Las redes del narcomenudeo. Cómo se reproducen

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ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
INAH
SEP
TESIS:
Las redes del narcomenudeo.
Cómo se reproducen el consumo y el comercio de
drogas ilícitas entre jóvenes de barrios marginados.
QUE PARA OPTAR POR EL TITULO DE:
LICENCIADO EN
ETNOLOGÍA
PRESENTA:
CARLOS ALBERTO ZAMUDIO ANGLES
DIRECTORA DE TESIS:
DRA. ELENA AZAOLA GARRIDO
MÉXICO, D. F.
2007
Agradecimientos:
A mi Familia.
A Sergio, por su ejemplo.
A Elena, por su paciencia.
A Carlos Mario, por la oportunidad.
Al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y su
Comisión de Becarios, sin su confianza y estímulo esta tesis no hubiera sido posible.
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….....1
PARTE I:
REDES SOCIALES Y NARCOMENUDEO EN LA MARGINALIDAD……………10
Capítulo 1. Marginalidad y redes sociales……………..…….…………………………11
1.1. La marginalidad……..………………………….………………………….12
1.1.1. Marginalidad en la zona de estudio............………….……………..……14
1.2. Las redes sociales………………….….………..….….…..………….….....20
Capítulo 2. ¿Qué es el Narcomenudeo?...........................................................................26
2.1. La mercancía del narcomenudeo: la droga………………………………...27
2.2. Las leyes penalizadoras de las actividades del narcomenudeo…………….32
Capítulo 3. Los Participantes del Narcomenudeo…………..…………………….........42
3.0. Nota metodológica….…………………………………………..………….45
3.1. Patas…….………………….……………………………………………...49
3.2. Role…….….……………….………………………………………………57
3.3. Fresa………………………………….………………………..…………..61
3.4. Guaguaras…………………….…………..……………………………….73
3.5. Pollo…….……………………….…………………..…………..………...78
PARTE II:
LAS REDES SOCIALES DE LOS NARCOMENUDISTAS…………..……..………83
Capítulo 4. Relaciones comerciales y Orden Precautorio Básico (OPB)……………...85
4.1. Contar con puntos de venta………….……………………..………………87
4.1.1. Narcomenudistas con puntos de venta fijos…….…………..……………90
4.1.2. Narcomenudistas con puntos de venta semifijos………………………...92
4.1.3. Narcomenudistas con puntos de venta ambulantes……………………...95
4.2. Identificarse apropiadamente……………………….……………………...97
4.2.1. La identidad de los narcomenudistas: entre la cautela y la promoción….98
4.2.2. La identidad como consumidores: de clientes ocasionales a habituales..100
4.3. Evitar el cuerpo del delito.………………..………………………………103
4.3.1. Mantener la droga entuzada…………….………….…………………...104
4.3.2. Pocas ocasiones para muchas dosis o pocas dosis por ocasión……..….105
4.4. Mantener la discreción del punto de venta……………………………….105
4.4.1. Del disimulo al horario de venta y el cuidado del orden público…..…..107
a) Disimulando las actividades del narcomenudeo………………..…..107
b) El horario de venta…………………………………………..….…..109
c) El cuidado del orden público……………………………………….110
4.4.2. No consumo en el punto de venta, actuar pacífico y confiar en el
repartidor……………………………………………………………………...112
a) No consumir en el punto de venta……..………………...……...….112
b) Actuar pacíficamente…………………..………………..………….113
c) Confiar en el repartidor.…..………………………………………...114
4.5. El incumplimiento del OPB……………..……………………….……….115
Capítulo 5. Relaciones horizontales de los participantes del narcomenudeo.…..…….117
5.1. Las redes familiares de los participantes del narcomenudeo……….…….118
5.1.1. Acciones de los jóvenes en sus redes familiares………………………..123
5.1.1.1. Ocultamiento en la red familiar………………………..…………..…124
5.1.1.2. Intentos de convencimiento en las redes familiares……………..…...127
5.1.2.
Reacciones
en
la
red
familiar
de
jóvenes participantes
del
narcomenudeo…………….…………………………………………………..128
5.1.2.1. Rechazo en las relaciones familiares……………….…………….….129
5.1.2.2. Tolerancia en las relaciones familiares…………..…………………..132
5.1.2.3. Complicidad en la s relaciones familiares………..…………………..134
a) Los Hermanos Caradura………..………….…….………………..135
b) La Familia Perico…..………………..………..………..………….136
5.2. Las redes vecinales de los participantes del narcomenudeo.…………….144
5.2.1. Acciones de los participantes en sus redes barriales..………………….147
5.2.1.1. Ocultamiento en el barrio……….........................................................148
a) El Salón de la justicia……………………….………….…………..149
b) La Tiendita de la Jefa………......………….………………………152
5.2.1.2. Convencimiento y coerción en las relaciones vecinales…..……..…..156
5.2.2. Reacciones de los vecinos ante las actividades del narcomenudeo.…...159
5.2.2.1. Rechazo en el barrio: los no participantes y la competencia..………..162
5.2.2.2. Reflexiones sobre la tolerancia en el barrio………….…..…………..165
5.2.2.3. Complicidad en el barrio: las conveniencias del narcomenudeo…......169
Capítulo
6.
Relaciones
verticales
de
los
participantes
del
narcomenudeo……………………………………………………...……………….…173
6.1. Relaciones con agentes de seguridad pública…….………..……..………174
6.1.1. Acciones ante agentes de seguridad..…..…….………….……………...178
6.1.1.1. Acciones de ocultamiento ante agentes de seguridad.................……..180
6.1.1.2. Intentos de convencimiento: soborno o sometimiento…..…...…...….181
6.1.2. Reacciones de los agentes de seguridad pública……….……………….185
6.1.2.1. Reacciones de rechazo: aprehensión y reclusión……………………..186
6.1.2.2. Reacciones de tolerancia de agentes de seguridad………..………….191
6.1.2.3. Reacciones de complicidad de agentes de seguridad……..………….192
7. Conclusiones……………………………………………………………………….196
Glosario……………………………………………………………………………….201
Anexos…………………………………………….………………………………..…211
Referencias…………………………………………………………………................213
INTRODUCCIÓN
El narcomenudeo es un fenómeno cada vez más común en las zonas urbanas del mundo. Un
fenómeno que se encuentra en todas las clases sociales y que además impacta a cada una de
las relaciones sociales de los individuos involucrados, como las relaciones familiares,
laborales, vecinales o de algún otro tipo. El narcomenudeo también ocupa lugares cada vez
más destacados en las demandas ciudadanas de seguridad pública, reflejo del impacto
provocado por el mercado de drogas ilícitas que cada vez ofrece más puntos de venta en
todos los recovecos de la ciudad. Ante estas demandas la respuesta gubernamental ha sido
cuasi única: más policías, no obstante es evidente la ineficiencia de la respuesta
gubernamental a un fenómeno que por común no deja de ser complejo. Que el
narcomenudeo continué expandiéndose implica, entre otras cosas, que existen redes
sociales que posibilitan su reproducción a partir de tolerar o propiciar que sus miembros
participen de las altas ganancias económicas resultantes de l mercado negro de las drogas.
Con tal hipótesis he realizado trabajo de campo con jóvenes marginados para estudiar sus
redes y así conocer cómo se hace posible que consumidores de drogas ilícitas se conviertan
en distribuidores de las mismas, a modo de pregunta: ¿cómo se reproduce el narcomenudeo
en el barrio?
La elección de jóvenes marginados como sujetos de estudio tiene que ver con dos
características que continuamente son vinculadas directamente con las drogas ilegales y su
comercio. Por un lado, la pertenencia a un grupo de edad que pugna por incorporarse a la
vida adulta a la vez que se convierte en relegado estructural al contar con pocas
oportunidades de educación y empleo; por otro lado, el habitar zonas de la ciudad donde se
presentan problemáticas sociales como la violencia y la delincuencia, constantemente
vinculadas al consumo y comercio de drogas. Estas características no sólo estigmatizan a
los jóvenes marginados sino que también funcionan como justificaciones de programas de
gobierno que intentan combatir el consumo y el comercio de drogas ilícitas poniendo a esta
población como principal objetivo, por lo que conocer su perspectiva se vuelve necesario
para entender la forma en que el narcomenudeo fortalece sus redes de acción. El motivo de
estudiar es te fenómeno se funda en la oportunidad de relacionarme con jóvenes marginados
1
que consumían y/o distribuían drogas ilícitas en distintos espacios públicos de sus colonias,
por lo que aproveché la oportunidad de recopilar y sistematizar la información ofrecida por
ellos, lo cual me permitió profundizar en el conocimiento de las redes sociales que
favorecen que el consumidor de drogas ilícitas se convierta en su distribuidor.
Por su parte, la elección de la Delegación Iztapalapa se debió: en primer lugar, a que ya me
encontraba haciendo trabajo de campo en la zona y, en segundo lugar, a que dicho trabajo
precedente allanó el camino para la colaboración de nuevos informantes, pero también
porque en la zona de estudio se presentan constantemente problemas relacionados con
drogas ilegales que le hacen parecer una de las delegaciones con más problemas de
narcomenudeo en los medios de comunicación. En un principio se pretendía que todos los
jóvenes que participaron en el estudio habitaran en las colonias de la Sierra de Santa
Catarina, pero debido a las actividades propias de algunos informantes conocí a
distribuidores en otras zonas de la Delegación que colaboraron de manera importante para
entender sus redes sociales, por lo que tuve que tomarlos en cuenta. Cabe resaltar que el
fenómeno del narcomenudeo aunque estudiado en una zona marginada de la Ciudad de
México no es endémico a nuestra ciudad sino que se ha convertido en un fenómeno
verificable en distintas zonas urbanas y rurales del país, del continente y de otras regiones
del mundo.
Con respecto a los jóvenes hay que decir que su participación como actores del
narcomenudeo ha sido fundamental para la expansión de éste, no sólo en su rol de
consumidores que compran drogas ilícitas, a quienes llamaremos clientes, sino también en
el rol de distribuidores, a quienes llamaremos narcomenudistas o buenos. Este último
término es de origen popular y hace referencia a la oferta efectiva de drogas ilícitas, “es el
bueno”, el que tiene en su poder lo que otros no: la sustancia deseada. En el caso de los
consumidores, el objetivo de su participación como clientes radica en conseguir la droga
para su consumo. Aunque el consumo de drogas llega a ser mostrado como respuesta a
experiencias negativas, como haber sufrido violenc ia y abuso sexual1 , se debe tomar en
cuenta que para la mayoría de los jóvenes el consumo se procura, cuando menos en su
1
Ramos Lira y col. “Prevalencia de abuso sexual en estudiantes y su relación con el consumo de drogas”, Salud Pública
de México, 40(3): 221-233, 1998.
2
etapa inicial, para disfrutar algunas actividades, principalmente las que tienen un carácter
lúdico y que son compartidas con pares, como son las fiestas y los juegos; las cuales
también conllevan relaciones sociales en la necesidad de tener identidad y ser reconocidos.
Sin embargo, no hay que olvidar que el placer alcanzado en las primeras ingestas puede
llevar a convertir la droga en una necesidad orgánica, corporizadas en síndromes como los
de tolerancia y abstinencia.
En el caso de los narcomenudistas, la ganancia económica es el motor principal de su
participación como distribuidores de drogas. Gran parte de esta ganancia llega a ser gastada
para continuar el consumo personal de droga de los distribuidores, pero también es
frecuente que narcomenudistas que conviven con familiares destinen una parte de sus
ganancias a mejorar la economía familiar y otra para retribuirla a la comunidad; algunos
organizan celebraciones en las que se cohesionan los lazos sociales y se distienden las
posibles fricciones. Además de la ganancia económica, el reconocimiento social como
“personas de cuidado” también es importante para algunos narcomenudistas que violentan
sus relaciones con el fin de mantener cierto control sobre su entorno, especialmente cuando
tienen que tratar con clientes desconocidos o vecinos molestos con sus actividades.
Los objetivos de este trabajo radican en analizar las redes sociales de los jóvenes que
participan en el narcomenudeo como distribuidores para comprender mejor cómo se lleva a
cabo el narcomenudeo en el barrio, sin dejar de tomar en cuenta que casi siempre también
son consumidores,. Las redes analizadas son cuatro: la familia, los pares, el barrio y la de
seguridad pública. Para guiar la investigación manejamos la hipótesis siguiente: las redes
del narcomenudeo se conforman por relaciones sociales ya establecidas que adquieren
matices de conveniencia económica.
La realización del trabajo de campo se dividió, a grosso modo, en dos etapas. La primera se
origina en el proyecto ‘jóvenes, conflicto e identidad’2 , dando inicio en octubre del 2002 y
continuando todo el 2003 y parte del 2004. Desde entonces he conocido sobre terreno
muchos pormenores de los conflictos que continuamente enfrentan los jóvenes habitantes
2
Agradezco al maestro Carlos Mario Perea Restrepo por haberme dado la oportunidad de participar en este proyecto, así
como a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México por haberlo auspiciado.
3
de la zona de estudio, y en los cuales la droga juega un papel determinante. Era lógico
pensar que los consumidores se mostraran en contra de las políticas estatales que los tratan
“como narcotraficantes”, pero lo sorpresivo fue encontrar que incluso muchos no
consumidores también se mostraran en desacuerdo con estas políticas; lo cual fue
determinante para profundizar en el estudio que aquí se presenta. Durante esta primera
etapa se empleó la entrevista a profundidad como técnica principal para la recuperación de
la información; mediante ellas se obtuvieron datos sobre sus condiciones de vida, sobre las
relaciones que permiten el acercamiento y acceso a las drogas ilícitas, y sobre los cambios
habidos en sus redes sociales a partir de su vinculación con el mundo de las drogas.
Siempre que hubo ocasión se aprovechó para realizar observación etnográfica que
permitiera contrastar lo expresado en las entrevistas.
Antes de terminar el 2003 se establecieron los primeros contactos abiertos con jóvenes
repartidores de drogas, uno de estos contactos me acercó a una tiendita, donde la apertura
de quienes ejercían el negocio me permitió realizar observación en el mismo punto de
venta, y con ello obtener una nueva perspectiva del fenómeno que estamos tratando. A
partir de ese momento se inicia la segunda etapa de esta investigación, pues es cuando se
genera un interés por las redes que permiten a los jóvenes participar de las droga s ilícitas,
dándole a esta situación una aparente normalidad. En esta etapa doy prioridad a la
observación etnográfica como fuente de información y al diario de campo como
instrumento para recopilarla. Esto tuvo dos razones: la primera es que, por ser parte del
crimen organizado, los distribuidores de drogas ilegales no permitieron ser grabados, por lo
que preferí omitir esta técnica para ganarme su confianza; la segunda situación es que,
conforme se dieron cuenta que mi presencia no ponía en riesgo la continuidad de sus
actividades, esta técnica me permitió acceder a una mayor y mejor información acerca del
narcomenudeo practicado en la zona.
Quiero subrayar que la observación etnográfica en la tiendita se llevó a cabo de manera
irregular con el fin de aminorar los riesgos de que la policía me confundiera como
integrante del crimen organizado, pero también para evitar que alguno de los
narcomenudistas me tomara como policía. Por ejemplo , cuando había operativos antidrogas
4
no aparecía en la tiendita para que no estar presente en caso de que llegaran los policías;
aún así, y quizás debido a ello, la situación tuvo sus riesgos pues los narcomenudistas
tienden a estar a la defensiva. Sin embargo, la presencia constante me proporcionó
continuas oportunidades de conocer sus relaciones sociales, a la vez que me permitió estar
en algunas situaciones especiales, como la de ser confundido como distribuidor por parte de
los clientes, en las que pude obtener información que de otra manera no hubiera sido
posib le recabar. En resumen, ser testigo del modo de llevar a cabo la comercialización de
drogas ilícitas me permitió recopilar información de primera mano con el fin de analizar las
redes que permiten al narcomenudeo reproducirse en el barrio.
Para una mejor exposició n del trabajo realizado lo he dividido en dos partes. En la primera
se traza una panorámica de la zona y del grupo de estudio, así como los límites
conceptuales sobre los que se trabajan las relaciones de los jóvenes marginados que
participan del narcomenudeo; para tal efecto, la primera parte se compone de tres capítulos.
En el primero se desarrollan los conceptos esenciales para definir los límites del presente
trabajo, así como el grupo de estudio. El primer límite se refiere a la zona de estudio : la
Delegación Iztapalapa; el segundo se refiere al grupo de estudio: los jóvenes; mientras que
el tercero implica al aspecto cultural en que centraremos el análisis: las relaciones sociales.
Las preguntas que guían este capítulo son las siguientes: ¿Cómo se define lo marginal?
¿Por qué es marginal la zona de estudio? ¿Cómo se define lo juvenil? ¿Qué son las redes
sociales? Y ¿Cuáles son las redes sociales en que los jóvenes sustentan su vínculo con el
narcomenudeo? Dar respuesta a estas preguntas tiene como objetivo sentar las bases
explicativas sobre las que se desarrolla la participación juvenil en el narcomenudeo, así
como para conocer el marco teórico que usaremos de referencia.
En el segundo capítulo se desarrolla el concepto narcomenudeo a partir de dos ejes
fundamentales: las leyes que restringen sus actividades y la mercancía de la actividad
mercantil (las drogas ilícitas). Las preguntas que guían este capítulo son las siguientes:
¿Cómo está conformado el narcomenudeo? ¿Cuáles son las leyes que lo prohíben? Y
¿Cuáles drogas son su objeto? En el tercer capítulo muestro a los protagonistas del
narcomenudeo: jóvenes consumidores y/o repartidores de drogas ilícitas. En el presento a
5
cinco consumidores de drogas ilícitas: el Patas, el Fresa, el Role, el Guaguaras y el Pollo;
tres de los cuales también distribuían. El objetivo de éste capítulo es mostrar, a través de
ellos, las relaciones que permiten mantener el consumo y, dado el caso, participar del
reparto. La información de los dos jóvenes que sólo consumían y de uno que también
repartía proviene de la serie de entrevistas realizadas en la primera etapa del trabajo de
campo, las he elegido por considerar que son las que representan más claramente la
situación de los consumidores del barrio. En los otros dos relatos presento a
narcomenudistas conocidos durante la segunda etapa del estudio, la información mostrada
proviene de pláticas mantenidas a lo largo de las visitas, las cuales fueron registradas en
diarios de campo. Es necesario decir que estos jóvenes fueron renuentes a hablar de su vida
personal en casi todo momento, por lo que la información no es lo abundante que quisiera.
En la segunda parte analizo las relaciones sociales que permiten el vínculo entre jóvenes
marginados y el narcomenudeo; utilizo el modelo según el cual las redes se diferencian
entre comerciales, horizontales y verticales. Desde mi perspectiva, la dinámica de las
relaciones sociales es continuamente modificada para acceder, participar o apartarse del
narcomenudeo, así como para mantener una posición estable durante un tiempo
relativamente prolongado. En el caso de los jóvenes relacionados con el narcomenudeo
encontramos que sus principales redes sufren modificaciones, éstas las podemos clasificar
en: familiares, de pares, vecinales y de autoridad pública. Las relaciones, sin embargo, no
sólo son modificadas por los jóvenes sino también por la red misma, un ejemplo de ello es
la aplicación de nuevos programas de seguridad pública que terminan por incidir en la
relación joven-policía.
La segunda parte la he dividido en tres capítulos, en cada uno de los cuales analizo uno de
los tipos de relaciones. En el capítulo cuatro presento las relaciones comerciales del
narcomenudeo y analizo cómo es que se hace posible la relación entre vendedores,
narcomenudistas o buenos, y compradores, consumidores o clientes. En este capítulo
presento el Orden Precautorio Básico (OPB) como propuesta para explicar la permanencia
del narcomenudeo en la sociedad estudiada. Esta propuesta se encuentra constituida por
cuatro pasos o estrategias consecutivas utilizadas por buenos y clientes para disminuir la
6
probabilidad de ser aprehendidos por la policía. En cada uno de estos pasos es necesaria la
solidaridad del otro participante para continuar con el OPB, en caso contrario es poco
probable que los participantes alcancen su objetivo.
En el capítulo quinto presento las redes de relaciones horizontales que hacen posible la
participación de los jóvenes en el narcomenudeo. Considero que son dos las redes donde
hay mayor número de relaciones horizontales que fortalecen la posibilidad de participación
de los jóvenes en el narcomenudeo, éstas son: la familiar y la vecinal. La presencia de
familias extensas en esta zona de la ciudad contiene implícita una mayor cantidad de
relaciones con parientes, el que alguno de ellos esté relacionado con el narcomenudeo
facilita a otros poder hacer lo mismo; sin embargo, cuando los jóvenes no saben de ningún
pariente relacionado con drogas prefieren mantener secreto su vínculo, negándolo de ser
posible. Por otro lado, también hay familiares que aceptan abiertamente el consumo,
llegando incluso a ser cómplices en sus actividades como narcomenudistas.
A pesar de lo fundamental de la red familiar en los primeros años de la vida de cualquier
individuo la mayoría de veces termina cediendo importancia ante otras redes, generalmente
cuando el individuo joven empieza a salir sin familiares a la calle y busca su integración a
grupos de pares. En este sentido, la situación escolar se relaciona con la reproducción del
narcomenudeo en dos direcciones: la primera es que al dejar los estudios los jóvenes
regularmente pasan más tiempo con sus pares del barrio, y viceversa, continuar los estudios
implica establecer redes de pares ajenas al barrio; por lo que habría que profundizar en la
hipótesis que señala a la escuela como un factor de protección ante el consumo de drogas y
buscar más en la diversidad de relaciones antes que en la escuela misma. La segunda es que
son pocos quienes ven en la educación el mejor modo de obtener mayores ingresos en el
futuro y prefieren dedicarse a algún negocio u oficio que les permita obtener ingresos para
el presente; en este sentido destaca el narcomenudeo por lo lucrativo que puede resultar.
Destaca que ninguno de los once narcomenudistas concluyó la educación secundaria, ya sea
por expulsión, por no aprobar o por deserción, y que sólo dos de seis informantes
consumidores de más de 20 años de edad continuaron hasta la educación superior. Es
entonces que la red de pares de los narcomenudistas se conforma casi exclusivamente por
7
jóvenes que cohabitan el barrio, y se puede convertir en la red más importante para los
narcomenudistas novatos que empiezan distribuyendo drogas en ellas.
La última red en que encontramos relaciones horizontales es la conformada por los vecinos
adultos. La red de vecinos se funda en las relaciones horizontales entre personas que
comparten un vecindario, generalmente estas relaciones son anteriores al surgimiento de las
tienditas, sin embargo esta reciprocidad se puede extender en caso de complicidad con
quienes aprovechan para ofrecer a los clientes algunos servicios como la compra y/o
empeño de artículos “de dudosa procedencia”, o con quienes cometen otros delitos y
prefieren mantener la actitud de no denunciar, “todos tienen cola que les pisen” decía
Guaguaras para explicar el silencio cómplice que le había permitido distribuir seis años en
el mismo lugar. Sin embargo, lo más común es que las relaciones sean multiplexadas,
algunos vecinos han aprovechado para poner pequeños estanquillos donde la principal
mercancía son las bebidas embriagantes que consumen los narcomenudistas, con lo que
tienen relaciones comerciales, vendedor-cliente, a la vez que de reciprocidad. Otros
vecinos, en cambio, ven en los narcomenudistas una posibilidad de recibir dádivas,
préstamos, o incluso agresiones, con lo que participan en relaciones del tipo patrón-cliente,
además de las de reciprocidad. En cualquiera de los casos los vecinos difícilmente
denuncian a los narcomenudistas y aun cuando eso sucede cabe la posibilidad de que otros
vecinos los defiendan de ser aprehendidos. Resumiendo, las preguntas que guían este
capítulo son: ¿Cuáles son las acciones que los buenos toman en sus relaciones inicialmente
horizontales? Y ¿Cómo cambian estas relaciones cuando un consumidor pasa a ser
narcomenudista?
En el último capítulo abordo las redes con relaciones verticales previas a la participación de
los jóvenes en el narcomenudeo, estas se basan en la red policial y son de gran importancia
para los narcomenudistas debido a que les permiten perdurar mayor tiempo realizando el
comercio ilícito sin ser castigados por ello. Las relaciones verticales se caracterizan por
estar formadas por cuando menos un subordinado y un superior; en todas las relaciones
previas en la red policial los jóvenes ocupan la posición subordinada. Lógico es que los
jóvenes no quieran relacionarse con las autoridades que los puedan aprehender, pero
8
algunas de estas autoridades no cumplen con la labor encomendada y terminan
multiplexando las relaciones de autoridad al comerciar con la libertad de los jóvenes. Esto
es más frecuente entre policías preventivos que son sobornados tanto por consumidores
como por narcomenudistas. El capítulo se guía por las preguntas: ¿Cuáles son las acciones
que los jóvenes narcomenudistas toman en sus relaciones verticales? Y ¿Cómo estas
relaciones permiten perdurar la participación del joven en el narcomenudeo?
Por último, quiero enfatizar en que la realización de esta investigación así como la
presentación de sus resultados son producto del invaluable apoyo recibid o a lo largo de los
últimos tres años. En primer lugar quiero mencionar al Doctor Carlos Mario Perea
Restrepo, director del proyecto ‘Jóvenes, conflictos e identidad’, el cual fue auspiciado por
la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Dicho proyecto fue el origen de mi
interés por el tema abordado, y quienes han participado en el también forman parte de este
trabajo: Cecilia, Magdalena, Rosa y, en especial, Taina, quien durante la primera etapa de
la investigación me acompañó a campo sin número de ocasiones y me brindó observaciones
más que atinadas. Es importante decir que este trabajo no hubiera llegado a reflejarse en el
presente escrito sin la beca para tesis ta brindada por el Centro de Investigación y Estudios
Superiores de Antropología Social, donde conté con la dirección de la Doctora Elena
Azaola Garrido quien, sin conocerme, me apoyó en esta aventura guiando mis esfuerzos
para clarificar las ideas aquí ve rtidas. Sea esta obra dedicada a los interesados en el tema.
9
PARTE I: REDES SOCIALES Y NARCOMENUDEO EN LA MARGINALIDAD.
En esta primera parte se trazan los ejes teóricos que guían el análisis de la participación de
jóvenes marginados en el narcomenudeo. Los conceptos que se manejan son: marginalidad,
redes sociales y narcomenudeo. La marginalidad es una característica distintiva de todo el
contexto en que se desarrolla la investigación; por lo cual, cuando utilizo el término
narcomenudeo me refiero únicamente a la expresión del fenómeno observada en zonas
marginales, este incluye la participación de individuos jóvenes marginados así como de las
droga s demandadas por estos jóvenes.
Esta parte está organizada en tres capítulos en los cuales se sientan las bases y los límites
conceptuales y contextuales que me permitirán avanzar en el desarrollo del tema de
investigación. En el primero se desarrollan los conceptos de marginalidad, así como los
motivos por los que considero la Delegación Iztapalapa como zona marginada; acto seguido
presento algunas ideas sobre el grupo de estudio, marcado por la edad juvenil, y sobre el
concepto de redes sociales, marco conceptual del análisis.
En el segundo capítulo se desagrega el concepto narcomenudeo en lo que considero sus dos
partes principales, las leyes que lo limitan y la mercancía que trafican, las drogas,
entendiendo que el narcomenudeo es básicamente una relación de mercado. Caracterizando
esta actividad se termina de perfilar el grupo que ha sido estudiado, conformado por
jóvenes marginados distribuidores de drogas ilícitas.
En el tercer capítulo se presentan algunos breves relatos de vida de cinco jóvenes
participantes del narcomenudeo, tres de los cuales eran distribuidores y no sólo
consumidores de drogas ilícitas. En este capítulo también se integra una breve descripción
de las técnicas utilizadas para recabar la información proporcionada por los distintos
participantes del narcomenudeo que aceptaron colaborar en el estudio.
10
Capítulo 1. Margina lidad y redes sociales.
“El verdadero problema no es estudiar la manera como la vida
humana se somete a las reglas –pues no se somete-; el
verdadero problema es cómo las reglas se adaptan a la vida”
(Malinowski; 1971:151)
El narcomenudeo es un fenómeno cada vez más común en las ciudades y que, por tanto,
influye a un mayor número de sus habitantes. El que un individuo comience a consumir
drogas no lo implica nada más a él sino también a buena parte de sus redes de relaciones
sociales, las cuales se van modificando en la medida que reaccionan ante el consumo, ya
sea ayudándolo, tolerándolo o rechazándolo. Entre una de estas posibilidades se encuentran
los jóvenes que modifican sus redes sociales para continuar su consumo de drogas y/o para
distribuirlas. Sin embargo, no sólo es el individuo que consume o distribuye drogas quien
modifica sus redes sociales sino que éstas, a su vez, influyen en las decisiones que toman
estos individuos en su manera de relacionarse con las drogas.
De las características de la zona de estudio es la situación económica la que marca la
mayoría de las actitudes tomadas, tanto de los individuos que consumen y/o distribuyen
drogas como de sus redes sociales. En ese sentido, el narcomenudeo en las zonas
marginadas de la ciudad puede diferenciarse tanto por los tipos de drogas que se consumen
como por las estrategias mercantiles utilizadas para su distribución. Sin embargo, algunos
informantes observa ron que los repartidores tienden a utilizar las mismas estrategias en
unos y otros estratos sociales, pero es el bajo poder adquisitivo de los consumidores
marginados las causas que evitan el uso de algunas de ellas; un ejemplo es el uso de
teléfonos celulares para comunicarse con un repartidor que lleva la droga a domicilio, esta
estrategia tiene poco uso en zonas marginales pues los consumidores muchas veces no
tienen teléfono o prefieren ahorrar el dinero de la llamada para utilizarlo en conseguir otra
cosa, incluyendo más droga.
Para una mejor exposición el capítulo se ha dividido en dos partes, en la primera se
presenta la marginalidad como un concepto que define a la zona de estudio y por tanto a los
grupos sociales que en ella conviven, entre ellos los jóvenes vinculados con el
11
narcomenudeo; en la segunda parte se plantea el concepto de redes sociales, el cual permite
analizar el vinculo entre los jóvenes de estudio y el narcomenudeo.
1.1. La marginalidad
Cuando referimos el término marginalidad evocamos intrínsicamente una situación de
desventaja social en la que vive un creciente número de individuos. En términos de una
sociedad como la nuestra, basada en el consumo, el concepto marginalidad evoca a quienes
limitan sus bienes de consumo por una precaria situación económica; sin embargo, no es lo
económico lo único que determina una situación de marginalidad. Larissa Lomnitz
considera que los marginados son los sectores de la población que no se encuentran
plenamente integrados a la sociedad industrial dominante, por lo que su marginación no
sólo es económica sino también política3 .
Para Benholdt-Thomsen, la marginalidad “alude a las condiciones de vida que
estructuralmente traen consigo el hambre, la enfermedad, una mala situación habitacional,
escasa educación e información, al igual que la desocupación y la subocupación; en
resumidas cuentas: la situación de pobreza en que se encuentra la mayoría de la población
latinoamericana”4 . Además menciona que tales condiciones son originadas por una
situación de dependencia entre países poco industrializados, como los nuestros, y los países
con mayor desarrollo industrial.
En un balance sobre las investigaciones realizadas sobre marginalidad, Sigal señala que
estas persiguen tres objetivos principales: afirmar que la pobreza de estos habitantes es el
resultado de mecanismos de explotación propios de la sociedad urbana, recordar que la
pobreza no es sólo una característica de los trabajadores mal insertos en el mercado de
trabajo, sino también de los trabajadores estables mal remunerados, y sugerir que existe una
similitud de problemas entre todas las categorías populares que puede hacer surgir acciones
3
Lomnitz, Larissa Adler de, Cómo sobreviven los marginados, México, Siglo XXI, 2003, decimoquinta edición, 229 p.
Benholdt-Thomsen, Verónica, “Marginalidad en América Latina. Una crítica de la teoría”; en: Revista Mexicana de
Sociología, Año XLII, Vol. XLIII, Núm. 4, octubre-diciembre, México, IIS-UNAM, 1981, p.1505.
4
12
comunes5 . En este balance podemos notar la importancia de distinguir entre pobreza y
marginalidad, un obrero puede estar plenamente articulado a la sociedad industrial y tener
una baja remuneración, por lo que se considera pobre; mientras que un vendedor ambulante
puede tener mayores ingresos económicos sin estar integrado a la sociedad dominante, por
lo que se considera marginado. La posición de los comerciantes ambulantes, así como la de
otros individuos autoempleados que realizan actividades comunes a los marginados, tales
como albañilería, carpintería y herrería, a pesar de tener mejores ingresos es sumamente
endeble pues su economía se ve minada seriamente por enfermedades propias o de
familiares y por las crisis del modelo económico neoliberal; situación que no sucede en
obreros integrados que cuentan con seguro social y un ingreso bajo pero constante. En otras
palabras, la pobreza es una situación determinada por la obtención de bajos ingresos
económicos, mientras que la marginalidad es una situación definida por la falta de
seguridad social y económica6 .
La marginalidad, entonces, no identifica sólo a aquellos quienes “no tienen acceso a todo lo
que la mayoría de la población accede”7 , sino también a aquellos quienes no tienen acceso a
la seguridad social establecida en las leyes. Así, por poner un ejemplo, los habitantes de la
Sierra de Santa Catarina no tienen el mismo acceso al agua potable que la mayoría de
pobladores del Distrito Federal, entidad de la cual forma parte. Tomada así la marginalidad,
en relación con las garantías sociales y no sólo en relación con el consumo, encontramos
que es una situación que se difunde dinámicamente en nuestro país debido a que el poco
crecimiento económico conlleva carencias de empleo pero también de falta de seguridad
social en los pocos disponibles. A esta incapacidad del gobierno de generar empleos
estables, se suma también el incumplimiento de requisitos estandarizados, como estudios
mínimos de preparatoria y experiencia laboral de varios años, y la certeza de que mediante
el trabajo informal pueden ganar más de lo suficiente para cubrir todas sus necesidades
básicas. Tal es el caso de los comerciantes ambulantes, que al manejar márgenes de
ganancia superiores en redes con controles flexibles difícilmente aceptarán formalizarse,
5
Sigal, Silvia, “Marginalidad espacial, Estado y ciudadanía”; en: Revista Mexicana de Sociología, Año XLII, Vol. XLIII,
Núm. 4, octubre-diciembre, Méxi co, IIS-UNAM, 1981.
6
Lomnitz, Op. Cit.
7
Trejo Castillo, María de Jesús, “La participación femenina en programas sociales como una forma de combate a la
pobreza”, Tesis para obtener el grado de licenciada en sociología, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2001, p. 17.
13
aun cuando les brinden conocimientos y herramientas tecnológicas para ello; pero incluso
los pocos que adquieren algunos conocimientos generalmente los utilizan para obtener
ganancias de manera informal aun cuando tengan empleos formales. Por ejemplo,
individuos que aprovechan sus trabajos de choferes para apropiarse parte del producto
transportado o de las herramientas de trabajo, en este caso gasolina, llantas, tarimas o
alguna refacción. Es así que la reproducción de la ganancia informal es, en parte, resultado
de la incapacidad de acceso a la economía formal, pero también es resultado de las
estrategias socioculturales que los marginados han utilizado para adaptarse a su entorno.
Desde esta perspectiva, y aceptando que la cultura no es más que la trama de
significaciones en la que el hombre conforma y desarrolla su conducta 8 , el sector marginal
cuenta con características culturales distintivas a los grupos integrados a la estructura
formal, como son burócratas, empresarios y obreros con seguridad social. Se observa
entonces que los grupos marginados se encuentran insertos en tramas de significaciones que
forman una cultura propia, a partir de la cual los individuos interactúan con el resto de la
sociedad, marginados o no.
1.1.1. La marginalidad en Iztapalapa
El trabajo de campo en que se fundamenta este análisis fue realizado en la Delegación
Iztapalapa, la más poblada de las dieciséis del Distrito Federal. Esta Delegación cuenta con
características que evidencian la marginalidad en que viven sus habitantes, una de éstas es
la rapidez con que se sobrepobló, pasando de 76 621 habitantes en 1950 a 1 773 343 para el
año 2000; tiempo en el que pasó de ser una población poco significativa numéricamente
para el DF a ser casi la quinta parte del total de la población que era de 8 605 239
habitantes para el año 20009. Ahora bien, que un lugar sea rápidamente sobrepoblado no
significa que sea marginado, en este caso la marginación se debe, en parte, a la poca
atención de los gobiernos en la planeación urbana. Desatención gubernamental que ha
llegado a ser una característica de su identidad; muestra de ello es la aparición de
organizaciones civiles para solventar las carencias administrativas de índole gubernamental,
8
Geertz, Clifford, “El impacto del concepto de cultura en el concepto de hombre”, pp. 43-59; en: La Interpretación de las
culturas, Barcelona, Gedisa, 2000.
9
INEGI, Cuaderno estadístico delegacional, Iztapalapa, Distrito Federal, edición 2001, INEGI, 2002.
14
como son la regularización de las propiedades y la obtención de servicios10 . Por los logros
alcanzados en materia de vivienda, destacan el Frente Popular Francisco Villa (FPFV) y la
Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (UPREZ), pero también hay otras
organizaciones, como el Centro de Mujeres Pobres (CEMPO) que combaten la
marginalidad en que viven los vecinos.
Autores como Granillo y Barragán coinciden en que el gobierno no ha sabido realizar la
planeación adecuada que previera la explosión demográfica y sus consecuencias, entre ellas
la movilización social, y encuentran que distintas autoridades públicas han utilizado como
discurso el alto número de delitos para explicar por qué no han podido solventar todas las
demandas de la población. Obviamente, cuando sólo se ven los números absolutos,
Iztapalapa aparece como altamente delictiva, imagen falsa de conflictividad que ha sido
utilizada por funcionarios públicos para explicar por qué no han podido solventar las
carencias de la población. Sin embargo, cuando se toma en cuenta el tamaño de la
población, los delitos cometidos en la Delegación Iztapalapa son menos que la que tienen
en promedio las delegaciones del DF. En base a datos del INEGI encontramos que la
proporción, por cien mil habitantes, de denuncias realizadas entre 1993 y 2002, promedió
2440 para el DF, mientras que sólo llega a 1562 en Iztapalapa11 . Esta visión distorsionada
de los gobernantes se comprende mejor cuando se revisa la situación política, pues hasta
antes del 2000 las autoridades no eran elegidas democráticamente sino que eran impuestas
por el ejecutivo o por el regente, e invariablemente eran ajenos al contexto delegacional en
que decían gobernar.
Quiero enfatiza r aquí que cuando digo que la Delegación Iztapalapa es marginada tomo
como referencia al Distrito Federal pues es la entidad de la que forman parte, los mismos
vecinos comparan su demarcación con el resto de delegaciones del DF y encuentran
diferencias sus tanciales en materia de transporte y agua, pero también en educación,
seguridad y vialidad. Tomando como referencia al país en su conjunto la Delegación
10
Granillo Vázquez, María Beatriz, La lucha de los pobladores urbanos: la unión de colonos Xalpa, tesis presentada para
obtener el grado de licenciada en Antropología social, ENAH. La autora narra la relación de estira y afloje que hay entre
una organización de vecinos y las distintas instancias del gobierno que tuvieron que enfrentar para obtener respuesta, total
o parcial, a sus demandas.
11
Las estadísticas fueron realizadas en el marco del proyecto ‘Jóvenes, identidad y conflicto’, auspiciado por la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México y dirigido por Carlos Mario Perea Restrepo.
15
Iztapalapa no es marginada, sin embargo considero inadecuada una generalización en la
que se comparen demarcaciones de entidades con características socioculturales distintas,
una de las cuales es la diferente percepción de lo que significa la pobreza 12 , la cual se puede
hacer extensiva a la marginalidad puesto que se basa en las expectativas de vida de los
individuos. La marginalidad entonces se percibe a partir del entorno en que se encuentra
situado el sujeto, ambientes que para algunos son marginales para otros son todo lo que
conocen, por tanto no se pueden comparar. El que los habitantes del DF hagan constante
referencia a Iztapalapa como delegación de pobres o marginados se funda en el entorno del
DF, en el cual la población tiene como expectativa contar con los servicios públicos
básicos, varios de los cuales fallan en la Delegación Iztapalapa. Además, tomando en
cuenta sólo las delegaciones urbanas del DF, el indicador de marginalidad de la Conapo
para la delegación Iztapalapa se encuentra por encima del promedio.
Debido al tamaño de la Delegación se decidió trabajar en sólo una parte. Se eligió una zona
ubicada en las faldas del macizo volcánico conocido como Sierra de Santa Catarina, este
accidente geológico funciona como limite sur de la Delegación que colinda con la
Delegación Tláhuac. La zona se caracteriza, entre otros factores, por haberse habitado a
partir de la década de los 70, y durante casi todos los 80, hasta que el gobierno prohibió que
continuaran los asentamientos, declarando zona de conservación ecológica el espacio que
no había sido habitado. En la zona mencionada se encuentran colonia s como Desarrollo
Urbano Quetzálcoatl, Xalpa y San Miguel Teotongo, por mencionar algunas de las más
grandes. En esta zona ha habido carencias de oportunidades desde que se sobrepobló, un
ejemplo claro lo pone el primer delegado electo cuando refiere que «reciben agua una vez
cada 8 días ya sea por tandeo o por pipas. Esto en casi 50 colonias de la delegación,
fundamentalmente las de la sierra de Santa Catarina… Las personas quizás pueden vivir o
convivir con un delincuente en la vecindad o en la unidad habitacional, lo que no pueden
hacer es vivir sin agua »13 . En este comentario se dejan ver los principales problemas de la
población: la falta de agua y de seguridad pública, agravados por el tiempo de desatención.
12
13
Sen, Amartya, “Sobre conceptos y medidas de pobreza”, Comercio exterior (42) 4:310-322.
Entrevista realizada a René Arce, delegado en Iztapalapa durante el período 2000-2003.
16
Esta zona también cuenta con características históricas y culturales propias, una es la
heterogeneidad cultural de los migrantes que habitan la zona, no todos llegaron
directamente de zonas rurales, ubicadas en el interior de la República, sino que muchos
llegaron de otras zonas de la ciudad o eran hijos de migrantes rurales. Roberto, un
informante, encuentra en la migración intraurbana la causa de parte de los problemas: «Por
eso Iztapalapa se ha vuelto una de las Delegaciones más pesadas en cualquier desmadre,
¿por qué?, porque hay pandilla de todos lados. La banda dice: “quiero evitarme el pedo de
la Peralvillo 14 y me vengo a vivir a Iztapalapa”, se juntan en el barrio y se empiezan a hacer
más maleados, imagínate cuántas culturas de barrio se conjuntaron sólo en Iztapalapa »15 .
Tomando en cuenta lo observado por Salazar en barrios marginales de Bogotá, donde “las
maneras de fundar los barrios se traducen en formas de ser y de relacionarse… los
habitantes se siguen relacionado de una manera marginal, sin sentido de pertenencia.
Realidad a la que contribuye el estigma de violencia que difunden los medios de
comunicación” 16 , podemos decir que a pesar de la heterogeneidad de orígenes de loa
habitantes de estos barrios ésta pasa desapercibida para los otros sectores de la sociedad, en
los cuales se difunde el estigma de comunidad violenta a través de los medios de
comunicación. Debido a ello es común escuchar a habitantes de otras delegaciones aseverar
que Iztapalapa es una demarcación riesgosa, a la cual es mejor no ir si no hay a qué pues
“ahí matan gratis”. En esta imagen de riesgo influyen de manera importante las continuas
noticias en los medios donde se hace aparecer a esta Delegación como una zona de alta
delincuencia. De esta manera a la delegación se le conoce coloquialmente como
‘Iztapalacra’, ‘Iztaparata’ o ‘Iztapalhampa’, lo cual no hace sino reflejar el muy conocido
estigma que tiene la delegación en el resto del Distrito Federal. Este estigma también se
expresa en el medio académico, donde las personas que escuchaban sobre el proyecto
recurrentemente cuestionaban sobre mi seguridad, sobre cómo iba a protegerme cuando
observara las actividades de los jóvenes narcomenudistas. Afortunadamente, el peligro sólo
quedo como posibilidad.
14
Colonia del Centro de la Ciudad
Entrevista realizada a Roberto, presidente y fundador de la Organización Juvenil Revolucionaria, en la colonia Agrarista
de Iztapalapa.
16
Salazar, Alonso (Coordinador), Imaginarios, presencias y conflictos entre los jóvenes de Bógota, Bogotá, Alcaldía
mayor de Bogotá D. C., Secretaría de gobierno, 1998, p.23.
15
17
Otro ejemplo del estigma se refleja en las instituciones de reclusión que el Estado sostiene
en los límites de la zona de estudio, donde se encuentran dos de las instalaciones de
reclusión masculinas más importantes del DF: la Penitenciaria de Santa Marta y el
Reclusorio Oriente; así como el centro de reclusión para mujeres en Santa Marta. Sirva esto
como breve contexto de lo que representa para el gobierno la zona de estudio, que ante tal
situación de marginación se ha llegado a mencionar como el sitio donde comienza
Centroamérica17 .
El distanciamiento entre autoridades públicas y la población marginada de Iztapalapa, ha
provocado que ésta última se haya organizado para incidir en su propia seguridad. Respecto
a esto, una diputada cuenta “para que entrara el primer módulo de policía hicimos una
consulta, eso fue el 15 de septiembre de 1995, -¿queremos o no queremos módulo de
policía?, -¡que sí!, porque después de lo del Chorrillo todo mundo “¡ah!” y pues el módulo
funcionó 2 años, después ya no porque los módulos de policía no resuelven los
problemas… entonces, la gente hacía rondines populares, sin armas, vigilaban en las
noches, en las madrugadas, vigilaban todo este asunto de las bandas, lo que se generara»18 .
El individuo al que se refiere, el Chorrillo, es un multihomicida que causó gran alarma
entre los vecinos de la zona, por lo que el comentario refiere la solicitud de apoyo de
policía por la presencia del multihomicida y el consiguiente distanciamiento al constatar
que no respondía ante el resto de actividades delictivas.
En este contexto resulta interesante observar el fenómeno del narcomenudeo en zonas
marginados de la ciudad de México, donde no sólo es común encontrar en la calle
individuos de diversas edades consumiendo drogas sino que casi cualquiera de sus
habitantes conoce dónde hay puntos de venta. La Delegación Iztapalapa ha sido por muchos
años la segunda demarcación con más detenidos por delitos contra la salud, solamente
superada por la Delegación Cuauhtémoc19 . Según cifras de los diputados locales, en
17
Moctezuma Barragán, Pedro, Despertares. Comunidad y organización urbano popular en México, 1970-1994, México,
U. Iberoamericana-UAM, 1999.
18
Entrevista realizada a Clara Brugada, diputada federal por la zona. En el momento de su realización era diputada de la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
19
INEGI, Op. Cit.
18
Iztapalapa hay más de 150 expendios de drogas, casi tres “tienditas” por colonia 20 . Sin
embargo, tomando en cuenta otra vez el tamaño de la población, el problema puede ser
menos grave que en otras delegaciones, pero no por ello menos importante. Es necesario
dejar claro que aun cuando en un principio intenté delimitar los informantes a sólo ciertas
zonas de la Delegación, la alta movilidad de los mismos me llevó a conocer jóvenes de
otras zonas de Iztapalapa, que gustosos me dieron información del tema. Esta información
fue fundamental para la comprensión de algunos aspectos de este complicado fenómeno por
lo que no pude dejar de integrarla a los resultados de la tesis, aunque proviniera de una zona
distinta a la originalmente seleccionada.
Ahora bien, cuando conocí la Sierra de Santa Catarina me pareció reconocer en ella otras
zonas cerriles de la ciudad, pobladas por sectores marginados que viven en casas grises,
acomodadas sobre calles empinadas que cubren con pavimento el terreno ganado al cerro,
con banquetas vacías debido a la ausencia de los miles de trabajadores y estudiantes que se
trasladan diariamente a otros puntos de la ciudad, “donde haya oportunidad”. La zona
cuenta con pocos comercios establecidos, algunas veces amontonados en pequeños
mercados, y otras veces esparcidos en locales ganados a las casas, todos protegidos por
rejas metálicas que intentan obstaculizar las actividades de los muchos rateros y asaltantes
que viven o pasan por la zona. La presencia constante de consumidores de droga en la zona
me fue confirmada por la directora del Centro de Integración Juvenil, unidad Iztapalapa
oriente, donde la ubican como zonas “de alto riesgo”, «hablamos de zonas de alto riesgo
cuando hay muchísimos problemas de drogas, tenemos mas pacientes de la Unidad Santa
Cruz Meyehualco, Desarrollo Urbano y San Miguel Teotongo. Las que siguen de menos
riesgo son Xalpa, pueblo de Santa Cruz Meyehualco y San Lorenzo Tezonco, y es que de
este lado [de Iztapalapa] incluso no tenemos colonias de nivel medio alto, todas son medio
bajo y bajo»21 . En su Estudio Básico de Comunidad Objetivo, los centros de Integración
Juvenil encuentran una relación entre el “alto riesgo” de consumo de drogas por parte de la
población juvenil y su ausencia en los centros de educación media ya que es en estas
instituciones donde se difunden los talleres de prevención, así como el provenir de unidades
20
Diario Reforma, 10-Octubre-2002.
Entrevista realizada a la licenciada Dolores Herrera, directora de la unidad Iztapalapa oriente de los Centros de
Integración Juvenil, p . 10
21
19
domésticas con “problemas familiares, desintegración familiar, y familias uniparentales, así
como violencia doméstica”22, todo lo cual ha favorecido el estigma dado a la Delegación
Iztapalapa como zona de consumo y comercio de drogas.
1.2. Las redes sociales
En este trabajo se observa la participación de los jóvenes en el narcomenudeo a partir de
sus redes sociales. Una red social consiste, en esencia, de dos elementos: una población de
actores y por lo menos una relación definida para cada par de actores. Los actores pueden
ser entidades sociales en cualquier nivel de agregación (individuos o colectividades),
mientras que las relaciones pueden comprender cualquier acción, actividad, transacción,
obligación, sentimiento u otro tipo de conexiones entre pares, o entre subgrupos de
actores 23. La perspectiva de redes hace de las interdependencias el punto central de estudio,
es en este marco que observo las relaciones de los jóvenes marginados que participan del
narcomenudeo; conforme lo observado, el narcomenudeo permea las relaciones sociales de
los jóvenes que participan en él. Siendo así, en esta tesis se analizan las relaciones
horizontales, verticales y comerciales, que permiten a los jóvenes marginados participar del
narcomenudeo y, con ello, reproducirlo.
Como ya hemos visto, los actores de este trabajo son jóvenes que participan del
narcomenudeo como consumidores y/o repartidores, pero las relaciones que estos
mantengan en sus redes variarán en dependencia de la red de la cual se trate. En esta tesis
analizo las relaciones sociales de los jóvenes a partir de cuatro redes: los pares, la familia,
el barrio y la red de autoridades públicas. En este caso, la red de pares se encuentra formada
por individuos que también consumen y/o reparten drogas ilícitas se basan en relaciones
comerciales. La red familiar se encuentra compuesta por los parientes de los jóvenes,
consanguíneos o políticos, se basa en relaciones horizontales, o de confianza, pero es
común que cuando los jóvenes participen del narcomenudeo estas relaciones se conviertan
en multiplexadas; esto es, que aparezcan o se incrementen las relaciones basadas en la
22
Centros de Integración Juvenil A. C., Estudio Básico de Comunidad Objetivo. Diagnóstico de consumo de drogas desde
una perspectiva de Salud Pública, Disco Compacto, México, CIJ, s/f.
23
Faust, Katherine, “Las redes sociales en las ciencias sociales y del comportamiento”; en: Jorge Gil Mendieta y Samuel
Schmidt, Análisis de redes. Aplicaciones en ciencias sociales, México, IIMAS-UNAM, 2002, pp. 1-14.
20
subordinación y la conveniencia, y ya no sólo en la confianza. La red del barrio o vecinal se
encuentra compuesta por los vecinos cercanos, jóvenes, adultos y niños, también se basa n
en relaciones de confianza aunque es común que haya relaciones multiplexadas previas a la
participación de los jóvenes en el narcomenudeo. Cuando los jóvenes se insertan en las
actividades del narcomenudeo es común que las relaciones existentes se conviertan en
multiplexadas o anuladas. Por último, la red de autoridades públicas se encuentra
compuesta por los agentes de las corporaciones policíacas que interactúan en la zona de
estudio, comúnmente estas son relaciones verticales en las que los jóvenes se subordinan a
los agentes oficiales pero a partir de que los jóvenes comercian drogas estas relaciones
pueden cobrar tintes comerciales.
Para el análisis de las distintas redes se utilizará el nivel más bajo de agregación, es decir,
los actores individuales. Cierto es que como distribuidores los jóvenes se agregan para
minimizar los riesgos de sus actividades, pero las consecuencias de sus actos, aquello que
modifica las relaciones existentes, siempre las sufren de manera individual. Así, para su
familia no importará que el joven venda drogas si no se mete en problemas; de la misma
manera, entre sus amigos importará lo que el joven pueda hacer por ellos y no solamente lo
que haga con ellos; para las instituciones igual, será el joven quien reciba la sanción y nadie
más. De tal forma, a pesar de que en algunas situaciones los jóvenes actúen como
subconjuntos serán sus actividades como individuos las que realmente darán importancia a
su participación en el narcomenudeo. En este mismo sentido Faust señala que “en las
díadas de actores, las propiedades importantes a considerar son la reciprocidad, el
intercambio y la multiplexidad de los lazos”24 ; por tal razón, pongo especial atención en
cómo se desarrollan las relaciones de los jóvenes cuando estos modifican su posición en el
narcomenudeo.
A diferencia de lo señalado por Faust, Lomnitz sostiene que “si el individuo debe manejar
los tres tipos de intercambio (mercado, redistribución y reciprocidad), ello implica que
participa simultáneamente de los tres tipos de relaciones sociales: una relación de clase, una
24
Faust, Op. Cit., p.8.
21
de jerarquía y una de confianza”25 , esto es, de las tres propiedades de las relaciones
sociales. De lo anterior podemos decir que las redes sociales están compuestas por
relaciones interpersonales que mantienen una propiedad característica, la cual puede variar
con la participación en el narcomenudeo de alguno de los relacionados. Para una mejor
lectura de los cambios que pueden haber en la relación y entendiendo que partimos de los
jóvenes como sujetos de estudio diremos que realizan acciones cuando particip en del
narcomenudeo, ya sea con la intención de que sólo una parte de sus redes lo sepa o, por el
contrario, para buscar complicidad. De la misma manera, pero en sentido inverso,
hablaremos de reacciones cuando sea la parte complementaria de la relación quien tome
alguna posición, para ayudar o aprovechar la participación del joven en el narcomenudeo.
Es así que observaremos las redes sociales de los jóvenes narcomenudistas a partir de las
acciones y reacciones suscitadas en sus relaciones, y de los cambios que esto provoca en
sus propiedades. Así, en una red familiar las relaciones de reciprocidad entre hermanos
pueden cambiar a relaciones de mercado si uno de ellos decide tomar la acción de vender
droga al otro, o la relación puede tomar tintes jerárquicos si uno obtiene favores a cambio
de no tomar la reacción de decir a sus padres sobre la participación de su hermano en el
narcomenudeo. Lo mismo sucede en las otras redes, en las redes institucionales la relación
generalmente es de jerarquía, las autoridades deciden la reacción a tomar cuando un
narcomenudista ha caído en sus manos, sin embargo ésta puede camb iar si el
narcomenudista toma la acción de intentar sobornarlos, cambiando la propiedad de la
relación. Otro ejemplo es el del joven que ante su carencia de dinero para comprar droga
tomaba la acción de limpiar el lugar donde se distribuye la droga para recibir a cambio un
papel por cortesía de los repartidores adultos, modificando una relación de mercado en una
jerárquica. De lo dicho se puede recuperar que en cada una de las redes sociales las
relaciones se pueden modificar a partir de las acciones y reacciones tomadas por cada uno
de quienes conforman dichas redes, y que en nuestro caso utilizaremos el término acciones
para designar las estrategias tomadas por los jóvenes para continuar o modificar sus
relaciones sociales; las acciones tomadas por los jóvenes generalmente van en dos sentidos:
25
Lomnitz, Larissa Adler, “Las relaciones horizontales y verticales en la estructura social urbana de México”, pp. 217274; en: Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de Antropología Latinoamericana, México, FLACSO -Miguel Ángel
Porrúa, 1994, 374 p.
22
buscar ocultar su vínculo con el narcomenudeo o buscar la complicidad de otra relación. En
cambio, tomaremos el término reacciones para designar las respuestas dadas a la
participación en el narcomenudeo de los jóvenes por parte de sus redes y quienes la
conforman; las reacciones pueden tener tres sentidos: el rechazo, la tolerancia o aceptación
pasiva y la complicidad.
Debido al estigma que recae sobre los usuarios de drogas y a lo ilícito de su distribución,
los jó venes que realizan estas actividades lo hacen clandestinamente. Esto implica que la
confianza es un elemento indispensable entre los participantes de las actividades delictivas;
y es que si bien el transportar unas grapas y venderlas no tendrá demasiado problema para
un individuo medianamente relacionado con el ambiente, no es tan fácil con varios kilos de
droga pues se torna indispensable una red de venta al consumidor para su manejo, se
necesita del narcomenudeo. Debido a la necesidad de confianza entre quienes realizan estas
actividades las relaciones de reciprocidad son las preferidas en el manejo del
narcomenudeo, aunque también las de jerarquía funcionan muy bien. Lomnitz señala que
las relaciones horizontales son aquellas que “son mantenidas por la existencia de un flujo
de intercambio recíproco en ambas direcciones, desde y hacia el individuo”26 ; así,
encontramos relaciones horizontales entre hermanos o amigos que consumen drogas, o
entre jóvenes que se dedican a la distribución de las mismas; las relaciones horizontales son
leídas también como relaciones de reciprocidad. Cuando trato las relaciones verticales
entiendo que “se trata de un intercambio del tipo de patrón a cliente… constituyen los
canales que distribuyen la mayor proporción de los recursos de la estructura: el capital y el
poder fluyen hacia abajo mientras el trabajo y la lealtad son succionados hacia arriba”27 ;
también son referidas como relaciones jerárquicas.
Una situación importante en el estudio de las relaciones establecidas en las redes sociales es
que pueden ser formales o informales. Entre las formales encontramos las relaciones
normadas por leyes y reglamentos, en nuestro caso encontramos las relaciones que se
establecen con las autoridades públicas, el adicto llega a centros donde está reglamentada la
ayuda para su rehabilitación, y los policías deben combatir a quienes distribuyen drogas. En
26
27
Lomnitz, Idem., p.254.
Ibidem, p. 254.
23
las segundas, relaciones informales, encontramos relaciones cargadas de confianza y
reciprocidad pero también de jerarquía o multiplexadas. En el estudio se encontró que es
común que los jóvenes sean apadrinados por policías judiciales, quienes ofrecen droga y
protección a cambio de confiarles la secrecía de su labor, lo cual se puede leer también
como relaciones de jerarquía. Así, en lo que atañe al estudio serán las relaciones informales
las que abundarán pues como argumenta Lomnitz “el intercambio informal suele incluir
productos de los que no se dispone en abundancia en el sistema formal: bienes racionados o
restringidos…”28 , como es el caso de la cocaína, el crack y la mariguana. Con esto
queremos decir que para nuestro estudio las relaciones formales son un ámbito poco
frecuente en los jóvenes, quienes ven en ellas el requerimiento de ser subordinados razón
por la cual prefieren evitarlas; un ejemplo de ello es la continua deserción escolar de estos
jóvenes al no sentirse satisfechos. Mientras que las relaciones informales al basarse en la
reciprocidad son ampliamente utilizadas, ente ellas las que incluyen actos penados por la
ley. La ilegalidad de las actividades del narcomenudeo tiene como consecuencia que tomar
una acción o reacción con cualquier sentido tiene diferentes modificaciones en sus distintas
relaciones; por ejemplo, una acción tomada con el sentido de ocultar la venta de droga
implica una relación de mercado con los clientes pero a la vez una de jerarquía pues los
clientes conocen el riesgo que se corre al denunciar a los buenos, los distribuidores.
Por último quiero señalar que parto del supuesto de que el mercado de drogas prohibidas se
basa en redes y relaciones establecidas con anterioridad a su notoria presencia actual, estas
relaciones impactan de dos distintas maneras: una, permitiendo la presencia de la droga en
el barrio, y dos, posibilitando el comercio a su interior. Es la posibilidad de comercio
interno la que juega un papel relevante en el estudio, pues es la que facilita el acceso de los
jóvenes a las drogas prohibidas. Se maneja entonces que las relaciones que vinculan a los
distintos individuos tienen un objetivo común, el narcomenudeo, pero en ellas se
encuentran presentes mecanismos para intentar controlar el entorno así como para ejercer
poder sobre el resto de quienes conforman la red. En este sentido, Adams advierte que el
poder, a diferencia del control, presupone que el objeto posee capacidad de razonamiento y
28
Lomnitz, Larissa Adler, “Redes informales de intercambio en sistemas formales: un modelo teórico”, pp135-166; en:
Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de Antropología Latinoamericana, México, FLA CSO-Miguel Ángel Porrúa,
1994, p. 138.
24
las suficientes dotes humanas para percibir y conocer 29 ; esto es, quienes participan del
narcomenudeo tienen poder en sus redes pues el resto de los integrantes de las redes así lo
aceptan, pareciera que ocurre lo expuesto por Villaveces sobre el narcotráfico colombiano,
el cual “sigue su rápida expansión porque no está en verdad confrontando los cimientos de
las estructuras de poder vigentes sino tal vez potencializando los vínculos sociales y
culturales que los sustentan”30 .
