MANUEL DUEÑAS: UN “PEÑARANDINO” IMPRESCINDIBLE Por: Fernando Ullán Hernández Por no aquilatar lo suficiente solemos contentarnos con englobar los sueños, aspiraciones, propuestas, realidades… de los habitantes de un país, de una ciudad, de una localidad... en la expresión “Historia…”, a la que añadimos, por no referirnos a algo lejano, “de España”, “de Salamanca” o “de Peñaranda”. Y es que estas expresiones minimizan o cristalizan lo que los habitantes de ellas idearon, proyectaron, propusieron, consiguieron o quedaron en el aire porque no encontraron el apoyo necesario para llevarlas a cabo, o las autoridades, cuya colaboración era necesaria, se la negaron; o sucesos imprevistos ocasionaron desgracias, que les exigieron un nuevo esfuerzo para abrir nuevos derroteros o en las que dedicar sus energías y desvelos. Aun así, seguimos empleando, por rutina y conformismo, la expresión, en este caso concreto, de “Historia de Peñaranda”, en la que no sólo se acrisolan los deseos, esfuerzos y energías de los habitantes oriundos de la misma, sino también de los que, sin ser nacidos en ella, el amor, la profesión o el azar al radicarse en ella, lograron que su corazón, sus afanes o su dedicación, se fundieran con los de en ella nacidos y permanecidos. Dentro de este contexto quiero referirme a Manuel Dueñas, uno de los grandes cronistas de la ciudad de Peñaranda dada la extensa y dilatada época en la que fue desgranando los aconteceres, sentires y esperanzas, que vivieron y suscitaron los peñarandinos en esos años. Y es que no hay que olvidar que, si algunas personas destacaron por su capacidad de decisión o por su compromiso en conseguir mejoras de progreso para su ciudad (a la mente me vienen los nombres de Félix Mesonero, S. Gómez de Liaño, Sinforoso Nodal, Luis de Dios, Eugenio y Elías Arias Camisón, Germán Díaz Bruno, Claudio Coll, entre otros muchos), otros, como Manuel Dueñas, lo consiguieron legando a la posterioridad su cotidiana crónica de lo que sucedía en la ciudad, captando su vitalidad tras el mostrador de su tienda, dialogando con sus vecinos en los bares y cafés, regalándoles momentos de distracción con sus monólogos, apropósitos o juguetes cómicos sin demasiadas pretensiones, pero siempre desde el amor sencillo y humano, que no ciego y pasional, del cronista que quiere reflejar los latidos de su ciudad. 1.- Datos biográficos y profesionales Manuel Dueñas González nació en Alba de Tormes el 15 de noviembre de 1888, donde cursó los estudios primarios. Como la mayor parte de los jóvenes en aquellos tiempos, comenzó a trabajar a temprana edad en el comercio de Alba y Béjar y más tarde como representante del mismo sector, dedicación que le permitió conocer buena parte de las ciudades y regiones de España: Gijón, Oviedo, Ferrol, Barcelona, Valencia, Navarra…, donde rara era la vez que no se encontrara con alguien que no hubiera estado en Peñaranda, “ciudad que se quiere más cuanto más tiempo estás sin verla” como declaraba ya en 1927. De ella le hablaban tanto en el Palacio Real como en la más humilde aldea y el solo hecho de nombrarla le traía recuerdos, añoranzas y deseos de volver a ella. También trabajó en el comercio de los Sres. Castillo y Olea, de Peñaranda. Lo que dio lugar a que conociera y se enamorara de la peñarandina Agustina Hernández con la que contrajo matrimonio el 21 de abril de 1917, unión de la que pronto nació su hija Julia. Aprovechando la ocasión de traspasarse dicho establecimiento, se encargó de él Manuel Dueñas en agosto de 1923. Lo que, junto a sus dos amores, hizo que prescindiera de los viajes y del trasiego para dedicarse de lleno al negocio y a su familia permaneciendo de forma estable en la ciudad peñarandina. Negocio que amplió pronto abriendo “Almacenes ‘El 15’” en la plaza de la Constitución, para años después ser éste el que perdurara hasta su jubilación. Para llamar la atención sobre sus surtidos y novedades en ambos establecimientos aprovechó la sección de publicidad del semanario local, que cada poco tiempo modificaba en función de las estaciones o las fiestas especiales como puede verse en los ejemplos, que incluimos, entresacados de los muchos números de La Voz de Peñaranda: si bien en los años 30 lo simplificó hasta dejarlo en un escueto Además de exponer en el escaparate los artículos de venta, también accedía a ubicar en él los regalos que el empresario del cine Calderón, Sr. Casanova, iba