voluntary medicine. © 2013 AsociaciÓn Nacional de Médicos Forenses. Published by Elsevier España, S.L. All rights reserved. Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (E. Andreu Tena). 0377-4732/$ – see front matter © 2013 AsociaciÓn Nacional de Médicos Forenses. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. http://dx.doi.org/10.1016/j.reml.2013.09.004 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 01/12/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. Estudio jurisprudencial en medicina satisfactiva 163 Introducción Concepto de medicina satisfactiva El ejercicio de la medicina es una actividad científica y técnica, y por lo tanto se halla sujeta a las reglas propias de su arte o profesión (lex artis), reglas que como principio general ha de seguir el médico, pudiendo incurrir en responsabilidad cuando se aparte injustificadamente de las mismas. En los últimos años, con la introducción de la regulación legal del consentimiento informado, este pasa a formar parte de las normas de la profesión (lex artis) y por lo tanto, en determinados casos, se puede incurrir en responsabilidad por vulneración de las normas que establecen el derecho de información del paciente y la prestación de su consentimiento, materia que adquiere además especial relevancia en la medicina satisfactiva o voluntaria, por evidentes razones. La Ley 41/2002 de Autonomía del Paciente1 , en su Art. 2.6 establece que: «Todo profesional que interviene en la actividad asistencial está obligado no solo a la correcta prestación de sus técnicas, sino al cumplimiento de los deberes de información y de documentación clínica, y al respeto de las decisiones adoptadas libre y voluntariamente por el paciente». En el ámbito de la responsabilidad médica poco a poco se ha ido produciendo una evolución tendente a ampliar los campos de exigencia de responsabilidad. Así, en el ámbito penal se han anticipado las barreras de protección jurídica, sancionando penalmente conductas que no llegan a provocar ningún resultado lesivo, pero que suponen la generación de un determinado peligro para los derechos o bienes que se tratan de proteger. Se trata de los llamados delitos de peligro. Ejemplo de ello sería la tipificación del delito de omisión de socorro o abandono de los servicios sanitarios2 . También en el ámbito civil se han incrementado los supuestos de exigencia de responsabilidad más allá de los casos en que ha de probarse que la producción del resultado lesivo se debe a una negligencia. Este fenómeno se ha producido mediante un sistema de inversión de la carga de la prueba, hasta llegar en algunos casos a un sistema de responsabilidad objetiva3 , lo que implica que bastaría con probar la producción del resultado lesivo para exigir responsabilidad, aunque no hubiera actuación culposa o negligente por parte del profesional sanitario. Por otro lado, al despersonalizarse la relación médicopaciente, y al tiempo reforzarse legalmente los derechos de los consumidores y usuarios de bienes y servicios de todas clases y, consecuentemente, también los sanitarios, se ha incrementado el número de reclamaciones contra los profesionales de la medicina y la sanidad y contra los servicios de salud, tanto públicos como privados4 . Los tribunales de justicia han venido a acotar el concepto de medicina satisfactiva y medicina voluntaria. Se entiende por medicina voluntaria o satisfactiva la medicina que tiene un carácter meramente voluntario, es decir, que el interesado acude al médico no para la mejora de una dolencia patológica, sino para el mejoramiento de su aspecto físico o estético o para la transformación de una actividad biológica, como es la actividad sexual (STS 877/97)5 . Esto es, con el plus de responsabilidad que, en último caso, comporta la obtención de un buen resultado o, dicho con otras palabras, el cumplimiento exacto del contrato en vez del cumplimiento defectuoso (STS 279/12)6 . Las actuaciones encuadradas dentro de este concepto son de muy diversa índole y abarcan desde una vasectomía (STS 877/97)5 , tratamientos dentales (STS 4583/99)7 , tratamiento de protusión dental (STS 1193/2001)8 y la mejora del aspecto estético de los senos (STS 5280/03)9 , entre