CUADERNOS DE LA ALHAMBRA 40 PUBLICACIONES DEL PATRONATO DE LA ALHAMBRA Y GENERALIFE COMISIÓN TÉCNICA Y CONSEJO DE REDACCIÓN: ILMA. SRA. D.ª MARIA DEL MAR VILLAFRANCA JIMÉNEZ ILMO. SR. D. ANTONIO ALMAGRO GORBEA ILMO. SR. D. JOSÉ CASTILLO RUIZ ILMO. SR. D. RICARDO BAJO MOLINA ILMO. SR. D. PEDRO GALERA ANDREU ILMO. SR. D. JOSÉ LUIS LÓPEZ JIMÉNEZ ILMO. SR. D. ANTONIO MALPICA CUELLO ILMO. SR. D. ANTONIO ORIHUELA UZAL ILMO. SR. D. VICTOR PÉREZ ESCOLANO ILMO. SR. D. MIGUEL ANGEL MARTIN CÉSPEDES ILMA. SRA. D.ª VICTORIA CHAMORRO MARTÍNEZ El Consejo de Redacción no se hace responsable de las opiniones vertidas en los artículos publicados en este cuaderno Depósito legal: Gr. 182/1998 ISSN: 0590-1987 ISBN: 84-86827-17-5 Fecha de publicación: Diciembre 2004 Fotocomposición, impresión y encuadernación: Comares, S.L. 6 PURIFICACIÓN Y PLACER: EL AGUA Y LAS MIL Y UNA NOCHES EN LOS BAÑOS DE COMARES MARÍ A E LEN A DÍE Z JORGE PURIFICATION AND PLEASURE: THE WATER AND THE THOUSAND AND ONE NIGHTS IN THE BAÑOS DE COMARES Baño de Comares in the Alhambra is one of the best example of this constructed architecture. This hammam presents che possibility to study the different needs and perceptions in the Islamic and Christian cultures, specially the symbolism and use of the water. The time of alicatado and the preservation of the Islamic bath in the 16th century are interesting questions that give rise to scientific debate. We have add the romantic and orientalist view in the 19th century because it's part of the history and the image of pleasure and the women staged the dreams of The thousand and one nights El Baño de Comares supone uno de los ejemplos mejor conservados de este tipo de arquitectura. En él se vierten las diferentes necesidades y percepciones que la cultura islámica y cristiana tienen sobre el simbolismo y uso del agua, y que no están exentas de debates científicos sobre el origen de sus alicatados o las causas de su cuidadoso mantenimiento a lo largo del siglo XVI. Al interés que de por sí suscitan esta cuestiones se añaden las interpretaciones románticas y adornistas que durante el siglo XIX forjaron todo un imaginario que forma parte de su historicidad y donde la imagen de las mujeres y el placer contribuían a escenificar los sueños de Las mil y una noches. «Cuando terminó de recitar estos versos, el rey se puso de pie, lo abrazó, le hizo sentarse a su lado y le regaló unos vestidos magníficos, puesto que al salir el rey del baño, se había mirado el cuerpo y no habían encontrado en él huellas de la lepra: su cuerpo había quedado limpio como la plata más pura». El ministro del rey Yunán y el sabio Ruyán, Noche cuarta de Las mil y una noches Esta es una de las múltiples referencias a los baños y que son frecuentes en los relatos que va narrando Sahrazad en Las mil y una noches. Aunque el conocimiento sobre esta obra en occidente es debido a Jean Antoine Galland (1646-1715), orientalista y via- jero francés, es evidente que se escribió en diversas fechas y por manos diferentes, reconociendo algunos investigadores los versos de numerosos poetas y entre ellos a Ibn Zaydun de Córdoba o al rey poeta de Sevilla al-Mutamid 1. 123 La cita se contextualiza en la narración de los sabios consejos de Ruyán quien recomienda al rey Yunán tomar un baño para curarse de la lepra. El cuento indica los valores terapéuticos del baño. De igual modo se recomienda su uso tras una enfermedad en la noche veintiocho (El jorobado, el judío, el superintendente y el cristiano) donde el judío médico que participa en el infeliz destino del jorobado cita el baño ritual que tras la enfermedad tomó un joven en Damasco; en el mismo cuento, el sastre musulmán narra el suceso del barbero enfermo de amor y cómo fue al baño para borrar las huellas de la enfermedad. Debemos anotar que en este relato, el judío, el cristiano y el musulmán, señalan el uso del baño. Podríamos seguir citando ejemplos, como en la noche dieciocho (La mujer descuartizada) donde se narra el deseo de un hombre para que después de la enfermedad su mujer tomase un baño; la mujer pidió tomar antes del baño una manzana. Es curioso anotar la asociación del baño, la mujer, la manzana y la infundada infidelidad de la mujer, imagen simbólica en la que incidiremos en páginas posteriores. Junto a estos valores medicinales, el agua y los baños forman parte del escenario de citas de placer como el de la noche novena (Historia del faquín con las jóvenes) donde se narra un encuentro en el que participan tres mujeres y un hombre y en el que entran en juego los perfumes, el baile, las jarras de vino y los baños en el estanque en un cuadro erótico que no parece haber formado parte del original del cuento. Pero sin duda, el valor dominante del baño en Las mil y una noches es, al igual que con otros espacios como el zoco, su continua aparición como un elemento urbano y social de referencia para contextualizar a los personajes de los cuentos en una ciudad. Y es que, más allá del carácter «orientalista» de los cuentos, los valores atribuidos en la obra a los baños forman parte de una realidad y práctica social. 1. LA ARQUITECTURA Y EL AGUA: SIMBIOSIS DE LA PURIFICACIÓN Y EL PLACER El agua es, sin lugar a dudas, un elemento considerado tradicionalmente como purificador en la cuenca mediterránea. La costumbre de construir cerca 1 24 de las aguas como símbolo de purificación del territorio en el primitivo Judaísmo, el carácter catártico y de renovación que adquiere el agua en el bautismo cristiano, o las abluciones purificadoras antes de entrar en una mezquita, son manifestaciones similares y compartidas. El carácter purificador del agua hace de él un elemento siempre presente en la simbolización del jardín del edén o del paraíso, de tal modo que en los claustros cristianos y en los palacios islámicos el agua y los jardines intentan construir una imagen terrenal del paraíso celestial. Este jardín o lugar idílico de paz y de bienestar estará presente en las tres religiones del Libro. El carácter purificador hará que el agua sea un elemento frecuentemente asociado con la mujer porque a ella se le exige su pureza. Esta unión de agua, mujer y pureza se recoge en el Corán: «A quienes creen y hacen obras pías los introduciremos en unos jardines por los que corren ríos. Vivirán en ellos eternamente: tendrán esposas puras y les haremos entrar en una sombra umbrosa» (Corán, IV, 60-57) 2. De hecho, las imágenes coránicas del paraíso hablan de jardines, agua y esposas purificadas. Imágenes presentes en la epigrafía nazarí de la Alhambra donde las tacas son sillones de novias a la vez que fuentes de agua sin impurezas. Pero junto a su simbolismo debemos señalar su utilidad en la praxis diaria que hace necesario su almacenamiento y canalización. Arquitecturas dedicadas al abastecimiento y la canalización del agua ya fueron practicadas y experimentadas especialmente en época romana, introduciéndose en la cuenca mediterránea estas nuevas formas de aprovechar el agua. Lógicamente, este aprovechamiento varía según las culturas, algo perceptible, por ejemplo tras la conquista de la Granada nazarí por los cristianos al pasar de un modelo agrícola basado en el regadío hacia una progresiva implantación del secano. Las conducciones y canalizaciones de agua forman una parte importante de la construcción islámica, como señalan algunos teóricos como Ibn Sina para quien los conocimientos de la geometría abstracta teórica deben ser aplicados para las conducciones de agua, idea también defendida por Ibn Hazm 3. Ibn Jaldun, en al-Muqaddima, señala el agua como uno de los servicios esenciales para una ciudad, por lo que se deberá ubicar en las proximidades de un río, destacando específicamente los aljibes y zafariches que deben formar parte de las viviendas donde habrá tazas de mármol de las que emanará el agua canalizada desde el exterior. Este uso del agua es para Ibn Jaldun un resultado más del lujo: « Se deja sentir la influencia del descanso, el reposo y la tranquilidad, volviéndose a cosechar los frutos del poder: edificios, viviendas, indumentarias; construyen, entonces, palacios, hacen conducciones de aguas, siembran jardines, se deleitan con las cosas del mundo y el descanso se impone sobre las fatigas...» 4. Las fuentes árabes destacan estas conducciones especialmente en los palacios de al-Andalus. En el texto Nusus del geógrafo del siglo XI al-Udri, se cita la gran acequia que el rey de Almería al-Mutasim construyó; una acequia que llevó hasta la mezquita y de la que sacó un ramal a la Alcazaba de Almería donde llegaba a un pozo y de allí subía el agua a los jardines por medio de unas aceñas 5. Una descripción llamativa es la que hace posteriormente al-Maqqari del primer alcázar de Córdoba: los emires levantaron maravillas con bellos jardines que regaron con aguas traídas desde la serranía de Córdoba por medio de enormes tuberías y luego estas aguas corrían por cada patio a través de tuberías de plomo y salían al exterior a través de fuentes que llenaban los estanques, albercas y zafaraches. En pocas líneas menciona cómo el agua es el elemento común que atraviesa y llena el alcázar, describiendo la riqueza de la tipología de su conducción 6. Pensemos también en las conducciones de la Alhambra. Por el subsuelo se reparten tuberías de plomo encargadas de llevar el agua a las fuentes y que se puede escenificar, por ejemplo, cuando Torres Balbás repara las conducciones de agua para la fuente de la Sala de las Camas en 1926 y al levantarla comprueba que el desagüe de la fuente iba al retrete inmediato y la tubería que llevaba agua era de chapa de plomo y se dirige hacia el patio de Lindaraja. La perfección en los edificios y construcciones islámicas para este almacenamiento y distribución del agua va a ser un elemento unánimemente destacado por los cristianos. Aljibes, conducciones de agua, acequias y fuentes de los jardines son elementos habituales que llaman la atención de los viajeros cristianos por tierras de al-Andalus. De hecho no será infrecuente el encargo de este tipo de ingenierías a maestros mudéjares 7. Esta apreciación llevará a una constante reutilización de los aljibes islámicos y a destacar la importancia de los de nueva construcción, generalizada tanto para edificios religiosos como civiles, caso por ejemplo del aljibe que tras la conquista cristiana de la ciudad se construye en la Alhambra 8 (Lám. 1). El carácter purificador y simbólico del agua, su utilidad en la vida diaria, deben ir paralelos, y no implica ninguna contradicción, con el placer que supone la unión de arquitectura y agua, y en esto el arte nazarí es un buen ejemplo. Se busca no la fuerza de un manantial sino la inmovilidad del agua para que se pueda reflejar en ella la arquitectura, para que haya una continuación del espacio y un control sobre el elemento natural. La inmovilidad del agua en las albercas es interrumpida por surtidores que contribuyen a aislar a la vez que crear el sonido y la sensación de frescura. Los viajeros cristianos como Jerónimo Münzer o Andrea Navagero describieron con asombro las sensaciones placenteras que consiguieron los nazaríes en la Alhambra y el Generalife 9. Esta simbiosis de la purificación y el placer es clara en determinadas arquitecturas como los baños, al funcionar no solo con carácter purificador sino que su uso se convertirá en un elemento cultural que trasciende los márgenes religiosos adquiriendo un sentido más profano. Al respecto se pueden citar las consideraciones que sobre el baño se indica en el tratado de higiene de Ibn al-Jatib al señalar su capacidad de curar enfermedades así como las sensaciones de placer, alegría y goce, de ahí que, según el autor las personas canten cuando se bañan 10. En ocasiones, la asociación del agua y los baños va más allá del recinto arquitectónico como en el caso del aprovechamiento del agua de uno de los baños más grandes con que contaba Granada como era el del Albaicín. El agua, después de haber cumplido su función, se destinaba a regar varias fincas y a abastecer talleres como las ollerías. Así se lee en un documento de compraventa de 1465 sobre una casaollería donde se hacía vidriado y donde se especifica que la casa tenía derecho a cierta cantidad de agua de las sobras del baño; en época cristiana comenzará un pleito entre varios vecinos del Albaicín por el uso de estas aguas 11. 