29
Adams, Richard Newbold, La red de la expansión humana. Un ensayo sobre energía, estructuras disipativas, poder y
ciertos procesos mentales en la evolución de la sociedad humana, México, Ediciones de la Casa chata, 1978, 189 p.
30
Villaveces Izquierdo, Santiago, Por qué erradicamos: Entre bastiones de poder, cultura e narcotráfico, Brasília,
Universidade de Brasilia, Departamento de Antropología, Série Antropología 308, 2001, folleto, 21 p.
25
Capítulo 2. ¿Qué es el narcomenudeo?
El narcomenudeo es un fenómeno que amalgama diversas actividades delictivas que tienen
como finalidad proveer de drogas ilícitas a quienes las consumen. Tales actividades son
realizadas en los intersticios de las redes sociales y la dificultad de estudiarlas radica en lo
ilícito de las drogas, ya que por ser consideradas riesgosas para la salud pública existen
leyes que sancionan las actividades relacionadas con estas sustancias, las cuales
fundamentan la persecución que realizan las autoridades públicas y que han propiciado que
los actores prefieran mantener el anonimato.
La piedra angular de este fenómeno es una relación de mercado, en la cual un vendedor
ofrece una mercancía y es interpelado por un comprador que la consume. La variante de las
relaciones de mercado a utilizar es la del menudeo, en la cual los compradores son los
consumidores del producto; diferenciándose de la relación de narcotráfico en que el
comprador, a su vez, vende la mercancía. En otras palabras, de la cadena de operaciones de
mercado que se realizan en el tráfico de drogas ilícitas, el narcomenudeo es entonces el
eslabón final del narcotráfico. Así, en el narcomenudeo sólo existen dos tipos de actores:
los distribuidores y los consumidores. Los primeros de ellos, según las leyes establecidas,
son considerados delincuentes del fuero federal por participar de los llamados delitos contra
la salud; los segundos, por su parte, no sólo son considerados delincuentes sino, las más de
las veces, también enfermos.
De esta manera, podemos observar que en el fenómeno narcomenudeo encontramos tres
aspectos componentes: la mercancía (la droga), las leyes que penalizan las actividades
relacionadas con las drogas ilícitas, entre ellas el comercio, y una relación de mercado
(vendedor-cliente consumidor). En este capítulo haremos mención de los dos primeros
aspectos: la mercancía y las leyes que limitan el narcomenudeo; para terminar con algunos
apuntes sobre la participación de los jóvenes en el narcomenudeo establecido en el barrio,
los cuales permitan abordar la relación de mercado desde los ejes marcados por las redes
sociales.
26
2.1. La mercancía del narcomenudeo: la droga
En este apartado se muestra la droga como la mercancía ofertada por el narcomenudeo.
Conforme este objetivo, primeramente hay que señalar que la definición de ‘droga’ más
aceptada es la elaborada por la Organización Mundial de la Salud: “Droga o fármaco es
toda sustancia que, introducida en el organismo vivo, puede modificar una o más de sus
funciones”31 . Debido a la enorme variedad de sustancias que incluye esta definición ha
habido varios intentos para clasificarlas. Richard propone que una característica es que son
“carentes de todo valor nutritivo”32 ; sin embargo en esta descripción no cabría el alcohol,
principal droga del mundo moderno, que al convertirse en azúcares adquiere cierto valor
nutricio. Para algunos autores, como Dobkin, hay tres grandes tipos de drogas: narcóticos,
psicotrópicos y alucinógenos33 ; está clasificación se encuentra basada en los efectos que
producen en los consumidores: los narcóticos tendrán una acción depresiva, los
psicotrópicos tendrán una acción vigorizante, por su parte las alucinógenas harán honor a su
nombre. Por su parte, la clasificación de la OMS distingue 6 tipos de drogas: mórficas,
barbitúricos y alcohol, anfetaminas, cocaína y similares, mezcalina y LSD, y el tipo
Cannabis34 .
Por otra lado, en una propuesta que pondera las actividades estimuladas por el consumo de
las drogas, Escohotado las divide en drogas de paz, de trabajo y de viaje35 ; sin embargo, y
aunque insinúa cierta similitud con la clasificación basada en los efectos, descuida colocar
las distintas drogas en alguno de los rubros, además que no precisa cuando insinúa que la
diferencia, entre las drogas de trabajo y las de viaje, se basa en la duración del efecto. Otra
clasificación más es la que divide las drogas en suaves y duras, está dicotomía aunque
cuenta con base fisiológica, el grado de toxicid ad, es especialmente utilizada por quienes
abogan a favor de la liberación de las primeras, en especial de la mariguana . La variedad de
clasificaciones es muestra clara de la variedad de puntos de vista que hay sobre el tema de
31
Organización Mundial de la Salud; citado en: Conadic, Las drogas y sus usuarios, México, Secretaría de Salud, 1992,
p.15.
32
Richard, Denis, Las drogas, México, Siglo XXI, 2001, p.13.
33
Dobkin de Ríos; citado en: Barfield, Thomas, Diccionario de antropología, México, Siglo XXI, 2000.
34
Diccionario médico Roche, Barcelona, Doyma, 1993.
35
Escohotado, Antonio, “Drogas y dignidad humana”; en: Los enteógenos y la ciencia. Nuevas aportaciones científicas al
estudio de las drogas, Hoffmann y otros, Col. Cogniciones, Barcelona, Los libros de la liebre de marzo, 1999, pp. 81-91.
27
las drogas, en especial si tomamos en cuenta que cada una de estas clasificaciones es hecha
para apoyar posiciones determinadas social y jurídicamente.
Tal situación no parece tener pronta solución, sino por el contrario, se complejiza con la
continua aparición de nuevas drogas. También es importante señalar que no todas las
drogas son manejadas de la misma manera por las leyes en la materia, unas son
consideradas legales, otras controladas y unas más prohibidas. Entre las primeras destacan
el alcohol, el café y el tabaco; entre las segundas, los fármacos; mientras que entre las
últimas, la mariguana y la cocaína, son las más comunes en México. Hay que advertir que
el fenómeno del narcomenudeo se especializa en drogas prohibidas, esto debido a que en su
comercio el margen de ganancias es mayor. Por último, y como consecuencia de la
economía marginal, las drogas utilizadas por los jóvenes de estudio serán las disponibles a
menor costo en el mercado: solventes, mariguana , cocaína y crack. Pero debido a que los
solventes son sustancias de uso industrial que se encuentran disponibles fácilmente en
tlapalerías y ferreterías, no entran propiamente dentro del esquema del narcomenudeo sino
en muy contadas ocasiones; por tal razón, nos centraremos en las otras tres drogas.
Respecto a la mariguana, evidencias arqueológicas sostienen que la humanidad “ha estado
consumiendo mariguana durante 8.000 años”36, también se sabe que aunque el uso y
propiedades de la planta ya eran conocidos desde tiempos antiguos fue hasta 1753 cuando
fue descrita científicamente por Linneo, quien la designó como Cannabis sativa L. De esta
planta, que crece en climas cálidos y templados, se obtienen principalmente dos productos
ilícitos: las hojas y la resina, también conocida como hachis. El cannabinoide, o alcaloide
de la mariguana, que explica sus propiedades psicotrópicas es el tetrahidrocannabinol
(THC), el cual fue aislado por los profesores israelíes Y. Gaoni y R. Mechoulam en 196437 .
El THC es lipófilo: tiene la capacidad de solubilizarse en las grasas. Como máximo, 20%
de la dosis contenida en un cigarrillo actúa efectivamente en el organismo. Entre los efectos
de la droga se han descrito trastornos digestivos ligeros y manifestaciones cardiacas como
aceleración del ritmo después de ingerir la sustancia, también se han reportado deseo
36
Stoppard, Miriam, Qué son las drogas. Desde el alcohol y el tabaco hasta el éxtasis y la heroína, Madrid, Javier
Vergara editor, 2000, p.12.
37
Richard, Op. cit.
28
incompatibles de ocupación motora, actividad fantasiosa muy relajadora, rapidez de las
imágenes, alteraciones del pensamiento, incapacidad para unificar contenidos parciales,
rigidez abrupta del pensamiento, fuga de ideas y alteraciones de la memoria; sin embargo,
estos efectos varían de acuerdo con algunos factores como son la frecuencia del consumo y
la propia respuesta del cuerpo. Es importante mencionar que “en general el consumo de la
cannabis, en contraste con el del alcohol, es rara vez factor de violencia”38.
Cosa distinta son las manifestaciones crónicas que se llegan a presentar, pero éstas sólo
sobrevienen como consecuencia de un consumo continuo y elevado. Estos síntomas
conciernen a la función cardiaca (a menudo con una aceleración del ritmo y a veces
hipotensión); al aparato respiratorio (con disminución de la eficacia de la ventilación); a la
función digestiva y a la función sexual (con una disminución cualitativa y cuantitativa de la
espermatogénesis en el hombre y perturbaciones en la ovulación en la mujer) 39 . Además se
aduce que su abuso crónico ocasiona psicosis, con confusión episódica, delirios, estados
crepusculares y síntomas de esquizofrenia crónica. Su uso frecuente produce dependencia
al tóxico y, más tarde, intoxicación crónica física, con una arteritis que conduce a la
gangrena, y decadencia física y psíquica parecida a la del alcoholismo crónico, pero sin
síndrome de abstinencia40 . Tales efectos, sin embargo, se encuentran en duda permanente
debido a que los estudiosos del tema no paran de referir argumentos a favor y en contra de
la posibilidad de adicción provocada por el consumo de mariguana. Es importante
mencionar que ninguno de mis informantes estuvo de acuerdo con la última sintomatología
referida, a pesar de llevar varios años como consumidores asiduos; en el caso de quienes
presentaban algunos de estos síntomas, su mal lo atribuían al consumo abusivo de alcohol u
otra droga de origen industrial, en descarga de la mariguana , la cual consideran “natural” y
poco dañina.
La cocaína, por su parte, se obtiene del arbusto de la coca, planta originaria de Sudamérica
que tiene dos especies productoras de cocaína: Erythroxylum coca y Erythroxylum
novogranatense, con diferentes variedades. Los principales países productores de la planta
38
Ibidem. p. 29.
Ibid.
40
Diccionario médico Roche, Op. Cit.
39
29
son Perú, Bolivia y Colombia. A la hoja de coca se le realizan una serie de procesos
químicos mediante los cuales se obtienen pasta de coca, base de cocaína y, finalmente,
clorhidrato de cocaína. Esta fue aislada por primera vez, entre los años de 1859 y 1860, por
el investigador Albert Niemann41 , a partir de entonces, ha sido una de las drogas de mayor
éxito entre los usuarios de sustancias. La forma de consumo ha variado a lo largo del
tiempo, durante casi un siglo prevaleció la inyecció n intravenosa, mientras que en las
décadas de los años 60 y 70, del siglo XX, se prefirió su consumo por vía nasal42 . Los
efectos que esta sustancia tiene sobre el cuerpo, a diferencia de los producidos por la
mariguana, han sido mejor estudiados o, cuando menos, han logrado un mayor consenso
entre los estudiosos del tema. Destaca que cuando la cocaína se “esnifa”, es absorbida por
los vasos sanguíneos de las fosas nasales y llega al cerebro en cuestión de segundos.
Estimula el sistema nervioso central: incrementa el ritmo cardiaco, la temperatura corporal
y la tensión arterial” 43 , además “estimula la producción de adrenalina, lo que a su vez eleva
el metabolismo corporal” 44 . Otro efecto a tomar en cuenta es que la “vida media en plasma
de 90 minutos, induce una tolerancia rápida a sus efectos, de tal manera que la euforia
asociada a su uso es de una duración aproximada de 45 minutos por cada administración.
Esto se aplica a su administración intranasal, intravenosa o fumada en su forma cristalina
(crack)”45 . De esto último podemos entender el porqué muchos usuarios consumen varias
veces la sustancia durante el día o la noche, por lo que es más fácil volverse adicto.
El crack, según Barturen, surge en 1983. Se obtiene de la mezcla de cocaína con carbonatos
de calcio y tiene apariencia de pequeños terrones de color blanquizco. De tal manera, “el
crack es cocaína procesada; su pureza puede estar entre 80 y 100 por ciento, mucho mayor
y por ende más peligrosa que la cocaína habitual comercializada en la calle, con una pureza
de entre 30 y 60 por ciento. El crack se evapora y se absorbe mucho más rápido que la
cocaína. Afecta el cuerpo de la misma forma que la cocaína, pero con mucha más
41
Viesca Treviño, Carlos, “Bosquejo histórico de las adicciones”, pp. 1-24, en: Tapia Conyer, Roberto (comp.), Las
adicciones. Dimensión, impacto y perspectivas, México, Manual moderno, 1994, 327 p.
42
Barturen, Fernando, “Los psicoestimulantes como sustancias con potencial abuso”, pp. 22; en: Instituto Deusto de
Drogodependencias, Psicoestimulantes: cocaína, anfetaminas y xantinas. Avances en farmacología de drogodependencias,
Bilbao, Universidad de Deusto, 1993, 131 p.
43
Stoppard, Op. Cit. p.74.
44
Nahas, Gabriel G., Cocaína: La peste blanca, México, SITESA, 1991, 39 p.
45
Zubieta, Jon Kar, “Avances en el tratamiento farmacológico de la adicción a cocaína y otros psicoestimulantes”, en:
Instituto Deusto de Drogodependencias, Op. Cit. p. 110.
30
intensidad”46 . Su mayor peligro radica en que “es la forma de administración que alcanza
las mayores concentraciones, más rápidamente, en el cerebro, poseyendo el mayor
potencial de abuso”47 . Su alto consumo se debe también a que “ofrece a los traficantes la
ventaja de que, para su preparación sólo se requieren disolventes de bajo costo, pues su
modo de consumo, por inhalación de los vapores, permite eliminar fácilmente esos
productos de olor desagradable: dado que el calentamiento sublima la droga, ésta pasa
directamente del estado volátil, con evaporación de los solventes (la deshidratación que
sigue a ese calentamiento produce, a menudo, un crujido, y de allí su nombre)”48 . El crack
es actualmente la droga de mayor consumo entre los jóvenes de Iztapalapa, la cual es
conocida popularmente como piedra, su rápida popularidad se debió a que provocaba los
efectos de la cocaína, la cual era vista como droga de las clases altas. Inicialmente era
considerada una más de las presentaciones de la cocaína, pero debido al impacto adictivo
que ha afectado considerable y rápidamente a la población cons umidora, actualmente ha
tomado un lugar preponderante entre las drogas ilícitas. Quiero dejar asentado que como
reflejo de su alto poder adictivo, los consumidores siguen consumiendo la droga aun
sabiendo que no es sino una mezcla de cocaína con fármacos de efectos similares, a la que
incluso “hasta raticidas le echan”. Para algunos de los informantes, es la mezcla de varios
fármacos la que influye en el bajo costo de la droga, comparado con el precio de la cocaína,
y lo que permite hacer de esta droga un consumo accesible para los jóvenes marginados.
Desde una perspectiva fisiológica, se han desarrollado una serie de ideas respecto al
consumo de las drogas, entre las que destacan la adicción física y los síndromes de
tolerancia y abstinencia. La adicción física varía según la droga de consumo, entre las que
aquí tratamos, el crack es la de mayor poder adictivo. En el caso de la mariguana todavía no
se comprueban los argumentos sobre si produce o no dependencia física. El síndrome de
tolerancia es una respuesta física que provoca que el consumidor ya no alcance los efectos
de las primeras ocasiones, por lo que las dosis se van haciendo mayores. El síndrome de
abstinencia, por su parte, es la respuesta corporal sufrida por quienes dejan de consumir
drogas. Se duda que la mariguana produzca este síndrome, mientras que son numerosos los
46
Stoppard, Op. cit., p.79.
Zubieta, Op. cit., p.110.
48
Richard, Op. cit., p. 43.
47
31
casos en consumidores de cocaína, también se maneja que la intensidad del síndrome está
fuertemente relacionada con la frecuencia de su consumo. Al ser la adicción a la cocaína
una de las más estudiadas, se ha llegado a conocer mejor su síndrome de abstinencia, el
cual se divide en tres fases:
“Fase 1. Caída, retirada, «crash». Generalmente, el episodio de abuso es completado solamente tras terminar
toda la sustancia que el adicto posee. Esto se asocia con el comienzo de la búsqueda de más droga y con un
incremento en el deseo por la sustancia («craving»). En el caso de la cocaína, tras unos 15 a 30 minutos de la
última dosis el adicto comienza a sentir una sensación de depresión, seguido por el intenso deseo por la droga
y la búsqueda de más cocaína. Este intenso deseo generalmente desaparece en dos a cinco horas si el abuso
de la sustancia no es continuado…
Fase 2. Síndrome de abstinencia prolongado; «withdrawal». Tras la «caída» inicial, comienza la segunda fase
del período de abstinencia caracterizado por uno a cinco días de función afectiva cercana a la normalidad,
ciclos de sueño y despertar normalizados… sensación de «aburrimiento» y falta de placer en cualquier
actividad… demuestran ciclos de 3 a 10 días durante los cuales abusan de la sustancia entre 6 y 36 horas,
continúan con uno o dos días de retirada inicial (fase 1) y analizan con uno o dos días de resistencia a la
droga (fase 2), antes de reiniciar su abuso…
Fase 3. Extinción. Si la abstinencia ha sido sostenida a través de las dos fases anteriores, se inicia una tercera
fase caracterizada por un humor normalizado, sin anhedonia, pero marcada por el deseo episódico por la
droga,.. Este deseo es usualmente precipitado por situaciones que recuerdan al adicto el consumo de droga,
tales como ver a amigos consumidores, o pasar por lugares asociados al consumo”49
De esta información, podemos rescatar que los efectos producidos por las drogas ilícitas
tratadas aquí son distintos, razón por la cual juzgamos conveniente llamar a cada droga por
su nombre cuando se hable del consumo y así evitar posibles confusiones. También hay que
mencionar que debido a que los síntomas físicos son más pronunciados en el crack y la
cocaína, el narcomenudeo de estas sustancias contará con clientes más asiduos, pero en esto
abundaremos más adelante.
2.2. Las leyes penalizadoras de actividades del narcomenudeo.
La droga es un tema muy discutido y controversial que evoca multitud de significados
cercanos a la violencia, la delincuencia y la marginación. En los estados liberales se
considera riesgosa su presencia y se pretende controlar mediante leyes que prohíben las
actividades con que se vinculan estas sustancias. Al ser esta la tendencia del estado
mexicano, las políticas nacionales son un seguimiento de las líneas marcadas por los países
liberales de vanguardia, especialmente de los Estados Unidos. Esto es, el Estado tiende a
49
Zubieta, Op. cit., p. 111-112
32
reproducir imaginarios originados en contextos ajenos y en México se aplican políticas
antidrogas establecidas en otras latitudes. Uno de los imaginarios más fuertes es, como ya
vimos, la relación de las drogas ilícitas con los jóvenes, particularmente los marginados.
Es necesario mencionar que las drogas ilícitas tienen poco de serlo, y que los intentos de
controlarlas mediante leyes coinciden con la secularización de las prácticas culturales y la
organización urbana de la vida social50. La justificación del este control se basó,
principalmente, en dos perspectivas: la económica y la médica. Acerca de la perspectiva
económica, Thoumi menciona que “cuando la sociedad se industrializó, las necesidades
propias de la organización y la producción manufacturera hicieron de las drogas un
obstáculo para la productividad”51. En México, es la perspectiva médica la que tuvo mayor
peso en el debate sobre la legislación antidroga. Ya desde finales del siglo XIX se realizan
varias tesis de medicina en las que el abuso de drogas, en especial la morfina y la heroína,
es visto como una enfermedad grave, que era necesario prevenir en la población52 . Estos
estudios fueron realizados por los médicos que después formarían los organismos
encargados de regir el comercio de drogas de uso médico. Así mismo, estaban basados en
“la teoría de la degeneración de la raza”, la cual si bien aportó un “gran caudal de hipótesis
y datos “científicos” e incluso con el acierto de identificar muchas anomalías sociales
respecto al medio, y de promover la salud e higiene pública como un medio de “fortificar la
raza”, fue finalmente un instrumento para descalificar socialmente (y de paso
políticamente) a grandes sectores sociales”53 .
Cabe decir que la mencionada teoría estaba basada en dos corrientes criminalísticas que
estaban en boga desde finales del siglo XIX, la antropología criminal y la sociología
criminal. La primera nació en Italia con Cesare Lombroso como fundador y “se centró en el
organismo del criminal; la segunda, que se originó en Francia… confirió mayor peso a
50
Nieto Fernández, Lilia y Araujo Monroy, Rogelio, “¡Droga!: La eficacia simbólica del mal”; en: JOVENes, Revista de
estudios sobre juventud, Centro de investigación y estudios sobre juventud, México, nueva época, año 3, no. 8, enerojunio de 1999, pp. 62-83. .
51
Thoumi, Francisco E., El Imperio de la Droga. Narcotráfico, economía y sociedad en los Andes, Bógota, PlanetaIEPRI-Universidad Nacional de Colombia, 2002, p. 33.
52
Gutiérrez Ramos, Axayácatl, “Drogas: La historia que hace falta”; en: Universidad de México. Revista de la
Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, México, Números 630-631, diciembre 2003enero 2004, p.45-53.
53
Ibid., p. 48.
33
factores ambientales”54 . La primera de ellas tuvo mayor número de seguidores, entre ellos
Justo Sierra, y sus miembros afirmaban que los rasgos criminales se transmitían por
herencia, esto viene a colación porque todavía en la actualidad se quiere encontrar en las
llamadas ‘familias disfuncionales’ y en la violencia intrafamiliar las causas de los
problemas de adicción de muchos de los jóvenes. Por parte de la segunda escuela, se
privilegió el factor ambiental en la explicación de la criminalidad, a pesar de su repercusión
sólo tuvo como representante a Julio Guerrero, quien afirmó que el delito era un fenómeno
social. Este último autor no sólo identificó criminalidad con sector social sino también
como grupo étnico55 , resabio de esta corriente es el estigma criminal que se le asigna a la
población de la delegación Iztapalapa, por ser de clases económicas marginadas. Estos
fueron, entonces, los enfoques en que se basaron las leyes que, desde principios del siglo
XX, catalogan las drogas en lícitas, como el alcohol y el tabaco, e ilícitas, como la
marigua na y la cocaína, aunque no queda claro el criterio de tal división.
Ahora presentaré algunos momentos claves en la penalización de las drogas en nuestro país.
En 1912, México participa por primera vez en una reunión internacional sobre las drogas:
la Conferencia de la Haya; esto bajo el gobierno de Francisco I. Madero, quien buscaba el
reconocimiento mundial de un gobierno al que había llegado por la vía de las armas: de esta
manera el compromiso del país ante el mundo “civilizado” era “reglamentar la producción
y el tráfico de opiáceos”56, sin embargo no hubo tiempo para ello en tan efímera
presidencia. Fue hasta 1917, durante el Congreso Constituyente de Querétaro, cuando el Dr.
J. M. Rodríguez, al proponer la creación de un Consejo de Salubridad General,
argumentaba como fundamento que “como la degeneración de la raza mexicana es un
hecho demostrado también por los datos estadísticos, sacados principalmente de la ciudad
de México […] es indispensable que las disposiciones para corregir esta enfermedad de la
raza provenida principalmente del alcoholismo y del envenenamiento por substancias
medicinales como el opio, la morfina, el éter, la cocaína, la mariguana, etcétera, sean
dictadas con tal energía que contrarresten de una manera efectiva y eficaz, el abuso del
54
Speckman Guerra, Elisa, Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de
justicia (Ciudad de México, 1872-1910), México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos: Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2002, p. 94.
55
Ibidem.
56
Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 49.
34
comercio de estas substancias tan nocivas a la salud”57 , es en este discurso positivista donde
aparece por primera vez la idea de combatir el comercio de drogas. Argumentando la
misma teoría, el 15 de marzo de 1920, Álvaro Obregón emitió un documento a través del
Diario Oficial denominado ‘Disposiciones sobre el comercio de productos que pueden ser
utilizados para fomentar vicios que degeneren la raza, y sobre el cultivo de plantas que
pueden ser empleadas con el mismo fin’, este documento contó con siete disposiciones, en
lo concerniente a este trabajo destacan la necesidad de permisos para introducir cocaína al
país y la prohibición del cultivo y comercio de la mariguana 58 .
En 1926, aparecería un nuevo Código Sanitario siendo significativo que “sólo un artículo,
el 206, se refiera a la manera en que el Estado enfrentaría el problema de salud que
representa la adicción a estas sustancias… Lo único que hizo el Departamento de
Salubridad fue habilitar una parte de un pabellón en el manicomio de La Castañeda, y
recluir a los “viciosos” igual que a cualquier “loco común”.”59 Aquí ya aparece una
situación que prevalece hasta nuestros días, a los consumidores se les empezó a considerar
como enfermos mientras que al resto de actividades relacionadas con drogas prohibidas
convirtieron a los individuos en delincuentes. Esta doble vertiente para estigmatizar a todo
individuo relacionado con las drogas, ya tipificados como “delitos contra la salud”, desató
una ola persecutoria que, además de continuar hasta nuestros días, llevó a reacciones
extremas “como las que planteaba el Juez de Distrito en Materia penal, Jorge Salazar
Hurtado. En 1937 dicho juez propuso entre otras barbaridades que a quienes se les
encontrara culpables de dichos delitos “fueran relegados perpetuamente en islas
deshabitadas […] y a los declarados incurables, condenados a esterilización de sus órganos
genitales”60 , tal propuesta sin duda fue un resabio de la antropología criminalística
mencionada párrafos antes. Sin embargo, también hubo quienes supieron diferenciar
consumidores de distribuidores “tal fue el caso del doctor Leopoldo Salazar Viniegra, en
ese entonces director del Manicomio, quien insistiría en marzo de 1939 que “los
toxicómanos son enfermos y no delincuentes de tal suerte que debe tratárseles con
humanidad… dándoles facilidades para que lo adquieran sin caer en las garras de los
57
Citado en Pérez Montfort, Ibid., p. 16.
Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 51.
59
Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 53.
60
Citado en Pérez Montfort , Ibid., p. 21.
58
35
traficantes, quienes sí incurren en muy grave delito explotando las enfermedades de los
demás””61 . Ya desde entonces se hacía notar el grave riesgo que provocaban los traficantes
de drogas ilegales y es que “al establecerse impedimentos legales para su adquisición, al
tiempo que continuó extendiéndose una demanda comercial para algunos de ellos
[enervantes], surgió un mercado Negro de drogas prohibidas asociado a la marginación
legal y, por ende, con la criminalidad. Si las drogas lícitas eran un buen negocio, las ilícitas
lo serían aún más.”62
En las siguientes líneas se presentan las leyes antidrogas vigentes en el Estado Mexicano .
Es importante mencionar que de la aplicación de tales leyes depende que el Congreso
Federal del vecino del norte califique favorablemente los esfuerzos del gobierno mexicano
en la lucha contra las drogas y decide certificarlos o no, lo cual ha presionado para que las
autoridades presenten el combate a las drogas como un asunto de seguridad nacional. Otra
situación importante a tomar en cuenta es que todas las leyes que se referirán a
continuación han sido establecidas previamente por las convenciones internacionales que se
han realizado sobre el tema y en las cuales ha participado México, estos son: Convención
Internacional del opio de La Haya, Países Bajos, 23 de enero de 1912; Convención de 1936
para la supresión del tráfico ilícito de estupefacientes nocivos, protocolo de firma y acta
final; Convención Internacional Única sobre Narcóticos, en Nueva Cork 1961; el Convenio
sobre sustancias psicotrópicas, hecho en Viena el 21 de febrero de 1971; el Protocolo de
modificación de la Convención Única, firmado en Ginebra el 25 de marzo de 1972; y, la
Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias
psicotrópicas adoptado en Viena, Austria el 20 de diciembre de 1988. Además de un gran
número de tratados bilaterales, firmados con gran cantidad de países del orbe, con el fin de
mejorar todos los aspectos de la lucha contra las drogas. Cabe mencionar que, los
Convenios, en su carácter de internacionales están por encima de las leyes nacionales,
exceptuando la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos; aunque para no caer en
posibles contradicciones las leyes en la materia han sido modificadas en conformidad a lo
firmado.
61
62
Citado en Pérez Montfort, Ibid., p. 21.
Gutiérrez Ramos, Op. cit., p. 50.
36
Es de destacar que todos estos convenios han sido impulsados por los Estados Unidos, y
cada uno de ellos no ha hecho sino ampliar las disposiciones del anterior. Además que uno
de los lugares más destacados en las primeras convenciones fue tomado por el cura
episcopal Charles Henry Brent, quien “jugó un papel principal en la formulación de la
legislación internacional para el control de opiáceos en Filipinas y China… su filosofía era
simple: la drogadicción era un problema social que requería un enfoque moral para su
solución”63 , un enfoque moral que, sin duda, es el de los Estados Unidos, con lo cual
refuerza la idea expresada por Thoumi, respecto a que “la política exterior estadounidense
en el campo de las drogas… está encaminada a convertir al resto del planeta a su manera
peculiar de ver al mundo”64 . Es importantísimo mencionar que, a diferencia de otras drogas
con mayores antecedentes de conflicto, como el opio, la mariguana se incluyó en la
Convención de 1961 por “una recomendación de la Organización Mundial de Salud que
había advertido a la Comisión de Narcóticos de Estados Unidos que “las preparaciones de
cannabis son prácticamente obsoletas y no existe justificación para su uso médico””65 .
En este contexto, el gobierno mexicano ha necesitado implementar leyes federales con el
fin de controlar las actividades vinculadas a las drogas establecidas en dichos convenios,
sin embargo, para facilitar la lectura, sólo referiremos las que refieren al narcomenudeo.
Tales leyes se encuentran, básicamente, en el Código Penal Federal, estas son:
Artículo 193. Se consideran narcóticos a los estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias o vegetales que determinen
la Ley general de Salud, los convenios y tratados internacionales de observancia obligatoria en México y los que señalen
las demás disposiciones legales aplicables en la materia.
Para los efectos de este capítulo, son punibles las conductas que se relacionan con los estupefacientes, psicotrópicos y
demás sustancias previstos en los artículos 237, 245, fracciones I, II y III y 248 de la Ley General de Salud, que
constituyen un grave problema para la salud pública…
Artículo 194. Se impondrá prisión de diez a veinticinco años y de cien hasta quinientos días de multa al que:
I. Produzca, transporte, trafique, comercie, suministre aun gratuitamente o prescriba alguno de los narcóticos señalados en
el artículo anterior, sin la autorización correspondiente a que se refiere la Ley General de Salud...
Las mismas penas previstas en esta artículo y, además, privación del cargo o comisión e inhabilitación para ocupar otro
hasta por cinco años, se impondrá al servidor público que, en ejercicio de sus funciones o aprovechando su cargo, permita,
autorice o tolere cualesquiera de las conductas señaladas en este artículo.
Artículo 195. Se impondrá de cinco a quince años de prisión y de cien a trescientos días de multa, al que posea alguno de
los narcóticos señalados en el artículo 193, sin la autorización correspondiente a que se refiere la Ley General de Salud,
siempre y cuando esa posesión sea con la finalidad de realizar alguna de las conductas previstas en el artículo 194.
No se procederá en contra de quien, no siendo farmacodependiente se le encuentre en posesión de alguno de los narcóticos
señalados en el artículo 193, por una sola vez y en cantidad tal que pueda presumirse que está destinada a su consumo
personal…
63
Nahas, Op. cit., p. 75.
Thoumi, Op. cit., p. 353.
65
Nahas, Op. cit., p. 85
64
37
Artículo 196. Las penas que en su caso resulten aplicables por los delitos previstos en el artículo 194, serán aumentadas en
una mitad, cuando:
I. Se cometa por servidores públicos encargados de prevenir, denunciar, investigar, o juzgar la comisión de los delitos
contra la salud o por un miembro de las Fuerzas Armadas Mexicanas en situación de retiro, de reserva o en activo…;
II. La víctima fuere menor de edad o incapacitada para comprender la relevancia de la conducta o para resistir al agente;
III. Se utilice a menores de edad o incapaces para cometer cualesquiera de esos delitos…
Artículo 199. Al farmacodependiente que posea para su estricto consumo personal algún narcótico de los señalados en el
artículo 193 no se le aplicará pena alguna. El Ministerio Público o la autoridad judicial del conocimiento, tan pronto como
se enteren en algún procedimiento de que una persona relacionada con él es farmacodependiente, deberán informar de
inmediato a las autoridades sanitarias, para los efectos del tratamiento que corresponda. Todo procesado o sentenciado que
sea farmacodependiente quedará sujeto a tratamiento…
Artículo 201. Comete el delito de corrupción de menores, el que induzca, procure, facilite u obligue a un menor de
dieciocho años de edad o a quien no tenga capacidad para comprender el significado del hecho, a realizar actos de
exhibicionismo corporal, lascivos o sexuales, prostitución, ebriedad, consumo de narcóticos, prácticas sexuales o a
cometer hechos delictuosos. Al autor de este delito se le aplicarán de cinco a diez años de prisión y de quinientos a dos mil
días de multa…”66
De estos artículos podemos notar que no queda clara, para los legisladores, la diferencia
que hay entre unas y otras actividades, por lo cual castigan con la misma pena todas ellas.
También se destaca que a pesar de que la posesión de drogas ilícitas para el consumo
personal no es castigada, lo cual es una contradicción utilizada por repartidores que la
utilizan para su beneficio. Los siguientes artículos pertenecen a la Ley General de Salud, y
tienen como intención aclarar el artículo 193, ya citado:
Artículo 235. La siembra, cultivo, cosecha, elaboración, preparación, acondicionamiento, adquisición, posesión, comercio,
transporte en cualquier forma, prescripción médica, suministro, empleo, uso, consumo y, en general todo acto relacionado
con estupefacientes o con cualquier producto que los contenga queda sujeto a:
I. Las disposiciones de esta Ley y sus reglamentos;
II. Los tratados y convenciones internacionales en los que los Estados Unidos Mexicanos sean parte y que se hubieren
celebrado con arreglo a las disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;
III. Las disposiciones que expida el Consejo de Salubridad General;
IV. Lo que establezcan otras Leyes y disposiciones de carácter general relacionadas con la materia;
V. Se deroga. Derogado en Diario Oficial de 7 de mayo de 1997
VI. Las disposiciones relacionadas que emitan otras dependencias del Ejecutivo Federal en el ámbito de sus respectivas
competencias.
Los actos a que se refiere este artículo sólo podrán realizarse con fines médicos y científicos y requerirán autorización de
la Secretaría de Salud.
Artículo 237. Queda prohibido en el territorio nacional, todo acto de los mencionados en el artículo 235 de esta Ley,
respecto de las siguientes substancias y vegetales: opio preparado, para fumar, diacetilmorfina o heroína, sus sales o
preparados, Cannabis sativa, índica y americana o mariguana, Papaver somniferum o adormidera, Papaver bactreatum y
Erithroxilon novogratense o coca, en cualquiera de sus formas, derivados o preparaciones . Igual prohibición podrá ser
establecida por la Secretaría de Salud para otras substancias señaladas en el artículo 234 de esta Ley, cuando se considere
que puedan ser sustituidas en sus usos terapéuticos por otros elementos que, a su juicio, no originen dependencia67.
66
Los artículos 193, 194, 195, 196, 197 y 199 corresponden al Libro Segundo; Título séptimo: Delitos contra la salud;
Capítulo I. De la producción, tenencia, tráfico, proselitismo y otros actos en materia de narcóticos.
El artículo 201 corresponden al Libro Segundo; Título octavo: Delitos contra la moral pública y las buenas costumbres;
Capítulo II. Corrupción de menores e incapaces. Pornografía infantil y prostitución sexual de menores.
Todos del Código Penal Federal; en: Legislación Penal y su interpretación por el Poder Judicial de la Federación. Disco
compacto, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2004.
67
Los artículos 235 y 237 pertenecen al Capítulo V: Estupefacientes de la Ley General de Salud que por decreto
presidencial entró en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación, 7 de febrero de 1984.
El subrayado es propio. Esta misma Ley presenta otos artículos referentes a los psicotrópicos pero en las zonas
marginadas estas sustancias tienen poco consumo
38
A diferencia del código penal, que tiene validez para todos los ciudadanos, la ley general de
salud sólo es válida en las instituciones vinculadas a la Secretaría de Salud, razón por lo
cual en ella si es punible el consumo de las sustancias señaladas. Pero además esta ley
influye en el código penal y su ejecución pues muchos distribuidores se declaran adictos
para así ser tratados como enfermos y no como delincuentes. Esta ley, además, comprend e
gran cantidad de otras drogas que no se señalan por ser irrelevantes para el tema. Por otro
lado, y con respecto a la manera de actuar de los narcomenudistas, se ha visto que cada vez
son más complejas las maneras de llevar a cabo su negocio, por lo cual se les ha incluido en
un artículo de la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada:
Artículo 2°. Cuando tres o más personas acuerden organizarse o se organicen para realizar, en forma permanente o
reiterada, conductas que por sí o unidas a otras, tienen como fin o resultado cometer alguno o algunos de los delitos
siguientes, serán sancionadas por ese solo hecho, como miembros de la delincuencia organizada:
I. Terrorismo, previsto en el Artículo 139, párrafo primero; contra la salud, previsto en los Artículos 194 y 195, párrafo
primero… 68
Hasta aquí el recuento de las leyes que penalizan y norman el narcomenudeo. Como se
puede apreciar las leyes penales diferencian la distribución, y otras actividades del
narcotráfico, del consumo ; por lo cual muchos narcomenudistas se declaran adictos para
evitar penas mayores, ya que los consumidores sólo pueden ser coercionados para asistir a
terapia. Sin embargo, esta distinción resulta obsoleta si se le compara con los avances de
otras naciones en materia delictiva. Un ejemplo de ellos es el estudio, realizado en la
Comunidad Autónoma Vasca, de Javier Elzo, en el cual clasifica a la delincuencia
relacionada con la droga en cuatro variedades: inducida, funcional, relacional o periférica y
tráfico por no consumidor, definiéndolas como “delincuencia inducida la que trae su origen
en la intoxicación producida, bien sea por la ingesta de alcohol, bien sea por el consumo de
sustancias tóxicas, estupefacientes o psicotrópicas… delincuencia funcional aquella
delincuencia que es realizada por un drogodependiente con la finalidad de conseguir los
fondos necesarios para subvenir sus necesidades de consumo… delincuencia relacional –
también podríamos denominarla periférica- a la que se produce en torno al consumo de
drogas y facilita dicho consumo. Está delincuencia puede producirse en dos sentidos, bien
facilitando directa o indirectamente la droga, bien facilitando la obtención del dinero para
68
Artículo correspondiente al Título Primero: Disposiciones generales; Capítulo Único. Naturaleza, objeto y aplicación de
la ley, de la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada; en: Legislación Penal y su interpretación por el Poder Judicial
de la Federación. Disco compacto, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2004. El subrayado es propio.
39
conseguirla… Tráfico por no consumidor… distinguiéndolo con toda claridad de los
supuestos en que el tráfico se realiza por un consumidor”69 . Desde esta perspectiva, se
observa que los delitos inmiscuidos en el fenómeno del narcomenudeo no sólo son los
delitos contra la salud y los relativos a la delincuencia organizada, sino también otros del
fuero común como son el robo, el asalto, el homicidio, entre muchos otros. En la zona
estudiada encontramos una complicada imbricación de las variedades delincuenciales
señaladas, pero también de individuos que saltan de una a otra a lo largo del tiempo o que
ejercen más de una a la vez, lo cual es más común en los jóvenes.
Del cruce de los aspectos señalados podemos destacar que el narcomenudeo es un
fenómeno que implica la venta de drogas ilícitas a consumidores finales, el cual es
perseguido por leyes establecidas en convenciones y tratados internaciones influidas por la
ideología del vecino del norte. También es de destacar que el narcomenudeo como tal
comercia con diversas mercancías (drogas), que en la zona de estudio se limita a tres:
mariguana, cocaína y crack; cada una de las cuales tiene diferentes efectos y consecuencias
sobre los individuos usuarios. En México, el narcomenudeo es un fenómeno al que se le
han atribuido una serie de características reproducidas por los medios de comunicación,
entre ellas el vínculo cuasi único con los jóvenes, su circunscripción a ambientes
marginales y su proclividad a provocar otros actos delictivos. Con este esquema de base, el
estado mexicano ha enfrentado el narcomenudeo diseñando iniciativas policiales en las que
la población juvenil es el blanco; ejemplos de esto, son el toque de queda llevado a cabo en
el municipio mexiquense Tlalnepantla de Baz, en el cual todos los jóvenes se volvían
sospechosos a partir de las diez de la noche y tenían que acreditar su inocencia, y el
programa de mochila segura en Iztapalapa, en el cual son registradas las mochilas de los
alumnos de secundaria con la intención de encontrar objetos y/o sustancias prohibidas. Por
otro lado, las instancias de salud consideran que el problema puede atenuarse disminuyendo
la demanda y encabeza esfuerzos para ayudar a sujetos con problemas de consumo de
drogas. Pese a estos esfuerzos, las drogas ilegales siguen ganando terreno en nuestra
sociedad, prueba de ello son el incremento de individuos co ntabilizados en estadísticas: de
69
Elzo, Javier (Coordinador); Lidon, José María y Urquijo, María Luisa, Delincuencia y drogas. Análisis jurídico y
sociológico de sentencias emitidas en las audiencias provinciales y en los juzgados de la C.A.V., Bilbao, Publicaciones
del Gobierno Vasca, 1992, pp. 31-33.
40
consumidores que llegan a centros de rehabilitación70 y de repartidores presentados como
presuntos delincuentes por las instituciones de seguridad pública71 .
70
Centros de Integración Juvenil, A.C. es una institución que, con apoyo del gobierno, lleva ya 35 años ayudando a la
rehabilitación de jóvenes adictos. Tiene centros en todo el país, en Iztapalapa tiene 2 centros siendo el centro sur el que
más usuarios tiene en el D.F., 521 para el año 2000.
71
Inegi, Cuaderno estadístico delegacional, Iztapalapa, Distrito Federal, ediciones 2003.
41
Capítulo 3. Los Participantes del Narcomenudeo.
En este capítulo el objetivo es mostrar la vida personal de algunos de los jóvenes
participantes del narcomenudeo que fungieron como informantes durante la realización del
trabajo de campo. No es mi objetivo presentar historias de vida de los informantes sino sólo
los momentos y circunstancias vinculadas a su participación en el narcomenudeo, ya sea
que incidieran de manera previa o durante su participación. Al ser los jóvenes quienes han
sentido con mayor fuerza el control sobre las drogas ilega les, considero consecuente la
observación de su participación en el fenómeno denominado narcomenudeo para
comprender cómo se reproduce el narcomenudeo en los barrios marginados de Iztapalapa.
La juventud es una etapa de la vida caracterizada por dos situaciones principales; la primera
de ellas refiere a la edad biológica, asunto de vital importancia en una sociedad que
encuentra en la edad cronológica uno de los principios importantes de su organización72; la
segunda característica es netamente cultural, refiere a la búsqueda de alternativas dentro de
una sociedad, que al ser marginada, se ve imposibilitada de proveer los satisfactores
necesarios a la totalidad de la población. Esta búsqueda de alternativas en la sociedad hace
que frecuentemente sean considerados rebeldes al inconformarse ante la insatisfacción de
las respuestas encontradas en su medio; en esta lógica, la rebeldía transforma
repentinamente a los jóvenes en individuos propensos al uso de las drogas y,
posteriormente, a las actividades delictivas. Esta es una visión que sin duda comparten
muchos de los programas para combatir el comercio de drogas ilegales, por lo cual hacen
de esta población su principal objetivo; razón por la cual obtienen resultados limitados, ya
que sólo se basan en estadísticas de consumo de drogas y de delitos contra la salud.
Respecto a las primeras, donde los jóvenes son reportados como los principales usuarios de
drogas ilícitas73 , considero que muestran una situación aproximada del consumo de drogas
a nivel general, pero carecen de información específica, ya que no está desagregada por
delegaciones o municipios, y permanece en constante desfase respecto a los tipos de drogas
utilizadas por los participantes del narcomenudeo. Así, los datos del CIJ sobre consumo de
72
Centro de Investigación y Estudio sobre Juventud, “Planteamiento marco”, en: Jóvenes mexicanos del siglo XXI,
Encuesta Nacional de Juventud 2000, México, Instituto Mexicano de la Juventud, 2002.
73
Secretaría de Salud, Encuesta nacional de Adicciones 2002. Tabaco, alcohol y otras drogas. Resumen
ejecutivo, México, SS-Conadic-INPRFM-Inegi, s/f, 32 p.
42
drogas en pacientes de primer ingreso no hacían diferencia entre el consumo de cocaína y el
de piedra74 . Por su parte, las estadísticas de seguridad pública muestran cifras confusas
acerca de la cuestión, por ejemplo presentan los “presuntos delincuentes por delitos contra
la salud”75 pero no presentan los delincuentes sentenciados por la misma razón. Además,
según lo observado en campo los individuos aprehendidos generalmente son individuos
jóvenes con poca experiencia en el narcomenudeo y/o en el trato con las autoridades.
Es así que, los jóvenes de Iztapalapa de la zona de estudio se encuentran doblemente
marginados; por un lado se encuentran insertos en un sector marginado con pobres
posibilidades de integración, por el otro son considerados como sospechosos por cualquier
autoridad pública. Hay quienes aseguran que este grupo social ocupa el lugar del expósito,
signo cuyo estigma han portado todos los proscritos de la historia: las brujas, los locos, los
herejes y ahora los drogadictos 76 . Sin embargo como aclararemos más adelante no todos los
jóvenes distribuidores son drogadictos aun cuando la mayoría de estos jóvenes pasan por
varias de los síntomas que componen esta enfermedad, la dependencia 77 . Partimos de la
idea que en los barrios marginados existen condicione s favorables para que los jóvenes se
vinculen al narcomenudeo, primero como consumidores y después como distribuidores
finales; conforme ella, los jóvenes marginados que se agregan a la distribución son
previamente consumidores y tienen altas posibilidades de llegar a la dependencia al pasar
por sus manos la droga que consume n. Además al formar parte incipiente de una
criminalidad estructurada empiezan a tener contacto cono muchos otros individuos que se
dedican a actividades ilícitas de manera clandestina, lo cual es grave pues, si recordamos
que la piedra y la cocaína tienen efectos euforizantes, el que un joven escuche de una
aventura al margen de la ley cuando está bajo los efectos de estas drogas puede provocar
que la acepte si no tiene otra manera de conseguir dinero para mantener su consumo o a sí
mismo.
74
Centros de Integración Juvenil, A.C. Reporte Estadístico del Uso de Drogas entre Pacientes de Primer Ingreso a
Tratamiento en Centros de Integración Juvenil durante 2002.
75
INEGI, Cuaderno estadístico delegacional, Iztapalapa, Distrito Federal, edición 2001, Inegi, 2002.
76
Nieto Fernández, Lilia y Araujo Monroy, Rogelio, “¡Droga!: La eficacia simbólica del mal”, en JOVENes, Revista de
estudios sobre juventud, Centro de investigación y estudios sobre juventud, México, nueva época, año 3, no. 8, enerojunio de 1999, pp. 62-83.
77
American Psychiatric Association, DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
Versión electrónica en español, Barcelona, Masson, 1995, 894 p.
43
Retomando la situación de los consumidores he encontrado algunos estudios que relacionan
a jóvenes marginados con las drogas, destacan los realizados desde enfoques psicológicos
que miran en los adictos a individuos que sufren por carencia de afecto 78 . También con
enfoque psicológico los esfuerzos realizados por los Centros de Integración Juvenil
encuentran en la ruptura familiar una causa que influye en el consumo de drogas,
especialmente cuando se habla de zonas marginadas 79. Ramos Lira, por su parte, encuentra
que el mercado de drogas a nivel micro puede ofrecer a los jóvenes, de todas las clases
sociales, dinero accesible aparentemente obtenido sin riesgo, ingreso a un grupo identitario
y los efectos del consumo que la sustancia puede ofrecer 80 . Con un enfoque psicosocial
Nieto y Araujo aseguran que las sociedades modernas tienen una tendencia estructural que
denominan “cultura filicida”, en la cual la sociedad ataca a jóvenes con drogas y los
jóvenes se curan con drogas de la sociedad que los persigue 81; esto es, los jóvenes
drogadictos son sacrificados por una sociedad que tiende a controlarlos.
Por su enfoque cultural destaca el estudio realizado por Chávez de Sánchez, quien en una
zona marginada de la Ciudad de México encuentra gran cantidad de jóvenes que consumen
drogas cotidianamente y que incluso llegan a traficarla pero no con fines de lucro sino para
autoconsumo 82 . También es ilustrativo el estudio sobre los chavos banda de Santa Fe,
realizado por Gómezjara, donde encuentra que las drogas eran de uso común en estos
grupos, pero destaca que el tipo de droga que consumían estaba estrechamente relacionado
con sus posibilidades económicas, lo cual repercutía en el alto consumo de drogas
industriales como solventes y resistoles 83 . El trabajo de Elena Azaola sobre niños de la
correccional también resulta revelador en tanto muestra que el consumo de drogas
comienza a muy temprana edad entre los niños recluidos, los cuales provienen de familias
marginadas 84 . Otros estudios realizados sobre jóvenes marginados no hacen sino constatar
las ideas presentadas sobre el alto consumo de drogas entre jóvenes marginados.
78
Cabildo Arellano, H. y cols.: Investigación sobre el uso de sustancias intoxicantes entre los jóvenes y menores del
Distrito Sanitario XVI. Revista Salud Pública de México, época XIV, núm. 1, 1972.
79
Entrevista realizada a Dolores Herrera, directora del Centro de Integración Juvenil Iztapalapa sur, en el marco del
proyecto ‘Jóvenes, identidad y conflicto”.
80
Op. Cit., p. 116.
81
Nieto Fernández y Araujo Monroy, op. cit., p. 63.
82
Chávez de Sánchez, María Isabel y cols. Drogas y pobreza. Estudio etnográfico del fenómeno de la
farmacodependencia en una colonia suburbana de la Ciudad de México, México, Trillas, 1990.
83
Gomezjara, Francisco A. y otros, Las bandas en tiempo de crisis , México, Nueva Sociología, 1987, 413 p.
84
Azaola Garrido, Elena, Los niños de la correccional: fragmentos de vida, México, CIESAS, 1995, 79 p.
44
Como vemos, los estudios que tocan el tema de la droga en jóvenes de sociedades
marginadas han seguido dos tendencias, la que encuentra en ellos adictos con necesidad de
atención y otra que muestra una simbiosis cotidiana. En ambas, sin embargo, la manera en
que los jóvenes se proveen de drogas sólo se toca superficialmente, en nuestro caso nos
acercamos no sólo a cómo los jóvenes se proveen de droga sino también a conocer cómo se
reproduce el narcomenudeo entre los jóvenes marginados, este es el principal aporte que
hago en la tesis, el cual espero que ayude a una mejor comprensión del impacto que tienen
las drogas prohibidas en nuestra sociedad. Sin embargo, hay que tener como antecedente
que las condiciones en que se desenvuelven los jóvenes los precede, y que estas
condiciones refieren a carencias en el aspecto material pero también a las redes sociales que
permiten mitigarlas. Es así, que en el capitalismo actual, los jóvenes marginados carecen de
mercancías de lujo que observan a través de los medios, los cuales se convierten en su
objeto de deseo, pero también de las redes formales para su obtención; de esta manera,
optan por las redes informales para hacerse de ellas, las cuales no diferencian entre
mercancías ilegales y robadas. Es entonces que, en los barrios marginados los jóvenes
recurren a redes ilícitas (mercado negro) que les permiten acceder a mercancías que de otra
manera no podrían obtener, entre ellas las drogas.
3.0. Nota metodológica
La recopilación de la información ha sido producto de la búsqueda sistemática de jóvenes
usuarios acompañada de un toque de fortuna. El proceso ha sido lento, pero considero que
ha valido la pena. El contacto con la zona de estudio se inicio en octubre de 2002. Cobijado
por la UACM, en el marco del proyecto ‘jóvenes, identidad y conflicto’, dirigido por el Dr.
Carlos Mario Perea Restrepo, pude relacionarme con distintas instituciones oficiales como
la Comuna y el FARO de oriente, y organizaciones religiosas o civiles como las iglesias y
la Organización de Jóvenes Revolucionarios (OJR). A través de estas instituciones y
haciendo uso de sus redes pude empezar a conocer a jóvenes de la zona de estudio, así
como sus representaciones sobre el narcomenudeo y sus participantes.
45
Durante esta fase de la investigación conocí principalmente a jóvenes relacionados con el
consumo de drogas o que conocían de algunos aspectos de la droga debido a su convivencia
con vecinos consumidores. Los informantes fueron captados a través del muestreo conocido
como “bola de nieve”; esto es, a partir de un informante conocía a otros más. Escuchar sus
voces ha sido interesante pues además de haber servido como un acercamiento al problema
en su conjunto y de su visión que tienen como clientes, algunos de estos entrevistados han
servido como intermediarios entre algunos comerciantes y quien escribe. En esta fase se
realizaron las entrevistas, en la mayoría de las cuales recibí ayuda de la Lic. Marina
Trujillo. Las entrevistas realizadas fueron semiestructuradas y duraron un promedio de dos
horas, todas excepto una fueron audiograbadas, la mayor parte fueron individuales pero
también hubo colectivas. La información obtenida en estas entrevistas giraba alrededor de
diversas problemáticas que aquejan a los jóvenes, por lo que no toda la entrevista era sobre
drogas, sin embargo todos los entrevistados tuvieron comentarios que hacer. Fueron
realizadas 33 entrevistas a 30 jóvenes y 10 adultos (Anexo 1), 21 hombres y 10 mujeres,
todos los jóvenes excepto dos participaron en el consumo de drogas ilícitas en algún
momento de su vida, 16 aceptaron ser consumidores habituales al momento de la entrevista.
Otras 7 entrevistas fueron realizadas a funcionarios públicos, en ellas destaca la ayuda de
María, en ese entonces reportera del diario La Jornada, quien fue el enlace para hacerlas
posible. También se realizaron otras 4 entrevistas a organizaciones no gubernamentales que
al hacer labor en la zona de estudio se han tenido que enfrentar a la problemáticas
relacionadas con las drogas ilícitas en algún momento de su trabajo, agradezco a estas
organizaciones su apertura: Organización Juvenil Revolucionaria (OJR), Frente Cultural
Independiente (FECUI), Centros de Integración Juvenil (CIJ) y Centro de Mujeres Pobres
(CEMPO).
A la par de las entrevistas utilicé el diario de campo como una herramienta con la cual
captar información que no había sido grabada, ya sea porque había sido expresada fuera de
la entrevista formalizada, o porque se trataba de información captada mediante la técnica de
observación participante. Fue en la segunda fase de la investigación cuando di prioridad al
uso del diario de campo como instrumento para captar información. Durante esta etapa tuve
la oportunidad de realizar observación participante en la tiendita de la Jefa, un expendio de
46
cocaína y piedra. La primera vez que llegué me acompañó el Fresa, quien sirvió de
intermediario, me presentó con el Negro y le recordó que ya le había comentado sobre “un
tipo que quería saber sobre drogas”. En esa ocasión Negro estaba acompañado de otros 6
jóvenes, se encontraba tomando una botella de mezcal y dijo que pasáramos al día siguiente
porque est aba ocupado. Al otro día, me volvió a acompañar el Fresa, Negro estaba con
Pollo, Guaguaras y Clavo, después de platicar unos minutos llegó un joven que quería
intercambiar un papel por una películas piratas, no le quisieron vender porque todavía no
era hora y Negro terminó llevándole las películas apenas se distrajo, después de que el
joven se alejo bajo amenazas del Guaguaras por haberlo acusado del robo también nosotros
decidimos retirarnos.
Unos días después regresé al punto de venta, la decisión no fue fácil pues ya no me
acompañaba Fresa, pero me decidí debido a que ya sabía el apodo de algunos de ellos y a
que, aunque poco, ya me habían visto con un cliente; pensaba que si se llegaban a mostrar
adversos podría presentarme como un consumidor que quería ser cliente. Cuando iba
llegando, Guaguaras me reconoció y me saludó desde lejos, eso no sólo me animó sino que
facilitó el acercamiento con los jóvenes que lo acompañaban. Esa ocasión estaba con tres
jóvenes más, estaban tomando mezcal y cuando fueron por una botella me quedé sólo con
Guaguaras, le comenté las razones por las que estaba ahí: hacer un estudio sobre el
narcomenudeo, se me quedó viendo como si no lo creyera y después de cerrar los párpados
como agudizando la vista me pidió que acariciara sus perros, lo hice con los que estaban
afuera pues tenía 19 perros y aceptó diciendo que estos le señalaban que decía la neta.
Guaguaras no aceptó que se le grabara, lo cual tampoco aceptaron los demás, y durante
todas las visitas ponía atención en mis acciones, hacía preguntas de diversas formas para
confirmar que no mintiera y se fijaba en que tomará cuando me pasaban la botella. Nunca
supe porqué me había recordado ni tampoco si la prueba de los perros fue lo que causó la
empatía, pero para mi fortuna Guaguaras resultó ser el hermano mayor de la familia
Perico, la cual organizaba el comercio de drogas en La Tiendita de la Jefa, esto ayudó a
que los demás narcomenudistas aceptaran a hablar conmigo aun cuando se reservaban a
contestar muchas de las preguntas que les hacía. Más de una vez me advirtieron que sobre
algunos aspectos no preguntara.
47
Esta segunda fase se inició en septiembre de 2003 y continuó hasta mayo de 2005, se
distingue de la anterior no sólo por el tipo de informantes a los que tuve acceso sino
también por el uso exclusivo de la observación etnográfica como técnica para obtener la
información y del diario de campo como instrume nto para recopilarla. Durante esta
segunda fase pude obtener información de 9 jóvenes y 2 adultos comerciantes de drogas
ilícitas (Anexo 2), 8 de los jóvenes también eran consumidores habituales mientras que los
otros 3 repartidores no eran consumidores de drogas ilícitas. Debido a la desconfianza con
que estos individuos tratan a aquellos con quienes interactúan siemp re mostraron poca
apertura para hablar de su vida personal, en la mayoría de los casos es escasa la
información sobre este aspecto aunque pude recabar algunos aspectos durante las pláticas
que tuvimos a lo largo del trabajo de campo. Los datos recabados muestran similitudes
entre las acciones de los narcomenudistas y varios de los jóvenes que sólo consumen,
especialmente las vinculadas al consumo previo y a la manera en qué se fueron adhiriendo
al narcomenudeo, también en la percepción de su participación y sobre el modo como esta
ha transformado sus relaciones sociales.
Cabe decir que al contrario de lo comúnmente aceptado sobre la duración del trabajo de
campo, la cual se refiere a un año continuo, en mi trabajo esto fue imposible. No pude
menospreciar la posibilidad de riesgo, pues el haber sido confundido como agente de
seguridad me podría haber traído serias complicaciones con los narcomenudistas, del
mismo modo, el haber sido confundido como repartidor de drogas me podría haber traído
complicaciones con agentes policíacos. Por ello las visitas no fueron continuas sino que
dejaba de hacerlas cuando las corporaciones policíacas ponían en marcha cualquier tipo de
operativos, esta situación contrajo la necesidad de alargar el tiempo de observación, lo cual
resultó conveniente pues pude presenciar como La Tiendita de la Jefa pasó por varias
etapas que se diferencian por el modo de organizarse para realizar el comercio de las drogas
ilícitas. Por otro lado, si bien mi presencia era tolerada durante la realización de sus
actividades, se llegó a volver motivo de roce cuando asistía continuamente; después de
unos meses pude darme cuenta que los días de mayor actividad eran los fines de semana y
los días de quincena, por lo que pude planear mejor la frecuencia de las visitas. La parte
48
final del trabajo de campo fue marcada por la aparición de la AFI, después de que esta
cateó La Tiendita de la Jefa asistí algunas ocasiones más, pero algunos de los informantes
que dudaban sobre mi empezaron a minar la confianza del resto y decidí poner fin a las
visitas.
En este capítulo presento cinco relatos de jóvenes que se han mantenido en el consumo de
sustancias ilícitas durante más de cinco años: Patotas, Role, Fresa, Guaguaras y Pollo.
Considero que estos relatos muestran la manera en que los jóvenes viven cotidianamente
las relaciones sociales que le permiten participar del narcomenudeo, tres de los relatos
refieren a comerciantes de drogas mientras que los otros dos eran solamente consumidores.
Los tres primeros relatos los he recuperado de las entrevistas audiograbadas mientras que
los últimos dos fueron recuperados del diario de campo del autor. Estos han sido los
informantes: jóvenes marginados que participan de las actividades del narcomenudeo, pero
también jóvenes y adultos que no necesariamente han participado del consumo y/o
comercio de drogas. Por tal razón, de aquí en adelante cuando utilice el término
narcomenudista me estaré refiriendo a jóvenes que distribuyen drogas ilícitas, pero debido a
que también hubo algunos informantes adultos aclararé cuando haga referencia a ellos.