otras. Como consecuencia, a quien recibe el servicio se le ha llamado paciente, mientras que el que reclama una obra adquiere la condición de cliente, ya que lo hace de forma voluntaria y no necesaria (STS 4687/09)10 . Por el contrario, cuando hay desencadenado un proceso patológico que por sí mismo supone un encadenamiento de causas y efectos que hay que atajar para restablecer la salud, o conseguir la mejoría del enfermo, y la interferencia de aquel en la salud eleve a razón primera de la asistencia los medios o remedios que se emplean para conseguir el mejor resultado posible, estaremos hablando de medicina curativa, necesaria o asistencial (STS 279/12)6 . A pesar de todo, la diferencia entre ambas modalidades no aparece en ocasiones muy clara, sobre todo a partir de la asunción del derecho a la salud como bienestar en sus aspectos psíquicos y social, y no solo físico, o de aquellas intervenciones preventivas en las que se actúa a partir de las indicaciones médicas dirigidas a evitar riesgos para la salud o integridad del paciente (STS 4472/07)11 . Los tribunales manifiestan que las doctrinas sobre medicina curativa-medicina satisfactiva, y sobre obligación de medios-obligación de resultado no se resuelven en respuestas absolutas, dado que según los casos y las circunstancias concurrentes caben ciertos matices. Ejemplo de esto se examina en la Sentencia de 23 de octubre de 200812 , manifestando que aun admitiendo que la aplicación de la técnica de la fecundación in vitro forme parte de la medicina voluntaria o satisfactiva, el evento dañoso, consistente en el fallecimiento de la paciente, no se produjo por una causa o circunstancia relacionada con la misma, sino en el desarrollo del embarazo, al que es razonable dar el tratamiento correspondiente a la medicina necesaria o curativa. Metodología Para desarrollar este tema se ha utilizado la base de datos del servicio jurídico en línea de la editorial Aranzadi (http://www.westlaw.es/), realizando procesos de búsqueda en texto libre y ordenando las sentencias por orden de importancia, recogiendo aquellas que son más actuales. Vías jurisdiccionales en la responsabilidad médica Por regla general, cuando nos encontramos ante un supuesto de medicina voluntaria, y más concretamente cuando se trata de cirugía estética, los tipos de responsabilidad en que pueden incurrir los profesionales de la medicina voluntaria pueden ser los que se exigen por la vía penal (excepcional), por dolo (actuación intencionada para causar Documento descargado de http://www.elsevier.es el 01/12/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. 164 un mal) o por imprudencia, y la responsabilidad civil (por culpa), que es la vía en que habitualmente se produce la reclamación en la que vamos a centrarnos. Partiendo de este hecho desarrollaremos los aspectos más relevantes de la responsabilidad civil en el campo de la medicina voluntaria o satisfactiva, comparándolos con la responsabilidad en el campo de la medicina curativa. Principios que rigen la responsabilidad civil en la medicina satisfactiva En el ordenamiento jurídico español rige el sistema de responsabilidad por culpa cuando se trata de juzgar la responsabilidad del médico. En el sistema de responsabilidad por culpa la obligación del médico es de medios y no de resultado. Se trata de un sistema que parte del examen de la actuación médica de acuerdo con la lex artis ad hoc, todo ello teniendo en cuenta la diferenciación entre medicina curativa y voluntaria, y algunos supuestos especiales. Obligación de medios y no de resultado en la medicina satisfactiva Este es uno de los conceptos donde se producen mayores diferencias entre la medicina curativa y la voluntaria. Desde el punto de vista del derecho, la obligación del médico no es la de obtener en todo caso la recuperación del enfermo, o lo que es igual, no es una obligación de resultado, sino una obligación de medios. El profesional estará obligado no a curar al enfermo, sino a proporcionarle todos los cuidados que requiera según el estado de la ciencia. Además corresponde al paciente (o a sus familiares en caso de fallecimiento de aquel) la carga de probar no solo la culpa o negligencia del