ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA INAH SEP TESIS: Las redes del narcomenudeo. Cómo se reproducen el consumo y el comercio de drogas ilícitas entre jóvenes de barrios marginados. QUE PARA OPTAR POR EL TITULO DE: LICENCIADO EN ETNOLOGÍA PRESENTA: CARLOS ALBERTO ZAMUDIO ANGLES DIRECTORA DE TESIS: DRA. ELENA AZAOLA GARRIDO MÉXICO, D. F. 2007 Agradecimientos: A mi Familia. A Sergio, por su ejemplo. A Elena, por su paciencia. A Carlos Mario, por la oportunidad. Al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y su Comisión de Becarios, sin su confianza y estímulo esta tesis no hubiera sido posible. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….....1 PARTE I: REDES SOCIALES Y NARCOMENUDEO EN LA MARGINALIDAD……………10 Capítulo 1. Marginalidad y redes sociales……………..…….…………………………11 1.1. La marginalidad……..………………………….………………………….12 1.1.1. Marginalidad en la zona de estudio............………….……………..……14 1.2. Las redes sociales………………….….………..….….…..………….….....20 Capítulo 2. ¿Qué es el Narcomenudeo?...........................................................................26 2.1. La mercancía del narcomenudeo: la droga………………………………...27 2.2. Las leyes penalizadoras de las actividades del narcomenudeo…………….32 Capítulo 3. Los Participantes del Narcomenudeo…………..…………………….........42 3.0. Nota metodológica….…………………………………………..………….45 3.1. Patas…….………………….……………………………………………...49 3.2. Role…….….……………….………………………………………………57 3.3. Fresa………………………………….………………………..…………..61 3.4. Guaguaras…………………….…………..……………………………….73 3.5. Pollo…….……………………….…………………..…………..………...78 PARTE II: LAS REDES SOCIALES DE LOS NARCOMENUDISTAS…………..……..………83 Capítulo 4. Relaciones comerciales y Orden Precautorio Básico (OPB)……………...85 4.1. Contar con puntos de venta………….……………………..………………87 4.1.1. Narcomenudistas con puntos de venta fijos…….…………..……………90 4.1.2. Narcomenudistas con puntos de venta semifijos………………………...92 4.1.3. Narcomenudistas con puntos de venta ambulantes……………………...95 4.2. Identificarse apropiadamente……………………….……………………...97 4.2.1. La identidad de los narcomenudistas: entre la cautela y la promoción….98 4.2.2. La identidad como consumidores: de clientes ocasionales a habituales..100 4.3. Evitar el cuerpo del delito.………………..………………………………103 4.3.1. Mantener la droga entuzada…………….………….…………………...104 4.3.2. Pocas ocasiones para muchas dosis o pocas dosis por ocasión……..….105 4.4. Mantener la discreción del punto de venta……………………………….105 4.4.1. Del disimulo al horario de venta y el cuidado del orden público…..…..107 a) Disimulando las actividades del narcomenudeo………………..…..107 b) El horario de venta…………………………………………..….…..109 c) El cuidado del orden público……………………………………….110 4.4.2. No consumo en el punto de venta, actuar pacífico y confiar en el repartidor……………………………………………………………………...112 a) No consumir en el punto de venta……..………………...……...….112 b) Actuar pacíficamente…………………..………………..………….113 c) Confiar en el repartidor.…..………………………………………...114 4.5. El incumplimiento del OPB……………..……………………….……….115 Capítulo 5. Relaciones horizontales de los participantes del narcomenudeo.…..…….117 5.1. Las redes familiares de los participantes del narcomenudeo……….…….118 5.1.1. Acciones de los jóvenes en sus redes familiares………………………..123 5.1.1.1. Ocultamiento en la red familiar………………………..…………..…124 5.1.1.2. Intentos de convencimiento en las redes familiares……………..…...127 5.1.2. Reacciones en la red familiar de jóvenes participantes del narcomenudeo…………….…………………………………………………..128 5.1.2.1. Rechazo en las relaciones familiares……………….…………….….129 5.1.2.2. Tolerancia en las relaciones familiares…………..…………………..132 5.1.2.3. Complicidad en la s relaciones familiares………..…………………..134 a) Los Hermanos Caradura………..………….…….………………..135 b) La Familia Perico…..………………..………..………..………….136 5.2. Las redes vecinales de los participantes del narcomenudeo.…………….144 5.2.1. Acciones de los participantes en sus redes barriales..………………….147 5.2.1.1. Ocultamiento en el barrio……….........................................................148 a) El Salón de la justicia……………………….………….…………..149 b) La Tiendita de la Jefa………......………….………………………152 5.2.1.2. Convencimiento y coerción en las relaciones vecinales…..……..…..156 5.2.2. Reacciones de los vecinos ante las actividades del narcomenudeo.…...159 5.2.2.1. Rechazo en el barrio: los no participantes y la competencia..………..162 5.2.2.2. Reflexiones sobre la tolerancia en el barrio………….…..…………..165 5.2.2.3. Complicidad en el barrio: las conveniencias del narcomenudeo…......169 Capítulo 6. Relaciones verticales de los participantes del narcomenudeo……………………………………………………...……………….…173 6.1. Relaciones con agentes de seguridad pública…….………..……..………174 6.1.1. Acciones ante agentes de seguridad..…..…….………….……………...178 6.1.1.1. Acciones de ocultamiento ante agentes de seguridad.................……..180 6.1.1.2. Intentos de convencimiento: soborno o sometimiento…..…...…...….181 6.1.2. Reacciones de los agentes de seguridad pública……….……………….185 6.1.2.1. Reacciones de rechazo: aprehensión y reclusión……………………..186 6.1.2.2. Reacciones de tolerancia de agentes de seguridad………..………….191 6.1.2.3. Reacciones de complicidad de agentes de seguridad……..………….192 7. Conclusiones……………………………………………………………………….196 Glosario……………………………………………………………………………….201 Anexos…………………………………………….………………………………..…211 Referencias…………………………………………………………………................213 INTRODUCCIÓN El narcomenudeo es un fenómeno cada vez más común en las zonas urbanas del mundo. Un fenómeno que se encuentra en todas las clases sociales y que además impacta a cada una de las relaciones sociales de los individuos involucrados, como las relaciones familiares, laborales, vecinales o de algún otro tipo. El narcomenudeo también ocupa lugares cada vez más destacados en las demandas ciudadanas de seguridad pública, reflejo del impacto provocado por el mercado de drogas ilícitas que cada vez ofrece más puntos de venta en todos los recovecos de la ciudad. Ante estas demandas la respuesta gubernamental ha sido cuasi única: más policías, no obstante es evidente la ineficiencia de la respuesta gubernamental a un fenómeno que por común no deja de ser complejo. Que el narcomenudeo continué expandiéndose implica, entre otras cosas, que existen redes sociales que posibilitan su reproducción a partir de tolerar o propiciar que sus miembros participen de las altas ganancias económicas resultantes de l mercado negro de las drogas. Con tal hipótesis he realizado trabajo de campo con jóvenes marginados para estudiar sus redes y así conocer cómo se hace posible que consumidores de drogas ilícitas se conviertan en distribuidores de las mismas, a modo de pregunta: ¿cómo se reproduce el narcomenudeo en el barrio? La elección de jóvenes marginados como sujetos de estudio tiene que ver con dos características que continuamente son vinculadas directamente con las drogas ilegales y su comercio. Por un lado, la pertenencia a un grupo de edad que pugna por incorporarse a la vida adulta a la vez que se convierte en relegado estructural al contar con pocas oportunidades de educación y empleo; por otro lado, el habitar zonas de la ciudad donde se presentan problemáticas sociales como la violencia y la delincuencia, constantemente vinculadas al consumo y comercio de drogas. Estas características no sólo estigmatizan a los jóvenes marginados sino que también funcionan como justificaciones de programas de gobierno que intentan combatir el consumo y el comercio de drogas ilícitas poniendo a esta población como principal objetivo, por lo que conocer su perspectiva se vuelve necesario para entender la forma en que el narcomenudeo fortalece sus redes de acción. El motivo de estudiar es te fenómeno se funda en la oportunidad de relacionarme con jóvenes marginados 1 que consumían y/o distribuían drogas ilícitas en distintos espacios públicos de sus colonias, por lo que aproveché la oportunidad de recopilar y sistematizar la información ofrecida por ellos, lo cual me permitió profundizar en el conocimiento de las redes sociales que favorecen que el consumidor de drogas ilícitas se convierta en su distribuidor. Por su parte, la elección de la Delegación Iztapalapa se debió: en primer lugar, a que ya me encontraba haciendo trabajo de campo en la zona y, en segundo lugar, a que dicho trabajo precedente allanó el camino para la colaboración de nuevos informantes, pero también porque en la zona de estudio se presentan constantemente problemas relacionados con drogas ilegales que le hacen parecer una de las delegaciones con más problemas de narcomenudeo en los medios de comunicación. En un principio se pretendía que todos los jóvenes que participaron en el estudio habitaran en las colonias de la Sierra de Santa Catarina, pero debido a las actividades propias de algunos informantes conocí a distribuidores en otras zonas de la Delegación que colaboraron de manera importante para entender sus redes sociales, por lo que tuve que tomarlos en cuenta. Cabe resaltar que el fenómeno del narcomenudeo aunque estudiado en una zona marginada de la Ciudad de México no es endémico a nuestra ciudad sino que se ha convertido en un fenómeno verificable en distintas zonas urbanas y rurales del país, del continente y de otras regiones del mundo. Con respecto a los jóvenes hay que decir que su participación como actores del narcomenudeo ha sido fundamental para la expansión de éste, no sólo en su rol de consumidores que compran drogas ilícitas, a quienes llamaremos clientes, sino también en el rol de distribuidores, a quienes llamaremos narcomenudistas o buenos. Este último término es de origen popular y hace referencia a la oferta efectiva de drogas ilícitas, “es el bueno”, el que tiene en su poder lo que otros no: la sustancia deseada. En el caso de los consumidores, el objetivo de su participación como clientes radica en conseguir la droga para su consumo. Aunque el consumo de drogas llega a ser mostrado como respuesta a experiencias negativas, como haber sufrido violenc ia y abuso sexual1 , se debe tomar en cuenta que para la mayoría de los jóvenes el consumo se procura, cuando menos en su 1 Ramos Lira y col. “Prevalencia de abuso sexual en estudiantes y su relación con el consumo de drogas”, Salud Pública de México, 40(3): 221-233, 1998. 2 etapa inicial, para disfrutar algunas actividades, principalmente las que tienen un carácter lúdico y que son compartidas con pares, como son las fiestas y los juegos; las cuales también conllevan relaciones sociales en la necesidad de tener identidad y ser reconocidos. Sin embargo, no hay que olvidar que el placer alcanzado en las primeras ingestas puede llevar a convertir la droga en una necesidad orgánica, corporizadas en síndromes como los de tolerancia y abstinencia. En el caso de los narcomenudistas, la ganancia económica es el motor principal de su participación como distribuidores de drogas. Gran parte de esta ganancia llega a ser gastada para continuar el consumo personal de droga de los distribuidores, pero también es frecuente que narcomenudistas que conviven con familiares destinen una parte de sus ganancias a mejorar la economía familiar y otra para retribuirla a la comunidad; algunos organizan celebraciones en las que se cohesionan los lazos sociales y se distienden las posibles fricciones. Además de la ganancia económica, el reconocimiento social como “personas de cuidado” también es importante para algunos narcomenudistas que violentan sus relaciones con el fin de mantener cierto control sobre su entorno, especialmente cuando tienen que tratar con clientes desconocidos o vecinos molestos con sus actividades. Los objetivos de este trabajo radican en analizar las redes sociales de los jóvenes que participan en el narcomenudeo como distribuidores para comprender mejor cómo se lleva a cabo el narcomenudeo en el barrio, sin dejar de tomar en cuenta que casi siempre también son consumidores,. Las redes analizadas son cuatro: la familia, los pares, el barrio y la de seguridad pública. Para guiar la investigación manejamos la hipótesis siguiente: las redes del narcomenudeo se conforman por relaciones sociales ya establecidas que adquieren matices de conveniencia económica. La realización del trabajo de campo se dividió, a grosso modo, en dos etapas. La primera se origina en el proyecto ‘jóvenes, conflicto e identidad’2 , dando inicio en octubre del 2002 y continuando todo el 2003 y parte del 2004. Desde entonces he conocido sobre terreno muchos pormenores de los conflictos que continuamente enfrentan los jóvenes habitantes 2 Agradezco al maestro Carlos Mario Perea Restrepo por haberme dado la oportunidad de participar en este proyecto, así como a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México por haberlo auspiciado. 3 de la zona de estudio, y en los cuales la droga juega un papel determinante. Era lógico pensar que los consumidores se mostraran en contra de las políticas estatales que los tratan “como narcotraficantes”, pero lo sorpresivo fue encontrar que incluso muchos no consumidores también se mostraran en desacuerdo con estas políticas; lo cual fue determinante para profundizar en el estudio que aquí se presenta. Durante esta primera etapa se empleó la entrevista a profundidad como técnica principal para la recuperación de la información; mediante ellas se obtuvieron datos sobre sus condiciones de vida, sobre las relaciones que permiten el acercamiento y acceso a las drogas ilícitas, y sobre los cambios habidos en sus redes sociales a partir de su vinculación con el mundo de las drogas. Siempre que hubo ocasión se aprovechó para realizar observación etnográfica que permitiera contrastar lo expresado en las entrevistas. Antes de terminar el 2003 se establecieron los primeros contactos abiertos con jóvenes repartidores de drogas, uno de estos contactos me acercó a una tiendita, donde la apertura de quienes ejercían el negocio me permitió realizar observación en el mismo punto de venta, y con ello obtener una nueva perspectiva del fenómeno que estamos tratando. A partir de ese momento se inicia la segunda etapa de esta investigación, pues es cuando se genera un interés por las redes que permiten a los jóvenes participar de las droga s ilícitas, dándole a esta situación una aparente normalidad. En esta etapa doy prioridad a la observación etnográfica como fuente de información y al diario de campo como instrumento para recopilarla. Esto tuvo dos razones: la primera es que, por ser parte del crimen organizado, los distribuidores de drogas ilegales no permitieron ser grabados, por lo que preferí omitir esta técnica para ganarme su confianza; la segunda situación es que, conforme se dieron cuenta que mi presencia no ponía en riesgo la continuidad de sus actividades, esta técnica me permitió acceder a una mayor y mejor información acerca del narcomenudeo practicado en la zona. Quiero subrayar que la observación etnográfica en la tiendita se llevó a cabo de manera irregular con el fin de aminorar los riesgos de que la policía me confundiera como integrante del crimen organizado, pero también para evitar que alguno de los narcomenudistas me tomara como policía. Por ejemplo , cuando había operativos antidrogas 4 no aparecía en la tiendita para que no estar presente en caso de que llegaran los policías; aún así, y quizás debido a ello, la situación tuvo sus riesgos pues los narcomenudistas tienden a estar a la defensiva. Sin embargo, la presencia constante me proporcionó continuas oportunidades de conocer sus relaciones sociales, a la vez que me permitió estar en algunas situaciones especiales, como la de ser confundido como distribuidor por parte de los clientes, en las que pude obtener información que de otra manera no hubiera sido posib le recabar. En resumen, ser testigo del modo de llevar a cabo la comercialización de drogas ilícitas me permitió recopilar información de primera mano con el fin de analizar las redes que permiten al narcomenudeo reproducirse en el barrio. Para una mejor exposició n del trabajo realizado lo he dividido en dos partes. En la primera se traza una panorámica de la zona y del grupo de estudio, así como los límites conceptuales sobre los que se trabajan las relaciones de los jóvenes marginados que participan del narcomenudeo; para tal efecto, la primera parte se compone de tres capítulos. En el primero se desarrollan los conceptos esenciales para definir los límites del presente trabajo, así como el grupo de estudio. El primer límite se refiere a la zona de estudio : la Delegación Iztapalapa; el segundo se refiere al grupo de estudio: los jóvenes; mientras que el tercero implica al aspecto cultural en que centraremos el análisis: las relaciones sociales. Las preguntas que guían este capítulo son las siguientes: ¿Cómo se define lo marginal? ¿Por qué es marginal la zona de estudio? ¿Cómo se define lo juvenil? ¿Qué son las redes sociales? Y ¿Cuáles son las redes sociales en que los jóvenes sustentan su vínculo con el narcomenudeo? Dar respuesta a estas preguntas tiene como objetivo sentar las bases explicativas sobre las que se desarrolla la participación juvenil en el narcomenudeo, así como para conocer el marco teórico que usaremos de referencia. En el segundo capítulo se desarrolla el concepto narcomenudeo a partir de dos ejes fundamentales: las leyes que restringen sus actividades y la mercancía de la actividad mercantil (las drogas ilícitas). Las preguntas que guían este capítulo son las siguientes: ¿Cómo está conformado el narcomenudeo? ¿Cuáles son las leyes que lo prohíben? Y ¿Cuáles drogas son su objeto? En el tercer capítulo muestro a los protagonistas del narcomenudeo: jóvenes consumidores y/o repartidores de drogas ilícitas. En el presento a 5 cinco consumidores de drogas ilícitas: el Patas, el Fresa, el Role, el Guaguaras y el Pollo; tres de los cuales también distribuían. El objetivo de éste capítulo es mostrar, a través de ellos, las relaciones que permiten mantener el consumo y, dado el caso, participar del reparto. La información de los dos jóvenes que sólo consumían y de uno que también repartía proviene de la serie de entrevistas realizadas en la primera etapa del trabajo de campo, las he elegido por considerar que son las que representan más claramente la situación de los consumidores del barrio. En los otros dos relatos presento a narcomenudistas conocidos durante la segunda etapa del estudio, la información mostrada proviene de pláticas mantenidas a lo largo de las visitas, las cuales fueron registradas en diarios de campo. Es necesario decir que estos jóvenes fueron renuentes a hablar de su vida personal en casi todo momento, por lo que la información no es lo abundante que quisiera. En la segunda parte analizo las relaciones sociales que permiten el vínculo entre jóvenes marginados y el narcomenudeo; utilizo el modelo según el cual las redes se diferencian entre comerciales, horizontales y verticales. Desde mi perspectiva, la dinámica de las relaciones sociales es continuamente modificada para acceder, participar o apartarse del narcomenudeo, así como para mantener una posición estable durante un tiempo relativamente prolongado. En el caso de los jóvenes relacionados con el narcomenudeo encontramos que sus principales redes sufren modificaciones, éstas las podemos clasificar en: familiares, de pares, vecinales y de autoridad pública. Las relaciones, sin embargo, no sólo son modificadas por los jóvenes sino también por la red misma, un ejemplo de ello es la aplicación de nuevos programas de seguridad pública que terminan por incidir en la relación joven-policía. La segunda parte la he dividido en tres capítulos, en cada uno de los cuales analizo uno de los tipos de relaciones. En el capítulo cuatro presento las relaciones comerciales del narcomenudeo y analizo cómo es que se hace posible la relación entre vendedores, narcomenudistas o buenos, y compradores, consumidores o clientes. En este capítulo presento el Orden Precautorio Básico (OPB) como propuesta para explicar la permanencia del narcomenudeo en la sociedad estudiada. Esta propuesta se encuentra constituida por cuatro pasos o estrategias consecutivas utilizadas por buenos y clientes para disminuir la 6 probabilidad de ser aprehendidos por la policía. En cada uno de estos pasos es necesaria la solidaridad del otro participante para continuar con el OPB, en caso contrario es poco probable que los participantes alcancen su objetivo. En el capítulo quinto presento las redes de relaciones horizontales que hacen posible la participación de los jóvenes en el narcomenudeo. Considero que son dos las redes donde hay mayor número de relaciones horizontales que fortalecen la posibilidad de participación de los jóvenes en el narcomenudeo, éstas son: la familiar y la vecinal. La presencia de familias extensas en esta zona de la ciudad contiene implícita una mayor cantidad de relaciones con parientes, el que alguno de ellos esté relacionado con el narcomenudeo facilita a otros poder hacer lo mismo; sin embargo, cuando los jóvenes no saben de ningún pariente relacionado con drogas prefieren mantener secreto su vínculo, negándolo de ser posible. Por otro lado, también hay familiares que aceptan abiertamente el consumo, llegando incluso a ser cómplices en sus actividades como narcomenudistas. A pesar de lo fundamental de la red familiar en los primeros años de la vida de cualquier individuo la mayoría de veces termina cediendo importancia ante otras redes, generalmente cuando el individuo joven empieza a salir sin familiares a la calle y busca su integración a grupos de pares. En este sentido, la situación escolar se relaciona con la reproducción del narcomenudeo en dos direcciones: la primera es que al dejar los estudios los jóvenes regularmente pasan más tiempo con sus pares del barrio, y viceversa, continuar los estudios implica establecer redes de pares ajenas al barrio; por lo que habría que profundizar en la hipótesis que señala a la escuela como un factor de protección ante el consumo de drogas y buscar más en la diversidad de relaciones antes que en la escuela misma. La segunda es que son pocos quienes ven en la educación el mejor modo de obtener mayores ingresos en el futuro y prefieren dedicarse a algún negocio u oficio que les permita obtener ingresos para el presente; en este sentido destaca el narcomenudeo por lo lucrativo que puede resultar. Destaca que ninguno de los once narcomenudistas concluyó la educación secundaria, ya sea por expulsión, por no aprobar o por deserción, y que sólo dos de seis informantes consumidores de más de 20 años de edad continuaron hasta la educación superior. Es entonces que la red de pares de los narcomenudistas se conforma casi exclusivamente por 7 jóvenes que cohabitan el barrio, y se puede convertir en la red más importante para los narcomenudistas novatos que empiezan distribuyendo drogas en ellas. La última red en que encontramos relaciones horizontales es la conformada por los vecinos adultos. La red de vecinos se funda en las relaciones horizontales entre personas que comparten un vecindario, generalmente estas relaciones son anteriores al surgimiento de las tienditas, sin embargo esta reciprocidad se puede extender en caso de complicidad con quienes aprovechan para ofrecer a los clientes algunos servicios como la compra y/o empeño de artículos “de dudosa procedencia”, o con quienes cometen otros delitos y prefieren mantener la actitud de no denunciar, “todos tienen cola que les pisen” decía Guaguaras para explicar el silencio cómplice que le había permitido distribuir seis años en el mismo lugar. Sin embargo, lo más común es que las relaciones sean multiplexadas, algunos vecinos han aprovechado para poner pequeños estanquillos donde la principal mercancía son las bebidas embriagantes que consumen los narcomenudistas, con lo que tienen relaciones comerciales, vendedor-cliente, a la vez que de reciprocidad. Otros vecinos, en cambio, ven en los narcomenudistas una posibilidad de recibir dádivas, préstamos, o incluso agresiones, con lo que participan en relaciones del tipo patrón-cliente, además de las de reciprocidad. En cualquiera de los casos los vecinos difícilmente denuncian a los narcomenudistas y aun cuando eso sucede cabe la posibilidad de que otros vecinos los defiendan de ser aprehendidos. Resumiendo, las preguntas que guían este capítulo son: ¿Cuáles son las acciones que los buenos toman en sus relaciones inicialmente horizontales? Y ¿Cómo cambian estas relaciones cuando un consumidor pasa a ser narcomenudista? En el último capítulo abordo las redes con relaciones verticales previas a la participación de los jóvenes en el narcomenudeo, estas se basan en la red policial y son de gran importancia para los narcomenudistas debido a que les permiten perdurar mayor tiempo realizando el comercio ilícito sin ser castigados por ello. Las relaciones verticales se caracterizan por estar formadas por cuando menos un subordinado y un superior; en todas las relaciones previas en la red policial los jóvenes ocupan la posición subordinada. Lógico es que los jóvenes no quieran relacionarse con las autoridades que los puedan aprehender, pero 8 algunas de estas autoridades no cumplen con la labor encomendada y terminan multiplexando las relaciones de autoridad al comerciar con la libertad de los jóvenes. Esto es más frecuente entre policías preventivos que son sobornados tanto por consumidores como por narcomenudistas. El capítulo se guía por las preguntas: ¿Cuáles son las acciones que los jóvenes narcomenudistas toman en sus relaciones verticales? Y ¿Cómo estas relaciones permiten perdurar la participación del joven en el narcomenudeo? Por último, quiero enfatizar en que la realización de esta investigación así como la presentación de sus resultados son producto del invaluable apoyo recibid o a lo largo de los últimos tres años. En primer lugar quiero mencionar al Doctor Carlos Mario Perea Restrepo, director del proyecto ‘Jóvenes, conflictos e identidad’, el cual fue auspiciado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Dicho proyecto fue el origen de mi interés por el tema abordado, y quienes han participado en el también forman parte de este trabajo: Cecilia, Magdalena, Rosa y, en especial, Taina, quien durante la primera etapa de la investigación me acompañó a campo sin número de ocasiones y me brindó observaciones más que atinadas. Es importante decir que este trabajo no hubiera llegado a reflejarse en el presente escrito sin la beca para tesis ta brindada por el Centro de Investigación y Estudios Superiores de Antropología Social, donde conté con la dirección de la Doctora Elena Azaola Garrido quien, sin conocerme, me apoyó en esta aventura guiando mis esfuerzos para clarificar las ideas aquí ve rtidas. Sea esta obra dedicada a los interesados en el tema. 9 PARTE I: REDES SOCIALES Y NARCOMENUDEO EN LA MARGINALIDAD. En esta primera parte se trazan los ejes teóricos que guían el análisis de la participación de jóvenes marginados en el narcomenudeo. Los conceptos que se manejan son: marginalidad, redes sociales y narcomenudeo. La marginalidad es una característica distintiva de todo el contexto en que se desarrolla la investigación; por lo cual, cuando utilizo el término narcomenudeo me refiero únicamente a la expresión del fenómeno observada en zonas marginales, este incluye la participación de individuos jóvenes marginados así como de las droga s demandadas por estos jóvenes. Esta parte está organizada en tres capítulos en los cuales se sientan las bases y los límites conceptuales y contextuales que me permitirán avanzar en el desarrollo del tema de investigación. En el primero se desarrollan los conceptos de marginalidad, así como los motivos por los que considero la Delegación Iztapalapa como zona marginada; acto seguido presento algunas ideas sobre el grupo de estudio, marcado por la edad juvenil, y sobre el concepto de redes sociales, marco conceptual del análisis. En el segundo capítulo se desagrega el concepto narcomenudeo en lo que considero sus dos partes principales, las leyes que lo limitan y la mercancía que trafican, las drogas, entendiendo que el narcomenudeo es básicamente una relación de mercado. Caracterizando esta actividad se termina de perfilar el grupo que ha sido estudiado, conformado por jóvenes marginados distribuidores de drogas ilícitas. En el tercer capítulo se presentan algunos breves relatos de vida de cinco jóvenes participantes del narcomenudeo, tres de los cuales eran distribuidores y no sólo consumidores de drogas ilícitas. En este capítulo también se integra una breve descripción de las técnicas utilizadas para recabar la información proporcionada por los distintos participantes del narcomenudeo que aceptaron colaborar en el estudio. 10 Capítulo 1. Margina lidad y redes sociales. “El verdadero problema no es estudiar la manera como la vida humana se somete a las reglas –pues no se somete-; el verdadero problema es cómo las reglas se adaptan a la vida” (Malinowski; 1971:151) El narcomenudeo es un fenómeno cada vez más común en las ciudades y que, por tanto, influye a un mayor número de sus habitantes. El que un individuo comience a consumir drogas no lo implica nada más a él sino también a buena parte de sus redes de relaciones sociales, las cuales se van modificando en la medida que reaccionan ante el consumo, ya sea ayudándolo, tolerándolo o rechazándolo. Entre una de estas posibilidades se encuentran los jóvenes que modifican sus redes sociales para continuar su consumo de drogas y/o para distribuirlas. Sin embargo, no sólo es el individuo que consume o distribuye drogas quien modifica sus redes sociales sino que éstas, a su vez, influyen en las decisiones que toman estos individuos en su manera de relacionarse con las drogas. De las características de la zona de estudio es la situación económica la que marca la mayoría de las actitudes tomadas, tanto de los individuos que consumen y/o distribuyen drogas como de sus redes sociales. En ese sentido, el narcomenudeo en las zonas marginadas de la ciudad puede diferenciarse tanto por los tipos de drogas que se consumen como por las estrategias mercantiles utilizadas para su distribución. Sin embargo, algunos informantes observa ron que los repartidores tienden a utilizar las mismas estrategias en unos y otros estratos sociales, pero es el bajo poder adquisitivo de los consumidores marginados las causas que evitan el uso de algunas de ellas; un ejemplo es el uso de teléfonos celulares para comunicarse con un repartidor que lleva la droga a domicilio, esta estrategia tiene poco uso en zonas marginales pues los consumidores muchas veces no tienen teléfono o prefieren ahorrar el dinero de la llamada para utilizarlo en conseguir otra cosa, incluyendo más droga. Para una mejor exposición el capítulo se ha dividido en dos partes, en la primera se presenta la marginalidad como un concepto que define a la zona de estudio y por tanto a los grupos sociales que en ella conviven, entre ellos los jóvenes vinculados con el 11 narcomenudeo; en la segunda parte se plantea el concepto de redes sociales, el cual permite analizar el vinculo entre los jóvenes de estudio y el narcomenudeo. 1.1. La marginalidad Cuando referimos el término marginalidad evocamos intrínsicamente una situación de desventaja social en la que vive un creciente número de individuos. En términos de una sociedad como la nuestra, basada en el consumo, el concepto marginalidad evoca a quienes limitan sus bienes de consumo por una precaria situación económica; sin embargo, no es lo económico lo único que determina una situación de marginalidad. Larissa Lomnitz considera que los marginados son los sectores de la población que no se encuentran plenamente integrados a la sociedad industrial dominante, por lo que su marginación no sólo es económica sino también política3 . Para Benholdt-Thomsen, la marginalidad “alude a las condiciones de vida que estructuralmente traen consigo el hambre, la enfermedad, una mala situación habitacional, escasa educación e información, al igual que la desocupación y la subocupación; en resumidas cuentas: la situación de pobreza en que se encuentra la mayoría de la población latinoamericana”4 . Además menciona que tales condiciones son originadas por una situación de dependencia entre países poco industrializados, como los nuestros, y los países con mayor desarrollo industrial. En un balance sobre las investigaciones realizadas sobre marginalidad, Sigal señala que estas persiguen tres objetivos principales: afirmar que la pobreza de estos habitantes es el resultado de mecanismos de explotación propios de la sociedad urbana, recordar que la pobreza no es sólo una característica de los trabajadores mal insertos en el mercado de trabajo, sino también de los trabajadores estables mal remunerados, y sugerir que existe una similitud de problemas entre todas las categorías populares que puede hacer surgir acciones 3 Lomnitz, Larissa Adler de, Cómo sobreviven los marginados, México, Siglo XXI, 2003, decimoquinta edición, 229 p. Benholdt-Thomsen, Verónica, “Marginalidad en América Latina. Una crítica de la teoría”; en: Revista Mexicana de Sociología, Año XLII, Vol. XLIII, Núm. 4, octubre-diciembre, México, IIS-UNAM, 1981, p.1505. 4 12 comunes5 . En este balance podemos notar la importancia de distinguir entre pobreza y marginalidad, un obrero puede estar plenamente articulado a la sociedad industrial y tener una baja remuneración, por lo que se considera pobre; mientras que un vendedor ambulante puede tener mayores ingresos económicos sin estar integrado a la sociedad dominante, por lo que se considera marginado. La posición de los comerciantes ambulantes, así como la de otros individuos autoempleados que realizan actividades comunes a los marginados, tales como albañilería, carpintería y herrería, a pesar de tener mejores ingresos es sumamente endeble pues su economía se ve minada seriamente por enfermedades propias o de familiares y por las crisis del modelo económico neoliberal; situación que no sucede en obreros integrados que cuentan con seguro social y un ingreso bajo pero constante. En otras palabras, la pobreza es una situación determinada por la obtención de bajos ingresos económicos, mientras que la marginalidad es una situación definida por la falta de seguridad social y económica6 . La marginalidad, entonces, no identifica sólo a aquellos quienes “no tienen acceso a todo lo que la mayoría de la población accede”7 , sino también a aquellos quienes no tienen acceso a la seguridad social establecida en las leyes. Así, por poner un ejemplo, los habitantes de la Sierra de Santa Catarina no tienen el mismo acceso al agua potable que la mayoría de pobladores del Distrito Federal, entidad de la cual forma parte. Tomada así la marginalidad, en relación con las garantías sociales y no sólo en relación con el consumo, encontramos que es una situación que se difunde dinámicamente en nuestro país debido a que el poco crecimiento económico conlleva carencias de empleo pero también de falta de seguridad social en los pocos disponibles. A esta incapacidad del gobierno de generar empleos estables, se suma también el incumplimiento de requisitos estandarizados, como estudios mínimos de preparatoria y experiencia laboral de varios años, y la certeza de que mediante el trabajo informal pueden ganar más de lo suficiente para cubrir todas sus necesidades básicas. Tal es el caso de los comerciantes ambulantes, que al manejar márgenes de ganancia superiores en redes con controles flexibles difícilmente aceptarán formalizarse, 5 Sigal, Silvia, “Marginalidad espacial, Estado y ciudadanía”; en: Revista Mexicana de Sociología, Año XLII, Vol. XLIII, Núm. 4, octubre-diciembre, Méxi co, IIS-UNAM, 1981. 6 Lomnitz, Op. Cit. 7 Trejo Castillo, María de Jesús, “La participación femenina en programas sociales como una forma de combate a la pobreza”, Tesis para obtener el grado de licenciada en sociología, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2001, p. 17. 13 aun cuando les brinden conocimientos y herramientas tecnológicas para ello; pero incluso los pocos que adquieren algunos conocimientos generalmente los utilizan para obtener ganancias de manera informal aun cuando tengan empleos formales. Por ejemplo, individuos que aprovechan sus trabajos de choferes para apropiarse parte del producto transportado o de las herramientas de trabajo, en este caso gasolina, llantas, tarimas o alguna refacción. Es así que la reproducción de la ganancia informal es, en parte, resultado de la incapacidad de acceso a la economía formal, pero también es resultado de las estrategias socioculturales que los marginados han utilizado para adaptarse a su entorno. Desde esta perspectiva, y aceptando que la cultura no es más que la trama de significaciones en la que el hombre conforma y desarrolla su conducta 8 , el sector marginal cuenta con características culturales distintivas a los grupos integrados a la estructura formal, como son burócratas, empresarios y obreros con seguridad social. Se observa entonces que los grupos marginados se encuentran insertos en tramas de significaciones que forman una cultura propia, a partir de la cual los individuos interactúan con el resto de la sociedad, marginados o no. 1.1.1. La marginalidad en Iztapalapa El trabajo de campo en que se fundamenta este análisis fue realizado en la Delegación Iztapalapa, la más poblada de las dieciséis del Distrito Federal. Esta Delegación cuenta con características que evidencian la marginalidad en que viven sus habitantes, una de éstas es la rapidez con que se sobrepobló, pasando de 76 621 habitantes en 1950 a 1 773 343 para el año 2000; tiempo en el que pasó de ser una población poco significativa numéricamente para el DF a ser casi la quinta parte del total de la población que era de 8 605 239 habitantes para el año 20009. Ahora bien, que un lugar sea rápidamente sobrepoblado no significa que sea marginado, en este caso la marginación se debe, en parte, a la poca atención de los gobiernos en la planeación urbana. Desatención gubernamental que ha llegado a ser una característica de su identidad; muestra de ello es la aparición de organizaciones civiles para solventar las carencias administrativas de índole gubernamental, 8 Geertz, Clifford, “El impacto del concepto de cultura en el concepto de hombre”, pp. 43-59; en: La Interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 2000. 9 INEGI, Cuaderno estadístico delegacional, Iztapalapa, Distrito Federal, edición 2001, INEGI, 2002. 14 como son la regularización de las propiedades y la obtención de servicios10 . Por los logros alcanzados en materia de vivienda, destacan el Frente Popular Francisco Villa (FPFV) y la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (UPREZ), pero también hay otras organizaciones, como el Centro de Mujeres Pobres (CEMPO) que combaten la marginalidad en que viven los vecinos. Autores como Granillo y Barragán coinciden en que el gobierno no ha sabido realizar la planeación adecuada que previera la explosión demográfica y sus consecuencias, entre ellas la movilización social, y encuentran que distintas autoridades públicas han utilizado como discurso el alto número de delitos para explicar por qué no han podido solventar todas las demandas de la población. Obviamente, cuando sólo se ven los números absolutos, Iztapalapa aparece como altamente delictiva, imagen falsa de conflictividad que ha sido utilizada por funcionarios públicos para explicar por qué no han podido solventar las carencias de la población. Sin embargo, cuando se toma en cuenta el tamaño de la población, los delitos cometidos en la Delegación Iztapalapa son menos que la que tienen en promedio las delegaciones del DF. En base a datos del INEGI encontramos que la proporción, por cien mil habitantes, de denuncias realizadas entre 1993 y 2002, promedió 2440 para el DF, mientras que sólo llega a 1562 en Iztapalapa11 . Esta visión distorsionada de los gobernantes se comprende mejor cuando se revisa la situación política, pues hasta antes del 2000 las autoridades no eran elegidas democráticamente sino que eran impuestas por el ejecutivo o por el regente, e invariablemente eran ajenos al contexto delegacional en que decían gobernar. Quiero enfatiza r aquí que cuando digo que la Delegación Iztapalapa es marginada tomo como referencia al Distrito Federal pues es la entidad de la que forman parte, los mismos vecinos comparan su demarcación con el resto de delegaciones del DF y encuentran diferencias sus tanciales en materia de transporte y agua, pero también en educación, seguridad y vialidad. Tomando como referencia al país en su conjunto la Delegación 10 Granillo Vázquez, María Beatriz, La lucha de los pobladores urbanos: la unión de colonos Xalpa, tesis presentada para obtener el grado de licenciada en Antropología social, ENAH. La autora narra la relación de estira y afloje que hay entre una organización de vecinos y las distintas instancias del gobierno que tuvieron que enfrentar para obtener respuesta, total o parcial, a sus demandas. 11 Las estadísticas fueron realizadas en el marco del proyecto ‘Jóvenes, identidad y conflicto’, auspiciado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y dirigido por Carlos Mario Perea Restrepo. 15 Iztapalapa no es marginada, sin embargo considero inadecuada una generalización en la que se comparen demarcaciones de entidades con características socioculturales distintas, una de las cuales es la diferente percepción de lo que significa la pobreza 12 , la cual se puede hacer extensiva a la marginalidad puesto que se basa en las expectativas de vida de los individuos. La marginalidad entonces se percibe a partir del entorno en que se encuentra situado el sujeto, ambientes que para algunos son marginales para otros son todo lo que conocen, por tanto no se pueden comparar. El que los habitantes del DF hagan constante referencia a Iztapalapa como delegación de pobres o marginados se funda en el entorno del DF, en el cual la población tiene como expectativa contar con los servicios públicos básicos, varios de los cuales fallan en la Delegación Iztapalapa. Además, tomando en cuenta sólo las delegaciones urbanas del DF, el indicador de marginalidad de la Conapo para la delegación Iztapalapa se encuentra por encima del promedio. Debido al tamaño de la Delegación se decidió trabajar en sólo una parte. Se eligió una zona ubicada en las faldas del macizo volcánico conocido como Sierra de Santa Catarina, este accidente geológico funciona como limite sur de la Delegación que colinda con la Delegación Tláhuac. La zona se caracteriza, entre otros factores, por haberse habitado a partir de la década de los 70, y durante casi todos los 80, hasta que el gobierno prohibió que continuaran los asentamientos, declarando zona de conservación ecológica el espacio que no había sido habitado. En la zona mencionada se encuentran colonia s como Desarrollo Urbano Quetzálcoatl, Xalpa y San Miguel Teotongo, por mencionar algunas de las más grandes. En esta zona ha habido carencias de oportunidades desde que se sobrepobló, un ejemplo claro lo pone el primer delegado electo cuando refiere que «reciben agua una vez cada 8 días ya sea por tandeo o por pipas. Esto en casi 50 colonias de la delegación, fundamentalmente las de la sierra de Santa Catarina… Las personas quizás pueden vivir o convivir con un delincuente en la vecindad o en la unidad habitacional, lo que no pueden hacer es vivir sin agua »13 . En este comentario se dejan ver los principales problemas de la población: la falta de agua y de seguridad pública, agravados por el tiempo de desatención. 12 13 Sen, Amartya, “Sobre conceptos y medidas de pobreza”, Comercio exterior (42) 4:310-322. Entrevista realizada a René Arce, delegado en Iztapalapa durante el período 2000-2003. 16 Esta zona también cuenta con características históricas y culturales propias, una es la heterogeneidad cultural de los migrantes que habitan la zona, no todos llegaron directamente de zonas rurales, ubicadas en el interior de la República, sino que muchos llegaron de otras zonas de la ciudad o eran hijos de migrantes rurales. Roberto, un informante, encuentra en la migración intraurbana la causa de parte de los problemas: «Por eso Iztapalapa se ha vuelto una de las Delegaciones más pesadas en cualquier desmadre, ¿por qué?, porque hay pandilla de todos lados. La banda dice: “quiero evitarme el pedo de la Peralvillo 14 y me vengo a vivir a Iztapalapa”, se juntan en el barrio y se empiezan a hacer más maleados, imagínate cuántas culturas de barrio se conjuntaron sólo en Iztapalapa »15 . Tomando en cuenta lo observado por Salazar en barrios marginales de Bogotá, donde “las maneras de fundar los barrios se traducen en formas de ser y de relacionarse… los habitantes se siguen relacionado de una manera marginal, sin sentido de pertenencia. Realidad a la que contribuye el estigma de violencia que difunden los medios de comunicación” 16 , podemos decir que a pesar de la heterogeneidad de orígenes de loa habitantes de estos barrios ésta pasa desapercibida para los otros sectores de la sociedad, en los cuales se difunde el estigma de comunidad violenta a través de los medios de comunicación. Debido a ello es común escuchar a habitantes de otras delegaciones aseverar que Iztapalapa es una demarcación riesgosa, a la cual es mejor no ir si no hay a qué pues “ahí matan gratis”. En esta imagen de riesgo influyen de manera importante las continuas noticias en los medios donde se hace aparecer a esta Delegación como una zona de alta delincuencia. De esta manera a la delegación se le conoce coloquialmente como ‘Iztapalacra’, ‘Iztaparata’ o ‘Iztapalhampa’, lo cual no hace sino reflejar el muy conocido estigma que tiene la delegación en el resto del Distrito Federal. Este estigma también se expresa en el medio académico, donde las personas que escuchaban sobre el proyecto recurrentemente cuestionaban sobre mi seguridad, sobre cómo iba a protegerme cuando observara las actividades de los jóvenes narcomenudistas. Afortunadamente, el peligro sólo quedo como posibilidad. 14 Colonia del Centro de la Ciudad Entrevista realizada a Roberto, presidente y fundador de la Organización Juvenil Revolucionaria, en la colonia Agrarista de Iztapalapa. 16 Salazar, Alonso (Coordinador), Imaginarios, presencias y conflictos entre los jóvenes de Bógota, Bogotá, Alcaldía mayor de Bogotá D. C., Secretaría de gobierno, 1998, p.23. 15 17 Otro ejemplo del estigma se refleja en las instituciones de reclusión que el Estado sostiene en los límites de la zona de estudio, donde se encuentran dos de las instalaciones de reclusión masculinas más importantes del DF: la Penitenciaria de Santa Marta y el Reclusorio Oriente; así como el centro de reclusión para mujeres en Santa Marta. Sirva esto como breve contexto de lo que representa para el gobierno la zona de estudio, que ante tal situación de marginación se ha llegado a mencionar como el sitio donde comienza Centroamérica17 . El distanciamiento entre autoridades públicas y la población marginada de Iztapalapa, ha provocado que ésta última se haya organizado para incidir en su propia seguridad. Respecto a esto, una diputada cuenta “para que entrara el primer módulo de policía hicimos una consulta, eso fue el 15 de septiembre de 1995, -¿queremos o no queremos módulo de policía?, -¡que sí!, porque después de lo del Chorrillo todo mundo “¡ah!” y pues el módulo funcionó 2 años, después ya no porque los módulos de policía no resuelven los problemas… entonces, la gente hacía rondines populares, sin armas, vigilaban en las noches, en las madrugadas, vigilaban todo este asunto de las bandas, lo que se generara»18 . El individuo al que se refiere, el Chorrillo, es un multihomicida que causó gran alarma entre los vecinos de la zona, por lo que el comentario refiere la solicitud de apoyo de policía por la presencia del multihomicida y el consiguiente distanciamiento al constatar que no respondía ante el resto de actividades delictivas. En este contexto resulta interesante observar el fenómeno del narcomenudeo en zonas marginados de la ciudad de México, donde no sólo es común encontrar en la calle individuos de diversas edades consumiendo drogas sino que casi cualquiera de sus habitantes conoce dónde hay puntos de venta. La Delegación Iztapalapa ha sido por muchos años la segunda demarcación con más detenidos por delitos contra la salud, solamente superada por la Delegación Cuauhtémoc19 . Según cifras de los diputados locales, en 17 Moctezuma Barragán, Pedro, Despertares. Comunidad y organización urbano popular en México, 1970-1994, México, U. Iberoamericana-UAM, 1999. 18 Entrevista realizada a Clara Brugada, diputada federal por la zona. En el momento de su realización era diputada de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. 19 INEGI, Op. Cit. 18 Iztapalapa hay más de 150 expendios de drogas, casi tres “tienditas” por colonia 20 . Sin embargo, tomando en cuenta otra vez el tamaño de la población, el problema puede ser menos grave que en otras delegaciones, pero no por ello menos importante. Es necesario dejar claro que aun cuando en un principio intenté delimitar los informantes a sólo ciertas zonas de la Delegación, la alta movilidad de los mismos me llevó a conocer jóvenes de otras zonas de Iztapalapa, que gustosos me dieron información del tema. Esta información fue fundamental para la comprensión de algunos aspectos de este complicado fenómeno por lo que no pude dejar de integrarla a los resultados de la tesis, aunque proviniera de una zona distinta a la originalmente seleccionada. Ahora bien, cuando conocí la Sierra de Santa Catarina me pareció reconocer en ella otras zonas cerriles de la ciudad, pobladas por sectores marginados que viven en casas grises, acomodadas sobre calles empinadas que cubren con pavimento el terreno ganado al cerro, con banquetas vacías debido a la ausencia de los miles de trabajadores y estudiantes que se trasladan diariamente a otros puntos de la ciudad, “donde haya oportunidad”. La zona cuenta con pocos comercios establecidos, algunas veces amontonados en pequeños mercados, y otras veces esparcidos en locales ganados a las casas, todos protegidos por rejas metálicas que intentan obstaculizar las actividades de los muchos rateros y asaltantes que viven o pasan por la zona. La presencia constante de consumidores de droga en la zona me fue confirmada por la directora del Centro de Integración Juvenil, unidad Iztapalapa oriente, donde la ubican como zonas “de alto riesgo”, «hablamos de zonas de alto riesgo cuando hay muchísimos problemas de drogas, tenemos mas pacientes de la Unidad Santa Cruz Meyehualco, Desarrollo Urbano y San Miguel Teotongo. Las que siguen de menos riesgo son Xalpa, pueblo de Santa Cruz Meyehualco y San Lorenzo Tezonco, y es que de este lado [de Iztapalapa] incluso no tenemos colonias de nivel medio alto, todas son medio bajo y bajo»21 . En su Estudio Básico de Comunidad Objetivo, los centros de Integración Juvenil encuentran una relación entre el “alto riesgo” de consumo de drogas por parte de la población juvenil y su ausencia en los centros de educación media ya que es en estas instituciones donde se difunden los talleres de prevención, así como el provenir de unidades 20 Diario Reforma, 10-Octubre-2002. Entrevista realizada a la licenciada Dolores Herrera, directora de la unidad Iztapalapa oriente de los Centros de Integración Juvenil, p . 10 21 19 domésticas con “problemas familiares, desintegración familiar, y familias uniparentales, así como violencia doméstica”22, todo lo cual ha favorecido el estigma dado a la Delegación Iztapalapa como zona de consumo y comercio de drogas. 1.2. Las redes sociales En este trabajo se observa la participación de los jóvenes en el narcomenudeo a partir de sus redes sociales. Una red social consiste, en esencia, de dos elementos: una población de actores y por lo menos una relación definida para cada par de actores. Los actores pueden ser entidades sociales en cualquier nivel de agregación (individuos o colectividades), mientras que las relaciones pueden comprender cualquier acción, actividad, transacción, obligación, sentimiento u otro tipo de conexiones entre pares, o entre subgrupos de actores 23. La perspectiva de redes hace de las interdependencias el punto central de estudio, es en este marco que observo las relaciones de los jóvenes marginados que participan del narcomenudeo; conforme lo observado, el narcomenudeo permea las relaciones sociales de los jóvenes que participan en él. Siendo así, en esta tesis se analizan las relaciones horizontales, verticales y comerciales, que permiten a los jóvenes marginados participar del narcomenudeo y, con ello, reproducirlo. Como ya hemos visto, los actores de este trabajo son jóvenes que participan del narcomenudeo como consumidores y/o repartidores, pero las relaciones que estos mantengan en sus redes variarán en dependencia de la red de la cual se trate. En esta tesis analizo las relaciones sociales de los jóvenes a partir de cuatro redes: los pares, la familia, el barrio y la red de autoridades públicas. En este caso, la red de pares se encuentra formada por individuos que también consumen y/o reparten drogas ilícitas se basan en relaciones comerciales. La red familiar se encuentra compuesta por los parientes de los jóvenes, consanguíneos o políticos, se basa en relaciones horizontales, o de confianza, pero es común que cuando los jóvenes participen del narcomenudeo estas relaciones se conviertan en multiplexadas; esto es, que aparezcan o se incrementen las relaciones basadas en la 22 Centros de Integración Juvenil A. C., Estudio Básico de Comunidad Objetivo. Diagnóstico de consumo de drogas desde una perspectiva de Salud Pública, Disco Compacto, México, CIJ, s/f. 23 Faust, Katherine, “Las redes sociales en las ciencias sociales y del comportamiento”; en: Jorge Gil Mendieta y Samuel Schmidt, Análisis de redes. Aplicaciones en ciencias sociales, México, IIMAS-UNAM, 2002, pp. 1-14. 20 subordinación y la conveniencia, y ya no sólo en la confianza. La red del barrio o vecinal se encuentra compuesta por los vecinos cercanos, jóvenes, adultos y niños, también se basa n en relaciones de confianza aunque es común que haya relaciones multiplexadas previas a la participación de los jóvenes en el narcomenudeo. Cuando los jóvenes se insertan en las actividades del narcomenudeo es común que las relaciones existentes se conviertan en multiplexadas o anuladas. Por último, la red de autoridades públicas se encuentra compuesta por los agentes de las corporaciones policíacas que interactúan en la zona de estudio, comúnmente estas son relaciones verticales en las que los jóvenes se subordinan a los agentes oficiales pero a partir de que los jóvenes comercian drogas estas relaciones pueden cobrar tintes comerciales. Para el análisis de las distintas redes se utilizará el nivel más bajo de agregación, es decir, los actores individuales. Cierto es que como distribuidores los jóvenes se agregan para minimizar los riesgos de sus actividades, pero las consecuencias de sus actos, aquello que modifica las relaciones existentes, siempre las sufren de manera individual. Así, para su familia no importará que el joven venda drogas si no se mete en problemas; de la misma manera, entre sus amigos importará lo que el joven pueda hacer por ellos y no solamente lo que haga con ellos; para las instituciones igual, será el joven quien reciba la sanción y nadie más. De tal forma, a pesar de que en algunas situaciones los jóvenes actúen como subconjuntos serán sus actividades como individuos las que realmente darán importancia a su participación en el narcomenudeo. En este mismo sentido Faust señala que “en las díadas de actores, las propiedades importantes a considerar son la reciprocidad, el intercambio y la multiplexidad de los lazos”24 ; por tal razón, pongo especial atención en cómo se desarrollan las relaciones de los jóvenes cuando estos modifican su posición en el narcomenudeo. A diferencia de lo señalado por Faust, Lomnitz sostiene que “si el individuo debe manejar los tres tipos de intercambio (mercado, redistribución y reciprocidad), ello implica que participa simultáneamente de los tres tipos de relaciones sociales: una relación de clase, una 24 Faust, Op. Cit., p.8. 21 de jerarquía y una de confianza”25 , esto es, de las tres propiedades de las relaciones sociales. De lo anterior podemos decir que las redes sociales están compuestas por relaciones interpersonales que mantienen una propiedad característica, la cual puede variar con la participación en el narcomenudeo de alguno de los relacionados. Para una mejor lectura de los cambios que pueden haber en la relación y entendiendo que partimos de los jóvenes como sujetos de estudio diremos que realizan acciones cuando particip en del narcomenudeo, ya sea con la intención de que sólo una parte de sus redes lo sepa o, por el contrario, para buscar complicidad. De la misma manera, pero en sentido inverso, hablaremos de reacciones cuando sea la parte complementaria de la relación quien tome alguna posición, para ayudar o aprovechar la participación del joven en el narcomenudeo. Es así que observaremos las redes sociales de los jóvenes narcomenudistas a partir de las acciones y reacciones suscitadas en sus relaciones, y de los cambios que esto provoca en sus propiedades. Así, en una red familiar las relaciones de reciprocidad entre hermanos pueden cambiar a relaciones de mercado si uno de ellos decide tomar la acción de vender droga al otro, o la relación puede tomar tintes jerárquicos si uno obtiene favores a cambio de no tomar la reacción de decir a sus padres sobre la participación de su hermano en el narcomenudeo. Lo mismo sucede en las otras redes, en las redes institucionales la relación generalmente es de jerarquía, las autoridades deciden la reacción a tomar cuando un narcomenudista ha caído en sus manos, sin embargo ésta puede camb iar si el narcomenudista toma la acción de intentar sobornarlos, cambiando la propiedad de la relación. Otro ejemplo es el del joven que ante su carencia de dinero para comprar droga tomaba la acción de limpiar el lugar donde se distribuye la droga para recibir a cambio un papel por cortesía de los repartidores adultos, modificando una relación de mercado en una jerárquica. De lo dicho se puede recuperar que en cada una de las redes sociales las relaciones se pueden modificar a partir de las acciones y reacciones tomadas por cada uno de quienes conforman dichas redes, y que en nuestro caso utilizaremos el término acciones para designar las estrategias tomadas por los jóvenes para continuar o modificar sus relaciones sociales; las acciones tomadas por los jóvenes generalmente van en dos sentidos: 25 Lomnitz, Larissa Adler, “Las relaciones horizontales y verticales en la estructura social urbana de México”, pp. 217274; en: Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de Antropología Latinoamericana, México, FLACSO -Miguel Ángel Porrúa, 1994, 374 p. 22 buscar ocultar su vínculo con el narcomenudeo o buscar la complicidad de otra relación. En cambio, tomaremos el término reacciones para designar las respuestas dadas a la participación en el narcomenudeo de los jóvenes por parte de sus redes y quienes la conforman; las reacciones pueden tener tres sentidos: el rechazo, la tolerancia o aceptación pasiva y la complicidad. Debido al estigma que recae sobre los usuarios de drogas y a lo ilícito de su distribución, los jó venes que realizan estas actividades lo hacen clandestinamente. Esto implica que la confianza es un elemento indispensable entre los participantes de las actividades delictivas; y es que si bien el transportar unas grapas y venderlas no tendrá demasiado problema para un individuo medianamente relacionado con el ambiente, no es tan fácil con varios kilos de droga pues se torna indispensable una red de venta al consumidor para su manejo, se necesita del narcomenudeo. Debido a la necesidad de confianza entre quienes realizan estas actividades las relaciones de reciprocidad son las preferidas en el manejo del narcomenudeo, aunque también las de jerarquía funcionan muy bien. Lomnitz señala que las relaciones horizontales son aquellas que “son mantenidas por la existencia de un flujo de intercambio recíproco en ambas direcciones, desde y hacia el individuo”26 ; así, encontramos relaciones horizontales entre hermanos o amigos que consumen drogas, o entre jóvenes que se dedican a la distribución de las mismas; las relaciones horizontales son leídas también como relaciones de reciprocidad. Cuando trato las relaciones verticales entiendo que “se trata de un intercambio del tipo de patrón a cliente… constituyen los canales que distribuyen la mayor proporción de los recursos de la estructura: el capital y el poder fluyen hacia abajo mientras el trabajo y la lealtad son succionados hacia arriba”27 ; también son referidas como relaciones jerárquicas. Una situación importante en el estudio de las relaciones establecidas en las redes sociales es que pueden ser formales o informales. Entre las formales encontramos las relaciones normadas por leyes y reglamentos, en nuestro caso encontramos las relaciones que se establecen con las autoridades públicas, el adicto llega a centros donde está reglamentada la ayuda para su rehabilitación, y los policías deben combatir a quienes distribuyen drogas. En 26 27 Lomnitz, Idem., p.254. Ibidem, p. 254. 23 las segundas, relaciones informales, encontramos relaciones cargadas de confianza y reciprocidad pero también de jerarquía o multiplexadas. En el estudio se encontró que es común que los jóvenes sean apadrinados por policías judiciales, quienes ofrecen droga y protección a cambio de confiarles la secrecía de su labor, lo cual se puede leer también como relaciones de jerarquía. Así, en lo que atañe al estudio serán las relaciones informales las que abundarán pues como argumenta Lomnitz “el intercambio informal suele incluir productos de los que no se dispone en abundancia en el sistema formal: bienes racionados o restringidos…”28 , como es el caso de la cocaína, el crack y la mariguana. Con esto queremos decir que para nuestro estudio las relaciones formales son un ámbito poco frecuente en los jóvenes, quienes ven en ellas el requerimiento de ser subordinados razón por la cual prefieren evitarlas; un ejemplo de ello es la continua deserción escolar de estos jóvenes al no sentirse satisfechos. Mientras que las relaciones informales al basarse en la reciprocidad son ampliamente utilizadas, ente ellas las que incluyen actos penados por la ley. La ilegalidad de las actividades del narcomenudeo tiene como consecuencia que tomar una acción o reacción con cualquier sentido tiene diferentes modificaciones en sus distintas relaciones; por ejemplo, una acción tomada con el sentido de ocultar la venta de droga implica una relación de mercado con los clientes pero a la vez una de jerarquía pues los clientes conocen el riesgo que se corre al denunciar a los buenos, los distribuidores. Por último quiero señalar que parto del supuesto de que el mercado de drogas prohibidas se basa en redes y relaciones establecidas con anterioridad a su notoria presencia actual, estas relaciones impactan de dos distintas maneras: una, permitiendo la presencia de la droga en el barrio, y dos, posibilitando el comercio a su interior. Es la posibilidad de comercio interno la que juega un papel relevante en el estudio, pues es la que facilita el acceso de los jóvenes a las drogas prohibidas. Se maneja entonces que las relaciones que vinculan a los distintos individuos tienen un objetivo común, el narcomenudeo, pero en ellas se encuentran presentes mecanismos para intentar controlar el entorno así como para ejercer poder sobre el resto de quienes conforman la red. En este sentido, Adams advierte que el poder, a diferencia del control, presupone que el objeto posee capacidad de razonamiento y 28 Lomnitz, Larissa Adler, “Redes informales de intercambio en sistemas formales: un modelo teórico”, pp135-166; en: Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de Antropología Latinoamericana, México, FLA CSO-Miguel Ángel Porrúa, 1994, p. 138. 