3.1. Patas85
Mi familia llegó en agosto del 74, fuimos la tercera casa que hubo en la calle, no había
nada, se plantaba maíz, calabaza y frijol, eran terrenos de siembra. Mi familia es de O axaca
y aquí es el paso hacia el centro, se enteró del terreno y cayó. Nací aquí. Cuando los
domingos subíamos al cerro a echar desmadres se veían manchas y terrenos baldíos, a la
fecha ya no. Solo basta andar por Ermita-Iztapalapa y voltear alrededor para darse cuenta
hasta donde ha llegado la gente a habitar, en la calle se puede observar que se han ido
incrementando la gente y los jóvenes. Mi mamá se dedica al hogar, mi papá es tornero en
una fábrica donde hacen motores; son de Oaxaca, ya se conocían allá y acá formalizaron
todo… se casaron en el pueblo y se regresaron pues compraron aquí.
85
Este relato se basa en la entrevista realizada al Patas.
49
Mois siempre ha habido, desde niño pasaba por donde se juntaba la banda y le preguntaba a
mi mamá “¿por qué huele así?”, - “Pues es mariguana ”. Desde niño sabía lo que es la
mariguana, en Oaxaca dos que tres tíos sembraban. Mi familia aunque conservadora
siempre hablaba de que había veces que sembraban mariguana, lo platicaban cuando todos
estábamos comiendo en fiestas de fin de año, cada año voy a Oaxaca desde que tengo 8
años. En las vacaciones todos mis primos íbamos a echar desmadre, a ayudarle al abuelo,
allá los campesinos pues siempre tienen mariguana ¡puta! Es como decir maíz, pero entre
pocos, con mis tíos si era así de llegar y ver los surcos de maíz “¡ay, güey! ¿Abuelo qué es
esto, frijol?”, -“No hijo, es mariguana ”. En el 89 cayó el madrazo en el pueblo de mi jefe,
cayó el ejército y desde entonces hay un campamento ahí. Desde niño sabía lo que era eso y
como se cultiva, nunca se erradicó, siguen vendiendo por allá, a 6 horas caminando venden
kilos de buena mota, siempre fue así como muy natural, aquí también pues siempre se
conseguía. Coca era bien difícil, en el 90, 91, los únicos que consumían coca en el barrio
era la gente de varo, otros güeyes nel. Solamente la conseguían en Tepito o uno que otro
judicial se las vendía, bien difícil, conseguirla ahora es fácil, le echo que al menos cada
colonia en Iztapalapa tiene un dealer de coca. Conseguir un gallo tiene rato que está bien
cabrón pero se consigue, para conseguir coca uno camina 10 cuadras y hay un dealer,
caminas otras 10 y ahí hay otro, y hasta de varios precios, esta bien cabrón con la piedra.
Desde que tengo uso de razón mis padres me mandaban a la escuela, me gustaba ir a la
escuela porque allá me encontraba con otro tipo de banda, relaciones diferentes a las del
barrio, siempre la veía como un juego, era mi juego en la vida familiar. Mi rol era ir a la
escuela y presentar buenas calificaciones para que mis padres me siguieran dando apoyo
económico, me gustaba jugar mi rol, llegar y decirles a mis jefes “miren ya pasé todas mis
materias, móchense con un varito para irme a una playita o a un campamento con la
banda”, por eso es que nunca he desatendido la escuela… Cuando tenía 11 años, empecé a
salir de casa para tener contacto con la banda que se junta aún hoy en la esquina. En aquel
entonces era el paso de la escuela a mi casa, le preguntaba a mi mamá “¿qué onda con esa
banda que esta ahí?” Ella me contestaba que nunca me acercara a ellos porque eran va gos
“no quiero que seas un vago por eso te llevo a la escuela”. Se fue incrementando esa
curiosidad entre los 10 y 12 años. Más se incrementaba porque varios de los que se
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juntaban ahí eran mis familiares, primos que en ese entonces tenían entre 17 y 18 años,
todos los que se juntaban con ellos también eran de esa edad, algunos más grandes. Para mi
fue superfácil entrar a esa generación, llegaba con mis primos “¡que onda! ¿Me prestan su
bici?” En lo que ellos estaban en la esquina cotorreando me daba unos volteones. Lo podía
hacer porque mis padres trabajaban, llegaban entre 6 y 7 de la tarde, pues tenía varias horas
para tener contacto con la banda porque llegaba de la escuela como a la una y media. Me
trataban todos bien, me mandaban por las guamas y me quedaba con los cambios, mis
primos hacían paro de que no se manchara la banda.
A los 14 años empecé a trabajar de empacador voluntario en un Superama pues mis papás
me empezaron a formar una responsabilidad en la casa y la escuela... Algunos fines de
semana estaba aquí, otros no porque trabajaba en el turno de la tarde, como iba en la
secundaria nada más los fines de semana trabajaba, viernes, sábados y domingos. Tenía
contacto con ellos de lunes a jueves, salía en las noches a echar una cáscara o unas chelas,
ya desde aquel entonces me echaba mis chelitas con permiso de mis papás y sin pedos.
Toda mi familia siempre ha tenido corazón fiestero y siempre que hay fiesta somos un
montón de la familia, tengo 7 tíos por parte de mi mamá y 6 por parte de mi papá, y todos
de 3 a 6 hijos... Todos mis tíos que viven aquí provienen de Oaxaca, llegaron a la ciudad
queriendo trabajar, consiguieron trabajar y dejaron su tierra para poder hacer lo que cada
quien pudiera.
Recuerdo que en aquel entonces compré un libro que se llamaba ‘Chavos banda’ y decía
“¡C hale! Estos güeyes hablan de nosotros”. Me empezaban a gustar ya esas definiciones,
nosotros también teníamos la nuestra, nos llamábamos ‘Los C holos’. Antes los que se
juntaban con mis primos se llamaban ‘Los Picudos’, en donde quiera veías ‘P icudos band’.
Fui de los primeros de la otra generación, cuando tenía 18, en el éxtasis de la vida para el
desmadre ya casi todos mis primos estaban casados, la banda apresada, otros en las
granjas, la mayoría casada y con chavos, pude ver ese cambio y desintegración de la
banda. Pero mucha banda ya empezaba a crecer en el barrio y nos fuimos agrupando,
éramos chavos de los grandes, 17, 18 años, toda la banda tenía sus 15, 16 y uno que otro
que aún sigue por ahí haraganeando solo y sin familia. Recuerdo que un camarada de ‘los
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Picudos’ se había ido a Los Angeles de migrante y cuando regresó ya traía toda la pinta
pues había sido pandillero allá en Los Angeles como lo fue aquí, recuerdo que una vez nos
dijo “¡que transa, ustedes van a ser Los Cholos!” Por esos años se pintó la virgen y así,
como que hubo una identidad… En aquel entonces iba en el CCH oriente y pus era
netamente marxista, con la educación me desprendieron de toda concepción religiosa,
estaba conviviendo con la banda pero pus sabían que no creía en eso… siempre me
aceptaron, si les cooperaba para el sonido y pa’los grupos que traen al aniversario de la
banda el doce de diciembre, este año ya van a festejar el 17 aniversario de ‘picudos’ y
‘cholos’, ellos siguen organizando pus la identidad del sonido no se le puede zafar a la
banda… [antes] por todos lados pegábamos propagandas del aniversario de los PicudosCholos, citábamos en la virgen y dábamos la dirección “cáiganle, todas las bandas del
rumbo invitadas”, queríamos que en el aniversario pues hubiera un chingo de banda,
invitábamos clubes de baile de salsa, la banda gay del barrio también nos conocía, venían y
armaban el baile. Un callejón era excelente pa’la banda, mis primos viven en ese callejón,
podían estar chupando afuera de sus casas y sus jefes nunca les decían nada, mis tíos todo
el tiempo le chingaban y no había pedo por la chela, eran pedotes y se metían uno que otro
toque de mota, era ese desmadre entonces. Es a finales de los 80’s cuando empiezan a
entrar otro tipo de sustancias tóxicas como el thinner, el cemento, el activo, la famosita lata
amarilla, la banda se empezó a hacer más rocker, más vale madre, de algún modo
influenció algo la música, seguían organizando bailes de salsa y cumbia, asistían a los
sonidos, pero la identidad era el rock.
Tal vez por el modo de vida que llevaba mis papás me empezaron a dar libertad, estaba al
tanto de mis clases en la escuela y ellos tenían que ver mis boletas cada que iban a la
secundaria. Después fui al CCH y aún seguía trabajando de empacador con acta falsificada
porque ya tenía 17 años. Entonces pasaba con la banda y como traía varo, pues de
empacador se gana chido, “¡que onda les invito una chelita!”… En mi casa nunca me faltó
nada, tenía techo, ropa, alimentación, estudio, pero esa banda si se la pasa mal, varias veces
vi como les pegaban sus jefes con cables, con el cinturón o ya de plano de las greñas o unas
patadas. En aquel entonces me empezaba a juntar con la banda y ya tenía conciencia, a los
15 veía eso y pe nsaba “chale ¿cómo su jefe se pueden pasar de verga?” Estábamos jugando
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fútbol y salían a meterlos a patadas, esa banda fue la que se la pasó en internados, granjas,
reclus y ahora que salieron siguen ahí, hasta creo que aprendieron más malas mañas. Todos
teníamos apodos. A mi siempre me han dicho el Patas, hasta el momento. Originalmente
era el ‘patotas’ pero a la banda se le hacía un nombre muy largo y quedó el Patas, fue
porque andaba con una morra de aquí del barrio que ¡fiu , estaba bien! Le gustaba usar
faldas cortas y como también era del barrio los sábados cuando podía me la llevaba al
sonido y pus toda la banda me veía así “¿patotas con ella, no?” Pus ya de ahí ‘el patotas’…
hasta uno que otro de mi familia también “Patas”.
Los domingos y hasta los martes se hacían retas de fucho, llegaban un chingo de bandas
que nos conocían y a retar, se hacían un chingo de retas de fútbol y era cuando “vamos a
armar unas chelas”. Luego los vecinos iban pasando y “¡Cámara banda, ahí les va!” Nos
aventaban pa’ dos, tres, chido porque la banda les cuida el cantón ya que nos juntábamos
en la esquina y pus la neta conocíamos a todos los del barrio. Cuando nos juntábamos ahí a
nadie de por aquí le robaron, al güey que topábamos robando pues madriza y bote. Enton’s
las personas y familias del barrio aunque no tenían contrato solitas cooperaban con las
chelas porque veían que nadie se metía a robar. No éramos rateros del barrio, si nos gustaba
la peda y la droga pero pus chido, siempre estuvimos contentos con todos los vecinos.
La coca la he probado y pues la neta el grado de adicción es cabrón, quieres más y más, son
las tres de la mañana y dices “¡vamos por otro!” Ahora es lo mismo pero salen con pistola a
las 2, 3 de la mañana y roban al que pase o paran un carro, aquí en la Cañas, con otro carro
y adiós… Toda esa banda que ahora es crack empezaron con la coca, metiéndosela por la
nariz, fumada con tabaco o con mariguana, un primo, ahora no salen del bote, bote y bote,
cada vez quieren más. Antes me metía crack pero de enero para acá no me aviento un
botecito, el año pasado si me aventé de crack todo el año. En el 96 fui bien adicto a la coca,
pero entré a rehabilitación y todo el pedo, hice un juramento de 5 años, cumplí en enero del
2002 y dije “bueno, me voy a aventar otras líneas”, ¡Vergas, que me aviento todo un año de
piedra y línea! Desde enero para acá volví a hacer otro juramento de 5 años, pero el año
pasado invité a varia banda del barrio que me decía “¿qué, ahí en tu cuarto? ¡Vamos a
darnos unos botes!” Eran las 5 de la mañana y apenas se estaban yendo, banda pesada del
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barrio que mis respetos porque es impresionante la cantidad de coca que se meten y como
si nada, no sé si adelante les va a hacer daño pero se están yendo bien riquis.
Los juramentos [para dejar la coca] los he decidido hacer por la estabilidad familiar,
siempre ha sido por mis familiares. En aquel entonces fue bien cabrón pues llegué hasta el
CERESO en el estado [de México]. La neta mis jefes siempre me apoyaron en todo ese
pedo, caí por pedos de porrismo en el CCH, veníamos de un clásico poli-pumas, de
Zacatenco para acá, y que nos agarran en ciudad Neza robando, veníamos un camión entero
y pus nos acusaron de un chingo de madres, la neta me dormí bien cabrón, por eso fue que
dije “¡Nel, a la verga los químicos!” Aparte de coca me metía chochos, esa vez me
agarraron bien chocho y dije “¡Verga! ¡Que pendejo! Por andar bien chocho” No estuve
mucho en el CERESO, nada más estuve tres días en lo que me sacaron mis jefes, si me
esperaba a la escuela no la hacía, hubo güeyes que se aventaron hasta dos meses. Nosotros
éramos del CEU y pus la neta el PRI era el que nos auspiciaba porque nos apoyaba con los
camiones, antes todo era PRI y pus él nos decía “no hay pedo, agarren unos camiones y
váyanse al clásico”, esto porque nosotros los apoyábamos con 2, 3 pinches camiones del
CCH cada que había manifestaciones políticas... Cuando me agarraron ya no iba en el
CCH, ya era de la ENEP Aragón pero me hicieron su cuate los del PRI, esos güeyes dieron
varo para que saliéramos, con lo del PRI le pagué a mi jefe. Nos cobraron como 8,000
varos por cabrón, pero como se armó un escándalo por la prensa pues en corto nos dijeron
“¿saben qué cabrones? La neta la bronca no se va a poder parar aquí en el MP, le van a
tener que entrar”. Fue cuando sentimos la verga, en corto le dije a mi jefe “móchese con
8,000 pesos”, mi jefe me la aplicó dos días, mi familia decía “nel, ¡vamos a dejarlo dos días
para que sienta la verga!” Después me dijo mi carnal que así fue el pedo.
Cuando me sacaron tuve depresiones así de “¡Chale! Me lleva la verga, nunca quise hacerle
esto a mis jefes”, veía a mis jefes preocupados, eso fue en octubre. Para romper con ese
modo de vida y hacer otro, en año nuevo me fui con mi mamá, en aquel entonces ya no era
católico pero la acompañé a Juquila porque mis papás son de Oaxaca… sabían que era bien
adicto por chismes del barrio, tengo unas primas que siempre le llevaban chismes a mi
mamá… ya era bien adicto, hasta robaba con chochos y todo el pedo, nunca robé en mi
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casa pero robaba aquí cerca, robaba a los que venían a repartir a la tienda, no sabían ni por
donde me iba. Por lo regular era a los camiones repartidores, como se estacionaban enfrente
de mi casa y se bajaban a la tienda, no sabían que abría la puerta y salía, enton’s agarraba
todo lo que tenían enfrente, calculadoras, plumas, teléfonos, ya dos que tres traían celular, o
de plano cuando estaban el de clarasol pus dos tres cajas de clarasol y así. Como ya me
estaba pasando de verga dije “¡chale! ¿Q ué estoy haciendo? Tengo que decirle a mis jefes
que tan, tan”. Me llevaron a la iglesia porque ellos tienen arraigo religioso, prácticamente
no fue adentro de la iglesia sino afuera, ya que salimos de misa le dije a mi mamá “estuve
pensando bien cabrón aquí adentro, tan, tan con la coca y los chochos ” Como nada más iba
con ellos pues hablé chido y les dije “¿Q ué transa? Nada más apóyenme con la mota, es
otro pedo y pues sé que salgo con la banda porque no lo puedo hacer en mi casa”, ¡que
cínico! Pero en realidad así era, salía con la banda porque una vez que probé la mota me
latió y dije “quiero fumar mota”, y pues salía con la banda porque en la casa no podía. A
pesar de que varias veces me cacharon y me dieron unas cagadotas nunca me corrió mi
mamá y la vez que me corrió mi papá mi mamá lo regañó. ¡Bien coto! Y pues ya no me iba.
Así son los oaxaqueños, no se puede correr a un cabrón de la casa porque toda la familia se
le voltea, por eso le decía a mi abuelito: “Abue tu hijo me quiere correr de la casa”, pues iba
y ponía en corto a mi jefe “¿Qué transa? Si ya no lo quieres yo me lo traigo y lo mantengo”
Como que mi jefe se sacaba de pedo y me decía “No, te corrí porque estaba emputado”.
Pues por eso mismo juré, si juré porque me juré a mi mismo “me tengo que aguantar”, y
pues si aguanté. Eso si, dije que nada más unos dos meses, por lo mismo que había leído
que llega el putazo después de un rato sin cocol… después de jurar me quedé con mis jefes
por allá, tengo familia desde Puerto Escondido hasta Pinotepa, un tiempo estuve en
Chacagua tres meses con un tío. Luego empecé a tener otras actividades, como en aquel
entonces ya estaba en periodismo y estaba aprendiendo a hacer foto pues me dediqué a
hacer foto.
Me metí a chambear en corto cuando me di cuenta que para dejar esos pedos se tiene que
estar en actividad, como era de fotografía pues me sentía bien chido, como que me fueron
endrogando más las fotos. Me gustaba llegar a mi casa y tomar fotos, o salir y tomar,
gastarme el varo en revelar y dándome mis gallos. Como nunca falté en la escuela, jamás
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en mi vida reprobé una materia, pues mis jefes saben que con la mota no hay pedo. Seguí
siendo el mismo desde que dejé los químicos hasta ahorita, nunca tuve pedos, sabían que no
me metía coca ni chochos pero que me metía mariguana, nunca me volvieron a ver como
cuando llegaba bien drogadicto los sábados, y pues han tolerado el consumo de mariguana
en casa. Pero tolerado nada más porque entiendo que mis jefes de algún modo se sienten
mal pero pus hasta ahí, ellos lo que no quieren es verme fumar, huelen el humo y han de
pensar “ese güey está fumando mariguana ”, nada más se las huelen pero no me ven. Fue lo
que me dijo mi mamá una vez “te voy a dejar fumar en la casa porque no quiero verte
fumar nunca en la calle”, ahí fue la separación con la banda del barrio, aunque a veces los
frecuente un domingo, unas chelas y hasta ahí. Así de que “¿qué transa banda? Vámonos
acá, vámonos allá en grupo”, ¡no! Con alguno si pa’cá, luego algún otro día con otro, ya
nunca juntos porque ya podía fumar aquí, no tenía necesidad de salir aunque fumo poca y a
ciertas horas, nada más con que no estuviera mi papá, pero ya después entró igual. En aquel
entonces mi mamá me decía “nada más que no te vea tu papá”, era nada más cuando mi
papá no estaba, ahora ya puedo fumar aunque esté él.
[El consumo] Lo he reducido cabrón porque antes me duraba un cuarto [de kilo de
mariguana] 15 días y ahora cada que me puedo comprar un cuarto me dura hasta un mes...
Por cosas que se tienen que hacer es que lo dejo, porque cuando cursé comunicación fue
una etapa pachequísima, por lo menos los dos últimos años, como ya no me metía chochos
ni coca, pus si me andaba. Antes vendían unos monederos a 10 varos y nos metíamos al
kiosco, siempre antes de irme a la esc uela pasaba por mis dos monederos y diario dos
monederos, dos, dos y aparte toda la que fumaba allá, fumaba bien cabrón, un cuarto bien
pesado en quince días. Ahora ya casi no, tengo como año y medio que no me compro un
cuarto, pero de algún modo siempre he tenido, ahorita que no tengo pus ya me iba a
comprar un tostoncito por acá con el bueno, es una droga chida. Hice un video de la
mariguana para regresarle algo de lo que me dio… Estudié comunicación porque desde
chavo me ha gustado el uso de la cámara de video, recuerdo haber visto por primera vez
una cuando tenía como 7 años, esa vez una tía grabó la boda de un primo y cada que se
juntaba la familia a verla decía “¡ay güey, pinche camarita grabó todo eso!” Hasta la fecha
por ahí anda rolando esa grabació n. Cuando iba en el CCH me fui metiendo a optativas
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como fotografía I, uso del video, entré al CCH de 15 años y a los 17 mi papá me compró mi
cámara de fotos pues iba al taller del CCH. Ya cuando me tocó escoger la carrera para irme
a la universidad pues dije ciencias de la comunicación y periodismo y que me aceptan, pero
me mandaron a la ENEP Aragón en vez de ir a CU sin embargo lo que me importaba era la
carrera, me tuve que fletar 4 años yendo a esas tierras lejanas de Nezahualcoyotl.
Nunca me voy a sa lir del barrio aquí me voy a realizar, mi jefe ya me dijo que cuando
quiera construya un estudio, que tiremos una parte. Ellos se van a ir a vivir a Oaxaca, allá
tienen su casa, nada más están esperando que se jubile mi jefe y se van pa’l pueblo. Mi
mercado es el barrio por eso quiero poner un estudio, ya la gente me conoce de 4, 5 años
pa’ acá, sabe que soy fotógrafo y las hago bien, el costo depende de la gente, como ya los
conozco si sé que son de varo pues casi les cobro lo que es porque conozco los precios de
los estudios de por aquí, entonces ya sé con qué precio vienen y cual esperan oír…
3.2. Role
Empecé a inhalar activo desde la secundaria y me seguí con la mota... después me dijeron:
“¡Chale! ¿No has probado la piedra? ¡Chingue su madre, vamos a comprar una a ver qué
pedo”, éramos desafiantes en esos aspectos, y yo me dije: “bueno, no hay pedo, no’más
una… no se me va a notar”. Pero ya después no era una, cada ocho días me compraba 2-3
papeles. Cada una me costaba setenta pesos... llegué a robar a mi propia familia, empeñaba
las cosas de mi casa, no me importaba, robaba las cosas y las vendía, todo era conseguir
dinero para seguir drogándome: Tener que sacar las cosas a las 2 o 3 de la mañana, solo, en
las calles solas, me decía: “¡Vale verga!, ¿por qué me pasa esto?, ¿por qué no puedo salir?”,
ahí no se fuerzan las lágrimas, son reales, no son lágrimas de cocodrilo “¿qué hice yo para
merecer este desmadre?”, pero es real, la vida tiene que seguir así: a unos les toca vivir
bien, a otros les toca vivir mal; incluso algunos de mi familia se siguen dañando con
piedra.
Después me puse a venderla. Me metí en ese desmadre con algunos de mi misma familia:
¡Cámara!, no hay pedo, dame, yo reviento. Ellos veían que sí realizaba, o sea, sí le echaba
ganas, tenían encargos y repartía un chingo de vicio, me fueron jalando, muchas veces traía
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mil, mil quinientos, o sea dinero equis que ya era mío. No sabía cómo, pero ya metía la
mano en mi bolsa y sacaba cincuenta pesos como un pinche papel, bien dicen que dinero
mal habido no te va a rendir nada. Yo oía que decían que andaba mal vestido, demacrado
de la cara, bien flaco “¿Qué le pasará? ¿Tendrá algún problema?” Pero yo no aflojaba el
pinche prestado que andaba metido en esa madre, hasta una ocasión que me llegué a meter
2-3 gramos, llegué a mi casa y valí porque terminé contando que estaba metido en el vicio
de la cocaína.
Por eso me había vuelto ratero, pero no dije eso, sólo dije que estaba metido en la droga. Mi
mamá me abrazó y sentí chingón su apoyo; aunque mi papá me puso en toda mi madre, me
paró de las greñas y me puso unos patadones, “¡no quiero drogadictos aquí!”. Yo le decía
que me llevara a un centro de rehabilitación, porque ya no podía, y entre más le decía que
no podía más me daba en mi madre. Es que desgraciadamente es un pinche vicio que te
come chingón, que te hace adicto en corto. Muchas de las veces salía de la chamba
sudando, hasta paraba un pinche taxi para venirme rápido a aflojar mi chingadera, a
fumármela para ya estar tranquilo. La banda me preguntaba qué tenía, y yo nada más les
decía: ¡Cámara!, ya vine y ya me voy, al rato nos vemos. Me iba luego, luego con mi
chingadera, porque ya me hacía falta. Le doy gracias al Jefe porque nunca me quedé en un
pinche pasón, porque en 2-3 ocasiones se me paralizó medio cuerpo hasta írseme la boca de
lado. La banda llegaba y me alivianaba con un trago de leche o un líquido para que me
diera el bajón en corto.
[Los repartidores] Si te conocen te fían. Yo me metí en una broncota que quedé embarcado
como con 6… 7 mil pesos de puro vicio. No hallaba la puta salida y esos güeyes muy
quitados de la pena, entre más pedía más me prestaban… Un amigo no te invita a drogarte,
amigos hay muy pocos… Pagué la deuda con el apoyo, entre comillas, de mi papá que me
dio una parte, mi mamá otra y mis familiares otra. Después, para colmo de males, se
enteraron que debía más dinero, que iba a ser una pinche cadenita de nunca acabar, hasta
que llega la fecha en que mi mamá se hartó y dijo que ahí estaban los últimos 1,500 que
quedaban de la deuda para que ya que me borraran de la pinche lista. Pero yo no entendí y
ahí voy de vuelta, me seguí metiendo más esa madre hasta que me anexaron. Por la droga
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he peleado con mi hermano, he llegado al grado de darnos en la madre y pues se hace la
pinche broncota entre parientes. Estamos chupando tranquilos y de pronto empezamos a
pelearnos por la droga, que a mí me toca más y si nada más queda un pinche gramo alguno
lo quiero agarrar y otro no deja, entonces a güevo que empiezas a descabe zarte, va a valer
verga, sacas tu pinche arma y ¡A ver putos! Por eso se arman pedos.
El que me metió a la venta también estuvo metido en la drogadicción, es mi familiar y por
eso pienso que es herencia, aunque no nomás porque sea herencia me voy a dejar tirar de
vuelta a la milonga, no? Es que mi tío también le entraba [a la piedra] pero después la dejó,
mi hermano le metía a la mota, pura mota, porque antes era pura motita, hasta que llegó su
atracón choncho y lo tuvieron que meter a un centro de rehabilitación, y dejó eso, ahora es
padre de familia. Ese güey sí pesaba, me cuentan que antes el desmadre no era de que te
sacaban el cuete sino patadones, fajillazos, botellazos, pero ahora te vas a bronquear y llega
un güey, te saca el cuete y te tienes que rifar o ya valiste madres. Es de los que les gusta el
Tri y todo ese desmadre, a mí también me gustaba de morro pero las tendencias cambian,
quería ser igual que él, andar dibujándome tatuajes, diciéndole a mis primos más grandes
que me dibujaran una pinche araña. Tenía un pinche cucharón de mi tío, una como
cucharita, ahí echaba coca, carbonato, agua y 2-3 madres, ya que hervía nada más la
volteaba y salía el pinche huevo de pura piedra… le ponen chochos o cosas como el
raticida, es una cosa muy potente combinada con esa madre. Puedes vender una minimadre
y ¡No mames! Pinche material pega bien chingón...
Los que me metieron en lo de la venta son de mi familia. Ellos ya reventaban y todo el
pedo, me metieron de pinche monstruo, reventando, después fui subiendo y ya iba a 2-3
lados a dejar pedidos chonchos, que me encargaban unos fresillas una onza y se las llevaba,
yo se las daba más cara y me ganaba un cambio. Era de andarse cuidando para que no te
fueran a dar un balazo, o que no te fueran a poner en su madre otros güeyes que también
vendieran, tener broncas con la patrulla o llegar a la dele y estar a punto de caer en el
reclusorio. Gracias a Dios nunca caí, ya me tengo que chispar, caminar derecho, echarle
ganas con lo que a mí me gusta, dándole más al graffiti que a las drogas, o sea, decir: “me
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gusta hacer esto, tengo mente para hacer estos desmadres que no tenga mente para seguir
echándole ganas”.
Veo que todo lo que he hecho tiene un por qué, no nomás lo he hecho porque me gusta,
muchas veces me preguntaban por qué me drogaba y yo decía que porque se siente
chingón, porque me gusta, y no, hay un por qué, aunque haya un punto en que te cohíbas y
no lo quieras sacar porque te duele, por ahí empieza la drogadicción. Yo veo que a una
amiga mía le gusta mucho el activo, y le he preguntado por qué activa y me dice que
porque le gusta, que la viaja chido. A veces me enojo y le digo : “¡No seas pendeja!”, es una
vieja pero emputa que nada más lo haga porque sí. Veo que llegan morrillos a la banda y
agarran el pinche activo como si fuera un dulce ¡mejor mátate!... Yo también pasé por eso,
llegaba: “¡A ver, pasa una mona!”, me drogaba en la calle, a cualquier hora, me valía
madre. Me armaba de güevos y decía: “¡Chingue su madre!, ahorita debo conseguir para un
pinche papel de perico”; primero empecé robando en mi casa, ya después robaba a los
transeúntes o daba un pinche cristalazo y me robaba la carátula para ir a empeñarla por
unas piedras, y si se acababa iba por otro... robaba, era un pinche raterillo cualquiera. Me
llegaban sentimientos de culpa: “chale, si ese güey no me hizo nada, ¿cómo le fui a robar su
estéreo?” En una ocasión fui a la casa de mi Jefe y como andan muy enjoyados robé a mis
hermanos, los agarraba dormidos, pinches manos de seda que ni sentían y ¡vámonos! Esa
vez me traje como seis esclavas de oro y una cadena de las morrillas, todo lo empeñé, todo
me lo fumé. Aquí, nada mas estaba viendo qué andaba mal parado para robármelo, en las
casas que estaban abiertas me chingaba los tanques de gas para ir a venderlos, o andaba
esperando en la madrugada no’más volteando “por allá viene una sombra, a lo mejor ese
güey es el bueno ”, sabiendo que venía la banda, no? y me invitaban.
Para venderla no había problema porque nos rolamos. Yo trabajaba de las 12 a las 3 de la
mañana. Ahí estaba parado en la esquina hasta que entraba otro de las 3 hasta las 6, por eso
nunca hubo bronca. Entre vendedores no pasa nada, nosotros vendíamos aquí, por allá
había otro punto; la banda puede ir a ese punto y si no hay, llega con nosotros, si no hay
aquí pues va a otro punto. Pero debes estar bien parado con un padrino chingón para que si
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hay cualquier pedo te tire el paro, si llega la bronca [la policía] uno dice “¡mi padrino es tal
y tal!” y no hay pedo, no los apañan.
Cuando yo vendía material llegaban a empeñarme las cosas: “te dejo la licuadora de mi
mamá”, y yo armándome de cosas pero pues todo eso nada más es pura ilusión óptica
porque a los dos días ya no tenía la pinche licuadora. Se puso de moda mucho atracar los
celulares, esperaba a los güeyes y en un rato ya tenía dos, tres celulares. Eso sí, llegaban y
“¡Pinche chamaco paliducho, ¿qué te me quedas viendo? ¡Vamos a darnos en la madre!”,
era un pinche farolón de primera… la vida de desmadre y drogadicción no deja nada
bueno, hasta tengo cicatrices que ya me marcan de por vida. Una de ellas en la muñeca, me
la reventaron en una putiza, me la quebraron, me tuvieron que operar y ponerme unos
tornillos, pero aún así no entiendo. Yo nunca juro que me voy a dejar de drogar, no prometo
nada porque sé que un día va a llegar un momento en que diga, “¡Chingue su madre!” y de
vuelta a las mismas… Nadie está a salvo de la droga, esa madre está pegando muy fuerte,
bien dicen que vendiendo esa madre te enriqueces o te hundes en la cagada. Es real.
3.3. Fresa
Las primeras ocasiones que salí a la calle tenía cinco o seis años, nada más salía a la
entrada de mi casa pero ya era territorio desconocido… A la semana que nos cambiamos a
San Miguel Teotongo estaba todo depre porque no tenía amigos, ya no conocía a nadie de
la calle, una noche fui a la tienda con mi mamá y cuando regresamos estaba una bandita de
morros y morras que se me quedaron viendo, le dijeron a mi mamá que si me dejaba salir a
jugar, cuando regresamos a casa en fa me salí y nos presentamos, fue como empecé a salir
con la bandita de vecinos. Eso fue de los ocho años a los catorce, al principio eran juegos
infantiles, las estrías, las cebollitas, hasta el resorte llegué a jugar. Conforme crecimos se
hizo la división entre hombres y mujeres, cuando ya éramos prácticamente puros machines
jugábamos fútbol y cosas más rudillas: el burro castigado, burro entamalado, la bolita, las
medias, los madrazos y hasta ahí. Para entonces estaba entrando en la secundaria, era un
poquito más rebel y ‘la calle’ empezó a tomar otra noción, ya no eran sólo las calles
aledañas a mi casa, también las aledañas a la secundaria y todas las del recorrido. En las
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calles del recorrido tenía identificados los puntos donde podía quedarme un rato, ol s
videojuegos, el video club, alguna esquina donde podía sentarme a ver y que no se le hacía
raro a la gente que estuviéramos ahí. El tipo de banda con el que me empezaban a juntar en
la calle ya era más diversa, no sólo la banda fresita de la calle ya era conocer güeyes que se
drogaban, en la calle que vivía había otra bandita de güeyes grandes pero no les parlábamos
porque eran mariguanos, cementos y bien briagos.
En esta nueva noción de calle no era tanto el espacio lo que la diferenciaba sino la edad, en
la secundaria se está en una edad adolescente y hay otras cosas que importan más como
llamar la atención y las chicuelas. En un principio me pareció importante quedarme con
otros güeyes enfrente de la secundaria a ver qué pasaba, había mucha banda que no era de
la secundaria y nada más iba para ver que enganchaban. Todo el primer año fue de estar en
frente de la secu, veía cómo se madreaban los güeyes y pues no me pareció algo muy
cabrón aunque era la primera vez que enfrentaba eso. Aprendí las relacio nes que se
necesitan para estar en la calle : dónde estás, quién se junta ahí, quién puede hacer el paro, a
dónde correr en determinado momento. El último año comencé a conocer banda del otro
polo, salía de casa hacía la secundaria pero como andaba con una vieja me empecé a
desafanar de mis amigos. Cuando salimos de la secu ya no tenía mucha banda con la cual
jalar y empecé a juntarme en unas máquinas, conocí una banda ahí y cotorreábamos,
empecé a conocer banda por allá abajo y me dieron el bautizo, se llamaban ‘Los Cotorros’.
Eso fue como a los 15 años, ya habían cambiado los intereses y la forma de divertirse,
empecé a hacer menos deporte y estaba en el pedo de querer verme chido, empecé a fumar
tabaco y a juntarme con la banda.
En la banda de ‘Los Cotorros’ éramos como dos o tres los que teníamos 16 años, la
mayoría tenían 19 o 20, esos güeyes tenían otro tipo de pláticas, era lo que me latía. Igual la
pasabas diciendo pendejadas y curándomela, pero ya en ciertos puntos de la peda era de
hablar cosas más grandes: sexualidad, trabajo, el trato con la tira y las madrizas. Así más o
menos fue cuando ingresé a la preparatoria, tenía mis amigos pero la banda chida eran ‘Los
Cotorros’, un chingo de desmadres, ya era otra manera de estar en la calle pues era hasta
altas horas de la noche, fue cuando empecé a chupar pero realmente una peda relax y estar
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con esos güeyes cotorreando. Era apropiarnos de un espacio que era la esquina en la que
nos juntábamos, nadie más se podía juntar ahí a pesar de que hay bandas aledañas que igual
se la pasan todo el pinche día en la calle, ya sabíamos si un güey es ‘Warrior’ o ‘Trecos’, se
reconoce de qué barrio es y con quién se junta, son cosas importantes que se tienen que
saber. No siempre me clavé en los pedos de madrizas de ‘Los Cotorros’ pero tenía que
saber con quienes tenían pedos pues si un güey me reconocía como parte de ‘Los Cotorros’
me la podía hacer de pedo, ponerme unos putazos o atracarme, y al contrario, si estaba uno
de esos güeyes solo y había manchado a alguno de la banda, pues mancharlo si andábamos
varios. Es un pedo complicado pues es una onda de identidad, de integración a la sociedad
adulta, de búsqueda. La norma era reunirnos a la hora de circulación familiar, antes de las 8
y media de la noche, estar cotorreando en la esquina sin chupar, más al ratito salir a dar el
rol ya chupando o regresar a chupar y el cotorreo nada más. Ya más grandecillo me abrí de
esos güeyes porque las platicas por lo general eran muy vanas, excepto cuando eran
cuestiones que a todos nos atañe como moral, sexo o trabajo, pero fuera de eso me sentí
atorado porque se empezaron a casar o se cambiaron de estado. Los güeyes que más bien
me caían se casaron, se embarcaron o al bote, a otro güey lo quebraron, así se fue
desintegrando la banda. Ahora ya no hay más pintas en las calles que digan ‘Cotorros’,
ahora dicen ‘Cotorros junior’, los hermanillos de la banda que viven por ahí son los nuevos
integrantes. Tengo una disociación con esos güeyes, más o menos y aunque sea por el
apodo nos conocemos, alguna que otra vez nos saludamos, pero no les parlo.
A la tira hay que conocerla. A nivel familiar me decían que la policía es corrupta, todo
mundo lo anuncia pero como niño inocente que no roba, ni se droga, realmente no esperaba
encontrarme a la tira, decía “sí me encuentro a la tira no me tienen que hacer nada”. Pero
cuando tuve que enfrentar a esos güeyes de morro me comieron los nervios y me
chamaquearon, parte de lo que me enseñaron ‘Los Cotorros’ no fue de “hoy vamos a tener
la clase de policía” sino más bien a través de las platicas, por ejemplo que apañaron a tal o a
tal güey en la esquina “¿Qué estaban haciendo?” “Pues estaban chupando” “¿Qué les
hicieron?” “Pues llegaron esos güeyes y uno les habló muy al chile y le pusieron unos
putazos, los basculearon, les vieron la chela y los subieron, dijeron que iban a valer verga,
que los iban a meter tres días al torito, que ya tenían contacto adentro esos güeyes y que les
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iban a poner unos putazos porque ese güey les habló muy al chile y pues vergazos dentro de
la jaula ” ó “pues más bien les dieron un rol y a ver ¿cuánto traen, cuánto se juntan?
Negociaron, los dejaron lejos y pues se regresaron”, si no traen varo pues esos güeyes los
encierran y quizás no les ponen una madriza pero es culero estar allí, fue así como decir
“bueno, pues se les tienes que dar su respeto a esos güeyes y no perder el control”. Uno de
‘Los Cotorros’ alguna vez me contó que lo apañaron con la banda, estaba afuera de su casa
picando coca y pasó la juda, los vieron y en fa sobres, dice que traía un papelito que con
mucha velocidad lo dobló y lo aventó, que se puso a sacudir las tarjetas que traía y cuando
llegaron los tiras los basculearon y se las hizo de pedo “¿Por qué? Si estamos enfrente de
mi casa, bajo qué cargos y su pinche madre ”, ese güey pensaba que ya no le iban a hacer
nada porque no vieron donde había dejado el papelito pero que le encuentran las tarjetas,
ese güey no se acordaba que las tarjetas no eran de él, dijo que esa vez se había encontrado
una billetera y dijo “pues con estas pico ”, nosotros sabíamos que ese güey era rata y hasta
nos la curamos “¡Sí güey, te la encontraste!” Siento que esa vez sí se las encontró porque
era lo que estaba lamentando “¡no mames, esa vez me las había encontrado!” Dice que por
robo lo subieron, que eran una ruca y un güey y ya dentro del pedo pues a lo que vas: “al
chile tengo tanto varo, sé que por este pedo me puedes hundir pero como no me agarraste
en evidencia tienes que ir a declarar, pues mejor nos evitamos todo el pedo ”, pues ese güey
hablándoles al chile y la ruca dándole unos putazos “¡Nel! ¿Usted por qué quiere
organizar?” Como eso fue antes de que arrancaran que sale la vieja de ese güey y se sube a
la patrulla también, se vio verga porque ya no le pudieron hacer nada a ese güey ya que su
ruca dijo “yo nada más quiero ver a donde lo van a meter y qué procede”, se aferró la ruca
y no la pudieron bajar, dice ese güey que la ruca judicial le puso unos putazos enfrente de
su ruca “pinche puto, no puedes solo”, el chiste es que le sacaron mil varos.
Tengo la idea de que los judas que se quisieron llevar al amigo esa vez ya sabían que ese
güey era rata, igual que lo sabíamos nosotros y otras gentes del barrio por el poder del
chisme. Aunque ese güey no fuera, por ser marigua no se la daban de rata, pero no todos los
drogos eran delincuentes. Ese güey era el que más contaba experiencias, luego lo agarraban
con chochos y le decían “te vamos a basculear, si traes algo mejor sácalo de una vez”, eso a
mí también me lo llegaron a decir y pues -“Sabe que transa jefe, traigo esto ¿Cómo le
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vamos a hacer?” -“Pues somos tantos ¿De a cómo nos vas a repartir?”. Otra cosa que
aprendí es que no sólo es sobre un güey, por estar en la calle con ellos me podían llevar; en
un principio no chupaba mucho y estando con esos güeyes que chupaban les decía “s i
viene la tira a ustedes se los va a llevar y a mi no porque no estoy chupando”, pero no, más
bien ví que si quieren nos llevan sin pedos. Hay casos en que no llevan nada y les dicen:
“Pues les vamos a echar esto y esto para que los atoren un rato”.
En ese tiempo se dio el progreso en San Miguel, empezaron a pavimentar y metieron
drenaje, hicieron unas canchas que ahora son importantes porque son otro punto de reunión
de la banda, fue cuando empecé a notar que esos güeyes que no eran ‘Cotorros’ y que
luego estaban ahí eran realmente ratas que nada más andaban licando y por eso la banda
les cargaba una carrilla especial o los abrían sin palabras. Después que llegó la modernidad
empecé a agarrar la moticolis, me empecé a juntar con otros güeyes y armamos otra
bandita, era el único que era de ‘Los Cotorros’, los otros eran de otra bandita o no tenían,
nos reunimos por pedos de identificación como adolescentes, el grunge y el hip-hop. Con
esos güeyes viví la calle de otra forma, hacíamos ridículos, de repente sacábamos la
grabadora y nos poníamos a bailar hip -hop, pero nada más para los pinches vecinos porque
nadie circulaba por esa calle, nos vestíamos con los pantos chonchos y grunge, como la
banda en ese tiempo era rockerilla y salserilla pues nos gritaban “¡Payasos!”, la neta nos
denigraban bien culero, a mí me empezaron a decir el fresa y a la banda con la que me
juntaba igual.
Después de despegarme de ‘Los Cotorros’ conocí otros sitios porque empecé con la onda
de buscar café y para conseguir tuve que parlarle a otras bandas, fue como conocí a ‘Los
Trecos’ y a ‘Los Warriors’, porque había un güey en Warriors que vendía, ese güey tenía
atrás de su casa un terreno baldío, se entraba por la calle posterior atravesando el terreno
baldío, estaba bardeado de rocas y dentro se topaba a toda la banda droga y rata, tenía un
timbre y se entraba por una puerta que no parecía puerta, era lo que encubría un chingo,
adentro la banda se tenía que portar pacifica porque si no salía el bueno y la hacía de pedo,
ahí empecé a conocer un chingo de banda. Cuando iba a comprar me quedaba un rato
porque siempre había banda y no faltaba quien me dijera “saca”, les decía “saca tú
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también” para verme malo pues esos güeyes estaban chupando o activando, llegué a darme
una monas pero mas bien me quedaba cuando había chelas o tabaco y pues -¿De dónde
eres?” - “De por turbos”, pues así se llama la banda de mi chante. Empecé a parlar güeyes y
les preguntaba a qué se dedicaban, había algunos que me decían y otros no, en ese tiempo
iba a la prepa pero no quería que me dijeran fresa por lo que les decía que “a la vida loca”,
les decía que mis jefes me mandaban a la prepa pero que diario andaba en el desmadre,
pero nel me iba temprano a la prepa y luego echaba el coto. Conocí a güeyes que les
preguntaba que hacían y nada más me hacían la seña de agarrar y sabía que pedo, un chingo
de señas tenían esos güeyes y me la pasaba cagado de risa. La banda rata es bien mocha, si
les empiezas a parlar chido y traen se mochan pero si no traen son bien talones, es como la
banda.
En ese tiempo iba por mis cinco pesos, estaban rayados porque daban como tres toques
bien hechos, por lo general se me quedaba uno ahí, hacía una flautita según para que no se
fuera pero al ratito alguien decía “pues como que estuvo leve, sácate otro ese”. Los veía
pero luego había güeyes que estaban activando y andaban como idos, zombis o estáticos,
otros güeyes eran agresivos a pesar de que sabían que ahí no podía haber pedo. Pedían las
cosas con una forma de hablar que no se me pegó tanto pero que en determinado momento
sí dominé, es un tono de voz agresivo porque si hablas normal y con todas las palabritas
que usa la banda como que se sienten sacados de onda. Un güey normal diría : “sácate unos
toques o qué ¿se va a cotizar?” En cambio un güey de los agresivos decía: “¡Usted va sacar
los toques o qué pedo? ¡A mí me vale verga!”, entonces tenía que hablar con voz ronca y
tener una actitud chida, si se es muy amable con todos pues empiezan a agarrarlo de barco
y eso no es algo benéfico. Cuando había güeyes muy agresivos hacía el papel del güey muy
pasado que se quedaba clavado, me ponía el puño frente a la boca como aspirando, hasta
que veía la oportunidad y me desafanaba. Fue así que comencé a conocer un chingo de
banda lacrilla, estaba chido el lugar pero le cayó la tira, fue después de un rato porque ese
güey pagaba renta, siempre quise saber cuánto pagaba pero no pude, lo que ahora veo es
que ese güey la cagó porque como ahí se juntaba toda la banda se ponían a confabular el
pedo de dónde le podían caer más papa [para robar], y esos güeyes que estaban chupando,
chocheando, moteando y activando no se iban muy lejos a atracar, no faltó que alguna vez
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un güey no se dejó y ahí mismo lo plomearon, se hizo el pancho y llegó un chingo de tira,
los vecinos empezaron a decir que “¡En qué lugar vivimos!”, se quejaron y mandaron más
tira, entonces los que estaban cobrando renta ya no pudieron controlar el pedo y le cayeron
al lugar.
Atravesé el pedo de no tener dealer y empecé a usar los viejos contactos para ver dónde era
el nuevo lugar de conecte, conocí a uno de Trecos. Aquí [en la colonia] hay un buen de
jodidos y aunque quería vestirme fodongo mi jefa me trataba de vestir bien y me compraba
ropa chida, rompía la ropa y hacía mi desmadre pero me distinguía de la forma en que se
vestían esos güeyes. Entonces me decían: “Sé donde es pero voy yo y traigo el pedo”, sabía
que por hacer el paro de ir les tenía que dar una lana y mocharme; pero una vez que llegué
ese güey ya tenía su motita y tenía güeva por lo que me tuvo que decir donde era. Dijo que
fuera de parte de él y me mostró un anillo de oro, fui todo nervioso y me baje más adelante
de donde era para pasar como si nada, pero en la esquina donde estaba la virgen no había
nadie, solo había un puesto de carnitas y un güey comiendo, pensé que había valido verga y
ya me iba cuando me grita un güey: “¿Cuántos y de a cómo?”, y que me regreso “¡¿Pues de
a cómo son?!”, ya me dio ese güey y ¡Uta! Uno de los mejores vendedores que he
conocido, pero tuve la mala suerte de que le cayeron en poco tiempo. Al anterior que le
estuve comprando sí duró unos cinco años, duró un buen rato pagando renta sin pedos,
nada más vendía yerba, agüita loca y de vez en cuando chochos, después llegó la coca y
también empezó a venderla pero poquito después cayó. El agua loca es el activo, un pinche
destapa caños que usan los plomeros, le dicen así porque es igualita al agua de incolora
pero pone hasta la madre. Ahora ya hay hasta de sabores. Me acuerdo que en esos tiempos
me llegué a topar a uno de los achichincles del dealer en el micro de Aeropuerto a San
Miguel con un garrafón de esa madre, ese güey la compraba de forma industrial.
Tengo un primo que le laten un chingo los solventes, si soy la oveja gris de la familia ese
güey sería la negro profundo. Pues en una de esas hubo un cumpleaños en mi casa y nos
pusimos a chupar, como el pedo es relax en mi chante de repente se acabó y me salí con
mis compas pero ese güey está relorenzo, no tiene una banda específica porque también es
rata, estaba pedón y es medio pendejón, andaba cerca de donde venden coca y lo apañó la
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tira meando por lo que se lo llevaron al dealer. Al otro día, en las canchas donde se hacen
las retas llegó ese güey y me dice -“¿Y tu primo?”, -“está jeteando el pinche güevón”, -“es
que ayer me lo llevaron a la chamba, lo agarraron meando y me preguntaron ¿Conoces a
este güey?”, y le dijo : “¿Eres el primo de Fresa, no?” - “Sí, hazme un paro, yo luego te
pago”, y que los polis le dijeron: “Mira, no hemos cenado, móchate con unos tacos y unas
chelas”, y les dijo ese güey: “¡No mames, si apenas pagué la renta! Tu sabes cuanta
competencia hay, nada más tengo tanto varo”, -“Pues va”. Fue cuando le pregunté a ese
güey porque le llevan a los güeyes que apañan, me dijo que ni a los tiras ni a ellos les
convenía pues tienen que evitar que se vea como una zona conflictiva, se los llevan y si son
güeyes drogos o pesados ya saben si zafarse de ellos o nel, si son güeyes equis que no son
de por ahí se los llevan y ese güey los reconoce. Si no hubiera reconocido a mi primo se lo
hubieran llevado los polis y quien sabe que le hubieran hecho, pero como le dio tinta de ser
mi primo les dio como cien varos, la neta le dije que la próxima vez dejara que se lo lleven.
En ese pedo de la renta pude ver que le regatean a la tira pero se la están pagando
continuamente, es un güey específico que sabe cuántos reparten. Donde vende el canalas
tienen diferentes turnos, igual venden en otras horas de su turno si va un güey conocido a su
casa pero en la esquina cada quien tiene su turno, dice que los tiras le dijeron que los
papeles en los que vendían cada quién iba a tener su color específico para que supieran de
quién es y checaran qué banda está yendo a comprar, ahora sí que para sacarles el pedo de
dónde están vendiendo porque de algunos no saben, la banda sí los reconoce porque unos
güeyes que venden son bien faroles pero creo que no hay tantos chivatones. Nunca he
sabido cuanto pagan porque es un pedo más complicado, el Canalas es el que trabaja pero
no el que trafica el material, entiendo que es una ruco muy cabrón. Una vez me contó que a
su hermano lo agarraron no sé si porque mató o robó, como ese güey es chingón vendiendo
fue con el señor y le dijo : “¿Sabe qué? El pedo está así” y que el señor le dijo : “¡Va! Tu
carnal va a salir pero se va a tener que mover un rato de aquí”. Me dijo que esa ruco soltó
como 50 mil varos porque tenía que repartir a un chingo de güeyes de la delegación, porque
primero una patrulla tenía que buscar a un güey que se pareciera a su carnal, localizarlo y
llevarlo, mientras que a su carnal le iban a poner un traje para que saliera como abogado,
salió su carnal y se quedó el güey que clavaron, todavía sigue en proceso.
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Cuando empiezan a soltar información pesada por lo general no les hago preguntas muy
directas porque son un chingo de cosas las que dicen, esa vez que me estaba contando me lo
dijo porque nos empezamos a cagar de risa de un güey, estábamos fumand o con otro y ese
güey le dijo : “No, tu no fumes porque llega la tira y te lleva”. Pues resulta que una semana
antes habían llegado a las canchas y estaban grifeando, ese güey llegó, se formó, le dio
unos jalones y que lo apañan unos tiras que comúnmente no andan por aquí, lo treparon
porque le olían los dedos pero de los que traían el café ni tinta se dieron, en la patrulla iban
tres morrillos que los habían apañado con unos papeles, los tiras lo que querían era
clavarlo como dealer porque los morros les iban a pagar un varo para desafanar, pero no
sabían que realmente era dealer. Como la banda sabe como está el pedo, en fa fueron a
hablarle a alguien de la casa de ese güey, salieron el jefe y la vieja de ese güey, al ver que
no lo querían desafanar y que le querían cargar el pedo mi compa les empezó a hablar con
claves, un pinche código así de “me voy a presentar en la sector tal y me voy a declarar
como tal porque estaba en R…”, y no sé que pedo, la traducción de todo es que ese güey
iba a ir a la delegació n e iba a decir que estaba repartiendo pero que ese güey le estaba
aceptando la renta, que le iban a caer un chingo de güeyes a los polis porque al que le
estaba pagando iba a ir a buscarlo y le iba a dar en su madre, en fa un poli le agarró el pedo
y le dijo “a ver güey, jálate para acá”, se lo llevó aparte y que con claves le estaba
preguntando a quién le estaba pagando la renta, ya le dijo la clave y en corto “a ver
¿Cuánto traes?”, -“800 varos”, de esa forma se desafanó ese güey. No es exactamente el
código que usa la patrulla pero se basa en él, no sé si todos los dealers lo manejen pero ese
güey sí.
Me desafané más de San Miguel cuando empecé a jalar en la onda de la prepa, estaba en
La Merced y me empecé a enfrentar a otro tipo de delincuencia. Los güeyes que conocía no
eran ratas de tiempo completo, cada vez que podían se aplicaban en chambitas de
albañilería, pintura y cositas así, mientras que la banda que conocí en La Meche era lacrilla
de tiempo completo. En La Merced se mueve más varo y hay como más tradición lacra, fue
otro pedo, conocí tira más culera y güeyes que nada mas se dedican al vicio. San Miguel
está bien cabrón, es una colonia enorme, la siguiente división es por sección pero es una
división administrativa, una división de más uso es por lugares reconocidos como la iglesia,
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el mercado, el centro de salud o las canchas, pero por lo general es el nombre de la banda
que se junta por ahí. Ese pedo es bien complejo porque hay güeyes que ocupan una cuadra
porque no hay muchos viviendo ahí y que formen una banda, y hay partes que está más
cabrón porque casi, casi están encontrados los güeyes, creo que eso es lo que más tiene que
ver, cuantas banditas hay por ahí porque en todos los lugares que sé que se compra y se
vende [droga] hay banditas pesadas.
Abarcando un 70% de la colonia, lo que conozco, habrá como tres o cuatro güeyes que
venden café, pero coca estoy seguro como de 25 lugares pero creo que en realidad hay un
chingo más. Apenas fuimos por un cartón de chelas en una nave de un primo y un güey del
barrio nos llevó a una vinata, había ley seca y nos dijo : “Yo sé donde hay lo que quieran
chavos”, le dice mi primo : “¿A poco aquí hay de los dos?” -“Sí”, pues ya le tuve que decir
“¿No hay de los tres?” -“No, no’más de los dos”; me estaba queriendo decir que nada más
hay coca y chupe, no compramos pues andábamos en un pedo familiar, empezamos a
platicar con el güey de dónde vendían y en un espacio como de ocho cuadras mencionó
como siete lugares. Hay un chingo de repartidores, creo que se tendrían que ver cuántos
güeyes dan a repartir, porque contar a los que la reparten pues… son un chingo y hay
güeyes que venden un rato o por temporadas, dejan de vender, luego regresan y así están.
Depende mucho del mercado, qué tanta banda viciosa haya, si un güey empieza a vender,
pues va a vender chido o va a regalar un poco y toda la clientela se va a ir con ese güey; por
ejemplo, hay una ruca que vende y es ama de casa, pero dicen que esa ruca no tiene
siempre porque le tiene que dar un varo a no sé quie n para que pueda vender tantos
papeles, como enganche, entonces luego no tiene y la ruca no siempre reparte, en los fines
de semana generalmente nunca le falta pero cuando hay un güey que empieza, aunque sea
fin de semana, la ruca no vende porque no hay mucha clientela. Cuando cae un güey, un
chingo de güeyes venden porque saben que hay más clientes, pero no cualquiera podría
decir “¡Voy a ponerme a vender!” sino sólo quienes están dentro de ese mismo pedo,
consumidores o quienes se juntan mucho con consumidores, a mi sí me conoce la banda
pero no como un güey que reparta o consuma. Cuando uno de esos güeyes está buscando
una opción para vender, conoce a la banda y está en contacto con ese pedo, nada mas corre
el rumor y vende un rato. Los veo como la banda que es comerciante pero nada mas vende
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en seis de enero el juguete o en navidad las esferas, porque saben que se viene una
temporada fuerte, acá no sé definir cuando es temporada fuerte de consumo de coca en el
barrio, pero hay güeyes temporales.
A pesar de que soy un consumidor de mariguana constante y callejero nada más una vez me
ha apañado la tira en el barrio, no sé si desarrollé callo o tengo mucha suerte, estaba con un
compa y conseguimos un gallo, como no podíamos fumar en su casa ni en la mía nos
fuimos a las canchas, se nos ocurrió ir a una hora donde había partidos y nos pusimos del
otro lado de las gradas, junto a la calle, nos hicimos un pinche gallotote y cuando lo
estábamos acabando llegó la montada, los vi y desafané, nos basculearon pero nada mas
traíamos el olor a café. Ese güey nos empezó a aventar un discurso tan moral y tan largo
que de lo grifo que andaba me viaje en el caballo, en su color y la forma, de repente
regresaba y ese güey seguía hablando, como ni varo traía pues no me pudieron quitar nada,
como vieron que no’mas no y mi compa traía unos kct’s, los agarró y dijo “ya ábranse a la
verga”.
Los factores principales para elegir un dealer son que el material sea bueno, porque luego
hasta el activo diluyen, no sé de coca pero luego dan una madre que daña más, la mota pues
que tenga la frescura adecuada, la calidad, otro punto es la cantidad, tiene que checar esos
puntos el vendedor, el tercer punto de gran importancia es la accesibilidad. El güey que
para mi era el mejor vendedor cumplía con todo, vendía unos sobres de carta cortados por
la mitad a 20 varos, rayaba chido y hasta aventaba unas sabanas en el sobre. Ese güey
trabajaba en una esquina donde estaban unos micros, bajabas y ese güey estaba en la
esquina, le pagabas y decía: “Levanta esos doritos que están ahí”. Había veces que le
pagaba y en fa pasaba el micro, ya nada más agarraba los doritos o la envoltura de lo que
fuera y ahí estaba el sobre, me subía y adiós; era cuestión de treinta segundos, en fa y
rayeitor, además tenía buena calidad. Más arribita vende un güey, estoy seguro que paga
renta porque desde que empecé a fumar vende, estamos hablando de unos ocho años, vende
chochos, mota, coca y creo que activo. Ese güey le echo el pedo al de la base y tuvo que
dejar de vender. Hace poco fui porque me corrieron el chisme de que estaba vendiendo de
nuevo, es banda oaxaqueña, alguna vez me puse a platicar con ella y me reconocieron
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como paisano, pero el otro día salió una señora y ya no me reconoció, le dije: “¿Y mi
compa?”, me dice: “No está, pero no está vendiendo ¿Qué querías? Ahorita nada más tengo
polvo ¿Quieres?”, -“No señora, ahorita no, gracias”, -“Cuando quieras hijo”. Ahora ya nada
más vende el del cerro pero es cacique, del verbo caciquear, como tiene el dominio de lo
que vende puede dar lo que quiera y da bien poquito el cabrón. Además no es un buen
vendedor porque es bien chocho, un compa me contó que una vez subió a comprarle unos
chochos y luego fue con el de la base porque tiene mejor café, pero el otro bajó en su nave
y lo vio comprando, y que le dijo: “¡Ah culero, con que comprando aquí!”, se bajó y le
puso unos putazos. Después el de la base subió, le puso unos putazos al del cerro y le quitó
lo que le había quitado a mi compa, este dijo que le regresó los chochos pero no la mota
que le había comprado, esa la tuvo que volver a pagar. Dice que estuvo un rato con ese
güey y después que caminó un rato tomó un micro para rebotarse a su casa, pero tuvo tan
mala suerte que en el micro venía el [repartidor] del cerro con su familia, ese güey tiene un
hijo que es inválido y éste empezó a darle unos bastonazos a mi compa, además el papá
sacó su fusca y empezó a darle unos cachazos para que no anduviera diciendo que el de la
base le rompió su madre, que hasta su esposa est aba diciéndole “Sí, rómpele su madre”, y
que la abuela, que ya es una ruquita, estaba ahí mentando madres; o sea que desde el
morrillo hasta el papá putearon a mi compa.
Tal vez se echen el pedo entre ellos pero depende del peso del dealer, de quién lo respalde
y de los güevos que se le reconozcan, el del cerro se sabe que es bien chocho y siempre trae
su fusca. Además ahí donde se compra está pegado a la raya federal de reserva, es un
pinche baldío enorme, por lo que ese güey puede hacer lo que quiera, puede matar a alguien
y tirarlo sin nadie quien se entere. Realmente nunca se ha escuchado de eso, precisamente
por los güevos que se le reconocen, no ha caído pero se lo atribuyo mas a que paga renta.
Hay unos güeyes que apenas empezaron a vender, creo que por eso ha estado tan pesada la
tira, son los LxPxV, son vatillos locos, lo que me dijeron es que como están en el pedo los
quieren identificar, ninguno tiene todavía los veinte años pero traen una súper nave y todo
mundo los reconoce como los pasaditos de verga, se ponen a robar al de los refrescos o se
estacionen en medio de la calle y: “Por aquí no pasas, vete a dar la vuelta”, andan
faroleando. No sé si tengan un respaldo chingón pero siento que nadie les ha puesto el dedo
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porque anda la tira ahí y no han ido directamente sobre ellos aunque son un chingo los que
venden.