médico, sino el nexo de causalidad. Por tanto, el paciente deberá probar que fue la actuación negligente del médico la que causó las lesiones o la muerte del paciente. Por el contrario, el cumplimiento de la obligación de resultado, por ejemplo en un contrato de obra de una casa en construcción, requiere la satisfacción de quien ha contratado, consistente en la obtención del resultado (que la casa entregada se adecue a los planos, superficie, calidades, etc.) En consecuencia, en los contratos de obligación de resultado no obtener el resultado pactado implica incumplimiento de esa obligación, haciendo presumir la culpa del médico, debiéndose probar, además, la falta de diligencia del profesional. Para valorar la responsabilidad del médico cuando se produce un daño no esperado a un paciente como consecuencia de un tratamiento médico, la jurisprudencia ha venido a distinguir entre aquellos supuestos en que una actuación profesional trata de curar o mejorar a un paciente de sus dolencias (medicina curativa) de aquellos otros supuestos en los que se acude en condiciones de normalidad de salud, bien al cirujano estético, o al odontólogo o ginecólogo (por ejemplo, la realización de una ligadura de trompas no terapéutica), con el fin de obtener algún resultado que voluntariamente se quiere conseguir para lograr un aspecto físico más favorecido o evitar la procreación (medicina voluntaria). E. Andreu Tena et al Partiendo de esa distinción la doctrina del Tribunal Supremo ha declarado que si en el primer caso la relación entre el facultativo y el paciente cabe calificarla nítidamente como de arrendamiento de servicios, en aquellos otros en los que la medicina o el tratamiento tiene un carácter meramente voluntario, es decir, en los que el interesado acude al profesional, no para la curación de una dolencia patológica, sino para el mejoramiento de su aspecto físico o estético, el contrato entre el facultativo y el cliente (no paciente), sin perder su carácter de prestación de servicios, que impone al médico una obligación de medios, se aproxima ya de manera notoria al arrendamiento de obra, en que se propicia la exigencia de una mayor garantía en la obtención del resultado que se persigue, ya que si así no fuera el interesado no acudiría al correspondiente profesional para la obtención de la finalidad buscada. Adecuación a la lex artis ad hoc En los supuestos de medicina voluntaria, en que no medie promesa de resultado, si bien no cabe exigir a la actuación del profesional sanitario la conformidad del cliente con el resultado, si cabe que esta se adecue a la denominada lex artis ad hoc, o lo que es lo mismo, deberá actuar conforme a las normas de la profesión y en consideración al momento concreto en que se produce la actuación e intervención médica y a las circunstancias en que las mismas se desarrollen y tengan lugar, así como otras incidencias inseparables del normal actuar profesional. Se entiende por lex artis ad hoc aquel criterio valorativo de la corrección del concreto acto médico ejecutado por el profesional de la medicina, ciencia o arte médica, que tiene en cuenta las especiales características de su autor, de la profesión, de la complejidad y trascendencia vital del paciente y, en su caso, de la influencia en otros factores endógenos (estado o intervención del enfermo o de la misma organización sanitaria) para calificar dicho acto de conforme o no con la técnica normal requerida (STS del 11 de marzo de 1991)13 . La responsabilidad por culpa El Tribunal Supremo ha declarado reiteradamente que en la conducta de los profesionales sanitarios queda, en general, descartada toda clase de responsabilidad más o menos objetiva, es decir, aquella que obligaría a indemnizar por haber causado un daño a un paciente aun cuando la actuación no hubiera sido negligente. Tampoco opera la inversión de la carga de la prueba, que consiste en la necesidad de probar el médico su correcta actuación para quedar exonerado de culpa. En el ordenamiento jurídico español es el paciente el que debe probar que el profesional sanitario actuó con negligencia y que existe una relación de causa-efecto entre la acción u omisión del médico y el daño producido. Por el