125 2. DIFERENTES FORMAS DE ENTENDER EL PLACER La Alhambra es identificada tanto por los musulmanes como por los cristianos que la visitan como un remanso de placer. La admiración que despiertan sus yeserías, sus techumbres, el uso del mármol en el pavimento así como el agua y los jardines, son formas creadas según los visitantes de la época para la búsqueda del placer. Este placer a través de la arquitectura no es entendido bajo la misma percepción por musulmanes y cristianos. El placer y la arquitectura islámica, y especialmente en el caso de los palacios, son identificados en las fuentes árabes con jardines, con abundancia de agua —se habla de ríos, quizás como metáforas de las acequias— y con las fuentes, surtidores y albercas, que se combinan con excelentes materiales trabajados con primorosas técnicas: cúpulas fantásticas, el oro, plata y piedras preciosas, el cristal coloreado, el uso del mármol en suelos, paredes y columnas. Pero las fuentes árabes también asocian los palacios como lugares para los placeres sexuales y del cuerpo, como recuerda una inscripción de piedra sobre la puerta en los palacios del Yemen descritos por el geógrafo alQazwini en su obra Atar al-Bilad 12. Más frecuente en las fuentes árabes es comparar el placer con la arquitectura por medio de la imagen de una mujer joven como atestiguan las metáforas de los poemas: los arcos como las cejas de una doncella, ríos como la muñeca de una joven y los puentes su brazalete o palacios como el lunar en una mejilla de una muchacha. Pero especialmente las referencias son a la mujer honrada recelosa del exterior, metáfora para una arquitectura hispanomusulmana nazarí cuya belleza decorativa se recrea más en el interior buscando mediante la disposición de sus vanos y puertas la intimidad recelosa también del exterior. Por tanto, en las fuentes árabes es frecuente la asociación de la arquitectura con la mujer, pero no cualquier mujer sino la doncella o virgen, la novia y la desposada o recién casada. Las cúpulas son comparadas con las novias cuando son conducidas ante el esposo, los salones con desposadas que ofrecen a la comitiva nupcial su belleza, los palacios y jardines como desposadas levantadas en lo alto, y las tacas son comparadas con el sillón nupcial que muestra a la novia 126 Qué mejor ejemplo que el poema de Ibn Zamrak donde la ciudad de Granada es la esposa que se muestra al monte de la Sabika que es su marido 13. Esta visión es clara en el conjunto palatino de la Alhambra, donde sus poemas hacen continuas alusiones y comparaciones entre las mujeres y la arquitectura 14. También en las fuentes cristianas se va a destacar el placer y la belleza en los palacios islámicos, describiéndose la búsqueda de un placer más corporal y material que espiritual. Así, entre las funciones y usos de la Alhambra nazarí, las fuentes cristianas destacan de las estancias sus usos para fiestas y bailes, estando poco presente una función públicapolítica para determinados espacios. De este modo, no es difícil encontrar que los autores cristianos señalen la presencia de la poligamia en los palacios de la Alhambra conjuntamente con las formas despóticas atribuidas al poder político nazarí y que tienen su claro reflejo en la ausencia de tareas políticas frente al placer que se atribuye a cada una de las estancias. De estas descripciones comparativas entre la arquitectura con una mujer se hace partícipe a los baños, como en el poema del cordobés Ibn Suhayd que recoge el andalusí Ibn Bassam y en el que se describe el placer de la esfera celeste del baño donde el rojo y el blanco le recordaban a la mejilla de la amada cubierta de sudor 15. El baño de lujo es identificado con el placer y la felicidad en los textos árabes pero en éstos la sexualidad es una más de sus caracterizaciones. Se trata además de una sexualidad tanto con hombres como con mujeres, recordemos que la presencia de la homosexualidad está presente en la praxis social, aunque en relación al baño está más presente la imagen de la mujer como objeto de placer. No olvidemos a este respecto las pinturas de baños como los del palacio omeya de Qusayr Amra donde aparecen mujeres desnudas, u otras representaciones muy posteriores como la miniatura timurí fechada entre 1494 y 1495 y donde un hombre viejo mira tras una ventana a las mujeres bañándose (British Library, Londres). Del mismo modo podemos citar un poema de Ibn al-Zaqqaq donde compara el placer del baño con el sexual con la hermosa descripción de que al entrar en los baños, «ser parezco en el seno de otro amante»16. En una de las descripciones de al-Maqqari en Nafh al-Tib, se recoge la descripción de un baño de lujo y privado de Bagdad en el que había una habitación reservada y aislada del resto del baño y donde el dibujo del suelo representaba actos sexuales de manera que, según el narrador, cuando fuera visto despertara los apetitos; en este caso se especifica que la habitación se utilizaba cuando el príncipe quería reunirse con alguna bella mujer o esclava a la que amaba17. Del mismo modo podemos citar la especificación que se hace en el «Libro de la Higiene» de Ibn al-Jatib al señalarse que el hombre de complexión biliar negra en el verano debe yacer con mujeres «cuando hayan salido del baño, y su cuerpo y cabello estén arreglados» 18. No obstante, hay un número importante de fuentes árabes donde hay un rechazo al exceso de los placeres tanto sensuales como sexuales, como defenderá el cordobés Ibn Rusd así como Ibn Jaldun 19. Pero tampoco olvidemos que frente a las críticas que hace Ibn Jaldun del placer sexual ilícito, a la sodomía y a la prostitución como resultado de una vida lujosa, Ibn al Jatib enumerará en un tratado los elementos que ayudan al goce erótico y entre los que menciona el baño 20. Los textos islámicos distinguían por un lado los baños públicos, donde el placer apenas es mencionado frente a otras funciones como la higiene y la purificación; por otro lado, el baño privado y de lujo asociado frecuentemente al placer sensitivo producido por el agua, por los pebeteros, los materiales empleados y el goce sexual entre otros. Entre todas estas sensaciones de placer del baño se menciona en las fuentes árabes la alternancia del calor y el frío, tal como recoge un poema del poeta cordobés Ibn Baqui al señalar que el hammam es un espacio donde el cuerpo humano experimenta una gran voluptuosidad por el calor abrasador y el frío como la rama que goza del sol y la lluvia 21; del mismo modo, el poema que se conserva en el Diwan de Ibn al-Yayyab y que se compuso para la puerta del baño de Comares se habla de un lugar de pureza y reflexión pero también del placer sensitivo con los dos contrarios, el agua y el fuego 22. En una novela aljamiada, El baño de Ziryab, se especifica la construcción de un baño privado y de lujo con cuatro aposentos y se habla aquí de lugares para las purificaciones que serán de «vidrio colorado». En los textos que hemos analizado sobre baños islámicos no es frecuente que se hable exclusivamente de purificación al referirse a un baño de lujo y privado y no se mencione el placer, aunque no extraña si recordamos que se trata de un baño para una mujer 23. Sin embargo, en las descripciones cristianas modernas predomina la exclusiva identificación del baño islámico con un espacio de placer sexual sobre las mujeres. En este sentido son bastante ilustrativas las citas de Münzer quien indica, probablemente siguiendo la explicación que le dieran en su visita, que en el baño de la Alhambra se bañaban desnudas las mujeres y concubinas y tras las celosías el sultán las miraba arrojando una manzana a aquélla con la que quería pasar la noche 24. Esta versión también la menciona el médico Johannes Lange en su visita de 1526 quien señala que los «baños del rey moro, en los cuales se bañaba él con sus mujeres de las que tenía muchas a su gusto. A la mujer que deseaba después del baño le arrojaba una manzana» 25. Esta idea nos rememora la manzana de oro que fue arrojada por Éride para ser otorgada a las más hermosa de las tres diosas —Atenea, Hera y Afro-dita—, pero también lleva implícito el placer representado en un prototipo de »mujer tentadora» que nos recuerda a Eva en el Paraíso por el simbólico y representativo elemento prohibido de la manzana. El elemento de la manzana también se cita en el texto de novela aljamiada, El baño de Ziryab, donde se señala que en el baño hay manzanas doradas, y no está de más recordar que es un baño construido para una mujer. Del mismo modo que para los baños de Comares, se cita, por ejemplo, para los baños de Alhama, de los que Hernando del Pulgar, en la Crónica de los Reyes Católicos, y después de elogiar el edificio, señala que a los baños de Alhama iban hombres y mujeres a bañarse tanto de la ciudad como «de otras partes de moros» y que ello llevaba a demasiados ocios y lujurias «malas y feas» 26. En la propia pragmática de Felipe II prohibiendo los baños se señala que no se usasen los artificiales, con lo cual se entiende que sí los de espacios abiertos, y que los que había se derribasen ya que era un vicio malo, de donde resultaban muchos pecados en ofensa de Dios y una costumbre deshonesta para sus mujeres e hijas. En el caso de Luis del Mármol Carvajal cuando habla de los baños de Graena 127 indica que estaban cerrados y que en ellos no había orden ya que las moras que allí se bañaban eras vistas y de ahí surgía la deshonestidad. Pero inclusive, ya tardíamente se seguirá señalando el baño como un espacio de encuentro sexual y poco recomendable al honor de las mujeres. En 1635 Fernando de Vergara Cabezas escribe ante las críticas sobre que mujeres y hombres se bañan conjuntamente en los baños de Alhama que el recato y la modestia de las mujeres de Alhama hace que no lo frecuenten 27. 3 . LO S B AÑ O S I S L ÁM I CO S Aunque el baño supone una arquitectura tradicionalmente asociada con el mundo islámico, sin embargo es indudable que su existencia forma parte de una experiencia compartida en la cuenca mediterránea. 3.1. Las termas romanas, ¿origen del baño islámico? Ya en Atenas hubo baños públicos, citando los poemas homéricos baños calientes en establecimientos creados específicamente para ello. En Roma nos encontramos con un espectacular avance y uso de los baños artificiales. Además del hipocausto, podemos enumerar las salas de agua caliente o caldarium, la del baño frío o frigidarium y la templada o tepidarium; el apodytherium servía de vestuarios. Pero las termas romanas son bastantes complejas y encontramos una diversidad de infraestructuras como las piscinas —que variaban de nominación si tenían escaleras, o bien si tenían asientos, o bien si eran amplias para nadar—, salas como el detrictorium que servía para quitarse el aceite y los ungüentos mediante el estrígil. Estos baños están presentes en la vida de Roma, como se constata en la Historia Natural de Plinio al mencionar los baños privados de Gayo y de Nerón (Libro 36, 111-112), o la cantidad de agua dedicada al uso público en baños (Libro 36,123), o al citar el elevado número de baños en la ciudad como en el caso de la época del pretor Q. Marcio Rex quien abrió en Roma 160 baños gratuitos (Libro 36, 121122) 28. 