Biblia y literatura - Ciberteologia

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Biblia y literatura:
diálogos y obstáculos en la base del monoteísmo
Fabiana Cristina da Conceição1
Tiago Tadeu Contiero2
Resumen: El presente artículo tiene como objetivo efectuar un relevamiento acerca
de algunas cuestiones comprendidas en la problemática de cómo entender los textos
sagrados bajo el aspecto de obras literarias. Pretendemos exponer las ideas centrales
de algunos autores que hablan sobre la temática, entre las cuales destacaremos con
más detalles a Antonio Magalhães y su obra Deus no espelho das palavras: teologia e
literatura em diálogo. Nuestra finalidad es demostrar que está la posibilidad que los
textos sagrados dialogaren con la literatura de una manera armónica y natural.
Finalmente, pero no por eso menos significativo, abordaremos la importancia de los
textos sagrados para la fundamentación de las religiones monoteístas y, a partir de
eso, propiciar un entendimiento de que Cristianismo, Judaísmo e Islamismo tienen su
origen en textos literarios que adquirieron relevancia frente a las religiones que
actualmente denominamos paganas.
Palabras clave: Literatura; textos sagrados; Biblia; monoteísmo; religión.
Introducción
La Biblia está considerada por miles de millones de personas como el libro sagrado
que contiene la Palabra de Dios, la narración escrita por inspiración divina que cuenta la
historia de la humanidad y la relación del ser humano con el ser que lo creó. Se la considera
1
2
Licenciada en Pedagogía por
Programa de Ciencias de la
[email protected].
Licenciado en Historia por
Programa de Ciencias de la
[email protected].
el Centro Universitario Herminio Ometto – Uniararas. Mestranda del
Religión de la Pontificia Universidad Católica – PUC-SP. E-mail:
la Universidad Estadual Paulista – Unesp-Franca. Mestrando del
Religión de la Pontificia Universidad Católica – PUC-SP. E-mail:
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el fundamento inicial de la historia de un pueblo tenido como el elegido por Dios, y refleja
en lo cotidiano de todos aquellos que creen que tales escrituras contemplan el núcleo de
toda la sociedad.
La Biblia cristiana es el conjunto, la reunión de diversos escritos considerados como
sagrados por contener la revelación de Dios hecha a los seres humanos a lo largo de la
historia de la salvación. Su fuerza e importancia derivan de ese aspecto: para el fiel, sus
libros fueron escritos por personas inspiradas por la divinidad.
La expresividad del texto sagrado se puede notar por el hecho de que tal obra aborda
los problemas cotidianos, las inquietudes del alma humana, permitiendo a sus lectores
apropiarse de tales cuestionamientos en cualquier momento de la historia. Prueba de eso es
que, a pesar que su libro más reciente fue escrito hace prácticamente dos mil años, el
mismo permanece actual a causa de las numerosas interpretaciones y respuestas que brinda
todavía hoy para aquellos que creen.
Gran parte de esas numerosas interpretaciones es oriunda de la fe. Sin embargo, no se
puede negar que los textos sagrados son también objeto de interpretaciones en el campo de
la literatura, ya que su escritura es considerada por especialistas como siendo la fuente de
diversos trabajos y obras literarias.
A pesar que muchos pensadores vinculados a alguna religión consideraran que tal
interpretación es problemática en el ámbito de la creencia, científicamente ella enriquece
las discusiones acerca del contenido propuesto por el sistema religioso y ayuda a elucidar
su mensaje a lo largo de la historia.
Partiendo del principio defendido por Antonio Magalhães, de que los textos sagrados
son los aspectos diferenciadores del monoteísmo para con el politeísmo, se podría decir que
las religiones monoteístas son, por lo tanto, “religiones del libro”, nacen y se desarrollan a
partir de los libros sagrados.
El problema obtiene así horizontes mayores si tenemos en cuenta que el libro en
cuestión puede ser considerado como una obra literaria. Bajo estas premisas, ¿sería posible
afirmar que las religiones monoteístas (aquí destacando la religión judeo-cristiana) son
oriundas de la literatura? ¿Estaría, de ese modo, la literatura en el origen de esas grandes
religiones?
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El texto sagrado considerado como literatura
Considerado como el mensaje que Dios le dijo al ser humano, la Biblia es también
una de las obras maestras de la literatura mundial. Tal vez ninguna otra obra literaria tenga
personajes tan mundialmente conocidos; enredos tan ampliamente divulgados, mensajes e
historias que la mayoría de las personas de Occidente escucha desde la más tierna edad.