contrario, cuando no es posible establecer la relación de causalidad culposa, no hay responsabilidad sanitaria. Documento descargado de http://www.elsevier.es el 01/12/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. Estudio jurisprudencial en medicina satisfactiva Supuestos especiales Responsabilidad civil objetiva. Tanto en medicina satisfactiva como en la medicina curativa existen supuestos, aunque excepcionales, en que no sería necesario probar la culpa. En la legislación española (Art. 148 del Texto Refundido de la Ley de Consumidores14 ) existe un supuesto de responsabilidad civil objetiva, es decir puede existir responsabilidad civil aunque no haya habido culpa del profesional. Se trata de un precepto que tiene por finalidad proteger con carácter general a los consumidores o usuarios. Entre sus concretos supuestos de protección a los servicios sanitarios se extiende a los usuarios de la sanidad. Aunque planteó algunas dudas en las primeras sentencias dictadas, tras la entrada en vigor de la Ley de Defensa de los Consumidores y Usuarios de 1984 actualmente existe ya una reiterada jurisprudencia que declara que la responsabilidad fundada en la Ley de Consumidores y Usuarios no afecta a los actos médicos propiamente dichos, dado que es inherente a los mismos la aplicación de criterios de responsabilidad fundados en la negligencia por incumplimiento de la lex artis ad hoc. Por consiguiente, la responsabilidad establecida por la legislación de consumidores únicamente es aplicable en relación con los aspectos organizativos (mala organización del servicio o defectos de material) o de prestación de servicios sanitarios (procesos infecciosos). En todas las sentencias que aplican la Ley de Consumidores las condenas recaen sobre entidades sanitarias y no sobre médicos, lo que hace posible la aplicación, en estos casos de responsabilidad hospitalaria, del artículo 28 de la Ley 26/84 (actualmente Art. 148 del Decreto Legislativo 1/200714 ), sin por ello vulnerar la jurisprudencia del Tribunal Supremo relativa a la exigencia de la culpa en el caso de la responsabilidad del médico o profesional sanitario. Sin embargo, cuando se trata de medicina voluntaria podría tener alguna aplicación la legislación de consumidores y usuarios, pues en definitiva, nos encontramos ante un cliente-usuario (no un paciente) y en este caso, el médico también concurre la condición de empresario que explota un negocio. Por ello, no resulta extraño que exista algún caso aislado, como el que examina la Sentencia de la Audiencia de Zaragoza (Sec. 5.a ) de 24 de abril de 200015 , que en aplicación de la legislación de protección de los consumidores condena a una médico que realizó un tratamiento de liposucción del que quedaron determinadas secuelas. La explicación, como se ha dicho, es que en dicho supuesto se trataba de medicina voluntaria y no curativa. Teoría del daño desproporcionado. La jurisprudencia española ha sostenido reiteradamente que en un «caso especialmente sensible como es el de la responsabilidad civil médica», no cabe ni responsabilidad objetiva ni inversión de la carga de la prueba, sino que corresponde al paciente probar la culpa del médico y la relación o nexo de causalidad entre la acción u omisión culposa y el resultado dañoso, sin embargo existen algunos supuestos, aunque excepcionales, en que se produce la inversión de la carga de la prueba, lo que supone que sea el profesional sanitario el que esté obligado a probar que obró con la diligencia debida para liberarse de la condena al pago de la indemnización. Se trata de los supuestos que se estudian dentro de la «teoría del daño desproporcionado». Esta tesis se justifica, por un lado, por la existencia de un daño inhabitual de tal entidad y naturaleza 165 ilógica que solo puede ser explicado por una negligencia y, por otro lado, por la mayor facilidad probatoria que puede tener el profesional para demostrar su actuación diligente, frente a la mayor dificultad del paciente para probar que el médico incurrió en culpa o negligencia. En los supuestos de resultado desproporcionado también llamado «clamoroso», el médico elude su responsabilidad si prueba que actuó correctamente a pesar del