128 Los baños romanos presentaban las salas separadas según el género, aunque contaban con elementos compartidos como el horno, tal como señala Vitruvio (Vitruvio, X) 29. Pero como ocurrirá a lo largo de la historia, y a pesar de las disposiciones oficiales de separación, parece que hombres y mujeres acudían a las mismas estancias saltándose en más de una ocasión la separación según el sexo. La presencia de estas termas romanas será un referente en los diversos tratados de épocas posteriores como es el caso de León Battista Alberti, De Re Aedificatoria del siglo XV, quien dedica un capítulo a dichas construcciones. El tratadista señala su duda sobre si este tipo de arquitectura se debe incluir en obras públicas o si por el contrario se trata de una obra privada, llegando a la conclusión de que las termas son mezcla de ambas. El uso que señala es fundamentalmente médico o curativo, aunque por las partes que se compone se trataba claramente de un centro social. La descripción que hace es: vestíbulo principal al sur, vestíbulo pequeño y atrio. En el lado norte del atrio una amplia superficie al aire libre, un pórtico y tras él el baño frío; al este del atrio, un pasillo abovedado, una superficie al aire libre porticada que tendrá adosado el vestuario y comunicará al baño frío, mientras que a sus espaldas se ubicarán los baños calientes que reciben a través del vano de sus ventanas el sol del mediodía. A la derecha y a la izquierda del vestíbulo principal habrá tres locales en cada lado, destinados unos a mujeres y otros a los hombres: en los primeros dejarán la ropa, en los segundos untarán el aceite, y en los terceros se lavarán, pudiéndose añadir más locales para recibir a familiares y amigos 30. Si nos detenemos en la obra de este tratadista italiano nos damos cuenta de algunas diferencias entre las termas romanas y los baños islámicos. Partiendo de objetivos similares, como es por ejemplo la creación de una arquitectura específica donde recibir un baño, se llegan a formas diferentes de entender el edificio y su entorno. Así, Alberti especifica que las termas, al necesitar grandes superficies, ocuparán aquellas zonas de la ciudad menos frecuentadas aunque tampoco deben ser las más apartadas, aspectos de una dimensión espacial y ubicación que ya nos muestra una clara diferencia con la disposición islámica. De este modo, en torno a las termas podrá haber plazas muy amplias donde se celebrarán carreras de carros, tenien- do la plaza meridional forma de ábside para las gradas. Esta disposición la encontramos en la ciudad imperial de Roma, con las grandes termas de Diocleciano o las de Caracalla mientras que las más céntricas eran de menor tamaño como las de Trajano, Tito, Nerón y Agripa. Por otro lado, generalmente se ha señalado que los baños islámicos derivan o tienen origen en las termas romanas. Y efectivamente puede haber una relación pero no podemos establecer una mera traslación de las termas romanas a los baños omeyas. La tradicional sucesión del apodyterium, el frigidarium, el tepidarium y el calidarium no guardan las mismas proporciones ni relaciones con las estancias del hammam. Así, el frigidarium de las termas romanas poco tiene que ver con la sala fría de los baños islámicos ya que no ha mantenido ni las grandes proporciones de las termas romanas ni especialmente los apartados de esta zona como galería, piscinas o gimnasios, zonas que hacían que el frigidarium de las termas romanas fuese el lugar principal de encuentro y ocio, mientras que en un hammam constituye más bien un espacio de transición. Esta hipótesis se constata en los baños omeyas de Qasr al-Jayr al-Garbi (Siria) o en el de Qusayr Amra (Jordania). Una clara excepción no solo en los baños omeyas sino en el resto de los islámicos son los baños de Khirbat alMafdjar (Jordania) donde sí constatamos un gran apodyterium con un porche, y con una importante decoración con esculturas y mosaicos y especialmente la presencia de una piscina que nos muestra una clara adaptación del frigidarium de clara tradición romana 31 . Estas diferencias nos hacen entender lo baños islámicos no como una arquitectura derivada de las termas romanas sino que tienen su propia especificidad aunque formen parte de una experiencia cultural común en torno al Mediterráneo. 3 .2 . El hamman en la cultura islámica La existencia del baño o hammam en la cultura islámica la constatamos ya desde el período omeya, aunque en estos momentos se trata esencialmente de baños privados ya que los públicos que se conocen son de fechas posteriores. Estos baños constituyen una de las arquitecturas características que junto con el zoco y la mezquita aljama van a definir y dar prestigio a la ciudad islámica. Recordemos las reflexiones sobre el lujo, la ciudad y el poder que hace Ibn Jaldun, en la alMuqaddima al asociar el poder con los baños de tal modo que para hablar del gran poder de al-Mansur en Bagdad señala que la ciudad contaba con miles de baños 32. Para Ibn Jaldun esta proliferación de los baños es propio de urbes muy civilizadas donde las necesidades básicas están cubiertas y el lujo las caracteriza, y hasta tal punto es así que entre los oficios de lujo menciona a los encargados de los baños o hammami 33. Y sin embargo no tenemos por lo general nombres de quienes construyeron estos baños, porque no olvidemos que el tracista o arquitecto, así como el ejecutor de la obra, nunca llegaron a formar parte de las actividades del intelecto, centradas en filósofos, teólogos y poetas. Este número de baños, ciertamente exagerado como signo de grandiosidad de la urbe, lo encontramos citado por diversos autores como Hilal al-Sabi quien da un número de baños en Bagdad que varía según las centurias desde 60.000 a 1.500; Ibn Idhari sobre Córdoba para el periodo de Abd alRahman III habla de 300 baños mientras que al-Maqqari cita 600 baños para el periodo de al-Mansur b. Abi Amir; León el Africano cita 100 baños para Fez durante el siglo XVI 34. Estas noticias, que a fin de cuentas lo que hacían era exaltar la magnificencia de una ciudad, deben ser contrastadas arqueológicamente y en archivos. No obstante, no debemos olvidar que los baños suponían una fuerte importante de ingresos económicos, además de su función social, aspectos que hacían proliferar este tipo de construcciones. Entre tanta multitud de baños encontramos aspectos comunes. Por un lado, el uso del baño va a suponer la mayor ablución purificadora por lo que no es infrecuente encontrar baños en las proximidades o incluso como anexos de las mezquitas, de hecho, los baños públicos eran generalmente propiedad de las mezquitas. Pero el uso del baño islámico no cumple sólo una función purificadora y con carácter religioso ya que los baños públicos se convirtieron en un espacio de higiene, de relajación y de placer y especialmente en un centro social. Además, el baño será considerado un espacio con propiedades saludables por su atmósfera caliente y por permitir la transpiración mediante el sudor. 129 Por otro lado, y en líneas generales, hay un «ritual» semejante y común en los baños islámicos que implicará la creación de unos espacios adecuados para ello. En primer lugar el desvestirse, la creación de una atmósfera que vaya incrementando el calor y la humedad, un espacio adecuado para dar los masajes y para proceder después al baño de agua caliente. Para que se lleve a cabo este ritual, en los baños públicos encontramos, además del propietario, una serie de oficios como el fogonero, el encargado de la caldera, el barbero y el masajista. En el hamman se sirve a diferentes horas a hombres y a mujeres aunque hay algunos estrictamente reservados para uno u otro sexo, diseñándose en ocasiones dos grupos simétricos de construcciones, reservado uno para hombres y otro para mujeres, que no se comunican entre sí aunque tienen servicios anejos comunes. Quizás en esta línea se pudieran citar según las fuentes escritas los Baños de Alhama (Granada). Ibn Battuta señala de los baños de Alhama que tienen aposentos separados para el baño de hombres y mujeres 35. Esta misma descripción la indica posteriormente Abd al-Basit quien especifica de una manera muy clara la existencia de dos edificios en Alhama construidos encima de dos manantiales «uno de los dos edificios está destinado a los hombres y el otro a las mujeres», añadiendo posteriormente que en aquel lugar hay más baños que también fluyen de manera natural 36. Pero manteniendo la cautela con estas descripciones, parece que lo frecuente en el período medieval es que los baños públicos islámicos estuvieran reservados ciertos días o ciertas horas para hombres y otros para mujeres porque, y citando las palabras de Ibn Abdun, «el recaudador del baño no debe sentarse en el vestíbulo cuando éste se abre para mujeres, por ser ocasión de libertinaje o fornicación» 37. No está de más recordar el papel social que el hammam va a jugar en la vida urbana de al-Andalus y especialmente para las mujeres ya que éstas asistían con frecuencia a los baños públicos, menos las de alto rango, aunque no faltan algunos testimonios prohibiendo la presencia de las mujeres en los baños públicos a excepción de las que estén enfermas o que acaben de dar a luz para quienes era aconsejable. 130 3.3. La arquitectura y decoración del hamman Del hammam se espera que cumpla ciertas funciones. Como se indica en algunos tratados, debe refrescar y humectar, después calentar y humectar y, en tercer lugar, calentar y secar; la entrada y salida de la sala de agua caliente se hará de modo gradual 38. Atendiendo a estas necesidades, las partes frecuentes en un hammam son la sala para desvestirse (bayt al-maslaj), generalmente con retretes o letrinas cercanas, una habitación de transición cuya proximidad a las salas calientes hace que se vaya creando una atmósfera (bayt al-barid) y las habitaciones templada (bayt al-wastani) y caliente (bayt al-sajun), esta última suele estar provista de una serie de alcobas. En ocasiones la luz y la ventilación del baño se consigue a través de ventanas pero lo frecuente es que se produzcan a partir de una sección central donde se controla el vapor a través de las lucernas. Además de los sistemas de conducción del agua mediante tuberías, hay que citar la sala del horno, en ocasiones separada de la sala caliente simplemente por una pequeña partición. Por otro lado, la construcción del baño implica la necesidad de abundante agua para su construcción, por lo que no es infrecuente la existencia de acequias y aljibes en sus alrededores y menos frecuentes las norias. Esta estructura general cuenta con numerosas variantes según el contexto geográfico. En al-Andalus la planta arquitectónica de los baños muestra una gran simplicidad. Ya desde la etapa emiral-califal dominan las salas paralelas e inscritas en un rectángulo o cuadrado, con la sucesión de bayt al-barid, bayt alwastani y bayt al-sajun, siendo generalmente la sala templada predominante y de mayor tamaño. En Granada contamos con restos de baños aunque sin duda un número importante de ellos se conservan en