24 las suficientes dotes humanas para percibir y conocer 29 ; esto es, quienes participan del narcomenudeo tienen poder en sus redes pues el resto de los integrantes de las redes así lo aceptan, pareciera que ocurre lo expuesto por Villaveces sobre el narcotráfico colombiano, el cual “sigue su rápida expansión porque no está en verdad confrontando los cimientos de las estructuras de poder vigentes sino tal vez potencializando los vínculos sociales y culturales que los sustentan”30 . 29 Adams, Richard Newbold, La red de la expansión humana. Un ensayo sobre energía, estructuras disipativas, poder y ciertos procesos mentales en la evolución de la sociedad humana, México, Ediciones de la Casa chata, 1978, 189 p. 30 Villaveces Izquierdo, Santiago, Por qué erradicamos: Entre bastiones de poder, cultura e narcotráfico, Brasília, Universidade de Brasilia, Departamento de Antropología, Série Antropología 308, 2001, folleto, 21 p. 25 Capítulo 2. ¿Qué es el narcomenudeo? El narcomenudeo es un fenómeno que amalgama diversas actividades delictivas que tienen como finalidad proveer de drogas ilícitas a quienes las consumen. Tales actividades son realizadas en los intersticios de las redes sociales y la dificultad de estudiarlas radica en lo ilícito de las drogas, ya que por ser consideradas riesgosas para la salud pública existen leyes que sancionan las actividades relacionadas con estas sustancias, las cuales fundamentan la persecución que realizan las autoridades públicas y que han propiciado que los actores prefieran mantener el anonimato. La piedra angular de este fenómeno es una relación de mercado, en la cual un vendedor ofrece una mercancía y es interpelado por un comprador que la consume. La variante de las relaciones de mercado a utilizar es la del menudeo, en la cual los compradores son los consumidores del producto; diferenciándose de la relación de narcotráfico en que el comprador, a su vez, vende la mercancía. En otras palabras, de la cadena de operaciones de mercado que se realizan en el tráfico de drogas ilícitas, el narcomenudeo es entonces el eslabón final del narcotráfico. Así, en el narcomenudeo sólo existen dos tipos de actores: los distribuidores y los consumidores. Los primeros de ellos, según las leyes establecidas, son considerados delincuentes del fuero federal por participar de los llamados delitos contra la salud; los segundos, por su parte, no sólo son considerados delincuentes sino, las más de las veces, también enfermos. De esta manera, podemos observar que en el fenómeno narcomenudeo encontramos tres aspectos componentes: la mercancía (la droga), las leyes que penalizan las actividades relacionadas con las drogas ilícitas, entre ellas el comercio, y una relación de mercado (vendedor-cliente consumidor). En este capítulo haremos mención de los dos primeros aspectos: la mercancía y las leyes que limitan el narcomenudeo; para terminar con algunos apuntes sobre la participación de los jóvenes en el narcomenudeo establecido en el barrio, los cuales permitan abordar la relación de mercado desde los ejes marcados por las redes sociales. 26 2.1. La mercancía del narcomenudeo: la droga En este apartado se muestra la droga como la mercancía ofertada por el narcomenudeo. Conforme este objetivo, primeramente hay que señalar que la definición de ‘droga’ más aceptada es la elaborada por la Organización Mundial de la Salud: “Droga o fármaco es toda sustancia que, introducida en el organismo vivo, puede modificar una o más de sus funciones”31 . Debido a la enorme variedad de sustancias que incluye esta definición ha habido varios intentos para clasificarlas. Richard propone que una característica es que son “carentes de todo valor nutritivo”32 ; sin embargo en esta descripción no cabría el alcohol, principal droga del mundo moderno, que al convertirse en azúcares adquiere cierto valor nutricio. Para algunos autores, como Dobkin, hay tres grandes tipos de drogas: narcóticos, psicotrópicos y alucinógenos33 ; está clasificación se encuentra basada en los efectos que producen en los consumidores: los narcóticos tendrán una acción depresiva, los psicotrópicos tendrán una acción vigorizante, por su parte las alucinógenas harán honor a su nombre. Por su parte, la clasificación de la OMS distingue 6 tipos de drogas: mórficas, barbitúricos y alcohol, anfetaminas, cocaína y similares, mezcalina y LSD, y el tipo Cannabis34 . Por otra lado, en una propuesta que pondera las actividades estimuladas por el consumo de las drogas, Escohotado las divide en drogas de paz, de trabajo y de viaje35 ; sin embargo, y aunque insinúa cierta similitud con la clasificación basada en los efectos, descuida colocar las distintas drogas en alguno de los rubros, además que no precisa cuando insinúa que la diferencia, entre las drogas de trabajo y las de viaje, se basa en la duración del efecto. Otra clasificación más es la que divide las drogas en suaves y duras, está dicotomía aunque cuenta con base fisiológica, el grado de toxicid ad, es especialmente utilizada por quienes abogan a favor de la liberación de las primeras, en especial de la mariguana . La variedad de clasificaciones es muestra clara de la variedad de puntos de vista que hay sobre el tema de 31 Organización Mundial de la Salud; citado en: Conadic, Las drogas y sus usuarios, México, Secretaría de Salud, 1992, p.15. 32 Richard, Denis, Las drogas, México, Siglo XXI, 2001, p.13. 33 Dobkin de Ríos; citado en: Barfield, Thomas, Diccionario de antropología, México, Siglo XXI, 2000. 34 Diccionario médico Roche, Barcelona, Doyma, 1993. 35 Escohotado, Antonio, “Drogas y dignidad humana”; en: Los enteógenos y la ciencia. Nuevas aportaciones científicas al estudio de las drogas, Hoffmann y otros, Col. Cogniciones, Barcelona, Los libros de la liebre de marzo, 1999, pp. 81-91. 27 las drogas, en especial si tomamos en cuenta que cada una de estas clasificaciones es hecha para apoyar posiciones determinadas social y jurídicamente. Tal situación no parece tener pronta solución, sino por el contrario, se complejiza con la continua aparición de nuevas drogas. También es importante señalar que no todas las drogas son manejadas de la misma manera por las leyes en la materia, unas son consideradas legales, otras controladas y unas más prohibidas. Entre las primeras destacan el alcohol, el café y el tabaco; entre las segundas, los fármacos; mientras que entre las últimas, la mariguana y la cocaína, son las más comunes en México. Hay que advertir que el fenómeno del narcomenudeo se especializa en drogas prohibidas, esto debido a que en su comercio el margen de ganancias es mayor. Por último, y como consecuencia de la economía marginal, las drogas utilizadas por los jóvenes de estudio serán las disponibles a menor costo en el mercado: solventes, mariguana , cocaína y crack. Pero debido a que los solventes son sustancias de uso industrial que se encuentran disponibles fácilmente en tlapalerías y ferreterías, no entran propiamente dentro del esquema del narcomenudeo sino en muy contadas ocasiones; por tal razón, nos centraremos en las otras tres drogas. Respecto a la mariguana, evidencias arqueológicas sostienen que la humanidad “ha estado consumiendo mariguana durante 8.000 años”36, también se sabe que aunque el uso y propiedades de la planta ya eran conocidos desde tiempos antiguos fue hasta 1753 cuando fue descrita científicamente por Linneo, quien la designó como Cannabis sativa L. De esta planta, que crece en climas cálidos y templados, se obtienen principalmente dos productos ilícitos: las hojas y la resina, también conocida como hachis. El cannabinoide, o alcaloide de la mariguana, que explica sus propiedades psicotrópicas es el tetrahidrocannabinol (THC), el cual fue aislado por los profesores israelíes Y. Gaoni y R. Mechoulam en 196437 . El THC es lipófilo: tiene la capacidad de solubilizarse en las grasas. Como máximo, 20% de la dosis contenida en un cigarrillo actúa efectivamente en el organismo. Entre los efectos de la droga se han descrito trastornos digestivos ligeros y manifestaciones cardiacas como aceleración del ritmo después de ingerir la sustancia, también se han reportado deseo 36 Stoppard, Miriam, Qué son las drogas. Desde el alcohol y el tabaco hasta el éxtasis y la heroína, Madrid, Javier Vergara editor, 2000, p.12. 37 Richard, Op. cit. 28 incompatibles de ocupación motora, actividad fantasiosa muy relajadora, rapidez de las imágenes, alteraciones del pensamiento, incapacidad para unificar contenidos parciales, rigidez abrupta del pensamiento, fuga de ideas y alteraciones de la memoria; sin embargo, estos efectos varían de acuerdo con algunos factores como son la frecuencia del consumo y la propia respuesta del cuerpo. Es importante mencionar que “en general el consumo de la cannabis, en contraste con el del alcohol, es rara vez factor de violencia”38. Cosa distinta son las manifestaciones crónicas que se llegan a presentar, pero éstas sólo sobrevienen como consecuencia de un consumo continuo y elevado. Estos síntomas conciernen a la función cardiaca (a menudo con una aceleración del ritmo y a veces hipotensión); al aparato respiratorio (con disminución de la eficacia de la ventilación); a la función digestiva y a la función sexual (con una disminución cualitativa y cuantitativa de la espermatogénesis en el hombre y perturbaciones en la ovulación en la mujer) 39 . Además se aduce que su abuso crónico ocasiona psicosis, con confusión episódica, delirios, estados crepusculares y síntomas de esquizofrenia crónica. Su uso frecuente produce dependencia al tóxico y, más tarde, intoxicación crónica física, con una arteritis que conduce a la gangrena, y decadencia física y psíquica parecida a la del alcoholismo crónico, pero sin síndrome de abstinencia40 . Tales efectos, sin embargo, se encuentran en duda permanente debido a que los estudiosos del tema no paran de referir argumentos a favor y en contra de la posibilidad de adicción provocada por el consumo de mariguana. Es importante mencionar que ninguno de mis informantes estuvo de acuerdo con la última sintomatología referida, a pesar de llevar varios años como consumidores asiduos; en el caso de quienes presentaban algunos de estos síntomas, su mal lo atribuían al consumo abusivo de alcohol u otra droga de origen industrial, en descarga de la mariguana , la cual consideran “natural” y poco dañina. La cocaína, por su parte, se obtiene del arbusto de la coca, planta originaria de Sudamérica que tiene dos especies productoras de cocaína: Erythroxylum coca y Erythroxylum novogranatense, con diferentes variedades. Los principales países productores de la planta 38 Ibidem. p. 29. Ibid. 40 Diccionario médico Roche, Op. Cit. 39 29 son Perú, Bolivia y Colombia. A la hoja de coca se le realizan una serie de procesos químicos mediante los cuales se obtienen pasta de coca, base de cocaína y, finalmente, clorhidrato de cocaína. Esta fue aislada por primera vez, entre los años de 1859 y 1860, por el investigador Albert Niemann41 , a partir de entonces, ha sido una de las drogas de mayor éxito entre los usuarios de sustancias. La forma de consumo ha variado a lo largo del tiempo, durante casi un siglo prevaleció la inyecció n intravenosa, mientras que en las décadas de los años 60 y 70, del siglo XX, se prefirió su consumo por vía nasal42 . Los efectos que esta sustancia tiene sobre el cuerpo, a diferencia de los producidos por la mariguana, han sido mejor estudiados o, cuando menos, han logrado un mayor consenso entre los estudiosos del tema. Destaca que cuando la cocaína se “esnifa”, es absorbida por los vasos sanguíneos de las fosas nasales y llega al cerebro en cuestión de segundos. Estimula el sistema nervioso central: incrementa el ritmo cardiaco, la temperatura corporal y la tensión arterial” 43 , además “estimula la producción de adrenalina, lo que a su vez eleva el metabolismo corporal” 44 . Otro efecto a tomar en cuenta es que la “vida media en plasma de 90 minutos, induce una tolerancia rápida a sus efectos, de tal manera que la euforia asociada a su uso es de una duración aproximada de 45 minutos por cada administración. Esto se aplica a su administración intranasal, intravenosa o fumada en su forma cristalina (crack)”45 . De esto último podemos entender el porqué muchos usuarios consumen varias veces la sustancia durante el día o la noche, por lo que es más fácil volverse adicto. El crack, según Barturen, surge en 1983. Se obtiene de la mezcla de cocaína con carbonatos de calcio y tiene apariencia de pequeños terrones de color blanquizco. De tal manera, “el crack es cocaína procesada; su pureza puede estar entre 80 y 100 por ciento, mucho mayor y por ende más peligrosa que la cocaína habitual comercializada en la calle, con una pureza de entre 30 y 60 por ciento. El crack se evapora y se absorbe mucho más rápido que la cocaína. Afecta el cuerpo de la misma forma que la cocaína, pero con mucha más 41 Viesca Treviño, Carlos, “Bosquejo histórico de las adicciones”, pp. 1-24, en: Tapia Conyer, Roberto (comp.), Las adicciones. Dimensión, impacto y perspectivas, México, Manual moderno, 1994, 327 p. 42 Barturen, Fernando, “Los psicoestimulantes como sustancias con potencial abuso”, pp. 22; en: Instituto Deusto de Drogodependencias, Psicoestimulantes: cocaína, anfetaminas y xantinas. Avances en farmacología de drogodependencias, Bilbao, Universidad de Deusto, 1993, 131 p. 43 Stoppard, Op. Cit. p.74. 44 Nahas, Gabriel G., Cocaína: La peste blanca, México, SITESA, 1991, 39 p. 45 Zubieta, Jon Kar, “Avances en el tratamiento farmacológico de la adicción a cocaína y otros psicoestimulantes”, en: Instituto Deusto de Drogodependencias, Op. Cit. p. 110. 30 intensidad”46 . Su mayor peligro radica en que “es la forma de administración que alcanza las mayores concentraciones, más rápidamente, en el cerebro, poseyendo el mayor potencial de abuso”47 . Su alto consumo se debe también a que “ofrece a los traficantes la ventaja de que, para su preparación sólo se requieren disolventes de bajo costo, pues su modo de consumo, por inhalación de los vapores, permite eliminar fácilmente esos productos de olor desagradable: dado que el calentamiento sublima la droga, ésta pasa directamente del estado volátil, con evaporación de los solventes (la deshidratación que sigue a ese calentamiento produce, a menudo, un crujido, y de allí su nombre)”48 . El crack es actualmente la droga de mayor consumo entre los jóvenes de Iztapalapa, la cual es conocida popularmente como piedra, su rápida popularidad se debió a que provocaba los efectos de la cocaína, la cual era vista como droga de las clases altas. Inicialmente era considerada una más de las presentaciones de la cocaína, pero debido al impacto adictivo que ha afectado considerable y rápidamente a la población cons umidora, actualmente ha tomado un lugar preponderante entre las drogas ilícitas. Quiero dejar asentado que como reflejo de su alto poder adictivo, los consumidores siguen consumiendo la droga aun sabiendo que no es sino una mezcla de cocaína con fármacos de efectos similares, a la que incluso “hasta raticidas le echan”. Para algunos de los informantes, es la mezcla de varios fármacos la que influye en el bajo costo de la droga, comparado con el precio de la cocaína, y lo que permite hacer de esta droga un consumo accesible para los jóvenes marginados. Desde una perspectiva fisiológica, se han desarrollado una serie de ideas respecto al consumo de las drogas, entre las que destacan la adicción física y los síndromes de tolerancia y abstinencia. La adicción física varía según la droga de consumo, entre las que aquí tratamos, el crack es la de mayor poder adictivo. En el caso de la mariguana todavía no se comprueban los argumentos sobre si produce o no dependencia física. El síndrome de tolerancia es una respuesta física que provoca que el consumidor ya no alcance los efectos de las primeras ocasiones, por lo que las dosis se van haciendo mayores. El síndrome de abstinencia, por su parte, es la respuesta corporal sufrida por quienes dejan de consumir drogas. Se duda que la mariguana produzca este síndrome, mientras que son numerosos los 46 Stoppard, Op. cit., p.79. Zubieta, Op. cit., p.110. 48 Richard, Op. cit., p. 43. 47 31 casos en consumidores de cocaína, también se maneja que la intensidad del síndrome está fuertemente relacionada con la frecuencia de su consumo. Al ser la adicción a la cocaína una de las más estudiadas, se ha llegado a conocer mejor su síndrome de abstinencia, el cual se divide en tres fases: “Fase 1. Caída, retirada, «crash». Generalmente, el episodio de abuso es completado solamente tras terminar toda la sustancia que el adicto posee. Esto se asocia con el comienzo de la búsqueda de más droga y con un incremento en el deseo por la sustancia («craving»). En el caso de la cocaína, tras unos 15 a 30 minutos de la última dosis el adicto comienza a sentir una sensación de depresión, seguido por el intenso deseo por la droga y la búsqueda de más cocaína. Este intenso deseo generalmente desaparece en dos a cinco horas si el abuso de la sustancia no es continuado… Fase 2. Síndrome de abstinencia prolongado; «withdrawal». Tras la «caída» inicial, comienza la segunda fase del período de abstinencia caracterizado por uno a cinco días de función afectiva cercana a la normalidad, ciclos de sueño y despertar normalizados… sensación de «aburrimiento» y falta de placer en cualquier actividad… demuestran ciclos de 3 a 10 días durante los cuales abusan de la sustancia entre 6 y 36 horas, continúan con uno o dos días de retirada inicial (fase 1) y analizan con uno o dos días de resistencia a la droga (fase 2), antes de reiniciar su abuso… Fase 3. Extinción. Si la abstinencia ha sido sostenida a través de las dos fases anteriores, se inicia una tercera fase caracterizada por un humor normalizado, sin anhedonia, pero marcada por el deseo episódico por la droga,.. Este deseo es usualmente precipitado por situaciones que recuerdan al adicto el consumo de droga, tales como ver a amigos consumidores, o pasar por lugares asociados al consumo”49 De esta información, podemos rescatar que los efectos producidos por las drogas ilícitas tratadas aquí son distintos, razón por la cual juzgamos conveniente llamar a cada droga por su nombre cuando se hable del consumo y así evitar posibles confusiones. También hay que mencionar que debido a que los síntomas físicos son más pronunciados en el crack y la cocaína, el narcomenudeo de estas sustancias contará con clientes más asiduos, pero en esto abundaremos más adelante. 2.2. Las leyes penalizadoras de actividades del narcomenudeo. La droga es un tema muy discutido y controversial que evoca multitud de significados cercanos a la violencia, la delincuencia y la marginación. En los estados liberales se considera riesgosa su presencia y se pretende controlar mediante leyes que prohíben las actividades con que se vinculan estas sustancias. Al ser esta la tendencia del estado mexicano, las políticas nacionales son un seguimiento de las líneas marcadas por los países liberales de vanguardia, especialmente de los Estados Unidos. Esto es, el Estado tiende a 49 Zubieta, Op. cit., p. 111-112 32 reproducir imaginarios originados en contextos ajenos y en México se aplican políticas antidrogas establecidas en otras latitudes. Uno de los imaginarios más fuertes es, como ya vimos, la relación de las drogas ilícitas con los jóvenes, particularmente los marginados. Es necesario mencionar que las drogas ilícitas tienen poco de serlo, y que los intentos de controlarlas mediante leyes coinciden con la secularización de las prácticas culturales y la organización urbana de la vida social50. La justificación del este control se basó, principalmente, en dos perspectivas: la económica y la médica. Acerca de la perspectiva económica, Thoumi menciona que “cuando la sociedad se industrializó, las necesidades propias de la organización y la producción manufacturera hicieron de las drogas un obstáculo para la productividad”51. En México, es la perspectiva médica la que tuvo mayor peso en el debate sobre la legislación antidroga. Ya desde finales del siglo XIX se realizan varias tesis de medicina en las que el abuso de drogas, en especial la morfina y la heroína, es visto como una enfermedad grave, que era necesario prevenir en la población52 . Estos estudios fueron realizados por los médicos que después formarían los organismos encargados de regir el comercio de drogas de uso médico. Así mismo, estaban basados en “la teoría de la degeneración de la raza”, la cual si bien aportó un “gran caudal de hipótesis y datos “científicos” e incluso con el acierto de identificar muchas anomalías sociales respecto al medio, y de promover la salud e higiene pública como un medio de “fortificar la raza”, fue finalmente un instrumento para descalificar socialmente (y de paso políticamente) a grandes sectores sociales”53 . Cabe decir que la mencionada teoría estaba basada en dos corrientes criminalísticas que estaban en boga desde finales del siglo XIX, la antropología criminal y la sociología criminal. La primera nació en Italia con Cesare Lombroso como fundador y “se centró en el organismo del criminal; la segunda, que se originó en Francia… confirió mayor peso a 50 Nieto Fernández, Lilia y Araujo Monroy, Rogelio, “¡Droga!: La eficacia simbólica del mal”; en: JOVENes, Revista de estudios sobre juventud, Centro de investigación y estudios sobre juventud, México, nueva época, año 3, no. 8, enerojunio de 1999, pp. 62-83. . 51 Thoumi, Francisco E., El Imperio de la Droga. Narcotráfico, economía y sociedad en los Andes, Bógota, PlanetaIEPRI-Universidad Nacional de Colombia, 2002, p. 33. 52 Gutiérrez Ramos, Axayácatl, “Drogas: La historia que hace falta”; en: Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, México, Números 630-631, diciembre 2003enero 2004, p.45-53. 53 Ibid., p. 48. 33 factores ambientales”54 . La primera de ellas tuvo mayor número de seguidores, entre ellos Justo Sierra, y sus miembros afirmaban que los rasgos criminales se transmitían por herencia, esto viene a colación porque todavía en la actualidad se quiere encontrar en las llamadas ‘familias disfuncionales’ y en la violencia intrafamiliar las causas de los problemas de adicción de muchos de los jóvenes. Por parte de la segunda escuela, se privilegió el factor ambiental en la explicación de la criminalidad, a pesar de su repercusión sólo tuvo como representante a Julio Guerrero, quien afirmó que el delito era un fenómeno social. Este último autor no sólo identificó criminalidad con sector social sino también como grupo étnico55 , resabio de esta corriente es el estigma criminal que se le asigna a la población de la delegación Iztapalapa, por ser de clases económicas marginadas. Estos fueron, entonces, los enfoques en que se basaron las leyes que, desde principios del siglo XX, catalogan las drogas en lícitas, como el alcohol y el tabaco, e ilícitas, como la marigua na y la cocaína, aunque no queda claro el criterio de tal división. Ahora presentaré algunos momentos claves en la penalización de las drogas en nuestro país. En 1912, México participa por primera vez en una reunión internacional sobre las drogas: la Conferencia de la Haya; esto bajo el gobierno de Francisco I. Madero, quien buscaba el reconocimiento mundial de un gobierno al que había llegado por la vía de las armas: de esta manera el compromiso del país ante el mundo “civilizado” era “reglamentar la producción y el tráfico de opiáceos”56, sin embargo no hubo tiempo para ello en tan efímera presidencia. Fue hasta 1917, durante el Congreso Constituyente de Querétaro, cuando el Dr. J. M. Rodríguez, al proponer la creación de un Consejo de Salubridad General, argumentaba como fundamento que “como la degeneración de la raza mexicana es un hecho demostrado también por los datos estadísticos, sacados principalmente de la ciudad de México […] es indispensable que las disposiciones para corregir esta enfermedad de la raza provenida principalmente del alcoholismo y del envenenamiento por substancias medicinales como el opio, la morfina, el éter, la cocaína, la mariguana, etcétera, sean dictadas con tal energía que contrarresten de una manera efectiva y eficaz, el abuso del 54 Speckman Guerra, Elisa, Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910), México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2002, p. 94. 55 Ibidem. 56 Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 49. 34 comercio de estas substancias tan nocivas a la salud”57 , es en este discurso positivista donde aparece por primera vez la idea de combatir el comercio de drogas. Argumentando la misma teoría, el 15 de marzo de 1920, Álvaro Obregón emitió un documento a través del Diario Oficial denominado ‘Disposiciones sobre el comercio de productos que pueden ser utilizados para fomentar vicios que degeneren la raza, y sobre el cultivo de plantas que pueden ser empleadas con el mismo fin’, este documento contó con siete disposiciones, en lo concerniente a este trabajo destacan la necesidad de permisos para introducir cocaína al país y la prohibición del cultivo y comercio de la mariguana 58 . En 1926, aparecería un nuevo Código Sanitario siendo significativo que “sólo un artículo, el 206, se refiera a la manera en que el Estado enfrentaría el problema de salud que representa la adicción a estas sustancias… Lo único que hizo el Departamento de Salubridad fue habilitar una parte de un pabellón en el manicomio de La Castañeda, y recluir a los “viciosos” igual que a cualquier “loco común”.”59 Aquí ya aparece una situación que prevalece hasta nuestros días, a los consumidores se les empezó a considerar como enfermos mientras que al resto de actividades relacionadas con drogas prohibidas convirtieron a los individuos en delincuentes. Esta doble vertiente para estigmatizar a todo individuo relacionado con las drogas, ya tipificados como “delitos contra la salud”, desató una ola persecutoria que, además de continuar hasta nuestros días, llevó a reacciones extremas “como las que planteaba el Juez de Distrito en Materia penal, Jorge Salazar Hurtado. En 1937 dicho juez propuso entre otras barbaridades que a quienes se les encontrara culpables de dichos delitos “fueran relegados perpetuamente en islas deshabitadas […] y a los declarados incurables, condenados a esterilización de sus órganos genitales”60 , tal propuesta sin duda fue un resabio de la antropología criminalística mencionada párrafos antes. Sin embargo, también hubo quienes supieron diferenciar consumidores de distribuidores “tal fue el caso del doctor Leopoldo Salazar Viniegra, en ese entonces director del Manicomio, quien insistiría en marzo de 1939 que “los toxicómanos son enfermos y no delincuentes de tal suerte que debe tratárseles con humanidad… dándoles facilidades para que lo adquieran sin caer en las garras de los 57 Citado en Pérez Montfort, Ibid., p. 16. Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 51. 59 Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 53. 60 Citado en Pérez Montfort , Ibid., p. 21. 58 35 traficantes, quienes sí incurren en muy grave delito explotando las enfermedades de los demás””61 . Ya desde entonces se hacía notar el grave riesgo que provocaban los traficantes de drogas ilegales y es que “al establecerse impedimentos legales para su adquisición, al tiempo que continuó extendiéndose una demanda comercial para algunos de ellos [enervantes], surgió un mercado Negro de drogas prohibidas asociado a la marginación legal y, por ende, con la criminalidad. Si las drogas lícitas eran un buen negocio, las ilícitas lo serían aún más.”62 En las siguientes líneas se presentan las leyes antidrogas vigentes en el Estado Mexicano . Es importante mencionar que de la aplicación de tales leyes depende que el Congreso Federal del vecino del norte califique favorablemente los esfuerzos del gobierno mexicano en la lucha contra las drogas y decide certificarlos o no, lo cual ha presionado para que las autoridades presenten el combate a las drogas como un asunto de seguridad nacional. Otra situación importante a tomar en cuenta es que todas las leyes que se referirán a continuación han sido establecidas previamente por las convenciones internacionales que se han realizado sobre el tema y en las cuales ha participado México, estos son: Convención Internacional del opio de La Haya, Países Bajos, 23 de enero de 1912; Convención de 1936 para la supresión del tráfico ilícito de estupefacientes nocivos, protocolo de firma y acta final; Convención Internacional Única sobre Narcóticos, en Nueva Cork 1961; el Convenio sobre sustancias psicotrópicas, hecho en Viena el 21 de febrero de 1971; el Protocolo de modificación de la Convención Única, firmado en Ginebra el 25 de marzo de 1972; y, la Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas adoptado en Viena, Austria el 20 de diciembre de 1988. Además de un gran número de tratados bilaterales, firmados con gran cantidad de países del orbe, con el fin de mejorar todos los aspectos de la lucha contra las drogas. Cabe mencionar que, los Convenios, en su carácter de internacionales están por encima de las leyes nacionales, exceptuando la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos; aunque para no caer en posibles contradicciones las leyes en la materia han sido modificadas en conformidad a lo firmado. 61 62 Citado en Pérez Montfort, Ibid., p. 21. Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 50. 36 Es de destacar que todos estos convenios han sido impulsados por los Estados Unidos, y cada uno de ellos no ha hecho sino ampliar las disposiciones del anterior. Además que uno de los lugares más destacados en las primeras convenciones fue tomado por el cura episcopal Charles Henry Brent, quien “jugó un papel principal en la formulación de la legislación internacional para el control de opiáceos en Filipinas y China… su filosofía era simple: la drogadicción era un problema social que requería un enfoque moral para su solución”63 , un enfoque moral que, sin duda, es el de los Estados Unidos, con lo cual refuerza la idea expresada por Thoumi, respecto a que “la política exterior estadounidense en el campo de las drogas… está encaminada a convertir al resto del planeta a su manera peculiar de ver al mundo”64 . Es importantísimo mencionar que, a diferencia de otras drogas con mayores antecedentes de conflicto, como el opio, la mariguana se incluyó en la Convención de 1961 por “una recomendación de la Organización Mundial de Salud que había advertido a la Comisión de Narcóticos de Estados Unidos que “las preparaciones de cannabis son prácticamente obsoletas y no existe justificación para su uso médico””65 . En este contexto, el gobierno mexicano ha necesitado implementar leyes federales con el fin de controlar las actividades vinculadas a las drogas establecidas en dichos convenios, sin embargo, para facilitar la lectura, sólo referiremos las que refieren al narcomenudeo. Tales leyes se encuentran, básicamente, en el Código Penal Federal, estas son: Artículo 193. Se consideran narcóticos a los estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias o vegetales que determinen la Ley general de Salud, los convenios y tratados internacionales de observancia obligatoria en México y los que señalen las demás disposiciones legales aplicables en la materia. Para los efectos de este capítulo, son punibles las conductas que se relacionan con los estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias previstos en los artículos 237, 245, fracciones I, II y III y 248 de la Ley General de Salud, que constituyen un grave problema para la salud pública… Artículo 194. Se impondrá prisión de diez a veinticinco años y de cien hasta quinientos días de multa al que: I. Produzca, transporte, trafique, comercie, suministre aun gratuitamente o prescriba alguno de los narcóticos señalados en el artículo anterior, sin la autorización correspondiente a que se refiere la Ley General de Salud... Las mismas penas previstas en esta artículo y, además, privación del cargo o comisión e inhabilitación para ocupar otro hasta por cinco años, se impondrá al servidor público que, en ejercicio de sus funciones o aprovechando su cargo, permita, autorice o tolere cualesquiera de las conductas señaladas en este artículo. Artículo 195. Se impondrá de cinco a quince años de prisión y de cien a trescientos días de multa, al que posea alguno de los narcóticos señalados en el artículo 193, sin la autorización correspondiente a que se refiere la Ley General de Salud, siempre y cuando esa posesión sea con la finalidad de realizar alguna de las conductas previstas en el artículo 194. No se procederá en contra de quien, no siendo farmacodependiente se le encuentre en posesión de alguno de los narcóticos señalados en el artículo 193, por una sola vez y en cantidad tal que pueda presumirse que está destinada a su consumo personal… 63 Nahas, Op. cit., p. 75. Thoumi, Op. cit., p. 353. 65 Nahas, Op. cit., p. 85 64 37 Artículo 196. Las penas que en su caso resulten aplicables por los delitos previstos en el artículo 194, serán aumentadas en una mitad, cuando: I. Se cometa por servidores públicos encargados de prevenir, denunciar, investigar, o juzgar la comisión de los delitos contra la salud o por un miembro de las Fuerzas Armadas Mexicanas en situación de retiro, de reserva o en activo…; II. La víctima fuere menor de edad o incapacitada para comprender la relevancia de la conducta o para resistir al agente; III. Se utilice a menores de edad o incapaces para cometer cualesquiera de esos delitos… Artículo 199. Al farmacodependiente que posea para su estricto consumo personal algún narcótico de los señalados en el artículo 193 no se le aplicará pena alguna. El Ministerio Público o la autoridad judicial del conocimiento, tan pronto como se enteren en algún procedimiento de que una persona relacionada con él es farmacodependiente, deberán informar de inmediato a las autoridades sanitarias, para los efectos del tratamiento que corresponda. Todo procesado o sentenciado que sea farmacodependiente quedará sujeto a tratamiento… Artículo 201. Comete el delito de corrupción de menores, el que induzca, procure, facilite u obligue a un menor de dieciocho años de edad o a quien no tenga capacidad para comprender el significado del hecho, a realizar actos de exhibicionismo corporal, lascivos o sexuales, prostitución, ebriedad, consumo de narcóticos, prácticas sexuales o a cometer hechos delictuosos. Al autor de este delito se le aplicarán de cinco a diez años de prisión y de quinientos a dos mil días de multa…”66 De estos artículos podemos notar que no queda clara, para los legisladores, la diferencia que hay entre unas y otras actividades, por lo cual castigan con la misma pena todas ellas. También se destaca que a pesar de que la posesión de drogas ilícitas para el consumo personal no es castigada, lo cual es una contradicción utilizada por repartidores que la utilizan para su beneficio. Los siguientes artículos pertenecen a la Ley General de Salud, y tienen como intención aclarar el artículo 193, ya citado: Artículo 235. La siembra, cultivo, cosecha, elaboración, preparación, acondicionamiento, adquisición, posesión, comercio, transporte en cualquier forma, prescripción médica, suministro, empleo, uso, consumo y, en general todo acto relacionado con estupefacientes o con cualquier producto que los contenga queda sujeto a: I. Las disposiciones de esta Ley y sus reglamentos; II. Los tratados y convenciones internacionales en los que los Estados Unidos Mexicanos sean parte y que se hubieren celebrado con arreglo a las disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; III. Las disposiciones que expida el Consejo de Salubridad General; IV. Lo que establezcan otras Leyes y disposiciones de carácter general relacionadas con la materia; V. Se deroga. Derogado en Diario Oficial de 7 de mayo de 1997 VI. Las disposiciones relacionadas que emitan otras dependencias del Ejecutivo Federal en el ámbito de sus respectivas competencias. Los actos a que se refiere este artículo sólo podrán realizarse con fines médicos y científicos y requerirán autorización de la Secretaría de Salud. Artículo 237. Queda prohibido en el territorio nacional, todo acto de los mencionados en el artículo 235 de esta Ley, respecto de las siguientes substancias y vegetales: opio preparado, para fumar, diacetilmorfina o heroína, sus sales o preparados, Cannabis sativa, índica y americana o mariguana, Papaver somniferum o adormidera, Papaver bactreatum y Erithroxilon novogratense o coca, en cualquiera de sus formas, derivados o preparaciones . Igual prohibición podrá ser establecida por la Secretaría de Salud para otras substancias señaladas en el artículo 234 de esta Ley, cuando se considere que puedan ser sustituidas en sus usos terapéuticos por otros elementos que, a su juicio, no originen dependencia67. 66 Los artículos 193, 194, 195, 196, 197 y 199 corresponden al Libro Segundo; Título séptimo: Delitos contra la salud; Capítulo I. De la producción, tenencia, tráfico, proselitismo y otros actos en materia de narcóticos. El artículo 201 corresponden al Libro Segundo; Título octavo: Delitos contra la moral pública y las buenas costumbres; Capítulo II. Corrupción de menores e incapaces. Pornografía infantil y prostitución sexual de menores. Todos del Código Penal Federal; en: Legislación Penal y su interpretación por el Poder Judicial de la Federación. Disco compacto, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2004. 67 Los artículos 235 y 237 pertenecen al Capítulo V: Estupefacientes de la Ley General de Salud que por decreto presidencial entró en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación, 7 de febrero de 1984. El subrayado es propio. Esta misma Ley presenta otos artículos referentes a los psicotrópicos pero en las zonas marginadas estas sustancias tienen poco consumo 38 A diferencia del código penal, que tiene validez para todos los ciudadanos, la ley general de salud sólo es válida en las instituciones vinculadas a la Secretaría de Salud, razón por lo cual en ella si es punible el consumo de las sustancias señaladas. Pero además esta ley influye en el código penal y su ejecución pues muchos distribuidores se declaran adictos para así ser tratados como enfermos y no como delincuentes. Esta ley, además, comprend e gran cantidad de otras drogas que no se señalan por ser irrelevantes para el tema. Por otro lado, y con respecto a la manera de actuar de los narcomenudistas, se ha visto que cada vez son más complejas las maneras de llevar a cabo su negocio, por lo cual se les ha incluido en un artículo de la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada: Artículo 2°. Cuando tres o más personas acuerden organizarse o se organicen para realizar, en forma permanente o reiterada, conductas que por sí o unidas a otras, tienen como fin o resultado cometer alguno o algunos de los delitos siguientes, serán sancionadas por ese solo hecho, como miembros de la delincuencia organizada: I. Terrorismo, previsto en el Artículo 139, párrafo primero; contra la salud, previsto en los Artículos 194 y 195, párrafo primero… 68 Hasta aquí el recuento de las leyes que penalizan y norman el narcomenudeo. Como se puede apreciar las leyes penales diferencian la distribución, y otras actividades del narcotráfico, del consumo ; por lo cual muchos narcomenudistas se declaran adictos para evitar penas mayores, ya que los consumidores sólo pueden ser coercionados para asistir a terapia. Sin embargo, esta distinción resulta obsoleta si se le compara con los avances de otras naciones en materia delictiva. Un ejemplo de ellos es el estudio, realizado en la Comunidad Autónoma Vasca, de Javier Elzo, en el cual clasifica a la delincuencia relacionada con la droga en cuatro variedades: inducida, funcional, relacional o periférica y tráfico por no consumidor, definiéndolas como “delincuencia inducida la que trae su origen en la intoxicación producida, bien sea por la ingesta de alcohol, bien sea por el consumo de sustancias tóxicas, estupefacientes o psicotrópicas… delincuencia funcional aquella delincuencia que es realizada por un drogodependiente con la finalidad de conseguir los fondos necesarios para subvenir sus necesidades de consumo… delincuencia relacional – también podríamos denominarla periférica- a la que se produce en torno al consumo de drogas y facilita dicho consumo. Está delincuencia puede producirse en dos sentidos, bien facilitando directa o indirectamente la droga, bien facilitando la obtención del dinero para 68 Artículo correspondiente al Título Primero: Disposiciones generales; Capítulo Único. Naturaleza, objeto y aplicación de la ley, de la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada; en: Legislación Penal y su interpretación por el Poder Judicial de la Federación. Disco compacto, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2004. El subrayado es propio. 39 conseguirla… Tráfico por no consumidor… distinguiéndolo con toda claridad de los supuestos en que el tráfico se realiza por un consumidor”69 . Desde esta perspectiva, se observa que los delitos inmiscuidos en el fenómeno del narcomenudeo no sólo son los delitos contra la salud y los relativos a la delincuencia organizada, sino también otros del fuero común como son el robo, el asalto, el homicidio, entre muchos otros. En la zona estudiada encontramos una complicada imbricación de las variedades delincuenciales señaladas, pero también de individuos que saltan de una a otra a lo largo del tiempo o que ejercen más de una a la vez, lo cual es más común en los jóvenes. Del cruce de los aspectos señalados podemos destacar que el narcomenudeo es un fenómeno que implica la venta de drogas ilícitas a consumidores finales, el cual es perseguido por leyes establecidas en convenciones y tratados internaciones influidas por la ideología del vecino del norte. También es de destacar que el narcomenudeo como tal comercia con diversas mercancías (drogas), que en la zona de estudio se limita a tres: mariguana, cocaína y crack; cada una de las cuales tiene diferentes efectos y consecuencias sobre los individuos usuarios. En México, el narcomenudeo es un fenómeno al que se le han atribuido una serie de características reproducidas por los medios de comunicación, entre ellas el vínculo cuasi único con los jóvenes, su circunscripción a ambientes marginales y su proclividad a provocar otros actos delictivos. Con este esquema de base, el estado mexicano ha enfrentado el narcomenudeo diseñando iniciativas policiales en las que la población juvenil es el blanco; ejemplos de esto, son el toque de queda llevado a cabo en el municipio mexiquense Tlalnepantla de Baz, en el cual todos los jóvenes se volvían sospechosos a partir de las diez de la noche y tenían que acreditar su inocencia, y el programa de mochila segura en Iztapalapa, en el cual son registradas las mochilas de los alumnos de secundaria con la intención de encontrar objetos y/o sustancias prohibidas. Por otro lado, las instancias de salud consideran que el problema puede atenuarse disminuyendo la demanda y encabeza esfuerzos para ayudar a sujetos con problemas de consumo de drogas. Pese a estos esfuerzos, las drogas ilegales siguen ganando terreno en nuestra sociedad, prueba de ello son el incremento de individuos co ntabilizados en estadísticas: de 69 Elzo, Javier (Coordinador); Lidon, José María y Urquijo, María Luisa, Delincuencia y drogas. Análisis jurídico y sociológico de sentencias emitidas en las audiencias provinciales y en los juzgados de la C.A.V., Bilbao, Publicaciones del Gobierno Vasca, 1992, pp. 31-33. 40 consumidores que llegan a centros de rehabilitación70 y de repartidores presentados como presuntos delincuentes por las instituciones de seguridad pública71 . 70 Centros de Integración Juvenil, A.C. es una institución que, con apoyo del gobierno, lleva ya 35 años ayudando a la rehabilitación de jóvenes adictos. Tiene centros en todo el país, en Iztapalapa tiene 2 centros siendo el centro sur el que más usuarios tiene en el D.F., 521 para el año 2000. 71 Inegi, Cuaderno estadístico delegacional, Iztapalapa, Distrito Federal, ediciones 2003. 41 Capítulo 3. Los Participantes del Narcomenudeo. En este capítulo el objetivo es mostrar la vida personal de algunos de los jóvenes participantes del narcomenudeo que fungieron como informantes durante la realización del trabajo de campo. No es mi objetivo presentar historias de vida de los informantes sino sólo los momentos y circunstancias vinculadas a su participación en el narcomenudeo, ya sea que incidieran de manera previa o durante su participación. Al ser los jóvenes quienes han sentido con mayor fuerza el control sobre las drogas ilega les, considero consecuente la observación de su participación en el fenómeno denominado narcomenudeo para comprender cómo se reproduce el narcomenudeo en los barrios marginados de Iztapalapa. La juventud es una etapa de la vida caracterizada por dos situaciones principales; la primera de ellas refiere a la edad biológica, asunto de vital importancia en una sociedad que encuentra en la edad cronológica uno de los principios importantes de su organización72; la segunda característica es netamente cultural, refiere a la búsqueda de alternativas dentro de una sociedad, que al ser marginada, se ve imposibilitada de proveer los satisfactores necesarios a la totalidad de la población. Esta búsqueda de alternativas en la sociedad hace que frecuentemente sean considerados rebeldes al inconformarse ante la insatisfacción de las respuestas encontradas en su medio; en esta lógica, la rebeldía transforma repentinamente a los jóvenes en individuos propensos al uso de las drogas y, posteriormente, a las actividades delictivas. Esta es una visión que sin duda comparten muchos de los programas para combatir el comercio de drogas ilegales, por lo cual hacen de esta población su principal objetivo; razón por la cual obtienen resultados limitados, ya que sólo se basan en estadísticas de consumo de drogas y de delitos contra la salud. Respecto a las primeras, donde los jóvenes son reportados como los principales usuarios de drogas ilícitas73 , considero que muestran una situación aproximada del consumo de drogas a nivel general, pero carecen de información específica, ya que no está desagregada por delegaciones o municipios, y permanece en constante desfase respecto a los tipos de drogas utilizadas por los participantes del narcomenudeo. Así, los datos del CIJ sobre consumo de 72 Centro de Investigación y Estudio sobre Juventud, “Planteamiento marco”, en: Jóvenes mexicanos del siglo XXI, Encuesta Nacional de Juventud 2000, México, Instituto Mexicano de la Juventud, 2002. 73 Secretaría de Salud, Encuesta nacional de Adicciones 2002. Tabaco, alcohol y otras drogas. Resumen ejecutivo, México, SS-Conadic-INPRFM-Inegi, s/f, 32 p. 42 drogas en pacientes de primer ingreso no hacían diferencia entre el consumo de cocaína y el de piedra74 . Por su parte, las estadísticas de seguridad pública muestran cifras confusas acerca de la cuestión, por ejemplo presentan los “presuntos delincuentes por delitos contra la salud”75 pero no presentan los delincuentes sentenciados por la misma razón. Además, según lo observado en campo los individuos aprehendidos generalmente son individuos jóvenes con poca experiencia en el narcomenudeo y/o en el trato con las autoridades. Es así que, los jóvenes de Iztapalapa de la zona de estudio se encuentran doblemente marginados; por un lado se encuentran insertos en un sector marginado con pobres posibilidades de integración, por el otro son considerados como sospechosos por cualquier autoridad pública. Hay quienes aseguran que este grupo social ocupa el lugar del expósito, signo cuyo estigma han portado todos los proscritos de la historia: las brujas, los locos, los herejes y ahora los drogadictos 76 . Sin embargo como aclararemos más adelante no todos los jóvenes distribuidores son drogadictos aun cuando la mayoría de estos jóvenes pasan por varias de los síntomas que componen esta enfermedad, la dependencia 77 . Partimos de la idea que en los barrios marginados existen condicione s favorables para que los jóvenes se vinculen al narcomenudeo, primero como consumidores y después como distribuidores finales; conforme ella, los jóvenes marginados que se agregan a la distribución son previamente consumidores y tienen altas posibilidades de llegar a la dependencia al pasar por sus manos la droga que consume n. Además al formar parte incipiente de una criminalidad estructurada empiezan a tener contacto cono muchos otros individuos que se dedican a actividades ilícitas de manera clandestina, lo cual es grave pues, si recordamos que la piedra y la cocaína tienen efectos euforizantes, el que un joven escuche de una aventura al margen de la ley cuando está bajo los efectos de estas drogas puede provocar que la acepte si no tiene otra manera de conseguir dinero para mantener su consumo o a sí mismo. 74 Centros de Integración Juvenil, A.C. Reporte Estadístico del Uso de Drogas entre Pacientes de Primer Ingreso a Tratamiento en Centros de Integración Juvenil durante 2002. 75 INEGI, Cuaderno estadístico delegacional, Iztapalapa, Distrito Federal, edición 2001, Inegi, 2002. 76 Nieto Fernández, Lilia y Araujo Monroy, Rogelio, “¡Droga!: La eficacia simbólica del mal”, en JOVENes, Revista de estudios sobre juventud, Centro de investigación y estudios sobre juventud, México, nueva época, año 3, no. 8, enerojunio de 1999, pp. 62-83. 77 American Psychiatric Association, DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Versión electrónica en español, Barcelona, Masson, 1995, 894 p. 43 Retomando la situación de los consumidores he encontrado algunos estudios que relacionan a jóvenes marginados con las drogas, destacan los realizados desde enfoques psicológicos que miran en los adictos a individuos que sufren por carencia de afecto 78 . También con enfoque psicológico los esfuerzos realizados por los Centros de Integración Juvenil encuentran en la ruptura familiar una causa que influye en el consumo de drogas, especialmente cuando se habla de zonas marginadas 79. Ramos Lira, por su parte, encuentra que el mercado de drogas a nivel micro puede ofrecer a los jóvenes, de todas las clases sociales, dinero accesible aparentemente obtenido sin riesgo, ingreso a un grupo identitario y los efectos del consumo que la sustancia puede ofrecer 80 . Con un enfoque psicosocial Nieto y Araujo aseguran que las sociedades modernas tienen una tendencia estructural que denominan “cultura filicida”, en la cual la sociedad ataca a jóvenes con drogas y los jóvenes se curan con drogas de la sociedad que los persigue 81; esto es, los jóvenes drogadictos son sacrificados por una sociedad que tiende a controlarlos. Por su enfoque cultural destaca el estudio realizado por Chávez de Sánchez, quien en una zona marginada de la Ciudad de México encuentra gran cantidad de jóvenes que consumen drogas cotidianamente y que incluso llegan a traficarla pero no con fines de lucro sino para autoconsumo 82 . También es ilustrativo el estudio sobre los chavos banda de Santa Fe, realizado por Gómezjara, donde encuentra que las drogas eran de uso común en estos grupos, pero destaca que el tipo de droga que consumían estaba estrechamente relacionado con sus posibilidades económicas, lo cual repercutía en el alto consumo de drogas industriales como solventes y resistoles 83 . El trabajo de Elena Azaola sobre niños de la correccional también resulta revelador en tanto muestra que el consumo de drogas comienza a muy temprana edad entre los niños recluidos, los cuales provienen de familias marginadas 84 . Otros estudios realizados sobre jóvenes marginados no hacen sino constatar las ideas presentadas sobre el alto consumo de drogas entre jóvenes marginados. 78 Cabildo Arellano, H. y cols.: Investigación sobre el uso de sustancias intoxicantes entre los jóvenes y menores del Distrito Sanitario XVI. Revista Salud Pública de México, época XIV, núm. 1, 1972. 79 Entrevista realizada a Dolores Herrera, directora del Centro de Integración Juvenil Iztapalapa sur, en el marco del proyecto ‘Jóvenes, identidad y conflicto”. 80 Op. Cit., p. 116. 81 Nieto Fernández y Araujo Monroy, op. cit., p. 63. 82 Chávez de Sánchez, María Isabel y cols. Drogas y pobreza. Estudio etnográfico del fenómeno de la farmacodependencia en una colonia suburbana de la Ciudad de México, México, Trillas, 1990. 83 Gomezjara, Francisco A. y otros, Las bandas en tiempo de crisis , México, Nueva Sociología, 1987, 413 p. 84 Azaola Garrido, Elena, Los niños de la correccional: fragmentos de vida, México, CIESAS, 1995, 79 p. 44 Como vemos, los estudios que tocan el tema de la droga en jóvenes de sociedades marginadas han seguido dos tendencias, la que encuentra en ellos adictos con necesidad de atención y otra que muestra una simbiosis cotidiana. En ambas, sin embargo, la manera en que los jóvenes se proveen de drogas sólo se toca superficialmente, en nuestro caso nos acercamos no sólo a cómo los jóvenes se proveen de droga sino también a conocer cómo se reproduce el narcomenudeo entre los jóvenes marginados, este es el principal aporte que hago en la tesis, el cual espero que ayude a una mejor comprensión del impacto que tienen las drogas prohibidas en nuestra sociedad. Sin embargo, hay que tener como antecedente que las condiciones en que se desenvuelven los jóvenes los precede, y que estas condiciones refieren a carencias en el aspecto material pero también a las redes sociales que permiten mitigarlas. Es así, que en el capitalismo actual, los jóvenes marginados carecen de mercancías de lujo que observan a través de los medios, los cuales se convierten en su objeto de deseo, pero también de las redes formales para su obtención; de esta manera, optan por las redes informales para hacerse de ellas, las cuales no diferencian entre mercancías ilegales y robadas. Es entonces que, en los barrios marginados los jóvenes recurren a redes ilícitas (mercado negro) que les permiten acceder a mercancías que de otra manera no podrían obtener, entre ellas las drogas. 3.0. Nota metodológica La recopilación de la información ha sido producto de la búsqueda sistemática de jóvenes usuarios acompañada de un toque de fortuna. El proceso ha sido lento, pero considero que ha valido la pena. El contacto con la zona de estudio se inicio en octubre de 2002. Cobijado por la UACM, en el marco del proyecto ‘jóvenes, identidad y conflicto’, dirigido por el Dr. Carlos Mario Perea Restrepo, pude relacionarme con distintas instituciones oficiales como la Comuna y el FARO de oriente, y organizaciones religiosas o civiles como las iglesias y la Organización de Jóvenes Revolucionarios (OJR). A través de estas instituciones y haciendo uso de sus redes pude empezar a conocer a jóvenes de la zona de estudio, así como sus representaciones sobre el narcomenudeo y sus participantes. 45 Durante esta fase de la investigación conocí principalmente a jóvenes relacionados con el consumo de drogas o que conocían de algunos aspectos de la droga debido a su convivencia con vecinos consumidores. Los informantes fueron captados a través del muestreo conocido como “bola de nieve”; esto es, a partir de un informante conocía a otros más. Escuchar sus voces ha sido interesante pues además de haber servido como un acercamiento al problema en su conjunto y de su visión que tienen como clientes, algunos de estos entrevistados han servido como intermediarios entre algunos comerciantes y quien escribe. En esta fase se realizaron las entrevistas, en la mayoría de las cuales recibí ayuda de la Lic. Marina Trujillo. Las entrevistas realizadas fueron semiestructuradas y duraron un promedio de dos horas, todas excepto una fueron audiograbadas, la mayor parte fueron individuales pero también hubo colectivas. La información obtenida en estas entrevistas giraba alrededor de diversas problemáticas que aquejan a los jóvenes, por lo que no toda la entrevista era sobre drogas, sin embargo todos los entrevistados tuvieron comentarios que hacer. Fueron realizadas 33 entrevistas a 30 jóvenes y 10 adultos (Anexo 1), 21 hombres y 10 mujeres, todos los jóvenes excepto dos participaron en el consumo de drogas ilícitas en algún momento de su vida, 16 aceptaron ser consumidores habituales al momento de la entrevista. Otras 7 entrevistas fueron realizadas a funcionarios públicos, en ellas destaca la ayuda de María, en ese entonces reportera del diario La Jornada, quien fue el enlace para hacerlas posible. También se realizaron otras 4 entrevistas a organizaciones no gubernamentales que al hacer labor en la zona de estudio se han tenido que enfrentar a la problemáticas relacionadas con las drogas ilícitas en algún momento de su trabajo, agradezco a estas organizaciones su apertura: Organización Juvenil Revolucionaria (OJR), Frente Cultural Independiente (FECUI), Centros de Integración Juvenil (CIJ) y Centro de Mujeres Pobres (CEMPO). A la par de las entrevistas utilicé el diario de campo como una herramienta con la cual captar información que no había sido grabada, ya sea porque había sido expresada fuera de la entrevista formalizada, o porque se trataba de información captada mediante la técnica de observación participante. Fue en la segunda fase de la investigación cuando di prioridad al uso del diario de campo como instrumento para captar información. Durante esta etapa tuve la oportunidad de realizar observación participante en la tiendita de la Jefa, un expendio de 46 cocaína y piedra. La primera vez que llegué me acompañó el Fresa, quien sirvió de intermediario, me presentó con el Negro y le recordó que ya le había comentado sobre “un tipo que quería saber sobre drogas”. En esa ocasión Negro estaba acompañado de otros 6 jóvenes, se encontraba tomando una botella de mezcal y dijo que pasáramos al día siguiente porque est aba ocupado. Al otro día, me volvió a acompañar el Fresa, Negro estaba con Pollo, Guaguaras y Clavo, después de platicar unos minutos llegó un joven que quería intercambiar un papel por una películas piratas, no le quisieron vender porque todavía no era hora y Negro terminó llevándole las películas apenas se distrajo, después de que el joven se alejo bajo amenazas del Guaguaras por haberlo acusado del robo también nosotros decidimos retirarnos. Unos días después regresé al punto de venta, la decisión no fue fácil pues ya no me acompañaba Fresa, pero me decidí debido a que ya sabía el apodo de algunos de ellos y a que, aunque poco, ya me habían visto con un cliente; pensaba que si se llegaban a mostrar adversos podría presentarme como un consumidor que quería ser cliente. Cuando iba llegando, Guaguaras me reconoció y me saludó desde lejos, eso no sólo me animó sino que facilitó el acercamiento con los jóvenes que lo acompañaban. Esa ocasión estaba con tres jóvenes más, estaban tomando mezcal y cuando fueron por una botella me quedé sólo con Guaguaras, le comenté las razones por las que estaba ahí: hacer un estudio sobre el narcomenudeo, se me quedó viendo como si no lo creyera y después de cerrar los párpados como agudizando la vista me pidió que acariciara sus perros, lo hice con los que estaban afuera pues tenía 19 perros y aceptó diciendo que estos le señalaban que decía la neta. Guaguaras no aceptó que se le grabara, lo cual tampoco aceptaron los demás, y durante todas las visitas ponía atención en mis acciones, hacía preguntas de diversas formas para confirmar que no mintiera y se fijaba en que tomará cuando me pasaban la botella. Nunca supe porqué me había recordado ni tampoco si la prueba de los perros fue lo que causó la empatía, pero para mi fortuna Guaguaras resultó ser el hermano mayor de la familia Perico, la cual organizaba el comercio de drogas en La Tiendita de la Jefa, esto ayudó a que los demás narcomenudistas aceptaran a hablar conmigo aun cuando se reservaban a contestar muchas de las preguntas que les hacía. Más de una vez me advirtieron que sobre algunos aspectos no preguntara. 47 Esta segunda fase se inició en septiembre de 2003 y continuó hasta mayo de 2005, se distingue de la anterior no sólo por el tipo de informantes a los que tuve acceso sino también por el uso exclusivo de la observación etnográfica como técnica para obtener la información y del diario de campo como instrume nto para recopilarla. Durante esta segunda fase pude obtener información de 9 jóvenes y 2 adultos comerciantes de drogas ilícitas (Anexo 2), 8 de los jóvenes también eran consumidores habituales mientras que los otros 3 repartidores no eran consumidores de drogas ilícitas. Debido a la desconfianza con que estos individuos tratan a aquellos con quienes interactúan siemp re mostraron poca apertura para hablar de su vida personal, en la mayoría de los casos es escasa la información sobre este aspecto aunque pude recabar algunos aspectos durante las pláticas que tuvimos a lo largo del trabajo de campo. Los datos recabados muestran similitudes entre las acciones de los narcomenudistas y varios de los jóvenes que sólo consumen, especialmente las vinculadas al consumo previo y a la manera en qué se fueron adhiriendo al narcomenudeo, también en la percepción de su participación y sobre el modo como esta ha transformado sus relaciones sociales. Cabe decir que al contrario de lo comúnmente aceptado sobre la duración del trabajo de campo, la cual se refiere a un año continuo, en mi trabajo esto fue imposible. No pude menospreciar la posibilidad de riesgo, pues el haber sido confundido como agente de seguridad me podría haber traído serias complicaciones con los narcomenudistas, del mismo modo, el haber sido confundido como repartidor de drogas me podría haber traído complicaciones con agentes policíacos. Por ello las visitas no fueron continuas sino que dejaba de hacerlas cuando las corporaciones policíacas ponían en marcha cualquier tipo de operativos, esta situación contrajo la necesidad de alargar el tiempo de observación, lo cual resultó conveniente pues pude presenciar como La Tiendita de la Jefa pasó por varias etapas que se diferencian por el modo de organizarse para realizar el comercio de las drogas ilícitas. Por otro lado, si bien mi presencia era tolerada durante la realización de sus actividades, se llegó a volver motivo de roce cuando asistía continuamente; después de unos meses pude darme cuenta que los días de mayor actividad eran los fines de semana y los días de quincena, por lo que pude planear mejor la frecuencia de las visitas. La parte 48 final del trabajo de campo fue marcada por la aparición de la AFI, después de que esta cateó La Tiendita de la Jefa asistí algunas ocasiones más, pero algunos de los informantes que dudaban sobre mi empezaron a minar la confianza del resto y decidí poner fin a las visitas. En este capítulo presento cinco relatos de jóvenes que se han mantenido en el consumo de sustancias ilícitas durante más de cinco años: Patotas, Role, Fresa, Guaguaras y Pollo. Considero que estos relatos muestran la manera en que los jóvenes viven cotidianamente las relaciones sociales que le permiten participar del narcomenudeo, tres de los relatos refieren a comerciantes de drogas mientras que los otros dos eran solamente consumidores. Los tres primeros relatos los he recuperado de las entrevistas audiograbadas mientras que los últimos dos fueron recuperados del diario de campo del autor. Estos han sido los informantes: jóvenes marginados que participan de las actividades del narcomenudeo, pero también jóvenes y adultos que no necesariamente han participado del consumo y/o comercio de drogas. Por tal razón, de aquí en adelante cuando utilice el término narcomenudista me estaré refiriendo a jóvenes que distribuyen drogas ilícitas, pero debido a que también hubo algunos informantes adultos aclararé cuando haga referencia a ellos. 