Sin embargo, la afirmación anterior genera una serie de problemas. Considerar la
Biblia como una obra literaria es ir contra la fe de cristianos y también de judíos, ya que el
Antiguo Testamento de la Biblia cristiana está formado por los textos sagrados del
Judaísmo. Dada esta colocación, se hace necesario desarrollar ese argumento basándolo de
un modo más adecuado.
Pero antes de iniciar nuestras consideraciones respecto de la lectura de la Biblia como
fuente literaria, conviene situar el significado que atribuimos al vocablo literatura. Para
esto, utilizaremos las definiciones expuestas por José Abadía en la obra La Biblia como
literatura.
Según Abadía (2000, p. 18),
el significado actual de la palabra “literatura” nació a fines del siglo XVIII, momento en que
también se popularizó la palabra “ciencia” para referirse a los conocimientos científicos. La
realidad de la literatura existía desde la más remota Antigüedad, pero, hasta entonces, no se
contaba con una palabra que designase la actividad total del escritor. Todo se reducía a
nombres de géneros literarios, como “poesía”, “comedia”, etc., que designaban solo aspectos
parciales de esa actividad.
La palabra “literatura” nació precisamente en el momento en que el vocablo “ciencia”
también toma vida. Al parecer, todo indica que el autor trató de contrastar esos dos
vocablos, algo que queda aún más claro cuando considera que poesía y comedia son
aspectos parciales de lo que ahora se convino en llamar de literatura, en clara oposición con
el conocimiento científico.
Según Abadía, literatura puede ser definida como un tipo especial de comunicación.
Para él, el hecho de que una obra literaria no sea agradable a un grupo de lectores de una
época distinta de su escritura no indica que ella haya perdido sus trazos característicos, sino
solo que perdió su valor para ese grupo de lectores.
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Abadía, todavía exponiendo las características de la literatura, considera que la misma
nace y se desarrolla en estrecha relación con un país y su proceso histórico. Está escritura por
y para el hombre de una sociedad concreta y, por eso, refleja de algún modo su organización
social, su cultura y el conjunto de sus creencias. [...] Además de ser una manifestación
estética, la literatura es, pues, un fenómeno social. La acción de la sociedad se manifiesta: en
la propia obra, que, directa o indirectamente, da testimonio de esa sociedad; en el autor, que
debe tomar partido frente al sistema de instituciones, convenciones, sentimientos, creencias y
doctrinas que lo rodean; y en la aceptación de tal o tales obras por parte del conjunto de la
sociedad. (p. 29)
Para Antonio Magalhães (2009, p. 107-108), los intentos de comprender la Biblia
como fuente literaria son bastante recientes. El primero en seguir por ese camino habría
sido Robert Lowth, un obispo anglicano que, en 1753, en la obra Hebraeorum, evaluó la
Biblia como una obra de la literatura, camino seguido por Herder en 1781.
Sin embargo, a pesar de esta interpretación de la Biblia como literatura es una
cuestión prácticamente unánime entre los exegetas, ella aún es motivo de diversas
polémicas entre estudiosos e investigadores del área, principalmente si pensamos en
aquellos vinculados de alguna forma a la religión.
Pensando también en los exegetas, Magalhães considera que ellos son responsables
por limitar la creatividad estética, analizando literariamente el texto sagrado como un
medio para alcanzar su verdadero objetivo, que sería teológico, ya que sus objetivos están
atados a la religión.
Dicho esto, se podría concluir que hay una tensión entre la creencia y esa forma de
interpretar los textos sagrados como fuentes literarias. Es perfectamente posible encontrar
ejemplos donde esta tensión se amplía o se reduce de acuerdo con determinados momentos
históricos.
Entre otros autores que trabajan la temática de la interpretación de la Biblia como
fuente literaria, tomaremos como ejemplo solo el pensamiento de Magalhães, de Kuschel y
de Alter y Kermode, ya que los mismos poseen puntos en común y también aspectos
contradictorios que pueden fomentar mejores discusiones.
Magalhães (p. 108) considera que, al momento en que ocurre el proceso de
secularización, entendido aquí como la separación de la religión de otras esferas de la
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sociedad, la Biblia deja de ser el libro fundamental en el cual se basaba toda la cultura
occidental, ya que la misma religión era cuestionada.