la Alhambra, a saber, y siguiendo cierto orden cronológico: baño de la casa principal de la Alcazaba, baño de la Alcazaba de la época de Muhammad I, baño del Palacio de los Abencerrajes, baño de la casa 51 en la Calle Real, baño de la Calle Real sobre el palacio de los Abencerrajes, baño público pertenecientes a los hábices de la mezquita aljama o mayor, baño del llamado Palacio de Yusuf III y del que hoy sólo vemos a la vista los pilares del horno que sostendría la parte central de la sala caliente, baño del antiguo convento de San Francisco, baño de la casa del almotacén en el Secano de cronología incierta entre el siglo XIII y el XV, baño del palacio del Generalife ubicado en el llamado patio del Ciprés de la Sultana, baño del palacio de Dar al-Arusa fechado en el XIV, y el baño de Comares, entre otros. En cuanto a la decoración interior, el uso de los muebles se centra por lo general en la habitación para desvestirse, aunque han aparecido bastantes materiales como los casos en los que se han conservado jarritas, ataifores y alcadafes, es decir recipientes dedicados a contener líquidos y por tanto relacionados con la función del baño público, probablemente para arrojar el agua sobre el mármol caliente 39. Siguiendo las fuentes árabes un aspecto destacado es el uso de figuras en los baños. Descripciones de surtidores con formas de animales como las aves y que dan el agua desde sus picos, como en la ya mencionada novela El Baño de Ziryab, sobre la construcción de unos baños cordobeses, donde se especifica que en cada caño debe haber figuras de latón de aves que lancen el agua fría por sus bocas y figuras de vidrio que lancen la caliente, y el zafareche de en medio tenga figuras de pavos y leones de cobre y mármol colorado 40. Atendiendo a la traducción hecha por Emilio García Gómez del poema del nicho principal del Baño de Comares, tendríamos que pensar en la posibilidad de que hubiesen dos leones que a modo de grifo y enfrentados vertían uno agua fría y otro agua caliente 41 . Pero no solo figuras de animales sino también humanas. Ibn Hazm hace referencia a las imágenes del baño al señalar que éstas son más visibles que la esclava de la que un personaje se enamoró soñando 42. También en el caso de unos baños de Sevilla donde se menciona el uso de una escultura de una mujer con un niño y a sus pies una serpiente, pudiéndose tratar de una escultura romana reutilizada 43. Del mismo modo, Ibn Zaydun cita una sugerente escultura que había en un manantial natural al que acudía el rey taifa alMutadid de Almería 44. Al-Maqqari en la Nafh al-Tib, describe una forma humana por cuya oreja derecha salía agua caliente y por la izquierda agua fría 45. 3 .4 . La reutilización de los baños islá- micos Con las sucesivas conquistas de los reinos de alAndalus por parte de los reinos cristianos, asistimos a toda una política urbanística y arquitectónica que según el contexto geopolítico y según el edificio va suscitando varias opciones entre las que está la reutilización de edificios islámicos para uso cristiano. Esta reutilización comprende tanto la específicamente física como también la funcional. Urbanísticamente constatamos un número importante de ciudades que mantuvieron durante tiempo la trama y estructura básica del urbanismo islámico. Palacios y casas de altos dignatarios islámicos pasaron a ser conventos, en otros casos fueron reutilizados nuevamente como casas señoriales. Del mismo modo, la ya mencionada reutilización de los aljibes y la importancia de los de nueva construcción, no hacen más que demostrar la relevancia que adquirieron los avances en esta materia y que ya la cultura de al-Andalus había prodigado. Entre las construcciones que se encuentran los nuevos poderes cristianos hay que citar los baños. Aunque la utilización de los baños en la Península Ibérica se remonta a la época romana, sin embargo, en el período bajomedieval, hay una clara asociación de estos espacios con la cultura islámica y judía, y aunque generalmente se ha hecho ma yor incidencia en su uso por parte de los musulmanes, los documentos nos muestran el empleo frecuente de estas construcciones por parte de los judíos. Ante estos edificios se adoptaran posturas muy diversas que van desde su reutilización como baños hasta su destrucción. Las ordenanzas y documentos de la época nos hablan del baño como un edificio propio de hombre poderoso, entendiéndose en algunos casos que los baños son propiedad del rey, a excepción de aquellos que el mismo rey cediese, generalmente a cambio de una renta o censo anual, porque él es el único que tiene la potestad de conceder el uso y disfrute del baño 46 . La iglesia también contaba con baños, siendo habitual que se ubicaran en sus proximidades. Incluso el baño está presente en la literatura como en el caso de El Conde Lucanor de Don Juan Manuel 47 . 131 Pero no sólo podemos hablar de la reutilización de baños islámicos por parte de los cristianos, sino también de los de nueva creación siguiendo las tipologías y formas islámicas, y entre los que cabe citar el baño del Palacio de Tordesillas por orden de Alfonso XI en el siglo XIV. El Palacio de Tordesillas incluía los baños, que aunque hoy se ve como una construcción independiente sin embargo parecía estar unida al resto del edificio; contaba con un pequeño vestuario, con sala templada con la disposición de sala cuadrada con cuatro columnas, y por último con la sala caliente de planta rectangular con atajos en los extremos y al fondo la habitación destinada al almacén de leña 48. Por lo general, el mantenimiento y preservación de los baños públicos va a recaer en los concejos municipales. El municipio será el que exija en frecuentes ocasiones el reparo de los baños, de tal manera que encontramos en diversas ordenanzas que los baños estuvieran en buen estado para su uso y que además no perjudicaran a las casas colindantes. También se regula su uso, manteniendo una clara separación tanto étnica como de género 49. Toda esta documentación cristiana especifica el uso de los baños públicos por parte no solo de judíos y musulmanes sino también de cristianos, cuestión que se corrobora en la tratadística como en un tratado de medicina publicado en Sevilla en 1545, aunque su verdadera auto-ría es Juan de Aviñón (1391 ca.-1419) y por tanto hemos de considerarlo un texto del XV. En dicho texto se aconseja a los habitantes de Sevilla sobre las horas para tomar el baño recomendando la mañana si lo hacían de manera natural en el Guadalquivir o en invierno recomendaba los artificiales de San Isidro y el del Salvador, así como el baño en casa con la tina y el bacín 50. Pero a lo largo del XVI asistimos a la negación de baños como práctica aunque seguían apareciendo en los tratados médicos y de higiene ya que estos mantenían claramente una fidelidad al pasado. Constatamos que el baño público no fue aceptado plenamente por la cultura cristiana de transición a la modernidad, hecho que facilitó la prohibición de su uso a fines del XVI, ya que son considerados como centros de intriga y subversión de los moriscos. Qué diferencia si pensamos en cómo algunas fuentes árabes los habían definido como espacios de utilidad 1 32 general que servían a todas las gentes y por tanto debían ser lugares limpios 51 . No es una negación o aberración hacia estos espacios, que por otro lado en el ámbito regio se siguen manteniendo y reparando como los de Comares en la Alhambra, sino un rechazo a aquellas instancias sociales que fomentasen la cohesión grupal entre los moriscos, caso de la lengua, las vestimentas o espacios de encuentro como los baños, todo con el fin de evitar posibles brotes «nacionalistas» dentro de un «estado único». Ante esta prohibición y en el Memorial de Nuñez Muley se cita: «¿Podráse averiguar que los baños se hacen por ceremonia? No por cierto. Allí se junta mucha gente, y por la mayor parte son los bañeros cristianos. Los baños son minas de inmundicias; la ceremonia o rito del moro requiere limpieza y soledad. ¿Cómo han de ir a hacerla en parte sospechosa ? Formáronse los baños para limpieza de los cuerpos, y decir que se juntan allí las mujeres con los hombres, es cosa de no creer, porque donde acuden tantas, nada habría secreto; otras ocasiones de visitas tiene para poderse juntar, cuanto mas que no entran hombres donde ellas están. Baños hubo siempre en el mundo por todas las provincias, y si en algún tiempo se quitaron en Castilla, fue porque debilitaban las fuerzas y los ánimos para la guerra. Los naturales de este reino no han de pelear, ni las mujeres han menester tener fuerzas, sino andar limpias: si allí no se lavan, en los arroyos y fuentes y ríos, ni en sus casas tampoco lo pueden hacer, que les está defendido, ¿dónde se han de ir a lavar? Que aun para ir a los baños naturales por via de medicina en sus enfermedades les ha de costar trabajo, dineros y pérdida de tiempo en sacar licencia para ello» 52. El texto no tiene desperdicio: es curioso que casi toda la proclama exija principalmente por y para las mujeres; distingue entre baños naturales frente a los artificiales; habla preferentemente de los baños desde la higiene y el aspecto medicinal; señala que los propietarios son cristianos, algo que ya en la Real Cédula de 1526 se especificaba al indicarse que las personas que tenían que servir en los baños fuesen cristianos viejos o cristianas viejas y que ninguno de los nuevamente convertidos los sirvan ni tengan cargo. En el texto citado de Núñez Muley se indica que los baños fueron quitados en un tiempo de Castilla «por- que debilitaban las fuerzas y los ánimos de los hombres para la guerra», idea ya presente en los textos de la antigüedad clásica como los de Hesíodo y habitual en los tratados medievales y modernos de higiene donde se defendía que si un hombre se quería mantener como tal debía evitar esta práctica higiénica ya que se afeminaban. Pero la pragmática estaba ya en marcha y con una orden muy clara: «que no se bañaren en los baños artificiales y que los existentes se destruyeran». Dos aclaraciones a esta pragmática: una la especificación que hace es de los baños artificiales por lo que se entiende que se podían practicar los naturales; en segundo lugar constatamos que no se destruyeron físicamente todos sino que se produjo especialmente su cerramiento al público. A partir del siglo XVII encontraremos referencias a los baños pero desde un punto de vista del termalismo y lo médico y curativo. Asistimos a un cambio importante ya que pasamos de la creación de unos edificios o arquitecturas específicas para los baños a ser frecuente la toma de baños en ríos, manantiales o fuentes públicas, es decir en espacios abiertos. Las noticias del poder curativo las encontramos en Francisco Bermúdez de Pedraza en su Historia Eclesiástica de Granada, en los Annales de Granada de Francisco Henríquez de Jorquera, o en Fernando de Vergara Cabezas con la mencionada obra sobre los baños de Alhama y donde señala que tullidos y mancos salían sanos y las mujeres estériles podían fecundar 53. 