resultado excepcionalmente producido, así lo afirma el Tribunal Supremo en el caso de una mujer de 23 años a la que se le había practicado una fecundación in vitro y que falleció a consecuencia de una eclampsia asociada a un síndrome de Hellp. La Sentencia de 23 de octubre de 200812 manifiesta que «evidentemente hay un resultado desproporcionado entre la actividad inicial y el resultado producido, pero no procede la apreciación de responsabilidad civil sanitaria porque se ha declarado probada la causa del fallecimiento, y no se aprecia negligencia médica». Teoría de la pérdida de oportunidad. Aunque es aplicable con carácter general a la medicina, la pérdida de una oportunidad puede tener especial incidencia en la medicina satisfactiva. En los últimos años constituye una novedad aplicar la doctrina de la pérdida de oportunidad en las reclamaciones de responsabilidad médica. Esta teoría se fundamenta en que bastaría que con cierta probabilidad la actuación médica pudiera evitar el daño, aunque no quepa afirmarlo con certeza, para que proceda la indemnización. En la pérdida de oportunidad se juega con un cálculo de probabilidades, es decir ¿qué hubiera pasado si se hubiera actuado antes?, ¿o si se hubiera detectado determinado síntoma con antelación? La Sentencia del Tribunal Supremo de 8 de noviembre de 200716 examina la cuestión acerca de si correspondía atribuir o no al médico demandado responsabilidad civil por la esterilización de una paciente y el daño moral que esta inhabilidad para engendrar provocó al matrimonio demandante (pérdida de la oportunidad). En la demanda se sostenía «la responsabilidad del profesional, como consecuencia de la falta de atención del médico demandado y su tardanza en prestar a la paciente el tratamiento médico adecuado, pues al apreciar que el útero de la misma estaba necrosado, decidió efectuar la intervención de histerectomía, entendiendo los demandantes que si en vez de atenderla y operarla a las 2 horas de la madrugada del 2 de septiembre de 1991, lo hubiera hecho tras el primer aviso, a las 8 horas de la mañana del día anterior, la zona necrosada no existiría, ni sería necesario extirpar el útero». Sin embargo, en este supuesto, la sentencia entiende que «no existe prueba de la relación de causalidad en la cual no cabe hablar de probabilidades y así declara que es doctrina básica y reiterada la que establece que no caben en relación con el nexo causal meras deducciones, conjeturas o probabilidades, sino que se precisa la certeza probatoria». En otra sentencia de la Audiencia Provincial de Vizcaya (Sentencia 535/2008) de 21 de julio de 200817 se valora la pérdida de oportunidad en una intervención de aumento de mamas, en relación con el consentimiento informado y la aparición de una secuela consistente en perjuicio estético leve, donde esa falta de información se establece como una pérdida de oportunidad, manifestando que «el daño que fundamenta la responsabilidad resulta de haberse omitido la información previa al consentimiento, que sí lo hubo para realizarla, así como Documento descargado de http://www.elsevier.es el 01/12/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. 166 de la posterior materialización del riesgo previsible de la intervención, puesto que con ello se impidió a la madre del menor poder tener debido conocimiento del mismo y actuar en consecuencia antes de dar su autorización». El consentimiento informado en medicina satisfactiva Por influencia del derecho anglosajón en la medicina voluntaria o satisfactiva se tiende hoy a la configuración de una relación médico-cliente (más que paciente) de carácter meramente informativo, esencialmente contractual, en la que el médico se limita a transmitir a aquel los datos precisos de su oferta profesional para que el paciente resuelva, aceptándola o rechazándola. La Ley 41/2002, de 14 noviembre, de Autonomía del Paciente1 , ha dado carta de naturaleza a las mencionadas nuevas concepciones. Esta Ley ha regulado de forma específica el derecho a la información (Arts. 4 a 6) y el consentimiento informado (Arts. 8 a 10). El Art. 3 define el consentimiento informado como «la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades después de recibir la información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su salud». De la anterior definición resultan los 2 pilares o elementos básicos del consentimiento informado: la información al paciente y la participación del paciente en la toma de decisiones (consentimiento del paciente). La jurisprudencia establece unos principios sobre el consentimiento informado. Partiendo de la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de octubre de 200812 , que hace un resumen de la jurisprudencia sobre el consentimiento informado en general, se pueden señalar los siguientes principios: 1. La finalidad de la información es la de proporcionar a quien es titular del derecho a decidir los elementos adecuados para tomar la decisión que considere más conveniente a sus intereses. 2. La información tiene distintos grados de exigencia según se trate de actos médicos realizados con carácter curativo o se trate de la medicina satisfactiva o voluntaria, revistiendo mayor intensidad en los casos de medicina no estrictamente necesaria. 3. Cuando se trata de la medicina curativa no es preciso informar detalladamente acerca de aquellos riesgos que no tienen un carácter típico por no producirse con frecuencia ni ser específicos del tratamiento aplicado, siempre que tengan carácter excepcional o no revistan una gravedad extraordinaria. La Ley de Autonomía del Paciente 41/2002 señala como información básica (Art. 10.1) «los riesgos o consecuencias seguras y relevantes, los riesgos personalizados, los riesgos típicos, los riesgos probables y las contraindicaciones». 4. En la medicina satisfactiva o voluntaria la información debe ser objetiva, veraz, completa y asequible, y comprende las posibilidades de fracaso de la intervención, es decir, el pronóstico sobre la probabilidad del resultado, y también cualesquiera secuelas, riesgos, complicaciones o resultados adversos que se puedan producir, sean de carácter permanente o temporal, con independencia de su frecuencia, dada la necesidad de evitar que E. Andreu Tena et al se silencien los riesgos excepcionales ante cuyo conocimiento el paciente podría sustraerse a una intervención innecesaria ----prescindible---- o de una necesidad relativa. 5. Cuando no existe ningún daño vinculado a la omisión del consentimiento o de información o a la propia intervención médica no genera responsabilidad civil. La información que ha de transmitirse al paciente suscita ciertas cuestiones que no siempre se hallan claramente resueltas en la Ley de Autonomía del Paciente1 , la cual dedica al derecho a la información del paciente sus Arts. 4 y 5. Estas cuestiones son las relativas ¿a quién ha de informarse?, ¿qué hay que informar?, ¿cómo ha de trasmitirse la información y en qué momento?, e, incluso, ¿siempre hay que informar o hay alguna excepción? Analizaremos brevemente todas estas cuestiones. Titular del derecho a la información: a quién se ha de informar. La regla general es que esta información ha de suministrarse al propio paciente, que es ----para la ley---- el titular del derecho a la información y además es quien ha de prestar en su caso su consentimiento al tratamiento o acto propuesto por el facultativo (Art. 5.1). No obstante, existen situaciones en las que el paciente, por su edad, o por su estado físico o psíquico, no se halla en condiciones para comprender la información (supuestos de incapacidad de derecho o de hecho) y, consecuentemente, para prestar el consentimiento. En estos supuestos el consentimiento habrá de prestarlo otra persona en representación del paciente (consentimiento por representación) y, en tales casos, habrá que suministrar a esta la información. En el caso de menores de edad sanitaria, ya que esta se fija en los 16 años, se pueden plantear problemas, sobre todo en relación con los menores maduros. Se trata de aquellos que tengan 16 años cumplidos y de los menores de 16 años, donde se considere que tienen madurez suficiente para recibir información y consentir. Para estos (menores maduros) dispone el Art. 9.3, c) de la Ley que serán ellos los que habrán de prestar el consentimiento y no sus representantes. Contenido de la información. ¿Qué hay que informar? Cuando la actuación