a sortear para los niños el día de Reyes; o las fotos de los toros/novillos, que se iban a lidiar en la plaza de toros; o cualquier otra presentación, que pudiera interesar a los peñarandinos, sobre todo cuando se trataba de alguna obra benéfica o solidaria. Además, siempre estaba dispuesto a contribuir con detalles a cualquier campaña benéfico-solidaria tales como un bastón, una alforja repleta de productos de perfumería, rebaja en venta de mantel… o perfumando el Teatro Calderón antes de alguna velada o función, de las muchas que tenían lugar en la Peñaranda de entre los años 15 y 30. Pero, dejando a un lado su ocupación profesional, veamos otros rasgos de su vida. 2.- Arrimando el hombro en momentos difíciles. Dedicación cívica y literaria La estabilidad y características de un establecimiento de prendas de vestir y complementos le permitieron a Dueñas, además de atenderlos debidamente, cultivar otras aficiones. Si de siempre le habían gustado las letras y escribir, los clientes le comentaban diversas noticias y los ratos de espera los llenaba para ejercitar su afición. Y pronto comenzó a aportar su granito de arena con noticias, crónicas y comentarios, enviados al semanario local, donde, aunque en muchos casos no figuraba la firma del autor, sí que años más tarde, principalmente a partir de la segunda mitad de los años 20 del pasado siglo, aparecía la firma de “M. Dueñas”, “Dueñas”, “D.”; o los seudónimos ‘El Amigo Meldas’, “Madugon” y, me atrevería a añadir dada su gran afición a la fiesta, “Maoliyo”, pues era quien firmaba las noticias y crónicas taurinas en La Voz en esos años. Mas su labor periodística destacó sobre todo en el diario provincial El Adelanto, en el que podemos ver ya de forma inconfundible su firma al enviar su crónica en mayo de 1916 y en otras ocasiones, simplemente como “El corresponsal”. Periódico para el que había solicitado su colaboración el director, y dueño del mismo, Sr. Núñez, al que le unía verdadera amistad desde los primeros años en los que ambos desempeñaron labores periodísticas en Peñaranda. Desde entonces y hasta finales de 1972, con algunos breves paréntesis forzados a causa de su enfermedad, que le obligó a residir temporadas en Salamanca, fueron muchas las crónicas enviadas a la redacción. Y, además, sacaba tiempo para desempeñar la auxiliaría de recaudación, la Agencia de Protección de Menores o la representación de la Sociedad General de Autores. Falleció el 22 de enero de 1973, a los 84 años, celebrándose su funeral y despedida en la humilde ermita de San Luis, dado que la parroquia estaba cerrada al culto por causa del incendio sufrido en la noche del 7 al 8 de junio de 1971. 2.1.- M. Dueñas, ciudadano A partir de 1930 la situación política en Peñaranda, reflejo de la que vivía el país, estaba en plena efervescencia y eran muchos los modelos políticos de gobierno, que pugnaban por adquirir la supremacía, si bien las dos fuerzas mayoritarias en la ciudad eran la perteneciente a los monárquicos y la de los republicanos y socialistas. Afiliados y simpatizantes sumaban sus fuerzas a los grupos constituidos. Pero, a medida que se aproximaba la celebración de elecciones, el clima se iba enrareciendo. Quizás para poner un poco de cordura, o para señalar el objetivo del bien de Peñaranda, Manuel Dueñas se atrevió a presentar, junto con otros peñarandinos independientes, su candidatura por el distrito norte desmintiendo con algo de socarronería, por medio de ‘El amigo Meldas’, la atribución de algún medio provincial de que pertenecía a la juventud republicana, pues “ni por su edad ni por su situación debe ni puede pertenecer a ninguna de las ‘juventudes políticas’”, confesándose días más tarde “sin matiz político determinado” y al que sólo le guiaba, libre de todo egoísmo, “colaborar por el bienestar general”. En las elecciones, celebradas el 12 de abril de 1931, no resultó elegido. Pero fueron invalidadas en varias localidades, entre ellas Peñaranda, por haberse producido coacción y soborno. Nuevamente celebradas el día 31 de mayo, en ellas se abstuvieron los monárquicos y la derecha liberal. Lo que propició la elección de Manuel Dueñas como concejal integrante de la nueva Corporación, que pasó a presidir Germán Díaz Bruno. Fue nombrado segundo teniente de alcalde y pasó a formar parte de la Comisión de Obras. Como concejal en ocasiones acompañó a Madrid al alcalde y a otros miembros