4. EL BAÑO DE COMARES A grandes rasgos el baño de Comares presenta las estancias habituales que hemos indicado para un hammam: el baño cuenta con una primera estancia, bayt al-maslaj o sala de vestuario y de los masajes (conocida como Sala de las Camas); a continuación se dispone bayt al-barid o sala fría, bayt al-wastani o sala templada (Lám. 2) y por último bayt al-maslaj o sala de agua caliente. En el sur, tras la sala de agua caliente, se ubicaba la caldera y el almacén de la leña que sería transportada por lo que se conocerá como callejón de los leñadores. El aire caliente circulaba por el hipocausto que se extiende bajo la sala de agua caliente y por parte de la templada. Los presupuestos que hemos señalado sobre el placer y la higiene del agua, el uso y desuso de los baños, nos ayudan a entender un poco más la magnificencia de los baños de Comares. Su sentido y valor en un espacio regio, su simbolismo al ser ocupada la Alhambra por los cristianos, las interpretaciones que predominan sobre los baños y específicamente sobre la singularidad del baño de Comares a lo largo del XVII, las visiones e imágenes románticas, las intervenciones adornistas del siglo XIX, no hacen más que reflejarnos la intensa historicidad de este espacio. Y por la propia historia que encierra este espacio, los interrogantes sobre el Baño de Comares, no dejan de suscitarse: ¿de qué época y de dónde provienen los alicatados que cubren sus salas?, ¿por qué se mantuvo e invirtió con especial interés en la preservación de este espacio en época cristiana?... 4.1. Sobre los alicatados del Baño de Comares Como hemos señalado, el Baño de Comares ha suscitado y suscita grandes interrogantes. En primer lugar sobre la relación de este baño con el Palacio de Comares y con el de los Leones. Para Jesús Bermúdez Pareja éste que estudiamos se trata del Baño de Comares y no era común con el Palacio de los Leones manteniendo la posibilidad de que existiera otro baño entre el Jardín de Lindaraja y el ángulo nordeste del Palacio de los Leones 54. Por otro lado la cronología también ha suscitado ciertas dudas. Para algunos, y arrancando del planteamiento que hiciera Manuel Gómez-Moreno Martínez en su trabajo sobre la Granada en el siglo XIII, el baño ya existía en la época de Ismail I (13141325) por las características arcaicas de las columnas de la sala templada y por tanto en época de Yusuf I (1333-1354) sería renovado añadiendo la linterna o qubba de la sala de descanso, los capiteles, inscripciones, las yeserías de las galerías superiores de la Sala de las Camas y la cerámica vidriada, tal como indica Basilio Pavón Maldonado 55, La propia entrada a los baños también ha implicado diversas hipótesis. Así Fernando Chueca Goitia, en su Historia de la Arquitectura, interpreta siguiendo a Marçais que la entrada se realizaba por la sala de agua caliente, señalando que la Sala de las 1 33 Camas era una sala de descanso para reposar a la salida del baño 56. Según Antonio Orihuela las dos puertas al nordeste del palacio de Comares se utilizaron a la vez como acceso al baño, siendo la ubicada más al norte la que daba paso a la planta alta de la zona de reposo del baño 57. Pero sin duda, una de las grandes dudas viene motivada por los alicatados empleados en las salas. Para algunos autores probablemente en el periodo nazarí sería revoco y no un trabajo de alicatado lo que cubriría las paredes atendiendo a que las altas temperaturas así lo requerían 58. Siguiendo estas mismas razones la humedad tampoco favorece las pinturas murales y sin embargo contamos con interesantes ejemplos tanto en el mundo islámico, como es el caso de las pinturas en las bóvedas de los baños omeyas de Qusayr'Amra (Jordania), como los mudéjares del convento de Santa Clara en Tordesillas. Un análisis comparativo no solo nos ofrece estos ejemplos de pinturas sino el uso de alicatados nazaríes en antecedentes como los restos aparecidos de cerámica vidriada que se creen posibles de la decoración arquitectónica en los baños del Naranjo en Jaén y datados entre el siglo XII y XIII o en los restos del baño del ex-convento de San Francisco en la Alhambra de principios del siglo XIV 59. Por otro lado, si examinamos las fuentes árabes encontramos el uso de determinados materiales que daban colorido al baño, y entre ellos se describen piezas coloreadas y vidrios teñidos para los baños, aunque sin poder afirmar que se trata de cerámica vidriada. En los textos se señala frecuentemente el uso del mármol para suelos y paredes de los baños islámicos como el texto del poeta cordobés Ibn Suhayd que recoge el andalusí Ibn Bassam en Al-Dajira fi Mahasin al-Yazira, o Tesoro sobre las cualidades de la Península, del siglo XI, con la descripción de un baño de mármol 60. En la descripción de unos baños cordobeses se señala que todo el baño sea con mármol, puestas macho con hembra, que los lugares de las abluciones sean de vidrio colorado y las cámaras de agua pintadas y decoradas con ladrillos de color oro, plata y minio rojo 61. Al-Maqqari habla de un pasillo en un baño que era de mármol y las cuatro paredes de una habitación tan pulimentadas como espejos, por lo que se puede entender que se trata de un mármol pulido. El mismo autor destaca la blancura del mármol de un 1 34 baño, pero también hace una mención especial al uso del vidrio en el suelo, donde se describen dibujos figurativos realizados con piedras rojas, amarillas, verdes y doradas, especificando que se trata de cristal teñido, y anotando que el teñido en verde es un procedimiento que viene de los bizantinos 62. En la documentación de época cristiana se comprueban importantes partidas de cerámica vidriada para los baños a lo largo del XVI. La dificultad radica en saber si los alicatados fueron puestos en época nazarí y «restaurados» en el XVI, o si los alicatados fueron puestos en el XVI de nueva factura a la par que reutilizándose piezas de otras zonas de la Alhambra. Hay un aspecto en el que quiero llamar la atención y es que sorprendería que en las «cuidadosas intervenciones» que se llevaron a cabo bajo el Conde de Tendilla éste hubiera decido intervenir en un espacio de esta singularidad sin seguir a grandes rasgos el «original». Recordemos los dictámenes que el Conde de Tendilla da por ejemplo para la reparación de las yeserías del Palacio de los Leones, indicando en varias ocasiones que se haga conforme la obra mostraba que estaba hecho o conforme estaba antiguamente hecho 63. Hay a este respecto una primera aproximación importante y muy sugerente que es la de José Manuel Gómez-Moreno Calera quien frente a la tradicional hipótesis sobre una reposición completa de la cerámica de los baños en época cristiana plantea que a pesar de las importantes reposiciones del XVI y del XIX estas salas pueden conservar en algunas zonas lo esencial de su trama nazarí. El autor recoge la controversia sobre el tema y las posiciones contrapuestas de los investigadores 64. Sin lugar a dudas me adscribo al planteamiento de Gómez-Moreno Calera para quien además de poder estar presente una trama nazarí en los zócalos del Baño de Comares pueden también haberse utilizado en este espacio piezas nazaríes de otras zonas de la Alhambra. Si nos detenemos en la trama de los zócalos que fue dibujada por Basilio Pavón Maldonado, el autor indica cómo algunos de ellos repiten modelos de otros espacios de la Alhambra frente a otros que significan una novedad, como por ejemplo los que se encuentran en la pila más pequeña de la sala caliente65. A la espera de más datos, todos estos planteamientos y dudas no hacen más que confirmar la necesidad de estudios que profundicen en el tema de la cerámica arquitectónica y específicamente del Baño de Comares 66. 4.2. El Baño de Comares como «cámara de maravillas» en época cristiana Como hemos señalado, la arquitectura de los baños en espacios regios está más presente en la cultura islámica occidental que en la sociedad cristiana bajomedieval. En este contexto se hace inevitable interrogarse por las posibles causas que llevan no solo al mantenimiento sino a las diversas intervenciones en los Baños de Comares durante la época cristiana. El baño tal como lo hemos descrito con las diferentes estancias de sala de agua fría, templada y caliente no era una construcción frecuente en las arquitecturas cristianas palatinas hispanomedievales ni tampoco lo era en el resto de arquitecturas palatinas europeas. Sin duda, el tener todo un espacio dedicado al baño implicaba cuando menos un cierto exotismo frente al resto de casas europeas. Del mismo modo que, por ejemplo, el arte mudéjar de los Trastámara llamaba la atención a las restantes cortes europeas, suponía un claro medio de expresión de la propia cultura diferente a la cristiana europea, significando un rasgo elitista de identificación social y cultural, e implicaba un claro deseo de emular la suntuosidad de las cortes de al-Andalus 67. En este sentido, hay un claro interés por el mantenimiento de algunos baños y especialmente en el caso del Baño Real de Comares, incluso en el momento en que se prohíbe el uso de los baños públicos se sigue reparando este baño real a finales del siglo XVI. El hecho de no ser un espacio público de cohesión entre moriscos explica que no hubiera una imperiosa necesidad en destruir los baños regios. Todo lo contrario. Las remodelaciones llevadas a cabo en el Baño de Comares de la Alhambra no hacían más que exaltar su belleza, quizás en un deseo de aumentar el «carácter exótico» de una estancia poco frecuente en el resto de las residencias palaciegas europeas. Sin duda sorprende el mantenimiento del Baño de Comares si tenemos en cuenta que el médico que acompañaba a Carlos V, Luis Lobera, y siguiendo las normas de la antigüedad, recomendaba de manera general lo que se debía hacer al utilizar los baños, rechazando y negando la práctica del baño alegando que en España «los señores » nunca lo habían usado 68. Hay un dato que tenemos que anotar y es que los viajeros que visitan la Alhambra tras la conquista de Granada se detienen en hacer comentarios sobre los baños, narrando y recogiendo leyendas y noticias que sobre este espacio se decía, y esto era porque alguien se los enseñaba y además les contaba este tipo de noticias. Probablemente el alcaide de la Alhambra, quien agasajaba a los visitantes con una visita por el recinto monumental, enseñaba orgulloso no sólo la construcción del aljibe que se estaba llevando a cabo bajo su cuidado sino que también enseñaría los baños. El propio Münzer escribía que «el conde nos acompañó siempre en persona, y él mismo nos explicó todas las cosas» 69. Era quizás un lugar exótico para ser enseñado tal como se enseñaban esas colecciones de objetos curiosos de las llamadas «cámaras de maravillas» 70 Manteniendo una duda razonable sobre las causas de su preservación, sin lugar a dudas, el baño es uno los espacios en los que se invierte gran esfuerzo y dinero en la época cristiana. Se producen algunos cambios como la unión del horno y las leñeras que en época musulmana eran independientes pero que en época cristiana se incorporaron al resto de las salas al derribarse el tabique que las separaba 71. Dentro de las intervenciones-reparaciones de época cristiana que se realizan en el Baño Real, y centradas principalmente en la cerámica de sus zócalos, se emplean formas que por su técnica, colores y composiciones geométricas, podemos encuadrar como continuadoras de la tradición nazarí. Gran parte de las piezas de alicatado que contemplamos fueron encargadas al taller de Isabel de Robles que aparece documentada desde Marzo de 1537 72. A estos encargos hay que sumar el de los cristales encargados a Arnao de Vergara, o los de yesería que se concentran en los mocárabes 73. A partir de 1542 los trabajos en el baño se intensifican principalmente en la «armadura de la capilla», donde trabaja el maestro Alonso junto con Martín Moreno, 1 35 Escobar Albornoz y Pedro Gómez 74. Paralelamente al cuidado de los baños se lleva a cabo un control o vigilancia de su uso, prohibiéndose