3.1. Patas85 Mi familia llegó en agosto del 74, fuimos la tercera casa que hubo en la calle, no había nada, se plantaba maíz, calabaza y frijol, eran terrenos de siembra. Mi familia es de O axaca y aquí es el paso hacia el centro, se enteró del terreno y cayó. Nací aquí. Cuando los domingos subíamos al cerro a echar desmadres se veían manchas y terrenos baldíos, a la fecha ya no. Solo basta andar por Ermita-Iztapalapa y voltear alrededor para darse cuenta hasta donde ha llegado la gente a habitar, en la calle se puede observar que se han ido incrementando la gente y los jóvenes. Mi mamá se dedica al hogar, mi papá es tornero en una fábrica donde hacen motores; son de Oaxaca, ya se conocían allá y acá formalizaron todo… se casaron en el pueblo y se regresaron pues compraron aquí. 85 Este relato se basa en la entrevista realizada al Patas. 49 Mois siempre ha habido, desde niño pasaba por donde se juntaba la banda y le preguntaba a mi mamá “¿por qué huele así?”, - “Pues es mariguana ”. Desde niño sabía lo que es la mariguana, en Oaxaca dos que tres tíos sembraban. Mi familia aunque conservadora siempre hablaba de que había veces que sembraban mariguana, lo platicaban cuando todos estábamos comiendo en fiestas de fin de año, cada año voy a Oaxaca desde que tengo 8 años. En las vacaciones todos mis primos íbamos a echar desmadre, a ayudarle al abuelo, allá los campesinos pues siempre tienen mariguana ¡puta! Es como decir maíz, pero entre pocos, con mis tíos si era así de llegar y ver los surcos de maíz “¡ay, güey! ¿Abuelo qué es esto, frijol?”, -“No hijo, es mariguana ”. En el 89 cayó el madrazo en el pueblo de mi jefe, cayó el ejército y desde entonces hay un campamento ahí. Desde niño sabía lo que era eso y como se cultiva, nunca se erradicó, siguen vendiendo por allá, a 6 horas caminando venden kilos de buena mota, siempre fue así como muy natural, aquí también pues siempre se conseguía. Coca era bien difícil, en el 90, 91, los únicos que consumían coca en el barrio era la gente de varo, otros güeyes nel. Solamente la conseguían en Tepito o uno que otro judicial se las vendía, bien difícil, conseguirla ahora es fácil, le echo que al menos cada colonia en Iztapalapa tiene un dealer de coca. Conseguir un gallo tiene rato que está bien cabrón pero se consigue, para conseguir coca uno camina 10 cuadras y hay un dealer, caminas otras 10 y ahí hay otro, y hasta de varios precios, esta bien cabrón con la piedra. Desde que tengo uso de razón mis padres me mandaban a la escuela, me gustaba ir a la escuela porque allá me encontraba con otro tipo de banda, relaciones diferentes a las del barrio, siempre la veía como un juego, era mi juego en la vida familiar. Mi rol era ir a la escuela y presentar buenas calificaciones para que mis padres me siguieran dando apoyo económico, me gustaba jugar mi rol, llegar y decirles a mis jefes “miren ya pasé todas mis materias, móchense con un varito para irme a una playita o a un campamento con la banda”, por eso es que nunca he desatendido la escuela… Cuando tenía 11 años, empecé a salir de casa para tener contacto con la banda que se junta aún hoy en la esquina. En aquel entonces era el paso de la escuela a mi casa, le preguntaba a mi mamá “¿qué onda con esa banda que esta ahí?” Ella me contestaba que nunca me acercara a ellos porque eran va gos “no quiero que seas un vago por eso te llevo a la escuela”. Se fue incrementando esa curiosidad entre los 10 y 12 años. Más se incrementaba porque varios de los que se 50 juntaban ahí eran mis familiares, primos que en ese entonces tenían entre 17 y 18 años, todos los que se juntaban con ellos también eran de esa edad, algunos más grandes. Para mi fue superfácil entrar a esa generación, llegaba con mis primos “¡que onda! ¿Me prestan su bici?” En lo que ellos estaban en la esquina cotorreando me daba unos volteones. Lo podía hacer porque mis padres trabajaban, llegaban entre 6 y 7 de la tarde, pues tenía varias horas para tener contacto con la banda porque llegaba de la escuela como a la una y media. Me trataban todos bien, me mandaban por las guamas y me quedaba con los cambios, mis primos hacían paro de que no se manchara la banda. A los 14 años empecé a trabajar de empacador voluntario en un Superama pues mis papás me empezaron a formar una responsabilidad en la casa y la escuela... Algunos fines de semana estaba aquí, otros no porque trabajaba en el turno de la tarde, como iba en la secundaria nada más los fines de semana trabajaba, viernes, sábados y domingos. Tenía contacto con ellos de lunes a jueves, salía en las noches a echar una cáscara o unas chelas, ya desde aquel entonces me echaba mis chelitas con permiso de mis papás y sin pedos. Toda mi familia siempre ha tenido corazón fiestero y siempre que hay fiesta somos un montón de la familia, tengo 7 tíos por parte de mi mamá y 6 por parte de mi papá, y todos de 3 a 6 hijos... Todos mis tíos que viven aquí provienen de Oaxaca, llegaron a la ciudad queriendo trabajar, consiguieron trabajar y dejaron su tierra para poder hacer lo que cada quien pudiera. Recuerdo que en aquel entonces compré un libro que se llamaba ‘Chavos banda’ y decía “¡C hale! Estos güeyes hablan de nosotros”. Me empezaban a gustar ya esas definiciones, nosotros también teníamos la nuestra, nos llamábamos ‘Los C holos’. Antes los que se juntaban con mis primos se llamaban ‘Los Picudos’, en donde quiera veías ‘P icudos band’. Fui de los primeros de la otra generación, cuando tenía 18, en el éxtasis de la vida para el desmadre ya casi todos mis primos estaban casados, la banda apresada, otros en las granjas, la mayoría casada y con chavos, pude ver ese cambio y desintegración de la banda. Pero mucha banda ya empezaba a crecer en el barrio y nos fuimos agrupando, éramos chavos de los grandes, 17, 18 años, toda la banda tenía sus 15, 16 y uno que otro que aún sigue por ahí haraganeando solo y sin familia. Recuerdo que un camarada de ‘los 51 Picudos’ se había ido a Los Angeles de migrante y cuando regresó ya traía toda la pinta pues había sido pandillero allá en Los Angeles como lo fue aquí, recuerdo que una vez nos dijo “¡que transa, ustedes van a ser Los Cholos!” Por esos años se pintó la virgen y así, como que hubo una identidad… En aquel entonces iba en el CCH oriente y pus era netamente marxista, con la educación me desprendieron de toda concepción religiosa, estaba conviviendo con la banda pero pus sabían que no creía en eso… siempre me aceptaron, si les cooperaba para el sonido y pa’los grupos que traen al aniversario de la banda el doce de diciembre, este año ya van a festejar el 17 aniversario de ‘picudos’ y ‘cholos’, ellos siguen organizando pus la identidad del sonido no se le puede zafar a la banda… [antes] por todos lados pegábamos propagandas del aniversario de los PicudosCholos, citábamos en la virgen y dábamos la dirección “cáiganle, todas las bandas del rumbo invitadas”, queríamos que en el aniversario pues hubiera un chingo de banda, invitábamos clubes de baile de salsa, la banda gay del barrio también nos conocía, venían y armaban el baile. Un callejón era excelente pa’la banda, mis primos viven en ese callejón, podían estar chupando afuera de sus casas y sus jefes nunca les decían nada, mis tíos todo el tiempo le chingaban y no había pedo por la chela, eran pedotes y se metían uno que otro toque de mota, era ese desmadre entonces. Es a finales de los 80’s cuando empiezan a entrar otro tipo de sustancias tóxicas como el thinner, el cemento, el activo, la famosita lata amarilla, la banda se empezó a hacer más rocker, más vale madre, de algún modo influenció algo la música, seguían organizando bailes de salsa y cumbia, asistían a los sonidos, pero la identidad era el rock. Tal vez por el modo de vida que llevaba mis papás me empezaron a dar libertad, estaba al tanto de mis clases en la escuela y ellos tenían que ver mis boletas cada que iban a la secundaria. Después fui al CCH y aún seguía trabajando de empacador con acta falsificada porque ya tenía 17 años. Entonces pasaba con la banda y como traía varo, pues de empacador se gana chido, “¡que onda les invito una chelita!”… En mi casa nunca me faltó nada, tenía techo, ropa, alimentación, estudio, pero esa banda si se la pasa mal, varias veces vi como les pegaban sus jefes con cables, con el cinturón o ya de plano de las greñas o unas patadas. En aquel entonces me empezaba a juntar con la banda y ya tenía conciencia, a los 15 veía eso y pe nsaba “chale ¿cómo su jefe se pueden pasar de verga?” Estábamos jugando 52 fútbol y salían a meterlos a patadas, esa banda fue la que se la pasó en internados, granjas, reclus y ahora que salieron siguen ahí, hasta creo que aprendieron más malas mañas. Todos teníamos apodos. A mi siempre me han dicho el Patas, hasta el momento. Originalmente era el ‘patotas’ pero a la banda se le hacía un nombre muy largo y quedó el Patas, fue porque andaba con una morra de aquí del barrio que ¡fiu , estaba bien! Le gustaba usar faldas cortas y como también era del barrio los sábados cuando podía me la llevaba al sonido y pus toda la banda me veía así “¿patotas con ella, no?” Pus ya de ahí ‘el patotas’… hasta uno que otro de mi familia también “Patas”. Los domingos y hasta los martes se hacían retas de fucho, llegaban un chingo de bandas que nos conocían y a retar, se hacían un chingo de retas de fútbol y era cuando “vamos a armar unas chelas”. Luego los vecinos iban pasando y “¡Cámara banda, ahí les va!” Nos aventaban pa’ dos, tres, chido porque la banda les cuida el cantón ya que nos juntábamos en la esquina y pus la neta conocíamos a todos los del barrio. Cuando nos juntábamos ahí a nadie de por aquí le robaron, al güey que topábamos robando pues madriza y bote. Enton’s las personas y familias del barrio aunque no tenían contrato solitas cooperaban con las chelas porque veían que nadie se metía a robar. No éramos rateros del barrio, si nos gustaba la peda y la droga pero pus chido, siempre estuvimos contentos con todos los vecinos. La coca la he probado y pues la neta el grado de adicción es cabrón, quieres más y más, son las tres de la mañana y dices “¡vamos por otro!” Ahora es lo mismo pero salen con pistola a las 2, 3 de la mañana y roban al que pase o paran un carro, aquí en la Cañas, con otro carro y adiós… Toda esa banda que ahora es crack empezaron con la coca, metiéndosela por la nariz, fumada con tabaco o con mariguana, un primo, ahora no salen del bote, bote y bote, cada vez quieren más. Antes me metía crack pero de enero para acá no me aviento un botecito, el año pasado si me aventé de crack todo el año. En el 96 fui bien adicto a la coca, pero entré a rehabilitación y todo el pedo, hice un juramento de 5 años, cumplí en enero del 2002 y dije “bueno, me voy a aventar otras líneas”, ¡Vergas, que me aviento todo un año de piedra y línea! Desde enero para acá volví a hacer otro juramento de 5 años, pero el año pasado invité a varia banda del barrio que me decía “¿qué, ahí en tu cuarto? ¡Vamos a darnos unos botes!” Eran las 5 de la mañana y apenas se estaban yendo, banda pesada del 53 barrio que mis respetos porque es impresionante la cantidad de coca que se meten y como si nada, no sé si adelante les va a hacer daño pero se están yendo bien riquis. Los juramentos [para dejar la coca] los he decidido hacer por la estabilidad familiar, siempre ha sido por mis familiares. En aquel entonces fue bien cabrón pues llegué hasta el CERESO en el estado [de México]. La neta mis jefes siempre me apoyaron en todo ese pedo, caí por pedos de porrismo en el CCH, veníamos de un clásico poli-pumas, de Zacatenco para acá, y que nos agarran en ciudad Neza robando, veníamos un camión entero y pus nos acusaron de un chingo de madres, la neta me dormí bien cabrón, por eso fue que dije “¡Nel, a la verga los químicos!” Aparte de coca me metía chochos, esa vez me agarraron bien chocho y dije “¡Verga! ¡Que pendejo! Por andar bien chocho” No estuve mucho en el CERESO, nada más estuve tres días en lo que me sacaron mis jefes, si me esperaba a la escuela no la hacía, hubo güeyes que se aventaron hasta dos meses. Nosotros éramos del CEU y pus la neta el PRI era el que nos auspiciaba porque nos apoyaba con los camiones, antes todo era PRI y pus él nos decía “no hay pedo, agarren unos camiones y váyanse al clásico”, esto porque nosotros los apoyábamos con 2, 3 pinches camiones del CCH cada que había manifestaciones políticas... Cuando me agarraron ya no iba en el CCH, ya era de la ENEP Aragón pero me hicieron su cuate los del PRI, esos güeyes dieron varo para que saliéramos, con lo del PRI le pagué a mi jefe. Nos cobraron como 8,000 varos por cabrón, pero como se armó un escándalo por la prensa pues en corto nos dijeron “¿saben qué cabrones? La neta la bronca no se va a poder parar aquí en el MP, le van a tener que entrar”. Fue cuando sentimos la verga, en corto le dije a mi jefe “móchese con 8,000 pesos”, mi jefe me la aplicó dos días, mi familia decía “nel, ¡vamos a dejarlo dos días para que sienta la verga!” Después me dijo mi carnal que así fue el pedo. Cuando me sacaron tuve depresiones así de “¡Chale! Me lleva la verga, nunca quise hacerle esto a mis jefes”, veía a mis jefes preocupados, eso fue en octubre. Para romper con ese modo de vida y hacer otro, en año nuevo me fui con mi mamá, en aquel entonces ya no era católico pero la acompañé a Juquila porque mis papás son de Oaxaca… sabían que era bien adicto por chismes del barrio, tengo unas primas que siempre le llevaban chismes a mi mamá… ya era bien adicto, hasta robaba con chochos y todo el pedo, nunca robé en mi 54 casa pero robaba aquí cerca, robaba a los que venían a repartir a la tienda, no sabían ni por donde me iba. Por lo regular era a los camiones repartidores, como se estacionaban enfrente de mi casa y se bajaban a la tienda, no sabían que abría la puerta y salía, enton’s agarraba todo lo que tenían enfrente, calculadoras, plumas, teléfonos, ya dos que tres traían celular, o de plano cuando estaban el de clarasol pus dos tres cajas de clarasol y así. Como ya me estaba pasando de verga dije “¡chale! ¿Q ué estoy haciendo? Tengo que decirle a mis jefes que tan, tan”. Me llevaron a la iglesia porque ellos tienen arraigo religioso, prácticamente no fue adentro de la iglesia sino afuera, ya que salimos de misa le dije a mi mamá “estuve pensando bien cabrón aquí adentro, tan, tan con la coca y los chochos ” Como nada más iba con ellos pues hablé chido y les dije “¿Q ué transa? Nada más apóyenme con la mota, es otro pedo y pues sé que salgo con la banda porque no lo puedo hacer en mi casa”, ¡que cínico! Pero en realidad así era, salía con la banda porque una vez que probé la mota me latió y dije “quiero fumar mota”, y pues salía con la banda porque en la casa no podía. A pesar de que varias veces me cacharon y me dieron unas cagadotas nunca me corrió mi mamá y la vez que me corrió mi papá mi mamá lo regañó. ¡Bien coto! Y pues ya no me iba. Así son los oaxaqueños, no se puede correr a un cabrón de la casa porque toda la familia se le voltea, por eso le decía a mi abuelito: “Abue tu hijo me quiere correr de la casa”, pues iba y ponía en corto a mi jefe “¿Qué transa? Si ya no lo quieres yo me lo traigo y lo mantengo” Como que mi jefe se sacaba de pedo y me decía “No, te corrí porque estaba emputado”. Pues por eso mismo juré, si juré porque me juré a mi mismo “me tengo que aguantar”, y pues si aguanté. Eso si, dije que nada más unos dos meses, por lo mismo que había leído que llega el putazo después de un rato sin cocol… después de jurar me quedé con mis jefes por allá, tengo familia desde Puerto Escondido hasta Pinotepa, un tiempo estuve en Chacagua tres meses con un tío. Luego empecé a tener otras actividades, como en aquel entonces ya estaba en periodismo y estaba aprendiendo a hacer foto pues me dediqué a hacer foto. Me metí a chambear en corto cuando me di cuenta que para dejar esos pedos se tiene que estar en actividad, como era de fotografía pues me sentía bien chido, como que me fueron endrogando más las fotos. Me gustaba llegar a mi casa y tomar fotos, o salir y tomar, gastarme el varo en revelar y dándome mis gallos. Como nunca falté en la escuela, jamás 55 en mi vida reprobé una materia, pues mis jefes saben que con la mota no hay pedo. Seguí siendo el mismo desde que dejé los químicos hasta ahorita, nunca tuve pedos, sabían que no me metía coca ni chochos pero que me metía mariguana, nunca me volvieron a ver como cuando llegaba bien drogadicto los sábados, y pues han tolerado el consumo de mariguana en casa. Pero tolerado nada más porque entiendo que mis jefes de algún modo se sienten mal pero pus hasta ahí, ellos lo que no quieren es verme fumar, huelen el humo y han de pensar “ese güey está fumando mariguana ”, nada más se las huelen pero no me ven. Fue lo que me dijo mi mamá una vez “te voy a dejar fumar en la casa porque no quiero verte fumar nunca en la calle”, ahí fue la separación con la banda del barrio, aunque a veces los frecuente un domingo, unas chelas y hasta ahí. Así de que “¿qué transa banda? Vámonos acá, vámonos allá en grupo”, ¡no! Con alguno si pa’cá, luego algún otro día con otro, ya nunca juntos porque ya podía fumar aquí, no tenía necesidad de salir aunque fumo poca y a ciertas horas, nada más con que no estuviera mi papá, pero ya después entró igual. En aquel entonces mi mamá me decía “nada más que no te vea tu papá”, era nada más cuando mi papá no estaba, ahora ya puedo fumar aunque esté él. [El consumo] Lo he reducido cabrón porque antes me duraba un cuarto [de kilo de mariguana] 15 días y ahora cada que me puedo comprar un cuarto me dura hasta un mes... Por cosas que se tienen que hacer es que lo dejo, porque cuando cursé comunicación fue una etapa pachequísima, por lo menos los dos últimos años, como ya no me metía chochos ni coca, pus si me andaba. Antes vendían unos monederos a 10 varos y nos metíamos al kiosco, siempre antes de irme a la esc uela pasaba por mis dos monederos y diario dos monederos, dos, dos y aparte toda la que fumaba allá, fumaba bien cabrón, un cuarto bien pesado en quince días. Ahora ya casi no, tengo como año y medio que no me compro un cuarto, pero de algún modo siempre he tenido, ahorita que no tengo pus ya me iba a comprar un tostoncito por acá con el bueno, es una droga chida. Hice un video de la mariguana para regresarle algo de lo que me dio… Estudié comunicación porque desde chavo me ha gustado el uso de la cámara de video, recuerdo haber visto por primera vez una cuando tenía como 7 años, esa vez una tía grabó la boda de un primo y cada que se juntaba la familia a verla decía “¡ay güey, pinche camarita grabó todo eso!” Hasta la fecha por ahí anda rolando esa grabació n. Cuando iba en el CCH me fui metiendo a optativas 56 como fotografía I, uso del video, entré al CCH de 15 años y a los 17 mi papá me compró mi cámara de fotos pues iba al taller del CCH. Ya cuando me tocó escoger la carrera para irme a la universidad pues dije ciencias de la comunicación y periodismo y que me aceptan, pero me mandaron a la ENEP Aragón en vez de ir a CU sin embargo lo que me importaba era la carrera, me tuve que fletar 4 años yendo a esas tierras lejanas de Nezahualcoyotl. Nunca me voy a sa lir del barrio aquí me voy a realizar, mi jefe ya me dijo que cuando quiera construya un estudio, que tiremos una parte. Ellos se van a ir a vivir a Oaxaca, allá tienen su casa, nada más están esperando que se jubile mi jefe y se van pa’l pueblo. Mi mercado es el barrio por eso quiero poner un estudio, ya la gente me conoce de 4, 5 años pa’ acá, sabe que soy fotógrafo y las hago bien, el costo depende de la gente, como ya los conozco si sé que son de varo pues casi les cobro lo que es porque conozco los precios de los estudios de por aquí, entonces ya sé con qué precio vienen y cual esperan oír… 3.2. Role Empecé a inhalar activo desde la secundaria y me seguí con la mota... después me dijeron: “¡Chale! ¿No has probado la piedra? ¡Chingue su madre, vamos a comprar una a ver qué pedo”, éramos desafiantes en esos aspectos, y yo me dije: “bueno, no hay pedo, no’más una… no se me va a notar”. Pero ya después no era una, cada ocho días me compraba 2-3 papeles. Cada una me costaba setenta pesos... llegué a robar a mi propia familia, empeñaba las cosas de mi casa, no me importaba, robaba las cosas y las vendía, todo era conseguir dinero para seguir drogándome: Tener que sacar las cosas a las 2 o 3 de la mañana, solo, en las calles solas, me decía: “¡Vale verga!, ¿por qué me pasa esto?, ¿por qué no puedo salir?”, ahí no se fuerzan las lágrimas, son reales, no son lágrimas de cocodrilo “¿qué hice yo para merecer este desmadre?”, pero es real, la vida tiene que seguir así: a unos les toca vivir bien, a otros les toca vivir mal; incluso algunos de mi familia se siguen dañando con piedra. Después me puse a venderla. Me metí en ese desmadre con algunos de mi misma familia: ¡Cámara!, no hay pedo, dame, yo reviento. Ellos veían que sí realizaba, o sea, sí le echaba ganas, tenían encargos y repartía un chingo de vicio, me fueron jalando, muchas veces traía 57 mil, mil quinientos, o sea dinero equis que ya era mío. No sabía cómo, pero ya metía la mano en mi bolsa y sacaba cincuenta pesos como un pinche papel, bien dicen que dinero mal habido no te va a rendir nada. Yo oía que decían que andaba mal vestido, demacrado de la cara, bien flaco “¿Qué le pasará? ¿Tendrá algún problema?” Pero yo no aflojaba el pinche prestado que andaba metido en esa madre, hasta una ocasión que me llegué a meter 2-3 gramos, llegué a mi casa y valí porque terminé contando que estaba metido en el vicio de la cocaína. Por eso me había vuelto ratero, pero no dije eso, sólo dije que estaba metido en la droga. Mi mamá me abrazó y sentí chingón su apoyo; aunque mi papá me puso en toda mi madre, me paró de las greñas y me puso unos patadones, “¡no quiero drogadictos aquí!”. Yo le decía que me llevara a un centro de rehabilitación, porque ya no podía, y entre más le decía que no podía más me daba en mi madre. Es que desgraciadamente es un pinche vicio que te come chingón, que te hace adicto en corto. Muchas de las veces salía de la chamba sudando, hasta paraba un pinche taxi para venirme rápido a aflojar mi chingadera, a fumármela para ya estar tranquilo. La banda me preguntaba qué tenía, y yo nada más les decía: ¡Cámara!, ya vine y ya me voy, al rato nos vemos. Me iba luego, luego con mi chingadera, porque ya me hacía falta. Le doy gracias al Jefe porque nunca me quedé en un pinche pasón, porque en 2-3 ocasiones se me paralizó medio cuerpo hasta írseme la boca de lado. La banda llegaba y me alivianaba con un trago de leche o un líquido para que me diera el bajón en corto. [Los repartidores] Si te conocen te fían. Yo me metí en una broncota que quedé embarcado como con 6… 7 mil pesos de puro vicio. No hallaba la puta salida y esos güeyes muy quitados de la pena, entre más pedía más me prestaban… Un amigo no te invita a drogarte, amigos hay muy pocos… Pagué la deuda con el apoyo, entre comillas, de mi papá que me dio una parte, mi mamá otra y mis familiares otra. Después, para colmo de males, se enteraron que debía más dinero, que iba a ser una pinche cadenita de nunca acabar, hasta que llega la fecha en que mi mamá se hartó y dijo que ahí estaban los últimos 1,500 que quedaban de la deuda para que ya que me borraran de la pinche lista. Pero yo no entendí y ahí voy de vuelta, me seguí metiendo más esa madre hasta que me anexaron. Por la droga 58 he peleado con mi hermano, he llegado al grado de darnos en la madre y pues se hace la pinche broncota entre parientes. Estamos chupando tranquilos y de pronto empezamos a pelearnos por la droga, que a mí me toca más y si nada más queda un pinche gramo alguno lo quiero agarrar y otro no deja, entonces a güevo que empiezas a descabe zarte, va a valer verga, sacas tu pinche arma y ¡A ver putos! Por eso se arman pedos. El que me metió a la venta también estuvo metido en la drogadicción, es mi familiar y por eso pienso que es herencia, aunque no nomás porque sea herencia me voy a dejar tirar de vuelta a la milonga, no? Es que mi tío también le entraba [a la piedra] pero después la dejó, mi hermano le metía a la mota, pura mota, porque antes era pura motita, hasta que llegó su atracón choncho y lo tuvieron que meter a un centro de rehabilitación, y dejó eso, ahora es padre de familia. Ese güey sí pesaba, me cuentan que antes el desmadre no era de que te sacaban el cuete sino patadones, fajillazos, botellazos, pero ahora te vas a bronquear y llega un güey, te saca el cuete y te tienes que rifar o ya valiste madres. Es de los que les gusta el Tri y todo ese desmadre, a mí también me gustaba de morro pero las tendencias cambian, quería ser igual que él, andar dibujándome tatuajes, diciéndole a mis primos más grandes que me dibujaran una pinche araña. Tenía un pinche cucharón de mi tío, una como cucharita, ahí echaba coca, carbonato, agua y 2-3 madres, ya que hervía nada más la volteaba y salía el pinche huevo de pura piedra… le ponen chochos o cosas como el raticida, es una cosa muy potente combinada con esa madre. Puedes vender una minimadre y ¡No mames! Pinche material pega bien chingón... Los que me metieron en lo de la venta son de mi familia. Ellos ya reventaban y todo el pedo, me metieron de pinche monstruo, reventando, después fui subiendo y ya iba a 2-3 lados a dejar pedidos chonchos, que me encargaban unos fresillas una onza y se las llevaba, yo se las daba más cara y me ganaba un cambio. Era de andarse cuidando para que no te fueran a dar un balazo, o que no te fueran a poner en su madre otros güeyes que también vendieran, tener broncas con la patrulla o llegar a la dele y estar a punto de caer en el reclusorio. Gracias a Dios nunca caí, ya me tengo que chispar, caminar derecho, echarle ganas con lo que a mí me gusta, dándole más al graffiti que a las drogas, o sea, decir: “me 59 gusta hacer esto, tengo mente para hacer estos desmadres que no tenga mente para seguir echándole ganas”. Veo que todo lo que he hecho tiene un por qué, no nomás lo he hecho porque me gusta, muchas veces me preguntaban por qué me drogaba y yo decía que porque se siente chingón, porque me gusta, y no, hay un por qué, aunque haya un punto en que te cohíbas y no lo quieras sacar porque te duele, por ahí empieza la drogadicción. Yo veo que a una amiga mía le gusta mucho el activo, y le he preguntado por qué activa y me dice que porque le gusta, que la viaja chido. A veces me enojo y le digo : “¡No seas pendeja!”, es una vieja pero emputa que nada más lo haga porque sí. Veo que llegan morrillos a la banda y agarran el pinche activo como si fuera un dulce ¡mejor mátate!... Yo también pasé por eso, llegaba: “¡A ver, pasa una mona!”, me drogaba en la calle, a cualquier hora, me valía madre. Me armaba de güevos y decía: “¡Chingue su madre!, ahorita debo conseguir para un pinche papel de perico”; primero empecé robando en mi casa, ya después robaba a los transeúntes o daba un pinche cristalazo y me robaba la carátula para ir a empeñarla por unas piedras, y si se acababa iba por otro... robaba, era un pinche raterillo cualquiera. Me llegaban sentimientos de culpa: “chale, si ese güey no me hizo nada, ¿cómo le fui a robar su estéreo?” En una ocasión fui a la casa de mi Jefe y como andan muy enjoyados robé a mis hermanos, los agarraba dormidos, pinches manos de seda que ni sentían y ¡vámonos! Esa vez me traje como seis esclavas de oro y una cadena de las morrillas, todo lo empeñé, todo me lo fumé. Aquí, nada mas estaba viendo qué andaba mal parado para robármelo, en las casas que estaban abiertas me chingaba los tanques de gas para ir a venderlos, o andaba esperando en la madrugada no’más volteando “por allá viene una sombra, a lo mejor ese güey es el bueno ”, sabiendo que venía la banda, no? y me invitaban. Para venderla no había problema porque nos rolamos. Yo trabajaba de las 12 a las 3 de la mañana. Ahí estaba parado en la esquina hasta que entraba otro de las 3 hasta las 6, por eso nunca hubo bronca. Entre vendedores no pasa nada, nosotros vendíamos aquí, por allá había otro punto; la banda puede ir a ese punto y si no hay, llega con nosotros, si no hay aquí pues va a otro punto. Pero debes estar bien parado con un padrino chingón para que si 60 hay cualquier pedo te tire el paro, si llega la bronca [la policía] uno dice “¡mi padrino es tal y tal!” y no hay pedo, no los apañan. Cuando yo vendía material llegaban a empeñarme las cosas: “te dejo la licuadora de mi mamá”, y yo armándome de cosas pero pues todo eso nada más es pura ilusión óptica porque a los dos días ya no tenía la pinche licuadora. Se puso de moda mucho atracar los celulares, esperaba a los güeyes y en un rato ya tenía dos, tres celulares. Eso sí, llegaban y “¡Pinche chamaco paliducho, ¿qué te me quedas viendo? ¡Vamos a darnos en la madre!”, era un pinche farolón de primera… la vida de desmadre y drogadicción no deja nada bueno, hasta tengo cicatrices que ya me marcan de por vida. Una de ellas en la muñeca, me la reventaron en una putiza, me la quebraron, me tuvieron que operar y ponerme unos tornillos, pero aún así no entiendo. Yo nunca juro que me voy a dejar de drogar, no prometo nada porque sé que un día va a llegar un momento en que diga, “¡Chingue su madre!” y de vuelta a las mismas… Nadie está a salvo de la droga, esa madre está pegando muy fuerte, bien dicen que vendiendo esa madre te enriqueces o te hundes en la cagada. Es real. 3.3. Fresa Las primeras ocasiones que salí a la calle tenía cinco o seis años, nada más salía a la entrada de mi casa pero ya era territorio desconocido… A la semana que nos cambiamos a San Miguel Teotongo estaba todo depre porque no tenía amigos, ya no conocía a nadie de la calle, una noche fui a la tienda con mi mamá y cuando regresamos estaba una bandita de morros y morras que se me quedaron viendo, le dijeron a mi mamá que si me dejaba salir a jugar, cuando regresamos a casa en fa me salí y nos presentamos, fue como empecé a salir con la bandita de vecinos. Eso fue de los ocho años a los catorce, al principio eran juegos infantiles, las estrías, las cebollitas, hasta el resorte llegué a jugar. Conforme crecimos se hizo la división entre hombres y mujeres, cuando ya éramos prácticamente puros machines jugábamos fútbol y cosas más rudillas: el burro castigado, burro entamalado, la bolita, las medias, los madrazos y hasta ahí. Para entonces estaba entrando en la secundaria, era un poquito más rebel y ‘la calle’ empezó a tomar otra noción, ya no eran sólo las calles aledañas a mi casa, también las aledañas a la secundaria y todas las del recorrido. En las 61 calles del recorrido tenía identificados los puntos donde podía quedarme un rato, ol s videojuegos, el video club, alguna esquina donde podía sentarme a ver y que no se le hacía raro a la gente que estuviéramos ahí. El tipo de banda con el que me empezaban a juntar en la calle ya era más diversa, no sólo la banda fresita de la calle ya era conocer güeyes que se drogaban, en la calle que vivía había otra bandita de güeyes grandes pero no les parlábamos porque eran mariguanos, cementos y bien briagos. En esta nueva noción de calle no era tanto el espacio lo que la diferenciaba sino la edad, en la secundaria se está en una edad adolescente y hay otras cosas que importan más como llamar la atención y las chicuelas. En un principio me pareció importante quedarme con otros güeyes enfrente de la secundaria a ver qué pasaba, había mucha banda que no era de la secundaria y nada más iba para ver que enganchaban. Todo el primer año fue de estar en frente de la secu, veía cómo se madreaban los güeyes y pues no me pareció algo muy cabrón aunque era la primera vez que enfrentaba eso. Aprendí las relacio nes que se necesitan para estar en la calle : dónde estás, quién se junta ahí, quién puede hacer el paro, a dónde correr en determinado momento. El último año comencé a conocer banda del otro polo, salía de casa hacía la secundaria pero como andaba con una vieja me empecé a desafanar de mis amigos. Cuando salimos de la secu ya no tenía mucha banda con la cual jalar y empecé a juntarme en unas máquinas, conocí una banda ahí y cotorreábamos, empecé a conocer banda por allá abajo y me dieron el bautizo, se llamaban ‘Los Cotorros’. Eso fue como a los 15 años, ya habían cambiado los intereses y la forma de divertirse, empecé a hacer menos deporte y estaba en el pedo de querer verme chido, empecé a fumar tabaco y a juntarme con la banda. En la banda de ‘Los Cotorros’ éramos como dos o tres los que teníamos 16 años, la mayoría tenían 19 o 20, esos güeyes tenían otro tipo de pláticas, era lo que me latía. Igual la pasabas diciendo pendejadas y curándomela, pero ya en ciertos puntos de la peda era de hablar cosas más grandes: sexualidad, trabajo, el trato con la tira y las madrizas. Así más o menos fue cuando ingresé a la preparatoria, tenía mis amigos pero la banda chida eran ‘Los Cotorros’, un chingo de desmadres, ya era otra manera de estar en la calle pues era hasta altas horas de la noche, fue cuando empecé a chupar pero realmente una peda relax y estar 62 con esos güeyes cotorreando. Era apropiarnos de un espacio que era la esquina en la que nos juntábamos, nadie más se podía juntar ahí a pesar de que hay bandas aledañas que igual se la pasan todo el pinche día en la calle, ya sabíamos si un güey es ‘Warrior’ o ‘Trecos’, se reconoce de qué barrio es y con quién se junta, son cosas importantes que se tienen que saber. No siempre me clavé en los pedos de madrizas de ‘Los Cotorros’ pero tenía que saber con quienes tenían pedos pues si un güey me reconocía como parte de ‘Los Cotorros’ me la podía hacer de pedo, ponerme unos putazos o atracarme, y al contrario, si estaba uno de esos güeyes solo y había manchado a alguno de la banda, pues mancharlo si andábamos varios. Es un pedo complicado pues es una onda de identidad, de integración a la sociedad adulta, de búsqueda. La norma era reunirnos a la hora de circulación familiar, antes de las 8 y media de la noche, estar cotorreando en la esquina sin chupar, más al ratito salir a dar el rol ya chupando o regresar a chupar y el cotorreo nada más. Ya más grandecillo me abrí de esos güeyes porque las platicas por lo general eran muy vanas, excepto cuando eran cuestiones que a todos nos atañe como moral, sexo o trabajo, pero fuera de eso me sentí atorado porque se empezaron a casar o se cambiaron de estado. Los güeyes que más bien me caían se casaron, se embarcaron o al bote, a otro güey lo quebraron, así se fue desintegrando la banda. Ahora ya no hay más pintas en las calles que digan ‘Cotorros’, ahora dicen ‘Cotorros junior’, los hermanillos de la banda que viven por ahí son los nuevos integrantes. Tengo una disociación con esos güeyes, más o menos y aunque sea por el apodo nos conocemos, alguna que otra vez nos saludamos, pero no les parlo. A la tira hay que conocerla. A nivel familiar me decían que la policía es corrupta, todo mundo lo anuncia pero como niño inocente que no roba, ni se droga, realmente no esperaba encontrarme a la tira, decía “sí me encuentro a la tira no me tienen que hacer nada”. Pero cuando tuve que enfrentar a esos güeyes de morro me comieron los nervios y me chamaquearon, parte de lo que me enseñaron ‘Los Cotorros’ no fue de “hoy vamos a tener la clase de policía” sino más bien a través de las platicas, por ejemplo que apañaron a tal o a tal güey en la esquina “¿Qué estaban haciendo?” “Pues estaban chupando” “¿Qué les hicieron?” “Pues llegaron esos güeyes y uno les habló muy al chile y le pusieron unos putazos, los basculearon, les vieron la chela y los subieron, dijeron que iban a valer verga, que los iban a meter tres días al torito, que ya tenían contacto adentro esos güeyes y que les 63 iban a poner unos putazos porque ese güey les habló muy al chile y pues vergazos dentro de la jaula ” ó “pues más bien les dieron un rol y a ver ¿cuánto traen, cuánto se juntan? Negociaron, los dejaron lejos y pues se regresaron”, si no traen varo pues esos güeyes los encierran y quizás no les ponen una madriza pero es culero estar allí, fue así como decir “bueno, pues se les tienes que dar su respeto a esos güeyes y no perder el control”. Uno de ‘Los Cotorros’ alguna vez me contó que lo apañaron con la banda, estaba afuera de su casa picando coca y pasó la juda, los vieron y en fa sobres, dice que traía un papelito que con mucha velocidad lo dobló y lo aventó, que se puso a sacudir las tarjetas que traía y cuando llegaron los tiras los basculearon y se las hizo de pedo “¿Por qué? Si estamos enfrente de mi casa, bajo qué cargos y su pinche madre ”, ese güey pensaba que ya no le iban a hacer nada porque no vieron donde había dejado el papelito pero que le encuentran las tarjetas, ese güey no se acordaba que las tarjetas no eran de él, dijo que esa vez se había encontrado una billetera y dijo “pues con estas pico ”, nosotros sabíamos que ese güey era rata y hasta nos la curamos “¡Sí güey, te la encontraste!” Siento que esa vez sí se las encontró porque era lo que estaba lamentando “¡no mames, esa vez me las había encontrado!” Dice que por robo lo subieron, que eran una ruca y un güey y ya dentro del pedo pues a lo que vas: “al chile tengo tanto varo, sé que por este pedo me puedes hundir pero como no me agarraste en evidencia tienes que ir a declarar, pues mejor nos evitamos todo el pedo ”, pues ese güey hablándoles al chile y la ruca dándole unos putazos “¡Nel! ¿Usted por qué quiere organizar?” Como eso fue antes de que arrancaran que sale la vieja de ese güey y se sube a la patrulla también, se vio verga porque ya no le pudieron hacer nada a ese güey ya que su ruca dijo “yo nada más quiero ver a donde lo van a meter y qué procede”, se aferró la ruca y no la pudieron bajar, dice ese güey que la ruca judicial le puso unos putazos enfrente de su ruca “pinche puto, no puedes solo”, el chiste es que le sacaron mil varos. Tengo la idea de que los judas que se quisieron llevar al amigo esa vez ya sabían que ese güey era rata, igual que lo sabíamos nosotros y otras gentes del barrio por el poder del chisme. Aunque ese güey no fuera, por ser marigua no se la daban de rata, pero no todos los drogos eran delincuentes. Ese güey era el que más contaba experiencias, luego lo agarraban con chochos y le decían “te vamos a basculear, si traes algo mejor sácalo de una vez”, eso a mí también me lo llegaron a decir y pues -“Sabe que transa jefe, traigo esto ¿Cómo le 64 vamos a hacer?” -“Pues somos tantos ¿De a cómo nos vas a repartir?”. Otra cosa que aprendí es que no sólo es sobre un güey, por estar en la calle con ellos me podían llevar; en un principio no chupaba mucho y estando con esos güeyes que chupaban les decía “s i viene la tira a ustedes se los va a llevar y a mi no porque no estoy chupando”, pero no, más bien ví que si quieren nos llevan sin pedos. Hay casos en que no llevan nada y les dicen: “Pues les vamos a echar esto y esto para que los atoren un rato”. En ese tiempo se dio el progreso en San Miguel, empezaron a pavimentar y metieron drenaje, hicieron unas canchas que ahora son importantes porque son otro punto de reunión de la banda, fue cuando empecé a notar que esos güeyes que no eran ‘Cotorros’ y que luego estaban ahí eran realmente ratas que nada más andaban licando y por eso la banda les cargaba una carrilla especial o los abrían sin palabras. Después que llegó la modernidad empecé a agarrar la moticolis, me empecé a juntar con otros güeyes y armamos otra bandita, era el único que era de ‘Los Cotorros’, los otros eran de otra bandita o no tenían, nos reunimos por pedos de identificación como adolescentes, el grunge y el hip-hop. Con esos güeyes viví la calle de otra forma, hacíamos ridículos, de repente sacábamos la grabadora y nos poníamos a bailar hip -hop, pero nada más para los pinches vecinos porque nadie circulaba por esa calle, nos vestíamos con los pantos chonchos y grunge, como la banda en ese tiempo era rockerilla y salserilla pues nos gritaban “¡Payasos!”, la neta nos denigraban bien culero, a mí me empezaron a decir el fresa y a la banda con la que me juntaba igual. Después de despegarme de ‘Los Cotorros’ conocí otros sitios porque empecé con la onda de buscar café y para conseguir tuve que parlarle a otras bandas, fue como conocí a ‘Los Trecos’ y a ‘Los Warriors’, porque había un güey en Warriors que vendía, ese güey tenía atrás de su casa un terreno baldío, se entraba por la calle posterior atravesando el terreno baldío, estaba bardeado de rocas y dentro se topaba a toda la banda droga y rata, tenía un timbre y se entraba por una puerta que no parecía puerta, era lo que encubría un chingo, adentro la banda se tenía que portar pacifica porque si no salía el bueno y la hacía de pedo, ahí empecé a conocer un chingo de banda. Cuando iba a comprar me quedaba un rato porque siempre había banda y no faltaba quien me dijera “saca”, les decía “saca tú 65 también” para verme malo pues esos güeyes estaban chupando o activando, llegué a darme una monas pero mas bien me quedaba cuando había chelas o tabaco y pues -¿De dónde eres?” - “De por turbos”, pues así se llama la banda de mi chante. Empecé a parlar güeyes y les preguntaba a qué se dedicaban, había algunos que me decían y otros no, en ese tiempo iba a la prepa pero no quería que me dijeran fresa por lo que les decía que “a la vida loca”, les decía que mis jefes me mandaban a la prepa pero que diario andaba en el desmadre, pero nel me iba temprano a la prepa y luego echaba el coto. Conocí a güeyes que les preguntaba que hacían y nada más me hacían la seña de agarrar y sabía que pedo, un chingo de señas tenían esos güeyes y me la pasaba cagado de risa. La banda rata es bien mocha, si les empiezas a parlar chido y traen se mochan pero si no traen son bien talones, es como la banda. En ese tiempo iba por mis cinco pesos, estaban rayados porque daban como tres toques bien hechos, por lo general se me quedaba uno ahí, hacía una flautita según para que no se fuera pero al ratito alguien decía “pues como que estuvo leve, sácate otro ese”. Los veía pero luego había güeyes que estaban activando y andaban como idos, zombis o estáticos, otros güeyes eran agresivos a pesar de que sabían que ahí no podía haber pedo. Pedían las cosas con una forma de hablar que no se me pegó tanto pero que en determinado momento sí dominé, es un tono de voz agresivo porque si hablas normal y con todas las palabritas que usa la banda como que se sienten sacados de onda. Un güey normal diría : “sácate unos toques o qué ¿se va a cotizar?” En cambio un güey de los agresivos decía: “¡Usted va sacar los toques o qué pedo? ¡A mí me vale verga!”, entonces tenía que hablar con voz ronca y tener una actitud chida, si se es muy amable con todos pues empiezan a agarrarlo de barco y eso no es algo benéfico. Cuando había güeyes muy agresivos hacía el papel del güey muy pasado que se quedaba clavado, me ponía el puño frente a la boca como aspirando, hasta que veía la oportunidad y me desafanaba. Fue así que comencé a conocer un chingo de banda lacrilla, estaba chido el lugar pero le cayó la tira, fue después de un rato porque ese güey pagaba renta, siempre quise saber cuánto pagaba pero no pude, lo que ahora veo es que ese güey la cagó porque como ahí se juntaba toda la banda se ponían a confabular el pedo de dónde le podían caer más papa [para robar], y esos güeyes que estaban chupando, chocheando, moteando y activando no se iban muy lejos a atracar, no faltó que alguna vez 66 un güey no se dejó y ahí mismo lo plomearon, se hizo el pancho y llegó un chingo de tira, los vecinos empezaron a decir que “¡En qué lugar vivimos!”, se quejaron y mandaron más tira, entonces los que estaban cobrando renta ya no pudieron controlar el pedo y le cayeron al lugar. Atravesé el pedo de no tener dealer y empecé a usar los viejos contactos para ver dónde era el nuevo lugar de conecte, conocí a uno de Trecos. Aquí [en la colonia] hay un buen de jodidos y aunque quería vestirme fodongo mi jefa me trataba de vestir bien y me compraba ropa chida, rompía la ropa y hacía mi desmadre pero me distinguía de la forma en que se vestían esos güeyes. Entonces me decían: “Sé donde es pero voy yo y traigo el pedo”, sabía que por hacer el paro de ir les tenía que dar una lana y mocharme; pero una vez que llegué ese güey ya tenía su motita y tenía güeva por lo que me tuvo que decir donde era. Dijo que fuera de parte de él y me mostró un anillo de oro, fui todo nervioso y me baje más adelante de donde era para pasar como si nada, pero en la esquina donde estaba la virgen no había nadie, solo había un puesto de carnitas y un güey comiendo, pensé que había valido verga y ya me iba cuando me grita un güey: “¿Cuántos y de a cómo?”, y que me regreso “¡¿Pues de a cómo son?!”, ya me dio ese güey y ¡Uta! Uno de los mejores vendedores que he conocido, pero tuve la mala suerte de que le cayeron en poco tiempo. Al anterior que le estuve comprando sí duró unos cinco años, duró un buen rato pagando renta sin pedos, nada más vendía yerba, agüita loca y de vez en cuando chochos, después llegó la coca y también empezó a venderla pero poquito después cayó. El agua loca es el activo, un pinche destapa caños que usan los plomeros, le dicen así porque es igualita al agua de incolora pero pone hasta la madre. Ahora ya hay hasta de sabores. Me acuerdo que en esos tiempos me llegué a topar a uno de los achichincles del dealer en el micro de Aeropuerto a San Miguel con un garrafón de esa madre, ese güey la compraba de forma industrial. Tengo un primo que le laten un chingo los solventes, si soy la oveja gris de la familia ese güey sería la negro profundo. Pues en una de esas hubo un cumpleaños en mi casa y nos pusimos a chupar, como el pedo es relax en mi chante de repente se acabó y me salí con mis compas pero ese güey está relorenzo, no tiene una banda específica porque también es rata, estaba pedón y es medio pendejón, andaba cerca de donde venden coca y lo apañó la 67 tira meando por lo que se lo llevaron al dealer. Al otro día, en las canchas donde se hacen las retas llegó ese güey y me dice -“¿Y tu primo?”, -“está jeteando el pinche güevón”, -“es que ayer me lo llevaron a la chamba, lo agarraron meando y me preguntaron ¿Conoces a este güey?”, y le dijo : “¿Eres el primo de Fresa, no?” - “Sí, hazme un paro, yo luego te pago”, y que los polis le dijeron: “Mira, no hemos cenado, móchate con unos tacos y unas chelas”, y les dijo ese güey: “¡No mames, si apenas pagué la renta! Tu sabes cuanta competencia hay, nada más tengo tanto varo”, -“Pues va”. Fue cuando le pregunté a ese güey porque le llevan a los güeyes que apañan, me dijo que ni a los tiras ni a ellos les convenía pues tienen que evitar que se vea como una zona conflictiva, se los llevan y si son güeyes drogos o pesados ya saben si zafarse de ellos o nel, si son güeyes equis que no son de por ahí se los llevan y ese güey los reconoce. Si no hubiera reconocido a mi primo se lo hubieran llevado los polis y quien sabe que le hubieran hecho, pero como le dio tinta de ser mi primo les dio como cien varos, la neta le dije que la próxima vez dejara que se lo lleven. En ese pedo de la renta pude ver que le regatean a la tira pero se la están pagando continuamente, es un güey específico que sabe cuántos reparten. Donde vende el canalas tienen diferentes turnos, igual venden en otras horas de su turno si va un güey conocido a su casa pero en la esquina cada quien tiene su turno, dice que los tiras le dijeron que los papeles en los que vendían cada quién iba a tener su color específico para que supieran de quién es y checaran qué banda está yendo a comprar, ahora sí que para sacarles el pedo de dónde están vendiendo porque de algunos no saben, la banda sí los reconoce porque unos güeyes que venden son bien faroles pero creo que no hay tantos chivatones. Nunca he sabido cuanto pagan porque es un pedo más complicado, el Canalas es el que trabaja pero no el que trafica el material, entiendo que es una ruco muy cabrón. Una vez me contó que a su hermano lo agarraron no sé si porque mató o robó, como ese güey es chingón vendiendo fue con el señor y le dijo : “¿Sabe qué? El pedo está así” y que el señor le dijo : “¡Va! Tu carnal va a salir pero se va a tener que mover un rato de aquí”. Me dijo que esa ruco soltó como 50 mil varos porque tenía que repartir a un chingo de güeyes de la delegación, porque primero una patrulla tenía que buscar a un güey que se pareciera a su carnal, localizarlo y llevarlo, mientras que a su carnal le iban a poner un traje para que saliera como abogado, salió su carnal y se quedó el güey que clavaron, todavía sigue en proceso. 68 Cuando empiezan a soltar información pesada por lo general no les hago preguntas muy directas porque son un chingo de cosas las que dicen, esa vez que me estaba contando me lo dijo porque nos empezamos a cagar de risa de un güey, estábamos fumand o con otro y ese güey le dijo : “No, tu no fumes porque llega la tira y te lleva”. Pues resulta que una semana antes habían llegado a las canchas y estaban grifeando, ese güey llegó, se formó, le dio unos jalones y que lo apañan unos tiras que comúnmente no andan por aquí, lo treparon porque le olían los dedos pero de los que traían el café ni tinta se dieron, en la patrulla iban tres morrillos que los habían apañado con unos papeles, los tiras lo que querían era clavarlo como dealer porque los morros les iban a pagar un varo para desafanar, pero no sabían que realmente era dealer. Como la banda sabe como está el pedo, en fa fueron a hablarle a alguien de la casa de ese güey, salieron el jefe y la vieja de ese güey, al ver que no lo querían desafanar y que le querían cargar el pedo mi compa les empezó a hablar con claves, un pinche código así de “me voy a presentar en la sector tal y me voy a declarar como tal porque estaba en R…”, y no sé que pedo, la traducción de todo es que ese güey iba a ir a la delegació n e iba a decir que estaba repartiendo pero que ese güey le estaba aceptando la renta, que le iban a caer un chingo de güeyes a los polis porque al que le estaba pagando iba a ir a buscarlo y le iba a dar en su madre, en fa un poli le agarró el pedo y le dijo “a ver güey, jálate para acá”, se lo llevó aparte y que con claves le estaba preguntando a quién le estaba pagando la renta, ya le dijo la clave y en corto “a ver ¿Cuánto traes?”, -“800 varos”, de esa forma se desafanó ese güey. No es exactamente el código que usa la patrulla pero se basa en él, no sé si todos los dealers lo manejen pero ese güey sí. Me desafané más de San Miguel cuando empecé a jalar en la onda de la prepa, estaba en La Merced y me empecé a enfrentar a otro tipo de delincuencia. Los güeyes que conocía no eran ratas de tiempo completo, cada vez que podían se aplicaban en chambitas de albañilería, pintura y cositas así, mientras que la banda que conocí en La Meche era lacrilla de tiempo completo. En La Merced se mueve más varo y hay como más tradición lacra, fue otro pedo, conocí tira más culera y güeyes que nada mas se dedican al vicio. San Miguel está bien cabrón, es una colonia enorme, la siguiente división es por sección pero es una división administrativa, una división de más uso es por lugares reconocidos como la iglesia, 69 el mercado, el centro de salud o las canchas, pero por lo general es el nombre de la banda que se junta por ahí. Ese pedo es bien complejo porque hay güeyes que ocupan una cuadra porque no hay muchos viviendo ahí y que formen una banda, y hay partes que está más cabrón porque casi, casi están encontrados los güeyes, creo que eso es lo que más tiene que ver, cuantas banditas hay por ahí porque en todos los lugares que sé que se compra y se vende [droga] hay banditas pesadas. Abarcando un 70% de la colonia, lo que conozco, habrá como tres o cuatro güeyes que venden café, pero coca estoy seguro como de 25 lugares pero creo que en realidad hay un chingo más. Apenas fuimos por un cartón de chelas en una nave de un primo y un güey del barrio nos llevó a una vinata, había ley seca y nos dijo : “Yo sé donde hay lo que quieran chavos”, le dice mi primo : “¿A poco aquí hay de los dos?” -“Sí”, pues ya le tuve que decir “¿No hay de los tres?” -“No, no’más de los dos”; me estaba queriendo decir que nada más hay coca y chupe, no compramos pues andábamos en un pedo familiar, empezamos a platicar con el güey de dónde vendían y en un espacio como de ocho cuadras mencionó como siete lugares. Hay un chingo de repartidores, creo que se tendrían que ver cuántos güeyes dan a repartir, porque contar a los que la reparten pues… son un chingo y hay güeyes que venden un rato o por temporadas, dejan de vender, luego regresan y así están. Depende mucho del mercado, qué tanta banda viciosa haya, si un güey empieza a vender, pues va a vender chido o va a regalar un poco y toda la clientela se va a ir con ese güey; por ejemplo, hay una ruca que vende y es ama de casa, pero dicen que esa ruca no tiene siempre porque le tiene que dar un varo a no sé quie n para que pueda vender tantos papeles, como enganche, entonces luego no tiene y la ruca no siempre reparte, en los fines de semana generalmente nunca le falta pero cuando hay un güey que empieza, aunque sea fin de semana, la ruca no vende porque no hay mucha clientela. Cuando cae un güey, un chingo de güeyes venden porque saben que hay más clientes, pero no cualquiera podría decir “¡Voy a ponerme a vender!” sino sólo quienes están dentro de ese mismo pedo, consumidores o quienes se juntan mucho con consumidores, a mi sí me conoce la banda pero no como un güey que reparta o consuma. Cuando uno de esos güeyes está buscando una opción para vender, conoce a la banda y está en contacto con ese pedo, nada mas corre el rumor y vende un rato. Los veo como la banda que es comerciante pero nada mas vende 70 en seis de enero el juguete o en navidad las esferas, porque saben que se viene una temporada fuerte, acá no sé definir cuando es temporada fuerte de consumo de coca en el barrio, pero hay güeyes temporales. A pesar de que soy un consumidor de mariguana constante y callejero nada más una vez me ha apañado la tira en el barrio, no sé si desarrollé callo o tengo mucha suerte, estaba con un compa y conseguimos un gallo, como no podíamos fumar en su casa ni en la mía nos fuimos a las canchas, se nos ocurrió ir a una hora donde había partidos y nos pusimos del otro lado de las gradas, junto a la calle, nos hicimos un pinche gallotote y cuando lo estábamos acabando llegó la montada, los vi y desafané, nos basculearon pero nada mas traíamos el olor a café. Ese güey nos empezó a aventar un discurso tan moral y tan largo que de lo grifo que andaba me viaje en el caballo, en su color y la forma, de repente regresaba y ese güey seguía hablando, como ni varo traía pues no me pudieron quitar nada, como vieron que no’mas no y mi compa traía unos kct’s, los agarró y dijo “ya ábranse a la verga”. Los factores principales para elegir un dealer son que el material sea bueno, porque luego hasta el activo diluyen, no sé de coca pero luego dan una madre que daña más, la mota pues que tenga la frescura adecuada, la calidad, otro punto es la cantidad, tiene que checar esos puntos el vendedor, el tercer punto de gran importancia es la accesibilidad. El güey que para mi era el mejor vendedor cumplía con todo, vendía unos sobres de carta cortados por la mitad a 20 varos, rayaba chido y hasta aventaba unas sabanas en el sobre. Ese güey trabajaba en una esquina donde estaban unos micros, bajabas y ese güey estaba en la esquina, le pagabas y decía: “Levanta esos doritos que están ahí”. Había veces que le pagaba y en fa pasaba el micro, ya nada más agarraba los doritos o la envoltura de lo que fuera y ahí estaba el sobre, me subía y adiós; era cuestión de treinta segundos, en fa y rayeitor, además tenía buena calidad. Más arribita vende un güey, estoy seguro que paga renta porque desde que empecé a fumar vende, estamos hablando de unos ocho años, vende chochos, mota, coca y creo que activo. Ese güey le echo el pedo al de la base y tuvo que dejar de vender. Hace poco fui porque me corrieron el chisme de que estaba vendiendo de nuevo, es banda oaxaqueña, alguna vez me puse a platicar con ella y me reconocieron 71 como paisano, pero el otro día salió una señora y ya no me reconoció, le dije: “¿Y mi compa?”, me dice: “No está, pero no está vendiendo ¿Qué querías? Ahorita nada más tengo polvo ¿Quieres?”, -“No señora, ahorita no, gracias”, -“Cuando quieras hijo”. Ahora ya nada más vende el del cerro pero es cacique, del verbo caciquear, como tiene el dominio de lo que vende puede dar lo que quiera y da bien poquito el cabrón. Además no es un buen vendedor porque es bien chocho, un compa me contó que una vez subió a comprarle unos chochos y luego fue con el de la base porque tiene mejor café, pero el otro bajó en su nave y lo vio comprando, y que le dijo: “¡Ah culero, con que comprando aquí!”, se bajó y le puso unos putazos. Después el de la base subió, le puso unos putazos al del cerro y le quitó lo que le había quitado a mi compa, este dijo que le regresó los chochos pero no la mota que le había comprado, esa la tuvo que volver a pagar. Dice que estuvo un rato con ese güey y después que caminó un rato tomó un micro para rebotarse a su casa, pero tuvo tan mala suerte que en el micro venía el [repartidor] del cerro con su familia, ese güey tiene un hijo que es inválido y éste empezó a darle unos bastonazos a mi compa, además el papá sacó su fusca y empezó a darle unos cachazos para que no anduviera diciendo que el de la base le rompió su madre, que hasta su esposa est aba diciéndole “Sí, rómpele su madre”, y que la abuela, que ya es una ruquita, estaba ahí mentando madres; o sea que desde el morrillo hasta el papá putearon a mi compa. Tal vez se echen el pedo entre ellos pero depende del peso del dealer, de quién lo respalde y de los güevos que se le reconozcan, el del cerro se sabe que es bien chocho y siempre trae su fusca. Además ahí donde se compra está pegado a la raya federal de reserva, es un pinche baldío enorme, por lo que ese güey puede hacer lo que quiera, puede matar a alguien y tirarlo sin nadie quien se entere. Realmente nunca se ha escuchado de eso, precisamente por los güevos que se le reconocen, no ha caído pero se lo atribuyo mas a que paga renta. Hay unos güeyes que apenas empezaron a vender, creo que por eso ha estado tan pesada la tira, son los LxPxV, son vatillos locos, lo que me dijeron es que como están en el pedo los quieren identificar, ninguno tiene todavía los veinte años pero traen una súper nave y todo mundo los reconoce como los pasaditos de verga, se ponen a robar al de los refrescos o se estacionen en medio de la calle y: “Por aquí no pasas, vete a dar la vuelta”, andan faroleando. No sé si tengan un respaldo chingón pero siento que nadie les ha puesto el dedo 72 porque anda la tira ahí y no han ido directamente sobre ellos aunque son un chingo los que venden. 