3.4. Guaguaras
Guaguaras tiene 25 años y es el hermano mayor de la familia Perico. A los 10 años decidió
abandonar el hogar harto de la pobreza, en ese tiempo vivían en una casa de cartón y
continuamente pasaban hambre por lo que prefirió irse a la calle, donde se mantuvo
viviendo por unos años; fue ahí donde dice haber aprendido a defenderse de los demás, así
como a sobreponerse de cualquier situación desagradable. Tiempo después conoció al
Padre Chinchachoma y entonces se fue a vivir a su hospicio ; entre los niños que conoció
ahí eran comunes las historias llenas de circunstancias igual o más difíciles que las vividas
por el mismo. Aun así, de esa etapa de su vida, conserva recuerdos agradables como haber
conocido el mar en una ocasión que el Padre los llevó a Acapulco, “a un parque de albercas
y toboganes”, casi no podía creer que hubieran tenido el parque de diversiones durante todo
un día sólo para chavos como él.
Cuando Guaguaras llegó a la mayoría de edad no pudo quedarse mucho tiempo más en el
hospicio, fue entonces que decidió volver con su familia y “hacer algo” por ellos, ya que
continuaban viviendo en la precariedad, para ese tiempo el padre ya no vivía. En su rol de
hermano mayor, y a pesar de que apenas regresaba a su casa, se decidió a decirle a su mamá
que vendieran droga, negocio del cual había tenido conocimiento durante su experiencia
como niño de la calle. Su mamá accedió y se arriesgó a comprar la droga a un lugar cercano
a la calzada Zaragoza, recuerda que aquella ocasión había varios retenes en el camino y los
hermanos prefirieron no acompañarlo , según él “les dio miedo”.
El haber sido el comprador de esa primer mercancía es uno de los argumento s en que se
basa para decir que gracias a él “tienen lo que tienen” y así defender su posición como
hermano a seguir, la cual es puesta en duda por los hermanos que le reprochan haberlos
abandonado durante varios años. Aún así el Guaguaras asume los privilegios posibles en la
organización familiar como distribuir drogas las horas que llegan más clientes, para ello
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descalifica a los hermanos ante la madre argumentando que es peligroso tratar con
consumidores drogados, y al ser él el mayor asume la responsabilidad de vender a la media
noche. En una ocasión dijo que conseguían la droga a granel y ellos la empacaban para su
venta. Desde su perspectiva era poco lo que ganaban en la Tiendita “a lo mucho mil varos
los días de quincena o los fines de semana ”. Fue el único de la familia Perico en mencionar
la posibilidad de ser capturados por la policía pues ahí “no se venden pepitas”, ante tal
supuesto el tendría que ser quien asuma la responsabilidad del delito para exonerar al resto
de la familia.
De todos los narcomenudistas es el que consumía mayor variedad de drogas: alcohol,
tabaco, mariguana, cocaína, piedra, solventes y chochos. Era el único de los repartidores
que todavía consumía solventes, para ello se iba a monear con un cuate de calles arriba o lo
hacía con otro joven apodado Tatus. El resto de los narcomenudistas consideraban el
consumo de solventes como algo inconveniente, “de jodidos”; no negaban haberlo
consumido de manera previa a su participación como repartidores, pero consideraban que la
actividad requiere “estar a las vivas” y “el solvente apendeja” a quienes lo consumen. En
una ocasión otro joven le pidió unos papeles a cambio de unos chochos, se fueron a la
esquina y el Tío dijo que volvería bien pitufo, cuando Guaguaras regresó venía sonriente,
pidió dinero para comprar otra botella de licor y fue a comprar dos, una de litro que
compartió con todos y otra más de medio litro que se guardó entre sus ropas. Mientras
vaciábamos las botellas, comentó que le gustaban mucho porque lo ponían platicador, fue
la ocasión que obtuve mayor información respecto a su pasado.
Por su mayor experiencia en la participación en el narcomenudeo Guaguaras enseña a sus
hermanos menores a ser más cautos durante la realización del comercio de drogas, a
cerciorarse que no los estén observando y a entregar discretamente la mercancía. Estas
enseñanzas son mejor recibidas por el Yuco, el más joven de los tres hermanos varones, ya
que Tigre no les da tanta importancia ya que dice saber cómo vender en las fiestas, su
principal nicho de mercado. Guaguaras no estaba de acuerdo con Tigre, decía que las
fiestas sólo son para “ir a ponerse hasta la madre”, gastar la ganancia obtenida y arriesgarse
a ser sorprendido por algún adversario; él prefería permanecer en casa, en la esquina de la
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calles o ir a las canchas calles abajo, pero al igual que sus hermanos gastaba la mayor parte
de sus ganancias en su propio consumo de drogas. El alcohol era parte de su cotidianidad
pero variaba el tipo de bebida según quien lo acompañara y la cantidad de dinero
disponible, cuando había mayor número de jóvenes lo más común es que tomaran mezcal,
también conocido como chakaplus, si eran menos y ponían más cooperación tomaban
cerveza o viña real.
Guaguaras gustaba de consumir tabaco pero casi nunca compraba sino que los pedía
regalados a los clientes o amigos que llegaban a saludarlo, también era un consumidor
habitual de mariguana y conocía los puntos de venta ubicados en los alrededores, un par de
ocasiones lo acompañé en su búsqueda. La primera de ellas acudimos a una tiendita
ubicada casi en frente de un templo, pero al no encontrar mercancía tuvimos que ir calles
más arriba, cerca de unos lotes baldíos; el tipo que ahí vendía era un señor que se
encontraba tomando cerveza con una banda de jóvenes de varias edades, estaban fuera de
una tienda ubicada en una esquina, al llegar (Guaguaras, Tatus, Pollo y yo) saludamos y
Guaguaras le dio el dinero al señor, quien fue hacía uno de los baldíos y busco en unas
latas tiradas, cuando regresó le dio un paquete de plástico a Guaguaras y este hizo una seña
para que nos despidiéramos. De regreso se quejó de que lo habían caciqueado y mencionó
que haría lo mismo la próxima vez que ellos fueran a comprar piedra. Otra ocasión llegó
Carnes, un amigo de Guaguaras de unos 22 o 23 años de edad, moreno y de cabello largo,
dijo que sólo tenía 10 varos y le pidió a este para que completara para un toque, Guaguaras
contestó que ponía otros 10 y entró por dinero, al salir Carnes dijo que las bolsas eran a 25
varos pero Guaguaras dijo que a él se las daban a 20 “frente al templo”. En ese punto de
venta Guaguaras entraba por una puerta cubierta con una cortina de tela que impedía ver al
interior del sitio, parecía entrar con confianza pero en ambas ocasiones pidió ir solo para
evitar problemas.
El carácter hosco de Guaguaras la hacía tener constantes roces con sus hermanos, con
vecinos del barrio y con los mismos clientes. Fue a partir de una discusión con Negro y
Pollo que Guaguaras despidió a este último de La Tiendita de la Jefa, decía que le habían
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robado dos chamarras y otras cosas más, que le habían dado un putazo cuando lo vieron
distraído, que esto no volvería a pasar pues aunque no le gustan los golpes cuando alguien
se la canta se avienta para que no digan que tuvo miedo, a pesar de que sepa que le van a
dar en su madre. Carnes decía que él entendía a Pollo y a Negro porque quienes consumen
piedra con el panqué se chingan lo que pueden para seguir consumiendo, mientras que
Guaguaras no se daba cuenta de eso porque tenía todo en casa.
Además de conocer la mayoría de puntos de venta, Guaguaras consumía drogas en varios
lugares públicos de su barrio. Una ocasión que platicábamos con Carnes y otros dos más en
una esquina cercana, Negro se acercó a decirle que lo buscaba un tipo, al verlo Guaguaras
me dijo que lo acompañara “donde los camiones”, un parque cerca de un sitio de taxis. Ahí
sacó mota, la limpió , la ponchó y la fumó, en el parque también había algunas parejas pero
estas no se inmutaron. Contó que un chavo lo andaba buscando porque había quedado de
pasar un día anterior por un guato de mota que le había encargado, pero como esa vez no
llegó se la fumó y ahora tendría que esperar a que la pudiera reponer. Guaguaras no ponía
mucha atención en el papel usado para liar sus cigarros de mariguana, la mayoría de veces
utilizaba papel estraza que pedía regalado en las tiendas cercanas o la envoltura de los
rollos de papel de baño. En otras ocasiones lo acompañé a unas canchas de básquetbol
cercanas, gustaba de ir ahí ya que en ese lugar se juntaban sus conocidos de otras calles del
barrio, con los cuales además de consumir drogas lícitas e ilícitas podía platicar sobre lo
ocurrido en el barrio o con sus habitantes.
Guaguaras adaptaba su participación en el narcomenudeo según el contexto en que se
encontrara, decía preferir no consumir drogas cerca a La Tiendita de la Jefa pero como
debía mantenerse en el punto de venta no tenía más alternativa que consumir ahí pese a las
advertencias hechas por El Don acerca de no sacar de onda a los vecinos. El Don decía que
no le molestaba tanto que fumaran mariguana sino que lo hicieran abiertamente cuando
había vecinos en la calle, decía que: “cuando menos deberían ponerle miel”, aludiendo a
una forma de ocultar el hornazo desprendido por la combustión. A diferencia de la
mariguana, la piedra produce un aroma distinto “menos escandaloso”, además que en visos
de aprovechar su consumo es poca la cantidad de humo que dejan escapar libremente
76
cuando fuman la droga. Para usar esta droga los consumidores adecuan pedazos de antenas
de televisión o de carros, compran unas pequeñas pipas de vidrio o algún otro material o
utilizan latas de aluminio o envases de Yakult. Por el panqué en que se viajan muchos de
los consumidores habituales prefieren no usar estas técnicas en lugares abiertos, “por lo
aparatoso”. En todo caso, en La Tiendita de la Jefa, El Don prohibía a los jóvenes
repartidores consumir drogas para disminuir los posibles roces con los vecinos y sólo
Guaguaras desobedecía abiertamente esa disposición.
Como comerciante, Guaguaras regularmente tomaba una actitud agresiva ante los clientes,
en una ocasión me dijo que esto lo hacía para que no se les ocurriera decir quien les vendía
en caso de que fueran aprehendidos, también evitaba que se tomaran confianzas que no
debían, como tratar de hacerse amigos de los repartidores, pues “al rato ya piden fiado”. Sin
embargo a los clientes que llegan casi todos los días o que compran varias dosis por vez les
empiezan a decir que les dan más barato o mayor cantidad o calidad, lo cual no siempre es
cierto. Era evidente que a la mayoría de clientes no les gustaba tratar con Guaguaras,
generalmente recurrían con Negro o con cualquier otro repartidor antes que con él. En una
ocasión iba llegando un cliente cuando me dijo: “Mira como hay que tratarlos”, al llegar el
muchacho Guaguaras le gritó “¡¿Qué quieres?!, ¿No sabes qué se vende hasta las siete?”,
el cliente le respondió : “Ya sólo faltan 10”, pero Guaguaras con más fuerza le gritó:
“¡Aunque faltarán 5!”, y lo mandó a esperar a la esquina del otro lado de la calle “para no
hacer bulto”. En otra ocasión llegó un señor de unos 50 años y le dio el dinero a Negro, este
chifló, pero Guaguaras que iba saliendo dijo que no se vendía nada sino hasta después de
las siete; Negro le comentó al señor que ya no vendía ahí y tendría que esperar, el señor le
invitó un churro y mientras fumaban contó que trabajaba en el ramo de la construcción y
que a veces le toca ir a Guerrero, lo cual aprovecha para traer un cuarto o medio kilo de
mota entre las herramientas. Mencionó q ue lo hace porque le gusta fumar y la mariguana de
Guerrero le gusta más, si puede vende algo; también comentó que Guaguaras la cagaba
porque se paraba la nalga con los clientes, que él ya sólo iba a La Tiendita de la Jefa
cuando quería cocaína, “en polvo”, ya que las demás tienditas del rumbo sólo vendía n
piedra. En otra ocasión llegó a manos de Guaguaras un guato de mota casera, después de
limpiar una envoltura de cigarros Delicados hizo un Marley, lo fumó con Cuatlo y al
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terminarlo dijeron que no les había puesto; a partir de esto, a cada cliente que llegaba le
regalaba mota y le recordaba que él era el bueno del lugar. Fue notorio que ni la mitad de
sus clientes habituales, consumidores de piedra y cocaína, aceptaron la mota que les
regalaba porque decían no fumar chingaderas.
Guaguaras decía haber sido quien contrató a Negro y Pollo como repartidores de La
Tiendita de la Jefa, también fue quien los despidió, primero al Pollo “por haberle robado
unas chamarras ”, aunque no estaba seguro de ello ya que entre Pollo y Negro se echaban la
culpa del robo, Negro era el mejor vendedor que habían tenido y esa ocasión La Jefa no
dejó que lo despidiera. Tiempo después Negro también fue despedido, Guaguaras dijo que
quería hacerse pasar por el bueno y ganar como tal, cosa que ni El Tío había peleado. Le
criticaba que no cuidara su hijo por quedarse en casa de los big droguer en lugar de ir con
su familia.
Guaguaras también tenía animadversiones entre los vecinos del barrio, esto debido a que
los narcomenudistas de La Tiendita de la Jefa orinaban en las distintas esquinas y los
vecinos afectados se quejaban con Guaguaras, quien siempre terminaba gritando que no
era su culpa. Por esta situación la familia Perico optó por evitar que Guaguaras vendiera
antes de las 10 de la noche, hora a la que empezaban a llegar clientes bajo el influjo de la
droga y casi no había vecinos en la calle. De este modo, cuando la familia Perico empleaba
jóvenes para vigilar las esquinas, Guaguaras prefería mantenerse dentro de su casa y sólo
salir cuando alguien le chiflara.
3.5. Pollo
Pollo fue, por mucho, uno de los mejores informantes que tuve a lo largo del trabajo de
campo, tenía 24 años y contaba con amplia experiencia en la distribución de drogas, acerca
de lo cual le gustaba hablar. Desafortunadamente, era parco cuando le cuestionaba acerca
de su vida privada, de su infancia sólo supe que sus padres se dedicaban a comprar pacas
de ropa en Matamoros, las cuales traían a revender en el DF. Al igual que el resto de
78
narcomenudistas y la mayoría de los consumidores de la zona de estudio, Pollo tampoco
terminó de estudiar la secundaria y se dedicó a trabajar de chofer en diferentes lados.
Durante varios años manejó un trailer de la Pepsi y también estuvo en otras compañías, se
jactaba de que cuando trabajaba para la compañía refresquera ganaba formalmente como
$1000 a la semana y sólo trabajaba 24 horas por 48 de descanso; además que
informalmente también ganaba al vender llantas, tarimas o producto de manera ilegal.
Contaba que para vender las llantas hacía una seña con la mano cuando pasaba otro trailer,
como si estuviera girando un disco telefónico con los 5 dedos, si aceptaban daban cambio
de luces, se seguía y un poco adelante paraba para ser alcanzado, las vendía en 1000 varos
y el comprador pagaba la talacha. Para justificar la pérdida de la llanta, compraba llantas
viejas y las explotaba en el mismo lugar de la talacha; así, cuando llegaba a la bodega pedía
que le dieran otra llanta nueva, decía que en la empresa estaban acostumbrados a esas
pérdidas y no revisaban la serie de las llantas. Con las tarimas el bussinnes era con los
chóferes de los camiones torton, vendía 10 ó 20 por vez, a 50 pesos cada una, y llegaba a la
bodega diciendo que se rompía la cuerda o se zafaba el seguro y que se caían en la carretera
por lo que no podía regresar por ellas. Con respecto al producto, cuando salía por Puebla
pasaba por el barrio y tocaba el claxon para que la banda fuera a bajar 24 cajas del camión,
regalaba 2 a la banda y el resto las vendía en 80 pesos cada una, aparte les daba unos 50
pesos para sus chupes. De esta modo, ganaba en total unos 3500 pesos a la semana.
Pollo estuvo casado durante 5 años, durante los cuales salía poco, a lo mucho viernes o
sábado. En este tiempo compró tres terrenos, construyó una casa y traía un auto Le baron,
pero cuando se divorcio la ex-esposa le quitó “casi todo ” y él sólo se quedó con un terreno
en Tlaxcala. La casa que construyó se encuentra muy cerca a La Tiendita de la Jefa, y en
ella vive su ex-esposa con su madre, también construyó los cinco cuartos que rentaban en
800 pesos cada uno ; cuenta que eso no le molestaba, lo que le daba coraje es que en un
futuro un desconocido llegaría a vivir ahí. Los problemas matrimoniales de Pollo
empezaron cuando se quedó sin trabajo debido a su consumo de drogas, pe ro se agravaron
cuando empezó a participar en el narcomenudeo; la ostentosidad con que mostraba sus
79
ganancias atrajo los problemas con policías y otros narcomenudistas y su consumo de
piedra lo impulsó a robar cuando ya no tenía dinero para comprar más droga.
Pollo era apreciado por muchos de los jóvenes del barrio, era considerado buen peleador y
un buen amigo pues compartía la droga que compraba con las ganancias obtenidas de sus
fechorías; las cuales iban desde golpear a otros jóvenes para quitarles su dinero hasta
asaltos a mano armada a traileros y camioneros que pasaban con rumbo a la central de
abasto. Para estos asaltos tenía que haber una mayor organización ya que había que repartir
toda la mercancía el mismo día, sin embargo él no lo organizaba sino que sólo le avisaban
cuando ya estaba todo preparado y entonces decidía si participar o no. Independientemente
de lo cuantioso del botín, Pollo se gastaba la mayoría del dinero obtenido en comprar
alcohol, piedra y cocaína, aunque también compraba mariguana de vez en cuando; casi
todo lo que compraba o robaba lo compartía con los jóvenes del barrio y esto la había dado
cierto prestigio entre aquellos que veían con agrado que se les tratara como uno más de la
banda. Debido al prestigio que Pollo tenía entre la banda Girasol, de 15 años, gustaba de
andar todo el día con él y lo acompañaba a donde fuera, decía que con él aprendía cosas
más útiles que las aprendidas en la secundaria, la cual había abandonado después de
reprobar varias materias.
Debido a su consumo de piedra, Pollo había estado anexado en varias ocasiones, recuerda
haber estado en un centro que le llaman “Rebaño sagrado”, recuerda que ahí los bañaban
con agua fría a las cinco de la mañana y quedaba todo arrugado de la humedad y el frío.
También estuvo en uno “aquí arriba”, ahí estuvo casi un año y ya era padrino, pero salió
porque lo llegaron a buscar dos tipos del barrio armados con cuernos de chivo, cuenta que
llegaron de noche y tocaron la puerta, y que desde adentro les preguntaron: “-¿Quién es?, Yo, -¿Quién yo?, -Vengo a anexar a mi hijo”, abrieron y los tipos entraron amenazando y
exigiendo que les entregaran a Pollo , al tiempo que gritaban “¡Pollo !, ¡Pollo!”. Dice que ya
podía salir cuando quisiera, por lo que se fue con e llos después de dejar las llaves.
Como narcomenudista Pollo no siempre ha participado en La Tiendita de la Jefa, antes
vendía “unas calles abajo ”, del otro lado de la avenida pero en la misma colonia. Sin
80
embargo, dejaron de vender en aquel lugar porque tuvieron pedos con unos policías
federales. Pollo cuenta que manejaba “una Suburban 95, de color azul y ¡equipada!”; en esa
ocasión, poco antes de llegar a la tiendita vio que ésta había sido tomada por unos policías
y quiso ganarles, pero al dar vuelta en la siguiente esquina chocó con un microbús y los
policías lo alcanzaron. Como no quería salir de la camioneta un policía le dio un cachazo en
la frente, mientras otros le pegaban en la espalda, aunque no sabe con qué, mientras contaba
lo ocurrido se levantaba la playera y señalaba las cicatrices que tenía en frente y espalda.
Aseguraba que antes se notaba más pero se echaba crema de Concha Nacar para
desvanecerlas, lo cabuleaban diciéndole que podía filmar otra ‘Arma mortal’. Pollo
también dijo que cuando lo sacaron de la camioneta lo llevaron dentro de la casa donde
vendían, ahí ya tenían a su socio “en calzones y con un tira apuntándole a la cabeza ”, que
zafaron porque les quitaron el dinero que tenían, la droga y la camioneta Suburban. Pensaba
que les habían puesto el dedo porque pagaban renta a unos policías judiciales, sin embargo
los competidores parecían estar mejor apadrinados, pues previamente habían balaceado dos
veces el cantón donde estaba la tiendita. Después de aquella situación vendieron el cantón
para evitarse más problemas.
Pollo no participaba sólo del comercio de drogas ilícitas, siempre lo hacía en compañía de
alguien más para su mayor seguridad, la cual consideraba inestable a pesar de que decía
tener el paro de varios policías de la zona que lo conocían y no lo molestaban porque
sabían que no tenía nada que ofrecer. Aseguraba que “así es la vida” pero como tenía
potencial en cualquier momento la volvería a “armar gacha”, mientras se mantenía de lo
que ganaba en La Tiendita de la Jefa, donde había llegado a través de su hermano, Negro,
quien ya trabajaba ahí con anterioridad. C uando Pollo fue despedido se fue a trabajar a otra
tiendita del otro lado del eje. Que unos narcomenudistas se emplearan en diversos puntos
de venta se debe a que muchos clientes acostumbran a buscar a sus vendedores cuando les
han tomado confianza, por ello Pollo continuo yendo a La Tiendita de la Jefa varios días
después de haber sido despedido y discretamente les avisaba a sus clientes de su nueva
dirección y horario. Cuando Negro también fue despedido Pollo lo jaló a trabajar donde él
lo estaba haciendo, de tal modo que formaba una simbiosis con el hermano, lo cual les
81
permitía permanecer como narcomenudistas aún y cuando tuvieran que cambiar de punto
de venta.
Pese a haberse dedicado en varios períodos de su vida al comercio de drogas ilícitas Pollo
nunca había sido aprehendido por cometer este delito, sin embargo había caído dos veces al
reclusorio, ambas por robo. La primer ocasión fue poco tiempo después del evento de la
tiendita y los federales, esa vez Pollo asaltó a un motociclista que andaba repartiendo
tarjetas telefónicas, se imaginó lo que podía valer el montón de tarjetas y se las quitó a
golpes, intentó escapar pero unos patrulleros lo vieron y lo atraparon antes de poder huir.
Había salido del reclusorio bajo libertad condicional y tenía que llegar a firmar
mensualmente al juzgado e n Santa Martha, casi siempre llegaba a firmar días después de lo
estipulado y ya lo habían amonestado, pero se defendía diciendo que trabajaba de trailero y
le aceptaban tarde la carga por lo que se tenía que quedar más días en su destino; a veces le
pedían los boletos de la caseta y entonces tenía que ir a buscar boletos que los choferes
tiran en la autopista. La segunda ocasión que Pollo cayó en el reclusorio ocurrió durante la
etapa de trabajo de campo; ya lo habían despedido de la otra tiendita donde había estado
vendiendo y sólo se dedicaba a talonear a la banda que se dejaba, pero como no le
alcanzaba para mantener su consumo de piedra empezó a robar otra vez. La banda cuenta
que en su viaje creyó fácil meterse a la casa de un vecino para sacar un estéreo y un horno
de microondas, dicen que ya estaba muy dañado porque la casa pertenece a un licenciado
que trabaja en el Ministerio Público y “no se la acabó”, “el lic” movió sus influencias y lo
buscaron hasta que lo hallaron un día de tianguis cuando estaba vendiendo uno de los
aparatos. La banda piensa que ya no lo verían en largo rato pues era su segundo encierro.
82
PARTE II: RELACIONES SOCIALES DE LOS PARTICIPANTES DEL
NARCOMENUDEO.
En esta parte se describen y analizan las relaciones sociales de los jóvenes que participan
del narcomenudeo. El objetivo es mostrar las acciones realizadas por los consumidores y/o
distribuidores de drogas ilícitas con el fin de poder continuar o aumentar su participación en
el narcomenudeo, y las reacciones tomadas por sus relaciones sociales con el fin de
propiciar q ue esta participación no sólo pueda ser reproducida por jóvenes sino también por
personas de distintas edades que ven en ello una posibilidad real de esparcimiento y/o
emancipación económica. Basándome en los autores citados en el apartado 1.2., muestro
los tres tipos de relaciones sociales posibles: horizontales o de confianza, verticales o de
jerarquía y comerciales o de conveniencia. Cada una de los distintos tipos de relaciones se
pueden llevar a cabo en las distintas redes sociales con que cuentan los jóvenes que
participan del narcomenudeo, pero además se pueden conjugar dos o los tres tipos de
relación en una misma persona, por lo que es importante señalar cuál es el tipo de relación
dominante en una relación multiplexada. Por ejemplo, la red familiar se encuentra
conformada por relaciones marcadas por la confianza u horizontalidad entre los distintos
parientes, pero también pueden reaccionar desde una posición jerárquica intentando que el
hijo acate lo señalado, como sucede cuando anexan jóvenes en co ntra de su voluntad.
Es obvio que antes de participar en el narcomenudeo los jóvenes cuentan con redes sociales
previas, lo interesante es mostrar cómo todas estas redes intervienen para que el joven
aumente, mantenga o, incluso disminuya su participació n en el narcomenudeo y, por tanto,
para que se pueda seguir reproduciendo el narcomenudeo en el barrio. Para una mejor
explicación sobre cómo se hace posible la complicidad en las relaciones sociales de los
jóvenes marginados, las analizo en capítulos sepa rados: relaciones comerciales, relaciones
horizontales y relaciones verticales. En el primero presento las circunstancias en que se
realiza las relaciones comerciales, así como los pasos que siguen los distintos participantes
para poder realizar sus objetivos, consumir y/o vender drogas ilícitas; también muestro
cómo estas relaciones se van reproduciendo, aún entre desconocidos, para formar las redes
83
de pares participantes del narcomenudeo. En los otros dos capítulos presento las redes de
los participantes que he utilizado para el análisis, estas son tres: familiar, vecinal y de
autoridad pública. La red familiar está conformada por los parientes con quienes mantienen
una relación cerrada o de alto intercambio 86, ya sea porque viven en la misma casa, porque
son vecinos o porque se visitan continuamente. La red vecinal o del barrio se encuentra
integrada por jóvenes y adultos que habitan en el barrio y no son parientes, son relaciones
horizontales en las que el joven es visto como integrante de un grupo familiar y no como un
individuo independiente. Por último, la red de autoridad pública está conformada
principalmente por policías, ya que son quienes llegan al barrio, pero también por agentes
del Ministerio Público, abogados y custodios cuando llegan a ser aprehendidos.
86
Cerón Velásquez, María Enriqueta, Redes sociales y compadrazgo. Indicadores de vitalidad lingüística en una
comunidad indígena de Puebla, Colección Científica, México, INAH, 1995, 110 p.
84
Capítulo 4. Relaciones Comerciales y Orden Precautorio Básico (OPB).
El narcomenudeo se fundamenta en relaciones comerciales entre consumidores y
vendedores de drogas ilícitas. En estas ambos participantes se saben cómplices de una
actividad prohibida y realizan acciones y reacciones con el objetivo de evitar ser
sorprendidos en evidente participación. Estas acciones y reacciones no son improvisadas
sino que forman parte de una secuencia de clandestinaje que ayuda a disminuir la
probabilidad de ser aprehendidos y sancionados por agentes de seguridad, esta secuencia de
acciones la llamaremos Orden Precautorio (OP ). Es decir, el OP es un conjunto de normas
no escritas que los participantes del narcomenudeo utilizan para relacionarse entre sí y
correr el menor riesgo posible al realizar el acto ilícito.
Al normar la relación mediante el OP los participantes pueden establecer relaciones
comerciales clandestinas con muchos otros participantes, conocidos y desconocidos. En la
lógica del narcomenudeo, los clientes que den mejor seguimiento a las acciones del OP
serán aceptados como clientes en cualquier punto de venta, incluso donde no los conozcan.
El conocimiento del OP no es transmitido como una secuencia establecida sino que cada
participante lo va aprendiendo por cuenta propia y conforme a sus intereses, a lo largo de su
trayectoria de consumo. Primeramente con la información proporcionada por los pares,
otros jóvenes participantes del narcomenudeo, sobre las formas de uso y distribución de las
drogas, los efectos alcanzados y, por supuesto, cómo evitar posibles complicaciones. Pero
después a partir de las experiencias resultantes de su consumo, especialmente las contrarias
a lo esperado, como ser aprehendidos por policías o no ser atendidos por los
narcomenudistas.
Cualquier consumidor sabe que conforme se incrementa la frecuencia de visitas a los
puntos de venta se incrementa también la probabilidad de ser aprehendido por los policías,
también saben que la frecuencia de visitas se incrementa al pasar de consumidor ocasional a
habitual o crónico. Es por ello que a mayor consumo de drogas es mayor su interés por
conocer y reproducir las maneras de evitar complicaciones, dando seguimiento al OP. Sin
embargo las relaciones no sólo dependen de que los consumidores den seguimiento al OP
85
sino también del tipo de narcomenudista con el que se relacionan, los cuales pueden ser
fijos, semifijos o ambulantes, cada uno de los cuales le da tintes distintivos al OP.
Al intentar disminuir riesgos los consumidores prefieren aquellos narcomenudistas que se
adaptan mejor a sus circunstancias del momento, principalmente distanc ia y costo. Los he
dividido en ocasionales, habituales y crónicos. Los consumidores ocasionales generalmente
son jóvenes que experimentan con alguna droga y sólo conocen a un narcomenudista, por
lo que no tienen posibilidad de elegir; conforme continúan el consumo y pasan de
ocasionales a habituales conocen a otros narcomenudistas a partir de los individuos con
quienes se juntan a consumir la droga, es entonces que pueden elegir a aquel que les dé la
mejor combinación entre calidad, cantidad, riesgo y costo. Hay consumidores habituales
que prefieren a quienes ofrecen mayor cantidad de droga por un mismo costo, otros
prefieren a los narcomenudistas que dan mayor calidad por un costo adecuado, y otros más
prefieren el menor riesgo posible sin importarles lo demás.
Conforme la lógica mercantil el éxito de un vendedor depende de incrementar la ganancia,
para ello debe incrementar el número de relaciones con clientes o incrementar la ganancia
por cada relación; en esa lógica, el éxito de un narcomenudista también depende de la
ganancia, pero para ello no sólo necesita establecer relaciones con consumidores habituales
sino que además debe lograr que den se guimiento al OP. Tarea que no resulta difícil pues,
como ya dijimos, los consumidores también tienen disposición por evitar las dificultades.
Son los narcomenudistas quienes participan en mayor número de relaciones pues la
mayoría de ellos cuenta con decenas y hasta centenas de clientes; en cambio los
consumidores generalmente sólo conocen a unos cuantos repartidores. La situación es clara,
un narcomenud ista logrará mayores ganancias mientras tenga más y/o mejores clientes,
pero un consumidor obtendrá los mejores resultados de unos pocos repartidores y tenderá a
preferirlos sobre el resto. Debido a esta sustancial diferencia, los narcomenudistas intentan
imponer sus condiciones de venta, dejando sólo dos posibilidades a los consumidores:
aceptar las condiciones y conseguir la droga que buscan o rechazarlas e irse a buscar en
otro lado. Entre ambas posibilidades media la actitud tomada por el repartidor, quien puede
explicar las condiciones y convencer al otro de la conveniencia de seguir su OP o dar por
86
hecho que el cliente sabe como actuar y tornarse agresivo cuando infrinja su OP. Las
acciones de los narcomenudistas causan diferentes reacciones en los consumidores, actuar
agresivo provoca que muchos consumidor es prefieran no volver, aunq ue la mayoría
terminan volviendo al no conocer otros repartidores que los satisfagan. Algunos
consumidores iban a una de las tienditas estudiada s, a pesar de que les gritaban, porque era
el único punto de venta del rumbo donde vendían cocaína en polvo.
Aun cuando hay actitudes extremas tomadas por algunos participantes y de la diversidad de
adaptaciones hechas a partir del entorno en que se vende, he podido distinguir cuatro
estrategias comunes en el OP, las cuales fueron seguidas en las múltiples relacio nes
comerciales observadas durante el trabajo de campo. A ese conjunto lo he llamado Orden
Precautorio Básico (OPB) y las estrategias que lo conforman son: contar con puntos de
venta, identificar apropiadamente al otro, evitar el cuerpo del delito y mantener la
discreción del punto de venta. Aun cuando este OPB fue seguido por todos los cómplices,
algunos de ellos mostraron diferencias en su seguimiento, las cuales depend ían del tipo de
narcomenudista que se relacionasen; recordemos que hay tres tipos: fijo s, semifijos y
ambulantes, los cuales se distinguen por el espacio en que comercian, pues este, a su vez,
impone algunas condiciones para el seguimiento del OP B. Con el fin de ser más explicito, a
continuación muestro ejemplos de las acciones y reacciones tomadas por los participantes
al dar seguimiento al OPB; así como las diferencias debidas a los diversos tipos de
repartidores y consumidores que participan del narcomenudeo.
4.1. Contar con puntos de venta.
La primera precaución básica de los participantes del narcomenudeo es conocer cuando
menos un punto de venta. Un punto de venta es el lugar donde se puede realizar la relación
comercial prohibida sin intervención de individuos que la rechacen, como pueden ser los
vecinos que reaccionan contra los participantes cuando percib en el narcomenudeo. Es
entonces que la primera estrategia de cualquier narcomenudista es conocer y seleccionar el
punto de venta donde él y sus clientes tengan confianza de poder relacionarse sin
reacciones en contra. Un requisito para que los participantes acepten y den el calificativo de
87
bueno a un punto de venta es tener fácil acceso y salida, por eso muchos prefieren lugares
públicos como escuelas, calles y canchas deportivas, pues en muchos de ellos es
relativamente fácil escapar en caso de ser sorprendidos. Este requisito se origina en la
certeza de que ningún punto de venta se encuentra totalmente libre de riesgos por muy
bueno que sea, por ello intentan estar preparados para escapar cuando haya reacciones en
contra.
Todos los narcomenudistas saben que deben tener buenos puntos de venta, en los cuales
interactuar con sus clientes a fin de poder realizar su objetivo principal: producir ganancias
económicas. No hay acuerdo en cuanto a los mejores puntos, los que son buenos para unos
participantes no lo son para otros con experiencias distintas, en lo único que acuerdan es
que en el momento que empiezan a percibir reacciones de rechazo lo mejor es buscar
nuevos puntos donde comerciar. Para evitar los estragos provocados por las reacciones de
rechazo, los narcomenudistas pueden optar por tener más de un punto donde operar en caso
de reacciones de rechazo inesperadas en alguno o varios de sus puntos de venta.
La preferencia por un punto se debe en gran parte a la ganancia, no todos dejan la misma,
sino que ésta varía de acuerdo con la cantidad de posibles clientes y de l tiempo útil de
venta. La salida de una escuela, por ejemplo, es un punto donde hay muchos posibles
clientes pero la cantidad de tiempo útil de venta es corta debido a que los estudiantes no se
quedan en la entrada de la escuela más que un breve tiempo; un tíbiri, por su parte, puede
ser un punto donde también haya muchos posibles clientes pero el tiempo útil es mayor, ya
que la mayoría de clientes consume durante toda la noche y se queda n hasta el amanecer,
por lo que las ganancias son mayores. En esta lógica, los narcomenudistas buscan puntos
donde se combinen favorablemente el número de clientes, el tiempo útil de venta y la
ausencia de reacciones de rechazo con una ganancia que consideren satisfactoria. El grado
de satisfacción varía de acuerdo a la diferencia entre la ganancia real y la ganancia
esperada, si un narcomenudista esperaba ganar 200 pesos en un determinado tiempo y ganó
200 se considerará satisfecho, si ganó más de 200 se considerará rayado y si ganó menos de
200 se considerará insatisfecho. Sin embargo los narcomenudistas saben que no todos los
días se pueden esperar las mismas ganancias, siendo los fines de semana y los días de
88
quincena los días en que distribuyen más mercancía. La mayoría opinan que la ganancia de
un punto de venta ya no es suficiente para considerarse satisfecho y tienden a buscar nuevas
posibilidades. Esta percepción de insuficiencia se debe, por una parte, a su propio consumo
de piedra, pues conforme se incrementa le absorbe mayores ganancias; y, por la otra, al
creciente número de puntos de venta en casi todos los barrios y colonias, los cuales le
disputan los clientes. Para la Delegación Iztapalapa, las autoridades habían ubicado 99
puntos de venta de droga en 2001, 188 en el 2002 y 455 en el 2003 87; si bien hay que
considerar que el incremento de los puntos de venta localizados es, en parte, resultado de
un mayor empeño de las autoridades para localizar los lugares donde se comete el delito,
esto también muestra que el narcomenudeo se continúa reproduciendo, además que saber
donde venden no implica que se pueda o quiera controlar el delito.
La acción de moverse entre distintos puntos de venta es una respuesta de los
narcomenudistas a la aparición de dos factores, los cuales pueden combinarse: reacciones
de rechazo en su contra e insatisfacción por la ganancia obtenida; cualquiera de estos
factores implicaría que el punto de venta ya no sea considerado como bueno por parte del
repartidor. Es entonces que pueden decidir moverse en busca de otros espacios para la
venta, lo que implica permanecer distintas cantidades de tiempo en cada uno en caso de
tener más de un punto de venta. Por la frecuencia con que comercian en un mismo punto de
venta y por el tiempo que pasan en él se pueden distinguir tres tipos de narcomenudistas:
fijos, semifijos y ambulantes. Los repartidores fijos son aquellos que realizan ventas diarias
en un mismo punto, en horarios más o menos prolongados; los repartidores semifijos son
aquellos que realizan ventas rutinariamente en distintos puntos y en horarios previamente
establecidos, pero no muy prolongados; y los repartidores ambulantes son aquellos que
realizan ventas en distintos puntos de manera rutinaria y en horario s sin previo
establecimiento, este tipo de narcomenudistas pueden fijar los puntos en el momento del
contacto.
87
Diario Reforma, 2-XII-03
89
A continuación presento ejemplos de cada uno de los tipos de repartidores y de sus puntos
de venta, los cuales cuentan con características distintivas que los hacen ser preferidos por
los diferentes participantes:
4.1.1. Narcomenudistas con puntos de venta fijos.
Los puntos de venta fijos son aquellos lugares donde se venden drogas ilícitas de manera
constante, la tiendita es el modelo más representativo. Los espacios o puntos fijos son bien
estudiados por él o los narcomenudistas que ahí actúan, esto les permite mejores
posibilidades de ocultar la relación mercantil y evitar fricciones con quienes ahí habitan o
conviven. Mientras mayor sea el conocimiento que los participantes tengan del punto
mayor será la confianza de poder enfrentar los rechazos, por eso los repartidores
principiantes empiezan a distribuir droga entre sus amigos, y a partir de ellos crean una red
de clientes de tamaño variable. De ahí que lo más sencillo para muchos participantes que
inician a repartir será continuar frecuentando los mismos lugares del barrio que
acostumbraban cuando eran consumidores, es ahí donde teje n su incipiente mercado.
Sobre esto s narcomenudistas Pablo Pachecote nos cuenta: «Estuve un tiempo desempleado
y me propusieron que vendiera droga: “¿Qué onda? ¡Aviéntate!”, yo le vendía a la banda
nada más, se me hizo fácil. Sólo vendía mariguana, un toque en 5 varos o en bolsas.
Compraba medio cuarto o un cuarto, la desgreñaba toda y la metía en bolsas para venderla.
El cuarto de mariguana está como en 400 pesos, a veces le ganaba el doble, en quince días
lo reventaba todo... Estoy hablando de que haces una inversión para sacarle el doble y se va
multiplicando, no es que empiezas a vender y te haces rico, te cuesta, y también cuesta
rifarte en la calle»88 . Pablo Pachecote nos deja ver el motivo de su inicio como repartidor
de drogas, la ganancia económica, pero además nos muestra como ésta corresponde a los
riesgos, el narcomenudista decide repartir sólo entre amigos ya que cuesta rifarse.
Tomando en cuenta que Pablo Pachecote siempre se reunía con sus amigos en las mismas
canchas se nota que no sólo se trata de repartir entre los amigos sino de hacerlo en un
mismo sitio, el más seguro por conocido, pues «por lo mismo de que se han incrementado
los vicios y también un poco más la delincuencia, viene mucha policía, demasiada policía,
88
Entrevista a Pablo Pachecote.
90
los topas sobre la marcha, te revisan, imagínate que te topen con todo el desmadre ahí
colgado ¡Te desmadran carnal!»89 .
Hay que considerar que el margen de ganancia se encuentra directamente relacionado con
la droga que se distribuye, «la neta… la mariguana ya no es negocio. Por el mismo cambio
de la vida, han cambiado también las drogas, ahora ya es más fácil que te compres una
piedra a que te des un toque»90 . Esta expresión sintetiza una constante referida en el resto
de lugares conocidos durante el trabajo de campo: la mariguana ha sido desplazada por la
piedra como principal mercancía de los narcomenudistas de Iztapalapa. «La neta ya casi
todos venden, cada tres calles venden, cuando uno no tiene otro güey va a tener […] Hay
güeyes que venden mariguana pero ya nada más son dos, ya son contados»91 .
Los puntos fijos son difíciles de cuidar debido a la alta probabilidad de ser sorprendidos por
los vecinos del lugar, por eso es común que sean cuidados por un grupo más o menos
numeroso de repartidores que faciliten la detección de contrarios en el punto de venta. Los
narcomenudistas que utilizan este tipo de puntos realizan algunas acciones particulares en
el seguimiento del OPB; por ejemplo, esconden la droga en los lugares más diversos, desde
ranuras de paredes y macetas, hasta empaques vacíos y montones de basura, todo con el
objetivo de que no les encuentren nada encima en caso de ser sorprendidos por policías.
Otro ejemplo es la reubicación de clientes cuando llegaban varios a la vez, los mandaban a
diferentes esquinas a que esperaran su turno de ser atendidos, de esta manera intentaban
mantener la discreción del punto de venta. Sobre estas acciones abundaremos en los
siguientes apartados.
Por su lado, las razones de los clientes para preferir puntos de venta fijos se encuentran
estrechamente vinculadas con su número, son los más comunes en Iztapalapa; así como por
las relaciones establecidas con los repartidores, pues algunos hacen paros después de un
tiempo de ser clientes, entre ellos pedir que les fíen droga o que les acepten cosas a cambio,
incluso trabajo. Esta última fue la vía por la que Mota se convirtió en narcomenudista, por
89
Pablo Pachecote.
Pablo Pachecote.
91
Chakos
90
91
falta de dinero empezó a hacer mandados como tirar basura, ir a comprar cualquier cosa
que se necesitara o barrer la calle, a cambio le daban medio papel o unos tragos de chela,
con el tiempo le tomaron confianza y después del despido de Pollo empezó a colaborar
como repartidor. Otra razón por la que los clientes prefieren los puntos fijos es la cantidad
de narcomenudistas que ahí labora n, generalmente se conectan con todos los repartidores
para no depender de uno que prefirieran evitar, además que es más probable encontrar a
algún repartidor en el lugar y lograr el objetivo: conseguir droga.
Cuando los consumidores están relacionados con varios puntos de venta no dudan en
utilizar aquellos que les ofrecen mejores condiciones de accesibilidad y precio , en este caso
los repartidores de puntos fijos tienen desventajas de mercado frente a los ambulantes y
semifijos, que mejoran la accesibilidad debido a su movilidad, y frente a repartidores
nuevos que llega n a mejorar el precio si no rinden cuentas a nadie. En todos los casos, los
puntos de venta fijos funcionan como un último recurso cuando las otras opciones no
aparecen.
Por último, quiero mencionar que, a diferencia de lo que sucede en los otros tipos de puntos
de venta, la continuidad de los puntos fijos se fundamenta en las relaciones de complicidad
que los narcomenudistas construyen en sus redes sociales, a partir de iniciada y a lo largo
de su participación. Entre mayor número de relaciones de complicidad tengan los
participantes del narcomenudeo son menores las posibilidades de ser aprehendidos por
alguna autoridad, especialmente si estas relaciones se construyen en distintas redes;
también se posibilita que los jóvenes prolonguen su participación, ya que estas relaciones
no sólo ayudan a realizar la actividad ilícita sino que también ayudan a superar las
relaciones de rechazo surgidas durante alguna o varias de las relaciones comerciales.
4.1.2. Narcomenudistas con puntos de venta semifijos.
Los puntos de venta semifijos son espacios donde, durante un tiempo limitado, es posible
realizar ventas a posibles clientes que asisten debido a la organización propia del lugar,
llámese discoteca, escuela o de cualquier otra forma. En estos espacios los narcomenudistas
disfrazan sus actividades ilícitas realizándolas de modo paralelo a las actividades públicas
92
comunes a otros individuos presentes, como son observar un partido en una cancha de
fútbol, platicar con algún amigo en una calle cualquiera o esperar a la novia en la puerta de
su escuela. Para la elección de este tipo de puntos los narcomenudistas estudian
previamente los lugares, incluso la utilización de muchos de estos lugares resulta de
conocerlos por actividades previas distintas a las del narcomenudeo; el ejemplo más
conocido es el de las escuelas, utilizadas como puntos de venta por narcomenudistas que
estudian o estudiaron en ella, pero esto sucede en todo tipo de espacios públicos. En este
tipo de puntos el tiempo útil de venta es determinado previamente, algunas veces por el
mismo espacio.
Los narcomenudistas de puntos de venta semifijos establecen relaciones comerciales en
espacios públicos en los que realizan actividades aparentemente cotidianas, por ellos
resultan imperceptibles para quienes puedan denunciar o sancionar la venta. Sin embargo,
este disfraz resulta eficaz sólo durante un cierto tiempo pues conforme se incrementa el
número de relaciones comerciales es más fácil ser observado por quienes realizan otras
actividades en el mismo sitio; un ejemplo de esto es el que proporciona Fresa al hablar de
los LxPxV. Los “vatillos locos” se establecían en la calle contigua a las canchas, ahí
ofrecían su material por las tardes, al tiempo que convivían entre ellos y se dejaban ver por
los posibles clientes que llegaban a las canchas a hacer deporte o solamente a campanear.
Aunque estos repartidores pudieran considerarse de punto de venta fijo no es así ya que
varios de ellos se llevaban mercancía para reventar por cuenta propia.
Al ser el aumento del número de relaciones comerciales uno de los objetivos más
importantes para los repartidores semifijos, aceptan el riesgo de ser conocidos como
repartidores incluso por quienes no consumen drogas, lo cual termina derivando en ser
reconocidos por quienes los pudieran denunciar. La presencia de denunciantes hace que un
punto de venta se caliente y haya intervención de la autoridad pública; el no mov erse a
tiempo de los puntos que se calientan implica mayor riesgo de ser aprehendidos por la
autoridad, tanto para los narcomenudistas como para los clientes, es el caso de quienes han
sido capturados en los alrededores de escuelas secundarias a partir de la puesta en marcha
de programas de vigilancia.
93
Del lado opuesto de la relación de mercado, y a favor de la reproducción del
narcomenudeo, el narcomenudista requiere de clientes que no lo pongan en riesgo de ser
aprehendidos, esto es, que pasen desapercibidos como consumidores y que sepan guardar
silencio en caso de ser aprehendidos por la policía: el enemigo común. Por esta necesidad
de complicidad, muchos narcomenudistas semifijos generalmente se muestra ásperos
durante las relaciones comerciales, con la intención de infundir temor en los clientes y que
no hablen de más, especialmente cuando los clientes son ocasionales o poco conocidos. En
el caso de la tiendita estudiada Guaguaras cumple esta función, sin embargo esta situación
es más común en los semifijos debido a la constante aparición de clientes desconocid os. El
establecimiento constante de nuevas relaciones también lleva a los semifijos a apegarse a
una identificación escrupulosa.
Un ejemplo de narcomenudista semifijo es Tigre, quien utiliza las fiestas del barrio para
repartir piedra y cocaína, pues en ellas encuentra gran cantidad de consumidores, jóvenes y
adultos que usan estas drogas para disminuir la embriaguez del alcohol, en palabras de
Pulga : “Me inicié por medio de cuates al tratar de alivianarme las pedas, bien borracho no
se reacciona igual y con ese vicio se levanta uno, en menos de 5 minutos ya se está arriba
cotorreando y desmadrando otra vez”. Resulta lógico pensar que en un lugar donde va a
haber alcohol disponible toda la noche habrá mayor posibilidad de distribuir este tipo de
estimulantes. Así, Tigre prefiere los sonidos que se ponen en la calle y llega a ellos cada
que puede, ya que en la calle es más fácil utilizar la piedra que en un salón de baile. Para
tener mayor cantidad de relaciones comerciales baila con “los gays” y se da a conocer a
través de ellos; y es que los putos son los mejores bailarines del barrio y debido a ello
conocen a casi todos, incluyendo a los consumidores. Negro también contaba del uso de
esta estrategia para vender piedras o cocaína en los tíbiris o sonidos callejeros.
La razón por la que los clientes prefieren a los narcomenudistas semifijos es que
prácticamente no se desvían de su recorrido y sus actividades rutinarias, es el caso de los
LxPxV, el vender en las canchas donde acostumbran reunirse los vecinos permite a los
consumidores saludar a sus conocidos y entretenerse con los partidos de fútbol al tiempo
94
que compran la droga, aún cuando no necesariamente la consuman ahí. También es el caso
de Tigre que al distribuir piedra en los tíbiris evita a los consumidores tener que dejar sus
actividades, como son bailar, ligar y cotorrear, para salir en busca del punto de venta.
Este tipo de distribuidores son quienes tienen mayor impacto en el la expansión del
mercado debido a que ellos van a los puntos de venta donde hay mayor cantidad de clientes
posibles, incluyendo los nuevos. Otra ventaja de estos narcomenudistas es que cuando un
punto se calienta, simplemente van a otro o se desaparecen por un tiempo. Este tipo de
puntos de venta generalmente es utilizado por repartidores de pequeñas cantidades, casi
siempre jóvenes que son dependientes de puntos de venta fijos.
4.1.3. Narcomenudistas con punto de venta ambulantes.
Los narcomenudistas ambulantes distribuyen rutinariamente pero no en lugares ni horarios
previamente determinados. La acción de deambular intenta reducir el riesgo de ser
capturado por los agentes policiales, es una manera relativamente sencilla de pasar
desapercibido, se desprende del tipo anterior en el que los narcomenudistas rondan por uno
o más puntos preestablecidos, aunque a diferencia en este tipo de repartidor es determinante
la tecnología de comunicación pues utilizan teléfonos celulares para recib ir llamadas de sus
clientes e informarse sobre el punto de venta del día.
No es que los ambulantes no tengan puntos de venta regulares sino que, por los conflictos
que se presentan en estos, optan por vender en lugares públicos donde transeúntes no les
pongan suficiente atención o por llevar el material al domicilio del cliente. No he
encontrado ninguna pista acerca de narcomenudistas que se inicien en este tipo de
distribución, sino que ha sido una alternativa tomada por distribuidores que al desaparecer
de los puntos calientes toman esta alternativa para seguir distribuyendo, dándoles su
número telefónico a los consumidores conocidos. Negro y Pollo una vez me contaron sobre
un conocido suyo que distribuía a domicilio cuando le llamaban por teléfono, pero
aseguraban que este tipo de repartidor no es muy común en el barrio debido a que los
consumidores prefieren utilizar el costo de la llamada para comp rar un poco más de droga,
95
además que la mayoría de clientes del barrio acostumbran a comprar sólo uno o dos papeles
por vez, lo cual deja poco margen de ganancia al repart idor.
Otro ejemplo de repartidor ambulante es el de el bueno de Santa Catarina, un se ñor de unos
40 años al cual contacté por medio de un ex-alumno de la UAM-Xochimilco, a decir de
este ex-alumno el bueno vendía su material en la unidad desde mediados de los noventa y
duró ahí casi una década vendiendo en un horario amplio. Pero después de que empezaron a
pedir credencial en la entrada de la unidad y el bueno se vio imposibilitado de entrar,
entonces estuvo vendiendo en los pasillos de las unidades habitacionales aledañas y en
frente de una escuela en un horario reducido; esto es, pasó de narcomenudista fijo a
semifijo. Sin embargo no estuvo mucho tiempo así pues las sospechas de los vecinos
influyeron para que optara por otros lugares, fue entonces que empezó a utilizar el teléfono
como manera de comunicarse con los clientes e informarles el punto del día. Lo último que
supe fue que vendía alrededor del mediodía en cruceros del Periférico, de esta manera se
hacía accesible a los consumidores que podían llegar en auto propio o en transporte
público. La única vez que pude hablar con el bueno, me dijo que utilizaba esos puntos
porque despertaba menos sospechas, además de que era la ruta de los camiones que salían
de por su casa. También me comentó que hay cruceros que ya no utiliza porque lo han
apañado o han estado a punto de hacerlo. Al cuestionarle si también vendía a domicilio me
dijo que sólo cuando la venta era mayor a quinientos pesos, sin embargo era frecuente que
acudiera a espacios públicos cercanos a los domicilios de sus clientes. Si bien este es un
buen ejemplo de narcomenudista ambulante, es importante hacer notar que no es un joven
sino un adulto quien hace la labor; además es importante mencionar que a diferencia de los
narcomenudistas estudiados este vendía mayor variedad de drogas: chochos, coca, piedras,
mota, ajos, tachas e incluso goma de opio, o como dice él “de todo como en botica”.
La razón por la que los clientes prefieren a este tipo de repartidores se centra en evitar el
riesgo de ser sorprendidos en el traslado del punto de venta al domicilio, pues es cuando
pudieran ser aprehendidos “con las manos en la masa”. Esto es especialmente importante
para los consumidores de piedra ya que la paranoia que despierta esta droga los vuelve
especialmente vulnerables a cualquier acción policial o de narcomenudistas poco
96
conocidos, de tal manera que si el narcomenudista de confianza lleva la droga al lugar de
consumo disminuye la paranoia y los riesgos probables.
Resumiendo, a lo largo de su experiencia como narcomenudistas los jóvenes pueden
cambiar una o más veces el tipo de punto de venta donde distribuyen su material, también
pueden cambiar las acciones realizadas en estos, el motivo es el mismo: dar seguimiento a
la primera precaución del OPB y brindar a los clientes puntos de venta confiables. Por su
parte, los clientes optan por el punto más económico cuando el riesgo percibido es similar;
sin embargo, entre dos puntos de venta considerados no calientes y con precios similares
los consumidores preferirán aquel en el que encuentren dealers que respeten el precio, que
den atenció n rápida y facilidad para retirarse sin interferencia; en otras palabras, los clientes
también prefieren narcomenudistas que dan seguimiento al orden precautorio. Recordemos
las palabras de Fresa: “Los factores principales para elegir un dealer son que el material
sea bueno, porque luego hasta el activo diluyen, no sé de coca pero luego dan una madre
que daña más, la mota pues que tenga la frescura adecuada, la calidad; otro punto es la
cantidad, tiene que checar esos puntos el vendedor; el tercer punto de gran importancia es
la accesibilidad. El güey que para mi era el mejor vendedor cumplía con todo... Era
cuestión de treinta segundos, en fa y rayeitor, además tenía buena calidad”
4.2. Identificarse apropiadamente.
El segundo paso del OPB es identificarse apropiadamente, también suelen decirle dar tinta.
Una identificación apropiada permite que los participantes realicen las actividades del
narcomenudeo sin fricciones, de nueva cuenta son los narcomenudistas quienes ponen la
pauta y consideran si la identificación es apropiada o no. La identificación se mueve en dos
vías, por un lado, en que los repartidores acepten que son narcomenudistas acepten ser
vendedor, y por el otro, en que los narcomenudistas identifiquen al cliente como confiable
al cliente, sólo entonces continuará la relación de mercado.
97
4.2.1. La identidad de los narcomenudistas: entre la cautela y la promoción.
No todos los narcomenudistas aceptan las mismas reacciones de los consumidores al
momento de considerar apropiada una identificación, algunos son más cautelosos que otros,
esto depende del punto de venta donde se relacionen; por ejemplo, los narcomenudistas
fijos son más desconfiados que el resto de los demás pues al estar en un mismo se vuelven
más vulnerables al control estatal. En La Tiendita de la Jefa había una especie de alerta
cada vez que se acercaba un automóvil desconocido, algunos se paraban y el resto
aguzaban la vista para identificar las placas y el modelo, y aunque generalmente eran autos
conocidos nunca escatimaron esfuerzos en la identificación. Hubo un tiempo en que la
familia Perico contrataba jóvenes para ayudar a los esfuerzos de vigilancia e identificación,
estos eran distribuidos entre la banqueta de la tiendita y las esquinas próximas. Estos
ayudantes tenían la obligación de identificar a los automovilistas que tomarán dirección al
punto, si estos eran conocidos emitían dos chiflidos espaciados, si no eran conocidos
emitían un chiflido largo y si eran policías emitían tres chiflidos continuos.
El ser identificado como narcomenudista implica despertar toda una serie de imaginarios
acerca de la violencia y el poder que se encuentra en torno al tráfico de drogas92 . El estigma
de criminal se convierte en un aura de bandido astuto que logra burlar la ley, dejando una
imagen de poder más allá de lo común para controlar algunas situaciones conflictivas, de
tipos que se relacionan con policías y algunos hasta con políticos. Esta imagen llega a ser
disputada por los narcomenudistas cuando se sienten seguros; al inicio de mis
observaciones en La Tiendita de la Jefa, Negro era la principal referencia para los
consumidores que llegaban en busca de droga, el resto incluyendo los hermanos Perico lo
aceptaban así aunque también repartieran drogas; sin embargo conforme el tiempo
transcurrió sin tener complicaciones, Guaguaras y El Don comenzaron a disputar el
reconocimiento de ser los meros buenos. Una ocasión que estábamos sentados en la
banqueta llegó un consumidor que le pidió polvo a Negro, El Don le pidió el dinero pero
éste no quiso dárselo ya que no lo conocía, Negro tuvo que interceder aclarando que El Don
era el bueno y no él, el cliente fue atendido sólo después de disculparse varias veces, ya que
El Don se molestó por haber sido ignorado.
92
Astorga, Luis A., Mitología del narcotraficante, México, UNAM -CIIS, 1995.
98
La acción de disputarse el reconocimiento como el bueno del punto, llevó a Negro a ser
reprendido cada vez que un cliente llegaba preguntando por él. Cada vez que podían los
Perico aclaraban ser ellos los buenos y no Negro quien era sólo un empleado al que
empezaron a mandar a la esquina. Esta situación terminó en la renuncia de Negro, quien
empezó a ver disminuidas sus ganancias al perder la confianza de los clientes. Poco
después de la salida de Negro, Tigre también entró en la disputa del reconocimiento; sin
embargo, a raíz de un cateo realizado por la AFI y que se analizará adelante, se olvidó la
disputa y ninguno volvió a proclamarse como el bueno.
A diferencia de los repartidores fijos, los semifijos y los ambulantes utilizan estrategias
distintas para ser identificados. Y es que a éstos no les llegan los clientes sino que tienen
que salir en su búsqueda. Lo más fácil es explorar sitios cercanos, generalmente en la
misma colonia o en las aledañas, donde la confluencia de jóvenes o adultos permita inferir
mayores posibilidades de comerciar la droga; ya ahí, contactan a algunos conocidos de
confianza para que les hagan promoción, ellos por su parte colaboran a esta promoción
ofreciendo mercancía de mayor calidad o más barata, incluso dando pruebas gratis. Sin
embargo, éstos ofrecimientos pueden resultar contraproducentes si los clientes no se sienten
satisfechos; lo cual no es difícil ya que, por un lado, los narcomenudistas consiguen piedra
preparada y les es imposible mejorar la calidad y, por otro, porque por menos precio
generalmente dan menos droga aunque digan dar la misma o mayor cantidad. La necesidad
de contar con conocidos en los puntos de venta es el motivo de que los nuevos repartidores
empiecen vendiendo en espacios públicos conocidos previamente, como son las canchas y
escue las públicas. Sin embargo, la necesidad de vender hace que los repartidores semifijos
y ambulantes se promocionen y, con ello, se arriesguen a ser reconocidos incluso por
quienes los persiguen; esto sucede tarde o temprano y obliga a los narcomenudistas a
buscar otros puntos de venta antes de que la situación se torne más caliente.
Los narcomenudistas saben que la mayoría de sus clientes presentan problemas económicos
en algún momento de su relación, también saben que no es conveniente dar fiado, ni
abaratar su mercancía ; de ahí que muchos narcomenudistas, como Role, lleguen a aceptar
cosas a cambio, «cuando vendía material llegaban a empeñarme cosas: “te dejo la licuadora
99
de mi mamá” […] pero todo eso nada más es pura ilusión óptica porque a los dos días ya no
tenía la pinche licuadora». Sin embargo, lo más común es que sólo acepten aparatos que
puedan vender fácilmente y sólo después de comprobar su funcionamiento; los celulares,
los relojes y las planchas están entre los más socorridos. Otros repartidores, como lo s
hermanos Perico, sólo aceptaban a cambio alimentos, había unos clientes que trabajaban en
el gobierno y seguido les llevaban despensas y artículos comestibles con sellos oficiales.
Hay otros repartidores que no aceptan cosas a cambio de droga pero ayudan al cliente a que
pueda empeñar o vender su aparato, ya sea ofreciéndolo a otros clientes o mandándolo con
algún conocido que se dedique a aprovechar este tipo de situaciones.
4.2.2. La identidad como consumidores: de clientes ocasionales a habituales.
Por el lado de los consumidores, la primera acción que realizan cuando intentan
relacionarse con un narcomenudista es identificarlo; primeramente preguntan a otros
consumidores, que ya han establecido relaciones comerciales con el repartidor, sobre los
aspectos necesarios para poder relacionarse: dónde es su punto de venta, cómo es
físicamente, cómo le apodan y de a cuánto vende. Lo más común es que los pares que ya
cuentan con la relación con el narcomenudista funcionen de conexión entre ambos; esto es,
llevan a los nuevos clientes y los presentan con los narcomenudistas. Lo normal sería que
los repartidores aceptaran al nuevo cliente, pero no todos los consumidores aceptan servir
de enlace, especialmente si no conocen lo suficiente al repartidor o al punto de venta;
además hay repartidores que prohíben a sus clientes dar datos sobre él, aunque tiempo
después levantan la prohibición ya que de otra manera no podrían reproducir sus relaciones
comerciales.