la entrada a «cada persona que no fuese distinguida en dichas casas reales y baños» ante los grandes desórdenes que se forman, como se recoge en un documento de 1553, lo que nos llevan a pensar que era más habitual de lo deseado la entrada de personas ajenas al recinto 75. Entre 1580 y 1590 se documenta una gran actividad en las obras de los palacios nazaríes, tanto por las reparaciones habituales de toda construcción antigua como por los daños que había provocado la explosión del polvorín y que afectará también a los baños 76. El encargo a Antonio de Aquiles de vidrieras para las bóvedas de los baños que se quebraron con el polvorín nos refleja un interés por conservar parte de la obra tal como estaba originariamente 77. Prácticamente hasta el siglo XIX no volvemos a encontrar intervenciones importantes en el Baño de Comares. La mayor actuación será la que tiene lugar con Rafael Contreras quien interviene especialmente en la Sala de las Camas en 1848, 1851 y 1879-80. La intervención recrea en exceso el colorido de las yeserías dentro del más puro principio adornista propio de la época, intentando recrear más si cabe la sensación de una cámara de maravillas insospechadas (Lám. 3). La intervención de Contreras será consolidada y mantenida por su hijo Mariano y por Modesto Cendoya. Hasta 1917 no volvemos a encontrar nuevas intervenciones en los baños y será con Ricardo Velázquez Bosco que simplemente reparará las solerías levantadas y acondiciona la sala de la caldera y sus bóvedas. Con Leopoldo Torres Balbás se hará una intervención mayor centrada especialmente en los accesos desde el Patio de Comares y donde plantea el debate sobre cuál podría ser el acceso nazarí desde este lado. Cubre el retrete próximo a este acceso donde encuentra restos de zócalo de alicatados y solería 78. Además, Torres Balbás coloca las ventanas en la parte alta de la Sala de las Camas, en su conexión a las Habitaciones de Carlos V. Coloca en 1924 el suelo de mármol en la sala fría y sala templada rebajando el nivel de solería que tapaba parte del zócalo de los alicatados, que él considera cristianos; arregla la conducción de agua de la sala templada así como de 136 las pilas de la sala caliente. Pero especialmente se preocupó por el que conocemos como callejón de los leñadores o callejón del servicio. 4.3. Las mil y una noches en los baños de Comares Una parte importante de la percepción de los baños es la visión y noticias que de ellos se van escribiendo y transmitiendo. Estamos hablando de la construcción de un imaginario que forma parte de su historia. Las noticias de las fuentes árabes sobre el Baño de Comares son escasas. Contamos con un poema de Ibn al-Yayyab que fue escrito para la puerta de unos baños reales de Yusuf I que bien pudieran ser estos de Comares; en el poema señala el baño como lugar puro y de reflexión pero también de placer al unirse los dos contrarios, el agua y el fuego 79. La inscripción que rodea el nicho principal del baño de Comares señala que es un edén guarida de leones 80. En las fuentes cristianas posteriores a la conquista, el Baño de Comares es ensalzado por los viajeros que visitan la Alhambra. Münzer los califica de maravilla destacando sus bóvedas así como sus alcobas y pila de mármol 81. Para Johannes Lange son perfectos constructivamente debiendo servir como norma para posteriores realizaciones. Para Lalaing, los reyes cristianos se debían sentir orgullosos por tener uno de los mejores sitios que existen en la tierra 82. Todas estas noticias siempre están enfocadas a entender el baño como un espacio para el placer. Ya hemos señalado que en años posteriores los baños se definen por lo general como lugares de lujuria y especialmente con el temor de ser espacios propicios para los moriscos reunirse y organizar revueltas e intrigas, de ahí que no llame la atención citas como las de los cronistas de la Granada del XVII que señalan del Baño de Comares su carácter lascivo, como Bermúdez de Pedraza, o Henríquez de Jorquera quien hace una breve mención del baño destacando simplemente la labor de ornamentación propia de los musulmanes 83. A partir esencialmente de la segunda mitad del XVIII, el arte islámico empieza a acaparar mayor interés. En el caso español, la Real Academia de San Fernando encargará a dos arquitectos y un ingeniero realizar dibujos de la Alhambra y la Mezquita de Córdoba, trabajo que se publicaría en Madrid en 1787 bajo el título Antigüedades Árabes de España. Es curioso que en esta obra no se detenga especialmente en los baños que simplemente aparecen en dos láminas. La lámina VI de la primera parte en el Plano de la Casa Real Árabe que demuestra su principal piso; en este plano, y con el número 8 se indica el corredor que desde la habitaciones de Carlos V permite ver los baños, mientras que con el número 9, señala «Bóvedas que cubren la disposición de los Baños y sirven de pabimento (aunque irregular) al Baño que forman». En el segundo caso, en el dibujo de los subterráneos del palacio nazarí (segunda lámina VI de la primera parte), y con el número 4 titula «Baño para las personas reales», mientras que con el número 5 señala la caldera para calentar el agua (Lám. 4) 84. No hay más menciones que éstas, si no contamos con la breve referencia que hace de una escalera que da a los baños en un texto que se preparó para la obra pero que no fue publicado 85. Las obras sobre los edificios islámicos se multiplicarían especialmente a lo largo del XIX y por lo general con un claro aire romántico y orientalista. La Alhambra ocupará un lugar principal a través de las obras de los románticos y que consolidarán el revival de lo nazarí que, como indica Tonia Raquejo, se manifestó en dos aspectos: uno el romántico y que se expresó esencialmente en la literatura y en espacios de recreo, y otro en hacer progresar o avanzar la industria ocupándose principalmente del ornamento y especialmente en las artes decorativas 86. El aspecto romántico dado a la Alhambra se siguió identificando a fines del XIX y principios del XX con arquitecturas dedicadas al ocio y al recreo. Entre los edificios donde más se proyectó este tipo de alhambrismo fueron los casinos y los de recreo y ocio propio de una sociedad burguesa del XIX y en este sentido podemos señalar que fue el estilo utilizado en muchos de los baños y balnearios remodelados en su momento 87 . Los textos y grabados que componen gran parte de las obras del XIX suponen una fuente interesante para comprender la Alhambra, ya que aunque sus referencias pueden estar en ocasiones distorsionadas por la visión romántica, aunque no siempre, sin embargo nos ayudan a entender ideas y valores que sobre la Alhambra se forjaron y que en cierta manera han llegado hasta nuestros días. Entre esos valores destaca la asociación del baño islámico con la mujer como objeto de deseo. Ya a fines del XVI y a lo largo del XVII encontramos noticias sobre las mujeres que asistían a los baños, señalándose que la mujer que va al baño desea que la miren. En algunas fuentes se describe como inmoral el que la mujeres asistan al baño por el exhibicionismo que supone. La asociación del baño con las mujeres reflejando momentos de sensualidad será frecuente en la pintura y especialmente a partir del XVIII. Recordemos las interpretaciones de ciertos temas como Diana y el baño, Susana saliendo del baño, Betsabé y el baño, o incluso Esther en el momento de acicalarse para ir ante Asuero. Se trata por lo general de baños naturales como el Baño de Diana (Museo del Louvre) de Boucher, o el de las impresionistas bañistas de Renoir del Museo de Filadelfia, o las cinco bañistas de Cézanne del Museo de Bellas Artes de Basilea, o Bañista sentada (The Art Institute, Chicago) de Renoir, así como baños artificiales como el Baño Turco (Museo del Louvre) de Ingres, La toilette (Museo del Jeu de Paume de París) de Tolouse Lautrec, o Mujer en el baño (Tate Gallery, Londres) de Degas, por citar algunos ejemplos. Entre los viajeros románticos que inmortalizan el Baño de Comares tenemos que citar a James Cavanah Murphy, quien llega a Granada en 1802, dedicándose siete años a estudiar las obras de arte islámico, regresando en 1809 a Inglaterra donde tendría que esperar otros siete años para ver a la luz su publicación 88. Cavanah Murphy sitúa la entrada a los Baños de Comares en la Sala de las Camas aunque ésta última no la incluye dentro del complejo del hammam sino que la considera como una sala de músicos contigua a los baños (plancha XXV) donde los músicos tocaban para la corte que se encontraba debajo. Destaca de esta sala especialmente los alicatados señalando el uso del negro, verde, amarillo y blanco enmarcado en verde, constituyendo un testimonio, cercano o no a la realidad, pero anterior a la importante transformación que llevaría a cabo el arquitecto Rafael Contreras en esta sala. En el interior de lo que considera propiamente el baño, señala en la plancha XX que el suelo y las co- 137 lumnas son de mármol blanco, y destaca la belleza de los alicatados que llegan «hasta las cornisas» y efectivamente en el dibujo los lleva hasta la cornisa lo que debemos entender a priori como una interpretación lejana de la realidad, además de que la trama de alicatados que dibuja no tiene nada que ver con lo que vemos hoy en día. En la plancha en que representa la sala templada dibuja dos pequeñas piletas (plancha XXI) destacando las columnas que a pesar de su delgadez pueden soportar un gran peso; si nos fijamos nuevamente lleva los alicatados hasta las cornisas y con el mismo dibujo que en la plancha anterior. Del techo de los baños señala en la plancha XXII que está bellamente decorado y los respiraderos son de un verde vidrioso y que ya en la plancha XX había indicado que están realizados con tierra cocida. Los románticos, y entre ellos James Cavanah Murphy, atribuyeron sin razón alguna el uso de las dos pilas de la sala de agua caliente, una para el rey y otra para la reina, tal como se había planteado en fechas anteriores para otras estancias del Palacio de los Leones indicando que una alcoba era para el rey y otra para la reina. En la plancha XXIII se representa una de las pilas de la sala caliente como baño del rey, que sería la ubicada a la izquierda una vez que entramos en dicha estancia; del dibujo llama la atención que no represente los alicatados que hay en el paño junto al arco de comunicación con la sala templada ni los azulejos del intradós de dicho arco; la trama de alicatados se basa para el autor en dibujos romboidales más alargados de lo que presenta la realidad, además de rematarla con una cenefa de almenillas escalonadas inexistente (Láms. 5 y 6). En la plancha XXIV señala que el baño de la reina «es el más ricamente ornamentado con dorados y porcelana»; «los muros están cubiertos hasta la cornisas de preciosos mosaicos blancos y negros». Las piezas de alicatados que señala son blancas y negras y aunque si van más en consonancia con el tipo de entramado geométrico que hay en la realidad, sin embargo las que contemplamos hoy en día tienen una mayor variedad de colores. Esta separación de género se hace sin ningún tipo de rigor científico, encontrándonos con la ya mencionada asociación entre placer, mujer y baños y que Murphy cita en su comentario a la plancha XXIV 1 38 sobre el baño de la reina: «El techo abovedado de piedra está perforado de ventiladores, por donde una luz suave y hábilmente dirigida penetra en este voluptuoso refugio». Esta sensualidad se repite en el dibujo que Vauzelle hizo para la obra