Por este motivo, en ese mismo momento ocurre también un debilitamiento de su
lectura como obra literaria, ya que su contenido, considerado por muchos de la época como
estrictamente religioso, debería ser tratado solo por la esfera religiosa, sin interferir o sufrir
interferencia de las demás.
Kuschel (1999, p. 21-22), citando a Benn y a Brecht, afirma que hay una clara tensión
entre religión y literatura, ya que muchos artistas que se volvieron religiosos son totalmente
desacreditados académicamente. Al mismo tiempo, Benn cree que la única forma de
transcendencia es el arte.
Se podría hacer una correlación entre estos autores y el pensamiento de Max Weber,
expuesto, entre otras obras, en el ensayo “Los rechazos religiosos del mundo y sus
direcciones”. En ese texto, Weber enfatizó las diversas formas de rechazo de la religión al
mundo y también las posibilidades de diálogo del mundo con ellas.
Esta posición expuesta por Kuschel puede ser complementada por el pensamiento de
Alter y Kermode (1997, p. 12-13), cuando estos consideran que el primer análisis a realizar
acerca de uno de los textos sagrados de la Biblia es el análisis literario, ya que sin él se hace
imposible una comprensión más adecuada del verdadero mensaje que el autor del texto
trató de transmitir a sus contemporáneos cuando lo escribió.
De este modo, la influencia producida a partir de la fe de los cristianos de que la
Biblia contiene la revelación de Dios, ella tiene, también, una gran fuerza literaria que
merece una mejor comprensión, ya que ejerce influencia constante en obras y producciones
artísticas de diversas áreas.
Esta fuerza puede ser entendida como derivada de las formas literarias contenidas en
los textos sagrados, así como también su polisemia estética y también su riqueza literaria,
que, según Magalhães, se constituyen como fuerzas capaces de construir y reproducir
aspectos culturales a lo largo de los siglos.
Tratando de la importancia de la Biblia, Magalhães afirma que
sus narraciones se volvieron paradigmas tanto de la invasión de los opresores como de la
rebeldía de movimientos emancipadores. [...] Sus normas de comportamiento influencian
decisivamente sobre las relaciones familiares, sociales y políticas. Podemos decir, sin
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ninguna duda, que la Biblia es el libro por excelencia de la civilización occidental, como
ningún otro consiguió hacerlo, incluso teniendo en cuenta la creatividad y a amplitud literaria
de los países occidentales. (p. 109)
Se nota, a partir de lo expuesto anteriormente, que los textos sagrados de la Biblia
influencian decisivamente la historia occidental. Muchas de las normas sociales, éticas y
morales de nuestros días están enraizadas en presupuestos bíblicos y tal afirmación gana
aún más importancia si tenemos en cuenta la gran diversidad cultural de Occidente. Según
Magalhães, esto solo es posible porque las formas literarias contenidas en las narrativas
bíblicas no fueron condicionadas por autoritarismos interpretativos.
Efectuando un relevamiento de las concepciones de diversos autores, como Bloom,
Alter, Frye, Assmann, entre otros, Magalhães constata que todos ellos tienen en común el
hecho de considerar a la Biblia como obra literaria. Esta concepción fundamental prevé una
lectura propia de los textos sagrados en la cual se debe considerar aspectos fundamentales,
tales como: tramas, personajes, estética, entre muchos otros.
Mientras tanto, Magalhães (p. 127-128) destaca que la forma de comprensión de los
textos sagrados como obras literarias se aleja de las tradicionales interpretaciones ofrecidas
por teólogos conservadores que hace uso del texto bíblico para fundamentar a los
presupuestos de determinada creencia o doctrina religiosa.
Otro aspecto de gran importancia ofrecido por Magalhães se refiere respecto a la
importancia de la Biblia para la literatura mundial. Muchas de las tramas, de los temas, de
las técnicas, del suspenso y de la creatividad de los textos sagrados son encontradas en las
más diversas obras literarias occidentales, a pesar que la Biblia no se preocupa con los
detalles en la descripción de los personajes. En ese aspecto, la comparación hecha con la
obra de Homero es de gran importancia, ya que la misma está considerada como esencial en
la literatura universal.