A partir de que un consumidor es identificado como cliente de un narcomenudista tiene
cierta seguridad de que cada vez que llegue será atendido sin reacciones en contra. Cuando
los consumidores no se identifican apropiadamente los narcomenudistas más cautos llegan
a rechazar la relación comercial, especialmente si los clientes son nuevos o se muestran
nerviosos. Es especialmente importante saber por quien preguntar en caso de no encontrar
al narcomenudista conocido, los clientes ocasionales llegaban a La Tiendita de la Jefa
preguntando por Negro cuando no lo veían en el punto de venta, era su referente. Los
100
consumidores que no conocen a los narcomenudistas y no saben por quién preguntar
difícilmente conseguirán la mercancía deseada; por ejemplo, una ocasión llegó un joven
con “cara de adicto ” pidiendo que le vendieran unos papeles de piedra, los
narcomenudistas le preguntaron a quién buscaba, éste no supo decir nombre y sólo atinó a
decir que buscaba una casa “de portón” donde vendían droga, los narcomenudistas adultos
optaron por decir que ellos no sabían nada y el resto repitió les secundaron; el joven se fue
y volvió a pasar un par de veces en taxi, los repartidores jóvenes decían que tenía “cara de
háganme el paro” pero eso no fue suficiente para que El Don considerara adecuada la
identificación, “¿Qué tal si lo mandaron para tantearnos?” concluyó.
Cuando los consumidores continúan comprando droga en el mismo punto pueden pasar de
ser clientes comunes a ser clientes confiables, ya no necesitan identificarse y llegan
saludando al tiempo que piden la mercancía y entregan el dinero, con esto no sólo reducen
el tiempo de la venta sino también la probabilidad de ser aprehendidos en el punto de venta.
En ese momento, ya no sólo el repartidor es referente para el consumidor sino que el cliente
se convierte en un referente para el narcomenudista. Una ocasión llegó a la tiendita un
joven que no tenía cara ni reacciones de consumidor, llegó preguntando por Negro estando
éste presente, Negro no lo reconoció y le preguntó quién le dijo de él y éste le dio un
nombre que el repartidor identificó como un cliente confiable pues le despachó al joven. La
acción tomada por este último cliente no es común, casi siempre se limita a consumidores
que sienten la necesidad de consumir y no tienen otra alternativa para ir a compr ar; un caso
similar le pasó a Fresa cuando le entambaron al único repartidor que conocía y se dio a la
tarea de buscar a quien le conectara con otro narcomenudista, apenas hubo conocido el
punto de venta y el apodo de un repartidor acudió a identificarse como su nuevo cliente sin
importarle que iba sólo y sin quien lo presentase.
A diferencia de lo mostrado en las estadísticas oficiales, donde suman cuatro consumidores
hombres por cada consumidor mujer, los consumidores que llegaban a la tiendita eran
homb res dentro de una gama de edades que va desde 16 ó 17 años, hasta casi 50 años. Sólo
llegué a ver dos mujeres en La Tiendita de la Jefa y ninguna de ellas compró droga, una
adolescente que llegó a platicar con Pollo y una mujer de unos 40 años que al pasar por la
101
calle se quedó platicando con Tigre, está última andaba borracha y se quedó un rato, Tigre
le invitó a inhalar cocaína un par de veces y a cambio le quitó una gorra que ella llevaba. La
baja representatividad del género femenino quizás se pueda deber a que consiguen la droga
a través de la pareja o amigos, pero no puedo asegurarlo. Por otro lado, durante las
relaciones observadas en campo, lo más común era que en una misma jornada la proporción
de clientes adultos, de 30 o más, fuera similar a la de clientes jóvenes; sin embargo, los
clientes adultos aparecían habitualmente en el punto de venta mientras que los clientes
jóvenes tendían a aparecer sólo ocasionalmente.
La variada edad de los clientes hace que no todos sean tratados de la misma forma, los más
jóvenes comúnmente son los menos experimentados y esto los hace proclives a ser
chamaqueados. Hubo un tiempo en que El Don daba algunos papeles a los repartidores que
contrataba para que despacharan a los clientes que llegaran mientras él se metía a hacer
otras cosas, Negro y El Tío aprovechaban esas ocasiones para rascar los papeles y con lo
que obtenían de la rascada rellenaban envoltorios que el mismo Negro dejaba entre la
basura o en el suelo cuando fumaba ahí. Estos papeles rellenados eran vendidos cuando El
Don no estaba, casi siempre a clientes poco conocidos o que llegaban drogados, pues
consideraban que difícilmente se atreverían a dar problemas.
La identificación es un paso necesario para que los participantes se puedan relacionar unos
con otros, también sirve para que los clientes se puedan relacionar entre sí; en más de una
ocasión pude ver a clientes que al encontrarse en el punto de venta se iban juntos y
regresaban al poco tiempo a comprar más droga. Los consumidores encuentran en sus
nuevas amistades informantes que les pueden ayudar a contactar narcomenudistas no
conocidos o simplemente alguien con quien compartir la droga. El compartir la cocaína o la
piedra es poco frecuente entre los consumidores de la zona estudiada, pero el conocerse en
el punto de venta es un indicador de que el otro también tendrá droga que compartir, de otra
manera sería difícil que se diera la identificación entre consumidores desconocidos.
102
4.3. Evitar el cuerpo del delito.
El tercer paso del OPB es evitar el cuerpo del delito. Ambos actores saben que el comercio
de drogas ilícitas es una actividad perseguida por las diferentes corporaciones policíacas,
también saben que si no les encuentran la droga difícilmente podrán acusarlos de delitos
como posesión o comercio de drogas. Por esta razón lo s participantes acostumbran evitar el
cuerpo del delito con acciones como mantener la droga entuzada hasta que esté pagada y
reacciones como comprar pocas dosis cada vez que van con el narcomenudista; la primera
se basa en la idea de que el narcomenudista tiene el control de la droga pero sin el riesgo de
que se la encuentren en caso de ser sorprendido por alguna autoridad, mientras que la
reacción de los clientes pasa más por la continua escasez de recursos y con la idea de que
traer poca cantidad de droga evitaría que los acusaran por comercio de drogas.
Evitar el cuerpo del delito es una estrategia vinculada a la posibilidad de relacionarse con
autoridades policíacas; si bien lo ideal para los participantes es no relacionarse con policías,
en caso de hacerlo buscan no ser sorprendidos. No hay que olvidar que la relación entre los
participantes del narcomenudeo y los policías regularmente es de tipo vertical, siendo los
primeros quienes ocupan la posición subordinada. El objetivo de evitar el cuerpo del delito
es entonces no ser sorprendidos, pues si no los encuentran en posesión de droga se
declararán inocentes; en cambio, en caso de ser encontrados con drogas la situación
dependerá de la actitud de los policías y de la experiencia del aprehendido para manejar la
situación. Las actitudes de los policías se resumen en dos posturas, hacer valer la ley o
utilizar la autoridad que representan en su beneficio personal. La experiencia, por su parte,
ofrece mayores alternativas a los participantes cuando son aprehendidos; los cómplices con
poca experiencia pueden ofrecer dinero a cambio de no ser remitidos al Ministerio Público
o esperar a que sean los policías quienes decidan qué van a hacer, mientras que los
cómplices con mayor experiencia se pueden asumir como adictos y aceptar la posesión de
la droga para su consumo personal, o llegan a apelar a padrinos o protectores que les
proporcionan nombres y/o claves oficiales.
Pero hasta éstas alternativas pueden fallar, un cons umidor mencionó que en una ocasión fue
aprehendido por la policía y le pidieron dinero, como no llevaba más que dos toques
103
prefirió subirse a la patrulla para que lo llevaran al M.P., pensaba que con decir que era
adicto y que la mariguana era para su cons umo sería suficiente para no tener
complicaciones; ya arriba de la patrulla los policías le dijeron que lo iban a remitir por
llevar medio kilo de mariguana, al tiempo que le mostraron una bolsa llena de droga,
entonces aflojó toda la lana que traía. Los nombres y/o claves sólo parecen funciona r
cuando el policía que captura pertenece a la misma corporación que quien proporciona la
protección; por ello los participantes, aún y cuando tienen conocidos con influencias u otras
alternativas para enfrentar las relaciones con policías, prefieren evitar el cuerpo del delito.
4.3.1. Mantener la droga entuzada.
La principal alternativa de los narcomenudistas para cumplir con este paso del OPB es
mantener la droga entuzada hasta que está pagada; cuando recibe el pago la saca del
escondite, la entrega al consumidor y vuelve a quedar sin el cuerpo del delito. En el caso de
quienes reparte n solos, lo más fácil es esconderlas en el mismo punto de venta, en lugares
que pueda tener vigilados; Fresa cuenta que uno de los mejores repartidores que había
tenido escondía sobres con mariguana en empaques de frituras tirados en la calle y cuando
recibía el pago de la droga decía qué envoltorio debían llevarse. Los repartidores
ambulantes y algunos semifijos piensan que lo más conveniente es traer la droga con ellos
mismos, sin embargo traen poca cantidad para que en caso de ser aprehendidos se declaren
consumidores, o traen paquetes en distintos escondites de su vestimenta con la idea de que
no les encuentren todos. Hay quienes se arriesgan a cargar con varios paquetes de droga
esperando pasar desapercibido y confiando en poder escapar en caso de ser perseguidos,
pero en esos casos ya no se estaría cumpliendo con evitar el cuerpo del delito durante un
lapso de tiempo importante.
Tigre es un buen ejemplo de seguimiento del OPB, cuando vendía en los tíbiris sólo llevaba
unos cuantos papeles de cocaína y piedra y ya que se le acababan regresaba por más a la
tiendita, incluso se transportaba en un taxi para atender más rápidamente a sus clientes,
siendo absorbido el costo por las dosis vendidas. Es de estos modos que la droga
permanece entuzada la mayor parte del tiempo, en el medio de transporte o en las ropas del
104
repartidor, disminuyendo sensiblemente la probabilidad de ser aprehendidos en posesión
del cuerpo del delito .
4.3.2. Pocas ocasiones para muchas dosis o pocas dosis por ocasión.
Evitar el cuerpo del delito puede volverse una situación complicada para los consumidores
que desconfían de los puntos de venta o de los repartidores, varios de los cuales prefieren
arriesgarse menor número de ocasiones comprando mayor cantidad de dosis por visita al
punto de venta; también puede resultar ventajoso para el consumidor habitual siempre y
cuando el narcomenudista ofrezca mayor cantidad o calidad conforme se incrementa el
monto a tratar durante la relación comercial. Siendo así, muchos consumidores,
especialmente habituales, prefieren comprar mayores cantidades de dosis, incluso cuando
confían del punto de venta, pues no sólo es más costeab le en términos económicos sino que
también disminuyen el número de veces que se exponen a un encuentro con los policías.
Sin embargo, y en parte debido a los escasos recursos económicos de los habitantes de la
zona, lo más común es que los clientes compren pocas dosis cada ocasión que acuden al
punto de venta, de esta manera no rebasan el límite estipulado en la ley para su consumo
personal y corren menos riesgos en caso de ser aprehendidos al esconderla más fácilmente.
Cuando han sido encontrados en posesión de droga los consumidores informantes han sido
sometidos a diferentes situaciones que van desde dejarlos en libertad posteriormente a un
regaño “paternal” hasta presentarlos ante el Ministerio Público, pasando por pedirles una
suma de dinero a cambio de su libertad.
4.4. Mantener la discreción del punto de venta.
El cuarto paso del OPB es mantener la discreción del punto de venta. Si se han realizado los
primeros tres pasos lo mejor es retirarse inmediatamente y, con ello, mantener la discreción.
Lo óptimo es mantener la discreción antes, durante y después de la realización de l
comercio, siendo a partir de que el repartidor desentuza la droga para entregársela al cliente
cuando se tiene una posición desventajosa y se corre el riesgo de ser sorprendidos por los
policías.
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Este es uno de los pasos en el que los narcomenudistas hacen más énfasis al momento de
indicar su orden precautorio a los clientes, pues mantener la discreción no se refiere sólo a
intentar pasar desapercibidos ante la posible aparición de la policía sino también a evitar la
sospecha de los vecinos que habitan o pasan por los puntos de venta. Mantener la
discreción permite relacionarse comercialmente en un mismo punto durante un tiempo más
prolongado, esto se logra al ocultar las actividades con otras comúnmente realizadas en el
espacio de venta; si es una cancha ver o jugar la cáscara, si es una escuela estar a la hora de
la salida o entrada con la novia, si es en la calle platicar con los amigos, etcétera. Por su
parte, al falta de discreción puede ser motivo para que el narcomenudista no atienda al
consumidor, una falta de discreción es mencionar indiscriminadamente palabras como
droga, piedra y mota, otra es llegar al punto de venta en grupo. Entre las faltas de
discreción más graves se encuentran consumir la droga en el punto de venta y realizar un
acto delictivo cerca del mismo, ambas atraerán a la policía pues seguramente habrá quien
denuncie. Eso último fue lo que pasó una ocasión que, acompañado de Guaguaras y
Carnes, volvíamos de un expendio de mariguana ubicado “calles arriba”. Al pasar por la
esquina que cuidaba Girasol, éste nos comentó que un tipo “con el ojo morado” acababa de
asaltar a un señor que cruzaba la esquina, lo bolseó y le quitó todo, dijo que iba a chiflar
para avisar pero el tipo le mostró un fierro y salió corriendo para doblar en la siguiente
esquina. En ese instante pasó la julia con un señor en la cabina y Girasol dijo que era la
víctima, chifló fuertemente para dar aviso pero Guaguaras chifló tres veces y le señaló que
cuando pasara la policía chiflara como él hizo. Cuando la policía pasó de largo Girasol
corrió con El Don a contarle lo ocurrido, Carnes dijo que ese era el pedo “otros güeyes
hacen su desmadre y dejan el embarque”, sentenció que la policía seguiría pasando y que el
ruco llevaba un buen billete porque sino no se hubiera tomado la molestia de avisar a la
policía, y que lo más probable era que ya lo tuvieran visto. Si bien no se podían comprobar
todas las conjeturas de Carnes es interesante es la facilidad con que reconocen el modo con
que se realizan estos actos vandálicos, lo que sí pude comprobar las siguientes horas es que
los preventivos continuaron pasando. Guaguaras, Carnes y Girasol aseguraban que el
asaltante seguramente era de una banda que se junta “calles arriba”, subiendo por donde
éste había doblado, ninguno comentó nada a los policías que disminuían la velocidad de sus
unidades cada vez que pasaban por la esquina, aunque tampoco éstos se pararon a preguntar
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a ninguno de los vecinos, parecía que esperaban que el asaltante cometiera el error de pasar
por el mismo lugar. No sé si habrá tenido éxito el dispositivo realizado por los policías pero
esa noche ya no hubo más clientes en La Tiendita de la Jefa, las luces de las torretas
parecía n haber difundido un mensaje de “no acercarse ” o “se busca culpable y cualquiera
puede cubrir el perfil”.
Mantener la discreción se entrelaza fuertemente con los pasos anteriores, la elección de un
punto de venta tiene que ver con que ambos participantes puedan llegar y partir
discretamente del lugar, confundidos entre el resto de transeúntes si es posible. La
identificación adecuada también permite a los consumidores habituales actuar con más
discreción al ya no tener que pasar por sesiones de preguntas que puedan tensar la relación.
Evitar el cuerpo del delito también se relaciona con la discreción, se trata de ser un
participante con pocas posibilidades de ser aprehendido y, por tanto, con pocas
posibilidades de poner en dificultades a los pares con que se relaciona. Es al final de la
operación cuando la relación necesita mayor discreción por parte de ambos, ya que son los
clientes quienes tienen ahora la droga y pueden cometer alguna indiscreción en caso de ser
aprehendidos, especialmente si ya están drogados.
4.4.1. Del disimulo al horario de venta y el cuidado del orden público.
Los narcomenudistas tienen varias maneras para mantener la discreción, éstas tienen que
ver directamente con el tipo de puntos de venta que manejen. Todos necesitan mantener la
discreción pero, por el número de puntos de venta que pudiera manejar cada uno, son los
fijos los más afectados por la falta de discreción de alguno de los cómplices; de ahí que
también sean los repartidores quienes pongan mayor énfasis en este aspecto. Y por el
contrario, con la discreción de los pares, los repartidores fijos pueden conservar
funcionando un punto de venta durante mayor tiempo, lo cual facilita el acceso a clientes
ocasionales y/o que habían dejado de consumir.
a) Disimulando las actividades del narcomenudeo
Una de las acciones más comúnmente tomadas por los narcomenudistas es disimular sus
actividades ilícitas mediante otras actividades consideradas normales. Ellos saben que las
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relaciones comerciales no pasan desapercibidas en todos los espacios, pero saben cómo
hacer que esto suceda en algunos de ellos, los cuales utiliza n como puntos de venta. Es el
caso de los repartidores ambulantes y semifijos que venden en un mismo punto de venta
sólo durante el tiempo que pasan desapercibidos y dejan de utilizarlos cuando son
descubiertos. Un ejemplo de ello es Cuatlo, quien se juntaba con un grupo de cholos en una
calle aledaña a unas canchas, con ellos vendió droga durante unos meses, hasta que los
líderes fueron aprehendidos por la policía; el resto se dispersó y Cuatlo dejó de aparecer en
las canchas, poco después empezó a repartir para La Tiendita de la Jefa. Según los
informantes, esos cholos no tuvieron el cuidado de mantener la discreción sino que, por el
contrario, tomaban una actitud que llamaba la atención de muchas personas, lo cual se
presenta más en narcomenudistas novatos.
Para muchos repartidores este era el motivo por el que muc hos jóvenes eran aprehendidos:
porque no saben mantener la discreción pues apenas tienen un billete compran autos o ropa
de marca para presumirlo, y quienes más se dan tinta son los policías, que empiezan a
husmear y rápido les caen. Por su parte, la familia Perico reconstruía los cuartos que hasta
antes habían sido de láminas de cartón pues no veían nada de indiscreto en tener una casa
“como las demás”, sin embargo seguían utilizando el mismo automóvil modelo 75 y
mantenían al frente de la casa un cuarto de cartón destinado a sus 19 perros, pensaban que
así disimulaban su mayor ingreso económico.
Hay muchas maneras de disimular las actividades del narcomenudeo, pero todas se basan
en lo que los repartidores consideran común para que pase desapercibido; de ahí que
muchos prefieran lugares públicos donde haya individuos cercanos a su edad, este es el
caso de las escuelas y los espacios deportivos para los repartidores jóvenes. La edad juega
un papel importante en el rol del repartidor ya que causa empatía con quienes son de la
misma edad o cercanos. En el caso de los repartidores adultos, lo más común es que
disimulen a través de actividades productivas; El Tío siempre llevaba una bolsa con dulces
y frituras durante su turno a pesar de que raramente vendiera algo, hasta que tiempo
después puso una pollería que atendía por las mañanas; El Don, por su parte, manejaba un
camión de ruta a la par que pasaba tiempo atendiendo el negocio. Hubo casos en que el
108
punto era un taller mecánico o un puesto de verduras, incluso escuché de jóvenes que
repartían droga igual que si fueran pizzas o en taxis, «le dicen el narcotaxi, ese güey [el
repartidor] ya no sube pasaje, le hacen la parada [los clientes], los sube y los deja a dos
cuadras, pero ya con el vicio . Es el narco taxi y vende piedra nada más».
b) El horario de venta
Con respecto a los puntos de venta fijos, una d e al s acciones que más me sorprendió
durante el trabajo de campo fue el manejo de un horario por la familia Perico. Al inicio de
la observación manejaban un horario de 7pm a 12am, si los clientes llegaban antes los
narcomenudistas regularmente les recordaban el horario y los hacían esperar para ser
atendidos, aun cuando sólo faltaran unos pocos minutos, si llegaban después ya no les
atendían. Era común que estos clientes pidieran respuesta inmediata a su necesidad, a
cambio prometían no volver a llegar fuera de horario, pero era difícil que los repartidores
modificaran su respuesta. Sólo dos ocasiones observé que Guaguaras hiciera esa paro a
clientes que compraban habitualmente, aunque también llegué a ver a los hermanos
Caradura vender antes de las siete cuando no estaba presente ningún integrante de la
familia Perico. Vender fuera de horario permitía a los hermanos Caradura obtener una
ganancia mayor a los 120 pesos que recibían como pago por repartir de 7 a 12 de la noche;
para ellos el horario más productivo era el que iniciaba a la medianoche pues lo ganancia
era propia, Negro decía que ganaban 20 pesos por cada papel que vendía a 60 pesos y que
regularmente repartía 60 papeles antes de las 4 de la mañana, “cuarenta de piedra y veinte
de polvo”, esto gracias a que el punto de venta era un buen referente para muchos clientes
de la zona.
El horario de venta manejado en La Tiendita de la Jefa cambió a lo largo del trabajo de
campo. Seis meses después de iniciada la observación, cuando salió del anexo, Tigre
empezó a repartir entre las 5 y las 7pm. Poco antes Pollo le había pegado a Guagaras y lo
habían despedido, pero seguía ayudándole a Negro cuando repartía a partir de las 12. Eran
los adultos Perico quienes pensaban que era mejor no repartir después de medianoche ya
que a partir de esa hora llegaban clientes poco conocidos o que querían pagar con objetos
diversos, para evitar que los jóvenes Perico tuvieran problemas determinaron sólo vender
109
hasta la hora mencionada. Una ocasión llegó a La Tiendita de la Jefa un cliente de unos 40
años, compró y le dijo a El Don que iba a volver después de las 12 pero éste se negó
explicándole que ellos también querían dormir, el cliente asentía al tiempo que argüía que
con piedra se dormía por eso él usaba polvo y ahí era el único punto de venta de cocaína en
varias cuadras a la redonda. El Don decía entender pero le recomendaba que comprara en
una sola vez toda la droga que iba a usar durante la noche, el cliente se rió y contestó que
no porque se la acababa más rápido.
Ya había pasado el año de observación cuando La Tiendita de la Jefa fue cateada por
agentes policíacos, no obtuvieron pruebas y “se fueron con la cola entre las patas”. No
estuve presente el día en que esto sucedió pero las secuelas del evento eran evidentes, los
Perico despidieron a todos los empleados y ellos mismos cubrieron todo el horario de
venta. Además se adecuaron a la demanda de los clientes que entonces llegaban desde las
5pm hasta las 6 o 7am, ya que como dice Kaplan “las vidas de los adictos no se parecen
mucho a la de los normales. Sus horas son azarosas, el sueño es lateral… ”93. Nótese que
son los adictos quienes compran en la madrugada, pues los consumidores ocasionales no
optan por éste horario ya que consideran que corren un gran riesgo de ser detenidos por la
policía.
c) El cuidado del orden público
Otra acción de los narcomenudistas para mantener la discreción es ayudar en el cuidado del
orden público. Cuidar el orden público es un punto medular en la permanencia del punto de
venta, un acto delictivo puede atraer la vigilancia de más de una corporación policíaca y
esto ahuyenta a los consumidores. Un ejemplo de esto es la ocasión en que asaltaron a un
señor en la esquina de La Tiendita de la Jefa, ese día no vendieron nada a partir de que
empezaron a pasar los preventivos ; en el mismo punto, a partir del cateo realizado por la
AFI las ventas bajaron considerablemente un par de meses. Un último ejemplo de lo
negativo que puede ser los actos delictivos cercanos a los puntos de venta lo describe
Fresa : «Fue después de un rato porque ese güey pagaba renta, siempre quise saber cuánto
pagaba pero no pude. Lo que ahora veo es que ese güey la cagó porque ahí se juntaba toda
93
Kaplan, p. 120.
110
la banda, se ponían a confabular el pedo de dónde le podían caer más papa [a robar]; y esos
güeyes que estaban chupando, chocheando, moteando y activando no se iban muy lejos a
atracar, no faltó que alguna vez un güey no se dejó y ahí mismo lo plomearon, se hizo el
pancho y llegó un chingo de tira, los vecinos empezaron a decir “en qué lugar vivimos”, se
quejaron y mandaron más tira, entonces los que estaban cobrando renta ya no pudieron
controlar el pedo y le cayeron al lugar». Sin duda, una descripción explícita de cómo
algunos policías protegen algunos puntos de venta a cambio de una renta, motivo por el
que perduran mayor tiempo. Lo que Fresa no específica en esta parte del relato es que los
policías que reciben renta regularmente son preventivos o judiciales. En cualquiera de los
casos si agentes de otras corporaciones si agentes de otras corporaciones llegasen a
intervenir en respuesta a alguna denuncia los policías que cobran renta pierden capacidad
de protección y se hace más difícil sostener el punto de venta.
El cuidado del orden público no se refiere sólo a delitos, trata también de otros actos que,
aunque menores en sanción, son igual de importantes por su influencia en las relaciones
con vecinos. Me refiero a algunas infracciones que son sancionadas por las instancias del
fuero común, y que van de las agresiones a las amena zas, pasando por las faltas a la moral y
el consumo de alcohol en vía pública. Los narcomenudistas adultos son quienes ponen
mayor énfasis en este punto, una escalada de estos actos en las estadísticas oficiales puede
tener como consecuencia que cambien a los patrulleros con quienes tienen el acuerdo y
asignen unos diferentes a la zona; es por ello que colaboran intentando mantener el orden
público, siendo una de las maneras prohibir que consuman drogas en el punto de venta.
Los narcomenudistas adultos también saben que la presencia de la policía preventiva es
importante en su relación con los vecinos, ya que los hace sentir seguros. Una ocasión que
llegué a La Tiendita de la Jefa antes que empezaran a repartir tuve la oportunidad de ver
pasar a unos preventivos enfrente del punto de venta, Tigre que se encontraba barriendo la
calle al verlos les gritó que dejaran trabajar, que si pasaban ahuyentaban a los clientes, los
policías no se inmutaron y continuaron haciendo su rondín. Al escuchar los gritos, salió El
Don salió y le advirtió a Tigre que se callara, le explicó que los vecinos se sienten seguros
si pasa la policía y mencionó que prefería que pasaran preventivos que pedían 100 pesos y
111
no federales que pedían 1000, Tigre asintió y continuó barriendo. Rato después El Don
comentó que había llegado a un trato con los preventivos: pasaría n tres veces al día, pero
siempre antes de las siete para no atemorizar a los clientes.
4.4.2. No consumir en el punto de venta, actuar pacífico y confiar en el repartidor.
En este paso del OPB, a los clientes no les queda más que aceptar las disposiciones
planteadas por los narcomenudistas; si éstos dicen que sólo venden de 7 a 12, los clientes
llegarán a esa hora o buscaran otro punto de venta, pues saben que si no aceptan las
condiciones muy probablemente no volverían a ser atendidos. Por el contrario, si
reaccionan de acuerdo al OPB, y ayudan a disimular el comercio, los repartidores no sólo
los atienden más rápido sino que los consideran clientes confiables.
a) No consumir en el punto de venta
Entre las reacciones más comúnmente aceptadas por los clientes se encuentra no consumir
en el punto de venta. El consumo de drogas es una de las reacciones de los clientes que
podrían causar más problemas a un punto de venta ya que es fácilmente detectable por
vecinos que conozcan el olor o el modo de usar las drogas; este ha sido el motivo por el que
han aprehendido a varios repartidores y consumidores que pensaron que “nadie se daría
cuenta” y fueron sorprendidos “con las manos en la masa”. Por eso es tan importante este
paso del OPB, no cumplirlo no sólo implica la posibilidad de no conseguir la droga de
consumo sino también la posibilidad de ser sorprendidos por policías en una posición
desventajosa.
No consumir en el punto de venta puede ser visto como una ventaja más para el cliente; es
el caso de Fresa cuando tenía un punto de venta al interior de un lote bardeado, siempre
encontraba banda que le pedía que se mochara «en ese tiempo iba por mis cinco pesos,
estaban rayados porque daban como tres toques bien hechos, por lo general se me quedaba
uno ahí, hacía una flautita según para que no se fuera pero al ratito alguien decía “pues
como que estuvo leve, sácate otro ese”». Para este consumidor él quedarse en el punto de
venta podía ser agradable un rato ya que «los veía cotorros, pero luego había güeyes que
estaban activando y andaban como idos, zombis o estáticos, otros güeyes eran agresivos a
112
pesar de que sabían que ahí no podía haber pedo»; además que conforme pasaba el tiempo
no sólo disminuía su droga sino que también aparecían consumidores que prefería no tratar:
«cuando había güeyes muy agresivos hacía el papel del güey muy pasado que se quedaba
clavado, me ponía el puño frente a la boca como aspirando, hasta que veía la oportunidad y
me desafanaba».
b) Actuar pacíficamente
En el párrafo anterior también encontramos otra reacción ampliamente aceptada por los
consumidores: actuar pacíficamente. La mayoría de clientes que pude observar actuaban
pacíficamente, incluso muchos de ellos evidenciaban cierto temor en el trato con los
repartidores, especialmente con Guaguaras pero también con otros si era un cliente
ocasional. Muchos consumidores dijeron desconfiar de la mayoría de repartidores,
especialmente cuando se hacen rodear de bandas que utilizan para pasarse de verga; si a
esa desconfianza se le suma el temor que tiene la mayoría de clientes a ser acusados por
comerciar drogas, lo cual es altamente factible si son aprehendidos en el punto de venta,
podemos entender que colaboren, incluso cuando son agredidos. En una de las primeras
ocasiones que fui al barrio llegó un joven que parecía droga do, decía haber estado tomando
alcohol desde la noche anterior y que para aguantar había estado fumando piedra, por esa
razón ya no tenía dinero para comprar un papel completo pero ofrecía 30 pesos y 2 VCDs
piratas. Nadie quería los VCDs pues decían no tener aparato para verlos, pero además
Guaguaras dijo que faltaba media hora todavía y que sólo aceptaban efectivo, después le
recomendó que fuera a venderlos a otro lado. El cliente se aferró y estuvo insistiendo un
rato, de lo borracho que andaba le dieron ganas de orinar, a gritos lo mandaron atrás de un
trailer estacionado en una de las esquinas; Negro aprovechó el momento y se fue con lo s
VCDs, cuando el cliente volvió y descubrió el hurto se puso a gritar y a amenazar a los
demás, inmediatamente Guaguaras lo calló amenazándolo con golpearlo entre todos, le
aclaró que tenía suerte pues “aquí no es como en Tepito”. El consumidor se fue cabizbajo
mientras el resto reían de su situación, “lo chamaquearon” decían.
Varios de los consumidores informantes dijeron estar de acuerdo en que lo que le pasó a
éste cliente puede pasarle a cualquiera que no sea considerado confiable, es por esto que
113
aceptan actuar pacíficamente y evitar un posible enfrentamiento con uno o varios de los
repartidores; y es que, desde su perspectiva, todos los puntos de venta fijos cuentan con
banditas en sus esquinas o cerca de ellas, lo cual no quiere decir que todas las banditas
equivalgan a un punto de venta.
c) Confiar en el repartidor
Otra de las reacciones importante en el cumplimiento del OPB es que los clientes confien
en el repartidor. A ningún cliente se le aceptaría poner en evidencia a un narcomenudista en
su punto de venta y esto implica confiar en que el repartidor proveerá lo justo por el precio
pagado. Una ocasión llegó un cliente habitual antes de las 7 de la noche, Negro le vendió
unos papeles que le habían quedado la noche anterior, el cliente los recibió y los iba a abrir
pero Negro vociferó que no chingara, si desconfiaba las podía sentir pero que tomara en
cuenta que ahí sólo vendían droga de calidad; a modo de regaño también le dijo que estaban
a la luz del día y no quería pedos con los vecinos, el cliente palpó los papeles, asintió con la
cabeza y se fue.
Negro una vez me dijo que mostrar desconfianza es uno de las reacciones de los clientes
que puede provocar enfrentamientos, me dió el siguiente ejemplo : cuando llega a comprar
un cliente nuevo u ocasional, le muestra un papel y le pregunta para cuánto le gusta, si le
contestan que para 40 ó 50 pesos le quita un poco de droga al papel, si no le gusta al cliente
o no lo quiere pagar le dice a Pollo que lo acompañe a la esquina y ya ahí, éste le da unos
madrazos. Sin duda, situaciones como esta sólo demuestran lo desventajoso que resulta
para los consumidores de drogas ilícitas el tener que confiar en el repartidor, ya que no
pueden comprobar la calidad ni la cantidad de la sustancia que consumen; pero es más
desventajoso para aquellos consumidores nuevos u ocasionales que sólo conocen a unos
pocos narcomenudistas y todavía no saben distinguir entre distintas calidades de droga, ni
entre los volúmenes aproximados para cada precio. Por estas razones, los consumidores
novatos regularmente buscan consumidores habituales u ocasionales que les informen sobre
otros repartidores o puntos de venta lo más confiables posible.
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4.5. El incumplimiento del OPB.
¿Qué sucede cuando no se sigue el OPB? En caso de no seguir el OPB los cómplices
difícilmente conseguirán sus objetivos: vender y/o comprar drogas ilícitas. No hay motivos
lógicos para no seguir el OPB, su incumplimiento tiene dos razones principales: su
desconocimiento, por parte de clientes ocasionales, y el descuido de los participantes que se
confían por realizar continuamente las actividades prohibidas. Sin embargo, el incumplir el
OPB no significa que de manera directa el cómplice no conseguirá su objetivo, significa
que solamente disminuirá sus probabilidades de hacerlo ; como esta percepción es
individual y depende de la experiencia propia de cada cómplice, los nuevos participantes
regularmente serán más atrevidos mientras que los que ya han sido aprehendidos con
anterioridad serán más cautos. Basándonos en esto se entiende por qué en las estadísticas
oficiales aparecen más jóvenes que adultos, cuando menos en el renglón de presuntos
delincuentes en delitos contra la salud : porque quienes han sido aprehendidos pondrán
mayor empeño en cumplir con los pasos del OPB y se vuelve más difícil capturarlos “con
las manos en la masa ” mientras que los que tienen menos tiempo participando,
regularmente los más jóvenes, tienen mayor probabilidad de incumplir el OPB, ya sea por
desconocimiento o por descuido, y de ser sorprendidos en una posición desventajosa.
Cada uno de los pasos del OPB intenta proteger a los cómplices de distintas relaciones de
rechazo. Contar con puntos de venta, es una estrategia para evitar ser rechazado por
desconocidos que se puedan sentir ofend idos si se les pregunta dónde se consumen o
distribuyen drogas; identificarse apropiadamente, es una estrategia para evitar ser
rechazado por el par interpelado; evitar el cuerpo del delito, es una estrategia para evitar ser
aprehendido por la policía, lo cual implica el rechazo social; mientras que mantener la
discreción de los puntos de venta, es una estrategia para evitar el rechazo de los vecinos y
perdurar en un mismo punto realizando las actividades del narcomenudeo. Por tanto,
cuando se incumple uno de los pasos del OPB no sólo se trata de la posibilidad de no
conseguirse los objetivos, sino se trata además de la posibilidad de enfrentar reacciones de
rechazo antes, durante o después de una relación comercial.
115
A lo largo del capítulo he mencionado varias situaciones desfavorables que han ocurrido a
algunos cómplices que incumplieron el OPB. Estas se pueden resumir en dos tendencias,
los que incumplen con alguno de los dos primeros pasos ponen en riesgo el cumplimiento
de sus objetivos particulares, mientras que los que incumplen con alguno de los dos últimos
pasos ponen en riesgo el punto de venta y sus relaciones futuras; el resultado de la segunda
tendencia se denomina punto caliente. Contrario a los considerados como buenos puntos un
punto caliente es un lugar donde ambos cómplices corren alto riesgo de ser detenidos por
policías, razón por lo cual puede caer en desuso; ejemplos de puntos de ventas calientes son
las escuelas públicas de la Delegación Iztapalapa tras la implementación de programas
públicos como ‘Mochila segura’ y ‘Sendero seguro, escuela segura’. Durante la aplicación
de estos programas se ha sorprendido a jóvenes adolescentes portando y/o comerciando
drogas94 , y la difusión de estas noticias ha provocado que muchos clientes y repar tidores
que consideran a los planteles educativos, y sus alrededores, como puntos calientes
resuelvan buscar nuevos espacios donde relacionarse comercialmente.
En este capítulo hemos apuntalado la idea de un Orden Precautorio Básico que disminuye
la probabilidad de que los participantes del narcomenudeo sean aprehendidos durante sus
actividades. Sin embargo, el OPB no solamente funciona para que los participantes realicen
los objetivos de su relación, vender y comprar drogas ilícitas, sino también funciona para
que en caso de que uno de los participantes no continúe el otro pueda entablar nuevas
relaciones en la red de relaciones comerciales del narcomenudeo. Esto es, cuando un
repartidor es aprehendido sus clientes pueden entablar relaciones con narcomenudistas
novatos o desconocidos; del mismo modo, cuando un punto de venta se calienta los
narcomenudistas pueden fácilmente cambiarlo por otro que no tenga repartidor. El OPB
juega entonces como mediador entre participantes desconocidos, sucediendo lo anticipado
por Monod: “la oposición estructural ya no es entre burgueses y proletarios, sino entre los
extraños al ambiente delincuente y los que pertenecen al mismo”95 ; por ello, el OPB es
determinante en la reproducción del narcomenudeo.
94
95
Entrevista a Lic. Tolentino
Monod, Jean, Los Barjots. Etnología de bandas juveniles, Barcelona, Ariel, 2002, 200p.
116
Capítulo 5. Las relaciones horizontales de los participantes del narcomenudeo.
En este capítulo se abordan las relaciones horizontales que los participantes del
narcomenudeo mantienen en sus redes sociales. El objetivo es mostrar las distintas acciones
y reacciones habidas en las relaciones horizontales de los jóvenes marginados, las cuales les
ayudan a mantener o fortalecer su participación en el narcomenudeo. Las relaciones
horizontales se encuentran marcadas por la confianza, aún cuando en varios momentos de
la relación esta adquiera diferentes matices; esto es, las relaciones horizontales son
relaciones que se basan en la confianza establecida previamente, a pesar de los matices de
conveniencia y jerarquización. Las redes a analizar en este capítulo son dos: la familiar y la
vecinal. No quiero decir que sean las únicas redes en que los participantes pueden
establecer relaciones de confianza sino que son las redes en las que establecen las más
importantes de sus relaciones horizontales, además de ser en ellas donde los jó venes fundan
su participación en el narcomenudeo.
Cada una de las redes se presenta en distintos apartados para facilitar su comprensión. En
primer lugar se presentan la red de relacione s familiares, los jóvenes se relacionan con sus
parientes a través del vínculo consanguíneo, razón por la que se considera la más
importante de las redes sociales. Debido a la complejidad de relaciones que se establecen
en las redes familiares, sólo me limito a las acciones y reacciones surgidas en la red
familiar a partir de la participación de los jóvenes en el narcomenudeo. Sin embargo,
además de la confianza que marca las relaciones horizontales, en las relaciones familiares
se encuentran expresadas jerarquías basadas en la edad y el parentesco, por lo que es
necesario soslayar la importancia de las diferencias generacionales. Continuo con la
presentación de la red vecinal o barrial, pongo énfasis en los amigos de la misma edad ya
que la mayoría de jóvenes marginados no han estudiado más allá de la secundaria, y sus
redes de pares regularmente se limitan a las establecidas en el mismo barrio . La
interrupción de la red escolar también implica que éstos jóvenes no aspiren a empleos
económicamente satisfactorios, por lo que regularmente recurren a sus relaciones
horizontales como alternativ a de conseguir empleos mejor remunerados, siendo el
narcomenudeo una de ta les alternativas. En un principio pensaba que las relaciones con
117
vecinos serían verticales cuando hubiera diferencia de edades, pero no es así debido a que
los participantes del narcomenudeo no son tratados como jóvenes sino como miembros de
familias del vecindario; esto es, los jóvenes no son vistos como individuos sino como
miembros de grupos familiares que pueden responder de manera violenta a cualquier
reacción en contra de alguno de sus miembros o de sus intereses.
Los relatos presentados en el capítulo 3 cobran importancia conforme ayudan a esclarecer
el modo en que jóvenes marginados modifican sus relaciones y redes sociales a partir de su
participación en el narcomenudeo. Sin embargo, el análisis realizado no se basa sólo en
estos relatos sino que también utiliza datos de publicaciones periódicas y oficiales, además
de informantes cuyos relatos he decidido no presentar íntegramente para no sobrecargar la
información, pero de los cuales extraigo elementos que me han servido para comprender su
participación en el narcomenudeo. El análisis avanza sobre tres cuestiones: el entorno de las
redes sociales de los participantes del narcomenudeo, las acciones realizadas por los
jóvenes en sus relaciones horizontales para ocultar o dar a conocer su participación en el
narcomenudeo y las reacciones habidas en las relaciones horizontal ante la participación del
joven en el narcomenudeo.
5.1. Las redes familiares de los participantes del narcomenudeo.
Todo individuo lleva el nombre de la familia en que nace y aprende la cultura del grupo. La
familia es su punto de partida, la red primaria de relaciones sociales a través de las cuales se
aprenden actitudes y normas con las cuales afrontar las circunstancias del entorno. Para
Levi-Strauss la familia está conformada “por lazos legales, derechos y obligaciones
económicas, religiosas, así como una cantidad variable y diversificada de sentimientos
psicológicos tales como amor, afec to, respeto, temor, etc”96 . Por su parte, Parsons enfatiza
en los sentimientos cuando considera que “ningún otro aspecto de la vida social está tan
profundamente enraizado como éste en estratos de sentimiento”97 , lo cual no sólo es
característico sino que propicia gran cantidad de matices en las relaciones horizontales. Al
96
Levi-Strauss, Claude; “La familia”; en: Levi-Strauss, Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia,
Barcelona, Anagrama, 1982, p. 17
97
Parsons, Talcott; “La estructura social de la familia”, en : Parsons, Op. Cit., p. 31.
118
estimular la expresión de sentimientos la red familiar fomenta lo que Lomnitz describe
como confianza, el “deseo y disposición mutuas para iniciar o mantener una relación de
intercambio rec íproco”98 , característica fundamental de las relaciones familiares.
La importancia de la familia radica en que es el espacio que permite la reproducción de la
fuerza de trabajo, y en el cual se transmiten las normas culturales 99 . En un estudio realizado
en una zona marginada de la Ciudad de México, Lomnitz observa que la “evolución y
persistencia [de la familia] obedece a necesidades de supervivencia económica y social”100.
Siendo una de las persistencias más importantes la conservación de la familia tipo
extensa 101 , a diferencia de zonas integradas a la sociedad globalizada donde la familia tipo
nuclear es la que domina. Clara Brugada, diputada por la zona de estudio, observa que: «en
los barrios y las zonas pobres de migrantes hay familias grandotas que dan cabida a todos
sus hijos con sus esposas, son muy pocas las familias unifamiliares. Por ejemplo, los lotes
que hay en la Sierra de Santa Catarina están en pésimas condiciones porque empezaron
acondicionando un cuartito, luego otro cuartito, luego arriba, y se convierten prácticamente
en vecindades familiares»102. Esta observación no sólo muestra la constante de la situación
en la zona de estudio, la persistencia de la familia extensa, sino también explica porque
parece que muchas de las construcciones nunca concluirán. Es importante anotar que aun
cuando en la sierra de Santa Catarina persiste la familia extensa, la influencia del modelo
dominante ha propiciado cambios a su interior; un ejemplo es la familia extensa que vive
bajo el mismo techo pero en la cual las familias nucleares pueden tomar decisiones por
separado.
Esta tendencia a que las familias nucleares se establezcan al interior de familias extensas se
encuentra relacionada con determinantes sociales como la falta de oportunidades de trabajo,
pues “en el estado actual de la sociedad, los jóvenes constituyen una clase no como
98
Lomnitz, Larissa Adler; “Mecanismos de articulación entre el sector informal y el sector formal urbano”, pp. 99-133;
en: Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de Antropología Latinoamericana, México, FLACSO-Miguel Ángel Porrúa,
1994, p.105.
99
Merton, Robert K., “ Estructura social y anomia: Revisión y ampliación”, en: Parsons, Fromm, Horkheimer y otros, La
familia, Barcelona, Península, 1970, p. 67.
100
Lomnitz, Larissa A. de, Cómo sobreviven los marginados, México, Siglo XXI, 2003, decimoquinta edición, p. 100.
101
Bonfil Batalla, Guillermo, México Profundo, México, Grijalbo, 1987.
102
Clara Brugada.
119
productores, sino como consumidores; para las diversiones, no para el trabajo”103 . En este
contexto, los jóvenes buscan el placer y las diversiones vinculadas con su edad, entre ellas
el sexo y la droga, pero sin encontrarse debidamente preparados para mantener su consumo
personal ni tampoco una familia propia. Solventar el gasto del consumo es una de las
principales causas por la que los jóvenes participantes del narcomenudeo pasan de
consumidores a repartidores, mientras que la formación de una familia propia parece ser un
factor que influye para disminuir la participación de los jóvenes en el narcomenudeo,
aunque esto no se ha estudiado lo suficiente. Los jóvenes marginados conservan fuertes
relaciones con las familias de origen aun cuando forman la propia, relaciones que se basan
en la confianza de compartir aspectos materiales, como la casa y los gastos, y favores como
el cuidado de los hijos y ayuda “cuando se necesita”. En el caso de las mujeres, la
formación de la familia propia es fundamental para que interrumpan su participación como
consumidoras, pues durante el tiempo de gestación y lactancia reciben una fuerte presión
social y médica para que suspendan el consumo de drogas no prescritas “por el bien de la
familia”, siendo quizás una de las causas de que sean menos las mujeres consumidoras en
comparación con los varones. Entre los jóvenes distribuidores que forman familias propias
lo más común es que, además de disminuir el consumo, busquen un trabajo formal o
cuando menos no ilícito, pero esto también es temporal; de tres casos conocidos dos
volvieron a insertarse en el narcomenudeo como vendedores y todos como consumidores.
Es comúnmente aceptado que el consumo de drogas ilícitas en jóvenes se debe en parte a
que provienen de familias donde hay pobreza y violencia intrafamiliar, entre otras
situaciones características 104; y que cada vez es menor el tiempo que los padres pasan con
sus hijos, y esto se agudiza en las zonas marginales donde las posibilidades se ven
mermadas por la ausencia cada vez más común de uno de los padres 105 . Estas ideas nos
acercamos a una imagen generalizada en el consumo de drogas: la familia disfuncional es
en campo propicio para el consumo juvenil de drogas. Richard señala que la misma OMS
subraya que el acceso a la droga se facilita por la tolerancia del medio social a esa práctica,
103
Monod, OP. Cit. p.163.
Azaola Garrido, Elena, Los niños de la correccional: fragmentos de vida, México, CIESAS, 1995, 79 p.
105
Monod, OP. Cit.
104
120
la influencia de los compañeros, así como por los antecedentes familiares 106. Es con esta
perspectiva que las instituciones que trabajan en el tema se han dado a la tarea de proponer
ideales como el de que “la familia debe proporcionar un lugar seguro para liberar la
frustración, para ventilar la hostilidad y para expresar profundos sentimientos”107 ; otras,
como los Centros de Integración Juvenil enc uentran en la ruptura familiar una causa que
influye en el consumo de drogas entre los jóvenes, especialmente en zonas marginadas108.
Esto es, a la familia marginada se le ha dado el papel de propiciar inseguridad en el hijo,
provocando que salga a la calle con problemas en la cabeza, los cuales prefiere olvidar
mediante el consumo de drogas. Durante el campo, esta idea me fue corroborada por
jóvenes como Javier, para quienes «si estás mal con la familia te sales con tus cuates o
afuera de tu casa, estas chupando o lo que sea, el chiste es que estás mejor fuera de tu casa
que dentro »109.
Sin embargo las redes familiares no sólo inciden en el consumo juvenil de sustancias, a
partir de propiciar conflictos o de la herencia genética 110 , sino que también influyen en su
participación del narcomenudeo. Esta idea se constata en estudios realizados en México
donde se muestra que el alcohol sigue siendo la droga de inicio para la mayoría de los
consumidores, el cual se inicia principalmente en el interio r de los hogares y antes de los 15
años promedio 111 ; pues aún cuando el alcohol se trata de una droga legal, se prohibe
venderla a los menores de edad, al igual que la mariguana, la piedra o el thinner, por lo que
muchas veces lo consiguen a través del mismo mercado negro en que se manejan las drogas
ilícitas. El relato de Patas corrobora la idea de que la familia incide en el consumo de
drogas ilícitas, pues son sus primos quienes le dan cabida en la banda del barrio donde se
consumía libremente la mariguana; además, en su relato nos muestra una apertura familiar
previa respecto a dicha droga, no sólo por parte de los miembros de la misma generación
sino también de generaciones superiores. Este relato también muestra que el vínculo de los
familiares con la droga era asunto de conversación en las fiestas de fin de año, lo cual
rompe con la idea generalizada de la familia disfuncional como causante del abuso de
106
Richard, Op. Cit. p. 88
Cemesam, Op. Cit, p.27.
108
Dolores Herrera.
109
Javier.
110
Moraleda y García, Op. cit., p. 323.
111
Secretaría de Salud, Op. Cit.
107
121
drogas; no quiero decir que la disfuncionalidad no sea factor, lo que quiero decir es que no
es el único factor y, quizás, tampoco el más importante. Por otro lado, un manejo adecuado
de la información quizás no evite que el joven consuma drogas pero ayuda a que no
profundice demasiado su vínculo con ella, o en caso de que llegué a abusar sepa donde
pedir ayuda para su recuperación.
Siguiendo la línea gubernamental, muchos padres y madres de familia desean que sus hijos
no se vinculen con las drogas, sin embargo existe gran confusión en lo que consideran
drogas pues sólo incluyen a las drogas ilícitas, respecto a las lícitas prohíben su consumo
pero no paran de dar ejemplo de su consumo, esto especialmente por el lado de los padres.
Tomando en cuenta que los hijos somos repetidores de la cultura aprendida en el hogar
parece infinita la secuencia del uso de drogas pues como dice un informante «El padre
busca salidas en el alcohol para no tener la responsabilidad de la familia porque no tiene
dinero para mantenerlos»112 , siguiendo este ejemplo los jóvenes no serán responsables ni
con la familia ni con ninguna de sus relaciones, pues no han tenido ejemplo de
responsabilidad. Es en estas familias que se da a gran escala el consumo de alcohol, incluso
convidándolo a menores de edad en fiestas y reuniones familiares. Es importante mencionar
que, aun cuando las concepciones que tienen los jóvenes sobre las drogas provienen
principalmente de los padres, éstas son limitadas debido a que el narcomenudeo está en
constante desarrollo, tanto por la aparición de nuevas drogas como por la mayor
disponibilidad. ¿Cómo explicarle a los hijos sobre drogas desconocidas para ellos? Esto no
es posible, por lo que los jóvenes buscan en sus pares información que no encuentran en sus
hogares, pero esta información regularmente se limita a la propia experiencia de sus pares
que terminan por invitarlos a conocer los efectos de la sustancia en cuestión.
El que los sujetos de estudio pertenezcan a familias marginadas permea el resto de sus
relaciones sociales, en casi todo momento sus relaciones sociales se limitarán a otros
jóvenes marginados pues son pocos los jóvenes que aspira n a buscar relaciones en redes
fuera del barrio, como las establecidas con compañeros de escuela. Los integrantes del
barrio son igualmente marginales aún y cuando la infraestructura del mismo se vaya
112
Fat
122
mejorando con el paso del tiempo, especialmente si los vecinos se organizan para ello. En
otras palabras, es en la red familiar donde los jóvenes aprenden las concepciones con que se
relacionan con el mundo de las drogas y en que se funda su participación en el
narcome nudeo; aunque éstas se pueden modificar en las redes de pares, reducidas a los
vecinos en el caso de los sujetos de estudio. Aquí cobra gran importancia el contrapeso que
pueden ejercer mutuamente las redes familiares y vecinales en las estrategias tomadas por
los jóvenes durante su participación del narcomenudeo. Es comprensible entonces que haya
cada vez más jóvenes participando cuando se habitan barrios donde es relativamente
sencillo participar del narcomenudeo, ya que los padres de familia tienen la percepción de
que la prevención es solo a nivel escolar
y dejan la responsabilidad completa de la
educación de sus hijos en manos de las instituciones escolares y gubernamentales,
evadiendo su propia responsabilidad 113; paradójicamente, se ha reportado un alto índice de
deserción escolar, principalmente a nivel medio, situación que impide a estos alumnos tener
acceso a los programas preventivos sobre adicciones que se realizan en tales lugares. 114
5.1.1. Acciones de los jóvenes en sus redes familiares.
Los participantes del narcomenudeo enfrentan sus redes familiares a partir de sus relaciones
previas, de sus relaciones de parentesco. La juventud es una etapa de la vida en la que la
mayoría de “experimenta sentimientos de incomprensión, rebeldía e ira […] ya que si bien
no entiende lo que pasa, por otro lado, siente culpa por no responder a los requerimientos
de los que le rodean, sean sus padres, amigos o compañeros, también suele rebelarse contra
las normas sociales y familiares”115; de ahí que gran parte de los consumidores prueben la
droga alrededor de los 15 años 116, edad en la que la mayoría todavía ocupan una posición
de subordinación ante sus familiares.
Debido, en parte, a esta posición de subordinación es común que los jóvenes que empiezan
a consumir drogas ilícitas lo mantengan oculto a sus familiares, especialmente si estos se
han mostrado adversos a tal situación. Conforme el consumo continúa y se vuelve habitual
los jóvenes tienden a hablar de su consumo con quienes han expresado opiniones más
113
CIJ, Estudio básico de comunidad, Op Cit.
Ibidem.
115
Rivera Mendoza, Op. Cit. p. 186
114
116
Secretaría de Salud, Op. Cit.
123
tolerantes al respecto, o hacen saber de su consumo cuando son aprehendidos por alguna
autoridad y no tienen mejor opción. A su vez, cuando el consumo se convierte en crónico se
vuelve evidente para la red familiar, aun para quienes no lo quieren aceptar. En el mo mento
en que los parientes conocen de la participación, los jóvenes se ven obligados a poner en
marcha una serie de acciones para convencer al resto de la familia de dejarlo continuar su
participación en caso de que se muestren tolerantes, o para hacerles creer que detendrán su
consumo en caso de que se muestren adversos. Un caso distinto se da cuando en la red
familiar ya existen consumidores de drogas, ahí es el joven quien tiende a formar relaciones
de complicidad con el pariente.
5.1.1.1. Ocultamiento en la red familiar.
El ocultamiento es la estrategia que utiliza la mayoría de jóvenes que comienzan a
participar en el narcomenudeo y no quieren que lo sepan en su red familiar. En este caso,
las acciones dependen de la relación de parentesco y de la confianza entre el joven y su
familiar. La mayoría de quienes comienzan a consumir fuera de la red familiar lo hacen en
espacios apartados, en redes donde cuentan con relaciones horizontales, formadas por
amigos de la escuela o del vecindario. Es común que debido al estigma que pesa sobre los
consumidores se oculten de quienes no participan del narcomenudeo, al menos durante el
tiempo en que consumen y/o dure el efecto; sin embargo, conforme aumentan la frecuencia
de consumo les es más difícil a los jóvenes mantener oculta su situación, especialmente si
llegan a etapas de consumo crónico, o varias veces al día.
Los jóvenes que se integran al comercio generalmente lo hacen fuera de la red familiar para
intentar evitar el posible rechazo en sus relaciones familiares, pero también para evitarles
problemas judiciales en caso de ser aprehendid os por la policía. A pesar de eso las
actividades las realizan dentro de los espacios que ya conocen, principalmente dentro del
barrio, pues sienten cierta seguridad de poder huir en caso de aparecer la policía . Esta era la
situación de Girasol, de 15 años, quien no consumía drogas ilícitas pero un tiempo se
dedicó a su comercio en una esquina cercana a su casa, decía que en su familia ni cuenta se
daban ya que él no consumía drogas y regres aba temprano a casa, pero también porque sus
dos hermanas mayores tenían problemas con el consumo de alcohol y eso mantenía
124
ocupada a la mamá. Durante mis visitas, las relaciones familiares de Girasol permanecieron
sin sobresaltos aun cuando se salió de la secundaria y no trabajaba, y aunque lo presionaban
en su casa no dándole dinero se las arreglaba con lo s 120 pesos que le pagaban en La
Tiendita de la Jefa durante su turno de siete a diez de la noche.
Otro caso de ocultamiento es el de Cuatlo, de 19 años, quien tampoco decía a su familia de
su labor en la La Tiendita de la Jefa; sin embargo, Cuatlo duró poco tiempo en este punto
de venta debido a que estaba en la misma calle en que vivía y sus parientes y amigos lo
iban a buscar continuamente y lo distraían, lo cual disgustaba a los narcomenudistas
adultos. Cuatlo no podía evitar acudir a su casa pues supuestamente solamente estaba
cotorreando, finalmente dejó de participar en ese punto de venta. Antes de participar en La
Tiendita de la Jefa, Cuatlo repartía droga para unos cholos, pero cuando la policía atrapó a
sus líderes el resto se dispersó y él llegó ahí. Un último ejemplo de ocultamiento es el de
Pablo Pachecote, quien comenzó a repartir mariguana en el mismo lugar en que se juntaba
cotidianamente con sus amigos, el cual al estar alejado de su hogar le permitía participar del
narcomenudeo sin que su familia conociera de ello.
Estos ejemplos se pueden considerar de ocultamiento total, pues en ninguno de los casos
los parientes saben de la participación de los jóvenes en el narcomenudeo, ni siquiera como
consumidores en el caso de Cuatlo y Pablo Pachecote. A esto ayudaba que, por sus edades,
Girasol y Cuatlo no eran presionados para trabajar, mientras que Pablo Pachecote hacía
productiva su estancia con los amigos al armar tocadas en el barrio y dar gasto en su casa;
de este modo ninguno de ellos transgredía su rol familiar. Cierto es que Girasol y Cuatlo no
estudiaban pero tampoco sus hermanos mayores, lo cual argumentaban para no seguir
realizando una labor que no les gustaba: ir a la escuela. En los primeros dos casos hay que
tener en cuenta que los jóvenes llevan poco tiempo de narcomenudistas, aun cuando ya es
la segunda experiencia del Cuatlo. Si bien los padres no logran incorporarlos a actividades
formales ni saben de su participación en el narcomenudeo si les cuestionan de dónde
obtienen la ropa que estrena n, principal finalidad de los ingresos cuando no son
consumidores habituales.
125
En el último caso encontramos una estrategia de ocultamiento ampliamente difundida:
realizar el comercio ilícito a la par de actividades laborales lícitas; a esto hay que sumar
que, a diferencia de los dos primeros ejemplos, en que los jóvenes se empleaban en La
Tiendita de la Jefa, Pablo Pachecote emprend ió el comercio por su cuenta, que además era
de mariguana y no de crack, por lo que sus ganancias eran apenas suficientes para mantener
su consumo habitual de mariguana y alcohol, principalmente cerveza.
A pesar de no ser pocos los casos de ocultamiento total, la mayoría de jóvenes
narcomenudistas terminan por ser descubiertos por sus parientes, ya sea que ellos mismos
lo digan a quien tengan confianza o porque lo sepan a partir de ser sorprendidos por alguna
autoridad. En cualquier caso, los narcomenudistas terminan dando a conocer de sus
actividades a algunos familiares pero ocultándoselo a otros, lo cual se puede considerar un
ocultamiento parcial; un ejemplo de esta situación es Role, quien pedía ayuda a su madre
cuando necesitaba pagar deudas o quería dejar de consumir, pero sólo hablaba de su
consumo y no de su participación como repartidor, esto a pesar de que participaba del
comercio con unos tíos que vivían muy cerca de la casa de su madre. Otro caso es el de
Mota, de 24 años, quien tenía conflictos previos en sus relaciones familiares ya que no
trabajaba; después de que sus padres lo echaron de su casa se fue a vivir al Salón de la
justicia, junto con Pollo y Negro. Fue por medio del segundo que Mota se enroló en La
Tiendita de la Jefa, justo cuando despidieron a Pollo. Mota casi no iba a casa de sus padres
y sólo uno de sus hermanos, que también era consumidor de piedra, sabía donde
encontrarlo.
El caso de Negro es distinto. Durante el tiempo que se mantuvo vendiendo drogas vivió en
el Salón de la justicia con su hermano, Pollo. Negro estaba casado y su mujer sabía que él
era repartidor sin embargo no quería descararse con su hijo de 4 años, decía que por eso
prefería no vivir con ellos. Cuando pasaba varios días sin visitarlos la mujer se aparecía con
el hijo, esto le molestaba aunque decía contemplarlo entre las posibilidades. En esas
ocasiones Negro compraba dulces y metía la piedra en sus envolturas, al hijo le decía que
vendía dulces y cuando le pedía uno le daba uno de los verdaderos; con ello intentaba
convencerlo de que no vendía drogas, sobre todo porque el abuelo del niño, su suegro, ya le
126
había dicho a lo que él se dedicaba. En este caso se refleja una de las actitudes más
comunes de los jóvenes ante los parientes de generaciones distintas, intentar ocultar su
participación en el narcomenudeo a través de mentiras que regularmente haciéndose
evidentes.