3.4. Guaguaras Guaguaras tiene 25 años y es el hermano mayor de la familia Perico. A los 10 años decidió abandonar el hogar harto de la pobreza, en ese tiempo vivían en una casa de cartón y continuamente pasaban hambre por lo que prefirió irse a la calle, donde se mantuvo viviendo por unos años; fue ahí donde dice haber aprendido a defenderse de los demás, así como a sobreponerse de cualquier situación desagradable. Tiempo después conoció al Padre Chinchachoma y entonces se fue a vivir a su hospicio ; entre los niños que conoció ahí eran comunes las historias llenas de circunstancias igual o más difíciles que las vividas por el mismo. Aun así, de esa etapa de su vida, conserva recuerdos agradables como haber conocido el mar en una ocasión que el Padre los llevó a Acapulco, “a un parque de albercas y toboganes”, casi no podía creer que hubieran tenido el parque de diversiones durante todo un día sólo para chavos como él. Cuando Guaguaras llegó a la mayoría de edad no pudo quedarse mucho tiempo más en el hospicio, fue entonces que decidió volver con su familia y “hacer algo” por ellos, ya que continuaban viviendo en la precariedad, para ese tiempo el padre ya no vivía. En su rol de hermano mayor, y a pesar de que apenas regresaba a su casa, se decidió a decirle a su mamá que vendieran droga, negocio del cual había tenido conocimiento durante su experiencia como niño de la calle. Su mamá accedió y se arriesgó a comprar la droga a un lugar cercano a la calzada Zaragoza, recuerda que aquella ocasión había varios retenes en el camino y los hermanos prefirieron no acompañarlo , según él “les dio miedo”. El haber sido el comprador de esa primer mercancía es uno de los argumento s en que se basa para decir que gracias a él “tienen lo que tienen” y así defender su posición como hermano a seguir, la cual es puesta en duda por los hermanos que le reprochan haberlos abandonado durante varios años. Aún así el Guaguaras asume los privilegios posibles en la organización familiar como distribuir drogas las horas que llegan más clientes, para ello 73 descalifica a los hermanos ante la madre argumentando que es peligroso tratar con consumidores drogados, y al ser él el mayor asume la responsabilidad de vender a la media noche. En una ocasión dijo que conseguían la droga a granel y ellos la empacaban para su venta. Desde su perspectiva era poco lo que ganaban en la Tiendita “a lo mucho mil varos los días de quincena o los fines de semana ”. Fue el único de la familia Perico en mencionar la posibilidad de ser capturados por la policía pues ahí “no se venden pepitas”, ante tal supuesto el tendría que ser quien asuma la responsabilidad del delito para exonerar al resto de la familia. De todos los narcomenudistas es el que consumía mayor variedad de drogas: alcohol, tabaco, mariguana, cocaína, piedra, solventes y chochos. Era el único de los repartidores que todavía consumía solventes, para ello se iba a monear con un cuate de calles arriba o lo hacía con otro joven apodado Tatus. El resto de los narcomenudistas consideraban el consumo de solventes como algo inconveniente, “de jodidos”; no negaban haberlo consumido de manera previa a su participación como repartidores, pero consideraban que la actividad requiere “estar a las vivas” y “el solvente apendeja” a quienes lo consumen. En una ocasión otro joven le pidió unos papeles a cambio de unos chochos, se fueron a la esquina y el Tío dijo que volvería bien pitufo, cuando Guaguaras regresó venía sonriente, pidió dinero para comprar otra botella de licor y fue a comprar dos, una de litro que compartió con todos y otra más de medio litro que se guardó entre sus ropas. Mientras vaciábamos las botellas, comentó que le gustaban mucho porque lo ponían platicador, fue la ocasión que obtuve mayor información respecto a su pasado. Por su mayor experiencia en la participación en el narcomenudeo Guaguaras enseña a sus hermanos menores a ser más cautos durante la realización del comercio de drogas, a cerciorarse que no los estén observando y a entregar discretamente la mercancía. Estas enseñanzas son mejor recibidas por el Yuco, el más joven de los tres hermanos varones, ya que Tigre no les da tanta importancia ya que dice saber cómo vender en las fiestas, su principal nicho de mercado. Guaguaras no estaba de acuerdo con Tigre, decía que las fiestas sólo son para “ir a ponerse hasta la madre”, gastar la ganancia obtenida y arriesgarse a ser sorprendido por algún adversario; él prefería permanecer en casa, en la esquina de la 74 calles o ir a las canchas calles abajo, pero al igual que sus hermanos gastaba la mayor parte de sus ganancias en su propio consumo de drogas. El alcohol era parte de su cotidianidad pero variaba el tipo de bebida según quien lo acompañara y la cantidad de dinero disponible, cuando había mayor número de jóvenes lo más común es que tomaran mezcal, también conocido como chakaplus, si eran menos y ponían más cooperación tomaban cerveza o viña real. Guaguaras gustaba de consumir tabaco pero casi nunca compraba sino que los pedía regalados a los clientes o amigos que llegaban a saludarlo, también era un consumidor habitual de mariguana y conocía los puntos de venta ubicados en los alrededores, un par de ocasiones lo acompañé en su búsqueda. La primera de ellas acudimos a una tiendita ubicada casi en frente de un templo, pero al no encontrar mercancía tuvimos que ir calles más arriba, cerca de unos lotes baldíos; el tipo que ahí vendía era un señor que se encontraba tomando cerveza con una banda de jóvenes de varias edades, estaban fuera de una tienda ubicada en una esquina, al llegar (Guaguaras, Tatus, Pollo y yo) saludamos y Guaguaras le dio el dinero al señor, quien fue hacía uno de los baldíos y busco en unas latas tiradas, cuando regresó le dio un paquete de plástico a Guaguaras y este hizo una seña para que nos despidiéramos. De regreso se quejó de que lo habían caciqueado y mencionó que haría lo mismo la próxima vez que ellos fueran a comprar piedra. Otra ocasión llegó Carnes, un amigo de Guaguaras de unos 22 o 23 años de edad, moreno y de cabello largo, dijo que sólo tenía 10 varos y le pidió a este para que completara para un toque, Guaguaras contestó que ponía otros 10 y entró por dinero, al salir Carnes dijo que las bolsas eran a 25 varos pero Guaguaras dijo que a él se las daban a 20 “frente al templo”. En ese punto de venta Guaguaras entraba por una puerta cubierta con una cortina de tela que impedía ver al interior del sitio, parecía entrar con confianza pero en ambas ocasiones pidió ir solo para evitar problemas. El carácter hosco de Guaguaras la hacía tener constantes roces con sus hermanos, con vecinos del barrio y con los mismos clientes. Fue a partir de una discusión con Negro y Pollo que Guaguaras despidió a este último de La Tiendita de la Jefa, decía que le habían 75 robado dos chamarras y otras cosas más, que le habían dado un putazo cuando lo vieron distraído, que esto no volvería a pasar pues aunque no le gustan los golpes cuando alguien se la canta se avienta para que no digan que tuvo miedo, a pesar de que sepa que le van a dar en su madre. Carnes decía que él entendía a Pollo y a Negro porque quienes consumen piedra con el panqué se chingan lo que pueden para seguir consumiendo, mientras que Guaguaras no se daba cuenta de eso porque tenía todo en casa. Además de conocer la mayoría de puntos de venta, Guaguaras consumía drogas en varios lugares públicos de su barrio. Una ocasión que platicábamos con Carnes y otros dos más en una esquina cercana, Negro se acercó a decirle que lo buscaba un tipo, al verlo Guaguaras me dijo que lo acompañara “donde los camiones”, un parque cerca de un sitio de taxis. Ahí sacó mota, la limpió , la ponchó y la fumó, en el parque también había algunas parejas pero estas no se inmutaron. Contó que un chavo lo andaba buscando porque había quedado de pasar un día anterior por un guato de mota que le había encargado, pero como esa vez no llegó se la fumó y ahora tendría que esperar a que la pudiera reponer. Guaguaras no ponía mucha atención en el papel usado para liar sus cigarros de mariguana, la mayoría de veces utilizaba papel estraza que pedía regalado en las tiendas cercanas o la envoltura de los rollos de papel de baño. En otras ocasiones lo acompañé a unas canchas de básquetbol cercanas, gustaba de ir ahí ya que en ese lugar se juntaban sus conocidos de otras calles del barrio, con los cuales además de consumir drogas lícitas e ilícitas podía platicar sobre lo ocurrido en el barrio o con sus habitantes. Guaguaras adaptaba su participación en el narcomenudeo según el contexto en que se encontrara, decía preferir no consumir drogas cerca a La Tiendita de la Jefa pero como debía mantenerse en el punto de venta no tenía más alternativa que consumir ahí pese a las advertencias hechas por El Don acerca de no sacar de onda a los vecinos. El Don decía que no le molestaba tanto que fumaran mariguana sino que lo hicieran abiertamente cuando había vecinos en la calle, decía que: “cuando menos deberían ponerle miel”, aludiendo a una forma de ocultar el hornazo desprendido por la combustión. A diferencia de la mariguana, la piedra produce un aroma distinto “menos escandaloso”, además que en visos de aprovechar su consumo es poca la cantidad de humo que dejan escapar libremente 76 cuando fuman la droga. Para usar esta droga los consumidores adecuan pedazos de antenas de televisión o de carros, compran unas pequeñas pipas de vidrio o algún otro material o utilizan latas de aluminio o envases de Yakult. Por el panqué en que se viajan muchos de los consumidores habituales prefieren no usar estas técnicas en lugares abiertos, “por lo aparatoso”. En todo caso, en La Tiendita de la Jefa, El Don prohibía a los jóvenes repartidores consumir drogas para disminuir los posibles roces con los vecinos y sólo Guaguaras desobedecía abiertamente esa disposición. Como comerciante, Guaguaras regularmente tomaba una actitud agresiva ante los clientes, en una ocasión me dijo que esto lo hacía para que no se les ocurriera decir quien les vendía en caso de que fueran aprehendidos, también evitaba que se tomaran confianzas que no debían, como tratar de hacerse amigos de los repartidores, pues “al rato ya piden fiado”. Sin embargo a los clientes que llegan casi todos los días o que compran varias dosis por vez les empiezan a decir que les dan más barato o mayor cantidad o calidad, lo cual no siempre es cierto. Era evidente que a la mayoría de clientes no les gustaba tratar con Guaguaras, generalmente recurrían con Negro o con cualquier otro repartidor antes que con él. En una ocasión iba llegando un cliente cuando me dijo: “Mira como hay que tratarlos”, al llegar el muchacho Guaguaras le gritó “¡¿Qué quieres?!, ¿No sabes qué se vende hasta las siete?”, el cliente le respondió : “Ya sólo faltan 10”, pero Guaguaras con más fuerza le gritó: “¡Aunque faltarán 5!”, y lo mandó a esperar a la esquina del otro lado de la calle “para no hacer bulto”. En otra ocasión llegó un señor de unos 50 años y le dio el dinero a Negro, este chifló, pero Guaguaras que iba saliendo dijo que no se vendía nada sino hasta después de las siete; Negro le comentó al señor que ya no vendía ahí y tendría que esperar, el señor le invitó un churro y mientras fumaban contó que trabajaba en el ramo de la construcción y que a veces le toca ir a Guerrero, lo cual aprovecha para traer un cuarto o medio kilo de mota entre las herramientas. Mencionó q ue lo hace porque le gusta fumar y la mariguana de Guerrero le gusta más, si puede vende algo; también comentó que Guaguaras la cagaba porque se paraba la nalga con los clientes, que él ya sólo iba a La Tiendita de la Jefa cuando quería cocaína, “en polvo”, ya que las demás tienditas del rumbo sólo vendía n piedra. En otra ocasión llegó a manos de Guaguaras un guato de mota casera, después de limpiar una envoltura de cigarros Delicados hizo un Marley, lo fumó con Cuatlo y al 77 terminarlo dijeron que no les había puesto; a partir de esto, a cada cliente que llegaba le regalaba mota y le recordaba que él era el bueno del lugar. Fue notorio que ni la mitad de sus clientes habituales, consumidores de piedra y cocaína, aceptaron la mota que les regalaba porque decían no fumar chingaderas. Guaguaras decía haber sido quien contrató a Negro y Pollo como repartidores de La Tiendita de la Jefa, también fue quien los despidió, primero al Pollo “por haberle robado unas chamarras ”, aunque no estaba seguro de ello ya que entre Pollo y Negro se echaban la culpa del robo, Negro era el mejor vendedor que habían tenido y esa ocasión La Jefa no dejó que lo despidiera. Tiempo después Negro también fue despedido, Guaguaras dijo que quería hacerse pasar por el bueno y ganar como tal, cosa que ni El Tío había peleado. Le criticaba que no cuidara su hijo por quedarse en casa de los big droguer en lugar de ir con su familia. Guaguaras también tenía animadversiones entre los vecinos del barrio, esto debido a que los narcomenudistas de La Tiendita de la Jefa orinaban en las distintas esquinas y los vecinos afectados se quejaban con Guaguaras, quien siempre terminaba gritando que no era su culpa. Por esta situación la familia Perico optó por evitar que Guaguaras vendiera antes de las 10 de la noche, hora a la que empezaban a llegar clientes bajo el influjo de la droga y casi no había vecinos en la calle. De este modo, cuando la familia Perico empleaba jóvenes para vigilar las esquinas, Guaguaras prefería mantenerse dentro de su casa y sólo salir cuando alguien le chiflara. 3.5. Pollo Pollo fue, por mucho, uno de los mejores informantes que tuve a lo largo del trabajo de campo, tenía 24 años y contaba con amplia experiencia en la distribución de drogas, acerca de lo cual le gustaba hablar. Desafortunadamente, era parco cuando le cuestionaba acerca de su vida privada, de su infancia sólo supe que sus padres se dedicaban a comprar pacas de ropa en Matamoros, las cuales traían a revender en el DF. Al igual que el resto de 78 narcomenudistas y la mayoría de los consumidores de la zona de estudio, Pollo tampoco terminó de estudiar la secundaria y se dedicó a trabajar de chofer en diferentes lados. Durante varios años manejó un trailer de la Pepsi y también estuvo en otras compañías, se jactaba de que cuando trabajaba para la compañía refresquera ganaba formalmente como $1000 a la semana y sólo trabajaba 24 horas por 48 de descanso; además que informalmente también ganaba al vender llantas, tarimas o producto de manera ilegal. Contaba que para vender las llantas hacía una seña con la mano cuando pasaba otro trailer, como si estuviera girando un disco telefónico con los 5 dedos, si aceptaban daban cambio de luces, se seguía y un poco adelante paraba para ser alcanzado, las vendía en 1000 varos y el comprador pagaba la talacha. Para justificar la pérdida de la llanta, compraba llantas viejas y las explotaba en el mismo lugar de la talacha; así, cuando llegaba a la bodega pedía que le dieran otra llanta nueva, decía que en la empresa estaban acostumbrados a esas pérdidas y no revisaban la serie de las llantas. Con las tarimas el bussinnes era con los chóferes de los camiones torton, vendía 10 ó 20 por vez, a 50 pesos cada una, y llegaba a la bodega diciendo que se rompía la cuerda o se zafaba el seguro y que se caían en la carretera por lo que no podía regresar por ellas. Con respecto al producto, cuando salía por Puebla pasaba por el barrio y tocaba el claxon para que la banda fuera a bajar 24 cajas del camión, regalaba 2 a la banda y el resto las vendía en 80 pesos cada una, aparte les daba unos 50 pesos para sus chupes. De esta modo, ganaba en total unos 3500 pesos a la semana. Pollo estuvo casado durante 5 años, durante los cuales salía poco, a lo mucho viernes o sábado. En este tiempo compró tres terrenos, construyó una casa y traía un auto Le baron, pero cuando se divorcio la ex-esposa le quitó “casi todo ” y él sólo se quedó con un terreno en Tlaxcala. La casa que construyó se encuentra muy cerca a La Tiendita de la Jefa, y en ella vive su ex-esposa con su madre, también construyó los cinco cuartos que rentaban en 800 pesos cada uno ; cuenta que eso no le molestaba, lo que le daba coraje es que en un futuro un desconocido llegaría a vivir ahí. Los problemas matrimoniales de Pollo empezaron cuando se quedó sin trabajo debido a su consumo de drogas, pe ro se agravaron cuando empezó a participar en el narcomenudeo; la ostentosidad con que mostraba sus 79 ganancias atrajo los problemas con policías y otros narcomenudistas y su consumo de piedra lo impulsó a robar cuando ya no tenía dinero para comprar más droga. Pollo era apreciado por muchos de los jóvenes del barrio, era considerado buen peleador y un buen amigo pues compartía la droga que compraba con las ganancias obtenidas de sus fechorías; las cuales iban desde golpear a otros jóvenes para quitarles su dinero hasta asaltos a mano armada a traileros y camioneros que pasaban con rumbo a la central de abasto. Para estos asaltos tenía que haber una mayor organización ya que había que repartir toda la mercancía el mismo día, sin embargo él no lo organizaba sino que sólo le avisaban cuando ya estaba todo preparado y entonces decidía si participar o no. Independientemente de lo cuantioso del botín, Pollo se gastaba la mayoría del dinero obtenido en comprar alcohol, piedra y cocaína, aunque también compraba mariguana de vez en cuando; casi todo lo que compraba o robaba lo compartía con los jóvenes del barrio y esto la había dado cierto prestigio entre aquellos que veían con agrado que se les tratara como uno más de la banda. Debido al prestigio que Pollo tenía entre la banda Girasol, de 15 años, gustaba de andar todo el día con él y lo acompañaba a donde fuera, decía que con él aprendía cosas más útiles que las aprendidas en la secundaria, la cual había abandonado después de reprobar varias materias. Debido a su consumo de piedra, Pollo había estado anexado en varias ocasiones, recuerda haber estado en un centro que le llaman “Rebaño sagrado”, recuerda que ahí los bañaban con agua fría a las cinco de la mañana y quedaba todo arrugado de la humedad y el frío. También estuvo en uno “aquí arriba”, ahí estuvo casi un año y ya era padrino, pero salió porque lo llegaron a buscar dos tipos del barrio armados con cuernos de chivo, cuenta que llegaron de noche y tocaron la puerta, y que desde adentro les preguntaron: “-¿Quién es?, Yo, -¿Quién yo?, -Vengo a anexar a mi hijo”, abrieron y los tipos entraron amenazando y exigiendo que les entregaran a Pollo , al tiempo que gritaban “¡Pollo !, ¡Pollo!”. Dice que ya podía salir cuando quisiera, por lo que se fue con e llos después de dejar las llaves. Como narcomenudista Pollo no siempre ha participado en La Tiendita de la Jefa, antes vendía “unas calles abajo ”, del otro lado de la avenida pero en la misma colonia. Sin 80 embargo, dejaron de vender en aquel lugar porque tuvieron pedos con unos policías federales. Pollo cuenta que manejaba “una Suburban 95, de color azul y ¡equipada!”; en esa ocasión, poco antes de llegar a la tiendita vio que ésta había sido tomada por unos policías y quiso ganarles, pero al dar vuelta en la siguiente esquina chocó con un microbús y los policías lo alcanzaron. Como no quería salir de la camioneta un policía le dio un cachazo en la frente, mientras otros le pegaban en la espalda, aunque no sabe con qué, mientras contaba lo ocurrido se levantaba la playera y señalaba las cicatrices que tenía en frente y espalda. Aseguraba que antes se notaba más pero se echaba crema de Concha Nacar para desvanecerlas, lo cabuleaban diciéndole que podía filmar otra ‘Arma mortal’. Pollo también dijo que cuando lo sacaron de la camioneta lo llevaron dentro de la casa donde vendían, ahí ya tenían a su socio “en calzones y con un tira apuntándole a la cabeza ”, que zafaron porque les quitaron el dinero que tenían, la droga y la camioneta Suburban. Pensaba que les habían puesto el dedo porque pagaban renta a unos policías judiciales, sin embargo los competidores parecían estar mejor apadrinados, pues previamente habían balaceado dos veces el cantón donde estaba la tiendita. Después de aquella situación vendieron el cantón para evitarse más problemas. Pollo no participaba sólo del comercio de drogas ilícitas, siempre lo hacía en compañía de alguien más para su mayor seguridad, la cual consideraba inestable a pesar de que decía tener el paro de varios policías de la zona que lo conocían y no lo molestaban porque sabían que no tenía nada que ofrecer. Aseguraba que “así es la vida” pero como tenía potencial en cualquier momento la volvería a “armar gacha”, mientras se mantenía de lo que ganaba en La Tiendita de la Jefa, donde había llegado a través de su hermano, Negro, quien ya trabajaba ahí con anterioridad. C uando Pollo fue despedido se fue a trabajar a otra tiendita del otro lado del eje. Que unos narcomenudistas se emplearan en diversos puntos de venta se debe a que muchos clientes acostumbran a buscar a sus vendedores cuando les han tomado confianza, por ello Pollo continuo yendo a La Tiendita de la Jefa varios días después de haber sido despedido y discretamente les avisaba a sus clientes de su nueva dirección y horario. Cuando Negro también fue despedido Pollo lo jaló a trabajar donde él lo estaba haciendo, de tal modo que formaba una simbiosis con el hermano, lo cual les 81 permitía permanecer como narcomenudistas aún y cuando tuvieran que cambiar de punto de venta. Pese a haberse dedicado en varios períodos de su vida al comercio de drogas ilícitas Pollo nunca había sido aprehendido por cometer este delito, sin embargo había caído dos veces al reclusorio, ambas por robo. La primer ocasión fue poco tiempo después del evento de la tiendita y los federales, esa vez Pollo asaltó a un motociclista que andaba repartiendo tarjetas telefónicas, se imaginó lo que podía valer el montón de tarjetas y se las quitó a golpes, intentó escapar pero unos patrulleros lo vieron y lo atraparon antes de poder huir. Había salido del reclusorio bajo libertad condicional y tenía que llegar a firmar mensualmente al juzgado e n Santa Martha, casi siempre llegaba a firmar días después de lo estipulado y ya lo habían amonestado, pero se defendía diciendo que trabajaba de trailero y le aceptaban tarde la carga por lo que se tenía que quedar más días en su destino; a veces le pedían los boletos de la caseta y entonces tenía que ir a buscar boletos que los choferes tiran en la autopista. La segunda ocasión que Pollo cayó en el reclusorio ocurrió durante la etapa de trabajo de campo; ya lo habían despedido de la otra tiendita donde había estado vendiendo y sólo se dedicaba a talonear a la banda que se dejaba, pero como no le alcanzaba para mantener su consumo de piedra empezó a robar otra vez. La banda cuenta que en su viaje creyó fácil meterse a la casa de un vecino para sacar un estéreo y un horno de microondas, dicen que ya estaba muy dañado porque la casa pertenece a un licenciado que trabaja en el Ministerio Público y “no se la acabó”, “el lic” movió sus influencias y lo buscaron hasta que lo hallaron un día de tianguis cuando estaba vendiendo uno de los aparatos. La banda piensa que ya no lo verían en largo rato pues era su segundo encierro. 82 PARTE II: RELACIONES SOCIALES DE LOS PARTICIPANTES DEL NARCOMENUDEO. En esta parte se describen y analizan las relaciones sociales de los jóvenes que participan del narcomenudeo. El objetivo es mostrar las acciones realizadas por los consumidores y/o distribuidores de drogas ilícitas con el fin de poder continuar o aumentar su participación en el narcomenudeo, y las reacciones tomadas por sus relaciones sociales con el fin de propiciar q ue esta participación no sólo pueda ser reproducida por jóvenes sino también por personas de distintas edades que ven en ello una posibilidad real de esparcimiento y/o emancipación económica. Basándome en los autores citados en el apartado 1.2., muestro los tres tipos de relaciones sociales posibles: horizontales o de confianza, verticales o de jerarquía y comerciales o de conveniencia. Cada una de los distintos tipos de relaciones se pueden llevar a cabo en las distintas redes sociales con que cuentan los jóvenes que participan del narcomenudeo, pero además se pueden conjugar dos o los tres tipos de relación en una misma persona, por lo que es importante señalar cuál es el tipo de relación dominante en una relación multiplexada. Por ejemplo, la red familiar se encuentra conformada por relaciones marcadas por la confianza u horizontalidad entre los distintos parientes, pero también pueden reaccionar desde una posición jerárquica intentando que el hijo acate lo señalado, como sucede cuando anexan jóvenes en co ntra de su voluntad. Es obvio que antes de participar en el narcomenudeo los jóvenes cuentan con redes sociales previas, lo interesante es mostrar cómo todas estas redes intervienen para que el joven aumente, mantenga o, incluso disminuya su participació n en el narcomenudeo y, por tanto, para que se pueda seguir reproduciendo el narcomenudeo en el barrio. Para una mejor explicación sobre cómo se hace posible la complicidad en las relaciones sociales de los jóvenes marginados, las analizo en capítulos sepa rados: relaciones comerciales, relaciones horizontales y relaciones verticales. En el primero presento las circunstancias en que se realiza las relaciones comerciales, así como los pasos que siguen los distintos participantes para poder realizar sus objetivos, consumir y/o vender drogas ilícitas; también muestro cómo estas relaciones se van reproduciendo, aún entre desconocidos, para formar las redes 83 de pares participantes del narcomenudeo. En los otros dos capítulos presento las redes de los participantes que he utilizado para el análisis, estas son tres: familiar, vecinal y de autoridad pública. La red familiar está conformada por los parientes con quienes mantienen una relación cerrada o de alto intercambio 86, ya sea porque viven en la misma casa, porque son vecinos o porque se visitan continuamente. La red vecinal o del barrio se encuentra integrada por jóvenes y adultos que habitan en el barrio y no son parientes, son relaciones horizontales en las que el joven es visto como integrante de un grupo familiar y no como un individuo independiente. Por último, la red de autoridad pública está conformada principalmente por policías, ya que son quienes llegan al barrio, pero también por agentes del Ministerio Público, abogados y custodios cuando llegan a ser aprehendidos. 86 Cerón Velásquez, María Enriqueta, Redes sociales y compadrazgo. Indicadores de vitalidad lingüística en una comunidad indígena de Puebla, Colección Científica, México, INAH, 1995, 110 p. 84 Capítulo 4. Relaciones Comerciales y Orden Precautorio Básico (OPB). El narcomenudeo se fundamenta en relaciones comerciales entre consumidores y vendedores de drogas ilícitas. En estas ambos participantes se saben cómplices de una actividad prohibida y realizan acciones y reacciones con el objetivo de evitar ser sorprendidos en evidente participación. Estas acciones y reacciones no son improvisadas sino que forman parte de una secuencia de clandestinaje que ayuda a disminuir la probabilidad de ser aprehendidos y sancionados por agentes de seguridad, esta secuencia de acciones la llamaremos Orden Precautorio (OP ). Es decir, el OP es un conjunto de normas no escritas que los participantes del narcomenudeo utilizan para relacionarse entre sí y correr el menor riesgo posible al realizar el acto ilícito. Al normar la relación mediante el OP los participantes pueden establecer relaciones comerciales clandestinas con muchos otros participantes, conocidos y desconocidos. En la lógica del narcomenudeo, los clientes que den mejor seguimiento a las acciones del OP serán aceptados como clientes en cualquier punto de venta, incluso donde no los conozcan. El conocimiento del OP no es transmitido como una secuencia establecida sino que cada participante lo va aprendiendo por cuenta propia y conforme a sus intereses, a lo largo de su trayectoria de consumo. Primeramente con la información proporcionada por los pares, otros jóvenes participantes del narcomenudeo, sobre las formas de uso y distribución de las drogas, los efectos alcanzados y, por supuesto, cómo evitar posibles complicaciones. Pero después a partir de las experiencias resultantes de su consumo, especialmente las contrarias a lo esperado, como ser aprehendidos por policías o no ser atendidos por los narcomenudistas. Cualquier consumidor sabe que conforme se incrementa la frecuencia de visitas a los puntos de venta se incrementa también la probabilidad de ser aprehendido por los policías, también saben que la frecuencia de visitas se incrementa al pasar de consumidor ocasional a habitual o crónico. Es por ello que a mayor consumo de drogas es mayor su interés por conocer y reproducir las maneras de evitar complicaciones, dando seguimiento al OP. Sin embargo las relaciones no sólo dependen de que los consumidores den seguimiento al OP 85 sino también del tipo de narcomenudista con el que se relacionan, los cuales pueden ser fijos, semifijos o ambulantes, cada uno de los cuales le da tintes distintivos al OP. Al intentar disminuir riesgos los consumidores prefieren aquellos narcomenudistas que se adaptan mejor a sus circunstancias del momento, principalmente distanc ia y costo. Los he dividido en ocasionales, habituales y crónicos. Los consumidores ocasionales generalmente son jóvenes que experimentan con alguna droga y sólo conocen a un narcomenudista, por lo que no tienen posibilidad de elegir; conforme continúan el consumo y pasan de ocasionales a habituales conocen a otros narcomenudistas a partir de los individuos con quienes se juntan a consumir la droga, es entonces que pueden elegir a aquel que les dé la mejor combinación entre calidad, cantidad, riesgo y costo. Hay consumidores habituales que prefieren a quienes ofrecen mayor cantidad de droga por un mismo costo, otros prefieren a los narcomenudistas que dan mayor calidad por un costo adecuado, y otros más prefieren el menor riesgo posible sin importarles lo demás. Conforme la lógica mercantil el éxito de un vendedor depende de incrementar la ganancia, para ello debe incrementar el número de relaciones con clientes o incrementar la ganancia por cada relación; en esa lógica, el éxito de un narcomenudista también depende de la ganancia, pero para ello no sólo necesita establecer relaciones con consumidores habituales sino que además debe lograr que den se guimiento al OP. Tarea que no resulta difícil pues, como ya dijimos, los consumidores también tienen disposición por evitar las dificultades. Son los narcomenudistas quienes participan en mayor número de relaciones pues la mayoría de ellos cuenta con decenas y hasta centenas de clientes; en cambio los consumidores generalmente sólo conocen a unos cuantos repartidores. La situación es clara, un narcomenud ista logrará mayores ganancias mientras tenga más y/o mejores clientes, pero un consumidor obtendrá los mejores resultados de unos pocos repartidores y tenderá a preferirlos sobre el resto. Debido a esta sustancial diferencia, los narcomenudistas intentan imponer sus condiciones de venta, dejando sólo dos posibilidades a los consumidores: aceptar las condiciones y conseguir la droga que buscan o rechazarlas e irse a buscar en otro lado. Entre ambas posibilidades media la actitud tomada por el repartidor, quien puede explicar las condiciones y convencer al otro de la conveniencia de seguir su OP o dar por 86 hecho que el cliente sabe como actuar y tornarse agresivo cuando infrinja su OP. Las acciones de los narcomenudistas causan diferentes reacciones en los consumidores, actuar agresivo provoca que muchos consumidor es prefieran no volver, aunq ue la mayoría terminan volviendo al no conocer otros repartidores que los satisfagan. Algunos consumidores iban a una de las tienditas estudiada s, a pesar de que les gritaban, porque era el único punto de venta del rumbo donde vendían cocaína en polvo. Aun cuando hay actitudes extremas tomadas por algunos participantes y de la diversidad de adaptaciones hechas a partir del entorno en que se vende, he podido distinguir cuatro estrategias comunes en el OP, las cuales fueron seguidas en las múltiples relacio nes comerciales observadas durante el trabajo de campo. A ese conjunto lo he llamado Orden Precautorio Básico (OPB) y las estrategias que lo conforman son: contar con puntos de venta, identificar apropiadamente al otro, evitar el cuerpo del delito y mantener la discreción del punto de venta. Aun cuando este OPB fue seguido por todos los cómplices, algunos de ellos mostraron diferencias en su seguimiento, las cuales depend ían del tipo de narcomenudista que se relacionasen; recordemos que hay tres tipos: fijo s, semifijos y ambulantes, los cuales se distinguen por el espacio en que comercian, pues este, a su vez, impone algunas condiciones para el seguimiento del OP B. Con el fin de ser más explicito, a continuación muestro ejemplos de las acciones y reacciones tomadas por los participantes al dar seguimiento al OPB; así como las diferencias debidas a los diversos tipos de repartidores y consumidores que participan del narcomenudeo. 4.1. Contar con puntos de venta. La primera precaución básica de los participantes del narcomenudeo es conocer cuando menos un punto de venta. Un punto de venta es el lugar donde se puede realizar la relación comercial prohibida sin intervención de individuos que la rechacen, como pueden ser los vecinos que reaccionan contra los participantes cuando percib en el narcomenudeo. Es entonces que la primera estrategia de cualquier narcomenudista es conocer y seleccionar el punto de venta donde él y sus clientes tengan confianza de poder relacionarse sin reacciones en contra. Un requisito para que los participantes acepten y den el calificativo de 87 bueno a un punto de venta es tener fácil acceso y salida, por eso muchos prefieren lugares públicos como escuelas, calles y canchas deportivas, pues en muchos de ellos es relativamente fácil escapar en caso de ser sorprendidos. Este requisito se origina en la certeza de que ningún punto de venta se encuentra totalmente libre de riesgos por muy bueno que sea, por ello intentan estar preparados para escapar cuando haya reacciones en contra. Todos los narcomenudistas saben que deben tener buenos puntos de venta, en los cuales interactuar con sus clientes a fin de poder realizar su objetivo principal: producir ganancias económicas. No hay acuerdo en cuanto a los mejores puntos, los que son buenos para unos participantes no lo son para otros con experiencias distintas, en lo único que acuerdan es que en el momento que empiezan a percibir reacciones de rechazo lo mejor es buscar nuevos puntos donde comerciar. Para evitar los estragos provocados por las reacciones de rechazo, los narcomenudistas pueden optar por tener más de un punto donde operar en caso de reacciones de rechazo inesperadas en alguno o varios de sus puntos de venta. La preferencia por un punto se debe en gran parte a la ganancia, no todos dejan la misma, sino que ésta varía de acuerdo con la cantidad de posibles clientes y de l tiempo útil de venta. La salida de una escuela, por ejemplo, es un punto donde hay muchos posibles clientes pero la cantidad de tiempo útil de venta es corta debido a que los estudiantes no se quedan en la entrada de la escuela más que un breve tiempo; un tíbiri, por su parte, puede ser un punto donde también haya muchos posibles clientes pero el tiempo útil es mayor, ya que la mayoría de clientes consume durante toda la noche y se queda n hasta el amanecer, por lo que las ganancias son mayores. En esta lógica, los narcomenudistas buscan puntos donde se combinen favorablemente el número de clientes, el tiempo útil de venta y la ausencia de reacciones de rechazo con una ganancia que consideren satisfactoria. El grado de satisfacción varía de acuerdo a la diferencia entre la ganancia real y la ganancia esperada, si un narcomenudista esperaba ganar 200 pesos en un determinado tiempo y ganó 200 se considerará satisfecho, si ganó más de 200 se considerará rayado y si ganó menos de 200 se considerará insatisfecho. Sin embargo los narcomenudistas saben que no todos los días se pueden esperar las mismas ganancias, siendo los fines de semana y los días de 88 quincena los días en que distribuyen más mercancía. La mayoría opinan que la ganancia de un punto de venta ya no es suficiente para considerarse satisfecho y tienden a buscar nuevas posibilidades. Esta percepción de insuficiencia se debe, por una parte, a su propio consumo de piedra, pues conforme se incrementa le absorbe mayores ganancias; y, por la otra, al creciente número de puntos de venta en casi todos los barrios y colonias, los cuales le disputan los clientes. Para la Delegación Iztapalapa, las autoridades habían ubicado 99 puntos de venta de droga en 2001, 188 en el 2002 y 455 en el 2003 87; si bien hay que considerar que el incremento de los puntos de venta localizados es, en parte, resultado de un mayor empeño de las autoridades para localizar los lugares donde se comete el delito, esto también muestra que el narcomenudeo se continúa reproduciendo, además que saber donde venden no implica que se pueda o quiera controlar el delito. La acción de moverse entre distintos puntos de venta es una respuesta de los narcomenudistas a la aparición de dos factores, los cuales pueden combinarse: reacciones de rechazo en su contra e insatisfacción por la ganancia obtenida; cualquiera de estos factores implicaría que el punto de venta ya no sea considerado como bueno por parte del repartidor. Es entonces que pueden decidir moverse en busca de otros espacios para la venta, lo que implica permanecer distintas cantidades de tiempo en cada uno en caso de tener más de un punto de venta. Por la frecuencia con que comercian en un mismo punto de venta y por el tiempo que pasan en él se pueden distinguir tres tipos de narcomenudistas: fijos, semifijos y ambulantes. Los repartidores fijos son aquellos que realizan ventas diarias en un mismo punto, en horarios más o menos prolongados; los repartidores semifijos son aquellos que realizan ventas rutinariamente en distintos puntos y en horarios previamente establecidos, pero no muy prolongados; y los repartidores ambulantes son aquellos que realizan ventas en distintos puntos de manera rutinaria y en horario s sin previo establecimiento, este tipo de narcomenudistas pueden fijar los puntos en el momento del contacto. 87 Diario Reforma, 2-XII-03 89 A continuación presento ejemplos de cada uno de los tipos de repartidores y de sus puntos de venta, los cuales cuentan con características distintivas que los hacen ser preferidos por los diferentes participantes: 4.1.1. Narcomenudistas con puntos de venta fijos. Los puntos de venta fijos son aquellos lugares donde se venden drogas ilícitas de manera constante, la tiendita es el modelo más representativo. Los espacios o puntos fijos son bien estudiados por él o los narcomenudistas que ahí actúan, esto les permite mejores posibilidades de ocultar la relación mercantil y evitar fricciones con quienes ahí habitan o conviven. Mientras mayor sea el conocimiento que los participantes tengan del punto mayor será la confianza de poder enfrentar los rechazos, por eso los repartidores principiantes empiezan a distribuir droga entre sus amigos, y a partir de ellos crean una red de clientes de tamaño variable. De ahí que lo más sencillo para muchos participantes que inician a repartir será continuar frecuentando los mismos lugares del barrio que acostumbraban cuando eran consumidores, es ahí donde teje n su incipiente mercado. Sobre esto s narcomenudistas Pablo Pachecote nos cuenta: «Estuve un tiempo desempleado y me propusieron que vendiera droga: “¿Qué onda? ¡Aviéntate!”, yo le vendía a la banda nada más, se me hizo fácil. Sólo vendía mariguana, un toque en 5 varos o en bolsas. Compraba medio cuarto o un cuarto, la desgreñaba toda y la metía en bolsas para venderla. El cuarto de mariguana está como en 400 pesos, a veces le ganaba el doble, en quince días lo reventaba todo... Estoy hablando de que haces una inversión para sacarle el doble y se va multiplicando, no es que empiezas a vender y te haces rico, te cuesta, y también cuesta rifarte en la calle»88 . Pablo Pachecote nos deja ver el motivo de su inicio como repartidor de drogas, la ganancia económica, pero además nos muestra como ésta corresponde a los riesgos, el narcomenudista decide repartir sólo entre amigos ya que cuesta rifarse. Tomando en cuenta que Pablo Pachecote siempre se reunía con sus amigos en las mismas canchas se nota que no sólo se trata de repartir entre los amigos sino de hacerlo en un mismo sitio, el más seguro por conocido, pues «por lo mismo de que se han incrementado los vicios y también un poco más la delincuencia, viene mucha policía, demasiada policía, 88 Entrevista a Pablo Pachecote. 90 los topas sobre la marcha, te revisan, imagínate que te topen con todo el desmadre ahí colgado ¡Te desmadran carnal!»89 . Hay que considerar que el margen de ganancia se encuentra directamente relacionado con la droga que se distribuye, «la neta… la mariguana ya no es negocio. Por el mismo cambio de la vida, han cambiado también las drogas, ahora ya es más fácil que te compres una piedra a que te des un toque»90 . Esta expresión sintetiza una constante referida en el resto de lugares conocidos durante el trabajo de campo: la mariguana ha sido desplazada por la piedra como principal mercancía de los narcomenudistas de Iztapalapa. «La neta ya casi todos venden, cada tres calles venden, cuando uno no tiene otro güey va a tener […] Hay güeyes que venden mariguana pero ya nada más son dos, ya son contados»91 . Los puntos fijos son difíciles de cuidar debido a la alta probabilidad de ser sorprendidos por los vecinos del lugar, por eso es común que sean cuidados por un grupo más o menos numeroso de repartidores que faciliten la detección de contrarios en el punto de venta. Los narcomenudistas que utilizan este tipo de puntos realizan algunas acciones particulares en el seguimiento del OPB; por ejemplo, esconden la droga en los lugares más diversos, desde ranuras de paredes y macetas, hasta empaques vacíos y montones de basura, todo con el objetivo de que no les encuentren nada encima en caso de ser sorprendidos por policías. Otro ejemplo es la reubicación de clientes cuando llegaban varios a la vez, los mandaban a diferentes esquinas a que esperaran su turno de ser atendidos, de esta manera intentaban mantener la discreción del punto de venta. Sobre estas acciones abundaremos en los siguientes apartados. Por su lado, las razones de los clientes para preferir puntos de venta fijos se encuentran estrechamente vinculadas con su número, son los más comunes en Iztapalapa; así como por las relaciones establecidas con los repartidores, pues algunos hacen paros después de un tiempo de ser clientes, entre ellos pedir que les fíen droga o que les acepten cosas a cambio, incluso trabajo. Esta última fue la vía por la que Mota se convirtió en narcomenudista, por 89 Pablo Pachecote. Pablo Pachecote. 91 Chakos 90 91 falta de dinero empezó a hacer mandados como tirar basura, ir a comprar cualquier cosa que se necesitara o barrer la calle, a cambio le daban medio papel o unos tragos de chela, con el tiempo le tomaron confianza y después del despido de Pollo empezó a colaborar como repartidor. Otra razón por la que los clientes prefieren los puntos fijos es la cantidad de narcomenudistas que ahí labora n, generalmente se conectan con todos los repartidores para no depender de uno que prefirieran evitar, además que es más probable encontrar a algún repartidor en el lugar y lograr el objetivo: conseguir droga. Cuando los consumidores están relacionados con varios puntos de venta no dudan en utilizar aquellos que les ofrecen mejores condiciones de accesibilidad y precio , en este caso los repartidores de puntos fijos tienen desventajas de mercado frente a los ambulantes y semifijos, que mejoran la accesibilidad debido a su movilidad, y frente a repartidores nuevos que llega n a mejorar el precio si no rinden cuentas a nadie. En todos los casos, los puntos de venta fijos funcionan como un último recurso cuando las otras opciones no aparecen. Por último, quiero mencionar que, a diferencia de lo que sucede en los otros tipos de puntos de venta, la continuidad de los puntos fijos se fundamenta en las relaciones de complicidad que los narcomenudistas construyen en sus redes sociales, a partir de iniciada y a lo largo de su participación. Entre mayor número de relaciones de complicidad tengan los participantes del narcomenudeo son menores las posibilidades de ser aprehendidos por alguna autoridad, especialmente si estas relaciones se construyen en distintas redes; también se posibilita que los jóvenes prolonguen su participación, ya que estas relaciones no sólo ayudan a realizar la actividad ilícita sino que también ayudan a superar las relaciones de rechazo surgidas durante alguna o varias de las relaciones comerciales. 4.1.2. Narcomenudistas con puntos de venta semifijos. Los puntos de venta semifijos son espacios donde, durante un tiempo limitado, es posible realizar ventas a posibles clientes que asisten debido a la organización propia del lugar, llámese discoteca, escuela o de cualquier otra forma. En estos espacios los narcomenudistas disfrazan sus actividades ilícitas realizándolas de modo paralelo a las actividades públicas 92 comunes a otros individuos presentes, como son observar un partido en una cancha de fútbol, platicar con algún amigo en una calle cualquiera o esperar a la novia en la puerta de su escuela. Para la elección de este tipo de puntos los narcomenudistas estudian previamente los lugares, incluso la utilización de muchos de estos lugares resulta de conocerlos por actividades previas distintas a las del narcomenudeo; el ejemplo más conocido es el de las escuelas, utilizadas como puntos de venta por narcomenudistas que estudian o estudiaron en ella, pero esto sucede en todo tipo de espacios públicos. En este tipo de puntos el tiempo útil de venta es determinado previamente, algunas veces por el mismo espacio. Los narcomenudistas de puntos de venta semifijos establecen relaciones comerciales en espacios públicos en los que realizan actividades aparentemente cotidianas, por ellos resultan imperceptibles para quienes puedan denunciar o sancionar la venta. Sin embargo, este disfraz resulta eficaz sólo durante un cierto tiempo pues conforme se incrementa el número de relaciones comerciales es más fácil ser observado por quienes realizan otras actividades en el mismo sitio; un ejemplo de esto es el que proporciona Fresa al hablar de los LxPxV. Los “vatillos locos” se establecían en la calle contigua a las canchas, ahí ofrecían su material por las tardes, al tiempo que convivían entre ellos y se dejaban ver por los posibles clientes que llegaban a las canchas a hacer deporte o solamente a campanear. Aunque estos repartidores pudieran considerarse de punto de venta fijo no es así ya que varios de ellos se llevaban mercancía para reventar por cuenta propia. Al ser el aumento del número de relaciones comerciales uno de los objetivos más importantes para los repartidores semifijos, aceptan el riesgo de ser conocidos como repartidores incluso por quienes no consumen drogas, lo cual termina derivando en ser reconocidos por quienes los pudieran denunciar. La presencia de denunciantes hace que un punto de venta se caliente y haya intervención de la autoridad pública; el no mov erse a tiempo de los puntos que se calientan implica mayor riesgo de ser aprehendidos por la autoridad, tanto para los narcomenudistas como para los clientes, es el caso de quienes han sido capturados en los alrededores de escuelas secundarias a partir de la puesta en marcha de programas de vigilancia. 93 Del lado opuesto de la relación de mercado, y a favor de la reproducción del narcomenudeo, el narcomenudista requiere de clientes que no lo pongan en riesgo de ser aprehendidos, esto es, que pasen desapercibidos como consumidores y que sepan guardar silencio en caso de ser aprehendidos por la policía: el enemigo común. Por esta necesidad de complicidad, muchos narcomenudistas semifijos generalmente se muestra ásperos durante las relaciones comerciales, con la intención de infundir temor en los clientes y que no hablen de más, especialmente cuando los clientes son ocasionales o poco conocidos. En el caso de la tiendita estudiada Guaguaras cumple esta función, sin embargo esta situación es más común en los semifijos debido a la constante aparición de clientes desconocid os. El establecimiento constante de nuevas relaciones también lleva a los semifijos a apegarse a una identificación escrupulosa. Un ejemplo de narcomenudista semifijo es Tigre, quien utiliza las fiestas del barrio para repartir piedra y cocaína, pues en ellas encuentra gran cantidad de consumidores, jóvenes y adultos que usan estas drogas para disminuir la embriaguez del alcohol, en palabras de Pulga : “Me inicié por medio de cuates al tratar de alivianarme las pedas, bien borracho no se reacciona igual y con ese vicio se levanta uno, en menos de 5 minutos ya se está arriba cotorreando y desmadrando otra vez”. Resulta lógico pensar que en un lugar donde va a haber alcohol disponible toda la noche habrá mayor posibilidad de distribuir este tipo de estimulantes. Así, Tigre prefiere los sonidos que se ponen en la calle y llega a ellos cada que puede, ya que en la calle es más fácil utilizar la piedra que en un salón de baile. Para tener mayor cantidad de relaciones comerciales baila con “los gays” y se da a conocer a través de ellos; y es que los putos son los mejores bailarines del barrio y debido a ello conocen a casi todos, incluyendo a los consumidores. Negro también contaba del uso de esta estrategia para vender piedras o cocaína en los tíbiris o sonidos callejeros. La razón por la que los clientes prefieren a los narcomenudistas semifijos es que prácticamente no se desvían de su recorrido y sus actividades rutinarias, es el caso de los LxPxV, el vender en las canchas donde acostumbran reunirse los vecinos permite a los consumidores saludar a sus conocidos y entretenerse con los partidos de fútbol al tiempo 94 que compran la droga, aún cuando no necesariamente la consuman ahí. También es el caso de Tigre que al distribuir piedra en los tíbiris evita a los consumidores tener que dejar sus actividades, como son bailar, ligar y cotorrear, para salir en busca del punto de venta. Este tipo de distribuidores son quienes tienen mayor impacto en el la expansión del mercado debido a que ellos van a los puntos de venta donde hay mayor cantidad de clientes posibles, incluyendo los nuevos. Otra ventaja de estos narcomenudistas es que cuando un punto se calienta, simplemente van a otro o se desaparecen por un tiempo. Este tipo de puntos de venta generalmente es utilizado por repartidores de pequeñas cantidades, casi siempre jóvenes que son dependientes de puntos de venta fijos. 4.1.3. Narcomenudistas con punto de venta ambulantes. Los narcomenudistas ambulantes distribuyen rutinariamente pero no en lugares ni horarios previamente determinados. La acción de deambular intenta reducir el riesgo de ser capturado por los agentes policiales, es una manera relativamente sencilla de pasar desapercibido, se desprende del tipo anterior en el que los narcomenudistas rondan por uno o más puntos preestablecidos, aunque a diferencia en este tipo de repartidor es determinante la tecnología de comunicación pues utilizan teléfonos celulares para recib ir llamadas de sus clientes e informarse sobre el punto de venta del día. No es que los ambulantes no tengan puntos de venta regulares sino que, por los conflictos que se presentan en estos, optan por vender en lugares públicos donde transeúntes no les pongan suficiente atención o por llevar el material al domicilio del cliente. No he encontrado ninguna pista acerca de narcomenudistas que se inicien en este tipo de distribución, sino que ha sido una alternativa tomada por distribuidores que al desaparecer de los puntos calientes toman esta alternativa para seguir distribuyendo, dándoles su número telefónico a los consumidores conocidos. Negro y Pollo una vez me contaron sobre un conocido suyo que distribuía a domicilio cuando le llamaban por teléfono, pero aseguraban que este tipo de repartidor no es muy común en el barrio debido a que los consumidores prefieren utilizar el costo de la llamada para comp rar un poco más de droga, 95 además que la mayoría de clientes del barrio acostumbran a comprar sólo uno o dos papeles por vez, lo cual deja poco margen de ganancia al repart idor. Otro ejemplo de repartidor ambulante es el de el bueno de Santa Catarina, un se ñor de unos 40 años al cual contacté por medio de un ex-alumno de la UAM-Xochimilco, a decir de este ex-alumno el bueno vendía su material en la unidad desde mediados de los noventa y duró ahí casi una década vendiendo en un horario amplio. Pero después de que empezaron a pedir credencial en la entrada de la unidad y el bueno se vio imposibilitado de entrar, entonces estuvo vendiendo en los pasillos de las unidades habitacionales aledañas y en frente de una escuela en un horario reducido; esto es, pasó de narcomenudista fijo a semifijo. Sin embargo no estuvo mucho tiempo así pues las sospechas de los vecinos influyeron para que optara por otros lugares, fue entonces que empezó a utilizar el teléfono como manera de comunicarse con los clientes e informarles el punto del día. Lo último que supe fue que vendía alrededor del mediodía en cruceros del Periférico, de esta manera se hacía accesible a los consumidores que podían llegar en auto propio o en transporte público. La única vez que pude hablar con el bueno, me dijo que utilizaba esos puntos porque despertaba menos sospechas, además de que era la ruta de los camiones que salían de por su casa. También me comentó que hay cruceros que ya no utiliza porque lo han apañado o han estado a punto de hacerlo. Al cuestionarle si también vendía a domicilio me dijo que sólo cuando la venta era mayor a quinientos pesos, sin embargo era frecuente que acudiera a espacios públicos cercanos a los domicilios de sus clientes. Si bien este es un buen ejemplo de narcomenudista ambulante, es importante hacer notar que no es un joven sino un adulto quien hace la labor; además es importante mencionar que a diferencia de los narcomenudistas estudiados este vendía mayor variedad de drogas: chochos, coca, piedras, mota, ajos, tachas e incluso goma de opio, o como dice él “de todo como en botica”. La razón por la que los clientes prefieren a este tipo de repartidores se centra en evitar el riesgo de ser sorprendidos en el traslado del punto de venta al domicilio, pues es cuando pudieran ser aprehendidos “con las manos en la masa”. Esto es especialmente importante para los consumidores de piedra ya que la paranoia que despierta esta droga los vuelve especialmente vulnerables a cualquier acción policial o de narcomenudistas poco 96 conocidos, de tal manera que si el narcomenudista de confianza lleva la droga al lugar de consumo disminuye la paranoia y los riesgos probables. Resumiendo, a lo largo de su experiencia como narcomenudistas los jóvenes pueden cambiar una o más veces el tipo de punto de venta donde distribuyen su material, también pueden cambiar las acciones realizadas en estos, el motivo es el mismo: dar seguimiento a la primera precaución del OPB y brindar a los clientes puntos de venta confiables. Por su parte, los clientes optan por el punto más económico cuando el riesgo percibido es similar; sin embargo, entre dos puntos de venta considerados no calientes y con precios similares los consumidores preferirán aquel en el que encuentren dealers que respeten el precio, que den atenció n rápida y facilidad para retirarse sin interferencia; en otras palabras, los clientes también prefieren narcomenudistas que dan seguimiento al orden precautorio. Recordemos las palabras de Fresa: “Los factores principales para elegir un dealer son que el material sea bueno, porque luego hasta el activo diluyen, no sé de coca pero luego dan una madre que daña más, la mota pues que tenga la frescura adecuada, la calidad; otro punto es la cantidad, tiene que checar esos puntos el vendedor; el tercer punto de gran importancia es la accesibilidad. El güey que para mi era el mejor vendedor cumplía con todo... Era cuestión de treinta segundos, en fa y rayeitor, además tenía buena calidad” 4.2. Identificarse apropiadamente. El segundo paso del OPB es identificarse apropiadamente, también suelen decirle dar tinta. Una identificación apropiada permite que los participantes realicen las actividades del narcomenudeo sin fricciones, de nueva cuenta son los narcomenudistas quienes ponen la pauta y consideran si la identificación es apropiada o no. La identificación se mueve en dos vías, por un lado, en que los repartidores acepten que son narcomenudistas acepten ser vendedor, y por el otro, en que los narcomenudistas identifiquen al cliente como confiable al cliente, sólo entonces continuará la relación de mercado. 97 4.2.1. La identidad de los narcomenudistas: entre la cautela y la promoción. No todos los narcomenudistas aceptan las mismas reacciones de los consumidores al momento de considerar apropiada una identificación, algunos son más cautelosos que otros, esto depende del punto de venta donde se relacionen; por ejemplo, los narcomenudistas fijos son más desconfiados que el resto de los demás pues al estar en un mismo se vuelven más vulnerables al control estatal. En La Tiendita de la Jefa había una especie de alerta cada vez que se acercaba un automóvil desconocido, algunos se paraban y el resto aguzaban la vista para identificar las placas y el modelo, y aunque generalmente eran autos conocidos nunca escatimaron esfuerzos en la identificación. Hubo un tiempo en que la familia Perico contrataba jóvenes para ayudar a los esfuerzos de vigilancia e identificación, estos eran distribuidos entre la banqueta de la tiendita y las esquinas próximas. Estos ayudantes tenían la obligación de identificar a los automovilistas que tomarán dirección al punto, si estos eran conocidos emitían dos chiflidos espaciados, si no eran conocidos emitían un chiflido largo y si eran policías emitían tres chiflidos continuos. El ser identificado como narcomenudista implica despertar toda una serie de imaginarios acerca de la violencia y el poder que se encuentra en torno al tráfico de drogas92 . El estigma de criminal se convierte en un aura de bandido astuto que logra burlar la ley, dejando una imagen de poder más allá de lo común para controlar algunas situaciones conflictivas, de tipos que se relacionan con policías y algunos hasta con políticos. Esta imagen llega a ser disputada por los narcomenudistas cuando se sienten seguros; al inicio de mis observaciones en La Tiendita de la Jefa, Negro era la principal referencia para los consumidores que llegaban en busca de droga, el resto incluyendo los hermanos Perico lo aceptaban así aunque también repartieran drogas; sin embargo conforme el tiempo transcurrió sin tener complicaciones, Guaguaras y El Don comenzaron a disputar el reconocimiento de ser los meros buenos. Una ocasión que estábamos sentados en la banqueta llegó un consumidor que le pidió polvo a Negro, El Don le pidió el dinero pero éste no quiso dárselo ya que no lo conocía, Negro tuvo que interceder aclarando que El Don era el bueno y no él, el cliente fue atendido sólo después de disculparse varias veces, ya que El Don se molestó por haber sido ignorado. 92 Astorga, Luis A., Mitología del narcotraficante, México, UNAM -CIIS, 1995. 98 La acción de disputarse el reconocimiento como el bueno del punto, llevó a Negro a ser reprendido cada vez que un cliente llegaba preguntando por él. Cada vez que podían los Perico aclaraban ser ellos los buenos y no Negro quien era sólo un empleado al que empezaron a mandar a la esquina. Esta situación terminó en la renuncia de Negro, quien empezó a ver disminuidas sus ganancias al perder la confianza de los clientes. Poco después de la salida de Negro, Tigre también entró en la disputa del reconocimiento; sin embargo, a raíz de un cateo realizado por la AFI y que se analizará adelante, se olvidó la disputa y ninguno volvió a proclamarse como el bueno. A diferencia de los repartidores fijos, los semifijos y los ambulantes utilizan estrategias distintas para ser identificados. Y es que a éstos no les llegan los clientes sino que tienen que salir en su búsqueda. Lo más fácil es explorar sitios cercanos, generalmente en la misma colonia o en las aledañas, donde la confluencia de jóvenes o adultos permita inferir mayores posibilidades de comerciar la droga; ya ahí, contactan a algunos conocidos de confianza para que les hagan promoción, ellos por su parte colaboran a esta promoción ofreciendo mercancía de mayor calidad o más barata, incluso dando pruebas gratis. Sin embargo, éstos ofrecimientos pueden resultar contraproducentes si los clientes no se sienten satisfechos; lo cual no es difícil ya que, por un lado, los narcomenudistas consiguen piedra preparada y les es imposible mejorar la calidad y, por otro, porque por menos precio generalmente dan menos droga aunque digan dar la misma o mayor cantidad. La necesidad de contar con conocidos en los puntos de venta es el motivo de que los nuevos repartidores empiecen vendiendo en espacios públicos conocidos previamente, como son las canchas y escue las públicas. Sin embargo, la necesidad de vender hace que los repartidores semifijos y ambulantes se promocionen y, con ello, se arriesguen a ser reconocidos incluso por quienes los persiguen; esto sucede tarde o temprano y obliga a los narcomenudistas a buscar otros puntos de venta antes de que la situación se torne más caliente. Los narcomenudistas saben que la mayoría de sus clientes presentan problemas económicos en algún momento de su relación, también saben que no es conveniente dar fiado, ni abaratar su mercancía ; de ahí que muchos narcomenudistas, como Role, lleguen a aceptar cosas a cambio, «cuando vendía material llegaban a empeñarme cosas: “te dejo la licuadora 99 de mi mamá” […] pero todo eso nada más es pura ilusión óptica porque a los dos días ya no tenía la pinche licuadora». Sin embargo, lo más común es que sólo acepten aparatos que puedan vender fácilmente y sólo después de comprobar su funcionamiento; los celulares, los relojes y las planchas están entre los más socorridos. Otros repartidores, como lo s hermanos Perico, sólo aceptaban a cambio alimentos, había unos clientes que trabajaban en el gobierno y seguido les llevaban despensas y artículos comestibles con sellos oficiales. Hay otros repartidores que no aceptan cosas a cambio de droga pero ayudan al cliente a que pueda empeñar o vender su aparato, ya sea ofreciéndolo a otros clientes o mandándolo con algún conocido que se dedique a aprovechar este tipo de situaciones. 