Finalmente, Magalhães aborda también, la importancia de uno de los personajes
centrales de la Biblia: El propio Dios. Al leer los textos sagrados como obra literaria, es
imposible no considerar a Dios como siendo un personaje literario. Magalhães, tratando a
Dios como personaje, considera que
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él puede crecer o disminuir según los discursos y diálogos, pudiendo incluso, significar que la
emancipación de los personajes humanos esté íntimamente relacionada a la desaparición de
Dios en algunas de las narraciones bíblicas. Una de las técnicas de composición de este
personaje fue la inclusión de identidades de otros personajes divinos en uno único: el Dios de
Israel. (p. 129).
Dios puede ser comprendido como un personaje dentro de una obra literaria. Un
personaje central, dado que fue él quien creó a todos los demás personajes de la obra. Al
mismo tiempo, Dios es el resultado de la unión de diversas otras identidades, de diversos
otros personajes para que se cree uno único: el Dios del monoteísmo judaico.
Los obstáculos y la relación dialógica de la
literatura y textos sagrados
Hasta este momento, presentamos algunas concepciones y conceptos que buscan
aproximar los textos sagrados de la Biblia como literatura. Sin embargo, hay diversos
obstáculos que dificultan esta aproximación y que merecen destacarse más profundamente,
ya que problematizan la discusión sobre el tema.
Uno de los grandes obstáculos ya fue señalado anteriormente, pero conviene
retomarlos en este punto. Se trata de las definiciones presentadas por Kuschel acerca de la
credibilidad literaria de autores que se vuelven religiosos. En estos casos, se da a entender
que literatos que abrazan la religión acaban teniendo su credibilidad cuestionada por sus
pares, ya que muchos consideran que no conseguirán más realizar trabajos idóneos, o sea, si
la influencia de la institución religiosa de la cual ahora forman parte.
Por otro lado, Kuschel (p. 23), citando a Kierkegaard, agrega que este rechazo de la
religión por parte del arte es más reciente si se compara con el rechazo del arte por parte de
la religión cristiana. Desde la Patrística, en los primeros siglos del Cristianismo, aspectos
del arte están considerados desvinculados con la seriedad existencial y perjudicial para la
ética y moral social.
Estas consideraciones expuestas por Kuschel tratan del rechazo de la religión
cristiana para con el arte y viceversa. Sin embargo, como entendemos que el Cristianismo
es una religión originada a partir de textos sagrados contenidos en la Biblia, no sería
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erróneo pensar que al rechazar la religión cristiana el arte estaría rechazando los
presupuestos presentes en su libro fundacional: la Biblia.
En cuanto a Magalhães (p. 130), abordando de modo específico esta problemática,
apunta a una dirección complementaria a la presentada por Kuschel. Según él, el problema
es derivado del hecho de que “[...] la Biblia fue vista, por algunos, como libro de la
institución religiosa, y no como libro de la cultura y de la civilización de procesos
complejos”.
Se podría decir que para Magalhães el hecho que la Biblia pueda ser considerada por
muchos como el libro sagrado de la creencia religiosa cristiana dificultó el avance de las
concepciones de la Biblia mientras que la obra literaria que tuvo un papel de gran
importancia para la constitución de la literatura en occidente.
Sin embargo, de la misma forma que destacamos lo contrapuesto en el ejemplo dado
por Kuschel, es importante decir que esta dificultad expuesta por Magalhães es compartida
no solo por defensores de la religión que temen tener su libro sagrado utilizado como fuente
no religiosa, sino también por críticos literarios que renuncian a admitir el tema religioso
como parte de la estructura del proceso de creación de la literatura occidental, temiendo que
esto pudiese significar la pérdida del compromiso de la obra literaria, algo que en sentido
opuesto al ejemplo dado por Kuschel.
Otro punto que vale ser destacado habla respecto al uso del lenguaje. En ese aspecto,
es válido diferenciar el lenguaje literario del lenguaje técnico. En ese sentido, Magalhães,
fundamentado en Schökel, señala que
[...] es fundamental conocer los estilos literarios que constituyen la Biblia para que el mundo
del autor sea entendido, así como también su mensaje. En esa búsqueda, el lector notará que
el lenguaje literario se distancia radicalmente de un lenguaje técnico, unívoco y asume la
pluralidad de acontecimientos y enfoques, la complejidad de las connotaciones y la invención
para establecer su discurso. [...] (p. 112).