5.1.1.2. Intentos de convencimiento en las redes familiares.
Aunque la mayoría de los jóvenes que participan del narcomenudeo tienden a ocultárselo a
sus familiares, conforme pasa el tiempo éstos terminan descubriéndolo. Las razones del
descubrimiento pueden ser varias, desde que el joven haya sido sorprendido consumiendo o
comerciando drogas, hasta que él mismo decida decirlo a sus padres o algún otro pariente.
Muchos consumidores comentaron que sus familiares empiezan a sospechar a partir de que
aumenta el tiempo que se ausentan del hogar para consumir y disfrutar los efectos de la
droga preferida, pero la mayoría se cercioran del consumo hasta que se hace evidente en el
cuerpo y conducta de los jóvenes.
A partir que los familiares conocen que el joven consume drogas, estos no tienen otra
alternativa que intentar convencer a sus parientes que su consumo “no es tan malo como
dicen” y que no perjudica sus actividades cotidianas, a la par de intentar evitar posibles
reacciones negativas de parientes cercanos que todavía no lo sepan. Los participantes
intentan convencer al pariente de que sea tolerante y a partir de eso espera la reacción de
éste, aunque pocos hay quienes tienen éxitos cuando piden tolerancia; algunos como
Patotas y Aarón han conseguido que les permitan fumar mariguana en sus habitaciones, sin
embargo la mayoría de parientes tienden a prohibir el consumo sin estar seguros de cómo
evitarlo realmente. A partir de este momento se crean una serie de conflictos familiares
para muchos de lo jóvenes, los cuales pueden terminar anulando toda la red; los
informantes lo expresan con mucha claridad: «C uando son adictos a los primeros que
ponen en la madre es a la familia»117 .
En el caso de los narcomenudistas, es más difícil que consigan ser tolerados por sus
parientes; uno de estos casos lo constituye Negro, quien no sólo ha convencido a su
117
Trueno
127
hermano de participar juntos en el narcomenudeo sino que también ha convencido a su
mujer de vivir separados para evitarle riesgos a ella y a su hijo. El caso extremo de
convencimiento que encontré es el de Guaguaras, quien después de convencer a su madre
de comerciar drogas ilícitas logró que muchos otros parientes también participaran
comerciando, pero este caso se aborda adelante. Lo que quiero resaltar es que cuando la red
familiar es convencida de tolerar o propiciar la participación de los jóvenes favorece su
mayor duración en la actividad; ejemplo de ello son los hermanos Perico, que se turnaban
en La Tiendita de la Jefa el tiempo en que alguno de ellos era anexado.
5.1.2. Reacciones en la red familiar de jóvenes participantes del narcomenudeo.
En este apartado presento las reacciones que tienen las redes familiares cuando conocen
que alguno de sus miembros jóvenes participa del narcomenudeo. Ya he dicho que la
mayoría de los parientes se enteran del consumo de los jóvenes cuando ya se han
presentado evidencias fisiológicas como el síndrome de abstinencia, pero también
conductuales como la disminución del número de relaciones 118 . No obstante, cuando alguno
de los familiares se entera de que el joven tiene problemas con el consumo de drogas es
común que el apoyo sea inmediato, sin embargo ni los padres, ni los abuelos, tienen idea
clara de qué drogas consumen o qué efectos puede tener su consumo; las más conocidas
son la mariguana y los hongos alucinógenos, pues muchos habitantes provienen de las
serranías de los estados de México, Puebla y Oaxaca. De esta manera, el desconocimiento
de drogas como la cocaína, la piedra y los chochos, así como sus efectos, pospone la
posible reacción de la red familiar. A esto se suma que hay parientes que cuando se enteran
del consumo caen en una especie de negación, en la que esperan que el vínculo del joven
con las drogas sea temporal y no hacen nada más por involucrarse.
En el caso de los narcomenudistas es más difícil para los parientes tomar una decisión, el
estatus legal de las drogas es una determinante a considerar. En el contexto marginal, la
información que se puede obtener acerca de las drogas ilícitas es la que se difunde en los
medios masivos de comunicación, la cual es regularmente una extensión de las políticas
118
Lindström, Martin, “Social capital, the miniaturization of community and high alcohol consumption a
population-based study”, Alcohol & Alcoholism, 40(6):556-562, 2005.
128
antidrogas vigentes en el país. Es entonces que los parientes de los participantes conocen de
la droga a partir de información antidroga, “hay que denunciar” dicen quienes combaten las
actividades relacionadas con drogas ilícitas el narcomenudeo, pero cómo hacerlo cuando el
participante es un hijo, un sobrino o cualquier otro pariente, cómo estar en contra de una
actividad que cada vez más es vista como una alternativa real para mejorar sustancialmente
la calidad de vida de toda la red, aun a sabiendas de que la participación puede resultar
contraproducente.
En estas circunstancias, las reacciones que pueden tomar los parientes ante la participación
de los jóvenes en el narcomenudeo se pueden clasificar en tres tipos: rechazo, tolerancia y
complicidad. En las reacciones tomadas por los distintos parientes pasará, sin duda, la
historia de la red familiar. A continuación abundo en las reacciones:
5.1.2.1. Rechazo en las relaciones familiares.
Las reacciones de rechazo son las más comunes en las redes familiares de quienes
consumen drogas, «a un paciente que se empieza a drogar lo empiezan a estigmatizar ¿qué
sucede? La misma familia lo empieza a rechazar»119 . Todos los participantes y sus parientes
saben del estigma que recae en los consumidores de drogas, a quienes generalmente se ve
como improductivos o delincuentes. Cuando se conoce de la participación del joven, los
familiares consideran los riesgos de las actividades, la posibilidad de adicción que implica
el consumo y la posibilidad de aprehensión que implica el comercio, y muchos intentan
evitar la participación del consumo a través de prohibiciones y castigos. Son los padres
quienes casi siempre toman el rol de quienes prohíben pero también lo hacen miembros de
generaciones precedentes como tíos o abuelos, los miembros mayores de la misma
generación, como hermanos y primos lo hacen en menor grado.
Cuando el consumo ya se ha convertido en habitual o crónico, la mayoría de los parientes
tienden a rechazar las relaciones con los participantes, sólo los más cercanos continúan
intentando ayudar a un posible tratamiento contra la que ya consideran irremediable. Esto
se puede notar en la ausencia de familiares acompañantes cuando los consumidores
119
Lic. Dolores Herrera.
129
crónicos se encuentran en tratamiento, de los pocos que acompañan casi todos son madres o
hermanas. Para otros lo más práctico es echarlos de su casa, esperando que al no tener que
comer dejen de consumir drogas; esta no es la primer alternativa pero si una muy utilizada
después de varios tratamientos en los que el joven no reacciona, lo cual parece ser la norma
entre los usuarios de piedra que continúan su consumo a lo largo de varios años a pesar de
tomar tratamientos cada vez más severos.
Las reacciones de rechazo tienen como objetivo que el joven frene su consumo. Este
objetivo puede ser en extremo difícil cuando el joven consume frecuentemente y en dosis
altas; pero también hay casos en que los jóvenes han disminuido su consumo a partir de que
la red familiar interviene en conjunto para rechazarlo, algunos dejando totalmente el
consumo, otros disminuyéndolo y otros más continuando el consumo de unas drogas pero
parando el de otras que consideran más dañinas. Sin embargo, el que un joven sólo
disminuya su consumo no necesariamente significa un progreso para la red que tiene como
expectativa principal que el joven se integre a actividades productivas, por lo que sí la
disminución de consumo del joven no se acompaña de una actividad laboral o escolar
muchos familiares mantendrán reacciones de rechazo en la relación. A nte este panorama se
entiende que para muchos jóvenes lo más conveniente sea mantener oculta su participación
a la red familiar.
Entre los casos en que la red familiar fluye para que el joven deje de participar en el
narcomenudeo encontramos el de Trueno, quien durante su juventud era consumidor
habitual de distintas drogas, entre ellas la mariguana, el cemento, el resistol 5000 y el
alcohol. Trueno dejo totalmente el consumo de todas las drogas ilícitas después de muchos
esfuerzos de los padres y hermanos que lo acompañaban a tratamiento, “me llevaban con
Lamoglia, el que aparece en la radio”. Aunque admite que el psicoterapeuta interviene de
manera importante al hacerle notar su situación, también menciona que ello no hubiera sido
posible sin la intervención de su novia quien actualmente es su esposa y madre de sus hijos;
dos de los cuales estaban en la adolescencia, lo cual preocupaba a Trueno pues decía no
saber qué hacer en caso de que los hijos optaran por consumir drogas, por eso prefería no
mencionar que fue consumidor durante su juventud. Esta situació n de incertidumbre no es
130
sino reflejo de lo complicado que es lo relacionado al consumo de drogas, ni siquiera
quienes han dejado de consumir después de haber sido consumidores habituales, saben
cómo evitar que este fenómeno se continué reproduciendo.
Esto que aquí presento como reacciones de rechazo en la red familiar ante el consumo
juvenil de drogas ilícitas puede determinar que muchos consumidores habituales intenten
integrarse a su comercio. Fue precisamente lo que sucedió a Mota, a quien sus padres
corrieron de su casa por no trabajar, y porque les pedía o robaba dinero para continuar
consumiendo. Al no tener ingresos, Mota hacía algunos quehaceres en La Tiendita de la
Jefa a cambio de droga, después participó como repartidor durante casi un año, hasta que
conoció a una joven con la que se fue a vivir; como a la joven no le parecía que éste
participara del narcomenudeo Mota empezó a buscar otra manera de ganar el sustento, al
tiempo que dejó de consumir habitualmente, sin embargo cuando discutía con la joven o
con el hermano de ella se salía de la casa e iba a consumir cerca de donde repartía. Este
caso además de mostrar diferentes acciones de rechazo contra la participación del joven en
el narcomenudeo, muestra algunas diferencias que puede haber entre una red familiar de
origen y una red familiar propia.
Entre los participantes que cuentan con familia propia hay dos tendencias, quienes buscan
pareja que les ayuden a superar su participación y quienes buscan parejas que aceptan su
participación, sobre estas volveremos adelante. Sin embargo, hay que añadir que aun en los
casos en que se buscan relaciones de tolerancia o complicidad, pueden también agregarse
parientes políticos contrarios a la participación en el narcomenudeo. Este el caso de la
reacción de rechazo del suegro de Negro, quien no admite que su hija esté casada con un
narcomenudista y continuamente le pide que se separe de él, además le dice a su nieto que
su papá vende drogas para que le pierda la confianza. Ante esto Negro opta por vivir
separado de su mujer durante los períodos que se dedica a comerciar drogas.
En estos ejemplos hay cuando menos una situación importante: en la mayoría de casos en
que los jóvenes disminuyen parcial o totalmente el consumo de droga cuentan con
relaciones de pareja que participan de la disminución; esto es, a pesar de los conflictos y el
131
rechazo a consumir y/o comerciar drogas ilícitas los jóvenes encuentran en la red familiar el
único motivo para dejar de consumir. Incluso, cuando alguno de los jóvenes del barrio era
llamado por algún familiar, principalmente femenino, siempre acudían a pesar de
manifestar en voz baja toda clase de desacuerdos. Richardson, uno de los vecinos del barrio
que había sido anexado por sus padres, cada vez que salía a tomar alcohol era molestado
por su hermano , quien lo asustaba diciéndole que venía la mamá para que éste se apurara a
esconder la droga, pero cuando la mamá llegaba de trabajar Richardson entraba a su casa
para ya no salir. En el mismo barrio la familia era equiparada con la PFP, “Policía Familiar
Preventiva”, decían que el parentesco es el único lazo suficientemente fuerte para no
consumir ni comerciar en la casa ni cerca de ella, a menos que le red familiar se muestre
tolerante o cómplice.
5.1.2.2. Tolerancia en las relaciones familiares.
La tolerancia implica aceptar situaciones con las que no se está de acuerdo. En el caso de
las redes familiares de quienes participan del narcomenudeo, la tolerancia implica aceptar
que los jóvenes consumen y comercian con drogas ilícitas; a diferencia de los casos en que
los parientes pretenden no saber del consumo, en ese caso hay negación. El que los
parientes sean tolerantes no significa que se limiten a aceptar la participación del joven, la
mayoría de ellos reaccionan con la intención de que reconsidere su participación; las
reacciones son diversas: reprimendas verbales, chantajes sentimentales, negación de dinero,
cancelación de permisos y anexamientos, son sólo algunos de los más comunes. Sin
embargo, a pesar de estas reacciones muchos jóvenes continúan comerciando o
consumiendo, aunque se cuidan más para que sus parientes ya no se den cuenta.
Hay parientes que optan por tolerar el consumo, principalmente quienes tienen historial
como consumidores de drogas ilícitas pero también quienes han enfrentado otras relaciones
con reacciones de rechazo y no les han funcionado; cuando esto pasa los parientes
pretenden que los jóvenes acepten ciertas condiciones, mantenerse productivo es la
principal. Topo, por ejemplo, sólo consumía los sábados, decía que su mujer le daba chance
de ir con sus amigos ese día pues trabajaba toda la semana. En el caso del Patas también
encontramos reacciones de tolerancia en su red familiar pues sus padres le permitían el
132
consumo de mariguana en su cuarto co n la condiciones de no consumir en la calle y no
fumar piedra. El principal argumento para esta reacción era que el joven no se relacionara
en la calle con consumidores de piedra, ni con posibles delincuentes.
No en todas las relaciones de tolerancia se dan las mismas reacciones, estas varían en
dependencia de la relación de parentesco. Entre los miembros de la misma generación es
más fácil que haya reacciones de tolerancia, esto debido a que regularmente comparten
contextos similares donde el consumo de drogas es una práctica cotidiana. Otras
circunstancia s que afectan de modo importante las reacciones de los familiares de los
consumidores son el nivel de consumo de los jóvenes y que ya ha ya habido miembros
consumidores en la red familiar, pues en este caso es común que las reacciones se
establezcan a partir de las relaciones antecedentes. En resumen, entre las reacciones
posibles en las redes familiares se encuentran: tolerar el consumo fuera del hogar,
permitirlo al interior de la casa pero no afuera y/o permitir el consumo de unas drogas y no
de otras; siempre y cuando los jóvenes continúen realizando las actividades que les indican,
principalmente estudiar y trabajar.
En el caso de los narcomenudistas, sólo encontré una reacción que se puede considerar de
tolerancia, la de Negro con su mujer, el resto de reacciones encontradas son de rechazo o de
complicidad. Esto debido, en parte, a que muchos de los jóvenes narcomenudistas optan por
ocultar a sus parientes su participación como comerciantes aun y cuando sepan de su
consumo; en el caso de Negro, la reacción de tolerancia de la mujer era indispensable para
mantener oculta su actividad al hijo. Además de sostener a su mujer y su hijo, Negro
pagaba una escuela privada para su niño y los llevaba a pasear de vez en cuando a otras
partes de la ciudad. Cuando su hijo cumplió años, Negro lo llevó a un restaurante a
celebrar, ahí contrató un paquete en que “el muñeco de pelo rojo” le dio al niño globos,
pastel, dulces y una cajita feliz a su hijo, además de globos y un pastel; dice que esto le
salió en más de 500 pesos por lo que tuvo que consumir menos droga durante algunos días.
133
Ante la presión de su mujer para buscar otro tipo de trabajo Negro intentaba realizar otras
labores de vez en cuando, en una ocasión fue a una empresa cercana que embotella agua
purificada pues le habían dicho que lo podían contratar como chofer, pero cuando llegó le
dieron la camioneta repartidora a otro chavo y a él le ofrecieron 150 pesos por lavar una
colmena de garrafones, aceptó pero termino arrepentido porque “fueron más de mil
garrafones” los que tuvo que tallar y enjuagar, ya nunca volvió. Después de eso ya no buscó
mucho aunque seguido iba con unos chóferes de la misma empresa que, a cambio de
ayuda rles a repartir, le pagaban 100 o 120 pesos al día más las propinas; esa era la
remuneración a la que regular mente aspiraban, por eso cuando salían chambas en las que
pagaban 200 pesos al día no dudaban en tomarlas. El resto de casos estudiados muestran
que las nuevas relaciones establecidas por los narcomenudistas a partir de su participación
son muy pocas, casi siempre inestables debido al propio consumo de los jóvenes.
5.1.2.3. Complicidad en las relaciones familiares.
En este apartado presento las reacciones de complicidad que toma n algunos parientes de los
jóvenes cuando conocen de su participación en el narcomenudeo. En estas reacciones
resulta determinante la presencia previa de participantes en la red familiar, pues no sólo son
posibles ejemplos para los jóvenes sino que también pueden resultar en relaciones de
complicidad con ellos. Entre los parientes de los jóvenes que participan del consumo, son
los menos quienes se llegan a convertirse en consumidores, principalmente parientes de la
misma generación o con menor edad. Contrariamente, a lo que podría ser una relación de
complicidad, los jóvenes consumidores que tienen hermanos mayores comentaron que éstos
han preferido no darles a probar ninguna droga, situación que también manifiestan quienes
siendo hermanos mayores prefieren no dar la primera dosis de droga a sus hermanos.
A diferencia de las reacciones de tolerancia o rechazo, no encontré reacciones de
complicidad en las relaciones entre jóvenes que sólo consumen y parientes de generaciones
mayores. En un par de entrevistas me fue referido que en familias dedicadas a actividades
ilícitas se da el consumo compartido entre parientes de distintas generaciones, sin embargo
durante la observación etnográfica sólo pude observar el consumo de sustancias lícitas,
alcohol y tabaco, entre miembros adultos de la red. En cambio, la reacción de compartir el
134
consumo abunda en las relaciones con familiares de edad similar; ejemplo de ello son los
primos de Patas, quienes lo presentaron con consumidores de la banda a la que
pertenecían; otro ejemplo es el primo de Fresa, a través del cual éste conoce la ubicación
de nuevos puntos de venta en el barrio.
En el caso de quienes se dedican al comercio, destacan los casos de los hermanos Caradura
y la familia Perico como ejemplos de reacciones de complicidad que han permitido a los
jóvenes perdurar en el narcomenudeo. La información que compone los casos fue
recopilada mediante observación etnográfica en La Tiendita de la Jefa, el objetivo de
presentar los casos es mostrar que la relevancia que llegan a tener algunas redes familiares
en el fortalecimiento del narcomenudeo, al grado de integrarlo plenamente a la vida del
barrio.
a) Los hermanos Caradura
Ejemplo de reacciones de complicidad en la red familiar son los hermanos Caradura, estos
se han movido por diversos lugares y situaciones en las que se involucra el consumo y
comercio de drogas ilegales, principalmente piedra y cocaína. En los múltiples altibajos
que han vivido al estar vinculados a las drogas, el menor ha tenido menos fortuna pues ya
ha sido encerrado dos veces en el reclusorio; paradójicamente, en ambas ocasiones ha sido
detenido por robo cuando, como consumidor crónico, había gastado sus recursos y robaba
para mantener el ritmo de consumo. Pollo es ejemplo de lo contrastante de las posibilidades
de quienes participan del narcomenudeo, por un lado la rentabilidad económica que le
permite sobornar a las autoridades, por otro las carencias propiciadas por el consumo de
varias dosis al día, las cuales que lo han llevado a robar y, en consecuencia, a la cárcel.
Cuando Pollo fue despedido de La Tiendita de la Jefa empezó a repartir droga en otra
tiendita ubicada al otro lado del eje vial, “unas calles abajo”; tiempo después, cuando
Negro también fue despedido lo jaló a vender en aquel punto. Estos no eran los únicos
puntos en que ambos hermanos habían vendido con anterioridad, solamente los últimos en
que habían participado como cómplices, aunque no siempre participaban de manera
135
conjunta, especialmente por las ausencias del Pollo debid as a sus encierros en reclusorios y
anexos.
b) La familia Perico
Un ejemplo de mayor contundencia es el de la Familia Perico, red familiar compuesta por 6
familias nucleares que participaban de manera directa o indirecta en el narcomenudeo; la
red se densifica en uno de los núcleos, el 2, pues en éste cinco de sus seis miembros
participan del comercio de cocaína y piedra. En la figura 1 se puede ver la genealogía de la
Familia Perico : son 26 parientes vivos divididos en 4 generaciones, son 13 jóvenes, 11
adultos, 2 niños y 1 adulta mayor; del total, 9 se encuentran relacionados directamente en el
comercio y 1 más en la compra de objetos a consumidores adictos. De los relacionados con
el comercio, 5 pertenecen a la generación de jóvenes, todos varones, y 4 a la generación de
adultos, 2 hombres y 2 mujeres, una de las cuales dirige la empresa: La Jefa, madre del
núcleo. Todos los hermanos de esa generación cuentan casa propia en el mismo barrio, tres
de ellas en la misma calle, entre ellas la madre del núcleo B.
La vecindad facilita la constante comunicación y en los otros dos hogares también hay
miembros que participan del narcomenudeo, uno comerciando la droga y otro comprando
objetos que consumidores adictos llevan con intenciones de cambiar por droga. La
complicidad en familias como la Perico es un ejemplo de las redes familiares extensas que
funcionan como unidades económicas, reminiscencia de lo que Bonfil Batalla nombraba
como “cultura indiana”120 . A continuación describo las actividades que cada uno de lo s
integrantes de la familia Perico desempeñaba dentro de la empresa familiar. La descripción
comienza con los miembros más jóvenes de la familia pues fue con ellos con quienes
empecé a desarrollar la observación, siendo posterior la percepción de que también
intervenían en el narcomenudeo varios familiares adultos. Son 5 los jóvenes que participan
del narcomenudeo, 3 de ellos pertenecen a la familia nuclear de referencia y otros 2 son
primos de distintos núcleos.
120
Bonfil Batalla, Op. Cit.
136
La Familia Perico
N1
11
2
GI
GII
N2
N3
44
33
N4
5
66
17
18
7
N5
8
N6
11
11
10
9
12
13
GII
GIII
14
14
15
15
GIII
GIV
16
16
19
20
20
21
22
23
24
25
25
26
N7
Parientes Perico
1. La Abuela
2. El Abuelo
3. El Don
4. La Jefa
5. El Padre
6. El Tío
7. Tía 1
8. Tía 2
9. Tío A
10. Tía 3
11. Tío Político B
12. Tía 4
13. Tío C
14. El Yuko
15. El Tigre
16. El Guaguaras
17. La hermana
18. Primo A
19. Prima 1
20. Shoker
21. Prima 2
22. Primo C
23. Primo D
24. Prima 3
25. Primo E
26. Primo F
27 y 28. Sobrinos
27
28
Generaciones
GI. Primera generación
GII. Segunda generación
GIII. Tercera generación
GIV. Cuarta generación
Núcleos familiares
N1. Núcleo 1
N2. Núcleo 2
N3. Núcleo 3
N4. Núcleo 4
N5. Núcleo 5
N6. Núcleo 6
N7. Núcleo 7
z
El mayor de los hermanos Perico es Guaguaras, de 25 años, a los 10 años decidió
abandonar el hogar cansado de la pobreza en que vivían, años después volvió para “hacer
algo” por el bienestar familiar y le propuso a su madre vender drogas ilícitas. Al iniciar el
negocio, hace más de 6 años ninguno de sus hermanos se atrevió a ir por la mercancía, en
su papel de hermano mayor terminó yendo él, “un día que hubo retén en la [calzada]
Zaragoza”, recuerda el temor sentido ese día, pero que no le haya pasado nada lo tomó
como señal de buena suerte. Es en esta situación que Guaguaras sustenta su posición en la
economía familiar, pues lo maneja como argumento para enfrentar al padrastro y a los
hermanos en la pretensión de ser reconocido como el mero bueno. Durante mucho tiempo
cubrió los horarios que consideraba más riesgosos, a partir de las 10 de la noche, ya que
llegan consumidores habituales o que ya han consumido varias dosis el mismo día; decía
que había llevado una vida “más dura” que la de sus hermanos, por lo que había aprendido
“a enfrentar los peligros que acechan en la calle”, entre ellos los vinculados a los policías.
137
El segundo hermano Perico es Tigre, de 23 años de edad. Lo conocí cuando salió de un
anexo donde había estado unos meses, “de vacaciones”, ya que había llegado al grado de
delirar cuando dejaba de consumir piedra. Durante las primeras ocasiones que conversé con
él me cuestionaba sobre mis actividades o hacia comentarios sobre la posibilidad de que
fuera policía. Con el tiempo, conocí mejor sus actividades, entre las que destaca su función
como repartidor semifijo. Esta variación en su manera de comerciar, en parte, fue
propiciada por las reacciones precedentes en la red familiar, ya que cuando consumía varias
dosis el mismo día quedaba imposibilitado para dar seguimiento al OPB; poco después la
red familiar reaccionó internándolo en un centro de ayuda, fue el momento en El Don y El
Tío se hicieron responsables del turno de 7 a 10 de la noche. Cuando Tigre retornó había
perdido su turno y optó por comerciar en las fiestas los fines de semana, aunque entre
semana vend ía a quienes llegaban antes de las 7, abriendo el horario de venta a partir de las
5 de la tarde. Sin embargo , a pesar de la complicidad mantenida en su red familiar, Tigre no
ha participado desde el principio en La Tiendita de la Jefa pues se había ido a Estados
Unidos cua ndo la hermana vivía allá, pero cono no logró el éxito económico esperado se
regresó “con sólo 50 dólares” ya que no le gustaban las condiciones en que tenía que vivir.
Frecuentemente decía que volvería a irse a los Estados Unidos, pero dudaba obtener la
ganancia que obtenía en la venta de droga, especialmente por la facilidad con que lo
ganaba; por otro lado, las condiciones en que viven ya no son las mismas de cuando se fue
con la hermana, la ampliación de la casa ha permitido a cada hermano tener su propio
espacio donde habitar.
Con intención de alcanzar mayores ganancias Tigre y un vecino fueron un par de ocasiones
a Michoacán, de allá traían mariguana para venderla “de un kilo pa’rriba”, pedían entre 600
y 800 pesos por kilo, “según el sapo la pedrada”; lo cual era más barato que en la zona
central de la Delegación donde Aarón, en ese mismo tiempo, decía que sus compas daban a
1000 pesos el kilo. Cuando en La Tiendita de la Jefa despidieron a los repartidores que no
eran parientes, Tigre se convirtió en quien atendía a la mayoría de los clientes, platicaba
con ellos y los intentaba convencer de que compraban buen material; los clientes preferían
comerciar con él que con cualquier otro repartidor de la tiendita. Para el final del trabajo de
138
campo Tigre había recaído y volvió a consumir varias veces al día, entonces los clientes
empezaron a preferir a Yuco o a Shocker.
Yuco, de 21 años, es el menor de los hermanos Perico. Regularmente permanecía dentro de
casa para servir de transmisor entre los repartidores y La Jefa a través de una rejilla.
Después del cateo de la AFI, cuando despidieron a los no familiares, Yuco empezó a
despachar antes de las siete, lo hacía a través de la rejilla y salía sólo en contadas ocasiones
para recibir el dinero y entregar la mercancía. Después de las 7 compartía el horario con
Tigre y El Tío. De los tres hermanos, Yuco era quien consumía menor cantidad de droga, en
parte porque siempre estaba cerca su madre. Del núcleo 2 de la familia Perico, sólo de la
hermana no obtuve información que la vinculara con el comercio de drogas ilícitas, nunca
observé que despachara y ninguno de sus parientes llegó a mencionar que participara. Poco
después del cateo de la AFI volvió a los Estados Unidos, lo que parece ser una reacción de
rechazo ante los riesgos por las actividades efectuadas en su red familiar.
En la misma generación que los hermanos Perico se encuentran otros 9 jóvenes, 3 mujeres
y 6 hombres; 2 de ellos, los primos B y E, también participaban en la tiendita. El primo B,
conocido como Shoker, tenía 19 años y formaba parte del núcleo 4, se insertó en el
narcomenudeo a partir de acompañar a Tigre a las fiestas del barrio y los alrededores. Con
el despido de los no parientes empezó a acompañar a El Tío durante su horario de venta;
ante ello, ninguno de los parientes de su núcleo reaccionó de manera negativa. Por su parte,
el Primo E, Güero, acompañaba a Tigre a las fiestas desde adolescentes, juntos habían
comenzado a comerciar de manera ambulante en ellas.
La generación adulta de la familia Perico se compone de 4 hermanas, 1 hermano y sus
parejas. La Jefa enviudó de su primer marido, el padre de los hermanos Perico, quien
falleció poco antes que Guaguaras volviera con su familia, no comentaron más sobre el
asunto. Los 10 adultos vivos son los padres de familia de 5 núcleos, 3 de los cuales: 2, 4 y
5, se encuentran en la calle donde se ubica La Tiendita de la Jefa. Sólo tres de los adultos
participaban del narcomenudeo: La Jefa y El Don del núcleo 2, y El Tío del núcleo 3,
ninguno como consumidor. En la casa del núcleo 2 era donde se escondía la droga que se
139
vendía, en ese mismo núcleo se encontraban la mitad de los parientes vinculados al
comercio y era el único donde participaban más de un pariente; era pues la base de la red
familiar que participa del narcomenudeo.
La Jefa es el nódulo central de la red de relaciones familiares vinculadas al narcomenudeo,
no solamente era la dueña de la casa donde escond ían la droga sino que también era quien
se encargaba de organizar y administrar la empresa. Yuco decía que ella sabía que sus 3
hijos consumían y por eso era quien pesaba, envolvía y guardaba la droga, además que no
se las daba hasta que le entregaban el dinero del cliente. De esta manera La Jefa evitaba que
sus hijos cargaran el cuerpo del delito en caso de ser aprehendidos, además de evitar que
tuvieran la tentación de ser quienes consumieran la cocaína o la piedra. Esta medida
también se extendía a Tigre cuando repartía en las fiestas, por lo que sólo llevaba unos
pocos papeles y tenía que volver constantemente por más.
Con la participación de la Jefa, el negocio de la familia Perico parecía tener mayor
fortaleza que otras tienditas de la zona de estudio que había n funcionado menos tiempo,
incluso se sobrepuso a un cateo policial. Esta fortaleza no sólo muestra una de las
dificultades que encuentra el Estado para enfrentar las actividades del narcomenudeo: las
relaciones de complicidad entre parientes, también difiere de lo planteado por Monod,
cuando escribe que “los jóvenes delincuentes son el subproducto de una estructura social en
desintegración. Sus mismos padres son personas inadaptadas”121 , pues en el caso de la
familia Perico encontramos a una madre que adaptada a las condiciones marginales del
entorno, lo que permitía a los miembros de la red familiar extensa perdurar como
participantes del narcomenudeo.
El Don es el segundo esposo de la Jefa y padrastro de los hermanos Perico. Cuando lo
conocí comerciaba la droga en el horario de 7 a 10 de la noche, pero después del cateo de la
AFI regresó a trabajar a una ruta de camiones en la que había laborado previamente; con
ello intentaba ocultar el origen ilícito de los ingresos familiares. El Don intentaba ocupar la
121
Monod, Jean, Los Barjots. Etnología de bandas juveniles, Barcelona, Ariel, 2002, 33p.
140
posición de el mero bueno, en ese papel había organizado una serie de acciones que había n
ayudado a perdurar en el comercio; entre éstas acciones se encontraban vender en sólo
durante unas horas y contratar a jóvenes que servían de intermediarios con los clientes, a la
vez que ayudaban en la vigilancia. El Don había hecho valer sus propuestas argumentando
que los jóvenes Perico descuidaban el negocio por consumir la droga que debían repartir.
La posición de mero bueno era dada por los clientes a Negro, quien era el principal
vendedor de los que tenían contratados; Negro era empleado para cubrir el horario entre las
7 y las 12, por lo que no sólo ayudaba a El Don sino también al Guaguaras, pero al cubrir
más tiempo que cualquiera de la familia muchos clientes lo confundían con el mero bueno,
situación a la que contribuía diciendo que el era el bueno cuando no había familiares Perico
de por medio. Al darse cuenta de la situación El Don le ordenó a Negro que dijera a los
clientes que él era el bueno, incluso llegó a negarles la atención hasta que lo reconociesen.
El Tío es el único varón de los hermanos que conforma n la generación de Pericos adultos.
Aunque no vive en la calle en la que se encontraba La Tiendita de la Jefa llegaba todos los
días a cubrir el horario de 7 a 10 de la noche, el cual compartía con otros miembros de la
familia; hubo un tiempo en que acompañaba a El Don, otro en que fue acompañado por
Guaguaras y otro más por Shoker. Sin embargo, El Tío no despachaba drogas sino que
solamente permanecía en el lugar para supervisar las acciones y reacciones de repartidores
y clientes; de esta manera El Tío hacía una especie de presencia que tenía como objetivo
que los clientes desistieran de cualquier posibilidad de salirse del OPB. Cuando lo conocí,
El Tío llevaba a la tiendita una bolsa con dulces, chicles y otras golosinas que vendía a diez
pesos por paquete, sin embargo nunca los ofrecía pero decía que los vendía en el metro
durante la tarde. Tiempo después empezó a vender pollo en su casa, decía que no sabía del
negocio pero Mota le enseñó a cortar el pollo y despacharlo, con lo que obtenía mejores
ganancias.
Conforme a los parámetros culturales típicos de la familia mexicana los varones laboran en
la parte pública del negocio, la calle, mientras que las mujeres realizan su parte al interior
del hogar. Es así que para la venta de drogas los hombres Perico se turnaban para estar en
la calle, esto tenía dos razones netamente económicas: la primera fundada en que el
141
responsable del horario se quedaba con una parte de la ganancia de cada papel que vendía,
si vendía un papel de 60 se quedaba con 10, si era de 30 se quedaba con 5 y así; la segunda
razón estaba fundada en el riesgo, cuya percepción dependía del horario, decían que en la
madrugada el comercio es más riesgoso que en la tarde o en las primeras horas de la noche,
ya que para tales horas muchos clientes ya han consumido previamente varias dosis de
piedra, alcohol y quizás otras sustancias, y pueden actuar inesperadamente.
La Abuela es la única integrante de la generación de adultos mayores, ella también
participaba
del
narcomenudeo,
no
comerciando
ni
consumiendo
drogas
sino
transportándola desde el lugar donde la compraban hasta La Tiendita de la Jefa. Los
parientes Perico confiaban en que la Abuela difícilmente despertaría sospechas como para
ser registrada por la policía, además que la gente del barrio no permitiría que registrasen a
una anciana sin razón aparente. Así la familia Perico utilizaba este aspecto de nuestra
cultura para disminuir los riesgos en el transporte de la mercancía, situación que tiene
antecedentes en ‘El Apando’, novela de José Revueltas que fue llevada a la pantalla grande.
Había un Tío político que participaba de manera indirecta en el narcomenudeo, no
consumía ni repartía sino que compraba algunos artículos llevados por consumidores
crónicos cuando ya no tenía n dinero para comprar más droga; generalmente celulares,
calculadoras y relojes, que tienen la ventaja de tener buena demanda en el mercado negro
ya que el comprador puede verificar si funciona o no antes de llevar a cabo la compra, así
“no hay queja”, aspecto de suma importancia en este tipo de negocios donde “nadie conoce
a nadie”. Hay que tomar en cuenta que solo si el comprador vende rápido el objeto habrá
ganancias, pues si se llega a rezagar el artículo tenderá a devaluarse.
Concluyendo con la Familia Perico, se puede observar una serie de situaciones que
propician la complicidad entre sus miembros y la persistencia de la red familiar en el
narcomenudeo, así como la evolución de sus estrategias para enfrentar los obstáculos
puestos por las leyes en la materia, lo cual es ejemplo de lo establecido por Lomnitz cuando
menciona que “existen indicios de que su evolución y persistencia en la barriada obedece a
142
necesidades de supervivencia económica y social” 122. Situación que fortalece la hipótesis
acerca de que el narcomenudeo se inserta en redes sociales previamente establecidas,
siendo la familia una de las más importantes de estas redes, especialmente por las
dificultades que pue den poner ante quienes se oponen al narcomenudeo, como autoridades
y vecinos inconformes.
Quiero resaltar el reforzamiento de la red familiar a través del parentesco ritual que
significa el compadrazgo; durante el tiempo de observación, la hija de El Tío cumplió 15
años y éste le hizo una fiesta de celebración, en ella participaron El Don y La Jefa como
padrinos principales, por lo que además de hermana y cuñado se hicieron compadres de El
Tío, quien a partir de entonces se convirtió en socio del negocio, aunque continuó
cubriendo el horario de 7 a 10 de la noche. Por último, quiero enfatizar en que los jóvenes
Perico que comercian también son consumidores mientras que los adultos se limitan al
comercio de droga que sirve de base a la economía familiar y ven en su consumo un
desperdicio de dinero además de un daño para la salud. Al no consumir drogas, los adultos
podían continuar vendiéndolas cuando los jóvenes pasaban por etapas de consumo crónico,
o por el anexo, de esta forma la tiendita permanecía funcionando a pesar de los retiros
temporales de alguno de los jóvenes repartidores. El que La Tiendita de la Jefa hubiera
perdurado varios años repercutía en que la continuaran frecuentando muchos clientes que la
conocían desde años antes, los cuales regresaban a buscar los puntos de venta conocidos
después de haber pasado por etapas de anexamiento.
Desde un a posición funcionalista, Merton “Propone 5 tipos de adaptación individual, en
una sociedad competitiva, donde el éxito monetario es el principal objetivo cultural”:
conformidad, innovación, ritualismo, retraimiento y rebelión123 ; cada uno de ellos cuenta
con distinto grado de aceptación y/o rechazo por parte de la sociedad y sus instituciones.
Según este mismo autor es en el retraimiento donde se encuentran “los psicóticos, los
egoístas, los parias, los proscritos, los vagabundos, los borrachos crónicos y los drogados.
122
Lomnitz, 100
Merton, Robert K ., “Estructura social y anomia: Revisión y ampliación”, en: Parsons, Fromm, Horkheimer y otros, La
familia, Barcelona, Península, 1970, p.80
123
143
Todos ellos han renunciado a los objetivos culturalmente previstos y su conducta no
concuerda con las normas institucionales”124. Sin embargo , según lo mostrado y más allá
del plano individual en que se queda el citado autor, tanto la rebelión habida en el acto de
quebrar las leyes que prohíben el comercio de drogas como la innovación con nuevas
acciones para disminuir riesgos, puede no ser vistas en las redes familiares marginadas
como actitudes colectivas alternativas en la búsqueda de superar la precariedad en que
viven. En todo caso, las reacciones familiares de complicidad son un caso extremo de lo
observado por Thoumi en redes familiares de otros países de América Latina, donde “al
avanzar en el proceso de modernización, la familia nuclear y extensa se ha debilitado, la
gente frecuentemente se aleja de sus comunidades natales donde las instituciones locales
restringen muchos comportamientos... y la responsabilidad de controlar comportamientos
considerados desviados se concentra en el Estado” 125 .
5.2. Las redes vecinales de los participantes del narcomenudeo
En este apartado muestro las acciones y reacciones que llevadas a cabo en las relacio nes de
la red vecinal permiten que el narcomenudeo continúe reproduciéndose. Las secretarías de
seguridad, local y federal, han mencionado que tienen identificados más de dos mil puntos
de venta de drogas126 ; a la vez que realizan campañas de publicidad de lo que consideran
una “guerra contra el narcomenudeo”. Pese a estos esfuerzos en los barrios de la zona de
estudio el narcomenudeo parece ser percibido de otra manera, no sólo como menos
peligroso a lo publicitado sino como una alternativa económica para varios de sus
habitantes. Esta situación se desglosa a lo largo del apartado, pero antes quiero esbozar el
contexto de los barrios en que realicé la observación etnográfica.
Las colonias de la zona de estudio cuentan con historia de luchas populares en torno a la
consecución de la vivienda; en ellas las acciones legales eran acompañadas también de
acciones ilegales 127 . Aquí, como en otras zonas marginadas, la única planeación realizada
124
125
126
127
Ibid p. 97
Thoumi, Op. Cit. p. 87
Diario La Jornada, 4 de marzo de 2005.
Granillo, Op. Cit. y Moctezuma Op. Cit.
144
fue aquella en la que algunos funcionarios públicos obtuvieron beneficios personales de la
venta de terrenos irregulares, sin importar el costo social para los compradores. No quiero
decir que la corrupción de unos funcionarios públicos sea el origen de las actividades
ilícitas en estos barrios, sino que las actividades ilícitas han sido parte de estos barrios
desde su origen y que, aunque los pobladores saben qué actividades son ilícitas, las realizan
cuando consideran injusto que sean ilícitas o cuando las consideran la mejor o única
alternativa posible; los informantes decían no entender porqué los productos piratas tenían
precios más accesibles en comparación con los originales, pues pensaban que era mucha la
diferencia para sólo deberse a que no pagaran impuestos.
El barrio “es la expresión comunitaria de realidades sociales, de lo que la sociedad en su
conjunto ofrece para educar, divertirse, trabajar, convivir, etc”128; en el, el mercado
informal es una constante a pesar de que sus habitantes saben que muchos de los productos
son “de dudosa procedencia”. Para mucho este mercado se constituye en la única
alternativa para que la población marginada acceda a consumir mercancías que de otro
modo les resultaría imposible ; y es que en el mercado informal se confunden una gran
multitud de productos de origen legal pero de procedenc ia ilícita, como puede ser al s
mercancías robadas, y de origen y procedencia ilícita, como la cocaína y la piedra. Ambas
tipos de mercancías se pueden obtener a través del mercado informal, y aunque saben que
pueden ser engañados en cuanto a la calidad aceptan el riesgo debido lo accesible del costo.
En la zona de estudio, la mayoría de vecinos basan su supervivencia en aspectos informales
del mercado, no sólo para satisfacer su consumo sino también como fuente de ingreso;
prueba de ello es que para el año 2000 sólo había un 1.56% de PEA desocupada en la
Delegación Iztapalapa, pero sólo el 46.7% era derechohabiente a algún servicio de salud
ofrecido a las familias de los trabajadores, IMSS e ISSSTE principalmente129 , lo cual indica
que el resto de la població n se encuentra fuera del trabajo formal. Esto es, gran parte de las
familias encuentran en el comercio informal una vía de acceso a productos e ingresos al
amparo del barrio; lo cual refuerza las ideas según las cuales “una condición básica para
128
Santa Cruz Giralt, María L. y Concha-Eastman, Alberto, Barrio adentro. La solidaridad v iolenta de las pandillas, San
Salvador, El Salvador, Instituto Universitario de Opinión Pública, 2001, p . 9-10.
129
INEGI. Distrito Federal, XII Censo General de Población y Vivienda 2000, Resultados Definitivos; Tabulados
Básicos.
145
establecer una relación de confianza en la barriada es la igualdad de carencias entre los
contrayentes de la relación”130, y que “la pobreza de bienes materiales iría parejo con la
intensidad de lazos sociales soportados por las funciones simbólicas incrementadas de
dichos bienes escasos”131, lo cual es especialmente significativo en ol s jóvenes que “se
sienten identificados básicamente con los discursos y las escrituras que se enuncian desde
su clase social” 132 .
Otro aspecto importante a tomar en cuenta es la creciente proporción de hogares dirigidos
por mujeres. López Barajas menciona que en las áreas más urbanizadas “llegan a
representar alrededor del 20%”133, en la zona de estudio la directora del Centro de Mujeres
Pobres A. C. observa en la zona de estudio «una fuerte población de mamá soltera o solas
porque el señor se fue a Estados Unidos y votó a la familia… incluso es común que haya
mamás solteras de corta edad»134; lo cual es grave, ya que el estudio de Gómez de León
muestra que los “hogares con jefe femenino en zonas urbanas muestran un nivel más alto
de pobreza que los hogares con jefe masculino [y que…] Los hijos del hogar tienen una
mayor probabilidad de haber ingresado a la fuerza laboral y haber abandonado la escuela a
edad temprana. Dichos efectos son particularmente notables para el caso de los varones”135.
A esta circunstancias se agrega la ausencia de expectativas laborales en la misma zona de
estudio, los largos recorridos que sus habitantes realizan a las lugares donde laboran,
parques industriales o zonas de comercio; por lo que, los habitantes de estos barrios además
del tiempo dedicado a la jornada laboral deben invertir horas de su tiempo de descanso en
el traslado de la casa al trabajo y viceversa, un informante llegó a mencionar que tardaba
¡hasta cuatro horas para ir y volver del trabajo ! El resto mencionó dos horas en promedio.
Bajo estas circunstancias los padres y parientes mayores tienen poco tiempo para convivir
con sus hijos o parientes menores, pero además de estar poco tiempo en casa los
informantes dijeron que sus padres prefieren ver el televisor o hacer otras cosas antes que
platicar con ellos; ante esta situación los jóvenes tampoco hacen mucho para mejorar las
130
131
Lomnitz, Idem, p.28.
Monod, Op. Cit., p.89.
132
Salazar, Op. Cit. p. 15
133
López Barajas, María de la Paz, “Transformaciones familiares y domésticas: las mujeres protagonistas de los
cambios”; en López y Salles (comps), Familia, género y pobreza, México, GIMTRAP y MAPorrúa, 2000; p. 96.
134
Entrevista realizada a la Directora del Cent ro de Mujeres Pobres A. C.
135
Gómez de León, José y Parker, Susan, “Bienestar y jefatura femenina en los hogares mexicanos”; en López y Salles,
Op. Cit, p. 41-42.
146
relaciones familiares y prefieren pasar el tiempo afuera de casa, con los amigos de la
escuela o del barrio.
Un último determinante a tomar en cuenta en las relaciones que se establecen al interior del
barrio es el que tiene que ver con las relaciones entre las redes familiares. Recordemos que
muchas de las redes familiares marginadas “viven como vecinos y se caracterizan por un
intenso intercambio de bienes y servicios”136 , lo mismo sucede con redes familiares que
distribuyen drogas. Este vivir en vecindad inhibe la denuncia de vecinos que rechazan el
narcomenudeo pero que no denuncian porque temen represalias de los parientes que queden
en libertad y que, obviamente, continuaran siendo sus vecinos. Pero además, son de resaltar
las acciones colectivas que toman redes familiares como la familia Perico, para convencer a
sus vecinos de tolerar la distribución de drogas en el barrio.
5.2.1. Acciones de los participantes en sus redes barriales.
Los jóvenes que participan del narcomenudeo optan por estrategias que se adecuen al barrio
en el que pretenden realizar sus actividades. No en todos lo s barrios se pueden utilizar las
mismas estrategias de participación, en algunos es complicado el comercio pero no el
consumo, en otros se llevan a cabo ambas actividades sin muchas dificultades. En
cualquiera de los casos, los participantes prefieren evitar las dificultades, para ello realizan
acciones como consumir droga en horarios y lugares poco transitados, o disfrazar el
consumo con actividades vistas como comunes; lo más normal es que los jóvenes que
empiezan a consumir drogas se oculten de sus vecinos, especialmente de aquellos que ya
han mostrado adversidad a otros consumidores.
Conforme el consumo se vuelve habitual y los familiares no lo toleran, los jóvenes tienden
a consumir en espacios del mismo barrio aunque no cercanos a la casa de sus parientes;
cuando los vecinos ya saben de la participación de los jóvenes lo más común es que estos
tomen posiciones extremas: el descaro total o el incremento de precauciones. Cualquier
posición depende de las relaciones mantenidas en la red familiar, cuando los jóvenes
disminuyen las precauciones en sus relaciones barriales regularmente se debe a que sus
136
Lomnitz, Idem., p.28.
147
parientes ya conocen de su participación en el consumo y/o comercio de drogas. En el
mismo sentido, cuando los parientes rechazan las actividades del narcomenudeo los jóvenes
difícilmente consumen y/o comercian en el mismo barrio; Fresa sostenía que el peor dealer
era el que estaba a un lado de su casa, porque si le compraba la mamá se enteraría.
Los consumidores habituales y crónicos pueden llegar a descuidar las precauciones a tomar
en el barrio durante el consumo y/o comercio de drogas. Esto se debe a dos razones, por un
lado debido a su constante participación tiene una mayor confianza en las relaciones que ha
establecido, tanto con los participantes como con quienes no participan pero conocen de su
participación. Por otro lado, porque debido a su dependenc ia tienden a consumir más allá
de lo soportable por su propio organismo y llegan a actuar de manera problemática, aun y
cuando muchas veces no recuerden los actos realizados. Estos descuidos constantemente se
traducen en problemas, ya sea por las actividades mismas o por las realizadas bajo el influjo
de las drogas, como pedirles dinero a los vecinos intimidándolos con una actitud agresiva o
realizar acto s violentos como discusiones o peleas. Es a través de los consumidores
crónicos que los vecinos conocen de los espacios del narcomenudeo, al reconocerlos
identifica los lugares donde se realizan las actividades del narcomenudeo aun cuando no
sepan qué droga consumen o quién vende, ni tampoco los códigos internos manejados por
los participantes de la red. Reitero, independientemente del tipo de consumidor que sean los
jóvenes pueden actuar de dos maneras en sus redes vecinales, ocultando su participación o
intentando involucrar a los vecinos. A continuación las presento:
5.2.1.1. Ocultamiento en el barrio.
La mayoría de los jóvenes prefiere n ocultar su participación en el narcomenudeo a quienes
no participan, esto incluye a los vecinos. Comúnmente, cuando los jóvenes empie zan a
participar lo hacen en espacios fuera del barrio o en lugares cerrados, pero conforme
participan habitualmente realizan actividades en las calles del barrio intentando que se den
cuenta sólo quienes participan. Como vimos en el capítulo anterior los participantes del
narcomenudeo intentan pasar desapercibidos durante el consumo o compra de droga, pero
las estrategias que utilizan varían de acuerdo al conocimiento del barrio y los tipos de
relaciones establecidas previamente.
148
El consumo de drogas es relativamente sencillo de ocultar en el barrio cuando las dosis son
bajas; por ejemplo, hay consumidores de mariguana y piedra que utilizan pequeñas pipas
para disminuir la emisión de humo y, por tanto, la posibilidad de ser detectados; los cuales
utilizan en casi cualquier callejón, esquina, áreas verdes, puente peatonal o cancha
deportiva, donde haya la mínima oportunidad. Muchos consumidores dicen sentir que el
efecto de droga s como la piedra y la mariguana disminuye cuando se consumen alimentos
o dulces, por lo que durante el tiempo que fuman sólo consumen bebidas alcohólicas u otras
drogas que ayuden a potenciar el efecto placentero o disminuir los efectos indeseados. Los
jóvenes que se empleaban en La Tiendita de la Jefa, comúnmente ingerían bebidas
alcohólicas a la par que consumían drogas; decían que la combinación de dosis adecuadas
de drogas “que dan pa’ abajo”, depresivas como el alcohol y la mariguana, y drogas “que
dan pa’ arriba”, euforizantes como la cocaína y la piedra, permite “manejar” el estado de
ánimo. Había ocasiones en que Pollo no fumaba mariguana para no clavarse y mantenerse
alerta durante el horario de venta, la mayoría argüía que con el consumo combinado de
piedra y alcohol mantenían la alerta necesaria.
La distrib ución es más difícil de ocultar. Cualquier punto de venta se calienta con la
intervención inoportuna de vecinos, lo cual es complicado para aquellos narcomenudistas
que quieren perdurar comerciando en un punto de venta fijo. En todo caso, como vimos en
el capítulo anterior, los narcomenudistas se ven en la necesidad de hacer cumplir el OPB
para evitar la intervención de vecinos adversos a las drogas. A continuación presento dos
espacios donde los informantes intentaban ocultar sus actividades vinculadas al
narcomenudeo, uno es el Salón de la justicia y el otro La Tiendita de la Jefa:
a) El Salón de la justicia.
El Salón de la justicia era una casa derruida ubicada en una de las calles aledañas a La
Tiendita de la Jefa. Esta casa contaba al frente con enrejado metálico el cual había sido
cubierto con plásticos para que no se viera al interior, sólo la parte correspondiente al
portón no estaba cubierta, pero desde ahí sólo se veía el patio ; además, a la casa no se
entraba por la puerta del portón sino por una de las rejas a la que faltaban un par de
149
barrotes, lo cual era apenas perceptible para quienes no conocían el sitio debido a los
plásticos que la cubrían. La casa no tenía puertas ni ventanas, la mayoría de muros estaban
incompletos y lo mismo sucedía con las láminas del techo, rotas en su mayoría; el piso, por
su parte, había dado paso a gramíneas y dientes de león, mientras que en el patio había
montones de escombros y basura con que hacían fogatas las noches que se reunía un buen
número de integrantes de la banda. Sólo uno de los cuartos se salvaba de esta situación,
estaba techado y los muros estaban completos, las dos ventanas no tenían un solo vidrio
pero estaban envueltas en plásticos rotos y tenían cortinas; los únicos muebles disponibles
se encontraban ahí: dos camas cubiertas con cobijas y dos muebles que parecían caerse, una
mesa de tres patas y una cómoda sin cajones, encima de las cuales habían envases de
refresco cortados a modo de vasos y botellas vacías. En todo el conjunto era evidente que
nadie se tomaba la molestia de limpiar o lavar algo, el polvo y las manchas eran
sistemáticamente conservados.
Los jóvenes consumidores piensan que no pueden consumir en cualquier sitio, deben de
buscar lugares donde no haya gante, pues siempre se teme que alguna persona denuncie la
actividad ante las autoridades policíacas; es por ello que prefieren lugares cerrados, de
preferencia privados para que no entre la policía. De nuevo es Fresa quien nos cuenta de un
punto de venta donde podía quedarse a consumir la droga que ahí compraban. En este tipo
de espacios son pocos los obstáculos que pueden poner los vecinos, sin embargo es
evidente que en este tipo de espacios los jóvenes se ven limitados a convivir sólo con
quienes son consumidores de las mismas drogas, lo cual también se podría considerar una
autoexclusión. Eso pasaba en el Salón de la justicia, los jóvenes se reunían a consumir al
amparo de un espacio privado en el que no entraba nadie que los molestara, el consumo era
rutinario : piedra, mariguana, mezcal, cerveza o algún otro licor, a veces solventes. Las
únicas variaciones se observaban en torno a la cantidad de consumo, por ejemplo los días
de fiesta el consumo era mayor. Entre la banda, no sólo jóvenes, que llegaban al Salón de
la justicia pasaba lo mismo que refiere Goody acerca de los alimentos entre los Lodagaa de
la actual Ghana, al ser poca la variedad de sustancias que pueden conseguir los días de
fiesta se distinguen sola por la cantidad disponible; a diferencia de otros grupos que en días
150
de fiesta consumen sustancias menos disponibles pera más preciadas137 . Un ejemplo de ello
es el de los grafiteros adolescentes del DKA, aunque varios consumían drogas no lo hacían
durante las noches que salían a pintar “para no perder” por una distracción; sin embargo los
fines de semana no grafiteaban y se reunían en fiestas donde el consumo de drogas era
indiscreto, eran los solventes las drogas más utilizadas y la piedra la más codiciada, siendo
los mayores quienes regularmente la compraban para redistribuirlas.
Pero no sólo los días de fiesta era cuando había mayor cantidad de consumo, los días de
pago también eran de mayor consumo, aunque muchas veces el pago ya lo debían en la
tiendita. Otras ocasiones se daban cuando celebraban haber salido bien librado de un
atraco, pues se gastaban lo robado consumiendo más droga o mayor cantidad de tiempo; un
asalto a un peatón podía resultar en ganancias de 20 hasta 3000 pesos, lo mismo sucedía en
asaltos a pasajeros de camiones, la cantidad robada siempre era impredecible. Algunos de
los clientes de La Tiendita de la Jefa asaltaban autobuses de pasajeros en la autopista
cercana, pero lo hacían en diferentes horarios para no asaltar a los mismos y “no agarrarlos
gastados”, también preferían los días de quincena. Los asaltos también podían ser a
camiones o traileres, eran los más escasos pero también los más jugosos en ganancias y, por
tanto, los de más larga celebración. Este era uno de los usos importantes del Salón de la
justicia : era el lugar donde se repartían los botines y ganancias obtenidas, y donde se
redistribuían las riquezas de los afortunados del día mediante la compra y consumo de
drogas y alcohol.
En el Salón de la justicia pernoctaban aquellos quienes no tenían donde más quedarse, ya
sea porque se quedaban dormidos de borracho o porque los corrían de sus casas; durante el
tiempo que duró vivieron ahí Pollo , Negro, Mota y un tío del Mota. En resumen, el Salón
de la justicia era un lugar donde la banda podía llegar, consumir droga y disfrutar sus
efectos sin que los molestaran, lo cual muchas veces hacían hasta quedar dormidos. El
Salón de la justicia estaba en una calle muy poco transitada, esto ayudaba a que el
momento del consumo pasara desapercibido para la mayoría de no participantes; pero la
mayoría de los vecinos sabía que los jóvenes llegaban ahí a consumir drogas aunque no
137
Goody, J., Cocina, cuisine y clase. Estudio de sociología comparada, Barcelona, Gedisa, 1995, 395 p.
151
podían asegurarlo , pero mientras lo hicieran adentro y no causaran problemas parecía no
importarles.
El Salón de la Justicia recibía ese nombre debido a que era el sitio donde podían tener
relaciones sexuales con sus amigas o novias, por lo que decían que se les hacía justicia. Era
a Pollo a quien le prestaban la casa y fue él quien la bautizó. La casa se la habían prestado
un amigo al que habían metido preso, cuando a Pollo también lo apresaron el Salón de la
justicia dejó de existir, la casa fue reconstruida y una familia la habitó. En un principio me
pareció que el consumo de drogas dentro de las casa no era importante para los vecinos, sin
embargo cuando reconstruyeron la casa va rios vecinos se organizaron y pusieron un altar
en su banqueta, al cual continuamente le ponían ofrendas; incluso los adultos de la familia
Perico participaban en su manutención. Esta situación era de llamar la atención pero al
ocurrir al final de mi contacto con los informantes no pude indagar más sobre el tema.
b) La Tiendita de la Jefa (La TJ).
La Tiendita de la Jefa (La TJ) es un espacio constituido físicamente por el núcleo 2 de la
familia Perico. Es a partir de este núcleo que analizo la conformació n de La TJ como
espacio donde se realizan las actividades del narcomenudeo, principalmente comercio, pero
también consumo. La TJ no sólo cuenta con la participación de los núcleos de la familia
Perico que viven en la misma calle, sino también de vecinos que participaban o se
beneficiaban del narcomenudeo. Es así que La TJ expande su influencia complicitaria, entre
familiares y vecinos que conjuntamente permitían en el barrio las actividades del
narcomenudeo mediante “un secreto a voces”, pues aunque todos sabía n de estas
actividades muy pocos se sentían comprometidos a hacer algo en contra. En este momento
sólo me limitaré a tratar las estrategias que utiliza en conjunto La TJ para poder continuar
comerciando cocaína y piedra, dejando para adelante algunas reflexiones sobre la carencia
de reacciones de rechazo.
152
Figura 2. La Tiendita de la Jefa
2
I
II
1
A
3
III
Puntos de vigilancia de
La Tiendita de la Jefa:
I, II y III.
Núcleos de la familia Perico
que habitan la calle Paris:
1. Núcleo familiar 2
2. Núcleo familiar 4 y 7
3. Núcleo familiar 5
Otros puntos:
A. Salón de la Justicia.
En la zona de estudio los puntos de venta proliferan por todos lados debido a que sus
generalidades permiten que se reproduzcan; Fresa nos hace ver que se puede desconocer la
existencia de puntos de venta en el mismo barrio cuando se es consumidor de distinta
droga, pero también que han proliferado los puntos de venta en general. En la zona de
estudio son los puntos de venta de piedra los que se han reproducido aceleradamente, no así
los de cocaína o mariguana, los cuales han disminuido según varios informantes. El que los
puntos de venta pasen desapercibidos para los participantes se debe, en parte, a las
estrategias optadas por los narcomenudistas, principalmente por las abordadas en el Orden
Precautoria Básico, pero también de algunas que son particulares al entorno del punto de
venta. Una estrategia particular tomada por los integrantes de La TJ en su intento de ocultar
sus actividades era realizar acciones de ocultamiento en redes que se complementaban, los
pares, los familiares y los vecinos. Son estas acciones las que trataré a continuación, las que
se realizaban para hacer de La TJ un espacio de ocultamiento en el barrio.
153
Aun cuando La TJ es estudiada como conjunto, es importante tener en cuenta que son dos
los tipos de integrantes que la conforman: los parientes Perico y los jóvenes no parientes; lo
cual marcaba diferencias en las actividades que realizaban cada uno de ellos. Una de las
principales acciones realizadas en La TJ era mantener la seguridad del barrio, lo cual tiene
que ver con identificar apropiadamente al otro. También procuraban la no intervención de
quienes pudieran resultar adversos al narcomenudeo; para ello los integrantes de La TJ no
se mostraban como un conjunto pues esto resultaba intimidatorio para los vecinos, sino que
se desagregaban en diferentes subgrupos que mantenían vigilada el entorno del punto de
venta. Estos subgrupos se muestran en la figura 2 como I, II y III.
Como ya adelanté, La TJ pasó por varias fases durante la observación etnográfica. Al
principio mantenía un horario de venta de 7 a 12 de la noche que, a su vez, se dividía en un
horario de 7 a 10 en que repartían El Don y El Tío y en otro de 10 a 12 en que repartía
Guaguaras. En el primer horario el subgrupo I (I) se encontraba permanentemente en la
puerta de La TJ, lo formaban El Don y Negro; el subgrupo II (II) se encontraba en una calle
que tenía importancia por ser lugar de paso para subir y bajar de la parte alta de la colonia,
al principio sólo lo vigilaba Girasol; el subgrupo III (III) ocupaba un rol ambulante
alrededor de las calles cercanas y lo formaban El Tío y Pollo, cuando no estaba n
deambulando El Tío se iba donde I y Pollo iba donde II. Durante el segundo horario, sólo
se quedaban Negro y Pollo, y salía Guaguaras a acompañarlos, casi siempre permanecían
juntos en alguna de la s esquinas de La TJ, casi siempre donde II, o deambulaban en caso de
creerlo necesario.