es satisfactiva o voluntaria la necesidad del consentimiento se vuelve primordial, y por ello la información al paciente ha de ser más completa, pues, como ha dicho la jurisprudencia, lo característico en la medicina satisfactiva es que el riesgo de fracaso se asume de modo mucho más libre y espontáneo por el paciente, en función también del consejo médico, fiado de su habilidad para soslayarlo, lo que implica la mayor responsabilidad del profesional sanitario cuando el fracaso deriva de riesgos probables sobre los que no se informó al paciente. Por ello, la jurisprudencia del Tribunal Supremo matiza entre los casos de medicina curativa y los supuestos de medicina voluntaria; así, la información dirigida a la prestación del consentimiento incluye el diagnóstico, pronóstico y alternativas terapéuticas, con sus riesgos y beneficios, pero presenta grados distintos de exigencia según se trate de actos médicos realizados con carácter curativo o se trate de la llamada medicina satisfactiva o voluntaria. En relación con los primeros puede afirmarse con carácter general que no es menester informar detalladamente acerca de aquellos riesgos que no tienen un carácter típico por no producirse con frecuencia ni ser específicos del tratamiento aplicado, siempre que tengan carácter excepcional o no revistan una gravedad Documento descargado de http://www.elsevier.es el 01/12/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. Estudio jurisprudencial en medicina satisfactiva extraordinaria (STS de 28 de noviembre de 200718 y 23 de octubre de 200812 , entre otras). El Art. 10.1 incluye como información básica los riesgos o consecuencias seguras y relevantes, los riesgos personalizados, los riesgos típicos, los riesgos probables y las contraindicaciones. También manifiesta en relación con la medicina satisfactiva o voluntaria que la información ha de ser «exhaustiva». En este sentido la jurisprudencia ha insistido en todas las ocasiones. Así, en un supuesto de vasectomía la Sentencia del Tribunal Supremo de 2 de julio de 200219 manifestó que «constituyendo la información completa y asequible ----exhaustiva, suficiente, veraz y leal----, y la obtención de un consentimiento informado un presupuesto básico para que el paciente pueda decidir con plena consciencia y libertad acerca de la operación de medicina voluntaria o satisfactiva encaminada a obtener la finalidad de la vasectomía,. . .». En un sentido similar se manifiesta la Sentencia del Tribunal Supremo de 29 de mayo de 200320 , en un supuesto de medicina voluntaria que finalizó con la condena a 2 médicos ginecólogos y al servicio de salud diciendo que «la información al paciente ha de ser puntual, correcta, veraz, leal, continuada, precisa y exhaustiva, es decir, para que la comprensión del destinatario se integre con los conocimientos a su alcance para poder entenderla debidamente y también ha de tratarse de información suficiente que permita contar con datos claros y precisos para poder decidir si se somete a la intervención que los servicios médicos le recomiendan o proponen». La legislación ha sido prolífica en relación con el consentimiento informado en los últimos años en nuestro entorno como reflejo de la importancia de esta figura en materia de derecho médico21 . Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses. 167 Bibliografía 1. 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Sala Civil. 13. STS 2209/1991 de 11 de marzo de 1991. Sala Civil. 14. Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias. Boletín Oficial del Estado, núm. 287 de 30 de noviembre de 2007. p. 49181---4921. 15. Sentencia 285/2000 de la Audiencia de Zaragoza (Sec. 5.a ) de 24 de abril de 2000. 16. STS 7183/2007 de 8 de noviembre de 2007. Sala Civil. 17. Sentencia 535/2008 de la Audiencia Provincial de Vizcaya (Secc. 4.a ) de 21 de julio de 2008. 18. STS 7788/2007 de 28 de noviembre de 2007. Sala Civil. 19. STS 4911/2002 de 2 de julio de 2002. Sala Civil. 20. STS 3678/2003 de 29 de mayo de 2003. Sala Civil. 21. González-Hernández ME, Castellano-Arroyo M. El consentimiento en las actuaciones médicas en las comunidades autónomas españolas: regulación actual. Rev Esp Med Legal. 2012;38:100---6.