de Alexandre Laborde, Voyage pittoresque et historique, titulando «Patio de los baños en la entrada de la Alhambra» al patio del Palacio de Comares y donde escenifica una mujer desnuda sentada al borde la alberca, idea que repite al representar la pila mayor de la sala caliente del Baño de Comares. La Sala de las Camas presenta una entrada lateral inexistente (Lám. 7), mientras que la sala templada es dibujada con una cenefa de triángulos equiláteros en vez de la cenefa con las siglas del Plus Ultra que contemplamos hoy en día 89. Otro de los grandes viajeros es Girault de Prangey que visitaría Granada en 1832. En 1837 publica Souvenirs de Grenade et de l'Alhambra con interesantes litografías 90. A partir de entonces le seguirán otras publicaciones como Monuments Arabes et Moresques de Cordove, Séville et Grenade (183639), Essai sur l´Architecture des Arabes et des Mores en Espagne, en Sicile et en Barbarie (1841). En la litografía XI de Souvenirs de Grenade et de l´Alhambra titula Baños moros en ruinas donde describe que se trata de un edificio destruido casi por completo aunque su función no plantea ninguna duda ya que según el autor en él se encuentra todo lo que constituye un «baño moro» de nuestros días, señalando un patio de entrada con cuartos a su alrededor, una primera sala, después otra mayor, que es la que dibuja, y luego una tercera con estrados y camas de reposo terminando finalmente en un jardín. El dibujo representa el Bañuelo, del que también incluye la planta en la plancha XXX. En lo que se refiere al Baño de Comares solo es dibujado por completo en planta y en sección la Sala de las Camas en las planchas XXIX y XXX respectivamente. En la planta general de los palacios nazaríes (plancha XXIX) indica la ubicación de los Baños de Comares en los que menciona el patio de los Baños (que por la ubicación corresponde al Patio de la Reja), y las salas de los baños especificando el nombre de la Sala de Reposo para la Sala de las Camas. Pero quizás una de las publicaciones que tuvo más impacto fue la de Owen Jones y Jules Goury, que dibu dibujaron la Alhambra en 1834 y luego vol vió Jones en 1837 para hacer más dibujos. Según el estudio de M.ª Ángeles Campos Romero, su primer contacto con la Alhambra fue por medio de un guía que les llevó entre otros sitios a los baños bajando desde la antesala de la Torre de Comares pasando por un pasillo que llaman la cárcel de la reina 91. Planos, Alzados, secciones y detalles de la Alhambra fue editado desde el 1836 a modo de entregas por fascículos, quedando finalmente en dos volúmenes con 104 láminas 92. La lámina XXVI del volumen I la dedica a una sección longitudinal de los baños de Comares. Señala que tienen un trazado y disposición muy similares a los que están hoy en uso en Oriente. Describe el baño a partir de una elegante sala para desvestirse, donde se pasaba según Jones por un «tortuoso pasillo» a dos baños más pequeños para llegar a la gran sala de vapor revestida de mármol blanco y con las aberturas estrelladas guarnecidas de barro vidriado, tras esta sala se llega a otra menor que tiene las dos piletas que se usaban para las abluciones personales. Detrás de esta sala señala que está todo lleno de escombros con lo que no se pueden conocer los medios que servían para calentar el agua. La parte alta de la sala de reposo era para los músicos, y la baja la encuentra pequeña por lo que señala que el baño tenía que tener un carácter estrictamente privado y reservado para el soberano y su harén. El autor señala que los baños se encuentran en perfecto estado de conservación; no está de más apuntar en este punto que Owen Jones visita la Alhambra en 1834 y en 1837 y que en 1848 Rafael Contreras inicia la intervención. En este dibujo de Jones aparecen las diferentes salas con los alicatados, más cercanos a la realidad de lo que dibujara Cavanah Murphy. Es curioso que nuevamente, al igual que Prangey aparezcan las almenillas escalonadas en vez de los azulejos con los signos del Plus Ultra en la sala templada, o las almenillas escalonadas en la sala caliente cuando la realidad actual no nos ofrece esta cenefa. El dibujo que realiza y destaca del pavimento que rodea la fuente sí es la misma trama que hoy vemos (lámina XLIII del volumen I). En la lámina L del volumen II recoge detalles de los alicatados de los baños, siendo el número 87 la misma trama que aparece tanto en las Sala de las Camas como en pila mayor de la sala caliente, aunque los colores parecen ser más bien recreaciones que buscan visualizar una composición simétrica (Lám. 8). Aunque los románticos pudieran interpretar como hemos señalado la imagen de la voluptuosidad de un espacio como lugar del baño de la sultana o pudieran pensar que en el baño se juntaba el soberano con su harén en momentos de placer, intentando visualizar momentos imaginados desde Las mil y una noches, es obvio el interés que estos trabajos tienen hoy en día en el afán de conseguir comprender un poco más la historia del Baño de Comares. NOTAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Cfr. VERNET, J., Las mil y una noches, 3 vol. Barcelona, 2000, pág. 21. Seguimos la traducción del Corán de Juan Vernet quien numera los versículos según las ediciones de Flügel y la Vulgata Cairota. VERNET, J., El Corán, Barcelona, 2002. Cfr. PUERTA VÍLCHEZ, J.M., Historia del pensamiento estético árabe. Al-Andalus y la estética árabe clásica, Madrid: Akal, 1997, pág. 129. Ibídem, pág. 416. Ibídem, págs. 137-138. Fragmento cit. en RUBIERA MATA, M. J., La arquitectura en la literatura árabe. Datos para una estética de placer, Madrid: Hiperión, 1988, pág. 122. Es el caso de la ciudad de Teruel que a lo largo del XIV solicita y contrata a una serie de maestros musulmanes procedentes de Valencia para la realización de los aljibes. Estos trabajos recaerán principalmente en Brahen Bellido, aunque entre los maestros con los que trabaja conjuntamente aparecen nombres cristianos. Cuentas del mes de Mayo de 1363, A.H.P.Te, (Archivo Histórico Provincial de Teruel), Sección Comunidad, Caja 7, Documento 608. 8. Las noticias sobre los aljibes que se construyen adquieren tal relevancia que son mencionados en fuentes como la Crónica de los Jueces de Teruel, en la que se hace referencia al inicio de los aljibes de 1375. LÓPEZ RAJADEL, F. (ed.), Crónica de los Jueces de Teruel (1176-1532), Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1994, págs. 94-196. En el caso de la Alhambra, Jerónimo Münzer destacará la construcción del gran aljibe que el Conde de Tendilla está realizando en la Alhambra. MÜNZER, J., Viaje por España y Portugal, Madrid: Polifemo, 1991, pág. 97. 9. Cfr. MÜNZER, J., op.cit. NAVAGERO, A., Viaje a España del Magnífico Señor Andrés Navagero (1524-1526), Valencia: Castalia, 1951. 10. Cfr. Kitab al-wusul li-hifz al-sihha fi-l-fusul de Ibn al-Jatib traducido en VÁZQUEZ DE BENITO, M.C., Libro 139 del cuidado de la salud durante las estaciones del año o «Libro de Higiene», Salamanca: Universidad, 1984, págs. 148-149. 11. Cfr. ESPINAR MORENO, M., «Apuntes de Arqueología y cultura material granadina. El baño del Albaicín (siglos XIII-XVI)», Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, n.° XXI, 1990, págs. 71-85. 12. Cit. en RUBIERA MATA, M.J., La arquitectura en la literatura árabe..., pág. 33. 13. Ibídem, pág. 143. 14. Vid. al respecto DÍEZ JORGE, M.E., «El espacio doméstico: lo femenino y lo masculino en la ciudad palatina de la Alhambra», Cuadernos de la Alambra, n.° 38, 2002. La visión del conjunto palaciego unido al placer y la mujer es señalada por José Miguel Puerta Vílchez que encuentra en la posterior elevación del palacio carolino un elemento que contribuía y aumentaba la percepción de la construcción nazarí «como lugar exclusivamente femenino y de placer». Cfr. PUERTA VÍLCHEZ. J.M., Los códigos de utopía de la Alhambra de Granada, Granada: Diputación Provincial, 1990, pág. 48. 15. Texto cit. en RUBIERA MATA, M.J., La arquitectura en la literatura árabe..., pág. 102. 16. Cit. en VÍLCHEZ VÍLCHEZ, C., Baños árabes, Granada: Diputación, 2001, pág. 20. 17. Texto citado en RUBIERA MATA, M. J., La arquitectura en la literatura árabe..., pág. 98. 18. VÁZQUEZ DE BENITO, M. C., op.cit., pág. 248. 19. Cfr. PUERTA VÍLCHEZ, J.M., Historia del pensamiento estético árabe..., pág. 167. 20. Además de la alimentación, los perfumes, los baños equilibrados y el galanteo, Ibn al-Jatib en su tratado de higiene señala: «Y entre lo que mueve a la reflexión y despierta a la imaginación, se enumeran la prolijidad del coito y el pensar en él y en sus situaciones, la variedad de sus formas, como las distintas formas de refinamiento, el bienestar, las hermosuras del lujo, las estatuas de las cámaras privadas y de los vestíbulos con pechos rellenos y mejillas acicaladas, la decoración profusa, las galas suntuosas, los perfumes excelentes, las joyas valiosas, la elegancia que incita a exquisiteces ocultas y límites lejanos, los brazaletes de los miembros y ajorcas, las palabras dulces, las tendencias maliciosas y los significados sutiles». VÁZQUEZ DE BENITO, Mª C., op.cit., págs. 153-154. 21. Cit. en VÍLCHEZ VÍLCHEZ, C., Baños árabes, Granada: Diputación, 2001, pág. 17. 22. Texto en RUBIERA MATA, M.J., Ibn al-Yayyab. El otro poeta de la Alhambra, Granada: Patronato de la Alhambra y el Generalife, 1994, pág. 116 23. RUBIERA MATA, M.J., La arquitectura en la literatura árabe, pág. 100 24. MÜNZER, J., op.cit., pág. 95. 25. Transcripción en GALLEGO MORELL, A., «La corte de Carlos V en la Alhambra en 1526», Miscelánea de estudios dedicados al profesor Martín Ocete, Granada: Universidad, 1974, págs. 267-294. No está de más señalar que Johanes 140 Lange fue uno de los médicos más importantes de la época y que escribió Epistolae medicinalis en 1554 donde señalaba que los baños de la Alhambra eran un modelo a seguir. 26. Citado en RAYA RETAMERO, S., Reseña histórica de los Baños termales de la Muy Noble y Leal Ciudad de Alhama de Granada, Melbourne (Australia)-Granada: Australis, 1999. 27. Ibídem. En esta obra transcribe el texto de Fernando de Vergara Cabezas Apología por los baños de la Muy Noble y leal Ciudad de Alhama. Contra el desengaño que de ellos escribió Francisco Fregoso, págs. 38-81. 28. Hemos manejado la edición de TORREGO, E., Plinio. Textos de Historia del Arte, Madrid: La Balsa de la Medusa, 2001. 29. VITRUVIO, Los Diez Libros de Arquitectura. Edición correspondiente a la que hizo José Ortiz y Sanz. Madrid: Akal, 2001. 30. De Re Aedificatoria, Libro VII, capítulo X. Hemos manejado la edición ALBERTI, L.B., De Re Aedificatoria, Madrid: Akal, 1991. 31. Cfr. la tesis recogida en la voz «Hamman» en Encyclopaedia of Islam, Leiden: Koninklijke, 2001. 32. Cit. PUERTA VÍLCHEZ, J.M., Historia del pensamiento estético árabe..., pág. 428. 33. Ibídem, pág. 437 34. Cfr. «Hamman» en Encyclopaedia of Islam. 35. IBN BATTUTA, A través del Islam, Madrid, Alianza Universidad, 2002, pág. 763. 36. LEVI DELLA VIDA, G., «Il regno di Granada nel 1465-66 nei ricordi di un viaggiatore egiziano», Al-Andalus. Revista de las Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada, vol. I, 1933, págs. 307-334. 37. Para el tratado de Ibn Abdun hemos manejado la edición de GARCÍA GÓMEZ, E. y LÉVI -PROVENÇAL, E., Sevilla a comienzos del siglo XII. El Tratado de Ibn 'Abdun, Sevilla: Ayuntamiento, 1992, cit., pág. 151. 