Cuando Pollo fue despedido, tras pelearse con Guaguaras, su lugar fue ocupado por Mota y
las roles se mantuvieron. Poco después se agregó Tigre, cuando salió de un anexo, y se
sumó a I; también se agregó Yuco y se sumó a III para que El Tío también se quedara en I
en lugar de Negro quien fue mandado a II. Como Negro vio disminuidas sus ganancias
terminó por renunciar y su lugar fue tomado por Cuatlo quien se había agregado
recientemente para sumarse a Girasol en II. En todo este tiempo la rutina después de las 10
no cambió, los empleados se quedaban con Guaguaras , a excepción de Girasol. En cambio
la rutina de antes de las 7 se modificó cuando Tigre empezó a vender desde las 5 ó 6 de la
154
tarde. Con el despido de Negro, el cual era referente para mayor número de clientes, el
comercio en La TJ empezó a disminuir, aunque posteriormente se volvió a incrementar
hasta alcanzar ventas similares a las del principio de la observación; cuando la AFI llevó a
cabo el cateo el comercio se desplomó durante unos meses, La TJ se había calentado.
El cateo de la AFI sucedió a principios de 2005. En respuesta la familia Perico despidió a
los jóvenes no parientes, El Don dejó de participar y El Tío se quedó a cargo del turno de 7
a 10 junto con Yuco, mientras que Tigre y Guaguaras empezaron a despachar a partir de las
10 y hasta el amanecer, agregándose Yuco en algunas ocasiones. El que los adultos
permanecieran en I durante todos los cambios era muestra de su mayor jerarquía pues en
ese sitio tenían la posibilidad de meter se al interior de la casa en caso de que llegara la
policía. La presencia de adultos en el turno de 7 a 10 estaba relacionada con la idea de que
los vecinos se intimidan ante los grupos de jóvenes, la cual se basaba en que antes de que
ellos empezaran a salir todos los negocios que se establecían en los locales cercanos
quebraban debido a los constantes préstamos que hacían los jóvenes que se juntaban a
consumir en el lugar. A mi llegada, los adultos ya habían impuesto un orden que permitía
ocultar el comercio a quienes no participaban a través de parar el consumo, la cual era la
principal queja de los vecinos hacía los Pericos adultos, incluso por encima del comercio.
De esta manera La TJ era un espacio regulado que permit ía a los participantes comerciar
drogas ilícitas sin reacciones en contra, lo cual ayudaba a que el punto de venta pasara
desapercibido por vecinos que no participaban y prefer ían mantenerse al margen. Para ello
había acciones como, por ejemplo, condicionar a los jóvenes que eran contratados a que
llegaran a trabajar “bañados y con ropas limpia s” para aparentar que son personas “de
bien”. Otro requisito es no consumir mezcal, mariguana ni piedra en La TJ, para no alertar
con el hornazo; el alcohol era permitido siempre y cuando se compartiera con El Don, pero
este no tomaba mezcal por lo que sólo permitía cerveza y licores publicitados; acciones que
se encuentran vinculadas al cuarto paso del OPB.
155
5.2.1.2. Convencimiento y coerción en las relaciones barriales.
Cuando los participantes del narcomenudeo son descubiertos por los vecinos, o saben que
sus actividades son inocultables, se ven en la necesidad de anticiparse o responder ante
cualquier posible reacción de rechazo realizando acciones de convencimiento y coerción.
Las primeras acciones son realizadas por participantes que intentan que lo s vecinos no
tomen reacciones de rechazo, se trata de explicaciones en las que los participantes
argumentan lo inofensivo que resultan sus actividades para los demás. Las acciones de
coerción se vinculan con la prestación de servicios y favores que los participantes del
narcomenudeo hacen a los vecinos del barrio, la más solicitada era el préstamo de dinero
sin réditos de por medio.
Las acciones que realizan los participantes del narcomenudeo cuando son descubiertos son
aprendidas durante la adolescencia y juventud a través de platicas sobre «las relaciones que
se necesitan para estar en la calle: dónde estás, quién se junta ahí, quién puede hacer el
paro, a dónde correr en determinado momento... ya en ciertos puntos de la peda era de
hablar cosas más grandes, sexualidad, trabajo, el trato con la tira y las madrizas». Es en
este tipo de pláticas, entre pares del barrio, donde los jóvenes aprenden a establecer
relaciones con otras redes, entre ellas la escolar, la laboral y la judicial; también aprenden
las acciones posibles a tomar ante circunstancias vinculadas a las actividades del
narcomenudeo, entre ellas ser sorprendido consumiendo o comercia ndo droga por algún
vecino, o relacionándose con personas reconocidas por su vinculación con las actividades
del narcomenudeo.
Si bien los consumidores experimentales intentan usar la droga en espacios donde no los
vean quienes no participan, hay consumidores habituales que por el sentido de
territorialidad con que se manejan las bandas del barrio les es difícil acceder a todos los
espacios, especialmente donde hay bandas rivales. Entre los pocos espacios donde
consumir muchos terminan optando por consumir en su propia calle o muy cerca de ella,
regularmente ocupan esquinas poco transitadas, pues desde las esquinas pueden ver si viene
alguien, o lugares donde el consumo de drogas ilícitas es tolerado, como algunos espacios
deportivos o recreativos.
156
Como ya vimos, de la reacciones tomadas en la familia dependerá la manera en que los
jóvenes se relacionen con los vecinos; los hermanos Perico no sólo eran ayudados por su
familia en sus actividades de comercio sino también eran tolerados en sus actividades de
consumo, esta tolerancia en la red familiar les permitía consumir en la esquina de su propia
casa y en cualquie ra de las cercanas a sabiendas que tenían el respaldo familiar en caso de
que algún vecino quisiera hacer algo en contra de ellos. Es en este sentido que toma forma
la coerción ejercida por los participantes del narcomenudeo, al ser varios los miembros de
la familia que participan de las actividades del narcomenudeo, los no participantes temen
represalias en caso de tomar alguna reacción en contra de alguno de ellos o de sus intereses.
Y es que la mayoría de participantes optan por acciones violentas cuando son rechazados,
intentando parar cualquier reacción en su contra a través del temor.
En La TJ las acciones violentas observadas en contra de los vecinos se limitaron a gritos de
parte de Guaguaras, sin embargo estos nunca pasaron a más y el barrio parecía una especie
de zona de tolerancia. Los miembros de La TJ optaban por otro tipo de acciones para
convencer a los vecinos de que su comercio de drogas no hacía daño a terceros y, en
cambio, podía traer algunos beneficios a la comunidad. En busca de ese convencimiento la
familia Perico realizaba fiestas en la misma calle de La TJ, contribuía con tamales durante
las noches dedicadas a la virgen o con dinero para mejorar las condiciones del nicho que
hay en su calle, entre otras. Casi al final del trabajo de campo los Perico realizaron una
fiesta en la esquina del núcleo 1, Tigre fue quien más contribuyó a su organización y
también quien más provecho intentó sacarle. El motivo de la fiesta fue el primer aniversario
de “los X”, contrataron un sonido “de los famosos”, cerraron las bocacalles con muros de
bocinas, juegos de luces y pantallas gigantes, incluso anunciaron el evento en unas bardas
cercanas. En este tipo de barrios es común que haya este tipo de eventos los fines de
semana, los llaman tíbiris y para su realización cierran la calle con telas y cobran entre 20 y
30 pesos por entrar; esto era lo que sorprendía y gustaba a la gente: era gratuito.
El día de la fiesta, los niños corrieron y jugaron por la calle como no volví a ver en ese
lugar, parándose frente a las bocinas o las luces observaron como conectaban y probaban el
157
sonido. Todavía no terminaban de ajustar el sonido cuando empezaron a salir los vecinos,
eran poco más de las seis, primero salieron los más jóvenes; para cuando terminó de
oscurecer ya también había jóvenes mayores de edad y adultos. En grupos se organizaron
para comprar cervezas, Tigre disparó el primer cartón para la banda de la cuadra y hasta
regaló unos vasos promocionales para servirnos las cervezas. A diferencia de los vecinos de
la misma calle, que llegaban solos o en pareja, el resto de los invitados llegaban en grupos
de 6 o más; casi todos los grupos integraban mujeres, aunque siempre en minoría con
respecto a los hombres. De la misma manera que los vecinos de la calle, los demás
invitados fueron llegando según la edad, primero los adolescentes, seguidos por jóvenes
mayores de edad y, por último, los adultos. Conforme llegaban Tigre se acercaba a
saludarlos uno por uno, se presentaba cuando no los conocía y les hacía notar que ahí lo
podían encontrar “cuando quisieran algo”, los invitaba a pasarla bien y se iba a saludar a los
siguientes, así estuvo un par de horas. También se acercaron un par de patrullas por
separado, Tigre presentó a los agentes un documento con el permiso para cerrar la calle
durante el tiempo del evento, pero a los primeros les dio pa’l chesco pues notaron que la
calle se cerró antes de la hora señalada en el documento. Durante las primeras dos horas el
sonido mandó gran cantidad de saludos a varios de los asistentes, el más repetido fue para
los anfitriones “saludos a los X y los X júnior de parte de…”; cuando pregunté acerca de
quienes eran los X y quienes los X júnior dijeron que los júnior son los niños que viven en
la calle, los cuales ya empiezan a formar su pandillita, también dijeron que aunque ya
tienen tiempo como “la banda de los X” nunca antes habían celebrado el aniversario.
Después de las 9 el cruce de las calles, utilizado como pista, se llenaba de bailarines cada
vez que ponían una canción; el sonido dedicaba grupos de canciones con ritmos distintos:
salsa, merengue, cumbia y rock nacional, eran los más repetidos. Durante las piezas de
salsa se hacían círculos alrededor de una o dos parejas de bailes que lucían sus mejores
pasos para arrancar el aplauso de los observadores; el principal de estos grupos era uno en
el que bailaban hombres jóvenes vestidos de mujer, “los gays”; estos eran un grupo de más
de 8 pero sólo bailaban uno o dos por vez con quienes iban pidiendo turno a lo largo de la
canción, aunque Tigre ocupó el puesto de acompañante principal durante varios lapsos,
bailando hasta con dos al mismo tiempo. Atrás de un muro de bocinas se acomodaron
158
algunos consumidores de piedra, cocaína y mariguana , a nadie parec ió importarle, aunque
las luces, el sonido, el humo del tabaco y el alcohol saturaban los sentidos. Era la hora de
mayor alborozo y Guaguaras se subió a la barda de su casa para lanzar globos de colores
que había subido en costales, al soltarlos dijeron que los globos tenían “papelitos” con
premios, al escuchar de los “papelitos” la banda rompió los que estaban en el suelo pero no
encontraron nada; unas señoras encontraron unos papelitos que decían “premio” y les
dieron una plancha a cambio , a muchas otras señoras les regalaron floreros y adornos
diversos. La banda de la cuadra ya se habían ido por otro cartón y Tigre repartió unos
papeles “conmemorativos”. Poco antes de las 10 empezaron a retirarse algunos visitantes,
primero los más jóvenes, aunque también algunos adultos que hab ían llegado con sus
parejas; a las 11 ya también se habían ido los adolescentes y sólo quedaron los jóvenes y
algunos adultos, que continuaron la fiesta hasta la mañana siguiente.
En este evento los Perico dejan ver varias de las acciones utilizadas para convencer o
coercionar a los integrantes del barrio; el reparto de regalos y droga, la invitación a una
fiesta en su propia calle, el mostrarse amables y dispuestos a compartir sus ganancias, son
algunas de las acciones tomadas por los Perico para intentar convencer y/o coercionar a sus
vecinos de que las actividades que realizan no les hacen ningún daño y, por el contrario, les
pueden traer algunos beneficios indirectos. Además, los Perico prestan dinero a varios de
los miembros de la cuadra, con la ventaja de que no les cobran réditos aun cuando es
común que se atrasen un poco en sus pagos. Con esta serie de acciones los Perico
intentaban lograr que los vecinos toleraran sus actividades ilícitas, a la vez de recuperar
clientes perdidos a raíz de que se ha bía calentado La TJ con el cateo de la AFI.
5.2.2. Reacciones de los vecinos ante la s actividades de l narcomenudeo.
Las reacciones de los vecinos, al igual que las de los parientes, se pueden dividir en tres:
rechazo, tolerancia y complicidad. A diferenc ia de la familia donde el vínculo
consanguíneo ocupa el eje rector del vínculo, en el barrio es la vecindad geográfica la que
fundamenta un vinculo que puede desembocar en relaciones de mayor importancia basadas
en el cuatismo, en el compadrazgo o en la participación en diferentes tipos de
organizaciones como las de índole política, las cuales tuvieron gran influencia en la
159
fundación de las colonias de la zona de estudio y propiciaron que los vecinos no sólo se
conoc ieran por la cercanía de sus hogares sino por su participación en el movimiento
político a través del cual pudieron conseguir mejoras en sus condiciones de vida.
Movimientos en los que se tomaban acciones fuera de la ley como parte de una estrategia
en su lucha por el cumplimiento de sus demandas138 .
Las reacciones de los vecinos varían de acuerdo al tipo de actividad de que se trate así
como del tipo de droga que consuma, pues debido a que el consumo de algunas drogas es
más fácil de percibir que otras; el consumo de mariguana, por ejemplo, es el más fácil de
reconocer por el hornazo que despide al momento de fumarse, por el olor que impregna las
ropas y por el color característico de los ojos, aunque este puede ser ocultado mediante
soluciones oftálmicas de venta libre; otra situación que lo hace detectable es el tiempo de
consumo de la droga, pues debido a que el consumo tiende a ser colectivo antes que
individual, el consumo de mariguana se prolonga por varios minutos, cuando los grupos
son grandes es común que más de uno sean consumidores habit uales, los cuales consumen
varias dosis por ocasión que al compartir dan la impresión que consumieran sin parar. El
consumo de piedra tiene la misma dificultad de la mariguana en cuanto al tiempo de
consumo, la diferencia estriba en que el olor emanado de la combustión no es fácilmente
identificable para los no participantes, aun cuando la corta duración del efecto obliga a
consumir mayor número de dosis. Por último, el consumo de cocaína es el más difícil de
detectar, en especial cuando se inhala, pues sólo se requieren unos cuantos segundos; en
este caso, los no participantes tendrían que ver el acto de la inhalación para tener certeza de
que alguien es consumidor.
Sin embargo, es común que los vecinos conozcan a quienes consumen y/o comercian
drogas ilíc itas en el barrio, no porque los hayan visto durante el momento de consumo y/o
comercio sino a través de los signos o rastros que deja el consumo de algunas drogas y, por
supuesto, a través de comentarios y rumores que dan forma a “un secreto a voces”. La
mariguana es la droga que deja los rastros más conocidos: los ojos rojos, el olor en las ropas
y/o dedos y la resequedad en boca y labios, pueden ser suficientes para que los no
138
Granillo Vázquez, Op. Cit.
160
participantes aseguren que personas de quienes ya habían escuchado o ya sospechaban son
consumidoras. En el caso de la piedra son menos los rastros que deja, los informantes
llegaron a mencionar que sólo se daban cuenta que consumían quienes participaban del
consumo, cuando menos durante el tiempo que el consumo es ocasional o habit ual pues los
rastros que esta droga produce se tornan evidentes cuando el consuno es crónico: delgadez,
ojeras, palidez y temblores, son algunos de los síntomas característicos de estos
consumidores; Pulga aseguraba que a donde iba le ofrecían piedra ya que le reconocía n “la
carita” de consumidor. La cocaína al igual que la piedra no deja rastros durante las etapas
de consumo experimental y, a veces, habitual, por lo que su tratamiento tiende a ser tardío
Ante la carencia de evidencias los vecinos y miembros de otras redes no consiguen percibir
si alguien consume piedra hasta que ha alcanzado niveles de consumo crónico. Una de las
reflexiones que surgen de esta situación es que debido a este desconocimiento de los
efectos y consecuencias de las distintas drogas, muchos de los no participantes mezclan los
diferentes tipos de consumidores en el genérico “drogadictos”. Esto aunado a que los
jóvenes tienden al policonsumo aumenta la confusión de los no participantes, quienes no
saben como actuar; ejemplo de ello se da en los intentos de tratamiento, los informantes
consumidores crónicos de piedra han sido anexados en una o más ocasiones. La mayoría de
los participantes tenían la idea de que la única manera de que dejaran de consumir era
permaneciendo encerrados, sin embargo la mayoría habían salido con resentimientos y no
tardaban en volver a consumir; el conocimiento de otras instituciones, por ejemplo los CIJ,
era casi nulo entre los informantes.
En el caso de los narcomenudistas, son pocas las evidencias observadas de reacciones de
los vecinos, los vecinos parecían estar totalmente acoplados al manejo que daban en la TJ.
Sin embargo, a partir de las pláticas tenidas durante la observación etnográfica, los
narcomenudistas me informaron de varias reacciones que tuvieron diferentes vecinos en su
relación con ellos, a raíz de su participación como narcomenudistas.
161
5.2.2.1. Rechazo en el barrio: los no participantes y la competencia.
Si consideramos como reacciones de rechazo aquellas que tienen una intención evidente de
obstaculizar las actividades del narcomenudeo, es poco frecuente que se observen
reacciones de rechazo a las actividades del narcomenudeo; esto no quiere decir que no
existan sino que , debido a la constancia con que se realizan las actividades y al temor a una
acción violenta por parte de quienes las realizan, los vecinos no expresan su rechazo
cuando los participantes del narcomenudeo se encuentran en grupos grandes. Las acciones
de rechazo que presento a continuación fueron comentadas por alguno de los informantes u
observadas durante el trabajo de campo.
En el caso del consumo, los informantes me llegaron a referir algunas de las reacciones que
toman los vecinos contra esta actividad. Una reacción común es que se alejen aquellos
pares que consideran el consumo, de alguna o varias drogas ilícitas, como algo dañino para
la salud y para la libertad del individuo. Esta reacción no sólo es tomada por aquellos
vecinos que no participan del consumo sino también por aquellos que siendo consumidores
de drogas usan sustancias diferentes; Patas menciona haber sido rechazado por aquellos
pares que siendo usuarios de cocaína lo consideraban naco por consumir mariguana; Aarón,
músico de reggae, consideraba que la cocaína era consumida por salseros y cumbiancheros
mientras que el prefería consumir la droga preferida por los rastafaris.
Otra de las reacciones de rechazo comunes que se dan en el barrio es aquella en que los
vecinos, que viven en las casas cercanas a donde consume n, se enfrentan a los
consumidores para que estos no realicen sus actividades en “su” banqueta. Esta situación la
pude observar en un par de ocasiones y otras tantas me fue referida, en esas ocasiones los
vecinos se enfrentaron con los jóvenes que vendían en La TJ; en una de ellas fue Texas
quien salió a reclamarles que consumieran drogas y alcohol en su banqueta y que utilizaran
su pared como mingitorio, Guaguaras le contestó que la calle era libre por lo que no se
irían si no les daba para una chela, después de discutir unos minutos Guaguaras jaló a los
demás hacia su banqueta y poco después Texas salió de su casa y le dió dinero al
Guaguaras para unas cervezas. Otra ocasión que estábamos en la banqueta de la casa de
uno de los núcleos de la familia Perico salió uno de los parientes políticos del Guaguaras
162
cuando este ponchaba un cigarro de mariguana, al regresar lo encontró fumando en frente
de la puerta y le reclamó porque el humo entraba a la casa y dañaba a sus hijos; esa ocasión
la discusión fue breve pues Guaguaras empezó a decir que él da dinero para los niños
mientras que el joven ni siquiera puede pagar un lugar donde no viva de arrimado, el joven
ya no dijo nada y se metió a su casa pero Guaguaras prefirió cambiar de banqueta para
evitar mayores problemas.
En ambos casos podemos encontrar una situación común, los vecinos que rechazan el
consumo de drogas no rechazan el consumo en sí sino el consumo en lo que consideran su
propiedad; cuando los consumidores realizaban el consumo en su propia banqueta, como
sucedía la mayor parte de las veces, no hubieron reclamos. Al cuestionar a los informantes
sobre esta situación me hicieron ver que varios vecinos ya les habían reclamado lo mismo,
que no consumieran en sus banquetas, por eso el consumo se limitaba a tres esquinas de la
calle, la de la casa del núcleo 1 y otras dos donde la barda del lote evitaba que quienes
vivían ahí observaran hacia fuera.
En el caso del comercio, ninguno de los informantes me llegó a asegurar que les hubiera
puesto el dedo alguno de los vecinos. Desconfiaban más de los agentes policíacos que,
coludidos con otros narcomenudistas del mismo barrio, podían interferir sus actividades de
distribución para beneficiar a otros. Tal es el caso comentado por Pollo, quien cuando
vendía al otro lado de la calle fue aprehendido por unos agentes que después de quitarles
dinero, droga y camioneta, lo orillaron a vender la casa ante la amenaza de que los agentes
podían volver. Para quienes no participaban los narcomenudistas eran personas con las que
prefer ían no relacionarse, incluso los consumidores conocen narcomenudistas a quienes
prefieren no tratar. En el relato del Fresa podemos encontrar que algunos narcomenudistas
se pelean entre sí, aunque esta no es lo común, este informante piensa que el que un
vendedor ponga el dedo o intente sacar a otro del mercado «depende del peso del dealer, de
quién lo respalde y de los güevos que se le reconozcan, el del cerro se sabe que es bien
chocho y siempre trae su fusca, además ahí donde se compra está pegado a la raya federal
de reserva, es un pinche baldío enorme, por lo que ese güey puede hacer lo que quiera,
puede matar a alguien y tirarlo sin nadie quien se entere ».
163
Al no poder descontextualizar, encontramos una situación característica de esta zona de la
ciudad, la cercanía a una zona considerada como reserva ecológica, la cual no sólo es poco
visitada por los vecinos, sino que es considerada como una zona de conflicto entre
autoridades del DF y del estado de México, las cuales se echan la bolita cuando los vecinos
exigen servicio s. Algunos informantes mayores, comentaron que hace algunos años no era
difícil encontrar policías del estado en el DF y viceversa, esta situación es especialmente
conocida por quienes participan del comercio, saben que al ser un delito federal los policías
los pueden llevar de una entidad a otra y, entonces, presentarlos ente el Ministerio Público
correspondiente. Aarón cuenta que en una ocasión llegaron unos policías judiciales a una
tiendita que era atendida por un amigo suyo, su amigo logró escapar y no le quitaron nada,
pero el asegura que quienes habían ido no iban a aprehender a su amigo sino a quitarle
dinero y drogas pues entre ellos iba un vecino que trabaja en la policía judicial del estado
de México, el cual no tendría nada que hacer ahí si el cateo hubiera sido legal.
Un caso de rechazo al comercio de drogas en el barrio es el caso de los LxPxV, estos
vendían en una cancha de fútbol rápido y según el Fresa: «son vatillos locos, ninguno tiene
todavía los veinte años pero traen una súper nave y todo mundo los reconoce como los
pasaditos de verga, se ponen a robar al de los refrescos o se estacionen en medio y “por
aquí no pasas, vete a dar la vuelta”, andan faroleando». Tiempo después Cuatlo me contó
que él había participado en el grupo y que los policías se llevaron a los líderes debido a las
insistentes quejas por parte de los vecinos, las cuales se repetían más por la actitud de los
jóvenes que por las actividades ilícitas que realizaban, para constatar su observación señaló
que los consumidores de drogas todavía ocupaban la cancha durante el horario que llegaban
los LxPxV.
Como vemos, son pocas las reacciones de rechazo que se pueden observar en el barrio. En
el caso de los consumidores, estos generalmente han sido rechazados por vecinos que no
quieren que estos consuman en “sus” banquetas, pero que no se entrometen cuando el
consumo no se realiza en “su territorio”. En este sentido, las reacciones de rechazo son una
de las motivaciones que los consumidores tienen para adquirir una serie de conductas o
164
instrumentos que ayudan a disminuir la posibilidad de que los no participantes perciban el
consumo de drogas ilícitas. Uno de estos instrumentos es el uso de heaters para consumir
drogas fumables, este instrumento disminuye la cantidad de droga que hace combustión y la
emisión de humo, lo cual coadyuva a ocultar la actividad. Otra situación a tomar en cuenta
en este punto es el poco conocimiento que tienen los vecinos acerca del modo en que se
puede notar que alguien ha consumido drogas como la cocaína, la piedra y los
anfetamínicos. En el caso de los narcomenudistas, aunque son pocas las reacciones de
rechazo observadas, estas existen y pueden llevar a algunos de los narcomenudistas a ser
enfrentados por las autoridades.
5.2.2.2. Reflexiones sobre la Tolerancia en el barrio
La tolerancia es una reacción frecuente entre los vecinos del barrio, pero no por eso fácil de
observar; durante las primeras visitas llegué a pensar que los vecinos se encontraban
atemorizados ya que casi no salían de sus casas y que, por tanto, las reacciones en la red
vecinal eran solamente de rechazo. Sin embargo, a lo largo del trabajo de campo pude
darme cuenta que la mayoría de vecinos de La TJ conocían del negocio ilícito y no sólo era
el temor lo que propiciaba la toleranc ia, también había vecinos que toleraban el consumo
y/o comercio de drogas ilícitas a partir de algunos beneficios directos como los préstamos
de efectivo, o indirectos como la participación de los festejos patrocinados por la TJ.
En este sentido La TJ parece manejarse como un No Lugar, nombre dado por Augé a
espacios que cumplen con una situación que llama de "sobremodernidad" y que tienen
como modalidad esencial el exceso, el cual se refleja en tres figuras: el tiempo, el espacio y
el ego. Estas figuras se encuentran no sólo en La TJ sino en el narcomenudeo en general. El
exceso de tiempo se expresa en los clientes, los consumidores, sean carpinteros, cargadores,
estudiantes o simplemente hijos de familia siempre contaban con tiempo libre para salir con
amigos y/o disfrutar de los efectos de al droga de consumo, este exceso de tiempo es
notorio en aquellos que consumen drogas por cuestión lúdica, sería erróneo pensar que los
cantineros o meseros que consumen cocaína para aguantar la noche de trabajo lo hagan por
una razón lúdica, aun cuando también en ellos podemos encontrar el exceso de tiempo pues
muchos soportan la s noches de trabajo a partir del consumo de estimulantes como la
165
cocaína. Este exceso se traslapa a los narcomenudistas jóvenes que, como consumidores de
cocaína y/o piedra, pueden mantenerse despiertos hasta el amanecer y continúan
comerciando durante la madrugada. En el caso de los narcomenudistas adultos de La TJ
esto no es así, ellos mantienen un control estricto del horario de venta y no consumen
drogas; recordemos que El Don prohibía a los clientes llegar a tocar después de las 12 bajo
amenaza de no volver a venderles, algunos clientes adultos se quejaban y llegaron a pedir le
que los atendiera en la madrugada pero siempre se negó aduciendo que podían comprar
temprano, y de una sola vez, toda la piedra o cocaína que iban a consumir durante la
madrugada.
Otra figura del exceso es el espacio, esto podría aparecer contradictorio ya que son pocos
los lugares públicos donde se puede consumir y/ comerciar drogas sin muchas dificultades.
Sin embargo, en la zona de estudio, los jóvenes consumidores que ya han sido descubiertos
tienden a dejar de lado algunas precauciones durante su consumo en vía pública; esto
también debido al incremento de individuos consumidores, que los hace más evidentes en
canchas deportivas y/o áreas verdes, además de algunas esquinas o calles del vecindario . Al
tiempo que los consumidores, el número de puntos de venta también se incrementa; esta
situación ha propiciado que cada vez sean más los narcomenudistas que se arriesgan a
ofrecer drogas a desconocidos que pasan por la calle: “¿Qué vas a querer güero? ¡Te veo
ansioso!”, en espera de una respuesta positiva por parte del posible cliente.
La última figura referida por Augé es el ego. Entre quienes consumen drogas de manera
habitual es común la idea de que no llegarán a ser consumidores crónicos aun cuando son
varios sus conocidos que, por ser consumidores crónicos, han sido anexados una o varias
veces; otra idea constante es que pueden dejar de consumir en cualquier momento, aun
cuando nunca hayan hecho el intento. Otro ejemplo del ego desbordado es la pugna entre
consumidores de distintas drogas para decidir cuál es la mejor, algunos consumidores de
mariguana piensan que esta es mejor que la cocaína porque “es natural”, ignorantes del uso
de pesticidas y fertilizantes químicos en su producción. Por su parte, quienes prefieren
consumir cocaína o piedra piensan que los consumidores de mariguana sólo pierden el
tiempo y reproducen un “vicio para nacos” ya que no tienen aspiraciones a obtener mejores
166
ingresos. La te ndencia de usar cocaína para evitar la ebriedad producida por alcohol y
continuar consumiendo se debe a que muchos individuos, especialmente jóvenes, piensan
que quien toma mayor cantidad de alcohol que sus compañeros es “más chingón”; la cual
es una de las razones para que sea elevado el número de tienditas dedicadas a vender
cocaína o piedra, mientras que los puntos de venta dedicados a vender mariguana son casi
inexistentes.
Hay varias características por las que se puede reconocer un No Lugar. En primer lugar, un
No lugar se reconoce por el anonimato de sus actores “el control a priori o a posteriori de la
identidad y del contrato coloca el espacio del consumo contemporáneo bajo el signo del no
lugar: sólo se accede a él en estado de inocencia”139 . En La TJ, cuando los clientes
conocidos llegan a comprar no se menciona su nombre ni ellos mencionan el de los
narcomenudistas; sin embargo, cuando llegan por primera ve z tienen que probar su
identidad e inocencia, hacer ver que no llega con el ánimo de provocar problemas, es por
ello que los narcomenudistas les realizan preguntas de rutina tales como: ¿Q uién eres?
¿Dónde vives? ¿Quién te mandó? ¿Cómo supiste del lugar? ¿No será que eres policía?
Dispositivo de seguridad por el cual también tuve que pasar en mi afán etnológico.
Otra característica del No lugar es que no crea ni identidad singular ni relación, sino
soledad y similitud, como dice Augé “si un lugar puede definirse como lugar de identidad,
relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni
como relacional ni como histórico, definirá un no lugar”140 . Siendo que la TJ no es un
espacio de identidad, ni relacio nal, ni histórico es entonces un No Lugar. En el No lugar se
encuentran dos realidades complementarias, distin tas y distintivas: los espacios constituidos
con relación a ciertos fines y la relación que los individuos mantienen con esos espacios; el
espacio de La TJ, mostrado en la figura 2, esta constituido para disminuir los riesgos del
narcomenudeo, así mismo los participantes no hacen presencia en La TJ sino por el fin de
continuar consumiendo piedra o cocaína. Pero para Augé los No lugares son tanto las
instalaciones necesarias para la circula ción de personas y bienes, como los medios de
transporte mismos o los centros comerciales; en el caso de La TJ’ no sólo circulan las
139
140
Augé, Los No lugares, Gedisa, Barcelona, 1997.
Ibidem
167
personas y los bienes sino principalmente las sustancias con las cuales los consumidores se
proveerán de otros viajes. Es entonces que el consumidor en el momento de su disfrute se
convierte en un viajero, en un pasajero de sustancias psicoactivas que no tiene certidumbre
de su destino aún y cuando las posibilidades sólo se reducen a un buen o mal viaje, y a unos
cuantos tipos de consumo a lo largo de la trayectoria como usuarios.
Cuando me refiero a la tiendita como No lugar me limito a la reacción que mantienen los
vecinos ante la realización del comercio de drogas en su barrio, lógicamente la tiendita no
puede ser un No lugar para los narcomenudistas que consumen y/o comercian drogas ahí,
pero si para los vecinos que prefieren no reaccionar y permitir que la actividad ilícita se
continúe llevando a cabo. Esto cobra importancia al ser las tienditas los puntos de venta
más comunes en la zona de estudio.
Muchas canchas deportivas también son vistas como espacios de tolerancia, como espacios
donde los vecinos ya no reaccionan en contra del consumo de drogas, aunque también es un
espacio donde gran parte de los visitantes consumen alcohol. Este consumo depende de la
hora y del día, pero es frecuente que jóvenes y adultos se queden en las canchas a disfrutar
de alguna cerveza después de haber jugado, es entre los grupos de jugadores, o en un
grupos de jó venes y adultos que no juegan, donde se llega a realizar el consumo de drogas
ilícitas.
Además del narcomenudeo Negro realizaba otras actividades ilícitas con fines de lucro,
algunas de poca cuantía como hurtos de vcds y otras de mayor rendimiento como es el
asalto a traileres y camiones de carga. Para este último tipo de acto delictivo Negro
consideraba que se necesita una organización criminal mejor estructurada pues es mayor el
riesgo que se corre en comparación el narcomenudeo, esto lo explicaba diciendo que los
transportes tenían un rastreador satelital que los encontraba en corto por lo cual había que
descargar la mercancía y distribuirla para su comercio al menudeo en la misma mañana,
todo lo cual tiene que estar previamente planeado. Sin embargo, esta organización podía ser
realizada por algunos vecinos que también realizaban este tipo de acciones ilícitas; Tigre
mencionaba que por eso en las calles de La TJ y sus alrededores siempre se encontraban
168
traileres estacionados, no sólo por los vecinos que trabajaban de chóferes sino también por
los que robaban en las autopistas. Guaguaras por su parte, aducía que esta situación
permitía la tolerancia entre todos ya que nadie se metía con nadie pues “todos tienen colas
que les pisen”.
Por último, la tolerancia a los participantes de actividades ilícitas tiene historia en nuestra
sociedad mexicana. Lewis nos relató el caso de un informante quien “estaba orgulloso de su
amistad con este miembro del bajo mundo […] La amistad de Guillermo con El Manos de
Seda y otros rateros le habían sacado de apuros más de una vez, cuando al final del día,
después de vender o cobrar regresaba con las bolsas llenas de dinero y se había visto
rodeado de atracadores pues era muy frecuente que alguno del grupo fuera uno de sus
amigos y lo perdonara”141. Como señaló Malinowski “e n una comunidad donde las leyes no
sólo se quebrantan ocasionalmente, sino que se trampean sistemáticamente por métodos
bien establecidos, no puede esperarse una obediencia “espontánea” a la ley, una adhesión
ciega a la tradición, ya que dicha tradición enseña al hombre subrepticiamente como eludir
algunos de sus mandatos más severos”142.
5.2.2.3. Complicidad en el barrio: las conveniencias del narcomenudeo.
Las reacciones de complicidad se dan en aquellas relaciones horizontales en que ambos
participantes encuentran conveniente asociarse en alguna o varias actividades ilícitas o
estigmatizadas, las cuales no necesariamente están vinculadas al narcomenudeo. Por
ejemplo, algunos consumidores crónicos de drogas ilícitas pueden encontrar conveniente
establecer relaciones con quienes empeñan o compran artículos sin preguntar la
procedencia de estos; así, cuando estos consumidores no tienen suficiente dinero empeñan
o venden sus pertenencias o las de alguien más. Los Perico ayudaban a estos consumidores
y aunque sólo aceptaban dinero o alimentos no perecederos a cambio de la droga, los
conducían con quienes podrían interesarse en comprar el artículo llevado; el tío político
sólo aceptaba artículos como teléfonos celulares y calculadoras, por lo que aquellos clientes
que llevaban otros artículos tenían mas dificultad para venderlos. Los narcomenudistas
decían que el llevar cosas para vender o cambiar era común entre los consumidores de
141
142
Lewis, O., Antropología de la pobreza, México, FCE, p.163.
Malinowski, B., Crimen y costumbre, Barcelona, Ariel, 1971 p. 98.
169
piedra, en menor proporción empeñaban pues estos consumidores reconocían sus pocas
posibilidades para pagar posteriormente el importe de lo empeñado y preferían dar el
artículo por vendido a cambio de obtener un poco más de efectivo. Al respecto, Role nos
cuenta «cuando yo vendía material llegaban a empeñarme las cosas: “te dejo la licuadora de
mi mamá”, y yo armándome de cosas, pero pues todo eso nada más es pura ilusión óptica
porque a los dos días ya no tenía la pinche licuadora»143. Este párrafo también refleja lo
efímero de la posesión de estos artículos por parte de los consumidores crónicos.
Desde las primeras ocasiones de consumo las relaciones horizontales adquieren una mayor
complejidad al matizarse con situaciones de conveniencia vinculadas a las drogas, a este
tipo de relaciones se les conoce como multiplexadas 144 . Sin embargo, las reacciones de
complicidad empiezan desde que los jóvenes no participantes son invitados a experimentar
con alguna de las drogas. Datos de las ENA nos muestran que una buena parte de los
jóvenes que se inician en el consumo de sustancias inician su consumo a través de la calle o
de amigos; aunque esta estadística no muestra que diferencia hay entre los amigos y la
calle, pues desde mi observación los amigos conocidos pueden llegar a influenciar de modo
distin to a los amigos conocidos en las escuelas o en otros sitios. El caso de Fresa es un
ejemplo en el que debido a los amigos de la escuela su consumo radica principalmente en el
uso de mariguana, a diferencia de sus amigos de la calle que consumen principalmente
piedra y cocaína.
Las reacciones de complicidad son esperables en aquellos vecinos que participan del
narcomenudeo y que, como los consumidores experimentales o algunos habituales,
prefieren realizar una transacción rápida para evitar ser confundidos o vinculados con los
narcomenudistas. También hay complicidad entre aquellos quienes no participan, pero en
estos la conveniencia no radica en el consumo y/o venta de drogas ilícitas sino en su
posibilidad de obtener ganancia de quienes si participan. Esto es lo que pasa con los dueños
de las distintas tiendas de abarrotes, pues venden buena parte de sus productos a
consumidores o vendedores de drogas; las tiendas cercanas a la TJ vendían a los clientes y
narcomenudistas refrescos en bote, ‘yakults’, cigarros sueltos o en cajetilla, frituras y
143
144
Arturo.
Faust, Katherine, Op. Cit.
170
bebidas alcohólicas, principalmente. Los dos primeros productos son consumidos por los
envases, ya que son utilizados como instrumentos para fumar piedra; los cigarros y las
bebidas alcohólicas, son drogas lícitas que regularmente se consumen a la par que las
drogas ilícitas. Las frituras, por su parte, eran la manera más barata de intentar cubrir los
requerimientos energéticos posteriores o durante los efectos producidos por el consumo de
drogas. Las personas que atendían estas tiendas también se beneficiaban del narcomenudeo
en el barrio, pues los jóvenes del barrio que vendían drogas tenían mayor poder adquisitivo
para comprar bebidas alcohólicas más caras y ya no sólo cerveza y mezcal. En una ocasión
Tigre me dijo que una señora que atiende una de las tiendas había sido cuestionada por los
agentes federales que realizaron el cateo de La TJ, me llevó con ella y le preguntó qué
había dicho cuando la cuestionaron los agentes, la señora arguyó que nunca había visto
nada pues se la pasa todo el día dentro de su tienda.
Si bien la complicidad puede ser observada en vecinos que no participan de las actividades
del narcomenudeo, estas reacciones son más evidentes entre aquellos que sin participar de
todas las actividades intentan hacerlo. Ejemplo de este es el Mota, quien se jactaba de haber
robado el costado del chasis de un auto cuando El Don le pidió una salpicadura. Esta
reacción de parte del Mota en favor de El Don, le ayudó a ser aceptado en La TJ como
repartidor de 7 a 12pm. Los Perico pensaban que al saber dónde y qué había robado el
Mota, este difícilmente se arriesgaría a hacer algo en contra de ellos. Por su parte, cuando
Mota ya había salido del negocio, cada vez que quería que le prestaran una piedra les
recordaba a El Don y a El Tío lo que había hecho por el primero y enfatizaba en lo que
sabía hacer para ofrecer a cambio.
Las reacciones de complicidad parecen ser una situación común en los lugares donde
existen puntos de venta, en la zona estudiada pudimos encontrar algunas evidencias de ello.
Para Kaplan la derrama de dinero proveniente del tráfico y comercio de drogas “da empleo
e ingresos a grupos y sectores deprimidos o marginados; les ofrece esperanzas entre reales e
ilusorias de mayor bienestar, de ascenso social, de participación en los beneficios del
171
crecimiento y la modernidad”145, lo cual sería la causa principal por la que los vecinos
adoptan este tipo de reacción ante las actividades del narcomenudeo que se realizan en el
barrio. Como hemos visto, las reacciones de complicidad entre vecinos y participantes del
narcomenudeo se fundan en la conveniencia de quienes conforman la relación, esta
conveniencia puede resumirse en tres tipos: la conveniencia de quienes participan en el
narcomenudeo y no quieren ser aprehendidos, la conveniencia de quienes no participan de
alguna o ambas actividades del narcomenudeo pero quieren participar y la conveniencia de
quienes no participan del narcomenudeo pero quieren obtener ganancia de las actividades
realizadas en su calle o barrio.
145
Kaplan, Marcos, El narcotráfico en América Latina, México, CNDH, 1997, 200 p.
172
Capítulo 6. Relaciones verticales de los participantes del narcomenudeo
En este capítulo se muestran las relaciones verticales de los jóvenes participantes del
narcomenudeo. En el caso de los jóvenes marginados, estas relaciones son mantenidas
principalmente en instituciones estatales encargadas de la educación, la seguridad y la salud
públicas. Sin embargo, durante la observación etnográfica ninguno de los narcomenudistas
conocidos estudió más allá de la secundaria por lo que la escuela fue una red con la que no
contaban los informantes. Por su parte, las instituciones de salud eran un lugar común para
los jóvenes que se mantenían participando del narcomenudeo durante varios años, tales
instituciones regularmente eran los anexos, centros de tratamiento especializados en
consumidores de drogas duras, los cuales no forman parte del sistema público sino que son
privados y practican tratamientos en lo s que el paciente tiene que permanecer interno varios
meses. Para los jóve nes estos centros despertaban diversos comentarios, a favor y en contra,
pero nadie deseaba ir a ninguno de ellos.
En cambio, en las instituciones de seguridad es donde los jóvenes participantes del
narcomenudeo tienen mayor número de relaciones, no sólo como comerciantes sino
también como consumidores; estas relaciones son de interés incluso para aquellos que no
participando quieren empezar a hacerlo. Es en estas relaciones en las que enfatizo en este
capítulo : las relaciones con los agentes de las instituciones de seguridad pública; pero sin
dejar de lado el papel crucial que pueden tener las instituciones de salud en la reproducción
del narcomenudeo. Como vimos en el capítulo 2, el Estado mexicano tiene una política de
carácter supranacional que restringe las actividades vinculadas a las drogas ilícitas
tipificándolas como delitos, entre ellas el comercio en cualquiera de sus escalas; esta
política plasma su esencia en algunos artículos del Código Penal Federal y de la Ley
Federal de Delincuencia Organizada. Sin embargo, estas leyes no han tenido el impacto
deseado en los frentes de distribución narcomenudista, prueba de ello son el creciente
número de consumidores reflejado en datos oficiales como la Encuesta Nacional de
Adicciones, y el desconcierto del Estado frente a una creciente dificultad por controlar a los
actores de las actividades narcomenudistas, lo cual se refleja en las dificultades para actuar
de los diferentes niveles de gobierno.
173
Para intentar controlar las actividades del narcomenudeo el Estado se manifiesta en el
barrio a través de instituciones de seguridad encargadas del cumplimiento de la ley; es
decir, el Estado delega en las corporaciones policiales la responsabilidad de salvaguardar la
seguridad física de los ciudadanos, teniendo además la facultad de presentar ante el
ministerio público a los presuntos responsables de alguna infracción o delito, entre ellos los
vinculados al narcomenudeo. Sin embargo, a pesar que la ley obliga a las autoridades
públicas a que se castiguen penalmente las actividades ilícitas, la realidad indica que esto
no ha bastado para interrumpir la popularización de la droga ni el incremento de jóvenes
que participan del narcomenudeo; ante tal situación, las preguntas lógicas eran ¿cómo se
relacionan los narcomenudistas con los policías? y ¿qué papel juegan las distintas
corporaciones policiales en el narcomenudeo del barrio?
Para responder estas preguntas se cuestio nó constantemente a los repartidores sobre su
experiencia de relación con las distintas corporac iones policíacas, así como los resultados
de esta experiencia en sus actividades narcomenudistas. El conocimiento de casos me fue
guíando a la idea general de que la participación policíaca es esencial para que los
participantes del narcomenudeo mantengan presencia en el barrio, pero además pude darme
cuenta que en ello es definitivo el lugar que ocupa el agente participante en su red
institucional. Empezaré por presentar las corporaciones a las que pertenecen los agentes
policiales que actúan en el barrio, así como la distinción entre ellos basada en el grado de
poder asignado por el Estado a cada uno en su lucha contra el narcomenudeo. Acto seguido
presentaré las acciones tomadas por los jóvenes en su relación con los policías de las
distintas corporaciones, para terminar mostrando cómo las reacciones de los policías
permiten la reproducción del narcomenudeo en el barrio.
6.1. Relaciones con agentes de seguridad pública
Antes de entrar en los detalles que distinguen a las distintas agrupaciones policíacas que se
relacionan con los jóvenes narcomenudistas del barrio , es importante establecer que todas
las policías encuentran su fuente de poder en las leyes pero cada una responde a diferentes
partes de estas leyes, lo cual se traduce en roles distintos que tienen que ver, entre otras
174
cosas, con la ocurrencia y el tipo de delito que persiguen. En el barrio pude observar que
aparecen agentes policiales de varias corporaciones, las cuales se pueden agrupar en 3:
preventivas, judiciales y federales; además aunque no presentes, si próximas y físicamente
reconocibles, se encuentran los espacios de reclusión a los que pueden ser remitidos en caso
de ser aprehendidos por algún delito, esté o no vinculado al consumo y/o comercio de
drogas ilícitas.
Los policías preve ntivos son los que más frecuentemente aparecían en el espacio de la zona
de estudio, ellos tienen el deber de intervenir en caso de que se cometa un delito flagrante o
si la ciudadanía se los requiere. Cuando se encuentran evidencias de que se cometió un
delito, por ejemplo un homicidio, o se presenta una denuncia, por un robo cuantioso, entran
en función los policías judiciales, encargados de la función investigativa para encontrar a
los autores de los delitos. En caso de que en el delito hayan participado más de dos
delincuentes organizados para ello, entran en acción los policías federales, ya sea como
fuerza investigativa o de acción. Estas diferencias se encuentran previstas en las leyes, al
diferenciar entre delitos del fuero común y del fuero federal. Los delitos considerados
graves cada vez más son responsabilidad de las fuerzas federales: Policía Federal
Preventiva (PFP) y Agencia Federal de Investigación (AFI), las corporaciones policíacas
mejor preparadas. Los judiciales dividen sus fuerzas en judiciales federales (PGR) y
judiciales del Distrito Federal (PGJDF), aunque debido a la posición fronteriza de la zona
de estudio también llegan a intervenir los judiciales del Estado de México; en ese sentido,
la corporación federal está por encima de las otras dos corporaciones, las cuales están al
mismo nivel.
Todas las corporaciones, por una u otra vía, se encuentran relacionadas con el
narcomenudeo. Los policías preventivos, por ejemplo, al hacer sus rondines por las zonas
asignadas se relacionan constantemente con jóvenes, ya sea que sean consumidores,
narcomenudistas, participantes de algún otro delito o simplemente por el constante acecho
disfrazado de “revisión de rutina” o bajo el pretexto de “nos acaban de informar de un
chavo que estaba haciendo desmanes”. Otra manera como se relacionan es a través de los
programas de prevención del delito, el gobierno de Iztapalapa ha sido innovador en ese
175
sentido con programas como ‘Mochila segura’ y ‘Escuela segura, Sendero Seguro’, en los
cuales han encontrado jóvenes de secundaria con “el ‘carrufito’ de droga, el botecito de
pvc 146 y hasta armas”147, lo cual para ellos es buena justificación. Estas medidas tienen
entre sus objetivos prevenir el consumo de drogas e impedir que los narcomenudistas se
apoderen del entorno escolar, ya sea mediante presencia en la puerta y calles aledañas o con
cómplices que intenten distribuir drogas al interior. Las corporaciones preventivas son
básicamente dos: los policías preventivos de la secretaria de seguridad pública del DF y lo s
de seguridad pública delegacional148 , ambos son conocidos como azules o pitufos por su
uniforme, o en todo caso con el apodo genérico de puercos, el cual muestra la
animadversión que les tienen; otros apelativos a estos policías tienen que ver con su medio
de transporte, así tenemos a la montada, aquellos que andan a caballo, a los policletos que
andan en bicicleta, los motopatrulleros que andan en cuatrimoto, los patrulleros que andan
en autos o patrullas y los perreros que andan en la julia o perrera, una camioneta
acondicionada con una jaula en la parte posterior, la cual es temida por el modo en que
actúan sus conductores. Los patrulleros son los de mayor presencia en la zona de estudio.
En cualquier caso, cuando los preventivos llegan a encontrar a algún individuo en posesión
o consumiendo drogas, deberían dar aviso a las corporaciones federales para que estos
actúen en consecuencia, lo cual no siempre hacen.
Los policías judiciales se relacionan de distinta manera, en parte por las atribuciones que
les da el Estado ya que al investigar los casos asignados se ven en la necesidad de
interrogar a quienes les puedan dar pistas acerca de los autores de los delitos. Si aceptamos
que muchos de los delitos cometidos en zonas marginadas de la ciudad tienen que ver con
la presencia de drogas, tanto lícitas como ilícitas, encontraremos las altas posibilidades de
relación entre estos agentes policiales y los participantes del narcomenudeo. Empero, a
pesar de las altas probabilidades de encuentro con los participantes del narcomenud eo los
policías judiciales alegan que sólo pueden actuar en caso de que la ciudadanía denuncie, lo
cual es complicado cuando la ciudadanía piensa que si van a denunciar los narcomenudistas
146
“El botecito de pvc” refiere a un pegamento utilizado para unir tuberías de ese material, esta sustancia es utilizada
como droga inhalable por un buen número de jóvenes marginados.
147
Lic. Tolentino, sociólogo de la policía delegacional de Iztapalapa.
148
Debido a la constante demanda ciudadana de hacer algo contra la inseguridad el gobierno delegacional ha creado su
propia policía, pues consideran que la secretaría correspondiente en el DF no atiende con suficientes policías a esta
delegación.
176
tomarán represalias y que los agentes ya no harán nada; por esa situación, la intervención
de la policía judicial es insuficiente e ineficiente en el combate del narcomenudeo lo que
levanta suspicacias en la mayoría de informantes que los ven como cómplices del negocio .
Estos policías son conocidos con el genérico de judas y, a diferencia de los agentes
preventivos su intervención en las actividades de los narcomenudistas suele ser más
contundente, tanto en su combate como en su reproducción al interior del barrio.
Debido a que los delitos del narcomenudeo implican no sólo los de tipo ‘contra la salud’
sino también los de ‘delincuencia organizada’, las autoridades han establecido nuevas
estrategias de combatirlo. Una de estas estrategias fue la creación de la Agencia Federal de
Investigaciones (AFI) en el último sexenio del siglo pasado, la cual se encarga de investigar
las denuncias anónimas sobre crimen organizado, entre otros los de presuntos grupos de
narcomenudistas; en ese tiempo también se creo la Policía Federal Preventiva (PFP), su
contraparte en la prevención. La creación de estas agencias es producto del entrenamiento
especializado que han tenido que adquirir las agencias policiales en el combate a la
delincuencia organizada, esto se refleja en la poca presencia que tienen en el barrio pues, a
diferencia de las otras corporaciones, estas actúan posteriormente a un trabajo de
investigación y, por tanto, sus resultados deberían ser más contundentes. De todas las
corporaciones es la AFI, también conocida como la Fea, la corporación que despierta
mayores temores, a decir de los narcomenudistas en cualquier momento “pueden aparecer y
cargar con todos”.
Ahora bien, aunque las reacciones de los agentes policiales dependen de las competencias
de las corporaciones a las que pertenecen, las reacciones tomadas ante los narcomenudistas
también se pueden dividir en tres: rechazo, tolerancia y complicidad. A diferencia de otras
relaciones sociales en estas las reacciones de tolerancia dependen de que los policías
conozcan a los participantes antes de sus activid ades en el narcomenudeo; sino es así, en
correspondencia a sus labores, los policías intentan combatir el comercio de drogas en el
barrio y muestran rechazo ante la participación de los jóvenes, aunque es común que haya
quienes aprovechando su posición de autoridad obtengan beneficios económicos
personales, a costa de consumidores y comerciantes que prefieren mocharse con una lana
177
y participar de la corrupción antes que verse en la posibilidad de ser trasladados a algún
espacio de reclusión. Las reacciones tomadas por los policías también dependen de otros
factores, uno de ellos es el conocimiento de los participantes, por ejemplo para que un
policía ofrezca a un joven droga para su distribución debe tener confianza de que este no se
va a desaparecer con la mercancía ni con la ganancia, preferirá a jóvenes reconocidos por
los habitantes del barrio y sólo les darán la mercancía que pueda vender durante el día.
Antes de detallar más esta situación quiero empezar, siguiendo el orden establecido, con las
acciones que toman los jóvenes para relacionarse con los policías.
6.1.1. Acciones ante agentes de seguridad
Las acciones de los jóvenes participantes ante los policías y autoridades civiles son
similares a las realizadas en los otros tipos de relaciones sociales, saben que el comercio no
es lícito y, por tanto, de la posibilidad de enfrentar a quienes tienen el deber de prohibirlo.
Anteriormente a cualquier relación con la policía, los jóvenes tienen una expectativa de lo
que es la autoridad, al respecto Fresa expresa «a nivel familiar me decían que la policía es
corrupta, todo mundo lo anuncia pero como niño inocente que no roba, ni se droga,
realmente no esperaba encontrarme a la tira, decía “sí me encuentro a la tira no me tienen
que hacer nada ». Pero cuando tuve que enfrentar a esos güeyes de morro me comieron los
nervios y me chamaquearon”. Igual que Fresa, todos los jóvenes participantes conocidos
en la zona de estudio han tenido relaciones con policías, teniendo resultados parecidos. Los
jóvenes se ven obligados a subordinarse a la autoridad, ya sea a través de la corrupción o a
través de la violencia, el desencanto de la autoridad se hace parte del cotidiano juvenil.
Las expectativas de los jóvenes se va configurando a partir de la convivencia con sus pares,
con otros jóvenes del barrio, son «parte de lo que me enseñaron los Cotorros, no fue de
“hoy vamos a tener la clase de policía” sino más bien a través de las platicas, por ejemplo
que “apañaron a tal o a tal güey en la esquina “¿Qué estaban haciendo?” “Pues estaban
chupando” “¿Qué les hicieron?” “Pues llegaron esos güeyes y uno les habló muy al chile y
le pusieron unos putazos, los basculearon, les vieron la chela y los subieron…”, si no traen
varo pues esos güeyes los encierran y quizás no les ponen una madriza pero es culero estar
allí, fue así como decir “bueno, pues se les tienes que dar su respeto a esos güeyes y no
178
perder el control». En este párrafo Fresa muestra las acciones de un consumidor que se
encuentra relacionado con algún policía, la posibilidad de corromper a la autoridad y el
violento resultado de oponerse a ser aprehendidos. Estas mismas posibilidades las
encuentran quienes comercian, el narcomenudista puede corromper a la autoridad u
oponerse a ella y atenerse a las consecuencias, siendo la violencia la más común de las
posibilidades. Cuando los consumidores son más que los policías pueden llegar a enfrentar
a los policías, en los demás casos la relación es de subordinación.
Los participantes del narcomenudeo siempre hablarán lo menos posible acerca de sus
actividades, ante autoridades y otros agentes institucionales, sólo hablarán acerca de lo
obvio y lo que no pueda traer consecuencias negativas a su participación. De esta manera,
cuando se relacionan con instituciones de salud lo más común es que los jóvenes eviten
mencionar cualquier posible participación como comerciantes, cuando se relacionan con
instituciones de seguridad lo más común es que nieguen todo vinculo posible con las
drogas ilícitas, aparentan la mayor tranquilidad posible y hacer como si no trajeran nada
consigo. En dado caso que los policías o autoridades perciban cualquier indicio de
nerviosismo el acoso con preguntas se intensifica y la revisión se torna exhaustiva, siendo
muy probable que terminen encontrando la droga ilícita.
En cualquier caso, los participantes del narcomenudeo se sienten asediados, tanto los
consumidores como los comerciantes, aun y cuando muchos de ellos saben que pueden
justificar la posesión de la droga y asistir a tratamiento en vez de ser encarcelados por el
delito. Esto se debe, en parte, a que los consumidores regularmente no conocen las leyes
respecto a las drogas ilícitas; pero también a que los policías pueden optar por sacar
provecho de la posición de los participantes; un ejemplo de esto es lo contado por un cliente
de La TJ, una ocasión la policía lo encontró con dos churros y lo subieron a la patrulla, ya
arriba les empezó a decir que era usuario y que no traía más que su consumo personal, los
policías le respondieron que les tenía que dar un billete chido o iba a parar en el reclu ya
que le iban a imputar medio kilo de mota que tenían en la patrulla. No tuvo más remedio
que darles lo que tenía.
179
6.1.1.1. Acciones de ocultamiento ante agentes de seguridad
Los jóvenes que inician a participar en las actividades de consumo y/o comercio intentan
ocultarse durante la realización de estas para no ser vistos por policías o vecinos no
participantes que los pueden denunciar; conforme pasa el tiempo y los jóvenes continúan
participando de estas actividades tienden a disminuir las precauciones tomadas y son, en
algún momento, enfrentados por las autoridades. En esta circunstancia interviene una
característica casi generalizada: los jóvenes que reparten drogas ilícitas también son
consumidores de las mismas; por lo que al continua r su consumo también disminuyen las
precauciones tomadas, especialmente si consumen crónicamente.
Ha sido importante observar que sólo algunos pocos jóvenes habían sido “dueños” del
negocio o punto de venta, la mayoría participaba de relaciones de mercado dirigidas y
delimitadas por narcomenudistas adultos. Es en el momento en que se agregan adultos a las
actividades del comercio cuando se conforma una verdadera organización para delinquir,
entendiendo que en esta participan individuos que hacen del delito su principal ocupación.
Mcintosh observa que en la década de los años 70 se profesionalizan algunas partes del
mercado de las drogas como efecto de la acción policial en su contra149 ; esto es, actúan
como respuesta ante las reacciones policiales. En el caso de La TJ, a partir de la dirección
de adultos que no consumían drogas podían ocultar mejor las ganancias de sus actividades,
pues estos realizaban por las mañanas labores y trabajos comunes en cualquier vecindario
marginal, como son: comercia r pollos, conducir transportes públicos y ser ama de casa.
Además, eran ellos quienes promovían en La TJ algunos de las acciones descritas en el
OPB, como mantener escondida la mercancía escondida y manejar un horario de venta.
Tamb ién había jóvenes que, como Negro, tenían hijos y aportaban dinero para su crianza;
este requerimiento constante influía en que percibiese el narcomenudeo como una opción
laboral, a partir de la cual no sólo había mantenido su consumo sino también a su familia
durante varios años. Sin embargo, encuentra grandes diferencias entre haber sido dueño de
una tiendita, donde ganaba unos $800 pesos diarios, y haber sido empleado en otra, donde
sólo ga naba $120 al día; por ello planeaba abrir una tiendita cerro arriba apenas pudiera
149
Mcintosh, Mary, La organización del crimen, México, 1977, 98 p.
180
reunir el dinero para pagar la renta de una casa, ya había visto una en una calle donde “no
se puede llegar sino caminando”, lo cual le suponía mayor tiempo para huir en el supuesto
que lo buscara la policía pues no podrían subir las patrullas. El lugar también le parecía
adecuado porque se encuentra cercano al límite de la zona ecológica, lo cual era un buen
lugar a donde correr en caso del mismo supuesto, a diferencia de La TJ que se ubicaba muy
cerca del eje vial.
Cuando los jóvenes han fracasado en la acción de ocultar sus actividades y son
descubiertos, lo primero que quieren es huir, piensan que la mejor relación con los policías
es la que no existe y prefieren no aparecer cuando pueden ser aprehendidos o hay señales
claras de dificultades. Para los participantes que son aprehendidos, el mejor de los casos
consiste en llegar a un acuerdo conveniente para ambos, un acuerdo de corrupción,
entendiendo por esta la privatización de las capacidades públicas. En este acuerdo las
autoridades policíacas reciben un soborno a partir de no cumplir con su deber y dejar libres
a los participantes del narcomenudeo para que puedan continuar sus actividades.
6.1.1.2. Intentos de convencimiento: soborno o sometimiento.
Para los participantes del narcomenudeo, ser descubiertos implica comenzar labores de
convencimiento. Todos los individuos con que se relacionan los participantes del
narcomenudeo tienen algún tipo de interés, en el caso de los policías el interés radica en la
ganancia; el agente policíaco vende su fuerza de trabajo al Estado, a través de cualquiera de
las corporaciones dispuestas para ello, pero cuando encuentran un mejor postor muchos
policías aceptan usufructuar la autoridad que representan. Esta situación es bien conocida
por los participantes del narcomenudeo, la corrupción es uno de los caminos más
frecuentados para evitar sanciones jurídicas por los delitos relacionados con el consumo y/o
comercio de drogas ilícitas. Por ello, es una de las primeras acciones que intentan cuando
son descubiertos.