4.2.2. La identidad como consumidores: de clientes ocasionales a habituales. Por el lado de los consumidores, la primera acción que realizan cuando intentan relacionarse con un narcomenudista es identificarlo; primeramente preguntan a otros consumidores, que ya han establecido relaciones comerciales con el repartidor, sobre los aspectos necesarios para poder relacionarse: dónde es su punto de venta, cómo es físicamente, cómo le apodan y de a cuánto vende. Lo más común es que los pares que ya cuentan con la relación con el narcomenudista funcionen de conexión entre ambos; esto es, llevan a los nuevos clientes y los presentan con los narcomenudistas. Lo normal sería que los repartidores aceptaran al nuevo cliente, pero no todos los consumidores aceptan servir de enlace, especialmente si no conocen lo suficiente al repartidor o al punto de venta; además hay repartidores que prohíben a sus clientes dar datos sobre él, aunque tiempo después levantan la prohibición ya que de otra manera no podrían reproducir sus relaciones comerciales. A partir de que un consumidor es identificado como cliente de un narcomenudista tiene cierta seguridad de que cada vez que llegue será atendido sin reacciones en contra. Cuando los consumidores no se identifican apropiadamente los narcomenudistas más cautos llegan a rechazar la relación comercial, especialmente si los clientes son nuevos o se muestran nerviosos. Es especialmente importante saber por quien preguntar en caso de no encontrar al narcomenudista conocido, los clientes ocasionales llegaban a La Tiendita de la Jefa preguntando por Negro cuando no lo veían en el punto de venta, era su referente. Los 100 consumidores que no conocen a los narcomenudistas y no saben por quién preguntar difícilmente conseguirán la mercancía deseada; por ejemplo, una ocasión llegó un joven con “cara de adicto ” pidiendo que le vendieran unos papeles de piedra, los narcomenudistas le preguntaron a quién buscaba, éste no supo decir nombre y sólo atinó a decir que buscaba una casa “de portón” donde vendían droga, los narcomenudistas adultos optaron por decir que ellos no sabían nada y el resto repitió les secundaron; el joven se fue y volvió a pasar un par de veces en taxi, los repartidores jóvenes decían que tenía “cara de háganme el paro” pero eso no fue suficiente para que El Don considerara adecuada la identificación, “¿Qué tal si lo mandaron para tantearnos?” concluyó. Cuando los consumidores continúan comprando droga en el mismo punto pueden pasar de ser clientes comunes a ser clientes confiables, ya no necesitan identificarse y llegan saludando al tiempo que piden la mercancía y entregan el dinero, con esto no sólo reducen el tiempo de la venta sino también la probabilidad de ser aprehendidos en el punto de venta. En ese momento, ya no sólo el repartidor es referente para el consumidor sino que el cliente se convierte en un referente para el narcomenudista. Una ocasión llegó a la tiendita un joven que no tenía cara ni reacciones de consumidor, llegó preguntando por Negro estando éste presente, Negro no lo reconoció y le preguntó quién le dijo de él y éste le dio un nombre que el repartidor identificó como un cliente confiable pues le despachó al joven. La acción tomada por este último cliente no es común, casi siempre se limita a consumidores que sienten la necesidad de consumir y no tienen otra alternativa para ir a compr ar; un caso similar le pasó a Fresa cuando le entambaron al único repartidor que conocía y se dio a la tarea de buscar a quien le conectara con otro narcomenudista, apenas hubo conocido el punto de venta y el apodo de un repartidor acudió a identificarse como su nuevo cliente sin importarle que iba sólo y sin quien lo presentase. A diferencia de lo mostrado en las estadísticas oficiales, donde suman cuatro consumidores hombres por cada consumidor mujer, los consumidores que llegaban a la tiendita eran homb res dentro de una gama de edades que va desde 16 ó 17 años, hasta casi 50 años. Sólo llegué a ver dos mujeres en La Tiendita de la Jefa y ninguna de ellas compró droga, una adolescente que llegó a platicar con Pollo y una mujer de unos 40 años que al pasar por la 101 calle se quedó platicando con Tigre, está última andaba borracha y se quedó un rato, Tigre le invitó a inhalar cocaína un par de veces y a cambio le quitó una gorra que ella llevaba. La baja representatividad del género femenino quizás se pueda deber a que consiguen la droga a través de la pareja o amigos, pero no puedo asegurarlo. Por otro lado, durante las relaciones observadas en campo, lo más común era que en una misma jornada la proporción de clientes adultos, de 30 o más, fuera similar a la de clientes jóvenes; sin embargo, los clientes adultos aparecían habitualmente en el punto de venta mientras que los clientes jóvenes tendían a aparecer sólo ocasionalmente. La variada edad de los clientes hace que no todos sean tratados de la misma forma, los más jóvenes comúnmente son los menos experimentados y esto los hace proclives a ser chamaqueados. Hubo un tiempo en que El Don daba algunos papeles a los repartidores que contrataba para que despacharan a los clientes que llegaran mientras él se metía a hacer otras cosas, Negro y El Tío aprovechaban esas ocasiones para rascar los papeles y con lo que obtenían de la rascada rellenaban envoltorios que el mismo Negro dejaba entre la basura o en el suelo cuando fumaba ahí. Estos papeles rellenados eran vendidos cuando El Don no estaba, casi siempre a clientes poco conocidos o que llegaban drogados, pues consideraban que difícilmente se atreverían a dar problemas. La identificación es un paso necesario para que los participantes se puedan relacionar unos con otros, también sirve para que los clientes se puedan relacionar entre sí; en más de una ocasión pude ver a clientes que al encontrarse en el punto de venta se iban juntos y regresaban al poco tiempo a comprar más droga. Los consumidores encuentran en sus nuevas amistades informantes que les pueden ayudar a contactar narcomenudistas no conocidos o simplemente alguien con quien compartir la droga. El compartir la cocaína o la piedra es poco frecuente entre los consumidores de la zona estudiada, pero el conocerse en el punto de venta es un indicador de que el otro también tendrá droga que compartir, de otra manera sería difícil que se diera la identificación entre consumidores desconocidos. 102 4.3. Evitar el cuerpo del delito. El tercer paso del OPB es evitar el cuerpo del delito. Ambos actores saben que el comercio de drogas ilícitas es una actividad perseguida por las diferentes corporaciones policíacas, también saben que si no les encuentran la droga difícilmente podrán acusarlos de delitos como posesión o comercio de drogas. Por esta razón lo s participantes acostumbran evitar el cuerpo del delito con acciones como mantener la droga entuzada hasta que esté pagada y reacciones como comprar pocas dosis cada vez que van con el narcomenudista; la primera se basa en la idea de que el narcomenudista tiene el control de la droga pero sin el riesgo de que se la encuentren en caso de ser sorprendido por alguna autoridad, mientras que la reacción de los clientes pasa más por la continua escasez de recursos y con la idea de que traer poca cantidad de droga evitaría que los acusaran por comercio de drogas. Evitar el cuerpo del delito es una estrategia vinculada a la posibilidad de relacionarse con autoridades policíacas; si bien lo ideal para los participantes es no relacionarse con policías, en caso de hacerlo buscan no ser sorprendidos. No hay que olvidar que la relación entre los participantes del narcomenudeo y los policías regularmente es de tipo vertical, siendo los primeros quienes ocupan la posición subordinada. El objetivo de evitar el cuerpo del delito es entonces no ser sorprendidos, pues si no los encuentran en posesión de droga se declararán inocentes; en cambio, en caso de ser encontrados con drogas la situación dependerá de la actitud de los policías y de la experiencia del aprehendido para manejar la situación. Las actitudes de los policías se resumen en dos posturas, hacer valer la ley o utilizar la autoridad que representan en su beneficio personal. La experiencia, por su parte, ofrece mayores alternativas a los participantes cuando son aprehendidos; los cómplices con poca experiencia pueden ofrecer dinero a cambio de no ser remitidos al Ministerio Público o esperar a que sean los policías quienes decidan qué van a hacer, mientras que los cómplices con mayor experiencia se pueden asumir como adictos y aceptar la posesión de la droga para su consumo personal, o llegan a apelar a padrinos o protectores que les proporcionan nombres y/o claves oficiales. Pero hasta éstas alternativas pueden fallar, un cons umidor mencionó que en una ocasión fue aprehendido por la policía y le pidieron dinero, como no llevaba más que dos toques 103 prefirió subirse a la patrulla para que lo llevaran al M.P., pensaba que con decir que era adicto y que la mariguana era para su cons umo sería suficiente para no tener complicaciones; ya arriba de la patrulla los policías le dijeron que lo iban a remitir por llevar medio kilo de mariguana, al tiempo que le mostraron una bolsa llena de droga, entonces aflojó toda la lana que traía. Los nombres y/o claves sólo parecen funciona r cuando el policía que captura pertenece a la misma corporación que quien proporciona la protección; por ello los participantes, aún y cuando tienen conocidos con influencias u otras alternativas para enfrentar las relaciones con policías, prefieren evitar el cuerpo del delito. 4.3.1. Mantener la droga entuzada. La principal alternativa de los narcomenudistas para cumplir con este paso del OPB es mantener la droga entuzada hasta que está pagada; cuando recibe el pago la saca del escondite, la entrega al consumidor y vuelve a quedar sin el cuerpo del delito. En el caso de quienes reparte n solos, lo más fácil es esconderlas en el mismo punto de venta, en lugares que pueda tener vigilados; Fresa cuenta que uno de los mejores repartidores que había tenido escondía sobres con mariguana en empaques de frituras tirados en la calle y cuando recibía el pago de la droga decía qué envoltorio debían llevarse. Los repartidores ambulantes y algunos semifijos piensan que lo más conveniente es traer la droga con ellos mismos, sin embargo traen poca cantidad para que en caso de ser aprehendidos se declaren consumidores, o traen paquetes en distintos escondites de su vestimenta con la idea de que no les encuentren todos. Hay quienes se arriesgan a cargar con varios paquetes de droga esperando pasar desapercibido y confiando en poder escapar en caso de ser perseguidos, pero en esos casos ya no se estaría cumpliendo con evitar el cuerpo del delito durante un lapso de tiempo importante. Tigre es un buen ejemplo de seguimiento del OPB, cuando vendía en los tíbiris sólo llevaba unos cuantos papeles de cocaína y piedra y ya que se le acababan regresaba por más a la tiendita, incluso se transportaba en un taxi para atender más rápidamente a sus clientes, siendo absorbido el costo por las dosis vendidas. Es de estos modos que la droga permanece entuzada la mayor parte del tiempo, en el medio de transporte o en las ropas del 104 repartidor, disminuyendo sensiblemente la probabilidad de ser aprehendidos en posesión del cuerpo del delito . 4.3.2. Pocas ocasiones para muchas dosis o pocas dosis por ocasión. Evitar el cuerpo del delito puede volverse una situación complicada para los consumidores que desconfían de los puntos de venta o de los repartidores, varios de los cuales prefieren arriesgarse menor número de ocasiones comprando mayor cantidad de dosis por visita al punto de venta; también puede resultar ventajoso para el consumidor habitual siempre y cuando el narcomenudista ofrezca mayor cantidad o calidad conforme se incrementa el monto a tratar durante la relación comercial. Siendo así, muchos consumidores, especialmente habituales, prefieren comprar mayores cantidades de dosis, incluso cuando confían del punto de venta, pues no sólo es más costeab le en términos económicos sino que también disminuyen el número de veces que se exponen a un encuentro con los policías. Sin embargo, y en parte debido a los escasos recursos económicos de los habitantes de la zona, lo más común es que los clientes compren pocas dosis cada ocasión que acuden al punto de venta, de esta manera no rebasan el límite estipulado en la ley para su consumo personal y corren menos riesgos en caso de ser aprehendidos al esconderla más fácilmente. Cuando han sido encontrados en posesión de droga los consumidores informantes han sido sometidos a diferentes situaciones que van desde dejarlos en libertad posteriormente a un regaño “paternal” hasta presentarlos ante el Ministerio Público, pasando por pedirles una suma de dinero a cambio de su libertad. 4.4. Mantener la discreción del punto de venta. El cuarto paso del OPB es mantener la discreción del punto de venta. Si se han realizado los primeros tres pasos lo mejor es retirarse inmediatamente y, con ello, mantener la discreción. Lo óptimo es mantener la discreción antes, durante y después de la realización de l comercio, siendo a partir de que el repartidor desentuza la droga para entregársela al cliente cuando se tiene una posición desventajosa y se corre el riesgo de ser sorprendidos por los policías. 105 Este es uno de los pasos en el que los narcomenudistas hacen más énfasis al momento de indicar su orden precautorio a los clientes, pues mantener la discreción no se refiere sólo a intentar pasar desapercibidos ante la posible aparición de la policía sino también a evitar la sospecha de los vecinos que habitan o pasan por los puntos de venta. Mantener la discreción permite relacionarse comercialmente en un mismo punto durante un tiempo más prolongado, esto se logra al ocultar las actividades con otras comúnmente realizadas en el espacio de venta; si es una cancha ver o jugar la cáscara, si es una escuela estar a la hora de la salida o entrada con la novia, si es en la calle platicar con los amigos, etcétera. Por su parte, al falta de discreción puede ser motivo para que el narcomenudista no atienda al consumidor, una falta de discreción es mencionar indiscriminadamente palabras como droga, piedra y mota, otra es llegar al punto de venta en grupo. Entre las faltas de discreción más graves se encuentran consumir la droga en el punto de venta y realizar un acto delictivo cerca del mismo, ambas atraerán a la policía pues seguramente habrá quien denuncie. Eso último fue lo que pasó una ocasión que, acompañado de Guaguaras y Carnes, volvíamos de un expendio de mariguana ubicado “calles arriba”. Al pasar por la esquina que cuidaba Girasol, éste nos comentó que un tipo “con el ojo morado” acababa de asaltar a un señor que cruzaba la esquina, lo bolseó y le quitó todo, dijo que iba a chiflar para avisar pero el tipo le mostró un fierro y salió corriendo para doblar en la siguiente esquina. En ese instante pasó la julia con un señor en la cabina y Girasol dijo que era la víctima, chifló fuertemente para dar aviso pero Guaguaras chifló tres veces y le señaló que cuando pasara la policía chiflara como él hizo. Cuando la policía pasó de largo Girasol corrió con El Don a contarle lo ocurrido, Carnes dijo que ese era el pedo “otros güeyes hacen su desmadre y dejan el embarque”, sentenció que la policía seguiría pasando y que el ruco llevaba un buen billete porque sino no se hubiera tomado la molestia de avisar a la policía, y que lo más probable era que ya lo tuvieran visto. Si bien no se podían comprobar todas las conjeturas de Carnes es interesante es la facilidad con que reconocen el modo con que se realizan estos actos vandálicos, lo que sí pude comprobar las siguientes horas es que los preventivos continuaron pasando. Guaguaras, Carnes y Girasol aseguraban que el asaltante seguramente era de una banda que se junta “calles arriba”, subiendo por donde éste había doblado, ninguno comentó nada a los policías que disminuían la velocidad de sus unidades cada vez que pasaban por la esquina, aunque tampoco éstos se pararon a preguntar 106 a ninguno de los vecinos, parecía que esperaban que el asaltante cometiera el error de pasar por el mismo lugar. No sé si habrá tenido éxito el dispositivo realizado por los policías pero esa noche ya no hubo más clientes en La Tiendita de la Jefa, las luces de las torretas parecía n haber difundido un mensaje de “no acercarse ” o “se busca culpable y cualquiera puede cubrir el perfil”. Mantener la discreción se entrelaza fuertemente con los pasos anteriores, la elección de un punto de venta tiene que ver con que ambos participantes puedan llegar y partir discretamente del lugar, confundidos entre el resto de transeúntes si es posible. La identificación adecuada también permite a los consumidores habituales actuar con más discreción al ya no tener que pasar por sesiones de preguntas que puedan tensar la relación. Evitar el cuerpo del delito también se relaciona con la discreción, se trata de ser un participante con pocas posibilidades de ser aprehendido y, por tanto, con pocas posibilidades de poner en dificultades a los pares con que se relaciona. Es al final de la operación cuando la relación necesita mayor discreción por parte de ambos, ya que son los clientes quienes tienen ahora la droga y pueden cometer alguna indiscreción en caso de ser aprehendidos, especialmente si ya están drogados. 4.4.1. Del disimulo al horario de venta y el cuidado del orden público. Los narcomenudistas tienen varias maneras para mantener la discreción, éstas tienen que ver directamente con el tipo de puntos de venta que manejen. Todos necesitan mantener la discreción pero, por el número de puntos de venta que pudiera manejar cada uno, son los fijos los más afectados por la falta de discreción de alguno de los cómplices; de ahí que también sean los repartidores quienes pongan mayor énfasis en este aspecto. Y por el contrario, con la discreción de los pares, los repartidores fijos pueden conservar funcionando un punto de venta durante mayor tiempo, lo cual facilita el acceso a clientes ocasionales y/o que habían dejado de consumir. a) Disimulando las actividades del narcomenudeo Una de las acciones más comúnmente tomadas por los narcomenudistas es disimular sus actividades ilícitas mediante otras actividades consideradas normales. Ellos saben que las 107 relaciones comerciales no pasan desapercibidas en todos los espacios, pero saben cómo hacer que esto suceda en algunos de ellos, los cuales utiliza n como puntos de venta. Es el caso de los repartidores ambulantes y semifijos que venden en un mismo punto de venta sólo durante el tiempo que pasan desapercibidos y dejan de utilizarlos cuando son descubiertos. Un ejemplo de ello es Cuatlo, quien se juntaba con un grupo de cholos en una calle aledaña a unas canchas, con ellos vendió droga durante unos meses, hasta que los líderes fueron aprehendidos por la policía; el resto se dispersó y Cuatlo dejó de aparecer en las canchas, poco después empezó a repartir para La Tiendita de la Jefa. Según los informantes, esos cholos no tuvieron el cuidado de mantener la discreción sino que, por el contrario, tomaban una actitud que llamaba la atención de muchas personas, lo cual se presenta más en narcomenudistas novatos. Para muchos repartidores este era el motivo por el que muc hos jóvenes eran aprehendidos: porque no saben mantener la discreción pues apenas tienen un billete compran autos o ropa de marca para presumirlo, y quienes más se dan tinta son los policías, que empiezan a husmear y rápido les caen. Por su parte, la familia Perico reconstruía los cuartos que hasta antes habían sido de láminas de cartón pues no veían nada de indiscreto en tener una casa “como las demás”, sin embargo seguían utilizando el mismo automóvil modelo 75 y mantenían al frente de la casa un cuarto de cartón destinado a sus 19 perros, pensaban que así disimulaban su mayor ingreso económico. Hay muchas maneras de disimular las actividades del narcomenudeo, pero todas se basan en lo que los repartidores consideran común para que pase desapercibido; de ahí que muchos prefieran lugares públicos donde haya individuos cercanos a su edad, este es el caso de las escuelas y los espacios deportivos para los repartidores jóvenes. La edad juega un papel importante en el rol del repartidor ya que causa empatía con quienes son de la misma edad o cercanos. En el caso de los repartidores adultos, lo más común es que disimulen a través de actividades productivas; El Tío siempre llevaba una bolsa con dulces y frituras durante su turno a pesar de que raramente vendiera algo, hasta que tiempo después puso una pollería que atendía por las mañanas; El Don, por su parte, manejaba un camión de ruta a la par que pasaba tiempo atendiendo el negocio. Hubo casos en que el 108 punto era un taller mecánico o un puesto de verduras, incluso escuché de jóvenes que repartían droga igual que si fueran pizzas o en taxis, «le dicen el narcotaxi, ese güey [el repartidor] ya no sube pasaje, le hacen la parada [los clientes], los sube y los deja a dos cuadras, pero ya con el vicio . Es el narco taxi y vende piedra nada más». b) El horario de venta Con respecto a los puntos de venta fijos, una d e al s acciones que más me sorprendió durante el trabajo de campo fue el manejo de un horario por la familia Perico. Al inicio de la observación manejaban un horario de 7pm a 12am, si los clientes llegaban antes los narcomenudistas regularmente les recordaban el horario y los hacían esperar para ser atendidos, aun cuando sólo faltaran unos pocos minutos, si llegaban después ya no les atendían. Era común que estos clientes pidieran respuesta inmediata a su necesidad, a cambio prometían no volver a llegar fuera de horario, pero era difícil que los repartidores modificaran su respuesta. Sólo dos ocasiones observé que Guaguaras hiciera esa paro a clientes que compraban habitualmente, aunque también llegué a ver a los hermanos Caradura vender antes de las siete cuando no estaba presente ningún integrante de la familia Perico. Vender fuera de horario permitía a los hermanos Caradura obtener una ganancia mayor a los 120 pesos que recibían como pago por repartir de 7 a 12 de la noche; para ellos el horario más productivo era el que iniciaba a la medianoche pues lo ganancia era propia, Negro decía que ganaban 20 pesos por cada papel que vendía a 60 pesos y que regularmente repartía 60 papeles antes de las 4 de la mañana, “cuarenta de piedra y veinte de polvo”, esto gracias a que el punto de venta era un buen referente para muchos clientes de la zona. El horario de venta manejado en La Tiendita de la Jefa cambió a lo largo del trabajo de campo. Seis meses después de iniciada la observación, cuando salió del anexo, Tigre empezó a repartir entre las 5 y las 7pm. Poco antes Pollo le había pegado a Guagaras y lo habían despedido, pero seguía ayudándole a Negro cuando repartía a partir de las 12. Eran los adultos Perico quienes pensaban que era mejor no repartir después de medianoche ya que a partir de esa hora llegaban clientes poco conocidos o que querían pagar con objetos diversos, para evitar que los jóvenes Perico tuvieran problemas determinaron sólo vender 109 hasta la hora mencionada. Una ocasión llegó a La Tiendita de la Jefa un cliente de unos 40 años, compró y le dijo a El Don que iba a volver después de las 12 pero éste se negó explicándole que ellos también querían dormir, el cliente asentía al tiempo que argüía que con piedra se dormía por eso él usaba polvo y ahí era el único punto de venta de cocaína en varias cuadras a la redonda. El Don decía entender pero le recomendaba que comprara en una sola vez toda la droga que iba a usar durante la noche, el cliente se rió y contestó que no porque se la acababa más rápido. Ya había pasado el año de observación cuando La Tiendita de la Jefa fue cateada por agentes policíacos, no obtuvieron pruebas y “se fueron con la cola entre las patas”. No estuve presente el día en que esto sucedió pero las secuelas del evento eran evidentes, los Perico despidieron a todos los empleados y ellos mismos cubrieron todo el horario de venta. Además se adecuaron a la demanda de los clientes que entonces llegaban desde las 5pm hasta las 6 o 7am, ya que como dice Kaplan “las vidas de los adictos no se parecen mucho a la de los normales. Sus horas son azarosas, el sueño es lateral… ”93. Nótese que son los adictos quienes compran en la madrugada, pues los consumidores ocasionales no optan por éste horario ya que consideran que corren un gran riesgo de ser detenidos por la policía. c) El cuidado del orden público Otra acción de los narcomenudistas para mantener la discreción es ayudar en el cuidado del orden público. Cuidar el orden público es un punto medular en la permanencia del punto de venta, un acto delictivo puede atraer la vigilancia de más de una corporación policíaca y esto ahuyenta a los consumidores. Un ejemplo de esto es la ocasión en que asaltaron a un señor en la esquina de La Tiendita de la Jefa, ese día no vendieron nada a partir de que empezaron a pasar los preventivos ; en el mismo punto, a partir del cateo realizado por la AFI las ventas bajaron considerablemente un par de meses. Un último ejemplo de lo negativo que puede ser los actos delictivos cercanos a los puntos de venta lo describe Fresa : «Fue después de un rato porque ese güey pagaba renta, siempre quise saber cuánto pagaba pero no pude. Lo que ahora veo es que ese güey la cagó porque ahí se juntaba toda 93 Kaplan, p. 120. 110 la banda, se ponían a confabular el pedo de dónde le podían caer más papa [a robar]; y esos güeyes que estaban chupando, chocheando, moteando y activando no se iban muy lejos a atracar, no faltó que alguna vez un güey no se dejó y ahí mismo lo plomearon, se hizo el pancho y llegó un chingo de tira, los vecinos empezaron a decir “en qué lugar vivimos”, se quejaron y mandaron más tira, entonces los que estaban cobrando renta ya no pudieron controlar el pedo y le cayeron al lugar». Sin duda, una descripción explícita de cómo algunos policías protegen algunos puntos de venta a cambio de una renta, motivo por el que perduran mayor tiempo. Lo que Fresa no específica en esta parte del relato es que los policías que reciben renta regularmente son preventivos o judiciales. En cualquiera de los casos si agentes de otras corporaciones si agentes de otras corporaciones llegasen a intervenir en respuesta a alguna denuncia los policías que cobran renta pierden capacidad de protección y se hace más difícil sostener el punto de venta. El cuidado del orden público no se refiere sólo a delitos, trata también de otros actos que, aunque menores en sanción, son igual de importantes por su influencia en las relaciones con vecinos. Me refiero a algunas infracciones que son sancionadas por las instancias del fuero común, y que van de las agresiones a las amena zas, pasando por las faltas a la moral y el consumo de alcohol en vía pública. Los narcomenudistas adultos son quienes ponen mayor énfasis en este punto, una escalada de estos actos en las estadísticas oficiales puede tener como consecuencia que cambien a los patrulleros con quienes tienen el acuerdo y asignen unos diferentes a la zona; es por ello que colaboran intentando mantener el orden público, siendo una de las maneras prohibir que consuman drogas en el punto de venta. Los narcomenudistas adultos también saben que la presencia de la policía preventiva es importante en su relación con los vecinos, ya que los hace sentir seguros. Una ocasión que llegué a La Tiendita de la Jefa antes que empezaran a repartir tuve la oportunidad de ver pasar a unos preventivos enfrente del punto de venta, Tigre que se encontraba barriendo la calle al verlos les gritó que dejaran trabajar, que si pasaban ahuyentaban a los clientes, los policías no se inmutaron y continuaron haciendo su rondín. Al escuchar los gritos, salió El Don salió y le advirtió a Tigre que se callara, le explicó que los vecinos se sienten seguros si pasa la policía y mencionó que prefería que pasaran preventivos que pedían 100 pesos y 111 no federales que pedían 1000, Tigre asintió y continuó barriendo. Rato después El Don comentó que había llegado a un trato con los preventivos: pasaría n tres veces al día, pero siempre antes de las siete para no atemorizar a los clientes. 4.4.2. No consumir en el punto de venta, actuar pacífico y confiar en el repartidor. En este paso del OPB, a los clientes no les queda más que aceptar las disposiciones planteadas por los narcomenudistas; si éstos dicen que sólo venden de 7 a 12, los clientes llegarán a esa hora o buscaran otro punto de venta, pues saben que si no aceptan las condiciones muy probablemente no volverían a ser atendidos. Por el contrario, si reaccionan de acuerdo al OPB, y ayudan a disimular el comercio, los repartidores no sólo los atienden más rápido sino que los consideran clientes confiables. a) No consumir en el punto de venta Entre las reacciones más comúnmente aceptadas por los clientes se encuentra no consumir en el punto de venta. El consumo de drogas es una de las reacciones de los clientes que podrían causar más problemas a un punto de venta ya que es fácilmente detectable por vecinos que conozcan el olor o el modo de usar las drogas; este ha sido el motivo por el que han aprehendido a varios repartidores y consumidores que pensaron que “nadie se daría cuenta” y fueron sorprendidos “con las manos en la masa”. Por eso es tan importante este paso del OPB, no cumplirlo no sólo implica la posibilidad de no conseguir la droga de consumo sino también la posibilidad de ser sorprendidos por policías en una posición desventajosa. No consumir en el punto de venta puede ser visto como una ventaja más para el cliente; es el caso de Fresa cuando tenía un punto de venta al interior de un lote bardeado, siempre encontraba banda que le pedía que se mochara «en ese tiempo iba por mis cinco pesos, estaban rayados porque daban como tres toques bien hechos, por lo general se me quedaba uno ahí, hacía una flautita según para que no se fuera pero al ratito alguien decía “pues como que estuvo leve, sácate otro ese”». Para este consumidor él quedarse en el punto de venta podía ser agradable un rato ya que «los veía cotorros, pero luego había güeyes que estaban activando y andaban como idos, zombis o estáticos, otros güeyes eran agresivos a 112 pesar de que sabían que ahí no podía haber pedo»; además que conforme pasaba el tiempo no sólo disminuía su droga sino que también aparecían consumidores que prefería no tratar: «cuando había güeyes muy agresivos hacía el papel del güey muy pasado que se quedaba clavado, me ponía el puño frente a la boca como aspirando, hasta que veía la oportunidad y me desafanaba». b) Actuar pacíficamente En el párrafo anterior también encontramos otra reacción ampliamente aceptada por los consumidores: actuar pacíficamente. La mayoría de clientes que pude observar actuaban pacíficamente, incluso muchos de ellos evidenciaban cierto temor en el trato con los repartidores, especialmente con Guaguaras pero también con otros si era un cliente ocasional. Muchos consumidores dijeron desconfiar de la mayoría de repartidores, especialmente cuando se hacen rodear de bandas que utilizan para pasarse de verga; si a esa desconfianza se le suma el temor que tiene la mayoría de clientes a ser acusados por comerciar drogas, lo cual es altamente factible si son aprehendidos en el punto de venta, podemos entender que colaboren, incluso cuando son agredidos. En una de las primeras ocasiones que fui al barrio llegó un joven que parecía droga do, decía haber estado tomando alcohol desde la noche anterior y que para aguantar había estado fumando piedra, por esa razón ya no tenía dinero para comprar un papel completo pero ofrecía 30 pesos y 2 VCDs piratas. Nadie quería los VCDs pues decían no tener aparato para verlos, pero además Guaguaras dijo que faltaba media hora todavía y que sólo aceptaban efectivo, después le recomendó que fuera a venderlos a otro lado. El cliente se aferró y estuvo insistiendo un rato, de lo borracho que andaba le dieron ganas de orinar, a gritos lo mandaron atrás de un trailer estacionado en una de las esquinas; Negro aprovechó el momento y se fue con lo s VCDs, cuando el cliente volvió y descubrió el hurto se puso a gritar y a amenazar a los demás, inmediatamente Guaguaras lo calló amenazándolo con golpearlo entre todos, le aclaró que tenía suerte pues “aquí no es como en Tepito”. El consumidor se fue cabizbajo mientras el resto reían de su situación, “lo chamaquearon” decían. Varios de los consumidores informantes dijeron estar de acuerdo en que lo que le pasó a éste cliente puede pasarle a cualquiera que no sea considerado confiable, es por esto que 113 aceptan actuar pacíficamente y evitar un posible enfrentamiento con uno o varios de los repartidores; y es que, desde su perspectiva, todos los puntos de venta fijos cuentan con banditas en sus esquinas o cerca de ellas, lo cual no quiere decir que todas las banditas equivalgan a un punto de venta. c) Confiar en el repartidor Otra de las reacciones importante en el cumplimiento del OPB es que los clientes confien en el repartidor. A ningún cliente se le aceptaría poner en evidencia a un narcomenudista en su punto de venta y esto implica confiar en que el repartidor proveerá lo justo por el precio pagado. Una ocasión llegó un cliente habitual antes de las 7 de la noche, Negro le vendió unos papeles que le habían quedado la noche anterior, el cliente los recibió y los iba a abrir pero Negro vociferó que no chingara, si desconfiaba las podía sentir pero que tomara en cuenta que ahí sólo vendían droga de calidad; a modo de regaño también le dijo que estaban a la luz del día y no quería pedos con los vecinos, el cliente palpó los papeles, asintió con la cabeza y se fue. Negro una vez me dijo que mostrar desconfianza es uno de las reacciones de los clientes que puede provocar enfrentamientos, me dió el siguiente ejemplo : cuando llega a comprar un cliente nuevo u ocasional, le muestra un papel y le pregunta para cuánto le gusta, si le contestan que para 40 ó 50 pesos le quita un poco de droga al papel, si no le gusta al cliente o no lo quiere pagar le dice a Pollo que lo acompañe a la esquina y ya ahí, éste le da unos madrazos. Sin duda, situaciones como esta sólo demuestran lo desventajoso que resulta para los consumidores de drogas ilícitas el tener que confiar en el repartidor, ya que no pueden comprobar la calidad ni la cantidad de la sustancia que consumen; pero es más desventajoso para aquellos consumidores nuevos u ocasionales que sólo conocen a unos pocos narcomenudistas y todavía no saben distinguir entre distintas calidades de droga, ni entre los volúmenes aproximados para cada precio. Por estas razones, los consumidores novatos regularmente buscan consumidores habituales u ocasionales que les informen sobre otros repartidores o puntos de venta lo más confiables posible. 114 4.5. El incumplimiento del OPB. ¿Qué sucede cuando no se sigue el OPB? En caso de no seguir el OPB los cómplices difícilmente conseguirán sus objetivos: vender y/o comprar drogas ilícitas. No hay motivos lógicos para no seguir el OPB, su incumplimiento tiene dos razones principales: su desconocimiento, por parte de clientes ocasionales, y el descuido de los participantes que se confían por realizar continuamente las actividades prohibidas. Sin embargo, el incumplir el OPB no significa que de manera directa el cómplice no conseguirá su objetivo, significa que solamente disminuirá sus probabilidades de hacerlo ; como esta percepción es individual y depende de la experiencia propia de cada cómplice, los nuevos participantes regularmente serán más atrevidos mientras que los que ya han sido aprehendidos con anterioridad serán más cautos. Basándonos en esto se entiende por qué en las estadísticas oficiales aparecen más jóvenes que adultos, cuando menos en el renglón de presuntos delincuentes en delitos contra la salud : porque quienes han sido aprehendidos pondrán mayor empeño en cumplir con los pasos del OPB y se vuelve más difícil capturarlos “con las manos en la masa ” mientras que los que tienen menos tiempo participando, regularmente los más jóvenes, tienen mayor probabilidad de incumplir el OPB, ya sea por desconocimiento o por descuido, y de ser sorprendidos en una posición desventajosa. Cada uno de los pasos del OPB intenta proteger a los cómplices de distintas relaciones de rechazo. Contar con puntos de venta, es una estrategia para evitar ser rechazado por desconocidos que se puedan sentir ofend idos si se les pregunta dónde se consumen o distribuyen drogas; identificarse apropiadamente, es una estrategia para evitar ser rechazado por el par interpelado; evitar el cuerpo del delito, es una estrategia para evitar ser aprehendido por la policía, lo cual implica el rechazo social; mientras que mantener la discreción de los puntos de venta, es una estrategia para evitar el rechazo de los vecinos y perdurar en un mismo punto realizando las actividades del narcomenudeo. Por tanto, cuando se incumple uno de los pasos del OPB no sólo se trata de la posibilidad de no conseguirse los objetivos, sino se trata además de la posibilidad de enfrentar reacciones de rechazo antes, durante o después de una relación comercial. 115 A lo largo del capítulo he mencionado varias situaciones desfavorables que han ocurrido a algunos cómplices que incumplieron el OPB. Estas se pueden resumir en dos tendencias, los que incumplen con alguno de los dos primeros pasos ponen en riesgo el cumplimiento de sus objetivos particulares, mientras que los que incumplen con alguno de los dos últimos pasos ponen en riesgo el punto de venta y sus relaciones futuras; el resultado de la segunda tendencia se denomina punto caliente. Contrario a los considerados como buenos puntos un punto caliente es un lugar donde ambos cómplices corren alto riesgo de ser detenidos por policías, razón por lo cual puede caer en desuso; ejemplos de puntos de ventas calientes son las escuelas públicas de la Delegación Iztapalapa tras la implementación de programas públicos como ‘Mochila segura’ y ‘Sendero seguro, escuela segura’. Durante la aplicación de estos programas se ha sorprendido a jóvenes adolescentes portando y/o comerciando drogas94 , y la difusión de estas noticias ha provocado que muchos clientes y repar tidores que consideran a los planteles educativos, y sus alrededores, como puntos calientes resuelvan buscar nuevos espacios donde relacionarse comercialmente. En este capítulo hemos apuntalado la idea de un Orden Precautorio Básico que disminuye la probabilidad de que los participantes del narcomenudeo sean aprehendidos durante sus actividades. Sin embargo, el OPB no solamente funciona para que los participantes realicen los objetivos de su relación, vender y comprar drogas ilícitas, sino también funciona para que en caso de que uno de los participantes no continúe el otro pueda entablar nuevas relaciones en la red de relaciones comerciales del narcomenudeo. Esto es, cuando un repartidor es aprehendido sus clientes pueden entablar relaciones con narcomenudistas novatos o desconocidos; del mismo modo, cuando un punto de venta se calienta los narcomenudistas pueden fácilmente cambiarlo por otro que no tenga repartidor. El OPB juega entonces como mediador entre participantes desconocidos, sucediendo lo anticipado por Monod: “la oposición estructural ya no es entre burgueses y proletarios, sino entre los extraños al ambiente delincuente y los que pertenecen al mismo”95 ; por ello, el OPB es determinante en la reproducción del narcomenudeo. 94 95 Entrevista a Lic. Tolentino Monod, Jean, Los Barjots. Etnología de bandas juveniles, Barcelona, Ariel, 2002, 200p. 116 Capítulo 5. Las relaciones horizontales de los participantes del narcomenudeo. En este capítulo se abordan las relaciones horizontales que los participantes del narcomenudeo mantienen en sus redes sociales. El objetivo es mostrar las distintas acciones y reacciones habidas en las relaciones horizontales de los jóvenes marginados, las cuales les ayudan a mantener o fortalecer su participación en el narcomenudeo. Las relaciones horizontales se encuentran marcadas por la confianza, aún cuando en varios momentos de la relación esta adquiera diferentes matices; esto es, las relaciones horizontales son relaciones que se basan en la confianza establecida previamente, a pesar de los matices de conveniencia y jerarquización. Las redes a analizar en este capítulo son dos: la familiar y la vecinal. No quiero decir que sean las únicas redes en que los participantes pueden establecer relaciones de confianza sino que son las redes en las que establecen las más importantes de sus relaciones horizontales, además de ser en ellas donde los jó venes fundan su participación en el narcomenudeo. Cada una de las redes se presenta en distintos apartados para facilitar su comprensión. En primer lugar se presentan la red de relacione s familiares, los jóvenes se relacionan con sus parientes a través del vínculo consanguíneo, razón por la que se considera la más importante de las redes sociales. Debido a la complejidad de relaciones que se establecen en las redes familiares, sólo me limito a las acciones y reacciones surgidas en la red familiar a partir de la participación de los jóvenes en el narcomenudeo. Sin embargo, además de la confianza que marca las relaciones horizontales, en las relaciones familiares se encuentran expresadas jerarquías basadas en la edad y el parentesco, por lo que es necesario soslayar la importancia de las diferencias generacionales. Continuo con la presentación de la red vecinal o barrial, pongo énfasis en los amigos de la misma edad ya que la mayoría de jóvenes marginados no han estudiado más allá de la secundaria, y sus redes de pares regularmente se limitan a las establecidas en el mismo barrio . La interrupción de la red escolar también implica que éstos jóvenes no aspiren a empleos económicamente satisfactorios, por lo que regularmente recurren a sus relaciones horizontales como alternativ a de conseguir empleos mejor remunerados, siendo el narcomenudeo una de ta les alternativas. En un principio pensaba que las relaciones con 117 vecinos serían verticales cuando hubiera diferencia de edades, pero no es así debido a que los participantes del narcomenudeo no son tratados como jóvenes sino como miembros de familias del vecindario; esto es, los jóvenes no son vistos como individuos sino como miembros de grupos familiares que pueden responder de manera violenta a cualquier reacción en contra de alguno de sus miembros o de sus intereses. Los relatos presentados en el capítulo 3 cobran importancia conforme ayudan a esclarecer el modo en que jóvenes marginados modifican sus relaciones y redes sociales a partir de su participación en el narcomenudeo. Sin embargo, el análisis realizado no se basa sólo en estos relatos sino que también utiliza datos de publicaciones periódicas y oficiales, además de informantes cuyos relatos he decidido no presentar íntegramente para no sobrecargar la información, pero de los cuales extraigo elementos que me han servido para comprender su participación en el narcomenudeo. El análisis avanza sobre tres cuestiones: el entorno de las redes sociales de los participantes del narcomenudeo, las acciones realizadas por los jóvenes en sus relaciones horizontales para ocultar o dar a conocer su participación en el narcomenudeo y las reacciones habidas en las relaciones horizontal ante la participación del joven en el narcomenudeo. 5.1. Las redes familiares de los participantes del narcomenudeo. Todo individuo lleva el nombre de la familia en que nace y aprende la cultura del grupo. La familia es su punto de partida, la red primaria de relaciones sociales a través de las cuales se aprenden actitudes y normas con las cuales afrontar las circunstancias del entorno. Para Levi-Strauss la familia está conformada “por lazos legales, derechos y obligaciones económicas, religiosas, así como una cantidad variable y diversificada de sentimientos psicológicos tales como amor, afec to, respeto, temor, etc”96 . Por su parte, Parsons enfatiza en los sentimientos cuando considera que “ningún otro aspecto de la vida social está tan profundamente enraizado como éste en estratos de sentimiento”97 , lo cual no sólo es característico sino que propicia gran cantidad de matices en las relaciones horizontales. Al 96 Levi-Strauss, Claude; “La familia”; en: Levi-Strauss, Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia, Barcelona, Anagrama, 1982, p. 17 97 Parsons, Talcott; “La estructura social de la familia”, en : Parsons, Op. Cit., p. 31. 118 estimular la expresión de sentimientos la red familiar fomenta lo que Lomnitz describe como confianza, el “deseo y disposición mutuas para iniciar o mantener una relación de intercambio rec íproco”98 , característica fundamental de las relaciones familiares. La importancia de la familia radica en que es el espacio que permite la reproducción de la fuerza de trabajo, y en el cual se transmiten las normas culturales 99 . En un estudio realizado en una zona marginada de la Ciudad de México, Lomnitz observa que la “evolución y persistencia [de la familia] obedece a necesidades de supervivencia económica y social”100. Siendo una de las persistencias más importantes la conservación de la familia tipo extensa 101 , a diferencia de zonas integradas a la sociedad globalizada donde la familia tipo nuclear es la que domina. Clara Brugada, diputada por la zona de estudio, observa que: «en los barrios y las zonas pobres de migrantes hay familias grandotas que dan cabida a todos sus hijos con sus esposas, son muy pocas las familias unifamiliares. Por ejemplo, los lotes que hay en la Sierra de Santa Catarina están en pésimas condiciones porque empezaron acondicionando un cuartito, luego otro cuartito, luego arriba, y se convierten prácticamente en vecindades familiares»102. Esta observación no sólo muestra la constante de la situación en la zona de estudio, la persistencia de la familia extensa, sino también explica porque parece que muchas de las construcciones nunca concluirán. Es importante anotar que aun cuando en la sierra de Santa Catarina persiste la familia extensa, la influencia del modelo dominante ha propiciado cambios a su interior; un ejemplo es la familia extensa que vive bajo el mismo techo pero en la cual las familias nucleares pueden tomar decisiones por separado. Esta tendencia a que las familias nucleares se establezcan al interior de familias extensas se encuentra relacionada con determinantes sociales como la falta de oportunidades de trabajo, pues “en el estado actual de la sociedad, los jóvenes constituyen una clase no como 98 Lomnitz, Larissa Adler; “Mecanismos de articulación entre el sector informal y el sector formal urbano”, pp. 99-133; en: Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de Antropología Latinoamericana, México, FLACSO-Miguel Ángel Porrúa, 1994, p.105. 99 Merton, Robert K., “ Estructura social y anomia: Revisión y ampliación”, en: Parsons, Fromm, Horkheimer y otros, La familia, Barcelona, Península, 1970, p. 67. 100 Lomnitz, Larissa A. de, Cómo sobreviven los marginados, México, Siglo XXI, 2003, decimoquinta edición, p. 100. 101 Bonfil Batalla, Guillermo, México Profundo, México, Grijalbo, 1987. 102 Clara Brugada. 119 productores, sino como consumidores; para las diversiones, no para el trabajo”103 . En este contexto, los jóvenes buscan el placer y las diversiones vinculadas con su edad, entre ellas el sexo y la droga, pero sin encontrarse debidamente preparados para mantener su consumo personal ni tampoco una familia propia. Solventar el gasto del consumo es una de las principales causas por la que los jóvenes participantes del narcomenudeo pasan de consumidores a repartidores, mientras que la formación de una familia propia parece ser un factor que influye para disminuir la participación de los jóvenes en el narcomenudeo, aunque esto no se ha estudiado lo suficiente. Los jóvenes marginados conservan fuertes relaciones con las familias de origen aun cuando forman la propia, relaciones que se basan en la confianza de compartir aspectos materiales, como la casa y los gastos, y favores como el cuidado de los hijos y ayuda “cuando se necesita”. En el caso de las mujeres, la formación de la familia propia es fundamental para que interrumpan su participación como consumidoras, pues durante el tiempo de gestación y lactancia reciben una fuerte presión social y médica para que suspendan el consumo de drogas no prescritas “por el bien de la familia”, siendo quizás una de las causas de que sean menos las mujeres consumidoras en comparación con los varones. Entre los jóvenes distribuidores que forman familias propias lo más común es que, además de disminuir el consumo, busquen un trabajo formal o cuando menos no ilícito, pero esto también es temporal; de tres casos conocidos dos volvieron a insertarse en el narcomenudeo como vendedores y todos como consumidores. Es comúnmente aceptado que el consumo de drogas ilícitas en jóvenes se debe en parte a que provienen de familias donde hay pobreza y violencia intrafamiliar, entre otras situaciones características 104; y que cada vez es menor el tiempo que los padres pasan con sus hijos, y esto se agudiza en las zonas marginales donde las posibilidades se ven mermadas por la ausencia cada vez más común de uno de los padres 105 . Estas ideas nos acercamos a una imagen generalizada en el consumo de drogas: la familia disfuncional es en campo propicio para el consumo juvenil de drogas. Richard señala que la misma OMS subraya que el acceso a la droga se facilita por la tolerancia del medio social a esa práctica, 103 Monod, OP. Cit. p.163. Azaola Garrido, Elena, Los niños de la correccional: fragmentos de vida, México, CIESAS, 1995, 79 p. 105 Monod, OP. Cit. 104 120 la influencia de los compañeros, así como por los antecedentes familiares 106. Es con esta perspectiva que las instituciones que trabajan en el tema se han dado a la tarea de proponer ideales como el de que “la familia debe proporcionar un lugar seguro para liberar la frustración, para ventilar la hostilidad y para expresar profundos sentimientos”107 ; otras, como los Centros de Integración Juvenil enc uentran en la ruptura familiar una causa que influye en el consumo de drogas entre los jóvenes, especialmente en zonas marginadas108. Esto es, a la familia marginada se le ha dado el papel de propiciar inseguridad en el hijo, provocando que salga a la calle con problemas en la cabeza, los cuales prefiere olvidar mediante el consumo de drogas. Durante el campo, esta idea me fue corroborada por jóvenes como Javier, para quienes «si estás mal con la familia te sales con tus cuates o afuera de tu casa, estas chupando o lo que sea, el chiste es que estás mejor fuera de tu casa que dentro »109. Sin embargo las redes familiares no sólo inciden en el consumo juvenil de sustancias, a partir de propiciar conflictos o de la herencia genética 110 , sino que también influyen en su participación del narcomenudeo. Esta idea se constata en estudios realizados en México donde se muestra que el alcohol sigue siendo la droga de inicio para la mayoría de los consumidores, el cual se inicia principalmente en el interio r de los hogares y antes de los 15 años promedio 111 ; pues aún cuando el alcohol se trata de una droga legal, se prohibe venderla a los menores de edad, al igual que la mariguana, la piedra o el thinner, por lo que muchas veces lo consiguen a través del mismo mercado negro en que se manejan las drogas ilícitas. El relato de Patas corrobora la idea de que la familia incide en el consumo de drogas ilícitas, pues son sus primos quienes le dan cabida en la banda del barrio donde se consumía libremente la mariguana; además, en su relato nos muestra una apertura familiar previa respecto a dicha droga, no sólo por parte de los miembros de la misma generación sino también de generaciones superiores. Este relato también muestra que el vínculo de los familiares con la droga era asunto de conversación en las fiestas de fin de año, lo cual rompe con la idea generalizada de la familia disfuncional como causante del abuso de 106 Richard, Op. Cit. p. 88 Cemesam, Op. Cit, p.27. 108 Dolores Herrera. 109 Javier. 110 Moraleda y García, Op. cit., p. 323. 111 Secretaría de Salud, Op. Cit. 107 121 drogas; no quiero decir que la disfuncionalidad no sea factor, lo que quiero decir es que no es el único factor y, quizás, tampoco el más importante. Por otro lado, un manejo adecuado de la información quizás no evite que el joven consuma drogas pero ayuda a que no profundice demasiado su vínculo con ella, o en caso de que llegué a abusar sepa donde pedir ayuda para su recuperación. Siguiendo la línea gubernamental, muchos padres y madres de familia desean que sus hijos no se vinculen con las drogas, sin embargo existe gran confusión en lo que consideran drogas pues sólo incluyen a las drogas ilícitas, respecto a las lícitas prohíben su consumo pero no paran de dar ejemplo de su consumo, esto especialmente por el lado de los padres. Tomando en cuenta que los hijos somos repetidores de la cultura aprendida en el hogar parece infinita la secuencia del uso de drogas pues como dice un informante «El padre busca salidas en el alcohol para no tener la responsabilidad de la familia porque no tiene dinero para mantenerlos»112 , siguiendo este ejemplo los jóvenes no serán responsables ni con la familia ni con ninguna de sus relaciones, pues no han tenido ejemplo de responsabilidad. Es en estas familias que se da a gran escala el consumo de alcohol, incluso convidándolo a menores de edad en fiestas y reuniones familiares. Es importante mencionar que, aun cuando las concepciones que tienen los jóvenes sobre las drogas provienen principalmente de los padres, éstas son limitadas debido a que el narcomenudeo está en constante desarrollo, tanto por la aparición de nuevas drogas como por la mayor disponibilidad. ¿Cómo explicarle a los hijos sobre drogas desconocidas para ellos? Esto no es posible, por lo que los jóvenes buscan en sus pares información que no encuentran en sus hogares, pero esta información regularmente se limita a la propia experiencia de sus pares que terminan por invitarlos a conocer los efectos de la sustancia en cuestión. El que los sujetos de estudio pertenezcan a familias marginadas permea el resto de sus relaciones sociales, en casi todo momento sus relaciones sociales se limitarán a otros jóvenes marginados pues son pocos los jóvenes que aspira n a buscar relaciones en redes fuera del barrio, como las establecidas con compañeros de escuela. Los integrantes del barrio son igualmente marginales aún y cuando la infraestructura del mismo se vaya 112 Fat 122 mejorando con el paso del tiempo, especialmente si los vecinos se organizan para ello. En otras palabras, es en la red familiar donde los jóvenes aprenden las concepciones con que se relacionan con el mundo de las drogas y en que se funda su participación en el narcome nudeo; aunque éstas se pueden modificar en las redes de pares, reducidas a los vecinos en el caso de los sujetos de estudio. Aquí cobra gran importancia el contrapeso que pueden ejercer mutuamente las redes familiares y vecinales en las estrategias tomadas por los jóvenes durante su participación del narcomenudeo. Es comprensible entonces que haya cada vez más jóvenes participando cuando se habitan barrios donde es relativamente sencillo participar del narcomenudeo, ya que los padres de familia tienen la percepción de que la prevención es solo a nivel escolar y dejan la responsabilidad completa de la educación de sus hijos en manos de las instituciones escolares y gubernamentales, evadiendo su propia responsabilidad 113; paradójicamente, se ha reportado un alto índice de deserción escolar, principalmente a nivel medio, situación que impide a estos alumnos tener acceso a los programas preventivos sobre adicciones que se realizan en tales lugares. 114 5.1.1. Acciones de los jóvenes en sus redes familiares. Los participantes del narcomenudeo enfrentan sus redes familiares a partir de sus relaciones previas, de sus relaciones de parentesco. La juventud es una etapa de la vida en la que la mayoría de “experimenta sentimientos de incomprensión, rebeldía e ira […] ya que si bien no entiende lo que pasa, por otro lado, siente culpa por no responder a los requerimientos de los que le rodean, sean sus padres, amigos o compañeros, también suele rebelarse contra las normas sociales y familiares”115; de ahí que gran parte de los consumidores prueben la droga alrededor de los 15 años 116, edad en la que la mayoría todavía ocupan una posición de subordinación ante sus familiares. Debido, en parte, a esta posición de subordinación es común que los jóvenes que empiezan a consumir drogas ilícitas lo mantengan oculto a sus familiares, especialmente si estos se han mostrado adversos a tal situación. Conforme el consumo continúa y se vuelve habitual los jóvenes tienden a hablar de su consumo con quienes han expresado opiniones más 113 CIJ, Estudio básico de comunidad, Op Cit. Ibidem. 115 Rivera Mendoza, Op. Cit. p. 186 114 116 Secretaría de Salud, Op. Cit. 123 tolerantes al respecto, o hacen saber de su consumo cuando son aprehendidos por alguna autoridad y no tienen mejor opción. A su vez, cuando el consumo se convierte en crónico se vuelve evidente para la red familiar, aun para quienes no lo quieren aceptar. En el mo mento en que los parientes conocen de la participación, los jóvenes se ven obligados a poner en marcha una serie de acciones para convencer al resto de la familia de dejarlo continuar su participación en caso de que se muestren tolerantes, o para hacerles creer que detendrán su consumo en caso de que se muestren adversos. Un caso distinto se da cuando en la red familiar ya existen consumidores de drogas, ahí es el joven quien tiende a formar relaciones de complicidad con el pariente. 5.1.1.1. Ocultamiento en la red familiar. El ocultamiento es la estrategia que utiliza la mayoría de jóvenes que comienzan a participar en el narcomenudeo y no quieren que lo sepan en su red familiar. En este caso, las acciones dependen de la relación de parentesco y de la confianza entre el joven y su familiar. La mayoría de quienes comienzan a consumir fuera de la red familiar lo hacen en espacios apartados, en redes donde cuentan con relaciones horizontales, formadas por amigos de la escuela o del vecindario. Es común que debido al estigma que pesa sobre los consumidores se oculten de quienes no participan del narcomenudeo, al menos durante el tiempo en que consumen y/o dure el efecto; sin embargo, conforme aumentan la frecuencia de consumo les es más difícil a los jóvenes mantener oculta su situación, especialmente si llegan a etapas de consumo crónico, o varias veces al día. Los jóvenes que se integran al comercio generalmente lo hacen fuera de la red familiar para intentar evitar el posible rechazo en sus relaciones familiares, pero también para evitarles problemas judiciales en caso de ser aprehendid os por la policía. A pesar de eso las actividades las realizan dentro de los espacios que ya conocen, principalmente dentro del barrio, pues sienten cierta seguridad de poder huir en caso de aparecer la policía . Esta era la situación de Girasol, de 15 años, quien no consumía drogas ilícitas pero un tiempo se dedicó a su comercio en una esquina cercana a su casa, decía que en su familia ni cuenta se daban ya que él no consumía drogas y regres aba temprano a casa, pero también porque sus dos hermanas mayores tenían problemas con el consumo de alcohol y eso mantenía 124 ocupada a la mamá. Durante mis visitas, las relaciones familiares de Girasol permanecieron sin sobresaltos aun cuando se salió de la secundaria y no trabajaba, y aunque lo presionaban en su casa no dándole dinero se las arreglaba con lo s 120 pesos que le pagaban en La Tiendita de la Jefa durante su turno de siete a diez de la noche. Otro caso de ocultamiento es el de Cuatlo, de 19 años, quien tampoco decía a su familia de su labor en la La Tiendita de la Jefa; sin embargo, Cuatlo duró poco tiempo en este punto de venta debido a que estaba en la misma calle en que vivía y sus parientes y amigos lo iban a buscar continuamente y lo distraían, lo cual disgustaba a los narcomenudistas adultos. Cuatlo no podía evitar acudir a su casa pues supuestamente solamente estaba cotorreando, finalmente dejó de participar en ese punto de venta. Antes de participar en La Tiendita de la Jefa, Cuatlo repartía droga para unos cholos, pero cuando la policía atrapó a sus líderes el resto se dispersó y él llegó ahí. Un último ejemplo de ocultamiento es el de Pablo Pachecote, quien comenzó a repartir mariguana en el mismo lugar en que se juntaba cotidianamente con sus amigos, el cual al estar alejado de su hogar le permitía participar del narcomenudeo sin que su familia conociera de ello. Estos ejemplos se pueden considerar de ocultamiento total, pues en ninguno de los casos los parientes saben de la participación de los jóvenes en el narcomenudeo, ni siquiera como consumidores en el caso de Cuatlo y Pablo Pachecote. A esto ayudaba que, por sus edades, Girasol y Cuatlo no eran presionados para trabajar, mientras que Pablo Pachecote hacía productiva su estancia con los amigos al armar tocadas en el barrio y dar gasto en su casa; de este modo ninguno de ellos transgredía su rol familiar. Cierto es que Girasol y Cuatlo no estudiaban pero tampoco sus hermanos mayores, lo cual argumentaban para no seguir realizando una labor que no les gustaba: ir a la escuela. En los primeros dos casos hay que tener en cuenta que los jóvenes llevan poco tiempo de narcomenudistas, aun cuando ya es la segunda experiencia del Cuatlo. Si bien los padres no logran incorporarlos a actividades formales ni saben de su participación en el narcomenudeo si les cuestionan de dónde obtienen la ropa que estrena n, principal finalidad de los ingresos cuando no son consumidores habituales. 125 En el último caso encontramos una estrategia de ocultamiento ampliamente difundida: realizar el comercio ilícito a la par de actividades laborales lícitas; a esto hay que sumar que, a diferencia de los dos primeros ejemplos, en que los jóvenes se empleaban en La Tiendita de la Jefa, Pablo Pachecote emprend ió el comercio por su cuenta, que además era de mariguana y no de crack, por lo que sus ganancias eran apenas suficientes para mantener su consumo habitual de mariguana y alcohol, principalmente cerveza. A pesar de no ser pocos los casos de ocultamiento total, la mayoría de jóvenes narcomenudistas terminan por ser descubiertos por sus parientes, ya sea que ellos mismos lo digan a quien tengan confianza o porque lo sepan a partir de ser sorprendidos por alguna autoridad. En cualquier caso, los narcomenudistas terminan dando a conocer de sus actividades a algunos familiares pero ocultándoselo a otros, lo cual se puede considerar un ocultamiento parcial; un ejemplo de esta situación es Role, quien pedía ayuda a su madre cuando necesitaba pagar deudas o quería dejar de consumir, pero sólo hablaba de su consumo y no de su participación como repartidor, esto a pesar de que participaba del comercio con unos tíos que vivían muy cerca de la casa de su madre. Otro caso es el de Mota, de 24 años, quien tenía conflictos previos en sus relaciones familiares ya que no trabajaba; después de que sus padres lo echaron de su casa se fue a vivir al Salón de la justicia, junto con Pollo y Negro. Fue por medio del segundo que Mota se enroló en La Tiendita de la Jefa, justo cuando despidieron a Pollo. Mota casi no iba a casa de sus padres y sólo uno de sus hermanos, que también era consumidor de piedra, sabía donde encontrarlo. El caso de Negro es distinto. Durante el tiempo que se mantuvo vendiendo drogas vivió en el Salón de la justicia con su hermano, Pollo. Negro estaba casado y su mujer sabía que él era repartidor sin embargo no quería descararse con su hijo de 4 años, decía que por eso prefería no vivir con ellos. Cuando pasaba varios días sin visitarlos la mujer se aparecía con el hijo, esto le molestaba aunque decía contemplarlo entre las posibilidades. En esas ocasiones Negro compraba dulces y metía la piedra en sus envolturas, al hijo le decía que vendía dulces y cuando le pedía uno le daba uno de los verdaderos; con ello intentaba convencerlo de que no vendía drogas, sobre todo porque el abuelo del niño, su suegro, ya le 126 había dicho a lo que él se dedicaba. En este caso se refleja una de las actitudes más comunes de los jóvenes ante los parientes de generaciones distintas, intentar ocultar su participación en el narcomenudeo a través de mentiras que regularmente haciéndose evidentes. 5.1.1.2. Intentos de convencimiento en las redes familiares. Aunque la mayoría de los jóvenes que participan del narcomenudeo tienden a ocultárselo a sus familiares, conforme pasa el tiempo éstos terminan descubriéndolo. Las razones del descubrimiento pueden ser varias, desde que el joven haya sido sorprendido consumiendo o comerciando drogas, hasta que él mismo decida decirlo a sus padres o algún otro pariente. Muchos consumidores comentaron que sus familiares empiezan a sospechar a partir de que aumenta el tiempo que se ausentan del hogar para consumir y disfrutar los efectos de la droga preferida, pero la mayoría se cercioran del consumo hasta que se hace evidente en el cuerpo y conducta de los jóvenes. A partir que los familiares conocen que el joven consume drogas, estos no tienen otra alternativa que intentar convencer a sus parientes que su consumo “no es tan malo como dicen” y que no perjudica sus actividades cotidianas, a la par de intentar evitar posibles reacciones negativas de parientes cercanos que todavía no lo sepan. Los participantes intentan convencer al pariente de que sea tolerante y a partir de eso espera la reacción de éste, aunque pocos hay quienes tienen éxitos cuando piden tolerancia; algunos como Patotas y Aarón han conseguido que les permitan fumar mariguana en sus habitaciones, sin embargo la mayoría de parientes tienden a prohibir el consumo sin estar seguros de cómo evitarlo realmente. A partir de este momento se crean una serie de conflictos familiares para muchos de lo jóvenes, los cuales pueden terminar anulando toda la red; los informantes lo expresan con mucha claridad: «C uando son adictos a los primeros que ponen en la madre es a la familia»117 . En el caso de los narcomenudistas, es más difícil que consigan ser tolerados por sus parientes; uno de estos casos lo constituye Negro, quien no sólo ha convencido a su 117 Trueno 127 hermano de participar juntos en el narcomenudeo sino que también ha convencido a su mujer de vivir separados para evitarle riesgos a ella y a su hijo. El caso extremo de convencimiento que encontré es el de Guaguaras, quien después de convencer a su madre de comerciar drogas ilícitas logró que muchos otros parientes también participaran comerciando, pero este caso se aborda adelante. Lo que quiero resaltar es que cuando la red familiar es convencida de tolerar o propiciar la participación de los jóvenes favorece su mayor duración en la actividad; ejemplo de ello son los hermanos Perico, que se turnaban en La Tiendita de la Jefa el tiempo en que alguno de ellos era anexado. 