38. Cfr. el citado tratado de higiene de Ibn al-Jatib, págs. 146147. En el mismo tratado se señalan las diferentes necesidades del baño según la complexión de la persona: la temperatura, si debe ser tendente a humectar o bien a secar, si debe ser baño artificial o natural, y éste último si es recomendable de agua dulce o de mar..., pág. 190 y sigs. 39. Vid. como ejemplo el caso estudiado del Baño del Naranjo en Jaén, SALVATIERRA CUENCA, V., El baño árabe del Naranjo y la formación del edificio «Los Caños», Jaén: Universidad, 1993, pág. 138. 40. Transcripción reproducida de la que hicieran Gascón y Gator en PIJOÁN, J., Arte islámico. Summa Artis, vol. XII. Madrid: Espasa Calpe, 4.ª edición, 1966, pág. 492. 41. Poema transcrito en GARCÍA GÓMEZ, E., Poemas árabes en los muros y fuentes de la Alhambra, Madrid: Instituto Egipcio, 2.a ed., 1996, págs. 109-110. 42. Cit. de Ibn Hazm de la Tawq al-bamama en PUERTA VÍLCHEZ, J.M., Historia del pensamiento estético árabe..., págs. 262-263. 43. PÉREZ, H., Esplendor de al-Andalus. La poesía andaluza en árabe clásico en el siglo XI. Sus aspectos generales, sus principales temas, su valor documental, Madrid: Hiperión, 1993, págs. 335-336. 44. Ibídem, pág. 336. 45. Texto citado en RUBIERA MATA, Mª J., La arquitectura en la literatura árabe..., págs. 97-101. 46. La propiedad del baño suele asociarse con el poder, como dictan las ordenanzas de Toledo, «el baño non lo faze sy non ome poderoso e pues que puede faser baño deve vedar el daño que non lo ayan sus vesinos», Ordenanzas de Toledo, A.M.To. (Archivo Municipal de Toledo), alacena, 2, leg. 6, nº 4, fol. 186 vto. Esta pro-piedad no significa que fueran para uso exclusivo de los monarcas ya que es frecuente que los baños reales sean cedidos para uso público a cambio de un censocomo el caso de Jaime I de Aragón que en 1273 concede a Jucef Avinxaprut, judío de Murdievro, los baños reales de esa villa, a cargo de un censo anual de 200 sólidos, documento recogido en RÉGNÉ, J., History of the Jews in Aragon. Regesta and Documentes. 1213-1327, Jerusalem: Magnes Press-Hebrew University, 1978, doc. 556. Este control real sobre su uso motivará peticiones como la de Alfonso III entre 1289 y 1290 al solicitar al merino de Zaragoza que investigue si los judíos de la ciudad tienen costumbre de bañarse en los baños de algunas villas y si es así dé su permiso para hacerlo. Ibídem, doc. 2056. 47. El baño es el escenario de dos proverbios de El Conde Lucanor, obra con clara influencia islámica, donde se habla en ambos casos de un baño público. Véanse los proverbios «En lo que aconteció al bien y al mal, y al cuerdo y al loco» y «En lo que aconteció a un rey cristiano que era muy poderoso y muy soberbio». 48. Cfr. PÉREZ HIGUERA, M.T., Arquitectura Mudéjar en Castilla y León, Valladolid: Junta de Castilla y León, 1993, pág. 98. 49. Cfr. DÍEZ JORGE, M.ª E., El arte mudéjar. Expresión estética de una convivencia, Granada-Teruel: Universidad-Instituto de Estudios Turolenses, 2002, págs. 270-274. 50. Vid. al respecto el sugerente y documentado artículo de RUIZ SOMAVILLA, M.J., «Los valores sociales, religiosos y morales en la respuestas higiénicas de los siglos XVI. y XVII», Dynamis, 12, 1991, págs. 155-187. 51. Cfr. el citado tratado del siglo XII de Ibn Abdun, traducido en GARCÍA GÓMEZ, E. y LÉVI -PROVENÇAL, E., op.cit., 1992, pág. 149. Limpios en lo higiénico y en las "conductas" ya que se señala incluso que los barberos no deberán circular por la casa de baños sino con calzones y zaragüelles. 52. El texto de Francisco Nuñez Muley es recogido por Luis del Mármol y Carvajal. DEL MÁRMOL CARVAJAL, L., Rebelión y Castigo de los Moriscos de Granada, Madrid: Imprenta de Rivadeneyra, 1852, BAE, tomo XXI, cit., págs. 164-165. 53. RAYA RETAMERO, S., op.cit. 54. BERMÚDEZ PAREJA, J., «El baño del Palacio de Comares, en la Alhambra de Granada. Disposición primitiva y alteraciones», Cuadernos de la Alhambra, n.° 10, 1975, págs. 99-116. 55. PAVÓN MALDONADO, B., «Estudios sobre la Alhambra I», Cuadernos de la Alhambra, 1975. Específicamente sobre el Baño de Comares, págs. 72-75. 56. CHUECA GOITIA, F., Historia de la Arquitectura española. Edad Antigua. Edad Media, Tomo I, Avila: Fundación Cultural Santa Teresa., 2001 (edición facsímil de la de 1964), págs. 445-446. Exactamente se especifica la entrada por la sala caliente en el dibujo de la página 439. 57. ORIHUELA, A., Casas y Palacios nazaríes. Siglos XIII-XV, Barcelona: Lunwerg Editores, 1996, pág. 97. 58. BERMÚDEZ PAREJA, J., op.cit. 59. Un estudio de los zócalos del antiguo convento de San Francisco en la Memoria de Licenciatura inédita leída en Granada en 1982 de RIVAS HERNÁNDEZ, M.A., Restos palatinos nazaríes en el convento de San Francisco el Real de la Alhambra, especialmente págs. 127-132. Sobre el Baño del Naranjo vid. SALVATIERRA CUENCA, V., op.cit., pág. 137. 60. Texto citado en RUBIERA MATA, M.J., La arquitectura en la literatura árabe..., págs. 99-100. 61. Transcripción en PIJOÁN, J., op.cit., pág. 492. 62. Cit. en RUBIERA MATA, M.J., La arquitectura en la literatura árabe..., págs. 98 y 102. 63. A. A. (Archivo de la Alhambra), L-5-23, Condiciones con que se debe hacer la obra de la yesería del Cuarto de los Leones que manda hacer el muy ilustre Señor Conde Tendilla. Documento transcrito en DÍEZ JORGE, M.E., El palacio islámico de la Alhambra. Propuestas para una lectura multicultural, Granada: Universidad, 1998, págs. 197-198. 64. GÓMEZ-MORENO CALERA, J.M., «Reflexiones sobre la cerámica arquitectónica mudéjar en la Alhambra», Actas del XIII Congreso CEHA, Granada, Comares, 2000, págs. 123-133. 65. PAVÓN MALDONADO, B., op.cit., págs. 72-75. 66. En el caso concreto de la cerámica de los baños de Comares actualmente estoy trabajando sobre el tema por encargo del Patronato de la Alhambra y el Generalife. 67. Idea mantenida por Teresa Pérez Higuera en AA VV., Arte Mudéjar, Historia del Arte en Castilla y León, Tomo IV, Valladolid: Ámbito, 1994, págs. 131-222. Sobre el tema vid. también DÍEZ JORGE, M.E., El arte mudéjar..., págs. 334-338. 68. Tratado de Luis Lobera de Avila de 1530, Vanquete de nobles cavalleros, publicado en Augsburgo. Tratado citado por RUIZ SOMAVILLA, M.J., op.cit., pág. 159. 69. MÜNZER, J., op. cit., pág. 95. 70. Vid. al respecto CHECA CREMADES, F., «Regalos y obras de arte en las sociedades del renacimiento y el Barroco», Revista de Occidente, n.° 67, 1986, págs. 31-40. 71. Desde septiembre de 1537 y durante todo el año de 1538, Luis Gormaz y el Maestro Diego están «desoran- 141 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79. 80. 81. 82. 142 do el quarto cabo los vatios», que se especifica posteriormente como los «ornos de los vatios». Cuadernos de nóminas de 1537 y 1538, A.A. L-2-1. Se le encargan todo tipo de piezas, desde pequeñas, grandes, verdes y negros, alizares, hasta azulejos para solar. Cuadernos de nóminas desde 1537 a 1546. A.A. L-2-1 y L-2-2. El caso concreto de Isabel de Robles lo he estudiado en DÍEZ JORGE, M.E., «La mujer y su participación en el ámbito artesanal», Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, n.° 29 1998, págs. 173-181. No solo se paga a Arnao de Vergara por cristales blancos sino también por «palmos de colores de vidrieras de colores de lo vaños». Cuaderno de nóminas de Mayo de 1538. A.A. L-2-1. Los trabajos de los mocárabes en Cuadernos de nóminas de octubre de 1542, A.A. L-2-2. Principalmente cuadernos de nóminas de Marzo de 1542 y Junio de 1544, A.A. L-2-2. Documento expedido en 1553. A.A. L-380-1. Sobre los daños ocasionados por el polvorín vid. BERMÚDEZ PAREJA, J. y MORENO OLMEDO, M.A., «Documentos de una catástrofe en la Alhambra», Cuadernos de la Alhambra, n.° 2, 1996, págs. 77-87. A.A. L-52-1. Para estas intervenciones de Torres Balbás vid. VÍLCHEZ VÍLCHEZ, C., La Alhambra de Leopoldo Torres Balbás. Obras de restauración y conservación. 1923-1936, Granada, Comares, 1988, págs. 176-182 y 205-209. Poema transcrito en RUBIERA MATA, M.J., Ibn alÝayyâb..., pág. 116. Poema transcrito en GARCÍA GÓMEZ, E., Poemas árabes en los muros..., págs. 109-110. MÜNZER, J., op.cit. , pág. 95. Cit. en RIAÑO, J.F., «La Alhambra. Estudio crítico de las descripciones antiguas y modernas del palacio árabe», Revista de España, Tomo CXVIII, 1884, pág. 11. 83. BERMÚDEZ DE PEDRAZA, F., Historia Eclesiástica de Granada, Granada: Don Quijote, 1987, facsímil de la edición de 1639, fol. 37 r. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, F., Anales de Granada. Descripción del Reino de Granada. Crónica de la reconquista (1482-1492). Sucesos de los años 1588 a 1646, Granada: Universidad, 1987, pág. 57. 84. HERMOSILLA, J., Antigüedades Árabes de España: Granada y Córdoba, Madrid: Real Academia de San Fernando, 1804. 85. Texto reproducido en RODRÍGUEZ RUIZ, D., La memoria frágil. José Hermosilla y Las Antigüedades Árabes de España, Madrid, Fundación Cultural COAM, 1992, pág. 269. 86. RAQUEJO, T., El palacio encantado: la Alhambra en el arte británico, Madrid: Taurus, 1990, pág. 166. 87. Vid. al caso SÁNCHEZ ALBARRACÍN, M.T., «El neoislámico y la arquitectura balnearia en Murcia», Actas del XIII Congreso CEHA. Ante el nuevo milenio. Raíces culturales, proyección y actualidad del arte español, Granada, Comares, vol. I, págs. 191-200. 88. MURPHY, J.C., The Arabian antiquities of Spain, London: Cadell and Davis, 1815. 89. LABORDE, A., Voyage pittoresque et historique de l'Espagne, París: L'imprimerie de Pierre Didot, 1806-1820. Específicamente tomo II del volumen 3, publicado en 1812. 90. Hemos manejado la edición facsímil con traducción al inglés, DE PRANGEY, G., Impressions of Granada and The Alhambra, Garnet Publishing, 1996. 91. Vid. la edición a cargo de María Ángeles Campos Romero, JONES, O. y GOURY, J., Planos, alzados, secciones y detalles de la Alhambra, Madrid: Akal, 2001, pág. 12. 92. Plans, elevations, sections and details of the Alhambra, London: published by Owen Jones, 1842-1845, 2 vol. Lámina 1. Interior del aljibe que se construye en la Alhambra tras la conquista cristiana, en la conocida actualmente como Plaza del Aljibe. (Fotografía: Vicente del Amo). 143 Lámina 2. Vista interior de la sala templada (bays al-wastani) del Baño de Comares en la Alhambra. (Fotografía: Vicente del Amo). 144 Lámina 3. Vista parcial de la Sala de las Camas (bayt al-maslaj) en el Baño de Comares en la Alhambra. (Fotografía: Vicente del Amo). 145 Lámina 4. Detalle de la lámina VI-2 de la primera parte de Antigüedades Árabes de España: Granada y Córdoba de José Hermosilla donde se dibujan los subterráneos del palacio nazarí, indicando con el número 4 «Baño para las personas reales» y con el número 5 la caldera para calentar el agua. (Fotografía: M.ª Elena Díez Jorge, sacada del ejemplar que se conserva en el Archivo y Biblioteca de la Alhambra). 146 Lámina 5. Plancha XXIII (The King's bath) de The Arabian antiquities of Spain de James Cavanah Murphy. (Fotografía: M.ª Elena Díez Jorge, sacada del ejemplar que se conserva en el Archivo y Biblioteca de la Alhambra). 147 Lámina 6. Pila en la sala caliente (bayt al-sajun) en el Baño de Comares de la Alhambra. Fotografía: Vicente del Amo). 148 Lámina 7. Lámina XXXIII del tomo II del volumen 3 de la obra de Alexandre Laborde, Voyage pittoresque et historique de I'Espagne. París: L´imprimerie de Pierre Didot, 1806-1820. (Fotografía: M. a Elena Díez Jorge, sacada del ejemplar que se conserva en el Archivo y Biblioteca de la Alhambra). 149 Lámina 8. Dibujo de alicatados en el baño de Comares, n.° 87 de la Plancha 50 en Plans, elevations, sections and details of the Alhambra de Owen Jones. (Fotografía: M.ª Elena Díez Jorge, sacada del ejemplar que se conserva en el Archivo y Biblioteca de la Alhambra). 150