Cuando los participantes del narcomenudeo se ven descubiertos por policías, regularmente
son los primeros en ofrecer una cantidad de dinero a cambio de ser liberados. La cantidad
ofrecida depende de varios elementos, entre ellos: la cantidad de droga que les es
181
encontrada al momento de ser aprehendidos, el tipo de policías que los haya descubierto y
los recursos económicos con los que cuente el participante aprehendido. El primer
elemento, la cantidad de droga encontrada, determina las expectativas económicas de los
policías, los participantes habituales lo saben y no ofrecen lo mismo cuando son
aprehendidos con un toque que cuando son aprehendidos con varias dosis de cualquier
droga ilícita, a mayor cantidad de drogas será mayor la cantidad de dinero que tenga n que
ofrecer. Los consumidores en varias ocasiones hablaron de que los policías llegan a aceptar
cantidades irrisorias cuando aprehenden a alguien con poca cantidad de drogas ilícitas,
piensan que les da pereza llevarlos ya que no ganan nada al aprehenderlos, en cambio si los
dejan ir tienen la posibilidad de encontrar a alguien más a quien poder chamaquear. Si la
cantidad de droga encontrada es considerable, los participantes se ven obligados a ofrecer
cantidades importantes de dinero, incluso quienes sólo consumen pues nadie les creería que
sólo es para consumo personal.
El tipo de policía que los haya encontrado es otro elemento para decidir la cantidad a
ofrecer en un intento de soborno. Los consumidores repetían que los policías que aceptaban
sobornos más económicos eran los preventivos, mientras que los judiciales requerían
sobornos más caros, ninguno de ellos llegó a mencionar haber sobornado a los federales; en
parte porque es la de menor presencia en el vecindario, pero también porque las pocas
ocasiones que aparecen lo hacen en grupos y es poco común que se preocupen de quienes
consumen. Los narcomenudistas tienen una idea similar respecto al costo que les puede
salir en caso de ser descubiertos, quienes comercian y mantienen la precaución de cargar
con poco droga se presentan como consumidores pues saben que sí los policías conocen
que el participante es narcomenudista y no sólo consumidor exigirán mayor cantidad para
ser sobornados. Una característica distintiva observada en los comerciantes es que, cuando
son descubiertos en grupo, o en un punto de venta, pueden ofrecer sobornos colectivos,
también conocidos como renta; este soborno no es garantía sino de que los policías
sobornados no realicen su deber durante el tiempo acordado. De nueva cuenta, se prefiere a
los preventivos por ser más accesibles, esto lo expresaba claramente El Don cuando decía
que era “mejor pagar cien pesos a los preventivos que mil a los federales”.
182
El tercer elemento son los recursos disponibles; es obvio que los comerciantes cuentan con
mayores recursos que el promedio de los consumidores, por lo que las cantidades ofrecidas
a los policías son mayores. Sí los participantes no cuentan con dinero pueden llegar a
ofrecer una lana si los llevan a su casa para pedir dinero a algún pariente; también se llega a
dar que los policías opten por quedarse con la droga a cambio de dejar ir al aprehendido,
especialmente cuando se trata de cocaína. Cuando los narcomenudistas procuran sobornos
colectivos a los policías, no cubren solamente el libre ejercicio de ellos sino también el de
los clientes que llegan al punto de venta. Además el poder económico de los
narcomenudistas puede llegar a corromper no sólo a policías sino también a ministerios
públicos, abogados y otros trabajadores del sistema jurídico; tal es el caso contado por
Fresa acerca de uno de sus vecinos que vendía «una vez me contó que a su hermano lo
agarraron no sé si porque mató o robó, como ese güey es chingón vendiendo fue con la
señora y le dijo “¿Sabe qué? El pedo está así” y que el señor le dijo: “¡Va! Tu carnal va a
salir pero se va a tener que mover un rato de aquí”, me dijo que ese ruco soltó como 50 mil
varos porque tenía que repartir a un chingo de güeyes de la delegación, porque primero una
patrulla tenía que buscar a un güey que se pareciera a su carnal, localizarlo y llevarlo,
mientras que a su carnal le iban a poner un traje para que saliera como abogado, salió su
carnal y se quedó el güey que clavaron, todavía sigue en proceso».
La otra acció n recurrente por parte de algunos consumidores es la oposición a someterse, a
permitir ser maltratados por los policías que regularmente abordan a los jóvenes con una
actitud agresiva; esto agresividad la viví en carne propia durante el trabajo de campo,
después de una entrevista que concluyó casi a media noche atravesé unas calles oscuras,
casi corriendo para llegar a la avenida, pensé que ahí estaría a salvo pero fue cuando se paró
una patrulla enfrente, bajaron dos policías gritando que levantara las manos y que era “una
revisión de rutina”, me registraron y preguntaron quién era y qué hacía ahí, cuando me
identifiqué y mostré los documentos que me respaldaban se mostraron muy atentos y me
llevaron a tomar un taxi, sin embargo no me quedó la impresión de que la versión del
policía amable fuera la cotidiana en su accionar, pues nunca observé o escuché algo
parecido en el trato a los jóvenes de la zona de estudio.
183
Se pensaba que el someterse ante los policías era caer en un proceso del que difícilmente se
saldría, esta situación se transmitía en varias imágenes, una constante era la idea acerca de
que no hay que subirse a las patrullas ni a ningún otro vehículo oficial, lo cual se considera
un grave error ya que es ponerse a merced de los agentes. Fueron varios los informantes
que hicieron mención de esta situación y más todavía quienes al subir ya no tuvieron más
alternativa a la reclusión que pagar un soborno. Por otra parte, El Don gustaba contar que
más de una vez habían llegado policías a madrearlos pero que ellos se aferraban y no se
dejaban someter, los demás asentían, no sé si por que era el Bueno o porque así había sido
en realidad, pero lo que esto muestra es el imaginario existente entre los participantes ante
una relación con policías, además esta imagen era repetida por muchos otros informantes,
incluidos no participantes.
Un caso de sometimiento es el contado por Pollo, una vez lo capturaron unos policías
federales en una tiendita que había puesto con un amigo, iba llegando cuando se dio cuenta
que estaban ahí, quiso ganarles en la camioneta que manejaba y aceleró la velocidad para
huir, al dar vuelta a la esquina chocó con un microbús y los policías lo alcanzaron; mientras
mostraba unas cicatrices en frente y espalda, también contó que para poder sacarlo lo s
policías lo tuvieron que golpear. Esa ocasión él y su cómplice se vieron sometidos ante los
policías federales, pero estos no los remitieron ante las instancias correspondientes, sino
que les quitaron los bienes más preciados: dinero, droga (mercancía) y camioneta.
Consideraba que ya les habían puesto el dedo porque antes ya habían balaceado la casa en
dos ocasiones, la cual tuvo que vender; sin embargo consideraba que al estar en libertad en
cualquier momento podría volver a armarla.
Antes de intentar el soborno o negarse a ser sobornado, en caso de que sea el policía quien
intente pedir mordida, algunos participantes argumentan poseer solo el consumo personal
como una vía para que no los lleven al Ministerio Público pero tampoco paguen por su
libertad, o cuando menos que les salga más barato. «Sabemos que un toque, lo que es un
toque, cierta cantidad, está permitido legalmente, a nosotros no nos pueden venir a chorear
porque aquí mismo hemos parado, nos han topado toques de mariguana pero nos podemos
184
declarar simplemente adictos y meternos a una rehabilitación» 150 . Sin embargo, esto es
poco frecuente entre consumidores experimentales u ocasionales debido a que no todos
saben que las leyes señalan el tratamiento para quienes siendo farmacodependientes sólo
porten la droga usada por ellos mismos. Tampoco hay organizaciones o instancias oficiales
en la Delegación para dar a conocer estos derechos, pareciera que se confundiera con estar
a favor de los delitos contra la salud, pero los participantes conocen de esto a partir de otros
participantes con más experiencia, consumidores habituales o comerciantes que ya han
pasado por los ministerios públicos y han salido por esta vía.
Algunos informantes ya había n sido remitidos al Ministerio Público y optaron por aceptar
que son consumidores adictos o crónicos, sabían que cuando el volumen de droga es poco
se puede considerar para consumo personal y la pena impuesta se limita a asistir a
tratamiento contra las adicciones. Otros participantes había n sido aprehendidos en más de
una ocasión y había n llegado hasta los separos e incluso al reclusorio por no contar con
recursos, no sólo por participar del narcomenudeo sino también por otras actividades
ilícitas como riñas y robos. A los jóvenes que no cuentan con recursos era raro que los
policías los volvieran a aprehender al menos que, a decir de los aprehendidos, tuvieran que
cumplir con un número determinado de detenidos o el aprehendido cumpla el perfil de un
acusado, pues entonces “resolverían” el caso con ellos.
6.1.2. Reacciones de los agentes de seguridad pública
La situación de las drogas ilícitas en el Distrito federal es preocupante para las instituciones
de Seguridad Pública, para el 2002 la mayor cantidad de presuntos delincuentes del fuero
federal fueron inculpados por delitos contra la salud 151. Ante esto las autoridades han
implementado programas como revisar pasajeros que parezcan “sospechosos” en las
unidades de transporte público utilizando para ello policías preventivos, también han
intentado estimular la denuncia ciudadana a partir de la propaganda mediática, sin embargo
hasta ahora el problema sigue vigente y sin visos de disminuir su impacto en la sociedad.
Ante la falta de resultados favorables, algunas autoridades policíacas empiezan a vinc ular a
las familias en sus políticas de combatir el aumento en el número de jóvenes consumidores;
150
151
Entrevista a Pablo Pachecote
INEGI, Anuario estadístico del Distrito federal, edición 2003, México, INEGI, 2004.
185
uno de esos intentos es el conocido como ‘Mochila segura’, donde a través de las
sociedades de padres de familia la escuela pide la intervención de elementos de seguridad
pública delegacional para la implementación del programa.
Hay que tener en cuenta que, los jóvenes participantes del narcomenudeo se saben en
desventaja ante las autoridades públicas y ocupan el rol subordinado cuando se relacionan
con cualquiera de los agentes que laboran en las instituciones vinculadas a las drogas
ilícitas: psicólogos, policías, trabajadores sociales, policías, ministerios, abogados, jueces,
militares y todos quienes jueguen algún rol en contra de las actividades del narcomenudeo.
A su vez estos agentes se saben en ventaja frente a los participantes, pero son los policías
quienes mantienen las relaciones más cercanas con los participantes del narcomenudeo,
especialmente los preventivos ya que son quienes realizan más operativos y programas en
las calles, pero también porque al vigilar constantemente un vecindario los preventivos
pueden llegar a conocer todas las relaciones que ahí suceden, incluyendo las ilícitas.
Durante el trabajo de campo, en el barrio de La TJ aparecieron los tres tipos de policías, en
los siguientes apartados describo sus reacciones.
6.1.2.1. Reacciones de rechazo: aprehensión y reclusión.
Datos oficiales dan cuenta de cómo el número de presuntos delincuentes por narcomenudeo
se ha multiplicado en los últimos años. Según datos de la Agencia Federal de Investigación
y la policía delegacional, en Iztapalapa han pasado de 45 a 132 las bandas organizadas en
torno a la distribución y venta de drogas, entre 2001 y 2003, las cuales estarían integradas
por jóvenes “entre 12 y 20 años”152. Debido a este crecimiento, instancias gubernamentales
intentan reorganizarse para hacer frente a quienes realizan estos delitos, una de sus
reacciones ha sido crear las Unidades Mixtas de Atención al Narcomenudeo (UMAN), una
de las cuales fue abierta en la Delegación Iztapalapa; sin embargo, tales unidades no han
tenido el éxito esperado, sólo el 5% de los detenidos llegan a los reclusorios y los mandos
de la policía capitalina responsabilizan a los agentes federales del Ministerio Público de
dejar en libertad a los presuntos delincuentes que les lleva la policía preventiva
152
Diario La jornada, 12 de noviembre de 2003.
186
capitalina153 . Los datos oficiales constatan el fracaso, según la PGR, el Distrito Federal
concentraba casi 2500 puntos de venta para el año 2005 154 .
Lo que evidencian este tipo de noticias, no sólo es el crecimiento del fenómeno llamado
narcomenudeo sino también la dificultad de combatir este tipo de delitos, uno de los
mayores obstáculos es, sin duda, la falta de coordinación intercorporaciones; otro no menos
importante son las relaciones de tolerancia y complicidad que los narcomenudistas han
tejido en torno a los puntos de venta. En comparación con lo señalado por Astorga, acerca
del estrecho vínculo entre políticos y traficantes para impulsar el mercado de las drogas en
el Sinaloa posrevolucionario 155 , en el caso de La TJ y otros puntos de venta estudiados no
pude obtener información que documentara la complicidad de la policía en el origen de los
puntos de venta, aunque tampoco de que esta no exista. Lo que si ha sido evidente son las
reacciones de complicidad de los agentes policíacos en la continuidad de las actividades
vinculadas al narcomenudeo, las cuales retomare en páginas siguientes.
La dificultad de combatir los delitos vinculados al narcomenudeo pasa entonces por dos
situaciones específicas: la labor de convencimiento que realizan los narcomenudistas para
que sus relaciones sociales sean de tolerancia y/o complicidad en torno a sus actividades
vinculadas a drogas ilícitas, y la propia ineficiencia de las corporaciones para poder ponerse
de acuerdo en la forma de atacar a quienes realizan tales actividades. En la realidad, ambas
pueden combinarse. Ejemplo de esto es la situación contada por Fresa : «Uno de ‘los
Cotorros’ alguna vez me contó que lo apañaron con la banda, estaba afuera de su casa
picando coca y pasó la juda, los vieron y en fa sobres, dice que traía un papelito que con
mucha velocidad lo dobló y lo aventó, que se puso a sacudir las tarjetas que traía y cuando
llegaron los tiras los basculearon y se las hizo de pedo “¿por qué? Si estamos enfrente de
mi casa, bajo qué cargos y su pinche madre ” ese güey pensaba que ya no le iban a hacer
nada porque no vieron donde había dejado el papelito pero que le encuentran las tarjetas, no
se acordaba que las tarjetas no eran de él, dijo que esa vez se había encontrado una billetera
y dijo “pues con estas pico”, nosotros sabíamos que ese güey era rata y hasta nos la
153
Diario La jornada, 10 de noviembre de 2005
Diario La Jornada, 4 de marzo de 2005.
155
Astorga, L. “Traficantes de drogas, políticos y policías en el siglo XX mexicano”; en Claudio Lomnitz, Vicios
públicos, virtudes privadas. La corrupción en México, México, CIESAS-MAPorrúa, 2000
154
187
curamos “¡sí güey, te la encontraste!” Siento que esa vez sí se las encontró porque era lo
que estaba lamentando “¡no mames, esa vez me las había encontrado!” Dice que por robo lo
subieron, que eran una ruca y un güey y ya dentro del pedo pues a lo que vas: “al chile
tengo tanto varo, sé que por este pedo me puedes hundir pero como no me agarraste en
evidencia tienes que ir a declarar, pues mejor nos evitamos todo el pedo”, pues ese güey
hablándoles al chile y la ruca dándole unos putazos “nel, ¿usted por qué quiere organizar?”
Como eso fue antes de que arrancaran que sale la vieja de ese güey y se sube a la patrulla
también, se vio verga porque ya no le pudieron hacer nada a ese güey ya que su ruca dijo
“yo nada más quiero ver a donde lo van a meter y qué procede”, se aferró la ruca y no la
pudieron bajar, dice ese güey que la ruca judicial le puso unos putazos enfrente de su ruca
“pinche puto, no puedes solo”, el chiste es que le sacaron mil varos»156.
Cuenta Fresa que el amigo es ayudado por su mujer y logran sobornar a los policías. Esta
situación refuerza la hipótesis general, los individuos con relaciones familiares de
complicidad logran enfrentar de mejor manera las reacciones de rechazo, incluidas las
ocurridas en relaciones verticales, como son las relaciones con autoridades policíacas. En
este sentido, se encuentra una combinación de redes que permite la continuidad de
actividades delictivas, entre ellas las vinculadas al narcomenudeo; por lo que, las
autoridades policíacas que intentan rechazar las actividades del narcomenudeo encuentran
dificultades, a veces insuperables, para realizar sus reacciones. Sucede lo señalado por
Foucault: “La solidaridad de una capa entera de la población con quienes podríamos llamar
pequeños delincuentes se había manifestado muy persistente ”157
Otra dificultad con la que luchan los agentes policíacos es la complicid ad que pueda haber
al interior de las familias extensas que viven en Iztapalapa. Tal es el caso de la familia
Perico, la cual ha mantenido La TJ a pesar de las ausencias temporales que han tenido
diferentes miembros; por ejemplo, cuando Tigre fue anexado debido a problemas con el
consumo de piedra los demás parientes continuaron comerciando y de las ganancias
generadas pagaban su tratamiento de rehabilitación; al concluir su estadía en el centro de
tratamiento Tigre se reintegró a sus actividades en la TJ. Lo mismo sucede cuando alguno
156
157
Fresa
Foucault, Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 2003, p. 68.
188
de los integrantes son internados en alguna prisión, los parientes pueden continuar el
negocio; esto se puede notar en el incremento de mujeres que participan del narcomenudeo,
casi diez por ciento de los detenidos, algunas de las cuales llegan a ser las líderes de las
bandas delictivas conformadas por sus familiares 158 . Cuando los hombres son detenidos,
sus esposas pueden darle continuidad al punto de venta; en el caso de La TJ, no había
habido detenidos por parte de la familia Perico, sin embargo Guaguaras decía que en caso
de que llegara a sorprenderlos la policía federal sería él quien se declararía culpable de los
cargos para que pudieran absolver al resto de sus parientes; pensaba que la tiendita seguiría
funcionando a pesar de que él estuviera recluido. Al preguntarle porque él y no otro,
argumentó que es el mayor de los hermanos por lo que le correspondía la responsabilidad.
El que los Perico sean una familia extensa tiene algunas ventajas ante los policías
preventivo s pues cuando quieren aprehender a alguno de los integrantes los familiares
regularmente salen a defenderlo y esto hace difícil, incluso imposible, su captura. No sólo
es el caso de los Perico, también sucede en otros grupos dedicados al narcomenudeo.
Sucedió que una noche llegaron agentes de la AFI a catear La TJ, “con muchas camionetas
y un juez que firmó la orden de cateo”. Los agentes federales llegaron y los rodearon,
registraron el interior de la casa y no encontraron nada; los Perico nunca dijeron donde la
guardaban o porqué los agentes de la AFI no habían encontrado la droga pero un vecino me
comentó que la habían echado la droga por la taza del baño. Los Perico sospechaban que
les habían puesto el dedo, incluso llegaron a desconfiar de mí lo cual fue determinante para
iniciar una etapa en la que daban muy poca información, fue el princip io del fin del trabajo
de campo. Esa también fue la causa de que despidieran a todos los empleados que tenían,
quedándose sólo con comerciantes parientes. Los narcomenudistas me contaron que la
ocasión que llegaron los AFI le estuvieron preguntando a los vecinos sí vendían drogas ahí,
pero estos se limitaron a decir que ellos no sabían nada y que no habían visto nada extraño.
En este caso sucedió lo señalado por Thoumi: “cuando la sociedad y el Estado no castigan
comportamientos ilegales o criminales, los incentivos para desarrollar controles
158
Diario La Jornada, 10 de noviembre de 2003.
189
interiorizados fuertes se debilitan” 159 , resultando en la continuidad de las actividades del
narcomenudeo.
Algunas reacciones de rechazo cumplen con su objetivo, aprehender a quien realiza
actividades en contra de la salud. Agentes del Ministerio Público, jueces y más, hace n
esfuerzos para que quienes realiza n las actividades del narcomenudeo sean apresados y
purguen co ndenas de privación de libertad, pero aún estos esfuerzos pueden complicar más
las situación debido a que, para la casi totalidad de informantes, la prisión es “la
universidad del crimen”, donde aprehenden mañas y construyen relaciones que al salir les
permiten continuar realizando las actividades del narcomenudeo con mayores precauciones.
Además, ser joven y haber sido recluido es una situación que genera respeto entre los
participantes y no participantes del narcomenudeo. Por el contrario, el adulto que es
recluido es considerado como lo peor, “¿cómo es posible que a esa edad no sepa tratar con
los policías?”, se preguntan los participantes. Con los jóvenes el cuestionamiento es similar
pero la inexperiencia de la edad es vista como la causa, la cual se compensa con las
experiencias vividas en el interior del reclusorio. Entre los informantes sólo Pollo había
sido recluido en prisión antes del trabajo de campo, volviendo a ser recluido durante el
tiempo de observación; en ambas ocasiones había llegado a los penales a raíz de robos y no
por comerciar drogas. Pollo era uno de los narcomenudistas más buscados por vecinos más
jóvenes que él que querían aprender de su experiencia en las actividades ilícitas.
Las reacciones de los agentes federales eran las más temidas de todas, los informantes
consideraban que son las autoridades más difíciles de corromper, en parte porque llegan en
grupos grandes y en parte porque al ser mejor pagados que los agentes de otras
corporaciones no aceptan ser involucrados en casos de corrupción por bajas cantidades de
dinero. Sin embargo, los participantes piensan que estos agentes son tan corruptos como los
otros, la diferencia radica en que, como marginados, a ellos no les alcanza el dinero para
corromperlos. En una ocasión encontré a Negro en una sitio cercano a La TJ, hizo señas de
que me acercara y hablara en voz baja, dijo que días atrás habían aprehendido a los
comerciantes de una tiendita de la colonia vecina. Con asombro me contó que los agentes
159
Thoumi, Op. Cit. p. 94.
190
de la AFI llegaron en paneles, pick ups y helicópteros, los últimos bajaron con cuerdas
“como en las películas”; quienes llegaron vía terrestre rodearon el lugar y le apuntaban al
tiempo que los helicópteros alumbraban puertas, ventanas y techo, razón por la cual los
involucrados no pudieron huir hacia el cerro. El operativo había sido como a las once de la
noche y los había tomado por sorpresa, Negro y otros estaban en La TJ cuando escucharon
los helicópteros y corrieron a ver que pasaba. Lo que más había sorprendido a Negro era
que no hubieran dejado escapar a ninguno de los comerciantes “ni siquiera aceptando
dinero”, esto le preocupaba porque pensaba que podría pasar pronto en La TJ; ya días antes
le había parecido ver a unos agentes policiales escondidos tras de unos árboles, decía
haberlos reconocido por el reflejo de sus insignias. Esto es, los participantes del
narcomenudeo también se dan cuenta que los policías pasan y observan quien se junta con
quien, piensan que así conocen quienes pueden ser los jóvenes que pueden ser aprehendidos
y recluidos en prisión; pues como indica Girard, buscan sacrificar a quienes no tengan
relaciones de complicidad o tolerancia con ellos y, por tanto, que no tengan quien intente
defenderlos160.
6.1.2.2. Reacciones de tolerancia de agentes de seguridad
La única forma en que haya tolerancia por parte de los agentes policíacos es que estos sean
vecinos o amigos de los jóvenes previamente a la participación de estos en el
narcomenudeo. Para los policías no parece tener importancia aquellas actividades ilícitas
que suceden u observa fuera de su zona u horario de trabajo. En la calle donde estaba La TJ
vivía un policía preventivo del estado de México, Topo, además de un agente del MP.
Topo tenía una relación de vecindad con la familia Perico desde que era niño. Durante
varios años actuó como policía preventivo del estado de México, “andaba en mi patrulla”
pero “me abrieron por corrupto”. Topo cuenta que su compañero de patrulla fue
identificado en un asalto que realizaron a una compañía de protección de valores, como
esto ocurrió en horario laboral, él como compañero del “corrupto” también fue despedido.
Aunque estaba involucrado, pensaba que después de que se cerrara el caso de su
compañero, si este no lo quemaba, podía regresar a trabajar a la corporación. Es importante
160
Girard, R., La violencia y lo sagrado, Barcelona, Anagrama, 1998.
191
este testimonio pues durante los años que Topo fue policía no rechazo las actividades del
narcomenudeo sino que se mantuvo tolerante ante la participación de sus amigos y/o
vecinos. Después que fue despedido de la policía y durante el tiempo que estuvo
desempleado los Perico ayudaron económicamente al Topo.
Otra circunstancia donde se puede observar la tolerancia es en aquellas detenciones en que
los policías aprehenden a consumidores que no tienen dinero y optan por llevar a los
jóvenes participantes a sus casas, para que estos pidan dinero a sus parientes y eviten llegar
a los centros de reclusión. Esta es una situación difícil para aquellos jóvenes que ocultan su
consumo a sus padres, pero para aquellos que tienen la complicidad de sus parientes es
relativamente sencillo; en estos casos, pueden incluso causar serias dificultades a los
policías que intentan cumplir su deber.
6.1.2.3. Reacciones de complicidad de agentes de seguridad
Las reacciones de complicidad se pueden sintetizar en un concepto: corrupción. Los
policías son comúnmente referidos por los narcomenudistas como fácilmente corrompibles.
Sin embargo la corrupción se expresa en el narcomenudeo en tres reacciones principales:
corromper a consumidores de drogas ilícitas, pedir renta a sus comerciantes a cambio de
una relativa protección y proveer droga a algunos comerciantes.
La primera de las reacciones mencionadas es la más común de todas, incluso entre aquellos
que en principio quieren combatir a los participantes del narcomenudeo pero que, ante las
complicaciones propiciadas por sus relaciones sociales, se ven forzados a optar por la
corrupción antes que quedarse sin detenido y sin dinero. Algunas veces, el aceptar la
corrupción implica tener que culpabilizar a otros, tal es el caso del joven que salió de los
separos después de que los policías habían metido a alguien que se le parecía físicamente.
Una situación donde se conjugan reacciones es la siguiente: «habían llegado a las canchas y
estaban grifeando, ese güey llegó, se formó, le dio unos jalones y que lo apañan unos tiras
que comúnmente no andan por aquí, lo treparon porque le olían los dedos pero de los que
traían el café ni tinta se dieron, en la patrulla iban tres morrillos que los habían apañado con
192
unos papeles, los tiras lo que querían era clavarlo como dealer porque los morros les iban
a pagar un varo para desafanar, pero no sabían que realmente era dealer. Como la banda
sabe como está el pedo, en fa fueron a hablarle a alguien de la casa de ese güey, salieron el
jefe y la vieja de ese güey, al ver que no lo querían desafanar y que le querían cargar el
pedo mi compa les empezó a hablar con claves, un pinche código así de “me voy a
presentar en la sector tal y me voy a declarar como tal porque estaba en R…”, y no sé que
pedo, la traducción de todo es que ese güey iba a ir a la delegación e iba a decir que estaba
repartiendo pero que ese güey le estaba aceptando la renta, que le iban a caer un chingo de
güeyes a los polis porque al que le estaba pagando iba a ir a buscarlo y le iba a dar en su
madre, en fa un poli le agarró el pedo y le dijo “a ver güey, jálate para acá”, se lo llevó
aparte y que con claves le estaba preguntando a quién le estaba pagando la renta, ya le dijo
la clave y en corto “a ver ¿cuánto traes?” “800 varos”, de esa forma sé desafanó ese güey».
En esta situación se nota como a través de la corrupción, los policías remiten no culpables a
las prisiones para beneficiar a sus cómplices, también se deja ver que hay códigos y claves
manejados por los participantes que ya tienen cómplices entre los agentes policíacos, lo
cual les permite continuar con sus actividades ilícitas a pesar de ser aprehendidos por otros
agentes de la misma corporación.
En cuanto a pagar renta El Don era claro, decía corromper a los policías preventivos por
100 pesos diarios a cambio de que no los molestaran a ellos ni a sus clientes; los policías
que patrullaban el sitio preferían cobrar renta y hacer como si no pasara nada. Los
informantes me hicieron ver que los preventivos no sólo pasaban por su renta sino que
ponían algunas normas con la intención de cumplir con la ley para que su zona se mostrara
como no delictiva en las estadísticas; esto es, pedir renta no sólo implica pasar cíclicamente
por cierta cantidad de dinero, se trata también de mantener cierto control sobre la situación.
Este cierto control dependerá de la policía de que se trate, los agentes preventivos presionan
para que no haya faltas administrativas, ni delitos del fuero común, la aparición de este tipo
de situaciones puede pro vocar que alguno de los vecinos denuncie y entonces aparezcan
otros agentes policíacos, incluso judiciales; en cambio, los delitos del fuero federal hacen
aparecer agentes federales. En cualquiera de los casos, la aparición de más agentes
policiales también implica mayor cantidad de dinero a repartir por parte de quienes
193
comercian, ya sea a los distintos policías, a autoridades superiores o a abogados que pueden
solucionar sus dificultades.
Cuando los policías preventivos llegan a encontrar a alguien cometiendo faltas
administrativas, los lleva ante los comerciantes para conocer si es su cliente y lo conoce o
no, pues de esto dependerá lo que hagan con el aprehendido. Fresa contó que una vez
llevaron a su primo con el Canalas : «Al otro día, en las canchas donde se hacen las retas
llegó ese güey y me dice -“¿Y tu primo?”, -“está jeteando el pinche güevón”, -“es que ayer
me lo llevaron a la chamba, lo agarraron meando y me preguntaron ¿conoces a este güey?”
Y le dijo “¿eres el primo del Fresa, no?” -“Sí, hazme un paro, yo luego te pago”, y que los
polis le dijeron -“mira, no hemos cenado, móchate con unos tacos y unas chelas ”, y les dijo
ese güey - “¡No mames, si apenas pagué la renta! Tu sabes cuanta competencia hay, nada
más tengo tanto varo”, -“pues va”. Fue cuando le pregunté a ese güey porque le llevan a los
güeyes que apañan, me dijo que ni a los tiras ni a ellos les convenía pues tienen que evitar
que se vea como una zona conflictiva, se los llevan y si son güeyes drogos o pesados ya
saben si zafarse de ellos o nel, si son güeyes equis que no son de por ahí se los llevan y ese
güey los reconoce. Si no hubiera reconocido a mi primo se lo hubieran llevado los polis y
quien sabe que le hubieran hecho, pero como le dio tinta de ser mi primo les dio como cien
varos, la neta le dije que la próxima vez dejara que se lo lleven. En ese pedo de la renta
pude ver que le regatean a la tira pero se la están pagando continuamente, es un güey
específico que sabe cuántos reparten. Donde vende el canalas tienen diferentes turnos,
igual venden en otras horas de su turno si va un güey conocido a su casa pero en la esquina
cada quien tiene su turno, dice que los tiras le dijeron que los papeles en los que vendían
cada quién iba a tener su color específico para que supieran de quién es y checaran qué
banda está yendo a comprar, ahora sí que para sacarles el pedo de dónde están vendiendo
porque de algunos no saben, la banda sí los reconoce porque unos güeyes que venden son
bien faroles pero creo que no hay tantos chivatones. Nunca he sabido cuanto pagan porque
es un pedo más complicado». En estos párrafos se aclara como la reacción de pedir renta es
más que pasar por dinero, implica una serie de relaciones de complicidad entre policías y
participantes del narcomenudeo.
194
En una ocasión hubo un asalto cerca de La TJ, Girasol fue testigo y le contó a Guaguaras
cuando volvíamos de una tiendita donde éste compraba mariguana para su consumo. Dijo
que un tipo joven había asaltado a un tipo adulto, que lo amenazó con un cuchillo cuando
volteo y le hizo señas de que se quedara callado, que el asaltante se fue corriendo y dobló
una esquina más arriba. Guaguaras dijo que esos asaltos les causaban problemas ya que
provocaban más vigilancia y, por tanto, que los clientes no se acercaran. Efectivamente,
pese a la complicidad aquella noche pasaron patrullas, jeeps y la julia durante varias horas,
la venta de drogas fue casi nula y después de las 10 todos se metieron a sus casas.
La última reacción posible que pueden tomar los agentes policíacos se refiere a proveer la
mercancía a los comerciantes. Durante el tiempo que la TJ cerraba a las 12, Negro
aprovechaba para distribuir droga de otro proveedor; decía que todas las noches, entre las
11 y las 12, pasaba un madrina de la AFI a dejarle 40 papeles, “treinta de piedra y diez de
polvo”, los cuales vendía antes de las 4 de la madrugada. Esta reacción, sin embargo, fue
podo referida por los informantes, quienes incluso me llegaron a pedir que me retirará en
mas de una ocasión al preguntarles acerca de este tipo de reacción.
Se puede decir que la policía cumple con una doble identidad, por un lado, cobra renta y
son identificados, por gran parte de la población, como manchados y poco útiles en las
actividades internas del barrio. Por otro lado, la calidad variable de los delitos influye para
que estos decidan si intervenir o no; por ejemplo, en un robo, al haber un afectado directo
que opta por denuncia r, la policía se ve obligada a perseguir a quien haya roto el orden
establecido en su sector. De este modo el negocio podrá proseguir sin queja, pero si tales
sucesos se repiten y se acusa a los consumidores, como es común, se dará a conocer la zona
como un lugar donde estos abundan, se calentará y habrá mayor control, todo lo cual afecta
el negocio.
195
7. Conclusiones
El narcomenudeo es un fenómeno complejo que se difunde a través de las redes de
relaciones sociales de sus participantes, consumidores y repartidores; un fenómeno que
implica la venta de drogas ilícitas a consumidores finales y que, por ello, es prohibido por
leyes establecidas en convenciones y tratados internacionales que México ha aceptado bajo
la influenc ia de los Estados Unidos. El narcomenudeo comercia con diversas drogas, pero
en la zona de estudio estas se limitaban a tres: mariguana, cocaína y crack, cada una de las
cuales tiene diferentes efectos y consecuencias sobre los individuos usuarios. Además, en
México se han atribuido al narcomenudeo características reproducidas por los medios de
comunicación, entre ellas el vínculo cuasi único con los jóvenes, su circunscripción a
ambientes marginales y su proclividad a provocar otros actos delictivos.
Debido a que el narcomenudeo comprende un conjunto de actos ilícitos como son los
delitos contra la salud, la corrupción de menores y la delincuencia organizada, los jóvenes
ingresan a través de relaciones basadas en la confianza, como la amistad y el parentesco.
Sin embargo la permanencia en el narcomenudeo la basan en relaciones verticales, como
las establecidas con policías que los apadrinan o los persiguen; esto es, la permanencia de
un joven en el narcomenudeo es consecuencia de que sus relaciones sociales desconozcan,
toleren o ayuden la realización de sus actividades: consumo y comercio.
Siguiendo la línea gubernamental, muchos padres y madres de familia desean que sus hijos
no se vinculen con las drogas, sin embargo existe gran confusión en lo que consideran
drogas pues sólo incluyen a las drogas ilícitas. Es importante mencionar que aún cuando las
concepciones que tienen los jóvenes sobre las drogas provienen principalmente de los
padres, éstas son limitadas debido a que el narcomenudeo está en constante desarrollo,
tanto por la aparición de nuevas drogas como por la mayor disponibilidad. El
desconocimiento de nuevas drogas en el mercado hace imposible que los parientes hagan
una intervención a tiempo pues no conocen sus efectos, a esto se suma que hay parientes
que cuando se enteran del consumo caen en una especie de estado de negación, en la que
esperan que el vínculo del joven con las drogas sea temporal y no hacen nada por
196
involucrarse más en la relación entre joven y drogas. Otra situación que permite la
participación de más jóvenes, es que muchos padres y vecinos adultos tienen la percepción
de que la prevención se debe dar a nivel escolar, depositando en las instituciones escolares
públicas la total responsabilidad de la educación de sus hijos.
Por otro lado, las relaciones comerciales entre consumidores y repartidores se llevan a cabo
siguiendo un código que he nombrado Orden Precautorio Básico, este código disminuye la
posibilidad de que los participantes del narcomenudeo sean aprehendidos durante sus
actividades; sin embargo el OPB no solamente funciona para que los participantes realicen
los objetivos de su relación, vender y comprar drogas ilícitas, sino también funciona para
que en caso de que uno de los participantes no continúe el otro pueda entablar nuevas
relaciones en la red de relaciones comerciales del narcomenudeo. Así, cuando un repartidor
es aprehendido sus clientes pueden entablar relaciones con narcomenudistas novatos o
desconocidos; del mismo modo, cuando un punto de venta se calienta los narcomenudistas
pueden fácilmente cambiarlo por otro que no tenga repartidor.
Cada uno de los pasos del OPB intenta proteger a los cómplices de distintas relaciones de
rechazo. Contar con puntos de venta, es una estrategia para evitar ser rechazado por
desconocidos que se puedan sentir ofendidos si se les pregunta dónde se consumen o
distribuyen drogas; identificarse apropiadamente, es una estrategia para evitar ser
rechazado por el par interpelado; evitar el cuerpo del delito, es una estrategia para evitar ser
aprehendido por la policía, lo cual implica el rechazo social; mientras que mantener la
discreción de los puntos de venta, es una estrategia para evitar el rechazo de los vecinos y
perdurar en un mismo punto realizando las actividades del narcomenudeo. Por tanto,
cuando se incumple uno de los pasos del OPB no sólo se trata de la posibilidad de no
conseguirse los objetivos, sino se trata además de la posibilidad de enfrentar reacciones de
rechazo antes, durante o después de una relación comercial.
El OPB es determinante en la reproducción del narcomenudeo pero el incumplirlo no
significa que los participantes no consigan su objetivo, significa que sus probabilidades
serán menores y, por el contrario, aumentará el riesgo de ser sorprendidos por personas
197
contrarias a su participación. Son los participantes ocasionales, generalmente adolescentes
y jóvenes, quienes regularmente ponen menos énfasis en el seguimiento del OPB; por su
parte, los participantes habituales, generalmente adultos o jóvenes con varios años de
consumo, suelen ser más cuidadosos. Esto explicaría que en las estadísticas oficiales
aparezcan más jóvenes que adultos entre los presuntos delincuentes por delitos contra la
salud.
La posición de un cliente radica en su grado de consumo, diferenciamos tres grados
principales: ocasional, habitual y crónico; en el paso de un grado a otro es decisiva la
influencia que ejerce el poder adictivo de la droga pero también las reacciones habidas en
las distintas redes de relaciones sociales. Las drogas duras, como la cocaína y el crack, son
de mayor poder adictivo que otras drogas como la mariguana y algunas drogas médicas, en
las que el paso de un grado a otro, si llega a darse, es más lento. A mayor grado de
consumo son mayores las reacciones habidas en las redes sociales del consumidor, las
cuales se sintetizan en tres sentidos: rechazar, tolerar o hacerse cómplices, de las acciones
del joven participante del narcomenudeo. Es común entre los consumidores que guarden
silencio de su participación ante cualquier persona que no esté inmiscuida en el
narcomenudeo, especialmente si han mostrado rechazo al consumo de drogas, resulta ndo en
que muchas familias descubran que los jóvenes consumen drogas hasta que su consumo es
crónico. Si bien la situación en la red familiar incide en que los jóvenes inicien su
participación en el narcomenudeo, es la única red en la que estos fundan sus intenciones de
dejar de participar.
De los narcomenudistas destaca su versatilidad para realizar acciones que le ayuden a
mantener sus relaciones sociales de modo tal que le permitan continuar repartiendo droga.
Es importante tener en cuenta que los narcomenudistas regularmente también son
consumidores y que para mantener su posición en el negocio deben disminuir o mantener
su consumo, ya que el aumento en el consumo no sólo hace más evidente su vínculo con las
drogas, sino que puede llevar el negocio a la quiebra. El que los participantes aumenten o
disminuyan su participación en el narcomenudeo implica que, además del cambio de una
posición a otra, se modifiquen algunas o todas las relaciones mantenidas en sus redes
198
sociales. Del mismo modo, pero en sentido inverso, las relaciones establecidas en las
distintas redes sociales reaccionarán al conocer de la participación del joven en el
narcomenudeo.
Los riesgos de toda actividad ilegal implican esfuerzos de secrecía que comprenden
estrategias para ocultarlas de los no participantes, así como para facilitar la complicidad
entre los participantes. Las estrategias de ocultamiento varían directamente de la red con
que los participantes se relacionen, así como de la posición mantenida dentro del
narcomenudeo, generalmente se utilizan para evitar relaciones en las que los jóvenes
tienden a ocupar roles subordinados, como son las relaciones en que los padres quieren que
sus hijos no se droguen o en las que los policías buscan aprehenderlos para llevarlos al
Ministerio Público.
Cuando los participantes deciden dar a conocer su participación en el narcomenudeo a
alguna o varias de sus relaciones sociales, o cuando alguna de las personas con que se
relaciona se entera de la participación del joven, intentan convencer a sus relaciones para
que se vuelvan cómplices o, cuando menos, los toleren. Esta respuesta es buscada en todas
las relaciones sociales: comerciales, horizontales y verticales. Si se consigue una respuesta
favorable las acciones de ocultamiento utilizadas por los participantes del narcomenudeo
resultan favorecidas y pasan más fácilmente desapercibidas por quienes no participan de
ellas. En otras palabras, las relaciones de complicidad se basan en relaciones de confianza
y/o de conveniencia, que al multiplexarse con otras relaciones permiten a los participantes
del narcomenudeo continuar realizando sus actividades corriendo menos riesgos. Y como la
complicidad es una respuesta basada en la confianza, está suele buscarse en relaciones
previas donde ambas partes cumplen con los acuerdos, como son las tenidas con parientes o
vecinos de años.
Es en las estrategias de ocultamiento y en las relaciones de complicidad donde radica la
clandestinidad en que se llevan a cabo las actividades del narcomenudeo. De ahí provienen
los principales obstáculos que dificultan el combate del narcomenudeo, pues mientras las
primeras tienen como objetivo evitar que se inmiscuyan en el narcomenudeo personas que
199
no participan de sus actividades, las segundas tienen como objetivo ayudar a que los
jóvenes aumenten o mantengan su participación en las actividades del narcomenudeo.
Cada vez más relaciones horizontales toleran que el joven consuma y/o venda drogas,
siempre y cuando no se metan, y no los metan, en problemas; esta tolerancia posibilita que
los jóvenes participen del narcomenudeo, aun cuando después busquen complicidades para
poder permanecer y reproducirse. Conforme los jóvenes crecen y se mantienen participando
del narcomenudeo adquieren experiencia para poder producir reacciones de complicidad,
experiencia que puede ser utilizada para obtener ganancias económicas, tanto para
continuar consumiendo drogas como , en algunos casos, para sostener sus familia s propias.
Por último, si bien la mayoría de repartidores de drogas son jóvenes, generalmente no son
los dueños del negocio sino simples vecinos que son empleados, por vecinos adultos,
debido a que tienen un alto número de relaciones con consumidores, lo cual genera
mayores ganancias para los propietarios. Es así como se insertan los jóvenes en la
reproducción del narcomenudeo: a través de redes de relaciones sociales previamente
establecidas, las cuales permiten la presencia de la droga en el barrio y con ello posibilitan
su comercio, especialmente entre los mismos jóvenes.
200
GLOSARIO
Achichincles: Ayudantes; individuos que ocupan posiciones de subordinación en la varias
de sus relaciones sociales.
Activar: Acción de inhalar activo o solventes.
Activo: Nombre popular con el que se conocen los solventes industriales utilizados como
drogas inhalables por ciertos jóvenes.
Aflojar: Entregar algo, incluso en contra de la voluntad.
Agua loca: Término popular con el que se conoce al activo o solvente.
Alivianar: Ayudar, dar o cobrar ánimo o fuerzas.
Anexar: Internar en un anexo.
Anexo: Centro de tratamiento adonde son regularmente internados los consumidores
crónicos de drogas duras o alcohol, son muy utilizados por los consumidores de la zona de
estudio.
Apañar: Capturar a alguien, es un término regularmente utilizado cuando se ha sido
capturado por la policía “me apañó”.
Armar: Realizar una adquisición, apropiarse de bienes materiales.
Arriba: Término utilizado por los consumidores de drogas para referirse al efecto de los
estimulantes, drogas que dan “pa’rriba”.
Atorar: Poner dificultades al tránsito de alguien, se utiliza principalmente en relaciones de
poder donde el superior atora al subordinado; por ejemplo cuando un policía aprehende a
un joven por algún delito.
Atracón: Comilona.
Banda: Puede referirse a un colectivo de jóvenes “es una banda”; pero regularmente
implica cierto sentido de identidad con aquel a quien se refiere “es la banda ” o “es banda”.
Bajón: Regularmente se refiere al consumo de alimentos sólidos para disminuir el efecto de
alguna droga, también puede ser utilizado como el descenso de los efectos de la droga
consumida.
Barco: Persona que no opone mucha resistencia a que otras hagan lo que prefieran.
Basculear: Acción de registrar a un individuo, “pasar báscula ”.
201
Base: Terminal de las rutas de microbuses o camiones.
Bote: Lata de aluminio, envase plástico. Entre consumidores se refiere al acto de fumar
crack: “vamos a botear”; también se refiere a las cárceles, “fresco bote”.
Bronca: Discusión, problema, pleito.
Bronquear: Buscar pleito.
Buen: Cantidad considerable.
Bueno, El: Quien tiene lo que los demás no.
Bussinnes: Negocio.
Cabrón: Persona que se considera más capaz que otras para realizar ciertas acciones;
situación difícil.
Caciquear: Dar menos de lo que se esperaba.
Caer: Ocupar un rol que no se quiere, involucrarse en situaciones socialmente
estigmatizadas, como son ser considerados drogadictos o ser ex convictos. También hace
referencia a la petición para que alguien invité algo a los demás: “que se deje caer”.
Café: Mariguana
Cagarla: Hacer algo mal.
Cagada: Apelativo para una situación indeseable.
Cagado de risa: Privado a carcajadas, poder para de reír.
Caguama: Presentación de cerveza de casi un litro de volumen, 940ml.
Cámara: Término utilizado en la ciudad de México para despedirse de los pares, hace
referencia a que se verán después.
Cambio: Dinero en poca cantidad.
Cantar: Decir algo de frente, retar a alguien a golpes.
Cantón: Casa, hogar, chante.
Carátula: Refiere al control desprendible con que cuentan algunos reproductores de música
para autos.
Carnal: Hermano, amigo muy estimado.
Carrilla: Término dado a la acción de molestar colectivamente a alguien.
Cartón: Refiere a una medida comercial de cerveza, un cartón puede quivaler a 12
caguamas o 20 medias.
Cáscara: Partido informal de fútbol.
202
Cementos: Consumidores de drogas que utilizan cementantes o pegamentos industriales
para intoxicarse.
Chamaquear: Engañar como a un niño.
Chamba: Trabajo, empleo.
Chale: Expresión de sorpresa.
Chante: Casa, hogar.
Chela: Cerveza.
Chicuelas: Mujeres jóvenes.
Chido: Objeto que cumple eficazmente su función; persona que es compartida.
Chile: Adjetivo utilizado para indicar veracidad, por ejemplo : “¡Al chile!” También es muy
utilizado en frases con doble sentido.
Chingar: Ganarle algo a alguien, legal o ilegmente.
Chingadera: Algo que no sirve o que no cumple la función.
Chingo: Montón.
Chingón: Mejor que otros.
Chivatón: Chismoso.
Chochos: Nombre genérico que los consumidores dan a las drogas médicas en forma de
pastillas, independientemente del efecto fisiológico.
Chupar: Beber alcohol.
Clavado: Concentrado.
Coca: Cocaína.
Cocol: Cocaína.
Compas: Amigos, cuates.
Cotizarse: Hacerse pasar por alguien importante, darse a desear.
Coto: Situación en la que se cotorrea.
Cotorros: Que se la pasan cotorreando o diciendo metáforas que resultan divertidas para
quien emite el calificativo.
Cotorrear: Platicar alegremente y sin orden establecido.
Crew: Colectivo de jóvenes, generalmente adolescentes y jóvenes, que se dedican a
grafitear sus marcas ilegalmente en las zonas de la ciudad por donde circulan.
203
Cristalazo: Nombre dado a la acción de romper el cristal de un automóvil con la intención
de robar algo que hay en su interior.
Cruda: Resaca consecuente de la intoxicación por alcohol, malestar posterior a haber
dormido.
Cuate: Amigo.
Cuete: Pistola, fogón.
Cumbiancheros: Que gustan de bailar cumbias.
Curársela: Aliviar los síntomas de la cruda.
Dealer: Repartidor último de drogas ilícitas, narcomenudista.
Delicados: Marca de cigarros populares.
Depre: Depresión, tristeza.
Desafanar: Deshacerse de algo o de una situación.
Desmadre: Sin orden, hacer desmadre es provocar desorden. Su uso es muy variado, y va
desde referirse a desorden en un salón de clases o pelearse en la calle y ser aprehendido por
la policía; en ambos casos se dice que “hicieron su desmadre ”.
Drogos: Consumidores de alguna droga.
Doritos: Marca de frituras; comida chatarra.
Dormirse: Descuidarse, distraerse.
Embarcarse: Realizar una acción y tener consecuencias adversas.
Emputar: Enojar, molestar fuertemente.
En fa: Rápidamente, velozmente.
En corto: En poco tiempo.
Enganchar: Atraer a alguien, atraparlo.
Entambar: Recluir, llevar a la cárcel.
Farol (es); farolear: Acción de aparentar algo que no es cierto en espacios donde se
pretende ser reconocido. Se relaciona con el refrán popular: “farol (o candil) de la calle,
oscuridad de su casa”.
Flauta, flautín o flautita: Cigarro de mariguana pequeño, corto y delgado.
Fodongo: Sin arreglo personal.
204
Fresa: Calificativo dado a quien aparenta tener mayor solvencia económica de la que tiene
en realidad, o a quien se distingue por tener modos y/o modas consideradas de clases o
grupos distintos a la de quienes emiten el juicio .
Fucho: Fútbol.
Fusca: Pistola.
Gallo: Cigarro de mariguana, toque.
Granja: Nombre popular con que se conoce a los centros donde se recluya a individuos
dependientes de alguna droga.
Grifo: Pacheco, intoxicado por consumo de mariguana.
Grifear: Fumar mariguana.
Grunge: Ritmo de música de moda en los 90, proveniente de los Estados Unidos.
Guamas: Apócope de caguamas.
Guato: Montón.
Güevo: Término para dar por hecho algo “¡A güevo!” referirse Testículo.
Güeva: Flojera.
Güevón: Flojo, que hace las cosas sin ganas.
Güey: Apelativo dado a casi cualquier individuo, el tono le puede dar connotaciones
despectivas.
Hornazo: Olor característico y fácil de detectar.
Jalones: Inhalaciones.
Jaula: Prisión, separo, espacio de encierro.
Jefa: Madre, señora de respeto.
Jefe: Padre, señor de respeto.
Jodidos: Término con el que se juzga una cierta superioridad económica sobre de quien se
hace referencia.
Judas: Policía judicial.
La Meche: Apelativo con el que se conoce popularmente a la zona de la Merced, barrio del
centro de la Ciudad de México.
Lana: Dinero.
Limpiar: Quitarle semillas y ramas a la mar iguana para fumarla ; quitarle al papel donde
empacan los cigarros el metal para poderlo fumar.
205
Lorenzo: Sinónimo de loco.
Machín: Valiente. También refiere a alguien que es mejor que otros en la realización de una
o varias actividades.
Madrazo: Golpe, putazo.
Madrizas: Golpizas colectivas.
Madrina: Persona que avisa a los policías de algún acto ilícito, siempre y cuando pueda
sacar provecho de ello.
Mamar: Pedir o tomar más que lo justo.
Manchar: Abusar de
Manos de seda: Carterista.
Marley: Cigarro de marig uana más grande de lo normal.
Máquinas: Refiere a videojuegos.
Material: Refiere a la mercancía del narcomenudeo, la droga.
Media: Presentación de envase de cerveza de poco menos de medio litro.
Micros: Microbuses utilizados en rutas de transporte público.
Mocha: Persona de ideas conservadoras.
Mocharse: Compartir.
Mois: Mariguana.
Monear: Término con el que se designa a la acción de inhalar el solvente de un pedazo de
estopa o de papel, el cual a su vez puede ser conocido como mona.
Mona: Pedazo de estopa o de papel con el cual se absorbe líquido solvente para su posterior
inhalación.
Morro (a (s)): Individuo joven; generalmente utilizado para referirse a otros de menor de
edad. En el caso del femenino, morra, también puede indicar una relación de noviazgo “es
morra de…”.
Mota: Mariguana.
Moticolis: Refiere al consumo habitual de varias dosis de mariguana.
Narcomenudista: Comerciante último de la cadena del narcotráfico, una de los sujetos
componentes de las relaciones de narcomenudeo.
Nave: Automóvil.
Nel: No.
206
Neta: La verdad.
Onda: Acción, situación.
Pacas: Paquetes grandes donde vienen envueltas ropa o droga.
Pachequísima: Persona que se encuentra bajo el influjo de mariguana; acción u objeto que
pareciera haber sido hecho por alguien bajo el influjo de la mariguana.
Padrino: Persona que funciona como intermediario para insertar a alguien en redes
cerradas, como las ilícitas. En el caso del narcomenudeo el padrino es aquel que puede
proporcionar mercancía y protección relativa ante las autoridades. Los padrinos parecen
mediar entre algunos policías, generalmente de bajos salarios y fácilmente sobornables, y
aquellos narcomenudistas a los que apadrina.
Pancho: Problema.
Panqué: Pánico.
Pantos: Pantalones.
Papel: Nombre popular dado a la dosis de cocaína o piedra que se comercian envueltas en
pequeños rectángulos de papel.
Parar la nalga: Presumir de algo, sin importar si se tiene o no.
Paro: Favor.
Pasón: Dosis excesiva de droga que produce síntomas corporalmente o mentalmente
indeseables.
Pasados de verga: Abusivos; que aprovechan su condición de poder para ir más allá de lo
establecido en beneficio propio. En el caso del narcomenudeo, para los clientes son
pasados de verga aquellas narcomenudistas que les dan menos cantidad de droga de la
esperada, o que les parece de mala calidad. En el caso de ambos el pasado de verga puede
ser un policía que les quita dinero, pero más el que los golpea o les cortan el pelo.
Peda: Borrachera, intoxicación por alcohol. No tengo seguridad de que la peda reciba tal
apelativo por ser una condición propicia para los pedos o problemas, pero así pareciera por
el alto número de problemas generados por el alcohol.
Pedo: Problema; por ejemplo: “puede haber pedo”, ante una situación que se puede
complicar.
Perico: Cocaína.
207
Pesados: Quienes ocupan las posiciones superiores en las relaciones jerárquicas del barrio
o de las instituciones.
Picar: Acción de preparar la cocaína para su consumo inhalado.
Piedra: Crack.
Pinche: Utilizado como despectivo en el léxico popular. El significado puede variar con la
intención y el tono.
Pinta: Acción de grafitear.
Plomear: Balacear.
Polis: Policías, pueden ser de de distintas corporaciones.
Polvo: Cocaína
Ponchar: Forjar un cigarro con mariguana o alguna otra droga.
Ponerse: Consumir droga para modificar el estado de ánimo.
Poner el dedo: Denunciar.
Porrismo: Movimiento en que jóvenes estudiantes eran utilizados por políticos a través de
líderes pseudo estudiantes.
Prepa: Preparatoria.
Prestado, tomar: Tomar algo sin fecha de devolución.
Punto de venta: Lugar de distribución de drogas ilícitas.
Putas: Prostitutas.
Putazos: Golpes intencionales.
Putear: Acción de violentar, se pude usar para la acción de regañar a gritos pero es más
usado para la acción de golpear a alguien.
Putiza: Golpiza.
Puto: Alguien que no tiene valor; también se utiliza para referirse a homosexuales o
amanerados.
Rascar: Quitarle una pequeña cantidad a algo que tiene poco de lo mismo.
Rastafaris: Nombre genérico dado a quienes conforman el movimiento vinculado al ritmo
musical conocido como reggae.
Rata: Ladrón, ratero.
Rayar: Acción de dar más de lo esperado; grafitear.
Rayeitor: Abundante.
208
Realizar: Hacer realidad algo.
Rebel: Rebelde; en desacuerdo de algunas normas.
Rebotar: Volver, retornar. Entre consumidores refiere a la acción de andar bajo el influjo de
más de una droga a la vez, también se puede atribuir al efecto que produce una droga uno o
más días posteriores a su consumo.
Reggae: Ritmo de música proveniente del Caribe.
Relax: Tranquilo.
Renta: Acción de soborno colectivo en la que unos repartidores de drogas ilegales sobornan
continuamente a agentes de seguridad pública para que no interfieran en sus actividades ni
molesten a sus clientes.
Reventar: Romper algo de un solo golpe; por ejemplo: “le reventó la cara”.
Rifar: Hacer valer la posición tomada.
Riquis: Confortable, a gusto.
Ruco: Viejo, anciano; también se usa para referirse a personas mayores a quien hace la
referencia.
Sabanas: Pedazos pequeños de papel utilizados para liar, ponchar, cigarros de mariguana,
toques, churros o flautas.
Sacar de pedo: Sorprender.
Secu: Escuela secundaria.
Separos: Término popular dado a las prisiones donde se encierra a quienes purgan
condenas que no ameritan llevarlos al reclusorio, o a quienes han sido aprehendidos
recientemente.
Sobres: Rápidamente, velozmente.
Solventes: Sustancias de origen industrial utilizadas como drogas inhalables, su uso en
diversos oficios populares le da una alta disponibilidad.
Talachas: Acción en la que se componen o arreglan llantas.
Talonear: Que piden dinero de manera intimidatoria.
Tan tan: Fin, término de alguna situación.
Tiendita: Expendio fijo de drogas ilegales, eslabón principal del narcomenudeo en las
zonas marginadas de estudio. El término es de origen popular.
Tinta: Observar, “darse tinta” es darse cuenta de algo.
209
Tira: Policía preventivo.
Toques: Es utilizado para nombrar a los cigarros de mariguana, churros; también para
nombrar los jalones o fumadas dadas a un cigarro o instrumento para fumar mariguana;
también puede referirse a descargas eléctricas.
Torito: Término con el que se conoce la instancia judicial a la que se remitían individuos
acusados por delitos contra la salud, ahora también existen las Unidades Mixtas de
Atención al Narcomenudeo (UMAN). El adjetivo para llamar a esta instancia proviene de la
película donde Pedro Infante personifica a “Pepe el Toro” quien es encerrado en la cárcel a
pesar de ser inocente.
Torton: Marca de camiones.
Transa: Acción de quitarle a alguien algo sin su permiso
Trepar: Subir.
Uta: Apócope de puta, utilizado como expresión de asombro y no como ofensa o en
referencia personal
Varo: Dinero.
Vatillos locos: Apelativo utilizado por algunos jóvenes para referirse a los adolescentes que
participan de los grupos de cholos. Proviene del términ o vato, tipo o individuo, utilizado en
el norte del país y el cual se ha popularizado mediante películas de chicanos.
Verga: Adjetivo con el que se nombra a alguien que es mejor en algo; también se utiliza
repetidamente como expresión popular.
Vergazos: Golpes, madrazos.
Viaje: Estado emocional y de percepción obtenido bajo el influjo de alguna o varias drogas
combinadas.
Vieja: Apelativo popular utilizado por hombre y mujeres para referirse a estas últimas. Los
hombres la utilizan también como sinónimo de pareja, “mi vieja”.
Vinata: Lugar donde comercian vinos, licores y todo tipo de bebidas alcohólicas.
Volteones: Rondines para tener ciertos aspectos vigilados o bajo control.
Yakult: Marca comercial de un producto envasado en un pequeño bote de plástico con tapa
de aluminio, el cual es utilizado para quemar piedra.
Yerba: Mariguana, mota.
210
ANEXO 1
Entrevistas realizadas en Iztapalapa, oct-2002/dic-2003
No.
NOMBRE o APODO
ACTIVIDAD
EDAD
1
DKA (Piek, Ches, Dener
y Trike)
Crew
2
Acis
Grafitera
17
3
Qpo
Grafitero
18
4
CEA (Tesa,
Crew
5
Giver
Grafitero
20
6
Role
Grafitero y dealer
23
7
Joel
Ex grafitero
21
8
Fat
Músico-ska
16
9
Homero Vite
Músico-pop
23
10
Javier
Músico-punk
19
11
Aarón
Promotor Regguae
25
12
Chakos
Banda
15
13
Pulga
Banda
23
14
Arturo
Banda
23
15
Trueno
Chavo Banda 80s
37
16
Apache
Banda
28
17
Patotas
Banda
28
18
Fresa
Banda
19
Colectivo Sta. María (4)
Animadoras culturales
20
Juan Ángel
FECUI
28
21
Chelín
Animador cultural
23
22
Irma Me za
Comités Eclesiales de Base
29
23
Wenceslao
SEDEPAC
24
Roberto Durán
OJR
25
Sra. Dolores
CEMPO
Adulto
26
Lic. Dolores Herrera
CIJ
Adulto
JÓVENES
19-24
15-20
25
18-20
ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES
Adulto
31
FUNCIONARIOS PÚBLICOS
27
Agustín Estrada
Directivo del FARO
35
28
Benjamín
Directivo del FARO
30
29
Lic. Tolentino
Sociólogo de Policía delegacional
Adulto
30
Lic. Reyna
Directivo de ‘La Comuna’
Adulto
31
Clara Brugada
Lideresa política de Iztapalapa
Adulta
32
René Arce
Delegado 2001-2003
Adulto
33
Eduardo Aoyama
Coord r. de programas para jóvenes
211
32
ANEXO 2
Informantes Comerciantes, Sept-03/Mayo-05
No
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
Apodo
Edad
26
23
21
23
26
25
15
24
19
±40
±40
Guaguaras
Tigre
Yuco
Negro
Ojón
Pollo
Girasol
Mota
Cuatlo
Don
Tío
212
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