5.1.2. Reacciones en la red familiar de jóvenes participantes del narcomenudeo. En este apartado presento las reacciones que tienen las redes familiares cuando conocen que alguno de sus miembros jóvenes participa del narcomenudeo. Ya he dicho que la mayoría de los parientes se enteran del consumo de los jóvenes cuando ya se han presentado evidencias fisiológicas como el síndrome de abstinencia, pero también conductuales como la disminución del número de relaciones 118 . No obstante, cuando alguno de los familiares se entera de que el joven tiene problemas con el consumo de drogas es común que el apoyo sea inmediato, sin embargo ni los padres, ni los abuelos, tienen idea clara de qué drogas consumen o qué efectos puede tener su consumo; las más conocidas son la mariguana y los hongos alucinógenos, pues muchos habitantes provienen de las serranías de los estados de México, Puebla y Oaxaca. De esta manera, el desconocimiento de drogas como la cocaína, la piedra y los chochos, así como sus efectos, pospone la posible reacción de la red familiar. A esto se suma que hay parientes que cuando se enteran del consumo caen en una especie de negación, en la que esperan que el vínculo del joven con las drogas sea temporal y no hacen nada más por involucrarse. En el caso de los narcomenudistas es más difícil para los parientes tomar una decisión, el estatus legal de las drogas es una determinante a considerar. En el contexto marginal, la información que se puede obtener acerca de las drogas ilícitas es la que se difunde en los medios masivos de comunicación, la cual es regularmente una extensión de las políticas 118 Lindström, Martin, “Social capital, the miniaturization of community and high alcohol consumption a population-based study”, Alcohol & Alcoholism, 40(6):556-562, 2005. 128 antidrogas vigentes en el país. Es entonces que los parientes de los participantes conocen de la droga a partir de información antidroga, “hay que denunciar” dicen quienes combaten las actividades relacionadas con drogas ilícitas el narcomenudeo, pero cómo hacerlo cuando el participante es un hijo, un sobrino o cualquier otro pariente, cómo estar en contra de una actividad que cada vez más es vista como una alternativa real para mejorar sustancialmente la calidad de vida de toda la red, aun a sabiendas de que la participación puede resultar contraproducente. En estas circunstancias, las reacciones que pueden tomar los parientes ante la participación de los jóvenes en el narcomenudeo se pueden clasificar en tres tipos: rechazo, tolerancia y complicidad. En las reacciones tomadas por los distintos parientes pasará, sin duda, la historia de la red familiar. A continuación abundo en las reacciones: 5.1.2.1. Rechazo en las relaciones familiares. Las reacciones de rechazo son las más comunes en las redes familiares de quienes consumen drogas, «a un paciente que se empieza a drogar lo empiezan a estigmatizar ¿qué sucede? La misma familia lo empieza a rechazar»119 . Todos los participantes y sus parientes saben del estigma que recae en los consumidores de drogas, a quienes generalmente se ve como improductivos o delincuentes. Cuando se conoce de la participación del joven, los familiares consideran los riesgos de las actividades, la posibilidad de adicción que implica el consumo y la posibilidad de aprehensión que implica el comercio, y muchos intentan evitar la participación del consumo a través de prohibiciones y castigos. Son los padres quienes casi siempre toman el rol de quienes prohíben pero también lo hacen miembros de generaciones precedentes como tíos o abuelos, los miembros mayores de la misma generación, como hermanos y primos lo hacen en menor grado. Cuando el consumo ya se ha convertido en habitual o crónico, la mayoría de los parientes tienden a rechazar las relaciones con los participantes, sólo los más cercanos continúan intentando ayudar a un posible tratamiento contra la que ya consideran irremediable. Esto se puede notar en la ausencia de familiares acompañantes cuando los consumidores 119 Lic. Dolores Herrera. 129 crónicos se encuentran en tratamiento, de los pocos que acompañan casi todos son madres o hermanas. Para otros lo más práctico es echarlos de su casa, esperando que al no tener que comer dejen de consumir drogas; esta no es la primer alternativa pero si una muy utilizada después de varios tratamientos en los que el joven no reacciona, lo cual parece ser la norma entre los usuarios de piedra que continúan su consumo a lo largo de varios años a pesar de tomar tratamientos cada vez más severos. Las reacciones de rechazo tienen como objetivo que el joven frene su consumo. Este objetivo puede ser en extremo difícil cuando el joven consume frecuentemente y en dosis altas; pero también hay casos en que los jóvenes han disminuido su consumo a partir de que la red familiar interviene en conjunto para rechazarlo, algunos dejando totalmente el consumo, otros disminuyéndolo y otros más continuando el consumo de unas drogas pero parando el de otras que consideran más dañinas. Sin embargo, el que un joven sólo disminuya su consumo no necesariamente significa un progreso para la red que tiene como expectativa principal que el joven se integre a actividades productivas, por lo que sí la disminución de consumo del joven no se acompaña de una actividad laboral o escolar muchos familiares mantendrán reacciones de rechazo en la relación. A nte este panorama se entiende que para muchos jóvenes lo más conveniente sea mantener oculta su participación a la red familiar. Entre los casos en que la red familiar fluye para que el joven deje de participar en el narcomenudeo encontramos el de Trueno, quien durante su juventud era consumidor habitual de distintas drogas, entre ellas la mariguana, el cemento, el resistol 5000 y el alcohol. Trueno dejo totalmente el consumo de todas las drogas ilícitas después de muchos esfuerzos de los padres y hermanos que lo acompañaban a tratamiento, “me llevaban con Lamoglia, el que aparece en la radio”. Aunque admite que el psicoterapeuta interviene de manera importante al hacerle notar su situación, también menciona que ello no hubiera sido posible sin la intervención de su novia quien actualmente es su esposa y madre de sus hijos; dos de los cuales estaban en la adolescencia, lo cual preocupaba a Trueno pues decía no saber qué hacer en caso de que los hijos optaran por consumir drogas, por eso prefería no mencionar que fue consumidor durante su juventud. Esta situació n de incertidumbre no es 130 sino reflejo de lo complicado que es lo relacionado al consumo de drogas, ni siquiera quienes han dejado de consumir después de haber sido consumidores habituales, saben cómo evitar que este fenómeno se continué reproduciendo. Esto que aquí presento como reacciones de rechazo en la red familiar ante el consumo juvenil de drogas ilícitas puede determinar que muchos consumidores habituales intenten integrarse a su comercio. Fue precisamente lo que sucedió a Mota, a quien sus padres corrieron de su casa por no trabajar, y porque les pedía o robaba dinero para continuar consumiendo. Al no tener ingresos, Mota hacía algunos quehaceres en La Tiendita de la Jefa a cambio de droga, después participó como repartidor durante casi un año, hasta que conoció a una joven con la que se fue a vivir; como a la joven no le parecía que éste participara del narcomenudeo Mota empezó a buscar otra manera de ganar el sustento, al tiempo que dejó de consumir habitualmente, sin embargo cuando discutía con la joven o con el hermano de ella se salía de la casa e iba a consumir cerca de donde repartía. Este caso además de mostrar diferentes acciones de rechazo contra la participación del joven en el narcomenudeo, muestra algunas diferencias que puede haber entre una red familiar de origen y una red familiar propia. Entre los participantes que cuentan con familia propia hay dos tendencias, quienes buscan pareja que les ayuden a superar su participación y quienes buscan parejas que aceptan su participación, sobre estas volveremos adelante. Sin embargo, hay que añadir que aun en los casos en que se buscan relaciones de tolerancia o complicidad, pueden también agregarse parientes políticos contrarios a la participación en el narcomenudeo. Este el caso de la reacción de rechazo del suegro de Negro, quien no admite que su hija esté casada con un narcomenudista y continuamente le pide que se separe de él, además le dice a su nieto que su papá vende drogas para que le pierda la confianza. Ante esto Negro opta por vivir separado de su mujer durante los períodos que se dedica a comerciar drogas. En estos ejemplos hay cuando menos una situación importante: en la mayoría de casos en que los jóvenes disminuyen parcial o totalmente el consumo de droga cuentan con relaciones de pareja que participan de la disminución; esto es, a pesar de los conflictos y el 131 rechazo a consumir y/o comerciar drogas ilícitas los jóvenes encuentran en la red familiar el único motivo para dejar de consumir. Incluso, cuando alguno de los jóvenes del barrio era llamado por algún familiar, principalmente femenino, siempre acudían a pesar de manifestar en voz baja toda clase de desacuerdos. Richardson, uno de los vecinos del barrio que había sido anexado por sus padres, cada vez que salía a tomar alcohol era molestado por su hermano , quien lo asustaba diciéndole que venía la mamá para que éste se apurara a esconder la droga, pero cuando la mamá llegaba de trabajar Richardson entraba a su casa para ya no salir. En el mismo barrio la familia era equiparada con la PFP, “Policía Familiar Preventiva”, decían que el parentesco es el único lazo suficientemente fuerte para no consumir ni comerciar en la casa ni cerca de ella, a menos que le red familiar se muestre tolerante o cómplice. 5.1.2.2. Tolerancia en las relaciones familiares. La tolerancia implica aceptar situaciones con las que no se está de acuerdo. En el caso de las redes familiares de quienes participan del narcomenudeo, la tolerancia implica aceptar que los jóvenes consumen y comercian con drogas ilícitas; a diferencia de los casos en que los parientes pretenden no saber del consumo, en ese caso hay negación. El que los parientes sean tolerantes no significa que se limiten a aceptar la participación del joven, la mayoría de ellos reaccionan con la intención de que reconsidere su participación; las reacciones son diversas: reprimendas verbales, chantajes sentimentales, negación de dinero, cancelación de permisos y anexamientos, son sólo algunos de los más comunes. Sin embargo, a pesar de estas reacciones muchos jóvenes continúan comerciando o consumiendo, aunque se cuidan más para que sus parientes ya no se den cuenta. Hay parientes que optan por tolerar el consumo, principalmente quienes tienen historial como consumidores de drogas ilícitas pero también quienes han enfrentado otras relaciones con reacciones de rechazo y no les han funcionado; cuando esto pasa los parientes pretenden que los jóvenes acepten ciertas condiciones, mantenerse productivo es la principal. Topo, por ejemplo, sólo consumía los sábados, decía que su mujer le daba chance de ir con sus amigos ese día pues trabajaba toda la semana. En el caso del Patas también encontramos reacciones de tolerancia en su red familiar pues sus padres le permitían el 132 consumo de mariguana en su cuarto co n la condiciones de no consumir en la calle y no fumar piedra. El principal argumento para esta reacción era que el joven no se relacionara en la calle con consumidores de piedra, ni con posibles delincuentes. No en todas las relaciones de tolerancia se dan las mismas reacciones, estas varían en dependencia de la relación de parentesco. Entre los miembros de la misma generación es más fácil que haya reacciones de tolerancia, esto debido a que regularmente comparten contextos similares donde el consumo de drogas es una práctica cotidiana. Otras circunstancia s que afectan de modo importante las reacciones de los familiares de los consumidores son el nivel de consumo de los jóvenes y que ya ha ya habido miembros consumidores en la red familiar, pues en este caso es común que las reacciones se establezcan a partir de las relaciones antecedentes. En resumen, entre las reacciones posibles en las redes familiares se encuentran: tolerar el consumo fuera del hogar, permitirlo al interior de la casa pero no afuera y/o permitir el consumo de unas drogas y no de otras; siempre y cuando los jóvenes continúen realizando las actividades que les indican, principalmente estudiar y trabajar. En el caso de los narcomenudistas, sólo encontré una reacción que se puede considerar de tolerancia, la de Negro con su mujer, el resto de reacciones encontradas son de rechazo o de complicidad. Esto debido, en parte, a que muchos de los jóvenes narcomenudistas optan por ocultar a sus parientes su participación como comerciantes aun y cuando sepan de su consumo; en el caso de Negro, la reacción de tolerancia de la mujer era indispensable para mantener oculta su actividad al hijo. Además de sostener a su mujer y su hijo, Negro pagaba una escuela privada para su niño y los llevaba a pasear de vez en cuando a otras partes de la ciudad. Cuando su hijo cumplió años, Negro lo llevó a un restaurante a celebrar, ahí contrató un paquete en que “el muñeco de pelo rojo” le dio al niño globos, pastel, dulces y una cajita feliz a su hijo, además de globos y un pastel; dice que esto le salió en más de 500 pesos por lo que tuvo que consumir menos droga durante algunos días. 133 Ante la presión de su mujer para buscar otro tipo de trabajo Negro intentaba realizar otras labores de vez en cuando, en una ocasión fue a una empresa cercana que embotella agua purificada pues le habían dicho que lo podían contratar como chofer, pero cuando llegó le dieron la camioneta repartidora a otro chavo y a él le ofrecieron 150 pesos por lavar una colmena de garrafones, aceptó pero termino arrepentido porque “fueron más de mil garrafones” los que tuvo que tallar y enjuagar, ya nunca volvió. Después de eso ya no buscó mucho aunque seguido iba con unos chóferes de la misma empresa que, a cambio de ayuda rles a repartir, le pagaban 100 o 120 pesos al día más las propinas; esa era la remuneración a la que regular mente aspiraban, por eso cuando salían chambas en las que pagaban 200 pesos al día no dudaban en tomarlas. El resto de casos estudiados muestran que las nuevas relaciones establecidas por los narcomenudistas a partir de su participación son muy pocas, casi siempre inestables debido al propio consumo de los jóvenes. 5.1.2.3. Complicidad en las relaciones familiares. En este apartado presento las reacciones de complicidad que toma n algunos parientes de los jóvenes cuando conocen de su participación en el narcomenudeo. En estas reacciones resulta determinante la presencia previa de participantes en la red familiar, pues no sólo son posibles ejemplos para los jóvenes sino que también pueden resultar en relaciones de complicidad con ellos. Entre los parientes de los jóvenes que participan del consumo, son los menos quienes se llegan a convertirse en consumidores, principalmente parientes de la misma generación o con menor edad. Contrariamente, a lo que podría ser una relación de complicidad, los jóvenes consumidores que tienen hermanos mayores comentaron que éstos han preferido no darles a probar ninguna droga, situación que también manifiestan quienes siendo hermanos mayores prefieren no dar la primera dosis de droga a sus hermanos. A diferencia de las reacciones de tolerancia o rechazo, no encontré reacciones de complicidad en las relaciones entre jóvenes que sólo consumen y parientes de generaciones mayores. En un par de entrevistas me fue referido que en familias dedicadas a actividades ilícitas se da el consumo compartido entre parientes de distintas generaciones, sin embargo durante la observación etnográfica sólo pude observar el consumo de sustancias lícitas, alcohol y tabaco, entre miembros adultos de la red. En cambio, la reacción de compartir el 134 consumo abunda en las relaciones con familiares de edad similar; ejemplo de ello son los primos de Patas, quienes lo presentaron con consumidores de la banda a la que pertenecían; otro ejemplo es el primo de Fresa, a través del cual éste conoce la ubicación de nuevos puntos de venta en el barrio. En el caso de quienes se dedican al comercio, destacan los casos de los hermanos Caradura y la familia Perico como ejemplos de reacciones de complicidad que han permitido a los jóvenes perdurar en el narcomenudeo. La información que compone los casos fue recopilada mediante observación etnográfica en La Tiendita de la Jefa, el objetivo de presentar los casos es mostrar que la relevancia que llegan a tener algunas redes familiares en el fortalecimiento del narcomenudeo, al grado de integrarlo plenamente a la vida del barrio. a) Los hermanos Caradura Ejemplo de reacciones de complicidad en la red familiar son los hermanos Caradura, estos se han movido por diversos lugares y situaciones en las que se involucra el consumo y comercio de drogas ilegales, principalmente piedra y cocaína. En los múltiples altibajos que han vivido al estar vinculados a las drogas, el menor ha tenido menos fortuna pues ya ha sido encerrado dos veces en el reclusorio; paradójicamente, en ambas ocasiones ha sido detenido por robo cuando, como consumidor crónico, había gastado sus recursos y robaba para mantener el ritmo de consumo. Pollo es ejemplo de lo contrastante de las posibilidades de quienes participan del narcomenudeo, por un lado la rentabilidad económica que le permite sobornar a las autoridades, por otro las carencias propiciadas por el consumo de varias dosis al día, las cuales que lo han llevado a robar y, en consecuencia, a la cárcel. Cuando Pollo fue despedido de La Tiendita de la Jefa empezó a repartir droga en otra tiendita ubicada al otro lado del eje vial, “unas calles abajo”; tiempo después, cuando Negro también fue despedido lo jaló a vender en aquel punto. Estos no eran los únicos puntos en que ambos hermanos habían vendido con anterioridad, solamente los últimos en que habían participado como cómplices, aunque no siempre participaban de manera 135 conjunta, especialmente por las ausencias del Pollo debid as a sus encierros en reclusorios y anexos. b) La familia Perico Un ejemplo de mayor contundencia es el de la Familia Perico, red familiar compuesta por 6 familias nucleares que participaban de manera directa o indirecta en el narcomenudeo; la red se densifica en uno de los núcleos, el 2, pues en éste cinco de sus seis miembros participan del comercio de cocaína y piedra. En la figura 1 se puede ver la genealogía de la Familia Perico : son 26 parientes vivos divididos en 4 generaciones, son 13 jóvenes, 11 adultos, 2 niños y 1 adulta mayor; del total, 9 se encuentran relacionados directamente en el comercio y 1 más en la compra de objetos a consumidores adictos. De los relacionados con el comercio, 5 pertenecen a la generación de jóvenes, todos varones, y 4 a la generación de adultos, 2 hombres y 2 mujeres, una de las cuales dirige la empresa: La Jefa, madre del núcleo. Todos los hermanos de esa generación cuentan casa propia en el mismo barrio, tres de ellas en la misma calle, entre ellas la madre del núcleo B. La vecindad facilita la constante comunicación y en los otros dos hogares también hay miembros que participan del narcomenudeo, uno comerciando la droga y otro comprando objetos que consumidores adictos llevan con intenciones de cambiar por droga. La complicidad en familias como la Perico es un ejemplo de las redes familiares extensas que funcionan como unidades económicas, reminiscencia de lo que Bonfil Batalla nombraba como “cultura indiana”120 . A continuación describo las actividades que cada uno de lo s integrantes de la familia Perico desempeñaba dentro de la empresa familiar. La descripción comienza con los miembros más jóvenes de la familia pues fue con ellos con quienes empecé a desarrollar la observación, siendo posterior la percepción de que también intervenían en el narcomenudeo varios familiares adultos. Son 5 los jóvenes que participan del narcomenudeo, 3 de ellos pertenecen a la familia nuclear de referencia y otros 2 son primos de distintos núcleos. 120 Bonfil Batalla, Op. Cit. 136 La Familia Perico N1 11 2 GI GII N2 N3 44 33 N4 5 66 17 18 7 N5 8 N6 11 11 10 9 12 13 GII GIII 14 14 15 15 GIII GIV 16 16 19 20 20 21 22 23 24 25 25 26 N7 Parientes Perico 1. La Abuela 2. El Abuelo 3. El Don 4. La Jefa 5. El Padre 6. El Tío 7. Tía 1 8. Tía 2 9. Tío A 10. Tía 3 11. Tío Político B 12. Tía 4 13. Tío C 14. El Yuko 15. El Tigre 16. El Guaguaras 17. La hermana 18. Primo A 19. Prima 1 20. Shoker 21. Prima 2 22. Primo C 23. Primo D 24. Prima 3 25. Primo E 26. Primo F 27 y 28. Sobrinos 27 28 Generaciones GI. Primera generación GII. Segunda generación GIII. Tercera generación GIV. Cuarta generación Núcleos familiares N1. Núcleo 1 N2. Núcleo 2 N3. Núcleo 3 N4. Núcleo 4 N5. Núcleo 5 N6. Núcleo 6 N7. Núcleo 7 z El mayor de los hermanos Perico es Guaguaras, de 25 años, a los 10 años decidió abandonar el hogar cansado de la pobreza en que vivían, años después volvió para “hacer algo” por el bienestar familiar y le propuso a su madre vender drogas ilícitas. Al iniciar el negocio, hace más de 6 años ninguno de sus hermanos se atrevió a ir por la mercancía, en su papel de hermano mayor terminó yendo él, “un día que hubo retén en la [calzada] Zaragoza”, recuerda el temor sentido ese día, pero que no le haya pasado nada lo tomó como señal de buena suerte. Es en esta situación que Guaguaras sustenta su posición en la economía familiar, pues lo maneja como argumento para enfrentar al padrastro y a los hermanos en la pretensión de ser reconocido como el mero bueno. Durante mucho tiempo cubrió los horarios que consideraba más riesgosos, a partir de las 10 de la noche, ya que llegan consumidores habituales o que ya han consumido varias dosis el mismo día; decía que había llevado una vida “más dura” que la de sus hermanos, por lo que había aprendido “a enfrentar los peligros que acechan en la calle”, entre ellos los vinculados a los policías. 137 El segundo hermano Perico es Tigre, de 23 años de edad. Lo conocí cuando salió de un anexo donde había estado unos meses, “de vacaciones”, ya que había llegado al grado de delirar cuando dejaba de consumir piedra. Durante las primeras ocasiones que conversé con él me cuestionaba sobre mis actividades o hacia comentarios sobre la posibilidad de que fuera policía. Con el tiempo, conocí mejor sus actividades, entre las que destaca su función como repartidor semifijo. Esta variación en su manera de comerciar, en parte, fue propiciada por las reacciones precedentes en la red familiar, ya que cuando consumía varias dosis el mismo día quedaba imposibilitado para dar seguimiento al OPB; poco después la red familiar reaccionó internándolo en un centro de ayuda, fue el momento en El Don y El Tío se hicieron responsables del turno de 7 a 10 de la noche. Cuando Tigre retornó había perdido su turno y optó por comerciar en las fiestas los fines de semana, aunque entre semana vend ía a quienes llegaban antes de las 7, abriendo el horario de venta a partir de las 5 de la tarde. Sin embargo , a pesar de la complicidad mantenida en su red familiar, Tigre no ha participado desde el principio en La Tiendita de la Jefa pues se había ido a Estados Unidos cua ndo la hermana vivía allá, pero cono no logró el éxito económico esperado se regresó “con sólo 50 dólares” ya que no le gustaban las condiciones en que tenía que vivir. Frecuentemente decía que volvería a irse a los Estados Unidos, pero dudaba obtener la ganancia que obtenía en la venta de droga, especialmente por la facilidad con que lo ganaba; por otro lado, las condiciones en que viven ya no son las mismas de cuando se fue con la hermana, la ampliación de la casa ha permitido a cada hermano tener su propio espacio donde habitar. Con intención de alcanzar mayores ganancias Tigre y un vecino fueron un par de ocasiones a Michoacán, de allá traían mariguana para venderla “de un kilo pa’rriba”, pedían entre 600 y 800 pesos por kilo, “según el sapo la pedrada”; lo cual era más barato que en la zona central de la Delegación donde Aarón, en ese mismo tiempo, decía que sus compas daban a 1000 pesos el kilo. Cuando en La Tiendita de la Jefa despidieron a los repartidores que no eran parientes, Tigre se convirtió en quien atendía a la mayoría de los clientes, platicaba con ellos y los intentaba convencer de que compraban buen material; los clientes preferían comerciar con él que con cualquier otro repartidor de la tiendita. Para el final del trabajo de 138 campo Tigre había recaído y volvió a consumir varias veces al día, entonces los clientes empezaron a preferir a Yuco o a Shocker. Yuco, de 21 años, es el menor de los hermanos Perico. Regularmente permanecía dentro de casa para servir de transmisor entre los repartidores y La Jefa a través de una rejilla. Después del cateo de la AFI, cuando despidieron a los no familiares, Yuco empezó a despachar antes de las siete, lo hacía a través de la rejilla y salía sólo en contadas ocasiones para recibir el dinero y entregar la mercancía. Después de las 7 compartía el horario con Tigre y El Tío. De los tres hermanos, Yuco era quien consumía menor cantidad de droga, en parte porque siempre estaba cerca su madre. Del núcleo 2 de la familia Perico, sólo de la hermana no obtuve información que la vinculara con el comercio de drogas ilícitas, nunca observé que despachara y ninguno de sus parientes llegó a mencionar que participara. Poco después del cateo de la AFI volvió a los Estados Unidos, lo que parece ser una reacción de rechazo ante los riesgos por las actividades efectuadas en su red familiar. En la misma generación que los hermanos Perico se encuentran otros 9 jóvenes, 3 mujeres y 6 hombres; 2 de ellos, los primos B y E, también participaban en la tiendita. El primo B, conocido como Shoker, tenía 19 años y formaba parte del núcleo 4, se insertó en el narcomenudeo a partir de acompañar a Tigre a las fiestas del barrio y los alrededores. Con el despido de los no parientes empezó a acompañar a El Tío durante su horario de venta; ante ello, ninguno de los parientes de su núcleo reaccionó de manera negativa. Por su parte, el Primo E, Güero, acompañaba a Tigre a las fiestas desde adolescentes, juntos habían comenzado a comerciar de manera ambulante en ellas. La generación adulta de la familia Perico se compone de 4 hermanas, 1 hermano y sus parejas. La Jefa enviudó de su primer marido, el padre de los hermanos Perico, quien falleció poco antes que Guaguaras volviera con su familia, no comentaron más sobre el asunto. Los 10 adultos vivos son los padres de familia de 5 núcleos, 3 de los cuales: 2, 4 y 5, se encuentran en la calle donde se ubica La Tiendita de la Jefa. Sólo tres de los adultos participaban del narcomenudeo: La Jefa y El Don del núcleo 2, y El Tío del núcleo 3, ninguno como consumidor. En la casa del núcleo 2 era donde se escondía la droga que se 139 vendía, en ese mismo núcleo se encontraban la mitad de los parientes vinculados al comercio y era el único donde participaban más de un pariente; era pues la base de la red familiar que participa del narcomenudeo. La Jefa es el nódulo central de la red de relaciones familiares vinculadas al narcomenudeo, no solamente era la dueña de la casa donde escond ían la droga sino que también era quien se encargaba de organizar y administrar la empresa. Yuco decía que ella sabía que sus 3 hijos consumían y por eso era quien pesaba, envolvía y guardaba la droga, además que no se las daba hasta que le entregaban el dinero del cliente. De esta manera La Jefa evitaba que sus hijos cargaran el cuerpo del delito en caso de ser aprehendidos, además de evitar que tuvieran la tentación de ser quienes consumieran la cocaína o la piedra. Esta medida también se extendía a Tigre cuando repartía en las fiestas, por lo que sólo llevaba unos pocos papeles y tenía que volver constantemente por más. Con la participación de la Jefa, el negocio de la familia Perico parecía tener mayor fortaleza que otras tienditas de la zona de estudio que había n funcionado menos tiempo, incluso se sobrepuso a un cateo policial. Esta fortaleza no sólo muestra una de las dificultades que encuentra el Estado para enfrentar las actividades del narcomenudeo: las relaciones de complicidad entre parientes, también difiere de lo planteado por Monod, cuando escribe que “los jóvenes delincuentes son el subproducto de una estructura social en desintegración. Sus mismos padres son personas inadaptadas”121 , pues en el caso de la familia Perico encontramos a una madre que adaptada a las condiciones marginales del entorno, lo que permitía a los miembros de la red familiar extensa perdurar como participantes del narcomenudeo. El Don es el segundo esposo de la Jefa y padrastro de los hermanos Perico. Cuando lo conocí comerciaba la droga en el horario de 7 a 10 de la noche, pero después del cateo de la AFI regresó a trabajar a una ruta de camiones en la que había laborado previamente; con ello intentaba ocultar el origen ilícito de los ingresos familiares. El Don intentaba ocupar la 121 Monod, Jean, Los Barjots. Etnología de bandas juveniles, Barcelona, Ariel, 2002, 33p. 140 posición de el mero bueno, en ese papel había organizado una serie de acciones que había n ayudado a perdurar en el comercio; entre éstas acciones se encontraban vender en sólo durante unas horas y contratar a jóvenes que servían de intermediarios con los clientes, a la vez que ayudaban en la vigilancia. El Don había hecho valer sus propuestas argumentando que los jóvenes Perico descuidaban el negocio por consumir la droga que debían repartir. La posición de mero bueno era dada por los clientes a Negro, quien era el principal vendedor de los que tenían contratados; Negro era empleado para cubrir el horario entre las 7 y las 12, por lo que no sólo ayudaba a El Don sino también al Guaguaras, pero al cubrir más tiempo que cualquiera de la familia muchos clientes lo confundían con el mero bueno, situación a la que contribuía diciendo que el era el bueno cuando no había familiares Perico de por medio. Al darse cuenta de la situación El Don le ordenó a Negro que dijera a los clientes que él era el bueno, incluso llegó a negarles la atención hasta que lo reconociesen. El Tío es el único varón de los hermanos que conforma n la generación de Pericos adultos. Aunque no vive en la calle en la que se encontraba La Tiendita de la Jefa llegaba todos los días a cubrir el horario de 7 a 10 de la noche, el cual compartía con otros miembros de la familia; hubo un tiempo en que acompañaba a El Don, otro en que fue acompañado por Guaguaras y otro más por Shoker. Sin embargo, El Tío no despachaba drogas sino que solamente permanecía en el lugar para supervisar las acciones y reacciones de repartidores y clientes; de esta manera El Tío hacía una especie de presencia que tenía como objetivo que los clientes desistieran de cualquier posibilidad de salirse del OPB. Cuando lo conocí, El Tío llevaba a la tiendita una bolsa con dulces, chicles y otras golosinas que vendía a diez pesos por paquete, sin embargo nunca los ofrecía pero decía que los vendía en el metro durante la tarde. Tiempo después empezó a vender pollo en su casa, decía que no sabía del negocio pero Mota le enseñó a cortar el pollo y despacharlo, con lo que obtenía mejores ganancias. Conforme a los parámetros culturales típicos de la familia mexicana los varones laboran en la parte pública del negocio, la calle, mientras que las mujeres realizan su parte al interior del hogar. Es así que para la venta de drogas los hombres Perico se turnaban para estar en la calle, esto tenía dos razones netamente económicas: la primera fundada en que el 141 responsable del horario se quedaba con una parte de la ganancia de cada papel que vendía, si vendía un papel de 60 se quedaba con 10, si era de 30 se quedaba con 5 y así; la segunda razón estaba fundada en el riesgo, cuya percepción dependía del horario, decían que en la madrugada el comercio es más riesgoso que en la tarde o en las primeras horas de la noche, ya que para tales horas muchos clientes ya han consumido previamente varias dosis de piedra, alcohol y quizás otras sustancias, y pueden actuar inesperadamente. La Abuela es la única integrante de la generación de adultos mayores, ella también participaba del narcomenudeo, no comerciando ni consumiendo drogas sino transportándola desde el lugar donde la compraban hasta La Tiendita de la Jefa. Los parientes Perico confiaban en que la Abuela difícilmente despertaría sospechas como para ser registrada por la policía, además que la gente del barrio no permitiría que registrasen a una anciana sin razón aparente. Así la familia Perico utilizaba este aspecto de nuestra cultura para disminuir los riesgos en el transporte de la mercancía, situación que tiene antecedentes en ‘El Apando’, novela de José Revueltas que fue llevada a la pantalla grande. Había un Tío político que participaba de manera indirecta en el narcomenudeo, no consumía ni repartía sino que compraba algunos artículos llevados por consumidores crónicos cuando ya no tenía n dinero para comprar más droga; generalmente celulares, calculadoras y relojes, que tienen la ventaja de tener buena demanda en el mercado negro ya que el comprador puede verificar si funciona o no antes de llevar a cabo la compra, así “no hay queja”, aspecto de suma importancia en este tipo de negocios donde “nadie conoce a nadie”. Hay que tomar en cuenta que solo si el comprador vende rápido el objeto habrá ganancias, pues si se llega a rezagar el artículo tenderá a devaluarse. Concluyendo con la Familia Perico, se puede observar una serie de situaciones que propician la complicidad entre sus miembros y la persistencia de la red familiar en el narcomenudeo, así como la evolución de sus estrategias para enfrentar los obstáculos puestos por las leyes en la materia, lo cual es ejemplo de lo establecido por Lomnitz cuando menciona que “existen indicios de que su evolución y persistencia en la barriada obedece a 142 necesidades de supervivencia económica y social” 122. Situación que fortalece la hipótesis acerca de que el narcomenudeo se inserta en redes sociales previamente establecidas, siendo la familia una de las más importantes de estas redes, especialmente por las dificultades que pue den poner ante quienes se oponen al narcomenudeo, como autoridades y vecinos inconformes. Quiero resaltar el reforzamiento de la red familiar a través del parentesco ritual que significa el compadrazgo; durante el tiempo de observación, la hija de El Tío cumplió 15 años y éste le hizo una fiesta de celebración, en ella participaron El Don y La Jefa como padrinos principales, por lo que además de hermana y cuñado se hicieron compadres de El Tío, quien a partir de entonces se convirtió en socio del negocio, aunque continuó cubriendo el horario de 7 a 10 de la noche. Por último, quiero enfatizar en que los jóvenes Perico que comercian también son consumidores mientras que los adultos se limitan al comercio de droga que sirve de base a la economía familiar y ven en su consumo un desperdicio de dinero además de un daño para la salud. Al no consumir drogas, los adultos podían continuar vendiéndolas cuando los jóvenes pasaban por etapas de consumo crónico, o por el anexo, de esta forma la tiendita permanecía funcionando a pesar de los retiros temporales de alguno de los jóvenes repartidores. El que La Tiendita de la Jefa hubiera perdurado varios años repercutía en que la continuaran frecuentando muchos clientes que la conocían desde años antes, los cuales regresaban a buscar los puntos de venta conocidos después de haber pasado por etapas de anexamiento. Desde un a posición funcionalista, Merton “Propone 5 tipos de adaptación individual, en una sociedad competitiva, donde el éxito monetario es el principal objetivo cultural”: conformidad, innovación, ritualismo, retraimiento y rebelión123 ; cada uno de ellos cuenta con distinto grado de aceptación y/o rechazo por parte de la sociedad y sus instituciones. Según este mismo autor es en el retraimiento donde se encuentran “los psicóticos, los egoístas, los parias, los proscritos, los vagabundos, los borrachos crónicos y los drogados. 122 Lomnitz, 100 Merton, Robert K ., “Estructura social y anomia: Revisión y ampliación”, en: Parsons, Fromm, Horkheimer y otros, La familia, Barcelona, Península, 1970, p.80 123 143 Todos ellos han renunciado a los objetivos culturalmente previstos y su conducta no concuerda con las normas institucionales”124. Sin embargo , según lo mostrado y más allá del plano individual en que se queda el citado autor, tanto la rebelión habida en el acto de quebrar las leyes que prohíben el comercio de drogas como la innovación con nuevas acciones para disminuir riesgos, puede no ser vistas en las redes familiares marginadas como actitudes colectivas alternativas en la búsqueda de superar la precariedad en que viven. En todo caso, las reacciones familiares de complicidad son un caso extremo de lo observado por Thoumi en redes familiares de otros países de América Latina, donde “al avanzar en el proceso de modernización, la familia nuclear y extensa se ha debilitado, la gente frecuentemente se aleja de sus comunidades natales donde las instituciones locales restringen muchos comportamientos... y la responsabilidad de controlar comportamientos considerados desviados se concentra en el Estado” 125 . 5.2. Las redes vecinales de los participantes del narcomenudeo En este apartado muestro las acciones y reacciones que llevadas a cabo en las relacio nes de la red vecinal permiten que el narcomenudeo continúe reproduciéndose. Las secretarías de seguridad, local y federal, han mencionado que tienen identificados más de dos mil puntos de venta de drogas126 ; a la vez que realizan campañas de publicidad de lo que consideran una “guerra contra el narcomenudeo”. Pese a estos esfuerzos en los barrios de la zona de estudio el narcomenudeo parece ser percibido de otra manera, no sólo como menos peligroso a lo publicitado sino como una alternativa económica para varios de sus habitantes. Esta situación se desglosa a lo largo del apartado, pero antes quiero esbozar el contexto de los barrios en que realicé la observación etnográfica. Las colonias de la zona de estudio cuentan con historia de luchas populares en torno a la consecución de la vivienda; en ellas las acciones legales eran acompañadas también de acciones ilegales 127 . Aquí, como en otras zonas marginadas, la única planeación realizada 124 125 126 127 Ibid p. 97 Thoumi, Op. Cit. p. 87 Diario La Jornada, 4 de marzo de 2005. Granillo, Op. Cit. y Moctezuma Op. Cit. 144 fue aquella en la que algunos funcionarios públicos obtuvieron beneficios personales de la venta de terrenos irregulares, sin importar el costo social para los compradores. No quiero decir que la corrupción de unos funcionarios públicos sea el origen de las actividades ilícitas en estos barrios, sino que las actividades ilícitas han sido parte de estos barrios desde su origen y que, aunque los pobladores saben qué actividades son ilícitas, las realizan cuando consideran injusto que sean ilícitas o cuando las consideran la mejor o única alternativa posible; los informantes decían no entender porqué los productos piratas tenían precios más accesibles en comparación con los originales, pues pensaban que era mucha la diferencia para sólo deberse a que no pagaran impuestos. El barrio “es la expresión comunitaria de realidades sociales, de lo que la sociedad en su conjunto ofrece para educar, divertirse, trabajar, convivir, etc”128; en el, el mercado informal es una constante a pesar de que sus habitantes saben que muchos de los productos son “de dudosa procedencia”. Para mucho este mercado se constituye en la única alternativa para que la población marginada acceda a consumir mercancías que de otro modo les resultaría imposible ; y es que en el mercado informal se confunden una gran multitud de productos de origen legal pero de procedenc ia ilícita, como puede ser al s mercancías robadas, y de origen y procedencia ilícita, como la cocaína y la piedra. Ambas tipos de mercancías se pueden obtener a través del mercado informal, y aunque saben que pueden ser engañados en cuanto a la calidad aceptan el riesgo debido lo accesible del costo. En la zona de estudio, la mayoría de vecinos basan su supervivencia en aspectos informales del mercado, no sólo para satisfacer su consumo sino también como fuente de ingreso; prueba de ello es que para el año 2000 sólo había un 1.56% de PEA desocupada en la Delegación Iztapalapa, pero sólo el 46.7% era derechohabiente a algún servicio de salud ofrecido a las familias de los trabajadores, IMSS e ISSSTE principalmente129 , lo cual indica que el resto de la població n se encuentra fuera del trabajo formal. Esto es, gran parte de las familias encuentran en el comercio informal una vía de acceso a productos e ingresos al amparo del barrio; lo cual refuerza las ideas según las cuales “una condición básica para 128 Santa Cruz Giralt, María L. y Concha-Eastman, Alberto, Barrio adentro. La solidaridad v iolenta de las pandillas, San Salvador, El Salvador, Instituto Universitario de Opinión Pública, 2001, p . 9-10. 129 INEGI. Distrito Federal, XII Censo General de Población y Vivienda 2000, Resultados Definitivos; Tabulados Básicos. 145 establecer una relación de confianza en la barriada es la igualdad de carencias entre los contrayentes de la relación”130, y que “la pobreza de bienes materiales iría parejo con la intensidad de lazos sociales soportados por las funciones simbólicas incrementadas de dichos bienes escasos”131, lo cual es especialmente significativo en ol s jóvenes que “se sienten identificados básicamente con los discursos y las escrituras que se enuncian desde su clase social” 132 . Otro aspecto importante a tomar en cuenta es la creciente proporción de hogares dirigidos por mujeres. López Barajas menciona que en las áreas más urbanizadas “llegan a representar alrededor del 20%”133, en la zona de estudio la directora del Centro de Mujeres Pobres A. C. observa en la zona de estudio «una fuerte población de mamá soltera o solas porque el señor se fue a Estados Unidos y votó a la familia… incluso es común que haya mamás solteras de corta edad»134; lo cual es grave, ya que el estudio de Gómez de León muestra que los “hogares con jefe femenino en zonas urbanas muestran un nivel más alto de pobreza que los hogares con jefe masculino [y que…] Los hijos del hogar tienen una mayor probabilidad de haber ingresado a la fuerza laboral y haber abandonado la escuela a edad temprana. Dichos efectos son particularmente notables para el caso de los varones”135. A esta circunstancias se agrega la ausencia de expectativas laborales en la misma zona de estudio, los largos recorridos que sus habitantes realizan a las lugares donde laboran, parques industriales o zonas de comercio; por lo que, los habitantes de estos barrios además del tiempo dedicado a la jornada laboral deben invertir horas de su tiempo de descanso en el traslado de la casa al trabajo y viceversa, un informante llegó a mencionar que tardaba ¡hasta cuatro horas para ir y volver del trabajo ! El resto mencionó dos horas en promedio. Bajo estas circunstancias los padres y parientes mayores tienen poco tiempo para convivir con sus hijos o parientes menores, pero además de estar poco tiempo en casa los informantes dijeron que sus padres prefieren ver el televisor o hacer otras cosas antes que platicar con ellos; ante esta situación los jóvenes tampoco hacen mucho para mejorar las 130 131 Lomnitz, Idem, p.28. Monod, Op. Cit., p.89. 132 Salazar, Op. Cit. p. 15 133 López Barajas, María de la Paz, “Transformaciones familiares y domésticas: las mujeres protagonistas de los cambios”; en López y Salles (comps), Familia, género y pobreza, México, GIMTRAP y MAPorrúa, 2000; p. 96. 134 Entrevista realizada a la Directora del Cent ro de Mujeres Pobres A. C. 135 Gómez de León, José y Parker, Susan, “Bienestar y jefatura femenina en los hogares mexicanos”; en López y Salles, Op. Cit, p. 41-42. 146 relaciones familiares y prefieren pasar el tiempo afuera de casa, con los amigos de la escuela o del barrio. Un último determinante a tomar en cuenta en las relaciones que se establecen al interior del barrio es el que tiene que ver con las relaciones entre las redes familiares. Recordemos que muchas de las redes familiares marginadas “viven como vecinos y se caracterizan por un intenso intercambio de bienes y servicios”136 , lo mismo sucede con redes familiares que distribuyen drogas. Este vivir en vecindad inhibe la denuncia de vecinos que rechazan el narcomenudeo pero que no denuncian porque temen represalias de los parientes que queden en libertad y que, obviamente, continuaran siendo sus vecinos. Pero además, son de resaltar las acciones colectivas que toman redes familiares como la familia Perico, para convencer a sus vecinos de tolerar la distribución de drogas en el barrio. 5.2.1. Acciones de los participantes en sus redes barriales. Los jóvenes que participan del narcomenudeo optan por estrategias que se adecuen al barrio en el que pretenden realizar sus actividades. No en todos lo s barrios se pueden utilizar las mismas estrategias de participación, en algunos es complicado el comercio pero no el consumo, en otros se llevan a cabo ambas actividades sin muchas dificultades. En cualquiera de los casos, los participantes prefieren evitar las dificultades, para ello realizan acciones como consumir droga en horarios y lugares poco transitados, o disfrazar el consumo con actividades vistas como comunes; lo más normal es que los jóvenes que empiezan a consumir drogas se oculten de sus vecinos, especialmente de aquellos que ya han mostrado adversidad a otros consumidores. Conforme el consumo se vuelve habitual y los familiares no lo toleran, los jóvenes tienden a consumir en espacios del mismo barrio aunque no cercanos a la casa de sus parientes; cuando los vecinos ya saben de la participación de los jóvenes lo más común es que estos tomen posiciones extremas: el descaro total o el incremento de precauciones. Cualquier posición depende de las relaciones mantenidas en la red familiar, cuando los jóvenes disminuyen las precauciones en sus relaciones barriales regularmente se debe a que sus 136 Lomnitz, Idem., p.28. 147 parientes ya conocen de su participación en el consumo y/o comercio de drogas. En el mismo sentido, cuando los parientes rechazan las actividades del narcomenudeo los jóvenes difícilmente consumen y/o comercian en el mismo barrio; Fresa sostenía que el peor dealer era el que estaba a un lado de su casa, porque si le compraba la mamá se enteraría. Los consumidores habituales y crónicos pueden llegar a descuidar las precauciones a tomar en el barrio durante el consumo y/o comercio de drogas. Esto se debe a dos razones, por un lado debido a su constante participación tiene una mayor confianza en las relaciones que ha establecido, tanto con los participantes como con quienes no participan pero conocen de su participación. Por otro lado, porque debido a su dependenc ia tienden a consumir más allá de lo soportable por su propio organismo y llegan a actuar de manera problemática, aun y cuando muchas veces no recuerden los actos realizados. Estos descuidos constantemente se traducen en problemas, ya sea por las actividades mismas o por las realizadas bajo el influjo de las drogas, como pedirles dinero a los vecinos intimidándolos con una actitud agresiva o realizar acto s violentos como discusiones o peleas. Es a través de los consumidores crónicos que los vecinos conocen de los espacios del narcomenudeo, al reconocerlos identifica los lugares donde se realizan las actividades del narcomenudeo aun cuando no sepan qué droga consumen o quién vende, ni tampoco los códigos internos manejados por los participantes de la red. Reitero, independientemente del tipo de consumidor que sean los jóvenes pueden actuar de dos maneras en sus redes vecinales, ocultando su participación o intentando involucrar a los vecinos. A continuación las presento: 5.2.1.1. Ocultamiento en el barrio. La mayoría de los jóvenes prefiere n ocultar su participación en el narcomenudeo a quienes no participan, esto incluye a los vecinos. Comúnmente, cuando los jóvenes empie zan a participar lo hacen en espacios fuera del barrio o en lugares cerrados, pero conforme participan habitualmente realizan actividades en las calles del barrio intentando que se den cuenta sólo quienes participan. Como vimos en el capítulo anterior los participantes del narcomenudeo intentan pasar desapercibidos durante el consumo o compra de droga, pero las estrategias que utilizan varían de acuerdo al conocimiento del barrio y los tipos de relaciones establecidas previamente. 148 El consumo de drogas es relativamente sencillo de ocultar en el barrio cuando las dosis son bajas; por ejemplo, hay consumidores de mariguana y piedra que utilizan pequeñas pipas para disminuir la emisión de humo y, por tanto, la posibilidad de ser detectados; los cuales utilizan en casi cualquier callejón, esquina, áreas verdes, puente peatonal o cancha deportiva, donde haya la mínima oportunidad. Muchos consumidores dicen sentir que el efecto de droga s como la piedra y la mariguana disminuye cuando se consumen alimentos o dulces, por lo que durante el tiempo que fuman sólo consumen bebidas alcohólicas u otras drogas que ayuden a potenciar el efecto placentero o disminuir los efectos indeseados. Los jóvenes que se empleaban en La Tiendita de la Jefa, comúnmente ingerían bebidas alcohólicas a la par que consumían drogas; decían que la combinación de dosis adecuadas de drogas “que dan pa’ abajo”, depresivas como el alcohol y la mariguana, y drogas “que dan pa’ arriba”, euforizantes como la cocaína y la piedra, permite “manejar” el estado de ánimo. Había ocasiones en que Pollo no fumaba mariguana para no clavarse y mantenerse alerta durante el horario de venta, la mayoría argüía que con el consumo combinado de piedra y alcohol mantenían la alerta necesaria. La distrib ución es más difícil de ocultar. Cualquier punto de venta se calienta con la intervención inoportuna de vecinos, lo cual es complicado para aquellos narcomenudistas que quieren perdurar comerciando en un punto de venta fijo. En todo caso, como vimos en el capítulo anterior, los narcomenudistas se ven en la necesidad de hacer cumplir el OPB para evitar la intervención de vecinos adversos a las drogas. A continuación presento dos espacios donde los informantes intentaban ocultar sus actividades vinculadas al narcomenudeo, uno es el Salón de la justicia y el otro La Tiendita de la Jefa: a) El Salón de la justicia. El Salón de la justicia era una casa derruida ubicada en una de las calles aledañas a La Tiendita de la Jefa. Esta casa contaba al frente con enrejado metálico el cual había sido cubierto con plásticos para que no se viera al interior, sólo la parte correspondiente al portón no estaba cubierta, pero desde ahí sólo se veía el patio ; además, a la casa no se entraba por la puerta del portón sino por una de las rejas a la que faltaban un par de 149 barrotes, lo cual era apenas perceptible para quienes no conocían el sitio debido a los plásticos que la cubrían. La casa no tenía puertas ni ventanas, la mayoría de muros estaban incompletos y lo mismo sucedía con las láminas del techo, rotas en su mayoría; el piso, por su parte, había dado paso a gramíneas y dientes de león, mientras que en el patio había montones de escombros y basura con que hacían fogatas las noches que se reunía un buen número de integrantes de la banda. Sólo uno de los cuartos se salvaba de esta situación, estaba techado y los muros estaban completos, las dos ventanas no tenían un solo vidrio pero estaban envueltas en plásticos rotos y tenían cortinas; los únicos muebles disponibles se encontraban ahí: dos camas cubiertas con cobijas y dos muebles que parecían caerse, una mesa de tres patas y una cómoda sin cajones, encima de las cuales habían envases de refresco cortados a modo de vasos y botellas vacías. En todo el conjunto era evidente que nadie se tomaba la molestia de limpiar o lavar algo, el polvo y las manchas eran sistemáticamente conservados. Los jóvenes consumidores piensan que no pueden consumir en cualquier sitio, deben de buscar lugares donde no haya gante, pues siempre se teme que alguna persona denuncie la actividad ante las autoridades policíacas; es por ello que prefieren lugares cerrados, de preferencia privados para que no entre la policía. De nuevo es Fresa quien nos cuenta de un punto de venta donde podía quedarse a consumir la droga que ahí compraban. En este tipo de espacios son pocos los obstáculos que pueden poner los vecinos, sin embargo es evidente que en este tipo de espacios los jóvenes se ven limitados a convivir sólo con quienes son consumidores de las mismas drogas, lo cual también se podría considerar una autoexclusión. Eso pasaba en el Salón de la justicia, los jóvenes se reunían a consumir al amparo de un espacio privado en el que no entraba nadie que los molestara, el consumo era rutinario : piedra, mariguana, mezcal, cerveza o algún otro licor, a veces solventes. Las únicas variaciones se observaban en torno a la cantidad de consumo, por ejemplo los días de fiesta el consumo era mayor. Entre la banda, no sólo jóvenes, que llegaban al Salón de la justicia pasaba lo mismo que refiere Goody acerca de los alimentos entre los Lodagaa de la actual Ghana, al ser poca la variedad de sustancias que pueden conseguir los días de fiesta se distinguen sola por la cantidad disponible; a diferencia de otros grupos que en días 150 de fiesta consumen sustancias menos disponibles pera más preciadas137 . Un ejemplo de ello es el de los grafiteros adolescentes del DKA, aunque varios consumían drogas no lo hacían durante las noches que salían a pintar “para no perder” por una distracción; sin embargo los fines de semana no grafiteaban y se reunían en fiestas donde el consumo de drogas era indiscreto, eran los solventes las drogas más utilizadas y la piedra la más codiciada, siendo los mayores quienes regularmente la compraban para redistribuirlas. Pero no sólo los días de fiesta era cuando había mayor cantidad de consumo, los días de pago también eran de mayor consumo, aunque muchas veces el pago ya lo debían en la tiendita. Otras ocasiones se daban cuando celebraban haber salido bien librado de un atraco, pues se gastaban lo robado consumiendo más droga o mayor cantidad de tiempo; un asalto a un peatón podía resultar en ganancias de 20 hasta 3000 pesos, lo mismo sucedía en asaltos a pasajeros de camiones, la cantidad robada siempre era impredecible. Algunos de los clientes de La Tiendita de la Jefa asaltaban autobuses de pasajeros en la autopista cercana, pero lo hacían en diferentes horarios para no asaltar a los mismos y “no agarrarlos gastados”, también preferían los días de quincena. Los asaltos también podían ser a camiones o traileres, eran los más escasos pero también los más jugosos en ganancias y, por tanto, los de más larga celebración. Este era uno de los usos importantes del Salón de la justicia : era el lugar donde se repartían los botines y ganancias obtenidas, y donde se redistribuían las riquezas de los afortunados del día mediante la compra y consumo de drogas y alcohol. En el Salón de la justicia pernoctaban aquellos quienes no tenían donde más quedarse, ya sea porque se quedaban dormidos de borracho o porque los corrían de sus casas; durante el tiempo que duró vivieron ahí Pollo , Negro, Mota y un tío del Mota. En resumen, el Salón de la justicia era un lugar donde la banda podía llegar, consumir droga y disfrutar sus efectos sin que los molestaran, lo cual muchas veces hacían hasta quedar dormidos. El Salón de la justicia estaba en una calle muy poco transitada, esto ayudaba a que el momento del consumo pasara desapercibido para la mayoría de no participantes; pero la mayoría de los vecinos sabía que los jóvenes llegaban ahí a consumir drogas aunque no 137 Goody, J., Cocina, cuisine y clase. Estudio de sociología comparada, Barcelona, Gedisa, 1995, 395 p. 151 podían asegurarlo , pero mientras lo hicieran adentro y no causaran problemas parecía no importarles. El Salón de la Justicia recibía ese nombre debido a que era el sitio donde podían tener relaciones sexuales con sus amigas o novias, por lo que decían que se les hacía justicia. Era a Pollo a quien le prestaban la casa y fue él quien la bautizó. La casa se la habían prestado un amigo al que habían metido preso, cuando a Pollo también lo apresaron el Salón de la justicia dejó de existir, la casa fue reconstruida y una familia la habitó. En un principio me pareció que el consumo de drogas dentro de las casa no era importante para los vecinos, sin embargo cuando reconstruyeron la casa va rios vecinos se organizaron y pusieron un altar en su banqueta, al cual continuamente le ponían ofrendas; incluso los adultos de la familia Perico participaban en su manutención. Esta situación era de llamar la atención pero al ocurrir al final de mi contacto con los informantes no pude indagar más sobre el tema. b) La Tiendita de la Jefa (La TJ). La Tiendita de la Jefa (La TJ) es un espacio constituido físicamente por el núcleo 2 de la familia Perico. Es a partir de este núcleo que analizo la conformació n de La TJ como espacio donde se realizan las actividades del narcomenudeo, principalmente comercio, pero también consumo. La TJ no sólo cuenta con la participación de los núcleos de la familia Perico que viven en la misma calle, sino también de vecinos que participaban o se beneficiaban del narcomenudeo. Es así que La TJ expande su influencia complicitaria, entre familiares y vecinos que conjuntamente permitían en el barrio las actividades del narcomenudeo mediante “un secreto a voces”, pues aunque todos sabía n de estas actividades muy pocos se sentían comprometidos a hacer algo en contra. En este momento sólo me limitaré a tratar las estrategias que utiliza en conjunto La TJ para poder continuar comerciando cocaína y piedra, dejando para adelante algunas reflexiones sobre la carencia de reacciones de rechazo. 152 Figura 2. La Tiendita de la Jefa 2 I II 1 A 3 III Puntos de vigilancia de La Tiendita de la Jefa: I, II y III. Núcleos de la familia Perico que habitan la calle Paris: 1. Núcleo familiar 2 2. Núcleo familiar 4 y 7 3. Núcleo familiar 5 Otros puntos: A. Salón de la Justicia. En la zona de estudio los puntos de venta proliferan por todos lados debido a que sus generalidades permiten que se reproduzcan; Fresa nos hace ver que se puede desconocer la existencia de puntos de venta en el mismo barrio cuando se es consumidor de distinta droga, pero también que han proliferado los puntos de venta en general. En la zona de estudio son los puntos de venta de piedra los que se han reproducido aceleradamente, no así los de cocaína o mariguana, los cuales han disminuido según varios informantes. El que los puntos de venta pasen desapercibidos para los participantes se debe, en parte, a las estrategias optadas por los narcomenudistas, principalmente por las abordadas en el Orden Precautoria Básico, pero también de algunas que son particulares al entorno del punto de venta. Una estrategia particular tomada por los integrantes de La TJ en su intento de ocultar sus actividades era realizar acciones de ocultamiento en redes que se complementaban, los pares, los familiares y los vecinos. Son estas acciones las que trataré a continuación, las que se realizaban para hacer de La TJ un espacio de ocultamiento en el barrio. 