El fragmento anterior apunta uno de los principales obstáculos de la relación
Biblia/literatura: La utilización del lenguaje literario frente del lenguaje técnico. En
realidad, esa diferenciación del uso del lenguaje distancia la teología sistemática y
dogmática de la comprensión de los textos sagrados mientras que las obras literarias,
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siempre que las mismas prevean un alejamiento de la pluralidad de sentidos previstos por el
uso de un lenguaje literario.
Sin embargo, a pesar de los obstáculos presentados hasta aquí, hay diversos ejemplos
que podrían darse de la relación de proximidad entre la Biblia y la literatura occidental.
Optamos por presentar solo dos, indicados también por Magalhães y que demuestran con
gran exactitud aquello que pretendemos ilustrar. Se trata del sacrificio de Isaac, en Gn 22,
así como también los dos primeros capítulos del Libro del Génesis.
El dilema creado por Dios para Abraham es uno de los más conocidos temas de la
Biblia y también uno de los más explotados por la literatura. Con el capítulo 22 del
Génesis, el autor del texto crea una narración que será modelo para diversos otros pasajes
bíblicos y obras literarias que hablan sobre la relación de Dios con el ser humano.
Magalhães (p. 115) presenta diversos ejemplos de cómo ese texto fue utilizado por la
literatura, sea de manera positiva, sea negativa, para con los principios de la creencia. De
ese modo, se tiene a Kierkegaard utilizándolo como ejemplo de la fe radical.
Contrariamente, se tiene a Owen analizando el mismo texto y concluyendo que Abraham se
vuelve un adulto criminal. En ambos casos, y en muchos otros, es necesario tener en cuenta
aspectos históricos y también los ideales de cada autor.
Más recientemente, este texto claramente sirvió de inspiración en importantes tramos
de El símbolo perdido, del polémico autor Dan Brown. En esa obra, se presenta toda la
dinámica ya expuesta en el Libro del Génesis, con un ropaje actualizado a nuestros días y
sirviendo también a los intereses del autor. Esto demuestra que aún hoy los textos sagrados
sirven de inspiración para construcciones literarias.
El otro ejemplo citado por Magalhães es la creación del mundo, narrada en los
primeros capítulos del Génesis. Ese pasaje sirvió, y aún sirve, como inspiración para
diversas piezas teatrales, películas, comedias, actos musicales, etc. Tal vez el más conocido
ejemplo de utilización de ese texto sea Paraíso perdido, de John Milton.
Sin lugar a dudas, John Milton tuvo acceso y utilizó el texto bíblico como fuente
principal para su obra épica, que también lo fue para el oratorio La creación, de Joseph
Haydn, que también tuvo como fuente inspiradora al mismo Génesis, ya que se propone
narrar una versión de la creación.
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Los ejemplos dados anteriormente sirven solo para ilustrar el diálogo existente entre
los textos sagrados la literatura occidental. Muchos otros podrían ser datos en ese sentido,
pero creemos que ya está claro que, a pesar de los obstáculos causados por diversas áreas
académicas, todavía es perfectamente posible que se tenga una relación entre la Biblia y la
literatura.
La literatura como fundadora de las
religiones monoteístas
Uno de los aspectos más destacados presentes en la obra de Magalhães es su
consonancia con Schmidt, cuando este asocia al monoteísmo con la literatura, mientras que
el paganismo estaría más vinculado a la oralidad y al rito. Magalhães endosa el
pensamiento de Schmidt al afirmar que
todas las religiones monoteístas son religiones del Libro y se basan en un canon de las
Sagradas Escrituras. En las religiones paganas existen, al contrario de eso, ritos y fiestas
como punto central. Esa diferencia ya fue señalada incluso por Flávio Josefo, historiador
judío, en el siglo I d.C. (p. 135)
Según lo expuesto en el fragmento anterior, Magalhães afirma que, mientras que las
religiones paganas tienen en su fundamento el ritual, o sea, la repetición cíclica de las
acciones religiosas, las religiones monoteístas poseen el libro, se basan por el libro, que,
por tratarse de una obra literaria, es pasible de interpretaciones diversas.
Por ese sesgo, al analizar tal abordaje, sería perfectamente posible llegar a la misma
conclusión encontrada en la obra de Magalhães: la literatura libera al ser humano en la
medida en que posibilita la comprensión de algo nuevo, y que, en determinadas situaciones,
puede ser entendido hasta con cierto radicalismo.