de la Corporación, a fin de gestionar remedios para el acuciante problema del paro o con el objeto de conseguir la creación del instituto o el Centro Secundario de Higiene Rural, entre otros. Regularmente cumplió sus deberes políticos en aquellas misiones, que se le encomendaron. Pero, pasado un tiempo, a los problemas familiares del señor Díaz Bruno se añadió la división y la ruptura de la formación republicano-socialista. Se sucedieron en el tiempo las dimisiones de sucesivos alcaldes e incluso la del primer teniente de alcalde, hecho que originó que Manuel Dueñas tuviera que presidir la Corporación de Peñaranda como alcalde accidental. Y en tal representación, además de dirigir las sesiones reglamentarias que registraban una escasa e irregular asistencia, hubo de participar, en diversos actos, como la inauguración de la cantina escolar en 1933 o dar posesión al nuevo alcalde, Sr. Ruipérez. Considerando que se alargaba el tiempo sin que se nombrara alcalde titular, presentó su dimisión, pues alegaba “que estoy mejor con mi periódico, con mi comercio y mis aficiones”, si bien añadía que seguiría trabajando del mismo modo “por Peñaranda y sus intereses”. Sólo le fue aceptada meses más tarde cuando la presentó de nuevo y de forma irrevocable, una vez que ya había sido nombrado alcalde Jesús Ruipérez y tomado posesión el 2 de noviembre de 1934. 2.2.- M. Dueñas, autor literario y teatral Las inquietudes culturales en muchos peñarandinos hicieron que fueran numerosas las veladas músico-literarias o teatrales, muchas benéficas y otras como divertimento de jóvenes peñarandinos que siempre estaban dispuestos a colaborar para mantener el nivel cultural en la ciudad, que se celebraban en el Teatro Calderón. Si no como actor, (aunque participó en ocasiones leyendo algunos trabajos de temática exploradora, adecuados al fin de recoger fondos con los que sufragar la actividad en veladas celebradas con tal objeto), sí echaba una mano Manuel Dueñas en el consejo, la dirección o también en la autoría de algunos juguetes cómicos o apropósitos dialogados, que se estrenaban para el público peñarandino con el fin de alegrar dichas veladas. No hemos tenido acceso a ninguno de ellos, pero sí podemos recoger los títulos de “Sin argumento”, “Cascales”, “Un atardecer de otoño”, “La traición del amigo”, “No es tan fiero el león…”, “No hay un dios que le despierte”, “Eres grande Peñaranda”, “¿Hacemos las paces?”, “En cuarto creciente”, “El clamor de mi Antonia”, “El divorcio es un resorte o Mi tío nos salva” (de la que hemos podido leer la escena V), “Estampas de Navidad”, “Amor y caridad en Peñaranda”…, en los que aderezaba la situación de enredo con dichos populares y un fino humor en busca de la sonrisa y diversión del público. Por sus cualidades como autor teatral fue requerido en 1933 por el Cuadro Artístico Salmantino para que escribiera un monólogo cómico que añadir a su repertorio, el cual sería estrenado en Peñaranda dentro del festival, que tendría lugar en el Teatro Calderón a mediados de agosto. Para complacer la petición M. Dueñas escribió “Yo soy de pueblo”, que fue interpretado por el actor Pelayo Rodríguez. Según refirió el cronista del evento, “el monólogo está hecho con gracia y descaro, con ese estilo fácil y ameno, lleno de chistes de buena ley; y fue muy aplaudido”, a pesar de lo poco afortunada interpretación del referido actor, quien lo ‘morcilleó’ desfigurándolo, motivo por el que el autor se vio en la necesidad de protestar públicamente al estimar que el intérprete había falseado el tenor y desarrollo de la obra. También reseñamos la escritura de “El taballo de tartón”, escrito con el fin de entretener con su representación a los niños peñarandinos de las fiestas de Navidad de 1934. No queremos olvidarnos de las múltiples narraciones (“Viaje feliz”, dedicado a su hija Julia), cuentos y deliciosas estampas, muchas de ellas recogidas bajo el título de “Cinematógrafo de la vida” y firmadas como “El amigo Meldas”, estampas que sobre diversos temas publicó en “La Voz” durante sus dilatados años de colaborador. O breves semblanzas de personajes típicos peñarandinos. Así lo resumía el cronista de la velada celebrada en el Casino de Peñaranda en noviembre de 1922: “Por último, don Manuel Dueñas expresó su amor a Peñaranda en unas sentidísimas y bien escritas frases. Es altamente honroso para el señor Dueñas que su nombre vaya unido a todo lo que significa cultura y bienestar en la ciudad”. 