153 Aun cuando La TJ es estudiada como conjunto, es importante tener en cuenta que son dos los tipos de integrantes que la conforman: los parientes Perico y los jóvenes no parientes; lo cual marcaba diferencias en las actividades que realizaban cada uno de ellos. Una de las principales acciones realizadas en La TJ era mantener la seguridad del barrio, lo cual tiene que ver con identificar apropiadamente al otro. También procuraban la no intervención de quienes pudieran resultar adversos al narcomenudeo; para ello los integrantes de La TJ no se mostraban como un conjunto pues esto resultaba intimidatorio para los vecinos, sino que se desagregaban en diferentes subgrupos que mantenían vigilada el entorno del punto de venta. Estos subgrupos se muestran en la figura 2 como I, II y III. Como ya adelanté, La TJ pasó por varias fases durante la observación etnográfica. Al principio mantenía un horario de venta de 7 a 12 de la noche que, a su vez, se dividía en un horario de 7 a 10 en que repartían El Don y El Tío y en otro de 10 a 12 en que repartía Guaguaras. En el primer horario el subgrupo I (I) se encontraba permanentemente en la puerta de La TJ, lo formaban El Don y Negro; el subgrupo II (II) se encontraba en una calle que tenía importancia por ser lugar de paso para subir y bajar de la parte alta de la colonia, al principio sólo lo vigilaba Girasol; el subgrupo III (III) ocupaba un rol ambulante alrededor de las calles cercanas y lo formaban El Tío y Pollo, cuando no estaba n deambulando El Tío se iba donde I y Pollo iba donde II. Durante el segundo horario, sólo se quedaban Negro y Pollo, y salía Guaguaras a acompañarlos, casi siempre permanecían juntos en alguna de la s esquinas de La TJ, casi siempre donde II, o deambulaban en caso de creerlo necesario. Cuando Pollo fue despedido, tras pelearse con Guaguaras, su lugar fue ocupado por Mota y las roles se mantuvieron. Poco después se agregó Tigre, cuando salió de un anexo, y se sumó a I; también se agregó Yuco y se sumó a III para que El Tío también se quedara en I en lugar de Negro quien fue mandado a II. Como Negro vio disminuidas sus ganancias terminó por renunciar y su lugar fue tomado por Cuatlo quien se había agregado recientemente para sumarse a Girasol en II. En todo este tiempo la rutina después de las 10 no cambió, los empleados se quedaban con Guaguaras , a excepción de Girasol. En cambio la rutina de antes de las 7 se modificó cuando Tigre empezó a vender desde las 5 ó 6 de la 154 tarde. Con el despido de Negro, el cual era referente para mayor número de clientes, el comercio en La TJ empezó a disminuir, aunque posteriormente se volvió a incrementar hasta alcanzar ventas similares a las del principio de la observación; cuando la AFI llevó a cabo el cateo el comercio se desplomó durante unos meses, La TJ se había calentado. El cateo de la AFI sucedió a principios de 2005. En respuesta la familia Perico despidió a los jóvenes no parientes, El Don dejó de participar y El Tío se quedó a cargo del turno de 7 a 10 junto con Yuco, mientras que Tigre y Guaguaras empezaron a despachar a partir de las 10 y hasta el amanecer, agregándose Yuco en algunas ocasiones. El que los adultos permanecieran en I durante todos los cambios era muestra de su mayor jerarquía pues en ese sitio tenían la posibilidad de meter se al interior de la casa en caso de que llegara la policía. La presencia de adultos en el turno de 7 a 10 estaba relacionada con la idea de que los vecinos se intimidan ante los grupos de jóvenes, la cual se basaba en que antes de que ellos empezaran a salir todos los negocios que se establecían en los locales cercanos quebraban debido a los constantes préstamos que hacían los jóvenes que se juntaban a consumir en el lugar. A mi llegada, los adultos ya habían impuesto un orden que permitía ocultar el comercio a quienes no participaban a través de parar el consumo, la cual era la principal queja de los vecinos hacía los Pericos adultos, incluso por encima del comercio. De esta manera La TJ era un espacio regulado que permit ía a los participantes comerciar drogas ilícitas sin reacciones en contra, lo cual ayudaba a que el punto de venta pasara desapercibido por vecinos que no participaban y prefer ían mantenerse al margen. Para ello había acciones como, por ejemplo, condicionar a los jóvenes que eran contratados a que llegaran a trabajar “bañados y con ropas limpia s” para aparentar que son personas “de bien”. Otro requisito es no consumir mezcal, mariguana ni piedra en La TJ, para no alertar con el hornazo; el alcohol era permitido siempre y cuando se compartiera con El Don, pero este no tomaba mezcal por lo que sólo permitía cerveza y licores publicitados; acciones que se encuentran vinculadas al cuarto paso del OPB. 155 5.2.1.2. Convencimiento y coerción en las relaciones barriales. Cuando los participantes del narcomenudeo son descubiertos por los vecinos, o saben que sus actividades son inocultables, se ven en la necesidad de anticiparse o responder ante cualquier posible reacción de rechazo realizando acciones de convencimiento y coerción. Las primeras acciones son realizadas por participantes que intentan que lo s vecinos no tomen reacciones de rechazo, se trata de explicaciones en las que los participantes argumentan lo inofensivo que resultan sus actividades para los demás. Las acciones de coerción se vinculan con la prestación de servicios y favores que los participantes del narcomenudeo hacen a los vecinos del barrio, la más solicitada era el préstamo de dinero sin réditos de por medio. Las acciones que realizan los participantes del narcomenudeo cuando son descubiertos son aprendidas durante la adolescencia y juventud a través de platicas sobre «las relaciones que se necesitan para estar en la calle: dónde estás, quién se junta ahí, quién puede hacer el paro, a dónde correr en determinado momento... ya en ciertos puntos de la peda era de hablar cosas más grandes, sexualidad, trabajo, el trato con la tira y las madrizas». Es en este tipo de pláticas, entre pares del barrio, donde los jóvenes aprenden a establecer relaciones con otras redes, entre ellas la escolar, la laboral y la judicial; también aprenden las acciones posibles a tomar ante circunstancias vinculadas a las actividades del narcomenudeo, entre ellas ser sorprendido consumiendo o comercia ndo droga por algún vecino, o relacionándose con personas reconocidas por su vinculación con las actividades del narcomenudeo. Si bien los consumidores experimentales intentan usar la droga en espacios donde no los vean quienes no participan, hay consumidores habituales que por el sentido de territorialidad con que se manejan las bandas del barrio les es difícil acceder a todos los espacios, especialmente donde hay bandas rivales. Entre los pocos espacios donde consumir muchos terminan optando por consumir en su propia calle o muy cerca de ella, regularmente ocupan esquinas poco transitadas, pues desde las esquinas pueden ver si viene alguien, o lugares donde el consumo de drogas ilícitas es tolerado, como algunos espacios deportivos o recreativos. 156 Como ya vimos, de la reacciones tomadas en la familia dependerá la manera en que los jóvenes se relacionen con los vecinos; los hermanos Perico no sólo eran ayudados por su familia en sus actividades de comercio sino también eran tolerados en sus actividades de consumo, esta tolerancia en la red familiar les permitía consumir en la esquina de su propia casa y en cualquie ra de las cercanas a sabiendas que tenían el respaldo familiar en caso de que algún vecino quisiera hacer algo en contra de ellos. Es en este sentido que toma forma la coerción ejercida por los participantes del narcomenudeo, al ser varios los miembros de la familia que participan de las actividades del narcomenudeo, los no participantes temen represalias en caso de tomar alguna reacción en contra de alguno de ellos o de sus intereses. Y es que la mayoría de participantes optan por acciones violentas cuando son rechazados, intentando parar cualquier reacción en su contra a través del temor. En La TJ las acciones violentas observadas en contra de los vecinos se limitaron a gritos de parte de Guaguaras, sin embargo estos nunca pasaron a más y el barrio parecía una especie de zona de tolerancia. Los miembros de La TJ optaban por otro tipo de acciones para convencer a los vecinos de que su comercio de drogas no hacía daño a terceros y, en cambio, podía traer algunos beneficios a la comunidad. En busca de ese convencimiento la familia Perico realizaba fiestas en la misma calle de La TJ, contribuía con tamales durante las noches dedicadas a la virgen o con dinero para mejorar las condiciones del nicho que hay en su calle, entre otras. Casi al final del trabajo de campo los Perico realizaron una fiesta en la esquina del núcleo 1, Tigre fue quien más contribuyó a su organización y también quien más provecho intentó sacarle. El motivo de la fiesta fue el primer aniversario de “los X”, contrataron un sonido “de los famosos”, cerraron las bocacalles con muros de bocinas, juegos de luces y pantallas gigantes, incluso anunciaron el evento en unas bardas cercanas. En este tipo de barrios es común que haya este tipo de eventos los fines de semana, los llaman tíbiris y para su realización cierran la calle con telas y cobran entre 20 y 30 pesos por entrar; esto era lo que sorprendía y gustaba a la gente: era gratuito. El día de la fiesta, los niños corrieron y jugaron por la calle como no volví a ver en ese lugar, parándose frente a las bocinas o las luces observaron como conectaban y probaban el 157 sonido. Todavía no terminaban de ajustar el sonido cuando empezaron a salir los vecinos, eran poco más de las seis, primero salieron los más jóvenes; para cuando terminó de oscurecer ya también había jóvenes mayores de edad y adultos. En grupos se organizaron para comprar cervezas, Tigre disparó el primer cartón para la banda de la cuadra y hasta regaló unos vasos promocionales para servirnos las cervezas. A diferencia de los vecinos de la misma calle, que llegaban solos o en pareja, el resto de los invitados llegaban en grupos de 6 o más; casi todos los grupos integraban mujeres, aunque siempre en minoría con respecto a los hombres. De la misma manera que los vecinos de la calle, los demás invitados fueron llegando según la edad, primero los adolescentes, seguidos por jóvenes mayores de edad y, por último, los adultos. Conforme llegaban Tigre se acercaba a saludarlos uno por uno, se presentaba cuando no los conocía y les hacía notar que ahí lo podían encontrar “cuando quisieran algo”, los invitaba a pasarla bien y se iba a saludar a los siguientes, así estuvo un par de horas. También se acercaron un par de patrullas por separado, Tigre presentó a los agentes un documento con el permiso para cerrar la calle durante el tiempo del evento, pero a los primeros les dio pa’l chesco pues notaron que la calle se cerró antes de la hora señalada en el documento. Durante las primeras dos horas el sonido mandó gran cantidad de saludos a varios de los asistentes, el más repetido fue para los anfitriones “saludos a los X y los X júnior de parte de…”; cuando pregunté acerca de quienes eran los X y quienes los X júnior dijeron que los júnior son los niños que viven en la calle, los cuales ya empiezan a formar su pandillita, también dijeron que aunque ya tienen tiempo como “la banda de los X” nunca antes habían celebrado el aniversario. Después de las 9 el cruce de las calles, utilizado como pista, se llenaba de bailarines cada vez que ponían una canción; el sonido dedicaba grupos de canciones con ritmos distintos: salsa, merengue, cumbia y rock nacional, eran los más repetidos. Durante las piezas de salsa se hacían círculos alrededor de una o dos parejas de bailes que lucían sus mejores pasos para arrancar el aplauso de los observadores; el principal de estos grupos era uno en el que bailaban hombres jóvenes vestidos de mujer, “los gays”; estos eran un grupo de más de 8 pero sólo bailaban uno o dos por vez con quienes iban pidiendo turno a lo largo de la canción, aunque Tigre ocupó el puesto de acompañante principal durante varios lapsos, bailando hasta con dos al mismo tiempo. Atrás de un muro de bocinas se acomodaron 158 algunos consumidores de piedra, cocaína y mariguana , a nadie parec ió importarle, aunque las luces, el sonido, el humo del tabaco y el alcohol saturaban los sentidos. Era la hora de mayor alborozo y Guaguaras se subió a la barda de su casa para lanzar globos de colores que había subido en costales, al soltarlos dijeron que los globos tenían “papelitos” con premios, al escuchar de los “papelitos” la banda rompió los que estaban en el suelo pero no encontraron nada; unas señoras encontraron unos papelitos que decían “premio” y les dieron una plancha a cambio , a muchas otras señoras les regalaron floreros y adornos diversos. La banda de la cuadra ya se habían ido por otro cartón y Tigre repartió unos papeles “conmemorativos”. Poco antes de las 10 empezaron a retirarse algunos visitantes, primero los más jóvenes, aunque también algunos adultos que hab ían llegado con sus parejas; a las 11 ya también se habían ido los adolescentes y sólo quedaron los jóvenes y algunos adultos, que continuaron la fiesta hasta la mañana siguiente. En este evento los Perico dejan ver varias de las acciones utilizadas para convencer o coercionar a los integrantes del barrio; el reparto de regalos y droga, la invitación a una fiesta en su propia calle, el mostrarse amables y dispuestos a compartir sus ganancias, son algunas de las acciones tomadas por los Perico para intentar convencer y/o coercionar a sus vecinos de que las actividades que realizan no les hacen ningún daño y, por el contrario, les pueden traer algunos beneficios indirectos. Además, los Perico prestan dinero a varios de los miembros de la cuadra, con la ventaja de que no les cobran réditos aun cuando es común que se atrasen un poco en sus pagos. Con esta serie de acciones los Perico intentaban lograr que los vecinos toleraran sus actividades ilícitas, a la vez de recuperar clientes perdidos a raíz de que se ha bía calentado La TJ con el cateo de la AFI. 5.2.2. Reacciones de los vecinos ante la s actividades de l narcomenudeo. Las reacciones de los vecinos, al igual que las de los parientes, se pueden dividir en tres: rechazo, tolerancia y complicidad. A diferenc ia de la familia donde el vínculo consanguíneo ocupa el eje rector del vínculo, en el barrio es la vecindad geográfica la que fundamenta un vinculo que puede desembocar en relaciones de mayor importancia basadas en el cuatismo, en el compadrazgo o en la participación en diferentes tipos de organizaciones como las de índole política, las cuales tuvieron gran influencia en la 159 fundación de las colonias de la zona de estudio y propiciaron que los vecinos no sólo se conoc ieran por la cercanía de sus hogares sino por su participación en el movimiento político a través del cual pudieron conseguir mejoras en sus condiciones de vida. Movimientos en los que se tomaban acciones fuera de la ley como parte de una estrategia en su lucha por el cumplimiento de sus demandas138 . Las reacciones de los vecinos varían de acuerdo al tipo de actividad de que se trate así como del tipo de droga que consuma, pues debido a que el consumo de algunas drogas es más fácil de percibir que otras; el consumo de mariguana, por ejemplo, es el más fácil de reconocer por el hornazo que despide al momento de fumarse, por el olor que impregna las ropas y por el color característico de los ojos, aunque este puede ser ocultado mediante soluciones oftálmicas de venta libre; otra situación que lo hace detectable es el tiempo de consumo de la droga, pues debido a que el consumo tiende a ser colectivo antes que individual, el consumo de mariguana se prolonga por varios minutos, cuando los grupos son grandes es común que más de uno sean consumidores habit uales, los cuales consumen varias dosis por ocasión que al compartir dan la impresión que consumieran sin parar. El consumo de piedra tiene la misma dificultad de la mariguana en cuanto al tiempo de consumo, la diferencia estriba en que el olor emanado de la combustión no es fácilmente identificable para los no participantes, aun cuando la corta duración del efecto obliga a consumir mayor número de dosis. Por último, el consumo de cocaína es el más difícil de detectar, en especial cuando se inhala, pues sólo se requieren unos cuantos segundos; en este caso, los no participantes tendrían que ver el acto de la inhalación para tener certeza de que alguien es consumidor. Sin embargo, es común que los vecinos conozcan a quienes consumen y/o comercian drogas ilíc itas en el barrio, no porque los hayan visto durante el momento de consumo y/o comercio sino a través de los signos o rastros que deja el consumo de algunas drogas y, por supuesto, a través de comentarios y rumores que dan forma a “un secreto a voces”. La mariguana es la droga que deja los rastros más conocidos: los ojos rojos, el olor en las ropas y/o dedos y la resequedad en boca y labios, pueden ser suficientes para que los no 138 Granillo Vázquez, Op. Cit. 160 participantes aseguren que personas de quienes ya habían escuchado o ya sospechaban son consumidoras. En el caso de la piedra son menos los rastros que deja, los informantes llegaron a mencionar que sólo se daban cuenta que consumían quienes participaban del consumo, cuando menos durante el tiempo que el consumo es ocasional o habit ual pues los rastros que esta droga produce se tornan evidentes cuando el consuno es crónico: delgadez, ojeras, palidez y temblores, son algunos de los síntomas característicos de estos consumidores; Pulga aseguraba que a donde iba le ofrecían piedra ya que le reconocía n “la carita” de consumidor. La cocaína al igual que la piedra no deja rastros durante las etapas de consumo experimental y, a veces, habitual, por lo que su tratamiento tiende a ser tardío Ante la carencia de evidencias los vecinos y miembros de otras redes no consiguen percibir si alguien consume piedra hasta que ha alcanzado niveles de consumo crónico. Una de las reflexiones que surgen de esta situación es que debido a este desconocimiento de los efectos y consecuencias de las distintas drogas, muchos de los no participantes mezclan los diferentes tipos de consumidores en el genérico “drogadictos”. Esto aunado a que los jóvenes tienden al policonsumo aumenta la confusión de los no participantes, quienes no saben como actuar; ejemplo de ello se da en los intentos de tratamiento, los informantes consumidores crónicos de piedra han sido anexados en una o más ocasiones. La mayoría de los participantes tenían la idea de que la única manera de que dejaran de consumir era permaneciendo encerrados, sin embargo la mayoría habían salido con resentimientos y no tardaban en volver a consumir; el conocimiento de otras instituciones, por ejemplo los CIJ, era casi nulo entre los informantes. En el caso de los narcomenudistas, son pocas las evidencias observadas de reacciones de los vecinos, los vecinos parecían estar totalmente acoplados al manejo que daban en la TJ. Sin embargo, a partir de las pláticas tenidas durante la observación etnográfica, los narcomenudistas me informaron de varias reacciones que tuvieron diferentes vecinos en su relación con ellos, a raíz de su participación como narcomenudistas. 161 5.2.2.1. Rechazo en el barrio: los no participantes y la competencia. Si consideramos como reacciones de rechazo aquellas que tienen una intención evidente de obstaculizar las actividades del narcomenudeo, es poco frecuente que se observen reacciones de rechazo a las actividades del narcomenudeo; esto no quiere decir que no existan sino que , debido a la constancia con que se realizan las actividades y al temor a una acción violenta por parte de quienes las realizan, los vecinos no expresan su rechazo cuando los participantes del narcomenudeo se encuentran en grupos grandes. Las acciones de rechazo que presento a continuación fueron comentadas por alguno de los informantes u observadas durante el trabajo de campo. En el caso del consumo, los informantes me llegaron a referir algunas de las reacciones que toman los vecinos contra esta actividad. Una reacción común es que se alejen aquellos pares que consideran el consumo, de alguna o varias drogas ilícitas, como algo dañino para la salud y para la libertad del individuo. Esta reacción no sólo es tomada por aquellos vecinos que no participan del consumo sino también por aquellos que siendo consumidores de drogas usan sustancias diferentes; Patas menciona haber sido rechazado por aquellos pares que siendo usuarios de cocaína lo consideraban naco por consumir mariguana; Aarón, músico de reggae, consideraba que la cocaína era consumida por salseros y cumbiancheros mientras que el prefería consumir la droga preferida por los rastafaris. Otra de las reacciones de rechazo comunes que se dan en el barrio es aquella en que los vecinos, que viven en las casas cercanas a donde consume n, se enfrentan a los consumidores para que estos no realicen sus actividades en “su” banqueta. Esta situación la pude observar en un par de ocasiones y otras tantas me fue referida, en esas ocasiones los vecinos se enfrentaron con los jóvenes que vendían en La TJ; en una de ellas fue Texas quien salió a reclamarles que consumieran drogas y alcohol en su banqueta y que utilizaran su pared como mingitorio, Guaguaras le contestó que la calle era libre por lo que no se irían si no les daba para una chela, después de discutir unos minutos Guaguaras jaló a los demás hacia su banqueta y poco después Texas salió de su casa y le dió dinero al Guaguaras para unas cervezas. Otra ocasión que estábamos en la banqueta de la casa de uno de los núcleos de la familia Perico salió uno de los parientes políticos del Guaguaras 162 cuando este ponchaba un cigarro de mariguana, al regresar lo encontró fumando en frente de la puerta y le reclamó porque el humo entraba a la casa y dañaba a sus hijos; esa ocasión la discusión fue breve pues Guaguaras empezó a decir que él da dinero para los niños mientras que el joven ni siquiera puede pagar un lugar donde no viva de arrimado, el joven ya no dijo nada y se metió a su casa pero Guaguaras prefirió cambiar de banqueta para evitar mayores problemas. En ambos casos podemos encontrar una situación común, los vecinos que rechazan el consumo de drogas no rechazan el consumo en sí sino el consumo en lo que consideran su propiedad; cuando los consumidores realizaban el consumo en su propia banqueta, como sucedía la mayor parte de las veces, no hubieron reclamos. Al cuestionar a los informantes sobre esta situación me hicieron ver que varios vecinos ya les habían reclamado lo mismo, que no consumieran en sus banquetas, por eso el consumo se limitaba a tres esquinas de la calle, la de la casa del núcleo 1 y otras dos donde la barda del lote evitaba que quienes vivían ahí observaran hacia fuera. En el caso del comercio, ninguno de los informantes me llegó a asegurar que les hubiera puesto el dedo alguno de los vecinos. Desconfiaban más de los agentes policíacos que, coludidos con otros narcomenudistas del mismo barrio, podían interferir sus actividades de distribución para beneficiar a otros. Tal es el caso comentado por Pollo, quien cuando vendía al otro lado de la calle fue aprehendido por unos agentes que después de quitarles dinero, droga y camioneta, lo orillaron a vender la casa ante la amenaza de que los agentes podían volver. Para quienes no participaban los narcomenudistas eran personas con las que prefer ían no relacionarse, incluso los consumidores conocen narcomenudistas a quienes prefieren no tratar. En el relato del Fresa podemos encontrar que algunos narcomenudistas se pelean entre sí, aunque esta no es lo común, este informante piensa que el que un vendedor ponga el dedo o intente sacar a otro del mercado «depende del peso del dealer, de quién lo respalde y de los güevos que se le reconozcan, el del cerro se sabe que es bien chocho y siempre trae su fusca, además ahí donde se compra está pegado a la raya federal de reserva, es un pinche baldío enorme, por lo que ese güey puede hacer lo que quiera, puede matar a alguien y tirarlo sin nadie quien se entere ». 163 Al no poder descontextualizar, encontramos una situación característica de esta zona de la ciudad, la cercanía a una zona considerada como reserva ecológica, la cual no sólo es poco visitada por los vecinos, sino que es considerada como una zona de conflicto entre autoridades del DF y del estado de México, las cuales se echan la bolita cuando los vecinos exigen servicio s. Algunos informantes mayores, comentaron que hace algunos años no era difícil encontrar policías del estado en el DF y viceversa, esta situación es especialmente conocida por quienes participan del comercio, saben que al ser un delito federal los policías los pueden llevar de una entidad a otra y, entonces, presentarlos ente el Ministerio Público correspondiente. Aarón cuenta que en una ocasión llegaron unos policías judiciales a una tiendita que era atendida por un amigo suyo, su amigo logró escapar y no le quitaron nada, pero el asegura que quienes habían ido no iban a aprehender a su amigo sino a quitarle dinero y drogas pues entre ellos iba un vecino que trabaja en la policía judicial del estado de México, el cual no tendría nada que hacer ahí si el cateo hubiera sido legal. Un caso de rechazo al comercio de drogas en el barrio es el caso de los LxPxV, estos vendían en una cancha de fútbol rápido y según el Fresa: «son vatillos locos, ninguno tiene todavía los veinte años pero traen una súper nave y todo mundo los reconoce como los pasaditos de verga, se ponen a robar al de los refrescos o se estacionen en medio y “por aquí no pasas, vete a dar la vuelta”, andan faroleando». Tiempo después Cuatlo me contó que él había participado en el grupo y que los policías se llevaron a los líderes debido a las insistentes quejas por parte de los vecinos, las cuales se repetían más por la actitud de los jóvenes que por las actividades ilícitas que realizaban, para constatar su observación señaló que los consumidores de drogas todavía ocupaban la cancha durante el horario que llegaban los LxPxV. Como vemos, son pocas las reacciones de rechazo que se pueden observar en el barrio. En el caso de los consumidores, estos generalmente han sido rechazados por vecinos que no quieren que estos consuman en “sus” banquetas, pero que no se entrometen cuando el consumo no se realiza en “su territorio”. En este sentido, las reacciones de rechazo son una de las motivaciones que los consumidores tienen para adquirir una serie de conductas o 164 instrumentos que ayudan a disminuir la posibilidad de que los no participantes perciban el consumo de drogas ilícitas. Uno de estos instrumentos es el uso de heaters para consumir drogas fumables, este instrumento disminuye la cantidad de droga que hace combustión y la emisión de humo, lo cual coadyuva a ocultar la actividad. Otra situación a tomar en cuenta en este punto es el poco conocimiento que tienen los vecinos acerca del modo en que se puede notar que alguien ha consumido drogas como la cocaína, la piedra y los anfetamínicos. En el caso de los narcomenudistas, aunque son pocas las reacciones de rechazo observadas, estas existen y pueden llevar a algunos de los narcomenudistas a ser enfrentados por las autoridades. 5.2.2.2. Reflexiones sobre la Tolerancia en el barrio La tolerancia es una reacción frecuente entre los vecinos del barrio, pero no por eso fácil de observar; durante las primeras visitas llegué a pensar que los vecinos se encontraban atemorizados ya que casi no salían de sus casas y que, por tanto, las reacciones en la red vecinal eran solamente de rechazo. Sin embargo, a lo largo del trabajo de campo pude darme cuenta que la mayoría de vecinos de La TJ conocían del negocio ilícito y no sólo era el temor lo que propiciaba la toleranc ia, también había vecinos que toleraban el consumo y/o comercio de drogas ilícitas a partir de algunos beneficios directos como los préstamos de efectivo, o indirectos como la participación de los festejos patrocinados por la TJ. En este sentido La TJ parece manejarse como un No Lugar, nombre dado por Augé a espacios que cumplen con una situación que llama de "sobremodernidad" y que tienen como modalidad esencial el exceso, el cual se refleja en tres figuras: el tiempo, el espacio y el ego. Estas figuras se encuentran no sólo en La TJ sino en el narcomenudeo en general. El exceso de tiempo se expresa en los clientes, los consumidores, sean carpinteros, cargadores, estudiantes o simplemente hijos de familia siempre contaban con tiempo libre para salir con amigos y/o disfrutar de los efectos de al droga de consumo, este exceso de tiempo es notorio en aquellos que consumen drogas por cuestión lúdica, sería erróneo pensar que los cantineros o meseros que consumen cocaína para aguantar la noche de trabajo lo hagan por una razón lúdica, aun cuando también en ellos podemos encontrar el exceso de tiempo pues muchos soportan la s noches de trabajo a partir del consumo de estimulantes como la 165 cocaína. Este exceso se traslapa a los narcomenudistas jóvenes que, como consumidores de cocaína y/o piedra, pueden mantenerse despiertos hasta el amanecer y continúan comerciando durante la madrugada. En el caso de los narcomenudistas adultos de La TJ esto no es así, ellos mantienen un control estricto del horario de venta y no consumen drogas; recordemos que El Don prohibía a los clientes llegar a tocar después de las 12 bajo amenaza de no volver a venderles, algunos clientes adultos se quejaban y llegaron a pedir le que los atendiera en la madrugada pero siempre se negó aduciendo que podían comprar temprano, y de una sola vez, toda la piedra o cocaína que iban a consumir durante la madrugada. Otra figura del exceso es el espacio, esto podría aparecer contradictorio ya que son pocos los lugares públicos donde se puede consumir y/ comerciar drogas sin muchas dificultades. Sin embargo, en la zona de estudio, los jóvenes consumidores que ya han sido descubiertos tienden a dejar de lado algunas precauciones durante su consumo en vía pública; esto también debido al incremento de individuos consumidores, que los hace más evidentes en canchas deportivas y/o áreas verdes, además de algunas esquinas o calles del vecindario . Al tiempo que los consumidores, el número de puntos de venta también se incrementa; esta situación ha propiciado que cada vez sean más los narcomenudistas que se arriesgan a ofrecer drogas a desconocidos que pasan por la calle: “¿Qué vas a querer güero? ¡Te veo ansioso!”, en espera de una respuesta positiva por parte del posible cliente. La última figura referida por Augé es el ego. Entre quienes consumen drogas de manera habitual es común la idea de que no llegarán a ser consumidores crónicos aun cuando son varios sus conocidos que, por ser consumidores crónicos, han sido anexados una o varias veces; otra idea constante es que pueden dejar de consumir en cualquier momento, aun cuando nunca hayan hecho el intento. Otro ejemplo del ego desbordado es la pugna entre consumidores de distintas drogas para decidir cuál es la mejor, algunos consumidores de mariguana piensan que esta es mejor que la cocaína porque “es natural”, ignorantes del uso de pesticidas y fertilizantes químicos en su producción. Por su parte, quienes prefieren consumir cocaína o piedra piensan que los consumidores de mariguana sólo pierden el tiempo y reproducen un “vicio para nacos” ya que no tienen aspiraciones a obtener mejores 166 ingresos. La te ndencia de usar cocaína para evitar la ebriedad producida por alcohol y continuar consumiendo se debe a que muchos individuos, especialmente jóvenes, piensan que quien toma mayor cantidad de alcohol que sus compañeros es “más chingón”; la cual es una de las razones para que sea elevado el número de tienditas dedicadas a vender cocaína o piedra, mientras que los puntos de venta dedicados a vender mariguana son casi inexistentes. Hay varias características por las que se puede reconocer un No Lugar. En primer lugar, un No lugar se reconoce por el anonimato de sus actores “el control a priori o a posteriori de la identidad y del contrato coloca el espacio del consumo contemporáneo bajo el signo del no lugar: sólo se accede a él en estado de inocencia”139 . En La TJ, cuando los clientes conocidos llegan a comprar no se menciona su nombre ni ellos mencionan el de los narcomenudistas; sin embargo, cuando llegan por primera ve z tienen que probar su identidad e inocencia, hacer ver que no llega con el ánimo de provocar problemas, es por ello que los narcomenudistas les realizan preguntas de rutina tales como: ¿Q uién eres? ¿Dónde vives? ¿Quién te mandó? ¿Cómo supiste del lugar? ¿No será que eres policía? Dispositivo de seguridad por el cual también tuve que pasar en mi afán etnológico. Otra característica del No lugar es que no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud, como dice Augé “si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar”140 . Siendo que la TJ no es un espacio de identidad, ni relacio nal, ni histórico es entonces un No Lugar. En el No lugar se encuentran dos realidades complementarias, distin tas y distintivas: los espacios constituidos con relación a ciertos fines y la relación que los individuos mantienen con esos espacios; el espacio de La TJ, mostrado en la figura 2, esta constituido para disminuir los riesgos del narcomenudeo, así mismo los participantes no hacen presencia en La TJ sino por el fin de continuar consumiendo piedra o cocaína. Pero para Augé los No lugares son tanto las instalaciones necesarias para la circula ción de personas y bienes, como los medios de transporte mismos o los centros comerciales; en el caso de La TJ’ no sólo circulan las 139 140 Augé, Los No lugares, Gedisa, Barcelona, 1997. Ibidem 167 personas y los bienes sino principalmente las sustancias con las cuales los consumidores se proveerán de otros viajes. Es entonces que el consumidor en el momento de su disfrute se convierte en un viajero, en un pasajero de sustancias psicoactivas que no tiene certidumbre de su destino aún y cuando las posibilidades sólo se reducen a un buen o mal viaje, y a unos cuantos tipos de consumo a lo largo de la trayectoria como usuarios. Cuando me refiero a la tiendita como No lugar me limito a la reacción que mantienen los vecinos ante la realización del comercio de drogas en su barrio, lógicamente la tiendita no puede ser un No lugar para los narcomenudistas que consumen y/o comercian drogas ahí, pero si para los vecinos que prefieren no reaccionar y permitir que la actividad ilícita se continúe llevando a cabo. Esto cobra importancia al ser las tienditas los puntos de venta más comunes en la zona de estudio. Muchas canchas deportivas también son vistas como espacios de tolerancia, como espacios donde los vecinos ya no reaccionan en contra del consumo de drogas, aunque también es un espacio donde gran parte de los visitantes consumen alcohol. Este consumo depende de la hora y del día, pero es frecuente que jóvenes y adultos se queden en las canchas a disfrutar de alguna cerveza después de haber jugado, es entre los grupos de jugadores, o en un grupos de jó venes y adultos que no juegan, donde se llega a realizar el consumo de drogas ilícitas. Además del narcomenudeo Negro realizaba otras actividades ilícitas con fines de lucro, algunas de poca cuantía como hurtos de vcds y otras de mayor rendimiento como es el asalto a traileres y camiones de carga. Para este último tipo de acto delictivo Negro consideraba que se necesita una organización criminal mejor estructurada pues es mayor el riesgo que se corre en comparación el narcomenudeo, esto lo explicaba diciendo que los transportes tenían un rastreador satelital que los encontraba en corto por lo cual había que descargar la mercancía y distribuirla para su comercio al menudeo en la misma mañana, todo lo cual tiene que estar previamente planeado. Sin embargo, esta organización podía ser realizada por algunos vecinos que también realizaban este tipo de acciones ilícitas; Tigre mencionaba que por eso en las calles de La TJ y sus alrededores siempre se encontraban 168 traileres estacionados, no sólo por los vecinos que trabajaban de chóferes sino también por los que robaban en las autopistas. Guaguaras por su parte, aducía que esta situación permitía la tolerancia entre todos ya que nadie se metía con nadie pues “todos tienen colas que les pisen”. Por último, la tolerancia a los participantes de actividades ilícitas tiene historia en nuestra sociedad mexicana. Lewis nos relató el caso de un informante quien “estaba orgulloso de su amistad con este miembro del bajo mundo […] La amistad de Guillermo con El Manos de Seda y otros rateros le habían sacado de apuros más de una vez, cuando al final del día, después de vender o cobrar regresaba con las bolsas llenas de dinero y se había visto rodeado de atracadores pues era muy frecuente que alguno del grupo fuera uno de sus amigos y lo perdonara”141. Como señaló Malinowski “e n una comunidad donde las leyes no sólo se quebrantan ocasionalmente, sino que se trampean sistemáticamente por métodos bien establecidos, no puede esperarse una obediencia “espontánea” a la ley, una adhesión ciega a la tradición, ya que dicha tradición enseña al hombre subrepticiamente como eludir algunos de sus mandatos más severos”142. 5.2.2.3. Complicidad en el barrio: las conveniencias del narcomenudeo. Las reacciones de complicidad se dan en aquellas relaciones horizontales en que ambos participantes encuentran conveniente asociarse en alguna o varias actividades ilícitas o estigmatizadas, las cuales no necesariamente están vinculadas al narcomenudeo. Por ejemplo, algunos consumidores crónicos de drogas ilícitas pueden encontrar conveniente establecer relaciones con quienes empeñan o compran artículos sin preguntar la procedencia de estos; así, cuando estos consumidores no tienen suficiente dinero empeñan o venden sus pertenencias o las de alguien más. Los Perico ayudaban a estos consumidores y aunque sólo aceptaban dinero o alimentos no perecederos a cambio de la droga, los conducían con quienes podrían interesarse en comprar el artículo llevado; el tío político sólo aceptaba artículos como teléfonos celulares y calculadoras, por lo que aquellos clientes que llevaban otros artículos tenían mas dificultad para venderlos. Los narcomenudistas decían que el llevar cosas para vender o cambiar era común entre los consumidores de 141 142 Lewis, O., Antropología de la pobreza, México, FCE, p.163. Malinowski, B., Crimen y costumbre, Barcelona, Ariel, 1971 p. 98. 169 piedra, en menor proporción empeñaban pues estos consumidores reconocían sus pocas posibilidades para pagar posteriormente el importe de lo empeñado y preferían dar el artículo por vendido a cambio de obtener un poco más de efectivo. Al respecto, Role nos cuenta «cuando yo vendía material llegaban a empeñarme las cosas: “te dejo la licuadora de mi mamá”, y yo armándome de cosas, pero pues todo eso nada más es pura ilusión óptica porque a los dos días ya no tenía la pinche licuadora»143. Este párrafo también refleja lo efímero de la posesión de estos artículos por parte de los consumidores crónicos. Desde las primeras ocasiones de consumo las relaciones horizontales adquieren una mayor complejidad al matizarse con situaciones de conveniencia vinculadas a las drogas, a este tipo de relaciones se les conoce como multiplexadas 144 . Sin embargo, las reacciones de complicidad empiezan desde que los jóvenes no participantes son invitados a experimentar con alguna de las drogas. Datos de las ENA nos muestran que una buena parte de los jóvenes que se inician en el consumo de sustancias inician su consumo a través de la calle o de amigos; aunque esta estadística no muestra que diferencia hay entre los amigos y la calle, pues desde mi observación los amigos conocidos pueden llegar a influenciar de modo distin to a los amigos conocidos en las escuelas o en otros sitios. El caso de Fresa es un ejemplo en el que debido a los amigos de la escuela su consumo radica principalmente en el uso de mariguana, a diferencia de sus amigos de la calle que consumen principalmente piedra y cocaína. Las reacciones de complicidad son esperables en aquellos vecinos que participan del narcomenudeo y que, como los consumidores experimentales o algunos habituales, prefieren realizar una transacción rápida para evitar ser confundidos o vinculados con los narcomenudistas. También hay complicidad entre aquellos quienes no participan, pero en estos la conveniencia no radica en el consumo y/o venta de drogas ilícitas sino en su posibilidad de obtener ganancia de quienes si participan. Esto es lo que pasa con los dueños de las distintas tiendas de abarrotes, pues venden buena parte de sus productos a consumidores o vendedores de drogas; las tiendas cercanas a la TJ vendían a los clientes y narcomenudistas refrescos en bote, ‘yakults’, cigarros sueltos o en cajetilla, frituras y 143 144 Arturo. Faust, Katherine, Op. Cit. 170 bebidas alcohólicas, principalmente. Los dos primeros productos son consumidos por los envases, ya que son utilizados como instrumentos para fumar piedra; los cigarros y las bebidas alcohólicas, son drogas lícitas que regularmente se consumen a la par que las drogas ilícitas. Las frituras, por su parte, eran la manera más barata de intentar cubrir los requerimientos energéticos posteriores o durante los efectos producidos por el consumo de drogas. Las personas que atendían estas tiendas también se beneficiaban del narcomenudeo en el barrio, pues los jóvenes del barrio que vendían drogas tenían mayor poder adquisitivo para comprar bebidas alcohólicas más caras y ya no sólo cerveza y mezcal. En una ocasión Tigre me dijo que una señora que atiende una de las tiendas había sido cuestionada por los agentes federales que realizaron el cateo de La TJ, me llevó con ella y le preguntó qué había dicho cuando la cuestionaron los agentes, la señora arguyó que nunca había visto nada pues se la pasa todo el día dentro de su tienda. Si bien la complicidad puede ser observada en vecinos que no participan de las actividades del narcomenudeo, estas reacciones son más evidentes entre aquellos que sin participar de todas las actividades intentan hacerlo. Ejemplo de este es el Mota, quien se jactaba de haber robado el costado del chasis de un auto cuando El Don le pidió una salpicadura. Esta reacción de parte del Mota en favor de El Don, le ayudó a ser aceptado en La TJ como repartidor de 7 a 12pm. Los Perico pensaban que al saber dónde y qué había robado el Mota, este difícilmente se arriesgaría a hacer algo en contra de ellos. Por su parte, cuando Mota ya había salido del negocio, cada vez que quería que le prestaran una piedra les recordaba a El Don y a El Tío lo que había hecho por el primero y enfatizaba en lo que sabía hacer para ofrecer a cambio. Las reacciones de complicidad parecen ser una situación común en los lugares donde existen puntos de venta, en la zona estudiada pudimos encontrar algunas evidencias de ello. Para Kaplan la derrama de dinero proveniente del tráfico y comercio de drogas “da empleo e ingresos a grupos y sectores deprimidos o marginados; les ofrece esperanzas entre reales e ilusorias de mayor bienestar, de ascenso social, de participación en los beneficios del 171 crecimiento y la modernidad”145, lo cual sería la causa principal por la que los vecinos adoptan este tipo de reacción ante las actividades del narcomenudeo que se realizan en el barrio. Como hemos visto, las reacciones de complicidad entre vecinos y participantes del narcomenudeo se fundan en la conveniencia de quienes conforman la relación, esta conveniencia puede resumirse en tres tipos: la conveniencia de quienes participan en el narcomenudeo y no quieren ser aprehendidos, la conveniencia de quienes no participan de alguna o ambas actividades del narcomenudeo pero quieren participar y la conveniencia de quienes no participan del narcomenudeo pero quieren obtener ganancia de las actividades realizadas en su calle o barrio. 145 Kaplan, Marcos, El narcotráfico en América Latina, México, CNDH, 1997, 200 p. 172 Capítulo 6. Relaciones verticales de los participantes del narcomenudeo En este capítulo se muestran las relaciones verticales de los jóvenes participantes del narcomenudeo. En el caso de los jóvenes marginados, estas relaciones son mantenidas principalmente en instituciones estatales encargadas de la educación, la seguridad y la salud públicas. Sin embargo, durante la observación etnográfica ninguno de los narcomenudistas conocidos estudió más allá de la secundaria por lo que la escuela fue una red con la que no contaban los informantes. Por su parte, las instituciones de salud eran un lugar común para los jóvenes que se mantenían participando del narcomenudeo durante varios años, tales instituciones regularmente eran los anexos, centros de tratamiento especializados en consumidores de drogas duras, los cuales no forman parte del sistema público sino que son privados y practican tratamientos en lo s que el paciente tiene que permanecer interno varios meses. Para los jóve nes estos centros despertaban diversos comentarios, a favor y en contra, pero nadie deseaba ir a ninguno de ellos. En cambio, en las instituciones de seguridad es donde los jóvenes participantes del narcomenudeo tienen mayor número de relaciones, no sólo como comerciantes sino también como consumidores; estas relaciones son de interés incluso para aquellos que no participando quieren empezar a hacerlo. Es en estas relaciones en las que enfatizo en este capítulo : las relaciones con los agentes de las instituciones de seguridad pública; pero sin dejar de lado el papel crucial que pueden tener las instituciones de salud en la reproducción del narcomenudeo. Como vimos en el capítulo 2, el Estado mexicano tiene una política de carácter supranacional que restringe las actividades vinculadas a las drogas ilícitas tipificándolas como delitos, entre ellas el comercio en cualquiera de sus escalas; esta política plasma su esencia en algunos artículos del Código Penal Federal y de la Ley Federal de Delincuencia Organizada. Sin embargo, estas leyes no han tenido el impacto deseado en los frentes de distribución narcomenudista, prueba de ello son el creciente número de consumidores reflejado en datos oficiales como la Encuesta Nacional de Adicciones, y el desconcierto del Estado frente a una creciente dificultad por controlar a los actores de las actividades narcomenudistas, lo cual se refleja en las dificultades para actuar de los diferentes niveles de gobierno. 173 Para intentar controlar las actividades del narcomenudeo el Estado se manifiesta en el barrio a través de instituciones de seguridad encargadas del cumplimiento de la ley; es decir, el Estado delega en las corporaciones policiales la responsabilidad de salvaguardar la seguridad física de los ciudadanos, teniendo además la facultad de presentar ante el ministerio público a los presuntos responsables de alguna infracción o delito, entre ellos los vinculados al narcomenudeo. Sin embargo, a pesar que la ley obliga a las autoridades públicas a que se castiguen penalmente las actividades ilícitas, la realidad indica que esto no ha bastado para interrumpir la popularización de la droga ni el incremento de jóvenes que participan del narcomenudeo; ante tal situación, las preguntas lógicas eran ¿cómo se relacionan los narcomenudistas con los policías? y ¿qué papel juegan las distintas corporaciones policiales en el narcomenudeo del barrio? Para responder estas preguntas se cuestio nó constantemente a los repartidores sobre su experiencia de relación con las distintas corporac iones policíacas, así como los resultados de esta experiencia en sus actividades narcomenudistas. El conocimiento de casos me fue guíando a la idea general de que la participación policíaca es esencial para que los participantes del narcomenudeo mantengan presencia en el barrio, pero además pude darme cuenta que en ello es definitivo el lugar que ocupa el agente participante en su red institucional. Empezaré por presentar las corporaciones a las que pertenecen los agentes policiales que actúan en el barrio, así como la distinción entre ellos basada en el grado de poder asignado por el Estado a cada uno en su lucha contra el narcomenudeo. Acto seguido presentaré las acciones tomadas por los jóvenes en su relación con los policías de las distintas corporaciones, para terminar mostrando cómo las reacciones de los policías permiten la reproducción del narcomenudeo en el barrio. 6.1. Relaciones con agentes de seguridad pública Antes de entrar en los detalles que distinguen a las distintas agrupaciones policíacas que se relacionan con los jóvenes narcomenudistas del barrio , es importante establecer que todas las policías encuentran su fuente de poder en las leyes pero cada una responde a diferentes partes de estas leyes, lo cual se traduce en roles distintos que tienen que ver, entre otras 174 cosas, con la ocurrencia y el tipo de delito que persiguen. En el barrio pude observar que aparecen agentes policiales de varias corporaciones, las cuales se pueden agrupar en 3: preventivas, judiciales y federales; además aunque no presentes, si próximas y físicamente reconocibles, se encuentran los espacios de reclusión a los que pueden ser remitidos en caso de ser aprehendidos por algún delito, esté o no vinculado al consumo y/o comercio de drogas ilícitas. Los policías preve ntivos son los que más frecuentemente aparecían en el espacio de la zona de estudio, ellos tienen el deber de intervenir en caso de que se cometa un delito flagrante o si la ciudadanía se los requiere. Cuando se encuentran evidencias de que se cometió un delito, por ejemplo un homicidio, o se presenta una denuncia, por un robo cuantioso, entran en función los policías judiciales, encargados de la función investigativa para encontrar a los autores de los delitos. En caso de que en el delito hayan participado más de dos delincuentes organizados para ello, entran en acción los policías federales, ya sea como fuerza investigativa o de acción. Estas diferencias se encuentran previstas en las leyes, al diferenciar entre delitos del fuero común y del fuero federal. Los delitos considerados graves cada vez más son responsabilidad de las fuerzas federales: Policía Federal Preventiva (PFP) y Agencia Federal de Investigación (AFI), las corporaciones policíacas mejor preparadas. Los judiciales dividen sus fuerzas en judiciales federales (PGR) y judiciales del Distrito Federal (PGJDF), aunque debido a la posición fronteriza de la zona de estudio también llegan a intervenir los judiciales del Estado de México; en ese sentido, la corporación federal está por encima de las otras dos corporaciones, las cuales están al mismo nivel. Todas las corporaciones, por una u otra vía, se encuentran relacionadas con el narcomenudeo. Los policías preventivos, por ejemplo, al hacer sus rondines por las zonas asignadas se relacionan constantemente con jóvenes, ya sea que sean consumidores, narcomenudistas, participantes de algún otro delito o simplemente por el constante acecho disfrazado de “revisión de rutina” o bajo el pretexto de “nos acaban de informar de un chavo que estaba haciendo desmanes”. Otra manera como se relacionan es a través de los programas de prevención del delito, el gobierno de Iztapalapa ha sido innovador en ese 175 sentido con programas como ‘Mochila segura’ y ‘Escuela segura, Sendero Seguro’, en los cuales han encontrado jóvenes de secundaria con “el ‘carrufito’ de droga, el botecito de pvc 146 y hasta armas”147, lo cual para ellos es buena justificación. Estas medidas tienen entre sus objetivos prevenir el consumo de drogas e impedir que los narcomenudistas se apoderen del entorno escolar, ya sea mediante presencia en la puerta y calles aledañas o con cómplices que intenten distribuir drogas al interior. Las corporaciones preventivas son básicamente dos: los policías preventivos de la secretaria de seguridad pública del DF y lo s de seguridad pública delegacional148 , ambos son conocidos como azules o pitufos por su uniforme, o en todo caso con el apodo genérico de puercos, el cual muestra la animadversión que les tienen; otros apelativos a estos policías tienen que ver con su medio de transporte, así tenemos a la montada, aquellos que andan a caballo, a los policletos que andan en bicicleta, los motopatrulleros que andan en cuatrimoto, los patrulleros que andan en autos o patrullas y los perreros que andan en la julia o perrera, una camioneta acondicionada con una jaula en la parte posterior, la cual es temida por el modo en que actúan sus conductores. Los patrulleros son los de mayor presencia en la zona de estudio. En cualquier caso, cuando los preventivos llegan a encontrar a algún individuo en posesión o consumiendo drogas, deberían dar aviso a las corporaciones federales para que estos actúen en consecuencia, lo cual no siempre hacen. Los policías judiciales se relacionan de distinta manera, en parte por las atribuciones que les da el Estado ya que al investigar los casos asignados se ven en la necesidad de interrogar a quienes les puedan dar pistas acerca de los autores de los delitos. Si aceptamos que muchos de los delitos cometidos en zonas marginadas de la ciudad tienen que ver con la presencia de drogas, tanto lícitas como ilícitas, encontraremos las altas posibilidades de relación entre estos agentes policiales y los participantes del narcomenudeo. Empero, a pesar de las altas probabilidades de encuentro con los participantes del narcomenud eo los policías judiciales alegan que sólo pueden actuar en caso de que la ciudadanía denuncie, lo cual es complicado cuando la ciudadanía piensa que si van a denunciar los narcomenudistas 146 “El botecito de pvc” refiere a un pegamento utilizado para unir tuberías de ese material, esta sustancia es utilizada como droga inhalable por un buen número de jóvenes marginados. 147 Lic. Tolentino, sociólogo de la policía delegacional de Iztapalapa. 148 Debido a la constante demanda ciudadana de hacer algo contra la inseguridad el gobierno delegacional ha creado su propia policía, pues consideran que la secretaría correspondiente en el DF no atiende con suficientes policías a esta delegación. 176 tomarán represalias y que los agentes ya no harán nada; por esa situación, la intervención de la policía judicial es insuficiente e ineficiente en el combate del narcomenudeo lo que levanta suspicacias en la mayoría de informantes que los ven como cómplices del negocio . Estos policías son conocidos con el genérico de judas y, a diferencia de los agentes preventivos su intervención en las actividades de los narcomenudistas suele ser más contundente, tanto en su combate como en su reproducción al interior del barrio. Debido a que los delitos del narcomenudeo implican no sólo los de tipo ‘contra la salud’ sino también los de ‘delincuencia organizada’, las autoridades han establecido nuevas estrategias de combatirlo. Una de estas estrategias fue la creación de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) en el último sexenio del siglo pasado, la cual se encarga de investigar las denuncias anónimas sobre crimen organizado, entre otros los de presuntos grupos de narcomenudistas; en ese tiempo también se creo la Policía Federal Preventiva (PFP), su contraparte en la prevención. La creación de estas agencias es producto del entrenamiento especializado que han tenido que adquirir las agencias policiales en el combate a la delincuencia organizada, esto se refleja en la poca presencia que tienen en el barrio pues, a diferencia de las otras corporaciones, estas actúan posteriormente a un trabajo de investigación y, por tanto, sus resultados deberían ser más contundentes. De todas las corporaciones es la AFI, también conocida como la Fea, la corporación que despierta mayores temores, a decir de los narcomenudistas en cualquier momento “pueden aparecer y cargar con todos”. Ahora bien, aunque las reacciones de los agentes policiales dependen de las competencias de las corporaciones a las que pertenecen, las reacciones tomadas ante los narcomenudistas también se pueden dividir en tres: rechazo, tolerancia y complicidad. A diferencia de otras relaciones sociales en estas las reacciones de tolerancia dependen de que los policías conozcan a los participantes antes de sus activid ades en el narcomenudeo; sino es así, en correspondencia a sus labores, los policías intentan combatir el comercio de drogas en el barrio y muestran rechazo ante la participación de los jóvenes, aunque es común que haya quienes aprovechando su posición de autoridad obtengan beneficios económicos personales, a costa de consumidores y comerciantes que prefieren mocharse con una lana 177 y participar de la corrupción antes que verse en la posibilidad de ser trasladados a algún espacio de reclusión. Las reacciones tomadas por los policías también dependen de otros factores, uno de ellos es el conocimiento de los participantes, por ejemplo para que un policía ofrezca a un joven droga para su distribución debe tener confianza de que este no se va a desaparecer con la mercancía ni con la ganancia, preferirá a jóvenes reconocidos por los habitantes del barrio y sólo les darán la mercancía que pueda vender durante el día. Antes de detallar más esta situación quiero empezar, siguiendo el orden establecido, con las acciones que toman los jóvenes para relacionarse con los policías. 6.1.1. Acciones ante agentes de seguridad Las acciones de los jóvenes participantes ante los policías y autoridades civiles son similares a las realizadas en los otros tipos de relaciones sociales, saben que el comercio no es lícito y, por tanto, de la posibilidad de enfrentar a quienes tienen el deber de prohibirlo. Anteriormente a cualquier relación con la policía, los jóvenes tienen una expectativa de lo que es la autoridad, al respecto Fresa expresa «a nivel familiar me decían que la policía es corrupta, todo mundo lo anuncia pero como niño inocente que no roba, ni se droga, realmente no esperaba encontrarme a la tira, decía “sí me encuentro a la tira no me tienen que hacer nada ». Pero cuando tuve que enfrentar a esos güeyes de morro me comieron los nervios y me chamaquearon”. Igual que Fresa, todos los jóvenes participantes conocidos en la zona de estudio han tenido relaciones con policías, teniendo resultados parecidos. Los jóvenes se ven obligados a subordinarse a la autoridad, ya sea a través de la corrupción o a través de la violencia, el desencanto de la autoridad se hace parte del cotidiano juvenil. Las expectativas de los jóvenes se va configurando a partir de la convivencia con sus pares, con otros jóvenes del barrio, son «parte de lo que me enseñaron los Cotorros, no fue de “hoy vamos a tener la clase de policía” sino más bien a través de las platicas, por ejemplo que “apañaron a tal o a tal güey en la esquina “¿Qué estaban haciendo?” “Pues estaban chupando” “¿Qué les hicieron?” “Pues llegaron esos güeyes y uno les habló muy al chile y le pusieron unos putazos, los basculearon, les vieron la chela y los subieron…”, si no traen varo pues esos güeyes los encierran y quizás no les ponen una madriza pero es culero estar allí, fue así como decir “bueno, pues se les tienes que dar su respeto a esos güeyes y no 178 perder el control». En este párrafo Fresa muestra las acciones de un consumidor que se encuentra relacionado con algún policía, la posibilidad de corromper a la autoridad y el violento resultado de oponerse a ser aprehendidos. Estas mismas posibilidades las encuentran quienes comercian, el narcomenudista puede corromper a la autoridad u oponerse a ella y atenerse a las consecuencias, siendo la violencia la más común de las posibilidades. Cuando los consumidores son más que los policías pueden llegar a enfrentar a los policías, en los demás casos la relación es de subordinación. Los participantes del narcomenudeo siempre hablarán lo menos posible acerca de sus actividades, ante autoridades y otros agentes institucionales, sólo hablarán acerca de lo obvio y lo que no pueda traer consecuencias negativas a su participación. De esta manera, cuando se relacionan con instituciones de salud lo más común es que los jóvenes eviten mencionar cualquier posible participación como comerciantes, cuando se relacionan con instituciones de seguridad lo más común es que nieguen todo vinculo posible con las drogas ilícitas, aparentan la mayor tranquilidad posible y hacer como si no trajeran nada consigo. En dado caso que los policías o autoridades perciban cualquier indicio de nerviosismo el acoso con preguntas se intensifica y la revisión se torna exhaustiva, siendo muy probable que terminen encontrando la droga ilícita. En cualquier caso, los participantes del narcomenudeo se sienten asediados, tanto los consumidores como los comerciantes, aun y cuando muchos de ellos saben que pueden justificar la posesión de la droga y asistir a tratamiento en vez de ser encarcelados por el delito. Esto se debe, en parte, a que los consumidores regularmente no conocen las leyes respecto a las drogas ilícitas; pero también a que los policías pueden optar por sacar provecho de la posición de los participantes; un ejemplo de esto es lo contado por un cliente de La TJ, una ocasión la policía lo encontró con dos churros y lo subieron a la patrulla, ya arriba les empezó a decir que era usuario y que no traía más que su consumo personal, los policías le respondieron que les tenía que dar un billete chido o iba a parar en el reclu ya que le iban a imputar medio kilo de mota que tenían en la patrulla. No tuvo más remedio que darles lo que tenía. 179 6.1.1.1. Acciones de ocultamiento ante agentes de seguridad Los jóvenes que inician a participar en las actividades de consumo y/o comercio intentan ocultarse durante la realización de estas para no ser vistos por policías o vecinos no participantes que los pueden denunciar; conforme pasa el tiempo y los jóvenes continúan participando de estas actividades tienden a disminuir las precauciones tomadas y son, en algún momento, enfrentados por las autoridades. En esta circunstancia interviene una característica casi generalizada: los jóvenes que reparten drogas ilícitas también son consumidores de las mismas; por lo que al continua r su consumo también disminuyen las precauciones tomadas, especialmente si consumen crónicamente. Ha sido importante observar que sólo algunos pocos jóvenes habían sido “dueños” del negocio o punto de venta, la mayoría participaba de relaciones de mercado dirigidas y delimitadas por narcomenudistas adultos. Es en el momento en que se agregan adultos a las actividades del comercio cuando se conforma una verdadera organización para delinquir, entendiendo que en esta participan individuos que hacen del delito su principal ocupación. Mcintosh observa que en la década de los años 70 se profesionalizan algunas partes del mercado de las drogas como efecto de la acción policial en su contra149 ; esto es, actúan como respuesta ante las reacciones policiales. En el caso de La TJ, a partir de la dirección de adultos que no consumían drogas podían ocultar mejor las ganancias de sus actividades, pues estos realizaban por las mañanas labores y trabajos comunes en cualquier vecindario marginal, como son: comercia r pollos, conducir transportes públicos y ser ama de casa. Además, eran ellos quienes promovían en La TJ algunos de las acciones descritas en el OPB, como mantener escondida la mercancía escondida y manejar un horario de venta. Tamb ién había jóvenes que, como Negro, tenían hijos y aportaban dinero para su crianza; este requerimiento constante influía en que percibiese el narcomenudeo como una opción laboral, a partir de la cual no sólo había mantenido su consumo sino también a su familia durante varios años. Sin embargo, encuentra grandes diferencias entre haber sido dueño de una tiendita, donde ganaba unos $800 pesos diarios, y haber sido empleado en otra, donde sólo ga naba $120 al día; por ello planeaba abrir una tiendita cerro arriba apenas pudiera 149 Mcintosh, Mary, La organización del crimen, México, 1977, 98 p. 180 reunir el dinero para pagar la renta de una casa, ya había visto una en una calle donde “no se puede llegar sino caminando”, lo cual le suponía mayor tiempo para huir en el supuesto que lo buscara la policía pues no podrían subir las patrullas. El lugar también le parecía adecuado porque se encuentra cercano al límite de la zona ecológica, lo cual era un buen lugar a donde correr en caso del mismo supuesto, a diferencia de La TJ que se ubicaba muy cerca del eje vial. Cuando los jóvenes han fracasado en la acción de ocultar sus actividades y son descubiertos, lo primero que quieren es huir, piensan que la mejor relación con los policías es la que no existe y prefieren no aparecer cuando pueden ser aprehendidos o hay señales claras de dificultades. Para los participantes que son aprehendidos, el mejor de los casos consiste en llegar a un acuerdo conveniente para ambos, un acuerdo de corrupción, entendiendo por esta la privatización de las capacidades públicas. En este acuerdo las autoridades policíacas reciben un soborno a partir de no cumplir con su deber y dejar libres a los participantes del narcomenudeo para que puedan continuar sus actividades. 