Es la literatura la que ofrece una posibilidad de diversas comprensiones religiosas por
medio de sus variadas narraciones, utilizando incontables figuras de lenguaje que priman
por la ironía y ambivalencias que llevan al lector a una infinidad de relectura de su texto.
En otras palabras: en caso que entendamos a los textos sagrados de la Biblia como
literatura, y teniendo en cuenta que ese libro es considerado por cristianos como siendo la
“Palabra de Dios”, y, por lo tanto, obra fundamental de la religión, no sería exagerado
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afirmar que, de hecho, la literatura dio origen al Cristianismo, así como también a las
demás religiones monoteístas, como el Judaísmo, basado en la Tanak, y al Islamismo,
fundamentado por el Corán.
De ese modo, concordamos con Magalhães cuando afirma que
[...] visto que la escritura es acompañada de cierto tabú, [...] De la literatura surgió la religión,
una nueva forma de religión; de la imagen surgió la cosa en sí; de la ficción emergió lo
definitivo. La escritura se volvió prescripción que apunta para la plenitud tanto en la vida
individual como en la vida de sociedad. (p. 138)
El fragmento anterior es de fundamental importancia para la comprensión de que la
literatura está en el origen de las religiones monoteístas. Como se ha dicho, es a partir de la
literatura que surge la religión, es de la ficción que surge aquello que pasa a ser considerado
como religioso, divino, para miles de millones de personas alrededor del mundo. De las
letras, del texto, de las construcciones literarias es que toma forma una nueva religiosidad,
toda ella vinculada justamente por esas preposiciones heredadas de la literatura y que se
contrapone a los modelos religiosos que hoy llamamos paganos.
Consideraciones Finales
A lo largo de este artículo, buscamos demostrar que es perfectamente posible
comprender los textos sagrados del Cristianismo, a saber: la Biblia, como literatura.
Basados en Antonio Magalhães y por otros autores, buscamos presentar argumentos que
nos llevasen a exponer con relevancia que las grandes religiones monoteístas tienen su
fundamento en libros, o sea, nacen a partir de obras maestras de la literatura mundial.
Comprender el texto sagrado como siendo obra literaria no es una tarea de las más
complejas. Por otro lado, hay obstáculos que dificultan un mayor y más amplio
entendimiento en ese sentido, obstáculos creados tanto por investigadores vinculados de
alguna forma a las instituciones religiosas como por artistas que temen ver su obra perder
importancia y autonomía frente a la religión.
A pesar de esto, sería también innegable que la Biblia haya sido utilizada, y aún lo
sea, como fuente para las más diversas obras religiosas. Además, su escritura, sus figuras de
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lenguaje, la forma como crea a sus personajes, influencia a numerosos artistas e
investigadores del área.
Finalmente, basados en todos los datos presentados hasta aquí, concluimos que es
perfectamente posible comprender la Biblia como fuente literaria. Dicho esto, se hace
viable la afirmación de que la literatura estaría en el fundamento del Judaísmo, del
Cristianismo y del Islamismo, las tres grandes religiones monoteístas presentes en
Occidente.
De hecho, al considerar que la característica fundamental del monoteísmo occidental
es su fundamentación en el libro, sea él la Tora, la Biblia o el Corán, y al comprender ese
libro como obra literaria, se podría afirmar que la literatura dio origen al Judaísmo, al
Cristianismo y al Islamismo.
No obstante, si consideramos que esta temática carece de más estudios y
consideramos que ciertamente las mismas deban ser producidas exentas de presupuestos
vinculados a instituciones religiosas, ya que solamente así tendrían como objetivo la
ampliación de los horizontes alcanzados hasta este momento, principalmente en lo que
respecta al desarrollo de investigaciones literarias que hablen sobre la temática religiosa
que desarrollamos en este artículo.
Referencias bibliográficas
ABADÍA, J. P. T. A Bíblia, como literatura. Petrópolis: Vozes, 2000.
ALTER, R.; KERMODE, F. (org.). Guia literário da Biblia. São Paulo: Editora da Unesp, 1997.
KUSCHEL, K. J. Os escritores e as escrituras; retratos teológico/literarios. São Paulo: Loyola,
1999.
MAGALHÃES, A. Deus no espelho das palavras; teología y literatura en diálogo. São Paulo:
Paulinas, 2009.
Traducción: Gilmar Saint’ Clair Ribeiro
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