2.3.- M. Dueñas, revistero y aficionado a los toros Manuel Dueñas vivió con entusiasmo todo lo relacionado con la fiesta llegando a sentir gran emoción cuando se fusionaban las expectativas con grandes faenas de algunos maestros con las que deleitaron a los aficionados peñarandinos. Su labor periodística le llevaba a informar puntualmente de todos los acontecimientos taurinos, desde que se gestaban hasta que se celebraban en la “linda” plaza de Peñaranda (becerradas, festivales, novilladas…), dejando, por regla general, los ‘grandes’ acontecimientos para los revisteros, que se desplazaban a tal efecto desde la capital, primero El Timbalero, y después, El Clarinero. En tales eventos Manuel Dueñas pasaba a desempeñar el puesto de asesor indicando “por lo bajines” qué acción tenía que ejecutar el presidente. En su labor de cronista siempre ponía “la gran competencia del revistero taurino, que aprendió en los cánones clásicos de la tauromaquia” con un estilo “peculiar y conciso, detallando episodios y momentos de la lidia que no entran en las entendederas de la mayor parte del público”. Manuel Dueñas tuvo la suerte de disfrutar de algunos momentos cumbres destacando las importantes faenas realizadas por D. Ortega, los hermanos Bienvenida, Paquito Muñoz, J. Aparicio, Litri, Jumillano… y las sublimes faenas realizadas en varias ocasiones por Santiago Martín “El Viti” en la plaza peñarandina, torero por el que sintió gran admiración, haciéndola extensiva a su madre, a la que admiraba ‘continuamente’ en la fotografía que conservaba “el amigo Jero” en su casa. O las de Flores Blázquez y tantos otros… En sus crónicas también tenían hueco las noticias referidas a la gestación, fundación y actividades de las peñas taurinas, que entre los años 50 y 70 cobraron vida, con más o menos duración, en Peñaranda: la de Paquito Muñoz, la de Victoriano Posadas, la de Santiago Martín “El Viti”, la de “El Cordobés, la de Miguel Márquez, la de Flores Blázquez… Incluso participó como ponente con la conferencia “Evocaciones taurinas en un ambiente local” dentro del ciclo organizado por la “Peña de El Viti” en 1962 y 1963. Su afición fue tal que, además de su labor de asesor durante muchos años, se atrevió a escribir letras para algunos pasodobles (no concebía festejos, por humildes que fueran, sin pasodobles) como los dedicados a Joselito; a Jaime Coquilla (esperanza charra), con música del maestro F. Rodríguez; o, años más tarde, a Jumillano, de los que tenemos noticia. Éste fue el dedicado a Joselito, que llevaba por título “La sombra de Joselito: Sevillano”: “Bulle la gente con entusiasmo. / Se oye el clarín y hay grata emoción. / Laten los pechos, suenan las palmas. / Hay un silencio y se abre el portón. Es que torea hoy Sevillano / que es de valiente como un león / y las manolas y los chisperos / van a la plaza con gran ilusión. Estribillo Sevillano con arte es natural / al citar a la fiera es magistral; / su capote, como imán prodigioso / manda y templa, muy garboso. / Sevillano en el ruedo es singular / y su gracia nos obliga a evocar… / al maestro de lidia que fue el amo / ¡José Gómez...! ¡Sevillano!!! / y ¡Olé!!!” y que fue estrenado e interpretado, con música de F. Rodríguez y R. Gasco, por la orquesta peñarandina en el Círculo Recreo el 15 de agosto de 1933. Añadimos como colofón unas palabras suyas escritas en 1957: “Para nosotros, que hemos tenido la ‘suerte’ -gracias a Dios- de asesorar y reseñar muchos festejos taurinos, es la plaza de toros –la linda plaza peñarandina- algo íntimo de nuestra vida que rememora nuestras ilusiones juveniles cuando la contemplamos lleno de gozo y afición”. 2.4.- M. Dueñas, periodista Sobre todo, Manuel Dueñas fue periodista. Desempeñó su cometido con ilusión, dedicación y solvencia, supliendo con creces su propia calificación de periodista “pueblerino”. Por la amplitud temporal y su quehacer podría calificarse como el decano de los cronistas de Peñaranda. En sus reseñas semanales, primero enviadas por correo y ya en los años 50 por teléfono cuando la importancia lo requería, Manuel Dueñas fue dando cuenta de los aconteceres en la ciudad, de los avances y progresos que se conseguían en su amada Peñaranda, “orgullo de Castilla”, y de las preocupaciones e inquietudes de sus vecinos, sin dejar de hacer referencia en ocasiones a algunas noticias de ‘sociedad’ tales como datos demográficos, viajes, natalicios, primeras comuniones, bodas, necrológicas… Por su pluma vislumbramos la lucha y tesón de los vecinos por conseguir la finalización de la construcción del ferrocarril; la construcción de escuelas (grupo “Miguel de Unamuno”); búsqueda de solución al problema del agua y el alcantarillado; la pavimentación lenta, pero imparable, de las plazas y calles; la consecución de los institutos, la edificación del silo, las restauraciones en la iglesia, la reconstrucción de San Luis… y otras que sólo fueron proyectos. También tenemos noticias de graves incendios, producidos en fábricas y establecimientos, y el más doloroso de todos: el de la iglesia parroquial en junio de 1971, así como otros accidentes luctuosos. Sin olvidar la celebración de fiestas como la Semana Santa, las ferias y fiestas, San Miguel y otras de menor categoría: los carnavales, las Candelas, la Virgen del Carmen, las dedicadas a los Cristos de la Cama, del Humilladero y de San Luis… O de los espectáculos, que se ofrecían al público en los diversos centros, así como del avance de la cartelera de los cines Cervantes y San Miguel… En los centenares de páginas, que acumuló en sus casi 60 años de labor periodística, quisiera llamar la atención sobre algunos aspectos, a mi modo de ver “propios” y representativos de Manuel Dueñas: las entrevistas a personalidades peñarandinas, principalmente alcaldes, publicadas en los suplementos anuales de ferias para que los vecinos conocieran de primera mano lo realizado y lo que se pretendía alcanzar en los próximos tiempos; también fue Dueñas quien hizo en sus crónicas de caja de resonancia para las diversas opiniones sobre la conveniencia o no del cambio de fechas en la celebración de las ferias y fiestas (traslado de septiembre a agosto, que se produjo en 1965), e iniciar la publicación del suplemento de ferias, días antes de su inicio, con el fin de que los peñarandinos conocieran el programa, añadiendo reportajes de actualidad y evocaciones de la Peñaranda del pasado sin olvidar sus propias pinceladas humorísticas con la firma “Madugon”. Vayan como muestra de ellas unos pequeños fragmentos publicados en 1951 y 1958: “¡Peñaranda, Peñaranda!/ con tus dos torres enhiestas, / con tus plazas, que, cortadas, / parecen niñas gemelas; / y con tus calles, tan llanas, / servidas por dos aceras, / de cantera o de cemento, / que en ella nunca tropiezas, / como no sea por la noche, / al salir de la taberna/ y surja algún apagón/ con que te obsequia la Electra. /…“ “La fuente moderna, / que es la de la Plaza, / es cosa de "guasa"/ pues durante el año/ luce su esbeltez.../ (Y con las borrascas / ya nadie la ve) Está rodeada/ siempre de bidones/ frente a una caseta/ de pares y nones. Al lado hacen guardia/ junto a los maderos, / cántaros, botijos, / jarras y calderos. Forman las parejas/ una gran legión/ que pasan el rato/ de conversación. Y en ella, las mocitas/ hablan de amores, / sin que teman al frío/ ni a los calores. /…” En reconocimiento a sus 50 años como corresponsal “tenaz, entusiasta, abierto siempre a la alegría de la jocunda diversión”, el empresario y compañeros de redacción de El Adelanto le rindieron el 4 de abril de 1965 un cálido homenaje en Madrigal de las Altas Torres en un acto íntimo, sencillo y sinceramente emotivo, entregándole al final el gerente de la empresa una placa de plata y sus compañeros unos gemelos de filigrana charra. Emocionado, Manuel Dueñas tuvo palabras de agradecimiento confesando que “en el cumplimiento de su misión, en su profundo amor a Peñaranda, estaba su mayor satisfacción”. Cumpla este somero esbozo biográfico como sencilla y particular evocación, a la que espero se sumen todos los peñarandinos, de la persona buena, ingeniosa, alegre con su pizca de humor, honesta y siempre guiada por los intereses de Peñaranda, que fue Manuel Homenaje en Madrigal (cortesía de su familia) Dueñas González. Y en agradecimiento a su labor, que, como decano de los cronistas peñarandinos, contó y relató cuanto en Peñaranda aconteció “con la maestría del oficio, con la sobriedad del que busca el grano y sacude la paja sin crear nunca aristas que a otros hieran ni incurrir en olvidos”, reproduciendo las palabras publicadas en El Adelanto con motivo de su despedida final el 23 de enero de 1973. Y fue que toda su vida la movieron “los hilos de su peñarandinísimo sentir y estar”.