6.1.1.2. Intentos de convencimiento: soborno o sometimiento. Para los participantes del narcomenudeo, ser descubiertos implica comenzar labores de convencimiento. Todos los individuos con que se relacionan los participantes del narcomenudeo tienen algún tipo de interés, en el caso de los policías el interés radica en la ganancia; el agente policíaco vende su fuerza de trabajo al Estado, a través de cualquiera de las corporaciones dispuestas para ello, pero cuando encuentran un mejor postor muchos policías aceptan usufructuar la autoridad que representan. Esta situación es bien conocida por los participantes del narcomenudeo, la corrupción es uno de los caminos más frecuentados para evitar sanciones jurídicas por los delitos relacionados con el consumo y/o comercio de drogas ilícitas. Por ello, es una de las primeras acciones que intentan cuando son descubiertos. Cuando los participantes del narcomenudeo se ven descubiertos por policías, regularmente son los primeros en ofrecer una cantidad de dinero a cambio de ser liberados. La cantidad ofrecida depende de varios elementos, entre ellos: la cantidad de droga que les es 181 encontrada al momento de ser aprehendidos, el tipo de policías que los haya descubierto y los recursos económicos con los que cuente el participante aprehendido. El primer elemento, la cantidad de droga encontrada, determina las expectativas económicas de los policías, los participantes habituales lo saben y no ofrecen lo mismo cuando son aprehendidos con un toque que cuando son aprehendidos con varias dosis de cualquier droga ilícita, a mayor cantidad de drogas será mayor la cantidad de dinero que tenga n que ofrecer. Los consumidores en varias ocasiones hablaron de que los policías llegan a aceptar cantidades irrisorias cuando aprehenden a alguien con poca cantidad de drogas ilícitas, piensan que les da pereza llevarlos ya que no ganan nada al aprehenderlos, en cambio si los dejan ir tienen la posibilidad de encontrar a alguien más a quien poder chamaquear. Si la cantidad de droga encontrada es considerable, los participantes se ven obligados a ofrecer cantidades importantes de dinero, incluso quienes sólo consumen pues nadie les creería que sólo es para consumo personal. El tipo de policía que los haya encontrado es otro elemento para decidir la cantidad a ofrecer en un intento de soborno. Los consumidores repetían que los policías que aceptaban sobornos más económicos eran los preventivos, mientras que los judiciales requerían sobornos más caros, ninguno de ellos llegó a mencionar haber sobornado a los federales; en parte porque es la de menor presencia en el vecindario, pero también porque las pocas ocasiones que aparecen lo hacen en grupos y es poco común que se preocupen de quienes consumen. Los narcomenudistas tienen una idea similar respecto al costo que les puede salir en caso de ser descubiertos, quienes comercian y mantienen la precaución de cargar con poco droga se presentan como consumidores pues saben que sí los policías conocen que el participante es narcomenudista y no sólo consumidor exigirán mayor cantidad para ser sobornados. Una característica distintiva observada en los comerciantes es que, cuando son descubiertos en grupo, o en un punto de venta, pueden ofrecer sobornos colectivos, también conocidos como renta; este soborno no es garantía sino de que los policías sobornados no realicen su deber durante el tiempo acordado. De nueva cuenta, se prefiere a los preventivos por ser más accesibles, esto lo expresaba claramente El Don cuando decía que era “mejor pagar cien pesos a los preventivos que mil a los federales”. 182 El tercer elemento son los recursos disponibles; es obvio que los comerciantes cuentan con mayores recursos que el promedio de los consumidores, por lo que las cantidades ofrecidas a los policías son mayores. Sí los participantes no cuentan con dinero pueden llegar a ofrecer una lana si los llevan a su casa para pedir dinero a algún pariente; también se llega a dar que los policías opten por quedarse con la droga a cambio de dejar ir al aprehendido, especialmente cuando se trata de cocaína. Cuando los narcomenudistas procuran sobornos colectivos a los policías, no cubren solamente el libre ejercicio de ellos sino también el de los clientes que llegan al punto de venta. Además el poder económico de los narcomenudistas puede llegar a corromper no sólo a policías sino también a ministerios públicos, abogados y otros trabajadores del sistema jurídico; tal es el caso contado por Fresa acerca de uno de sus vecinos que vendía «una vez me contó que a su hermano lo agarraron no sé si porque mató o robó, como ese güey es chingón vendiendo fue con la señora y le dijo “¿Sabe qué? El pedo está así” y que el señor le dijo: “¡Va! Tu carnal va a salir pero se va a tener que mover un rato de aquí”, me dijo que ese ruco soltó como 50 mil varos porque tenía que repartir a un chingo de güeyes de la delegación, porque primero una patrulla tenía que buscar a un güey que se pareciera a su carnal, localizarlo y llevarlo, mientras que a su carnal le iban a poner un traje para que saliera como abogado, salió su carnal y se quedó el güey que clavaron, todavía sigue en proceso». La otra acció n recurrente por parte de algunos consumidores es la oposición a someterse, a permitir ser maltratados por los policías que regularmente abordan a los jóvenes con una actitud agresiva; esto agresividad la viví en carne propia durante el trabajo de campo, después de una entrevista que concluyó casi a media noche atravesé unas calles oscuras, casi corriendo para llegar a la avenida, pensé que ahí estaría a salvo pero fue cuando se paró una patrulla enfrente, bajaron dos policías gritando que levantara las manos y que era “una revisión de rutina”, me registraron y preguntaron quién era y qué hacía ahí, cuando me identifiqué y mostré los documentos que me respaldaban se mostraron muy atentos y me llevaron a tomar un taxi, sin embargo no me quedó la impresión de que la versión del policía amable fuera la cotidiana en su accionar, pues nunca observé o escuché algo parecido en el trato a los jóvenes de la zona de estudio. 183 Se pensaba que el someterse ante los policías era caer en un proceso del que difícilmente se saldría, esta situación se transmitía en varias imágenes, una constante era la idea acerca de que no hay que subirse a las patrullas ni a ningún otro vehículo oficial, lo cual se considera un grave error ya que es ponerse a merced de los agentes. Fueron varios los informantes que hicieron mención de esta situación y más todavía quienes al subir ya no tuvieron más alternativa a la reclusión que pagar un soborno. Por otra parte, El Don gustaba contar que más de una vez habían llegado policías a madrearlos pero que ellos se aferraban y no se dejaban someter, los demás asentían, no sé si por que era el Bueno o porque así había sido en realidad, pero lo que esto muestra es el imaginario existente entre los participantes ante una relación con policías, además esta imagen era repetida por muchos otros informantes, incluidos no participantes. Un caso de sometimiento es el contado por Pollo, una vez lo capturaron unos policías federales en una tiendita que había puesto con un amigo, iba llegando cuando se dio cuenta que estaban ahí, quiso ganarles en la camioneta que manejaba y aceleró la velocidad para huir, al dar vuelta a la esquina chocó con un microbús y los policías lo alcanzaron; mientras mostraba unas cicatrices en frente y espalda, también contó que para poder sacarlo lo s policías lo tuvieron que golpear. Esa ocasión él y su cómplice se vieron sometidos ante los policías federales, pero estos no los remitieron ante las instancias correspondientes, sino que les quitaron los bienes más preciados: dinero, droga (mercancía) y camioneta. Consideraba que ya les habían puesto el dedo porque antes ya habían balaceado la casa en dos ocasiones, la cual tuvo que vender; sin embargo consideraba que al estar en libertad en cualquier momento podría volver a armarla. Antes de intentar el soborno o negarse a ser sobornado, en caso de que sea el policía quien intente pedir mordida, algunos participantes argumentan poseer solo el consumo personal como una vía para que no los lleven al Ministerio Público pero tampoco paguen por su libertad, o cuando menos que les salga más barato. «Sabemos que un toque, lo que es un toque, cierta cantidad, está permitido legalmente, a nosotros no nos pueden venir a chorear porque aquí mismo hemos parado, nos han topado toques de mariguana pero nos podemos 184 declarar simplemente adictos y meternos a una rehabilitación» 150 . Sin embargo, esto es poco frecuente entre consumidores experimentales u ocasionales debido a que no todos saben que las leyes señalan el tratamiento para quienes siendo farmacodependientes sólo porten la droga usada por ellos mismos. Tampoco hay organizaciones o instancias oficiales en la Delegación para dar a conocer estos derechos, pareciera que se confundiera con estar a favor de los delitos contra la salud, pero los participantes conocen de esto a partir de otros participantes con más experiencia, consumidores habituales o comerciantes que ya han pasado por los ministerios públicos y han salido por esta vía. Algunos informantes ya había n sido remitidos al Ministerio Público y optaron por aceptar que son consumidores adictos o crónicos, sabían que cuando el volumen de droga es poco se puede considerar para consumo personal y la pena impuesta se limita a asistir a tratamiento contra las adicciones. Otros participantes había n sido aprehendidos en más de una ocasión y había n llegado hasta los separos e incluso al reclusorio por no contar con recursos, no sólo por participar del narcomenudeo sino también por otras actividades ilícitas como riñas y robos. A los jóvenes que no cuentan con recursos era raro que los policías los volvieran a aprehender al menos que, a decir de los aprehendidos, tuvieran que cumplir con un número determinado de detenidos o el aprehendido cumpla el perfil de un acusado, pues entonces “resolverían” el caso con ellos. 6.1.2. Reacciones de los agentes de seguridad pública La situación de las drogas ilícitas en el Distrito federal es preocupante para las instituciones de Seguridad Pública, para el 2002 la mayor cantidad de presuntos delincuentes del fuero federal fueron inculpados por delitos contra la salud 151. Ante esto las autoridades han implementado programas como revisar pasajeros que parezcan “sospechosos” en las unidades de transporte público utilizando para ello policías preventivos, también han intentado estimular la denuncia ciudadana a partir de la propaganda mediática, sin embargo hasta ahora el problema sigue vigente y sin visos de disminuir su impacto en la sociedad. Ante la falta de resultados favorables, algunas autoridades policíacas empiezan a vinc ular a las familias en sus políticas de combatir el aumento en el número de jóvenes consumidores; 150 151 Entrevista a Pablo Pachecote INEGI, Anuario estadístico del Distrito federal, edición 2003, México, INEGI, 2004. 185 uno de esos intentos es el conocido como ‘Mochila segura’, donde a través de las sociedades de padres de familia la escuela pide la intervención de elementos de seguridad pública delegacional para la implementación del programa. Hay que tener en cuenta que, los jóvenes participantes del narcomenudeo se saben en desventaja ante las autoridades públicas y ocupan el rol subordinado cuando se relacionan con cualquiera de los agentes que laboran en las instituciones vinculadas a las drogas ilícitas: psicólogos, policías, trabajadores sociales, policías, ministerios, abogados, jueces, militares y todos quienes jueguen algún rol en contra de las actividades del narcomenudeo. A su vez estos agentes se saben en ventaja frente a los participantes, pero son los policías quienes mantienen las relaciones más cercanas con los participantes del narcomenudeo, especialmente los preventivos ya que son quienes realizan más operativos y programas en las calles, pero también porque al vigilar constantemente un vecindario los preventivos pueden llegar a conocer todas las relaciones que ahí suceden, incluyendo las ilícitas. Durante el trabajo de campo, en el barrio de La TJ aparecieron los tres tipos de policías, en los siguientes apartados describo sus reacciones. 6.1.2.1. Reacciones de rechazo: aprehensión y reclusión. Datos oficiales dan cuenta de cómo el número de presuntos delincuentes por narcomenudeo se ha multiplicado en los últimos años. Según datos de la Agencia Federal de Investigación y la policía delegacional, en Iztapalapa han pasado de 45 a 132 las bandas organizadas en torno a la distribución y venta de drogas, entre 2001 y 2003, las cuales estarían integradas por jóvenes “entre 12 y 20 años”152. Debido a este crecimiento, instancias gubernamentales intentan reorganizarse para hacer frente a quienes realizan estos delitos, una de sus reacciones ha sido crear las Unidades Mixtas de Atención al Narcomenudeo (UMAN), una de las cuales fue abierta en la Delegación Iztapalapa; sin embargo, tales unidades no han tenido el éxito esperado, sólo el 5% de los detenidos llegan a los reclusorios y los mandos de la policía capitalina responsabilizan a los agentes federales del Ministerio Público de dejar en libertad a los presuntos delincuentes que les lleva la policía preventiva 152 Diario La jornada, 12 de noviembre de 2003. 186 capitalina153 . Los datos oficiales constatan el fracaso, según la PGR, el Distrito Federal concentraba casi 2500 puntos de venta para el año 2005 154 . Lo que evidencian este tipo de noticias, no sólo es el crecimiento del fenómeno llamado narcomenudeo sino también la dificultad de combatir este tipo de delitos, uno de los mayores obstáculos es, sin duda, la falta de coordinación intercorporaciones; otro no menos importante son las relaciones de tolerancia y complicidad que los narcomenudistas han tejido en torno a los puntos de venta. En comparación con lo señalado por Astorga, acerca del estrecho vínculo entre políticos y traficantes para impulsar el mercado de las drogas en el Sinaloa posrevolucionario 155 , en el caso de La TJ y otros puntos de venta estudiados no pude obtener información que documentara la complicidad de la policía en el origen de los puntos de venta, aunque tampoco de que esta no exista. Lo que si ha sido evidente son las reacciones de complicidad de los agentes policíacos en la continuidad de las actividades vinculadas al narcomenudeo, las cuales retomare en páginas siguientes. La dificultad de combatir los delitos vinculados al narcomenudeo pasa entonces por dos situaciones específicas: la labor de convencimiento que realizan los narcomenudistas para que sus relaciones sociales sean de tolerancia y/o complicidad en torno a sus actividades vinculadas a drogas ilícitas, y la propia ineficiencia de las corporaciones para poder ponerse de acuerdo en la forma de atacar a quienes realizan tales actividades. En la realidad, ambas pueden combinarse. Ejemplo de esto es la situación contada por Fresa : «Uno de ‘los Cotorros’ alguna vez me contó que lo apañaron con la banda, estaba afuera de su casa picando coca y pasó la juda, los vieron y en fa sobres, dice que traía un papelito que con mucha velocidad lo dobló y lo aventó, que se puso a sacudir las tarjetas que traía y cuando llegaron los tiras los basculearon y se las hizo de pedo “¿por qué? Si estamos enfrente de mi casa, bajo qué cargos y su pinche madre ” ese güey pensaba que ya no le iban a hacer nada porque no vieron donde había dejado el papelito pero que le encuentran las tarjetas, no se acordaba que las tarjetas no eran de él, dijo que esa vez se había encontrado una billetera y dijo “pues con estas pico”, nosotros sabíamos que ese güey era rata y hasta nos la 153 Diario La jornada, 10 de noviembre de 2005 Diario La Jornada, 4 de marzo de 2005. 155 Astorga, L. “Traficantes de drogas, políticos y policías en el siglo XX mexicano”; en Claudio Lomnitz, Vicios públicos, virtudes privadas. La corrupción en México, México, CIESAS-MAPorrúa, 2000 154 187 curamos “¡sí güey, te la encontraste!” Siento que esa vez sí se las encontró porque era lo que estaba lamentando “¡no mames, esa vez me las había encontrado!” Dice que por robo lo subieron, que eran una ruca y un güey y ya dentro del pedo pues a lo que vas: “al chile tengo tanto varo, sé que por este pedo me puedes hundir pero como no me agarraste en evidencia tienes que ir a declarar, pues mejor nos evitamos todo el pedo”, pues ese güey hablándoles al chile y la ruca dándole unos putazos “nel, ¿usted por qué quiere organizar?” Como eso fue antes de que arrancaran que sale la vieja de ese güey y se sube a la patrulla también, se vio verga porque ya no le pudieron hacer nada a ese güey ya que su ruca dijo “yo nada más quiero ver a donde lo van a meter y qué procede”, se aferró la ruca y no la pudieron bajar, dice ese güey que la ruca judicial le puso unos putazos enfrente de su ruca “pinche puto, no puedes solo”, el chiste es que le sacaron mil varos»156. Cuenta Fresa que el amigo es ayudado por su mujer y logran sobornar a los policías. Esta situación refuerza la hipótesis general, los individuos con relaciones familiares de complicidad logran enfrentar de mejor manera las reacciones de rechazo, incluidas las ocurridas en relaciones verticales, como son las relaciones con autoridades policíacas. En este sentido, se encuentra una combinación de redes que permite la continuidad de actividades delictivas, entre ellas las vinculadas al narcomenudeo; por lo que, las autoridades policíacas que intentan rechazar las actividades del narcomenudeo encuentran dificultades, a veces insuperables, para realizar sus reacciones. Sucede lo señalado por Foucault: “La solidaridad de una capa entera de la población con quienes podríamos llamar pequeños delincuentes se había manifestado muy persistente ”157 Otra dificultad con la que luchan los agentes policíacos es la complicid ad que pueda haber al interior de las familias extensas que viven en Iztapalapa. Tal es el caso de la familia Perico, la cual ha mantenido La TJ a pesar de las ausencias temporales que han tenido diferentes miembros; por ejemplo, cuando Tigre fue anexado debido a problemas con el consumo de piedra los demás parientes continuaron comerciando y de las ganancias generadas pagaban su tratamiento de rehabilitación; al concluir su estadía en el centro de tratamiento Tigre se reintegró a sus actividades en la TJ. Lo mismo sucede cuando alguno 156 157 Fresa Foucault, Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 2003, p. 68. 188 de los integrantes son internados en alguna prisión, los parientes pueden continuar el negocio; esto se puede notar en el incremento de mujeres que participan del narcomenudeo, casi diez por ciento de los detenidos, algunas de las cuales llegan a ser las líderes de las bandas delictivas conformadas por sus familiares 158 . Cuando los hombres son detenidos, sus esposas pueden darle continuidad al punto de venta; en el caso de La TJ, no había habido detenidos por parte de la familia Perico, sin embargo Guaguaras decía que en caso de que llegara a sorprenderlos la policía federal sería él quien se declararía culpable de los cargos para que pudieran absolver al resto de sus parientes; pensaba que la tiendita seguiría funcionando a pesar de que él estuviera recluido. Al preguntarle porque él y no otro, argumentó que es el mayor de los hermanos por lo que le correspondía la responsabilidad. El que los Perico sean una familia extensa tiene algunas ventajas ante los policías preventivo s pues cuando quieren aprehender a alguno de los integrantes los familiares regularmente salen a defenderlo y esto hace difícil, incluso imposible, su captura. No sólo es el caso de los Perico, también sucede en otros grupos dedicados al narcomenudeo. Sucedió que una noche llegaron agentes de la AFI a catear La TJ, “con muchas camionetas y un juez que firmó la orden de cateo”. Los agentes federales llegaron y los rodearon, registraron el interior de la casa y no encontraron nada; los Perico nunca dijeron donde la guardaban o porqué los agentes de la AFI no habían encontrado la droga pero un vecino me comentó que la habían echado la droga por la taza del baño. Los Perico sospechaban que les habían puesto el dedo, incluso llegaron a desconfiar de mí lo cual fue determinante para iniciar una etapa en la que daban muy poca información, fue el princip io del fin del trabajo de campo. Esa también fue la causa de que despidieran a todos los empleados que tenían, quedándose sólo con comerciantes parientes. Los narcomenudistas me contaron que la ocasión que llegaron los AFI le estuvieron preguntando a los vecinos sí vendían drogas ahí, pero estos se limitaron a decir que ellos no sabían nada y que no habían visto nada extraño. En este caso sucedió lo señalado por Thoumi: “cuando la sociedad y el Estado no castigan comportamientos ilegales o criminales, los incentivos para desarrollar controles 158 Diario La Jornada, 10 de noviembre de 2003. 189 interiorizados fuertes se debilitan” 159 , resultando en la continuidad de las actividades del narcomenudeo. Algunas reacciones de rechazo cumplen con su objetivo, aprehender a quien realiza actividades en contra de la salud. Agentes del Ministerio Público, jueces y más, hace n esfuerzos para que quienes realiza n las actividades del narcomenudeo sean apresados y purguen co ndenas de privación de libertad, pero aún estos esfuerzos pueden complicar más las situación debido a que, para la casi totalidad de informantes, la prisión es “la universidad del crimen”, donde aprehenden mañas y construyen relaciones que al salir les permiten continuar realizando las actividades del narcomenudeo con mayores precauciones. Además, ser joven y haber sido recluido es una situación que genera respeto entre los participantes y no participantes del narcomenudeo. Por el contrario, el adulto que es recluido es considerado como lo peor, “¿cómo es posible que a esa edad no sepa tratar con los policías?”, se preguntan los participantes. Con los jóvenes el cuestionamiento es similar pero la inexperiencia de la edad es vista como la causa, la cual se compensa con las experiencias vividas en el interior del reclusorio. Entre los informantes sólo Pollo había sido recluido en prisión antes del trabajo de campo, volviendo a ser recluido durante el tiempo de observación; en ambas ocasiones había llegado a los penales a raíz de robos y no por comerciar drogas. Pollo era uno de los narcomenudistas más buscados por vecinos más jóvenes que él que querían aprender de su experiencia en las actividades ilícitas. Las reacciones de los agentes federales eran las más temidas de todas, los informantes consideraban que son las autoridades más difíciles de corromper, en parte porque llegan en grupos grandes y en parte porque al ser mejor pagados que los agentes de otras corporaciones no aceptan ser involucrados en casos de corrupción por bajas cantidades de dinero. Sin embargo, los participantes piensan que estos agentes son tan corruptos como los otros, la diferencia radica en que, como marginados, a ellos no les alcanza el dinero para corromperlos. En una ocasión encontré a Negro en una sitio cercano a La TJ, hizo señas de que me acercara y hablara en voz baja, dijo que días atrás habían aprehendido a los comerciantes de una tiendita de la colonia vecina. Con asombro me contó que los agentes 159 Thoumi, Op. Cit. p. 94. 190 de la AFI llegaron en paneles, pick ups y helicópteros, los últimos bajaron con cuerdas “como en las películas”; quienes llegaron vía terrestre rodearon el lugar y le apuntaban al tiempo que los helicópteros alumbraban puertas, ventanas y techo, razón por la cual los involucrados no pudieron huir hacia el cerro. El operativo había sido como a las once de la noche y los había tomado por sorpresa, Negro y otros estaban en La TJ cuando escucharon los helicópteros y corrieron a ver que pasaba. Lo que más había sorprendido a Negro era que no hubieran dejado escapar a ninguno de los comerciantes “ni siquiera aceptando dinero”, esto le preocupaba porque pensaba que podría pasar pronto en La TJ; ya días antes le había parecido ver a unos agentes policiales escondidos tras de unos árboles, decía haberlos reconocido por el reflejo de sus insignias. Esto es, los participantes del narcomenudeo también se dan cuenta que los policías pasan y observan quien se junta con quien, piensan que así conocen quienes pueden ser los jóvenes que pueden ser aprehendidos y recluidos en prisión; pues como indica Girard, buscan sacrificar a quienes no tengan relaciones de complicidad o tolerancia con ellos y, por tanto, que no tengan quien intente defenderlos160. 6.1.2.2. Reacciones de tolerancia de agentes de seguridad La única forma en que haya tolerancia por parte de los agentes policíacos es que estos sean vecinos o amigos de los jóvenes previamente a la participación de estos en el narcomenudeo. Para los policías no parece tener importancia aquellas actividades ilícitas que suceden u observa fuera de su zona u horario de trabajo. En la calle donde estaba La TJ vivía un policía preventivo del estado de México, Topo, además de un agente del MP. Topo tenía una relación de vecindad con la familia Perico desde que era niño. Durante varios años actuó como policía preventivo del estado de México, “andaba en mi patrulla” pero “me abrieron por corrupto”. Topo cuenta que su compañero de patrulla fue identificado en un asalto que realizaron a una compañía de protección de valores, como esto ocurrió en horario laboral, él como compañero del “corrupto” también fue despedido. Aunque estaba involucrado, pensaba que después de que se cerrara el caso de su compañero, si este no lo quemaba, podía regresar a trabajar a la corporación. Es importante 160 Girard, R., La violencia y lo sagrado, Barcelona, Anagrama, 1998. 191 este testimonio pues durante los años que Topo fue policía no rechazo las actividades del narcomenudeo sino que se mantuvo tolerante ante la participación de sus amigos y/o vecinos. Después que fue despedido de la policía y durante el tiempo que estuvo desempleado los Perico ayudaron económicamente al Topo. Otra circunstancia donde se puede observar la tolerancia es en aquellas detenciones en que los policías aprehenden a consumidores que no tienen dinero y optan por llevar a los jóvenes participantes a sus casas, para que estos pidan dinero a sus parientes y eviten llegar a los centros de reclusión. Esta es una situación difícil para aquellos jóvenes que ocultan su consumo a sus padres, pero para aquellos que tienen la complicidad de sus parientes es relativamente sencillo; en estos casos, pueden incluso causar serias dificultades a los policías que intentan cumplir su deber. 6.1.2.3. Reacciones de complicidad de agentes de seguridad Las reacciones de complicidad se pueden sintetizar en un concepto: corrupción. Los policías son comúnmente referidos por los narcomenudistas como fácilmente corrompibles. Sin embargo la corrupción se expresa en el narcomenudeo en tres reacciones principales: corromper a consumidores de drogas ilícitas, pedir renta a sus comerciantes a cambio de una relativa protección y proveer droga a algunos comerciantes. La primera de las reacciones mencionadas es la más común de todas, incluso entre aquellos que en principio quieren combatir a los participantes del narcomenudeo pero que, ante las complicaciones propiciadas por sus relaciones sociales, se ven forzados a optar por la corrupción antes que quedarse sin detenido y sin dinero. Algunas veces, el aceptar la corrupción implica tener que culpabilizar a otros, tal es el caso del joven que salió de los separos después de que los policías habían metido a alguien que se le parecía físicamente. Una situación donde se conjugan reacciones es la siguiente: «habían llegado a las canchas y estaban grifeando, ese güey llegó, se formó, le dio unos jalones y que lo apañan unos tiras que comúnmente no andan por aquí, lo treparon porque le olían los dedos pero de los que traían el café ni tinta se dieron, en la patrulla iban tres morrillos que los habían apañado con 192 unos papeles, los tiras lo que querían era clavarlo como dealer porque los morros les iban a pagar un varo para desafanar, pero no sabían que realmente era dealer. Como la banda sabe como está el pedo, en fa fueron a hablarle a alguien de la casa de ese güey, salieron el jefe y la vieja de ese güey, al ver que no lo querían desafanar y que le querían cargar el pedo mi compa les empezó a hablar con claves, un pinche código así de “me voy a presentar en la sector tal y me voy a declarar como tal porque estaba en R…”, y no sé que pedo, la traducción de todo es que ese güey iba a ir a la delegación e iba a decir que estaba repartiendo pero que ese güey le estaba aceptando la renta, que le iban a caer un chingo de güeyes a los polis porque al que le estaba pagando iba a ir a buscarlo y le iba a dar en su madre, en fa un poli le agarró el pedo y le dijo “a ver güey, jálate para acá”, se lo llevó aparte y que con claves le estaba preguntando a quién le estaba pagando la renta, ya le dijo la clave y en corto “a ver ¿cuánto traes?” “800 varos”, de esa forma sé desafanó ese güey». En esta situación se nota como a través de la corrupción, los policías remiten no culpables a las prisiones para beneficiar a sus cómplices, también se deja ver que hay códigos y claves manejados por los participantes que ya tienen cómplices entre los agentes policíacos, lo cual les permite continuar con sus actividades ilícitas a pesar de ser aprehendidos por otros agentes de la misma corporación. En cuanto a pagar renta El Don era claro, decía corromper a los policías preventivos por 100 pesos diarios a cambio de que no los molestaran a ellos ni a sus clientes; los policías que patrullaban el sitio preferían cobrar renta y hacer como si no pasara nada. Los informantes me hicieron ver que los preventivos no sólo pasaban por su renta sino que ponían algunas normas con la intención de cumplir con la ley para que su zona se mostrara como no delictiva en las estadísticas; esto es, pedir renta no sólo implica pasar cíclicamente por cierta cantidad de dinero, se trata también de mantener cierto control sobre la situación. Este cierto control dependerá de la policía de que se trate, los agentes preventivos presionan para que no haya faltas administrativas, ni delitos del fuero común, la aparición de este tipo de situaciones puede pro vocar que alguno de los vecinos denuncie y entonces aparezcan otros agentes policíacos, incluso judiciales; en cambio, los delitos del fuero federal hacen aparecer agentes federales. En cualquiera de los casos, la aparición de más agentes policiales también implica mayor cantidad de dinero a repartir por parte de quienes 193 comercian, ya sea a los distintos policías, a autoridades superiores o a abogados que pueden solucionar sus dificultades. Cuando los policías preventivos llegan a encontrar a alguien cometiendo faltas administrativas, los lleva ante los comerciantes para conocer si es su cliente y lo conoce o no, pues de esto dependerá lo que hagan con el aprehendido. Fresa contó que una vez llevaron a su primo con el Canalas : «Al otro día, en las canchas donde se hacen las retas llegó ese güey y me dice -“¿Y tu primo?”, -“está jeteando el pinche güevón”, -“es que ayer me lo llevaron a la chamba, lo agarraron meando y me preguntaron ¿conoces a este güey?” Y le dijo “¿eres el primo del Fresa, no?” -“Sí, hazme un paro, yo luego te pago”, y que los polis le dijeron -“mira, no hemos cenado, móchate con unos tacos y unas chelas ”, y les dijo ese güey - “¡No mames, si apenas pagué la renta! Tu sabes cuanta competencia hay, nada más tengo tanto varo”, -“pues va”. Fue cuando le pregunté a ese güey porque le llevan a los güeyes que apañan, me dijo que ni a los tiras ni a ellos les convenía pues tienen que evitar que se vea como una zona conflictiva, se los llevan y si son güeyes drogos o pesados ya saben si zafarse de ellos o nel, si son güeyes equis que no son de por ahí se los llevan y ese güey los reconoce. Si no hubiera reconocido a mi primo se lo hubieran llevado los polis y quien sabe que le hubieran hecho, pero como le dio tinta de ser mi primo les dio como cien varos, la neta le dije que la próxima vez dejara que se lo lleven. En ese pedo de la renta pude ver que le regatean a la tira pero se la están pagando continuamente, es un güey específico que sabe cuántos reparten. Donde vende el canalas tienen diferentes turnos, igual venden en otras horas de su turno si va un güey conocido a su casa pero en la esquina cada quien tiene su turno, dice que los tiras le dijeron que los papeles en los que vendían cada quién iba a tener su color específico para que supieran de quién es y checaran qué banda está yendo a comprar, ahora sí que para sacarles el pedo de dónde están vendiendo porque de algunos no saben, la banda sí los reconoce porque unos güeyes que venden son bien faroles pero creo que no hay tantos chivatones. Nunca he sabido cuanto pagan porque es un pedo más complicado». En estos párrafos se aclara como la reacción de pedir renta es más que pasar por dinero, implica una serie de relaciones de complicidad entre policías y participantes del narcomenudeo. 194 En una ocasión hubo un asalto cerca de La TJ, Girasol fue testigo y le contó a Guaguaras cuando volvíamos de una tiendita donde éste compraba mariguana para su consumo. Dijo que un tipo joven había asaltado a un tipo adulto, que lo amenazó con un cuchillo cuando volteo y le hizo señas de que se quedara callado, que el asaltante se fue corriendo y dobló una esquina más arriba. Guaguaras dijo que esos asaltos les causaban problemas ya que provocaban más vigilancia y, por tanto, que los clientes no se acercaran. Efectivamente, pese a la complicidad aquella noche pasaron patrullas, jeeps y la julia durante varias horas, la venta de drogas fue casi nula y después de las 10 todos se metieron a sus casas. La última reacción posible que pueden tomar los agentes policíacos se refiere a proveer la mercancía a los comerciantes. Durante el tiempo que la TJ cerraba a las 12, Negro aprovechaba para distribuir droga de otro proveedor; decía que todas las noches, entre las 11 y las 12, pasaba un madrina de la AFI a dejarle 40 papeles, “treinta de piedra y diez de polvo”, los cuales vendía antes de las 4 de la madrugada. Esta reacción, sin embargo, fue podo referida por los informantes, quienes incluso me llegaron a pedir que me retirará en mas de una ocasión al preguntarles acerca de este tipo de reacción. Se puede decir que la policía cumple con una doble identidad, por un lado, cobra renta y son identificados, por gran parte de la población, como manchados y poco útiles en las actividades internas del barrio. Por otro lado, la calidad variable de los delitos influye para que estos decidan si intervenir o no; por ejemplo, en un robo, al haber un afectado directo que opta por denuncia r, la policía se ve obligada a perseguir a quien haya roto el orden establecido en su sector. De este modo el negocio podrá proseguir sin queja, pero si tales sucesos se repiten y se acusa a los consumidores, como es común, se dará a conocer la zona como un lugar donde estos abundan, se calentará y habrá mayor control, todo lo cual afecta el negocio. 195 7. Conclusiones El narcomenudeo es un fenómeno complejo que se difunde a través de las redes de relaciones sociales de sus participantes, consumidores y repartidores; un fenómeno que implica la venta de drogas ilícitas a consumidores finales y que, por ello, es prohibido por leyes establecidas en convenciones y tratados internacionales que México ha aceptado bajo la influenc ia de los Estados Unidos. El narcomenudeo comercia con diversas drogas, pero en la zona de estudio estas se limitaban a tres: mariguana, cocaína y crack, cada una de las cuales tiene diferentes efectos y consecuencias sobre los individuos usuarios. Además, en México se han atribuido al narcomenudeo características reproducidas por los medios de comunicación, entre ellas el vínculo cuasi único con los jóvenes, su circunscripción a ambientes marginales y su proclividad a provocar otros actos delictivos. Debido a que el narcomenudeo comprende un conjunto de actos ilícitos como son los delitos contra la salud, la corrupción de menores y la delincuencia organizada, los jóvenes ingresan a través de relaciones basadas en la confianza, como la amistad y el parentesco. Sin embargo la permanencia en el narcomenudeo la basan en relaciones verticales, como las establecidas con policías que los apadrinan o los persiguen; esto es, la permanencia de un joven en el narcomenudeo es consecuencia de que sus relaciones sociales desconozcan, toleren o ayuden la realización de sus actividades: consumo y comercio. Siguiendo la línea gubernamental, muchos padres y madres de familia desean que sus hijos no se vinculen con las drogas, sin embargo existe gran confusión en lo que consideran drogas pues sólo incluyen a las drogas ilícitas. Es importante mencionar que aún cuando las concepciones que tienen los jóvenes sobre las drogas provienen principalmente de los padres, éstas son limitadas debido a que el narcomenudeo está en constante desarrollo, tanto por la aparición de nuevas drogas como por la mayor disponibilidad. El desconocimiento de nuevas drogas en el mercado hace imposible que los parientes hagan una intervención a tiempo pues no conocen sus efectos, a esto se suma que hay parientes que cuando se enteran del consumo caen en una especie de estado de negación, en la que esperan que el vínculo del joven con las drogas sea temporal y no hacen nada por 196 involucrarse más en la relación entre joven y drogas. Otra situación que permite la participación de más jóvenes, es que muchos padres y vecinos adultos tienen la percepción de que la prevención se debe dar a nivel escolar, depositando en las instituciones escolares públicas la total responsabilidad de la educación de sus hijos. Por otro lado, las relaciones comerciales entre consumidores y repartidores se llevan a cabo siguiendo un código que he nombrado Orden Precautorio Básico, este código disminuye la posibilidad de que los participantes del narcomenudeo sean aprehendidos durante sus actividades; sin embargo el OPB no solamente funciona para que los participantes realicen los objetivos de su relación, vender y comprar drogas ilícitas, sino también funciona para que en caso de que uno de los participantes no continúe el otro pueda entablar nuevas relaciones en la red de relaciones comerciales del narcomenudeo. Así, cuando un repartidor es aprehendido sus clientes pueden entablar relaciones con narcomenudistas novatos o desconocidos; del mismo modo, cuando un punto de venta se calienta los narcomenudistas pueden fácilmente cambiarlo por otro que no tenga repartidor. Cada uno de los pasos del OPB intenta proteger a los cómplices de distintas relaciones de rechazo. Contar con puntos de venta, es una estrategia para evitar ser rechazado por desconocidos que se puedan sentir ofendidos si se les pregunta dónde se consumen o distribuyen drogas; identificarse apropiadamente, es una estrategia para evitar ser rechazado por el par interpelado; evitar el cuerpo del delito, es una estrategia para evitar ser aprehendido por la policía, lo cual implica el rechazo social; mientras que mantener la discreción de los puntos de venta, es una estrategia para evitar el rechazo de los vecinos y perdurar en un mismo punto realizando las actividades del narcomenudeo. Por tanto, cuando se incumple uno de los pasos del OPB no sólo se trata de la posibilidad de no conseguirse los objetivos, sino se trata además de la posibilidad de enfrentar reacciones de rechazo antes, durante o después de una relación comercial. El OPB es determinante en la reproducción del narcomenudeo pero el incumplirlo no significa que los participantes no consigan su objetivo, significa que sus probabilidades serán menores y, por el contrario, aumentará el riesgo de ser sorprendidos por personas 197 contrarias a su participación. Son los participantes ocasionales, generalmente adolescentes y jóvenes, quienes regularmente ponen menos énfasis en el seguimiento del OPB; por su parte, los participantes habituales, generalmente adultos o jóvenes con varios años de consumo, suelen ser más cuidadosos. Esto explicaría que en las estadísticas oficiales aparezcan más jóvenes que adultos entre los presuntos delincuentes por delitos contra la salud. La posición de un cliente radica en su grado de consumo, diferenciamos tres grados principales: ocasional, habitual y crónico; en el paso de un grado a otro es decisiva la influencia que ejerce el poder adictivo de la droga pero también las reacciones habidas en las distintas redes de relaciones sociales. Las drogas duras, como la cocaína y el crack, son de mayor poder adictivo que otras drogas como la mariguana y algunas drogas médicas, en las que el paso de un grado a otro, si llega a darse, es más lento. A mayor grado de consumo son mayores las reacciones habidas en las redes sociales del consumidor, las cuales se sintetizan en tres sentidos: rechazar, tolerar o hacerse cómplices, de las acciones del joven participante del narcomenudeo. Es común entre los consumidores que guarden silencio de su participación ante cualquier persona que no esté inmiscuida en el narcomenudeo, especialmente si han mostrado rechazo al consumo de drogas, resulta ndo en que muchas familias descubran que los jóvenes consumen drogas hasta que su consumo es crónico. Si bien la situación en la red familiar incide en que los jóvenes inicien su participación en el narcomenudeo, es la única red en la que estos fundan sus intenciones de dejar de participar. De los narcomenudistas destaca su versatilidad para realizar acciones que le ayuden a mantener sus relaciones sociales de modo tal que le permitan continuar repartiendo droga. Es importante tener en cuenta que los narcomenudistas regularmente también son consumidores y que para mantener su posición en el negocio deben disminuir o mantener su consumo, ya que el aumento en el consumo no sólo hace más evidente su vínculo con las drogas, sino que puede llevar el negocio a la quiebra. El que los participantes aumenten o disminuyan su participación en el narcomenudeo implica que, además del cambio de una posición a otra, se modifiquen algunas o todas las relaciones mantenidas en sus redes 198 sociales. Del mismo modo, pero en sentido inverso, las relaciones establecidas en las distintas redes sociales reaccionarán al conocer de la participación del joven en el narcomenudeo. Los riesgos de toda actividad ilegal implican esfuerzos de secrecía que comprenden estrategias para ocultarlas de los no participantes, así como para facilitar la complicidad entre los participantes. Las estrategias de ocultamiento varían directamente de la red con que los participantes se relacionen, así como de la posición mantenida dentro del narcomenudeo, generalmente se utilizan para evitar relaciones en las que los jóvenes tienden a ocupar roles subordinados, como son las relaciones en que los padres quieren que sus hijos no se droguen o en las que los policías buscan aprehenderlos para llevarlos al Ministerio Público. Cuando los participantes deciden dar a conocer su participación en el narcomenudeo a alguna o varias de sus relaciones sociales, o cuando alguna de las personas con que se relaciona se entera de la participación del joven, intentan convencer a sus relaciones para que se vuelvan cómplices o, cuando menos, los toleren. Esta respuesta es buscada en todas las relaciones sociales: comerciales, horizontales y verticales. Si se consigue una respuesta favorable las acciones de ocultamiento utilizadas por los participantes del narcomenudeo resultan favorecidas y pasan más fácilmente desapercibidas por quienes no participan de ellas. En otras palabras, las relaciones de complicidad se basan en relaciones de confianza y/o de conveniencia, que al multiplexarse con otras relaciones permiten a los participantes del narcomenudeo continuar realizando sus actividades corriendo menos riesgos. Y como la complicidad es una respuesta basada en la confianza, está suele buscarse en relaciones previas donde ambas partes cumplen con los acuerdos, como son las tenidas con parientes o vecinos de años. Es en las estrategias de ocultamiento y en las relaciones de complicidad donde radica la clandestinidad en que se llevan a cabo las actividades del narcomenudeo. De ahí provienen los principales obstáculos que dificultan el combate del narcomenudeo, pues mientras las primeras tienen como objetivo evitar que se inmiscuyan en el narcomenudeo personas que 199 no participan de sus actividades, las segundas tienen como objetivo ayudar a que los jóvenes aumenten o mantengan su participación en las actividades del narcomenudeo. Cada vez más relaciones horizontales toleran que el joven consuma y/o venda drogas, siempre y cuando no se metan, y no los metan, en problemas; esta tolerancia posibilita que los jóvenes participen del narcomenudeo, aun cuando después busquen complicidades para poder permanecer y reproducirse. Conforme los jóvenes crecen y se mantienen participando del narcomenudeo adquieren experiencia para poder producir reacciones de complicidad, experiencia que puede ser utilizada para obtener ganancias económicas, tanto para continuar consumiendo drogas como , en algunos casos, para sostener sus familia s propias. Por último, si bien la mayoría de repartidores de drogas son jóvenes, generalmente no son los dueños del negocio sino simples vecinos que son empleados, por vecinos adultos, debido a que tienen un alto número de relaciones con consumidores, lo cual genera mayores ganancias para los propietarios. Es así como se insertan los jóvenes en la reproducción del narcomenudeo: a través de redes de relaciones sociales previamente establecidas, las cuales permiten la presencia de la droga en el barrio y con ello posibilitan su comercio, especialmente entre los mismos jóvenes. 200 GLOSARIO Achichincles: Ayudantes; individuos que ocupan posiciones de subordinación en la varias de sus relaciones sociales. Activar: Acción de inhalar activo o solventes. Activo: Nombre popular con el que se conocen los solventes industriales utilizados como drogas inhalables por ciertos jóvenes. Aflojar: Entregar algo, incluso en contra de la voluntad. Agua loca: Término popular con el que se conoce al activo o solvente. Alivianar: Ayudar, dar o cobrar ánimo o fuerzas. Anexar: Internar en un anexo. Anexo: Centro de tratamiento adonde son regularmente internados los consumidores crónicos de drogas duras o alcohol, son muy utilizados por los consumidores de la zona de estudio. Apañar: Capturar a alguien, es un término regularmente utilizado cuando se ha sido capturado por la policía “me apañó”. Armar: Realizar una adquisición, apropiarse de bienes materiales. Arriba: Término utilizado por los consumidores de drogas para referirse al efecto de los estimulantes, drogas que dan “pa’rriba”. Atorar: Poner dificultades al tránsito de alguien, se utiliza principalmente en relaciones de poder donde el superior atora al subordinado; por ejemplo cuando un policía aprehende a un joven por algún delito. Atracón: Comilona. Banda: Puede referirse a un colectivo de jóvenes “es una banda”; pero regularmente implica cierto sentido de identidad con aquel a quien se refiere “es la banda ” o “es banda”. Bajón: Regularmente se refiere al consumo de alimentos sólidos para disminuir el efecto de alguna droga, también puede ser utilizado como el descenso de los efectos de la droga consumida. Barco: Persona que no opone mucha resistencia a que otras hagan lo que prefieran. Basculear: Acción de registrar a un individuo, “pasar báscula ”. 201 Base: Terminal de las rutas de microbuses o camiones. Bote: Lata de aluminio, envase plástico. Entre consumidores se refiere al acto de fumar crack: “vamos a botear”; también se refiere a las cárceles, “fresco bote”. Bronca: Discusión, problema, pleito. Bronquear: Buscar pleito. Buen: Cantidad considerable. Bueno, El: Quien tiene lo que los demás no. Bussinnes: Negocio. Cabrón: Persona que se considera más capaz que otras para realizar ciertas acciones; situación difícil. Caciquear: Dar menos de lo que se esperaba. Caer: Ocupar un rol que no se quiere, involucrarse en situaciones socialmente estigmatizadas, como son ser considerados drogadictos o ser ex convictos. También hace referencia a la petición para que alguien invité algo a los demás: “que se deje caer”. Café: Mariguana Cagarla: Hacer algo mal. Cagada: Apelativo para una situación indeseable. Cagado de risa: Privado a carcajadas, poder para de reír. Caguama: Presentación de cerveza de casi un litro de volumen, 940ml. Cámara: Término utilizado en la ciudad de México para despedirse de los pares, hace referencia a que se verán después. Cambio: Dinero en poca cantidad. Cantar: Decir algo de frente, retar a alguien a golpes. Cantón: Casa, hogar, chante. Carátula: Refiere al control desprendible con que cuentan algunos reproductores de música para autos. Carnal: Hermano, amigo muy estimado. Carrilla: Término dado a la acción de molestar colectivamente a alguien. Cartón: Refiere a una medida comercial de cerveza, un cartón puede quivaler a 12 caguamas o 20 medias. Cáscara: Partido informal de fútbol. 202 Cementos: Consumidores de drogas que utilizan cementantes o pegamentos industriales para intoxicarse. Chamaquear: Engañar como a un niño. Chamba: Trabajo, empleo. Chale: Expresión de sorpresa. Chante: Casa, hogar. Chela: Cerveza. Chicuelas: Mujeres jóvenes. Chido: Objeto que cumple eficazmente su función; persona que es compartida. Chile: Adjetivo utilizado para indicar veracidad, por ejemplo : “¡Al chile!” También es muy utilizado en frases con doble sentido. Chingar: Ganarle algo a alguien, legal o ilegmente. Chingadera: Algo que no sirve o que no cumple la función. Chingo: Montón. Chingón: Mejor que otros. Chivatón: Chismoso. Chochos: Nombre genérico que los consumidores dan a las drogas médicas en forma de pastillas, independientemente del efecto fisiológico. Chupar: Beber alcohol. Clavado: Concentrado. Coca: Cocaína. Cocol: Cocaína. Compas: Amigos, cuates. Cotizarse: Hacerse pasar por alguien importante, darse a desear. Coto: Situación en la que se cotorrea. Cotorros: Que se la pasan cotorreando o diciendo metáforas que resultan divertidas para quien emite el calificativo. Cotorrear: Platicar alegremente y sin orden establecido. Crew: Colectivo de jóvenes, generalmente adolescentes y jóvenes, que se dedican a grafitear sus marcas ilegalmente en las zonas de la ciudad por donde circulan. 203 Cristalazo: Nombre dado a la acción de romper el cristal de un automóvil con la intención de robar algo que hay en su interior. Cruda: Resaca consecuente de la intoxicación por alcohol, malestar posterior a haber dormido. Cuate: Amigo. Cuete: Pistola, fogón. Cumbiancheros: Que gustan de bailar cumbias. Curársela: Aliviar los síntomas de la cruda. Dealer: Repartidor último de drogas ilícitas, narcomenudista. Delicados: Marca de cigarros populares. Depre: Depresión, tristeza. Desafanar: Deshacerse de algo o de una situación. Desmadre: Sin orden, hacer desmadre es provocar desorden. Su uso es muy variado, y va desde referirse a desorden en un salón de clases o pelearse en la calle y ser aprehendido por la policía; en ambos casos se dice que “hicieron su desmadre ”. Drogos: Consumidores de alguna droga. Doritos: Marca de frituras; comida chatarra. Dormirse: Descuidarse, distraerse. Embarcarse: Realizar una acción y tener consecuencias adversas. Emputar: Enojar, molestar fuertemente. En fa: Rápidamente, velozmente. En corto: En poco tiempo. Enganchar: Atraer a alguien, atraparlo. Entambar: Recluir, llevar a la cárcel. Farol (es); farolear: Acción de aparentar algo que no es cierto en espacios donde se pretende ser reconocido. Se relaciona con el refrán popular: “farol (o candil) de la calle, oscuridad de su casa”. Flauta, flautín o flautita: Cigarro de mariguana pequeño, corto y delgado. Fodongo: Sin arreglo personal. 204 Fresa: Calificativo dado a quien aparenta tener mayor solvencia económica de la que tiene en realidad, o a quien se distingue por tener modos y/o modas consideradas de clases o grupos distintos a la de quienes emiten el juicio . Fucho: Fútbol. Fusca: Pistola. Gallo: Cigarro de mariguana, toque. Granja: Nombre popular con que se conoce a los centros donde se recluya a individuos dependientes de alguna droga. Grifo: Pacheco, intoxicado por consumo de mariguana. Grifear: Fumar mariguana. Grunge: Ritmo de música de moda en los 90, proveniente de los Estados Unidos. Guamas: Apócope de caguamas. Guato: Montón. Güevo: Término para dar por hecho algo “¡A güevo!” referirse Testículo. Güeva: Flojera. Güevón: Flojo, que hace las cosas sin ganas. Güey: Apelativo dado a casi cualquier individuo, el tono le puede dar connotaciones despectivas. Hornazo: Olor característico y fácil de detectar. Jalones: Inhalaciones. Jaula: Prisión, separo, espacio de encierro. Jefa: Madre, señora de respeto. Jefe: Padre, señor de respeto. Jodidos: Término con el que se juzga una cierta superioridad económica sobre de quien se hace referencia. Judas: Policía judicial. La Meche: Apelativo con el que se conoce popularmente a la zona de la Merced, barrio del centro de la Ciudad de México. Lana: Dinero. Limpiar: Quitarle semillas y ramas a la mar iguana para fumarla ; quitarle al papel donde empacan los cigarros el metal para poderlo fumar. 205 Lorenzo: Sinónimo de loco. Machín: Valiente. También refiere a alguien que es mejor que otros en la realización de una o varias actividades. Madrazo: Golpe, putazo. Madrizas: Golpizas colectivas. Madrina: Persona que avisa a los policías de algún acto ilícito, siempre y cuando pueda sacar provecho de ello. Mamar: Pedir o tomar más que lo justo. Manchar: Abusar de Manos de seda: Carterista. Marley: Cigarro de marig uana más grande de lo normal. Máquinas: Refiere a videojuegos. Material: Refiere a la mercancía del narcomenudeo, la droga. Media: Presentación de envase de cerveza de poco menos de medio litro. Micros: Microbuses utilizados en rutas de transporte público. Mocha: Persona de ideas conservadoras. Mocharse: Compartir. Mois: Mariguana. Monear: Término con el que se designa a la acción de inhalar el solvente de un pedazo de estopa o de papel, el cual a su vez puede ser conocido como mona. Mona: Pedazo de estopa o de papel con el cual se absorbe líquido solvente para su posterior inhalación. Morro (a (s)): Individuo joven; generalmente utilizado para referirse a otros de menor de edad. En el caso del femenino, morra, también puede indicar una relación de noviazgo “es morra de…”. Mota: Mariguana. Moticolis: Refiere al consumo habitual de varias dosis de mariguana. Narcomenudista: Comerciante último de la cadena del narcotráfico, una de los sujetos componentes de las relaciones de narcomenudeo. Nave: Automóvil. Nel: No. 206 Neta: La verdad. Onda: Acción, situación. Pacas: Paquetes grandes donde vienen envueltas ropa o droga. Pachequísima: Persona que se encuentra bajo el influjo de mariguana; acción u objeto que pareciera haber sido hecho por alguien bajo el influjo de la mariguana. Padrino: Persona que funciona como intermediario para insertar a alguien en redes cerradas, como las ilícitas. En el caso del narcomenudeo el padrino es aquel que puede proporcionar mercancía y protección relativa ante las autoridades. Los padrinos parecen mediar entre algunos policías, generalmente de bajos salarios y fácilmente sobornables, y aquellos narcomenudistas a los que apadrina. Pancho: Problema. Panqué: Pánico. Pantos: Pantalones. Papel: Nombre popular dado a la dosis de cocaína o piedra que se comercian envueltas en pequeños rectángulos de papel. Parar la nalga: Presumir de algo, sin importar si se tiene o no. Paro: Favor. Pasón: Dosis excesiva de droga que produce síntomas corporalmente o mentalmente indeseables. Pasados de verga: Abusivos; que aprovechan su condición de poder para ir más allá de lo establecido en beneficio propio. En el caso del narcomenudeo, para los clientes son pasados de verga aquellas narcomenudistas que les dan menos cantidad de droga de la esperada, o que les parece de mala calidad. En el caso de ambos el pasado de verga puede ser un policía que les quita dinero, pero más el que los golpea o les cortan el pelo. Peda: Borrachera, intoxicación por alcohol. No tengo seguridad de que la peda reciba tal apelativo por ser una condición propicia para los pedos o problemas, pero así pareciera por el alto número de problemas generados por el alcohol. Pedo: Problema; por ejemplo: “puede haber pedo”, ante una situación que se puede complicar. Perico: Cocaína. 207 Pesados: Quienes ocupan las posiciones superiores en las relaciones jerárquicas del barrio o de las instituciones. Picar: Acción de preparar la cocaína para su consumo inhalado. Piedra: Crack. Pinche: Utilizado como despectivo en el léxico popular. El significado puede variar con la intención y el tono. Pinta: Acción de grafitear. Plomear: Balacear. Polis: Policías, pueden ser de de distintas corporaciones. Polvo: Cocaína Ponchar: Forjar un cigarro con mariguana o alguna otra droga. Ponerse: Consumir droga para modificar el estado de ánimo. Poner el dedo: Denunciar. Porrismo: Movimiento en que jóvenes estudiantes eran utilizados por políticos a través de líderes pseudo estudiantes. Prepa: Preparatoria. Prestado, tomar: Tomar algo sin fecha de devolución. Punto de venta: Lugar de distribución de drogas ilícitas. Putas: Prostitutas. Putazos: Golpes intencionales. Putear: Acción de violentar, se pude usar para la acción de regañar a gritos pero es más usado para la acción de golpear a alguien. Putiza: Golpiza. Puto: Alguien que no tiene valor; también se utiliza para referirse a homosexuales o amanerados. Rascar: Quitarle una pequeña cantidad a algo que tiene poco de lo mismo. Rastafaris: Nombre genérico dado a quienes conforman el movimiento vinculado al ritmo musical conocido como reggae. Rata: Ladrón, ratero. Rayar: Acción de dar más de lo esperado; grafitear. Rayeitor: Abundante. 208 Realizar: Hacer realidad algo. Rebel: Rebelde; en desacuerdo de algunas normas. Rebotar: Volver, retornar. Entre consumidores refiere a la acción de andar bajo el influjo de más de una droga a la vez, también se puede atribuir al efecto que produce una droga uno o más días posteriores a su consumo. Reggae: Ritmo de música proveniente del Caribe. Relax: Tranquilo. Renta: Acción de soborno colectivo en la que unos repartidores de drogas ilegales sobornan continuamente a agentes de seguridad pública para que no interfieran en sus actividades ni molesten a sus clientes. Reventar: Romper algo de un solo golpe; por ejemplo: “le reventó la cara”. Rifar: Hacer valer la posición tomada. Riquis: Confortable, a gusto. Ruco: Viejo, anciano; también se usa para referirse a personas mayores a quien hace la referencia. Sabanas: Pedazos pequeños de papel utilizados para liar, ponchar, cigarros de mariguana, toques, churros o flautas. Sacar de pedo: Sorprender. Secu: Escuela secundaria. Separos: Término popular dado a las prisiones donde se encierra a quienes purgan condenas que no ameritan llevarlos al reclusorio, o a quienes han sido aprehendidos recientemente. Sobres: Rápidamente, velozmente. Solventes: Sustancias de origen industrial utilizadas como drogas inhalables, su uso en diversos oficios populares le da una alta disponibilidad. Talachas: Acción en la que se componen o arreglan llantas. Talonear: Que piden dinero de manera intimidatoria. Tan tan: Fin, término de alguna situación. Tiendita: Expendio fijo de drogas ilegales, eslabón principal del narcomenudeo en las zonas marginadas de estudio. El término es de origen popular. Tinta: Observar, “darse tinta” es darse cuenta de algo. 209 Tira: Policía preventivo. Toques: Es utilizado para nombrar a los cigarros de mariguana, churros; también para nombrar los jalones o fumadas dadas a un cigarro o instrumento para fumar mariguana; también puede referirse a descargas eléctricas. Torito: Término con el que se conoce la instancia judicial a la que se remitían individuos acusados por delitos contra la salud, ahora también existen las Unidades Mixtas de Atención al Narcomenudeo (UMAN). El adjetivo para llamar a esta instancia proviene de la película donde Pedro Infante personifica a “Pepe el Toro” quien es encerrado en la cárcel a pesar de ser inocente. Torton: Marca de camiones. Transa: Acción de quitarle a alguien algo sin su permiso Trepar: Subir. Uta: Apócope de puta, utilizado como expresión de asombro y no como ofensa o en referencia personal Varo: Dinero. Vatillos locos: Apelativo utilizado por algunos jóvenes para referirse a los adolescentes que participan de los grupos de cholos. Proviene del términ o vato, tipo o individuo, utilizado en el norte del país y el cual se ha popularizado mediante películas de chicanos. Verga: Adjetivo con el que se nombra a alguien que es mejor en algo; también se utiliza repetidamente como expresión popular. Vergazos: Golpes, madrazos. Viaje: Estado emocional y de percepción obtenido bajo el influjo de alguna o varias drogas combinadas. Vieja: Apelativo popular utilizado por hombre y mujeres para referirse a estas últimas. Los hombres la utilizan también como sinónimo de pareja, “mi vieja”. Vinata: Lugar donde comercian vinos, licores y todo tipo de bebidas alcohólicas. Volteones: Rondines para tener ciertos aspectos vigilados o bajo control. Yakult: Marca comercial de un producto envasado en un pequeño bote de plástico con tapa de aluminio, el cual es utilizado para quemar piedra. Yerba: Mariguana, mota. 210 ANEXO 1 Entrevistas realizadas en Iztapalapa, oct-2002/dic-2003 No. NOMBRE o APODO ACTIVIDAD EDAD 1 DKA (Piek, Ches, Dener y Trike) Crew 2 Acis Grafitera 17 3 Qpo Grafitero 18 4 CEA (Tesa, Crew 5 Giver Grafitero 20 6 Role Grafitero y dealer 23 7 Joel Ex grafitero 21 8 Fat Músico-ska 16 9 Homero Vite Músico-pop 23 10 Javier Músico-punk 19 11 Aarón Promotor Regguae 25 12 Chakos Banda 15 13 Pulga Banda 23 14 Arturo Banda 23 15 Trueno Chavo Banda 80s 37 16 Apache Banda 28 17 Patotas Banda 28 18 Fresa Banda 19 Colectivo Sta. María (4) Animadoras culturales 20 Juan Ángel FECUI 28 21 Chelín Animador cultural 23 22 Irma Me za Comités Eclesiales de Base 29 23 Wenceslao SEDEPAC 24 Roberto Durán OJR 25 Sra. Dolores CEMPO Adulto 26 Lic. Dolores Herrera CIJ Adulto JÓVENES 19-24 15-20 25 18-20 ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Adulto 31 FUNCIONARIOS PÚBLICOS 27 Agustín Estrada Directivo del FARO 35 28 Benjamín Directivo del FARO 30 29 Lic. Tolentino Sociólogo de Policía delegacional Adulto 30 Lic. Reyna Directivo de ‘La Comuna’ Adulto 31 Clara Brugada Lideresa política de Iztapalapa Adulta 32 René Arce Delegado 2001-2003 Adulto 33 Eduardo Aoyama Coord r. de programas para jóvenes 211 32 ANEXO 2 Informantes Comerciantes, Sept-03/Mayo-05 No 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 Apodo Edad 26 23 21 23 26 25 15 24 19 ±40 ±40 Guaguaras Tigre Yuco Negro Ojón Pollo Girasol Mota Cuatlo Don Tío 212 REFERENCIAS - Adams, Richard Newbold, La red de la expansión humana. Un ensayo sobre energía, estructuras disipativas, poder y ciertos procesos mentales en la evolución de la sociedad humana, México, Ediciones de la Casa chata, 1978, 189 pp. - American Psychiatric Association, DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. 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